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Spanish Pages 472 Year 2017
Cubierta El practicante.qxp_Cubierta El practicante 13/12/17 9:02 Página 1
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EL NACIMIENTO DE UNA NUEVA PROFESIÓN SANITARIA EN ESPAÑA
El proceso de profesionalización de la enfermería en España ha sido largo, complejo y con características particulares con respecto a otros países europeos. La genealogía de la profesión enfermera española actual es la síntesis de tres ocupaciones distintas: dos eminentemente femeninas (matrona y enfermera) y otra masculina (practicante), con formaciones similares pero con roles, ámbitos de asistencia y estatus social diferentes. Esto hecho acentúa sus particularidades históricas y su camino hacia la profesionalización. En general, para los historiadores de la enfermería, el estudio de la figura del practicante ha sido un foco de interés relativo, aun siendo clave para comprender y tener una visión global de este complejo proceso. Este libro ofrece un análisis de la profesionalización enfermera desde su genealogía masculina a través del estudio de este sanitario en Zaragoza a partir de su creación en 1857 y hasta el comienzo de la Guerra Civil. A lo largo de sus páginas se aportan claves interpretativas para el análisis y estudio de la enfermería mixta en la España del siglo XX, y se confirma que Zaragoza representaba uno de los núcleos profesionales más significativos del practicante, pionero en muchos aspectos, por lo que su investigación en este contexto puede generar un modelo de profesionalización extrapolable a otros contextos nacionales o, al menos, a aquellos que dispusieran de una facultad de Medicina.
EL PRACTICANTE
ISABEL BLÁZQUEZ ORNAT
ÚLTIMOS TÍTULOS PUBLICADOS 56 Aitor Anduaga Egaña Geofísica, Economía y Sociedad en la España contemporánea, 2009. 57 Francisco Ortega El cuerpo incierto. Corporeidad, tecnologías médicas y cultura contemporánea, 2010. 58 John Slater Todos son hojas: literatura e historia natural en el Barroco español, 2010. 59 Paula Olmos Gómez Los negocios y las ciencias. Lógica, argumentación y metodología en la obra filosófica de Pedro Simón Abril (ca. 1540-1595), 2010. 60 Mercedes del Cura González Medicina y pedagogía. La construcción de la categoría «infancia anormal» en España (1900-1939), 2011. 61 Aitor Anduaga Egaña Meteorología, ideología y sociedad en la España contemporánea, 2012. 62 Xavier Calvó-Monreal Polímeros e instrumentos. De la química a la biología molecular en Barcelona (1958-1977), 2012. 63 Francisco Villacorta Baños La regeneración técnica. La Junta de Pensiones de Ingenieros y Obreros en el extranjero (1910-1936), 2012. 64 Antonio González Bueno y Alfredo Baratas Díaz (eds.) La tutela imperfecta. Biología y farmacia en la España del primer franquismo, 2013. 65 Matiana González Silva Genes de papel. Genética, retórica y periodismo en el diario El País (1976-2006), 2014. 66 José Manuel Azcona Pastor y Víctor Guijarro Mora La utopía agraria. Políticas visionarias de la naturaleza en el cono sur (1810-1880), 2015. 67 Annette Mülberger (ed.) Los límites de la ciencia. Espiritismo, hipnotismo y el estudio de los fenómenos paranormales (1850-1930), 2016. 68 Raúl Velasco Morgado Embriología en la Periferia. Las ciencias del desarrollo en la España de la II República y el franquismo. 69 Mario César Sánchez Villa Entre materia y espíritu. Modernidad y enfermedad social en la España liberal (1833-1923).
ESTUDIOS SOBRE LA CIENCIA Isabel Blázquez Ornat es diplomada en Enfermería, máster en Ciencias de la Enfermería y doctora en Ciencias de la Salud por la Universidad de Zaragoza. Ha sido becaria y personal docente e investigador de la misma universidad donde ha colaborado como profesora en el grado de Enfermería, en el grado de Medicina y en la línea de Historia de la Enfermería del Máster de Iniciación a la Investigación en Ciencias de la Enfermería. Su línea de investigación principal y sus publicaciones fundamentales se sitúan en el estudio de las profesiones sanitarias de practicante, matrona y enfermera en la España del siglo XIX y primera mitad del XX. Ha sido codirectora del Seminario de Historia de la Enfermería y de las Ciencias de la Salud de la Universidad de Zaragoza y es miembro de la Sociedad Española de Historia de la Medicina, del Seminario Interdisciplinar de Estudios de la Mujer de la Universidad de Zaragoza y del grupo de estudio «Aurora Mas: investigación en cuidados e historia» de la misma universidad. En la actualidad, es colaboradora extraordinaria del Departamento de Ciencias de la Documentación e Historia de la Ciencia de la Universidad de Zaragoza.
Isabel Blázquez Ornat
EL PRACTICANTE EL NACIMIENTO DE UNA NUEVA PROFESIÓN SANITARIA EN ESPAÑA
CSIC
CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS
Ilustración de cubierta: Blog Celtibético. Francisco Javier Domínguez Peso. Maletín e instrumental de José Domínguez Godoy, practicante de Palma del Río.
EL PRACTICANTE
ESTUDIOS SOBRE LA CIENCIA, 70 Director Rafael Huertas García-Alejo (CSIC) Secretario Jon Arrizabalaga Valbuena (CSIC) Comité Editorial Susana Gómez López, Universidad Complutense de Madrid Bernat Hernández Hernández, Universidad Autónoma de Barcelona Mauricio Jalón Calvo, Universidad de Valladolid María Jesús Santesmases Navarro de Palencia (CSIC) Juan Pimentel Igea (CSIC) María Montserrat Cabré i Pairet, Universidad de Cantabria, Santander María Luz López Terrada (CSIC) Carmen Ortiz García (CSIC) Consejo Asesor Rosa Ballester Añón, Universidad Miguel Hernández, Alicante Daniela Bleichmar, University of South California Mónica Bolufer Peruga, Universitat de València Ricardo Campos Marín (CSIC) Antonio Lafuente García (CSIC) Antonello La Vergata, Università di Modena e Reggio Emilia Leoncio López-Ocón Cabrera (CSIC) José Ramón Marcaida López, CRASSH, University of Cambridge Marisa Miranda, Universidad Nacional de La Plata, Argentina Javier Moscoso Sarabia (CSIC) Annette Mülberger, Universitat Autònoma de Barcelona Enric Novella Gaya, Universidad Miguel Hernández Teresa Ortiz Gómez, Universidad de Granada José Pardo Tomás (CSIC) Francisco Pelayo López (CSIC) Eulalia Pérez Sedeño (CSIC) José Luis Peset Reig (CSIC) Miguel Ángel Puig-Samper Mulero (CSIC) Pedro Ruiz Castell, Universitat de València Antonella Romano, Centre Alexandre Koyré-EHESS, París Fernando Salmón Muñiz, Universidad de Cantabria, Santander Nuria Valverde Pérez, Universidad Autónoma Metropolitana de Cuajimalpa, México DF Marga Vicedo, Institute for the HPST, University of Toronto Isabel Vicente Maroto, Universidad de Valladolid
ISABEL BLÁZQUEZ ORNAT
EL PRACTICANTE EL NACIMIENTO DE UNA NUEVA PROFESIÓN SANITARIA EN ESPAÑA
CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS Madrid, 2017
Reservados todos los derechos por la legislación en materia de Propiedad Intelectual. Ni la totalidad ni parte de este libro, incluido el diseño de la cubierta, puede reproducirse, almacenarse o transmitirse en manera alguna por medio ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, informático, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo por escrito de la editorial. Las noticias, los asertos y las opiniones contenidos en esta obra son de la exclusiva responsabilidad del autor o autores. La editorial, por su parte, solo se hace responsable del interés científico de sus publicaciones. La edición de este libro ha contado con la aportación económica del Ilustre Colegio Oficial de Enfermería de Zaragoza.
Catálogo general de publicaciones oficiales: http://publicacionesoficiales.boe.es Editorial CSIC: http://editorial.csic.es (correo: [email protected])
© CSIC © Blázquez Ornat, Isabel © De las imágenes, las fuentes mencionadas a pie de figura ISBN: 978-84-00-10304-0 e-ISBN: 978-84-00-10305-7 NIPO: 059-17-221-2 e-NIPO: 059-17-222-8 Depósito Legal: M-34092-2017 Edición a cargo de Editorial Doce Calles S. L. Impreso en España. Printed in Spain. En esta edición se ha utilizado papel ecológico sometido a un proceso de blanqueado ECF, cuya fibra procede de bosques gestionados de forma sostenible.
ÍNDICE Agradecimientos...............................................................................................................................................
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Siglas y abreviaturas...................................................................................................................................
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Índices de figuras, tablas y gráficos.....................................................................................
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Introducción..........................................................................................................................................................
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Capítulo 1. El practicante español en el contexto europeo.............
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El caso francés: el officier de santé................................................................................................ El caso español: el practicante........................................................................................................... El caso inglés: la nurse y el general practitioner............................................................
62 68 83
Capítulo 2. El proceso de institución legal de la titulación de practicante........................................................................................................................................... La Ley de Instrucción Pública de 1857................................................................................. Repercusiones educativas y en las profesiones sanitarias..................... La difícil consolidación de los estudios de practicante..................................... Los primeros pasos de la titulación (1860-1865)........................................... La supresión y restauración de los estudios (1866-1868).................... Evolución de los estudios al servicio del monopolio profesional.................. La pérdida de la asistencia dental (1877)................................................................. La ganancia de la asistencia al parto (1901).......................................................... La responsabilidad docente de la facultad de Medicina y la autorización a las mujeres a adquirir el título de practicante (1904)............................................................................................................................................................
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91 91 91 95 99 105 105 109 109
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Índice
El parto normal como núcleo fundamental de la formación hasta 1921......................................................................................................................................................... Aumento del nivel educativo del practicante (1926)................................. El especialismo en Enfermería: el practicante psiquiátrico (1932).....
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Capítulo 3. El perfil social y académico del practicante......................
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La enseñanza oficial de los practicantes en Zaragoza (1860-1904)............ Características del alumnado de practicante (1869-1936)............................. La influencia del género y la clase social..............................................................................
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Capítulo 4. Socialización del practicante: valores, técnicas y conocimientos a adquirir........................................................................................................... El profesorado: perfil profesional y académico........................................................... La figura del doctor Felipe Sáenz de Cenzano (1862-?)....................... El Manual del practicante: estructura y función.......................................................... Cambio y progreso científico y técnico (1907-1942)................................. El punto de inflexión en la edición de 1922................................................... El doble perfil previsto: el practicante rural y urbano............................ Capítulo 5. Los escenarios del ejercicio profesional del practicante.................................................................................................................................................... La ciudad: Zaragoza (1905-1936).................................................................................................. La asistencia domiciliaria en la ciudad........................................................................ La Casa de Socorro del Ayuntamiento de Zaragoza.................................. El personal sanitario: tipos, dotación de plazas y funciones............ Los barrios rurales: Zaragoza (1905-1936)........................................................................ La asistencia domiciliaria en los barrios rurales.............................................. El personal sanitario: tipos, dotación de plazas y funciones............ Los pueblos: Zuera (1854-1936)..................................................................................................... La asistencia sanitaria en el mundo rural................................................................. El personal sanitario: tipos, dotación de plazas y funciones............ El Hospital de Nuestra Señora de Gracia (1857-1936).................................... El practicante tras la publicación de la Ley Moyano (1857)........... La primera gran reforma del Servicio de Practicantes (1883)....... El Cuerpo de Ayudantes y Practicantes de la Beneficencia Pro vincial (1889)....................................................................................................................................... 8
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171 171 173 179 186 202 213
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Índice Separación profesional de Ayudantes y Practicantes (1891)........... La reducción de practicantes y el aumento de médicos de guar dia (1910)................................................................................................................................................. La organización de los practicantes por escalafón y categorías (1917)............................................................................................................................................................ El Cuerpo de Practicantes de Guardia de 1933.............................................. Evolución del número y rol del personal hospitalario............................. El ejercicio privado de los practicantes en su consulta......................................
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Capítulo 6. Estatus económico y posición social del practicante.....
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El practicante urbano................................................................................................................................... El practicante rural: barrios y pueblos.................................................................................... El practicante de hospital general.................................................................................................
319
285 289 296 300 309
335 345
Capítulo 7. Las estrategias de profesionalización del practicante.365 Asociaciones y revistas profesionales de los practicantes en España: una tradición...................................................................................................................... Problemas profesionales significados en Aragón...................................................... La falta de actualización de los estudios y el monopolio ocupa cional difuso......................................................................................................................................... El intrusismo y la creación de nuevos cuerpos auxiliares de la medicina.................................................................................................................................................... La insuficiente normalización del trabajo profesional y los par tidos sanitarios................................................................................................................................... El papel del Colegio de Practicantes de Zaragoza................................................... Origen y reconocimiento oficial........................................................................................... La actividad de defensa profesional................................................................................ La Asamblea Regional Aragonesa de Practicantes Rurales de mayo de 1933: un modelo para España............................................................ Conclusiones.......................................................................................................................................................... Bibliografía.............................................................................................................................................................. Indice Onomástico.........................................................................................................................................
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365 372 372 378 393 404 405 415 422 433 439 459
A mi abuelo, Gregorio A mi padre, José Luis A Miguel Ángel A toda mi familia
AGRADECIMIENTOS Quisiera dar las gracias a todas aquellas personas que de alguna manera han contribuido a mejorar este libro, en especial a las profesoras Asunción Fernández Doctor, Concha Germán y Consuelo Miqueo por su ayuda y dedicación indispensables para lograr su buen término. De igual modo, a la Universidad de Zaragoza la confianza depositada en esta investigación y a todas las personas del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y Universidad de Leeds por sus aportaciones, lecturas y buenas indicaciones. Agradecer también a Pilar Ferrer, Elena y Elisa Lafuente por colaborar con sus testimonios. A todo el personal del Archivo Universitario de Zaragoza, Archivo Histórico de la Diputación Provincial de Zaragoza, Archivo Municipal de Zaragoza, Archivo Municipal de Zuera y Colegio de Enfermería de Zaragoza ya que de alguna forma han colaborado para que este trabajo llegase a su fin. A todos mis seres queridos, familia, amigas y amigos por sus ánimos y en especial a mi compañero de vida, Miguel Ángel, por su apoyo siempre. A todas y a todos, gracias.
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SIGLAS Y ABREVIATURAS AFMZ: Archivo de la Facultad de Medicina de Zaragoza AHDPZ: Archivo Histórico de la Diputación Provincial de Zaragoza AHPZ: Archivo Histórico Provincial de Zaragoza AHUZ: Archivo Histórico Universitario de Zaragoza AMZ: Archivo Municipal de Zaragoza AMZU: Archivo Municipal de Zuera BOPZ: Boletín Oficial de la Provincia de Zaragoza CEZ: Colegio Oficial de Enfermería de Zaragoza INE: Instituto Nacional de Estadística R. D.: Real Decreto R. O.: Real Orden
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ÍNDICES DE FIGURAS, TABLAS Y GRÁFICOS
Figuras Fig. 1. Sede de la Facultad de Medicina de Zaragoza dentro del Hospital Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza hasta 1893. Anfiteatro y Museo Anatómicos anexos al Hospital.................................. 124 Fig. 2. Anuncio del establecimiento ortopédico del practicante Juan Conget Conget............................................................................................................................ 311 Fig. 3. Anuncio de los servicios privados ofertados por el practi cante Manuel Sagarra en Zaragoza.................................................................................. 312 Fig. 4. Distribución de los domicilios-consultas de los practicantes colegiados en la ciudad de Zaragoza en 1930..................................................... 314 Fig. 5. Distribución geográfica de los practicantes colegiados en la provincia de Zaragoza en 1930............................................................................................. 316 Fig. 6. El presidente de la Federación Nacional de Practicantes, Antonio García del Real, y el director de la revista El Auxiliar Médico Aragonés, Ángel Santacruz, con un grupo de asambleístas................... 427
Tablas Tabla 1. Ocupaciones del cabeza de familia, padre o madre, de los alumnos de practicante en el distrito universitario de Zaragoza (1869-1901).................................................................................................................................................... 165 Tabla 2. Contenido de las distintas ediciones del Manual del practi cante (1907-1942)................................................................................................................................... 186 Tabla 3. Fármacos de efecto general contenidos en la enseñanza terapéutica del practicante y la enfermera (1922-1942)........................ 209 Tabla 4. Enfermedades y procesos de asistencia clínica, urgente y preventiva más frecuentes del practicante y la enfermera.................. 211 Tabla 5. Médicos y cirujanos del Hospital Nuestra Señora de Gra cia de Zaragoza en 1854, 1858 y 1860.......................................................................... 263 Tabla 6. Plantilla de practicantes de medicina y cirugía menor del Hospital Nuestra Señora de Gracia en 1917....................................................... 290 17
Isabel Blázquez Ornat Tabla 7. Plantilla de practicantes del Hospital Nuestra Señora de Gracia de 1932........................................................................................................................................... 295 Tabla 8. Sueldos del personal de la Beneficencia Municipal de la ciudad de Zaragoza (1905-1915)....................................................................................... 324 Tabla 9. Sueldos del personal de la Beneficencia Municipal de Za ragoza capital (1916-1936).......................................................................................................... 328 Tabla 10. Sueldos del personal cualificado de la Beneficencia Mu nicipal de los barrios rurales de Zaragoza (1905-1936)......................... 337 Tabla 11. Sueldos del personal con funciones asistenciales en el Hospital Nuestra Señora de Gracia (1836-1857).......................................... 349 Tabla 12. Sueldos del personal con funciones asistenciales en el Hospital Nuestra Señora de Gracia (1858-1889).......................................... 354 Tabla 13. Sueldos del personal con funciones asistenciales en el Hospital Nuestra Señora de Gracia (1890-1914).......................................... 357 Tabla 14. Sueldos del personal con funciones asistenciales en el Hospital Nuestra Señora de Gracia (1917-1933).......................................... 360 Tabla 15. Comparativa de los sueldos de los practicantes en los distintos ámbitos de asistencia: Beneficencia Provincial y Mu nicipal de Zaragoza y Zuera (1905-1936)................................................................ 363 Tabla 16. Relación de los presidentes de la organización colegial de los practicantes en Zaragoza (1902-1948)............................................................... 411
Gráficos Gráfico 1. Procedencia de los alumnos de practicante de la Facul tad de Medicina de Zaragoza (1869-1915)............................................................. 133 Gráfico 2. Procedencia de los alumnos de practicante pertenecien tes al distrito universitario de Zaragoza (1869-1915)................................ 134 Gráfico 3. Procedencia de los alumnos de practicante de fuera del distrito universitario de Zaragoza (1869-1915)................................................ 134 Gráfico 4. Procedencia rural y urbana de los alumnos de practican te en el distrito universitario de Zaragoza (1869-1915)......................... 135 Gráfico 5. Procedencia de los alumnos que se incorporaron a la carrera de practicante en el distrito universitario de Zaragoza (1869-1915).................................................................................................................................................... 135 Gráfico 6. Edad de los alumnos de practicante en el distrito univer sitario de Zaragoza en la enseñanza oficial y libre (1869-1915)....... 137 18
Índice de figuras, tablas y gráficos Gráfico 7. Alumnos de practicante con estudios superiores previos en el distrito universitario de Zaragoza (1869-1915)................................. 138 Gráfico 8. Alumnos de practicante con ocupación cualificada pre via en el distrito universitario de Zaragoza (1869-1915)...................... 138 Gráfico 9. Ocupaciones previas de los alumnos de practicante en el distrito universitario de Zaragoza (1869-1915)................................................ 138 Gráfico 10. Alumnos barberos y militares que se incorporaron a la carrera de practicante en el distrito universitario de Zaragoza (1869-1915).................................................................................................................................................... 139 Gráfico 11. Alumnos libres y oficiales que se incorporaron a la carrera de practicante en el distrito universitario de Zaragoza (1869-1915).................................................................................................................................................... 142 Gráfico 12. Matrículas oficiales y libres de la enseñanza de odontología, practicantes, matronas y enfermeras en España: cursos 1915-1916 a 1942-1943................................................................................................................... 143 Gráfico 13. Número de alumnos y centros hospitalarios donde cer tificaron sus prácticas de cirugía (1902-1915).................................................... 146 Gráfico 14. Número de alumnos y centros hospitalarios donde cer tificaron sus prácticas de obstetricia (1902-1915)......................................... 146 Gráfico 15. Practicantes graduados en la Facultad de Medicina de la Universidad de Zaragoza (1869-1915).................................................................. 149 Gráfico 16. Número de practicantes graduados al año en la Facul tad de Medicina de la Universidad de Zaragoza (1869-1915)....... 149 Gráfico 17. Relación entre el número de alumnos que comenzaron la carrera y el número de revalidados por año en el distrito universitario de Zaragoza (1869-1915)........................................................................ 150 Gráfico 18. Títulos de practicante expedidos al año por la Univer sidad de Zaragoza (1869-1915)............................................................................................. 153 Gráfico 19. Alumnas oficiales y libres que se incorporaron a la carrera de practicante en el distrito universitario de Zaragoza (1898-1936).................................................................................................................................................... 159 Gráfico 20. Procedencia de las alumnas de practicante pertene cientes al distrito universitario de Zaragoza (1898-1936)................... 160 Gráfico 21. Procedencia rural y urbana de las alumnas de practi cante en el distrito universitario de Zaragoza (1898-1936)............... 160 Gráfico 22. Edad de las alumnas de practicante en el distrito univer sitario de Zaragoza en la enseñanza oficial y libre (1898-1936)....... 161 19
Isabel Blázquez Ornat Gráfico 23. Número de títulos de practicanta expedidos al año por la Universidad de Zaragoza (1908-1952).................................................................. 163 Gráfico 24. Evolución de los sueldos del personal cualificado de la Beneficencia Municipal de Zaragoza-capital (1905-1936)..................... 331 Gráfico 25. Evolución de los sueldos de los practicantes de la Beneficencia Municipal de la ciudad de Zaragoza (pesetas/año) y los precios anuales del trigo de huerta (pesetas/hectolitro) (1905-1918).................................................................................................................................................... 331 Gráfico 26. Evolución de los sueldos del personal cualificado de la Beneficencia Provincial de Zaragoza (1858-1933)................................. 361
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INTRODUCCIÓN Historiografía sobre la figura del practicante Los estudios sobre la profesión de enfermería en España comienzan con propiedad en el último tercio del siglo xx gracias a las primeras investigaciones de un grupo de autores y autoras que se interesaron por el estudio de esta profesión, que hasta entonces había pasado ciertamente desapercibida para los historiadores impregnados del iatrocentrismo de las ciencias de la salud. Un camino que se iniciaba con la colaboración de varias revistas que desde sus inicios brindaron sus páginas a la difusión de la historia y genealogía de la profesión enfermera (Rol de Enfermería, 1978; Índex de Enfermería, 1992; Híades, 1994; y Cultura de los Cuidados, 1997). En los últimos años y evidentemente sobre estos primeros trabajos, se han publicado varias investigaciones con aportaciones importantes desde el punto de vista historiográfico por la novedad de sus fundamentaciones teóricas, contextualizaciones internacionales, perspectivas y fuentes. Estos estudios han incorporado a la triada clásica de poder, autonomía y privilegios, propuesta por la sociología para el estudio de las profesiones, dos categorías analíticas claves como el género y la subjetividad, fundamentadas por los estudios feministas y antropológicos.1 1 Véase por la incorporación de la perspectiva de género en sus investigaciones sobre la profesión enfermera: Galiana Sánchez, María Eugenia; Bernabéu Mestre, Josep. «Género y desarrollo profesional: Las enfermeras de salud pública en la España del período de entreguerras, 1925-1939», Feminismo/s, 18 (2011), pp. 225-248. En este mismo sentido y además por constituir dos modelos que se pueden seguir a la hora del estudio de la institucionalización de una disciplina y la profesionalización de la enfermería con una perspectiva de género: Germán Bes, Concha. «Historia de la institución de la enfermería universitaria: análisis con una perspectiva de género», tesis doctoral dirigida por la doctora Consuelo Miqueo, Universidad de Zaragoza, Departamento de Enfermería, 2007. Disponible en: http://zaguan.unizar.es/record/4470/files/TESIS-2009-090.pdf?version=1 [Consulta: 15/05/2014]; Chamizo Vega, Carmen. «El proceso de profesionalización de la enfermería en el Principado de Asturias», tesis doctoral dirigida por los doctores José Siles y Víctor Álvarez Antuña, Universidad de Alicante, Departamento de Enfermería, 2009. Por sus fuentes de archivo y amplitud nacional de sus aportaciones para distintas profesiones como practicantes, matronas y cirujanos-dentistas: Montesinos Vicente,
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Esta nueva perspectiva que se aleja de la tendencia historiográfica de ensalzar la disciplina sensu stricto ha hecho emerger otros fenómenos y claves interpretativas que están presentes en los últimos congresos de historia de la enfermería, monografías y tesis doctorales. Estas investigaciones han planteado la profesionalización de la enfermería problematizando las repercusiones del poder de la medicina sobre las definidas como sus «profesiones auxiliares», la falta de autonomía y los efectos en este proceso.2 Estos nuevos enfoques, claves e interpretaciones han intentado deconstruir la imagen de las enfermeras proyectada por la historiografía de los años cincuenta del siglo xx. Una historiografía caracterizada por el énfasis de las teorías decimonónicas que dotaban de un mayor «instinto» a las mujeres para el cuidado de los enfermos, la omnipresencia de las órdenes religiosas en los hospitales y la identificación de las actividades y competencias desarrolladas por la disciplina más que por sus propias protagonistas. Estos planteamientos junto con el problema heurístico que supone historiar actividades profesionales que apenas dejan huella escrita, han acrecentado la invisibilidad del papel de las enfermeras como mujeres con aspiraciones emancipadoras al amparo de los cambios educativos que se iniciaron a finales del siglo xix que facilitaron, no sin pocos problemas, su incorporación a nuevos espacios públicos. En la actualidad, según Carmen González Canalejo, se debe plantear una reflexión historiográfica que profundice en los problemas de investigación todavía pendientes como el papel de las instituciones gubernamentales y las ideologías de género que han excluido del ámbito historiográfico la cientificidad de la praxis de las enfermeras. Fernando. «Practicantes, matronas y cirujanos dentistas en la España contemporánea», tesis doctoral dirigida por el doctor Joaquim María Puigvert Solá, Universidad de Gerona, Departamento de Geografía, Historia e Historia del Arte, 2011. Por su marco teórico y contextualización internacional: Camaño Puig, Ramón. Professionalisation of Nursing in England and Spain: a Comparative Study, Helsinki, Prima Oy, 2005. 2 Además de las tesis recogidas en la nota al pie número 1 de este libro, véanse las glosadas por Miqueo, Consuelo; Fernández Doctor, Asunción. «Poder y autonomía en las profesiones auxiliares de la medicina», en R. Campos Marín et al. (eds.), Medicina y poder político. XVI Congreso Sociedad Española de Historia de la Medicina, Madrid, 11-13 de junio del 2014, Madrid, Sociedad Española de Historia de la Medicina, 2014, pp. 43-45.
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Introducción
La historia de la enfermería «que todavía falta por perfilar es una larga historia de transformación que ha contribuido de una manera significativa a la pretensión reformista en el último cuarto del siglo xix y primer tercio del xx de mujeres que participaron activamente en dar respuesta a las necesidades de salud que planteaba la llamada “cuestión social”».3 En este nuevo contexto de análisis, otras autoras como María Eugenia Galiana sitúa la aparición de distintas líneas de investigación relacionadas con el estudio de la profesionalización de la enfermería comunitaria a través de su participación en campañas y políticas sanitarias, la relación entre la enfermería y la religión y finalmente, con la gestión del propio conocimiento, asociacionismo y publicaciones enfermeras.4 La genealogía de la profesión enfermera española actual es la síntesis de tres ocupaciones distintas, dos eminentemente femeninas y otra masculina, con formaciones similares pero con roles, ámbitos de asistencia y estatus social diferentes. Esto ha colaborado en acrecentar las particularidades históricas de la profesión y su camino hacia la profesionalización. Por ello, el análisis de este proceso desde su genealogía masculina a través del estudio de la figura del practicante resulta clave para poder comprender y tener una visión global del complejo proceso de profesionalización de la enfermería mixta en España. En general para los historiadores e historiadoras de la profesión enfermera, el estudio de la construcción de la profesión del practicante ha sido un foco de interés relativo. Hasta el año 2016, el número de trabajos publicados sobre este sanitario comprende mayoritariamente artículos de revistas, tesis doctorales, y otros formando parte de los libros sobre la historia de la enfermería que han periodizado el proceso de profesionalización de la disciplina realizando referencias a los practicantes como sus antecedentes técnicos. Los objetivos de estas investigaciones sobre los practicantes pueden sintetizarse en la 3 González Canalejo, Carmen. «Los procesos de profesionalización de la enfermería española desde el análisis de género», en R. Campos Marín et al. (eds.), Medicina y poder político…, 2014, pp. 47-51. 4 Galiana Sánchez, María Eugenia et al. «Género, autonomía y poder en el desarrollo de la enfermería comunitaria en España: balance historiográfico y nuevos enfoques», en R. Campos Marín et al. (eds.), Medicina y poder político…, 2014, pp. 65-70.
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determinación de su genealogía en relación con el ministrante con escasas referencias a contextos o titulaciones coetáneas internacionales y el análisis de los conocimientos, valores y técnicas en los que se socializaban los practicantes, creándose un periodo en los años 90, donde fueron muy prolíferas las publicaciones a este respecto en la revista Híades. También, se han centrado en la exploración de sus problemas profesionales más acuciantes, sus relaciones interprofesionales conflictivas, sobre todo con las enfermeras y matronas, y el inicio y desarrollo del movimiento corporativo de ministrantes y practicantes, fundamentalmente en el siglo xix y en las primeras décadas del xx. Las fuentes más utilizadas han sido los textos para su enseñanza, revistas profesionales, normativas o reglamentaciones profesionales propiamente dichas y, en menor medida, las referentes a las propias de instituciones o marcos concretos de trabajo. De entre ellas, no cabe duda que los manuales y las revistas han sido las más analizadas por los historiadores del practicante y su antecesor, el ministrante. Dicho interés se ve claramente reflejado en una amplia producción historiográfica sobre la que es preciso seguir trabajando, tanto para cubrir aspectos hasta ahora poco estudiados, como su contenido científico como para profundizar en otros que, habiendo sido tratados, requieren de un análisis más exhaustivo o incluso una nueva interpretación desde los fundamentos historiográficos aportados por la sociología de las profesiones o los estudios de género.5 Los estudios sobre los textos de formación para los ministrantes y practicantes publicados en el periodo de esta investigación convergen en que existió una gran similitud en los contenidos de sus planes de estudios y funciones asistenciales con la salvedad del arte del dentista, competencia retirada al practicante desde 1877. Por ello con la puesta en marcha de la titulación de practicante, no fue difícil encontrar que algunos de los publicados para los ministrantes se reeditaran para 5 Hasta el momento, solo existe una investigación que se haya centrado en el análisis del contenido científico del área de la cirugía en la formación de los practicantes. Callejas Chagoyen, Isabel; Miqueo, Consuelo. «Conocimiento quirúrgico enfermero en la revista El Practicante (1885)», Temperamentum, 19 (2014). Disponible en: http://www.index-f. com.roble.unizar.es:9090/temperamentum/tn19/t9542.php [Consulta: 30/05/2014].
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este sanitario. Estas investigaciones han centrado su interés en la descripción estructural y de contenido de las materias que comprendían los manuales, fundamentalmente del siglo xix, con el objeto de mostrar el territorio del saber adjudicado a los practicantes recogiendo aspectos transversales y constantes de la imagen historiográfica sobre estos textos de autoría médica. El énfasis en la subordinación a su figura recogida entre las características morales que debían reunir y su función auxiliar fueron, desde los primeros publicados en 1861 para los practicantes (Tratado de cirugía menor del Dr. Cayetano Álvarez Osorio) e incluso desde los primeros en 1846 para los ministrantes (Manual práctico para el estudio de los sangradores del Dr. Joaquín de Palacios y Rodríguez), los elementos claves en la socialización de ambos sanitarios.6 Las revistas, por su parte, fueron el vehículo de expresión y reivindicación profesional utilizado tradicionalmente por los ministrantes y practicantes. Los estudios que han analizado este tipo de fuente han enfatizado el asociacionismo temprano y el desarrollo de actividades corporativas de ambos sanitarios para el logro de la cohesión, regeneración profesional y lucha contra el intrusismo. Entre 1864 y 6 García Martínez, Antonio Claret; García Martínez, Manuel Jesús; Valle Racero, Juan Ignacio. «Compendio de Flebotomía y operaciones propias de la Cirugía Menor o Ministrante (1862)», Híades, 1 (1994), pp. 37-43; — «Vademécum del practicante (1871)», Híades, 1 (1994), pp. 53-60; García Martínez, Manuel Jesús, «Las Carreras Auxiliares Médicas (1923)», Híades, 5-6, (1998-1999), pp. 55-60; — «Manual para el uso de practicantes (1866)», Híades, 7, (2000), pp. 109-119; — «Blanco y Torres, B. Instrucción del practicante o resumen de los conocimientos útiles para la buena asistencia inmediata a los enfermos; y compendio de las operaciones de cirugía menor, arte del dentista y del callista (1870)», Híades, 9, (2004), pp. 77-87; Ballesteros Álvaro, Antonio Manuel. «Manual del practicante y de partos normales (1906): contenido y curiosidades», Cultura de los Cuidados, 11, (2002), pp. 47-52; Expósito González, Raúl. «Carrera de Practicante (1916)», Híades, 9 (2004), pp. 97-106; — «De ministrantes a practicantes. Evolución histórica de sus atribuciones asistenciales», Enfermería de Ciudad Real, 42, (2006), pp.1417; Jiménez Rodríguez, Isidoro. «Los manuales para la enseñanza de los ministrantes», en Cuidadoras en la Historia: protagonistas de ayer y hoy. Actas del III Congreso Internacional y VIII Nacional de Historia de la Enfermería. Zaragoza, 27-29 de octubre del 2005, Zaragoza, Diputación Provincial de Zaragoza, 2007, pp. 165-198; — «Algunas consideraciones sobre el origen y evolución de los practicantes», en C. Álvarez Nebreda; F. Hernández Martín (eds.), El asociacionismo en la Enfermería y su influencia en el desarrollo de la profesión: 150 años de historia del Colegio de enfermeras de Madrid (1862-2012). XIII Congreso Nacional y VIII Internacional de Historia de la Enfermería. Madrid, 22 a 24 de noviembre de 2012, Madrid, Colegio Oficial de Enfermería de Madrid, 2013, p. 187.
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1899 fueron doce los periódicos publicados en España, muchos de ellos como órganos de las primeras asociaciones y sociedades y, más tarde, de los propios colegios profesionales. Las reivindicaciones y problemas profesionales más importantes para el colectivo de los practicantes se situaron en torno al intrusismo médico y de personas profanas, los conflictos con las matronas en el ámbito de la asistencia a los partos y los surgidos a raíz de la puesta en marcha de la titulación de la enfermera. En definitiva, desde finales del siglo xix, las revistas fueron el medio utilizado para conseguir la consolidación del colectivo de practicantes dentro de las profesiones sanitarias a través de su proyección social más que un vehículo de difusión científica.7 En síntesis se puede establecer que la imagen historiográfica del practicante es la de un auxiliar al que se le socializaba en la subordinación al médico y como experto en el territorio de la cirugía menor. Un sanitario que pronto tuvo conciencia de su profesionalidad, por lo que sus pasos en el asociacionismo fueron tempranos con el objeto de mejorar su formación, favorecer la unión del colectivo y luchar contra el intrusismo profesional. Dado que existen lagunas historiográficas o temas pendientes de investigar en la profesionalización del practicante, en sus relaciones con otros grupos sanitarios y también las existentes dentro del propio colectivo, y en definir el papel del Estado y profundizar en el proceso de socialización o en la genealogía del practicante en el contexto 7 Herrera Rodríguez, Francisco. «Estudio sobre las profesiones auxiliares sanitarias en Cádiz (siglo xix y xx)», Anales de la Universidad de Cádiz, 9-10, (1992-1993), pp. 213268; — «Un periódico aragonés: El Practicante (1885)», Híades, 2 (1995), pp. 153-167; — «El Centenario del Colegio de Practicantes de Cádiz», Híades, 7, (2000), pp. 239-246; García Martínez, Manuel Jesús, Espina Gutiérrez, María Dolores. «La revista sevillana La Matrona Hispalense (1929-1930): a la búsqueda de una identidad profesional», Híades, 5-6, (1998-1999), pp. 285-326; Granero Molina, José et al. «La revista El Practicante Almeriense», Cultura de los Cuidados, 12, (2002), pp. 13-22; Valle Racero, Juan Ignacio. «La revista El Practicante Sevillano en el periodo convulsivo de 1931 a 1936», Híades, 10, (2008), pp. 361-371; García Martínez, Antonio Claret. «Las publicaciones especializadas de los practicantes: un agente de cambio profesional», en C. Álvarez Nebreda; F. Hernández Martín (eds.), El asociacionismo en la Enfermería…, 2013, pp. 91-112. Una buena síntesis de los trabajos realizados con respecto al asociacionismo de practicantes y ministrantes puede verse en Expósito González, Raúl. «Organización y lucha por el reconocimiento de los colegios de practicantes», en C. Álvarez Nebreda; F. Hernández Martín (eds.), El asociacionismo en la Enfermería…, 2013, pp. 113-131.
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europeo, esta investigación creo que puede aportar algo más al estudio de la construcción de la profesión de la enfermería mixta en Aragón y España a través del análisis histórico de este proceso para la figura del practicante. De hecho, el objetivo general de este libro ha sido el análisis de la construcción de la profesión de practicante a través de su desarrollo en Zaragoza (Aragón) desde 1857 hasta 1936, comienzo de la Guerra Civil. Según la documentación recogida por Fernando Montesinos para el periodo 1877-1932, Zaragoza fue el lugar de procedencia más frecuente de los 15 872 practicantes titulados en España con 932 personas, seguida de Valencia con 796, Teruel con 741 y Madrid con 658. Asimismo, según los datos de este autor, la Universidad de Zaragoza fue la tercera en España en número de títulos expedidos en esta carrera, tras Madrid y Valencia. Incluso en los momentos en que el reclutamiento para la carrera fue más bajo, Aragón mantuvo una importante demanda social de este tipo de profesional. De esta manera, la ratio de profesionales por habitante en la capital de Aragón se situaba en 1930 en 1466 habitantes y en Cataluña en 13 620.8 Por tanto, en el conjunto de este colectivo, Zaragoza en el periodo de nuestro estudio representaba uno de los núcleos profesionales más significativos, pionero en muchos aspectos, por lo que su investigación en este contexto puede generar un modelo de profesionalización extrapolable a otros contextos nacionales o, al menos, a aquellos que dispusieran de una facultad de Medicina.
Marco teórico: concepto de profesión El marco teórico que he utilizado para el análisis del proceso de profesionalización del practicante ha sido el modelo desarrollado por el sociólogo norteamericano Eliot Freidson para el estudio de la profesión médica norteamericana contemporánea desde la corriente interaccionista de la sociología de las profesiones.9 Soy consciente, 8 Montesinos Vicente, Fernando, «Practicantes, matronas y cirujanos…», pp. 242245 y 286. 9 En este modelo se establecen dos parcelas de análisis bien diferenciadas: la organización institucional de una profesión, es decir, las características formales de la
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como apuntan Dubar y Tripier, de que cada corriente teórica desarrolla un punto de vista privilegiado y diferente sobre los fenómenos relativos a las profesiones,10 pero mi elección viene respaldada por el reconocimiento internacional a este autor norteamericano como un clásico contemporáneo de la reflexión sociológica de las profesiones modernas. Su modelo, desde una perspectiva macro y mesosociológica, realiza un estudio sistemático de los parámetros claves del análisis ocupacional que he intentado aplicar a esta investigación sobre la profesionalización del practicante en Aragón salvando las diferencias temporales y contextuales. Como expone el propio Eliot Freidson, tradicionalmente los médicos han sido objeto de estudio preferente para los sociólogos más que cualquier otro tipo de profesional liberal. Sin embargo, como reflexiona Ricardo González Leandri, el hecho de que se utilice este modelo no debe ser confundido con el intento de asemejar que lo que fue y es peculiar de la medicina es lo que debe ser característico a todas las profesiones en general.11 Además, al ser su modelo dependiente de la realidad y bibliografía anglosajona, he mantenido las precauciones pertinentes al ser no aplicable de manera directa al contexto español. Por ello he tenido presente su literatura posterior profesión en sentido estricto, y solo los fundamentos legales y ocupacionales sobre los que se apoyan los profesionales, y la organización de la actividad profesional que hace referencia a los individuos y marcos concretos de trabajo por la influencia que el ambiente tiene en la conducta profesional, por encima o más allá de su proceso de socialización. Dentro de su organización institucional, la profesión como clase especial de ocupación se distingue de otras ocupaciones en que su actividad se basa en unos conocimientos técnico-intelectuales. De tal manera que el profesional requiere de unos conocimientos teóricos y abstractos especializados que tendrá que saber aplicar en las distintas situaciones profesionales, los cuales no se pueden adquirir de manera mecánica. La profesión debe adquirir el control sobre la determinación y evaluación de este conocimiento técnico utilizado en su trabajo, pero no hay atributos definidos y claros respecto a la duración y el contenido que, inevitablemente o en la mayor parte de los casos, debe reunir para alcanzar el estatus profesional. Para profundizar en el modelo utilizado véase: Freidson, Eliot. La profesión médica: un estudio de sociología del conocimiento aplicado, Barcelona, Península, 1978. 10 Dubar, Claude; Tripier, Pierre. Sociologie des professions, Paris, Armand Colin, 1998, pp. 242-256. 11 Freidson, Eliot. «Personal médico», en D. L. Sills (dir.), Enciclopedia internacional de las ciencias sociales, vol. 8, Madrid, Aguilar, 1979, p. 140; González Leandri, Ricardo. Las profesiones. Entre la vocación y el interés corporativo. Fundamentos para su análisis histórico, Madrid, Catriel, 1999, p. 32.
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y las consideraciones que propuso sobre el análisis sistemático del control ocupacional de las profesiones a través de una serie de herramientas o variables de estudio que se encuentran «… desinfected of their national and historical origins they can used as a neutral point of reference…» y, por tanto, son aplicables a cualquier contexto de análisis.12 El hilo conductor de este libro es el concepto de profesionalización entendido como el proceso de avances y retrocesos a través del cual un oficio u ocupación adquiere las características con las que se identifica una profesión (autonomía, reconocimiento, monopolio, poder…). Un proceso que se encuentra influenciado por las distintas situaciones políticas, culturales, académicas, y sociales, no estrictamente relacionadas con los grupos profesionales y sí con los contextos en los que se desarrolla. Estas circunstancias internas y externas serán coadyuvantes en la profesionalización o, en sentido contrario, en la desprofesionalización de una ocupación.13 En definitiva, en esta investigación se han conformado como categorías analíticas fundamentales del proceso de profesionalización el papel del Estado y sus administraciones, la universidad, el mercado laboral y la relación entre los propios profesionales y entre estos y 12 Freidson, Eliot. Professional Powers: A Study of the Institutionalization of Formal Knowledge, Chicago and London, University of Chicago Press, 1986; — Professionalism Reborn. Theory, Prophecy and Policy, Chicago, The University of Chicago Press, 1994; — «Theory of Professionalism: Method and Substance», International Review of Sociology, 9/1 (1999), pp. 117-129; — Professionalism. The Third Logic, Cambridge, Polity Press, 2001. 13 Véanse algunos de los autores clásicos de esta corriente historiográfica: Johnson, Terence. Professions and Power, London, Macmillan, 1972; Berlant, Jeffrey Lionel. Profession and Monopoly: A Study of Medicine in the United States and Great Britain, Berkeley, University of California Press, 1975; Larson, Magali. The Rise of Professionalism. A Sociological Analysis, London, University of California Press, 1977; Rueschmeyer, Dietrich. «Structural Differentiation, Efficiency and Power». American Journal of Sociology, 83 (1977), pp. 1-25; Freidson, Eliot. La profesión médica: un estudio de sociología…, 1978; Collins, Randall. The Credential Society: An Historical Sociology of Education and Stratification, New York, Academic Press, 1979. Entre la literatura posterior, destacaría: Rueschmeyer, Dietrich. «Professional autonomy and the social control of expertise», en R. Dingwall; P. Lewis, The Sociology of Professions, London, Macmillan, 1983, pp. 38-58; Abbott, Andrew. The System of Professions. An Essay on the Division of Expert Labour, London, University Chicago Press, 1988; Burrage, Michael, Torstendahl, Rolf (eds.). The Formation of Professions: Knowledge, State and Strategy, London, Sage, 1990; — Professions in Theory and History: Rethinking the Study of the Professions, London, Sage, 1990.
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otras profesiones. Unas variables que forman parte de las sintetizadas por Hannes Siegrist tras la revisión de un buen número de investigaciones en cuanto a la interacción de distintos fenómenos sociales y políticos en la profesionalización de una ocupación.14 Una de las críticas más frecuentes al modelo freidsoniano y en general a la teoría sociológica sobre las profesiones ha sido la falta de incorporación de la perspectiva del género.15 En términos generales, se podría decir que para lograr «proyectos profesionales» que supongan el monopolio de una parcela del saber y del mercado laboral,16 las profesiones crean y utilizan tácticas credencialistas o de titulación, y legales a través de la institución de organizaciones gremiales (colegios y asociaciones) que otorguen la licencia para el ejercicio (colegiación). Unas estrategias de poder que, sustentadas en el discurso androcéntrico, se tradujeron en estrategias de exclusión de género en una sociedad patriarcal de poder masculino organizado e institucionalizado.17 Para el caso de las profesiones sanitarias, el 14 Siegrist, Hannes. «Professionalization as a Process: Patterns, Progression and Discontinuity», en M. Burrage; R. Torstendahl (eds.), Professions in Theory and History…, pp. 177-202. 15 Estas críticas fueron planteadas cronológicamente por Riska, Elianne; Wegar, Katarina (eds.). Gender, Work and Medicine. Woman and the Medical Division of Labour, London, Sage, 1993; Borst, Charlotte. Babies. The Professionalization of Childbirth, 18701920, Cambridge-Ma, Harvard University Press, 1995; Riska, Elianne. Medical Careers and Feminist Agendas. American, Scandinavian and Russian Women Physicians, New York, Aldine de Gruyter, 2001; — «Towards Gender Balance: But Will Women Physicians Have an Impact on Medicine?», Social Science and Medicine, 52/2, (2001), pp. 179-187. Citado por: Ortiz Gómez, Teresa. Medicina, historia y género. 130 años de investigación feminista, Oviedo, Ediciones KRK, 2006, nota al pie número 91, p. 198. 16 En este libro se aborda el concepto de la clausura profesional de acuerdo al estudio que Max Weber publicó en 1905 sobre la noción de profesión (beruf) y que posteriormente fue absorbido por distintas corrientes de la sociología de las profesiones. Weber, Max. La ética protestante y el espíritu del capitalismo, 6.ª ed., Barcelona, Ediciones Península, 1985. 17 Para el caso de la profesión médica, como señalan Teresa Ortiz y Montserrat Cabré, el resultado ha sido que a partir de la actividad médica masculina se haya construido la historia universal de la medicina al considerar las prácticas sanitarias de las mujeres como no profesionalizadas. Cabré i Pairet, Montserrat; Ortiz Gómez, Teresa (eds.). Sanadoras, matronas y médicas en Europa: siglos xii-xx, Barcelona, Icaria, 2001. En los últimos años, la historiografía de la medicina ha focalizado su interés a través de investigaciones de metodología cualitativa (fuentes orales, etc.) en la revalorización de las prácticas sanitarias femeninas que discurrieron al margen de los sistemas médicos establecidos. Cabré i Pairet, Montserrat; Ortiz Gómez, Teresa. «Entre la salud y la enfermedad: mujeres, ciencia y medicina en la historiografía española actual», en Borderías, Cristina, La historia de las
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resultado ha sido, como señala Teresa Ortiz y Montserrat Cabré, que, a partir de la actividad médica masculina, se haya elaborado su historia universal y que la historia de la medicina no haya mencionado, hasta finales del siglo xx, las prácticas sanitarias de las mujeres como profesionalizadas.18 En las tácticas credencialistas o de titulación, esta exclusión se encuentra incrustada en su propia esencia ya que la universidad, institución clave y distinta para estas, desde su origen adquirió como eje de su pensamiento escolástico el aristotelismo, convirtiéndose en un espacio vetado para las mujeres hasta la primera década del siglo xx. Son numerosos los trabajos que han puesto y ponen de manifiesto la dificultad que las mujeres han tenido para incorporarse a los estudios universitarios y la práctica profesional19 y cómo el saber femenino ha sido deslegitimado por el masculino androcéntrico a través, incluso desde el siglo xv, de la cancelación de su autoría.20 La universidad se configuró como un espacio de poder y de sociabilidad masculina y se pusieron en marcha ciertos dispositivos de exclusión que propiciaron que la mujer adquiriera un papel de sujeto pasivo del conocimiento. Este papel se articulaba de acuerdo a la concepción de que los saberes mujeres: perspectivas actuales, Barcelona, Icaria, 2009, pp. 163-196. En la investigación sobre la profesión enfermera, en los últimos años la integración de las categorías analíticas del género y la subjetividad han propiciado una reinterpretación de la genealogía de la profesión y de los fenómenos e interacciones interprofesionales. Véanse cualquiera de los trabajos recogidos en Miqueo, Consuelo; Fernández Doctor, Asunción. «Poder y autonomía en las profesiones auxiliares de la medicina», en R. Campos Marín et al. (eds.), Medicina y poder político…, 2014, p. 43-81. 18 Cabré i Pairet, Montserrat; Ortiz Gómez, Teresa (eds.). Sanadoras, matronas y médicas, 2001, p. 10. 19 Para las médicas, historiográficamente, los primeros estudios que plantearon estos problemas en España fueron los de Ortiz Gómez, Teresa. Médicos en la Andalucía del siglo xx. Número, distribución, especialismo y participación profesional de la mujer, Granada, Fundación Averroes, 1987; Álvarez Ricart, María del Carmen. La mujer como profesional de la Medicina en la España del siglo xix, Barcelona, Anthropos, 1988. Para la problemática de la incorporación de la mujer a la universidad, véanse: Flecha García, Consuelo. Las primeras universitarias en España, 1872-1910, Madrid, Narcea, 1996; — «Memoria de mujeres en la universidad española», en C. Flecha García; A. Itati Palermo (eds.), Mujeres y universidad en España y América Latina, Sevilla, Miño y Dávila Editores, 2008, pp. 15-37. 20 Véase cualquiera de los trabajos recogidos en la primera parte de: Cabré i Pairet, Montserrat; Ortiz Gómez, Teresa (eds.), Op. cit., pp. 25-140; Val Valdivieso, Isabel del; Martínez Quinteiro, Esther. Comiendo del fruto prohibido: mujeres, ciencia y creación a través de la historia, Barcelona, Icaria, 2015.
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femeninos eran empíricos, naturales e innatos de la mujer, y el conocimiento teórico estaba vinculado a los varones o a lo masculino. La universidad, «templo del pensamiento abstracto», cerraba sus puertas a las mujeres, cuya capacidad intelectual fue menospreciada por el discurso médico y científico desde la Grecia clásica y, más tarde, por las concepciones del darwinismo y el positivismo.21 Un territorio que, con mínimas excepciones, no recibió un análisis crítico por parte de la historiografía de las mujeres, la medicina y la salud hasta el último cuarto del siglo xx.22 En Europa, la conquista de este espacio del saber se produjo en el tránsito del siglo xix al xx y, particularmente en España, en 1910 la legislación se adaptó23 a una nueva realidad en la que las mujeres luchaban por su acceso a los estudios universitarios y al ejercicio profesional.24 Al igual que en otros países euroamericanos de nuestro entorno, las primeras mujeres universitarias en España fueron médicas y su proceso de integración en esta profesión de tradición masculina tuvo dos fases diferenciadas: el de la titulación y el de la integración profesional.25 Las primeras mujeres con estudios supe21 Miqueo, Consuelo. «Androcentrismo en la medicina: pasado y presente», en La caligrafía invisible. Seminarios en la Librería de Mujeres, Zaragoza, Asociación Feminista para el Estudio, Debate y Proyección de la Mujer. Librería de Mujeres de Zaragoza, 1994, pp. 138-152; — «La construcción de los saberes y androcentrismo en la “ciencia sin mujeres”», en Cuidadoras en la Historia: protagonistas de ayer y hoy…, 2007, pp. 5-23. 22 Ortiz Gómez, Teresa, Medicina, historia y género…, 2006, pp. 51-53. 23 En el Sexenio Revolucionario de Zorrilla se abrieron, con restricciones, las puertas a las mujeres en la universidad. Posteriormente, con la R. O. del 11 de junio de 1888 se estableció como requisito previo el obtener el permiso expreso de la Superioridad para el ingreso. No sería hasta marzo de 1910 cuando alcanzasen la libertad de matrícula en los centros oficiales. El primer paso para la validez de los títulos universitarios obtenidos por las mujeres y el acceso al ejercicio profesional se produjeron en las profesiones relacionadas con el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes en septiembre de este último año de 1910. R. O. del 8 de marzo de 1910. Gaceta de Madrid 1910, 9 de marzo, 68: 497-498; R. O. del 2 de septiembre de 1910. Gaceta de Madrid 1910, 4 de septiembre, 247: 731. 24 Con respecto a los estudios publicados en los últimos años en España sobre las profesiones y la mujer resulta de gran utilidad la revisión historiográfica realizada por Ballarín Domingo, Pilar. «Entre ocupar y habitar. Una revisión historiográfica sobre Mujeres y Universidad en España», Arenal, 17/2 (2010), pp. 223-254. 25 Tal y como se puso de manifiesto en los primeros trabajos de Ortiz Gómez, Teresa, Médicos en la Andalucía del siglo xx …, 1987; Álvarez Ricart, María del Carmen, La mujer como profesional de la Medicina… En este sentido próximamente se va a publicar el primer trabajo que ha conseguido analizar la secuencia completa de la evolución en los diferentes
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riores se encontraron con serias dificultades para poder ejercer en el espacio público y obtener un mayor grado de autonomía. El discurso histórico, biológico y social que no solo en España se puso en marcha por parte del sector masculino se resistía a dar entrada a las mujeres a unos trabajos cuya mayor cualificación se creía adscrita a su masculinidad y conllevaba el reconocimiento de un mayor prestigio.26 Unas resistencias que han propiciado y siguen propiciando, de hecho, que las mujeres hayan desarrollado un perfil profesional distinto al de sus colegas varones.27 En las tácticas legales utilizadas por las profesiones, las mujeres se encontraron excluidas ya que la búsqueda del patrocinio estatal en un Estado de hombres y para hombres, en el que la mujer no tuvo derecho al voto hasta el siglo xx, anulaba o cuando menos dificultaba todas aquellas iniciativas no solo de de formación, sino también de ejercicio laboral extradoméstico.28 Además las corporaciones y asociaciones que a través de la colegiación otorgaban la licencia para el ejercicio, según Anne Witz, fueron los medios utilizados para la institucionalización del poder masculino dentro de un Estado patriarcal, al configurarse los escenarios necesarios para la consecución y mantenimiento histórico de este cierre profesional patriarcal.29 En definitiva, hoy en día nadie duda de que el concepto de profesión implica esencialmente un concepto de género, ya que las estadios de estudiante-profesora-doctora de las mujeres médicas entre 1876-2007 en la capital aragonesa. Miqueo, Consuelo. «Seducidas por la ciencia. La integración de las mujeres en la Facultad de Medicina de la Universidad de Zaragoza durante el siglo xx», en J. Cuesta; M. J. Turrión García; R. M. Merino (dirs.), La Residencia de Señoritas (Madrid, 1915) y las redes culturales femeninas, Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca, 2015, pp. 361-403. 26 Flecha García, Consuelo. Las primeras universitarias en España…, 1996, pp. 185-209. 27 Ortiz Gómez, Teresa. «Fuentes orales e identidades profesionales de las médicas españolas en la segunda mitad del siglo xx», Asclepio, 57/1 (2005), pp. 75-97; González Canalejo, Carmen. «Cuidados y bienestar: el trabajo sanitario femenino en respuesta a la “cuestión social”», Dynamis, 27 (2007), pp. 211-235. 28 Por ejemplo, las prácticas sanitarias de las mujeres discurrieron al margen de los sistemas médicos organizados ya que su proceso de consolidación, junto con el de formación universitario que las excluía, propiciaron estas únicas posibilidades de desarrollo. Cabré i Pairet, Montserrat; Ortiz Gómez, Teresa (eds.), Sanadoras, matronas y médicas
, 2001, pp. 12-13. 29 Witz, Anne. Professions and Patriarchy, London, Routledge, 1992, pp. 39-69.
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profesiones como las sanitarias trazaron su monopolio ocupacional determinando quién trabajaba y en qué y qué valor social representaba ese trabajo. Por tanto, en las profesiones sanitarias, como indica Teresa Ortiz, el género se configura como variable organizadora y categoría de análisis científica básica en su investigación, ya que aquellas reproducen los mismos sistemas de género que se dan en la sociedad.30 En este sentido, los sistemas de género crean identidades profesionales sexuadas y diferentes formas de exclusión que se han resuelto con el dominio de las profesiones y prácticas masculinas, estableciéndose una jerarquización de género. Una línea de investigación que se incorporó con fuerza a finales del siglo xx en la historiografía de la historia de la medicina con trabajos pioneros como el de Margaret Pelling en 1996.31 El proceso de profesionalización de una ocupación no puede ser fundamentado sin prestar atención a la influencia de las variables históricas, ya que las profesiones son construcciones que surgen y se desarrollan históricamente según las relaciones que mantienen con el poder y el Estado. Desde este supuesto, la profesión de practicante no puede ser entendida desde la periferia de su sociología ni de su contexto histórico, de tal manera que ambas disciplinas se configuran como dos territorios interrelacionados. Por ello, a continuación expondré brevemente algunas de las claves del contexto histórico europeo y español que he considerado fundamentales: la configuración del Estado moderno y el desarrollo del modelo sanitario de beneficencia civil en España.
30 Ortiz Gómez, Teresa. «El género, organizador de las profesiones sanitarias», en C. Miqueo et al. (eds.), Perspectivas de género en salud: fundamentos científicos y socioprofesionales de diferencias sexuales no previstas, Madrid, Minerva Ediciones, 2001 pp. 53-77. 31 Pelling, Margaret. «Compromised by Gender: The Role of the Male Medical Practitioner in Early Modern England», en H. Marland; M. Pelling (eds.), The Task of Healing. Medicine, Religion and Gender in England and Netherlands, 1450-1800, Rotterdam, Erasmus Pub, 1996, pp. 101-134. Citado por: Ortiz Gómez, Teresa, Medicina, historia y género…, 2006, nota al pie número 104, p. 204.
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La configuración del Estado moderno: consecuencias para las profesiones
El profesional tradicional proviene directamente de la doble revolución que a finales del xviii tuvo lugar en Europa, la industrial inglesa y la política francesa. Tras la ruptura con el Antiguo Régimen promovido por esta última, la creación y consolidación del Estado liberal influyó en la conceptualización y organización del trabajo cualificado. Se produjo la eliminación de las trabas feudales, que permitió un acceso más equitativo a la formación académica de la población y a sus dos salidas más frecuentes: la profesión liberal y la vinculada a la administración. Aunque parece claro que el mayor despegue de las profesiones fue coetáneo al proceso de la industrialización de las sociedades avanzadas, no hay que olvidar que en Europa en siglos anteriores funcionaban las clásicas profesiones liberales de los médicos, abogados y arquitectos, y que existieron formas previas del modelo profesional en los clérigos y los militares.32 Con el nacimiento de este nuevo orden económico y social apareció una nueva fórmula de ejercicio profesional, estandarte del monopolio de la nueva clase social burguesa: el profesionalismo liberal, el ejercicio libre. El ejercicio profesional adquirió una vertiente empresarial inherente al proceso general de capitalización de todas las actividades sociales transformando sus formas predominantes y tradicionales y constituyendo un modelo productivo específico. Sin embargo, también a lo largo del siglo xix y primeras décadas del xx, se produjo un proceso monopolizador de distintos aspectos sociales y de redefinición de las funciones de cada grupo social por parte del Estado, con el propósito de corresponder con los valores liberales inherentes a la Revolución francesa. Esta situación promovió la incorporación de los grupos profesionales en el ensamblaje burocrático del Estado, que favorecería o protegería el mantenimiento de sus identidades sociales. Francisco Villacorta, apoyándose en las concepciones de la 32 En este sentido para las profesiones sanitarias en Europa véase: Johnson, Terry. «Governmentality and the Institutionalization of Expertise», en Terry Johnson; Gerry Larkin; Mike, Saks (eds.), Health Professions and the State in Europe, London, Routledge, 1995, pp. 3-13.
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burocracia que teorizaron Weber, Marx y posteriormente la escuela marxista althusseriana, definió la profesión como una corporación burocrática con unos privilegios inherentes a esta consideración que le atribuye una categoría social específica.33 En España, la transición del viejo al nuevo régimen fue un periodo complejo, contextualizado en las graves consecuencias de las crisis económicas y políticas del siglo xvii que dificultaron la incipiente remodelación interna del Estado y las nuevas políticas exteriores tras la pérdida de la hegemonía europea. De hecho, aunque la soberanía de la monarquía borbónica española consiguió ser prácticamente absoluta en el siglo xviii y, con ello, su objetivo de conseguir la unidad jurídica y administrativa a través de la centralización, no fue hasta el siglo xix cuando se establecería definitivamente la uniformidad estatal.34 Las profesiones se configuraron ligadas al proceso de formalización de los mecanismos de poder y órganos de gestión administrativa del Estado liberal español, que absorbió las características propias del modelo napoleónico francés. El poder consideró a los trabajadores cualificados agentes coadyuvantes en el camino de su transformación y en consecuencia vio conveniente que fuesen insertados en su organización administrativa y de gestión. Un proceso que para las profesiones sanitarias insertaba su origen ideológico en los cambios sanitarios promovidos por la Ilustración, según la que la salud era responsabilidad del Estado. Por tanto, en general las profesiones se desarrollaban vinculadas al proceso de consolidación estatal particular de cada contexto. Un aspecto con gran peso específico, ya que el modelo continental de profesionalización presenta unas diferencias fundamentales respecto al anglosajón en cuanto al papel que poseyó y posee el Estado en el desarrollo de las profesiones, así como en el modo en que estas han intentado e intentan alcanzar el poder y estatus. En el modelo anglosajón, el desarrollo de las profesiones y sus estrategias de po33 Villacorta Baños, Francisco. Profesionales y burócratas. Estado y poder corporativo en la España del siglo xx, 1890-1923, Madrid, Siglo Veintiuno de España Editores, 1989, pp. 28-31. 34 Anes, Gonzalo. El Antiguo Régimen: Los Borbones, 2.ª ed., Madrid, Alianza Universidad, 1976, pp. 7-12, 295-296.
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der se vinculan a la libertad de los profesionales para controlar sus condiciones de trabajo y para no insertarse en el modelo burocrático del Estado. Sin embargo, en el caso continental-europeo, estos mecanismos tradicionalmente se ponen en marcha desde y a través de las organizaciones estatales, sobre todo con la adquisición de títulos ligados a la educación universitaria y a la consecución de altos cargos.35 La mencionada incorporación de los profesionales al ensamblaje de organización, tutela y control gubernamental produjo la instauración de la asalarización del trabajo profesional y con ella se provocó, para algunos autores, la enajenación y falta de control de las condiciones y retribuciones del mismo y la pérdida del estatus profesional.36 Discutiendo estos supuestos Jaime Martín Moreno y Amando de Miguel, en línea con Eliot Freidson, afirmaron que la burocratización y asalarización del trabajo no supusieron que el profesional dejase de serlo sino que dentro de la organización siguió manteniendo sus características esenciales en lo referente al tipo de relaciones que establecería por su formación, actividades y conductas. En este sentido, la asalarización no acabó con las profesiones sino que las transformó y las amplió, y la absorción de algunos grupos profesionales por parte del Estado, con la creación de los cuerpos correspondientes, les aseguró un mejor funcionamiento y una mayor protección por parte de aquel.37 En este contexto en el que surgía la nueva fórmula de práctica profesional liberal y en paralelo el proceso tutelar que realizaba el Estado de algunas actividades sociales, las profesiones recuperaron 35 Muzio, Daniel; Kirkpatrick, Ian. «Professions and organizations. A Conceptual Framework», Current Sociology, 59/4 (2011), pp. 391-392. 36 En el caso de la medicina, su asalarización quedó reflejada en la puesta en marcha de las sociedades de asistencia medico-farmacéutica gremiales o de empresa del último tercio del xix. Un sistema igualatorio fundamentalmente característico del ámbito rural que, aunque se basó teóricamente en el acuerdo voluntario de tarifas entre el facultativo y el cliente, se encontró condicionado por diversos factores como la mala situación económica de los pueblos. Para una visión completa del marco utilizado por Francisco Villacorta para el estudio del trabajo y la organización profesional de esta y otras profesiones como la farmacéutica y la docente, véase: Villacorta Baños, Francisco, Profesionales y burócratas…, pp. 19-75 y 185-259. 37 Martín Moreno, Jaime; Miguel, Amando de. Sociología de las profesiones, Madrid, Centro de Investigaciones Sociológicas, 1982.
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los instrumentos reguladores de su ejercicio profesional: los colegios. El mecanismo de la colegiación, al estilo del de las corporaciones del xviii pero sin carácter religioso, encontró su base en un sentimiento de crisis profesional que determinó la necesidad de defender los intereses de los profesionales en la sociedad y de regular las buenas prácticas entre ellos. Los colegios se convirtieron en un mecanismo externo de regulación jurídico-laboral de la práctica profesional dentro del grupo y con el medio político, económico y social. Esta defensa de los intereses económicos y códigos de honor, fundamentalmente, dio lugar a un comportamiento social específico de grupo que permitiría a Francisco Villacorta definir la profesión, desde un punto de vista político y sociológico, como una «… fórmula consolidada de dominación o de equilibrio de fuerzas hegemónicas […] que pueden elaborar […] una conciencia sobre sus funciones y extraer de ese desvelamiento posiciones de conflicto con el marco de dominación imperante…».38 De esta manera, las profesiones se configuraban como un núcleo consolidado de intereses con una autoconciencia de grupo ligada a una clave ideológica necesaria para el mantenimiento de su identidad, rol y valoración dentro de los grupos sociales. Y aunque el corporativismo planteó un enfrentamiento claro con los principios intrínsecos del liberalismo profesional y, por tanto, con el valor constitutivo de la propia profesión, legitimó su papel como defensor de las necesidades sociales frente a las libertades o pretensiones individuales y de la profesión frente al Estado para defender y poder cumplir la función social asignada al grupo. En el desarrollo de este movimiento corporativo en España tuvo especial influencia el regeneracionismo intelectual y político iniciado entre 1913 y 1914 y las consecuencias económicas de la Primera Guerra Mundial, ya que promovieron la revalorización del sistema colegial como estandarte de la presencia profesional en la lucha de los distintos grupos sociales de la época. Como ejemplo, para los médicos el periodo comprendido entre 1914 y 1923 supuso un reforzamiento del papel de los colegios y el nacimiento de la idea aglutinadora de todos ellos en una nueva entidad, la Federación Nacional de 38
Villacorta Baños, Francisco, Op. cit., p. 2.
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Colegios Médicos. Además de la puesta en marcha de los primeros sindicatos corporativos médicos entendidos como herramientas de lucha complementarias al colegio (el Sindicato Médico de Madrid en 1919 y el de Barcelona en 1920). Un sindicalismo no solo de este grupo profesional sanitario sino también de otros como los maestros, farmacéuticos, trabajadores de Hacienda y Correos, etc. dentro del periodo de auge del sindicalismo obrero y profesional de las primeras décadas del siglo xx.39
El modelo sanitario español: tradición y modernidad La salud como elemento necesario para la prosperidad económica y social de un país fue el objetivo prioritario de los gobiernos ilustrados que, a través de distintas iniciativas como el control de la mortalidad, el aumento de los nacimientos y los hábitos de vida saludables, sentaron las bases para el desarrollo de la salud pública. Hasta finales del siglo xviii, en Europa el hospital fue un centro de acogida para pobres y marginados y en menor medida para enfermos. Fruto de las corrientes mercantilistas, la reforma hospitalaria europea supuso la construcción de nuevos hospitales y la transformación de los ya existentes en centros de tratamiento y curación de enfermedades y de enseñanza para los futuros profesionales sanitarios.40 En España, durante el Antiguo Régimen el sistema sanitario se basó en un modelo de beneficencia eclesiástica organizado por los municipios, la Iglesia, el Estado, organizaciones privadas de tipo caritativo y la filantropía de personalidades de cierta clase social.41 A diferencia de otros países, la ruptura con el Antiguo Régimen precipitada por la Revolución francesa apenas supuso cambios importantes en la asistencia y estructura sanitarias españolas hasta las primeras décadas
Ibid., pp. 2-19 y 260-474. Lindemann, Mary. Medicina y sociedad en la Europa Moderna, 1500-1800, Madrid, Siglo Veintiuno, 2001, pp. 132-133 y 149-151. 41 Barona Vilar, Carmen. Las políticas de la salud. La sanidad valenciana entre 1855 y 1936, Valencia, Universidad de Valencia, 2006, p. 39. 39 40
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del siglo xix. De tal modo que se mantuvo la diversificación socioeconómica de la asistencia médica con unas estructuras diferentes.42 El primer intento de crear una beneficencia pública bajo el control y gestión del Estado se recogió en la Constitución de Cádiz, sin embargo, la asistencia sanitaria de los pobres se basó en un sistema de caridad religiosa hasta la publicación de la Ley General de Beneficencia de 1822, su posterior del 20 de junio de 1849 y el reglamento para su ejecución del 14 de mayo de 1852. La primera de ellas estructuró la beneficencia pública en tres niveles: municipal, provincial y general. La beneficencia a cargo de los municipios estuvo orientada al remedio de las necesidades temporales y de urgencias mediante la asistencia médica y farmacéutica a domicilio. La asistencia a cargo de las entidades provinciales, estaba destinada al remedio de las necesidades a medio plazo de niños abandonados, ancianos, enfermos contagiosos, etc. en las casas de expósitos, los asilos y algunos hospitales. Y la general, en manos del Estado, se orientó al remedio de las necesidades permanentes a largo plazo de los llamados incurables.43 Los dos últimos textos legislativos, que mantuvieron esta clasificación, intentaron armonizar el sistema de beneficencia con las leyes orgánicas de tendencia centralista de ayuntamientos y diputaciones de 1845.44 Los liberalismos decimonónicos moderados y progresistas españoles apostaron por vincular la beneficencia a las administraciones locales y el primer intento de organizar en todos los pueblos una asistencia mínima de carácter benéfico se produjo durante el bienio progresista con el R. D. del 5 de abril de 1854. Los pueblos pequeños podrían agruparse en los denominados partidos y los ayuntamientos, contratar a médicos, farmacéuticos y cirujanos para la asistencia de sus vecinos más pobres. Unos sanitarios que serían cualificados para asegurar la buena asistencia y cuyas asignaciones se regularían por 42 López Piñero, José María. Antología de clásicos médicos, Madrid, Triacastela, 1998, p. 411. 43 Para profundizar en las aportaciones de los tres textos legislativos véase: Sánchez Granjel, Luis. «Legislación sanitaria española del siglo xix», Cuadernos de Historia de la Medicina Española, 11 (1972), pp. 268-279. 44 R. D. del 20 de junio de 1849. Gaceta de Madrid 1849, 24 de junio, 5398: 1-2; R. D. del 14/05/1852. Gaceta de Madrid 1852, 16 de mayo, 6537: 2-4.
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contrato según la población a asistir y los vecinos particulares igualados.45 Se iniciaba, así, una nueva concepción del sistema y de la asistencia sanitaria para pobres, huérfanos y menesterosos que sustituía la tradicional de beneficencia religiosa por otra de servicio público, en la que el Estado era su máximo responsable. Unos cambios que culminaron refrendados por la Ley de Sanidad de 1855 que, aunque supuso la ruptura con las estructuras del Antiguo Régimen, se caracterizó también por su tendencia centralizadora al dotar de escaso margen de actuación al poder municipal para desarrollar iniciativas sanitarias. El Estado a través de las Juntas Municipales de Beneficencia asumió la administración de las instituciones benéficas hasta la llegada del Sexenio Democrático. Este nuevo sistema de beneficencia o de «medicalización de los pobres», según Luis Sánchez Granjel, supuso, además de la organización de los hospitales y restantes centros asistenciales, lo que empezó a denominarse «hospitalidad domiciliaria» y la ordenación de la medicina rural.46 A finales de 1868 y en el contexto de la Revolución de la Gloriosa, se suprimieron las mencionadas Juntas, trasladándose estas competencias a manos de los ayuntamientos y diputaciones provinciales. Para Carmen Barona, estas modificaciones y las leyes municipales y provinciales de los años 70 no supusieron cambios importantes en los requerimientos a los ayuntamientos,47 si bien en esta década el Reglamento del 24 de octubre de 1873 para la asistencia en los pueblos aportó como novedad a los anteriores la plena autonomía de las corporaciones locales para contratar a sus sanitarios. En cambio, su posterior del 14 de junio de 1891 supuso un cierto despegue de esta asistencia y una tímida modernización de la sanidad española. Unos avances que se materializaron en la formación de un «registro de pobres» en las grandes ciudades y en la suma a los deberes propios de los facultativos municipales, la atención en las Casas de Socorro, estadística sanitaria, política de salubridad y vacunación.48 Un reglamento
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R. D. del 5 de abril de 1854. Gaceta de Madrid 1854, 12 de abril, 467: 1-4. Sánchez Granjel, Luis, «Legislación sanitaria española…», p. 300. Barona Vilar, Carmen. Las políticas de la salud…, p. 19. Ibid., pp. 235-238.
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que estableció también la dotación y duración de los contratos de los sanitarios,49 y que se mantuvo vigente hasta finales del siglo xix. En general, antes del siglo xx todos los intentos de puesta en marcha de la beneficencia domiciliaria en los pueblos fracasaron a consecuencia de la penosa situación económica de los municipios españoles. Una situación que además fue favorecida por la ubicación de un hospital en cada capital de provincia de acuerdo a la Ley de Beneficencia vigente. La Beneficencia Provincial adquirió un papel relevante que propició el inicio de una tendencia hacia la concentración urbana de la asistencia sanitaria, que se afianzaría en las décadas posteriores debido a la emigración rural hacia las grandes urbes. En ellas, el hospital se convirtió en el centro por excelencia para la asistencia a los pobres, sin abandonar hasta el siglo xx, como afirmaron Pedro Carasa, José María López Piñero y Luis García Ballester, su función asilar por otra asistencial y profesionalizada como consecuencia del desarrollo de los avances científicos y despegue de la cirugía.50 El comienzo del nuevo siglo precipitó la publicación de un nuevo marco legal ante la necesidad de una modernización de la sociedad española y dentro del nuevo paradigma de la interpretación del proceso de enfermar, que ya durante el último cuarto del siglo xix reforzó el origen infeccioso de las enfermedades haciendo hincapié en las labores de prevención mediante la vacunación o introducción
49 Este texto legislativo reguló que, en toda población en la que hubiera trescientos vecinos pobres de beneficencia, hubiera un médico costeado por la municipalidad así como su correspondiente auxiliar, o sea, un practicante, para el desempeño del servicio municipal de cirugía menor (artículo 8.º). El nombramiento de estos auxiliares lo haría el municipio previo informe del facultativo municipal correspondiente. Gaceta de Madrid 1891, 16 de junio; 167: 914. Posteriormente en 1902 se publicó en la Gaceta de Madrid la R. O. del 21 de diciembre de 1901, por la que se instaba a los gobernadores civiles a que ordenasen a los alcaldes de los pueblos, en cumplimiento con el artículo 8.º del Reglamento de 1891, a que contratasen a practicantes y matronas para el servicio municipal. Martínez Martínez, Sebastián. Recopilación de los Reglamentos, Reales Decretos y programas de las carreras de practicantes y matronas, Madrid, Imp. Española, 1902, pp. 13-14. 50 Carasa Soto, Pedro. El sistema hospitalario español en el siglo xix. De la asistencia benéfica al modelo sanitario actual, Valladolid, Universidad de Valladolid, 1985; López Piñero, José María; García Ballester, Luis. Introducción a la Medicina, 2.ª ed., Barcelona, Editorial Ariel, 1972, pp. 138-140.
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de hábitos higiénicos individuales y familiares.51 La Instrucción General de Sanidad de 1904, inspirada en los modelos organizativos vigentes en Francia e Italia, propició la descentralización de la asistencia sanitaria mediante la consolidación de la administración sanitaria provincial y municipal.52 Se aumentaron las competencias de los facultativos municipales y se creó el Cuerpo de Médicos Titulares de España, aprobado por R. D. del 11 de octubre de 1904.53 Esta ley, que potenció las acciones higiénico-sanitarias de acuerdo a los postulados de la higiene de laboratorio, representó también, un paso importante en la organización de las profesiones sanitarias. Se estableció que los títulos debían estar legitimados y el ejercicio profesional regulado de tal manera que nadie pudiera ejercer una profesión sanitaria sin un título que le autorizase para ello. Sin embargo, autores como Pedro Carasa apuntan en cuanto al personal sanitario que, lejos de caminar hacia su profesionalización como en otros países europeos como Francia, España desde mediados del siglo xix mantuvo su tendencia de apoyarse en el personal religioso como base fundamental para el mantenimiento de muchos establecimientos, al disponer así de una mano de obra barata, semicualificada y con actitud desinteresada.54 51 Arrizabalaga, Jon; Martínez Vidal, Àlvar; Pardo Tomás, José. La salut en la història d’Europa, Barcelona: Residència d’Investigadors C.S.I.C.-Generalitat de Catalunya, 1998, pp. 61-68. 52 R. D. del 12 de enero de 1904. Gaceta de Madrid 1904, 22 de enero, 22: 273-275; 23 de enero, 23: 290-295; Barona Vilar, Carmen, Las políticas de la salud…, p. 19. 53 La puesta en marcha de la Ley General de Sanidad de 1904 propició la creación del Cuerpo de Médicos Titulares, que afianzó la situación de los facultativos municipales. Un cuerpo que provenía de una experiencia asociativa previa iniciada en 1902 y que es estudiado a través de las revistas profesionales y los boletines propios hasta 1912 por Francisco Villacorta Baños. Legislativamente se estableció que este cuerpo integraría a todos los facultativos responsables de la asistencia médico-quirúrgica de las familias pobres de los municipios españoles que llevaran los últimos cuatro años como titulares, y a partir de ese momento a todo aquel que superara la oposición de ingreso. En cuanto a los practicantes, esta Ley de 1904 obligó a los ayuntamientos a dotar una plaza de médico y practicante titular por cada trescientas familias. Una plaza donde el practicante podría ejercer sus recientemente incorporadas competencias obstétricas a diferencia de lo recogido en el mencionado Reglamento para el servicio benéfico de los pueblos de 1891 (Gaceta de Madrid 1891, 16 de junio, 167: 914). Villacorta Baños, Francisco, Profesionales y burócratas…, pp. 165-185; Gaceta de Madrid 1904, 12 de octubre, 284: 153-155. 54 Carasa Soto, Pedro, El sistema hospitalario español…, p. 119.
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Los reglamentos de Sanidad Municipal y Provincial de 1925 consiguieron materializar los primeros cambios organizativos y la puesta en marcha de la «nueva mentalidad» higienista social europea del siglo xx. Una nueva corriente que se caracterizó por aunar la tradición ambientalista de la higiene pública en términos socioculturales, la biología de la herencia y la patología constitucional.55 En este contexto la pieza clave de las políticas sanitarias en los países industrializados fueron las campañas higiénico-sociales contra las enfermedades de mayor prevalencia, es decir, las infecciosas de la tuberculosis, enfermedades venéreas y las relacionadas con la mortalidad infantil. Concretamente en España durante las primeras décadas del xx, las propuestas para intentar solucionar las elevadas tasas de morbilidad y mortalidad españolas por enfermedades infecciosas evitables se estructuraron en la intervención sobre los factores ligados inherentemente al capitalismo y la industrialización: los ambientales y los socioeconómicos. Estas medidas se focalizaron en la educación y moralización de la población en las grandes ciudades y el saneamiento del entorno en el medio rural, que presentaba una situación sociosanitaria mucho más deficiente (estado de la vivienda, cantidad, calidad y red de abastecimiento de agua, peor salud infantil y elevadas tasas de paludismo y anquilostomiasis).56 La nueva organización de la sanidad municipal estipuló los servicios sanitarios que debían establecer los ayuntamientos, con especial atención a la higiene de las viviendas, industrias, etc. prevención de enfermedades infecciosas y organización del personal encargado de realizar estas tareas, obligándoles a contratar en cada partido médico un servicio municipal de matronas para la asistencia a las embarazadas pobres y un practicante para auxiliar la labor del inspector municipal.57 A nivel provincial, se estableció la organización y funcio55 Arrizabalaga, Jon; Martínez Vidal, Àlvar; Pardo Tomás, José. La salut en la història…, p. 69. 56 Galiana, María Eugenia; Bernabéu Mestre, Josep. «El problema sanitario de España: saneamiento y medio rural en los primeros decenios del siglo xx», Asclepio, 58/2 (2006), pp. 139-164. 57 Reglamento de Sanidad Municipal del 9 de febrero de 1925. Gaceta de Madrid 1925, 17 de febrero, 48: 726-733.
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namiento de los Institutos Provinciales de Higiene y Dispensarios en los servicios de lucha antivenérea, antituberculosa, antirrábica y otros aspectos de la organización profiláctica moderna, así como la incorporación en los establecimientos benéficos y hospitales de distintas dependencias de aislamiento y nuevos servicios como los de rayos X. Se mantuvo como máximo responsable de la sanidad provincial a los gobernadores civiles, apoyados técnicamente, por los inspectores provinciales y la Junta Provincial de Sanidad.58 Particularmente en lo relativo a la asistencia prestada por los practicantes, se estableció que su organización siguiera las mismas categorías que para los médicos según los partidos que asistiesen, así como que la cuantía de sus sueldos fuese un veinte por ciento del sueldo mínimo a percibir por el facultativo del mismo partido.59 Al año siguiente se publicó la R. O. del 5 de diciembre de 1928, que reguló de nuevo la asistencia domiciliaria en los pueblos organizándolos en partidos de cinco categorías según el número de habitantes y los sueldos que deberían cobrar los facultativos, ahora también con funciones de inspectores municipales. En 1929 y para los llamados auxiliares médicos, se establecieron las normas y la obligación de los ayuntamientos de constituir partidos de practicantes y matronas con un número de sanitarios según el número de habitantes de los municipios. Asimismo se fijaron sus funciones y el sueldo mínimo de los practicantes y matronas en un treinta por ciento del sueldo mínimo asignado al médico del correspondiente partido.60 Sin embargo, a 58 Reglamento de Sanidad Provincial del 20 de octubre de 1925. Gaceta de Madrid 1925, 24 de octubre, 297: 429-433. 59 R. O. del 31 de octubre de 1927. Gaceta de Madrid 1927, 21 de diciembre, 355: 1765. 60 Este texto legislativo estableció nuevas normas de organización en los servicios de practicantes, matronas y tocólogos tras la dificultad manifiesta de poder poner en marcha un primer intento de acuerdo con la R. O. del 11 de diciembre de 1928 (Gaceta de Madrid 1928, 12 de diciembre, 347: 1644-1645). Según la R. O. del 26 de septiembre de 1929, en cada partido médico existiría una plaza de practicante y otra de matrona para el servicio de la Beneficencia Municipal. De esta manera, el número de practicantes en las entidades municipales (municipios o conjunto de municipios) con menos de 4000 habitantes, sería de uno. Entre 4000 y 10 000 habitantes, habría uno por cada dos médicos y, para más de 10 000 habitantes, se determinaría según las necesidades y características de la asistencia sanitaria. Para las matronas, su número se fijó de igual manera que para los practicantes exceptuando que en las entidades de 4000-10 000 habitantes habría una por cada cuatro
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pesar de toda esta legislación la situación laboral de todos estos sanitarios no fue buena, estando sometidos a frecuentes irregularidades a consecuencia de la falta de pago por parte de los ayuntamientos contratantes. En el periodo republicano, las propuestas de 1925 de la dictadura de Primo de Rivera sobre sanidad municipal fueron ratificadas con rango de ley. Sin embargo, dos años después, en 1933, se autorizó a los médicos a percibir los sueldos de las plazas de practicantes y matronas que estuvieran ocupando, por no estar cubiertas en propiedad, hasta que se proveyesen.61 Un asunto que despertó el interés del colectivo médico, cuya repercusión se reflejó en El Siglo Médico62 y que denota la falta de desarrollo e implantación del sistema de organización sanitario legislado. Ante la importante movilización de los practicantes, finalmente el Inspector General de Sanidad aclaró el orden de prioridad en cuanto a que las plazas de matronas vacantes serían ocupadas por practicantes de acuerdo a lo legislado por R. O. en 1929, y solo los médicos podrían desempeñar las plazas de practicante y matronas interinamente en los puntos donde no hubiese practicante, pero nunca la de comadrona habiendo practicante.63 En 1934 se creó el Ministerio de Trabajo, Sanidad y Previsión Social y, con el objeto de coordinar los tres niveles de asistencia (central, provincial y municipal), se publicaron la Ley de Coordinación Sanitaria y los Reglamentos del 14 de junio de 1935 para su desarrollo. Unos preceptos legislativos por los cuales el Estado asumió la obligación del pago a los sanitarios a través de la creación en cada provincia de un organismo llamado Mancomunidad Sanitaria Provincial, del que pasaban a formar parte todos los ayuntamientos de la provincia. Esto obligó a las corporaciones a tener que ingresar cada mes la cuantía de sus sueldos y lo correspondiente para el mantenimiento de los médicos. Gaceta de Madrid 1929, 3 de octubre, 276: 68-70 y rectificación del 3 de octubre de 1929. Gaceta de Madrid 1929, 4 de octubre, 277: 97. 61 Orden del 9 de diciembre de 1933. Gaceta de Madrid 1933, 14 de diciembre, 348: 1818. 62 El Siglo Médico 1934, 20 de enero; 93 (4180): 91-92; 27 de enero; 93 (4181): 118; 1935, 26 de octubre; 96 (4272): 499-500. 63 El Practicante Aragonés 1934, febrero-marzo, 426: 29.
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Institutos Provinciales de Higiene. Además, regularon la actividad de los médicos y practicantes de asistencia pública domiciliaria y matronas titulares.64 En definitiva, durante la Segunda República, según Carmen Barona, se produjo la consolidación del sistema de Beneficencia Municipal «… con el reconocimiento de un grupo de profesionales sanitarios con categoría de funcionarios del Estado, que tenían que velar no solo por atender la salud individual de las familias que le asignase el municipio en el que prestaban sus servicios, sino que además abarcaron competencias dirigidas a preservar la salud comunitaria municipal…».65
Estructura, fuentes y archivos consultados En el capítulo 1 de este libro, he intentado contextualizar la titulación del practicante dentro del proceso de organización de las titulaciones médicas y quirúrgicas europeas del siglo xix, establecer genealogías compartidas con otras figuras sanitarias europeas como el officier de santé francés y plantear los problemas de investigación pendientes en este sentido en el contexto británico. En el capítulo 2, he abordado el proceso de institución legal de la titulación de practicante y en el 3 y 4, el perfil sociodemográfico de su alumnado en el distrito universitario de Zaragoza atendiendo a la influencia del género y la clase en su configuración, así como las claves de su proceso de socialización a través del análisis de las cuatro ediciones del manual empleado en la Facultad de Medicina de la misma ciudad. En el capítulo 5 se han analizado los dos ámbitos fundamentales de asistencia del practicante, el público y el privado o, lo que es lo mismo, su actividad profesional en la Beneficencia Municipal y Provincial de Zaragoza y en el ejercicio libre. De esta manera he podido estudiar los dos ámbitos de ejercicio que, desde la segunda mitad del siglo xix, se consolidaron para dar origen al modelo liberal de organiza64 Para asegurar el pago a los empleados municipales y las normas para recurrir contra su incumplimiento, se pusieron en marcha con anterioridad otras iniciativas legislativas como la Orden del 27 de septiembre de 1933. Gaceta de Madrid 1933; 276: 41. 65 Barona Vilar, Carmen. Las políticas de la salud…, pp. 22 y 91- 92.
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ción de la asistencia sanitaria y perfilar, también, los escenarios más significativos de la práctica asistencial del practicante. Aunque como es sabido la posición social viene determinada por el rol y el estatus y las diversas dimensiones que los configuran, he creído relevante centrarme en un aspecto concreto como elemento clave o factor indicativo de su estatus económico, reconocimiento o posición social: el sueldo que los practicantes percibieron por su trabajo experto en cuatro espacios asistenciales. Por ello, en este capítulo 6 profundizaré en la evolución de sus sueldos a lo largo del periodo estudiado en los contextos mencionados. Y finalmente, en el capítulo 7 he analizado distintas iniciativas profesionales de los practicantes, fundamentalmente revistas y asociaciones profesionales, con el objeto de significar los problemas, estrategias y discursos que utilizaron para la custodia de su práctica profesional. Para este libro se ha revisado un importante volumen de fuentes manuscritas e impresas conservadas en los fondos de bibliotecas y archivos públicos de diferentes instituciones y entidades de la ciudad de Zaragoza y España. Fundamentalmente, las fuentes recogen diferentes aspectos de la profesión de practicante en la provincia de Zaragoza, pero una parte de ellas abarcan, también, las otras dos provincias aragonesas e incluso España. Para el análisis de la institución legal de la titulación de Practicante y de los fundamentos teóricos y prácticos de su enseñanza, ha resultado imprescindible la revisión de la Gaceta de Madrid, Compilaciones, Anuarios y Colecciones legislativas de Instrucción Pública y el estudio de las cuatro ediciones publicadas entre 1907 y 1942 de El Manual del Practicante, escrito por el profesor de la Facultad de Medicina de Zaragoza Dr. Felipe Sáenz de Cenzano. Las fuentes para el análisis de la organización académica y el alumnado de practicante han sido los expedientes de reválida y personales, actas de exámenes, matrículas y fichas de identidad escolar, instancias, certificaciones, títulos, partidas de bautismo y documentos de diferente índole conservados en el Archivo Histórico Universitario de Zaragoza y en el Archivo de la Facultad de Medicina de Zaragoza. Con el objeto de profundizar en la organización de la actividad profesional del practicante se han analizado distintos marcos de 48
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trabajo de asalariado en el ámbito urbano y rural, y en su caso en el ejercicio libre. Para ello, ha sido muy interesante el estudio del fondo de Beneficencia (Hospital de Nuestra Señora de Gracia-personal) y de la Diputación Provincial de Zaragoza (Personal e Intervención) del Archivo Histórico de la Diputación Provincial de Zaragoza. Imprescindible, desde luego, ha resultado la revisión de las actas del pleno de la propia corporación provincial y de los distintos reglamentos del propio hospital y de los empleados en los establecimientos provinciales de Beneficencia. De igual modo, para el ámbito de la beneficencia municipal de Zaragoza, se han estudiado el fondo de Beneficencia y de la Administración Municipal (Intervención), y los distintos reglamentos que regularon los distintos marcos de asistencia de la Beneficencia Municipal de la ciudad conservados en el Archivo Municipal de Zaragoza. Sin embargo, se me han planteado ciertos problemas para el estudio del ejercicio privado de los practicantes en Zaragoza debido a la escasez de fuentes adecuadas o para encontrar el archivo municipal de un pueblo que en primer lugar conservara y tuviera organizado su material histórico. Por ello, para este último caso, como ejemplo tipo de la asistencia rural del practicante elegí el estudio del pueblo zaragozano de Zuera, que contó con una población de hecho a principios de siglo xx de 3860 habitantes y que dispuso siempre de presencia facultativa. En el caso de esta localidad, la documentación, aun cuando ordenada en su archivo municipal, fue muy escasa, lo que propició que decidiera utilizar fuentes orales entrevistando a las nietas e hijas de dos de los practicantes que ejercieron en el pueblo y a la hospitalera del hospital municipal, cargo que ocupó desde 1936 y hasta el año de cierre del hospital en 1985. La documentación fundamental para el análisis de los procesos políticos y estrategias utilizados para el logro y mantenimiento del estatus profesional han sido las cuatro revistas profesionales publicadas en Zaragoza y con difusión nacional. La revista El Practicante se publicaba los días 1, 10 y 20 de cada mes durante un periodo discutido: unos afirman que su publicación se limitó al periodo 1884-1887, mientras que otros indican que continuó ininterrumpidamente hasta
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1907.66 De hecho, de El Practicante tan solo se conservan los números correspondientes al año 1885 que en el repositorio digital de la Universidad de Zaragoza se encuentran digitalizados desde el día 1 de marzo de 1885 y hasta el día 1 de diciembre del mismo año.67 Por su
parte, El Practicante Aragonés fue una revista mensual, considerada como continuación de El Practicante, que comenzó como vehículo de expresión del Colegio Oficial de Practicantes de Zaragoza en 1907 y se publicó hasta 1940. De los números localizados, no todos consecutivos, comprendidos entre 1932 y 1938,68 se han revisado todos los publicados desde enero de 1932 a julio de 1936, comienzo de la Guerra Civil, excepto el correspondiente a junio de 1934, que falta. Coetáneamente a esta revista, en Zaragoza se publicó El Auxiliar Médico Aragonés, una revista mensual con amplia difusión por las tres provincias aragonesas, cuyo nacimiento se sitúa en 1932 y su final en diciembre de 1934.69 Se han analizado todos los números de los años 1932-1934, a excepción del correspondiente al mes de julio de 1934, que no he conseguido localizar. Por su parte, El Auxiliar Médico Español, fue la continuación, desde enero de 1935 de El Auxiliar Médico Aragonés hasta su cese momentáneo en 1936, debido sin duda al comienzo de la Guerra Civil. Posteriormente, su publicación se reanudó durante el periodo 1945-1948.70 De esta última revista se han
66 López Piñero, José María; Terrada, María Luz. Bibliographia médica hispánica, 1475-1950. Volumen IX: Bibliometría de las revistas, 1736-1950, Valéncia, Instituto de Estudios Documentales e Históricos sobre la Ciencia, 1990, p. 112; Álvarez Nebreda, Carlos. Catálogo de publicaciones periódicas enfermeras, 1864-1977, Madrid, Colegio Oficial de Enfermería de Madrid, 2010, p. 36. 67 Repositorio Digital de la Universidad de Zaragoza [actualizada 15 de mayo de 2015; citada 21 de mayo de 2015]. Disponible en: http://zaguan.unizar.es/collection/ El%20practicante?ln=es. 68 López Piñero, José María; Terrada, María Luz. Bibliographia médica hispánica, 1475-1950…, 1990, p. 112; Álvarez Nebreda, Carlos. Catálogo de publicaciones periódicas…, 2010, pp. 52-55. 69 López Piñero, José María; Terrada, María Luz. Bibliographia médica hispánica, 1475-1950…, 1990, pp. 46; Álvarez Nebreda, Carlos. Catálogo de publicaciones periódicas…, 2010, pp. 118-119. 70 López Piñero, José María; Terrada, María Luz. Bibliographia médica hispánica, 1475-1950…, 1990, p. 46; Álvarez Nebreda, Carlos. Catálogo de publicaciones periódicas…, 2010, pp. 120-121.
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Introducción
revisado todos los números publicados desde enero de 1935 hasta julio de 1936. También ha resultado de gran utilidad un libro de socios localizado en el Colegio Oficial de Enfermería de Zaragoza que contiene los registros de los primeros practicantes de enero de 1930, tras la declaración de la colegiación obligatoria en el año anterior, y hasta los hechos por matronas, enfermeras y ATS en 1985. Y finalmente, el fondo de pleitos civiles del Archivo Histórico Provincial de Zaragoza y el correspondiente al de asociaciones, que nos habla de los orígenes del colegio de practicantes en la capital de Aragón en 1902 y el camino seguido hasta su constitución como oficial.
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Capítulo 1 EL PRACTICANTE ESPAÑOL EN EL CONTEXTO EUROPEO Las claves para trazar la genealogía del practicante se hallan en la organización de las titulaciones sanitarias europeas del siglo xix. Al final del siglo xviii y principios del siglo xix, las revoluciones burguesas en Europa precipitaron cambios muy importantes en las profesiones sanitarias. El ejemplo paradigmático de los cambios que supusieron la ruptura con el modelo anterior fue el que se desarrolló en Francia. Uno de los efectos más importantes de la Revolución francesa actuó sobre la profesión médica al terminar con la separación entre médicos y cirujanos. En 1776, el Edicto de Turgot disolvió todas las organizaciones gremiales y la Ley Chapelier de 1791, los colegios, universidades, academias quirúrgicas y demás corporaciones sanitarias. De esta manera, se concedió total libertad a cualquier persona para poder ejercer la profesión médica sin limitación por estudios y exámenes. Esta falta de control institucional, se intentó mitigar a través de la creación de Écoles de Santé en 1794, como escuelas de enseñanza empírica independientes de las universidades suprimidas dos años antes. Posteriormente, en 1808, un decreto de Napoleón creó un nuevo tipo de universidad que las integró como Facultades de Medicina. Una pieza clave en la implantación de un nuevo modelo de profesión médica fue la publicación de la conocida Ley Ventôse de 1803. Este hito legislativo reconstruyó las profesiones sanitarias unificando las titulaciones de médico y cirujano gracias a la nivelación que se produjo entre ambas a consecuencia del aumento de la valoración social y el bagaje teórico de la cirugía.1 La división entre cirujano y médico tuvo su origen, como es sabido, en la Grecia clásica con la separación entre ciencia y técnica, que denostó los oficios manuales y sobrevaloró los de la mente. En la 1 Fernández Doctor, Asunción. «El médico en la Edad Moderna», en F. Bujosa (coord.), El médico de familia en la historia, Madrid, Ediciones Doyma, 1999, p. 54.
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Baja Edad Media esta separación se consolidó cuando se reglamentó por primera vez la concesión del título de médico por las facultades de Medicina. La consideración de profesionales recayó en aquellos que se dedicaran al aspecto más doctrinal de la medicina. Por tanto, la parte técnica de la medicina quedó reducida a la consideración de oficio aprendido al lado de algún maestro cirujano y sus practicantes, a la de artesanos. Se establecía, así, la división entre los cirujanos y los médicos internistas.2 La revalorización de los cirujanos se produjo durante el siglo xviii gracias a la buena fama de los hospitales militares como buenos centros de enseñanza y a la necesidad de disponer personal sanitario formado para las diferentes guerras europeas. En 1731, se puso en marcha con subvención real el primer colegio de cirujanos en París con el nombre de Académie de Chirurgie. En este centro, por primera vez, se aunó, en una escuela práctica de disección y un pequeño hospital de perfeccionamiento, la enseñanza teórica y práctica, asimilando los últimos descubrimientos médicos extranjeros. Desde finales del siglo xviii, este ejemplo se trasladó a toda Europa, consiguiendo con la creación de sucesivos «colegios o escuelas de cirugía» aumentar el reconocimiento de los cirujanos. Durante algunos siglos, hemos visto como su formación se estableció separada de los médicos, de tal forma que llegaría a configurarse como una profesión independiente y subordinada. El dar solución a esta demanda de organización de la enseñanza universitaria y particularmente la médica en el contexto francés determinó la unificación de las dos titulaciones, que durante el siglo xix, se materializaría en la mayor parte de los países bajo el título de licenciado en Medicina y Cirugía. Los efectos fundamentales de esta unificación entre médicos y cirujanos pueden sintetizarse en dos. Por un lado, se dejó un hueco asistencial en las zonas rurales que durante siglos anteriores habían ocupado los cirujanos por la escasez de médicos en Europa. En Francia, en 1786 había unos 2500 médicos, frente a 25 000 cirujanos, que desempeñaban su ejercicio en el medio 2 López Piñero, José María. La Medicina en la Historia. Madrid, La Esfera de los Libros, 2002, pp. 407-421.
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rural dando cobertura asistencial al ochenta y cinco por ciento de la población. En 1783, Inglaterra presentaba un modelo asistencial de características muy similares, ya que el ochenta por ciento de la asistencia rural era proporcionada por los apothecary-surgeons. En este contexto, para dar respuesta al problema asistencial médico del medio rural europeo se crearon una serie de profesionales médicos de segunda clase como fueron los officier de la santé en Francia, los landwurdartz en Austria o los landartz de Baviera..3 Por otro lado, el médico alcanzó un gran estatus dentro de la sociedad posrevolucionaria como estandarte del prototipo de la profesión y los valores liberales promovidos por la Revolución francesa.4 Esto favoreció que su perfil técnico y especialista, que promovía la «medicalización» de las sociedades desarrolladas, diera comienzo en la Europa decimonónica y promoviera la transformación del hospital en una institución secularizada y medicalizada.5 Dentro de esta organización, el papel del médico se configuró como el eje central, debiendo estar presente en el centro y, con ello, la necesidad de que contara con ayudantes expertos y preparados para la realización de sus indicaciones. En España, José Luis Peset estableció el comienzo de la reforma de la enseñanza de la Medicina universitaria durante el reinado de Carlos III, a raíz del informe que Gregorio Mayans redactó a petición del secretario de Gracia y de Justicia,6 y que implantaría el aragonés Andrés Piquer.7 La publicación de Idea del nuevo método que se puede practicar en la enseñanza de las Universidades de España en 1767 tuvo una importante repercusión en las distintas universidades Fernández Doctor, Asunción, Op. cit., pp. 51-56. Guillaume, Pierre. Le rôle social du médecin depuis deux siècles, 1800-1945, Paris, Association pour l’étude de l’histoire de la sécurité sociale, 1996. 5 El modelo francés es comúnmente aceptado por la comunidad científica para explicar el proceso de medicalización de la vida y sociedad europea contemporánea. Goubert, Jean-Pierre. La Médicalisation de la société française, 1770-1830, Waterloo (Ontario), Historical Reflections Press, 1982. 6 Peset, Mariano; Peset, José Luis. La Universidad Española (siglo xviii y xix): Despotismo Ilustrado y revolución liberal, Madrid, Taurus, 1974, pp. 218-226. 7 Delgado Echeverría, Manuel; Miqueo, Consuelo. «Una aproximación a la obra pedagógica médica de Andrés Piquer», en J. Castellanos Guerrero et al. (coords.), Varia histórico-médica. X Congreso Nacional de Historia de la Medicina. Málaga, febrero de 1996, Málaga, Sociedad Española de Historia de la Medicina, 2001, pp. 85-94. 3 4
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españolas. La innovación ilustrada de reformar la enseñanza quirúrgica de acuerdo al desarrollo de su técnica y fundamentos teóricos y ante la necesidad de disponer de cirujanos para la Armada y el Ejército se puso en marcha a través de la fundación del Colegio de Cirugía de Cádiz por Pedro Virgili en 1748 y, después, con los de Barcelona (1760) y Madrid (1780).8 En el anhelo de reproducir la organización sanitaria llevada a cabo en la Francia posrevolucionaria, en España se produjeron cambios de distinto signo en la organización de la enseñanza de médicos y cirujanos en un proceso que duraría casi un siglo. Los distintos planes crearon titulaciones nuevas sin suprimir las existentes, propiciando que durante el siglo xix, como afirma Agustín Albarracín Teulón, la situación de las titulaciones sanitarias fuese de una auténtica «vorágine» al tener que convivir un gran número de titulaciones con una variada formación teórica y práctica, pero con funciones muy similares.9 El relato del proceso es bien conocido. Para las facultades de Medicina en 1824, el Plan de Calomarde presentó escasas modificaciones respecto al anterior de 1807, más allá de algunas de corte ideológico absolutista, y más tarde, para los colegios de Cirugía, el Plan de Pedro Castelló de 1827 introdujo en sus aulas el estudio de la medicina interna. Con esta incorporación, los colegios alcanzaron un rango superior al de las facultades al poder expedir el título de médico-cirujano.10 Este último plan creó, también, la titulación de cirujano-sangrador, la cual nueve años más tarde, en 1836, cambiaría de denominación al producirse la reorganización de los cirujanos de acuerdo a su pericia o la complejidad de sus funciones y los años de estudio. Creo probable que en este proceso se pudo extrapolar la graduación que la Convención francesa absorbió de la Marina 8 El Colegio de Cirugía de Cádiz destacó por su enseñanza de la ciencia moderna, instalaciones e instrumental, lo que le convirtió en el precursor de la futura Facultad de Medicina de esa ciudad. Peset, José Luis. «El Colegio de Cirugía de Cádiz», La Aventura de la Historia, 149 (2011), pp. 90-91. 9 Albarracín Teulón, Agustín. «La titulación médica en España durante el siglo xix», Cuadernos de Historia de la Medicina Española, 12 (1973), pp. 15-79. 10 López Piñero, José María. «La enseñanza de la Medicina en España desde la Edad Media hasta la Ley Moyano 1857», en J. Danón (coord.), La enseñanza de la Medicina en la Universidad Española (I parte), Barcelona, Editorial Fundación Uriach, 1998, p. 26.
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y la Armada de Tierra para designar a sus cirujanos, classe, en un sistema de escalafón o jerarquía.11 De esta manera en España, los cirujanos-médicos o cirujanos latinos pasaron a denominarse cirujanos de primera clase; los de colegio o cirujanos romancistas, de segunda clase; los cirujanos-sangradores, de tercera clase y el resto, sangradores o cirujanos de pasantía, barberos, etc. de cuarta.12 Los planes de 1824 y 1827 se mantuvieron hasta el Plan Mata de 1843, que supuso un hito en España. Se concedió la categoría de Facultad de Medicina a los Colegios de Cirugía de Madrid y Barcelona, y se redujo las de Santiago, Sevilla, Valencia, Valladolid y Zaragoza a la de «colegios de prácticos en el arte del curar». Las facultades de Madrid y Barcelona fueron legitimadas para expedir los títulos de bachiller y doctor en Ciencias Médicas, que facultaban para ejercer la medicina y la cirugía conjuntamente.13 A los «colegios de prácticos» se les encomendó unificar las distintas titulaciones subalternas en el título de «práctico en el arte del curar». Sin embargo en términos generales, para Agustín Albarracín Teulón, esta reforma complicó aún más el problema heredado de la duplicidad de títulos académicos al marcar las pautas a seguir para homologar tan diversos títulos y obtener el nuevo de «doctor en Ciencias Médicas»: doctores y licenciados en Medicina y Cirugía, doctores en Medicina, doctores en Cirugía, licenciados en Medicina y licenciados en Cirugía.14 La política de ordenación de las nuevas titulaciones sanitarias en España tuvo lugar dos años después. El Plan Pidal de 1845 amplió las facultades de Medicina a Cádiz, Santiago y Valencia y dio un paso importante hacia la centralización, uniformidad y nivelación facultativa con la puesta en marcha de la titulación de «médico-cirujano». Suprimió los «colegios de prácticos» y adelantó en su artículo 27 la publicación de un futuro Reglamento que regularía el ejercicio de la 11 Léonard, Jacques. Les officiers de Santé de la Marine Française de 1814 a 1835, París, Klincksieck, 1967, p. 26 12 R. O. del 31 de marzo de 1836. Gaceta de Madrid 1836, 6 de abril, 472: 1. 13 López Piñero, José María. «La enseñanza de la Medicina en España…», en J. Danón (coord.), La enseñanza de la Medicina…, 1998, p. 26. 14 Albarracín Teulón, Agustín. «La Facultad de Medicina de Madrid (1843-1967), en J. Danón (coord.), La enseñanza de la Medicina…, 1998, p. 32.
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cirugía menor a los que desempeñaban o hubiesen desempeñado el cargo de «practicantes» en el hospital. Por ello, al año siguiente se publicó la R. O. del 29 de junio de 1846, que creó y reguló la titulación de «ministrante». Los nuevos planes de estudio en 1849, 1850 y 1852 presentaron cambios sustanciales. En 1849, Bravo Murillo creó una nueva titulación tras su organización de la enseñanza médica en dos clases: la superior, en las facultades de Madrid, Barcelona y Cádiz, y la de segunda clase, en las escuelas de Valencia, Santiago, Granada y Salamanca. Con la primera de ellas se alcanzaba la titulación de licenciado en Medicina y en las segundas, tras la enseñanza durante cinco años de la técnica y la práctica para la curación de diversas enfermedades, la nueva de «facultativo de segunda clase». Al año siguiente, el ministro Seijas Lozano mantuvo las mismas titulaciones junto a la de «ministrante» de 1846 y, en 1852, la enseñanza de Medicina se dividió en tres categorías: la de las facultades de primera clase (grado de licenciado), la de las facultades de segunda clase (grado de facultativo de segunda clase) y la de la Universidad Central (grados de bachiller, licenciado y doctor). El periodo comprendido desde esta última reforma de 1852 y 1857 no estuvo exento de dificultades al agudizarse el problema de la titulación médica debido a la falsificación de títulos, las pretensiones de nuevas nivelaciones y el tránsito de titulaciones inferiores hacia las superiores.15 Un quinquenio donde la profesión médica mostró reiteradamente su malestar por los continuos planes y reformas de la enseñanza y también, su demanda de establecer una sola clase de profesores médicos con una sola enseñanza, con un catecismo universal.16 El R. D. del 9 de septiembre, conocido como Ley Moyano, en 1857 fijó la estructura básica de la enseñanza universitaria y la de la Medicina en los grados de bachiller, licenciado y doctor en las facultades de Madrid, Barcelona, Cádiz, Valencia, Valladolid, Granada y Albarracín Teulón Agustín. «La titulación médica en España…», 1973, pp. 42-53. Santos Guerra, Manuel. «Mal estar de la clase médica-Absoluta necesidad de reformarla radicalmente- Recelos al desacierto». El Siglo Médico 1856, 20 de enero; 3 (107): 18. Entre otros artículos que defendieron la conveniencia de una única clase de médicos véanse: «Instrucción Pública»; Jiménez, Félix. «Cuatro palabras sobre nivelación». El Siglo Médico 1856, 13 de enero; 3 (106): 9-10; 16 de marzo; 3 (115): 87. 15
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Santiago. Según Agustín Albarracín Teulón, basándose en los trabajos de los hermanos Peset, «… la Ley Moyano solo hace consolidar el proceso abierto por el plan Zárate en 1845 y cuyas reformas habían sido ya realizadas por los Ministerios moderados anteriores…».17 Se mantuvo la unificación de las titulaciones de médico y cirujano pero se puso en marcha la de «médico-cirujano habilitado» tras alcanzar el grado de bachiller. Un sanitario con legitimidad para poder ejercer en aquellas poblaciones con menos de 5000 habitantes que vio como su existencia resultó efímera, ya que al año siguiente se suprimiría por el Decreto del 11 de septiembre de 1858. También se eliminaron las titulaciones de «ministrante» y «facultativo de segunda clase», pero se creó la de «practicante».18 Las disposiciones que anunciaba la Ley Moyano sobre la nivelación o el paso de una categoría a otra de los profesores del arte de curar se publicaron posteriormente. Esta reglamentación facilitó sobremanera la nivelación de los numerosos cirujanos de tercera clase a licenciados en Medicina y, dados los numerosos conflictos entre médicos y cirujanos que esta situación generó, requirió de regulación complementaria.19 La R. O. del 1 de diciembre de 1862 autorizó a que todos los cirujanos, fueran de la clase que fueran, pudieran aspirar a los títulos de bachiller, licenciado y doctor, siempre tras la aprobación de determinados estudios en las facultades de Medicina. Solo los cirujanos de cuarta clase no pudieron alcanzar la licenciatura.20 El plan de estudios de Manuel Orovio de 1866 recuperó la titulación de «facultativo de segunda clase» tras alcanzar el grado de bachiller y suprimió la de «practicante». En cuanto a la enseñanza de la Medicina, sus aportaciones fundamentales fueron su apuesta por el carácter práctico y experimental de las ciencias médicas, es decir, por
17 Albarracín Teulón, Agustín. «La Facultad de Medicina de Madrid…», en J. Danón (coord.), La enseñanza de la Medicina…, 1998, p. 40. 18 Al suspender la titulación de ministrante se dio respuesta al Proyecto de Ley de Instrucción Pública de 1855 que planteó la necesidad de suprimirla en su título II, capítulo II, artículo 24. Siles González, José. Historia de la enfermería, Alicante, Aguaclara, 1999, p. 243. 19 R. O. del 10 de diciembre de 1857. Gaceta de Madrid 1857, 11 de diciembre; 1802: 1. 20 Albarracín Teulón, Agustín, «La titulación médica en España…», 1973, pp. 53-57.
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incorporar a la docencia médica eminentemente clínica desarrollada en la Ley Moyano la investigación de laboratorio. La llegada de la Revolución de 1868 derogó esta legislación, restableciendo la de 1857 en todo aquello que no se opusiera a las disposiciones de la recién estrenada libertad de enseñanza. A su amparo dio comienzo la nueva titulación de «cirujano-dentista» en 1874 y en cuanto a la nivelación de los títulos profesionales, según Agustín Albarracín Teulón, aunque no del todo, terminó con la lacra de la primera mitad del siglo, ya que durante los tres primeros años de libertad de enseñanza lograron titularse como doctores en Medicina y Cirugía, 3000 cirujanos.21 Sin embargo, aun conseguida la ansiada nivelación, pronto se presentaron problemas importantes por la mencionada rapidez y facilidad con la que miles de cirujanos alcanzaron la titulación de médico y por la proliferación de títulos falsos. Por ello, la legislación posterior intentó poner límites a la libertad de enseñanza, que en España alcanzó el libertinaje.22 Uno de los aspectos más positivos de la libertad de enseñanza, propugnado por la propia Revolución, fue la creación de escuelas libres que recogieron la preocupación de aumentar la presencia de la enseñanza práctica y la investigación en la Medicina, escuelas que se convirtieron en verdaderas escuelas de vanguardia. Prácticamente con la llegada de la Restauración de Cánovas, que recuperó el plan de Medicina de 1866 pero manteniendo los títulos únicos de licenciado y doctor en Medicina y Cirugía, se produjo la entrada de las ciencias modernas en el contexto universitario, no sin grandes debates, entre otras cuestiones, en torno al tipo de modelo universitario a consolidar, el napoleónico o el humboldtiano.23 En España, para José María 21 Albarracín Teulón, Agustín. «La Facultad de Medicina de Madrid…», en J. Danón (coord.), La enseñanza de la Medicina…, 1998, p. 43. 22 Albarracín Teulón, Agustín. Op. cit., pp. 63-65. 23 Peset, Mariano; Peset, José Luis. «Las universidades del siglo xix y las ciencias», en J. M. López Piñero (ed.), La Ciencia en la España del siglo xix, Madrid, Marcial Pons, 1992, pp. 38-43. Los dos modelos universitarios, aunque apostaron por la incorporación de las ciencias básicas a los programas de Medicina, presentaron diferencias importantes. El modelo francés apostó por una enseñanza eminentemente práctica y clínica en el hospital y a la cabecera del enfermo a través de las famosas Leçons cliniques de los grandes maestros. Por su parte, el alemán o humboldtiano lo hizo por una enseñanza de carácter básicamente
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López Piñero, la asimilación de ambos modelos presentó importantes deficiencias, ya que tanto el carácter práctico hospitalario promovido por el francés como el científico-investigador alemán, tuvieron un cumplimiento muy limitado.24 Se puede decir que el modelo que predominó en España fue el centralista francés, que desplazó la medicina más teórica y de investigación básica promovida por el alemán y afianzó el aprendizaje del oficio de clínico. Durante la Restauración borbónica se publicaron los planes de Medicina de 1880, 1884 y 1886. El primero de ellos apostó por la mejora de los estudios científicos y el refuerzo de la enseñanza de la medicina clínica hospitalaria y dio los primeros pasos hacia el especialismo médico con la creación de las asignaturas de la vista, piel y enfermedades sifilíticas, aun cuando no eran obligatorias. Sin embargo, su implantación no se produjo por falta presupuestaria. En 1884, se intentó recuperar este plan también sin éxito debido a que su ejecución se paralizó por decreto. El posterior de 1886 recogió todas las novedades aportadas en 1880, iniciando un camino hasta final de siglo que reforzaría las líneas trazadas.25 Hubo que esperar a la llegada del siglo xx para que se consolidaran los primeros pasos en la modernización de la universidad española. En este proceso desempeñaron un papel clave distintas instituciones externas a ella, que apostaron por el modelo germano formando nuevos investigadores de los que la universidad sería su mayor receptora. En la dictadura de Primo de Rivera, el Plan Callejo de 1928 reformó los estudios de bachiller y los universitarios. Su legitimación de los títulos otorgados por universidades no estatales como la del Escorial teórico y de investigación básica que dio todavía más fuerza que el francés al papel de las ciencias básicas como base de la disciplina médica. El instituto de investigación, el seminario y la lección magistral fueron los tres grandes recursos de la facultad de Medicina alemana. El modelo francés y alemán de enseñanza de la Medicina presentaron más semejanzas en cuanto al papel de las ciencias básicas y el papel del Estado que el británico y americano. Neville Bonner, Thomas. Becoming a Physician. Medical Education in Great Britain, France, Germany, and United States, 1750-1945, New York, Oxford University Press, 1995, pp. 163-166. 24 López Piñero, José María. La medicina en la Historia…, 2002, pp. 622-628. 25 Peset, Mariano; Peset, José Luis. «Las universidades del siglo xix y las ciencias», en J. M. López Piñero (ed.), La Ciencia en la España del siglo xix …, 1992, pp. 42-46.
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y Deusto provocó importantes alborotos estudiantiles en 1929, que derivaron en una huelga general en enero de 1930. En la Segunda República se derogaron los planes universitarios del momento y se firmó uno provisional de estudios para 1931-1932 que no presentó ningún cambio significativo.26 Planteado el contexto general del proceso de organización de las titulaciones sanitarias desde el siglo xix, he realizado una aproximación a las figuras sanitarias europeas que considero fueron más similares al practicante español intentando establecer genealogías compartidas. Por un lado, he focalizado este estudio en el officier de santé o médecin de deuxième francés por la influencia que Francia tuvo en el modelo de organización sanitaria y universitaria en España, particularmente en la enseñanza de la Medicina, y por ser la titulación de segunda clase a la cual se asemejaron las puestas en marcha en este país y que finalizaron en la definitiva del «practicante». Por otro lado, también he realizado el mismo estudio en el contexto anglosajón planteando los problemas de investigación pendientes e hipótesis sobre el general practitioner y la nurse, y sus similitudes y diferencias con el practicante español.
El caso francés: el officier de santé En el periodo revolucionario francés, el término officier fue utilizado dentro del contexto militar para designar de manera general a todos los miembros del cuerpo médico por su connotación de rango o cargo. Como expone Maurice Crosland, en 1790 Jean-Gabrielle Gallot, secretario del Comité de Salubrité de la Asamblea Nacional que representó los puntos de vista de la Société Royale de Médecine, se mostró especialmente preocupado por el tratamiento médico de los pobres. Propuso el uso del término officier en el ámbito civil como término baúl para describir al médico general, practicante de la medicina, la cirugía e incluso a veces, la farmacia con dedicación a los pobres, sobre todo de las zonas rurales. 26 Albarracín Teulón, Agustín. «La Facultad de Medicina de Madrid…», en J. Danón (coord.), La enseñanza de la Medicina…, 1998, pp. 44-51.
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La «creación» de este sanitario se estableció realmente con la guerra de 1792, en la que, ante la falta de personal médico, el gobierno realizó una requisa de todo aquel civil que tuviera formación como médico, cirujano o farmacéutico. Se les otorgó legislativamente el nombre de officiers de santé y se regularon sus funciones en 1793 y 1794. Tras la Revolución francesa se produjo un importante impulso humanitario y democrático en el que se abogó por la extensión de la sanidad a todos los ciudadanos como un medio para alcanzar la deseada transformación social. Se promovieron reformas en las profesiones sanitarias como la unificación de la enseñanza de la Medicina, la Cirugía y Farmacia bajo el nombre de officiers de la santé con el objetivo de poner fin a la tradicional rivalidad entre médicos y cirujanos. Sin embargo, los abusos que se produjeron en la obtención de los títulos de officiers, que recayeron en numerosas ocasiones en personas sin formación ni experiencia, determinó que aparecieran voces que defendieran el regreso a la división tripartita de la profesión y el retorno de exámenes y licencias abolidos con la Revolución. La Ley Ventôse de 1803 recuperó de nuevo la distinción entre los médicos cualificados, bien médicos o cirujanos, y aquellos que habían ejercido como officiers y no poseían cualificación ni experiencia previa. Este texto legislativo reconceptualizó el significado del término estableciendo un sistema de dos niveles o titulaciones de reconocimiento distintos: doctor o, lo que es lo mismo, académico con el título de doctor en Medicina y Cirugía y officier de santé, médico práctico cuya titulación se adquiría en las escuelas prácticas y que unificaba a todas las titulaciones menores. La elección de esta denominación con este significado concreto encontró varios detractores, al considerarla demasiado «imponente» para la población rural destinataria de este titulado por su vinculación con la función gubernamental oficial.27 Para la obtención del título de officier de santé, el candidato debía examinarse ante un tribunal compuesto por dos doctores de Medicina y Cirugía del departamento donde se fuera a ejercer. Previamente se debía haber estado seis años al lado de un doctor, haber seguido 27 Crosland, Maurice. «The Officiers de Santé of the French Revolution: A Case Study in the Changing Language of Medicine», Medical History, 48/2 (2004), pp. 236-239.
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durante cinco consecutivos la práctica de los hospitales civiles o militares, o haber estudiado tres años consecutivos en las Écoles de Santé, para lo cual no se exigían conocimientos previos de latín ni otras asignaturas preparatorias. La prueba que se celebraba una vez al año consistía en tres exámenes: uno de Anatomía, el segundo de Elementos de Medicina y el tercero sobre Cirugía y conocimientos generales de Farmacia.28 Cinco meses más tarde a la Ley Ventôse, se decretó que todos los officier de santé se debían presentar a exámenes regulares, lo que implicó la creación de un buen número de escuelas de medicina secundarias o facultades preparatorias en los grandes hospitales franceses. En 1854 se abolió la posibilidad de obtener el título de officier de santé junto a un doctor de Medicina y Cirugía o en cualquier hospital, por lo que, a partir del Segundo Imperio, todos los oficiales debían justificar doce inscripciones en una escuela o facultad preparatoria y el tribunal cambió a estar formado por profesores de las mismas escuelas, presidido por uno de la facultad. De este modo, después de cincuenta años de su creación, los officier de santé no pudieron adquirir su titulación solo a través del aprendizaje práctico.29 La asistencia sanitaria de los officier de santé en Francia y en todas las zonas de influencia francesa quedó restringida a los departamentos donde habían sido examinados y a no poder realizar grandes operaciones sin la presencia de un doctor, autorizado para el ejercicio sin restricciones de la medicina y la cirugía. El marco laboral del officier fue el ámbito rural y, aunque hay autores que los consideraron reencarnación de los barberos-cirujanos del Antiguo Régimen, otros consideran que esta semejanza no puede establecerse de manera estricta ya que los cirujanos pudieron actuar a todos los niveles de la terapéutica.30 28 Heller, Robert. «The Seconds-Class Doctors of Nineteenth-Century France», Medical History, 22/1 (1978), pp. 39-43. 29 Albarracín Teulón, Agustín. «Revolución y medicina: una interpretación de la tardía ordenación de la asistencia médica en la España del siglo xix», Dynamis, 5-6 (1985), pp. 269-274. 30 Havelange, Carl. Les figures de la Guérison (xviii-xix siècles): une histoire sociale et culturelle des professions médicales au Pays de Liège, Liège, Faculté de Philosophie et Lettres de l’ Université de Liège, 1990, p. 203.
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Lo que parece claro para los historiadores de la medicina que han estudiado a este sanitario es que «… estaban destinados a responder las necesidades […] de medicalización de los pueblos y de las clases pobres de la sociedad…».31 La creación de esta titulación, planteada como una solución de corta duración, persistió durante más de noventa años, ya que, para conseguir una buena atención médica, Francia necesitó un número de médicos que la universidad no podía generar y los que generaba preferían no ejercer en los pueblos tras una larga y cara preparación. En el officier de santé, un titulado con raíces humildes y con poco gasto en una formación superficial, se vio la solución más adecuada a este problema, ya que para la atención de las clases más pobres predominaba la opinión de que tenían dolencias más simples y que, por tanto, con facultativos menos entrenados se podía atenderlos adecuadamente.32 La formación de las dos titulaciones que estableció la Ley Ventôse, médico-cirujano y officier de santé, fue distinta tanto en su contenido, teórica y científica para los primeros y eminentemente práctica para los segundos, como en el lugar de su impartición. Dos centros de formación con costes por la enseñanza diferentes para el discente que determinaron importantes diferencias sociales y de perfil de su alumnado. El perfil social de los médicos era habitualmente de clase media-alta burguesa y procedente de familias de médicos, mientras que el origen de los officier de santé se situó en el ámbito rural, en familias humildes como hijos de granjeros, artesanos y comerciantes.33 Como en otros países europeos respecto a sus titulaciones de segunda clase, en Francia, mientras estuvo vigente la titulación de officier de santé, recibió notables y continuas críticas por parte de los médicos. En ella vieron una disminución de su estatus social y un impedimento para conseguir la homogeneización de la titulación en una sola. Sin embargo, también existieron otras voces que defendieron su labor en los pueblos y el sistema que segregaba, por nivel de instrucción, los
Ibid., p. 201. Heller, Robert. «The Seconds-Class Doctors...», 1978, pp. 25-39; Crosland, Maurice. «The Officiers de Santé
», p. 239. 33 Neville Bonner, Thomas. Becoming a Physician…, pp. 62-66 y 204-207. 31 32
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lugares de ejercicio.34 Según Robert Heller, esta titulación, aunque fue útil durante el tiempo de guerra de la primera mitad del siglo xix en la atención a la parte más pobre de la población francesa, en el tiempo de paz no cumplió con su objetivo de proveer una distribución más igualitaria de la atención médica en las áreas rurales.35 A principios del siglo xix, el ochenta por ciento del cuerpo médico francés era de segunda clase, correspondiendo dentro de este porcentaje un sesenta y dos por ciento a maestros de cirugía y un treinta y ocho por ciento a officer de santé. Esta proporción de mayor número de médicos de segundo orden se mantuvo hasta 1841.36 Durante el periodo de 1854 a 1870 empezó a disminuir el número de officiers y casi desapareció en este último año.37 Una realidad que se ratificó legislativamente por los decretos restrictivos de Ferry en 1883, Goblet en 1886 y finalmente por la Ley del 30 de noviembre de 1892, que unificó a todos los médicos y suprimió la titulación de officier y doctor en Cirugía. Un último texto legislativo que, a consecuencia de la creciente e importante presión hecha por los médicos y la reorganización universitaria iniciada en 1875, devolvió a esta órbita los estudios médicos estableciendo una única puerta de entrada, un único título de Medicina y un perfil de alumnado concreto.38 La práctica desaparición de los officiers se produjo en 1870, año en el que Isabel Cristina Maliska Alves sitúa el comienzo de la profesionalización de la enfermería laica en Francia, favorecida por el anticlericalismo instaurado con la Tercera República.39 Un proceso que se nutría del buen papel realizado por mujeres en el cuidado a los militares desde finales del xviii y en la asistencia a los primeros
Ibid., p. 186. Heller, Robert. «The Seconds-Class Doctors...», 1978, pp. 35-38. 36 Goubert, Jean-Pierre et al. Atlas de la révolution française, Paris, Éditions de l’École des Hautes Études en Sciences Sociales, 1993, pp. 26-27. 37 Albarracín Teulón, Agustín. «Revolución y medicina…», 1985, p. 274. 38 Neville Bonner, Thomas. Becoming a Physician…, pp. 283 y 289. 39 Alves Maliska, Isabel Cristina et al. «A enfermagem francesa: assistência e educação - Considerações acerca de sua história e perspectivas atuais», Texto Contexto Enfermería, 19/2 (2010), pp. 325-333. 34 35
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auxilios de las ambulancieras en la Comuna de París.40 Para Katrin Schultheiss, los primeros pasos del proceso de profesionalización de la enfermería francesa entre 1880 y 1922, año en que se uniformó un plan de formación nacional y su correspondiente diploma, no fueron lineales y estuvieron mediados por un importante número de actores que intentaron definir a la nueva «enfermera republicana», la mayoría de ellos de acuerdo con la concepción de una profesional femenina de clase media. Antes de la Primera Guerra Mundial convivieron en Francia tres modelos de enfermería distintos desarrollados en París, Lyon y Bordeaux. En la capital del país, se sustituyeron las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl por enfermeras laicas ya que Désiré Magloire Bourneville, médico y parlamentario, atendiendo a su idea de que el laicismo debía entrar en el hospital como una necesidad y deber público, creó una escuela de formación para las enfermeras de asistencia pública. En las primeras décadas del siglo xx, se consiguió que en prácticamente todos los hospitales con este tipo de asistencia la sustitución se hubiera realizado. En Lyon, el modelo que se consolidó enfatizó la identidad profesional cuasireligiosa de su personal de enfermería y en el hospital protestante de Burdeos, de la mano de la doctora Ann Hamilton, se puso en marcha un programa de formación para «enfermeras de élite» similar al británico de Nightingale, que en 1914 se llegó a practicar en ocho hospitales.41 El personal auxiliar del médico, a pesar de ello, siguió siendo predominantemente religioso de acuerdo a los datos aportados por Jean Imbert, ya que el número de hermanas hospitalarias fue creciendo desde el Primer Imperio y durante la Tercera República francesa de más de 7000 en 1847, a más de 14 000 en 1928.42 Por tanto, aunque esta política no influyó decisivamente en el reclutamiento de enfermeras laicas, después de la Primera Guerra Mundial su necesidad propició que se realizaran importantes esfuerzos por estandarizar la educación 40 Martín Moruno, Dolores. «Le Temps des cerises: Las ambulancieras de la Comuna de París», en R. Campos Martín et al. (eds.), Medicina y poder político…, 2014, pp. 159-163. 41 Schultheiss, Katrin. Bodies and Souls: Politics and the Professionalization of Nursing in France, 1880-1922, Cambridge, Harvard University Press, 2001. 42 Imbert, Jean (dir.). Histoire des hôpitaux en France, Toulouse, Éditions Privat, 1982, p. 317.
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y la práctica de la enfermería aumentando su contenido científico y epidemiológico. Los nuevos requerimientos de la higiene social, el interés por el aumento de las tasas de nacimientos y la supervivencia de la infancia propiciaron cambios importantes en la profesionalización de la enfermería francesa durante el periodo de entreguerras del siglo xx.
El caso español: el practicante En los colegios de Cirugía desde 1804, aparte de a los cirujanos latinos, se formó a los cirujanos romancistas y se revalidaron los sangradores. Los romancistas, después de una formación de cinco años, podían ejercer todas las operaciones necesarias en las enfermedades externas, incluidas las sangrías, y recetar medicamentos para las quirúrgicas, pero no para las internas. Los sangradores, tras estar al menos tres años de prácticas al lado de un cirujano titulado, se examinaban mediante una prueba teórico-práctica en los colegios de sus conocimientos sobre el arte de sangrar y los propios del dentista, y sobre aplicar sanguijuelas, vejigatorios y ventosas y la manera de sajarlas. La actividad de los cirujanos romancistas durante el siglo xviii se vio solapada por la del barbero y sangrador,43 ya que no existió una delimitación clara de sus funciones a excepción de la asistencia a los partos. Un campo de competencias que en Europa durante el siglo xviii y xix suscitó notables enfrentamientos entre las matronas y los cirujanos, que compitieron por un espacio profesional que hasta entonces había sido propio de las primeras.44 Durante el último tercio 43 Las funciones relacionadas con la cirugía menor atribuidas al sangrador venían siendo realizadas por el barbero en España desde tiempos remotos. Con la Ley Pragmática de 1500 solo pudieron ejercer esta cirugía si había superado el examen correspondiente en el Protobarberato. En Almería, se han estudiado los casos de intrusismo por parte de los barberos que practicaban la cirugía menor sin título, circunstancia que durante el siglo xviii parece que fue frecuente. Buendía Muñoz, Alejandro; García Morales, Inmaculada; Guil López, Francisca. «Sangradores y barberos. El intrusismo en Almería en el siglo xviii», Index de enfermería, 36-37 (2002), pp. 47-50. 44 Para profundizar en los conflictos que se produjeron entre matronas y cirujanos puede verse: Urmeneta Marín, Ana. «Comadronas y cirujanos navarros en el siglo xviii: pleito de una partera ante el intrusismo de un cirujano», Híades, 7 (2000), pp. 317-325;
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del siglo xix y comienzos del xx, la consideración del parto como un fenómeno patológico y quirúrgico y el aumento de los partos en el hospital, entre otros factores, facilitó que las funciones de las matronas quedaran sensiblemente reducidas a favor de los cirujanos. Las parteras solo debían avisar a los cirujanos cuando el parto presentaba serios problemas y precisaba de utilización de instrumental quirúrgico, lo que propició que crearan como campo asistencial propio el parto normal.45 En España, a los cirujanos, barberos y sangradores se les solía denominar prácticos como «… personas que ejecutaban la práctica de tratamientos muy específicos que requerían cierta habilidad…»46 y fue habitual que su asistencia se desarrollara en las poblaciones rurales debido al alto coste que suponía la contratación de un médico. El Plan de Medicina de 1827, que terminó con los cirujanos latinos y romancistas, creó la titulación de cirujano-sangrador con el objetivo de que los pueblos pequeños pudieran disponer de una asistencia similar a la de un médico. Legislativamente, a los cirujanos-sangradores se les reconocieron mayores competencias que a los romancistas ya que, aun cuando estaban autorizados para el tratamiento de las afecciones externas con medicaciones externas y operaciones, podían recetar medicación interna en los casos de urgencia. Sin embargo, en la realidad asistencial sobrepasaron estas competencias, ya que parece que existió una tolerancia notable a que en los pueblos atendieran cualquier enfermedad común y no solo las urgentes.47 Sheridan, Bridgette. «De parto: la medicina, el estado moderno y la matrona real Louise Bourgeois (Francia, siglo xviii)», en M. Cabré i Pairet; T. Ortiz Gómez (eds.), Sanadoras, matronas y médicas..., 2001, pp. 143-164; Ortiz Gómez, Teresa. «Luisa Rosado o el orgullo de ser matrona en la España ilustrada», en Ibid., pp. 165-188. 45 Rhodes, Maxine. «Saber y práctica de la matronería en Gran Bretaña, 1936-1950», en M. Cabré i Pairet; T. Ortiz Gómez (eds.), Sanadoras, matronas y médicas
, 2001, pp. 17-18. 46 Hernández Martín, Francisca; Moreno Roy, María Ángeles; Pinar García, María Eugenia. «La Ilustración: La transición hacia la enfermería contemporánea. Regulación de las profesiones sanitarias», en F. Hernández Martín (coord.), Historia de la Enfermería en España (desde la antigüedad hasta nuestros días), Madrid, Editorial Síntesis, 1996, p. 197. 47 Méndez Álvaro, Francisco. Defensa de la clase médica frente a las pretensiones de cirujanos y practicantes, Madrid, Establecimiento Tipográfico de T. Fortanet, 1866, pp. 32, 39 y 82.
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Para acceder a estos estudios el candidato debía saber leer, escribir y las cuatro reglas de la aritmética y gramática castellana. Una vez admitido, la docencia en los colegios duraba tres años, recibiendo en el primer año conocimientos de Anatomía y Elementos de Fisiología e Higiene; en el segundo año, repetición de las materias de primero, Elementos de Terapéutica y Materia Médica, Partos y Enfermedades Sifilíticas; y en el tercer año, repetición de las materias de segundo, Vendajes, Afectos Externos, Operaciones y Elementos de Cirugía Legal con el arte de hacer las declaraciones legales.48 En 1831 se reguló el acceso de los sangradores a esta titulación mediante la superación de un examen de reválida.49 Posteriormente, en la reorganización de los cirujanos de 1836, el cirujano-sangrador pasó a ser denominado cirujano de tercera clase y en 1842 se aumentaron sus exigencias de acceso y los años de estudio.50 En 1843, en un intento de unificar las distintas titulaciones subalternas existentes y seguir disponiendo de un titulado para las zonas rurales, se creó la titulación de práctico en el arte del curar. Este sanitario vino a sustituir a los cirujanos de tercera clase (desde 1844, de segunda) con el reconocimiento legal de poder recetar medicación interna solo en los casos de enfermedad externa y presentarse a las plazas de hospital completando sus estudios.51 La formación del «práctico» durante cuatro años se desglosó en Anatomía General, Fisiología, Higiene, Terapéutica, Materia Médica y Arte de Recetar para el primer curso; Patología General, Medicina Legal y Clínica Médica para el segundo; Anatomía Quirúrgica, Pa Ibid., pp. 40-42. Ávila Olivares, José Antonio. «¿Existió realmente una titulación oficial con el nombre de ministrante?». Cultura de los Cuidados, 27 (2010), p. 15. 50 Por el Decreto del 1 de septiembre de 1842, el aspirante a cirujano de tercera clase debía haber superado en dos cursos en un instituto de segunda enseñanza o universidad, los conocimientos relativos a la Gramática General Aplicada al Español, Elementos de Matemáticas, Geometría, Física, Química, además de Elementos de Botánica que podía estudiar durante los dos primeros años de la carrera. Albarracín Teulón, Agustín. «La titulación médica en España…», 1973, p. 28. 51 Por la R. O. del 26 de julio de 1844 se accedió parcialmente a las pretensiones de los cirujanos de tercera clase, cuyas reivindicaciones se fundamentaron en la unificación de todas las clases en el título de cirujano y en el reconocimiento de la competencia de recetar medicamentos internos en las enfermedades externas. Ibid, p. 35. 48 49
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tología Quirúrgica con su Clínica y Vendajes para el tercero; y Patología Médica, Obstetricia y Clínica Tocológica para el cuarto.52 Tras este periodo de estudio podía ejercer la cirugía menor, obstetricia y medicina elemental, y en los lugares donde no hubiese un doctor o licenciado, la medicina y la cirugía sin restricciones. En comparación con el campo quirúrgico de los cirujanos-sangradores, los prácticos solo podían realizar la denominada «cirugía menor», es decir, tareas quirúrgicas sencillas.53 En España, la titulación de cirujano-sangrador, según Agustín Albarracín Teulón, puede considerarse como una «caricatura evidente» de lo que en Francia fue el officier de santé, al igual que la siguiente del «práctico en el arte del curar».54 Una denominación, esta última, influenciada por la que en la Francia posrevolucionaria se utilizó para nombrar la Medicina: l´art de guérir.55 Por lo que, en definitiva, esta titulación designó a un práctico de la medicina o, lo que es lo mismo, a un médico de segunda clase. Para este autor, a partir de aquí las clases subalternas o titulaciones menores en España adquirieron diversos nombres, manteniendo el objetivo de equiparar la estructura española a la francesa posterior a 1803. En 1845, sin dar lugar a la salida de los primeros titulados de «prácticos», esta titulación se suprimió y se recuperó la de cirujano de segunda clase. Suprimidos en un intervalo de dos años los cirujanos de tercera clase y prácticos, fue necesario reglamentar las habituales sangrías y operaciones de la cirugía menor. Este nuevo plan de estudios de 1845 propuso para la realización de las funciones circunscritas a la cirugía menor o tareas de cirugía sencillas a los propios estudiantes de cirugía que hubiesen desempeñado el cargo de practicante en un hospital (practicante mayor, que era el alumno de cirugía de último año). Sin embargo, al no llevarse a cabo lo preceptuado por este plan, en 1846 se actualizaron las enseñanzas de los sangradores por medio de la Orden del 26 de junio donde se
52 López Piñero, José María. «La enseñanza de la Medicina en España…», en Danón, José (coord.), La enseñanza de la Medicina…, 1998, pp. 26-27. 53 Méndez Álvaro, Francisco. Defensa de la clase médica…, p. 49. 54 Albarracín Teulón, Agustín. «Revolución y medicina…», 1985, p. 275. 55 Crosland, Maurice. «The Officiers Santé
», p. 238.
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hablaba de un «nuevo título de Sangrador» que vendría a recoger las funciones de los cirujanos de tercera y cuarta clase. A estos nuevos titulados fue muy frecuente que se les denominara y se autodenominaran «ministrantes», tal vez buscando su semejanza con el término francés ministres de santé, que designaba un perfil sanitario de mayor categoría. La denominación francesa fue propuesta por Joseph-Ignace Guillotin (1783-1814), médico y profesor de la Facultad de Medicina de París, dentro del contexto de la reforma médica de aquel país para designar de manera general a los profesionales de la medicina. Por su asociación clerical no tuvo respaldo suficiente y se eligió la de officier de santé, como ya he mencionado.56 José Antonio Ávila planteó la posibilidad de que el término ministrante se relacionase de manera popular con la nueva titulación oficial de sangrador con el objeto de evitar la confusión con los antiguos que solo podían sangrar, ya que estos nuevos podían hacer todo lo que planteaba el nuevo reglamento de 1846. Por tanto, según este autor, esta titulación no existió, sino que el término se referiría a un campo de actuación que comprendía unas determinadas funciones, iguales a las de un cirujano menor.57 Otros autores como Isidoro Jiménez hablan del uso indistinto de ministrante y sangrador, y de como la clase médica reticente a este nuevo sanitario prefirió denominarlos «practicantes» como sinónimo de «estudiantes en prácticas».58 Comparto como hipótesis más probable que la titulación de ministrante no existiera como tal, ya que las páginas del El Siglo Médico en 1855 reflejaron la irregularidad notable que existía en llamar «cirujanos-ministrantes» a quienes no habían recibido jamás ese título, lo que calificaron como «cosa que arguye torpeza reglamentista y tendencia a embrollarlo todo».59 Además de que Francisco Méndez Álvaro utilizó, como apuntaba José
Ibid., pp. 234-235. Ávila Olivares, José Antonio. «¿Existió realmente una titulación oficial…», pp. 15 y 25-27. 58 Jiménez Rodríguez, Isidoro. «Las titulaciones quirúrgico-médicas a mediados del siglo xix: los ministrantes», Cultura de los Cuidados, 19 (2006), p. 16. 59 El Siglo Médico 1855, 7 de octubre; 2 (92): 320. 56 57
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Antonio Ávila, los términos cirugía menor o ministrante como sinónimos de un área o parcela concreta de actuación quirúrgica.60 Según el reglamento establecido por la R. O. del 29 de junio de 1846, para poder aspirar a la titulación de «ministrante» se debía haber servido dos o más años en hospitales que al menos tuvieran cien camas y, a pesar de no exigirles estudios académicos formales, debían conocer la flebotomía; todo lo relativo a la evacuación de sangre; la manera de remediar los accidentes de esta operación; el arte de los apósitos, vendajes y aplicación de emplastos y pomadas; inyectar sustancias medicamentosas por las vías naturales; así como probar haber seguido al menos por seis meses con un «cirujano-dentista» la práctica de esta especialidad relativa a la limpieza de la dentadura y extracción de los dientes y muelas.61 Cabe resaltar que este reglamento en sus dos últimos artículos concedió dos privilegios de enorme relevancia a sus aspirantes, ya que suspendió la obligación de presentar los certificados de prácticas a todos aquellos que hubiesen superado algún curso en los colegios de Medicina y Cirugía, y avaló la concesión directa de este nuevo título a todos los antiguos sangradores.62 Posteriormente, se regularon las certificaciones que debían exigirse a los ministrantes para frenar los abusos que se estaban dando en la forma de interpretar los estudios y prácticas de la titulación. En 1853 se matizó su campo asistencial facultándoles, además, para la vacunación siempre y cuando un profesor lo dispusiera.63 En este contexto de organización de las profesiones sanitarias, las titulaciones menores no estuvieron exentas de frecuentes críticas del colectivo médico por la inconveniencia de unos profesionales sin formación teórica, su gran número y los problemas mencionados en la introducción de este libro relativos a su nivelación. Valgan de ejemplo las duras objeciones vertidas en El Siglo Médico por un médico sobre las Méndez Álvaro, Francisco. Defensa de la clase médica… Herrera Rodríguez, Francisco; Lasante Calderay, José E.; Siles González, José. «La Edad Contemporánea. El proceso de tecnificación e institucionalización profesional. Los practicantes y matronas en la segunda mitad del siglo xix», en F. Hernández Martín (coord.), Historia de la Enfermería en España…, 1996, p. 218. 62 Albarracín Teulón, Agustín. «La titulación médica en España…», 1973, pp. 36-39. 63 R. O. del 13 de enero de 1847, del 1 de marzo de 1847 y del 24 de enero de 1853. Citadas por: Jiménez Rodríguez, Isidoro. «Las titulaciones quirúrgico-médicas…», 2006, pp. 22-23. 60 61
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extralimitaciones de los sangradores que abrían venas sin autorización, o las relativas al charlatanerismo y holgazanería de los ministrantes, «… gremio que fue creado hace varios siglos bajo el nombre de cirujanos-sangradores y que ahora se pretendían sostener con el nombre de ministrantes…». Los consideraba innecesarios y circunscritos a una «… órbita humilde y mezquina», que justificaría sus intentos de aumentar sus atribuciones para dar «ensanche a su cerebro…».64 A pesar de las críticas y problemas glosados, el trabajo de los ministrantes fue muy meritorio en unas zonas rurales65 donde los médicos se resistían a ejercer por sus perspectivas económicas y profesionales. Una circunstancia que sustentó los discursos del propio colectivo de ministrantes a favor de la lucha contra el intrusismo y la ampliación de sus estudios y competencias más allá de las reconocidas de la flebotomía, apósitos y vendajes, curaciones tópicas, cirugía menor, arte del dentista y prótesis dental.66 Sin embargo, los poderes estatales no fueron permeables a estas reivindicaciones, que evidentemente colisionaban con los deseos de los médicos, y en momentos claves de la organización sanitaria como la creación de la Ley de Sanidad de 1855, no les dio cabida como grupo profesional dentro de las profesiones reconocidas por el texto legislativo. Por ello, el colectivo de ministrantes elevó una carta a la autoridad competente pidiendo 64 Santos Guerra, Manuel. «Mal estar de la clase médica-Absoluta necesidad de reformarla radicalmente- Recelos al desacierto». El Siglo Médico 1856, 20 de enero; 3 (107): 18; «Más noticias sobre el plan de estudios». El Siglo Médico 1857, 6 de septiembre; 4 (192): 287. 65 También en los hospitales, como fue en el caso del de Madrid, los ministrantes pudieron acceder a las plazas de practicante supernumerario tras realizar un examen para su admisión. Los pretendientes debían acudir al director del hospital con un memorial y los documentos que acreditasen sus estudios. Para otras plazas hospitalarias como la de practicante numerario o ayudante se requería, para el primer caso, tener tres años aprobados de Medicina o de Cirugía, y a falta de ello estar matriculado en el tercero o segundo año de Medicina. Para la plaza de ayudante, se requería cursar sexto de Medicina, ser cirujano de segunda o tercera clase o aproximarse mucho a cualquiera de las dos clases referidas. El destino de los practicantes supernumerarios eran las salas de cirugía, una de las plazas más penosas tal y como expuso El Siglo Médico al denunciar que las pudieran desempeñar estudiantes de primero o segundo año de Medicina, ya que mal podrían ayudar en las curas, reducción de fracturas, luxaciones, etc. al no poseer noción quirúrgica alguna ni saber aplicar el apósito más sencillo. El Siglo Médico 1855, 7 de octubre; 2 (92): 320. 66 Jiménez Rodríguez, Isidoro. «Las titulaciones quirúrgico-médicas…», 2006, pp. 29-32.
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el establecimiento de sus partidos para la regulación de su situación profesional con una estructuración de su formación y funciones.67 Las reformas de los estudios médicos posteriores de 1849, el mencionado Plan de Bravo Murillo, creó la titulación de «facultativo de segunda clase», tras cinco años de formación, como sustituto del «práctico», y en las disposiciones legales del 28 de agosto de 1850, el ministro Seijas Lozano mantuvo en vigor las titulaciones existentes con la variación de aumentar a seis los años de estudio del «facultativo de segunda clase».68 La Ley Moyano de 1857 unificó las titulaciones de médico y cirujano pero creó la de médico-cirujano habilitado tras alcanzar el grado de bachiller. Un sanitario destinado a la cobertura asistencial de los pueblos con menos de 5000 habitantes que no obtuvo éxito como alternativa entre los alumnos de Medicina, a falta de un año de conseguir la titulación de médico-cirujano. Por ello, Francisco Méndez Álvaro expuso que no se presentó ningún candidato a la habilitación y que además el R. D. del 23 de septiembre de 1857, que anunciaba que se debían prescribir unos ejercicios para conseguirlo, nunca llegó a hacerse realidad. Una situación que seguía abocando a que fueran los ministrantes los que ocuparan estos puestos rurales a falta de médicos-cirujanos habilitados.69 La conveniencia de la titulación de médico-cirujano habilitado suscitó opiniones encontradas en la propia clase médica, ya que hubo unos que vieron en esta nueva clase de médicos más barata una buena alternativa que los pueblos estarían dispuestos a pagar.70 Con independencia de las opiniones a favor o en contra, su existencia fue realmente efímera ya que en 1858 se suprimió, posiblemente por la falta de candidatos que expuso Francisco Méndez Álvaro.
67 Feria Diego, José. «Los ministrantes ante la Ley de Sanidad de 1855. Análisis de la petición enviada a la Comisión encargada del dictamen», en C. González Canalejo; F. Martínez López (eds.), La transformación de la enfermería: nuevas miradas para la historia, Granada: Comares, 2010, pp. 295-310. 68 Albarracín Teulón, Agustín. «La titulación médica en España…», 1973, p. 46. 69 Méndez Álvaro, Francisco. Defensa de la clase médica…, p. 85. 70 El Siglo Médico 1858, 15 de agosto; 5 (241): 263.
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La reestructuración propuesta por la Ley Moyano suprimió las titulaciones de «ministrante» y «facultativo de segunda clase», pero creó la de practicante con el objeto de que los médicos-cirujanos estuvieran «… servidos para las operaciones mecánicas que se creyó rebajarían la dignidad del profesor…»71 y cubrir la asistencia rural para la que estaban llamados e incluso ideados específicamente, tras la supresión de los cirujanos y demás titulaciones de menor categoría. A la luz de este recorrido por la genealogía de las titulaciones sanitarias que desembocaron en la creación de la definitiva del practicante, coincidimos con María Eugenia Pinar y Francisca Hernández en trazar dos líneas genealógicas distintas para la enfermera y el practicante,72 y con Agustín Albarracín Teulón que, tras la revisión de un importante volumen de documentación legislativa, situó su punto de partida en los cirujanos romancistas, cuya actividad, a lo largo del siglo xix, fue regulada hacia una delimitación de funciones siempre bajo supervisión médica, hasta convertirse en la titulación que ha sido de interés en esta investigación.73 El practicante, según las conclusiones glosadas por Agustín Albarracín Teulón, fue una copia tardía del officier de santé francés, aunque con una mayor restricción de funciones en comparación con él y con su homólogo español, el «facultativo de segunda clase». Inicialmente, el practicante tan solo estuvo autorizado para el desempeño de la parte meramente mecánica y subalterna de la cirugía; sin embargo, desde el principio, parece que en los pueblos excedió sus atribuciones74 asemejándose en su rol al titulado francés, lo que se mostrará al lector/a en capítulos posteriores de este libro. A mediados del siglo xix, en Francia y también Inglaterra, —dos países de nuestro entorno distintos en cuanto a su tradición social, Méndez Álvaro, Francisco. Op. cit., p. 87. Pinar García, María Eugenia; Hernández Martín, Francisca. «Orígenes modernos de la enfermería española: ¿Practicantes y enfermeras una misma profesión?», Jano, 1098 (1994), pp.69-72. 73 Hernández Martín, Francisca; Moreno Roy, María Ángeles; Pinar García, María Eugenia. «La Ilustración: La transición hacia…», en F. Hernández Martín (coord.), Historia de la Enfermería en España…, 1996, p. 194; Albarracín Teulón, Agustín, «La titulación médica en España…», 1973, p. 78. 74 Méndez Álvaro, Francisco. Defensa de la clase médica…, p. 89. 71 72
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cultural y política— convergieron en una misma preocupación: la formación a las enfermeras o religiosas encargadas de la atención de los enfermos. Una preocupación y necesidad que en España puso de manifiesto Concepción Arenal y que tuvo como fruto la creación en 1896 de la Escuela de Enfermeras de Santa Isabel de Hungría.75 Sin embargo, habría que esperar hasta 1915 para que apareciera la primera normativa legal que permitió la obtención de una certificación oficial de enfermera reconocida por el Ministerio de Instrucción Pública.76 La iniciativa de Federico Rubio y su escuela de enfermeras de 1896 recibió notables alabanzas por parte del colectivo médico. En El Siglo Médico se expuso la necesidad de crear en España la titulación de enfermera para obtener unas profesionales al estilo de las británicas, preparadas y expertas para el cuidado, atención y vigilancia de los enfermos durante la ausencia de los facultativos. Además de ser «… personas peritas para ejecutar sus prescripciones…». Se consideró necesaria la creación de un cuerpo de enfermeras para los hospitales del Estado ya que para las mencionadas funciones en dichos establecimientos se encontraban Hermanas de la Caridad sin formación y criados groseros.77 Una preocupación latente desde años antes, ya que en esta misma revista en 1878 se publicó un artículo de la matrona Pilar Jáuregui de Lasbennes, profesora en partos en la Escuela de Matronas del Museo Antropológico bajo la dirección del doctor Ángel Pulido,78 en el que abogaba por la formación de la mujer en lo referente al 75 Esta escuela fue la primera de otras que surgirían en España para la formación teórico-práctica de las enfermeras con el objeto de que desempeñaran correctamente su trabajo, fundamentalmente en el ámbito hospitalario como instrumentistas y en las curas quirúrgicas. Posteriormente, se pusieron en marcha la de Santa Madrona promocionada por el Montepío de Santa Madrona (1917), la de enfermeras de la Mancomunitat de Cataluña (1917), que empezaría a funcionar dos años más tarde, y la de Valdecilla (1929). No debemos olvidar que, en 1917, la Cruz Roja consiguió, también, que se aprobara el programa del Cuerpo de las damas de la Cruz Roja con un título que les dio acceso a la práctica asistencia dentro de los hospitales de esta institución. Siles González, José. Historia de la enfermería…, 1999, pp. 248-254. 76 R. O. del 7 de mayo de 1915. Gaceta de Madrid 1915, 21 de mayo; 141: 484-487. 77 Martín Gil, R. «La Enfermera». El Siglo Médico 1901, 20 de octubre; 2495: 659-661. 78 El Anfiteatro Anatómico Español 1875, p. 429. Citado por: Álvarez Ricart, María del Carmen, La mujer como profesional de la Medicina…,p. 182.
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practicante pero creando un cuerpo de enfermeras. También El Siglo Médico recogió algún artículo que consideraba que la mujer, por sus cualidades innatas de mayor paciencia y resignación que el hombre, podría desempeñar con gran acierto el papel de ayudante del médico acometiendo sus prescripciones.79 Desde 1915 y hasta 1953 convivieron las dos titulaciones de practicante y enfermera, de modo distinto a lo que ocurrió en otros países como Francia, como hemos visto para el caso del officier y de la enfermera. Según Manuel Ángel Calvo, en la creación del diploma de enfermera influyeron tres factores fundamentales argumentados por el Gobierno: ser aconsejado por los médicos, la escasa formación básica y profesional del practicante y constituir una nueva vía para la incorporación femenina al mercado laboral a través de unos trabajos que no se alejaban de los roles domésticos y naturales de su condición. El contexto histórico coadyuvó en este proceso al estar los liberales en el poder, y fue determinante a su vez el interés de la Iglesia en que las integrantes de las órdenes religiosas adquiriesen el título.80 Además, sin duda también influyeron las experiencias que durante el siglo xix se habían producido en Francia o Inglaterra81 en la formación de personal sanitario laico femenino y el cambio cultural en la concepción de los cuidados, de unos basados en la caridad y el énfasis en el alma hacia otros dirigidos a la curación de la enfermedad y el restablecimiento de la salud ayudando al médico, lo que potenciaría la necesidad de crear un cuerpo femenino con una formación sanitaria específica.82
79 «Profesiones a que podría aspirar la mujer». El Siglo Médico 1878, 17 de marzo; 25 (1264): 174-175. 80 Calvo Calvo, Manuel Ángel. «La reacción de los practicantes de Medicina y Cirugía frente a la creación del título de Enfermera en 1915», Dynamis, 34/2 (2014), p. 437. 81 Aunque históricamente la reforma de 1890 de Florence Nightingale marcó el comienzo de la enfermería moderna, anteriormente se produjeron dos importantes de las cuales es deudora, ward system y central system of nursing, llevado a cabo en el King´s Collegue Hospital. Helmstadter, Carol; Godden, Judith. Nursing Before Nightingale, 1815-1899, Surrey, Ashgate, 2011. 82 Domínguez-Alcón, Carmen. Los cuidados y la profesión enfermera en España, Madrid, Editorial Pirámide, 1986, pp. 100-108.
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Una nueva titulación sanitaria en España, una antigua denominación ocupacional La denominación de practicante se recoge en el Diccionario de uso de María Moliner con las dos siguientes acepciones: «en ciertas profesiones, persona que realiza la parte práctica y que no requiere conocimientos superiores de ellas» y «específicamente persona que con un título que le faculta para ello, realiza operaciones de cirugía menor, como poner inyecciones o hacer curas».83 En la recopilación que hace Carlos Álvarez Nebreda de la definición de este término en los diccionarios publicados por la Real Academia Española de la Lengua desde su fundación y hasta la segunda edición y sus posteriores actualizaciones online, la primera vez que se relaciona el término practicante con el poseedor de un título que le capacitaba para el ejercicio de la cirugía menor, y se le considera como sinónimo de ministrante es en el diccionario de 1899.84 Esta denominación, sin embargo, parece tener su origen mucho antes, en el siglo xvi y relacionada con la Orden de San Juan de Dios. En el hospital de San Antón Martín de Madrid, fundado en el siglo xvi, el padre Fray Pedro Delgado, hermano mayor de la Orden, fue artífice junto al médico y religioso Fray Francisco Carrillo de una cátedra de Cirugía Menor y Anatomía en el centro que permitiese la instrucción de sus novicios con el objeto de contar con un personal bien formado para llevar a cabo las órdenes dispuestas por el médico o cirujano. Según el doctor José Álvarez-Sierra, ellos fueron los que emplearon por primera vez, con «carácter oficial», el término «practicante» y pidieron al rey que diera órdenes al Protocirujanato para que reconociese este título como denominativo de la ocupación auxiliar del cirujano, aun cuando solo podrían desempeñarla dentro de sus hospitales, la Armada y, en casos graves, con la población civil.85 Incluso, según el practicante Antonino Abarrategui, la titulación de Moliner, María. Diccionario de uso del español, vol. 2, Madrid, Gredos, 1981, p. 819. Álvarez Nebreda, Carlos. La Enfermería a través de los diccionarios, 1611-2012, Madrid, Colegio Oficial de Enfermería de Madrid, 2012, pp. 29-32. 85 Álvarez-Sierra, J. «Tradición española de las carreras de practicante y comadrona», Clínica y Laboratorio 421 (1961), pp. 314-320. 83
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practicante existió como «carrera oficial» en el siglo xv al menos en Francia y España bajo el nombre de enfermeros.86 En el siglo xviii, el término practicante hacía referencia a la persona que se instruía por un tiempo al lado de un facultativo y, en el xix, se amplió al de aquella persona que en los hospitales cuidaba de la asistencia a los enfermos, realizaba las curas y propinaba las medicinas prescritas por el facultativo.87 Por eso no es de extrañar que antes de la puesta en marcha de la titulación oficial de practicante existan referencias en padrones españoles que contengan esta designación como una denominación «profesional» aun cuando no se contara con estudios académicos reglados.88 La elección del término «practicante» para la titulación oficial de 1857 posiblemente se encuentre en que, en primera instancia, la titulación fue «diseñada» para un perfil muy concreto de aspirantes: aquellos ya practicantes, es decir, alumnos de cirugía, que hubieran servido como tales por espacio de dos años en un hospital que no bajase de sesenta camas y donde estas estuvieran ocupadas habitualmente por más de cuarenta enfermos. Una manera rápida de acreditar y obtener un sanitario necesario ante el hueco dejado tras la unificación de médicos y cirujanos, sobre todo en el área rural. El doctor Bonifacio Blanco, autor del manual Instrucción del practicante o resumen de los conocimientos útiles para la buena asistencia inmediata a los enfermos; y compendio de las operaciones de cirugía menor, arte del dentista y del callista en 1870, describía así la evolución de la denominación de practicante:
86 Abarrategui Calvo, Antonino. La carrera de practicantes. Su origen, su estado actual, sus deficiencias, su utilidad, necesidad de reformarla, estudios y atribuciones de los practicantes, Valencia, Imp. de Enrique Méndez, 1889, pp. 5-6. 87 Álvarez Nebreda, Carlos. La Enfermería a través de los diccionarios…, 2012, pp. 29-32. 88 En Galicia se ha elaborado un diccionario sobre profesiones o denominaciones profesionales tras la revisión de doce padrones de Santiago de Compostela, La Coruña y El Ferrol comprendidos en el periodo 1825-1924. Anteriormente a la puesta en marcha de la titulación de practicante, la denominación ha aparecido referenciada en los propios de Santiago y La Coruña de 1845 y de Ferrol de 1856. Fernández Casanova, Carmen. El trabajo en la ciudad. Diccionario de profesiones de las ciudades de Galicia, 1845-1924, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2011, p. 500.
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El practicante español en el contexto europeo … Practicante se llama al que en los hospitales cuida de la asistencia a los enfermos. En lo antiguo también se llamaban practicantes a los que por cierto número de años ejercían la Cirugía y Medicina al lado y bajo la dirección de algún maestro aprobado. Conforme a la ley de 8 de septiembre de 1857, se ha creado una clase de practicantes, que ya no son los que he definido, sino una especie de auxiliares en la profesión médica, que tanto pueden prestar sus servicios en hospitales como en las poblaciones y casas particulares, puesto que su misión es poner en práctica las prescripciones que en la asistencia de los enfermos les encomienden los profesores....89
Esta designación para la nueva titulación oficial, muy definitoria en cuanto que ya era utilizada, como apuntaba Isidoro Jiménez, para nombrar un perfil concreto de estudiante de cirugía y una figura sanitaria intrahospitalaria con unas funciones concretas,90 no resolvió o no facilitó la solución del problema del entendimiento o reconocimiento por parte de la población de un nuevo sanitario titulado.91 Además, esta denominación evidentemente no permitió evitar su identificación con unos antecedentes que no disponían de estudios formales ni facultades propias más allá de sacar las muelas y dientes y la barbería. Una designación que nacía con el objetivo de regular y unificar unos estudios dispersos y variados y aglutinar el conjunto de ocupaciones sanitarias catalogadas como subalternas de la medicina. A lo largo del tiempo desde su creación, el propio colectivo de practicantes intentó modificar su denominación proponiendo en el siglo xx la de «auxiliar de medicina y cirugía» y la de «auxiliar técnico único», de tal manera que se ajustara, definiera o representara mejor su rol y competencias, que incluían más aspectos que los meramente técnicoquirúrgicos y que incluso englobara a las enfermeras. El término practicante tuvo, e incluso tiene, un importante calado en la población sobre todo del ámbito rural, donde no es difícil to García Martínez, Manuel Jesús. «Blanco y Torres…», 2004, p. 81. Jiménez Rodríguez, Isidoro. «Algunas consideraciones sobre el origen y evolución de los practicantes», en C. Álvarez Nebreda; F. Hernández Martín (eds.), El asociacionismo en la Enfermería…, 2013, pp. 180-186. 91 Un problema de identificación común para todas las titulaciones de menor categoría debido a sus continuos cambios en su denominación durante el siglo xix. Herrera Rodríguez, Francisco. «Un capítulo de la enfermería: la “cirugía menor” en la España del siglo xix», Cultura de los Cuidados, 4/7-8 (2000), p. 23. 89 90
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davía escuchar esta denominación para la enfermera/o. Su influencia traspasó el tiempo e influyó en la base sobre la que se configurarían cambios más importantes de la disciplina enfermera en España como fue el plan del Ayudante Técnico Sanitario de 1953 (ATS), ya que como apunta José Siles resulta indudable que «… ha cargado de significado (y carga ideológica) una parte fundamental de la historia de las profesiones sanitarias y ha influido decisivamente en la preservación de la vertiente más técnica de la enfermería…».92 El problema de identificación social y autodefinición de este tipo de profesionales seguiría latente en el tiempo más allá de 1977, momento en el que el título de enfermera (Diplomado Universitario en Enfermería) fue el elegido para designar a una titulación universitaria que agrupaba a un conjunto de profesionales de perfiles muy distintos (practicantes- ATS masculinos, matronas- ATS especialistas en Ginecología y Obstetricia, y enfermeras- ATS femeninos).93 En este sentido, recientemente ha sido publicado un libro por la profesora de la Universidad de Zaragoza Concha Germán Bes sobre el conflicto profesional que protagonizaron los y las ATS entre 1976 y 1978, que ha llenado un hueco esencial en la historiografía de la enfermería española contemporánea. Entre otros problemas sobre los que orbitó este episodio fundamental para la profesionalización de enfermería en España, la autora pone de manifiesto el conflictivo proceso de unificación de las tres organizaciones que velaban por los intereses gremiales de estos sanitarios: colegios de ATS masculinos- practicantes, ATS femeninos- enfermeras y ATS especialistas en Ginecología y Obstetricia- matronas. Este trabajo evidencia que el modelo colegial de segregación por sexo y titulación supuso un obstáculo para la profesionalización de la enfermería mixta. Las distintas posiciones e intereses que defendían cada uno de los colegios profesionales, en numerosas ocasiones irreconciliables, fueron resueltos gracias a la propuesta de unificación de la Coordinadora Nacional del movimiento. El resolver esta situación Siles González, José. Historia de la enfermería…, 1999, p. 235. Camaño Puig, Ramón; Felipe Cabañero, Rosa. «Profesionalización. Cambios de denominación en enfermería», Rol de Enfermería, 27/11 (2004), pp. 15-18. 92 93
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de división repercutió, también, en otros aspectos profesionales tan fundamentales como la propia denominación, identidad y modelos profesionales de referencia. En este capítulo histórico de la profesionalización de la enfermería, se reivindicó también el nivel académico universitario y la modificación de sus planes de estudios de ATS. El objetivo de superar la segregación por sexos de la enseñanza y conseguir la enfermería universitaria fue fruto de unas estrategias profesionales y una retórica de persuasión que, alimentadas por unas indudables motivaciones sociales, aunaron a unos 75 000 profesionales de la enfermería española en aquel trienio de la Transición. En otras palabras, la enfermería se enfrentaba al proceso de delimitar una nueva identidad profesional basada en el conocimiento experto y científico de lo que se consideraba que eran los «cuidados enfermeros» y que le permitiera alcanzar el estatus profesional deseado.94
El caso inglés: la nurse y el general practitioner La historiografía de la enfermería anglosajona suele considerar como marcos teóricos fundamentales tanto el estudio de la influencia de la clase social como el género en la construcción de la profesión enfermera.95 Ante la necesidad de que la nueva medicina, por el aumento de los medios diagnósticos y de tratamiento, dispusiera de personal con mayores conocimientos y habilidades, la profesionalización de la enfermería femenina en Inglaterra comenzó mucho antes que en España gracias a la implantación de un sistema de formación reglado ya en el siglo xix, siguiendo el conocido como modelo Nightingale. Esta formación reglada se inició fuera de la universidad en escuelas formadas ad hoc por los médicos de los hospitales ingleses más importantes,96 hasta que, en 1919, la Nurses Registration Act (Ley de 94 Germán Bes, Concha. La revolución de las batas blancas: la enfermería española de 1976 a 1978, Zaragoza, Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2013. 95 Bradshaw, Ann. «Gadamer’s Two Horizons: Listening to the Voices in Nursing History», Nursing Inquiry, 20/1 (2013), pp. 82-92. 96 Helmstadter, Carol; Godden, Judith. Nursing Before Nightingale…
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Registro de Enfermeras) y la creación del General Nursing Council (Consejo General de Enfermería) supusieron que esta formación fuese estandarizada y sistematizada en todos los territorios de Inglaterra y Gales y, con ello que se garantizase que todas las enfermeras estuvieran debidamente capacitadas. El primer programa de estudios elaborado con las asignaturas que entrarían en el examen de la carrera se basó en el aprendizaje que se estaba desarrollando en el Saint Thomas’ Hospital, modelo que se pretendió institucionalizar como el sistema nacional de formación para las enfermeras. Para presentarse a este examen nacional (State Examination), teórico, oral y práctico, las enfermeras debían presentar un certificado firmado por el jefe del hospital o por el médico y matron correspondiente, que avalase su buen carácter y el haber superado con éxito los conocimientos que se establecían en el currículum: Anatomía; Fisiología; Ciencia Elemental (Elementary Science), que incluyó Higiene, Bacteriología y Sanidad; Primeros Auxilios; Ginecología; Materia Médica; Dietética y Enfermería Médica (Clínica) y Quirúrgica. El primer plan de estudios teórico y práctico oficial y nacional de Enfermería fue publicado en 1923 por el General Nursing Council, y aunque contempló la colaboración de profesorado médico en las materias más especiales o de las que eran expertos, el profesorado compuesto por enfermeras entrenadas y capacitadas (matron, sister tutor, ward sister…) tuvo un papel muy destacado, ya que se consideró que eran aquellas mujeres las que podían transmitir una verdadera perspectiva de lo que era una enfermera desde su práctica, experiencia y conocimientos personales. Posteriormente, los planes de estudios vigentes durante el siglo xx siguieron perpetuando el mismo método de enseñanza de unas asignaturas que significaban el carácter fundamentalmente biomédico de la atención al enfermo y la importancia del buen carácter personal.97 El camino hacia la profesionalización de la enfermería en Inglaterra se desarrolló, por tanto, desde el siglo xix gracias a iniciativas de 97 Rafferty, Anne Marie. The politics of Nursing Knowledge, London and New York, Routledge, 1996; Bradshaw, Ann. «Competence and British Nursing: a View from History», Journal of Clinical Nursing, 9 (2000), pp. 321-329.
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diferente tipo (asociaciones y reivindicaciones profesionales) y a la labor de enfermeras líderes que consolidaron la profesión enfermera como una salida laboral para la mujer de clase media, beneficiosa en términos económicos y generales para la sociedad inglesa.98 Durante el siglo xix y primeras décadas del xx, la sociedad rural británica se transformó en otra urbana con una economía sustentada en las fábricas, comercios y finanzas. Se produjo también el desarrollo del estado moderno e importantes cambios sociales, culturales y religiosos.99 En este contexto es donde Ann Bradshaw sitúa el rol profesional previsto para la enfermera en el ámbito urbano y dentro del hospital. Sin embargo, en las décadas posteriores y tras el plan de estudios de 1923, el programa de formación se amplió con conocimientos psicosociales y de promoción de la salud, que no supusieron la definitiva especialización de la District Nursing o Health Visiting, que se produciría de facto allá por los años 50.100 Mientras tanto, las personas que ejercían la medicina en un sentido amplio se formaban en escuelas privadas, universidades (collegues), hospitales o al lado de un maestro desde el comienzo del siglo xix. La existencia del The Royal College of Physician, el Royal College of Surgeons, y la Society of Apothecaries reflejaba los diferentes estatus de la práctica de la medicina. Estos detallaban los deberes, privilegios legales y rangos sociales diferentes dentro de la comunidad médica y científica para cada una de las tres ocupaciones sanitarias.
98 Hawkins, Sue. Nursing and Women Labour in the Nineteenth Century, London and New York, Routledge, 2012. Para profundizar en la biografía de las enfermeras cuyo labor resultó clave para la profesionalización de la enfermería en Inglaterra, véase McGann, Susan. The Battle of the Nurses, London, Scutari Press, 1992. 99 McCord, Norman; Purdue, Bill. British History, 1815-1914, Oxford, Oxford University Press, 2007. 100 Sweet, Helen. Community Nurwsing and Primary Healthcare in TwentiethCentury Britain, London and New York, Routledge, 2008; Howse, Carrie. «“The Ultimate Destination of All Nursing”: The Development of District Nursing in England, 1880-1925», Nursing History Review, 15 (2007), pp. 65-94; — Rural District Nursing in Gloucestershire, 1880–1925, Gloucestershire, Reardon Publishing, 2008. En España, este perfil fue diseñado durante la República (enfermera visitadora) y no se desarrollaría, de hecho, durante el franquismo sino muy parcialmente. Galiana Sánchez, María Eugenia; Bernabéu Mestre, Josep. «Género y desarrollo profesional: Las enfermeras de salud pública en la España del período de entreguerras…, 2011, pp. 225-248.
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En Inglaterra, la diferencia más significativa entre los cirujanos y los médicos fue su educación, ya que los primeros aprendían el oficio al igual que lo hacían otros artesanos tradicionales y los médicos cultos eran educados en la universidad. Se puede decir que los médicos eran considerados los más expertos en el campo de la medicina porque examinaban a los pacientes, diagnosticaban la enfermedad y prescribían medicamentos, pero no podían actuar como cirujanos ni dispensar medicamentos, al menos hasta 1858. Los cirujanos realizaban operaciones, solucionaban fracturas, actuaban en los casos de accidentes, etc. y eran considerados artesanos cualificados en los que se valoraba la velocidad, destreza y fuerza física con la que desarrollaban sus conocimientos y habilidades prácticas. Parece claro que era más fácil convertirse en cirujano que en médico debido a la diferencia que existía en el coste económico de ambos aprendizajes: en 1800, había 8000 miembros en el Real Colegio de Cirujanos y 179 médicos universitarios. Durante los primeros 50 años del siglo xix, este sistema de aprendizaje al lado de una maestro se mantuvo para los cirujanos, apotecarios y cirujanos-apotecarios. Habitualmente estos sanitarios eran hijos de cirujanos y apotecarios, abogados, clérigos o maestros de escuela y, por el contrario, los estudiantes de medicina provenían de familias ricas que podían permitirse pagar la matrícula, libros, cuotas, alojamiento y comida que requerían estos estudios.101 A diferencia de los médicos, a los cirujanos se les permitió ejercer el doble rol de cirujano y boticario, lo que les garantizaba el poder vivir de sus ingresos, que inicialmente presentaban una diferencia sustancial con respecto al de los médicos. En este sentido, el doble rol se consiguió gracias a la Apothecaries Act de 1815, por la que los boticarios fueron autorizados a proporcionar asesoramiento médico y recetar medicamentos por sí mismos. Entre 1815 y 1834, se emitieron más de 6000 licencias de boticario, la mitad de ellos a cirujanos. En este sentido, cabe recordar que en Inglaterra en el siglo xvii se estableció como organización corporativa la Society of Apothecaries y, aunque el territorio de estos sanitarios fue la dispensación de medi101 Peterson, Mildred Jeanne. The Medical Profession in Mid-Victorian London, Berkeley, Los Angeles, London, University of California Press, 1978, pp. 69-74.
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cinas, por el interés público se aceptó que dieran consejo médico a las clases medias y pobres en Inglaterra y Gales integrando, de esta manera, las facetas de la dispensación y prescripción de medicamento.102 Los apotecarios durante el siglo xviii ocuparon la asistencia rural inglesa preparando medicamentos y desarrollando los roles del futuro (general practitioner of medicine). Su formación, que en líneas generales comprendió elementos de Anatomía y Cirugía, y escuchar conferencias sobre cirugía sencilla, medicina y matronería, empezó a parecerse a la de los graduados de medicina universitarios y en la práctica asistencial comenzó a desaparecer la diferencia entre los cirujanos y los apotecarios en los pueblos ingleses.103 The Apothecaries Act de 1815 reconoció que la Society of Apothecaries diera licencias para ejercer en el campo de la medicina y estableció que su formación englobara conocimientos sobre Anatomía, Fisiología, Farmacia, Materia Médica y un periodo de prácticas de medicina en un hospital durante seis meses. El perfil del candidato a mediados del siglo fue el de una persona que disponía de la doble licencia de cirujano y boticario concedidas por la Society of Apothecaries y el College of Surgeons. Las denominaciones de surgeon y de apothecary-surgeon fueron desapareciendo, y se sustituyeron por la de general practitioner (GP).104 Por ello, como afirmaba Edward Shorter, se puede decir que la genealogía del GP entronca con la cirugía y la farmacia más que con la medicina académica o universitaria.105 Los general practitioners encontraron problemas para integrarse en los cuerpos u organizaciones profesionales consolidados con anterioridad principalmente por el rechazo de los médicos universitarios, que les vinculaban con el viejo boticario. El campo asistencial fundamental de estos sanitarios estuvo fuera de los hospitales, en la asistencia ambulatoria de los pueblos y de las ciudades, a diferencia de los médicos y cirujanos más entrenados, que lo hacían en los
Ibid., p. 9. Neville Bonner, Thomas. Becoming a Physician…, pp. 17-23. 104 Ibid., pp. 166-167 y 194-195. 105 Shorter, Edward. «Primary Care», en R. Porter, Medicine Illustrated History, Cambridge, University Press, 1996, pp. 126-132. 102 103
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hospitales centrales y regionales de las urbes y zonas rurales y en sus consultas privadas.106 La investigación médica y la educación en el Reino Unido eran aún relativamente pobres en relación con otros países de Europa occidental como Francia, que fue el centro del continente en la enseñanza e investigación médica clínica. La Medical Act of 1858 intentó estandarizar y unificar la formación, controlar las prácticas de los profesionales de medicina y cirugía y establecer el marco necesario para el desarrollo en el siglo siguiente de la Atención Primaria.107 Aunque no fue hasta 1886 cuando se llegó a materializar su regulación gracias a la publicación de la Medical Acts Amendment Act. Esta legislación supuso un paso muy importante en la organización de la actividad médica y en la consolidación de la figura del GP.108 La información bibliográfica disponible en la actualidad nos permite relacionar el practicante español y el personal auxiliar técnico del médico británico durante el siglo xix. Sin embargo, no hemos encontrado trabajos que puedan aclarar ciertos aspectos todavía pendientes.109 Por eso considero que en próximas investigaciones sería interesante identificar y profundizar en la figura sanitaria británica similar al practicante español, establecer las similitudes o diferencias del GP y la nurse con el practicante y, en su caso, valorar las fuentes disponibles para el estudio comparado del perfil, y modelo de formación y actividad profesional de este personal español y del británico. Una investigación que permitiera en un sentido amplio comparar este tipo de personal francés, británico y español y responder a preguntas todavía pendientes.110 106 Neville Bonner, Thomas. Op. cit., pp. 183-184. Cherry, Steven. «General Practitioners, Hospitals and Medical Services in Rural England: the Esat Anglia Region c. 18001948», en J. L. Barona; C. Steven (eds.), Health and Medicine in Rural Europe (1850-1945), València, Seminari d´Estudis sobre la Ciencia, Universitat de València, 2005, pp. 171-194. 107 Peterson, Mildred Jeanne. The Medical Profession in Mid-Victorian London…, pp. 30-40. 108 Neville Bonner, Thomas. Op. cit., p. 193. 109 En este sentido es de referencia uno de los trabajos más completos sobre el GP realizado en el año 1986. Loudon, Irvine. Medical Care and the General Practitioner, 17501850, Oxford, Clarendon Press, 1986. 110 Un estudio comparado de Zaragoza y Leeds como el que planteamos en 2015 puede ser la investigación que resuelva buena parte de estas dudas. Sin duda, el equivalente de la ciudad de estudio en el caso de Francia sería Burdeos.
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Con los datos disponibles, se puede decir que las figuras del officier de santé y apothecary-surgeon desaparecieron o se transformaron con la reorganización sanitaria de sus correspondientes países, entroncándose en la genealogía de la profesión médica; sin embargo, la figura del practicante español (con sus diferentes nombres previos) se mantuvo en este proceso y permaneció mucho más en el tiempo hasta formar parte de la genealogía de la enfermería española. Lo que parece claro es que la creación de las tres titulaciones europeas tuvo como punto en común el objetivo político de solucionar la cobertura de la asistencia sanitaria del país en las zonas rurales con unos sanitarios que dispusieran de una formación más corta y más barata. Mi hipótesis es que, aunque sus roles presentaron legalmente diferencias en cuanto a las competencias reconocidas y a su grado de autonomía profesional, parte de la asistencia sanitaria dada por el practicante español se asemejó a la del officier de santé francés y el general practitioner británico, fundamentalmente en las zonas rurales, ámbito por excelencia de la asistencia del practicante hasta bien entrado el siglo xx. Como se verá a lo largo de este libro, en el contexto de una penosa asistencia sanitaria en el medio rural, el restrictivo rol legal del practicante hispano se desdibujó, desarrollando de hecho competencias no reconocidas como el diagnóstico y tratamiento de ciertos procesos morbosos específicos, lo cual les dotaba de la misma consideración social que la de un «médico de segunda clase», un general practitioner o un officier de santé. El rol hospitalario de la nurse o enfermera británica aparece como la síntesis del conjunto de actividades técnicas y de cuidados que en España estuvo disgregado por género en dos profesiones desde la creación del título de enfermera en 1915 (practicante, hombre y enfermera, mujer) e implicó diferentes roles asistenciales: el técnico, ejercido por los practicantes, y el de los cuidados, por la enfermera. Por otro lado, el rol del practicante español implicaba actividades de prevención contra ciertas enfermedades que la enfermera rural inglesa empezó a realizar a finales del siglo xix. En este sentido y de manera general, creo que la enfermera británica aunó el rol del practicante y la enfermera españoles en los distintos ámbitos asistenciales de la ciudad (hospital y asistencia ambulatoria como auxiliar del 89
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médico/cirujano), así como parte de las funciones realizadas por el practicante en las zonas rurales, donde la nurse muy probablemente trabajó en colaboración con el GP, en su doble rol de cuidadora y técnica sanitaria. Por tanto, parece obvio que sus funciones también fueron dependientes de la presencia o no de un sanitario de superior categoría en la escala profesional como fue el caso del practicante español.
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Capítulo 2 EL PROCESO DE INSTITUCIÓN LEGAL DE LA TITULACIÓN DE PRACTICANTE Comenzando por la Ley de Instrucción Pública de 1857, en este capítulo he realizado un recorrido histórico por la legislación que reguló la enseñanza y el ejercicio de los practicantes con el objeto de analizar la institucionalización de esta profesión del practicante y obtener una primera imagen del papel que el Estado desempeñó en el proceso de su profesionalización. Este punto de partida, desarrollado en las próximas páginas de este libro, me ha permitido enfrentar, a través de la revisión de otras fuentes en capítulos posteriores, el discurso oficial o normativo con otros hechos y fenómenos relacionados con la práctica laboral desempeñada por los practicantes.1
La Ley de Instrucción Pública de 1857 Repercusiones educativas y en las profesiones sanitarias La Ley Moyano a través de sus 307 artículos y 7 disposiciones transitorias fijó los diferentes niveles de la enseñanza en España y organizó las profesiones sanitarias médicas y las llamadas carreras auxiliares de la medicina. Varios autores coinciden en su enfoque moderado por la gratuidad únicamente de la docencia primaria, por la financiación y configuración desigual de la enseñanza y por la centralización, uniformidad, libertad y secularización limitada de la misma. Es decir, el estar enmarcada dentro de un contexto liberal de sesgo tradicionalista y clasicista propició un sistema educativo más
1 El marco normativo general que reguló la práctica laboral del practicante en España durante el periodo de esta investigación se ha desarrollado, además, en la introducción de este libro y ha sido ampliado posteriormente en el apartado correspondiente para cada ámbito asistencial estudiado.
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propio de una sociedad estamental.2 Los estudiantes recibirían un trato diferente según su origen social, configurándose «… una red de escolarización con una enseñanza primaria de carácter “terminal”…» y una segunda enseñanza preparatoria para la universidad y reservada para una élite de clases medias y altas.3 Además, este sistema educativo presentó un claro sesgo de género de acuerdo a la división sexual del trabajo ya que la instrucción para la mujer se estableció como obligatoria para las niñas, pero con un currículum educativo distinto al de los niños. Unas variaciones curriculares con características propias de una sociedad patriarcal que provocaron una educación sesgada para el sexo femenino ya que, mientras a los hombres se les preparaba para el mundo laboral, a la mujer se le educaba para su misión en el hogar, sin contemplar su instrucción secundaria, universitaria o profesional más allá del magisterio.4 En general, a pesar del impacto positivo de la Ley Moyano al sentar las bases de un sistema de instrucción pública para una nación contemporánea, algunas de sus metas tardaron más de cincuenta años en ser cumplidas, y otras no se alcanzaron ni después de un siglo entero.5 Por un lado, codificó el sistema educativo y resultó funcional en cuanto a estructura, pero por otro, no consiguió un gran desarrollo de la educación, ya que se produjo un descenso lento del analfabetismo en España influenciado, además, por otros factores económicos, sociales y políticos.6 En 1900, medio siglo después de su puesta en marcha, la mitad de los españoles no sabía leer, siendo dicha carencia 2 Sevilla Merino, Diego. «La Ley Moyano y el desarrollo de la educación en España», Ethos Educativo, 40 (2007), pp. 116 y 119. 3 Traverso Ruiz, Francisco M. «Dos siglos de políticas educativas en España: La ley Moyano en la encrucijada», Anuario de investigaciones de los miembros de la Asociación de Profesores de Geografía e Historia de Bachillerato de Andalucía “Hésperides”, 16 (2008), p. 328. 4 Scanlon, Geraldine. «La mujer y la instrucción pública: de la Ley Moyano a la II República», Historia de la Educación: Revista Interuniversitaria, 6 (1987), pp. 194-195. 5 Ruiz Berrio, Julio. «El sistema educativo español: de las Cortes de Cádiz a la Ley Moyano», en A. Tiana Ferrer; G. Ossenbach Sauter; F. Sanz Fernández (coord.), Historia de la Educación (Edad Contemporánea), Madrid, Universidad Nacional de Educación a Distancia, 2002, pp. 103-104. 6 Escolano Benito, Agustín. «Claudio Moyano y la Ley de Instrucción Pública de 1857», en L. Vega Gil (coord.), Moderantismo y educación en España. Estudios en torno a la Ley Moyano, Zamora, Instituto Florián de Ocampo, 1995, p. 85.
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un importante inconveniente para alcanzar una mejora económica y social de la población adulta.7 En España, al principio del siglo xx faltaban todavía 10 000 escuelas de las propuestas, quedaban por establecer las de sordo-mudos y ciegos y había gran escasez de maestros y muchos niños sin escolarizar. Para las autoridades estatales, la enseñanza primaria se convirtió en la parcela más descuidada de la instrucción en beneficio de la superior por la que sí realizaron una decida apuesta.8 De igual manera, este texto legislativo tampoco consiguió un compromiso nacional de los gobiernos con la educación, ya que se desinhibieron de los problemas de la enseñanza hasta la llegada de la Segunda República. La educación presentó una situación de pobre desarrollo que para Manuel Puelles era la consecuencia de un Estado español débil con una clase media endeble, una clase hegemónica escasamente interesada por la cultura y una Iglesia prepotente.9 En síntesis, Agustín Escolano concluye que «… nuestra revolución liberal en materia de educación, como en otros ámbitos, fue en buena medida una revolución frustrada o al menos que no logró unos niveles de implantación social y de modernización adecuados a la altura de su tiempo y las exigencias que un liberalismo auténtico habría comportado…».10 En lo relativo a las profesiones sanitarias en particular, ya he mencionado la unificación efectiva de la enseñanza y las titulaciones médicas dentro de un modelo estatal y centralista de universidad. Al fijarse la estructura básica de la enseñanza universitaria española, se estableció el «nuevo» currículum para la carrera unificada de Medicina y Cirugía, compuesto por los estudios de Lengua y Literatura Griega, Física Experimental, Química, Mineralogía, Botánica, Zoo7 Labrador, Carmen. «El partido conservador y la creación del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes», en P. Álvarez Lázaro (dir.), Cien años de educación en España. En torno a la creación del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, Madrid, Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, 2002, p. 183. 8 Peset, Mariano; Peset, José Luis. La Universidad Española…, 1974, pp. 569-570. 9 Puelles Benítez, Manuel. «Reflexiones sobre la formación del Estado liberal y la construcción del sistema educativo liberal (1834-1857)», en L. Vega Gil (coord.), Moderantismo y educación en España…, 1995, pp. 59-61. 10 Escolano Benito, Agustín. «Claudio Moyano y la Ley de Instrucción Pública de 1857…», en L. Vega Gil (coord.), Moderantismo y educación en España…, 1995, p. 85.
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logía, Geología, Aplicación de la Física, Química e Historia Natural a la Medicina, Anatomía, Fisiología, Higiene, Patología, Terapéutica, Materia Médica, Obstetricia, Operaciones quirúrgicas, Clínica, Medicina Legal y Toxicología. Un currículum que, aunque algo ampliado en la Facultad de Madrid, en palabras de Albarracín Teulón respondió «… a una formación eminentemente clínica que tendía a facultar al estudiante para el ejercicio profesional desde un punto de vista asistencial y preventivo, pero que se mantenía al margen de la investigación de laboratorio...».11 De esta manera, España se situaba lejos de las reformas metodológicas francesa y alemana iniciadas a finales del siglo xviii y principios del xix en las que se potenciaba la enseñanza de una medicina eminentemente práctica y clínica, y científica y de investigación. Por otra parte y en relación con la unificación de las profesiones subalternas, la supresión de la enseñanza de cirujano menor o ministrante en el artículo 40 hizo explícito que un reglamento posterior determinaría los conocimientos prácticos que se exigirían a los que aspirasen al título de practicante, dando lugar a su creación oficial. A este respecto se publicaron las reflexiones de Raimundo Sanfrutos, secretario de redacción del El Siglo Médico, que presagiaban las ideas que serían compartidas y aunarían a una buena parte del colectivo médico: … He aquí otra cosa buena que descubrimos en la ley. Desaparece según ella esta clase (ministrante), haciendo lugar a otra cuyo establecimiento hemos pedido en ocasiones distintas. Para auxiliar a los médicos en la aplicación de tópicos, en la ejecución de las sangrías, aplicación de sanguijuelas, etc., bastan unos practicantes o enfermeros que no gocen de atribuciones propias, que hayan de obrar necesariamente por mandato de profesor autorizado. Y estos practicantes no deben asistir a cátedras ni cosa que lo parezca: basta que hayan tenido alguna práctica en un hospital o bajo la dirección de un médico. Una cartilla en 8º de 100 páginas debe constituir toda su biblioteca, y la formación de esa cartilla debería encomendarse por el Gobierno a persona que supiera hacerla con sujeción al pensamiento
11 Albarracín Teulón, Agustín. «La Facultad de Medicina de Madrid…», en J. Danón (coord.), La enseñanza de la Medicina…, 1998, p. 41.
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La difícil consolidación de los estudios de practicante Los primeros pasos de la titulación (1860-1865) Cuatro años después de la creación oficial de la titulación de practicante en cirugía menor dando cumplimiento al artículo 40 de la Ley de Instrucción Pública, se publicó la R. O. del 26 de junio de 1860, que recogió los estudios prácticos que se exigirían a los aspirantes al mencionado título mientras se confeccionaba el reglamento propio y específico. Estos estudios prácticos incluían conocimientos sobre el arte de los vendajes y apósitos más sencillos y comunes en la cirugía menor, cómo hacer las curas con la aplicación de varias sustancias blandas, líquidas y gaseosas, el arte de practicar sangrías generales y locales, la vacunación, la perforación de las orejas, escarificaciones y ventosas, la aplicación al cutis de tópicos irritantes, exutorios y cauterios y el arte de dentista y de la pedicura. También, se reguló el modo de hacer los estudios ya que los aspirantes debían acreditar haber cursado dichos estudios con matrícula previa y haber servido de practicantes por espacio de dos años en un hospital que no bajase de sesenta camas y que estuvieran ocupadas habitualmente por más de cuarenta enfermos. Estos aspirantes sufrirían un examen práctico de las materias, cuya duración no bajaría de una hora, ante un tribunal compuesto por tres catedráticos: uno de número y dos supernumerarios de las facultades de Medicina. A los alumnos que en ese momento aspirasen a este título por estudios anteriores, les bastaba con acreditar haber cursado los expresados estudios como oyentes durante dos cursos en las facultades de Medicina y haber servido como practicantes en los hospitales de las clínicas o en otros del mismo pueblo dos años al menos.13 12 13
Sanfrutos, Raimundo. El Siglo Médico 1857, 20 de septiembre; 4 (194): 298. R. O. del 26 de junio de 1860. Gaceta de Madrid 1860, 4 de julio; 186: 1.
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Al año siguiente salió a la luz el primer Reglamento para la enseñanza de practicantes y matronas, constituido por tres títulos con sus correspondientes capítulos, 51 artículos y una disposición transitoria. Se publicó dando cumplimiento a los artículos 40 y 41 de la Ley Moyano y recogió los establecimientos donde se autorizaba la enseñanza, el gobierno de esta y los profesores que la habrían de dar. Las ciudades que quedaron autorizadas para la enseñanza de practicantes y matronas fueron Madrid, Barcelona, Santiago, Sevilla, Valencia y Valladolid. Zaragoza no se contempló entre estas ciudades por la situación que en esos momentos sufría su Facultad de Medicina, centro donde se verificarían los exámenes de reválida, como veremos posteriormente. La enseñanza se impartiría en todos los hospitales públicos, ya fueran provinciales, municipales o de otra clase, que no bajasen de sesenta camas, habitualmente ocupadas por más de cuarenta enfermos. En las mismas poblaciones se podía llevar a cabo dar la enseñanza de parteras o matronas en las casas de maternidad o en los hospitales donde hubiera sala de partos. En consonancia con las funciones esenciales de este nuevo titulado, el profesor encargado de la docencia a los practicantes sería un facultativo primero o segundo del escalafón de esos hospitales, preferentemente encargado de la parte quirúrgica. Para ser admitido como alumno de practicante, además de contar con 16 años se debía tener aprobadas las materias que comprendían la primera enseñanza elemental completa, las cuales distaron notablemente de las requeridas a los cirujanos-sangradores de 1827.14 Este examen habría de verificarse en la escuela normal de maestros ante dos profesores y el regente de la escuela práctica. Asimismo se regularon las condiciones y modo de hacer los estudios por parte de los alumnos para la obtención del título de practicante y de matrona. Las dos enseñanzas constarían de cuatro semestres mínimo, comenzando desde el 1 de octubre con lecciones diarias de hora y media. En el primer semestre adquirirían ideas y nociones preliminares, en los dos 14 Los estudios preliminares que se exigieron a los cirujanos sangradores fueron saber leer, escribir, las cuatro reglas de sumar, restar, multiplicar y dividir y gramática castellana. Méndez Álvaro, Francisco. Defensa de la clase médica…, p. 40.
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siguientes las desarrollarían por medio de estudios teórico-prácticos y en el cuarto, repasarían y perfeccionarían todos los conocimientos anteriores. Las materias de los estudios teórico-prácticos que debían cursar los aspirantes al título de practicante fueron nociones de la Anatomía exterior del cuerpo humano, especialmente, la de las extremidades y de las mandíbulas, el arte de los vendajes y apósitos más sencillos y comunes en las operaciones menores, medios de contener los flujos de sangre y precaver los accidentes que en estas pudieran ocurrir, las curas mediante la aplicación de sustancias blandas, líquidas y gaseosas, el modo de aplicar al cutis tópicos irritantes, exutorios y cauterios, vacunación, perforación de las orejas, escarificaciones, ventosas y manera de sajarlas, sangrías generales y locales y el arte del dentista y del callista. Simultáneamente a estos estudios teóricos de asistencia obligatoria y bajo la dirección del mismo profesor, los aspirantes debían realizar prácticas hospitalarias para adquirir la certificación del director del establecimiento de haber desempeñado allí el servicio de practicante a satisfacción de los jefes, en calidad de aparatista o ayudante de aparato.15 Estas prácticas eran requisito indispensable para ser admitido al ejercicio final de reválida tras haber cursado y aprobado los cuatro semestres de la enseñanza. Este examen teórico-práctico de habilitación tenía una duración de una hora y trataba sobre todas y cada una de las materias objeto de los estudios. Una vez superado, el título de practicante autorizaba solamente para ejercer la parte meramente mecánica y subalterna de la cirugía.16 Con respecto a este primer reglamento, encontramos en El Siglo Médico las buenas críticas realizadas por algunos médicos, como Francisco Méndez Álvaro en su artículo titulado «Practicantes y matronas». En él significó la repercusión positiva que estas titulaciones podrían producir para la unidad de la profesión médica, resultando 15 El aparatista o ayudante de aparato era el encargado del instrumental y los aparatos de toda la sección hospitalaria, practicar las curas diarias y de cirugía menor, preparar apósitos y vendajes y asistir en las operaciones de mayores para proporcionar los auxilios que fuesen necesarios. 16 Reglamento para la enseñanza de practicantes y matronas del 21 de noviembre de 1861. Gaceta de Madrid 1861, 28 de noviembre, 332:1.
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innecesaria la creación de otra carrera más corta para las poblaciones pequeñas. Sin embargo, no dejó de advertir lo conveniente de evitar las posibles extralimitaciones de las dos nuevas clases y a los profesores encargados de su enseñanza, del límite que comprendían. Por ello defendió que a estos sanitarios se les instruyera «… nada más que en aquello que han de entender y practicar …», para lo cual propuso la confección de una cartilla con nociones precisas, lenguaje vulgar y claro y libre de tecnicismos. Las ampliaciones de sus estudios y atribuciones las calificó de «… peligro gravísimo para la humanidad, daño para la ciencia y mengua de la profesión (médica)…».17 Pocos años después de la puesta en marcha del reglamento,18 la obligación de que las prácticas en estos estudios fueran simultáneas con la enseñanza teórica fue modificada por la R. O. del 22 de enero de 1865, texto legislativo que encuentro referenciado en el anuncio de la apertura de la matrícula de marzo para la enseñanza de practicantes hecha por la secretaria de la Universidad Central. Esta Real Orden estableció que aquellas debían durar un año, al menos, si el alumno las realizaba después de terminar el estudio de los cuatro semestres, o dos años, si las realizaba simultáneamente con los conocimientos teóricos. Se flexibilizó la forma de realizar las prácticas pero igualmente se contempló la obligación de acreditar dicho periodo para el acceso al examen final de graduación.19 Un año más tarde y para conseguir su cumplimiento efectivo, el Ministerio de Fomento comunicó al de Gobernación que debía adoptar las medidas oportunas a fin de que no se admitieran en los hospitales en calidad de practicantes de 17 Méndez Álvaro, Francisco. «Algunas consideraciones sobre puntos relativos a la enseñanza médica». El Siglo Médico 1861, 28 de julio, 8 (395): 465-467; «Practicantes y Matronas». El Siglo Médico 1861, 1 de diciembre, 8 (413): 765. 18 Para la regulación de los estudios de practicante se publicaron también la R. O. del 24 de noviembre de 1864 y la del 10 de marzo de 1865, que no he logrado localizar en la revisión que he realizado pero que se encuentran referenciadas en Martínez Martínez, Sebastián. Recopilación de los Reglamentos…, 1902, p. 1; Domínguez-Alcón, Carmen. Los cuidados y la profesión enfermera…, p. 98. 19 Referenciada en la Gaceta de Madrid 1865, 3 de marzo, 62: 3. Particularmente no la he localizado en la Gaceta de Madrid pero puede ser que esta R. O. se corresponda con una referida en El Siglo Médico que anulaba los textos legislativos del 30 de enero y 6 de abril de 1864, y de la cual se lamentaba que no fuera a llegar a los interesados por su falta de publicación en la Gaceta. El Siglo Médico 1865, 19 de febrero, 12 (581): 127.
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número más que a los que estuvieran cursando o hubieran concluido los estudios necesarios para obtener título de practicante.20
La supresión y restauración de los estudios (1866-1868) Desde el nacimiento de la titulación de practicante, este sanitario y la matrona se convirtieron en objeto de polémica para el sector médico conservador que consideró innecesaria la existencia de este tipo de profesionales. Todo ello provocó que en 1866 se suprimieran ambas titulaciones a instancia de la propuesta hecha por los doctores Martínez de Herrera y Ortiz de Zárate en el Congreso. En ella plantearon la necesidad urgente de suprimirlas proponiendo su sustitución por una carrera de médico-cirujano subalterno. El gobierno, tomando en consideración las pretensiones y deseos del colectivo médico, suprimió la titulación de practicante y a su vez puso en marcha un nuevo plan para las facultades de Medicina y de Farmacia. En lo referente al sanitario que nos ocupa, se puntualizó que los que hubiesen comenzado la carrera podrían continuarla con sujeción a un reglamento que regularía los estudios y exámenes que deberían realizar los cirujanos de las distintas clases existentes para obtener el título de «facultativo de segunda clase», que se reintroducía en este texto legislativo con carácter de Real Decreto (artículo 5). Con la recuperación de este facultativo, el ministro de Fomento Manuel de Orovio, además de intentar solucionar la demanda de asistencia facultativa en los pueblos de España, puso en ejecución el artículo 39 de la Ley de Instrucción Pública. Este profesional de formación más corta, profesor de las Ciencias Médicas inferior al licenciado, podría ejercer libremente la asistencia facultativa en todos los territorios españoles. Los requisitos para ingresar en esta carrera fueron haber estudiado dos años del segundo periodo de la segunda enseñanza simultaneando la asignatura de Nociones de la Historia Natural que correspondía a tercero. Una vez aprobados estos 20
R. O. del 28 de mayo de 1866. Gaceta de Madrid 1866, 2 de junio, 153: 1.
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conocimientos previos o exhibiendo el título de bachiller en Artes, el alumno debería acreditar haber cumplido 17 años y buena conducta. De este modo, podría formalizar la matrícula del primer año de Medicina y proseguir sus estudios en la forma determinada por este decreto para el bachiller en Medicina. Probados los cuatro años de formación y previa realización de los ejercicios teóricos-prácticos que el reglamento determinase, el alumno podría recibir el título de «facultativo de segunda clase» (artículos 6.º-7.º).21 Al año siguiente, para solventar el asunto de la nivelación se establecieron los estudios y exámenes que debían realizar los distintos cirujanos, ministrantes y practicantes para conseguir este título. Además, con este mismo propósito se dictaron las normas para que pudieran reconvertir en oficiales los títulos de aquellos profesores que conservaban el de doctor en Ciencias Médicas por el plan de estudios de 1843, el de licenciado en Medicina y Cirugía por la legislación de 1827, el de licenciado y doctor en Medicina de las antiguas universidades y el de licenciado y doctor en Cirugía Médica. Se estableció que todos eran admisibles a la licenciatura y al doctorado en la Facultad de Medicina. Me centraré en los estudios exigidos a los practicantes y a los ministrantes y prácticos en el arte del curar, ya que considero estas dos últimas titulaciones parte de la genealogía del sanitario que centra el interés de este libro. Durante los dos años de formación para alcanzar el título de «facultativo de segunda clase», el práctico debía cursar y aprobar las materias de Psicología, Ampliación de la Física, Química General e Historia Natural y Nociones de Geología en un primer año, y Patología General, Clínica de la Patología General, Elementos de Higiene Pública, Enfermedades Especiales de la Mujer y de los Niños y su Clínica, y Elementos de Toxicología en un segundo. Por su parte, los practicantes y ministrantes durante los cinco años académicos cursarían Psicología, Aritmética, Álgebra hasta las ecuaciones de segundo grado inclusive y Principios de Geometría, Lógica, Física y Nociones de Química, Nociones de Historia Natural (primer año); Anatomía descriptiva, Elementos de Anatomía General, Ampliación R. D. del 7 de noviembre de 1866. Gaceta de Madrid 1866, 8 de noviembre, 312: 1-2.
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de Física, Historia Natural y Nociones de Zoología, Química General y Disección, desde el 1 de noviembre a fin de mayo (segundo año); Elementos de Fisiología, Elementos de Patología General y de Anatomía Patológica, Clínica General, Elementos de Higiene Privada y Pública y Ejercicios de Disección, desde el 1 de noviembre a fin de marzo (tercer año); Elementos de Terapéutica y de Farmacología, Arte de Recetar, Patología Quirúrgica, Operaciones, Apósitos y Vendajes (cuarto año); Patología Médica, Clínica Médica con la Introducción a su Estudio, Obstetricia, Enfermedades Especiales de la Mujer y de los Niños, Clínica de esta asignatura y Elementos de Medicina Legal y de Toxicología (quinto año). Los ejercicios para optar al título de «facultativo de segunda clase» se verificarían en las facultades de Medicina mediante un ejercicio teórico y otro práctico. El ejercicio teórico consistía en preguntas sobre las diversas asignaturas de la facultad de segunda clase y el práctico en la exposición de un caso clínico de medicina o de cirugía y en la ejecución de una operación quirúrgica en un cadáver (artículos 24-25).22 El plan de Orovio tuvo una vigencia muy corta ya que en 1868, en el contexto del levantamiento revolucionario español que supuso el destronamiento de la reina Isabel II y el inicio del período denominado Sexenio Democrático, se promulgó el Decreto del 21 de octubre de 1868.23 Con él, el nuevo ministro de Fomento del gobierno provisional, Manuel Ruiz Zorrilla, declaró la libertad de enseñanza, regulando su ejercicio y reorganizando la enseñanza en las facultades tras la supresión, días antes, de todos los principios concedidos a las sociedades religiosas en materia educativa.24 En sus artículos 5.º y 6.º declaró la enseñanza libre en todos sus grados y cualquiera que fuera su clase, quedando todos los españoles autorizados para fundar establecimientos de enseñanza. A través de sus veintitrés artículos otorgó libertad académica al alumno y al profesor, y se inició un intento de descentralización de la enseñanza. R. D. del 20 de febrero de 1867. Gaceta de Madrid 1867, 21 de febrero, 52: 1. Decreto del 21 de octubre de 1868. Gaceta de Madrid 1868, 22 de octubre, suplemento: 15-17. 24 Decreto del 14 de octubre de 1868. Gaceta de Madrid 1868, 15 de octubre, 289: 4-5. 22 23
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Se derogaron los decretos publicados durante los años 1866 y 1867 sobre profesorado, segunda enseñanza y facultades,25 y se restableció la Ley Moyano en lo que no se oponía a las disposiciones o planteamientos educativos que se contemplaban en el nuevo contexto educativo. En el preámbulo del decreto, Zorrilla criticó la censura de los decretos anteriores y el monopolio de la enseñanza hecho por el Estado como unos de los obstáculos más resistentes para la generalización de las nuevas ideas de la ciencia. La creación de escuelas libres que compartieran con los establecimientos públicos la tarea de enseñar favorecería una competencia útil para estimular a los maestros a un mejor ejercicio de su trabajo. El ideal se situaba en la supresión de la enseñanza pública, pero Zorrilla consideraba que en ese momento España no estaba preparada para ello y estimó que debía conservarse armonizándola con la privada de modo que, sin dificultarse ni limitarse mutuamente, concurrieran ambas en satisfacer las necesidades intelectuales de la nación. A los alumnos se les eximió de la obligación de asistir a las lecciones impartidas para ser admitidos al examen de las asignaturas en que se hubiesen matriculado y de estudiar un número determinado de años, sino que simplemente debían superar las asignaturas que fijaban las leyes (artículo 11). Las graduaciones se obtendrían mediante un examen, pudiendo suspenderlo o aprobarlo exclusivamente debido a la supresión de las calificaciones. Los profesores tuvieron mayor libertad de cátedra gracias al reconocimiento de su neutralidad política y religiosa, la autonomía en la utilización de los libros de textos y del método de enseñanza y la exención de tener que presentar el programa de su asignatura (artículos 13, 16 y 17). En el ámbito organizativo se produjo la descentralización de la enseñanza con la autorización a las diputaciones y ayuntamientos de poder 25 Estas derogaciones se corresponden con el Decreto del 9 de octubre de 1866 sobre la organización de la segunda enseñanza de la Facultad de Filosofía y Letras y la de Derecho; el del 24 de octubre de 1866 que organizó la Facultad de Ciencias y fijó los estudios necesarios para el ingreso en las escuelas industriales y en las de ingenieros de caminos, canales y puertos, de minas y de montes; los del 7 de noviembre de 1866 sobre las facultades de Medicina y de Farmacia; el de 22 de enero de 1867 sobre el profesorado y el del 19 de julio de 1867 sobre el personal facultativo de las universidades.
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fundar y sostener establecimientos de enseñanza (cátedras, universidades, facultades, escuelas de primera enseñanza…) con sus propios fondos (artículo 12). Dos pasos más en este proceso fueron el acceso del profesorado ahora por el sistema de oposición pública, dejando de ser por designación gubernamental, y que los títulos académicos, incluido el doctorado, podían verificarse y expedirse en cualquier universidad estatal quedando los rectores como jefes absolutos del distrito universitario. Esta libertad de enseñanza, que se iría articulando con textos legales posteriores, pronto fue modulada con la entrada en el gobierno de José Echegaray como ministro de Fomento. Con el objeto de no caer en irregularidades y abusos por su mala aplicación, inició una regulación y limitación del uso de esta libertad sin romper con los principios teóricos de partida.26 El esquema básico de universidad que configuró este texto legal se mantuvo hasta la Restauración, aun cuando sufrió numerosos retoques a lo largo del Sexenio, en ocasiones contradictorios.27 En lo relativo a las profesiones sanitarias facultativas, ya he mencionado que, no sin dificultades, la libertad de enseñanza terminó con el grave problema de la «nivelación» de los títulos profesionales. En cuanto a las titulaciones auxiliares, se derogaron los estudios que 26 La Circular del 14 de septiembre de 1869 dictó varias disposiciones relativas a los efectos legales de la enseñanza en los establecimientos libres creados con arreglo al Decreto de 14 de enero del mismo año. Gaceta de Madrid 1869, 17 de septiembre, 260: 1; el Decreto-Ley del 28 de septiembre de 1869 dictó las reglas para la validez de los estudios de asignaturas y de grados de bachiller aprobados en los establecimientos libres de enseñanza sostenidos por las diputaciones y ayuntamientos. Declaró válidos los estudios realizados en establecimientos libres para el ejercicio privado de las profesiones pero no para los servicios oficiales mientras no fuesen rehabilitados en las universidades del Estado. Gaceta de Madrid 1869, 20 de octubre, 293: 1; A partir de aquí salieron a luz una variada serie de disposiciones para llevar este Decreto-Ley. Para su estudio véase: Trigueros Gordillo, Guadalupe. La Universidad de Sevilla durante el Sexenio Revolucionario, Sevilla, Universidad de Sevilla, 1998, nota al pie número 27, p. 72. El Decreto-Ley del 6 de mayo de 1870 estableció las reglas sobre la forma en que había de verificar los exámenes y grados en los establecimientos públicos de enseñanza y organizó los jurados para los mismos. Gaceta de Madrid 1870, 11 de mayo, 131: 1. 27 Rodríguez Ocaña, Esteban; Rosado Camacho, Esther; Moreno Rodríguez, Rosa María. «La polémica en torno a la ley de libertad de enseñanza en España, vista a través del periodismo médico (1861-1874)», Dynamis, 5-6 (1985-1986), p. 248.
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debían hacer los practicantes, ministrantes y demás clases de cirujanos para alcanzar el título de «facultativo de segunda clase»,28 que había sido suprimido con el decreto que inauguró la libertad de enseñanza en España.29 Se recuperó la enseñanza y titulación de practicante de acuerdo al Reglamento del 21 de noviembre de 1861, puntualizando que sus alumnos disfrutarían de las ventajas que les concedía la libertad de enseñanza en cuanto al modo de hacer los estudios.30 Estas ventajas se desgranaron en poder verificar el examen de la primera enseñanza en cualquier establecimiento oficial cuya enseñanza incluyese todas las asignaturas de instrucción primaria que se les requería. Los alumnos que estudiaran por libre no estarían obligados a pagar más que los derechos de examen y título sin que los profesores que daban la enseñanza de carácter de oficial en los hospitales pudieran exigirles la retribución mensual que tenían derecho a cobrar solo de sus propios discípulos. Y, finalmente, tampoco debían presentar el certificado de prácticas ya que serían sustituidas por una prueba en el examen de la reválida.31 La facilidad dada por la ley de libertad de enseñanza para la realización de estos estudios, que implicó no tener que explicar dónde, cómo, con quién, ni en cuánto tiempo se habían estudiado las materias, supuso una importante inflación en los títulos de practicante. Agustín Albarracín Teulón, citando de nuevo la denuncia que hizo El Siglo Médico respecto al balance de esta ley, apunta a que el número de practicantes se duplicó rápidamente durante sus tres primeros años. Asimismo, el autor expone la problemática en torno a las ti-
28 Decreto del 27 de octubre de 1868, que derogó el del 20 de febrero de 1867. Gaceta de Madrid 1868, 28 de octubre, 302: 2. 29 Sin embargo, se autorizó la continuación de su estudio a aquellos que se encontrasen matriculados o hubieran aprobado o cursado algún curso, y se estableció el modo y materias pertinentes. Decreto del 27 de octubre de 1868. Gaceta de Madrid 1868, 29 de octubre, 303: 8. 30 Decreto del 27 de octubre de 1868. Gaceta de Madrid 1868, 29 de octubre, 303: 7. 31 AHUZ, Leg. 16-A-3-2, Medicina: Practicantes. Actas de examen 1902-1908. Solicitudes de examen y traslados de matrícula. Documentos referentes a la enseñanza de practicantes, comunicaciones de la Dirección de Instrucción Pública al rector de la Universidad de Zaragoza haciéndole partícipe de lo establecido en las Órdenes del 29 de diciembre de 1868 y 25 de febrero de 1870.
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tulaciones falsas facilitada por las disposiciones aprobadas sobre la potestad de la expedición de títulos.32 Al finalizar el Sexenio e inmediata ya la Restauración, se pretendieron corregir los principios y disposiciones legales de la primera época con una orientación restrictiva. Para ello se publicaron diferentes textos legislativos que limitaron y condicionaron el uso de esta libertad de enseñanza por los particulares, diputaciones y ayuntamientos.33 Finalmente, la Restauración puso fin a la libertad de enseñanza, cuyas consecuencias, en palabras del regresado primer ministro de Fomento Manuel de Orovio, habían sido «el desconcierto y la anarquía». Unos calificativos que se recogieron en la Circular del 26 de febrero de 1875 enviada a los rectores de las universidades españolas, por la que se les hacía partícipes de los propósitos en materia de instrucción pública del recién estrenado gobierno y se les indicaba las reglas a las que debían ajustar su conducta en el desempeño de su cargo.34 De esta manera, se abría un nuevo periodo en la universidad española en el que el dogma católico, la adhesión al régimen político y la monarquía y el restablecimiento del vigor de la disciplina y el orden en la enseñanza se convirtieron en los ejes centrales del sistema.35
Evolución de los estudios al servicio del monopolio profesional
La pérdida de la asistencia dental (1877) A finales del siglo xix comenzó la restricción de competencias para los practicantes. Al amparo de la legislación educativa vigente, el 11 de enero de 1874 el dentista Cayetano Triviño inauguró un establecimiento de enseñanza libre para dentistas bajo el nombre de Co-
Albarracín Teulón, Agustín. «La titulación médica en España…», 1973, pp. 63-64. Trigueros Gordillo, Guadalupe. La Universidad de Sevilla durante el Sexenio Revolucionario…, p. 72. 34 Circular del 26 de febrero de 1875. Gaceta de Madrid 1875, 27 de febrero, 58: 531-532. 35 Trigueros Gordillo, Guadalupe. Op. cit., pp. 74-81. 32
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legio Español de Dentistas de Madrid.36 A pesar de que esta escuela durante la Primera República no consiguió constituirse como oficial, el gobierno creó la titulación de cirujano-dentista que legitimaba para el tratamiento de las enfermedades de la boca sostenidas por las alteraciones de los dientes y el conjunto de operaciones indispensables para su curación.37 Desde el reconocimiento oficial de esta nueva titulación, diferentes textos legislativos fueron conformando la plena autonomía del arte del dentista que, aun cuando no declararon obligatorio disponer de la titulación para el ejercicio, sí lo limitaron. Los practicantes vieron cómo se les restringía un ámbito asistencial propio ya que sus estudios no se correspondían con los reglamentados. De esta manera, desde 1877 los títulos de practicante no habilitaron para ejercer este arte salvo los derechos adquiridos por los que ya hubiesen iniciado o fuesen a iniciar en ese año académico la carrera.38 Evidentemente, la pérdida de los practicantes del monopolio de una parcela que representaba prácticamente la única competencia autónoma supuso importantes enfrentamientos con los cirujanos-dentistas, que lucharon por el reconocimiento de su profesión y contra el intrusismo de aquellos. A pesar del paso del tiempo, los practicantes siguieron solicitando de los poderes gubernamentales el recuperar la asistencia dental en 1901 y 1924, sin obtener ningún éxito.39 Tras las últimas reformas llevadas a cabo por la Restauración en materia educativa, los estudios de practicante se siguieron cursando en establecimientos oficiales y privados ajustados a la nueva normativa. He localizado referenciada la Orden del 29 de septiembre de 1881 en un documento del AHUZ, en el que se expresó que con ella se «restablece el Reglamento de practicantes».40 Debemos recordar que el reglamento de 1861 ya había sido recuperado en octubre de 1868 Albarracín Teulón, Agustín. «La titulación médica en España…», 1973, p. 66. R. D. del 4 de junio de 1875. Gaceta de Madrid 1875, 5 de junio; 156: 640. 38 R. O. del 6 de octubre de 1877. Gaceta de Madrid 1877, 7 de octubre; 280: 75. 39 R. O. del 25 de octubre de 1901. Anuario legislativo de Instrucción Pública, Madrid, Inspección General de Enseñanza, 1901, pp. 733-734; R. O. del 29 de octubre de 1924. Colección legislativa de Instrucción Pública, Madrid, Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, 1924, pp. 648-649. 40 AHUZ, Leg. 16-E-2-2, Libro de matrícula…, 1869-1884. 36 37
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matizado con las ventajas que concedía la libertad de enseñanza; sin embargo, las prácticas quedaron dispensadas por Orden en diciembre de ese mismo año. Dado que no he logrado recuperar la Orden de 1881 en la revisión realizada, mi hipótesis es que con este texto legislativo se pudo recuperar la obligación del periodo de prácticas contemplado en el mencionado reglamento. En 1883, la enseñanza libre de los estudios de practicante se reguló de acuerdo a las directrices planteadas dentro de un plan íntegro de instrucción pública que pretendió «… solucionar el problema del reconocimiento de los derechos de la enseñanza privada ante el Estado y de las relaciones de ésta con la oficial…».41 Además de la regulación glosada en la nota al pie anterior, he localizado en algunos de los expedientes de este tipo de alumnos de la Facultad de Medicina de Zaragoza referencias a textos legislativos que repercutieron directamente en su enseñanza libre que no he logrado recuperar con la revisión legislativa efectuada.42 Avanzando en este siglo, cinco años más tarde y tras las reivindicaciones de los practicantes desde la recuperación de su titulación en 1868 por la falta de una reglamentación de sus estudios que evitara el intrusismo, el ministro José Canalejas reglamentó las carreras de practicantes y matronas. El nuevo Reglamento del 16 de noviembre de 1888 actualizó la Ley de 1857 y el Reglamento anterior de 1861, y declaró libre la enseñanza de los practicantes. Constituido por 41 Con el R. D. del 22 de noviembre de 1883 se propuso la reforma de los RR. DD. del 4 de junio de 1875 y del 27 de octubre de 1875 relativos a la eficacia de los derechos y libertad de la enseñanza privada. Para dar validez académica a los estudios de practicante realizados de modo libre, expongo algunos de sus artículos más significativos: los aspirantes libres serían sometidos a las mismas pruebas de suficiencia y exámenes que los oficiales y los jurados serían los mismos para los dos tipos de alumnos, siempre que se encontrase establecida oficialmente la enseñanza a la que perteneciesen los estudios privados cuya validez académica trataba de obtenerse. Los programas para esta clase de exámenes serían especiales y estarían redactados bajo la forma de enunciados o temas numerados de las respectivas asignaturas de manera que fuese posible la contestación por escrito de tres de ellos en el espacio de dos horas. Debían abonar los derechos de examen y secretaría devengados de la instrucción de sus expedientes pero no el concepto de matrícula. R. D. del 22 de noviembre de 1883. Gaceta de Madrid 1883, 23 de noviembre, 327: 572-574. 42 R. O. del 17 de enero de 1884; Orden del 8 de marzo de 1884. AHUZ, Leg. 14C-1-4, Medicina: carrera de practicantes. Expedientes instruidos para dar validez académica, 1883-1888.
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catorce artículos, mantuvo las materias básicas de su enseñanza en Anatomía, Vendajes, Apósitos y Cirugía Menor, sin incluir el arte del dentista y, por tanto, deslindando su territorio ocupacional del de estos sanitarios. Además de estas nociones teóricas, los alumnos debían seguir realizando prácticas mediante la asistencia durante dos años escolares a algún hospital público cuyo número de camas no fuera menor de sesenta. Este periodo se realizaría en calidad de ayudante de aparato o aparatista, que se acreditaría mediante un certificado del médico de la enfermería o enfermerías donde hubiesen prestado dicho servicio. Para probar la suficiencia de los futuros practicantes en estos conocimientos prácticos, se constituiría a principios de cada año en las facultades de Medicina sostenidas por el Estado un tribunal nombrado por los rectores respectivos a propuesta de los decanos, compuesto de un catedrático numerario (presidente), un doctor o licenciado cirujano del hospital y un auxiliar o ayudante de la facultad (secretario). El único examen sería oral y práctico sobre las asignaturas de la primera enseñanza elemental, y después sobre todas las materias comprendidas en la carrera. Los que aspiraran a esta reválida, la solicitarían del rector de la universidad donde pretendían sufrir el examen. Las actas de aprobado, firmadas por todos los jueces y el interesado, pasarían con el expediente al rector para que constaran en un registro especial y se elevaran a la Dirección de Instrucción Pública, donde se expediría el título de practicante. Este título de practicante habilitaba para el ejercicio de las pequeñas operaciones comprendidas bajo el nombre de cirugía menor, ejecutadas tras la disposición de un licenciado o doctor. También podrían servir de ayudantes en las grandes operaciones que ejecutasen aquellos profesores, en las curas de los operados y en el uso y aplicación de los remedios que dispusieran para los enfermos que dejasen a su cuidado en el tiempo intermedio de sus visitas. Sin embargo, en ningún caso podrían desempeñar las funciones propias de los doctores o licenciados de facultad.43 43 Reglamento para la enseñanza de practicantes y matronas del 16 de noviembre de 1888. Gaceta de Madrid 1888, 18 de noviembre, 323: 516. Ante el cambio de plan
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El nuevo reglamento igualó los requisitos exigidos para la enseñanza de practicante y matrona, omitiéndose todos los artículos que en el anterior establecían diferencias de género. No especificó nada respecto al sistema de calificaciones ni a la edad mínima exigida para la matriculación, que en el reglamento anterior se situó en los 16 años. Solo el primero de los asuntos se resolvió meses más tarde, estableciendo que seguirían siendo las calificaciones de aprobado y reprobado las otorgadas a los alumnos de la carrera.44 Respecto al segundo aspecto, posiblemente se mantuvo en los 16 años la edad de acceso permitida. En 1895, siete años después de la puesta en marcha de este reglamento, se dispensó a los alumnos de tener que certificar el haber realizado prácticas en un hospital, ya que este periodo se sustituyó por un ejercicio práctico determinado por el tribunal en el examen de reválida.45
La ganancia de la asistencia al parto (1901) A finales del siglo xix, se inició la reforma de los estudios de los practicantes defendida y solicitada por el propio colectivo desde muchos años antes. Según Agustín Albarracín Teulón, el inicio del proceso de revalorización profesional de esta carrera se produjo con la citada R. O. del 24 de mayo de 1895 y su plenitud, con el R. D. del 26 de abril de 1901, ya que supusieron el aumento del nivel en los requisitos previos para el comienzo de los estudios de formación durante la carrera y de ampliación de las competencias profesionales.46
de estudios, el gobierno contempló y autorizó a los alumnos que a fecha de este nuevo Reglamento tuvieran aprobado el primer semestre de las carreras de practicantes o matronas a que continuasen con sus estudios con arreglo al de 1861. R. O. del 22 de enero de 1889. Gaceta de Madrid 1889, 25 de enero, 25: 222. Posteriormente, la R. O. del 13 de junio de 1889 reguló que los tribunales para estos estudiantes se constituyeran en la primera quincena de julio de cada año. Gaceta de Madrid 1889, 22 de junio, 173: 905. 44 Orden del 7 de septiembre de 1894. Anuario legislativo de Instrucción Pública…, 1894, pp. 558-559. 45 R. O. del 24 de mayo de 1895. Gaceta de Madrid 1895, 31 de mayo, 151: 781. 46 Albarracín Teulón, Agustín. «La titulación médica en España…», 1973, p. 75.
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La modificación de los estudios de practicante de 1901 fue resultado de la propuesta del ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, Álvaro Figueroa, ante «la necesidad de modificar la profesión de practicante para adaptarse a los progresos que la Medicina ha realizado en los últimos tiempos». La titulación se amplió con conocimientos relativos a la obstetricia en lo referente a la asistencia al parto normal y la idea general de los primeros auxilios a los intoxicados y asfixiados, «a fin de obtener de ellos resultados beneficiosos y positivos en la práctica». La incorporación de estos conocimientos obstétricos supuso el reconocimiento de una reivindicación histórica por la que habían luchado los ministrantes y sangradores,47 y asimismo por los practicantes de ese momento que, como los de Vizcaya, se asociaban para reivindicar una nueva organización de la carrera: … dándole otro carácter con nuevos conocimientos, tal como hoy reclama la cirugía moderna, ampliando los estudios y concediendo mayores intervenciones, por entender que desaparecieron las prácticas antiguas rutinarias de la cirugía de aquella época, y solicitando se les conceda a los actuales practicantes el derecho a optar al título de comadrón como se concede a las comadronas, y cambiando el título actual de practicante por el de cirujano auxiliar o de segunda clase, para que de esta manera tengan más representación social y sean más respetados por todos, después de pagar los tributos que la nueva ley les exija.48
Desde 1901, los estudios de practicante quedaron estructurados en dos años. El primero incluyó los conocimientos relativos a la Anatomía del Exterior, Cuadrículas Topográficas y Usos de los Órganos, Apósitos y Vendajes, y Elementos de Materia Médica en lo que se refería, principalmente, a la medicación tópica. En el segundo año, Operatoria de Cirugía Menor, Nociones de Obstetricia en lo Relativo a la Asistencia al Parto Normal, e Idea General de los Primeros Auxilios a los Intoxicados y Asfixiados. Se recuperó el examen previo 47 Uno de los trabajos clásicos sobre el proceso de profesionalización de las matronas y el proceso de masculinización de la asistencia a los partos centrado en Inglaterra es Towler, Jean; Bramall, Joan. Comadronas en la historia y en la sociedad, Barcelona, Masson, 2000. 48 El Siglo Médico 1901, 21 de abril, 2469: 254.
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de la primera enseñanza como requisito de ingreso en la carrera y la obligación de realizar prácticas de hospital durante los dos años de la carrera. El examen para la obtención del título siguió siendo un ejercicio teórico-práctico que, al igual que el resto de los exámenes, se verificaría en las facultades de Medicina.49 En enero de 1902 y ante las numerosas protestas del colectivo matronal ante la nueva competencia de los practicantes en la asistencia al parto normal, los poderes públicos restringieron su ámbito de actuación a las poblaciones con menos de 10 000 habitantes. Una normativa que no solucionaba el problema de las matronas, pues los practicantes seguían actuando en las zonas rurales donde se concentraba el grueso de la población española de ese momento. Se ratificó la enseñanza de practicantes como no oficial, con una duración de dos años con prácticas, y los títulos de practicante se pasaron a denominar de practicante autorizados para la asistencia a partos normales. También se publicaron las condiciones que debían reunir todos aquellos practicantes que desearan obtener el nuevo título, que se fijaron en un examen sobre Anatomía de la Pelvis, Elementos de Materia Médica, Idea General de los Primeros Auxilios a los Intoxicados y Asfixiados y Nociones de Obstetricia en lo Referente a la Asistencia al Parto Normal y la acreditación de haber asistido y practicado un año en un hospital la especialidad de partos.50 Finalmente, en marzo de 1902 se recogieron y dieron forma definitiva a las reglas necesarias para la aplicación de los últimos y significativos cambios de la carrera. Se estableció en dieciséis años la edad mínima de acceso, el aumento de nivel para la incorporación a los estudios quedó patente al exigir tener aprobados los conocimientos referentes a la primera enseñanza superior en un instituto general y 49 R. D. del 26 de abril de 1901. Gaceta de Madrid 1901, 27 de abril, 117: 393. Posteriormente, se publicó la R. O. del 27 de mayo de 1901, por la que se dispuso que el R. D. de abril fuese aplicado desde el curso académico siguiente, 1901-1902. Gaceta de Madrid 1901, 28 de mayo, 148: 784. 50 R. D. del 31 de enero de 1902. Gaceta de Madrid 1902, 1 de febrero, 32: 488. Posteriormente se aclaró que estos aspirantes se examinarían concretamente de los contenidos recogidos en las lecciones de la 25 a la 29, ambas inclusive, sobre medicina tópica, y de la 47 a la 78, ambas inclusive, sobre obstetricia y primeros auxilios. Martínez Martínez, Sebastián. Recopilación de los Reglamentos…, 1902, p. 15.
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técnico51 y la formación práctica debía acreditarse en cada año de la carrera para poder ser admitido al examen de cada uno de ellos. Para las prácticas de medicina y cirugía, los hospitales podían ser los propios de las facultades de Medicina o cualquier otro que contara con un mínimo de veinte camas y para las obstétricas, cualquier hospital o casa de maternidad que tuviese al menos seis. Una vez superados los dos años, la reválida seguiría constando de un ejercicio teórico-práctico ante un tribunal formado por tres catedráticos de la facultad de Medicina, propuestos por el decano y nombrados por el rector.52 En mayo se terminó de perfilar el nuevo plan de estudios de los practicantes de la mano del colectivo médico que se posicionó del lado del grupo masculino en su enfrentamiento con las matronas. Propusieron, y posteriormente se ratificó, un plan de formación para los practicantes que también incorporó algunos temas con conocimientos técnicos básicos de acuerdo con los avances de la medicina y cirugía y su terapéutica. Sin embargo, del total de setenta y ocho temas, más de un tercio del total del programa desarrollaba materias relacionadas con el embarazo, la asistencia al parto, el recién nacido y la parturienta. De esta manera, como concluye Carmen González Canalejo, «… el resultado fue que mientras una ley restringía el ámbito de actuación de los practicantes, otra muy distinta los instruía para ello».53 Finalmente, el temario de la carrera fue publicado por la Universidad Central formulando las materias que habían de estudiarse en cada año de la carrera. Todas ellas se detallaban por primera vez por temas que especificaban los conocimientos que serían exigidos.54
51 Por el R. D. del 17 de agosto de 1901, se estableció en los institutos los estudios que daban acceso a la enseñanza universitaria y a las carreras técnicas. Así los institutos de segunda enseñanza se denominaron generales y técnicos acorde con su espíritu de una educación de carácter eminentemente técnico. Gaceta de Madrid 1901, 19 de agosto, 231: 790-795. 52 R. O. del 22 de marzo de 1902. Gaceta de Madrid 1902, 5 de abril, 95: 66. 53 González Canalejo, Carmen. Las cuidadoras: historia de las practicantas, matronas y enfermeras (1857-1936), Almería, Instituto de Estudios Almerienses, 2006, p. 37. 54 R. O. del 13 de mayo de 1902. Gaceta de Madrid 1902, 3 de junio, 154: 977-978.
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La responsabilidad docente de la facultad de Medicina y la autorización a las mujeres a adquirir el título de practicante (1904) En 1904 se restableció la posibilidad de cursar los estudios de practicante de modo oficial y tuvo lugar el hito legislativo de la autorización a las mujeres a adquirir el título de practicante. Se mantuvo que el requisito de ingreso fuese tener aprobados los conocimientos de enseñanza primera superior en una escuela normal55 y en los dieciséis años la edad mínima de acceso. Permaneció la obligatoriedad de cursar las prácticas para cualquier tipo de alumno, especificando que los oficiales lo harían en las clínicas de las facultades y los no oficiales, en estas o en las enfermerías de los hospitales provinciales. El examen de la reválida seguiría siendo teórico-práctico tras el aprobado de los dos cursos de la carrera. Otro de los cambios más significativos que se produjeron en este año 1904 fue que por primera vez la enseñanza oficial de los practicantes se adjudicaba a un profesor auxiliar de la facultad de Medicina, el cual sería responsable de la teoría y práctica de sus alumnos de los dos cursos. Los exámenes de curso de los alumnos oficiales tendrían lugar ante este profesor y, en los de los no oficiales, estaría acompañado por dos catedráticos nombrados por el decano. El tribunal de reválida se compondría de dos catedráticos y un profesor auxiliar nombrado por el mismo procedimiento, y serviría para todos los tipos de alumno.56
55 La R. O. del 29 de mayo de 1911 dispuso que los practicantes pudieran solicitar y verificar el examen previo de la primera enseñanza en las escuelas normales en cualquier época del periodo lectivo del curso ante el tribunal competente. Gaceta de Madrid 1911, 18 de junio, 169: 796. En 1926 se convalidaron los exámenes de ingreso efectuados por un candidato en un instituto nacional de segunda enseñanza por el exigido en una Escuela Normal. La petición de don Bernardo Bayona Beamón se aceptó por entender que los exámenes de ingreso efectuados en los institutos abarcaban «análoga extensión e intensidad» que los de las escuelas normales. Orden del 21 de agosto de 1926. Colección legislativa de Instrucción Pública…, 1926, p. 489. 56 R. D. del 10 de agosto de 1904. Gaceta de Madrid 1904, 12 de agosto, 225: 529.
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El parto normal como núcleo fundamental de la formación hasta 1921 Después de más de una década de aparente estabilidad de los estudios de practicante,57 en 1917 una nueva medida del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes modificó el curso de la carrera. Se estableció la supresión de los ejercicios de reválida y grado en todas las carreras, enseñanzas y estudios establecidos en los distintos centros docentes dependientes del gobierno. De esta manera, consiguiendo el aprobado de las asignaturas correspondientes y establecidas en el plan de estudios correspondiente, se expediría el título al alumno tras el pago de las cantidades correspondientes a los antiguos ejercicios de grado o de reválida.58 Dos años más tarde, el Estado estableció el núcleo fundamental de las distintas disciplinas que habían de contener los diversos planes de estudio y legitimó a las distintas universidades, como órgano jurídico autónomo, el poder de completar, organizar y distribuir las enseñanzas.59 En este contexto, en octubre de 1921 se publicó el núcleo fundamental de las enseñanzas necesarias para la obtención de los títulos profesionales de carácter universitario, estableciendo como mínimas para los practicantes la Anatomía y Fisiología Elemental, Antisepsia y Asepsia, Apósitos y Vendajes, y la Cirugía Menor.60 Los conocimientos de obstetricia no aparecieron recogidos dentro de los expuestos, un hecho que Carmen González Canalejo cree consecuencia de las protestas que desde 1902 llevaron a cabo las matronas y que en 1921, canalizadas a través de la federación «La 57 Es cierto que, anteriormente a este año, Carlos Álvarez Nebreda referencia que se publicó el R. D. del 29 de mayo de 1916, que repercutió en los exámenes de ingreso para las carreras de practicantes y matronas. En esta investigación no he conseguido su localización con la revisión efectuada. Álvarez Nebreda, Carlos. Código enfermero español siglo xx: compendio legislativo, Madrid, Instituto de Salud Carlos III, 2002, p. 25. 58 R. D. del 10 de marzo de 1917. Gaceta de Madrid 1917, 15 de marzo; 74: 644. Tan solo una semana después, la R. O. del 17 de marzo de 1917 salió a luz para aclarar este R. D. estableciendo que podrían solicitar la expedición de los títulos correspondientes todos los alumnos fuera cual fuera la fecha en que comenzaron, siguieron y terminaron sus estudios, con arreglo a los planes de enseñanza por los cuales se rigieron o por medio de otros sucesivos. Gaceta de Madrid 1917, 18 de marzo, 77: 679. 59 R. D. del 21 de mayo de 1919. Colección legislativa de Instrucción Pública…, 1919, pp. 202- 211. 60 R. D. del 7 de octubre de 1921. Gaceta de Madrid 1921, 8 de noviembre, 281: 68.
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Unión Matronal», fueron reconocidas por el gobierno de la Restauración. Sin embargo, esta disposición no se cumplió en las facultades de Medicina en las que se les exigió a los practicantes este tipo de conocimientos en sus exámenes,61 ni en los manuales de su enseñanza y propuestas de planes de estudios, que, al amparo de la autonomía universitaria, defendieron los médicos encargados de su enseñanza.62 En el plano del ejercicio profesional dentro del ámbito de la asistencia en los municipios, recordemos que el reglamento de 1925 obligó al establecimiento de un servicio municipal de matronas, a pesar de lo cual posteriormente se legitimó al practicante para cubrir interinamente la plaza de una matrona titular cuando no se encontrara cubierta, siempre y cuando este fuese titular y estuviese acreditado para esta asistencia. Por ello el sustituto percibiría la mitad del sueldo de la matrona.63 Una legislación que volvía a regular el marco laboral del parto de modo favorable al practicante y que contentó a sus organizaciones profesionales ya que, ante la propuesta del Colegio de Palencia de elevar una petición solicitando su ejercicio libre, la Federación Nacional de Colegios de Practicantes se posicionó en contra y desestimó las pretensiones de ampliación de su territorio asistencial: … teniendo en cuenta la organización sanitaria del país y el perímetro y las situaciones geográficas de los pueblos, se estima que el Practicante será el único que pueda residir habitualmente en los municipios de muy escaso vecindario, y por tanto, se le autoriza esta función, animados de un sentimiento de humanidad y para evitar el intrusismo sanitario […] en el momento presente es a todas luces inoportuna y contraproducente, aunque sea solo teniendo en cuenta el artículo 13 de la Real orden inserta en la
González Canalejo, Carmen. Las cuidadoras: historia de…, 2006, pp. 38-39. En la revista profesional El Practicante Aragonés, se publicó una propuesta de plan de estudios de tres cursos elaborado por el profesor de los practicantes de la Facultad de Medicina de Zaragoza, Felipe Sáenz de Cenzano. El último de ellos se dedicó íntegro a los conocimientos sobre anatomía femenina y gestación. Sáenz De Cenzano, Felipe. «Proyecto de Programa para la enseñanza de la carrera de auxiliares de medicina y cirugía», El Practicante Aragonés 1933, enero, 414: 22-26; febrero, 415:15-20; abril, 417: 16-17. 63 R. O. del 11 de diciembre de 1928. Gaceta de Madrid 1928, 12 de diciembre, 347: 1644-1645; R. O. del 26 de septiembre de 1929. Gaceta de Madrid 1929, 3 de octubre, 276: 68-70; Rectificación del 3 de octubre de 1929. Gaceta de Madrid 1929, 4 de octubre, 277: 97. 61
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Isabel Blázquez Ornat Gaceta del día 3 del corriente [referencia a la R. O. del 26 de septiembre de 1929].64
Esta legitimación para la asistencia al parto de los practicantes pudo estar justificada en que, a la vista de las estadísticas nacionales del primer tercio del siglo xx, eran muy pocas las mujeres que estudiaban para matrona en comparación con las que cursaban otras enseñanzas como Magisterio, Comercio, Música o Artes e Industrias. Una tendencia en la que, según María Concepción Fernández, repercutió la necesidad de tener más edad para el acceso a aquella carrera, que no pasaba en otras, y el alto coste de la matrícula en las facultades de Medicina.65
Aumento del nivel educativo del practicante (1926) Iniciada ya la dictadura de Primo de Rivera, en octubre de 1925, los practicantes elevaron al Directorio Militar una solicitud de reforma del plan de estudios de su carrera, acompañándola de un programa y un proyecto de bases para la regulación de su funcionamiento profesional. Según su propuesta, esta carrera adquiriría el nombre de Auxiliar de Medicina y Cirugía, quedando facultados para la técnica de la cirugía menor, la terapéutica local, el arte del masaje, la cirugía médica y ortopédica, la intervención en los partos normales, la medicina y cirugía de urgencia, epidemias y policía higiénico- sanitaria. Tras el requisito de tener el bachiller elemental para ingresar en la carrera, la enseñanza teórico-práctica tendría una duración de dos años y particularmente las prácticas se realizarían en las enfermerías y los laboratorios. Aspiraron a que se reconociera la especialización para todos aquellos que hubieran realizaran cursos de Toco-ginecología y Ginecología, Electrología, Microbiología, Pedicuro y Manicuro, etc.66
La Matrona Hispalense 1929, noviembre, 8: 2. Fernández Mérida, María Concepción. «Breve historia de las matronas españolas (1400-1950)», en Cuidadoras en la Historia: protagonistas de ayer y hoy…, 2007, p. 75. 66 Amezcua, Manuel et al. Sanidad y colectividad sanitaria en Almería. El Colegio de Practicantes (1885-1945), Almería, Colegio de Enfermería de Almería, 1994, pp. 102-103. 64 65
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El grueso de la propuesta de ampliación de estudios no obtuvo frutos sustanciosos ya que solo consiguieron que el gobierno determinase, en septiembre de 1926, que para hacer la inscripción en el primer curso de las carreras de practicantes fuera preciso estar en posesión del título de Bachiller en vez del aprobado de los conocimientos de enseñanza primaria superior que se exigía desde 1904.67 Para poder matricularse en el primer año de Bachillerato Elemental se debía acreditar haber cumplido diez años y haber aprobado el examen de ingreso en un instituto de segunda enseñanza. El bachillerato constaba de tres cursos durante los que se cursaban distintas asignaturas y prácticas, de las cuales los alumnos se examinarían en los institutos por asignaturas, por grupos de asignaturas o por una prueba final o de conjunto.68 El regreso del régimen republicano a España en 1931 y su intento de consolidar la reforma sanitaria en España ratificaron las «controvertidas» funciones de los practicantes en la asistencia al parto pudiendo auxiliar, también, a los médicos tocólogos en los actos quirúrgicos necesarios. Sin embargo, modificó en dos ocasiones durante su primer año de vigencia los requisitos de acceso a la carrera de practicante. En primer lugar, se establecieron en tener aprobado solamente el examen de ingreso en los institutos nacionales de segunda enseñanza más las asignaturas de nociones y ejercicios de Aritmética y Geometría, Fisiología e Higiene y Caligrafía.69 Una medida aplicable a practicantes y matronas que levantó numerosas protestas de sus colegios al Consejo de Instrucción Pública al entender como insuficientes los estudios preparatorios exigidos. En diciembre de 1931, el gobierno fue permeable a estas reivindicaciones 67 La entrada en vigor de este requisito fue en el curso 1928-1929 tanto para los alumnos oficiales como para los no oficiales. R. O. del 11 de septiembre de 1926. Gaceta de Madrid 1926, 18 de septiembre, 261: 1656. 68 Las asignaturas que comprendía el bachiller durante los tres años pueden verse en R. D. del 25 de agosto de 1926. Gaceta de Madrid 1926, 28 de agosto, 240: 1235. 69 Orden del 3 de noviembre de 1931. Gaceta de Madrid 1931, 12 de noviembre, 316: 933. Las últimas asignaturas señaladas se recuperaban del Plan de Bachillerato de 1903 mientras se elaboraba un nuevo plan de segunda enseñanza, ya que en 1931 se derogó el Plan de 1926. Decreto del 7 de agosto de 1931. Gaceta de Madrid 1931, 8 de agosto, 220: 1058-1061.
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estableciendo que sería necesario haber aprobado el examen de ingreso en los institutos nacionales de segunda enseñanza más las asignaturas de Lengua Castellana, Lengua Francesa, Nociones y Ejercicios de Aritmética y Geometría, Caligrafía, Geográfica Especial de España, Física, Química General, Historia Natural y Fisiología e Higiene.70 En poco más de un año, en febrero de 1933, las condiciones de acceso a la carrera se retocaron estableciendo en tener los tres primeros años de los estudios del futuro plan de segunda enseñanza más conocimientos elementales de Fisiología e Higiene. Mientras este nuevo plan entraba plenamente en vigor se les exigió las señaladas para 1931,71 sin el requisito de tener aprobado la asignatura de Caligrafía, eliminada su enseñanza en los institutos desde 1932.72 En la línea de los años precedentes, en 1934, una nueva regulación estableció que los candidatos a la carrera debían cursar y aprobar en los institutos las asignaturas comprendidas en los tres primeros años del bachiller del nuevo plan de 1934, con su reválida correspondiente.73
El especialismo en Enfermería: el practicante psiquiátrico (1932) La reestructuración general de la sanidad española durante el último tercio del siglo xix alcanzó su punto álgido con la llegada de la Segunda República y su atención a la denostada y deficiente asistencia psiquiátrica. La Dirección General de Sanidad inició un plan de reorganización y modernización que exigió resolver las cuestiones referentes al enfermo psiquiátrico y al personal que lo atendía. Los pasos dados en la institucionalización de la profesión psiquiátrica en España en los años 30,74 la creación del Consejo Superior Psiquiátrico 70 Orden del 14 de diciembre de 1931. Gaceta de Madrid 1931, 17 de diciembre, 351: 1768. 71 Orden del 21 de febrero de 1933. Gaceta de Madrid 1933, 24 de febrero, 55: 1506. 72 Orden del 20 de octubre de 1933. Gaceta de Madrid 1933, 24 de octubre, 297: 596. 73 Orden del 13 de diciembre de 1934. Gaceta de Madrid: Diario Oficial de la República 1935, 5 de enero, 5: 137. 74 Una importante aportación historiográfica sobre el proceso de desarrollo y afianzamiento de la especialidad médica psiquiátrica es el estudio de Rafael Huertas
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(1931) y del Patronato de Asistencia Social Psiquiátrica (1932) fueron las piezas claves para la puesta en marcha de las titulaciones de practicante y enfermero psiquiátrico y enfermera visitadora de higiene mental.75 El diploma de enfermero psiquiátrico se estableció en mayo de 1932. Inicialmente, para ser admitido a estos estudios el alumno debía ser mayor de veintidós años y superar un examen médico y psicotécnico. De esta manera se iniciaba un periodo mínimo de dos años, que para los practicantes se estableció en uno, en un establecimiento psiquiátrico oficial o privado durante el que se debía cursar unos estudios prácticos y teóricos. Para la obtención del diploma los aspirantes debían presentarse a los exámenes anuales de los distritos universitarios de Madrid, Barcelona, Granada y Santiago, que más tarde fueron ampliados con el de Valencia.76 El programa oficial de estos estudios estuvo compuesto por veinticuatro lecciones recogiendo temas como los fines de los establecimientos psiquiátricos, deberes generales del enfermero, cuidados habituales y vigilancia del enfermo psiquiátrico, cuidados de orden médico más frecuentes, métodos diagnósticos y terapéuticos más usados en los establecimientos, nociones de Patología General, Anatomía y Fisiología del sistema nervioso, nociones de las enfermedades mentales…77 En julio uno de los primeros centros que impartieron esta docencia fue el Hospital Provincial de Madrid con un cursillo preparatorio compuesto por treinta y cinco lecciones teórico-prácticas en la sección de hombres de su clínica psiquiátrica.78 sobre la configuración de sus mercados, monopolios, estrategias organizativas y discurso legitimador social utilizados. Huertas García-Alejo, Rafael. Organizar y persuadir. Estrategias profesionales y retóricas de legitimación de la medicina mental española (18751936), Madrid, Frenia, 2002. 75 Siles González, José; García Hernández, Encarnación. «Origen histórico de los cuidados mentales: los practicantes, enfermeros y visitadoras psiquiátricas», Enfermería científica, 174-175 (1996), pp. 49-53. 76 Circular del 25 de julio de 1933. Gaceta de Madrid 1933, 27 de julio, 208: 629. 77 Orden del 17 de mayo 1932. Gaceta de Madrid 1932, 20 de mayo, 141: 1335-1336. 78 El Siglo Médico 1932, 16 de julio, 90 (4101): 77-78. Para profundizar en la formación dada al personal de los centros psiquiátricos a través del análisis de un manual que se convirtió en la obra de referencia para los enfermeros psiquiátricos en España durante los años treinta y después, véase, Duro Sánchez, Alicia; Villasante, Olga. «“La
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En la práctica asistencial, las ratios de personal se establecieron de manera que en los establecimientos que albergasen más de cincuenta enfermos habría dos practicantes con los diplomas de enfermeros psiquiátricos con el objeto de «… asegurar la práctica médica y quirúrgica de urgencia, diurna y nocturna, y auxiliar a los médicos que tengan que prestar asistencia en los establecimientos…», y un enfermero o enfermera psiquiátricos por cada diez enfermos mentales de «vigilancia continua» y por cada ciento cincuenta de «vigilancia discontinua», como responsables directos del cuidado de estos enfermos y auxiliares principales de la asistencia intramanicomial.79 En las páginas de El Siglo Médico, hay discursos a favor de que se aumentaran los estudios exigidos a los practicantes para alcanzar el diploma de enfermero psiquiátrico ya que, en los «escasos conocimientos» que se les exigía para su carrera, nada tenía que ver con el «conocimiento de la psicología de enfermos». Pero también se hicieron críticas al hecho de que a los enfermeros venideros con tan solo dos años de prácticas y sin título de practicante se les concediera este certificado de aptitud relativo al cuidado de los enfermos mentales cuando debía, por sus características, solo pertenecer al practicante.80 Al finalizar 1932, el presidente y secretario de la Federación Nacional de Colegios Oficiales de Practicantes dirigieron una instancia a la Dirección General de Sanidad solicitando aclaración de la Orden que creó el diploma de enfermero psiquiátrico. En ella solicitaron que en vez de acreditarles dicho diploma como enfermeros lo hiciese como «practicantes especializados en psiquiatría» y que se asistencia al enfermo mental” de Luis Valenciano: la profesionalización del cuidado al enfermo mental durante la Segunda República Española», Cultura de los Cuidados, 44/1 (2016), pp. 51-62; Villasante, Olga. «La formación de “enfermeros psiquiátricos” durante la posguerra española: a propósito de Jaén (1939-1955)», Norte de Salud Mental, XIII/53 (2015), pp. 93-103. 79 Orden del 16 de mayo de 1932. Gaceta de Madrid 1932, 20 de mayo, 141: 1334. La implantación de este plan no tuvo efectos retroactivos para aquellos funcionarios que poseían un título sanitario estatal, lo que les permitió seguir prestando sus servicios aun cuando su actuación se vería condicionada por el número de enfermeros psiquiátricos diplomados que fueran ingresando en estos establecimientos. Orden del 30 de julio de 1932. Gaceta de Madrid 1932, 2 de agosto, 215: 867. 80 El Siglo Médico 1932, 20 de agosto, 90 (4106): 206.
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puntualizara que aquellos no podrían desempeñar en ningún caso las intervenciones propias del practicante. Atendiendo estas reivindicaciones, se creó el diploma de practicante psiquiátrico con los mismos requisitos expuestos y se recalcó de manera expresa que el diploma de enfermero no autorizaba para la ejecución de intervenciones de técnicas médico-quirúrgicas.81 De esta manera se creaba la primera especialidad del practicante y, en general, la consolidación del modelo profesionalizado de la enfermería psiquiátrica con dos perfiles profesionales distintos, el del practicante y el del enfermero psiquiátrico. Un modelo cuya aplicación práctica interrumpiría el inicio de la Guerra Civil y que haría que las plazas de especialistas no se llegaran a convocar hasta los años cincuenta.82
Orden del 31 de diciembre de 1932. Gaceta de Madrid 1932, 10 de enero, 10: 252. Para profundizar en el proceso de profesionalización de la enfermería psiquiátrica en España y la evolución del perfil profesional de los cuidadores de los enfermos mentales a través del estudio de la enfermería psiquiátrica aragonesa véanse: Villasante, Olga. «Primeros intentos de profesionalización de la enfermería psiquiátrica de la segunda república a la postguerra española», en D. Simón Lorda et al. (eds.), Razón, locura y sociedad. Una mirada a la historia desde el siglo xxi, Madrid, Asociación Española de Neuropsiquiatría, 2013, pp. 315-329; Miqueo, Consuelo; Muñoz, Begoña. «La enfermería psiquiátrica», en A. Fernández Doctor (coord.), Historia de la psiquiatría del siglo xx en Aragón, Zaragoza, Sociedad Aragonesa y Riojana de Psiquiatría, 2014, pp. 337-369. 81 82
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Capítulo 3 EL PERFIL SOCIAL Y ACADÉMICO DEL PRACTICANTE En este capítulo, he estudiado el proceso de institucionalización de la enseñanza oficial de los practicantes, las características que en la práctica tuvo su enseñanza en el distrito universitario de Zaragoza y las variables que influyeron en su evolución y desarrollo. También he analizado el perfil académico y sociodemográfico del alumnado de la carrera de practicante en la capital de Aragón atendiendo, además, a la influencia de la clase social y el género en su configuración.
La enseñanza oficial de los practicantes en Zaragoza (1860-1904) Antes de los inicios de la nueva Facultad de Medicina de Zaragoza,1 en 1860 y de acuerdo a la Real Orden del mismo año, se impartió por primera vez docencia oficial a los practicantes en el 1 Desde 1843 la Facultad de Medicina de Zaragoza sita en el Hospital Nuestra Señora de Gracia quedó reducida a la categoría de Colegio de Prácticos en el Arte del Curar. Posteriormente, la Ley Moyano de 1857 redujo a seis las universidades con potestad de conferir el grado de licenciado en Medicina y Cirugía sin contemplar entre ellas la de Zaragoza. Como consecuencia, durante más de veinte años Aragón permaneció sin estudios médicos de licenciatura. Para que el distrito de Zaragoza recuperara sus estudios de Medicina hubo que esperar hasta 1866, cuando se puso en marcha de una escuela de Medicina de segunda clase de la mano de Manuel de Orovio, antiguo alumno de su Facultad de Derecho. Después, al amparo de la Ley de libertad de enseñanza, en 1868 esta escuela se ampliaría como una escuela de Medicina de rango superior financiada por la Diputación Provincial y el Ayuntamiento de Zaragoza, con un profesorado compuesto por profesionales de la Beneficencia y médicos de la ciudad. Aquella escuela de segunda clase, que funcionó durante ocho años, sirvió de base para la creación de la nueva Facultad de Medicina dentro de las llamadas Enseñanzas Ampliadas, entre las que se encontraba la licenciatura y también, en principio, el doctorado de Medicina. De esta manera, empezó su andadura, más que como una escuela libre de Medicina, como una ampliación de los estudios de Medicina de segunda clase tutelados por el rector. Esta nueva facultad alcanzaría la consideración de oficial en el año 1876 gracias a su incorporación a los presupuestos generales del Estado y a la jurisdicción ministerial. Fernández Doctor, Asunción. La Facultad de Medicina de Zaragoza [trabajo en curso].
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Hospital Nuestra Señora de Gracia (Fig. 1). Su comienzo parece que fue iniciativa de Jacinto Corralé, licenciado en Medicina y Cirugía del hospital, número siete del escalafón de médicos de la Beneficencia Provincial y encargado más antiguo de la parte quirúrgica,2 tras transmitir al rector el interés de varios jóvenes por obtener el título de practicante.3
Fig. 1. Sede de la Facultad de Medicina de Zaragoza dentro del Hospital Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza hasta 1893. Anfiteatro y Museo Anatómicos anexos al Hospital. Plano parcial de la ciudad de Zaragoza de Dionisio Casañal y Zapatero. AMZ 1879, plano 449, coordenadas 12E y 12F
La enseñanza de practicantes se inició en la primera quincena de septiembre, en un hospital que contaba con una ocupación diaria y constante de quinientas camas, y tal vez con una cierta precariedad
2 AHUZ, Leg. 16-A-3-2, Medicina: Practicantes…, comunicación del director de los establecimientos provinciales de la Beneficencia de Zaragoza con el rector de la Universidad de Zaragoza del 23 de agosto de 1860. 3 Ibid., comunicación de Jacinto Corralé con el rector de la Universidad de Zaragoza del 27 de julio de 1860.
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en cuanto al mobiliario necesario para su puesta en marcha.4 En la primera matriculación de septiembre de 1860 fueron cuarenta y cuatro los alumnos los que se inscribieron5 y al año siguiente comenzaron treinta y ocho alumnos más.6 Para comenzar los estudios, el profesor Jacinto Corralé exigió a sus alumnos tener los dieciséis años cumplidos, saber leer y escribir correctamente y algunos principios de aritmética. La docencia teórica comprendió nociones de anatomía general de la parte exterior del cuerpo humano comprendiendo, con especial interés, las extremidades superiores e inferiores, las mandíbulas y sus dientes; generalidades de todos los sistemas con una descripción bastante minuciosa del arterial y venoso explicando aquellos vasos en los que se debía practicar la flebotomía y la arteriotomía, así como la circulación de la sangre y los apósitos y vendajes más sencillos que se usaban en la cirugía menor; el modo de socorrer a los enfermos en el acto de la sangría, de contener los flujos de sangre con los diferentes medios hemostáticos y precaver los accidentes que por efecto de algún flujo pudieran suceder. Esta enseñanza abarcó, también, el modo de hacer las curaciones por medio de sustancias sólidas, líquidas y gaseosas, y los cuidados necesarios en el momento de hacer una curación; cómo debían aplicarse a la superficie del cuerpo humano los diferentes tópicos de naturaleza irritante, exutorios y cáusticos; la vacunación, la perforación de las orejas, las escarificaciones, ventosas secas y sajadas por los diferentes procederes; la flebotomía y la arteriotomía, las evacuaciones locales y el modo de distinguir las sanguijuelas verdaderas de las falsas y, finalmente, 4 Ibid., comunicación del rector al director del Hospital Nuestra Señora de Gracia del 17 de agosto de 1860; comunicación del director de los Establecimientos Provinciales de la Beneficencia de Zaragoza con el rector de la Universidad de Zaragoza del 23 de agosto de 1860; comunicación del rector a Jacinto Corralé del 25 de agosto de 1860; comunicación de Jacinto Corralé al rector del 16 de septiembre de 1860; comunicación del rector a Jacinto Corralé del 18 de septiembre de 1860; comunicación del rector al director de Instrucción Pública del 29 de septiembre de 1860. 5 AHUZ, Leg. 16-A-3-2, Medicina: Practicantes…, listados de Jacinto Corralé al rector de los matriculados en el primer semestre de la enseñanza del 16 de septiembre de 1860. 6 Ibid., listados de Jacinto Corralé al rector de los matriculados en el primer semestre de la enseñanza del 20 de marzo de 1861 y 26 de septiembre de 1861.
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el arte del dentista con sus diferentes métodos y procederes para la extracción de muelas y raigones, así como lo concerniente a la prótesis dentaria y la pedicura. Esta enseñanza teórica se complementó con la asistencia a las curaciones por la mañana y por la tarde en las salas quirúrgicas de hombres que se encontraban bajo la dirección de este profesor en el hospital.7 Poco más de un año después, el Reglamento para la enseñanza de los practicantes de 1861 no incluyó la ciudad de Zaragoza como un lugar autorizado para su docencia, algo debido muy probablemente a que no disponía de una facultad de Medicina, centro donde los practicantes debían superar el examen final de la reválida, valedero para la consecución de su título profesional. El rector de la universidad intentó no suspender la cátedra hasta 1863, año en el que los alumnos finalizarían los estudios, ya que la mayoría de ellos no cumplían con el nuevo requisito establecido por el reglamento de tener aprobada la primera enseñanza elemental.8 La respuesta negativa por parte de la Dirección de Instrucción Pública obligó la supresión de la enseñanza de practicantes9 pero, por suerte para sus alumnos, los estudios y las prácticas realizadas en Zaragoza tuvieron validez académica y pudieron trasladar sus matrículas a las universidades autorizadas.10 En este proceso saltaron a la 7 AHUZ, Leg. 16-A-3-2, Medicina: Practicantes…, comunicación de Jacinto Corralé al rector del 21 de diciembre de 1861. 8 Ibid., comunicación del rector a la Dirección General de Instrucción Pública del 3 de diciembre de 1861. 9 Ibid., comunicación de la Dirección General de Instrucción Pública al rector del 10 de diciembre de 1861. Ante la supresión de la carrera de practicantes en Zaragoza, el 31 de diciembre de 1861 varios alumnos pidieron el apoyo de la Junta Provincial de Beneficencia de Zaragoza en la petición que elevaron al Gobierno de España para que se les permitiera terminar el curso iniciado. Alegaron no tener recursos para ir a otra ciudad tras haber hecho un importante desembolso, abandonando sus ocupaciones y familias para hacerlo en la capital de Aragón. El decano de la Beneficencia apoyó la petición elevada por estos alumnos al Gobernador de la Provincia ante lo ventajoso que era disponer de un buen número de practicantes en el hospital, asunto que de otra manera no podría solventarse salvo con un aumento importante del presupuesto. AHDPZ, Diputación Provincial de Zaragoza, Leg. III-107-9.º, Practicantes del Hospital, 1857-1868. 10 AHUZ, Leg. 16-A-3-2, Medicina: Practicantes…, comunicación de la Dirección General de Instrucción Pública al rector del 7 de febrero de 1862; comunicación del rector a la Dirección General de Instrucción Pública del 14 de febrero de 1862.
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luz conflictos entre el profesor y los alumnos de practicantes, algunos de los cuales no habían pagado al docente por sus enseñanzas. Jacinto Corralé solicitó al rector que la secretaría no expidiera los certificados a los alumnos que le debían dinero hasta que le hubiesen satisfecho todos los meses vencidos. Del primer año le debían dieciséis alumnos, unos un mes, otros dos y tres, y del segundo año, dieciocho.11 En 1869, bajo la dirección del mismo profesor ya con el grado de doctor, la enseñanza oficial de practicantes regresó a la capital de Aragón y al distrito universitario de Zaragoza al cumplir, ahora sí, tanto la universidad como el hospital las condiciones reglamentadas. La matrícula se abrió en el mes de marzo12 y las lecciones comenzaron el primero de abril con sesiones de hora y media de acuerdo con las ventajas que concedía la recién estrenada libertad de enseñanza.13 El número de alumnos que se inscribieron en el primer periodo de apertura de matrícula fue un total de sesenta y tres.14 De nuevo, estos primeros años se caracterizaron por numerosos conflictos relacionados con la falta de pago de algunos de los alumnos oficiales al docente y por su exigencia injustificada de ciertos honorarios a los procedentes de estudios privados. Un problema que desembocó en la denuncia de diez alumnos al doctor Corralé en los Juzgados de Primera Instancia de Zaragoza y la formación de un expediente por parte del Rectorado.15 Todo ello propició que, en abril 11 Anteriormente, el profesor intentó solventar su falta de cobro exigiendo a los alumnos deudores cuarenta reales por la certificación de los estudios realizados. Ibid, comunicación de Dámaso Ortín, Pelegrín Castán, Joaquín Salinas, Ramón Castro, Donato Pérez y otros practicantes al rector del 24 de febrero 1862; comunicación de Jacinto Corralé con el rector del 22 de marzo de 1862. 12 Día antes se anunció en el Boletín Oficial de la Provincia de Zaragoza. BOPZ 1869, 27 de febrero; 33: 4 13 AHUZ, Leg. 16-A-3-2, Medicina: Practicantes…, comunicación del rector a Jacinto Corralé y al director de la Escuela Normal de Zaragoza del 16 de febrero de 1869, a la Secretaría General del 24 de febrero de 1869; del propio Corralé al rector del 1 de abril de 1869. 14 Ibid., comunicación del Rector a la Dirección General de Instrucción Pública del 6 de abril de 1869. 15 Jacinto Corralé fue absuelto del expediente administrativo por el Consejo Universitario y por el Juzgado del Distrito del Pilar el 28 de abril de 1873. Tras ello, algunos alumnos apelaron al Tribunal Superior sin conseguir mayor suerte. AHUZ, Leg. 16-A-3-2, Medicina: Practicantes…, copia del expediente instruido a consecuencia de la reclamación
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de 1873, el docente dimitiera de su cátedra de practicantes alegando un delicado estado de salud y tener que cumplir con sus obligaciones con los enfermos.16 El proceso para la selección de un nuevo profesor para los practicantes se inició entre los médicos del Hospital Nuestra Señora de Gracia encargados de la parte quirúrgica. El cargo, aunque se ofreció a Antonio Escartín, Nicolás Montells y José Redondo, directores de visita de la parte quirúrgica, se concedió al médico número uno del escalafón del Cuerpo de la Beneficencia Provincial o Decano, Liborio Loshuertos. Sus primeras clases dieron comienzo el primero de mayo de 1873.17 El nuevo docente tuvo que enfrentarse a los mismos problemas que su antecesor en lo relativo a la falta de pago de sus alumnos «que hace nula la recompensa de mi trabajo», como él mismo manisfestaba.18 Además, las disposiciones sobre el cobro de honorarios de los profesores de 187419 favorecieron que propusiera la dimisión de su cargo prácticamente al año de haberlo iniciado.20 El rector de la Universidad encontró serios problemas para la designación de un nuevo profesor debido a la negativa de los de la Facultad de Medicina y el Cuerpo Facultativo de Beneficencia Provincial a los que les ofreció el cargo (Antonio Escartín, José Redondo, Nicolás Montells, Antonino García, Eugenio Pellegero y Francisco Arpal). La incompatibilidad para poder compaginar sus funciones de varios alumnos de la carrera de practicantes en solicitud de devolución de cantidades que dicen haberles exigido de forma indebida el profesor Jacinto Corralé. 16 AHUZ, Leg. 16-A-3-2, Medicina: Practicantes…, comunicación de Jacinto Corralé al rector del 2 de abril de 1873. 17 Ibid., comunicación del rector al señor presidente de la Junta Provincial de Beneficencia del 4 de abril de 1873; comunicación de la Comisión Provincial de la Diputación de Zaragoza al rector del 12 de abril de 1873; comunicación del rector a los doctores Escartín, Redondo y Montells del 17 de abril de 1873; Comunicaciones de los doctores al rector del 18 y 20 de abril de 1873; comunicación del rector a Jacinto Corralé del 21 de abril de 1873; comunicación del rector a Liborio Loshuertos y al decano de Medicina, presidente de la Junta Provincial de Beneficencia, del 22 de abril de 1873; comunicación de Liborio Loshuertos al rector del 24 de abril de 1873 18 Ibid., comunicación de Liborio Loshuertos al rector del 30 de marzo de 1874. 19 Disposición del 9 de mayo de 1874. Gaceta de Madrid 1874, 13 de mayo; 133: 398. 20 AHUZ, Leg. 16-A-3-2, Medicina: Practicantes…, comunicación de Liborio Loshuertos al rector del 16 de mayo de 1874 y del rector aceptando su dimisión del 6 de junio de 1874.
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asistenciales y la docencia a los alumnos de Medicina con la de practicantes fue el inconveniente planteado, al que Francisco Arpal añadió la irregularidad que hubo en la designación de Liborio Loshuertos al tener que ser preferidos y antepuestos los médicos de la Beneficencia Provincial de cirugía a los de medicina, caso que no era el del dimisionario.21 La dificultad para designar a un nuevo docente obligó al rector a pedirle a Liborio Loshuertos que volviera a encargarse de la docencia a los practicantes. Finalmente, el profesor aceptó reanudando sus clases en julio de 1874.22 En definitiva se puede decir que, desde prácticamente el principio de la enseñanza ininterrumpida a los practicantes en Zaragoza en 1869, se presentaron problemas con los profesores y la institución, y de ellos con sus alumnos. Unos conflictos que se complementaron con irregularidades relativas a la docencia propiamente dicha como fueron la falta de asistencia a clase de los alumnos, la matriculación con edades inferiores a las permitidas, la docencia a las mismas horas y en el mismo lugar de todos los alumnos con independencia del semestre de estudio,23 la reducción del número de semestres de enseñanza o la entrada del profesor Jacinto Corralé en el tribunal de la reválida en más ocasiones de las que disponía sin guardar el turno rotatorio. Las anomalías en la enseñanza de los practicantes parece que se produjeron también mientras estuvo a cargo del profesor Liborio Loshuertos. La revista El Practicante en 1885 no escatimó en denunciar los abusos que se daban en lo relativo a su falta de control del alumnado que asistía a clase y su modo de desarrollar la docencia, que incurría en el defecto expuesto de enseñar los cuatros semestres 21 Ibid., copia del acta de la sesión celebrada en la Universidad con los profesores don Antonio Escartín, don José Redondo, don Nicolás Montells y don Antonino García del 6 de junio de 1874; comunicación del rector a don Eugenio Pellegero del 08/06/1874; su contestación del 10/06/1874; comunicación de don Francisco Arpal al rector del 12 de junio de 1874. 22 Ibid., comunicación del rector a Liborio Loshuertos del 30 de junio de 1874; comunicación de Liborio Loshuertos al rector del 2 de julio de 1874. 23 Blázquez Ornat, Isabel et al. «La enseñanza de los primeros practicantes titulados por la Universidad de Zaragoza (1869-1879)», Temperamentum, 15 (2012). Disponible en: http://www.index-f.com/temperamentum/tn15/t7814.php [Consulta: 21/05/2014].
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de una vez y en que en ocasiones, sin recibir ni una sola lección del semestre, se admitía a los alumnos para ser examinados.24 A pesar de que el profesor demandó a la revista por injurias encubiertas y falsedades que ofendían su dignidad y honra, la situación de esta enseñanza preocupó al rector, que remitió un informe al Consejo de Instrucción Pública exponiendo los grandes inconvenientes que existían en esta docencia y las reformas que a juicio del Rectorado, la Facultad de Medicina y la prensa profesional debían hacerse.25 En 1904 se produjo una mayor ligazón de la enseñanza de los practicantes a la universidad, al establecerse por primera vez que estuviera a cargo de un médico adscrito a una facultad de Medicina y no a un médico de la Beneficencia.26 Su instrucción se impartiría fuera del emplazamiento de su trabajo, fuera del hospital, y dentro del contexto universitario. A partir de ese momento y tras ser profesor privado de la enseñanza de practicantes desde 1902, pasó a ser de la enseñanza oficial el médico Felipe Sáenz de Cenzano, autor también del manual que he elegido para el estudio de la socialización de los practicantes.
Características del alumnado de practicante (1869-1936) Desde que en 1869 se reiniciara de manera ininterrumpida la enseñanza de practicantes en el distrito universitario de Zaragoza y hasta 1915, el número de alumnos que comenzaron los estudios fue de 2935.27 De ellos, los procedentes de las provincias pertenecientes El Practicante 1885, mayo; 28: 224. La denuncia se resolvió en el Juzgado de Primera Instancia de Zaragoza a favor del director de la revista, José Ordaz. El Practicante 1885, mayo; 30: 240; octubre; 43: 337-338. 26 R. D. del 10 de agosto de 1904. Gaceta de Madrid 1904, 12 de agosto; 225: 529. 27 A través de la documentación conservada en el Archivo Histórico de la Universidad de Zaragoza, he estudiado el perfil del alumnado de practicante desde 1869 y hasta 1915, punto de corte que establecí tras contar con un volumen de registros importantes y por ser el año que marcó el hito legislativo de la creación del título de enfermera. Puntualizaré que todos los resultados para el periodo comprendido entre 1880 y 1894 se encuentran publicados en el trabajo fin de máster de Natalia Becerril, quien me cedió sus datos en bruto para poder presentar la serie completa en esta investigación. Becerril Ramírez, Natalia. «Los practicantes titulados por la Universidad de Zaragoza, 1880-1894», trabajo fin de máster dirigido por la doctora Asunción Fernández Doctor, Universidad de Zaragoza, 24 25
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al distrito universitario zaragozano representaron el 90 % con predominio de los naturales de Zaragoza (33,43 %), Huesca (19,41 %) y Navarra (16,06 %). Estas dos últimas provincias con mayor número de habitantes y mejores infraestructuras de comunicación con la capital de Aragón, postergaron a Teruel al cuarto lugar como provincia de origen de estos futuros sanitarios (14,41 %). Aunque si bien es cierto que durante los primeros veinticinco años de la carrera en Zaragoza ocupó la tercera posición,28 parece que para los alumnos turolenses la Universidad de Valencia fue también un punto de destino frecuente, en la línea de su tradicional aproximación comercial y de otros fines.29 A pesar de ello, los alumnos de practicante de Huesca y Teruel, en su conjunto, tuvieron una representación mayor que los procedentes de la propia provincia de Zaragoza, lo que deja vislumbrar la importante atracción por la carrera y el consecuente flujo de alumnos a la capital de Aragón (Gráficos 1 y 2). Por su parte, la procedencia de los alumnos de practicante de fuera del distrito universitario fue muy dispar, siendo los más numerosos los que lo hicieron desde provincias como Álava, Burgos, Guipúzcoa, Guadalajara o Castellón (Gráfico 3). Para el análisis de la procedencia rural y urbana de este alumnado hemos establecido como criterio de inclusión para esta última el hecho de proceder de la capital de la provincia. En el contexto de una población española predominantemente rural y a pesar del efecto migratorio a las ciudades de las primeras décadas del siglo xx, fueron mínimos los procedentes del medio urbano destacando los
Departamento de Fisiatría y Enfermería, 2012. Disponible en: http://zaguan.unizar.es/ TAZ/EUCS/2012/9143/TAZ-TFM-2012-848.pdf [Consulta: 22/01/2014]. 28 Blázquez Ornat, Isabel et al. «Perfil de los primeros practicantes titulados en la Universidad de Zaragoza (1869-1879)», Temperamentum, 15 (2012). Disponible en: http:// www.indexf.com/temperamentum/tn15/t7827.php [Consulta: 04/06/2014]; Becerril Ramírez, Natalia. «Los practicantes titulados por la Universidad de Zaragoza, 1880-1894». 29 Durante 1877-1932, el número de alumnos de practicante procedentes de Teruel que se graduaron en Valencia representaron un 44,26 % y en Zaragoza, un 40,21 %. Montesinos Vicente, Fernando. «Practicantes, matronas y cirujanos…», p. 244; Camaño Puig, Ramón; Felipe Cabañero, Rosa; Castelló Carbo, Miquel. «Estudiantes de la carrera de Practicantes en la Universidad de Valencia (España), 18821890», Index de Enfermería, 38 (2002). Disponible en: http://www.index-f.com/index -infereria/38revista/38_articulo_35-39.php [Consulta: 04/06/2014].
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originarios de ciudades como Zaragoza (113 alumnos), Huesca (55 alumnos), Logroño (10 alumnos) y Madrid (9 alumnos). Siguiendo el estudio de Ana Belén Subirón et al. sobre los primeros cincuenta años de las matronas en la Universidad de Zaragoza, en los aspectos planteados el perfil de las 392 estudiantes presentó similitudes pero también diferencias con el de los practicantes. En la línea del alumnado de practicante, la procedencia de estas alumnas fue fundamentalmente desde las provincias pertenecientes al distrito universitario y, concretamente, desde localidades del medio rural. Sin embargo, el 44,42 % de ellas procedieron de Navarra superando a Zaragoza, lo que vincula a la primera región con una importante tradición en el arte de partear. Asimismo, el porcentaje de estas alumnas procedentes del medio rural fue significativamente inferior al de los aspirantes a practicante (67,08 % frente a un 91,97 % del alumnado de practicante).30 Dos características que pueden situar el perfil del alumnado de matrona en un contexto social distinto o más heterogéneo que el del practicante, como veremos posteriormente. La aplastante mayoría de alumnos de la carrera de practicante procedentes del medio rural puede justificar que los estudios fueran base de estrategias migratorias a las ciudades como se apunta en otro estudio en la Universidad de Salamanca. Aun cuando en este último trabajo en el medio urbano se incluyeron las poblaciones con más de 10 000 habitantes, la tendencia que apunta a partir del siglo xx hacia un equilibrio entre ambas procedencias31 se hace patente en los datos para el distrito universitario de Zaragoza que, proporcionalmente y al menos hasta 1915, denotan una tendencia similar. Si bien en líneas generales podemos decir que se mantuvo con claridad la procedencia rural, a excepción de años puntuales en que ambas se aproximaron sustancialmente como fue en 1902 o 1913 (Gráficos 4 y 5).
30 Subirón Valera, Ana Belén et al. «Los primeros 50 años de las matronas en la Universidad de Zaragoza (1878-1928)», Matronas profesión, 15/4 (2014), p. 116. 31 Gonzalo Martín, José Javier; Rodríguez Sánchez, Juan Antonio. «Valoración social de la profesión enfermera: estudiantes de Practicante y Enfermería en la Universidad de Salamanca (1868-1956)», Temperamentum, 8 (2008). Disponible en: http://www.indexf.com/temperamentum/tn8/t1508.php. Consulta: [05/06/2014].
132
El perfil social y académico del practicante
Además de este planteamiento, considero interesante valorar también que la atracción de este tipo de alumno pudiera estar justificada porque la carrera de practicante era una buena alternativa para conseguir un título profesional a una edad relativamente joven y con posibilidad futura de ejercicio en los pueblos de los cuales eran mayoritariamente procedentes. Un tipo de alumnado al que su procedencia sociocultural y geográfica dificultaría la realización de otro tipo de estudio universitario y que, siguiendo los trabajos de la historiadora de la educación de la Universidad de Zaragoza María Rosa Domínguez Cabrejas para el periodo 1844-1936, compartió con los propios de la carrera de maestro. La procedencia del alumnado de la carrera de maestro durante el siglo xix fue también eminentemente rural; sin embargo, ya en sus dos última décadas los procedentes de la capital de la provincia representaron más del 40 %, muy lejos del porcentaje correspondiente a los alumnos de practicante. A lo largo de este punto de la investigación y con los datos disponibles, enfrentaré los perfiles de los alumnados de estas dos titulaciones «intermedias» intentando verificar su correlato.32 100%
90,06%
80% 60% 40% 20% 0%
9,94% Distrito ZGZ
Fuera distrito
Gráfico 1. Procedencia de los alumnos de practicante de la Facultad de Medicina de Zaragoza (1869-1915) 32 Domínguez Cabrejas, María Rosa. La Escuela Normal de Maestros de Zaragoza (1844-1936), Zaragoza, Diputación General de Aragón, 2002, pp. 171 y 178-179.
133
Isabel Blázquez Ornat
35 %
849
30 % 25 % 492
20 %
406
366
15 %
306
10 % 117
5% 0%
Zaragoza
Huesca
Navarra
Teruel
Logroño
Soria
Gráfico 2. Procedencia de los alumnos de practicante pertenecientes al distrito universitario de Zaragoza (1869-1915) Álava 10% Burgos 9%
Otros 40%
Guipúzcoa 9%
Guadalajara 8 %
Castellón 8%
Madrid 4% Vizcaya 6%
Lérida 6%
Gráfico 3. Procedencia de los alumnos de practicante de fuera del distrito universitario de Zaragoza (1869-1915)
134
El perfil social y académico del practicante
Urbano 8,03%
Otros 40%
Rural 91,97%
Gráfico 4. Procedencia rural y urbana de los alumnos de practicante en el distrito universitario de Zaragoza (1869-1915) 180 Urbano
160 140
Rural
120 100 80 60 40
1915
1913
1911
1909
1907
1905
1903
1901
1899
1897
1895
1893
1891
1889
1887
1885
1883
1881
1879
1877
1875
1871
1873
0
1869
20
Gráfico 5. Procedencia de los alumnos que se incorporaron a la carrera de practicante en el distrito universitario de Zaragoza (1869-1915)
Las edades de los alumnos de la carrera objeto de esta investigación en Zaragoza entre 1869 y 1915 oscilaron entre los dieciséis y los veinticinco años en el 63,37 % de los casos. Unos datos que coinciden con los trabajos realizados para periodos cronológicos más cortos en la Universidad de Valencia (1882-1890) y en la de Zaragoza (1869-1879 y 1880-1894),33 afianzándose el perfil de una persona joven, concreta33 Camaño Puig, Ramón; Felipe Cabañero, Rosa; Castelló Carbo, Miquel. «Estudiantes de la carrera de Practicantes en la Universidad de Valencia...», 2002; Blázquez
135
Isabel Blázquez Ornat
mente varón como veremos posteriormente, con el objetivo claro de obtener la titulación de practicante. Desde que en 1896 se fijara en quince años la edad mínima de acceso a la carrera de maestro, un análisis de las edades que presentaban estos alumnos en el periodo de mayor matriculación en la Escuela Normal de Zaragoza a finales del siglo xix muestra un perfil de alumno muy similar.34 Sin embargo, la edad media de incorporación a los estudios de las matronas del distrito universitario de Zaragoza fue de treinta años, representando las que tenían entre 25 y 35 años el 48,74 % de las mujeres que iniciaron esta carrera.35 El requisito de contar con una edad mínima de dieciséis años para acceder a los estudios de practicante no se cumplió estrictamente durante los primeros veinticinco años de impartición de la carrera en la capital de Aragón. La adscripción en 1904 de la enseñanza de los practicantes a un profesor de la Facultad de Medicina que potenció la función de este centro supuso un mayor control de este y de otros aspectos, ya que la edad de los alumnos a partir de ese momento se ajustó a la legalidad. En la misma línea, con estudios previos sobre el perfil socio-demográfico de los practicantes se evidencia la presencia también de alumnos con edades muy superiores a las habituales. Este tipo de alumno fue visible en «goteo» prácticamente hasta comienzo del siglo xx, y respondió a un sanitario que pretendió actualizar o adecuar la titulación que poseía con el nuevo plan de estudios regularizando su actividad sanitaria (Gráfico 6). Respecto al nivel educativo previo de los alumnos de la carrera de practicante, fueron muy pocos los que acreditaron o referenciaron en sus expedientes que contaban con estudios previos (0,46 %). La presencia de este tipo de alumno con formación y edad superior a la habitual fue muy minoritaria y se concentró hasta prácticamente la llegada del siglo xx, en la que desapareció. De los trece alumnos, ocho habían sido estudiantes de Medicina o Veterinaria, dos había concluido esta última, otros dos eran maestros y, finalmente, uno más era Ornat, Isabel et al. «Perfil de los primeros practicantes…», 2012; Becerril Ramírez, Natalia, «Los practicantes titulados por la Universidad de Zaragoza, 1880-1894…», p. 33. 34 Domínguez Cabrejas, María Rosa. Op. cit., pp. 177-178. 35 Subirón Valera, Ana Belén et al. «Los primeros 50 años de las matronas…», p. 116.
136
El perfil social y académico del practicante
licenciado en Filosofía y Letras (Gráfico 7). Sin embargo, el porcentaje de alumnos que justificó haber desempeñado alguna ocupación previa más o menos cualificada fue significativamente superior (9,14 %). De estos 258 alumnos, un 42,25 % lo hizo como barbero, un 29,84 % como militar y un 17,83 % como ayudante aparatista en algún hospital. Si atendemos a las dos ocupaciones mayoritarias, se observa que la presencia de alumnos barberos y militares durante los primeros cuarenta y seis años de la carrera fue algo muy habitual. Dentro del periodo de mayores incorporaciones a la carrera como veremos posteriormente, desde 1894 y 1895 el número de trabajadores cualificados, sobre todo de barberos, creció de manera exponencial. Una situación que probablemente estuvo favorecida por la exención de tener que justificar haber realizado prácticas hospitalarias y la vigencia de poder realizar la carrera de modo libre, lo que facilitaría la rapidez en la actualización u obtención del grado de la carrera. En los primeros años del siglo xx, las reformas del plan de enseñanza de los practicantes que aumentaron los requisitos previos de la carrera así como su vinculación a un profesor de la Facultad de Medicina pudo propiciar que su número regresara a las cifras iniciales del periodo estudiado (Gráficos 8 a 10). 35% 30% 25% 20% 15% 10% 5% 0%
45
Sin datos
Gráfico 6. Edad de los alumnos de practicante en el distrito universitario de Zaragoza en la enseñanza oficial y libre (1869-1915)
137
Isabel Blázquez Ornat Sin estudios previos
Con estudios previos 0,46%
99,54%
Gráfico 7. Alumnos de practicante con estudios superiores previos en el distrito universitario de Zaragoza (1869-1915)
9,14%
Alumnos sin ocupación Alumnos con ocupación
90,86%
Gráfico 8. Alumnos de practicante con ocupación cualificada previa en el distrito universitario de Zaragoza (1869-1915)
Mancebo de cirujano
1
Dentista
1
Maestro
2
Veterinario
5
Cirujano Menor
6
Peluquero
7
Ayudante aparatista Militar
77
Barbero
109
Otros
0
20
40
60
80
100
120
Gráfico 9. Ocupaciones previas de los alumnos de practicante en el distrito universitario de Zaragoza (1869-1915)
138
El perfil social y académico del practicante Barbero
18
Militar
16 14 12 10 8 6 4
1915
1913
1911
1909
1907
1905
1903
1901
1899
1897
1895
1893
1891
1889
1887
1885
1883
1881
1879
1877
1875
1873
1871
0
1869
2
Gráfico 10. Alumnos barberos y militares que se incorporaron a la carrera de practicante en el distrito universitario de Zaragoza (1869-1915)36
En el distrito universitario de Zaragoza, el número de incorporaciones a la carrera de practicante durante el periodo entre 1869 y 1915 presentó importantes oscilaciones. Tras un primer boom durante los dos primeros años, se inició un descenso que se hizo más acusado durante el periodo entre 1873 y 1876, probablemente relacionado con la difícil situación de la Facultad de Medicina, que no terminaba de alcanzar la oficialidad en ese momento. Cuando este hecho se produjo en 1876, al año siguiente comenzó una recuperación paulatina cuyo tope máximo se alcanzó en 1882, sin que la pérdida en 1877 de la competencia del arte del dentista influyera en la atracción por empezar la carrera. Tras el techo de 1882 y tal vez en relación con los últimos cambios legislativos del gobierno de la Restauración, que considero que recuperaron la obligación de realizar prácticas hospitalarias en 1881, el número de incorporaciones se frenó de nuevo con un descenso brusco y acusado durante seis años. La publicación del reglamento de 1888 y la exención de nuevo del periodo de prácticas en 1895, lo que facilitaba el curso de la carrera, produjo un efecto positivo en el número de inscripciones, que volvieron a recuperarse hasta el año 1901. Tras él, el hecho de que en 1902 se elevaran los criterios de acceso a la titulación a superar el examen de la primera enseñanza superior y la incorporación de conocimientos 36 En este gráfico se han contemplado las incorporaciones a la carrera de practicante que se produjeron en el primer semestre o primer año de la titulación según el reglamento que estuviera vigente.
139
Isabel Blázquez Ornat
de obstetricia al plan de enseñanza pudo influir en que se rompiera la tendencia ascendente de inscripciones a los estudios. La posterior adscripción de la enseñanza oficial a un médico de la facultad de Medicina y, por tanto, la mayor vinculación al control universitario coadyuvaron a que esta tendencia no cambiara de signo de manera significativa hasta prácticamente 1911, y con importantes altibajos (Gráfico 11). A partir de aquí y desde el año 1915, he dispuesto de los datos del INE para trazar las líneas generales y aproximadas del devenir que tuvo la carrera de practicante en Zaragoza. Los datos disponibles, que contabilizaron conjuntamente las matrículas del primer y segundo año de los alumnos de esta enseñanza en España, muestran una tendencia en general ascendente y más o menos progresiva en todas las universidades con este tipo de docencia. La cifra máxima de matriculados se alcanzó en el curso 1927-1928 con más de 4000 y a partir de aquí se produjeron dos descensos muy bruscos en los dos cursos académicos siguientes, que situaron a sus alumnos en poco más de 450. Tras este bienio de inflexión, se iniciaría una recuperación que los situó cerca de los 2000 en el curso 1935-1936 (Gráfico 12). En general, considero que esta tendencia al alza de los matriculados en carrera de practicante en España pudo estar favorecida por aspectos académicos, como la eliminación del examen final de la reválida en 1917, y laborales, como la modernización y reorganización municipal y provincial de la sanidad de 1925, que pretendió establecer y regular la distribución, funciones y sueldos de los practicantes. El establecimiento en 1926 como requisito de entrada en la carrera el estar en posesión del título de Bachiller, con aplicación en el curso 1928-1929, debió ser la causa del ascenso exponencial de alumnos en los cursos justamente previos y del descenso acusado en los justamente posteriores. Cuando en 1931 este requisito académico se sustituyó por el de superar el examen de ingreso en los institutos nacionales de segunda enseñanza más algunas asignaturas, el número de matriculados comenzó a recuperarse. El efecto inicial que produjo el hecho de que en diciembre de 1934 se estableció como condición de acceso a la carrera, tener aprobadas las asignaturas de los tres primeros años del bachiller del nuevo plan de ese año se desconoce con certeza por el advenimiento de la Guerra Civil. Según los datos del INE que nos permiten contextualizar la enseñanza a los practicantes en Zaragoza dentro del ámbito nacional, se observa 140
El perfil social y académico del practicante
cómo, desde la primera década del siglo xx y hasta el curso 1923-1924, su universidad se situó entre las cuatro con más alumnos cursando la carrera.37 A partir de este último curso y a pesar de que el número de alumnos no descendió sino que incluso hubo algunos en los que ascendió hasta 356 como en el curso 1927-1928, este distrito universitario se consolidó en la quinta posición38 tras Madrid, Barcelona, Valencia y Valladolid, que se afianzaron como núcleos importantes de formación de estos sanitarios.39 De igual manera, la enseñanza a los futuros maestros en la Escuela Normal de Zaragoza fue, ya desde el último tercio del siglo xix y hasta 1936, una de las más numerosas en alumnado de España.40 Siguiendo las mencionadas estadísticas y específicamente dentro del distrito universitario de Zaragoza, podemos analizar el número de alumnos de practicante y del resto de titulaciones sanitarias durante las tres primeras décadas del siglo xx. Evidentemente, al ser una titulación de mayor número de años de estudio, los alumnos de Medicina fueron muy superiores en número a los de practicante, cuyo pico máximo se 37 Los alumnos que cursaron la carrera de practicante fueron 54 en el curso 19091910, 177 en 1915-1916, 133 en 1918-1919 y 164 en 1922-1923. 38 Durante el primer tercio del siglo xx, los distritos universitarios que impartieron docencia a los practicantes oscilaron entre nueve y diez debido a la inclusión de Oviedo durante su primera década y al desdoblamiento de las universidades de Sevilla y Cádiz. 39 Si comparamos los datos del distrito zaragozano con el de Valladolid, semejante en cuanto a la población que abarcaba en este periodo, se observa que a partir del curso 19091910 el número de matriculados totales en esta enseñanza fue bastante similar en ambos territorios. Si bien es cierto que existieron excepciones puntuales en las que el zaragozano presentó más matriculados que el vallisoletano (100 más en el curso 1915-1916 y 40 más en el de 1923-1924) y otras en sentido inverso (en el curso 1927-1928 y en el posterior, el vallisoletano registró 67 y 41 matriculaciones más). Las estadísticas del curso 1909-1910 están disponibles en: http://www.ine.es/inebaseweb/pdfDispacher.do?td=29476; Curso 1914-1915: http://www.ine.es/inebaseweb/pdfDispacher.do?td=147598; Curso 1915-1916: http://www.ine.es/inebaseweb/pdfDispacher.do?td=78581; Curso 1918-1919: http://www.ine.es/inebaseweb/pdfDispacher.do?td=148386; Curso 1922-1923: http://www.ine.es/inebaseweb/pdfDispacher.do?td=94849; Curso 1923-1924: http://www.ine.es/inebaseweb/pdfDispacher.do?td=90905; Curso 1927-1928: http://www.ine.es/inebaseweb/pdfDispacher.do?td=149600; Cursos 1928-1931: http://www.ine.es/inebaseweb/pdfDispacher.do?td=150177; Curso 1931-1932: http://www.ine.es/inebaseweb/pdfDispacher.do?td=94725; Curso 1932-1933: http://www.ine.es/inebaseweb/pdfDispacher.do?td=102914; Cursos 1915-1916 a 1941-1942: http://www.ine.es/inebaseweb/pdfDispacher.do?td =161200 [Consulta: 23/06/ 2014]. 40 Domínguez Cabrejas, María Rosa. La Escuela Normal de Maestros de Zaragoza…, pp. 176-177 y 206.
141
Isabel Blázquez Ornat
situó en los 356 en el curso 1927-1928, mientras que aquellos apenas descendieron, como mínimo, de los 1000 en los cursos comparados.41 También para el alumnado de matrona en Zaragoza, el curso 1927-1928, con 62 alumnas, fue el que concentró su mayor volumen, a pesar de lo cual se situaba muy lejos del de practicante y lógicamente más aún del de Medicina. Sin embargo el estudio de Ana Belén et al. no sitúa este curso como uno con importantes solicitudes de ingreso siguiendo la tendencia decreciente establecida desde 1904. Durante los primeros cincuenta años de la carrera de matrona en la capital de Aragón, se produjo un periodo entre 1892 y 1904 en el que se concentraron el 58,9 % de las incorporaciones a la carrera. A partir de aquí, se produjo un descenso acusado, al menos hasta 1928.42 200 180 160 140 120 100 80 60 40
1915
1913
1911
1909
1907
1905
1903
1901
1899
1897
1895
1893
1891
1889
1887
1885
1883
1881
1879
1877
1875
1873
1871
0
1869
20
Gráfico 11. Alumnos libres y oficiales que se incorporaron a la carrera de practicante en el distrito universitario de Zaragoza (1869-1915)43 41 Las estadísticas del curso 1915-1916 están disponibles en: http://www.ine.es/ inebaseweb/pdfDispacher.do?td=78581; Curso 1918-1919: http://www.ine.es/inebaseweb/pdfDispacher.do?td=148386; Curso 1922-1923: http://www.ine.es/inebaseweb/pdfDispacher.do?td=94849; Curso 1923-1924: http://www.ine.es/inebaseweb/pdfDispacher.do?td=90905; Curso 1927-1928: http://www.ine.es/inebaseweb/pdfDispacher.do?td=149600; Cursos 1928-1931: http://www.ine.es/inebaseweb/pdfDispacher.do?td=150177; Curso 1929-1930: http://www.ine.es/inebaseweb/pdfDispacher.do?td=150211; Curso 1931-1932: http://www.ine.es/inebaseweb/pdfDispacher.do?td=94725; Curso 1932-1933: http://www.ine.es/inebaseweb/pdfDispacher.do?td=102914 [Con sulta: 23/06/2014]. 42 Subirón Valera, Ana Belén et al. «Los primeros 50 años de las matronas…», pp. 114-116. 43 En este gráfico se han contemplado las incorporaciones a la carrera de practicante que se produjeron en el primer semestre o primer año de la titulación según el reglamento
142
El perfil social y académico del practicante
Gráfico 12. Matrículas oficiales y libres de la enseñanza de odontología, practicantes, matronas y enfermeras en España: cursos 1915-1916 a 1942-1943 Fuente: http://www.ine.es/inebaseweb/pdfDispacher.do?td=161868 [Consulta: 23/6/2014]
Como indicador para evaluar la calidad de la enseñanza y el aprendizaje en la carrera del practicante, he tomado como criterio positivo su realización en la modalidad oficial y la libre. Un anacronismo que creo justificado por la orientación general de todas las universidades de establecer, como canon uniformador, su enseñanza en la modalique estuviera vigente. Existen, también, dos libros de registro de las matrículas en los diferentes semestres de los alumnos de practicante de los cursos comprendidos entre 18691891. AHUZ, Leg. 16-E-2-2, Libro de matrícula…, 1869-1884; Leg. 16-E-2-3, Registro de matrículas y exámenes…, abril de 1885 a septiembre de 1891.
143
Isabel Blázquez Ornat
dad oficial y suprimir la libre. En general, la tendencia de los alumnos fue la de realizar los estudios de practicante de modo libre aunque, evidentemente, soy consciente de que existieron periodos en que esta enseñanza solo se pudo realizar en esta modalidad. Alrededor de un 75 % de los alumnos, en algún momento se acogieron a la enseñanza libre44 bien para la realización de la totalidad de los estudios o solo algún semestre o año. En esta línea, el alumnado de maestro desde principio del siglo xx optó mayoritariamente por la realización de los estudios en la modalidad libre ya que, como apunta María Rosa Domínguez Cabrejas, el mantenimiento de una población estudiantil de origen rural no pudo favorecer la matriculación oficial.45 Por tanto, considero que el predominio de este tipo de enseñanza en la carrera de practicante no pudo asegurar un nivel de cultura sistemática, homogénea en duración y conocimientos transmitidos a sus alumnos, y variaría en función del profesor particular o del manual utilizado.46 Unas características de la formación académica que considero que pueden ser extrapolables 44 En esta modalidad libre se han incluido también a aquellos que recibieron enseñanza privada. 45 Domínguez Cabrejas, María Rosa. La Escuela Normal de Maestros de Zaragoza…, pp. 208-209. 46 En ocasiones, la enseñanza privada fue dada por el profesor oficial de la enseñanza de los practicantes como fue el caso de Liborio Loshuertos. Como ejemplo de los exámenes a los que fueron sometidos aquellos alumnos que realizaron estudios privados, pueden verse los conservados de los años 1883 a 1888 en el Archivo Universitario de Zaragoza. Los alumnos se examinaban solo de los semestres realizados en esta modalidad y con preguntas relativas a las materias que comprendían los mismos. Para el primer semestre, las preguntas sobre Anatomía fueron algunas como «Regiones abdomen, umbilical e hipogástrica y descripción de los huesos de la pelvis» o «Vértebras del cuello y su número, descripción de los huesos de las extremidades inferiores y de la pelvis». En el segundo, se examinaron sobre las «Diferencias de los apósitos y vendajes, descripción de los vendajes simples y compuestos, tópicos sólidos, blandos y líquidos que se aplican en la piel» o «Cualidades que deben reunir los hilos tanto formes como informes, tópicos sólidos, blandos y líquidos que se aplican en la piel. Tópicos gaseosos, fumigación, baños generales y vahos». En el tercero, se plantearon otras como «Medios para la curación de heridas incisas y contusas por primera intención. Cauterización por medio de cáusticos sólidos, blandos y pulverulentos. Flebotomía y venas donde generalmente se sangra y descripción de ella» o «Descripción de las torundas y lechinas. Taponamiento en especial en las epistaxis, vacunación y medios de conservación y procedimiento». Y finalmente para el cuarto, respondieron a otras como «Ventosas escarificadas o secas, y su aplicación. Instrumentos para extraer muelas y raigones» o «Descripción de las uñas y su tratamiento a través de las tijeras y los cáusticos. Modo de hacer la sangría de la arteria temporal, descripción de la misma y colocación del vendaje. Limpieza de la dentadura e instrumentos necesarios». AHUZ, Leg. 14-C-1-4, Medicina: carrera de practicantes…
144
El perfil social y académico del practicante
para las matronas del distrito zaragozano, ya que tan solo un 12,50 % eligieron realizar la carrera íntegramente en la modalidad oficial.47 En los estudios de practicante, la realización de prácticas hospitalarias fue una parte habitual de su formación. El estudio de Natalia Becerril para el periodo entre 1880 y 1894, localiza y aporta los primeros datos sobre este tipo de requisito académico situando en el 54,04 % los alumnos que aportaron dicha certificación.48 En 1895, el periodo de prácticas se sustituyó por un examen en el momento de la reválida. El plan de estudios de 1902 que incluyó la Obstetricia entre las materias para su enseñanza, recuperó las prácticas ampliadas más allá de las tradicionales de cirugía con las propias de la materia recién incorporada. Desde este año, los 626 alumnos que certificaron sus prácticas de cirugía y los 413 que hicieron lo mismo para las obstétricas las desarrollaron habitualmente en el Hospital Nuestra Señora de Gracia, Provincial de Huesca, Logroño y Navarra, que fueron centros hospitalarios de relevancia en los lugares de origen de la mayor parte de los practicantes. Los alumnos procedentes de Teruel, que representaron un número significativo durante el periodo de estudio, posiblemente realizaron sus prácticas en Zaragoza, ya que, como vemos en los gráficos elaborados, los centros de esta ciudad apenas albergaron un número significativo de alumnos. Aunque acogieron a un número de alumnos muy inferior al gran centro hospitalario y de referencia en la ciudad, el Hospital Nuestra Señora de Gracia, otros centros donde los practicantes acudieron a realizar el periodo de prácticas de cirugía fueron el Hospital Militar y las Clínicas de la Facultad de Medicina. También existieron otros hospitales más pequeños para practicar la cirugía como los municipales de Haro, Alagón, Daroca, Tolosa, Calatayud o Calahorra, y otros para la obstetricia como nuevamente los de Haro o Calahorra (Gráficos 13 y 14).49 Subirón Valera, Ana Belén et al. «Los primeros 50 años de las matronas…», p. 117. Estos alumnos realizaron sus prácticas de Cirugía en el Hospital Nuestra Señora de Gracia, Provincial de Huesca, Navarra, Bilbao y algunos hospitales militares. Becerril Ramírez, Natalia, «Los practicantes titulados por la Universidad de Zaragoza, 18801894…», pp. 41-42. 49 Desde la autorización de los practicantes para la asistencia a los partos normales en 1902, el número de titulados con planes de enseñanza anteriores que actualizaron sus estudios fue de un total de cuarenta. Lógicamente, la edad de la mayoría de ellos 47
48
145
Isabel Blázquez Ornat Hospital Cívico Militar de Teruel 1 2
Hospital Provincial de Teruel Hospital Municipal de Tarazona
5
Hospital Provincial de Agreda
6
Hospital Civil de San Sebastián
6
Clínicas de la F. Medicina de Zaragoza
8
Hospital Militar de Zaragoza
9
Hospital Civil de Bilbao
10
Hospital Provincial de Soria
11 45
Hospital Provincial de Navarra
47
Hospital Provincial de Logroño
68
Hospital Provincial de Huesca
227
Hospital Ntra. Sra. de Gracia de Zaragoza
0
50
100
150
200
250
Gráfico 13. Número de alumnos y centros hospitalarios donde certificaron sus prácticas de cirugía (1902-1915) Hospital Municipal de Tarazona
2
Hospital Provincial de Soria
2
Hospital Civil de Vitoria
5
Hospital Provincial de Teruel
5
Hospital Provincial de Agreda
5
Hospital Provincial de Navarra
16
Hospital Provincial de Logroño
35
Hospital Provincial de Huesca
38
Hospital Ntra. Sra. de Gracia de Zaragoza
0
20
40
60
80
100
120
Gráfico 14. Número de alumnos y centros hospitalarios donde certificaron sus prácticas de obstetricia (1902-1915)
De los 2935 alumnos que cursaron los estudios de practicante en el periodo 1869-1915, el 80,23 % consiguió superar el examen final de la fue superior a la habitual ya que osciló entre los treinta y los treinta y nueve años. Todos presentaron sus certificados de un año de prácticas obstétricas, siendo los centros más habituales el Hospital Nuestra Señora de Gracia, el Civil de San Sebastián y las Clínicas de la Facultad de Medicina. El examen valedor para la consecución del título de practicante autorizado para la asistencia a los partos normales fue superado por treinta y ocho de ellos con la calificación de aprobado y por dos con la de sobresaliente. Se expidieron un total de treinta y seis títulos.
146
El perfil social y académico del practicante
reválida (Gráfico 15).50 Un porcentaje muy similar de graduados al de otros periodos cronológicos intermedios estudiados en los distritos universitarios de Zaragoza y Valencia. Durante los diez primeros años de la enseñanza de practicantes en la capital de Aragón, el porcentaje de alumnos graduados se situó en el 79,59 % de los que comenzaron la carrera; en el periodo comprendido entre 1880-1894, en el 70,62 % y en Valencia durante 1882-1890, en el 76,24 %. Unos datos muy positivos que confirmarían la hipótesis de Ramón Camaño et al. a la hora de circunscribir el éxito de esta carrera a su corta duración y al alto porcentaje de aprobados.51 Igualmente, en las matronas graduadas durante los primeros cincuenta años en el distrito universitario de Zaragoza, el porcentaje de estas se elevó incluso al 94,64 %, lo que puede poner en valor la hipótesis de estos autores para esta carrera femenina, también.52 En consonancia con las tendencias expuestas en este libro para el número de incorporaciones a la carrera de practicante, podemos establecer los mismos dos periodos de tendencia ascendente significativa en cuanto a su número de graduados. Un primero que coincidió con la estabilización de la situación de la Facultad de Medicina en 1876 y un segundo que comenzó con la puesta en marcha del reglamento de 1888 que declaró los estudios libres y finalizaría en 1902, año en el que se produjo la publicación de un nuevo plan de estudios. El correlato entre el aumento de inscripciones en la carrera y el incremento de sus reválidas nos presenta un importante rendimiento o eficacia interna de los estudios que se traduciría en una escasa dificultad y abandono al cubrir las expectativas del alumnado. Al 50 La existencia de alumnado del que no he localizado su fecha de graduación puede deberse a una pérdida de la documentación o al abandono de la carrera antes de su finalización, ya que tan solo durante el periodo analizado suspendieron finalmente nueve alumnos. Si bien es cierto que en primera instancia hubo 114 alumnos que suspendieron la reválida, posteriormente la aprobaron. El listado de los practicantes graduados por la Universidad de Zaragoza (1869-1915) que he elaborado se encuentra disponible en: http:// ssrn.com/abstract=2874466. 51 Camaño Puig, Ramón; Felipe Cabañero, Rosa; Castelló Carbo, Miquel. «Estudiantes de la carrera de Practicantes en la Universidad de Valencia, 2002; Blázquez Ornat, Isabel et al. «Perfil de los primeros practicantes…», 2012; Becerril Ramírez, Natalia. «Los practicantes titulados por la Universidad de Zaragoza, 1880-1894…», p. 39. 52 Subirón Valera, Ana Belén et al. «Los primeros 50 años de las matronas…», p. 116.
147
Isabel Blázquez Ornat
compararlo con la carrera de maestro entre 1844 y 1936, esta proporción no se mantuvo de igual manera, ya que en los momentos de más matriculación el número de revalidados descendió. Para Rosa María Cabrejas, esta situación estuvo justificada por la dificultad y el desinterés por los estudios que implicaría el abandono de los mismos.53 A partir de los cambios en la enseñanza del practicante ocurridos entre 1902 y 1904 por los que fue ampliada, fundamentalmente, con conocimientos de Obstetricia y la enseñanza oficial adscrita a un profesor de la facultad de Medicina, el número de graduados disminuyó y se fue estabilizando hasta 1915. Un descenso importante de los revalidados en proporción con respecto a los alumnos que habían iniciado sus estudios años antes y que podría denotar una normalización de la carrera y la repercusión del aumento en su complejidad (Gráficos 16-17). En general, en los periodos en los que la enseñanza fue declarada libre el número de graduados aumentó significativamente. Durante el Sexenio Democrático, en Zaragoza el número total de graduados ascendió a 348 practicantes, dato muy similar al aportado por Francisco Herrera para este periodo en Cádiz con 356.54 Desde el efecto del reglamento de 1888 que declaró libre la enseñanza de los practicantes y hasta 1904, año en el regresó la posibilidad de realizarla por las dos modalidades (oficial y libre), el número de graduados ascendió a 1106, lo que representó del total de graduados hasta 1915, el 44,74 %. De los alumnos graduados entre 1869-1915, más del 94 % obtuvieron la calificación de aprobado. Durante el periodo que estuvo vigente la ley de libertad de enseñanza solo se pudo obtener aprobado o suspenso en los exámenes; sin embargo, el comienzo de la Primera República introdujo reformas educativas que permitieron la calificación con diferente graduación. A pesar de ello, tan solo 110 alumnos (4,6 %) obtuvieron la
53 Domínguez Cabrejas, María Rosa. La Escuela Normal de Maestros de Zaragoza…, pp. 181-182. 54 Aunque Cádiz no estaba entre las ciudades recogidas en el Reglamento de 1861, los alumnos de practicantes y matronas se examinaron en su Facultad de Medicina dependiente de la Universidad de Sevilla. Herrera Rodríguez, Francisco. «Estudio sobre las profesiones auxiliares sanitarias en Cádiz (siglo xix y xx)…», 1992-1993, p. 236.
148
El perfil social y académico del practicante
calificación de sobresaliente y tan solo uno, la de notable.55 Por tanto, esta aproximación a las calificaciones de los alumnos puede reflejar un rendimiento o aprovechamiento escaso del discente o un elevado nivel de exigencia requerido en la titulación o examen final.
19,77%
80,23%
Alumnos que obtuvieron el grado
Alumnos suspendidos o sin datos
Gráfico 15. Practicantes graduados en la Facultad de Medicina de la Universidad de Zaragoza (1869-1915) 200 180 160 140 120 100 80 60 40
1915
1913
1911
1909
1907
1905
1903
1901
1899
1897
1895
1893
1891
1889
1887
1885
1883
1881
1879
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1875
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Gráfico 16. Número de practicantes graduados al año en la Facultad de Medicina de la Universidad de Zaragoza (1869-1915)56
55 La distribución de las calificaciones siguió la tendencia iniciada durante los primeros veinticinco años de la carrera. Blázquez Ornat, Isabel et al. «Perfil de los primeros practicantes…», 2012; Becerril Ramírez, Natalia. «Los practicantes titulados por la Universidad de Zaragoza, 1880-1894…», p. 40. 56 Existe un libro de registro de reválidas de practicantes de los cursos comprendidos durante el periodo 1876-1914 en AHUZ, Leg. 17-B-4-7, Licenciados en Medicina. Reválidas de practicantes y matronas. Índices de Medicina, 1895-1896.
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Isabel Blázquez Ornat 200 180 160 140 120 100 80 60 40
Nuevas inscripciones
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Graduados
Gráfico 17. Relación entre el número de alumnos que comenzaron la carrera y el número de revalidados por año en el distrito universitario de Zaragoza (1869-1915)
El número de títulos de practicante expedidos por la Universidad de Zaragoza57 durante el periodo de 1869 a 1915 fue de 1541 (Gráfico 18). En España a partir de este último curso de 1915-1916, se produjo un aumento en la expedición de estos títulos alcanzando su número máximo en el de 1927-1928, con 1016. A partir del siguiente curso y durante los cuatro venideros, se inició un descenso que se acentuaría en 1932-1933, recuperándose a partir de entonces para alcanzar un nuevo pico con 555 títulos en el curso 1934-1935.58 Dentro de esta tendencia general y en comparación con el resto de universidades autorizadas para la docencia a los practicantes,59 desde la primera década del siglo xx la capital de Aragón se consolidó como un núcleo importante en el número de títulos expedidos. Esto 57 En esta investigación se han considerado «títulos expedidos» aquellos de los que hemos obtenido constancia que el alumno/a hubiera recogido en la Universidad o se hubieran enviado a la dirección indicada por el interesado/a. 58 Unos datos que seguirían la tendencia expuesta por Fernando Montesinos, señalando 1929, 1928 y 1930 como los años en que se obtuvieron más de títulos de practicantes en España. 1929 fue el año en que también se expidieron más títulos de este tipo a las mujeres. Montesinos Vicente, Fernando. «Practicantes, matronas y cirujanos…», p. 282. 59 Durante el siglo xx, las universidades autorizadas para la enseñanza de los practicantes fueron las de Madrid, Barcelona, Granada, Salamanca, Santiago, Sevilla, Valencia, Valladolid, Zaragoza y, desde el curso 1917-1918, la de Cádiz.
150
El perfil social y académico del practicante
le permitió ocupar hasta prácticamente la mitad de la segunda década de ese siglo, junto a Madrid y Valencia, los primeros lugares entre los centros a este respecto.60 A partir del curso 1923-1924 y aunque se produjo un aumento de su número al año con respecto a cursos anteriores,61 la Universidad de Zaragoza descendió para situarse en una posición media tras las de Madrid y Barcelona. Es preciso puntualizar que, con cincuenta y un títulos en el curso 1930-1931, fue la tercera universidad más importante y que en el de 1932-1933, dentro de un contexto civil prebélico, con ocho mantuvo su posición media.62 Según la serie recogida en el Archivo General de la Administración de Alcalá de Henares por Fernando Montesinos para el periodo 1877-1932, Zaragoza fue el lugar de procedencia más frecuente de los 15 872 de los practicantes titulados en España con 932 personas, seguida de Valencia con 796, Teruel con 741 y Madrid con 658. Asimismo, según los datos de este autor, la Universidad de Zaragoza fue la tercera en España en cuanto al número de títulos expedidos en esta carrera, tras Madrid y Valencia. Por tanto, Aragón mantuvo una tradición hacia esta actividad que propició que incluso en los momentos en que el reclutamiento en la carrera fue más bajo en España, su vinculación se mantuviera al estar relacionada con una importante 60 En Zaragoza se expidieron 29 títulos en el curso 1909-1910, 47 en el de 1915-1916 y 63 en el de 1918-1919. 61 En Zaragoza se expidieron 80 títulos en el curso 1923-1924, 58 en el de 1927-1928, 64 en el de 1928-1929 y 80 en el de 1929-1930. 62 Si comparamos el distrito universitario de Zaragoza con el similar de Valladolid desde la primera década del siglo xx y hasta el curso 1922-1923, los titulados en la capital de Aragón superaron a los de aquel distrito. A partir de este curso la tendencia cambió, ya que la universidad vallisoletana superó a la de Zaragoza entre un máximo de 49 y un mínimo de 4 títulos más en los cursos 1928-1929 y 1931-1932, respectivamente. Las estadísticas del curso 1909-1910 están disponibles en: http://www.ine.es/inebaseweb/ pdfDispacher.do?td=29476; Curso 1914-1915: http://www.ine.es/inebaseweb/pdfDispacher.do?td=147598; Curso 1915-1916: http://www.ine.es/inebaseweb/pdfDispacher.do?td=78581; Curso 1918-1919: http://www.ine.es/inebaseweb/pdfDispacher.do?td=148386; Curso 1922-1923: http://www.ine.es/inebaseweb/pdfDispacher.do?td=94849; Curso 1923-1924: http://www.ine.es/inebaseweb/pdfDispacher.do?td=90905; Curso 1927-1928: http://www.ine.es/inebaseweb/pdfDispacher.do?td=149600; Cursos 1928-1931: http://www.ine.es/inebaseweb/pdfDispacher.do?td=150177; Curso 1931-1932: http://www.ine.es/inebaseweb/pdfDispacher.do?td=94725; Curso 1932-1933: http://www.ine.es/inebaseweb/pdfDispacher.do?td=102914; Estadística de los cursos 1915-1916 a 1941-1942: http://www.ine.es/inebaseweb/ pdfDispacher.do?td=161200 [Consulta: 23/06/2014].
151
Isabel Blázquez Ornat
demanda social o el uso y costumbre de recurrir a este tipo de profesional. De esta manera, la ratio de practicantes por habitantes en 1930 se situó en 1466 habitantes y, por ejemplo, en Cataluña en 13.620.63 Esta tradición encontraría su origen en la organización que la cirugía tuvo en Zaragoza diferente a la de otras ciudades, ya que desde 1488 por privilegio de Fernando el Católico, el Colegio de Medicina y Cirugía de Zaragoza mantuvo unida la barbería y la cirugía. Por ello, los mancebos de cirugía aprendían el oficio en el Hospital Nuestra Señora de Gracia, donde su número fue ingente en el siglo xviii, o en boticas al lado de un maestro cirujano haciendo barbas, sangrías, ayudándolos en las operaciones de cirugía menor y compartiendo las ganancias fruto de esta actividad.64 Si analizamos otros títulos sanitarios expedidos por la universidad zaragozana desde la primera década del siglo xx, se evidencia lógicamente en una carrera con un número de alumnos significativamente más elevado que los de Medicina fueron siempre superiores en número a los de practicante excepto en los cursos 1915-1916 y 1918-1919.65 En el curso 1909-1910 se expidieron, por cada título de practicante, 1,55 de médico y, a su vez, por cada título de matrona, 7,25 de practicante. En el curso 1914-1915, la diferencia entre el número de títulos de Medicina y de practicante se incrementó hasta un poco más del doble, y los de matrona fueron prácticamente cuatro veces menores que los de practicante. La diferencia todavía fue más acusada desde finales de los años veinte y comienzos de la década de los años treinta ya que en el curso 19291930 se expidieron 80 títulos de practicante por 239 de Medicina y, en 1932-1933, 8 de practicante por 103 de médico.66 Unos datos esperables 63 Montesinos Vicente, Fernando. «Practicantes, matronas y cirujanos…», pp. 242245 y 286. 64 Fernández Doctor, Asunción. Documentos para la historia de las profesiones sanitarias: El Colegio de Médicos y Cirujanos de Zaragoza (siglos xvi-xviii), Zaragoza, Colegio Oficial de Médicos de Zaragoza, 1996, pp. 28-31; — «Médicos y cirujanos de Zaragoza en la Edad Moderna», Dynamis, 17 (1997), pp. 141-164; — «La enfermería en Zaragoza en el siglo xviii: los mancebos de cirujanos», en Cuidadoras en la Historia: protagonistas de ayer y hoy…, 2007, pp. 49-56. 65 La relación en estos cursos particularmente fue de 47 títulos de practicante por 46 de Medicina y 63 de practicante por 36 de Medicina, respectivamente. 66 Estadísticas curso 1909-1910. Disponibles en: http://www.ine.es/inebaseweb/ pdfDispacher.do?td=29476; Curso 1914-1915: http://www.ine.es/inebaseweb/pdfDispacher.do?td=147598; Curso 1915-1916: http://www.ine.es/inebaseweb/pdfDispacher.do?td=78581;
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El perfil social y académico del practicante
en el contexto de la «plétora médica» que acució España fundamentalmente en el segundo decenio del siglo xx al igual que a otros países como Francia y Reino Unido, y que ya desde finales del siglo xix estuvo presente en las reflexiones y debates del propio colectivo.67 Como ya he ido apuntando desde la primera década del siglo xx, el caso de las matronas fue completamente distinto. Al menos hasta mediados de la década de los años veinte, los títulos de practicante siempre fueron muy superiores, existiendo cursos como el de 1918-1919 en el que se expidieron por cada título de Matrona, diez de practicante y otros de menor diferencia como el 1923-1924, en que la proporción fue de 1:3.68 70 60 50 40 30 20
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Gráfico 18. Títulos de practicante expedidos al año por la Universidad de Zaragoza (1869-1915)
Curso 1918-1919: http://www.ine.es/inebaseweb/pdfDispacher.do?td=148386; Curso 1922-1923: http://www.ine.es/inebaseweb/pdfDispacher.do?td=94849; Curso 1923-1924: http://www.ine.es/inebaseweb/pdfDispacher.do?td=90905; Cursos 1928-1931: http://www.ine.es/inebaseweb/pdfDispacher.do?td=150177; Curso 1931-1932: http://www.ine.es/inebaseweb/pdfDispacher.do?td=94725; Curso 1932-1933: http://www.ine.es/inebaseweb/pdfDispacher.do?td=102914 [Consul ta: 23/6/2014]. 67 Ortiz Gómez, Teresa. Médicos en la Andalucía del siglo xx …, 1987, pp. 101-103. 68 Estadísticas curso 1909-1910. Disponibles en: http://www.ine.es/inebaseweb/ pdfDispacher.do?td=29476; Curso 1914-1915: http://www.ine.es/inebaseweb/pdfDispa cher.do?td=147598; Curso 1915-1916: http://www.ine.es/inebaseweb/pdfDispacher.do?td=78581; Curso 1918-1919: http://www.ine.es/inebaseweb/pdfDispacher.do?td=148386; Curso 1922-1923: http://www.ine.es/inebaseweb/pdfDispacher.do?td=94849; Curso 1923-1924: http://www.ine.es/inebaseweb/pdfDispacher.do?td=90905; Curso 1927-1928: http://www.ine.es/inebaseweb/pdfDispacher.do?td=149600 [Con sulta: 23/6/2014].
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Isabel Blázquez Ornat
La influencia del género y la clase social En Zaragoza, desde 1860, cuanto tuvo lugar el primer intento de dar enseñanza a los practicantes en la capital de Aragón, y hasta 1936, el número de mujeres que iniciaron estos estudios fue de noventa y seis.69 El predominio del sexo masculino en esta carrera era esperable en un contexto educativo, cultural y social que presentaba marcadas resistencias a la incorporación de la mujer al mundo educativo y laboral ante el peligro del desmoronamiento de la familia.70 Desde finales del siglo xix y hasta la tercera década del xx, las pocas mujeres que iniciaron estudios profesionales eligieron, dentro de las profesiones sanitarias, aquellas que no se alejaron de sus roles de género, es decir, las carreras de Matrona, Medicina y después, con su puesta en marcha, claramente, la de Enfermería.71 Una tendencia general en Europa y América al representar esta última carrera una profesión de mujeres subordinada al médico y en sintonía con las consideradas «competencias femeninas» que la alejaban de todo cuestionamiento o controversia.72 69 AHUZ, Leg. 16-A-2-4, Medicina. Practicantes y matronas. Expedientes de reválida, 1897-1898; Leg. 16-A-3-4, Medicina: Practicantes y matronas. Expedientes de reválida, 1900-1901; Leg. 15-A-8-7, Reválidas de practicantes y matronas…, 1905-1915; Leg. 15-A8-2, Expedientes de practicantes y matronas…, 1905-1915; Leg. 15-B-8-2, Expedientes de practicantes y matronas…, 1905-1915; AFMZ, Legs. 1-7, 2-7, 3-7, 4-7, 5-7, 6-7, 7-7 y 8-7, Fichas de identidad escolar, practicantes, 1915-1940. Dos alumnas comenzaron los estudios de practicante en el curso 1935-1936 y el comienzo de la Guerra Civil precipitó que reanudaran el segundo año de la carrera en el curso 1939-1940. AFMZ, Leg. 2-7, Fichas de identidad escolar, practicantes, 1915-1940. 70 Parte de este análisis fue presentado con la comunicación titulada «Integración profesional de las mujeres en un oficio masculino: el caso del practicante 1857-1936» en el XVII Coloquio Internacional de la AEIHM «Autoridad, poder e influencia: mujeres que hacen historia». Zaragoza, 19-21 de octubre del 2016. 71 En España, entre 1903 y 1910, la presencia femenina en las carreras sanitarias fue mayor en la de matronas (83,97 %), seguida de la de Medicina (10,61 %), practicante (4,24 %) y Odontología (1,15 %). A partir de las primeras décadas del siglo xx, momento a partir del cual pudieron obtener el título valedero para poder ejercer y cuando se puso en marcha de la titulación de enfermera, la tendencia de las mujeres fue mayoritariamente hacia esta última titulación, representando en el curso 1931-1932 un 61,6 % del total de mujeres futuras sanitarias. Montesinos Vicente, Fernando. «Practicantes, matronas y cirujanos…», pp. 271-272, 275 y 591-592. 72 Ortiz Gómez, Teresa. La mujer como profesional de la medicina en la España contemporánea…, 1985-1986, p. 351; — «Profesiones sanitarias», en I. Morant (dir.),
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El perfil social y académico del practicante
Tal vez este haya sido el motivo por el que, según Carmen González Canalejo, el estudio de las practicantas raramente haya suscitado interés entre los historiadores e historiadoras en general, a excepción de los trabajos publicados en los años ochenta por Rosa María Capel, Carmen Domínguez-Alcón y Carmen Álvarez Ricart que nombraron a este colectivo.73 La mencionada autora almeriense, Carmen González Canalejo, ha retomado su estudio desde un enfoque de género presentando varias investigaciones sobre el acceso de estas mujeres a la enseñanza universitaria y el papel y perfil profesional que adquirieron.74 También en 2012 publicamos el perfil prosopográfico de las primeras alumnas de practicante en la Universidad de Zaragoza hasta 1915, y sobre los datos de estos trabajos ampliaré la cuestión y el análisis de la influencia del género en el perfil del alumnado de esta carrera.75 Las mujeres que optaron por la carrera de practicante fueron residuales, ya que su marcado carácter biotécnico la dotó de los valores necesarios para adscribirla al sexo masculino y a la masculinidad. A pesar del contexto favorable propiciado por el empuje del Sexenio Democrático y la Institución Libre de Enseñanza, las peticiones de las mujeres de abrirse paso en estos estudios recibieron respuesta tardía por parte de las autoridades oficiales. Antes de tener autorización para la expedición del título y acceso al escenario sanitario, según Rosa María Capel existieron ocho mujeres que cursaron los estudios en el año 1900. En 1910, la apertura del mundo académico y laboral a las mujeres, promovida por las disposiciones legales de ese
Historia de las mujeres en España y América Latina del siglo xix a los umbrales del siglo xx, vol. III, Madrid, Cátedra, 2006, pp. 523-543. 73 González Canalejo, Carmen. «Cuidados y bienestar: el trabajo sanitario femenino…», 2007, nota al pie número 35, p. 221. 74 Ibid., pp. 211-235; — «El acceso a la educación universitaria de las primeras practicantas (1900-1931)», en C. Flecha García; M. Núñez Gil; M. J. Rebollo Espinosa (dirs.), Mujeres y educación: saberes, prácticas y discursos en la historia, Sevilla, Diputación Provincial de Sevilla, 2005, pp. 120-133; — Las cuidadoras: historia de…, 2006. 75 Blázquez Ornat, Isabel et al. «Los primeros pasos de la mujer en la carrera de practicante de la Universidad de Zaragoza (1869-1915)», Temperamentum, 16 (2012). Disponible en: http://www.index-f.com/temperamentum/tn16/t1012.php [Consulta: 21/05/2014].
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Isabel Blázquez Ornat
año, produjo un salto importante en las matrículas femeninas, que alcanzaron el número de treinta.76 En el distrito universitario de Zaragoza realizaron los estudios de practicante dos de esas mujeres pioneras. En 1898, Rosa María Matute Tofé, con veintidós años, siendo soltera y sin tener estudios previos, se presentó al examen de reválida por libre, que finalmente conseguiría superar en 1900. La expedición de su título no fue hasta 1925, por razones que desconozco.77 La segunda mujer, Adriana Laita Moreo, tras estudiar por libre, solicitó examinarse de la reválida en 1901, año en el que la superó con la calificación de aprobado. Esta alumna tuvo que enfrentarse a la oposición del decano de la Facultad de Medicina, Gregorio A. García, que decía: Aun cuando en la legislación vigente durante los últimos 20 años se ha autorizado a las mujeres para matricularse en la 2.ª enseñanza y para el ejercicio de ciertas profesiones unas veces, y negándolo otras; el Decano que suscribe encuentra en el caso presente, que las aptitudes femeninas están en completo desacuerdo moral y materialmente con las funciones propias del ejercicio de la carrera de practicantes, por lo que entiende no debe accederse a lo solicitado por la interesada. V.I. sin embargo acordara lo que estime más procedente…78
Su caso se elevó hasta el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, quien le concedió el permiso para poder realizar el examen. Sin embargo, no tengo constancia de que en ningún momento se les expidiera su correspondiente título académico.79 La resistencia a que Adriana Laita concluyera los estudios de practicante es la única explícita que he encontrado a este respecto para las mujeres en las fuentes analizadas. 76 Capel Martínez, Rosa María. El trabajo y la educación de la mujer en España (19001930), Madrid, Ministerio de Cultura, 1982, p. 437; González Canalejo, Carmen, «El acceso a la educación universitaria de las primeras practicantas…», en C. Flecha García; M. Núñez Gil; M. J. Rebollo Espinosa (dirs.), Mujeres y educación: saberes, prácticas y discursos en la historia…, 2005, p. 122. 77 AHUZ, Leg. 16-A-2-4, Medicina. Practicantes y matronas…, 1897-1898; Leg. 16-C3-3, Reválidas de practicantes y matronas (2.ª parte)…, 1899-1900. 78 AHUZ, Leg. 16-A-3-4, Medicina. Practicantes y matronas..., 1900-1901. 79 AHUZ, Leg. 16-C-5-2, Medicina, comunicaciones, 1900-1903.
156
El perfil social y académico del practicante
Desde la autorización de la mujer a adquirir el título de practicante en 1904 y hasta mediados de la segunda década del siglo xx, la inscripción de mujeres en la carrera en Zaragoza fue irregular. Existieron cursos en los que no se produjo ninguna incorporación y otros en los que hubo una y tres. Sin embargo, a partir del curso 1923-1924 se produjo un aumento progresivo que alcanzó su cota máxima con quince alumnas en el de 1927-1928.80 Unos datos en la línea de lo apuntado por Carmen González Canalejo, que sitúa en los años veinte y treinta el aumento progresivo de alumnas en la carrera de practicante como un hecho paralelo a la incorporación de las mujeres al sistema educativo primario y a los institutos de segunda enseñanza.81 Siguiendo la tendencia de los alumnos masculinos, las incorporaciones de mujeres a los estudios de practicante iniciaron un descenso importante a partir del curso 1928-1929. En el correspondiente a 1931-1932, el número de matriculadas comenzó a recuperarse progresivamente con dos, cuatro en el siguiente y trece en el de 1933-1934.82 Como he mencionado, resulta evidentemente que el contexto favorable hacia la educación e incorporación laboral de la mujer propició que el número de alumnas en los estudios de practicante creciese durante la segunda década del siglo xx. Al igual que para los alumnos varones, creemos que esta tendencia también pudo estar favorecida por aspectos académicos, como la eliminación del examen final de la reválida en 1917, y laborales, como la modernización y reorganización municipal y provincial de la sanidad de 1925, que pretendieron establecer y regular la distribución, funciones y sueldos de los practicantes. Sin embargo, el establecimiento en 1926 como requisito de entrada en la carrera la posesión del título de Bachiller, con aplicación en el curso 1928-1929, pudo tener un efecto negativo 80 AHUZ, Leg. 15-A-8-7, Reválidas de practicantes y matronas…, 1905-1915; Leg. 15-A-8-2, Expedientes de practicantes y matronas…, 1905-1915; Leg. 15-B-8-2, Expedientes de practicantes y matronas…, 1905-1915; AFMZ, Legs. 1-7, 2-7, 3-7, 4-7, 5-7, 6-7, 7-7 y 8-7, Fichas de identidad escolar, practicantes, 1915-1940. 81 González Canalejo, Carmen. «El acceso a la educación universitaria de las primeras practicantas…», en C. Flecha García; M. Núñez Gil; M. J. Rebollo Espinosa (dirs.), Mujeres y educación: saberes, prácticas y discursos en la historia…, 2005, p. 123. 82 AFMZ, Legs. 1-7, 2-7, 3-7, 4-7, 5-7, 6-7, 7-7 y 8-7, Fichas de identidad escolar, practicantes, 1915-1940.
157
Isabel Blázquez Ornat
en los cursos posteriores, ya que se produjo un decrecimiento más acusado. Cuando en 1931 este requisito académico se sustituyó por el de superar el examen de ingreso en los institutos nacionales de segunda enseñanza más algunas asignaturas, el número de estudiantes femeninas comenzó a recuperarse. Por tanto, mantenemos para el alumnado femenino nuestra hipótesis de que estos condicionantes pudieron ser más determinantes para la atracción de alumnas a estos estudios que los pasos realizados en la reorganización de la sanidad, funciones y sueldos de estas sanitarias-practicantas (Gráfico 19). Si realizamos un análisis de las mismas características académicas y sociodemográficas que las planteadas para los alumnos varones, en primer lugar podemos decir que, desde 1898, la procedencia de las practicantas fue en un 77,79 % de las provincias que incluía el distrito universitario de Zaragoza, predominando las naturales de Zaragoza (39,58 %), Navarra (17,70 %), Huesca (6,25 %), Logroño (6,25 %) y Teruel (5,20 %). Un perfil en sintonía general con el de los alumnos varones a excepción de que Navarra se situaba en el segundo lugar y Logroño, en tercero, particularidad que justificaré posteriormente. Fuera de este distrito zaragozano destacaron las alumnas procedentes de las provincias de Madrid (cuatro alumnas), Castellón (dos alumnas), Vizcaya (dos alumnas) e incluso otras dos procedentes de Francia (Gráfico 20). Para determinar el origen de estas mujeres según su procedencia rural y urbana vuelvo a establecer como criterio inclusivo para esta última el proceder de la capital de la provincia. Al igual que para los alumnos varones, predominó su origen rural; sin embargo, fue notablemente muy superior el porcentaje de las que lo hicieron desde el medio urbano. El 34,73 % de estas mujeres procedieron de capitales de provincia, de modo que su perfil compartió, en este aspecto, similitudes con el de las estudiantes de matrona en Zaragoza, ya que un 33 % lo hicieron desde el mismo ámbito (Gráfico 21).83 Las diferencias en las provincias y ámbitos de procedencia de las futuras practicantas respecto de sus colegas varones considero que se justifican por la influencia que pudo tener que con frecuencia Subirón Valera, Ana Belén et al. «Los primeros 50 años de las matronas…», p. 116.
83
158
El perfil social y académico del practicante
hubieran cursado antes la carrera de matrona. De las 96 alumnas de practicante en Zaragoza, 58 estudiaron la carrera de matrona, 30 simultáneamente a la de practicante, y, de todas ellas, 48 lograron finalmente titularse de profesora en partos. Estas características favorecieron que un número importante tuvieran como procedencia el medio urbano al ser mujeres que ya podían estar ejerciendo en la ciudad y que para cursar los estudios de matrona se hubieran trasladado antes a las ciudades. De igual modo, que Navarra fuese una de las procedencias más frecuentes pudo estar en relación directa con el importante número de mujeres de esta provincia que la Universidad de Zaragoza absorbió para la consecución de los estudios que habilitaban para la asistencia a los partos.84 16 14 12 10 8 6 4
1934
1932
1930
1928
1926
1924
1922
1920
1918
1916
1914
1912
1910
1908
1906
1904
1902
1900
0
1898
2
Gráfico 19. Alumnas oficiales y libres que se incorporaron a la carrera de practicante en el distrito universitario de Zaragoza (1898-1936)85
Ibid. En este gráfico se han contemplado las incorporaciones a la carrera de practicante que se produjeron en el primer semestre o primer año de la titulación según el reglamento que estuviera vigente. A pesar de que tan solo contamos con la fecha de su reválida, en este gráfico se han integrado a las dos primeras mujeres que se graduaron y, por tanto, que cursaron los estudios de practicante. 84 85
159
Isabel Blázquez Ornat 40
38
35 30 25 20
17
15 10
6
6
5 0
5 2
Zaragoza
Navarra
Huesca
Logroño
Teruel
Soria
Gráfico 20. Procedencia de las alumnas de practicante pertenecientes al distrito universitario de Zaragoza (1898-1936) Urbano
Rural
34,73%
65,26%
Gráfico 21. Procedencia rural y urbana de las alumnas de practicante en el distrito universitario de Zaragoza (1898-1936)
Las edades de estas alumnas de practicante oscilaron entre los dieciséis y los treinta años, intervalo que comprendió al 75,29 % de este alumnado. De modo distinto al caso de los varones, en los que el intervalo entre los dieciséis y los veinticinco años concentró a su mayor parte. La presencia de un alumnado femenino de mayor edad que el masculino se vio favorecido porque la carrera de practicante no fue la primera titulación a la que optaban estas mujeres, muchas 160
El perfil social y académico del practicante
de ellas procedentes o tituladas en los estudios de matrona, como ya hemos mencionado (Gráfico 22). Rompiendo la tónica de matronas y practicantes varones expuesta, la modalidad más habitual de cursar estos estudios fue la oficial, tal vez con el objeto dentro de esta estrategia profesional de doble titulación de potenciar su acreditación con este tipo de modalidad de estudio y darse nombre de cara a ejercer la profesión de manera privada. 35% 30% 25% 20% 15% 10% 5% 0%
45
Sin datos
Gráfico 22. Edad de las alumnas de practicante en el distrito universitario de Zaragoza en la enseñanza oficial y libre (1898-1936)
Después de la autorización para obtener el título en 1904 y hasta 1932, las mujeres representaron el 12,25 % de los practicantes titulados en España, con un periodo de concentración de títulos entre los años 1928 y 1931 en el que se tituló el 45,17 % del total. Según un estudio referido a toda España, las primeras mujeres a las que se les expidió el título de practicanta fueron las barcelonesas Antonia Rutlla Riera y María Martín Pernal en julio 1904 y la primera con título autorizado para los partos normales fue Concepción Mundela Miro en 1905. Fuera de Cataluña, en 1908, la señora Urrea de Zaragoza obtuvo el título de practicanta y la madrileña señora Martínez, el de autorizada para partos.86 86 Montesinos Vicente, Fernando. «Practicantes, matronas y cirujanos…», pp. 271272. En el AHUZ no localizamos el expediente de la señora Urrea.
161
Isabel Blázquez Ornat
De las 96 mujeres que hasta 1936 iniciaron los estudios de practicante en Zaragoza, todas menos 7 los finalizaron y a un total de 44 se les expidió el título correspondiente.87 Aunque mayoritariamente las alumnas de practicante en el distrito zaragozano procedieron de las provincias que lo constituían, los datos que aporta Fernando Montesinos para el periodo 1904-1932 computan en 83 las mujeres tituladas naturales de las provincias de Huesca, Zaragoza, Teruel, Logroño, Soria y La Rioja. Un dato por el que, según mi revisión, tan solo se situarían en 32 los títulos de practicanta, por lo que parece plausible que el número fuese significativamente superior y que se haya producido una pérdida de documentación sustancial.88 Los datos de Zaragoza coinciden con la tendencia nacional que produjo una concentración de títulos durante los años 1928 a 1931. Una trayectoria que tal vez prolongaríamos hasta 1935, momento en el que se puso fin a un periodo significativo de expedición de títulos que no se produciría de nuevo hasta el año 1940, una vez finalizado el conflicto bélico en España (Gráfico 23). En la línea de lo planteado por Carmen González Canalejo, desde que en 1902 se legitimó el derecho a la asistencia a los partos normales de los practicantes en poblaciones con menos de 10 000 habitantes, la situación de las matronas rurales se vio abocada al límite y a la puesta en marcha de fórmulas que ampliaran su capacitación y su competencia en el terreno laboral. La doble titulación de matrona y practicanta fue una estrategia que, según esta autora, les dio mayor margen para ser contratadas por la institución sanitaria debido a su versatilidad, ya que podían ejercer simultáneamente de practicante y de matrona, y con un coste para el sistema más bajo, ya que el sueldo estipulado para las practicantas y matronas, por su condición de mujer, era equivalente a los dos tercios de lo cobrado por los practicantes.89 El 87 AHUZ, Leg. 16-A-2-4, Medicina. Practicantes y matronas…, 1897-1898; Leg. 16-A-3-4, Medicina. Practicantes y matronas…, 1900-1901; Leg. 15-A-8-7, Reválidas de practicantes y matronas…, 1905-1915; Leg. 15-A-8-2, Expediente de practicantes y matronas…, 1905-1915; Leg. 15-B-8-2, Expedientes de practicantes y matronas…, 19051915; AFMZ, Legs. 1-7, 2-7, 3-7, 4-7, 5-7, 6-7, 7-7 y 8-7, Fichas de identidad escolar, practicantes, 1915-1940. 88 Montesinos Vicente, Fernando. Op. cit., p. 271. 89 Desde el año 1918 hasta 1924, en la Beneficencia Municipal de Almería las mujeres cobraban 912,50 pesetas y los practicantes, 1500. González Canalejo, Carmen. «El acceso
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El perfil social y académico del practicante
análisis realizado consolida que lo que en un primer momento fue una alternativa de formación extra a los estudios de matrona para ampliar el abanico de ejercicio profesional se fue afianzando como una estrategia profesional prácticamente indispensable para estas mujeres sanitarias, como muestra el alto porcentaje que directamente simultaneó ambas carreras (31,25 %). 7 6 5 4 3 2
0
1908 1912 1916 1917 1918 1919 1920 1921 1922 1923 1924 1925 1926 1927 1928 1929 1930 1931 1932 1933 1934 1935 1936 1938 1940 1941 1942 1944 1945 1948 1952
1
Gráfico 23. Número de títulos de practicanta expedidos al año por la Universidad de Zaragoza (1908-1952)90
Otros de los factores que considero que influyó en el perfil del alumnado masculino de practicante fue su clase social. He utilizado la concepción que de ella hace Max Weber como una de las dimensiones necesarias para la determinación de la estratificación social. Por ello, en esta investigación ha sido entendida como el poder económico, la renta o ingresos que el cabeza de familia, el padre, aportaba al conjunto familiar a través de su ocupación. De esta manera he resaltado la relación existente entre la disposición sobre bienes
a la educación universitaria de las primeras practicantas…», en C. Flecha García; M. Núñez Gil; M. J. Rebollo Espinosa (dirs.), Mujeres y educación: saberes, prácticas y discursos en la historia…, 2005, nota al pie número 286, p. 125. 90 En este gráfico he incorporado los títulos expedidos hasta 1952, los cuales suman un total de sesenta.
163
Isabel Blázquez Ornat
y servicios y la obtención de rentas e ingresos (posición económica / posición social).91 La ocupación del padre ha sido obtenida a través de las partidas de bautismo que los alumnos de practicante presentaron durante diferentes periodos y que se encontraban adjuntas a sus expedientes de reválidas. Se ha realizado el estudio de tres legajos que contenían partidas de bautismo aleatorias correspondiente a los años 1869 a 1901.92 De esta manera he podido obtener que poco más de 76 % de los alumnos masculinos de practicante procedían de familias cuya cabeza, padre o madre, se dedicaba a las profesiones sanitarias o al sector agrícola (Tabla 1). Por tanto, mi conclusión de que el alumnado de practicante procedía de una clase social baja o media-baja, de pocos recursos, se sitúa en la línea de la planteada para los maestros en Zaragoza en el periodo 1868-1890 por María Rosa Domínguez Cabrejas93 y por Fernando Montesinos para los practicantes gerundenses entre 1877 y 1932. Sin embargo, este autor establece el origen de estos practicantes catalanes en un nivel social medio-bajo «aparente» ya que el elevado coste de las matriculas títulos y gastos de la carrera supondría que las familias debían ser unidades con recursos suficientes. Por ello, reformula que el 50 % de las familias gerundenses estarían capacitadas para costear al alumno los gastos de los estudios al estar encabezadas por profesionales sanitarios, labradores o payeses, propietarios de tiendas y barberías, albañiles autónomos, etc. que en su conjunto dispondrían de medios económicos razonablemente acreditados. También considera que se emplearían distintas estrategias para sufragar estos costes como simultanear estudios y trabajo, el aplazamiento de pagos de tasas o el reconocimiento de la deuda por un avalador.94
91 Weber, Max. Economía y sociedad: esbozo de sociología comprensiva, 2.ª ed., México, Fondo de Cultura Económica, 1984. 92 Se han revisado un total de 261 partidas, de las cuales en 247 se ha localizado la ocupación del padre. En otras doce de ellas figuraba la ocupación de la madre, que ha sido incorporada a este análisis al figurar como sustentadora familiar. 93 Domínguez Cabrejas, Rosa María. La Escuela Normal de Maestros de Zaragoza…, p. 178. 94 Montesinos Vicente, Fernando. «Practicantes, matronas y cirujanos…», pp. 229-230.
164
El perfil social y académico del practicante
En el caso de los alumnos del distrito universitario de Zaragoza pudieron cumplirse estas hipótesis. Parece plausible que pudieran proveerse de una ocupación mientras realizaban la carrera, sobre todo al principio de la puesta en marcha de los estudios oficiales, ya que, hasta que se produjo la sustitución del personal auxiliar por practicantes titulados en los centros sanitarios de la ciudad, el número de mancebos de cirugía fue muy importante. También, en las papeletas de las matrículas de los practicantes, sobre todo en los primeros años de la carrera, aparece la figura del «fiador» como una persona de la familia o no que pudo desempeñar el papel de avalador que referenciaba Fernando Montesinos. El aplazamiento de los pagos de tasas que facilitaría el desarrollo de la carrera es una estrategia que no he podido verificar en esta investigación. Sin embargo, sí he podido evidenciar que existió la subvención de estos estudios o de las tasas del título de practicante por parte de la Diputación Provincial para algunos expósitos de la Inclusa zaragozana desde 1892 a 1902.95 Tabla 1. Ocupaciones del cabeza de familia, padre o madre, de los alumnos de practicante en el distrito universitario de Zaragoza (1869-1901) Categoría socioprofesional
Profesiones sanitarias
%
37,45%
Subcategoría
Total
Licenciado en Medicina y Cirugía
3
Barbero
24
Cirujano menor/Sangrador
14
Cirujano
12
Albéitar
5
Partera
12
95 Sobre Florencio Ros, véanse: AHDPZ, Actas del pleno 1892, 2 de diciembre; Libro 58: 391; AHUZ, Leg. 16-D-3-6, Medicina. Practicantes y matronas. Expedientes de reválida, 1893-1894. Sobre Santiago Jusa, Miguel Castel, Lorenzo Melero y Justo de Gracia, véanse: AHDPZ, Actas del pleno 1898, 19 de abril; Libro 64: 86-87. AHDPZ, Actas del pleno 1901, 3 de junio; Libro 67: 85; AHUZ, Leg. 16-D-4-10, Medicina. Practicantes y matronas. Expedientes de reválida. Medicina, 1898-1899. Sobre Fernando Guiu, Francisco Crespo, Eduardo Castillo y Francisco Berbiela, véanse: AHDPZ, Actas del pleno 1898, 10 de noviembre; Libro 64: 175; 1899, 25 de abril; Libro 65: 47; 1900, 10 de noviembre; Libro 65: 171; 11 de noviembre; Libro 66: 153; 1902, 20 de octubre; Libro 68: 135. AHUZ, Leg. 16-D-5-9, Medicina. Practicantes y matronas. Expedientes de reválida. (1.ª parte)…, 18991900. AHDPZ, Actas del pleno 1901, 3 de junio; Libro 67: 85; AHUZ, Leg. 16-D-5-9, ... Expedientes de reválida (1.ª parte)…, 1899-1900.
165
Isabel Blázquez Ornat Categoría socioprofesional Profesiones sanitarias
Sector agrícola
Servicios públicos
Servicios privados
% 37,45%
38,61%
10,03%
14,67%
Subcategoría
Total
Ministrante
27
Labrador
53
Molinero
1
Arriero
1
Pastor
4
Jornalero
40
Rastrillador
1
Militar/Guardia Civil
13
Secretario municipal
1
Maestro de primeras letras
10
Telégrafos
1
Sepulturero
1
Cantero
1
Carretero
1
Albañil
1
Comerciante
4
Carnicero
1
Tabernero
2
Peluquero
1
Herrero
3
Confitero
1
Sastre
2
Alpargatero/zapatero
8
Tejedor
7
Cordonero
1
Carpintero
3
Curtidor
1
Músico
1
Fuente: Leg. 16-B-2-6, Medicina. Practicantes y matronas…, 1869-1898; Leg. 16-C-2-3, Carrera de practicantes y matronas. Ingresos y partidas de bautismo, 1884-1889; Leg. 16D-4-7, Medicina. Practicantes y matronas. Partidas de bautismo y certificaciones del registro. Medicina, 1896-1901
166
El perfil social y académico del practicante
Se puede decir que el mencionado estrato social en el que podemos situar a estos estudiantes varones fue el mismo que para las practicantas. Solamente se dispone de datos de tres de las cinco primeras practicantas96 y todos indican su origen humilde, siendo hijas de labradores y jornaleros; e incluso una tramitó un expediente de pobreza absoluta.97 Evidentemente tres practicantas son pocas para poder establecer con rigor su clase social como baja, pero no debía distar excesivamente de la de los practicantes varones. Sin embargo, es cierto que a priori el hecho de que un número importante de ellas tuviera la carrera de matronas pudo suponer que su clase social hubiese ascendido, si bien también debe tenerse en cuenta que pudieron influir de manera negativa en esta mejora social los problemas que tuvieron para su desarrollo profesional. Por los motivos expuestos y porque en el estudio para Almería de Carmen González Canalejo se muestra que las practicantas procedían de una pequeña burguesía comercial rural y urbana que se fue instalando en la ciudad a mediados del siglo xix, este análisis merecería un número mayor de casos.98 El hecho de que el alumnado de practicante mayoritariamente procediese de una clase social media-baja o baja y que esta influyese en la elección de estos estudios se ve apoyada por diversas fuentes en libros y artículos en revistas de la época. A pesar de que los costes de la carrera suponían verdaderos esfuerzos que alcanzaban el «sufrimiento y la privación» de sus alumnos, fueron vistos como una alternativa de mejora de vida, ascenso social y profesional y estrategia
96 Los datos de los que se disponen son de Rosa María Matute, Adriana Laita Moreo y Eulalia López Jaray. AHUZ, Leg. 16-A-2-4, Medicina. Practicantes y matronas…, 18971898; Leg. 16-C-3-3, Reválidas de practicantes y matronas (2.ª parte)…, 1899-1900; Leg. 16-A-3-4, Medicina. Practicantes y matronas…, 1900-1901; Leg. 15-A-8-2, Expedientes de practicantes y matronas…, 1905-1915. 97 En el expediente de Eulalia López Jaray y con fecha del 24 de abril de 1917, se encuentra la petición de una certificación de los estudios realizados por esta alumna hecha por parte del juez de Instrucción del distrito de San Pablo con el fin de que constase en la pieza de pruebas del abogado del Estado dentro del incidente de pobreza promovido por ella misma. No he conseguido la localización de su expediente entre los pleitos civiles del distrito de San Pablo conservados en el Archivo Histórico Provincial de Zaragoza. 98 González Canalejo, Carmen. «Cuidados y bienestar: el trabajo sanitario femenino…», 2007, p. 226
167
Isabel Blázquez Ornat
migratoria a las ciudades.99 Unos estudios que a pesar de todo eran más baratos que los de otros sanitarios como los de Medicina, de menor duración y con menos exigencias para conseguir el ingreso. Unos requisitos que, como hemos visto, cuando aumentaron pudieron influir en el número de nuevas matrículas y, junto al predominio de la enseñanza libre (más barata), justificarían que el doctor Felipe Sáenz de Cenzano reflexionara sobre los perjuicios que acarreaba el exigirles el Bachiller en 1926, al ser candidatos pobres que no podían costearse los gastos y su larga duración.100 Esta clase social confirmaría la genealogía compartida del practicante con el officier de santé y los cirujanos de la Edad Moderna, desarrollada fundamentalmente en el primer capítulo de este libro. De tal manera que perviviría en el tiempo la tradicional relación entre pertenecer a una clase social, los estudios elegidos y el ámbito asistencial en que se desempeñaría el rol sanitario. Esta atracción hacia la carrera de practicante de candidatos de clase social media-baja o baja marcaría una continuidad entre las diferencias sociales que durante el siglo xix se presentaron entre los médicos y cirujanos.101 Incluso durante la Edad Moderna en España, la clase social de los cirujanos fue inferior a la de otras profesiones sanitarias y la de los mancebos de cirugía todavía menor, por debajo de los albañiles y sastres.102 Los cirujanos atendían a personas de «menor nivel» en el medio rural al igual que harían los practicantes e hicieron los officiers, y que se sustentó en la construcción cultural de que las dolencias de los más pobres eran más simples y por tanto se podían atender con facultativos de orígenes humildes y menos entrenados.103 En síntesis, a la hora de elegir los estudios de practicante parece que influirían con claridad factores como ser hombre y pertenecer Abarrategui Calvo, Antonino. La carrera de practicantes…, p. 14. Sáenz De Cenzano, Felipe. «“Obra Maestra” inserta al documento de ampliación de estudios remitido por Cenzano el 8/10/1931 al Ministro de Instrucción Pública», El Practicante Aragonés 1932, diciembre; 413: 6-11. 101 Neville Bonner, Thomas. Becoming a Physician…, pp. 204-207. 102 Fernández Doctor, Asunción. «Médicos y cirujanos de Zaragoza en la Edad Moderna…», 1997, pp. 159-160. 103 Heller, Robert. «The Seconds-Class Doctors...», 1978, pp. 25-39; Crosland, Maurice. «The Officiers de Santé
», p. 239. 99
100
168
El perfil social y académico del practicante
a una clase social media-baja o baja, sin olvidar otros coadyuvantes como los señalados por Fernando Montesinos en cuanto a la relación existente entre el lugar donde se encontraban, el sitio de impartición y el punto de examen de los estudios. Sin embargo, no coincido con la aportación para Gerona de este autor, por la que establece que no hubo una excesiva influencia de la tradición familiar en la elección de esta carrera rompiendo el continuum o «legado profesional-familiar» de los cirujanos la Edad Moderna, y la prevalencia de esta variable en otras profesiones sanitarias como Medicina, Veterinaria, Farmacia u Odontología.104 En Zaragoza, se puede constatar una línea de continuidad patrilineal de la carrera de practicante en el 8,24 % del total de los alumnos al cruzar los apellidos y la procedencia de los alumnos de la carrera (poblaciones pequeñas). Además, las ocupaciones mayoritarias de los padres de estos alumnos fueron las de barbero, ministrante, cirujano menor, sangrador o cirujano. De este modo, también se puede establecer una continuidad familiar con las profesiones que formaron parte de la genealogía del practicante, especialmente entre los alumnos procedentes de las provincias aragonesas, lo que reafirmaría a su vez la tradición que en Aragón se mantuvo hacia este tipo de profesional sanitario.
104 Montesinos Vicente, Fernando. «Practicantes, matronas y cirujanos…», pp. 230-233.
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Capítulo 4 SOCIALIZACIÓN DEL PRACTICANTE: VALORES, TÉCNICAS Y CONOCIMIENTOS A ADQUIRIR La socialización se entiende como un proceso dual que incluye el proceso de aprendizaje de los nuevos miembros de una profesión de los valores, creencias, actitudes y conocimientos o técnicas propios para ser aceptados en el grupo socioprofesional y, también, el propio proceso de aceptación e integración de esos nuevos miembros por el grupo social. En este capítulo he profundizado en el análisis de este proceso para el practicante a través del análisis fundamental de la obra del que fue profesor de la carrera durante casi tres décadas del siglo xx en Zaragoza, el doctor Felipe Sáenz de Cenzano.
El profesorado: perfil profesional y académico El primer profesor del que tenemos constancia como docente en la enseñanza de ministrante en Zaragoza fue Roque Bello. A principios del siglo xix, este cirujano de Colegio desempeñó el destino de cataplasmero mayor y tablajero en el Hospital Nuestra Señora de Gracia. En octubre de 1831 fue nombrado cirujano primero numerario tras la muerte de Joaquín Ferrer, profesor de cirugía que examinaba a los practicantes. En 1849 sabemos que pasó a ser cirujano-director del hospital hasta su fallecimiento en 1860.1 Fue académico numerario de la Real Academia de Medicina de Zaragoza desde 1831 a 1858.2 Tras la muerte de Roque Bello, Jacinto Corralé y Paesa (1817-1900) pasó a desempeñar la docencia a los ministrantes y, posteriormente, a los practicantes. Este profesor nacido en María de Huerva, tras aprobar el bachiller de Filosofía, se matriculó en el Colegio de Medi1 AHDPZ, Beneficencia, Leg. 64, Expediente sobre la provisión de maestros cirujanos…, 1816-1831, p. 382; Leg. 358, Nóminas sueldos…, 1849-1852; Leg. 339, Borradores de certificaciones…, 1810-1860. 2 Zubiri Vidal, Fernando. La historia de la Real Academia de Medicina de Zaragoza, Zaragoza, Imp. Octavio y Félez, 1976, pp. 133-134.
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cina y Cirugía de Barcelona el 1 de octubre de 1837. En este colegio trabajó como ayudante de la biblioteca; más tarde opositó y aprobó la plaza de ayudante de director que se hallaba vacante en 1841. El 12 de octubre de 1844 consiguió el título de doctor en Medicina y Cirugía. En febrero del año siguiente, fue nombrado doctor interino de los trabajos anatómicos del Colegio de Prácticos en el Arte de Curar de Zaragoza, cargo que desempeñaría hasta su desaparición. Fue socio agregado de la Academia de Medicina y Cirugía de Zaragoza por sus méritos literarios desde el 13 de noviembre de 1845, socio de mérito de la Academia Quirúrgica de Zaragoza desde el 8 de junio de 1847 y socio de honor y mérito de la Academia de Instrucción Primaria de Zaragoza desde el 8 de febrero de 1852. Trabajó como médico en la sala de cirugía de hombres del Hospital Nuestra Señora de Gracia desde 1858. En 1867 ocupó el cuarto puesto del escalafón médico de la Beneficencia Provincial y en 1868, el segundo, alcanzando posteriormente el cargo de médico-cirujano director (decano de la Beneficencia Provincial).3 Compaginó su función asistencial con su dedicación a la docencia en la asignatura de Anatomía General y Descriptiva y en los ejercicios de disección en la Escuela de Medicina de segunda clase de Zaragoza. Se mantuvo como profesor de la asignatura de Anatomía en la nueva Facultad de Medicina. La plaza de catedrático en propiedad la consiguió el 5 de junio de 1878 en el contexto en el que la Facultad de Medicina de Zaragoza alcanzó su oficialidad.4 Años más tarde, en esta Facultad fue nombrado decano interino en sustitución de Florencio Ballarín. Se le nombró por antigüedad entre la terna que compartió con Victoriano Causada, profesor auxiliar de la Cátedra de Higiene, y Antonino García, profesor auxiliar de los Elementos de Fisiología y Patología General y Anatomía Patológica con su Clínica. Sin embargo, en noviembre de 1872 dimitió 3 AHDPZ, Beneficencia, Leg. 339, Borradores de certificaciones…, 1810-1860; Leg. 434-4.º, Nóminas de haberes mensuales…, 1853-1867; Leg. 378, Borradores de nóminas…, 1887-1893; Leg. III-105, Expedientes referentes al… 1849-1868. 4 AHUZ, Leg. 16-A-3-2, Medicina: Practicantes…, comunicación del rector a la Dirección General de Instrucción Pública de febrero de 1874; Leg. 13-E-3-5, Medicina. Personal docente. Letra C.
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de este cargo alegando su indisposición por motivos personales y por las desavenencias surgidas con otros profesores del claustro que no le apoyaron. En su lugar fue nombrado Genaro Casas en 1873. Durante la epidemia de cólera de 1885, domiciliado en la calle Don Jaime I, n.º 49, estuvo agregado voluntaria y gratuitamente al centro de la Sección 3.ª del Distrito del Pilar.5 Al finalizar Jacinto Corralé como responsable de la docencia a los practicantes, fue sustituido en 1873 por Liborio Loshuertos. Anteriormente a este cargo de docente, en 1849 desempeñó el cargo de médico de entradas junto a Vicente Ciruelos en el Hospital Nuestra Señora de Gracia. Sabemos que ocupó la dirección interina de las salas de medicina de presos de ambos sexos en el mencionado centro y consiguió la plaza de médico de entradas de dicho hospital, posiblemente el 12 de abril de 1858. En 1867 ocupó el segundo puesto como médico numerario del escalafón de la Beneficencia Provincial, y ascendió al primero en 1868.6 Desconozco más datos de este profesor salvo que durante la epidemia de cólera de 1885 estuvo domiciliado en la calle Soberanía Nacional, n.º 4 de Zaragoza y que parece que disfrutó de gran crédito entre sus conciudadanos.7
La figura del doctor Felipe Sáenz de Cenzano (1862-?) Desde que la docencia oficial de los practicantes se adscribió a un profesor universitario, Felipe Sáenz de Cenzano y Fernández fue su responsable durante veintiocho años en la Facultad de Medicina de Zaragoza. Por ello, las próximas líneas de este capítulo las he dedicado a la elaboración de una pequeña semblanza que integra los aspectos personales, académicos y profesionales más relevantes de este docente. Un esbozo que ha intentado retratar a una de las personalidades más relevantes en el progreso de la profesionalización 5 Rosel-Sáez, Emilio José. Médicos aragoneses del pasado: índice biográfico, Zaragoza, Anatolé, 1975, p. 65. 6 AHDPZ, Beneficencia, Leg. 358, Nóminas sueldos…, 1849-1852; Leg. 434-4.º, Nóminas de haberes mensuales…, 1853-1867; Leg. 378, Borradores de nóminas…, 18871893; Leg. III-105, Expedientes referentes …, 1849-1868. 7 Rosel-Sáez, Emilio José. Op. cit., p. 121.
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del practicante en Aragón, y que requerirá de la elaboración de una biografía más extensa y profunda en investigaciones posteriores. Felipe Sáenz de Cenzano y Fernández nació en la población riojana de Corera el 13 de septiembre de 1862. Pronto se trasladó a la capital de Aragón, donde desarrollaría su vida académica y profesional desde sus estudios de bachillerato. Su interés por la Medicina parece que fue claro y con diecinueve años se licenció en la Facultad de Medicina de Zaragoza, de la que fue alumno pensionado por oposición. Tan solo meses después de obtener su titulación, trabajó como médico titular de los municipios zaragozanos de Carenas, Castejón de las Armas y Muel, destino, este último que abandonaría en junio de 1894 para incorporarse como ayudante de clases prácticas en las clínicas de la recién estrenada nueva Facultad de Medicina de Zaragoza, situada en la actual plaza Paraíso. Fruto de este cargo como docente fueron las memorias de los trabajos realizados en la clínica quirúrgica de la Facultad durante el curso 1893-1894, cuya publicación no hemos logrado localizar. Este puesto de ayudante de clases prácticas lo estuvo compaginando con el de profesor clínico desde junio de 1895. En abril de 1900, cuando consolidó esta plaza por oposición, cesó de la de ayudante y en enero de 1902 tomó posesión como profesor auxiliar numerario de la Facultad de Medicina. En el periodo entre estos dos últimos años, consiguió doctorarse en la Universidad Central de Madrid con la calificación de sobresaliente defendiendo la tesis titulada «La herencia en las cardiopatías» (1901), que se publicaría años más tarde en la revista La Clínica Moderna.8 Desde su incorporación al escalafón de profesores auxiliares, donde con los años obtuvo varios ascensos, fue adscrito a la Clínica Quirúrgica hasta septiembre de 1903, iniciándose su periodo más largo de docencia en una misma cátedra. Posteriormente, dio clases en las cátedras de Enfermedades de la Infancia (1903), Ginecología
La Clínica Moderna 1905, 35: 653-662, 36: 703-711, 37: 757-763. Citado por: ViOteo, María Berta. «La Clínica Moderna (1902-1919). Análisis de una institución científico-médica aragonesa», 2 vols., tesis doctoral dirigida por el doctor Francesc Bujosa Homar, Universidad de Zaragoza, 1990, p. 233. 8
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con su Clínica (1904) y Obstetricia con su Clínica (1906).9 El mismo año que se incorporó al claustro de profesores de la Facultad de Medicina,10 mostró interés por la docencia de los practicantes, titulación con la que ya anteriormente había tenido contacto al formar parte de los tribunales de reválida en el curso 1894-1895. Se le autorizó para ser profesor de su enseñanza privada y dos más tarde, en 1904, se le nombró docente de la oficial.11 Una designación cuando menos apropiada a tenor del currículum docente del profesor Sáenz de Cenzano, el cual se concretó en las materias que constituían el núcleo de la enseñanza de los practicantes: la Cirugía y la Obstetricia. El campo profesional de este médico no solo se limitó a la docencia sino que también trabajó como médico de la Comisión Mixta de Reclutamiento para la Comprobación de Útiles Condicionales (1897-1912) y desempeñó cargos sanitarios importantes como el de inspector provincial de sanidad de Almería desde 1905; posteriormente, de Huesca y, desde 1908, de Zaragoza hasta su jubilación en 1932. Tal vez por este cargo fuera que se le concedió la cruz de Beneficencia de primera clase con distintivo morado y negro.12 Hombre inquieto, poco tiempo antes de jubilarse fue nombrado jefe de la Administración Civil de tercera y segunda clase del Cuerpo de Sanidad Nacional en 1930 y 1931, respectivamente.13 De su actividad científica se sabe que participó en algunos eventos científicomédicos como el Congreso Nacional Antituberculoso de 1908 con el trabajo «La inspección de la Tuberculosis en la escuela», que publicó también en La Clínica Moderna,14 y presidió otros, 9 AHUZ, Leg. 13-E-2-2, Medicina. Personal docente. Letra S. Los catedráticos con los que coincidió y trabajó Felipe Sáenz de Cenzano fueron Francisco Arpal (1880-1916), Octavio García Burriel (1902-1947?) y Ricardo Lozano (1900-1934) en la Cátedra de Cirugía; Patricio Borobio (1887-1929) en la Cátedra de Pediatría y Pedro Ramón y Cajal (1899-1924) y Cristino Muñoz (1904-1922) en la de Ginecología y Obstetricia. Fernández Doctor, Asunción. La Facultad de Medicina de Zaragoza [trabajo en curso]. 10 Actas del claustro de la Facultad de Medicina de Zaragoza 1896-1920, 20 de enero de 1902, p. 70. 11 AHUZ, Leg. 16-C-5-2, Medicina, comunicaciones, 1900-1903; Actas del claustro de la Facultad de Medicina de Zaragoza 1896-1920, 4 de octubre de 1904, p. 109. 12 Dato extraído de las portadas de los tomos de las distintas ediciones de El Manual del Practicante. 13 AHUZ, Leg. 13-E-2-2, Medicina. Personal docente. Letra S. 14 Heraldo de Madrid 1908, 3 de octubre: 2; La Clínica Moderna 1908, 89: 615-622, 90: 643-653. Citado por: Viñado Oteo, Berta. «La Clínica Moderna (1902-1919)…», p. 233.
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como la VI Asamblea de Sanidad Civil Aragonesa de 1911.15 En 1912 publicó el último de sus artículos en la mencionada revista médica aragonesa, con el título «Bosquejo clínico de la fiebre de Malta».16 Su vinculación con esta «institución médica aragonesa» fue mucho anterior, ya que fue su administrador y gerente desde su primera publicación. Esto me hace suponer que la relación con sus directores científicos, los catedráticos Ricardo Lozano Monzón, Ricardo Royo Villanova y Pedro Ramón y Cajal, fue especialmente estrecha y que, por tanto, podemos situar sus redes de sociabilidad entre las más influyentes y avanzadas de la medicina aragonesa.17 Incluso al menos desde el principio de los años treinta, su residencia estuvo en la Avenida de la República, n.º 11,18 enfrente de la famosa clínica que tuvo Lozano en la misma calle. Su compromiso con los practicantes transcendió de lo meramente académico, lo que le convirtió en una figura de referencia, «paternal» para la clase y merecedor de ser nombrado presidente honorario del Colegio de Practicantes de Zaragoza junto a Ricardo Horno Alcorta, defensor también de los practicantes en los foros profesionales.19 Ambos estuvieron presentes en reuniones de calado para el avance profesional de los practicantes, como fue la Asamblea Aragonesa de Practicantes Rurales celebrada en Zaragoza en 1933.20 La Correspondencia 1911, 15 de agosto; 19 543: 6. La Clínica Moderna 1912, 178: 380-389, 179: 414-422, 180: 444-450, 181: 471-478, 184: 62-573. Citado por: Viñado Oteo, Berta. Op. cit., p. 233. Sin embargo curiosamente, este trabajo aparece recogido en la hoja de servicios en la Facultad de Medicina de Zaragoza de Ladislao Sáenz de Cenzano, su hijo, como memoria de su doctorado. AHUZ, Leg. 13-E-2-2, Medicina. Personal docente. Letra S. 17 Sáenz de Cenzano, Felipe. Manual…, 1.ª ed., tomo I, prólogo de Ricardo Lozano Monzón, pp. I-IV. 18 Disponible en: http://www.aragongen.org/public/buscar-apellidos.php [Consulta: 26/02/2014]. A través de la web de la asociación Aragon-gen se pueden consultar los censos electorales de numerosos municipios aragoneses. Un proyecto que nació en 2008 y que sigue en curso, recuperando y digitalizando toda clase de archivos de interés genealógico. Hasta el 2015 se han volcado el contenido de 2337 censos aragoneses correspondientes a los años 1857, 1860, 1890, 1892-1902, 1905-1906, 1908, 1910, 1913-1915, 1917, 1920, 1925, 1932, y 1934-1935. Sus datos son de acceso público desde el año 2011. 19 «En la Asamblea Aragonesa de Practicantes Rurales de 1933, el Dr. Horno intervino con una “serena y admirable conferencia”», El Auxiliar Médico Aragonés 1933, junio, 18: 41-47. 20 «Magna Asamblea Aragonesa de Practicantes Rurales celebrada en Zaragoza los días 28, 29 y 30 de mayo de 1933», El Practicante Aragonés 1933, junio, 419: 4-20. 15 16
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Su preocupación por la mejora y renovación de la formación del practicante, patente en el análisis que he realizado de sus manuales, fue una de sus inquietudes más importantes. Su implicación le llevó a proponer al Ministerio de Instrucción Pública un nuevo plan de estudios y un cambio en su denominación profesional que se ajustaran mejor a sus atribuciones asistenciales reales. En su opinión el plan de enseñanza de estos sanitarios era insuficiente para la extensión adquirida por la ciencia médica y, por tanto, era necesario que se ampliaran legislativamente los conocimientos que abarcaba y las competencias profesionales de los practicantes. Planteó un plan de tres años dividido en un periodo de ingreso y facultad que se publicó en la revista de El Practicante Aragonés en 1933.21 En cuanto al territorio de la asistencia al parto, restringido para el practicante a pueblos con menos de 10 000 habitantes, consideró que lo situaba en una posición de «inferioridad social» respecto de la matrona. En este sentido, su propuesta fue más allá del simple cambio de la denominación del practicante y apostó por su fusión con la carrera de matrona bajo el nombre de Auxiliar de Medicina y Cirugía como se había realizado en la República Cubana.22 Su experiencia como médico rural le llevó a ser consciente de la importancia de disponer de un auxiliar médico bien formado. Por ello, a los que trabajaron con él les facilitó libros, consejos y explicaciones, y pronto se convirtieron en expertos que le aliviaron el trabajo sobre todo en los pueblos anejos, mejorando, así, la asistencia a los enfermos. Como profesor intentó desterrar la idea de muchos de sus alumnos de que el título de practicante «… se conseguía fácilmente con las recomendaciones que suplían la falta de aplicación o inteligencia, no pudiendo transigir con ellas por entender que la manera
21 Sáenz de Cenzano, Felipe. «Proyecto de Programa para la enseñanza de la carrera de auxiliares de medicina y cirugía», El Practicante Aragonés 1933, enero, 414: 22-26; febrero, 415: 15-20; abril, 417: 16-17. 22 «“Obra Maestra” inserta el documento de ampliación de estudios remitido por Cenzano el 08/10/1931 al Ministro de Instrucción Pública», El Practicante Aragonés 1932, diciembre, 413: 6-11.
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de dignificar la clase y con ello que obtuviese sus justas aspiraciones por el único medio como es la instrucción…».23 Uno de los problemas que detectó como esenciales y originarios en la carrera de practicante fueron los escasos requisitos que se exigían para su ingreso. En numerosas ocasiones tenía que empezar dando lecciones con nociones que le permitiesen hacerse entender y que los alumnos comprendieran las materias que englobaban estos estudios. Sin embargo, como ya he mencionado, tampoco fue partidario de que se les exigiera el bachiller, ya que esto solo había provocado que muchos no la cursaran. A pesar de que la Orden del 14 de diciembre de 1932 intentó solucionar estos problemas, sostuvo que lo que se necesitaba era una reforma profunda de la enseñanza prestando atención a las reivindicaciones de los propios practicantes.24 También colaboró en las revistas profesionales de los practicantes con dos artículos en la sección científica de El Auxiliar Médico Aragonés y El Auxiliar Médico Español. En la primera de ellas, se recogió un trabajo sobre el termómetro hidroterápico centesimal, que parece que fue una invención propia.25 En la segunda y tras su jubilación, se publicó otro en el que repasaba la actuación correcta del practicante en la asistencia al parto.26 A pesar de que su jubilación fue en septiembre de 1932, su vinculación con los practicantes prosiguió con la docencia privada en su domicilio de la avenida de La República y con la publicación de dos ediciones más de su Manual del practicante en 1934 y 1942, obra que llevaban ambicionado muchos años los practicantes y que consideraron insustituible para la carrera y el ejercicio del practicante.27
23 Sáenz de Cenzano, Felipe. «La enseñanza de Practicantes en la Facultad de Medicina de Zaragoza en los cursos de 1904 a 1932», El Auxiliar Medico Aragonés 1933, mayo, 17: 11. 24 Ibid., pp. 9-13. 25 Sáenz de Cenzano, Felipe. «El termómetro hidroterápico centesimal», El Auxiliar Médico Aragonés 1932, noviembre: 11, 20-23. 26 Sáenz de Cenzano, Felipe. «Conducta del Auxiliar de Medicina y Cirugía en la asistencia del parto normal», El Auxiliar Médico Español 1935, enero, 37: 73-76. 27 «Sección de comentarios y noticias», El Auxiliar Médico Español 1935, febrero, 38: 50.
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El Manual del practicante: estructura y función28 Tradicionalmente, la autonomía de las profesiones auxiliares de la Medicina se ha encontrado condicionada por el control que, otorgado por el Estado, ha ejercido aquella sobre la división del trabajo de las ocupaciones que le fueron afines. Por ello la autoría médica de los libros para la formación de practicantes y la dirección de su enseñanza fueron dos más de los reflejos claros del control férreo realizado por parte de los facultativos.29 Un control que a través de los libros adoctrinó desde el principio, como el que nos ocupará a continuación, en las condiciones morales y científicas que debían reunir los practicantes: paciencia, prudencia, amabilidad, sencillez, caridad, sentimiento del deber, vocación, aplicación, instrucción, serenidad y pericia técnica.30 Además del tipo de relación subordinada que debía fluir entre ellos, ya que el médico había logrado adquirir unos conocimientos de jerarquía superiores a los del practicante.
28 Parte de este análisis ha sido publicado en la revista Asclepio en 2016 y previamente fue presentado en el simposio de la Sociedad Española de Historia de la Medicina del 2014. Blázquez Ornat, Isabel. «Las competencias del practicante según los manuales de Felipe Sáenz de Cenzano, 1907-1942», en R. Campos Marín et al. (eds.), Medicina y poder político…, 2014, pp. 53-57; «La socialización de los practicantes a través de los manuales del Dr. Felipe Sáenz de Cenzano 1907-1942», Asclepio, 68/1 (2016), pp. 132-146. Disponible en: http://asclepio.revistas.csic.es/index.php/asclepio/article/view/687/989. 29 En la recopilación de Carlos Álvarez Nebreda tan solo se da cuenta de dos manuales escritos por practicantes: Manual Instructivo para el barbero del pueblo de Vicente Gay Taengua (1877) y Novísimo Manual de practicantes de Santiago Ignacio de Ramos y Polo (1907). Álvarez Nebreda, Carlos. Catálogo bibliográfico de publicaciones enfermeras, 1541-1978, Madrid, Colegio Oficial de Enfermería de Madrid, 2008, pp. 177 y 270. 30 García Martínez, Antonio Claret; García Martínez, Manuel Jesús; Valle Racero, Juan Ignacio. «Compendio de Flebotomía y operaciones propias de la Cirugía Menor o Ministrante...», 1994, pp. 37-43; — «Vademécum del practicante…», 1994, pp. 53-60; García Martínez, Manuel Jesús. «Las Carreras Auxiliares Médicas…», 1998-1999, pp. 55-60; — «Manual para el uso de practicantes…», 2000, pp. 109-119; — «Blanco y Torres, B. Instrucción del practicante o resumen de los conocimientos útiles para la buena asistencia inmediata a los enfermos…», 2004, pp. 77-87; Expósito González, Raúl, «Carrera de Practicante…», 2004, pp. 97-106; — «De ministrantes a practicantes. Evolución histórica de sus atribuciones asistenciales…», 2006, pp. 14-17; Jiménez Rodríguez, Isidoro, «Los manuales para la enseñanza de los ministrantes…», en Cuidadoras en la Historia: protagonistas de ayer y hoy…, 2007, pp. 165-198; — «Algunas consideraciones sobre el origen y evolución de los practicantes», en C. Álvarez Nebreda; F. Hernández Martín (eds.), El asociacionismo en la Enfermería…, 2013, p. 187.
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Siguiendo esta tónica general, en Zaragoza el libro que se utilizó para la enseñanza fue el Manual del practicante escrito por el doctor Felipe Sáenz de Cenzano, profesor encargado de la docencia oficial de los practicantes desde 1904. Este manual tuvo cuatro ediciones, su primera en 1907 y las posteriores en 1922, 1934 y 1942,31 sobreviviendo a profundos cambios en la organización y enseñanza de las profesiones sanitarias españolas y al aumento de la complejidad de los tratamientos y medios diagnósticos de finales del xix y xx,32 que propició que el personal médico precisara de ayudantes cada vez mejor formados de manera general y en nuevos campos o territorios específicos. Las cuatro ediciones, que conforman un total de catorce tomos, lo convierten en uno de los manuales de mayor vigencia entre los publicados para la enseñanza y ejercicio de practicantes, e incluso de las matronas y enfermeras.33 Una obra cuyo valor además está en que fue también una guía para la práctica profesional, dirigida fundamentalmente a los practicantes pero también al auxiliar femenino, la enfermera, y que para Ricardo Lozano Monzón, catedrático de Patología Quirúrgica de la Facultad de Medicina de Zaragoza y prologuista de la obra, llenó el vacío que de este tipo de literatura existía en España.34 Tres años después de tomar las riendas de la enseñanza oficial de practicantes, el doctor Sáenz de Cenzano publicó la primera de las 31 Sáenz de Cenzano, Felipe. Manual del practicante, tomos I y II, Zaragoza, Tipografía de Emilio Casañal, 1907; Manual del practicante. Guía para el ejercicio profesional y contestación a los programas de la carrera y de oposiciones, tomos I-III y Apéndice, 2.ª ed., Zaragoza, Imprenta del Hospicio Provincial, 1922; Manual del auxiliar de Medicina y Cirugía (ampliación de la 2.ª edición del Manual del practicante ). Guía para el ejercicio profesional y contestación a los programas de la carrera y de oposiciones, tomos I-IV, 3.ª ed., Zaragoza, Tipografía La Académica, 1934; Manual del practicante. Guía práctica para el ejercicio profesional y contestación a los programas de enseñanza y de oposiciones, tomos I-IV, 4.ª ed., Zaragoza, Tipografía Octavio y Félez, 1942. En adelante: 1.ª ed., 2.ª ed., 3.ª ed. y 4.ª ed. 32 El primer cuarto del siglo xix fue uno de los momentos de clave de cambio y progreso en las ciencias médicas ya que supuso un avance desigual en las tradicionales áreas de la medicina y el surgimiento de otras nuevas de progresiva institucionalización como la higiene pública, la toxicología o la anatomía patológica. 33 Siguiendo la recopilación de Carlos Álvarez Nebreda hasta 1954, vemos que la mayoría de las ediciones de los manuales para la formación de las llamadas profesiones auxiliares de la medicina se situó en torno a las dos o tres ediciones, destacando por sus nueve, entre 1934 y 1970, El Manual de la Enfermera del doctor Manuel Usandizaga. Álvarez Nebreda, Carlos. Catálogo bibliográfico de publicaciones enfermeras…, 2008. 34 Sáenz De Cenzano, Felipe. Manual…, 1.ª ed., tomo I, prólogo pp. I-IV, y siguientes ediciones.
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que serían las cuatro ediciones de su Manual del practicante. Tal vez ante la falta, y por tanto la necesidad como mencionaba uno de sus prologuistas, de contar con una obra que llenara el vacío existente de este tipo de literatura. Todas las ediciones fueron de su única autoría a excepción de la última en la que colaboró como revisor su hijo Ladislao, auxiliar de la docencia a practicantes y matronas de 1916 a 1919, profesor auxiliar de la Facultad de Medicina desde 1926 (asignatura de Higiene) y subdelegado de Medicina del Dispensario Oficial Antivenéreo de Zaragoza, al menos desde 1942.35 Su texto fue alabado por ilustres colegas como el mencionado Ricardo Lozano Monzón y Ricardo Royo Villanova, catedrático de Patología Médica desde 1894 y rector de la Universidad entre 1913 y 1924,36 que como prologuistas de su obra no escatimaron en elogios al autor y a su trabajo. Las distintas ediciones fueron impresas en Zaragoza, todas ellas con el mismo título a excepción de la tercera, que lo hizo bajo el de El Manual del auxiliar de Medicina y Cirugía. Una nueva denominación que se ajustaba, como deseaban los propios practicantes, a la profunda transformación sufrida por su ejercicio profesional, y que resolvía el problema de su identificación con titulaciones previas. Este cambio, que aunque no se mantuvo para la cuarta edición, el autor lo justificó de la siguiente manera: Dos han sido las razones de cambiar el título de la obra: la primera, que aun cuando dedicada con especialidad a los Practicantes actuales, contiene también las materias propias de las otras profesiones sanitarias (Enfermeras, Auxiliares sanitarios, Enfermeros psiquiátricos, etc.), y la segunda, por entender que dada la transformación sufrida en el ejercicio profesional, debe ser transformada también aquella denominación, que nada significa, en la de «Auxiliar de Medicina y Cirugía», que muy justificadamente desean ellos y yo tengo solicitado del Excmo. Sr. Ministro de la Gobernación.37
35 AHUZ, Leg. 13-E-2-2, Medicina. Personal docente. Letra S; Sáenz de Cenzano, Felipe. Manual…, 4.ª ed., tomos I-IV, portadas de cada uno de los tomos. 36 Gran Enciclopedia Aragonesa, vol. XI, Zaragoza, Unión Aragonesa del Libro, 1980-1987, pp. 2936-2937. 37 Sáenz de Cenzano, Felipe. Manual…, 3.ª ed., tomo I, introducción, p. XIV, y también en la 4.ª ed.
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En un principio, la edición del manual de 1907 no fue bien acogida por sus alumnos por su larga extensión. Sin embargo, posteriormente el libro se agotó debido al convencimiento que adquirieron los practicantes de aumentar su instrucción, tal y como manifestaron a través de asambleas y revistas. Es más, la segunda edición de 1922 fue resultado de la petición de sus propios alumnos que, tras conocer los distintos programas de formación para las damas de la Cruz Roja, enfermeras de 1915, practicantes de la Armada, de la Beneficencia Provincial, Municipal, etc., lo empezaron a dejar de ver extenso para verlo deficiente. Unos programas que aun con menos lecciones que el de practicantes abarcaban más materias y que, junto a las dificultades que en la práctica profesional encontraban, animaron al autor a intentar solventar esas dificultades a través de la ampliación de su texto.38 La primera edición de 1907 fue la más corta, con dos tomos de un poco más de un tamaño de cuarta. El primero constó de 478 páginas y 197 figuras dedicadas a la anatomía, apósitos y vendajes, y medicina tópica. El segundo, compuesto por 672 páginas y 232 figuras, se dedicó a la cirugía menor, obstetricia, a la alimentación de los enfermos, asistencia de distintos tipos de accidentados y autopsias médico-legales. La segunda edición de 1922 fue ampliada a cuatro tomos en tamaño de cuarta, tres con contenido didáctico y el último como apéndice al manual, donde se recogieron los programas que comprendían las distintas oposiciones de practicantes y enfermeras. El primer tomo estuvo compuesto por 614 páginas y 91 figuras dedicadas a la anatomía y fisiología, patología general, higiene, terapéutica y patología médica. El segundo tomo, con 617 y 358 figuras, desarrolló los conocimientos relacionados con los apósitos y vendajes, cirugía menor, patología quirúrgica y cirugía y socorros de urgencia. El tercer tomo, compuesto por 680 páginas y 123 figuras, lo dedicó a las enfermedades infecciosas, desinfección y desinfectantes, obstetricia normal con la patología urgente del embarazo, parto y puerperio, arte del dentista y arte del pedicuro y un formulario. 38 Sáenz de Cenzano, Felipe. Manual…, 2.ª ed., tomo I, introducción, pp. XI-XII, y también en la 3.ª y 4.ª ediciones.
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La tercera edición de 1934 estuvo compuesta por cuatro volúmenes del mismo tamaño que la anterior. El primero de ellos constó de 483 páginas y 56 figuras dedicadas a los preliminares y la deontología, la segunda a la anatomía y fisiología, patología general, higiene y bacteriología, y terapéutica; el segundo, formado por 630 páginas y 94 figuras, a la medicación tópica, patología médica (incluyó una parte dedicada al programa de enfermeros psiquiátricos), enfermedades infecciosas, la desinfección y desinfectantes y patología quirúrgica; el tercero, de 624 páginas y 373 figuras, a los apósitos y vendajes, cirugía menor y traumatología; y el cuarto, compuesto por 521 páginas y 108 figuras, a la obstetricia normal, anormal o patológica, pediatría, el arte del dentista y del pedicuro, un apéndice al manual y un formulario. La cuarta edición de 1942 comprendió cuatro volúmenes del mismo tamaño que su predecesora. El primero constó de 487 páginas y 56 figuras dedicadas a los preliminares-deontología, anatomía y fisiología, patología general, higiene y bacteriología, terapéutica y un apéndice sobre documentación utilizada en la Armada; el segundo, de 654 páginas y 89 figuras, a la medicación tópica, patología médica, enfermedades infecciosas, desinfección y desinfectantes, patología quirúrgica y el apéndice que fue continuación del tomo primero; el tomo tercero, de 626 páginas con 358 figuras, estuvo dedicado a los apósitos y vendajes, la cirugía menor, y la traumatología; y el cuarto, de 522 páginas y 108 figuras, a la obstetricia normal, anormal o patológica, la Pediatría, arte del dentista y del pedicuro y un formulario. El objetivo de la obra fue proporcionar a los practicantes un manual no solo de formación de acuerdo al programa oficial de la carrera de 1902,39 sino también una guía para el ejercicio profesional y para la preparación de las oposiciones a los diferentes cuerpos e instituciones municipales, provinciales y nacionales. Como ya hemos indicado y como el propio título de la obra indica, los manuales se dedicaron principalmente a los practicantes, pero desde la edición de 1922 se incluyó la figura de la enfermera, que con el programa para su 39 Recordemos que en 1904 el R. D. del 10 de agosto reguló la carrera de practicantes estableciendo que el programa para su enseñanza sería el recogido en la R. O. del 13 de mayo de 1902. Gaceta de Madrid 1902, 3 de junio, 154: 977-978; 1904, 12 de agosto, 225: 529.
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formación de 1915,40 emergía y se consolidaba como la auxiliar femenina del médico. Con tal objeto, en la introducción de la edición de 1934 y 1942 explicitó que se encontraban incluidos los conocimientos recogidos en los programas de las enfermeras de San Vicente de Paúl y enfermeros psiquiátricos, para prestar un servicio a los «auxiliares» tanto femeninos como masculinos.41 Para conseguir el objetivo propuesto con su obra el autor se sirvió de un lenguaje científico sencillo, utilizando como método didáctico el analítico-sintético, complementado solo en la edición de 1907 con un esquema-resumen al final de cada lección. Por tanto, no trataba de ser una obra erudita sino un tratado general para la formación y consulta esporádica y actualizada en el ejercicio profesional de los practicantes. Los contenidos eran claros, concisos y ordenados, evitando la repetición de la información y utilizando un notable número de figuras para facilitar la comprensión de las materias. Así argumentaba: Bajo el punto de vista fisiológico, el cerebro es el único que manda; la médula y los nervios podemos considerarlos únicamente como conductores que le llevan las impresiones y transmiten sus ordenes; esto sin embargo, no es absoluto para la médula, como veremos. Un ejemplo aclarará mejor este asunto; supongamos que acercamos un dedo a una bujía; instantáneamente los nervios sensitivos llevan al cerebro (corriente centrípeta) la sensación de quemadura y el cerebro manda por los nervios motores (corriente centrífuga) la orden de retirar el dedo.42
Las fuentes para la elaboración del manual fueron los trabajos de los médicos y científicos contemporáneos más relevantes en el descubrimiento y evolución de los métodos y técnicas de tratamiento y diagnóstico. Aun cuando apenas hizo referencia explícita a obras concretas, proporcionó a sus alumnos conocimientos historiográficos de la ciencia y cultura médica elemental, como se aprecia en el siguiente fragmento: R. O. del 7 de mayo de 1915. Gaceta de Madrid 1915, 21 de mayo, 141: 484-486. Sáenz de Cenzano, Felipe. Manual…, 3.ª ed., tomo I, introducción, p. XIV, y también en la 4.ª ed. 42 Sáenz de Cenzano, Felipe. Manual…, 1.ª ed., tomo I, pp. 185-186, y siguientes ediciones. 40 41
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Socialización del practicante: valores, técnicas y conocimientos a adquirir El método hipodérmico puede decirse que fue ideado por Lynd y Wood, particularmente este último, quien en 1853, aprovechándose de la jeringuilla de Pravaz que mandó construir para el tratamiento de los aneurismas por inyecciones de percloruro de hierro, inyectó en el tejido celular medicamentos en disolución. Algunos atribuyen a Tabourin y Laffargue la prioridad del método, pero éstos usaban medicamentos sólidos colocados debajo de la piel por medio de la lanceta y aun cuando la vía de introducción es la misma, el método como vemos es muy distinto; después de Wood ha sido Bheier quien ha propagado más el método.43
En las ediciones de 1922 y 1934, el manejo de los manuales presentó otra posibilidad más allá de la lectura o estudio de principio a fin. Se podía consultar siguiendo los apéndices, donde se recogieron los distintos planes de formación de los destinatarios de los libros y los cuestionarios de las oposiciones de diferentes cuerpos asistenciales, especificando para cada uno de los temas el tomo y las páginas donde el autor recogía los conocimientos pertinentes.44 El recibimiento y valoración de la obra fue realmente excelente en el ámbito de la Medicina. La Real Academia de Medicina de Madrid resaltó la actualización de los conocimientos recogidos en todo lo concerniente a la cirugía menor y obstetricia y la brillantez de la obra, que superaba los fines propuestos por el autor.45 Para su prologuista, Ricardo Lozano, el autor encontró el punto justo, el equilibrio, en los conocimientos que debían darse a los practicantes, y les suministraba un libro de consulta apropiado para ellos, lejos de los de Medicina que les llevaban a la confusión. Unos sanitarios a los que no podía enseñarse las mismas cosas que a un médico o un cirujano ya que, en sus palabras, «el practicante carece de preparación suficiente para comprender ciertos problemas médicos y en ocasiones no posee ni 43 Sáenz de Cenzano, Felipe. Manual…, 1.ª ed., tomo II, pp. 181-182, y siguientes ediciones. 44 Entre otros, recogió el programa oficial de la carrera de practicantes, el de las matronas de la Universidad de Zaragoza y Universidad central, el de las enfermeras, el de las enfermeras del Hospital Militar de Urgencia, el de Santa Isabel de Hungría y las damas enfermeras de la Cruz Roja. Sáenz de Cenzano, Felipe. Manual…, 2.ª ed., apéndice, pp. 7-412, y también en la 3.ª ed. 45 Sáenz de Cenzano, Felipe. Manual…, 2.ª ed., tomo I, p. X, y también en la 3.ª y 4.ª ediciones.
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aun esa prenoción vulgar que es requisito indispensable para enterarse de lo que se lee o escucha».46
Cambio y progreso científico y técnico (1907-1942) Las materias con mayor peso específico dentro de las cuatro ediciones de los manuales fueron, en este orden, las relacionadas con la Obstetricia, Cirugía Menor y Anatomía (y Fisiología) (Tabla 2). La primera de ellas conformó una parte esencial de del plan de estudios de los practicantes desde su autorización para la asistencia a los partos normales en el siglo xx;47 por su parte, la cirugía menor era el nicho tradicional de los cirujanos y la anatomía, la materia de conocimientos teóricos básicos para la formación de un sanitario eminentemente técnico y quirúrgico. En el conjunto de la obra de Sáenz de Cenzano, los cambios más significativos se presentaron entre la primera y la segunda edición. La edición de 1907 se ajustó fundamentalmente al contenido del plan de enseñanza de los practicantes de 1902, de perfil eminentemente técnico, y la de 1922 destacó por importantes novedades que la dotaron de un perfil más clínico. La edición posterior de 1934 se amplió esencialmente en lo referente al diagnóstico y tratamiento de enfermedades en que el auxiliar intervenía de manera frecuente, y la de 1942 resultó ser prácticamente idéntica a su predecesora. Tabla 2. Contenido de las distintas ediciones del Manual del practicante (1907-1942) Año
Materias de la edición
N.º págs.
Conocimiento teórico
Conocimiento práctico
Anatomía
233
✓
Apósitos y Vendajes (incluye atención a las fracturas)
1907
147
✓
Medicina Tópica
79
✓
Cirugía Menor
297
✓
46 Sáenz de Cenzano, Felipe. Manual…, 1.ª ed., tomo I, prólogo, p. II, y siguientes ediciones. 47 R. D. del 26 de abril de 1901. Gaceta de Madrid 1901, 27 de abril, 117: 393; R. O. del 13 de mayo de 1902. Gaceta de Madrid 1902, 3 de junio, 154: 977-978.
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Socialización del practicante: valores, técnicas y conocimientos a adquirir Año
Materias de la edición
1907
1922
1934/ 1942
N.º págs.
Conocimiento teórico
Conocimiento práctico
Obstetricia normal
317
✓
✓
Alimentación de los enfermos, primeros auxilios intoxicados, asfixiados, electrocutados… y autopsia médico-legal
55
✓
✓
Anatomía y Fisiología
220
✓
Patología General
34
✓
Higiene
21
✓
Terapéutica (incluye medicación tópica)
159
✓
✓
Patología Médica
155
✓
Apósitos y Vendajes
75
✓
Cirugía Menor
320
✓
Patología Quirúrgica
86
✓
Cirugía y Socorros de Urgencia (incluye atención a las fracturas y heridas, primeros auxilios y autopsia médico-legal)
135
✓
Enfermedades Infecciosas (incluye alimentación de los enfermos)
136
✓
Desinfección y desinfectantes
75
✓
Obstetricia normal y patológica de urgencia del embarazo, parto y puerperio
353
✓
✓
Arte del dentista
64
✓
✓
Arte del pedicuro
14
✓
✓
Anatomía y Fisiología
224/225
✓
Patología General (incluye autopsias)
56/60
✓
Higiene y Bacteriología
39/39
✓
Terapéutica
126/128
✓
✓
Medicina Tópica
74/78
✓
Patología Médica (incluye alimentación de los enfermos y programa enfermeros psiquiátricos)
267/279
✓
Enfermedades Infecciosas (incluye la desinfección y los desinfectantes)
210/216
✓
Patología Quirúrgica
73/71
✓
Apósitos y Vendajes
77/78
✓
Cirugía Menor
355/352
✓
Traumatología (incluye atención a las fracturas y heridas, primeros auxilios)
188/189
✓
✓
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Isabel Blázquez Ornat Año
1934/ 1942
Materias de la edición
N.º págs.
Conocimiento teórico
Conocimiento práctico
Obstetricia normal
243/246
✓
✓
Obstetricia anormal o patológica
75/74
✓
✓
Pediatría (Primera infancia)
74/76
✓
✓
Arte del dentista
59/60
✓
✓
Arte del pedicuro
12/12
✓
✓
Fuente: Manual del Practicante del doctor Felipe Sáenz de Cenzano (1907-1942) En cursiva, se encuentran las materias incorporadas en la edición de 1922
Si analizamos por materias el contenido de las cuatro ediciones, una de sus partes, habitualmente de mayor extensión, la dedicada a la anatomía, no presentó diferencias significativas en el modo y extensión de desarrollar sus conocimientos generales, descriptivos y topográficos. Siguiendo la edición de 1907, se les dio nociones sobre los componentes químicos del cuerpo humano (oxígeno, hidrógeno, hierro, sodio, magnesio…) y sobre los principios inmediatos que estos forman (proteidos, grasas, hidratos de carbono, agua, sales, sustancias minerales y gases), además de tratar sobre entidades superiores resultado de la combinación de estos elementos, como las células, tejidos, órganos y aparatos.48 Dice que la célula es: Un corpúsculo microscópico compuesto de membrana cubierta, de un contenido o protoplasma y de núcleo, si es de las llamadas células perfectas, pues hay otras que solo están constituidas por el protoplasma y otras por el protoplasma y el núcleo». Los tejidos divididos de acuerdo con la clasificación de Ramón y Cajal, son la «agrupación de elementos anatómicos provistos de textura propia y están dotados de alguna propiedad vital característica», y los órganos, «la aglomeración o agrupación ordenada de tejidos da lugar a los órganos que son masas de substancia
48 La Anatomía Descriptiva estudiaba los órganos y aparatos en general (esqueletología, miología, aponeurología, angiología, neurología, estesiología, esplacnología); la Anatomía General, los tejidos, sistemas de tejidos, humores, elementos anatómicos y principios inmediatos que entraban en su composición; la Anatomía Topográfica, la relación existente entre los diferentes órganos, los cuales se estudiaban por el orden que ocupan en las distintas regiones. Sáenz de Cenzano, Felipe. Manual…, 1.ª ed., tomo I, pp. 18 y 21-22, y siguientes ediciones.
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Socialización del practicante: valores, técnicas y conocimientos a adquirir orgánica con forma propia y función determinada resultante de la unión de los tejidos.49
De los contenidos anatómicos recogidos en el programa de enseñanza de los practicantes de 1902, se realizó una descripción bastante pormenorizada y minuciosa. Para las partes óseas se describieron bordes, eminencias, depresiones, cavidades, etc. y el tipo de articulaciones que conformaban en el caso pertinente. El autor no desechó el uso, porque anteriormente los había explicado, de términos anatómicos como apófisis, impresiones, protuberancia o tuberosidad, trocánteres o dentellones, ni la referente a los distintos tipos de articulaciones como diartrosis y sinartrosis (Bichat y Winslow).50 Para la explicación de los aparatos realizó una descripción exhaustiva de cada uno de los órganos que los forman relacionándolos con su función y fin concreto (binomio órgano-función) y los procesos fisiológicos que tenían lugar. Por ejemplo, para el sistema circulatorio primero se realizaba la descripción de los órganos y partes que lo formaban, y después la función de la circulación. Se describió la composición de la sangre, células sanguíneas y plasma, el mecanismo de la sístole y diástole cardiaca, la calorificación, las características del pulso normal y el patológico (filiforme, intermitente…) con las situaciones más habituales en las que se presentaba.51 En las distintas ediciones del manual, los conocimientos relacionados con los vendajes y apósitos y su colocación en los casos de fracturas difirieron escasamente más allá de su inclusión en bloques diferentes dentro de su estructura. A los practicantes se les enseñaba la colocación de los distintos tipos de vendajes según la zona corporal y los mejor indicados según el tipo de fractura (circulares, oblicuos, cruzados o en ocho de guarismo, recurrentes como la capellina de Hipócrates, vendajes anchos con pañuelos, etc.; compuestos como los vendajes en T, en cruz, con nudos, etc. y mecánicos elásticos, 49 La clasificación de los tejidos de Ramón y Cajal, los dividía en epitelial, de esmalte, del cristalino, de la cornea, de la sangre, linfa, conjuntivo, adiposo, cartilaginosos, óseo, dentario, muscular y nervioso. Ibid., pp. 22-23, y siguientes ediciones. 50 Ibid., pp. 32 y 63-66, y siguientes ediciones. 51 Ibid., pp. 180-186, y siguientes ediciones.
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herniarios, en placa con cinturones etc. Para el vendaje de fracturas, su aprendizaje se amplió con la definición de lo que era una fractura, sus síntomas generales y el modo de reducirla, ya que, aunque solo podían ayudar al médico en esta maniobra, eran los encargados de su primera atención con la inmovilización con tablillas o modelados solidificables y el transporte del enfermo.52 Desde la primera edición se añadió una parte dedicada a los esguinces y luxaciones que no aparecía recogida en el programa oficial de la enseñanza de este sanitario. En estas urgencias traumatológicas, el practicante estaba obligado a intervenir como ayudante o siendo él mismo el encargado de tratarlos en primera instancia, inmovilizando los esguinces leves y realizando «procedimientos suaves» correctores en los casos de luxaciones de los maxilares, de las clavículas, de los dedos de la mano, del pie…53 Otros ámbitos de la atención urgente del practicante, tal y como se recogieron en las cuatro ediciones del manual del doctor Sáenz de Cenzano y en otros previos de gran relevancia como el del doctor Juan Marsillach de 1871,54 fueron los accidentes por envenenamiento, asfixia, electrocutación, acaloramiento y congelación.55 También en las quemaduras y en las heridas de cabeza, cuello, tronco, raquis, pecho y vientre, cohibiendo la hemorragia.56 Para ello se les formó en primeros auxilios, de los que recogemos como ejemplo de la conducta a seguir por el practicante los pertinentes para un electrocutado: separarlo de la corriente protegiéndose las manos con varios pares de Ibid., pp. 330-367, y siguientes ediciones. Ibid., pp. 394-398, y siguientes ediciones. 54 Marsillach Parera, Juan. Vademécum del practicante, Barcelona, Establecimiento Tipográfico de Jaime Jepús Roviralta, 1871, apéndice, pp. 463-470. Este manual, tras su publicación, se convirtió en uno de los más extensos, con casi quinientas páginas y con un mayor soporte bibliográfico. Según Carmen Domínguez Alcón, fue uno de los más completos para la formación del practicante del momento. Domínguez-Alcón, Carmen, Los cuidados y la profesión enfermera en España…., p. 97. 55 Además de explicarles los procedimientos específicos para socorrer en cada uno de estos supuestos, se les instruía de manera detallada en las maniobras de respiración artificial según distintas técnicas. Sáenz De Cenzano, Felipe. Manual…, 1.ª ed., tomo II, pp. 635-663, y siguientes ediciones. 56 Sáenz de Cenzano, Felipe. Manual…, 2.ª ed., tomo II, pp. 555-574, y también en la 3.ª y 4.ª ediciones. 52 53
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Socialización del practicante: valores, técnicas y conocimientos a adquirir
guantes o paños de franela, una vez separado de los conductores, dejarlo en un lugar aireado. Ponerlo sobre sus espaldas, desabrocharle las ropas que pudieran comprimirle y examinar si tenía movimientos respiratorios. Se le golpearía suavemente la caja torácica «refrescándole a la vez la frente y sienes con paños mojados en agua lo más fría posible y haciéndole oler amoniaco o vinagre».57 En la edición de 1934, como novedad en este apartado se profundizó en los cuidados y atención a seguir con los lesionados y operados. Esta fue una de las pocas ocasiones en las que el manual estableció con claridad la diferencia del rol asistencial entre la enfermera y el practicante, ya que delimitó como parcela particular de la primera el aseo de la cara, cuerpo y boca de los operados. Unas funciones que compaginaría con las de la administración de la medicación bucal, intestinal, cutánea y respiratoria.58 Al practicante, nombrado como el «auxiliar», le corresponderían funciones de mayor complejidad técnica y científica como la administración de medicación subcutánea e intravenosa (sueroterapia), la vigilancia de la alimentación y bebidas59 y la observación regular del pulso, temperatura, respiración, deposiciones y orina del enfermo.60 Por su parte, el área dedicada a la cirugía menor tampoco presentó diferencias significativas en las distintas ediciones, si bien es cierto Sáenz de Cenzano, Felipe. Manual…, 3.ª ed., tomo III, p. 596. Ya en la edición de 1922 se mencionan funciones específicas para las enfermeras en las operaciones ginecológicas como personal responsable de la preparación y vigilancia posterior de las enfermas intervenidas (rasura o la purga del día anterior, control del pulso y temperatura, detección de complicaciones como la peritonitis y cómo debe actuar hasta que llegue el cirujano colocando paños fríos en el vientre y administrando inyecciones de morfina). Sáenz de Cenzano, Felipe. Manual…, 2.ª ed., tomo III, pp. 567-568, y también en la 3.ª y 4.ª ediciones. 59 En general y no solo en estos casos, el practicante era el encargado del control del régimen alimenticio de los enfermos. Por ello, para que estos sanitarios supieran dar las órdenes pertinentes a los asistentes y en casos excepcionales, como el periodo de covalencia en que el médico iba reduciendo sus cuidados, supieran ordenarlas, desde la edición de 1907 se les instruyó en los regímenes más adecuados en las enfermedades agudas, crónicas y las dietas más comúnmente empleadas. Sáenz de Cenzano, Felipe. Manual…, 1.ª ed., tomo II, pp. 617-634, y siguientes ediciones. 60 Sáenz de Cenzano, Felipe. Manual…, 3.ª ed., tomo III, p. 448. A pesar de esta clara delimitación en la práctica de funciones entre el practicante y la enfermera, la enseñanza de ambos incluía conocimientos en este sentido. R. O. del 7 de mayo de 1915. Gaceta de Madrid 1915, 21 de mayo, 141: 485. 57 58
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que en la edición de 1922 se recuperó, con corta extensión y como un área independiente, la enseñanza relativa al arte del dentista y el callista. Aunque desde 1877 los practicantes quedaron relegados del ejercicio de dentista, el autor creía que los practicantes estaban capacitados para extraer un diente cuando en la mayoría de los pueblos no había odontólogo. Para ello incorporó a su aprendizaje nociones prácticas esenciales sobre este arte y aquellas referentes a la conservación dentaria,61 sin alejarse de las tradicionales recogidas en los libros de practicante desde 1861.62 Para el arte del callista no he encontrado referencia expresa a su supresión en algún momento de la enseñanza de practicantes, pero es cierto que después del programa de 1861 no se recogió explícitamente como competencia o conocimientos que debieran cursar los practicantes. Puede que en el reglamento de 1888 se incluyera dentro de las actividades conceptuadas como de «cirugía menor», pero en el programa de 1902 en el desglose de las lecciones no apareció explícitamente. A pesar de ello, el doctor Felipe Sáenz de Cenzano lo incorporó en esta segunda edición y se mantuvo hasta su última, recogiendo los conocimientos necesarios para el tratamiento y curación de patologías como callos y juanetes.63 Dos parcelas que se mantendría en los manuales posteriores y que configuraron, según Fernando Montesinos, el núcleo fundamental del ejercicio libre de los practicantes junto al clásico de la barbería.64 Entrando en la parte dedicada propiamente a las técnicas de la cirugía menor, los manuales comenzaban con la descripción pormenorizada del material quirúrgico más frecuente. La necesidad de 61 Sáenz de Cenzano, Felipe. Manual…, 2.ª ed., tomo III, pp. 569-633, y también en la 3.ª y 4.ª ediciones. 62 Rafael Sanz Ferreiro realizó una revisión del contenido odontológico recogido en los libros para la docencia de practicantes desde la puesta en marcha de su titulación. Estos conocimientos se sintetizaron en anatomía bucal, clasificación de enfermedades dentales y su prevención, terapéutica dental conservadora, extracción dental y, muy someramente, la prostodoncia. Sanz Ferreiro, Rafael. «Los practicantes y el ejercicio de la odontología española», tesis doctoral dirigida por el doctor Javier Sanz Ferrula, Universidad Complutense de Madrid, Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública (Historia de la Ciencia), 2004. 63 Sáenz de Cenzano, Felipe. Op. cit., pp. 634-648, y también en la 3.ª y 4.ª ediciones. 64 Montesinos Vicente, Fernando, «Practicantes, matronas y cirujanos…», pp. 404-436.
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conocer, reconocer y saber la utilidad de los distintos instrumentos resultaba de gran importancia para los practicantes ya que unos los precisarían para sus trabajos de cirugía y otros, para asistir como ayudantes o instrumentistas en las distintas curas y operaciones.65 Para la realización de estas técnicas de cirugía y de las curas, el practicante debía proveerse de sus instrumentos principales de trabajo. La «bolsa del practicante», habitualmente de cuero, estaría compuesta por el material quirúrgico tradicional de un cirujano y sus instrumentos, sus herramientas de trabajo que no se modificarían con el paso de los años, serían de diverso tipo: cortantes, como bisturís, escalpelos, tijeras rectas y curvas y cucharillas; punzantes, como agujas de sutura con mango y sin mango, agujas de ligadura, alfileres, lancetas de sangría, vacunas y trócares; de presión, como pinzas de disección, curación, hemostáticas, de garfios, etc., y tenáculos; de reconocimiento, como sondas, estiletes rectos, de espiral, de Nelaton y sonda acanalada; para cumplir con indicaciones y prescripciones médicas, como ventosas, cauterios, jeringa de curación, de Pravaz, Roux etc., e instrumentos auxiliares, como portacáusticos, portalechinos, portagujas, espátulas, separadores y navaja de rasurar.66 La enseñanza de la cirugía se centró en la explicación minuciosa de sus distintas técnicas delimitando con claridad este campo como esencial en el monopolio ocupacional del practicante (curas, desagües quirúrgicos, síntesis quirúrgicas, cauterización, sangrías, escarificaciones, ventosas, sanguijuelas, hemostasias, vacunación, evacuación de colecciones líquidas y anestesia). Para las curas en las que intervinieran bien como ayudantes o solo en determinadas ocasiones,67 se les familiarizó con los conceptos de asepsia/antisepsia 65 Con este objeto, en la edición de 1922 el autor añadió un amplio repertorio del material llamado «general» que debían conocer los practicantes para preparar la mesa quirúrgica y los instrumentos particulares de intervenciones concretas y para colocar al enfermo en la posición adecuada según la intervención. Sáenz de Cenzano, Felipe. Manual…, 2.ª ed., tomo II, pp. 105-123, y también en la 3.ª y 4.ª ediciones. 66 Sáenz de Cenzano, Felipe. Manual…, 1.ª ed., tomo II, pp. 5-30, y siguientes ediciones. 67 Podían levantar las curas en caso de hemorragia, mal olor, abundancia de secreciones, dolor y edema y volverlas a realizar pero no, si cursaban con fiebre, situación en la que debía avisar al médico. Ibid., pp. 76-78, y siguientes ediciones.
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y los microorganismos causantes de las infecciones quirúrgicas. Tras el descubrimiento de su papel en las complicaciones quirúrgicas, se necesitaban ayudantes instruidos en las medidas de prevención y ejecución de la denominada «cura antiséptica de Lister» que permitieran disminuir los riesgos de contaminación a través de medidas como la higiene de las manos, hervir el agua y los instrumentos que se iban a utilizar en las operaciones, la preparación de químicos68 o el uso de una vestimenta adecuada… Para ejemplificar de un modo sintético algunas de las intervenciones que el manual recogió bajo la denominación de cirugía menor, he elegido las tradicionales de la sangría e inyecciones y los drenajes quirúrgicos. A pesar de que ya en el siglo xx el uso de la sangría como medio terapéutico se encontraba en descenso, la clásica vinculación del practicante con esta técnica se siguió recogiendo en todas las ediciones del manual. En este sentido, la edición de 1934 incidió en que su uso había dejado de ser terapéutico para realizarse con un fin diagnóstico, por ello dedicó unas páginas a la técnica de la punción venosa.69 En todos los manuales se les instruyó en los efectos fisiológicos que producían las sangrías y en las indicaciones y contraindicaciones más importantes, a pesar de que se dejaba claro que el rol del practicante debía solo ajustarse al de «ejecutar». Sin embargo, se les dotó de cierta «capacidad de decisión» a la hora de resolver las complicaciones más frecuentes, como en los casos en que la sangre no salía al hacer una punción o dejaba de salir antes de lo necesario o babeando, o cuando se seccionaba un nervio (lo que se solucionaba aplicando anestésicos) o aparecía un trombo (se aplicaba una compresa con antiséptico y sobre ella un vendaje compresivo ligeramente). En otras, como la sección de una arteria o la aparición de una flebitis, debían avisar al médico inmediatamente.70 68 El autor añadió un apéndice sobre antisépticos que no recogía el programa de la enseñanza de los practicantes pero que consideró importante por su frecuente utilización: antisépticos en polvo y en disolución como el acido salicílico y la tintura de iodo. Sáenz de Cenzano, Felipe. Manual…, 2.ª ed., tomo II, pp. 141-144, y también en la 3.ª y 4.ª ediciones. 69 Sáenz de Cenzano, Felipe. Manual…, 3.ª ed., tomo III, p. 204, y también en la 4.ª edición. 70 Sáenz de Cenzano, Felipe. Op. cit., pp. 113-114, y siguientes ediciones.
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Otra de las intervenciones que en el imaginario colectivo más se ha relacionado con los practicantes es la puesta de las inyecciones. Estos sanitarios aprendieron la técnica para administrar inyecciones parenquimatosas e hipodérmicas con jeringuillas y con una importante batería de aparatos de presión de aire (sueroterapia),71 pero no para las inyecciones intravenosas, en las que su rol sería el de ayudante.72 El aprendizaje de la técnica de la inyección se basó en los conocimientos referentes a los sitios de elección preferentes para la punción, las precauciones relativas a las condiciones de las disoluciones a administrar y la esterilización del material utilizado. En los accidentes locales más frecuentes (dolor e inflamación), los practicantes podían aplicar calmantes, emolientes y antisépticos. Sin embargo, si se producía un accidente general por la llegada de la medicación al torrente sanguíneo o por un exceso de dosis, cuyas complicaciones eran pequeñas hemorragias, coma, estertores, síncopes, etc., debían avisar inmediatamente al médico.73 En el territorio de los drenajes quirúrgicos, los practicantes solo estaban autorizados para la evacuación de colecciones liquidas superficiales y accidentales como abscesos, flemones y quistes, pero no para el drenaje de cavidades naturales como la pleura, el pericardio, el peritoneo, el escroto o el conducto medular o raquídeo. A pesar de ello, para que pudiesen cumplir como ayudantes del médico, se les enseñó todo tipo de procedimientos evacuatorios, incluidos los más complejos, como la toracocentesis, la paracentesis o la anasarca. Un 71 Acompañados de fotografías se les explicó el funcionamiento de distintos dispositivos por presión de aire para la administración por vía hipodérmica de sueros artificiales (suero fisiológico, de Hayen, de Cheron) como el aparato de Hallion del doctor Cea, farmacéutico de Valladolid... Los lugares de predilección para la punción y administración eran los hipocondrios, la región lumbar, la glútea externa y la cara externa del muslo. En cuanto a su administración se les hizo hincapié en que fuera lenta, a unos 37º, y que no se excediera de 200 cm3 en un mismo punto. Al finalizar la administración se debía hacer un ligero masaje y tapar la punción con colodión iodo-fórmico y apósito antiséptico. Ibid., pp. 195-199, y siguientes ediciones. 72 Las inyecciones intravenosas no figuraban en el programa para la enseñanza de practicantes de 1902; sin embargo, en los manuales el doctor Felipe Sáenz de Cenzano, se les explicó su técnica y finalidad para que pudieran cumplir con su función auxiliar. Ibid., pp. 200-203, y siguientes ediciones. 73 Ibid., pp. 186-189 y 191-193, y siguientes ediciones.
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rol en el que se les instruyó de acuerdo a sus funciones, que fundamentalmente se circunscribieron a la esterilización, el manejo de los diferentes aparatos de aspiración, la desinfección de la región y los cuidados posteriores.74 En definitiva, se puede decir que el manual presentaba de manera sistemática los recursos o procedimientos tradicionales en estas técnicas, sus inconvenientes y la recomendación de usar aquellos más novedosos, informándoles, principalmente y sin gran profundidad, de su fundamento en la ciencia física. Esto ratifica que la doble tradición masculina de la profesión de practicante de finales del siglo xix, la empírica del cirujano y la médica docta de los cirujanos franceses,75 apuntadas por Isabel Callejas y Consuelo Miqueo, se siga percibiendo en los conocimientos que al respecto se recogieron en este manual veinte años más tarde. La retórica descriptiva y minuciosa utilizada para transmitir metódicamente las técnicas de cirugía se encuentra bien ejemplificada en la propia del drenaje de un absceso con bisturí: Si la evacuación no es muy urgente, se prepara la región colocando veinticuatro horas antes fomentos templados de disolución de sublimado al 1 por 1000 y en el momento de la operación se lavará con agua caliente y jabón, alcohol y sublimado. Aun cuando la operación es muy pequeña en los abscesos o flemones superficiales, debe aconsejarse al enfermo que esté acostado, pues no es infrecuente observar síncopes, efecto de la intensidad del dolor producido, a pesar de su corta duración. Cuando la incisión es con el bisturí, se toma éste en primera, segunda o quinta posición… si no hay que hacerse mucha fuerza y en tercera o cuarta cuando por estar bastante profunda, ofrece bastante resistencia; se distiende la piel entre el pulgar y el índice o comprimiendo a los lados para que haga prominencia y se hunde el bisturí perpendicularmente y de un solo golpe hasta penetrar en la cavidad, lo que se conoce por la salida del liquido con más o menos fuerza, se inclina la hoja para agrandar la abertura y se coloca perpendicular para sacarla, haciendo por lo tanto un movimiento de báscula.76
Ibid., pp. 203-217, y siguientes ediciones. Callejas Chagoyen, Isabel; Miqueo, Consuelo. «Conocimiento quirúrgico enfermero en la revista El Practicante (1885)», 2014. 76 Sáenz de Cenzano, Felipe. Op. cit., p. 205, y siguientes ediciones. 74 75
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Desde la primera edición del manual, otra de las materias que se desarrollaron de manera más detallada fueron los modos y técnicas de aplicar los diferentes medicamentos tópicos,77 lo que, al igual que para la cirugía menor, conformó este territorio con claridad como propio del practicante. Dos técnicas sobre la aplicación de medicamentos tópicos que ejemplifiquen el modo en que se les transmitía este tipo de conocimiento práctico son las cataplasmas y el masaje de lumbago. En primer lugar, se realizaba la presentación, definición o tipo de remedio terapéutico, que era cada uno de los medicamentos que recogía el manual. Las cataplasmas, decía … están formadas por la mezcla de ciertas substancias cocidas o sin cocer con agua sola o con distintos elementos dando lugar a unas pastas de consistencia blanda… Según los efectos que producen se han llamado madurativas cuando favorecían la supuración como las de malvavisco; calmantes las que llevan en su composición alguna substancia que como el opio calma el dolor; antisépticas las que llevan en disolución algún antiséptico…Hoy en día está muy restringido su empleo y puede decirse que únicamente se usan los emolientes formados de harinas u hojas de algunas especies emolientes, siendo las principales las confeccionadas con harina de linaza y las de fécula de patata en forma de harina…
Posteriormente, se particularizaba en el modo de preparar cada tipo de medicamento, que para la cataplasma de harina de linaza era el siguiente: La harina debe de ser reciente, pues por la gran cantidad de aceite que contiene se arrancia si está molida mucho tiempo y determina efectos irritantes. Para hacerla se toma determinada cantidad de harina y se amasa con la suficiente cantidad de agua caliente para formar una pasta blanda que se hace hervir cuatro o cinco minutos, revolviéndola continuamente; si ha de aplicarse directamente a la región, se coloca la pasta en el centro de una 77 Los medicamentos tópicos se clasificaban en emolientes (relajaban los tejidos y disminuyen la sensibilidad), calmantes o anodinos (calmaban dolor), astringentes (constreñían los tejidos aplicados directamente o absorbidos por la sangre), revulsivos (determinaban una irritación local generalmente para sustituir otra morbosa, y según la importancia de la reacción se llamaban rubefacientes o vesicantes) y cáusticos (producían escara, dividiéndose en químicos o por el calor). Sáenz de Cenzano, Felipe. Manual…, 1.ª ed., tomo I, pp. 402-403, y en las siguientes ediciones.
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Al practicante se le formó en el aprendizaje del masaje de lumbago y otras técnicas pertenecientes en la actualidad al ámbito de la fisioterapia, por lo que esta disciplina puede encontrar en este sanitario su antecedente antes de su institucionalización universitaria como disciplina independiente.79 Para este tipo de masaje, se les instruyó en su técnica de la siguiente manera: … echado el enfermo sobre el vientre principiase por rozamientos o fricciones débiles con la cara anterior de los cuatro últimos dedos, para seguir con los de presión con la muñeca o el puño, apoyando todo el cuerpo; después de esto se continua con las percusiones con el borde cubital de la mano en dirección paralela a la columna vertebral; estas maniobras duran de quince a veinte minutos, volviendo enseguida al enfermo y pasándose después a los movimientos activos y pasivos que consisten en flexión del muslo sobre la pelvis ocho o diez veces, se sienta al enfermo y se flexiona hacia delante todo lo posible y por último se levanta y hace movimientos activos de flexión hacia delante, hacia atrás y de circunducción.80
La edición de 1922 amplió el número de tratamientos y terapias presentados por su predecesora ya que los practicantes y las enfermeras eran también los encargados de la aplicación de los avances realizados en la terapéutica física. Se les explicó de forma general Ibid., pp. 405-406. Gomara Jiménez, Vicenta; Pinilla Baigorri, Sara. «Orígenes de la fisioterapia en la España contemporánea», Revista Paraninfo Digital, 15 (2012). Disponible en: [Consulta: 04/06/2014]; García Martínez, Manuel Jesús; Chillón Martínez, Raquel. «La figura del practicante como precedente profesional del fisioterapeuta en España», Cuestiones de Fisioterapia 42/ número extra (2013), pp. 229-245. 80 Sáenz de Cenzano, Felipe. Op. cit., pp. 472-473, y en las siguientes ediciones. 78 79
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su mecanismo de actuación, indicación, efectos y técnicas. En la aeroterapia, las competencias del practicante eran las de conocer el funcionamiento de los diferentes aparatos y su funcionamiento para su vigilancia durante las sesiones prescritas. En la electroterapia eran los encargados de su aplicación, por lo que tenían que ser conocedores de las técnicas de las aplicaciones galvánicas y farádicas, así como de saber remediar los fallos más habituales del funcionamiento del aparato. Para la radioterapia, se les daba nociones de sus efectos terapéuticos y técnicas para cumplir con su función de auxiliares en lo relativo a la vigilancia de los vendajes colocados en el enfermo por el médico.81 Continuando con las nociones de obstetricia, por su extensión ocuparon en las cuatro ediciones del manual un lugar muy significativo a pesar de que, desde 1921, los practicantes no tuvieron reconocido este territorio como propio de su enseñanza.82 El doctor Sáenz de Cenzano se posicionó a favor de que los practicantes pudieran asistir los partos normales justificando en la edición de 1922 que su inclusión entre las competencias de los practicantes en 1901 respondió a la necesidad de solucionar que su asistencia en los pueblos estuviera en manos de mujeres sin preparación que desconocían los principios más básicos de asepsia. A juicio del autor, estos conocimientos, que debían adquirir los practicantes en un curso compartido con otras materias, eran tan solo el punto de partida para alcanzar otros mayores y solo suficientes para superar los exámenes reglamentarios.83 En un principio, en la edición de 1907 la enseñanza del arte de partear se fundamentó en los conocimientos necesarios para la asistencia de los partos normales. Unos conocimientos teórico-prácticos que se desglosaron en el estudio de la anatomía genital de la mujer, sus cambios físicos y fisiológicos, la detección de los signos 81 Sáenz de Cenzano, Felipe. Manual…, 2.ª ed., tomo I, pp. 416- 445, y también en la 3.ª y 4.ª ediciones. 82 Recordemos que el R. D. del 7 de octubre de 1921 recogió los núcleos fundamentales de las enseñanzas de los títulos profesionales de carácter universitario entre los que la Obstetricia no se encontraba para los practicantes. Gaceta de Madrid 1921; 8 de octubre, 281: 67-69. 83 Sáenz de Cenzano, Felipe. Manual…, 2.ª ed., tomo III, pp. 218- 219, y también en la 3.ª y 4.ª ediciones.
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probables y ciertos del embarazo a través del interrogatorio, inspección, palpación, tacto y auscultación y los fenómenos del embarazo, parto y alumbramiento. Este aprendizaje incluyó la higiene en el embarazo en lo relativo a los hábitos de vestido, viajes, ejercicios etc., todo lo relativo a la asepsia en el parto (lavado de las manos, genitales de la mujer, esterilización del instrumental y objetos de cura) y los cuidados al recién nacido en lo referente a la ligadura del cordón, la identificación del meconio, la ictericia fisiológica del niño, la lactancia, así como al tipo de cuna y vestido más apropiado, etc.84 El autor de estos manuales describió con exactitud todos los pasos y la conducta que el practicante, metódicamente, debía seguir para atender un parto al que le hubieran llamado dibujando con claridad una escena de parto de las primeras décadas del siglo xx. El proceso de asistencia una vez llegado el practicante a la casa comenzaría con la comprobación del estado de la mujer y todos los signos relativos al parto a término. Vigilaría que la mujer llevara ropa adecuada para el parto y que estuviera preparada la del futuro nacido. Elegiría la cama y habitación mejor para ella. Debía prepararse para tener cerca toallas, dos gasas, sedas para el ombligo y su ligadura, abundante agua hervida, fría y caliente, frasco de colonia y alcohol, dos barreños limpios, una sábana para recoger al recién nacido… Para esta asistencia a domicilio de los partos, el autor les recomendó portar siempre una «bolsa obstétrica» que contuviera un tubo de pastillas de un gramo de sublimado, de ergotina Ivon, un gramo de cornezuelo, una pastilla de jabón de sublimado, tubos de vaselina boricada al 3 por ciento, tubo de seda esterilizada, un paquete de gasas antisépticas, tijeras rectas y curvas, jeringuilla de Pravaz, dos pinzas de forcipresión, una sonda de mujer, dos agujas de sutura, un cepillo de uñas, un limpiauñas y un termómetro.85 84 Como ejemplo, al recién nacido debía realizarle la limpieza con un baño con agua caliente de cinco minutos, secarlo en un paño caliente, limpiarle la cabeza con un peine y los ojos con agua boricada o esterilizada. Si se tenía sospecha de que pudiera haberse contaminado por la existencia de flujos gonorreicos, debían instilarle unas gotas de nitrato de plata al dos por ciento. Debía secarle bien todos los pliegues y ponerle los polvos de fécula de arroz o patata para que absorbieran la humedad que pudiera quedar. Sáenz de Cenzano, Felipe. Manual…, 1.ª ed., tomo II, pp. 566-567, y siguientes ediciones. 85 Ibid., pp. 523-528, y siguientes ediciones.
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A pesar de que en el programa oficial de 1902 no se recogieron lecciones dedicadas al puerperio fisiológico, el doctor Sáenz de Cenzano sí las incluyó en su manual por entender que la misión del practicante no terminaba con la expulsión del feto y sus anejos, sino que debía seguir atendiendo a la mujer hasta que alcanzase la normalidad y así poder avisar al médico de posibles incidencias. Incorporó nociones sobre el estudio anatómico y descripción clínica del puerperio, y transcribió los cuidados para las puérperas dados por el doctor Rapin86 a las matronas en lo relativo a la vigilancia de los sangrados e involución uterina, limpieza de los genitales con antisépticos, cambio de la ropa propia y de la cama o régimen alimenticio más apropiado.87 A pesar de que no dudó en hacer hincapié en que el practicante y también la matrona solo debían atender los partos naturales, es decir, los que no precisaran de intervención manual ni instrumental, les concedió cierto margen de «toma de decisión» en algunas presentaciones complicadas como la de nalgas, siempre y cuando no hubiese demora en ninguno de los tiempos del proceso del parto que pudieran acarrear un peligro inminente para la madre o el feto. Sin embargo, en otras como las de cara y tronco, una vez diagnosticadas deberían avisar inmediatamente al médico. A pesar de que su intervención en los casos mencionados supondría extralimitar sus competencias, el doctor Sáenz de Cenzano les aconsejó actuar sin pensar en las responsabilidades que les pudiera acarrear, sin olvidar la máxima de que «más vale ser prudente en la expectación que atrevido en la intervención».88 Por primera vez, en la edición de 1922 la parte dedicada a la obstetricia se amplió presentando las patologías más frecuentes en el curso del embarazo, parto, alumbramiento y puerperio con el objeto de instruirles para estos casos excepcionales y saber asistirlos en presencia del médico. Me refiero a patologías como hemorragias en el parto, placenta previa, aborto mastitis, fiebre puerperal, etc. y a
86 Parece que los trabajos de este doctor fueron las fuentes fundamentales utilizadas por Felipe Sáenz de Cenzano para la enseñanza de la atención a los partos. 87 Sáenz de Cenzano, Felipe. Op. cit., pp. 599-614, y siguientes ediciones. 88 Ibid., p. 446, y siguientes ediciones.
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operaciones obstétricas como el fórceps o la episiotomía.89 En las ediciones posteriores se recogerían los mismos procesos y operaciones con la particularidad de conformar un apartado propio, la obstetricia patológica. De igual manera, a partir de 1934 se dedicó un apartado propio a la pediatría que incluyó todo lo referente al cuidado y control del recién nacido, ampliándose con breves nociones sobre la fisiología del niño y sus enfermedades más frecuentes, como las digestivas de diarreas, cólera infantil o vómitos, y otras como la dermatosis.90 Esta ampliación se contextualizaba en el desarrollo de los establecimientos de puericultura en España, que intentaban atajar el gran problema social que acarreaba la mortalidad infantil. El autor consideró que el auxiliar podía desempeñar un papel esencial con sus consejos higiénicos y cuidados dándolos por sí solo a las madres, dentro de un centro de puericultura o como ayudante del médico.91
El punto de inflexión en la edición de 1922 Las modificaciones de la edición de 1922, que incorporaron conocimientos relativos a patología general, médica y quirúrgica y la terapéutica, supusieron un punto de inflexión en la enseñanza de los practicantes en Zaragoza. Estas lecciones, que no se encontraban entre las legalmente establecidas en el plan de estudios de los practicantes, intentaron acercarse a la realidad de su práctica asistencial, que comprendía más territorios que el meramente quirúrgico difundido a finales del xix por El Practicante, producto intermedio entre manual y revista científica.92 El contenido de estas materias, que se asemejaron abreviadas a las establecidas para los cuatro años de los prácticos
89 Sáenz de Cenzano, Felipe. Manual…, 2.ª ed., tomo II, pp. 345-368, 473-488, 529542 y 557-567, y también en la 3.ª y 4.ª ediciones. 90 Sáenz de Cenzano Felipe. Manual…, 3.ª ed., tomo IV, pp. 374-397, y también en la 4.ª edición. 91 Ibid., p. 325, y también en la 4.ª edición. 92 Callejas Chagoyen, Isabel; Miqueo, Consuelo. «Conocimiento quirúrgico enfermero en la revista El Practicante (1885)», 2014.
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en el arte del curar,93 actualizaron el programa de enseñanza de los practicantes calificado por más de uno como deficiente de acuerdo a las situaciones que debían abordar en su práctica profesional, que superaban su formación fundamentalmente técnica. La evolución de sus conocimientos eminentemente técnicos hacia otros más teóricos y clínicos fue una necesidad a la que, según parece, no más de un par de profesores de la época fueron sensibles y que además tampoco llegó a reflejarse en un cambio legislativo en la enseñanza de los practicantes, más allá de la inclusión en 1921 como contenido mínimo de sus estudios los conocimientos relativos a la asepsia y antisepsia. Tras la revisión de los índices de los manuales para la enseñanza de practicantes publicados entre 1915 y 1930,94 tan solo he encontrado uno que hiciera incorporaciones similares en lo relativo a este tipo de conocimientos: El manual del practicante y de partos del doctor Emilio Alonso García-Sierra, que, en su tercera edición de 1915, incluyó conocimientos relativos a patología general y quirúrgica,95 y, en su ampliación de 1923, recogió unos conocimientos muy similares a los expuestos en los del doctor Sáenz de Cenzano.96 En el manual del profesor de Zaragoza, el aprendizaje sobre las enfermedades se basó en la conceptualización de la salud, etiología y las diferencias entre síntoma y signo. Para facilitar la comprensión de los diferentes síntomas o enfermedades diagnosticadas por el médico, en la edición de 1934 se les familiarizó con la construcción básica de las denominaciones de las enfermedades atendiendo a la forma organopática para la construcción del nombre de los padecimientos con dos partículas: el órgano afectado más la suma de distintos prefijos y 93 La formación de los prácticos comprendió Anatomía, Fisiología, Higiene, Terapéutica y Materia Médica y Arte de Recetar, Patología General, Medicina Legal y Clínica Médica, Anatomía Quirúrgica, Patología Quirúrgica con su Clínica y Vendajes, Patología Médica, Obstetricia y Clínica Tocológica. López Piñero, José María. «La enseñanza de la Medicina en España…», en Danón, José (coord.), La enseñanza de la Medicina…, 1998, pp. 26-27. 94 Se ha realizado la búsqueda de los manuales publicados en este periodo en el catálogo de la Biblioteca Nacional, el del Patrimonio Bibliográfico Español y en el Colegio de Enfermería de Madrid. [Consulta: 26/02/2014]. 95 Montesinos Vicente, Fernando. «Practicantes, matronas y cirujanos…», pp. 180 y 183. 96 García-Sierra, Emilio Alonso. Las carreras auxiliares médicas: reformada ampliación del Manual del practicante y de partos, Madrid, Librería Internacional de Romo, 1923.
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sufijos (-itis, -algia o hidro-, hiper-, etc.)97 Se les instruyó en las partes del acto médico y sus medios exploratorios a través del interrogatorio, inspección, mensuración, palpación, percusión y auscultación98 y de determinados aparatos y técnicas como el termómetro o el microscopio, explicando las diferencias entre lo normal y lo patológico. Para cada medio exploratorio glosó la historia de su descubridor, sus técnicas y los significados de algunas de sus modificaciones más importantes como anormalidades patológicas de diferente orden y afectación orgánica. Por ejemplo, para la percusión: … descubierta por Auenbrugger en 1761 y propagada por Covisart en 1808, consiste en dar golpes metódicos en la superficie del cuerpo, mediante los cuales se origina una serie de vibraciones por las que nos damos cuenta del estado del órgano percutido según el ruido producido.99 El sonido timpánico tiene carácter más musical, siendo el tipo del mismo la percusión del intestino, y patológicamente en cavidades como cavernas, bronquiectasia, etc., pudiendo también producirlo el pulmón cuando comprimido en un punto, pierde su tensión normal o se rebaja en otra, recibiendo ordinariamente el ruido skódico o de Skoda, como en los vértices cuando la base se comprime en un derrame pleurítico.100
Por ejemplo, para el caso del termómetro se les enseñó su utilidad, los tipos existentes (centígrado, Reaumur, Fahrenheit), los valores compatibles con la vida, los movimientos fisiológicos de la temperatura según la hora del día, la conversión de unas unidades a otras según el termómetro utilizado, las zonas y horas donde tomarlas y sus diferencias y el modo de proceder en su registro. Además, para servir como ayudante del médico, se les formó en la técnica y funcionamiento del aparato de rayos X y del microscopio mediante una descripción detallada. Para este último se les explicaban sus partes, lentes, objetivos, etc., ligeramente la técnica de enfoque y con mayor 97 Sáenz de Cenzano, Felipe. Manual…, 3.ª ed., tomo I, pp. 263-265, y también en la 4.ª ed. 98 Para la auscultación recomendaba a los practicantes usar el instrumento clásico del médico, el estetoscopio, para acostumbrarse a los sonidos por su efecto amplificador. Ibid., p. 255, y también en la 3.ª y 4.ª ediciones. 99 Ibid., p. 252, y también en la 3.ª y 4.ª ediciones. 100 Ibid., p. 254, y también en la 3.ª y 4.ª ediciones.
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detenimiento, los colorantes más usados (violeta de genciana, azul de metileno...) y la buena y correcta limpieza del aparato.101 El nuevo paradigma de la interpretación del proceso de enfermar, que modificaba la profilaxis y terapéutica de determinadas enfermedades, y la progresiva institucionalización de la Higiene Pública en España durante el siglo xx,102 aumentaron la necesidad de auxiliares doctos en la recogida de los diferentes tipos de muestras y fómites así como en el uso y manejo de la técnica de la desinfección en estufas, cubas de inmersión, estaciones de desratización o despiojamiento. Por este motivo, desde 1922 la instrucción del practicante se complementó con nociones generales sobre las enfermedades infecciosas que, aun siendo de tratamiento médico, con ellas este sanitario iba a tener un estrecho contacto y, por tanto, era necesario que conociera los cuidados y precauciones generales a tomar con este tipo de enfermos y patologías (aislamiento, dietas…).103 En este sentido, la importancia que adquirió la prevención de las enfermedades con hábitos higiénicos individuales y familiares propició la incorporación en esta segunda edición de algunos conocimientos de la higiene de la medicina relacionados con la prevención de las enfermedades y conservación de la salud.104 En las ediciones de 1934 y 1942, estos conocimientos fueron ampliados ligeramente incorporando medidas higiénicas para los hospitales y los cementerios.105 La novedad de incorporar en 1922 conocimientos relativos a la patología médica y quirúrgica tuvo el objetivo fundamental de que el practicante dispusiera de una guía con nociones nosográficas y semiológicas básicas para el diagnóstico y tratamiento, solo o mientras el médico llegase, de enfermedades de poca importancia o infecciosas de escasa contagiosidad y para la asistencia de procesos urgentes como cólicos intestinales, laringitis catarral aguda, asma, cistitis, panadizos, Ibid., pp. 256-263, y también en la 3.ª y 4.ª ediciones. Barona Vilar, Carmen, Las políticas de la salud…, pp. 95-120. 103 Sáenz de Cenzano, Felipe. Manual…, 2.ª ed., tomo III, pp. 1-214 y también en la 3.ª y 4.ª ediciones. 104 Sáenz de Cenzano, Felipe. Manual…, 2.ª ed., tomo I, pp. 279-298, y también en la 3.ª y 4.ª ediciones. 105 Sáenz de Cenzano, Felipe. Manual…, 3.ª ed., tomo I, pp. 317-349, y también en la 4.ª edición. 101 102
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quistes, forúnculos o anginas de pecho, delirios y catalepsias. Por ello, se le instruyó en un cierto número de técnicas exploratorias que se concretaron por aparatos y enfermedades específicas (examen de las heces, recto, de los reflejos, del jugo gástrico, o el examen ocular de los esputos). De esta manera, en las localidades donde no hubiera médico y se presentaran enfermedades de escasa importancia, contagiosidad o que requiriesen de un tratamiento urgente, el practicante estaría capacitado o dispondría de los conocimientos necesarios para actuar sin avisarle o mientras llegaba. Sin embargo, cuando se complicaran o su proceso se escapaba a los conocimientos y habilidades de los practicantes, debían pasar a manos de los médicos.106 De los procesos médicos y quirúrgicos recogidos en el manual recuperaré como ejemplos de los conocimientos que se proporcionaban a los practicantes el asma bronquial y el quiste sebáceo: Se llama así [asma bronquial] los accesos de disnea con caracteres especiales muy conocidos. Muchas veces sin causa conocida, otras veces por impresiones morales, por emanaciones olorosas, etc., el enfermo sufre un acceso de disnea muy distinto de los que hemos tratado hasta ahora, ya que en este caso no hay frecuencia de los movimientos respiratorios, sino disminución; el enfermo se despierta (ya que el acceso suele ser en las primeras horas del sueño) con opresión de pecho y dificultad en la respiración, se levanta y se dirige a la ventana en busca de aire, se agarra a los muebles, adopta posiciones muy distintas, todo ello para forzar los músculos espiradores, 106 Sáenz de Cenzano, Felipe. Manual…, 2.ª ed., tomo I, pp. 459-614; tomo II, 398484, y también en la 3.ª y 4.ª ediciones. Estos conocimientos sobre patología médica distaron tremendamente de los exigidos a los alumnos de Medicina en los tres cursos del programa de Patología y Clínica Médicas, que el catedrático Ricardo Royo Villanova impartía en 1924 en la Facultad de Medicina de Zaragoza. El programa médico constaba de 274 lecciones, de las que tomaré como muestra las dedicadas a las enfermedades del sistema nervioso para significar las diferencias entre los conocimientos recogidos en él y los dados a los practicantes. Para estos últimos, la patología referente a estas enfermedades comprendía un total de 21 procesos, cuyo desarrollo contenía fundamentalmente la descripción y los signos y síntomas de cada enfermedad con una extensión media de una a dos páginas (con un total de 25 páginas). Para los estudiantes de Medicina, estas enfermedades representaban la totalidad de su tercer curso de Patología, con 81 lecciones que comprendían las afecciones cerebrales, del istmo del encéfalo, del cerebelo, bulbo, médula espinal, sistema simpático, nervios periféricos y neuropatías globales neuromiopatías y neurosteofibroartropatías. Royo Villanova, Ricardo. Programa de los tres cursos de Patología y Clínica Médicas, Zaragoza, Tipografía Octavio y Félez, 1924.
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Socialización del practicante: valores, técnicas y conocimientos a adquirir ya que la espiración es la más difícil… Como tratamiento solo hemos de indicar el del acceso, puesto que el de la enfermedad no es de este libro; la morfina es el medicamento por excelencia; una inyección de 2 centigramos de morfina, a la que se puede agregar medio miligramo de atropina; los maniluvios de agua caliente suelen ser muy útiles.107 El quiste sebáceo es producido por la distensión de una glándula sebácea, cuya abertura está obturada; recibe también el nombre de lupia o lobanillo. El rozamiento y la suciedad son causas que ayudan a su formación, siendo de preferencia en el cuero cabelludo, escroto, cara y los hombros… Algunas veces la bolsa puede supurar, y la supuración se hace persistente, hasta eliminarse por completo. La extirpación es el único tratamiento, previa anestesia con el cloruro de etilo, separando la bolsa en su totalidad y sin abrirla.108
Desde la edición de 1934 y en el apartado de patología médica, se realizó la incorporación de las lecciones exigidas para el título de enfermero o practicante psiquiátrico creado al principio de los años treinta, coincidiendo con la institucionalización de la medicina psiquiátrica en España. Unos conocimientos que se ajustaron a su programa de formación y que utilizaron como fuentes los libros publicados por los doctores López Mora y Nieto García del Manicomio de Elda (Alicante) y el doctor Valenciano, subdirector del Sanatorio Neuropático del Carabanchel Bajo (Madrid), cuyo libro fue recomendado por el Consejo Superior Psiquiátrico.109 Los conocimientos en torno a la patología médica y quirúrgica se complementaron con los referentes a su terapéutica a través de las nociones relativas a la farmacoterapia, como fueron las partes de una receta, las formas medicamentosas, la posología, las pesas y medidas. 107 Sáenz de Cenzano, Felipe. Manual…, 2.ª ed., tomo I, pp. 546-547, y también en la 3.ª y 4.ª ediciones. 108 Sáenz de Cenzano, Felipe. Manual…, 2.ª ed., tomo II, p. 447, y también en la 3.ª y 4.ª ediciones. 109 La formación del practicante psiquiátrico englobó, fundamentalmente, nociones anatómicas sobre el sistema nervioso, la clínica y terapéutica de las enfermedades mentales y la asistencia especial en situaciones especiales (delirios, negativa a comer…). También conocimientos relativos a la prevención de las enfermedades mentales y la legislación que orbitaba alrededor del enfermo psiquiátrico. Se delimitaron sus competencias en la custodia, mantenimiento del orden, vigilancia, observación de conductas de los enfermos y dar cuenta de las incidencias en ausencia del médico. Sáenz de Cenzano, Felipe, Manual…, 3.ª ed., tomo II, pp. 225-295, y también en la 4.ª edición.
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En definitiva, este aprendizaje se basó en el conocimiento básico de los medios que practicantes (y enfermeras) podían poner en práctica para la atención de casos urgentes, para aliviar al enfermo mientras llegase el médico y para aquellos que no precisasen de su presencia.110 Aunque el practicante no estaba autorizado para formular, el autor puntualizó que en los casos excepcionales de enfermedad o ausencia del farmacéutico tendría que hacerse cargo del despacho de farmacia. Por ello, además aprendieron la determinación de la posología o dosis normal de un medicamento mediante la utilización de la tabla de Gaubins o las fórmulas de Troitzky o Bolognini, según la edad del enfermo.111 Desde la edición de 1934, se amplió de manera importante la parte dedicada a las formas medicamentosas y los ingredientes, técnicas y métodos para la preparación de algunas fórmulas magistrales.112 Los practicantes como novedad fundamental recibieron conocimientos sobre los medicamentos con efectos generales y de administración oral de uso más frecuente para que conocieran sus efectos, ya bien porque ellos mismos los administrasen o para observarlos si la administración del fármaco había sido realizada por el médico. Se les explicaban las indicaciones de medicamentos como diuréticos, calmantes, hipnóticos o purgantes, sus efectos, dosis habituales, modo de administración y efectos colaterales, si es que los había.113 En la edición de 1934, se amplió el arsenal terapéutico del practicante (y la enfermera) con los vasodilatadores, fármacos que actúan sobre la nutrición y el aparto genital, antitérmicos, antisépticos, medicación opoterápica y quimioterápicos (Tabla 3).114
110 Sáenz de Cenzano, Felipe. Manual…, 2.ª ed., tomo I, p. 301, y también en la 3.ª y 4.ª ediciones. 111 Ibid., pp. 301-314, y también en la 3.ª y 4.ª ediciones. 112 Sáenz de Cenzano, Felipe. Manual…, 3.ª ed., tomo I, pp. 367-377, 380-388, y también en la 4.ª edición. 113 Sáenz de Cenzano, Felipe. Op. cit., pp. 381- 415, y también en la 3.ª y 4.ª ediciones. 114 Sáenz de Cenzano, Felipe. Op. cit., pp. 397-440, y también en la 4.ª edición.
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Tabla 3. Fármacos de efecto general contenidos en la enseñanza terapéutica del practicante y la enfermera (1922-1942) Santonina Corteza de raíz de granado Helecho macho Timol Antihelmínticos Kouso Kamala-Musgo de Córcega-pepitas de calabaza- azufre- hollín-sal de cocina-aceite de quenopodio Calmantes e hipnóticos
Opio y sus alcaloides Sulfonal-trional-veronal-bromural Hidrato de Coral-bromidia Neuronal-paraldheído-somnífero Uretano
Antineurálgicos
Aspirina Antifebrina-analgina-fenacetina Antipirina Melubrina Morfina Piramidón-veronal
Antiespasmódicos
Vasodilatadores
Nitrito de amilo Nitrito sódico Nitroglicerina Ajo Luminal Histamina
Nutricionales
Hierro Hemoglobina Benceno Oxígeno Cloruro de sodio Arsénico Yodo y yoduros
Opoterápicos
Insulina
Belladona-atropina Antitérmicos Almizcle Castoreo-valeriana-manzanilla-asafétida Bromuros Antisépticos Romero-ámbar amarillo o succiurinarios no-hespérideo-tilo o flor de tilo
Quina-quinina y sus sales Acido salicílico y salicilatos Salicilato de bismuto Aspirina-salol-salofeno-salicilato de metilo-mesotán Antipirina-piramidónantifebrina-fenacetina Urotropina Helmitol Citotropina Piridium Yohimbina Bromuro de alcanfor Apiol Pituitrina Cornozuelo de centeno Hidrastis canadensis Viburnum prolifolium
Tónicos cardiacos
Digital y sus alcaloides Estrofano y esparteína Cafeína Adonis y adonidina Escila
Efecto sobre aparato genital
Purgantes laxantes
Maná
Violeta de metilo Quimioterápicos Azul de metileno-argoeromo Aceite de chaulmoogra
Purgantes salinos
Sulfato de sosa Sales de potasa Sulfato de magnesio (sal de higuera) Extracto de magnesia Magnesia calcinada Carbonato de magnesia Aguas purgantes
Cupreína Sándalo Urotropina Compuestos de oro Quimioterápicos Creosota Guayacol Tiocol Guayacol Tiocol
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Purgantes catárticos
Sen Cáscara sagrada Ruibarbo Aceite de ricino
Purgantes drásticos
Aloes o acíbar Podofilino Gutagamba o goma de guta Jalapa Escamonea Coloquíntida Calomelanos Aceite de crotón
Purgantes coleréticos
Atofan Podofilino Calomelanos
Diuréticos
Lactosa o azúcar de leche Cafeína Teobromina-diuretina-agurina Teofilina o teocina Calomelanos Sales de potasa Lactato de estroncio Sales de litio Alcohol etílico Puntas de espárrago Atofan Piperacina Colchico
Sudoríficos y diaforéticos
Jaborandi y pilocarpina Zarzaparrilla-sasafras-guayacol-china Flor de malva Sauco-tilo Carbonato y acetato amónico
Fuente: Manual del practicante del doctor Felipe Sáenz de Cenzano (1922-1942)
Una de las aportaciones posiblemente más útiles para el manejo del manual como guía para el ejercicio profesional fue la de un formulario que recogía las consideradas mejores fórmulas para el tratamiento de un buen número de las enfermedades y procesos tratados sobre patología médica, infecciosa, atención urgente a los accidentados, a las embarazadas y al recién nacido.115 Al estilo del Compendio médico de 1867 para los facultativos de segunda clase,116 se las presentó en una relación por orden alfabético que nos permite dibujar con mayor nitidez cuáles con más frecuencia los practicantes (y las enfermeras) debían atender estando solos o mientras se personaba el médico (Tabla 4). Considero que este anexo al manual puede indicar que el sanitario objeto de este libro llegara a formular en estos procesos y en los urgentes al menos en las ocasiones en las que se encontrara solo para la asistencia sanitaria en un pueblo. Una hipótesis que podría quedar 115 Sáenz de Cenzano, Felipe. Manual…, 2.ª ed., tomo III, pp. 649-680, y también en 3.º y 4.ª ediciones. 116 Tejada y España, Félix. Compendio Médico o Resumen de las asignaturas que se exigen a los cirujanos para convertirse en Facultativos de segunda clase, según lo disponen el real decreto y Reglamento de 20 de febrero de 1867, Madrid, Imp. médica de Manuel Álvarez, 1867, pp. 579-633.
210
Socialización del practicante: valores, técnicas y conocimientos a adquirir
verificada en la revista El Practicante Aragonés, en cuyas páginas se recogieron las reivindicaciones de los practicantes rurales de Aragón por conseguir la legalización de una práctica que desempeñaban en la periferia legal. Sus solicitudes sobre la ampliación de sus atribuciones se circunscribieron a la facultad de aplicar formulas de medicina y cirugía menor en casos banales, ya que además en los pueblos donde no había médico tenía que encargarse de la asistencia al enfermo fuera cual fuese su enfermedad (interna-externa) y se veían obligados a recetar por «caridad».117 Tabla 4. Enfermedades y procesos de asistencia clínica, urgente y preventiva más frecuentes del practicante y la enfermera (se presentan por orden alfabético) Aborto
Desinfección de la boca
Manchas de permaganato de potasa
Actinomicosis
Diarrea/Enteritis aguda
Melena del recién nacido
Adenitis
Difteria
Meningitis
Albuminuria
Disentería
Metrorragia
Alcoholismo agudo/ Embriaguez
Dismenorrea
Mialgia/Reumatismo muscular
Alopecia
Disnea
Mordeduras por perros rabiosos y víbora
Amenorrea
Dispepsia
Muermo
Anasarca
Dolores de oídos o reumáticos
Muguet
Anemia aguda
Eclampsia
Nefritis
Angina aguda
Eczema
Neumonía lobular (neumonía)
Angina diftérica
Edema de glotis
Neuralgia
Angina de pecho
Empacho gástrico
Neuritis
Anorexia
Enterorragia
Noma (gangrena de la boca)
Antisepsia de la boca
Epilepsia
Ocena
Antisepsia intestinal
Epistaxis
Odontalgia
Ántrax
Erisipela de la cara
Orquitis
117 Aragües, Clemente. «Sobre el Concurso de “El Practicante Toledano”», El Practicante Aragonés 1932, noviembre, 412: 15-19; Piquer Lafuente, Alfonso. «Desde Borja. Llamada o toque de atención al Practicante rural. Una importante reunión de Practicantes rurales del partido y un comentario con respecto a posibles derivaciones», El Practicante Aragonés 1932, julio, 408: 4-8.
211
Isabel Blázquez Ornat Apoplejía cerebral/Embolia cerebral/Hemorragia cerebral
Eritema infantil
Orzuelo
Artritis
Escarlatina
Otalgia
Ascárides/Oxiuros
Escorbuto
Otitis externa y media
Asma esencial
Esofagismo
Otorrea
Atonía gástrica
Espasmo de la glotis
Panadizos superficiales, subcutáneos y subperiósticos
Blefaritis
Estomatitis
Parálisis infantil aguda
Blenorragia/Gonorrea
Estreñimiento
Parótidas
Bronconeumonía
Faringitis
Pelada/Tiña tonsurante (tricofitia)
Bronquitis aguda
Fetidez del aliento
Peritonitis
Calambres
Fiebres amarillas, en los niños, eruptivas, ganglionares, tifoidea/ tifus abdominal…
Picaduras de abeja y escorpión
Carbunco (pústula maligna)
Fisura de ano
Pleuresía
Catalepsia/Histerismo
Forúnculo
Prurito
Cefalalgia/Jaqueca/ Micrania
Gangrena
Pitiriasis de la cabeza, cuerpo, parpados y pubis (piojos)
Ciática
Gastralgia
Quemaduras
Cistitis
Glaucoma
Rectitis
Clorosis
Gota
Reumatismo articular agudo
Colapso
Grietas labio, nariz, mamas y manos
Sabañones
Cólera infantil
Gripe
Sarna
Cólico hepático
Hematemesis
Síncope
Cólico intestinal
Hematuria
Tenesmo vesical
Cólico nefrítico
Hemofilia
Tenias
Coma
Hemoptisis
Terrores nocturnos de los niños
Congestión cerebral
Hemorragia cerebral
Tetania
Conjuntivitis catarral
Hemorroides
Tétanos
Conjuntivitis granulosa
Hiperhidrosis
Tos
Conmoción cerebral
Hipo
Tuberculosis pulmonar
Contusión
Hipoclorhidria
Ulcera de estomago
Convulsiones niños
Ictericia
Urticaria
Coqueluche
Indigestión
Verrugas
Corea
Insolación
Vértigo de Méniere
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Socialización del practicante: valores, técnicas y conocimientos a adquirir Coriza
Insomnio
Viruela
Crup
Laringitis
Vómitos
Dacriocistitis
Leucorrea
Vulvitis
Delirios
Linfagitis
Zona
Accidentes de la dentición
Litiasis
Descenso del recto
Lumbago
Fuente: Manual del practicante del doctor Felipe Sáenz de Cenzano (1922-1942)
El doble perfil previsto: el practicante rural y urbano Las divergencias entre las competencias legalmente reconocidas y los conocimientos recogidos en los manuales del doctor Felipe Sáenz de Cenzano se ponen de manifiesto configurando dos imágenes distintas del practicante según si el ámbito de su asistencia fuese urbano o rural.118 El doble perfil previsto para el practicante se desarrolló en tres marcos laborales distintos: el hospitalario y ambulatorio, el rural y el libre en la ciudad o en el pueblo al servicio de las consultas privadas de los médicos. En el caso del hospital y el medio ambulatorio en las ciudades estaba organizado alrededor de la figura del médico, y su rol siguió respondiendo al tradicional de un cirujano menor, ayudante para las curas y operaciones de mayor envergadura. Con el avance de las técnicas de diagnóstico y tratamiento, sus competencias se fueron ampliando a las de ayudante de laboratorio y perito en la administración de nuevas terapias. Sin embargo, dispuso de un cierto grado de «autonomía» ya que, cumpliendo con su labor de vigilancia clínica de los enfermos, debía actuar sobre los fenómenos de urgencia que se presentaran, poniendo en práctica todos aquellos recursos que le permitieran aliviar y ayudar en su curación. La difícil situación económica de muchos municipios condicionó que pequeñas localidades se proveyeran solo de un practicante. Este sanitario, aunque bajo la dirección del médico del partido, debía 118 Además, según el autor de este manual, el comportamiento del practicante en relación con el médico se modulaba según el lugar donde se encontraran: hospital, clínica particular, solo o en compañía de un facultativo en las distintas poblaciones. Sáenz de Cenzano, Felipe. Manual…, 1.ª ed., tomo II, pp. 10-14, y siguientes ediciones.
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Isabel Blázquez Ornat
asistir, en solitario, un amplio abanico de procesos y enfermedades internas más o menos banales, además de las quirúrgicas y funciones auxiliares propias. Por tanto, mi hipótesis es que el papel del practicante se asemejó al desempeñado por los cirujanos del siglo xviii y, posteriormente, por los médicos de segunda clase en la Europa decimonónica. En España, como apuntaba Agustín Albarracín Teulón, la aparición del título de cirujano-sangrador en 1827 y la posterior en 1843 del de práctico en el arte de curar fueron los primeros remedios que al estilo francés se intentaron poner en marcha para cubrir las necesidades de medicalización de los pueblos y de las clases pobres de la sociedad.119 En comparación con ellos, la titulación definitiva del practicante parece ser una síntesis de ambos roles profesionales en el desiderátum del profesor Sáenz de Cenzano. Un rol que en este ámbito pudo estar ejerciendo desde su creación, ya que la falta de médicos-cirujanos habilitados o cirujanos puros favoreció que en el medio rural desempeñaran todo «género de medicina y cirugía».120 Para el tipo de asistencia rural que desarrollaba el practicante, los pocos estudios de la carrera, según denunciaba el practicante Antonino Abarrategui en 1889, no capacitaban a la hora de tener que estar al frente de un partido, que era donde más falta hacían ante la carencia de médicos, ya que los municipios no podían costeárselos y los facultativos preferían trabajar en la ciudad, que les confería la posición que por su título les correspondía. Por tanto, a finales del siglo xix la necesidad de reformar la carrera de practicantes parecía un hecho inexcusable de manera que les proporcionara los conocimientos necesarios para sus atribuciones reales y que, además, llevara implícito un cambio en su propia denominación de practicante a «ayudante de medicina y cirugía», ya que intervenían en ambas facultades.121 En general, se puede decir que los conocimientos, valores y técnicas con los que se socializaban los practicantes presentaron divergen Albarracín Teulón, Agustín. «Revolución y medicina…», 1985. Méndez Álvaro, Francisco. Defensa de la clase médica…, p. 89. 121 Este practicante propuso que los estudios de la carrera abarcaran nociones de Anatomía, Higiene Pública y Privada, Patología, Terapéutica, Materia Médica, el Arte de Recetar, lecciones de Medicina y Cirugía Legal. Abarrategui Calvo, Antonino. La carrera de practicantes…, pp. 14 y 18-23. 119 120
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Socialización del practicante: valores, técnicas y conocimientos a adquirir
cias entre las competencias que les atribuían y las legalmente establecidas, que fueron siempre más restrictivas. Desde edición de 1922, el Manual del practicante amplió «extraoficialmente» los conocimientos recogidos en el programa de enseñanza de los practicantes de 1902 con el objeto de acercarse a la realidad de la práctica asistencial de estos sanitarios, que comprendía más territorios que el meramente quirúrgico. De este modo el profesor de Zaragoza respondió a lo demandado por el practicante Antonino Abarrategui en 1889 en cuanto a su propuesta de delimitar las enfermedades en las que podían intervenir provisionalmente, las que podían curar o visitar solos y las operaciones de cirugía menor de su competencia.122 En definitiva, el ejercicio del practicante presentó dos escenarios o modelos profesionales bien distintos en el ámbito rural, el «autónomo» y el auxiliar del médico, cuestionando la normativa legal. El practicante tuvo que «moverse» con cautela entre el cumplimiento moral de la asistencia al enfermo y la virtud de no sobrepasar unos límites que, a través de manuales como el doctor Sáenz de Cenzano, establecía el propio médico basados en el respeto, la prudencia y la precaución.
122
Ibid., p. 24.
215
Capítulo 5 LOS ESCENARIOS DEL EJERCICIO PROFESIONAL DEL PRACTICANTE En el capítulo anterior nos hemos fijado en el proceso de socialización del practicante, en este nos detendremos en el análisis de su actividad profesional en sus escenarios fundamentales. Para ello, me he centrado en primer lugar en el estudio del rol asistencial del practicante en los domicilios y la Casa de Socorro organizados por la Beneficencia Municipal de Zaragoza (capital y barrios rurales).1 No solo mi investigación se ha centrado en el ámbito urbano sino también en el medio rural, eligiendo para ello un municipio llamado Zuera como caso representativo de su trabajo en la Beneficencia Municipal Rural. Este análisis, además, se ha complementado con el estudio de su actividad laboral en el Hospital de Nuestra Señora de Gracia al ser el único establecimiento hospitalario benéfico-provincial del que la ciudad de Zaragoza dispuso durante el periodo estudiado.2 Aunque inicialmente me planteé también el análisis del ejercicio privado de los practicantes a través de las sociedades de socorro mutuo e igualas, la dificultad para localizar fuentes adecuadas determinó 1 Durante el periodo de trabajo en el Archivo Municipal de Zaragoza, se decidió finalizar la revisión documental en el año 1915, tras una década de funcionamiento de la Beneficencia Municipal en Zaragoza, ya que los expedientes analizados, complementados con los reglamentos de la Beneficencia Municipal de 1907 a 1938 localizados y el estudio de los libros de intervención que contenían las nóminas del personal sanitario de la Beneficencia, hallados a través de la base de datos del propio Archivo Municipal, se consideraron suficientes para poder realizar el análisis del rol y estatus profesional de los practicantes en este tipo de asistencia, así como para discutir el papel que la Administración Municipal desarrolló en la reglamentación de su ejercicio profesional. 2 Toda una asistencia para enfermos comunes que en la capital de Aragón se complementó con un dispensario antituberculoso creado por la Obra de la Tuberculosis y por la asistencia ofrecida por la Hermandad de la Sopa a los enfermos pobres en el Hospital Nuestra Señora de Gracia, en los socorros y en su policlínica gratuita. Además hubo otras destinadas a la protección de la maternidad, infancia, adultos, ancianos y otras de índole religiosa. Nuevos apuntes para el estudio y la organización en España de las Instituciones de Beneficencia y Previsión. Parte Segunda: Índices de Beneficencia en España, Madrid, Ministerio de la Gobernación, 1912-1915-1918, pp. 380-388.
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Isabel Blázquez Ornat
que el análisis de este escenario se realizara a través de la revisión de bibliografía secundaria, algunas aportaciones extraídas de las revistas profesionales y las entrevistas realizadas a las nietas de uno de los practicantes que ejerció en Zuera durante el periodo de estudio y a la hospitalera del Hospital Municipal desde 1936 y hasta el año de su cierre en 1985, Pilar Ferrer.
La ciudad: Zaragoza (1905-1936) Los primeros pasos de la Beneficencia Municipal de Zaragoza se produjeron siendo alcalde el catedrático de la Facultad de Medicina Félix Cerrada, que culminó el trabajo iniciado por Amado Laguna de Rins. Félix Cerrada impulsó muchas obras de tipo sanitario como el inicio de la repoblación de Cabezo de Buena Vista o la mejora del alcantarillado y abastecimiento de aguas de la ciudad, además de ocuparse muy detenidamente de la situación del Hospital General Nuestra Señora de Gracia y del nuevo Manicomio Provincial. Persona inquieta y con una evidente sensibilidad social, en 1888 la Dirección de Beneficencia y Sanidad le encargó el estudio de la viruela en la provincia de Zaragoza y, más tarde, como se reflejó en su producción científica, se ocupó de la fiebre tifoidea, trabajo en el que destacó la necesidad de mejorar el alcantarillado y el sistema de abastecimiento de aguas de la ciudad con objeto de prevenir esta importante enfermedad endémica en muchas zonas.3 No es de extrañar, por tanto, que con su llegada a la alcaldía de Zaragoza iniciara su andadura la Beneficencia Municipal de Zaragoza, hecho que se puede situar en el 5 de octubre de 1905,4 momento en el que quedó constituido el Cuerpo de la Beneficencia Municipal de acuerdo al Reglamento de la Beneficencia General publicado el 29 de octubre de 1904.5 La asistencia sanitaria a los pobres a cargo del Ayuntamiento se dividió fundamentalmente en la urgente y de Gran Enciclopedia Aragonesa, vol. III…, 1980-1987, p. 780. Mateo Tinao, Mariano. Historia y servicio de la Beneficencia Municipal de Zaragoza, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1963, p. 10. 5 Gaceta de Madrid 1904, 29 de octubre, 301: 340-341. 3
4
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Los escenarios del ejercicio profesional del practicante
consulta prestada en la Casa de Socorro (Dispensario Municipal) por un equipo asistencial de guardia y especialistas y la dada en el domicilio por los médicos, practicantes y matronas.
La asistencia domiciliaria en la ciudad El Reglamento para el servicio de la Beneficencia domiciliaria y casas de socorro de la ciudad de Zaragoza, publicado en 1908, especificó el tipo de asistencia que de manera gratuita cubriría a los más necesitados, tras su inclusión en el padrón de Beneficencia y la adjudicación de su tarjeta o cartilla correspondiente. Una inclusión que se acreditaría mediante la documentación correspondiente y tras la cual el Ayuntamiento formaría anualmente las listas de sus beneficiarios. Los servicios que se proporcionaron desde la Beneficencia domiciliaria a aquellas personas o familias indigentes de la ciudad apenas presentaron cambios sustanciales en los reglamentos posteriores de 1910,6 1915,7 19318 y 1938.9 Por tanto, desde 1908 los servicios que abarcaron la asistencia a domicilio fueron los siguientes:10 a) derecho a un médico, practicante y farmacia en todas sus dolencias a excepción de las enfermedades venéreas y sifilíticas, lesiones a mano airada y accidentes de trabajo con excepción de los individuos que figurasen en alguna Sociedad de Socorros Mutuos;11 b) derecho a la vacunación 6 AMZ, Beneficencia, Caja 1901, Expediente 280, Reglamento de la Beneficencia Municipal…, 1910. 7 En el Reglamento de 1915 destaca la incorporación del desglose por barrios y calles de las ocho zonas en que se dividió el casco de la ciudad de Zaragoza. Reglamento de la Beneficencia Municipal y Casa de Socorro…, 1915, pp. 4-9 y 13-15. El dictamen de la corporación sobre la aprobación de este Reglamento puede consultarse en AMZ, Beneficencia, Caja 1934, Expediente 501, Dictamen sometido a la aprobación…, 1915. 8 Proyecto de Reorganización de la Beneficencia y Sanidad Municipales…, 1931, pp. 5- 6. 9 Reglamento de la Beneficencia Municipal, Zaragoza, T. E. El Noticiero, 1938, pp. 1-2. 10 Reglamento de la Beneficencia Municipal y Casas de Socorro…, 1908, pp. 4-5. 11 La sociedad de clases abrió la asistencia mediante seguros voluntarios a los obreros industriales de las ciudades. Durante la segunda mitad del siglo xviii, aparecieron en Inglaterra las denominadas friendly societies, que en la España decimonónica se llamaron sociedades de socorros mutuos. Unas sociedades que en nuestro país tuvieron un débil desarrollo por la frecuente oposición del colectivo médico y por su relación con el asociacionismo obrero. Una situación que determinó su suspensión en varias ocasiones, una legislación imprecisa y contradictoria durante la segunda mitad del siglo xix y que España
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y revacunación; c) asistencia al parto por los médicos y matronas de la Beneficencia; c) servicios propios de la cirugía menor por parte de los practicantes de la Beneficencia Municipal dentro de sus distritos y ordenados por el médico correspondiente; d) suministro de medicamentos y material de cura consignados en la farmacopea oficial quedando excluidos todos los específicos. Al comienzo de la Beneficencia Municipal en Zaragoza, se censaron un total de 2536 cartillas en el padrón de la Beneficencia,12 y el casco de la ciudad quedó dividido en ocho zonas, adjudicándose un médico en cada una de ellas con un número igual, aproximadamente, de pobres. La división en ocho distritos13 se mantuvo hasta 1922 en que se dividió en diez,14 realizándose tan solo en 1910 ampliaciones en todos los distritos con zonas de la ronda de la ciudad, a excepción del correspondiente al Arrabal.15
La Casa de Socorro del Ayuntamiento de Zaragoza En el contexto de la organización sanitaria española del siglo xix, las casas de socorro se pusieron en marcha en Madrid con el objeto estuviera ausente en el movimiento europeo del sistema alemán de las Krankenkassen de finales del siglo xix y principios del xx. Este desfase denunciado por otros países y por el movimiento obrero, ya que su repercusión quedó reducida a la fundación en 1908 del Instituto Nacional de Previsión (1908), obligó a que en las primeras décadas del siglo xx se pusieran en marcha seguros obligatorios como el de maternidad (1929) y retiro obrero (1919). A nivel local, Antonio Peiró aportó datos en su estudio del año 2002 sobre la desaparición de las cofradías oficiales y la creación de las primeras sociedades de socorros mutuos a partir de la década de 1820 en Zaragoza. López Piñero, José María, La medicina en la Historia…, 2002, pp. 592-605; Peiró Arroyo, Antonio. Jornaleros y mancebos: identidad, organización y conflicto en los trabajadores del Antiguo Régimen, Barcelona, Crítica, 2002, pp. 183-186. 12 Mateo Tinao, Mariano. Historia y servicio de la Beneficencia Municipal de Zaragoza…, p. 12. 13 Se puede ver el desglose de los barrios de la ciudad y las calles que comprendían cada una de las ocho zonas en que se encontraba dividida la ciudad, así como el médico titular de cada una de ellas en 1912. El número total de familias en ese momento era de 1597. AMZ, Beneficencia, Caja 1904, Expediente 898, Amortización de una plaza de médico numerario…, 1912. 14 Mateo Tinao, Mariano. Op. cit., p. 43. 15 AMZ, Beneficencia, Caja 1898, Expediente 1836, Dictamen sobre la división de la población en zonas…, 1910.
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de hacer frente a las necesidades asistenciales en las grandes ciudades y ante los fracasos de organizar la Beneficencia Pública domiciliaria de acuerdo a la Ley de Beneficencia de 1855, que no comenzó a dar sus frutos hasta el final de siglo.16 Este tipo de establecimiento en otras ciudades como Valencia y Sevilla, con un número ostensiblemente mayor de habitantes que la capital de Aragón, comenzó su andadura permanente mucho antes. En Sevilla desde 1864 existieron dos casas de socorro y, a finales de siglo, la ciudad contó con cinco.17 En Valencia, desde 1879, hubo una y posteriormente su número alcanzó un total de cuatro.18 Sin embargo, ciudades como Almería, San Sebastián o Granada, con una población significativamente menor o muy similar a la de Zaragoza, también disfrutaron de este tipo de establecimiento con anterioridad.19 El motivo por el que en la capital de Aragón no hubo una casa de socorro hasta el inicio del siglo xx pudo justificarse en que no fue hasta 1900 cuando su número de habitantes se situó en los 100 000, fruto del aumento del aumento de su población en un 40 % en el periodo comprendido entre 1860-1900,20 y de la labor que desarrollaba a todos los niveles el propio Hospital de Nuestra Señora de Gracia perteneciente a Diputación Provincial.21 Barona Vilar, Carmen. Las políticas de la salud…, p. 97. Giménez Muñoz, María del Carmen. «La Beneficencia Municipal en la capital hispalense (1850-1900): La Beneficencia domiciliaria, el asilo de mendicidad y las Casas de Socorro», Historia contemporánea, 34 (2007), pp. 238-241. 18 En 1905, en esta ciudad se incorporaron las primeras especialidades en una de sus casas: pediatría, urología y venereología, oftalmología y otorrinolaringología, y más tarde ginecología, neurología y odontología en 1907, 1908 y 1915, respectivamente. Barona Vilar, Carmen. Op. cit., 2006, p. 100. 19 En Almería, la Comisión Provincial de la Cruz Roja creó a principios del xx la Casa de Socorro de la ciudad, que fue inaugurada el 29 de septiembre de 1901. Estuvo costeada por esta institución, que recibió alguna subvención del Ayuntamiento hasta su cierre en 1908. En San Sebastián, el primer cuarto de socorro fue inaugurado a finales de 1881. Su asistencia fue ampliada con la puesta en marcha de otro en 1904 para finalmente contar con uno de mejores instalaciones y medios en 1925. Amezcua, Manuel et al. Sanidad y colectividad sanitaria en Almería…, p. 39; Placer Galán, Carlos; Urkia Etxabe, José María. El Cuarto de Socorro de San Sebastián: origen y desarrollo (1881-1936), Donostia-San Sebastián, Sociedad Guipuzcoana de Ediciones y Publicaciones, 1993, pp. 17-42. 20 Rújula, Pedro. «Historia Contemporánea», en E. Fernández Clemente (dir.), Historia de Aragón, Madrid, La Esfera de los Libros, 2008, p. 664. 21 En la década de los años sesenta del siglo xix, Sevilla contaba con una población de hecho de unos 118 000 habitantes; Valencia, con 107 000 y Granada y Zaragoza, con unos 67 000 aproximadamente. Los censos de los municipios españoles se pueden consultar 16 17
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En Zaragoza, la primera Casa de Socorro estuvo en manos de la Cruz Roja, cuyas instalaciones estuvieron situadas en el actual paseo Echegaray.22 Esta asociación y su Casa de Socorro iniciaron su trabajo el 27 de diciembre de 1903 percibiendo una subvención de 1000 pesetas mensuales por parte del Ayuntamiento. Un acuerdo para su sostenimiento que, sin embargo, aquel no cumplió de manera regular. Durante el periodo en que la Cruz Roja se ocupó de la Casa de Socorro de Zaragoza, se le encargó la redacción de un reglamento bajo el que pudiera comprometerse a prestar ese servicio con carácter definitivo.23 Finalmente, el servicio solo fue provisional, ya que el Ayuntamiento acondicionó las instalaciones que albergarían la primera Casa de Socorro de su propiedad, que pondría fin al servicio prestado por aquella asociación.24 La primera Casa de Socorro del Ayuntamiento de Zaragoza inició su andadura el 13 de mayo de 1906 en la calle del Coso, n.º 143. Parece que hubo un intento de poner en marcha otra más en la calle Democracia, n.º 8925 que no prosperó y que incluso inicialmente se pensara en el establecimiento de tres.26 El camino de la Casa de Socorro del Ayuntamiento comenzó, como digo, tras varios meses de acondicionamiento de unas instalaciones que anteriormente habían albergado un café para estudiantes universitarios de Derecho y Filoen la página web del INE. Disponible en: http://www.ine.es/intercensal/ [Consulta: 23/05/2013]. 22 Mateo Tinao, Mariano. Historia y servicio de la Beneficencia Municipal de Zaragoza…, p. 14. 23 AMZ, Beneficencia, Caja 629, Expediente 149, La Cruz Roja solicita se acuerde la forma…, 1906. 24 Con el cese de este tipo de actividad, la Comisión Provincial de la Cruz Roja dio cuenta de los servicios prestados durante el semestre comprendido desde diciembre de 1905 y el mes de mayo de 1906. Un volumen de servicios creciente que en el cómputo general del último año con sede en la Cruz Roja, en 1905, excedieron de 700 accidentes y más de 14 000 visitas atendidas. Ibid.; AMZ, Beneficencia, Caja 629, Expediente 79, Casa de Socorro de la Cruz Roja…, 1906. 25 AMZ, Beneficencia, Caja 629, Expediente 294, Beneficencia Municipal…, 1906. 26 La idea de consolidar tres casas de socorro siguió latente en el proyecto de reorganización de la Beneficencia Municipal de Zaragoza de 1931, añadiendo dos centros más en los barrios de Torrero-Montemolín y Arrabal y Delicias. Mateo Tinao, Mariano. Historia y servicio de la Beneficencia Municipal de Zaragoza…, p. 11; Proyecto de Reorganización de la Beneficencia y Sanidad Municipales, Zaragoza, Imprenta de Octavio y Félez, 1931, p. 10.
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sofía y Letras.27 Se compró todo el material e instrumentos necesarios así como el mobiliario que, entre otros muchos efectos, incluyó el acondicionamiento de un cuarto para el practicante con cama completa, mesilla, servicio de noche, lavabo y una silla, al igual que para los camilleros de guardia.28 Los servicios ofrecidos por esta Casa de Socorro abarcaron la asistencia a las urgencias en lo relativo a los primeros auxilios a todos aquellos que se presentaran en el centro o en su domicilio dentro de Zaragoza. Una asistencia dentro del establecimiento a todo enfermo o herido grave que se prolongaría hasta que su estado permitiese su traslado al hospital o a su domicilio que incluía la cirugía por accidente si fuese urgente. Asimismos se dio asistencia facultativa a las embarazadas y paridas, y se prestó asistencia quirúrgica no urgente a todos los incluidos en el padrón de la Beneficencia Municipal siempre que la cirugía no les obligase a hacer estancia en las enfermerías. También se establecieron consultas gratuitas para los pobres de acuerdo a un horario establecido, abriéndose en la segunda década del xx, según Mateo Tinao, las primeras de especialidades de dermatología y odontología.29 El centro complementó su asistencia con el desarrollo de labores de prevención a través de la vacunación y revacunación y como centro de apoyo para el traslado de enfermos o heridos al Hospital Nuestra Señora de Gracia o a su domicilio mediante el préstamo de camillas. Inicialmente, el centro tuvo también una función de carácter social como asilo para la manutención accidental de los niños perdidos, huérfanos y desamparados antes de remitirlos a los establecimientos correspondientes o a sus familias. Este tipo de asistencia se mantuvo durante los primeros años de la Casa de Socorro, ya que posteriormente, en su reglamento de 1915, no se recogió como una de sus competencias fundamentales.30 27 Mateo Tinao, Mariano. Historia y servicio de la Beneficencia Municipal de Zaragoza…, p. 13. 28 AMZ, Beneficencia, Caja 629, Expediente 294, Beneficencia Municipal…, 1906. 29 Mateo Tinao, Mariano. Op. cit., p. 55. 30 Reglamento de la Beneficencia Municipal y Casas de Socorro, Zaragoza, Tip. Lib. y Enc. de Andrés Uriarte, 1908, pp. 6-9; Reglamento de la Beneficencia Municipal y Casa de Socorro, Zaragoza: Tipografía de Uriarte, 1915, pp. 13-15.
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Según el cronista zaragozano Blasco Ijazo, la asistencia en la primera Casa de Socorro de Zaragoza, sita en la calle del Coso, se caracterizó por la falta de medios y las deficiencias estructurales e higiénicas que incluso propiciaron que una cantidad alarmante de ratas se hicieran dueñas del caserón.31 Unos problemas que se acompañaron con la falta de capacidad del centro para atender a la creciente densidad poblacional de la ciudad de Zaragoza. Los motivos mencionados precipitaron la necesidad de mejorar su acondicionamiento y seguridad, y el 11 de noviembre de 1933 se produjo la inauguración de la nueva Casa de Socorro Central, chaflán entre el paseo de la Mina y la antigua calle Canalejas.32 En 1931, el proyecto de reorganización de la Beneficencia Municipal de Zaragoza dio cuenta del funcionamiento de un dispensario en la mencionada Casa, estructura sanitaria ambulatoria que se puso en marcha en España al inicio del siglo xx, al estilo de las creadas en Francia e Inglaterra, con el objetivo de luchar contra determinadas enfermedades asociadas a los estratos sociales más desfavorecidos. Enfermedades de elevada prevalencia como la tuberculosis, las venéreas y las relacionadas con la mortalidad infantil que en España precipitó, como indica Carmen Barona, que a finales de los veinte existiera conformada una red de dispensarios en todas las capitales de provincia.33 Desde su puesta en marcha en 1933, la Casa de Socorro o Casa Central de Beneficencia albergó el Dispensario Municipal de Zaragoza, que proporcionó consultas diarias de cirugía para los obreros y empleados municipales accidentados en el trabajo y consultas de tocología, enfermedades venéreas y generales (digestivo, respiratoria, circulatorio, sistema nervioso, nutrición, niños…). Todo ello comple31 Blasco Ijazo, José. «El Cuerpo de la Beneficencia Municipal», en J. Blasco Ijazo, ¡Aquí… Zaragoza!, vol. 3, Zaragoza, Caja de Ahorros de Zaragoza, Aragón y Rioja, 1988, p. 252. 32 Mateo Tinao, Mariano. Historia y servicio de la Beneficencia Municipal de Zaragoza…, p. 15. 33 Sin embargo, por su ubicación, los dispensarios no dotaron de cobertura asistencial a la población mayoritariamente rural con la que contaba España. Por eso, en la Primera República se pusieron en marcha centros secundarios de higiene que hicieron extensible el plan de higienización al ámbito rural. Barona Vilar, Carmen. Las políticas de la salud…, pp. 46-50.
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mentado por los servicios ofrecidos en la Casa de Socorro en lo relativo a la asistencia urgente, preventiva y de traslado de enfermos.34 En definitiva, este nuevo centro con mejores infraestructuras y medios proporcionó a la ciudad una asistencia superior a la de su antecesor.35 Desde la primera década del siglo xx, complementariamente a labor de la Casa de Socorro del Ayuntamiento, parece que la ciudad dispuso de otros «puestos de socorro» a cargo, también, de la Cruz Roja. En ellos se instalaron camillas y botiquines con el material de cura necesario para los casos de urgencia. Fueron un total de ocho de los que dio cuenta al Ayuntamiento en 1910 con la dirección concreta en la que se localizaban: –– –– –– –– –– –– –– ––
Pasaje del Pilar, n.º 40, en la zapatería de don Casiano Andrés. Calle San Diego, n.º 5, en la casa de don Evaristo Bermejo. Calle ¿Merendo?, n.º 24, en la tienda de don José ¿Maripe?. Paseo de María Agustín, n.º 31, consultorio médico del señor ¿Ab…?. Torrero, n.º 74, en casa de Juan Gracia. Calle Miguel Servet, n.º 36, casa de don Santos Millán. Juslibol, n.º 2 (Arrabal), farmacia de la viuda de Rojas. Paseo del Ebro, n.º 65, sanatorio de la Cruz Roja.36
Estos puestos de socorro descentralizaron la asistencia a las urgencias dando una mayor cobertura a toda la ciudad, al estilo de las botigas que en el siglo xviii poseían los cirujanos para la asistencia ambulatoria en Zaragoza. Aunque no he podido constatar el personal que formaba parte de estos centros de asistencia, es posible que en ellos trabajaran practicantes, tal y como tradicionalmente lo hicieron en el siglo anterior los cirujanos y los mancebos de cirugía.37 En las Proyecto de Reorganización de la Beneficencia y Sanidad Municipales..., 1931, pp. 6-7. Mateo Tinao, Mariano. Historia y servicio de la Beneficencia Municipal de Zaragoza…, p. 16. 36 AMZ, Beneficencia, Caja 1898, Expediente 866, Comisión Provincial de la Cruz Roja…, 1910. 37 Los mancebos de cirugía dentro las botigas ejercieron la barbería y la sangría a las órdenes de los maestros cirujanos con los que compartieron sus ingresos. Unas botigas, mezcla de taller, clínica y barbería, que a finales del siglo xviii, se aumentaron en ocho más, como consecuencia del aumento de la población, llegando a ser veinte las repartidas 34
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primeras décadas del siglo xx, este mapa de atención a las urgencias se puso en marcha en otras ciudades como San Sebastián. Carlos Placer y José María Urkia exponen la creación de tres puestos de socorro sostenidos por el Ayuntamiento en diferentes barrios de la capital, uno de ellos en un edificio de propiedad privada en el barrio del Antiguo, otro en la planta baja del edifico de las nuevas escuelas del barrio de Igueldo y uno último en el barriada de Loyola.38 En 1930, parece que el Ayuntamiento de Zaragoza creó específicamente este tipo de puesto de socorro servido exclusivamente por practicantes. Sin embargo, al año siguiente, en el proyecto de reorganización de la Beneficencia Municipal de la ciudad, se dictaminó su supresión porque « … no sirven para nada, ya que los accidentes leves, en los que puede intervenir un Practicante, son susceptibles de ser trasladados a la Casa de Socorro Central, y los graves, de ninguna manera podrán atenderse en estos puestos de Socorro».39 En los años cincuenta, se pusieron en marcha dos filiales de la Casa de Socorro Central en las clínicas de la Facultad de Medicina y en la Clínica de San Jorge en el barrio de las Delicias, que descentralizaron este tipo de asistencia.40
El personal sanitario: tipos, dotación de plazas y funciones Desde su comienzo, el personal facultativo y los practicantes que formaron parte de la Beneficencia Municipal de la ciudad de Zaragoza desempeñaron funciones asistenciales simultáneamente en los domicilios y en las guardias de la Casa de Socorro. Concretamente, el equipo de guardia de la Casa de Socorro de Zaragoza desde sus inicios estuvo por toda la ciudad. En cuanto a su localización, se debía respetar la separación de veinte casas de distancia entre una y la siguiente más próxima. Fernández Doctor, Asunción. Documentos para la historia de las profesiones sanitarias…, 1996, pp. 51, 117 y 287-291; —«Médicos y cirujanos de Zaragoza en la Edad Moderna…», 1997, pp. 141-164. 38 Placer Galán, Carlos, Urkia Etxabe, José María. El Cuarto de Socorro de San Sebastián
, pp. 43-48. 39 Proyecto de Reorganización de la Beneficencia y Sanidad Municipales…, 1931, p. 10. 40 Rabadán Pina, Mariano. Evolución sanitaria de Zaragoza, 1870-1970, Zaragoza, Institución Fernando El Católico, 1984, p. 180.
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integrado por personal médico y de practicante, hecho que destaca respecto a otras como la de Logroño y San Sebastián, en el que el personal estuvo formado, inicialmente, por solo un practicante.41 Para los médicos la simultaneidad de servicios domiciliarios y de guardia se mantuvo hasta 1915, momento en el que ambos se desdoblaron distribuyendo su personal. Ese mismo año para los practicantes se estableció un turno rotatorio por los diferentes puestos que comprendían su asistencia: domicilio, Casa de Socorro y Matadero. Como veremos posteriormente, en la década de los años treinta se produjo el desdoblamiento definitivo de estos servicios estableciéndose el ingreso en el cuerpo de los practicantes por las plazas de guardia y del Matadero, para ascender a los demás destinos por antigüedad. Con el inicio de la Beneficencia Municipal de Zaragoza, en 1905 se produjo el aprovisionamiento de las primeras ocho plazas de médicos de la Beneficencia por oposición.42 Posteriormente, el reglamento de 1908 estableció el aumento del número de médicos a diez, de tal manera que las vacantes que se produjeran en el cuerpo se proveerían con supernumerarios hasta que quedase constituido en el número indicado. Unos supernumerarios que deberían acreditar no exceder los cincuenta años y poseer cuatro años de ejercicio profesional. A partir de la constitución definitiva del cuerpo, las plazas de numerarios que surgieran se proveerían por un turno restringido entre los mencionados supernumerarios y otro libre por oposición.43 Un ejemplo de este tipo de concurso tuvo lugar en septiembre de 1913 a consecuencia de la renuncia presentada por un médico numerario. Tras el consecuente corrimiento de escalas en el escalafón 41 En la Casa de Socorro de Logroño, el médico tan solo reforzaría cuando fuese necesario al practicante. Iruzubieta Barragán, Francisco Javier. La Casa de Socorro de Logroño, 1923-1936. Origen y desarrollo, Logroño, Instituto de Estudios Riojanos, Ayuntamiento de Logroño, 2006, p. 38; Placer Galán, Carlos; Urkia Etxabe, José María. El Cuarto de Socorro de San Sebastián
, pp. 75 y 104. 42 Los médicos ganadores de estas plazas fueron Adolfo Hinojar Pons, Víctor Marín y Corralé, Juan José Rivas Bosch, Carlos Cabanillas Ibarz, Alfredo Hernández Iribarren, José Muñoz Pérez, Antonio Val-Carreres y Jesús Sen Aurén. Mateo Tinao, Mariano. Historia y servicio de la Beneficencia Municipal de Zaragoza…, p. 11. 43 Reglamento de la Beneficencia Municipal y Casas de Socorro…, 1908, p. 11; AMZ, Beneficencia, Caja 1901, Expediente 280, Reglamento de la Beneficencia Municipal…, 1910.
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por la que ascendió al último puesto de numerario el supernumerario correspondiente, se convocó la provisión de la plaza de acuerdo al Reglamento Municipal vigente. Esta oposición se publicó en el BOPZ de octubre de 1913,44 en la Gaceta de Madrid,45 y en algunos periódicos locales y, días más tarde, el temario de la oposición redactado por el tribunal médico, que constó de un total de cuarenta y ocho temas de Medicina, otros tantos de Cirugía y veinticuatro de Obstetricia.46 Los candidatos debían poseer el título de doctor o licenciado en Medicina y Cirugía y gozar de todos los derechos civiles y políticos que debía certificar la alcaldía correspondiente. El ejercicio consistió en cuatro ejercicios contestando a diez preguntas sacadas a la suerte (cuatro de Medicina, cuatro de Cirugía y dos de Obstetricia), hacer la historia clínica de un enfermo de medicina del Hospital Provincial, practicar una maniobra tocológica y ejecutar sobre un cadáver una operación de urgencia. Tras ellos, el ganador se incorporaba al Cuerpo de Médicos de la Beneficencia Municipal, tras el nombramiento por el Ayuntamiento.47 Después de esta oposición, hubo otra en 1915 con la que se terminó de formar el Cuerpo Médico por oposición directa. Tras la cual y por acuerdo municipal de 1914, los servicios de guardia en la Casa de Socorro y la asistencia domiciliaria de las zonas quedaron desdoblados. Una reforma que para llevarse a cabo precipitó el aprovisionamiento de cuatro plazas de médicos supernumerarios. Dos de las plazas fueron adjudicadas tras oposición en turno restringido entre los médicos sustitutos de ese momento y las otras dos, por turno libre. Estos nuevos miembros tuvieron a su cargo desde julio de 1915, fecha en que fueron nombrados, las guardias en las casas de socorro y la vacunación y revacunación.48 Además, se propuso que BOPZ 1913, 30 de octubre; 258: 680. Gaceta de Madrid 1913, 2 de noviembre, 306 (anexo 1): 210. 46 Una oposición que se ajustó a lo establecido años antes por el Reglamento de oposiciones a las plazas de médicos numerarios de la Beneficencia Municipal de Zaragoza…, 1908, pp. 21-27. 47 AMZ, Beneficencia, Caja 1923, Expediente 51, Expediente sobre la provisión de una plaza de médico…, 1914. 48 Libro de Actas del Ayuntamiento de Zaragoza 1914, L.A. 00244; AMZ, Beneficencia, Caja 1934, Expediente 956, Expediente sobre la provisión de cuatro plazas de médicos…, 1915. 44 45
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sustituyeran a los médicos numerarios de la Beneficencia Municipal en sus ausencias, un proyecto que no llegó a ser efectivo.49 A partir de ese momento y con un Cuerpo Facultativo formado por trece médicos, se estableció que su entrada se hiciese como médico de guardia por oposición y después por concurso de traslado, cuando hubiese vacante, se promocionase por antigüedad a la de médico de zona de Zaragoza capital. Desde 1915 y durante los años treinta, de un modo paralelo al desarrollo de la Beneficencia Municipal en la ciudad, se produjo un aumento importante de los efectivos médicos distribuidos por los diferentes servicios que comprendió este tipo de asistencia, proporcionada a través del Dispensario Municipal, Beneficencia domiciliaria, Casa Amparo, de Socorro, Lucha Anti-tuberculosa e Instituto de Puericultura y Maternología.50 El primer aprovisionamiento de los practicantes en la Beneficencia Municipal de Zaragoza tuvo lugar en 1905, tras el que se efectuó para los médicos. Para los practicantes, el artículo 60 del Reglamento de la Beneficencia Municipal del 20 de enero de 190551 estableció que habría tres practicantes en cada casa de socorro, motivo por el cual ese año se convocaron seis vacantes, de acuerdo al planteamiento inicial de la creación de dos casas de socorro. Los puestos en las casas de socorro estaban destinados con exclusividad a los titulados de practicante desde 1894,52 por ello los candidatos debían presentar sus solicitudes acompañadas de su cédula personal, título de practicante 49 AMZ, Beneficencia, Caja 1934, Expediente 2.294, Moción del Sr. Lajusticia para que los médicos numerarios de la Beneficencia Municipal…, 1915. 50 Proyecto de Reorganización de la Beneficencia y Sanidad Municipales..., 1931, pp. 4, 6, 8-9,11-12. 51 Este reglamento pudo ser un proyecto que se desarrolló entre 1905 y 1906 y que se modificó al año siguiente dando como resultado el Reglamento de la Beneficencia Municipal y Casas de Socorro de 1908. AMZ, Beneficencia, Caja 629, Expediente 294, Beneficencia Municipal…, 1906; Caja 1886, Expediente 203, Reforma del Reglamento de la Beneficencia…, 1907. 52 Esta disposición se estableció tras una consulta elevada por el alcalde de Valencia a consecuencia de la polémica suscitada en la última oposición de practicantes que se celebró en dicha ciudad para la Casa de Socorro, en la que estudiantes de Medicina ganaron algunas plazas. Los practicantes que se presentaron mostraron su disconformidad ya que aquellos no poseían el título correspondiente. Se legisló a favor de los practicantes ante la conveniencia de disponer de un personal ya titulado y no de un alumnado que no podía administrar un servicio continuado y permanente por sus clases y estudios. R. O. del 20
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o certificación del mismo, certificación de buena conducta y cuantos documentos creyeran pertinentes en su favor. El proceso en la ciudad de Zaragoza fue anunciado en el BOPZ del 2 de diciembre de 1905, iniciándose un periodo de quince días para la presentación de las candidaturas.53 El examen tuvo lugar en enero ante tres médicos de la Beneficencia Municipal y consistió en un ejercicio escrito, otro oral y un final práctico, al estilo de los realizados para formar parte del Cuerpo de Practicantes de la Beneficencia Provincial. El primero de ellos fue contestar a un tema sacado a suerte entre diez e igual para todos los candidatos y cuya realización se estableció en una hora. El segundo consistió en desarrollar dos temas extraídos al azar entre los sesenta y ocho propuestos durante un tiempo máximo de veinte minutos. Y un tercero, que el tribunal no especificó, por dejarse a la espera de alcanzar el consenso entre sus miembros. El día de los ejercicios se produjo una fuerte polémica debido a las desavenencias surgidas entre los miembros de su tribunal, los médicos y su presidente, un vocal de la Sección de Beneficencia Municipal.54 Unas discrepancias que fueron fruto de la inesperada propuesta por parte del presidente de nuevos ejercicios para los candidatos, en sustitución de los ya aprobados y en contra de lo convenido cuando se constituyó el tribunal bajo su presidencia. Estos nuevos ejercicios consistían, principalmente, en redactar un documento médico-legal en un máximo de treinta minutos. Los médicos consideraron que estos temas no eran acordes para valorar la suficiencia de los practicantes, entre cuyas funciones no se encontraba la mencionada, además de lo escaso del tiempo que para desarrollar una prueba escrita se les confería «a quien no está acostumbrado a desarrollarlos por escrito». A pesar de todo ello, los ejercicios dieron de octubre de 1894. Gaceta de Madrid 1894, 27 de octubre, 300: 298; Martínez Martínez, Sebastián, Recopilación de los Reglamentos…, 1902, pp. 12-15. 53 BOPZ 1905, 2 de diciembre, 285: 936. 54 Esta designación se produjo tras una moción expuesta por el diputado Aisa que fue aprobada por el Ayuntamiento el 3 de enero de 1906 y que modificaba las condiciones establecidas en el Reglamento aprobado por la Junta Municipal. AMZ, Beneficencia, Caja 629, Expediente 35, Provisión de plazas a la Casa de Socorro…, 1906.
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comienzo ajustados a las modificaciones que presentó el presidente. Posteriormente, hubo otros desacuerdos relativos al modo de valorar los ejercicios ya que el presidente presentó otra modificación que implicaba que con tan solo el voto a favor de un solo juez el candidato obtenía el aprobado. A consecuencia de todos estos acontecimientos, los médicos elevaron al alcalde una instancia para que se aclararan las atribuciones designadas a cada uno de ellos, y solicitar la suspensión momentánea de los ejercicios. Ésta se resolvió en la sesión del 19 de enero, dando validez al ejercicio escrito practicado55 y puntualizando el sistema de calificación por puntos (a igual puntuación, se valorarían los méritos profesionales presentados), tras lo cual se reiniciaron las siguientes pruebas.56 Después de este primer concurso y según el Reglamento de la Beneficencia publicado en 1908, las vacantes se proveyeron mediante un concurso o prueba de suficiencia ante un tribunal formado por dos médicos de la Beneficencia, el presidente de la Casa de Socorro y el practicante más antiguo, como secretario y sin voto.57 Desapareció la condición que, en el que parece fue un primer proyecto de reglamento en 1905, determinaba que los candidatos como mínimo debían llevar cuatro años de ejercicio profesional.58 Un tipo de prueba de acceso que el reglamento de 1915 ratificó aumentando el poder del tribunal médico examinador, ya que sería este quién haría la designación 55 El primer ejercicio fue confeccionar una comunicación al señor juez de Instrucción del peligro inminente de muerte de un accidentado. Ibid. 56 A este primer aprovisionamiento de la Beneficencia Municipal, se presentaron un total de veintisiete practicantes: Isidro Costea Aranda, Constantino Esteban Campillo, Lucas Giménez Cid, Norberto Sánchez Tomás, Félix Sampietro Iguacel, Félix Villellas Bandrés, Pedro Val Val, Faustino Bel Gerona, Luis Gracia Estarán, Manuel Castellón Álvarez, Jacinto Núñez Segura, Arturo Celma Dilla, Marcos Gascón Fran, Román Elorz Enériz, Tomás Amela Adell, Julián Climaro, Roberto Veintenilla Bosqued, Epifanio Elorz Enériz, Luis Hernández López, Benito Franco Martínez, Bonifacio Domingo Mompín, Alfonso Mazón Galindo, Eugenio Sánchez Rubio, Enrique Llovet Gabalda, José Martín Sánchez, Fidel Gascón Gimeno y Matías Moncayo Barcelona. Los aspirantes aprobados fueron diez y elegidos, los seis primeros por orden de méritos: Epifanio Elorz, Roberto Veintenilla, Lucas Giménez, Manuel Castillón, Enrique Llovet y Faustino Bel. Ibid. 57 Reglamento de la Beneficencia Municipal y Casas de Socorro…, 1908, pp. 12-13. 58 AMZ, Beneficencia, Caja 629, Expediente 294, Beneficencia Municipal. Instalación de la Casa de Socorro…, 1906.
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unipersonal del opositor/es a la Comisión de Gobernación, encargada de proponer su nombramiento final al Ayuntamiento.59 Las materias y características de estos exámenes en Zaragoza se han podido explorar gracias al material localizado sobre el aprovisionamiento de dos plazas de practicantes en 1915.60 Esta prueba reunió a un total de dieciséis candidatos61 de los cuales algunos, al igual que en la anterior, habían participado en las pruebas selectivas del Hospital Nuestra Señora de Gracia o habían estado vinculados laboralmente a él. Y otros, este mismo año pero meses más tarde, se presentarían al proceso abierto para la provisión de plazas de practicantes en este centro.62 Las pruebas teóricas de los ejercicios tuvieron lugar en el salón del Consistorio zaragozano, y en el Anfiteatro Anatómico de la Facultad de Medicina, la práctica. En la primera prueba se tuvo que elaborar un parte dirigido a la autoridad competente dando cuenta de un accidente por atropello del tranvía en el que hubiera intervenido el practicante. Después, una prueba oral sobre dos temas sacados por el opositor de una urna entre los que componían el ejercicio teórico y una prueba 59 Anteriormente el tribunal formaba una lista que pasaba a la corporación para que hiciera la oportuna designación. Reglamento de la Beneficencia Municipal y Casas de Socorro…,1915, p. 23. 60 BOPZ 1915, 18 de mayo; 117: 771. 61 Los aspirantes fueron Pedro Val Val, Francisco Ibáñez López, Segundo Bueno Morales, Mariano Ramo Cubero, Mariano Navarro Casamayor, Cosme Martín Guiral, León Albero Guallar, José Moliner Benedí, Daniel Colás Díez, Manuel García Erdozaín, Toribio González Moreno, Pedro Francisco Ostal Ferrer, Manuel Noguero Puyuelo, Blas Allue Capablo, Pedro Parra Polo y Pedro Alonso Blasco. Finalmente y en un ambiente de polémica por la denuncia de uno de los opositores sobre irregularidades en las pruebas y la designación del ganador de la plaza, Mariano Ramo Cubero, solo se cubrió esta de las dos ofertadas, quedando la otra vacante al no haber reunido ninguno de los candidatos los votos suficientes. Por tanto, se produjo de nuevo el anuncio del aprovisionamiento de esta última plaza en agosto de 1915 en el BOPZ y el desarrollo de los ejercicios, que incluyeron los mismos temas que en diciembre de ese año. El ganador del concurso fue Cosme Martín Guiral, que fue también candidato en el concurso anterior. AMZ, Beneficencia, Caja 1943, Expediente 445, Expediente sobre provisión de una plaza de practicante…, 1916. 62 Bonifacio Domingo Mompín formó parte de la plantilla de practicantes del Hospital Nuestra Señora de Gracia en 1892. Epifanio Elorz, Pedro Val Val, Luis Gracia Estaran, Román Elorz, Blas Allúe, etc. se presentaron a las oposiciones que tuvieron lugar en 1904 y 1906 para el aprovisionamiento de plazas de practicante en el mismo centro hospitalario. AHDPZ, Actas del pleno 1892, 19 de abril; Libro 58: 131-132; 1904, 22 de noviembre; Libro 70: 288; 1906, 28 de mayo; Libro 72: 90.
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práctica sobre un cadáver donde explicar y verificar la operación que se les indicase. El cuestionario elaborado por los médicos de la Beneficencia Municipal para las pruebas constó de un total de cincuenta temas para el ejercicio teórico y de quince para el práctico.63 Estas pruebas, en cuanto a su número de temas y materias sobre los que versaban, fueron muy similares a las realizadas en otras ciudades de España como San Sebastián y Logroño. Para las plazas de practicante en sus casas de socorro en los años 1909 y 1924, respectivamente, los ejercicios consistieron en la realización de uno teórico y otro práctico. En la capital de Guipúzcoa incluyeron un total de cuarenta y cinco temas64 y en Logroño los concernientes a las siguientes materias: esterilización y preparación del instrumental y material de cura; esterilización y preparación del enfermo que debía ser operado o curado; curas secas y húmedas; vendajes, preparación de vendas escayoladas; inyecciones hipodérmicas e intramusculares ordinarias; inyecciones de suero fisiológico y gelatinizado; irrigación rectal de suero gota a gota; sangría en sus varias regiones y aplicación de ventosas.65 En la capital de Aragón, al menos desde 1931, el acceso de los practicantes a estos puestos fue diferente y se estableció por oposición. El ingreso en el cuerpo se realizó por las plazas de practicante de guardia y Matadero, para pasar por riguroso orden de antigüedad a las de zona, después a las de especialista y por último a la Casa Amparo.66 En la primera década de la Beneficencia Municipal en Zaragoza (1905-1915), la evolución del número de practicantes fue aumentando progresivamente aunque de un modo ligeramente menor que el de los médicos. Durante este periodo el número de practicantes pasó de seis a nueve, para más que duplicarse en los años treinta y alcanzar la veintena de efectivos. Un aumento importante paralelo, también, al experimentado por los médicos, que no llegaron a duplicarse pero 63 AMZ, Beneficencia, Caja 1943, Expediente 445, Expediente sobre provisión de una plaza de practicante…, 1916. 64 Placer Galán, Carlos; Urkia Etxabe, José María. El Cuarto de Socorro de San Sebastián
, pp. 103-116. 65 Iruzubieta Barragán, Francisco Javier. La Casa de Socorro de Logroño, 19231936…, 2006, pp. 60-61. 66 Proyecto de Reorganización de la Beneficencia y Sanidad Municipales..., 1931, p. 12; Reglamento de la Beneficencia Municipal…, 1938, p. 10.
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sí aumentaron su número ostensiblemente, como he mencionado. En la tercera década del siglo xx, la distribución por los diferentes servicios de estos practicantes que conformaron el segundo grupo sanitario más extenso fue la siguiente: uno en la Casa Amparo, diez practicantes de zona, cuatro para las guardias de la Casa de Socorro, uno para el Matadero y seis para el Dispensario.67 La puesta en marcha de la Beneficencia Municipal en Zaragoza no previó la incorporación de matronas titulares a diferencia de otras ciudades como la de Granada, en la que esta fue simultánea al inicio de este tipo de asistencia.68 A pesar de ello, existieron ofrecimientos por parte de las matronas para ejercer su trabajo gratuitamente en la Beneficencia. El primero de ellos fue en 1908 por parte de Leonisa Sarto, matrona titulada en Madrid en 1907, el cual fue desestimado por la Sección de Beneficencia siguiendo el correspondiente reglamento.69 Al año siguiente volvió a repetir su oferta gratuita, que el Decanato de la Beneficencia Municipal volvió a desestimar ya que los servicios en la atención al parto ya estaban cubiertos con los de los médicos y practicantes. Además los propios médicos de la Beneficencia no consideraban necesario nombrar a más personal auxiliar para cumplir con sus funciones, ya que había tres practicantes que eran comadrones.70 Posteriormente, otras muchas harían el mismo ofrecimiento como fueron Antonia Gomero Torrente, Luisa Casanova Torrente,71 Asteria Enciso, Rafaela Celma, Emilia Maurilla Mateo, Blasa Pérez Vicente, Isabel Pérez Vicente, Elena Álvarez Juan o María Enriqueta Álvarez.72 Proyecto de Reorganización de la Beneficencia y Sanidad Municipales..., 1931, p. 12. Martínez Padilla, Clara; Ortiz Gómez, Teresa. «Género y profesiones sanitarias. El trabajo de las matronas en Granada en el tránsito del siglo xix al xx », en J. Castellanos Guerrero et al. (coords.), La Medicina en el siglo xx. Actas del X Congreso Nacional de Historia de la Medicina. Málaga, 22-24 de febrero de 1996, Málaga, Sociedad Española de Historia de la Medicina, 1998, p. 604. 69 Reglamento de la Beneficencia Municipal y Casas de Socorro…, 1908. 70 AMZ, Beneficencia, Caja 1890, Expediente 1922, Dña. Leonisa Sarto ofrece sus servicios gratis como matrona…, 1908; Caja 1893, Expediente 1711, Leonisa Sarto solicita ser nombrada comadrona de la Beneficencia Municipal…, 1909. 71 Esta sanitaria contaba con la doble titulación de matrona y practicante. AHUZ, Leg. 16-B-3-4, Practicantes y matronas. Instancias solicitando certificaciones, 1902-1915; Leg. 15-B-8-2, Expedientes de practicantes y matronas…, 1905-1915. 72 AMZ, Beneficencia, Caja 1943, Expedientes 704, 786, 787, 801, 808 y 977, 1916. 67 68
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En 1916, la petición de asistir en la Beneficencia de las cuatro primeras matronas glosadas fue considerada oportuna, conveniente e incluso necesaria por parte de los facultativos ante la evidencia estadística del menor número de infecciones puerperales en los partos asistidos por ellas. Para la buena asistencia a las embarazadas pobres de Zaragoza, estimaron que su número debía de ser cuatro, por ello se aceptó, por primera vez, el ofrecimiento de estas cuatro sanitarias.73 Por tanto, desde los primeros años del siglo xx en la ciudad de Zaragoza estas profesionales parece que estuvieron ejerciendo no como personal de plantilla, sino de manera esporádica cuando se las necesitaba y de modo gratuito. Según Mateo Tinao, habría que esperar hasta 1925 para que se produjera el establecimiento del servicio de comadronas en la Beneficencia Municipal de Zaragoza,74 a pesar de lo cual no he encontrado en los libros de nóminas matronas asalariadas hasta el año 1930.75 Durante el periodo que comprende este libro, la organización general de las funciones o roles del personal de la Beneficencia Municipal de Zaragoza capital se establecieron trazando una clara línea divisoria entre a) los servicios ofrecidos por personal cualificado en la asistencia a domicilio y Casa de Socorro: la función facultativa a cargo de los médicos en los domicilios, la Casa de Socorro y demás centros de la Beneficencia;76 la cirugía menor y funciones como ayudante subordinado del médico por parte de los practicantes (partos, vacunación, curaciones…)77 y la asistencia a los partos y funciones como 73 AMZ, Beneficencia, Caja 1943, Expediente 597, Antonia Gomero Torrente y dos comadronas más desean ejercer su profesión gratuitamente a familias pobres…, 1916. 74 Mateo Tinao, Mariano. Historia y servicio de la Beneficencia Municipal de Zaragoza…, p. 55 75 AMZ, Libros de Intervención, Nóminas, 1930-1931. 76 La asistencia urgente en la Casa de Socorro fue proporcionada por un médico, un practicante, un conserje-enfermero y dos ordenanzas-camilleros, los cuales estuvieron de guardia permanentemente. Un equipo de guardia que en el Reglamento posterior de 1915, aumentó su dotación en dos camilleros más durante el día. Posteriormente, el equipo se estableció en cuatro médicos y cuatro practicantes acompañados de seis enfermeros. Reglamento de la Beneficencia Municipal y Casas de Socorro…, 1908, p. 8; Reglamento de la Beneficencia Municipal y Casa de Socorro…, 1915, p. 13; Proyecto de Reorganización de la Beneficencia y Sanidad Municipales..., 1931, p. 9. 77 Las funciones para los practicantes como auxiliares de las ciencias médicas, para Carmen Domínguez Alcón tuvieron una clara orientación técnica según las terapéuticas al uso de los cuidados de reparación. Un rol que la autora relaciona con los cuidados,
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ayudante subordinada de los tocólogos por parte de las matronas cuando se produjo su incorporación al organigrama del personal de la Beneficencia; b) los servicios ofrecidos por personal no cualificado en la Casa de Socorro: el control de la logística no sanitaria y limpieza de las instalaciones por parte del conserje-enfermero;78 y el traslado de enfermos, limpieza de las instalaciones y cierto material sanitario y asistencia a los médicos y practicantes en la curación de los enfermos por parte de los camilleros.79 Estas dos últimas categorías de enfermero-conserje y camillero pudieron asemejarse a los que en la Casa de Socorro de Sevilla se denominó «sirvientes», entre cuyas funciones se encontraban la limpieza del local, conservar el orden de los enfermos durante la consulta, el aseo y cuidado de los enfermos, ayudar a los practicantes durante las curas y hacer las guardias uno cada noche cerca de la puerta del establecimiento para facilitar el servicio cuando llegara el enfermo o herido.80 En la Beneficencia Municipal de Zaragoza, al menos hasta 1936, no he podido verificar la contratación de ninguna enfermera. Tan modificando su orientación para los practicantes, ya que este sanitario debía permanecer al servicio del enfermo pero con el fin primordial y explicitado de ayudar al médico, cumplir lo que este ordenase y aplicar los distintos tratamientos. Domínguez-Alcón, Carmen. Los cuidados y la profesión enfermera…, pp. 97 y 103. 78 Unos servicios que desempeñó de manera continuada, de ahí su obligación de residir en la Casa, pudiendo tan solo ausentarse un día a la semana determinado por el presidente. En 1912 se le reconoció el derecho a un descanso semanal de unas horas los martes no festivos, o bien el miércoles entre las 13 y las 20 horas, quedando como sustituto un camillero. Reglamento de la Beneficencia Municipal y Casas de Socorro…, 1908, p. 15; AMZ, Beneficencia, Caja 1904, Expediente 1538, Conserje de la Casa de Socorro pide descanso…, 1912; Reglamento de la Beneficencia Municipal y Casa de Socorro…, 1915, pp. 26-27; Reglamento de la Beneficencia Municipal…., 1938, p. 13. 79 Los turnos de trabajo de los camilleros fueron de 7 a 19 horas todos los días del año hasta 1913, cuando consiguieron poder disfrutar de algún día de descanso. En 1915 se recogió por primera vez explícitamente que la función de los camilleros era también la de ayudar a los médicos y practicantes en la curación de los enfermos y accidentados. Reglamento de la Beneficencia Municipal y Casas de Socorro…., 1908, p. 15; AMZ, Beneficencia, Caja 1904, Expediente 2596, Camilleros de la Casa de Socorro piden aumento de sueldo…, 1912; Caja 1911, Expediente 3642, Camilleros de Casa de Socorro piden aumento de sueldo…, 1913; Reglamento de la Beneficencia Municipal y Casa de Socorro…, 1915, p. 28; Reglamento de la Beneficencia Municipal…., 1938, pp. 13-14. 80 Giménez Muñoz, María del Carmen. «La Beneficencia Municipal en la capital hispalense (1850-1900)…», p. 243.
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solo se menciona que la hija del conserje ejercería de enfermera si fuese necesario. Por ello, considero que los camilleros fueron, desde la puesta en marcha de la Casa de Socorro de Zaragoza, los encargados del cuidado no técnico del enfermo bajo la supervisión del practicante. Si bien en otros centros sanitarios de la ciudad, como el Hospital Nuestra Señora de Gracia, el personal encargado del cuidado del enfermo fue fundamentalmente religioso, en este centro del Ayuntamiento, las Hermanas de San Vicente de Paul no llegarían antes del año 1947.81 Desde el comienzo de la Beneficencia Municipal de Zaragoza, las funciones del personal facultativo se enmarcaron con claridad en la asistencia domiciliaria de las zonas en que se dividió la ciudad hasta la inauguración de la Casa de Socorro, tras lo cual la alternarían con las guardias en este establecimiento.82 En 1908, la organización de los facultativos se estableció mediante un escalafón que determinó las funciones que tenían que desempeñar cada uno de ellos según el lugar que ocupasen. El número uno sería el decano del Cuerpo, con las funciones de jefe de todo el personal facultativo y responsable de la asistencia en la Casa Amparo y del Depósito Municipal.83 Posteriormente, desde 1915, las funciones de los restantes facultativos se desdoblaron en la visita domiciliaria, el pase de visita en alguna de las especialidades en la Casa de Socorro y las guardias en este centro. Los primeros del escalafón, médicos de zona que tuvieron la obligación de residir dentro de los límites de sus zonas respectivas a una distancia máxima de doscientos cincuenta metros, fueron además responsables del reconocimiento de los empleados y dependientes municipales y la confección de las estadísticas de sus servicios mensuales. Por otro lado, los facultativos encargados de las guardias en la Casa de Socorro, que debían permanecer todo el tiempo en el centro, fueron los responsables de la asistencia facultativa urgente, de disponer el traslado de enfermos, vacunar y registrar en los libros correspondientes los servicios realizados durante su tur81 Mateo Tinao, Mariano. Historia y servicio de la Beneficencia Municipal de Zaragoza…, p. 56. 82 Ibid., pp. 10-13. 83 Reglamento de la Beneficencia Municipal y Casas de Socorro…, 1908, pp. 10-11.
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no.84 Esta distribución de funciones no se alejó, fundamentalmente, de las se establecieron posteriormente, salvo con la novedad de la incorporación de los primeros especialistas en los años veinte, que trabajaron en las consultas de especialidades del Dispensario.85 Desde la puesta en marcha de la asistencia municipal en la ciudad de Zaragoza, la organización interna de los practicantes fue, también, por escalafón. El número uno lo ocupó el practicante de la Casa Amparo, que estuvo encargado de vigilar la limpieza y conservación del instrumental quirúrgico y el buen comportamiento de los practicantes, el conserje y los camilleros de la Casa de Socorro, dando conocimiento al decano de las faltas que notase. Efectivamente, este cargo de supervisión lo pudo adquirir el practicante más antiguo de la Casa Amparo pues esta institución asistía en Zaragoza desde 1852,86 de la misma manera que ocurrió en otras Casas de Socorro como la de Sevilla, donde lo ostentó también el más antiguo, aunque sin la función de supervisión del personal.87 Posteriormente, las funciones de este practicante siguieron siendo la asistencia en la Casa Amparo, con la adición en 1915 del servicio en el Depósito Municipal.88 Los servicios del resto de los practicantes se enmarcaron en el ámbito de la asistencia domiciliaria, y urgente en la Casa de Socorro y Matadero de carnes. Aunque en un principio el servicio en este último centro no estuvo contemplado entre las funciones de los practicantes, se les incorporó por los frecuentes accidentes que en él tenían lugar durante las horas de servicio. Un destino que inicialmente se estableció como provisional hasta que funcionase la segunda Casa de Socorro que, como he señalado, no llegó a término y que supuso su mantenimiento.89 El servicio domiciliario fue distribuido equitativa Reglamento de la Beneficencia Municipal y Casa de Socorro…, 1915, pp. 17-21. Proyecto de Reorganización de la Beneficencia y Sanidad Municipales…, 1931, pp. 8-9 y 12. 86 Mateo Tinao, Mariano. Historia y servicio de la Beneficencia Municipal de Zaragoza…, p. 11. 87 Giménez Muñoz, María del Carmen. «La Beneficencia Municipal en la capital hispalense (1850-1900)…», p. 242. 88 Reglamento de la Beneficencia Municipal y Casa de Socorro…, 1915, p. 23. 89 AMZ, Beneficencia, Caja 630, Expediente 1483, Destinar un practicante de la Beneficencia asista Matadero…, 1906. 84 85
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mente entre los practicantes de zona, asignándole a cada uno de ellos el número de familias y calles que les correspondían. En este servicio debieron cumplimentar todos los servicios auxiliares que los médicos les encomendasen y asistir a las consultas que estos tuvieran en la Casa de Socorro y en el posterior Dispensario.90 Durante la guardia en la Casa de Socorro, el practicante fue el encargado de la limpieza del instrumental y material de cura, de tener a su cargo los libros de la consulta pública y de los accidentes, las llamadas a domicilio y la inscripción de los niños perdidos o abandonados.91 Unas funciones en la Casa de Socorro que, a pesar de que no se explicitaron más en el reglamento de 1908, tuvieron que estar en consonancia con las recogidas para la Casa de Socorro de Sevilla en el Reglamento del Cuerpo Benéfico Sanitario Municipal de Sevilla de 1897: Los practicantes prestaban sus servicios de guardia reemplazándose cada 24 horas, según las disposiciones del médico director, no retirándose uno sin que estuviera ya el otro dentro de la casa. Tenían a su cuidado la confección de apósitos, aplicación de vendajes y conservación de instrumentos. Auxiliaban al médico en las curaciones de accidentes siguiendo las indicaciones de aquél. Le ayudaban también en la cura diaria de los enfermos que se les designara. Practicaban las sangrías generales y locales y demás operaciones de cirugía menor que eran precisas. Llevaban un libro con los accidentes que socorrían y con la nota de los enfermos que acudían a la consulta para el parte diario y la estadística mensual. Quedaban encargados de la administración de medicamentos y alimentos a los lesionados que permanecían en la Casa de Socorro. Tenían a sus órdenes a los enfermeros y dirigían la confección y aplicación de tópicos, enemas y maniobras de higiene necesarios para los mismos enfermos y lesionados.92
90 Reglamento de la Beneficencia Municipal y Casas de Socorro…, 1908, p. 13; Reglamento de la Beneficencia Municipal y Casa de Socorro..., 1915, p. 23; Reglamento de la Beneficencia Municipal…, 1938, pp. 10-11. 91 La función de inscribir en el libro correspondiente a los niños perdidos desaparecería en 1915, coincidiendo con la finalización de este servicio de la Casa de Socorro. 92 Giménez Muñoz, María del Carmen. «La Beneficencia Municipal en la capital hispalense (1850-1900)…», p. 242.
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Al mismo tiempo que en 1915 se aprobó la división de los servicios médicos en las guardias y asistencia domiciliaria, para los practicantes se establecieron dos turnos de cuatro para la asistencia domiciliaria y guardias, quedando alguno de ellos para cubrir la asistencia en el Matadero.93 Posteriormente, se consolidó el desdoblamiento definitivo de los servicios estableciéndose un sistema de organización interno muy similar al que organizaba al personal facultativo. Se produjo la desaparición de la rotación de todos los practicantes por todos ellos y se estableció un orden por antigüedad en el escalafón que comenzaba por ser practicante en el Matadero, para pasar a la Casa Socorro, a practicante de zona, practicante de especialidades y, finalmente, a la Casa Amparo.94 En el desempeño de su trabajo y en caso de enfermedad, el practicante debía dejar a un compañero que le sustituyese con el informe previo del decano y la aprobación del presidente de la Casa de Socorro. En 1911, tras varias sustituciones realizadas, se nombró a Luis Gracia practicante sustituto oficial en ausencias y enfermedades de los practicantes de la Beneficencia Municipal de Zaragoza capital, sin remuneración.95 Asimismo, en 1912 el Ayuntamiento ratificó la propuesta hecha por Francisco Gascón Gascón como practicante supernumerario gratuito para las ausencias y enfermedades justificadas de los practicantes en la Casa de Socorro.96 Otra más de igual manera se produjo en 1913 a favor de Luis Huerta Daniel.97 Unos nombramientos que no mermaban el derecho adquirido por los practicantes de designar a aquel que quisiesen en estos casos, ya que se trataba de una mera autorización sin darle el carácter de 93 Para ello se produjo la creación de dos nuevas plazas de practicante, que consolidó en nueve sus efectivos. Libro de Actas del Ayuntamiento de Zaragoza 1914, L.A. 00244; AMZ, Beneficencia, Caja 1934, Expediente 956, Expediente sobre la creación de cuatro plazas de médicos supernumerarios y dos de practicante…, 1915. 94 Las funciones de los practicantes de especialidades fueron, al igual que las de los practicantes de zona, el pase de visita, ayudando a los médicos en la misma y en sus labores de escritorio. Reglamento de la Beneficencia Municipal…, 1938, pp. 10-11. 95 AMZ, Beneficencia, Caja 1901, Expediente 277, D. Luis Gracia solicita se le nombre practicante sustituto…, 1911. 96 AMZ, Beneficencia, Caja 1904, Expediente 960, D. Francisco Gascón pide ser nombrado practicante sustituto…, 1912. 97 AMZ, Beneficencia, Caja 1911, Expediente 3.449, D. Luis Huerta pide ser nombrado practicante interino…, 1913.
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empleado y, por tanto, sin derechos de jubilación, quinquenios y demás reglamentarios. De esta manera, se pudo conformar un escalafón de sustitutos para vacaciones reglamentarias y bajas al estilo del que existió en otros cuartos de socorro como el de San Sebastián.98 La incorporación de las matronas al organigrama del personal de la asistencia municipal en Zaragoza fue mucho más tardía que la de los practicantes. Mateo Tinao, como he señalado, situó en los años veinte la creación de su servicio municipal. A pesar de ello, no he localizado hasta 1930 dos matronas interinas asalariadas y, en 1931, ocho, año en que se estableció en diez las matronas necesarias para el servicio urbano en las diez zonas en que se encontraba dividida la ciudad.99 Sus funciones fueron la asistencia en los partos, puerperios y niños normales bajos las órdenes de los tocólogos, además de ayudarles en las intervenciones obstétricas. Estas sanitarias no tuvieron obligación de realizar guardia permanente en la Casa de Socorro, así que imaginamos que serían avisadas en caso de necesidad. En general cumplieron con un rol totalmente subordinado al tocólogo, ya que aunque fueran avisadas para asistir un nacimiento debían avisar al tocólogo correspondiente para que diagnosticase y se pusiese a las órdenes del mismo.100 Una subordinación que pudo ser férrea en el ámbito del domicilio a diferencia de lo ocurrido en otras ciudades como la de Granada, en las que esta parcela supuso el desarrollo de su mayor autonomía.101
Los barrios rurales: Zaragoza (1905-1936) El próximo apartado lo dedicaré al estudio del ejercicio de los practicantes en los barrios rurales de Zaragoza, ya que, aunque per98 Placer Galán, Carlos; Urkia Etxabe, José María. El Cuarto de Socorro de San Sebastián
, pp. 103-116. 99 Proyecto de Reorganización de la Beneficencia y Sanidad Municipales…, 1931, p. 12; AMZ, Libros de Intervención, Nóminas, 1930-1931 y 1931-1932. 100 Reglamento de la Beneficencia Municipal..., 1938, p. 11. 101 Martínez Padilla, Clara; Ortiz Gómez, Teresa. «Género y profesiones sanitarias. El trabajo de las matronas en Granada…», en J. Castellanos Guerrero et al. (coords.), La Medicina en el siglo xx. Actas del X Congreso Nacional de Historia de la Medicina…, 1998, p. 604.
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tenecieron al sistema de la Beneficencia Municipal, su organización y régimen de funcionamiento fue distinto al de los propios de la Beneficencia Municipal de Zaragoza capital.
La asistencia domiciliaria en los barrios rurales La asistencia domiciliaria dada en los barrios rurales fue la misma que la ofertada en la capital de Zaragoza a las familias pobres tras su inclusión en el padrón de Beneficencia y la adjudicación de su tarjeta o cartilla correspondiente.102 Una asistencia circunscrita a los barrios y distritos rurales zaragozanos, que parece que en algún momento pudo fallar como ocurrió en el de Montañana. La falta de asistencia por parte del médico a un enfermo desembocó en su muerte, lo que precipitó la apertura del expediente oportuno al correspondiente titular. Sin embargo, ante las contradicciones del padre del enfermo, solo fue reclamado a responder con la mayor brevedad posible cuantas llamadas le hicieran los enfermos a su cargo.103
El personal sanitario: tipos, dotación de plazas y funciones El primer aprovisionamiento de médicos titulares con destino a los barrios rurales de Zaragoza fue prácticamente paralelo al de la capital. En 1905, siete médicos presentaron sus candidaturas para ocupar uno de los diez puestos en concurso de acuerdo a las zonas periféricas de Peñaflor, Montañana, Santa Isabel y Movera, San Juan de Mozarrifar, Juslibol, Cartuja baja, Torrero y Montemolín, Casablanca y el Castillo, Monzalbarba y Alfocea, Garrapinillos y Miralbueno y Casetas.104 102 Reglamento de la Beneficencia Municipal y Casas de Socorro..., 1908, pp. 4-5; AMZ, Beneficencia, Caja 1901, Expediente 280, Reglamento de la Beneficencia Municipal…, 1910; Reglamento de la Beneficencia Municipal y Casa de Socorro..., 1915, p. 4; Reglamento de la Beneficencia Municipal…, 1938, p. 10. 103 AMZ, Beneficencia, Caja 1901, Expediente 364, Denuncias contra el médico titular…, 1911. 104 AMZ, Beneficencia, Caja 623, Expediente 137, Beneficencia Municipal y Casas de Socorro…, 1905.
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Este aprovisionamiento y los posteriores se establecieron por concurso libre de méritos, y siempre de acuerdo al artículo 107 de la Ley de Instrucción General de Sanidad y Reglamento Orgánico del Cuerpo de Médicos Titulares de España aprobado por R. D. del 11 de octubre de 1904.105 Los candidatos debían estar domiciliados dentro de la zona o barrio respectivo para el que se presentaban y la designación del ganador estuvo en manos del Ayuntamiento. Siguiendo las nóminas de 1931, tras el ingreso por concurso se podría pasar de una categoría a otra determinada por la zona asistida (distrito o barrio) o de un barrio a otro por concurso restringido entre los que pertenecieran al mismo.106 El número de médicos titulares experimentó muy poca variación a lo largo de nuestro periodo de estudio, manteniéndose en torno a 105 Valgan como ejemplos representativos de este sistema de adjudicación de plaza los procesos de aprovisionamiento en los barrios de Santa Isabel-Movera, San Juan de Mozarrifar y Juslibol. En Santa Isabel, tras la renuncia de su médico titular y mientras se proveía, se nombró interinamente y a propuesta de su alcalde y con conformidad de los vecinos al licenciado Orencio Pellicer. Este médico pertenecía al Cuerpo de Médicos Titulares de España desde 1907, en el que entró por oposición. Orencio Pellicer era médico de la Sociedad de Socorros Mutuos «La Azucarera del Gállego» y de la compañía de seguros contra los accidentes de trabajo Hispania y había desempeñado su trabajo en La Muela y Villoslada de los Cameros (Logroño). Además tenía igualadas a las familias pudientes de todo el barrio de Santa Isabel, las cuales daban buenas referencias de él, además, de que cumplía con tener su residencia fijada en dicho barrio. Estas dos últimas características, fundamentalmente, propiciaron que los vecinos del barrio y el alcalde dirigieran una instancia al alcalde de Zaragoza solicitando que se le adjudicara la plaza en propiedad de la Beneficencia. A pesar de que hubo tres peticiones más, la Comisión decidió nombrarlo en propiedad, tras lo cual lo ratificó el Ayuntamiento. AMZ, Beneficencia, Caja 1901, Expediente 202, D. Manuel Velilla, médico de la Beneficencia Municipal de Santa Isabel y Movera, presenta la dimisión…, 1911; Expediente 485, Varios vecinos de Santa Isabel y Movera solicitan se otorgue…, 1911. Otro caso fue el dado en 1912 para la provisión de la plaza de médico titular de San Juan de Mozarrifar por defunción de su titular. Los vecinos igualmente propusieron a su candidato, un médico que tenía la mayor parte de las igualas en el barrio. Tras su anuncio en el BOPZ, este fue el único que se presentó y el que fue nombrado tras comprobar que pertenecía al Cuerpo de Médicos Titulares. AMZ, Beneficencia, Caja 1904, Expediente 342, Expediente sobre la provisión de la plaza de médico titular…, 1912. Igualmente, al año siguiente en Juslibol, por renuncia del médico titular, el sustituto nombrado por la alcaldía recibió el apoyo de los vecinos del barrio. Este interino fue ratificado por la corporación, tras justificar los documentos pertinentes, como titular en febrero de 1914. AMZ, Beneficencia, Caja 1923, Expediente 395, Nombramiento de medico titular del barrio…, 1914. 106 AMZ, Libros de Intervención, Nóminas, 1931.
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la decena de acuerdo a los barrios rurales de Zaragoza. Unos barrios cuyo número aumentó en uno en 1915 con la incorporación de Villamayor y que posteriormente, se dividieron en distritos de las afueras y barrios rurales separando las zonas iniciales que aunaban más de un barrio. En 1931, el número de médicos era de trece.107 Para el caso de los practicantes, el 6 de julio de 1906 se abrió el periodo para presentar candidaturas en el primer aprovisionamiento de estas plazas. Se ofertaron diez plazas que, al igual que para los médicos, correspondieron con los barrios rurales de Zaragoza de ese momento. Tanto en este aprovisionamiento como en los futuros, el número de plazas que se ofertaron para los practicantes en este ámbito de trabajo fue pensado para que hubiese un practicante en cada zona o distrito.108 El anuncio de este primer concurso tuvo lugar en el BOPZ109 y, tras estudiar las candidaturas presentadas, la Sección de Beneficencia Municipal nombró a los únicos practicantes presentados para seis de las zonas a concurso. De las otras cuatro, una quedó desierta al no haber candidato y en las tres restantes se eligieron a los más idóneos. Todos ellos fueron nombrados el 18 de agosto de 1906 por el Ayuntamiento.110 En lo referente a las condiciones exigidas para alcanzar estas plazas, al igual que para los facultativos se estableció la condición de residir en el barrio rural en que se habría de ejercer el servicio. Además, debían certificar su buena conducta y presentar el título o, en su defecto, un certificado de tener aprobados los estudios necesarios. La condición de residir en el mismo barrio fue inapelable como demuestran los acontecimientos ocurridos en el barrio de Casetas. En 1908 y por el cambio de residencia del practicante de este barrio 107 Reglamento de la Beneficencia Municipal y Casas de Socorro…, 1908, p. 19; AMZ, Beneficencia, Caja 1901, Expediente 280, Reglamento de la Beneficencia Municipal…, 1910; Reglamento de la Beneficencia Municipal y Casa de Socorro..., 1915, pp. 21-22; Proyecto de Reorganización de la Beneficencia y Sanidad Municipales…, 1931, p. 11. 108 Reglamento de la Beneficencia Municipal y Casas de Socorro…, 1908, p. 20; AMZ, Beneficencia, Caja 1901, Expediente 280, Reglamento de la Beneficencia Municipal…, 1910; Reglamento de la Beneficencia Municipal y Casa de Socorro..., 1915, p. 22. 109 BOPZ 1906, 18 de julio, 170: 880. 110 AMZ, Beneficencia, Caja 629-630, Expediente 1373, Nombramiento de practicantes de la Beneficencia Municipal en los barrios rurales…, 1906.
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fuera del mismo, se declaró vacante su plaza y la Sección nombró interinamente al de Monzalbarba. Una elección, mientras el Ayuntamiento proveyese la plaza en la forma que estimase procedente, que se sustentó en que este estaba en el barrio más próximo y disponía de fácil y rápido medio de comunicación. El concurso público para proveer tanto esta plaza en Casetas como la de Juslibol, que fue una de las que quedó desierta en 1906, se abrió el 18 de mayo de 1908.111 Para optar a estos puestos los candidatos debían reunir las condiciones mencionadas, además de residir y «comprometerse» a seguir haciéndolo en el barrio donde iban a prestar sus servicios.112 El sistema de aprovisionamiento parece que no cambió del método del concurso y que, en los años treinta, se estableció por primera vez un escalafón de organización para los practicantes, muy similar al de los médicos. De esta manera, tras el ingreso por concurso se pudo pasar de una categoría a otra o de un barrio a otro por concurso restringido entre los que pertenecieran al mismo. En general, se puede decir que el número de practicantes durante el periodo de esta investigación aumentó a la par del de los médicos y de acuerdo a los barrios rurales que Zaragoza tuvo en cada momento. Es decir, pasaron de un número inicial de diez en 1906 a trece en el final de nuestro periodo de estudio.113 Por su parte, el servicio de comadronas para la asistencia a las embarazadas en los barrios, al igual que ocurrió en la capital, no se puso en marcha hasta entrado el siglo xx. En 1931, se estableció en trece el número de matronas de acuerdo a la división de la ciudad y, del mismo modo que los practicantes, estas sanitarias fueron organizadas en un sistema de escalafón (barrio/distrito) desde al año siguiente.114 Todas ellas debían residir en el barrio donde desempeñaban su trabajo, que se compuso de las mismas obligaciones que en la capital. BOPZ 1908, 20 de mayo, 119: 743. AMZ, Beneficencia, Caja 1890, Expediente 1025, Provisión de las plazas de practicantes…, 1908. 113 Reglamento de la Beneficencia Municipal y Casa de Socorro…, 1915, p. 22; Proyecto de Reorganización de la Beneficencia y Sanidad Municipales…, 1931, p. 11. 114 Proyecto de Reorganización de la Beneficencia y Sanidad Municipales…, 1931, p. 11; AMZ, Libros de Intervención, Nóminas, 1932. 111 112
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En síntesis, la asistencia proporcionada por los facultativos y practicantes que trabajaron en los barrios y distritos rurales de Zaragoza fue muy similar a los de la capital. Los médicos titulares de los barrios fueron los encargados de la asistencia facultativa en los domicilios, de la inspección de cadáveres dentro de su distrito y de todas las comisiones facultativas que se les confiaran. Asimismo, debían realizar la estadística mensual de los enfermos y servicios prestados en sus zonas.115 Posteriormente, se especificó su responsabilidad en lo relativo a la vacunación y revacunación de la población a su cargo, así como en la atención tocológica, siempre y cuando el parto no precisara del auxilio del médico tocólogo de la ciudad. Los practicantes de los barrios rurales, al igual que sus colegas en la asistencia domiciliaria de la capital, estuvieron a las órdenes de los facultativos titulares de sus zonas cumpliendo las funciones auxiliares que les encomendasen. Unas funciones que en ciertas circunstancias estuvieron desempeñadas por el médico titular del barrio simultaneando dos ejercicios profesionales. En el primer proceso de aprovisionamiento de las plazas de practicantes de barrios rurales de 1906, como he mencionado, una de las que quedó desierta fue la de Juslibol. Como consecuencia, los servicios de practicante del barrio fueron asumidos por el médico del mismo ya que no existía ningún otro en la zona. En abril de 1907, el médico solicitó se le pagara el sueldo que disfrutaría el practicante si lo hubiera. Una petición que se le denegó por tener que atender solo a dieciocho familias pobres en el barrio, lo que se consideró bien retribuido con su sueldo de 750 pesetas anuales.116 Este hecho se repitió en 1913, como expondré posteriormente.117
115 AMZ, Beneficencia 1905, Caja 623, Expediente 137, Beneficencia Municipal y Casas de Socorro…, 1905; Reglamento de la Beneficencia Municipal y Casas de Socorro…, 1908, pp. 19-20; AMZ, Beneficencia, Caja 1901, Expediente 280, Reglamento de la Beneficencia Municipal…, 1910; Reglamento de la Beneficencia Municipal y Casa de Socorro…, 1915, pp. 21-22. 116 AMZ, Beneficencia, Caja 1886, Expediente 761, D. Ricardo Pradells pide abono sueldo…, 1907. 117 AMZ, Beneficencia, Caja 1911, Expediente 1984, D. Enrique Gonzalvo pide gratificación…, 1913.
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En los barrios rurales de Zaragoza no existió ninguna Casa de Socorro, por lo que es posible que la asistencia urgente prestada por este centro en la ciudad pudiera ser dada en los domicilios de los propios médicos y practicantes. Unos domicilios que se convertirían en centros de urgencia, lo que refrendaría la necesidad de que ambos sanitarios fijaran su residencia en el mismo barrio o distrito. Parece lógico pensar que el médico reclamaría al practicante en caso de necesidad para que le asistiera en la atención urgente con unas atribuciones similares a las desempeñadas en la ciudad.
Los pueblos: Zuera (1854-1936) El municipio de Zuera se encuentra situado al norte de la provincia de Zaragoza, a unos veinticinco kilómetros aproximadamente de la capital de Aragón. Población, bañada por el río Gállego, cuya principal y tradicional base económica fue y es la agricultura de secano. La mayor parte de su población se asienta en la capital del municipio y el resto en las casas de labor y los barrios de El Campillo, La Estación, Puilatos (ya abandonado) y Ontinar del Salz. Una población que no ha dejado de crecer desde mediados del siglo xix, en que contaba con una población de derecho de 1916 personas repartidas en 513 hogares, hasta los años treinta del siguiente siglo, en que se situaron en un total de 994 hogares y 3 860 habitantes de hecho.118 Esta localidad no tiene historiado su periodo contemporáneo más allá de los trabajos realizados por Guillermo Fatás, Andrés San Martin y José Manuel Villar.119 A pesar de que el último de estos autores hace una descripción general de lo que ahora es el pueblo, recoge una cita del libro Mis memorias del zufariense más famoso y padre de la oceanografía española, Odón de Buen (1863-1945). Una cita en la que
118 Gran Enciclopedia Aragonesa, vol. XII…, p. 3425. Los datos sobre los censos del municipio de Zuera se puede consultar en la página web del INE. Disponible en: http:// www.ine.es/intercensal/ [Consulta: 31/07/2013]. 119 Fatás Cabeza, Guillermo. Zuera, Zuera, Ayuntamiento, 1986; San Martín Molina, Andrés. Zuera, la villa desconocida, Zuera, ISAC, 2004; Villar Marcén, José Manuel. Biografía de un paisaje, Zuera, ISAC, 2006.
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describe su pueblo natal, y que nos puede servir para situarnos en la Zuera del periodo cronológico de nuestro estudio: Hay extensos llanos, pelados de vegetación, que se pierden de vista; resto de antiguo lago mioceno, el suelo es arcilloso e impermeable donde se embalsa el agua si llueve o se deseca y agrieta con la sequía, no obstante es rico, tapizado de la ontina, pequeña mata aromática, si puede cultivarse y se hace llegar agua, produce huertas que son vergeles, tierra de ontinas —dice un antiguo refrán— tierra rica. Rodean el llano por un lado cerros de yeso, blancos, áridos, esqueléticos y por otro, lomas pedregosas; buenas para el viñedo. Una fotografía procurando ocultar los Pirineos lejanos, puede pasar por imagen del desierto. Contrasta la llanura esteparia, que se extiende hacia la provincia de Huesca (Almudévar es por allí el primer pueblo) y hacia la sierra de Alcubierre, el cauce del río Gállego que se abre hacia Zaragoza en tierras de regadío, fértiles, admirablemente cultivadas, pródigas en remolacha, alfalfa, maíz, huertas de sabrosa fruta y jugosa verdura, con algún trigo de regadío. Por más que la cosecha de trigo más estimada, abundante en años buenos y suficientes en los medianos, es la de secano. Riegos que datan de la época árabe; el gran azud de la camarera da nacimiento a un gran canal (acequia) que recorre la orilla derecha y otro la margen izquierda hasta Zaragoza, alimentando una fábrica de luz y fuerza eléctrica en San Mateo que tiene importancia para la vida local. En término de Zuera, una gran fábrica de harinas (El Salto) y otra menos importante y no lejos grandes fábricas de azúcar de remolacha de Zaragoza […] Mucho ha decaído el cultivo de la vid; primero por el influjo devastador de filoxera, después, en regadío, por suplantarle, como a otros cultivos de huerta, la remolacha. No lejos del pueblo el monte bajo forma acampos (cotos) de caza en otros tiempos, hoy en parte cultivados, que ofrecían pastos abundantes al ganado trashumante y hoy alimentan bastantes rebaños de la localidad en las lomas que adornan en primavera bastantes plantas aromáticas, algunas colmenas cuya miel goza de justo aprecio en el mercado. Gran parte de esos montes bajos, hoy matorrales de romero, de ginestras, enebros, aliagas, tomillos, espliegos, etc., fueron otros tiempos bosques espesos que fue la codicia o la necesidad destruyendo, hasta tal grado que los pinares de Zuera, que aún gozan hoy de alguna fama llegaban hasta cerca del pueblo. Años tras años, los incendios se repetían casi siempre en los mismos días y proporcionaban a los vecinos, leña que vender en Zaragoza, madera a quien adjudicaban las subastas, faena para los carboneros y a fin de fiesta dinero para todos, y por este procedimiento incendiario los bosques se iban alejando del 248
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La asistencia sanitaria en el mundo rural En España a mediados del siglo xix existió un importante desconcierto en lo relativo a la asistencia médica en los pueblos. En Aragón y de acuerdo con un artículo publicado en la prensa profesional médica nacional del momento, sabemos que la situación alcanzó cotas del «desbarajuste y abandono más absoluto». Un caos a pesar de los notables esfuerzos que José Osorio, gobernador de la provincia de Zaragoza, llevó a cabo para intentar regular el sistema de aprovisionamiento y contratación de los facultativos por los ayuntamientos señalando, entre otras cosas, su obligación de pagar puntualmente al facultativo correspondiente.121 Para el caso del pueblo zaragozano de Zuera, la asistencia sanitaria se procuró por el Ayuntamiento en el domicilio y en su hospital municipal y a través de igualas contratadas por los vecinos más pudientes de la villa con los médicos. A mediados de siglo xix, esta asistencia sanitaria benéfico-municipal estuvo a cargo de un médico, un cirujano y un farmacéutico contratados por dos y tres años renovables por el Ayuntamiento, manteniéndose un régimen similar al practicado en Aragón durante los siglos xvii y xviii y que ha sido estudiado por Asunción Fernández Doctor y Luis Arcarazo.122 La composición de este personal sanitario apenas sufrió cambios importantes hasta el siglo xx, momento en el que aparecieron las figuras del practicante y la matrona y se aumentó la dotación de médicos, de uno a dos.123 Este incremento del personal médico en 1914 Villar Marcen, José Manuel. Biografía de un paisaje…, 2006, pp. 28-29. El Siglo Médico 1857, 4 de octubre; 4 (196): 317-318. 122 Fernández Doctor, Asunción; Arcarazo García, Luis Alfonso. «La asistencia rural en los siglos xvii y xviii: los tipos de “conducción” de los profesionales sanitarios en Aragón», Dynamis, 22 (2002), pp. 189-208 123 El aumento de una plaza de médico en Zuera se produjo en el contexto del aprovisionamiento de una plaza de facultativo por fallecimiento del titular en abril de 1914. Por acuerdo del Ayuntamiento y la Junta Municipal tras el estudio de la topografía y extensión del término municipal, se decidió ofertar dos plazas de médico en vez de una. 120 121
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propició que el municipio quedara dividido en dos distritos de tal modo que los servicios domiciliarios estuvieran repartidos en igualdad de condiciones entre ambos facultativos.124 Esta división en 1934 estructuraba el municipio de la siguiente manera: a) Distrito primero: Ensanche o cuevas, desde la casa de Antonio Marzo y Luis Lizán al cementerio. Calles de Suñol, Pablo Iglesias, Fermín Galán, San Juan, Cruz Cubierta, Perena, Zufaria y del Saz desde la calle Mayor a la de Suñol; b) Distrito segundo: Ensanche o cuevas desde la casa de Nicolás Agudo, hoy su viuda, hasta San Bartolomé inclusive. Calles de García Hernández, Largo Caballero, Cortes de Aragón, Odón de Buen, Jorge Luna, Candevania, paseo de la Independencia, paseo de Alcalá Zambra, calle de Ferriz, de los Santos, Peregrinos, resto de la calle del Saz, o sea, desde la de Fermín Galán a la de García Hernández, plaza de la República y barrio de Marcelino Domingo. El número de familias que comprendía este distrito era de treinta. Además de la asistencia a domicilio, la localidad dispuso de un hospital municipal. Formado por cuatro salas, una como despacho
Al elevar el expediente al gobernador civil de la provincia, este informó de acuerdo con la Inspección Provincial de Sanidad que, según la Ley de Partidos Médicos (R.O. del 6 de abril de 1905. Gaceta de Madrid del 1 de julio), a la villa de Zuera solo le correspondía un titular al ser un municipio de 4.ª categoría por su número de habitantes. El Ayuntamiento decidió solicitar permiso, entonces, para anunciar tan solo una plaza de médico interino mientras se determinaba sobre el expediente que, al amparo de la R. O. del 27 de septiembre de 1909, iba a plantear para la modificación de los partidos médicos en lo referente a su municipio.. Se les concedió el permiso de anunciar la plaza de médico interino con un haber de 1500 pesetas anuales ya que, en la mencionada comunicación del gobernador civil, este expuso que su categoría debía ser de 3.ª. Tras el anuncio de la plaza en el BOPZ del 15 de mayo, 115:774, se presentaron tres candidatos, uno natural de Zuera, otro de Lérida y otro de Madrid. En julio se resolvió el expediente a favor de lo planteado por el Ayuntamiento en lo referente a la clasificación de su partido. De este modo, se autorizó a la corporación zufariense a tener dos plazas de médicos en el pueblo con un haber de 750 pesetas anuales. Como consecuencia de esta modificación, se decidió suspender el aprovisionamiento interino y anunciar las dos plazas en propiedad en 1914. Se presentaron cuatro candidatos, tres licenciados en Medicina y Cirugía y uno doctor en Medicina y Cirugía. Fueron elegidos Julián Conde Domec y Manuel Muñoz Fuentes (doctor), ambos domiciliados en Zuera. AMZU, Caja 92, Expediente 1591, Expediente sobre las dos plazas vacantes de médicos…, 1914; Expediente 1592, Expediente para proveer dos plazas de médico…, 1914. 124 Además, los facultativos pudieron turnarse entre los distritos según les conviniese y auxiliarse el uno al otro en caso de gravedad de un enfermo. AMZU, Caja 92, Expediente 1592, Expediente para proveer dos plazas de médico…, 1914.
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del director y tres con siete camas para la asistencia a los enfermos,125 fue un edificio restaurado con ayuda de los vecinos en el año 1883. Denominado Casa Municipal de Beneficencia y situado en la calle San Pedro, n.º 14, se encontraba dividido en dos partes, una para el hospital y la otra para el asilo de pobres transeúntes. Su sostenimiento se llevó a cabo mediante las donaciones de los vecinos y los presupuestos propios del Ayuntamiento, y su organización se estructuró en dos juntas, una de Gobierno y Administración y otra de Inspección y Vigilancia. La primera de ellas estuvo formada por un presidente (el acalde o uno de los tenientes), un vicepresidente (el párroco), los facultativos titulares de la Beneficencia, además de por un tesorero, un secretario y dos vocales. La segunda de ellas, integrada exclusivamente por mujeres, dispuso de presidenta, vicepresidenta, secretaria y dos vocales, todas con voz y voto y de libre elección por el Ayuntamiento. Las funciones de la primera junta fueron la de vigilar la asistencia de los enfermos, el aseo e higiene del establecimiento y el comportamiento de los enfermos a quienes podía amonestar. Las funciones de la segunda también fueron la de vigilar la asistencia de los enfermos y el aseo e higiene del establecimiento, pero desde un punto de vista más doméstico, en el sentido de ser las responsables de las ropas y mobiliario existentes. La política para la admisión de enfermos se mantuvo igual tanto en el reglamento del hospital de 1884 como en el de 1936. Se admitieron, además de a las personas incluidas en la Beneficencia, a aquellos enfermos que necesitasen asistencia una vez oído el facultativo y de acuerdo el Ayuntamiento.126 La estancia máxima fue de treinta días para las enfermedades agudas no siendo admisibles las que revistiesen carácter crónico. Los transeúntes pobres enfermos de mucha gravedad pudieron también ingresar hasta que se encontrasen en condiciones oportunas para poder ser trasladados al Hospital Provincial, y la autoridad judicial pudo hacer lo propio con los lesionados de cualquier 125 Nuevos apuntes para el estudio y la organización en España de las Instituciones de Beneficencia… Parte Segunda…,1912-1915-1918, p. 406. 126 Una admisión que fue debatida con intensidad en el contexto de la aprobación del primer Reglamento del Hospital de 1884. AMZU, Caja 92, Expediente 1588, Sesión extraordinaria de la Junta del Hospital…, 1884, pp. 1-6.
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clase. Una vez en el centro, las obligaciones de los enfermos ingresados les prohibieron poder salir del hospital sin orden facultativa, teniendo la obligación de ajustarse al plan farmacológico y alimenticio puesto por el médico, ya que la negativa tenía como consecuencia la expulsión o el traslado al Hospital Provincial.127 A través de los recuerdos de Pilar Ferrer, podemos reconstruir un poco más la evolución de este centro hospitalario que realmente tuvo la función de una Casa de Socorro. Los enfermos «… estaban unos días, si era largo a Zaragoza, y si no era para ellos, que eran otras cosas de más urgencia, de más mirar el interior o lo que fuera, a Zaragoza…».128 Con el comienzo de la Guerra Civil, el hospital cambió de ubicación al quedarse pequeño pasando a las escuelas de la carretera, donde se convirtió en un hospital de sangre y posteriormente regresó a su ubicación originaria.
El personal sanitario: tipos, dotación de plazas y funciones Mi investigación en este archivo recupera los primeros documentos relativos a la contratación por parte del ayuntamiento de profesionales de la cirugía menor en 1915. En este año se anunciaron dos plazas de practicantes en el pueblo que se insertaron en el BOPZ del 29 de julio de 1915. Sin embargo, la asistencia por parte de este profesional en Zuera tuvo que existir antes, ya que, de los dos candidatos que se presentaron, Ricardo Sanz Arruga y Gabino Berges Pérez, este último ocupaba desde años antes una de las plazas de modo interino. El aprovisionamiento de estas plazas se realizó por concurso libre de méritos con la obligación de poseer el título oficial de practicante para la toma de posesión.129 Este sistema de incorporación se mantuvo en el siguiente proceso de contratación llevado a cabo por parte del Ayuntamiento en el año 127 AMZU, Caja 93, Expediente 1667, Reglamento General del Hospital Municipal de Zuera, 1884; Caja 92, Expediente 1.609, Reglamento del Hospital Municipal de Zuera, 1936. 128 Entrevista a Pilar Ferrer Pueyo del 22 de octubre de 2013. 129 AMZU, Caja 92, Expediente 1593, Expediente instruido para la provisión de dos plazas…, 1915.
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1922. En él se volvieron a ofertar dos plazas de practicante que al pa-
recer se encontraban cubiertas entonces de modo interino. En octubre de ese año, se acordó su anuncio en el BOPZ130 y algunos periódicos de la región. Se presentaron tres candidatos: Teodoro Castán Claver, Julio Lafuente Abad y Manuel Segura Mata. El primero de ellos, con veintidós años, soltero, natural de Los Corrales (Huesca) y vecino de Zuera, presentó su cédula y su título de practicante. El segundo de veintitrés años, soltero, nacido en Zaragoza y residente en Zuera, expuso que era «licenciado en cirugía menor». Del tercero desconocemos sus datos. A la luz de sus méritos y servicios, el Ayuntamiento determinó a finales de noviembre que la adjudicación definitiva fuese atribuida a Teodoro Castán y Julio Lafuente. La toma de posesión fue el 22 de noviembre de 1922 y estos sanitarios rurales, al igual que el resto, tuvieron que establecer o mantener su residencia en el mismo pueblo. En 1929, se establecieron las normas y la obligación de los ayuntamientos de constituir partidos de practicantes y matronas con un número de sanitarios según el número de habitantes de los municipios. En principio, en las poblaciones con menos de 4000 habitantes de derecho habría un practicante independientemente del número de médicos, y Zuera lo era en 1930.131 Sin embargo, pudo ser que, a tenor de las necesidades de su población, el Ayuntamiento decidiese mantener sus dos plazas de practicantes desde entonces. Según los testimonios de las nietas de Julio Lafuente, su abuelo estuvo ejerciendo en el pueblo hasta su muerte en 1950, tras lo cual lo sustituyó su propio hijo. Por su parte, de Teodoro Castán sabemos que desempeñó su labor como practicante durante cuarenta y cuatro años gracias a los certificados expedidos por el secretario del Ayuntamiento en 1966 tras la renuncia a su cargo ese mismo año.132 Los procesos que el Ayuntamiento de Zuera ofertó en los años 1914, 1917, 1925, 1929 y 1934 para el aprovisionamiento de médicos fueron, también, mediante concurso libre.133 El perfil de los candidatos, que BOPZ 1922, 9 de octubre, 249: 644. R. O. del 26 de septiembre de 1929. Gaceta de Madrid 1929, 3 de octubre, 276: 69. 132 AMZU, Caja 90, Expediente 1506, Expediente para la provisión de dos plazas…, 1922. 133 AMZU, Caja 92, Expediente 1591, Expediente sobre las dos plazas vacantes de médicos…, 1914; Expediente 1592, Expediente para proveer dos plazas de médico…, 1914; 130 131
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oscilaron frecuentemente en torno a los diez en los primeras convocatorias, fue el de licenciado en Medicina y Cirugía y, en ocasiones, doctor. De acuerdo a la normativa, el Ayuntamiento requirió para concursar en estas plazas pertenecer al Cuerpo de Médicos Titulares de España134 y cumplir para la designación en el cargo de Inspector Municipal con lo estipulado en el artículo 52 de la Ley General de Sanidad de 1904 y en el artículo 1.º del Apéndice al Reglamento de Ingreso y Provisión de Plazas de Inspectores Municipales de Sanidad de 1925.135 Antes de la Guerra Civil, el último concurso de 1934 fue el que recabó más número de aspirantes con veinticuatro. Se eligió aquel que mayor número de méritos reunía y el nombramiento de acuerdo al reglamento vigente del 7 de marzo de 1933 (aplicación de la Ley de Titulares del 15 de septiembre de 1932)136 se realizó en primera instancia a propuesta del inspector provincial de Sanidad y fue ratificado por el Ayuntamiento de Zuera.137 El primer aprovisionamiento de matronas en Zuera tuvo lugar en el año 1929. El número de plazas ofertadas fueron dos, un dato que al igual que para los practicantes excedió del número que se legisló para un Ayuntamiento de sus características en la R. O. del 26 de Expediente 1587, Expediente instruido para el nombramiento…, 1917; Expediente 1599, Expediente para proveer plaza de médico…, 1925; Expediente 1604, Expediente para proveer plaza de médico…, 1929; Expediente 1606, Expediente para la proveer plaza de médico…, 1929; Expediente 1607, Expediente del nombramiento de médico-inspector municipal…, 1934; Expediente 1608, Nombramiento de Inspector Municipal de Sanidad…, 1934. 134 AMZU, Caja 92, Expediente 1592, Expediente para proveer dos plazas de médico…, 1914. 135 AMZU, Caja 92, Expediente 1587, Expediente instruido para el nombramiento…, 1917; Expediente 1604, Expediente para proveer plaza de médico…, 1929. El mencionado artículo 1.º estableció que las plazas de inspectores municipales se proveyeran por concurso solo entre los facultativos pertenecientes al Cuerpo de Titulares Inspectores Municipales de Sanidad. Un concurso en el que se valorarían el título académico poseído, los servicios desempeñados en epidemias y catástrofes, los trabajos relacionados con el cargo, así como la antigüedad en la categoría. Apéndice al Reglamento de ingreso y provisión de plazas de Inspectores Municipales de Sanidad 1925. Reglamento de Sanidad Municipal del 9 de febrero de 1925. Gaceta de Madrid 1925, 17 de febrero; 48: 733. 136 Reglamento por el cual las plazas de médicos titulares se proveerían entre los facultativos pertenecientes al Cuerpo de Inspectores Municipales quedando el cargo de designar al seleccionado, visto el resultado del concurso, en manos de los inspectores provinciales. Barona Vilar, Carmen. Las políticas de la salud…, p. 94. 137 AMZU, Caja 92, Expediente 1607, Expediente del nombramiento de médicoinspector municipal…, 1934.
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septiembre de 1929.138 El aprovisionamiento se produjo mediante un concurso libre de méritos como para el resto de los sanitarios rurales. Tan solo se presentó una candidata, Beatriz Aisa Olalguagua, que fue la adjudicataria definitiva de una de ellas; sin embargo, tan solo meses después, presentó su dimisión, procediéndose de nuevo al anuncio de las dos plazas de matronas de esta población, del que desconocemos su resolución.139 A través de la contrata que firmó el Ayuntamiento de Zuera para los bienios de 1863-1865 y 1865-1867, se sabe que las funciones del médico presentaron diferencias con las del cirujano, pero no en lo relativo a sus regímenes de trabajo, que fueron muy similares. Las obligaciones del facultativo rural se sintetizaron en visitar a todos los vecinos de esa villa y sus familias enfermas las veces que fuese necesario, así como los caseríos extramuros de igual manera que los cirujanos. No podía pernoctar fuera de la villa, pero sí salir a atender consultas privadas, si la salud de la población lo permitía.140 La asistencia facultativa de los dos médicos del Ayuntamiento de Zuera en 1914 se amplió notablemente con servicios de salud pública, fruto de los avances que en esta materia y en la modernización de la sanidad española tuvieron lugar desde el principio del siglo xx. Su asistencia sanitaria, además de cubrir a los vecinos pobres de Beneficencia incluidos los nacimientos y los abortos, incorporó funciones relativas a la vacunación, a la policía de salubridad y la estadística sanitaria dentro de su demarcación.141 Por ello, ninguno de los facultativos pudo ausentarse de la población en época de epidemia y contagio, y en época normal durante su ausencia debió dejar otro médico que cumpliese sus obligaciones, dando cuenta siempre al alcalde. La ausencia de los dos médicos a la vez estaba totalmente prohibida.142
R. O. del 26 de septiembre de 1929. Gaceta de Madrid 1929, 3 de octubre; 276: 69. AMZU, Caja 92, Expediente 1605, Expediente de nombramiento de la plaza…, 1929; Expediente 1604, Expediente para proveer plaza de médico…, 1929. 140 AMZU, Caja 92, Expediente 1585, Expediente para la creación de la plaza de médico…, 1864, pp. 12-13 y 18-19. 141 AMZU, Caja 92, Expediente 1592, Expediente para proveer dos plazas de médico…, 1914. 142 Ibid. 138 139
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La población de Zuera, como ya he mencionado, desde 1914 se dividió en dos distritos con una carga asistencial equilibrada entre sus dos médicos. A partir de los años treinta, el derecho de cambio de zona, si era del interés del facultativo, se reguló mediante un «concursillo de traslado» que tenía lugar en el momento en que una de las plazas se encontrara libre. De esta manera, en el proceso del concurso de 1934 se ofreció al médico titular del distrito primero cambiar al segundo, que era el ofertado.143 En lo relativo al rol o asistencia proporcionada por los practicantes en la Beneficencia Municipal de Zuera, resulta sorprendente que no haya localizado ninguna referencia a este sanitario en la documentación revisada, legajos y reglamentos del Hospital Municipal. En este último material tan solo se menciona la figura del hospitalero como el encargado del cuidado y vigilancia del asilo del hospital. Para optar a esta plaza se debía ser mayor de treinta y menor de sesenta años, estar casado y ambos disfrutar de buena reputación y fama, sin que ninguno hubiera sido procesado ni condenado por sentencia firme. Si bien no se desglosan las funciones de ningún empleado más, se menciona la labor de los facultativos dentro del establecimiento llevando el libro de registro de entradas y salidas y el número de estancias de los enfermos.144 Tras la reordenación de las titulaciones sanitarias llevada a cabo en el siglo xix, considero que los practicantes en los pueblos sustituyeron las funciones que desempeñaron anteriormente los cirujanos en ese ámbito. Las funciones de los cirujanos se caracterizaron por ser las circunscritas a las tareas técnicas como las curas de afecciones externas, quedando el médico como responsable de las enfermedades internas y de las competencias más científicas. Estas funciones, conocidas gracias a la localización de la mencionada contrata que el Ayuntamiento de Zuera firmó también con un cirujano de segunda clase y de «estuche», sabemos que englobaban: a) visitar a los enfermos de la villa dos veces al día y más si fuese necesario por la 143 AMZU, Caja 92, Expediente 1607, Expediente del nombramiento de médicoinspector municipal…, 1934. 144 AMZU, Caja 93, Expediente 1667, Reglamento General del Hospital Municipal de Zuera, 1884; Caja 92, Expediente 1609, Reglamento del Hospital Municipal de Zuera, 1936.
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enfermedad; b) responder a la llamada a cualquier hora para socorrer a los vecinos fuera de día o de noche. Su asistencia también cubrió los caseríos extramuros de la villa, al menos la primera vez allí, in situ, disponiendo de una caballería que lo acercarse a ese lugar. No pudo pernoctar fuera de la villa sin permiso del presidente del Ayuntamiento, pero sí pasar alguna consulta si fuese llamado por los pueblos limítrofes, volviendo a dormir al pueblo y c) realizar todas las curas del pueblo gratuitamente excepto las de enfermedades venéreas, que las pagaría el propio paciente.145 La asistencia dada por los practicantes en el pueblo de Zuera tuvo que ser muy similar a la ofrecida por aquellos sanitarios con la diferencia fundamental de que, a partir de la segunda década del siglo xx, los practicantes de los pueblos adicionaron a sus funciones propias de auxiliar del médico la del servicio auxiliar al inspector municipal, fundamentalmente en la prevención y defensa de las enfermedades evitables.146 Además, en localidades como Zuera, por contar con un número de habitantes menor de 10 000, los practicantes titulares autorizados para la asistencia a partos normales pudieron desempeñar este ejercicio de modo libre, e incluso, si la plaza de matrona de la Beneficencia se encontraba vacante, ocupar su puesto interinamente.147 Una situación que puede justificar que del último aprovisionamiento de matrona no haya constancia documental de que llegara a término y que, además, Pilar Ferrer afirme que los partos eran asistidos por «el que estaba», es decir, el médico, el practicante o ella misma. No recuerda cuándo se incorporó la primera matrona contratada por el pueblo.148 145 AMZU, Caja 92, Expediente 1585, Expediente para la creación de la plaza de médico…, 1864, pp. 6, 9 y 20-21. 146 La labor de algunos practicantes durante la epidemia de gripe de 1918 fue elogiada por la Diputación Provincial de Zaragoza. Un reconocimiento personal y particular a los practicantes Inocencio Trasobares y Timoteo Herrero, encargado de la desinfección en el pueblo de Calatorao. Con anterioridad, la Diputación felicitó a varios practicantes por su labor en zonas rurales con ocasión de la epidemia de cólera de 1885. AHDPZ, Actas del pleno 1885, 10 de noviembre; Libro 51: 415- 417; 14 de noviembre; Libro 51: 472- 473; 17 de noviembre; Libro 51: 505; 26 de abril; Libro 52: 149-150; 1918, 23 de octubre; Libro 84: 95; AHDPZ, Beneficencia, Leg. 469-1.º, Hospital Nuestra Señora de Gracia. Correspondencia…, 1918. 147 R. O. del 26/9/1929. Gaceta de Madrid 1929, 3 de octubre, 276: 70. 148 Entrevista a Pilar Ferrer Pueyo el 22 de octubre de 2013.
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Gracias a su relato y al de las nietas de Julio Lafuente sabemos que fue habitual que los practicantes en el pueblo dispusieran en sus casas de un despacho y debajo una barbería donde afeitaban. A este despacho como al del practicante Lafuente, los enfermos que podían acudían a «… ponerse la inyección… cada tres días o cada hora, o cada media hora…, el despacho, como la clínica, para inyectar y de todo…» y los que no, recibían la visita a domicilio del practicante con este objeto o para la realización de las curas necesarias. Recuerdan que su padre, al igual que debió ser para su abuelo, trabajaba siete días a la semana, las veinticuatro horas del día, «… llegaba a cualquier hora de la noche, estaba siempre de guardia, y mi abuelo, igual… no nos hemos ido nunca con mi padre de vacaciones salvo un par de días a Vitoria una vez al año, mi madre era de ahí…», «… solo veíamos a mi padre para comer y dormir…». Del día a día de su padre, practicante en los años cincuenta, recuerdan que trabajaba con una bicicleta y portaba un pequeño maletín, que no conservan. En el pueblo, su padre «hizo de todo», desde poner goteros, sondas vesicales, visitas a domicilio a atender partos, ya que dispuso también del título de matrón, en las casas o en el hospital a aquellas mujeres que no tenían recursos, «… que no tenían nada o les faltaban ropas…».149 En el Hospital Municipal, Pilar Ferrer recuerda que el practicante «… venía a visitar a los enfermos para ponerles las inyecciones a sus horas… Y cuando se moría uno, que no se sabía cómo había muerto, había que hacer autopsia, e iba el practicante y el hospitalero, que era mi padre, y no sé si alguno otro más al cementerio…».150 En el contexto hospitalario, este sanitario realizaba las curas y daba puntos, bien solo o asistiendo al médico, si ocurría algún pequeño accidente que no requería del traslado del enfermo a Zaragoza. Para esta primera asistencia dispusieron de un pequeño armario con un botiquín en el que guardaban alcohol, algodón, gasas, vendas, mercromina, inyecciones y, según la entrevistada, todo lo que se necesitaba para curar.
149 150
Entrevista a Elena y Elisa Lafuente el 22 de octubre de 2013. Entrevista a Pilar Ferrer Pueyo el 22 de octubre de 2013.
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Como hospitalera su función concreta fue ayudar al médico y al practicante, «… yo estaba ahí para ayudarles, para tráigame la tijera o me de tal cosa o el cubo de los algodones… la enfermera era yo… lo tenía todo preparado…». Además realizaba otras labores de limpieza y mantenimiento del centro («…llevaba maderas para que no se secaran, tenía que ir al lavadero a lavar la lana [de los colchones] con sangres, tomaba la fiebre si les hacía falta… fregaba las salas del hospital de rodillas… he hecho de todo, de limpiadora, plisadora, fregadora… recepcionista, y cocinera también…, pero, aunque fuera quitar una gasa, yo no lo hacía…»). Al igual que estos sanitarios, su turno de trabajo podía ser a cualquier hora, los siete días y las siete noches de la semana si tocaba. El hospital debía estar abierto todos los días las veinticuatro horas del día, de tal manera que Pilar o su familia debía permanecer uno u otro en el centro. La hospitalera recuerda con satisfacción que «... gracias a Dios, no me trajeron ni un enfermo ni un herido que no estuviera en casa yo… siempre estábamos uno u otro…».151
El Hospital de Nuestra Señora de Gracia (1857-1936) El Hospital de Nuestra Señora de Gracia, fundado en el siglo xv, fue el único establecimiento hospitalario de la Beneficencia Provincial que la capital de Zaragoza dispuso durante el periodo de esta investigación. La Ley de Beneficencia del 20 de junio de 1849 lo puso bajo la dirección del gobierno provincial auxiliado por la Junta de Beneficencia, siendo clasificado como establecimiento de Beneficencia Provincial. Más tarde, por Decreto del 17 de diciembre de 1868, que suprimió las Juntas de Beneficencia, y por la Ley Provincial del 20 de agosto de 1870, todas las facultades de la Beneficencia quedaron reasumidas por la Diputación Provincial de Zaragoza.152 Pocos son los trabajos sobre la historia de la asistencia y organización de este hospital, más allá del realizado por Asunción Fernández Ibid. Informe sobre la Beneficencia Provincial. Zaragoza: Imprenta Provincial, 1871, pp. 8 y 11. 151 152
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Doctor para el siglo xviii.153 Sin embargo, sabemos, gracias a un artículo publicado por partes en varios números de la revista médica aragonesa La Clínica, que a mediados del siglo xix el centro dotaba de asistencia a un número creciente de enfermos. Un volumen de asistencia que hizo evidente la necesidad de realizar reformas y mejoras urgentes de sus instalaciones ya que en este tiempo el hospital «… por su importancia numérica de estancias, como por su administración y dirección, bien podría figurar entre los primeros de España y no de los últimos del extranjero».154 A lo largo del siglo xix, se hizo necesaria la construcción de nuevas salas donde albergar a los enfermos con holgura, baños, instalación de caloríferos para mitigar el frío en invierno, así como el restablecimiento de una sala de convalecientes para recuperar las fuerzas mermadas por la enfermedad. Otras dependencias del centro, como la Inclusa y el Departamento de Dementes, también requirieron de reformas importantes, siendo este último el que precisó de un mayor número.155 Durante el primer semestre de 1857, el centro albergó 884 enfermos tras haber recibido un número total de estancias de 162 759 entre enfermos de cirugía y medicina, parturientas, dementes y tiñosos de ambos sexos, expósitos de desvezo y de lactancia en la Inclusa y nodrizas.156 Durante el año 1870, el movimiento en el hospital de enfermos, dementes, expósitos y de maternidad ascendió a un total de 7647 ingresados; de ellos, 6563 fueron enfermos de medicina y cirugía, seguidos muy de lejos por los 509 niños de lactancia y 216 parturientas. El número total de estancias anuales fue de 391 061 y 192 386 de enfermos de medicina y cirugía, 127 887 de dementes y 9902 de parturientas.157 En 1878, por término medio se calculaban en 500 los enfermos asistidos diariamente con dolencias comunes, a los 153 Fernández Doctor, Asunción. El Hospital Real y General de Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza en el siglo xviii, Zaragoza, Institución Fernando El Católico, 2000. 154 Informe sobre la Beneficencia Provincial, Op. cit., p. 11. 155 La Clínica 1878, 2 (53): 333-334. 156 El Siglo Médico 1857, 6 de diciembre, 4 (205): 392. 157 Datos correspondientes al año comprendido entre el 1 julio 1869 y el 30 junio 1870. Informe sobre la Beneficencia Provincial…, 1871, pp. 44-45.
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que había que añadir 16 tiñosos, 12 tiñosas y treinta parturientas.158 Al principio del siglo xx, en 1911, el número de enfermos asistidos en el centro, cuya extensión era de 8364 metros cuadrados, ascendió a 4344, con un total 315 658 estancias.159
El practicante tras la publicación de la Ley Moyano (1857) Tras la promulgación de la mencionada Ley Moyano en septiembre de 1857, en el Hospital Nuestra Señora de Gracia se produjo una clara restructuración del cuerpo médico. Desapareció la bicefalia en la dirección de los médicos y cirujanos para pasar a ser desempeñada de modo único por el médico número uno del escalafón, que se convertía en el decano y jefe del Cuerpo Facultativo del establecimiento.160 Tres años más tarde tuvo lugar un aumento de la plantilla de facultativos por el que la Junta Provincial de Beneficencia nombró a un primer médico y seis más por orden de antigüedad según la R. O. del 29 de marzo de 1860. Una Real Orden por la que se dispuso que la planta del Cuerpo Facultativo del Hospital y Casa de Misericordia estuviera establecida de acuerdo a la siguiente organización de: médico de número 1.º-8.º, médico agregado 1.º-3.º y practicante mayor, quedando los demás al arbitrio de la Junta Provincial de Beneficencia.161 Esta plantilla de médicos se mantuvo con seis efectivos al menos hasta el año 1878, lo que implicó que cada uno de ellos soportara una carga de trabajo notable, teniendo que visitar diariamente por término medio noventa y tres enfermos, en contra de lo dispuesto en el artículo 142 del Reglamento del Hospital de 1861, que prevenía que
158 «Mejoras más urgentes de que es susceptible el Hospital de Nuestra Señora de Gracia, dadas sus actuales condiciones», La Clínica 1878, 2 (54): 341. 159 Nuevos apuntes para el estudio y la organización en España de las Instituciones de Beneficencia y Previsión. Parte Primera: Organización y estado de los servicios de la Beneficencia en España, Madrid, Ministerio de la Gobernación, 1912-1915-1918, p. 400. 160 Reglamento del Hospital de Nuestra Señora de Gracia. Zaragoza, Imprenta y Litografía de Agustín Peiró, 1861, p. 31. 161 AHDPZ, Beneficencia, Leg. 345, Plantilla de empleados del Hospital…, 18671869.
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no visitaran más de sesenta enfermos si eran de medicina y setenta si lo eran de cirugía.162 Durante el periodo comprendido entre 1854 y 1860, además de la reorganización del Cuerpo Facultativo, se produjo la incorporación de los cargos de practicante mayor y practicante de primera clase en el centro (Tabla 5). Una de las modificaciones más significativas en la reestructuración del hospital a mediados del siglo xix fue la aparición del cargo de practicante mayor, concretamente a principio del año 1857.163 Posiblemente el primer practicante mayor del hospital fue Antonio Gota Estúa tras ser nombrado el 25 de febrero de 1857, siéndolo hasta su muerte en 1886. Su vinculación y carrera en el Hospital Nuestra Señora de Gracia comenzó como mancebo, ascendió al puesto de enfermero y después al de «cirujano-curador», aproximadamente en el año 1851,164 con su titulación de cirujano de segunda clase.165 Al contrario que al cargo de enfermero mayor, se le desligó de la responsabilidad en el cuidado directo del enfermo y se le reconoció la posibilidad de ejercer facultativamente en determinados casos de acuerdo al título facultativo que dispusiera.166 Esta titulación debía ser 162 Reglamento del Hospital de Nuestra Señora de Gracia, Op. cit., p. 32; La Clínica 1878, 2 (54): 341. 163 AHDPZ, Beneficencia, Leg. 435-1.º, Nóminas de dependientes, enfermeros y sirvientes…, 1853-1860. 164 Se pueden comprobar sus ascensos por las diferentes categorías en las relaciones de los salarios de curadores, enfermeros y mancebos comprendidas desde enero de 1841 hasta mayo de 1845. Aparece por primera vez en las nóminas de los facultativos del hospital en noviembre de 1851 con el cargo de cirujano-curador. AHDPZ, Beneficencia, Leg. 362, Sobre admisión de cirujanos curadores de fuera del hospital, enfermeros curadores…, 1840-1847; Leg. 358, Nóminas, sueldos de facultativos de Medicina…, 1849-1852. Para más información sobre este sanitario aragonés y sus descendientes, que también se dedicaron a la medicina véase: Zubiri Vidal, Fernando. Médicos aragoneses ilustres, Zaragoza, Institución Fernando El Católico, 1983, p. 189; Rosel-Sáez, Emilio José. Médicos aragoneses del pasado…, p. 96. 165 Dato que se especificó en la nómina del mes de enero de 1859. AHDPZ, Beneficencia, Leg. 435-1.º, Nóminas de dependientes, enfermeros y sirvientes…, 1853-1860. 166 A falta de profesores de número o agregados, el decano pudo encargarle la visita de una sala de cirugía o medicina si era licenciado en Medicina y Cirugía, o de cirugía si era cirujano de segunda clase. Cuando estuvo encargado de la visita de alguna sala asistió a las juntas y conferencias con voz y voto si era médico-cirujano y, no siéndolo, en las que fueron referentes a los casos de cirugía. Cuando no estuvo como encargado de sala, no tuvo la obligación de asistir más que a aquellas en que se hubieran de tratar algunas operaciones. Reglamento del Hospital de Nuestra Señora de Gracia…,1861, p. 36.
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Los escenarios del ejercicio profesional del practicante Tabla 5. Médicos y cirujanos del Hospital Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza en 1854, 1858 y 1860 Año
1854
1858
1860
N.º
Plantilla
2
Médicos Directores
2
Cirujanos Directores
2
Médicos de entradas
6
Cirujanos-curadores
5
Médicos de número
2
Médicos de entradas
7
Cirujanos-curadores
1
Practicante Mayor
2
Médicos de entradas
8
Médicos de número
2
Médicos agregados
7
Practicantes de 1.ª clase
1
Practicante Mayor
AHDPZ, Beneficencia, Leg. 345, Plantilla de empleados del Hospital…, 1867-1869; Leg. 434-4.º, Nóminas de haberes mensuales del personal facultativo…, 1853-1867; Leg. 435-1.º, Nóminas de dependientes, enfermeros y sirvientes…, 1853-1860; Libro 1130, Registro del personal..., 1857-1889
de licenciado en Medicina y Cirugía o cuando menos de cirujano de segunda clase, lo que conllevó la revalorización de su sueldo respecto al de su antecesor.167 Sus funciones habituales estuvieron relacionadas con logística y aprovisionamiento de material del Hospital (control del arsenal de instrumentos quirúrgicos, gabinete anatómico y el anfiteatro y corte de toda clase de vendajes) y la dirección y control de personal subalterno (distribución de los horarios de sus guardias, procurar que los practicantes se hallasen reunidos un cuarto de hora antes de comenzar la cura con el fin de preparar lo necesario para la misma, imposición de correctivos en las faltas leves e informar al decano de las graves).168 167 AHDPZ, Beneficencia, Leg. 435-1.º, Nóminas de dependientes, enfermeros y sirvientes…, 1853-1860; Leg. 405, Nóminas del personal del Hospital…, 1869-1887. 168 Reglamento del Hospital de Nuestra Señora de Gracia, Op. cit., pp. 35-36.
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En abril de 1860, se produjo un cambio en la denominación de los «cirujanos-curadores» pasando a ser practicantes de primera clase.169 Esto parece que pudo ser un intento de homogeneizar y adecuar la denominación de los cargos existentes con la recién inaugurada titulación de practicante, marcando la diferencia entre las categorías de primera y segunda clase de acuerdo a los distintos niveles de complejidad de las mismas. Los puestos de primera clase se establecieron exprofeso para estos «antiguos cirujanos»170 y las primeras plazas fueron ocupadas por titulados como cirujanos de segunda y tercera clase y «facultativos de segunda clase». En total desde 1865, cuando tuvieron lugar los primeros nombramientos de los que tenemos constancia documental por las actas de la Diputación Provincial de Zaragoza, y hasta 1883, se produjo el nombramiento de un total de dieciséis practicantes de primera clase.171 En las enfermerías, una de las funciones fundamentales de los practicantes de primera clase fue realizar las curas prescritas por los profesores encargados de la sala bajo su dirección, por ello los horarios de estas curas fueron coincidentes con los de visita de aquellos. Esta labor supuso una importante carga laboral en el hospital a tenor de los datos que situaron en 1878, para los siete practicantes que había en el centro, treinta y nueve curas de cirugía diarias para cada uno de ellos.172 También fueron responsables de la reposición y control del aparato, de tal manera que cada practicante debía proveerse de uno que contuviera hilas, vendajes, compresas y demás elementos necesarios para la cura. En las guardias hospitalarias siempre hubo un practicante de primera clase acompañando al médico de guardia y en casos de urgencia pudieron desempeñar las operaciones que estuviesen autorizadas por su título académico.173 169 AHDPZ, Beneficencia, Leg. 434-4.º, Nóminas de haberes mensuales del personal facultativo…, 1853-1867. 170 AHDPZ, Actas del pleno 1883, 4 de abril; Libro 49: 286-288. 171 AHDPZ, Actas del pleno 1865, 28 de diciembre, Libro 32: 520 y 524; 1870, 8 de marzo, Libro 36: 356; 1870, 9 de abril, Libro 36: 401-402; 1875, 10 de marzo, Libro 41: 24-26; 1875, 28 de mayo, Libro 41: 383; 1876, 7 de junio, Libro 42: 150; 1883, 16 de abril, Libro 49: 405-406. 172 La Clínica 1878, 2 (54): 341. 173 Reglamento del Hospital de Nuestra Señora de Gracia…, 1861, pp. 37-38.
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La continuidad entre los «cirujanos-curadores» y los practicantes de primera clase fue palpable ya que sus funciones prácticamente no se modificaron, al igual que el requisito de contar con una titulación de facultad para poder desempeñarlo. Sobre el modo de aprovisionamiento sabemos que en el contexto de la modificación de este proceso para los practicantes de segunda clase, que tuvo lugar en los años setenta del siglo xix y que veremos a continuación, se adoptó el mismo sistema de entrada para ellos a través de un examen de oposición.174 En Zaragoza los primeros titulados de practicante se produjeron en el año 1869, por eso, mientras tanto, el cargo de practicante de segunda clase en el hospital fue desempeñado por hombres sin la titulación oficial de 1857. Sin embargo, incluso cuando los primeros revalidados obtuvieron sus graduaciones, el hospital no siempre cubrió estos puestos con graduados sino que contrató personal que se graduaría o comenzaría sus estudios después de la fecha de entrada en el centro. Desde 1869 y hasta 1883, tan solo he podido verificar como graduados de practicante a diecisiete individuos,175 además de un cirujano-ministrante,176 entre los treinta y cinco nombrados en el hospital como de segunda clase, interinos y fijos. El sistema de aprovisionamiento de estos sanitarios se realizó mediante la evaluación de las solicitudes presentadas por los candidatos 174 Anteriormente a la modificación que referenciamos, el proceso de selección de los practicantes de primera clase fue por concurso de méritos, como el que tuvo lugar en 1876. En él fue nombrado practicante de primera clase Santiago Ramón tras ser elegido por la Diputación de entre la terna presentada por la Comisión Provincial y de acuerdo con la de Beneficencia. Con él fueron propuestos, en segundo lugar, José Alegre y, en tercero, Pascual Puzo. Al mes siguiente, Santiago Ramón presentó su dimisión del cargo de practicante de primera clase siendo sustituido por José Alegre, médico de segunda clase, de acuerdo al derecho reconocido de cubrir vacantes durante un año. Pascual Puzo fue nombrado en 1880 tras aprobarse por parte de la Diputación Provincial de Zaragoza el aumento de una plaza de practicante de primera clase en el hospital. AHDPZ, Actas del pleno 1876, 8 de mayo, Libro 42: 129; 1876, 7 de junio, Libro 42: 150; 1880, 9 de noviembre, Libro 46: 462. La titulación de José Alegre se ha verificado en AHDPZ, Actas del pleno 1882, 2 de octubre, 48:415. 175 A este dato se podría añadir al menos un practicante más, ya que en el acta de la Diputación de noviembre de 1871 no se desprende con claridad en qué categoría se realizó el nombramiento de los practicantes referenciados en la misma. AHDPZ, Actas del pleno de 1871, 9 de noviembre, Libro 37: 280. 176 AHDPZ, Actas del pleno 1877, 5 de mayo, Libro 43: 350.
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por parte del decano del Cuerpo Médico de la Beneficencia. Atendiendo a este informe la Comisión de Beneficencia, formulaba las ternas para que el nombramiento interino lo hiciera la Comisión Provincial.177 A la vista de los procesos de selección de 1865178 y 1871,179 durante estos primeros años en los nombramientos para los puestos de practicante de segunda clase se valoró la actitud, méritos y títulos.180 Si bien se otorgó un valor añadido al ser interino y haber prestado un buen servicio en el hospital anteriormente para alcanzar el puesto en la línea de lo establecido por la R. O. del 26 de junio de 1860. En 1872, en la Diputación Provincial de Zaragoza se inició un debate sobre este sistema de incorporación de practicantes en el Hospital Nuestra Señora de Gracia. Este debate fue abierto por el diputado Francisco Velázquez ante los abusos que este sistema estaba ocasionando, los cuales en el acta no se hicieron explícitos. Por eso, junto a otros diputados, presentó una proposición para que estas AHDPZ, Actas del pleno 1872, 11 de noviembre, Libro 38: 179. En 1865, se aprobó el informe de la Sección de Beneficencia sobre su propuesta para el aprovisionamiento de tres plazas vacantes de practicantes de segunda clase en el Hospital Nuestra Señora de Gracia. Esta sección presentó tres ternas de candidatos, colocando en el primer lugar a aquellos que en ese momento las estaban desempeñando interinamente ya que «… de los dos restantes propuestos, no se encontró condiciones especiales para ser preferido…». La terna primera estuvo compuesta por Francisco García, Manuel Uchen Ramasana y Martín Sánchez; la segunda, por Manuel Uchen Ramasana, Francisco García y Miguel Calvo Aranda y la tercera, por Martín Sánchez, Miguel Calvo Aranda y Antonio Estallo Echegaray. Por tanto, Francisco García, Manuel Uchen Ramasana y Martín Sánchez habían sido con anterioridad practicantes de segunda clase interinos en el mencionado hospital. De todos ellos, sabemos que Miguel Calvo Aranda inició los estudios de practicante el primer año que se impartieron en Zaragoza en 1860. Finalmente, en este proceso de selección la Diputación aprobó las tres ternas mencionadas en el orden referido y días más tarde, el 30 de diciembre de 1865, se le comunicó a esta misma el nombramiento de la primera de ellas por el gobernador civil de la provincia. AHDPZ, Actas del pleno 1865, 20, Libro 32: 499-500; 1865, 30 de diciembre, Libro 32: 532-533; AHUZ, Leg. 16-A-3-2, Medicina: Practicantes…, Listados de Jacinto Corralé al rector de los matriculados en el primer semestre de la enseñanza del 16 de septiembre de 1860. 179 Otro proceso de nombramiento tuvo lugar en el año 1871, cuando tras ser practicantes interinos se confirmaron como propietarios de sus plazas de practicantes de primera y segunda clase Juan Antonio García, Ramón Osar e Isidro Lafita. Este último obtuvo su graduación como practicante prácticamente un año más tarde de ser nombrado en su puesto. En el acta no se plasmó con claridad en qué categoría se nombraba particularmente a cada uno de ellos. AHDPZ, Actas del pleno 1871, 9 de noviembre, Libro 37: 280. 180 AHDPZ, Actas del pleno 1870, 19 de octubre, Libro 36: 713. 177
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plazas se proveyeran mediante un examen delante de tres facultativos nombrados por la Comisión de Beneficencia y presidido por un individuo de la misma. Con el resultado de este examen se formarían las ternas que se someterían a la Comisión Provincial para la aprobación interina hasta que se hiciese la definitiva por ese cuerpo provincial en pleno.181 Este sistema de acreditación de la idoneidad del candidato mediante examen, «que no por oposición atendida la significación del cargo»,182 fue aprobado por la mayoría del pleno en votación ordinaria en el mes de noviembre. La primera vez que se utilizó este nuevo sistema de aprovisionamiento fue en noviembre del año 1873,183 con la adjudicación de una plaza de practicante de segunda clase a Miguel Fidalgo Berges.184 Este pudo ser el primer practicante de cirugía menor titulado nombrado en el establecimiento, el cual se encontraba vinculado con la institución como practicante de farmacia desde el 26 de diciembre de 1870.185 Además, en este proceso selectivo se reconoció el derecho de los demás aprobados a formar parte de una lista durante un año para ocupar las vacantes que se dieran de su categoría en el centro hospitalario.186 Sin embargo, pronto el Cuerpo Facultativo del Hospital mostró su disconformidad con este hecho al admitir que tan solo habían sido cuatro los candidatos merecedores de ser aprobados, incluido el ganador de la plaza. Los restantes habían sido aprobados por deferencia y para animarles a continuar con el estudio. De esta manera, tan solo consideraron a Benito Serrate y Falceto, Tomás Satué
AHDPZ, Actas del pleno 1872, 11 de noviembre, Libro 38: 179-181 y 218-219. Ibid., p. 179. 183 Anteriormente, en abril de 1873, se produjo el nombramiento interino de los practicantes de primera clase León Martínez y Florencio Ugarte y al de segunda clase Eduardo Darí. No se aplicó todavía el nuevo sistema por ser vacantes anteriores a noviembre de 1872 y, de esta manera, no dotarlo de efecto retroactivo. AHDPZ, Actas del pleno 1873, 21 de abril; Libro 39: 136-137. 184 Ocupó la vacante dejada por Joaquín Blasco, practicante de segunda clase en la plantilla en 1869. AHDPZ, Actas del pleno 1873, 4 de noviembre; Libro 39: 346. 185 AHDPZ, Actas del pleno 1870, 26 diciembre. Libro 36: 1162. 186 Este acuerdo fue ratificado por la Diputación a propuesta de la Comisión Provincial del 2 de septiembre de 1873. AHDPZ, Actas del pleno 1873, 7 de noviembre, Libro 39: 391. 181 182
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Carbonell y Simón Bueno, que fueron los que quedaron a la espera de proveer vacantes,187 que consiguieron en los dos años siguientes.188 Nuevamente este sistema de aprovisionamiento se modificó al año siguiente a consecuencia de la polémica suscitada por el nombramiento de Mariano Tolosa en la vacante dejada por el practicante de segunda clase, José Satué Carbonell. Tras un expediente de «intrusión y escándalo» y su consecuente suspensión de empleo y sueldo, este último practicante renunció a su cargo alegando ser soldado en la reserva. Nombrado en su sustitución Mariano Tolosa, la Comisión Revisora propuso dejarlo sin efecto ya que este practicante no se había presentado a los exámenes de su categoría y por tanto, su designación mermaba el derecho adquirido por los demás aspirantes según el acuerdo de la Diputación anteriormente mencionado. La resolución de este caso en particular derivó en la reflexión general de la conveniencia o no de mantener aquel derecho y el propio sistema en su conjunto. Finalmente y ante las circunstancias anteriormente expuestas del aprobado de todos los candidatos para estimular el estudio, se decidió derogar el acuerdo para el aprovisionamiento de plazas por examen de 1872. De esta manera, este se estableció por oposición salvaguardando los derechos adquiridos según el acuerdo del 4 de noviembre de 1873.189 Finalmente, la plaza de José Satué fue adjudicada a Benito Serrate, que ocupaba el primer lugar de la lista de aprobados. Aplicando este nuevo acuerdo, hubo procesos de selección en 1875 y 1880.190 AHDPZ, Actas del pleno 1873, 10 de noviembre, Libro 39: 424- 425. Benito Serrate ocupó el cargo de practicante de farmacia en el Hospital con anterioridad a su nombramiento como practicante de segunda clase y compaginó ambos hasta que renunció a aquel en 1876. AHDPZ, Actas del pleno 1873, 7 de noviembre, Libro 39: 388-393; 1874, 30 de enero, Libro 40: 24; 1874, 18 de mayo, Libro 40: 165. La designación y cese del cargo de practicante de farmacia de Benito Serrate puede verse en AHDPZ, Actas del pleno 1872, 14 de noviembre, Libro 38: 208; 1876, 2 de diciembre, Libro 42: 260. 189 AHDPZ, Actas del pleno 1873, 7 de noviembre, Libro 39: 388-393. 190 En 1875 fueron nombrados practicantes de segunda clase con plaza en propiedad los titulados en Zaragoza Tomás Adiego Navarro, Luis Raclua Barrafón y Tomás Lafuente Pueyo. Estos ocuparon los tres primeros puestos por calificación en el ejercicio y fueron en la propuesta elevada a la Diputación Provincial de Zaragoza, quedando los seis restantes candidatos, cuyos ejercicios habían sido aprobados, para ir cubriendo las plazas que quedasen vacantes en lo sucesivo. AHDPZ, Actas del pleno 1875, 10 de marzo, Libro 187 188
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Según los datos que se disponen de 1878, el número de practicantes de segunda clase con ejercicio en el hospital se situaba en seis, uno por cada médico.191 Sus funciones intrahospitalarias192 en las enfermerías fueron muy similares a las que los practicantes desempeñaban en las enfermerías de otros hospitales españoles como el de Santa Cruz de Barcelona o el General de Madrid.193 Su labor comprendió la realización de las operaciones de cirugía menor (sanguijuelas y sangrías), aplicación de tópicos, corte de vendajes y rasurar y cortar el pelo a los acogidos.194 También cada día dos practicantes realizaban el pase de visita con los facultativos con los recetarios y cuadernos de alimentos oportunos para anotar en ellos todo lo que prescribiese tanto con respecto a los alimentos como a las medicinas (cantidad de éstas y número de tomas) y tópicos.195 Además del practicante, en el pase de visita debió estar presente la Hermana de la Caridad encargada de la sala196 y los practicantes de farmacia podían acompañar a los médicos llevando los recetarios, si así se dispusiera como más conveniente para evitar equivocaciones.197 En el servicio de guardia, 41: 23-24. En 1880, la Diputación Provincial de Zaragoza aprobó el aumento de dos plazas de practicante de segunda clase, que fueron adjudicadas a Pascual Mora Chiral e Ignacio Larralde López, practicante ya de farmacia. AHDPZ, Actas del pleno 1880, 9 de noviembre, Libro 46: 462. 191 La Clínica 1878, 2 (54): 341. 192 Reglamento del Hospital de Nuestra Señora de Gracia…, 1861, pp. 37-38. 193 Isabel Fargues y Roser Tey realizaron una revisión del Archivo del Hospital de Santa Cruz de Barcelona para la realización de dos artículos sobre su personal de enfermería (Hermanas de la Caridad, practicantes…) durante el siglo xix que fueron publicados en la revista Rol de Enfermería. Fargues García, Isabel; Tey Freixa, Roser. «Enfermería en el Hospital de Santa Creu de Barcelona en la primera mitad del siglo xix», Rol de enfermería, 24/12 (2001), pp. 56-64; — «Enfermería en el Hospital de Santa Creu de Barcelona en la segunda mitad del siglo xix», Rol de Enfermería, 26/7-8 (2003), pp. 60-66. 194 Desde junio de 1860, esta barbería incluyó también la de los dementes de la llamada Torre del Hospital, la cual se situaba fuera de la ciudad. Un nuevo destino que suscitó las quejas de varios practicantes, los cuales pidieron se siguiera atribuyendo a un barbero de un pueblo cercano, como había sido la costumbre, ante su imposibilidad de compatibilizarla con el pase de visita facultativa. Su petición a la Junta de Gobierno del Hospital les fue denegada mientras no se contratara al mencionado barbero, y para su cumplimiento se les libró el día de la rasura de tener que pasar visita. AHDPZ, Diputación Provincial de Zaragoza, Leg. III-107-9.º, Practicantes del Hospital, 1857-1868. 195 Reglamento del Hospital de Nuestra Señora de Gracia…, 1861, p. 32. 196 Ibid., p. 31. 197 Ibid., p. 40.
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los practicantes repartían las medicinas por la noche en las salas de hombres y atendían en todo lo necesario al facultativo de guardia, a quien acompañaron en sus visitas.
La primera gran reforma del Servicio de Practicantes (1883) A propuesta de la Sección de Beneficencia y del decano del Cuerpo Facultativo, en 1883 se inició una reforma sustancial en el servicio de practicantes del Hospital Nuestra Señora de Gracia. Uno de los cambios más importantes fue la determinación de proveer las plazas de practicante de primera clase con sanitarios que poseyeran el título de ministrante o practicante, y que contaran con alguna práctica de hospital. Una decisión en el contexto generalizado en otros hospitales de reemplazar las plazas de «cirujanos-curadores» por ministrantes o practicantes, además de por el «menosprecio o subestima» en la que se encontraban los antiguos cirujanos, ya que, ejerciendo de esta manera, se les retiraba «… toda iniciativa y subordinándoles a la vez, no solamente a los médicos de número, directores de enfermería, sino también a los auxiliares o de guardia en los días que les corresponde este servicio…».198 De esta forma, se aprobó contemplar el puesto hospitalario de practicante de primera clase como un ascenso en el centro para los practicantes de segunda que hubiesen demostrado pericia, aplicación y buena conducta. Por eso, en las siguientes convocatorias de exámenes para las vacantes de practicantes de segunda clase, se modificaron los términos de las mismas, estableciendo este derecho de ascenso y la obligación de acreditar estar cursando dicha carrera, teniendo ya ganado algún semestre, o poseer el título de su terminación. En cumplimiento de lo acordado, he podido verificar que en los años siguientes hubo al menos seis practicantes de segunda clase que lograron su ascenso, los cuales todos fueron titulados de practicante por la Universidad de Zaragoza.199 Asimismo, se produjeron dos AHDPZ, Actas del pleno 1883, 4 de abril, Libro 49: 286-288. Entre 1883 y 1889, los practicantes de segunda clase ascendidos fueron Tomás Lafuente Pueyo, Celedonio Santos Antón, Lorenzo Domeque Rabadán, José 198 199
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nombramientos de practicantes de primera clase interinos recayendo, al menos en un caso de ellos lo podemos constatar, en manos de un practicante titulado, Celestino Mariano Vives Longás.200 A pesar de ello, la puesta en marcha de esta reforma no estuvo exenta de algunos intentos de irregularidades. El practicante de primera clase interino Bernardo Alias García, licenciado en Medicina y Cirugía, solicitó a la Diputación que se le nombrara con puesto en propiedad. Aunque inicialmente la corporación denegó su petición amparándose en lo recientemente acordado,201 años más tarde y vigente todavía este acuerdo, lo consiguió tras el fallecimiento de su antecesor en el cargo, José Pérez Salcedo.202 No solo debieron existir casos como el descrito ya que la revista profesional El Practicante ya en el año 1885 se hizo eco del incumplimiento de este acuerdo: Si las plazas de Practicante Mayor y de primera clase se han creado para los que tienen el título de practicantes, ¿qué razón o qué ley autoriza a los médicos-cirujanos para desempeñar la de Practicante Mayor y tres de primera clase del Hospital Provincial? ¿Por qué no ocupa cada cual el lugar que en justicia merece?, ¿no sería más legal que esas plazas fueran desempeñadas por algunos practicantes que podrían comer con ellas en vez de morirse de hambre y no por médicos-cirujanos?...203
María Dopereiro Osés, Francisco Gascón Cuartero y Pablo Ara Lafuente. Véanse sus nombramientos como practicantes de segunda clase y, posteriormente, de primera en AHDPZ, Actas del pleno 1875, 10 de marzo, Libro 41: 23-24; 1880, 11 de noviembre, Libro 46: 485-486; 1881, 7 de enero, Libro 47: 476; 1882, 8 de febrero, Libro 48: 69; 1883, 12 de noviembre, Libro 49: 697; 1885, 3 de noviembre, Libro 51: 336-337; 1887, 1 de febrero, Libro 53: 125; 1888, 16 de octubre, Libro 54: 346; Beneficencia, Libro 1130, Registro del personal al servicio…, 1857-1889; Libro 1214, Registro del personal al servicio…, 1876-1900, p. 40. 200 AHDPZ, Actas del pleno 1887, 15 de abril, Libro 53: 260-261. El otro nombramiento fue a favor de Vicente Calvo, del que no se disponen datos sobre que cursara los estudios de practicante en Zaragoza. AHDPZ, Actas del pleno 1889, 5 de noviembre, Libro 55: 460-461. 201 AHDPZ, Actas del pleno de 1883, 16 de abril, Libro 49: 405-406. 202 AHDPZ, Actas del pleno de 1889, 22 de noviembre, Libro 55: 631. 203 El Practicante 1885, 1 de julio, 34: 272.
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Otros intentos fue, por ejemplo, la «maniobra picaresca» que el practicante de segunda clase Simeón Giménez Bobadilla204 llevó a cabo para precipitar su ascenso a practicante de primera en cuanto quedara una plaza vacante. Este sanitario permutó su plaza con Celedonio Santos y Antón para ocupar su número seis, y conseguir el ascenso próximo al no disponer ni el 2.º, 3.º, 4.º ni 5.º del título requerido para poder hacerlo.205 No tenemos constancia documental de que se tomaran medidas para invalidar esta permutación, pero parece que finalmente no llegó a término. Este incidente, más allá de la irregularidad formal, nos constata el hecho habitual de que un buen número de plazas de practicante de segunda clase del hospital estaban ocupadas por personal sin ninguna vinculación académica todavía, casi veinte años después de su puesta en marcha en Zaragoza, con la carrera de practicante. Por eso los puntos claves de esta reforma fueron el establecer la obligatoriedad de estar, como mínimo, cursando la carrera oficial de practicante para poder incorporarse al centro hospitalario. A pesar de este pequeño avance, el rol, el perfil y el modelo de asistencia proporcionada por los practicantes en el hospital siguieron respondiendo a los dados por un alumno en prácticas, al que su puesto le servía para ir aprendiendo las distintas técnicas de la profesión de la cirugía.
El Cuerpo de Ayudantes y Practicantes de la Beneficencia Provincial (1889) Desde 1883 y hasta 1888 no he logrado recuperar documentación importante relativa a la evolución de la organización del servicio de practicantes en este centro hospitalario.206 Sin embargo, ya en el mes 204 Fue nombrado practicante de segunda clase, en sustitución de Fidel Gascón Gimeno, el 11 de noviembre de 1880. AHDPZ, Actas del pleno 1880, 11 de noviembre, Libro 46: 485-486. 205 AHDPZ, Actas del pleno 1883, 24 de abril, Libro 49: 495-496. 206 Únicamente y referente al personal sanitario del hospital, en 1886 y tras la defunción del practicante mayor, Antonio Gota, se estableció el aprovisionamiento de esta plaza mediante oposición, igualmente, entre licenciados o doctores en Medicina y Cirugía. Juan Fairén, practicante de primera clase desde el 5 de diciembre de 1874, fue nombrado practicante mayor interino mientras la Comisión Provincial, asesorada por la
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de octubre de 1888 parece que la nueva reforma del Cuerpo de Practicantes se encontraba en marcha. La Diputación devolvió a la Sección de Beneficencia un dictado emitido por la misma concerniente a este asunto, a fin de que el informe emitido por aquella se completase con los antecedentes relativos a la forma en que habían ingresado los practicantes existentes en el establecimiento y los derechos adquiridos por los mismos.207 En la sesión de la corporación de abril de 1889, se leyeron las bases propuestas por la Sección de Beneficencia para conseguir modificaciones en la «… defectuosa organización del cuerpo de practicantes…» y exigir a los que lo formasen mayores condiciones de aptitud y competencia.208 Tres casos representativos que hacen palpables la situación del servicio de practicante en la segunda mitad del siglo xix, pueden ser los expuestos en los expedientes que se abrieron a Tomás Gascón en 1869, Tomás Adiego en 1877 y Julián Torrijos en 1881. El primero de ellos fue nombrado en agosto de 1869 a consecuencia de la separación de su puesto como practicante de primera clase de Manuel Pastor, cuyos motivos no se hicieron explícitos. Tan solo meses después, se le separó de su cargo por las quejas del decano del Cuerpo Facultativo de la Beneficencia que sostuvieron que, bien por la avanzada de edad de aquel, o sus padecimientos y mal estado moral, en vez de producir cura en los enfermos, les producía nuevas lesiones. Este practicante pidió su readmisión en el cargo pero le fue denegada.209 Sección de Beneficencia, disponía las diligencias oportunas para llevar a cabo el examen. No se vuelve a tener constancia documental de este proceso ni de quién finalmente ocupó este cargo. Posiblemente, lo siguiera ejerciendo Juan Fairén o en su defecto el practicante más antiguo del servicio, al estilo de lo que fue habitual en la Beneficencia General, al menos hasta 1918. A partir de este año, sus funciones fueron asumidas por el practicante del laboratorio del material de cura en lo referente al arsenal de instrumentos quirúrgicos, y las de control y dirección del personal de practicante fueron destinadas al decano y al director del centro. AHDPZ, Actas del pleno 1886, 11 de febrero, Libro 52: 17-18; 1886, 11 de febrero, Libro 52: 17-18; Beneficencia 1857-1889, Libro 1130, Registro del personal al servicio…, 1857-1889; Reglamento del Hospital de Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza, Zaragoza, Imprenta del Hospicio, 1918, p. 41. 207 AHDPZ, Actas del pleno 1888, 16 de octubre, Libro 54: 337-338. 208 AHDPZ, Actas del pleno 1889, 22 de abril, Libro 55: 283-284. 209 AHDPZ, Actas del pleno 1869, 13 de agosto, Libro 36: 60; 1870, 23 de marzo, Libro 36: 375; 1870, 9 de abril, Libro 36: 403.
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El expediente que se abrió al practicante de segunda clase Tomás Adiego fue por no asistir en la guardia a un amputado al que, el día antes, se le había cortado una pierna en la sala de cirugía de hombres. Una indisposición le obligó a hacer cama y para dar cuenta de su ausencia mandó a un vecino a avisar a su compañero, Celedonio Santos, para que fuera él quien avisara a su superior inmediato. El hermano de Celedonio, que estaba en casa cuando fueron avisados del recado de Adiego, fue al hospital a informar al director de la situación. Tras acudir al centro y decirle que no estaba, regresó a su casa informando a los recaderos de que pasasen más tarde. Parece ser que nadie pasó y la guardia quedó descubierta.210 Por su parte, Julián Torrijos Lacruz ocupó la vacante dejada por Manuel Ramírez en 1875, pero no en el Hospicio donde aquel estaba destinado sino en el Hospital. Para el Hospicio, el decano del Cuerpo Facultativo designó entre los practicantes de la plantilla de mayor práctica a uno para que se trasladase allí. Julián Torrijos fue separado de su cargo en el año 1881 tras el parte dado a la Diputación por el decano, en el que informaba de la falta de cumplimiento de sus obligaciones ordinarias y de su ausencia durante dos días sin presentar excusa. Anteriormente, este sanitario ya había sido amonestado en numerosas ocasiones y se le había retirado el sueldo durante un mes. La corporación ratificó la separación de su cargo de practicante de segunda clase propuesto por el decano, siendo sustituido por Casiano Ambrós Fernández.211 Las bases de la reorganización del servicio de practicante o del personal subalterno técnico de las enfermerías avanzaron la formación de un Cuerpo Practicantes de los Establecimientos de Beneficencia formado por ayudantes, como mínimo estudiantes de medicina que tuvieran aprobada la asignatura de Terapéutica, y por practicantes, que serían «ministrantes» no mayores de veinticinco años. El número de ayudantes sería de nueve (siete numerarios y dos supernumerarios sin sueldo) y seis practicantes, uno por cada médico de número de AHDPZ, Beneficencia, Leg. 364, Nóminas de los practicantes…, 1869-1887. AHDPZ, Actas del pleno 1875, 27 de abril, Libro 41: 191; 1881, 12 de enero, Libro 47: 52. 210
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la Beneficencia Provincial. Para entrar en el hospital, ambos efectuarían un examen de oposición y su sueldo sería el mismo, 1,50 pesetas diarias. La división de las funciones siguió estructurada de la misma manera, ya que se procuró que las operaciones de cirugía menor estuvieran a cargo de los practicantes y las curas de las salas de cirugía a cargo de los ayudantes. Estas bases quedarían consolidadas en un futuro reglamento sobre derechos y obligaciones del personal de ayudantes y practicantes, en el que se puntualizaría que todo ayudante que obtuviera en sus exámenes alguna calificación de suspenso perdería su destino, así como la distribución de servicios, derechos, obligaciones, castigos o recompensas de este personal. Este reglamento respetaría lo dispuesto en octubre de 1888, es decir, todos los derechos adquiridos por los practicantes de ese momento en cuanto a la forma de su ingreso y el sueldo que disfrutaban.212 En el debate parlamentario, el diputado Félix Aramendía y Bolea, catedrático de la Facultad de Medicina de Zaragoza y ponente de este asunto, recalcó que la propuesta se ejecutaría después de haberse aprobado el mencionado reglamento y que las pretensiones no eran echar a los que servían hace algún tiempo sino que, cumpliendo con el acuerdo de 1888, cesarían solo los que se hallasen en forma irregular, y que posteriormente se anunciarían las vacantes. Aramendía sostuvo que esta reforma fijaba el procedimiento para nombrar en lo sucesivo al personal y trataba de cambiar por completo la «jerarquía» entre los ministrantes con el objetivo de mejorar el servicio y obtener economía. Seis meses después, en noviembre de 1889, fue aprobado el Reglamento del Cuerpo de Practicantes de los Establecimientos de la Beneficencia Provincial por la Diputación Provincial de Zaragoza. Propuesto por la Sección de Beneficencia y tras haberse sido oído el decano del Cuerpo Facultativo, constó de doce artículos y una disposición transitoria, de los cuales tan solo dos y esta última se refirieron al practicante. Este texto normativo consolidó las bases propuestas estableciendo además que, en las oposiciones ante un tribunal compuesto por tres médicos numerarios de la Beneficencia Provincial, se haría una 212
AHDPZ, Actas del pleno 1889, 26 de abril, Libro 55: 382-386.
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propuesta unipersonal por plaza. Se ratificaron las funciones de los ayudantes en la realización de las curas con un aparato provisto de hilas, vendajes, compresas y demás elementos necesarios bajo la dirección y supervisión del médico de la salas; ejecutar cuanto el profesor les ordenase para la limpieza, curación y buen orden de los enfermos; auxiliar al médico durante el servicio de las guardias y asistir a las parturientas en caso de necesidad bajo la dirección del profesor de guardia. El rol del practicante quedó establecido en la aplicación de los tópicos y sanguijuelas, hacer las sangrías, rasurar y cortar el pelo de los acogidos, llevar las libretas, escribir en las mismas cuanto el profesor ordenase y prestar el servicio de guardia en la misma forma que los ayudantes.213 Se respetaron los derechos adquiridos por los practicantes del centro, pero no desempeñarían las funciones que por ese reglamento se confiaban a los ayudantes, tan solo lo harían aquellos que tuvieran reconocida aptitud. El decano del Cuerpo Facultativo, a la vista de los antecedentes y datos de que dispusiera, designaría interinamente qué practicantes debían ejercer las funciones de ayudantes y cuáles de meros de practicantes. En esta asignación valoraría que a los denominados ayudantes se les asignaban funciones «más científicas» que a los practicantes de segunda clase.214 En Zaragoza, las funciones para los estudiantes de Medicina-ayudantes parece que no se alejaron de las desempeñadas por los mismos en otros hospitales como el Civil Provincial de Cádiz. En su reglamento de 1886 y posteriores, a estas tareas de los alumnos facultativos se añadió la de supervisar en algunas ocasiones a los practicantes,215 posibilidad que no se puede descartar para el hospital zaragozano. Con esta reforma se siguió estableciendo la tradicional jerarquía por competencias más o menos complejas dentro del servicio, cirugía menor y curas, a pesar de que todas ellas se encontraban contempladas como propias de la titulación de practicante en los artículos 1.º y 3.º, del recién inaugurado reglamento para las carreras de practicantes y matronas de noviembre de 1888: 213 214 215
AHDPZ, Actas del pleno 1889, 26 de noviembre, Libro 55: 680-684. Ibid., pp. 684-685. Herrera Rodríguez, Francisco. «Un capítulo de la enfermería…», 2000, p. 24.
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Los escenarios del ejercicio profesional del practicante Art. 1.º. La profesión auxiliar de la Medicina creada con el título de Practicantes en virtud de lo establecido en el art. 40 de la Ley de Instrucción Pública de 9 de septiembre de 1857, habilita para el ejercicio de las pequeñas operaciones comprendidas bajo el nombre de Cirugía menor. […]; Art. 3.º. Los practicantes podrán servir además de ayudantes en las grandes operaciones que ejecuten aquellos profesores, en las curas de los operados y en el uso y aplicación de los remedios que dispongan para los enfermos que dejen a su cuidado en el tiempo intermedio de sus visitas.216
Al titulado de practicante le seguían correspondiendo las funciones de la cirugía menor, aplicación de tópicos y la barbería a pesar de las continuas luchas del colectivo por conseguir «la separación absoluta de la profesión del oficio de barbero» que, junto a otras, calificaba de «eterna aspiración».217 Esta reforma aumentó los requisitos de acceso al hospital al establecer la necesidad de poseer el título de «ministrante», una condición que en los cambios de 1883 fue flexible a tener ganado algún semestre de la carrera. La Diputación Provincial de Zaragoza dio cabida de modo formal no solo a los estudiantes de Medicina en el servicio de practicantes del hospital, sino también a los licenciados o doctores, ya que este texto solo marcó el mínimo requerido y necesario para optar al cargo. En el contexto nacional de la Beneficencia General, por el Reglamento de Practicantes de la Beneficencia General de 1880 se dio entrada a los ministrantes en un servicio formado por estudiantes de Medicina inicialmente. Unos pasos aún en sentido contrario con el mismo resultado de la formación de un cuerpo mixto.218 Esta reestructuración en el Hospital de Nuestra Señora de Gracia ratificó la práctica habitual de admitir alumnos de Medicina en los puestos de practicante en Zaragoza. En noviembre de 1885 fue criticada por L. R. en la revista El Practicante con un artículo titulado «Harmonías legales». En él reflexionó sobre el desbarajuste existente 216 Reglamento para la enseñanza de practicantes y matronas del 16 de noviembre de 1888. Gaceta de Madrid 1888, 18 de noviembre, 323: 516. 217 Este objetivo figuraba entre las reivindicaciones por las que luchó la Asociación General de Practicantes. El Practicante 1885, 1 de marzo, 22: 169. 218 Reglamento de Practicantes de la Beneficencia General de 1880. Gaceta de Madrid 1880, 30 de mayo, 151: 530.
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en las leyes referentes a la sanidad y su multitud de contradicciones. Explicaba que para ocupar un puesto de practicante sería lógico que lo pudiera ocupar solo aquel que reuniera los conocimientos, título y aptitudes necesarios. Sin embargo, denunció que los cargos oficiales no se preocupaban por ello, ya que las plazas oficiales de practicantes las ocupaba cualquiera menos el que tenía el título, el cual el gobierno señalaba como necesario. Las incoherencias se planteaban también cuando el Código Penal prohibía y castigaba la intrusión en toda profesión para la cual se necesitase un título adecuado, pero se publicaba en la Gaceta de Madrid de ese mismo año un anuncio en el que la Dirección de Beneficencia convocaba plazas de practicantes y como candidatos se aceptaban practicantes y alumnos de Medicina. Por eso el autor de este artículo reclamó que los individuos poseedores del título de practicante tuvieran derecho a ser amparados y defendidos en todos los actos profesionales por ese mismo gobierno que les exigió ser poseedores de ese título.219 Esta práctica generaría problemas en todos los ámbitos de la asistencia benéfica. Agustín Albarracín Teulón señaló como punto clave y álgido la R. O. del 20 de agosto de 1891 que reformó los Reglamentos de los Hospitales Provinciales y de la Beneficencia General estableciendo que los requisitos que se exigirían a los candidatos a las plazas de practicante se adecuarían a los artículos 5.º, 6.º, 8.º y 9.º del Reglamento para la enseñanza de practicantes del 16 de noviembre de 1888.220 Esta disposición suscitó dudas sobre a qué practicantes se refería la misma ya que este servicio estaba siendo desempeñado por los alumnos de la Facultad de Medicina a pesar de la admisión desde el año 1880 de los titulados de ministrante o practicante en las convocatorias. Unas dudas que se plasmaron en El Siglo Médico de ese mismo año y que cito textualmente: Mas esta R. O. [R. O. 20/08/1891], ¿afecta a los que han venido llamándose practicantes en los Hospitales, hoy en día conocidos por muchos con el nombre de internos: o afecta solo a los que han hecho la llamada carrera de practicante? Si es lo primero, y con arreglo a ello han de modificarse los 219 220
El Practicante 1885, 10 de noviembre, 47: 369-370. R. O. del 20 de agosto de 1891. Gaceta de Madrid 1891, 22 de agosto, 234: 633.
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Los escenarios del ejercicio profesional del practicante Reglamentos hospitalarios para la injerencia de estos segundos practicantes en los servicios de las enfermerías, que hasta ahora vienen encomendados a los estudiantes de Medicina, nos parece una idea transcendental y de una perturbación considerable.221
El mencionado autor expone que parece que aquella disposición de 1891 se refería a estos últimos, pero que con la promulgación de la R. O. del 20 de octubre de 1894, que declaró taxativamente que las plazas de practicante en las casas de socorro debían ser ocupadas por quienes poseyeran el título de practicante, se tuvo que esperar a la puesta en marcha de un nuevo reglamento para su aclaración.222 El Reglamento para el servicio de practicantes en los hospitales de la Beneficencia General, fechado el 19 de noviembre de 1896, ratificó que este cargo sería desempeñado por los alumnos de la Facultad de Medicina y, a falta de estos por ministrantes, restringiéndose de nuevo el acceso de estos últimos.223 Esta disposición fue derogada tan solo dos años después por la R. O. del 18 de abril de 1898, por la cual se reintrodujo Reglamento del 26 de mayo de 1880.224
Separación profesional de Ayudantes y Practicantes (1891) Seis meses después de la reforma que tratábamos en el punto anterior, en abril de 1891 se discutió en el pleno de la corporación la forma de provisión de dos plazas vacantes en el cuerpo de practicantes. La Sección propuso que se cubrieran con ayudantes tras oposición ante el tribunal formado por tres profesores del Cuerpo Facultativo. Asimismo se anunció la convocatoria de otras dos plazas de ayudantes supernumerarios para que igualmente se proveyeran con estos alumnos tras su anuncio público.
221 El Siglo Médico 1891, XXXVIII: 545-546. Citado por Albarracín Teulón, Agustín. «La titulación médica en España…», 1973, p. 74. 222 Citada y desarrollada en Martínez Martínez, Sebastián. Recopilación de los Reglamentos…, 1902, pp. 12-15. 223 Gaceta de Madrid 1896, 20 de noviembre, 325: 621. 224 R. O. del 18 de abril de 1898. Gaceta de Madrid 1898, 21 de abril, 111: 291.
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El diputado García Gil, que pareció mantener siempre una postura bastante favorable a los practicantes, presentó una enmienda proponiendo que el nombramiento de practicantes se hiciera alternativamente o por mitad entre estudiantes de Medicina y ministrantes. Su argumentación se fundó en que, según las bases aprobadas, habían de respetarse los derechos adquiridos por los practicantes de ese momento y que en sus palabras «su suficiencia estaba perfectamente reconocida y no perjudicaban al buen servicio». Por el contrario, el diputado Aramendía defendió lo beneficioso de que fueran alumnos de Medicina de cuarto año, ya que prestaban servicios que no estaban al alcance de los «ministrantes». Finalmente, la enmienda de García Gil no fue aprobada y, por tanto, el dictamen de la Sección, sí.225 Las cuatro plazas mencionadas anteriormente fueron ocupadas por los alumnos de Medicina Julio Serrano, Emiliano Ladrero, Mariano Gasca y Timoteo Martín. Sin embargo, pronto llegaron los problemas. A pesar de ser nombrados el primer día de septiembre de ese mismo año, se presentaron para la posesión de sus plazas transcurrido más de un mes lo que, al exceder el plazo legal, implicaba el fin de derecho a sus cargos al no haber presentado tampoco solicitud de prórroga. En su favor alegaron su desconocimiento del mencionado plazo y la justificación de que su incorporación se había retrasado buscando la compatibilidad de las horas de clase con las de visita. La Sección de Beneficencia, tras la notificación de estos hechos por parte del director de los establecimientos y asesorada previamente por el decano y el cuerpo de profesores en pleno, no accedió a las pretensiones de los interesados.226 Con este antecedente previo a la puesta en marcha de la reforma en toda su extensión, se propiciaron las primeras reacciones en contra de la adjudicación de plazas de practicantes a los estudiantes de Medicina. Voces que vinieron del decano, cuerpo de profesores y de la propia Sección de Beneficencia, que advirtieron lo inconveniente y perjudicial que para el buen servicio resultaría esta práctica que implicaba la renovación constante del personal, con la consiguiente 225 226
AHDPZ, Actas del pleno 1891, 21 de abril, Libro 57: 451-455. AHDPZ, Actas del pleno 1891, 18 de noviembre, Libro 57: 760-765.
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perturbación en las enfermerías, y unos débiles lazos de subordinación y obediencia a los médicos de las salas «que los que resplandecen en los meros ministrantes».227 A pesar de todo, la Sección exculpó a los alumnos ya que a su entender los estudiantes de Medicina eran y ante todo iban a ser estudiantes antes que el cargo transitorio de practicante en un hospital y, por tanto, pospondrían siempre las obligaciones de su servicio. Recordó que la entrada de este tipo de alumnos se aprobó por «consideraciones técnicas y facultativas», pero juzgó como necesario volver al régimen anterior haciendo que el cuerpo de practicantes se compusiera «…exclusivamente por aquellos individuos cuyos conocimientos especialmente los habilitara para el ejercicio de las funciones propias de un buen curador».228 Por todo lo acontecido en noviembre de 1891, se establecieron nuevas reglas de ingreso en el Cuerpo de Practicantes de los Establecimientos Benéficos. Se aumentó la plantilla de practicantes a quince, todos de una sola clase, para formar el Cuerpo de Practicantes de los Establecimientos Provinciales de Beneficencia. De este modo, los alumnos de Medicina terminaron pronto su andadura como parte oficial del Cuerpo de Practicantes de la Beneficencia Provincial. Un camino corto de cuyos peligros Concepción Arenal alertaba en 1870, tras su estudio del Hospital General de Madrid, de esta manera: … el mal que proviene de su organización actual es mucho más grave. Elegidos entre los estudiantes que cursan medicina, cirugía y farmacia; solo prestan servicio por muy poco tiempo […] así que, cuando empiezan a ser auxiliares más útiles al médico o al farmacéutico, se ausentan y salen del hospital […] resulta este movimiento tan continuo y su falta de asistencia tan asiduas, ya por sus estudios o enfermedades y también por sus ocupaciones familiares, que para el servicio de salas se halle un poco ordenado, se ve el hospital en la necesidad de sostener el doble o el triple de practicantes que hacen falta ...229 Ibid., p. 764. Ibid., p. 765. 229 Citado por Herrera Rodríguez, Francisco; Lasante Calderay, José E.; Siles González, José. «La Edad Contemporánea…», en F. Hernández Martín (coord.), Historia de la Enfermería en España…, 1996, p. 237. 227 228
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El ingreso en el cuerpo se estableció en un examen juzgado por un tribunal compuesto por tres médicos de la Beneficencia que declararía la aptitud o ineptitud de los aspirantes, elevando a la Diputación Provincial una lista de los aprobados por orden del mérito demostrado. Entre los aprobados la corporación nombraría a quien tuviera por conveniente, quedando siempre en libertad de separarlo del cargo cuando a su juicio existiesen razones bastantes que así lo aconsejasen. Para formar parte de este examen se acreditaría documentalmente tener cumplida la edad de veinte años, reunir la aptitud física necesaria para ejercer el cargo, observar buena conducta y hallarse en posesión del título de «ministrante», de profesor de Cirugía Menor o de otro superior. Este examen no revistió carácter de oposición ya que esta creaba unos «derechos personales con los cuales puede tropezarse para la separación [del cargo] en ciertas ocasiones».230 De todas formas, en la aprobación definitiva se acordó que la Diputación no podría separar libremente del cargo a los practicantes que se encontraban ya nombrados por oposición. Asimismo se reconocieron en acta que aquellas condiciones eran excepcionales a las bases generales que regulaban la provisión de cargos provinciales, lo que indica que el practicante recibió un trato diferente al de otros profesionales de la Diputación Provincial. En cuanto a la distribución de los servicios y carga de trabajo en el hospital, el Cuerpo Facultativo de la Beneficencia sometería todos los años a la aprobación de la Diputación una propuesta razonada de su distribución.231 Hecho del que se tiene constancia por el acta del pleno del 10 de abril de 1893, en el que la corporación ratificó los acuerdos de la Comisión Provincial sobre esa distribución de la que, sin embargo, no se hizo explicito en qué consistía.232 Al quedar fijada en sesenta la edad máxima para el desempeño del cargo de practicante y los que en ese momento la hubieran cumplido cesaron, inmediatamente se conoció el número de vacantes y 230 231 232
AHDPZ, Actas del pleno 1891, 18 de noviembre, Libro 57: 766. Ibid., pp. 766-770. AHDPZ, Actas del pleno 1893, 10 de abril, Libro 59: 102-103.
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se procedió al anuncio y provisión de las mismas. En abril de 1892 tuvo lugar la provisión de las ocho plazas vacantes en el cuerpo de practicantes para completar el número establecido de quince. Los ganadores de las plazas fueron nombrados por la Diputación Provincial en el siguiente orden: Antolín Esteban Sarré, Apolonio Elorz Baigorri, Bonifacio Domingo Mompín, Antonio Franco Lastres, Vicente Calvo Marín, Francisco Orrios Lucía, Enrique Pedro Sacarrera Jubera y Pedro Aguado Morales.233 Sin embargo, por razones que desconozco, estos nombramientos fueron impugnados por Antonio Ramos Artiaga. Este practicante, tras solicitar su nombramiento y serle denegado,234 presentó un recurso de alzada ante el ministro de la Gobernación del que el 6 de diciembre de 1892 la corporación hizo eco en su acta del pleno.235 Parece que finalmente consiguió su propósito, ya que el 21 de abril de 1893 se le nombró practicante con plaza en propiedad de la que estaba ocupando como interino.236 A partir de 1892, tuvieron lugar dos procesos selectivos de practicantes para el hospital en los años 1904 y 1906 y un tercero que finalmente se anunció en 1910. En el primero de ellos, que tuvo lugar para la provisión de una plaza de practicante de cirugía, se presentaron diez candidatos, de los cuales todos fueron admitidos por cumplir las condiciones exigidas a excepción del primero de ellos.237 Tras este concurso, del que fue ganador Virgilio Vallejo, este practicante se incorporó a una plantilla que, con él, siguió formada por quince practicantes de los que he podido verificar que diez eran titulados 233 AHDPZ, Actas del pleno 1892, 19 de abril, Libro 58: 131-132. De los ocho practicantes, cinco fueron graduados como tales por la Universidad de Zaragoza, otros dos iniciaron sus estudios pero se desconoce su fecha de graduación y, del restante, no he recuperado en el Archivo Universitario ningún dato. Un hecho que puede estar justificado porque realizaran o terminaran sus estudios en otro distrito universitario, porque sus expedientes se hayan extraviado o porque no fueran practicantes, ya que las condiciones establecidas parece que dejaban abierta la entrada a titulados de mayor categoría. 234 AHDPZ, Actas del pleno 1892, 21 de abril, Libro 58: 179. 235 AHDPZ, Actas del pleno 1892, 6 de diciembre, Libro 58: 416. 236 AHDPZ, Actas del pleno 1893, 21 de abril, Libro 59: 229. 237 Los candidatos fueron Francisco Moreno Lorente, Carlos López Sánchez, Fidencio Villarroya, Prudencio Pueyo, Francisco Monforte Sastre, Epifanio Elorz Enériz, Manuel Castillón, Manuel Serret, Mariano Casamayor Domínguez y Virgilio Vallejo Lasheras. AHDPZ, Actas del pleno 1904, 22 de noviembre, Libro 70: 288.
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por la Universidad de Zaragoza: Pablo Valdovinos Turmo, Inocencio Felipe Mir Benito, Francisco Gascón, Antonio Franco Lastres, Francisco Orrios Lucía, Pedro Aguado Morales, Enrique Sacarrera Jubera, Antolín Esteban Sarre, Apolonio Elorz Baigorri, Antonio Ramos Artiaga, José Carceller Guardia, Cristóbal García García, Martin Loshuertos Bazco, Mariano Gea López y Virgilio Vallejo Lasheras.238 El segundo proceso de selección tuvo lugar para la provisión de otra plaza de practicante de cirugía en el hospital. Para este concurso presentaron instancia el mismo número de candidatos que en el anterior y de ellos todos fueron admitidos por cumplir las condiciones exigidas, a excepción del primero de ellos, que quedó en reserva a falta de presentar la documentación requerida.239 Es posible que Pablo Millán Ocáriz fuese el ganador de la plaza ya que aparecía como miembro de la plantilla de practicantes en el año 1917 ocupando en el escalafón un puesto por detrás de Virgilio Vallejo. Cuatro años más tarde, el 14 de noviembre de 1910, se convocó el tercer concurso para la provisión de otra plaza de practicante en propiedad tras la muerte de Francisco Gascón. Una plaza que, a pesar de que se declararía amortizada como veremos posteriormente, nos ha aportado información de las condiciones exigidas para presentarse al concurso público. Los requisitos fueron tener más de veintidós años y menos de cuarenta, y estar en posesión del título de practicante o tener aprobados los ejercicios de reválida.240 Unas condiciones que se ajustaban a lo estipulado por el Reglamento para el Ingreso y Ascenso de los Empleados en los Establecimientos Provinciales de Beneficencia publicado en 1908 en sus artículos 17 y 18. Este reglamento modificó ligeramente las condiciones para el ingreso en los establecimientos provinciales de los practicantes. Si bien es verdad que se siguieron cubriendo los puestos de estos sanitarios por un concurso que consistía en examen o prueba de aptitud, el tribunal pasó de estar compuesto AHDPZ, Actas del pleno 1905, 24 de noviembre, Libro 71: 230-232. Los candidatos fueron Félix Martínez Triana, Constantino Esteban Campillo, Pablo Millán Ocáriz, Luis Gracia Estarán, Mariano Casamayor Domínguez, Román Elorz Enériz, Pedro Val Val, Mariano Frago Gascón, Alfonso Malón Galindo y Blas Allué Capablo. AHDPZ, Actas del pleno 1906, 28 de mayo, Libro 72: 90. 240 AHDPZ, Actas del pleno 1910, 14 de noviembre, Libro 76: 127. 238 239
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de dos a cuatro jueces. Su presidente, que lo fue siempre con voz y voto, fue un diputado como representante de la corporación de la cual dependía el cargo que se proveía. Además, el propio tribunal realizaría una propuesta unipersonal tras realizar un concurso en el que se valorarían los méritos y servicios alegados por los aspirantes.241 A la luz de los dos procesos que se llevaron a cabo, en los cuales participaron prácticamente en su totalidad practicantes, podemos ver como el número de candidatos que atrajeron no fue muy significativo. Un número poco importante si tenemos en cuenta que en Zaragoza, a finales del siglo xix, se produjo un incremento muy importante de graduados al año como hemos visto en el capítulo 3 de este libro (Gráfico 16). Además, para la mayoría de los practicantes que se presentaron habían transcurrido, si no los superaban, diez años desde la finalización de sus estudios, lo que es indicativo de que el hospital no fue un destino de trabajo, al menos inmediato, para estos sanitarios. Regresar a los pueblos de donde procedían mayoritariamente, y donde la provisión de las plazas de practicante no requería de la realización de un examen, pudo suponer otro incentivo para que entre los posibles destinos de estos sanitarios fuese este el de primera elección, como solía ocurrir con los médicos.
La reducción de practicantes y el aumento de médicos de guardia (1910) En septiembre de 1910 se produjo una nueva reorganización del personal auxiliar de las enfermerías del hospital. Una reforma que se justificó por la necesidad de aumentar el personal médico, sobre todo el de cirugía, ya que «es materialmente imposible realizar operaciones, curaciones y visitar el número creciente de enfermos que 241 Antes de tomar posesión del cargo como practicantes, los candidatos eran reconocidos por el Cuerpo Facultativo de la Beneficencia con el fin de valorar si reunían robustez y aptitud física para el desempeño de su cargo. En el caso de producirse una vacante, se reconoció el nombramiento de interinos sin perjuicio de iniciar los trámites para su aprovisionamiento definitivo. Reglamento para el Ingreso y Ascenso de los Empleados en los Establecimientos Provinciales de Beneficencia, Zaragoza, Imprenta del Hospicio Provincial, 1908, pp. 10-14.
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alberga nuestro Hospital y acuden a su visita gratuita, sin contar con auxiliares idóneos que puedan ejecutar las prescripciones del médico de la sala cooperando con él al éxito de sus tareas».242 Parece que, hasta ese momento, esta falta de personal se cubría con personal afecto a los médicos de visita. Estos facultativos propusieron que dichos «colaboradores» fuesen sustituidos por médicos de guardia con un rol auxiliar y con funciones de asistencia urgente.243 Esta propuesta hecha por el Cuerpo Facultativo estableció sus puntos fuertes en las ventajas que produciría que los médicos de guardia ejercieran además como profesores clínicos, realizando las curas «con más economía y aciertos que los practicantes», ya que esto produciría una disminución en las estancias por la rapidez de la curación y, por tanto, una importante reducción del gasto sin que la reforma en sí misma supusiera un aumento apreciable en el presupuesto del establecimiento:244 … se mejora considerablemente la asistencia y cuidado de los pacientes en cuyo tratamiento existirá una intervención facultativa más directa que ahora con superiores garantías de acierto en el procedimiento curativo... 245
El dictamen se aprobó con la adición de la enmienda presentada por el diputado Ruíz Rañoy, el que ante la posibilidad de que una vez aceptado los médicos numerarios dejaran de hacer las visitas ordinarias de las enfermerías, propuso que estos no pudieran delegar esa función en los de guardia ya que no se encontraban facultados para sustituirles. Con esta reestructuración se fijó en siete el número de médicos de guardia del hospital,246 los cuales, como he mencionado, AHDPZ, Actas del pleno 1910, 22 de noviembre, Libro 76: 159-162. AHDPZ, Diputación Provincial de Zaragoza, Leg. 726, Expedientes sobre el personal…, 1910. 244 AHDPZ, Actas del pleno 1910, 22 de noviembre, Libro 76: 159-162. 245 Ibid. 246 Como en ese momento eran cuatro los médicos de guardia, fueron nombrados los tres que faltaban para completar la plantilla tras una convocatoria que fue publicada en el BOPZ 1910, 29 de noviembre, 282: 848, a la cual se presentaron un total de veintitrés candidatos. La dotación de estas plazas fue de 875 pesetas anuales cada una y su incorporación se produjo en el mes de mayo de 1913. De acuerdo a su carácter temporal, parece que la fecha del fin del contrato de estos médicos fue como máximo 242 243
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además de realizar el servicio propio de las guardias, fueron profesores clínicos de las enfermerías y auxiliaron a los médicos en la visita diaria y en la práctica de las operaciones, análisis y demás tareas que aquellos les encomendasen. En la visita ordinaria de las enfermerías no pudieron sustituirlos ya que en sus ausencias y enfermedades debían ser reemplazados por otros de su misma categoría. La nueva reorganización supuso para los practicantes la reducción de su número a diez, la cual se consiguió mediante la amortizaron de las vacantes que se fueron produciendo. Por ejemplo, se declaró amortizada la mencionada plaza de Francisco Gascón por fallecimiento suspendiendo el anuncio del concurso de la provisión de la vacante, y se dio por terminada la sustitución en el servicio por el practicante Mariano Gea, que continuó disfrutando sin sueldo de la prórroga de la excedencia que se le concedió el 18 de diciembre de 1890.247 Además de los dos practicantes mencionados, se declararon excedentes tres más, después de aceptar esta invitación por parte de la Diputación Provincial. Pablo Valdovinos, Apolonio Elorz y José Carceller, tras más de quince años de servicio, aceptaron esta condición y la de mantenerse, a pesar de la excedencia, a disposición de la corporación si se estimase necesario utilizar sus servicios.248 Las competencias de los practicantes quedaron reducidas, dado que muchas de las curas fueron ejecutadas por los médicos de guardia,249 a la práctica de cirugía menor, pequeñas curaciones en presencia del médico o profesor clínico y la asistencia a los partos cinco años después siguiendo el Reglamento para el Ingreso y Ascenso de los Empleados en los Establecimientos Provinciales de Beneficencia publicado en 1908 (artículo 14). Estos médicos dispusieron de un cuarto propio para el cual se adquirió nuevo mobiliario, compuesto por una mesilla, alfombra, percha, lavabo, espejo, alcantarillado, mesa de despacho, sillón, chaise longue, seis velas y estante, además de la instalación de timbre y luz. La adquisición de dicho mobiliario se autorizó por el administrador el 22 de septiembre de 1915, con excepción del chaise longue. AHDPZ, Diputación Provincial de Zaragoza, Leg. 726, Expedientes sobre el personal…, 1910; Beneficencia, Leg. 502-2.º, Hospital Nuestra Señora de Gracia…, 1915-1916 247 AHDPZ, Actas del pleno 1910, 22 de noviembre, Libro 76: 161-162. 248 Todos ellos fueron declarados excedentes con el haber anual de 438 pesetas, equivalente al sesenta por ciento del sueldo propio del cargo. AHDPZ, Diputación Provincial de Zaragoza, Leg. 726, Expedientes sobre el personal…, 1910. 249 Ibid.
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fisiológicos. Aunque los practicantes no podía atender partos en poblaciones con más de 10 000 habitantes, en el hospital parece que realizaron esta función, ya que la asistencia de la matrona figuró circunscrita al Departamento de Maternidad en lo relativo a la atención de los partos naturales de todas aquellas mujeres que hubiesen concebido ilegítimamente.250 Un departamento ubicado en el hospital pero creo que independiente administrativamente, lo que justificaría que en 1917 aquella sanitaria solicitara su consideración de plantilla en el hospital.251 A las mencionadas funciones de los practicantes hubo que añadir la rasura a la vista de que en 1911 la Comisión de Beneficencia encomendó al practicante Pablo Millán Ocáriz realizarla a los dementes del centro.252 La nueva reforma hospitalaria supuso para los practicantes, la reducción de su plantilla en un tercio para ser sustituida por un aumento en la de los médicos de guardia y la creación de una categoría intermedia: «… La reforma llevada a cabo por la Excma. Diputación a fines del pasado año en la manera de prestarse los servicios médicos, creando un personal intermediario entre el Profesor Jefe y los Practicantes de Cirugía…».253 De este modo se regresaba a un sistema muy parecido al de años anteriores en que la división entre las curas y la cirugía menor determinaba las categorías existentes: cirujanos-curadores y practicantes de segunda clase, practicantes de primera clase y de clase y ayudantes y practicantes. Desde la reorganización de 1891, se había producido la unificación del cargo del practicante entre titulados de la carrera sin diferenciación aparente por atribuciones. Por tanto, con esta reforma se regresó a tiempos pasados en los que existió una categoría intermedia entre los médicos y los practicantes responsable de unas atribuciones valoradas como más complejas y que se consideró que requería de una mayor capacitación que la ofrecida por los practicantes. Reglamento del Hospital de Nuestra Señora de Gracia…, 1861, pp. 41 y 44. En 1917, la matrona del centro solicitó de la Comisión de Beneficencia su inclusión con carácter de plantilla en el hospital, lo que le fue desestimado por implicar un aumento de su presupuesto. AHDPZ, Beneficencia, Leg. 503-1.º, Hospital Nuestra Señora de Gracia…, 1917. 252 AHDPZ, Beneficencia, Leg. 523-3.º, Hospital Nuestra Señora de Gracia…, 1911-1912. 253 Informe del decano del Cuerpo Facultativo de la Beneficencia Provincial a la Comisión de Beneficencia fechado el 20 de junio de 1911. Ibid. 250 251
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Al año siguiente, algunos de los médicos de guardia quisieron afianzarse en su posición de categoría superior solicitando que, en ausencia de los profesores de la salas, tuvieran su misma autoridad sobre los practicantes y que solo tuvieran la obligación de realizar las curas principales o más complejas, ocupándose estos de las restantes siendo vigilados por ellos mismos. Esta propuesta fue rechazada por el decano del Cuerpo Facultativo por el poco tiempo que llevaba la reforma en marcha, lo que implicaba el desconocimiento de su efectividad. Además, si se les elevaba a la categoría de directores de sala, «.… se corría el inconveniente de que el Practicante sea el curador de todos los casos, y no de los particulares que se mencionan…. ».254 La reticencia del decano de aumentarles su autoridad en las ausencias de los profesores de las salas pudo estar además determinada por los antecedentes existentes sobre la falta de asistencia y por otros tipos fallos que cometieron, al menos una vez, algunos de ellos.255
La organización de los practicantes por escalafón y categorías (1917) Tras la reducción de plantilla en 1910, siete años más tarde y a propuesta de la Comisión de Personal y Plantillas, la Diputación acordó una nueva reforma del cuerpo de practicantes de cirugía. En noviembre de 1917, se estableció que el servicio estuviese compuesto por catorce practicantes distribuidos en cuatro categorías, cada uno de ellos con un número de orden.256 La pertenencia a una categoría u otra posiblemente se estableció por antigüedad en el servicio, correspondiendo una mayor categoría a una mayor antigüedad y retribución económica. En los casos de poseer la misma antigüedad se otorgó un mejor número de orden al sanitario que obtuvo mejor posición en el concurso de su nombramiento como practicante del hospital. La plantilla de practicantes quedó configurada como se expone Ibid. Un informe semanal del decano enviado a la Comisión de Beneficencia de ese año puso de manifiesto que tres de los profesores no habían cumplido con sus servicios médicos al no realizar todas las curas que les correspondían en las enfermerías. Ibid. 256 AHDPZ, Actas del pleno 1917, 21 de noviembre, Libro 83: 164. 254 255
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en la Tabla 6, por lo que, en un periodo de siete años, el hospital pasó de poner en marcha una reforma que redujo los practicantes notablemente a otra que prácticamente recuperaba el mayor número de efectivos que la había compuesto. Tabla 6. Plantilla de practicantes de medicina y cirugía menor del Hospital Nuestra Señora de Gracia en 1917 Categoría
1.ª
2.ª
3.ª
4.ª
Número de orden
Nombre y apellidos
1
Hilario Tapiaca Iborte
2
Antolín Esteban Sarré
3
Francisco Orrios Lucia
4
Enrique Sacarrera Jubera
5
Antonio Ramos Artiaga
6
Martín Loshuertos Bazco
7
Virgilio Vallejo Lasheras
8
Pablo Millán Ocáriz
9
Juan Marqués Agut
10
Mariano Frago Gascón
11
Francisco Gascón Gascón
12
Daniel Colás Díaz
13
Manuel García Erdozaín
14
Segundo Bueno Morales
Fuente: AHDPZ, Actas del pleno 1917, 21 de noviembre; Libro 83: 164
Los motivos para recuperar los casi quince practicantes de las plantillas de los años anteriores pudieron responder a que la sustitución de estos sanitarios por médicos de guardia no fuese eficiente y no se produjera la renovación de sus contratos, haciéndose necesario el recuperar la labor de los practicantes para la buena marcha de las enfermerías. También este aumento de personal pudo estar justificado por el contexto de cambios importantes en los recursos que ofrecía el hospital, ya que modernización de sus instalaciones y construcción de otras nuevas de acuerdo a las necesidades asistenciales, corrientes científicas y especialidades médicas también se producían por esos años, al igual que en otros hospitales como el Provincial de Valencia.257 257
Barona Vilar, Carmen. Las políticas de la salud…, pp. 45-46 y 204-209.
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En el Hospital Nuestra Señora de Gracia, durante el último tercio del siglo xix y primeras décadas del xx se produjo un aumento de los servicios médicos que implicó la reestructuración de los mismos y el incremento del número de facultativos y de personal general en cada uno de ellos.258 Desde 1918 reglamentariamente, los practicantes tuvieron ampliados sus territorios de asistencia más allá de las enfermerías y horarios de guardia a las consultas y salas de autopsias como asistentes.259 Unas funciones que se completaron con las relacionadas con la barbería pero sin el pase de las libretas, que pasó a ser competencia en exclusiva del nuevo cargo de «practicante libretista».260 258 Hasta 1890, habitualmente el servicio facultativo había estado formado por ocho médicos de número y tres médicos agregados. Los ocho primeros se distribuyeron por las salas de medicina (tres), salas de cirugía (dos), dementes (uno), hospicio (uno) y otro en la salas de presos, venéreos de ambos sexos y tiñosos, quedando los agregados para las guardias. Todos ellos ingresaron por oposición y consolidaron sus plazas al amparo del Reglamento de 1864, pudiendo cambiar de servicio cuando ascendían en el escalafón. A partir de entonces, el médico de dementes se segregó del Cuerpo Facultativo y tras la provisión de la plaza de médico segundo del manicomio, se puso en marcha el Cuerpo de ¿Dementes?, y otras plazas especializadas como las de médico del hospicio, inclusa, maternidad (1893), dermatología y sífilis (1901). En 1915 el centro constaba de los servicios de medicina de hombres y mujeres repartidos por las salas del Pilar, de Nuestra Señora de Gracia, Cavido, Coleta, San Juan de Dios, Santa Lucía, San Jacinto y San Virgilio al cargo de tres médicos numerarios; servicios de cirugía general de hombres y mujeres en las salas de San Camilo, San Cosme y San Damián, San José, Santa Rosa y Santa Isabel al cargo de otros dos médicos numerarios; servicio de ginecología, obstetricia y vías urinarias en las salas del Carmen, San Joaquín y el Rey, al cargo de un médico numerario; y piel y sífilis, crónicos y nerviosos, laboratorio y autopsias, radioterapia y electroterapia, infecciones, oculista, otorrinolaringología y dentista. Además, a cargo de otro médico numerario estaban la maternidad y el hospicio con las enfermedades de los niños, un departamento de presos y prostitutas y apertura de consultas. Asimismo, se pensaba y, así se hizo la petición, en la creación de un pabellón especial con galerías al sol para los enfermos de tuberculosis que impidiera el contagio al resto. Informe del decano del Cuerpo Facultativo de la Beneficencia Provincial al presidente de la Comisión de Beneficencia de marzo de 1915. AHDPZ, Beneficencia, Leg. 502-2.º, Hospital Nuestra Señora de Gracia…, 19151916; Libro 1641, Registro del personal…, 1914. 259 Reglamento del Hospital de Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza…, 1918, pp. 40-43 y 66-67. 260 Este practicante era el denominado «practicante de farmacia» en el Reglamento del Hospital de 1861, cuyas funciones, prácticamente idénticas, se recogieron en su capítulo xx, artículos 190-194. En 1918, su denominación pasó a «practicante libretista», adicionando íntegramente la función de llevar las libretas, la cual había sido desempeñada por el practicante de segunda clase. En el Reglamento del Hospital de 1918, se estableció que estos puestos serían desempeñados por asilados del Hospicio, en el número que reclamasen las necesidades del servicio. Reglamento del Hospital de Nuestra Señora de
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No tengo constancia de los procesos que se convocaron para recuperar los efectivos necesarios de la plantilla, pero sí noticia de otros: en 1920 tras la muerte del practicante Hilario Tapiaca, número uno del escalafón;261 en 1922 y posiblemente otro en 1924.262 Siguiendo la tendencia de concursos anteriores, el número de candidatos que atrajeron no fue muy significativo y el perfil del aspirante fue el de en un practicante con seis a nueve años de ejercicio profesional o tiempo desde la finalización de sus estudios.263 Del segundo de ellos, merece destacar que supuso la incorporación a la plantilla hospitalaria de uno de los practicantes más relevantes de Aragón en la profesionalización y movilización de la profesión, Ángel Santacruz Broto. Además, a pesar de que de ello no se adelantó nada en la convocatoria del mismo, se creó un Cuerpo de Practicantes en Expectativa de Destino, al estilo de los que en épocas anteriores se habían denominado de supernumerarios. Se constituyó con los practicantes que habían aprobado el examen pero no tenían plaza y con un orden dentro de él de acuerdo a los méritos demostrados en los ejercicios y servicios desempeñados en el hospital, aun cuando Gracia…, 1861, p. 40; Reglamento del Hospital de Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza…, 1918, p. 34. 261 Todos los candidatos que se presentaron fueron admitidos, a excepción de dos de ellos, que no justificaron el hallarse libres del servicio militar. A ambos se les concedió tiempo para subsanar este término antes del comienzo de los ejercicios. Los aspirantes fueron Alfonso Clavería Irache, Mariano Vizcarra Benedé, José Muñoz Basa, Narciso Serrano Ramas, Saturnino Sanz Pardos, Carlos Florencio Corrales Barcos, Cristino Huergo Huergo, Mariano Navarro Casamayor, Gabriel Gil Dueso y Juan José Lahuerta Pérez. El ganador de la plaza fue el graduado en Zaragoza, Saturnino Sanz Pardos, que fue nombrado el 29 de noviembre de 1920. AHDPZ, Actas del pleno 1920, 2 de agosto; Libro 86: 194-195; Beneficencia, Libro 1641, Registro del personal…, 1914. 262 Es posible que en 1924 hubiera otro proceso de selección de practicantes, ya que la Diputación acordó incluir en la plantilla de practicantes numerarios de los años siguientes a José Calvo Sabirón, Antonio Sebastián Auqué, Narciso Serrano Ramas y Eusebio Simón Martínez Juan. Todos los numerarios mencionados habían alcanzado dicho carácter por acuerdo de la Diputación del 10 de enero de 1924 y en ese momento se produjo su inclusión oficial en la plantilla mencionada. AHDPZ, Actas del pleno 1925, 18 de mayo, Libro 91: 37-38. 263 Anteriormente, el concurso de mayo de 1913 para dos plazas de practicante fue el más concurrido, con veintiún aspirantes. En noviembre de ese año y a petición del diputado Ricardo Horno, se aceleró dicho proceso, que parece fue algo más lento de lo habitual y que culminó con el nombramiento de Mariano Frago Gascón y Francisco Gascón Gascón. AHDPZ, Actas del pleno 1913, 28 de mayo, Libro 79: 132-133; 1913, 9 de octubre, Libro 79: 207; Beneficencia, Leg. 518-6.º, Hospital Nuestra Señora de Gracia…, 1913.
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estos no fueran como plantilla.264 Los primeros integrantes fueron José María Isern Mustiones, Julio Ochoa Miranda y Manuel Hueso Piazuelo. En los años posteriores, los practicantes que lo integraban fueron ascendiendo a numerarios para concluir con su disolución en los años treinta, como veremos posteriormente.265 El funcionamiento del sistema de escalafón del Cuerpo de Practicantes de la Beneficencia Provincial quedó ratificado por el Reglamento de Funcionarios y Subalternos Provinciales de 1925266 y el Reglamento General de Funcionarios de la Diputación Provincial de Zaragoza de 1926,267 que establecieron con claridad el ingreso, orden y ascenso, así como las normas generales que regían a este tipo de personal. Con el primer texto legislativo, los practicantes adquirieron la categoría de funcionarios públicos técnicos provinciales y la corporación, conforme a su obligación, formó un escalafón de tres categorías, en el cual el ascenso se estableció por rigurosa antigüedad en el servicio.268 Además, se fijaron las condiciones de ingreso por oposición o examen de los practicantes a estas plazas y su responsabilidad civil y penal por las faltas derivadas de su ejercicio sanitario.269 El segundo de ellos en su capítulo IX estableció las mismas normas Referenciado en AHDPZ, Actas del pleno 1932, 2 de abril; Libro 261: 380-382. AHDPZ, Beneficencia, Libro 1641, Registro del personal…, 1914; Actas del pleno 1925, 18 de mayo, Libro 91: 37-38; 1932, 2 de abril, Libro 261: 380-382. 266 Reglamento de Funcionarios y Subalternos Provinciales, Zaragoza, Imprenta del Hospicio Provincial, 1925. Se publicó al amparo del Estatuto Provincial del 20 de marzo de 1925 de la dictadura de Primo de Rivera, que estableció una serie de prescripciones sobre los practicantes provinciales (ingreso, ascensos, conocimientos…) como empleados técnicos de las diputaciones. Siles González, José. Historia de la enfermería…, 1999, p. 247. 267 Reglamento General de Funcionarios de la Diputación Provincial de Zaragoza 1926, Zaragoza, Imprenta del Hospicio, 1927. 268 En los años posteriores varios practicantes del Cuerpo solicitaron a la corporación cambios en el modo de computar los servicios prestados en el establecimiento. Pretendieron que en la baremación para el escalafón se tuvieran en cuenta los servicios desarrollados como interinos y no solo los de plantilla. Estas peticiones fueron presentadas por Gregorio Isern Mustiones y tres compañeros más, Julio Ochoa, Eusebio Martínez Juan y José María Isern Mustiones. Las dos fueron denegadas al amparo del artículo 31 del Reglamento de Funcionarios de la corporación tal y como se había respondido anteriormente a la misma solicitud hecha por el celador del hospicio de Tarazona. AHDPZ, Actas del pleno 1932, 4 de marzo, Libro 261: 265-266; 1932, 2 de abril, Libro 261: 380-382; Reglamento de Funcionarios y Subalternos Provinciales…, 1925, pp. 3-5; Reglamento General de Funcionarios de la Diputación Provincial…, 1927, p. 32. 269 Reglamento de Funcionarios y Subalternos Provinciales…, 1925, p. 14. 264 265
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para estos sanitarios que las estipuladas para los médicos, presentando escasas modificaciones respecto al anterior..270 Se estableció una dinámica clara de incorporación y ascenso de estos sanitarios, que se siguió en enero de 1932 tras la muerte del practicante que ocupaba el número ocho dentro del escalafón, Daniel Colás Díaz, y la concesión en marzo de la jubilación de su número dos, Enrique Sacarrera Jubera, con más de sesenta y cinco años y treinta y nueve de trabajo. En enero, en la aplicación de este sistema de ascenso la última plaza de numerario quedó vacante y fue ocupada por el número uno de los practicantes supernumerarios. Esto implicó que, dentro de estos últimos, su número dos ascendiera al primer lugar y se amortizara la plaza que dejó libre conforme al acuerdo de su creación. En marzo, de igual manera, la última plaza vacante de numerarios fue ocupada por el único practicante que quedaba de los supernumerarios con ese derecho, lo que implicó que la rama del cuerpo de los supernumerarios se diera por extinguida.271 Sin embargo, al mes siguiente de la última corrida de escalas, el decano del Cuerpo Facultativo solicitó a la corporación que fueran cubiertas al menos una de las dos plazas que habían sido amortizadas, al ascender a numerarios sus dos últimos practicantes, Julio Ochoa y Manuel Hueso. Además, esta petición fue apoyada por los mismos practicantes que, en junio de ese mismo año, tenían en curso una solicitud referente al aumento de su plantilla y reforma del reglamento del Hospital.272 En primera instancia, la corporación desestimó la solicitud del decano ya que consideraba que la plantilla de practicantes se hallaba completa al no formar parte en realidad de la misma los supernumerarios. La reclamación de este parecía sensata debido a las modificaciones y ampliación de servicios sanitarios que el Hospital Nuestra Señora de Gracia tenía en marcha. Sin embargo, la corporación expuso que desde 1928 existían dos practicantes transitorios, trabajadores temporeros o eventuales273 en el Hospital, que creemos fueron Reglamento General de Funcionarios de la Diputación Provincial…, 1927, p. 77. AHDPZ, Actas del pleno 1932, 16 de enero, Libro 261: 87-88; 1932, 12 de marzo, Libro 261: 306-308. 272 AHDPZ, Actas del pleno 1932, 18 de junio, Libro 261: 772-773. 273 Los trabajadores temporeros eran aquellos sin nombramiento de la corporación ni título administrativo que no figuraban en las plantillas y escalafones ni gozaban de la inamovilidad, derechos y deberes inherentes a los mismos. Reglamento de Funcionarios y Subalternos Provinciales…, 1925, p. 5. 270
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Arturo Royo Giménez y Claudio Pola Marín. Finalmente, se accedió al nombramiento de un practicante transitorio más hasta diciembre de ese año 1932, momento en el que se decidiría si se debía ampliar la plantilla de practicantes. El elegido fue Ernesto Millán Martínez.274 Tras las dos modificaciones del escalafón de enero y marzo de 1932, la plantilla de practicantes se encontraba compuesta por veintitrés efectivos, nueve de los cuales habían sido titulados por la Universidad de Zaragoza antes de 1915 (Tabla 7).275 Tabla 7. Plantilla de practicantes del Hospital Nuestra Señora de Gracia de 1932 Categoría
1.ª
2.ª
3.ª
Número en el escalafón
Nombre y apellidos
1
Antolín Esteban Sarré
2
Martín Loshuertos Bazco
3
Virgilio Vallejo Lasheras
4
Pablo Millán Ocáriz
5
Juan Marqués Agut
6
Francisco Gascón Gascón
7
Manuel García Erdozaín
8
Segundo Bueno Morales
9
Saturnino Sanz Pardos
10
Gabriel Gil Dueso
11
Joaquín Francés Minguillón
12
Mariano Vizcarra Benedé
13
Ángel Santacruz Broto
14
Tomás Díaz García
15
Gregorio Isern Mustiones
16
Felipe Borderas Mallada
17
José Calvo Sabirón
18
Antonio Sebastián Auqué
19
Narciso Serrano Ramas
20
Eusebio Simón Martínez Juan
21
José María Isern Mustiones
22
Julio Ochoa Miranda
23
Manuel Hueso Piazuelo
Fuente: AHDPZ, Actas del pleno 1932, 16 de enero; Libro 261: 87-88; 12 de marzo; Libro 261: 306-308; 1933, 25 de marzo; Libro 263: 437-439 274 AHDPZ, Actas del pleno 1932, 16 de abril, Libro 261: 472-473; 1932, 30 de abril, Libro 261: 531-532. 275 AHDPZ, Actas del pleno 1932, 12 de marzo, Libro 261: 308.
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El Cuerpo de Practicantes de Guardia de 1933 Esta nueva reorganización del servicio de practicantes se produjo cumpliendo el acuerdo adoptado por la Ponencia de Beneficencia en relación con los servicios facultativos del hospital, y con el objeto de evitar la doble función que parte de los practicantes del hospital tenía asignada. En ese momento, el cuerpo estaba integrado por veintitrés practicantes divididos en tres categorías, que realizaban las guardias y a la vez estaban adscritos a los servicios de salas y consultas, una doble función que parece perjudicaba el servicio de urgencias. Además, dentro de la misma plantilla, un practicante figuraba al servicio del Hospicio (Joaquín Francés Minguillón), otro estaba exento de guardias (Virgilio Vallejo, número uno del escalafón), otro más ejercía la función de encargado del instrumental sin hacer guardias (Francisco Gascón Gascón) y otro, por ser licenciado en Medicina, hacía las guardias como médico dejando de prestar las de practicante. Un problema que incluso había sido denunciado por los propios practicantes del centro en septiembre de 1933, formulando una petición en la que solicitaban la creación de un cuerpo o sección de practicantes de guardia integrado por supernumerarios que realizaran este servicio en exclusividad, eximiendo al resto. Por ello, cuando la corporación tomó la iniciativa de establecer un servicio de practicantes de guardia, el Colegio de Practicantes de Zaragoza manifestó su agrado y conformidad.276 Dado lo gravoso de la propuesta de los practicantes, que implicaba la creación de ocho plazas más como mínimo, la corporación optó por una solución intermedia. A partir de esa fecha, el Cuerpo de Practicantes del Hospital quedó dividido en dos secciones, practicantes numerarios y practicantes de guardia, con dieciocho en la primera y ocho en la segunda. Para acceder al Cuerpo de Practicantes del Hospital, se estableció el sistema de oposición libre, ingresando por el último número de los de guardia para posteriormente ir ascendiendo por antigüedad a los puestos de numerarios. 276 La Diputación se hizo eco de las felicitaciones del Colegio de Practicantes de Zaragoza en su acta del 30 de diciembre de 1933. AHDPZ, Actas del pleno 1933, 30 de diciembre, Libro 264: 798.
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de la Beneficencia Provincial quisieron hacer un homenaje público al diputado Simón Carceller por su contribución a la mejora de los servicios del hospital y de los practicantes del mismo y por su papel en la consecución de esta última reorganización del servicio.282 A pesar de que inicialmente no se consiguió que se ofertaran estas cuatro plazas, circunstancias posteriores favorecieron que esto se produjera. En junio de 1934 se decidió que su número fuera este a consecuencia de la excedencia voluntaria concedida al practicante numerario Ángel Santacruz Broto durante un año.283 Esta concesión propició que su vacante se amortizase en el carácter de numerario creando una nueva de practicante de guardia y la consecuente corrida de escala.284 En esta convocatoria se presentaron un total de veinticinco aspirantes285 y las pruebas consistieron en tres ejercicios, uno escrito,
282 Este homenaje suscitó polémica, ya que solo se incluyó a este diputado y no a Juan Antonio Sainz de Medrano, pareja de aquel en asuntos de servicios del hospital y artífice conjunto de la redacción de esta última reforma. AHDPZ, Actas del pleno 1934, 3 de febrero, Libro 265: 5-10. 283 AHDPZ, Actas del pleno 1934, 23 de junio, Libro 265: 978-981. 284 A este sanitario se le mantuvo el derecho de reingresar tras ese periodo cuando se produjera una vacante. Este reingreso se produciría en el último lugar de su categoría de practicante numerario. AHDPZ, Actas del pleno 1935, 16 de noviembre, Libro 268: 10. 285 Los candidatos fueron Genaro Aguelo Royo, Demetrio Blasco Aznar, Manuel Pérez López, José Díaz Tello, Francisco Clerencia Larraga, Domingo José Delpón, Germán Urcia Pueyo, Joaquín López Buera, Ramón LLovería Arroyo, Julián Cantín Ibáñez, Enrique Gracia Murillo, José Pinardes Miguel, Arturo Royo Giménez, Manuel González Puyo, Pascual Franco Ormad, Ernesto Millán Martínez, Pascual Arcas Lampre, Alejandro Barranco Muñoz, Agustín Zaro Doñagueda, Claudio Pola Marín, Francisco Velenguer Fleta, Eduardo Marín Viar y Juan Antonio Conget Conget. A falta de subsanar los defectos detectados en la documentación presentada en sus solicitudes estuvieron Amalio Andrés Sánchez y Manuel Campo Domínguez. El primero de ellos, a consecuencia de defectos en su partida de bautismo y el segundo, por no presentar el certificado de buena conducta exigido. A ambos se les notificó esta situación, pero solo el segundo de ellos lo subsanó presentando la documentación requerida. De esta manera, quedó admitido al ejercicio de oposición y el primero, eliminado. De todos ellos, once participaron en la oposición llevada a cabo en el año 1933 para el aprovisionamiento de dos plazas de practicantes en el Hospital correspondientes a los números veintidós y veintitrés del escalafón. Manuel González Puyo no pudo participar en el mencionado concurso por no contar con la edad mínima permitida de veintitrés años. AHDPZ, Actas del pleno 1933, 25 de marzo, Libro 263: 437-439; 1933, 30 de septiembre, Libro 264: 385-387;1934, 30 de junio, Libro 266: 16-17; 1934, 21 de julio, Libro 266: 60.
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otro oral y un final práctico.286 Tras ellos, el tribunal propuso para las cuatro plazas de practicantes de guardia, en el orden siguiente, a Joaquín López Buera, Juan Antonio Conget Conget, Claudio Pola Marín y Arturo Royo Giménez. Una propuesta que posteriormente la Diputación aprobó, nombrando a estos sanitarios de acuerdo al artículo 8.º del Reglamento General de Funcionarios de la Diputación.287 Pocos meses después de la aprobación de la reforma del cuerpo y del aprovisionamiento de sus plazas iniciales, se trató en el pleno de la corporación una petición del presidente del Colegio Provincial de Practicantes del 17 de agosto en la que solicitaba que esta aclarase el modo de organizar el servicio de practicantes de guardia. La propuesta hecha por el decano de la Beneficencia fue la de organizar un servicio de guardia alterno formado por dos grupos: uno constituido por los cuatro practicantes de guardia y los cuatro numerarios más jóvenes, y otro segundo integrado por el resto exceptuando a Virgilio Vallejo y al secretario del Decanato, que desconocemos quién fue, que se consideraron exentos de hacer guardias. Una propuesta en oposición a lo planteado en diciembre de 1933, tal como denunció el presidente del Colegio, ya que el decano estaba apostando por mantener un único cuerpo de practicantes que rotara por todos los servicios hospitalarios. 286 Los ejercicios que debían superar uno tras otro los practicantes de la Beneficencia Provincial fueron iguales a los realizados para los puestos de la Municipal de la ciudad de Zaragoza. En primer lugar, un ejercicio escrito en el que el tribunal elegiría un número de temas de los que formaban el cuestionario de las oposiciones, y de ellos, mediante sorteo, el que correspondería para el ejercicio. Los aspirantes disponían de una hora como máximo para su finalización sin apoyo de libro, apuntes o notas. En segundo lugar, para el ejercicio oral se haría el sorteo entre los opositores del lugar que ocuparían para ejecutarlo. Después, el cuestionario se dividía en tres partes, comprendiendo la primera del tema 1 al 22, la segunda del 23 al 44 y la tercera del 45 al 66, con exclusión del que hubiera correspondido al ejercicio anterior. Cada opositor contestaría en el plazo máximo de una hora a dos temas de cada uno de los tres grupos, sacados los seis a suerte. En tercer lugar, el ejercicio práctico consistía en la realización de una o varias maniobras prácticas o actos propios de sus funciones, sacados a suerte de entre los temas que el tribunal formulase para el efecto. Se respetaría el orden de ejecución de esta prueba de acuerdo al ejercicio anterior. Al finalizar los tres ejercicios, el tribunal haría la propuesta unipersonal para que la corporación hiciese el nombramiento como le correspondía. BOPZ 1933, 24 de junio, 148: 1413-1414; 1934, 29 de marzo, 75: 627. 287 AHDPZ, Actas del pleno 1934, 28 de julio, Libro 266: 77-78; Reglamento general de funcionarios de la Diputación Provincial de Zaragoza…, 1927, pp. 16-19.
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La corporación dictaminó a favor del presidente del Colegio Provincial puntualizando que la potestad del decano de organizar el servicio estaba supeditada a la formación de parejas de los practicantes de ese momento con los que ingresasen.288 De esta manera, mientras no estuviera formada definitivamente la sección de practicantes de guardia con las ocho plazas, un practicante numerario formaría pareja con otro de los que hubieran de ingresar o ingresasen como de guardia. Los numerarios turnarían cada cuatro días, por ser cuatro las plazas provistas, y los antiguos cada veinte. Una vez formado el Cuerpo de Practicantes de Guardia, serían estos los que en exclusividad realizarían este servicio, salvo contingencias accidentales que no variarían la esencia del acuerdo.289 Los recién nombrados practicantes de guardia pronto solicitaron un aumento de su sueldo o el aprovisionamiento de las cuatro plazas que faltaban hasta llegar a las ocho, ya que su déficit les causaba el perjuicio de tener que realizar más guardias. Ambas peticiones fueron desestimadas, la primera, por valorar que ese hecho no les suponía un servicio extraordinario y llevaban trabajando tan solo cuatro meses para la Diputación; y la segunda, por entender que no faltaba ninguna plaza por proveer al no haberse producido ninguna vacante de practicante numerario, tal y como establecía el acuerdo de diciembre de 1933.290
Evolución del número y rol del personal hospitalario Desde mediados del siglo xix, el servicio asistencial de los practicantes se insertó en una estructura hospitalaria jerárquica caracteriza288 Posteriormente, el Colegio Oficial de Practicantes mandó un oficio a la Comisión Gestora mostrando su agradecimiento por la decisión tomada en la prestación del servicio de guardia. AHDPZ, Actas del pleno 1935, 2 de febrero, Libro 266: 432. 289 En el caso de enfermedad, ausencia justificada u otros análogos de los practicantes de ambas secciones, el acuerdo estableció que correspondería al decano la organización eventual del servicio pudiendo, mientras la necesidad existiera, disponer indistintamente de practicantes supernumerarios o de guardia procurando ajustarse a las normas trazadas para la prestación ordinaria de los servicios. AHDPZ, Actas de pleno 1934, 1 de diciembre, Libro 266: 285-287; 1934, 22 de diciembre, Libro 266: 326. 290 AHDPZ, Actas del pleno 1934, 15 de diciembre, Libro 266: 320-321.
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da por contar con un número importante de personal organizado en seis categorías bien diferenciadas en las nóminas y libros de registro de personal del establecimiento.291 La pertenencia a una u otra determinó, sin duda, el rol y estatus de cada uno de sus miembros dentro del conjunto hospitalario. La función asistencial con personal con formación académica recayó en los denominados «facultativos» de medicina y/o de cirugía: médicos, cirujanos y cirujanos-curadores y en el Practicante Mayor y, posteriormente, en los médicos-cirujanos, médicos de guardia y farmacéuticos.292 La consideración de facultativo se otorgó a aquellos que poseían una titulación de facultad de universidad, tal y como se recoge en una de las varias acepciones que el término «facultativo» tiene en el uso del castellano.293 La función asistencial con formación técnica fundamentalmente la desarrollaron los practicantes de cirugía y los practicantes de farmacia. Todos ellos conformaron una categoría con funciones asistenciales técnicas delegadas, con una exigencia de formación previa en su campo más o menos extensa y, posteriormente, con una titulación oficial cuando se estableció para los practicantes de cirugía por la Ley Moyano. En el siglo xx, en el Hospital Provincial de Madrid, centro que duplicaba la extensión del Hospital de Zaragoza y albergaba un total de 1010 camas, los practicantes se englobaban dentro de los denominados «enfermeros», con funciones de encargados del cuidado del material y ayudantes en los departamentos de electroterapia, hidroterapia y rayos X. Además, había dos enfermeros mayores, dos ayudantes, cincuenta y siete mozos de enfermería, veinticuatro mozos para las distintas dependencias, veintinueve enfermeras y un mozo mandadero. Asimismo, se menciona la existencia de un barbero y un ministrante sangrador, de una matrona como encargada del registro 291 AHDPZ, Beneficencia, Leg. 358, Nóminas, sueldos de facultativos de Medicina…, 1849-1852; Leg. 358, Nóminas de practicantes, enfermeros…, 1861-1866; Leg. 369-6.º, Nóminas de empleados del Hospital…, 1849-1853; Leg. 435-1.º, Nóminas de dependientes, enfermeros y sirvientes…, 1853-1860; Leg. 434-4.º, Nóminas de haberes mensuales del personal facultativo…, 1853-1867; Leg. 406, Nóminas del personal del Hospital…, 18691887; Leg. 360, Borradores de nóminas de enfermeros…, 1869-1887; Libro 1130, Registro del personal al servicio… 1857-1889; Leg. 405, Nóminas del personal del Hospital…, 1869-1887. 292 Reglamento del Hospital de Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza…, 1918, p. 24. 293 Moliner, María. Diccionario de uso del español, vol. 1…, 1981, p. 1271.
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de la portería y de ochenta y nueve Hermanas de la Caridad, con funciones muy similares a las que desempeñaban en el hospital zaragozano.294 En Zaragoza, por su parte, la categoría de «enfermeros» englobó a aquellos que, con funciones relacionadas con el cuidado o servicio inmediato del enfermo, no disponían de formación académica alguna. Habitualmente, los considerados «enfermeros» fueron las Hermanas de la Caridad de Santa Ana, asistentes de enfermos o enfermeros, criadas de retiradas, de dementes, de sala, padre de dementes, contador de enfermos, padre de tiñosos, asistente de distinguidos y la «comadre». A partir de 1913, la denominación de «enfermero» se utilizó institucional y exclusivamente para los asistentes de enfermos.295 Las mujeres que ayudaron a las Hermanas de la Caridad en las salas de mujeres recibieron la consideración de criadas, y no consiguieron configurar un grupo diferenciado dentro del centro hospitalario como sí lo hicieron estos varones. Coincidiendo con José Siles, la consideración de «sirvientas o criadas» fue consustancial a estas mujeres laicas que ayudaban al cuidado del enfermo,296 ya que incluso en la década de los años treinta del siglo xx, la plantilla de «enfermeros» fue totalmente masculina.297 A pesar de su labor de supervisión del personal subalterno, mientras existió el cargo de enfermero mayor también se incluyó dentro de la denominación de «enfermero». Este cargo fue tradicionalmente desempeñado por un sacerdote nombrado por los regidores hasta la asunción por parte de Ignacio Ferrer, como primer laico, en 1793.298 294 Nuevos apuntes para el estudio y la organización en España de las Instituciones de Beneficencia…, Parte Primera…, 1912-1915-1918, pp. 199-208 y 203-205. 295 AHDPZ, Diputación Provincial de Zaragoza, Libro de Intervención 2957, Nóminas, 1892-1916. 296 Siles González, José. Historia de la enfermería…, 1999, p. 261. 297 AHDPZ, Beneficencia, Leg. 634-2.º, Hospital Nuestra Señora de Gracia…, 1932. 298 Ignacio Ferrer se incorporó al Hospital en 1775 y fue ascendiendo por las diferentes categorías hasta la de teniente de cirugía, antes de que la Sitiada le ofreciese el cargo de enfermero mayor. Se le reconoció un mérito especial por su labor asistencial durante los asedios de 1808 y 1809 por las tropas francesas, atendiendo a militares y paisanos. AHDPZ, Beneficencia, Leg. 64, Expediente sobre la provisión de Maestros cirujanos, Tenientes, Tablajeros…, 1816-1831, p. 401; Leg. 681-3º, Empleados y dependientes del Hospital…, 1742-1885.
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Sus funciones no se alejaron de las atribuidas en la centuria anterior, resumidas en las de recibir y acomodar a los enfermos ingresados, asistir a la visita médica, supervisar las enfermerías para salvaguardar el orden en ellas, vigilar la limpieza de los enfermos entre otras tareas, además de tener a su cargo a todos los mancebos, sirvientes y enfermeros menores del hospital.299 Un cargo que en ocasiones fue ejercido rozando el despotismo e incluso la violencia contra los practicantes, tal y como se reflejó en las denuncias que trece de ellos elevaron a la Junta de Beneficencia en 1838.300 Las funciones relativas a las tareas domésticas y mantenimiento del hospital las realizaron los denominados «sirvientes», categoría de la que formaban parte las criadas de la cocina, el sacristán, el sepulturero, el transitero, los porteros, los mancebos cortadores y del horno y también el albañil y el carpintero. El servicio religioso estuvo a cargo del clero o capellanes, el vicario y los pasioneros, y las funciones de dirección y gestión administrativa del hospital en manos del director, el secretario contador, el administrador, el depositario, los oficiales de primera y segunda de la Contaduría, el comisario de entradas, y los escribientes de la Contaduría y Depositaria. Durante el siglo xix y primeras décadas del xx, como he mencionado, el personal de cuidados estuvo constituido, fundamentalmente, por las Hermanas de la Caridad de Santa Ana y los asistentes de enfermos/enfermeros. En cuanto a la formación sanitaria de las novicias cuando entraban en el hospital, desconocemos si se llevó a cabo algún tipo o intento formal dentro del hospital al estilo de las iniciadas en el Reino Unido desde el siglo xix.301 A principios de este siglo, las Hermanas de la Caridad de Santa Ana se incorporaron al Hospital Nuestra Señora de Gracia a consecuencia del problema de organización de su personal sanitario auxiliar y precedidas por el aval del buen éxito cosechado en el Hospital de la Santa 299 Fernández Doctor, Asunción. El Hospital Real y General de Nuestra Señora de Gracia…, 2000, p. 112. 300 Un expediente cuya resolución amparó y exoneró de toda culpa al Enfermero Mayor. AHDPZ, Beneficencia, Leg. 284-15.º, Expediente formado en virtud de una exposición de los practicantes…, 1838. 301 Helmstadter, Carol; Godden, Judith. Nursing Before Nightingale…
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Cruz de Barcelona.302 Desde la llegada de las doce primeras hermanas dirigidas por la madre Rafols, estas mujeres iniciaron una importante y reconocida labor en la atención a los enfermos.303 En un primer momento su asistencia fue solo a las mujeres y se inició en la sala de hombres en 1850 por orden de la Junta del Hospital de acuerdo a lo pactado en la escritura del convenio. Entre sus funciones se encontraban la de hacer las sangrías a las mujeres, una técnica que habían desempeñado, además, en los sitios de Zaragoza tanto a las tropas como a los paisanos al no haber suficientes facultativos. Al ingreso en el hospital fueron examinadas por los antiguos regidores tras perfeccionar sus conocimientos de flebotomía.304 Esta práctica obtuvo buenos resultados ya que les fue ratificada el 22 de febrero de 1823 por la Sección, tras la exposición de la superiora de los beneficios que suponía su ejercicio cuando no se habían producido incidentes por ello.305 Posiblemente, el desempeño de esta técnica finalizó en 1857, momento en que este servicio pasó a ser responsabilidad de los practicantes. La presencia de las Hermanas de la Caridad se extendió no solo por estas salas sino también por los otros tres departamentos del hospital: Casa de Maternidad, Casa Cuna y Casa de Dementes.306 Estas religiosas, que en 1878 sumaban un total de treinta y cinco dentro del hospital,307 debían encargarse de que el enfermo que ingresase se bañara y pusiera una camisa limpia antes de acostarse, distribuir los alimentos a las horas establecidas, así como los caldos y medicinas en las salas de mujeres.308 Además de estas obligaciones en cada 302 Fernández Doctor, Asunción. «La enfermería en Zaragoza en el siglo xviii…», en Cuidadoras en la Historia: protagonistas de ayer y hoy…, 2007, p. 51-52. 303 Blasco Ijazo, José. Hospital Real y General de Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza, 1425-1959, Zaragoza, Talleres Editoriales El Noticiero, 1959, p. 22; Baquero, Aurelio. Bosquejo histórico del Hospital Real y General de Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza, Zaragoza, Institución Fernando El Católico, 1952, p. 99. 304 Informe sobre la Beneficencia Provincial…, 1871, pp. 8-9. 305 Comunicación entre la superiora de las Hermanas de la Caridad y la Sección del Hospital del 1 de agosto de 1822. AHDPZ, Beneficencia, Leg. 64, Expediente sobre la provisión de Maestros cirujanos, Tenientes, Tablajeros…, 1816-1831, p. 88. 306 Las funciones que les fueron atribuidas en cada uno de los departamentos mencionados se encuentran desarrolladas en el Reglamento del Hospital de Nuestra Señora de Gracia…, 1861, pp. 41-43, 44-53 y 62-64. 307 La Clínica 1878, 2 (54): 341. 308 Reglamento del Hospital de Nuestra Señora de Gracia, Op. cit., p. 27.
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departamento, fueron responsables del cuidado de la cocina, despensa, guardarropa, colchonería, lavado y colada de la ropa. En su labor contaron con la asistencia de criadas y asistentes de enfermos, que en aquel mismo año se contaban por quince y diez, respectivamente.309 En la primera década del siglo xx, las obligaciones de las Hermanas apenas se alejaron de las recogidas en el Reglamento del Hospital de 1861. Se las dividió en dos grupos, llamados «servicios de enfermerías y dependencias» y de «guardia y vela». Su rol fue el de ser las responsables del servicio inmediato de los enfermos y enfermas, así como de los cuidados de aseo y limpieza del hospital. Siguieron teniendo bajo su dirección a los enfermeros y sirvientes, y su «poder de supervisión» se extendió hasta los practicantes, de cuyas faltas podían informar al facultativo responsable. Para asegurar el buen cumplimiento de sus funciones de asistencia al enfermo, se las instó a estar presentes en sus curaciones y visitas facultativas.310 En otros hospitales como el Provincial de Valencia, las funciones de las Hermanas de la Caridad fueron muy similares, contando con la colaboración de enfermeros en las salas de hombres y enfermeras en la de mujeres.311 Unas funciones en la asistencia y el trato personal que fueron alabadas por Concepción Arenal desde su periódico La Caridad de España en 1871 tras su evaluación del Hospital General de Madrid.312 Desde la reforma del personal del hospital de 1836 que adicionó a la labor de los asistentes funciones relacionadas con el cuidado de los enfermos, las Hermanas de la Caridad contaron en las dependencias de hombres con su colaboración en aquellas cosas que el «decoro de su estado y sexo» no permitían que ejecutasen. Asimismo los asistentes de enfermos debían ir con camillas a buscar a los enfermos que lo necesitasen y llevar los aparatos de los practicantes de primera clase en la cura. Se encontraban bajo la inmediata dependencia de la Hermana de la Caridad encargada de la sala y ejecutaban sus La Clínica, Op. cit. Las funciones de las Hermanas de la Caridad se encuentran recogidas en el Reglamento del Hospital de Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza…, 1918, pp. 8 y 44-48. 311 Barona Vilar, Carmen. Las políticas de la salud…, p. 206. 312 Citado por: Siles González, José. Historia de la enfermería…, 1999, p. 255. 309 310
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disposiciones, debiendo esta poner en conocimiento del director cualquier falta que cometieran en el servicio de la sala.313 Con el cambio de siglo, mantuvieron su responsabilidad en el servicio de orden y limpieza de las salas y pasos, traslado de los enfermos dentro y fuera del hospital, auxilio a los practicantes en el transporte de los aparatos de cura y en la asistencia de cuidados a los varones. Como novedades, se incorporaron a hacer guardias, dos en cada departamento, y tuvieron que asistir a los cursillos anuales que para su formación organizaron los médicos de la Beneficencia Provincial. A este colectivo se les exigió dos condiciones no exigidas al resto, y que fueron el uso de bata blanca, gorro de uniforme y la toma de un baño cada quince días: Será obligación de los enfermeros la limpieza, siempre entre dos, de los enfermos que lo necesiten, la de las salas y pasos, la conducción de alimentos, el llevar a la Farmacia los frascos y vasijas, y su limpieza rigurosa, preparar el agua para los baños y recogerla después, conducir a los enfermos que sea preciso, limpieza diaria de las escupieras, servicios de noche etc., ayudar a los enfermos a levantarse si por su padecimiento no pudieran hacerlo ellos y fuera preciso o conveniente para su enfermedad, hacer las camas con la cooperación de las Hermanas y todo cuanto sea necesario para el mejor tratamiento y cuidado de dichos enfermos, así como conducir los cadáveres al depósito.314
En 1935, su distribución en el centro se estableció por las salas de cirugía, medicina, pensionado o de distinguidos, tuberculosos, crónicos y salas nuevas (antigua de presos) en tres turnos de ocho horas de mañana, tarde y noche.315 Se establecieron en dieciséis los que debía haber por la mañana, ocho por la tarde y seis por la noche. Estos enfermeros disfrutaron de un día descanso semanal, para lo cual hubo cinco enfermeros más al efecto, además de dos enfermeros de guardia durante la semana y otros dos encargados de los traslados.316 313 314
48-50.
Reglamento del Hospital de Nuestra Señora de Gracia…, 1861, p. 38. Reglamento del Hospital de Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza…, 1918, pp.
AHDPZ, Beneficencia, Leg. 634-2.º, Hospital Nuestra Señora de Gracia…, 1932. Reglamento de Enfermeros del Hospital Provincial de Zaragoza, Zaragoza, Imprenta Hogar Pignatelli, 1935. 315 316
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Los requerimientos exigidos a estos asistentes para el desempeño del cargo, al menos desde principios del siglo xx, fueron ser mayor de veinticinco y menor de cuarenta años, disfrutar de robustez y aptitud física para su desempeño, siendo motivo de predilección el ser poseedor del título de practicante.317 De esta manera, localizo por primera vez una relación directa en este hospital entre ser poseedor del título de practicante, ser practicante y desarrollar unas funciones de cuidado «no técnico» con el enfermo. Por el contrario, el ascenso de la categoría de asistente o enfermero a la de practicante no se estimó legal por la consideración de que la categoría de enfermero era de «mero sirviente y la de practicante tenía el carácter de técnico».318 Desde el aprovisionamiento de una «partera» en 1838,319 la información que he localizado para la matrona del hospital es bastante más escasa. Las funciones que desempeñó fueron asistir los partos y otras propias de las criadas. En 1839, la partera solicitó a la Sitiada que le fueran retiradas estas últimas obligaciones, pretensión a la que la autoridad accedió, con excepción del traslado de los nacidos vivos desde otro departamento a la Inclusa: … que hace el tiempo de seis meses poco más o menos entró en el Hospital Nuestra Señora de Gracia de esta capital a ejercer el cargo de partera de otro, y es el caso que entró con el pacto de que tan solamente había de ejercer el referido oficio de partera, pero como le hacen practicar otras obligaciones como son: el llevar los niños a la Inclusa y a la Capilla si salen Véase la convocatoria recogida en BOPZ 1910, 30 de julio, 179: 127. En el proceso de selección de 1933, el enfermero del Hospital Provincial Mariano Lausín del Carpio impugnó los nombramientos hechos de practicantes al considerar que le correspondía el derecho de ascenso a una de esas plazas. La corporación desestimó su pretensión ya que el interesado no se presentó a las oposiciones por estimar legal el derecho que solicitaba, si bien es cierto que en abril de ese año de 1933 presentó su solicitud para dicho proceso la cual la corporación desestimó por no haberse tan siquiera anunciado la convocatoria. AHDPZ, Actas del pleno 1933, 22 de abril, Libro 263: 595-596; 1933, 9 de diciembre, Libro 264: 683-686. 319 En 1838, tras la dimisión de la anterior partera, se presentaron dos candidatas al puesto de matrona en el hospital, María de Gracia y Valera Pardillos, ambas viudas y naturales de la ciudad de Zaragoza. La plaza se le otorgó a la primera de ellas, que era la única que era poseedora de título desde 1819. Valera Pardillos, tal y como se expone en el expediente de la causa, había estado ejerciendo sin título y faltando a las leyes vigentes de ese momento. AHDPZ, Beneficencia, Leg. 26-23.º, Expediente sobre la provisión de partera…, 1838. 317 318
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Isabel Blázquez Ornat muertos, y además el fregar la caldera, no puede menos de representar ante V.S.I. para que vea que no son cargos pertenecientes a su oficio […] igualmente suplica que en atención a que percibe un corto salario por su oficio, se le aumente un poco verdura y un poco de vino, como también se le varíe en darle una semana judías y otras garbanzos.320
En el Reglamento del Hospital de 1861, recuerdo que las funciones de esta sanitaria se circunscribieron al Departamento de Maternidad, en el cual debía habitar atendiendo los partos naturales de todas aquellas mujeres que hubiesen concebido ilegítimamente.321 Mi hipótesis es que posteriormente su asistencia se mantuvo de la misma manera, un hecho que no puedo corroborar porque en el reglamento de 1918 solo se desglosaron las obligaciones del personal de las enfermerías y consultas del hospital. Sin embargo, la solicitud de la matrona de 1917 parece indicar que su situación siguió de la misma manera, al solicitar de la Comisión de Beneficencia su inclusión con carácter de plantilla en el hospital.322 La evolución del número de practicantes en el Hospital de Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza requiere del establecimiento de dos periodos: el primero abarca el tiempo durante el que existieron dos categorías intrahospitalarias distintas para el practicante, de primera y segunda clase, y el segundo, que comienza con la consolidación del Cuerpo de Practicantes en 1891. En el primer periodo de análisis, comprendido entre 1854 y 1890, en general observamos como la distribución de cirujanoscuradores/ practicantes de primera clase y médicos se mantuvo a razón prácticamente de 1:1. De tal manera que cada médico dispuso de un practicante de primera clase para la realización de las curas y tareas más complejas pautadas por el mismo. Por otro lado, el número de practicantes de segunda clase habitualmente fue superior al de los médicos y practicantes de primera, lo que puede encontrarse 320 AHDPZ, Beneficencia, Leg. 681-3.º, Empleados y dependientes del Hospital…, 1742-1885. 321 Reglamento del Hospital de Nuestra Señora de Gracia…, 1861, pp. 41 y 44. 322 Esta petición le fue desestimada por implicar un aumento del presupuesto del hospital. AHDPZ, Beneficencia, Leg. 503-1.º, Hospital Nuestra Señora de Gracia…, 1917.
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justificado en la importante carga de trabajo de aquellos como auxiliares facultativos en las tareas relacionadas con la cirugía menor. El número de los practicantes de segunda clase fue similar al de los asistentes hasta el final de este periodo, en el que quedaron superados por estos últimos. Los practicantes de segunda clase fueron, junto con los asistentes de enfermos, el segundo grupo más numeroso del Hospital por detrás de las Hermanas de la Caridad. Desde 1891, el número de practicantes se mantuvo prácticamente constante en torno a los quince miembros hasta 1910, momento en el que una nueva reforma repercutió en la reducción de sus efectivos hasta diez. En los años posteriores se inicio un aumento progresivo de su número, que alcanzó su punto álgido con la llegada de los años treinta y la creación de la sección de los practicantes de guardia. De tal manera que, a mediados de la mencionada década, la razón del número del practicantes y médicos fue de 2:1. Acompañados inicialmente por el personal médico, los practicantes fueron la única categoría que aumentó su dotación de un modo sustancial a partir de la primera década del siglo xx. Con este incremento superaron de un modo claro el número de médicos y de enfermeros del centro, sin alcanzar nunca a las Hermanas de la Caridad. Las religiosas, como en el periodo anterior, fueron el personal más numeroso del centro, seguido por los practicantes.
El ejercicio privado de los practicantes en su consulta El estudio del ejercicio privado de los practicantes en Zaragoza ha resultado difícil debido a la escasez de fuentes adecuadas y a la falta de información aportada por las revisadas en esta investigación. Fundamentalmente a través del estudio nacional de Fernando Montesinos, se han recopilado las líneas generales de las parcelas que conformó este tipo de ejercicio profesional. La organización del ejercicio libre de los practicantes comenzó desde sus más tempranos inicios, preocupados por evitar el intrusismo y la competencia desleal. Fernando Montesinos, en su estudio hasta 1932, sitúa el marco de este ejercicio del practicante en torno 309
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a seis actividades concretas: el ejercicio como practicante privado en lo relativo a la asistencia a los partos y cirugía menor, el ejercicio como dentista, callista, barbero y otras actividades técnicas como la ortopedia, óptica y representación de productos farmacéuticos. Para ello, el practicante tuvo que pagar sus correspondientes impuestos de acuerdo a las distintas normativas de contribución industrial, comercio y profesiones. En 1926, se calculaban según el número de habitantes del municipio y, en 1931, se racionalizaron de acuerdo al volumen de sus ingresos. En el ejercicio privado como practicante, la regulación de sus tarifas mínimas por parte de los colegios han permitido al mencionado autor, a través del de Guipúzcoa, conformar un cuadro de las actividades técnicas ofertadas en los distintos ámbitos por estos sanitarios y posteriormente por los y las ATS. Este tipo de asistencia pudo ser la dada en las sociedades «Previsora de Zaragoza» y «Protección de las Familias», con las que los practicantes tuvieron sendos litigios como veremos en el punto siguiente de este libro.323 El complementar su trabajo en la asistencia benéfica con el ejercicio del oficio de barbero, dentista y callista, parece que fueron las opciones habitualmente elegidas por estos sanitarios. Rememorando sus orígenes genealógicos, desde la creación de la titulación de practicante disponer de una barbería fue uno de los medios más seguros para conseguir un modo de subsistencia adecuado y afianzarse en una posición económica desahogada con respecto a una familia obrera coetánea.324 Una tradición que, como recordaban Pilar Ferrer y las hermanas Lafuente de Zuera, pervivió en las dos generaciones de practicantes que estuvieron a cargo de su asistencia desde la segunda década del siglo xx. A pesar de que desde 1877 los futuros titulados de practicante no pudieron ejercer el arte del dentista, el colectivo presentó importantes resistencias a abandonar otro medio de subsistencia sustancioso. El escaso número de cirujanos-dentistas y odontólogos titulados en España, que a mediados de los años veinte del siglo pasado se situaba 323 324
El Auxiliar Médico Español 1936, febrero, 50: 35. Montesinos Vicente, Fernando. «Practicantes, matronas y cirujanos…», p. 415.
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Fig. 2. Anuncio del establecimiento ortopédico del practicante Juan Conget Conget Fuente: El Auxiliar Médico Español 1935, enero, 37: 4
en 128 269 habitantes, favoreció que, al menos hasta la tercera década, ejercieran el intrusismo en la extracción de dientes y raigones al margen de la ley325 y que en los manuales de Cenzano, como hemos visto, se incluyera su docencia por los mismos motivos. Los servicios como callistas se desarrollaron fundamentalmente en las ciudades en establecimientos puestos en marcha con ese fin, solo ocasionalmente en el domicilio y rara vez en las barberías. Su labor fue la correspondiente a la prevención, cirugía y prescripción de remedios para las enfermedades de los pies. Según Fernando Montesinos, este campo no despertó el interés de otros colectivos por considerarse una ocupación de menor importancia, ingrata y de menores ingresos, lo que pudo asegurar su subsistencia a lo largo del tiempo como competencia del practicante. En Gerona, los primeros gabinetes se pusieron en marcha en 1912, 1920 y en los años treinta.326 El territorio de la venta de productos de ortopedia fue, junto a otras actividades, una de las incorporaciones en el ejercicio libre del practicante con el objeto de satisfacer nuevas demandas sociales o espacios de mercado. En Gerona, en 1930, un practicante abrió uno de los primeros establecimientos de este tipo en la provincia como instituto de ortopedia.327 En Zaragoza, Juan Conget Conget, practicante del Hospital Nuestra Señora de Gracia desde los años treinta, trabajó en uno en la calle Goicoechea (Fig. 2). Según el mencionado 325 326 327
Ibid., pp. 425-430. Ibid., pp. 431-436. Ibid., p. 422.
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Isabel Blázquez Ornat Fig. 3. Anuncio de los servicios privados ofertados por el practicante Manuel Sagarra en Zaragoza. Fuente: Guía Nocturna de Zaragoza, 1934
autor, con menor tecnicismo que estas ortopedias, en España durante el primer tercio del siglo xx se abrieron otros establecimientos denominados «ortopedias menores o casas de lavajes». Regentados por practicantes que habían trabajado en la lucha antivenérea, ofrecieron este tipo de asistencia de manera privada en los barrios marginales de las ciudades (Fig. 3). Algunas con el paso del tiempo se convirtieron en verdaderas tiendas-consultorios.328 Dentro del contexto general de aumento de los grupos profesionales liberales en Zaragoza en las primeras décadas del siglo xx (médicos, abogados, arquitectos, odontólogos…), el número de practicantes presentó un incremento significativo y destacable en la década previa al comienzo de la Guerra Civil.329 Los datos de colegiados del libro conservado en el Colegio de Enfermería de Zaragoza me han permitido visibilizar el número de profesionales que estaban ejerciendo en la ciudad y municipios de Zaragoza en 1930. De acuerdo a los domicilios aportados por los practicantes, se ha podido configurar un mapa de la cobertura asistencial privada en el medio urbano y rural ofrecida por este sanitario. Dadas las retribuciones económicas obtenidas por su trabajo para la Beneficencia en los distintos ámbitos analizados en este libro, la necesidad de compaginarlo con la actividad privada parece que tuvo que ser esencial. Por ello, no es difícil imaginar que muchos practicantes en sus domicilios dispusieran de una consulta para ejercer cualquiera de las actividades glosadas en este punto. Ibid., p. 423. Bueno Madurga, Jesús Ignacio. Zaragoza, 1917-1936. De la movilización popular y obrera a la reacción conservadora, Zaragoza, Institución «Fernando El Católico», 2000, pp. 297-298. 328 329
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La disposición prácticamente homogénea que se observa en los mapas elaborados, deja traslucir la intención de asegurarse una clientela privada y la pervivencia de la demanda, uso o costumbre de recurrir a este tipo de profesional (Figs. 4 y 5). De esta manera, en la capital de Aragón, que contaba con un censo de 173 982 habitantes como población de hecho en 1930,330 cada practicante dio cobertura asistencial a 813 habitantes. La proporción para la población residente en las zonas rurales zaragozanas fue de un practicante por cada 1239 habitantes.331 Por tanto, aunque en el ámbito rural los practicantes tuvieron sus problemas profesionales más significativos como veremos posteriormente, sus espacios de asistencia fueron tanto este como el urbano, e incluso se dio con todavía más fuerza la salida laboral en las ciudades a partir de las primeras décadas del siglo xx.
330 Censo de la ciudad de Zaragoza en 1930. Disponible en: http://www.ine.es/ inebaseweb/pdfDispacher.do?td=98593&ext=.pdf [Consulta: 14/11/2014]. 331 Para la determinación de esta tasa, a la población de la provincia de Zaragoza de 1930 de 535 816 habitantes, se le ha restado el censo correspondiente a la capital de Zaragoza para obtener la población que se residía en el ámbito rural. Gran Enciclopedia Aragonesa, vol. X…, 1980-1987, p. 2717.
313
Fig. 4 Distribución de los domicilios-consultas de los practicantes colegiados en la ciudad de zaragoza en 1930 1 practicante
4 practicante
2 practicantes
5 practicantes
3 practicantes
1 practicanta
(Elaboración propia sobre plano de la ciudad de Zaragoza. Prats Vázquez Juan (dir.) Guía de Zaragoza de calles, plazas y paseos. Barcelona: Editorial Rápido, 1923, p. 34)
Capítulo 6 ESTATUS ECONÓMICO Y POSICIÓN SOCIAL DEL PRACTICANTE Aunque tradicionalmente la posición social viene determinada por el rol y estatus del que se dispone, en este capítulo me he centrado en el análisis de uno de sus aspectos: los sueldos percibidos por los practicantes en sus diferentes esferas de ejercicio profesional. De esta manera, he querido establecer la relación existente entre la obtención de rentas e ingresos y la disposición de bienes y servicios; en definitiva de discutir la relación entre la posición económica y la posición social que se le podría atribuir a este sanitario español.
El practicante urbano Evolución de los sueldos Con el comienzo de la Beneficencia Municipal de Zaragoza en los primeros años del siglo xx,1 el sueldo de los practicantes quedó estableció en 750 pesetas anuales, igual al que cobraba un practicante funcionario municipal de la ciudad de Granada en 1900.2 Posteriormente y del mismo modo que ocurrió con el personal facultativo 1 Para el análisis de la evolución de los sueldos de los practicantes y del resto del personal he utilizado dos fuentes fundamentales: los reglamentos publicados durante el periodo de estudio que recogieron sus retribuciones anuales y los libros de nóminas comprendidos entre 1905 y 1936. Estos libros me han permitido confeccionar una serie bastante completa, ya que he podido revisar prácticamente todos aquellos que con periodicidad anual recogieron los salarios que cobraron los practicantes, médicos y matronas. Además, he podido adicionar datos relativos a este asunto de interés gracias a la revisión de diferentes legajos sobre el personal y sueldos en el momento de la constitución de la Beneficencia Municipal en 1905 y de otros posteriores sobre sus peticiones de aumento hasta 1915. 2 AMZ, Beneficencia, Caja 629, Expediente 35, Provisión de plazas a la Casa de Socorro de practicantes…, 1906; Martínez Padilla, Clara; Ortiz Gómez, Teresa. «Género y profesiones sanitarias. El trabajo de las matronas en Granada…», en J. Castellanos Guerrero et al. (coords.), La Medicina en el siglo xx. Actas del X Congreso Nacional de Historia de la Medicina…, 1998, p. 604.
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médico, en 1908 se les adicionó un complemento por antigüedad de 100 pesetas por quinquenio.3 Un sueldo que, al igual que los médicos, consideraron escaso y que provocó sus continuas peticiones de aumento a la corporación. En septiembre de 1910, los primeros practicantes que se incorporaron a la asistencia municipal solicitaron el reconocimiento de su primer quinquenio en el cuerpo, un derecho que se les reconoció indicándoles que su solicitud la tramitaran en mayo de 1911, cuando tuvieran cumplidos los cinco años.4 Cuando el momento llegó, estos practicantes solicitaron que su retribución fuese de 250 pesetas en vez de 100, ya que cada uno de ellos tenía a su cargo los servicios que por prescripción facultativa tenía que prestar a unas trescientas familias en sus distritos, la colaboración en las tareas de vacunación y revacunación y las guardias en la Casa de Socorro cada cinco días alternativamente, las cuales uno de ellos no realizaba por prestar sus servicios en el Matadero. Una importante carga de trabajo que les hacía tener que descuidar su clientela particular, y que no fue considerada causa suficiente para acceder a las peticiones planteadas. En ocasiones, el sueldo percibido por los practicantes fue menor que el de los camilleros. Un hecho que en 1911 para algunos diputados estuvo justificado, a pesar de que aquellos no contaban con titulación académica, ya que su dedicación era exclusiva y la de los practicantes no, que tenían su clientela particular.5 Un doble trabajo en la Beneficencia y de modo particular que fue algo habitual para los practicantes debido a lo exiguo de su sueldo y que propició varias peticiones de aumento de su personal. Unas peticiones que se sustentaron en el objeto de no tener que descuidar a sus clientes particulares los sábados y domingos, días de más trabajo en las barberías, desde el inicio de la guardia en la Casa de Socorro a las trece horas del sábado hasta el domingo a la misma hora.6 Reglamento de la Beneficencia Municipal y Casas de Socorro…., 1908, p. 13. AMZ, Beneficencia, Caja 1898, Expediente 2208, Practicantes de la Beneficencia Municipal piden aumento…, 1910. 5 AMZ, Beneficencia, Caja 1901, Expediente 1381, Los practicantes de la Beneficencia Municipal solicitan…, 1911. 6 En 1907 y 1908, cinco practicantes de la Beneficencia solicitaron permiso para contratar a otro practicante que les sustituyera en las guardias en la Casa de Socorro los sábados y los domingos. Un practicante que sería pagado por ellos mismos para que no hubiera 3 4
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Estatus económico y posición social del practicante
En 1913, los practicantes plantearon una nueva petición de aumento de su retribución, de tal manera que a la cuantía de ese momento de 850 pesetas se le sumaran 149 más. A los argumentos ya utilizados anteriormente se añadió el de que sus sueldos eran inferiores a los del resto de funcionarios que reunían circunstancias análogas a las suyas. Tras un intenso debate, se les concedió el aumento de su asignación anual a 999 pesetas, que el Reglamento de 1915 ratificó para los seis primeros del escalafón, mientras que fue fijado en 750 para los dos últimos.7 La Tabla 8 muestra la evolución de los sueldos base máximos y mínimos (sin complementos) de los practicantes según su lugar en el escalafón de la Beneficencia Municipal durante la primera década de su puesta en marcha. Inicialmente todos los practicantes cobraron lo mismo y aumentó su sueldo en casi 250 pesetas en un periodo de nueve años. A partir de 1915, con la división en dos turnos de los practicantes, aquellos que desempeñaban su trabajo en el Matadero cobraron el sueldo más bajo, quedando los restantes con una mejor retribución anual de 999 pesetas. Por tanto, durante la mayor parte de esta primera década (1905-1915) los sueldos de los practicantes se mantuvieron estables, siendo al final de la misma cuando se produjo su aumento paulatino y sustancial. Con respecto al personal facultativo municipal, los sueldos de los médicos numerarios duplicaron los de los practicantes hasta la incorporación de los primeros supernumerarios, que, aunque con retribuciones más bajas, superaron en un 33,3 % las percibidas por los practicantes. La diferencia de los sueldos base de los practicantes repercusión en el erario público con el propósito de que aquellos no tuvieran que ausentarse de sus establecimientos de barbería los días de más trabajo. La petición les fue concedida, de tal manera que se dispuso de un practicante sustituto, fijo, propuesto por los practicantes y aprobado por el decano, del cual serían responsables los titulares en lo que pudiera incurrir. Posiblemente por el cese del practicante sustituto, en 1910, volvieron a solicitar lo mismo con igual planteamiento, y esta vez se les denegó por no figurar nada al respecto en el Reglamento vigente, y sí su obligación de atender las guardias en la Casa de Socorro. AMZ, Beneficencia, Caja 1886, Expediente 1942, Practicantes de la Beneficencia Municipal piden se nombre otro titular retribuido…, 1907; Caja 1890, Expediente 2365, Practicantes de la Casa de Socorro solicitan autorización para nombrar sustituto…, 1908; Caja 1898, Expediente 769, Practicantes de la Beneficencia Municipal desean nombramiento…, 1910. 7 AMZ, Beneficencia, Caja 1911, Expediente 2732, Varios practicantes piden aumento de…, 1913; Reglamento de la Beneficencia Municipal y Casa de Socorro…, 1915, p. 23.
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con los de los médicos supernumerarios se fue acortando entre 1908 y 1915, momento en que el sueldo de un practicante de los primeros puestos del escalafón sería prácticamente similar al de un médico supernumerario. Esta aproximación de sueldos entre los médicos más modernos y los practicantes fue consecuencia de la revalorización de las retribuciones de estos últimos, mientras que las de los médicos numerarios y supernumerarios de la Beneficencia Municipal de Zaragoza capital, no experimentaron aumento alguno durante el periodo comprendido entre 1905 y 1915.8 Para realizar la comparación con el resto de componentes del personal subalterno asalariado, los camilleros y el conserje-enfermero, no debemos perder de vista que su horario de trabajo fue más extenso que el de los practicantes y que su dedicación fue exclusiva en la Casa de Socorro. Inicialmente, el sueldo de los camilleros se fijó en 750 pesetas anuales más 25 céntimos de peseta diarios gracias a la aceptación por parte del Ayuntamiento de que se les siguiera reconociendo la gratificación que por sus servicios en la epidemia de cólera disfrutaban desde 1885. Una petición de un cuerpo formado por bomberos, que la corporación aceptó por seguir siendo emplea8 Con el comienzo de la Beneficencia Municipal de Zaragoza, el sueldo de los facultativos se estableció en 1500 pesetas anuales. Una retribución que el Reglamento de la Beneficencia de 1908 mantuvo para los numerarios con el complemento de 250 pesetas por quinquenios, y fijó la de los supernumerarios en 1000 pesetas más quinquenios de 125 pesetas. Un sueldo que el personal médico, también, consideró insuficiente y que propició sus tempranas y continuas reivindicaciones. En 1909, los médicos solicitaron su aumento por el incremento de las familias inscritas en el padrón de Beneficencia y, por tanto, en la carga de asistencia domiciliaria, en las guardias en la Casa de Socorro y en el reconocimiento de quintos y funcionarios municipales, informes técnicos, vacunación… Un aumento en sus dotaciones que ya en 1906 se aprobó en 500 pesetas más por los grandes beneficios y el descenso de la mortalidad desde la puesta en marcha de la Beneficencia en Zaragoza, pero que nunca llegó a ser efectivo. En 1909 se solicitó el mismo aumento, que para los numerarios se situó en realidad en 250 pesetas por el pronto cumplimiento de su primer quinquenio en el Cuerpo Facultativo Municipal. La petición les fue denegada. Posteriormente, el desdoble de las funciones, con la reorganización del cuerpo que hemos comentado, no implicó un aumento de su sueldos ya que los médicos más modernos encargados de las guardias en la Casa de Socorro percibieron 1000 pesetas anuales sin el reconocimiento de quinquenios, y los médicos de zona mantuvieron la retribución establecida en 1908. Mateo Tinao, Mariano, Historia y servicio de la Beneficencia Municipal de Zaragoza…, p. 11; Reglamento de la Beneficencia Municipal y Casas de Socorro…, 1908, p. 11; AMZ, Beneficencia, Caja 1893, Expediente 2183, Médicos Beneficencia municipal solicitan…, 1909; Reglamento de la Beneficencia Municipal y Casa de Socorro…, 1915, pp. 20-21.
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dos propios.9 De esta manera, hubo un periodo de tiempo hasta la publicación del Reglamento de 1908 que los equipararía en que los camilleros cobraron más que los practicantes. A partir de ese momento, existieron otros periodos en que también los camilleros cobraron más que los practicantes, fruto de la concesión de sus peticiones de aumento de sueldo, como ocurrió en 1911.10 Al año siguiente y tras una nueva petición que conseguirían que fuese aceptada,11 el Reglamento de 1915 ratificó su sueldo en 900 pesetas, que si bien no superaba el sueldo base de los practicantes más antiguos del escalafón (999 pesetas), sí lo hacía con el de los más modernos (750 pesetas).12 Curiosamente el sueldo de los camilleros era igual que el que percibían los denominados enfermeros en el Hospital Nuestra Señora de Gracia en 1913,13 un hecho que puede apuntar que la índole de sus funciones y régimen laboral fueran muy parecidos. Por otra parte durante el periodo de 1907 a 1915, el sueldo para el conserje-enfermero se mantuvo en 1000 pesetas anuales para él y su familia, disponiendo de una habitación dentro del edificio, del que no podría ausentarse sin el permiso del médico de guardia y sin dejar un sustituto.14 Un sueldo importante y siempre superior en un 33,3 % al sueldo base de los practicantes, justificado por su permanencia continua en la Casa. Una diferencia que prácticamente desaparecería 9 AMZ, Beneficencia, Caja 629, Expediente 294, Beneficencia Municipal. Instalación de la Casa de Socorro…, 1906; Caja 630, Expediente 1772, Los camilleros de la Casa de Socorro solicitan seguir…, 1906. 10 En 1911 y tras instancia de tres de ellos, se les aumento en 50 pesetas su sueldo anual. AMZ, Beneficencia, Caja 1901, Expediente 2405, Los camilleros de la Casa de Socorro solicitan…, 1911. 11 En 1912 volvieron a solicitar, tal y como lo hicieron en 1910, el aumento de su sueldo por no poder cubrir con él las necesidades de sus familias y ser los dependientes municipales con sueldo más reducido y con más horas de servicios. En esta ocasión, su petición de un sueldo de 900 pesetas les fue aceptada por sus numerosas horas de servicio y la índole de sus funciones. AMZ, Beneficencia, Caja 1898, Expediente 163, Camilleros de la Casa de Socorro piden aumento…, 1910; Expediente 2205, Camilleros de la Casa de Socorro piden aumento…, 1910; Caja 1904, Expediente 2596, Camilleros de la Casa de Socorro piden aumento…, 1912. 12 Reglamento de la Beneficencia Municipal y Casa de Socorro..., 1915, p. 29. 13 AHDPZ, Libros de Intervención 2957, Nóminas del personal…, 1892-1916. 14 Reglamento de la Beneficencia Municipal y Casas de Socorro..., 1908, p. 14; Reglamento de la Beneficencia Municipal y Casa de Socorro…, 1915, p. 26.
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en 1915 respecto a los primeros practicantes del escalafón, que percibieron 999 pesetas. Tabla 8. Sueldos del personal de la Beneficencia Municipal de la ciudad de Zaragoza 1905-1915 (datos en pesetas/año) Año
Médico (máx.)
Médico (mín.)
Practicante (máx.)
Practicante (mín.)
Conserjeenfermero
1905
Camillero 750
1906
750, 25
1500
1907 1908
750
750
1909 1000
1910 1911
1500
1000
800
1913
850
1914
999
1915
999
900 750
Fuente: Reglamentos de la Beneficencia Municipal de Zaragoza 1908, 1910 y 1915; AMZ, Libros de Intervención 00166, 00182, 00200, 00212, 00225, 00233, 00247, 00262 y 00272, Nóminas, 1905-1911 y 1913-1914; Beneficencia, Caja 629, Expediente 294, Beneficencia Municipal. Instalación de la Casa de Socorro…, 1906; Caja 630, Expediente 1772, Los camilleros de la Casa de Socorro solicitan seguir…, 1906; Expediente 2405, Los camilleros de la Casa de Socorro solicitan…, 1911
Trasladándonos al ámbito de la Beneficencia Provincial de Zaragoza, en general se puede decir que los sueldos de los practicantes que trabajaron en aquel ámbito de asistencia fueron superiores a los disfrutados por los de la Municipal, como veremos posteriormente. En 1908, cuando los practicantes municipales percibían 750, los provinciales, ya desde 1892, recibían 910 pesetas.15 Con la concesión del aumento a 999 pesetas de los sueldos de los primeros practicantes del escalafón, estos se situaron, aproximadamente, a la altura de lo que percibía en ese momento un practicante de tercera categoría en 15
AHDPZ, Libros de Intervención 2957, Nóminas del personal…, 1892-1916.
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el hospital.16 Sin embargo, la retribución de los últimos del escalafón se situó muy cerca de las 730 pesetas que la matrona cobraba en el hospital en 1914, uno de los sueldos más bajos del centro.17 Además, podemos comparar las retribuciones de estos sanitarios de la asistencia municipal de Zaragoza durante su primera década con las percibidas por sus colegas en otras capitales españolas en este mismo ámbito. El sueldo de los practicantes que trabajaban en la Beneficencia Municipal de San Sebastián, que en un principio solo prestaron su asistencia en el Cuarto de Socorro, se situaron en 1907 en 1055 pesetas anuales, superando la de sus propios médicos, y en 1912, en 1655 pesetas. Unas retribuciones superiores a las de los zaragozanos a pesar de que estos últimos tenían una mayor carga de trabajo, ya que a los practicantes donostiarras no se les añadiría a sus obligaciones el auxilio a los médicos municipales en lo relativo a la puesta de inyecciones, parches y ventosas en la atención domiciliaria hasta 1918.18 Si avanzamos en el tiempo y a la vista de los datos de la Tabla 9, durante el quinquenio comprendido entre 1918 y 1923, los sueldos de los practicantes con funciones en la asistencia domiciliaria y Casa de Socorro experimentaron un aumento significativo. Un ascenso que supuso la revalorización de las retribuciones de los practicantes más antiguos en un 110,21 % con la llegada a su punto cumbre en 1923. Esta fuerte subida fue igualmente experimentada por los sueldos de los practicantes más modernos, situándose para este mismo periodo de tiempo en un 133,33 %. Un ascenso paradójico producido dentro de un contexto de alta conflictividad social en Aragón y España tras el fin de la Primera Guerra Mundial y que provocó un acusado aumento del paro y la disminución de los salarios.19 Los sueldos de todos los practicantes se mantendrían sin variaciones en los años AHDPZ, Actas del pleno 1917, 21 de noviembre; Libro 83: 164. AHDPZ, Beneficencia, Leg. 515-2.º, Hospital Nuestra Señora de Gracia. Comunicaciones referentes a personal…, 1914-1915; Libros de Intervención 2957, Nóminas del personal…, 1892-1916. 18 Placer Galán, Carlos; Urkia Etxabe, José María. El Cuarto de Socorro de San Sebastián
, pp. 103-116 y 174-177. 19 Rújula, Pedro. «Historia Contemporánea», en E. Fernández Clemente (dir.), Historia de Aragón..., pp. 683-686. 16 17
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posteriores para descender el percibido por los más antiguos en 100 pesetas en 1926 y mantenerse, así, hasta 1930. Sin embargo, el sueldo de los más modernos no sufrió ninguna modificación. Este descenso en sus retribuciones armonizaba, como he mencionado, con un contexto difícil para la economía aragonesa iniciado a comienzo de los años veinte, en el que las crisis harineras y la disminución de precios por la recuperación del mercado internacional al finalizar la Guerra Mundial hicieron mella.20 Con el comienzo de la tercera década del siglo xx, las retribuciones de todos los practicantes se revalorizaron, ascendiendo en un 25 % las de los más antiguos del escalafón y en un 14 % las de los más modernos. En el libro de nóminas de año 1931-1932 se recogieron por primera vez, coincidiendo con la nueva organización y sistema de incorporación y ascenso dentro del Cuerpo de Practicantes de la Beneficencia, sus retribuciones de acuerdo con sus lugares de asistencia (Casa de Socorro, Matadero, consultas de tocología, etc.). A partir del año 1933, se añadió un practicante ayudante en la consulta de sifilografía y odontología con un sueldo igual que los otros ayudantes de consulta.21 La subida iniciada en la década de los años treinta se afianzó en los años posteriores en un marco general que seguía caracterizado por la alta conflictividad social y la mala situación de la economía aragonesa, a pesar de lo cual, en términos generales, tuvo lugar un aumento de los salarios de los trabajadores generales gracias a la negociación de los jurados mixtos.22 La consolidación de los sueldos de los practicantes creo que además pudo estar influenciada por la puesta en marcha de algunas iniciativas gubernamentales anteriores como el Reglamento de Sanidad Municipal de 1925, las Reales Órdenes de 1928 y 1929 y el Reglamento del Cuerpo de Practicantes Titulares de 20 Ibid., p. 690. Una de las más recientes síntesis sobre la economía aragonesa puede verse en Germán Zubero, Luis. Historia económica del Aragón contemporáneo, Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza, 2012. 21 AMZ, Libros de Intervención, Nóminas, 1933. 22 Los jurados mixtos fueron unas instancias puestas en marcha por la Segunda República donde los empresarios y trabajadores pudieron negociar sus condiciones de trabajo y sueldo bajo la supervisión de la Administración. Rújula, Pedro, Op. cit., pp. 693 y 695.
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Asistencia Pública Domiciliaria de junio de 1935, que los dotó de la consideración de funcionarios técnicos auxiliares del Estado.23 Si comparamos los sueldos de los facultativos durante el periodo 1916-1936 con los de los practicantes, se observa que los aumentos y descensos en ambas categorías fueron prácticamente simultáneos. También para los médicos numerarios y supernumerarios se produjo una importante revalorización de sus retribuciones durante el sexenio comprendido entre 1918 y 1924. Los sueldos de los numerarios aumentaron en un 74 % y los de los supernumerarios, en un 82 %, datos que ponen de manifiesto que la revalorización del sueldo de los practicantes fue mayor que la de los facultativos. El sueldo máximo para los médicos se alcanzó en 1924 con 3492,5 pesetas anuales para los numerarios y 2742,5 para los supernumerarios. En 1927, la retribución de los primeros descendería para equipararse a la de los segundos siguiendo la línea de descenso del sueldo de los practicantes que, sin embargo, fue de menor cuantía y no igualó a todos los integrantes del escalafón. En 1931, se revalorizaron las retribuciones de los médicos numerarios y supernumerarios en un 45,85 % y 9,4 % respectivamente y se recuperó la diferencia sustancial entre los sueldos de ambos. Igualmente, los sueldos de los practicantes veteranos aumentaron en ese momento, pero su revalorización fue menor que la de los médicos numerarios. Sin embargo, la de los practicantes más modernos fue mayor que la experimentada por los médicos supernumerarios. Si comparamos en el comienzo de la década de los años treinta la retribuciones de los practicantes municipales en Zaragoza con respecto a las matronas, se observa que los sueldos de estas sanitarias fueron entre un 52,86 % y un 58,75 % inferiores a los percibidos por los practicantes dependiendo de su mayor o menor antigüedad en el escalafón. Una diferencia que se hizo más acusada tras el aumento del sueldo de los practicantes al año siguiente, en 1931. En 1932, las retribuciones de las primeras matronas titulares experimentaron un aumento de un 9 %, 23 Además, las funciones de los practicantes fueron ampliadas con prácticas auxiliares de carácter profiláctico, sanitario, bacteriológico y epidemiológico. Bernabéu Mestre, Josep; Gascón Pérez, Encarna. Historia de la Enfermería de Salud Pública en España (18601977), Alacant, Universitat d´Alacant, 1999, p. 44.
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situándose en 900 pesetas anuales y sin sufrir variaciones hasta 1936. A pesar de este ligero ascenso, su sueldo siguió siendo muy inferior al de los practicantes en un rango de un 55 % a un 64 % menos.24 En general, el personal de la Beneficencia Municipal que menos percibió por su trabajo fueron las matronas, tal y como ocurrió en Granada. La aceptación de estos sueldos significativamente más bajos, como apunta el estudio de Clara Martínez y Teresa Ortiz para las matronas granadinas, puede apuntar la posibilidad de que estas sanitarias utilizaran estos puestos de trabajo como estrategia profesional en la búsqueda de acreditación y nombre para ejercer en privado su profesión.25 Tabla 9. Sueldos del personal de la Beneficencia Municipal de Zaragoza capital (1916-1936) (datos en pesetas/año) Año Médicos Médicos Practicantes Practicantes Matronas Conserje Camillero- Camillero(máx.) (mín.) (máx.) (mín.) enfermero Chófer 1916 1918 1921 1923 1924 1925
2000 2992,5 3492,5
1500
999
750
2242,5
1660
1170
2742,5
2100
1926 1927 1928
1000
900 1000
1750 2742,5
2000
1929
2555
1930
2737,5
825
1931 1932 1933 1934
4000
3000
2500
2000
900 2920
1935
3285
3500
1936
Fuentes: AMZ, Libros de Intervención, 00285, 00379 y 00400, Nóminas, 1916, 1926 y 1928; Libros de Intervención, Nóminas, 1918, 1921, 1923-1925, 1927, 1929-1936
AMZ, Libros de Intervención, Nóminas, 1930-1936. Martínez Padilla, Clara; Ortiz Gómez, Teresa. «Género y profesiones sanitarias. El trabajo de las matronas en Granada…», en J. Castellanos Guerrero et al. (coords.), La Medicina en el siglo xx. Actas del X Congreso Nacional de Historia de la Medicina…, 1998, pp. 604-605. 24 25
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Estatus económico y posición social del practicante
Los sueldos de los camilleros de la Beneficencia Municipal zaragozana en el periodo entre 1916 y 1936 con respecto a los de los practicantes fueron casi siempre superiores (con excepción del año 1916), siendo mayores, incluso, los de aquellos con mayor veteranía y, por tanto, con mayor retribución. La diferencia mínima entre los sueldos de ambos colectivos se situó en 1918, momento en que el sueldo de un practicante veterano fue tan solo una peseta inferior al de un camillero y el de uno moderno, 250 pesetas. Una diferencia que se incrementó progresivamente a lo largo del tiempo, alcanzando su punto álgido en 1934 gracias a la incorporación de la categoría «camillero-chófer» con un sueldo de 3285 pesetas anuales. De este modo, los chóferes cobraron entre un 64,25 % y un 31,4 % más que los practicantes modernos y antiguos, respectivamente, y la diferencia respecto a los «camilleros-enfermeros» se mantuvo entre un 46 % y un 16 %.26 De igual manera, el sueldo percibido por el conserje fue superior al de los practicantes más antiguos, con una diferencia apenas apreciable en 1918, para ser progresivamente más acentuada y alcanzar la máxima distancia en el año 1935, cuando este cargo tuvo adjudicado un sueldo de 3500 pesetas.27 En este año el conserje percibió entre un 40 % y un 75 % más que un practicante moderno y uno antiguo respectivamente. Podemos comparar los sueldos de los practicantes en Zaragoza en las primeras décadas del siglo xx con los percibidos por sus colegas en la Beneficencia Municipal de Logroño. A lo largo del periodo estudiado por Francisco Javier Iruzubieta (1923-1936), el personal que sufrió el mayor aumento de sus sueldos fue el colectivo de practicantes con un 178 %, situándose su subida más exponencial, con casi un 90 % entre 1929 y 1933. Una revalorización que para los practicantes de Zaragoza fue más acusada en el periodo anteriormente mencionado de 1918 a 1923. Si bien en aquel laxo de tiempo, también, los sueldos de estos sanitarios sufrieron un aumento considerable tras el descenso de los años anteriores.28 AMZ, Libros de Intervención, Nóminas, 1918 y 1933-1936. AMZ, Libros de Intervención, Nóminas, 1918, 1929-1930, 1935-1936. 28 Según este autor, en las primeras décadas del siglo xx, los sueldos de estos practicantes logroñeses fueron inferiores a los de otros funcionarios municipales de categorías y funciones similares, o a la de los trabajadores de otras casas de socorro. Iruzubieta Barragán, Francisco Javier. La Casa de Socorro de Logroño, 1923-1936…, 2006, pp. 72-84. 26 27
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Si realizamos una valoración en conjunto de los datos analizados para el periodo 1905-1936, se puede decir que el personal sanitario cualificado que sufrió una mayor revalorización de sus sueldos fue el facultativo. Tomando como punto de partida 1915, año del que se dispone de los primeros datos de los distintos sueldos de médicos y practicantes dentro del escalafón que les organizaba, y hasta el año 1936, la revalorización de los sueldos de los médicos numerarios fue un 16 % mayor que la sufrida por los practicantes con mayores sueldos, y la de los supernumerarios, un 34 % mayor que la de los que cobraban retribuciones como practicantes más reducidas (Gráfico 24). Considero interesante contextualizar la evolución de los sueldos de los practicantes en este ámbito de asistencia de la Beneficencia Municipal con el objeto de poder explorar su poder adquisitivo y estrato social al significar o establecer la relación existente entre su salario y la carestía de la vida con respecto al precio del producto básico del trigo. Para ello utilizaré la serie de precios anuales del trigo de huerta en Zaragoza (pesetas/hectolitro) confeccionada por el historiador de la economía aragonesa Antonio Peiró Arroyo desde el siglo xvii hasta 1920, año a partir del cual los periódicos zaragozanos dejaron de publicar su precio regularmente hasta 1929.29 Con la cautela que implica no disponer de todos los sueldos anuales que cobraron los practicantes durante este periodo de tiempo y la complejidad de hacer estimaciones fiables sobre este aspecto, me atrevo tan solo a destacar los aspectos que planteo a continuación con el objeto de dar una pincelada general y orientativa. Entre 1905 y 1918, la tendencia del precio del trigo fue ascendente, con un repunte muy acusado en el periodo final entre 1914 y 1918. Un repunte fruto de la influencia de la Primera Guerra Mundial en España, que provocó una elevada inflación y carestía de los productos básicos alimenticios, que, según Julián Casanova, siempre se situó por encima del alza de los sueldos.30 29 El autor utiliza como fuentes los Libros de Actos de Comunes del Ayuntamiento de Zaragoza, la publicación del Diario de Zaragoza y los Años políticos e históricos. De las cosas particulares sucedidas en la Ciudad de Zaragoza de Faustino Casamayor, para recoger los precios de los cereales en el almudí de Zaragoza. Los precios de estos cereales se presentan en pesetas/ hectolitro o cahíces (un cahíz de trigo equivale a 179,36 litros). Peiró Arroyo, Antonio. «El mercado de cereales y aceites aragoneses (siglos xvii-xx)», Agricultura y Sociedad, 43 (1987), pp. 213-279. 30 Casanova, Julián; Gil Andrés, Carlos. Breve historia de España en el siglo xx, Barcelona, Ariel, 2002, p. 51.
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Y así fue como también ocurrió en Aragón, donde la Gran Guerra tuvo un efecto positivo en la economía aumentando la demanda pero también los precios, lo que derivó en el encarecimiento de las subsistencias. Esta situación precipitó que los salarios aumentaran, pero no al ritmo de los precios, lo que llevó a que las condiciones de vida de los trabajadores urbanos empeoraran.31 Unas afirmaciones que nuestro estudio corroboran tal y como se aprecia en el Gráfico 25. 4.500 4.000 3.500 3.000 2.500 2.000 1.500 1.000
Practicantes (mín.)
Matronas
Practicantes (máx.)
Médicos (mín.)
1936
1934
1932
1930
1928
1926
1924
1921
1916
1914
1911
1909
1907
0
1905
500
Médicos (máx.)
Gráfico 24. Evolución de los sueldos del personal cualificado de la Beneficencia Municipal de Zaragoza capital (1905-1936) (datos en pesetas/año)
Practicantes (máx.)
Practicantes (min.)
1918
15
1917
0
1916
20
1915
200 1914
25
1913
400
1912
30
1911
600
1910
35
1909
800
1908
40
1907
1000
1906
45
1905
1200
pts/hectolitro
Gráfico 25. Evolución de los sueldos de los practicantes de la Beneficencia Municipal de la ciudad de Zaragoza (pesetas/año) y los precios anuales del trigo de huerta (pesetas/ hectolitro) (1905-1918) 31 Rújula, Pedro. «Historia Contemporánea», en E. Fernández Clemente (dir.), Historia de Aragón..., p. 682.
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El mencionado autor aragonés recogió los datos ofrecidos por una memoria del Ministerio de Fomento sobre el Consejo Provincial de Zaragoza, que en 1913 consideraba que para una familia rural de cinco miembros el gasto estimado en alimentación, luz, arriendo, vestido y varios alcanzaba la cifra de 1162 pesetas anuales. De ellas, 887 pesetas corresponderían a las dedicadas a la alimentación de acuerdo a 730 kg de pan, 62 kg de carne, 30 kg de tocino, 32 kg de bacalao, 100 kg de legumbres, 400 kg de patatas, 130 litros de leche, 12 kg de café, 32 kg de azúcar, 130 kg de aceite y 300 litros de vino.32 A modo orientativo utilizaré esta estimación de consumo alimenticio para un núcleo familiar rural para aproximarnos al poder adquisitivo de estos sanitarios, teniendo en cuenta que nuestras estimaciones no han incluido el no poco gasto correspondiente a la luz, arriendo y vestido. Esta aproximación que planteo la he realizado gracias a los precios que de los productos básicos alimenticios se disponen en el trabajo mencionado del autor aragonés para los años 1914, 1917, 1921, 1927 y el periodo entre 1929 y 1936.33 En primer lugar, el gasto anual estimado en alimentación en 1913 de una familia rural muestra como los practicantes, que contaban en 1911 con un sueldo de 750 pesetas anuales, no podrían cubrir las necesidades básicas para vivir. En el periodo comprendido entre 1915 y 1918, el sueldo anual de los practicantes osciló entre las 999 y 750 pesetas según el puesto y funciones adjudicadas por el escalafón. Un sueldo que se situaría lejos de las 1492,65 pesetas que suponía el coste de una «cesta de alimentos» compuesta por los mencionados productos en el año 1917. Igualmente y a pesar de la subida de sus sueldos del año 1921, que los situó en 1660 y 1170 pesetas/año, estos sanitarios 32 Peiró Arroyo, Antonio. «La historia de los precios y salarios en Aragón en la Edad Contemporánea», en Estado actual de los estudios sobre Aragón. Actas de las primeras jornadas. Teruel, 18 al 20 de diciembre de 1978, vol. 1, Zaragoza, D.L., 1979, pp. 506-507. 33 Este autor aporta los datos de la Cámara de Comercio e Industria de Zaragoza. Para hacer los cálculos del coste de los 62 kg de carne/año, tomamos el precio del kilogramo de carne de ganado lanar por ser, tradicionalmente, la carne de mayor consumo en tierras aragonesas y para el coste de los 100 kg de legumbres, el precio del kilogramo de garbanzos. Tanto de estos artículos como de los restantes, hemos realizado la media de los precios que tuvieron durante el mes de julio u octubre recogidos en este trabajo. Ibid., pp. 510-511.
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contarían con serias dificultades para poder adquirir los alimentos necesarios para el periodo anual, ya que el coste de la misma «cesta» se encontraría en las 1740,25 pesetas. Durante el periodo comprendido entre 1926 y 1930, en que las retribuciones de estos sanitarios se mantuvieron entre las 2000 y las 1750 pesetas/año, su poder adquisitivo aumentó ligeramente. Con los datos del precio de los artículos de primera necesidad de 1927 y 1929, estimamos que el precio de la «cesta» de estos alimentos alcanzaría las 1753,85 y 1860,85 pesetas/año, respectivamente. Por tanto, inicialmente el poder adquisitivo de los practicantes más antiguos y con más sueldo aumentó ligeramente para disminuir al final de este periodo, y de igual modo para los practicantes más modernos pero con un carácter mucho más acusado. Finalmente, con una de las subidas de las retribuciones de los practicantes municipales más importantes de nuestro periodo de estudio en el año 1931, se inauguró un periodo de seis años durante los cuales los sueldos se situaron entre las 2500 y 2000 pesetas/año. El precio de la cesta de productos básicos para los años 1931, 1933 y 1935 se situó en 1869,1, 1926,95 y 1834,85 pesetas/año. De este modo, el estatus económico de todos los practicantes trabajadores de la Beneficencia Municipal alcanzó en este periodo su punto más alto siendo, lógicamente, todavía mayor para los practicantes más antiguos. En líneas generales, considero que el estatus económico de los practicantes fruto de sus retribuciones por el trabajo en el ámbito público fue bajo. Con sus sueldos no pudieron cubrir sus necesidades básicas más elementales y solo tal vez en los momentos en que estos alcanzaron su mayor cuantía pudieron subsistir sin dificultades importantes o sin desempeñar otro trabajo. El poder adquisitivo de estos sanitarios cualificados no fue, tal y como cabía esperar, significativamente superior al de la mayor parte de la población aragonesa, sino incluso inferior.34 Una población cuya 34 Las estimaciones que se presentan han sido resultado de la comparación de los salarios agrícolas en España y el sueldo diario de los practicantes tras dividir el anual entre 365 días. Unas aproximaciones generales que se han realizado con la consciencia de no haber podido verificar el número de días y horas de trabajo anuales de los practicantes. Además, la información estadística sobre los salarios en España es muy escasa más allá
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dedicación mayoritaria se encuadraba en las tareas del campo todavía a finales del periodo que comprende esta investigación. En 1931, este tipo de ocupación representaba el 52 % de la actividad de Aragón, unos datos que se encontraban por encima de la media nacional, que se situaba en el 45,5 %.35 Los salarios medios diarios de los trabajadores varones del campo en España fueron siempre superiores a los de los practicantes más modernos una vez establecido el escalafón para su organización en 1915 y hasta 1936 (diferencia negativa de 0,31 a 1,86 pesetas/día entre el sueldo de un practicante y un trabajador del campo). Los sueldos de los practicantes más antiguos solo lograron superar la media diaria del sueldo del trabajador varón del campo a partir de 1923 y hasta 1936 (diferencia positiva de 0,19 a 0,47 pesetas/ día). Por tanto, a la luz de este análisis se puede decir que el estrato social adquirido por los practicantes con ejercicio asalariado público municipal en la capital de Zaragoza fue bajo asemejándose al de un trabajador del campo agrícola.
de los trabajos realizados por el Instituto de Reformas Sociales a mediados del siglo xix y posteriormente por el Ministerio de Trabajo en el periodo comprendido entre 1914 y 1936. El trabajo de Miguel Ángel Bringas Gutierres ha reconstruido una serie nacional de salarios agrícolas para un periodo muy extenso (1756-1910) utilizando fuentes de muy diversa procedencia. Asimismo, para el periodo de 1914-1936 se dispone de los resultados de la investigación de Margarita Vilar Rodríguez para 1914-1930 y los propios del trabajo de Jordi Maluquer y Montserrat Llonch para 1914-1947, a partir de los anuarios estadísticos de España. Todos ellos se encuentran recopilados en Maluquer De Motes, Jordi; Llonch, Montserrat. «Trabajo y relaciones laborales», en A. Carreras; X. Tafunell (coords.), Estadísticas históricas de España: siglos xix-xx, vol. III, Bilbao, Fundación BBVA, 2005, pp. 1173 y 1219-1220. En un primer momento, se planteó este análisis basándose en los datos locales aportados por Luis Germán Zubero en su trabajo sobre el movimiento obrero en Aragón, fruto de la revisión de los anuarios estadísticos de España. En esta investigación aportó datos sobre los salarios de los obreros y obreras cualificadas, peones, aprendices y aprendizas en las primeras décadas del siglo xx. Estos datos se recogieron en pesetas/hora, por lo que, al no haber podido verificar en cuantas horas reales se estableció la jornada de trabajo de los practicantes, no he podido realizar la comparación oportuna. Germán Zubero, Luis. «Aportaciones para un estudio del movimiento obrero en Aragón», Cuadernos aragoneses de economía, 1 (1975-1976), pp. 86-107. 35 Rújula, Pedro. «Historia Contemporánea», en E. Fernández Clemente (dir.), Historia de Aragón..., p. 692.
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El practicante rural: barrios y pueblos En 1906, con el establecimiento de la Beneficencia Municipal,36 el sueldo de los practicantes de los barrios rurales de Zaragoza quedó fijado en 100 pesetas anuales, que fue más tarde ratificado por el Reglamento de 1908 (Tabla 10).37 Al igual que los facultativos pertenecientes a este ámbito de asistencia, sus reclamaciones con el objeto de conseguir un aumento de su retribución fueron tempranas. En 1909, los primeros practicantes de los barrios rurales lo solicitaron ya que los servicios que prestaban eran incluso en dos o tres barrios a la vez o recorriendo largas distancias por la diseminación de su vecindario. Los practicantes no fijaron la cuantía de aumento, dejándola en manos de la Comisión de Gobernación del Ayuntamiento, si bien expusieron que los alguaciles de los barrios, sin título académico, cobraban el doble que ellos. La Comisión aprobó un incremento de su retribución, que quedó establecida en 125 pesetas anuales. Este dictamen fue ratificado más tarde por el Ayuntamiento, consignándose en los presupuestos de 1910.38 Como ocurría con los practicantes de Zaragoza capital, estos sanitarios de los barrios rurales complementaron su asistencia municipal con otros servicios privados como la vacunación a personas pudientes. El practicante compraba la linfa-vacuna y al precio de una peseta vacunaba tras anunciarse, sin incurrir en la extralimitación de sus funciones como practicante de la Beneficencia.39
36 De igual modo que para las retribuciones en la ciudad de este personal, he utilizado dos fuentes fundamentales: los reglamentos publicados durante el periodo de estudio que recogieron sus retribuciones anuales (1908 y 1915) y los libros de nóminas comprendidos entre 1905 y 1936. Además, he podido adicionar datos relativos a este asunto de interés gracias a la revisión de diferentes legajos sobre este personal y sus reivindicaciones de aumento de sus sueldos hasta 1915. 37 AMZ, Libros de Intervención 00182, Nóminas, 1906; Reglamento de la Beneficencia Municipal y Casas de Socorro…, 1908, p. 20. 38 AMZ, Beneficencia, Caja 1893, Expediente 2574, Practicantes de la Beneficencia de los barrios rurales…, 1909. 39 En Peñaflor un practicante denunció al titular del mismo pueblo por ofertar privadamente la vacunación. Se produjo la apertura del correspondiente expediente, que dictaminó a favor del segundo. AMZ, Beneficencia, Caja 1898, Expediente 1148, D. Federico García Arenjo denuncia que el practicante de Peñaflor…, 1910.
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Tras la bajada de sus sueldos en 1911 en 25 pesetas, para la que no he encontrado justificación clara, en el contexto del aprovisionamiento por segunda vez de la plaza de practicante en Juslibol en 1913, se produjo un nuevo ascenso. La provisión se produjo por renuncia del que la desempeñaba al tener que incorporarse a filas en el ejército. Esta plaza se anunció en el BOPZ40 con una dotación de 150 pesetas anuales, requiriéndose para participar en el concurso las condiciones ya mencionadas.41 Este aumento de sueldo fue ratificado en el Reglamento posterior de 1915.42 Posteriormente, se inició una revalorización de los sueldos de un 166 % en el sexenio comprendido entre 1918 y 1924, que coincidió con la que se produjo para los practicantes de la capital. En 1927, el sueldo de los practicantes de barrio se incrementó 100 pesetas más, manteniéndose en 400 anuales hasta 1932. Una situación que fue distinta en la ciudad, como hemos visto, en que los sueldos de los practicantes descendieron o se mantuvieron sin modificación hasta 1931. Tal y como se estableció para los médicos, en 1932 se produjo la división de los practicantes y sus sueldos de acuerdo a la zona en que se asistía. Los practicantes de los distritos de Castillo, Torrero, Montemolín-La Cartuja y Casablanca percibieron 750 pesetas anuales, mientras que los del resto, 600.43 En los años siguientes de la década de los treinta, se inauguró otro periodo de revalorizaciones, prácticamente anuales, que implicó el ascenso de sus retribuciones en un 33 % y un 44 % de acuerdo al planteamiento de distritos y barrios. BOPZ 1913, l 2 de enero, 4: 29. Una vez revisado su expediente y comprobado que cumplía con todo lo establecido, la plaza le fue otorgada al único candidato que se presentó. A pesar del nombramiento del practicante en febrero de 1913, este no se presentó en su plaza, lo que precipitó que el médico titular de Juslibol desempeñara la cirugía menor durante ese tiempo. El médico solicitó se le retribuyeran estos servicios en concepto de gratificación. Una petición a la que no se accedió y que dio comienzo a un nuevo concurso público en julio de 1913. Se presentó un único practicante como candidato, que fue merecedor de la plaza, y poco después también renunció por ser llamado a filas. Su plaza vacante fue recuperada por el practicante al que él había sustituido dos años antes aproximadamente. AMZ, Beneficencia, Caja 1911, Expediente 2044, Practicante interino de Juslibol presenta renuncia…, 1912; Expediente 442, Concurso para proveer una plaza de practicante…, 1913; Expediente 1984, D. Enrique Gonzalvo pide gratificación…, 1913; Caja 1934, Expediente 1410, D. Antonio Calvo Justero, presenta la dimisión del cargo…, 1915. 42 Reglamento de la Beneficencia Municipal y Casa de Socorro…, 1915, p. 22. 43 AMZ, Libros de Intervención, Nóminas, 1918, 1921, 1923-1925, 1927, 1929-1932. 40 41
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Estatus económico y posición social del practicante Tabla 10. Sueldos del personal cualificado de la Beneficencia Municipal de los barrios rurales de Zaragoza (1905-1936) (datos en pesetas/año) Año
Médicos (máx.)
Médicos (mín.)
Practicantes (máx.)
Practicantes (mín.)
Matronas (máx.)
Matronas (mín.)
1905 1906 1907 100
1908 1909 1910
125
750
1911
100
1913 1914 150
1915 1916 1918 1921
234
1121,25
1923
350
1924 1925
400
1621,25
1927 1929
1783,37
1930 1931
2500
500
1932 1933
3000
2500
4000
3500
1934 1935 1936
500
1500 750
600
750
600
900
750
900
750
1200
1050
1200
1050
Fuentes: Reglamentos de la Beneficencia Municipal de Zaragoza 1908, 1910 y 1915, AMZ, Libros de Intervención 00166, 00182, 00200, 00212, 00225, 00233, 00247, 00262, 00272, 00285, 00379 y 00400, Nóminas, 1905-1911, 1913-1914, 1916, 1926 y 1928, respectivamente; Libros de Intervención, Nóminas, 1918, 1921, 1923-1925, 1927, 1929-1936.
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A la vista de la tabla anterior, podemos comparar las retribuciones de los practicantes de barrio con la de sus compañeros médicos y matronas. En 1908, los médicos de los barrios rurales disfrutaron de un sueldo de 750 pesetas anuales, una retribución equivalente a la mitad de la que cobraban los facultativos de la capital y, además, sin el reconocimiento de quinquenios.44 Prácticamente desde el principio, los médicos titulares reivindicaron a la corporación municipal mejoras en su retribución anual. En 1910, solicitaron un aumento de sueldo o concesión de quinquenios, la preferencia en los concursos a las plazas de médicos supernumerarios de la capital y que se colocasen placas en sus domicilios como se había hecho también para los de la capital, consideradas estas como un medio de reconocimiento y visibilización dentro de la zona. El sueldo de este facultativo era inferior al de los médicos y practicantes de la capital por el reconocimiento de quinquenios. Una situación que consideraron injusta, que «deprimía moral y materialmente a la sufrida clase médica», ya que los practicantes eran de «inferior categoría y tenían menos responsabilidad y trabajo». Por ello, solicitaron un aumento de 250 pesetas para así alcanzar las 1000 pesetas anuales y, en caso negativo, el reconocimiento de quinquenios. Finalmente, no se aceptaron ninguna de sus pretensiones.45 En 1912 y 1913 se recuperaron las mismas peticiones añadiendo el derecho de viudedad y orfandad por su fallecimiento, sin conseguir cambios significativos.46 De hecho, el Reglamento de 1915 no fue permeable a sus reivindicaciones, ya que volvió a establecer su sueldo en las mismas 750 pesetas anuales.47 Esta situación, considerada por muchos de «agravio comparativo», se mantuvo durante la primera década de la puesta en marcha de la Beneficencia Municipal. Hubo que esperar al año 1921 para que se produjera la primera revaloración Reglamento de la Beneficencia Municipal y Casa de Socorro…, 1908, p. 19. AMZ, Beneficencia 1910, Caja 1898, Expediente 861, Médicos titulares de barrios rurales solicitan…, 1910. 46 AMZ, Beneficencia, Caja 1904, Expediente 1540, Médicos de barrios rurales piden aumento..., 1912; Caja 1911, Expediente 1047, Los médicos de los barrios rurales solicitan …, 1913. 47 Reglamento de la Beneficencia Municipal y Casa de Socorro…, 1915, p. 21. 44
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de sus retribuciones, y hubo otras posteriores en los años 1924 y 1929 que supusieron un incremento de 137,78 % respecto a su sueldo de 750 pesetas de años anteriores. En esta línea de ascendente, en 1931 tras la inauguración del sistema de escalafón interno se estableció que los médicos de los distritos de Castillo, Torrero, Montemolín-La Cartuja y Casablanca cobraran 3000 pesetas anuales, mientras que los del resto, 2500. Una remuneración por su trabajo que, sin el reconocimiento de quinquenios, fue idéntica a la que percibía un médico de guardia del Hospital Nuestra Señora de Gracia durante los años 1930, 1931 y 1935.48 En comparación con los facultativos, la diferencia existente entre el sueldo de un practicante de barrio y uno de ciudad fue mucho más importante que la existente entre un médico de barrio y uno de la capital. Las retribuciones de los practicantes de los barrios experimentaron un aumento durante la primera década de la Beneficencia Municipal de Zaragoza que no existió para el personal facultativo. A pesar de ello, los sueldos de los practicantes fueron hasta 1918 entre un 80 % y un 86,6 % menores que los de los médicos, unas diferencias que se acortaron ligeramente a lo largo de los siguientes años. Tomando como referencia los años de ascenso de las retribuciones de los practicantes, podemos establecer que las diferencias con las propias de los médicos fueron de un 79,13 % en 1921, un 68,78 % en 1923, un 75,32 % entre 1924 y 1925 y entre un 69,15 % y un 71,96 % en el periodo comprendido entre 1927 y 1930. Una vez establecido el sistema de escalafón para ambas categorías de sanitarios, el sueldo de un practicante de barrio respecto al de un médico de barrio, con una población a asistir igual para ambos, fue un 76 % inferior en 1932 y un 70 % entre 1933 y 1936. Si analizamos los sueldos más elevados de los practicantes y médicos de distritos en sus escalafones respectivos, se observa que las retribuciones de los primeros fueron un 75 % inferiores en 1932 y un 70 % entre 1933 y 1936. En la tercera década del siglo xx, los sueldos de estos profesionales con respecto a las matronas fueron los mismos. Un hecho que resulta curioso ya que en el ámbito
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AHDPZ, Libros de Intervención 2957, Nóminas, 1930-1932 y 1934-1943.
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urbano las retribuciones de estas sanitarias se caracterizaron por ser notablemente inferiores a las de sus compañeros. En líneas generales, se puede decir que los practicantes de barrio rural percibieron un sueldo notablemente inferior a los que trabajaron para la Beneficencia Municipal del casco urbano de la ciudad de Zaragoza. Unas diferencias que se pueden visibilizar con claridad si comparamos los sueldos de los practicantes con menor retribución de los dos ámbitos. En 1906 la diferencia salarial se situó en un 86,6 %, para reducirse en 1936 en un 47,5 %. Las diferencias incluso se mantuvieron con respecto a sus colegas de la Beneficencia Provincial trabajadores del Hospital Nuestra Señora de Gracia, centro con un volumen de asistencia mayor que el correspondiente a la Beneficencia Municipal. Los practicantes de segunda clase del hospital ya en el periodo comprendido entre 1860 y 1883 percibieron 456,25 pesetas anuales por su trabajo, y en 1912, 910 pesetas.49 El sueldo de los practicantes de los barrios fue, incluso, considerablemente inferior al percibido por los sirvientes de este establecimiento a mediados del siglo xix, ya que sus sueldos oscilaron entre el máximo de 912,5 pesetas/año del mancebo primero del horno y las 540-730 pesetas/año de los porteros de la puerta principal y el rastrillo.50 El poder adquisitivo de los practicantes de los barrios rurales fue notablemente inferior al de los de la ciudad. Un poder adquisitivo que, en el periodo de alza de los precios de productos básicos de 1914 a 1918, fue todavía más reducido. Una afirmación que planteo a la luz de los costes que he manejado sobre el gasto anual que tan solo en comida tenía una familia rural de cinco miembros en los años 1917, 1921, 1927, 1929, 1931, 1933 y 1935. Unos gastos que, hasta 1933 y en el mejor de los casos, eran más del doble del sueldo de un practicante de barrio. A partir de aquí se redujo la diferencia entre los gastos que acarreaba la provisión de productos alimenticios básicos y los ingresos de estos practicantes. 49 AHDPZ, Beneficencia, Leg. 435-1.º, Nóminas de dependientes, enfermeros y sirvientes…, 1853-1860; Leg. 358, Nóminas de practicantes, enfermeros y sirvientes…, 18611866; Leg. 345, Plantilla de empleados del Hospital Nuestra Señora de Gracia…, 1867-1869; Leg. 364, Nóminas de los practicantes…,1869-1887; Leg. 523-3.º, Hospital Nuestra Señora de Gracia. Comunicaciones referentes…, 1911-1912. 50 AHDPZ, Beneficencia, Leg. 406, Nóminas del personal del Hospital…, 1869-1887.
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Manteniendo las precauciones expuestas en la nota al pie número 34 de este capítulo, los salarios diarios de estos practicantes fueron muy
inferiores a los percibidos del mismo modo por los trabajadores varones agrícolas, encontrando para el periodo de 1905 a 1936 una diferencia mínima y máxima de 1,69 a 4,42 pesetas diarias entre ambos. De este modo se puede apreciar cómo las posibilidades de ascenso en la estructura social del practicante de un barrio rural, solo con la retribución de su trabajo para la Beneficencia, fueron significativamente bajas. Uno de los espacios por excelencia del ejercicio profesional del practicante fue el ámbito rural, cuyo análisis en este libro se ha centrado en el estudio del caso de Zuera. En lo relativo a los salarios percibidos por estos sanitarios, como dato previo partiremos las diferencias que estos presentaban a mediados del siglo xix, cuando su asistencia se encontraba en manos de médicos y cirujanos. El sueldo anual que el Ayuntamiento de esta localidad pagó a su cirujano fue 5400 reales de vellón en la contrata establecida en los años 1863 a 1865 y, en la renovación de los dos años siguientes, 6200 reales. Para el médico del pueblo, el sueldo anual quedó fijado en 8000 reales de vellón, y en 8350 tras la renovación del contrato.51 Por tanto, el sueldo anual del cirujano fue entre un 32,5 % - 25,74 % más bajo que el del médico en los bienios de 1863-1865 y 1865-1867, presentando diferencias también en el régimen de cobro, ya que el primero lo percibió por trimestres y el médico, por semestres. Los primeros datos sobre los salarios de los practicantes en Zuera del año 1915 los situaron en 125 pesetas anuales.52 En 1922 sus retribuciones experimentaron una subida de un 40 %, alcanzando las 175 pesetas al año.53 Estos sueldos fueron inferiores a los percibidos por un practicante de la Beneficencia Municipal de la ciudad y de los barrios rurales de Zaragoza, ya que, en comparación con ellos y tomando los datos de los años señalados, las retribuciones de los 51 AMZU, Caja 92, Expediente 1585, Expediente para la creación de la plaza de médico…, 1864, pp. 9, 12-13, 18-21. 52 AMZU, Caja 92, Expediente 1593, Expediente instruido para la provisión de dos plazas…, 1915. 53 AMZU, Caja 90, Expediente 1506, Expediente para la provisión de dos plazas…, 1922.
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practicantes rurales fueron entre un 20 % y un 33 % menores con respecto a las de sus colegas de barrio y entre 6 y 6,68 veces más bajas que las de sus compañeros en la ciudad.54 Aunque no he localizado más información para establecer la evolución que sufrieron los sueldos de los practicantes en Zuera, conociendo que el sueldo de un médico titular en un partido de sus características en 1929 era de 2000 pesetas/año, podemos aproximar que como mínimo la retribución anual del practicante se pudo situar en ese momento en las 600 pesetas. Esto permite suponer que, en el periodo de siete años comprendido entre 1922 y 1929, sus sueldos se revalorizasen en un 242,80 %. Los salarios de estos practicantes rurales se pudieron complementar con la mitad del que hubiera/n cobrado la/s matrona/s del municipio, ya que parece que en Zuera, como he mencionado, esta/s plaza/s estuviera/n cubiertas por estos sanitarios hasta el final del periodo que abarca esta investigación. Además que, al igual que en otros ámbitos de asistencia, en el pueblo también los practicantes simultanearon su ejercicio público con el privado anunciándose como auxiliares médicos, pero no formalizaron igualas en esta localidad.55 Los recuerdos de las hermanas Lafuente son que tanto su padre como su abuelo cobraban «poquísimo», pero que su padre recibía retribuciones en especie como pollos, vino, gallinas o verduras, por ello afirman que «… nunca nos faltó comida pero no tuvimos dinero para comprar nada…».56 De los facultativos sabemos que sus retribuciones en 1914, tras la modificación de la categoría del partido de Zuera, se establecieron en 750 pesetas anuales, igualando las percibidas ese mismo año por un médico de un barrio rural de Zaragoza. Desde 1925 y hasta 1934, sus salarios se establecieron en 2000 pesetas al año, más 200 pesetas más por el desempeño del cargo de inspector municipal.57 En com54 Se toman como referencia los sueldos de los practicantes de barrio y ciudad de Zaragoza de los años 1915 y 1921, por no disponer de los datos correspondientes al año 1922. Reglamento de la Beneficencia Municipal y Casa de Socorro…, 1915; AMZ, Libros de Intervención, Nóminas, 1921. 55 Entrevista a Pilar Ferrer Pueyo el 22 de octubre de 2013. 56 Entrevista a Elena y Elisa Lafuente el 22 de octubre de 2013. 57 AMZU, Caja 92, Expediente 1592, Expediente para proveer dos plazas de médico…, 1914; Expediente 1599, Expediente para proveer plaza de médico…, 1925; Expediente
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paración con los salarios de los facultativos de los barrios rurales, en 1925 sus salarios fueron superiores. Sin embargo, el estancamiento posterior y la subida de los salarios de aquellos, propició que, en la década de los años treinta, los médicos de los barrios percibieran notablemente más que los rurales.58 Además, los médicos en Zuera formalizaron las tradicionales igualas con los vecinos pudientes del pueblo, complementando así sus sueldos públicos con los propios del ejercicio privado.59 Según los datos disponibles, si establecemos una comparación entre las retribuciones de los médicos rurales de Zuera y las mínimas de sus colegas en la Beneficencia Municipal de la capital de Zaragoza, se observan unas diferencias notables, situándose en 1915 en un 25 % menos lo percibido por un facultativo rural que por uno de la capital, en 1925 en un 19,78 % y durante el periodo de 1931 a 1936 en un 26,6 %. A pesar de contar con una misma población a asistir en su rol de «auxiliar médico», en términos generales los salarios de los practicantes fueron notablemente inferiores a los de los facultativos. Unas diferencias muy sustanciales que, en algún momento de la primera década del siglo xx, situaron los sueldos de los practicantes seis veces por debajo de los percibidos por los médicos. A principio de la segunda década del mismo siglo, se alcanzó la diferencia más importante, con unas retribuciones 12,5 veces inferiores a las de los facultativos. A finales del mismo, la brecha entre ambos sanitarios pudo disminuir, si el Ayuntamiento se ajustó a lo legislado, para situarse en salarios 3,6 veces menores. Recuperando los datos recogidos para el siglo xix, el cirujano en el pueblo de Zuera percibió un salario que representó entre el 67,25 % y el 74,26 % del cobrado por el médico de la localidad, ambos contratados por la municipalidad. Durante el siglo xx, las diferencias entre el sueldo del practicante y del médico fueron notablemente mayores, 1604, Expediente para proveer plaza de médico…, 1929; Expediente 1607, Expediente del nombramiento de médico-inspector…, 1934. 58 AMZ, Libros de Intervención 00272, Nóminas, 1914; Libros de Intervención, Nóminas, 1925, 1929 y 1934. 59 AMZU, Caja 92, Expediente 1591, Expediente sobre las dos plazas vacantes de médicos…, 1914, pp. 1-2.
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ya que el primero percibió entre el 16,6 % en 1915 y el 7,95 % en 1922 del salario correspondiente al facultativo de la localidad. Si comparamos el sueldo de los practicantes con el de la matrona que trabajó meses en el pueblo, se observa que el salario de esta última presentó diferencias muy significativas con respecto al del practicante en el año 1929. El sueldo de la matrona fue de 400 pesetas al año por la asistencia de los dos distritos del municipio, al quedar la otra plaza vacante.60 Por tanto, a pesar de contar con doble carga asistencial, recibió por su trabajo un salario un 33,33 % inferior a lo percibido por sus compañeros practicantes. Sin embargo, en comparación con matronas de otros ámbitos de asistencia, su sueldo en el pueblo distó en 100 pesetas de lo percibido por una colega en 1930 en un barrio rural de Zaragoza y en más del doble del de en la ciudad.61 El poder adquisitivo de los practicantes rurales en Zaragoza, tomando como caso tipo el pueblo de Zuera, fue menor que en cualquier otro ámbito de asistencia. Con los sueldos que percibieron por su trabajo para la asistencia de beneficencia muy difícilmente pudieron cubrir sus necesidades más básicas de alimentación. Si traemos a colación el precio que costaba en 1913, 1917, 1921, 1927 o 1929 una «cesta de alimentos» compuesta por los productos que hemos analizado en apartados anteriores, se observa la enorme diferencia que existió con respecto a los sueldos de los practicantes zufarienses en los años 1915, 1922 y 1929. En comparación con el sueldo medio diario percibido por un trabajador varón agrícola en los tres años de los que disponemos de los salarios de estos practicantes, estos sanitarios cobraron entre 3,74 y 2,02 pesetas diarias menos. Unas estimaciones que reflejan, sin duda, unas duras condiciones de vida, un escasísimo poder adquisitivo y una prácticamente nula expectativa de promoción social.62 60
1929.
AMZU, Caja 92, Expediente 1605, Expediente de nombramiento de la plaza…,
AMZ, Libros de Intervención, Nóminas, 1930. Una estimación que se realiza dividiendo el sueldo anual de los practicantes entre 365 días para comparar con los datos de los salarios medios diarios de los trabajadores varones agrícolas. Maluquer de Motes, Jordi; LLonch, Montserrat, «Trabajo y relaciones laborales», en A. Carreras; X. Tafunell (coords.), Estadísticas históricas de España…,vol. III, p. 1219. 61 62
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Estatus económico y posición social del practicante
Un estatus social que tal vez se vislumbra en el recuerdo que poseen las nietas e hijas de los practicantes Lafuente sobre el trato diferente que se le otorgaba al médico y al practicante: «… el médico era Don y el otro no... tenía mucho más prestigio el médico que el practicante… el médico era el médico». A pesar de ello, reconocen que su padre fue «querido y famoso» y que una buena muestra de agradecimiento fue la concesión de la medalla de oro del pueblo poco antes de su fallecimiento. También rememoran el reconocimiento de los habitantes de la localidad hacia su abuelo, ya que «… la hora sagrada de mi abuelo era el café. Se iba todos los días del año, fuera Navidad, Semana Santa… cualquier día del año, al casino… le atendían incluso si estaba cerrado, a él le daban café...».
El practicante de hospital general Antes de la aparición de la Ley Moyano, desde 1836 y hasta 1850, los sueldos de los practicantes del Hospital de Nuestra Señora de Gracia, alumnos de Cirugía, fueron distintos según las funciones que tuvieron atribuidas.63 Los encargados de las curas (practicantes enfermeros) cobraron más que los responsables de la rasura y cirugía menor (practicantes mancebos) (Tabla 11). Teniendo en cuenta esta consideración, los sueldos de los practicantes hasta 1846 fueron, además de la ración, de 360 reales/año para el encargado de las tareas más complejas y de 240 reales/año para el de la cirugía menor. En 1846, se produjo una bajada de los mismos, situándose en los 240 reales/año para el primero de ellos y en los 180 para el segundo. Tras la unificación de las dos categorías de practicante-enfermero y practicante-mancebo en 1848, en la única de practicante dos años más tarde se produjo también la homogeneización de sus sueldos. De esta manera, todos ellos percibieron 240 reales/año correspondiendo con lo percibido años antes por el practicante encargado de las curas. 63 Para el análisis de la evolución de los sueldos de los practicantes y del resto del personal, he utilizado dos fuentes fundamentales: un legajo con cuadernos de nóminas de algunos de los años comprendidos entre 1892 y 1936 y otros conservados en los fondos de la Diputación Provincial de Zaragoza sobre el hospital y este asunto.
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Isabel Blázquez Ornat
Este sueldo se mantuvo así hasta febrero de 1857, momento en que sus retribuciones experimentaron un crecimiento exponencial posiblemente a consecuencia de la eliminación de la ración, alcanzando los 1460 reales/año.64 La introducción de «cirujanos-curadores» en el servicio de practicantes del hospital en 1836 supuso que asumieran el rol desempeñado por teniente cirujano, vice-teniente, tablajeros, y el del llanero mayor y cataplasmero mayor.65 El sueldo que para estos cirujanos se estableció en esta reforma, y que se mantuvo hasta 1857 sin variación, fue de 1460 reales anuales sin ración. El número de ellos a lo largo de este periodo osciló entre un mínimo de cinco y un máximo de diez, siendo el de practicantes habitualmente superior al de ellos. Hasta 1846 las diferencias entre estos titulados y los practicantes del centro fueron muy importantes, oscilando entre un 305,5 % y un 508,3 % más la retribución percibida por el cirujano-curador respecto a cada una de las categorías del practicante (enfermero o mancebo). A partir de esta fecha, las diferencias fueron todavía más acentuadas alcanzándose la máxima de un 711,11 % con respecto a lo percibido por un mancebo. Con la unificación de los sueldos de los practicantes en 1850, las diferencias se mantuvieron en un 508,3 % hasta 1857, cuando, momentáneamente, practicantes y cirujanos-curadores cobraron lo mismo.66 64 AHDPZ, Beneficencia, Leg. 668, Empleados y dependientes, raciones…, 18021873; Leg. 362, Notas mensuales para la formación de las nóminas…, 1869-1875; Leg. 365, Expediente sobre la admisión de practicantes…, 1849-1850; Leg. 358, Nóminas, sueldos de facultativos de Medicina…, 1849-1852; Leg. 360, Nóminas de los haberes devengados por los empleados eclesiásticos, Facultativos…, 1849; Leg. 435-1.º, Nóminas de dependientes, enfermeros y sirvientes…, 1853-1860; Leg. 345, Plantilla de empleados del Hospital…, 1867-1869. 65 Todos ellos, a excepción del viceteniente que no dispuso de sueldo, disfrutaron de una dotación económica más las correspondientes raciones alimenticias. El teniente cirujano disfrutaba de una dotación anual de 677,22 reales/año, más ración y habitación; el viceteniente, de la misma ración que el anterior pero sin dotación; los dos tablajeros, el llanero mayor y el cataplasmero mayor tuvieron una dotación de 112,32 reales/año, más ración de efectos, utensilios, cuarto y cama. AHDPZ, Beneficencia, Leg. 392, Expediente acerca del nombramiento de personal…, 1813-1849, p. 13. 66 Ibid., p. 30; AHDPZ, Beneficencia, Leg. 668, Empleados y dependientes, raciones…, 1802-1873; Leg. 362, Notas mensuales para la formación de las nóminas…, 1869-1875; Leg. 358, Nóminas, sueldos de facultativos de Medicina…, 1849-1852; Leg. 365, Expediente sobre la admisión de practicantes…, 1849-1850; Leg. 434-4.º, Nóminas de haberes mensuales del personal facultativo…, 1853-1867.
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Estatus económico y posición social del practicante
La mencionada reforma de 1836 estableció también el salario que percibieron los asistentes de enfermos en 365 reales anuales. Una retribución que se mantuvo en cifras muy similares hasta 1857, en que aumentó significativamente hasta 2555 reales, posiblemente tras la eliminación de la ración que disfrutaron desde el principio de este periodo. Un salario que los colocó como el grupo mejor pagado con funciones asistenciales tras los médicos y cirujanos. Habitualmente su número osciló entre la decena y la docena, muy similar al de los practicantes, conformándose como uno de los grupos más numeroso del centro. En comparación con los practicantes, los asistentes de enfermos cobraron una cantidad muy parecida a los más cualificados e incluso hubo momentos en que superaron las retribuciones de estos sustancialmente. Con la unificación de los sueldos de los practicantes en 1850 y hasta 1857, los asistentes de enfermos percibieron entre un 40,95 % y un 75 % más que los practicantes.67 Desde 1848 y mientras tuvieron adjudicada ración, las Hermanas de la Caridad, el grupo asistencial más numeroso, disfrutaron de un salario de 320 reales anuales. En 1857, con la eliminación de aquella aumentó su retribución hasta 1966,10 reales. Por tanto, mientras existió la división entre practicantes enfermeros y mancebos, las religiosas cobraron entre un 33,33 % y un 77,7 % más que aquellos respectivamente. Unas diferencias que en 1857, con la revalorización de los sueldos que se produjo para todos los empleados, se situó en un 34,66 %.68 Para el resto del personal con titulación, los sueldos mínimos de los médicos y cirujanos del hospital se mantuvieron, desde 1848, en 2220 y 2920 reales anuales respectivamente. Unos salarios que para los cirujanos habían aumentado en un 47,76% desde 1836, constatándose 67 AHDPZ, Beneficencia, Leg. 392, Expediente acerca del nombramiento de personal…, 1813-1849, p. 30; Leg. 365, Expediente sobre la admisión de practicantes…, 1849-1850; Leg. 360, Nóminas de los haberes devengados por los empleados eclesiásticos, Facultativos…, 1849; Leg. 435-1.º, Nóminas de dependientes, enfermeros y sirvientes…, 1853-1860. 68 AHDPZ, Beneficencia 1849-1850, Leg. 365, Expediente sobre la admisión de practicantes…, 1849-1850; Leg. 360, Nóminas de los haberes devengados por los empleados eclesiásticos, Facultativos…, 1849; Leg. 435-1.º, Nóminas de dependientes, enfermeros y sirvientes…, 1853-1860.
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así, una vez más, la revalorización y empuje que la cirugía tuvo en el siglo xix. Evidentemente, en comparación con los practicantes, las diferencias con los sueldos de estos sanitarios fueron muy sustanciosas. Desde 1848, los sueldos de los médicos y cirujanos fueron 9,25 veces y 12,16 veces superiores, respectivamente, al máximo que percibió un practicante.69 Según los datos de los que se disponen, la matrona del centro fue la sanitaria mejor pagada fuera del grupo de los facultativos, ya que su sueldo anual superó, desde 1848 y hasta prácticamente 1856, el percibido por los practicantes, asistentes y Hermanas de la Caridad. Con la llegada del año 1857, su salario descendió de un modo muy severo situándose entre los más bajos,70 posiblemente a consecuencia de que la titular solicitó que se le diera ración como a las criadas y la Comisión del Hospital de la Diputación se la concedió ese mismo día.71 Por tanto, desde 1850 y hasta 1857, el sueldo que percibió la matrona fue un 88,02 % superior al del practicante de cirugía, tal vez porque ella era la única sanitaria, más allá de los facultativos, que disponía de una titulación regulada. A partir de ese año, el sueldo de la matrona fue un 75,34 % inferior al del practicante, aunque aparte dispuso de ración como ya he mencionado.
69 AHDPZ, Beneficencia, Leg. 668, Empleados y dependientes, raciones…, 18021873; Leg. 365, Expediente sobre la admisión de practicantes…, 1849-1850; Leg. 358, Nóminas, sueldos de facultativos de Medicina…, 1849-1852; Leg. 434-4º, Nóminas de haberes mensuales del personal facultativo…, 1853-1867. 70 AHDPZ, Beneficencia, Leg. 365, Expediente sobre la admisión de practicantes…, 18491850; Leg. 360, Nóminas de los haberes devengados por los empleados eclesiásticos, Facultativos…, 1849; Leg. 435-1.º, Nóminas de dependientes, enfermeros y sirvientes…, 1853-1860. 71 Petición fechada el 24 de febrero de 1857. AHDPZ, Diputación Provincial de Zaragoza, Leg. III-107-9.º, Practicantes del Hospital, 1857-1868.
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Estatus económico y posición social del practicante Tabla 11. Sueldos del personal con funciones asistenciales en el Hospital Nuestra Señora de Gracia (1836-1857) (datos en reales/año) Año
Practicante Practicante Médico* Enfermero Mancebo
1836
2920
Cirujano Cirujano- Asistente de Hermana de Matrona** Curador enfermos la Caridad
1976,16
365
1839 1840 1841
360
240
240
180
1842 1843 1844 1845 1846 1847
1460
1848
338,28
320
451,26
1849 1850
240
338,28
451,26
1851 1852
2220
1853
2920
1854 1855
240
360
320
451,26
2555
1966,10
360
1856 1857
1460
Fuente: AHDPZ, Beneficencia, Leg. 392, Expediente acerca del nombramiento de personal…, 1813-1849, p. 30; Leg. 668, Empleados y dependientes, raciones…, 1802-1873; Leg. 360, Nóminas de los haberes devengados por los empleados eclesiásticos, Facultativos…, 1849; Leg. 365, Expediente sobre la admisión de practicantes…, 1849-1850; Leg. 362, Notas mensuales para la formación de las nóminas…, 1869-1875; Leg. 358, Nóminas, sueldos de facultativos de Medicina…, 1849-1852; Leg. 435-1.º, Nóminas de dependientes, enfermeros y sirvientes…, 1853-1860; Leg. 434-4.º, Nóminas de haberes mensuales del personal facultativo…, 1853-1867.*Los sueldos de los médicos y cirujanos son los mínimos percibidos en cada una de estas categorías por los componentes fijos o de número de sus plantillas. **A pesar de que la matrona no formó parte de la plantilla del Hospital Nuestra Señora de Gracia se ha incorporado su salario a esta comparativa. Los datos se presentan sin contemplar las raciones mientras existieron para los practicantes, asistentes, hermanas y matrona.
En 1859 los sueldos de los practicantes de segunda clase sufrieron un aumento de un 25 % tras la petición hecha por algunos exponiendo que con su sueldo no podían sufragar los gastos de su manutención ni demás accesorios, y a la cual se accedió tras otros intentos previos 349
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en 1856 y 1857.72 Después de esta subida, sus salarios se mantuvieron iguales hasta el año 1884, momento en el que se revalorizaron en un 20 %. Una revalorización discutida que fue fruto de la petición presentada por los practicantes tras la reforma del Cuerpo de abril de 1883, por la que se debía acreditar ser titulado de practicante para entrar al servicio. En el debate en la Diputación Provincial, incluso algún diputado, aportando distintas argumentaciones, consideró justo que ese aumento alcanzase los cincuenta céntimos en vez de los veinticinco solicitados. Entre ellas afirmó que, a pesar de sus importantes obligaciones y de «disfrutar de una categoría profesional», los practicantes percibían un sueldo inferior al jornal de un trabajador del campo que ganaba siete reales diarios y al de un practicante militar, impidiéndoles cubrir las necesidades de la vida. Esta nueva propuesta de aumento de hasta cincuenta céntimos suscitó opiniones en contra, ya que algunos diputados estimaron que los pueblos ya hacían un gran esfuerzo en satisfacer sus débitos provinciales y estatales como para sobrecargarlos con el aumento del 45 % de sueldo de algunos de sus empleados. Alegaron también que muchos de estos practicantes tenían establecimientos propios, que su cargo hospitalario era un simple complemento a esta ocupación y que cuando se presentaban a estas plazas ya sabían los sueldos que tenían asignadas. Unas opiniones que aquel diputado sorteó esgrimiendo que el que se presentasen muchos a pesar de todo «probaba el estado de la sociedad».73 Para los practicantes de primera clase cuya aparición, recordemos, se produjo en abril de 1860 en sustitución de los cirujanos-curadores, sus retribuciones experimentaron una subida de un 14,15 % coincidiendo con este cambio de denominación.74 A partir de aquí y a pesar de que no disponemos de una serie continua como para los de segunda clase, parece que no sufrieron modificación alguna, al menos hasta el año 1881. 72 AHDPZ, Diputación Provincial de Zaragoza, Leg. IV-189, Expedientes y documentos relativos a los practicantes…, 1846-1859. 73 AHDPZ, Actas del pleno 1883, 19 de noviembre, Libro 49: 754-759. 74 Una revalorización que fue precedida por la que tuvo lugar en enero de 1858, que aumentó los salarios de los cirujanos-curadores en un 50 %. AHDPZ, Beneficencia, Leg. 434-4.º, Nóminas de haberes mensuales del personal facultativo…, 1853-1867.
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Estatus económico y posición social del practicante
El salario percibido por un practicante de primera clase fue, al menos entre 1860 y 1881, un 36,98 % superior al de uno de segunda (Tabla 12). A pesar de que ambas categorías de practicantes reivindicaron la mejora de sus retribuciones en los años 1862 y 1882, la tendencia general fue a que los sueldos se mantuvieran con pocas variaciones importantes.75 Los salarios de los practicantes en otros hospitales como el de Almería, Guadalajara o Valladolid fueron fundamentalmente inferiores a los de Zaragoza, posiblemente por el volumen asistencial que presentaba el Hospital Nuestra Señora de Gracia. En comparación con los datos aportados por Pedro Carasa para mediados del siglo xix, presentados sin diferenciar por categorías, los practicantes de segunda clase del centro zaragozano percibieron un 30,3 % y un 20 % más que los de Guadalajara y Valladolid respectivamente, pero un 23,5 % menos que los de Alicante. Analizando los mismos datos con respecto a un practicante de primera clase, estos percibieron un 9,84 %, 41,6 % y 49,12 % más que los de Almería, Valladolid y Guadalajara.76 En el hospital de Orihuela en 1880, centro más pequeño que el de Zaragoza, un practicante de primera clase percibía 600 pesetas y uno de segunda, 200 pesetas anuales. Unos datos similares también a lo percibido en el Hospital San Juan de Dios de Alicante como en los de Alcoy y Elda. En comparación, los sueldos de los practicantes del
75 En 1862, varios practicantes del hospital solicitaron que se les equipara el sueldo a los de farmacia justificando su importante número de obligaciones y la escasez de su número de efectivos. En 1882, la Comisión de Beneficencia emitió un dictamen favorable a las instancias presentadas por los médicos de número de la Beneficencia Provincial, practicantes de primera clase y otros empleados en solicitud de un aumento de sus retribuciones. El pleno de la Diputación, creyendo necesario una ampliación del informe para dictaminar, lo devolvió a la Comisión para que procediese a la misma y volviese a realizar su valoración. De su debate en la Diputación obtenemos datos interesantes, como que los sueldos de estos sanitarios eran exiguos y fijados hace muchísimos años, lo que exigía aumentarlos en la proporción necesaria para poder sufragar las necesidades de la vida. También resultan interesante propuestas como la del diputado Julio Bielsa, que, en su ideal de aumentar el sueldo a los empleados de la Beneficencia, pretendió presentar un escalafón general y la respectiva plantilla con los sueldos que debían asignárseles a fin de que todos disfrutaran del beneficio propuesto, lo hubieran solicitado o no. AHDPZ, Diputación Provincial de Zaragoza, Leg. III-107-9.º, Practicantes del Hospital, 1857-1868; Actas del pleno 1882, 6 de mayo, Libro 48: 218-220. 76 Carasa Soto, Pedro. El sistema hospitalario español…, p. 145.
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Hospital Nuestra Señora de Gracia fueron superiores en un 4,16 % y 128,12 % según la categoría que ostentasen.77 Durante el periodo comprendido entre 1858 y 1889, el número de asistentes de enfermos fue similar o ligeramente inferior al de los practicante,s que osciló entre los siete y doce efectivos. Las Hermanas de la Caridad siguieron conformando el grupo más numeroso con de treinta y una a cuarenta y una mujeres en el centro. A pesar de que los sueldos de las Hermanas de la Caridad y asistentes de enfermos no experimentaron un aumento durante este periodo, lo percibido por estos trabajadores habitualmente fue superior a lo de un practicante de segunda clase.78 En el caso de las religiosas, sus salarios superaron los de los practicantes en un 7,17 % hasta 1884, año en el que se invirtió la situación pasando a ser la retribución de estos trabajadores un 11,38 % superior. Además, los asistentes cobraron un 28,57 % más que los practicantes de segunda clase hasta 1884, momento en el que esta diferencia se situó en un 14,28 %. Con respecto a los practicantes de primera clase, cuyo número fue igual que el de los médicos, los salarios de los asistentes también fueron ligeramente superiores.79 A pesar de que los cargos de practicante de primera y segunda clase fueron ocupados por titulados de cirugía y posteriormente por titulados en practicante, la diferencia de sus sueldos con respecto a los asistentes pudo justificarse en que las horas de servicios de estos eran muy superiores, lo que propició que, a pesar de no contar con ninguna formación, sus retribuciones fueran tan considerables.80 Siles González, José. Historia de la enfermería…, 1999, p. 262. Como datos complementarios, durante el periodo 1870-1885, a pesar de que los practicantes cobraron más que las criadas, recibieron lo mismo que el sacristán y sepulturero pero menos que el resto de sirvientes, cuyos sueldos oscilaron entre las 912,5 pesetas/año del mancebo primero del horno y las 540-730 pesetas/año de los porteros de la puerta principal y el rastrillo. También durante el periodo entre 1870 y 1885, los practicantes cobraron menos que los capellanes del hospital, cuyos sueldos oscilaron entre las 1500 pesetas/año y las 700 pesetas/año. AHDPZ, Beneficencia, Leg. 406, Nóminas del personal del Hospital…, 1869-1887. 79 AHDPZ, Beneficencia, Leg. 435-1.º, Nóminas de dependientes, enfermeros y sirvientes…, 1853-1860; Leg. 345, Plantilla de empleados del Hospital…, 1867-1869; Leg. 358, Nóminas de practicantes, enfermeros…, 1861-1866; Leg. 360, Borradores de nóminas de enfermeros…, 1869-1887; Leg. 364, Nóminas de los practicantes…, 1869-1887 80 Siles González José. Historia de la enfermería…, 1999, p. 262. 77 78
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Estatus económico y posición social del practicante
Según José Siles, el sueldo máximo de un enfermero en el hospital de Orihuela en 1880 fue de 140 pesetas anuales, lo que supone que en el Hospital Nuestra Señora de Gracia, centro hospitalario de mayor tamaño, la retribución percibida por el asistente fuese 4,5 veces superior que en Alicante. En comparación con otros hospitales españoles como los de Almería, Guadalajara y Valladolid a mediados del siglo xix, los «enfermeros» del centro zaragozano percibieron un 28,37 %, 77,10 % y 42,85 % más respectivamente. El personal médico, cuyo número rondó los siete efectivos habitualmente, hasta 1889 disfrutó de una única revalorización de su sueldo mínimo en un 66,6 % tras la aplicación de la R. O. del 29 de marzo de 1860, que reorganizó el Cuerpo Facultativo del hospital.81 Con esta subida, los sueldos de los médicos de menor categoría duplicaron los de un practicante de primera clase y fueron entre 2,28 y 2,7 veces superiores a los de un practicante de segunda clase según su sueldo fuese de 456,25 o 547,5 pesetas anuales.82 Por su parte, el sueldo de la matrona no sufrió ningún tipo de variación durante los treinta años comprendidos entre 1858 y 1889. Su salario fue igual al de las criadas de salas, de dementes y de retiradas. Las diferencias con respecto a lo percibido por los practicantes de segunda clase fueron cada vez más amplias, alcanzando su techo máximo en 1884 cuando estos trabajadores llegaron a percibir un 83,56 % más que la matrona.83 Una situación que creemos que estuvo influenciada por la creación de los estudios oficiales de practicante, por la exigencia de que sus trabajadores dispusieran de los mismos y porque, posiblemente, esta sanitaria siguió recibiendo una ración como parte de su retribución. 81 Esta Real Orden dispuso que el Cuerpo Facultativo del hospital y de la Casa de Misericordia estuviera organizado de acuerdo a los médicos de número primero a octavo, médicos agregados primero a tercero y el practicante mayor, quedando los demás al arbitrio de la Junta Provincial de Beneficencia. AHDPZ, Beneficencia, Leg. 345, Plantilla de empleados del Hospital…, 1867-1869. 82 AHDPZ, Beneficencia, Leg. 434-4.º, Nóminas de haberes mensuales del personal facultativo…, 1853-1867; Leg. 345, Plantilla de empleados del Hospital…, 1867-1869; Leg. 405, Nóminas del personal del Hospital…, 1869-1887. 83 AHDPZ, Beneficencia, Leg. 358, Nóminas de practicantes, enfermeros…, 18611866; Leg. 345, Plantilla de empleados del Hospital…, 1867-1869; Leg. 406, Nóminas del personal del Hospital…, 1869-1887; Leg. 360, Borradores de nóminas de enfermeros…, 1869-1887.
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Isabel Blázquez Ornat Tabla 12. Sueldos del personal con funciones asistenciales en el Hospital Nuestra Señora de Gracia (1858-1889) (datos en pesetas/año) Año
Practicante de 1.ª clase
1858
Practicante Médico* Cirujano- Asistente de Hermana de Matrona** de 2.ª clase Curador enfermos la Caridad 365
750
547,5
638,75
491,52
1250
638,75
491,52
90
1250
638,75
491,52
90
638,75
491,52
90
1859 1860-1870
625
90
1250
1871-1874 1875
625 456,25
1876-1878 1879 1880
625
1881 1882-1883 1884 1885
547,5
1250
1886-1887 1889
Fuente: AHDPZ, Beneficencia, Leg. 435-1.º, Nóminas de dependientes, enfermeros y sirvientes…, 1853-1860; Leg. 345, Plantilla de empleados del Hospital…, 1867-1869; Leg. 434-4.º, Nóminas de haberes mensuales del personal facultativo…, 1853-1867; Leg. 358, Nóminas de practicantes, enfermeros…, 1861-1866; Leg. 405, Nóminas del personal del Hospital…, 1869-1887; Leg. 406, Nóminas del personal del Hospital…, 1869-1887; Leg. 360, Borradores de nóminas de enfermeros…, 1869-1887; Leg. 364, Nóminas de los practicantes…, 1869-1887; Actas del pleno 1879, 16 de marzo; Libro 45: 183-184; 1881, 29 de diciembre: Libro 47: 641; 1889, 26 de abril; Libro 55: 382-386. *El sueldo del médico es el mínimo percibido en esta categoría por los componentes fijos o de número de sus plantillas. Los datos en reales/año recuperados hasta 1870, se transforman en pesetas/año. **A pesar de que la matrona no formó parte de la plantilla del Hospital Nuestra Señora de Gracia se ha incorporado su salario a esta comparativa.
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Estatus económico y posición social del practicante
Desde el periodo entre 1889 y 1891 y hasta 1910, se llevaron a cabo reformas importantes en el cuerpo de practicantes que implicaron la inclusión y exclusión de los estudiantes de Medicina, su composición fundamental por practicantes y finalmente, a principios del siglo xx, la sustitución de estos por médicos de guardia. En el contexto de la primera de ellas, se produjo el primer aumento de sueldo de los practicantes, que pasaron de percibir 547,5 pesetas anuales a 730, al igual que los propuestos para los estudiantes de Medicina con cargo de ayudantes. A pesar de que su incorporación en el cuerpo no llegó a ser efectiva, este salario se mantuvo igual para los practicantes cuando se decidió conformarlo tan solo por titulados oficiales de practicante o de otra titulación superior en 1891 (Tabla 13).84 A partir de aquí los practicantes iniciaron una andadura que se caracterizó por sus continuas peticiones de aumento de sueldo, que hasta 1905 no llegaron a ser atendidas. En 1897 y 1901, los practicantes solicitaron una subida de sus sueldos o bien otro gradual por quinquenios, que la corporación desestimó para tiempos más prósperos debido a la mala coyuntura económica. A pesar de ello, algún diputado de la Diputación estimó justas sus reivindicaciones al ser conocedor de lo penoso y asiduo del servicio y de su escasísimo sueldo.85 Finalmente, en 1905 la Diputación aprobó el dictamen de la Comisión de Beneficencia por el que se concedió un aumento de salario a los practicantes. La Comisión expuso a favor de los peticionarios que prestaban un «servicio facultativo» en ocasiones «peligroso», el disponer de una carrera y haber superado una oposición para ingresar en el cuerpo. Se defendió su derecho a ser equiparados a los demás empleados del hospital que disfrutaban, todos, de mejoras periódicas. El sueldo de los practicantes se consideró cada vez más escaso debido al aumento de enfermos y horas de trabajo por los progresos en el proceso curativo, que supusieron, a su vez, tener muy pocas horas disponibles para complementarlo con el ejercicio libre de su profesión. La Comisión propuso, y más tarde la Diputación aprobó el aumento 84 AHDPZ, Actas del pleno 1889, 26 de abril, Libro 55: 382-386; 1891, 18 de noviembre, Libro 57: 766-770. 85 AHDPZ, Actas del pleno 1897, 26 de abril, Libro 63: 82; 1901, 5 de junio, Libro 67: 117; 1901, 11 de noviembre, Libro 67: 210; 1901, 12 de noviembre, Libro 67: 223.
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Isabel Blázquez Ornat
gradual de sesenta pesetas por quinquenio para empezar a disfrutar a partir del primero de enero de 1906 para todos aquellos practicantes que tuvieran cumplidos cinco años de servicios. El máximo de quinquenios a los que pudieron tener derecho quedó establecido en cinco.86 Al poco de la puesta en marcha de la reforma en el servicio de 1910, hubo otras peticiones de aumento de sueldo que, a tenor de los datos que hemos recuperado, pudieron ser aceptadas87 y supusieron la revalorización de la retribución de los practicantes en un 24,65 %. En líneas generales entre 1890 y llegando incluso hasta 1916, según nuestros datos todos los practicantes cobraron lo mismo y consiguieron dos revalorizaciones considerables de sus sueldos, siendo la que se produjo en el contexto de las reformas del Cuerpo de 1889 a 1891 la que supuso su mayor aumento con un 33,33 %. En comparación con otros miembros del personal asistencial, en 1890 y a pesar de que las retribuciones de practicantes y asistentes se elevaron simultáneamente, los salarios de ambos trabajadores se igualaron por primera vez. Posteriormente y siguiendo la tendencia de recuperación de los sueldos de los practicantes con respecto al resto del personal de cuidados, en 1912 las retribuciones de los sanitarios objeto de este estudio superaron mínimamente las de los asistentes.88 A finales del siglo xix, también en 1890, los practicantes siguieron superando lo percibido por las Hermanas de la Caridad y matrona en un 32,66 % y 87,67 %, respectivamente.89 Unas diferencias a favor de los practicantes que aumentaron sustancialmente respecto a las religiosas y de un modo menos importante respecto de la matrona,90 la cual es AHDPZ, Actas del pleno 1905, 24 de noviembre, Libro 71: 230-232. AHDPZ, Beneficencia, Leg. 523-3.º, Hospital Nuestra Señora de Gracia…, 1911-
86 87
1912.
88 En 1901, los asistentes de enfermos junto a los practicantes solicitaron un aumento de sus retribuciones de cincuenta céntimos diarios sobre en el haber de las dos pesetas diarias que percibían. AHDPZ, Actas del pleno 1901, 11 de noviembre, Libro 67: 210; 12 de noviembre, Libro 67: 223. 89 AHDPZ, Beneficencia, Leg. 378, Borradores de nóminas del personal…, 1887-1893. 90 Como datos complementarios, en 1890 los practicantes cobraron igual que los porteros de la puerta principal y el rastrillo y que el transitero, pero más que respecto a todos los demás sirvientes del hospital. Asimismo, percibieron menos que cualquiera de los capellanes, cuyos sueldos oscilaron entre las 1500 pesetas del vicario y 825 pesetas de los pasioneros. Ibid.
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Estatus económico y posición social del practicante
probable que todavía estuviera recibiendo ración como parte de su retribución.91 Ese mismo año, respecto a los médicos, los practicantes percibieron un sueldo 2,12 veces inferior al mínimo de un médico del hospital, una diferencia que se acrecentó en un 61,65 % más en 1892.92 Tabla 13. Sueldos del personal con funciones asistenciales en el Hospital Nuestra Señora de Gracia (1890-1914) (datos en pesetas/año) Año
Practicante
1890 1891
Médico*
Asistente de enfermos
Hermana de la Caridad
Matrona**
1550
730
491,52
90
730
1892
2000
1901
730
1905
730
1912
910
1913 900
730
1914
Fuentes: AHDPZ, Actas del pleno 1889, 26 de abril; Libro 55: 382-386; 1891, 18 de noviembre; Libro 57: 766-770; Beneficencia, Leg. 378, Borradores de nóminas del personal…, 1887-1893; Actas del pleno 1901, 11 de noviembre; Libro 67: 210; 1901,12 de noviembre; Libro 67: 223; AHDPZ, Beneficencia 1911-1912, Leg. 523-3.º, Hospital Nuestra Señora de Gracia…, 1911-1912; Libros de Intervención 2957, Nóminas, 1892-1916. * El sueldo del médico es el mínimo percibido en esta categoría por los componentes fijos o de número de sus plantillas. **A pesar de que la matrona no formó parte de la plantilla del Hospital Nuestra Señora de Gracia se ha incorporado su salario a esta comparativa.
En el siglo xx, en 1917, a los practicantes se les concedió una nueva subida del sueldo coincidiendo con la reforma de su plantilla, que quedó formada y organizada por catorce efectivos repartidos en cuatro categorías (Tabla 14). Sus retribuciones quedaron fijadas en 91 En 1913, se produjo una revalorización muy importante del sueldo de la matrona, posiblemente tras la retirada de la ración, igualándose al percibido por los practicantes hasta 1912. AHDPZ, Diputación Provincial de Zaragoza, Libro de Intervención 2957, Nóminas, 1892-1916. 92 AHDPZ, Beneficencia, Leg. 378, Borradores de nóminas del personal…, 1887-1893.
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1480, 1250, 1100 y 910 pesetas anuales, atribuidas, según su antigüe-
dad en el servicio, de la siguiente manera: primera categoría: números 1-2, 1480 y 3-4, 1250 pesetas anuales; segunda categoría: números 5-6, 1250 y 7-8, 1100 pesetas anuales; tercera categoría: números 9-10, 1100 y 11-12, 910 pesetas anuales y cuarta categoría: números 13-14, 910
pesetas anuales.93 Con esta subida de carácter definitivo a partir del primero de enero de 1918, los practicantes, al igual que los médicos, renunciaron a las indemnizaciones puntuales que la Diputación concedió al resto de sus empleados por las circunstancias económicas y carestía de la vida propiciadas por la Primera Guerra Mundial.94 En 1922, la corporación provincial, para evitar reclamaciones por las diferencias existentes entre los sueldos de sus empleados generales de igual categoría y funciones, puso en marcha una reforma que los homogeneizó en cualquiera de sus dependencias. Para los practicantes quedaron establecidos según su lugar en el escalafón del siguiente modo: primera categoría: números 1-2, 2125 y 3-4, 1870 pesetas anuales; segunda categoría: números 5- 6, 1870 y 7-8, 1705 pesetas anuales; tercera categoría: números 9-10, 1705 y 11-12, 1564 pesetas anuales; cuarta categoría: números 13-14, 1564 pesetas anuales.95 Por tanto, sus salarios se revalorizaron entre un 43,58 % y un 49,6 % para los de primera categoría, entre un 49,6 % y un 55 % para los de segunda, entre un 55 % y un 71,86 % para los de tercera y 71,86 % para los de cuarta. Con la publicación del Reglamento de Funcionarios y Subalternos Provinciales de 1926 y de acuerdo a la Ley de Funcionarios Públicos del 22 de julio de 1918,96 los practicantes obtuvieron la consideración de funcionarios técnicos y su organización se estableció en tres categorías. En ese momento tuvo que existir una nueva subida de sus salarios, ya que, en 1931, la Diputación les denegó un nuevo incremento esgrimiendo, entre otros, este argumento. Asimismo, se expuso que tenían ya reconocidos el derecho de quinquenios que se aplicaba en un 10 % de sus
AHDPZ, Actas del pleno 1917, 21 de noviembre, Libro 83: 164. Ibid., pp. 170-171. 95 AHDPZ, Actas del pleno 1922, 14 de enero, Libro 88: 71-89. 96 Ley de Bases acerca de la condición de los funcionarios de la Administración Civil del Estado. Gaceta de Madrid 1918, 24 de julio, 205: 222-225. 93 94
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Estatus económico y posición social del practicante
sueldos y que la corporación, de todas formas, si su situación económica lo permitiera, revisaría sus sueldos en el siguiente presupuesto.97 Con el comienzo de la década de los años treinta y el aumento de los requisitos de estudio para los practicantes, en el campo asistencial se produjeron mejoras y revalorizaciones en sus salarios. En 1930, sus retribuciones oscilaron entre la máxima de 2571 pesetas y las 1720 pesetas anuales según la categoría.98 En 1931 y 1932, los sueldos de los practicantes numerarios se mantuvieron de la siguiente manera: primera categoría: números 1-8, 3000 pesetas anuales; segunda categoría: números 9-16, 2500 pesetas anuales, y tercera categoría: números 1723, 2000 pesetas anuales.99 En 1933, se revalorizaron un 16,6 %, 20 % y 25 % según la categoría que ocuparon, estableciéndose en 3500 pesetas anuales para los números 1-8 de la primera categoría; 3000 pesetas anuales para los números 9-16 de la segunda categoría y 2500 pesetas anuales para los números 17-23 de la tercera categoría.100 Por tanto, en los tres primeros años de la década de los años treinta, se produjo la revalorización más importante del salario de los practicantes desde el inicio de su titulación en Zaragoza, ascendiendo el máximo en un 36,13 % y el mínimo, en un 45,35 %. En el periodo comprendido entre 1917 y 1933, las retribuciones de las Hermanas de la Caridad siguieron siendo inferiores a las de los practicantes, al menos en 1917 y 1922, estableciéndose una diferencia de un 40,97 % y 63,70 %, entre ellas y lo percibido como mínimo y máximo por estos sanitarios en 1917, y de un 47,49 % y 61,35 % en 1922. La matrona consiguió equiparar por primera vez su sueldo al del practicante al finalizar el año 1917, revalorizándose en un 16,77 %. Posteriormente, obtenemos datos confusos que muestran una caída brusca de su retribución. En 1931, los datos vuelven a colocarse en la
97 En la petición de 1931, los practicantes solicitaron su equiparación en categoría y haberes a los funcionarios administrativos. AHDPZ, Actas del pleno 1931, 17 de octubre, Libro 260: 510-511. 98 AHDPZ, Diputación Provincial de Zaragoza, Libro de Intervención 2957, Nóminas, 1930-1932. 99 AHDPZ, Actas del pleno 1932, 16 de enero, Libro 261: 87-88. 100 AHDPZ, Actas del pleno 1933, 25 de marzo, Libro 263: 437-439.
359
Isabel Blázquez Ornat
tendencia tradicional situándose el sueldo de la matrona en la mitad del mínimo de un practicante. En cuanto al asistente de enfermos, en 1917 su sueldo fue muy similar al mínimo cobrado por un practicante. En la segunda década del siglo xx, se inició un camino ascendente que los situó por encima del mínimo del cobrado por un practicante, e incluso con el comienzo de los años treinta, se equipararon con lo percibido por uno de segunda categoría.101 También en los años treinta, los sueldos mínimos percibidos por los médicos del centro fueron notablemente superiores a los de los practicantes. Estas retribuciones de los facultativos duplicaron la mínima percibida por un practicante, y superaron entre un 25 % y un 26,54 % la máxima del sanitario objeto de esta investigación según la categoría a la que perteneciese.102 Tabla 14. Sueldos del personal con funciones asistenciales en el Hospital Nuestra Señora de Gracia (1917-1933) (datos en pesetas/año) Año
Practicante (máx.)
Practicante (mín.)
1917
1480
910
1922
2125
1925 1930 1931 1932 1933
2571
1564 1720
3000
2000
3500
2500
Médico*
2250
Asistente de enfermos
Hermana de la Caridad
Matrona**
912,5
537,15
779,27-910
1610
821,25
250
2000 3500 4000
2200 2565
500 1000
Fuente: AHDPZ, Beneficencia, Leg. 503-1º, Hospital Nuestra Señora de Gracia…, 1917; Actas del pleno 1922, 14 de enero; Libro 88: 71-89; 1925, 18 de mayo; Libro 91: 37-38; Diputación Provincial de Zaragoza, Libro de Intervención 2957, Nominas, 1930-1932. * Los sueldos del médico es el mínimo percibido en esta categoría por los componentes de sus plantillas o de número. **A pesar de que la matrona parece que no formó parte de la plantilla del Hospital Nuestra Señora de Gracia se ha incorporado su salario a esta comparativa. 101 Como datos complementarios, en 1930 los practicantes cobraron menos que el cortador de carnes, el vigilante nocturno, los porteros, el sepulturero, el jergonero, el encargado de las salas de baños, el conductor de cadáveres, el mozo de farmacia, el ordenanza de radiología y el de oficinas. Todos estos empleados contaron con un sueldo de 2200 pesetas/anuales más quinquenios. De igual modo, ocurrió con el vicario jefe y capellanes, que disfrutaron de un salario de 3250 y 2750 pesetas anuales respectivamente. AHDPZ, Beneficencia, Leg. 503-1.º, Hospital Nuestra Señora de Gracia…, 1917; Actas del pleno 1922, 14 de enero, Libro 88: 71-89; Diputación Provincial de Zaragoza, Libro de Intervención 2957, Nominas, 1930-1932. 102 AHDPZ, Diputación Provincial de Zaragoza, Libro de Intervención 2957, Nóminas, 1930-1932.
360
Estatus económico y posición social del practicante
En el contexto de la nueva organización del cuerpo de practicantes del hospital en dos secciones, practicantes numerarios y practicantes de guardia, se produjo también una nueva estructuración de sus salarios. En 1933, las retribuciones de los practicantes se establecieron para los nueve primeros del grupo de numerarios en 3500, 3000 para los nueve siguientes y 2000 pesetas anuales para los de guardia, más el reconocimiento de quinquenios.103 A partir de aquí, en los cuadernos de nóminas revisados no hemos localizado la información necesaria para terminar de trazar la evolución que tuvieron las retribuciones de los practicantes en el centro hospitalario hasta el año 1936, ni tampoco de las demás categorías de personal sanitario. En general, en este punto de la investigación y a la vista del conjunto de datos analizados hasta los primeros años de la tercera década del siglo xx, se puede sintetizar que el personal sanitario con formación académica que sufrió una mayor revalorización de sus sueldos fue el de los practicantes, por encima de la que se produjo para el personal de cuidados, asistentes y Hermanas de la Caridad, las cuales sufrieron el menor aumento de todos. El incremento de las retribuciones de los practicantes fue mucho más acusado para aquellos con mayor antigüedad en el servicio y con posiciones más elevadas en la estructura del servicio. A pesar de ello, también los practicantes con menor posición en el organigrama interno del centro mejoraron notablemente sus retribuciones (Gráfico 26). 4500 4000 3500 3000 2500 2000 1500 1000
Matrona
Practicantes (máx.)
Practicantes (mín.)
1936
1934
1932
1930
1922
1914
1912
1901
1891
1889
1886
1884
1882
1880
1878
1876
1874
1872
1870
1868
1866
1864
1862
1860
0
1858
500
Médicos (mín.)
Gráfico 26. Evolución de los sueldos del personal cualificado de la Beneficencia Provincial de Zaragoza (1858-1933) (datos en pesetas/año). 103
AHDPZ, Actas del pleno 1933, 30 de diciembre, Libro 264: 804.
361
Isabel Blázquez Ornat
Respecto al estatus y su evolución al igual que hemos visto para otros ámbitos de asistencia de los practicantes, podemos realizar una comparación de su poder adquisitivo y sueldos con respecto a los de un trabajador agrícola. Hasta 1889 y utilizando de nuevo los datos del trabajo de Maluquer de Motes y Llonch,104 los sueldos de los practicantes de segunda clase fueron inferiores a los percibidos por los trabajadores varones agrícolas. Tan solo los retribuidos a los practicantes de primera clase los superaron en algunos años como en 1858, 1862, 1869 y 1870. Desde 1891, con el Cuerpo de Practicantes «unificado», y hasta la primera década del siglo xx, sus salarios superaron los de aquellos trabajadores con una diferencia que alcanzó su cota máxima en 0,58 pesetas diarias. Con el establecimiento del escalafón dentro del servicio de practicantes y los correspondientes sueldos según el lugar en el orden que se ocupase, las diferencias no se acrecentaron, si tomamos como referencia el sueldo mínimo percibido por los últimos practicantes de este escalafón y el mínimo percibido por un trabajador varón del campo. Además, incluso hubo años como en 1922 en que la retribución de estos sanitarios fue ligeramente inferior a la de un trabajador de este tipo. Estos practicantes tuvieron que esperar hasta la entrada de los años treinta para que sus retribuciones se alzaran con contundencia y de modo casi progresivo por encima de la media del trabajador agrario. Desde el principio del siglo xx, los practicantes que trabajaron en la Beneficencia Provincial fueron los que percibieron un mayor sueldo, con unas diferencias notables respecto a los de la Beneficencia Municipal de la ciudad y más acentuadas con los de sus barrios rurales y pueblos de Zaragoza. Por tanto, inicialmente el poder adquisitivo de estos sanitarios fue mayor que el de sus colegas de Zaragoza con ejercicio público (Tabla 15). Calculando de nuevo el valor de coste de una «cesta de alimentos» para una familia rural de cinco miembros en el siglo xx, las retribuciones que los practicantes más antiguos en 104 La estimación se ha realizado siguiendo las consideraciones mencionadas en la nota al pie número 137 de este capítulo. Maluquer de Motes, Jordi; Llonch, Montserrat. «Trabajo y relaciones laborales», en A. Carreras; X. Tafunell (coords.), Estadísticas históricas de España…, vol. III, p. 1173.
362
Estatus económico y posición social del practicante
la Beneficencia Provincial percibieron por su ejercicio público les permitieron este costeo sin apenas dificultades. Sin embargo, para los más modernos no fue hasta 1931 cuando su salario les permitió adquirir estos bienes de primera necesidad sin excesivos problemas. Anteriormente, por ejemplo, en los años 1917, 1921 y 1930, con sus sueldos de 910, 1564 y 1720 pesetas/año las dificultades para la provisión de un gasto alimentario cifrado en 1492,65, 1740,25 y 1833,35 pesetas anuales, presentó mayores dificultades. En general para todos los practicantes, el comienzo de la década de los años treinta marcó un aumento importante de su poder adquisitivo, que continuó en progresión ascendente al menos tres años más. Tabla 15. Comparativa de los sueldos de los practicantes en los distintos ámbitos de asistencia: Beneficencia Provincial y Municipal de Zaragoza y Zuera (1905-1936) Practicante Beneficencia Provincial
Año
Sueldo (máx.) 1905/1906 1480
1921/1922
2125
1925
1931 1932 1933
Sueldo (mín.)
Sueldo (máx.)
910
999
730
1915/1916/1917
1930
Practicante Beneficencia Municipal ciudad Sueldo (mín.)
Practicante Beneficencia Municipal barrio rural Sueldo (máx.)
750
1564
2571
1720
3000
2000
3500
2500
Sueldo (mín.)
150
125 175
1660
1170
234
1750
400
2000
1750
2500
1935 1936
2000
500 750
600
900
750
1200
1050
Síntesis de los datos expuestos en puntos y tablas anteriores.
363
Sueldo
100 710
2100
1934
Practicante Beneficencia Municipal Zuera
Capítulo 7 LAS ESTRATEGIAS DE PROFESIONALIZACIÓN DEL PRACTICANTE En este capítulo he intentado establecer los problemas que para la profesionalización de los practicantes se vertieron en las revistas profesionales de la época y determinar las estrategias que pusieron en marcha de acuerdo a los atributos considerados intrínsecos de su profesión (profesionalidad). De igual modo, he prestado atención a las relaciones interprofesionales de estos sanitarios, con los médicos como agentes activos en su profesionalización o desprofesionalización, y las propias con el Estado, analizando la implantación y amparo que otorgó a los fundamentos legales y ocupacionales de la profesión del practicante, la atención a sus reivindicaciones colectivas y el reconocimiento o no de su estatus profesional.
Asociaciones y revistas profesionales de los practicantes en España: una tradición La configuración de los colegios profesionales como entidades de defensa de los intereses gremiales fue paralela el proceso monopolizador del Estado de distintos aspectos sociales y de redefinición de las funciones de cada grupo social tras la Revolución francesa y burguesa del siglo xix. Estos instrumentos reguladores de la actividad profesional mediante el sistema de la colegiación fueron unos mecanismos liderados por profesionales de reputada solvencia que marcaron las directrices de actuación de acuerdo a las líneas más conservadoras del ejercicio profesional (la moral). Una organización jerárquica de unas élites que establecieron los pasos para crear espacios de poder e influencia que respondieran a los intereses generales de la profesión. En general, el derecho de asociación de las profesiones en España se ha encontrado íntimamente ligado a las cofradías, las cuales a lo largo de su evolución fueron perdiendo su carácter religioso. En 365
Isabel Blázquez Ornat
el caso de Zaragoza, desde el siglo xv funcionó la Cofradía de San Cosme y San Damián, con domicilio en el Hospital Nuestra Señora de Gracia, como una institución social que fue perfilando su carácter fuertemente corporativo con el paso del tiempo. En España la primera experiencia de colegiación obligatoria para las clases sanitarias, médicos y farmacéuticos se produjo en 1898. Anteriormente en Zaragoza y para los médicos, durante más de tres siglos hasta comienzos del siglo xix funcionó el Colegio de Médicos y Cirujanos de Zaragoza. Esta institución examinadora y controladora de las profesiones sanitarias en la ciudad, incluyendo su periodo como Cofradía de San Cosme y San Damián, tuvo el objeto de controlar la admisión y prohibir el ejercicio fuera de ella. La puesta en marcha de la Universidad de Zaragoza en 1583 obligó a este colegio a cederle parte del examen médico.1 En 1900, se modificaron ligeramente algunos aspectos del texto legislativo de 1898 sin plantear modificaciones sustanciales sobre los tres ejes básicos del sistema de colegiación: ordenación de la disciplina corporativa, persecución del intrusismo y colaboración fiscal. Sin embargo, como se referenció en la introducción de este libro existieron periodos en los que no fue obligatoria hasta 1917, momento en que se estableció con este carácter definitivamente para los médicos. Para el colectivo sanitario que centra esta investigación, las primeras asociaciones de defensa de ministrantes y practicantes en España se establecieron a mediados del siglo xix en Madrid (Sociedad de Ministrantes), Sevilla (Colegio de Sangradores y Practicantes) y Barcelona (Unión de Cirujanos, Ministrantes y Practicantes). Según Raúl Expósito, la Sociedad de Ministrantes de Madrid con su constitución en 1860 dio comienzo al movimiento corporativo y asociativo de ministrantes y practicantes en España.2 Entre ellas fue la Unión de Cirujanos, Ministrantes y Practicantes de Barcelona la que tuvo una existencia más larga (1866?-1888). Más allá de las citadas, se poseen 1 Fernández Doctor, Asunción. Documentos para la historia de las profesiones sanitarias…, 1996, pp. 24-25. 2 Expósito González, Raúl. «Las primeras asociaciones nacionales de practicantes», Enfermería de Ciudad Real, 56 (2009), pp. 30-33; — «La matritense sociedad de ministrantes», Cultura de los Cuidados, 31 (2011), pp. 56- 63.
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Las estrategias de profesionalización del practicante
escasas referencias de otras ya que no existen estudios que hayan podido determinar cómo siguió el proceso emergente de sociedades de los practicantes hasta prácticamente 1884, cuando tuvo lugar la primera propuesta de unión nacional de la profesión.3 La Asociación General de Practicantes de España fue una iniciativa de los practicantes zaragozanos que transcendió a todo el país, formándose con prontitud juntas en los diferentes partidos y provincias. Siguiendo la tradicional vinculación de la prensa de los practicantes como vehículo de expresión de sus asociaciones, iniciada por las tres primeras mencionadas,4 El Practicante y posteriormente, desde 1888, El Eco del Practicante, a cargo del que había sido uno de sus corresponsales en La Coruña, Diego Pazo, se consolidaron con idéntica función social para la Asociación General. Paralelamente a esta iniciativa, en abril de 1885 en Barcelona tuvo lugar la primera reunión nacional de practicantes de España, que consensuó la creación de un comité central para gestionar o aunar a los practicantes españoles desde Madrid. En junio de ese mismo año se redactó el Proyecto de Estatutos de la Liga de Practicantes de España. Aunque tras la revisión de la literatura a este respecto no queda muy claro, parece que en 1893, a petición de varias juntas distritales y provinciales, la Asociación General se trasladó a Madrid bajo el nombre de Central de la Liga de Practicantes.5 En 1903 se pasó a llamar Asociación General de Practicantes de Medicina y Cirugía,6 asumiendo la representación de todos los colegios y sembrando el 3 Expósito González, Raúl. «La Unión de Cirujanos, Ministrantes y Practicantes de Barcelona», Enfermería de Ciudad Real, 62 (2011), pp. 30-32. 4 La Voz de los Ministrantes, El Genuino y La Lanceta fueron las revistas de las asociaciones de Madrid (Sociedad de Ministrantes), Sevilla (Colegio de Sangradores y Practicantes) y Barcelona (Unión de Cirujanos, Ministrantes y Practicantes). 5 Según Raúl Expósito, en 1902 se constituyó la primera junta directiva del Colegio de Practicantes de Madrid, que al año siguiente cambió su nombre por el de Asociación General de Practicantes de España, y su revista pasó a ser El Practicante Moderno. Expósito González, Raúl. «Organización y lucha por el reconocimiento…», en Carlos Álvarez Nebreda; Francisca Hernández Martín (eds.), El asociacionismo en la Enfermería…, 2013, pp. 113-131. 6 Esta asociación nacional utilizó la publicación de El Practicante Moderno como medio de difusión de su posición política y profesional. Marín Paz, Antonio Jesús. «El Practicante Moderno (1903-1904) y la I Asamblea de Practicantes de España: el asociacionismo del colectivo en el periodo regeneracionista», Temperamentum,
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origen de lo que sería la futura Federación Nacional de Colegios de Practicantes, cuya puesta en marcha fue en 1921.7 El comienzo del siglo xx fue una época de un importante activismo colegial para los practicantes ante la necesidad de defender sus intereses profesionales, que consideraron especialmente menoscabados con su restricción para la asistencia de los partos normales y la autorización que en 1904 se otorgó a los estudiantes de Medicina de segundo curso de poder ocupar sus plazas en los hospitales de la Beneficencia General. Se produjeron dos asambleas nacionales en 1902 y 1904 y proliferó la creación de los primeros colegios de practicantes a semejanza de los colegios de médicos en Sevilla, Cádiz, Málaga, Toledo, Valencia, Zaragoza, Guipúzcoa y Madrid.8 En esta fase de despegue de la organización colegial, Sergio Quintarios resalta el papel que la revista El Cirujano Menor, desde su creación en 1905 y hasta su cese en 1908, desarrolló en la difusión de la orientación y doctrina profesional para los practicantes españoles dirigida desde el colegio de la capital de España. En este sentido, en 1905 tuvo lugar una asamblea de practicantes en Madrid tutelada por esta revista y el mencionado colegio en la que se constituyó la Asociación General de Practicantes de España y se focalizó la estrategia fundamental de la clase en la formación de estas instituciones corporativas. Sin embargo, el bajo número de colegiados existente en ese momento hizo patente el desapego de los practicantes por este tipo de organizaciones. Una actitud que para Sergio Quintarios se justificó por la falta de solución de sus problemas profesionales, las actitudes personalistas de muchos de los dirigentes colegiales y la falta de consolidación de un proyecto 20 (2014). Disponible en: http://www.index-f.com.roble.unizar.es:9090/temperamentum/tn20/t9976.php [Consulta: 25/06/ 2015]. 7 En 1930 la Federación Nacional de Colegios de Practicantes de España comprendía cuarenta colegios, cifrándose el número de colegiados en unos 6178. «Nuestra organización federal (el primer paso)», El Practicante Aragonés 1934, julio-agosto, 430: 28. 8 Herrera Rodríguez, Francisco, «El Centenario del Colegio de Practicantes de Cádiz...», 2000, pp. 239-246; Colegio Oficial de Enfermería de Gipuzkoa (ed.). Practicantes, matronas y enfermeras: 1904-2004: apuntes históricos de Gipuzkoa, Donostia-San Sebastián, Colegio Oficial de Enfermería de Gipuzkoa, 2006; Quintarios Domínguez, Sergio. Enfermería, de oficio a profesión. 150 años de desarrollo profesional. El papel de los Colegios profesionales, La Coruña, Diferente IP, 2012, p. 76.
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de reivindicación global. Por ello y con el objeto de solucionar la falta de colegiados, en esta asamblea de 1905 se consensuó la necesidad de establecer la colegiación como obligatoria. Posteriormente se produjeron tres reuniones nacionales más en 1907, 1908 y 1912 en las que se abordaron problemas acuciantes para la profesión del practicante como el interés del Congreso Pedagógico Social por la creación de tres titulaciones «propias» para las mujeres, entre las que se encontraban la de enfermera y auxiliar de médico pedagogo, el cambio de denominación de su titulación de practicante o la lucha contra el intrusismo. A pesar de estas reuniones, a partir de 1912 el colectivo de practicante entró en un periodo de crisis y desánimo importante ante la falta de respuesta gubernamental a sus reivindicaciones, la creación del título de enfermera y la falta de apoyo del sector médico. Por ello, Sergio Quintarios establece la década comprendida específicamente desde 1917 a 1926 como «la década crítica» para la profesión. En 1921 y en el contexto de la lucha legal puesta en marcha contra la titulación de enfermera, se celebró la VI Asamblea Nacional. Una reunión importante por dos motivos fundamentales: se refrendó la necesidad de obtener la aceptación ministerial de su colegiación obligatoria que les equiparara a las profesiones de médicos y farmacéuticos y se creó la Federación Nacional de Colegios de Practicantes.9 La configuración de esta última estructura, muy similar en cuanto a su organización a las actuales entidades colegiales, desde prácticamente los primeros años del siglo xx figuró en el horizonte del Colegio de Practicantes de Madrid con el objeto de trabajar por la unificación y coordinación de todos los colegios de España, quedando el madrileño como máximo representante de todos. Consolidado este proyecto en 1921, su primer fue presidente fue Pascual Tarrero y posteriormente, en 1926, se consensuó la elaboración de los reglamentos para su funcionamiento. La Federación Nacional consiguió avances muy significativos para la profesionalización del practicante como la mencionada colegiación obligatoria, el aumento de los requisitos de acceso a la carrera al bachiller y el freno a la propuesta del claustro de 9
Quintarios Domínguez, Sergio. Enfermería, de oficio a profesión…, pp. 73-93.
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la Facultad de Medicina, que aconsejaba al Ministerio de Instrucción Pública la supresión de la carrera de practicante para ser sustituida por un cuerpo de enfermeras y enfermeros.10 En 1929 se estableció la colegiación obligatoria para los practicantes, se reglamentó la configuración de un Colegio Oficial de Practicante en Medicina y Cirugía en cada capital de provincia y la Federación Nacional se constituyó como el Consejo General de Colegios con funciones de jurado profesional. Una colegiación que se conseguía después de numerosas denegaciones, que para algunos autores se justificaron por el convulso contexto político y social en el que se produjeron y por la falta todavía de una identidad profesional propia del practicante que le permitiese desligarse de la profesión de la que era su auxiliar, la medicina.11 Aunque los practicantes se encontraban en el inicio de un proceso que podía determinar un avance en la consolidación profesional de la ocupación, los problemas organizativos por la arbitraria disposición y carácter de los colegios —unos federados y otros no, unos provinciales y otros locales— dificultaron su desarrollo. En 1931 se celebró una asamblea nacional extraordinaria que puso de manifiesto los problemas para consolidar la colegiación obligatoria, la formación de los colegios provinciales y la falta de anexión a la Federación Nacional de doce colegios de España.12 Como hemos visto, desde mediados del siglo xix en muchos puntos de España funcionaron asociaciones o colegios no oficiales vinculados a una revista con el objeto de defender los intereses gremiales del colectivo.13 Adentrándonos en este territorio de las publicaciones profesionales de los practicantes, para Raúl Expósito el 10 Expósito González, Raúl. «Organización y lucha por el reconocimiento...», en Carlos Álvarez Nebreda; Francisca Hernández Martín (eds.), El asociacionismo en la Enfermería…, 2013, pp. 113-131. 11 Quintarios Domínguez, Sergio. Op. cit., pp. 55-110; Herrera Rodríguez, Francisco; Lasante Calderay, José E.; Siles González, José. «La Edad Contemporánea…», en F. Hernández Martín (coord.), Historia de la Enfermería en España…, 1996, p. 272. 12 Quintarios Domínguez, Sergio. Enfermería, de oficio a profesión…, pp. 113-120. 13 Herrera Rodríguez, Francisco. «Un periódico aragonés: El Practicante (1885)…», 1995, pp. 153-167; — «Estudio sobre las profesiones auxiliares sanitarias en Cádiz (siglo xix y xx)…», 1992-1993, pp. 213-268; Valle Racero, Juan Ignacio. «La revista El Practicante Sevillano…», 2008, pp. 361-371; Granero Molina José et al. «La revista El Practicante Almeriense», pp. 13-22.
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proceso de institución de las revistas de enfermería comenzó en 1864 con la primera publicación dedicada a la defensa de ministrantes y practicantes: La Voz de los Ministrantes. A partir de este periódico y en un contexto publicista extraordinario de las profesiones sanitarias, se produjo la eclosión de un importante número de revistas, un total de once en el periodo comprendido entre 1864 y 1899.14 Hasta el momento queda pendiente el estudio en profundidad de las revistas publicadas por los practicantes desde el siglo xx; sin embargo, una buena referencia para tener un panorama general de la evolución de las publicaciones profesionales de los practicantes por año desde 1864 a 1932 puede verse en la tesis de Fernando Montesinos. A través de ella se observa como esta vinculación de las revistas a las organizaciones colegiales o asociativas se refrenda con su aumento significativo durante el año 1929, año de la colegiación obligatoria.15 Particularmente en Zaragoza, ciudad con una importante tradición médica periodística, durante el periodo que abarca este libro se publicaron cuatro revistas de practicantes coetáneas a las médicas de La Unión médica de Aragón (1856-1881), La Clínica (1877-1886), Revista Médico-Farmacéutica de Aragón (1885-1892), La Clínica Moderna (1902-1919) y Clínica y Laboratorio (1905-1964). La estructura y contenido de las publicaciones de ambos sanitarios distaron significativamente, dejando patente la diferencia temporal de sus procesos de profesionalización y el tipo de conocimientos sobre el que se asentaban ambas disciplinas, científicos y técnicos. Las revistas de los practicantes en España tuvieron como función social la difusión de los problemas y reivindicaciones de la profesión para consolidar posturas unitarias y movilizar al colectivo. Por tanto, no representaron un vehículo de comunicación de carácter científico, característico del periodismo médico desde mediados del siglo xix fundamentalmente.
14 Expósito González, Raúl. «Historia de la prensa profesional de los ministrantes y practicantes en España en el siglo xix», Cultura de los Cuidados, 26 (2009), pp. 12-21; López Piñero, José María; Terrada, María Luz. Bibliographia médica hispánica, 14751950…, 1990. 15 Montesinos Vicente, Fernando. «Practicantes, matronas y cirujanos…», p. 368.
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Los problemas profesionales significados en Aragón Los problemas profesionales que estas revistas de los practicantes denunciaron con más persistencia se pueden sintetizar en uno nuclear, que fue la inactividad del Estado a la hora de establecer con claridad sus competencias profesionales, la organización de su actividad y la actualización de su formación. De este desamparo surgieron otros como el intrusismo por parte de las enfermeras, médicos y curanderos y la falta de reconocimiento, representatividad institucional y de una identidad pública clara. Unos problemas que pueden ser considerados heredados de titulaciones sanitarias previas que formaron parte de la genealogía de los practicantes como fueron los ministrantes.
La falta de actualización de los estudios y el monopolio ocupacional difuso Uno de los problemas fundamentales relacionados con el territorio de jurisdicción gubernamental fue la falta de actualización de los estudios del practicante de acuerdo a los avances de la ciencia médica, de la cual era deudor su monopolio ocupacional. El aumento de la duración y requisitos de acceso a la carrera de practicante fue una reivindicación transversal a lo largo del tiempo, prácticamente desde el inicio de la puesta en marcha de la titulación. En la revista El Practicante en 1885, la idea de la necesidad de «ilustración» y de aumento de su «ciencia» fueron dos de los pilares sobre los que se articularon el discurso de mejora de la profesión. La denuncia de la deficiente enseñanza de sus estudios y la consciencia de sus repercusiones futuras en su consideración social como sanitario fueron puestas de manifiesto a través de reflexiones como: … Aunque muchos de ellos poseen un título, con más o menos atribuciones, no desconocemos que esto no es bastante, teniendo en cuenta el medio poco instructivo de adquirirlo, dando lugar a dudas de la mayor o menor actitud del titular, a pesar de saber todo el mundo que para su adquisición ha empleado el individuo un tiempo más que regular y un dinero que 372
Las estrategias de profesionalización del practicante difícilmente resarcirá, teniendo en cuenta el estado anómalo y precario de la mayoría de los practicantes…16
Medio siglo después, la denuncia de irregularidades en la enseñanza del practicante y la necesidad del aumento de su nivel cultural siguieron latentes. En 1935, la Federación Nacional de Colegios de Practicantes de España denunció ante el Ministerio de Instrucción Pública que en ocasiones se permitía la matrícula de alumnos libres sin haber realizado las prácticas correspondientes como estipulaba la legislación.17 A pesar de que existieron voces en contra, la propuesta de establecer como requisito de acceso a la carrera el bachiller fue aceptada por otros muchos que pensaron que les otorgaría «… matiz de más jerarquía…» y mayores derechos y repercutiría positivamente en otros aspectos, como el impulso de la solidaridad dentro de la propia clase.18 El avance de los territorios de la asistencia sanitaria de las primeras décadas del siglo xx hacia la prevención de las enfermedades evitables supuso la incorporación en la formación del practicante de ciertos conocimientos que lo prepararon para su función como auxiliar del inspector Municipal de Sanidad. Unas lecciones que consideraron insuficientes y que supusieron que por «amor profesional» se lanzaran particularmente a ampliar sus conocimientos a este respecto.19 A pesar de que los practicantes reclamaron su especialización sanitaria, las resistencias que encontraron a su inclusión en la formación específica proporcionada por la Escuela Nacional de Sanidad fueron valoradas como una falta de reconocimiento explícita. Por ello, legitimaron sus reivindicaciones sobre el discurso de que eran los únicos auxiliares preparados para el desarrollo de la medicina preventiva y curativa. Sus aspiraciones beneficiarían a la sanidad y al pueblo, ya que era Elorz, Apolonio. «Sin tregua y sin descanso», El Practicante 1885, abril, 25: 194-196. Federación Nacional de Colegios Oficiales de Practicantes. «Acta del Comité ejecutivo correspondiente al mes de mayo de 1935», El Practicante Aragonés 1935, mayojunio, 435: 30-31. 18 Conget Conget, Juan A. «Nuestros progresos», El Practicante Aragonés 1932, agosto, 409: 7-9. 19 García del Real, Antonio. «Los practicantes ante la Sanidad Pública. Apostillas a un artículo», El Practicante Aragonés 1934, enero, 424: 21-23. 16
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necesario que se les proporcionara esta especialización en materia sanitaria si se quería conseguir la modernización de la sanidad española y que pudieran cumplir con lo que la ley les demandaba en sus funciones de auxiliares de los inspectores municipales de Sanidad.20 Esta reticencia se contextualizaba dentro de los procesos formativos de las primeras enfermeras de salud pública de la década de 1920 organizados por la Escuela de la Cruz Roja, la Escuela Nacional de Sanidad y la Escuela de Puericultura, que configuraron este territorio como el espacio donde la enfermería femenina empezaría a profesionalizarse y a encontrar un espacio de visibilidad y reconocimiento.21 Aunque finalmente los practicantes consiguieron que este centro les admitiera para la realización de cursos que los formasen como auxiliares de bacteriología, microbiología y serología, y, en general, en las técnicas de laboratorio, su puesta en marcha efectiva se dilató en el tiempo, al menos hasta 1936.22 En un sentido general, los practicantes consideraron imprescindible conseguir la actualización de su formación de acuerdo a los avances de las ciencias médicas («era renovarse o morir») e incluso en numerosas ocasiones defendieron un plan de formación único para los tres sanitarios auxiliares (practicantes, matronas y enfermeras) complementado con cursos o periodos de especialización en análisis, puericultura, venereología…23 20 García del Real, Antonio. «¿Por qué se niega a los Practicantes la capacitación sanitaria?», El Practicante Aragonés 1935, enero, 433: 22-25. 21 Bernabéu Mestre, Josep et al. «Género y profesión en la evolución histórica de la Enfermería Comunitaria en España», Enfermería Clínica, 23/6 (2013), pp. 284-289. 22 «Sesiones del pleno de la Junta Consultiva de la Federación de Colegios Oficiales de Practicantes de España del 16-19 de julio de 1932», El Practicante Aragonés 1932, agosto, 409: pp. 5-7; «Escuela de Sanidad», El Auxiliar Médico Aragonés 1932, octubre, 10: 10-11; Federación Nacional de Colegios Oficiales de Practicantes. «Acta del Comité ejecutivo correspondiente a los meses de diciembre de 1932 y de enero de 1933», El Practicante Aragonés 1933, marzo, 416: 13; Comité Ejecutivo de la Federación Aragonesa. «Acta correspondiente a los meses de junio y julio de 1933», El Practicante Aragonés 1933, septiembre, 421: 19; Federación Nacional de Colegios Oficiales de Practicantes. «Se sigue intentando entrar en la Escuela Nacional de Sanidad ahora Instituto Nacional de Sanidad. Acta del Comité ejecutivo de la Federación correspondiente a los meses de octubre y noviembre. Actas del mes de noviembre», El Practicante Aragonés 1934, noviembre-diciembre, 432: 18. 23 Fernández Gorostola, Alejandro. «El Practicante y su porvenir», El Auxiliar Médico Español 1935, enero, 37: 31-33.
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Otro problema de la profesión del practicante fueron los límites difusos de su monopolio ocupacional significados en torno al que consideraban el vago y anticuado término de la cirugía menor. La denominación de cirugía menor, que en los manuales del doctor Felipe Sáenz de Cenzano glosaba fundamentalmente un número determinado de técnicas quirúrgicas, en la práctica asistencial autorizaba legalmente para el desempeño de … toda clase de curas ordenadas por el facultativo, colocación, manejo y recambio de toda clase de vendajes, sistemas y aparatos de apósito y ortopedia, suturas, sondajes, aplicaciones de sustancias antisépticas, desagües, cauterizaciones, emisiones sanguíneas, punciones evacuatorias, hemostasia, anestesia, aplicación de inyecciones en todas sus formas y medicación tópica (fricciones, unturas, embrocaciones, cataplasmas, etc.), aplicación terapéutica de la balneación, medicación revulsiva (aplicación de fricciones, revisión por calor, sinapismos, ventosas, vejigatorios y masaje terapéutico), desinfección y vacunaciones.24
Sin embargo, delimitaba un territorio que no contemplaba la «zona mixta o neutra» en la que tenían que prestar asistencia sanitaria en el medio rural en los casos de partos no normales, en los casos de urgencia o falta de asistencia médica.25 Una situación que queda bien significada en el artículo de M. Rull en el que dio cuenta del caso de un practicante en un pueblo de montaña: Mientras se sacude la nieve, los hombres avivan el fuego, cuyo calor confortable y una taza de café caliente le hacen entrar en reacción. “Vamos al trabajo. ¿Dónde está el enfermo?”. El enfermo yace en el lecho con muestras inequívocas de una gran postración. “Está muy mal”, dicen los familiares, “tiene mucha calentura y se queja mucho de dolor de cabeza”. En efecto, el caso es grave. El practicante ha podido darse cuenta de que… síntomas claros de meningismo. ¡La muerte acecha! El practicante aplica… el tratamiento local que le está permitido hacer en estos casos. El enfermo no reacciona… Hay que hacer más, mucho más, se debe hacer cuanto antes Mestre, Joaquín. «Criterio legal», El Practicante Aragonés 1932, diciembre, 413: 3-5. Lasala, Francisco. «De la práctica rural. Algunas notas acerca de la asistencia a los partos», El Auxiliar Médico Aragonés 1932, marzo, 3: 11-14; Allende, Manuel. «En evitación del intrusismo», El Practicante Aragonés 1932, mayo, 406: 2-5. 24
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Isabel Blázquez Ornat mejor una punción lumbar. Esta operación podría salvarle. El practicante reúne a los familiares. “Es necesario que venga un médico con urgencia”, les dice. “Imposible, ¡con este tiempo!”, responden. “¿Quién se atrevería a pasar el puerto?”. La situación del practicante es crítica; la operación sabe hacerla, la ha practicado innúmeras veces por orden y en presencia de sus maestros. ¿Debe hacerla en esta ocasión? ¿No le acusarán después de haberse extralimitado en sus atribuciones?. El deber humanitario se impone; triunfa….26
La reivindicación de que se legislara de manera concreta sobre sus límites ocupacionales, al fin y al cabo el objeto de su título, se consideró ineludible para el mantenimiento de la profesión, al ser poseedores de una credencial que cada vez les atribuía menos competencias autónomas, algunas dependían de las atribuciones que el médico les quisiera conferir y otras que eran difusas, comprendidas en el ambiguo término de la cirugía menor. Parece evidente que esto influyó en dos problemas esenciales de la profesión de practicante. Por un lado, en el mantenimiento del intrusismo, ya que la falta de una delimitación clara de sus competencias pudo formar parte, aun cuando fuese colateralmente, del sustrato en el que se basó la decisión de crear nuevas titulaciones análogas que dieran respuesta a las necesidades y progresos asistenciales españoles dentro de contextos históricos concretos. Por otro y en consecuencia, la falta de reconocimiento y legitimidad pública tal y como refleja el siguiente fragmento del Practicante Mostaza (pseudónimo) ya en 1885: ¿No es vergonzoso y deprimente en alto grado que en las circunstancias actuales no se hayan acordado las autoridades, que existe una clase auxiliar del Médico, tan necesaria e inseparable como la sombra del cuerpo y que se llaman Practicantes? ¿Es posible que así menosprecien nuestros servicios los mismos que tienen el deber moral y material de utilizarlos en bien de la humanidad?. Hoy que tan poco personal médico hay relativamente al número crecidísimo de enfermos, parecía lo natural que ante circunstancias tan excepcionales y en vista de la escasez de personal, habría alguien que se acordara de que existía una clase numerosa y respetable, a la que se le exige tiempo y dinero por el título, en relación con la ninguna facultad que les 26
Rull, M. «Odisea», El Auxiliar Médico Aragonés 1934, agosto, 32: 15-19.
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Las estrategias de profesionalización del practicante conceda a los que poseen un papel tan inútil. Pero nada de eso ha sucedido: se prescinde de los practicantes por las autoridades, se prescinde de ellos por los médicos, se hace caso omiso de su existencia legal por todos, para ocupar nuestros oficiales retribuidos; solo para una cosa no se prescinde de ellos: para trabajar de noche y día de balde. En este caso, se reconoce por todo el mundo sus servicios, el consuelo que prestan, su buen corazón etc., etc., cosas todas las cuales, que son muy buenas, sí; pero que no dan para comer...27
Durante el periodo republicano, los practicantes siguieron utilizando diferentes estrategias profesionales que les permitieran conseguir la definición de un monopolio ocupacional claro, ampliado más allá de la cirugía menor, y su reconocimiento institucional. Sus reivindicaciones orbitaron, en torno a la actualización de sus estudios y, por otro, a la apertura y su correspondiente integración en el mayor número de territorios e infraestructuras sanitarias posibles como los únicos titulados legitimados para ello. En este sentido estuvieron atentos de apoyar iniciativas obreras que les permitieran la apertura de nuevos espacios de empleo como los botiquines de urgencia a cargo de un practicante en las compañías ferroviarias, fábricas y grandes talleres para los accidentes de trabajo.28 Lucharon porque se les otorgara espacio en la Escuela Nacional de Puericultura como a los médicos y matronas que lograron conseguir la consideración de su personal técnico.29 Defendieron la creación del Cuerpo de Practicantes Militares con destino a las unidades de la península, de la Marina Civil30 y del Cuerpo de Prisiones, así como por que el Instituto Nacional de Previsión regulase su intervención en el seguro de maternidad de las obreras para la asistencia de partos normales. Una atención sanitaria que realizaban en poblaciones pequeñas y grandes por no haber matronas legalmente autorizadas, lo que implicaba no El Practicante Mostaza. «La Asociación», El Practicante 1885, agosto, 38: 297-298. Hueso Piazuelo, Manuel. «Los ferroviarios del Norte, piden practicantes en los botiquines de urgencia de la compañía», El Auxiliar Médico Aragonés 1933, agosto, 20: 7-13. 29 Federación Nacional de Colegios Oficiales de Practicantes. «Actas del Comité ejecutivo correspondientes a los meses de julio y agosto de 1935», El Auxiliar Médico Aragonés 1935, noviembre, 436: 31. 30 Finalmente, consiguieron la creación del Cuerpo de Practicantes de la Marina Civil en 1935. El Practicante Aragonés 1935, mayo-junio, 435: 33-37. 27 28
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cobrar o hacerlo de manera irregular. A pesar de ello, les denegaron la posibilidad de actuar como funcionarios del Seguro Social de Maternidad en aquellas localidades donde su título les autorizaba para ello, ya que estos servicios estaban encomendados por ley a los médicos, farmacéuticos y matronas.31 En 1935, el Comité Ejecutivo de la Federación Nacional de Practicantes solicitó al ministro de Trabajo que aclarase el Decreto del 28 de junio de 1935, por el que se determinaba que el tratamiento de las enfermedades venéreas quedaba exclusivamente reservado a los médicos. Un texto legislativo que no reconocía su labor de ejecutar los tratamientos y las prácticas curativas de estas enfermedades bajo prescripción y supervisión médica.32 Al año siguiente, retomando el ámbito de los seguros sociales cuando se estudiaba en España su unificación y con ello la implantación del seguro de enfermedad para los obreros de la ciudad y del campo, la Federación Nacional pidió a los colegios que pasasen un cuestionario para que los colegiados planteasen las aspiraciones mínimas que se debían reivindicar para los practicantes como funcionarios del citado seguro.33
El intrusismo y la creación de nuevos cuerpos auxiliares de la medicina El intrusismo de personas sin titulación se produjo en diferentes ámbitos e instituciones asistenciales. Como hemos presentado y a pesar de que en los manuales del doctor Sáenz de Cenzano siempre se recogió, el arte del callista no formó parte expresa de la práctica asistencial autorizada legalmente bajo la designación de cirugía 31 Federación Nacional de Colegios Oficiales de Practicantes. «Acta del Comité ejecutivo correspondiente al mes de enero de 1935 y Acta del Comité ejecutivo correspondiente al mes de abril de 1935», El Practicante Aragonés 1935, febrero-marzoabril, 434: 19-22; mayo-junio; 435: 23. 32 Federación Nacional de Colegios Oficiales de Practicantes. «Actas del Comité ejecutivo correspondientes a los meses de julio y agosto de 1935», El Practicante Aragonés 1935, noviembre, 436: 22-23. 33 Federación Nacional de Colegios Oficiales de Practicantes. «Circular n.º 30. Muy importante. El Seguro de Enfermedad y los Practicantes», El Practicante Aragonés 1936, julio, 443: 17-16.
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menor. Esto favoreció el intrusismo de profanos y que la Federación Nacional de Colegios de Practicantes solicitara en 1933 que se estableciera legislativamente como comprendido dentro de la cirugía menor y, por tanto, como competencia del practicante.34 En la Sanidad Militar, los practicantes denunciaron que existían soldados que, con suficiente influencia, escasísimos conocimientos de cirugía o en posesión de alguna carrera fuera cual fuera, ejercían como tales sin haber obtenido la titulación ni realizado el examen de oposición. Se reivindicó igual trato para los practicantes que para los médicos, ya que si no tenían título, no se les admitía a oposición ni concurso. También, los practicantes solicitaron la creación de plazas para las guardias de asalto ya que sus funciones estaban siendo desempeñadas por los guardias de las distintas fuerzas bajo la dirección de un médico.35 Las plazas de practicante en ferrocarriles, marina, ayuntamientos, diputaciones, etc. no se cubrían o se hacía por intrusos.36 Esta permisividad institucional tuvo importantes repercusiones laborales y en el reconocimiento social de estos profesionales que fueron significadas en la reflexión del practicante Cándido Monterde ya en 1885: ¿No es un [practicante] complemento indispensable del médico puesto que es su único auxiliar? Y si esto es así ¿cómo no se rige su puesto por las mismas leyes y por idénticas condiciones que los Médicos? Fácilmente se ve aquí la injusticia tan notoria con que se obra desde el momento que se les separa de las condiciones en que debe estar colocado… pues con mucha razón se dice que por eso tiene el Estado constituida dicha carrera científica [la médica]; la cual a su vez crea derechos en el individuo, que ese mismo Estado ampara y protege por medio de leyes adecuadas... Pues
34 Federación Nacional de Colegios Oficiales de Practicantes. «Acta del Comité ejecutivo correspondiente a los meses de diciembre de 1932 y enero de 1933», El Auxiliar Médico Aragonés 1933, febrero, 14: 35. 35 Federación Nacional de Colegios Oficiales de Practicantes. «Acta correspondiente a los meses de febrero y marzo de 1933», El Auxiliar Médico Aragonés 1933, abril, 16: 37-41. 36 Piquer Lafuente, Alfonso. «Desde Borja. Llamada o toque de atención al Practicante rural. Una importante reunión de Practicantes rurales del partido y un comentario con respecto a posibles derivaciones», El Practicante Aragonés 1932, julio, 408: 4-8.
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Isabel Blázquez Ornat si del mismo modo (es decir correctamente) se proveyeran las plazas de Practicantes de Sanidad Militar, las de beneficencia general, beneficencia municipal, hospitales, etc., etc., y a la vez pudieran hacerse el arreglo de partidos médicos, en los cuales el Practicante contratara libre y directamente con los ayuntamientos, sin tutelas irritantes de ningún género, de seguro que entonces surgiría el fenómeno inverso que en la actualidad: en lugar de sobrar practicantes que se mueren de hambre con su título, todos comerían y aún serían pocos para llenar todas esas plazas que hoy ocupan la injusticia y los intrusos…37
En la asistencia rural, la intromisión de curanderos fue una verdadera «plaga social», auspiciada, según el colectivo de practicantes, por el propio Estado al dificultar sobremanera el ganar un juicio de intrusismo, ya que se debía pillar infraganti al infractor y tener testigos, y al facilitar su actuación al no obligarles a pagar cuota de subsidio industrial para poder ejercer.38 El artículo que publicó el practicante Luis Sancho Corbata en 1933 recreó una escena rural que ejemplifica bien la aceptación que, además, en la población rural tenía la actuación del curandero, el cual era llamado en primer lugar para la asistencia al enfermo por residir en el pueblo y, cuando la situación clínica del enfermo se complicaba o era irreversible, se requería de la especializada del practicante, cuyo escaso éxito recaía en su mayor descrédito. Un practicante de un anejo de un pueblo es avisado porque un hombre había caído por uno de los muchos despeñaderos del pueblo: Un pobre burro matalón, como cabalgadura y locomoción rápida, es puesto al servicio de nuestro colega que, en atención al pobre viejo que vino a llamarle, forzosamente ha de ceder. Han emprendido la marcha. La conversación es casi nula…Tras muchas peripecias y tras mucho guardar el equilibrio han llegado… Unas dos docenas de personas, que casi componen la totalidad civil de sus habitantes, espera con avidez, no exenta de malsana curiosidad, la llegada del practicante. Ha llegado a casa del enfermo. El abogado de secano, que nunca falta, emite su juicio antes de que 37 Monterde, Cándido. «Los practicantes militares», El Practicante 1885, noviembre, 48: 377-379. 38 Pazo Cando, Diego. «La intrusión», El Practicante 1885, marzo, 23: 178-180; Allende, Manuel. «En evitación del intrusismo», El Practicante Aragonés 1932, mayo, 406: 2-5.
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Las estrategias de profesionalización del practicante nuestro colega lo haga. Sobre una mesa desvencijada y mugrienta, hay una virgen, con la luminaria de dos velas encendidas. Una vieja musita un rezo quedamente. Dos viejas más, buenas características, lloran como plañideras pagadas a sueldo. Todo es confusión, dolor, rezos, superstición, algarabía e ignorancia. “Vamos a ver”, exclama el compañero. “Tengan ustedes serenidad. Sálganse ustedes (por las viejas) y no me alarmen al enfermo. Guarden silencio”. El practicante procede al reconocimiento y observa con rabia y dolor que ya una mano intrusa y profana puso su obra en él, realizando la primera intervención… Llevaba colocadas dos tablas a modo de férulas” —Sí, señor; que llamamos a ese hombre que le dicen el tío ‘Cristo’, y nos han dicho que era muy entendido, y por eso lo hemos ‘llamao’, y nos hemos dicho… como siempre ven más cuatro ojos que dos, pues deja a ver y llamaremos al practicante, y el motivo de llamarlo ha sido, más que nada, oír eso de que nos ‘paece’ que no respira bien, y como pa las cosas ‘drento’ ustedes son más entendidos…”. “Está bien, señores. Si, puesto que cuatro ojos ven más que dos, estos últimos les dicen a ustedes que los primeros nada vieron y que los segundos han visto lo suficiente y se han dado cuenta que, por lo intenso de la caída, ha producido ésta tal traumatismo en el aparato respiratorio, que nos encontramos ante una pulmonía del carácter de aquél, y que, dada la gravedad del caso, me es de todo punto imposible intervenir, y sí poner en antecedentes del médico lo anómalo del asunto”. No han comprendido el fondo del justo alegato del profesional, pero sí la forma de una amenaza encubierta y la no prestación de auxilio al accidentado. Todo son bisbiseos, amenazas encendidas, comentarios socarrones, frases mordaces y groseras: hostilidad general. Nuestro buen practicante ha tenido que recurrir al socorrido truco diplomático para poder capear el temporal que se le echaba encima. Libre del aprieto, ha partido para el pueblo, solo (pues ahora nadie se le ofreció), absorto en sus pensamientos y sacando provechosas enseñanzas que el caso le ha deparado…39
Desde el inicio de la titulación del practicante, el intrusismo médico fue otro azote importante para estos sanitarios en el ámbito del ejercicio privado y público. En este último sector, las instituciones sanitarias dieron cabida oficialmente a los médicos en las plazas de practicante a pesar de que el Código Penal prohibía y castigaba la intrusión en toda profesión para la cual se necesitase un título 39 Sancho Corbata, Luis. «Un día cruel y un desengaño más», El Auxiliar Médico Aragonés 1933, diciembre, 24: 31-35.
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adecuado. Ya en 1885, la Dirección de Beneficencia convocó plazas de practicantes en las que se aceptó como candidatos a los alumnos de Medicina. Los practicantes reclamaron la protección y defensa de sus derechos por parte de las autoridades en todos sus actos profesionales ya que el mismo gobierno que les había exigido ser poseedores del título consentía que se produjera esta ilegalidad.40 Esta situación de usurpación de plazas fue denunciada en el Hospital de Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza también a mediados del siglo xix: Si las plazas de Practicante Mayor y de primera clase se han creado para los que tienen el título de practicantes, ¿qué razón o qué ley autoriza a los médicos-cirujanos para desempeñar la de practicante mayor y tres de primera clase del Hospital Provincial? ¿Por qué no ocupa cada cual el lugar que en justicia merece?, ¿no sería más legal que esas plazas fueran desempeñadas por algunos practicantes que podrían comer con ellas en vez de morirse de hambre y no por médicos-cirujanos…?».41
Este intrusismo médico estuvo favorecido por el contexto de la plétora médica de la España de las primeras décadas del siglo xx, que repercutió en que los facultativos realizasen tareas encomendadas a los practicantes. Fue habitual que los médicos incluyeran en sus igualas la cirugía menor sin que la ley les castigara o se lo prohibiese y que los propios pueblos ofertaran «ilegalmente» vacantes de médicos titulares incluyendo este tipo de servicios.42 Una alternativa que a los municipios les resultaba más barata y que denotaba, al fin y al cabo, la ausencia de consideración y reconocimiento social a la figura del practicante. En Zaragoza, este consentimiento de los facultativos de absorber la práctica profesional propia del practicante tambaleó la buena relación que institucionalmente tenían los colegios de ambas profesiones. Aunque se planteó buscar el apoyo del Colegio de Médicos para que los facultativos no admitiesen esas vacantes, su inhibición a L., R. «Harmonías legales», El Practicante 1885, noviembre, 47: 369-370. El Practicante 1885, julio, 34: 272. 42 «Memoria presentada por el Secretario del Colegio Oficial de Practicantes de la provincia de Zaragoza, correspondiente al año 1932», El Practicante Aragonés 1933, febrero, 415: 3-8. 40 41
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este respecto despertó voces que pusieron en duda si el apoyo que les brindaban para mejorar su situación rural respondía de manera encubierta a su afán de conseguir intereses usurpadores y económicos al restarles campo profesional.43 En este sentido, los practicantes consideraron que los pueblos no eran permeables a sus reivindicaciones por su analfabetismo y excesivas cargas económicas y que, por tanto su dignificación no llegaría mientras estuviesen directamente supeditados a ellos.44 Una sujeción a los pueblos y al médico titular del mismo como encargado de la elección del candidato idóneo para la plaza de practicante que en Zaragoza tuvo como resultado denuncias legales por parte de practicantes por nombramientos y destituciones irregulares.45 La posición del Estado en este conflicto entre los médicos y los practicantes fue, en primer lugar, la de autorizar a los primeros a percibir sus honorarios si estaban desempeñando las funciones del practicante, otorgando derechos a los médicos en vez de defender los intereses de la profesión de practicante con otro tipo de regulación o medidas. En segundo lugar, que el Estado autorizara que los médicos pudieran conseguir el título de practicante en 1934 solo con el pago de los derechos correspondientes ocasionó una movilización institucional del colectivo sin precedentes. Se infligió un «golpe mortal» y una «agresión espiritual» a la profesión del practicante al otorgarse su título sin pasar por ninguna facultad ni tribunal, al dar valor a la mayor capacidad técnica del facultativo refrendada por su título superior. Una estrategia por parte del Estado que tal vez quiso resolver la plétora médica aun cuando su aceptación supusiese para el facultativo « rebajar su jerarquía y condiciones morales al ejercer las funciones propias de su auxiliar». 43 Serrano, Miguel. «Toque de atención», El Practicante Aragonés 1933, septiembre, 421: 7-9; Allende, Manuel. «Nuestro comentario». El Practicante Aragonés 1934, enero, 425: 26-29; — «Antonio García del Real al Presidente del Colegio de Practicantes de Zaragoza», Ibid., p. 31. 44 «Justo homenaje». El Practicante Aragonés 1933, julio-agosto, 420: 20-25. 45 AHPZ, Pleitos civiles, J-16516-5, Recurso contencioso-administrativo del Ayuntamiento de Uncastillo contra una providencia del gobernador civil sobre nombramiento de practicante en la villa, 1915; J-16.708-9, Recurso contencioso-administrativo de D. Jerónimo Delso contra el Ayuntamiento de Tauste que le destituyó del cargo de practicante de Beneficencia, 1928.
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Según los practicantes, las consecuencias de esta disposición serían el aumento de los aspirantes a sus plazas y la desmoralización al sentirse desprotegidos y menospreciados por un Estado que lo consentía.46 Inmediatamente se puso en marcha una campaña bien dirigida desde la Federación Nacional estableciendo pasos claros y concretos a todos los colegios provinciales, como fueron el envío de telegramas de queja al ministro de Instrucción Pública, la difusión del problema a los colegiados y a la prensa local y la búsqueda de apoyos e influencias políticas y sanitarias. Los practicantes buscaron el apoyo del colectivo médico incidiendo sobre los graves conflictos que podrían tener lugar en la práctica asistencial entre los propios médicos y la disminución de su categoría profesional. En Zaragoza concretamente, el Colegio de Practicantes siguió los pasos que marcaba la Federación Nacional mandando telegramas al ministro de Instrucción Pública y jefe de Gobierno, visitando a diputados aragoneses y realizando una buena campaña publicitaria en los tres periódicos locales y conferencias para «demostrar la legitimidad de los derechos del practicante y condenar los inocuos atropellos de que le hacen víctima, sin más delito que el de ser humilde…».47 De igual modo, el propio Comité Nacional de la Federación de Colegios buscó apoyo en cada uno de los colegios médicos de España, la Asociación Nacional de Médicos Titulares, la Unión de Defensa Médica, la Federación Nacional de Colegios de Matronas, etc. difundió el problema a través de los diarios madrileños El Liberal y el Heraldo de Madrid. A pesar de que parece que la respuesta de los practicantes fue muy leve salvo excepciones muy concretas, finalmente lograron parar el que consideraron que fue el mayor ataque jamás realizado contra su profesión.48 46 Colegio de Practicantes de Madrid. «Comunicaciones cursadas al Ministerio de Instrucción Pública y al Colegio de Médicos», El Auxiliar Médico Aragonés 1934, septiembre-octubre, 33-34: 17-21. Por su parte El Auxiliar Médico Aragonés dedicó su número 33-34 de septiembre-octubre de 1934 prácticamente entero a las consecuencias de esta disposición. 47 «Memoria presentada por el Secretario del Colegio D. Juan Antonio Conget en la Junta general celebrada el día 20 de enero de 1935», El Practicante Aragonés 1935, enero, 433: 17-19. 48 «Circular importantísima. Momentos decisivos», El Practicante Aragonés 1934, septiembre-octubre, 431: 18-21; Federación Nacional de Colegios Oficiales de
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La publicación en la Gaceta de Madrid del 14 octubre de 1934 de la incompatibilidad para ejercer las dos profesiones a la vez fue la primera ocasión en que los practicantes consideraron que se les otorgaba de manera concreta «personalidad», dejando de estar a la merced de las apetencias del intrusismo del médico. Un logro profesional gracias a la movilización del colectivo y el apoyo de la prensa, pero también auspiciado por la defensa de parte del colectivo facultativo, que vio en esta disposición una depreciación profesional o una falta de reconocimiento al practicante.49 Concretamente en Aragón, las personalidades que se posicionaron a favor de los practicantes fueron Emilio Gil Sastre, Juan Antonio Sainz Medrano, Ricardo Horno Alcorta, entre otros, y, finalmente, el propio Colegio de Médicos de Zaragoza.50 El sentimiento de estar ante un Estado que restringía sus competencias, no reconocía su titulación y permanecía «mudo» ante su precaria situación propició que, en el advenimiento de la Segunda República, los practicantes vieran la llegada de un periodo de equidad y justicia que podría dar respuesta a sus reivindicaciones. Un régimen que podía proporcionarles «… aire para sus pulmones…» y el estatus que la monarquía, por unos motivos que desconocían, no les había otorgado.51 Valgan de ejemplo las reflexiones de los practicantes Julián Biarge y Pascual Naya: El practicante, sencillo todavía en sus ideales y sentimientos, un poco fatalista en su psicología y confiado por naturaleza, acoge todos los cambios de Gobierno con gran entusiasmo; y con un movimiento de expectación que le hace esperar como cosa probable y hasta posible una atención de los Poderes hacia las cuestiones sanitarias que produzca los mejoramientos justísimos y hasta imprescindibles, por los que constantemente clamamos justicia….52
Practicantes. «Acta del Comité ejecutivo de la Federación, correspondiente al mes de septiembre de 1934», Ibid., pp. 21-24. 49 «Resumen del año 1934», El Auxiliar Médico Español 1935, febrero, 38: 5-11. 50 Conget Conget, Juan A. «Comentario», El Practicante Aragonés 1934, septiembreoctubre, 431: 3-5; Conchán, Francisco. «Conducta muda», Ibid., p. 9. 51 Maestre, Santos. «Divagaciones», El Auxiliar Médico Aragonés 1932, enero, 1: 4-5; Allende, M. «¿Qué pasa?», El Practicante Aragonés 1932, noviembre, 412: 3-4. 52 Biarge, Julián. «Nuevos rumbos», El Auxiliar Médico Aragonés 1932, agosto, 8 : 5-6.
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Isabel Blázquez Ornat Diréis que cansados estamos de pedir y más pedir a los Gobiernos. ¡Tenéis razón! Tener en cuenta que en cincuenta y dos años (según revistas profesionales que a mi vista están, como portavoces de nuestras miserias), de los Gobiernos que se han sucedido, bien por pasividad característica en aquellos hombres del antiguo régimen, o por tener muy pocas ganas de hacer algo en bien nuestro, por creer no éramos útiles a la sociedad, nada hemos conseguido y para nada han servido cuantas peticiones de mejoras se han dirigido; pero en la actualidad, cuando la evolución social ha conseguido su objeto, cuando la igualdad se pregona por todas partes, cuando los más importantes cargos que rigen los destinos de la Nación están en manos de los que lucharon por conseguir desterrar aquellos Gobiernos que por su parcialidad se divorciaron del pueblo español, cabe esperar...53
El impulso que la República dio a la titulación de enfermera y la creación de la de enfermero psiquiátrico, sin embargo, acusó la difícil situación del practicante. Al fin y al cabo, la creación de nuevos cuerpos auxiliares médicos limitaba el monopolio asistencial del practicante, repercutía en su reconocimiento legal y social y limitaba los espacios de asistencia donde desarrollar la profesión. La visión del practicante de estar ante un Estado que no les otorgaba su estatus deseado quedaba refrendada con lo que consideraron que era dar pábulo a un intrusismo que la ley perseguía, bajo la protección o disposición de unas autoridades que no lo habían tenido en cuenta.54 Tras la puesta en marcha del título de enfermera en 1915 y la eclosión de un importante número de normas de diferentes Ministerios que pusieron en marcha diversos cuerpos de enfermeras según las competencias de cada uno de ellos, los practicantes fueron compartiendo el espacio hospitalario con unas sanitarias con funciones muy similares. En este sentido, los manuales del doctor Sáenz de Cenzano se dirigieron desde 1922 a ambos, ya que sus planes de estudio no presentaron diferencias muy significativas. Sin embargo, parece que, en el organigrama hospitalario, la práctica profesional de las enfermeras 53 Naya Casademont, Pascual. «Del Colegio de Practicantes de Huesca. Al cumplirse el año», El Auxiliar Médico Aragonés 1932, diciembre, 12: 12-14. 54 García del Real, Antonio. «Los practicantes ante la reforma psiquiátrica», El Auxiliar Médico Aragonés 1932, septiembre, 9: 2-4; Serrano, Miguel. «De tumbo en tumbo», Ibid., p. 5.
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estuvo supeditada al poder, control o monopolio de ciertas parcelas por parte de los practicantes y a una atribución de funciones por roles de género. En presencia de un practicante, la vigilancia clínica de los enfermos de las enfermeras fue circunscrita a las salas de mujeres junto con la tarea de la administración de medicación, que no incluyó la perfusión, mientras que sí se permitía a los practicantes. En las labores de aseo y demás cuidados básicos de los enfermos, los dos sanitarios tuvieron responsabilidad en cuanto a la prevención de úlceras, condiciones de las habitaciones (mobiliario, orden, limpieza, ventilación, calefacción…), posición de los enfermos según las patologías, arreglo de la cama, etc.,55 pero se creyó que la más adecuada para la realización del aseo era la enfermera. Los practicantes se posicionaron con un discurso potente y reiterado en sus revistas contra el intrusismo que suponían estas titulaciones de enfermera56 y enfermero psiquiátrico en un territorio asistencial que solo debía pertenecerles a ellos, como únicos titulados auxiliares del médico con «misión facultativa». Una situación de desamparo y falta de reconocimiento que llegaron a considerar como una estrategia gubernativa, avalada por algunos sectores de médicos, que conseguiría terminar con su carrera al alimentar la intrusión de profanos y no respetar las atribuciones que les confería su título.57 Los practicantes construyeron sus reivindicaciones sobre este discurso de ser los únicos auxiliares de la medicina y de la sanidad de carácter «facultativo», ya que la situación profesional de las enfermeras distaba de la suya en cuanto que solo realizaban un curso en los hospitales de la Cruz Roja, en el Instituto Rubio o en el Hospital 55 Sáenz de Cenzano, Felipe. Manual…, 2.ª ed., tomo I, pp. 462-468, y siguientes ediciones. 56 Para profundizar en la construcción de la identidad profesional del practicante, en la que tuvo un papel fundamental la contraposición al perfil, titulación e identidad de género de la enfermera, la otra profesión sanitaria definida como auxiliar, véase Blázquez Ornat, Isabel. «La identidad del practicante a través de la prensa profesional. Aragón, 1885-1936», Dynamis, 36/2 (2016), pp. 443-466. 57 «Sesiones del pleno de la Junta Consultiva de la Federación de Colegios oficiales de Practicantes de España del 16-19 de julio de 1932», El Practicante Aragonés 1932, agosto, 409: 5-7.
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de Valdecilla; no tenían que colegiarse obligatoriamente; no poseían título oficial del Estado y no pagaban contribuciones, pero se les otorgaban sus mismas funciones. Argumentación por la que «… a tal desigualdad de haberes debe acompañar una diferenciación de funciones».58 De esta manera, intentaron poner en valor su credencial universitaria para demarcar o delimitar su autoridad frente a otras titulaciones «invasoras». Las revistas de los practicantes recogieron las opiniones vertidas por distintas figuras médicas nacionales en el controvertido asunto de las enfermeras. Algunos de ellos consideraron que existiendo los tradicionales practicantes resultaba innecesario imitar lo acontecido en otros países con estas sanitarias. Consideraron que la creación en España de esta última titulación, que «por su sexo y atributos» había ido suplantando al practicante, había creado una verdadera «lucha de sexos». Planteado el problema y desde esta perspectiva que mimetizaba sus roles profesionales, apoyaron la fusión de todos en un único cuerpo de auxiliares técnicos de medicina y sanidad con una sólida formación común y complementada posteriormente con una especialización en las distintas actividades médico-sanitarias. Otros facultativos plantearon que las identidades y territorios profesionales de ambos titulados eran distintos y por tanto compatibles, ya que la enfermera debía desarrollar su monopolio ocupacional en la actividad social y cuidado al enfermo y el practicante en todas las actividades profesionales del médico (medicina social y del trabajo, higiene rural y urbana, análisis clínicos, aplicación de rayos X, procedimientos físicos de la terapéutica física…).59 La delimitación de las competencias de las dos titulaciones fue tratada desde un punto de vista jurídico en 1936 por Francisco Berenguer, abogado del Colegio de Madrid. Recordemos que el título oficial de practicante autorizaba para el desempeño de las operacio58 Federación Nacional de Colegios Oficiales de Practicantes. «Acta correspondiente a los meses de febrero y marzo de 1933», El Practicante Aragonés 1933, mayo, 419: 15-21. 59 «En defensa del practicante. Interesantes opiniones médicas», El Auxiliar Médico Aragonés 1934, noviembre, 35: 17-25.
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nes comprendidas bajo el nombre de cirugía menor, para ayudar a los médicos en las curas de los operados y para el uso y aplicación de los remedios que dispusieran los médicos en el intermedio de sus visitas. También en ejecutar los servicios auxiliares de la sanidad municipal, especialmente los de prevención y defensa contra las enfermedades evitables y en ciertos casos los de matrona, realizar la práctica médica y quirúrgica de urgencia y auxiliar a los médicos en los psiquiátricos. Este letrado sintetizó las competencias recogidas para las enfermeras según su ámbito de actuación en higiene, profilaxis, asistencia (cuidados, vigilancia, tutela) e investigación tras la revisión de un importante volumen de material legislativo sobre la organización y funciones de diferentes ámbitos de asistencia e instituciones (Reglamento de la Escuela Nacional de Sanidad del 9 de diciembre de 1924, R. O. del 27 de mayo de 1930 que aprobó las bases para la reorganización de la lucha antivenérea, R. O. del 10 de junio de 1930 que aprobó las propias por las que habían de regirse los reglamentos de las instituciones sanitarias, Orden del 16 de mayo de 1932 sobre establecimientos psiquiátricos y Reglamento de la Cruz Roja del 2 de junio de 1933). Al enfrentar las competencias de ambas titulaciones concluyó que no existía ningún nexo de unión entre ambas ya que «… son técnicas diferentes: la del practicante es como una continuación de la del médico y pertenece a la cirugía y a la terapéutica; la de la enfermera constituye una especie de ilustrada asistencia que sustituye al elemento familiar o doméstico en el cuidado del enfermo y pertenece a la Higiene y a la Policía Sanitaria…». Por tanto, la enfermera no tenía por qué desarrollar funciones propias del practicante, ya que además la definía como «… la compañera y auxiliar del médico y, también, del practicante».60 La entrada de enfermeras en las distintas plazas que se convocaban para la asistencia en diferentes ámbitos fue un problema de transcendencia nacional que denunció reiteradamente la Federación Nacional de Colegios Oficiales de Practicantes. En centros sanitarios 60 Berenguer, Francisco. «La enfermera y sus funciones en relación con los practicantes de Medicina y Cirugía en el derecho positivo español», El Practicante Aragonés 1936, enero, 437: 11-21.
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como el Dispensario Antituberculoso de Madrid, en 1932 se formaba a las enfermeras en conocimientos auxiliares médicoquirúrgicos similares a los del practicante, alejándose de las funciones que este colectivo les atribuía, es decir, las relativas a la prevención y educación sanitaria y «no para tomar ni una simple temperatura».61 En otros como en el de Zaragoza, se pensó que los servicios de cirugía menor fueran desempeñados por las enfermeras62 y en el contexto hospitalario, como en el Hospital Civil de Bilbao, se denunció el intrusismo de estas y de las monjas por atentar contra el interés de la profesión.63 En 1933 se convocaron plazas para enfermeras en la Diputación de Madrid, en las que el temario incluyó lecciones de práctica médicoquirúrgica que los practicantes creían propia, siendo los únicos que la realizaban en los hospitales (administración por vía bucal, hipodérmica, intramuscular e intravenosa y de la punción lumbar; aplicación de ventosas, oxígeno y medios revulsivos, sangrías y transfusiones de sangre, análisis clínicos, curas y auxilios a los heridos y anestesias).64 Ante esta protesta las autoridades quisieron «delimitar» las funciones de un colectivo y otro justificando que las enfermeras solo eran instruidas en estas técnicas con el objeto de que supieran preparar el material, sin que pudieran ejercer por libre.65 Ese mismo año, en los institutos provinciales de puericultura se crearon cincuenta plazas de enfermeras y ninguna de practicantes, argumentando que la escasez de recursos para la puesta en marcha de estos centros obligaba 61 Federación Nacional de Colegios Oficiales de Practicantes. «Acta del Comité Ejecutivo del mes de septiembre de 1932», El Practicante Aragonés 1932, noviembre, 412: 6-11. 62 «Oficio dirigido al Sr. director del Dispensario Antituberculosos de esta ciudad», El Practicante Aragonés 1933, septiembre, 421: 26; Santacruz Broto, Ángel. «Solicitud dirigida al Ayuntamiento», El Practicante Aragonés 1936, junio, 442: 7-9. 63 Federación Nacional de Colegios Oficiales de Practicantes. «Acta del Comité ejecutivo correspondiente al mes de noviembre de 1932», El Practicante Aragonés 1933, enero, 414: 18-22; Comité Ejecutivo de la Federación Aragonesa. «Acta correspondiente a los meses de junio y julio de 1933», El Practicante Aragonés 1933, septiembre, 421: 17-18. 64 «“Interesantísimo” en el que inserta la denuncia del Presidente de la Federación Nacional al Presidente de la Diputación de Madrid», El Practicante Aragonés 1932, noviembre, 412: 11-13 y con el mismo título, en El Auxiliar Médico Aragonés 1932, noviembre, 11: 15-16. 65 Federación Nacional de Colegios Oficiales de Practicantes. «Acta del Comité ejecutivo correspondiente al mes de noviembre de 1932», El Practicante Aragonés 1933, enero, 414: 18-22.
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al médico a realizar las funciones del practicante. Sin embargo, las enfermeras por su condición de mujer y formación en materia social y sanitaria, garantizada por las enseñanzas especiales de la Escuela Nacional de Puericultura, que no estaba recogida en la docencia de los practicantes, resultaban más óptimas y preparadas para atender «maternalmente» a niños y embarazadas.66 La entrada de las enfermeras en el ámbito asistencial repercutió en que fuese conveniente que las mujeres practicantas consiguieran la doble titulación de practicante-enfermera para alcanzar mejores condiciones económicas y mayor apertura laboral. Una condición que recuerda la doble cualificación que durante las primeras décadas del siglo xx consiguieron las matronas, obteniendo la titulación de practicante para dar mayor apertura a su campo profesional. En 1933, el Colegio de Practicantes de Madrid denunció al Director General de Sanidad ya que a dos practicantas de la lucha anti-tuberculosa se les informó de la conveniencia de cambiar el nombre de su título por el de «practicantas-enfermeras» a cambio de mejoras económicas. Una estrategia que consideraron respondía a la intención de hacer desaparecer los servicios oficiales de los practicantes introduciendo «… tan cacareada innovación de las enfermeras, reforma en la que parece descansar (si juzgamos por la tenacidad de sus defensores) todo el progreso de la ciencia clínica».67 La eliminación inicial del practicante de la especialidad psiquiátrica en 1932 fue un asunto de gran difusión en las revistas hasta conseguir el reconocimiento de su especialización. La justificación institucional de la creación del título de enfermero psiquiátrico fue la necesidad de proporcionar medios de vida a un importante número de mujeres y hombres que solo con formación empírica se encargaban de este tipo de enfermos y que, además, se encontraban sindicados.68 66 Federación Nacional de Colegios Oficiales de Practicantes. «Acta del Comité Ejecutivo de la Federación Nacional de Colegios Oficiales de Practicantes, correspondiente a los meses de abril y mayo de 1933», El Practicante Aragonés 1933, septiembre, 421: 28-30. 67 Auxiliar-Hillo. «Sanitarias: Una grave denuncia del Colegio Oficial de Practicantes», El Practicante Aragonés 1933, octubre, 422: 27-29. 68 «Los practicantes y el Consejo Superior Psiquiátrico», El Practicante Aragonés 1932, agosto, 409: 5-7.
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Gonzalo Rodríguez Lafora, presidente del Consejo Superior Psiquiátrico, justificó el programa de estudios de los enfermeros psiquiátricos por encuadrarse dentro del estilo de los llevados a cabo en Inglaterra y Suiza adaptados a las peculiaridades españolas. Intentó trazar la línea divisoria entre los enfermeros y los practicantes señalando que la colaboración de los primeros concernía a aspectos más psicológicos y las de los practicantes, a otros más médicos. Por tanto, el practicante, si quería alcanzar una plaza en este tipo de institución, debía aumentar sus estudios y prácticas como se requería a los médicos. El asombro de que el Consejo Superior Psiquiátrico no los contemplase como los únicos auxiliares oficiales de la medicina en todas sus ramas y especialidades y, por tanto, únicos candidatos para la especialización en este tipo de enfermo fue valorado como un atentado contra el reconocimiento más esencial de la profesión. El hecho de que, al amparo de la ley, se permitiese la consecución del título de enfermero psiquiátrico a gente profana que no contaba con un título universitario previo, que no tenía obligación de colegiarse y que los equiparaba en funciones con ellos fue visto como un agravio y una desigualdad.69 La respuesta de los practicantes fue inmediata, poniendo en marcha estrategias como reunirse con la Dirección General de Sanidad y Gonzalo Rodríguez Lafora, buscar amparo en la recién creada Confederación Española de Clases Sanitarias, difundir el problema en la prensa general y valorar el presentar un contencioso-administrativo al habérseles desgajado unas funciones que por ley consideraban que tenían atribuidas.70 Buscaron sinergias, influencias y alianzas con políticos, sindicatos, asociaciones como la de neuropsiquiatras, profesores de los cursillos de psiquiatría…71 69 «Documento que el Comité ejecutivo de la Federación ha elevado a la Dirección de Sanidad y Consejo Psiquiátrico, en protesta de la creación del enfermero de Psiquiatría y proponiendo la especialización racional por profesión», El Practicante Aragonés 1932, septiembre-octubre, 410-411: 3-8. 70 «El Colegio de Toledo y la creación de los enfermeros psiquiátricos», El Auxiliar Médico Aragonés 1932, junio, 6: 12-15; Federación Nacional de Colegios Oficiales de Practicantes. «Acta del Comité ejecutivo de fecha 19 de julio de 1932», El Auxiliar Médico Aragonés 1932, septiembre, 9: 8-10. 71 Federación Nacional de Colegios Oficiales de Practicantes. «Acta del Comité Ejecutivo del mes de septiembre de 1932», El Practicante Aragonés 1932, noviembre, 412: 6-11.
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La Federación Nacional de Colegios de Practicantes de España, que en ese momento comprendía cincuenta colegios y diez mil asociados españoles, propuso la creación del título de practicante psiquiátrico. Una propuesta para «cooperar a la obra de perfección de la asistencia médico-sanitaria» que recogía crear del Cuerpo de Practicantes Psiquiatras, restringir los estudios de los enfermeros en todo lo relativo a las lecciones que comprendían los estudios de practicantes, prohibir el desempeño cualquier tipo de técnica que ellos realizasen y que el jefe de los enfermeros fuera un practicante. De esta manera, consideraron que se establecería una ordenación de funciones y categorías de un «modo racional»: médico psiquiatra, practicante psiquiátrico, enfermero psiquiátrico y sirvientes, mozos, etc.72 Aunque los practicantes lograron su especialización psiquiátrica finalmente en diciembre de 1932, parece que poco tiempo después sus cursillos se suprimieron, lo que les hizo sospechar si volvía a ser «… una maniobra para dejar todo en manos de las enfermeras…».73
La insuficiente normalización del trabajo profesional y los partidos sanitarios En la asistencia rural se desarrollaron dos modelos distintos de práctica profesional del practicante: solo al frente de la situación sanitaria de todo su vecindario y, en otros casos, como auxiliar del médico responsable del partido. Una situación que creyeron debía ser solucionada delimitando con claridad su actuación profesional para que se pudieran establecer partidos y no dependieran de la situación topográfica y números de habitantes de los pueblos.74 Para muchos, la solución a la difícil situación del practicante rural pasaba por la 72 «Los practicantes ante la reforma psiquiátrica», El Auxiliar Médico Aragonés 1932, agosto, 8: 14. El documento que el Comité Ejecutivo de la Federación elevó a la Dirección General de Sanidad y al Consejo Superior Psiquiátrico en protesta por la creación del enfermero de psiquiátrico y proponiendo su especialización puede verse en El Auxiliar Médico Aragonés 1932, octubre, 10: 3-5; El Practicante Aragonés 1932, septiembre-octubre, 410-411: 3-8. 73 Hernández, Pascual. «Comentarios», El Auxiliar Médico Español 1935, febrero, 38: 21. 74 Federación Regional Aragonesa. El Practicante Aragonés 1933, septiembre, 421: 15.
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creación de estos partidos que organizaran y legitimaran su ejercicio profesional y regularan el decoro entre los mismos practicantes, los cuales, en ocasiones, se convertían en usurpadores de las plazas de sus propios compañeros. La denuncia realizada por el practicante Alfonso Piquer en 1932 manifestó con claridad esta situación: ¿Por qué efectúa nuestra misión personal que no le corresponde? ¿Por qué se deja solo ejercer al practicante en los pueblos donde reside el médico separado a varios kilómetros? ¿Por qué unas veces tanto y otras tan poco?....75
En los años treinta y a la vista de la publicación de una nueva Ley de Sanidad, las organizaciones colegiales de los practicantes realizaron un sondeo entre sus miembros para explorar cómo debía ser esta clasificación y así defenderla ante las autoridades competentes. Una solución que, cuanto menos, podía mejorar la situación del practicante en las llamadas «plazas del hambre» pero que, sin embargo, en la línea de la continua apatía y desinterés de este sanitario apenas recibió respuesta: ¿No veis las demás clases sociales cómo están unidas como una piña para defender el estómago? ¿Por qué nosotros hemos de ser de diferente condición? ¿Os fijáis que no hay ningún practicante rural que gane tanto como un mozo de mulas? ¿No creéis que esto es vergonzoso?....76
A pesar de que uno de los problemas más importantes en la identidad profesional del practicante fue su vinculación con el barbero,77 las propuestas que se recogieron a este respecto incluyeron la consideración de este oficio dentro de las funciones del practicante en el partido, aun cuando fuese en contrato a parte. Valga de ejemplo la propuesta realizada por Juan Barrau en 1932, en la que estimó que el sueldo mínimo del practicante de un partido fuese de 3000 pesetas 75 Piquer Lafuente, Alfonso. «Esperando», El Practicante Aragonés 1932, noviembre, 412: 13-15. 76 Biarge, Julián. «Siempre insistiendo», El Auxiliar Médico Aragonés 1932, noviembre, 11: 18. 77 Para profundizar en la construcción de la identidad profesional del practicante véase, Blázquez Ornat, Isabel. «La identidad del practicante a través de la prensa profesional..., 2016, pp. 443-466.
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incluyendo las cuotas de barbería. Un sueldo que otros compañeros apoyaron como mínimo para que el practicante pudiera vestir bien y comprarse libros para adquirir cultura. Cada colegiado tendría asignada una demarcación según el número de habitantes que existieran y ninguno podría ejercer en ella ningún servicio sin autorización del residente del mismo. Además, consideró conveniente que en todos los contratos de partidos rurales interviniese la junta del Colegio para verificar que se cumpliese lo estipulado en la clasificación.78 Desde la promulgación del Reglamento de Sanidad Municipal de 1925 fue habitual que los ayuntamientos no cumplieran con la legislación vigente, ya que no pagaron o no cubrieron las plazas vacantes y necesarias en sus municipios, lo que repercutió en que muchos practicantes no tuvieran un medio de subsistencia. A pesar de larguísimas jornadas de trabajo, sin horarios, sin vacaciones, con más carga de trabajo en época de epidemias, los practicantes sufrieron la falta de sueldos dignos en cualquier institución y peores condiciones laborales que un maestro o secretario.79 Una situación que creyeron que debía recibir respuesta por parte de las máximas autoridades sanitarias de la provincia de Zaragoza: La amarillenta capa que cubre nuestros rostros, tan curtidos por el trabajo y el dolor, es la enarbolante insignia, que arrogante flamea en nuestros férreos corazones. Loor y gloria a la excelsa y heroica clase de Practicante; laureles y flores para quienes su vida arrastran en bien de un deber; cariño y justicia para ellos, que ellos somos todos, cuando no nos regimos por ambiciones sociales. Es necesario que este grito de justicia no sea recogido como pura rebeldía. La rebeldía es súplica cuando se pide lo que legalmente nos pertenece; cuando humildemente se solicita aquello que es de justicia… que estas apagadas voces lleguen a las puertas del Gobierno, donde viven encerradas nuestras queridas dichas. Libertad es lo que queremos y no 78 Barrau, Juan. «Lo prometido es deuda», El Auxiliar Médico Aragonés 1932, marzo, 3: 9-10; Biarge, Julián. «Siempre insistiendo», El Auxiliar Médico Aragonés 1932, noviembre, 11: 18. 79 Aragües, Clemente. «Sobre el Concurso de “El Practicante Toledano”», El Practicante Aragonés 1932, julio, 408: 15-19; Piquer Lafuente, Alfonso. «Desde Borja. Llamada o toque de atención al Practicante rural. Una importante reunión de Practicantes rurales del partido y un comentario con respecto a posibles derivaciones», El Practicante Aragonés 1932, noviembre, 412: 4-8.
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Isabel Blázquez Ornat opresión. Justicia y reparación inmediata para estos modestos sanitarios, que ya es condena el haber soportado inocentemente los latigazos bestiales de un Gobierno que nunca puso la razón en ninguno de sus actos…80
También, el fracaso del sistema de igualas quedaba patente en que para cobrar la iguala de cirugía menor y barbería en un pueblo, cuyo importe era de doce pesetas al año en 1933, tenían que ir puerta a puerta, de tal manera que los vecinos se convertían en sus verdaderos «patronos». Este «sometimiento» al vecino o al cacique del pueblo fue denunciado en numerosas ocasiones en las revistas, ya que ineludiblemente repercutió en el reconocimiento y, en un sentido general, en la autonomía profesional: Los caciques de pueblo, plaga terrible que nos amordaza con sus enormes tentáculos, jugando con nosotros al pim, pam, pum, casos tan lamentablemente frecuentes que, si no hacemos un esfuerzo sobrehumano para libertarnos, nos deslizaremos rápidamente por el sendero de la miseria y de la desgracia…81
La creación de un Ministerio de Sanidad y que el Estado regulase la asistencia y pago de los sanitarios creyeron que les liberaría, sobre todo en este medio, de los intereses caciquiles, maniobras de ayuntamientos, sectores políticos y pueblos enteros. Al fin y al cabo, creyeron que su profesión alcanzaría la metamorfosis al conseguir la autoridad moral, profesional y la independencia económica y dejar «… de ser un bufón en manos de espíritus sucios…».82 La expectativa de la puesta en marcha del Ministerio de Trabajo, Sanidad y Previsión Social creyeron que podría ser «la nueva aurora sanitaria» de la profesión. Una buena parte del número de enero de 1934 de la revista El Auxiliar Médico Aragonés se dedicó a recoger las opiniones a este respecto de destacadas personalidades médicas, como los doctores Ángel Abós o Mateo Linares, y de practicantes,
Biarge, Julián. «Ilusiones», El Auxiliar Médico Aragonés 1932, mayo, 5: 8-9. Biarge, Julián. «Nuevos rumbos», El Auxiliar Médico Aragonés 1932, julio, 7: 5-6. 82 Naya Casademont, Pascual. «¿Se creará el Ministerio de Sanidad?», El Auxiliar Médico Aragonés 1932, mayo, 5: 9-10; «Retazos», El Practicante Aragonés 1933, noviembre, 423: 24-26. 80 81
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como Pascual Naya, Alfonso Piquer, Rafael Fernández Carril83 o Antonio García del Real. Los practicantes apoyaron la creación de este organismo aun cuando colegas muy significativos por su lucha por la profesión mostraron cierta cautela. Antonio García del Real, presidente de la Federación Nacional de Colegios de Practicantes, creía que tan solo era un cambio de ubicación de la sanidad de un ministerio a otro, del de Gobernación al de Trabajo, ya que la primera medida había sido suspender una convocatoria de plazas de practicantes radiólogos, lo que le hizo desconfiar de que repercutiera en la mejora de sus aspiraciones profesionales. En esta misma línea, Rafael Fernández Carril se lamentó de que no se hubiese creado un Ministerio de Sanidad exclusivo, pero que el doctor Pérez Mateos fuese el subsecretario de Sanidad le daba cierta confianza por haber conseguido desde su cargo anterior la Previsión Médica. También se mostró cauteloso el practicante rural Alfonso Piquer que, aunque creía que la formación del Ministerio era la única vía posible para conseguir las aspiraciones de los practicantes, prefirió optar por una postura expectante. Finalmente, Pascual Naya, más esperanzado, valoró positivamente que su creación implicara el paso de la sanidad a función del Estado, ya que esto repercutiría en la consideración del practicante, único sanitario en muchas localidades, como el funcionario preciso y esencial.84 La creación del Ministerio de Sanidad era una solución que podía evitar la plaga del intrusismo a través de la creación del delito sanitario, ya que hasta ese momento prácticamente no se disponía de 83 En enero 1936, Rafael Fernández Carril fue nombrado gobernador civil de Soria y al mes siguiente se le trasladó para serlo en Huesca. Hueso Piazuelo, Manuel. «Fernández Carril, gobernador», El Auxiliar Médico Español 1936, enero, 49: 9; Biarge, Julián; Fenero, José; Guillén, Bernardino. «Fernández Carril, Gobernador Civil de Huesca», El Auxiliar Médico Español 1936, febrero, 50: 7-11. 84 García del Real, Antonio. «Las aspiraciones de la clase de practicantes ¿pueden tener solución con la creación del Ministerio de Trabajo, Sanidad y Previsión Social», El Auxiliar Médico Aragonés 1934, enero, 25: 23-26; Fernández Carril, Rafael. «El practicante rural y el nuevo Ministerio de Trabajo, Sanidad y Previsión Social», Ibid., pp. 25-27; Piquer Lafuente, Alfonso. «El practicante rural ante el nuevo Ministerio de Trabajo, Sanidad y Previsión Social», Ibid., pp. 29-31; Naya Casademont, Pascual. «Los practicantes rurales ante la nueva orientación sanitaria española», Ibid., pp. 31-33.
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medios de defensa a la hora de exigir responsabilidad al intruso o a las autoridades que lo toleraban. Los practicantes podrían alcanzar la categoría de funcionarios del Estado, la protección de este como ocurría con los maestros y el reconocimiento de su responsabilidad directa en el desarrollo de la nación española.85 Una medida que para Manuel Hueso, acertadamente desde el punto de vista profesional, debía ir acompañada por una «campaña de concienciación» de las diputaciones y ayuntamientos sobre la importancia de desarrollar una intensa labor sanitaria, ya que reforzaría su papel como agente sanitario y su personalidad profesional y social.86 Parece claro que la propaganda sanitaria a través de folletos, libros, discursos, etc. podía favorecer que los ciudadanos reclamasen una mejora de la sanidad y, como consecuencia, que la sociedad se posicionara a favor de las profesiones sanitarias como ocurrió para la instrucción y los maestros.87 En este contexto de cambios cruciales que podían suponer otros tantos profesionales para los practicantes, institucionalmente la Federación Nacional de Colegios de Practicantes de España lanzó instrucciones muy concisas sobre la actuación que debían desarrollar los colegios provinciales con el objeto de aunar posturas y estrategias que conformaran una única voz, una única maquinaria reivindicativa unida, sin grietas y potente. Las líneas fundamentales orbitaron en torno a la organización y disciplina interna de los colegios en cuanto a su vigilancia y fuerza coactiva sobre los practicantes que ejercían sin estar colegiados. Incrementar las gestiones locales y potenciar las relaciones políticas con autoridades relevantes como los gobernadores o los inspectores provinciales de sanidad para buscar el afecto hacia sus problemas y obtener su compromiso de que la normativa se cumpliese. Y en otro plano, promover que los personajes políticos que les fueran afines alcanzaran puestos de relevancia en instituciones importantes como las diputaciones. 85 Aragües, Clemente. «Sobre el Concurso de El Practicante Toledano», El Auxiliar Médico Aragonés 1932, noviembre, 412: 15-19. 86 Fernández Carril, Rafael. «A favor del practicante rural», El Auxiliar Médico Aragonés 1933, septiembre, 21: 9-15. 87 Hueso Piazuelo, Manuel. «Propaganda sanitaria», El Auxiliar Médico Aragonés 1933, agosto, 20: 5-7; «Propaganda sanitaria. Ministerio de Sanidad», El Auxiliar Médico Aragonés 1933, septiembre, 21: 5-7.
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En esta vía de fomentar las relaciones institucionales, se prestó especial interés a las particulares con los médicos y demás organizaciones sanitarias de veterinarios, farmacéuticos y matronas con el objeto de captar la simpatía de sus colegios provinciales y estructurar un bloque profesional que les favoreciera en la consecución de sus propios objetivos. También, recuperando discursos planteados por algunos colegas, se potenció la relación con el público rural y urbano a través de la utilización de medios publicitarios y el cumplimiento con exactitud de su deber para atraer el afecto de la población y, consecuentemente, la afinidad y sensibilización hacia sus problemas. Como otras medidas, los colegios debieron focalizar su atención sobre el practicante rural por ser el más desfavorecido pero el «baluarte de la clase» y sobre la formación inmediata de las secciones mutuobenéficas en aquellos que no las tuvieran y de jurados mixtos.88 A pesar de su habitual escasa representatividad institucional, los practicantes no desaprovecharon la oportunidad de participar en ese momento decisivo de organización de la sanidad en España. Ya en 1932, la Federación Nacional dirigió una propuesta al Director General de Sanidad solicitando que se les concediera que el sector de practicantes estuviera presente en el Consejo Nacional de Sanidad y en la confección del Proyecto de la nueva Ley de Sanidad.89 Las bases de la nueva Ley de Sanidad, Ley de Coordinación Sanitaria, se promulgaron en julio de 1934. Sin embargo, la supresión de ciertas bases que afectaban al personal sanitario y servicios propició que, a propuesta de los practicantes, se formara un Comité Nacional de Defensa de las Clases Sanitarias que incluyera a todos los sectores con el objetivo de hacer valer y defender sus derechos a través de la unión, laboriosidad, organización y disciplina.90
88 «Lucha decisiva pro-reivindicación de clase. Instrucciones muy importantes», El Auxiliar Médico Aragonés 1933, diciembre, 24: 39-47. 89 «Propuesta de la Federación Nacional de practicantes al Director General de Sanidad antes de que salga la Ley de Sanidad con fecha del 29/10/1932», El Practicante Aragonés 1932, diciembre, 413: 21-22. 90 López, Luis. «Ante el ara profesional», El Auxiliar Médico Español 1935, febrero, 38: 23-25.
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Su iniciativa encontró el apoyo del sector médico, que convocó una reunión general de profesiones sanitarias que incluyó también a los odontólogos, veterinarios y comadronas. De esta reunión se dirigió una instancia pidiendo su pronta resolución a través de la formación de una comisión formada por las profesiones sanitarias para que se pudieran reglamentar perfectamente sus servicios por el bien público.91 Los practicantes pretendieron que la unión del Comité de Defensa Nacional se proyectara como una organización definitiva que defendiera la sanidad nacional y los intereses de las clases sanitarias sin distinción por categoría profesional o científica. Es decir, que se consolidase como una plataforma o medio directo para la resolución de todos los problemas profesionales de los sanitarios y los suyos propios más inmediatos y que consiguiera que alguno de sus sanitarios ocupara un cargo político que defendiera sus intereses. El Comité Nacional decidió publicar una revista redactada por todas las profesiones con una sección para cada una de ellas, que se remitiría gratuitamente a todos los sanitarios colegiados. Dentro de la organización de este comité, el cargo de secretario fue otorgado a los practicantes y se procedió a la constitución de comités provinciales con dos representantes de cada clase.92 Finalmente, se creó una comisión que terminó de perfilar la nueva Ley de Sanidad, complementándola además con los reglamentos del personal y servicios afectados. Los practicantes formaron parte de esa 91 «Memoria presentada por el Secretario del Colegio D. Juan Antonio Conget en la Junta general celebrada el día 20 de enero de 1935», El Practicante Aragonés 1935, enero, 433: 17-19; Federación Nacional de Colegios Oficiales de Practicantes. «Acta del Comité Ejecutivo correspondiente al mes de diciembre de 1934», Ibid., pp. 27-29; «Comité Nacional de Defensa de las clases sanitarias», Ibid., pp. 35-38; «Copia de la instancia presentada al Excmo. Sr. Presidente del Consejo de ministros por el Comité Nacional de Defensa de clases sanitarias», Ibid., pp. 41-42. 92 «Comité Nacional de Defensa de las clases sanitarias». El Practicante Aragonés 1935, enero, 433: 42-46. El Comité Provincial de Zaragoza se constituyó teniendo como presidente al del Colegio de Médicos; como vicepresidente, a Juan José Lafuente; como secretario, a Agustín Pérez Lizano; como vicesecretario, a Antonio Sebastián (practicante); como tesorero, a Enrique Gorgojo; como contador, a Esteria Enciso; como vocal primero, a Manuel de Frutos; como vocal segundo, a Germán Sanz; como vocal tercero, a Tomás Tobajas; como vocal cuarto, a Gregorio Gómez; como vocal quinto, a José Palacios; como vocal sexto, a Manuel Román (practicante rural) y como vocal séptimo, a Laureano Mariscal. El Practicante Aragonés 1935, febrero-marzo-abril, 434: 39-40.
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comisión y el Comité de la Federación Nacional de Colegios de Practicantes redactó el Reglamento de Practicantes de Asistencia Pública Domiciliaria (APD) basándose en el Proyecto de Reglamento del Cuerpo de Practicantes de la II Asamblea Nacional de Colegios de junio de 1934 y el Reglamento del Cuerpo de Médicos de APD, antes Inspectores Municipales de Sanidad. El Reglamento se hizo llegar a todos los colegios y se aprobó en la Comisión Ministerial con escasas modificaciones.93 La Ley de Coordinación Sanitaria se publicó con vigencia transitoria mediante decreto en junio de 1935 con aplicación desde el primero de julio y reglamentó el funcionamiento económicoadministrativo de las mancomunidades sanitarias provinciales y los cuerpos sanitarios de los institutos provinciales de higiene, inspectores farmacéuticos municipales, practicantes de asistencia pública domiciliaria, inspectores municipales veterinarios y matronas titulares municipales.94 En general, su aceptación por parte del colectivo de practicantes fue muy positiva, y la Junta Consultiva de la Federación Nacional de Practicantes de Madrid de diciembre de 1935 resaltó este éxito como fruto de la unión de los practicantes.95 El paso a ser técnicos auxiliares del Estado por oposición supuso ver afirmados sus derechos como sanitarios, la elevación moral al definirlos como funcionarios y el aumento de su prestigio profesional. Se les garantizaba el cobro del salario estipulado en el 30 por ciento del de médico, poder hacer igualas y la creación de un sistema de escalafón, quinquenios y derecho a la inamovilidad. Se les daba preferencia para sustituir la vacante de la matrona sin restricciones del número de habitantes y percibiendo el cien por cien de su dotación, y se reglamentó su jubilación.96 93 Federación Nacional de Colegios Oficiales de Practicantes. «Conferencia ministerial para la redacción de reglamentos complementarios de la Ley de Coordinación Sanitaria», El Auxiliar Médico Español 1935, junio, 42: 31-33; «Creación del Cuerpo de Practicantes de APD», El Auxiliar Médico Español 1935, agosto, 44: 35. 94 Decreto del 14 de junio de 1935. Gaceta de Madrid 1935, 19 de junio, 170: 22852306. 95 Federación Nacional de Colegios Oficiales de Practicantes. «Sesiones de la Junta Consultiva celebradas en Madrid durante los días 13 y 14 de diciembre de 1935», El Practicante Aragonés 1936, marzo, 439: 17-18. 96 «La Ley de Coordinación Sanitaria y la reglamentación del Cuerpo de Practicantes de Asistencia Pública», El Auxiliar Médico Español 1935, agosto, 44: 3-9.
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Esta Ley de Coordinación Sanitaria también encontró detractores entre las gestoras de las diputaciones y ayuntamientos y críticas entre algunos practicantes.97 Los municipios no la cumplieron y se consolidaron como «virreinatos» que «hacen lo que les da la gana», sin que se tomaran medidas por las autoridades competentes al respeto.98 Los practicantes intentaron desmontar las consideraciones de muchos municipios sobre las repercusiones que esta suponía en lo relativo a su pérdida de autonomía, aumento de gastos y situación de injusticia.99 La falta de adhesión generalizada de estas entidades a lo preceptuado por la ley y sus reglamentos dificultó su puesta en marcha y repercutió en una mejora real de la situación de los sanitarios en España, llegando incluso a negar a los practicantes titulares para su ingreso en el escalafón de APD el certificado de la toma de posesión de la plaza en propiedad en sus ayuntamientos.100 Las opiniones negativas de algunos practicantes sobre la Ley y el Reglamento de APD consideraron que el escalafón de practicantes era irrealizable o si se realizaba, era perjudicial porque, entre otras cosas, para formar parte se debía estar con la plaza en propiedad, y la dinámica habitual en los pueblos había sido que se proveyeran en interinidad para que el sistema estuviese «más sujeto» a los deseos de los secretarios y caciques. Por eso, eran muchos los que habían sido y eran interinos y, por tanto, pocos podrían entrar en el escalafón.101 La mejora de los sueldos de los practicantes fue otro tema de debate entre los colegas más críticos con esta ley, ya que tampoco los 97 Villar, Paulino. «Preguntas ingenuas», El Auxiliar Médico Español 1935, agosto, 44: 25-27 98 Conget Conget, Juan A. «El respeto a la ley», El Auxiliar Médico Aragonés 1936, enero, 437: 3-5; Piquer Lafuente, Alfonso. «Chinazos», Ibid., pp. 5-11. 99 Villar, Paulino. «Pautas a seguir», El Auxiliar Médico Español 1935, octubre, 46: 29; Pérez Martínez, Pedro. «Hay que contener el impulso y ejercitar más la razón», El Auxiliar Médico Español 1935, noviembre, 47: 5-11. 100 Naya Casademont, Pascual. «La contra de unos funcionarios», El Auxiliar Médico Español 1935, septiembre, 45: 19-21. 101 Zapater, D. «Hacia la revisión», El Auxiliar Médico Español 1936, febrero, 50: 1719; Espinosa, Alfonso. «El Reglamento de Practicantes de APD y los interinos», El Auxiliar Médico Español 1936, junio, 54: 9-11. En enero de 1936, se legisló además que las vacantes de practicantes de APD se cubrirían interinamente por las inspecciones provinciales de sanidad a propuesta de los médicos titulares de APD. Orden del 24 de enero de 1936. Gaceta de Madrid 1936, 25 de enero, 25: 777-778.
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mejoraba específicamente. El poder cubrir como interino la vacante de la plaza de matrona cobrando toda su retribución era lo único que dignificaba su sueldo. Una posibilidad que, por tanto, se encontraba supeditada a que en los pueblos donde trabajaran existiera y, así pues, era algo aleatorio. Por eso algunos propusieron que se les aumentara el sueldo al sesenta por ciento de lo que cobraba el médico tuvieran o no que cubrir la plaza de matrona.102 Otras críticas se sustentaron en las deficiencias notables que existieron en no formar parte de la Junta Administrativa, ya que hubiese llevado implícito la representación en la Comisión Permanente y Subcomisiones de Sanidad y Asistencia Pública (artículos 6 y 9 del Reglamento de las Mancomunidades), así como de una reglamentación oportuna para el practicante de los institutos provinciales de higiene,103 que la Federación Nacional consiguió equiparando sus derechos con los de APD en octubre de 1935.104 Meses más tarde, se creó una comisión por Orden Ministerial del 18 de noviembre de 1935 para verificar los problemas que se produjeron en la ejecución de la Ley de Coordinación que no contó con la representación del sector de los practicantes. A pesar de su petición expresa, se les denegó participar, perdiendo la oportunidad de denunciar la falta de cumplimiento por parte de los municipios de su derecho a cobrar el treinta por ciento del sueldo del médico y de ocupar la plaza de matrona interinamente con la totalidad de su retribución, así como manifestar que, a nivel interno, las juntas de gobierno de los colegios de los practicantes y los propios colegiados no luchaban porque su asistencia se ajustara a lo preceptuado permaneciendo inactivos.105 102 García León, Alipio. «Los practicantes de Asistencia Pública y las vacantes de matronas», El Auxiliar Médico Español 1936, mayo, 53: 19-21. 103 Calvo Pedrero, J. M. «¿Una nueva Ley de Sanidad?», El Auxiliar Médico Español 1935, septiembre, 45: 13-17; Álvarez Bote, Joaquín. «La Ley de Coordinación Sanitaria, no sirve ni garantiza nada», El Auxiliar Médico Español 1935, octubre, 46: 21-25; Ortiz, Fernando J. «Más sobre el Reglamento de Practicantes de Asistencia Pública Domiciliaria», El Auxiliar Médico Español 1935, noviembre, 47: 23-25. 104 Federación Nacional de Colegios Oficiales de Practicantes. «Labor del Comité Ejecutivo», El Auxiliar Médico Español 1935, agosto, 44: 35-36; Orden del 4 de octubre de 1935. Gaceta de Madrid 1935, 8 de octubre, 281: 156. 105 Federación Nacional de Colegios Oficiales de Practicantes. «Acta del Comité ejecutivo correspondiente al mes de octubre de 1935», El Practicante Aragonés 1936, enero,
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A pesar de los problemas o inconvenientes planteados por los practicantes, en 1936 y siguiendo los cauces establecidos, 239 de ellos enviaron al Colegio de Practicantes de Zaragoza su documentación para su ingreso en el escalafón de APD para que en última instancia fuese el inspector provincial de Sanidad quien los nombrase.106 El advenimiento de la Guerra Civil en España cercenó los propósitos y la puesta en marcha con carácter definitivo de la Ley de Sanidad. Tras ella, la Ley de Bases de 1944 recuperó y perpetuó la estructura y organización anterior. La creación de este cuerpo de practicantes exacerbó el conflicto entre las enfermeras y practicantes hasta la década de 1960. Ambos colectivos sanitarios entraron en confrontación por el monopolio de la atención comunitaria. Para Josep Bernabéu et al. la formación de las enfermeras era de mayor especificidad en salud pública y acción social que la de los practicantes, que era lo que estaba reclamando el modelo de asistencia sanitaria de la Segunda República, al que no estaban dando respuesta los estudios de practicante a pesar de las reclamaciones expresas que he glosado en este capítulo.107
El papel del Colegio de Practicantes de Zaragoza Las estrategias de los practicantes orbitaron en torno a la solución de la actualización de su formación y competencias de trabajo, la delimitación clara de sus diferencias profesionales con las enfermeras y la implantación efectiva de un sistema sanitario que salvaguardara su derecho y reconocimiento profesional, sobre todo en el medio rural. A continuación, me centraré en el análisis de las estrategias profesio437: 28; «Hay que hacer cumplir las disposiciones que amparan al practicante», El Auxiliar Médico Español 1936, febrero, 50: 3. 106 La relación de estos colegiados puede verse en El Practicante Aragonés 1936, mayo, 441: 7-14. 107 La labor de la enfermera visitadora se centraba en prestar cuidados a las familias en sus propios domicilios y realizar visitas periódicas para difundir normas de higiene, economía doméstica o puericultura y eran consideradas un enlace entre el sistema sanitario y las familias. Bernabéu Mestre, Josep et al. «Género y profesión en la evolución histórica…», 2013, pp. 284-289.
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nales de los practicantes en Zaragoza por ser esta provincia el motor fundamental de la actividad gremial en Aragón. En este sentido, su estudio me ha permitido recoger aspectos e iniciativas profesionales que afectaron a los practicantes de las tres provincias aragonesas al ser iniciativas promovidas desde la capital de Aragón. Aparte de la presencia y participación de los practicantes aragoneses en cualquier reunión de ámbito nacional, particularmente las estrategias que hemos considerado más significativas para conseguir las reivindicaciones profesionales planteadas en este contexto fueron la constitución y desarrollo del Colegio de Practicantes de Zaragoza, la celebración de la I Asamblea Aragonesa de Practicantes Rurales y el proyecto de una Federación Regional de Colegios de Practicantes Aragoneses con el objeto de conseguir la mayor unión y defensa de los intereses profesionales frente al Estado, la sociedad y los intrusos.
Origen y reconocimiento oficial A finales del siglo xix, la idea aragonesa de la formación de la Asociación General de Practicantes y Ministrantes de España sitúa el inicio el asociacionismo de los practicantes en Aragón como motor incluso de este tipo de movimiento a nivel nacional. La Asociación General surgió respaldada por José Ordaz con el objeto de aunar fuerzas para abandonar el ostracismo en el que se encontraba la profesión, «… que no tiene otra causa que la ignorancia supina y la mala fe propia de los estúpidos que abundan en ella…» y promover la regeneración, la ampliación de funciones separándose del oficio de barbero y la reforma de la enseñanza de la carrera.108 La aparente buena aceptación en general de la Asociación se sustentó en que dio respuesta a la propia frustración de la clase ya que, rescatando las palabras del practicante Ignacio Herrero, necesitaban despertar «… del letargo en que yacíamos sumidos la mayoría de los practicantes y secundando el pensamiento, por encontrarle necesario 108 El Practicante Mostaza. «La Asociación», El Practicante 1885, septiembre, 42: 329-330; Dr. Urbs. «Lo que importa es lo primero», El Practicante 1885, marzo, 22: 169-171.
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y justo a nuestro bienestar moral y material, el entusiasmo crece…».109 Esto no excusó que se produjeran ciertas dificultades para su consolidación, ya que parece que existió una profunda desidia y abandono de las bases de la profesión a la hora de asociarse. El practicante José Hernández, desde Arnedo, expuso las dificultades que tenía para conseguir la adhesión de los practicantes a la Asociación a pesar de que no acarreaba gasto alguno. Una falta de unión que justificó en la falta de instrucción, la entrega al caciquismo y la desconfianza de los practicantes por pensar que el objetivo de la Asociación era explotarles el bolsillo.110 En Zaragoza se formó la Comisión Gestora con el objeto de deliberar y discutir cuantos asuntos tuvieran relación con la mejora de la profesión. La primera junta de la Asociación estuvo constituida desde finales de 1884 por Apolonio Elorz como presidente, José Ordaz y Rubio como presidente de honor, Antonio Franco como secretario, y, como vocales, Mariano Sancho, Pedro Agudo, Isidro Valiente y Tomás Lafuente. La mayoría de ellos estaban bien relacionados con la revista El Practicante y/o con el Hospital Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza. En cada capital de provincia se nombraría otra Comisión Provincial que recibiría instrucciones de la gestora para que las transmitiera a su vez a las del partido. Una vez establecidas todas las juntas de España, la Comisión Gestora redactaría una exposición dirigida a las Cortes y al Ministro de Fomento firmada por todos los practicantes de España exponiendo la angustiosa situación y abandono en el que se encontraban y pidiendo la ampliación, regeneración y reforma de la profesión, pudiendo cambiar el título de ese momento por el nuevo de «cirujano-practicante», un título que les autorizaría para la asistencia a los partos y los desligaría de los antiguos cirujanos.111 En el caso de la Comisión de Zaragoza, el 2 de diciembre de 1884 unos cuantos practicantes se reunieron en la plaza de Zaragoza y eligieron a Andrés Salazar como presidente de la Junta Provincial de Herrero, Ignacio. «Nuestra mochila», El Practicante 1885, mayo, 28: 219. El Practicante 1885, marzo, 23: 184; julio, 36: 287. 111 «La Comisión Gestora», El Practicante 1885, abril, 26: 201-202; El Practicante Mostaza. «La Asociación», El Practicante 1885, julio, 34: 265-266. 109 110
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Zaragoza y como vocales a Pedro Valdovinos y Francisco Peguero, que también hizo de secretario. A través de la revista El Practicante se emplazó a los compañeros rurales a crear juntas distritales y de partido para que expresaran sus quejas en la Junta Provincial y esta a su vez en la Comisión Gestora, que concentraba las funciones de la Asociación General de Practicantes de España. Las primeras se formaron en Sos del Rey Católico, La Almunia de Doña Godina, Calatayud, Tamarite, Montalbán... La Junta de Gobierno comenzó a luchar contra el intrusismo en el Hospital Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza y en algunos pueblos. En 1890, fue nombrado presidente Antonio Franco y, como vocales, Francisco Gascón e Isidro Valiente. Su dirección apática precipitó que le sustituyera como presidente Apolonio Elorz. A pesar todavía de la escasez de colegiados, este presidente comenzó a trabajar por la reforma de la carrera del practicante y consiguió reorganizar la Asociación como presidente también de la gestora, dando cabida a los barberos. Por ello, durante el periodo 1891-1892 recibió el nombre de Asociación de Practicantes y Barberos.112 Sobre la estructura de la Junta Provincial de Zaragoza que emanaba de la Asociación General, el 22 de julio de 1902 Antolín Esteban como presidente de aquella y cuarenta y seis socios constituyeron el Colegio de Practicantes de Zaragoza. Una organización que incluyó a los practicantes titulares residentes en Zaragoza y sus barrios, nombrándose como primer presidente a Francisco Gascón; vicepresidente, a Pablo Valdovinos; secretario, a Roberto San Joaquín; vicesecretario, a Vicente Piquer; tesorero, a Lucas Giménez; contador, a Francisco Peguero y vocal, a Cristóbal García.113 Al año siguiente se establecieron también los Estatutos para el Montepío de Practicantes, conformándose una sociedad cuyo objeto fue procurar la más estrecha solidaridad entre los practicantes, atender a la defensa e intereses del personal asociado, fomentar la idea de la colegiación voluntaria o incluso de la obligatoria para todos 112 «Creación de la Junta Provincial de Zaragoza (hoy colegio) y elección de su primer Junta de gobierno», El Practicante Aragonés 1934 julio-agosto, 430: 14-21. 113 Ibid.; AHPZ, Asociaciones, Expediente 16 120, Colegio de Practicantes de Zaragoza, Reglamento de Colegiación de Practicantes de Zaragoza del 22 de julio de 1902.
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los practicantes y crear un capital para el socorro de practicantes inútiles y viudas y huérfanos de los socios. El capital de la sociedad se derivó de las cuotas de los socios, ingresos por donativos u otros conceptos. El estar asociado dio derecho al practicante y a su familia a una pensión en los casos de fallecimiento, inutilidad y jubilación. La sociedad se dividió en tres comisiones auxiliares residentes en Zaragoza, Huesca y Teruel.114 En 1914 se reformó el Reglamento de esta institución corporativa, pasándose a denominar Colegio de Practicantes de Medicina y Cirugía de Zaragoza sin presentar diferencias muy reseñables en cuanto a las coberturas y fines gremiales de la organización.115 Prácticamente en esta fecha, el Colegio de Practicantes dio cobertura y protección a la que se llamó Agrupación Instructiva Escolar de Jóvenes Practicantes y Estudiantes de Zaragoza. Una asociación autónoma con domicilio social en la calle Torrenueva, n.º 8 que fue fruto de la iniciativa de un grupo de practicantes con el objeto de favorecer el desarrollo cultural de sus miembros y perseguir el intrusismo. Un espíritu que se sintetizó en «unión, compañerismo e ilustración». De esta asociación pudo ser miembro cualquier individuo que se encontrara cursando los estudios de practicante avalado por dos socios de la organización y la aportación por serlo se situó en las 0,50 pesetas mensuales.116 Su primera Junta Directiva de 1913 estuvo formada por el presidente Vicente Marión, el vicepresidente Julián Vitals, el secretario Luis Gómez Juan, el vicesecretario Félix Valero, el tesorero Pascual Andrés Isern, el vocal primero Cosme Martín, el vocal segundo Ramón Laéniz y el vocal tercero Francisco Boat.117 Aunque inicialmente esta 114 AHPZ, Asociaciones, Expediente 16 120, Colegio de Practicantes de Zaragoza, Estatutos para la Colegiación y Montepío de Practicantes del 12 de noviembre de 1903. 115 Ibid., Reglamento de Colegiación de Practicantes de Medicina y Cirugía de Zaragoza del 11 de abril de 1914. 116 AHPZ, Asociaciones, Expediente 16 140, Agrupación Instructiva Escolar de Jóvenes Practicantes y Estudiantes, comunicación al gobernador civil de la provincia del 28 de noviembre de 1913. 117 Ibid., comunicación al gobernador civil de la provincia del 5 de diciembre de 1913. Tras esta primera junta directiva se produjeron sucesivas renovaciones en los años siguientes de acuerdo a su Reglamento de 1913. El cargo de presidente lo ostentó, durante 1914, Vicente Marión, Raimundo Alcaine y Luis Gómez Juan; en 1915, Luis Gómez Juan; en 1916, Félix Valero y, en 1917, Vicente Marión. Ibid., Comunicaciones al gobernador
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asociación se configuró sin ningún carácter político o religioso, he encontrado referencias que me hacen pensar que sí que los tuvo, ya que estableció sinergias con la Unión de Sindicatos Obreros Católicos, con la que compartió su domicilio social desde 1914 en la calle Fuenclara, n.º 2.118 Retomando el proceso de consolidación colegial de los practicantes en Zaragoza, en 1920 se reunió la directiva del colegio con los delegados de los distritos colegiales con el objeto de llegar a un acuerdo que favoreciera la unión sanitaria en la provincia. Se consensuó la necesidad de que hubiera un solo colegio, el de la provincia de Zaragoza, y los que hasta ese momento habían funcionado como tales en Borja o Ejea de los Caballeros se conformaran como juntas de distrito. Esta diseminación de organizaciones gremiales se encuadraba en el hecho de que a principios del siglo xx la colegiación era de carácter municipal. Para la unificación se propuso la modificación de un buen número de artículos del Reglamento, los cuales, unidos a los no modificados, se remitieron al gobernador civil de la provincia para su aprobación.119 El 22 de febrero de 1921 se constituyó el Colegio Provincial de Practicantes de Zaragoza con la asistencia de los delegados de los distritos de Belchite, Tarazona, Ejea de los Caballeros-Sos del Rey Católico, Ateca, Daroca, Pina de Ebro, Afueras y Cariñena y los de la capital, y en total cuarenta y cuatro fueron los asistentes. La primera Junta Directiva quedó formada de la siguiente manera: como presidente, Luis Hernández; vicepresidente, Manuel Castellón; tesorero, Antolín Esteban; contador, Juan Marqué; secretario primero, civil de la provincia del 22 de abril de 1914, 6 de mayo de 1914, 24 de octubre de 1914, 20 de enero de 1915, 20 de enero de 1916 y 8 de enero de 1917. 118 Este mismo año se amplió su Reglamento de 1913, en el que se hizo referencia a que, en el caso de disolución de esta agrupación, la Junta de la Unión de Sindicatos Obreros Católicos se encargaría de todo su activo y pasivo para proceder a la liquidación. Practicada esta, el haber líquido que resultase se ingresaría en la Caja de Sindicatos Obreros Católicos pudiendo esta disponer de esta cantidad como tuviera por conveniente. Ibid., comunicación al gobernador civil de la provincia del 13 de agosto de 1914. 119 AHPZ, Asociaciones, Expediente 16 120, Colegio de Practicantes de Zaragoza, comunicación al gobernador civil de la provincia del 7 de noviembre de 1924 dando cuenta mediante copia de lo acontecido en la reunión del 8 de octubre de 1920.
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Enrique Llovet; secretario segundo, Ángel Díez; vocal primero, José Moliner; vocal segundo, Pedro Val; vocal tercero, Gabriel Gil; vocal cuarto, Emilio Sancho de Belchite; vocal quinto, José María Larraz de Tarazona; vocal sexto, Ricardo Cortés de Pina de Ebro; vocal séptimo, Pedro José Eito de Ejea de los Caballeros-Sos del Rey Católico; vocal octavo, Francisco Sánchez de Ateca; vocal noveno, Andrés Alda de Daroca; vocal décimo, Estanislao Serrano de Cariñena y Roque Ruiz de Afueras.120 La residencia del colegio provincial, al menos desde 1927, se situó en la calle Cuatro de Agosto, n.º 27, 2.º piso tras su traslado desde la calle Estebanes, n.º 14, principal. El estado de las cuentas de la organización, al menos durante la segunda mitad de la década de los años veinte, disfrutó de un estado saneado. Una situación que empeoraría en la década siguiente deteriorando la marcha y sostenibilidad del Colegio.121 En la Junta colegial de enero de 1930 y sobre el Montepío de Practicantes de 1903, se aprobó el Reglamento de la sección de Beneficencia del Colegio para que funcionase independientemente de él y con fondos aparte. Unos fondos que se constituyeron con 11 000 pesetas, que se separaron de la caja general ya que los colegiados abonaban la cuota conjuntamente con la del colegio. El primer presidente de esta sección fue Virgilio Vallejo, acompañado como secretario por Ángel Santacruz Broto.122 En principio, esta sección no tuvo mucho éxito ya que la mitad de los colegiados no aportaron nada, por ello algunos practicantes intentaron animar a sus colegas a que participasen con el objeto de asegurar un poco más el futuro de sus familias en una profesión que no les permitía poder ahorrar.123 Días después, el Colegio de Practicantes se constituyó como oficial de acuerdo a la R. O. del 29 de diciembre de 1929 que declaró la colegiación obligatoria. Se aprobó el Reglamento interior de la 120 Ibid., Copia exacta del acta de constitución del Colegio Provincial de Practicantes de Zaragoza de 1921. 121 Ibid., Reglamento del Colegio Provincial de Practicantes de Zaragoza de 1926; comunicación al gobernador civil de la provincia del 15 de enero de 1926 y extractos de debes y haberes de 1924, 1926 y 1927. 122 Ibid., comunicación al gobernador civil de la provincia del 13 de enero de 1930. 123 Belsué, P. «Remachando el clavo», El Practicante Aragonés 1934, abril, 427: 8-10; Sancho Corbata, Luis. «Una llamada espiritual para todos aquellos compañeros que están fueran de sus beneficios», Ibid., pp. 10-11.
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organización parece que ratificando el que regía desde 1926.124 Su primera Junta Directiva estuvo compuesta por Juan José Lahuerta como presidente; Virgilio Vallejo como vicepresidente; Luis Cuello como secretario; Enrique Llovet como tesorero; Gabriel Gil como contador; Simón Martínez, Hipólito Bayona, Manuel Hueso, Antonio Sebastián como vocales y el administrador de la revista El Practicante Aragonés, órgano oficial del colegio, Ángel Santacruz (Tabla 16).125 Tabla 16. Relación de los presidentes de la organización colegial de los practicantes en Zaragoza (1902-1948)126127 Organización
Colegio de Practicantes de Zaragoza
Colegio Provincial de Practicantes de Zaragoza
Colegio Oficial de Practicantes de Zaragoza
Presidente
Periodo en el cargo
Francisco Gascón Tabuenca
1902-1906
Hilario Tapiaca
1906-1909
Roberto Sanjoaquín
1909-1910126
Antonio Ramos
1910-1913
Epifanio Elorz Enériz
1913-1917
Luis Hernández
1917-1923
Manuel Castellón
1923-1928
Daniel Colás Díez
1928-1930127
Juan José Lahuerta Pérez
1930-1933?
Antonio Sebastián
1933-1934
Ángel Abós
1934-1935
Ángel Arévalo
1935-1936
Ángel Santacruz
1936-1940
Juan A. Conget
1940-1948?
AHPZ, Asociaciones, 16 120, Colegio de Practicantes de Zaragoza; El Practicante Aragonés 1934 julio-agosto; 430: 14-21
124 En la Junta extraordinaria del 10 de abril de 1932, se reformó el Reglamento del Colegio de Practicantes de Zaragoza fundamentalmente en lo relativo a su organización interna. AHPZ, Asociaciones, Expediente 16 120, Colegio de Practicantes de Zaragoza, comunicación al gobernador civil de la provincia del 16 de abril de 1932. 125 Ibid., comunicación al gobernador civil de la provincia del 22 de enero de 1930; «Creación de la Junta Provincial de Zaragoza (hoy colegio) y elección de su primer Junta de gobierno», El Practicante Aragonés 1934 julio-agosto, 430: 14-21. 126 Según la revista El Practicante Aragonés, Hilario Tapiaca también fue presidente del Colegio en el periodo comprendido entre 1911 y 1914. 127 Fue nombrado presidente interino por dimisión de Manuel Castellón. AHPZ, Asociaciones, Expediente 16 120, Colegio de Practicantes de Zaragoza, comunicación al gobernador civil de la provincia del 28 y 30 de mayo de 1928.
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El primer registro de asociados del que se dispone del Colegio Oficial en Zaragoza corresponde al año 1930. Desde enero de ese año se dieron alta de manera oficial un total de 524 practicantes, 292 de ellos con domicilio en zonas rurales, 214 en la capital de Aragón y 18 en barrios rurales de la ciudad.128 En los años siguientes, el número de colegiados fue de 551 en 1932, 564 en 1934, 570 en 1935 y de 560 en 1936. En este último año, el Colegio de Madrid tenía censados 856 practicantes y el de Zaragoza se encontraba entre uno de los más numerosos de España.129 Un puesto significativo que ya en 1921 lo situaba como el segundo colegio más numeroso de España después del de Madrid.130 En la provincia de Zaragoza, el número de mujeres que en 1930 estaban ejerciendo de practicantas fue de trece: María Jesús Mendivil, Úrsula Hernández, Carmen Roy, Julita Navarro, Luisa Guallar, Petronila Gil, Guadalupe Benito, Pilar Sender, Joaquina Martínez, Pilar Lledó, Manuela Escribano, Carmen Millán y María Alfaro Ballarín. Con una predilección manifiesta por ejercer en el medio urbano, en la línea del perfil profesional de las médicas, tan solo dos de ellas lo hicieron en los pueblos, concretamente Carmen Roy, que lo hizo en Caspe, y Julita Navarro, que lo hizo en Pina de Ebro.131 Carmen González Canalejo, mediante el estudio de la incorporación institucional de enfermeras, matronas y practicantas en Almería, pone de relevancia que este proceso estuvo influenciado por el panorama de las necesidades de salud y la situación económica de las 128 Cez, Libro de registro de los practicantes, matronas, enfermeras y ATS colegiados en Zaragoza, 1930-1985. 129 «Memoria presentada por el Secretario del Colegio Oficial de Practicantes de la provincia de Zaragoza, correspondiente al año 1932», El Practicante Aragonés 1933, febrero, 415: 6; «Relación de los colegiados en el Colegio Oficial de Practicantes de Zaragoza en 1934», El Practicante Aragonés 1934, enero, 425: 5-15; «Memoria presentada por el Secretario del Colegio D. Juan Antonio Conget en la Junta general celebrada el día 20 de enero de 1935», El Practicante Aragonés 1935, enero, 433: 5-15; «Labor del Comité Ejecutivo», El Auxiliar Médico Español 1936, mayo, 53: 27. 130 Montesinos Vicente, Fernando. «Practicantes, matronas y cirujanos…», p. 321. 131 Parte de este análisis fue presentado con la comunicación titulada «Integración profesional de las mujeres en un oficio masculino: el caso del practicante, 1857-1936» en el XVII Coloquio Internacional de la AEIHM «Autoridad, poder e influencia: mujeres que hacen historia». Zaragoza, 19-21 de octubre del 2016.
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primeras décadas del siglo xx. En esta provincia andaluza en 1930,de las treinta y dos mujeres que estaban trabajando para la Beneficencia, tan solo dos lo hacían como practicantas. Los espacios de ejercicio de ellas y las matronas fueron fundamentalmente las salas de partos de la Casa de Maternidad, las salas de mujeres del hospital y la asistencia domiciliaria de los barrios más humildes de la ciudad, que eran también donde se concentraba la mayor parte de la pobreza femenina.132 La contratación por parte de las instituciones sanitarias de una mujer practicanta, habitualmente titulada también de matrona, resultaba más barata por la devaluación del sueldo femenino con respecto al masculino y más eficiente al contar con una sanitaria ambivalente. A pesar de ello, según esta autora, la mayoría de las practicantas optaron por ejercer como matronas ante el discurso de exclusión que durante la primera década del siglo xx pusieron en marcha sus colegas varones, lo que propició que raramente trabajaran en tareas técnicas o en el campo de operaciones. Una conclusión que para Zaragoza parece plausible a la vista del número de practicantas que alcanzaron la titulación y las que he logrado localizar ejerciendo como tales en 1930. El modelo de asistencia de una practicanta, según esta misma autora, estuvo impregnado de rasgos domésticos impuestos por los roles sexualizados, aunque a nivel normativo sus obligaciones fueron las mismas que la de sus colegas varones. Su práctica asistencial comprendió «… la atención a las enfermas de cirugía a su cargo, mantenían, esterilizaban y preparaban los aparatos y material quirúrgico, pasaban visita con los facultativos y anotaban los medicamentos que requería cada paciente. Administraban medicinas, observaban los síntomas para informar al médico en caso de complicación, realizaban curas y en las salas de partos ayudaban a las matronas e incluso las sustituían en ausencias de estas…».133 Tras la revisión de los archivos de la Beneficencia Municipal y Provincial de Zaragoza, tan solo he logrado localizar a dos practicantas ejerciendo contratadas en el ámbito institucional, concretamente en el relacionado con la maternidad y la higiene y prevención de 132 González Canalejo, Carmen. «Cuidados y bienestar: el trabajo sanitario femenino…», 2007, pp. 224-226. 133 Ibid., pp. 232-233.
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enfermedades. Leonor Lerín, practicanta y matrona,134 fue la primera contratada en octubre de 1934 coincidiendo con la terminación de las obras de construcción de la Maternidad de Zaragoza. En este contexto se creó una plaza eventual de practicante con funciones auxiliares de comadrona que, a priori y por sus características, pareció diseñada ex profeso para una mujer con doble titulación. Esta practicanta fue contratada con un sueldo de 1500 pesetas anuales igual al que disfrutaba una matrona del Hospital Provincial.135 Sin embargo, el carácter eventual de la plaza y el desconocimiento de las necesidades que el nuevo servicio ampliado iba a generar propiciaron que esta cantidad se le asignara en concepto de «gratitud».136 En 1935 esta practicanta parece que seguía trabajando para la institución ya que aparece recogida como empleada con un sueldo de 2100 pesetas, un dieciséis por ciento inferior al mínimo percibido por un colega varón del Hospital Nuestra Señora de Gracia en 1933.137 La inauguración del Dispensario Antituberculoso en Zaragoza en 1935 bajo la dirección del doctor Isaac Nogueras, director de los Sanatorios del Pirineo Aragonés, contó con un personal formado por varios médicos y un solo practicante que fue una mujer. Dolores Sierra, tras finalizar la carrera de practicante en 1931, amplió su perfil laboral con la carrera de matrona, que concluyó en 1933. Se colegió con domicilio en Zaragoza en febrero de 1935.138 En enero de 1936, se convocaron oposiciones para cubrir las plazas de practicante en los Dispensarios Antituberculosos, entre los que se encontró el de Zaragoza, con una dotación anual de 2500 pesetas anuales como los del resto de España. Desconozco si está oposición aumentó la plantilla de practicante o quién fue el ganador o ganadora de la misma.139 134 No he logrado localizar a esta practicanta como colegiada en la revisión del libro de registros de socios del Colegio de Enfermería de Zaragoza ni como alumna de la carrera de practicante en Zaragoza. 135 AHDPZ, Actas del pleno 1934, 6 de octubre, Libro 266: 183. 136 AHDPZ, Actas del pleno 1934, 10 de noviembre, Libro 266: 243-244. 137 AHDPZ, Libro de Intervención 2957, Nóminas, 1892-1916, 1930-1932 y 19341943; AHDPZ, Actas del pleno 1933, 25 de marzo, Libro 263: 437-439. 138 Cez, Libro de registro de los practicantes, matronas, enfermeras y ATS colegiados en Zaragoza, 1930-1985, colegiada número 655. 139 «Convocatoria de oposiciones para practicantes de Dispensarios Antituberculosos», El Auxiliar Médico Español 1936, enero, 49: 15-17.
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Se puede decir que, en la ciudad de Zaragoza y según las fuentes revisadas, no fue hasta mediados de la tercera década del siglo xx cuando se visibilizó por primera vez a estas mujeres en la asistencia a cargo de las instituciones benéficas de la ciudad. Aquellas trece practicantas, que estuvieron colegiadas ya desde 1930, puede que ejerciesen en sus consultas privadas y que fuese el modelo de ejercicio elegido habitualmente por estas mujeres como estrategia de evitar la diferencia salarial que sufrían en las instituciones sanitarias o la preferencia de los varones. Este modelo de ejercicio privado fue también elegido por las primeras médicas en España y el que desempeñaron las matronas del siglo xix y xx en Granada. Al igual que para estos dos colectivos, la incorporación de aquellas dos practicantas al ejercicio asalariado de la Beneficencia pudo ser una estrategia profesional con el objeto de buscar acreditación y nombre de cara a ejercer la profesión privadamente.140
La actividad de defensa profesional El Colegio de Practicantes de Zaragoza, modélico y activo desde sus orígenes según los propios practicantes, en el comienzo de la década de los años treinta vivió una crisis motivada fundamentalmente por la falta de una organización administrativa eficiente, el malestar acrecentado de los practicantes rurales y las frecuentes dimisiones de sus juntas de gobierno, que no favorecieron una labor de continuidad.141 En las primeras décadas del siglo xx, una de las iniciativas más importantes del Colegio por consolidar un bloque unido para la defensa de la profesión en Aragón fue propiciar la alianza de los practicantes de las tres provincias aragonesas. Desde finales de la década de los años veinte, el Colegio de Zaragoza intentó consensuar con el resto de colegios aragoneses la creación de la Federación Regional Ara140 Martínez Padilla, Clara; Ortiz Gómez, Teresa. «Género y profesiones sanitarias. El trabajo de las matronas en Granada…», en J. Castellanos Guerrero et al. (coords.), La Medicina en el siglo xx. Actas del X Congreso Nacional de Historia de la Medicina…, 1998, pp. 603-609. 141 Hueso Piazuelo, Manuel. «Colegio de Practicantes de Zaragoza. Lo que fue, lo que es y lo que debe ser», El Auxiliar Médico Aragonés 1932, diciembre, 12: 9-10.
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gonesa de Practicantes. En 1928, en Zaragoza se aprobó un primer esbozo de lo que pudo ser el Reglamento de la Federación que en los años treinta pudo ser la semilla sobre la que se quiso constituir la Federación Regional de Colegios de Practicantes Aragoneses.142 A pesar de ser a priori una idea interesante desde el punto de vista del asociacionismo profesional, el proceso no estuvo exento de graves problemas. En la I Asamblea Rural de Practicantes Aragoneses de mayo de 1933, en la que profundizaré posteriormente, se acordó la constitución de la Federación Regional de Colegios de Practicantes Aragoneses. A pesar de ser una propuesta consensuada, la elaboración de su reglamento en los meses posteriores presentó importantes desavenencias entre las instituciones implicadas. La Junta Directiva del Colegio de Zaragoza, sin cumplir con lo acordado en la Asamblea en cuanto a su elaboración conjunta por parte de las tres respectivas de los colegios aragoneses y sus delegados de distrito, confeccionó un proyecto de reglamento en solitario. Una de las primeras críticas a esta postura personalista y de exclusión de otros sectores habituales defensores del practicante emanó de la revista El Auxiliar Médico Aragonés. La relación de la revista con el Colegio de Zaragoza no se encontraba en sus mejores momentos por ciertos problemas con su directiva, que obstaculizaba su labor informativa e injuriaba a la revista por el gran reconocimiento que se le dio en la Asamblea Rural aragonesa. La revista o más bien su director, Ángel Santacruz, consideraron que los problemas del proyecto del reglamento de la Junta zaragozana orbitaban en torno a la supremacía y dominio federativo del Colegio de Zaragoza respecto del resto al otorgarse los cargos principales de dirección, el domicilio social y el hecho de que su revista fuese además la de la Federación.143 Por estas razones y por el aumento de las cargas económicas para el mantenimiento de la nueva organización, la 142 AHPZ, Asociaciones, Expediente 16 120, Colegio de Practicantes de Zaragoza, Comunicaciones al gobernador civil de la provincia del 14 de enero de 1927, 14 de julio de 1927 y 16 de enero de 1928. 143 Santacruz Broto, Ángel. «Hacia la Federación Regional de Practicantes aragoneses. Arbitrario e inadmisible proyecto de Reglamento. Nuestra propuesta y nuestro comentario», El Auxiliar Médico Aragonés 1933, agosto, 20: 23-33.
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directiva colegial de Huesca también mostró su descontento y al mes siguiente, en septiembre, de la mano de El Auxiliar Médico Aragonés realizó otro proyecto de reglamento para discutirse en su sede.144 A falta de dos proyectos de reglamentación para la Federación Regional de Colegios Aragoneses que no recibieron consenso y que muchos practicantes rurales rechazaban por la escasa representación que dentro este organismo societario tenían a pesar de ser mayores numéricamente, tres practicantes rurales confeccionaron el suyo propio. Para ellos, el objeto primordial de la Federación debía ser luchar por la creación de una bolsa de trabajo que evitara que ningún practicante pudiera colocarse a su libre albedrío y de una caja de resistencia económica para sostener luchas individuales y colectivas y la desaparición total del intrusismo.145 La búsqueda una situación de entendimiento o consenso entre los practicantes aragoneses entró en una fase de estancamiento, ya que el reglamento propuesto por el Colegio de Zaragoza fue rechazado por los de Huesca y Teruel y una importante masa de colegiados. El proyecto planteado por la revista El Auxiliar Médico Aragonés fue rechazado por el propio Colegio de Huesca y el de los tres practicantes, también al ser una pequeña modificación del de esta revista. En este contexto de posiciones estrictas, tampoco ningún colegio quiso flexibilizar sus propuestas. El Colegio de Huesca no admitió que la Federación supusiera ningún tipo de gasto ni subordinación de ningún colegio a otro; el de Zaragoza estuvo dispuesto a formar la Federación aunque se opusiera algún colegio, admitiendo en su seno a aquellos practicantes que quisieran participar, y el de Teruel no aceptó ninguna Federación que no fuese imparcial y de directiva rural, postura también compartida por muchos practicantes rurales de Zaragoza y Huesca. En esta situación, el Colegio de Zaragoza pidió la 144 «El Colegio de Huesca protesta enérgicamente del proyecto de Reglamento de la Federación Aragonesa…», Ibid., pp. 37-39; «Hacia la Federación Aragonesa. Proyecto de Reglamento de la Federación Aragonesa de Practicantes próximo a discutirse por el Colegio de Huesca», El Auxiliar Médico Aragonés 1933, septiembre, 21: 27-37. 145 Piquer Lafuente, Alfonso; Martínez, Francisco; Naya Casademont, Pascual. «Hacia la Federación Aragonesa de Practicantes», El Auxiliar Médico Aragonés 1933, noviembre, 23: 5-15.
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intervención del presidente de la Federación Nacional de Colegios de Practicantes de España, que viajó a Zaragoza en diciembre de 1933.146 Parece que la mediación del presidente de la Federación Nacional no surtió efecto y, en febrero de 1934, los tres colegios aragoneses se reunieron en Zaragoza y se decidió convocar para la primavera la que sería la II Asamblea de Practicantes Rurales Aragoneses para en este contexto solucionar el asunto de enfrentamiento.147 Esta decisión, promovida por el Colegio de Zaragoza, encontró sus resistencias en un primer momento en el Colegio de Teruel, que llegó a oponerse a la creación de la Federación Regional defendiendo centralizar todo a través de la nacional. Finalmente, se aunó con el de Zaragoza, pero el Colegio de Huesca se mantuvo en su negativa de formar la Federación e incluso de mandar representación si la Asamblea se celebraba. El Auxiliar Médico Aragonés dedicó parte de su número de marzo de 1934 a explorar la opinión de distintos de practicantes, los cuales se posicionaron de manera muy dispar sobre la conveniencia de la formación de esta Federación. Los argumentos a favor incidieron en su beneficio en cuanto a la «unión moral» de los colegios y la puesta en marcha de ciertas medidas como una bolsa de trabajo. Sus opositores dudaron de que esta organización pudiera ofrecer más soluciones que las que ya daban los propios colegios profesionales. Independientemente de estas posturas, muchos de ellos confluyeron en la opinión de que sin la presencia de todos los colegios, la Federación ni tan siquiera la II Asamblea Rural debían realizarse.148 En este Santacruz Broto, Ángel. «Nuestro comentario», Ibid., pp. 17-19. Zapater, Daniel. «Ni Asamblea ni Federación Aragonesa», El Auxiliar Médico Aragonés 1934, febrero, 26: 33-37. 148 Parece que esta II Asamblea Rural no se llegó a celebrar, ni tampoco que se llegara a formar finalmente la Federación Regional de Practicantes Aragoneses. Esta asamblea es probable que se pospusiera al menos hasta 1936, cuando de nuevo fue propuesta por el distrito de Borja. En julio de ese año, se empezaron a lanzar en la revista El Practicante Aragonés algunos de los temas a tratar en esa futura reunión, como la conveniencia de que la Sociedad Obrera de Practicantes de la provincia de Zaragoza ingresara en la Unión General de Trabajadores como una posibilidad de solucionar muchos de sus problemas latentes y pendientes de debatir y consensuar. «Acta de la reunión de los Practicantes del distrito de Borja celebrada el día 26 de mayo de 1936», El Practicante Aragonés 1936, junio, 442: 13-17; El Auxiliar Médico Aragonés 1934, mayo-junio, 29-30: 47; Gracia, A. «Sociedad Obrera de practicantes de la provincia de Zaragoza. Ingresemos en la U.G. de T.», El Practicante Aragonés 1936, julio, 443: 16-17. 146 147
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escenario, algunos plantearon nuevas alternativas como la creación de una asociación llamada Asociación de Practicantes Rurales Aragoneses, libre o adherida a los colegios que quisiesen participar.149 El problema para la creación de la Federación y el particular del Colegio de Zaragoza por sus enfrentamientos personales con Ángel Santacruz, en el contexto del mencionado sondeo, tuvo como resultado que la institución le impusiera un correctivo y su trascendencia en la Asamblea Nacional de Colegios de Practicantes de Madrid de junio de 1934. En ella se pusieron en evidencia otras cuestiones que azotaban al buen devenir de la acción colegial en Zaragoza como la administración deficiente y la falta de resolución de los jurados mixtos, a pesar del influjo generalizado de que todos los colegios de practicantes en España los promovieran sin retraso.150 El Colegio de Zaragoza por su número de colegiados era el segundo de la Federación Nacional en 1935, e «… y por la calidad de ciertos componentes que tuvo y tiene, apreciado por la clase…». Sin embargo, como hemos visto fundamentalmente desde prácticamente su constitución como oficial, presentó etapas de importante inestabilidad, habituales en los colegios de practicantes españoles, pero que en el caso del de Zaragoza «… han sido más prolongadas y frecuentes que en otros tal vez acrecentadas por el carácter terco [aragonés]…».151 A pesar de esta crisis, que produjo en el colegio la petición y posteriores dimisiones de dos de sus juntas directivas (1934-1935),152 otro de los mayores problemas que sufrió la organización fue la falta de pago por parte de sus colegiados.153 Una actitud que el practicante El Auxiliar Médico Aragonés 1934, marzo, 27: 5-39; abril, 28: 38-42. «Desastrosa actuación de la Directiva del Colegio de Zaragoza», El Auxiliar Médico Aragonés 1934, diciembre, 36: 11-25. 151 Pérez Martínez, Pedro “Pérez de Cieza”. «Comentario», El Auxiliar Médico Español 1935, abril, 40: 5-11. 152 A mediados de 1934, los colegiados de Zaragoza pidieron la dimisión de la Junta Directiva del Colegio para que fuese sustituida por otra más imparcial. El Auxiliar Médico Aragonés 1934, mayo-junio, 29-30: 47; «Junta de Gobierno celebrada el día 19 de junio de 1935», El Practicante Aragonés 1935, mayo-junio, 435: 20-21; «Junta general extraordinaria celebrada el día 8 de septiembre», El Practicante Aragonés 1935, noviembre, 436: 10-12. 153 «Junta de gobierno celebrada el día 13 de septiembre de 1935», El Practicante Aragonés 1935, noviembre, 436: 16. 149 150
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Juan A. Conget denunció por sus repercusiones sobre una institución esencial para la defensa y protección de sus intereses y derechos en un momento histórico de cambios sustanciales en materia de organización y estructuración sanitaria como fue la tercera década del siglo xx. Por ello, denunció a los deudores, animó a otros a hacerlo de igual manera e instó al «altruismo y alteza de miras para llegar a la fraternidad que homogenizase el pensamiento y el afán porque si no, el Colegio estaba perdido…».154 La falta de adhesión de los practicantes a este tipo de organización corporativa se configura como otra de las piezas clave para el análisis de esta entidad gremial. Uno de los practicantes más activos en pro de la clase en Aragón, Alfonso Piquer, se desligó de la organización al responsabilizarla de la carencia de efectividad de la lucha de los practicantes debido a su falta de orientación, que había hecho que los gobernantes les hubiesen tratado «con cierto aire de inferioridad».155 La inactividad del Colegio en asuntos altamente sensibles para la profesión como el intrusismo de las enfermeras pudo colaborar en esta separación notable entre la organización y la profesión. En 1935, un practicante denunció que una enfermera en Lumpiaque (Zaragoza) aplicaba ventosas e inyecciones a un enfermo en su casa y cobraba por ello. Ese mismo año, vio la luz un folleto de un establecimiento público en el que aparecieron fotografiadas enfermeras poniendo inyecciones, curando a un herido, aplicando corrientes galvánicas, inyecciones intravenosas e intratraqueales. En ambos casos y a pesar de las denuncias, la actitud del colegio fue la inactividad.156 A pesar del contexto que he planteado para el colegio de Zaragoza, situación que se armonizó en 1936, la actuación gremial de la institución también tuvo sus puntos positivos. Durante este periodo el colegio logró crear lazos con las organizaciones más importantes de los médicos aragoneses ofreciendo relaciones de amistad, respeto y cordialidad. La participación de importantes facultativos en eventos 154 Conget Conget, Juan A. «Crisis de Colegio», El Practicante Aragonés 1935, mayo-junio, 435: 3-5. 155 Piquer Lafuente, Alfonso. «Practicantes a luchar», El Auxiliar Médico Aragonés 1932, diciembre, 12: 14-15. 156 El Auxiliar Médico Español 1935, mayo, 41: 46; junio, 42: 40.
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profesionales de los practicantes aragoneses refrendó esta labor. De igual manera, las procuraron mantener con las instituciones análogas de otros grupos sanitarios como los colegios de Farmacéuticos, Veterinarios y Matronas para la formación de la Unión de Clases Sanitarias de Aragón. Como profundizaré en el siguiente punto de este libro, el colegio de Zaragoza promovió la realización de la I Asamblea Rural Aragonesa de 1933 tras la visita a varios practicantes rurales y contactos y encuentros con personalidades importantes como el gobernador civil e inspector de Sanidad para tratar los asuntos que perjudicaban a la profesión. También se realizaron gestiones para incluir a los practicantes dentro de la Previsión Médica Nacional y, vista la tradicional vinculación de la industria de la ciudad de Zaragoza con el azúcar, con el Sindicato Azucarero Español para que en todas las fábricas azucareras se crease una plaza de practicante con ejercicio permanente y un sueldo unificado.157 La entidad gremial estuvo pendiente de los litigios relacionados con los practicantes de las sociedades Previsora de Zaragoza y Protección de las familias.158 En el primero, en 1936 la Sección Obrera del Practicante de la provincia de Zaragoza consiguió ganar el proceso denunciado por seis practicantes por su despido sin ajustarse a la ley social vigente en el Tribunal Industrial. De esta sección apenas se sabe nada, tan solo que «… ha nacido para luchar y jamás se dejara pisotear sus derechos; es necesario unirnos como un solo hombre, y de esta forma conseguiremos la emancipación de la clase, lo mismo que lo vienen haciendo las organizaciones obreras…».159 Del segundo de ellos, se puede decir que tuvo lugar un proceso denunciado en 1932 por varios practicantes por la falta de pago de unos servicios prestados en la mencionada Sociedad de Protección de las Familias. Tras una sentencia previa del Tribunal Industrial en junio de ese mismo año que absolvía a la sociedad de los cargos, los practicantes presentaron un recurso de revisión ante la 157 Santacruz Broto, Ángel. «Petición. El Colegio de Zaragoza y los practicantes de fábricas azucareras», El Practicante Aragonés 1936, julio, 443: 14. 158 El Auxiliar Médico Español 1936, febrero, 50: 35. 159 Conchán, Francisco. «El Tribunal reconoce el contrato de trabajo de los practicantes», El Practicante Aragonés 1936, marzo, 439: 11-13.
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Sala Civil de la Audiencia Provincial de Zaragoza. Esta sala resolvió que no había lugar para la revisión propuesta porque su tribunal no tenía competencias a ese respecto y porque tres practicantes habían abandonado la demanda, la sociedad no había hecho ningún tipo de alegación durante el tiempo que lo debía haber hecho y ninguna de las dos partes había solicitado una vista.160
La Asamblea Regional Aragonesa de Practicantes Rurales de mayo de 1933: un modelo para España La celebración de la Asamblea Regional de Practicantes Rurales de Aragón fue propuesta por el practicante rural de Borja, Alfonso Piquer Lafuente. Este sanitario, activista importante en la movilización de los practicantes en Aragón, publicó varios artículos en la revista El Practicante Aragonés denunciando los problemas profesionales y proponiendo una serie de estrategias para conseguir aunar a la profesión y crear lazos. En su discurso focalizó la atención sobre el problema que para el reconocimiento social de la profesión suponía la vinculación del practicante con el oficio de barbero y la necesidad de ampliar el marco de actividades para las que estaban autorizados, como la de formular la medicación de urgencia, por ser el primero que, donde no había médico, trataba al enfermo. También en otros campos como el de la asistencia al parto sin restricciones por habitantes, proponiendo incluso la supresión de los estudios de matrona para evitar la segregación de los aspectos sanitarios y encajar perfectamente en el plan de estudios del practicante. A estos aspectos añadió el relativo a la docencia desde una perspectiva poco habitual y muy interesante por las derivaciones que para la consolidación de una profesión posee, ya que enfatizó la conveniencia de que sus
160 AHPZ, Pleitos civiles, J-16 734-4, Recurso de revisión de D. Antonio Puente, Ramón Lacruz y otros vecinos de Zaragoza contra la “protección de las familias” sobre la reclamación de psts. por los servicios prestados como practicantes, 1932.
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profesores fueran practicantes al igual que en las demás carreras y formaran parte de los tribunales de las oposiciones.161 La idea de la Asamblea Rural Aragonesa de Alfonso Piquer tuvo buena acogida entre las instituciones profesionales de los practicantes y colegas de Aragón. Hubo reuniones previas en el propio distrito de Borja y Tarazona que contaron con la presencia de miembros de la Junta Directiva del Colegio y Ángel Santacruz. En ellas se determinó la conveniencia de que esta asamblea se llevará a cabo para la defensa de los practicantes rurales, que en ocasiones eran los más olvidados.162 Desde que se decidió su celebración, existió gran entusiasmo entre los practicantes y la difusión del encuentro fue extraordinaria gracias a la colaboración de los colegios163 y los periódicos locales como Heraldo de Aragón, El Noticiero o La Voz de Aragón, que se pusieron a disposición de los intereses de los practicantes. Se produjeron reuniones previas para preparar las ponencias y razonamientos en varios partidos de Zaragoza como fueron los de Ejea de los Caballeros, Sos del Rey Católico, Calatayud, Pina, Caspe, etc., en los de Huesca de Jaca y Fraga y en los de Teruel de Castellote y Calamocha. La asamblea se vio como un espacio de encuentro y debate para plantear y encontrar soluciones a su situación profesional. Los problemas del colectivo seguían siendo los tradicionales de las malas condiciones de trabajo debido a la falta de que los contratos en los pueblos se cumplieran, lo exiguo de sus sueldos no asegurados por los propios ayuntamientos, el intrusismo de los médicos en las zonas rurales y la indiferencia del gobierno ante sus reivindicaciones. Todo ello acompañado por la escasa participación de los practicantes en la lucha por el colectivo, que influyó en la falta de constancia y unión para aliviar su insostenible situación desde un punto de vista profesional.164 161 Piquer Lafuente, Alfonso. «Desde Borja. Llamada o toque de atención al Practicante rural. Una importante reunión de Practicantes rurales del partido y un comentario con respecto a posibles derivaciones», El Practicante Aragonés 1932, julio, 408: 4-8. 162 Colegio Oficial de Practicantes de Zaragoza. El Auxiliar Médico Aragonés 1933, febrero, 14: 19-25. 163 Como ejemplo véase: Zapater, D. «Colegio de Practicantes de Teruel. Hacia la asamblea aragonesa», Ibid., p. 31. 164 «La Asamblea de Mayo en Zaragoza. Extraordinario entusiasmo», El Auxiliar Médico Aragonés 1933, abril, 16: 5-15; Puértolas, Mariano. «Todos como un solo hombre»,
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Durante los días del 28 al 30 de mayo de 1933, en el salón de la Academia de Medicina de Zaragoza (edificio de la Facultad) tuvo lugar la I Asamblea Aragonesa de Practicantes Rurales. Fue una reunión que contó con la representación de un nutrido grupo de instituciones profesionales de los practicantes más allá de las propias aragonesas. El Colegio de Zaragoza fue el organizador y estuvieron presentes los de Huesca, Teruel y Lérida y personalidades de relevancia nacional como el presidente de la Federación Nacional de Colegios de Practicantes, Antonio García del Real, y su expresidente, Rafael Fernández Carril. A pesar de ser un evento profesional propio de los practicantes, se hicieron partícipes a través de sus colegios a otros colectivos sanitarios como el médico, veterinario, odontólogo y el de matronas. Hubo representación del Cuerpo de Médicos de la Beneficencia Provincial y Municipal de Zaragoza y el movimiento sindical estuvo representado por la Federación de Sindicatos de Practicantes de España afectos a la Unión General de Trabajadores. Se dispuso de la presencia de los presidentes de honor del Colegio de Practicantes de Zaragoza (doctores Sáenz de Cenzano y Horno Alcorta) y otras personalidades médicas como Fernández Aldama, Mateo Linares o Celma. Entre las ponencias que se presentaron destacaremos la del doctor Horno Alcorta y el practicante Rafael Fernández Carril, ya que significaron las posiciones de un buen número de médicos y de la mayoría de los practicantes reunidos. El doctor Horno Alcorta, tradicional defensor de los practicantes, en su ponencia «Labor e importancia médico-social del practicante» insistió en la necesidad de que el practicante estudiara para mejorar su situación profesional y perdiera menos tiempo en ir de pesca, ir de caza o jugar a las cartas y cogiera un libro para conseguir su dignificación. Una afirmación que recibió respuesta por parte de algún practicante que expuso que esta situación era consustancial a lo exiguo de sus sueldos ya que estas actividades eran ingresos extras que les permitían vestirse y poderse comprar libros. Evidentemente, la defensa de este practicante, que El Auxiliar Médico Aragonés 1933, mayo, 17: 21-25; Palacios, Alejandro. «Ante la próxima Asamblea Regional de Practicantes aragoneses», Ibid., pp. 27-29.
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argumentó, incluso, que igualmente serían alguaciles, sacristanes o zapateros si supieran y quisieran para poder vivir, visibilizaba algunos de los problemas esenciales planteados anteriormente en este punto de la investigación. Otros de los puntos claves del discurso del doctor Horno Alcorta fueron la necesidad de establecer el respeto mutuo entre ambas figuras sanitarias (médico-practicante) sin consentir intrusismos, la creación de un Ministerio de Sanidad que no fuera una agencia de colocación ni respondiera a signos políticos y la formación de un frente único sanitario desligado de toda política.165 El discurso de Rafael Fernández Carril, practicante madrileño, en sintonía con el realizado por Horno, añadió la importancia de la colegiación obligatoria, de arreglar los partidos, la inclusión del practicante en la Ley de Epidemias y su ingreso en la Previsión Médica.166 Finalizada la Asamblea, las directrices consensuadas por los 224 asistentes (Fig. 6) sobre las reivindicaciones y estrategias profesionales podrían sintetizarse en: a) organización y mejora del marco laboral del practicante a través de la mejora del sistema sanitario con la creación del Ministerio de Sanidad y la designación de una Junta Clasificadora Provincial, una por cada provincia aragonesa y sacadas de los Colegios, para que estipulasen la dotación que debía percibir el practicante de cada partido y, posteriormente, elevara esta clasificación a los poderes públicos para que la aprobasen e impusieran a los ayuntamientos su obligación de cumplirlas; b) limitación del monopolio ocupacional del practicante incluyendo la ampliación del ejercicio libre del parto y la formulación de los medicamentos urgentes mientras llegaba el médico (amparo legal); c) reconocimiento social e institucional de su profesión con la obligación legal de que en todos los establecimientos o entidades donde hubiera servicio 165 «Magna Asamblea Aragonesa de Practicantes rurales. Zaragoza, 28-29-30 de mayo de 1933», El Auxiliar Médico Aragonés 1933, mayo, 17: 3-7; «Serena y admirable conferencia del Dr. Ricardo Horno Alcorta», El Auxiliar Médico Aragonés 1933, junio, 18: 41-47; Marco Martínez, Ignacio. «El libro y el perdigacho», El Auxiliar Médico Aragonés 1933, julio, 19: 23. 166 «Formidable disertación del ilustre compañero Sr. Fernández Carril», El Auxiliar Médico Aragonés 1933, junio, 18: 49-55.
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médico se exigiera inexcusablemente la existencia de un practicante. En el sentido expuesto, la consolidación de nuevos espacios laborales a través de la creación de cuerpos de practicantes auxiliares de los médicos forenses en sus funciones judiciales, de los médicos de inspecciones locales y para los servicios de guardia y botiquín en establecimientos penitenciarios; d) mejora de sus retribuciones con una dotación mínima del 50 % del titular médico y, en los partidos médicos de varios practicantes por facultativo y con residencia en pueblos distintos, que cada uno de ellos percibiera dicho 50 % de la totalidad de la titular médica; e) Demarcación o separación clara de ocupaciones afines delimitando las funciones de las enfermeras a los servicios domésticos con exclusión de toda técnica facultativa. Con respecto a las matronas en un primer lugar, derecho a que las plazas de matronas que se cubriesen interinamente por más de seis meses pasasen a ser adjudicadas en propiedad al practicante y con el sueldo íntegro de una matrona titular y, finalmente, se refundiese la carrera de practicantes y matronas en una sola; f) se aprobó la constitución de la Federación Regional de Colegios de Practicantes Aragoneses con el objeto de que sirviese como enlace indisoluble entre los tres colegios aragoneses. Se constituyó para crear una poderosa fuerza profesional a nivel regional que fuese más eficaz para la resolución de problemas locales. Esta federación se preocuparía por la formación de sus socios a través de la organización de cursillos culturales en las capitales y también en distritos y partidos a cargo de destacadas autoridades sanitarias o personalidades médicas. También se aprobó la creación del Montepío Regional de Practicantes Aragoneses; y g) aumento de la representatividad institucional del colectivo de practicantes en los espacios de poder y de toma de decisiones, de tal manera que formasen parte de toda entidad, comisión o junta sanitaria ya fueran consultivas, administrativas, legislativas e incluso de los mismos tribunales de oposición.167
167 «Magna Asamblea Aragonesa de Practicantes Rurales celebrada en Zaragoza los días 28, 29 y 30 de mayo de 1933», El Practicante Aragonés 1933, junio, 419: 4-20; «Asamblea Aragonesa de practicantes rurales. Mayo de 1933», El Practicante Aragonés 1933, septiembre, 421: 22-23; Belsué, Pedro; Santacruz Broto, Ángel. «Magna Asamblea
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Fig. 6. El presidente de la Federación Nacional de Practicantes, Antonio García del Real, y el director de la revista El Auxiliar Médico Aragonés, Ángel Santacruz, con un grupo de asambleístas. Fuente: El Auxiliar Médico Aragonés 1933, junio; 18: 19.
El éxito de la asamblea fue rotundo y tanto la revista El Practicante Aragonés como El Auxiliar Médico Aragonés dedicaron un número íntegro a recoger las opiniones, felicitaciones y valoraciones de los tres colegios y compañeros aragoneses.168 La transcendencia de esta reunión superó los límites geográficos aragoneses, ya que de manera semejante se produjeron, al menos, otras reuniones en la antigua Castilla la Nueva y Extremadura con el objeto de «hacer clase».169 Las conclusiones de la Asamblea de Zaragoza se trasladaron de la mano de la Federación Nacional a diferentes autoridades oficiales como el Director General de Sanidad y personalidades parlamentaAragonesa de Practicantes rurales 28, 29 y 30 de mayo de 1933», El Auxiliar Médico Aragonés 1933, junio, 18: 5-31. 168 El Auxiliar Médico Aragonés 1933, junio: 18. En este número se referenció que El Practicante Aragonés publicó otro extra con el mismo objeto que no he logrado localizar. 169 El Auxiliar Médico Aragonés 1934, enero, 25: 33-35. Las conclusiones de la reunión que tuvo lugar en Toledo pueden verse en «Información de la Asamblea Regional de Practicantes titulares de Castilla la Nueva, celebrada en la ciudad de Toledo durante los días 15, 16 y 17 de octubre de 1933», El Auxiliar Médico Aragonés 1933, noviembre, 23: 42-54; diciembre, 24: 11-27.
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rias.170 Fueron defendidas en julio en las Cortes por el diputado y doctor José Algora, interpelando al presidente del Consejo y a los ministros de Gobernación e Instrucción para que vieran «la inaplazable necesidad de que los Poderes del Estado sacudan su modorra e inercia, para cuando se defienden aspiraciones justas de las clases modestas, puesto que, por tal condición, merecen más respeto y protección que las de grandes posibilidades. Lo cierto es que la clase de practicantes está en evidente desamparo oficial. Como en el desarrollo de la Sanidad española tienen asignado un papel importantísimo —véase en el aspecto rural—, deben ser escuchados y atendidos…».171 Este discurso, que daba valor al papel de los practicantes en la asistencia sanitaria española, fue utilizado habitualmente por la propia profesión para reforzar sus reivindicaciones en este contexto de organización de la sanidad española. Para el avance profesional fue propicio interpelarlo desde el punto de vista de la influencia positiva que tendría la resolución de sus problemas en aras de conseguir un ideal más elevado: «… la Sanidad, que es en definitiva lo que interesa, se elevará en España a la altura que merece y que ya ocupa en otras latitudes que sienten más hondo el rango espiritual y civilizado…».172 En definitiva, articularon sus proyectos de poder sobre el papel esencial que poseían para la solución de este problema social de tal manera que esta posición les permitiera o facilitara el poder ampliar, afianzar sus jurisdicciones y alcanzar y mantener posiciones privilegiadas. Las estrategias profesionales acordadas en la primera reunión aragonesa de 1933 se ensamblaron dentro de las líneas que se habían planteado y se plantearían en las reuniones de ámbito nacional de la clase sanitaria española y de los practicantes particularmente: la I Asamblea Española de las Clases Sanitarias de 1932, la II Asamblea Nacional de Colegios de Practicantes de 1934 y la II Asamblea 170 Federación Nacional de Colegios Oficiales de Practicantes. «Actas correspondientes a los meses de junio-julio y de septiembre-octubre 1933», El Auxiliar Médico Aragonés 1933, septiembre, 21: 50-51; octubre, 22: 53. 171 «Al cumplir su palabra… Las conclusiones de nuestra Asamblea en las Cortes», El Auxiliar Médico Aragonés 1933, julio, 19: 3. 172 «Después de la Asamblea. ¿Hacia la Federación Aragonesa de clases Sanitarias?», El Auxiliar Médico Aragonés 1933, junio, 18: 3.
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Española de las Clases Sanitarias de 1935, esta última celebrada en Zaragoza. Previamente a la reunión de practicantes rurales en Zaragoza, en junio de 1932 tuvo lugar en Madrid la I Asamblea Española de las Clases Sanitarias, con la asistencia de dos mil sanitarios y la presencia de José Fenero y Ángel Santacruz como representantes de los colegios de practicantes de Huesca y Zaragoza. En esta reunión se constituyeron y se establecieron los objetivos de la Confederación Española de Clases Sanitarias en la consolidación de un «frente único sanitario» con un programa común que fijara las normas a que debía ajustarse la esfera de acción de las actividades societarias, utilizando el discurso de que las mejoras de las profesiones sustentaban la elevación y mejora de la sanidad nacional. El programa común de todos los colegios tendría unas aspiraciones mínimas relativas a la constitución del Ministerio Sanidad y Asistencia Pública, de manera que la asistencia sanitaria pasara a ser función del Estado y sus agentes, dependientes del mismo como sus funcionarios.173 Las conclusiones fundamentales consensuadas por las profesiones sanitarias, sin presencia de las enfermeras, fueron la limitación del número de profesionales, la reforma de la enseñanza de las profesiones sanitarias, la incorporación de todas las clases a una futura Previsión Sanitaria Nacional en la que podrían ingresar todos los colegios de practicantes que lo deseasen como remedio para solucionar el asunto de los montepíos, la confirmación de las características que en ese momento asumía el título de odontólogo dentro de las futuras leyes de Instrucción Pública y Sanidad, la organización del servicio médicoescolar en toda España, el dictamen de una ley que obligase a pagar a los ayuntamientos morosos y la incorporación al nuevo código penal del «delito sanitario» como castigo al intrusismo. En particular en esta asamblea, los practicantes encontraron el apoyo de los demás sanitarios frente a los poderes públicos en lo relativo a la necesidad de definir la «carrera de practicante de medicina» con claridad y determinar de manera precisa cuáles en el 173 «Hacia un frente único. Gran Asamblea Nacional de Clases Sanitarias», El Practicante Aragonés 1932, junio, 407: 3-5.
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futuro habrían de ser sus funciones, declarándole el único auxiliar facultativo e inmediato del médico en medicina, cirugía y sanidad. También poner coto al problema de las enfermeras; regular y mejorar la dotación de los practicantes rurales, de los de diputaciones y de los ayuntamientos de capitales de provincia y valorar la ampliación de su asistencia en los partos normales más allá de las poblaciones de menos de diez mil habitantes. En estos asuntos encontraron el apoyo de todas las profesiones sanitarias; sin embargo, el problema de las enfermeras supuso el asunto de mayor controversia, ya que en este foro el colectivo médico apostó por la creación de un cuerpo de enfermeras visitadoras, postura ante la cual los practicantes defendieron que esa función debía ser desempeñada por las matronas y por ellos mismos.174 Posteriormente a la Asamblea Aragonesa, en junio de 1934 tuvo lugar la II Asamblea Nacional de Colegios de Practicantes. En ella se plantearon a debatir asuntos importantes para la profesión como la creación de una Previsión Nacional propia y el establecimiento de las bases para la reglamentación del Cuerpo de Practicantes Titulares y Auxiliares del Inspector Municipal de Sanidad, entendidos como medidas para solucionar el problema de su mala situación económica. También, las reivindicaciones de la creación del auxiliar único, de la delimitación clara de sus campos profesionales y del refuerzo de su identidad profesional convenciendo a los inspectores provinciales de que el único que podía ejercer los servicios inmediatos del médico era el practicante, en yuxtaposición a la enfermera visitadora, cuya función era ser «instructora de sanidad» y a la de los enfermeros del hospital, la cual se limitaba al «servicio subalterno técnico de asistencia doméstica de los enfermos».175
174 Fenero, José; Santacruz Broto, Ángel. «Cuatro días de labor en Madrid. Gran Asamblea Sanitaria y pleno de la Federación de Practicantes», El Auxiliar Médico Aragonés 1932, junio, 6: 2-4; «Gran Asamblea española de Clases sanitarias», Ibid., pp. 4-7. 175 «Ponencias del Comité ejecutivo. Segunda Asamblea Nacional de Colegios Oficiales de practicantes de España que se celebrará del 7 al 10 de junio de 1934», El Practicante Aragonés 1934, mayo, 428: 15-54; «Federación Nacional de Colegios Oficiales de practicantes. II Asamblea Nacional de Colegios Oficiales de practicantes», El Practicante Aragonés 1934, julio-agosto, 430: 91.
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A pesar de todo, parece que en esta asamblea, compuesta de seis sesiones donde asistieron los tres colegios aragoneses, no se lograron acuerdos importantes debido a actitudes personalistas y a la falta de tiempo para poder discutir los numerosos temas. Una tónica que parece que fue algo habitual en este tipo de reuniones debido a la falta de organización y al papel demasiado predominante del Comité Ejecutivo «… pensando que ellos son la representación soberana de la clase, y no asumir el rol de ser un asambleísta más…».176 Definitivamente, la única conclusión consensuada fue de nuevo la creación del auxiliar sanitario único, factible para los dos sexos con una delimitación clara de sus funciones. Por ello se aprobó que fuese el Comité Ejecutivo quien resolviera el resto de los problemas de acuerdo a su criterio, el cual meses más tarde visitó al doctor Iranzo, ministro de Industria y Comercio, presidente de honor del Colegio de Practicantes de Teruel y sensible a su causa, para contar con su influencia y apoyo en el Ministerio de Trabajo y Sanidad y dar celeridad a las conclusiones de la II Asamblea Nacional.177 Como puntos positivos de la reunión, tan solo se destacaron en El Auxiliar Médico Aragonés la visita al presidente de la República (Alcalá Zamora), del presidente de la Federación Nacional y de la mesa de la Asamblea, los telegramas de felicitaciones del doctor Estadella y doctor Pérez Mateos y el contacto con otros compañeros.178 En marzo de 1935, se celebró la II Asamblea de Clases Sanitarias en Zaragoza. Se refrendó la idea y la esperanza de que la Ley de Coordinación sanitaria les dotara de una mayor independencia profesional y de un aumento material que les permitiera mejorar su situación laboral y asistencial a las personas. La discusión de los motivos por los que se produjo la supresión de las bases mencionadas de implicación directa sobre las profesiones sanitarias se justificó no por las dificultades económicas que alegó el gobierno, sino por su «Resumen del año 1934», El Auxiliar Médico Español 1935, febrero, 38: 5-11. Federación Nacional de Colegios Oficiales de Practicantes. «Acta del Comité Ejecutivo correspondiente al mes de agosto de 1934», El Auxiliar Médico Aragonés 1934, septiembre-octubre, 33-34: 37. 178 «Una Asamblea más», El Auxiliar Médico Aragonés 1934, mayo-junio, 29-30: 3; «II Asamblea Nacional de los Colegios Oficiales de Practicantes», Ibid., pp. 5-44. 176 177
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supeditación todavía y en la práctica al omnipresente caciquismo. Una situación de desbarajuste que además creyeron que se había visto favorecida por los propios miembros de las clases sanitarias que se habían dejado «… llevar de un espíritu romántico que postergaba sus intereses profesionales a unos pueblos además, ingratos…».179 A pesar de que la reunión tuvo lugar en Zaragoza, la escasa asistencia a la Asamblea de practicantes, unos cuarenta, siguió poniendo de manifiesto otro factor de influencia directa en el proceso de profesionalización del practicante. La falta de liderazgo y «conexión» de los máximos representantes de las organizaciones institucionales con los practicantes repercutió en su movilización, unidad y fuerza para conseguir «la redención de la clase», más allá de éxitos concretos como la Asamblea Rural de 1933.180 En este sentido y en la búsqueda de la unión no solo del colectivo de practicantes sino de todas las profesiones sanitarias, surgieron voces que solicitaron la necesidad de mantener una absoluta solidaridad con las reivindicaciones de todos los sanitarios y el desarrollo e implantación de comités en todos los distritos de esta organización.181
179 «Asamblea de clases sanitarias celebrada en Zaragoza», El Practicante Aragonés 1935, febrero-marzo-abril, 434: 3-5. 180 La Junta Directiva del propio Colegio de Practicantes de Zaragoza en una reunión extraordinaria presentó su dimisión en pleno, lo que implicó que en esta asamblea de clases sanitarias no hubiera representación institucional de los practicantes. El Colegio decidió que fueran los médicos los que entregaran sus conclusiones. «Junta de Gobierno celebrada el día 19 de junio de 1935», El Practicante Aragonés 1935, mayo-junio,; 435: 20-21. 181 Conget Conget, Juan A. «Impresión de una jornada», El Practicante Aragonés 1935, febrero-marzo-abril, 434: 5-8; Piquer Lafuente, Alfonso. «Impresiones. Asamblea de Clases Sanitarias», Ibid., p. 12.
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CONCLUSIONES
La exposición y análisis desarrollados en este libro nos conducen a pensar que en la profesionalización del practicante actuaron como agentes esenciales las posiciones gubernamentales y el poder de la medicina en los núcleos claves de la organización institucional y de la actividad profesional de este sanitario. El practicante ocupó el espacio asistencial sanitario dejado por los antiguos cirujanos tras la unificación de Medicina y Cirugía en 1857, fusionando las titulaciones de segunda clase instauradas durante el siglo xix. De esta manera, en la profesión del practicante se pueden establecer escasos efectos de innovación y muchos heredados de las titulaciones quirúrgicas sanitarias previas, articulados con mayores restricciones legislativas, constatándose además por el utillaje quirúrgico tradicional del cirujano que comprendió la «bolsa del practicante». Asimismo en un contexto internacional, la genealogía de la titulación definitiva del practicante español puede entroncarse con la propia del officier de santé francés al compartir los fundamentos esenciales del discurso social, cultural y político que propiciaron sus génesis, el perfil social y el ámbito y tipo de asistencia sanitaria para los que fueron inicialmente creados. De igual manera y en escenarios concretos, el rol del practicante se asemejó también al desarrollado por el general practitioner y la nurse británica. La regulación estatal de los estudios de practicante en España presentó importantes cambios en lo relativo a los requerimientos de acceso, organización académica interna y modo de realizar la carrera. Las publicaciones de los distintos planes de estudio no recogieron con claridad los conocimientos teórico-prácticos que debía abarcar su docencia, tal vez con la excepción del correspondiente a 1902, propiciando la falta de uniformidad en los contenidos de los libros de texto confeccionados ad hoc. El Estado presentó ciertas resistencias a la actualización de los estudios de practicante acorde con los avances de las ciencias médicas en determinadas parcelas de la especialización sanitaria, o la realizó de manera deficiente de acuerdo 433
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a las situaciones que debían abordar en su práctica profesional que superaban su formación fundamentalmente técnica. Por tanto, la regulación educativa como responsabilidad del Estado no favoreció la institucionalización del saber formal de la titulación, coadyuvando a la desprofesionalización del practicante. Desde el comienzo de la titulación, estos sanitarios no tuvieron el control de la determinación y evaluación de los conocimientos técnicos, teóricos y prácticos de su credencial o titulación profesional. El poder otorgado por el Estado a los médicos sobre las profesiones sanitarias afines se visibilizó en el control absoluto de estos en el proceso de socialización del practicante en lo relativo a la determinación de los criterios formales de su licencia, del núcleo de sus conocimientos y aptitudes, la dirección de su enseñanza y la autoría de los manuales para su docencia. De esta manera, la profesión médica puso en marcha una serie de estrategias demarcadoras que le permitió ejercer un control interocupacional al regular los campos profesionales y territorios del saber del practicante. Las innovaciones en los conocimientos y técnicas en los que se socializaron los practicantes respondieron con exclusividad a los avances de la medicina de la época y determinaron que estos sanitarios no incorporaran técnicas propias en su monopolio tecnológico, concentrándose en la realización de la técnica “x” de manera correcta al estilo de cualquier oficio artesanal. Estas características influyeron en que el practicante apenas desarrollara producción científica y divulgación de sus saberes y, a pesar de que en las revistas analizadas en ocasiones se dio cabida a una sección científica, esta recogió casi en exclusiva artículos de autoría médica que situaron al facultativo en la posición de referente científico para el practicante. La socialización del practicante no se produjo en una disciplina científica sino en una disciplina práctica supeditada a los avances en otras áreas de erudición, lo que favoreció la falta de un corpus de conocimientos propios y abstractos para la definición y solución de problemas sociales y su consecuente repercusión negativa en la articulación de proyectos políticos de poder y el mantenimiento de posiciones sociales privilegiadas. El monopolio ocupacional del practicante se puede definir como difuso ya que el Estado no aseguró que la profesión lograra concentrar 434
Conclusiones
un mercado de servicios concreto, y fue flexible según los ámbitos o marcos de trabajo al ser modulado y regulado en última instancia por los médicos o las necesidades asistenciales, transformando el rol del practicante. La falta de unos límites profesionales claros propició, junto con otros condicionantes expuestos en este libro, que fuese complejo consolidar una oferta de servicio asistencial, el mantenimiento de un estatus profesional y la configuración de una identidad pública clara. La burocratización del servicio de practicantes o la incorporación a la estructura de la Beneficencia en los distintos ámbitos estudiados no aseguró siempre la protección por parte del poder gubernamental correspondiente. Las reformas en el número y organización del personal de practicante del servicio hospitalario provincial y ambulatorio municipal de Zaragoza respondieron a las necesidades asistenciales médicas en general y del personal facultativo en particular, el cual dispuso de la autoridad necesaria para gestionar a todos los niveles el servicio y a sus trabajadores. El personal médico controló el ejercicio profesional del practicante y estableció los criterios que debían cualificarle para desempeñar su trabajo asistencial, al ser los evaluadores en los procesos que tenían lugar para la selección de su personal. En definitiva, el practicante no dispuso de autonomía técnica, es decir, de control profesional sobre su trabajo y autogobierno laboral dentro del organigrama de las organizaciones asistenciales estudiadas. Los problemas profesionales de los practicantes se pueden sintetizar en uno nuclear: la inactividad del Estado a la hora de establecer con claridad sus competencias profesionales, la organización de su actividad en partidos y la actualización de su formación académica, como ha sido mencionado. De este desamparo surgieron otras dificultades que apoyan la conclusión, de nuevo, de que este ente regulador no fue coadyuvante a la hora de facilitar el proceso de profesionalización de este sanitario. Los practicantes pusieron en marcha distintas estrategias profesionales como fueron la creación de distintas entidades corporativas o gremiales, revistas profesionales y actividades de movilización de la profesión. Los discursos políticos utilizados por el colectivo se ajustaron o amoldaron a las circunstancias contextuales, reforzando 435
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su significación social y la consecución del bien público a través de la resolución de sus intereses privados, como se hizo en el contexto de la Segunda República española. A pesar de las peticiones de los practicantes, la obligatoriedad de la colegiación no se estableció hasta 1929, posponiendo el derecho exclusivo de la profesión para determinar quienes podían legítimamente ejercer su trabajo y la consolidación de su autoridad legal. A pesar de ello, desde principios del siglo xx en Zaragoza, la organización colegial adoptó el modelo médico y las relaciones institucionales entre los practicantes y los facultativos fueron habitualmente fluidas con el objeto de asegurarse la protección de una élite que podría proporcionarles su progreso social o avance profesional bajo su tutela. El problema fundamental de las organizaciones profesionales de los practicantes en Zaragoza, concretamente de la Asociación General de 1885 y del Colegio durante los años treinta del siglo xx, radicó en la falta de adhesión de los practicantes de las bases, la escasez de disciplina y el predominio de actitudes personalistas. Esto las dotó de un carácter frágil, poco cohesionado y, por tanto, con pocas posibilidades de ser un vehículo para mejorar el reconocimiento social de la profesión. La falta de adhesión estuvo relacionada con la imposibilidad de alcanzar un proyecto colectivo de movilidad social ascendente que implicase la mejora de su estatus y prestigio, lo que se tradujo en frustración, desunión y pérdida de efectivos dentro de la profesión. Además, los salarios que en los distintos ámbitos de la asistencia benéfica en Zaragoza se adjudicaron al practicante afianzan la hipótesis de que la profesión de practicante no fue en sí misma un medio para la promoción social de sus trabajadores, obligándoles para la adquisición de los bienes de primera necesidad, a compaginar este ejercicio fundamentalmente con la barbería, a pesar de los problemas que esto generaba para su reconocimiento social, y la actividad privada. La legitimación social y la identidad del practicante entendida como su autodefinición profesional convergieron en el discurso del ser el único auxiliar técnico del médico, como profesional científico de reconocido prestigio, y el no ser enfermera. La figura del médico y su vinculación con ella a través de la formación de la «unidad colaborativa» médico-practicante, que se sustentaba sobre unas compartidas 436
Conclusiones
características de profesionalidad, fue significada con el objeto de afianzar su autoridad profesional, moral y social. Por ello, las organizaciones profesionales de los practicantes con respecto a la profesión médica fundamentalmente solo plantearon estrategias colectivas cuando se produjeron disposiciones legales que reconocieron el derecho de los médicos a ejercer la profesión de practicante, pero apenas respecto a la posición adjudicada dentro de la división del trabajo, aceptando la subordinación y falta de autonomía técnica al amparo del médico. La negación de cualquier vinculación con la enfermera, a la cual le atribuyeron funciones sociales y sanitarias en lo relativo a las pertinentes tareas mecánicas y domésticas, fue la estrategia demarcadora a través de la cual potenciaron la tecnificación y cientificidad de su práctica e identidad profesional masculina. En este libro se han aportado claves interpretativas para el análisis del proceso de profesionalización de la enfermería mixta en España del siglo xx, y se ha confirmado que Zaragoza es un núcleo significativo para el estudio de la profesión de practicante, pudiendo generarse un modelo de profesionalización extrapolable para el mismo periodo temporal a otros contextos nacionales que dispusieran de una facultad de Medicina.
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ÍNDICE ONOMÁSTICO
Abarrategui Calvo, Antonino , 79, 80, 168, 214, 215 Abbott, Andrew, 29 Abós, Ángel, 396, 411 Adiego Navarro, Tomás, 268, 273 Aguado Morales, Pedro, 283, 284 Agudo, Pedro, 406 Aguelo Royo, Genaro, 298 Albarracín Teulón, Agustín, 56-57, 58-60, 62, 64, 66, 70-71, 73, 7576, 94, 104-106, 109, 214, 278-279 Albero Guallar, León, 232 Alcaine, Raimundo, 408 Alcalá Zamora, Niceto, 431 Alda, Andrés, 410 Alegre, José, 265 Alfaro Ballarín, María, 412 Algora, José, 428 Alias García, Bernardo, 271 Allende, Manuel, 375, 380, 383, 385 Allúe Capablo, Blas, 232, 284 Alonso Blasco, Pedro, 232 Álvarez Antuña, Víctor, 21 Álvarez Bote, Joaquín, 403 Álvarez Lázaro, Pedro, 93 Álvarez Nebreda, Carlos, 25-26, 50, 79, 80-81, 114, 179-180, 367, 370 Álvarez Osorio, Cayetano, 25 Álvarez Ricart, María del Carmen, 31-32, 77, 155 Álvarez-Sierra, José, 79 Alves Maliska, Isabel Cristina, 66 Ambrós Fernández, Casiano, 274 Amela Adell, Tomás, 231
Amezcua, Manuel, 116, 221 Andrés Sánchez, Amalio, 298 Andrés, Casiano, 225 Anes, Gonzalo, 36 Ara Lafuente, Pablo, 271 Aragües, Clemente, 211, 395, 398 Aramendía y Bolea, Félix, 275 Arcarazo García, Luis Alfonso, 249 Arcas Lampre, Pascual, 298 Arenal, Concepción, 281 Arévalo, Ángel, 411 Arpal, Francisco, 128-129, 175 Arrizabalaga, Jon, 43-44 Ávila Olivares, José Antonio, 70, 72 Ballarín Domingo, Pilar, 32 Ballarín, Florencio, 172 Ballesteros Álvaro, Antonio Manuel, 25 Barona Vilar, Carmen, 39, 41, 43, 47, 205, 221, 224, 254, 290, 305 Barona, Josep Luis, 88 Barranco Muñoz, Alejandro, 298 Barrau, Juan, 394-395 Bayona Beamón, Bernardo, 113 Bayona, Hipólito, 411 Becerril Ramírez, Natalia, 130-131, 136, 145, 147, 149 Bel Gerona, Faustino, 231 Bel, Faustino, 231 Bello, Roque, 171 Belsué, Pedro, 410, 426 Benito, Guadalupe, 412 Berbiela, Francisco, 165
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Índice onomástico Berenguer, Francisco, 388-389 Berges Pérez, Gabino, 252 Berlant, Jeffrey Lionel, 29 Bermejo, Evaristo, 225 Bernabéu Mestre, Josep, 21, 44, 85, 327, 374, 404 Biarge, Julián, 385, 394-397 Blanco, Bonificacio, 80 Blasco Aznar, Demetrio, 298 Blasco Ijazo, José, 224, 304 Blasco, Joaquín, 267 Blázquez Ornat, Isabel, 129, 131, 147, 155, 179, 387, 394 Boat, Francisco, 408 Borderas Mallada, Felipe, 295 Borderías, Cristina, 30 Borobio, Patricio, 175 Borst, Charlotte, 30 Bradshaw, Ann, 83, 84 Bramall, Joan, 110 Buendía Muñoz, Alejandro, 68 Bueno Madurga, Jesús Ignacio, 312 Bueno Morales, Segundo, 232, 290, 295 Bueno, Simón, 268 Burrage, Michael, 29-30 Cabanillas Ibarz, Carlos, 227 Cabré i Pairet, Montserrat, 30-31, 33, 69 Callejas Chagoyen, Isabel, 24, 196, 202 Calomarde, Pedro, 56 Calvo Aranda, Miguel, 266 Calvo Calvo, Manuel Ángel, 78 Calvo Justero, Antonio, 336 Calvo Marín, Vicente, 271, 283 Calvo Pedrero, J. M., 403 Calvo Sabirón, José, 292, 295
Camaño Puig, Ramón, 22, 82, 131, 135, 147 Campo Domínguez, Manuel, 298 Campos Marín, Ricardo, 22-23, 31, 179 Cantín Ibáñez, Julián, 298 Capel Martínez, Rosa María, 155, 156 Carasa Soto, Pedro, 42-43, 351 Carceller Guardia, José, 284 Carreras, Albert, 334, 344, 362 Carrillo, Francisco, 79 Casamayor Domínguez, Mariano, 283-284 Casanova, Julián, 330 Casas, Genaro, 173 Castán Claver, Teodoro, 253 Castán, Pelegrín, 127 Castel, Miguel, 165 Castellanos Guerrero, Jesús, 55, 234, 241, 319, 328, 415 Castelló Carbo, Miquel, 131, 135, 147 Castellón Álvarez, Manuel, 231, 409, 411 Castillo, Eduardo, 165 Castillón, Manuel, 231, 283 Castro, Ramón, 127 Causada, Victoriano, 172 Celma, Rafaela, 234 Celma Dilla, Arturo, 231 Cerrada, Félix, 218 Chamizo Vega, Carmen, 21 Cherry, Steven, 88 Chillón Martínez, Raquel, 198 Ciruelos, Vicente, 173 Clavería Irache, Alfonso, 292 Clerencia Larraga, Francisco, 298 Climaro, Julián, 231 Colás Díaz, Daniel, 232, 290, 294, 411 Collins, Randall, 29 Conchán, Francisco, 385, 421
460
Índice onomástico Conget Conget, Juan Antonio, 298299, 311, 373, 384-385, 400, 402, 411-412, 420, 432 Cortes, Ricardo, 410 Corralé y Paesa, Jacinto, 124-129, 171, 173, 227, 266 Corrales Barcos, Carlos Florencio, 292 Costea Aranda, Isidro, 231 Crespo, Francisco, 165 Crosland, Maurice, 63, 71, 168 Cuello, Luis, 411 Cuesta, Josefina, 33 Danón, José, 56-57, 59, 60, 62, 71, 94, 203 Darí, Eduardo, 267 Delgado Echeverría, Manuel, 55 Delgado, Pedro, 79 Delpón, Domingo José, 298 Delso, Jerónimo, 383 Díaz García, Tomás, 295 Díaz Tello, José, 298 Díez, Ángel, 410 Dingwall, Robert, 29 Domeque Rabadán, Lorenzo, 271 Domingo Mompín, Bonifacio, 231, 232, 283 Domínguez Cabrejas, María Rosa, 133, 136, 141, 144, 148 Domínguez-Alcón, Carmen, 78, 98, 155, 190, 235-236 Dopereiro Osés, José María, 271 Dubar, Claude, 28 Duro Sánchez, Alicia, 119 Echegaray, José, 103 Eito, Pedro José, 410
El Practicante Mostaza, 376-377, 405-406 Elorz Baigorri, Apolonio, 283-284, 287, 373, 406, 407 Elorz Enériz, Epifanio, 231-232, 283, 411 Elorz Enériz, Román, 231-232, 284 Enciso, Esteria, 400 Escartín, Antonio, 128-129 Escolano Benito, Agustín, 92-93 Escribano, Manuela, 412 Espina Gutiérrez, María Dolores, 26 Estadella, Dr., 431 Estallo Echegaray, Antonio, 266 Esteban Campillo, Constantino, 231, 284 Esteban Sarré, Antolín, 283-284, 290, 295, 407, 409 Expósito González, Raúl, 25-26, 179, 366-367, 370-371 Fargues García, Isabel, 269 Fatás Cabeza, Guillermo, 247 Felipe Cabañero, Rosa, 82, 131, 135, 147 Fenero, José, 397, 429, 430 Feria Diego, José, 75 Fernández Aldama, 424 Fernández Carril, Rafael, 397-398, 424-425 Fernández Casanova, Carmen, 80 Fernández Clemente, Eloy, 221, 325, 331, 334 Fernández Doctor, Asunción, 22, 31, 53, 55, 121, 123, 130, 152, 168, 175, 226, 249, 259-260, 303-304, 366 Fernández Gorostola, Alejandro, 374 461
Índice onomástico Fernández Mérida, María Concepción, 116 Ferrer Pueyo, Pilar, 218, 252, 257-258, 302, 310, 342 Ferrer, Joaquín, 171 Fidalgo Berges, Miguel, 267 Flecha García, Consuelo, 31, 33, 155157, 163 Frago Gascón, Mariano, 284, 290, 292 Francés Minguillón, Joaquín, 295-296 Franco Lastres, Antonio, 283, 406-407 Franco Martínez, Benito, 231 Franco Ormad, Pascual, 298 Freidson, Eliot, 27-29, 37 Frutos, Manuel de, 400 Galiana, María Eugenia, 21, 23, 44, 85 García Arenjo, Federico, 335 García Ballester, Luis, 42 García Burriel, Octavio, 175 García del Real, Antonio, 373-374, 386, 397, 427 García Erdozaín, Manuel, 232, 290, 295 García García, Cristóbal, 284, 407 García Hernández, Encarnación, 119 García León, Alipio, 403 García Martínez, Antonio Claret, 2526, 179 García Martínez, Manuel Jesús, 25-26, 81, 179, 198 García Morales, Inmaculada, 68 García, Antonino, 128-129, 156, 172 García, Francisco, 266 García, Juan Antonio, 266 García-Sierra, Emilio Alonso, 203 Gasca, Mariano, 280
Gascón Cuartero, Francisco, 271 Gascón Fran, Marcos, 231 Gascón Gascón, Francisco, 240, 287, 290, 292, 295-296, 407 Gascón Gimeno, Fidel, 231, 272 Gascón Pérez, Encarna, 327 Gascón Tabuenca, Francisco, 411 Gascón, Tomás, 273 Gay Taengua, Vicente, 179 Gea López, Mariano, 284, 287 Germán Bes, Concha, 21, 82-83 Germán Zubero, Luis, 326, 334 Gil Andrés, Carlos, 330 Gil Dueso, Gabriel, 292, 295, 410-411 Gil Sastre, Emilio, 385 Gil, Petronila, 412 Giménez Bobadilla, Simeón, 272 Giménez Cid, Lucas, 231, 407 Giménez Mesa, Tomás, 297 Giménez Muñoz, María del Carmen, 221, 236, 238-239 Godden, Judith, 78, 83, 303 Gomara Jiménez, Vicenta, 198 Gómez Juan, Luis, 408 Gómez, Gregorio, 400 Gonzalez Canalejo, Carmen, 22-23, 33, 75, 112, 114-115, 155-157, 162, 167, 412-413 González Leandri, Ricardo, 28 González Moreno, Toribio, 232 González Puyo, Manuel, 298 Gonzalo Martín, José Javier, 132 Gonzalvo, Enrique, 246 Gorgojo, Enrique, 400 Gota Estúa, Antonio, 262 Goubert, Jean-Pierre, 55, 66 Gracia Estarán, Luis, 231-232, 284 Gracia Murillo, Enrique, 297-298 Gracia, A., 418
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Índice onomástico Gracia, Juan, 225 Gracia, Justo de, 165 Granero Molina, José, 26 Guallar, Luisa, 412 Guil López, Francisca, 68 Guillaume, Pierre, 55 Guillén, Bernardino, 397 Guillotin, Joseph-Ignace, 72 Guiu, Fernando, 165
Iruzubieta Barragán, Francisco Javier, 227, 233, 329 Isern Mustiones, José María, 293, 295 Isern Mustiones, Gregorio, 293, 295 Isern, Pascual Andrés, 408 Itati Palermo, Alicia, 31
Hamilton, Ann, 67 Havelange, Carl, 64 Hawkins, Sue, 85 Heller, Robert, 64-66, 168 Helmstadter, Carol, 78, 83, 303 Hernández Iribarren, Alfredo, 227 Hernández López, Luis, 231, 409, 411 Hernández Martín, Francisca, 25-26, 69, 73, 76, 81, 179, 281, 367, 370 Hernández, Pascual, 393 Hernández, Úrsula, 412 Herrera Rodríguez, Francisco, 26, 73, 81, 148, 276, 281, 368, 370 Herrero, Ignacio, 406 Hinojar Pons, Adolfo, 227 Horno Alcorta, Ricardo, 176, 385, 424-425 Howse, Carrie, 85 Huergo Huergo, Cristino, 292 Huerta Daniel, Luis, 240 Huertas García-Alejo, Rafael, 118-119 Hueso Piazuelo, Manuel, 293-295, 377, 397-398, 411, 415 Ibáñez López, Francisco, 232 Imbert, Jean, 67
Jáuregui, Pilar, 77 Jiménez Rodríguez, Isidoro, 25, 72- 74, 81, 179 Jiménez, Félix, 58 Johnson, Terence, 29 Johnson, Terry, 35 Jusa, Santiago, 165 Kirkpatrick, Ian, 37 Labrador, Carmen, 93 Ladrero, Emiliano, 280 Laéniz, Ramón, 408 Lafita, Isidro, 266 Lafuente Abad, Julio, 253, 258, 345 Lafuente Pueyo, Tomás, 268, 271, 406 Lafuente, Juan José, 400 Laguna de Rins, Amado, 218 Lahuerta Pérez, Juan José, 292, 411 Laita, Adriana, 156-167 Larkin, Gerry, 35 Larralde López, Ignacio, 269 Larraz, José María, 410 Larson, Magali, 29 Lasala, Francisco, 375 Lasante Calderay, José E., 73, 281, 370 Léonard, Jacques, 57 Lerín, Leonor, 414
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Índice onomástico Lewis, Philip, 29 Lindemann, Mary, 39 Lledó, Pilar, 412 Llonch, Montserrat, 334, 344, 362 LLovería Arroyo, Ramón, 298 Llovet Gabalda, Enrique, 231, 410-411 López Buera, Joaquín, 298, 299 López Jaray, Eulalia, 167 López Piñero, José María, 40, 42, 50, 54, 56-57, 60-61, 71, 203, 220, 371 López Sánchez, Carlos, 283 López, Luis, 399 Loshuertos Bazco, Martin, 284, 290, 295 Loshuertos, Liborio, 128-129, 144, 173, 284 Loudon, Irvine, 88 Lozano Monzón, Ricardo, 175-176, 180-181, 185, 297 Maestre, Santos, 385 Magloire Bourneville, Desiré, 67 Malón Galindo, Alfonso, 284 Maluquer de Motes, Jordi, 334, 344, 362 Marco Martínez, Ignacio, 425 Marín Paz, Antonio Jesús, 367 Marín Viar, Eduardo, 298 Marín y Corralé, Víctor, 227 Marión, Vicente, 408 Mariscal, Laureano, 400 Marland, H., 34 Marqués Agut, Juan, 290, 295 Marsillach Parera, Juan, 190 Martín Gil, R., 77 Martín Guiral, Cosme, 232, 408 Martín Moreno, Jaime, 37 Martín Moruno, Dolores, 67 Martín Pernal, María, 161 Martín Sánchez, José, 231
Martín, Timoteo, 280 Martínez Juan, Eusebio Simón, 292, 295, 411 Martínez Martínez, Sebastián, 42, 98, 111, 230, 279 Martínez Padilla, Clara, 234, 241, 319, 328, 415 Martínez Quinteiro, Esther, 31 Martínez Triana, Félix, 284 Martínez Vidal, Àlvar, 43, 44 Martínez, Francisco, 417 Martínez, Joaquina, 412 Martínez, León, 267 Marx, Karl, 36 Mateo Linares, 424 Mateo Tinao, Mariano, 218, 220, 222225, 227, 235, 237, 238, 241, 322 Matute Tofé, Rosa María, 156 Mayans, Gregorio, 55 Mazón Galindo, Alfonso, 231 McCord, Norman, 85 McGann, Susan, 85 Melero, Lorenzo, 165 Méndez Álvaro, Francisco, 69, 71- 73, 75-76, 96-98, 214 Mendivil, María Jesús, 412 Merino, R. M., 33 Mestre, Joaquín, 375 Miguel, Amando de, 37 Millán Martínez, Ernesto, 295, 298 Millán Ocáriz, Pablo, 284, 288, 290, 295 Millán, Carmen, 412 Millán, Santos, 225 Miqueo, Consuelo, 21, 24, 31-34, 55, 121, 196, 202 Mir Benito, Inocencio Felipe 284 Moliner Benedí, José, 232 Moliner, José, 410
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Índice onomástico Moliner, María, 79, 301 Moncayo Barcelona, Matías, 231 Monforte Sastre, Francisco, 283 Montells, Nicolás, 128-129 Monterde, Cándido, 379-380 Montesinos Vicente, Fernando, 21, 27, 131, 150-152, 154, 161-162, 164-165, 169, 192, 203, 309-311, 371, 412 Mora Chiral, Pascual, 269 Moreno Lorente, Francisco, 283 Moreno Rodríguez, Rosa María, 103 Moreno Roy, María Ángeles, 69, 76 Mundela Miro, Concepción, 161 Muñoz Basa, José, 292 Muñoz Pérez, José, 227 Muñoz, Begoña, 121 Muñoz, Cristino, 175 Muzio, Daniel, 37 Navarro Casamayor, Mariano, 232, 292 Navarro, Julita, 412 Naya Casademont, Pascual, 385-386, 396-397, 402, 417 Neville Bonner, Thomas, 61, 65-66, 87-88, 168 Nightingale, Florence, 67-78, 83 Noguero Puyuelo, Manuel, 232 Núñez Gil, Marina, 155-157, 163 Núñez Segura, Jacinto, 231 Ochoa Miranda, Julio, 293-294, 295 Ordaz y Rubio, José, 130, 405-406 Orensanz Molino, Luis, 297 Orovio, Manuel, 59, 99, 101, 105, 123 Orrios Lucía, Francisco, 283-284, 290 Ortín, Dámaso, 127
Ortiz Gómez, Teresa, 30-34, 69, 153154, 234, 241, 319, 328, 403, 415 Ortiz, Fernando J., 403 Osar, Ramón, 266 Osorio, José, 249 Ossenbach Sauter, Gabriela, 92 Ostal Ferrer, Pedro Francisco, 232 Palacios y Rodríguez, Joaquín, 25 Palacios, Alejandro, 424 Palacios, José, 400 Pardo Tomás, José, 43-44 Parra Polo, Pedro, 232 Pastor, Manuel, 273 Pazo Cando, Diego, 367, 380 Peguero, Francisco, 407 Peiró Arroyo, Antonio, 220, 330, 332 Pellegero, Eugenio, 128-129 Pellicer, Orencio, 243 Pelling, Margaret, 34 Pérez Lizano, Agustín, 400 Pérez López, Manuel, 298 Pérez Martínez, Pedro, 402, 419 Pérez Mateos, Dr., 397, 431 Pérez Salcedo, José, 271 Pérez, Donato, 127 Peset, José Luis, 55-56, 59-61, 93 Peset, Mariano, 55, 59-61, 93 Peterson, Mildred Jeanne, 86, 88 Pinar García, María Eugenia, 69, 76 Pinardes Miguel, José, 298 Pinilla Baigorri, Sara, 198 Piquer Lafuente, Alfonso, 211, 379, 394-395, 397, 402, 417, 420, 422423, 432 Piquer, Andrés, 55 Piquer, Vicente, 407 465
Índice onomástico Placer Galán, Carlos, 221, 226-227, 233, 241, 325 Pola Marín, Claudio, 295, 298, 299 Porter, Roy, 87 Pradells, Ricardo, 246 Puelles, Manuel, 93 Pueyo, Prudencio, 283 Puigvert Solá, Joaquim María, 22 Pulido, Ángel, 77 Purdue, Bill, 85 Puzo, Pascual, 265 Quintarios Domínguez, Sergio, 368, 369, 370 Rabadán Pina, Mariano, 226 Raclua Barrafón, Luis, 268 Rafferty, Anne Marie, 84 Ramo Cubero, Mariano, 232 Ramón y Cajal, Pedro, 175, 176 Ramos Artiaga, Antonio, 283-284, 290, 411 Ramos y Polo, Santiago Ignacio, 179 Rebollo Espinosa, María José, 155156 Redondo, José, 128-129 Rhodes, Maxine, 69 Riska, Elianne, 30 Rivas Bosch, Juan José, 227 Rodríguez Lafora, Gonzalo, 392 Rodríguez Ocaña, Esteban, 103 Rodríguez Sánchez, Juan Antonio, 132 Román, Manuel, 400 Ros, Florencio, 165 Rosado Camacho, Esther, 103 Rosel-Sáez, Emilio José, 173, 262 Roy, Carmen, 412
Royo Giménez, Arturo, 295, 298-299 Royo Villanova, Ricardo, 176, 181, 206 Rubio, Federico, 77 Rueschmeyer, Dietrich, 29 Ruiz Berrio, Julio, 92 Ruiz Zorrilla, Manuel, 101 Ruiz, Roque, 410 Rújula, Pedro, 221, 325-326, 331, 334 Rull, M., 376 Rutlla Riera, Antonia, 161 Sacarrera Jubera, Enrique Pedro, 283284, 290, 294 Sáenz de Cenzano y Fernández, Felipe, 48, 115, 130, 168, 171, 173-182, 184-186, 188, 190-208, 210, 213215, 375, 378, 386-387, 424 Sagarra Bona, Manuel, 312 Sainz de Medrano, Juan Antonio, 297, 385 Saks, Mike, 35 Salinas, Joaquín, 127 Sampietro Iguacel, Félix, 231 San Joaquín, Roberto, 407 San Martín Molina, Andrés, 247 Sánchez Granjel, Luis, 40-41 Sánchez Rubio, Eugenio, 231 Sánchez Tomás, Norberto, 231 Sánchez, Francisco, 410 Sánchez, Martín, 266 Sancho Corbata, Luis, 380-381, 410 Sancho, Emilio, 410 Sancho, Mariano, 406 Sanfrutos, Raimundo, 94-95 Santacruz Broto, Ángel, 292, 295, 298, 390, 410-411, 416, 418-419, 421, 423, 426-427, 429-430 Santos Antón, Celedonio, 271-272, 274 466
Índice onomástico Santos Guerra, Manuel, 58, 74 Sanz Arruga, Ricardo, 252 Sanz Fernández, Florentino, 92 Sanz Ferreiro, Rafael, 192 Sanz Ferrula, Javier, 192 Sanz Pardos, Saturnino, 292, 295 Sanz, Germán, 400 Satué Carbonell, José, 268 Satué Carbonell, Tomás, 268 Scanlon, Geraldine, 92 Schultheiss, Katrin, 67 Sebastián Auqué, Antonio, 292, 295, 400, 411 Segura Mata, Manuel, 253 Sen Aurén, Jesús, 227 Sender, Pilar, 412 Serrano Ramas, Narciso, 292, 295 Serrano, Estanislao, 410 Serrano, Julio, 280 Serrano, Miguel, 383, 386 Serrate y Falceto, Benito, 268 Serret, Manuel, 283 Sevilla Merino, Diego, 92 Shorter, Edward, 87 Siegrist, Hannes, 30 Sierra, Dolores, 414 Siles González, José, 21, 59, 73, 77, 82, 119, 281, 293, 302, 305, 352-353, 370 Sills, David, 28 Simón Lorda, David, 121 Steven, C., 88 Subirón Valera, Ana Belén, 132, 136, 142, 145, 147, 158 Sweet, Helen, 85 Tafunell, Xavier, 334, 344, 362 Tapiaca Iborte, Hilario, 290, 292, 411
Tarrero, Pascual, 369 Teixera Perillán, Julián, 297 Tejada y España, Félix, 210 Terrada, María Luz, 50, 371 Tey Freixa, Roser, 269 Tiana Ferrer, Alejandro, 92 Tobajas, Tomás, 400 Tolosa, Mariano, 268 Torrijos Lacruz, Julián, 273-274 Torstendahl, Rolf, 29-30 Towler, Jean, 110 Traverso Ruiz, Francisco M., 92 Trigueros Gordillo, Guadalupe, 103, 105 Tripier, Pierre, 28 Turrión García, M. J., 33 Uchen Ramasana, Manuel, 266 Ugarte, Florencio, 267 Urbs, Dr., 405 Urcia Pueyo, Germán, 298 Urkia Etxabe, José María, 221, 226227, 233, 241, 325 Urmeneta Marín, Ana, 68 Val Val, Pedro, 231-232, 284, 410 Val Valdivieso, Isabel del, 31 Val-Carreres, Antonio, 227 Valdovinos Turmo, Pablo, 284, 287, 407 Valero, Félix, 408 Valiente, Isidro, 406-407 Valle Racero, Juan Ignacio, 25-26, 179, 370 Vallejo Lasheras, Jerónimo, 297 Vallejo Lasheras, Virgilio, 283-284, 290, 295-296, 299, 410-411 Vega Gil, Leoncio, 92-93 467
Índice onomástico Veintenilla Bosqued, Roberto, 231 Velázquez, Francisco, 267 Velenguer Fleta, Francisco, 298 Villacorta, Francisco, 35-38, 43 Villar Marcén, José Manuel, 247, 249 Villar, Paulino, 402 Villarroya, Fidencio, 283 Villasante, Olga, 119-121 Villellas Bandrés, Félix, 231 Viñado Oteo, María Berta, 174-176 Virgili, Pedro, 56 Vitals, Julián, 408
Vives Longás, Celestino Mariano, 271 Vizcarra Benedé, Mariano, 292, 295
Weber, Max, 30, 36, 163-164 Wegar, Katarina, 30 Witz, Anne, 33
Zapater, Daniel, 402, 418, 423 Zaro Doñagueda, Agustín, 298 Zubiri Vidal, Fernando, 171
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Editada bajo la supervisión de Editorial CSIC, esta obra se terminó de imprimir en Madrid en diciembre de 2017
Cubierta El practicante.qxp_Cubierta El practicante 13/12/17 9:02 Página 1
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EL NACIMIENTO DE UNA NUEVA PROFESIÓN SANITARIA EN ESPAÑA
El proceso de profesionalización de la enfermería en España ha sido largo, complejo y con características particulares con respecto a otros países europeos. La genealogía de la profesión enfermera española actual es la síntesis de tres ocupaciones distintas: dos eminentemente femeninas (matrona y enfermera) y otra masculina (practicante), con formaciones similares pero con roles, ámbitos de asistencia y estatus social diferentes. Esto hecho acentúa sus particularidades históricas y su camino hacia la profesionalización. En general, para los historiadores de la enfermería, el estudio de la figura del practicante ha sido un foco de interés relativo, aun siendo clave para comprender y tener una visión global de este complejo proceso. Este libro ofrece un análisis de la profesionalización enfermera desde su genealogía masculina a través del estudio de este sanitario en Zaragoza a partir de su creación en 1857 y hasta el comienzo de la Guerra Civil. A lo largo de sus páginas se aportan claves interpretativas para el análisis y estudio de la enfermería mixta en la España del siglo XX, y se confirma que Zaragoza representaba uno de los núcleos profesionales más significativos del practicante, pionero en muchos aspectos, por lo que su investigación en este contexto puede generar un modelo de profesionalización extrapolable a otros contextos nacionales o, al menos, a aquellos que dispusieran de una facultad de Medicina.
EL PRACTICANTE
ISABEL BLÁZQUEZ ORNAT
ÚLTIMOS TÍTULOS PUBLICADOS 56 Aitor Anduaga Egaña Geofísica, Economía y Sociedad en la España contemporánea, 2009. 57 Francisco Ortega El cuerpo incierto. Corporeidad, tecnologías médicas y cultura contemporánea, 2010. 58 John Slater Todos son hojas: literatura e historia natural en el Barroco español, 2010. 59 Paula Olmos Gómez Los negocios y las ciencias. Lógica, argumentación y metodología en la obra filosófica de Pedro Simón Abril (ca. 1540-1595), 2010. 60 Mercedes del Cura González Medicina y pedagogía. La construcción de la categoría «infancia anormal» en España (1900-1939), 2011. 61 Aitor Anduaga Egaña Meteorología, ideología y sociedad en la España contemporánea, 2012. 62 Xavier Calvó-Monreal Polímeros e instrumentos. De la química a la biología molecular en Barcelona (1958-1977), 2012. 63 Francisco Villacorta Baños La regeneración técnica. La Junta de Pensiones de Ingenieros y Obreros en el extranjero (1910-1936), 2012. 64 Antonio González Bueno y Alfredo Baratas Díaz (eds.) La tutela imperfecta. Biología y farmacia en la España del primer franquismo, 2013. 65 Matiana González Silva Genes de papel. Genética, retórica y periodismo en el diario El País (1976-2006), 2014. 66 José Manuel Azcona Pastor y Víctor Guijarro Mora La utopía agraria. Políticas visionarias de la naturaleza en el cono sur (1810-1880), 2015. 67 Annette Mülberger (ed.) Los límites de la ciencia. Espiritismo, hipnotismo y el estudio de los fenómenos paranormales (1850-1930), 2016. 68 Raúl Velasco Morgado Embriología en la Periferia. Las ciencias del desarrollo en la España de la II República y el franquismo. 69 Mario César Sánchez Villa Entre materia y espíritu. Modernidad y enfermedad social en la España liberal (1833-1923).
ESTUDIOS SOBRE LA CIENCIA Isabel Blázquez Ornat es diplomada en Enfermería, máster en Ciencias de la Enfermería y doctora en Ciencias de la Salud por la Universidad de Zaragoza. Ha sido becaria y personal docente e investigador de la misma universidad donde ha colaborado como profesora en el grado de Enfermería, en el grado de Medicina y en la línea de Historia de la Enfermería del Máster de Iniciación a la Investigación en Ciencias de la Enfermería. Su línea de investigación principal y sus publicaciones fundamentales se sitúan en el estudio de las profesiones sanitarias de practicante, matrona y enfermera en la España del siglo XIX y primera mitad del XX. Ha sido codirectora del Seminario de Historia de la Enfermería y de las Ciencias de la Salud de la Universidad de Zaragoza y es miembro de la Sociedad Española de Historia de la Medicina, del Seminario Interdisciplinar de Estudios de la Mujer de la Universidad de Zaragoza y del grupo de estudio «Aurora Mas: investigación en cuidados e historia» de la misma universidad. En la actualidad, es colaboradora extraordinaria del Departamento de Ciencias de la Documentación e Historia de la Ciencia de la Universidad de Zaragoza.
Isabel Blázquez Ornat
EL PRACTICANTE EL NACIMIENTO DE UNA NUEVA PROFESIÓN SANITARIA EN ESPAÑA
CSIC
CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS
Ilustración de cubierta: Blog Celtibético. Francisco Javier Domínguez Peso. Maletín e instrumental de José Domínguez Godoy, practicante de Palma del Río.