El Cardenal Goma Y La Guerra De España


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MARÍA LUISA RODRÍGUEZ AISA

EL CARDENAL GOMA Y LA GUERRA DE ESPAÑA Aspectos de la gestión pública del Primado 1936-1939

CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS INSTITUTO E N R I Q U E P L Ó R E Z

El tema de la Iglesia y la guerra española sigue siendo de actualidad dentro de esa etapa dolorosa de la vida de nuestro pueblo y nunca podrá soslayarse a no ser que se renuncie injustamente a entender el fondo ideológico del conflicto. Y dentro de este tema la figura del cardenal Primado Isidro Goma, arzobispo de Toledo, alcanza particularísimos relieves por el importante papel que le tocó asumir frente a los múltiples, complejos y delicados problemas que planteó la contienda. El Instituto Enrique Flórez incorpora hoy a su colección de «Monografías de Historia Eclesiástica» esta obra de la que es autora María Luisa Rodríguez Aisa, doctora en Ciencias Políticas y profesora de la Universidad Complutense. El trabajo, eminentemente histórico, destaca en especial uno de los aspectos más interesantes y a la vez menos conocidos de la Iglesia española contemporánea: el del comienzo de sus relaciones con el Estado nacido a raíz del 18 de julio de 1936. Situándose en el terreno de una auténtica investigación en el sentido más riguroso del término, la autora basa su estudio en una abundantísima documentación, inédita y desconocida muchas veces, procedente del archivo personal del cardenal Goma, del que se reproducen en el Apéndice setenta y seis documentos originales. Huyendo de la polémica fácil y del análisis superficial, el libro de la doctora Rodríguez Aisa aporta nuevos datos y enfoques que contribuyen decisivamente a iluminar esta parcela tan controvertida y a menudo tan desconocida de la historia más reciente de la Iglesia española. Se trata de una obra seria, rigurosa y profunda de la que no podrá prescindir ningún historiador de la Guerra Civil española.

EL CARDENAL GOMA Y LA GUERRA DE ESPAÑA Aspectos de la gestión pública del Primado 1936-1939

CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS INSTITUTO ENRIQUE

FLÓREZ

MONOGRAFÍAS DE HISTORIA ECLESIÁSTICA Vol. X

MARÍA LUISA RODRÍGUEZ AISA c

EL CARDENAL GOMA Y LA GUERRA DE ESPAÑA Aspectos de la gestión pública del Primado 1936-1939

INSTITUTO

ENRIQUE

FLÓREZ

C. S. I. C. M A D R I D 1981

Ir

A la Iglesia española que aceptó dar testimonio en uno de los momentos más difíciles de su historia.

ISBN 84-00-04838-5 Depósito Legal ZA 125 - 1981

Editorial C.S.I.C. Instituto Enrique Flórez Serrano, 123 - MADRID-6

Imprime: Benedictinas, Carretera Fuentesaúco, Km. 2, ZAMORA.

PRESENTACIÓN «La Iglesia católica —decía Pío XII el día 7 de septiembre de 1955, en su discurso al X Congreso Internacional de Ciencias Históricas— es ella misma un hecho histórico; como una poderosa cordillera atraviesa la historia de los dos últimos milenios; cualquiera que sea la actitud adoptada respecto de ella, es cierto que es imposible no encontrarla en el camino». En efecto, el mensaje de Cristo y la acción de la Iglesia han influido de forma decisiva en las instituciones, en el derecho, en la ética, en las costumbres, en el arte y en todas las manifestaciones de la vida humana y social. En la vida política de los pueblos ha sido el cristianismo el que ha suscitado básicamente el problema de las relaciones entre la Iglesia, comunidad religiosa, y el Estado, comunidad política. Al transferir Cristo a la Iglesia la dirección religiosa y moral de los hombres, que antes ejercía el Estado precristiano, se rompe el viejo monismo jurisdiccional y «desde entonces —según frase de Pío XII— existe una historia de las relaciones entre la Iglesia y el Estado, y esta historia ha cautivado fuertemente la atención de los investigadores». María Luisa Rodríguez Aisa, profesora en la cátedra de «Relaciones de la Iglesia y el Estado» de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid, ha sido uno de esos investigadores «fuertemente cautivados» por el apasionante tema de la historia de las relaciones entre la Iglesia y el Estado. Tema que si es siempre sujestivo, lo es, especialmente, en la vida e historia de España donde la presencia e influjo del cristianismo, en su forma católica, han sido, sin duda, más profundos y trascendentales que en otros muchos países. En la citada cátedra de «Relaciones de la Iglesia y el Estado» se vienen realizando, de acuerdo con un plan conjunto y sistemático, una serie de trabajos monográficos de investigación acerca de los problemas de las relaciones entre la Iglesia y el Estado español desde mediados del siglo XIX hasta la actualidad. Especial atención, dentro de ese marco, merecía toda la problemática político-religiosa de la Guerra Civil de los años 1936 a 1939. Los estudios se vienen realizando con toda objetividad y rigor, acudiendo directamente a una documentación todavía, en gran parte, inédita e incluso desconocida. En este contexto hay que colocar el trabajo realizado por la profesora IX

Rodríguez Aisa, que se plasmó en una tesis doctoral que tuve el honor de dirigir y que mereció la máxima calificación académica. La obra pues, que presentamos, no es un libro de divulgación o de síntesis de otros estudios previos, sino un trabajo original de auténtica investigación en el sentido más riguroso del término. La abundantísima documentación, inédita y desconocida muchas veces, a que ha tenido acceso la Dra. Rodríguez Aisa —especialmente los archivos del cardenal Goma— le han permitido aportar nuevos datos y nueva luz sobre los hechos y temas estudiados. Por otra parte, la absoluta objetividad de la investigadora, su capacidad para ordenar los datos, su rigor en el análisis, valoración e interpretación de los documentos, unido a su equilibrio y ponderacióajle juicio, han dado como fruto una obra seria, rigurosa y profunda de la que no podrá prescindir ningún historiador de la Guerra Civil española. El trabajo lleva como título: «El cardenal Goma y la guerra de España. Aspectos de la gestión pública del Primado 1936-1939». No es, pues, una biografía del cardenal Goma, figura sumamente interesante y polifacética de la Iglesia española contemporánea. La Dra. Rodríguez Aisa limita y centra su estudio en un aspecto muy concreto de la vida y actividad del cardenal Goma: su gestión mediadora, de información y político-diplomática, entre la Santa Sede y las autoridades políticas y militares del incipiente nuevo Estado, desde comienzos de la Guerra y especialmente desde su nombramiento como representante confidencial y oficioso de la Santa Sede ante el Gobierno español. Con el establecimiento de relaciones diplomáticas normales entre la Santa Sede y el Gobierno español y el nombramiento, en octubre de 1937, de Mons. Antoniutti como Encargado de Negocios, termina propiamente la gestión «oficiosa y confidencial» del cardenal Goma. Su posterior colaboración —a título personal y como Primado de la iglesia española— con los representantes diplomáticos de la Santa Sede ante el Gobierno español, Monseñores Antoniutti y Cicognani, caen ya propiamente fuera del trabajo central. La Dra. Rodríguez Aisa le dedica, sin embargo, una parte final que enriquece su obra con una visión de conjunto y coherente de toda la actividad mediadora ejercida por el cardenal hasta su muerte el año 1940. No quiero —hecha la presentación de la autora y de su obra y dado testimonio de la seriedad y rigor de la investigación— añadir ningún otro comentario de fondo. Me limito a invitar al lector a introducirse directamente, con la clarificadora ayuda de la Dra. Rodríguez Aisa, en este apasionante y doloroso capítulo de la reciente historia española. JOSÉ GIMÉNEZ Y MARTÍNEZ DE CARVAJAL

Catedrático de Relaciones de la Iglesia y el Estado X

PROLOGO Yacen los restos del cardenal Goma en su tumba de la catedral de Toledo, ante ¡a cual millares de españoles que conocen la historia reciente de España se detienen con respeto y veneración, conscientes de la grandeza de esa figura insigne de la Iglesia y de la patria española. En el sepulcro los restos, y en el archivo del Arzobispado documentos escritos por él o a él dirigidos desde muy diversas instancias, que sirven para conocer determinados acontecimientos de una época, de corta duración en el tiempo, pero de enorme trascendencia e intensidad en la vida de nuestra nación. Pocas veces se han dado juntos a la vez tanto afán de destrucción y tan ardiente deseo de un porvenir mejor. Estoy hablando de los tres años de la guerra española de 1936 a 1939, de la Cruzada, del enfrentamiento bélico entre hermanos, de la sublevación de un pueblo contra los poderes constituidos, de la lucha entre las diversas clases sociales de España. De todo hubo en aquel doloroso conflicto en que nada fue pequeño: ni el odio ni el amor, mezclados ambos sentimientos, para que la tragedia fuese más viva, en los mismos corazones y en las mismas almas de los que lucharon y murieron de un lado y de otro. Concretamente el tema de la Iglesia y la guerra española sigue siendo de actualidad dentro de esa etapa de la vida de nuestro pueblo y nunca podrá soslayarse, a no ser que sé renuncie injustamente a entender el fondo ideológico del conflicto. Es un tema del que se ha hablado mucho, pero que se ha estudiado poco. Predomina la polémica sobre el juicio sereno y abundan más los análisis superficiales y subjetivos que las exposiciones documentadas. Por lo mismo es necesario acercarse a él sin «prejuicios», sabiendo situarse en el tiempo y circunstancias en que los hechos se produjeron, convencidos de que no se necesita apología ni diatriba sino sencillamente estudio y aportación de datos exactos, huyendo de todo tópico fácil y por consiguiente ahistórico. XI

Éste es precisamente el intento del trabajo realizado por María Luisa Rodríguez Aisa que ahora ve la luz. Pacientes investigaciones llevadas a cabo en el archivo del cardenal Goma, al que ha tenido acceso directo con la debida autorización de quienes podían darla sin infringir disposiciones testamentarias del cardenal, le han permitido elaborar esta tesis doctoral que alcanzó justo reconocimiento en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense. Es el suyo un estudio objetivo y sereno que ilumina aspectos diversos de la relación entre la Iglesia y la Patria y concretamente de la actuación durante la guerra del insigne Primado de la Iglesia Española, cardenal Goma. LA FIGURA DE GOMA EN LA GUERRA ESPAÑOLA

'•S^Don Isidro Goma vino a Toledo en 1933. Había sido obispo de Tarazona desde 1927 hasta ese año. No dejó de causar cierta sorpresa su nombramiento para Toledo en donde venía a sustituir al cardenal D. Pedro Segura. Sin embargo la autoridad moral de que gozaba era ya muy grande, sobre todo por los múltiples escritos pastorales, catequéticos, bíblicos, teológicos, filosóficos que habían brotado de su pluma. También sus cartas e Instrucciones Pastorales como obispo de Tarazona fueron documentos muy notables en aquella época en que no faltaban los obispos de sólida formación cultural eclesiástica. Pero era sobre todo un hombre de carácter, claro en sus juicios, enemigo de toda confusión, intrépido en la defensa de la Iglesia, de su misión en la sociedad, de sus derechos frente a quienes por sectarismo o por ignorancia querían negarlos. Cuando llega a Toledo el 2 de julio de 1933, cumplidos los 63 años, la Iglesia sufría ya las consecuencias de una legislación laicista apasionada y rencorosa. La pequeña ciudad, por cuyas piedras hablaba la antigua historia, era ya, como tantos y tantos lugares de España, foco de desórdenes y tumultos continuos. La misma toma de posesión fue accidentada y doloroso. Nombrado cardenal por el papa Pío XI en 16 de diciembre de 1935 al despacho del Primado en Toledo o al Palacio de la Cruzada en Madrid llegaban continuamente visitas, informes y consultas. Y todo fue en aumento cuando, a partir de las elecciones de febrero de 1936, la vida nacional se convirtió en un alud incontenible de tensiones de toda índole que hacían presagiar la gran tormenta que pronto se desencadenaría. El cardenal no tuvo nunca conocimiento de lo que se venía tramando, y sí únicamente la presunción de que, tal como iban las cosas, la gran explosión se produciría inevitablemente. Tenía, si se quiere, más información que otros muchos esXII

pañoles para presentir la tragedia que se avecinaba, pero nada más. Su ausencia de Toledo cuando se produjo el Alzamiento del 18 de julio se debió pura y simplemente al compromiso asumido hacía mucho tiempo de ir a Tarazona a consagrar al que había de ser su obispo auxiliar Dr. D. Gregorio Modrego. A llí estaba el 18 de julio y ya no pudo volver a Toledo hasta que se produjo la liberación de esta ciudad y de su A Icázar por las tropas nacionales el 27 de septiembre de 1936. Declarada la guerra y partida en dos la vida y la geografía de España, desde el primer momento apareció el factor religioso como elemento importantísimo de la nueva situación, o como aglutinante de estímulos y reacciones para la lucha por parte de unos o como objeto de persecución devastadora y odio «impío» por parte de otros. Goma fue el que entendió que no podía permanecer indiferente. Asumió con dolor, porque él también era el cardenal de la paz, todas sus responsabilidades, ernormemente delicadas, complejísimas, difíciles y pasó a ser, sin él quererlo, la figura clave de la Iglesia española durante la guerra no sólo en la zona nacional, sino por consecuencia y derivaciones de sus actos, también en relación con la Iglesia que vivía o moría en la otra parte y con las instancias superiores de la misma. Fue figura clave en la guerra: Como cabeza de la Iglesia española, la cual, con rarísimas excepciones, formó un bloque sólido y compacto; Como representante, aunque meramente oficioso, de la Santa Sede durante casi un año. Y como exponente de una postura clara en relación con el Estado que surgía y en sus juicios sobre ¡a naturaleza sustancial del conflicto y las implicaciones del mismo en el orden social y religioso. Qué extraño es que muy pronto, y sobre todo años después haya pasado a ser una figura controvertida y, más aún, combatida por muchos ¡ Triste destino —triste o glorioso según se mire— el de aquellos hombres que, sin buscarlo, se encuentran en un momento dado sumergidos en las tinieblas de la noche, teniendo que hacer sobrehumanos esfuerzos para encontrar caminos que permitan vislumbrar mejores horizontes para la Iglesia y para la patria amada en el fragor de la tormenta! Son más cómodas otras actitudes. Lo difícil es mantener con firmeza convicciones que se estiman justas y proclamarlas en nombre de una fe que tiene sus exigencias y cuenta con la experiencia histórica de tantos y tantos dramas humanos en el decurso de la civilización, también la que llamamos cristiana. El cardenal Goma ha sido muy combatido; hora es ya de que sea profundamente estudiado, teniendo a la vista documentos fehacientes a través XIII

de los cuales puedan conocerse los matices de su gestión, lo que afirmó y rechazó, los motivos que le inspiraron y los límites más allá de ¡os cuales ni pasó él ni quiso que pasara nadie en cuanto se refería a lo que el hecho religioso —mezclado con el político, social, bélico, etc., sin que él lo hubiera buscado— significaba o demandaba en tan difíciles circunstancias. Fuera del libro de su secretario D. Anastasio Granados, apenas se ha escrito nada serio sobre su figura y actuación. Todo han sido repeticiones de los primeros juicios de aproximación, las mismas alabanzas, los mismos ataques y, por supuesto, las mismas fáciles contraposiciones con otros protagonistas de la vida civil o eclesiástica, que también sufrieron y actuaron de modo distinto, según se lo aconsejaba su conciencia y el ambiente en que se movieron. Decir de él que fue el cardenal belicista es simplemente una calumnia; añadir que para explicar el fondo de su espíritu hay que acudir a su anhelo de restaurar una Iglesia constantiniana en el sentido peyorativo de la palabra, es ignorancia crasa. Hay que examinar con detenimiento los «papeles» de su archivo, todos los que se conservan, en los cuales se refleja con sinceridad su posición ante los problemas que le tocó afrontar. Y, desde luego, no empeñarnos tercamente en juzgar con criterios de hoy lo que sucedió entonces. Lo que decimos en un intento de explicación de tantas incomprensibles posturas de hoy, a saber, que en cuarenta años ha evolucionado mucho el mundo actual, hemos de aplicarlo también al hecho que comentamos. ALGUNOS RASGOS DE SU GESTIÓN

Para la historia quedan, y lo importante es que se ofrezcan con exactitud, los aspectos fundamentales de su gestión; lo que hizo o dejó de hacer; las ideas que guiaron su conducta; sus reacciones ante el curso de los acontecimiento; sus juicios sobre el momento y sus previsiones del porvenir. Esto es lo que la autora de este estudio nos presenta con fidelidad que se apoya en documentación rigurosamente analizada. i j¡r". El cardenal Goma defendió siempre la independencia de la Iglesia en sús^felaciones con las autoridades políticas o militares] y luchó para que fueran reconocidas la dignidad y prerrogativas de su condición de Primado, tanto en el interior de la Iglesia como en sus gestiones con el Estado. Se opuso siempre, como lo había hecho toda su vida, al laicismo entendido como ausencia o negación de Dios en la vida socia¡~ por lo cual propugnó ardorosamente un confesionalismo católico en la vida pública de España cuya alta orientación política deseaba fuese informada por los principios cristianos tantas veces proclamados por la doctrina católica, la cual el propio Concilio Vaticano II estimaba válida al hablar en el Decreto XIV

sobre Libertad Religiosa sobre el deber de las sociedades en relación con la verdadera religión. ; ..Esta convicción le movió a trabajar cuanto pudo, dentro del Régimen Político que nacía del 18 de julio, en favor de una legislación que —sobre todo en materia de enseñanza— reparase los estragos causados durante la República. Su juicio sobre los valores que estaban enjuego en nuestra guerra fue clarísimo y firme, y nunca dudó en manifestarlo así, convencido honestamente de que su responsabilidad pastoral de Jefe de la Iglesia española se lo exigía. De ahí, su rotunda legitimación del Alzamiento del 18 de julio y su empeño en que esta actitud suya fuese conocida, a la vez qué las razones que la avalaban, en el extranjero y sobre todo en Roma, lo cual no significó nunca la aprobación sin más de la política concreta del Estado naciente. Como el obispo de Salamanca, Dr. Plá y Deniel, más tarde sucesor suyo en Toledo, Goma nojiudómJlamqr Cruzada al doloroso conflicto, y ello no por presión extraña alguna sino porque así lo estimaba en su conciencia. En sus relaciones con el Generalísimo Franco y con las demás autoridades políticas y militares, mantuvo su independencia y libertad, lo que le llevó en ocasiones a tener que sufrir graves tensiones cuando pensaba que en algún aspecto no se respetaba la necesaria autonomía de la Iglesia. Habló a tiempo ante quien debía hacerlo del peligro de ciertas corrientes ideológicas que podían ser dañosas para la vida de la Iglesia y del pueblo español o llevar a España por caminos ajenos a su historia (nazismo, socialismo, autocratismo, injerencia excesiva del poder político, etc.). Deseoso de favorecer lo más posible el acercamiento entre el Vaticano y la España nacional, trabajó incansablemente por el establecimiento de relaciones oficiales, exponiendo sus opiniones con toda lealtad y sinceridad ante ambas partes, teniendo que experimentar dolorosos incomprensiones de unos y de otros. El cardenal pensaba que los roces con el nuevo Estado se debían a la ausencia de acuerdos legales entre el mismo y la Iglesia. La dificultad principal estribaba en las diferencias entre el Vaticano y el Estado español respecto a la reinstauración de los antiguos privilegios concordatarios, sobre todo en el nombramiento de obispos. Su vida se fue agotando en medio de tantos trabajos y sufrimientos y poco más de un año después de terminada la guerra entregó su alma a Dios en su sede de Toledo con la misma grandeza de sentimientos con que había vivido siempre, lleno de paz y confianza en el Señor a quien se había conXV

sagrado, y deseando para España días más venturosos que los que él tuvo que vivir. Lejos ya del fragor de la contienda, quizá su pensamiento en los últimos meses, en esa hora en que una mente lúcida contempla lo que va quedando de las cosas y examina las raíces profundas de los hechos vividos, volvería con frecuencia a meditar en lo que había sido su preocupación pastoral más noble y honda en lo que se refería a la Iglesia en su patria españolas, pero particularmente en las más enardecidas por la pasión nacionalista, atribuía gran parte de los males que la Iglesia hubo de sufrir. El cardenal Goma se lamentó toda su vida de los fallos del catolicismo español, de la fe rutinaria y puramente emocional de gran parte del pueblo, de la falta de preocupación social en las clases más acomodadas, de la deficiente formación de los sacerdotes a cuya injerencia en asuntos políticos con claros matices partidistas de signo contrapuesto en todas las regiones españolas, pero particularmente en las más enardecidas por la pasión nacionalista, atribuía gran parte de los males que la Iglesia hubo de sufrir. En el diagnóstico que hizo de la vida religiosa de España y en los trabajos que realizó para renovarla —tanto como escribió y habló a lo largo de su vida— apuntó certeramente a este objetivo fundamental: la formación espiritual e intelectual del clero. Pensaba él —sin necesidad de esperar al concilio Vaticano II— que si esto se lograba se remediarían muchos otros males que secularmente habían venido influyendo sobre el catolicismo español, puesto a prueba tan dolorosamente en la dura guerra en que él tanto tuvo que sufrir. Él había amado la paz y la concordia sin dejar de servir nunca a la verdad. Él no quiso la guerra. Sencillamente, cuando estalló, se vio envuelto en el conflicto según fue éste evolucinando, y trató de cumplir con su deber. Amó a la Iglesia y a España y este doble amor le acompañó en su agonía hasta que se extinguió su vida. +

MARCELO GONZÁLEZ MARTÍN

Cardenal Arz. de Toledo Primado de España

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INTRODUCCIÓN Dentro de la temática general de la última guerra civil española, cuya abundantísima bibliografía cada vez en aumento es uno de los índices más expresivos del interés que hoy sigue suscitando, la cuestión religiosa ofrece un campo enormemente sugestivo para la investigación histórica. Al margen de cualquier postura polémica, el hecho religioso en sí supuso un ingrediente sustancial de la misma contienda, corroborado tanto en la literatura propagandística de ambos bandos, como, y esto le confiere su mayor fuerza, en las experiencias personales vividas por sus protagonistas. En este contexto, no cabe dudar del importante papel representado por la Jerarquía española a la que tocó vivir con intensidad aquellos años. De un lado, como sujeto pasivo de la lucha en la que dieron sangriento testimonio varios de sus miembros. De otro, como sujetos activos de la marcha de la Iglesia en España, responsables de un quehacer pastoral y orientador en unos momentos dramáticos para todos e impulsores de una determinada configuración de la sociedad eclesial en sus relaciones con el Estado naciente. Cierto que muchos de los presupuestos, realizaciones y aun de las mismas posturas justificativas en su momento de los portavoces oficiales de la Iglesia española —tanto en la guerra como en la inmediata postguerra—, se encuentran hoy sometidos a una crítica no siempre suficientemente serena y documentada, pero ello no obsta a que su estudio, análisis y profundización sigan siendo inexcusables para la necesaria comprensión de un pasado histórico inmediato que sigue gravitando de manera palpable en nuestro presente actual. Entre los miembros de la Jerarquía cuya influencia fue más notoria en los años de la guerra, adquiere un relieve especial la figura del cardenal arzobispo de Toledo, D. Isidro Goma y Tomás, cuya especial posición como Primado le llevó a actuar prácticamente como cabeza de la Iglesia en España, a la vez que las circunstancias del momento le convirtieron en uno de XVII

los factores clave de las relaciones entre la Santa Sede y el Gobierno nacional durante gran parte de la guerra. A pesar de este relevante papel, son muy escasos los estudios realizados sobre el arzobispo de Toledo en este período. Se limitan a breves alusiones en la historiografía general y a una solo obra monográfica de mayor alcance, la del fallecido obispo de Palencia, Dr. D. Anastasio Granados, secretario particular del cardenal desde 1934 hasta la muerte del Primado en 1940, primera cota importante en una documentación hasta entonces inédita, pero obra fundamentalmente biográfica y por tanto necesariamente limitada en la época que nos ocupa '. Ello nos ha movido a querer profundizar más en la actuación del Primado toledano durante los años de la guerra civil, eligiendo como tema de estudio e investigación, fruto de los cuales es el tr bajo que ahora presentamos, el análisis de los aspectos más sobresalientes de su gestión pública. Pretendemos con ello colaborar, en la medida de nuestras fuerzas, a la necesaria clarificación de una etapa que, si bien resultó decisiva en la configuración política y social de la España del futuro, a la vez constituye una de las claves para una más exacta comprensión de la postura oficial de la Iglesia española ante el Estado iniciado el 18 de julio de 1936 y una más justa valoración de las grandes orientaciones religioso-morales que, como proyección pastoral de la misma Iglesia, ejercieron un notable influjo en el conjunto de la sociedad española de los años posteriores. Como objetivo fundamental, hemos pretendido ofrecer una panorámica suficientemente amplia de la actividad del Dr. Goma a lo largo de la guerra, tomando como punto de referencia la postura de la Iglesia española ante el nacimiento y desarrollo inicial de un nuevo régimen político. De acuerdo con este enfoque, hemos seleccionado y ordenado los datos en torno a tres núcleos fundamentales de cuestiones: las relaciones del cardenal con la Santa Sede, tanto en lo referente al envió de información y a la solicitud de orientaciones sobre los problemas que iban planteándose, como a la búsqueda de un acercamiento entre Roma y Burgos; los contactos del Primado con las autoridades militares y políticas de la zona nacional, destacando la influencia de las relaciones personales, sobre todo con el Generalísimo Franco, en el enfoque y resolución de las cuestiones fronterizas Iglesia-Estado; y las tomas de postura ideológica y fáctica en torno a los temas de máximo interés del momento, subrayando los juicios de valor sobre el hecho y significado de la guerra, la afirmación de la confe-

1. El cardenal Goma Primado de España, Madrid 1969.

XVIII

sionalidad católica como base ético-moral del futuro orden político y la búsqueda de una zona de independencia de la Iglesia especialmente en los problemas relativos a legislación, enseñanza, nombramientos eclesiásticos y compromiso político de los sacerdotes. Subyacente a todas estas cuestiones se encuentra un tema que también tratamos de resaltar: la exposición de las líneas básicas del pensamiento de Goma respecto a la renovación y reestructuración de la Iglesia española cara al futuro. Con todo, ya desde ahora, queremos señalar algunas de las limitaciones que encierra nuestro trabajo. La primera de ellas, afecta a la misma selección de los temas. Hemos apuntado hacia las actividades y gestiones del Primado de Toledo realizadas en el ejercicio de su doble misión ministerial y diplomática con trascendencia pública y política, eludiendo otros aspectos, también interesantes, que ocuparon gran parte de su tiempo, tales como el intercambio y canje de prisioneros, la localización de sacerdotes y seglares desaparecidos, la recepción y distribución de donativos y la reconstrucción de diócesis devastadas entre otros. Reseñamos algunos de ellos a lo largo de los capítulos que siguen a título meramente indicativo. Igualmente prescindimos de las cuestiones referentes a una actividad puramente intraeclesial y pastoral —que en el caso del Primado resultan de una riqueza, variedad e influjo innegables—, excepción hecha, por su especial relevancia en el campo que nos ocupa, de las dos reuniones de metropolitanos celebradas en noviembre de 1937 y mayo de 1939. Tenemos que advertir en segundo lugar, que los temas seleccionados se analizan desde la perspectiva de la actuación que en ellos incumbió al cardenal Goma. Ello comporta de un lado, la ausencia consciente de la compleja panorámica internacional y de su incidencia; y de otro, la forzosa inconclusión de algunas cuestiones que fueron planteadas pero no resueltas en la época o por el personaje en quienes nos centramos. Finalmente indicamos que hemos desarrollado con mucha más amplitud el período que se extiende desde julio de 1936 hasta la finalización de la actividad del Primado como representante «confidencial y oficioso» de la Santa Sede ante el Gobierno nacional en octubre de 1937. Suponen estos meses la fase álgida de los problemas con que la Iglesia española, y en concreto su cabeza más visible, tuvieron que afrontar la nueva situación creada por la guerra: toma de postura ideológica ante el conflicto, continua información a Roma sobre la actividad política, bélica y eclesiástica, inicio de los contactos con el Estado, incidencia de la delicada cuestión vasca y esfuerzos por la consecución de relaciones «de iure» con el Vaticano. Con el XIX

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nombramiento de Mons. Antoniutti como Encargado de Negocios de la Santa Sede cerca del Gobierno de Franco, cesa la gestión diplomática del cardenal Goma. Las cuestiones más relevantes surgidas con posterioridad a estas fechas hasta la muerte del Primado en agosto de 1940, quedan tambien recogidas aunque de forma más sintética, como base para futuras ampliaciones. La fuente principal de nuestro trabajo la ha constituido el Archivo personal del cardenal Goma depositado en el Archivo diocesano de Toledo y en gran parte inédito, a excepción de los documentos publicados en la ya citada biografía del Dr. Granados. La abundancia del material existente hace de este Archivo una de las fuentes clave para el conocimiento de la historia de la Iglesia española en los años de la guerra civil, aunque falta en él la documentación del Primado del período 1934-1936 debido al saqueo de que fue objeto en este último año. Las citas documentales que insertamos, salvo advertencia previa, proceden todas de los originales del Archivo. Complemento de esta fuente lo han constituido los Boletines Oficiales Diocesanos, sobre todo los de Tarazona, Toledo, Ávila, Salamanca y Burgos; las Colecciones de Documentos pontificios, sociales y políticos; las recopilaciones de Pastorales, Exhortaciones, Mensajes y Discursos tanto del cardenal Goma como del cardenal Plá y Deniel; y las Colecciones de Discursos y Entrevistas del general Franco desde diciembre de 1936. Asimismo hemos consultado parte de la prensa aparecida en los años de la guerra, acudiendo, en lo que a legislación se refiere, al Boletín Oficial del Estado y a la recopilación de leyes y órdenes de la Junta de Defensa Nacional. En las páginas finales, junto con la bibliografía consultada, ofrecemos una relación más completa de estas fuentes. En este terreno queremos resaltar de forma especial, los datos proporcionados por D. Anastasio Granados en una serie de entrevistas que mantuvimos con él, interrumpidas por su imprevisto fallecimiento, y que han constituido una valiosísima ayuda para nosotros por la proximidad con que vivió junto al Primado todos estos años clave. A. Mons. Granados se debe la actual ordenación del Archico del cardenal Goma al que dedicó mucho años de su vida y a él debemos por nuestra parte las primeras y más importantes orientaciones en nuestro trabajo. Como primer criterio metodológico hemos adoptado la ordenación cronológica que nos ha parecido la más adecuada para la observación de las distintas cuestiones paso a paso, dividiendo nuestro estudio en tres partes: La Primera (julio-diciembre 1936) abarca los meses comprendidos XX

entre el inicio de la guerra y el nombramiento de-Goma como representante oficioso de la Santa Sede ante el gobierno de Franco. A partir de una breve introducción biográfica completada con la exposición de las manifestaciones públicas de la Jerarquía ante la situación planteada por la II República en el terreno religioso, destacamos en los diferentes capítulos el análisis de los informes generales que el Primado comenzó a«nviar al Vaticano dando cuenta minuciosa y detallada de la nueva situación creada; sus primeras gestiones cerca de los órganos de mando de la zona nacional; su decisivo viaje a Roma en el mes de diciembre donde, a más de entregar una documentación amplia y completa sobre los distintos problemas españoles, realizó una serie de contactos con personalidades de la Curia, Secretaría de Estado y el mismo Pío XI; su nombramiento como agente confidencial junto con las instrucciones recibidas al respecto; y su primera entrevista oficial con Franco en Salamanca donde se abordaron las principales cuestiones relativas a las relaciones Iglesia-Estado. Presentamos también las primeras y fundamentales tomas de postura públicas de la Iglesia en estos meses sobre la guerra de España, origen y fundamento de todas las posteriores. La Segúnta Parte (enero-noviembre 1937) comprende el período de gestión diplomática del Primado, el más denso en actividad de todos estos años. Como temas de mayor interés exponemos los relativos a la actividad del cardenal en pro de un reconocimiento «de iure» del Gobierno nacional por la Santa Sede; las diferentes cuestiones planteadas en sus constantes y numerosas relaciones que, a consecuencia de su cargo, mantuvo con las esferas oficiales, relativas tanto a un ámbito interno (legislación religiosa, enseñanza y castrenses sobre todo), como a una panorámica de alcance más vasto; los aspectos más sobresalientes de la participación de Goma en el controvertido problema vasco, participación también obligada por imperativos de su misión diplomática sobre todo y que quedó en este período sin soluciones satisfactorias y definitivas. Dedicamos una parte especial a la «Carta colectiva» del Episcopado español de julio de 1937 —gestación, consultas, participación de Franco y contenido del documento— por la labor sustancial que en ella incumbió al Primado, y a las resoluciones de la primera reunión de metropolitanos de noviembre de 1937 que afectaron a toda la compleja panorámica de la Iglesia en esta época. La Tercera Parte recoge sumariamente las facetas más resaltables de la actividad del cardenal Goma desde comienzos de 1938 hasta su muerte en 1940. Desde su puesto de Primado se vio consultado a menudo por Mons. Antoniutti primero y, posteriormente por el nuncio Cicognani sobre la amplia temática de jurisdicción mixta: nombramientos episcopales, prerroXXI

gativas y privilegios estatales, e t c . . A la vez tuvo que intervenir directamente y en numerosas ocasiones, cara al Estado, sobre los diversos problemas referentes a la modificación de la legislación y a las garantías de independencia en la actuación de la Jerarquía especialmente. Y aunque en menor medida, trató también de mediar para suavizar los roces que se produjeron entre la Santa Sede y el Gobierno español, sobre todo a finales del año 1939 y comienzos de 1940. En una Síntesis final en forma de recopilación tratamos de ofrecer una visión general de conjunto, presentando también un amplio Apéndice Documental, casi totalmente inédito, procedente del archivo del Primado toledano. A la vez que una acomodación a la cronología, hemos creído igualmente necesaria una ordenación sistemática de los distintos capítulos, agrupando las cuestiones paralelas y separando, en apartados diferentes, los diversos problemas que afectan a un mismo período cronológico, pretendiendo con ello evitar un excesivo abigarramiento y tratando de buscar una mayor claridad en la exposición, aún siendo conscientes de la interdependencia de muchos temas. Nos hemos propuesto también como criterio básico la fidelidad máxima a nuestras fuentes documentales. De ahí que la redacción sirva a menudo como mera introducción a los documentos de los que insertamos gran número de citas textuales, aun a riesgo de resultar premiosos, para poder ofrecer una imagen más real de los mismos hechos. En la misma línea, hemos incorporado gran número de notas para cada capítulo que en unos casos corresponden a ampliación documental, en otros a observaciones críticas y, finalmente a referencias bibliográficas, aunque estas últimas, para no romper la estructura del trabajo, se remiten preferentemente a la lista que al final agregamos. Asimismo, hemos tratado de respetar lo más fielmente que nos ha sido posible el estilo e incluso el vocabulario mismo de nuestras fuentes que hoy nos pueden parecer anacrónicos, pero que responden al sentir y a las vivencias reales de unos momentos históricos determinados. Desde esta óptica, nuestro trabajo resulta deliberadamente más expositivo que crítico, como aproximación a un tema complejo sobre el que queda aún mucho que investigar. Por ello, hemos evitado en la medida de lo posible las afirmaciones rotundas y los excesivos juicios personales, prefiriendo concretar nuestras observaciones en notas más que en el mismo texto. La recapitulación final —cuya extensión resulta obligada por la misma complejidad del. tema— se expone como síntesis, abierta a revisión, de XXII

un material documental cuya ordenación, sistematización y selección ha constituido nuestro objetivo básico. Con todo, las cuestiones capitales de este período y de la figura que estudiamos creemos que aparecen suficientemente claras a lo largo de los diferentes capítulos: — Resulta evidente el acuerdo, por lo menos sustancial, de la Iglesia española en su inmensa mayoría y de su Primado, en el injuiciamiento negativo de la experiencia republicana en el orden religioso; en la concepción de la guerra como una «cruzada» en el sentido de lucha por la restauración de unos valores religiosos despreciados y perseguidos; en el carácter cristiano del Jefe del-Estado y de las principales cabezas del levantamiento y, consiguientemente, en el apoyo prestado al bando nacional. — Como programa futuro, el acuerdo es real también en el deseo de una vigorización de la Iglesia y del catolicismo español, procurando superar lacras anteriores, tanto en el terreno de la inconsistencia social de la fe de las masas, como en el de compromisos excesivamente vinculantes con el Estado. En el plano jurídico-político, la Iglesia española, en concreto su Primado, trató de reivindicar la máxima independencia para su gestión interna, al tiempo que perseguía, como situación juzgada más positiva, la restauración de sus ancestrales privilegios en el marco de un confesionalismo acusado. — Los problemas presentados por el hecho de la guerra fueron muchos y complejos. Cara al exterior el principal fue el deseo de mostrar el fondo ideológico de la contienda frente a una propaganda adversa, incluso en medios católicos. Junto a ello, en otro orden, pero muy relacionado, la búsqueda primero de un reconocimiento oficial del Gobierno nacional por la Santa Sede y, posteriormente,, la materialización de un status jurídico cara al Estado sancionado por Roma. — En sus relaciones con el Gobierno, la Iglesia tuvo que buscar el situarse en el terreno adecuado para una acción que requería a la vez una colaboración estrecha (muchas veces buscada por el Estado) y una necesaria independencia. La vigilancia sobre corrientes consideradas poco acordes con la tradición religiosa de la nación, la complicada situación vasca, el compromiso político de los sacerdotes, la revisión de la legislación, las expectativas ante la futura configuración del régimen, todo ello en el marco de un fuerte apasionamiento ideológico, fueron los problemas esenciales a afrontar y resolver. En este contexto, la influencia del cardenal Goma, a falta de estudios complementarios que analicen otras fuentes eclesiásticas, sobre todo de XXIII

obispos residentes en España, resultó decisiva para el enfoque y resolución de estos problemas especialmente en dos aspectos: en el del reconocimiento por parte del Vaticano del Gobierno de Burgos y en el peso de sus relaciones directas y frecuentes con el Generalísimo Franco a lo largo de la guerra, relaciones que le llevaron a la formación de un juicio sobre su persona y orientación transmitido a Roma en numerosos escritos y a la presentación constante de las aspiraciones de la Iglesia española ante el propio Jefe del Estado. No entramos ahora a juzgar los resultados finales. Ante el dilema simplista, planteado a veces reiteradamente, de si la Iglesia española fue un «dócil instrumento» al servicio de un régimen prepotente o, a la inversa, resultó el Estado el sometido a los dictados de una Iglesia «triunfante y triunfalista», creemos necesaria una postura equidistante de respuestas —por desgracia demasiado frecuentes— apresuradas, aventuradas y, en definitiva, poco acordes con la realidad histórica. Para una valoración objetiva, y por lo tanto científica, de la actuación del cardenal Goma en la guerra, se hace preciso ante todo partir de sus mismos datos. El Primado no pensó nunca que su Archivo saliera a la luz pública. Por el contrario, al final de su vida se sintió tentado a destruirlo. De ahí que sus escritos privados adquieran un valor testimonial único y resulten absolutamente imprescindibles a la hora de enjuiciar su obra. Modestamente, hemos pretendido con este trabajo esa aproximación, incluso de las motivaciones ideológicas personales, para poder ofrecer un material válido a estudios posteriores y más ambiciosos que proyecten luz sobre un período y una temática apasionantes.

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SIGLAS DE ALGUNAS FUENTES UTILIZADAS ACGT AAS BOAB BOAT BOES BOETA BOEA BOE DPS DPP

= = = = = = = = = =

Archivo del Cardenal Goma en Toledo Acta Apostolicae Sedis Boletín Oficial Arzobispado de Burgos Boletín Oficial Arzobispado de Toledo Boletín Oficial Episcopado de Salamanca Boletín Oficial Episcopado de Tarazona Boletín Oficial Episcopado de Ávila Boletín Oficial del Estado Doctrina Pontificia: Documentos Sociales Doctrina Pontificia: Documentos Políticos

PRIMERA PARTE

LOS PRIMEROS CONTACTOS ENTRE LA IGLESIA ESPAÑOLA Y EL ESTADO NACIONAL (JULIO- DICIEMBRE 1936)

CAPITULO

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EL COMIENZO DE LA GUERRA Y EL INICIO DE LA INFORMACIÓN DEL PRIMADO A LA SANTA SEDE 1.1. EL CARDENAL GOMA EN LOS ANTECEDENTES INMEDIATOS DE LA GUERRA

El cardenal Isidro Goma y Tomás .nació...en La Riba, provincia de Tarragona el 19 de agosto de 1869, cuarto de una familia de nueve hijos. Su padre era fabricante de papel. Ingresó primero en el seminario de Montblanch, pasando luego al de Tarragona, siendo ordenado presbítero el 8 de junio de 1895. Obtuvo los grados de doctor en Filosofía y Derecho Canónico en la Pontificia Universidad de Tarragona y se doctoró posteriormente en Teología por la Universidad de Valencia. Sus primeros cargos fueron de coadjutor de la parroquia del Carmen en Valls y más tarde de ecónomo en Montbrió del Campo. En 1897 pasó a ocupar la cátedra de latín en el seminario de Tarragona, siendo nombrado rector del mismo dos años más tarde, puesto que desempeñó hasta 1908. Posteriormente a esta fecha obtuvo por oposición la plaza de canónigo y desempeñó también el cargo de provisor y juez metropolitano en la curia arzobispal de Tarragona '. En 1927 fue nombrado obispo de Tarazo na, próximo a cumplir los sesenta años, siendo consagrado por el cardenal Vidal y Barraquer asistido por el administrador apostólico de Solsona, D. Valentín Cornelias, y el entonces obispo de Lérida, D. Manuel Irurita 2.

1. Tomamos los datos biográficos de la obra de A. GRADADOS, El cardenal Goma Primado de España, Espasa Calpe, Madrid 1969, lOss. Hasta la fecha no existe otra biografía sobre el cardenal. 2. El nombramiento episcopal de Goma, aunque no consta expresamente, siguió los

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El clima que en el orden religioso se instaura con el advenimiento de la segunda República, influirá decisivamente en el camino posterior del Dr. Goma. La primera postura, en cierta forma oficial, de la Jerarquía española ante el nuevo régimen fue tomada en la reunión de metropolitanos que, presidida por el cardenal Segura, Primado de Toledo, se celebró en Madrid el 9 de mayo de 1931 3. Fruto de la reunión fue una Declaración colectiva dirigida a los fieles españoles recordándoles junto «con el deber ciudadano de conciencia de respetar a las autoridades constituidas», otra serie de deberes derivados de las circunstancias del momento: tomar parte activa en las elecciones a las Cortes constituyentes y unirse en la acción común para defender los «gravísimos intereses de la Religión» 4. Eco de esta primera declaración lo constituyó la Pastoral del obispo Goma Los deberes de la hora presente 5. Tras la quema de conventos del 11 y 12 de mayo y ante las medidas tomadas por el Gobierno provisional, el cardenal Segura, desde Roma, hizo pública el 3 de junio una Exposición dirigida al Presidente del Gobierno provisional, Alcalá Zamora, cuyo texto había sido acordado en la reunión de metropolitanos de 9 de mayo, aunque en principio no se pensaba destinar a la publicidad: «supresión de misas en cuarteles y cárceles, anuncio de la secularización de cementerios y de la separación de Iglesia y Estado,

cauces establecidos por el Real Decreto de 10 de marzo de 1924 que creaba una Junta Delegada del Real Patronato, para la proposición de candidatos durante la Dictadura de Primo de Rivera (Cfr. el artículo de V. M. ARBELOA, El nombramiento de obispos durante la Dictadura y la II República: «Revista Española de Derecho Canónico» 88, separata enero-abril 1975). Entre las primeras pastorales del Dr. GOMA cabe destacar La edificación de la Iglesia, «BOETA», 598 (1927) 705 ss. y Los deberes cristianos de Patria, escrita el 13 de marzo de 1930 a los dos meses de finalizas la Dictadura «BOETA», 655 (1930). El tema de esta última Pastoral será muy frecuente en sus escritos a lo largo de la guerra española. 3. La primera Junta de metropolitanos, se constituye en el año 1923, aunque, estrictamente hablando, la Conferencia de metropolitanos no se forma hasta 1946 recibiendo sus Estatutos la aprobación de la Santa Sede en el año 1947. Esta organización de la Iglesia española, cuya presidencia estaba otorgada al arzobispo de Toledo, durará hasta 1965 en que, a consecuencia del Concilio Vaticano II, será sustituida por la actual Conferencia Episcopal. Sobre la constitución y evolución de la Junta de metropolitanos remitimos a la Introducción de J. IRIBARREN en Documentos colectivos del Episcopado español 1870-1974, B.A.C., Madrid 1974, 31 ss. También se aportan datos en «Eclesia», I (1958) 97-98. 4. Texto completo en la Ob. cit. Documentos Colectivos del Episcopado español 18701974, 130-133. En la reunión de metropolitanos de 9 de mayo de 1931, el cardenal Segura pretendió que la asamblea hiciera suya su propia Pastoral del 1 de mayo que, a pesar de acatar el nuevo régimen, fue mal recibida en los medios republicanos por el recuerdo elogioso de Alfonso XIII. M. BATLLORÍ y V. M. ARBELOA, en Archivo Vidal y Barraquer , Iglesia y Estado durante la Segunda República española, 1931-1936, Montserrat 1975, 13-45-73 y 83-84, informan sobre los episodios de esta reunión. 5. «BOETA» 683 (1931) 345-360. 4

supresión de la enseñanza obligatoria de la religión y prohibición del crucifijo en las escuelas, libertad de culto» 6, eran algunas de las medidas de que los metropolitanos se lamentaban. Sin hacer referencia explícita a las medidas oficiales, el obispo Goma, desde Tarazona, protestaba igualmente de los incendios de mayo: «Decir de aquellos hechos que son vandálicos, que son una vergüenza para el pueblo en que se producen, es poco (...). Pero la lección ha sido durísima y los poderes constituidos, a los que desde los comienzos de sus funciones la Iglesia, noble y generosamente ha brindado acatamiento y colaboración, deberán apercibirse —tenemos de ello la seguridad— de que tales fenómenos no se repiten en el seno de una sociedad sin que se conmuevan sus más nobles cimientos» 7. El 15 de junio el Gobierno desterraba de España al cardenal Segura (el 18 de mayo lo había hecho con el obispo de Vitoria, Mons. Mateo Múgica). El hecho añadió un motivo más de tensión a los existentes entre la opinión pública católica y los dirigentes de la República. El difícil equilibrio del Episcopado español que siguió al destierro del Primado, al tratar éste de seguir ostentando desde el extranjero la representación de la Jerarquía, fue resuelto con la renuncia de Segura a su sede, admitida por la Santa Sede el 1 de octubre. Pero ni este paso, juzgado como un claro intento de apaciguamiento por parte de la Iglesia, ni las tentativas de distensión con el Gobierno protagonizadas tanto por el nuncio Tedeschini como por el cardenal Vidal y Barraquer, pudieron frenar el hostil laicismo de los medios oficiales 8 . 6. J. IRIBARREN, Documentos colectivos del Episcopado español 1870-1974, 36. Texto completo de la Exposición en Boletín Eclesiástico del arzobispado de Toledo, (1931) 161-163. También en la citada obra de J. Irribarren, pags. 133-135. 7. Exhortación Pastoral Protesta y ruego: «BOETA», 684, (1931)410-413. Reproducida en parte en la Ob. cit. de Granados, pags. 38-40. 8. Como ha sido repetidamente señalado, la acusada personalidad del cardenal Segura hizo acrecentarse las dificultades en el trato, por otro lado poco o nada propicio, con las autoridades republicanas. A ello hay que añadir sus claras diferencias con el cardenal Vidal y Barraquer y, sobre todo, con el nuncio Tedeschini. La relación de hechos del «Boletín del arzobispado de Toledo», 12 (1931) 174-184 da cuenta de los pasos oficiales dados para la expulsión del Primado e incluye igualmente la protesta escrita que éste elevó al presidente del Gobierno provisional. Con relación a este tema, hemos encontrado en el Archivo del cardenal Gomó, un Informe, sin fecha ni firma, en que se relaciona directamente la expulsión de Segura con una actuación concreta del nuncio Tedeschini y de algunos obispos. Según este Informe, en mayo de 1931 y con objeto de tratar con el Gobierno de la República los asuntos de jurisdicción mixta, el nuncio nombró una comisión episcopal que llegó a un acuerdo con el Gobierno provisional, suscrito por todos sus componentes excepto uno. Siguiendo las frases textuales del Informe que comentamos los términos del acuerdo fueron: «(...) por parte del Gobierno, se conservarían las asignaciones del clero, de las catedrales y seminarios, dándoles otra

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La reacción de la Iglesia española a la aprobación de la nueva Constitución republicana el 9 de diciembre de 1931, fue una Declaración colectiva de todo el Episcopado a los fieles en el mismo mes y encabezada ya con la firma del cardenal de Tarragona 9. El artículo 26 de la Constitución establecía el laicismo de Estado, la supresión del presupuesto del clero y la disolución de las órdenes y congregaciones religiosas que por sus actividades constituyeran un peligro para el Estado. Sometía a las órdenes a una ley especial determinando que no podían ejercer industria, comercio y enseñanza, las incapacitaba para poseer más bienes que los destinados a vivienda o cumplimiento de sus fines privativos, obligándolas a rendir anualmente cuentas al Estado y admitiendo la posibilidad de que sus bienes pudieran ser nacionalizados. A la enorme polémica suscitada ya en la discusión y aprobación de este artículo rechazado por numerosos escritos episcopales, entre ellos los del obispo Goma l0, se unía ahora la protesta firme y solidaria de toda la Jerarquía ante una situación en la que ésta sostenía que se le negaba a la Iglesia el mínimo de libertad religiosa y se tomaba constitucionalmente una actitud de oposición agresiva a las exigencias del desenvol-

razón jurídica, compatible con la profesión laica de la República; se hacían además algunas otras concesiones de derecho a la Iglesia, al culto, a la enseñanza, etc. Por parte de la Iglesia, se comprometían los representantes de la Comisión antedicha a lograr la salida de España del cardenal Segura y a su dimisión de la silla de Toledo. Cumplió la Iglesia en evitación de males mayores en la forma que pasará a la historia; pero el Gobierno de la República no cumplió ni una de las obligaciones contraídas». (Archivo del cardenal Goma en Toledo. AGGT, E-II-8, pags. 12-13). 9. Antes del inicio de las discusiones sobre el proyecto constitucional y con fecha de 25 de julio, aunque su salida fue posterior, se publicaba una, también colectiva, Declaración del Episcopado a los fieles, rechazando el laicismo absoluto de proyecto. Este escrito fue iniciativa del cardenal Segura que desde su exilio en Francia había pedido un voto de confianza a los obispos. El hecho de que el cardenal Vidal rogara, aunque ya tarde, que no se publicara y el que aparecieran dos versiones del mismo, da a este documento un carácter en cierto modo polémico. El Dr. Goma, como el resto de los obispos publicó la Declaración íntegra en su Boletín, junto con un comentario en forma de Exhortación pastoral: ((Trabajemosy oremos», adhiriéndose a las líneas básicas de la misma. «BOETA», 670 (1931) 663 ss. 10. Entre los escritos de Goma sobre el Proyecto de Constitución destacamos: Algo sobre el artículo 26 de la nueva Constitución, 30-X-I931, protestando del ateísmo de Estado y de la probable disolución de las Órdenes religiosas «BOETA», 694 (1931) 788-811. También: Por la justicia. Los bienes de la Iglesia, de 29 de noviembre de 1931, Pastoral en la que aborda el tema de la extinción del presupuesto del clero «BOETA», 696-697 (1931) 857-954. A su vez, los obispos españoles en conjunto, firman una Respuesta, el 18 de octubre de 1931, agradeciendo a Pío XI el gesto de decir una misa por España y recordando los puntos más graves de la situación que se creaba a la Iglesia. El 21 de noviembre del mismo año, los metropolitanos, publican una Instrucción pastoral sobre mantenimiento de culto y clero, ante la amenaza de la extinción del presupuesto oficial, estableciendo una colecta mensual al efecto e intentando mentalizar a los fieles sobre la necesidad de una cooperación eficaz. En escritos posteriores a Roma el cardenal Goma se lamentará de la poca eficacia de estas medidas.

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vimiento de su misión. Esta: Declaración de los obispos ante la nueva Constitución, extensa, hacía la lista de las violaciones de derechos contenidas en el texto aprobado y dictaba una serie de normas concretas para la actuación del clero y los fieles en unas circunstancias que ya se vislumbraban como difíciles ". La declaración del Episcopado de diciembre no tuvo sin embargo efecto ninguno en la legislación posterior. El 22 de enero de 1932 se disolvía la Compañía de Jesús; el 30 del mismo mes se firmaba el decreto de secularización de cementerios; el 2 de marzo se aprobaba la ley del divorcio. Como colofón, el 23 de mayo de 1933 las Cortes españolas aprobaban la ley de Confesiones y Congregaciones religiosas. Los metropolitanos españoles, presididos de nuevo por el cardenal Vidal y Barraquer, respondían el 25 del mismo mes con una Declaración colectiva, la última antes del comienzo de la guerra, denunciando enérgicamente la injusticia legal cometida contra la Iglesia y la extralimitación de los poderes estatales que limitaban el ejercicio del culto católico en sus manifestaciones más importantes; llevaban hasta consecuencias extremas las normas secularizadoras sobre bienes eclesiásticos ya previstas en la Constitución y daban al Estado la posibilidad de vetar a posteriori el nombramiento de todos los titulares de cargos y funciones eclesiásticas 12. A los pocos días, el 3 de junio, Pío Xí reafirmaba en la encíclica «Dilectissima Nobis» la postura tomada por los metropolitanos españoles: «No hemos dejado de hacer presente con frecuencia a los actuales gobernantes de España (...) cuan falso era el camino que seguían y de recordarles que no es hiriendo el alma del pueblo en sus más profundos y caros sentimientos como se consigue aquella concordia de los espíritus que es indispensable para la prosperidad de una nación (...). Mas ahora no podemos menos de levantar de nuevo nuestra voz contra la ley, (...) ya que ésta constituye una nueva y más grave ofensa, no sólo a la religión y a la Iglesia, sino también a los decantados principios de libertad civil sobre los cuales declara basarse el nuevo régimen español» n . La ley de 23 de mayo, en palabras de la encíclica, arrojaba sobre las Congregaciones «la injuriosa sospecha de que puedan ejercer una actividad 11. Texto completo de la Declaración en la ya citada obra Documentos colectivos del Episcopado español 1870-1974, 160-181. 12. Cfr: Declaración de los metropolitanos a los fieles españoles, de 25 de mayo de 1933. Completa en la Ob. cit. Documentos colectivos del Episcopado español 1870-1974, 189219. 13. Carta encíclica Dilectissima Nobis, 3 de junio de 1933, en Doctrina Pontificia II: Documentos Políticos, BAC, Madrid 1958, 624-625.

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política peligrosa para la seguridad del Estado», y con esto se estimulaban «las pasiones hostiles de la plebe a toda suerte de denuncias y persecuciones: vía fácil y expedita para perseguirlas de nuevo con odiosas vejaciones». Y sobre todo la ley, mediatizando a las órdenes religiosas, las sometía a la autoridad del Estado acabando con la enseñanza religiosa y secularizando totalmente la formación de las nuevas generaciones M. En este clima tenso y polémico, en el que el problema religioso se había ya convertido en bandera de combate presagiando en cierta manera el choque futuro, se produjo el nombramiento del Dr. Goma para la sede de Toledo, vacante desde hacía año y medio l5. El 12 de abril de 1933 el obispo de Tarazona era promovido arzobispo de Toledo, rompiendo la tradición de que fueran ya arzobispos los elevados a la dignidad de Primado l6. El 2 de julio hacía su entrada solemne en la diócesis acompañado del nuncio Tedeschini. Como primera y más clara manifestación de su pensamiento y actitud ante las circunstancias del momento, Goma hizo pública el 12 de julio su primera Pastoral como primado: Horas graves l7. Para el nuevo arzobispo la situación española era extrema en el orden político, social, moral y económico, al tratar de eliminarse a Dios de la vida pública. Pero el sector donde la gravedad se acentuaba con caracteres más profundos era el religioso 18. Citando las palabras concretas de Pío XI en la «Dilectissima Nobis», Goma denunciaba duramente la situación a que había quedado reducida la Iglesia: «De una situación de privilegio y respeto, se nos ha colocado en condición

14. Ibid. enOb. cit. supra 634 y 637-638. J. iRiBAR-RENen la Introducción a la obra Documentos colectivos del Episcopado español 1870-1974, comenta así las razones de la encíclica: «El sectarismo había llegado al colmo con una ley de congregaciones que tenía todo el olor a moho del viejo sectarismo francés: los frailes, peligro nacional. Pío XI, con firmeza, denuncia el propósito de desintegración de la Iglesia oculto en la ley de congregaciones, ley discriminatoria de un estamento de ciudadanos servidores de la Patria, absurda en la exageración del rencor contra la Compañía, ciega en la supresión del derecho a enseñar. El papa advierte a los ciudadanos de su derecho y deber de intervenir en la política activa, dentro de la legalidad, para obligar a que el Gobierno rectifique» (40). 15. La diócesis estaba regida en calidad de vicario capitular por D. Feliciano Rocha Pizarro, antiguo obispo auxiliar del cardenal Segura. 16. GRANADOS en Ob. cit. 56-57, alega la falta de datos conocidos para explicar este nombramiento y se remite a las palabras del propio Goma al nuncio Tedeschini en su saludo el día de su entrada en la diócesis, palabras que sólo ilustran sobre la posición personal del Primado. 17. Completa en Apéndice I de la Ob. cit. de GRANADOS, 277-305, de donde tomamos las citas textuales. 18. «Lo más grave de la hora presente y lo que más atañe a nuestro Oficio Pastoral es la precaria situación en que ha quedado nuestra religión santísima en nuestra Patria». (GRANADOS, Ob cit. 281).

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de inferioridad civil y social; y a nuestra actitud ejemplarisima de respeto y benevolencia, hasta llegar a generosos ofrecimientos de colaboración, se ha respondido con ininterrumpidos agravios. En dos años se nos ha aislad o c o m o si fuera la Iglesia una institución dañina o antisocial; se ha legislado en materia totalmente nuestra, con grave d a ñ o de la doctrina y de la disciplina de la Iglesia» 19.

Junto a las causas externas de la situación (acción de las fuerzas contrarias a la religión, ateísmo o laicismo político, con sus secuelas sociales), la Pastoral «Horas graves» señalaba también las causas internas: falta de convicciones religiosas en la gran masa del pueblo cristiano, rutina, cobardía e inconsistencia del pensamiento cristiano, flojedad de los sentimientos y manifestaciones de piedad que no arrancaban de una fe ilustrada y profunda 20, y, especialmente el abstencionismo y la indiferencia de los cristianos en la actividad pública y apostólico-social: «(...) hemos pasado poco más de medio siglo (...) desaprovechando a lo menos las fuerzas y las coyunturas para el ejercicio del apostolado, entretenidos santamente en el desempeño de nuestras funciones de ministros y administrados, pero sin esta tensión y esta vigilancia espiritual que son condición indispensable del vigor de la vida cristiana» 21 .

La situación, aun siendo grave, no podía degenerar en sólo lamentaciones estériles. El nuevo Primado proponía las líneas maestras de una acción futura. Ante todo, se imponía en los católicos el amor a la Iglesia, deshaciendo el error de que ésta pudiera constituirse en rival del Estado o de las democracias modernas; amor, que en España debía cobrar especiales

19. Pastoral «Horas graves», en GRANADOS, Ob. cit. 282. Para el Primado, esta actitud del Estado adquiría mayores proporciones al disponer el poder civil de más eficaces medios de acción: «En estas condiciones los múltiples tentáculos del poder estatal han llegado a todas partes y han podido penetrarlo todo, obedeciendo rápidamente al pensamiento único que le informa de anonadar a la Iglesia, que se ha visto aprisionada en una tupida red de disposiciones legales, pérfidamente afinadas por los proyectistas, sacadas a la luz por el peso de una mayoría hostil y ejecutadas con frecuencia (...) según el criterio cerril o cicatero de las autoridades lugareñas» (Ibid. 282-283). 20. «Desde un alto sitial se ha dicho que España ya no es católica. Sí lo es, casi toda, pero lo es poco; y lo es poco por la escasa densidad del pensamiento católico y por su poca tensión en millones de ciudadanos. A la roca viva de nuestra vieja fe ha sustituido la arena móvil de una religión de credulidad, de sentimientos, de rutina e inconsciencia; ha soplado recia la ventolera de la revolución anticristiana —errores, sofismas, leyes, persecuciones— y la casa de nuestra religión se cuartea. El miedo, la cobardía, las torpes conveniencias, tal vez la claudicación han hecho posible el crecimiento de las audacias de nuestros enemigos». (Pastoral «noras graves», en GRANADOS. Ob. cit. 288).

21.

Pastoral «Horas graves», en GRANADOS. Ob. cit. 291.

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matices al estar unida la Iglesia a su devenir histórico 22. Amor también a la patria, constituida no sólo por el solar de nacimiento sino por la sociedad, el Estado como organización política, la tradición, la historia 23. En los últimos años, se había planteado problemas en el orden legal que dificultaban los criterios de conciencia al encontrarse muchos católicos en la alternativa de «sacrificar su conciencia o no someterse a la ley». Los criterios propuestos por el arzobispo Goma eran reflejo de lo delicado del momento: «Sed profundamente respetuosos con la autoridad, que es garantía del orden social (...) Aprended a discernir, en los que ejercen la autoridad, su poder de su voluntad; este algo divino, que es la potestad de regir, y este algo, que puede llegar a ser diabólico, que es la mala voluntad con que pueden atentar contra los intereses de Dios (...). La mala voluntad y la mala ley que de ella procede es lo que debemos rechazar. Aún en este punto, deberemos proceder con máximo tiento, en discernir la bondad o malicia de una ley, cuyo juicio, en las cosas que atañen al orden espiritual, corresponde a la Iglesia, y en la forma de amoldarnos, de resistir a ella o rechazarla» 24. La «resistencia pasiva» a unas leyes que «vulneraban los sentimientos de una gran parte de la nación», no podía ser interpretada por el poder como desobediencia, sino «como obediencia a una ley y orden superior» 25. Los fieles españoles debían estar preparados para cualquier sacrificio, incluso el supremo, que exigiera el «obedecer a Dios antes que a los hombres», pero se hacía preciso también avanzar utilizando todos los medios legales para mejorar el orden y las personas existentes: «Si la nación dio el poder a quienes tal vez lo ejerzan contra el Dios de la nación, que se lo dé, cuando pueda, a otros que legislen según la voluntad de Dios» 26 .

22. «Decir que la Iglesia es rival del Estado, o una remora para que el poder político haga las sociedades fuertes, o una valla que se opone a las reivindicaciones democráticas, es villana calumnia o ignorancia crasa de su esencia, de sus recursos y procedimientos y de su historia. (...) Más yerran, y más daño causan a la Iglesia en estos tiempos de democracia, quienes la suponen enemiga de las formas e instituciones democráticas» (Pastoral «Horas graves», en GRANADOS, Ob. cit. 292 y

293).

23. Pastoral «Horas graves», en GRANADOS, Ob. cit. 296-298. 24. Ibid. 298. 25. Ibid. 298. 26. Pastoral «Horas Graves», en GRANADOS, Ob. cit. 299. Prescindimos del análisis de las relaciones teóricas entre el poder civil y religioso, comentadas también en esta Pastoral, por caer fuera del ámbito de nuestro trabajo. 10

Había llegado el momento en que los católicos debían actuar, en lo referente al cumplimiento de sus deberes cívicos, en una línea de conducta clara y neta: «(...) hoy se impone nuestra actuación en católico neto en todo cuanto se refiera al cumplimiento de nuestros deberes de ciudadanos españoles. No tienen derecho a ser gobernados en católico quienes ayudaron, tal vez, a forjar el instrumento de un gobierno anticristiano» 27. Como consigna final de la Pastoral Horas graves, la unión de todos en un esfuerzo común, dejando aparte las miras particulares, tratando de salvar el momento grave que atravesaba España 28. La toma de postura del Primado, especialmente en lo que se refería a la estrecha relación del catolicismo con la vida española, se reafirmará en todas sus manifestaciones posteriores, pero cobrará un especial relieve en estos años de la República con ocasión de su estancia en Buenos Aires, como representante de la Jerarquía española en el Congreso Eucarístico internacional, celebrado en esta ciudad en octubre de 1934: «¡Que España ha dejado de ser católica! En la Constitución sí; en su corazón no; y en la entraña llevan los pueblos su verdadera constitución. Yo respeto las leyes de mi país; pero yo os digo que hay leyes que son expresión y fuerza normativa a la vez de las esencias espirituales de un pueblo; y que hay otras, elaboradas en un momento pasional colectivo, sacadas con el fórceps de mayorías artificiosas manejado por el odio que más ciega, que es el de la religión, que se imponen a un pueblo con la intención malsana de deformarlo» 29. Además de la actividad pastoral inherente a su cargo, los años 1934 y 1935 fueron especialmente delicados para el arzobispo Goma que tuvo que hacer frente a una crisis interna de la Iglesia española. A su nombramiento para la sede de Toledo no siguió inmediatamente su elevación al cardenalato. Nominalmente era Primado de España, pero en la realidad sus derechos como tal (especialmente los referentes a la presidencia y dirección de las Asambleas de metropolitanos y al supremo control de la Acción Católica), 27. Ibid. 299. 28. «La división y la discordia cuando se trata de los supremos intereses de la religión, de defenderla ante la furia del enemigo o de reconquistar lo que se nos arrebató, sería torpeza imperdonable y crimen de lesa religión». (Pastoral cit. supra, 304). En esta labor común, et último apartado de la Pastoral que comentamos se dedicaba al deber de los seglares de entrar y potenciar las organizaciones de Acción Católica para una mejora del orden religioso, político y social. 29. Discurso sobre la Hispanidad, en el teatro Colón de Buenos Aires, 12 de octubre de 1934. Completo en Antilaicismo, Rafael Casulleras, Barcelona 1935, 50. 11

eran discutidos por el cardenal de Tarragona Vidal y Barraquer que contaba con el apoyo del nuncio Tedeschini30. Goma juzgaba que más que razones históricas de rivalidad entre Toledo y Tarragona, subyacían en el problema implicaciones de tipo personal —la tensión entre el nuncio y el anterior Primado, Segura— y de tipo político como consecuencia del Estatuto de autonomía concedido a Cataluña 31. Pensaba también que, además de su sentido tradicional, la Primacía de Toledo era de «una gran conveniencia para los negocios de la Iglesia en España» en orden a la actuación general de la misma: «(...) es de gran conveniencia (...) que haya quien sugiera o recoja las sugerencias, aune criterios, señale orientaciones, represente al Episcopado en las relaciones con las naciones extranjeras, todo ello dentro de una Primacía que no puede rebasar los límites de una representación de honor, de presidencia y de dirección según las exigencias de la costumbre tradicional» n. La situación de Goma era delicada precisamente por ser de origen catalán 33, pero se opuso a cualquier intento que en su opinión significara disminuir las prerrogativas de la sede toledana, llegando incluso a escribir al nuncio que estaría dispuesto a renunciar al cargo si ello fuera necesario para conservar los derechos primaciales 34. Después de varias e infruc-

30. Sobre el problema de la primacía de Toledo en estos años, la documentación es forzosamente insuficiente pues, dado que el Archivo del cardenal Goma fue saqueado en julio de 1936, falta la inmensa mayoría de los documentos del período anterior a la guerra. 31. «Nótese que los ataques a la primacía de Toledo, han coincidido con el aumento extraordinario del espíritu más o menos separatizante de algunas regiones y con la desorientación producida en el campo católico ante los graves problemas de hecho y de derecho que se han ofrecido estos últimos años en el panorama de la vida nacional (...). Nadie ignora que en estos últimos años ha habido en algunas regiones españolas una tendencia política que más o menos las desvinculaba del poder del Estado. Tampoco es desconocido el hecho de que en situaciones semejantes la religión, factor todavía poderoso en el alma nacional, ha sido utilizada para fines de orden político (...). Es incuestionable que ha habido una tendencia, en algunas regiones, a conformar una especie de estatuto religioso según las características del estatuto político» (Informe del cardenal Goma La primacía de Toledo, en ACGT, E-II-8, pags. 2 y 3). Advertencia: Las siglas que utilizamos para las referencias del Archivo del cardenal Goma serán las siguientes: ACGT, con la especificación de Secciones (A,B,C, etc.,), número de Carpeta (I,II,II, etc.,) y número de Documento con paginación. 32. Informe citado del cardenal Goma La primacía de Toledo, ACGT, E-II-8, pag. 2. 33. GRANADOS, en Ob. cit. 63 reproduce párrafos de una carta del Primado al nuncio escrita el 20 de junio de 1934 confirmando este supuesto. 34. «Si el breve tiempo de mi pontificado en Toledo hubiese bastado para demostrar que se engañó la Santa Sede al poner en mí sus ojos para este cargo, sin pena dejaré lo que sólo acepté con la esperanza de ser útil a la Iglesia; y si algún sacrificio esto pudiera constar a mi amor propio, con gusto lo haría si ello había de ser para evitar a esta sede la pérdida de sus pe12

tuosas conversaciones con Mons. Tedeschini, resolvió presentar directamente el asunto en Roma 35. La primera ocasión la tuvo en diciembre de 1935 a raíz de su elevación al cardenalato. Como fruto de sus gestiones, fue expedido a la Nunciatura en Madrid u n escrito de la Sgda. Congregación de Asuntos Eclesiásticos extraordinarios, con fecha de 2 de enero de 1936 en el que «se insistía en conservar en favor del arzobispo de Toledo su cualidad de Primado, primus ínter pares, con derecho a la presidencia de las Conferencias de metropolitanos, a dirigir la Acción Católica, de acuerdo con la comisión de metropolitanos designados para ello y como representante de ellos, y a intervenir en toda la ordenación eclesiástica del país» 36. Posteriormente, dado que en la Nunciatura, se seguía difiriendo la resolución de la Santa Sede, excluyendo al Primado de la Comisión suprema de dirección de la Acción Católica, realizó otro viaje privado a Roma en abril de 1936. Después de varias entrevistas en la Curia vaticana con el cardenal Pacelli, Secretario de Estado y con el mismo Pío XI, logró que la Santa Sede enviara una nueva carta a Mons. Tedeschini con fecha de 25 de abril, confirmando las atribuciones del ya cardenal Goma: «No hay duda de que ahora concierne al Emmo. Sr. cardenal arzobispo de Toledo, convocar y dirigir las Conferencias Episcopales (...). En cuanto a la Acción Católica (...) siendo él también Primado (...) deberá asimismo convocar y presidir la citada Comisión de los Emmos. cardenales y de los Excmos. arzobispos» 37. En la resolución definitiva del pleito por la primacía de Toledo, aparte las gestiones personales, es indudable que influyó decisivamente el nombramiento del arzobispo de Toledo como cardenal. Fue creado como tal en el Consistorio de 16 de diciembre de 1935, juntamente con Mons. Tedeschini, recibiendo la birreta y el capelo en Roma pocos días después de manos del papa. A su vuelta a Toledo, Goma hizo pública una nueva Pasculiares prerrogativas, y a mí el dolor de que en mí acabase la serie más que milenaria, de los gloriosos prelados que ostentaron la Primacía de la Iglesia española». (Escrito presentado por el Dr. Coma al nuncio Tedeschini, en junio de 1934. Transcrito en parte por GRANADOS, en Ob. cit. 64). 35. Sobre el intercambio de cartas con M o n s . Tedeschini, Granados da una amplia versión en Ob. cit. 63 ss. El Dr. Goma sintetizó su p u n t o de vista sobre esta cuestión en el ya citado Informe La Primacía de Toledo, (ACGT, E-II-8). 36. Informe citado La Primacía de Toledo, (ACGT, E-II-8, pag. 4). 37. Carta de Mons. G. Pizzardo, secretario de la Congregación de Asuntos Eclesiásticos extraordinarios, al pro-nuncio Tedeschini, de 25 de abril de 1936. (Tomada de la copia enviada por Mons. Pizzardo al cardenal Goma y transcrita en el citado Informe sobre La Primacía de Toledo, ACGT, E-II-8, pag. 5).

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toral, fechada el 24 de enero de 1936: «Nuestra vuelta de Roma» . Después de los gobiernos centristas y de centro-derecha del bienio 19341935 39, la convocatoria de elecciones a comienzos del año 1936, volvía a plantear problemas cara a las posibles coaliciones en el campo católico. La Pastoral del cardenal Primado resaltaba las consignas recibidas del papa en orden a dos aspectos: la intensificación de la labor de la Acción Católica y la unión de los católicos en el campo político. Especialmente en este último punto insistía el cardenal Goma, desde el enfoque de la defensa del orden religioso frente a actitudes hostiles del sector social y político: «Si el instrumento forjador de irreligión es el voto de los laicos o una convergencia de partidos políticos de profesión laica o un Gobierno laico, no se puede contrarrestar la acometida, en régimen democrático, sino con la suma de votos y de los partidos de afirmación religiosa, yendo a la conquista del poder político para la tutela del orden religioso» 40. Derechos de la Iglesia, saneamiento de la escuela y cristianización de la familia eran los objetivos que debían cubrirse cara a las elecciones. El Primado, ante unos momentos comprometidos, y difíciles para la vida nacional, no juzgaba prudente descender a aplicaciones demasiado concretas y así lo hacía constar en su Pastoral. Pero sí insistía en la necesidad de respetar un orden de valores prioritarios, en los límites de conciencia en la inscripción y voto de los católicos, en la necesidad de sacrificar las particulares conveniencias en aras del bien general y en la caridad mutua: «En la actitud política que adoptéis (...) no olvidéis ni ahora ni nunca, que vuestro primer deber es salvaguardar los derechos de Dios en la sociedad (...). Queda pues libre el ciudadano de dar su nombre a cualquiera de los partidos políticos, cuyo programa no sea contrario a las doctrinas de la Iglesia. Pero esta libertad tiene un límite (...) un tope (...) son los derechos de Dios y los intereses de la religión. Evitad toda violencia. Respetad la libertad de quienes no piensen igual que vosotros» 41. El triunfo del Frente Popular el 16 de febrero, trajo consigo el establecimiento de una situación en que las tensiones se agudizaron en grado su38. «Boletín Oficial Episcopado de Toledo», 1 (1936). Completa en Apéndice 2 de la Ob. cit. del Dr. GRANADOS, 306-317. Nuestras citas corresponden a este Apéndice. 39. V. PALACIO ATARD, en Diccionario de Historia. Eclesiástica, II, C.S.I.C. Madrid 1972, 1179-1184, alude a la negociación de un «Modus vivendi» entre el Gobierno español y el Vaticano en esta etapa. De hecho, una misión española, presidida por el ministro de Estado, Pita Romero, se estableció en Roma para entablar relaciones conducentes a ello. Los acontecimientos posteriores frustraron toda esperanza de arreglo. 40. Pastoral «Nuestra vuelta de Roma», en Ob. cit. 314. 41. Ibid. 315-316.

mo. El Primado había sido consultado durante el período electoral por diversos sectores políticos católicos, entre ellos por componentes de Acción Española, pero pasadas las elecciones juzgaba la situación con una visión absolutamente pesimista 42. Poniendo en guardia a sus sacerdotes publicó una Circular dando normas concretas para su comportamiento en las circunstancias presentes, recomendando y mandando se abstuvieran de intervenir en política y se mostraran deferentes para con las autoridades civiles fuera cual fuera su actitud ii. Ante las ya claras agresiones de que era objeto la Iglesia u, visitó el 1 de abril a Azaña, presidente del Consejo de Ministros para reclamar «para las cosas y personas sagradas el respeto y amparo que les son debidos». La entrevista, según crónica oficial del mismo Boletín de la diócesis de Toledo, fue cordial y el Sr. Azaña «ofreció que los derechos reconocidos por las leyes a la Iglesia serán debidamente respetados» 45. Hasta el 18 de julio no hubo más contactos oficiales entre el Primado y el Gobierno. Pasado el mes de mayo, fue nombrado obispo auxiliar de Toledo, D. Gregorio Modrego, secretario de cámara del arzobispado. Goma se propuso trasladarse a Tarazona para consagrarle. El estallido de la guerra echaría por tierra estos planes, abriendo un nuevo cauce a la actividad del Primado que pasaría a ocupar uno de los puestos clave de la vida nacional española 46.

42. «Y refiriéndome ahora al estado general de las cosas en España, lo reputo francamente malísimo, sin que humanamente se vea el remedio de ello. La revolución triunfante; sin escrúpulos en los procedimientos para afianzarse; con la imposibilidad de los gobernantes ante los inauditos atropellos que la Iglesia ha sufrido estas semanas últimas (...); el desconcierto en los elementos políticos de derechas, desunidos algunos de ellos hasta el rencor; pérdida de la tensión espiritual de nuestro cristiano pueblo, efecto de pasados desengaños (...)». (Carta del cardenal Goma al P. Ledochowski, general de la Compañía de Jesús, 1 de abril de 1936. Citada por GRANADOS, en Ob. cit. 73).

43. Circular de 20 de febrero de 1936, en BO AT, 3 (1936). 44. «Entre el 16 de febrero y el 2 de abril de 1936, 142 iglesias o conventos fueron asaltados, incendiados o destruidos en medio de tumultos populares» (V. PALACIO ATARD, en el ya citado artículo del Vol. II del Diccionario de Historia Eclesiástica de España). 45. Crónica de la visita del Primado al Sr. Azaña en BOAT, 3, (1936). 46. Omitimos los detalles sobre la actividad propiamente pastoral del cardenal Goma en estos meses. Sus mayores esfuerzos se dirigieron a la búsqueda de una mayor eficacia en la enseñanza religiosa. Entre las publicaciones más importantes de esta época es de resaltar, por su enorme difusión Los Santos Evangelios, (Edición concordada de los Evangelios, enero 1936). 15

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1.2.

EL SIGNIFICADO Y CONTENIDO DE LOS PRIMEROS INFORMES GENERALES A ROMA

El alzamiento del 18 de julio sorprendió al cardenal Goma en Tarazona, donde había acudido a consagrar a su obispo auxiliar D. Gregorio Modrego, futuro vicario general castrense, consagración que debía tener lugar el 25 de julio y que tuvo que aplazarse hasta el 11 de octubre. En la imposibilidad de poder trasladarse a Cataluña para pasar allí unos días de descanso como todos los veranos, el Primado se instaló primero en Belascoain, balneario próximo a Pamplona y, posteriomente, a esta ciudad que será su sede permanente durante casi dos años 47. A primeros de agosto comenzó Goma a enviar sus relaciones sobre los sucesos españoles a la Santa Sede, inicio de_unalarga^ información ininterrumpida durante toda la guerra 48. La importancia de estos informes primeros es grande. Ante todo, porque su autor, en aquellas fechas y en ausencia del cardenal Vidal y Barraquer, era_prácticamente la máxima representación de la Iglesia española como Primado, tanto cara al interior como al exterior 49. Por otro lado, no existiendo nuncio en España desde la elevación al cardenalato del anterior Mons. Tedeschini, las noticias de Goma suponían para la Santa Sede la única vía, aunque fuera oficiosa, de información desde territorio español 50 . Pero especialmente —y queremos subrayar este aspecto— los 47. La residencia habitual del cardenal Goma fue el convento de las Josefinas. Aunquerealizó varias visitas a Toledo, la inseguridad que ofrecía su diócesis cercana al frente de Madrid y la necesidad de sus viajes constantes a Burgos y Salamanca a partir de su nombramiento como representante oficioso de la Santa Sede, junto con la mayor facilidad de comunicaciones con el extranjero, hizo que tuviera que permanecer afincado en Pamplona hasta 1938. 48. Mons. ANASTASIO GRANADOS, en su ya citada obra El cardenal Goma Primado de España, cifra en 130 los Informes que sobre asuntos diversos envió el Primado al Vaticano. Consultado el Archivo del cardenal Goma en Toledo, creemos que la cifra es bastante superior, toda vez que el número que cita Mons. Granados se refiere sólo al período en que Goma actuó como representante oficioso de la Santa Sede ante el Gobierno nacional, desde diciembre de 1936 a octubre de 1937. 49. R. MUNTANYOLA, (Vidal y Barraguer el cardenal de la paz, Estela, Barcelona 1971) ofrece una relación detallada de las vicisitudes sufridas por el cardenal Vidal y Barraquer en los últimos días de julio de 1936: su detención por la F.A.I., los esfuerzos de la Generalitat por salvar su vida y su expatriación a Italia donde residió en la cartuja de Farneta cerca de Lucca. El mismo Vidal y Barraquer en carta a Goma el 9 de febrero de 1937, contaba brevemente los momentos vividos hasta su llegada a Lucca. 50. El nuncio, Mons. Tedeschini, había sido creado cardenal a fines de 1935, aunque continuó en Madrid algunos meses más como pro-nuncio. Fue nombrado para sucederle Mons. Cortesi, pero no llegó a tomar posesión. El auditor de la Nunciatura en Madrid, Mons. Silvio Sericano que estaba al frente de la misma, al llegar el 18 de julio salió pronto de Madrid 16

juicios del Primado en estos primeros momentos de la guerra, van a resultar decisivos a la hora en que la Santa Sede tome postura (ciertamente cautelosa, pero de indudables consecuencias) cara a la situación española. Nos referimos concretamente al nombramiento del cardenal como representante «confidencial y oficioso» del Vaticano ante el Gobierno nacional, a finales de diciembre de 1936, punto éste que desarrollamos en el capítulo tercero. Existe también otro factor a tener en cuenta en el análisis de estos documentos, y es el significado que el hecho de la guerra, con toda su enorme carga ideológica, tenía para el Primado y con él para un gran sector de la Iglesia española. Era evidente que al no existir otras instancias superiores, Goma se vio obligado a poner en conocimiento de la Santa Sede el nuevo estado de cosas: «Mi propósito no es otro que (...) informar a la Santa Sede de cuanto pueda ayudar a formar juicio exacto del movimiento que hoy conturba a esta Nación» 51. Sin embargo, la información no procedía de un punto de observación extraño y ajeno al problema. La Iglesia española no era sujeto activo de la guerra, pero sí ciertamente pasivo. El Primado, desde el comienzo mismo, formuló su diagnóstico: «La lucha es cada día más sangrienta (...), no se prevé fin próximo para la guerra, pues ventilándose como se ventilan, ideales diametralmente opuestos no se prevé ni tregua ni transacción. Ambas partes dicen aspirar nada menos que al exterminio de la otra, y es opinión unánime que el triunfo de la una importará el aniquilamiento de la otra. Ahora bien, como al lado del Gobierno de Madrid luchan los elementos marxistas, comunistas y anarquistas (...), de ahí el temor de que su triunfo traería consigo la implantación del comunismo» 52. Hasta que se planteó el problema de los roces de la Junta de Defensa con el obispo de Vitoria, D. Mateo Múgica, problema del que tratamos en instalándose en Roma. En el momento de producirse esta situación, regentaba la Embajada de España ante el Vaticano, D. Luis de Zulueta que también abandonó Roma. Las relaciones diplomáticas entre el Vaticano y el Gobierno de la República quedaron rotas, si no «de iure», sí «de facto». No volverán a restablecerse a pesar de los intentos de M. de Irujo (Ministro sin cartera y de Justicia con el Gobierno de Largo Caballero y posteriormente con el de Negrin), y de la Unión Democrática de Cataluña en 1937 y 1938. 51, Carta del cardenal Goma al cardenal Pacelli, Secretario de Estado, 17 de agosto de 1936 (ACGT, A-I-s.n. pag. 1). 52. Carta del cardenal Goma al cardenal Pacelli, 17 de agosto de 1936 (ACGT, A-I-s.n., pags. 1 y 2). 17

el capítulo segundo, no hubo ningún contacto del cardenal Goma con el órgano supremo de mando de la zona nacional. Tampoco lo hubo con el general Franco, una vez proclamado Jefe de Estado, hasta que a finales de octubre de 1936 y de paso hacia Toledo, el mismo Primado solicitó una entrevista para tratar la cuestión de los sacerdotes vascos fusilados a la que más adelante aludiremos " . En cambio, sí que hubo contactos entre Goma y la Junta Carlista de guerra, algunos de cuyos componentes le visitaron varias veces en Pamplona 54. Por ello, determinadas noticias y ciertas opiniones, tienen en sus informes —como iremos viendo— una clara huella de este matiz " . Ello no es obstáculo para que Goma expusiera con toda independencia su juicio, condicionado ciertamente al desarrollo de unos hechos que, en sus comienzos, eran todavía algo confusos. Insistimos en que la interpretación sobre el sentido de la guerra —especialmente a la vista de la experiencia que el cardenal vivía en Pamplona— aparece desde el primer momento en los Informes a Roma. Sin embargo su expresión pública cara a los católicos españoles y con resonancia en el extranjero, no se va a formular hasta que el Primado no tenga constancia clara de la postura del Vaticano, que se manifestará en cierta manera en el discurso de Pío XI a los refugiados españoles el 14 de septiembre 56. El Primer Informe enviado al cardenal Pacelli, secretario de Estado, está fechado el 13 de agosto de 1936 y supone una síntesis de las noticias recibidas hasta el momento, apuntando además los problemas que, a juicio del Primado, podían presentarse —tanto en el orden político como en el religioso—, a raíz del levantamiento del 18 de julio 57, Las causas inmediatas del alzamiento (su «génesis» como concretaba

53. También en nuestro capítulo segundo, apartado 3. 54. Aparte los datos encontrados en el Archivo del cardenal Goma, nos atenemos también a los proporcionados en varias entrevistas por el que fue secretario particular del primado desde el año 1934 hasta su muerte en agosto de 1940. Mons. ANASTASIO GRANADOS, antiguo obispo de Palencia, fallecido en 1978. 55. Los escritos e informes de Goma —aunque dentro de su peculiar estilo personal, apasionado y sensible— no traslucen preferencias personales de tipo político y muestran como una cierta frialdad a la hora de exponer al Vaticano los problemas que se planteaban cara al futuro político concreto de España. Pero aun sin mantener una dirección política determinada, tenía simpatías por el tradicionalismo, sobre todo en lo que se refería a la configuración «católica» de la sociedad. Por otro lado, su estancia en Pamplona le hizo, lógicamente, más accesible a esta influencia. 56. Analizamos pormenorizadamente este Discurso en nuestro capítulo cuarto, apartado 2. 57. Título completo: Informe acerca del levantamiento cívico-militar de España en julio de 1936. (ACGT, A-I-s.n.). 18

el Informe), se enlazaban con «la labor desdichada de la República en el orden religioso, civil y económico durante el bienio 1931-33» 58 que se había acentuado a raíz de las elecciones de febrero de 1936, creando una «tensión enorme del espíritu religioso y patriótico que culminó a raíz del asesinato del Sr. Calvo Sotelo» 59, El estallido del movimiento militar, se consideraba «providencial» ante la amenaza cierta de un movimiento comunista que, apoyado por Rusia, debía estallar por las mismas fechas, y que hubiera tenido una gran repercusión tanto en la Iglesia como en sectores de la población civijconsiderados como «derechistas» 59 bis. ~. (LSL naturaleza y carácter>del reciente movimiento eran juzgados por el "cardenaíTjomSIeTa siguiente forma: «En conjunto puede decirse que el movimiento es una fuerte protesta de la conciencia nacional y del sentimiento patrio contra la legislación y procedimientos del Gobierno de este último quinquenio, que paso a paso llevaron a España al borde del abismo marxista y comunista» m. Sin embargo, esta idea general no prejuzgaba los móviles concretos que habían impulsado a todos los protagonistas del alzamiento y que no podían precisarse: «Unos se mueven, sin duda, por el ideal religioso al ver profundamente herida su conciencia católica por las leyes sectarias y laicizantes y por las desenfrenadas persecuciones; otros, por ver amenazados sus intereses materiales por un posible régimen comunista; muchos, por el anhelo de una paz social justa y por el restablecimiento del orden material profundamente perturbado; otros, por el sentimiento de unidad nacional amenazado por las tendencias separatistas de algunas regiones» 61. Junto a la diversidad de móviles, la variedad de las ideologías políticas enjos.dirigentes del movimiento, que discurrían desde los partidarios de

58. Informe, citado supra, pag. 1. 59. «La forma de las elecciones de febrero último, sobre las que ya tuve el honor de informar a la Santa S«de; las coacciones gubernamentales para lograr una mayoría artificial, con manifiesto vejamen de los partidos de centro-derecha; la prosecución, especialmente de la labor legislativa del bienio primero; la falta absoluta de autoridad, o mejor, la complicidad del Gobierno con las bandas de malhechores que tenían perturbado profundamente el orden público, sin garantía ninguna para personas, cosas y derechos produjo la tensión enorme del sentido patriótico y religioso que culminó a raíz del asesinato del Sr. Calvo Sotelo». (Informe, cit, supra, pag. 1). 59 b i s ). Cfr. Informe, cit. supra, pag. 2. 60. Informe acerca del levantamiento..., cit. de 13 de agosto de 1936 (ACGT, A-I-s.n., pag. 2). 61. Ibid. pag. 2. 19

«una República laizante, pero de orden», hasta la de los que combatían «con la imagen del Corazón de Jesús en el pecho y que quisieran una monarquía con unidad católica, como en los mejores tiempos de los Austrias» 62. indudablemente que, a pesar de este pluralismo de intenciones e ideologías, había un punto en el que la convergencia parecía asegurada, y era el propósito unánime de asentar el futuro español en un sistema que salvaguardara las bases fundamentales de la civilización occidental y cristiana: «Cierto que, como en la civilización cristiana están salvaguardados todos esos intereses, aun los de orden material y temporal, los dirigentes del movimiento, según se desprende de sus proclamas y arengas, propenden a la instauración de un régimen de defensa de la civilización cristiana» 63.

A pesar de ello, existían dos factores de preocupación cara al futuro que el Primado exponía a Secretaría de Estado. Uno, de carácter político, era la falta de compromisos formales sobre ciertas cuestiones, especialmente sobre la forma que habría de tener el nuevo Estado español, caso de triunfar el Movimiento: «Ello podría malograr en parte la victoria y causar descontento en su día a grandes núcleos que han ofrendado su vida y derramado su sangre primero y ante todo por la defensa de la religión» M . El segundo se refería a las relaciones del futuro Estado con la Iglesia. Por el momento, no se había especificado nada concreto, aunque se había _adqptado en el programa común la fórmula de «separación deja Iglesia y el Estado». Todavía era prematuro aventurar juicios y se hacía necesario esperar:

inmediatamente otra serie de fuerzas: requetés, falangistas, sectores de Acción Popular y de Renovación española **. Resaltaba de modo especial el apoyo de grandes núcleos de la población española: «La inmensa mayoría de los españoles, el verdadero y tradicional pueblo español, vio desde el primer momento con gran simpatía el movimiento, más aún, lo consideró como un hecho providencial para evitar la ruina de todos los valores hispanos, y muchísimos tomaron al punto las armas para secundar el movimiento insurgente» 67. Creía el cardenal, y así lo manifestaba, que el triunfo nacional hubiera sido rápido a no ser por el surgimiento de una serie de obstáculos que lo habían retrasado. En el orden político-militar, la defección de la Armada y la situación de Cataluña eran los principales. Pero el que el Primado juzgaba de peores consecuencias era la actitud del Partido Nacionalista Vasco que se había situado al lado de las fuerzas del Frente Popular en Vizcaya y Guipúzcoa, con el agravante de que sus fuerzas luchaban contra sus hermanos de religión del lado nacional: «Así se da el caso que dos bandos, los más representativos del catolicismo español, nacionalistas vascos y tradicionalistas navarros, luchan encarnizadamente entre sí en los campos de batalla del norte, haciendo causa común, por una parte; los nacionalistas con los comunistas y el ejército del Gobierno, y por otro los tradicionalistas con el ejército insurgente. Nunca se pudo llamar con mayor razón una lucha 'fratricida'» 68. Al cardenal habían llegado llamadas y presiones de todo tipo para que interviniera en lo que se juzgaba un escándalo. Los obispos de Pamplona y Vitoria estaban asimismo interesados en tratar de poner remedio y habían pedido a Goma les redactara un documento en «el que se declarara la improcedencia o ilicitud de la conducta del nacionalismo vasco» 69, escrito

«Falta ver el alcance que se dará a esta proposición» 63. Continuando su relación, el Primado hacía en su Informe una breve síntesis del levantamiento, iniciado por el ejército y al que se había sumado

62. Informe acerca del levantamiento..., cit. de 13 de agosto de 1936 (ACGT, A-I-s.n. pag. 3). 63. Ibid. pag. 2. 64. Informe acerca del levantamiento..., cit. de 13 de agosto de 1936 (ACGT, A-I-s.n. pags. 2-3). La idea la había tomado Goma de fuente tradicionalista, según manifestación que él mismo anotaba haber recibido de uno de sus dirigentes. (En el Informe que comentamos no se cita el nombre, aunque podría tratarse muy bien del mismo Fal Conde o del Conde de Rodezno). 65. Informe, cit. supra, pag. 3. 20

66. «Inició el movimiento el ejército de África, y fue inmediatamente secundado por las guarniciones de Pamplona, Zaragoza, Castilla la Vieja, parte de la Nueva, Asturias, Galicia, Baleares y Canarias (...). Al movimiento del ejército se sumaron al punto muchos millares de milicianos de los Requetés (tradicionalistas), de las Falanges (fascistas), de Acción Popular y de Renovación española (monárquicos del antiguo régimen). Solamente de los requetés de Navarra hay ya más de 30.000 en los frentes de batallar otros muchos miles esperan las órdenes de incorporación». (Informe acerca del levantamiento..., cit. de 13 de agosto de 1936, ACGT A-I-s.n. pag. 3). 67. Informe acerca del levantamiento..., cit de 13 de agosto de 1936 (ACGT, A-I-s.n pag. 3). 68. Ibid. pag. 4. 69. Informe acerca del levantamiento..., cit. de 13 de agosto de 1936 (ACGT, A-I-s n pag. 5).

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que había salido a la luz el 6 de agosto pasado con la firma de D. Mateo Múgica y D. Marcelino Olaechea 69 bis. El Primado enviaba esta Pastoral conjunta a Roma como anejo a su Informe, pero no creía que tuviera eficacia concreta debido al apasionamiento reinante. Destacaba además en su relación los problemas derivados de la intervención de sacerdotes y religiosos en la lucha: «Consta, por otra parte, de sacerdotes que se han puesto al frente de partidas nacionalistas. La intervención de la clerecía secular y de muchos religiosos en esta lucha, como en la de los pasados comicios, es cosa frecuentísima; lo considero como un grave peligro para la vida religiosa del país y para la paz de las almas» 70. Todavía era pronto para efectuar un balance de los resultados de un mes escaso de guerra. Lo único que podía adelantarse era que las noticias procedentes de la zona no dominada por los nacionales hablaban de auténticas catástrofes, especialmente en lo referente a los intereses religiosos: «Hace pocos días se me notificaba oficialmente el asesinato del Sr. obispo de Sigüenza, sufragáneo de Toledo, después de haber sido objeto de toda clase de befas y escarnios; su cadáver fue quemado dos veces. Me llegan noticias, que no han sido confirmadas, de la triste suerte que hayan podido correr los Sres. obispos de Ciudad Real y Cuenca, también sufragáneos de Toledo» 71. El ejército nacional —por lo que Goma había podido comprobar—, mantenía una tradición religiosa, siendo frecuentes los actos públicos de este tipo en varias ciudades. Pero además, los voluntarios unidos al ejército se distinguían también por su fe religiosa, especialmente los tradicionalistas: «Merecen especial mención, en este último aspecto, las milicias tradicionalistas (requetés). Es preciso ser testigo presencial de lo que ocurre en Navarra para darse cuenta de la densidad de vida religiosa de esta región, que ha militarizado la mayor parte de su población masculina. Son muchas las familias en que no ha quedado varón útil para las armas que

69 bis . Sobre el alcance y contenido de la Pastoral conjunta de los obispos de Pamplona y Vitoria, nos remitimos al capítulo cuarto, apartado 1. 70. Informe, cit. supra, pag. 5. 71. Informe acerca del levantamiento..., cit. de 13 de agosto de 1936 (ACGT, A-I-s.n. pag. 6). Las primeras noticias de los asesinatos de sacerdotes y religiosos daban pie a este comentario que añadía Goma en el Informe que comentamos: «Ante estos hechos y otros innumerables, cabe afirmar que hay una mano diabólica que dirige el movimiento y que éste va principalmente contra la Iglesia de Jesucristo» (Ibid. pag. 7).

no se haya alistado para la guerra, estando en período de recolección de las cosechas. Todos consideran la actual contienda como una guerra santa y nadie sale al frente sin confesar y comulgar» 72. Indudablemente, el ambiente que se vivía en Pamplona impresionaba al Primado que traslucía en su información su impresión real ante lo que ob ser y aba; «Es mi convicción que no se hallaría hoy otro pueblo que se alzara en armas como éste, por puro sentimiento religioso» 73. El sentido religioso no faltaba tampoco en el resto de las fuerzas unidas al ejército sublevado, si bien el Informe a Roma precisaba que, aunque la inmensa mayoría eran católicos prácticos, la nota dominante de los grupos de Renovación española y Falangistas era la del «sentimiento patrio» 74. Dado que en ambos bandos concurrían determinadas características, relacionadas sobre todo con los supuestos básicos del orden político-social y religioso, Goma se pronunciaba ya claramente respecto al sentido de la guerra en curso, en términos que se mantendrán casi invariables en todos sus escritos futuros: «Puede afirmarse que en la actualidad luchan España y la anti-España, la religión y el ateísmo, la civilización cristiana y la barbarie» 75. La lucha, ya en esos momentos, había tomado los caracteres de una «cruentísima guerra civil» que rebasaba los límites de un choque entre dos fracciones opuestas del ejército. El movimiento se había convertido «de puramente militar en nacional». Si éste fracasara «la consecuencia fatal sería la implantación del régimen comunista» 76. En el caso de su triunfo se veía posible «que en plazo relativamente breve quedaría asegurado el orden material (...) y se_miciaría una era de franca libertadP„ara la Iglesia», aun-

72. Informe acerca del levantamiento..., cit. de 13 de agosto de 1936 (ACGT, A-I-s.n. pag. 7). 73. Ibid. pag. 7. Como expresión de estas vivencias religiosas adelantaba el Informe las medidas tomadas en Navarra para la restitución del crucifijo en las escuelas y la obligación de la enseñanza del catecismo en las mismas. 74. «Tal vez —añadía Goma al referirse a los falangistas— haya que reprochar al Fascio la dureza en las represalias.» (Informe, cit. supra, pag. 8). 75. Informe acerca del levantamiento..., cit. de 13 de agostp de 1936 (ACGT, A-I-s.n. pag. 8). La misma idea será recogida por Pío XI en su Discurso a los refugiados españoles el 14 de septiembre. 76. Informe, cit. supra, pag. 8. 23

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que_no se descartaba que pudieran surgir fricciones entre los distintos sectores que apoyaban al movimiento, dadas sus diferencias ideológicas 77 . La problemática futura, caso de que el movimiento triunfase, la centraba el cardenal en cuatro bloques de cuestiones. Las primeras, hacían referencia a la forma del régimen futuro. El Primado anotaba que la revolución y el alzamiento no se hacía al «grito de ¡Viva el Rey! ni de ¡Viva la República!, sino de ¡Viva España!» 78; además existían grandes «núcleos de población a los que resulta indiferente el vivir bajo una República o Monarquía» 79. Todo ello le confirmaba en la opinión de que una restauración monárquica no era factible por el momento: «Creo que (...) no es de esperar una restauración de la monarquía, tanto por la diversidad de opinión acerca de la forma de régimen, como por la falta de acuerdo entre los monárquicos acerca de la persona del Rey que hubiera de entronizarse» 80 .. Los segundos problemas se plantearían «al intentar la rectificación, absolutamente necesaria, en lo que atañe a la forma del Estado futuro, a sus relaciones con la Iglesia, a la economía nacional, a la equitativa distribución de la riqueza, a la particitación de clases en el régimen del Estado, a la personalidad política de algunas regiones» 81. En suma, a todas las líneas maestras de configuración de un nuevo Estado, todavía envuelto en incógnitas. Una cuestión delicada de tipo político, era asimismo la articulación y peso específico de cada una de las fuerzas que se habían sumado al movimiento: «Sobre todo, se planteará el problema previo de la valorización del esfuerzo que en la lucha actual aportan los diversos sectores de militantes

77. Ibid. pag. 8. Goma insistía en la cuestión planteada por la falta de acuerdos previos relativos especialmente a la cuestión de la unidad católica de España, reivindicada por los tradicionalistas: «No obstante por la falta de acuerdos previamente adoptados (...) es de temer que fuertes núcleos, los más numerosos, que ofrendan sus vidas luchando valerosamente al lado de los militares, y que lo hacen ante todo por defender la religión y para hacer resurgir la unidad católica de España, quedarían tal vez defraudados al liquidar la victoria, pues la diversidad de ideología y de sentimientos religiosos de los militares más conspicuos es muy notable» (Ibid. pags. 8 y 9). 78. Informe acerca del levantamiento..., cit. de 13 de agosto de 1936 (ACGT, A-I-s.n. pag. 9). 79. Ibid. pag. 9. 80. Ibid. pag. 9. 81. Ibid. pag. 9.

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—de ideología tan diversa— en orden a su participación en el régimen político del país» 82. Pero si la estructura política tendría que hacer frente a toda esta serie de dificultades, agravadas por el lastre de experiencias históricas negativas 83 , el Informe del cardenal destacaba con especial relieve los grandes problemas con que tendría que enfrentarse la Iglesia española, una vez que finalizase la guerra; problemas que se presentaban a la vez como labor a desarrollar en una «España nueva»: «Reconstrucción de lo perdido en el orden material, en cuanto sea dable; reforma de nuestros seminarios; arreglo económico que nos consienta vivir con decoro y desarrollar nuestra acción; reconquista paulatina de una situación legal en consonancia con las exigencias de la conciencia católica del país; rectificación de procedimientos en nuestro apostolado; coordinación de esfuerzos para el logro de objetivos de orden general; mayor eficiencia de las organizaciones de Acción Católica; intensificación del apostolado popular para la reconquista del alma del pueblo, especialmente de las masas obreras que estamos a punto de perder; orientación y control de la prensa católica para que trabaje toda según las directrices de la Iglesia; formación de la conciencia popular en orden a los derechos y deberes cristianos de orden civil y político» 84. A principios del mes de septiembre, no había recibido el Primado noticia alguna de Roma sobre su información, ni sabía si ésta había llegado a su destino 85. Resolvió volver a escribir a secretaría de Estado para ampliar noticias. El 4 de septiembre enviaba al cardenal Pacelli desde Pamplona una carta con dos Informes complementarios 86. Uno de ellos, sobre la situación planteada entre la Junta de Defensa nacional y el obispo de Vito-

82. Informe acerca del levantamiento..., cit. de 13 de agosto de 1936 (ACGT, A-I-s.n. Pag. 9). 83. «Deshacer las malas costumbres políticas de muchos lustros no es cosa fácil; menos lo es todavía hallar las formas nuevas de reconstrucción en que convengan los hombres representativos de las diversas corrientes y aspiraciones del país. Tal vez nos falte un gran político capaz de acometer la enorme empresa». (Informe, cit. supra, pag. 9). 84. Informe acerca del levantamiento..., cit. de 13 de agosto de 1936 (ACGT, A-I-s.n. pag. 10). 85. Aparte del Informe de 13 de agosto, en la misma fecha había enviado Goma una carta pidiendo autorización para dar las licencias eclesiásticas necesarias a los sacerdotes que s ? fficorppraban al frente como capellanes. La correspondencia la había enviado el Primado vl 5.Canfranc. En adelante pedirá a Roma se le envíe a él por Francia a través de una persona dej^onfianza, para luego pasarla vía Navarra, evitando fuera interceptada en Port Bou. 86! ACGT, A-I-2. '

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ria, situación que le había obligado a intervenir y cuyas vicisitudes analizamos más adelante en el capítulo segundo. El otro, de tipo general, sobre la evolución de la guerra y al que ahora nos referimos 87. Las noticias recibidas de Toledo eran escasas, puesto que el Primado no había podido mantener contacto directo con su diócesis, pero las que le llegaban por conducto oficial no eran positivas 88. La guerra proseguía sin tregua alguna, y Goma anotaba que, a pesar de ello, al ambiente general que le rodeaba era optimista respecto al triunfo de los nacionales. Incluso pensaba también que en pocas semanas podría ser un hecho la conquista de Madrid, a pesar del cada vez más acusado carácter internacional de la contienda. Insistiendo en las ideas ya expresadas en su primer Informe, enviaba ahora datos más precisos sobre la acentuación de la «nota religiosa» en la zona nacional: multiplicación de los actos públicos religiosos, tanto en el frente como en la retaguardia; reposición del Crucifijo en las escuelas de varias provincias, e incluso en Universidades como en la de Valladolid, donde el acto estuvo presidido por autoridades militares, civiles y académicas; revisión de textos escolares que no ofrecían suficientes garantías de ortodoxia; restablecimiento por la Gestora Provincial de Navarra de la Compañía de Jesús en su territorio, etc... El espíritu religioso de los combatientes seguía manteniéndose e incluso aumentando: «La totalidad puede decirse que van animados de sentimiento religioso y la inmensa mayoría luchan primero y ante todo por Dios y por su Iglesia. Lo demuestra la exclamación ¡Viva Cristo Rey! con que mueren muchos de los que sucumben en el campo de batalla, el fervor con que piden los heridos la asistencia espiritual, la asistencia a la Santa Misa en campaña (...). Testigos presenciales que han vivido varios días en los frentes de batalla vuelven admirados del excelente espíritu cristiano de las tropas» 89.

87. Fechada en Pamplona el 4 de septiembre de 1936 »on el epígrafe: Segundo Informe acerca del Movimiento cívico-militar de España en julio de 1936. (ACGT, A-I-2, b). 88. «Por lo que a mí toca véome obligado a seguir ausente de mi archidiócesis, en la que estos días arde enconadísima la lucha entre ambos ejércitos (...) Mandé a uno de mis capellanes [D. Luis Casañas] para que intentara llegar allí y ponerse en contacto con aquella Curia; pero fue imposible, debiendo regresar desde Ávila. Sigo, por lo mismo, totalmente incomunicado con mi diócesis. Pero nada buenas son las noticias que de allí vienen por conducto oficial. La ciudad está en poder de los rojos. Los nacionales hace semanas que se defienden bravamente en el Alcázar (...). El palacio arzobispal, magnífico, ha sido convertido en cuartel general de los rojos, después de haberlo desvalijado las turbas al retirarse al Alcázar la guarnición que defendía la ciudad». (Carta del cardenal Goma al cardenal Pacelli, 4 de septiembre de 1936, acompañando al Segundo Informe general sobre la guerra. ACGT, A-II, pag. 3). 89. Segundo Informe acerca del Movimiento..., cit. de 4 de septiembre de 1936 (ACGT, A-II-2, pag. 5).

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Los componentes mismos de la Junta de Defensa o de los organismos adjuntos a ella, daban también pruebas de sentido religiosos en sus alocuciones y actuaciones públicas 90. Las relaciones entre las autoridades civiles y militares y las eclesiásticas eran de respeto mutuo e incluso de atención y protección hacia «los prelados, sacerdotes, religiosos y religiosas», lo cual llevaba a afirmar al Primado: «Todo esto me confirma en el juicio que ya apuntaba en un escrito anterior que, caso de triunfar el movimiento nacional, la Iglesia, a pesar de los diversos matices en la concepción de las relaciones entre Iglesia y Estado, gozaría de amplia libertad y aun de favor y protección» 9!. Como contrapartida a este clima, Goma señalaba la clara persecución contra la Iglesia en las zonas dominadas por el Frente Popular 92, aunque en este punto no insistía especialmente remitiéndose a las informaciones de otros obispos y de los que huyendo se habían refugiado en Roma. Pero sí concluía que no era de extrañar que «el pueblo católico» se hubiera puesto «unánimemente al lado del movimiento popular» y que las excepciones a esta actitud constituyeran ocasión de escándalo y duras críticas 93 . Desde su anterior Informe no podía añadir datos sustanciales nuevos respecto al aspecto político de la situación. Seguía sin aclararse el problema de la forma del régimen, pero se mantenía la unión entre los diversos sectores combatientes: «Los dos grupos principales de combatientes voluntarios (Requetés y Fa-

90. «El general Millán Astray, uno de los más sólidos prestigios del ejército español, fundador de la Legión extranjera, ofrendó su jefatura a la Sma. Virgen del Pilar, después de haber orado fervorosamente ante su imagen. El general presidente de la Junta de Burgos, D. Miguel Cabanellas asistió a la misa de campaña que se celebró con ingente concurso en la Plaza del Castillo de Pamplona. El general Franco con los generales Cabanellas y Mola asistieron en Burgos a la misa en la catedral el día que el primero visitó la ciudad castellana. El general Mola en una visita que hizo a Zaragoza ante la enorme concurrencia que llenaba el templo se postró ante la Santísima Virgen y abrazado a su Pilar le dirigió en voz alta una sentida oración. Los discursos que a diario se pronuncian desde la emisora de Burgos (que es la del Gobierno Militar) están inspirados en los más acendrados sentimientos religiosos y patrióticos» (Informe, cit. supra, pag. 6). 91. Segundo Informe acerca del Movimiento..., cit. de 4 de septiembre de 1936(ACGT, A-I-2 pag. 6). 92. «Incendios de iglesias, asesinatos de numerosísimos sacerdotes, religiosos y religiosas, incautaciones, etc. Ante nada se detienen las turbas desenfrenadas sobre las que, por lo visto, apenas tienen control alguno. No se detienen ante nada ni ante nadie. Las cosas mas venerandas por la tradición religiosa y por el arte son destruidas» (Informe cit. supra, pag. 7). 93. El Informe, se refería concretamente a la actitud del jefe de la Derecha Regional Valenciana, Sr. Lucia, y a la de los nacionalistas católicos vascos.

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lange) demuestran estar compenetrados y será preciso, si el triunfo llega, trabajar p a r a que n o se creen problemas políticos contraproducentes» 9 4 .

Con cierta perspicacia, al llegar a este punto Goma señalaba cuáles podrían ser los motivos de roces futuros entre requetés y falangistas: «Las diferencias de matiz religioso, entre los dos grupos, tal vez no sean tantas como a primera vista pudiera parecer, pues las Falanges, integradas por elementos más heterogéneos, parece aspiran a la unidad católica, puesto que laboran para la restauración de la España de los Reyes Católicos, cuyo emblema, el yugo, han puesto sobre el haz de sus flechas. Mayor choque pudiera producirse en lo político, porque los fascistas tal vez quieran un centralismo absoluto, efecto de su concepción del Estado, y los tradicionalistas tienen en su programa la defensa de un sano regionalismo» 95. Por el momento, las líneas futuras políticas seguían en la oscuridad. Lo que sí se había observado en los dirigentes del movimiento era una vertiente social que el Primado subrayaba en sus datos al Vaticano. Esto obligaba a la Iglesia a una intensificación de su acción en este punto. Las frases textuales del Informe revelan la tesis de la Iglesia española sobre la reforma social: «Como los nuevos gobernantes estarían sin duda inspirados en los mejores deseos de resolver la cuestión social conforme a normas de verdadera justicia, creo que se impondrá desde el día de la paz, intensificar la propaganda de la doctrina de la Iglesia sobre la cuestión social, especialmente las encíclicas «Rerum Novarum» y «Quadragessimo Anno», para que mediante la acción conjunta de la propaganda doctrinal de la Iglesia y la legislativa de los gobernantes, la solución sea ajustada a las normas de la verdadera justicia y caridad que la Iglesia enseña» % .

Después de su envío, la primera respuesta de secretaría de Estado a estos dos Informes generales, venía fechada el 22 de agosto aunque fue recibida en Pamplona casi a mediados de septiembre 97. El cardenal Pacelli

94. Segundo Informe acerca del Movimiento..., cit. de 4 de septiembre de 1936 (ACOT, A-I-2, pag. 8). 95. Ibid. pag. 8. 96. Segundo Informe acerca del Movimiento..., cit. de 4 de septiembre de 1936 (ACGT, A-I-2, pags. 8 y 9). 97. En el Archivo de Toledo se encuentra copia mecanografiada de la respuesta del cardenal Pacelli. El original debió perderse o ser interceptado. (ACGT, A-I-lb. n.° protocolo 3132/36). Incluimos esta respuesta en el Apéndice documental.

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aseguraba al Primado que el papa «seguía con paternal y viva ansiedad las graves pruebas que estaba sufriendo la fiel España», y se alegraba ante todo de la liberación del cardenal de Toledo «de los gravísimos peligros a que había estado expuesto». El papa había conocido y agradecido también las noticias «seguras y precisas» enviadas en sus Informes en unos momentos de tanta ansiedad y tristeza: «Estas informaciones son desgraciadamente tristísimas y el Augusto Pontífice se ha afligido vivamente al conocer los horribles y sacrilegos crímenes cometidos con una refinada ferocidad como si fueran (...) obra del maligno» 98. Sólo la providencia —proseguía la respuesta— podía hacer bienes mayores entre tantas tribulaciones, aceptando el «sacrificio cruento de tantos inocentes» que estaban ofreciendo «el grandioso espectáculo de afrontar la muerte emulando las gestas de los antiguos mártires» " . El Santo Padre enviaba una especial bendición a Goma y con él a todos los obispos, clero y fieles españoles y concedía también las facultades necesarias para el ejercicio de su ministerio a los sacerdotes que se encontraban en el frente, petición que le había sido efectuada por el Primado 10°. Pocos días después se recibía en Pamplona up nuevo despacho de Secretaría de Estado confirmando recibo de todas las informaciones enviadas hasta el momento 101 y recomendando a todos los católicos españoles «la necesidad de sacrificar las propias miras particulares para concentrar todos sus esfuerzos en la defensa del preciosísimo patrimonio de la religión» 102.

98. Carta del cardenal Pacelli al cardenal Goma, 22 de agosto de 1936. (ACGT, A-I-lb, pag. 2). Traducimos del original italiano. 99. Ibid. pag. 2. 100. Junto con esta carta, el cardenal Pacelli enviaba otra escrita antes del comienzo de la guerra relativa a los temas que habían de tratar de en una conferencia de metropolitanos programada para el mes de octubre. Se insistía en esta carta en el deseo del papa de concentrar esfuerzos en el mantenimiento de la enseñanza religiosa y la necesidad de defenderla de las «amenazas comunistas», peligro gravísimo que exigía «la urgencia absoluta de concordar los medios más aptos para defender los espíritus con toda la firmeza posible y con el solidario concurso del Clero y del laicado católico, para salvar a las familias y a la Nación de la ruina extrema» (Carta del cardenal Pacelli al cardenal Goma, 14 de julio de 1936. ACGT, A-I-lb, Pag. 1). 101. «Con vivo interés he tomado nota de las importantísimas informaciones que Vuestra Eminencia ha tenido la cortesía de comunicarme y que mucho contribuyen a mantener a la Santa Sede al corriente de la tristísima situación española». (Carta-despacho del cardenal Pacelli al cardenal Goma, 18 de septiembre de 1936. ACGT, A-I-s.n. pag. 1). 102. La alusión a la unidad de los católicos venía enlazada con las noticias de Goma sobre el problema del nacionalismo vasco. [Ver aparte nuestros capítulos segundo y sexto sobre el tema].

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Con fecha de 4, 19 y 20 de septiembre enviaba el cardenal Goma al Secretario de Estado el resumen de sus gestiones con la Junta de Defensa relativas a la delicada situación planteada entre la Junta y el obispo de Vitoria. Como tratamos el tema más adelante, solo entresacamos una de las observaciones sugeridas al filo de los acontecimientos y subrayadas por el Primado a Roma: «(...) se acentúa cada día más en la Junta de Defensa el sentido nacional unitario y el propósito de negarles a las regiones rebeldes todo favor que signifique una excepción en el orden político nacional. Por esta actitud de la Junta juzgo posible que se presente algún otro caso análogo al del Sr. obispo de Vitoria. Creo que los prelados españoles deberán extremar la prudencia en punto a tendencias regionalistas, de ellos y de su clerecía 103. De su diócesis no podía añadir nada nuevo puesto que no había sido tomada todavía por las tropas nacionales, pero indicaba su deseo de trasladarse allí tan pronto como fuera posible 104. También se refería a sus deseos de viajar a Roma cuanto antes para recibir directamente orientaciones de la Santa Sede ante los «muchos y graves problemas que habrán de acometerse (...) en una España desangrada, empobrecida y con una sima de odios, hijos de la guerra civil» 105. El 1 de octubre de 1936, la Junta de Defensa daba paso a una nueva configuración de la zona nacional, con el nombramiento del general Franco como Generalísimo y Jefe de Estado, concentrando todos los poderes del nuevo Estado, y con la creación de la Junta Técnica del Estado como organismo supremo de carácter político-militar. El día 2 del mismo mes, se trasladaba el cardenal Goma a Toledo en una visita que tuvo que abreviarse a consecuencia de la inseguridad militar de la zona 106.

103. Carta de envío del cardenal Goma a Secretaría de Estado, 20 de septiembre de 1936. (ACGT, A-I-s.n. pag. 1). 104. «Mi Toledo está para caer de un momento a otro. Allí iré así que haya paso libre. Tengo malísimas referencias, aunque incompletas, de lo ocurrido con los sacerdotes. Muchos párrocos han sido asesinados» (Ibid. pag. 2). 105. Carta del cardenal Goma al cardenal Pacelti, 20 de septiembre de 1936. (ACGT, A-I-s.n. pag. 2). 106. Sobre las incidencias de este primer viaje a Toledo de dos días de duración, Granados en Ob. cit. ofrece una amplia versión en las páginas 83-86. El 28 de septiembre, reconquistado Toledo, envió el Primado un Mensaje a sus diocesanos, radiado desde Radio Navarra. Las ideas básicas de este primer mensaje público desde el inicio de la guerra, se repetirán con más amplitud en su obra posterior El caso de España. Prescindimos pues, del análisis de este mensaje, transcribiendo únicamente las frases finales que contienen como el «leit motiv» de sus exposiciones posteriores: «El remedio, españoles, radica en el espíritu. Nuestro problema

El 24 de octubre enviaba el Primado a Roma su Tercer Informe general resumiendo sus últimas impresiones tanto de la estancia en la capital de su diócesis como de la situación general española 107. Las noticias sobre Toledo eran provisionales e incompletas, ya que se reducían a lo observado únicamente en la capital. Con todo, se adelantaban algunos datos de los sacerdotes y religiosos asesinados y de los destrozos materiales, especialmente en el palacio arzobispal, cuyo archivo había sido saqueado 108. El aspecto más interesante de este Tercer Informe general, lo constituía sin duda la orientación de la nueva «Junta de Gobierno» [la Junta Técnica del Estado]. Como era ya habitual en su información, Goma destacaba como faceta más importante la vertiente religiosa de sus componentes: «En orden a sus sentimientos religiosos representan los miembros del Gobierno distintos matices en el aspecto personal y de la historia de cada uno

básico no se resolverá en los campos de batalla, donde no se hace más que roturar el terreno, sino en el fondo de las conciencias y en la realización de un Estado netamente cristiano. Esto, el sentido de la tradición cristiana, juntamente con el sentido de patria, de la patria grande, una y justa, es lo que ha lanzado a nuestros ejércitos y a nuestras milicias a esta guerra contra el comunismo; pero este espíritu debe continuar su obra en la labor personal que nos haga cada día mejores cristianos, y en la actividad social y política que imprima en toda nuestra vida nacional la marca de Jesucristo el Dios de nuestros mayores». (Texto completo en BOAT, 1 (1937). También en Por Dios y por España, Rafael Casulleras, Barcelona 1940, 306-315). 107. Título completo: Tercer informe acerca del levantamiento cívico-militar de España en julio de 1936. Fechado en Pamplona el 24 de octubre de 1936. (ACGT, A-I-4 IV y 5). Se trata del Informe más largo y completo de todos los enviados por el Primado durante estos tres primeros meses de la guerra. Por estas fechas, tenía ya decidido, aunque sin fecha fija, realizar un viaje a Roma para poder ampliar directamente sus impresiones y, al mismo tiemp o , contrarrestar la información que llegaba al Vaticano por otros conductos, sobre todo vascos y catalanes. 108. «No puedo dar una impresión completa de los estragos sufridos en la totalidad de la diócesis, sometida aún en su mayor parte a los ejércitos marxistas. Lo haré después de su liberación, así que estén restablecidas las comunicaciones. Sólo sé que han sucumbido la mayor parte de los sacerdotes diocesanos, habiendo dado algunos de ellos altísimos ejemplos de heroísmo sacerdotal (...). El número total de los fusilados (en la ciudad) asciende a ciento cinco, comprendiendo en este número diecisiete hermanos Maristas y unos pocos teólogos que tenía la comunidad de Carmelitas (...) Las religiosas, de las que hay en la ciudad, solamente de clausura dieciocho conventos, han sido respetadas en general (...). La ciudad ha quedado devastada en parte, especialmente el imponente Alcázar y sus inmediaciones (...). La catedral quedó intacta en su fábrica (...). En cambio ha sido expoliado el Tesoro, de inmenso valor artístico y arqueológico (...). El palacio arzobispal ha sido durante dos meses cuartel general de los rojos. Se ha respetado su fábrica, pero se han apoderado de muchos objetos de mi pertenencia personal, especialmente mi archivo particular, copiosísimo y recientemente ordenado. Como detalle típico es de notar que han destruido uno a uno todos los crucifijos que había en la casa». Carta del cardenal Goma al cardenal Pacelli, acompañando el Tercer Informe general de 24 de octubre de 1936. ACGT, A-I-4 (IV) pags. 2 y 3). GRANADOS, en Ob. cit. 81-82 resume los datos oficiales recogidos por el canónigo archivero de la catedral toledana, D. Juan 31

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de ellos. En cuanto a su actuación pública —porque se habrán percatado de que el espíritu religiosos del país es el que ha dado el máximo contingente y el vigor bélico que distingue a las fuerzas del ejército nacional—, han hecho todos ellos públicas manifestaciones de religiosidad, en sus declaraciones públicas y fundiéndose con el pueblo en solemnes actos religiosos (...). Por otra parte, la mayor parte de los colaboradores civiles que ayudan al Gobierno con carácter de técnicos, se distinguen por sus creencias religiosas. Algunos de ellos son francamente piadosos» 109. Por primera vez, y de modo destacado, aparece en esta relación la mención expresa a la actitud del general Franco en el tema religioso n 0 . El juicio adelantado ahora, será mantenido por el Primado cada vez que surja esta cuestión en sus manifestaciones a la Santa Sede: «Quien tiene mejores antecedentes en este punto es él Generalísimo Franco, católico práctico de toda su vida. Al felicitarle por su elección de Jefe de Gobierno del Estado Español contestóme con este expresivo telegrama: 'Al asumir la jefatura del Estado Español con todas sus responsabilidades no podía recibir mejor auxilio que la bendición de Vuestra Eminencia. Profundamente agradecido a su felicitación la transmito al ejército de mi mando y a los heroicos defensores del Alcázar. Ruégole pida a Dios en sus oraciones me ilumine y dé fuerzas bastantes para la ímproba tarea de crear una nueva España de cuyo feliz término es ya garantía la bondadosa colaboración que tan patrióticamente ofrece Vuestra Eminencia cuyo anillo pastoral beso. El general Franco'» U1 . Goma no había mantenido todavía ningún contacto personal con el Jefe del Estado, pero las declaraciones hechas por éste en torno al tema de la Iglesia, le permitía sostener una opinión positiva cara al futuro: «Recientemente ha hecho unas declaraciones cuya síntesis concreta él mismo en estas palabras: «Hay que reafirmar sobre todo la unidad nacional

Rivera Recio, respecto al clero diocesano: «El número total [de asesinados] asciende a la suma de 281, siendo por tanto la proporción... del 53,12%» del total. 109. Tercer Informe acerca del levantamiento..., cit. de 24 de octubre de 1936. (ACGT, A-I-4 (V) pags. 4 y 5-6). Goma destacaba en cuanto a garantías de ortodoxia y espíritu cristiano a la Comisión de Cultura y Enseñanza presidida por José M. a Pemán. 110. Esta mención será señalada en casi todos sus Informes generales posteriores. El cardenal Goma afirmaba desde el comienzo la actitud de Franco como «católico práctico» desde siempre. No concretaba más. R. DE LA CIERVA, tanto en su monografía sobre Franco, como en su Historia del franquismo, (90 ss.) ha resaltado una evolución en el sentido de una mayor intensidad religiosa de Franco, tanto personal como política, en la que su matrimonio y la experiencia de la guerra resultan dos hitos básicos. 111. Tercer Informe general acerca del levantamiento..., cit. de 24 de octubre de 1936. (ACGT, A-I-4 (V) pags. 2-3). El telegrama de Franco era contestación al que le envió el Pri32

dentro de nuestro marco p r o p i o , que n o es otro que el de la religión católica» (...) Mi opinión personal es que será gran colaborador de la obra de la Iglesia desde el alto sitio que ocupa» " 2 .

El espíritu de las fuerzas que combatían —tanto del ejército como las incorporadas a él—, se seguía manteniendo en la misma tónica que ya se había adelantado en los otros Informes: firmes convicciones religiosas por parte de los tradicionalistas " 3 , espíritu cristiano también en la mayor parte de los falagistas, aunque, «sus procedimientos de guerra son más duros». Goma advertía respecto a éstos últimos que se estaba dando el caso de que por necesidades de la guerra, «muchos aventureros, o ventajistas o indiferentes» se alistaban en las filas de Falange, lo cual podía constituir un peligro y obligaba a la Iglesia a una mayor intensidad en su labor apostólica con ellos para evitar desviaciones peligrosas: «Ello importa,la necesidad, sentida por todos y manifestada por varios obispos y sacerdores celosos, de un intenso apostolado que evite la desviación de Falange en un sentido aconfesional u hostil a la religión. Para ello sería de gran eficacia, mientras dura la campaña, que se organizara debidamente el cuerpo de sacerdotes que hoy desempeña ministerios en los frentes de combate» " 4 . La misma guerra, a pesar de sus estragos, estaba contribuyendo a fomentar un despertar religioso en la conciencia del pueblo '", resurgimiento al que contribuía de manera especial el hecho de los obispos (hasta el mo-

mado a Cáceres con motivo de la reconquista de Toledo y su proclamación como Jefe de Estado. Fue el primer contacto entre ambos. (Copias de los originales en ACGT, E-I-l con fecha de 1 y 2 de octubre de 1936). 112. Informe, cit. supra pag. 3. Sobre la alusión de Franco el 1 de octubre a la instauración de un sistema de separación Iglesia-Estado que despertó gran polémica, véase más adelante en el capítulo segundo, el apartado relativo al tema de la confesionalidad del Estado. 113. «Reitero mi apreciación sobre los sesenta o setenta mil requetés (tradicionalistas) que luchan con el ejército nacional. Son gente creyente, piadosísimos muchos de ellos, que se han hecho un nombre de honor por su lealtad y bravura, hasta el punto de que las escoltas personales de los generales Franco y Mola estén constituidas por soldados tradicionalistas. Rezan el santo rosario públicamente todos los días y confiesan y comulgan a lo menos en los momentos graves de su vida de soldados». (Tercer Informe acerca del levantamiento..., cit. ACGT, A-I-4 (V) pag. 4, de 24 de octubre de 1936). 114. Informe, cit. supra pag. 4. 115. «El resurgimiento religioso del país es general y muy consolador. Puede afirmarse que la situación creada en España por la guerra ha tenido mucha más eficacia que un sistema de misiones en orden a la reviviscencia de la fe y de la piedad cristianas. La destrucción de nuestros templos, la profanación de imágenes de gran devoción, la matanza de sacerdotes han percutido el alma sencilla del pueblo que se produce en actos espléndidos de piedad». (Tercer Informe acerca del levantamiento, cit. de 24 de octubre de 1936. ACGT, A-I-4 (V), pag. 7). 33

mentó 11) y de los numerosos sacerdotes y religiosos «sacrificados a la revolución» 116. Este factor positivo, no eliminaba los problemas que se estaban planteando cara a la vida interna de la Iglesia. De 57 diócesis existentes, 27 estaban devastadas en la totalidad de su territorio, sin sacerdotes, ni culto, ni administración eclesiástica de ningún tipo. Otras 8 diócesis se veían también afectadas en parte. La situación de los seminarios era asimismo insostenible. Algunos total o parcialmente destruidos; otros, ocupados por las necesidades de la guerra en las dos zonas. En la nacional, no se había comenzado el curso entre otras razones porque muchos seminaristas se estaban alistando en el ejército, lo cual suponía también problemas de moral y disciplina. Si el Movimiento triunfaba, Goma creía que las vocaciones sacerdotales aumentarían, pero ello no eliminaría durante mucho tiempo la escasez de personal eclesiástico: «Es de esperar que si el movimiento militar triunfa definitivamente florezcan copiosamente las vocaciones eclesiásticas; pero por la terrible matanza de sacerdotes en algunas diócesis (...) sentiremos muchos años gran carestía de sacerdotes porque han desaparecido de todas la edades y se tardará muchos años en cubrir los huecos. Además han sucumbido bastantes seminaristas en las matanzas de los primeros días, y otros han muerto en el campo de batalla» 117. La guerra, además, estaba agravando considerablemente la situación económica de las Iglesias. De los tres capítulos de ingresos desde 1931 (derechos pasivos abonados por el Estado a los antiguos partícipes del

116. «Ha contribuido a este surgimiento el magnífico espectáculo, digno de los tiempos heroicos del cristianismo, de tantos sacerdotes sacrificados por la revolución. Los obispos asesinados son hasta ahora once. No se tienen detalles de la presunta muerte del auxiliar de Tarragona, que se da como cierta. De los otros diez consta con certeza y se dan detalles trágicos de algunos. Son los de Lérida, Barbastro, Segorbe, Sigüenza, Cuenca, Ciudad Real, Guadix, Almería, Menorca y Jaén. Se cuentan por cientos los sacerdotes asesinados, y no se podrá hacer el recuento hasta que se haya reconquistado todo el territorio hoy ocupado por los marxistas. Los altos ejemplos de tantos ministros de Dios, entre los que no se ha contado una sola defección, han percutido vivamente el alma del pueblo, en cuya estima ha crecido la dignidad y las virtudes de nuestro clero. Será preciso para edificación de nuestros católicos y como factor de gran fuerza apologética, que se redacten concienzudamente las actas de tantos verdaderos mártires. Así lo tengo ya decretado para nuestro venerable clero toledano». (Informe, cit. supra pags. 7-8). Las informaciones sobre la suerte del obispo de Barcelona, D. Manuel Irurita, eran muy confusas y dieron lugar a numerosos intercambios de noticias entre el cardenal, el Gobierno y el Vaticano, y a intentos de canje hasta que su muerte fue confirmada en 1938. Durante todo este tiempo se le creyó vivo. 117. Tercer Informe acerca del levantamiento..., cit. de 24 de octubre de 1936. (ACGT, A-I-4 (V) pags. 8-9).

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presupuesto U8, suscripción popular a favor de culto y clero, y rentas de los valores del Estado), dos se habían suspendido y el tercero quedaba reducido a cantidades mínimas. El P r i m a d o calificaba de «crítica» la situación de la Iglesia en este campo, especialmente para las diócesis más pobres, y esperaba que el Gobierno de Burgos, previo acuerdo con la Santa Sede, respondiera en la medida de lo posible a l a s necesidades de culto y clero 119. Problema de consecuencias graves que el Informe que comentamos señalaba a finales de octubre de 1936, era la actitud de los nacionalistas en el norte. Cuando el cardenal viaje a R o m a en el mes de diciembre, presentará documentación especial a la Santa Sede sobre este asunto que le había ya obligado —como veremos— a varias intervenciones ante la Junta de Defensa primero y posteriormente c o n el Gobierno de Burgos. De sus entrevistas con las autoridades militares sacaba una impresión negativa respecto a un posible arreglo futuro de tipo político: «Por su parte, el Gobierno de Burgos ha acentuado su sentido unitario, ante los excesos de los separatizantes, lo que podría importar el desconocimiento de los legítimos derechos regionales, que se sacrificarían al sentido de una unidad violenta. A más, he oído de los generales de la Junta palabras gravísimas y amenazadoras contra la clerecía y hasta contra algunos obispos que parece se han distinguido por sus tendencias más o menos separatizantes» 120. La Iglesia, no podía hacer frente a este problema que rebasaba con mucho los límites de sus posibilidades, pero sí se pedía a Roma que cooperase a tomar medidas de tipo disciplinar p a r a evitar los enfrentamientos y choques con los poderes estatales, tanto políticos como militares, y al mismo tiempo para suavizar la tensión entre sectores de la población civil 121, cuestiones

118. La cantidad tota] por este concepto era de dieciséis millones de pesetas a repartir entre el personal de todas las diócesis. 119. El acuerdo en este punto, afanosamente buscado desde el comienzo por el Primado, no será una realidad hasta la Ley de Haberes del Clero, de 5 de enero de 1939, solución provisional que no pudo ser aplicada y que fue sustituida finalmente por la restauración del Presupuesto de Culto y Clero, en septiembre del mismo año. 120. Tercer Informe acerca del levantamiento..., cit. de 24 de octubre de 1936. (ACGT, A-I-4 (V) pags. 6-7). No se citan ni hemos encontrado los nombres de los obispos. 121. La cuestión de las implicaciones religioso-políticas de los nacionalistas, especial' mente sacerdotes y religiosos, ocupará gran parte de la actividad de Goma en 1937. Durante los tres primeros meses de la guerra su intervención —aparte la que reseñamos más adelanté respecto al asunto de Mons. Múgica y de los sacerdotes vascos fusilados—, se limitó a tratar de suavizar las medidas de alejamiento que contra sacerdotes vascos se tomaron en la diócesis de Vitoria.

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éstas que gravitarán fuertemente en las relaciones Iglesia-Estado casi durante toda la guerra. Del 27 al 30 de octubre realizó el cardenal Goma un nuevo viaje a Toledo con la intención de establecerse definitivamente en su diócesis. No pudo lograr su intento a causa de las operaciones militares y tuvo que volver a Pamplona «por consejo del mismo Generalísimo Franco» 122. Ya desde Pamplona redactó el último de sus Informes generales con fecha de 9 de noviembre, antes de emprender su viaje a Roma. Este Informe es breve y se limita a dar cuenta más detallada del estado de la ciudad y de la diócesis, aunque añade algunas impresiones últimas sobre el criterio de los dirigentes del Estado en relación con la Iglesia, y los aspectos más positivos y negativos de la situación general 123. Por estas fechas, el cardenal Primado había ya tomado contacto directo con la mayoría de los dirigentes políticos y militares y su impresión sobre las postura de los medios oficiales en relación con la Iglesia era muy positiva: «He hablado largamente con el Jefe del Estado ,24, con el presidente de la Junta Técnica, general Dávila, con el jefe del Gabinete Diplomático Sr. Sangroniz y con los ministros de Hacienda Sr. Amado y de Industria y Comercio Sr. Bau (...). Las impresiones son francamente favorables (...). Hay el propósito de respetar la libertad de la Iglesia, de fomentar los intereses de la religión católica, de invitar a la Santa Sede a un Concordato 125, de atender a las necesidades temporales.de la Iglesia y sus ministros, de depurar la enseñanza y de darle un sentido francamente cristiano en todos sus grados» ,26.

122. Carta del cardenal Goma al cardenal Pacelli, 9 de noviembre de 1936. (ACGT, A1-6 (I) pag. 1). 123. A. GRANADOS, en Ob. cit. 87 ss. transcribe la parte del Informe relativa a los destrozos cometidos en el seminario de Toledo y al expolio del Tesoro de la catedral. También inserta copia textual del Acta en que figuran los 72 objetos de más valor del Tesoro remitidos a Madrid por orden del presidente del Consejo de Ministros, José Giral, y depositados en el Banco de España. Goma pidió a Franco y le fue concedido, el nombramiento de un juez especial y la incoación de gestiones diplomáticas para evitar la enajenación de dichos objetos. 124. Esta entrevista entre Goma y Franco tuvo por objeto el problema de los sacerdotes vascos fusilados y se realizó en Salamanca el 26 de octubre de paso para Toledo. Fue el primer contacto personal entre ambos desde el comienzo de la guerra. (Véase ampliación en el capítulo segundo, apartado 3). 125. La mención expresa del término «Concordato» aparece por primera vez en los escritos del Primado a Roma después de iniciada la guerra en este Informe. 126. Cuarto Informe general acerca del levantamiento, Pamplona 9 de noviembre de 1936. ACGT, A-I-6 (I) pag. 2 (El cardenal Goma lo subtituló: «Relación de hechos ocurridos durante mi viaje a Toledo»). En la misma línea de optimismo se añadía que el Gobierno tenía 36

Los motivos de esperanza en el futuro se cifraban, además de en esta actitud de acercamiento hacia la Iglesia por parte de los dirigentes del Movimiento, en un resurgimiento del espíritu religioso en general. Goma pensaba incluso que los núcleos de población más. indiferentes estaban comprendiendo que no era posible «un orden fundamental en la nación sin el freno moderador de la religión». El mismo clero —por efecto de los estragos producidos en sus filas— había reaccionado de manera más positiva. Podía esperarse pues, de todas estas actitudes, que a la hora de constituirse definitivamente el Estado, éste tuviera una «forma netamente cristiana» 127. Las causas de temor o recelo se resumían en tres con proyección eminentemente política. La primera, la falta de «hombres políticos de fuerza» capaces de «canalizar un movimiento tan vasto y tan profundo» excluidos como lo estaban «de manera sistemática» los políticos que habían militado «en algunos de los grupos de las situaciones pasadas». La segunda, la posibilidad de que tas discrepancias hicieran imposible la unión «en un mismo ideal (de) los grupos predominantes en la contienda militar, especialmente requetés y falangistas». Por último la ya reseñada cuestión de la «forma de gobierno» cuando la guerra hubiera finalizado l28. A finales de noviembre no había llegado contestación de Secretaría de Estado a este último Informe. En cambio del Gabinete diplomático y de protocolo de Franco le habían enviado al cardenal una denuncia sobre la intervención de dos sacerdotes españoles, D. José M. Gallegos y D. Leocadio Lobo, en la Casa de España en Bruselas, donde habían afirmado su más decidida defensa sobre la actuación del Gobierno de Madrid al tiempo que atacaban durante al de Burgos 129. El Primado escribió inmediatamente al cardenal Pacelli sobre el particular considerando que el asunto podía revestir caracteres de importancia, dada la condición canónica de los dos

el propósito de reconstruir el monumento al Corazón de Jesús del Cerro de los Ángeles «en acción de gracias por el favor que Dios ha prestado a las armas del ejército nacional» (Ibid. pag. 3). 127. Cfr. Informe, cit. supra pags. 3-4. Para lograr ese Estado con una forma netamente cristiana el Primado contaba con la influencia de los tradicionalistas. 128. Cuarto Informe general acerca del levantamiento, cit. de 9 de noviembre de 1936. (ACGT, A-I-6 (I) pags. 3 y 4). 129. La intervención de estos dos sacerdotes, incardinados respectivamente en las diócesis de Córdoba y Madrid y cuyas actuaciones en esta línea se repetirán con frecuencia a lo largo de la guerra, tuvo lugar el 7 de noviembre y fue denunciada a Burgos el 9 por D. Eduardo de Zulueta.

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protagonistas 13°. Esta carta, revelaba un estado de preocupación en el cardenal Goma ante las noticias, que por diversos conductos le iban llegando, acerca de la postura de algunos medios católicos —nacionales y extranjeros— sobre el Movimiento:

darse a Roma en los primeros días de diciembre. Como veremos más adelante, este viaje decidirá el primer paso en la postura oficial de la Santa Sede respecto al Gobierno de Burgos " 3 .

«Acepto desde ahora y como siempre el criterio de la Santa Sede sobre este particular, pero como quiera qu.e por varios Srs. sacerdotes españoles, se me denuncia [que]... en París y en Roma se está laborando contra el movimiento sostenido por el Ejército Nacional, única garantía hoy de la salvación de España, me permito insinuarle la conveniencia de que por quien fuere se apliquen las correspondientes sanciones canónicas contra quienes, abusando del prestigio que les da su carácter sacerdotal, contribuyen a la desorientación de los espíritus en cosa tan fundamental para el bien de la Iglesia en España» m .

La respuesta de Roma llegó esta vez rápida al Primado. El cardenal Pacelli le comunicaba que había «dado solícitas y oportunas instrucciones al Sr. nuncio apostólico de Bruselas, a fin de que tales manifestaciones no puedan repetirse» m. Sin embargo, a pesar de que por el momento este asunto quedaba zanjado por vía diplomática, los problemas pendientes eran muchos y graves. Se imponían resoluciones acerca de las cuales no se conocía el criterio de la Santa Sede. Cierto que ésta hasta el momento no había puesto objeciones a las actuaciones y juicios del cardenal Primado, pero la prolongación de una guerra que en sus comienzos se pensaba iba a ser corta, requería la adopción de posturas para las que se hacía absolutamente necesario el contar con Roma. Por ello, y como colofón a este primer bloque de información, Goma comenzó a reunir, en colaboración con el resto de los obispos con quienes tenía más oportunidad de intercambio, toda una serie de datos y propuestas —en parte síntesis de lo enviado al Vaticano hasta entonces—, para presentarlos personalmente. Su última comunicación con Secretaría de Estado anunciaba que había decidido trasla-

130. Carta del cardenal Goma al cardenal Pacelli, Pamplona 27 de noviembre de 1936. (ACGT, A-I-9). 131. Carta del cardenal Goma al cardenal Pacelli, cit. de 27 de noviembre de 1936. (ACGT, A-l-9 pag. 3). 132. Carta-respuesta del cardenal Pacelli al cardenal Goma, 4 de diciembre de 1936. (ACGT, A-I-10, pag. 1) (Traducción del original italiano). Al relatar este hecho a la Conferencia de metropolitanos en noviembre de 1937, Goma añadía que el cardenal de Bruselas les prohibió hablar en público El Sr. Gallegos fue suspendido a divinis por el obispo de Córdoba, por actuaciones posteriores. 38

133. Cuestiones como las ayudas económicas a la Iglesia española, tanto del interior como del extranjero; las facultades de los Administradores Apostólicos para las diócesis sin obispo; la repatriación de los sacerdotes refugiados en Roma al estallido de la guerra; constituyeron también materia de intercambio epistolar entre el Primado y la Santa Sede en estos primeros meses de la guerra.

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CAPITULO

2

LAS PRIMERAS GESTIONES ANTE LA JUNTA DE DEFENSA NACIONAL Y EL GOBIERNO DE BURGOS

2.1

LOS PROBLEMAS EN TORNO AL OBISPO DE VITORIA, D. MATEO MÚGICA •

Los primeros contactos del cardenal Goma con la Junta de Defensa Nacional, constituida en Burgos el 23 de julio de 1936, se inician a propósito del problema vasco y de la delicadísima situación planteada por la postura de la Junta en relación con el obispo de Vitoria, D. Mateo Múgica '. En el Segundo Informe general a la Santa Sede, con fecha de 4 de septiembre de 1936, redactado por el cardenal Goma «a requerimiento de la

* Intimamente relacionada esta cuestión con el problema vasco, nos vemos precisados, tal como señalamos en el Preámbulo a resumir de la forma más concisa posible la actuación del cardenal Goma en torno a este tema. Insistimos también en que, aunque parte de la documentación ha sido publicada en la obra citada de Dr. GRANADOS, hemos revisado personalmente todos los documentos que constan en el Archivo del cardenal en Toledo. Las citas que insertamos a pie de página se refieren todas ellas a los originales del Archivo. Esta observación la hacemos igualmente extensible al capítulo sexto de la Segunda Parte relativo a la actuación del Primado en la cuestión vasca, por razón de su cargo diplomático, durante los meses de enero a julio de 1937. 1. Insertamos en Apéndice Documental fotocopia del Acta de constitución de la Junta de Defensa Nacional, tomada del «Diario de Navarra» (24, julio, 1936). Estimamos con V. PALACIO ATARD. (La Iglesia y la guerra de España: Diccionario de Historia Eclesiástica de España, C.S.I.C, II, Madrid 1972, 1184-1188), que la cuestión del obispo de Vitoria, inserta en el complejo problema del nacionalismo, marca quizás el punto culminante de la tensión entre la Junta de Defensa Nacional y la Santa Sede en estos primeros meses de la guerra. Sin la intervención delicadísima del cardenal Goma, presumiblemente se hubiera llegado a una ruptura, por lo menos por parte de la Junta. 41

Junta de Defensa Nacional, que dirige el movimiento cívico-militar» 2, se resumen los hechos y gestiones realizadas en torno a un problema de ámbito más vasto y cuyo contenido se consideraba no sólo de carácter político y militar, sino también religioso: «Es notoria, y sigue produciendo escándalo enorme y grandísimos daños a la causa de la religión, la actitud del partido nacionalista vasco, que ha prestado su ayuda en los campos de batalla a las milicias comunistas que luchan con las tropas del Gobierno de Madrid» 3. Esta colaboración de un sector católico de la población vasca con el Frente Popular, había originado el primer pronunciamiento público de la Jerarquía española sobre la guerra: la Pastoral conjunta de los obispos de Vitoria—D. Mateo Múgica— y de Pamplona—D. Marcelino Olaechea—, hecha pública el 6 de agosto de 1936 y enviada por el Primado a la Santa Sede el 13 del mismo mes 4. Redactada por el cardenal Goma a petición de los dos Obispos anteriormente citados, dicha Pastoral iba dirigina a «reducir el ámbito de esta colaboración, ya que impedirla totalmente se veía imposible» 5. Sin embargo su efecto, en líneas generales había sido casi nulo, especialmente «en los campos de batalla» 6. Algunas personas «de representación social y política representadas por el Excmo. Sr. Conde de Aibar», habían visitado entonces al cardenal Primado en Pamplona para que urgiera «con penas canónicas a los na-

2. Segundo Informe general del cardenal Goma a la Santa Sede, Pamplona, 4 de septiembre de 1936. (ACGT, A-VIII-3 pag. 1). 3. Segundo Informe general a la Santa Sede cit. 4 de septiembre de 1936. (ACGT, AVIJI-3, pag. 1). Por documentos examinados, anteriores al 18 de julio de 1936, sabemos que el problema de los nacionalismos (tanto vasco como catalán) era ya una constante en la preocupación de gran parte de la Jerarquía española, especialmente en el delicado punto de la actuación política de los sacerdotes. En conexión también con este problema se inserta la polémica que sacudió a algunos sectores del catolicismo español sobre la primacía de Toledo en relación con las pretensiones del arzobispado de Tarragona y a la que hemos hecho referencia en el capítulo anterior. La guerra terminó por enconar esta cuestión ya de por sí comprometida. Los documentos encontrados por el Gobierno de Burgos en el Archivo del Partido Nacionalista Vasco, anteriores al 18 de julio de 1936, endurecieron en bastantes ocasiones la actitud de las autoridades del sector nacional. 4. Para un análisis más detallado de esta Pastoral, nos remitimos al capítulo cuarto de esta Primera Parte, apartado 1, sobre las primeras tomas de postura públicas de la Jerarquía ante el hecho de la guerra. 5. Informe general a la Santa Sede, cit. de 4 de septiembre de 1936. (ACGT. A-VIII-3, Pag. 1). 6. Ibid. pag. 2. Resumen de la ineficacia de la Pastoral conjunta se encuentra también en carta del cardenal Goma al marqués de Magaz, destacado por la Junta de Defensa en Roma y que actuaba por entonces como agente oficioso de la misma ante el Vaticano, aunque no fue nunca reconocido oficialmente (Pamplona, 4 de septiembre de 1936. ACGT, F-s.n.). 42

cionalistas recalcitrantes» 7. El cardenal no era en absoluto partidario de esta solución, ya que en su opinión «no habiendo obedecido [los nacionalistas] a las prescripciones de un documento tan grave y claro, tampoco se reducirían por la amenaza de las sanciones canónicas, lográndose sólo la agravación del estado de sus conciencias, con peligro inminente de morir fuera del seno de la Iglesia» 8. Consultado el obispo de Vitoria, uno de los firmantes de la Pastoral conjunta, se decidió dar a dicho documento la mayor difusión posible, tanto en envíos privados a los párrocos de los pueblos de Álava y Guipúzcoa, como en tiradas masivas, incluso desde aviones, en combinación con las autoridades militares y civiles de la zona nacional9. Al tiempo que se enviaban a Roma estas noticias, el cardenal Goma informaba igualmente a la Santa Sede de la desconfianza «que le merece a dicha Junta [de Defensa Nacional] la actuación del Sr. obispo de Vitoria con respecto al pleito nacionalista» ,0. La Junta, por medio del arzobispo de Burgos, D. Manuel Castro Alonso, había pedido que el obispo de Vitoria se trasladara a esa ciudad para tener una entrevista donde se adoptaran «las medidas convenientes para reducir a los nacionalistas» ".La entrevista no pudo celebrarse y la Junta lo achacó a una postura evasiva de D. Mateo Múgica «para evitar las gestiones que de él se hubiesen solicitado ante

7. Segundo Informe general a la Santa Sede, cit. de 4 de septiembre de 1936. (ACGT, A-VIII-3, pag. 2). Presiones para que la Jerarquía española excomulgara a los nacionalistas vascos volverán a producirse en los primeros meses del año 1937. El cardenal Goma se manifestará siempre contrario a dicha medida, por más que en alguna ocasión el origen de las presiones fuera eclesiástico y no civil. 8. Informe general a la Santa Sede, cit. de 4 de septiembre de 1936. (ACGT, A-VIIÍ-3, pag. 2). El mismo criterio manifestará el cardenal al insinuarle la Santa Sede, en febrero de 1937, la posibilidad de que la Jerarquía española publicara un documento colectivo sobre la colaboración vasco-comunista. p . Varias fueron las cartas entrecruzadas entre el cardenal Goma y el obispo de Vitoria al respecto (Cfr. ACGT, A-VIII-3 y A-VIII-5 especialmente) A. GRANADOS, en Ob. cit. 137139, publica parte de esta correspondencia que fue remitida íntegramente por el Primado a la Santa Sede en sus Informes. 10. Informe general a la Santa Sede, cit. de 4 de septiembre de 1936. (ACGT, A-VIII-3, pag. 7). En carta privada al cardenal Goma, D. Mateo Múgica había expresado su apoyo al «movimiento cívico-militar». Pero a juicio de la Junta de Defensa, la actuación del obispo de Vitoria era confusa y excesivamente tolerante en lo que se refería al apoyo a sacerdotes tenidos públicamente por nacionalistas (algunos con cargos importantes en la diócesis), y a las actividades que se realizaban en el seminario, juzgadas también del mismo cariz. 11. Informe general a la Santa Sede, cit. de 4 de septiembre de 1936. (ACGT, A-VIII-3, Pag. 6). También en Carta del cardenal Goma al marqués de Magaz, Pamplona 4 de septiembre de 1936. (ACGT, F-s.n. pag. 2). 43

los nacionalistas» n. Por ello envió al general Fidel Dávida a entrevistarse en misión oficial con el cardenal Goma 13 para comunicar la postura que se había tomado en relación con el caso, habida cuenta de «los inevitables rozamientos que derivarán de aquí entre dicha Junta y la autoridad eclesiástica de Vitoria en relación con las disposiciones de carácter militar que deberán adoptarse con los nacionalistas» 14. En síntesis, la decisión de la Junta de Defensa era manifestar: «(...) la conveniencia de que el Sr. obispo de Vitoria excuse momentáneamente su presencia en su diócesis, retirándose voluntariamente y mientras dure lo agudo de las circunstancias a cualquier sitio inmediato de la próxima frontera francesa, de lo contrario dicha Junta se vería en la dura precisión de tomar por su cuenta una decisión que repugna a los sentimientos católicos de quienes la componen y que podría producir trastornos de carácter religioso-social» 15. El criterio que el cardenal Goma expuso ante el general Dávila era el de juzgar al obispo de Vitoria inocente de las sospechas que sobre él pesaban. Pero al tiempo consideraba que la actitud de la Junta era «definitiva», «dura, como de militares en campaña» y, caso de llevarse a cabo, «lesiva de los derechos de la Iglesia, cosa que debe de evitarse a todo trance dada la naturaleza del Movimiento y la profunda agitación de nuestro país» 16. Por ello, propuso al general Dávila que se suspendiera todo acuerdo «que pudiese significar una actitud de violencia para con el Sr. obispo de Vitoria», ofreciéndose a hacer una indicación personal a D. Mateo Mágica en el sentido de que la «coyuntura actual» podía aprovecharla para una ausencia temporal de la diócesis, pero dejando claro que «sólo el bien de la diócesis y de la Iglesia y su seguridad personal aconsejaban transigir temporalmente con las duras circunstancias» n . También se ofrecía el Primado a interesar de D. Antonio de Magaz, marqués de Magaz, agente oficioso de la Junta de Defensa ante el Va-

12. Informe, cit. supra, pag. 7. 13. La entrevista entre Goma y Dávila tuvo lugar en el balneario de Belascoain el 1 de septiembre. 14. Informe, cit. supra, pag. 7. 15. Informe general a la Santa Sede, cit. de 4 de septiembre de 1936. (ACGT, A-VIII-3 pag. 7). La Junta alegaba que no podía garantizar tampoco la seguridad personal del obispo, dado el fuerte estado de tensión política de la diócesis. El mismo obispo de Vitoria, en conversación con el cardenal Goma el 5 de septiembre de 1936, afirmó haber recibido amenazas contra su persona. Resulta indudable que en la decisión de la Junta pesaban en aquel momento también las presiones de sectores tradicionalistas y falangistas. 16. Informe, cit. supra, pag. 7. 17. Informe, cit. supra, pag. 9. 44

ticano 18, que colaborara cerca de la Santa Sede para explicar la necesidad de una ausencia temporal del obispo de Vitoria «haciéndose interprete de los deseos de la Junta Nacional» sin que ello importara «censura política para el Reverendísimo prelado de Vitoria y sólo con el fin de evitar una situación de violencia por parte de dicha Junta y de peligro para el propio prelado» 19. Los ofrecimientos y propuestos del cardenal se sometían a la Santa Sede para que ésta «en su altísimo criterio» resolviera lo que más oportuno creyere: «(...) quedando por lo que a mí me toca totalmente a las órdenes de la Santa Sede a las que quedo siempre sumiso» 20. El 5 de septiembre acudió el cardenal a entrevistarse con el obispo de Vitoria para darle cuenta de las proposiciones de la Junta de Defensa 21. D. Mateo Múgica se mostró dispuesto a secundar «cualquier indicación» pro parte de la Santa Sede, pero juzgaba que una salida, aunque fuera circunstancial, de su diócesis daría lugar a graves equívocos de tipo político «porduciéndose con ello más encono en la lucha actual» n. Ante estos razonamientos, el Primado resolvió escribir a la Junta de Defensa por mediación del mismo general Dávida, para que se desistiese

18. El marqués de Magaz actuará como agente oficioso, primero de la Junta de Defensa y posteriormente del Gobierno de Burgos, hasta el mes de mayo de 1937 en que fue nombrado embajador en Berlín. No fue nunca reconocido oficialmente por la Santa Sede. Su actuación suscitó controversias en el Vaticano, donde el mismo Secretario de Estado objetó al cardenal Primado su forma de actuar. Le sustituyó D. Pedro de Churruca, marqués de Aycinena, primero como agente oficioso también y luego como agente diplomático oficial reconocido en julio de 1937. De 1934 a 1936, el embajador español ante la Santa Sede fue D. Leandro Pita Romero. En julio de 1936 al frente d e la embajada se encontraba el Sr. Zulueta. 19. Informe general a la Santa Sede, cit. de 4 de septiembre de 1936. (ACGT, A-VIII-3 pag. 9). En la carta que el cardenal Goma enviaba al marqués de Magaz cumpliendo el encargo, y que incluimos íntegra en Apéndice documental, se insistía como «ruego especial» en que quedaran a salvo «los sagrados derechos de la Iglesia y los del prelado de Vitoria». Dicha carta pone de relieve que, aunque el cardenal actuaba para evitar una decisión unilateral de la Junta de graves consecuencias, no era partidario de la ausencia del obispo: «Mi criterio personal es favorable a la permanencia del prelado en su sede. Ya son demasiados entre asesinados y ausentes, los pastores que no pueden atender al gobierno de su diócesis». (Carta del cardenal Goma al marqués de Magaz, 4 de septiembre de 1936. ACGT, F-s.n. pag. 3). 20. Informe general a la Santa Sede, cit. de 4 de septiembre de 1936. (ACGT, A-VIII-3, pag. 10). 21. En la entrevista, celebrada en Vitoria, estuvo presente también el obispo de Pamplona, D. Marcelino Olaechea. 22. Postcriptum, del cardenal Goma al Informe general cit. de 4 de septiembre de 1936. ÍACGT, A-VIII-3, pag. 11).

45

por el momento «del propósito de alejar de su diócesis al Sr. obispo de Vitoria (...) mientras no se produzcan hechos nuevos que reclamen una actitud contraria» 23. En la misma carta se señalaba que «dicho Sr. obispo por el bien de su diócesis y de la Patria, está dispuesto a dejar, circunstancialmente la capital de su diócesis, si la Santa Sede lo creyese oportuno, oídas las razones que para ello alegara la Junta de Defensa Nacional» 24. A los pocos días, (concretamente el 19 de septiembre), volvía el cardenal Goma a informar sobre el caso a la Santa Sede, ya que se habían producido «algunos hechos nuevos respecto de este grave asunto y la Junta de Defensa no desiste en su empeño de procurar la ausencia de su sede del mentado Sr. obispo». La información se realizaba con el fin de que la Santa Sede pudiera «hacer acopio de elementos de juicio para resolver según su alta sabiduría» 25. Aunque el cardenal no lo mencionaba expresamente, sabemos por una carta que le dirigió el marqués de Magaz desde Roma, que el presidente de la Junta de Defensa, general Cabanellas, había enviado un escrito al Vaticano en el que entre otras cuestiones, se conminaba a urgir a salida del obispo de Vitoria 26. Paralela a estas gestiones diplomáticas, el Primado había recibido la visita de D. Eugenio Vegas Latapié 27 para comunicarle que la Junta de Defensa persistía en su actitud respecto a D. Mateo Múgica y estaba en vías de destacar un emisario en Roma para persuadir a la Santa Sede de la necesidad de la remoción del obispo 28. Ante la presión de los hechos, el cardenal Goma rogó al Sr. Vegas Latapié pidiera al general Dávila que suspendiera toda gestión, mientras él se entrevistaba con la Junta de Defensa «con ánimo de aplazar a lo menos este grave asunto» 29.

23. Carta del cardenal Goma al general Dávila, Pamplona 5 de septiembre de 1936. (ACGT, A-VIII-3, pags. 10-13). Copia de dicha carta fue enviada a la Santa Sede. 24. Carta al general Dávila cit. supra, pag. 12. «Tenga la seguridad, mi general —terminaba la carta— de que el Sr. obispo está en las mejores disposiciones y no quiere crear a esa Junta ni la más leve dificultad» (Ibid. pag. 13). 25. Informe del cardenal Goma a la Santa Sede, Pamplona 19 de septiembre de 1936. (ACGT, A-VIII-5, pag. 1). Ya en anteriores informaciones a la Santa Sede, el cardenal opinaba que el asunto, a más de delicado tenía «posibilidad próxima de que se convierta en conflicto público». (ACGT, A-VIII-3, pag. 10). 26. Carta del marqués de Magaz al cardenal Goma, Roma, 22 de septiembre de 1936. (ACGT, F-s.n.) La incluimos completa en Apéndice documental. 27. El Sr. Vegas Latapié era capitán de la Asesoría Jurídica de la Junta de Defensa. 28. El emisario de la Junta era D. Pedro Sáinz Rodríguez. 29. Informe a la Santa Sede, cit. de 19 de septeimbre de 1936. (ACGT, A-VIII-5, pag. 2). A más de esta petición, el cardenal Goma escribía a Sáinz Rodríguez con urgencia: «Quiero llamarle la atención sobre dos puntos de nuestra conversación [con Vegas Latapié].

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La reunión del cardenal con la J u n t a de Defensa tuvo lugar en Burgos el 17 de septiembre 30. El criterio de los generales expuesto «con vehemencia» por el Presidente, general Cabanellas, se basaba en tres hechos: «a) Al aliarse los nacionalistas con los comunitas,habían obligado a intensificar y prolongar la lucha y a un mayor derramamiento de sangre 31. b) El obispo de Vitoria —a pesar de sus recientes manifestaciones—, había amparado con excesiva transigencia a los sacerdotes nacionalistas «principales culpables de este movimiento militar», consintiendo que en los cargos de su diócesis se atendiera con preferencia a estos sacerdotes. c) El seminario de la diócesis se había convertido en «una escuela de nacionalismo» 32. Por todo ello, la Junta de Defensa insistió en los propósitos ya comunicados con anterioridad al P r i m a d o : «1.° «Ausencia del Sr. obispo de la dióceis de Vitoria, si bien no recurriendo al mandato directo de dicha Junta, sino a la propia iniciativa del prelado o al llamamiento de la Santa Sede»; 2.° «Remoción de sus cargos, antes de ausentarse el prelado, de los Sres. vicario general y rector del seminario y su sustitución por personas no tachadas de nacionalismo»; 3. «Toda vez que el seminario es foco de nacionalismo y centro en que se forman los que en su día tanta influencia han de ejercer en el pueblo, la no apertura del seminario, hasta que se provea debidamente a la formación de los seminaristas por personal apolítico» 33.

Es el primero la situación del Sr. obispo de Vitoria. Creo sinceramente que será una equivocación apartarlo de su diócesis en estos momentos. A ruego de la Excma. Junta de Defensa Nacional intervine en este negocio, y mi última palabra, fue expresar mi convicción de que convenía por ahora suspender todo acuerdo sobre el particular. A la Junta le ha parecido lo contrario, y me temo que no va a salir bien en este asunto». (Carta del cardenal Goma a D. Pedro Sáinz Rodríguez, Pamplona 15 de septiembre de 1936. ACGT, F-s.n.). 30. «Estaban reunidos los generales Cabanellas, presidente, Gil Yuste y Dávila. Me acompañó en la visita el Excmo. Sr. arzobispo de Valencia [D. Prudencio Meló y Alcalde] accidentalmente en Burgos por la situación de la ciudad de su residencia, dominada por las milicias rojas que han incendiado su palacio». (Informe del cardenal Gomó a la Santa Sede, cit. de 19 de septiembre de 1936. ACGT, A-VIII-5, pag. 2). 31. Este mismo argumento lo expondrá también posteriormente y con insistencia el general Franco ante el Primado al tratar del problema vasco. 32. Informe general a la Santa Sede, cit. de 19 de septiembre de 1936. (ACGT, A-VIII5, pags. 2 y 3). La Junta aportaba pruebas escritas de hechos ocurridos en el seminario de Vitoria, cuyo resumen enviaba el cardenal Goma a la Santa Sede en este mismo Informe. 33. Informe a la Santa Sede, cit. de 19 de septiembre de 1936. (ACGT, A-VIII-5, pags. 3 y 4). Con respecto al tema del seminario, el general Dávila entregaba una nota al cardenal Goma poniendo sobreaviso de posibles conflictos de orden público en Vitoria (donde algunos conatos se habían ya producido), caso que se abriera el seminario para un nuevo curso con el 47

Ante lo categórico de la postura de la Junta, la respuesta del cardenal, según sus mismas palabras, se encaminó a suavizar actitudes y tratar de «sacar de la situación el mejor partido» 34: «Insistí especialmente en el respeto debido a los derechos de la Iglesia, de la que se precian ser hijos, y en la necesidad de que no se resuelva nada sin la intervención de la Santa Sede; en la conveniencia de que en cosa de tanta gravedad, y en estos momentos de apasionamiento político, no se proceda, sin pruebas bastantes y sin los debidos asesoramientos; y en que, toda vez que se intentaba proceder con la rapidez máxima, se hiciese la Junta cargo de que la distancia de Roma y la misma gravedad del asunto importaría forzosamente una demora en la solución» 35. La J u n t a aceptó las propuestas. Sólo insistieron «como medida de xima urgencia, en que se suspendiera la apertura de curso, para la que tan pocos días, a fin de evitar posibles disturbios si el seminario seguía el mismo personal anterior» 36. T o d a esta serie de hechos llevaban al cardenal G o m a a exponer Santa Sede su criterio personal para que ésta resolviera:

máfalcon a la

1.°) Juzgaba que la persona del obispo de Vitoria era tenida como nacionalista «en el concepto público», y como tal «tenía la animadversión de todos los elementos contrarios, tradicionalistas, fascistas y elemento oficial del Ejército». Incluso habían existido momentos «en que ha peligrado su seguridad personal». 2. °) Goma personalmente no creía que «se le pudiera tachar de nacionalista», aunque quizás «por consideraciones de carácter disciplinar, no se haya atrevido a oponerse a la corriente de sus sacerdotes», muchos de los cuales «sí son nacionalistas». 3.°) Don Mateo Múgica estaba «personalmente dispuesto a acatar toda indicación de lá Santa Sede», aunque «se resistiría al cumplimiento de toda disposición de cualquier otro organismo civil o militar». 4. °) La actuación del vicario general de la diócesis de Vitoria, de los dirigentes del seminario, así como de muchos sacerdotes y religiosos sí podía

mismo cuadro de profesores considerados como separatistas por amplios sectores de la población. (Cfr. Informe cit. supra pag. 4). 34. Informe a la Santa Sede, cit. de 19 de septiembre de 1936. (ACGT, A-VIII-5, pag. 4). 35. Ibid. pag. 4. 36. Informe a la Santa Sede, cit. de 19 de septiembre de 1936. (ACGT, A-VIII-5, pag. 4). Dada la especial situación del seminario, ocupado en parte por las tropas y con muchos seminaristas en el frente, el cardenal Goma aceptó proponer a Mons. Múgica que difiriera su apertura hasta noviembre. 48

ser calificada de nacionalista. Algunos incluso habían «hecho armas en la guerra actual contra las tropas nacionales y al lado de los comunistas» v . 5.°)

El ambiente en la diócesis de Vitoria era muy delicado, con una ten-

sión política enormemente grave, que podía degenerar en disturbios 6.°)

La actitud de la Junta de Defensa Nacional era irreductible

38

.

M ls

-

Por todas estas razones, el P r i m a d o concluía así su exposición: «Me permito insinuar a la Santa Sede la conveniencia de que se procure una salida temporal del prelado de Vitoria en la forma más suave y breve posible. Tenga Su Eminencia la seguridad de que el Sr. obispo secundará la menor indicación que se le haga de Secretaría de Estado» 39. La preocupación del cardenal en esos momentos era el que la Santa Sede fuera la que t o m a r a la iniciativa en la decisión. En primer lugar para salvar la independencia de la Iglesia, en segundó lugar para evitar u n a situación de r u p t u r a con la J u n t a de Defensa de consecuencias graves. Se pensaba entonces (y el P r i m a d o compartía la idea) que la guerra terminaría pronto, lo cual evitaría complicar más el asunto del obispo de Vitoria: «Si la Junta de Defensa se aquietara con la indicación de que la Santa Sede se ocupará de este negocio así que quede expedita la comunicación con el Encargado de Negocios o con el Sr. nuncio —por cuanto la rendición de Madrid parece ser cosa de pocas semanas— sería una providencia dilatoria que sin duda facilitaría una solución más acertada y firme» 40. La respuesta de la Santa Sede que había de ser la definitiva, llegó al cardenal en dos despachos de Secretaría de Estado. El primero venía fechado el 25 de septiembre 4I . T o m a n d o como base que el único medio de resol-

37. Este hecho había llevado a algunos —según comunicaba el cardenal al Vaticano— a proponer «la cuestión de conciencia del fusilamiento de sacerdotes y religiosos que han incurrido en las sanciones del fuero militar» (Informe a la Santa Sede, cit. de 19 de septiembre de 1936. ACGT, A-VIII-5, pag. 6). 38. «Las pasiones políticas están acerbadísimas (...) a más de la colaboración de los nacionalistas con las tropas del Frente Popular (...) por el fusilamiento de varios dirigentes tradicionalistas, particularmente los diputados Srs. Beunza y Pradera», lo cual, «ha aumentado la enemiga contra el Sr. obispo». (Informe a la Santa Sede, cit. de 19 de septiembre de 1936. ACGT, A-VIII-5, pags. 5 y 6). 38 bis. Resumimos del, Informe cit. supra, pags. 4-5-6. 39. Informe a la Santa Sede, cit. de 19 de septiembre de 1936. ACGT, A-VIII-5, pags. 4 Y 5. 40. Informe a la Santa Sede, cit. de 19 de septiembre de 1936. (ACGT, A-VIII-5, pag. 7). 41. Carta-despacho del cardenal Pacelli al cardenal Goma, de 25 de septiembre de 1936. (ACGT, A-VIII-4). 49

ver la delicada situación, era que Mons. Múgica se alejara provisionalmente de Vitoria, evitando que pareciera una imposición, lo cual agravaría el estado de cosas, concluía en los siguientes términos:

t u b r e p a r a , en u n ú l t i m o i n t e n t o , s o l i c i t a r d e su p r e s i d e n t e el g e n e r a l D á v i l a « q u e c o n s i n t i e r a al E x c m o . S r . O b i s p o d e V i t o r i a , d i f e r i r l a s a l i d a c i r c u n s -

«(...) il Santo Padre, ben conoscendo la prudenza ed il tatto di Vostra Eminenza, Le affida il delicato encarico di convencere Monseñor Múgica a partir dalla sua diócesi. Un ragionevole motivo sarebbe quello della necesita di prendersi un periodo di reposo dopo aver sofferto tanti disagi e visto tanti orrori» 42.

t a n c i a l d e su s e d e h a s t a t a n t o q u e se h u b i e r a r e n d i d o la c i u d a d d e B i l b a o , p a r a n o a ñ a d i r u n n u e v o m o t i v o a los m u c h o s factores d e discordia h o y e x i s t e n t e s » " 5 . E l g e n e r a l D á v i l a a c c e d i ó a la p e t i c i ó n i n s i s t i e n d o e n la c e s a c i ó n en s u s f u n c i o n e s del v i c a r i o g e n e r a l d e la d i ó c e s i s y del r e c t o r del s e m i nario:

En el segundo despacho, con fecha de 29 de septiembre, el cardenal Pacelli añadía la decisión del Santo Padre de que el vicario general de Vitoria se alejara también de su puesto provisionalmente, encomendando al cardenal Goma el sugerir nombres para el gobierno interno de la diócesis43 Recibidas las comunicaciones de la Santa Sede, elevado Franco a la Jefatura del Estado y constituida ya por ley de 1.° de octubre de 1936 la Junta Técnica del Estado M, el cardenal Goma se trasladó a Burgos el 8 de oc-

«Le reiteré la seguridad —informaba el cardenal a Secretaría de E s t a d o — de que, salvo los derechos de la Santa Iglesia y de las personas que los representan, la Santa Sede se halla dispuesta a facilitar cuanto esté de su parte el difícil cometido del Gobierno de Burgos» 4*. E s e m i s m o d í a (8 d e o c t u b r e ) , el c a r d e n a l G o m a p a s ó a V i t o r i a p a r a t r a n s m i t i r a D . M a t e o M ú g i c a el e n c a r g o d e la S a n t a S e d e d e q u e d e j a r a circ u n s t a n c i a l m e n t e l i b r e su S e d e : «Me ha respondido textualmente —notificaba al cardenal Pacelli— que 'antes de ocho días h a b r á salido de Vitoria en dirección a R o m a ' » 47 .

42. Carta-despacho del cardenal Pacelli al cardenal Goma, cit. de 25 de septiembre de 1936. (ACGT, A-VIII-4, pag. 2). Creemos interesante señalar que, aparte de las sugerencias del cardenal Goma, la decisión de la Santa Sede sobre el caso de Mons. Múgica, se vio también enormemente influenciada por las gestiones del marqués de Magaz ante el Vaticano. La carta que el marqués de Magaz enviaba al Primado por estas fechas, y que reproducimos íntegra en Apéndice documental, prueba que la Junta de Defensa deseaba la salida del prelado en las mismas condiciones que posteriormente el cardenal Pacelli comunicaba a Goma: «Yo no veo más que un medio de conciliar los deseos de la Junta de Defensa con los respetos debidos a la Iglesia (...). Este medio es que la salida del prelado de su diócesis no aparezca como una destitución, ni impuesta contra su voluntad. Ésta es la solución que yo me he permitido indicar a Su Eminencia el cardenal Pacelli (...). El tiempo, más tarde, daría, sin violencia, solución satisfactoria y definitiva a este enojoso asunto». (Carta de D. Antonio Magaz al cardenal Goma, de 22 de septiembre de 1936. ACGT, F-s.n.). El conocimiento íntegro de los despachos diplomáticos de Magaz con la Junta de Defensa, proporcionaría sin duda valiosos datos sobre esta cuestión. Pero creemos poder asegurar que, incluso en estos delicados momentos, la Santa Sede, a pesar de su reserva, no estaba muy dispuesta a una ruptura definitiva con la Junta, posiblemente también por efecto de las informaciones sobre la situación recibida del Primado. 43. Carta-despacho del cardenal Pacelli al cardenal Goma de 29 de septiembre de 1936. (ACGT, A-VIII-6). La remoción y sustitución del Vicario general, considerado como de actuación claramente nacionalista, fue la petición más firme de la Junta de Defensa desde el principio. 44. La reunión de la Asamblea de generales en el llamado Campo de Mondoñedo, término de Maulla de los Caños (Salamanca), el 28 de septiembre de 1936, después de una serie de reuniones preparatorias el 14 y 21 del mismo mes, había concluido con el resultado del nombramiento de Franco como Generalísimo de los Ejércitos y Jefe del nuevo Estado (Decreto de la Junta de Defensa de 29 de septiembre de 1936). Como embrión de la organización del nuevo Estado se creaba la Junta Técnica (Ley de 1.° de octubre) constituida el 5 de octubre. 50

N o m b r a d o n u e v o v i c a r i o g e n e r a l d e la d i ó c e s i s d e a c u e r d o c o n el o b i s p o de Vitoria y la S a n t a Sede

48

, D . M a t e o M ú g i c a s a l i ó d e E s p a ñ a el 14 d e

o c t u b r e i n s t a l á n d o s e e n R o m a , a l e j a m i e n t o q u e n o i m p i d i ó sin e m b a r g o u n a c o n s t a n t e r e l a c i ó n e p i s t o l a r c o n el P r i m a d o .

Con residencia en Burgos, la Junta se componía de los siguientes organismos y miembros: Presidencia: Fidel Dávila Arrondo; gobernador general: Francisco Fermoso Blanco; secretario de guerra: Germán Gil Yuste. Presidentes de comisiones: Hacienda: Andrés Amado; Justicia: José López; Comercio y Abastos: Joaquín Bau Nolla-, Industria: Juan Antonio Suances; Agricultura y Trabajo: Alejandro Gallo; Instrucción Pública: Romualdo de Toledo; Cultura y Enseñanza: José M." Pemán Pémartín; Obras Públicas y Comunicaciones: Mauro Serret; Secretario General: Nicolás Franco Bahamonde; Secretario de Relaciones Exteriores: Francisco Serra Bonastre. (Cfr. C. SECO SERRANO. La España Contemporánea, Gallach, Barcelona 1969, 477 ss.). 45. Informe del cardenal Goma a la Santa Sede, Pamplona, 9 de octubre de 1936. (ACGT, A-VIII-7, pag. 7). La idea de una pronta liquidación de la guerra, seguía presente en la mente del cardenal. 46. Informe a la Santa Sede, cit. de 9 de octubre de 1936. (ACGT, A-VIII-7, pag. 2). Se trata aquí de la primera alusión de Goma a la postura del Vaticano respecto al recién constituido Gobierno de Burgos. 47. Informe a la Santa Sede, cit. de 9 de octubre de 1936. (ACGT, A-VIII-7, pag. 2). 48. Primeramente D. Mateo Múgica propuso como Vicario a D. Asunción Gurruchaga. Posteriormente cambió de parecer en la persona de su secretario de cámara, D. Antonio M. Pérez Ormazabal, confirmado en el cargo definitivamente. (Cfr. Informes del cardenal Goma a la Santa Sede, de 8 y 9 de octubre de 1936. ACGT, A-VIII-, 7, 8 y 9).

j

Por la delimitación impuesta en nuestro trabajo, no podemos detenernos más en este delicado problema que, de alguna forma, seguirá influyendo en el curso de los acontecimientos relativos a la cuestión vasca en 1937 49. No obstante, antes de poner punto final a la problemática surgida por la obligada ausencia y posterior renuncia del obispo de Vitoria, queremos destacar los siguientes datos: 1.°) La diócesis de Vitoria fue regida por el nuevo Vicario, D. Antonio M. Pérez Ormazabal, dependiente de Mons. Múgica, hasta julio de 1937. El cardenal Goma no era partidario de esta solución de interinidad por los gravísimos problemas de orden religiosos y político por los que atravesaba la diócesis. Pidió desde el primer momento al Vaticano que se nombrara un Administrador Apostólico con autoridad plena 50. 2. °) La petición del cardenal no fue aceptada por la Santa Sede hasta el mes de julio de 1937, encontrándose ya en España como Delegado Apostólico Mons. Antoniutti. El nombramiento de Administrador Apostólico de Vitoria recayó en la persona de D. Javier Lauzurica, obispo auxiliar de Valencia, que era el candidato propuesto por Goma desde noviembre de 1936. Los meses transcurridos hasta la solución definitiva adoptada por Roma, supusieron una ininterrumpida sucesión de problemas que exigieron la intervención continua del Primado 5I. 3.°) En los primeros momentos, la salida de Mons. Múgica se consideró provisional. El cardenal Goma, en su primera entrevista con el general Franco como agente oficioso de la Santa Sede, el 29 de diciembre de 1936, consiguió una declaración del mismo en el sentido de que no insistiría en la renuncia de D. Mateo a su sede 52. Los acontecimientos posteriores, tanto bélicos como los ocasionados por el dificilísimo problema de los nacionalismos y las sanciones a los sacerdotes considerados separatistas, hicieron que las posibilidades para el retorno de Mons. Múgica, se fueran cerrando cada vez más. Fiel reflejo de este ambiente los constituyen los Informes del

49. En el Archivo del cardenal Goma en Toledo, Sección A (VIII-13 y ss.) y C (I y II) se contiene toda la correspondencia cruzada entre el Primado, Mons. Múgica y la Santa Sede sobre el tema. GRANADOS. A. en Ob. cit. pag. 142 y 146 y ss. ha publicado gran parte de ella. 50. Carta del cardenal Goma a Mons. G. Pizzardo, Secretario de la Congregación de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios, Pamplona 18 de noviembre de 1936. (ACGT, A-VII-2). Los mismos extremos se repetirán en correspondencia posterior con Mons. Pizzardo y el cardenal Pacelli. 51. Son ilustrativas a este respecto las cartas numerosas cruzadas entre el cardenal Goma y el Vicario general de Vitoria, D. Antonio M. Pérez Ormazabal. (ACGT, A-VIII-15 y ss.). 52. Informe del cardenal Goma a la Santa Sede, Pamplona 1 de enero de 1937. (ACGT, A-I-16, pags. 3 y 4). Ampliamos más el tema en el capítulo tercero.

Primado a Secretaría de Estado, durante los primeros meses del año 1937 gran parte de los cuales analizamos en el capítulo sexto relativo a la cuestión vasca. Poco después del nombramiento de D. Javier Lauzurica como Administrador Apostólico de Vitoria, se hacía pública la renuncia de D. Mateo Múgica a su Diócesis, comunicada por la Santa Sede al Gobierno Nacional en nota oficial con fecha de 12 de octubre de 1937 53.

2.2.

LOS INTENTOS DE LA JUNTA DE DEFENSA PARA SER RECONOCIDA POR LA SANTA SEDE. EL TEMA DE LA CONFESIONALIDAD DEL ESTADO

En los primeros días de septiembre, el cardenal Goma recibía la noticia de que una carta del papa a él dirigida a últimos de agosto, había sido interceptada y abierta por el Frente Popular. Según el portavoz de esta noticia, el Jefe de Correos de Irún testimoniaba que en dicha carta «el Santo Padre recomendaba a los católicos españoles la ayuda incondicional al movimiento salvador de España para acabar con el comunismo» 54. Al dar cuenta al cardenal Pacelli de este extravío, el Primado lamentaba lo ocurrido por verse privado «de un precioso documento de la Santa Sede que contendría luminosas orientaciones en los graves momentos actuales» 55. No se supo más de este documento, ya que en la posterior correspondencia con la Santa Sede no aparecerá referencia alguna de él 56 . Sin embargo, sabemos que por las mismas fechas, el general Cabanellas, presidente de la Junta de Defensa, había enviado un escrito al Vaticano por conducto del marqués de Magaz, planteando claramente la cues-

53. Acuse de recibo de la Secretaría de Relaciones Exteriores, con fecha de 23 de octubre de 1937. (ACGT, B-I-27). 54. Carta de D. Félix Escribano, Alférez, capellán, al Vicario general de Pamplona, D. José Santander, transmitida por éste último al cardenal Goma y enviada copia textual a Roma con fecha de 8 de septiembre. (ACGT, A-I-s.n.). 55. Carta del cardenal Goma al cardenal Pacelli, Pamplona 8 de septiembre de 1936. (ACGT, A-I,s.n.). Probablemente el informador exageraba el énfasis de dicho comunicado. De todas formas, el Primado no lo pudo conocer nunca, ni en Secretaría de Estado le aclararon el contenido de este documento. 56. En carta a D. Pedro Sáinz Rodríguez, (15 de septiembre de 1936), el cardenal Goma aludirá también a este hecho, aunque dadas las circunstancias de dificultad en las comunicaciones, así como la actividad bélica de la zona (Irún acababa de ser tomado por las tropas nacionales), no podía dar fe de que el contenido de la carta del papa respondiera exactamente a Jo que se le informaba.

tión del reconocimiento de la Junta por la Sania Sede 57. Al cardenal Goma se le informó de estas cuestiones en la visita que el Sr. Vegas Latapié le hizo en nombre de la Junta para tratar del asunto del obispo de Vitoria 58. Aunque no intervino para nada en el desarrollo de estas negociaciones, Goma recomendó desde el principio prudencia y no precipitación. Las comunicaciones resultaban lentas y las respuestas a sus Informes a Secretaría de Estado llegaban con enorme retraso, lo que dificultaba el tener una visión suficientemente completa de cómo realmente se planteaban las cosas en el Vaticano. Constituida ya la Junta Técnica del Estado en Burgos, y elevado Franco a la Jefatura del Estado, el cardenal Goma escribirá al marqués de Magaz a Roma insistiendo en no promover medidas precipitadas, cuyo fracaso podría acarrear «a la Iglesia de España mayores males de los que ya sufre» 59. Esta opinión suya no era compartida entonces por algunos elementos destacados de la Junta de Burgos 60. Lo cierto es que el marqués de Magaz continuaba insistiendo con fuerza ante el Vaticano en la creencia de

57. «En cuanto a la Santa Sede, yo no sé, con verdad, como va a resolver el pleito que plantea la carta del general Cabanellas. Nada puedo conjeturar de la actitud del cardenal Secretario de Estado al leerla; pero sería altamente desconsolador para los verdaderos católicos diera largas a tan importante asunto o que pusiera obstáculos a la labor política de un Gobierno que ha restablecido en España la tradición católica, cuando no los ha puesto a una serie de gobiernos republicanos enemigos de la fe y perseguidores de la Iglesia». (Carta del marqués de Magaz al cardenal Gomó, 22 de septiembre de 1936. ACGT, F-s.n.). El escrito de Cabanellas al Vaticano pedía también el alejamiento de Mons. Múgica de la Diócesis de Vitoria. 58. Cfr. Carta del cardenal Goma a D. Pedro Sáinz Rodríguez, de 15 de septiembre de 1936. (ACGT, F-s.n.). Por esta carta sabemos también que la Junta, al pedir a la Santa Sede un reconocimiento oficial, se quejaba ante la misma de la actitud mantenida con el Gobierno de Madrid a través de relaciones con Pita Romero, antiguo embajador de la República ante el Vaticano. Ignoramos si el término «relaciones» hacía referencia a contactos personales entre el cardenal Pacelli y el Sr. Pita Romero, o a algún paso de más trascendencia. 59. Carta del cardenal Goma al marqués de Magaz, Pamplona 12 de octubre de 1936. (ACGT, F-I-5). Los momentos eran muy delicados, pues se estaba gestionando la salida de Vitoria de Mons. Múgica. 60. La información la tomamos de las cartas que el marqués de Magaz escribió al Primado en el mes de octubre de 1936 y que, por lo expresivas y a menudo confidenciales, reflejan con justeza un estado de ánimo determinado. No se señala en dichas cartas si esta postura de reconocimiento a toda costa, era compartida también por el general Franco. Por las informaciones del propio Goma a la Santa Sede, no parece ni consta que Franco insistiera especialmente en este punto, al menos hasta el mes de diciembre de este año. Lo que sí se transparenta en la información es que no estaba dispuesto a una actuación tan pertinaz como algunos de sus colaboradores. En la primera entrevista oficial del Jefe del Estado con el cardenal Goma una vez nombrado éste representante «confidencial y oficioso» de la Santa Sede, manifestó-no estar de acuerdo con algunas actuaciones del marqués de Magaz. Incluso se declaró dispuesto a que no continuara en su cargo en Roma. (Cfr. Informe del cardenal Goma a la Santa Sede, Pamplona 1 de enero de 1937. ACGT, A-I-16, pags. 4 y 5). 54

que, c o m a el fin de la guerra se suponía próximo, de no hacerse el reconocimiento en esos momentos, muchos lo conceptuarían ya tardío: «Yo ruego a V.E. —escribía al Primado— me perdone si, a pesar de sus consideraciones, me permito insistir acerca del reconocimiento del Gobierno del general Franco por la Santa Sede (...). Aquí entre la colonia española y los refugiados, es también general el anhelo de que la Iglesia reconozca al Gobierno que es, al fin y al cabo, el que encarna y representa el movimiento en pro de la religión y de la Patria (...), Hecho ahora [el reconocimiento] cuando se dominan las cuatro quintas partes de la península y cuando las fuerzas del general Franco están a las puertas de Madrid y en disposición de ocupar la capital dentro de pocos días, no se podrá tomar como una medida precipitada. Yo temo que muchos la conceptúen tardía» 61. Al responder al marqués de Magaz, el Primado se hacía eco de sus preocupaciones y, al tiempo que manifestaba su esperanza en un arreglo definitivo 62, relataba sus esfuerzos por llegar a un acercamiento que permitiera un estado de orden y paz para la Iglesia, corrigiendo en lo posible los vicios pasados: «Cuanto al reconocimiento del Gobierno del general Franco por la Santa Sede, comprenderá Sr. marqués que no puedo hacer más que respetar las altísimas razones que tendrá Su Santidad para diferirlo. Puedo asegurarle, con todo, que mis informaciones a la Santa Sede han sido completas sobre el aspecto político, militar y social del movimiento, haciendo resaltar de modo especial el espíritu profundamente cristiano que le ha informado y su legitimidad, derivada del estado de descomposición de España y de su inevitable ruina en todos los órdenes si el movimiento no se hubiera producidio 63; que tengo la seguridad, fundada en hechos ciertos, de que en el Vaticano se sigue con simpatía el curso de los acontecimientos

61. Carta del marqués de Magaz al cardenal Goma, 22 de octubre de 1936. (ACGT, F-I6). 62. La respuesta ha de encuadrarse en el contexto de los Informes que el cardenal enviaba a la Santa Sede y que hemos estudiado en el capítulo primero. También hay que relacionarla con las tomas de postura públicas de la Jerarquía en relación con el tema de la guerra, a las que nos referimos en el capítulo cuarto. De ahí que Goma aluda claramente a los deseos de un reconocimiento. Por estas fechas estaban ya decidido a ir a Roma para informar personalmente y se encontraba preparando la documentación que presentaría allí. 63. Nótese que este argumento será uno de los capitales para justificar el Movimiento en la Carta Colectiva de 1937. Nótese también que por estas fechas el cardenal Goma no había tenido relación personal alguna con Franco. Su única comunicación la había constituido un telegrama de felicitación con ocasión de su nombramiento como Jefe de Estado. 55

en España, en cuanto se estima que de ellos puede venir un estado definitivo de orden y de paz para la Iglesia» (...)• «Las poderosas razones alegadas por V.E. pesan ya sin duda en el ánimo de la Santa Sede. Creo que todo lo demás es cuestión de oportunidad.JPi; do a Dio>que no se tarde el día en que, reconocido ya oficialmente el Gobierno del Generalísimo Franco, que tiene hoy la simpatía y la admiración de la verdadera España, podamos todos colaborar, cada cual en su esfera, en la obra tan necesaria de la reconstrucción de tantas cosas como han sido devastadas en nuestra Iglesia en España» M. El reconocimiento del Gobierno de Burgos, no iba a conseguirse por la vía diplomática en estos meses 65. El cardenal no lo planteará directamente hasta su viaje a Roma en diciembre de 1936 y sus gestiones darán como resultado el primer paso de la Santa Sede al nombrarle su representante «confidencial y oficioso». Sin embargo no se plasmará como petición en cuanto tal en ningún escrito a la Santa Sede, hasta después de la primera entrevista oficial con el general Franco, el 29 de diciembre de 1936 6*. ¿Cómo se planteaban desde el sector de la Jerarquía española estas cuestiones relativas a las relaciones con el Estado naciente? En estos primeros momentos, las cartas cruzadas entre el cardenal Goma y los obispos con quien podía comunicarse, reflejaban que las preocupaciones fundamentales de la Jerarquía se dirigían a la restauración espiritual y material de las diócesis devastadas. Con el deseo de reorganizar la vida de la Iglesia española, enormemente traumatizada 67, el Primado enviaba a algunos obispos, desde mediados del mes de octubre, un pequeño cuestionario, pidiendo su parecer sobre los puntos más urgentes a tratar habida cuenta de las difíciles circunstancias 68. En las respuestas a estos puntos, late la pre-

64. Carta-respuesta del cardenal Goma al marqués de Magaz, Pamplona 19 de noviembre de 1936. (ACGT, F-I-7). 65. Las gestiones del marqués de Magaz ante el Vaticano, donde siguió insistiendo en la necesidad del renocicimiento oficial ante el mismo Pío XI, fueron enjuiciadas en la Curia romana desde muy diversos puntos de vista, como pudo comprobar personalmente el cardenal Goma durante su estancia en Roma. Junto a ardientes defensores de su actuación, existían también los detractores que le acusaban de falta de estilo diplomático. El mismo cardenal Pacelli, se quejó ante el Primado de su actuación. No entra en el ámbito de nuestro trabajo enjuiciar estas gestiones, entre otras razones porque haría falta conocer los despachos diplomáticos hasta mayo de 1937. Pero en estos primeros momentos, sí se mezclaban en los juicios sobre Magaz en el Vaticano, las posturas encontradas sobre el sentido de la guerra española. 66. Véase Informe del cardenal Goma a la Santa Sede, de 1 de enero de 1937, que estudiamos en el capítulo tercero. 67. La correspondencia entre los obispos, pone de relieve el traumatismo que había supuesto la guerra. Las descripciones minuciosas y detalladas de la destrucción material y de vidas humanas son su más fiel renejo. (Cfr. ACGT, Sección C-I). 68. Resumen de "estos puntos se llevaron a la Santa Sede en diciembre de 1936. 56

ocupación por aprovechar los momentos presentes, ante todo en orden a un mejoramiento espiritual, que permitiera la superación de los traumas de la guerra, sin hacerse excesivas ilusiones sobre un futuro sin problemas 6?. Pero a la vez que se afrontaban los problemas relativos al aspecto interno de la Iglesia, se pedían sugerencias en el orden de las relaciones con el Estado cara al futuro, en lo que los obispos llamaban «nueva España». En este terreno resulta sintomático el acuerdo, ya desde el principio, de situar las futuras relaciones Iglesia-Estado desde el marco de un estado confesional católico. La derogación de las leyes sectarias de la II República y la implantación de una enseñanza católica a todos los niveles, constituye su más clara expresión. En este punto, todos los obispos consultados estaban de acuerdo: la experiencia republicana había resultado nefasta para la Iglesia y había que reconstruir un Estado de cosas diferente, con el asentamiento de los principios cristianos en las bases de la vida social y política, si bien modificando aspectos para evitar excesivas vinculaciones a la Iglesia 70. 69. Esta preocupación, ligada directamente a una misión de la que los obispos se sentían responsables, llegó a constituir una obsesión en el cardenal Goma: «A algunos hermanos he pedido me indiquen los puntos que les parezcan más oportunos a tratar, como secuela del estrago que hemos sufrido, en orden a la restauración de las diócesis devastadas y a las orientaciones que debemos tomar para lo futuro. Porque yo me temo que ganemos la batalla en el campo militar y que no sepamos aprovechar la victoria en el orden del espíritu, cosa que más directamente nos atañe a nosotros puestos por Dios para el gobierno de su Santa Iglesia. Le agradeceré en el alma, querido hermano, me sugiera lo que le parezca más conveniente». Carta del cardenal Goma al cardenal ¡lundain, arzobispo de Sevilla, 20 de octubre de 1936. ACGT, C-I-24). «Bendigamos a Dios que ha querido someternos a prueba tan tremenda. Y pidámosle, ya que sabe sacar grandes bienes de los grandes males, que no sea infecundo para la Iglesia y para la patria el enorme sacrificio que seguimos soportando. Va bien la guerra, y creo es cuestión de días la liberación de Madrid. Pero vamos a quedar desangrados, empobrecidos y con una sima de odios que no se llenará en lustros. Quiera Dios poner tiento en las manos de quienes se hayan de encargar de la cosa pública, porque, a juzgar por los indicios, me temo vamos a caer en los vicios de siempre». (Carta del cardenal Goma al cardenal Vidal y Barraquer entonces en Roma, 23 de octubre de 1936. ACGT, C-I-48). A estas apreciaciones contestaba el cardenal Vidal el 31 de octubre: «Temo que la lección sufrida con ser durísima, de poco haya servido para purificarnos de errores y apasionamientos. Soplan ya por ahí vientos de división entre los que parecen llamados a trabajar unidos en la magna empresa, ahora, de defender a la patria contra un enemigo internacional y audaz que ha elegido nuestro suelo para librar empeñado combate contra la civilización cristiana y que sólo con el decidido esfuerzo de todos los buenos puede ser vencido y, mañana en la de la reconstrucción nacional cada uno en su respectiva esfera de actuación». (Cartarespuesta del cardenal Vidal y Barraquer al cardenal Goma, 31 de octubre de 1936. ACGT, C-I-53). 70.

Los obispos señalaban también como cuestiones prioritarias los problemas deriva57

Dentro de este contexto, resultaba lógico que cualquier declaración pública de los organismos oficiales que pusiera en duda la futura confesionalidad del estado, produjera extrañeza, cuando no recelos. Por ello, una vez constituida la Junta Técnica del Estado entre varias cuestiones relativas a la postura ideológica de sus dirigentes, apuntaba el cardenal Goma a Roma como dato positivo de los sentimientos religiosos de Franco, unas recientes declaraciones suyas sobre la reafirmación de la unidad nacional en el marco propio español «que no es otro que el de la religión católica» 71. Pero al lado de estas manifestaciones, surgían interrogantes sobre la actuación futura de Franco en este punto: «En su declaración política al empezar su mandato dijo ante el micrófono y las oyó toda España estas palabras: 'España será un Estado aconfesional'» 72. Que estas palabras del general produjeron gran efecto lo constataba el Primado al informar a la Santa Sede que al día siguiente de ser pronunciadas, tuvieran que ser aclaradas por los mismos ayudantes de Franco, y que ante las numerosas cartas y misivas de protesta, el mismo Generalísimo saliera al paso del sentido que había querido darles n. Testimonio claro de este Estado de ánimo lo constituye la carta que la Junta Carlista de

dos de las inmunidades y privilegios eclesiásticos y el de la dotación del culto y clero. Resultan enormemente significativas en el tema de la confesionalidad las respuestas de los obispos de Salamanca, D. Enrique Plá y Deniel, y Auxiliar de Valencia, Mons. Lauzurica. (Cfr. ACGT, C-I-2 y 6). 71. Informe General del cardenal Goma a la Santa Sede, Pamplona 24 de octubre de 1936. (ACGT, A-I-4, pag. 6). 72. Informe general cit. supra pag. 6. Las declaraciones a las que alude este Informe, se refieren a la Alocución por Radio Castilla, el 1 de octubre de 1936. R. DÉLA CIERVA, Francisco Franco. Un siglo de España, Ed. Nacional, Madrid 1972, Vol. I, 514-515, reproduce íntegra dicha Alocución que luego al pasar a la imprenta sufrió diversos retoques. Las palabras concretas de Franco sobre esta cuestión fueron las siguientes: «El Estado nuevo sin ser confesional (...) respetará la religión de la mayoría del pueblo español, sin que esto suponga intromisión de ninguna potestad dentro del Estado». Los puntos suspensivos, advierte DE LA CIERVA, suponen retoques o aclaraciones posteriores. Afirma también que la importancia de esta Alocución radica en ser «una expresión relativamente pura de la ideología política de Franco en ese momento crucial», y que la alusión religiosa se realizó en «palabras conciliares antes del Concilio Vaticano II», matiz según él advertido sola por Unamuno en aquellos momentos. (Francisco Franco..., cit. pag. 523). 73. Informe general del cardenal Goma a la Santa Sede, cit. de 24 de octubre de 1936. (ACGT, A-I-4, pag. 6).

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Guerra envió al p r o p i o Franco el 7 de octubre 74, pidiendo aclaraciones y formulando una enérgica protesta: «(...) es inexcusable para nosotros llamar su atención sobre la declaración de V.E. radiada por Radio Castilla en primero del corriente mes, en la que junto a conceptos que merecen nuestra más entusiasta aprobación (...), hay algún otro como el relativo a la aconfesionalidad del Estado, que, como españoles y católicos, no está en nuestra mano pasar en silencio. Alejamos todo recelo sobre la intención de V.E. a quien sabemos católico acendrado; p er o considerando la repercusión natural de sus palabras y recogiendo las manifestaciones que sobre las mismas llegan a nosotros de todas partes, no tenemos más remedio que oponer a ellas nuestra respetuosa pero también franca y leal disconformidad» 75. Para la Junta Carlista, la realidad viva que se presentaba en aquellos momentos ponía d e manifiesto que «si hay algo que dé tono, sentido, y unidad a las múltiples manifestaciones de este levantamiento español, es la confesión constante de nuestra común fe católica». Las concesiones a una política de tono laicista, aunque fuera concordada con la Iglesia 76, chocaban con «la magnífica tradición española, sanamente libre y profundamente católica» 77. ¿Qué alcance real tuvieron las palabras de Franco? Los datos que le proporcionaron al cardenal Goma y que él transmitía al Vaticano fueron los siguientes: «La declaración verbal del Jefe del Estado satisfizo totalmente la conciencia del partido tradicionalista (...); ha dicho que él no intentaba más que concretar l a libertad del Estado y de la Iglesia en sus atribuciones específicas, diciendo estas textuales palabras: «Lo que yo no quiero es que haya obispos que sean factura de Romanones». «(...) En definitiva, se reduce a una expresión de una bonísima voluntad

74. La carta de l a Junta Carlista de Guerra, la incluimos en Apéndice documental. Fue presentada a la Santa Sede en la documentación entregada por Goma en Roma en el mes de diciembre. (ACGT, A - I - u , 1, anexo 1). 75. Carta de la Junta Carlista de Guerra a Franco, 7 de octubre de 1936. (ACGT, A-I11, l . p a g . 1). 76. El Primado advertía que en las mismas declaraciones de Franco el 1 de octubre de 1936, se había aludido a la conveniencia de un Concordato «que regule las relaciones de la Iglesia y del Estado». (Informe a la Santa Sede, cit de 20 de octubre de 1936. ACGT, A-I-4, Pag. 6). 77. Carta de la Junta Carlista de Guerra a Franco, cit. de 7 de octubre de 1936. (ACGT. A-I-ll, pag. 2).

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desfigurada por un escaso conocimiento de la materia y de la terminología jurídica, de que suelen adolecer los militares» 78 .

Zanjando de momento este incidente 78 bis, no consta que a partir de entonces se pusiera públicamente en tela de juicio la cuestión de la confesionalidad, al menos en lo que se refiere a la relación Iglesia-Jerarquías políticas y militares. El cardenal Goma no volverá a referirse a discusión posterior alguna con el Jefe del Estado en este terreno, y los discursos públicos de Franco (a partir del 19 de abril de 1937), aun con referencias muy sucintas plantean siempre el tema en el marco de un Estado informado por los principios cristianos que, tradicionalmente habían inspirado los entramados de la vida social española 79.

78. Informe del cardenal Goma a la Santa Sede, de 20 de octubre y 11 de diciembre de 1936. (ACGT, A-l-4 y 11, pags. 6 y 7 respec). En la entrevista que sobre el problema de los sacerdotes vascos, fusilados mantuvieron Franco y Goma el 26 de octubre, el primero volverá a ratificarse en las mismas afirmaciones. (Cfr. Informe del cardenal Goma a ¡a Santa Sede, de 9 de noviembre de 1936. ACGT, A-I-s.n.). 78 bis . En la Sección G. del Archivo del cardenal Goma, se encuentra un Informe remitido a éste, sin firma, dando cuenta de una serie de entrevistas mantenidas en Burgos y Salamanca los días 25 y 26 de enero de 1937 con altas jerarquías políticas y militares (entre otros aparecen los nombres de Gil Yuste, Bau, Martínez Fuset, Nicolás Franco y Sangroniz). La persona que informaba al cardenal (quizás D. Luis de Despujol, el P. Constantino Bayle S.J. o, con más probabilidad el obispo auxiliar de Toledo, D. Gregorio Modrego, ya que en este Informe aparece el asunto de los castrenses como uno de los principales tratado en las conversaciones), recogía textualmente la justificación de Nicolás Franco sobre la famosa frase del Jefe'del Estado en la Alocución radiada del 1 de octubre de 1936, acerca de la aconfesionalidad del Estado: «Me explica que fue debido a la intensa propaganda que se hacía en Alemania acusando al Movimiento de ser una cosa al servicio de los curas; que para contrarrestar esa afirmación que reconocía podía haber hecho mal efecto se dio la orden de volver a la instrucción religiosa en las escuelas. Categóricamente afirmó [Nicolás Franco] que España debía ser católica porque esa es su esencia y su tradición; pero que además aunque el gobernante no lo fuera, tenía que reconocer que en España era el único nexo que puede unir los españoles: la religión; que era un arma de buen gobierno en cuanto moraliza. En una palabra, por ser tradición y esencia, por ser un arma política y por ser un arma moralizadora». (ACGT, G-58, pag. 4). 79. Sin embargo, sigue quedando en pie una cuestión enormemente sugerente. Dando por sentado que Franco partiera de la necesidad de un Estado nacional informado por los principios de la religión católica, ¿pensaba en octubre de 1936 que su marco jurídico fuera únicamente el de la confesionalidad católica? En las palabra de la Alocución del 1.° de octubre, reseñadas por R. DE LA CIERVA y que hemos transcrito en nota anterior (n.° 72), queda claro que no. Es más, en las últimas frases: («sin que esto suponga intromisión de ninguna potestad dentro del Estado»), se advierte un claro matiz de prevención hacia una posible intromisión del poder eclesiástico que en el contexto de esta Alocuación, parece se une a la idea de «confesionalidad». Lo cierto es que la cuestión preocupó, tanto a los tradicionalistas como a la Jerarquía eclesiástica, y que las aclaraciones hechas al cardenal Goma (imprecisión terminológica, propaganda alemana contra la «clericalización» del Movimiento, etc..) no resultan convincentes. Como ha sido puesto de relieve, la acentuación del sentido religioso en los Discursos de Franco y su asimilación progresiva del significado de la guerra como «cruzada», es60

2J.

LOS FUSILAMIENTOS DE S A C E R D O T E S VASCOS. LA GESTIÓN DE GOMA ANTE FRANCO

La primera entrevista del cardenal Goma con el general Franco, ya Jefe del Estado, se produjo a raíz de la grave cuestión planteada por el fusilamiento de algunos sacerdotes, a c u s a d o s rje intervención directa en el curso de la guerra por sus ideas nacionalistas 80. El hecho fue comunicado al cardenal el día 26 de octubre cuando se disponía a salir de Pamplona para v i S j t a r 7 0 j e do por segunda vez desde el inicio de la guerra. La información provenía de San Sebastián y estaba concretada en una breve nota d o n d e se indicaba, aunque de forma in-

tán muy influidas por la postura oficial de la I g i e s j a e s p añola al respecto. Pero en lo referente a la confesionalidad como marco jurídico del j - u t u r o Estado, quedan incógnitas por resolver. ¿Fueron sólo los tradicionalistas los que i n f l u y e r o n g n e ¡ a r u r r i 0 de Franco, dado que la postura de la Falange era clara respecto a la s e p a r a c i ó n ? ¿ p u e también la Jerarquía u otros sectores del catolicismo español? ¿Cuál fue en este p u n t o el papel de la Santa Sede? Son todas estas cuestiones que habría que analizar a partir d e d a t o s que no conocemos por el momento. Resulta claramente seguro que los obispos e s p a f t 0 i e s por lo menos su inmensa mayoría, con el Primado a la cabeza, eran partidarios de un E s t a d o confesionaimente católico y lo hicieron saber. Pero este dato no es suficiente para r e s o l v e r la evolución del pensamiento de Franco al respecto. El atribuir únicamente el cambio del g e n e r a i ( desde una postura de separación amistosa (que parece más acorde con la formación y trayectoria del propio Franco), a la que confesionalismo cristiano del Estado, a un mero o p O r t u n i s m 0 político, pensamos que supone una frivolización del tema. 80. El primer contacto escrito del P r i m a d o con Franco, se realizó con motivo de la toma de Toledo y la proclamación del general c o r n o Jefe de Estado. Se trata de un telegrama cuyo texto es el siguiente: «Excmo. Sr. D. Francisco Franco. Comandancia Militar. CÁCERES Expresóle complacido gratitud P r o f u n c ) a por gloriosísima reconquista de Toledo en que una vez más brillaron sus excelentes dotes militares; felicitaciones efusivas por su merecidísima exaltación a l a Jefatura del Estado, y testimonio leal adhesión fiel abnegada colaboración para l a creación de la Nueva España que todos anhelamos, implorando del cielo copiosas bendiciones. C a r d e n a l Goma. Primado de España». A este texto, contestó Franco el 2 de o c t u b r e de la siguiente forma: «Al asumir la Jefatura del E s t a d o Español con todas sus responsabilidades no podía recibir mejor auxilio que la bendición de Vuestra Eminencia. Profundamente agradecido a felicitación la t r a n s m i t o al ejército de mi mando y a heroicos defensores del Alcázar toledano. R u é g o i e piáa a D i o s e n s u s oraciones me ilumine y dé fuerzas bastantes para la ímproba t a r e a de crear una Nueva España de cuyo feliz término es ya garantía la b o n d a d o s a colaboración que tan patrióticamente ofrece Vuestra Eminencia. Besa el pastoral anillo de V.E. El general Franco». (Copia y original de ambos telegramas e n ACGT, E-I-l). 61

completa, la edad y cargos de los sacerdotes fusilados 81. En total se daba en aquellos momentos la cifra de nueve sacerdotes, a los que posteriormente se añadieron dos más 8 2 . En un primer momento se desconocían las circunstancias concretas del procedimiento seguido, pero quedaba claro que la sanción sumarísima se había ejecutado sin notificación alguna a la inmediata Jerarquía eclesiástica. El mismo día de conocido el hecho, gestionó el Primado una entrevista con el general Dávila en Burgos, quien le «aseguró que interpondría su autoridad para que no se vulnerara ningún fuero» 83. Posteriormente se presentó en Salamanca donde fue recibido por Franco: «Me avisté en Salamanca con el mismo Jefe de Estado, general Franco, ante quien hice valer las razones de justicia, de antipatía que se engendraba contra el ejército, de aumento de aflicción de la Iglesia ya tan afligida por tanta desgracia, y especialmente apuntando la posibilidad de una reclamación por parte de la Santa Sede, por haber sido vulneradas las disposiciones canónicas en este punto» 84.

Teniendo en cuenta los resultados obtenidos, el cardenal juzgaba, y así lo exponía al Vaticano, que no procedía por el momento reclamación diplomática: «Creo por todo ello, que, aun siendo muy lamentable lo ocurrido, por considerarse como un abuso de autoridad por parte de un subalterno y por la formal promesa del Jefe del Estado de que n o ocurrirá fusilamiento alguno de sacerdotes sin que se observen j u n t a m e n t e con las leyes militares las disposiciones de la Iglesia, no procede por ahora, salvo el mejor parecer de Vuestra Eminencia [el cardenal Pacelli], reclamación alguna por la vía diplomática, proponiéndome por mi parte poner en conocimiento de la Santa Sede cualquier abuso que en este punto se cometiere» 86 .

De hecho, sabemos que la Santa Sede, antes de recibir la información del cardenal Goma, había realizado una protesta por el suceso, formulada personalmente por el papa ante el marqués de Magaz, al tiempo que aprobaba las gestiones del Primado «desarrolladas con tanto celo y eficacia (..) ante el Gobierno de Burgos, al mismo caritativo fin» 87. El clima en las Vascongadas era muy tenso, y el cardenal de Toledo lo hacía constar así en la información que por aquellos días enviaba a Roma:

La respuesta a esta gestión fue enviada a la Santa Sede rápidamente: «He de consignar con satisfacción que las autoridades militares superiores, particularmente el Generalísimo Franco, Jefe del Estado, quedaron desagradablemente sorprendidas por la noticia de un hecho que desconocían y que reprobaron, diciéndome textualmente el Jefe del Estado: «Tenga Su Eminencia la seguridad de que esto queda cortado inmediatamente». A mi regreso de Toledo, me he avistado con el Sr. Sangroniz, jefe del Gabinete Diplomático y en contacto íntimo con el general Franco, quien me ha asegurado que se habían ya tomado medidas rápidas y enérgicas para que no se reprodujera lo ocurrido. De hecho, no se ha producido ningún nuevo fusilamiento de sacerdotes» 8S.

81. La nota la entregó D. José Ángel Lizasoain Palacios, presidente de la Junta de Acción Católica de San Sebastián. Parte de esta nota se reproduce en la Ob. cit. del Dr. GRANADOS, pag. 145. 82. Los datos posteriores se le comunicaron al cardenal por conducto del obispo de Pamplona, Dr. Olaechea. Según A. GRANADOS, la cifra total de sacerdotes fusilados fue de unos dieciocho. 83. Informe del cardenal Goma a la Santa Sede, Pamplona 8 de noviembre de 1936. (ACGT, A-l-(IV), pag. 3). 84. Informe del cardenal Goma a la Santa Sede, cit. de 8 de noviembre de 1936. (ACGT, A-I-(IV), pag. 4). Relación de este viaje y de la entrevista se encuentra también en A. GRANADOS, ob. cit. 145 ss., quien acompañó al cardenal Goma personalmente. 85. Informe del cardenal Goma a la Santa Sede, cit. de 8 de noviembre de 1936. (ACGT, A-I-(IV) pag. 4). Esta gestión será también referida por el cardenal Goma en su

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«Por anteriores informes que he tenido el honor de remitir a la Santa Sede, consta la tremenda animadversión del elemento militar nacional contra el partido nacionalista que, por su alianza con el ejército rojo, ha obligado a los nacionales a prolongar una lucha que meses ha habría terminado, con el consiguiente derramamiento de sangre, especialmente de los voluntarios de Navarra, que han sucumbido en gran número en el frente del norte. Esta animadversión se ha traducido en ansias de represalias cuando los ejércitos nacionales han reconquistado parte del territorio donde predomina el nacionalismo» 88. La «animadversión» y el «ansia de represalia» habían producido hechos tan lamentables como los fusilamientos de sacerdotes. Por ello, el cardenal juzgaba que, aparte los riesgos de «endurecimiento» por parte del «Carta abierta» a Aguirre, quien censuró a la Jerarquía española la inhibición ante el hecho de los fusilamientos: «Yo le aseguro, Señor Aguirre, con la mano puesta sobre mi pecho de sacerdote que la Jerarquía no calló en este caso, aunque no se oyera su voz en la tribuna clamorosa de la prensa o en la arenga política. Hubiera sido menos eficaz» («Carta abierta», en Por Dios y por España, R. Casulleras, Barcelona 1940, 59). 86. Informe del cardenal Goma a la Santa Sede, cit. de 8 de noviembre de 1936. (ACGT, A-I-(IV), pag. 4). 87. Carta-respuesta del cardenal Pacelli al cardenal Gomó, de 9 de diciembre de 1936. (ACGT, A-I-s.n., pags. 1 y 2). A. GRANADOS, en ob. cit. 146, reproduce gran parte de esta carta. 88. Informe de cardenal Goma a la Santa Sede, cit. de 8 de noviembre de 1936. (ACGT, A-l-(IV), pag. 1). 63



Gobierno de Burgos 89, habían de tomarse por parte de la autoridad eclesiástica «medidas de carácter disciplinar a fin de evitar los daños que esta actitud causa en el pueblo fiel y el peligro constante de chocar con los poderes civiles» 90. Se trataba en aquellos momentos, tanto de mantener la necesaria independencia por parte de la Iglesia ", como de evitar hechos similares en el futuro. Por ello, el cardenal Goma visitó al vicario general de Vitoria para rogarle que procediera canónicamente de manera rigurosa contra los sacerdotes que se excedieran en la profesión de ideas nacionalistas hasta que las circunstancias se normalizaran 92. Entrado ya el año 1937, y actuando el Primado como representante confidencial y oficioso de la Santa Sede, transmitió a la misma la declaración verbal íntegra, tomada personalmente por él mismo, del Secretario del Juzgado especial constituido para entender en las causas de guerra contra los sacerdotes que habían sido fusilados el año anterior 93. Al cardenal se le exhibieron los sumarios y se le permitió que copiara algunos documentos que fueron transmitidos íntegramente a Roma 94. Al hacerlo así concluía con las siguientes observaciones sobre el hecho:

la pena o facilitando su salida (...). N o e cionalismo del obispo para faltar al r e s p e t r & z ó n bastante el conveniencias debidas a la autoridad e c l e -f e l o s s a g r a d o s . P r e s u n t o nación terrible que deberán aprender c u a n t S l á S t Í C a ^ (•••)• E T T 1 1 6 8 y a l a s banderías que a los sagrados deberes d e S l ^ S ' , m á s atentos a \ X° U t l a l e vemente el bien de las almas y el p r e s t i g i 0 , m i n i s t e n o , c o r n n r ^ h u m a n a s d e la T s W v , . « p r 0 r n e t e n BTzt.

«Pudo evitarse este trance doloroso, dado el carácter sagrado de los presuntos culpables y del escándalo que debía producirse, conmutándoseles

89. «Por su parte el Gobierno de Burgos ha acentuado su sentido unitario ante los excesos de los separatizantes, lo que podría importar el desconocimiento de los legítimos derechos regionales, que se sacrificarían al sentido de una unidad violenta. A más, he oído de los generales de la Junta palabras gravísimas y amenazadoras contra la clerecía y hasta contra algunos obispos que parece se han distinguido por sus tendencias más o menos separatizantes» (Informe del cardenal Goma a la Santa Sede, de 24 de octubre de 1936, ACGT, A-I-4 (IV), pag. 9). 90. Informe del cardenal Goma a la Santa Sede, cit. de 24 de octubre de 1936. (ACGT, A-I-4 (IV), pag. 9). 91. La autoridad militar de la zona había comenzado a enviar consultas sobre posibles «sanciones a sacerdotes nacionalistas». 92. Informe del cardenal Goma a la Santa Sede, cit. de 8 de noviembre de 1936 (ACGT, A-I-(IV), pag. 4). 93. El secretario del Tribunal era D. Agustín Prado. 94. Cfr. Informe del cardenal Goma a la Santa Sede, Pamplona 20 de febrero de 1937. (ACGT, A-VIII-26, pags. 4 ss.). El secretario informó de la siguiente manera sobre la forma del juicio: «El criterio obedeció a las circunstancias de cuando se acababa de conquistar la ciudad de S. Sebastián: justicia rápida y ejemplar. Fueron juzgados algunos sacerdotes (...). Se les midió según el rasero de todos los presuntos culpables (...). El juicio fue sumarísimo como correspondía al caso. Es falso como se ha afirmado que fuese juzgado un solo sacerdote sin que se le tomaran declaraciones. Los ejecutados fueron dieciséis: lo fueron vestidos de seglar; de noche para evitar publicidad; avisados poco antes para evitarles sufrimientos morales; procurándoles confesores que fueron los padres jesuítas Lacoume y Urriza; acompañándoles el pelotón de voluntarios para su custodia y un automóvil que servía de confesionario-

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(«Informe del cardenal Goma a la Santa Sede» ACGT, A-VIII-26, pag. 7 A. GRANADOS, en o b * C " ' d e 2 0 d e f e°rero de 1937 pag. 147). " C l t - Pub!>ca parte del mismo en A. GRANADOS, añade que el cardenal Goma no conoció ninguno de los sacerdotes fusilados, por lo que no pudo f o r r n n U n c a a l . J u e z ' S r - Llamas ni a 95. Se trataba de D. Mateo Múgica a quien no se h a b j & r S C " " J u i c i o «tacto del caso. a com que se iba a seguir. u n i c a d o el procedimiento 96. Informe a la Santa Sede, cit. de 20 de febrero de 1 9 3 7 Posteriormente a la publicación de la «Carta abierta» a A g u ¡ r " ( A C G T > A-VIII-26, pag. 8). lar entre el cardenal Goma y el obispo de Vitoria sobre este h e ^ ' hxxbo u n m t e r cambio epistoGRANADOS, en ob. cit. pags. 147 y ss. Haremos relación a él ° ' c , u e P u büca casi íntegro A. Ci m á s adelante.

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CAPITULO 3 EL NOMBRAMIENTO DEL CARDENAL GOMA COMO REPRESENTANTE CONFIDENCIAL Y OFICIOSO DE LA SANTA SEDE ANTE EL GOBIERNO NACIONAL

3.1.

LA DOCUMENTACIÓN PRESENTADA EN EL VIAJE A ROMA (8 a 21 d e

diciembre de 1936). La primera noticia sobre un viaje de Goma a Roma, se encuentra en una carta del Primado al cardenal Pacelli el 20 de septiembre de 1936: «Como serán muchos y graves los problemas que habrán de acometerse, así que despeje algo la situación, si mi salud me lo consiente, iré a Roma para postrarme a los pies de Su Santidad y recibir sus direcciones» '. El viaje no pudo realizarse tan pronto por razones del desarrollo de la guerra, y quedó ultimado para principios de diciembre 2. La iniciativa del viaje fue puramente personal del cardenal Goma. No hubo en este sentido presión alguna por parte de las autoridades eclesiásticas o militares 3 .

1. ACGT, A-I-s.n., pag. 3. La alusión a la salud no era un mero recurso. El cardenal de 67 años, estaba aquejado desde hacía años de una grave dolencia de riñon que, terminaría evolucionando en un cáncer, causa de su muerte. 2. «La prolongación de la reconquista de Madrid me ha obligado a diferir mi proyectado viaje a Roma. Tal vez lo realice a primeros de diciembre» (Carta del cardenal Goma al cardenal Pacelli, de 27 de noviembre de 1936, denunciando las campañas de determinados sacerdotes contra el Movimiento en Bruselas, Parts y Roma. ACGT, A-I-9, pag. 3). 3. La única vez que Franco insinuó al Primado la necesidad de un viaje a Roma para informar al Vaticano fue en mayo de 1937. Al cardenal no le pareció prudente entonces y asi se lo comunicó a Franco. Para este viaje de 1936, es posible que consultara a algunos obispos más afines como el de Pamplona (D. Marcelino Olaechea), Gerona (D. José Cartañá Inglés), Salamanca (D. Enrique Plá y Deniel) y al arzobispo de Santiago gran amigo suyo (D. Tomás

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El motivo del traslado era doble. Por un lado «plantear a la Santa Sede una serie de graves cuestiones derivadas de la guerra» 4 que no admitían dilación, relativas tanto a la actuación ante el Gobierno de Burgos, derogación de leyes anteriores y obtención de garantías y disposiciones en favor de la Iglesia), como a la organización externa e interna de la propia Iglesia (servicios eclesiásticos castrenses, Acción Católica, facultades extraordinarias de los obispos, e t c . ) . Por otro, disipar las malas interpretaciones que en medios eclesiásticos cercanos al Vaticano se venían haciendo sobre el sentido de la guerra española, los fines del Movimiento y la actuación de la Jerarquía 5. La documentación que el Primado llevó a Roma fue preparándola desde finales del mes de septiembre y resulta una síntesis o compendio general de los Informes enviados hasta el momento, teniendo también en cuenta los resultados de diversas consultas al resto de los obispos. Se añadían además a ella, los puntos más importantes en orden a las relaciones de la Iglesia con el Estado 6.

Muñiz Pablos), pero no consta en la documentación. Lo que sí queda reflejado en la correspondencia posterior es que les dio luego cuenta de sus gestiones. (Datos del ACGT, Sección C. Corroborados personalmente por Mons. Granados). 4. Diario personal del cardenal Gomó. (ACGT, A-XIII-7, pag. 1). 5. El P. Peiró, S. J. escribía al cardenal desde Roma dando cuenta de diversas campañas contra el Movimiento en esta ciudad y en París. La Secretaría de Relaciones Exteriores de Franco, le había enviado una denuncia en el mismo sentido sobre hechos protagonizados por sacerdotes en la Casa de España en Bruselas. Desde Suiza donde se había refugiado, D. Luis de Despujol, amigo y confidente del Primado y durante años su Secretario de Cámara, le insistía en la misma línea. Fue el Dr. Despujol el que logró convencerle de que fuera a Roma personalmente: «No harán caso a los escritos sino a sus palabras» (Datos proporcionados por Mons. A. Granados en entrevista personal). La preocupación por las campañas realizadas contra el Movimiento por grupos de católicos tanto españoles (catalanes y vascos en su inmensa mayoría) como extranjeros, está latente en toda la correspondencia del cardenal Goma con los obispos españoles. Lo está asimismo en las cartas que el general Franco envió al Primado a lo largo de toda la guerra. 6. La presentación de los Documentos a Secretaría de Estado se hacía textualmente de la siguiente forma en Carta al cardenal Pacelli: «Roma, 11 de diciembre de 1936 Eminencia Reverendísima: A las informaciones que me he permitido enviar desde España a la Santa Sede desde que estalló el gravísimo conflicto en que se ventila el porvenir de nuestra nación, me place añadir las que he formulado bajo los epígrafes siguientes y que acompaño con la presente: I. Situación actual de España II. Nacionalismos III. Problemas derivados de la guerra IV. Inmunidades y privilegios eclesiásticos V. Actuación ante el Estado 68

En la imposibilidad de transcribirla en su totalidad, entresacamos de esta documentación los aspectos más importantes que servirán de punto de partida para toda una serie de gestiones posteriores 7. Agrupamos estos aspectos en los siguientes apartados: A) Organización del gobierno del Estado y marcha de la guerra. B) Postura religiosa y moral de los dirigentes del Estado. Política religiosa del futuro. C) Las tendencias de las fuerzas políticas. D) Derogación de leyes lesivas de los intereses de la Iglesia. E) Restauración de inmunidades y privilegios eclesiásticos. F) Concesiones respecto a la enseñanza oficial. G) Sustentación de culto y clero. H) Revitalización de la acción sacerdotal. I) Reestructuración de la Acción Católica. A) Organización del Gobierno del Estado y marcha de la guerra: «Es Jefe del Estado Español, con plenos poderes en el orden político y militar, el Generalísimo don Francisco Franco Bahamonde, con residencia, junto con su Estado Mayor y Gabinete Diplomático en Salamanca. El Jefe tiene su Secretaría General constituida también en Salamanca y a cargo de don Nicolás Franco, hermano del Generalísimo. El Gobierno de la Nación en todo su aspecto administrativo lo llevan diversas Comisiones Técnicas, que equivalen a los diversos departamentos ministeriales del régimen anterior. Su Presidente cargo que equivale al del antiguo Presidente del Consejo de Ministros, es el general don Fidel Dávila 8. Entre estas Comisiones hay una de Justicia a la que corresponden VI. Servicios eclesiásticos castrenses VIL Acción ministerial y Acción Católica Reconozco que puede ser inoportuno remitir de una sola vez a Secretaría de Estado indicaciones tan variadas y sobre asuntos tan graves. Pero Vuestra Eminencia se hará cargo, en la inagotable caridad que siempre ha tenido conmigo, de que nunca como hoy, los prelados de España, con quienes procuro estar en contacto, necesitamos las luces y el firme apoyo que siempre son de esperar de la Santa Sede, que tantas pruebas de especial amor tiene dadas a nuestra patria». (Carta al cardenal Pacelli. ACGT, A-I-ll). 7. Todas las citas posteriores de este apartado, corresponden a ACGT, Sección A, Carpeta I, Documentos 1 al 11, presentados a Secretaría de Estado con fecha de 11 de diciembre de 1936. Siguiendo la metodología que nos hemos impuesto, transcribimos en el texto las citas completas. 8. El cargo concreto del general Dávila era el de Presidente de la Junta Técnica del Estado, que aglutinaba a las distintas Comisiones, cuya composición hemos señalado anteriormente (Nota 44 del capítulo segundo). 69

los asuntos que dicen relación con la Iglesia, aparte de aquellos que lleve por sí mismo el Jefe del Estado, el del Gobierno o la Secretaría Diplomática del Jefe del Estado. Estas Comisiones tienen su residencia en Burgos. Tiene el Jefe del Estado en Salamanca su Gabinete Diplomático, cuyo presidente es don Juan Antonio Sangroniz 9; y en Burgos hay también una Secretaría Diplomática del Gobierno cuyo titular es el ex-ministro de Polonia, Sr. Serrat. Hay asimismo en Burgos la Secretaría de Guerra, equivalente al antiguo Ministerio del mismo nombre y que desempeña el general Gil Yuste. Tiene asimismo el Gobierno Nacional un Gobernador General, que tiene a su cargo todas las cuestiones de tipo gubernativo, dependiendo de él todos los Gobernadores civiles y la Jefatura Superior de Policía con todos sus centros filiales en el territorio ocupado por el Ejército Nacional. Es Gobernador General, D. Luis Valdés» l0. «Dentro del optimismo que permiten fomentar cuatro meses de lucha (...) estamos en un alto obligado por la forma, desacostumbrada en la historia de las guerras, con que gente advenediza de toda Europa defienden la capital de España, que forzosamente deberá sucumbir en breve, aunque tal vez con gran quebranto de sus construcciones. La aportación extranjera de hombres y armas ha dado nuevo sesgo a la guerra, hasta el punto de que se hubiera abrigado serios temores sobre el triunfo del ejército nacional si ño hubiera cambiado la situación jurídica en las relaciones de España con poderosas naciones europeas ". Hoy sigue sin quebranto el optimismo, aunque se prevé todavía una lucha larga y enconada. Hay la casi seguridad de que no lo será tanto en las regiones levantinas como en las del centro de España» u.

9. Tanto el Sr. Sangroniz, como el Jefe del Cabinete en funciones, D. Federico Olivan, mantendrán una constante relación con el cardenal Goma a lo largo del año 1937. En los primeros momentos de la guerra, Sangroniz era prácticamente el único funcionario del rudimentario Gabinete Diplomático de Franco que él puso en marcha a finales de agosto de 1936 en el cuartel general de Cáceres. Tuvo un activo papel al lado del general Franco en los días inmediatamente anteriores al alzamiento del 18 de julio. (Cfr. R. DE LA CIERVA, Francisco Franco, un siglo de España, cit. I, 494). 10. ACGT, A-I-ll, 1, pag. 1 (Los subrayados corresponden al documento original). 11. Alusión al reconocimiento oficial del Gobierno de Franco por Alemania e Italia, efectuado el 18 de noviembre de 1936. 12. ACGT, A-I-ll, 1 pags. 6-7.

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B) Postura religiosa y moral de los dirigentes del Estado. Política religiosa del futuro «Por lo que atañe a su representación religiosa y moral puede afirmarse en general que los elementos más significados de estos organismos son bonísimos católicos, algunos de ellos hasta piadosos. Me es grato consignar los nombres del Generalísimo, católico práctico, que me consta reza todos los días el santo rosario, enemigo irreconciliable de la masonería y que no concibe el Estado español fuera de sus líneas tradicionales de catolicismo en todos los órdenes. Ha hecho manifestaciones de catolicismo acendrado...» 13. «Son asimismo católicos convencidos y de práctica el Presidente del Gobierno, general Dávila; el Gobernador General, general Luis Valdés; el Secretario de Guerra, general Gil Yuste; el Presidente de la Comisión de Comercio, D. Joaquín Bau, el de Hacienda, Sr. Moreno, varios magistrados pertenecientes a la de Justicia, etc..» (...). «La tendencia general del Gobierno en todas sus manifestaciones, puede decirse francamente favorable a la Iglesia» 14. «Del Gobierno han emanado ya una serie de disposiciones relativas a Instrucción Pública, todas favorables a la religión 15. Es prueba de que se va a favorecer la ense-

13. Goma añadía en este punto la siguiente observación: «...y en el seno de la confianza y a personas significadísimas que me lo han referido personalmente [Franco] ha hecho declaraciones de monarquismo». (ACGT, A-I-ll, 1, pag. 2). 14. «De un modo especial —se señalaba— son recomendables los (...) de la Comisión de Cultura y Enseñanza, entre los cuales figuran nombres como los de Pemán, Vegas Latapié y Puigdollers, que ofrecen toda garantía bajo el punto de vista de ortodoxia católica. Lo mismo puede decirse de la Comisión de Prensa». ACGT, A-I-ll, 1 pag. 2). 15. Las disposiciones dadas por la Junta de Defensa primero y, posteriormente, por el Gobierno de Burgos en materia de enseñanza y hasta la fecha fueron las siguientes: 1. Orden de 19-VII-1936 (num. 2). Dictaminando las reglas para reanudar la Instrucción primaria, insistiendo en la necesidad de que la enseñanza respondiera a las conveniencias nacionales y a la moral. 2. Orden de 28-VIII-1936 (núm. 4). Reglamentando los informes sobre la conducta política y moral del profesorado y personal de los Institutos y Universidades. 3. Orden de 4-IX-1936 (núm. 11 y 13). Se trata de dos órdenes relativas a la necesidad de que los textos de segunda enseñanza respondieran entre otros a los principios de la religión y la moral cristiana. 4. Ordenes de 21 y 22-IX-1936. Incluyendo la enseñanza religiosa y moral en las Escuelas primarias y en los centros de Segunda Enseñanza. 5. Orden de 10-XI-1936, del Presidente de la Junta Técnica del Estado, declarando preceptiva la enseñanza de la religión en las Escuelas Normales. 6. Orden de 9-XII-1936. Reglamentando la enseñanza de la religión en los cursos superiores de bachillerato. (Fuentes: Boletín de la Junta de Defensa Nacional y Boletín Oficial del Estado).

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ñanza religiosa (...) el hecho de que se hayan ya redactado proyectos que están en estudio y que son francamente favorables a la intervención de la Iglesia» 16. «En cuanto a la Iglesia, parece que se le abrirá una era de paz y de protección por parte del Estado. He oído del Jefe del Estado palabras de suma benevolencia para con la Iglesia, y entre los que colaboran en la obra del Gobierno hay hombres de valía y de profundas convicciones religiosas, que no consentirían ni siquiera una política de indiferencia para las cosas de la religión» ,7. C)

Las tendencias de las fuerzas políticas

«Es delicadísima la situación que se prevé para la postguerra, y es de temer que no se saque todo el partido posible del enorme sacrificio que se está realizando para la reconquista de España. País como es el nuestro apasionadamente político, es difícil reducir todos los criterios a la unidad». «Son tres los principales partidos que han aportado su esfuerzo material al ejército nacional en forma de milicias. Tradicionalistas, Renovación (monárquicos del régimen anterior) y Falange (Fascio). Los primeros representan la defensa de los principios sustanciales de ia historia y de la tradición patrias: monarquía, catolicismo, conservación de cuanto se apoya en la religión en el orden social. Los segundos (...) difieren poco de los principios, pero son más laxos en la aplicación a la vida práctica 18. Falange, que empezó siendo un partido de simple antítesis con las tendencias desdichadas de la República (...) ha acabado por ser un partido formidable de aluvión en el que se han enrolado muchos miles de so-

16. Los proyectos se desarrollarán en 1937. Trataremos de esta cuestión en el capítulo quinto. También se añadía como positivo en este punto: «(...) el que se vaya a la concesión de la autonomía de la Diputación de Navarra en cuestión de enseñanza, y todo el mundo sabe lo celosa que es esta Corporación en la cuestión de la ortodoxia y de la moral en la enseñanza y la selección que tradicionalmente ha hecho de los maestros de esta provincia, entre los que no se consiente uno que sea menos cristiano práctico. Es asimismo garantía de fidelidad a las enseñanzas de la Iglesia y de la futura intervención de la misma en materias de enseñanza el hecho de que la Junta Tradicionalista vigila con predilección este punto. Hoy tiene fuerza innegable por la aportación decisiva que el partido ha llevado a la empresa de la reconquista de España». (ACGT, A-I-ll, 1, pags. 2 y 3). Como prueba de este peso del Tradicionalismo, el Primado aducía el hecho de que la Junta hubiera requerido del Jefe del Estado una aclaración al término de la «aconfesionalidad» del Estado, al qua ya nos hemos referido en el capítulo segundo. 17. ACGT, A-I-ll, 1, pag. 4. 18. «Tienen representantes del tipo clásico español, creyentes y enamorados de la tradición, aunque hay otros más o menos tocados de los principios liberales». (ACGT, A-I-ll, 1, pag. 4). 72

cializantes, ante las posibilidades cada día mayores del triunfo del ejército nacional l9. No se puede negar que el núcleo primero de Falage, y especialmente los falangistas reclutados en las regiones más cristianas, tienen considerable fondo de fe cristiana y de sentido de patria. El juego político de estos partidos es una incógnita 20. De todas maneras puede asegurarse que de no intervenir factores insospechados 21 ...mejoraría muchísimo la situación política en un sentido de conservación y restauración de todos los valores de la tradición española» 22.

19. Esta observación sobre el carácter aglutinante de la Falange, junto con una más o menos identificación de la misma con el fascismo, fue una de las-causas de recelo hacia ella por parte del Primado que temía la posibilidad de un contagio de ideologías izquierdistas o nazis. Pero a la vez, este mismo hecho le daba pie a insistir en la necesidad de una labor pastoral de la Iglesia en los núcleos falangistas. La idea se repetirá muchas veces en los escritos de Goma tanto al resto de los obispos, como a la Santa Sede. 20. De las informaciones recibidas extraía el cardenal Goma las siguientes observaciones: «Estos días se hacen esfuerzos laudables para la fusión, en orden a la actuación política, de Tradicionalistas, Renovación y restos del partidos de la CEDA (Confederación Español?, de Derechas Autónomas) dirigido por Gil Robles (...).En este caso, el Generalísimo podría contar con una fuerte conjunción de fuerzas derechistas, aunque difícilmente dejarían de manifestarse las discrepancias políticas entre los dos partidos y la CEDA. Ello podría remediarse con un régimen de dictadura a la que va ciertamente Franco, y con la prudente utilización proporcional de los hombres de las tres tendencias. Más oscuro se ofrece lo que Falange, verdadero conglomerado de ideologías irreductibles, especialmente cuando, por la victoria del Ejército Nacional se haya incorporado al fascio la mayor parte de los sindicalistas y socialistas que han dado la batalla a las derechas los años últimos. Con el fusilamiento de Primo de Rivera (...) se ofrecen dos caminos: la absorción de los elementos más afines por los partidos de derecha (...) o la creación de un organismo dirigente formado por hombres de derecha. Es este un problema interesantísimo que podría ofrecer un magnífico objetivo a las actividades de la Acción Católica, especialmente de juventudes. Queda una tercera hipótesis, que va ganando, si no simpatías, a lo menos grados de credibilidad en los círculos mejor informados, de un fascismo cortado según el patrón de Alemania e Italia en que se fundirían, o a lo menos serían tratados por igual, todos los actuales partidos. Ello requerirá mucha prudencia por parte del Dictador, porque especialmente los tradicionalistas no se resignarán a que no se les dé un trato de favor que se han ganado magníficamente con el sacrificio enorme de sangre, dinero y trabajo con que han contribuido al triundodel ejército nacional». (ACGT, A-I-ll, 1, pags. 4, 5 y 6). 21. «Uno de ellos podría ser la masonería que forcejea por abrirse paso en la nueva organización». (ACGT, A-I-l 1,1, pag. 6). El cardenal tuvo interés desde el comienzo en resaltar ante el Vaticano los sentimientos antimasónicos de Franco. 22. (ACGT, A-I-ll, 1, pags. 5 y 6). Capítulo importantísimo en todas las conversaciones entre el Primado y el Gobierno de Burgos y de cuyo desarrollo dará tonstantemente cuenta a Roma. 73

D) Derogación de leyes lesivas de los intereses de la Iglesia «Por impresiones recibidas en mis conversaciones con los actuales gobernantes me han parecido estar dispuestos a la derogación de las siguientes leyes 24 :

2.°

1. ° Derogación de la Ley de Confesiones y Congregaciones Religiosas tan solemnemente condenada por el Romano Pontífice y el Espiscopado español, y del Reglamento e Instrucción para aplicarla. 2.° Derogación del Decreto de agosto de 1931 que prohibió la enajenación de los bienes de la Iglesia sin autorización del Gobierno

3.°

4.°

3.° Derogación del Decreto que disolvió la Compañía de Jesús y devolución a la misma de los bienes que fueron incautados. Esto se ha logrado ya en Navarra, por Decreto de esta Diputación foral de 15 de agosto. 4.° Derogación de la Ley sobre cementerios, de 30 de enero de 1932, y en su consecuencia la del Reglamento suplementario, ordenando la devolución inmediata de todos los cementerios eclesiásticos incautados (...). a 5. Derogación de la Ley sobre matrimonio civil, publicada en la Gaceta de 3 de julio de 1932» 25. E)

6.°

Restauración de inmunidades y privilegios eclesiásticos 26. «1.° Exención del servicio militar en favor de los clérigos, con obligación de prestarlo si abandonan el estado clerical. La tendencia del

23. Se partía de la base jurídica del Decreto de la Junta de Defensa, declarando en suspenso la Constitución de 1931. 24. El escrito presentado en Roma, en diciembre de 1936, relativo a la derogación de las leyes republicanas, se encabezaba con los siguientes términos: «La excelente disposición del Jefe del Estado y de la Junta Técnica del Gobierno con respecto a las cosas de la Iglesia y de la legislación en general, autorizan para hacer gestiones oficiosas en el sentido de reformar la legislación dada en el último quinquenio en lo que tiene de lesivo de los intereses de la Iglesia y de contrario al espíritu del pueblo católico español. En este sentido me atrevo a proponer a Su Santidad conceda autorización para interesar del Gobierno, mientras no se llegue a formular unos pactos de concordia, lo siguiente (...)». (ACGT, A-I-ll, 9, pag. 1). 25. ACGT, A-I-ll, 9, pags. 1 y 2. 26. Junto a la derogación de leyes republicanas, aparecerá también desde el comienzo la aspiración de la Jerarquía por el restablecimiento de los privilegios tradicionales de la Iglesia. El preámbulo del escrito que en este sentido se presentó a la Santa Sede lo justificaba de la siguiente forma: «Durante el quinquenio 1931-36 y por efecto de una legislación tendenciosa, han ido desapareciendo paulatinamente las exenciones y privilegios que en personas y cosas 74

5.°

F)

actual Gobierno es favorable, por cuanto ha retirado de la línea de fuego a los sacerdotes, aplicando sus actividades a servicio de retaguardia y especialmente a ministerios. Reconocimiento del fuero eclesiástico y exención de ejercer los clérigos el cargo de jurados. Exención de contribuciones del Estado e impuestos municipales en favor de las iglesias, seminarios, palacios episcopales, casas y huertos rectorales y conventos por lo menos de clausura y beneficencia. Exención del impuesto de personas jurídicas, no sólo para los bienes de las mismas, sino para los demás de la Iglesia, fundaciones, capellanías, etc. (...). Conviene que se restablezcan los capellanes de los hospitales, así como los de beneficencia pública como particulares, cárceles, ejército y armada en una u otra forma. Lo mejor sería que el Estado subvencionara los cargos necesarios, corriendo su provisión, en forma amovible, a cargo de los Ordinarios. No conviene la restauración de los antiguos cuerpos dependientes del Estado. Que se urja el cumplimiento de la ley de descanso dominical, y que ella se extienda a todos los días de fiesta de precepto, compensándose las horas de trabajo de los días festivos no domingos con horas suplementarias en los días de la semana, a fin de que los obreros cobren los mismos jornales todas las semanas» 27.

Concesiones respecto a la enseñanza oficial

«Lo que más daño ha inferido a la Iglesia y a sus derechos y a la conciencia católica del país ha sido la laicización de la enseñanza en todos sus aspectos. En muchos casos, más que laicismo ha sido una enseñanza impía la que se ha dado en los centros del Estado. Es de esperar de lo hecho hasta ahora y de las buenas disposiciones del Gobierno, que se logren felices resultados en este punto» 28.

disfrutaba la Iglesia en España. Porque algunas de ellas afectan a la disciplina eclesiástica y todas al respeto y honor en que la Iglesia debe ser tenida en un pueblo católico como el nuestro, convendría obtener del Estado la restauración de los privilegios siguientes (...)»• (ACGT, A-I-ll, 8, p. 1). 27. ACGT, A-I-ll, 8, pags. 1 y 2. Las peticiones expresadas ahora se irán concediendo paulatinamente hasta quedar plasmadas en el posterior Concordato de 1953. 28. La Junta de Defensa Nacional, en agosto de 1936, había publicado dos Órdenes relativas a la enseñanza. Una, de carácter exclusivo de toda la enseñanza contraria a la religión y

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«Convendría obtener una ulterior determinación de la periodicidad de la enseñanza religiosa, que en las escuelas primarias debiera ser diaria, y de la intervención de la autoridad eclesiástica, reconociendo además el derecho de la visita semanal de los párrocos como estaba antes reconocido». «Por fin, convendría obtener el restablecimiento íntegro y práctico del artículo 2.° del Concordato de 1851 respecto del carácter católico de la instrucción en todas las Universidades y escuelas públicas y privadas y, del derecho de vigilancia de los prelados sobre ello, como igualmente del artículo 3.° sobre las propagandas o publicaciones irreligiosas o inmorales» 29. «Para orientar al Gobierno en este sentido me he puesto personalmente en contacto con los elementos de la Comisión de Cultura (...)• El resultado hasta ahora ha sido favorabilísimo. Se nombrarán profesores de religión para Institutos y Normales» 30.

moral cristiana. La otra (19-VIII) de forma positiva, autorizando únicamente las obras «cuyo contenido responda a los sanos principios de la religión y moral cristiana», aclarando explícitamente que «las enseñanzas de la religión e historia sagrada son obligatorias y forman parte de la labor escolar». (ACGT, A-I-ll, 9, pag. 3). Posteriormente, la Comisión de Cultura y Enseñanza restablecía la cátedra de religión en las Escuelas Normales e Institutos con carácter obligatorio. (Órdenes de 30-X-1936, de 10-XI-1936 y de 9-XII-1936). 29. Después de que el art. 1.° afirmaba la confesionalidad católica como religión única del Estado, el art. 2.° del Concordato de 1851 continuaba: «En su consecuencia, la instrucción en las universidades, colegios, seminarios y escuelas públicas o privadas de cualquier clase, serán en todo conforme a la doctrina de la misma religión católica; y a este fin no se pondrá impedimento alguno a los obispos y demás prelados diocesanos, encargados por su ministerio de velar sobre la pureza de ¡a doctrina de la fe y de las costumbres, y sobre la educación religiosa de la juventud, en el ejercicio de este cargo, aun en las escuelas públicas». El art. 3.° consagraba la independencia de obispos y ministros en el ejercicio de sus funciones y afirmaba el apoyo del Estado «principalmente cuando hayan de oponerse a la malignidad de los hombres que intenten pervertir los ánimos de los fieles, y corromper sus costumbres, o cuando hubiera de impedirse la publicación, introducción o circulación de libros malos y nocivos». (E. FERNÁNDEZ REGATILLO, El Concordato de 1953, Santander 1961, 587-588). 30. La Comisión de Cultura había pedido autorización al Primado para que un sacerdote, de competencia pedagógica, colaborara con ella para redactar los textos escolares de religión, a la vez que se comprometía, para cuando la normalización académica se restableciera, a elaborar un plan general de enseñanza religiosa «con la colaboración de la Iglesia y el Estado». El problema que más preocupaba al cardenal Goma en este punto, por las negativas consecuencias de la situación anterior, era el de la intervención de la Ig'esia en el nombramiento y revocación de los profesores de religión en los centros oficiales: «Es de notar (...) que el cuerpo de profesores sacerdotes que en la época anterior actuaban, han adolecido de los mismos defectos que los que han servido en el Ejército, o poco menos. Ha sido escasa su eficacia, se ha establecido un verdadero pugilato para el logro de cátedras y mejoras, se ha relajado en muchos el espíritu eclesiástico y se han restado, para un ministerio que de hecho ha dado poco fruto, actividades muy aprovechables en ministerios propiamente pastorales (...). Son consideraciones de carácter normativo que podrían tenerse en cuenta para cuando se entablara formalmente la cuestión entre la Iglesia y el Estado. Tal vez convendría a la actual Junta Técnica la conveniencia de que no se dé a los nombramientos que ahora se hagan más que carácter de interinidad. En un país como el nuestro, en que se da a todo un valor político, es necesario que

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G) Sustentación de Culto y Clero 31. «De conversaciones habidas con algunas de las personas que constituyen el actual Gobierno es fácil deducir sus buenas disposiciones en este punto. El Jefe del Gabinete Diplomático del Jefe del Estado 32 me ha dicho personalmente que 'éste está dispuesto a subvenir las necesidades de Culto y Clero'. De hecho, a medida que se reconquista el territorio por el ejército nacional, se van pagando a los sacerdotes los derechos pasivos que acreditan del Estado, según ley de 6 de abril de 1934». «El problema tiene (...) dos aspectos, a saber, el arreglo circustancial y transitorio de la. sustentación de Culto y Clero y el arreglo definitivo, para cuando la paz y la estabilidad política consientan abordarlo». En cuanto al arreglo circustancial, «no parece haber otro, de momento, que el aumento del crédito actual —16.000.000 de pesetas— con que el Estado, en concepto de derechos pasivos y en virtud de la Ley citada, socorre a los antiguos partícipes del presupuesto» 33. «Para el caso que se adoptara este medio, deberían ser partícipes todos los sacerdotes —incluso los obispos, injustamente excluidos de aquella ley y que hoy son tal vez los más necesitados (...). Dada la pobreza a que se habrá reducido el Tesoro Nacional no debería rebasar de los dos tercios de las antiguas asignaciones la cantidad que percibieran los partícipes. Por desgracia, el número crecidísimo de sacerdotes asesinados haría menos costoso el sacrificio por parte del Estado» 34. Respecto al arreglo definitivo, «está en la conciencia de todos que el régimen concordatario anterior, en cuanto a las relaciones económicas entre la Iglesia y el Estado, si no ha sido funesto ha adolecido a lo menos de defectos gravísimos, no tanto por la naturaleza de la concordia cuanto por los vicios en la aplicación de la ley. Y tengo impresiones personales de

se sustraigan todos los organismos eclesiásticos a la actuación de los militantes en los diversos grupos políticos, que suelen atender más a las conveniencias de partidos que a las del común, a más de que suelen los sacerdotes hacer la política de los personajes que les han favorecido». (Documentación, cit. presentada a la Santa Sede. ACGT, A-I-ll, 9 pags. 2 y 3, y 4 y 5). 31. Documentación, cit. presentada a la Santa Sede. ACGT, A-I-ll, (9), pags. 5 a 9. 32. D. José A. de Sangroniz, anteriormente-citado. 33. Estableciendo un escalafón de amortizaciones por defunción hasta que los sobrevivientes llegaran a cobrar los dos tercios de sus asignaciones, revirtiendo en este caso al Estado el sobrante de dicha cantidad. 34. ACGT, A-I-ll, 9, pag. 6. Se apuntaban como posibles dos formas de percepción: la antigua, de percepción personal y por medio de habilitados diocesanos; o bien, asignando a cada diócesis la cantidad que le correspondiese y poniéndola a disposición de los obispos para que éstos la distribuyesen de acuerdo con las necesidades de su Iglesia.

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muchos Sres. obispos en el sentido de que no se ha de volver a lo antiguo» 3 \ «Por lo mismo, creemos que (...) debería atenderse en el futuro arreglo a estos principios: 1.° A salvar el concepto de una obligación que viene cargando sobre el Estado español desde las antiguas desamortizaciones de los bienes eclesiásticos, obligación reconocida por el Estado en distintas ocasiones y que dista mucho de estar cancelada; 2.° A una mayor autonomía de la Iglesia en la administración de lo que podría considerarse suyo, no gracia del Estado; y 3.° A darle al Estado, por razón de las dificilísimas circustancias a que le llevará la actual guerra, toda clase de facilidades para el cumplimiento de las obliaciones que con la Iglesia tiene contraídas» 36. «Cualesquiera que fuese la solución que se diese a la cuestión económica de la Iglesia, convendría atender a los siguientes puntos: 1.°) A la formación de la conciencia popular con respecto a los deberes de los fieles para con la Iglesia, solidarizándolos con las necesidades de la misma y con sus fines 37. 2.°) A la forma de administración 38 (...) y 3.°) A una buena admi-

35. ACGT, A-I-ll, 9, pag. 6. Como razones del rechazo se aducían, «el abuso de las regalías, administradas por personajes políticos de todo grado; el carácter de funcionarios del Estado que revestían los sacerdotes en el concepto de muchos, incluso de sacerdotes; la falta de estímulos en los ministerios y el afán de mejora material, la misma desnaturalización de los beneficios eclesiásticos, etc., equiparaban a nuestro clero con los demás empleados en el concepto de las gentes y enajenaba sus simpatías». (Ibid. pag. 7). 36. (ACGT, A-I-ll, 9, pag. 8). En cuanto a la forma concreta, se ofrecían dos soluciones: Primera. Constitución, por el Estado, de un capital cuyas rentas aseguran a la Iglesia una dotación, «cierta, segura e independiente». (Anhelo ya formulado en el Convenio habido entre la Santa Sede y el Estado Español, de 25 de agosto de 1859, arts. 2.° y 5.°). Este capital se convertiría en Inscripciones Intransferibles de la Deuda consolidada con un interés determinado. Segunda. De no poderse lograr la entrega de láminas o títulos cuya renta equivaliese al antiguo presupuesto, procurar el restablecimiento del antiguo Presupuesto de Culto y Clero, pagando el Estado los intereses de las láminas de la Deuda Intransferible en las diócesis que las tuvieran, descontándoselo del Presupuesto correspondiente. Se añadía la conveniencia de conservar la consignación para reparación de templos (no sólo de los artísticos) tal como establecía el Concordato de 1851 y el Convenio de 1859, y que se consignaba en los Presupuestos del Estado hasta el advenimiento de la República. (Cfr. ACGT, A-I-ll, 9, pag. 8). 37. ACGT, A-I-ll, 9, pag. 9. «El tanteo que se hizo para que el pueblo, al suprimirse los capítulos del presupuesto eclesiástico, atendiera a las necesidades de Culto y Clero, dio es caso resultado (...). Sería muy difícil que nuestro pueblo vuelva a levantar voluntariamente la carga del sostén de la Iglesia y sus ministros (...). Confiarlo todo al Estado nos llevaría otra vez a la ruina actual». (Ibid. pag. 9). El cardenal se refería en este punto a la Instrucción Pastoral de los metropolitanos de 21-XI-1931, sobre mantenimiento de culto y clero, ya citada en el capítulo primero, (nota 9). 38. Se sugerían tres formas de administración: a) Percepción personal de cada beneficiario, lo cual se juzgaba como continuación de los vicios anteriores; b) Entrega de una cantidad a cada diócesis, lo cual exigiría garantías de equidad y justicia en la administración; c)

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nistración en el orden técnico (...). Sea cual fuera la forma en que el Estado acuda a las necesidades de la Iglesia, y aun sin ello, se impone mayor uniformidad y una intervención eficaz, en la forma que la Santa Sede considere oportuno, en las administraciones diocesanas, o al menos una limitación en las atribuciones de la administración» 39. H)

Revitalización de la acción sacerdotal40. 1. ° «Aun reconociendo todas las virtudes de nuestro venerable clero (...) ha de confesarse que ha pecado de rutina y que ello le ha hecho quedar rezagado con respecto a las necesidades del momento (...). Falta lo que llamaríamos «presencia sacerdotal» en muchos aspectos de la vida moderna». 2.° «El mismo concepto de la vida sacerdotal, inmovilizada por el disfrute de un beneficio 41, ha determinado una gran corriente de vidas sacerdotales en el sentido de un desplazamiento de la vida de ministerios» 42. «Ello ha determinado un movimiento general de las mejores capacidades hacia un campo ajeno a la vida de apostolado, y una como descotización de la vida y del ministerio parroquial, para el que han quedado solamente aquellos que no se han sentido capaces de puestos mejores en el sentido material o a quienes la suerte ha sido adversa en las provisiones» 43.

Entrega a la totalidad de la Iglesia española de una cantidad en forma de una Deuda con garantía del Estado (de una sola vez o mensualmente), lo que impondría la creación de un organismo para regular una prudente administración. (Cfr. ACGT, A-I-ll, 9, pag. 9). 39. ACGT, A-I-ll, 9, pag. 9. Después de laboriosas negociaciones, la Ley de 9 de noviembre de 1939 restablecerá el presupuesto de Culto y Clero, que será ratificado en los art. 31 y ss. del Concordato de 1953. El cardenal Goma no consideró esta solución como la más positiva. 40. Documento completo en ACGT, A-I-ll, (11). Más que a programar acciones futuras, este escrito constituye una reflexión crítica sobre los males del clero español en general. Queremos resaltar este aspecto, inédito por demás, por lo que tiene de análisis lúcido y preocupado: «Todas las profesiones se han puesto a tono con las exigencias de los tiempos presentes, y nosotros hemos quedado como anquilosados, siguiendo los mismos procedimientos de apostolado que un siglo atrás». (ACGT, A-I-ll, (11), pag. 1). 41. «Ha predominado el tipo de sacerdote beneficiado, que ha vivido al amparo de sus rentas, hoy escasas, como vivió siglos pasados al cobüo de sus pingües beneficios, pero sin el dinamismo que nace de la comprensión de los problemas del momento y del celo que lleva a su resolución». (ACGT, A-I-ll (11), pag. 1). 42. Se aludia a las actividades restadas a la vida de apostolado por las catedrales, la organización castrense, los beneficios fundacionales, etc. 43. Parte de la culpa en este terreno, se achacaba al régimen concordatario de 1851, 79

3.° «Nuestra clerecía ha sido demasiado aficionada a la política. País eminentemente religioso como había sido España, andaban mezcladas las cosas religiosas con las civiles, por el mismo predominio que de siglos había tenido la religión. Gran falta ha sido la de los políticos, que en España han tenido siempre tendencia a invadir el campo de la Iglesia; pero no ha sido menor la de los sacerdotes que, con detrimento de la caridad y de los mismos intereses de la Iglesia, han militado, a veces entre la explosión pública de las pasiones políticas, en algunos partidos» 44. 4.° «Hemos faltado por escaso contacto con el pueblo. El principio pastoral «cognosco oves meas et cognoscunt me meae» ha tenido entre nosotros gran quiebra, especialmente en determinadas regiones de España, donde el sacerdote apenas si es conocido por otra cosa que por las funciones administrativas (...). Nuestra predicación, en el sentido más amplio de la palabra, de contacto intelectual con el pueblo, ha sido escasa, de ocasiones y de forma. La predicación propiamente pastoral, catecismos, homilías, circunstancias, falta en gran número de parroquias o se da en forma totalmente rutinaria» 45.

ca o de utilización de los recursos logrados en el seminario edificación de la Iglesia» 46.

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.

— «Insisto en señalar uno de los defectos principales de que ha adolecido nuestra actual organización de la Acción Católica, que es el exceso de burocratismo. Cierto que la Acción Católica ha de tener una organización, una división del trabajo y la utilización de procedimientos modernos, (...). Pero la organización nunca ha de exceder las exigencias del apostolado, sino que, formado el organismo para obrar, éste debe agrandarse paulatinamente a medida que crezca y avance la obra». — «Aun teniendo la Acción Católica por fin inmediato la formación de selecciones, creemos que nuestra Acción Católica se ha mantenido en un plano superior al que exigían las circunstancias de nuestro país. Si la Acción Católica es participación de los seglares en el apostolado jerárquico, allí principalmente debía aplicarse su actuación donde se aplica la de la Jerarquía, no tanto en su actuación circunstancial y más alta, como en el plano corriente de la formación del pueblo en la acepción general de la palabra» 48. — «Salvando siempre la rectitud de intenciones en todos, es innegable que algunos dirigentes de la Acción Católica han sido considerados como fautores de la política de sector determinado. Ello ha ocasionado algunas polémicas de prensa en que se ha envuelto

5.° «Tal vez deberíamos buscar la causa de estos defectos en la formación que se da en los seminarios que, si están bien en general en cuestión de disciplina, piedad y hasta muchos de ellos en formación literaria de los alumnos, pero no se da una formación prácti-

«que tantas corruptelas había introducido en la vida eclesiástica de España». (ACGT, A-I-11 (11), pag. 2). 44. ACGT, A-I-11 (11), pag. 1. «Las cuestiones antiguas entre carlistas e integristas, liberales y mestizos, y las modernas en favor de las tendencias regionalistas o de simple adhesión a los partidos políticos turnantes en el régimen político del país, significan una resta enorme a las actividades ministeriales y especialmente a la caridad y concordia en que debiese haber trabajado siempre el sacerdote. El daño derivado a la Iglesia de este aspecto de la historia sacerdotal de nuestro país es cosa enorme. Hay que añadir que las tendencias más o menos separatizantes en cuestión política han importado casi siempre una relajación del sentido de jerarquía y disciplina». (ACGT, A-I-11 (11), pag. 1). Este análisis de los daños derivados del «politicismo» del clero influirá enormemente en el planteamiento del cardenal Goma ante el tema del nacionalismo vasco en lo que se refiere a la actuación sacerdotal. La necesidad de la mayor independencia política del sacerdote, será una cuestión reivindicada a lo largo de estos años tanto por el Primado como por el resto del Episcopado español. Se plasmará claramente en los acuerdos de las reuniones de metropolitanos de 1937 y 1939. 45. ACGT, A-I-l 1 (11), pag. 3. «Hay otra predicación que ha causado enorme estrago en España: es la de profesionales de la elocuencia, ensayistas de pulpito, hombres sin fondo doctrinal cristiano y sin celo de las almas, que si han dado gran relieve a las grandes solemnidades, han contribuido a estragar el gusto de los oyentes y a sostener el estado de ignorancia religiosa deplorabilísima de nuestros ciudadanos». (Ibid. pag. 3).

Reestructuración de la Acción Católica

46. Como causa también de los males del clero español, se señalaba la falta de coordinación, cuando no de discrepancias e incluso hostilidad, entre el clero regular y secular lo cual «había redundado en desedificación del pueblo y en mengua de su aprovechamiento espiritual». (ACGT, A-I-11 (11), pag. 4). 47. Documentación, cit. presentada en Roma. ACGT, A-I-11 (11), pags. 5-8. La reestructuración y reanimación de la Acción Católica va a constituir uno de los objetivos prioritarios de la Jerarquía española durante estos años, como lo prueban las frecuentes comunicaciones relativas a este tema encontradas tanto en la correspondencia con la Santa Sede como con los obispos españoles. La obligada limitación de nuestro trabajo nos impide desarrollar más este aspecto por el momento. Nos limitamos ahora a resumir las observaciones generales enviadas a Roma por el cardenal Goma en diciembre de 1936. De todas formas el mismo cardenal advertía haber enviado al Vaticano, con anterioridad, Informes sobre el tema (el últimos en abril de 1936). El saqueo de su Archivo personal, al ser ocupado su palacio con posterioridad al 18 de julio, impide que hayamos podido conocer estos Informes. 48. ACGT, A-I-l 1(11), pag. 6. En esta línea se criticaba la ineficacia de ciertas actividades programadas para «la conquista de las alturas», y la falta de encuadramiento de la Accl on Católica en el marco de la dirección jerárquica (obispos y párrocos).

fe

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la Acción Católica, que debe estar por encima de toda querella de carácter político (...). Para que la Acción Católica quede siempre en un plano superior a los partidos políticos, ya que no puede exigirse que los militantes de la Acción Católica dejen de cumplir sus deberes para con la nación o Estado, sería necesario que se aplicaran escrupulosamente las normas pontificias que regulan este punto concreto de la Acción Católica» 49. Si la Acción Católica tiene como objeto formar la conciencia católica de los individuos y colectividades, extendiéndose la actuación de aquéllos y de éstas a todos los órdenes de la vida, es necesario que la influencia directora de la Acción Católica llegue hasta los mismos, de conformidad con las normas pontificias. Así, en el orden económico y social (...) debería interesarse en que algunos de sus miembros se capacitaran en el sentido científico y técnico de la economía social, sin cuya preparación su influencia resultaría nula. Con igual o mayor interés se ha de procurar que la Acción Católica tenga hombres preparados en el orden pedagógico que puedan influir en las leyes o normas públicas para la formación de la juventud» 50. «No apunto más que los defectos más visibles de que adolece nuestra Acción Católica, subsanables todos ellos con el esfuerzo de todos que deberá ser obligado, tenaz e inteligente, para salvar lo que se pueda de las ruinas acumuladas por la revolución, y reconstruyendo nuestra nación desgraciada según las exigencias de la tradición y las que han creado los tiempos nuevos» 51.

Además de estas informaciones resumidas en los apartados anteriores, hubo asimismo otra serie de cuestiones que también presentó el Primado a la Santa Sede en este mismo mes de diciembre de 1936. Una de ellas, era la relativa al problema de los nacionalismos y recogía en síntesis toda la actuación del cardenal en el problema planteado por el obispo de Vitoria y las nuevas cuestiones surgidas por las sanciones que la autoridad militar quería

49. Como grave inconveniente para la futura actuación de la Acción Católica, Goma señalaba la acentuación del cariz político con motivo de la guerra, favorable a los sectores democristianos de Acción Popular. (Cfr. ACGT, A-I-ll (11) pag. 7). 50. ACGT, A-I-ll (11) pag. 8. En este terreno, el escrito insistía en la necesidad de crear centros que dependieran sólo de la Iglesia, aunque el Estado estableciera clases de religión en los centros oficiales. 51. ACGT, A-I-ll pag. 8.

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imponer a los sacerdotes tachados de nacionalistas " . Cara al futuro apuntaban dos preocupaciones básicas. La primera relativa al uso de la len gua vernácula: «Sobre todo habrá que atender a la situación que a los fieles de Vizcaya puede crear la prohibición del uso de su lengua en ministerio y predicación. Hay algunos centenares de parroquias en Vizcaya y Guipúzcoa hasta en Navarra, donde no se usa más que el vasco y ni siquiera se entiende el castellano. Afectaría a la misma naturaleza de la predicación, y por tanto a los derechos de la Iglesia, la total prohibición del vasco en escuelas y templos». 53. La segunda se refería a las relaciones con las autoridades civiles y militares, caso de actuaciones unilaterales de las mismas, y a la necesidad de una postura clara de la Jerarquía para evitar en el futuro los males derivados de la actuación política de los sacerdotes: «No me atrevo a proponer una intervención directa de la Santa Sede, que tal vez correría el peligro de que la contumacia la hiciera inútil o quizás nociva. Aunque sí que los intereses de la Iglesia y el bien de las almas en nuestra nación impondrán, así que hayan pasado las graves circunstancias actuales, y dada la inveterada costumbre de nuestros sacerdotes de mezclarse en agitaciones políticas, una actuación enérgica del Episcopado para que, bajo las direcciones de la Santa Sede, mate de raíz un mal que ha acarreado muchas veces la ineficacia de los ministerios y los recelos de gran número de fieles» 54. Otra cuestión presentada por las mismas fechas por el Primado español a Secretaría de Estado, fue la referente a la organización de los Servicios Eclesiásticos Castrenses. Hasta 1931 se conservaba la jurisdicción castrense exenta " . Extin-

52. Nos extendemos más en esta cuestión en el capítulo sexto relativo a la cuestión vasca en 1937. 53. ACGT, A-I-ll (2), pag. 3. En 1939 el entonces Ministro de la Gobernación. Sr. Serrano Suñer, efectuó una consulta escrita al cardenal Goma sobre el tema. La respuesta del Primado fue contraria a la prohibición del uso del vasco y catalán. 54. ACGT, A-I-l 1 (2) pag. 4. A título de información y «con el fin de favorecer a los venerables hermanos y para prevenir el planteamiento de problemas que se le pueden presentar a la Santa Sede». Goma añadía en este apartado la hostilidad de algunas altas esferas del Gobierno de Burgos hacia el cardenal de Tarragona, Vidal y Barraquer, y el obispo de Seo de Urgel, Dr. Guitart, a quienes consideraban entre los responsables del movimiento catalanista. 55. La Jurisdicción castrense estaba establecida por el artículo 11 del Concordato de 1851. Constaba la organización de un obispo pro-capellán Mayor del Rey, como cabeza del organismo (cargo ejercido primero por el arzobispo de Toledo, luego por el obispo de Sion) que tenía un Asesor para cada uno de los dos cuerpos de Ejército y Armada. Cada división

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guida ésta al advenimiento de la República, el cardenal Goma se había visto precisado a solicitar de la Santa Sede las licencias necesarias para los sacerdotes que en calidad de capellanes se encontraban auxiliando a las tropas en el frente desde el inicio de la guerra 56. Pero no bastaba con la concesión de licencias, sino que se vio necesaria la conveniencia de organizar debidamente los servicios ministeriales castrenses, ya que se preveía que la guerra duraría más de lo pensado en un primer momento. Por otra parte, surgían problemas relativos a la falta de coordinación de los servicios, a la falta de contacto de los sacerdotes del frente con sus superiores jerárquicos, a las relaciones con la autoridad militar, e t c . . Por todo ello, el Primado presentaba en Roma un proyecto para remediar las necesidades existentes y salir al paso de las nuevas que pudieran presentarse. Se partía del hecho, corroborado por las opiniones de varios obispos, de no restaurar la antigua jurisdicción castrense ", sino de crear una nueva organización con el personal que se encontraba al servicio del ejército pero dependiendo totalmente de los obispos de las diócesis en que los sacerdotes prestasen sus servicios castrenses. La organización dependería directamente de una persona designada por la Santa Sede con las facultades necesarias, la cual tendría a sus órdenes un sencillo órgano ejecutor, en contacto con el Estado Mayor del Ejército y con los obispos del territorio en que operasen los ejércitos atendidos espiritualmente por los capellanes alistados. Para el caso que el proyecto

territorial militar tenía un Teniente Vicario con su Capellán Mayor y sus capellanes 1.° y 2.°. Los sueldos estaban equiparados al de General, Teniente Coronel, Comandante, Capitán 1.° y 2.° y Teniente 1.°. Se trataba de un verdadero Cuerpo eclesiástico al servicio del Ejército de la nación, con dependencia del obispo pro-capellán y con absoluta independencia respecto a la jurisdicción eclesiástica ordinaria. La provisión de plazas se hacía mediante oposición literaria y de méritos dentro del Cuerpo, y por concurso de ascensos por rigurosa antigüedad. El ingreso en el Cuerpo Castrense eximía a los capellanes de la jurisdicción ordinaria, a la que quedaban otra vez sujetos en caso de salida del Cuerpo. 56. La petición fue enviada a Roma con el Primer Informe General de 13 de agosto de 1936 (ACGT, A-I-l). La Santa Sede contestaba afirmativamente concediendo las licencias pedidas el 22 de agosto del mismo año. La decisión de Roma fue comunicada por Goma a los arzobispos de Santiago, Sevilla, Zaragoza, Granada, Burgos, Valladolid y Valencia. (Texto completo de la comunicación en ACGT, C-I-33). 57. Los inconvenientes que se apuntaban para la restauración de la antigua jurisdicción castrense eran de diversos tipos: 1. Disminución del espíritu sacerdotal en muchos capellanes. 2. Apartamiento de las actividades sacerdotales en otros campos por el aliciente de mejores retribuciones económicas. 3. Abusos de conducta y desedificación en los fieles.

fuera aprobado, se procedería a redactar un Reglamento que se sometería asimismo a la ulterior aprobación de la Santa Sede 58. Goma hacía constar a Roma también el interés favorable del Jefe del Estado en la cuestión y la esperanza de que el mismo Estado colaborara económicamente en el proyecto 59. A la vuelta de Roma, el cardenal Goma será encargado por el Vaticano de la organización del Servicio Castrense. Su desarrollo fue complicado por las intervenciones de las autoridades militares, parte de las cuales querían restaurar la antigua jurisdicción. El problema castrense ocupará un amplio campo de las negociaciones del Primado con los órganos del Estado nacional incluido el Jefe del Estado en 1937 60.

3 . 2 . LAS GESTIONES REALIZADAS EN ROMA. EL NOMBRAMIENTO Y LAS INSTRUCCIONES RECIBIDAS

Llegado el cardenal Goma a Roma, la primera visita oficial la realizó al cardenal Pacelli, Secretario de Estado, el día 10 de diciembre. Ya desde este primer momento se planteó la cuestión del reconocimiento del Gobierno de Burgos por el Vaticano en una pregunta de Pacelli a la que el Primado contestó afirmativamente 61. AI anunciarle Goma una nueva visita al día siguiente para entregarle la Documentación preparada, el Secretario de Estado le comunicó que el papa quería entrevistarse personalmente con él 62 .

58. La idea de Goma de crear un organismo «ágil y sencillo» no era nueva y se había presentado ya a la Santa Sede en un Informe de 24 de octubre de 1936. (ACGT, A-XI-2). Mons. Pizzardo le había contestado en nombre del cardenal Pacelli aprobando la idea y pidiendo nombres para la dirección del organismo solicitado. (Carta de 4 de noviembre de 1936. ACGT, A-XI-3). 59. Cfr. A-XI-4 Documentación, cit. presentada en Roma en diciembre de 1936 (VI «Servicios eclesiásticos castrenses»). «Tengo la impresión personal favorable del Jefe del Estado sobre este punto de la organización de los servicios espirituales castrenses, con la fundada esperanza de que el mismo Estado subvencionaría modestamente al pequeño organismo —dos o tres sacerdotes— que se ocupare de ello» (Ibid. ACGT, A-XI-4, pag. 3). 60. Ampliamos este punto en el capítulo quinto. 61. «Me pregunta el parecer (sobre el reconocimiento). Le digo que sí, que ya es hora, especialmente después de lo de Alemania e Italia, y que tal vez sería magnífica ocasión la entrada en Madrid. Parece hay bonísima disposición en este punto». (Diario personal del cardenal Goma, ACGT, A-XIII-7, pag. 2). En la misma entrevista el cardenal Pacelli se quejaba de la actuación del marqués de Magaz por lo «dura y exigente». 62. «Me anuncia que el papa está empeñado en verme mañana. Al rogarle que lo difiera unos días por el estado de salud me dice que de ninguna manera porque el papa tiene vivos deseos de hablar conmigo». Diario personal, cit. ACGT, A-XI11-7, pag. 3). 85

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El 12 de diciembre presentó Goma su Documentación al cardenal Pacelli, resumiendo los puntos más importantes 63. Posteriormente fue recibido en audiencia por Pío XI acompañado del Secretario de Estado:

A medida que los contactos se sucedían, el cardenal Goma fue llegando a la conclusión de que la tónica general era de desorientación respecto a la guerra española:

«Lee al papa [el cardenal Pacelli] una propuesta del embajador francés en que pide al papa apoyo a una propuesta de intervención a favor de España por parte de aquella nación e Inglaterra. El papa dicta: «que sí, con todo fervor, porque es oficio conforme a su ministerio; pero —recalcando mucho mientras escribe Pacelli— que la propuesta sea no fingida, sino real, quitando todo apoyo material y moral, particular y público, que nunca se pueda decir que yo al intervenir he coadyuvado a una situación que ha sido desfavorable a España en el hecho» (...). Me despido de rodillas después de haber estado con él una media hora (...)• Durante la conversación me ha dicho que me agradece las informaciones recibidas, cosi chiare, e cosi precise» M.

«(...) he podido comprender que hay una fuerte intriga en los medios romanos en este sentido» 68,

Después de la primera audiencia con el papa, comenzó el cardenal Goma lo que él denominaba «visitas de orientación» 65. Entre las realizadas a los miembros de la colonia española en Roma, destacan por su interés las mantenidas con el marqués de Magaz y el cardenal Segura 66. Ambos coincidieron en señalar la postura del Vaticano como de prevención contra el Movimiento a causa de las campañas de nacionalistas vascos y catalanistas, especialmente de estos últimos que contaban con una «red sutilmente formada para información» 67.

63. Además de la Documentación, entregó también dos ejemplares de su escrito «El Caso de España». La intención del cardenal Goma al entregar los documentos era que, enterados de su contenido en Secretaría de Estado, se le dieran las indicaciones oportunas. De hecho la Documentación que presentó el Primado se llevó a la deliberación de la Congregación de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios que se reunió el 17 de diciembre y donde se discutió el nombramiento de un representante del Vaticano ante el Gobierno de Burgos. 64. Diario personal, cit. (ACGT, A-XIII-7, pag. 4). GRANADOS, en Ob. cit. reproduce parte en pag. 93. 65. El mismo día 11 se entrevistó con Mons. G. Pizzardo y con el Director del diario «Avvenire», interesado en publicar en el periódico fragmentos de la obra del cardenal, «El Caso de España». El Diario personal del Primado, no amplía los términos de la conversación con Mons. Pizzardo. Sólo alude a que le fueron entregados ejemplares de la obra del cardenal. 66. Días 11 y 12 de diciembre de 1936. Seguimos en este punto el Diario personal, del cardenal. Por esos mismos días también escribió el Primado al cardenal Vidal y Barraquer, entonces en Lucca, quien le contestaba sobre la imposibilidad de verse personalmente debido a las «circunstancias especiales de mi salvación» que «me obligan a guardar el incógnito en cuanto sea posible y me privan de la libertad de movimientos». (Carta al cardenal Goma, 15XII-1936. ACGT, C-I-33). 67. Diario personal det cardenal Goma, cit. ACGT, A-XIII-7, pag. 6. La incomprensión oficial de las cosas de España le era corroborada también por el general de los jesuítas, P • Ledochowsky, amigo personal del Primado, con el que mantuvo varias conversaciones.

86

hasta el punto de que pudiera anotar en sus impresiones generales lo siguiente: «Dice bien quien afirma que la guerra civil se hace en Roma y que en España se hace la internacional» 69. De hecho, el cardenal no pensaba a su llegada a Roma que el ambiente pudiera estar tan enrarecido: «Grande fue mi sorpresa al ver que los mismos cardenales tenían un concepto totalmente equivocado sobre el movimiento nacional» ™. Esta situación confusa que el Primado juzgaba contraproducente, le llevó a una intensa actividad, anotada día tras día, para tratar de «deshacer prejuicios y errores» 71. Las conversaciones con altos cargos de la Curia romana se intensificaron. Las más importantes fueron las mantenidas con los cardenales Pacelli, Siviglia, Lauri, Marchetti y Tedeschini, y con los Monseñores Tardini y Pizzardo 72. Unas frases anotadas en su Diario revelan la impresión producida por todos estos contactos: «Mi criterio es que en Roma predominan en este respecto las conveniencias de la diplomacia sobre las exigencias de esta expresión de fe y entusiasmo religioso que han acompañado al estallido de la guerra» 73.

68. Diario personal, cit. ACGT, A-XIII-7, pag. 4. 69. Ibid. pag. 4. 70. Diario personal, cit. ACGT, A-XIII-7, pag. 1. Las objeciones fundamentales que los cardenales le hicieron y que el Primado anotó fueron las siguientes: Identificación de «nacionales» con «nacionalistas»; acusaciones de pertenencia a la masonería por parte de algunos generales; falta de disciplina en el ejército de Franco; imposibilidad de éste de ganar la guerra; intromisión del Gobierno de Burgos en la política eclesiástica de la Santa Sede; equiparación en los procedimientos de ambos bandos en lucha. 71 • «He debido trabajar en forma que no acostubro por lo categórica». (Carta del cardenal Goma al arzobispo de Santiago, Dr. Muñiz, 25-XII-1936. ACGT, C-I-92). 72. A estas conversaciones hay que añadir los contactos con el P. Ledochowsky S.J., on el cónsul de España ante el Quirinal y con sacerdotes españoles. 73. Diario personal, cit. ACGT, A-XIII-7, pag. 2.

87

Entonces, en u n último intento, redactó u n nueve Informe que entregó personalmente al Secretario de Estado el día 15 de diciembre:

3.°)

Las afirmaciones de este Informe, sintéticas y a la vez enérgicas, se concretaban en las siguientes cuestiones: Momento

crucial de la situación

española:

«La gravedad de la situación española es tal, y tal la complicación que han añadido las humanas pasiones, que se requiere el concurso de cuantos, teniendo buena voluntad a lo menos, nos hallamos en una posición preeminente que reclama el esfuerzo máximo en bien de la Iglesia y de la Patria» 75. 2. °)

La alternativa

real; o Movimiento

o

74. Diario personal, cit. ACGT, A-XIII-7, pag. 1. 75. Informe del cardenal Goma al cardenal Pacelli, de 15 de diciembre de 1936. 76. informe del cardenal Goma al cardenal Pacelli, cit. de 15 de diciembre de 1936. (ACGT, A-I-ll, s.n. pag: 3). Por esta situación el Primado criticaba la obra que, en sentido contrario, se realizaba desde algunos sectores católicos: «Ante esta alternativa aparece reprobable la conducta de muchos que se llaman católicos que, en el extranjero de un modo especial, han abultado los defectos de que haya podido adolecer la intervención del ejército nacional, imputables todos ellos no a un sistema de procedimiento militar, sino a la intervención de subalternos que no han sabido entrar en el pensamiento que lo informa. Es mal de toda guerra, que se ha subsanado así que ha sido advertido por los altos mandos. En este sentido han hecho obra deplorable algunos malos españoles, incluso sacerdotes, quienes para la justificación de antiguos yerros de orden político, y ante el temor de una justa represión cuando sea un hecho el triunfo del ejército nacional, no han dudado en falsear hechos, desfigurar personas y suponer fines y tendencias interesadas en los dirigentes del movimiento». (Informe, cit. supra, pag. 3). 88

4.°)

del

Movimiento:

Apoyo

de los sectores católicos españoles

al

Movimiento:

«Es tal la convicción de que en esta contienda se juega la suerte definitiva de la España católica, que aparte de las aberraciones políticas a que me he referido 78 no hay más que una masa compacta de españoles que apoyan el movimiento militar, hasta aquellos que hasta ahora habían sido partidarios de procedimientos pacíficos de reconquista. Por lo que he tratado con mis hermanos en el Episcopado, no he visto más que la concordia más absoluta en estimar el movimiento militar como el único recurso de salvación de que disponíamos» 79.

comunismo:

«(...) si no se hubiese producido el movimiento militar nacional, como quiera que los comunistas tenían preparado el suyo para últimos de julio, a estas horas habría ya fenecido todo cuanto representa nuestra vieja civilización cristiana. Creo preciso insistir en este punto, porque se ha podido notar en el extranjero, y yo mismo he podido verlo en Roma, que se ha intentado desviar la opinión, afirmando que no era necesario el movimiento nacional. Se trata de elegir entre una España deshecha en sus mismos fundamentos y sin esperanza de resurgimiento, tal vez en siglos, y una España atribulada por una guerra cruentísima que, si quedará desangrada y empobrecida, llevará en su mismo sacrificio la semilla de su resurgimiento religioso y político» 76.

de los dirigentes

«Es incuestionable que el Jefe actual de España y el Gobierno de Burgos (...) ofrece si no las máximas garantías que podrían exigirse en cuestión de adhesión a la Iglesia, a su doctrina y leyes, sí puede afirmarse que en su conjunto forman un bloque de hombres cristianos, la mayor parte católicos prácticos, varios de ellos hasta piadosos, que están dispuestos a orientar al Estado español en el sentido de su tradición católica y a dar aquellas leyes y fomentar aquellas instituciones que, informadas por el espíritu y las orientaciones de la Santa Iglesia, moldearán el futuro Estado español según el tipo de los estados verdaderamente católicos» 77.

««Fue entonces cuando resolví redactar el documento número VII en que se constriñe la cuestión y se hacen una serie de afirmaciones sobre aquellos puntos en qué había yo notado más desorientación» 74.

1.°)

Garantías ideológicas

5.°)

Futuro

esperanzador

para el porvenir

de la Iglesia en la sociedad

española: «Por lo mismo, repetando siempre los altos juicios de la Santa Sede y conociendo la suprema prudencia con que ha procedido en el caso de España, como siempre, puedo asegurar que el día que una coyuntura favorable aconsejara el reconocimiento de una situación jurídica nueva, creada por un nuevo poder puesto al servicio de la religión y de la justicia y del bienestar de la nación española, no sólo podría contarse con la adhesión de la totalidad de los católicos españoles, con excepciones que no son de

77. Informe del cardenal Goma al cardenal Pacelli, cit. de 15 de diciembre de 1936, ACGT, A-I-ll s.n. pag. 3. El primado insistía que estas garantías ideológicas podían extenderse también a grados más inferiores: «Igual puede decirse de la mayor parte del personal subalterno (...). En la selección se tiende especialmente a repudiar los afiliados a la masonería o simplemente sospechosos» (Informe, cit. supra pag. 3). 78. En el mismo escrito Goma señalaba dos excepciones al espíritu antirreligioso de las fuerzas del Frente Popular: el Nacionalismo Vasco en el que figuraban «muchos que se llaman buenos católicos», y la Generalitat de Cataluña que «formada por hombres de izquierda, ha prestado favores a varios sacerdotes de aquella región, librándoles de una muerte segura», aunque seleccionando a los clérigos simpatizantes de «las tendencias más o menos separatizantes». (Informe, cit. supra pag. 3). 79. Informe, cit. supra ACGT, A-l-11 s.n. pag. 4. 89

computar, sino que se entraría definitivamente en el camino no difícil de una reconquista de la situación de respeto y preeminencia que siempre ha tenido la Iglesia en la conciencia de los buenos españoles y en la vía social» 80. El efecto de este último escrito fue «rápido» en opinión del cardenal Goma: «Me visitó [el cardenal Pacelli] el mismo viernes en que presenté el escrito (...) y ya vi que las cosas podían tomar otro rumbo. La solución que parece se dará a la cuestión del reconocimiento es mandar al encargado (de Negocios) a Madrid, enseguida que se tome. Le he rogado que en la credencial haya una fórmula de reconocimiento. He insistido mucho en los conceptos del escrito» 81. De todas formas, en los ambientes de la Curia romana no estaba clara la fórmula que habría de adoptarse con el Gobierno de Burgos. Dos días más tarde anotaba el Primado en su Diario la opinión que le había dado Mons. Tardini, Sustituto de Secretaría de Estado y que reflejaba con bastante exactitud el ambiente de las altas esferas: «Me dice que no procede por el momento el reconocimiento del Gobierno de Burgos, porque en la pugna actual de las dictaduras con las democracias, representadas respectivamente por Alemania-Italia e Inglaterra-Francia, la Santa Sede no ha de inclinar la balanza en unos momentos en que las dos primeras acaban de inclinarse al lado de las dictaduras. Con todo hay que hacerlo constar al Gobierno de Burgos que el papa ve con simpatía su actuación porque ha de estar al lado de la autoridad contra la anarquía, de la religión contra el ateísmo» 82.

80. Informe del cardenal Goma al cardenal Pacelli, cit. de 15 de diciembre de 1936. (ACGT, A-I-11 s.n. pag. 4). En este párrafo se encuentra una clara alusión a la conveniencia de formalizar relaciones diplomáticas con el Gobierno de Burgos. En el mismo Informe, se añadía la completa seguridad de los españoles en el triunfo del ejército nacional, a pesar de la ayuda prestada internacionalmente al Frente Popular y se señalaba como grave probtema político, cara al futuro, las tensiones internas entre sectores tradicionalistas y el resto de los insertados en el movimiento, caso de que estos últimos excluyeran a los tradicionalistas —favorables a una orientación claramente confesional del Estado— de los puestos clave del Gobierno. 81. Diario personal, cit. ACGT, A-XIII-7, pags. 1 y 9. 82. Ibid. pag. 11. Mons. Tardini en esta entrevista transmitió también al Primado el deseo del papa de que cuanto antes retornaran a España los sacerdotes refugiados en Roma a raíz del 18 de julio. Según confidencias que se le hicieron al cardenal Goma, la opinión de Mons. Tardini, no era más que el reflejo de la postura de Mons. Pizzardo, secretario de la Congregación de Asuntos Extraordinarios, decidido adversario del reconocimiento de Burgos. También en opinión del general de los jesuítas, P. Ledochowsky, Mons. Pizzardo había 90

La decisión definitiva que la Santa Sede adoptaría en la cuestión del reconocimiento se discutió ampliamente en la sesión que el día 17 de diciembre celebró la Congregación de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios y fue comunicada oficialmente al cardenal Goma dos días después por el Secretario de Estado 83. «Me notifica el nombramiento de Encargado confidencial ante el Gobierno de Franco, con dos cartas, una credencial para que la lea el general, y otra secreta, dándome instrucciones para la defensa de la Iglesia (...). Se muestra afectuosísimo (...). Me habla de la clave para comunicarnos y me encarga diga al general que todas las simpatías del Vaticano están con él- y que le desean los máximos y rápidos triunfos» 84. Notificado el nombramiento pasó el Primado a tener su última audiencia con Pío XI: «Dice que se alegra mucho de verme y que ve en mí a la España atribulada. Que piensa mucho en ella y la encomienda a Dios. Que le diga a Franco que le bendice especialmente, lo mismo que a cuantos contribuyen a la obra de la salvación del honor de Dios, de la Iglesia y de España» 85. De hecho, la solución que se había adoptado —después de un amplio debate del que el Primado tuvo conocimiento extraoficial y en el que la intervención de Pío XI fue casi decisiva—, era de compromiso entre el reconocimiento oficial y la ausencia de relaciones, pero Goma opinaba que se trataba de un primer paso muy positivo que hacía posible esperar que «paulatinamente se vaya a un reconocimiento oficial» 86. La Carta credencial oficial entregada al cardenal 87 puntualizaba que «retocado» el discurso de Pío XI a los refugiados españoles antes de ser pronunciado el 14 de septiembre pasado. 83. Al día siguiente de esta sesión de la Congregación de Asuntos Extraordinarios, tuvo Goma noticias extraoficiales de que no se iba por parte del Vaticano al reconocimiento oficial, pero que de alguna forma era necesaria una postura de acercamiento respecto al Gobierno de Burgos. Las anotaciones del Diario del cardenal revelan en qué términos se planteó la cuestión: «Parece que se convencieron de que en alguna forma se reconociera al Gobierno de Burgos. Para ello se mandaría un prelado de inferior categoría. Así quedaba Burgos o Salamanca al mismo tiempo contento y casi desairado. Tengo la presunción grave de que fue el mismo papa que paró el impolítico golpe y mandó que se extendiera el nombramiento a favor mío». (Diariopersonal, cit. ACGT, A-XIII-7, pag. 2). 84. Diario personal, cit. ACGT, A-XIII-7, pag. 13. 85. Diario personal, cit. ACGT, A-XIII-7, pag. 13. 86. Ibid. pag. 2. 87. La credencial estaba firmada por el cardenal Pacelli, con fecha de 19 de diciembre e 6 - (ACGT, A-I-13). La insertamos completa en Apéndice documental.

91

el nombramiento se realizaba para «concurrir del mejor modo a la solución de las importantes cuestiones surgidas como consecuencia de la guerra que se debate en el territorio español» 88. A la vez añadía que el encargo no revestía carácter oficial, sino que era «confidencial, y provisorio» teniendo por objeto «autorizarle para las negociaciones necesarias para resolver los graves y urgentes problemas derivados del nuevo estado de cosas» 89. Finalmente se refería el documento a las relaciones entre la Santa Sede y Franco: «Al mismo tiempo, Vuestra Eminencia por su parte, con el tacto y la habilidad que le distinguen, se esmerará en mantener y fomentar entre la Santa Sede y el general Franco aquellas buenas relaciones que se esperan serán cada vez más íntimas y cordiales para el bien no menos de la Iglesia que de la católica España» 90. Las Instrucciones reservadas entregadas en documento aparte 91 insistían en que las relaciones entre la Santa Sede y el Generalísimo no debían «resolverse en una sujeción, aunque sea parcial, de la Iglesia a la autoridad civil» 92. Por ello el cardenal Goma debería combinar la cordialidad coala firmeza para no dar lugar a hecho alguno que menoscabara la libertad de la Iglesia, especialmente en las cuestiones referentes «al nombramiento y remoción de los obispos, haciendo comprender claramente que ello constituye especialmente en nuestros días, una cuestión fundamental para la Santa Sede y beneficiará también grandemente a la Nación, porque tal libertad será una prenda segura de que los prelados serán hombres de Iglesia y no adeptos de partidos políticos» 93. Estas instrucciones reservadas concluían con los siguientes términos:

rencias en la política de partido y si el Gobierno tuviese quejas que hacer contra alguno de ellos, siempre podrá dirigirlas a la Santa Sede» 94 . C o m o r e s u m e n d e l a s l í n e a s f u t u r a s d e su g e s t i ó n , d e a c u e r d o c o n la m i s i ó n r e c i b i d a , a n o t a b a el c a r d e n a l G o m a : «a) La máxima cordialidad con las ventajas máximas por parte del Gobierno; b) La seguridad de que se salvan las inmunidades eclesiásticas en lo tocante a personas, especialmente obispos» 95 .

3 . 3 . LA PRIMERA ENTREVISTA OFICIAL CON EL GENERAL FRANCO. SUS RESULTADOS A l d í a s i g u i e n t e d e su r e g r e s o d e R o m a , el 2 2 d e d i c i e m b r e , e n v i ó el c a r d e n a l G o m a u n a c a r t a al g e n e r a l F r a n c o a S a l a m a n c a s o l i c i t a n d o u n a entrevista: «De R o m a soy p o r t a d o r de gratísimas nuevas para V . E . Preludio dé ellas es la especialísima bendición que por mi conducto le m a n d a nuestro Santísimo P a d r e , que tuvo la b o n d a d de recibirme dos veces estando en cama, haciendo u n a excepción honrosísima para nuestra nación querida. «Dígale al generalísimo Franco (...) que le envío por conducto de Su Eminencia u n a bendición especial, a él y a cuantos con él colaboran en la defensa del h o n o r de Dios, de la Iglesia y de E s p a ñ a » . P o r mi parte formulo el deseo de que esta bendición sea augurio de t o d a suerte de bienes para V.E. y la querida Patria. Creo que es conveniente u n a conversación del que suscribe con V.E.; la reclaman los intereses de la Iglesia y de España, y especialmente la buena

«Naturalmente, los Excelentísimos prelados deberán abstenerse de inge-

88. Credencial oficial del cardenal Goma. ACGT, A-I-13, pag. 1. 89. Ibid. pag. 1. 90. Credencial oficial del cardenal Goma, cit. de 19 de diciembre de 1936. ACGT, A-I13, pag. 2. 91. Las Instrucciones reservadas, estaban asimismo firmadas por el cardenal Pacelli, con la misma fecha de 19 de diciembre de 1936. Las incluimos completas en Apéndice documental. 92. Instrucciones reservadas al cardenal Goma, 19 de diciembre de 1936. ACGT, A-I-13 (2) pag. 1. 93. Instrucciones reservadas, cit. ACGT, A-I-13 (2), pag. 2. Particularmente se mencionaban dos casos: el del obispo de Vitoria, D. Mateo Múgica «de quien el Santo Padre no cree poder permitir la solicitada remoción»; y el del obispo electo de Canarias, D. Antonio Pildaín, cuyo nombramiento fue publicado por el «Osservatore Romano» el 22-23 de mayo de 1936, y acerca del cual se pedia no se demorara su consagración episcopal, desvaneciendo ante el Gobierno cualquier sospecha de partidismo político. 92

94. Instrucciones reservadas, cit. de 19 de diciembre de 1936. ACGT, A-I-13 (2), pag. 3. 95. Diario personal, cit. ACGT, A-XIII-7, pag. 2. En este mismo Diario se encuentra una síntesis de las impresiones generales del Primado de su viaje a Roma: «Los asuntos que traje quedan aplazados para poco tiempo, según me dijo Pacelli, y con objeto de que se pueda dictaminar y resolver sobre ellos con conocimiento de causa. En una palabra, se me recibe, se me reconoce beligerancia al leerse mi escrito a Pacelli, se doblega el criterio hostil a España y se encuentra la fórmula de poner un punto de sutura con el Gobierno de Franco. La cosa estaba muy peligrosa, dada la manera de proceder del embajador en Roma ante el Vaticano. De esta suerte los asuntos entran en un plano de concordia oficiosa con el Gobierno y se facilita su solución al tiempo que se prepara el camino para un enviado especial. Así me lo dio a entender el cardenal Pacelli en nuestra última conversación, el sábado 19. La bendición especial que el papa, momentos después mandaba por mi conducto al general Franco, como es de ver en el legajo correspondiente, era el sello de esta conducta fina y algo desconfiada del Vaticano» (Ibid. pag. 2). 93

armonía que entre ambos poderes debe reinar en aquellos puntos en que la misma naturaleza de las cosas importa un contacto entre lo religioso y lo civil, tan íntimamente trabados en nuestra tradición patria. Para este objeto, como llevo especial encargo de la Santa Sede, me seria gratísimo ponerme a total disposición de V.E. Para descansar y arreglar mis asuntos pasaré las Navidades en esta ciudad. Estoy a sus órdenes inmediatamente después, esperando me diga día y hora en que podamos hablar detenidamente. Aun haciéndome cargo de lo abrumador de sus ocupaciones, me atrevo a requerirle para ello, confiando que, si ello le importará un sacrificio más, que deberá añadir a tantos como ha sobrellevado para la patria, podrá reportar grandes bienes a los intereses que representamos» 96.

Recibida la carta, el jefe del Gabinete diplomático de Franco, Sr. Sangroniz, mandó un telegrama a Pamplona rogando al cardenal se trasladara a Salamanca lo antes posible pues el Jefe del Estado deseaba «consultar urgentemente» con Goma 97. La entrevista oficial Franco-Gomá, tuvo lugar el 29 de diciembre. En una primera conversación se fueron tratando los puntos fundamentales que el cardenal había previamente preparado. El mismo día y a petición de Goma, volvieron a reunirse. El Primado sintetizó por escrito las conclusiones a que se había llegado y las presentó a Franco para su aprobación antes de ser transmitidas a la Santa Sede 98. Los puntos textuales que contienen la síntesis de la conversación fueron los siguientes ": «1.° El Excmo. Sr. general Don Francisco Franco Bahamonde, Jefe del Estado español, agradece profundamente la dignación de Su Santidad al nombrar al Emmo. Sr. cardenal arzobispo de Toledo su represéntate confidencial y oficioso ante el mismo Jefe del Estado español con objeto de entablar negociaciones para resolver los graves y urgentes problemas derivados del nuevo Estado de cosas en España. El Jefe del Estado español 96. Carta del cardenal Goma al general Franco. Pamplona 22 de diciembre de 1936. ACGT, E-I-6, pags. 1 y 2. 97. El telegrama de Sangroniz fue enviado con fecha de 24-XII-36. ACGT, E-I- s.n. 98. Franco aprobó la redacción de las conclusiones «sin reparo alguno». Goma enviaba copia de las mismas a la Santa Sede con fecha de 1 de enero de 1937, y al mismo Franco con fecha de 31 de diciembre de 1936. (Cfr. ACGT, A-l-16 y E-I-4 respectivamente). Aunque oficioso, fue el cardenal Goma en nombre del Vaticano, el primer representante diplomático ante el nuevo Estado. Von Faupel, embajador alemán, no presentará sus cartas de estilo hasta el 3 de marzo de 1937. 99. A. GRANADOS, en Ob. cit. 99-100, resume alguno de estos puntos. En Apéndice Documental reproducimos integro el Documento de envío al Vaticano el 1-1-1937, y las observaciones que al mismo hacía el Primado. 94

ofrece corresponder a esta benigna concesión de la Santa Sede y a los deseos que expresa de que las mutuas relaciones sean cada día más íntimas y cordiales, con su mejor voluntad y esfuerzo, a fin de que redunden en provecho de la Iglesia y de la España católica, con lo que se realizará un ferviente anhelo del mismo Jefe del Estado español, que ha puesto todos sus amores al servicio de la Iglesia y de España». «2.° El Jefe del Estado español, convencido de que la Iglesia necesita las máximas garantías de su libertad en orden a sus fines y funciones específicas, se complace en ofrecer a la Santa Sede la seguridad de que no sólo respetará esta libertad de la Iglesia en el ejercicio de sus funciones propias, sino que la prestará su leal concurso, persuadido de que de la mutua colaboración entre ambos poderes, espiritual y temporal, habrán de redundar copiosos bienes para la Iglesia y la misma nación. A este fin el Jefe del Estado español mientras se aguarda una fórmula definitiva de concordia que regule las relaciones de la Iglesia y el Estado, dará a sus subalternos las necesarias instrucciones para que sean respetadas la libertad y atribuciones propias de la Iglesia. Para el posible caso de interferencia y colisión en el ejercicio de las respectivas atribuciones de la Iglesia y del Estado Español, el Jefe del mismo da a la Santa Sede la seguridad de que no procederá en forma unilateral, sino que los asuntos que surgieran de índole mixta se tratarán siempre de acuerdo con las autoridades eclesiásticas» 10°. «3.° Concretando el criterio anterior a los dos casos sometidos hoy a la consideración de la Santa Sede, el Jefe del Estado español declara: a) Que con respecto al nombramiento del obispo de Canarias en la persona de D. Antonio Pildaín Zapiain no tiene inconveniente ninguno en que se proceda a la consagración de dicho prelado, habida cuenta de que no aparecen contra él cargos probados de orden político y haberse hecho el nombramiento con antelación al actual movimiento nacional; b) Que no insiste en el' concepto de renuncia de la Sede de Vitoria por parte de su actual obispo el Excmo. Sr. D. Mateo Múgica Urrestarazu, si bien por la exacerbación de las pasiones políticas en aquella diócesis, cuyo territorio está todavía sometido a las duras condiciones de una guerra en

100. Este punto hacía referencia expresa a los deseos de la Santa Sede expresados en las instrucciones reservadas al cardenal Goma. Así lo expresaba el mismo cardenal al enviar al Vaticano las conclusiones: «Haciéndome cargo de los deseos de la Santa Sede expresados en la Carta reservada (...) indiqué al Jefe del estado la conveniencia de que la Iglesia lograra en el desarrollo de sus funciones propias aquella libertad que es garantía de su eficacia, de la perfecta relación entre ambos poderes, y hasta del mismo bien temporal de la Nación. Su Excelencia el Jefe del Estado prestó sin ningún reparo su conformidad a los deseos de la Santa Sede en este punto». (Informe del cardenal Goma a Secretaría de Estado 1 de enero de 1937. ACGT, A1-16, pags. 1 y 2).

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que luchan aquellos diocesanos con el Ejército Nacional, siendo de temer en su día graves represalias, y porque el poder civil no podría hoy garantizar la seguridad personal de dicho Sr. obispo, ruega a la Santa Sede que se difiera sine die el regreso a España de dicho prelado y la consiguiente ausencia de su diócesis» 101. «4.° Con respecto a los sacerdotes vascos tachados de nacionalismo y cuyo traslado a otras diócesis se había propuesto por el Sr. Gobernador Civil de la Provincia de Guipúzcoa, de acuerdo con el Gobierno de Burgos, el Excmo. Sr. Jefe del Estado español declara no tener noticia del hecho gubernativo y que reclamará las informaciones del caso, confiando a la discreción del Emmo. Sr. cardenal de Toledo el encargo de agenciar este asunto personalmente con aquellas autoridades y el Ordinario de la diócesis de Vitoria, con la seguridad de que, salvando toda dificultad de orden civil, encontrará en todas las autoridades perfecta colaboración para el logro de un acuerdo pacífico ventajoso a los intereses de todos» 102. «5.° Reconociendo el Jefe del Estado español que la actual legislación no está en varios puntos en conformidad con la doctrina de la Iglesia ni en consonancia con las exigencias de la conciencia de la mayor parte de los españoles, se complace en ofrecer a la Santa Sede el propósito de modificar o derogar aquellas leyes que por su letra o su tendencia estén disconformes con el sentido católico. Para ello aprovechará las coyunturas favorables y procederá en todo de acuerdo con la Santa Sede o sus representantes, esperando su colaboración para su máxima conformidad con el dogma y moral de la Iglesia y con las cristianas y tradicionales costumbres de nuestra nación». «6.° El Jefe del Estado español, en su anhelo de la prosperidad de su querida Patria, se .atreve a esperar de la Santa Sede, que tantas pruebas tiene dadas de su amor a España, Su concurso moral y espiritual valiosísimo para la solución de aquellos problemas que, aun siendo de orden político o civil, se rozan en algún aspecto con los altos intereses del espíritu, que tuvieron óiempre en la Santa Sede, sabia orientación y decidida defensa» 103. 101. Como hemos hecho notar en el capítulo anterior, la posterior evolución de la cuestión vasca en 1937, hará que finalmente Mons. Múgica tuviera que renunciar a la diócesis de Vitoria. 102. El problema de las sanciones a los sacerdotes tachados de nacionalismo, ocupará parte de las actividades del cardenal Goma en 1937 debido sobre todo a la ausencia de España del titular de la diócesis de Vitoria. Desarrollamos más este punto en el capítulo sexto. 103. Los seis puntos completos del resumen de la entrevista Gomá-Franco en ACGT, A-I16 y E-I-4. Al transmitir textualmente estos resultados al Vaticano, agregaba el cardenal: «Me afirmo en los conceptos ya expresados a Vuestra Eminencia sobre las condiciones personales del Jefe del Estado Español y los propósitos que le animan con respecto a las cosas de la Iglesia en España. Tiene el Generalísimo arraigados sentimientos religiosos, cumple como buen 96

Estos resultados primeros de la entrevista entre el cardenal Primado y el general Franco, fueron recibidos de manera positiva por la Santa Sede que a través del cardenal Pacelli comunicaba a Goma: «He transmitido enseguida tan importantes informaciones al Santo Padre, que se ha alegrado vivamente de los primeros resultados obtenidos por V.E., indicados en los seis puntos de la primera carta, por los cuales se puede ver claramente la buena disposición de S.E. el general Franco disposición que la Santa Sede no dejará de favorecer de la mejor manera posible, para colaborar al mayor bien de la amadísima España» m. El mismo Cardenal Goma, al dar cuenta al resto de los obispos de su nueva misión y de su primer contacto oficial con Franco, juzgaba que el momento era muy aprovechable para deshacer situaciones pasadas, y recomenzar un camino que redundara en el mayor bien de la Iglesia y de España, e incluso eliminar las asperezas que pudieran haberse producido en las relaciones entre la Santa Sede y el Gobierno de Burgos: «Estuve hace pocos días con el Jefe del Estado para mi primer contacto. No podía pedir más. Creo que con prudencia se podrá deshacer el camino mal andado durante estos años últimos» 105. cristiano con los preceptos de la Santa Iglesia y manifiesta decidido empeño en que se restaure la vida religiosa en el pais, empezando por ía reforma de nuestra legislación, tan embebida del espíritu laico por obra de los últimos gobiernos». (Informe del cardenal Goma al cardenal Pacelli de 1 de enero de 1937. ACGT, A-I-16, pag. 1). 104. Carta-respuesta del Cardenal Pacelli al cardenal Goma de 11 de enero de 1937. (ACGT, A-II-2, pag. 1). 105. Carta del cardenal Gomó al cardenal Ilundain, arzobispo de Sevilla, 6-1-1937. (ACGT, C-II-1). Sobre la misma entrevista, escribía el Primado también a otros obispos: — «Estuve en Salamanca para mi primer contacto con el Jefe del Estado. Estuvo muy bien, y es de esperar que nos entenderemos maravillosamente, y que podrá derivar de ello mucho bien para la Iglesia y España (...). Lástima que se ha creado contra ultramar [Roma] un estado de prevención que podía haberse ahorrado». (Carta a D. Feliciano Rocha, obispo de Plasencia, 12-1-1937. ACGT, C-II-5). — «Mi viaje a Roma creo que fue oportunísimo (...) Creo que contribuí a rectificar criterios respecto a la naturaleza del movimiento militar, única esperanza de salvación que tenemos y que ello facilitará las relaciones entre España y el Vaticano. Interinamente me ha sido confiada la representación confidencial entre la Santa Sede y el Generalísimo Franco. Hemos ya tenido la primera conversación, que se desarrolló en los términos de la más perfecta cordialidad». (Carta a D. Remigio Gandásegui, arzobispo de Valladolid, 2-1-1937. ACGT, C-II-16). — «Para que no dejara de haber en España un nudo que atara Roma con acá, la Santa Sede tuvo la dignación de indicarme para representarla oficiosamente ante el general Franco. Tuve un primer contacto con él, del que saqué impresión inmejorable para nuestras cosas. Nada le cuento de ello por la situación especial de comunicaciones». (Carta al cardenal Vidal y Barraquer, a Lucca el 19-1-1937. ACGT, C-II-22). 97

La misma impresión de esperanza en el futuro de las relaciones IglesiaEstado en España se trasluce de las comunicaciones del cardenal Goma en estas fechas a otros personajes de la vida pública nacional, especialmente al marqués de Magaz: «Debe estar ya perfectamente enterado de la honrosa distinción que se ha dignado conferirme el Santo Padre, dándome su representación confidencial y oficiosa ante S.E. el Jefe del Estado. Misión delicada, dadas las actuales circunstancias, que he de procurar cumplir con el máximo esmero, puesta la vista en Dios y en España y convencido de que es el primer paso para cosas mejores. Con motivo de esta nueva responsabilidad que pesa sobre mí tuve el honor de ser recibido por el Generalísimo, de cuya entrevista salí favorablemente impresionado y con la firme esperanza de que las relaciones entre la Santa Sede y el Gobierno Nacional serán cada día más íntimas y concordes» 10*. La entrevista con Franco no se tradujo sólo en estos resultados consignados de una forma oficial. El cardenal Goma mantuvo también contacto

A estos términos respondía el cardenal Vidal el 19-11-1937: «En vista de tales circunstancias y conocedor del delicado cargo con que me dice le ha honrado la Santa Sede, sus amables ofrecimientos me brindan ocasión oportuna y tiempo ha anhelada de suplicarle y agradecerle que se digne expresar verbal y reservadamente sólo a la persona cerca de la cual ejerce su misión altísima, mis salutaciones y homenajes de simpatía y afecto y mis sinceros votos de que se logre cuanto antes alcanzar y establecer en nuestra España una paz sincera y perdurable, cimentada en el amor cristiano y en la armónica convivencia de todos los hombres de buena voluntad. Desde este acogedor retiro ruego a Dios por el triunfo de la causa de la Iglesia en nuestra patria y creo no habré dejado de aportar siempre a tan sagrado y caro objetivo mi delicada cooperación». (ACGT, C-II-35, pag. 2). (Esta larga carta del cardenal Vidal y Barraquer al Primado hacía referencia a su salida azarosa de Barcelona y a la necesidad de su forzosa permanencia fuera de España por no correr riesgos de represalias en su diócesis. En ella se encuentra la primera alusión al general Franco). 106. Carta del cardenal Goma al marqués de Magaz, de 24 de enero de 1937. (ACGT, E-I-19, pag. 1). Parece que por estas fechas, Franco no estaba contento de la actuación de Magaz en Roma y que manifestó a Goma que pensaba sustituirle, aunque luego desistió de ello. Así, posteriormente a la entrevista de diciembre con el Jefe del Estado, pero aludiendo a aspectos de la misma que no habían quedado consignados, escribía el Primado al cardenal Pacelli refiriéndose al marqués de Magaz: «Me permito sobre este punto de las relaciones del Excmo. marqués de Magaz con la Santa Sede, indicar a V.E. que en mi visita al Jefe del Estado me manifestó delicadamente su disconformidad con el proceder de dicho señor marqués, cuyos documentos dirigidos a la Santa Sede conocía por comunicación del mismo Sr. marqués y que no fueron del agrado del general Franco. Me pareció que estaba dispuesto a sustituirle. Sé que se han indicado algunos nombres, todos ellos de personas honorabilísimas para reemplazarle. Pero con posterioridad y por referencias fidedignas parece que se ha desistido de la sustitución. Tendré a V.E. al corriente de cuanto ocurra en este punto», (informe del cardenal Goma a la Santa Sede, de 24 de enero de 1937. ACGT, A-XI-8, pag. 4).

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en Salamanca con otras autoridades de orden militar y civil 107. Por ello a los puntos anteriormente expuestos se añadían «algunas indicaciones» que reflejaban «un criterio de orden político por parte de los principales elementos del Gobierno Nacional», las cuales remitía el Primado a la Santa Sede para que ésta pudiera «conocer los distintos aspectos de la terrible lucha que divide a los españoles» ,08. Estas «indicaciones» se concretaban en dos extremos: Primero: el deseo de que cuanto antes se fuera por parte de la Santa Sede al reconocimiento oficial del Gobierno Nacional: «(...) aun considerando que la Santa Sede puede tener altísimas razones para diferir toda declaración oficial en este punto, dejan entrever [las autoridades] la contrariedad que les produce no tener de su parte el enorme peso moral que a la causa que defienden añadiría una declaración pontificia en su favor, y más.aún porque el Gobierno de Madrid representa el ateísmo y la anarquía» 109.

107. Los Informes del Primado a la Santa Sede citan entre otros al Presidente de la Junta Técnica del Estado, general Dávila, y al presidente de la Comisión de Comercio y Abastos, Joaquín Bau. 108. Informe del cardenal Goma a la Santa Sede, de 1 de enero de 1937. (ACGT, A-II1, pags. 1 y 2). Completo en Apéndice Documental. 109. Informe del cardenal Goma a la Santa Sede, cit. de 1 de enero de 1937. (ACGT, AII-l, pag. 1). Este clima de contrariedad ante la tardanza en el reconocimiento de la Santa Sede, iría aumentando a lo largo de los primeros meses del año 1937 y los Informes del Primado lo manifestarán así a Roma. Reflejo de este ambiente son las frases del marqués de Magaz al cardenal Goma a primeros de enero: «quiero sin embargo, sincerarme a sus ojos si ha notado en mis relaciones con el Vaticano alguna señal de impaciencia. Jamás la sentí personalmente, pues debo a la Secretaría de Estado, que me inspira siempre el mayor respeto, atenciones que no merezco; sólo he podido sentirla pensando en España, en las necesidades de la hora presente y en la gran fuerza moral que daría a nuestras armas el apoyo franco y decidido del Vaticano». (Carta al cardenal Goma, 2-1-1937. ACGT, E-I-19, pag. 1). A estos extremos le contestaba el cardenal Goma: «Lo que llama V. 'impaciencia' es el natural efecto de su acendrado patriotismo que quisiera ver inmediatamente realizadas las esperanzas de todos los buenos españoles, y éste sentimiento nadie podrá criticárselo. No dudo que a medida que se vaya despejando y aclarando la situación, como gracias a Dios así parece, estaremos más cerca de la ansiada meta que para lograrla no ha de faltarle mi pobre esfuerzo; y mientras tanto tenga paciencia con la confianza puesta en Dios, en la justicia de nuestra causa y en el amor de la Santa Sede por España». (24-1-1937. ACGT, E-I-19,2).

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Segundo: La conveniencia de que la Santa Sede desautorizase la unión de los católicos vascos con las fuerzas del Frente Popular: «(...) dice el Jefe del Estado español que una desautorización de la conducta de los vascos por parte de la autoridad eclesiástica podría, tal vez, en estos momentos de depresión moral en que se hallan, ser un factor decisivo en el propósito de desistir de la lucha» "°. Tanto el reconocimiento del Gobierno Nacional por el Vaticano, como el posible arreglo de los numerosos problemas planteados por la compleja situación vasca, serán dos de los principales caballos de batalla de la actuación del cardenal Goma durante su gestión diplomática oficiosa en 1937 '".

CAPITULO

4

LAS TOMAS DE POSTURA PÚBLICAS DE LA IGLESIA ANTE EL HECHO DE LA GUERRA Limitamos en este Capítulo nuestro análisis a los documentos públicos de la Jerarquia eclesiástica de mayor alcance y trascendencia en estos primeros meses de la guerra. No son ciertamente los únicos, pero siguen constituyendo la base fundamental del pensamiento de la Iglesia en esta época. A mediados de 1937 fue editado en Bélgica un folleto que contenía un resumen de las pastorales de varios obispos españoles sobre la situación en España. Aparte los documentos que analizamos ahora, se reproducían textos de los arzobispos de Valladolid (D. Remigio Gandásegui), Granada (D. Agustín Parrado), Santiago (D. Tomás Muñiz) y los obispos de Córdoba (D. Adolfo Pérez Marcos), Palencia (D. Manuel González), León (D. José Álvarez Miranda), Badajoz (D. M. a Alcaraz), Túy (D. Antonio García), Segovia (D. Luciano Pérez Platero), Calahorra (D. Fidel García Martínez), Ávila (D. Santos Moro Briz), Oviedo (D. Justo Echeguren), Tarazona (D. Nicanor Mutiloa), Plasencia (D. Feliciano Rocha), Mondoñedo (D. Benjamín Arriba y Castro) y Mallorca (D. José Miralles). Todos coincidían en afirmar el carácter de lucha religiosa, ante un hecho persecutorio, que se libraba en España. De todas formas todas estas Pastorales llevan fecha posterior a la Alocución de Pío XI de 15 de septiembre de 1936, punto de partida de todas las declaraciones sobre el tema '.

110. Informe del cardenal Gomó a la Santa Sede, cit. de 1 de enero de 1937. (ACGT, AII-l, pag. 2). La propuesta de Franco sobre una desautorización pontificia de la conducta de los vascos, se insertaba en el marco de negociaciones oficiosas que se entablaban esos días entre el Gobierno de Burgos y el Partido Nacionalista Vasco. La misma propuesta se había hecho llegar al Vaticano directamente por medio del marqués de Magaz (Cfr. Respuesta del cardenal Pacelli al marqués de Magaz, de 11 de enero de 1937, enviada al cardenal Goma para su conocimiento. ACGT, A-II-2). El Primado se ofreció a actuar de mediador entre Franco y la Santa Sede, pero advirtiendo sus dudas sobre la eficcia de una condenación de la unión vasco-comunista por parte de la Santa Sede. (Cfr. Informe a la Santa Sede, de 24 de enero de 1937. ACGT, A-l 1-8). La respuesta de la Santa Sede a esta propuesta fue negativa, alegándose las mismas razones de ineficacia que argüía el cardenal Goma. Se dejaba sin embargo una puerta abierta a una posible mediación del Vaticano ante los vascos, caso de que Franco se decidiera a hacer «alguna concesión a las aspiraciones de los vascos». (Cfr. Respuesta del cardenal Pacelli al cardenal Gomó, 11 de enero de 1937, A-II-2, pag. 2). Desarrollamos más esta cuestión en el capítulo sexto sobre la evolución del problema vasco en 1937. 111. «El reconocimiento del Gobierno Nacional, primeramente solicitado con ansiedad, luego preparado de modo laborioso, obtenido progresivamente, defendido con decisión iba a ser hasta la muerte la más fuerte preocupación del cardenal de España» (A. GRANADOS, El cardenal Gomó, Primado de España, Madrid 1969, 124). Según testimonio oral de Mons. Granados en entrevista mantenida con él el nombramiento del cardenal Goma como representante confidencial y oficioso de la Santa Sede fue en principio acogido positivamente por el general Franco. Sin embargo, el marqués de Magaz influyó-en el sentido de desvalorizar este nombramiento. En opinión de Mons. Granados, Magaz siempre creyó que «era cosa de poco» y que había que insistir más en la prosecución de las relaciones oficiales. El clima Burgos-Santa Sede se vio endurecido en relación con este aspecto, especialmente a partir del mes de febrero de 1937 como ya hemos señalado en nota anterior de este capítulo (n.° 109). El cardenal Goma, a lo largo de los meses de su representación oficiosa, pudo conocer con bastante exactitud el estado real de la cuestión cerca de las autoridades nacionales. Por su misión tuvo que mantener numerosos contactos con ellas, pero el mismo Franco le envió un enlace especial —el capitán de Artillería, D. Javier Ruiz Ojeda— que hizo posible un constante intercambio entre Burgos, Salamanca y Pamplona.

1. Este folleto fue enviado al cardenal Goma por el Sr. Sangroniz, jefe del Gabinete Diplomático y de Protocolo del Jefe del Estado, pidiendo licencia eclesiástica para su publicación en España. (Carta del Sr. Sangroniz, de 12-VI-1937, en ACGT, F-VII-33). 101

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fe

4 . 1 . LA INSTRUCCIÓN PASTORAL DE LOS OBISPOS DE VITORIA Y PAMPLONA (6, agosto, 1936) La importancia de este documento es grande ya que se trata de la primera toma de postura pública de dos prelados ante el hecho de la guerra. Hemos de advertir, sin embargo, que no existe todavía en esta Pastoral un juicio global de la situación española, ya que el motivo de su publicación era un problema de ámbito local muy concreto: la colaboración de un sector de católicos vascos con las fuerzas del Frente Popular 2. Fue precisamente lo insólito del caso, lo que movió a hablar a los obispos de Vitoria y Pamplona: «En estos momentos gravísimos, tal vez decisivos para la suerte de la religión y de la Patria, un deber pastoral, en que van envueltos los puros amores que debemos a Dios y a nuestro país, nos obliga a dirigiros este documento de paz. Y lo hacemos en forma conjunta los obispos de Vitoria y Pamplona porque es en la demarcación territorial de nuestra jurisdicción y no fuera de ella, donde ha surgido un problema pavoroso de orden religioso-político a cuya solución va ordenado este documento» 3 . La Pastoral fue hecha pública el 6 de agosto de 1936, firmada por D. Mateo Múgica y D. Marcelino Olaechea. De hecho, la redacción corrió a cargo del cardenal Goma, a quien ambos obispos habían visitado para pedirle diera forma a un documento «en el que se declarara la improcedencia o ilicitud de la conducta del nacionalismo vasco» 4 . Al tiempo de publicarse

2. El único caso de colaboración de sectores católicos, de un cierto peso y número, con el Frente Popular a partir del 18 de julio de 1936, aparte de este del Partido Nacionalista Vasco, fue el de la Unión Democrática de Cataluña. (Cfr. V. PALACIO ATARD, Cinco historias de la República y de la Guerra, Madrid 1973, especialmente 81-120). 3. Instrucción Pastoral Conjunta, párrafo 1. Tomamos el texto de la copia que el cardenal Goma se reservó para su archivo y que ha sido publicada en la Obra citada del Dr. GRANADOS, 127-131. A ella referimos la paginación. Copia de este texto se encuentra también en el Boletín Oficial del obispado de Vitoria y figura como Apéndice documental entre otras, en la obra de A. MONTERO, Historia de la persecución religiosa en España. 1936-1939. B.A.C., Madrid 1961, 682-688. 4. Informe del cardenal Gomó a ¡a Santa Sede, de 13 de agosto de 1936. ACGT, A-I-2. A principios de 1937 se mantuvo en Irlanda una controversia sobre el Movimiento entre el sacerdote vasco D. Ramón Laborda y el jesuíta irlandés P. Gannon. Laborda llegó a afirmar que el obispo de Vitoria, D. Mateo Múgica.había sido obligado a firmar el documento conjunto con una pistola. Se pidieron aclaraciones al cardenal Goma que contestó textualmente: «La pastoral de agosto fue escrita así: Ante la colaboración vasco-comunista los dos prelados de Vitoria y Pamplona convinieron en que se imponía la publicación de un documento oficial que despejara equívocos. Estaba yo tomando aguas en Belascoain, balneario a 20 kilómetros de Pamplona. Se me hizo la indicación. La 102

fue radiada a través de las emisoras de Pamplona, Vitoria y Burgos, y difundida en la prensa de la región. Copia de este documento envió también el cardenal Gorhá a la Santa Sede en su primer Informe general fechado el 13 de agosto. Al sacar a la luz pública la Pastoral, los dos obispos apelaban a su misión episcopal y a la conciencia de sus diocesanos, pidiendo, casi angustiosamente, ser escuchados en un problema que ellos planteaban más allá de cualquier tipo de partidismo político: «Conocemos nuestra responsabilidad al publicarlo [el Documento] (...). Sobre todo temor humano está el santo amor y temor de Dios a quien antes que a todo lo humano debemos el servicio de nuestra conciencia y de nuestra vida. Obispos de este país vasco-navarro, hijos de él, nacidos de vuestra raza y sangre, compenetrados con vuestra historia y tradición que son las nuestras, encumbrados a la altísima dignidad episcopal y representantes, por razón de naturaleza y de oficio, de la vieja fe cristiana que aún lo informa todo en este país (...) os decimos hoy, cuando nuestra tierra sagrada se empapa en sangre (...). Hijos nuestros de Vasconia y Navarra: en el fragor de la lucha (...) oíd a vuestros obispos y recapacitad sobre lo que os decimos. Os hablamos puesta la mente y el corazón en Dios y en la Iglesia, en vosotros, en nuestra historia gloriosa y en nuestro país, por fuera y por encima de toda conveniencia puramente humana, de todo partidismo político. Oídnos» 5 . El momento español, en su totalidad, era calificado de crucial, aunque los obispos advertían que en esos instantes no podían pronunciarse «más que en el fuero de nuestra conciencia sobre el magno hecho de que es teatro

aprobé. Se quedó en que se tendría una sesión para fijar puntos para el documento. Tracé inmediatamente el guión. El día siguiente se tuvo la sesión, que se celebró en mi celda de Balascoain y a la que asistió el obispo de Pamplona con dos asesores y el vicario de Vitoria, porque el Prelado no juzgó hacer acto de presencia por cuanto ya las pasiones populares estaban soliviantadas contra él. Se discutieron los puntos que se aprobaron por unanimidad. A ruego de los asistentes redacté el documento (absolutamente reservado). El día siguiente cursé una copia a cada prelado, que aprobaron lisa y llanamente, sin pistolas, y «con gran satisfacción» el documento. Sólo el Prelado de Vitoria modificó un pequeño perfil sin importancia». (Carta del cardenal Goma al P. Conesa, 8 de febrero de 1937. Reproducida en la Ob. cit. de A. GRANADOS, 126).

El mismo D. Mateo Múgica tuvo que desmentir públicamente el hecho que se afirmaba en Bilbao, de no ser suya la Pastoral. La aclaración del obispo de Vitoria se publicó primero en el Boletín Oficial del obispado con fecha de 1 de septiembre de 1936; y después fue radiada por la emisora de Vitoria el 8 de septiembre. En dicha aclaración, D. Mateo Múgica se pronunciaba sin reservas por un apoyo al ejército nacional. (Texto completo en la ya citada obra de A. MONTERO, 686-687).

5- Instrucción Pastoral conjunta, cit. en Ob. cit. 127. 103

España en estos momentos» 6. Sin embargo, sí ponían de relieve que el alzamiento del 18 de julio, tal como se estaba viviendo en las regiones para las que ellos hablaban, llevaba en su germen la lucha por dos valores sagrados: el de la religión y el de la patria. La sangre derramada en su defensa adquiría así el valor testimonial de una ofrenda sagrada: «España pasa por días de prueba, como no los haya sufrido en siglos. A un quinquenio de revolución política, ha sucedido bruscamente, cruentísima revolución militar y social. Luchan unos ejércitos contra otros (...). En el fondo del movimiento cívico-militar de nuestro país late, junto con el amor de patria en sus diversos matices, el amor tradicional a nuestra religión sacrosanta. El espectáculo que ofrece hoy nuestra región es único en el mundo. Habéis hecho a Dios la ofrenda de docenas de miles de vidas. Centenares de ellas han sucumbido ya. Vasconia y Navarra llevan la marca gloriosa de la sangre derramada por Dios» 7. La guerra general estaba produciendo como efecto en Vasconia y Navarra un hecho calificado de «gravísimo»: la lucha entre personas «con los mismos ideales religiosos, con igual amor a Dios a su Cristo y a su Iglesia», hijos de la misma tierra, «de la misma sangre y raza», que habían «sufrido la aberración de batirse por la diferencia de un matiz de orden político». Sobre este episodio, los obispos juzgaban que sí debían pronunciarse «pública y autoritativamente». Pero si esta guerra entre hermanos de sangre, raza y religión era de por sí grave, lo que le daba un carácter realmente crítico era la alianza de uno de los dos bandos con los enemigos de la Iglesia: «(...) uno de los dos bandos de hijos nuestros, amantísimos de la Iglesia y seguidores de sus doctrinas, han hecho causa común con enemigos declarados, encarnizados de la Iglesia; han sumado sus fuerzas a las de ellos;

6. Ibid. 128. Advertimos que esta postura de reserva respecto a los juicios generales públicos, será la adoptada por la Jerarquía española hasta que Roma se pronunció de alguna forma a través del Discurso de Pío XI a los refugiados españoles el 14 de septiembre. 7. Instrucción Pastoral Conjunta, cit. en Ob. cit. 127. Esta valoración del Movimiento, la primera en forma pública de la Jerarquía, ha llevado a algún autor como R. DE LA CIERVA a considerar esta Pastoral de los obispos de Pamplona y Vitoria como el primer documento en que la guerra española es calificada de «cruzada» y por ello con influencia en la intensificación de las alusiones religiosas en las manifestaciones públicas de Franco (Cfr. Historia del franquismo, Barcelona 1975, 80 y 341 y Francisco Franco. Un siglo de España, Madrid 1972, I, 480). El término «cruzada» como tal no aparece en la Pastoral. Teniendo en cuenta todo el contexto de la misma, estimamos más bien que se trata de poner de relieve un hecho vivido de cerca, un espíritu que informaba el ambiente que rodeaba a los obispos más que una rotunda justificación religiosa de la guerra que aparecerá más tarde. Lo que sí queda claro en este Documento es la calificación de marxista al sector dominado por las fuerzas del Frente Popular.

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han fundido su acción con la de ellos, y acometen fieramente, con todo género de armas mortíferas a los enemigos de ellos, que son sus propios hermanos» 8. La unión de uno de los bandos de católicos vascos con las fuerzas marxistas era rechazada sin género alguno de dudas: «Nos, con toda la autoridad de que nos hallamos investidos, en la forma categórica de un precepto que deriva de la doctrina clara e ineludible de la Iglesia, os decimos: Non licet» . Las razones de la ilicitud de la colaboración se fundamentaban en tres principales argumentos: En primer lugar, en la necesidad, basada en la doctrina de la Iglesia, de mantener en cualquier situación, especialmente en la extrema de la guerra, la unión de las fuerzas católicas ante un peligro común: «No es lícito, en ninguna forma, en ningún terreno, y menos en la forma cruentísima de la guerra (..) fraccionar las fuerzas católicas ante el común enemigo. La doctrina de la unión ante los enemigos del cristianismo, antes que todo, sobre todo, con todos (...) debe aplicarse totalmente sin género de excusa, a los casos de guerra en que se juega el todo por el todo, doctrinas e ideales, haciendas y vidas, presente y futuro de un pueblo» l0. En segundo lugar en la especial gravedad que. comportaba la unión con los enemigos de la Iglesia para combatir a los propios hermanos: «Menos lícito, mejor, absolutamente ilícito es, después de dividir, sumarse el enemigo para combatir al hermano, promiscuando el ideal de Cristo con el de Belial, entre los que no hay compostura posible; y el ideal, prescindiendo de otros que quizás quieran conservarse incontaminados, es el exterminio del enemigo, del hermano en este caso, ya que la intención primera de toda guerra, es la derrota del adversario» ''. Y en tercer lugar, en el caso concreto que se ventilaba, en ser este enemigo, el marxismo, condenado por el Sumo Pontífice como «ariete destructor de toda civilización digna de tal nombre» 12: «Llega la ilicitud a la monstruosidad cuando el enemigo es este monstruo moderno, el marxismo o comunismo, opuesto diametralmente al cns-

8. Instrucción Pastoral conjunta, cit. en Ob. cit. 128, 9. Ibid. 128. 10. Instrucción Pastoral conjunta, cit. en Ob. cit. 128-129. 11. Ibid. 129. 12. Los obispos se referían a la Alocución de Pío XI, con ocasión de la Exposición Mundial de la Prensa Católica en el Vaticano, de 12 de mayo de 1936. (A.A.S. 29 (1937) 139-

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tianismo en su doctrina religiosa, política, social y económica (...). Dar la mano al comunismo en el campo de batalla, y esto en España y en este cristianísimo país vasco-navarro, es aberración que sólo se concibe en mentes obcecadas que han cerrado los ojos a la luz de la verdad que ha hablado por su oráculo en la tierra» 13. Aparte estos argumentos básicos, la Pastoral apuntaba también otras razones: el «escándalo social» que producía la unión vasco-comunista u ; la «caridad» como exigencia del «respeto de la vida del hermano» y que no justificaba un pacto de guerra ilícito; y la necesidad de conservar el patrimonio religioso vasco-navarro que la discordia corría el riesgo de destruir 15. Ciertamente, los dos obispos afirmaban tener la convicción de que los que colaboraban con el Frente Popular lo hacían persuadidos de «sacar de la concordia circunstancial mejor partido para los intereses de la religión y del país» 16. Por ello cabría que pudieran preguntarse si los argumentos contra la colaboración con los marxistas no podrían ceder ante unas exigencias de táctica momentánea, para conquistar posteriormente mejores posiciones en el orden político y religioso n . La respuesta a esta posible argumentación era negativa. Por motivos de autoridad, de ética, de moral, e incluso por razones de experiencia práctica teniendo en cuenta la configuración real de las fuerzas en lucha: «No; esta razón no debilita un ápice las nuestras. Primero, porque para

144. Reproducida en B.A.C. Doctrina Pontificia. III Documentos Sociales, 2. a Ed. Madrid 1964, 745-751). 13. Instrucción Pastoral conjunta, cit. en Ob. cit. 129. 14. «(...) hasta nuestro enemigo tiene derecho a exigirnos que seamos consecuentes con nuestras doctrinas». (Ibid. 129). 15. «En el quebranto profundo que ha sufrido el sentimiento religioso en España, Vasconia y Navarra (...) han conservado más que región alguna, nuestras viejas creencias. Unidos todos seremos para España ejemplo de esperanza en las horas difíciles de reconstrucción espiritual que tal vez se aproximan. Rotos por la discordia, perdemos la fuerza de cohesión que conserve nuestro cristianismo ancestral y quebrantamos el resorte de la expansión, no material (...) sino de esa fuerza de apostolado que nos ha dado secularmente la primacía del espíritu, fuera de nuestra propia casa». (Instrucción Pastoral conjunta, cit. en Ob. cit. 129). 16. Instrucción Pastoral, cit. en Ob. cit. 130. «Celosos de vuestras tradiciones y costumbres, de vuestros fueros y franquicias, celosos, sobre todo, de la fe que profesáis y que tan enraizada está en el alma de las generaciones que os precedieron, vuestro deseo íntimo y vuestra intención última es conservar el sagrado depósito de tantas cosas, nobles y santas, que os han dado entre las regiones de España una fisonomía inconfundible». (Ibid. 130). 17. «Si vamos —podríais decirnos— a la conquista de un lugar de privilegio, en el orden político y religioso, ¿no podría ceder la fuerza de las razones aducidas, dando un momento la mano al adversario, pero conservando íntegras nuestras posiciones espirituales, no dando un paso en el abismo que de él nos separa?». (Ibid. 130). 106

un católico la primera de las razones es la de autoridad, cuando se ventilan intereses del espíritu (...). Luego porque no es lícito hacer un mal para que de él derive un bien, ni se puede anteponer la política a la religión- antes que la Patria está Dios, a quien debemos amor sobre todas las cosas Y finalmente porque es grave peligro pactar con un enemigo tenaz, poderosos, irreductible como lo es el que hoy pretende la hegemonía sobre España: porque la fidelidad a los pactos no obliga a los sin Dios, fundamento único de toda obligación moral; porque el comunismo no se contenta con menos que con todo; y porque al final de la contienda, cuando os halléis, tal vez en minoría, frente a un enemigo irreconciliable, por principios y por objetivo social, quedaréis en el desamparo que quedan siempre las minorías en régimen de democracia autocrática, ya que el comunismo ha hecho compatible en el hecho de la vida social, esta antilogía de regímenes políticos» 18. La Pastoral conjunta finalizaba con una llamada a la reflexión ante la ruina «del solar patrio», y a la oración para el cese de las hostilidades. A la vez apelaba a una situación futura en que, sin menoscabo de la unidad española, pudieran recogerse satisfactoriamente las aspiraciones regionales. «Pensad que la ruina de España es la de todos. Que en ella, como en el regazo de una madre, caben todas las regiones, sus hijas, sin perder su fisonomía particular. Un régimen de sensatez y de comprensión puede en España resolver toda aspiración legítima de las regiones. Vuestra actitud de hoy, podría ser gaje de futuras ventajas, como podría acarrearnos la pérdida definitiva de lo que más queremos después de Dios» l9. Publicada y radiada la Pastoral, el problema que se planteó fue el de su difusión en la zona no dominada por las tropas nacionales 20. Se pensó incluso en ordenar a todos los párrocos de la diócesis su lectura pública, pero hubo de desistirse de este proposito ante el temor de futuras represalias. De hecho, tanto los obispos firmantes como el mismo cardenal Goma juzgaron que el documento había resultado ineficaz y no había logrado su principal objetivo: el cese de las hostilidades por parte de los nacionalistas 21. 18. Instrucción Pastoral conjunta, cit. en Ob. cit. 130. 19. Instrucción Pastoral conjunta, cit. en Ob. cit. 130. 20. Las autoridades militares pidieron permiso al obispo de Vitoria para hacer una gran tirada y arrojarla en los pueblos desde aeroplanos. 21. A. GRANADOS, en'Ob. cit.131-133 reproduce gran parte de la correspondencia cruzada entre el obispo Múgica y el cardenal Goma a propósito de esta Pastoral y de su ineficacia. A finales de diciembre de 1936, el general Franco por medio del Primado pedirá a la Santa Sede una condena de la unión vasco-comunista que favoreciera la pacificación de la zona. El cardenal Pacelli contestará negativamente remitiéndose a anteriores condenas pontificias y a

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4.2.

LA ALOCUCIÓN DE PIÓ XI A LOS REFUGIADOS ESPAÑOLES

(14, septiembre, 1936) A los dos meses escasos de comenzar la guerra, Pío XI inicia con esta Alocución pública la serie de pronunciamientos de la Iglesia sobre el hecho español. Hasta este momento, y salvando las circunstancias especiales que provocaron la aparición de la Pastoral de los obispos de Pamplona y Vitoria, los juicios públicos y autorizados de la Jerarquía no habían salido a la luz 22. Es más, sabemos por el examen de la correspondencia entre el cardenal Goma y el obispo de Salamanca, D. Enrique Plá y Deniel (futuro arzobispo de Toledo y Primado), que ambos, aun justificando y simpatizando personalmente con el Movimiento, trataban de evitar pronunciamientos oficiales hasta que de Roma se tomara postura de alguna forma. El 31 de agosto escribía el Dr. Plá al cardenal Goma: «Puesto ya a escribirle, le consulto sobre la actitud que oficialmente hemos de a d o p t a r los prelados. Es evidente para mí la licitud del Movimient o y así lo he dicho a todos (...). Le agradecería me manifestase su autorizado criterio sobre la actitud oficial de los obispos y m o m e n t o en que debemos declararnos» 23 .

A esta consulta respondía el Primado: «Creo respondiendo a su pregunta, que ha o b r a d o muy cuerdamente en lo relativo a relaciones con la J u n t a de Defensa. He hecho igual. T o d o mi a p o y o , pero sin publicidad (...). P o r lo que a mí toca, n o saldré de mi actual reserva sin que antes preceda el reconocimiento del nuevo estado de cosas por parte de la Santa Sede. A u n q u e tengo motivos para pensar que

la falta de resultados positivos de esta Instrucción Pastoral. Posteriormente, la Santa Sede cambiará de parecer y apuntará la posibilidad de publicar un documento pontificio sobre la cuestión caso de que el Gobierno de Burgos se prestara a hacer determinadas concesiones a los vascos. Fracasada esta propuesta, será nuevamente la Santa Sede la que proponga al cardenal Goma un escrito colectivo sobre el tema vasco de los obispos españoles. Ni los obispos ni el cardenal Primado lo juzgaron procedente. La idea, no obstante, será la fuente de la futura Carta colectiva. (Nos extendemos en este tema en los capítulos 6 y 7). 22. Como indicamos al comienzo de este capítulo, todas las declaraciones públicas, en forma de documento, de los obispos españoles sobre la guerra, llevan fecha posterior a la Alocución de Pío XI. 23. Archivo del cardenal Plá y Deniel. También en ACGT, C-I-21. La consulta estaba motivada por una petición directa de entregar una cuota al ejército. El Dr. Plá creía que cualquier donativo debería efectuarse sin propaganda oficial, para no dar lugar a que el Gobierno de Madrid les declarara «beligerantes». Esto no obstaba a que él comunicara en la misma carta el haber cedido a las autoridades de Salamanca cuantos edificios se le habían pedido. 108

en Roma no se ve con indiferencia el Movimiento, que nunca como ahora ha podido llamarse salvador» 24. El 14 de septiembre, en Castelgandolfo y ante un grupo de unos 500 españoles refugiados en Italia a raíz de los hechos ocurridos en la zona republicana a partir del 18 de julio, Pío XI dará respuesta a los interrogantes de los obispos. Su Alocución, aún sin emplear específicamente el término de «cruzada» y evitando planteamientos puramente políticos, supuso de hecho la primera formulación de la situación bélica española como una lucha por la restauración de unos valores religiosos ultrajados y perseguidos 25. Para el papa, la presencia de los españoles prófugos suponía el testimonio claro de una persecución sufrida «en el nombre de Jesús». A ejemplo de los primeros mártires habían sido «robados y despojados de todo»; «perseguidos y buscados» para la muerte «en las ciudades y en las aldeas, en las moradas de los hombres y en la soledad de los montes» 26. Los sufrimientos soportados se consideraban «dignos de admiración y veneración de todos» especialmente del Padre común: «Es todo un alarde de cristianas y sacerdotales virtudes, de heroísmos y de martirios en todo el sagrado y gloriosos significado de la palabra, hasta el sacrificio de las vidas más inocentes, de ancianos venerables, de jóvenes

24. Carta-respuesta del cardenal Goma al Dr. Plá y Deniel, 1 de septiembre de 1936. ACGT, C-I-21 (2). 25. En algunos recientes artículos (Cfr. JESÚS INFIESTA: La Iglesia y Franco, (1) Gaceta Ilustrada, 27-11-1977) se señala esta Alocución como la proclamación de la guerra española como «cruzada». Para R. DE LA CIERVA, supuso «un apoyo algo más que indirecto al bando nacional» aunque fue destacada más en la prensa republicana que en la nacional (Francisco Franco. Un siglo de España, cit. I, 501). El grupo de españoles, sacerdotes, religiosos y laicos, estaba presidido por los obispos de Cartagena (D. Miguel de los Santos y Gomara), Vich (D. Juan Perelló y Pon), Tortosa (D. Félix Bilbao Ugarriza) y Seo de Urgel (D. Justino Guitart Víladerbó). La ausencia del cardenal Vidal y Barraquer, se atribuyó a presiones vaticanas para evitar los roces de un ambiente poco propicio al mismo. Según referencias del general de los jesuítas, P. Ledochowsky, al cardenal Goma durante la visita de éste a Roma en diciembre de 1936, la Alocución de Pío XI tenía originariamente un tono más enérgico que fue limado al hacerse pública. El general atribuía el cambio a la actuación de Mons. Pizzardo, secretario de la Congregación de Asuntos Extraordinarios. R. COMAS en Isidro Gomá-Francesc Vidal i Barraquer. Dos visiones antagónicas de la Iglesia española, (Salamanca 1977) insinúa en pags. 108 ss. que el Vaticano tuvo también en cuenta ciertas advertencias del cardenal Vidal en el sentido de no hacer ninguna defensa «de la posición belicista de la España católica». 26. Las palabras entrecomilladas pertenecen a la traducción castellana de la Alocución pública en la obra de NICOLÁS LÓPEZ MARTÍNEZ; El Vaticano y España, Burgos 1972, 24-45, de donde tomamos las referencias textuales. La Alocución original en Actae Apostolicae Seáis», 28(1936)373-381.

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en su primera lozanía, hasta la intrépida generosidad que pide un puesto en el carro y con las víctimas que está esperando el verdugo» 21. La actitud de heroísmo y gloria que resaltaba la Alocución pontificia como motivo de gozo y dolor al tiempo, se unía a la visión destructora de la que los prófugos habían sido «testigos y víctimas»: «Cuanto hay de más humanamente humano y de más divinamente divino, personas sagradas y cosas sagradas e instituciones; tesoros inestimables e insustituibles de fe y de piedad cristiana, al mismo tiempo que de cultura y de arte; joyas preciosísimas, reliquias santísimas; dignidad, santidad, actividad benéfica de vidas totalmente consagradas a la piedad, a la ciencia y a la caridad; altísimos sagrados jerarcas, obispos y sacerdotes, vírgenes sagradas, laicos de toda clase y condición, ancianos venerables, primeras flores de vida y hasta el sagrado silencio de las tumbas, todo ha sido asaltado, arruinado, destruido, de la manera más villana y bárbara, con un desenfreno libertino, jamás visto, de fuerzas salvajes y crueles, hasta el punto de considerarlas incompatibles, no digamos con la dignidad humana, sino con la misma humana naturaleza, aun la más miserable y que haya caído en lo más bajo» 28. 27. Alocución, cit. en Ob. cit. 26. 28. Alocución, cit. en Ob. 30. Sobre la extensión y profundidad de la persecución religiosa en España en estos primeros meses de la guerra, es esencial el capítulo III-l de la obra citada de A. MONTERO, 53-63. Del total de 6.832 pesetas eclesiásticas sacrificadas, excluyendo los muertos en los frentes y fallecidos en prisión, 5.147 lo fueron de julio a diciembre de 1936. (Datos tomados por nosotros del Catálogo e índice onomástico de la obra de MONTERO, 769883. Hemos eliminado del cómputo los nombres sin fecha de ejecución). Igualmente, del total de los 13 obispos asesinados durante la guerra, 10 lo fueron antes de que Pío XI hiciera pública su Alocución, es decir durante los meses de julio y agosto. Corresponden a las diócesis de Sigüenza (D. Eustaquio Nieto Martín), Lérida (P. Silvio Huix), Cuenca (D. Cruz Laplana), Barbastro (D. Florentino Asensio y Barroso), Segorbe (D. Miguel Sena Sucarrats), Jaén (D. Manuel Basalto Jiménez), Prior de Ciudad Real (D. Narciso Estenaga y Echevarría), Guadix (D. Manuel Medina Olmos), Almería (D. Diego Ventaja), y Auxiliar de Tarragona (D. Manuel Borras Ferré). Prueba de la situación real de persecución a la Iglesia en estas fechas, puede encontrarse también en el Memorándum, que MANUEL DE IRUJO, entonces ministro sin cartera en el Gobierno de Largo Caballero, elevó al Consejo de Ministros reunidos en Valencia el 9 de enero de 1937. En dicho Memorándum, se describía la situación de la Iglesia a partir del mes de julio de 1936, y con excepción del país vasco, entre otros con los siguientes términos: «Todas las iglesias se han cerrado al culto (...). Una gran parte de los templos (...) se incendiaron. Todos los conventos han sido desalojados y suspendida la vida religiosa en los mismos. Sus edificios, objetos de culto y bienes de todas clases fueron incendiados, saqueados, ocupados o derruidos. Sacerdotes y religiosos han sido detenidos, sometidos a prisión y fusilados sin formación de causa por miles, hechos que si bien amenguados, continúan aún, no tan sólo en la población rural, donde se les ha dado caza y muerte de modo salvaje, sino en las poblaciones de Madrid y Barcelona y las restantes grandes ciudades que suman por cientos los presos en las cárceles sin otra causa conocida que su carácter de sacerdote o religioso». 110

Para Pío XI, el caso de España, además de presentar el terrible carácter de una guerra entre hermanos, de una guerra civil, era el escenario del odio desencadenado contra la Iglesia católica por las nuevas fuerzas subversivas de signo marxista: «Diríase que una satánica preparación ha vuelto a encender, más viva aún, en la vecina España aquella llama de odio y de ferocísima persecución manifiestamente reservada a la Iglesia y a la religión católica, como el único verdadero obstáculo para el desencadenamiento de unas fuerzas que han dado ya razón y medida de sí mismas, en su conato de subversión en todos los órdenes, desde Rusia hasta China, desde Méjico a Sudamérica; pruebas y preparación precedidas y acompañadas constantemente por la universal, tenaz y habilísima propaganda, ordenada a la conquista del mundo entero para esas absurdas y desastrosas ideologías, que, después de haber seducido y fermentado las masas, tienen como finalidad armarlas y lanzarlas contra toda humana y divina institución (...)» 29. Todos estos hechos suponían una doble enseñanza para todo el mundo, especialmente para Europa. En primer lugar el aviso de hasta qué punto se encontraban amenazadas «las bases mismas de todo orden, de toda civilización, y de toda cultura» por la propaganda y acción de las fuerzas subversivas 30 . En segundo lugar, los acontecimientos de España ponían de relieve cómo el único obstáculo verdadero para la obra de destrucción de esas fuerzas era «la doctrina cristiana tal como la enseñan y mandan la religión y la Iglesia católica» 31. Por ello, el ataque a la religión y a la Iglesia, o el obstaculizar su acción con dificultades e impedimentos, no contribuían más que a facilitar y favorecer «el influjo y la obra deletérea de las fuerzas subversivas» 32.

(Memorándum completo en la obra de A. DE LIZARRA, LOS vascos y la República española, Buenos Aires 1944, 201 ss. Reproducido en parte en la obra de V. PALACIO ATARD, Cinco historias de la República y de la guerra, Madrid 1971, 82). 29. Alocución, cit. en Ob. cit. 32. 30. En base a esta idea, la Alocución pontificia prevenía de los posibles peligros de la colaboración de los católicos con esas fuerzas: «(...) no es superfluo, sino más bien oportuno y, por desgracia, necesario y para Nos un deber, poner en guardia a todos contra la astucia con que los heraldos de las fuerzas subversivas tratan de lograr alguna posibilidad de acercamiento y de colaboración por parte de los católicos, distinguiendo entre ideología y práctica, entre idea y acción, entre orden económico y orden moral: trampa sumamente peligrosa, inventada y destinada únicamente a engañar y desarmar a Europa y al mundo, en beneficio de los inalterados programas de odio, de subversión y de destrucción que la amenazan» (Ibid. 3435). 31. Alocución, cit. en Ob. cit. 35. 32. Ibid. 36. 111

En este punto, Pío XI presentaba una posible objeción: ante las desgracias y males que aflijían en esos momentos a España, ¿no podría pensarse que la Iglesia y su doctrina se revelaban como incapaces e ineficaces para su remedio? La respuesta de la Alocución consistía en apelar a los bienes prácticos que en el orden social podrían resultar de la aplicación de los principios religiosos: «Dadnos una sociedad en la que se difundan con sincera libertad y sin oposición las máximas que la Iglesia y la religión católica continuamente enseñan (...) para que sirvan de norma de la conducta y de la dignidad individual, de la justicia privada y pública, social y profesional, de la santidad de la familia; las máximas sobre el origen y el ejercicio de la autoridad social y de toda superioridad, sobre la fraternidad humana (...) sobre los deberes de la caridad mutua (...); dadnos una sociedad en la que tengan pleno y libre influjo y dominio estas máximas y todos aquellos principios teóricos y prácticos vinculados con ellas (...) y Nos preguntamos con qué y cómo pueden la Iglesia y la religión católica contribuir más y mejor al verdadero bienestar individual, familiar y social» 33. El problema de los momentos presentes consistía en que la Iglesia se encontraba, en muchos lugares, con las manos atadas «por los graves impedimentos en los diversos campos de la vida pública y privada, colectiva e individual» que se oponían a la plena eficacia de su acción y de su influjo 34. Ante los portavoces de los «tristísimos acontecimientos» que afligían a España, testigos «de la heroica adhesión a la fe de los mayores que a centenares y millares (...) ha añadido confesores y mártires al ya glorioso martirologio de la Iglesia de España» 35, Pío XI finalizaba su Alocución con palabras de bendición. En primer lugar a todos los hermanos de «pasión y destierro»: «A todo este pueblo, bueno y fidelísimo, a esta querida y nobilísima España, que tanto ha sufrido, se dirige y quiere llegar Nuestra bendición, como va y no cesará nuestra plegaria cotidiana hasta el pleno y seguro retorno de una paz tranquila» 36. Pero también, de manera significativa, se resaltaba en las palabras fi-

33. Alocución, cit. en Ob. cit. 37-38. 34. Ibid. 41 .Entre los obstáculos Pío XI enumeraba las restricciones a la libre predicación y a la difusión de la prensa católica; la actitud pasiva de los poderes públicos ante la propaganda de la inmoralidad; e t c . . 35. Alocución, cit. en Ob. cit. 42-43. 36. Ibid. 43.

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nales la actitud de quienes se habían impuesto la misión de defender y restaurar los valores religiosos: «Por encima de toda consideración política y mundana, Nuestra bendición se dirige de manera especial a cuantos han asumido la difícil y peligrosa tarea de defender y restaurar los derechos y el honor de Dios y de la religión, que es tanto como decir los derechos y la dignidad de las conciencias, condición primaria y la más sólida de todo humano y civil bienestar» 37. Insertas ciertamente en un contexto religioso, pero no por ello menos expresivas, estas finales palabras de bendición, que suponían la valoración de uno de los bandos en lucha, se unían a la actitud que debía adoptarse cara a los que protagonizaban en España el ataque a personas y cosas sagradas: «(...) no podemos vacilar un instante acerca de lo que Nos y vosotros tenemos que hacer: amar a esos queridos hijos y hermanos nuestros, amarlos con un amor especial hecho de compasión y misericordia, amarlos y, ya que no se puede hacer otra cosa, orar por ellos; (...) para que vuelva a sus mentes la serena visión de la verdad (...), para que vuel-

37. Alocución, cit. en Ob. cit. 43. Las dificultades y peligros de esta misión se precisaban en las palabras siguientes: «Con harta facilidad el empeño y la dificultad de la defensa la hacen excesiva y no plenamente justificable, aparte de que con no menos facilidad intenciones no rectas e intereses egoístas o de partido pueden enturbiar y alterar toda la moralidad de la acción y todas las responsabilidades». (Ibid. 44). Con todo, creemos que la importancia de estas palabras de bendición en la Alocución pontificia de septiembre, radica en el hecho de ser afirmación clara y sin paliativos de los valores religiosos debatidos en el fondo de la guerra española. Desde esta fecha, esta afirmación constituirá una constante en los documentos públicos de la Jerarquía española que culminarán en la Carta colectiva de julio de 1937. Tres meses después de esta Alocución, el mismo Pío XI enviará por conducto del cardenal Goma una bendición especial al general Franco. Es en este contexto en el que creemos debe encuadrarse el análisis y la discusión del término de «cruzada», con toda su carga ideológica, aplicado a la guerra civil española. Al menos, en el sentido de lucha por la recuperación de unos valores religiosos, perseguidos desde incluso antes del estallido de la guerra, fue como se planteó en las declaraciones de la Jerarquía española y de la misma Santa Sede, aparte de en las concretas vivencias de muchos grupos de españoles que apoyaron el alzamiento del 18 de julio. Como ha señalado PALACIO ATARD, «la existencia de este factor ideológico-religioso puede conturbar hoy a algunos católicos de nuestros días», pero no puede evidentemente negarse. (Cfr. La iglesia v la guerra española, Madrid 1973, 64). Sin querer entrar en un tema que rebasa con mucho las limitaciones de nuestro trabajo, sí queremos señalar también que el fondo religioso no puede tampoco ser reducido a un puro elemento de táctica política incorporado tardíamente para reforzar popularmente el carácter moral de un alzamiento militar, ni a una canonización rotunda de un régimen. La simplificación resulta excesiva y poco acorde con la realidad. En este terreno consideramos demasiado superficiales ciertas interpretaciones sobre la postura concreta de Franco cara a la «sacralización» de la guerra y a su utilización posterior. (Cfr. J. VILLALBA, Los años del maridaje: «Historia 16», año 1, 9, enero 1976).

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van al Padre que ansiosamente los espera (...). para que estén con Nos, cuando dentro de poco (...) el arco iris de la paz se dibuje en el hermoso cielo de España...» 38. Aparte de esta Alocución, Pío XI volverá a insistir públicamente sobre el hecho español en dos ocasiones. La primera, en diciembre de 1936, en el Mensaje radiofónico con motivo de la Navidad 39. La segunda, en marzo de 1937, en el contexto de la encíclica «Divini Redemptoris» sobre el comunismo 40. En ambos casos el papa se reafirmará, con más precisión todavía, en las ideas expuestas en la Alocución de septiembre que podemos resumir en dos tesis: 1.°) España constituía el escenario de la obra de propaganda y acción destructora del marxismo contra los valores religiosos. 2.°) El caso español suponía la más grave advertencia de lo que podía esperar a otras naciones si ño se aprestaban a poner defensas y remedios.

38. Alocución, cit. en Ob. cit. 45-46. 39. 24-XII-1936. A.A.S. 29 (1937) 6 y 8. Traducción en la Obra cit. de N. LÓPEZ MARTÍNEZ, 47-48. 40. 19-111-1937. A.A.S. 29 (1937) 74-76. «También allí donde, como en nuestra queridísima España, el azote comunista no ha tenido aún tiempo para hacer sentir todos los efectos de sus teorías, se ha desencadenado, en desquite, con la violencia más furibunda. No ha derribado alguna que otra iglesia, algún que otro convento; sino que, siempre que le fue posible, destruyó todas las iglesias, todos los conventos, y hasta toda huella de religión cristiana, aunque se tratase de los más insignes monumentos del arte y de la ciencia. El furor comunista no se ha limitado a matar obispos y millares de sacerdotes, de religiosos y religiosas, escogiendo precisamente a los que con mayor celo se ocupaban de los obreros y de los pobres; sino que ha hecho un número mucho mayor de víctimas entre los seglares de toda clase, que aún ahora son asesinados cada día, en masa, por el mero hecho de ser buenos cristianos o, al menos, contrarios al ateísmo comunista. Destrucción tan espantosa se lleva a cabo con un odio, una barbarie y una ferocidad que no se hubiera creído posible en nuestro siglo. Todo hombre de buen juicio, todo hombre de Estado, consciente de su responsabilidad, temblará de horror al pensar que cuanto hoy sucede en España, tal vez pueda repetirse mañana en otras naciones civilizadas». (Traducción en Colección de Encíclicas y Documentos Pontificios Madrid 1955, 442-443). Pío xn, posteriomente en su Mensaje radiofónico Con inmenso gozo al terminar la guerra, insistirá en los mismos supuestos: «La propaganda tenaz y los esfuerzos constantes de los enemigos de Jesucristo parece que han querido hacer en España un experimento supremo de las fuerzas disolventes que tienen a su disposición repartidas por todo el mundo; y aunque es verdad que el Omnipotente no ha permitido por ahora que lograran su intento, pero ha tolerado al menos algunos de sus terribles efectos, para que el mundo viera, cómo la persecución religiosa, mirando las bases mismas de la justicia y de la caridad, que son el amor de Dios y el respeto a su santa ley, puede arrastrar a la sociedad moderna a los abismos no sospechados de inicua destrucción y apasionada discordia». (16-IV-1939, A.A.S. 31 (1939) 131-154. Traducción en la Ob. cit. de N. López Martínez, 69-70).

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4.3.

LA CARTA PASTORAL DEL OBISPO DE SALAMANCA, DR. PLÁ Y DENIEL, «LAS DOS CIUDADES»

(30, septiembre, 1936)

La Pastoral del obispo de Salamanca supone el intento, quizás más documentado, de aplicación de la doctrina de la Iglesia a las circunstancias presentes españolas 4I . Con ella, el Dr. Plá trataba de dar respuesta a muchos interrogantes, incluso a casos de conciencia, que él mismo confesaba haber tenido que resolver privadamente. Creemos que la mayor importancia de este documento radica en la extensa exposición de los principios de derecho público cristiano acerca del origen de la autoridad, de su fin primordial, y del derecho de la sociedad, depositaría de una potestad constituyente, a ejercitar éste, aun con las armas en la mano, cuando la suprema necesidad de la nación lo reclamara. De hecho, la Pastoral no hacía en este terreno más que reproducir argumentos que el propio obispo de Salamanca había ya publicado anteriormente, en situaciones que reclamaron una postura pública de los prelados españoles 42. Desde el comienzo de su carta, el Dr. Plá y Deniel tuvo el cuidado de señalar la identidad y continuidad de la doctrina expuesta, aun cuando las conclusiones prácticas fueran diferentes por cambiar las circunstancias de aplicación: «(...) hemos tenido sumo cuidado cuando algo hemos escrito en nuestras Pastorales con ocasión de acontecimientos humanos y políticos a que nada tuviésemos que rectificar en circunstancias que pudiesen sobrevenir muy distintas, en que la doctrina fuese la misma aun cuando las circunstancias fuesen diversas y aun tal vez opuestas; y, por tanto, que si la conclusión práctica fuese distinta, no lo fuese por cambio de doctrina, si-

41. Véase la opinión de A. MONTERO en su ya citada obra Historia de ¡a persecución religiosa en España. 1936-1939, 688, nota 1. Las referencias textuales de esta Pastoral las tomamos de esta obra de MONTERO que inserta íntegro el Documento en su Apéndice documental, 688-708. Fue publicada por primera vez en el «B.O. del obispado de Salamanca», octubre 1936. R. DE LA CIERVA, destaca que la Pastoral fue pensada y escrita por iniciativa personal de Plá y Deniel, que por estas fechas no conocía a Franco, y que éste la leyó en vísperas de su proclamación oficial como Jefe de Estado, convirtiéndola en parte integrante de su doctrina. (Cfr. Francisco Franco. Un siglo de España, cit. I, 513). 42. «Tres veces en nuestros dieciocho años de episcopado, en dos distintas sedes nos hemos encontrado ante hechos políticos que abrían un período constituyente; y en 1931 al advenimiento de la República, reproducimos íntegra nuestra circular publicada en 1923 al advenimiento de la Dictadura, y hoy no necesitamos variar nada, en 1936, al bendecir a los cruzados de Cristo y de España, de lo que escribimos en 1931». (La Circular o Exhortación pastoral citada en este párrafo por Plá y Deniel, se publicó en el «Boletín Oficial del obispado de Ávila», de donde entonces era obispo, el 11 de octubre de 1923 y el 29 de abril de 1931). Carta Pastoral Las dos Ciudades, en la Obra citada de A. Montero, 691. 115

no por ser distintos los hechos y circunstancias a que se aplicase. No nos parecería digno del magisterio episcopal una doctrina de acomodamiento circunstancial, cual lo pueda tener un periódico que vería de orientación» 43. Pensamos que no puede calificarse a «Las dos ciudades», acaso la más comentada y discutida de todas las Pastorales de la guerra española junto con la Carta colectiva, de una mera «teología del alzamiento» 44. Más bien creemos se trata de la legitimación de una postura concreta —el alzamiento del 18 de julio—, a partir de unos puntos doctrinales no nuevos. A la vez, aparece en esta Pastoral el término «cruzada» aplicado por primera vez por la Jerarquía eclesiástica a la guerra española. Pero aunque Plá y Deniel concreta y desarrolla esta idea, su germen y base se encontraban ya claramente configurados en la recentísima Alocución de Pío XI, a la que hemos aludido en el apartado anterior de este capítulo 4S. La primera parte del documento —que encierra las afirmaciones fundamentales del mismo—, se iniciaba con una exposición de la situación de hecho que España estaba viviendo en esos momentos. La fuerte tensión con que había dado comienzo el año 1936, había ido creciendo en intensidad de forma que «los vencedores en una lucha de comicios desbordaban al Gobierno por ellos mismos impuesto y amenazaban con una próxima revolución comunista» 46. esta revolución había estallado de forma sangrienta «con millares de víctimas, con refinados ensañamientos, con violaciones y sacrilegios, con saqueos, incendios y destrucciones y ruinas» 47. Pero el apuntar de la revolución, había suscitado también la contrarrevolución, de forma que en España se estaba librando una lucha épica que apasionaba al mundo entero: «(...) en el suelo de España luchan hoy cruentamente dos concepciones de la vida, dos sentimientos, dos fuerzas que están aprestadas para una lucha universal en todos los pueblos de la tierra, las dos ciudades que (...) san Agustín describió maravillosamente en su Ciudad de Dios» 48.

43. Pastoral, Las dos Ciudades, en Oh. cit. 691. 44. Menos aún responden a la realidad objetiva las acusaciones de oportunismo o servilismo con que algunos artículos recientes han tocado superficialmente el tema sin análisis riguroso alguno. 45. De hecho, cada vez que el término «cruzada» aparece en la Pastoral, se relaciona directa o indirectamente con la postura del papa en la Alocución mencionada. 46. Pastoral, Las dos Ciudad, en Ob. cit. 688. 47. Ibid. 688. 48. Pastoral, Las dos Ciudades, en Ob. cit. 689. 116

La ciudad terrestre, caracterizada por el amor de sí mismo hasta el desprecio de Dios «tiene su consumación en el odio a Dios y en todo lo que lleva su sello» y se personificaba en el comunismo y anarquismo que despojan al hombre de «todo sentimiento elevado» 49. Frente a la ciudad terrena, florecía la ciudad celeste, el amor de Dios hasta el desprecio propio, que había llevado a sus hijos «hasta el heroísmo y el martirio que en amor exaltado a España y a Dios, ofrecen en sacrificio y holocausto la propia vida» 50. Si los ejemplos de heroísmo eran múltiples en «los soldados y voluntarios que luchan por Dios y por la Patria esperando una vida ultraterrena» 51, no lo eran menos los testimonios de martirio de tantos obispos, sacerdotes y seglares que, aunque en parte esperados, habían superado con creces cualquier previsión en los dos meses de revolución comunista. De estos mártires era de esperar el futuro resurgimiento de la vida cristiana en España 52. Llegado a este punto, el Dr. Plá se planteaba en la segunda parte del documento la interrogante fundamental a la que su Pastoral pretendía responder: «¿Es propio de un obispo (al exaltar el heroísmo de los que han empuñado las armas por España y por su fe), fomentar una guerra civil entre hermanos? ¿No es ello contra las enseñanzas de la Sagrada Escritura y la doctrina tradicional de la Iglesia de sumisión a las autoridades civiles del Estado, dando a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César? 53. La conclusión se establecía en dos niveles: en el del derecho natural y la filosofía cristiana, teniendo en cuenta las afirmaciones anteriores que el propio Plá-y Deniel había hecho públicas 54; y en el de las circunstancias concretas que concurrían en la guerra española. 49. Ibid. 689. «Los comunistas y anarquistas son los hijos de Caín, fratricidas de sus hermanos, envidiosos de los que hacen un culto a la virtud, y por ello les asesinan y martirizan; y no pudiendo acabar con Dios ni con Cristo, sacian su odio en sus imágenes, en sus templos y en sus ministros, y se gozan en el asesinato, en el saqueo, en la destrucción y en el incendio» (Ibid, 689). 50. Pastoral, Las dos Ciudades, en Ob. cit. 689. 51. El mero hecho de combatir no comportaba sin más la cualidad de heroísmo: «El heroísmo necesita un ideal elevado para ofrendar valiente y aun gozosamente la vida (...), no lo alcanzan los que, al impulso del odio, son audaces y crueles en matar». (Pastoral, Las dos Ciudades, cit. en Ob. cit. 689). 52. Cfr. Pastoral, Las dos Ciudades, cit. en Ob. cit. 689-690. Plá se remitía en este punto a la Alocución de Pío XI el 14 de septiembre y citaba algunos casos concretos de martirio conocidos del obispo de Salamanca. (Véase nuestra nota, n.° 28 de este capitulo). 53. Pastoral, Las dos Ciudades, cit. en Ob. cit. 691. 54. Todas las citas de la Pastoral en este apartado, correspondían a la Exhortación del propio obispo de Salamanca de 27 de abril de 1931 a la que ya hemos aludido. 117

Dos eran los principios de derecho natural y de derecho público cristiano que se propugnaban: 1.°) La autoridad civil viene de Dios «en sí misma considerada». Por eso, los que ejercen autoridad deben considerarla como recibida en último término de Dios y ordenada al bien común que sin esta finalidad degenera en tiranía 55. Pero la autoridad «tiene un origen humano en los modos de su transmisión, formas contingentes que reviste y personas que la encarnan». Por lo tanto, «es la sociedad quien determina la forma de gobierno y la persona que lo desempeña» 56. 2.°) En la sociedad «radica por derecho natural una potestad constituyente, por la cual la suprema necesidad de las naciones legitima cambios de régimen, como condena arbitrarias y perjudiciales rebeliones». Si la sociedad puede cambiar un régimen cuando lo exijan el orden y la paz sociales es «clarísimo (...) el derecho de la sociedad no de promover arbitrarias y no justificadas sediciones, sino de derrocar a un gobierno tiránico y gravemente perjudicial a la sociedad, por medios legales si es posible, pero si no lo es, por un alzamiento armado» S1. A la luz de estos principios supremos sobre el fin, origen y carácter de la autoridad civil, la solución de la cuestión planteada se resumía de la siguiente forma: «Es indudable y todos convienen en ello, que el fin de la autoridad civil es promover el bien común. No es el pueblo para el príncipe, sino el príncipe para la sociedad, para el bien del pueblo. La tiranía supone lo opuesto al bien común. Luego, cuando la tiranía es excesiva y habitual, es absurdo

55. «...el que sacrifica el bien público a sus pasiones de codicia o ambición, destruye con verdadera lujuria política la sociedad civil». (Pastoral, Las dos Ciudades, cit. en Ob. cit. 692). 56. Ibid. 692-693. Doctrina de los teólogos y canonistas del siglo XVI citados por León XIII en quien Plá y Deniel basa su exposición: S. Roberto Belarmino, Francisco Suárez, Fray Luis de León, Azpilcueta, Francisco de Vitoria, Domingo de Soto, Diego de Covarrubias. 57. «Esta es la doctrina claramente expuesta por dos santos doctores de la Iglesia: Santo Tomás de Aquino (...) y (...) San Roberto Belarmino, y, junto con ellos por (...) Francisco Suárez». (Pastoral, Las dos Ciudades, cit. en Ob. cit. 692-693. Se añadían las citas textuales de ambos). Plá y Deniel se lamentaba de la falta de estudio profundo de esta cuestión que había llevado a muchos autores de teología moral a enseñar con excesiva generalidad y ligereza que «nunca era lícita la rebelión y que en los casos de tiranía sólo había el remedio de acudir a la oración». También reprochaba la timidez de los moralistas católicos «de no afrontar radicalmente la cuestión, quedándose sólo en la resistencia activa defensiva o en la resistencia activa ofensiva no violenta, distinciones que muchas veces en la práctica son insuficientes». (Pastoral, Las dos Ciudades, cit. en Ob. cit. 694). 118

decir que la autoridad de tal principe o gobierno deba ser sostenida y que n o pueda el pueblo, la sociedad, derrocar tal príncipe o gobierno si no hay un superior a quien acudir, empleando las armas si no hay otro remedio, y con tal que se tengan esperanzas fundadas de un éxito favorable, pues si fuesen de temer, o u n fracaso, o males mayores, el mismo bien común impediría entonces la rebelión» 58 .

El recurso a la oración en caso de tiranía, seguía siendo válido y la Pastoral exhortaba a intensificar aquella, e incluso a ofrecerse generosamente para el martirio. Pero se consideraba insuficiente para solucionar una «ardua cuestión jurídica» 59. Resultaría absurdo y contra el derecho natural declarar ilícito el uso de la fuerza y preceptuar sólo .el recurso a la oración o la petición de milagros en una situación en que se «oorima a la religión y a los inocentes», se «pervierta las costumbres y se destruya el bien público», ya que la providencia de Dios no excluía el «recto ejercicio de la libertad del hombre»: «Nos parece a nosotros injurioso a Dios, autor de la sociedad humana y de la autoridad civil, del derecho natural y de la justicia, fundamentar en su autoridad divina la obligación de no derrocar a un príncipe que infiere gravísimos darlos al bien común, dejando a la sociedad, que tiene derecho a ser regida y gobernada según razón, sujeta sin natural remedio a los caprichos y vejaciones de un tirano» 60. Ahora bien, la doctrina de la licitud del derrocamiento de un poder tiránico por un alzamiento en armas de la nación, no debía confundirse ja-

58. Pastoral, Las dos Ciudades, cit. en Ob. cit. 695. Los argumentos se sintetizaban de esta manera: La sociedad determina la forma de gobierno y la persona que lo encarna (bien por sufragio o por consentimiento tácito). Puede por tanto la sociedad constituir nuevas formas de gobierno y titulares del poder cuando lo exija el bien público. Puede también, por la misma autoridad constituyente y en razón de este bien público, derrocar el régimen y sus titulares, aun por las armas, si éstos tiranizan a la sociedad y ponen en peligro la vida de la nación. La autoridad política no es un dominio patrimonial, sino público. De ahí que pueda ser quitada, aun a sus titulares legítimos, cuando convierten su autoridad en tiranía habitual y excesiva, pues de otra suerte sería reconocerles un carácter de derecho personal y privado que no poseen en absoluto. 59. «El martirio por Dios es un privilegio de valor inestimable que nos asciende a una categoría superior en la vida eterna, pero la impiedad y la tiranía entronizadas en un pueblo son también un grande daño para la religión y para la patria, y por ello, en los últimos cinco años, en nuestras pláticas y alocuciones, hemos clamado muchas veces y tal vez algunos de vosotros lo recordáis: ¡Los cristianos somos hijos de mártires, pero no raza de exclavos!». (Pastoral, Las dos Ciudades, en Ob. cit. 696). 60. Pastoral, Las dos Ciudades, cit. en Ob. cit. 696. 119

más con «el aislado e individual tiranicidio», que se juzgaba totalmente ilícito 6I , aun en el caso del «tirano ilegítimo», por una persona privada: «En justa defensa puede matarse a un hombre. Fuera de este caso, sólo la autoridad pública puede quitarle la vida. P o d r á delegar quien tenga autoridad, pero no puede arrogarse este poder una persona privada, ni puede pretender que la ha recibido directamente de Dios» a .

Hecha esta excepción, «Las dos Ciudades» dejaba clara la justificación —desde el plano del derecho natural— del alzamiento de los ciudadanos españoles «para derrocar un gobierno que llevaba la nación a la anarquía» 6?. Pero ¿cómo justificar la toma de partido de la Iglesia, cuyos preceptos inculcan siempre el apartamiento de las luchas intestinas?: « ¿ C ó m o se explica, pues, que hayan apoyado el actual alzamiento los prelados españoles y el mismo R o m a n o Pontífice haya bendecido a los que luchan en u n o de los dos campos?» M.

Aquí era donde la Pastoral descendía el nivel de las circunstancias concretas. La guerra española no se libraba por unos meros cambios dinásticos o de gobierno. Era una lucha que revestía los caracteres de una «cruzada»: «La explicación plenísima nos la da el carácter de la actual lucha, que convierte a España en espectáculo para el mundo entero. Reviste, sí, la forma externa de una guerra civil; pero, en realidad, es una cruzada. Fue una sublevación, pero no para perturbar, sino para restablecer el orden» 65. La Iglesia, sólo había tomado partido cuando los dos campos se encontraban claramente delimitados 66 . Antes no podía, pues hubiera sido acusada de excitación a la lucha y de beligerancia activa, a pesar de sufrir en sí misma las consecuencias de la anarquía y revolución. Pero una vez

61. «Digamos sin distinciones con Balmes (...). La libertad de los pueblos no debe fundarse en el horrible derecho del asesinato; la defensa de la sociedad no se ha de encomendar al puñal de un frenético» (Ibid. 696). 62. Ibid. 697. Plá reproducía la condena del concilio de Constanza al tiranicidio, así como la doctrina de S. Agustín, Sto. Tomás y S. Alfonso M a . de Ligorio sobre el tema. 63. Pastoral, Las dos Ciudades, cit. en Ob. cit. 698. 64. Ibid. pag. 698. 65. Ibid. pag. 698. Los subrayados pertenecen al original. 66. Esto explicaba «la cautelosa reserva y gradación con que la Iglesia jerárquica, los obispos españoles y el Sumo Pontífice, han tenido que proceder aun cuando no desconociesen la verdadera naturaleza del movimiento y la rectitud de intenciones y alteza de miras de sus promotores» (Ibid. 698).

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que la situación se había desbordado, no podía tacharse a la Iglesia de partidismo: «Por el contrario, cuando los sacrilegios, asesinatos e incendios se han verificado antes de todo apoyo oficial de la Iglesia; cuando el Gobierno no contestó siquiera a las razonadas protestas del Romano Pontífice; cuando el mismo Gobierno ha ido desapareciendo de hecho, no ya sólo en la parte del territorio nacional que perdió desde los primeros momentos, sino que aun en el territorio a él todavía sujeto no ha podido contener los desmanes y se ha visto desbordado por turbas anarquizantes y aun declaradamente anarquistas... ¡ah! entonces ya nadie ha podido recriminar a la Iglesia porque se haya abierto y oficialmente pronunciado a favor del orden y contra la anarquía, a favor de la implantación de un gobierno jerárquico contra el disolvente comunismo (...). Ya no se ha tratado de una guerra civil, sino de una cruzada por la religión y por la Patria y la civilización. Ya nadie podía tachar a la Iglesia de perturbadora del orden, que ni siquiera precariamente existía» 67. El carácter de «cruzada» era el que daba sus verdaderas dimensiones a la guerra que se libraba en España: lucha internacional en un campo de batalla nacional. Como esta lucha era en defensa de la civilización cristiana contra un enemigo como el comunismo, esto suponía contar con un justo título «no sólo para una guerra nacional sino internacional» 68, ya que el derecho cristiano condenaba el principio absoluto de no intervención en las luchas internas entre los pueblos, sobre todo cuando se violaban tratados públicos, se oprimía y despojaba el débil e inocente, y eran «vilipendiados los derechos inalienables a la dignidad humana» 69. Plá y Deniel resaltaba la postura de Pío XI como concorde con estos

67. Pastoral, Las dos Ciudades, cit. en Ob. cit. 699. Estos argumentos serán luego utilizados en la Carta colectiva, del Episcopado Español de julio de 1937. 68. Pastoral, Las dos Ciudades, cit. en Ob. cit. 700. R. DE LA CIERVA ha señalado que el carácter internacional de la guerra de España, afirmado por Plá y Deniel, está tomado de la posición del Jefe de Gobierno portugués, Oliveira Salazar, manifestada sobre todo en la Nota oficiosa de 9 de septiembre de 1936 que el mismo Plá cita en su Pastoral. La Alocución de Pío XI también apunta a la afirmación de ser España el escenario de la lucha entre principios cristianos y materialistas. Desde una perspectiva bélico-política, C. SECO SERRANO insiste en el carácter internacional de la contienda española, especialmente desde octubre-noviembre de 1936 con la organización de las Brigadas Internacionales, la intensificación de la ayuda soviética al Frente Popular y el tratado Franco-Mussolini. (Cfr. Historia de España: VI La España Contemporánea, Gallach, Barcelona 1969, 201-213 y 230 ss.). 69. Pastoral, Las dos Ciudades, cit. en Ob. cit. 699. El obispo de Salamanca destacaba en este punto el pensamiento de Francisco de Vitoria relativo al derecho de intervención en casos graves. Igualmente señalaba como ejemplar la postura del cardenal belga Mercier cuyo «criterio siempre compartimos», que «cuando el comunismo se apoderó de Rusia, proclamó ante Europa que ésta, por humanidad, no podía dejar de intervenir en Rusia». (Ibid. 700).

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postulados: ante el peligro comunista había ya alzado su voz 70; frente a la situación española había actuado en varias ocasiones antes de producirse el alzamiento 71; y, por último, al producirse éste, había confirmado en su Alocución del 14 de septiembre el derecho de toda sociedad de alzarse lícitamente contra la anarquía y resaltado las especiales características de la guerra española. Los obispos españoles, al tomar partido por uno de los dos bandos, no hacían pues, más que ser consecuentes con unos determinados principios:

cuar las conductas al cumplimiento de los deberes religiosos y profesionales: «Que en primer lugar [la guerra] nos redima individualmente a todos, varones y mujeres, obreros y patronos, seglares y sacerdotes, de nuestros pecados, aun de nuestra flojedad y tibieza. Cuando tantos han muerto, cuando tantos todavía están muriendo, ¡a practicar todos los sacrificios que el cumplimiento de la ley santa de Dios, que los deberes de nuestro estado y profesión nos exijan!» 75.

«¿Cómo ante el peligro comunista en España, cuando no se trata de una guerra por cuestiones dinásticas ni formas de gobierno, sino de una cruzada contra el comunismo para salvar la religión, la patria y la familia, no hemos de entregar los obispos nuestros pectorales y bendecir a los nuevos cruzados del Siglo XX y sus gloriosas enseñas, que son, por otra parte, la gloriosa bandera tradicional de España?» 72.

En segundo lugar, se hacía preciso un mejoramiento general de España en el orden social, en una situación que superara las ideologías y sistemas destructivos de ese orden:

La tercera y última parte de la Pastoral sintetizaba los puntos más importantes en orden a una reconstrucción futura. Ciertamente la guerra, únicamente «lícita cuando es necesaria», podía, dentro de sus inevitables males, contribuir, como el dolor, a forjar los espíritus, despertar el aletargamiento y fomentar las virtudes 7 \ En suma, la preocupación mayor cara al porvenir era el sacar fruto de la terrible situación, «de tanta sangre derramada» 74. Ante todo se imponía un serio examen, a todos los niveles, para ade-

Ningún sistema o régimen social había podido prescindir de los elementos que hacían posible el progreso civilizado de cualquier comunidad: trabajo, propiedad, capital y jerarquía. Era necesario armonizar estos elementos en una concepción social cristiana para que no confluyeran en la destrucción —tal como sucedía con el comunismo— sino en la «elevación» y «ascensión del pueblo», en un «ambiente de paz, de trabajo, de progreso y de prosperidad social» 77. Por último, la guerra debía dar lugar a que se lograra «la redención de España, de la España racial y auténtica, de la España madre de tantas naciones, de la España paladín inmortal de la espiritualidad» 78. En una situación en que, además de la religión estaban en juego la tradición y el espíritu español 79 , esta redención sólo podía lograrse recuperando para la vida social las exigencias cristianas fundamentales:

70. «El peligro mayor y más general peligro es, ciertamente, el comunismo, en todas sus formas y grados. Lo amenaza todo, lo impugna abiertamente todo, y encubiertamente todo lo insidia: la dignidad individual, la santidad de la familia, el orden y la seguridad del consorcio civil, y, sobre todo, la religión, hasta la negación abierta y organizada de Dios, y más señaladamente la religión católica y de la Iglesia católica (...)». (Alocución de Pío XI con ocasión de la Exposición Mundial de la Prensa Católica en el Vaticano, 12 de mayo de 1936. A.A.S. 29 (1937) 139-144). La Pastoral de Plá y Deniel reproducía algunas frases de este Discurso, especialmente las que hacían referencia explícita a los ensayos de implantación del comunismo en algunos países entre los que se citaba a España. (Cfr. Pastoral, Las dos Ciudades, cit. en Ob. cit. 700-701). 71. Aparte las protestas por vía diplomática ante la política antirreligiosa de la II República, se citaban dos intervenciones extradiplomáticas: el telegrama de octubre de 1931, dirigido al nuncio al aprobarse el art. 24 —luego el 26— de la Constitución, (telegrama en el que se aludía, y Plá lo hacía notar, a la necesidad de utilizar «vías justas y legítimas», no sólo legales, de defensa); y la encíclica Dilectíssima Nobis, de 3 de junio de 1933, condenando la Ley de Confesiones y Congregaciones religiosas de 2 de junio del mismo año. 72. Pastoral, Las dos Ciudades, cit. en Ob. cit. 700. 73. «Quien valientemente ha expuesto su vida por Dios y por España, ¿no será mejor cumplidor de sus deberes religiosos y ciudadanos, que representan un sacrificio mucho menor que la vida?». (Pastoral, Las dos Ciudades, cit. en Ob. cit. 701-702). 74. Ibid. 702.

«Reine de una vez en nuestra España la cristiana justicia social. Ni explotador capitalismo, ni destructor comunismo» 76.

«Una España laica ya no es España. Ya hemos visto a qué abismos nos lle75. Ibid. 702. A renglón seguido se concretaban algunos de estos deberes en los distintos sectores. A los patronos se urjía el cumplimiento de la justicia; a los obreros el de la práctrica religiosa; a los padres de familia se exhortaba a la realización de su tarea educativa; etc. 76. Pastoral, Las dos Ciudades, cit. en Ob. cit. 703. 77. Ibid. 703-704. «Nos ha preocupado siempre que los obreros tengan trabajo debidamente remunerado y que por medio de asociaciones profesionales, que puedan libremente escoger, tengan medios legítimos de defender sus derechos y sus mejoras y puedan asegurarse de las eventualidades de enfermedad, vejez y demás infortunios o peligros, supliendo aun laj lagunas de las leyes sociales protectoras del obrero que deben procurar completarse todo lo posible. Y más todavía nos ha preocupado y nos preocupa el bien espiritual y la suerte eterna de los carísimos obreros». (Ibid. 704). 78. Pastoral, Las dos Ciudades, cit. en Ob. cit. 704. 79. «Espectáculo nuevo el de una guerra interior, en que dentro del solar nacional,

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vó una Constitución zurcida con extranjerismos y a base de que España había dejado de ser católica» 80.

Al recabar la confesionalidad católica para la nación, la Pastoral aclaraba que la Iglesia no pretendía con ello entrometerse en el gobierno civil de España, ni establecer cualquier forma de teocracia 81. La discusión acerca de las distintas formas políticas o de gobierno y las diversidades de partidos, aun con ser a veces cuestiones de enorme importancia práctica, no eran dirimidas por la Iglesia, sino que entraban en el campo de los derechos y deberes propios de la conciencia y responsabilidad de los ciudadanos de cada pueblo. El Dr. Plá y Deniel presentaba la confesionalidad como simplemente lo contrario del laicismo, «ateísmo vergonzante» que por ser público es «antihumano y antisocial» 82: «La confesionalidad es el crucifijo y la enseñanza religiosa en la escuela (...), es el reconocimiento del carácter sacramental del matrimonio entre católicos, y del carácter religioso de los cementerios» 83. Enseñanza religiosa, matrimonio religioso, restitución de los cementerios eclesiásticos incautados, se presentaban como objetivos a cubrir en medidas legales futuras 84. Junto a ello, la confesionalidad exigía también el reconocimiento del «carácter de sociedad perfecta de la Iglesia» y el de su «libertad e independencia esenciales a su constitución divina» 85:

cundidad inexhausta, que aparezca ante los pueblos, no como un ministro más del César, sino como un legado de todos» 86. «Las dos Ciudades» finalizaba evitando cuidadosamente cualquier formulación jurídica más concreta de lo que debía ser la futura confesionalidad, aludiendo a que en un Concordato podrían configurarse todos los puntos relativos «a las relaciones debidas entre la Iglesia y un Estado católico» 87. Solamente señalaba los principios rectores que debían presidir las relaciones entre las autoridades civiles y los ministros de la Iglesia: «¡Qué frutos tan grandes en el bien del pueblo, de la paz, del orden, de la moralidad, del progreso, se originan de este modo de proceder de las autoridades civiles y eclesiásticas, que no debe ser sujeción directa de unas a otras (dentro de la propia órbita de cada una de ellas), ni confusión, sino ordenada concordia, con lo cual las cosas pequeñas crecen, mientras con la lucha y discordia las grandes se arruinan y perecen!» 88.

4.4. LOS PRONUNCIAMIENTOS DEL CARDENAL GOMA: «EL CASO DE ESPAÑA» (23, Noviembre, 1936) y «LA CUARESMA DE ESPAÑA» (30, enero, 1937). 4.4.1. «El caso Je España» (23, noviembre, 1936)

«Iglesia libre, que se rija sin trabas, (...) que tenga alteza espiritual y fe«El caso de España», editado en Pamplona con fecha de 23 de noviembre de 1936 es el primer escrito público del cardenal Goma sobre la combaten unos al gripo de '¡Viva España!' y los otros, en su mayor parte, al gripo de '¡Viva Rusia!'. Así como a la religión y a la Iglesia se las ha procurado aniquilar, a España, a sus glorias, a sus tradiciones, a su espíritu, se ha procurado igualmente destruirlos». (Ibid. 704). 80. Pastoral, Las dos Ciudades, cit. en Ob. cit. 705. 81. «Que nadie tema la teocracia o intromisiones de la Iglesia en el gobierno civil de España». (Ibid. 704). 82. «Antihumano porque, siendo el fin del Estado promover el bien temporal de los ciudadanos, no puede desconocer que el origen y el fin del hombre es Dios y que Él es también el único fundamento sólido de la verdadera moralidad; antisocial, porque la sociedad civil, siendo natural y necesaria al hombre, viene, lo mismo que el individuo, de Dios, y de Él dimana también en último término, aun cuando se transfiera por medios humanos, toda autoridad». (Ibid. 705). Sobre el laicismo Las dos Ciudades insertaba párrafos de otra Pastoral del propio Plá y Deniel escrita en octubre de 1926: La realeza de Cristo y los errores del laicismo. 83. Pastoral, Las dos Ciudades, cit. en Ob. cit. 705-706. 84. Estos objetivos partían, lógicamente, de la situación creada por la legislación de la II República. íntimamente ligado a ellos, se propugnaba la derogación de la Ley de Confesiones y Congregaciones religiosas. 85. Pastoral, Las dos Ciudades, cit. en Ob. cit. 706-707.

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86. Ibid. 707. La libertad de la Iglesia no constituía ningún menoscabo de la soberanía del Estado en el orden civil y político: «Los católicos han de ser los mejores ciudadanos y los más fieles cumplidores de las justas leyes del Estado. Han de ser los que mejor cumplan el deber sagrado de amor a la Patria que es un deber de piedad que cae bajo el cuarto mandamiento del decálogo». (Ibid. 706-707). 87. Pastoral, Las dos Ciudades, cit. en Ob. cit. 707. Se trata aquí de la primera aparición del término «concordato» en las Pastorales de la Jerarquía española desde el comienzo de la guerra. 88. Ibid. 707. El párrafo era transcripción íntegra de la Pastoral de Plá de octubre de 1926 citada en nota anterior «La realeza de Cristo y los errores del laicismo». A primeros de octubre de 1936, escribía el cardenal Goma al obispo Plá y Deniel a propósito de «La dos Ciudades»: «Hace mucha luz sobre un punto difícil, en cuya estimación ha habido discrepancias lamentables en nuestro campo y que tal vez hayan sido causa de desorientación general y de una 'lenidad' de criterio que no se compadece de los cantos vivos de la doctrina cristiana. Hemos coincidido, aunque yo no he podido tratar a fondo de esta cuestión. Con el Dr. nuncio Tedeschini y con el Sr. Herrera me había mostrado «discrepante». Mi sincera enhorabuena». (ACGT, C-I-73).

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guerra con carácter general 89. Inicialmente, el escrito iba a ser solamente publicado en el Boletín Eclesiástico de la diócesis toledana, pero ante las sugerencias hechas al propio cardenal se decidió darle una mayor difusión 90. El motivo fundamental de este cambio, que constituía a la vez la finalidad del documento, fue el salir al paso de lo que el Primado juzgaba «tergiversaciones» de los hechos de la guerra realizadas en el extranjero por parte de algunos grupos de españoles: «(...) nos dicen, cosa que se nos hace difícil de creer, que unos españoles, a lo menos poco escrupulosos, se ocupan en tergiversar los' hechos de esta guerra fuera de España, al par que junto con la deplorable información extranjera que llega estos mismos días, se nos requiere para que digamos nuestro parecer sobre la naturaleza del conflicto en que España perece o se redime» 91. Por su intención claramente apologética y dirigido especialmente a los medios de difusión del extranjero, «El caso de España» no es un documento de extenso análisis doctrinal, sino más bien sintético, breve y con un estilo claramente testimonial de exposición de las vivencias de la guerra, especialmente en los lugares y momentos de los que el cardenal había sido testigo más directo n.

89. En el orden cronológico la primera Alocución pública de Goma fue un mensaje radiado a través de Radio Navarra el 28 de septiembre de 1936, a sus diocesanos de Toledo a raíz de la reconquista de la ciudad por las tropas nacionales. Prescindimos de su análisis ya que sus ideas esenciales serán más extensamente desarrolladas en los dos grandes documentos que comentamos en este capítulo. (Texto completo del Mensaje radiado en «BOAT», 1936-37, 1, 20, ss. También en la citada obra Por Dios y por España, 306-315. A. GRANADOS, en Ob. cit. hace referencia a él en pags. 81-83). 90. Agotada rápidamente la primera edición, la Diputación de Navarra patrocinó una segunda que con Prólogo del propio cardenal salió a la luz el 8 de diciembre de 1936, con una tirada de 22.000 ejemplares. 91. El caso de España, Preámbulo. Seguimos el texto publicado en la obra ya citada Por Dios y por España, Rafael Casulleras, Barcelona 1940, pags. 21-40. El esquema general del documento es el siguiente: Preámbulo; I.- ¿Guerra Civil?; II.- Contra Dios y España; III.El ejército español y el frente rojo; IV.- Aprendamos. En la misma idea insistirá el cardenal en una carta al general Franco, al enviarle un ejemplar: «Mi intención publicándolo ha sido salir al paso de la campaña ignominiosa que, de una manera especial, se está realizando en el extranjero para desvirtuar los nobles fines del movimiento nacional que con tanto acierto dirige V.E., y al propio tiempo enfervorizar el ánimo de los buenos españoles para que continúen luchando hasta el fin en esta Cruzada». (Carta de 4 de diciembre de 1936; ACGT, E-II-2). (Nótese el empleo del término «Cruzada»). La correspondencia del Primado con el resto de los obispos a propósito de «El caso de España», examinada por nosotros en el archivo toledano, es eco asimismo de esta intención apologética y reivindicadora. 92. Lógicamente, las referencias principales se refieren a Navarra desde donde escribía Goma. Mons. A. GRANADOS, en entrevista mantenida con él nos describía así el entorno psicológico del cardenal Goma en estos primeros momentos: «El primero que habló a raíz del Dis-

Para el Primado, la guerra que había estallado cuatro meses antes comportaba una «vasta y profunda corriente» que hacía que apasionara al mundo entero, dividiendo las opiniones al enjuiciar sus hechos más culminantes. Por conducto del mismo cardenal, obispos y fieles católicos de muchas naciones habían ya expresado su solidaridad con la Iglesia española en los momentos de prueba en que ésta vivía. Solidaridad, no limitada únicamente al socorro económico, sino que se extendía a la expresión de la admiración hacia el pueblo español «por la virilidad casi legendaria, con que gran parte de la nación se ha levantado para librarse de una opresión espiritual que contrariaba sus sentimientos y su historia» 93. Pero junto con las adhesiones, habían llegado también al cardenal «dudas y consultas» sobre la verdadera naturaleza del conflicto español, a la vez que en parte de la prensa extranjera se trataba el tema «con frivolidad notoria» e incluso con calumnias. Por ello, Goma «creyendo interpre-

curso de Pío XI fue Plá y Deniel. El obispo de Salamanca, vivía las cosas desde dentro del Estado «nuevo». Goma, más apasionado, vivió los inicios de la guerra en una región especialísima, Navarra. Una de sus fuentes de información la constituyó la Junta carlista de guerra. Lo que más chocaba al cardenal era el que le dijeran que algunos católicos españoles estaban atacando al movimiento. Éste fue el origen de «El caso de España». Las diferencias psicológicas y de situación explican también las diferencias de estilo entre Plá, más denso y jurídico, y Goma, más vehemente y personal, aunque dentro de una indiscutible unidad de criterios y objetivos. 93. El caso de España, Preámbulo en Ob. cit. 21. El 12 de octubre de 1936, el Episcopado Colombiano había enviado un escrito de solidaridad al Primado español, rubricado por todos sus miembros en el que protestaba «por los horrendos crímenes que contra las personas, lugares y cosas sagradas (...) se están perpetrando en el suelo español». (ACGT, C-IX-18). El 3 de noviembre de 1936, el cardenal Segura enviaba desde Roma a Goma un telegrama de adhesión del Episcopado mexicano. (ACGT, C-I-55). El 24 de octubre, se realizó en Irlanda por iniciativa del Primado arzobispo de Armagh, una cuestación para ayuda a las Iglesias devastadas en España que logró recaudar 32.000 libras esterlinas. Al enviarlas al cardenal Goma se le expresaba la conveniencia de poder emplearlas también en auxilio de heridos y enfermos del ejército nacional. Después de diversas consultas con los metropolitanos, Goma accedió a este último destino con tal se aprobase la decisión por el Primado de Irlanda. Finalmente, la colecta fue enviada a Franco para socorro de heridos y empleo en material sanitario. (Textos completos de las Cartas de envío y respuesta de Franco en Por Dios y por España, 533-536). Desde comienzos de 1937, se irán intensificando tanto los mensajes de adhesión como los donativos desde el extranjero. En el Archivo del cardenal Goma en Toledo hemos encontrado numerosos testimonios de esta solidaridad, anteriores a la publicación de la Carta colectiva. Con el fin de paliar las necesidades de la Iglesia española, el cardenal Goma por sugerencias de otros obispos propuso a la Santa Sede la conveniencia de organizar una Colecta mundial para la reconstrucción de templos y necesidades del culto. La idea fue aprobada por Roma y en principio se pensó en realizarla después de finalizada la guerra. Sin embargo, el proyecto no se llevó a cabo. El Primado español escribió también a los arzobispos de Boston, Filadelfia y Chicago el 15 de diciembre de 1936, a instancias del embajador Sr. Cárdenas para solicitar ayuda general, no sólo en el plano de reconstrucción religiosa, sino «en pro de los intereses de España en los que van envueltos los de nuestra religión». (ACGT, G-II-4). 127]

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tar el sentir del Espiscopado y del verdadero pueblo español» respondía intentando reflejar sintéticamente «el perfil histórico de esta guerra, y su sentido nacional, con las conclusiones que de los hechos derivan» 94. En el sentido estricto del término, la guerra española no respondía a una «contienda de carácter político» 95, sino a una guerra de principios, de doctrinas, de un concepto de la vida contra otro, de una civilización contra otra: «Es la guerra que sostiene el espíritu cristiano y español contra ese otro espíritu, si espíritu puede llamarse, que quisiera fundir todo lo humano, desde las cumbres del pensamiento a la pequenez del vivir cotidiano, en el molde del materialismo marxista». % . La Iglesia, no podía juzgar «cómo y con qué fines se produjo la insurrección militar de julio» aunque los hechos posteriores demostraron que fue determinada por un «profundo sentido de amor a la Patria» 97. Pero lo que Goma sí podía afirmar, y con él otros, porque había sido testigo de ello, es que una vez producido el levantamiento una gran parte de españoles se incorporaron a él, no sólo con el concurso moral de su simpatía sino «con la aportación de entusiastas milicias nacionales, de toda tendencia política, que ofrecieron, sin tasa ni pactos, su concurso al ejército, dando generosamente vidas y haciendas para que el movimiento inicial no fracasara» 98. Esta aportación humana había estado desde el principio impregnada de un fuerte sentido religioso. No sólo en Navarra, donde el hecho había tomado matices característicos " , sino en otros lugares y regiones que se habían solidarizado con el ejército nacional. El matiz religioso, manifestado tanto en los frentes como en la retaguardia, y el sentido de defensa de la 94. El caso de España, en Ob, cit. 22. 95. «No se lucha por la República aunque así lo quieran los partidarios de cierta clase de República. Ni ha sido móvil de la guerra la solución de una cuestión dinástica, porque hoy ha quedado relegada a último plano hasta la cuestión misma de la forma de gobierno. Ni se ventilan con las armas problemas inter-regionales en el seno de la gran Patria, bien que en el periodo de lucha, y complicándola gravemente, se hayan levantado banderas que concretan anhelos de reivindicaciones más o menos provincialistas». (El caso de España, en Ob. cit. 23). 96. El caso de España, en Ob. cit. 23. 97. «Estaba España ya casi en el fondo del abismo, y se la quiso salvar por la fuerza de la espada. Quizás no había ya otro remedio». (Ibid. 23). 98. Ibid. 24. 99. «Es preciso haber vivido aquellos días de la primera quincena de agosto en esta Navarra que, con una población de 320.000 habitantes, puso en pie de guerra más de 40.000 voluntarios, casi la totalidad de los hombres útiles para las armas, que dejando las parvas en sus eras y que mujeres y niños levantaran las cosechas, partieron para los frentes de batalla sin más ideal que la defensa de su religión y de la Patria». (El caso de España, en Ob. cit. 24). 128

Patria constituían los ingredientes sustanciales de la guerra en uno de los bandos. Más aún, sin el espíritu religioso no hubiera podido sostenerse el levantamiento 10°. Por ello, aunque la guerra apareciera como puramente civil al realizarse entre españoles y en territorio español, «El caso de España» la calificaba claramente como cruzada: «(...) en el fondo debe reconocerse en ella un espíritu de verdadera cruzada en pro de la religión católica, cuya savia ha vivificado durante siglos la historia de España» 101. El sentido de «cruzada» suponía una guerra «de sistemas o de civilizaciones», nunca una guerra de clases ni una lucha contra el proletariado. Cualquier interpretación de la contienda en este sentido era tajantemente negada: «Sería una calumnia y un crimen, germen de una futura guerra de clases en la que forzosamente se vería envuelta la religión, atribuir a ésta un consorcio con la espada para humillar a la clase trabajadora, o siquiera para amparar viejos abusos que no debían haber perdurado hasta ahora» 102. Pero además, la negación de un mero sentido económico o social en la guerra española, venía corroborada para el cardenal Goma en la misma actuación del bando contrario. Todos los resortes de la vieja civilización cristiana (religión, familia, propiedad, etc.,) debían ser barridos por un movimiento preparado por el comunismo, en los mismos días en que estalló la guerra, para ser sustituidos por un sistema de tipo soviético. La realidad de este propósito se demostraba con los hechos sucedidos en las regiones dominadas por el Frente Popular: «El primer empuje de la revolución fue contra este gran hecho de la reli100. «Más; estamos convencidos de que la guerra se hubiese perdido para los insurgentes sin el estímulo divino que ha hecho vibrara el alma del pueblo cristiano que se alistó en la guerra o que sostuvo con su aliento, fuera de los frentes, a los que guerreaban. Prescindimos de toda otra consideración de carácter sobrenatural». (El caso de España, en Ob. cit. 25). 101. El caso de España, en Ob. cit. 25-26. Este fenómeno hacía esperar al cardenal Go má que en el futuro vendrían días de paz para las conciencias y que «en la organización del futuro Estado español habrán de tener Dios y su Iglesia a lo menos los derechos de ciudadanía que tienen en todos los pueblos civilizados y aquella libertad y protección que se merece lo que hasta hace pocos años había sido el primer factor de la vida espiritual de nuestro pueblo, el soporte de nuestra historia y la llave única para interpretarla». (Ibid. 26). 102. El caso de España, en Ob. cit. 26. Abundando en la misma idea proseguía el Primado: «Por lo que toca a la Iglesia, y como representante que somos de ella, aseguramos nuestro concurso, en el orden doctrinal y en la vida social, a toda empresa que tenga por fin la dignificación de la clase obrera y el establecimiento de un reinado de equidad y justicia que ate a todos los españoles con los vínculos de una fraternidad que no se hallarán fuera de ella» (Ibid. 26). 129

gión que, si lo es en toda civilización y en todo pueblo, tenía todavía en España un exponente social no superado por ninguno (...). Jamás se ha visto en la historia de ningún pueblo el cúmulo de horrores que ha presenciado España en estos cuatro meses» 103.

La causa fundamental de la catástrofe del momento que había provocado esa «subversión del espíritu cristiano» en España, era «la labor tenaz de varios años de inoculación de doctrinas extranjeras en el alma del pueblo» 104. En definitiva, la suplantación del sentido cristiano por «la mística fascinadora del comunismo». Sólo desde esta óptica podía entenderse la guerra. No se trataba de la explosión de un fanatismo atávico ni del enfrentamiento de mutuas intransigencias 10s. Más que de «dos Españas», debería hablarse del choque entre dos civilizaciones: «(...) la de Rusia, que no es más que una forma de barbarie, y la cristiana, de la que España había sido en siglos pasados honra y prez e invicta defensora» 106. Por ello, desde uno de los bandos la guerra se hacía contra los que tomaban las armas «en favor del materialismo marxista» y combatían «el espíritu cristiano y de patria, jerarquía y respeto, sin el cual Europa y España retrocederían veinte siglos en su historia» 107. Si la guerra comportaba un sentido de «cruzada» y de choque entre

103. El caso de España, en Ob. cit. 28. La descripción y concreción de los hechos, corría paralela a la enumeración que Pío XI había hecho en su Alocución de septiembre: muertes de «millares de sacerdotes y religiosos (...) entre ellos diez obispos; incendios y destrucción de templos, imágenes, bibliotecas y archivos con el consiguiente quebranto del tesoro artístico; profanación de sepulturas; atropello de religiosas; matanzas de derechistas calificados (...) que han sucumbido a millares sin más delito que la profesión de fe de sus mayores y sus trabajos de apostolado, sin más juicio que el capricho de los enemigos de nuestras organizaciones cristianas». (El caso de España, en Ob. cit. 29). Goma añadía además «la destrucción sistemática de la riqueza, privada y nacional, y de sus fuentes» para el enriquecimiento «del futuro Estado soviético». (Ibid. 29 y 30). 104. El caso de España, en Ob. cit. 30. En este documento y sobre todo en la Pastoral «La Cuaresma de España», Goma se extenderá en el análisis de las múltiples causas de la guerra. El acento último lo pondrá siempre en la negación de Dios en la vida social. 105. La Pastoral La Cuaresma de España, y en general casi todos los escritos públicos del Primado señalarán los «vicios nacionales» que en parte habían dado origen a la situación: olvido de la tradición, falta de educación cívica y política, falta de sentido social, etc. 106. El caso de España, en Ob. cit. 31. 107. El caso de España, en Ob. cit. 32. Como otra de las pruebas de que la lucha trascendía los límites de una mera contienda civil, se señalaba la creciente llegada de soldados y material de guerra ruso a Barcelona, amén de la entrada de numerosos agentes soviéticos. En este sentido, Goma acusaba también a ciertos informadores extranjeros de fantasía y parcialismo al enfocar la guerra «desprestigiando el sentimiento religioso de nuestro pueblo». (Ibid. 32). 130

«dos civilizaciones», lógicamente su marco trascendía al meramente español. Existía un claro fenómeno de «internacionalismo» que se ponía de manifiesto tanto en la afluencia de combatientes extranjeros como en la introducción de sistemas foráneos de división política 108. La suerte pues, de Europa podía ventilarse en suelo español. Más aún, podría deducirse que la postura española, en las graves circunstancias presentes de Europa, había supuesto el adelanto e incluso el remedio para la salvación europea; postura que, por otro lado, no era nueva en la historia española: «(...) creemos que, como en otros tiempos, puede esta guerra ser la salvación de Europa, aun quedando en la contienda desangrada y empobrecida nuestra Nación, que por su misma situación geográfica ha tenido que ser el castillo de defensa de las avanzadas del viejo continente» m. Sentadas las afirmaciones fundamentales que el cardenal quería exponer, «El caso de España» formulaba para finalizar unas exhortaciones de carácter moral y social dirigidas tanto a los españoles, como a los que desde fuera seguían con interés los acontecimientos de España. A los españoles se insistía en el ruego de aprovechar las terribles circunstancias para el logro de una «España nueva, grande y cristiana» fundamentada en «el espíritu de concordia» n o . Y, especialmente, en el destierro de alguno de los «vicios nacionales» que habían contribuido en gran medida al desencadenamiento de la situación: olvido de la tradición e historia; incomprensión de los problemas del momento; inconstancia de las situaciones políticas; corrupción del parlamentarismo y falseamiento del sufragio; ventajismo político; nacionalismos particularistas y su opuesto «el Estado-cuadrícula desconocedor de contornos y relieves»; ausencia de

108. «Gente advenediza de toda Europa ha acudido a España a guerrear contra el ejército nacional (...). Rusos y rusas son, estos días, los que han levantado con soflamas revolucionarias, en el mitin y por la radio, el espíritu de los ejércitos marxistas. Técnicos de todo el país, reclutados en los Frentes Populares o en los ejércitos soviéticos, son los que dirigen las obras de defensa de los frentes de batalla. Los gritos de ¡Viva Rusia! y ¡Viva España rusa! son, para nuestra confusión y vergüenza, digno colofón con que los oradores cierran sus discursos en las asambleas revolucionarias (...). Y como la balcanización, es decir, la división política de las naciones, es táctica que place al comunismo internacionalista, en España se ha producido ya el fenómeno de esta serie de pequeñas repúblicas o estados soviéticos que, si una mano militar y española, prudente y sabia, no redujese a los justos moldes de la unidad nacional, serían el mejor camino para llegar a la descomposición definitiva de nuestra Patria». (El caso de España, en Ob. cit. 32-33). En otros términos el fenómeno del internacionalismo de la guerra española fue primeramente señalado por la Alocución, de septiembre de Pío XI. 109. El caso de España, en Ob. cit. 33. Insistimos en que las consideraciones de Goma en este punto corren paralelas a las formuladas por el papa Pío XI en su ya citada Alocución de septiembre. 110. El caso de España, en Ob. cit. 35. 131

sentido social; corrupción de pensamiento y costumbres; ignorancia de la conciencia popular sobre los problemas de la vida social; escasa adaptación del apostolado sacerdotal a las necesidades del momento; falta de autoridad política U1. A los extranjeros se pedía la «máxima serenidad» al enjuiciar los hechos españoles. Los prejuicios hacían difícil «tamizar la verdad». Sólo penetrando en el proceso espiritual de España, sólo conociendo a fondo su pasado era posible «dar razón del fenómeno presente, más si es extraordinario como el actual» " 2 . Serenidad, sentido histórico y apertura para comprender la raíz de los males de la sociedad presente. En definitiva espíritu libre para asimilar la terrible lección a que estaba siendo sometida España:

que eliminaran «a Dios de la entraña» o lo sustituyeran «por el materialismo de los sin Dios o contra Dios» U5 . Por tratarse del primer documento público del Primado desde el inicio de la guerra. «El caso de España» tuvo gran resonancia. Casi todos los periódicos de la zona nacional publicaron íntegro el texto 116. Pero, especialmente en el extranjero tuvo mucha publicidad traduciéndose a diversos idiomas i n . El mismo cardenal Goma lo llevó consigo en su viaje a Roma en el mes de diciembre, introduciéndolo en los medios de la Curia romana con los que tomó contacto " 8 . 4.4.2. La Cuaresma de España» (30, enero, 1937) A finales de enero de 1937 se hacía pública la que constituye realmente la primera Pastoral del cardenal Goma sobre la guerra: «La Cuaresma de España» 119. Si «El caso de España» había aparecido con ocasión de

«Aprended (los dirigentes) a conservar (vuestros pueblos) inmunes de todo contagio espiritual que pueda pervertirlos o lanzarlos fuera de la ruta de su genio o de su historia. No consintáis que se debilite en ellos la fuerza de Dios que es el vigor inmortal de todas las cosas» m .

115. Ibid. 38-39. Los últimos párrafos de «El caso de España», acaso los más contundentes de todo el escrito, insistían en esta idea, expuesta en varias ocasiones por Pío XI, de que el olvido de unos valores morales y religiosos en la vida social, conducía a las naciones al desastre y constituía la razón última del avance del comunismo: «Esto es lo que nos ha ocurrido por nuestros defectos incorregidos, por la pasividad de quienes debían vigilar el coto en que vivíamos pacíficamente nuestra historia, (...) por la eficacia de leyes antiespafiolas. Sólo que surgió el viejo espíritu de España (...) y estalló la guerra, sin necesidad de otras fantasías para explicarlas». (Ibid. 39). «En las ruinas de España ved, más que la obra destructora de los cañones, la labor insensata de unos gobernantes que no supieron regir al pueblo español (...). Oíd la voz del papa que poco ha os señalaba el peligro universal y el remedio eterno, que no puede ser otro que Jesucristo y el espíritu del Evangelio (...). Que aprendan las naciones y quienes las conducen. Y que aprendamos nosotros españoles, esta durísima lección que nos entra con la sangre de millares de hermanos». (Ibid. 38-39). 116. El P. CONSTANTINO BAYLE, S.J., autor de la Introducción de la obra Por Dios y por España, señala este dato y añade que también fue difundido radiofónicamente por «Radio Castilla» comentado por D. Julio González Soto. En esta misma obra se transcriben párrafos de las cartas de felicitación que enviaron a Goma el general Dávila, entonces presidente de la Junta Técnica del Estado, y el Sr. Yanguas Messía, futuro embajador ante la Santa Sede. (Cfr. pags. 40-41). 117. Varios periódicos italianos, franceses y belgas publicaron todo el texto. «L'Avvenire» lo hizo en forma de entrevista con el mismo Goma el 16 de diciembre de 1936, durante la estancia de éste en Roma. Además se editaron folletos traducidos en Francia, Bélgica, Irlanda, Alemania, Canadá, Inglaterra y Polonia. Los datos los señalan C. BAYLE, (Por Dios y por España, 42-44)yA. GRANADOS. (El cardenal Goma Primado de España, 169-170). Las impugnaciones que ambos autores señalan como más significativas a «El caso de España», procedieron del campo del nacionalismo vasco («Euzko Deya») y de algún artículo del sacerdote Leocadio Lobo. 118. En el Diario personal, del cardenal se fueron anotando las entregas de ejemplares. Hemos aludido a ellas en el capítulo anterior. 119. El titulo completo es: La Cuaresma de España - Carta Pastoral sobre el sentido c ristiano-español de la guerra, Pamplona, 30 de enero de 1937. Publicada en el «Boletín Ofi-

La última razón del porqué de la guerra, era una razón religiosa y moral: «el pacto con el mal», el olvido de Dios «vida y vínculo de los espíritus» y el rechazo de su autoridad «garantía de la justicia y del orden social» 1H . Por eso ningún pueblo, ningún país que olvidara estos principios podía sentirse inmune. Las ruinas de España, la «deplorable experiencia de España», esta «durísima lección», podía repetirse en las naciones

111. La enumeración no pretendía ser exhaustiva. El cardenal insistía en lo que él denominaba «causa inmediata del desastre» (inoculación de doctrinas marxistas), diferenciándola pero en estrecha relación con los «vicios nacionales» que lo habían hecho posible. Un análisis más profundo de todas estas causas, dirigido a despertar la conciencia de los españoles, se encuentra en la Pastoral «La Cuaresma de España» que estudiamos a continuación en este mismo capítulo. De todas formas, en todos los escritos de guerra de Goma son una constante las llamadas de atención para la corrección de posturas erróneas en el campo religioso-moral y socio-político. 112. El caso de España, en Ob. cit. 37. «Hemos leído cosas peregrinas a propósito de la revolución española. El temperamento belicoso español; su sangre ardiente; (...) las inquietudes de un atavismo que no ha logrado fundir el alma compleja de las viejas civilizaciones que florecieron en Iberia; (...) la fuerza centrífuga de los nacionalismos (...); el espíritu de aventura caballeresca que se traduce en el gesto de unos generales que se han «pronunciado» a lo largo de nuestra historia (...). Nuestra guerra no la ha originado nuestro temperamento ni nuestra historia, aun reconociendo todos los defectos de nuestra raza y de nuestra vida social; sino que es producto del choque con un temperamento forastero, con factores que quisieron lanzarnos del camino de nuestra historia». (Ibid. 38). 113. El caso de España, en Ob. cit. 37. 114. Ibid. 37-38.

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controversias y estaba orientado fundamentalmente a los medios de difusión extranjeros, esta Pastoral iba a tener un enfoque diverso. Dirigida a los españoles, quiere ser ante todo ocasión de reflexión y meditación sobre el hecho de la guerra en sí, su significado religioso-moral, sus últimas raíces y causas, y apunta a la necesidad de adoptar nuevas actitudes, tanto en el plano individual como en el social y político, que abran camino a un futuro más prometedor. El motivo concreto que indujo al Primado a escribir la Pastoral fue la petición de varios miembros del ejército de que «con motivo de la Cuaresma próxima se levantara el espíritu cristiano y se entonara el sentido de patria en nuestro pueblo, a fin de que no ceda la tensión espiritual», sobre todo en la retaguardia en que se corría el peligro de no vivir las circunstancias del momento con la «abnegación y severidad» debidas 120. Dirigida a sus diocesanos de Toledo, pretendía en un alcance más vasto «dibujar el pensamiento cristiano que debe informar la vida española en estos graves momentos», acomodando «la doctrina a las necesidades morales y espirituales del presente en España» 121. El punto de partida de la Pastoral era el encuadrar el fenómeno de la paz y de la guerra en el marco de «una filosofía o mejor una teología» 122 de

cial del arzobispado de Toledo». Cronológicamente es anterior al escrito del cardenal: «Respuesta obligada. Carta abierta a Aguirre», aparecido el 10 de enero de 1937. Por referirse al tema vasco, analizamos este documento en el capítulo sexto de la segunda parte de nuestro trabajo. A pesar de que La Cuaresma de España, pertenece a los escritos del año 1937, lo hemos incluido en este apartado por constituir la primera Pastoral, en sentido estricto, sobre la guerra, y porque se trata del documento que aborda el tema de la situación española con más profundidad, entre los redactados por el cardenal, constituyendo realmente un compendio de todo su pensamiento. En este sentido, compartimos el juicio de A. MONTERO que califica a esta Pastoral como «el documento más completo sobre el tema entre los muchos que emanaron de la pluma del ilustre purpurado» (Historia de la persecución... cit. nota infra. 708. En esta obra se inserta la Pastoral completa en 708-725). El índice de La Cuaresma de España es el siguiente: I. La paz y la guerra; II. Valor moral de la guerra; III. La confesión de España; IV. La guerra, penitencia de España; V. La oración cuaresmal de la guerra; VI. La enmienda; VII. Augurios. Tomamos las referencias del texto de la ya citada obra Por Dios y por España, 87-127. 120. Carta del cardenal Goma al general Franco, de 5 de febrero de 1937, enviándole varios ejemplares de la Pastoral. (ACGT, E-I-21). En el mismo sentido se manifestaba el cardenal al enviar la Pastoral a la Santa Sede el mismo día. (Cfr. ACGT, A-II-15). 121. Cartas del cardenal Goma al cardenal Pacelli y al general Franco, cit. supra, con fecha de 5 de febrero de 1937. (ACGT, A-II-15 y E-I-21). La carta al cardenal Pacelli finalizaba con las siguientes expresiones: «Sírvase aceptarla [la Pastoral] en prenda de total sujeción a la doctrina de la Santa Madre Iglesia y de mi afecto referente a la Silla Apostólica». El cardenal Secretario contestaba al envío el 25 de febrero, agradeciendo la atención y deseando que «las calurosas y afectuosas exhortaciones de Vuestra Eminencia, encuentren la más amplia y completa correspondencia entre los amados fieles». (ACGT, A-II-16). 122. Pastoral La Cuaresma de España, en Ob. cit. 91.

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las mismas. Aunque el «ansia de paz» era un anhelo consustancial al cristianismo, la realidad concreta mostraba que «en el orden individual y en el social sólo podemos alcanzar una paz precaria, porque es inconsistente y porque no es absoluta» 123. La guerra, producto en último extremo de la «libertad desquiciada» del hombre 124, aún temida por todos, continuaba siendo una lacra perenne de la humanidad: «nadie ha podido raerla de ella» 125. Siendo la guerra pugna, hay veces en que se entabla «en el fondo de la conciencia del hombre» y se hace entonces necesario restaurar la paz interior. En el orden social «sucede algo análogo»; la lucha puede entablarse en el terreno político, social o económico, e, incluso, en situaciones extremas como la de España, en los tres campos: «A veces estos tres elementos se desequilibran en forma tal, que se recurre a la fuerza de las armas para buscar el equilibrio de la paz por el triunfo del más fuerte. Es el caso de la guerra propiamente dicha. Y es el caso de España» 126. Se trataba entonces de entrar en el análisis de la situación española para averiguar «si en el fondo de la contienda hay alguna desviación moral de carácter social» 127 que exigiera una confesión pública de los errores y una rectificación en las rutas futuras 128. Porque la guerra, aun siendo un hecho real, no podía confundirse con «un fenómeno natural de la vida humana» lo cual llevaría a identificar la historia con un mero azar sin sentido. Insistiendo en la libertad humana como factor desencadenante de la guerra, la Pastoral afirmaba que sólo desde una visión trascendente de la historia, era

123. Ibid. 90. 124. «Creado el hombre para vivir en paz, consigo mismo, con Dios y socialmente, cometió la locura de enemistarse con Dios, centro único y único factor de paz; y este trastorno fundamental de la libertad, de la vida, de las aspiraciones del hombre produjo toda suerte de guerra (...). Toda guerra es fruto de la libertad desquiciada del hombre. Lo que equivale a decir que toda guerra es hija del pecado». (Pastoral La Cuaresma de España, en Ob. cit. 91). 125. «A raíz de la última guerra europea se predicó el exterminio de toda guerra, y la guerra ha seguido haciendo sus estragos en cien lugares del mundo. En estos tiempos de refinado sentido jurídico, más que de anhelo de la verdadera justicia, se ha formado una Sociedad de Naciones para componer pacíficamente las querellas de los pueblos. Es aspiración nobilísima pero dicen que la Sociedad está en franca bancarrota». (Ibid. pag. 92). 126. Pastoral La Cuaresma de España, en Ob. cit. 93. 127. Ibid. 93. 128. «(...) hagamos en este caso, la confesión pública de España; aceptemos la penitencia que Dfbs nos impone, que es la guerra misma, y pidámosle, con propósito de enmienda, que ilumine la ruta de nuestra historia futura». (Pastoral La Cuaresma de España, en Ob. cit. 93).

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posible la explicación de ciertos fenómenos en lo= que muchas veces se jugaban los destinos de hombres y pueblos. Los factores de origen moral y espiritual debian, pues, tenerse en cuenta 129. En este orden de valores, toda guerra era efecto de la desviación moral del hombre, «de quien la hace y de quien la sufre» 13°, aún pudiéndose poner al servicio de la justicia o de la injusticia. Y esta desviación moral podía afectar también a las colectividades, a las naciones, entidades integradas por «multitud de individuos libres». Las naciones, por tanto, constituían hasta cierto punto entidades libres porque la convergencia o agrupación de la libertad individual de los que las componen, determina en las mismas unas acciones, aspiraciones o corrientes ajustadas o no a la moral, y como una situación viva de moralidad o inmoralidad» m . El testimonio de la historia daba fe de cómo los pueblos, responsables ante Dios «del bien o el mal que han hecho», recibían en la misma historia el premio o castigo de que eran acreedores 132. Al no poder independizarse del orden moral 133, la guerra podía ser- el azote terrible de una nación «como castigo de sus prevaricaciones o estímulos en sus decadencias de orden moral» 134. En el caso de España, aun dando por supuesto la dificultad de concretar con toda justicia «méritos o responsabilidades», pudiera darse el caso que la guerra supusiera un «instrumento de la justicia de Dios, con que tratara de purificarnos de nuestra miseria colectiva, de encauzar nuestra energía social en sentido cristiano» 135. La única actitud posible, desde una óptica cristiana, era la de la acep-

tación del mal de la guerra como «factor de ejemplaridad social», esperando que sobre las ruinas de España pudiera levantarse un futuro mejor: «Pero para ello debemos ver la mano de Dios en la gran tribulación que pasamos. Si la guerra no es castigo de nuestros pecados, puede serlo: no será la primera vez en la historia que Dios ha sancionado los crímenes de los pueblos con este terrible azote» 136. ¿Qué desviaciones fundamentales podían haber llevado a España a la situación en que se encontraba? G o m a advertía que señalaba, sobre todo, más que los pecados de moral individual, los de orden político-social «que no dejan de estar profundamente relacionados con la moral, que son como el exponente de la corrupción social y los que acarrean las grandes catástrofes de los pueblos» 137. El factor fundamental, causa y origen del resto de los males, era el laicismo imperante en la vida pública que, por medio de la fuerza de la ley, había eliminado a Dios del sentir de un pueblo —con u n a religiosidad más tradicional y atávica que ilustrada—, y había contribuido a desquiciar la vida social: «Pueblo profundamente religioso el español, pero más por sentimiento atávico que por la convicción que da una fe ilustrada y viva, la declaración oficial de laicismo, la eliminación de Dios de la vida pública en todos los aspectos, ha sido para muchos (...) como la liberación de un yugo secular que les oprimía. La fuerza impositiva de la ley (...) tiene (...) innegable influencia en la formación y dirección de los espíritus. Resisten los fuertes, Jos conscientes, los valerosos; soslayan los oscilantes y ventajistas; sucumben los débiles y los tímidos» 138. Esta situación, «esponente del descenso del sentido de Dios en una se-

129. «(...) los hombres se agitan y Dios los mueve; y cuando se agitan para organizar y realizar una de esas grandes contiendas en que se conjugan los intereses más altos de una nación, porque, a más de los altísimos intereses de otro orden, se juega en ella el interés soberano de la nación misma, que es la vida de los que la componen, sería necedad no ver en ella la mano de Dios y no saber barruntar siquiera los factores de orden espiritual y moral que han provocado el conflicto». (Ibid. 94). 130. Pastoral La Cuaresma de España, en Ob. cit. 94. 131. Pastoral La Cuaresma de España, en Ob. cit. 95. 132. «Cierto, repetimos, las naciones no pecan (en el sentido individual) y por ello no incurren en masa-en las sanciones eternas; por esto el premio y el castigo, que son exigencia del equilibrio de la justicia, lo reciben en la historia, no en la eternidad. Dios es justísimo y no puede consentir que la vida social de un pueblo no halle, tarde o temprano (...) el eterno y condigno premio o castigo». (Ibid. 96). 133. «...que tiene su ley fundamental en el pensamiento y la voluntad de Dios mismo» (Ibid. 96). 134. Pastoral La Cuaresma de España, en Ob. cit. 96. 135. Ibid. 97. 136

136. Pastoral ¿a Cuaresma de España, en Ob. cit. 97. «Cambian los tiempos (...) lo que no cambia es la eterna justicia de Dios y la incorregible miseria moral del hombre; lo que no cambia es la relación entre las grandes prevaricaciones de los pueblos y la ley infatigable con que la providencia de Dios las castiga». (Ibid. 98). 137. Pastoral La Cuaresma de España, en Ob. cit. 98-99. 138. Pastoral La Cuaresma de España, en Ob. cit. 99. La tesis de que el laicismo —entendido en el sentido de secularización antirreligiosa— suponía el desquiciamiento de la vida social, la mantendrá el cardenal Goma a lo largo de todos sus escritos. Esta idea, por otra parte, ya había sido expuesta por él mismo antes del inicio de la guerra en numerosas ocasiones, especialmente en su obra Antilaicismo, (2 Vols. Rafael Casulleras, Barcelona 1935). La afirmación básica del Primado aplicada a España era que siendo su historia esencialmente católica, no podía hacerse nunca una construcción válida y estable de la nación de espaldas al catolicismo. Sobre la influencia que en la configuración de su pensamiento en este terreno pudieron tener autores como Menéndez y Pelayo y Maeztu, hace algunas consideraciones A. GRANADOS, en su obra ya citada 14 ss. 137

rie de lustros», explicaba el desorden de las fuerzas sociales que, desvinculadas de una recta conciencia popular, explotaban en una acción animada tan sólo por el «azar del egoísmo personal o del capricho de las multitudes» 139Afirmada como tesis la culpabilidad del laicismo como último desencadenante de la situación, «La Cuaresma de España» concretaba en seis los hechos concretos que habían actuado como causas inmediatas de la guerra en los últimos aflos, hechos que a la vez constituían faltas colectivas de los españoles: 1) En primer lugar se señalaba el personalismo político y la falta de directrices asentadas en una visión cristiana. Los últimos años habían sido testigos de una política «totalmente disociada de nuestra tradición histórica», incluso «en pugna con la conciencia nacional» 14°. 2) Junto a la culpabilidad de los políticos, la de las clases económicamente más poderosas que habían hecho su oficio en «enriquecerse con afán», dando pie en ocasiones a «abusos enormes» sin tener en cuenta ni las «modernas corrientes de bienestar social», ni los avances del «espíritu revolucionario» H1. 3) El gran pecado del pueblo lo había constituido el dejarse conquistar por los predicadores del materialismo, abandonando sus creencias, ya bastante debilitadas. Las utopías igualitarias habían hecho germinar un odo injusto y un rencor agudo imposibilitando la convivencia de los distintos grupos sociales, que no había podido suavizarse pese al avance de la legislación social142. 4) La influencia de la prensa, de la «mala prensa» era otro de los hechos negativos, sobre todo cuando parte de ella se había puesto «al servi-

139. Pastoral La Cuaresma de España, en Ob. cit. 100. 140. «Cada político ha hecho «su política», no la política sabia, tenaz, iluminada por los principios cristianos que hubiesen encontrado refuerzo en el fondo del alma popular (...). Se prefirió el intento absurdo de anular este sentido (cristiano) por prejuicios personales, por conveniencias de partido, por obediencia a sugestiones forasteras de carácter internacional». (Pastoral La Cuaresma de España, en Ob. cit. 100-101). 141. Cfr. Pastoral La Cuaresma de España, en Ob. cit. 101-102. 142. «Toda la legislación social y todas las instituciones de carácter benéfico no han podido crear una zona de convivencia de los dos bandos rivales. El amparo oficial prestado a uno de ellos no hizo más que fomentar locas ambiciones en unos y obligar a los otros a aprestarse a una defensa desesperada de sus intereses. Y es que en estas alternativas de la vida económica de los pueblos, los poderosos se lanzan contra los débiles y viceversa, no ajustándose ninguno de ellos, en estos estados de fiebre colectiva, a los dictados de la justicia y de la caridad cristiana —que obligan a ambas partes—, sino dejándose arrastrar por la furia de la pasión social, que no es más que el producto de las pasiones personales de clase multiplicadas por sí mismas». (Pastoral La Cuaresma de España, en Ob. cit. 102).

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ció del error y de la mentira». Como medios de comunicación de gran influencia, tanto los diarios como los pequeños folletos y «hojas volanderas» habían contribuido, en el terreno ideológico y en el de las costumbres, a minar el sentido común de las masas sencillas, que veía en ellos su único criterio seguro de verdad 143. 5) En quinto lugar se señalaba la «quiebra de la autoridad social en los últimos años». El cardenal, eludía conscientemente el enjuiciamiento concreto de la actuación de los gobernantes republicanos 144, aunque señalaba el peligro histórico de toda actuación que desde el poder prescindiera de Dios o actuara contra Él 145. Insistía especialmente en el desquiciamiento del poder, en su impotencia para contener las pasiones populares, en la falta de orientaciones claras- y precisas, que conducían inevitablemente a la descomposición social en el marco de una situación revolucionaria 146. 6) Por último, los acentos más enérgidos de la Pastoral se ponían en resaltar el «máximo de los pecados públicos»: la apostasía de la autoridad pública y la apostasía de las masas. Dios había sido excluido, más bien desterrado, oficialmente de la vida pública española en todos sus sectores. La legislación de los últimos años era la prueba más palpable 147. No resultaba pues extraño que consistiera en la terrible conmoción que España estaba viviendo. Porque además, a la apostasía oficial se añadía la negación de Dios por parte del pueblo «por conveniencia o por cobardía» 148. Aquellos que debían contribuir a la difusión de los principios cristianos en la vida social

143. Pastoral La Cuaresma de España, en Ob. cit. 102-103. 144. «A la historia corresponde juzgar sobre el 'juicio' y la 'justicia' de quienes debieron ser sus heraldos en los últimos tiempos. Dura todavía el encono de la llaga, y no sería caritativo tocarla siquiera». (Ibid. 104). 145. «Sí que hemos de notar un hecho, para lección de gobernantes. La historia no ha conocido a ningún poderoso que triunfara de Dios: nadie se burla de Él impunemente». (Ibid. 104). 146. «Los poderes, hijos de la revolución atea suelen ser crueles y débiles: crueles (...) abusan de la fuerza con daño del derecho, que es el vínculo de la convivencia social; débiles, porque el desgaste rápido de los recursos del poder los enerva, son suplantados por gente nueva dentro de la revolución. Por eso se dice que las revoluciones son como Saturno, que devoran a sus hijos». (Pastoral La Cuaresma de España, en Ob. cit. 104). Esta ausencia de autoridad social, ya señalada también por Plá y Deniel, constituirá uno de los argumentos base de La Carta colectica, de julio de 1937. 147. «¡El Estado sin Dios, la escuela laica, el matrimonio civil, el cementerio civil; Dios lanzado de nuestros tribunales y de nuestras plazas públicas; sin pan sus ministros, depredados legalmente los tesoros de sus templos, perseguidos hasta en el mismo fondo de las conciencias en la persona de su vicario; lanzados al ostracismo o constreñidos por leyes injustas los que habían profesado los consejos de su Evangelio!» (Pastoral La Cuaresma de España, en Ob. cit. 105-106). 148. Pastoral La Cuaresma de España, en Ob. cit. 106.

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—padres, maestros, políticos—, habían abandonado éste su «oficio promordial» ,49. Una gran parte de españoles vivían excluyendo a Dios de sus vidas o atacando sus mandatos. Eran pues algo lógico y esperable las secuelas de injusticia que semejantes actitudes llevaban consigo: inmoralidad pública, destrucción de los hogares, enfrentamiento fratricida de las clases sociales, dureza del materialismo, encumbramiento personales a costa del sacrificio de los demás, etc. En definitiva, la apostasía había conducido al «desquiciamiento de nuestra vida y de nuestras costumbres sociales» 15°. A todos estos grandes pecados de orden moral-social, el cardenal añadía dos, solamente de pasada, de carácter «propiamente político», pero que tenía también parte de culpa en el desarrollo de los hechos. El primero, «el sentido extranjerizante de nuestra política» que había conducido a traer a España el comunismo «sistema antihumano más que antiespañol» 151. El segundo, la actitud de ciertos «nacionalismos y regionalismos» que, peligrosamente, habían buscado alianzas con fuerzas que no podían respetar las esencias espirituales tanto de las regiones como de la nación 152. El que un obispo, y máxime el Primado, expusiera con detenimiento todos estos problemas, ¿suponía una injerencia en terrenos no propios? La respuesta de la Pastoral era radical: «(...) un obispo, c o m o el Apóstol, puede decir: 'soy ciudadano español' (Act 22, 26) con deberes mucho más graves que otros; (...) además en u n a sociedad cristiana el obispo es maestro, con derecho y deber de señalar a los pueblos, para su enmienda, las ruinas acumuladas por la inepcia y malicia de sus dirigentes y por la ceguera del pueblo que n o ha sabido ver a tiempo el abismo a que debían llevarle sus malos pasos» 153 .

Los males, las faltas, los pecados apuntados suponían la «confesión de España» en una época que debería ser de «penitencia gravísima». El do-

149. «Padres que no sabian ni querían poner el nombre de Dios en labios de sus hijos. Maestros que iban más allá de las exigencias de la ley, enseñando contra Dios. Políticos que se olvidaban de los derechos de Dios en su sagrado oficio de gobernar al pueblo; que convirtieron la política en arte de escalar puestos y de manejar mesnadas; sin pensar que el primer puesto corresponde a Dios, cuyos derechos han de respetarse en toda jerarquía». (Pastoral La Cuaresma de España, en Ob. cit. 106). 150. Pastoral La Cuaresma de España, en Ob. cit. 107. 151. Ibid. pag. 108. La misma idea se había expuesto ya en El caso de España. 152. Este hecho de ciertos «nacionalismos y regionalismos» se presentaba en esta Pastoral como «punto grave de moral cristiana». Los momentos eran muy delicados sobre todo en lo que concernía a la cuestión vasca. El pensamiento de Goma y su actitud ante este problema lo analizamos más detenidamente en el capítulo sexto. 153. Pastoral La Cuaresma de España, en Ob. cit. 108-109.

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lor enorme causado por la guerra, podía convertirse en este primer aspecto penitencial y en este sentido había que aprovechar la terrible lección que los españoles estaban sufriendo 154. La magnitud del desastre, tal vez no era ponderada como se debiera. El sufrimiento alcanzaba a todos los niveles y sectores. Ante todo, el dolor por los millares de muertos «unos y otros porque todos somos cristianos y españoles» 155, muertes heroicas muchas de ellas, pero todas trágicas; el dolor de los deudos de los muertos, de los heridos y mutilados; el dolor de los ultrajes hechos «a lo que debe amar más el hombre, a Dios» en «las personas de sus sacerdotes, en la profanación de los templos» en los robos sagrados y sacrilegios; el dolor de los «millares de sacerdotes asesinados»; el sufrimiento de «haber visto a España envuelta en una ola de barbarie» que había puesto en evidencia el bajo nivel intelectual y moral de muchos españoles; el dolor por «la sima de odios que separa a los españoles en dos bandos que se baten a muerte»; el dolor en fin, de haber visto a España sola ante su destrucción humana y artística e incluso mal comprendida 156. Cuando la guerra finalizara no quedaría español que no se hubiera visto afectado por ella de alguna forma. No cabía pues una postura evasiva o superficial. Si se vaciaba de sentido cristiano la guerra, no quedarían de ella más que «las ruinas que acumule sobre nuestro suelo». Mucho menos cabía el alejarse egoístamente del dolor o el tratar de sacar provecho propio de unos momentos tan tristes 157. 154. «Porque si esto no es una lección divina para que nos remontemos otra vez a las alturas; y si, a pesar de dársenos entre el estruendo y las ruinas de una guerra que no tiene igual en nuestra historia, no sabemos aprenderla, haríamos inútil la guerra misma, porque mañana incurriríamos en los mismos pecados de la ante-guerra. Hacemos la guerra para hacer una nueva España: no había necesidad de pasar sus dolores inmensos si debiésemos quedar igual que antes de hacerla». (Ibid. 110). 155. Pastoral La Cuaresma de España, en Ob. cit. 110. 156. «Dolor acerbo, porque nos viene del enemigo doméstico, de que fuera de España corra con vilipendio el nombre y la gesta de quienes luchan para salvarnos, y de que fuera de casa se ignore lo que queda aún acá de sentido de Dios, de civilización cristiana, de esfuerzo generoso en rehabilitarnos ante el mundo. Es el dolor de lo que con razón se ha llamado 'la soledad de España'. Cuando la conquista de Abisinia (...) la Sociedad de Naciones se alzaba contra el conquistador; y se inhibe en una pasividad suicida cuando la barbarie se lanza en España a la destrucción de la civilización más gloriosa de la historia. Y cuando el mundo se conmovió por haberse mutilado la catedral de Reims en la guerra europea, no oímos más que la voz autorizadísima de Roma que lamenta la desolación de casi media España sin templos». (Pastoral La Cuaresma de España, en Ob. cit. 113-114). 157. «Se nos dice que hay ciudades alegres adonde no llegan la tristeza y el dolor de la guerra; que hay quien se divierte en estos tristes días, y hasta quien anda en trapícheos e intrigas para sacar provechos de la guerra. No es piadoso porque los hijos deben sufrir con la madre y los hermanos. No podríamos gozarnos en la exaltación futura de España si no sintiéramos ahora su tribulación». (Pastoral La Cuaresma de España, en Ob. cit. 114).

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A la par que la confesión pública de las culpas y la aceptación del dolor que la guerra comportaba, «La Cuaresma de España» insistía en la necesidad de la oración, de la plegaria pública y privada, en los frentes y en la retaguardia, para obtener que «Dios se apiade de España y la levante» 158. Sin embargo, el Primado señalaba, en los últimos párrafos de la Pastoral, en que era necesario algo más como actitud básica cara a la guerra y sobre todo cara al futuro: se hacía precisa una «reacción profunda», una reforma, sin la cual lo que pudiera conseguirse en un momento determinado, no tendría posteriormente ninguna consistencia 159. Esta reforma —encuadrada desde la vertiente religiosa y moral desde la que el cardenal conscientemente no quería salirse l60 tocaba a tres aspectos: a) Reforma del espíritu. Ante todo, puesto que en él se había «incubado la catástrofe». Había que volver a las fuentes del cristianismo que había configurado el «fondo del alma nacional», para centrar la vida social y política en sus ejes de siempre y absorber así los brotes revolucionarios 161. Más en concreto, había que «poner a Dios en su sitio», como piedra

158. Pastoral La Cuaresma de España, en Ob. cit. 119. «A solas, ante Dios y la propia conciencia, orar por sí, por la familia y por España, cuya suerte está confiada a nuestros soldados (...). Oración que quisiéramos de todos, desoldados y milicias, de la más alta jerarquía militar al último de los que solidariamente han cargado sobre si la tremenda responsabilidad de esta guerra (...). Oración silenciosa o pública de retaguardia. Oración por los combatientes, los pobres heridos, las ciudades angustiadas o devastadas por el tremendo azote, los gravísimos intereses que están en juego, las familias deshechas por los azares de la guerra, los presos, los hambrientos y desamparados por su causa, los destinos de la Patria. Y, porque la caridad nos manda hacer bien a nuestros enemigos, hagámoslo, arrancando de nuestro pecho todo rencor y pidiendo a Dios que si la confusión y derrota de ellos ha de ser condición del triunfo de la causa de España, les abra antes los ojos y los convierta y no consienta que se pierda uno solo de ellos». (Ibid. 114-115. Todo el apartado V de la Pastoral estaba dedicado el tema de la oración). 159. «Las civilizaciones no se defienden solas (..). No hay que creer que lo que se alcanzó una vez lo fue para siempre. La civilización es un estado heroico, una lucha de todos los instantes contra la eterna barbarie. Si queremos sostenernos en ella y salvaguardar nuestra dignidad de hombres libres y los derechos de nuestro pensamiento (...) habremos de aceptar el combate y permanecer en constante y avisada centinela ante el enemigo. La guerra actual señala un momento de esa lucha; cuando acabe, aún deberemos quedar arma al brazo para la construcción y defensa de la España nueva». (Pastoral La Cuaresma de España, en Ob. cit. 119). 160. «Lo demás que sale del terreno de la religión y moral, no cabe en una Carta cuaresmal de un obispo. Política y economía tienen sus maestros; a ellos toca lo que sólo toca a la tierra». (Pastoral La Cuaresma de España, en Ob. cit. 124). 161. «Nosotros seguimos siendo la España y no es nuestro espíritu el que ha de ser absorbido por el de la revolución, sino que a ella debe imponerse. Es decir, hablando vulgarmente, que no hemos de volver a las andadas». (Ibid. 120). 142

fundamental de los espíritus. Si la «revolución» había querido «arrancar a Dios del alma nacional» el «primer propósito y la ley máxima de la antirrevolución» debía ser lo contrario 162. Poner a Dios «en su sitio» equivalía a impregnar las estructuras políticas y sociales del espíritu cristiano, del espíritu católico 163, ya que su ausencia había provocado la decadencia española. La conciencia religiosa del pueblo español «débil, mal formada, a veces deformada» 164, debía ser iluminada tanto por la acción puramente eclesial, como por los esfuerzos de los responsables del bien de la comunidad en sus campos respectivos 165. b) Reforma de la autoridad. Durante mucho tiempo, la sociedad española había carecido de las características que hacían de la autoridad el elemento imprescindible para la convivencia pacífica y ordenada 166. La autoridad, «forma de la sociedad», no podía ejercerse mientras se permitiera la extensión de sus elementos «corrosivos»: la indisciplina, o la anarquía y el «sovietismo». Era preciso poner los medios para que estos elementos negativos desaparecieran 167. c) Reforma de la justicia. Sin justicia, la paz se hacía imposible. En el campo de la justicia personal, la reforma suponía el barrer las lacras que habían envenenado la convivencia 1S8. En el terreno de la justicia social, 162. El término «revolución» en toda la obra de Goma es utilizado como sinónimo de lucha contra la civilización cristiana. En este sentido se engloba en él tanto al marxismo como al secularismo antiteista de cualquier tipo. 163. «Por esto aplaudimos de corazón de sacerdote, la palabra recientemente dicha por el Jefe del Estado español: «Nosotros queremos una España católica». España católica, de hecho, hasta su entraña viva: en la conciencia, en las instituciones y leyes, en la familia y en la escuela, en la ciencia y el trabajo, con la imagen de nuestro buen Dios, Jesucristo, en el hogar y en la tumba». (Pastoral La Cuaresma de España, en Ob. cit. 122). La cita de la frase de Franco se corresponde con el episodio que motivó la Carta de la Junta Carlista de Guerra al que aludimos en el capítulo segundo. 164. Pastoral La Cuaresma de España, en Ob. cit. 122. 165. «Por eso, por el bien de España hay que decir a los que la rigen: ¡Gobernantes! Haced catolicismo a velas desplegadas si queréis hacer la Patria grande (...). Ni una ley, ni una cátedra, ni una institución, ni un periódico fuera o contra Dios y su Iglesia en España». (Ibid. 122-123). Estas frases indican con claridad suficiente la postura del Primado (postura no única, ya que Plá había expuesto lo mjsmo en «Las dos Ciudades»), cara a la configuración ideológico-religiosa del futuro Estado. Más que el hecho de la afirmación de la confesionalidad religiosa, nos interesa resaltar la insistencia de la Iglesia española en afirmar que sólo una política fundamentada en las bases de un pensamiento cristiano-católico, podía redundar en bien de la nación. 166. Autoridad «justa y suave, paternal y severa, para todo y para todos». (Pastoral La Cuaresma de España, en Ob. cit. 123). 167. «La primera [indisciplina] podrá curarse con la selección de jerarquías y las debisanciones. Para el segundo [sovietismo] no puede haber en España sino guerra hasta el exfcnninio de ideas y procedimientos». (Ibid. 123). • "*• «Cesen los compadrazgos, las sinecuras, los cacicatos, las tutelas a cargo de la na^ ». (Pastoral La Cuaresma de España, en Ob. cit. 123). 143

había que intentar lograr alcanzar las cotas más altas posibles, pero impregnando las realizaciones con un espíritu de «caridad sin la que la justicia no puede salvar los puntos muertos de la vida colectiva» 169. La reforma de estos tres aspectos —espíritu, autoridad, justicia— debía ser sostenida y animada por un sentido de unidad que eliminara personalismos y egoísmos, tanto individuales como colectivos y que encauzara los trabajos futuros en el contexto de un ideal grande no . A pesar de la situación del momento, era preciso —y la Pastoral finalizaba con esta idea— abrirse a la esperanza. La humillación y el arrepentimiento podían obtener de la providencia bienes mayores. Pero además existían, en la observación de los acontecimientos, motivos o razones fundadas de optimismo. Pese a su decadencia, España mantenía un fondo de reservas, una como «entraña viva» que se estaba poniendo de manifiesto en los hechos de la guerra 1?1. Había que contar también con el testimonio de los que morían movidos por un espíritu de amor a su fe; testimonio que constituía una «plegaria viva» que no podía ser desechada l72. Publicada «la Cuaresma de España», el Primado envió ejemplares de la misma tanto a Roma como a las autoridades militares y civiles, incluido el general Franco. La Pastoral conoció pronto cuatro ediciones castellanas y fue traducida a diversos idiomas, hallando gran eco y siendo reproducida en sus fragmentos principales en diarios y revistas franceses, belgas e italianos especialmente ,73.

169. Pastoral La Cuaresma de España, en Ob. cit. 123. «Sólo así se podrá realizar el ideal de que «no haya en España hogar sin lumbre ni mesa sin pan». (Ibid. 123). 170. «Todo ello, espíritu, autoridad y justicia sostenido y reforzado por el sentido y la realización de la unidad. Que acabe la atomización de nuestros hombres y de nuestras fuerzas, por sobra de egoísmo y falta de grandes ideales. Un ideal, la España una y grande en Dios y por Dios, y un esfuerzo unánime, de pensamiento, de corazón y de vida para lograrlo». (Ibid. 124). 171. Hechos tanto de orden militar como religioso: «Un pueblo así tiene derecho a vivir». Oomá acentuaba el papel que España representaba en Europa cara a la salvación de la civilización cristiana frente al marxismo. Esto sólo podía ser posible por la conservación, en todavía grandes sectores del pueblo, de la fe religiosa y la «raigambre del espíritu cristiano y de la tradición». (Cfr. Pastoral La Cuaresma de España, en Ob. cit. 124-125-126). 172. «(...) la sangre de millares de españoles que la han derramado por Dios y por su fe (...) es una plegaria viva por España, que sube al Cielo desde la tierra que se empapó de ella, y que tiene una voz que no desoirá el corazón de Aquel por quien murieron». (Ibid. 126). 173. C. BAYLE en Por Dios y por España, (85-86) da cuenta aunque no muy detallada, del eco público despertado por La Cuaresma de España. Como dato significativo anota la traducción al francés por Mons. Leclef, secretario particular del cardenal belga Van Roey, que envió ejemplares a las autoridades de su país. Destaca BAYLE también las citas elogiosas que recogió la Pastoral y su aulor en medios eclesiásticos europeos, comentarios que luego serian referidos de palabra al mismo cardenal Goma en el conclave de marzo de 1939. |144

SEGUNDA PARTE

LA GESTIÓN DEL PRIMADO COMO REPRESENTANTE CONFIDENCIAL Y OFICIOSO. LA PREPARACIÓN DE LAS RELACIONES IGLESIA-ESTADO (ENERO-NOVIEMBRE 1937)

CAPÍTULO

5

LA INFORMACIÓN GENERAL DURANTE 1937 Y LAS RESOLUCIONES DE LA PRIMERA REUNIÓN DE METROPOLITANOS ESPAÑOLES 5.1

LOS CONTENIDOS ESENCIALES DE LA INFORMACIÓN GENERAL DEL CARDENAL GOMA AL VATICANO

Durante diez meses, de enero a octubre de 1937, el Primado será el único enlace entre la Jerarquía española y la Santa Sede por un lado, y entre ésta y el Gobierno nacional. Al igual que durante los tres primeros meses de la guerra, sus Informes generales a Roma en este período, permiten conocer la índole y, en algunos casos, el desarrollo final de su actividad como representante «confidencial y oficioso»; y a la vez desvelan el ambiente de las esferas oficiales, tanto cívico-militares como eclesiásticas, en un periodo crítico en el desarrollo bélico y en el de las relaciones entre la Iglesia y el Estado naciente. En los capítulos siguientes, exponemos con mas detalle algunas cuestiones clave de estos meses. En éste, analizamos los problemas de índole general sobre los que existen datos suficientes de información '.

1. Prescindimos de los temas de índole puramente iritraeclesiástica, como la petición de facultades extraordinarias para los obispos, el nombramiento de administradores apostólicos en diócesis vacantes, e t c . . Existen también aspectos que aparecen en la correspondencia del cardenal con la Santa Sede, como las gestiones en favor del canje de prisioneros; las peticiones fle intercesión e indulto; el envío de donativos; las actividades para la representación española en.el Congreso Eucarístico de Paraguay, e t c . , que hemos examinado, pero que deliberadamente liemos excluido de nuestro trabajo, por la necesidad de centrarlo en la perspectiva que nos hemos marcado. 147

Después de su primera entrevista oficial con Tranco en diciembre de 1936, Goma mantuvo otras varias, casi seguidas, en enero y febrero de 1937. Aparte el caballo de batalla que era la espinosa cuestión vasca a la que aludiremos más adelante, los asuntos primordialmente tratados fueron la derogación de las leyes republicanas sobre materias religiosas y la necesidad de acordar criterios comunes sobre materias de jurisdicción mixta. A principios de marzo, enviaba el Primado a Roma sus impresiones y los resultados generales obtenidos 2 . Los contactos con el general Franco, ahora más frecuentes, le reafirmaban en los juicios que sobre su persona ya había emitido con anterioridad: «Mi convicción es que se trata de un excelente hombre de gobierno que, cuando esté libre de las preocupaciones de la guerra, podrá rápidamente ajustar la máquina del Estado según las normas de la justicia y las exigencias de la tradición (...). Sobre su religiosidad ya he informado a Vuestra Eminencia (...). Tiene fama de hombre frío; tal vez es justo el apelativo si se trata de sü actuación oficial» 3 . En sus entrevistas, el Primado había insistido en la necesidad de ajustar la legislación a los principios de la moral católica, especialmente en lo concerniente al matrimonio. Varios obispos se habían dirigido a Goma insistiendo en este punto. La Federación de Padres de Familia había elevado también un escrito al Jefe del Estado el 27 de octubre pasado y proyectaba lanzar un manifiesto público pidiendo la derogación de la ley del divorcio. Después de tantear el ánimo de Franco, reproducía el cardenal en su información, el criterio del general sobre la materia: «Yo deseo tanto como la Iglesia —vino a decirme— raer de la legislación española cuanto sea atentatorio a la conciencia católica del país; pero, primero, no me parece oportuno derogar leyes tan fundamentales sin la solemnidad análoga a la que las creó; y en segundo lugar, me veo ahora precisado a tratar, en España y fuera de ella, con gentes cuyo concurso necesito y que podrían recelar, desde sus puntos de vista, de una actuación demasiado rápida en el sentido que Su Eminencia me indica.

2. Informe sobre algunos puntos recientemente tratados con el Gobierno español, (Del cardenal Goma al cardenal Pacelli), con fecha de 3 de marzo de 1937. (ACGT, A-II-32). 3. Informes sobre algunos puntos..., cit. de 3 de marzo de 1937. ACGT, A-II-32, pags. 1 y 2. El Informe se extendía también en consideraciones más personales y de detalle: «Es hombre de talento privilegiado; de comprensión rápida y fácil; justo, natural y sobrio en la expresión. Es ponderadísimo, no viéndose en él, ni en los momentos más graves y que más Podrían apasionarle, sino el juicio sereno sin asomo de exaltación». (Ibid. pag. 1).

Cuando hayamos logrado la fuerza que esperamos dentro de poco tiempo, procederemos sin trabas» 4. De hecho, durante la gestión pública del Primado, no se lograría este objetivo. En su Informe a la conferencia de metropolitanos de noviembre de 1937 afirmaba: «Urge la supresión de esa ley (del divorcio) y el reconocimiento a efectos civiles de los matrimonios canónicos verificados desde la publicación de la misma. En caso de divorcio decretado, habría de prevalecer el matrimonio canónico sobre el civil contraído con otra persona al ampare de la ley del divorcio» ! . Otra de las cuestiones tratadas en estos intercambios era la necesidad de frenar las iniciativas unilaterales del Gobierno respecto a materias de jurisdicción mixta. Una de las claves en estos meses era la castrense. Tres meses atrás se había propuesto a la Santa Sede la necesidad de facultar con las licencias necesarias a los sacerdotes que acudían al frente. El Primado había recibido de Roma el encargo de organizar el servicio general de asistencia, sustituyendo a la antigua jurisdicción castrense que la Jerarquía no quería resucitar, y constituyendo un organismo que pusiera en marcha la nueva estructuración. El 31 de diciembre pasado, Jefatura del Estado había promulgado un decreto disponiendo que fueran las Divisiones militares las que arreglaran el personal eclesiástico del ejército. Goma pidió la suspensión de esta medida pero no logró nada positivo al hacerse extensivo el alcance de este decreto a las fuerzas de la Armada. Ahora, en sus conversaciones con Franco en este primer período de 1937, insistió «en hacer presentes los derechos de la Iglesia en este punto» 6, y logró la promesa de anu4.

Informe sobre algunos asuntos..., cit. de3 de marzo de 1937. (ACGT, A-II-32, pag.

3). 5. Informe del cardenal Goma a la Conferencia de metropolitanos, noviembre de 1937. Guión para el desarrollo del programa. ACGT, s.n. pag. 30. Goma mantuvo contactos sobre el tema, a partir de 1938, con el que era ministro de Justicia, D. Tomás Arévalo, conde de Rodezno. A lo largo de 1938 y 1939, se derogarán las leyes de supresión de la Compañía de Jesús y de Confesiones y Congregaciones religiosas. El Decreto de 12 de marzo de 1938, derogaba la !ey del matrimonio civil. En el mismo año, la Orden de 22 de marzo sancionaba la no admisión del matrimonio civil, si una de las partes no hacía declaración expresa de no pertenecer a la religión católica. Estos dos pasos tuvieron lugar siendo el conde de Rodezno ministro de Justicia. Posteriormente, y ya con D. Esteban Bilbao como titular de esta cartera, la ley de 23 de septiembre de 1939, derogaba definitivamente la ley del divorcio, complementándose con la Orden de 10 de marzo de 1941 sobre la necesidad de prueba documental de no pertenecer a la religión católica para contraer matrimonio civil. El artículo 23 del Concordato posterior de >53, sancionaba la situación matrimonial de los católicos españoles, siendo complementada esta por la ley de 24 de abril de 1958, modificando los artículos del Código Civil al respecto. 6. Informe sobre algunos puntos..., cit. de 3 de marzo de 1937. (ACGT, A-II-32, pag.

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lar lo decretado unilateralmente, además de conseguir la constitución de una comisión mixta militar-eclesiástica para el estudio del problema. El resultado final fue la publicación del decreto de 6 de mayo de 1937 organizando la asistencia espiritual en el Ejército, Armada y Milicias, de forma subordinada a las indicaciones del Primado en lo referente a nombramientos, traslados e inspección 7. El cardenal consideró sin embargo la solución como provisional y mal menor, pues era contrario a la restauración de los antiguos Cuerpos. Relacionada con esta cuestión, estaba la preocupación por una posible «intervención del Gobierno en materias eclesiásticas sin noticia por parte de nuestra jurisdicción». Sólo se había dado un caso hasta el momento y no era excesivamente grave, pero no obstante se habían tomado las medidas oportunas para que no volviese a ocurrir. La Comisión de Cultura y Enseñanza había enviado una circular ordenando que, ante el expolio sufrido por numerosas iglesias, se procediera a una reorganización del material artístico y litúrgico, mediante una catalogación de objetos sagrados, para un reparto más equitativo 8. La Jerarquía juzgaba que la finalidad del proyecto de la Comisión de Cultura era positiva, pero que se había legislado unilateralmente y podía constituir el preludio «de una acción posterior del Estado que podría disponer de los bienes de la Iglesia sin intervención de la misma» 9. Por eso el Primado, a más de enviar instrucciones concretas al resto de los obispos, se había entrevistado con el presidente de la comisión,

7. Decreto n." 270, 6- V-1937. A. GRANADOS, en Ob. cit. pag. 109, lo publica íntegro. La resolución del problema castrense fue laboriosa, ya que en él se mezclaban los intereses de los antiguos Cuerpos de Capellanes de la extinguida Jurisdicción castrense de tiempos de la Monarquía. Cada vez que se presentó la ocasión, Goma insistió en que las resoluciones tenían que tomarse de acuerdo con él, comisionado por la Santa Sede como Delegado Pontificio con plenos poderes. El Decreto de 6 de. mayo, aunque provisional (su validez terminó al finalizar la guerra), dio satisfacción a sus aspiraciones del momento. Posteriormente, la ley de 12 de julio de 1940 restablecía el Cuerpo Eclesiástico del Ejército. Muerto el cardenal Goma, a partir de agosto de 1940 actuó como Delegado Pontificio para esta cuestión, Mons. Gregorio Modrego, obispo auxiliar del cardenal. Bajo su mandato se gestionaron los Decretos de 24 de junio de 1941 y de 31 de diciembre de 1945, que establecían provisiones para el Cuerpo de la Armada, organizaban dicho Cuerpo y creaban el del Aire,' respectivamente. Por fin, el 5 de agosto de 1950 se firmó en Roma el Convenio sobre asistencia religiosa al Ejército, siendo restablecida la Jurisdicción castrense por la Santa Sede. El artículo 32 del Concordato de 1953, se remite a dicho Convenio que incorpora en su totalidad. 8. Circular de 28 de enero de 1937 a los presidentes de Cultura Histórica y del Tesoro Artístico. 9. Informe del cardenal Goma a la Santa Sede, de 30 de abril de 1937. (ACGT, A-II-39, pag. 1).

Sr. Pemán, haciéndole ver los inconvenientes del procedimiento que se había seguido: «Me aseguró —comunicaba a Roma— que no se procedería ulteriormente, y que las relaciones estadísticas que se confeccionaran no tendrían más valor ni más eficacia que el de una información que se ofrecería a los ordinarios diocesanos» 10. A más de frenar estas iniciativas unilaterales, se había conseguido también aplazar ciertas obligaciones pecuniarias de la Iglesia con respecto al Estado. La Comisión de Hacienda, por la necesidad del Gobierno de reunir fondos para la guerra, estaba urgiendo a las comunidades religiosas a satisfacer las cantidades que se adeudaban en concepto dé contribución territorial urbana. Para muchas comunidades ello resultaba un verdadero problema al ser casi inexistentes las limosnas y al no poder cobrarse los cupones de la Deuda Pública, fuentes únicas de ingresos en muchos casos. Tras sucesivas conversaciones con el presidente de la Comisión de Hacienda, Sr. Amado, con el de la Junta Técnica del Estado, general Dávila, e incluso con el mismo Franco, el cardenal Goma había logrado se aplazase el cobro y aun se eximiera del pago a las comunidades que lo solicitaran hasta que se legislara definitivamente sobre la materia n . Resueltas de momento favorablemente estas cuestiones, y casi en las mismas fechas en que se comunicaban al Vaticano, recibía el Primado una carta del cardenal Pacelli notificándole que se había establecido una Convención Internacional de la Cruz Roja, relativa a la evacuación del territorio catalán de la población no combatiente de la zona: mujeres, menores de 18 años, mayores de 60 y enfermos. El Convenio, suscrito el 8 de diciembre de 1936, constaba de cuatro artículos, el último de los cuales establecía que sólo entraría en vigor cuando el Comité Internacional de la Cruz Roja hubiera obtenido por escrito la seguridad «de que los mismos compromisos han sido tomados y firmados por el enemigo» 12. El Secretario de Estado, que enviaba al Primado español copia del Convenio, hacía constar que se había propuesto a la Santa Sede que interviniera para que pudiera hacerse efectivo, y que existía la posibilidad —confirmada de palabra— de que los

10. Ibid. pags. 1 y 2. 11. Instancia del cardenal Goma, al presidente de la Comisión de Hacienda, 22 de febrero de 1937. ACGT, E-I-35. 12. Convenio de 8 de diciembre de 1936. Completo en envío del cardenal Pacelli al Primado. (ACGT, A-II-26). 151

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sacerdotes catalanes pudieran ser incluidos dentro del concepto de «población no combatiente» si así lo solicitaban. En virtud del cargo que ostentaba, el Vaticano solicitaba del cardenal Goma que sondeara la opinión de Franco al respecto n . Consultado el Jefe del Estado, respondía el Primado las razones que aquél le había expuesto: a Franco se le había ya propuesto el «mismo asunto y en los mismos términos» nada más firmarse el Convenio fm diciembre pasado y juzgó entonces que no podía acceder a la pretensión de uno de los firmantes, el presidente de la Generalidad, por una razón suprema de tipo político: «(...) había la presunción de que la Generalidad de Cataluña intentaba con ello lograr lafiguray representación de un Estado distinto del español (...); el territorio y la nación española no constituyen más que un Estado único e indivisible» I4. Por la misma razón —confirmada para Franco por el hecho de que después de su primera negativa, se hubiera «recurrido a esa Secretaría de Estado de Su Santidad para lograr una rectificación»—, no se podían secundar estos propósitos «sin agravio al Estado español que representa» 15. En segundo término, Franco no creía que la Generalidad pudiera cumplir sus propios pactos con la Cruz Roja debido al predominio de la CNT y la FAI en Cataluña. Por otro lado, resultaba peligroso el pretender que los sacerdotes fueran incluidos en el Convenio, pues, apenas descubiertos, podrían ser presa fácil de exterminio antes de su evacuación. Finalmente, el general alegaba que no tenía que «corresponder a la Generalidad con unos pactos mutuos para la evacuación de la parte del territorio sometida al Gobierno Nacional, por cuanto el paso está libre en todas las fronteras para aquellos que legítimamente quieren salir» 16. A primeros de abril, el Primado se veía obligado a enviar a Secretaría de Estado un Informe general dando cuenta de los «aspectos más salientes

13. Cfr. Carta del cardenalPacelli al cardenal Goma, de 25 de febrero de 1937. (ACGT, A-II-36). 14. Carta-repuesta del cardenal Goma a Secretaría de Estado, de 14 de marzo de 1937. ACGT, A-II-27, pag. 1. 15. Ibid. pag. 1 y 2. 16. Carta del cardenal Goma al cardenal Pacelli, de 14 de marzo de 1937. (ACGT, A-II27, pags. 1 y 2). Franco había comunicado también al Primado que su Gobierno había roto todo trato con el Comité Internacional de la Cruz Roja, valiéndose sólo de la Cruz Roja Española «por cuanto en las negociaciones habidas en otras regiones con la intervención de aquella entidad, se ha podido comprobar la falta de desinterés y la forma poco ajustada a moral con que ha llevado estos asuntos». (Carta cit. supra, pags. 2 y 3). 152

de la vida nacional», con la finalidad de que el Vaticano se orientara «en el criterio que puedan merecerle las cosas de España» 17. El escrito, pretendía ser un reflejo del momento que se vivía en el orden general 18, aun teniendo que tocar problemas no específicamente religiosos: «Pero es preciso oír los latidos de toda la vida nacional para estimar en ella el valor que puedan tener los factores espirituales que se nos han encomendado y la manera de utilizarlos en bien de la Iglesia y de España» I9. En primer término, el Informe juzgaba insuficiente la presente organización del Gobierno, debido a la duplicidad de funciones entre Burgos (centro de la Junta Técnica del Estado) y Salamanca (sede del Cuartel General). Aunque en Burgos se había unificado la gestión administrativa, reteniendo el Cuartel General de Salamanca la dirección de los asuntos más importantes de gobierno, no dejaba de haber problemas al respecto: «(...) esta dualidad de Gobiernos en la práctica se presta, si no a un agudo confusionismo, sí a una marcada lentitud en la resolución de cualquier expediente, ya que los interesados intentan obtener una solución favorable en Burgos si no hallan propicio al Gobierno de Salamanca y viceversa» 20. Para evitar los perjuicios de esta realidad —informaba Goma—, la Secretaría General de Franco al frente de la cual se encontraba su hermano Nicolás, intentaba «abarcar lo más posible y centralizar en sus manos los grandes y pequeños asuntos del Estado», lo cual comportaba fatalmente una eternización de los problemas: «Es convicción de todo observador inteligente que el aspecto político del Gobierno dista mucho de ofrecer la garantía de competencia y acierto del militar» 21. 17. Informe general político del cardenal Goma a la Santa Sede, de 8 de abril de 1937. ACGT, A-II-67, n.° 50. 18. «...y que sin duda tendrá su valor cuando se trata de enjuiciar las cosas de nuestros días en una forma definitiva». (Informe general... cit. supra, pag. 1). 19. Informe general político..., cit. supra, pag. 11. 20. Informe general político del cardenal Goma a la Santa Sede, cit. de 8 de abril de 1937. ACGT, A-II-67, n.° 50, pag. 1. 21. Ibid. pag. 2. Como dato probable que se rumoreaba en las altas esferas políticas, Goma daba cuenta de que parecía criterio de Franco constituir un Gobierno definitivo tan pronto como se conquistara Madrid. Respecto a nombres, el Jefe del Estado mostraba una total reserva, aunque se creía unánimemente que un colaborador directo suyo sería el general Emilio Mola, Jefe del Ejército del norte, que para el Primado era «persona de gran energía, conocedor como pocos de las insidiosas artes de la vieja política (...) y de extraordinaria entereza. Personalmente y en el aspecto religioso no ofrece las garantía del Generalísimo». (Informe general político..., cit. supra, pag. 2). 151

La opinión del Primado sobre la actitud de los dirigentes en materia religiosa —factor inexcusable en todos sus Informes—, confirmaba ahora en abril, lo ya expuesto en anteriores ocasiones: «El Generalísimo cada vez ha acentuado más y más su sentir netamente católico, en parte porque él es de profundas convicciones religiosas, y en parte también por la presión de la opinión pública, que ha considerado y considera esta guerra como una verdadera Cruzada» 22. Al igual que el Jefe del Estado, Goma reafirmaba el sentimiento cristiano de la «mayoría de los jefes militares» 23. Sentimientos que se concretaban en una tendencia «marcadamente favorable (...) a los intereses de la religión y de la Iglesia» 24. El aspecto más resaltable de esta tendencia favorable era el de la enseñanza: en todas las escuelas y centros de segunda enseñanza se había establecido el carácter confesional de la misma, aparte de la inclusión de clases específicas de religión en los cursos de bachillerato y magisterio, tratando de borrar toda la influencia de años anteriores 25. También se citaban las disposiciones eximiendo del servicio de las armas a los ordenados «in sacris» y el restablecimiento de algunas festividades religiosas como fiestas nacionales (así la de la Inmaculada) junto con la restauración de prácticas de piedad en los cuarteles (toque de oración, etc.). El Primado insistía en que la opinión pública, no sólo respaldaba sino que, en cierta medida, presionaba para la adopción de este tipo de medidas, ya que se notaba en el pueblo y en las milicias incorporadas al ejército (tanto requetés como falangistas), una marcada acentuación del sentimien-

22. Informe general político del cardenal Goma a la Santa Sede, cit. de 8 de abril de 1937. ACGT, A-II-67, n.° 50 pag. 5. Pruebas recientes se encontraban en las declaraciones públicas de Franco en las que afirmaba su voluntad de «volver a las tradiciones católicas de España». (Discurso en la inauguración de la Estación Nacional de Radio Salamanca. De este Discurso, Goma adjuntaba a la Santa Sede párrafos textuales). También confirmaban las afirmaciones de religiosidad hechos concretos como su actitud ante el rescate de la reliquia de Santa Teresa, el cumplimiento privado y público de los deberes religiosos, etc. 23. Moscardó, López Pinto, Telia, Várela, e t c . . 24. Informe general político..., cit. supra, pag. 2. 25. Gomé anotaba que, dado que en los últimos años se había impedido la enseñanza religiosa en los centros docentes del Estado, se estaba obligando a los alumnos de los últimos cursos a asistir a cursos de religión para subsanar lo perdido. También se había nombrado «Comisiones depuradoras» del personal docente del Magisterio y de los Claustros Universitarios, con voto en ellas de la autoridad eclesiástica. Por último, se había intensificado todo lo que fuera eliminación de la masonería en los centros docentes y organismos estatales, estableciéndose en Burgos una oficina de investigación especial pues «de todos es conocido el criterio del Generalísimo como absolutamente contrario a la secta». (Informe general político..., cit. de 8 de abril de 1937. ACGT, A-II-67, n.° 50, pags. 3 y 4).

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to religioso 26. Había que reconocer, no obstante, que en las ciudades más tempranamente conquistadas —Burgos, Sevilla, San Sebastián—, la nota característica era de más superficialidad, hasta el punto de que las mismas autoridades habían tenido que llamar la atención «sobre el hecho de que sean aún muchos aquellos que no se dan cuenta de cuanto significa la lucha actual y que siguen o pretender seguir viviendo como si nada hubiese ocurrido desde el 19 de julio en España» 27. Este hecho, aunque no mayoritario, debía ser tenido en cuenta puesto que el mayor peligro era que los sacrificios y pruebas presentes se hicieran inútiles: «De ahí la grave preocupación de la Jerarquía y su afán de estar íntimamente unida a la Santa Sede para evitar estos posibles peligros» 28. Uno de los apartados de este Informe general político que a primeros de abril envió el Primado al Vaticano, estaba dedicado al análisis de las tendencias o grupos políticos: «El movimiento militar ha encontrado a España dividida en dos grandes campos: el dominado por la ideología marxista en sus distintos grados, desde el socialismo al anarquismo, y el de las ideas conservadoras, desde el tradicionalismo monárquico al republicanismo moderado y simpatizante con la situación creada en 1931. Los dos campos estaban formados por partidos heterogéneos, con ventaja de mayor sentido de unión y de empuje mayor en las izquierdas» 29. Ahora, los dos campos estaban enfrentados en lucha abierta. En el bando nacional se agrupaban cuatro tendencias políticas: falangistas, requetés, monárquicos de Renovación Española y miembros de Acción Popular. La descripción que de los cuatro grupos hacía el Primado, se ajustaba a los mismos términos con que lo había hecho en sus primeros Informes al comienzo de la guerra. Como datos nuevos, señalaba ahora la acentuación «de la idea cristiana en los falangistas» 30; la desventaja de los tra-

26. «En general se observa una más asidua asistencia a los actos religiosos con mayor frecuencia de los Sacramentos; es admirable el espíritu de las tropas, en general, como reconocen los capellanes que voluntariamente las'asisten, rezándose frecuentemente el santo rosario en los frentes, asistiendo los domingos y días festivos a la santa misa y siendo raro el que, pudiendo muere sin recibir los últimos sacramentos». (Informe general político..., cit. de 8 de abril de 1937. ACGT, A-II-67, n.° 50, pag. 6). 27. Informe general político del cardenal Goma a la Santa Sede, cit. de 8 de abril de 1937. (ACGT, A-II-67, n.° 50, pag. 8). 28. Ibid. pag. 8. 29. Ibid. pags. 9 y 10. 30. Informe general político del cardenal Goma a la Santa Sede, cit. de 8 de abril de 1937. (ACGT, A-II-67 n.° 50, pag. 10). Señalaba Goma también los mismos peligros en este

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dicionalistas cara ai futuro político «por haber estado (durante muchos años) sistemáticamente apartados de la política»; y las escasas esperanzas de un predominio de las fuerzas de Acción Popular «porque todos están conformes en que habrán de pasar muchos años antes no se reinstaure el sistema parlamentario» 31. Aunque los contenidos básicos de las fuerzas políticas estaban claros para el cardenal, no podía aventurar ningún juicio a la Santa Sede sobre el desarrollo posterior de los acontecimientos: «No se ofrecen perspectivas claras y definidas en las derechas, ni se prevé el rumbo que hayan de tomar las cosas, aun supuesto el triunfo de las armas que encarnan esta política (...)• Hoy predomina el sentido de la guerra. Cuando callen las armas aparecerá la gran dificultad de fundir las tendencias y ordenarlas en el sentido de un Estado fuerte en el orden religioso, social y económico» 32. Recibido el Informe en Roma, el cardenal Pacelli calificaba de «importantes» las noticias enviadas por Goma, expresando la complacencia del papa por los sentimientos que animaban a los componentes del Gobierno nacional y por los procedimientos adoptados en favor de la enseñanza religiosa " . El 19 de abril de 1937, surgía en la zona nacional el embrión político de lo que iba a ser la configuración del nuevo Estado. A raíz del Decreto de Unificación y del discurso del general Franco explicando este nuevo rumbo, el cardenal Primado, el mismo día 20 de abril, se apresuraba a enviar a Roma sus primeras notas sobre el cambio experimentado en el aspecto político: «Tengo la seguridad de que el Decreto [de Unificación] habrá de producir viva polémica entre los políticos. Parece que en él se da preeminencia a

grupo que en sus anteriores Informes: falta de dirigentes y posibilidad de que conforme avanzara la guerra entraran en sus filas elementos procedentes del campo marxista. 31. Informe general político..., cit. supra, pag. 10. 32. Ibid. pags. 10 y 11. 33. Cfr. Carta-respuesta del cardenal Pacelli al cardenal Goma, de 26 de abril de 1937. (ACGT, A-II-68). Con anterioridad a esta carta, en una confidencial y privada, el secretario de Estado había inquirido al Primado el alcance de las medidas de represión tomadas por las tropas nacionales, especialmente por los falangistas, a raíz de la ocupación de Málaga, ya que se había hecho llegar a la Santa Sede una denuncia en ese sentido. Goma envió a Roma las versiones directas de Franco, del capitán Ruiz Ojeda y del P. Carmelo Ballester, futuro obispo de León. (Cfr. ACGT, A-II-34,35,36). 156

Falange, y, por varias razones, los tradicionalistas habrán de quedar molestos. No hay que decir que la disolución de los otros partidos, especialmente Renovación y Acción Popular, quedarán defraudados (...). En su aspecto de contenido doctrinal político, el discurso [de Franco] es escaso, se reduce a un bosquejo de la ruta político-histórica que ha seguido España en los cuatro siglos últimos (...). Subrayo dos aspectos del discurso: la afirmación rotunda de que el espíritu católico es el que ha de seguir informando la vida nacional, y la indicación de la posibilidad de un cambio de régimen, que se reconoce como exigencia de la unidad y de la grandeza histórica de España» 34.

Se enviaba también a Roma, tanto el texto íntegro del Decreto de Unificación como el del discurso de Franco, subrayado por el propio Primado 3S. A los pocos días, con más sosiego, Goma redactaba un nuevo Informe más completo, para el cardenal Pacelli, sobre la influencia del reciente Decreto y con comentarios adjuntos a los 26 puntos de Falange 36. El Primado carecía —y así lo hacía constar a Secretaría de Estado—, de suficientes elementos de juicio como para hacerse cargo de todo el alcance de la nueva estructuración política. Respecto al origen último del Decreto, transmitía, a título de rumor, la opinión de los que aseguraban que en él no era ajena «la influencia alemana (...) con el fin de dar el predominio a la Falange», cuyo programa se aceptaba en el Decreto «y cuyo nombre se ha adoptado como denominador genérico de la unidad creada» 37. Goma, sin embargo, no creía que fuera motivo suficiente la presión extranjera «en la decisión del general Franco de unificar las milicias». Le merecían más crédito las referencias recogidas en el Cuartel General en el sentido de que «el general Franco, para evitar tendencias más o menos autonómicas en las milicias, especialmente en la Falange», ya tenía el proyecto de unificación que se había apresurado con

34. Carta del cardenal Goma al cardenal Pacelli, de 20 de abril de 1937. (ACGT, A-II60, pag. 2). 35. Goma indicaba al Vaticano los dos factores que, a su juicio, constituían el fondo real del discurso de Franco: la religión, elemento básico de la historia nacional, como informadora del nuevo Estado; y las ideas falangistas, «o lo que llamaríamos mística fascista». (Carta del cardenal Goma al cardenal Pacelli, cit. supra, pag. 2). 36. Informe político del cardenal Goma a la Santa Sede, de 24 de abril de 1937. ACGT, A-II-96, n.°61. 37. Informe político del cardenal Gomó a la Santa Sede, cit. de 24 de abril de 1937. (ACGT, A-II-96, n.° 61, pag. 3). 157

motivo de los enfrentamientos ocasionados hacía pocos días dentro de la misma Falange, en los que había tomado parte Manuel Hedilla: «El Decreto no sólo resuelve el pleito íntimo de Falange, sino que funde en una todas las milicias, hace desaparecer los cuadros de mando de las mismas y las encuadra en los mandos militares, al someterlas directamente a los mismos y a las exigencias del Código militar, quedando equiparadas al Ejército nacional. Queda con ello asegurada y reforzada la unidad de espíritu y de acción de las fuerzas combatientes, tan necesarias en estos momentos» 38. Tanto para Renovación Española, como para los hombres de Acción Popular, «entre los que sin duda se cuentan fervientes patriotas», el Decreto había supuesto la «dolorosa eliminación de sus agrupaciones respectivas» 39. La orientación definitiva de tipo político que prevaleciera, dependería de la Junta o Consejo Nacional que se instituyera como cabeza de la organización. La balanza estaba todavía sin inclinarse entre las dos fuerzas predominantes, Tradicionalismo y Falange: «Se contará con la ventaja de que el Tradicionalismo será un gran elemento de ponderación contra las tendencias de falange. Los Tradicionalistas han representado en esta lucha el elemento espiritual, por cuanto los informa ante todo un profundo sentido religioso. Falange, sin negar un sentido de espiritualidad a muchos miles de componentes (...) da un producto de fuerza y de pragmatismo nacional y social en el que predomina menos la idea cristiana» 40. Por su misma tendencia, la Falange podría «acentuar esta orientación hacia la exaltación de la fuerza material y de la omnipotencia del Estado», a imitación del nacionalsocialismo alemán y del fascismo italiano 41. Los 26 puntos falangistas, aceptados como «guión de la política nacional», estaban, en general, bien orientados, aunque por lo que se refería a las relaciones de la Iglesia con el Estado, habría que tomar en consideración una serie de importantes datos: «1.°) Era indudable que se quería configurar un Estado «en un sentido

38. Ibid. pag. 3. La intervención del embajador alemán Von Faupel en algunas de las cuestiones relacionadas con los sucesos falangistas de estas fechas, dio ocasión a Franco para presionar y obtener su destitución, siendo sustituido por Von Stohrer. 39. Informe político del cardenal Goma a la Santa Sede, cit. de 24 de abril de 1937. (ACGT, A-II-96, n.° 61, pag. 3). 40. Informe general político del cardenal Coma a la Santa Sede, cit. de 24 de abril de 1937. (ACGT, A-II-96, n.° 61, pags. 3 y 4). 41. Ibid. pag. 4. 158

absolutamente unitario». Esto exigiría de la Iglesia «una exquisita vigilancia» con respecto a las intervenciones de los clérigos «en determinadas orientaciones de la política toleradas hasta el presente» 42 . 2.°) Habría que tener en cuenta que el concepto falangista de «disciplina rigurosa de la educación, podría poner en m a n o s de un E s t a d o absorbente y poderoso resortes espirituales de orden natural y sobrenatural que están por encima de sus atribuciones» 43 . 3.°) El p u n t o 25 relativo ya a las concretas relaciones entre la Iglesia y el Estado 44 , contenía partes positivas en lo concerniente al peso de la tradición católica y a la voluntad de concordar, p o r parte estatal, con la Iglesia. Pero la frase «intromisión que menoscabe la dignidad del Estado o la integridad nacional» n o debía, en opinión del P r i m a d o , «caber en un programa de G o b i e r n o » , a u n q u e era debida «a un estado de conciencia ciudadana en altos planos, producida por aquellas actividades, que p o d r á causarnos grandes daños y que por de pronto ha producido ya muchos recelos» 45 .

Aunque suprimido el punto 27 del primitivo programa falangista, que intentaba asegurar su predominio y hegemonía en el futuro Estado, faltaba saber «si por el Decreto que se comenta se reconoce la superioridad de Falange, o si, dentro de la unificación impuesta por el general Franco, podrá conquistarla la agrupación que cuente con mejores medios de gobierno o con mayor simpatía en el país» 46. Goma no se pronunciaba, en su Informe a la Santa Sede, sobre aspecto alguno futuro. Sólo señalaba que los momentos en España eran suma-

42. Informe general político del cardenal Goma a ¡a Santa Sede, cit. de 24 de abril de 1937. (ACGT, A-II-96, n.° 61, pag. 5). El comentario del cardenal se hacía tomando como base el Punto 2: «España es una unidad de destino en lo universal. Toda conspiración contra esa unidad es repulsiva. Todo separatismo es un crimen que no perdonaremos». 43. Infoí-lne general político..., cit. supra, pag. 5. Goma se refería al Punto 23 falangista: «Es misión esencial del Estado, mediante una disciplina rigurosa de la educación, conseguir un espíritu nacional, fuerte y unido e instalar en el alma de las futuras generaciones la alegría y el orgullo de la Patria. Todos los hombres recibirán una educación preliminar que los prepare para el honor de incorporarse al Ejército nacional y popular de España». 44. Punto 25: «Nuestro Movimiento incorpora el sentido católico —de gloriosa tradición y predominante en España— a la reconstrucción nacional. La Iglesia y el Estado concordarán sus facultades respectivas, sin que se admita intromisión o actividad alguna que menoscabe la dignidad del Estado o la integridad nacional». 45. Informe general político del cardenal Gomó a la Santa Sede, cit. de 24 de abril de 1937. (ACGT, A-II-96, n.» 61, pag. 5). 46. Ibid. pag. 6.

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mente delicados «y que lo que hoy es sólo un síntoma puede convertirse más tarde en factor que pese en la vida nacional» 47. Con anterioridad a la situación política creada con motivo del Decreto de Unificación de abril, pero en un plazo de tiempo anterior muy breve, Pío XI hacía públicas sus dos encíclicas sobre el comunismo, «Divini Redemptoris» (19 de marzo de 1937) y sobre el nazismo, «Mit brennender Sorge» (14 de marzo de 1937) 48 . El cardenal Pacelli, telegrafiaba al Primado español preguntando si se había reproducido la encíclica al Episcopado alemán en los diarios españoles, y, qué tipo de comentarios había al respecto. Goma respondía el 4 de abril que no se había encontrado referencia alguna en la prensa, y pedía ejemplares de la misma al tiempo que advertía de la necesidad de tomar posiciones «ante posibles actitudes de las autoridades, teniendo especialmente en cuenta que puede haber algunos elementos extranjeros que puedan pesar en el ánimo de los dirigentes de las cosas de España en un sentido poco acomodado a la trayectoria de su tradición, tan profundamente respetuosa con las cosas de la Iglesia» 49. Anunciaba también que ante el temor «de que las cosas de España tomen si no un rumbo que podríamos llamar hitleriano (...) sí lo menos una orientación disconforme (...) con el respeto profundo que a la Santa Sede ha profesado siempre nuestra nación» 50, pensaba escribir un pequeño tratado sobre materias de derecho público eclesiástico, proyecto que, a pesar de haber obtenido la autorización de Roma, no pudo cumplirlo finalmente por falta de tiempo. El 16 de abril el cardenal de Toledo agradecía al Vaticano el envío de los ejemplares de la encíclica Mit brennender Sorge y anunciaba su propósito de traducirla al castellano lo más rápidamente posible, para hacer una edición que se repartiría entre todos los obispos, a fin de que la publicaran en todos los Boletines eclesiásticos de la nación y a ser posible también en la prensa 51. La edición estuvo preparada el 24 de abril y el Primado la envió a todas las diócesis, con una circular aneja para que se reprodujese

47. Ibid. pag. 6. 48. Textos completos en AAS 29 (1937) 145-167 para la Mit brennender Sorge, en alemán; y AAS 29 (1937) 65-106 para la Divini redemptoris. También en: Doctrina Pontificia. II Documentos Políticos, B.A.C., Madrid 1958, 642-665 y 666-723. El cardenal Goma, enterado de su aparición pidió rápidamente ejemplares de ambas encíclicas a Secretaría de Estado. 49. Carta del cardenal Goma al cardenal Pacelli, de 4 de abril de 1937. ACGT, A-II-59, pag. 1. 50. Ibid. pag. 2. 51. Carta del cardenal Goma a Mons. Pizzardo, secretario de la Congregación de Asuntos Extraordinarios, de 16 de abril de 1937. ACGT, A-II-51, n.° 53. 160

en los Boletines. Sin embargo, pocos días después, rectificaba indicando la «no conveniencia de la publicación» por el momento 52. ¿Cuál fue la causa de este cambio de actitud? Mientras Goma realizaba estas gestiones, apareció en el diario «El Adelanto» de Salamanca la reproducción de un texto radiado en la emisora de la misma ciudad por dos técnicos alemanes. La emisión censuraba duramente la actitud de la diplomacia vaticana para con el Gobierno alemán: «En el pasado, se ha podido observar con frecuencia que el interés de la diplomacia del Vaticano respecto a las aspiraciones del pueblo alemán ha encontrado una actitud francamente negativa. Por eso, no es de extrañar a nadie la susceptibilidad de numerosos núcleos alemanes en este terreno, que no puede ser disminuida por el hecho de que el Vaticano observe hacia otros Estados extranjeros que siguen finalidades análogas a las del Gobierno del Reich, una actitud totalmente distinta, guardándose bien de reaccionar de la misma manera cuando se trata de Alemania» ". En esta misma línea, el texto radiado interpretaba la publicación de la encíclica Mit brennender Sorge, como un intento de «provocar en una parte del pueblo alemán, desconfianza y hasta hostilidad contra su Gobierno», con la finalidad «de hacer el juego con las fuerzas hostiles al Reich, en actitud contra la patria de los católicos alemanes» 54. Al enterarse de esta emisión, el Primado envió su reproducción completa a Secretaría de Estado, al tiempo que, ante la extrañeza de que ningún diario publicara fragmento alguno de la encíclica, trataba de averiguar «oficiosamente» si existía alguna prevención especial. Acto seguido comunicaba al cardenal Pacelli: «Lo he visto confirmado [la prevención]. Ante ello y por la delicadísima situación de las cosas en España en el orden internacional, al remitir a los Srs. obispos dos ejemplares de la encíclica les he rogado que difiriesen la publicación en los Boletines diocesanos» 55.

52. Informe del cardenal Goma a la Conferencia de metropolitanos, noviembre 1937. ACGT, s.n., pag. 9. 53. Anejo n. ° 1 del Informe general del cardenal Goma a la Santa Sede, de 24 de 1937. ACGT, A-II-96. 54. Anejo n. ° I cit. pag. 3 al Informe general del cardenal Gomó a la Santa Sede, de 24 de abril de 1937. (ACGT, A-II-96). En una entrevista mantenida con Franco el 10 de mayo siguiente, Goma le comunicó la mala impresión producida por los juicios de esta emisión. Franco «se mostró sorprendido —escribía el día 12 al cardenal Pacelli—, porque lo ignoraba todo, y me dio la seguridad de que no se reproducirían hechos análogos». (ACGT, A-III-10, pag. 3). 55. Informe del cardenal Goma a la Santa Sede, de 30 de abril de 1937. (ACGT, A-II78, n.° 64). 161

Secretaría de Estado no hizo ninguna indicación al respecto, pero el cardenal Goma consultó al obispo de Salamanca, Plá y Deniel, sobre la conveniencia de la publicación de la Encíclica, e incluso sobre la procedencia de una consulta a Franco sobre el tema. El criterio expresado por Plá y Deniel, que fue el que siguó el Primado, era el siguiente: «Hoy el Gobierno alemán está en conflicto y en lucha con la Santa Sede. La encíclica defiende la pureza de la doctrina católica y los derechos de la Iglesia, pero el Gobierno alemán la considera como un ataque a su proceder. Se ha de presumir por tanto, que los elementos oficiales que hay hoy en España, verían muy mal su divulgación por medio de los Boletines eclesiásticos en España. Como de esto creo que no se puede dudar ¿procede que se averigüe oficiosamente si el Gobierno nacional español tiene inconveniente en esta divulgación? Creo que si se propone la cuestión las noventa entre cien posibilidades son que, para evitar conflictos, pidan no se divulgue en los Boletinos eclesiásticos. Ante esta perspectiva, a mí me parecería mejor no sentar el precedente de consultarles sobre lo que se publique o no se publique en los Boletines eclesiásticos, y resolver el mismo caso la propia Jerarquía (...). No veo dificultad en que ante inconvenientes muy graves que podrían surgir, deje de publicarse (...) aun creo no habrá inconveniente en alguna ocasión oportuna, algunas de las advertencias de la encíclica darlas a conocer en España, sin necesidad de publicar ahora toda la encíclica» 56. Hasta enero de 1938 no se publicó completa la encíclica de Pío XI en los Boletines eclesiásticos, aunque con anterioridad se dieron referencias parciales de ella " . El Primado envió una circular con este motivo a todos los obispos indicando que, pasadas las circunstancias que habían concurrido al aplazamiento de la publicación, podía procederse a la misma. Algunos periódicos extranjeros, comentaron desfavorablemente esta conducta de la Jerarquía española. Concretamente «L'Oeuvre» de París 5> afirmaba que Goma había recibido instrucciones de la Santa Sede de leer en público la Mit brennender Sorge, y que, ante ello, había acudido a

56. CartadeD. Enrique Plá y Deniel al cardenal Goma, de 3 de mayo de 1937. (ACGT, A-II-128). 57. La primera publicación de la encíclica al Episcopado alemán se realizó en el Boletín Eclesiástico del arzobispado de Toledo, con fecha de 15 de enero de 1938. Goma había ya repartido ejemplares íntegros de la encíclica, especialmente a directores de periódicos y personas relacionadas con esferas oficiales desde abril de 1937. La Conferencia de metropolitanos de noviembre de 1937, acordó también dar a conocer fragmentos de la misma en espera de la oportunidad de publicarla íntegramente. 58. «L Oeuvre» 9 febrero 1938.

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Franco para informarle y recibir órdenes al respecto. Franco, había exigido la demora de esta lectura 59. Ante esta interpretación, el Primado escribió al director del periódico parisino indicando los puntos siguientes: «Primero: Que el cardenal que suscribe no ha hablado una sola palabra con autoridad civil alguna para informarle de las órdenes que, para el régimen de la Iglesia en España, haya recibido de la Santa Sede. Segundo: Que es absolutamente falso que el que suscribe haya recibido instrucciones del general Franco que importaran la más mínima restricción de la autoridad de la Iglesia en su régimen interno. Tercero: Que la frase estampada en el artículo de referencia: «Le cardinal se soumit aux injonctions du généralissime», envuelve una injuria para este Prelado que, respetuoso siempre con toda autoridad legítimamente constituida, se siente celoso de la independencia de la Iglesia y de su libertad personal en lo que es de su incumbencia específica. Concretamente, y en el asunto de la encíclica de referencia obré con espontaneidad e independencia absoluta en mis resoluciones. Cuarto: Que un prelado español pone siempre sobre su cabeza y su corazón las simples indicaciones que vienen de la Santa Sede y cree un deber elemental de su ministerio el llevarlas a la práctica, sin que pueda admitir derecho ninguno de mediatización por quienquiera que fuese» 60. La influencia alemana que preocupaba a la Jerarquía española, no era sólo política, sino también religiosa. Por las mismas fechas en que Goma enviaba a Roma las noticias sobre la no publicación de la encíclica a los obispos alemanes en la prensa nacional, se lamentaba ante la Santa Sede de algunos conatos de influencia protestante en España. Hasta el comienzo de la guerra, el protestantismo había tenido escaso eco, salvo en las publicaciones de divulgación bíblica. Pero por la disminución de sacerdotes católicos y por la presencia de soldados protestantes alemanes en el bando nacional, la influencia parecía hacerse más notoria. El Consistorio de la Iglesia nacional protestante de Ginebra, acababa de aprobar la constitución de un organismo para recabar fondos en ayuda de todas las confesiones no católicas de España, fuera cual fuera su denominación 6I . En «La Gaceta Regional» de Salamanca, un redactor había publicado un suelto censurando

59. «Des réseptions de ees instructions, le cardinal Goma s'était rendu auprés Franco pour l'en informer. Le General exigea que l'exécution en fut différée, jusqu'á ce qu'il eut n u faire, dit-il 'une importante démarche politique'» («L'Oeuvre», 9 febrero 1938). 60. Carta del cadena! Goma al director de «L'Oeuvre» de París, 18 de febrero de l