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Spanish Pages 627 [680] Year 2020
83. Francisco Rades de Andrada, cronista y linajista: adiciones a la Crónica de la Orden y Caballería de Calatrava. Miguel Fernando Gómez Vozmediano. 84. Liberalismo y socialismo: cultura del pensamiento político del exilio español de 1939. Antolín Sánchez Cuervo (ed.). 85. Bajo la máscara del regnum: la monarquía asturleonesa en León (854-1037). Álvaro Carvajal Castro. 86. La modernidad elusiva: jazz, baile y política en la Guerra Civil española y el franquismo (1936-1968). Iván Iglesias. 87. Imagen y semejanza: la democracia cristiana alemana y su aportación a la transición española. Natalia Urigüen López de Sandaliano. 88. El poder señorial de Fernando «el de Antequera» y los de su casa. Señorío, redes clientelares y sociedad feudal en Castilla durante la Baja Edad Media. Víctor Muñoz Gómez. 89. Barcos y construcción naval entre el Atlántico y el Mediterráneo en la época de los descubrimientos (siglos xv y xvi). David González (coord.). 90. La memoria escrita en el monasterio de Sahagún (años 904-1300). Leticia Agúndez San Miguel. 91. Redes de poder. Las relaciones sociales de la oligarquía de Valladolid a finales de la Edad Media. María Ángeles Martín Romera.
En esta obra se pretende destacar el papel desempeñado por el Archivo Histórico Nacional en el desarrollo de los estudios medievales en España que tendrá lugar durante la segunda mitad del siglo xix y la primera del xx, al igual que sucedió en el resto de los países de nuestro entorno. En este centro se fueron concentrando una gran cantidad de fondos documentales medievales que lo han convertido en uno de los principales archivos españoles para el estudio de esta época. El medievalismo como especialidad historiográfica surgirá en la Escuela Superior de Diplomática creada en 1856, institución donde se enseñarán las ciencias auxiliares de la Historia consagradas especialmente a este periodo. Será, por tanto, aquí donde tendrá lugar la primera institucionalización del estudio de la Edad Media, enseñanzas que pasarían en su mayoría a la universidad tras la supresión de aquella en 1900. Allí se formaron los primeros archiveros profesionales, muchos de los cuales se convertirán en los primeros medievalistas, como los que trabajaron en el Archivo Histórico Nacional estudiados en esta obra. Un papel destacado desempeñaron, igualmente, otras instituciones en el desarrollo de los estudios medievales en España, tales como la Real Academia de la Historia, el Centro de Estudios Históricos y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Con todas ellas mantendría estrechas relaciones el Archivo Histórico Nacional, cuyos archiveros colaborarán y se formarán en ellas.
Los orígenes del medievalismo español (1866-1955)
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EL ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL
Biblioteca de Historia
Luis Miguel de la Cruz Herranz
92
CSIC
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Luis Miguel de la Cruz Herranz Licenciado en Geografía e Historia y doctor en Historia por la Universidad Complutense. Funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos desde 1986, con destinos en el Archivo General de la Administración (Alcalá de Henares) entre 1987-1989 y desde este último año en el Archivo Histórico Nacional.
EL ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL Los orígenes del medievalismo español (1866-1955)
Ha llevado a cabo varias asesorías técnicas en archivos de Iberoamérica a instancias de la Agencia Española de Cooperación Internacional y del Ministerio de Cultura. Asimismo, imparte docencia en materias relacionadas con la archivística, paleografía, diplomática, historia de los archivos en cursos de posgrado, máster, etc. Ha formado parte de proyectos de investigación con las universidades de Sevilla, Zaragoza y Santiago de Compostela. Una de sus líneas de investigación es la historia de los archivos españoles, sus orígenes y la formación de sus fondos, fundamentalmente el papel desempeñado por los archiveros en el desarrollo del movimiento historiográfico de su época, con especial atención hacia los archiveros medievalistas, que fueron pioneros en el nacimiento y desarrollo de esta especialidad en España.
Luis Miguel de la Cruz Herranz
CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS
Imagen de cubierta: miniatura que representa al rey Alfonso X (izquierda); a su esposa, la reina Violante de Aragón (centro), y a su hijo el infante Fernando de la Cerda (derecha). Tumbo del monasterio de Tojos Outos (f. siglo xiii). AHN.CÓDICES,L.1002, f. 21r.
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el archivo histórico nacional
Biblioteca de Historia, 92 Director Francisco Villacorta Baños, Instituto de Historia, CSIC Secretaria Cristina Jular Pérez-Alfaro, Instituto de Historia, CSIC Comité Editorial Ángel Alloza Aparicio, Instituto de Historia, CSIC Lorenzo Delgado Gómez-Escalonilla, Instituto de Historia, CSIC Agustín Guimerá Ravina, Instituto de Historia, CSIC Elena Hernández Sandoica, Universidad Complutense de Madrid Juan Ignacio Marcuello Benedicto, Universidad Autónoma de Madrid Pascual Martínez Sopena, Universidad de Valladolid Magdalena de Pazzis Pi Corrales, Universidad Complutense de Madrid Ana Rodríguez López, Instituto de Historia, CSIC Consejo Asesor María Asenjo González, Universidad Complutense de Madrid Josefina Cuesta, Universidad de Salamanca Carlos Estepa Díez (†), Instituto de Historia, CSIC Francisco Fernández Izquierdo, Instituto de Historia, CSIC Pere Molas Ribalta, Universidad de Barcelona María José Rodríguez Salgado, London School of Economics Roser Salicrú i Lluch, Institució Milà i Fontanals, CSIC Carmen Sanz Ayán, Universidad Complutense de Madrid y Real Academia de la Historia Francesca Tinti, Universidad del País Vasco e IKERBASQUE, Basque Foundation for Science Pere Ysàs, Universidad Autónoma de Barcelona
Luis Miguel de la Cruz Herranz
El Archivo Histórico Nacional Los orígenes del medievalismo español (1866-1955)
CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS Madrid, 2020
Reservados todos los derechos por la legislación en materia de Propiedad Intelectual. Ni la totalidad ni parte de este libro, incluido el diseño de la cubierta, puede reproducirse, almacenarse o transmitirse en manera alguna por medio ya sea electrónico, químico, óptico, informático, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo por escrito de la editorial. Las noticias, los asertos y las opiniones contenidos en esta obra son de la exclusiva responsabilidad del autor o autores. La editorial, por su parte, solo se hace responsable del interés científico de sus publicaciones.
Catálogo general de publicaciones oficiales: http://publicacionesoficiales.boe.es Editorial CSIC: http://editorial.csic.es (correo: [email protected])
© CSIC © Luis Miguel de la Cruz Herranz © De las ilustraciones, las fuentes mencionadas a pie de figura Imagen de cubierta: miniatura que representa al rey Alfonso X (izquierda); a su esposa, la reina Violante de Aragón (centro), y a su hijo el infante Fernando de la Cerda (derecha). Tumbo del monasterio de Tojos Outos (f. siglo xiii). AHN.CÓDICES,L.1002, f. 21r. ISBN: 978-84-00-10600-3 e-ISBN: 978-84-00-10601-0 NIPO: 833-20-005-2 e-NIPO: 833-20-006-8 Depósito Legal: M-5883-2020 Edición a cargo de Cyan, Proyectos Editoriales, S.A. Impreso en España. Printed in Spain En esta edición se ha utilizado papel ecológico sometido a un proceso de blanqueado ECF, cuya fibra procede de bosques gestionados de forma sostenible.
Índice Agradecimientos........................................................................................................... 11 Prólogo........................................................................................................................... 13 Introducción.................................................................................................................. 15 Primera parte............................................................................................................... 31
I. La enseñanza de la historia en la universidad española (1845-1955)............. 33
II. El nacimiento de la historia medieval en España............................................ 49 1. La Real Academia de la Historia.................................................................... 49 2. La Escuela Superior de Diplomática.............................................................. 89 2.1. Los métodos de la enseñanza................................................................. 106 2.2. La supresión de la Escuela Superior de Diplomática............................ 109 2.3. La asignatura de «Historia de España en los tiempos medios y en particular de sus instituciones sociales, civiles y políticas»........... 118 2.4. Los primeros profesores: Santos Isasa Valseca y Eduardo de Hinojosa y Naveros............................................................................ 119 III. La Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE) y los estudios medievales.................................................................................... 143 1. El Centro de Estudios Históricos (CEH)....................................................... 146 2. La sección de Manuel Gómez-Moreno ......................................................... 161 3. La sección de Elías Tormo y Monzó............................................................... 165 4. La sección de Ramón Menéndez Pidal.......................................................... 165 5. Las secciones de Julián Riberá Tarragó y de Miguel Asín Palacios.............. 181 6. La sección de Abraham S. Yahuda.................................................................. 185 7. La sección de Eduardo de Hinojosa............................................................... 187 8. La continuación de la sección de Hinojosa por Claudio Sánchez-Albornoz...................................................................... 193 9. El Instituto de Estudios Medievales............................................................... 204
[7]
índice
IV. El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y los estudios medievales.................................................................................... 219 1. El Instituto Jerónimo Zurita.......................................................................... 221 2. La Escuela de Estudios Medievales................................................................. 229 3. La Sección de Valencia.................................................................................... 243 4. La Sección de Zaragoza................................................................................... 247 5. La Sección de Barcelona................................................................................. 253 6. La Sección de Murcia...................................................................................... 261 7. La Sección de Valladolid................................................................................. 262 8. La Sección de Santiago de Compostela......................................................... 263 Segunda parte............................................................................................................... 265 V. El Archivo Histórico Nacional........................................................................... 267 1. Los orígenes del Archivo Histórico Nacional................................................ 267 2. Sus fondos, con especial referencia a la Edad Media..................................... 279 3. El conocimiento del Archivo Histórico Nacional a través de las publicaciones......................................................................................... 284 VI. El Archivo Histórico Nacional y sus medievalistas. La influencia de la Escuela Superior de Diplomática............................................................. 299 1. Tomás Muñoz y Romero, el primer medievalista del Archivo Histórico Nacional........................................................................................................... 299 2. Los discípulos de Muñoz y Romero en el Archivo Histórico Nacional: José M.ª Escudero de la Peña y Vicente Vignau y Ballester.......................... 317 2.1. José M.ª Escudero de la Peña ................................................................. 318 2.2. Vicente Vignau y Ballester...................................................................... 332 2.3. Un discípulo desconocido: José Foradada y Castán.............................. 349 3. Los hijos de Tomás Muñoz y Romero en el Archivo Histórico Nacional: Jesús M.ª Muñoz y Rivero, Mariano Muñoz y Rivero y Juan Muñoz y Rivero. 353 3.1. Jesús M.ª Muñoz y Rivero....................................................................... 353 3.2. Mariano Muñoz y Rivero........................................................................ 360 3.3. Juan Muñoz y Rivero.............................................................................. 364 4. El arabismo en el Archivo Histórico Nacional: Francisco Pons Boigues y Luis Gonzalvo y París................................................................................... 365 4.1. Francisco Pons y Boigues........................................................................ 366 4.2. Luis Gonzalvo y París.............................................................................. 372 5. Manuel Magallón y Cabrera........................................................................... 378 [8]
índice
VII. El Archivo Histórico Nacional y sus medievalistas. La influencia del Centro de Estudios Históricos..................................................................... 383 1. Claudio Sánchez-Albornoz y Menduiña........................................................ 383 2. Los discípulos de Sánchez-Albornoz en el Archivo Histórico Nacional: José M.ª Lacarra, Carmen Caamaño, Concepción Muedra, Gerardo Núñez, Pilar Loscertales, Ramón Paz, M.ª del Carmen Pescador y Consuelo Gutiérrez...................................................................................... 392 2.1. José M.ª Lacarra y de Miguel.................................................................. 393 2.2. Gerardo Jaime Núñez Clemente............................................................ 410 2.3. M.ª de la Concepción Muedra Benedito............................................... 413 2.4. Carmen Caamaño Díaz.......................................................................... 417 2.5. Pilar Loscertales Baylín........................................................................... 419 2.6. Ramón Paz y Remolar............................................................................ 425 2.7. M.ª del Carmen Pescador del Hoyo....................................................... 428 2.8. Consuelo Gutiérrez del Arroyo y González.......................................... 435 3. La filología y el arabismo en el Archivo Histórico Nacional: Tomás Navarro Tomás y Cándido Ángel González Palencia........................ 441 3.1. Tomás Navarro Tomás............................................................................. 441 3.2. Cándido Ángel González Palencia......................................................... 448 4. Áurea Lucinda Javierre Mur........................................................................... 463 VIII. El Archivo Histórico Nacional y sus medievalistas. La influencia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas....................................... 477 1. Antonio de la Torre y del Cerro..................................................................... 477 2. Julio González González................................................................................. 491 3. Luis Sánchez Belda.......................................................................................... 508 Conclusiones................................................................................................................. 521 Bibliografía.................................................................................................................... 541
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Agradecimientos
E
ste trabajo debe mucho a los amigos, compañeros y al personal de los archivos y bibliotecas, que de alguna forma u otra me han ayudado durante el largo periodo de gestación de esta obra, ofreciéndome su apoyo y consejos, así como los materiales para el desarrollo de la misma. Para no pecar de ingratitud no citaré a ninguno y evitar así la descortesía de olvidar el nombre de alguno de ellos. Un lugar destacado tiene don Miguel Ángel Ladero Quesada, director de la tesis en la cual tiene su origen este trabajo y que acogió favorablemente este trabajo desde sus inicios. Igualmente, tengo una deuda especial contraída con mi familia, que ha sufrido durante mucho tiempo las consecuencias derivadas de la elaboración de este trabajo y en especial a mis padres, quienes por desgracia no podrán verlo. Quiero hacer una mención particular a M.ª del Carmen Crespo Nogueira —nuestra querida Carmina—, la primera directora que tuve en el Archivo Histórico Nacional cuando me incorporé a este centro en el año 1989, que tanto ha contribuido para inculcar en mí el interés y el cariño por todo lo referente a este archivo, y que me animó a emprender este y otros trabajos. Con toda seguridad, le habría gustado leer esta obra. Finalmente, quiero agradecer igualmente a la Editorial CSIC por la deferencia que han tenido al acceder a la publicación de esta obra en su colección Biblioteca de Historia.
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Prólogo
L
a práctica de los llamados «viajes literarios» fue un procedimiento del que se valió la Academia de la Historia desde sus primeros tiempos para descubrir y dar noticia de las riquezas documentales, arqueológicas y artísticas que España atesoraba. Don Pascual de Gayangos llevó a cabo, entre septiembre de 1850 y enero de 1857, ocho campañas de trabajo de este género, tal vez las últimas que se conocieron con aquel dieciochesco nombre de viaje literario, con objeto de hallar, recuperar y enviar a la Academia más 97.421 documentos y 346 cartularios procedentes de monasterios desamortizados. La necesidad de dar acomodo y describir aquella enorme masa de testimonios dio el impulso definitivo para la creación de la Escuela Superior de Diplomática (1856), del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios (1858) y, pocos años después, del Archivo Histórico Nacional, en 1866. La Academia fue sede tanto de la Escuela como del Archivo durante sus primeros tiempos, y de ella procedió parte de su personal inicial, comenzando por don Tomás Muñoz y Romero. La Sección de Clero del Archivo, formada con aquellos documentos, fue su núcleo primero, ha seguido siendo hasta hoy uno de sus elementos principales, y es el motivo básico por el que se puede afirmar que en torno al Archivo Histórico Nacional se forjó buena parte del medievalismo español hasta mediados del siglo xx. El autor de este libro ha elegido acertadamente como límites de su estudio a Muñoz y Romero, en su comienzo, y, en su término, a don Luis Sánchez Belda, considerando la importancia de su figura como medievalista y su labor al frente de la Sección de Clero, entre 1948 y 1958, para pasar luego a ser director del Archivo y promover iniciativas de gran importancia para su mejora y expansión, de las que formó parte un nuevo viaje literario, llevado a cabo sin este nombre, con otros medios y por diversas personas pero con una tenacidad comparable a la de Gayangos, para formar paulatinamente la magna y heterogénea colección integrada en el llamado entonces Servicio Nacional de Microfilm, a partir de 1952. Luis Miguel de la Cruz ha trazado sobre la trama de fondo del Archivo Histórico Nacional treinta detalladísimas biografías profesionales de otros tantos historiadores medievalistas que fueron archiveros de este centro, unas veces por tiempo relativamete breve, otras durante gran parte o toda su vida profesional. Ha estudiado al mismo [13]
el archivo histórico nacional
tiempo las características y las actividades de los centros de estudio donde recibieron lo principal de su formación: primero, en la Escuela Superior de Diplomática, desaparecida en 1900; y después, en el Centro de Estudios Históricos a partir de 1910. Las relaciones de los veintisiete primeros biografiados con una u otra institución son evidentes. Después de 1940, la que mantuvieron los tres últimos con el Archivo Histórico Nacional fue distinta, puesto que solo uno de ellos realizó en él su carrera profesional, mientras que la presencia de los dos restantes fue breve, y, por otra parte, su vinculación al Consejo Superior de Investigaciones Científicas también tuvo diversa intensidad. Pero, sin duda, el Consejo tomó el relevo del Centro de Estudios Históricos y su Escuela de Estudios Medievales contribuyó a expandir el medievalismo en un nuevo tipo de relación con las universidades, tanto con la de Madrid como con otras, donde estableció secciones coincidiendo con el momento en que el medievalismo universitario comenzaba a alzar el vuelo definitivamente desde los años cincuenta del pasado siglo y el Archivo Histórico Nacional seguía siendo un punto de referencia principal para los investigadores. Los historiadores y archiveros que lean este libro van a encontrar en él muchos aspectos de un pasado poco o nada conocido, junto con otros de los que se sabe más pero desde otros puntos de vista. La originalidad de sus páginas radica tanto en el enfoque como en el afán de exhaustividad con que ha trabajado su autor, que las hace especialmente valiosas. Los historiadores actuales harán bien en leer lo que se narra en ellas para conocer algo mejor las raíces de su profesión, las circunstancias difíciles en que unas pocas personas, con recursos muy escasos, consiguieron conservar un gran patrimonio documental, y cómo empezó a crecer el medievalismo español: puede ser un buen ejercicio para apreciar más los medios con los que hoy contamos, aunque a menudo sean escasos, y reflexionar sobre la responsabilidad que nos cabe en su empleo. Miguel Ángel Ladero Quesada Abril de 2019
[14]
Introducción
L
a presente obra tiene su origen en la tesis doctoral presentada en la Universidad Complutense en septiembre de 2013, de la cual conserva prácticamente el mismo título.1 En cuanto a su contenido, aun manteniendo un esquema semejante, hemos prescindido de algunos capítulos considerados de menor importancia y hemos aligerado el aparato de citas documentales, con lo cual su volumen se ha visto reducido considerablemente. Al mismo tiempo, se ha llevado a cabo una revisión a fondo de su contenido teniendo en cuenta los comentarios recibidos, corrigiendo algunos aspectos y profundizando en otros tras lecturas no tenidas en cuenta anteriormente. Por ello, la introducción y las conclusiones se han redactado de nuevo en su totalidad. Denominar al siglo xix «siglo de la historia» es una afirmación que, por evidente, hoy día nadie pone en duda. La historia va a estar presente en todos los ámbitos de la vida. Frente a la historia filosófica, narrativa y escrita por cronistas de siglos anteriores donde se narraban las proezas y gestas de reyes y nobles, la historia pasará ahora a centrar todo su interés en el pueblo como sujeto principal del proceso histórico.2 Servirá además como instrumento de justificación y legitimación de la nueva clase social emergente, la burguesía, y constituirá la base de la fundamentación del Estado liberal. En este último aspecto, la historia va a desempeñar igualmente un papel didáctico para la educación de la sociedad,3 en la que el pueblo pasa ahora a convertirse en el principal
Llevaba por título El Archivo Histórico Nacional y el desarrollo del medievalismo español (1866-1955), dirigida por el Dr. D. Miguel Ángel Ladero Quesada. El tribunal estuvo formado por los Drs. Margarita Cantera Montenegro, presidenta; Ana Arranz Guzmán, secretaria; César Olivera Serrano, Máximo Diago Hernando y José Miguel López Villalba, vocales, que obtuvo la calificación de Sobresaliente “cum laude”. A todos ellos agradezco sus comentarios, que han sido tenidos en cuenta en estas páginas. 2 Para todas estas cuestiones aquí tratadas, remitimos a la obra de Cirujano Marín, Paloma; Elorriaga Planes, Teresa y Pérez Garzón, Juan Sisinio. Historiografía y nacionalismo español 1834-1868, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Centro de Estudios Históricos, 1985 (= Cirujano Marín, Paloma; Elorriaga Planes, Teresa y Pérez Garzón, Juan Sisinio. Historiografía y nacionalismo español 1834-1868). 3 De ahí la importancia que van a adquirir a partir de este momento los libros de texto para la enseñanza. Sobre este asunto remitimos a las obras de Cuesta Fernández, Raimundo. Sociogénesis de una disciplina escolar. La Historia, Barcelona, Ediciones Pomares-Corredor, 1997; Boyd, Carolyn P. Historia Patria. Política, historia e identidad 1
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el archivo histórico nacional
protagonista y al cual hay que inculcarle unos valores patrióticos y señas de identidad específicas.4 Esta omnipresencia de la historia se materializará en la aparición de numerosas publicaciones para cubrir esta necesidad, entre las cuales tuvieron un lugar destacado las Historias generales de España, que vienen a sustituir a la ya antigua del padre Mariana. Entre todas ellas, la escrita por Modesto Lafuente gozará de un favor especial por parte del público.5 Durante este siglo el movimiento romántico jugará un papel determinante en el despertar de los nacionalismos. El romanticismo buscará los orígenes nacionales en la Edad Media, por lo que este periodo histórico adquirirá un especial protagonismo y tendrá su corolario en las numerosas publicaciones que aparecerán sobre esta época. Estas, en muchas ocasiones, nos transmiten una imagen idealizada del pasado medieval que, por supuesto, no es inocua, sino que responde a unos intereses concretos, como servir de ejemplo al momento en que se escribe, donde el tema de las libertades y las formas de representación política estaban muy presentes en el parlamentarismo y el constitucionalismo, a pesar de constituir en sí mismas una contradicción al buscar la comparación con la sociedad de una época que no compartía estos valores.6 Es en este momento cuando la historia institucional —que tanta influencia va a tener sobre los estudios medievales— comienza a publicar numerosas obras sobre fuentes jurídicas (fueros, cartas de población, cuadernos de Cortes e historia de la legislación), que servirán, además, como medios de legitimación histórica al momento presente. Esta tradición jurídica e institucional con que nace la historia medieval se consolidará con el paso de los años y seguirá predominando durante bastante tiempo. Como veremos, la historia de la Edad Media que se
nacional en España, 1875-1975, Barcelona, Ediciones Pomares-Corredor, 2000; Boyd, Carolyn P. «El debate sobre “la Nación” en los libros de texto de Historia de España, 1875-1936», en Juan José Carreras y Carlos Forcadell Álvarez (eds.), Usos públicos de la Historia. Ponencias del VI Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea (Universidad de Zaragoza, 2002), Zaragoza, Asociación de Historia Contemporánea, 2003, pp. 145-171. 4 Peiró Martín, Ignacio. «Valores patrióticos y conocimiento científico: la construcción histórica de España», en Carlos Forcadell Álvarez (coord.), Nacionalismos e historia, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1998, pp. 29-52. 5 Pellistrandi, Benoît. «Escribir la historia de la nación española: proyectos y herencia de la historiografía de Modesto Lafuente y Rafael Altamira», Investigaciones Históricas. Época moderna y contemporánea, n.º 17 (1997), pp. 137-160; López Serrano, Francisco de Asís. «Modesto Lafuente como paradigma oficial de la historiografía española del siglo xix: una revisión bibliográfica», Chronica Nova, n.º 28 (2001), pp. 315-336; López-Vela, Roberto. «De Numancia a Zaragoza. La construcción del pasado nacional en las Historia de España del ochocientos», en La construcción de las Historias de España. Coordinador, Ricardo García Cárcel, Madrid, Marcial Pons, 2004, pp. 195298; López Serrano, Francisco de Asís. De los orígenes a Pelayo. Modesto Lafuente en su contexto historiográfico. Tesis doctoral inédita del Departamento de Arqueología e Historia Medieval, Universidad de Málaga, 2013. Accesible en https://riuma.uma.es/xmlui/bitstream/handle/10630/7453/TDR_LOPEZ_SERRANO.pdf?sequence=1 6 Cirujano Marín, Paloma; Elorriaga Planes, Teresa y Pérez Garzón, Juan Sisinio. Historiografía y nacionalismo español 1834-1868, p. 60. [16]
introducción
estudiará en la Escuela Superior de Diplomática vendrá marcada por esta característica y, luego, Hinojosa y sus seguidores continuarán por esta senda que tanta influencia tendrá tanto en el medievalismo español como en el del resto del continente. En España, además de estas características compartidas con el medievalismo europeo, hubo otra a la que hay que hacer una mención especial por el significado que confirió a su concepto de historia medieval, nos referimos a su pasado árabe, que tanto influyó en el desarrollo histórico de esta época. Aunque tradicionalmente, siguiendo los pasos de Edward Said, se suele relacionar el origen del orientalismo con la expansión colonial europea del siglo xviii, los estudios recientes retrotaen este interés europeo por los estudios orientales hasta el siglo xvi, tanto en Italia, en Inglaterra y en Holanda.7 No obstante, será durante el siglo xviii, cuando este interés se acentuará todavía más. En Europa se producirá una revalorización de los estudios árabes que hasta el momento habían tenido como foco de interés el Corán, en relación con la misión evangelizadora cristiana en los países musulmanes. El tema religioso va a ser desplazado paulatinamente por el estudio de la cultura árabe en todas sus manifestaciones, y dará lugar a la creación de las escuelas de lenguas orientales y de las Sociedades Asiáticas bajo patrocinio oficial. Según Bernabé López, esta protección oficial al orientalismo «acabará por convertirse en brazo intelectual de la colonización». En el siglo xix esta tendencia se consolidará y dará como resultado un movimiento en busca de la localización y publicación de las fuentes árabes. Pero mientras que en Europa el desarrollo del orientalismo cultural estuvo en estrecha relación con la implantación colonial de los respectivos países europeos, en España se circunscribió a un interés por el conocimiento de su pasado musulmán, y en el «africanismo», a raíz de la penetración española en Marruecos desde la segunda mitad del siglo xix.8 Pero, además, esta atracción adquiría
Sirva como ejemplo la obra The Teaching and Learning of Arabic in Early Modern Europe. Edited by Alastair Hamilton, Jan Loop, Leiden, Brill, 2017. 8 López García, Bernabé. Orientalismo e ideología colonial en el arabismo español (1840-1917), Granada, Universidad de Granada, 2011, pp. 17-20. La cita en p. 18. Sobre la expansión del arabismo español y su relación con la guerra de África, pp. 129-148 (= López García, Bernabé. Orientalismo e ideología); López García, Bernabé. «Julián Ribera y su “taller” de arabistas. Una propuesta de renovación», Miscelánea de Estudios Árabes y Hebraicos, XXXIII, 1 (1984-1985), pp. 111-128. Publica al final el texto del decreto. Un estudio más profundo de la participación de Ribera en la política colonial de Marruecos, en Marín, Manuela. «Orientalismo en España: estudios árabes y acción colonial de Marruecos (1894-1943)», Hispania. Revista Española de Historia, LXIX, n.º 231 (2009), pp. 117-146 (= Marín, Manuela. «Orientalismo en España: estudios árabes y acción colonial de Marruecos (1894-1943); Marín, Manuela. «Arabistas en España: un asunto de familia», Al-Qantara, 13, 2 (1992), p. 386; Marín, Manuela. «Francisco Codera y el colonialismo español en Marrueco», Revista de Estudios Internacionales Mediterráneos, 23 (2017), pp. 97-112. Sobre el «africanismo» es muy 7
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el archivo histórico nacional
una connotación nacional al constituir su pasado árabe una parte importante de su historia, especialmente del periodo medieval. Tampoco hay que perder de vista la fascinación que producía el exotismo musulmán, de clara raigambre romántica y que no fue exclusivo de España.9 El peso ideológico desempeñado por la Iglesia había limitado el conocimiento de esta época a través de las fuentes cristianas, en un claro discurso nacionalista de legitimización del pasado cristiano frente al musulmán.10 El punto de arranque del arabismo español hay que situarlo en la creación de la cátedra de «Árabe» en la Universidad Central en 1843, que fue ganada por Pascual de Gayangos y desde donde llegó a crear escuela. Se puede considerar, por tanto, a Gayangos, como el introductor e iniciador de los estudios árabes en España, especialidad que adquirió un notable grado de desarrollo en el Centro de Estudios Históricos, aunque por breve tiempo, para consolidarse posteriormente como especialidad autónoma en la universidad y con la creación de las Escuelas de Estudios Árabes de Madrid y Granada en 1932. Pero el caso español, aunque sin perder de vista el panorama europeo, tuvo unas particularidades propias, quizás la más significativa es la existencia en su propio territorio de al-Ándalus, que pese a ser finalmente conquistado en 1492 la población árabe continuó estando presente con los moriscos hasta su expulsión en 1609. Esta larga convivencia con lo árabe en nuestro suelo fue motivo de que desde el siglo xvii puedan verse ya los primeros intereses hacia este pasado árabe.11
ilustrativo el artículo de Morales Lezcano, Víctor. «El norte de África, estrella del orientalismo español», Awraq, Anejo al v. XI (1990), pp. 17-34. 9 Litvak, Lily. El jardín de Aláh. Temas del exotismo musulmán en España. 1880-1913, Granada, Editorial Don Quijote, 1985. En España, su pasado árabe contribuyó a crear entre los viajeros y novelistas del siglo xix una imagen de país oriental y que por su situación geográfica constituía un espacio marginal desde donde se formaba la identidad europea. La Andalucía «mora» pasó a ser imaginada como el prototipo de la esencia de lo español. Véase Andreu Miralles, Xavier. «El triunfo de Al-Andalus: las fronteras de Europa y la “(semi)orientalización” de España en el siglo xix», Saitabi, 55 (2005), pp. 195-210, y los trabajos recogidos en La imagen romántica del legado andalusí [exposición Casa de la Cultura de Almuñécar (Granada), 1995]. Comisario, Mauricio Pastor Muñoz, Barcelona, Lunwerg, 1995. 10 López García, Bernabé. Orientalismo e ideología, pp. 42-44; Rivière Gómez, Aurora. Historia, historiadores e historiografía en la Facultad de Letras de la Universidad de Madrid (1843-1868), Madrid, Universidad Complutense de Madrid, Vicerrectorado de Extensión Universitaria, D. L. 2001. 1 CD-ROM, pp. 218-225 (= Rivière Gómez, Aurora. Historia, historiadores e historiografía en la Facultad de Letras de la Universidad de Madrid). Publicación parcial de esta obra con el título Orientalismo y nacionalismo español. Estudios árabes y hebraicos en la Universidad de Madrid (1843-1868), Getafe, Instituto Antonio de Nebrija de Estudios sobre la Universidad; Madrid, Dykinson, [2000], pp. 57-106. 11 Rodríguez Mediano, Fernando. «Fragmentos de orientalismo español del s. XVII», Hispania. Revista Española de Historia, LXVI, n.º 222 (2006), pp. 243-276; García Arenal, Mercedes y Rodríguez Mediano, Fernando. Un Oriente español. Los moriscos y el Sacromonte en tiempos de Contrarreforma, Madrid, Marcial Pons, 2010. [18]
introducción
La incorporación del pasado musulmán a la historia española no tuvo lugar de forma pacífica, sino que planteó algunos problemas. Interpretada la conquista musulmana como una injerencia en el devenir de la historia de España, se llegaba a poner en duda su «españolidad», al entender que esta suponía una interrupción en el proceso de unidad nacional instaurado por los visigodos. No obstante, se admitía y se otorgaba valor a las aportaciones culturales de los musulmanes. Para superar esta visión negativa, la escuela española de arabistas utilizó la táctica de «españolizar» al-Ándalus, que pasaba así a convertirse en la «España musulmana» frente a la «España cristiana»,12 con lo que dejaba de ser un elemento extraño y ocupar así un lugar destacado en el desarrollo de la cultura española y europea.13 Francisco J. Simonet daba cuenta de esta tesis continuista o tradicionalista, defendida también por Julián Ribera14 y, en el siglo xx, por Emilio García Gómez, traspasando también su influencia nuestras fronteras, como es el caso del famoso arabista francés Levi-Provençal, cuya principal obra lleva el significativo título de Histoire de l’Espagne musulmane. Esta actitud no fue exclusiva de los arabistas, sino que caló también entre los medievalistas acérrimos defensores de la esencia española de nuestra historia, como Sánchez-Albornoz,15 opinión que se ha mantenido en mayor o menor medida por la historiografía medievalista hasta la aparición en 1976 de la obra de Pierre Guichard,16 donde, rompiendo con esta visión tradicional, mostraba cómo la conquista musulmana de la Península Ibérica instauró en ella desde el primer momento una sociedad genuinamente oriental, cuyas estructuras de parentesco, jerarquización y sistema tributario eran totalmente diferentes a las de los territorios del norte
Otros términos que se emplearon fueron «hispanoárabe» e «hispanomusulmán». Marín, Manuela. «Arabismo e historia de España (1886-1944). Introducción a los epistolarios de Julián Ribera Tarragó y Miguel Asín Palacios», en Los epistolarios de Julián Ribera Tarragó y Miguel Asín Palacios, introducción, catálogo e índices Manuela Marín [et al.], Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2009, pp. 206-207 (= Marín, Manuela. «Arabismo e historia de España (1886-1944)»). 14 Decía Ribera que «al-Andalus era la anilina roja que sólo cambiaba el color, pero no la substancia, el agua, que es España». Citado por Antonio Malpica en el estudio preliminar de la obra de Guichard mencionada en la nota 16, p. XII. 15 García Sanjuan, Alejandro. «Al-Andalus en la historiografía nacionalcatólica española: Claudio SánchezAlbornoz», eHumanista, 37 (2017), pp. 305-328; García Sanjuan, Alejandro. «La aportación de Claudio Sánchez-Albornoz a los estudios andalusíes», Revista de Historiografía, 2, II (2005), pp. 143-153. 16 Guichard, Pierre. Al-Andalus estructura antropológica de una sociedad islámica en Occidente, Barcelona, Barral Editores, 1976. Hay una edición facsímil con estudio preliminar de Antonio Malpica, Granada, Universidad, 1995. Con posterioridad ha vuelto sobre el mismo tema para defender su postura en Guichard, Pierre: «Otra vez sobre un viejo problema: orientalización y occidentalismo en la civilización de la España musulmana», en En torno al 750 aniversario. Antecedentes y consecuencias de la conquista de Valencia, Valencia, Generalitat valenciana. Consell valencià de Cultura, t. 1, 1989, pp. 73-96 y Guichard, Pierre. «De l’Espagne musulmane à Al-Andalus», en La historiografía francesa del siglo xx y su acogida en España. Actas reunidas y presentadas por Benoît Pellistrandi, Madrid, Casa de Velázquez, 2002, pp. 191-215. 12 13
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peninsular donde surgirían los diferentes reinos cristianos. La «España musulmana» volvía a convertirse en al-Ándalus. La influencia de esta obra se hará sentir en los arabistas españoles entre los años setenta y ochenta, lo que les llevará a terminar con «el estilo y los temas de los Beni Codera»,17 aunque sus tesis no han sido totalmente aceptadas. En este distanciamiento entre medievalistas y arabistas jugó un papel destacado el enfrentamiento que mantuvo Sánchez-Albornoz con varios arabistas y, teniendo en cuenta el peso que don Claudio ha tenido en el medievalismo español, la disputa llevó a unos y a otros a atrincherarse en sus posturas respectivas. Pero el origen del problema hay que buscarlo con anterioridad, desde el momento en que los arabistas colaboraron con el Centro de Estudios Históricos, como tendremos ocasión de ver con mayor detenimiento. Hasta comenzados los años cincuenta, fecha tope de nuestra investigación, predominaba entre los medievalistas españoles la idea de que la conquista e invasión por los árabes de la Península Ibérica había supuesto un hecho transcendental que condicionó en gran manera nuestra historia, dotándola de un carácter singular frente a la de nuestros vecinos europeos. Así, una voz autorizada de la profesión, como era la de José M.ª Lacarra, esgrimiendo la teoría de Pirenne, ponía de manifiesto la importancia que tuvo semejante acontecimiento histórico, y le servía para justificar el diferente camino seguido por nuestras investigaciones frente a las del resto de la Europa occidental.18 El reflejo que este hecho tuvo en las investigaciones fue diferente, ya se tratase de los estudios sobre la España árabe o sobre la cristiana. En cuanto a las primeras fue un campo acotado en manos de los arabistas, descalificando cualquier intento de incursión en una especialidad que consideraban como propia y exclusiva. Quizás el caso más conocido y que más trascendió fue el de Sánchez-Albornoz, especialmente por la publicación de su obra sobre La España musulmana según los autores islamitas y cristianos medievales, así como otros sobre fuentes musulmanas. En cuanto al segundo, el de los estudios sobre la España cristiana, dio lugar a una floreciente línea de investigación sobre la Reconquista y la repoblación, que fue
Viguera, M.ª Jesús. «Al-Andalus y España. Sobre el esencialismo de los Beni-Codera», en Al-Andalus / España. Historiografías en contraste. Siglos xvii-xxi. Estudios reunidos por y presentados por Manuela Marín, Madrid, Casa de Velázquez, 2009, p. 76 (= Al-Andalus / España. Historiografías en contraste). 18 «Nadie duda que la idea de Pirenne de señalar la invasión musulmana como más decisiva para el nacimiento de una nueva Edad que la irrupción de los bárbaros, tiene entre nosotros plena realidad y fundamento [...] Nada tiene, pues, de extraño que las investigaciones de nuestros eruditos sigan en ocasiones direcciones diferentes a las usuales en la Europa occidental [...]». Véase Lacarra, José M.ª «Orientación de los estudios medievales en la España actual», Clavileño, 12 (1951), pp. 223-232. Recogido en En el centenario de José M.ª Lacarra 1907-2007. Obra dispersa. Trabajos publicados entre 1951 y 1960. Edición preparada por J. Ángel Sesma Muñoz, [Pamplona], Gobierno de Navarra, 2009, p. 19 (= Lacarra, José M.ª «Orientación de los estudios medievales en la España actual»). 17
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patrocinada a nivel oficial por las connotaciones ideológicas que tenía este tema en la España de la posguerra. Así como al siglo xix se le ha calificado como «siglo de la historia», creo que no es aventurado decir que lo fue también «de los archivos», fundamentalmente los Archivos Nacionales, pues va a ser entonces cuando se crearán a lo largo de toda Europa y al otro lado del Atlántico, como custodios y garantes de la historia nacional.19 La creación de estos va a ir estrechamente unida a dos factores, como son el desarrollo de la conciencia nacional y la construcción de la propia nación.20 Conforme las naciones se van consolidando, sus archivos irán adquiriendo legitimidad y mediante ellos tendrán acceso a las fuentes que les permitirán tener un conocimiento exacto de su pasado, desterrando así los mitos fundacionales y pudiendo de esta manera reconstruir su historia sobre documentos y no sobre simples relatos. Por este motivo, los archivos desempeñarán un papel primordial en la construcción de las pruebas que servirán para sustentar la existencia de las naciones.21 Para dar a conocer sus fondos comenzaron a publicarse las grandes colecciones de documentos históricos. Cada nación tendrá la suya propia, siendo los Monumenta Germaniae Historica la que se convertirá en ejemplo a imitar por 19 Cadell, Patrick. «Un pays: deux traditions. Les archives du Royaume-Uni», en Archives et Nations dans l’Europe du xixe siècle. Actes du colloque organisé par l’École nationale des chartes (Paris, 27-28 avril 2001) avec le soutien des Archives nationales. Réunis par Bruno Delmas et Christine Nougaret, Paris, École des chartes, 2004 (= Archives et Nations dans l’Europe du xixe siècle), pp. 23-32; Droguet, Alain. «Les Archives nationales de Suède: un cas atypique dans l’Europe du xixe siècle?», ibidem, pp. 33-43; Nałecz, Daria. «La protection du patrimoine écrit, miroir de l’histoire polonaise au xixe siècle», ibidem, pp. 45-52; Michel, Bernard. «Les archives du Royaume de Bohême et le nationalisme tchèque au xixe siècle», ibidem, pp. 53-58; Kolanovic, Josip. «L’institionnalisation des archives et la quête de l’identité nationale en Croatie dans le seconde moité du xixe siècle», ibidem, pp. 59-80; Carassi, Marco. «Les archives italiennes et l’unification nationale», ibidem, pp. 81-88; Laux, Frédéric. «Origine et mémoire du Grand-Duché de Luxembourg», ibidem, pp. 89-102; Verschaffel, Tom. «“Something more than a Storage Warehouse”: The Creation of National Archives», en Setting the Standars. Networks and Communities of National Historiography. Edited by Ilaria Porciani and Jo Tollebeek, London, Palgrave Macmillan, 2012, pp. 29-46 (= Verschaffel, Tom. «“Something more than a Storage Warehouse”: The Creation of National Archives»). 20 Verschaffel, Tom. «“Something more than a Storage Warehouse”: The Creation of National Archives», p. 29. 21 Jolly, Claude. «Nation, archives et bibliothèques au xixe siècle», en Archives et Nations dans l’Europe du xixe siècle, p. 130. Para el contexto europeo se pueden consultar las obras siguientes, Writing National Stories. Western Europe since 1800. Edited by Stefan Berger, Mark Donovan and Kevin Passmore, London, Routledge, 1999. En especial los trabajos de Berger, Stefan y Donovan, Mark y Passmore, Kevin. «Apologias for the nation-state in Western Europe since 1800, pp. 3-14; Crossley, Ceri. «History as a principle of legitimation in France (182048), pp. 49-56; Moretti, Mauro. «The search for a national history: Italian historiographical trends following unification», pp. 111-122, y Tollebeek, Tom. «Exegi Monumentum: The Great Syntheses of National History», en Setting the Standars, pp. 105-129; El Gammal, Jean. «Histoire, nation et politique: la place du Moyen Âge en France des années 1870 à 1914», en La naissance de la médiévistique. Les historiens et leurs sources en Europe (xixedébut du xxe siècle): Actes du colloque de Nancy, 8-10 novembre 2012. Études réunies par Isabelle Guyot-Bachy et Jean-Marie Moeglin, Genève, Librairie Droz, 2015, pp. 413-426 (= La naissance de la médiévistique).
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todos, como por ejemplo, España, como veremos.22 En estas colecciones predominará la publicación de documentos medievales,23 que han servido de base para la construcción de las respectivas historias nacionales.24 Durante este periodo, los archivos se convertirán, utilizando la feliz expresión de Bautier, en «laboratorios de la historia».25
Saxer, Daniela. «Monumental Undertakings: Source Publications for the Nation», en Setting the Standars, pp. 47-69; Guyotjeannin, Olivier. «Les grandes enterprises européenes d’edition de sources historiques des années 1810 aux années 1860», en Archives et Nations dans l’Europe du xixe siècle, pp. 135-170; Grzesik, Ryszard. «The editions of Polish narrative sources in the 19th century», en La naissance de la médiévistique, pp. 115-153; Franceschi, Franco. «La médiévistique dans l’Italie unifiée (1861-1914): intérêts de recherche et rapport aux sources», en ibidem, pp. 81-94; Parsis-Barubé, Odile. «Une médiévistique romantique. Les sociétés françaises d’antiquaires et les sources médiévales (1830-1870)», en ibidem, pp. 185-206; Adrian, Dominique. «Les Chroniken der deutschen Städte. Les chroniques urbaines allemandes entre fondation de l’unité nationale et usages d’aujourd’hui», en ibidem, pp. 225-242; Péquignot, Stéphane. «La publication des documents des Archives de la Couronne d’Aragon (ca 1840-ca 1920)», en ibidem, pp. 243-267; Schmitz, Gerhard. «Les Monumenta Germaniae Historica», en ibidem, pp. 299-313; Veszprémy, László. «Famous debates on source criticism in nineteenth-twentieth century Hungary: the new foundations of medieval studies», en ibidem, pp. 492-503. 23 Instituto Storico Per il Medio Evo. La publicazione delle fonti del medioevo europeo negli ultimi 70 anni (1883-1953). Convegno di studi delle Fonti del Medioevo Europeo in occasione del 70.º delle fondazione dell’Istituto Storico Italiano (Roma, 14-18 aprile 1953), Roma, 1954. 2 v.; La naissance de la médiévistique. Les historiens et leurs sources en Europe (xixe-début du xxe siècle): Actes du colloque de Nancy, 8-10 novembre 2012. Études réunies par Isabelle Guyot-Bachy et Jean-Marie Moeglin, Genève, Librairie Droz, 2015. 24 Sobre este particular son muy interesantes los trabajos recogidos en la obra siguiente The Uses of the Middle Ages in Modern European States. History, Nationhood and the Search for Origins. Edited by R. J. W. Evans and Guy P. Marchal, London, Palgrave Macmillan, 2011; Cunningham, Bernadette. «Transmission and Translation of Medieval Irish Sources in the Nineteenth and Early Twentieth Centuries», pp. 7-17; Myhre, Jan Eivind. «The ‘Decline of Norway’: Grief and Fascination in Norwegian Historiography on the Middle Ages», pp. 18-30; Fewster, Derek. «“Braves Step out of the Night of the Barrows”: Regenerating the Heritage of Early Medieval Finland», pp. 31-51; Hálfdanarson, Guðmundur. «Interpreting the Nordic Past: Icelandic Medieval Manuscripts and the Construction of a Modern Nation», pp. 52-71; Raedts, Peter. «A Serious Case of Amnesia: the Dutch and their Middle Ages», pp. 75-87; Margue, Michel y Péporté, Pit. «Medieval Myths and the Building of National Identity: the Example of the Grand Duchy of Luxembourg», pp. 88-112; Tollebeek, Jo. «An Era of Grandeur. The Middle Ages in Belgian National Historiography, 1830-1914», pp. 113-136; Niehoff-Panagiotidis, Johannes. «To Whom Does Byzantium Belong? Greeks, Turks and the Present of the Medieval Balkans», pp. 139-151; Moretti, Mauro and Porciani, Ilaria. «Italy’s Various Middle Ages», pp. 177-196; Marchal, Guy P. «Medievalism, the Politics of Memory and Swiss National Identity», pp. 197-220; Wolfram, Herwig. «The Public Instrumentalization of the Middle Ages in Austria since 1945», pp. 221-244; Šmahel, František. «“Old Czechs Were Hefty Heroes”: the Construction and Reconstruction of Czech National History in its Relationship to the ‘Great’ Medieval Past», pp. 245-258; Bousmar, Eric. «Inventorier, publier, étudier. Naissance de la médiévistique en Belgique, du Romantisme à Henri Pirenne», en La naissance de la médiévistique, 57-79; Péporté, Pit. «Les débuts de la médiévistique au Luxembourg? L’oeuvre de Jean Schoetter (1823-1881) et la construction de la nation luxembourgeoise», en ibidem, pp. 453-472; El Gammal, Jean. «Histoire, nation et politique: la place du Moyen Âge en France des années 1870 à 1914», en ibidem, pp. 413-426. 25 Bautier, Robert-Henri. «La phase cruciale de l’histoire des archives: la constitution des dêpots d’archives et la nauissance de l’archivistique (xvie-début du xixe siècle)», Archivum. Revue Internationale des Archives, XVIII (1968), p. 140. 22
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El papel desempeñado por los archivos en el desarrollo del movimiento histórico que tuvo lugar desde mediados del siglo xix es un hecho plenamente constatado, aunque apenas ha merecido la atención de los historiadores, motivo por el cual los trabajos sobre esta cuestión son muy escasos.26 España, país de una rica tradición archivística, ha heredado de tiempos pasados los archivos de los antiguos reinos, reflejo de su antigua organización político-administrativa, tales como el Archivo de Simancas, Archivo de la Corona de Aragón, Archivo del Reino de Navarra, Archivo del Reino de Galicia, Archivo del Reino de Valencia y el Archivo del Reino de Mallorca. El Archivo Histórico Nacional, creado en 1866, será la culminación de ese movimiento, aunque los motivos que dieron origen a su creación serán diferentes de los que acabamos de citar, pues mientras aquellos respondían a las necesidades administrativas del Antiguo Régimen, los de este son meramente historiográficos, es decir, el archivo entendido como institución de carácter cultural al servicio de los estudios históricos. El Archivo Histórico Nacional se encuadra, por tanto, dentro de esa política de creación de archivos que tuvo lugar durante el siglo xix a la que acabamos de referirnos, prácticamente como una necesidad, podríamos decir, exigida por el gran desarrollo que los estudios históricos estaban adquiriendo en toda Europa y a lo cual España no se mantuvo ajena. El Archivo Histórico Nacional es, ante todo, como queda bien explícito en su nombre «histórico»27 —todos los documentos que custodia serán documentos históricos— y «nacional», es decir, es el archivo de la nación y como tal, debía servir como testimonio y garante de la historia nacional. Los documentos que alberga constituyen las fuentes primarias originales para escribir su historia, así como elemento fundamental de la legitimización del Estado liberal. De aquí solo había un paso para la elevación de aquellos a la consideración de patrimonio de la nación. La importancia que el Estado concede a los archivos en España desde mediados del siglo xix queda bien patente en la Ley Moyano de Instrucción Pública de 1857, pues será a partir de entonces cuando se pongan los cimientos de una política de archivos. Desde este momento, los archivos, bibliotecas y museos pasan a formar parte del «ramo» del Ministerio de Instrucción Pública (art. 158); se establece una clasificación de los archivos en generales, históricos y de provincia, en función de los documentos
26 En los últimos años parece que se ha despertado un interés por el tema, como lo demuestran los trabajos recogidos en las notas anteriores. 27 El tema no es baladí. Compárese con el que llevaba su inmediato antecesor, el Archivo General Central de Alcalá de Henares, creado con el doble carácter de histórico y administrativo, pero donde los documentos históricos eran insignificativos frente al volumen de los administrativos. El carácter transitorio que esta medida tuvo queda bien patente cuando sus documentos históricos fueron trasladados al Archivo Histórico Nacional. A ello nos referimos con mayor detalle cuando tratamos de su creación.
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conservados en ellos (art. 163); y se crea un cuerpo de funcionarios públicos para servir en estos centros, con una preparación adecuada y «asegurándoles la estabilidad que exige el buen servicio en estos ramos» (art. 166).28 La influencia que el Archivo Histórico Nacional ha tenido en los inicios y desarrollo del medievalismo español es un tema totalmente desconocido y de ahí nuestro interés por intentar contribuir a un mejor conocimiento de este proceso. Nuestro punto de partida ha sido buscar los orígenes de los estudios sobre la Edad Media en España, centrándonos en el siglo xix, año de su creación, pues es evidente que podríamos encontrar antecedentes en épocas anteriores.29 Este siglo constituirá la base fundamental de este proceso en España, al igual que en el resto de los países europeos, creándose las primeras instituciones para el estudio de la Edad Media (École des chartes, Escuela Superior de Diplomática). Aunque las fechas en que se enmarca este trabajo están delimitadas por hechos relacionados con la historia del Archivo Histórico Nacional y que, como cualquier otra fecha, no dejan de ser puntos de referencia un poco subjetivos, pero necesarios a la hora de delimitar un trabajo, las hemos rebasado, en especial la primera de 1866, pues como tendremos tiempo de analizar con detenimiento la primera institucionalización de los estudios sobre la Edad Media en España tendrá lugar en la Escuela Superior de Diplomática fundada en 1856. Pero, a su vez, la Real Academia de la Historia venía desarrollando desde principios del siglo xix una notable labor de publicación de trabajos con el fin de contribuir a «ilustrar la Historia de España», según se recogía en sus estatutos iniciales, entre las cuales, los consagrados a la Edad Media ocupaban un lugar destacado. El papel que la Real Academia de la Historia desempeñó en la construcción y legitimización del pasado nacional ha sido puesto de relieve por Pellistrandi, destacando asimismo sus paralelismos con lo que tenía lugar en la vecina Francia.30 Una parte sustancial del trabajo está dedicada a los archiveros que han trabajado en el Archivo Histórico Nacional desde su creación en 1866 hasta 1955, fecha esta última que tiene un doble significado. Desde el punto de vista del propio archivo es el año en que Luis Sánchez Belda, el último gran medievalista del Archivo, obtuvo en Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «Panorama de los archivos españoles durante el siglo xix y primer tercio del xx», en Juan José Generelo y Ángeles Moreno López (coords.), Historia de los Archivos y de la Archivística en España, Valladolid, Universidad de Valladolid, [1998], pp. 121-122 (= Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «Panorama de los archivos españoles»). 29 Valga como ejemplo el trabajo de Moxó y Ortiz de Villajos, Salvador. «Un medievalista en el Consejo de Hacienda. Don Francisco Carrasco. Marqués de la Corona (1715-1791)», Anuario de Historia del Derecho Español, XXIX (1959), pp. 609-668. 30 Pellistrandi, Benoît, Un discours national? La Real Academia de la Historia entre science et politique (18471897), Madrid, Casa de Velázquez, 2004 (= Pellistrandi, Benoît, Un discours national?). 28
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propiedad su dirección. Desde un punto de vista historiográfico, estos años van a constituir también un punto de inflexión de la metodología histórica en nuestro país con la introducción de la corriente metodológica de los Annales, difundida por Vicens Vives tras su asistencia al Congreso Internacional de Ciencias Históricas de París celebrado en 1950.31 La fecha de 1955 ha sido también sobrepasada en los archiveros que fallecieron con posterioridad a ella, pues cortar radicalmente en este año su trayectoria vital y profesional hubiera supuesto dar una imagen distorsionada e incompleta de ellos. El papel desempeñado por los archiveros en los inicios de la profesionalización de las prácticas historiográficas es un hecho conocido desde hace tiempo, como se pone de manifiesto en el trabajo de Charles-Olivier Carbonell para Francia,32 aunque bastantes años antes ya había sido señalado para el caso de Bélgica.33 En España la influencia de los archiveros fue similar34 y su importancia fue reconocida por el Estado creando un
Muñoz i Lloret, Josep M.ª. Jaume Vicens i Vives (1910-1960). Una biografía intel-lectual, Barcelona, Edicions 62, 1997, pp. 187-192 (= Muñoz i Lloret, Josep M.ª. Jaume Vicens i Vives). Para el contexto general de la historiografía española en este momento, Ruiz Torres, Pedro. «De la síntesis histórica a la historia de Annales. La influencia francesa en los inicios de la renovación de la historiografía española», en La historiografía francesa del siglo xx y su acogida en España. Actas reunidas y presentadas por Benoît Pellistrandi, Madrid, Casa de Velázquez, 2002, pp. 83-107. Vicens Vives, p. 83. Rucquoi, Adeline. «Spanish Medieval History and the Annales: Between Franco and Marx», en The Work of Jacques Le Goff and the Challenges of Medieval History. Edited by Miri Rubin, Woodbridge, Boydell Press, 1997, pp. 125-126. Gonzalo Pasamar matiza la opinión extendida de que fuese Vicens Vives el introductor de la metodología de los Annales en España, otorgando el protagonismo a la obra de Braudel sobre el Mediterráneo publicada en 1949. Por tanto, habría que ver a Vicens más como difusor que como introductor de esta nueva metodología. Véase Pasamar, Gonzalo. «La influencia de Annales en la historiografía española durante el franquismo. Un esbozo de explicación», Historia Social, n.º 48 (2004), pp. 151-153. 32 «Historien por vocation, par formation et par occasion à la fois, l’archiviste français d’il y a cent ans avait toutes les chances d’être le meilleur des serviteurs de Clio. Poussé très tôt vers “l’histoire” —a l’Âge où se font les engagements les plus durables—, passé a l’Ecole des Chartes où se dispensait alors le seul enseignement méthodologique touchant à la connaissance du passé, environné de documents don’t il se sentait un peu mâitre, l’archiviste ne pouvait que’être tenté par les seductions du métier d’historien: écrire et être lu est tout de même autre chose que classer erpertorier [...] Mais à une epoque où naissait un historiographie nouvelle, documentaire et erudite, l’ancien chartiste pouvait se sentir appelé à montrer exemple. Aux séductions naturelles nées de son éducation et de sa position s’ajoutait alors l’impression exaltante dêtre un pionnier, un entraîneur d’hommes et même, parfois, un maître. L’archiviste serait donc non seulement un historien privilégié mais l’histoiren caractéristique de ce temps». Véase Carbonell, Charles Olivier. Histoire et historiens. Une mutation idéologique des historiens français, 1865-1885, Toulouse, Eduard Privat, 1976, p. 251. La cursiva es del autor (= Carbonell, Charles Olivier. Histoire et historiens). 33 Vercauteren, Ferdinand. Cents ans d’histoire nationale en Belgique. Tome I, Bruselas, La Reinassance du Livre, 1959, quien significativamente titula el capítulo tercero «L’âge des archivistes», pp. 59-89. 34 «La aspiración al logro de la objetividad exigía la fidelidad al documento y el conocimiento de toda la producción bibliográfica referente al tema en cuestión. Tales funciones se encomiendan a un colectivo que, aunque escaso, adquiere un fabuloso prestigio profesional y se convierte en el soporte de la profesionalización del oficio de historiador. Junto con los profesores se convierten en uno de los primeros trabajos intelectuales 31
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cuerpo especial de ámbito nacional con la Ley Moyano de 1857 para servir en los archivos estatales, cuyo número se fue acrecentando desde su creación hasta el primer tercio del siglo xx a la par que el Estado iba aumentando el número de los archivos puestos bajo su custodia.35 Así se creará el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios, que en 1900 cambiaría su nombre por el de Arqueólogos, aún vigente hoy en día. Entre los archiveros del Archivo Histórico Nacional nos hemos centrado en aquellos que trabajaron en él y que, por su formación, líneas de investigación y publicaciones han utilizado sus fondos medievales en mayor o menor medida. Estas características han sido las que nos han llevado a considerarlos como medievalistas. Pero ¿qué significaba ser medievalista y cuándo puede comenzarse a hablar de la existencia de un medievalismo en España? Una explicación que podría servir como punto de partida es situarlo en el momento que aparece la enseñanza de la Edad Media como periodo histórico en sí mismo, individualizado de los demás y que llevará consigo la especialización de aquellas personas encargadas de su docencia. En el caso de la Edad Media, esta especialización vendrá marcada muy claramente por la necesidad de unos conocimentos específicos, los de las denominadas «ciencias auxliares de la historia», que darán a este periodo un carácter singular y contribuirán a crear unos profesionales específicos, los medievalistas, que harán gala de unas señas de identidad propias. El medievalista se convertirá en el historiador por excelencia. En este panorama, los archiveros, en cuya formación estas ciencias auxiliares ocupaban un lugar predominate, desempeñaron un papel fundamental en la historiografía.36 Estas ideas quedan perfectamente reflejadas
que que asume el Estado transformándolos en funcionarios y en cuerpo nacional». Véase Cirujano Marín, Paloma; Elorriaga Planes, Teresa y Pérez Garzón, Juan Sisinio. Historiografía y nacionalismo español 18341868, p. 65; Peiró Martín, Ignacio y Pasamar Alzuria, Gonzalo. La Escuela Superior de Diplomática (Los archiveros en la historiografía española contemporánea), Madrid, ANABAD, 1996 (= Peiró Martín, Ignacio y Pasamar Alzuria, Gonzalo. La Escuela Superior de Diplomática); Peiró Martín, Ignacio. Los guardianes de la historia. La historiografía académica de la Restauración, Zaragoza, Institución Fernando el Católico 2.ª ed., rev. y aum., 2006 (= Peiró Martín, Ignacio. Los guardianes de la historia. La historia); Peiró Martín, Ignacio y Pasamar Alzuria, Gonzalo. «La “vía española” hacia la profesionalización historiográfica», Stvdium. Geografía. Historia. Arte. Filosofía, 3 (1991), pp. 135-162; Peiró Martín, Ignacio. «La divulgación y la enseñanza de la Historia en el siglo pasado. Las peculiaridades del caso español», Stvdium. Geografía. Historia. Arte. Filosofía, 2 (1990), pp. 107-132. 35 Para la política sobre los archivos en esta época, véase Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «Panorama de los archivos españoles», pp. 119-160. 36 «En definitiva, el saber histórico adquiría rasgos de profesionalización y especialización en aquellos periodos más lejanos en el tiempo al historiador, y sobre todo en las ramas que necesitaban un utillaje metodológico y unos conocimientos más específicos, con enormes dosis de erudición y una dedicación exclusiva. Pero más que rasgos científicos, consiste en desarrollos de disciplinas auxiliares para la ciencia del pasado. Un fenómeno similar al que ocurría con el auge y rigor profesional de bibliógrafos y archiveros». Véase Cirujano Marín, [26]
introducción
en las palabras de Dumoulin.37 Por tanto, el criterio fundamental seguido ha sido seleccionar aquellos archiveros del Archivo Histórico Nacional que publicaron trabajos sobre la Edad Media, fundamentalmente con fondos conservados en el Archivo Histórico Nacional.38 Previo al estudio de la obra de cada uno de ellos se ha procedido a la reconstrucción de su formación académica y carrera profesional sobre la base de toda la documentación que nos ha sido posible consultar, ya que partimos, por lo general, de pequeñas biografías en homenajes o necrologías que no suelen estar basadas en una investigación de primera mano y donde es frecuente que en ellas se deslicen con demasiada frecuencia numerosos errores en cuanto a titulaciones académicas, fechas y cargos desempeñados, equivocaciones que se han transmitido de unos a otros al copiar los datos sin ejercer la más mínima labor de crítica. Por este motivo consideramos este trabajo como imprescindible para poder contar con unos datos contrastados y fiables, evitando así posibles interpretaciones erróneas. Para valorar la importancia que el Archivo Histórico Nacional ha tenido en estos archiveros hemos procedido a la lectura de todas sus obras, prestando especial atención a las referencias y citas que se hacen en ellas sobre la utilización de sus fondos. En algunos autores con una excepcional producción bibliográfica, tales como Antonio de la Torre, Claudio Sánchez-Albornoz, José M.ª Lacarra, Ángel González Palencia y Julio González, que terminaron trasladándose a la universidad, el análisis de sus trabajos ha sido más minucioso para los años que se publicaron durante su estancia en el Archivo. En dos casos, Tomás Navarro Tomás y Ángel González Palencia, en los que una gran parte de su obra está dedicada a la filología y a la historia de la literatura, respectivamente, estos trabajos no los hemos tenido en cuenta, salvo que estén relacionados con la época medieval.
Paloma; Elorriaga Planes, Teresa y Pérez Garzón, Juan Sisinio. Historiografía y nacionalismo español 18341868, pp. 64-65. También apunta a ello Dumoulin, Olivier. «La tribu des médiévistes», Genèses, 21 (dec. 1995), pp. 120-121. En la misma línea, Marin Gelabert: «El historiador era medievalista. El especialista en los tiempos modernos era muy minoritario y su práctica resultaba en realidad una adaptación del método a manifestaciones documentales procedentes de época anterior. En consecuencia, la práctica archivística como recurso pra el dominio integral y la ampliación del horizonte heurístico del medievalismo y, por ende, de la ciencia histórica, involucró al conjunto de la profesión». Véase su obra citada en la nota 1404, p. 47. 37 «Groupe, corporation, confrérie, ces notions s’objectivent avec l’institutionnalisation des chaires. Le Moyen Age existe puis’que y a des études médiévales, les études médiévales existen puis’que il y a des spécialistes qui y consacrent leur vie». Véase Dumoulin, Olivier. «La tribu des médiévistes», Genèses, 21 (dec. 1995), pp. 120-121. 38 Carbonell ha llamado también la atención sobre este asunto: «Ce qui caractérise pourtant le plus nettement la production des archivistes n’est pas sa densité relative, mais l’extrême dépendence dans laquelle elle est vis-à-vis des documents dont ceux-ci ont la garde. C’est, dira-on, une évidence, qui frise la lapalissade». Véase Carbonell, Charles Olivier. Histoire et historiens, p. 252. [27]
el archivo histórico nacional
Casi un siglo, por tanto, de vida del Archivo Histórico Nacional, que tras unos orígenes muy modestos y estrechamente vinculado a la Real Academia de la Historia, estaría llamado a convertirse en el primer archivo histórico español. Entre ellos, los del periodo medieval tienen una importancia excepcional para el estudio de la historia peninsular de este periodo. Pero el lugar que desempeñó el Archivo Histórico Nacional, así como sus archiveros, en los orígenes y desarrollo de los estudios medievales en España39 no quedaría del todo completo si no tuviéramos en cuenta el papel jugado por otras instituciones, como es el caso de la Real Academia de la Historia, la Escuela Superior de Diplomática, el Centro de Estudios Históricos y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, cuya trascendencia y peso llegó a dejar en un segundo plano a la propia universidad. Por ello, la primera parte de nuestro trabajo va dedicado íntegramente a analizar el papel que tuvieron estos centros en los orígenes del medievalismo español y la influencia que ejercieron sobre el Archivo Histórico Nacional, a través de las personas que allí se formaron y luego trabajaron en este centro. El papel de la Real Academia de la Historia, cuya importancia en la institucionalización de la historia nacional acabamos de destacar, fue también fundamental tanto en la creación del Archivo Histórico Nacional como en la de la Escuela Superior de Diplomática. Pero, asimismo, la Academia fue el lugar donde en el siglo xix se va a producir el nacimiento de la historia erudita, una historia elaborada a través de la recopilación y consulta de las fuentes documentales, historia también en la que tuvieron un protagonismo destacado los profesores de la Escuela Superior de Diplomática y los miembros del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos.40 Así, la Academia fue reuniendo en su seno una gran cantidad de colecciones y fondos documentales, entre los cuales jugaron un papel destacado los archivos monásticos, donde se conservaban muchos documentos medievales, iniciándose allí las primeras labores de organización y la publicación de índices de algunos monasterios que no tuvieron continuidad por falta de medios.
No deja de causar sonrojo cómo todavía sigue existiendo un desconocimiento tan escandaloso de nuestros archivos más allá de nuestras fronteras. Sirva como ejemplo las líneas siguientes: «En Espagne, il existe trois dépots d’archives centraux de l’État à Madrid, Simancas et Séville; aucun n’est important pour le Moyen Age. Celui de Madrid, le Archivo Historico Nacional, fondé en 1866, est entièrement artificiel». Véase Caenegem, R. C. van. Introduction aux sources de l’ histoire médiévale. Nueva edición acualizada por L. Jocqué, con la colaboración de F. L. Ganshof, Turnholti, Brepols, 1997, p. 210. Pero todavía es más sangrante que cite como fuente de su información en nota la Guía del archivo de Sánchez Belda, pues en el caso de haberla consultado realmente le podría haber evitado tan craso error. Véase el texto al que hace referencia la nota 58 del capítulo V. ¿Y qué decir igualmente sobre su afirmación sobre el Archivo de la Corona de Aragón? Creo que sobra cualquier otro comentario. 40 Sobre el papel de la Real Academia de la Historia, además de las obras citadas en la nota 34, puede consultarse Pellistrandi, Benoît, Un discours national? 39
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introducción
En la Escuela Superior de Diplomática y en el Centro de Estudios Históricos se formaron la mayoría de los archiveros que tratamos y allí, muy posiblemente, nació o se consolidó su vocación por el estudio de la Edad Media, acrecentado posteriormente con el contacto directo con las fuentes documentales que tuvieron a su disposición en el Archivo Histórico Nacional. Pero es preciso destacar también que en las enseñanzas recibidas en aquellas instituciones se utilizaban, como tendremos ocasión de ver, abundantes documentos medievales del Archivo Histórico Nacional, con lo cual se podría llegar a afirmar que estos especialistas en historia medieval pudieron llegar a serlo gracias a los fondos del este archivo. De la Escuela Superior de Diplomática procederán los primeros profesionales con formación técnica que tuvo el Archivo Histórico Nacional. Desaparecida en 1900, el Centro de Estudios Históricos ofrecerá en sus seminarios un lugar donde aprender y poner en práctica las técnicas de la investigación histórica mediante la utilización de documentos. Aquí muchos orientaron su vocación hacia la profesión de archivero, como sucedió con un gran número de alumnos de SánchezAlbornoz. Dentro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en el Instituto Jerónimo Zurita y en la Escuela de Estudios Medievales colaboraron también algunos de nuestros archiveros. Finalmente, otros, tras unos inicios en la profesión archivística en el Archivo Histórico Nacional, pasaron a desempeñar una cátedra universitaria de «Historia medieval». La enseñanza de la historia tiene también su parte correspondiente en este trabajo. A ella dedicamos el primer capítulo, pasando revista a los diferentes planes de estudios, prestando especial atención a la aparición de las asignaturas específicas de historia medieval, que no la harán de forma explícita hasta una fecha bien tardía, con la reforma de García Alix en 1900. No nos detenemos, sin embargo, en el estudio de las tendencias historiográficas del momento puesto que es un tema bastante bien conocido y ha sido tratado ya por otros autores con más competencia que nosotros. Nos limitaremos, pues, a estudiar la obra historiográfica de cada uno de los archiveros tratados, para situarla dentro de las líneas de investigación de su época. En resumen, nuestro trabajo podría entenderse como una trilogía donde unas instituciones (ESD, CEH, CSIC), unas personas (los archiveros) y sus obras (publicaciones) se entretejen para desarrollar una historia que es la que intentamos reconstruir aquí. Vaya por delante que, dado que este trabajo no cuenta con ningún precedente, nuestra primera labor ha consistido en una investigación de primera mano sobre las fuentes disponibles para acopiar datos que han sido depurados y contrastados. Solo a partir de este trabajo árido, monótono y poco valorado se podrán emprender trabajos posteriores que lo amplíen y mejoren. [29]
Primera parte
I. La enseñanza de la historia en la universidad española (1845-1955)
E
l estudio de la historia ha sido tradicionalmente uno de los más olvidados en nuestros centros oficiales de enseñanza, no obstante ser nuestro pueblo tan amante del pasado, y buscar en él los timbres de gloria que más estima y enaltece». Con estas palabras daba inicio José Deleito Piñuela su discurso de inauguración del curso académico 1918-1919 en la Universidad de Valencia, que llevaba por título La enseñanza de la historia en la universidad española y su reforma posible.1 En él, de manera amplia y detallada, hacía un repaso de lo que había supuesto el estudio de la historia en nuestra universidad hasta la reforma de García Alix en 1900 y donde, además, ponía de manifiesto las insuficiencias que esta tenía. En la segunda parte se abordaban otros temas, tales como «La situación actual del licenciado o doctor en Ciencias Históricas al terminar su carrera», la «Crítica de la investigación erudita y tendencias modernas a la síntesis en historia», para finalizar con unas propuestas bajo la rúbrica «Ensayo de un nuevo plan de estudios para la sección facultativa de Ciencias Históricas», verdadero alegato en pro de una nueva y más profunda reforma: Y si el plan de nuestra Sección de Ciencias Históricas es malo, y no responde al fin para el que se creó, ¿será llegada la hora de esbozar otro? Parece que esto es aspiración general. Varios claustros han dirigido ya sobre tal punto comunicaciones al señor Ministro de Instrucción Pública, y una Revista profesional ha organizado una información. La cuestión es ardua y compleja, y suscita un verdadero dédalo de problemas espinosos, apenas queramos pasar de la tarea puramente negativa de la crítica a la labor afirmativa de la construcción.2
Deleito Piñuela, José. La enseñanza de la historia en la universidad española y su reforma posible. Discurso leído en la solemne apertura del Curso académico de 1918 a 1919 en la Universidad Literaria de Valencia, Valencia, Miguel Gimeno, 1918. Reeditado en Pedro Ruiz Torres (ed.), Discursos sobre la historia. Lecciones de apertura de Curso en la Universidad de Valencia (1870-1937), Valencia, Universitat de Valencia, 2000, pp. 143-246. Citaremos por esta última edición (= Deleito Piñuela, José. La enseñanza de la historia). La cita en p. 146. 2 Deleito Piñuela, José. La enseñanza de la historia, p. 218. 1
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el archivo histórico nacional
Como muy acertadamente destacaba Toledano, el discurso de Deleito Piñuela tenía mucho más calado que un simple discurso de circunstancias, pues en él se hacía una magnífica exposición de la situación de la enseñanza de la historia en las universidades, donde no se limitaba únicamente a poner de manifiesto las deficiencias de esta, sino que también se proponía un programa de reformas.3 Pero volvamos al principio del discurso. Deleito sitúa el inicio de la enseñanza pública de la historia, «siquiera de forma parca y rudimentariamente», en el plan de estudios de Gil de Zárate en 1845. En él la Facultad de Filosofía se equiparará en grados al resto de las facultades mayores. En el grado de bachiller, primero de la carrera, se impartirán por primera vez asignaturas de historia como «Elementos de geografía», «Mitología y principios de historia general» y «Continuación de la historia y con especialidad de España». En la Sección de Letras, una de las dos que tenía la licenciatura, se creaba una cátedra de «Filosofía» con resumen de su historia y, en el doctorado de esta sección, se impartirían las asignaturas de «Historia general», «Historia de España», «Historia de la filosofía e historia literaria de las ciencias eclesiásticas».4 El plan de 1847 de Nicomedes Pastor Díaz no suponía ninguna novedad en lo que a la enseñanza de la historia respecta. En 1850, un nuevo plan, el de Seijas Lozano, de las cuatro secciones en que se dividía la Facultad de Filosofía, la de Literatura tenía como asignaturas «Geografía astronómica, física y política», «Historia general» y «Ampliación de la filosofía con un resumen de su historia»; y la de Administración, un curso de «Historia crítica y filosófica de España» en el doctorado.5 El plan de 1852 de García Romero aportaba una novedad con respecto a los anteriores, pues la Sección de Literatura incluía en la licenciatura las asignaturas de «Historia general», «Arqueología, numismática y paleografía», «Historia filosófica y crítica de España», «Filosofía y su historia». Se trataba del primer intento de incluir junto con la enseñanza de la historia de la arqueología, la numismática y la paleografía.6 Pero la reforma que tuvo mayor trascendencia fue, sin lugar a duda, la Ley Moyano de 1857, a partir de la cual la Facultad de Filosofía adquirirá su nombre actual de Facultad de Filosofía y Letras. En cuanto a la enseñanza de la historia las asignaturas se
«Cette “dissertatio”, est plus qu’un discours de circonstance: c’est un véritable exposé de l’enseignement de l’histoire dans les universités espagnoles, suivi d’un programme suggestiv de réformes». Véase Toledano, André D. «L’enseignement de l’histoire dans les universités espagnoles», Revue de Synthèse Historique, XL (1925), p. 183 (= Toledano, André D. «L’enseignement de l’histoire dans les universités espagnoles»). Reeditado en Discuros sobre la Historia, pp. 283-288. Citamos por la primera edición. 4 Deleito Piñuela, José. La enseñanza de la historia, p. 147. 5 Ibidem, p. 147. 6 Ibidem, pp. 147-148. 3
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i. la enseñanza de la historia en la universidad española (1845-1955)
limitaban a un curso de «Historia general» y otro de «Historia de la filosofía» en la licenciatura. La arqueología, la numismática y la paleografía pasarán a formar parte del cuadro de asignaturas de la naciente Escuela Superior de Diplomática.7 Una nueva reforma tuvo lugar en 1858 en los programas de estudios, aunque en el caso de la Facultad de Filosofía los cambios se limitaron a la introducción de un curso alterno de «Geografía» en el bachillerato y uno diario de «Historia universal», pasando a la licenciatura el de «Historia de España» y al doctorado el de «Historia de la filosofía». En 1866 el plan de Manuel de Osorio cambió el curso de «Geografía» por otro de «Geografía histórica» y repartió en dos cursos alternos la «Historia universal» y la «Historia de España».8 Un cambio de gran trascendencia por las novedades que implicaba, aunque se quedó en papel mojado tres meses después, fue el de Eduardo Chao de 1873. La primera novedad que pretendía era la separación de la Facultad de Filosofía y Letras en dos diferentes. La otra era la supresión de la Escuela Superior de Diplomática, incluyendo sus enseñanzas en la Facultad de Letras. Las asignaturas de carácter histórico eran las siguientes: «Historia general del derecho consagrando una atención especial a las instituciones jurídicas de España»; «Introducción al estudio de la historia, comprendiendo su concepto, relaciones, métodos y elementos de sus principales ciencias auxiliares»; «Historia universal»; «Historia de España y de Portugal»; «Arqueología e historia del arte, con nociones de organización y régimen de los museos de arqueología y bellas artes»; «Paleografía, diplomática y literatura, con nociones de organización y régimen de los archivos»; «Epigrafía, glíptica y numismática, comprendiendo la historia de los sistemas métricos, ponderales y monetarios»; «Biología y filosofía de la historia e historia de la filosofía». Y la tercera novedad, quizás la más llamativa, para facilitar las prácticas a estos estudios, se ponían bajo la dependencia de la Facultad de Letras el Museo Arqueológico Nacional y el Archivo Histórico Nacional, que además nombraría a sus respectivos directores cada tres años. Calificaba Deleito Piñuela esta reforma de «realmente trascendental, y hallábase bien orientada». Como novedades destacaba la asignatura de «Historia del derecho» y la de «Introducción al estudio de la historia». Veía en esta propuesta «novedades estimables, como la del curso de Historia del Derecho, especialmente español, que ni antes ni después de aquel plan ha figurado en ninguna sección de estudios históricos, no obstante, su importancia entre los mismos, sino tan solo en la Facultad de Derecho. Mayor valor tiene aún su curso de Introducción al estudio de la Historia, con inclusión de
7 8
Ibidem, p. 148. Ibidem, p. 149. [35]
el archivo histórico nacional
metodología y elementos de ciencias auxiliares, curso que nadie pensó crear después, sin embargo, no obstante, su fundamental necesidad, y que aún hoy desdichadamente no existe».9 El plan de 1880 de Fermín de Lasala introdujo nuevamente cambios en los estudios. En lo que a la enseñanza de la historia respecta, se dividió la «Historia general» en dos asignaturas de lección diaria junto con otra de «Historia crítica de España», también diaria. En el doctorado había una «Historia de la filosofía» y una «Historia crítica de la literatura española».10 En 1898, el ministro Germán Gamazo, a quien se debió en 1883 la introducción de la asignatura «Historia general del derecho español» en la carrera de Derecho, intentará llevar a cabo un nuevo plan de reforma y ampliación de la Facultad de Filosofía y Letras, dividiéndola en cuatro especialidades: Estudios lingüísticos, Estudios históricos, Estudios literarios y Estudios filosóficos. En cuanto a la enseñanza de la historia se mantenían las asignaturas ya existentes de «Historia crítica de España» e «Historia de la filosofía». Entre las novedades hay que destacar el restablecimiento de la «Geografía descriptiva e histórica» y la creación en el doctorado de una cátedra de «Sociología». En lo que respecta a las asignaturas de historia, además de las ya existentes de «Historia crítica de España» e «Historia de la filosofía» se incluía ahora una de «Historia universal», dividida en tres cursos, dedicado cada uno a un periodo histórico. El primer curso se dedicará «a la Edad Antigua, con estudios protohistóricos»; el segundo, la historia de la Edad Media y Moderna; y el tercero, a la historia contemporánea. Al igual que había sucedido con el plan de Eduardo Chao en 1873, este intento de reforma no pasó de ser un mero proyecto que no se llevó a cabo.11 El R. D. de 20 de julio de 1900 suprimió la Escuela Superior de Diplomática, cuyas asignaturas se integraban en las Facultades de Filosofía y Letras. Esto suponía una reestructuración de sus planes de estudios creando tres secciones dentro de ellas:12
Ibidem, pp. 149-150. Ibidem, pp. 150-151. 11 Ibidem, pp. 152-153. 12 R. D. de 20 de julio de 1900 suprimiendo la Escuela Superior de Diplomática e incorporando sus enseñanzas a la Facultad de Filosofía y Letras, y reformando esta (Gaceta de Madrid de 22 de julio). Al mes siguiente, como complemento del real decreto anterior se dictó otro donde se procedía a la distribución de las asignaturas, con indicación de los profesores que impartirían cada una de ellas. Real Orden de 19 de septiembre de 1900 acordando la distribución de asignaturas en la Facultad de Filosofía y Letras (Gaceta de Madrid de 20 de septiembre). Finalmente, otra disposición complementaria se dio por el R. D. de 25 de julio de 1902 dictando resoluciones complementarias para realizar la reforma de los estudios de la Facultad de Filosofía y Letras (Gaceta de Madrid de 27 de julio). 9 10
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i. la enseñanza de la historia en la universidad española (1845-1955)
Art. 6. La Facultad de Filosofía y Letras constará de las siguientes secciones: 1.ª De Estudios filosóficos. 2.ª De Estudios literarios. 3.ª De Estudios históricos.
En la exposición de motivos podemos hacernos una idea de cuáles habían sido las líneas directrices que la habían inspirado. La justificación de la supresión de la Escuela Superior de Diplomática ocupa un lugar bastante amplio y destacado: Lo que más extraña y sorprende es que durante este tiempo hayan sido establecidos fuera y con independencia de la Facultad de Filosofía y Letras estudios absolutamente propios de ella, como lo son, sin excepción alguna, los que constituyen la Escuela Superior de Diplomática, los cuales no han podido tener la vida y el florecimiento que solo en unión e intimidad con las otras enseñanzas, sus hermanas, les habría sido dable conseguir, formando de este modo, en lugar de dos instituciones docentes incompletas, una Facultad verdaderamente robusta y progresiva. Por desgracia, semejante dualismo subsiste todavía, aunque repetidas veces se haya proyectado la fusión de unas y otras enseñanzas. Y es de sentir que no hubiere sido aprovechada la ocasión más propicia que para ello se ofreciera ha poco con motivo de la reforma de la Facultad acometida por Real Decreto de 30 de septiembre de 1898, con ser esta la única de alcance intentada hasta hoy, ya por las nuevas cátedras que estableció, necesarias todas, ya por el orden, enlace y desarrollo de algunas enseñanzas. Y como lo más necesario y más urgente es poner término al dualismo señalado, el Ministro que suscribe entiende que se debe comenzar por suprimir la Escuela Superior de Diplomática, incorporando todas, absolutamente todas sus enseñanzas, a la Facultad de Filosofía y Letras; mas la de Paleografía, Bibliología, Arqueología, y Numismática y Epigrafía sin alteración alguna; otras, las de Historia de las instituciones, Gramática comparada de las lenguas romanas y Geografía histórica, modificadas de modo que la primera abarque por entero la Historia de España en las edades antigua y media, la segunda se contraiga al estudio del Latín vulgar y de los tiempos medios, y la tercera se convierta en la Geografía política y descriptiva, a fin de que sirva de preparación para los catedráticos de Instituto que hoy no la tienen en Facultad: y dado que no se estudia ya la Geografía histórica en las Universidades mejor organizadas de Europa, con separación de la Historia, sino juntamente con ella, y como una sola y única enseñanza […]. [37]
el archivo histórico nacional
En cambio se ha procurado introducir cuantas mejoras han sido hacederas y asequibles. La Historia patria, materia hasta aquí de un solo curso, lo es ahora de tres, tantos como la Historia universal; uno de índole general en el preparatorio de Letras y de Derecho, y dos especiales de investigación y de crítica, en los cuales, como en los de Historia Universal, literatura española, etc., los Catedráticos enseñen a los futuros Profesores a manejar las fuentes y emplear los métodos modernos, de manera que la enseñanza de la Historia no sea un vano ejercicio de la memoria, sino un resultado de investigaciones y estudios verdaderamente positivos y seguros […].13
Hasta este momento, desde la Ley Moyano, los estudios de estas facultades no tenían ninguna especialización, ofreciendo una enseñanza general en humanidades destinada fundamentalmente a preparar profesores de instituto y servir como introducción a los estudios de Derecho. Una de las principales novedades que ahora se producía era precisamente la especialización en tres secciones, así como dar a las enseñanzas de esta facultad un carácter más práctico e instrumental a través de las asignaturas incorporadas de la Escuela Superior de Diplomática. No obstante, en la exposición se seguía teniendo en mente a los «futuros profesores» como destinatarios de estas enseñanzas y también el primer año de comunes era preparatorio para Derecho.14 Pero el nuevo plan no se aplicó en todas las universidades por razones administrativas y, es de suponer, también presupuestarias.15 La Universidad Central tenía las tres secciones y el doctorado; Barcelona, Granada y Salamanca, la Sección de Letras; Sevilla, Zaragoza y Valencia, la de Historia; y las de Oviedo, Santiago y Valladolid únicamente los estudios comunes. Con la creación de las universidades de Murcia y de La Laguna se ampliaron también los estudios en otras. Así, en los años veinte y hasta la Guerra Civil, su distribución quedó de la siguiente manera: Madrid tenía las tres secciones y todos los grados; Barcelona, las tres secciones hasta la licenciatura; Salamanca y Granada, la
R. D. de 20 de julio de 1900 suprimiendo la Escuela Superior de Diplomática e incorporando sus enseñanzas a la Facultad de Filosofía y Letras, y reformando esta. Esta disposición se recoge en su obra Disposiciones dictadas para la reorganización de la enseñanza por don Antonio García Alix… 26 de abril a 30 de septiembre de 1900, Madrid, Imprenta del Colegio Nacional de Sordomudos y Ciegos, 1900, que va precedida de una introducción explicando los motivos de sus reformas. 14 Idem, Art. 13: «El primero de estos grupos será también el año preparatorio de Derecho». El primer grupo era el primer año de estudios comunes de la facultad de acuerdo con esta nueva reforma. 15 Idem, Art. 33: «El Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes aplicará oportunamente la presente organización de la Facultad de Filosofía y Letras a las de provincias, con arreglo a la nueva división de secciones y según los elementos especiales de que cada Facultad disponga para la mejor adaptación, ya de los estudios históricos, ya de los literarios». 13
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Sección de Letras; Santiago, Valladolid, Sevilla, Zaragoza y Valencia, la de Historia; y las de Oviedo, Murcia y La Laguna, los cursos comunes.16 La reforma llevaba aneja además un hecho de especial trascendencia, la supresión de la Escuela Superior de Diplomática, incorporándose sus asignaturas al nuevo plan de estas facultades. A la Sección de Historia se incorporaron la «Arqueología», la «Epigrafía» y la «Numismática»; a la de Letras, la «Paleografía», la «Bibliología» y el «Latín medieval». La «Historia del arte» pasó al doctorado de la Sección de Historia. Pero este reparto resultó polémico en aquellas universidades que solo disponían de una de las secciones, pues quedaba limitada la enseñanza de las que se habían asignado a la sección correspondiente. Como estas asignaturas específicas eran necesarias para una de las posibles salidas profesionales de la carrera, el acceso al Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, las protestas no se hicieron esperar.17 Así, en 1913 la asignatura de «Latín vulgar y de los tiempos medios» fue sustituida por una de «Lengua latina, primer curso de ampliación»; la de «Paleografía», además de enseñarse en la Sección de Letras, se incluyó también en la Sección de Historia en el cuarto curso de la licenciatura.18 El tema de las salidas profesionales de la carrera llevó a los catedráticos de la Universidad de Zaragoza a promover ante el Ministerio de Instrucción Pública el establecimiento de la enseñanza de las asignaturas de «Ampliación de latín (primer curso)» y «Bibliotecología» con carácter libre y voluntario en esta universidad.19
Baldo Lacomba, Marc. «El Plan de Estudios de 1900 y la renovación de la enseñanza de la historia», en Luis E. Rodríguez-San Pedro Bezares (ed.), Las Universidades Hispánicas. De la monarquía de los Austrias al centralismo liberal: V Congreso Internacional sobre Historia de las Universidades Hispánicas (Salamanca, 1998), Salamanca, Universidad de Salamanca, 2000, v. II: Siglos xviii y xix, p. 65 (= Baldo Lacomba, Marc. «El Plan de Estudios de 1900 y la renovación de la enseñanza de la historia»); Ladero Quesada, Miguel Ángel. «La primera madurez de los estudios históricos en España», En la España Medieval, 35 (2012), pp. 417-420. También criticó esta distribución de las asignaturas, Altamira, Rafael. «La reforma de los estudios históricos en España», Bulletin Hispanique, II, n.º 2 (1900), pp. 306-308. 17 Baldo Lacomba, Marc. «El Plan de Estudios de 1900 y la renovación de la enseñanza de la historia», p. 67. 18 Artículos 2.º y 9.º del R. D. de 15 de agosto de 1913 modificando los artículos que se publican, á contar del curso de 1913-14, el plan de estudios vigente de la Facultad de Filosofía y Letras (Gaceta de Madrid de 19 de agosto). Fue ratificado por la R. O. de 3 de septiembre de 1913, disponiendo la reorganización de los estudios de la Facultad de Filosofía y Letras, en cumplimiento del Real Decreto de 15 de agosto pasado, que reorganizó las enseñanzas comunes á todas las Licenciaturas de esta facultad (Gaceta de Madrid de 8 de septiembre). 19 R. O. de 11 de mayo de 1914 dando validez a las enseñanzas de Lengua latina (primer curso de ampliación) y Bibliografía que con el carácter de enseñanzas libres se han establecido en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza (Gaceta de Madrid de 15 de mayo). 16
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el archivo histórico nacional
Dos meses después esta disposición se hizo extensiva a las facultades de Filosofía y Letras de las universidades de Valencia y Sevilla20 y en 1926 a la de Valladolid.21 Al año siguiente, en 1915, se produjo un hecho similar por parte de la Universidad de Granada con relación a las asignaturas de «Arqueología», «Numismática» y «Epigrafía».22 El nuevo plan de estudios quedará establecido de la siguiente forma: Estudios comunes 1.er curso Lengua y literatura españolas Lógica fundamental Historia de España 2.º curso Lengua y literatura latinas Teoría de la literatura y de las artes Historia universal Sección de Historia 3.er curso Historia antigua y medieval de España Historia universal (Edad Antigua y Medieval) Arqueología 4.º curso Historia moderna y contemporánea de España Historia universal (moderna y contemporánea) Numismática y epigrafía; Paleografía (desde 1913)
R. O. de 10 de julio de 1914 haciendo extensivas a las Facultades de Filosofía y Letras de las Universidades de Valencia y Sevilla las disposiciones dictadas por Real Orden de 11 de mayo para la de Zaragoza, reconociendo validez académica a las enseñanzas libres de Bibliografía y Lengua latina (primer curso de ampliación) (Gaceta de Madrid de 16 de julio). 21 R. O. de 14 de abril de 1926 disponiendo el establecimiento en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Valladolid las enseñanzas de Bibliografía y Lengua latina (curso de ampliación) (Gaceta de Madrid de 23 de abril). 22 R. O. de 29 de marzo de 1915 dando validez para todos los efectos académicos a las enseñanzas de Arqueología, Numismática y Epigrafía que con el carácter de libres y voluntarias se den en la Universidad de Granada (Gaceta de Madrid de 9 de abril). 20
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i. la enseñanza de la historia en la universidad española (1845-1955)
Asignaturas voluntarias de la licenciatura Bibliología (desde 1914) Lengua latina (1.er Curso de Ampliación desde 1914) Pedagogía desde 1921 Historia de la pedagogía (desde 1921) Doctorado 1903: Sociología; Historia de América; Judíos y musulmanes; Lenguas neolatinas 1916: Sociología; Historia de América; Historia del arte; Arqueología arábiga; Instituciones de América 1924: Sociología; Historia de América; Historia del arte; Arqueología arábiga; Instituciones de América; Historia primitiva
El nuevo plan no convenció o, por lo menos, fue cuestionado por bastantes personas de peso en el mundo universitario. La crítica más contundente fue la de Deleito Piñuela, en cuyo discurso que venimos utilizando dedicó el capítulo II del mismo a tal fin.23 En 1928 se llevará a efecto una nueva reforma de los estudios universitarios.24 Las enseñanzas de la Facultad de Filosofía y Letras quedaban establecidas en tres grupos con sus correspondientes títulos de licenciado en Filosofía, en Letras o en Historia. Esta última licenciatura comprendería las asignaturas siguientes: «Paleografía y diplomática»,
23 Deleito Piñuela, José. La enseñanza de la historia, pp. 157-180. Altamira, Rafael. «La reforma de los estudios históricos en España», pp. 305-310; Villar, E. H. del. «Consideraciones sobre las recientes reformas en Filosofía y Letras», Revista Contemporánea, Año XXVI, t. 119 (1900), pp. 347-365; Ibarra, Eduardo. «La reforma de los estudios históricos en nuestra enseñanza universitaria», Revista de Aragón, II, n.º 8 (1901), pp. 252255; II, n.º 9 (1901), pp. 269-273; Ibarra, Eduardo. «Cursos de investigación», ibidem, V, n.º 7 (1905), pp. 23-28; Ibarra, Eduardo. «Escuela práctica de estudios históricos», Cultura Española, V (1907), pp. 385-391; «De cómo un español puede ser doctor en Historia sin haber estudiado Edad Media», Revista Histórica, I, n.º 3 (1918), pp. 89-91; Castro, Américo. «Las Facultades de Letras en España», Boletín de la Institución de Libre Enseñanza, XLIV, n.º 726 (1920), pp. 271-276. Artículo publicado en El Sol, 3 y 11 de agosto de 1920. Ya en nuestros días, Baldo Lacomba, Marc. «El Plan de Estudios de 1900 y la renovación de la enseñanza de la historia», v. II: Siglos xviii y xix, pp. 59-75. Para el caso concreto de Valencia, Baldo Lacomba, Marc. «Regeneracionismo en la universidad y creación de la sección de historia, 1900-1923», en El siglo xx. Balance y perspectivas: V Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea. Coordinado por Amparo Álvarez [et al.], [Valencia], Fundación Cañada Blanch, [2000], pp. 19-31. 24 Real Decreto-Ley de 19 de mayo de 1928 relativo a la reforma de los estudios universitarios (Gaceta de Madrid de 21 de mayo).
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«Numismática y epigrafía», «Arqueología», «Prehistoria e historia antigua universal y de España», «Historia universal y de España (Edades Media, Moderna y Contemporánea)», «Geografía». La República derogó este plan de estudios el 13 mayo de 1931,25 sustituyéndolo por otro provisional el 15 de septiembre,26 conocido como Plan Morente, en el que se proponían una serie de importantes reformas inspiradas en el fracasado proyecto de autonomía universitaria de Silió de 1919, como el propio Morente reconocía.27 La Facultad de Filosofía y Letras creó su estatuto particular en 1921,28 confeccionando un innovador plan de estudios para el curso 1922-1923 que no llegó a aprobarse, pero que con medicaciones sirvió de antecedente para poner en funcionamiento el de 1931.29 Se creaba un curso común preparatorio para todas las secciones de la Facultad de Filosofía y Letras que comprendía las asignaturas siguientes: «Introducción a la filosofía», «Lengua y literatura españolas», «Lengua latina», «Historia del arte» e «Historia de España». Una vez aprobado este curso se podían cursar tres de especialidad en cualquiera de las tres secciones de la facultad: Filosofía, Letras e Historia. En lo que respecta a la Sección de Historia, estas eran las asignaturas: «Latín segundo», «Historia de la Edad Media española», «Historia de la Edad Media universal», en el primer año; «Historia del arte», «Introducción a la filosofía», «Numismática y epigrafía», «Historia moderna universal», «Historia moderna de España», en el segundo; e «Historia universal contemporánea», «Historia de España contemporánea», «Geografía» y «Lengua y literatura españolas», en el tercero. Además, la facultad podía otorgar el título de “Archivero, bibliotecario y arqueólogo”. Las licenciaturas que se ofrecían en Historia eran «Licenciatura en historia antigua», «Licenciatura en historia medieval», «Licenciatura en historia moderna»,
25 Decreto de 13 de mayo de 1931 por el que se derogan los planes vigentes de Segunda enseñanza y universitaria y disponiendo quede restablecido para el próximo curso la legalidad anterior a la Dictadura (Gaceta de 14 de mayo). 26 Decreto de 15 de septiembre de 1931 disponiendo planes de estudios provisionales para el curso académico de 1931-1932 en las Facultades de Filosofía y Letras y Farmacia (Gaceta de Madrid de 16 de septiembre). 27 Pérez-Villanueva Tovar, Isabel. «Plan de estudios de García Morente. Cultura y Humanidades», en La Facultad de Filosofía y Letras de Madrid en la Segunda República. Arquitectura y Universidad durante los años 30: Conde Duque, Salas Juan de Villanueva y Pedro de Ribera, del 18 de diciembre de 2008 al 15 de febrero de 2009, [coordinación, diseño y edición], Santiago López-Ríos, [Madrid], Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, [2008], pp. 193-209. Un testimonio personal sobre las excelencias del Plan Morente en Lapesa, Rafael. «Recuerdo y lección del “Plan Morente”», en ibidem, pp. 671-679. 28 Estatutos de la Universidad de Madrid de 9 de septiembre de 1921 (Gaceta de Madrid de 30 de septiembre). 29 Niño Rodríguez, Antonio. «La reforma de la Facultad de Filosofía y Letras y sus referentes internacionales», en La Universidad Central durante la Segunda República. Las Ciencias Humanas y Sociales y la vida universitaria (1931-1939). Edición a cargo de Eduardo González Calleja y Álvaro Ribagorda, Madrid, Universidad Carlos III de Madrid, 2013, pp. 82-85.
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y «Licenciatura en historia antigua». Hay que destacar que esta es la primera vez que se produce una separación entre los diferentes periodos históricos, que hasta entonces se estudiaban en dos bloques, «Historia antigua y medieval» e «Historia moderna y contemporánea», tanto la universal como la de España. Sin embargo, no se contemplaba una licenciatura en «Historia contemporánea». Para nosotros, lo que más nos interesa es la aparición de un estudio individualizado de la Edad Media con respecto a la Edad Antigua, que constituye el punto de inicio de esta especialidad en la universidad española. En un primer momento, únicamente las facultades de Madrid y Barcelona dispusieron de las secciones completas, las restantes tuvieron que esperar hasta finales 1932, aunque no cobraría plena efectividad hasta 1935. Por Orden de 31 de agosto de 1939 se procedía a una nueva reforma de los estudios de la Facultad de Filosofía y Letras,30 estableciendo dos cursos comunes que comenzaron a funcionar inmediatamente y tres de especialidad, que tuvieron que esperar algún tiempo más. Las asignaturas de historia contempladas en los cursos comunes eran: «Historia general», «Historia de España» e «Historia del arte». Las especialidades posibles eran Filosofía, Letras e Historia. La Orden de 30 de octubre de 194031 establecía las asignaturas del primer curso de especialidad, que en historia eran las siguientes: «Prehistoria y arqueología», «Historia universal antigua y media», «Historia de España antigua y media», «Paleografía», «Geografía», «Numismática», «Epigrafía». Pero además, en la Sección de Letras, entre las asignaturas propias de la especialidad de Filología clásica se impartía «Historia universal antigua y media»; y en la especialidad de Filología semítica «Historia antigua y media de España». Finalmente, la Orden de 8 de mayo de 194132 regulaba las asignaturas para el segundo curso: «Diplomática», «Historia universal moderna y contemporánea», «Historia
Orden de 31 de agosto de 1931, dictando normas para cursar los estudios de la Facultad de Filosofía y Letras (BOE de 13 de septiembre). Para el periodo franquista, remitimos a los trabajos de Pascual Gonzalo, Blanca. Los estudios de Historia en la Universidad de Madrid (1939-1983), Diploma de Estudios Avanzados en la Universidad Complutense de Madrid, 2010. Accesible en https://eprints.ucm.es/12912/1/TESINA.pdf (= Pascual Gonzalo, Blanca. Los estudios de Historia en la Universidad de Madrid (1939-1983); Rodríguez López, Carolina. «Notas para el análisis de los planes de estudio en el primer franquismo. El Decreto de 7 de julio de 1944 sobre ordenación de la Facultad de Filosofía y Letras», en Ciencia y Academia: IX Congreso Internacional de Historia de las Universidades Hispánicas (Valencia, septiembre 2005), v. II, Valencia, Universitat de Valéncia, 2008, pp. 435-467. 31 Orden de 30 de octubre de 1940 regulando los primeros cursos especiales de la Facultad de Filosofía y Letras (BOE de 5 de noviembre). 32 Orden de 8 de mayo de 1941, complementaria de la de 30 de octubre de 1940, por la que se regulan las asignaturas que comprenderán los cursos especiales de las Facultades de Filosofía y Letras (BOE de 12 de mayo). 30
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de España moderna y contemporánea», «Historia de América», «Historia del arte», «Historia de la geografía». El nuevo régimen instaurado por el franquismo llevó a cabo una nueva reforma. La Ley de Ordenación Universitaria (LOU), de 29 de julio de 1943,33 situaba en primer término a la Facultad de Filosofía y Letras, que junto con la de Ciencias formaban el núcleo principal de los estudios superiores. Mediante el Decreto de 7 de julio de 194434 se establecieron las secciones de Filosofía, Filología clásica, Filología semítica, Filología románica, Historia, Historia de América y Pedagogía. La carrera comprendía dos cursos comunes a todas las secciones, donde se estudiaba, en el primer curso: «Fundamentos de filosofía», «Lengua y literatura griegas o árabes», «Lengua y literatura latinas», «Historia general de la cultura», «Historia general del arte». En el segundo: «Historia de los sistemas filosóficos», «Lengua y literatura griegas o árabes», «Literatura universal», «Historia general de España», «Lengua y literatura latinas», «Geografía general y de España». La licenciatura, que constaba de tres cursos, en la Sección de Historia incluía las siguientes asignaturas, primer curso: «Prehistoria e historia universal de la Edad Antigua», «Prehistoria e historia de España en la Edad Antigua», «Geografía general», «Arqueología», «Paleografía», «Numismática y epigrafía»; segundo curso: «Historia universal de la Edad Media», «Historia de España en la Edad Media», «Geografía de España y de los pueblos hispánicos», «Historia del arte medieval», «Latín medieval», «Diplomática»; tercer curso: «Historia universal de la Edad Moderna y Contemporánea», «Geografía descriptiva», «Historia de América y de la colonización española», «Historia del arte en la Edad Moderna y Contemporánea», «Historia de España en la Edad Moderna y Contemporánea». Las asignaturas sobre la época medieval tenían un gran peso sobre las demás: «Paleografía», «Historia universal de la Edad Media», «Historia de España en la Edad Media», «Historia del arte medieval», «Latín medieval» y «Diplomática».35 Esta Sección de Historia solo se creó en las facultades de Filosofía y Letras de las universidades de Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla, Santiago, Valladolid y Zaragoza. No obstante, por razones que se pueden calificar como políticas, otras universidades a las que no les correspondía esta Sección de Historia fueron autorizadas para crear
Ley de 29 de julio de 1943 sobre ordenación de la Universidad española (BOE de 31 de julio). Decreto de 7 de julio de 1944 sobre la Ordenación de la Facultad de Filosofía y Letras (BOE de 8 de agosto). 35 Blanca Pascual, que llama la atención sobre este hecho, solo se fija en tres de ellas, «Historia universal de la Edad Media», «Historia de España en la Edad Media», «Historia del arte medieval». Hay que tener en cuenta que en las de «Paleografía» y «Diplomática», aunque no figura en su título, su contenido se centraba fundamentalmente en este periodo. La de «Latín medieval» es obvio, pues consta en su denominación. Véase Pascual Gonzalo, Blanca. Los estudios de Historia en la Universidad de Madrid (1939-1983), p. 225, nota 226. 33
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algunas cátedras que formaban parte de ella. Así, tenemos los casos de las cátedras de «Historia antigua, universal y de España», «Arqueología y epigrafía», «Paleografía y diplomática» en las universidades de Salamanca y La Laguna; y la de «Paleografía y diplomática», en la de Oviedo.36 La carencia de medios económicos de la posguerra afectó también a la universidad, impidiendo o limitando en gran manera sus funciones investigadoras. Así las referencias que en la LOU se hacían a este respecto eran escasas e indefinidas, remitiendo para este tema a las directrices del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. En el artículo 26 de la mencionada ley se establecía que cuando la labor científica desarrollada en una cátedra sobrepasase su dotación presupuestaria, se podría llegar a crear un instituto de investigación integrado en las secciones del Consejo. Asimismo, los centros creados por el Consejo podrían adscribirse a la universidad. Se pretendía con ello reforzar el carácter de la función docente de la universidad dejando en un segundo plano la investigación, que pasaba a ser la función principal del recién creado Consejo Superior de Investigaciones Científicas.37 El Decreto de 7 de julio de 1944 establecía que una vez transcurridos cinco años se podrían proponer modificaciones. Así, en 195338 se modificó el plan de estudios, que en la Facultad de Filosofía y Letras, en la especialidad de Historia, quedó de la manera siguiente: «Prehistoria», «Etnología», «Historia universal antigua», «Historia de España antigua», «Arqueología», «Historia universal media», «Historia de la España medieval», «Historia universal moderna», «Historia de España moderna», «Historia universal contemporánea», «Historia de España contemporánea», «Historia de América», «Historia del arte medieval», «Historia del arte moderno y contemporáneo», «Paleografía», «Diplomática», «Epigrafía», «Numismática», «Geografía general», «Geografía de España» y «Geografía descriptiva».39 En el Decreto de 1953, en su artículo 20, se contemplaba la posibilidad de que las facultades podrían proponer al Ministerio de Educación Nacional las modificaciones que considerasen oportunas para adaptarlas a su «propia orientación y peculiaridades docentes y científicas, sin perjuicio de las enseñanzas básicas». Por ese motivo en 1955 Pasamar Alzuria, Gonzalo. Historiografía e ideología en la postguerra española. La ruptura de la tradición liberal, Zaragoza, Universidad de Zaragoza, 1991, pp. 26-29 (= Pasamar Alzuria, Gonzalo. Historiografía e ideología en la postguerra española). 37 Ibidem, pp. 24-25. 38 Decreto de 11 de agosto de 1953 por el que se establecen los planes de estudios de las Facultades de Filosofía y Letras, Ciencias, Derecho, Medicina, Veterinaria y Ciencias Políticas, Económicas y Comerciales (BOE de 29 de agosto). Pascual Gonzalo, Blanca. Los estudios de Historia en la Universidad de Madrid (1939-1983), p. 230. 39 Pascual Gonzalo, Blanca. Los estudios de Historia en la Universidad de Madrid (1939-1983), pp. 228-230. 36
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se llevó a cabo una nueva reforma de los planes de estudio adaptada específicamente a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid.40 El cuadro de asignaturas para los tres cursos de licenciatura especializada en Historia quedaba así: tercer curso: «Prehistoria», «Etnología», «Geografía general», «Arqueología», «Epigrafía», «Historia universal», «Historia de España antigua», «Historia de las religiones»; cuarto curso: «Historia universal media», «Historia de España media», «Historia del arte medieval árabe y cristiano», «Numismática», «Paleografía», «Diplomática», «Geografía de España»; quinto curso: «Historia universal moderna», «Historia de España moderna», «Historia universal contemporánea», «Historia de España contemporánea», «Historia de América», «Historia del arte moderno y contemporáneo», «Geografía descriptiva». Los cambios con respecto a 1953 son mínimos. En el tercer curso se creaban dos asignaturas nuevas, «Historia universal» e «Historia de las religiones» y desaparecía la de «Historia universal antigua». Con respecto a la supresión de esta última nos surge una duda. En el primer curso de los estudios comunes existía ya una asignatura de «Historia universal»,41 por tanto, resulta chocante que en el tercer curso (1.º de la especialidad) se vuelva a repetir la misma otra vez. ¿No se trataría de una errata y que en realidad la asignatura fuese realmente «Historia universal antigua»?, en cuyo caso no habría desaparecido, lo que tiene bastante lógica ya que en caso contrario sería el único periodo cronológico que carecería de esta asignatura, puesto que para el resto, Edad Media, Moderna y Contemporánea, sí que se mantenían. En el Boletín Oficial del Estado no aparece ninguna rectificación sobre este asunto, salvo una relativa a la Sección de Historia de América.42 Pero según los datos que constan en la Guía de la Universidad de Madrid de 1956 nuestras sospechas se confirman y así figura una asignatura de «Historia universal» en primer curso y otra de «Historia universal antigua», en tercero.43 Finalmente, la asignatura «Historia del arte medieval» del plan de 1953 pasaba ahora a denominarse «Historia del arte medieval árabe y cristiano». Es de suponer que el contenido sería el mismo, aunque ahora se especificaba más su alcance. Hasta aquí llegamos en nuestro recorrido por los planes de estudios universitarios dentro de los límites cronológicos impuesto por nuestro trabajo. Como conclusión Orden de 30 de marzo de 1955 por la que se aprueba el plan de estudios del período de licenciatura especializada en la Sección de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid (BOE de 11 de abril). Pascual Gonzalo, Blanca. Los estudios de Historia en la Universidad de Madrid (1939-1983), pp. 234-236. 41 Orden del 12 de febrero de 1955, que reforma el plan de los estudios comunes de Filosofía y Letras (BOE de 26 de febrero). 42 Rectificación a la Orden de 30 de marzo de 1955 que rectificaba el plan de estudios de la Sección de Historia de América de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid (BOE de 22 de abril). 43 Guía de la Universidad de Madrid, Madrid, [s.e.], 1956, pp. 92 y 112, respectivamente. 40
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vemos que la enseñanza especializada de la historia de la Edad Media, tanto universal como de España, no aparece hasta el plan de García Alix de 1900, aunque no de forma individualizada, sino conjuntamente con la Edad Antigua, lo cual planteaba desde el punto de vista práctico la imposibilidad de explicar adecuadamente toda la materia en un solo curso académico.44 La asignatura de «Historia antigua y media de España», suponemos que heredaría los contenidos de la de «Historia de las instituciones de España en la Edad Media y Moderna» que se impartía en la Escuela Superior de Diplomática según el plan de 1897, el último antes de la supresión. Pero como decimos, de momento, se trata únicamente de una hipótesis que requiere un estudio más profundo en el que habrá que indagar. Será, por tanto, con el plan de 1931 cuando se lleve a cabo por primera vez la separación entre la historia de la Edad Antigua y Media, creándose las asignaturas específicas de «Historia universal de la Edad Media» e «Historia de la Edad Media española». La primera reforma del franquismo en 1939 volvió a unir la enseñanza de la Edad Media con la Antigua, pero este cambio estuvo vigente durante un periodo muy breve, ya que con la reforma de 1944 volvieron a unificarse, pasando a ser como en 1931, «Historia universal de la Edad Media» e «Historia de España en la Edad Media», que se mantuvieron con los planes de 1953 y 1955.
Este problema fue una de las críticas planteadas a la reforma de García Alix de 1900. Incidieron especialmente en este tema Ibarra: «[...] Es imposible que un curso se exponga, v.g., toda la historia universal antigua y media y a la vez se investigue en ella; no hay tiempo material para hacerlo [...]», «La reforma de los estudios históricos en nuestra enseñanza universitaria», p. 255; Deleito Piñuela: «Yo declaro que en doce años de profesorado no he podido jamás explicar íntegra mi asignatura de Historia universal antigua y media, aunque me lo propuse con empeño [...]», La enseñanza de la historia, p. 185. Se centra directamente en este problema el artículo anónimo «De cómo un español puede ser doctor en Historia sin haber estudiado Edad Media», Revista Histórica, I, n.º 3 (1918), pp. 89-91. Evidentemente, este mismo problema lo tendrían las cátedras de «Historia universal» y de «Historia de España moderna y contemporánea». 44
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II. El nacimiento de la historia medieval en España 1. La Real Academia de la Historia Tal como figuraba en los Estatutos de 1738, «ilustrar la Historia de España», la Real Academia de la Historia ha venido desarrollando a lo largo de los siglos la que es, sin duda, la principal razón de su creación. Este propósito, reiterado en los Estatutos de 1792 y 1856 y en vigor, lo ha venido cumpliendo adaptando sus trabajos a las diferentes concepciones historiográficas que se han ido sucediendo con el transcurrir de los tiempos.1 No es nuestra intención hacer una historia de la Academia, conocida ya por diferentes publicaciones,2 sino que centrándonos en la línea seguida en nuestra investigación vamos a destacar el importante papel que la época medieval ha ocupado en su quehacer historiográfico, como queda bien patente en los numerosos trabajos y publicaciones que ha dedicado
Ladero Quesada, Miguel Ángel. «El papel de la Real Academia de la Historia», en La Historia Medieval hoy: percepción académica y percepción social: XXXV Semana de Estudios Medievales, Estella 21-25 julio, [Pamplona], Gobierno de Navarra, 2009, pp. 171-172 (= Ladero Quesada, Miguel Ángel. «El papel de la Real Academia de la Historia»). 2 Sin ánimo de exhaustividad, Barrantes, Vicente. [Bosquejo histórico de la Real Academia de la Historia y noticia de sus publicaciones]. Discurso leído ante la Academia de la Historia en su pública instalación en la Casa del Nuevo Rezado, Madrid, Imprenta de José Rodríguez, 1874 (= Barrantes, Vicente. Bosquejo histórico de la Real Academia de la Historia y noticia de sus publicaciones); Falcao Espalter, Mario. «La Real Academia de la Historia. Bosquejo de su carácter y labor», Boletín de la Real Academia de la Historia, LXXIV, cuaderno I (1919), pp. 169-175; Castañeda y Alcover, Vicente. «La Real Academia de la Historia», Boletín de la Real Academia de la Historia, XCVI, cuaderno II (1930), pp. 525-544; Rumeu de Armas, Antonio. «Real Academia de la Historia», en Las Reales Academia del Instituto de España, Madrid, Alianza Editorial, 1992, pp. 105-169; Contreras Miguel, Remedios. «Archivo y Biblioteca de la Real Academia de la Historia», Boletín de la Real Academia de la Historia, CLXXIX, cuaderno II (1982), pp. 365-381; Rumeu de Armas, Antonio. «Real Academia de la Historia», en Las Reales Academias del Instituto de España, Madrid, Alianza Editorial, [1992], pp. 105-169; Alberola Fioravanti, M.ª Victoria. Guía de la biblioteca de la Real Academia de la Historia, Madrid, Real Academia de la Historia, 1995 (= Alberola Fioravanti, M.ª Victoria. Guía de la biblioteca de la Real Academia de la Historia). Pero sobre todo las obras de Nava Rodríguez, M.ª Teresa. Reformismo ilustrado y americanismo, la Real Academia de la Historia 1735-1792, Madrid, Editorial de la Universidad Complutense, 1989 y Velasco Moreno, Eva. La Real Academia de la Historia en el siglo xviii. Una institución de sociabilidad, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 2000, pp. 113-115 (= Velasco Moreno, Eva. La Real Academia de la Historia en el siglo xviii). 1
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a esta época. No obstante, a modo de introducción, creemos necesario hacer unas breves consideraciones sobre cuáles fueron los primeros proyectos historiográficos que se plantearon en la Real Academia de la Historia. La primitiva Junta que dará luego origen a la Academia tuvo como primera tarea la elaboración de un Diccionario Histórico-Crítico Universal de España,3 obra que se concebía con el objeto de impulsar los estudios históricos bajo un punto de vista novedoso y reformador. El primer proyecto, presentado por Agustín de Montiano, era ambicioso, ambiguo y difícil de llevar a cabo. De común acuerdo, el Diccionario estaría formado por una serie de materias. Hasta comienzos de 1737 los académicos trabajaron en una serie de planes sobre estas materias que traslucían su preocupación por la depuración de las fuentes históricas a través de la crítica con un fin principal, la búsqueda de la verdad. Por ello se rechazaba la historia anterior, considerada errónea y mal fundada, y se proponían rehacerla, comenzando por estudiar a los autores antiguos para depurar los errores contenidos en sus obras.4 Iniciados los trabajos, la Junta se planteó que la división temática establecida no era la más adecuada para el Diccionario y se acordó entonces seguir el criterio de unos anales, distribuyéndose de esta forma el trabajo por siglos, sin descartar definitivamente un desarrollo por materias. Una vez creada ya la Academia en 1738, ante las diferentes opiniones sobre cómo realizar el trabajo, se propuso la formación de un Aparato que hiciese las veces de guía, tanto para el Diccionario como para los Anales. Los temas que debía comprender eran los siguientes: historia en general, geografía antigua; geografía moderna; historia natural; primer poblador de españa; lengua primitiva; religión y costumbres; cronología; genealogía; medallas, inscripciones, privilegios y demás monumentos; cronicones falsos y autores que se valieron de ellos; los que merecen entera fe; reglas críticas. Elegida en función de sus gustos por cada académico una parte del Aparato, se comenzó a trabajar en varios temas, como la historia natural, la cronología, las medallas y la geografía. Del interés que despertó este último surgió otro proyecto de Diccionario geográfico de España en el cual se empezó a trabajar en 1773.5
«Noticia del origen, progresos y trabajos literarios de la Academia hasta agosto de 1796», en Memorias de la Real Academia de la Historia, t. I, Madrid, Imprenta de Sancha, 1796, p. XII (= «Noticia del origen, progresos y trabajos literarios de la Academia hasta agosto de 1796»). 4 Nava Rodríguez, M.ª Teresa. «Logros y frustraciones de la historiografía ilustrada española a través de los proyectos de la Real Academia de la Historia», en Coloquio internacional Carlos III y su siglo. Actas, Madrid, Universidad Complutense, 1990, t. I, p. 74 (= Nava Rodríguez, M.ª Teresa. «Logros y frustraciones de la historiografía ilustrada española»). 5 Ibidem, p. 75. 3
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ii. el nacimiento de la historia medieval en españa
Suspendidos los trabajos del Diccionario desde 1739 al iniciarse los del Aparato, estos no se reanudaron hasta 1743, dejando de lado los de este último. Pero la falta de consenso sobre el modo de efectuar el trabajo fue la causa de una nueva interrupción del proyecto. Se buscaron entonces otras iniciativas, como la de estudiar la cronología, fundamental para fijar con precisión los hechos históricos, así como la búsqueda de documentos y antigüedades a través de los viajes. Tras un intento fallido en 1764 de dar nuevo impulso al Diccionario, se abandonó definitivamente este proyecto.6 Una vez puestos en marcha los trabajos de cronología surgieron dudas que hicieron necesaria la consulta de datos en documentos originales. Este fue el motivo del viaje de Lorenzo Diéguez y Pedro Rodríguez de Campomanes a la biblioteca de El Escorial en 1751 para comprobar en algunos códices la cronología de los reyes godos, los concilios y los primeros reyes asturleoneses. A finales de 1754 toda la cronología de la época anterior a la invasión árabe había sido revisada. Pero ciertas dudas planteadas por la cronología de los reyes godos motivaron un segundo viaje a El Escorial en 1754 para efectuar nuevos cotejos. Este interés por la cronología perduró durante el resto del siglo, y así Campomanes presentó en 1761 otro proyecto para formar una tabla cronológica de todos los reyes de España sobre la base de todos los trabajos anteriores que sobre este tema se venían realizando. Por su parte, el padre José de la Concepción presentó en 1768 su proyecto para realizar una biblioteca cronológica de la historia de España, pero que no fue aceptado.7 Junto con la cronología, la geografía fue objeto de un gran interés por la Academia desde 1739, que comisionó a dos académicos para visitar la biblioteca de El Escorial y seleccionar y reunir materiales con tal fin. Este interés cristalizó en 1766 con el informe del académico José Manuel de la Parra, que alegaba haber reunido más de diez mil fichas sobre lugares y accidentes geográficos. Fue entonces cuando la Academia propuso titular a la obra Diccionario topográfico de España, que se convertirá en una obra con personalidad propia y no será una mera introducción al proyecto de Diccionario Histórico-Crítico. El principal impulso al proyecto vino de la mano de Campomanes en 1772 con la publicación de la Instrucción para formar el Diccionario geográfico de España, que contenía veintiún artículos para servir de guía en la redacción de las cédulas. Una vez impresa fue repartida entre todos los colaboradores. En ella se indicaban los puntos que se debían recoger: ciudades, villas, aldeas, montes, ríos, arroyos y baños, situándolos en su provincia, corregimiento, partido, merindad, concejo, valle, coto o jurisdicción y su dependencia de realengo, señorío u órdenes. Para buscar y enviar datos, Campomanes
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Ibidem, pp. 76-77. Ibidem, pp. 78-81. [51]
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se sirvió de los académicos correspondientes y honorarios. Junto con estas informaciones se emplearon también datos procedentes de documentos, como las relaciones topográficas de Felipe II, el catastro de la Ensenada, el de Aranda e informaciones proporcionadas por la Contaduría de Propios y Arbitrios. Las gestiones para acceder a estas fuentes fueron llevadas a cabo personalmente por Campomanes ante Miguel de Múzquiz, ministro de Hacienda, y Carlos III, para conseguir copias de los documentos necesarios en la Biblioteca Real y en la de El Escorial. Con todos los materiales reunidos no sería hasta 1802 cuando vieron la luz dos tomos, uno de Navarra y otro de las Provincias Vascongadas. La magnitud de la tarea y la escasez de medios materiales y humanos fueron las causas una vez más de la interrupción del proyecto del cual, como de otros anteriores, nos han quedado como testimonio los materiales reunidos para ellos.8 La figura de Campomanes fue crucial en el desarrollo de muchos de los trabajos históricos emprendidos por la Academia, adquiriendo mayor protagonismo todavía al ejercer su dirección. Un hecho a destacar fue el impulso que desempeñó simultáneamente desde de la fiscalía del Consejo de Castilla y la dirección de la Academia de la Historia, instituciones ambas que intervinieron en el desarrollo de algunos proyectos puestos en marcha por él.9 Uno de estos trabajos fue el Diccionario geográfico, del cual acabamos de tratar. El otro, de mayor interés para nosotros, fue la Colección Diplomática Española, obra que se planeaba en colaboración con la orden benedictina, ya que esta disponían de personas cualificadas para la tarea y, además, en sus archivos se conservaba gran cantidad de códices y documentos altomedievales. Pero la idea no era nueva ya que en 1753 había presentado a la Academia un proyecto de Distribución del extracto de monumentos, según clases, que deberá observarse en los libros históricos, donde distinguía siete clases y se daban instrucciones concretas para realizar la descripción o «extractos» de cada una de ellas. Se realizaría con los «libros, inscripciones, medallas y monedas, historias o crónicas antiguas, actas públicas, diplomas, privilegios particulares». Dos años después, en 1755, fue ampliado con la Instrucción que forma la Academia de la Historia sobre el uniforme método de sus individuos en las cédulas para el índice diplomático universal de España. Con respecto al proyecto anterior este índice suponía una limitación, al ceñirse únicamente
Ibidem, pp. 81-85; Velasco Moreno, Eva. La Real Academia de la Historia en el siglo xviii, pp. 113-115. Un estudio más detallado de todo este proyecto en Arroyo Ilera, Fernando. «El Diccionario geográfico de la Real Academia de la Historia. Una obra frustrada de la Ilustración española», Estudios Geográficos, LXIV, n.º 253 (2003), pp. 539-578. 9 Velasco Moreno, Eva. La Real Academia de la Historia en el siglo xviii, p. 108. 8
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a «los privilegios impresos».10 Esta Instrucción de 1755 será la propuesta como modelo en 1770 cuando retome la Diplomática Española con los benedictinos. Pero parece ser que este proyecto no fue original de la Academia, sino que llegó a esta por intermediación de Campomanes desde el Consejo de Castilla, donde había sido presentado por el padre Ruete, general de la Congregación Benedictina de Valladolid.11 La Instrucción de 1755 fue remitida por el secretario de la Academia al padre Ruete, quien a su vez respondió con el envío del Aparato y Prontuario de la Historia Universal Eclesiástico-Civil de España, obra del padre Ibarreta, que fue el encargado de la dirección del proyecto. Este a su vez fue comentado y corregido por Campomanes, ante el cual los benedictinos enviaron como alternativa otro plan realizado por el padre Pablo González. Finalmente, sin estar claras las causas, el proyectó quedó paralizado.12 No obstante, esta idea tuvo su continuidad por parte de la Academia con el plan del benedictino Abad y Lasierra, quien de forma particular había iniciado una serie de investigaciones en el monasterio de San Juan de la Peña. Estas tomaron un carácter más oficial cuando en 1771 obtuvo autorización real para la consulta de los archivos y bibliotecas de la Congregación Benedictina de la Corona de Aragón. El informe favorable de Campomanes fue fundamental para conseguir la autorización, unido a los propósitos regalistas que subyacían en el proyecto. Abad y Lasierra utilizó la intervención de Campomanes para obtener el priorato de Meyá. En 1781 la Academia, consciente de la importancia del proyecto, remitió una carta a Floridablanca para solicitar una ampliación del permiso y visitar asimismo los archivos eclesiásticos y seculares del resto de España. Pero su respuesta no fue muy alentadora, ya que no autorizaba el viaje y se limitaba únicamente a poner a su disposición los fondos de la Biblioteca Real y documentos de otros archivos. Nombrado obispo de Ibiza en 1783, el proyectó quedó definitivamente paralizado.13 En 1792, coincidiendo con el fin del mandato de Campomanes, la Academia acometió la reforma de sus Estatutos. Llegaba a fines del siglo xviii con casi un siglo de existencia, desbordada por el excesivo número de proyectos en que se había embarcado, treinta y tres en total, contando con los encargos gubernamentales. Amargamente se quejaba de ello: «Vacíos estamos pues, y fatigados al cabo de media centuria de pasearnos por tantos proyectos Literarios, cogiéndolos por antojo y sin sistema y descuidándolos
Ladero Quesada, Miguel Ángel. «Campomanes medievalista», en Campomanes en su II centenario, Madrid, Real Academia de la Historia, 2003, pp. 69-72, 81 (= Ladero Quesada, Miguel Ángel. «Campomanes medievalista»). 11 Velasco Moreno, Eva. La Real Academia de la Historia en el siglo xviii, pp. 109-110. 12 Ibidem, p. 111. 13 Ibidem, pp. 112-113. 10
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sin examen ni escrúpulo». La solución fue desechar algunos de ellos y centrarse exclusivamente en otros.14 Como resultado de todos los proyectos que puso en marcha la Academia durante su primer siglo de existencia se fueron formando en ella importantes colecciones de documentos, en su inmensa mayoría en copias. En algunos casos se llegaron a publicar, como fue el caso de la España Sagrada, del padre Flórez, y el Viaje a las iglesias de España, del padre Villanueva, quien además dejó una colección documental en la Academia. En todos sus volúmenes hay una gran aportación de fuentes documentales sobre nuestra Edad Media. Sobre ellas volveremos a referiremos cuando tratemos de las publicaciones académicas.15 En 1749 se creó una comisión de archivos bajo la dirección del secretario de Estado, José de Carvajal y Lancaster. Su plan, que fue elaborado por el jesuita Andrés Marcos Burriel, tenía como finalidad el reconocimiento de los archivos reales y eclesiásticos para la búsqueda de documentos en los que fundamentar el derecho de patronato de los reyes de España en el nombramiento de los beneficios eclesiásticos. Los resultados de esta comisión se materializaron en una gran colección de copias de documentos de gran interés para nuestros estudios medievales. Aunque este proyecto no fue obra de la Academia, lo mencionamos aquí porque parte de los documentos copiados en los archivos catedralicios fueron a parar a ella, donde se conservan con el nombre de Colección Gayoso, Catedrales de España o Privilegios y escrituras de España.16 La Academia, por su parte, también patrocinó este tipo de viajes, como fue la comisión encargada por el marqués de la Ensenada en 1752 a Luis José Velázquez, marqués de Valdeflores, para buscar y recoger «antigüedades de todo el reyno» con el fin de preparar una historia monumental de España. Los materiales que reunió constituyen hoy la colección Velázquez de la Academia, en la cual se contienen muchas copias de documentos medievales, pero también algunos originales.17
«Noticia del origen, progresos y trabajos literarios de la Academia hasta agosto de 1796», pp. CXIII-CXIV. Ladero Quesada, Miguel Ángel. «Las colecciones documentales medievales», p. 140. 16 Ladero Quesada, Miguel Ángel. «Las colecciones documentales medievales», p. 140. Alberola Fioravanti, M.ª Victoria. Guía de la biblioteca de la Real Academia de la Historia, p. 93. 17 Ladero Quesada, Miguel Ángel. «Las colecciones documentales medievales», p. 140; Alberola Fioravanti, M.ª Victoria. Guía de la biblioteca de la Real Academia de la Historia, pp. 112-113; Cebrián Fernández, Rosario y Salamanqués Pérez, Virginia. «La documentación sobre las Memorias del viaje del marqués de Valdeflores por España (Real Academia de la Historia, Ms. 9/7018)», SPAL. Revista de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Sevilla, n.º 14 (2005), pp. 11-58; Salas Álvarez, Jesús. «El Viaje de España del marqués de Valdeflores. Un intento fallido de catalogación de los monumentos y antigüedades de España», en ibidem, n.º 19 (2010), pp. 9-34. 14 15
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Otras colecciones que tuvieron su origen en el siglo xviii fueron la reunida por Antonio Mateos Murillo y Francisco Rivera, formada por 510 volúmenes de cédulas sacadas de documentos impresos.18 La colección Manuel Abella contiene también gran número de copias de documentos medievales de Castilla y Aragón.19 La colección Tomás Andrés Gusseme posee documentación sobre arqueología e historia antigua y altomedieval.20 Pero, sin lugar a duda, la más importante de todas es la colección Salazar y Castro, que a su vez había incorporado otras anteriores, como la «alacena» de Zurita y la del marqués de Montealegre. Con 75.584 documentos, de contenido especialmente genealógico, constituye una fuente fundamental para los estudios medievales.21 Estas colecciones que se iniciaron durante el siglo xviii no tuvieron continuidad en el siglo siguiente, ya que la Academia dirigió sus intereses hacia otras iniciativas. No obstante, siguieron incorporándose otras por compra o por donación. Durante el siglo xix ingresaron algunas que tienen también interés para la Edad Media:22 • Colección Joaquín Traggia. Ingresó en 1802. Documentos copiados en archivos catalanes y aragoneses.23 • Colección José Córnide y Saavedra. Ingresó en 1803. Documentos sobre geografía, arqueología e historia, especialmente de Galicia.24 • Colección Manuel Abad y Lasierra. Ingresó en 1806. Documentos medievales, especialmente de la Corona de Aragón.25
Ladero Quesada, Miguel Ángel. «Las colecciones documentales medievales», p. 140; Alberola Fioravanti, M.ª Victoria. Guía de la biblioteca de la Real Academia de la Historia, p. 50. 19 Ladero Quesada, Miguel Ángel. «Las colecciones documentales medievales», p. 141; Alberola Fioravanti, M.ª Victoria. Guía de la biblioteca de la Real Academia de la Historia, pp. 29-30. 20 Ladero Quesada, Miguel Ángel. «Las colecciones documentales medievales», p. 141; Alberola Fioravanti, M.ª Victoria. Guía de la biblioteca de la Real Academia de la Historia, pp. 66-67. 21 Ladero Quesada, Miguel Ángel. «Las colecciones documentales medievales», p. 140; Alberola Fioravanti, M.ª Victoria. Guía de la biblioteca de la Real Academia de la Historia, pp. 98-100. Catálogo de la colección por Cuartero Huerta, Baltasar y Vargas Zúñiga, Antonio, marqués de Siete Iglesias. Índice de la Colección de don Luis de Salazar y Castro, Madrid Real Academia de la Historia, 1949-1979. 49 v. Edición en CDROM, Catálogo de la Colección Salazar y Castro: Catálogo de la Colección Salazar y Castro: Índice de la colección de Don Luis de Salazar y Castro, formado por Antonio de Vargas Zúñiga y Montero de Espinosa, [Bilbao], Dirección de Patrimonio Cultural, [2005]. 1 CD-ROM. 22 Ladero Quesada, Miguel Ángel. «Las colecciones documentales medievales», p. 141. 23 Alberola Fioravanti, M.ª Victoria. Guía de la biblioteca de la Real Academia de la Historia, pp. 109-110. 24 Ibidem, pp. 51-52. 25 Ibidem, p. 29. 18
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• Colección Gaspar Melchor de Jovellanos. Ingresó en 1811. Tiene especial interés para Asturias. Contiene documentos sobre donaciones a la iglesia de Oviedo, fueros y privilegios de monasterios asturianos.26 • Colección Juan de Sobreira. Ingresó en 1811. Documentos sobre geografía, historia y lengua de Galicia.27 • Colección Juan Sans Barutell. Ingresó en 1815. Documentos para la historia de la marina en Cataluña y Aragón desde el siglo xii al xvii.28 • Colección Francisco Martínez Marina. Ingresó en 1819. Contiene leyes y ordenamientos de Cortes de Castilla.29 • Colección Juan Sempere Guarinos. Ingresó entre 1821 y 1832. Copias de documentos de 1246 a 1804, de temática variada, incluye leyes, peticiones y ordenamientos de Cortes del siglo xii al xvii.30 • Colección Vicente Salvá. Ingresó en 1835. Originales y copias de leyes, fueros y documentos sobre Cortes e historia de Castilla y León, de los siglos xi a xviii. También incluye colecciones documentales de los reyes castellanos de los siglos xiv y xv.31 • Colección Salazar y Castro. Ingresó en 1850. Está formada por documentos originales y copias de la Edad Media a 1734.32 • Colección Gustavo Daniel Lorichs. Ingresó en 1856. Formada por cartas, reales cédulas, escrituras y otros documentos reales y particulares (1467-1653).33 • Colección diplomática de Antonio Siles. Ingresó en 1860. Contiene copias de documentos desde el año 593 a 1817.34 • Colección Martín Sarmiento. Ingresó en 1860. De especial interés para la historia, lengua y etnografía de Galicia.35 • Colección Pascual de Gayangos. Ingresó en 1896. Formada por manuscritos árabes, aljamiados y hebreos.36
Ibidem, pp. 72-73. Ibidem, pp. 106-107. 28 Ibidem, pp. 102-103. 29 Ibidem, pp. 78-79. 30 Ibidem, pp. 104-105. 31 Ibidem, pp. 101-102. 32 Ibidem, pp. 98-100. Catálogo de la colección citado en la nota 105. 33 Ibidem, p. 76; Galende Díaz, Juan Carlos. «La colección de Lorichs de la Biblioteca de la Real Academia de la Historia», Estudis Castellonencs, n.º 6 (1994-1995), pp. 577-587. 34 Alberola Fioravanti, M.ª Victoria. Guía de la biblioteca de la Real Academia de la Historia, p. 50. 35 Ibidem, pp. 103-104. 36 Ibidem, pp. 64-66; Terés, Elías. Los manuscritos árabes de la Real Academia de la Historia: la «Colección Gayangos». Discurso leído en el acto de su recepción pública por Elías Terés Sádaba y contestación por Emilio García Gómez, el día 1 de junio de 1975, Madrid, Real Academia de la Historia, 1975. 26 27
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• Colección Rafael Floranes. Ingresó en 1899. Documentos de interés para la historia política, literaria y jurídica de Álava y Vizcaya, conserva documentación sobre crónicas medievales y fueros.37 • Colección Aureliano Fernández Guerra. Ingresó en 1900. Sobre arqueología antigua y cristiana, antigüedades de pueblos de España, en especial de Andalucía, geografía, vías romanas.38 • Colección José García García. Ingresó en 1904. Formada por los apuntes, borradores y fichas para escribir dos obras sobre la época visigoda: «Las instituciones visigóticas» y «La Ley primitiva de los visigodos».39 • Colección Fidel Fita. Ingresó en 1918. Tiene especial interés para la arqueología, epigrafía, filología, Inquisición y judíos. Contiene dos documentos del siglo xiii, uno de ellos original de Sancho IV.40 • Colección Bauer y Landauer. Ingresó en 1919. Formada por 600 documentos originales de los siglos xii a xix.41 Es muy importante tener en cuenta que todas estas colecciones no responden a una procedencia orgánica o institucional, como es lo normal en los archivos, sino que se trata de colecciones de documentos, en su gran mayoría de copias, formadas por la Academia en el curso de sus trabajos o donadas a la misma a lo largo de su historia. Algunas, como la de Esteban Garibay o la de Grandezas de España, se formaron incluso antes de que existiera la Academia.42 Suelen llevar el nombre de las personas que las crearon o hacen referencia a su contenido.43
37 Alberola Fioravanti, M.ª Victoria. Guía de la biblioteca de la Real Academia de la Historia, p. 61; Fernández Martín, Pedro. «Índice de los manuscritos de Floranes en la Academia de la Historia por Menéndez Pelayo», Boletín de la Biblioteca Menéndez Pelayo, XLI (1965), pp. 115-210. 38 Ibidem, p. 58. 39 Ibidem, p. 62. 40 Ibidem, p. 60. 41 Ibidem, pp. 34-35. 42 Ladero Quesada, Miguel Ángel. «Las colecciones documentales medievales», en Tesoros de la Real Academia de la Historia: Palacio Real de Madrid, abril-julio 2001, [Madrid], Real Academia de la Historia: Patrimonio Nacional, [2001], p. 139 (= Ladero Quesada, Miguel Ángel. «Las colecciones documentales medievales»). 43 «Real Academia de la Historia», en Guía de las Bibliotecas de Madrid, Madrid, Dirección General de Archivos y Bibliotecas. Servicio de Publicaciones, 1953, pp. 53-61; Contreras Miguel, Remedios. «Archivo y Biblioteca de la Real Academia de la Historia», Boletín de la Real Academia de la Historia, CLXXIX, cuaderno II (1982), pp. 365-381; Alberola Fioravanti, M.ª Victoria. Guía de la biblioteca de la Real Academia de la Historia, Madrid, Real Academia de la Historia, 1995.
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Una vez vistas las colecciones documentales conservadas en la Real Academia de la Historia que tienen especial interés para el estudio de la Edad Media, vamos a hacer lo propio ahora con sus publicaciones. La España Sagrada44 La España Sagrada no tuvo sus orígenes en la Academia.45 Capmany dice que en 1748 la Academia proyectó realizar una historia eclesiástica titulada España Sagrada. No obstante, el primer volumen fue publicado por el padre Flórez en 1747 y, según nos informa su colaborador el padre Méndez, este había concebido la idea en 1742 dando además detalles sobre ello.46 A la muerte de Flórez se encargaron de su continuación los padres Manuel Risco, Antolín Merino y José de la Canal. Tras el fallecimiento de este último la empresa pasó por R. O. de 30 de junio de 1836 de la orden agustina a la Real Academia de la Historia, que nombró continuador de la obra a Pedro Sainz de Baranda y creó el 22 de junio de 1845 una comisión específica. Así, entre los años 1865 y 1866, salieron los tomos XLIX y L sobre las iglesias de Tarazona y Tudela, a cargo de Vicente de la Fuente, y años después el tomo LI sobre los obispos españoles titulares in partibus infidelium, por Ramón Fort, con aumentos de Vicente de la Fuente.47 En 1880 la España Sagrada quedó interrumpida. Hubo varios intentos para continuarla por los agustinos Guillermo Antolín y Julián Zarco, pero fueron infructuosos por la avanzada edad del primero y la muerte del segundo en 1936.48 En 1950 fue elegido académico el padre Ángel Custodio Vega, en cuyo discurso de ingreso trató sobre La «España Sagrada» y los Agustinos en la Real Academia de la Historia.
44 Flórez, Enrique. España Sagrada. Theatro geographico-historico de la Iglesia de España, origen, divisiones y terminos de todas sus provincias ... con varias disertaciones criticas para ilustrar la historia eclesiastica de España, en Madrid, por Don Miguel Francisco Rodríguez, 1747-1957. 56 tomos. Como obra general tenemos [López de Ayala, Jerónimo], conde de Cedillo. «Las grandes colecciones publicadas por la Real Academia de la Historia», Boletín de la Real Academia de la Historia, XCII, cuaderno I (1928), pp. 334-401 (= López de Ayala, Jerónimo. «Las grandes colecciones publicadas por la RAH»). 45 López de Ayala, Jerónimo. «Las grandes colecciones publicadas por la RAH», pp. 337-351; Vega, Ángel Custodio. La España Sagrada y los agustinos en la Real Academia de la Historia, Madrid, Real Academia de la Historia, 1950 (= Vega, Ángel Custodio. La España Sagrada y los agustinos); Sagredo Fernández, Félix. «Enrique Flórez (1702-1773) y su “España Sagrada”», en Homenaje a don Agustín Millares Carlo, Las Palmas de Gran Canaria, Confederación Española de Cajas de Ahorros, 1975, t. 1, pp. 517-534 (= Sagredo Fernández, Félix. «Enrique Flórez (1702-1773) y su “España Sagrada”»). 46 López de Ayala, Jerónimo. «Las grandes colecciones publicadas por la RAH», p. 338. 47 Vega, Ángel Custodio. La España Sagrada y los agustinos, pp. 62-64. 48 Sagredo Fernández, Félix. «Enrique Flórez (1702-1773) y su “España Sagrada”», pp. 533-534.
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Su incorporación a la Academia supuso la reanudación de los lazos entre esta y la orden agustina, que permitió a finales de los años cincuenta una nueva puesta en marcha de esta secular empresa con la publicación de cuatro nuevos volúmenes.49 En el día de hoy la España Sagrada está paralizada, pero entre los años 2000 a 2012 la editorial Revista Agustiniana ha llevado a cabo una reedición de toda la obra a cargo del padre Rafael Lazcano, a la cual ha añadido un Índice general que figura como tomo LVII.50 El Viage literario a las iglesias de España Al igual que la España Sagrada, el Viage literario de Villanueva fue una obra que, aunque no tuvo su origen en la Academia, esta se encargó de su finalización.51 En 1802 Jaime y Joaquín Lorenzo Villanueva presentaban un plan de la obra encargada por el secretario de Estado Pedro Ceballos. La idea originaria era hacer una obra sobre la liturgia y los ritos de la antigua Iglesia española, cuyo título sería De antiquiis Hispaniae Ecclesiae ritibus. Por tanto, el propósito del Viaje literario era mucho más que una mera iniciativa
Vega, Ángel Custodio. De la Santa Iglesia Apostólica de Iliberri (Granada). Su fundación apostólica. Lugar de su emplazamiento. Sus obispos y santos, Madrid, Maestre, 1957-1961. 2 v. (España Sagrada; LIII-LIV); Vega, Ángel Custodio. De la Santa Iglesia Apostólica de Eliberri (Granada). Contiene los escritos de Gregorio Bético y de otros santos prelados, Madrid, Maestre, 1957 (España Sagrada; LV); Vega, Ángel Custodio. De la Santa Iglesia Apostólica de Eliberri (Granada). Fin de los escritos de Gregorio Bético. Calendario de Recemundo, Madrid, Maestre, 1957. (España Sagrada; LVI). 50 Lazcano, Rafael. España Sagrada. Tomo LVII. Índice general, Madrid, Editorial Agustiniana, 2012. Con anterioridad se disponía del índice de González Palencia, Ángel. Índice de la España Sagrada, Madrid, The Hispanic Society of America, 1918. Reed., Madrid, Instituto Valencia de Don Juan, 1946; Otra edición, Nendeln (Liechtenstein), Kraus-Thompson Organization Limited, 1969. 51 Villanueva, Jaime. Viage literario a las iglesias de España / le publica con algunas observaciones Joaquín Lorenzo Villanueva, Madrid, Imprenta de la Real Academia de la Historia, 1803-1852. 22 v. Los tomos 6-10 fueron publicados en Valencia, Imprenta de Oliveres; López de Ayala, Jerónimo. «Las grandes colecciones publicadas por la RAH», pp. 352-359; Ramírez Aledón, Germán. «El Viaje literario de los hermanos Villanueva: trayectoria de un proyecto editorial», en Emilio Soler Pascual y Nicolás Bas Martín (coords.), Placer e instrucción. Viajeros valencianos por el siglo xviii, Alicante, Universidad de Alicante; [Valencia], Real Sociedad Económica de Amigos del País de Valencia, 2008, pp. 163-199. Publicado también en Real Sociedad Económica de Amigos del País. Anales 2008, Valencia, Real Sociedad Económica de Amigos del País de Valencia, 2009, pp. 167-202; Sánchez Díaz, Ana. «El Viaje literario a las iglesias de España: una empresa ilustrada de los hermanos Villanueva en la primera mitad del siglo xix», Anales de la Universidad de Alicante. Historia Contemporánea, n.º 5 (1986), pp. 47-66; Sánchez Díaz, Ana M.ª. «Una empresa ilustrada en la España de Carlos IV: “El Viaje literario a las iglesias de España”», Carthaginensia, II, n.º 1 (1986), pp. 101-111; Sánchez Díaz, Ana M.ª. «Los orígenes de “El Viaje literario a las iglesias de España”», Carthaginensia, III, n.º 4 (1987), pp. 241261; Soler Pascual, Emilio. El Viaje literario y político de los hermanos Villanueva, [Valencia], Biblioteca Valenciana, [2002]; Mateu Llopis, Felipe. El “Viaje Literario” del P. Villanueva y las de Cataluña. Discurso leído en el Aula Magna en la Fiesta Nacional del Libro Español el día 26 de abril de 1946, Barcelona, Imp. Elzeviriana y Lib. Camí, S.A., 1947. 49
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personal de estos, para enmarcarse en un proyecto estatal mucho más amplio con un trasfondo regalista, deseoso de dar carta de naturaleza a una Iglesia nacional autóctona diferenciada de la romana y salir al paso de las injerencias de la curia romana en los derechos de los obispos españoles. Pero el proyecto inicial de la obra sobre los antiguos ritos hispánicos se convirtió en el Viaje literario, complementario de la anterior y que nunca se llegó a realizar, así como de una Colección de documentos para la historia de la Iglesia española que tampoco se llegó a publicar. Pese a que sea Jaime a quien se atribuya la autoría fundamental del Viaje, parece que está fuera de duda que la iniciativa del proyecto y la publicación de los cinco primeros tomos recayeron en Joaquín Lorenzo, pese que una gran parte del trabajo fuera realizada por Jaime. Con el apoyo oficial del Gobierno, que además de soporte económico, se encargó de facilitar mediante una real orden la consulta de los «archivos y bibliotecas de comunidades del reino», el dominico Jaime Villanueva inició su andadura en 1802, viaje que continuaría hasta 1808 en que las circunstancias políticas impidieron su continuación.52 La obra se organizó en forma de cartas que Jaime iba escribiendo a su hermano en las que le informaba sobre documentos y le adjuntaba copias de otros, dibujos de inscripciones, alhajas, vasos antiguos, etc. El viaje tuvo su origen en Valencia y continuó por Cataluña y Mallorca. Se publicaron cinco tomos entre 1803 y 1806, cada uno de los cuales incorporaba al final un apéndice de documentos y un índice de las cosas más notables. La guerra de la Independencia supuso la interrupción de la obra, pero por Real Orden de 7 de diciembre de 1820 se pudo continuar tras catorce años de interrupción. Los volúmenes dejan desde ahora de publicarse en Madrid para hacerlo en Valencia. Los acontecimientos políticos de 1823 obligaron a los hermanos Villanueva a exiliarse, con lo que la obra sufrió una nueva paralización. Se habían publicado entretanto otros cinco tomos con sus apéndices e índices correspondientes. Pero Jaime Villanueva murió en 1824 en Londres. Antes de su marcha había dejado los manuscritos inéditos de sus trabajos en curso a Ignacio Herrero, compañero secularizado de su misma orden y su acompañante en los viajes de búsqueda de documentos. Herrero se puso en contacto con la Academia de la Historia y logró que los mencionados trabajos pasasen a ella, posteriormente la institución confió a Pedro Sainz de Baranda la continuación de la obra. Salieron entonces los once tomos restantes hasta completar
Años después él mismo nos ofreció un relato de su viaje, Noticia del Viage literario a las iglesias de España, emprendido de orden del Rey en el año 1802. Escrita en el de 1814. La publica un amigo del autor, Valencia, en la Imprenta de Estevan, 1820. 52
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los veintidós, siguiendo el mismo plan de los anteriores.53 Su contenido se refiere a las iglesias de Valencia, Segorbe, Tortosa, Vich, Solsona, Urgel, Gerona, Lérida, Barcelona, Tarragona y Mallorca. Todos ellos contienen una memoria de la iglesia visitada, un catálogo de sus obispos, una descripción de su biblioteca y archivo y una colección de documentos seleccionados por su importancia. En total se visitaron más de ciento cincuenta archivos y los códices que se incluyen como anexos en los volúmenes suman ochocientos cuarenta y cuatro.54 La importancia de la obra para la historia del antiguo Reino de Valencia, Cataluña y Reino de Mallorca es incuestionable. Su valor es todavía mayor si tenemos en cuenta que algunos de los que Villanueva copió no se conservan hoy día. Las Memorias de la Real Academia de la Historia Las Memorias de la Real Academia de la Historia tienen su origen hacia 1762, cuando la Academia se propuso averiguar los orígenes de la nación española, lo cual dio lugar a una serie de investigaciones por parte de algunos académicos. Algunas de estas disertaciones se leyeron en las sesiones académicas y la Academia estimó publicarlas junto con otras. Así se inició la colección de Memorias de la Real Academia de la Historia en 1796 con la publicación del primer volumen.55 Con una periodicidad muy irregular fueron apareciendo diferentes tomos hasta alcanzar un total de catorce en 1909 que puso fin a la colección. De acuerdo con nuestro tema de interés vamos a destacar los trabajos que con relación a la historia medieval aparecieron en cada uno de los tomos. Para ello seguiremos el orden cronológico de su publicación. Memorias de la Real Academia de la Historia, t. I, Madrid, Imprenta de Sancha, 1796. Ulloa, Martín de. «Disertación sobre los duelos, desafíos y leyes de su observancia, con sus progresos hasta la total extinción», ibidem, t. I, pp. 35-98; Luzán, Ignacio de. «Disertación sobre el origen y la patria de los godos», ibidem, pp. 99-140; Huerta, Francisco Manuel de la. «Disertación sobre qual de los reyes godos fue
Además de lo publicado en los veintidós tomos, quedó en la Academia más documentos que no fueron utilizados. Véase García Villada, Zacarías. «Material inédito del “Viaje literario a las iglesias de España”», Razón y Fé, 46 (1917), pp. 48-55. 54 Puig i Ferreté, Ignasi M. y Giner Molina, M. Assumpta. Índex codicològic del Viaje literario de Jaume Villanueva, Barcelona, Institut d’Estudis Catalans, 1998. 55 Memorias de la Real Academia de la Historia, t. I, Madrid, Imprenta de Sancha, 1796, pp. 1-2. 53
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y debe contarse primero de los de su nación en España», ibidem, pp. 225-242; Luzán, Ignacio de. «Disertación en que se demuestra que Ataulfo fue el primer rey godo de España y se satisface a las objeciones de la opinión contraria», ibidem, pp. 243-264; Ulloa, Martín de. «Disertación sobre el principio de la monarquía goda en España», ibidem, pp. 265-344.
Memorias de la Real Academia de la Historia, t. II, Madrid, Imprenta de Sancha, 1796. «Tratado de cronología para la historia de España», ibidem, t. II, 1796, pp. 1-491; [Rodríguez Campomanes, Pedro y Diéguez, Lorenzo]. «Observaciones sobre las fechas de los concilios de África, de España y de Galia, sus suscripciones y pueblos donde se celebraron según se hallan en los antiquísimos mss. del Real Monasterio del Escorial», ibidem, pp. 493-553; [Diéguez, Lorenzo y Rodríguez Campomanes, Pedro]. «Cotejos hechos en la librería del Escorial para rectificar la cronología de España», ibidem, pp. 554-612.
Memorias de la Real Academia de la Historia, t. III, Madrid, Imprenta de Sancha, 1799. Heydeck, Juan José. «Memoria de la Real Academia de la Historia sobre la inscripción hebrea de la iglesia de Nuestra Señora del Tránsito de la ciudad de Toledo», ibidem, t. III, 1799, pp. 31-70; Montejo, Benito. «Disertación sobre el principio de la independencia de Castilla y soberanía de sus condes desde el célebre Fernán González», ibidem, pp. 245-316; Martínez Marina, Francisco. «Antigüedades hispano-hebreas convencidas de supuestas y fabulosas. Discurso históricocrítico sobre la primera venida de los judíos a España», ibidem, pp. 317-468; Traggia, Joaquín. «Ilustración del reynado de don Ramiro II de Aragón, dicho el Monge, o Memorias para escribir su vida», ibidem, pp. 469-592.
Memorias de la Real Academia de la Historia, t. IV, Madrid, Imprenta de Sancha, 1805. González Arnao, Vicente. «Elogio histórico del cardenal don frai Francisco Giménez de Cisneros», t. IV, 1805. Cada trabajo lleva paginación independiente, 26 p.; Martínez Marina, Francisco. «Ensayo histórico-crítico sobre el origen y progresos de las lenguas, señaladamente del romance castellano», ibidem, 63 p.; Traggia, Joaquín. «Discurso histórico sobre el origen y sucesión del reino pirenaico hasta Don Sancho el Mayor», ibidem, 50 p.; Camino, Joaquín Antonio del. «Nueva demostración sobre la falsedad del privilegio del rey D. Ramiro I», ibidem, 34 p.; Ríos, Vicente de los. «Discurso sobre los ilustres autores e inventores de [62]
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artillería que han florecido en España desde los Reyes Católicos hasta el presente», ibidem, 65 p.
Memorias de la Real Academia de la Historia, t. V, Madrid, Imprenta de Sancha, 1817. Fernández de Navarrate, Martín. «Disertación histórica sobre la parte que tuviéron los españoles en las guerras de Ultramar, ó de las Cruzadas, y cómo influyéron estas expediciones desde el siglo xi hasta el xv en la extensión del comercio marítimo y en los progresos del arte de navegar», ibidem, t. V, 1817, pp. 37-204; Conde, Josef Antonio «Memoria sobre la moneda arábiga y en especial la acuñada en España por los príncipes musulmanes», ibidem, t. V, pp. 225-314; Traggia, Joaquín. «Memoria sobre el origen del condado de Ribagorza y sucesión de sus condes hasta que se incorporó en la corona del Pirineo», ibidem, t, V, pp. 315-359.
Memorias de la Real Academia de la Historia, t. VI, Madrid, Imprenta de Sancha, 1821. Clemencín, Diego. «Elogio de la Reina Católica», ibidem, t. VI, 1817, pp. 1-622. Reed. facsímil, Granada, Editorial Universidad de Granada, 2004;
Memorias de la Real Academia de la Historia, t. VII, Madrid, Imprenta de I. Sancha, 1832. Sanz y Barutell, Juan. «Memoria sobre el incierto origen de las barras de Aragón, antiguo blasón del condado de Barcelona», ibidem, t. VI, pp. 201-235; Clemencín, Diego. «Examen y juicio de la descripción geográfica de España, atribuida al moro Rasis», ibidem, t. VI, pp. 237-248. Reed. facsímil, Granada, Universidad de Granada, 2005; Siles, Antonio de. «Investigaciones históricas sobre el origen del monacato español hasta la irrupción sarracena a principios del siglo viii», ibidem, t. VI, pp. 469-578.
Memorias de la Real Academia de la Historia, t. VIII, Madrid, Imprenta de la Real Academia de la Historia, 1852. Benavides, Antonio. «Memoria sobre la guerra del reino de Granada y los tratos y conciertos que precedieron a las capitulaciones de la ciudad», ibidem, t. VIII, 1852, 37 pp. Apéndice, pp. 39-53, Cada trabajo lleva su numeración independiente; Cavanilles, Antonio. «Memoria sobre el Fuero de Madrid del año 1202», ibidem, 72 pp.; Argüello, Vicente. «Memoria sobre el valor de las monedas de [63]
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D. Alfonso el Sabio mencionadas en las leyes del Espéculo, Fuero Real y Partidas», 58 pp.; Govantes, Ángel Casimiro de. «Disertación que contra el nuevo sistema establecido por el abate Masdeu en la cronología de los ocho primeros reyes de Asturias, y en defensa de la cronología de los cronicones de Sebastián y de Albelda», 20 p.; Gayangos, Pascual de. «Memoria sobre la autenticidad de la Crónica denominada del moro Rasis», 100 p.
Memorias de la Real Academia de la Historia, t. IX, Madrid, Imprenta de la Real Academia de la Historia, 1879. Sotto, Serafín M.ª de, conde de Clonard. «Discurso histórico sobre el trage de los españoles desde los tiempos más remotos hasta el reinado de los Reyes Católicos», ibidem, t. IX, 1879. 215 pp. Cada trabajo lleva su numeración independiente; Caveda, José. «Examen crítico de la restauración de la monarquía visigoda en el siglo viii», 107 pp.; Ríos, José Amador de los. «Memoria histórico-crítica sobre las treguas celebradas en 1439 entre los reyes de Castilla y de Granada», 153 p.
Memorias de la Real Academia de la Historia, t. XII, Madrid, Est. Tip. de la Viuda e Hijos de M. Tello, 1910. Fita, Fidel. «Elogio de la reina de Castilla y esposa de Alfonso VIII, Dª Leonor de Inglaterra», ibidem, t. XII, 1910, pp. 419-437; Blázquez y Delgado de Aguilera, Antonio. «Elogio de D. Pelayo, obispo de Oviedo e historiador de España», ibidem, pp. 439-492.
Memorias de la Real Academia de la Historia, t. XIII, Madrid, Estab. Tip. de la Viuda e Hijos de M. Tello, 1897-1902. Simonet, Francisco Javier. Historia de los mozárabes de España, deducida de los mejores y más auténticos testimonios de los escritores cristianos y árabes, t. XIII, 18971903, VIII, 976 pp. Reed. Madrid, Turner, 1983, 4 v. Reed. facsímil, Madrid, Turner, Valladolid, Maxtor, 2005, 2 v.
Memorias de la Real Academia de la Historia, t. XIV, Madrid, Est. Tip. de Jaime Ratés, 1914. Danvila y Collado, Manuel. «Estudios críticos acerca de los orígenes y vicisitudes de la legislación escrita del reino de Valencia», ibidem, t. XIV, 1914, pp. 3-376. [64]
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El Memorial histórico español El Memorial histórico español comenzó a publicarse en 185156 con el fin de convertirse en una publicación periódica donde se diesen a conocer los documentos de las colecciones de la Academia: La Academia de la Historia consideró siempre como uno de los más interesantes objetos de su instituto salvar de la destrucción los documentos antiguos, y darlos a la prensa ordenadamente para ilustrar los sucesos de la Historia nacional. Dispersos y diseminados en diferentes archivos, cumplía en verdad reunirlos y publicarlos. Ya en diversos tiempos algunos individuos de la Academia habían examinado por orden del Gobierno los archivos públicos y copiado notables documentos. Las colecciones del marqués de Valdeflores, de Abad y Lasierra, de Muñoz y de Floranes, de Villanueva y Vargas Ponce, y de otros infatigables literatos existen en la Academia, y se hubieran publicado antes si los medios de ejecutarlo hubiesen correspondido a los deseos de esta corporación. Creció la necesidad de adoptar un pronto remedio al ver que desparecían archivos respetables, que se destruían muchos de sus códices y documentos, que otros perdían en manos iliteratas los caracteres que aseguraban su autenticidad, y que no pocos figuraban en los archivos y museos extrangeros, acusando a la Nación que se dejó arrebatar con ellos los testimonios de sus glorias [...]. La muestra de confianza que pesa mas en el ánimo de la Academia es el haber merecido la distinción de conservar el precioso archivo del cronista D. Luis Salazar y Castro, que si bien reclamaba con su derecho como sucesora en el oficio, anduvo corriendo varia fortuna en los últimos cuarenta años. La Academia hará partícipe al público de las riquezas que encierra, y evitará cuidadosamente su extravío. Con este archivo, con sus antiguas colecciones, con los originales que existan dentro del radiode su acción, empieza la Academia a publicar periódicamente documentos históricos [...].57
Memorial histórico español. Colección de documentos, opúsculos y antigüedades que publica la Real Academia de la Historia, Madrid, Imprenta de la Real Academia de la Historia, 1851-1963. 50 t (= Memorial histórico español); López de Ayala, Jerónimo. «Las grandes colecciones publicadas por la RAH», pp. 372-376. 57 Memorial histórico español, t. I, Madrid, Imprenta de la Real Academia de la Historia, 1851, pp. III-V. 56
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Este fue el origen de esta colección que con el transcurso de los años incluyó también estudios históricos. Durante los primeros años los tomos fueron apareciendo con regularidad, incluso en algunos casos dos por año. Hasta 1915 se habían publicado cuarenta y siete tomos. En 1948 inició su segunda época con el tomo cuarenta y nueve y en 1963 se publicó el cincuenta, último aparecido hasta el momento. Destacamos los trabajos aparecidos sobre la época medieval en los tomos I a XLIV, que son los abarcan los años de nuestro estudio: Memorial histórico español. Colección de documentos, opúsculos y antigüedades que publica la Real Academia de la Historia, t. I, Madrid, Imprenta de la Real Academia de la Historia, 1851. «Documentos de la época de Alfonso X el Sabio», pp. 1-344.
Memorial histórico español. Colección de documentos, opúsculos y antigüedades que publica la Real Academia de la Historia, Madrid, Imprenta de la Real Academia de la Historia, t. II, 1851. «Noticia de los códices pertenecientes a los monasterios de San Millán de la Cogolla y San Pedro de Cardeña remitidos a la Real Academia de la Historia por la Dirección General de Fincas del Estado», pp. IX-XIX; «Documentos de la época de Alfonso X el Sabio», pp. 1-135; Ruiz, Jacobo. «Flores de las leyes. Suma legal del maestre Jacobo Ruiz, llamado el de las Leyes, jurisconsulto castellano de la época del santo rey Don Fernando y de su hijo Don Alfonso el Sabio», pp. 137248; «Documentos concernientes a la armada que en 1351 mandó aprestar el rey D. Pedro IV de Aragón en contra de los genoveses, con la relación de su campaña naval y de la batalla que en combinación con las galeras venecianas y griegas sostuvo en 13 de febrero de 1352 en las aguas de Constantinopla con los mismos genoveses. Va adjunta una noticia histórica de este suceso, que escribió don Juan Sanz y Barutell, teniente que fue de navío de la Real Armada...», pp. 249-389; «Inscripciones arábigas de Sevilla», pp. 391-400; «Chronicon Mallorquín. Chronicon del gobierno del rey Roberto y de sus hijos [1031-1239]», pp. 425-435; «Fuero sobre el fecho de las cabalgadas», ibidem, pp. 437-506.
Memorial histórico español. Colección de documentos, opúsculos y antigüedades que publica la Real Academia de la Historia, t. III, Madrid, Imprenta de la Real Academia de la Historia, 1852. Castillo, Alfonso de, «Sumario e recopilación de todo lo romançado por mi el licenciado Alfonso de Castillo…, desde antes de la guerra del reyno de Granada y en [66]
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ella después que se acabó hasta oy día de la conclusión desta recopilación [Enero de 1575]», pp. 1-164; «Proceso del rey de Mallorca [D. Jaime, seguido a instancias de Pedro IV de Aragón]», pp. 165-408; «Inscripciones arábigas [Sevilla y Almería]», pp. 409-419; «Documentos de la época de D. Sancho el Bravo», ibidem, pp. 421-468.
Memorial histórico español. Colección de documentos, opúsculos y antigüedades que publica la Real Academia de la Historia, t. V, Madrid, Imprenta de la Real Academia de la Historia, 1853. «Tratados de legislación musulmana. 1.º Leyes de moros del siglo xiv. 2.º Suma de los principales mandamientos y devedamientos de la ley y çunna por don Içe de Gebir, alfaquí mayor y muftí de la aljama de Segovia. Año de 1462», t. V, 1853, pp. 1-417; «Glosario de las palabras aljamiadas y otras que se hallan en estos dos tratados, y en algunos libros de moriscos», pp. 423-449; «Documentos relativos al reinado de Enrique IV», pp. 450-510.
Memorial histórico español. Colección de documentos, opúsculos y antigüedades que publica la Real Academia de la Historia, t. VI, Madrid, Imprenta de la Real Academia de la Historia, 1853. «Hechos de don Alonso de Monroy, clavero y maestre de la Orden de Alcántara, por Alonso de Maldonado», pp. 1-11; «Documento arábigo del monasterio de Poblet», pp. 111-119; «Hazañas valerosas y dichos discretos del Ilmo. y Excmo. Sr. D. Pedro Manrique de Lara, primer duque de Nájera», pp. 121-146; «Inscrip ciones arábigas de Córdoba», pp. 311-325.
Memorial histórico español. Colección de documentos, opúsculos y antigüedades que publica la Real Academia de la Historia, t. VIII, Madrid, Imprenta de la Real Academia de la Historia, 1855. «Relacion de los fechos del mui magnifico e mas virtuoso señor, el señor Don Miguel Lucas, mui digno condestable de Castilla», ed. de Pascual de Gayangos, t. VIII, 1855. Otra edición con estudio de Juan Cuevas Mata, Juan del Arco Moya, José del Arco Moya, [Jaén], Universidad de Jaén, 2001.
Memorial histórico español. Colección de documentos, opúsculos y antigüedades que publica la Real Academia de la Historia, t. IX-X, Madrid, En la Imprenta Nacional, 1857. Barrantes Maldonado, Pedro, «Ilustraciones de la Casa de Niebla», t. IX-X. [67]
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Memorial histórico español. Colección de documentos, opúsculos y antigüedades que publica la Real Academia de la Historia, t. XLIV, Madrid: Est. Tip. de Fortanet, 1911. «El Fuero de Zorita de Los Canes, según el códice 247 de la Biblioteca Nacional, siglo xiii al xiv, y sus relaciones con el Fuero latino de Cuenca y el Romanceado de Alcázar», por Rafael de Ureña y Smenjaud, t. XLIV.
Vemos cómo en contraste con las Memorias, donde fundamentalmente se publicaron monografías, muchas de las cuales iban acompañadas de apéndices documentales, el Memorial se centró en la edición de documentos. No queremos dejar de llamar la atención sobre dos trabajos donde se utilizaron documentos del Archivo Histórico Nacional. Uno, sobre los documentos de Alfonso X el Sabio, incluido en el tomo primero (1851), en el que se incluye un documento procedente del monasterio de Oña, aunque como es lógico por la fecha de la publicación todavía no estaba creado el Archivo y se cita como perteneciente a la Academia. El otro, publicado en el tomo sexto (1853), es el trabajo de Pascual de Gayangos sobre un documento árabe del monasterio de Poblet.58 Ambos se conservaban en aquellos años en la Academia y hoy día en los fondos de estos monasterios en el Archivo Histórico Nacional. La colección de Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla La formación de una colección de las antiguas Cortes era un tema que la Academia planeaba desde antiguo. Diego Clemencín nos informa de que en la Junta Académica de 2 de marzo de 1821 la propuesta fue aceptada, pero no pudo ponerse inmediatamente en marcha por la situación que atravesaba el país. Anunciada la publicación de la obra en 1834, ante la magnitud de la empresa, que requería la consulta de los cuadernos originales dispersos en los archivos municipales de toda la geografía peninsular, se optó por utilizar únicamente para la edición las copias conservadas en la biblioteca de El Escorial y en la Biblioteca Nacional.59 En 1836 dio comienzo la publicación de forma individualizada con las Cortes de León de 1020. Así y con grandes dificultades, se lograrán dar a la estampa solo cuarenta y tres cuadernos debido a la falta de medios. No obstante, la Academia logró que el
58 Gayangos, Pascual de. «Documento arábigo del monasterio de Poblet», en Memorial histórico español. Colección de documentos, opúsculos y antigüedades que publica la Real Academia de la Historia, t. VI, Madrid, Imprenta de la Real Academia de la Historia, 1853, pp. 111-119. La signatura actual es ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL (= AHN).CLERO-SECULAR_REGULAR,Car.4011,N.8. 59 López de Ayala, Jerónimo. «Las grandes colecciones publicadas por la RAH», pp. 376-380.
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Gobierno se interesará en la continuación de esta obra y también sobre la oportunidad de iniciar otra sobre fueros municipales y cartas pueblas. De este modo se logró la R. O. de 8 de octubre de 1850 en la que, de una manera oficial, se encargaba a la Acade mia de la Historia la formación y publicación de una colección de Cortes y otra de fueros municipales y cartas pueblas:60 1.ª La Real Academia de la Historia se ocupará con toda preferencia en ordenar y publicar una colección completa de los cuadernos de Cortes por orden cronológico. 2.ª Igualmente la Academia ordenará y publicará los fueros provinciales y municipales y cartas pueblas más importantes que puedan ejercer un influjo en los estudios históricos y de legislación española. 3.ª Estas obras formarán colecciones distintas aunque de las mismas dimensiones en su impresión para que ambas puedan componer una obra completa. 4.ª La Academia adoptará las disposiciones convenientes para que los documentos que se inserten sean auténticos y exactos, en cuanto lo permita su naturaleza y las circunstancias de los mismos. 5.ª Esta publicación se hará por cuenta de la Academia y con cargo a la consignación que tiene o se le diere para sus publicaciones. Sin perjuicio el Gobierno la ayudará de la manera conveniente para que por falta de medios no deje de obtenerse la publicación de documentos de tanto interés con la mayor premura posible [...].61
Nombrada una comisión para este fin se pensó en la necesidad, como paso previo, de confeccionar los catálogos de ambas colecciones, que fueron publicados en 1852
López de Ayala, Jerónimo. «Las grandes colecciones publicadas por la Real Academia de la Historia», pp. 376-377. Recordemos igualmente la importancia que Martínez Marina concedía al estudio de los cuadernos de Cortes y ordenamientos en su Ensayo histórico-crítico. 61 R. O. de 8 de octubre de 1852 encargando a la Real Academia de la Historia la publicación de una colección completa de Cuadernos de Cortes por orden cronológico (Gaceta de Madrid de 12 de octubre). Ante su incumplimiento se vuelve a reiterar por Circular de 11 de mayo de 1853 dirigida por los gobernadores civiles a los ayuntamientos, solicitando información sobre ordenamientos, cuadernos de Cortes y cartas pueblas existentes en sus respectivas localidades. La falta de formación y conocimientos de las personas encargadas de llevar a cabo tal encargo no hicieron fracasar este nuevo intento. Ante ello, el 22 de febrero de 1855 volvió a intentarse nuevamente y el 16 de diciembre de 1856 otra real orden recordaba de nuevo la Circular de 11 de mayo. Parece que esta vez ya se logró lo deseado, según se desprende de la R. O de 21 de enero de 1857 indicando las reglas que habían de seguirse para la conducción de los Ordenamientos, Cuadernos de Cortes y Cartas Pueblas remitidos por los ayuntamientos a la Real Academia de la Historia (Gaceta de Madrid de 22 de enero). 60
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y 1855, respectivamente.62 La colección de Cortes sufrió una modificación ante la decisión del Congreso de los Diputados en 1859 de publicar las actas de las Cortes conservadas en su archivo desde 1563.63 La Academia pues se limitó a publicar únicamente las anteriores, es decir, desde las de León de 1020 hasta las de Toledo de 1559.64 Para salvar las limitaciones anteriores de utilizar solo las copias de los ordenamientos en la edición, la Academia nombró a personas de reconocida competencia para que colaborasen en las tareas de búsqueda de originales en toda clase de archivos, logrando también del Gobierno varias reales órdenes que autorizaban el traslado de estos documentos a la sede académica para su estudio. Por otra parte, se encargó a Manuel Colmeiro la redacción de una introducción general para toda la obra en dos volúmenes, que aparecieron posteriormente y donde se estudiaba los orígenes de la Cortes de León y Castilla, por una parte, y por otra se hacía un examen de los cuadernos de Cortes.65 La colección de Cortes de los antiguos reinos de Aragón y de Valencia y Principado de Cataluña Complemento de la colección anterior fue la publicación de las Cortes de la Corona de Aragón.66 Como se explica en la introducción del primer volumen, la idea inicial era seguir un riguroso orden cronológico tal como se había hecho en las de Castilla y León. Pero dado que la Corona de Aragón estaba formada por tres entidades independientes que mantuvieron sus propias Cortes, se acordó comenzar por las del Principado de
Colección de fueros y cartas pueblas de España por la Academia de la Historia. Catálogo publicadas por la Real Academia de la Historia, [prólogo por Tomás Muñoz y Romero], Madrid, [Imp. de la Real Academia de la Historia], 1852. Reed., La Coruña, Órbigo, 2010; Colección de Cortes de los antiguos reinos de España por la Real Academia de la Historia. Catálogo, Madrid, [Imp. de José Rodríguez], 1855. Reed. facsímil coordinada por Guillermo Redondo Veintemillas e introducción de Esteban Sarasa Sánchez, Zaragoza, El Justicia de Aragón, 2005. 63 Actas de las Cortes de Castilla publicadas por acuerdo de las Cortes Españolas a propuesta de su Comisión de Gobierno Interior, Madrid, 1861-2006. 68 v. 64 Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla publicadas por la Real Academia de la Historia, Madrid, Imp. y estereotipia de M. Rivadeneyra, 1861-1903. 7 v. 65 T. I. 1.ª Parte: Historia de las Cortes de León y Castilla; 2.ª Parte: Examen de los cuadernos de Cortes; t. II: Continuación de la segunda parte desde el reinado de Enrique IV al de Felipe II. Cortes de Valladolid de 1558 y de Toledo de 1559. 66 Cortes de los antiguos reinos de Aragón y de Valencia y Principado de Cataluña publicadas por la Real Academia de la Historia, Madrid, Viuda e hijos de Manuel Tello Fortanet, 1896-1919. 25 tomos en 26 v.; López de Ayala, Jerónimo. «Las grandes colecciones publicadas por la RAH», pp. 383-384. 62
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Cataluña para continuar con las del Reino de Aragón, Reino de Valencia y comunes «a dos o tres Estados»,67 cuya edición se encargó a los académicos Víctor Balaguer y Bienvenido Oliver. La Colección de obras arábigas de historia y geografía La importancia adquirida por los estudios árabes no podía quedar al margen de los intereses de la Real Academia de la Historia. Así, el 19 de diciembre de 1862 se creaba en su seno la «Comisión para la publicación de los historiadores árabes» bajo la dirección de Pascual de Gayangos. De aquí surgió la Colección de obras arábigas de historia y geografía, iniciada en 1867 con la publicación de la traducción por Emilio Lafuente Alcántara del Abjar Machmua.68 La colección académica tenía su antecedente en la publicación en 1799 de la obra del geógrafo árabe El Edrisi con su traducción castellana a cargo de José Antonio Conde.69 Pero los verdaderos inicios de los trabajos de localización de fuentes árabes fueron los encargados por el Gobierno en 1833 a Pascual de Gayangos en la Biblioteca Real, con el fin de seleccionar los más interesantes para su publicación. Esa misión finalizó en 1837 con motivo del traslado de su residencia a Londres, que por otra parte le permitió conocer los manuscritos árabes conservados en las bibliotecas de esta ciudad y de Oxford. Fruto de ello será su traducción de la Historia de las dinastías mahometanas en España de Al-Makkari, encargada y publicada por la Sociedad Asiática de Londres en 1840, obra que le supondría el espaldarazo nacional e internacional como arabista.70 Creada la cátedra de «Árabe» en la Universidad Central en 1843 Gayangos regresará nuevamente a España, donde se convertirá en el introductor del arabismo y llegó a formar escuela.71
67 Cortes de los antiguos reinos de Aragón y de Valencia y Principado de Cataluña, v. I, pp. XIV-XVII. El prólogo fue redactado por Fidel Fita y Bienvenido Oliver. 68 Rivière Gómez, Aurora. Historia, historiadores e historiografía en la Facultad de Letras de la Universidad de Madrid, pp. 237-238. 69 López de Ayala, Jerónimo. «Las grandes colecciones publicadas por la RAH», pp. 391-393; Descripcion de España de Xerif Aledris conocido por el Nubiense con traduccion y notas de Don Josef Antonio Conde, Madrid, en la Imprenta Real, 1799. Reed. facsímil, Madrid, Ministerio del Interior, 1985. Otra edición, Madrid, [Guillermo Blázquez], 2003; otra edición, Mairena del Aljarafe, Sevilla, Extramuros, D. L. 2009. 70 Rivière Gómez, Aurora. Historia, historiadores e historiografía en la Facultad de Letras de la Universidad de Madrid (1843-1868), Madrid, Universidad Complutense de Madrid, Vicerrectorado de Extensión Universitaria, D. L. 2001. 1 CD-ROM, pp. 231-235 (= Rivière Gómez, Aurora. Historia, historiadores e historiografía en la Facultad de Letras de la Universidad de Madrid). 71 López García, Bernabé. Orientalismo e ideología, pp. 41-45.
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Digna de mención es también la iniciativa de Francisco Fernández y González, discípulo de Gayangos. Estando destinado en la Universidad de Granada como catedrático de «Literatura general y española» creó a sus expensas en 1860 la Sociedad Histórica y Filológica de Amigos del Oriente, de la cual formaron parte Juan Facundo Riaño, José Moreno Nieto y Leopoldo Eguilaz. En el diario La Alhambra, de 4 de septiembre de 1860, se daba noticia del nacimiento de la España árabe, cuyo objeto era la publicación de una «Colección de obras arábigas originales, para servir al estudio de la historia y literatura de los árabes españoles».72 Únicamente se llegó a publicar el primer volumen de lo que debía ser la colección, debida al mismo Fernández y González,73 y a tenor de las reseñas que tuvo en revistas españolas y extranjeras su acogida fue buena.74 En relación con esta colección estaba el ambicioso plan que proponía desde las páginas de la Revista Ibérica para formar una biblioteca de árabes españoles.75 Allí se hacía incidencia en la gran aportación de los árabes españoles que habían colocado a España en una posición de potencia cultural durante la Edad Media, cuando desde
Ibidem, p. 89. En la solicitud de ayuda que dirigía al Gobierno en 1862 exponía los propósitos del proyecto: «Habiéndose propuesto dicha Sociedad traducir sucesivamente todos los textos de autores árabes interesantes para la Historia española en forma literal que aproveche a los extraños al idioma arábigo, cumpliendo con el fin de esclarecer los documentos de la dominación muslímica en nuestro país, a la manera que lo está realizando relativamente a la influencia contraria la España Sagrada que se continúa a expensas del Gobierno de S. M. solicita la protección del mismo para que teniendo en cuenta el objeto de estos trabajos de interés más nacional que particular, sus condiciones, que nos separan de las aficiones del vulgo por el escaso atractivo de las traducciones literales, no menos que la tradición honrosa del gobierno español, que ha concurrido siempre favoreciendo este linaje de publicaciones, se sirva conceder el auxilio, que haya lugar, a esta empresa histórico literaria, cuyos primeros resultados tengo el honor de ofrecer a V.E.I. en el tomo 1, que comprende la traducción de la Historia de España o de Al-Andalus por Aben Adhari el Mogrebino». Véase López García, Bernabé. «Orígenes del arabismo español. La figura de Francisco Fernández y González y su correspondencia con Pascual de Gayangos», Cuadernos de la Biblioteca Española de Tetuán, 19-20 (1979), pp. 277-306 (= López García, Bernabé. «Orígenes del arabismo español. La figura de Francisco Fernández y González y su correspondencia con Pascual de Gayangos»). La única obra publicada fue Ibn 'Idari al-Marrakusi. Historias de Al-Andalus Tomo 1.º, traducidas directamente del arábigo y publicadas con notas y un estudio histórico-crítico por Francisco Fernández González, Granada, Imp. de D. Francisco Ventura y Sabatel, 1860 (España Árabe. Colección de obras arábigas originales; 1). Ed. facs., [Valladolid], Maxtor, D. L. 2015. 74 Rivière Gómez, Aurora. Historia, historiadores e historiografía en la Facultad de Letras de la Universidad de Madrid, pp. 243-246. 75 Fernández y González, Francisco. «Plan de una biblioteca de autores árabes españoles o estudios biográficos y bibliográficos para servir a la historia de la literatura arábiga», Revista Ibérica de Ciencias, Política, Literatura, Artes e Instrucción Pública, I (octubre-diciembre, 1861), pp. 51-58, 95-112, 257-297; III (1862), pp. 204213; IV (1862), pp. 99-111; López García, Bernabé. «Orientalismo y traducción en los orígenes del arabismo moderno en España», en Gonzalo Fernández Parrilla y Manuel C. Feria García (coords.), Orientalismo, exotismo y traducción, Cuenca, Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 2000, p. 166 (= López García, Bernabé. «Orientalismo y traducción en los orígenes del arabismo moderno en España»). 72 73
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otras partes de Europa se acudía a nuestra península para estudiar aquí las diferentes ciencias. Los documentos que formaban parte de ese pasado árabe eran parte de nuestra historia como pueblo y dándoles luz se contribuiría a esclarecer nuestro pasado nacional.76 Se intentaba también salir al paso de la escasa presencia que los escritores arábigo-españoles tenían en la Biblioteca vetus de Nicolás Antonio, únicamente sesenta y dos. Esta propuesta de Fernández y González tendría su continuidad pocos años después en el «Anteproyecto de trabajos y publicaciones árabes que la Academia debiera emprender», iniciativa de Codera, y en el Ensayo bio-bibliográfico sobre los historiadores y geógrafos arábigo-españoles, publicado por Pons Boigues en 1898.77 La Academia por su parte dio un paso adelante en su sesión de 19 de diciembre de 1862, donde se acordó la creación de una comisión para la publicación de obras de los historiadores árabes-hispanos bajo la dirección de Pascual de Gayangos.78 Los trabajos de la comisión dieron lugar a la Colección de obras arábigas de historia y geografía que publica la Real Academia de la Historia, iniciada en 1867 con la aparición en 1867 del Ajbar Machmuâ, con traducción y notas de Emilio Lafuente Alcántara.79 Al año siguiente Gayangos comenzó los trabajos para la publicación del segundo y último volumen de la colección, que comprendería la Historia de la conquista de España de Benalcoitia el Cordobés, pero que debido a los acontecimientos políticos tuvo que suspenderse y no fue publicado hasta muchos años después, en 1926, por Julián Ribera.80 Como esta iniciativa no tuvo continuidad desde que se publicó el primer volumen, surgió a título personal por parte de los académicos Francisco Codera y Julián Ribera la edición de una Bibliotheca arabico-hispana, que se puso en marcha en 1883 con textos procedentes casi en su totalidad de la biblioteca de El Escorial.81 De ella aparecieron
76 Rivière Gómez, Aurora. Historia, historiadores e historiografía en la Facultad de Letras de la Universidad de Madrid, pp. 241-243. 77 López García, Bernabé. Orientalismo e ideología, p. 97. Una valoración de la figura de Fernández y González y de su «Plan de una biblioteca de autores árabes españoles» en las pp. 88-100. 78 En opinión de Bernabé López, la creación de esta comisión estuvo en relación con la guerra de Marruecos de 1859-1860. Véase López García, Bernabé. «Orientalismo y traducción en los orígenes del arabismo moderno en España», p. 166. 79 Ajbar Machmuâ: (colección de tradiciones): crónica anónima de siglo xi dada a luz por primera vez. Traducida y anotada por Emilio Lafuente y Alcántara, [Madrid, Imp. y Estereotipia de M. Rivadeneyra], 1867. (Colección de obras arábigas de historia y geografía; t. 1). 80 Rivière Gómez, Aurora. Historia, historiadores e historiografía en la Facultad de Letras de la Universidad de Madrid, p. 238; Historia de la conquista de España de Abenalcotía el Cordobés. Seguida de fragmentos históricos de Abencotaiba, etc. / traducción de Julián Ribera, [Madrid], Real Academia de la Historia, 1926 (Colección de obras arábigas de historia y geografía; t. 2). 81 Dictionarium biographicum Aben-Pascualis Assila; edidit et indicibus locupletissimis instruxit Franciscus Codera, Matriti, Apud Josephum de Rojas, 1883. (Bibliotheca arabico-hispana; 1-2); Desiderium quoerentis historiam
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diez volúmenes que contenían únicamente el texto árabe e iban precedidas de unas eruditas introducciones. Codera fue dando noticia de la aparición de los sucesivos volúmenes de la colección, así como de las adquisiciones de libros y manuscritos árabes para la Academia.82 En 1890, el Boletín de la Real Academia daba a luz un «Anteproyecto de trabajos y publicaciones árabes que la Academia debiera emprender» donde estimaba que «deberían publicarse cien volúmenes, como los de mi Bibliotheca arabico-hispana: la mayor parte de ellos de autores españoles, cuyos textos darían ocasión a la publicación de muchas monografías».83 Nos llama la atención que en esta propuesta no se hiciese ninguna mención a la que años antes había hecho Fernández y González.84 Pero
virorum populi Andalusiae. Dictionarium biographicum Ab Adh-Dhabbi scriptum. Ed. Francisco Codera Zaidín, Matriti, Apud Josephum de Rojas, 1885 (Bibliotheca arabico-hispana; 3); Almôcham: (Dictionarium ordine alphabetico) de discipulis Abu Ali Assadafi ab Aben al-Abbar scriptum, ad fidem codicis Escurialensis arabice nunc primum edidit. Indicibus additis Franciscus Codera et Zaydin, Matriti, Apud J. de Rojas, 1886 (Bibliotheca arabico-hispana; 4); Complementum libri Assilah. Dictionarium biographicum ab Aben al-Abbar scriptum partem, quae superest, ad fidem codicis escurialensis arabice nunc primum edidit. Indicibus additis, Franciscus Codera et Zaydin, Matriti, Michaelem Romero, 1886-1889. (Bibliotheca arabico-hispana; 5, 6); Historia virorum doctorum Andalusiae: dictionarium biographicum ab Aben Alfaradhi scripta. Edidit Franciscus Codera, Madrid, Typographia La Guirnalda, 1891-1892. 4 v. (Bibliotheca arabico-hispana; 7, 8); Index librorum de diversis scientiarum ordinibus quos a magistris didicit Abu Bequer ben Khair ad fidem codicis escurialensis arabice... indicubus additis Franciscus Codera et J. Ribera Tarragó, Caesaraugustae, Fratrum Comas, 1894-1895. (Bibliotheca arabico-hispana; 9, 10). Breves indicaciones sobre el contenido de cada uno de los volúmenes en López García, Bernabé. «Orientalismo y traducción en los orígenes del arabismo moderno en España», pp. 167-169. 82 Codera, Francisco. «Contenido de las cien primeras páginas de la Assilah de Aben Pascual», Boletín de la Real Academia de la Historia, II (1882), pp. 164-168; «Assilah de Aben Pascual», ibidem, III, cuaderno VI (1883), pp. 339-352; «Noticia de la publicación del tomo III de la Bibliotheca arabico-hispana», ibidem, VI, cuaderno V (1885), pp. 292-306; «Bibliotheca arabico-hispana, Tomo IV», ibidem, VIII, cuaderno V (1886), pp. 339-344; «Bibliotheca arabico-hispana. Tomo V», ibidem, X, cuaderno V (1887), pp. 380-387; «Bibliotheca arabico-hispana. Tomo VI», ibidem, XV, cuaderno VI (1887), pp. 550-555; «Los manuscritos árabes de Aben Amira y Aben Bassam en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia», ibidem, XIV, cuaderno III (1889), pp. 177-186; «Noticia de algunos manuscritos arábigo-españoles», ibidem, XVII, cuaderno V (1889), pp. 476481; «Tres nuevos manuscritos árabes», ibidem, XIX, cuaderno I-III (1891), pp. 135-138; «Manuscritos árabes adquiridos para la Academia», ibidem, XXI, cuadernos I-III (1892), pp. 25-30; «Bibliotheca arabico-hispana. Tomos VII y VIII», ibidem, XXI, cuaderno V (1887), pp. 492-503; «Libros árabes adquiridos para la Academia», ibidem, XXIII, cuaderno V (1893), pp. 448-454; «Bibliotheca arabico-hispana. Tomo IX», ibidem, XXV, cuaderno V (1894), pp. 369-381; «Libros árabes adquiridos para la Academia», ibidem, XXVI, cuaderno VI (1895), pp. 408-416; «Manuscritos árabes adquiridos para la Academia», ibidem, XXX, cuadernos V (1897), pp. 372-374; «Libros árabes adquiridos para la Academia», ibidem, LVIII, cuaderno III (1911), pp. 181-187. 83 Codera, Francisco. «Anteproyecto de trabajos y publicaciones árabes que la Academia debiera emprender», Boletín de la Real Academia de la Historia, XVI, cuaderno III (1890), pp. 397-398. 84 Bernabé López se refiere a este trabajo como la continuación del de Fernández y González y que sería proseguido por Francisco Pons Boigues con su Ensayo bio-bibliográfico sobre los historiadores y geógrafos araboespañoles, trabajos todos ellos de recopilación de materiales imprescindibles para la historia y la literatura hispano-musulmana. Véase López García, Bernabé. «Orígenes del arabismo español. La figura de Francisco Fernández y González y su correspondencia con Pascual de Gayangos», p. 283. [74]
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la empresa tampoco salió adelante, como hemos visto, y la Bibliotheca arabico-hispana no sobrepasó el décimo volumen. Es muy probable que la edición del texto árabe sin traducción y los eruditos prólogos en latín hicieran de esta colección una obra reservada exclusivamente a una minoría de especialistas. La empresa contó desde sus inicios con unas graves dificultades económicas, pues dependía en exceso del Gobierno que se hacía cargo de la mayor parte de los volúmenes por suscripción oficial. Vanos fueron los intentos de Codera y Ribera de trasladar la publicación a una imprenta de Zaragoza para abaratar costes, donde aparecieron los dos últimos volúmenes de la colección. Tras su aparición en 1893 y 1895, el Ministerio de Fomento retiró su suscripción finalizando así la obra.85 El Boletín de la Real Academia de la Historia Desde sus inicios, la Academia sintió la necesidad de tener una revista en la que se publicasen artículos breves y noticias de actualidad. Con esta idea se publicaron durante tres años los Fastos de la Real Academia Española de la Historia entre 1732 y 1741 y unos Anales, de los cuales únicamente llegó a ver la luz un Informe de Aureliano Fernández Guerra sobre la situación de Munda. Las otras dos publicaciones de carácter periódico, aunque muy irregular, que tenía la Academia, las Memorias y el Memorial histórico español, no encajaban perfectamente con lo que debía ser propiamente una revista. Por esta razón, en 1850, Antonio Benavides, Antonio Cavanilles y Serafín Estébanez Calderón presentaron un informe sobre la «[…] conveniencia de que tenga la Academia una publicación periódica». La revista llegó a ser una realidad durante la dirección de Antonio Benavides, apareciendo en 1877 como Boletín de la Real Academia de la Historia.86 Como revistas de carácter erudito similares solo existían por aquel entonces en España el Museo Español de Antigüedades, la Revista Histórica Latina, luego Revista de Ciencias Históricas y la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos. Salvo esta última, las primeras no rebasaron el umbral del siglo xix. Por tanto, el Boletín llegó a ocupar su propio espacio y se convirtió en el principal órgano difusor del modelo de la historiografía académica.
López García, Bernabé. Orientalismo e ideología, p. 208. López de Ayala, Jerónimo. «Las grandes colecciones publicadas por la RAH», pp. 393-396; [Vargas-Zúñiga y Montero de Espinosa, Antonio] Marqués de Sieteiglesias. «Primer centenario de la publicación del Boletín de la Real Academia de la Historia», Boletín de la Real Academia de la Historia, CLXXIV, cuaderno I (1977), pp. 52-92; Peiró Martín, Ignacio. Los guardianes de la historia, pp. 269-323, donde realiza un detallado análisis del Boletín en sus primeros veinticinco años, orígenes y evolución, estructura y contenidos, temas y colaboradores (= Peiró Martín, Ignacio. Los guardianes de la historia). 85 86
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Pero a nosotros lo que más nos interesa es su contenido. Según el análisis efectuado por Ignacio Peiró para los primeros veinticinco años de existencia, queremos destacar la amplia acogida que en él tuvieron los trabajos sobre la Edad Media, un 37,34 % frente al 23,51 % de la Edad Moderna, el 14,75 % de la Edad Antigua y el 8,58 % de la Edad Contemporánea. Por siglos, las cifras cambian, teniendo primacía el xvi con 265 artículos, 116 y 114 el xvii y el xviii, respectivamente. En cuanto a los siglos medievales las cifras se distribuyen así: los siglos v a xi no llegan a 100 artículos, el xii cuenta ya con 115, el xiii con 129, el xiv con 130 y el xv con 153.87 Asimismo, también fue muy notable la participación de miembros del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos en el Boletín, que representaban un 13,33 %, cifra que únicamente es superada por el colectivo de «profesiones liberales» con un 14,16 %. El de cuerpos docentes, donde se incluían los catedráticos de universidad e instituto, era del 10,83 %.88 En otro trabajo más reciente y que abarca un marco cronológico más amplio de la revista, hasta el año 1964, la cifra de artículos que tratan del periodo medieval cae a un 10,9 %. De las cinco revistas aquí analizadas, el Boletín es la que presenta un porcentaje más bajo, frente a la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos (12,3 %), Hispania (37,2 %), Anuario de Historia del Derecho Español (50,5 %) y los Cuadernos de Historia de España (76,7 %).89 Estos autores llaman la atención sobre esta disminución en el número de estudios medievales en el Boletín con respecto a las cifras aportadas por Peiró, hecho que explican por diversos factores, tales como la desaparición de la Sección de Varia desde 1935, en la cual tenían cabida artículos donde se daba noticia sobre la existencia de algún documento o documentos, hallazgos arqueológicos u objetos de museo de la época medieval. Pero también por el interés creciente por otros ámbitos temáticos y cronológicos, como la historia de América y la Edad Contemporánea, sin olvidar que la aparición en 1924 del Anuario de Historia del Derecho Español, supondría una gran competencia y atraería hacia sí muchos trabajos dedicados a la Edad Media.90 Otras publicaciones Además de esta serie de colecciones y publicaciones periódicas, la Academia patro cinó igualmente la aparición de otras obras relacionadas con nuestra Edad Media.
Peiró Martín, Ignacio. Los guardianes de la historia, pp. 294-296. Ibidem, p. 287. 89 Menjot, Denis et Magron, Agnès. «L’histoire du Moyen Âge dans les premiers revues scientifiques en espagnol (1871-1964)», en La naissance de la médiévistique, pp. 168-169. 90 Ibidem, p. 170. 87 88
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Recordemos en el siglo xviii las de Manuel Risco,91 Liciniano Sáez92 y la edición de las cartas del cronista de los Reyes Católicos Gonzalo de Ayora a Fernando el Católico desde el Rosellón.93 En el xix aparecieron las obras legislativas de Alfonso X el Sabio,94 tarea que tenía encomendada la Academia desde antiguo y para cuya edición cotejó gran número de códices;95 las de Antonio de la Escosura,96 Florencio Janer,97 Juan Rizzo,98
91 Risco, Manuel. Historia de la ciudad y corte de Leon, y de sus Reyes, Madrid, en la oficina de Don Blas Román, 1792. 2 v. Reed. facsímil, León, Nebrija, 1978. Última reed., Mairena del Aljarafe, Sevilla, Extramuros, [2008]. 92 Sáez, Liciniano. Demostración histórica del verdadero valor de todas las monedas que corrian en Castilla durante el reynado del Señor Don Enrique III, y de su correspondencia con las del Señor Don Carlos IV. Con un apéndice de documentos que acreditan el valor de muchas extrangeras de aquel tiempo, y varias notas, ó discurso historicocrítico sobre asuntos muy importantes, ó curiosos, probado todo con instrumentos coetanos su autor ... Liciniano Saez, monge benedictino, Madrid, en la imprenta de Don Benito Cano, 1796. Reed., Valladolid, Maxtor, [2009]. Reproducción de la edición de Madrid, en la imp.de Sancha, 1805. 93 Cartas de Gonzalo Ayora, cronista de los Reyes Católicos … escribíalas al rey don Fernando en el año 1503 desde el Rosellón, sobre el estado de la guerra con los franceses / dalas a la luz D[on] G[abriel] Vázquez], Madrid, en la imprenta de Sancha, 1794. Reed. facsímil, La Coruña, Órbigo, 2010. Sobre esta obra, véase Fernández Duro, Cesáreo. «Noticias de la vida y obras de Gonzalo de Ayora y fragmentos de su crónica inédita», Boletín de la Real Academia de la Historia, XVII, cuaderno VI (1890), pp. 433-475. 94 Alfonso X, Rey de Castilla. Las Siete Partidas del Rey Don Alfonso el Sabio cotejadas con varios códices antiguos por la Real Academia de la Historia, Madrid, Imprenta Real, 1807. 3 t.; Opúsculos legales del Rey Don Alfonso El Sabio publicados y cotejados con varios códices antiguos por la Real Academia de la Historia, [Madrid, en la Imprenta Real], 1836. 2 v. Contiene: 1. El espéculo o espejo de todos los derechos. Reed. facsímil, La Coruña, Órbigo, 2010; 2. El Fuero Real, las Leyes de los Adelantados Mayores, las nuevas y el ordenamiento de las tafurerías y, por apéndice, las leyes del estilo. Reed. facsímil, Valladolid, Lex Nova, 1979. Otra edición, Valladolid, Maxtor, 2005. 95 Barrantes, Vicente. Bosquejo histórico de la Real Academia de la Historia y noticia de sus publicaciones, pp. 25-26. 96 Escosura y Hevia, Antonio de la. Juicio crítico del feudalismo en España y de su influencia en el estado social y politico de la nación. Obra laureada con el accésit, único premio adjudicado sobre este asunto por la Real Academia de la Historia en el concurso de 1855, [Madrid, Imp. de J. Martín Alegría], 1856. Reed. facsímil, [s.l.], Librería A. Jiménez, D. L. 1977. Otra edición, La Coruña, Órbigo, 2011. 97 Janer, Florencio. Examen de los sucesos y circunstancias que motivaron el Compromiso de Caspe, y juicio crítico de este acontecimiento y de sus consecuencias en Aragón y en Castilla. Obra laureada con el accésit, único premio adjudicado sobre este asunto por la Academia de la Historia en el concurso de 1855, [Madrid, Imp. de la Real Academia de la Historia], 1855. Reed. facsímil, Valencia, Servicio de Reproducción de Libros, Librerías París-Valencia, 1979; Janer, Florencio. Condición social de los moriscos de España. Causas de su expulsión y consecuencias que esta produjo en el orden económico y político. Obra laureada con el accésit, único premio adjudicado sobre este asunto por la Real Academia de la Historia, en el concurso de 1857, [Madrid, Imp. de la Real Academia de la Historia], 1857. Reed. facsímil, Barcelona, Alta Fulla, 1987. Otra edición, Mairena de Aljarafe, Sevilla, Extramuros, [2008]. Fue traducida al francés Condition sociale des Morisques d'Espagne, causes de leur expulsion, ses consequences dans l'ordre economique et politique. Traduit pour la premierè fois en français par M. J.-G. Magnabal, París, [Impr. Centrale de Napoleón Choix et Ce., s.f.]. 98 Rizzo y Ramírez, Juan. Juicio crítico y significación política de Don Álvaro de Luna. Obra premiada por la Real Academia de la Historia en el concurso público de 1863, Madrid, Imprenta y Estereotipia de M. Rivadeneyra, 1865.
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José Godoy99 y Francisco Fernández,100 que fueron premiadas en concurso por la Academia; la edición de la Lex wisigothorum;101 y la edición del Fuero de Cuenca por Ureña;102 ya en el xx, la de Mercedes Gaibrois sobre Sancho IV, que recibió el premio Duque de Alba de la Academia en 1920,103 conde Cedillo104 y las ediciones de Julio Puyol.105 Especial interés tienen dos colecciones diplomáticas que recogen un importante volumen de documentos, por ello nos detendremos más en ellas. La primera constituye el segundo tomo de las Memorias de Fernando IV de Castilla.106 Esta publicación fue un trabajo que llevó bastante tiempo, encargada en un primer momento a José Muso, que inició la impresión del apéndice documental pero que tuvo que suspender debido a sus ocupaciones como gobernador civil de Murcia.107 Finalmente se encargó de la publicación Antonio de Benavides. El primer tomo, precedido de un amplio estudio histórico, publicaba la crónica de dicho rey según un códice de la Biblioteca Nacional, con anotaciones. El segundo reunía una colección diplomática de 586 documentos procedentes de numerosos fondos documentales y publicaciones
Godoy Alcántara, José, Historia crítica de los falsos cronicones, [Madrid, Imp. y Estereotipia de M. Rivadeneyra], 1868. Obra premiada por voto unánime de la Real Academia de la Historia y publicada a sus expensas. Reed. facsímil, Madrid, Tres Catorce Diecisiete, 1981. Otra edición, Valencia, Librerías París-Valencia, [1998]. Otra edición con estudio introductorio por Ofelia Rey Castelao, Granada, Universidad de Granada, 1999. 100 Fernández y González, Francisco. Estado social y político de los mudéjares de Castilla, considerados en sí mismos y respecto de la civilización española. Obra premiada por la Real Academia de la Historia en el concurso de 1865 y publicada a sus expensas, [Madrid, Imp. a cargo de Joaquín Muñoz], 1866. Reed. facsímil, Madrid, Hiperión, D. L. 1985. Otra edición, Valladolid, Maxtor, [2005]. 101 Legis Romanae Wisigothorum fragmenta ex Codice Palimpsesto Sanctae Legionensis Eclesiae protulit illustravit ac sumptu publico edidit Regia Historiae Academia Hispana, Matriti, apud Ricardum Fe, Regiaie Academiae Typographum, 1896. 102 Fuero de Cuenca. Formas primitiva y sistemática. Texto latino, texto castellano y adaptación del fuero de Iznatoraf. Edición crítica con introducción, notas y apéndice por Rafael de Ureña y Smenjaud, Madrid, Tipografía de Archivos, 1935. Ed. facsímil, Cuenca, Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 2003, con introducción de Raquel Escutia Romero. 103 Gaibrois de Ballesteros, Mercedes. Historia del reinado de Sancho IV de Castilla, Madrid, [Tip. de la «Revista de Arch. Bibl. y Museos»], 1922-1928. 3 v. 104 Cedillo, Jerónimo López de Ayala y Álvarez de Toledo, Conde de. El Cardenal Cisneros gobernador del reino, Madrid, Real Academia de la Historia, 1921-1928. 3 v. 105 Crónica de España por Lucas, obispo de Tuy. Primera edición del texto romanceado conforme a un códice de la Academia preparada y prologada por Julio Pujol, Madrid, Tip. de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1926. Reed., Valladolid, Maxtor, 2010; Crónica incompleta de los Reyes Católicos (1469-1476), según un manuscrito anónimo de la época. Prólogo y notas de Julio Puyol, Madrid, [Tipografía de Archivos], 1934. 106 Memorias de D. Fernando IV de Castilla, [Madrid, Imp. José Rodríguez], 1860. 2 t. 107 Sabau, Pedro. «Noticia histórica de la Academia desde el año 1832 hasta el presente», en Memorias de la Real Academia de la Historia, t. VIII, Madrid, Imprenta de la Real Academia de la Historia, 1852, p. IV (= Sabau, Pedro. «Noticia histórica de la Academia desde el año 1832 hasta el presente»). 99
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impresas. Destaca entre todos los archivos el de la Corona de Aragón con 108 documentos, seguido a muy larga distancia del Archivo General de Simancas y el Archivo de la Cámara de Comptos de Navarra con dos cada uno. Queremos destacar la utilización que se hace de documentos procedentes de la desamortización y que pasarán luego al Archivo Histórico Nacional, como son los de los monasterios de Sahagún, Palazuelos, Gumiel de Izán, Alcocer y Santa María de Guadalajara. La otra Colección Diplomática fue la de Enrique IV de Castilla que, aunque tenía sus orígenes en 1835, no logró ver la luz y de manera incompleta hasta 1913.108 En la Advertencia preliminar, Fidel Fita y Adolfo Bonilla, encargados por la Academia para publicar la obra, daban cuenta brevemente de las vicisitudes corridas por la misma. Iniciada la impresión de la Colección Diplomática en 1835 y finalizada dos años después, se demoró la publicación de la obra en espera del tomo primero, que debería incluir las Crónicas de Enrique IV escritas por Alonso de Palencia y Enríquez del Castillo. Con el propósito de no dilatar más la espera, la Academia acordó en su sesión de 11 de marzo de 1913 dar a luz la Colección Diplomática.109 En última instancia, la Academia encargó la edición de la crónica a Antonio Paz y Melia, jefe de la Sección de Manuscritos de la Biblioteca Nacional, quien publicó una excelente traducción de esta en la Colección de Escritores Castellanos que recibió muchas alabanzas de la crítica.110 En ella se hacía referencia a los dos intentos anteriores infructuosos por parte de la Academia para sacar adelante esta edición.111 Un avance importante tuvo lugar con el descubrimiento en fechas relativamente recientes del manuscrito que contenía la cuarta década en la colección Salazar de la
108 Memorias de Don Enrique IV de Castilla. Tomo II: contiene la colección diplomática del mismo rey compuesta y ordenada por la Real Academia de la Historia, [Madrid, Estab. Tip. de Fortanet], 1835-1913. 109 Sobre los motivos de la Academia a preparar esta obra y las dificultades con que se encontró, véase «Noticia histórica de la Academia o resumen de sus Actas desde el año 1821 hasta concluir el de 1831 leído en sus Juntas del mes de marzo de 1832», en Memorias de la Real Academia de la Historia, t. 7, Madrid, Imprenta de I. Sancha, 1832, p. III (= «Noticia histórica de la Academia o resumen de sus Actas desde el año 1821 hasta concluir el de 1831»); Sabau, Pedro. «Noticia histórica de la Academia desde el año 1832 hasta el presente», en Memorias de la Real Academia de la Historia, t. VIII, Madrid, Imprenta de la Real Academia de la Historia, 1852, p. IV. 110 Crónica de Enrique IV escrita en latín por Alfonso de Palencia. Traducción castellana por Antonio Paz y Melia, Madrid, [Tipografía de la «Revista de Archivos»], 1904-1908. 4 v. (Colección de Escritores Castellanos; 126, 127, 130 y 134). Sobre Paz y Melia y su obra, puede consultarse Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «Una familia de archiveros-bibliotecarios: los Paz», Medievalismo. Boletín de la Sociedad Española de Estudios Medievales, n.º 4 (1994), p. 242. Antonio Paz en pp. 233-246 (= Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «Una familia de archiveros-bibliotecarios: los Paz»). 111 Crónica de Enrique IV, v. I, pp. VI-VII y también en Paz y Melia, Antonio. El cronista Alonso de Palencia. Su vida y sus obras, sus «Décadas» y las «Crónicas» contemporáneas, ilustraciones de las «Décadas» y notas varias, [Nueva York], The Hispanic Society of America, 1914, pp. VII-VIII. Reed. facsímil, Adamant Media Corporation, 2006.
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Academia. Aunque su posible existencia había sido ya apuntada, por ejemplo, por Nicolás Antonio, nunca se había podido tener la certeza absoluta.112 Su edición fue encomendada a José López de Toro quien inició su edición en 1970 con el texto latino acompañado de un volumen de estudio.113 No se llegó en cambio a publicar la traducción a causa del fallecimiento del autor. La colección diplomática de Enrique IV que se publicó era mucho más modesta que la anterior de Fernando IV, reuniendo 213 documentos. Destacan por su número los procedentes del Archivo de Simancas y del Archivo de la Corona de Aragón. Entre las publicaciones de la Academia no podemos dejar de hacer referencia a los discursos de recepción de los nuevos académicos al ser elegidos miembros de la corporación. La obligación de leer este discurso en público se estableció a raíz de la reforma de 1847, constituyendo el acto público de su recepción en la Academia.114 En opinión de Pellistrandi, esta novedad respondía a una nueva concepción del trabajo académico que va a suponer una modernización, insertando a la Academia en un panorama intelectual más amplio que el que hasta ahora venía representado, un salón literario y erudito del Antiguo Régimen, y servir al mismo tiempo como legitimador del Estado liberal.115 De estos discursos nos interesan los que tuvieron como tema la Edad Media, que en las estimaciones que ha efectuado Pellistrandi suponen un 36,25 % del total para el periodo por él estudiado, los años 1847 a 1897, seguido por la Edad Moderna, con un
López de Toro, José. «La cuarta Década de Alonso de Palencia», Boletín de la Real Academia de la Historia, CLIX, cuaderno I (1966), pp. 89-100. La comisión académica encargada de la recopilación de manuscritos para la historia de Enrique IV dirigida por Sainz de Baranda no tuvo conocimiento de este manuscrito cuando leyó su informe en 1833, ya que la colección Salazar no ingresó en la Academia hasta 1850. Pese a que la Comisión tuvo acceso a esta colección en el monasterio de Montserrat, donde se custodiaba, y llegó a descubrir varios manuscritos referentes a este tema, parece que el de la Cuarta Década les pasó desapercibido. Véase Alemany Ferrer, Rafael. «La aportación de Alfonso de Palencia a la historiografía peninsular del siglo xv», Anales de la Universidad de Alicante. Historia Medieval, n.º 2 (1983), pp. 193-194. 113 Cuarta década de Alonso de Palencia. Estudio, texto y traducción por José López de Toro, Madrid, Real Academia de la Historia, 1970-1974. 2 v. (Archivo Documental Español; XXIV). En el volumen de estudio se estudian con detalle todos los antecedentes llevados a cabo por la Academia de la Historia para la publicación de esta obra. 114 R. D. de 25 de febrero de 1847 creando en Madrid una academia Real de Ciencias exactas, físicas y naturales, que declaro igual en categoría y prerrogativas á las Academias Española, de la Historia y de San Fernando y se suprime la actual academia de Ciencias naturales de Madrid (Gaceta de Madrid de 28 de febrero): «Art. 4.º Será público el acto de recepción de los académicos. Se leerá en él un discurso por el académico entrante, y le contestará el presidente, si lo tuviere a bien, o en su defecto otro académico nombrado por el mismo». 115 Pellistrandi, Benoît, Un discours national?, p. 151. 112
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30 %, la Edad Contemporánea con un 12,5 %, la Edad Antigua con un 11,25 %, la Metodología con 8,75 % y la Prehistoria con un 1,25 %.116 Pellistrandi destaca los principios generales que subyacen de una visión de la historia nacional, partiendo de las relaciones que unen la nación a la historia desde un punto de vista político, para continuar analizando los argumentos esgrimidos para justificar el nacimiento, la afirmación y la consolidación de la unidad política nacional.117 Este discurso unificador pondrá el acento en la construcción de la nación a través de un proceso político, militar y espiritual. El primero de estos procesos es el que Pellistrandi estudia como «La fundación visigótica»; el segundo, «La Reconquista»; y el tercero, «La España ofensiva».118 A continuación, recogemos los discursos de ingreso de tema medieval leídos entre 1866 y 1955, fechas de nuestra investigación, cuyo número asciende a cuarenta y tres:119 Oliver y Hurtado, Manuel. [Forma, tiempo y circunstancias en que hubo de verificarse el nacimiento del reino de Pamplona]. Discursos leídos ante la Real Academia de la Historia en la recepción pública de Don José Oliver y Hurtado, Madrid, [Imprenta de José Rodríguez], 1866. Salas, Francisco Javier de. [Expediciones marítimas de D. Pedro I de Castilla y D. Pedro IV de Aragón]. Discursos leídos ante la Real Academia de la Historia en la pública recepción de Don Francisco Javier de Salas, Madrid, [Fortanet], 1868. Riaño, Juan Facundo. [La Crónica general de D. Alonso el Sabio y elementos que concurren a la cultura de la época]. Discursos leídos ante la Academia de la Historia, en la recepción pública de Don Juan Facundo Riaño el 10 de octubre de 1869, Madrid, Imprenta y Estereotipia de M. Rivadeneyra, 1869. Barrantes, Vicente. [Extremadura a fines del siglo xv y principios del xvi]. Discursos leídos ante la Real Academia de la Historia, en la recepción pública del Excmo. Señor Don Vicente Barrantes el 14 de enero de 1872, [Madrid, Imp. de T. Fortanet], Madrid, Fortanet, 1872. Cárdenas, Francisco de. Nuestros antiguos bandos políticos desde el siglo xiii hasta fines del siglo xv, Madrid, Imp. de Berenguillo, 1872.
116 Ibidem, p. 166. Las cifras ofrecidas por Pellistrandi no dejan de provocarnos cierta perplejidad. En esta página, refiriéndose a la Historia medieval da 29 (36,25 %). Entendemos que 29 es el número de los discursos. En cambio, en la página 159, cuando hace una distribución temático-cronológica de los mismos, para el periodo medieval indica 20. 117 Ibidem, pp. 231-232. 118 Ibidem, pp. 203-230. 119 Los títulos los hemos seleccionado de la obra Relación sucinta de los discursos de ingreso leídos en las Reales Academias del Instituto de España. [Pablo Ramírez Jerez, comp.], Madrid, Instituto de España, 2003, pp. 35-59.
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Fabié, Antonio M.ª. Sobre el cronista Alfonso Fernández de Palencia. Discursos leídos ante la Real Academia de la Historia en la pública recepción de Don Antonio María Fabié, [Madrid, Imp. de T. Fortanet], 1875. Codera y Zaidín, Francisco. Sobre la dominación arábiga en la frontera superior de España (711-815). Discursos leídos ante la Real Academia de la Historia en la recepción pública de Francisco Codera y Zaidín el día 29 de abril de 1879, Madrid, Imp. de Rojas, 1879. Romero Ortiz, Antonio. [Historia y vicisitudes de la magistratura conocida con el nombre de Justicia de Aragón]. Discursos leídos en la recepción pública del Excmo. Señor D. Antonio Romero Ortiz el día 30 de enero de 1881, Madrid, Imp. de Manuel G. Hernández, 1881. Oliver y Esteller, Bienvenido. La nación y la realeza en los estados de la Corona de Aragón, Madrid, Imprenta de Miguel Ginesta, 1884. Reed. facsímil, Valencia, Librerías «París-Valencia», 2001. Otra ed., Pamplona, Analecta, 2003. García, Juan Catalina. La Alcarria en los dos primeros siglos de la Reconquista. Discursos leídos ante la Real Academia de la Historia el 27 de mayo de 1894 en la recepción pública del Sr. Juan Catalina García, Madrid, El Progreso editorial, 1894. Reed., Guadalajara, Institución Provincial de Cultura «Marqués de Santillana», 1973. Laurencín, Francisco Rafael de Uhagón, marqués de. Órdenes militares. Discursos leídos ante la Real Academia de la Historia en la recepción pública del Excmo. Señor D. Francisco R. de Uhagon, [Madrid, Estab. Tip. de la Viuda e Hijos de Tello], 1898. Jordán de Urríes, Juan. Enlaces de los reyes de Portugal con infantas de Aragón. Discursos leídos ante la Real Academia de la Historia en la recepción pública del excmo. Sr. D. Juan Jordán de Urríes, marqués de Ayerbe el día 28 de mayo de 1899, Madrid, Impr. del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús, 1899. Solano Gálvez de San Pelayo y Villalpando, Mariano Carlos, marqués de Monsalud. Arqueología romana y visigótica de Extremadura. Discursos leídos ante la Real Academia de la Historia el día 3 de junio de 1900 en la recepción pública, Madrid, Est. Tip. de Fortanet, 1900. Vives y Escudero, Antonio. La moneda castellana. Discursos leídos ante la Real Academia de la Historia en la recepción pública del Señor D. Antonio Vives y Escudero, Madrid, [Est. Tip. de la Viuda e Hijos de M. Tello], 1901. Pérez de Guzmán y Gallo, Juan. Dogmas de la política de Fernando V el Católico. Discursos leídos ante la Real Academia de la Historia en la recepción pública del Señor Don Juan Pérez de Guzmán y Gallo el día 20 de mayo de 1906, Madrid, Est. Tip. de Fortanet, 1906. Aguilera y Gamboa, Enrique de. El arzobispo don Rodrigo Ximénez de Rada y el monasterio de Santa María de Huerta. Discursos leídos ante la Real Academia de la Historia en la recepción pública del Excelentísimo Sr. D. Enrique de Aguilera y Gamboa, marqués de Cerralbo, en 31 de mayo de 1908, Madrid, Est. Tip. Suc. de Rivadeneyra, 1908. [82]
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Ureña y Smenjaud, Rafael de. Una edición inédita de las Leges Gothorum Regum preparada por Diego y Antonio de Covarrubias en la segunda mitad del siglo xvi. Discursos leídos ante la Real Academia de la Historia en la recepción... de Rafael de Ureña y Smenjaud, Madrid, Estab. tip. de la Revista general de Legislación y Jurisprudencia, 1909. Bonilla y San Martín, Adolfo. Fernando de Córdoba (¿1425-1486?) y los orígenes del renacimiento filosófico en España (Episodio de la historia de la lógica). Discurso leído el día 26 de marzo de 1911 en el acto de su recepción, Madrid, [Est. Tip. de Fortanet], 1911. Puyol y Alonso, Julio. El abadengo de Sahagún. Contribución al estudio del feudalismo en España. Discurso leído en el acto de su recepción por D. Julio Puyol y Alonso y contestación del Excmo. señor D. Gumersindo de Azcarate académico de número el día 21 de marzo de 1915, Madrid, Imp. de la Suc. de M. Minuesa de los Ríos, 1915. Reed. facsímil, León, Ediciones Leonesas, S.A., 1985. Otra edic., Coruña, Órbigo, 2013. Ribera y Tarragó, Julián. [Huellas que aparecen en los primitivos historiadores musulmanes de la Península, de una poesía épica romanceada que debió florecer en Andalucía en los siglos ix y x]. Discursos leídos ante la Real Academia de la Historia en la recepción pública del Señor D. Julián Ribera y Tarragó el 6 de junio de 1915, Madrid, Estanislao Maestre, 1915. Menéndez Pidal, Ramón. Sobre la Crónica General de Alfonso X el Sabio. Discursos leídos ante la Real Academia de la Historia en la recepción de D. Ramón Menéndez Pidal, Madrid: [Imp. Clásica Española], 1916. Lampérez y Romea, Vicente. Los Mendoza del siglo xv y el castillo del Real del Manzanares. Discurso leído por el Illmo. Sr. D. Vicente Lampérez y Romea en el acto de su recepción pública… el día 1º de junio de 1916, [Madrid, Imp. de Bernardo Rodríguez], 1916. Gómez-Moreno, Manuel. Discursos leídos ante la Real Academia de la Historia en la recepción de D. Manuel Gómez-Moreno el día 27 de mayo de 1917 [Tema: Anales castellanos], Madrid, [Imprenta de San Francisco de Sales], 1917. Ballesteros y Beretta, Antonio. Alfonso X, Emperador (electo) de Alemania. Discursos leídos ante la Real Academia de la Historia en la recepción pública del Señor Don Antonio Ballesteros y Beretta, Madrid, Juan Pérez Torres, 1918. Calpena y Ávila, Luis. Los Concilios de Toledo en la constitución de la nacionalidad española, Madrid, Imprenta Clásica Española, 1918. Tormo y Monzó, Elías. Los Gerónimos. Discursos leídos ante la Real Academia de la Historia en la recepción del Sr. D. Elías Tormo y Monzó, Madrid, [Imp. de San Francisco de Sales], 1919. Ibarra y Rodríguez, Eduardo. Origen y vicisitudes de los títulos profesionales en Europa, Madrid, [Tipografía Renovación], 1920. Gaspar Remiro, Mariano. Los cronistas hispano-judíos. Discurso leído ante la Real Academia de la Historia en el acto de su recepción pública el día 23 de mayo de 1920 por D. M. Gaspar Remiro y contestación por D. Adolfo Bonilla San Martín, académico de número, [Granada, Tip. de El Defensor], 1920. [83]
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Asín Palacios, Miguel. [El cordobés Abenhazán, primer historiador de las ideas religiosas]. Discursos leídos ante la Real Academia de la Historia en la recepción del Sr. D. Miguel Asín Palacios, Madrid, Estanislao Maestre, 1924. Sánchez-Albornoz y Menduiña, Claudio. Estampas de la vida en León durante el siglo x: Discursos leídos ante la Real Academia de la Historia en la recepción de Don Claudio SánchezAlbornoz y Menduiña el 28 de febrero de 1926, Madrid: Tip. de la «Revista de Archivos», 1926. Vega Inclán y Flaquer, Benigno, marqués de la. Guía del viaje a Santiago (Libro V del Códice Calixtino). Discurso leído en el acto de recepción por el Marqués de la Vega de Inclán y contestación de Don Julio Puyol y Alonso el día 19 de junio de 1927, Madrid, [s.e.], 1927. Prieto y Vives, Antonio. Formación del Reino de Granada. Discursos leídos ante la Real Academia de la Historia en la recepción pública de D. Antonio Prieto y Vives el día 28 de abril de 1929, [Madrid, Tall. «Voluntad», 1929]. González Palencia, Cándido Ángel. [Sobre la influencia de la civilización árabe] Discursos leídos ante la Real Academia de la Historia en la recepción pública el día 31 de mayo de 1931, Madrid, Tip. de Archivos, 1931. Gaibrois y Riaño, Mercedes. Un episodio de la vida de María de Molina. Discurso leído en la Academia de la historia el 24 de febrero de 1935, Madrid, [Talleres Espasa-Calpe], 1935. García de Villada, Zacarías. Organización de la Iglesia española desde la caída del imperio visigótico en 711 hasta la toma de Toledo en 1085. Discurso leído ante la Academia de la Historia en la recepción pública del R. P. Zacarías García Villada, S.I. el día 17 de marzo de 1935, Madrid, [Est. Tip. Huelves y Compañía], 1935. Millares Carlo, Agustín. [Los códices visigóticos de la catedral toledana. Cuestiones cronológicas y de procedencia]. Discursos leídos en la recepción pública de D. Agustín Millares Carlo el día 17 de febrero de 1935, Madrid, [Hernando], 1935. Contreras y López de Ayala, Juan, marqués de Lozoya. [Introducción a la biografía del canciller Ayala]. Discurso leído por el Excmo. Sr. D. Juan de Contreras y López de Ayala, marqués de Lozoya, en el acto de su recepción pública en la Real Academia de la Historia el día 23 de marzo de 1941, Madrid, [Grafica Informaciones], 1941. Reed., Bilbao, Junta de Cultura de Vizcaya, 1950. Serrano, Luciano. Don Pablo de Santa María, gran rabino y obispo de Burgos. Discurso leído ante la Real Academia de la Historia la ingresar en ella el día 3 de noviembre de 1940, [Burgos, Imp. El Monte Carmelo], 1941. Figueroa y Torres, Álvaro de, conde de Romanones. El cardenal Albornoz. Discurso de ingreso leído el 9 de diciembre de 1942, Madrid, Real Academia de la Historia, 1942. García Gómez, Emilio. Ibn Zamrak, el poeta de la Alhambra. Discurso leído, el día 3 de febrero de 1943, en la recepción pública de don Emilio García Gómez y contestación por el Sr. Don Miguel Asín Palacios, Madrid, Imp. de la viuda de Estanislao Maestre, 1943. [84]
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Cantera y Burgos, Francisco. Alvar García de Santa María, cronista de Juan II de Castilla. Discurso leído ante la Real Academia de la Historia, el día 6 de mayo 1951 en su recepción pública, 1951, Madrid, [C. Bermejo], 1951. Torres Balbás, Leopoldo. Algunos aspectos del mudejarismo urbano medieval. Discurso leído el día 10 de enero de 1954, en la recepción pública de Don Leopoldo Torres Balbás, Madrid, Maestre, 1954.
Durante los años mencionados se leyeron ciento treinta y ochos discursos, con lo cual los cuarenta y tres anteriores suponen un 31,15 % del total, cifra muy parecida, aunque un poco por debajo, de las que daban Peiró y Pellistrandi en sus respectivos trabajos. Para concluir no queremos dejar de mencionar unos párrafos de la contestación que el marqués de la Vega de Armijo hizo al discurso de entrada en la Academia del marqués de la Fuensanta del Valle, cuyo tema versó sobre El progreso de las ciencias históricas a consecuencia de los nuevos descubrimientos llevados a cabo en el siglo actual, donde una vez más se ponía de manifiesto el protagonismo de los tiempos medievales: El estudio de la Edad Media constituye también uno de los adelantos más positivos y reales de la ciencia histórica en los tiempos modernos. Encariñados con la antigüedad clásica, los eruditos y humanistas del renacimiento consideraron la Edad Media como un periodo de barbarie y decadencia respecto al mundo clásico, en el cual el fanatismo y la ignorancia habían reemplazado al espíritu culto y libre de griegos y romanos. Noche de la inteligencia, llamaban aquellos eruditos al alborear de las nuevas sociedades, a la edad activa de la transformación y de progreso, de donde dimana, en esencia, cuanto en los pueblos modernos existe en sus elementos más nuevos y poderosos. La poesía primero, la crítica después, y la historia por último, han resucitado aquella edad, tal y como fue, tan distinta de lo que el neo-clasicismo había fantaseado. En sus Fueros y Privilegios, en los Ordenamientos de sus Cortes y Concilios, en sus crónicas y poemas, como en sus catedrales y castillos, se pueden admirar los caracteres originales de los siglos medios, que no destruyeron, sino transformaron la ciencia, el derecho, el arte y las letras de tiempos anteriores, imprimiéndoles el sello de su actividad y grandeza. Recorriendo la España Sagrada de nuestro Flórez, o las Acta Sanctorum de los Bolandistas, vemos la crítica separando lo verdadero de lo falso y rehaciendo la historia religiosa. En la Historia de Portugal de Herculano admiramos la vida municipal en la Península, como en las Institutions politiques de France, de Fustel de Coulanges, el poderío de las nuevas instituciones políticas y lo que en ellas sobrevivió de lo [85]
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antiguo. Y si en las colecciones de Fueros y de Cortes podemos apreciar, más que en ninguna otra, la diversidad de la vida política, y Las Partidas nos ponen de manifiesto la tendencia a la reconstrucción y a la unidad jurídica del décimo Alfonso de Castilla.120
Pero en estas líneas se manifestaban también los argumentos que justificaron la elección de algunos temas de las publicaciones de la Academia, tales como los fueros, privilegios y ordenamientos de Cortes, pues en ellos «se pueden admirar los caracteres originales de los siglos medios». A este interés respondería la Colección de fueros municipales y cartas pueblas de Muñoz Romero, de la cual únicamente se llegó a publicar el primer tomo.121 Esta labor llevada a cabo por la Academia tiene su paralelo con la que se estaba llevando a cabo en Europa mediante la publicación de grandes colecciones documentales, que patrocinadas y costeadas por los gobiernos servían para fundamentar la construcción y divulgación de su historia nacional, uno de los ejes fundamentales de apoyo a las políticas liberales de centralización.122 Teniendo como modelo la Collection de documents inédits sur l'histoire de France, iniciada en 1835, los académicos Martín Fernández Navarrete, Miguel Salvá y Pedro Sainz de Baranda daban inicio en 1842 a la publicación de la Colección de documentos inéditos para la Historia de España. En la introducción quedaban claramente expuestos sus propósitos y su necesidad: Tiempo hace que los literatos mas eminentes de la nación echan de menos una coleccion de documentos, como los materiales indispensables para escribir nuestra historia; y este deseo es tanto mas recomendable cuanto caso todos nuestros escritores adolecen de la falta de no haber tenido presentes los datos necesarios para componer sus libros, o de haber carecido de medios para procurarse los originales o copias fehacientes [...]. Las desgracias que despues sobrevinieron a la nacion en 1808, debieron necesariamente de interrumpir todo proyecto literario, y esto produjo dos grandes inconvenientes: 1.º que el tiempo y las mudanzas de personas y cosas destruyeron
120 Discursos leídos ante la Real Academia de la Historia en la recepción pública del Excmo. Sr. marqués de la Fuensanta del Valle el domingo 13 de enero de 1895, Madrid, Imprenta de José Perales y Martínez, 1895, pp. 76-79. 121 Muñoz y Romero, Tomás. Colección de fueros municipales y cartas pueblas de los reinos de Castilla, León, Corona de Aragón y Navarra, tomo I, Madrid, Imp. de Don José Alonso, 1847. Véase también lo que decimos en la nota 60 y cuando tratamos más adelante de Muñoz y Romero. 122 Rivière Gómez, Aurora. Historia, historiadores e historiografía en la Facultad de Letras de la Universidad de Madrid, pp. 178-181.
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o extraviaron muchos códices y papeles antiguos; y 2.º que las mismas causas dieron lugar a la extracción de muchos otros, que con pérdida irreparable para España, y con riesgo de que se desfigure su historia, se imprimen ahora en lengua extrangera, viéndonos precisados a mendigar de los extraños lo que era propio nuestro, y a leer en distinto dialecto lo que originariamente estuvo escrito en el casto idioma de Castilla. Estas consideraciones nos han alentado a publicar una colección de documentos inéditos para la historia de España poniendo a logro la gran copia de ellos que todavía existen ocultos u olvidados en nuestros archivos, ya que tantos otros desaparecieron por la mano del tiempo y de nuestras discordias civiles. Nos mueve además el ejemplo de todas las naciones de Europa que miran hoy dia con el mayor interes este importante trabajo, y cuyos Gobiernos han señalado fondos y creado sociedades literarias para recoger y dar a la estampa los antiguos códices que ilustran sus orígenes y anales: convencidos justamente de que nunca podrán hacerse investigaciones profundas en ningún género, si no procede una colección tan completa como sea posible de instrumentos, escrituras y pruebas, que son los materiales de donde la historia ha de sacar los hechos y la crítica sus lecciones.123
Esta colección, una de las más amplias publicadas en España, tiene un contenido bastante heterogéneo y las ediciones de los documentos no están muy cuidadas, no siendo raro encontrar algunos donde no se cita su procedencia. En ella es muy poco lo que podemos encontrar referente al periodo medieval.124
Colección de documentos inéditos para la historia de España por Martín Fernández Navarrete, Miguel Salvá y Pedro Sainz de Baranda, Madrid, Viuda de Calero, 1842-1895. 112 t. La cita en t. I, pp. 5-9. Para su contenido puede consultarse la obra de Paz Espeso, Julián. Catálogo de la Colección de Documentos Inéditos para la Historia de España, Madrid, Instituto de Valencia de Don Juan, 1930-1931. 2 v. 124 Lo más notable fueron las ediciones de hizo Antonio Paz y Melia «Estoria de los Godos del Arçobispo Don Rodrigo», pp. 3-173; «Serenissimi principis Joannis II Aragonum regis vita per Gundisalvum Garsiam de Sancta Maria, jurisconsultum, civem Cesaraugustanum, edita», pp. 175-273; «Vida del serenísimo príncipe Don Juan Segundo, rey de Aragón, que compuso Gonzalo García de Santamaría», pp. 275-350; «Relación histórica del príncipe don Carlos de Viana por el P. José Queralt y Nuet», pp. 351473, en Colección de Documentos Inéditos para la Historia de España, t. LXXXVIII, Madrid, 1887; «Crónica de Juan II de Castilla por Alvar García de Santamaría (1420-1434)», en ibidem, t. XCIX, Madrid, 1891, pp. 79-464; «Crónica de España del Arzobispo Don Rodrigo Jiménez de Rada. Tradújola en castellano y la continuó hasta su tiempo Don Gonzalo de la Hinojosa, obispo de Burgos y después un anónimo hasta el año de 1454», en ibidem, t. CV, Madrid, 1893 y CVI, Madrid, 1893, pp. 3-141. Sobre el valor de estas ediciones, véase Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «Una familia de archiveros-bibliotecarios: los Paz», pp. 241-244. 123
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Pero otro hecho importante a destacar fue que las colecciones de documentos dejaron de ser, como lo eran hasta entonces, un apéndice o complemento de las obras de historia para convertirse en un fin en sí mismo objeto de publicación, tarea que se inició ya por los historiadores de finales del siglo xviii, como por ejemplo la Colección de tratados hechos por España de Antonio Abreu o la Colección de crónicas de los Reyes de Castilla de Eugenio de Llaguno. Este mismo propósito guiaba la obra de Manuel Abella Noticia y plan de un viage para reconocer archivos y formar una colección diplomática de España, publicada en 1795, donde se indicaba la necesidad de formar colecciones documentales, no con el mero objeto de conocer unos hechos particulares sino de servir de ayuda a la elaboración de la historia de la nación. Pero las circunstancias políticas del momento, como la invasión francesa, la vuelta al absolutismo y las guerras carlistas, impidieron la realización de este proyecto y otros proyectos. Hacia 1830, con el desmantelamiento del Estado absolutista y la organización del Estado nacional volvieron a tomar vida estos antiguos proyectos.125 Buen ejemplo de este tipo de publicaciones fueron algunas de las que emprendió la Academia, como el Memorial histórico español, la Colección de Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla, la Colección de Cortes de los antiguos reinos de Aragón y de Valencia y Principado de Cataluña y la Colección de obras arábigas de historia y geografía. Como obras individuales en esta misma línea podemos mencionar la Colección de fueros municipales y cartas pueblas de Muñoz Romero. A la vista de todo ello podemos afirmar que la Academia de la Historia desempeñó un papel fundamental en el desarrollo de los estudios medievales, a los cuales aportó una gran cantidad de materiales, tanto con las colecciones documentales que fue formando en su seno, como por las publicaciones que patrocinó, de lo cual hemos dado muestra en las páginas anteriores. Y por otra parte no hay que olvidar, que desde la segunda mitad del siglo xix la Real Academia de la Historia desempeñó un papel fundamental en la salvación de los archivos de los monasterios y conventos desamortizados, canalizando hacía ella sus documentos. Con esta acción continuaba la labor que venía desarrollando desde su creación, acumulando materiales para sus trabajos, aunque en este caso el volumen de lo recogido desbordó sus posibilidades materiales y se vio en la imperiosa necesidad de desprenderse de ello. Una parte muy pequeña pero notable de estos fondos se quedaron en la Academia, como los doce códices procedentes de los monasterios de San Pedro de Cardeña y sesenta y cinco de San Millán de la Cogolla,126
Rivière Gómez, Aurora. Historia, historiadores e historiografía en la Facultad de Letras, pp. 181-187. Alberola Fioravanti, M.ª Victoria. Guía de la biblioteca de la Real Academia de la Historia, pp. 47-50; Pérez Pastor, Cristóbal, «Índices de los códices de San Millán de la Cogolla existentes en la Biblioteca de la
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el resto pasaron a formar del Archivo Histórico Nacional. Esta historia constituye uno de los capítulos de esta investigación que vamos a desarrollar a continuación con mayor detalle. 2. La Escuela Superior de Diplomática El progreso y la consolidación de los estudios medievales en Europa durante el siglo xix se vieron favorecidos, sin duda, por la creación de algunas instituciones donde se enseñaban las denominadas «ciencias auxiliares de la historia», cuyo contenido estaba orientado fundamentalmente hacia este periodo histórico. La pionera de todas ellas fue la École des Chartes, fundada en París el 22 de febrero de 1821 y reorganizada en 1829.127 Su modelo fue seguido en el Institut für österreichische Geschichtsforschung creado en Viena en 1854128 y en nuestra Escuela de Diplomática de Madrid en 1856,129 fundamentalmente.
Real Academia de la Historia», Boletín de la Real Academia de la Historia, LIII, cuaderno V (1908), pp. 469512; LIV, cuaderno I (1909), pp. 5-18. Ed. aparte, Madrid, Establecimiento Tipográfico de Fortanet, 1908; Ruiz García, Elisa. Catálogo de la sección de códices de la Real Academia de la Historia, Madrid, Real Academia de la Historia, 1997. 127 Livret de l’École des Chartes 1821-1891. Publieé par la Societé de l’École des Chartes. Nouvelle édition refondue et augmentée de la bibliographie des thèses (1849-1891), Paris, Picard, 1891 (= Livret de l’École des Chartes); École Nationale des Chartes. Livre du centenaire, 1821-1921, Paris, Auguste Picard, 1921, 2 t (= Livre du centenaire); Guyotjeannin, Olivier. «Aperçus sur l’École des Chartes au XIXe siècle», en Francisco M. Gimeno Blay (ed.), Erudición y discurso histórico: Las instituciones europeas (s. xviii-xix), València, Seminari Internacional d'Estudis sobre la Cultura Escrita, D. L. 1993, pp. 285-307 (= Erudición y discurso histórico). 128 Lhotsky, Alfons. Geschichte des Institut für österreichische Geschichtsforschung 1854-1954, Graz-Colonia, Böhlau, 1954; Santifaller, Leo. Das Institur für österreichische Geschichsforschung. Festgabe zur Feier des zweihunderjährigen Bestande des Wiener Haus-, Hof- und Staatsarchivivs, Wien, Universum Verlag, 1950; Koch, Walter. «Das Institut für österreichische Geschichtsforschung und die Geschichtswissenschaft in Österreich», en Erudición y discurso histórico, pp. 265-284; Stoy, Manfred. Das Osterreichische Institut für Geschichtsforschung 1929-1945, Munich, Oldenbourg Wissenschaftsverlag, 2007. La influencia francesa sobre la escuela vienesa ha sido puesta de manifiesto por Brandi, Karl. «Zur Geschichte der historischen Hilfswissenschaften I. Die École des Chartes zu Paris», Archiv für Urkundenforschung, 17 (1942), pp. 319-328, destacando que «Ohne die École des chartes wäre die Schule Theodor v. Sickels in Wien nicht denkbar, und ohne das Institut für österreichische Geschichtsforschung in Wien wiederum nicht die Entwicklung der historischen Hifswissenschaften im deutschen Reich, vor allem in Marburg, Berlin, Göttingen und Strassburg», p. 328. 129 Reglamento de la Escuela Superior de Diplomática creada en Madrid por el Real Decreto de 7 de octubre de 1856, y confirmada por la Ley de Instrucción Pública de 9 de septiembre de 1857, precedido de una introducción histórica y acompañado de la legislación vigente sobre archivos y bibliotecas, Madrid, Imprenta y Estereotipia de Rivadeneyra, 1865 (= Reglamento de la Escuela Superior de Diplomática); «Escuela Superior de diplomática», Anuario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios, I (1881), pp. 16-25; II (1882), pp. 14-17; García Ejarque, Luis. La formación del bibliotecario en España. De la Paleografía y la Bibliografía a la Biblioteconomía [89]
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Aunque existieron escuelas fundadas con anterioridad a la parisina el ejemplo de esta fue el que tuvo mayor peso e influencia. Si bien sus enseñanzas se orientaban a la formación de archiveros y bibliotecarios, la característica general de todas ellas era el predominio de la enseñanza de la paleografía y la diplomática, quedando el de la archivística y biblioteconomía relegado a un segundo plano. Su número se acercaba casi a la veintena a fines del siglo xix, la mitad de las cuales estaban en Italia. El resto, dos en Alemania, una en Austria, una en Francia, una en España, una en el Vaticano y una en Rusia.130 Nuestra Escuela de Diplomática se creó por R. D. de 7 de octubre de 1856. En su exposición de motivos se citaban como ejemplos a seguir el de: […] la Escuela de cartas de París, que está prestando a las ciencias históricas iguales servicios que la politécnica a las ciencias físicas y matemáticas, y en el Aula diplomática de Lisboa, que tanto ha contribuido al desenvolvimiento de la historia de su país en el tiempo que cuenta de existencia.131
Como antecedentes en nuestro propio país se mencionaban la cátedra de «Paleografía» creada por la Sociedad Económica Matritense en 1839; el informe elevado del rector de la Universidad Central en octubre de 1853 al Gobierno, exponiendo la necesidad de crear una Escuela de Paleografía Diplomática; y por último, el Proyecto Ley de Instrucción Pública de Alonso Martínez de 1855, donde figuraba entre las enseñanzas especiales una de «Antigüedades» (art. 31), la enseñanza de «la paleografía, el latín y romances de la Edad Media, la arqueología y la numismática» (art. 32, 1.ª).132 Felipe Monlau ponía
y la Documentación, Madrid, ANABAD, 1993; Godín Gómez, Aurora. «La Escuela Superior de Diplomática y la formación de los archiveros, bibliotecarios y arqueólogos en el siglo xix», Boletín de la ANABAD, XLV, n.º 3 (1995), pp. 33-50 (= Godín Gómez, Aurora. «La Escuela Superior de Diplomática»); Peiró Martín, Ignacio y Pasamar Alzuria, Gonzalo. La Escuela Superior de Diplomática, (Los archiveros en la historiografía española contemporánea), Madrid, ANABAD, 1996. 130 Una visión general en Lodolini, Elio. «L’insegnamento della teoria archivistica nella formazione degli archivisti», Archivum. International Review on Archives, XXXIV (1988), pp. 125-166. Para la famosa Escuela Vaticana en especial, puede consultarse Cento anni di camino. Scuola Vaticana di Paleografia, Diplomatica e Archivistica (1884-1994). Atti delle manifestazioni per il Centenario della Scuola con documentazione relativa alla sua storia, a cura di Terzo Natalini, Cittá del Vaticano, Scuola Vaticana di Paleografia, Diplomatica e Archivistica, 1986. Especialmente el trabajo de Batelli, Giulio. «L’istituzione della Scuola di Paleografia presso l’Archivio Vaticano e l’insegnamento di Isidoro Carini», pp. 47-72. 131 Real Decreto de 7 de octubre de 1856 creando en Madrid una Escuela de Diplomática (Gaceta de Madrid de 9 de octubre). 132 El texto de la Ley puede verse en Diario de sesiones de las Cortes Constituyentes 1854-1856, Madrid, 1883, t. XI, apéndice segundo al núm. 273, pp. 9353-9368. La cátedra de Paleografía de la Matritense se incorporó [90]
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de manifiesto también cómo esta clase de estudios existían prácticamente en todas las naciones cultas de Europa.133 Su fundación estuvo estrechamente unida, como en el caso del Archivo Histórico Nacional, a la Real Academia de la Historia134 y en íntima relación con aquel. La creación de la Escuela venía motivada por un fin eminentemente práctico, la necesidad que la Academia tenía de «personas versadas en la lectura de antiguos instrumentos», y por tanto ayudarla en los trabajos con los documentos que estaba recibiendo de los monasterios y conventos suprimidos. Parece ser que en este asunto la intervención de Gayangos fue decisiva, el cual propuso verbalmente a la Academia en una de sus sesiones el establecimiento de una institución de esta clase, tal como la que había visto en Lisboa, el Aula Diplomatica. Gayangos había sido encargado desde 1850 de visitar los Archivos Provinciales de Hacienda para seleccionar los documentos que debían remitirse a la Academia, e igualmente, desde 1856 había pasado a formar parte de la comisión académica que trataba estos asuntos. El tema interesó vivamente a los académicos, creándose una comisión en su seno formada por Antonio Cavanilles, Pascual de Gayangos y Pedro Sabau, cuyo dictamen sirvió para elevar al Gobierno la correspondiente petición el 6 de noviembre de 1852.135 La propuesta no recibió contestación y fue reiterada el 23 de septiembre de 1856. En ella, se dividían los estudios en tres años y se proponían algunos cambios en las asignaturas,136 que serían las siguientes:
a la Escuela, tal como se establece en el art. 2.º: «La cátedra de Paleografía, creada por la Sociedad Económica Matritense y sostenida por el Estado, formará parte de la Escuela». Véase González de la Peña, M.ª del Val. «Los orígenes de la enseñanza de la Paleografía en España. La primera cátedra (1839), Signo. Revista de Historia de la Cultura Escrita, 2 (1995), pp. 29-47; González, M.ª del Val. «La enseñanza de la Paleografía en España. Los orígenes y las primeras cátedras», en Joaquín L. Gómez-Pantoja (ed.), Excavando papeles. Indagaciones arqueológicas sobre los archivos españoles, Alcalá de Henares, Aache Ediciones, 2004, pp. 43-71. 133 Reglamento de la Escuela Superior de Diplomática, pp.1-2. Aunque no se cita, Felipe Monlau fue el autor de la «Introducción histórica» que precede a esta obra. 134 Discurso leído a la Real Academia de la Historia por su director el Excmo. Sr. Duque de San Miguel al terminar el trienio de su dirección en 1858, Madrid, Imprenta de José Rodríguez, 1859, p. 12. 135 El documento ha sido publicado por García Ejarque, Luis. Op. cit., pp. 39-40, sobre un ejemplar existente en la Academia de la Historia sin indicar su signatura. Creo que es el que se encuentra en RAH, 11/8085. También ha sido publicado por Peiró Martín, Ignacio y Pasamar Alzuria, Gonzalo. La Escuela Superior de Diplomática, p. 35, sobre la base del ejemplar existente en ARCHIVO GENERAL DE LA ADMINISTRACIÓN (= AGA). EDUCACIÓN Y CIENCIA. Leg. 6084. Existe otro ejemplar con las firmas originales del director y secretario de la Academia dirigido al ministro de Gracia y Justicia en AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA, 6558-6. 136 Los sucesivos cambios que sufrieron los programas de enseñanza de la Escuela han sido recogidos en Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «Cuadros de asignaturas de la Escuela Superior de Diplomática (18561897)», en 150.º aniversario de la Escuela Superior de Diplomática (1856-2006). Reglamento y Programas [91]
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Nociones generales de arqueología Paleografía general Paleografía crítica y literaria Latín de los tiempos medios, antiguo romance castellano, lemosín y gallego Clasificación y arreglo de archivos Historia de España en los tiempos medios, y en particular, de sus instituciones sociales, políticas y civiles Ejercicios prácticos [en cada año]
La aprobación definitiva llegó por el R. D. de 7 de octubre de 1856 y las asignaturas quedaron distribuidas de la siguiente forma:137 Paleografía general Ejercicios prácticos Paleografía crítica y literaria Latín de los tiempos medios y conocimiento del antiguo romance castellano, del lemosín y del gallego Clasificación y arreglo de archivos y bibliotecas. Métodos empleados dentro y fuera de España, y parte reglamentaria de los mismos Historia de España en los tiempos medios y en particular de sus instituciones sociales, civiles y políticas Elementos de arqueología
Al año siguiente publicó su primer Reglamento por R. D. de 11 de febrero de 1857.138 La distribución de las asignaturas en los tres años que duraba la carrera quedaba de la siguiente forma: Art. 9.º. Los estudios en la Escuela de Diplomática se distribuirán por el orden y en la forma siguiente, dándose de cada enseñanza tres lecciones semanales.
[Madrid], Facultad de Ciencias de la Información (Universidad Complutense de Madrid); Real Academia de la Historia, 2007, pp. 33-42 (= Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «Cuadros de asignaturas de la Escuela Superior de Diplomática»). 137 R. D. de 7 de octubre de 1856 creando en Madrid la Escuela de Diplomática, en Reglamento de la Escuela Superior de Diplomática, pp. 34-35. 138 Real Decreto de 11 de febrero de 1857 aprobando el Reglamento para la Escuela de Diplomática (Gaceta de Madrid de 13 de febrero), en Reglamento de la Escuela Superior de Diplomática, pp. 45-48. [92]
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Primer año Paleografía general. Comprenderá la historia del desarrollo de la escritura, especialmente de España, y la lectura e interpretación de los documentos y diplomas anteriores al siglo xviii. Latín de los tiempos medios y conocimiento del romance, del lemosín y del gallego. Se hará este estudio con la amplitud conveniente en lo especulativo y práctico. Segundo año Paleografía crítica. Abraza la explicación de los caracteres de los diplomas y códices, y cuanto conviene a distinguir los auténticos de los apócrifos. Arqueología y numismática. En esta cátedra será estudio preferente el de la epigrafía; se dará a los discípulos una breve noticia de las artes en la Edad Media, y se procurará adquieran conocimiento exacto de los monumentos y objetos antiguos, y del modo de colocar estos últimos en los Museos y Bibliotecas. Se darán lecciones de aljamía, encargándose de ello, por el tiempo que sea necesario, uno de los ayudantes de la Escuela, designado por el director. Tercer año Clasificación y arreglo de archivos y bibliotecas. Además del conocimiento de los métodos empleados dentro y fuera de España, y de la parte histórica, administrativa y reglamentaria en punto a archivos y bibliotecas, adquirirán los discípulos nociones generales de bibliografía. Historia de España en los tiempos medios, y en particular de las instituciones sociales, civiles y políticas. Al explicar los usos y costumbres, la legislación y gobierno de la península en aquel periodo, se inculcará a los alumnos la utilidad que para su conocimiento han de sacar del estudio de los diplomas. Art. 10.º Habrá diariamente ejercicios prácticos, a los cuales asistirán, por espacio de hora y media por lo menos, todos los alumnos de la Escuela, divididos en las secciones que el director estime conveniente. Art. 11.º Estos ejercicios consistirán en las copias de códices y diplomas, y en extractar estos últimos, ejecutando precisamente los trabajos de manera que sean útiles a la enseñanza de los alumnos, para las publicaciones de la Real Academia de la Historia, y para el arreglo del archivo que este cuerpo está formando. [93]
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Para ingresar en la Escuela se exigía la edad de dieciocho años, estar en posesión del título de bachiller en filosofía y superar un examen sobre historia general de España y de nociones de literatura. Finalizados los estudios y aprobados los exámenes de todas las asignaturas se obtenía el título de paleógrafo. Con él se podía optar al nombramiento en las vacantes de los archivos y en las bibliotecas donde se conservasen manuscritos.139 Vemos que las directrices de la Academia fueron aceptadas y seguidas por el Gobierno. Un paso más en su consolidación le vino en virtud de la Ley Moyano de Instrucción Pública de 1857, recibiendo la denominación de Escuela Superior de Diplomática.140 En el mes de septiembre se dictaron las «disposiciones provisionales» para la ejecución de esta ley donde se incluía el programa de la Escuela, que no presentaba ninguna modificación con respecto al ya conocido.141 Por R. D. de 20 de septiembre de 1858142 se aprobaban los programas generales de los estudios de las Escuelas Superiores, entre las que estaba la de Diplomática: Art. 2.º Para aspirar al título de Archivero-Bibliotecario se necesita haber estudiado, en dos años a lo menos Paleografía general Paleografía crítica Latín de los tiempos medios, romance, lemosín y gallego Arqueología y numismática Historia de España en los siglos medios Bibliografía, clasificación y arreglo de bibliotecas y archivos
Cada una de estas asignaturas se enseñaría en un curso de tres lecciones semanales: Art. 3.º La paleografía general y el latín de los tiempos medios, romance, lemosín y gallego, deben estudiarse antes que la paleografía crítica.
Reglamento de la Escuela Superior de Diplomática, p. 35. Ley de Instrucción Pública de 9 de septiembre de 1857, Art. 47 (Gaceta de Madrid de 10 de septiembre). Las asignaturas de la carrera de Diplomática se incluyen en el Art. 59. Posteriormente, el R. D. de 20 de septiembre de 1858 aprobando los Programas generales de estudios de las Escuelas Especiales, especificaba igualmente las asignaturas en el Art. 2.º. 141 R. D. de 23 de septiembre de 1857, dictando las convenientes disposiciones provisionales para la ejecución de la ley de Instrucción pública de 9 de este mes. Recogido en el Reglamento de la Escuela Superior de Diplomática, p. 51. 142 R. D. de 20 de septiembre aprobando los adjuntos Programas generales de estudios de las carreras de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, de Minas, de Montes, Industriales y Agrónomos y de las de Arquitectura, del Notariado y de Diplomática (Gaceta de Madrid de 23 de septiembre). Recogido en el Reglamento de la Escuela Superior de Diplomática, p. 54. 139 140
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Art. 4.º Los alumnos se ejercitarán durante sus estudios en la lectura y critica de documentos antiguos, aljamía y conocimiento de ediciones, monedas, inscripciones y monumentos arqueológicos.
El cuadro de asignaturas fue experimentando variaciones tras las sucesivas reformas que se llevaron a cabo en los planes de estudios. En 1860 fue aprobado un nuevo Reglamento, donde desaparecía la asignatura de «Aljamía»:143 Primer año Paleografía general. Comprenderá la historia del alfabeto, la del desarrollo de la escritura y demás procedimientos gráficos, especialmente en España; la lectura e interpretación de los documentos y diplomas anteriores al siglo xviii. Tres lecciones semanales. Latín de los tiempos medios y conocimiento del romance castellano, del lemosín y del gallego. Comprenderá un sumario de la gramática general; unas nociones de lingüística; examen de las causas que influyeron en la corrupción del latín; origen y formación de los romances e idiomas neo-latinos; traducción y análisis gramatical de los documentos escritos en los romances de nuestros antiguos reinos. Tres lecciones semanales. Ejercicios prácticos Lectura y copia de cartas y diplomas. Una lección semanal. Segundo año Paleografía crítica. Abraza la explicación de los caracteres de los diplomas y códices, y cuanto conviene a distinguir los auténticos de los apócrifos. Tres lecciones semanales. Arqueología y Numismática. Comprenderá una reseña de las artes en la Edad Media; un estudio detenido de la Epigrafía; conocimiento detallado de los monumentos y objetos antiguos; clasificación y colocación de estos últimos en los museos y bibliotecas. Tres lecciones semanales. Ejercicios prácticos. Lectura, y traducción, de cartas y diplomas. Tres lecciones semanales.
143 R. D. de 31 de mayo de 1860 aprobando el Reglamento de la Escuela Superior de Diplomática (Gaceta de Madrid de 2 de junio). Se recoge en Reglamento de la Escuela Superior de Diplomática, pp. 58-67.
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Tercer año Historia de España en los tiempos medios y en particular de sus instituciones sociales, civiles y políticas, inculcando a los alumnos la utilidad que para su conocimiento han de sacar del estudio de los diplomas. Tres lecciones semanales. Bibliografía, clasificación y arreglo de archivos y bibliotecas. Historia de la imprenta; nociones generales de bibliografía teórica y práctica, de la clasificación y arreglo de archivos y bibliotecas; métodos empleados dentro y fuera de España; historia y organización de los establecimientos de ambos ramos. Tres lecciones semanales. Ejercicios prácticos. Traducción y análisis de los documentos; conocimiento de la Aljamía. Cincuenta lecciones.
Mediante el R. D. de 15 de julio de 1863 se ampliaron los estudios en dicha Escuela, exigiendo además un examen previo para entrar en la misma con el fin de que ingresaran en ella los alumnos con especial preparación.144 Las modificaciones se producían en el segundo año, donde desapareció la «Arqueología», creándose las de «Numismática antigua y de la Edad Media y en especial de España» y la de «Epigrafía y geografía antiguas y de la Edad Media». En el tercer año se creaba la de «Historia de las bellas artes en los tiempos antiguos, Edad Media y Renacimiento». El cuadro de asignaturas quedaba así: Primer año Paleografía general. Comprenderá la historia del alfabeto, la del desarrollo de la escritura y demás procedimientos gráficos, especialmente en España; la lectura e interpretación de los documentos y diplomas anteriores al siglo xviii. Tres lecciones semanales. Latín de los tiempos medios y conocimiento del romance castellano, lemosín y gallego. Comprenderá un sumario de la gramática general; unas nociones de lingüística; examen de las causas que influyeron en la corrupción del latín; origen y formación de los romances e idiomas neolatinos; traducción y análisis gramatical de los documentos escritos en los romances de nuestros antiguos reinos. Tres lecciones semanales. Ejercicios prácticos. Lectura, y copia, de cartas y diplomas. Una lección semanal.
«Para ingresar en la Escuela Superior de Diplomática se requiere, además del título de Bachiller en artes, ser aprobado en un examen especial de Historia general de España y nociones generales de Literatura latina y castellana, ante los profesores de la Escuela», Real Decreto de 15 de julio de 1863 ampliando los estudios de la Escuela Superior de Diplomática (Gaceta de Madrid de 25 de julio), en Reglamento de la Escuela Superior de Diplomática, p. 68.
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Segundo año Paleografía crítica. Abraza la explicación de los caracteres de los diplomas y códices, y cuanto conviene a distinguir los auténticos de los apócrifos. Tres lecciones semanales. Numismática antigua y de la Edad Media y en especial de España. Sistemas métricos y estudios comparativos de los pesos y medidas antiguas con las modernas, y del valor relativo de la moneda. Tres lecciones semanales. Epigrafía y geografía antiguas y de la Edad Media. Tres lecciones semanales. Ejercicios prácticos. Lectura, y traducción, de cartas y diplomas. Tres lecciones semanales. Tercer año Historia de España en los tiempos medios, y en particular de sus instituciones sociales, civiles y políticas, inculcando a los alumnos la utilidad que para su conocimiento han de sacar del estudio de los diplomas. Tres lecciones semanales. Bibliografía, clasificación y arreglo de archivos y bibliotecas. Historia de la imprenta; nociones generales de bibliografía teórica y práctica, de la clasificación y arreglo de archivos y bibliotecas; métodos empleados dentro y fuera de España; historia y organización de los establecimientos de ambos ramos. Tres lecciones semanales. Historia de las bellas artes en los tiempos antiguos, Edad Media y Renacimiento. Cerámica, glyptica. Muebles; iluminaciones de manuscritos; clasificación y arreglo de objetos arqueológicos y artísticos en los Museos. Tres lecciones semanales. Ejercicios prácticos. Traducción, y análisis, de los documentos; conocimiento de la Aljamía. Cincuenta lecciones.
Una transformación más profunda tuvo lugar por el R. D. de 21 de noviembre de 1868145 que reorganizaba nuevamente los estudios de la Escuela, con el propósito de limitar sus asignaturas a «aquellas que constituyen la especialidad de los conocimientos propios de los Bibliotecarios, Archiveros y Anticuarios». Así, las cátedras de «Paleografía general» y «Paleografía crítica» se refundieron en una sola «en la que se estudiará no solo la historia del alfabeto y del desarrollo de la escritura y demás procedimientos gráficos con la interpretación de los documentos antiguos, sino también como consecuencia de estos estudios, la explicación de los caracteres de los diplomas y de los códices, y de los
R. D. de 21 de noviembre de 1868 reformando los estudios de la Escuela Superior de Diplomática (Gaceta de Madrid de 28 de noviembre).
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medios convenientes para distinguir los verdaderos de los apócrifos». Otra modificación tuvo lugar en la «Historia de España en los tiempos medios». Concebida esta asignatura como ampliación y complemento de la de Paleografía, se creó otra de «Historia de la organización administrativa y judicial» de nuestro país para sustituirla. En ella «se estudiarán las instituciones antiguas y los usos, costumbres y ceremonias de los actos públicos; es decir, todos aquellos pormenores que sirvan para conocer la vida pública de los tiempos anteriores, y para dar a conocer la vida pública de los tiempos anteriores, y para auxiliar a la crítica histórica en el esclarecimiento de la verdad y en la refutación de las fábulas que tradiciones mal conservadas han confundido con la realidad de los hechos». Otras asignaturas se suprimieron, como la de «Historia de las bellas artes, impropia de los estudios de Diplomática, porque, dada la estructura es un estudio histórico, ya de los monumentos, ya de las costumbres, ya de las artes que han servido para construir los recuerdos que nos quedan del pasado». Igual suerte corrió la de «Geografía antigua», pues se estimaba que «esta enseñanza, como la de Historia de España, correspondía a la Facultad de Filosofía y Letras, donde, según algunos, debieran explicarse también las demás asignaturas de Diplomática; pero las dificultades de llevar diariamente a esta facultad los ricos y delicados medios de enseñanza práctica que existen en los Museos, Archivos y Bibliotecas, aconsejan la subsistencia de la Escuela como está organizada en los países más cultos, con la ventaja de no ser gravosa al Estado, puesto que han de desempeñar las cátedras individuos del Cuerpo de Bibliotecarios sin retribución alguna». Las asignaturas quedaron de la forma siguiente: Paleografía Arqueología Numismática y epigrafía Bibliografía Latín de los tiempos medios Historia de la organización administrativa y judicial de España Ejercicios prácticos
La revalorización de los estudios enseñados en la Escuela tuvo lugar por el R. D. de 25 de septiembre de 1884, coincidiendo con el desempeño del cargo de director general de Instrucción Pública por Pascual de Gayangos.146 El cuadro de enseñanzas quedó fijado de la siguiente manera:
R. D. de 25 de septiembre de 1884 reformando los estudios de la Escuela Superior de Diplomática (Gaceta de Madrid de 27 de septiembre).
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Paleografía general y crítica. Diplomática y ordenación de archivos Gramática histórica comparada de las lenguas romances Historia de las instituciones de España en la Edad Media Historia de las instituciones de España en la Edad Moderna Historia literaria en sus relaciones con la bibliografía Bibliología y ordenación de bibliotecas Arqueología y ordenación de museos Numismática y epigrafía Historia de las bellas artes Geografía antigua y de la Edad Media, especialmente de España Ejercicios prácticos de clasificación, catalogación y arreglo de archivos, bibliotecas y museos
En el R. D. se establecían también una serie de indicaciones a seguir en el orden de enseñanza de las asignaturas. Así, el estudio de la «Paleografía», la «Gramática histórica comparada» y la «Geografía antigua y de la Edad Media» deberán preceder obligatoriamente a las de «Historia de las instituciones de la Edad Media» e «Historia de las instituciones de la Edad Moderna»; la de «Historia literaria» a la de «Bibliología» y la de «Arqueología» a la de «Historia de las bellas artes» y la de «Numismática». El catedrático de «Paleografía general y crítica» sería el encargado de impartir la «Paleografía», la de «Diplomática» y la de «Ordenación de archivos»; el de la «Historia de la organización administrativa y judicial de España en la Edad Moderna» y el de «Bibliografía», la de «Bibliología y ordenación de bibliotecas». Finalmente, la última modificación se efectuó por la R. O. de 12 de marzo de 1897,147 estableciendo una división en tres secciones: Archivos, Bibliotecas y Museos.148 En cuanto a las asignaturas se refundió en una sola la de «Historia de las instituciones de España en la Edad Media» e «Historia de las instituciones en la Edad Moderna». Por otra parte, se potenciaba el aspecto práctico de la enseñanza desdoblando la asignatura de «Ejercicios prácticos de clasificación, catalogación y arreglo de archivos, bibliotecas y museos» en tres diferentes, denominadas «Archivonomía y ejercicios prácticos», «Ordenación de bibliotecas R. D. de 12 de marzo de 1897 por el que se reorganizan los estudios en la Escuela Superior y Especial de Diplomática, y se dispone que el título profesional de la carrera se denomine de Archivero, Bibliotecario y Arqueólogo (Gaceta de Madrid de 13 de marzo); R. O. de 30 de julio de 1897 aprobando los cuadros de asignaturas para la Escuela Superior de Diplomática (Gaceta de Madrid de 18 de agosto). 148 Esta división aprobada por el claustro de profesores de la Escuela se hacía en virtud de la Ley de 29 de julio de 1894 por la que estableciendo las condiciones de ingreso por oposición en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios (Gaceta de Madrid de 1 agosto 1894), donde se reconocía el título académico de Archivero, Bibliotecario y Anticuario como uno de los dos válidos para ingresar por oposición en el Cuerpo Facultativo. 147
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y ejercicios prácticos de bibliografía» y «Ejercicios prácticos de clasificación, catalogación y arreglo de museos». El título que se otorgaba pasó denominarse de Archivero, Bibliotecario y Arqueólogo.149 El cuadro de asignaturas quedó de la siguiente forma:150 Sección de Archivos Gramática-histórico comparada de las lenguas romances Paleografía general y crítica Geografía antigua y de la Edad Media, especialmente de España Historia de las instituciones de España en las Edades Media y Moderna Archivonomía y ejercicios prácticos Historia literaria en sus relaciones con la bibliografía Bibliología Ordenación de bibliotecas y ejercicios prácticos de bibliografía Sección de Bibliotecas Gramática-histórico comparada de las lenguas romances Paleografía general y crítica Geografía antigua y de la Edad Media, especialmente de España Historia de las instituciones de España en las Edades Media y Moderna Historia literaria en sus relaciones con la bibliografía Bibliología Archivonomía y ejercicios prácticos Ordenación de bibliotecas y ejercicios prácticos de bibliografía Sección de Museos Gramática-histórico comparada de las lenguas romances Paleografía general y crítica
«El Certificado de Aptitud para Archivero, Bibliotecario y Anticuario se eleva para todos los efectos a la categoría de título profesional. Dicho título se denominará de Archivero, Bibliotecario y Arqueólogo», R. D. de 12 de marzo de 1897 por el que se reorganizan los estudios en la Escuela Superior y Especial de Diplomática, y se dispone que el título profesional de la carrera se denomine de Archivero, Bibliotecario y Arqueólogo, art. 1.º (Gaceta de Madrid de 13 de marzo). 150 El cuadro de asignaturas fue aprobado unos meses más tarde por R. O. de 30 de julio de 1897 aprobando los cuadros de asignaturas que se expresan para la Escuela Superior de Diplomática (Gaceta de Madrid de 18 de agosto). 149
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Geografía antigua y de la Edad Media, especialmente de España Arqueología y ordenación de museos Numismática y epigrafía Historia de las bellas artes Ejercicios prácticos de clasificación, catalogación y arreglo de museos
Poco duró esta reforma ya que por el R. D. de 20 de julio de 1900 fue suprimida la Escuela,151 distribuyendo sus asignaturas en las licenciaturas en Letras y en Historia de la Facultad de Filosofía y Letras e incorporando sus profesores a la misma. Sobre este tema insistiremos más adelante. Del examen de los sucesivos cuadros de asignaturas que tuvo la Escuela se percibe claramente el peso y la importancia que las enseñanzas impartidas tenían hacia la época medieval. Esto queda plenamente de manifiesto cuando en el título de las asignaturas se incluía una delimitación temporal, siguiendo la pauta marcada por la École des Chartes.152 Creada esta en 1821, tuvo dos reformas fundamentales. La primera fue la Ordonnance royale de 31 de diciembre de 1846,153 en cuyo capítulo 8 se incluían los cuadros de las asignaturas. Eran las siguientes: Première année 1. Lecture et déchifrement des écritures des divers siècles; abbréviations, formules; caractères extrinsèques des chartes et des manuscrits 2. Légendes et types des sceaux et des monnaies 3. Étude du latin du moyen âge, de la lengue vulgaire dans ses principaux dialectes du Nord et du Midi; formation de la langue nationale Seuxième année 1. Monuments écrits considérés dans leurs diverses espèces, leurs caractères intrinsèques, leur authenticité et leurs rapports avec l´histoire et les usages du temps 2. Classement des archives et des bibliothèques publiques
R. D. de 20 de julio de 1900 suprimiendo la Escuela Superior de Diplomática é incorporando sus enseñanzas a la Facultad de Filosofía y Letras, y reformando esta (Gaceta de Madrid de 22 de julio). 152 Poulle, Emmanuel. «Historiens ou fonctionaires de la conservation?», en L’Ecole Nationale des Chartes. Histoire de l’Ecole depuis 1821, Thionville, Gerard Klopp, 1997, p. 32. 153 Ordonnance royale concernant l’École des chartes. 31 décembre 1846, en Livret de l’École des Chartes, pp. 76-83 y Livre du centenaire, I, pp. CCCXX-CCCXXVI. 151
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Troisième année 1. Géographie politique, ecclesiastique et civile; division et subdivisions du territoire 2. Système des monnaies; poids et mesures 3. Histoire des institutions politiques de la France au moyen âge 4. Archéologie et arts du moyen âge; sigillographie et blason 5. Eléments du droit civil, du droit canonique et du droit féodal
La otra fue el Decreto de 30 de enero de 1869,154 donde las asignaturas quedaban establecidas de la forma siguiente: Premiére année 1. Paléographie 2. Langues romanes 3. Bibliographie et classement des bibliothèques Deuxième année 1. Diplomatique 2. Institutions politiques, administratives et judiciaires de la France 3. Classement des archives Troisième année 1. Droit civil et droit canonique du moyen âge 2. Archéologie du moyen âge
La única modificación tuvo lugar el 12 de mayo de 1882,155 creando un «cours complémentaire» para el estudio crítico de las fuentes de la historia de Francia, repartido entre el segundo y el tercer año. Fue curso ordinario a partir del 12 de octubre de 1885.156
Décret impérial relatif à l’enseignement de l’École des chartes. 30 janvier 1869, en Livret de l’École des Chartes, pp. 104-5 y Livre du centenaire, I, pp. CCCXXX-CCCXXXI. 155 Arrêté du ministre de l’Instruction publique instituant un cours complémentaire à l’École des chartes, en Livret de l’École des Chartes, pp. 116-117 y Livre du centenaire, I, p. CCCXL. 156 Décret du Président de la République créant une nouvelle chaire à l’École des chartes, recogido en Livret de l’École des Chartes, pp. 118-119 y Livre du centenaire, I, pp. CCCXLII. 154
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La similitud entre las asignaturas de ambas escuelas resulta evidente tras una simple comparación,157 semejanza que queda manifiesta en otros aspectos de su organización, así como de los estudios. No se estableció en cambio la tesis como trabajo de investigación que coronaba el final de la carrera tal como se impuso en la École francesa, ni el privilegio que a esta se le concedió en 1850, reservando a los alumnos que superaban los cursos los puestos de trabajo en los Archivos Departamentales.158 Si recordamos lo expuesto por Monlau y Gayangos anteriormente, así como la petición de la comisión de 6 de noviembre de 1852 por la cual se solicitaba la creación de la Escuela de Diplomática, junto con l’École francesa se proponía también como modelo el Aula Diplomatica de Lisboa. Pero igualmente, en el preámbulo del Decreto de 7 de octubre de 1856 que creaba la Escuela se señalaban como modelos de la misma a estas dos instituciones. En cuanto a esta última y sin duda, dada la autoridad de las personas que nos han transmitido esta noticia, todos los que posteriormente se han ocupado de este asunto hasta hoy día se han limitado a repetir tal afirmación sin molestarse en comprobar la veracidad de tal hecho. Sin embargo, creemos que la influencia del Aula Diplomatica de Lisboa hay que matizarla y sobre todo saber qué enseñanzas se impartían en dicha escuela. El 7 de agosto de 1775 se estableció en Lisboa en el Real Archivo do Torre do Tombo, a instancias de Fr. Manuel do Cenaculo, arzobispo de Évora, una cátedra de «Ortografia Diplomatica» al cuidado de José Pereira da Silva.159 En 1796 dicha cátedra se
«Y concretándonos al programa de la enseñanza, que es lo capital, vemos que el de la Escuela de cartas de París [...] que ha servido de norma a los demás establecimientos análogos de Europa, no se diferencia notablemente del adoptado para la Escuela de diplomática de Madrid. Tres años aquí, lo mismo que en la Escuela imperial de Paris, dura la enseñanza, y las materias de esta son casi las mismas en una y otra Escuela». Véase Reglamento de la Escuela Superior de Diplomática, p. 13. Este artículo se debe a José María de Eguren, quien él mismo nos dice en su obra Memoria descriptiva de los códices notables conservados en los archivos eclesiásticos de España, Madrid, Imprenta y Estereotipia de M. Rivadeneyra, 1859, p. XCVII: «Cuando en el año próximo pasado de 1857 alabamos en el periódico La España el establecimiento de la Escuela de diplomática [...]». De esta obra tendremos ocasión de hablar posteriormente. 158 La relación de todas las asignaturas con los profesores que las impartían entre 1821 y 1921 puede consultarse en Livre du centenaire, I, pp. CCLXXVIII-CCXXXIV. En cuanto a la semejanza entre ambas escuelas no les pasó desapercibido a los franceses: «l’Escuola (sic) de diplomatica crée à Madrid par une ordonnance royale du 11 février 1857 et reproduisant les traits essentiels de l’ordonnnance française de 1846», ibidem, pp. XXXVII. La lista de estas tesis entre 1849 y 1891 en Livret de l’École des Chartes, pp. 218-274. Un breve análisis sobre su temática en Guyotjeannin, Olivier. «Aperçus sur l’École des Chartes au xixe siècle», pp. 297-307. 159 Son fundamentales los artículos de P. de Azevedo, a quien seguimos en nuestra exposición, Azevedo, Pedro de. «Linhas gerais da historia da diplomatica en Portugal», O Instituto. Revista Scientifica e Literaria, v. 74.º, 4.ª serie, v. 3.º, n.º 2 (1927), pp. 226-242; v. 75.º, 4.ª serie, n.º I (1928), pp. 43-67 (= Azevedo, Pedro de. Linhas) y «A Paleografia em Portugal», Anais das Bibliotecas e Arquivos, I, n.º 2 (1920), pp. 139-147. En el primero se incluyen los textos legislativos fundamentales. Más reciente y abarcando un periodo 157
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trasladó a la Universidad de Coímbra, nombrándose para regirla a João Pedro Ribeiro. De nuevo en 1801 regresaba a Lisboa a su primitivo emplazamiento, obligándose a asistir a ella a todos los aspirantes a trabajar en dicho archivo y a los notarios de Lisboa.160 En ella seguirá enseñando Ribeiro hasta su retiro. La reforma de la enseñanza que se llevó a cabo en 1836 establecía «o ensino de diplomatica, paleografia e taquigrafia num dos dois liceus de Lisboa, então criados».161 Dicha medida se reiterará en 1844. En 1855 se crea una cátedra de «Numismática» en la Biblioteca Nacional. En el artículo titulado «Importancia de la Paleografía y necesidad de fomentar su estudio», que bajo las iniciales M. T. fue publicado en la Gaceta de Madrid de 31 de julio de 1855, es decir, antes de la creación de nuestra Escuela, se ponía igualmente de manifiesto la limitación de las enseñanzas impartidas en el Aula Diplomatica de Lisboa y se recomendaba seguir su modelo en un principio, sin perjuicio de que posteriormente se fueran ampliando sus enseñanzas según el modelo parisino.162 De lo visto hasta este momento puede deducirse con claridad que las enseñanzas que se establecían en Portugal se limitaban única y exclusivamente a la enseñanza de Diplomática, Paleografía, Taquigrafía y, posteriormente, Numismática, pero nada más. Por tanto, cualquier parecido con nuestra Escuela, que contó desde sus inicios con una estructura mucho más desarrollada, plasmada en un cuadro asignaturas divididas en tres años, similar a la École parisina, es una idea que hay desterrar definitivamente. Lo que sí es cierto y Portugal puede vanagloriarse de ello, es que las enseñanzas impartidas en esta Aula fueron muy precoces en su momento.163
cronológico más amplio, Cruz Coelho, M.ª Helena da. A diplomatica em Portugal. Balanço e Estado Actual, Coimbra, [s. e.], 1992. 160 Azevedo, Pedro de. Linhas, p. 48. 161 Ibidem, p. 241. 162 «No deseamos por de pronto una enseñanza tan amplia como la que se da en la Escuela de Cartas de París, donde hay diez o doce cátedras: nos contentamos, por ahora, con una semejante a la establecida muchos años hace en Lisboa con el nombre de Aula Diplomática, en la cual se enseña con alguna extensión la paleografía y su parte crítica o filosofica. Lo demás será obra del tiempo». Como base de esta Escuela de Diplomática debían establecerse tres cátedras; dos de paleografía elemental y otra de paleografía crítica o diplomática. En las dos primeras se dividirá la parte elemental en dos épocas históricas: por ejemplo, desde el tiempo de los romanos hasta san fernando, y otra desde este rey hasta fines del siglo xvii. En ellas se explicará el origen, progresos y transformación de los diversos caracteres de la escritura usada en España, y se enseñará a leer con facilidad toda clase de documentos antiguos. La paleografía crítica se enseñará en otra cátedra, después de haber aprendido los alumnos todas las nociones elementales», Reglamento de la Escuela Superior de Diplomática, pp. 4-5. 163 «Deveo-se ao Nosso Augusto Soberano a institução de huma Cadeira de Diplomatica (a unica athégora em toda a Hespanha) na Universidade de Coimbra», en Dissertações chronologicas e criticas sobre a historia e jurisprudencia ecclesiastica de Portugal. Publicadas por ordem da Academia R. das Sciencias de Lisboa pelo seu socio João Pedro Ribeiro, Lisboa, Na Typografia da mesma Academia, 1819, t. IV. Parte I, p. 14. Con respecto [104]
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No será hasta 1887,164 cuando como consecuencia de la creación de un curso superior de bibliotecarios arquivistas, se produzca una transformación importante en estas enseñanzas. En dicho curso se dará entrada igualmente a la Numismática, Bibliología y «alguna cadeiras do Corso Superior de Letras. Esta iniciativa foi a imitação dos cursos congéneres de França e Espanha».165 Según esto pues, la influencia sería inversa, de nuestra Escuela sobre el curso portugués. En 1901, una nueva reforma en los archivos y bibliotecas producirá la separación de las cátedras de «Paleografía» y «Diplomática». A la vista de lo que acabamos de exponer resulta algo discordante lo expuesto por Gayangos en una carta de 24 de septiembre de 1852 dirigida desde Mérida al director de la Real Academia de la Historia, donde le decía lo siguiente: [copiaron algunos fueros] los alumnos de la escuela diplomática, establecimiento literario de que carecemos completamente en España y que sería de desear se plantease entre nosotros. Es esta una escuela a imitación de l’École des Chartes de París en que además de paleografía y diplomática, se enseña historia, geografía antigua y otras ciencias necesarias para la inteligencia de los documentos de la edad media, formándose así un plantel de jóvenes que más tarde son colocados en los archivos y bibliotecas del reyno.166
Ante este testimonio nos surge la pregunta: ¿llegó verdaderamente Gayangos a conocer de primera mano el Aula Diplomatica de Lisboa? Sinceramente, creemos que no. Como acabamos de ver, por los datos que tenemos sobre esta institución, sus enseñanzas no se correspondían con las mencionadas por Gayangos, más bien se aproximan a las impartidas en la École des Chartes de París, citada también. ¿Tendría en mente Gayangos
a Francia también hubo un adelanto en estas enseñanzas tras el fracaso de crear en la Sección de Manuscritos de la Biblioteca Nacional de París un curso de paleografía, diplomática y filología. Vid. Azevedo, Pedro de. A Paleografia, p. 142. 164 Cruz Coelho, M. E. da. Op. cit., p. 135, establece 1889 como fecha de creación del curso. 165 Azevedo, Pedro de. Linhas, p. 48. De la misma opinión: «A nossa aula de diplomatica é portanto das mais antigas que existem. A eschola das chartas de Paris, só foi organisada a 22 de fevreiro de 1821, e a de Espanha apenas conta alguns mezes de existencia. Apezar, porém, de mais antiga, não é mais perfeita na organição do curso, como espero monstral-o […] Deveriamos ter una eschola, e não uma cadeira de diplomatica, á imitação do curso que se organisou em Hespanha, o qual comprende, como a eschola das cartas de Paris, um systema completo de estudos diplomaticos», S[ouza] H[olstein]. «A diplomatica em Portugal», O Instituto. Jornal Scientifico e Litterario, V (1857), p. 209. 166 Publicada por Álvarez Ramos, Miguel Ángel y Álvarez Millán, Cristina. Los viajes literarios de Pascual de Gayangos Gayangos (1850-1857) y el origen de la archivística española moderna, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2007, p. 275 (= Álvarez Ramos, Miguel Ángel y Álvarez Millán, Cristina. Los viajes literarios de Pascual de Gayangos). [105]
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a esta en vez del Aula? Todas las menciones que hace de ella no parecen demostrar un conocimiento directo y, en ningún momento, tampoco afirma haber visitado su sede ni se hace referencia a ningún programa de estudios concreto. ¿Qué validez podemos dar, por tanto, a las palabras de Gayangos? Quizás habría que juzgarlas como demasiado optimistas. En la misma carta que acabamos de citar afirmaba igualmente, refiriéndose al Archivo do Torre do Tombo, que era un «vasto depósito de papeles antiguos, perfectamente ordenados y con excelentes índices». Sin embargo, su opinión dista de coincidir con la proporcionada por un autor portugués como Oliveira Marques, quien se refiere a este centro como instalado en un edificio deficiente y con una organización de sus fondos caótica y compleja.167 A nosotros se nos ocurre otra conclusión, Gayangos recibió un tratamiento especial en su visita al Archivo do Torre do Tombo, donde prácticamente no tuvo más que pedir lo que deseaba para que se lo sirvieran en la mesa, e incluso le ayudaron en la labor de copia de documentos, que como acabamos de ver él mismo indica en otra carta.168 2.1. Los métodos de la enseñanza La enseñanza, centrada en el estudio de las denominadas «ciencias auxiliares de la historia», tenía un carácter eminentemente práctico. Recordemos que uno de sus fines era la formación de archiveros y bibliotecarios, de ahí que las asignaturas de ejercicios prácticos estuviesen presentes desde el inicio de los estudios169 y su importancia quedará plasmada en dos reglamentos específicos.170
Tomamos estos datos de la obra citada en la nota anterior, p. 274. «[…] Así pues, a la media hora de haberme yo presentado en el archivo […] y a mi vuelta de visitar los varios departamentos de que aquel se compone, ya hallé sobre la mesa los fueros […]. Luego en el acto me puse a trasladar uno de ellos, y asistido por un jóven alumno de la escuela diplomática, empleado en el mismo archivo, logré en los días subcesivos tener copiados todos los demás». Carta de 24 de noviembre de 1852 a Pedro Sabau. Ibidem, pp. 273-274. 169 Así se recogen desde los primeros programas que hemos visto anteriormente. El R. D. de 20 de septiembre de 1858 citado establecía en su art. 4.º: «Los alumnos se ejercitarán durante sus estudios en la lectura y crítica de documentos antiguos, aljamía y conocimiento de ediciones, monedas, inscripciones y monumentos arqueológicos». 170 Se conservan dos reglamentos sobre este asunto Proyecto de Reglamento para los ejercicios prácticos en el curso de 1862 a 1863, de 29 de mayo de 1862, y Organización de los ejercicios prácticos del curso 1870-1871, de 20 de diciembre de 1870. Ambos documentos se encuentran en AGUCM. Escuela de Diplomática, 34-25 y 38-12, respectivamente. El original de este último firmado por Cayetano Rosell en AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA, 6084; Godín Gómez, Aurora. «La Escuela Superior de Diplomática», p. 41, cita el segundo de estos reglamentos, que consta de cuatro artículos. Mucho más detallado es el primero con doce. 167 168
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Mediante estos ejercicios se pretendía ejercitar a los alumnos «en la lectura, copia y traducción de documentos».171 Además de la lectura y copia, se pretendía que: […] los alumnos se ejerciten en la traducción como complemento de los conocimientos que adquieren en la clase de Latín y romances y en el análisis crítico paleográfico, para aplicación de lo que se enseña en la de Paleografía General y Crítica.172
Los profesores ayudantes eran los encargados de dirigir estos ejercicios siguiendo las instrucciones dadas por el director después de oída la Junta de Profesores.173 Hay que destacar la novedad que suponían estos estudios en España y la falta, por tanto, de especialistas para impartir estas materias, tal como se ponía de manifiesto en el R. D. de creación de la Escuela,174 motivo de las deficiencias que toda nueva asignatura tiene que experimentar antes de asentar su doctrina y práctica de una forma estable y sistemática. La carencia de manuales y obras a donde acudir para instruirse en estos saberes era también evidente, pero no solo de nuestro país sino de todos los de Europa. La falta de manuales hubo que suplirlas con las notas tomadas directamente de las
Proyecto de Reglamento para los ejercicios prácticos en el curso de 1862 a 1863, art. 4. Organización de los ejercicios prácticos del curso 1870-1871, art. 3.º. Había también otra intención que no debe dejarse pasar desapercibida, tal como se formula en el Reglamento de la Escuela de 1857: «Art. 11. Estos ejercicios consistirán en las copias de códices y diplomas, y en extractar estos últimos, ejecutando precisamente los trabajos de manera que sean útiles a la enseñanza de los alumnos, para las publicaciones de la Real Academia de la Historia, y para el arreglo del Archivo que este Cuerpo está formando». También en el art. 45 se dice que «Los alumnos pensionados quedarán en la Escuela para auxiliar a los Profesores, y desempeñar los trabajos que la Academia de la Historia les encargare con aprobación del Gobierno de S. M.». La cursiva es nuestra. Situación muy semejante también a la que se daba en la École, tal como prescribía el art. 19 de la Ordonnance de 1846: «[...] Les élèves de l’École des chartes sont chargés particulierement de la publication des documents inedits de l’histoire de France [...]», en Livret de l’École des Chartes, p. 83. Esta participación en las labores de edición de documentos y los motivos que dieron lugar a la aparición de la revista y las publicaciones de la École han sido analizados por Monfrin, Jacques. «Avant-Propos», en Actualité de l’histoire à l’École des Chartes. Études réunies à l’occasion du cent cinquantième anniversaire de la Bibliothèque de l’École des Chartes, 1839-1989, Paris, Librairie Droz, 1989, pp. III-X. Esta obra ha sido publicada también como tomo 147 de la revista Bibliothèque de l’École des Chartes. Nos han quedado muestras de estos ejercicios prácticos en el archivo de la Escuela: «Ejercicios de archivos de alumnos de la Escuela, 1862-188...»; «Transcripción de documentos latinos de los siglos x-xi y documentos en lemosín de los siglos xiv y xv», «Notas, transcripciones y borradores de fichas catalográficas de documentos medievales». Todos ellos en AGUCM. Escuela de Diplomática, 37-17, 37-12 y 42-189, respectivamente. 173 Reglamento de 1857, art. 28. 174 «Art. 5.º Siendo las asignaturas de esta Escuela de nueva creación, el Gobierno nombrará, por esta vez, para el cargo de profesores, a aquellas personas que por sus conocimientos especiales fueren aptas para su desempeño. La provisión sucesiva se hará por oposición». 171 172
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explicaciones de los profesores.175 Sin lugar a duda, va a ser en esta época y en estas escuelas donde va a tener lugar el nacimiento de los estudios medievales como especialidad histórica definida, pues como también se ponía de manifiesto en el dictamen de la Real Academia de la Historia de 6 de noviembre de 1852 dirigido al Gobierno, otra de las utilidades que proporcionaría el establecimiento de nuestra Escuela sería la de formar personas para «dedicarse con el tiempo por sí mismos a investigaciones históricas de que tanta necesidad hay en nuestra patria».176 Para el desarrollo de las clases prácticas fue necesario contar con el auxilio de algunos medios, que fueron previstos en el Reglamento de 1860.177 Especial importancia para este tema tenía la colección de diplomas mencionada, instrumento fundamental para los ejercicios prácticos de lectura de documentos. Por Orden de 23 de diciembre de 1859 se adquirió una «interesante colección de facsímiles de códices y diplomas hecha por el famoso paleógrafo Palomares» al librero José Pérez. De la importancia que se concedía a este asunto es testimonio la R. O. de 31 de enero de 1861, en la cual se disponía la formación de una colección de reproducciones fotográficas de documentos. En este aspecto, como en muchos otros, la carencia de medios fue la tónica dominante durante toda la vida de la Escuela, remediada en cierta manera con la buena voluntad de los profesores, que aportaban personalmente en algunos casos materiales para solventar en lo posible este problema.178 La asignatura de «Latín y lenguas romances» tuvo mejor suerte y contó con una obra impresa que servía para las prácticas de clase. Aunque no figuraba ningún autor en
Sirva como ejemplo: «[...] En aquella época se hubiera tratado en vano de proporcionarse un buen libro que supliera, en estas materias, la falta de enseñanza oral. Desde que existen cátedras han aparecido “Manuales” que casi permitirían prescindir de ellas si la enseñanza oral, apoyada en ejercicios prácticos, no tuviese particular eficacia [...]». Véase Langlois, Charles Victor y Seignobos, Charles. Introducción a los estudios históricos, traducida de la 4.ª edición francesa por Domingo Vaca, Madrid, [Antonio García Izquierdo], 1913, pp. 60-61. 176 Véase la nota 135. 177 Capítulo iii. De los medios de la enseñanza. Art. 40. La Escuela Superior de Diplomática tendrá una Colección de diplomas, un Museo Arqueológico y una Biblioteca especial para uso de los profesores y de los alumnos. Más detalles sobre este tema en Godín Gómez, Aurora. «La Escuela Superior de Diplomática», pp. 48-49. 178 Por Orden de 23 de diciembre de 1859 se compró, a instancias de su director Modesto Lafuente, una colección de facsímiles de códices y diplomas realizada por Palomares. En 1882 y 1883 se adquiere a D. José Laguna una colección de dibujos arquitectónicos para material científico de la Escuela. Véase AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA, 6084. En 1887, fueron depositados por el comisionado J. Villaamil y Castro con carácter temporal en la Escuela una serie de documentos y cartularios procedentes de las Delegaciones de Hacienda de Lugo, Orense y Pontevedra; suponemos que hasta que definitivamente fueron entregados al Archivo Histórico Nacionalen 1896, algunos de ellos serían utilizados en las prácticas. Véase ARCHIVO GENERAL DE LA UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID (= AGUCM). Escuela de Diplomática, Caja 32-34 y 34-87. 175
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la portada, fue obra del catedrático de la asignatura Felipe Monlau. Estaba formada por una selección de LXIII documentos, de los cuales el más antiguo era del año 625 y el más moderno de 1852.179 La obra carece de introducción y muchos de sus documentos no están editados de manera íntegra, sino tan solo fragmentariamente y sin ninguna anotación. Salvo contadas excepciones carecen de indicación de procedencia o lugar de publicación. Se trata de una edición sin ninguna pretensión científica, donde suponemos que se tendría en cuenta ante todo la utilidad de esta para las clases y la economía de gastos para facilitar su adquisición por parte de los alumnos. Otras asignaturas contaron únicamente con los apuntes tomados directamente de las explicaciones en clase de los profesores por alguno de los alumnos, impresos algunas veces o manuscritos en otras, como fue el caso de las de «Numismática», «Bibliología» y «Gramática histórica».180 2.2. La supresión de la Escuela Superior de Diplomática Un primer intento de supresión, que finalmente no se llevó a efecto, tuvo lugar mediante el Decreto de 2 de junio de 1873,181 donde además se disponía en su art. 6.º que el Museo Arqueológico Nacional y el Archivo Histórico Nacional pasarían a depender exclusivamente de la Facultad de Letras, y sus directores serían nombrados cada tres
[Monlau, Felipe]. Escuela Superior de Diplomática. Colección de documentos y muestras de monumentos literarios de la Edad Media en latín y lenguas romances para servir de tema en los ejercicios de traducción al castellano moderno y de análisis gramatical y filológico, Madrid, Imprenta y Estereotipia de M. Rivadeneyra, 1865. 180 González Hurtebise, Eduardo. Apuntes de Numismática tomados de las explicaciones del catedrático de la asignatura D. Juan de Dios de la Rada y Delgado, Madrid, 1895 (Palau, n.º 245975); Escuela Superior de Diplomática. Apuntes de la asignatura de Bibliología por D. Toribio del Campillo, profesor de dicha asignatura. Estos apuntes están copiados y autografiados por Bernardino Pérez y Fernández, alumno que fue de esta Escuela, Madrid, 1897-1898. Un ejemplar se encuentra en la Biblioteca Tomás Navarro Tomás del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC; Vignau y Ballester, Vicente. Apuntes de gramática histórico-comparada de las lenguas neolatinas, edición autografiada, Madrid, 1889. Al final dice: «Esta edición única de 100 ejemplares de los “Apuntes” y su correspondiente “Programa” ha sido costeada por los alumnos de la asignatura de Gramática histórico comparada de las lenguas neolatinas, de la Escuela Superior de Diplomática, durante el curso de 1888 a 1889». Los apuntes habían sido tomados y autografiados por el alumno de la misma José Sidro y García y revisados por el profesor de la asignatura Vicente Vignau. Existe un ejemplar manuscrito en la Biblioteca Universitaria de Madrid. 181 «Art. 5.º Se suprime la Escuela Superior de Diplomática, refundiéndose en la Facultad de Letras. Los profesores de la misma, así activos como excedentes, que hubieran sido nombrados con estricta sujeción a la legislación vigente en la época de su nombramiento, ingresarán en esta Facultad, desempeñando las mismas cátedras que han servido o las más análogas a ellas», Decreto de 2 de junio de 1873 reorganizando la enseñanza de las actuales Facultades de Filosofía y Letras y de Ciencias exactas, físicas y naturales (Gaceta de Madrid de 7 de junio). 179
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años por el claustro de la facultad. Las cosas no pasaron de ahí. No obstante, la idea siguió estando en la mente de los políticos de turno, como se demuestra en la exposición de motivos del R. D. de 12 de marzo de 1897 ya citado, reformando los estudios de la Escuela.182 Pero el golpe de gracia se produjo con el Decreto de 20 de julio 1900 de García Alix. La justificación de la supresión de la Escuela Superior de Diplomática ocupaba un lugar bastante amplio y destacado en la amplia exposición de motivos.183 De su lectura detenida se trasluce una idea preconcebida para anular toda competencia a la universidad, e intentar así aumentar el prestigio de esta.184 Pero no hay que descartar también otra serie de motivos, sin duda importantes, a la hora de valorar estos hechos. Ángela Valle, en su estudio sobre la Universidad Central durante la restauración,185 ponía de manifiesto el alto índice de suspensos, un tercio del total de los matriculados en la Escuela. Sin embargo, no se puede determinar cuáles fueron las causas, si la dificultad de los propios estudios, el nivel de exigencia del profesorado o la falta de salidas profesionales que ofrecían, circunstancias que motivarían su abandono ante otras carreras con más futuro.186 Especialmente valiosa desde nuestro punto de vista es la opinión de Rafael Altamira sobre la reorganización de los estudios históricos en España a raíz de esta reforma de las enseñanzas en la Facultad de Filosofía y Letras, que suponía además la desaparición de la Escuela. En un artículo publicado en el Bulletin Hispanique, ponía en tela de juicio los posibles beneficios que resultarían de la supresión de la Escuela, puesto que
R. D. de 12 de marzo de 1897 por el que se reorganizan los estudios en la Escuela Superior y Especial de Diplomática, y se dispone que el título profesional de la carrera se denomine de Archivero, Bibliotecario y Arqueólogo. 183 R. D. de 20 de julio de 1900 suprimiendo la Escuela Superior de Diplomática e incorporando sus enseñanzas a la Facultad de Filosofía y Letras, y reformando esta (Gaceta de Madrid de 22 de julio) (= R. D. de 20 de julio de 1900). 184 Otro ejemplo significativo del temor a la competencia, aunque provenga de la enseñanza privada, lo tenemos cuando dicho ministro, al tratar de la autonomía universitaria durante una estancia en Valladolid en el mismo año de 1900, aludiese al prestigio de la enseñanza oficial, que estaba «en peligro de muerte» por la competencia de la enseñanza de los centros religiosos. Véase Castells, José Manuel. Las asociaciones religiosas en la España Contemporánea (1767-1965). Un estudio jurídica-administrativo, Madrid, Taurus, 1973, p. 278. 185 Valle López, Ángela del. La Universidad Central y su distrito en el primer decenio de la restauración borbónica (1875-1885), Madrid, Consejo de Universidades, Secretaría General, 1990, v. II, pp. 107-110 (= Valle López, Ángela del. La Universidad Central). 186 Creemos que esta es una de las causas fundamentales. Como ejemplo podemos traer a colación el caso de la vecina École des Chartes. En 1906 se elaboraron dos proyectos por la Comisión de Archivos y Bibliotecas que ponían en peligro su continuidad por no respetar la Ordonnance de 1846 y el Décret 1850, que tanto habían contribuido a su desarrollo, fundamentalmente reservando los puestos de archiveros departamentales para los alumnos que terminaban estos estudios. Vid. Livre du centenaire, I, p. LXVI. 182
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las enseñanzas que en ella se impartían no tenían que ser un obstáculo para que estas se incluyesen igualmente en la Facultad de Filosofía. Altamira no veía en ello una duplicación de funciones, sino que por el contrario tenían fines diferentes, pero a su vez complementarias. Creía que a cada una de estas instituciones le correspondía un nivel de enseñanza diferente, ya se tratase de formar especialistas, como sería el caso de la Escuela, o el de dar una formación general a todos aquellos que cursasen los estudios de Letras.187 Su razonamiento, aunque no lo menciona explícitamente, se apoya tomando como ejemplo la École francesa y está en la misma línea de las opiniones expuestas doce años antes por Charles Victor Langlois en su lección de apertura del curso sobre las ciencias auxiliares en la Sorbona en 1888.188 Estos cursos habían sido inaugurados en 1881 por A. Giry, diplomado de la École, y posteriormente catedrático de Diplomática en la misma. Pero estas enseñanzas de la Sorbona no eran una excepción ni mucho menos, pues existían otras similares, como el de la École des Hautes Études, que lejos de hacerse la competencia cumplían fines diferentes y así lo ponía de manifiesto Langlois.189 También se enseñaban las ciencias auxiliares en la École Normale Superior y en la Facultad de Derecho de París, ambos a cargo de exalumnos de l’École.190
«No me atrevo a aplaudir de igual modo la supresión de la Escuela de Diplomática. Aunque la modestia de nuestro presupuesto aconseje evitar la duplicidad de enseñanzas, doctrinalmente es discutible la inutilidad de la Escuela por el solo hecho de incluir en la Facultad de Filosofía y Letras todas sus asignaturas. Hay, en efecto, más de una opinión respetable que sostiene la necesidad de dar v.gr. a las enseñanzas de paleografía y diplomática, un carácter distinto según se destinen como auxiliares del trabajo personal a todos los estudiantes de historia, o como ciencias sustantivas a los especialistas. No se puede, en rigor, pedir a todos los historiadores que sean paleógrafos, epigrafistas o numismáticos perfectos, porque cada uno de estos Órdenes de conocimiento basta para absorber una vida entera, sin dejar tiempo para ninguna otra cosa; pero en la Facultad no se estudian con todo el desarrollo de que son susceptibles, ¿dónde se formarán los especialistas, indispensables para el progreso de la ciencia general histórica?». Ver Altamira, Rafael. «La reforma de los estudios históricos en España», pp. 308-309. Estas opiniones son recogidas también por Peiró Martín, Ignacio y Pasamar Alzuria, Gonzalo. La Escuela Superior de Diplomática, p. 197 y nota 4, sin ofrecer ninguna valoración sobre ellas. 188 Langlois, Charles Victor. «L’enseignement des sciences auxiliares de l’histoire du Moyen Age a la Sorbonne», Bibliothèque de l’École des Chartes, XLIX (1888), pp. 609-629. 189 «Les sciences auxiliares de l’histoire du moyen âge sont enseignées, en même temps qu’à la Sorbonne, à l’École des chartes et à l’École des hautes études; il faut que vous sachiez bien qu’elles en sont pas enseignées ici aux mêmes intentions ni de la même manière qu’allieurs. Si l’École des chartes quitte bientôt les communs de l’hôtel d’Assy-Soubisse, et l’École des hautes études ses greniers, pour se installer á coté de nous, comme on l’annonce, sur la montagne Sainte-Geneviève, cette réunion matérielle des trois écoles sera le symbole de leur alliance, mais chacune d’elles gardera son rôle spécial dans l’ensemble de l’action scientifique, ses procédés, son domaine et son but», op. cit., p. 609. La cursiva es nuestra. 190 Livre du centenaire, I, pp. LXXXII-LXXXIII. 187
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El caso francés podría compararse igualmente con los casos de Austria,191 Alemania e Italia,193 donde las ciencias auxiliares se impartían simultáneamente en escuelas especiales y en la universidad sin mayor problema. Pero, además, no está de más recordar que Francia, Austria y Alemania, especialmente, son claros ejemplos de países que han contribuido en gran manera al desarrollo de estas disciplinas, sin existir cátedras de «Paleografía» y «Diplomática» en la universidad en el primero de los casos y prácticamente en ninguna del segundo. Italia en cambio ofrecía estas enseñanzas en casi todas sus universidades, así como en sus numerosas Escuelas de Archivística, Paleografía y Diplomática, sin que se plantease la supresión de estas últimas.194 Altamira no solo criticaba la supresión de la Escuela Superior de Diplomática, sino que también estaba en desacuerdo con la repartición que se hacía de las asignaturas entre las diferentes licenciaturas.195 El nuevo plan no convenció o por lo menos fue cuestionado por bastantes otras personas de peso en el mundo universitario. La crítica más contundente fue la de Deleito Piñuela.196 Resumiendo, sus objeciones se centraban en los siguientes puntos: falta de preparación del profesorado, falta de preparación de los alumnos, organización incongruente y contradictoria de los cursos, y falta de medios accesibles de investigación.197 Finalmente, recogemos la opinión de dos buenos conocedores de los temas españoles, quienes refiriéndose a este asunto decían: 192
Véanse las obras citadas en la nota 128. Rall, Heinrich. «Die Anfänge del bayerischen Archivschule», en Mélanges offerts par ses confrères étrangers à Charles Braibant, Bruselas, Comité des Mélanges Braibant, 1959, pp. 377-395; Papritz, Johannes. «Die Archivschule Marburg / Lahn», Archivum, III (1953), pp. 61-75; Leesch, Wolfgang. «Das Institut für Archivwissenschaft und geschichtswissenschaftliche Fortbildung (Ifa) in Berlin-Dahlem (1930-1945)», Branderburgische Jahrhunderts. Festgabe für Johannes Schultze zum 90. Geburtstag, herausgegeben von Gerd Heinrich und Werner Vogel, Berlin, Duncker & Humblot, 1971, pp. 219-242. Recogido en sus Gesammelte Archivwissenschafliche Arbeiten, Bruselas, Generalstaatsarchiv, 1994, pp. 175-210. 193 Una buena visión de conjunto de las enseñanzas impartidas en las escuelas italianas, sobre la base de la paleografía y la diplomática, puede verse en Cencetti, Giorgio. «Archivi e Scuole d’Archivio dal 1765 al 1911. I precedenti storici e legislativi di un discusso problema», Notizie degli Archivi di Stato, XV (1955), pp. 5-31. Recogido en sus Scritti archivistici di storia, legislazione e tecnica degli archivi moderni, Roma, Il Centro di Ricerca, 1970, pp. 73-102. 194 Cárcel Ortí, M.ª Milagros. La enseñanza de la Paleografía y Diplomática. Centros y cursos, Valencia, [Artes Gráficas Soler], 1996, pp. 15, 30-31, 40-41, 62 y 75. 195 Altamira, Rafael. «La reforma de los estudios históricos en España», p. 307. 196 Nos interesa especialmente el apartado II: «Crítica del plan de Estudios actual en la sección facultativa de ciencias históricas», en Deleito Piñuela, José. La enseñanza de la historia, pp. 157-180. Véase además la bibliografía citada en la nota 23 del capítulo I. 197 No podemos detenernos aquí en todos los razonamientos alegados por su extensión, véase «Critica del plan de Estudios actual en la sección facultativa de ciencias históricas», en Deleito Piñuela, José. La enseñanza de la historia, pp. 157-180. 191 192
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La Escuela Superior de Diplomática, creada en 1857, ha preparado archiveros, bibliotecarios y anticuarios, pero su instrucción general ha dejado, durante algún tiempo, bastante que desear y la asimilación de los archiveros de Hacienda, meros empleados burocráticos, a los alumnos de la Escuela de diplomática, ha introducido en las plantillas hombres de una competencia científica notoriamente escasa. La Escuela Superior de Diplomática había protestado muchas veces contra la ingerencia de los políticos en la dirección de los Archivos y Bibliotecas: y los políticos se han vengado suprimiéndola lisa y llanamente en 1900.198
Queremos llamar la atención sobre las últimas líneas que hemos puesto en cursiva. Creo que son suficientemente elocuentes y huelga cualquier tipo de comentario, viniendo además de personas extranjeras y conocedoras de la materia. En la obra de Peiró y Pasamar sobre la Escuela de Diplomática se trata como es natural este asunto.199 Sus opiniones, que no compartimos en su totalidad, tienden a justificar la supresión de la Escuela como una necesidad para el triunfo y desarrollo de la «historiografía profesional», que tenía su lugar natural en la universidad, pero no en la Escuela. Más triunfo que desarrollo creemos, pues la cuestión se convirtió en una verdadera pugna entre los partidarios de la Escuela y los de la universidad. Los segundos, entre los cuales están los mencionados autores, alegan que estas enseñanzas eran más propias de la Facultad de Filosofía y Letras y no de una escuela especial, que además gravaba sobremanera el ya raquítico presupuesto de Instrucción Pública, detrayéndolo de la propia universidad.200 En cierto modo, este razonamiento nos recuerda en gran manera a las quejas que años después se lanzaron por parte del estamento universitario contra el Centro de Estudios Históricos, alegando razones similares, basándose en que sustraían fondos
Desdevises, Georges y Leonardon, Henri. Fuentes bibliográficas para el estudio de la Historia de España. Edades Antigua, Media y Moderna. Traducción, arreglo y adiciones de Carlos Riba y García, Zaragoza, La Editorial, 1909, p. 2. 199 Peiró Martín, Ignacio y Pasamar Alzuria, Gonzalo. La Escuela Superior de Diplomática, pp. 196-202. 200 «[…] a la altura de los años noventa, un nuevo grupo socio-profesional, los profesores de historia universitarios, reaccionarán con una serie de críticas dirigidas hacia lo que se consideraba la fuente originaria del poder historiográfico de los archiveros: la Escuela. En efecto, fueron aquéllos quienes más incidirán en poner de manifiesto las deficiencias de la formación histórica adquirida por los archiveros en un centro que no solo suponía una auténtica rémora historiográfica, por su academicismo restrictivo separado de la Universidad y el cultivo unilateral de las técnicas historiográficas, sin “atender” a la cultura general histórica, sino también por ser un pesado lastre financiero, subvencionado como estaba por fondos estatales, cuyos presupuestos se desviaban de la Universidad», ibidem, pp. 196-197. Este mismo argumento económico fue esgrimido por los enemigos de la JAE, generalmente procedentes de la universidad. 198
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económicos que deberían pertenecer a la universidad. Estimamos que es un argumento totalmente erróneo pensar que la vinculación de los estudios a la universidad les proporciona un mayor desarrollo y les confiere un carácter más científico. ¿Acaso existe un misterioso poder trascendente que por el simple hecho de impartir unas enseñanzas en una determinada institución la eleva y hace mejor que la que se enseña en otras? ¿Las clases que impartían Muñoz y Rivero o Hinojosa en la Escuela eran peores que las que daban en la universidad? Y siguiendo con el otro ejemplo, el del Centro de Estudios Históricos, nos podemos hacer la misma pregunta: ¿las clases de Ribera, Asín, Menéndez Pidal, Sánchez-Albornoz, Altamira, Ortega y Gasset, Gómez-Moreno o Tormo en el Centro eran peores que las que daban en la universidad? Pues sinceramente, no lo creemos, pues es bien sabido que precisamente el carisma que tenían algunos de estos profesores entre su alumnado universitario fue el motivo que impulsó a muchos de ellos a llevarlos a seguir sus enseñanzas en el Centro como, por ejemplo, Sánchez-Albornoz o Menéndez Pidal. Los recuerdos que nos ofrece Rafael Lapesa de sus años de estudiante en la Universidad Central no son precisamente halagüeños.201 Alguno podría decir que las clases dadas en el Centro tenían un planteamiento diferente a las impartidas en la universidad, seminario frente a lección magistral. Esta respuesta tendría sentido, pero el argumento puede desmontarse con el siguiente. ¿Cómo es posible que los profesores universitarios del Centro dieran sus clases en la sede de este, en la calle Almagro, en lugar de en el «viejo caserón de San Bernardo».202
«La Facultad de Filosofía y Letras madrileña era vieja, desesperadamente vieja; en el caserón de San Bernardo las Humanidades se reducían a anticuadas gramáticas sin humanidad. Aquella osamenta petrificada se resistía a toda innovación, y así se mantuvo hasta que el inolvidable decanato de García Morente introdujo, por breves años, afanes de superación y esperanzas. Hasta entonces, el Centro de Estudios Históricos ofreció un ambiente radicalmente distinto al de la Universidad. Era un ambiente de trabajo alegre porque se sabía bien orientado. Sus primeros resultados saltaban a la vista: publicaciones que inmediatamente ganaban la estimación de los mejores, en España y en el extranjero». La cursiva es nuestra, véase Lapesa, Rafael. «Don Ramón Menéndez Pidal (18691968)», Razón y Fe, n.º 865 (1969), pp. 475-492. Recogido en Generaciones y semblanzas de claros varones y gentiles damas que ilustraron la Filología hispana de nuestro siglo, Madrid, Real Academia de la Historia, 1998, pp. 11-36. La cita en p. 19 (= Lapesa, Rafael. Generaciones y semblanzas). «La Universidad Central se hallaba instalada en el viejo caserón de la calle San Bernardo [...] El local de la Facultad de Filosofía y Letras, como el resto del caserón, estaba muy destartalado, a la vetustez de las aulas y mobiliario correspondía el arcaísmo de los planes de estudio [...]», Lapesa, Rafael. «Don Américo Castro Quesada (1885-1972)», en Homenaje a Américo Castro, Madrid, Editorial de la Universidad Complutense, 1987, pp. 121-134. Recogido en Generaciones y semblanzas, pp. 93-113. La cita en p. 95. 202 «Don Américo no daba sus clases en el caserón de San Bernardo, sino en el hotelito de la calle de Almagro, desaparecido hace varias décadas, en el que tenía su sede el Centro de Estudios Históricos. Allí daban también sus clases Menéndez Pidal, don Elías Tormo y don Manuel Gómez Moreno, esto es, casi todos los profesores más prestigiosos y atrayentes por su nueva forma de trabajar y enseñar [...]», Lapesa, Rafael. «Don Américo Castro Quesada (1885-1972)», en Generaciones y semblanzas, p. 96. 201
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¿Cómo se justificaba? Los motivos alegados fueron el carecer de materiales adecuados en la universidad para la enseñanza.203 Con esta actitud ponían claramente de manifiesto las carencias de la universidad, de la que ellos formaban parte, pero también, el autorizarles a dar sus clases fuera de ella, era un reconocimiento implícito por parte de las autoridades universitarias de esta situación. De lo que no hay duda es de que estos y otros «privilegios» contribuyeron en gran manera a que el Centro de Estudios Históricos estuviese en el punto de mira de sus adversarios, lo que no hizo sino aumentar durante la Segunda República,204 periodo en el cual el Centro gozó del máximo apoyo gubernamental. Por tanto, los males de la enseñanza creemos que radicaban más en la mala organización de los planes de estudio y también en la falta de calidad de algunos docentes, mal preparados o poco motivados, razones apuntadas también por Deleito Piñuela, como hemos visto.205 Lo que aquí estaba en juego realmente era una lucha por parcelas de poder académico y, a este respecto, las palabras de Peiró y Pasamar recogidas anteriormente en nota creo que son bastante explícitas sobre este asunto: «fuente del poder
Así lo justificaban Gómez-Moreno, Menéndez Pidal y Américo Castro. Otros profesores que fueron autorizados a dar sus clases fuera de la universidad, además de estos, fueron Bartolomé Cossio, Ortega y Gasset, Elías Tormo, José Ramón Mélida y Andrés Ovejero. El rectorado en una ocasión negó el permiso a Américo Castro, alegando que no se encontraba en la misma situación que los otros catedráticos. Tras varios recursos consiguió la autorización. Véase Pedrazuela, Mario. «El desarrollo científico de las humanidades. La Sección de Filología de la Facultad de Filosofía y Letras y del Centro de Estudios Históricos», en La Universidad Central durante la Segunda República. Las Ciencias Humanas y Sociales y la vida universitaria (1931-1939). Edición a cargo de Eduardo González Calleja y Álvaro Ribagorda, Madrid, Universidad Carlos III de Madrid, 2013, pp. 156-158 (= Pedrazuela, Mario. «El desarrollo científico de las humanidades. La Sección de Filología de la Facultad de Filosofía y Letras y del Centro de Estudios Históricos»). 204 Ibidem, pp. 158-159. 205 Creo que es interesante recoger aquí una opinión de fuera de nuestras fronteras, la de António D. Toledano, para percibir la idea que se tenía de nuestra universidad: «Il existe à Madrid un Centro de Estudios Históricos fondé en 1910, comme branche autonome de la Junta para ampliación de estudios, qui a tant fait pour la diffusion en Espagne des études supérieures et du travail scientifique. C’est précisément ce Centre qui, par su organisation même, est le seul en mesure d’entreprendre les recherches que le décret de 1900 a confiées ambitiesement aux universités. Les tâches dévolues à cette institution sont, en effect, les suivants: recherches relatives aux sources historiques, préaparation d’editions critiques de documents, organisation de missions scientifiques, etc. Les études historiques faites a l’Université ne peuvent donc former des travailleurs capables de livrer, une fois licenciés ou docteurs, à des recherches originales, ni des bibliothécaires ou archivistes, ni même des professeurs de l’enseignement secondaire, et, à plus, forte raison, de l’enseignement supérieur». Ver «L’enseignement de l’histoire dans les universités espagnoles», p. 185. Esta opinión está en la misma línea de la que tenían algunos dentro de España: «La capacidad totalizadora de la ciencia sin dejar apenas espacio a la universidad que adquirió la JAE fue criticada duramente por alguna parte de los investigadores y profesores», Pedrazuela, Mario. «El desarrollo científico de las humanidades. La Sección de Filología de la Facultad de Filosofía y Letras y del Centro de Estudios Históricos», p. 158. 203
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historiográfico de los archiveros», «deficiencias de la formación histórica adquirida por los archiveros», «centro que [...] suponía una rémora historiográfica». Pues bien, parece ser que todos estos «males» se solucionarían con su paso a la universidad, aunque creemos que no fue así. Sería interesante y bastante ilustrativo acometer un análisis sobre las publicaciones que efectuaron los profesores de la Universidad Central desde 1900 en las asignaturas que se impartían en la Escuela. De este modo se podría comparar lo que se hacía en ambas instituciones y sacar así algunas conclusiones sobre la cantidad y calidad de los trabajos realizados en ambas instituciones. Una vez fagocitada la Escuela podría entenderse que el problema estaba ya resuelto, pero después de ella vino el Centro de Estudios Históricos, y de nuevo volvieron a surgir los problemas. La cosa había cambiado algo pero, como prácticamente la totalidad de los que aquí impartían sus seminarios eran profesores universitarios, las críticas que se hacían a los antiguos profesores de la Escuela aquí no aparecían, centrándose todas ellas en el tema económico, argumento que también fue esgrimido contra la Escuela recordemos. Mientras el Centro contó con amigos poderosos en las filas gubernamentales no hubo problemas, pero cuando estos faltaron sí los tuvieron, aunque nunca llegaron a poner en serio problema su existencia. Las tornas cambiaron definitivamente con la derrota de la República, su época de mayor influencia, y su destino fue el mismo que el de la Escuela, su supresión. La universidad volvió a lograr apartar del camino a la competencia. En cierto modo, podría decirse que son dos historias muy parecidas. Otro argumento esgrimido fue la baja tasa de alumnos matriculados en la Escuela, hecho que no queda del todo claro si comparamos las cifras que ellos dan con las ofrecidas por Ángela del Valle, hecho quizás disculpable por no conocer esta obra206 y también por no haber consultado el archivo de la Escuela.207 Tampoco es completamente exacto que todas sus asignaturas se integraran en los planes de la carrera de Filosofía y Letras, acabamos de ver la opinión de Altamira que criticaba la forma errónea en que esta se había llevado a cabo. Incluso el propio ministro de Instrucción Pública, García Alix, reconocía que únicamente «las asignaturas de Paleografía, Bibliología, Arqueología, Numismática y Epigrafía lo habían hecho sin
Por lo menos no la citan en su obra. Recordemos que la obra de A. del Valle está publicada en 1990 y la de Peiró y Pasamar en 1996. 207 «En efecto, extraviados o definitivamente perdidos los libros de registros de la Secretaría, la dispersa e incompleta documentación que se conserva [...]», Peiró Martín, Ignacio y Pasamar Alzuria, Gonzalo. La Escuela Superior de Diplomática, p. 51. Los únicos fondos de la Escuela que citan es el legajo conservado en el Archivo General de la Administración de Alcalá de Henares. Como es bien sabido, lo que se conserva del archivo de la Escuela está en el Archivo Histórico de la Universidad Complutense. 206
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alteración alguna», mientras que otras, tales como «Historia de las instituciones, Gramática comparada de las lenguas romanas y Geografía histórica» se modificaron.208 Por último, hay otro hecho que podemos intuir en ese afán por parte de la universidad de hacerse con las enseñanzas de la Escuela Superior de Diplomática, y eran las salidas profesionales que proporcionaba esta, el trabajo en los archivos, bibliotecas y museos, para cuyo acceso eran fundamentales sus asignaturas. Es de suponer que la universidad no quisiera dejar escapar fuera de su control este potencial mercado laboral, que redundaría en un mayor número de alumnos para la Facultad de Filosofía y Letras y, por tanto, un mayor ingreso económico en concepto de matrículas. No creemos que la universidad pudiera presumir mucho de tener una situación económica muy boyante frente a la Escuela. La carencia de una Escuela ha sido durante mucho tiempo una desiderata común entre los archiveros. Así en 1923, entre las comunicaciones enviadas para la celebración de una Asamblea del Cuerpo Facultativo que no llegó a celebrarse, hubo dos que se hicieron eco de este problema. En una se pedía la creación en la universidad de una «Facultad de Diplomática», en la cual se impartiesen preferentemente los estudios específicos para los aspirantes a trabajar en los archivos, bibliotecas y museos.209 Una propuesta de menor envergadura era la creación de la asignatura de «Historia de las instituciones españolas en las Edades Media y Moderna» en la Facultad de Derecho para el curso de doctorado, que sería requisito obligatorio para todos aquellos licenciados en Filosofía y Letras que desearan presentarse a las oposiciones del Cuerpo Facultativo.210 La asignatura había existido ya en la Escuela y se la consideraba de especial importancia para la profesión de archivero al permitir conocer el desarrollo institucional de los organismos productores de la documentación, eje fundamental sobre el que la archivística acomete la organización de un fondo documental. Ambas propuestas no fueron tenidas en cuenta, con lo cual la tan deseada Escuela sigue siendo una desiderata de la profesión archivística española todavía hoy día. El papel desempeñado por la Escuela Superior de Diplomática fue fundamental en el desarrollo de las ciencias auxiliares de la historia, así como un paso decisivo en el García Alix, Antonio. Disposiciones para la reorganización de la enseñanza, Madrid, Imprenta del Colegio Nacional de Sordomudos y de Ciegos, 1900, p. XIX (= García Alix, Antonio. Disposiciones). 209 «[…] creación en todas las Universidades de una Facultad llamada Facultad de Diplomática, en la cual tengan preferente lugar las enseñanzas exclusivas para el servicio de los Archivos, Bibliotecas y Museos y las auxiliares de las mismas, cuales son: Lenguas vivas y muertas, Literatura, Geografía antigua e Historia de España». Véase Rubio y Borrás, Manuel. «Creación de la Facultad de Diplomática», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, XLV, n.º 1, 2 y 3 (1921), pp. 11-13. 210 Espejo, Cristóbal. «Creación de la asignatura de Historia de las Instituciones españolas en las Edades Media y Moderna», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, XLV, n.os 1, 2 y 3 (1924), pp. 13-15. 208
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desarrollo de la crítica y del método histórico. Sus asignaturas fueron también las únicas donde se aprendían los métodos y técnicas de la investigación con prácticas y materiales de primera mano, que contrastaban vivamente con la enseñanza monótona y teórica impartida en las aulas universitarias.211 Es el mismo caso de Francia, donde la École des Chartes había desempeñado un papel fundamental en la enseñanza y la investigación en estas materias hasta la creación de otras instituciones como la École des Hautes Etudes, la École Normale y la renovación de las Facultades de Letras.212 2.3. La asignatura de «Historia de España en los tiempos medios y en particular de sus instituciones sociales, civiles y políticas» La aparición de una enseñanza específica de la historia medieval en España se va a producir en la Escuela Superior de Diplomática. Será en ella donde desde el primer plan de estudios aparecerá una asignatura de «Historia de España en los tiempos medios y en particular de sus instituciones sociales, civiles y políticas», como se la designaba en el R. D. de 7 de octubre de 1856 de creación de la Escuela213 y que fue modificando su
«Considerada como un elemento fundamental que nos ayudará a comprender el poder académico alcanzado por los archiveros durante los veinticinco últimos años del xix, la conciencia de historiador adquirida por los “chicos del Cuerpo”, encontraba su plena justificación [no solo] en el control sobre el saber histórico ejercido desde la Escuela Superior de Diplomática, sino también en el dominio mantenido por sus miembros sobre el mercado de la historia. Después de todo, frente al carácter especulativo y manualístico de las enseñanzas históricas impartidas en las Facultades de Letras, en la Escuela no solo se integraban los tradicionales saberes de anticuario como parte imprescindible de los conocimientos de historiador, sino que, una vez distribuidos en el conjunto de asignaturas que constituían el plan de estudios de la carrera, crearon las bases para el desarrollo de la crítica y el método histórico […] Precisamente, las cátedras de la Escuela, denostadas por unos y admiradas por otros, en tanto fueron durante toda la segunda mitad del siglo xix los únicos espacios existentes en España, en los cuales a la vez que se aprendían los métodos y técnicas de anticuario se obtenía la posibilidad de utilizar materiales históricos de primera mano, se convirtieron no solo en el centro de las polémicas de los historiadores, sino también, dicho con todo el énfasis que la circunstancia requiere, en el punto de partida inicial de quienes muy pronto se iban a erigir en el modelo de historiador decimonónico, los eruditos profesionales interesados en perpetuar la práctica de las diversas disciplinas estudiadas en la de Diplomática», Peiró Martín, Ignacio y Pasamar Alzuria, Gonzalo. La Escuela Superior de Diplomática, pp. 60-62. 212 «Jusqu’à ce qu’eut été crée l´École des Hautes-Etudes en 1867, jusqu’à ce que l’enseignement de l’École normale et des Facultés de Lettres eut été renouvelé entre 1870 et 1880, l’École des Chartes a été le seul établissement supérior en France ou fussent enseignées les sciences auxiliares de l’histoire, ou l’on apprît vraiment grâce à l’initiation combinée aux disciplines philologiques, historiques et archéologiques, à elaborer les travaux historiques, elle demeure encore un établissement scientifique», Marot, Pierre. «La formation de l’archiviste en France», Archivum. Revue Internationale des Archives, III (1953), p. 54. 213 Para las referencias precisas a la legislación, remitimos al capítulo anterior dedicado a la Escuela. 211
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denominación con las sucesivas reformas de los planes de estudio. Así en la Ley de Instrucción Pública de 1857 su nombre se simplifica a «Historia de España en los tiempos medios» y en el primer Reglamento de la Escuela promulgado en el mismo año se vuelve de nuevo a su denominación originaria. Con el nuevo Reglamento de 1860 otra vez se recupera el de «Historia de España en los tiempos medios» que se mantiene en la reforma de 1863. En 1868 se la designa «Historia de la organización administrativa y judicial de España». Finalmente, en 1884 se produce un desdoble de la asignatura en dos diferentes, «Historia de las instituciones de España en la Edad Media» e «Historia de las instituciones de España en la Edad Moderna», que vuelven a unirse en una sola en 1897 como «Historia de las instituciones en las Edades Media y Moderna». En los programas que se han conservado de esta asignatura el título aparece igualmente con ligeras variantes: «Historia de las instituciones civiles, políticas y sociales de España en los siglos medios» en el de 1860, «Historia de España en los tiempos medios» en el de 1865 e «Historia de las instituciones de España en la Edad Media» en el de 1876. Pero estas diferentes denominaciones no afectaron al fondo de su contenido, como comprobaremos inmediatamente cuando analicemos los mencionados programas. Recordemos que en la propuesta que en 1852 hacían los académicos al Gobierno sobre la creación de la Escuela, para esta asignatura se proponía el nombre de «Historia general y particular de España desde la ruina del imperio de Occidente hasta la toma de Granada». En resumen, la idea que trascendía de estas diversas denominaciones era un estudio de la Edad Media con especial incidencia en los aspectos de la organización administrativa y judicial. Ahora solo nos queda conocer quiénes fueron los encargados de impartir dicha materia que inaugurará oficialmente la enseñanza de la Edad Media, circunstancia que tuvo lugar fuera de la universidad. La aparición de esta asignatura supuso, por tanto, un hecho trascendental para el inicio de una especialización hacia los estudios medievales, cosa todavía impensable en la universidad, donde tendrá que esperar hasta la reforma de 1900 para ver cómo la historia medieval comenzará a integrarse dentro de los programas de la Facultad de Filosofía y Letras. Sus orígenes, desarrollo y contenidos los vamos a intentar seguir a continuación, así como de los protagonistas de su enseñanza, que fueron Santos de Isasa y Valseca y Eduardo de Hinojosa y Naveros. 2.4. Los primeros profesores: Santos Isasa Valseca y Eduardo de Hinojosa y Naveros A Santos Isasa Valseca le cupo el honor de ser el primer catedrático de esta asignatura en la Escuela Superior de Diplomática, personaje prácticamente desconocido en el campo historiográfico de la época. Su sucesor, por el contrario, fue uno de los [119]
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historiadores más prestigiosos a caballo entre los siglos xix y xx e iniciador de los estudios de Historia del derecho español, como fue Eduardo de Hinojosa y Naveros. Con él se produce el tránsito de la enseñanza de la Escuela Superior de Diplomática, al suprimirse esta, a la Facultad de Filosofía y Letras, aunque la asignatura como tal desapareció o, mejor dicho, se transformó en otras del nuevo plan de estudios. 2.4.1. Santos Isasa y Valseca Santos Isasa y Valseca nació en Montoro (Córdoba) el 30 de diciembre de 1831. Fue en su localidad natal donde estudió las primeras letras, desde donde se trasladó a la capital para llevar a cabo los estudios de Humanidades y Filosofía en el colegio de la Asunción, donde obtuvo el grado de bachiller el 26 de mayo de 1847.214 Ese mismo año, en el mes de septiembre, comenzará la carrera de Jurisprudencia en la Universidad Central, donde se licenció el 30 de marzo de 1855.215 Sus buenas notas fue probablemente el motivo que le permitió desempeñar el puesto de sustituto en 6.º y 7.º año de la carrera durante el curso 1855-1856.216 Igualmente, consta en su expediente académico que se matriculó en el primer año de la carrera de Teología (curso 1855-1856). Nada más terminar los estudios, el 4 de enero de 1856, solicitó el ingreso en el Ilustre Colegio de Abogados de Madrid, petición que fue aprobada por la Junta de Gobierno el día 27 del mismo mes, teniendo efecto su incorporación a partir del 6 de febrero siguiente.217 Entre sus maestros hubo uno que fue decisivo en su futuro profesional. Se trata de José Aguirre de la Peña, catedrático de «Derecho canónico» en la Universidad Central, presidente del Tribunal Supremo y ministro de Gracia y Justicia durante la regencia de Espartero. A su protección puede atribuirse, sin duda, el ascenso de Santos Isasa en la carrera administrativa y su participación en la política activa de su época. Siendo
González Porras, José Manuel. Tres cordobeses en la presidencia del Tribunal Supremo de España. Santos de Isasa y Valseca, José Ciudad y Aurioles, Diego Medina y García, [Móstoles], Universidad Rey Juan Carlos; Madrid, Dykinson, [2008], p. 90 (= González Porras, José Manuel. Tres cordobeses en la presidencia del Tribunal Supremo de España). En la Hoja de méritos y servicios conservada en AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 31/6527 se dice que «Desde 1843 a 1845 probó dos años de Filosofía en el Seminario Conciliar de Córdoba», dato que no se recoge en la obra anterior. 215 AHN.UNIVERSIDADES. Leg. 4276-5. En este expediente hay un escrito suyo dirigido al rector de la Universidad Central donde manifiesta haber cursado las «asignaturas correspondientes a los dos primeros años de la Facultad de Filosofía. Sección de Administración», y solicita poder matricularse en el tercer año. Está fechado el 6 de octubre de 1852, siendo estudiante de 6.º año de Jurisprudencia. 216 AHN.UNIVERSIDADES.4276,Exp.5. 217 ARCHIVO DEL ILUSTRE COLEGIO DE ABOGADOS DE MADRID, Expediente personal n.º 4761. 214
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ministro de Gracia y Justicia le consiguió su primer empleo en la Administración como auxiliar 4.º de la clase de quintos en su ministerio, categoría con que sería incorporado al Ministerio de Fomento (R. D. de 17 de junio de 1855).218 Por estas mismas fechas se iniciaría igualmente su vinculación con la Escuela Superior de Diplomática. Creada esta por R. D. de 7 de octubre de 1856, su artículo 5.º disponía que «Siendo las asignaturas de esta Escuela de nueva creación, el Gobierno nombrará a aquellas personas que por sus conocimientos especiales fueren aptas para su desempeño. La provisión sucesiva se hará por oposición».219 En virtud de ello, Santos Isasa comenzó su andadura docente en la asignatura «Historia de España en los tiempos medios y en particular de sus instituciones sociales, civiles y políticas», que se impartía en el tercer año de la carrera. Su consolidación en la plaza llegó al curso siguiente con su nombramiento como catedrático de la asignatura (R. D. de 30 de septiembre de 1857),220 formando parte así del primer plantel de profesores, junto con Juan de Tro y Ortolano, Tomás Muñoz Romero, Felipe Monlau y Roca, Cayetano Rosell y López, y Juan de Dios de la Rada y Delgado. Por estas mismas fechas de la obtención de la cátedra tenemos indicios para saber que pudo compaginar el desempeño de esta con un puesto en la secretaría del Ministerio de Fomento.221 Al año siguiente fue nombrado vocal y secretario (R. O. de 20 de diciembre de 1859) de la Junta Superior Directiva de Archivos y Bibliotecas, máximo órgano de gobierno del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios (17 de julio de 1858). Por su condición de catedrático de la Escuela fue incorporado al escalafón del Cuerpo Facultativo (R. D. de 1 de febrero de 1860) con la antigüedad de la fecha de su nombramiento en la cátedra. Posteriormente, la R. O. de 10 de abril de 1867 integró a los profesores de la Escuela en el escalafón del Cuerpo Facultativo, completándose con otra de 17 de junio por la que se asignaban los catedráticos a las tres secciones de este. Así, Santos Isasa fue incluido en la Sección de Bibliotecas.
González Porras, José Manuel. Tres cordobeses en la presidencia del Tribunal Supremo de España, p. 97. ARCHIVO DE LA BIBLIOTECA NACIONAL DE ESPAÑA, BIBLIOTECA NACIONAL Expediente, 3130/11 (= ARCHIVO-BNE, BN). 219 Reglamento de la Escuela Superior de Diplomática, p. 7. 220 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios, 31/6527. AGUCM. Escuela de Diplomática. Expediente de profesor, 32-21. El 12 de marzo de 1857 el director de la Escuela remite al ministro de Fomento una instancia de Santos Isasa como catedrático en «comisión» de la Escuela, solicitando que le sea concedida la cátedra en propiedad. 221 «En 8 de octubre de 1857 se manda que continuara en la Secretaría de Fomento prestando interina y gratuitamente los servicios de Instrucción tenga a bien encomendarle», AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios, 31/6527. 218
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Pero su docencia en la Escuela Superior de Diplomática no tuvo mucha continuidad, pues su participación en la vida política le supuso continuas interrupciones. En 1863 fue nombrado gobernador civil de Cádiz (R. O. de 11 de agosto de 1863), y para sustituirle se designó a Toribio del Campillo (R. O. de 12 de agosto de 1863). Esta primera incursión en la escena política apenas duró, pues se reintegró a su puesto de catedrático en la Escuela el 13 de diciembre del mismo año. De nuevo, otra interrupción en la enseñanza tuvo lugar en 1865 al ser elegido diputado por la provincia de Córdoba, situación que se repitió en las elecciones de 1872, 1876, 1879, 1881, 1884, 1886, 1891 y en 1893.222 Asimismo, fue elegido senador por Córdoba en las legislaturas de 1896 y por derecho propio en la de 1898-1899.223 En 1868, la cátedra que venía desempeñando cambió de nombre por la de «Historia de la organización administrativa y judicial de España», que le fue adjudicada nuevamente (R. D. de 21 de noviembre de 1868).224 Como catedrático más antiguo de la Escuela, se le encomendó en 1872 la dirección accidental de esta al ser nombrado Cayetano Rosell director general de Instrucción Pública. Un nuevo pero breve paréntesisse produjo dos años después (D. de 14 de mayo de 1874), cuando fue nombrado secretario general del Ministerio de Gracia y Justicia. Antes de finalizar el año, en el mes de septiembre, presentó su dimisión en el cargo y se reintegró nuevamente a la cátedra.225 Un nuevo ascenso en su carrera administrativa en el Cuerpo Facultativo tendrá lugar al año siguiente al producirse una vacante en el escalafón, y ser nombrado jefe de primer grado de la Sección de Bibliotecas con destino en la Biblioteca Nacional (R. D. de 29 de octubre de 1875). Antes de finalizar el año, esta vez con motivo del nombramiento de Cayetano Rosell como jefe superior del Cuerpo Facultativo y director de la Biblioteca Nacional, Santos Isasa logró la plaza vacante de jefe especial de la Sección de Bibliotecas.226 Cayetano Rosell, con estos dos nombramientos, tuvo que dejar la
ARCHIVO DEL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS (=ACD). Serie Documentación Electoral, 53 n.º 16. ARCHIVO DEL SENADO. Expediente personal del senador D. Santos de Isasa y Valseca por la provincia de Córdoba y derecho propio, HIS-0231-06. La elección por derecho propio fue en virtud de su cargo como presidente del Tribunal Supremo. 224 AGUCM. Escuela de Diplomática. Expediente de profesor, 32-21. 225 Ibidem. Decreto de 14 de julio de 1874 nombrando Secretario general del Ministerio de Gracia y Justicia a D. Santos de Isasa y Valseca (Gaceta de Madrid de 17 de mayo); Decreto de 3 de septiembre de 1874 admitiendo la dimisión presentada por D. Santos de Isasa y Valseca, Secretario general del Ministerio de Gracia y Justicia (Gaceta de Madrid de 6 de septiembre). 226 Real Decreto de 12 de marzo de 1875, nombrando Jefe de primer grado de la Sección de Bibliotecas del Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios a D. Santos de Isasa y Valseca (Gaceta de Madrid de 13 de marzo); Real Decreto de 29 de octubre de 1875, promoviendo á la plaza vacante de Jefe especial de la Sección de Bibliotecas, con destino á la Biblioteca Nacional, a D. Santos de Isasa y Valseca (Gaceta de Madrid de 30 de octubre). Queremos salir al paso de la equivocación que ha llevado a confundir esta adscripción a la Biblioteca Nacional 222 223
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dirección de la Escuela Superior de Diplomática, y fue sustituido también en este cargo por Santos Isasa (R. O. de 4 de enero de 1876) como catedrático más antiguo de la misma.227 Poco duró en el puesto ya que el primero de marzo cesó en el mismo al ser elegido diputado a Cortes por Córdoba en la legislatura de 1876, y le es reconocido por R. O. de 11 de abril de 1876 la situación de catedrático excedente.228 Desde este año hasta 1881 sus expedientes administrativos no recogen ninguna información. Sabemos por el conservado en el Archivo del Congreso de los Diputados que en 1879 fue elegido nuevamente diputado en la legislatura de este año, con lo cual es de suponer que se vería imposibilitado de impartir sus clases en la Escuela. No obstante, seguía adscrito a la Biblioteca Nacional, puesto que por O. de 10 agosto de 1881 de la Dirección General de Instrucción Pública se disponía que figurase únicamente en la plantilla de la Escuela Superior de Diplomática.229 En 1884 fue nombrado fiscal del Tribunal Supremo, cargo en el que también permaneció poco tiempo, pues por motivos de salud dimitió al año siguiente.230 En los años posteriores se sucederían nuevos nombramientos, el más importante, sin duda, el de ministro de Fomento en el gabinete presidido por Antonio Cánovas del Castillo,231 con la falsa idea que realmente trabajara en ella, como se desprende de las siguientes palabras: «¿En qué consistiría exactamente la actividad de Don Santos en la primera Biblioteca de España […] ¿Debió ser, conociendo el espíritu de Don Santos, una etapa intensa, pues una Biblioteca y más si es la Nacional, es un centro creativo y cultural de primera categoría […]», González Porras, José Manuel. Tres cordobeses en la presidencia del Tribunal Supremo de España, p. 99. Al final no llega a decirnos en qué consistió su trabajo allí, cosa normal pues no llegó a hacerlo, únicamente estaba adscrito a esa plaza como catedrático de la Escuela Superior de Diplomática. 227 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios, 31/6527. AGUCM. Escuela de Diplomática. Expediente de profesor, 32-21. [«Nombramiento de Santos Isasa como Director de la Escuela Superior de Diplomática»], Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, VI, n.º 1 (1876), p. 6. 228 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios, 31/6527. 229 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios, 31/6527. Copia manuscrita de la Orden en ARCHIVO-BNE, BN. Expediente, 3130/11. 230 Real Decreto de 22 de enero de 1884 nombrando Fiscal del Tribunal Supremo á D. Santos de Isasa y Valseca (Gaceta de Madrid de 23 de enero); Real Decreto de 17 de diciembre de 1885 admitiendo la dimisión presentada por D. Santos de Isasa y Valseca del cargo de Fiscal del Tribunal Supremo (Gaceta de Madrid de 19 de diciembre). Sobre su labor en el Tribunal Supremo, véase González Porras, José Manuel. Tres cordobeses en la presidencia del Tribunal Supremo de España, pp. 124-130. 231 Reales decretos de 5 de julio de 1890 nombrando Presidente del Consejo de Ministros á D. Antonio Cánovas del Castillo; Ministro de Estado á D. Carlos Manuel O'Donnell, Duque de Tetuán; Ministro de Gracia y Justicia á D. Raimundo Fernández Villaverde; Ministro de la Guerra á D. Marcelo de Azcárraga; Ministro de Marina á D. José María Boránger; Ministro de Hacienda á D. Fernando Cos-Gayón; Ministro de Gobernación á D. Francisco Silvela; Ministro de Fomento á D. Santos Isasa, y Ministro de Ultramar á D. Antonio María Fabié (Gaceta de Madrid de 8 de julio); Real Decreto de 23 de noviembre de 1891, admitiendo la dimisióna D. Santos Isasa y Valseca de su cargo [123]
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el de gobernador del Banco de España en dos ocasiones232 y el de presidente del Tribunal Supremo en 1895, cargo del que dimitió en 1901.233 Santos Isasa debió de gozar de buena reputación como jurista como lo demuestra el que lo llamaran para formar parte de diferentes comisiones. La primera fue en 1864, cuando se le encargó oficialmente por la Dirección General de Instrucción Pública reunir una «compilación de las disposiciones relativas a Instrucción Pública desde la publicación de la Novísima Recopilación». En 1869 se incorporó a los trabajos de la Comisión General de Codificación, en el instante en que se comenzaba a discutir la Ley del Matrimonio Civil. En un primer momento perteneció a la Sección Cuarta, denominada de Procedimientos en la Comisión de 1870. Con posterioridad formó parte de la Sección de lo Civil, en vísperas de la finalización del Código Civil para su publicación.234 También tenemos noticia de haber participado en otra comisión encargada de la reforma del Código de Comercio en 1881.235 Santos Isasa estuvo muy bien relacionado gracias a su carrera política, lo que le llevó a desempeñar otros cargos, como la gerencia del Crédito Mobiliario desde 1892
de Ministro de Fomento (Gaceta de Madrid de 24 de noviembre). Sobre su actuación en este Ministerio, véase González Porras, José Manuel. Tres cordobeses en la presidencia del Tribunal Supremo de España, pp. 122-124. 232 Real Decreto de 8 de abril de 1892 nombrando Gobernador del Banco de España a D. Santos de Isasa y Valseca (Gaceta de Madrid de 9 de abril); Real Decreto admitiendo la dimisión presentada por D. Santos de Isasa del cargo de Gobernador del Banco de España (Gaceta de Madrid de 30 de diciembre). La segunda vez ejerció el cargo entre el 8 de abril y el 15 de septiembre de 1895. Véase González Porras, José Manuel. Tres cordobeses en la presidencia del Tribunal Supremo de España, p. 102. 233 Sobre su actividad en este cargo, véase González Porras, José Manuel. Tres cordobeses en la presidencia del Tribunal Supremo de España, pp. 124-130; Reformas necesarias en el procedimiento criminal. Discurso leído por el Excmo. Sr. D. Santos Isasa y Valseca... en la solemne apertura de los tribunales celebrada en 15 de Septiembre de 1896, Madrid, 1896. También en «Examen de los principios esenciales del procedimiento que afectan a la administración de justicia en lo criminal», Revista General de Legislación y Jurisprudencia, XLIV, 89 (1896), pp. 225-255; Discurso leído por el Excmo. Sr. D. Santos Isasa y Valseca... en la solemne apertura de los Tribunales celebrada en 15 de Septiembre de 1897, Madrid, 1897. También en «Reformas necesarias en nuestros códigos. Bases para la de la ley de enjuiciamiento civil», Revista General de Legislación y Jurisprudencia, XLV, 91 (1897), pp. 169-204; Discurso leído por el Excmo. Sr. D. Santos de Isasa y Valseca... en la solemne apertura de los Tribunales celebrada en 15 de septiembre de 1898, Madrid, 1898. También en «Necesidad de reformar la legislación vigente sobre los hechos cometidos por el anarquismo, en cuanto al delito, la jurisdicción y el procedimiento», Revista General de Legislación y Jurisprudencia, XLVI, 93 (1898), pp. 206-230; Real Decreto de 5 de junio de 1901, admitiendo la dimisión del cargo de Presidente del Tribunal Supremo á D. Santos de Isasa (Gaceta de Madrid de 6 de junio). 234 González Porras, José Manuel. Tres cordobeses en la presidencia del Tribunal Supremo de España, pp. 106107. En las páginas siguientes se analiza con detalle su labor en la comisión. 235 Exposición y Real Decreto de 1 de marzo de 1881 referente á la Comisión encargada de reformar el Código de Comercio vigente; y nombrando para formar esta Comisión á D. Laureano Figuerola, D. Segismundo Moret y Prendergast, D. Telesforo Montejo y Robledo, D. Manuel Colmeiro, D. Santos de Isasa, D. Gabriel Rodríguez, D. Justo Pelayo Cuesta, D. Benito Gutiérrez y D. Faustino Rodríguez San Pedro (Gaceta de Madrid de 4 de marzo). [124]
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a 1894,236 o el de presidente del Plan de Ferrocarriles Secundarios.237 Tampoco hay que olvidar que fue pasante en el bufete madrileño de Alonso Martínez,238 lugar privilegiado para establecer contactos e influencias, y después en el propio que él mismo tuvo y que gozó al parecer de gran prestigio.239 Pero en nuestro caso lo que más nos interesa de la figura de Santos Isasa es la cátedra que desempeñó en la Escuela Superior de Diplomática. Creemos que esta, de «Historia de España en los tiempos medios, y en particular de sus instituciones sociales, civiles y políticas», constituye la primera asignatura de contenido específico dedicada al estudio de la historia de la Edad Media, mucho antes de que formara parte de un programa de enseñanza universitario. En el Reglamento de la Escuela de 11 de febrero de 1857 se indicaba de forma escueta lo que se pretendía de esta asignatura: «Al explicar los usos y costumbres, la legislación y gobierno de la Península en aquel periodo, se inculcará a los alumnos la utilidad que para su conocimiento han de sacar del estudio de los diplomas».240 Se hacía hincapié de esta forma en la importancia que los documentos ofrecían para el conocimiento de algunos aspectos de la historia, tales como los usos y costumbres, la legislación y el gobierno. En la Ley Moyano de Instrucción Pública de 9 de septiembre de 1857, en su ar tículo 59, donde se especificaban los estudios que «abraza la Carrera diplomática», se designaba a esta asignatura como «Historia de España en los tiempos medios» simplemente.241 No creemos que este cambio de denominación afectase a su contenido. Nuevamente en 1860, con la aprobación del Reglamento de la Escuela el 30 de mayo de
236 Mateo del Peral, Diego. «Aproximación a un estudio sociológico de las autoridades económicas de España (1868-1915)», en La banca española de la Restauración, Madrid, Banco de España, 1974, v. I, pp. 15-106. «Fue incorporado —en 1892— después de su gestión en el Banco y en el Ministerio de Fomento en la gerencia del Crédito Mobiliario, donde permanecerá hasta 1894», p. 101, «Su nombramiento pudo ser premio en los favores recibidos durante su Ministerio», p. 69. 237 Reales decretos de 31 de diciembre de 1891, nombrando Presidente de la Comisión del plan de Ferrocarriles secundarios y Vocales de la misma á D. Santos de Isasa y á D. Isidoro de Hoyos, marqués de Hoyos (Gaceta de Madrid de 1 de enero de 1892); Real Decreto de 28 de diciembre de 1892 admitiendo la dimisión presentada por don Santos de Isasa del cargo de Presidente de la Comisión del plan de ferrocarriles secundarios (Gaceta de Madrid de 29 de diciembre). 238 Rogel, Carlos. «El abogado», en Carlos Rogel y Carlos Vattier (coords.), Manuel Alonso Martínez. Vida y obra, Madrid, Tecnos; Burgos, Caja de Ahorros Municipal de Burgos, 1991, p. 108. 239 Tébar, Pedro y Olmedo, José de. Las segundas Cortes de la Restauración. Semblanzas parlamentarias. Congreso de los Diputados, Madrid, Imp. de Manuel G. Hernández, 1879, p. 292. 240 Reglamento de la Escuela Superior de Diplomática, p. 46. 241 Ibidem, p. 49. Con igual denominación figura en el R. D. de 23 de septiembre de 1857, dictando las disposiciones provisionales para la ejecución de la Ley de Instrucción Pública de 9 de septiembre del mismo mes. También en el R. D. de 20 de septiembre de 1858, aprobando los adjuntos Programas generales de estudios de las carreras de
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1860, se volvió a denominar «Historia de España en los tiempos medios» con tres lecciones semanales.242 La reforma de los estudios que se llevó a cabo en la Escuela en 1868 supuso un cambio de nombre de la asignatura, que pasó ahora a denominarse «Historia de la organización administrativa y judicial [de España]». Con esta medida se pretendía que sirviese de complemento a la de Paleografía.243 Vemos que los propósitos no eran muy diferentes de los que se proponían en el primer Reglamento de 11 de febrero de 1857, aunque aquí la explicación es un poco más amplia. La última modificación que sufrió esta asignatura se produjo en 1884 con motivo de la nueva reorganización de los estudios de la Escuela, que pasó a denominarse «Historia de las instituciones de España en la Edad Media», creándose además otra de «Historia de las instituciones de España en la Edad Moderna». Esta reforma coincidía con la obtención de la primera de ellas por Eduardo de Hinojosa, por oposición. Hasta entonces Santos Isasa venía desempeñando la cátedra con bastantes intermitencias debidas a sus continuas incursiones en la política, siendo sustituido por Toribio del Campillo y Antonio Rodríguez Villa.244 Hay que recordar igualmente que este año de 1884 Santos Isasa había sido nombrado fiscal del Tribunal Supremo, viéndose obligado por tanto a tener que dejar la enseñanza en la Escuela y esta vez con carácter definitivo, aunque al cesar en este cargo solicitó «ser rehabilitado en el percibo de haberes como catedrático».245
Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, de Minas, de Montes, Industriales y Agrónomos y de las de Arquitectura, del Notariado y de Diplomática (Gaceta de Madrid de 23 de septiembre). 242 Se especificaba inmediatamente a continuación del título sus propósitos: «[…] inculcando a los alumnos la utilidad que para su conocimiento han de sacar del estudio de los diplomas», Reglamento de la Escuela Superior de Diplomática, p. 62. La misma situación aparece en el R. D. de 31 de mayo de 1863 ampliando los estudios de la Escuela Superior de Diplomática (Gaceta de Madrid de 26 de julio). 243 «Como complemento de esta asignatura [Paleografía] se crea otra de Historia de la organización administrativa y judicial de nuestro país, que reemplaza a la de Historia de España, y en la cual se estudiarán las instituciones y los usos, costumbres y ceremonias de los actos públicos, es decir, todos aquellos pormenores que sirvan para dar a conocer la vida pública de los tiempos anteriores, y para auxiliar a la crítica histórica en el exclarecimiento (sic) de la verdad y en la refutación de las fábulas que tradiciones mal conservadas han confundido con la realidad de los hechos». Véase Decreto de 21 de noviembre de 1868 reformando los estudios de la Escuela Superior de Diplomática (Gaceta de Madrid de 18 de noviembre). 244 AGUCM. Escuela Diplomática. Expediente de profesor, 32/34. Rodríguez Villa fue nombrado por el claustro de profesores de la Escuela en diciembre de 1876 sustituto de las asignaturas de «Historia de la organización administrativa y judicial de España» y de «Bibliografía e Historia literaria», siendo confirmado el 5 de noviembre de 1877. Santos Isasa, con motivo de su nombramiento como diputado a Cortes, fue declarado profesor excedente el 12 de noviembre de 1877, haciéndose cargo de su cátedra Rodríguez Villa. Véase AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios, 31/6547. 245 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios, 31/6527. La solicitud la presentó el 28 de enero. De las noticias aquí conservadas parece que no consiguió sus propósitos. [126]
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Después vendría su puesto de ministro de Fomento, gobernador del Banco de España y presidente del Tribunal Supremo, con lo cual la plaza de la Escuela quedaría en segundo plano, sin olvidar que con la reestructuración de 1884 la cátedra de «Historia de las instituciones de España en la Edad Media» había sido ganada en oposición por Eduardo de Hinojosa como acabamos de mencionar. La asignatura se estudiaba en el tercer y último año de la carrera y tenía mucha similitud con la que bajo la denominación «Histoire des institutions politiques de la France au moyen âge» se estudiaba en el tercer año también de la École de Chartes parisina según el reglamento de 1846.246 Posteriormente, con las reformas introducidas por el Decreto de 30 de enero de 1869, pasaría a denominarse «Institutions politiques, administratives et judiciaires de la France» y se estudiaría en el segundo año de la carrera.247 Nos podemos hacer una idea del contenido de esta asignatura a través de los programas que nos han llegado, en concreto tres, que datan de 1860, 1865 y 1876, respectivamente. El primero, en forma manuscrita, con fecha de 3 de mayo de 1860, va firmado y rubricado por el propio Santos Isasa.248 El programa se estructura en cien lecciones divididas en cuatro «épocas», precedidas de una «Introducción» y un «Preliminar a la Edad Media»: Introducción [1 lección] Preliminar a la Edad Media [1 lección] Época 1.ª Últimos tiempos de la Edad Antigua y principio de la Edad Media [18 lecciones] Primer periodo. Instituciones romanas, germánicas y eclesiásticas [8 lecciones] Segundo periodo. Siglos v, vi, vii [10 lecciones] Época 2.ª Del siglo viii al xiii [41 lecciones] Primer periodo. Siglos viii, ix y x [14 lecciones] Segundo periodo. Siglos xi, xii y principios del xiii [27 lecciones] Época 3.ª Siglos xiii, xiv y xv [29 lecciones] Primer periodo. Siglos xiii y xiv [23 lecciones] Segundo periodo. Siglo xv [6 lecciones]
Época 4.ª Los Reyes Católicos [8 lecciones] Conclusión [2 lecciones]
Ordonnance royale concernant l’École des chartes. 31 décembre 1846, recogida en Livret de l’École des Chartes, pp. 76-83 y Livre du centenaire, I, pp. CCCXX-CCCXXVI. 247 Décret impérial relatif à l’enseignement de l’École des chartes. 30 janvier 1869, recogido en Livret de l’École des Chartes, pp. 104-105 y Livre du centenaire, I, pp. CCCXXX-CCCXXXI. 248 Historia de las instituciones civiles, políticas y sociales de España en los siglos medios. Manuscrito. Madrid, 3 de mayo de 1860. En AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA, 6084. 246
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Bajo el título «Introducción», en la primera, se establecen los conceptos básicos y los fines de la asignatura. En la segunda, «Preliminar a la Edad Media», se definen los tres puntos que marcan el paso de la Antigüedad a la Edad Media: «Caída del Imperio Romano», «Irrupción de pueblos bárbaros» y «Predicación y propagación del cristianismo». El temario se divide en cuatro épocas, subdividas a su vez dos periodos cada una de ellas. En su gran mayoría están dedicadas al estudio de la sociedad y de las instituciones político-administrativas características de cada época, respondiendo, por tanto, su contenido al título que lleva el programa. Por su novedad creemos que merecen destacarse algunas lecciones concretas donde se hace especial incidencia en la importancia que tiene el conocimiento y estudio de los diplomas: [Lección] XX Los diplomas históricamente considerados. Necesidad del estudio de los diplomas para el conocimiento de la historia. Cómo han llegado a nosotros los que se refieren a la época goda. Formularium instrumentorum regum wisighotorum. Examen de algunas fórmulas. [Lección] XXXIV Diplomas. División que de los relativos a este periodo puede hacerse bajo el aspecto histórico. Carácter general. Cuestiones sobre la legitimidad de algunas actas y privilegios. Crítica histórica. [Lección] LXI Diplomas. Los falsos diplomas de los siglos xi y xii. Explicación de estas falsedades. Crítica histórica. Utilidad que aun de tales documentos falsos debe reportar la verdad histórica. [Lección] LXXXIV Diplomas. Importancia de estos y en particular de las actas, cuadernos, ordenamientos, constituciones, fueros y leyes de Cortes.
Cada una de estas lecciones se estudiaban al final de cada época y respondían perfectamente a lo establecido en el Reglamento de la Escuela de 1857: «Al explicar los usos [128]
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y costumbres, la legislación y gobierno de la Península en aquel periodo, se inculcará a los alumnos la utilidad que para su conocimiento han de sacar del estudio de los diplomas». Por esta razón, igualmente, las dos lecciones que cierran el programa como «Conclusión» van dedicadas a destacar la importancia del conocimiento de las colecciones diplomáticas y de la importancia que tienen las «investigaciones diplomáticas para el adelantamiento de la Historia»: [Lección] XCVIX Colecciones diplomáticas. Cuándo empiezan. Con qué objetos se han formado. Noticia crítica de los más notables. [Lección] C Necesidad de nuevas investigaciones diplomáticas para el adelantamiento de la Historia. Plan de una colección de documentos históricos.249
Los otros dos programas, de los años 1865250 y 1876,251 se conservan impresos y constan de setenta y dos y ochenta lecciones, respectivamente. Aunque su número es menor que en el de 1860, de su comparación se constata que el contenido es, en líneas generales, muy semejante. La diferencia estriba, pues, en la refundición de algunos temas bajo un solo enunciado, reduciéndose por este motivo el número de lecciones. Pero también podemos observar algunos cambios, los más notables, sin duda, los que se producen en el Programa de 1876. En él se procede a una nueva distribución del temario en cinco apartados: I. Preliminar [1 lección] II. Introducción. Desde los tiempos históricos más antiguos hasta la caída del Imperio romano de Occidente [2 lecciones] III. Historia de la Edad Media
Ibidem. «Historia de España en los tiempos medios y en particular de sus instituciones sociales, civiles y políticas», en Universidad Central. Escuela Superior de Diplomática. Tercer año de la carrera. [Programa], [Madrid, Universidad Central, 1865], pp. 1-6. Lleva fecha de 30 de junio de 1865. 251 Universidad Central. Escuela Superior de Diplomática Especial del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios. Programa de la asignatura de Historia de las instituciones de España en la Edad Media, [el Catedrático de la asignatura, Santos de Isasa], Madrid, Imprenta de T. Fortanet, 1876. 249 250
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Época 1.ª Siglos v, vi, vii y principios del viii [13 lecciones] Primer periodo. Siglos v y vi [4 lecciones] Segundo periodo. Siglo vii y principios del viii [9 lecciones] Época 2.ª Siglos viii, ix, x, xi, xii y principios del xiii [26 lecciones] Primer periodo. Siglos viii, ix, x y principios del xi [12 lecciones] España árabe [2 lecciones] España cristiana [10 lecciones] Segundo periodo. Siglos xi, xii y principios del xiii [14 lecciones] Época 3.ª Siglos xiii, xiv y xv [27 lecciones] Primer periodo. Siglos xiii, xiv y hasta el último tercio del xv [21 lecciones] Segundo periodo. Fines del siglo xv y principios del xvi [6 lecciones] IV. Conclusión [6 lecciones]
El primero tiene una lección «Preliminar» y el segundo dos de «Introducción». Digno de reseñar es la lección 2.ª, dedicada a los tiempos anteriores a la dominación romana, donde se estudia la religión, leyes, usos y costumbres de los celtas, celtíberos, fenicios, griegos y cartagineses. Esto contrasta con los otros dos programas, que empezaban con la España romana. Otro cambio es el que figura en el apartado tercero que, bajo el título «Historia de la Edad Media», concentra todas las lecciones en tres épocas, en vez de cuatro como en los anteriores. Lo más destacable es la desaparición de la «época cuarta» dedicaba a los Reyes Católicos en los programas de 1860 y 1865, con ocho y cuatro lecciones, respectivamente. Era el periodo que tenía la menor cantidad de temas. De la lectura de los epígrafes que formaba cada una de las lecciones destaca la ausencia de los dedicados a aspectos institucionales, predominando los consagrados a aspectos históricos. Únicamente uno, «Nueva organización de los tribunales» (lección 71), parece orientarse hacia el campo institucional.252 En cuanto a las lecciones de prácticas con documentos, se aumentan ahora a cinco: Lección 16 De los diplomas históricamente considerados. Formularium instrumentorum regum wisigothorum. Estudio de algunas de estas fórmulas y comparación de las mismas con el Fuero-Juzgo. De algunos diplomas insertos en este Código, entre sus leyes.
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Coincide con la lección XCVI del Programa de 1860. [130]
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Lección 28 Diplomas. Lectura y análisis histórico-jurídico de diplomas españoles o relativos a España, eclesiásticos y civiles de este periodo.- 1. A. Decretales, Rescriptos y Epístolas de Pontífices. Actas y Cánones conciliares.- B. Fundaciones monásticas y otros.- 2. A. Privilegios y cartas reales, Fueros y cartas pueblas, Juicios y sentencias.- B. Testamentos, Contratos, Manumisiones y otros actos jurídicos. Lección 42 Diplomas. Lectura y análisis histórico-jurídico de diplomas de este periodo bajo el método indicado en la Lección 28. Lección 64 Diplomas. Lectura y análisis histórico-jurídico de diplomas de este periodo bajo el método indicado en la Lección 28. Lección 80 Documentos. Lectura y examen histórico-jurídico de documentos y procesos.253
Entre ellas destacaremos la lección 28, donde además de los tradicionales documentos reales, comprendía asimismo los eclesiásticos. Esta sistemática servirá también de modelo para las lecciones 42 y 64, en las que se seguirá idéntica metodología para sus respectivos periodos históricos. La época de los Reyes Católicos se incluirá ahora en el segundo periodo, que abarcaba desde fines del siglo xv y principios del xvi, con seis lecciones, y que como única novedad presentaba una nueva distribución de los temas. Pero el cambio más significativo va a tener lugar en el cuarto y último apartado de «conclusión». Compuesto por diez lecciones encontramos aquí tratados los aspectos histórico-administrativos e institucionales: el poder real (lección 71), las chancillerías (lección 72), las audiencias
Universidad Central. Escuela Superior de Diplomática Especial del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios. Programa de la asignatura de Historia de las instituciones de España en la Edad Media, [el Catedrático de la asignatura, Santos de Isasa], Madrid, Imprenta de T. Fortanet, 1876, pp. 9, 14, 19, 25 y 27.
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(lección 73), los oficiales de las chancillerías y audiencias (lección 74), la jurisdicción eclesiástica (lección 75), los juicios (lección 76), el «Gobierno de ciudades y pueblos» (lección 77), el «Estado social de las personas» (lección 78), el «Estado civil» (lección 79) y la última, bajo la rúbrica «Documentos. Lectura y examen histórico-jurídico de documentos y procesos».254 Hay que recalcar que esta asignatura, además de los temas dedicados al estudio de los hechos políticos, la llamada historia externa, concedía una gran amplitud e importancia a la denominada historia interna, el conocimiento de las realidades económicas, sociales y político-administrativas que transcienden más allá del mero relato cronológico de los hechos políticos. En la Facultad de Filosofía no existía nada semejante, pues las únicas asignaturas que se enseñaban era «Historia de España» e «Historia universal», ambas de marcado carácter general. Únicamente en las cátedras de «Historia general del derecho español» creadas en las facultades de Derecho con el Plan Gamazo de 1883 tendrían cabida estos contenidos. Con anterioridad, desde 1866, ya existía en la Universidad de Madrid, en el doctorado, una asignatura de «Historia general del derecho y sucinta noticia de sus escritos y obras más importantes» y, en 1880, una «Historia general del derecho».255 Perfeccionada en manos de Hinojosa y Sánchez-Albornoz, esta asignatura se convertirá en la historia de las instituciones político-administrativas que tanta raigambre y tanto peso desempeñó en los primeros tiempos de nuestro medievalismo hasta la primera mitad del siglo xx. Hay otro aspecto de esta asignatura que queremos destacar, como es el papel fundamental que esta tenía y sigue teniendo para la formación de los archiveros. Partiendo de la base de que uno de los pilares de la teoría archivística tiene su fundamento en la identificación del fondo, es imprescindible para ello conocer el organismo que lo ha producido, su origen y evolución a lo largo de la historia, competencias y funciones desempeñadas, etc. Por tanto, cuando el archivero se enfrenta en su trabajo a la organización de un fondo, su primera tarea consiste en estudiar en profundidad la institución que lo ha generado para poder acometer así su organización. Estos conocimientos básicos de la historia de las instituciones era lo que se enseñaba en esta asignatura de la Escuela Superior de Diplomática.
Ibidem, pp. 27-29. Martínez Neira, Manuel. «Los orígenes de la historia del derecho en la universidad española», Cuadernos del Instituto Antonio de Nebrija, n.º 3 (2000), p. 73 y nota 3 (= Martínez Neira, Manuel. «Los orígenes de la historia del derecho en la universidad española»). 254 255
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Cuando se suprimió la Escuela en 1900 y sus asignaturas se incorporaron a la Facultad de Filosofía y Letras, la «Historia de las instituciones» no se mantuvo como tal asignatura, sino que su contenido, hay que suponer, pasó a formar parte de las asignaturas «Historia de España en las Edades Antigua y Media» e «Historia de España en las Edades Moderna y Contemporánea» o, simplemente, desapareció.256 En el primer supuesto, teniendo en cuenta la amplitud temática de esta asignatura, es fácil suponer que su contenido quedase bastante reducido y limitado por estas circunstancias. Los aspectos negativos que estaba provocando esta situación en los archivos fueron denunciados por Cristóbal Espejo, archivero del Archivo General de Simancas, quien, en una breve pero certera comunicación que presentó a la Asamblea del Cuerpo Facultativo en 1923, llamaba la atención sobre este hecho: […] Así los que dieron vida legal a los estudios de erudición en nuestra Patria como cuantos se ocuparon de tales conocimientos especiales y de la instrucción preparatoria indispensable para servir al Estado en concepto de archiveros, coincidieron en la necesidad de estudiar las instituciones españolas, fondo de nuestros Archivos, medio para conocer la documentación, distinguirla, clasificarla y valorarla, catalogar tales tesoros conforme a normas fijas, cuando las hubiere; enlazar unos organismos con otros en el desenvolvimiento y actuación de su vida activa, así legal como práctica. Variadas las normas al ingreso en el siglo nuestro, ampliados los estudios históricos, refundidos en la sección de este título los cursados en la antigua Escuela, la Historia de las instituciones, perdida su denominación singular, se esfuma dentro de la Historia de España en las Edades Antigua y Media, Moderna y Contemporánea, para estudiarla como historia interna del país. Y así, una enseñanza que, respondiendo a la práctica de los Archivos y a los fondos de estos, estaba especializada, ocupa hoy, como se ve por los mismos programas de las asignaturas citadas y el desarrollo de la materia, parte mínima de la disciplina que mencionamos. La escasa preparación que ello supone para los alumnos que han de formar parte del Cuerpo de Archiveros, los perjuicios que acarrean tales deficiencias en el régimen interno de nuestros Establecimientos, los trastornos consiguientes a una catalogación, insuficiente por el conocimiento relativo en la materia; las derivaciones de este estado de cosas en cuanto al público y a los especialistas, defraudados tantas veces en su dinero, en su tiempo y en su crédito; la anomalía de que se conozcan bien las materias auxiliares y los medios de catalogación y se desconozcan
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García Alix, Antonio. Disposiciones, p. XIX. [133]
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en ocasiones, por contrario modo, la naturaleza de los papeles, base capital del trabajo, con las contrariedades que situación tan desairada supone en los que deben ser asesores, consejeros, directores del público estudioso por imperativos categóricos de su misión oficial de cultura, determinan al que suscribe esta comunicación a proponer a la Asamblea se pronuncie por la creación de la asignatura de «Instituciones españolas de las Edades Media y Moderna», de lección diaria, a cargo la enseñanza de la Facultad de Derecho. Asignatura que ha de tener por norte en los estudios la aplicación a los fondos documentales del Cuerpo de Archiveros, debe acoger solo sus fronteras de las dos Edades citadas, prescindiendo de la antigua, aunque se estudien de ella algunos antecedentes, por la escasa aplicación que tendría, y de la contemporánea, por ser más fácil imponerse en ella con los conocimientos adquiridos anteriormente. Ella debe estudiarse en la Facultad de Derecho por ser jurídicos la mayor parte de nuestros fondos; otros, económicos, financieros y sociales; y aunque no sean estos aspectos únicos de ellos, responden al título y las disciplinas de la facultad mencionada. Ahora bien, comoquiera que en la carrera de Derecho tienen los que cursan la asignatura de Historia del mismo, para evitar hasta cierto punto determinadas duplicidades, la de nueva creación podía llevarse al Doctorado, y cursarla como complementaria para Archivos los que hubieran de hacer oposiciones al Cuerpo. Así los Doctores en Derecho tendrían esos conocimientos de altos estudios que les serían provechosos y los futuros archiveros una gran serie de conocimientos, de defensa y amparo en su misión diaria. Conforme a las consideraciones expuestas, la conclusión podría ser esta: Se crea en la Facultad de Derecho de Madrid, Sección del Doctorado, la asignatura de «Historia de las instituciones de España en las Edades Media y Moderna», de lección diaria, obligatoria para los licenciados en Letras o en Historia que hayan de firmar oposiciones al Cuerpo de Archiveros.257
De esta desiderata queremos destacar tres puntos. Por una parte, venía a poner al descubierto las carencias de la universidad para la formación de los archiveros, tal como hasta 1900 lo venía haciendo la Escuela Superior de Diplomática. Por otra, la consideración de la Facultad de Derecho, por ser su contenido histórico-jurídico, la encargada de impartir esta asignatura en su Sección de Doctorado. Finalmente, la obligatoriedad de cursarla para todos los licenciados en Letras o en Historia que quisieran opositar al Cuerpo Facultativo de Archiveros.
Espejo, Cristóbal. «Creación de la asignatura de Historia de las instituciones españolas en las Edades Media y Moderna», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, XLV, n.os 1, 2 y 3 (1924), pp. 14-15.
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Aunque Santos Isasa no nos ha dejado ningún trabajo publicado referente a la materia objeto de sus enseñanzas en la Escuela Superior de Diplomática, salvo los programas que acabamos de examinar, hay que atribuirle el mérito de ser el primero que puso las bases de esta asignatura de la cual arranca el estudio específico de la Edad Media como periodo histórico definido258 y que, por tanto, podemos situar en ella el inicio del medievalismo español. 2.4.2. Eduardo de Hinojosa y Naveros259 El relevo en la cátedra de esta asignatura vino de la mano de Eduardo de Hinojosa y Naveros, una de las figuras más destacadas de la historiografía española, al que se le atribuye la fundación de una escuela que adquirirá una aureola casi mítica después de su muerte.260 La trayectoria vital de Eduardo de Hinojosa es bien conocida gracias, fundamentalmente, al estudio preliminar que incluyó Alfonso García-Gallo como introducción en el primer tomo de sus Obras,261 así como por otros trabajos posteriores y a los cuales nos remitimos para más detalles sobre ella. A nosotros, en este trabajo, nos interesa especialmente todo lo relacionado con la cátedra que Hinojosa desempeñó en la Escuela Superior de Diplomática, que es quizás uno de los aspectos más desconocidos de su biografía, tema sobre el cual nos centraremos en estas páginas.
«Es uno de los primeros profesores que llena de contenido a la asignatura de Historia de la Edad Media, en un intento de conectar el dominio de la erudición y la crítica documental con la exposición de los hechos políticos y la denominada “historia interna”, al examinar las “instituciones sociales, civiles y políticas”», «Isasa y Valseca, Santos», en Peiró Martín, Ignacio y Pasamar Alzuria, Gonzalo. Diccionario de historiadores españoles, p. 331. 259 Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «Hinojosa y Naveros, Eduardo de», en Diccionario Biográfico Español, Madrid, Real Academia de la Historia, v. XXVI, 2011, pp. 298-302, donde se recoge la bibliografía anterior. En este trabajo se nos pasó incluir la nueva edición de su Régimen señorial, con un amplio estudio preliminar a cargo de Mariano Peset citado en la nota siguiente. 260 Decimos «se le atribuye» porque algunos ponen en duda la existencia de dicha escuela. Véase Hinojosa y Naveros, Eduardo de. El régimen señorial y la cuestión agraria en Cataluña durante la Edad Media. Pamplona, Urgoiti, 2003, ed. de Mariano Peset con una amplia introducción bajo el título «Eduardo de Hinojosa. Historiador y político». Nuestra cita en pp. XCII-XCIII (= Peset, Mariano. «Eduardo de Hinojosa. Historiador y político»). La idea del mito de su escuela había sido ya avanzada en Peset Reig, Mariano y Peset Reig, José Luis. «Vicens Vives y la historiografía del derecho en España», en Vorstudien zur Rechtshistorik, herausgegeben von Johannes Michel Scholz, Frankfurt, Vittorio Klostermann, 1977, p. 193. Posteriormente, han insistido en el mismo asunto Sánchez-Arcilla Bernal, José. Jacobus, id quod ego. Los caminos de la ciencia jurídica, Madrid, Dykinson, 2003, pp. 9-27 (= Sánchez-Arcilla Bernal, José. Jacobus, id quod ego. Los caminos de la ciencia jurídica), así como Martínez Neira, Manuel y Ramírez Jerez, Pablo. Hinojosa en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, Madrid, Dykinson, 2018, p. 10. 261 García Gallo, Alfonso. «Hinojosa y su obra», en Hinojosa y Naveros, Eduardo. Obras. Tomo I. Estudios de investigación. Madrid, Instituto Nacional de Estudios Jurídicos, 1948, pp. XI-CXXIV (= García Gallo, Alfonso. «Hinojosa y su obra»), y los trabajos citados en las dos notas anteriores. 258
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Hinojosa ingresó en 1873 en la Escuela Superior de Diplomática, aunque hasta el 12 de junio de 1880 no obtuvo el certificado de aptitud de Archivero, Bibliotecario y Anticuario con nota de sobresaliente.262 Entretanto había ingresado en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios el 19 de marzo de 1875 con destino en el Museo Arqueológico Nacional. Sus principales biógrafos han pasado sobre este asunto de forma bastante superficial, casi de puntillas. Los hechos los podemos resumir así. Según García-Gallo Unos cuantos amigos, miembros del Cuerpo de Archivos, que aprecian la preparación y las condiciones de Hinojosa —D. Juan Facundo Riaño, D. Juan de Dios de la Rada y Delgado y D. Aureliano Fernández Guerra y Orbe— le animan entonces a entrar en aquel Cuerpo. El ingreso en él, en 1875, va a abrirle un nuevo camino en sus trabajos.263
Más recientemente, Mariano Peset dice: Por un momento Hinojosa piensa en ingresar en la escuela militar de estado mayor, pero al ser suprimida, opta en 1875 por el cuerpo de archivos, bibliotecas y museos, con la ayuda de algunas personas —Juan de Dios de la Rada y Delgado y Aureliano Fernández Guerra—, cercanas al grupo conservador.264
Y un poco más adelante, añade: Hinojosa ya había ingresado en el cuerpo de archivos, como hemos visto, muy unido a la escuela. Pero además va a alcanzar una cátedra de geografía histórica el
AGUCM. Escuela de Diplomática. Expediente de alumno, 8-50. La certificación de la realización de los dos ejercicios reglamentarios se encuentra en AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios, 31/6527. El tribunal estuvo formado por Juan de Dios de la Rada y Delgado, Juan Facundo Riaño, Toribio del Campillo, Manuel de Assas y Ángel Allende Salazar. 263 García Gallo, Alfonso. «Hinojosa y su obra», p. XIII. Menos explícito es todavía su hijo Juan Hinojosa: «De acuerdo con esta vocación estudiosa ingresó, en 19 de marzo de 1875, en el Cuerpo de Archivos, Bibliotecas y Museos, en el que hubo de figurar con destino en el Museo Arqueológico Nacional», Hinojosa Ferrer, Juan de. «Eduardo de Hinojosa, historiador del derecho y varón justo», Información Jurídica, n.º 83 (1950), p. 509 (= Hinojosa Ferrer, Juan de. «Eduardo de Hinojosa»). También Gibert: «Ingresa en el Cuerpo de Archivos, 1875. Es destinado al Museo Arqueológico de Madrid, allí le encargarán catalogar fondos», Gibert y Sánchez de la Vega, Rafael. «Eduardo de Hinojosa y la Historia del Derecho», Boletín de la Universidad de Granada, I (1952), p. 203. 264 Peset, Mariano. «Eduardo de Hinojosa. Historiador y político», p. XIII. 262
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12 de diciembre de 1882. Existía un grupo fuerte que dominaba aquellos estudios, en primer lugar, el académico Rada y Delgado, director de la escuela de 1876 a 1900. No le fue difícil la entrada, aunque al parecer no cumplía los requisitos [...].265
En apoyo de su afirmación cita a Ignacio Peiró y Gonzalo Pasamar, quienes manifiestan que «ingresó en el Cuerpo de Archiveros mediante una plaza de gracia en 1875, siendo nombrado titular de la cátedra de Geografía histórica, apenas siete años después».266 Ninguna explicación ofrece tampoco Ruiz Cabriada ni Tomás y Valiente, limitándose ambos a indicar que ingresó en el Cuerpo el 19 de marzo de 1875 sin más.267 Creemos que los hechos quedan bastantes claros después de la consulta de sus expedientes administrativos, y así vamos a verlo a continuación. Hinojosa entró en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios en virtud del Real Decreto de 12 de junio de 1867 por el que se establecía una nueva organización de los archivos, bibliotecas y museos arqueológicos como consecuencia de la creación de la Sección de Anticuarios dentro del Cuerpo Facultativo, a raíz de la creación del Museo Arqueológico Central y de los museos y colecciones provinciales de antigüedades.268 El nombramiento se efectuó aplicando el artículo 18 de dicho Real Decreto, donde se establecía que: De cada tres vacantes, en todas las secciones y grados, corresponderá al Gobierno la provisión directa de la primera, determinándose este turno por los primeros nombramientos que se verifiquen, después de cubiertas por el Gobierno las vacantes que en la actualidad existan [...].269
Ante esta oportunidad, Hinojosa dirigió una solicitud al ministro de Fomento solicitando la plaza270 que obtuvo una rápida respuesta, siendo resuelta favorablemente y nombrado finalmente oficial de tercer grado del Cuerpo Facultativo de Archiveros,
Ibidem, p. XXIX. La cursiva es nuestra. Peiró Martín, Ignacio y Pasamar Alzuria, Gonzalo. La Escuela Superior de Diplomática, p. 93. 267 Ruiz Cabriada, Agustín. Bio-bibliografía, p. 468; Tomás y Valiente, Francisco. «Eduardo de Hinojosa y la historia del derecho español», Anuario de Historia del Derecho Español, LXIII-LXIV (1993-1994), pp. 10651089. Reed. en Catedráticos en la Academia. Académicos en la Universidad, Madrid, Fundación Central Hispano, 1994, p. 47 (= Tomás y Valiente, Francisco. «Eduardo de Hinojosa y la historia del derecho español»). Citamos por esta última edición. 268 Real Decreto de 12 de junio de 1867 estableciendo la clasificación de las Bibliotecas, Archivos y Museos Arqueológicos y la del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios (Gaceta de Madrid del 15 de junio). 269 Ibidem, art. 18. 270 Solicitud de 3 de marzo de 1875. Véase AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de catedrático de Filosofía y Letras, 31/15954, Exp. 754-14. 265 266
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Bibliotecarios y Anticuarios.271 ¿Cuáles eran los requisitos que se exigían para dotar estas plazas? En el artículo 19 del mencionado Real Decreto de 1867 se fijaban para las plazas de oficiales, que era a la que aspiraba Hinojosa, los requisitos siguientes: Art. 19. Los nombramientos del Gobierno para las vacantes actuales, y para la primera de cada tres que en lo sucesivo ocurran, según se establece en el artículo anterior, deberán recaer en personas que tengan alguno de los requisitos siguientes: Para las plazas de Oficiales: Catedráticos numerarios de Filosofía y Letras de Universidades de distrito y supernumerarios de la Central. Catedráticos propietarios de Instituto con grado de Doctor o Licenciado y cinco años de antigüedad en la cátedra. Doctores en la expresada Facultad de Filosofía y Letras que lleven dos años de antigüedad en el Cuerpo de Archiveros-Bibliotecarios o que hayan prestado servicios a la enseñanza por más de dos años, o hecho oposición a cátedra de la Facultad, obteniendo en la terna formada por el Tribunal. Doctores o Licenciados en Filosofía y Letras o Derecho civil y canónico que hayan servido en archivos administrativos de los centros generales del Estado por más de dos años.272
La situación de Hinojosa entraba en este último caso que hemos señalado con cursiva. ¿Reunía, por tanto, las condiciones exigidas? En cuanto a la titulación sí, pues entonces era doctor en Derecho y licenciado en Filosofía y Letras. Con respecto a la segunda, el haber «servido en archivos administrativos de los centros generales del Estado por más de dos años», si lo tomamos al pie de la letra, evidentemente, no, pero creemos que aquí hay que hacer una salvedad. Teniendo en cuenta que la plaza solicitada era de museos, es de suponer que este requisito habría que entenderlo como servicio en un museo del Estado en lugar de un archivo, por más de dos años. Si ello era así, ¿cumplía este requisito? A este respecto, Hinojosa presentó un certificado de Aureliano Fernández Guerra, bibliotecario y anticuario de la Real Academia de la Historia,273 donde se detallaban las labores realizadas en el museo académico por Hinojosa durante más de cuatro años, que superaba con creces los «más de dos años» requeridos. Por tanto, si obviamos que el servicio en un archivo podría ser equivalente al de un museo no habría nada que objetar al nombramiento. Sin embargo se nos plantea una pequeña duda y es la
R. O. de 19 de marzo de 1875 nombrado oficial de 3.er grado del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios en la Sección de Museos a D. Eduardo de Hinojosa y Naveros. En AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de catedrático de Filosofía y Letras, 31/15954, Exp. 754-14. 272 Real Decreto de 12 de junio de 1867 estableciendo la clasificación de las Bibliotecas, Archivos y Museos Arqueológicos y la del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios (Gaceta de Madrid del 15 de junio). 273 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de catedrático de Filosofía y Letras, 31/15954, Exp. 754-14. 271
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siguiente. Según dice textualmente el mencionado artículo 19, el establecimiento donde se haya realizado el servicio debía ser de los «centros generales del Estado». Pero el Museo de la Real Academia de la Historia no tenía una consideración particular y específica como tal museo fuera de la Academia, sino que al igual que la biblioteca o el gabinete numismático citado en el certificado, habría que considerarlo como un fondo más de las colecciones que tenía la Academia. Tampoco, que sepamos, tuvo un responsable y plantilla, como cualquier otro museo, pues dependía directamente del académico anticuario. La Academia, además, no tenía la consideración de «centro general del Estado», como lo eran los archivos, bibliotecas y museos dependientes del Cuerpo Facultativo. Teniendo en cuenta estos argumentos, nuestra opinión, salvo pruebas que demuestren lo contrario, es que la certificación académica expedida a favor de Hinojosa fue interpretada y admitida con muchísima generosidad por el Ministerio de Fomento, donde es de suponer que sus buenos contactos políticos obviarían estos detalles o, incluso mejor, ni se plantearan todo lo que venimos argumentando.274 Por tanto, la afirmación que hacen Ignacio Peiró y Gonzalo Pasamar, que, sin conocer estos detalles, declaran que «ingresó en el Cuerpo de Archiveros mediante una plaza de gracia en 1875», no está del todo descaminada, aunque eso sí, hay que matizarla, como hemos visto. El 12 de diciembre de 1882 ganaba por oposición la cátedra de «Geografía antigua y de la Edad Media».275 Dos años después, con ocasión de la reforma del plan de estudios de la Escuela, la cátedra de «Historia de España en los tiempos medios, y en particular de sus instituciones sociales, civiles y políticas» se transformó en la de «Historia de las instituciones de España en la Edad Media», creándose además otra de «Historia de las ins tituciones de España en la Edad Moderna». Se ofreció entonces a los profesores de la
En su nombramiento se decía: «[...] se ha servido nombrar oficial de 3.er grado de la Sección de Museos del Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios […] y destino en el Museo Arqueológico Nacional a D. Eduardo de Hinojosa Naveros, doctor en Derecho civil y canónico, licenciado en Filosofía y Letras, y conservador de las antigüedades de la Academia de la Historia por espacio de más de cuatro años, que reúne las circunstancias prescritas en el artículo 19 del citado Real Decreto». La cursiva es nuestra. 275 Se equivoca Juan de Hinojosa Ferrer cuando afirma: «[…] dos años después [1882], cuando contaba Hinojosa treinta años, al producirse en la Escuela Superior de Diplomática una vacante de la Cátedra de Geografía Histórica por haber sido nombrado presidente del Tribunal Supremo D. Santos Isasa, que la desempeñaba, ganaba Hinojosa mediante oposición la expresada Cátedra, donde había de manifestarse se especial vocación para el Profesorado», Hinojosa Ferrer, Juan. «Eduardo de Hinojosa», p. 511. En primer lugar, Santos Isasa fue nombrado presidente del Tribunal Supremo en 1884 y no en 1882, que es cuando Hinojosa ganó la mencionada cátedra. Y en segundo, la cátedra de «Geografía histórica» era impartida por Ángel Allende Salazar, que durante el curso 1881-1882 la tuvo que dejar por incompatibilidad al presentarse como diputado a Cortes, siendo sustituido en la misma por Mariano Muñoz y Rivero. 274
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Escuela la posibilidad de cambiar de asignatura, ocasión que aprovechó Hinojosa para cambiarse a la primera, más acorde con su formación y sus gustos (19 de septiembre de 1884), y en ella permaneció hasta la supresión de la Escuela en 1900. Sin embargo, no debió de encontrarse del todo a gusto impartiendo estas asignaturas, pues hay constancia de que presentó varias solicitudes para tomar parte en ejercicios de oposiciones a varias cátedras convocadas. Así lo hizo en 1883, a la cátedra de «Derecho romano» de la Universidad de Valencia; en 1884, a la de «Reseña histórica de las principales transformaciones sociales y políticas de los pueblos europeos», de las universidades de Madrid, Barcelona, Granada, Salamanca, Sevilla y Zaragoza; en 1886, a la de «Historia general del derecho español» de la Universidad Central, y finalmente, en 1894, a la de «Derecho romano» de la Universidad Central.276 Precisamente en 1883 se habían creado las cátedras de «Historia general del derecho español» en las facultades de Derecho,277 a las que intentaría optar por encontrarse posiblemente más cercano a sus inquietudes intelectuales. Hay constancia de que se retiró de la convocatoria de 1886 a la cátedra de «Historia general del derecho español» de la Universal Central,278 en las demás no sabemos exactamente si llegó a presentarse realmente. La enseñanza en la cátedra se vio interrumpida en varias ocasiones por el desempeño de cargos políticos, como el de gobernador civil de Alicante, Valencia y Barcelona y el de director general de Instrucción Pública. No conservamos programas de la asignatura, tal como veíamos en el caso de Santos Isasa, para conocer su contenido, aunque es de suponer que siguiera unos cauces bastante similares. A título orientativo nos podría servir el plan desarrollado en su
276 Solicitud de 21 de mayo de 1883 para tomar parte en ejercicios de oposición a la cátedra de «Derecho romano», vacante en la Universidad de Valencia; solicitud de 15 de enero de 1884 para tomar parte en los «ejercicios de oposición a las cátedras de «Reseña histórica de las principales transformaciones sociales y políticas de los pueblos europeos, vacante en las universidades de Madrid, Barcelona, Granada, Salamanca, Sevilla y Zaragoza, presenta en tiempo hábil el Programa razonado de la asignatura exigido al efecto, y que, junto con el certificado que acredita la aptitud legal necesaria, acompaña la solicitud»; solicitud de 19 de abril de 1886 pidiendo permiso para tomar parte en los ejercicios de oposición a la cátedra de «Historia general del derecho español», vacante en la Universidad Central; solicitud de 27 de enero de 1894 para tomar parte en ejercicios de oposición a la cátedra de «Derecho romano», vacante en la Universidad Central. Véase AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de catedrático de Filosofía y Letras, 31/15954, Exp. 754-14. 277 Para todo lo referente a la creación de estas cátedras, véase Martínez Neira, Manuel. «Los orígenes de la historia del derecho en la universidad española», citado en la nota 255. A la creación de estas cátedras alude Tomás y Valiente, pero desconocía estos datos al decir que Hinojosa «no aspira a ninguna de ellas», Tomás y Valiente, Francisco. «Eduardo de Hinojosa y la historia del derecho español», pp. 49-50. 278 Ibidem, p. 106, quien ha consultado el expediente de la oposición en el AGA. También se hace eco de su retirada sin aportar ningún dato más, Martínez Neira, Manuel. «Los orígenes de la historia del derecho en la universidad española», p. 106.
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Historia general del derecho español, publicada en 1887, siendo catedrático de la Escuela. De esta obra únicamente se llegó a publicar el primer tomo,279 que abarcaba la España primitiva, romana y visigoda, esta última solo de forma parcial. Con la supresión de la Escuela en 1900 y la integración en la Facultad de Filosofía y Letras, la cátedra de Hinojosa pasó a denominarse «Historia antigua y medieval de España»,280 es decir, se convertiría en una asignatura general de historia donde la historia propiamente institucional «se esfuma dentro de la Historia de España en las Edades Antigua y Media, Moderna y Contemporánea, para estudiarla como historia interna del país», como apuntaba Cristóbal Espejo.281 En 1904 solicitó al ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes una subvención para llevar a cabo estudios de investigación,282 petición que le fue denegada.283 Nuevamente lo intentó al año siguiente, haciendo una exposición más detallada de sus propósitos e indicando los archivos que pretendía visitar.284 Esta vez su petición fue aceptada y aprobada por R. O. de 15 de junio de 1905 para trasladarse, desde el 1.º de octubre de este año hasta el 30 de septiembre de 1906, a Toulouse, Tarbes, Pau, Bayona, Burdeos y París «para ampliar estudios sobre Historia Antigua y Media de España».285 Se trasladó a Francia con toda su familia, estuvo varios meses en Toulouse y después en París, manteniendo relaciones en ambas ciudades con destacadas personalidades como Prosper Merimée, Paul Viollet, Alfred Morel-Fatio y Maurice Prou. El tema de investigación propuesto en su solicitud quizás se podría justificar poniéndolo en relación con su estancia en Barcelona como gobernador civil, época en la que descubrió las grandes posibilidades que ofrecía la documentación del Archivo de la Corona de Aragón, el cual visitaba con frecuencia286 y que le ofreció numerosos materiales para muchos de sus trabajos, como el que precisamente se había publicado en 1905, El régimen señorial y la cuestión agraria en Cataluña durante la Edad Media. La
Hinojosa, Eduardo de. Historia general del derecho español. Tomo I, Madrid, Tipografía de los Huérfanos, 1887 (= Hinojosa, Eduardo de. Historia general del derecho español) 280 Por R. D. de 20 de julio de 1900 fue nombrado catedrático de «Historia antigua y media de España» de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central. Véase AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de catedrático de Filosofía y Letras, 31/15954, Exp. 754-14. 281 Véase nota 341. 282 Solicitud de 5 de abril de 1904. Véase AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de catedrático de Filosofía y Letras, 31/15954, Exp. 754-14. 283 «[…] correspondiendo la subvención vacante este año en la Facultad de Filosofía, a la Sección de Letras, no ha lugar a cursar la presente instancia», ibidem. 284 Solicitud de 7 de marzo de 1905. Véase ibidem. 285 Ibidem. Copia de la R. O. accediendo a la solicitud de Eduardo de Hinojosa y autorizando el viaje. 286 Martínez Ferrando, Jesús E. «Don Eduardo de Hinojosa y el Archivo de la Corona de Aragón. Datos para una biografía», Anuario de Historia del Derecho Español, XXIII (1953), pp. 389-393. 279
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documentación consultada le serviría para testimoniar las relaciones que existieron durante la Edad Media entre el mediodía de Francia y la Corona de Aragón, con lo cual el conocimiento de los documentos en los archivos franceses, sin duda, serviría de complemento a la del Archivo de la Corona de Aragón para tener una visión de conjunto más amplia. En 1910 se creaba el Centro de Estudios Históricos e Hinojosa fue llamado a formar parte de este, al frente de la Sección 1.ª Instituciones sociales y políticas de Castilla y León. De esta etapa nos ocuparemos en su lugar correspondiente.
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III. La Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE) y los estudios medievales
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a creación de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas puede considerarse como uno de los mayores esfuerzos llevados a cabo a comienzos del siglo xx para modernizar la educación y promover la investigación científica en España a cargo del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes.1
1 El trabajo fundamental sobre la Junta es el de Laporta, Francisco; Solana, Javier y Ruiz Miguel, Alfonso y Zapatero, Virgilio. La Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (1907-1936), Madrid, Fundación Juan March, 1980. 6 v. Inédito. Un resumen del mismo se ha publicado en Laporta, Francisco et al. «Los orígenes culturales de la Junta para Ampliación de Estudios», Arbor, CXXVI, n.º 493 (2006), pp. 1787 y n.os 499-500 (2006), pp. 17-137 (= Laporta et al. «Los orígenes culturales de la Junta para Ampliación de Estudios»). También la amplia obra de Jiménez Landi Martínez, Antonio. La Institución Libre de Enseñanza y su ambiente, [Madrid], Ministerio de Educación y Cultura, [1996]. 4 v. Con ocasión del ochenta aniversario de su fundación en 1987, tuvo lugar un simposium internacional que dio origen a la publicación 1907-1987 La Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas 80 años después: Simposio internacional, Madrid, 15-17 de diciembre de 1987. Coordinador José Manuel Sánchez Ron, Madrid, CSIC, 1988. 2 v. (= 1907-1987 La Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas 80 años después). En el año 2007 se celebró el centenario, en el que se organizaron numerosos actos conmemorativos y la publicación de varias obras de conjunto como Tiempos de investigación. JAE-CSIC, cien años de ciencia en España. Editor científico, Miguel Ángel Puig-Samper Mulero, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2007 (= Tiempos de investigación. JAE-CSIC, cien años de ciencia en España); 100 JAE. la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas en su centenario: Actas del II Congreso Internacional celebrado los días 4, 5 y 6 de febrero de 2008. Edición de José Manuel Sánchez Ron y José García-Velasco, [Madrid], Fundación Francisco Giner de los Ríos, Publicaciones de la Residencia de Estudiantes, 2010. 2 t. (= 100 JAE. La Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas en su centenario); El laboratorio de España. La Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, 1907-1939, [exposición]. Organizan CSIC, Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales; proyecto Fundación Francisco Giner de los Ríos, Institución Libre de Enseñanza, [Madrid], Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, Residencia de Estudiante, [2007]; La Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas y los académicos de la historia, Josefina Gómez Mendoza (dir.), Madrid, Real Academia de la Historia, Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, 2008. A ellas podemos añadir los siguientes trabajos Naranjo Orovio, Consuelo y Puig Samper, Miguel Ángel. «Las redes de la ciencia. La JAE en el exilio», Asclepio. Revista de Historia de la Ciencia y de la Medicina, LIX, n.º 2 (2007), pp. 231-254; Sánchez Ron, José Manuel. «La Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas ochenta años después», en 1907-1987 La Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones
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Creada por R. D. de 11 de enero de 1907 con Amalio Gimeno como ministro de Instrucción Pública y unos medios muy modestos, el eje de su programa se basaba en el fomento de las pensiones en el extranjero como motor de la renovación científica y pedagógica, pero asimismo en la necesidad de que esos pensionados a su regreso a España pudiesen servir de fomento, tanto en la docencia como en la investigación nacional.2 Desde sus inicios la JAE sufrió sucesivas campañas de desprestigio por parte de los sectores más conservadores de la sociedad, que emplearon todo tipo de críticas para desacreditarla y estigmatizarla.3 La oposición criticaba los beneficios que la JAE había tenido en los presupuestos del Ministerio de Instrucción Pública mientras que en otros conceptos se habían producido recortes, hechos que saltaron a la palestra con motivo de la discusión de estos presupuestos. Pero, además, la JAE fue objeto desde su creación de una crítica feroz por parte de algunos sectores de la universidad, ya que veían en ella una usurpación de funciones y medios que teóricamente le correspondían a esta.4 Sin embargo, la JAE no fue ajena a la universidad ya que muchos de sus miembros, tanto a nivel directivo como de las secciones de estudios, eran catedráticos universitarios. Tales fueron los casos, por ejemplo, de José Castillejo, Eduardo de Hinojosa, Ramón Menéndez Pidal, Tomás Navarro Tomás, Manuel Gómez-Moreno, Julián Ribera, Miguel Asín y Claudio Sánchez-Albornoz. Esta dependencia de personas y de funciones volvió a darse también bajo otras circunstancias en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas de la posguerra.5
Científicas 80 años después, v. I, pp. 1-61; Sánchez Ron, José Manuel. «La Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones científicas un siglo después», en Tiempos de Investigación. JAE-CSIC, cien años de ciencia en España, pp. 29-38. 2 Real Decreto de 16 de junio de 1907 aprobatorio del adjunto Reglamento por el que ha de regirse la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (Gaceta de Madrid de 22 de junio). Especialmente los arts. 38, 40 y 44. 3 «Si hubiera que hacer un balance de lo que fueron los comienzos de la vida de la Junta fiándose solo de las numerosas críticas, dificultades y obstrucciones que sufrió por parte de los sectores conservadores de la época, habría que pensar que se trataba de un engendro anticlerical y masónico destinado a destruir las esencias patrias en materia educativa y cultural. Sin embargo, la J.A.E. era simplemente un proyecto ideológicamente liberal», Véase Laporta, Francisco; Ruiz Miguel, Alfonso; Zapatero, Virgilio y Solana, Javier. «Los orígenes culturales de la Junta para Ampliación de Estudios (2.ª parte)», Arbor, CXXVI, n.os 499-500 (1987), pp. 9-10. Ver Pérez Pascual, José Ignacio. Ramón Menéndez Pidal, Madrid, Punto de Vista Editores, 2019 (= Pérez Pacual, José Ignacio. Ramón Menéndez Pidal), donde en su capítulo 17 recoge un amplio elenco de estas críticas: «Nuevos ataques contra la JAE y el CEH», pp. 200-208. 4 Véase López Sánchez, José M.ª. Las ciencias sociales en la Edad de Plata española, pp. 181-191, donde se recogen varios testimonios sobre este asunto. 5 Pasamar Alzuria, Gonzalo. Historiografía e ideología en la postguerra española, pp. 44-46. Sobre el reclutamiento de personal en el nuevo CSIC, véase Pasamar Alzuria, Gonzalo. «Oligarquías y clientelas en el mundo de la investigación científica: el Consejo Superior en la Universidad de la postguerra», en La [144]
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Pero lo que no hay que perder de vista es que la función más importante de la JAE no fueron los seminarios sino la política de pensiones al extranjero,6 mediante las cuales se formó un gran número de personas que a su regreso a España levantaron el nivel científico del país. Según las cifras, por países, los destinos más solicitados fueron Francia, Alemania, Bélgica, Suiza, Italia, Gran Bretaña y Estados Unidos. De las concedidas, los destinos fueron Francia (29,1 %), Alemania (22,1 %), Suiza (14,2 %), Bélgica (11,8 %), Italia (8,0 %) y Gran Bretaña (6,3 %). Por especialidades, las cifras varían entre un 18,9 % de la pedagogía hasta un 0,1 % la teología y religión.7 La historia, que es nuestro principal objeto de interés, tuvo 5,7 %, cifra baja si la comparamos con la primera, pero habría que tener en cuenta cómo se han distribuido las materias, pues es muy posible que, en los apartados de arte, lengua y literatura y derecho, se hubiesen incluido algunas que tratasen estas materias desde un punto de vista histórico, con lo cual la cifra de historia podría ser más elevada. En los casos tratados en este trabajo la mayoría de las pensiones concedidas fueron para Alemania,8 país que ejercía un gran atractivo por la posición privilegiada que gozaba en el desarrollo de los estudios históricos, no en vano el principal aporte de su universidad española bajo el régimen de Franco: Actas del congreso celebrado en Zaragoza entre el 8 y 11 de noviembre de 1989, dir. por Juan José Carreras Ares y coord. por Miguel Ángel Ruiz Carnicer, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1991, pp. 305-339. 6 Gamero Merino, Carmelo. «José Castillejo y la Junta: pensiones en el extranjero», en La Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas 80 años después, v. II, pp. 29-46. Una breve relación de los pensionados en sus diferentes especialidades en Formentín, Justo y Villegas, M.ª José. «Aportaciones de algunos pensionados y científicos de la Junta para Ampliación de Estudios», en 1907-1987 La Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas 80 años después, v. II, pp. 47-80; en Formentín, Justo y Villegas, M.ª José. «Las pensiones de la JAE», en Tiempos de investigación. JAE-CSIC, cien años de ciencia en España. Editor científico, Miguel Ángel Puig-Samper, Madrid, CSIC, 2007, pp. 95-102. 7 Las cifras las hemos tomado de Sánchez Ron, José Manuel. «La Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones científicas un siglo después», en Tiempos de investigación. JAE-CSIC, cien años de ciencia en España, p. 36, quien a su vez lo hace del trabajo inédito de Solana, Ruiz Miguel y Zapatero depositado en la Fundación Juan March, citado en primer lugar de la nota 371. 8 Con carácter general, véase Janué i Mercet, Marició. «La ciencia y la cultura alemanas como espejo: pensionados de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE) en Alemania = In Spiegel der deutschen Wissenschaft und Kultur: Stipendiaten der Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE) in Deutschland», en Traspasar fronteras: un siglo de intercambio científico entre España y Alemania = Über Grenzen hinaus: ein Jahrundert deutsch-spanische Wissenschaftsbeziehungen, [exposición]. Editora científica = wissenschaftliche, Sandra Rebok; [comisaria = kuratorin, Sandra Rebok], Madrid, CSIC, 2010, pp. 169-191. Para el caso concreto de la historia, López Sánchez, José M.ª. «Alemania en España: el intercambio científico en el espejo de la filología, la historiografía y la genética alemanas en España = Deutscher Einfluss in Spanien: Wissenschaflicher Austausch zwischen Deutschland und Spanien in der Philogie, Historiografie und Genetik», ibidem, pp. 237-263, y el resto de los trabajos incluidos en esta obra para otras disciplinas, como el derecho, medicina, etc., así como la génesis, contexto e intercambios. [145]
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metodología que fue exportado a todo el mundo y gozó de gran prestigio fue el seminario histórico. En la elección de este destino jugaría un papel esencial la formación alemana que habían tenido muchos miembros de la JAE, como Alberto Jiménez Fraud, Lorenzo Luzuriaga, Luis de Zulueta o José Castillejo, su secretario.9 Esta fascinación por la ciencia alemana, en este caso la historia, no era exclusiva de nuestro país, pues es bien conocido el caso semejante de nuestra vecina Francia, donde a raíz de su derrota en la guerra franco-prusiana de 1871, las miradas fueron puestas en la superioridad de la ciencia alemana (Deutschland über alles).10 No obstante, la influencia de la historiografía francesa fue también muy importante en España a consecuencia del surgimiento del hispanismo francés en el siglo xix, dentro del cual la historia alcanzó un gran protagonismo y ejerció una gran influencia sobre la historiografía española.11 1. El Centro de Estudios Históricos (CEH) El primer intento de creación de una institución dedicada al estudio de las ciencias humanas tuvo lugar en agosto de 1907, cuando la JAE exponía al Ministerio de Instrucción Pública su idea de crear una Sección de Estudios Históricos dentro de la misma. Tomando como base el artículo 44, la Comisión Ejecutiva de la JAE había tratado en su reunión de 26 de junio de 1907 el asunto: Se trató de la conveniencia de fomentar los estudios de investigación histórica y de la posibilidad de crear un organismo especial con ese fin, acordándose que, para facilitar el estudio, consulte el Secretario con D. Eduardo de Hinojosa, como persona competente en esos trabajos, acerca de los elementos con que podría contarse y de la labor que cabría emprender.12
9 Hera Martínez, Jesús de la. La política cultural de Alemania en España en el periodo de entreguerras, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2002, pp. 21-22. En esta obra se tratan ampliamente todas estas cuestiones enmarcadas en la situación política del momento. 10 Véase Carbonell, Charles Olivier. Histoire et historien, pp. 495-513 y Charle, Christophe. La République des universitaires 1870-1940, Paris, Éditons du Seuil, 1994, pp. 21-129. 11 Niño Rodríguez, Antonio. Cultura y diplomacia. Los hispanistas franceses y España de 1871 a 1931. Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Casa de Velázquez, Societé des Hispanistes Français, 1988. 12 Centro de Documentación de la Residencia de Estudiantes-Archivo de la Junta para Ampliación de Estudios, Libro de Actas de la Comisión Ejecutiva, p. 4 (= CDRE-AJAE). Citado en López Sánchez, José M.ª. Las ciencias sociales en la Edad de Plata española. El Centro de Estudios Históricos, 1910-1936, Madrid, Universidad Complutense, 2003, p. 45 (= López Sánchez, José M.ª. Las ciencias sociales en la Edad de Plata española). Es la tesis doctoral del autor que ha publicado posteriormente en una edición más resumida bajo el título
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Hinojosa debió responder rápidamente a esta petición. Así parece desprenderse del dato recogido en la siguiente reunión del 2 de julio: Se dio lectura de una carta de D. Eduardo de Hinojosa informando acerca de investigaciones históricas.13
En dicha carta, hay que suponer que Hinojosa haría propuestas sobre posibles temas para poner en marcha los cursos. Sea como fuere, la idea debió de seguir adelante pues acto seguido, el Libro de Actas recogía el acuerdo de seguir en esta dirección: Se acordó someter a la Junta un proyecto de creación de una Sección de investigaciones históricas como primera para formar el Centro de Ampliación de Estudios.14
Se prosiguió, por tanto, en la tarea y en su reunión del día siguiente se acordó enviar al ministro la propuesta.15 Como previsión para los trabajos a iniciar, se acordó igualmente en la misma sesión, la compra de libros y revistas para la sección por valor de 5000 pesetas, y una máquina fotográfica para la reproducción de códices por valor de 1000 pesetas.16 La Sección de Estudios Históricos se concebía formando parte de un único organismo de investigación, el Centro de Ampliación de Estudios, donde a su regreso a
Heterodoxos españoles. El Centro de Estudios Históricos (1910-1936), Madrid, Marcial Pons, 2006. Utilizaremos, por tanto, la primera obra. Otros trabajos más breves, basados en su tesis son López Sánchez, José M.ª. «Reinterpretar la cultura española. El Centro de Estudios Históricos», Cuadernos de Historia Contemporánea, n.º 26 (2004), pp. 143-160; «Ciencia y cultura en el Centro de Estudios Históricos de Madrid, 1910-1936», Circunstancia. Revista de Ciencias Sociales del Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset, n.º 14 (2007); «Im Dienst der Wissenschaft: Der Centro de Estudios Históricos und die Begrundung eines liberalen Nationalbewusstsein in Spanien (1910-1936)», Berichte zur Wissenschaftsgeschichte, n.º 29 (2006), pp. 121-136; «Los albores de una empresa cultural. El Centro de Estudios Históricos de Madrid», Revista Internacional de Ciencias Sociales y Humanidades, SOCIOTAM, XIX, n.º 1 (2009), pp. 67-89; «Tradición y cultura españolas. La historia del Centro de Estudios Históricos», en José-Carlos Mainer (ed.), El Centro de Estudios Históricos (1910) y sus vinculaciones aragonesas (con un homenaje a Rafael Lapesa), Zaragoza, Institución Fernando el Católico 2010, pp. 13-31 (= El Centro de Estudios Históricos (1910) y sus vinculaciones aragonesas); Abad Nebot, Francisco. «El “Centro de Estudios Históricos” de la “Junta para Ampliación de Estudios” (1907-1938)», Cauce. Revista de filología y su didáctica, n.º 30 (2007), pp. 7-39 13 CDRE-AJAE, Libro de Actas de la Comisión Ejecutiva, p. 5. 14 CDRE-AJAE, Libro de Actas de la Comisión Ejecutiva, p. 5. Citado en López Sánchez, José M.ª. Las ciencias sociales en la Edad de Plata española, p. 45. 15 Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas: Memoria correspondiente al año 1907, Madrid, Est. Tip. de los Hijos de M. Tello, 1908, pp. 49-50 (= JAE. Memoria correspondiente al año 1907). 16 López Sánchez, José M.ª. Las ciencias sociales en la Edad de Plata española, p. 45. [147]
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España los pensionados pudiesen, junto con las personas aquí existentes, crear un ambiente adecuado para la investigación y no dispersar las fuerzas. Como modelo se proponía el francés: Francia había contribuido a salvar en dos ocasiones bien críticas su porvenir científico, mediante dos instituciones, el Collége de France y el Instituto, que, si no en su labor actual, enteramente inaccesible a nuestros medios, podían servir de garantía, como antecedente, en cuanto a la forma fragmentaria y lenta de su constitución y a la flexibilidad de su funcionamiento.17
Las ciencias humanas contaban ya con la existencia de un núcleo de trabajo donde se estaban llevando a cabo desde mediados de 1906 actividades encaminadas en esta vía, como era la revista Cultura Española y su antecesora la Revista de Aragón, en la que colaboraron muchos de los que luego se integrarían en el Centro de Estudios Históricos, tales como Altamira, Menéndez Pidal, Tormo, Asín y Ribera.18 Cultura Española contaba a su vez con el antecedente de la Revista Crítica de Historia y Literatura Españolas, Portuguesas e Hispanoamericanas, dirigida por Rafael Altamira y con la que compartió igualmente otros colaboradores. Otras influencias que se puedan señalar de estas revistas sobre el Centro de Estudios Históricos fueron las materias tratadas, así como la metodología y sus colaboradores, que con la experiencia aquí adquirida fue aprovechada para la puesta en marcha del Centro. Por tanto, es necesario tener presente «que la gestación del Centro y su evolución no fueron ajenos a la influencia y la experiencia de tres revistas que podemos considerar, sin exageración, las semillas y claras antecesoras del CEH, como lo fueron de la Junta para Ampliación de Estudios».19 Cultura Española sirvió como modelo organizativo que sería trasplantado al Centro de Estudios Históricos, pero asimismo jugó un papel decisivo donde tuvieron origen y se reforzaron los lazos entre gran parte de muchos de los profesores que posteriormente se integraron en él. La revista estaba dividida en diversas secciones, donde las humanidades contaban con un protagonismo especial. Sus nombres recuerdan también al de las secciones que JAE. Memoria correspondiente al año 1907, p. 47. Mainer, José-Carlos. Regionalismo, burguesía y cultura. Revista de Aragón (1900-1905) y Hermes (19171922), [2.ª ed.], Zaragoza, Guara, 1982. 19 Albiac Blanco, M.ª Dolores. «Un antecedente del Centro de Estudios Históricos. La revista Cultura Española (1906-1909)», en El Centro de Estudios Históricos (1910) y sus vinculaciones aragonesas, p. 35. Este trabajo es prácticamente semejante a otro publicado con anterioridad «Regeneracionismo y literatura en la Revista “Cultura Española” (1906-1909)», en La España de la Restauración. Política, economía, legislación y cultura. I Coloquio de Segovia sobre Historia Contemporánea de España, dirigido por M. Tuñón de Lara. Edición al cuidado de J. L. García Delgado, Madrid, Siglo XXI editores, 1985, pp. 489-532. 17 18
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se crearían luego en el Centro de Estudios Históricos: Historia, Filología e Historia Literaria, Arte, Filosofía, Literatura Moderna y en algunos casos bajo la misma dirección del encargado que la llevaba en la revista. Un papel destacado en la puesta en marcha de estos contactos se debió a Julián Ribera, Rafael Altamira, Miguel Asín y Santiago Ramón y Cajal. Muy probablemente fueron Altamira o Cajal, quienes conocían a Castillejo, secretario de la Junta, los que pusieron en contacto a este con el grupo de Zaragoza.20 Pero, además, a la vista de lo que hemos dicho anteriormente, habría que reivindicar el papel que jugó Hinojosa «como persona competente en estos trabajos [de investigación histórica]» en la estructuración del Centro de Estudios Históricos.21 A este contacto con Hinojosa podría referirse una frase recogida en una carta que Castillejo dirigía a Bartolomé Cossío el 13 de septiembre de 1907, donde de sus palabras podría incluso interpretarse que Hinojosa fue el artífice del Centro.22 En cualquier caso, ya fuese mayor o menor el papel desempeñado por Hinojosa en la creación en el Centro de Estudios Históricos, lo que es preciso destacar es el prestigio del que gozaba, teniendo en cuenta su talante conservador, que chocaba con el ideario de la JAE. Sería, por tanto, otro ejemplo más a los ya conocidos de los eclesiásticos,23 como el del jesuita Zacarías García Villada, del cual trataremos más adelante. Cuando se trata de los orígenes de la JAE siempre se plantea la cuestión de los modelos o los ejemplos que sirvieron de inspiración a su creación. Parece que está fuera de toda duda que fue francés el que se siguió, según ha estudiado Baratas Díaz. Esta influencia se manifiesta notoriamente en los numerosos artículos aparecidos en el
López Sánchez, José M.ª. Las ciencias sociales en la Edad de Plata española, pp. 30-39. Véase nota 12. Esta idea parece confirmarse por la correspondencia publicada de José Castillejo: «Íbamos a hablar dos palabras y resultaron tres horas, en las que no tomó él poco de palabra contándome cosas de los pensionados y de sus planes. Me preguntó muchas cosas, convinimos en que yo consultase con Hinojosa y Pidal que son los corifeos de la sección histórica». Carta de Gómez-Moreno a su mujer (21-2-1910), véase Los intelectuales reformadores de España. Epistolarios de José Castillejo y de Manuel Gómez-Moreno II: el espíritu de una época 1910-1912. Cartas reunidas por David Castillejo, Madrid, Editorial Castalia, 1998, pp. 34-36 (= Epistolarios de José Castillejo y de Manuel Gómez-Moreno). De misma opinión es Manuela Marín, para quien Hinojosa desempeñó un «papel decisivo [...] en la organización de las primeras secciones del Centro de Estudios Históricos, junto con Ribera, Asín, Menéndez Pidal y Gómez Moreno». Véase Marín, Manuela. «Arabismo e historia de España (1886-1944). Introducción a los epistolarios de Julián Ribera Tarragó y Miguel Asín Palacios», p. 84. 22 «En reserva: El Ministro pone dificultades a lo del Centro de estudios históricos (lo de Hinojosa) diciendo que no quiere echar sobre su conciencia los gastos», Epistolarios de José Castillejo y de Manuel Gómez-Moreno, p. 397. 23 Formentín, Justo y Villegas, M.ª José. «Eclesiásticos entre los pensionados y científicos de la Junta», Hispania Sacra, LI, n.º 103 (1999), pp. 333-354 (= Formentín, Justo y Villegas, M.ª José. «Eclesiásticos entre los pensionados y científicos de la Junta»). 20
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Boletín de la Institución de Libre Enseñanza, donde se prestaba una atención destacada a la Revue Internationale de l’Enseignement, revista que agrupaba al núcleo de intelectuales reformistas franceses y en la cual colaboró Rafael Altamira. El sistema universitario francés que se introduce a principios del siglo xix se caracterizaba fundamentalmente por la centralización y enfoque hacia la formación de técnicos y profesionales, dejando la investigación científica al margen de la universidad. Esta se canalizó a través de la creación de otras instituciones, como la École Pratique des Hautes Études, organismo de carácter multinstitucional que facilitaba recursos económicos para la investigación y la formación de postgraduados en la investigación científica. La École reunió a su alrededor un gran número de laboratorios e institutos repartidos por las diferentes facultades, como la École Normale Supérieur, el Collège de France y el Museum d’Histoire Naturelle. Asimismo, la relación entre la École Pratique y las facultades fue muy estrecha.24 Con este modelo en mente los institucionistas crearon un organismo encargado de la concesión de pensiones y la gestión de laboratorios de investigación para que actuaran como revulsivo de la renovación universitaria. Esta fue la misión que pondría en práctica la JAE. Pero su radio de acción, en opinión de Baratas Díaz, tuvo dos notables limitaciones, el centralismo y su escasa vinculación con la vida universitaria, que se manifestaron en una cierta incapacidad para su plena integración en el ámbito universitario español, al contrario de lo que había sucedido en Francia con la École Pratique. Otro aspecto importante fue la falta de verdadero peso político de los institucionistas, que se agudizó todavía más con la desaparición de figuras de la talla de Giner de los Ríos, Gumersindo de Azcárate y Segismundo Moret. Estas circunstancias limitaron en gran manera el desarrollo desde las instituciones públicas de un verdadero programa de renovación de la enseñanza superior. Fue igualmente la contrapartida del caso francés, «una asociación académica de prestigio e influencia política, capaz de diseñar y llevar a cabo el proyecto reformista».25 Como antecedente en nuestro propio país, la JAE llamaba la atención sobre la reciente fundación del Institut d’Estudis Catalans en Barcelona, semejante al proyecto
Baratas Díaz, Luis Alfredo. «La influencia francesa en el proyecto de reforma universitaria español de principios del siglo xx. Una analogía incompleta», Hispania. Revista Española de Historia, LV/2, n.º 190 (1995), pp. 648-651. Ya en 1927, un autor francés también había señalado la semejanza del Centro de Estudios Históricos con l’École de Hautes Études: «Il rappelle [el CEH] un peu comme organisation l’École française des Hautes Études: repartis en sections, des élèves peu nombreoux y collaborent étroitement avec des maitres, qui forment un ensemble unique en Espagne», Guinard, Pierre. «Espagne», en Histoire et historiens depuis cinquante ans. Recueil publié à l'occasion du cinquantenaire de la «Revue historique» avec la collaboration de M.M. Bataillon, Ch. Bemont, Paris, Presses Universitaires de France, 1927-1928, v. I, p. 113. 25 Ibidem, p. 671. 24
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que proponía ella y cuya organización se basaba en la «más amplia confianza y en una extraordinaria sencillez y flexibilidad de funciones», que coincidían plenamente con la filosofía de la JAE.26 La JAE y el Institut d’Estudis Catalans dieron comienzo en el mismo año con unos meses de diferencia solamente. Esta coincidencia, según señala recientemente un autor, no es fortuita, pues, aunque sus objetivos, fines y medios fueron distintos hubo una colaboración entre ambas instituciones en algunos aspectos. Tanto la JAE como el Institut son los resultados de dos proyectos modernizadores cuyas bases estaban en el Sexenio Democrático y en los primeros años de la Restauración, la Institución de Libre Enseñanza para la JAE y el catalanismo político para el Institut.27 Consciente la Junta de que en España no existía una institución de características semejantes optó, por tanto, en incidir únicamente en aquellas materias donde las probabilidades de éxito fueran más patentes, y eran las ciencias humanas las que presentaban mayores posibilidades. Un argumento de peso fue que estas contaban con una ventaja sobre las ciencias naturales, como era la mejor disponibilidad de las fuentes para acometer estos trabajos.28 Dentro de los trabajos históricos se decidió que deberían iniciarse por la Edad Media, con una labor básica de aportación de materiales de archivo y ediciones de documentos.29 En la explicación que se ofreció por parte de la Junta ante el Senado en la sesión del día 14 de noviembre, se justificaba la elección de la Edad Media: […] por ser acaso la parte más interesante y seguramente más inexplorada. Estimulaban a la Junta en este sentido los trabajos que los extranjeros se ven obligados a hacer sobre nuestras fuentes de esa época por no tenerlas nosotros ni siquiera publicadas.30
¿Habría que ver en esta orientación hacia esta época una influencia de Eduardo de Hinojosa, una de las primeras personas que, como hemos visto, se consultó para crear el Centro? Creemos que sí, pero también, sin duda, habría que tener en cuenta el peso que JAE. Memoria correspondiente al año 1907, pp. 50-51. Sobre la historia del Institut, puede verse Balcells, Albert y Puyol, Enric. Història de l'Institut d'Estudis Catalans, Barcelona, Institut d’Estudis Catalans; Catarroja, Afers, 2002, v. I: 1907-1942. Sobre sus relaciones con la JAE, véase Camarasa, Josep M. y Roca Rosell, Antoni. «La Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas y el Institut d’Estudis Catalans (1907-1939)», en 100 JAE. La Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas en su centenario, t. II, p. 385. 28 JAE. Memoria correspondiente al año 1907, pp. 47-48. 29 Ibidem, p. 48. 30 Laporta et al. «Los orígenes culturales de la Junta para Ampliación de Estudios», p. 125, nota 51. 26 27
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tenían los estudios medievales en el panorama historiográfico de la época y España no era una excepción a ello. Todos estos proyectos chocaron frontalmente con la oposición del ministro de Instrucción Pública Rodríguez San Pedro.31 No fue hasta la caída del Gobierno conservador de Maura en 1909 y la llegada del partido liberal al poder cuando la situación cambió radicalmente para la JAE. Dos R. D. de 22 de enero de 1910, mediante los cuales se modificaban los anteriores de 11 de enero y 16 de junio de 1907, vinieron a refundar la JAE.32 Con ellos se iniciaba una nueva etapa de su existencia en la que se pusieron en funcionamiento los proyectos e instituciones que «constituyeron la vanguardia de la investigación y enseñanza en España».33 Será en este momento cuando llegó a ser una realidad la creación del Centro de Estudios Históricos. Las funciones que se le encomendaron fueron las siguientes: Artículo 2.º El Centro estará especialmente encargado: 1.º De investigar las fuentes, preparando la publicación de ediciones críticas de documentos inéditos o defectuosamente publicados (como crónicas, obras literarias, cartularios, fueros, etc.), glosarios, monografías, obras filosóficas, históricas, literarias, filológicas, artísticas o arqueológicas. 2.º De organizar misiones científicas, excavaciones y exploraciones para el estudio de los monumentos, documentos, dialectos, folklore, instituciones sociales y, en general, cuanto pueda ser fuente de conocimiento histórico. 3.º De iniciar en los métodos de investigación a un corto número de alumnos, haciendo que estos tomen parte, cuando sea posible, en las tareas antes enumeradas, para lo cual organizará trabajos especiales de laboratorio. 4.º De comunicarse con los pensionados que, en el extranjero o dentro de España, hagan estudios históricos, para prestarles ayuda y recoger al mismo tiempo sus iniciativas, y de preparar a los que se encuentren en condiciones, labor y medios para que sigan trabajando a su regreso.
31 Para los detalles del enfrentamiento entre el ministro Rodríguez San Pedro y la JAE, véase López Sánchez, José M.ª. Las ciencias sociales en la Edad de Plata española, pp. 57-70. 32 R. D. de 22 de enero de 1910, modificando el de 11 de enero de 1907, que constituyó la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (Gaceta de Madrid de 28 de enero) y R. D. de 22 de enero de 1910, modificando el Reglamento de 16 de Junio de 1907, porque se rige la Junta para Ampliación de Estudios é Investigaciones Científicas (Gaceta de Madrid de 28 de enero). 33 López Sánchez, José M.ª. Las ciencias sociales en la Edad de Plata española, p. 73.
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5.º De formar una biblioteca para los estudios históricos y establecer relaciones y cambio con análogos Centros científicos extranjeros.34
En el primer apartado se refundían las dos de la propuesta de 1907. Así la primera función sería la preparación de ediciones críticas de documentos y la elaboración de monografías. Otro tipo de fuentes, las arqueológicas, debían ser tenidas en cuenta también planificando excavaciones, así como los viajes en búsqueda de «cuanto pueda ser fuente de conocimiento histórico» y son objeto del apartado segundo. El tercero, más novedoso, hacía hincapié en un aspecto fundamental, como era la formación en la investigación mediante trabajos de laboratorio a «un corto número de alumnos» para poder acometer los trabajos que se indicaban en el primer apartado. Las pensiones, otro de los temas fundamentales de la JAE, como medio de formación, ya sea en España o en el extranjero, deberían ser controladas por el Centro, manteniendo en todo momento comunicación con los pensionados. Finalmente, como elemento de apoyo al trabajo, se proponía la formación de una biblioteca especializada, que debería mantener relaciones e intercambios de publicaciones con centros semejantes en el extranjero. Para poner en funcionamiento lo antes posible el Centro, Menéndez Pidal, que junto con Hinojosa eran los dos pilares fundamentales de la JAE en este proyecto, escribió a Gómez-Moreno para comunicarle su intención de iniciar cuanto antes los cursos. Castillejo, como secretario de la JAE, fue el encargado de cursar la petición oficial.35 La decisión no se hizo esperar y el día 5 de mayo de 1910 apareció publicada en la Gaceta la convocatoria de los primeros cursos organizados por el Centro: Centro de Estudios Históricos En virtud de lo que dispone el artículo 4.º del R. D. de 18 de marzo último, la Junta ha acordado organizar una serie de trabajos sobre nuestra Historia de la Edad Media: Darán comienzo inmediatamente los siguientes: 1.º Instituciones sociales y políticas de León y Castilla
34 R. D. de 18 de marzo de 1910, creando en virtud de lo propuesto por la Junta para Ampliación de Estudios é Investigaciones Científicas y de lo que dispone el artículo 45 de su Reglamento, un centro de estudios históricos con el fin de promover las investigaciones científicas de nuestra historia patria en todas las esferas de la cultura (Gaceta de Madrid de 19 de marzo). 35 López Sánchez, José M.ª. Las ciencias sociales en la Edad de Plata española, pp. 92-93. La relación de Gómez Morerno con el CEH se puede seguir a través del Epistolario de José Castillejo y Manuel Gómez-Moreno. Cartas reunidas y enlazadas por David Castillejo, Madrid, Castalia, 1998.
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Edición de una Colección crítica de diplomas públicos y privados de los siglos ix al xii, bajo la dirección de don Eduardo de Hinojosa. 2.º Trabajos sobre arte mozárabe y morisco bajo la dirección de D. Manuel Gómez-Moreno, para publicar unos Estudios. Preliminares: arte asturiano, cordobés y toledano en la alta Edad Media. Arquitectura leonesa del siglo x. Códices, marfiles, bronces, mármoles, etc., con carácter mozárabe. Degeneración en el siglo xi. Supervivencias. Renacimiento artístico, extraño al influjo francés, bajo Fernando I. El elemento mudéjar entre los estilos imitados de Francia. Arquitectura de ladrillo en Castilla. Arte morisco. 3.º Orígenes de la lengua española, estudiados en los diversos dialectos leonés, castellano y aragonés, bajo la dirección de don Ramón Menéndez Pidal. Estudio filológico de los primeros monumentos de la lengua, para la publicación de una Crestomatía del español antiguo. Trabajos en las provincias de León, Zamora y Salamanca, para fijar los límites del gallego y el portugués y señalar los de los principales rasgos fonéticos del leonés.36
El trabajo del Centro de Estudios Históricos se organizó en secciones, dirigida cada una de ellas por un profesor donde, rodeado de un pequeño número de personas, llevará a cabo un trabajo de seminario bajo su dirección sobre una determinada materia en la cual era especialista. El número de estas secciones varió a lo largo de la historia del Centro en función de la disponibilidad de profesores para encargarse de ellas. Este es un tema importante para tener en cuenta, pues se ofrecían cursos cuando se contaba con las personas encargadas de impartirlos, pero en el caso de que estas, por cualquier motivo, como veremos, no pudieran hacerlo, los cursos se interrumpieron o las secciones terminaron desapareciendo.37 Acabamos de mencionar que los trabajos de seminario constituían la base de la enseñanza, cuyo fin primordial sería la publicación de un trabajo donde se reuniesen los resultados finales de la investigación, ya fuese una edición de documentos o una monografía, según se recogía en el artículo 2.º punto primero del Reglamento citado.38 La inscripción estaba abierta a todos los interesados y los alumnos recibían también los materiales necesarios para las investigaciones.39
Acuerdo tomado por la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas el 23 de marzo de 1910 para organizar una serie de cursos por el Centro de Estudios Históricos (Gaceta de Madrid de 5 de mayo). 37 López Sánchez, José M.ª. Las ciencias sociales en la Edad de Plata española, p. 107. 38 CDRE-AJAE, Libro de Actas de la Comisión Ejecutiva. Sesión de 19 de abril de 1910, p. 14. 39 Acuerdo tomado por la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas el 23 de marzo de 1910 para organizar una serie de cursos por el Centro de Estudios Históricos (Gaceta de Madrid de 5 de mayo). 36
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Teniendo en cuenta que la inscripción en los cursos era prácticamente libre, el Centro se planteó la posibilidad de dar clases de «orientación previa especial, y, sobre todo, para ciertas secciones, proseminarios destinados a los principiantes», con el fin de prepararlos adecuadamente para las investigaciones que tuvieran que realizar.40 El método de enseñanza en los cursos se desarrolló según el modelo del seminario y, aunque no fue totalmente desconocido en la España decimonónica, su utilización como método pedagógico no tuvo una institucionalización, sino que fue usado de forma particular por algunos profesores que se convirtieron así en la avanzadilla de la renovación pedagógica. Francisco Codera y Julián Ribera fueron los primeros que utilizaron este méto41 do. El primero organizó en su casa una imprenta en la que enseñaba a sus alumnos a componer con los tipos árabes. Así se puso en marcha la edición de su famosa Bibliotheca arabico-hispana. Entre sus alumnos tuvo a Francisco Pons Boigues, sobre el cual trataremos detenidamente más adelante. A su muerte, su principal discípulo, Julián Ribera, siguió sus pasos y tuvo asimismo su propio seminario en su casa, al cual acudían los sacerdotes zaragozanos Miguel Asín y Alberto Gómez.42 Instalado en Madrid por su traslado a la Universidad Central, planteó al gobierno la creación de un Centro de Arabistas. Su nombre oficial era «Centro de Arabistas constituido por los discípulos de D. Francisco Codera» y se publicó en la Gaceta de Madrid (8 de septiembre de 1904), cuya paternidad se atribuye a Julián Ribera, su principal discípulo. Pese a su aparición en la Gaceta y disponer de una consignación de 90.000 pesetas, nunca llegó a ponerse en funcionamiento. Aunque no estaba planteado estrictamente como un seminario de investigación, sino orientado más bien hacia la enseñanza del árabe y sus dialectos con fines prácticos, la política exterior de España en el norte de África, donde se formasen arabistas, diplomáticos, militares, comerciantes, en el conocimiento de esta lengua árabe y de la civilización musulmana.43 No obstante, en su artículo 13, se dejaba entrever también la posibilidad de llevar a cabo, en un «segundo periodo»,
Así se recoge en la Memoria de los años 1910 y 1911. Tomamos la cita de López Sánchez, José M.ª. Las ciencias sociales en la Edad de Plata española, p. 107. 41 A estos seminarios, así como a los de Ibarra y Altamira hace mención Deleito Piñuela, José. La enseñanza de la historia, pp. 174-175, nota 32. 42 «[…] Poco a poco, a medida que veía mi actuación con los discípulos que acudían a trabajar en árabe a su casa, entre ellos dos jóvenes clérigos, profesores los dos del Seminario de Zaragoza, mosén Miguel Asín y mosén Alberto Gómez […] iba yo reflexionando acerca de mi actividad científica, entonces vacua y limitada tan solo a “dar la asignatura”». Véase Ibarra y Rodríguez, Eduardo. Del estudio de las Indias, Madrid, Atlas, 1944, p. 12. La cursiva es nuestra. 43 López García, Bernabé. «Julián Ribera y su “taller” de arabistas. Una propuesta de renovación», Miscelánea de Estudios Árabes y Hebraicos, XXXIII, 1 (1984-1985), pp. 111-128. Publica al final el texto del decreto. Un 40
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trabajos de investigación, tarea que se asemejaba más a los trabajos que se realizaban en los seminarios.44 Eduardo Ibarra utilizó igualmente el seminario en sus clases de la Universidad de Zaragoza durante los cursos de 1898 a 1899. Él mismo nos confiesa cómo la idea le surgió del seminario que Ribera impartía en su casa para sus alumnos.45 Esta labor debió de tener continuidad en Madrid con su traslado a la Universidad Central, pues él mismo nos manifiesta que allí dirigía el Seminario de Historia de la Economía Social.46 Casi por los mismos años Rafael Altamira tenía igualmente su propio seminario en la Universidad de Oviedo. En esta universidad no constituía un caso aislado y puntual, sino que respondía a un proceso de renovación pedagógica que se materializó con la creación de la Escuela Práctica de Estudios Jurídicos por obra de Adolfo Buylla, Adolfo Posada y Aniceto Sela, donde lo profesores trabajaban junto con los alumnos en la biblioteca del Decanato de la Facultad de Derecho. A este grupo se incorporaría después Altamira durante el curso de 1897 a 1898, impartiendo el Seminario de Historia del Derecho, como actividad complementaria de su cátedra.47 De su contenido
estudio más profundo de la implicación de Ribera en la política colonial de Marruecos en Marín, Manuela. «Orientalismo en España: estudios árabes y acción colonial de Marruecos (1894-1943)», pp. 117-146. 44 «Art. 13 [...] constituirán el segundo periodo, trabajos de investigación [...] en él se estudiará la Historia de nuestra península en todas sus relaciones [...] haciéndose cuantos trabajos de erudición, averiguación e indagación puedan completar y perfeccionar el mejor conocimiento del Noroeste de África [...]», ibidem, pp. 127-128. 45 Véase la nota 42. Rafael Altamira dice que «El único ensayo de seminario histórico existente (a lo menos que yo sepa) en una Facultad española, si bien con carácter enteramente privado, débese a la iniciativa del profesor de Historia de la Universidad de Zaragoza D. Eduardo Ibarra. Comenzó en el curso de 18911892 [...]». Véase Altamira, Rafael. La enseñanza de la Historia, 2.ª ed., corregida y considerablemente aumentada, Madrid, Librería de Victoriano Suárez, 1895, pp. 433-434, nota 1. La impartición de seminarios en el propio domicilio del profesor era una práctica habitual en la Europa de entonces. Véase Moretti, Mauro. «A new Community of Scholars: The University Professors at Work», en Setting the Standars. Institutions, Networks and Communities of National Historiography. Edited by Ilaria Porciani and Jo Tollebeek, London, Palgrave Macmillan, 2012, p. 292. 46 Ibarra y Rodríguez, Eduardo. «Plan para organizar los estudios de la Economía Social en Aragón», en Primera Conferencia Económica Aragonesa organizada por Excma. Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País. Resumen de Actos, Sesiones y Trabajos realizados, Zaragoza, octubre 1933, Zaragoza, Tip. La Academia, 1934. Ed. facsímil Zaragoza, Caja de Ahorros de Zaragoza, Aragón y Rioja, 1984, p. 108; Ibarra y Rodríguez, Eduardo. Del estudio de las Indias, pp. 13-14. 47 Coronas González, Santos. «Altamira y el grupo de Oviedo», Anuario de Historia del Derecho Español, LXIX (1999), pp. 86-88; Martínez Neira, Manuel. «Los orígenes de la historia del derecho en la universidad española», pp. 150-151; Bermúdez Aznar, Agustín. «Rafael Altamira y la didáctica histórico-jurídica Rafael Altamira», en Eva M.ª Valero Juan y Enrique Rubio Cremades (coords.), Historia, literatura y derecho: Actas del Congreso Internacional celebrado en la Universidad de Alicante, del 10 al 13 de diciembre de 2002, Alicante, Universidad de Alicante, 2004, pp. 141-156; Petit, Carlos. «Tríptico ovetense. La universidad en el cambio de siglo», Cuadernos del Instituto Antonio de Nebrija, 13/2 (2010), pp. 224-225. [156]
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y actividades, tanto del seminario como de la cátedra dio detallada cuenta en los Anales de la Universidad de Oviedo.48 Tendremos ocasión de ver más adelante cómo el método del seminario continuó utilizándose años después en la universidad, aunque no como método exclusivo de enseñanza, sino como complemento de la misma, de lo cual tenemos constancia en los casos de Luis Gonzalvo y Antonio de la Torre. Volviendo al Centro de Estudios Históricos, además del trabajo de seminario, se programaban excursiones como parte de la labor de investigación fuera de Madrid.49 Estas visitas servían como complemento de los trabajos iniciados en el seminario y que requerían el conocimiento in situ de archivos, monumentos, museos, etc. Así en la primera convocatoria de cursos, el de «Orígenes de la lengua española», dirigido por Menéndez Pidal, ya se indicaba explícitamente que en él se llevarían a cabo trabajos en las provincias de León, Zamora y Salamanca. En el caso del curso de Gómez-Moreno, aunque no se menciona en la convocatoria, tenía como objeto una excursión por tierras de Toledo entre el 16 y el 26 de junio. Durante todo el mes de julio y agosto recorrieron las provincias de Valladolid, León y Palencia, llegando también a Galicia y Asturias. De aquí saldría gran parte del material para su obra Iglesias mozárabes.50 Por último, el Centro contemplaba la posibilidad de encargar trabajos especiales a personas no pertenecientes a él y por los que recibían su retribución correspondiente. Los encargados de hacer estos trabajos solían ser los alumnos becarios y desde 1917 empezaron a realizarlos los colaboradores.51
Altamira, Rafael. «Seminario de Historia. [El feudalismo en España]», Anales de la Universidad de Oviedo, III (1903-1905), pp. 104-109; idem. «Seminario de Historia del Derecho. [Curso de 1905 a 1906. «La vida del obrero en España a partir del siglo viii»], Anales de la Universidad de Oviedo, III (1903-1905), pp. 120-124; idem. «Seminario de Historia del Derecho. Curso de 1905 a 1906. [«La vida del obrero en España a partir del siglo viii»], Anales de la Universidad de Oviedo, IV (1905-1907), pp. 84-89; idem. «Seminario de Historia del Derecho. Curso de 1906 a 1907. [«“Prolegomenos” de Abenjaldun»], Anales de la Universidad de Oviedo, IV (1905-1907), pp. 89-95; idem. «Historia general del derecho español. Curso 1908-1909. [El Derecho y la vida social del pueblo español según las fuentes literarias del siglo xii al xvi»], Anales de la Universidad de Oviedo, V (1908-1910), pp. 15-18; idem. «Vida económica asturiana. Interrogatorio», Anales de la Universidad de Oviedo, V (1908-1910), pp. 12-15. 49 «Algunos trabajos exigirán ser realizados fuera de Madrid y entonces deben organizarse excursiones, ya de los alumnos solos, ya todos o parte de ellos, ya acompañados por el Profesor», CDRE-AJAE, Libro de Actas de la Comisión Ejecutiva. Sesión de 19 de abril de 1910, p. 14. 50 Gómez-Moreno, M.ª Elena. Manuel Gómez-Moreno Martínez, Madrid, Fundación Ramón Areces, 1995, pp. 221-226, donde da cuenta del primer viaje de estudios y de los alumnos que formaron parte de la expedición. 51 López Sánchez, José M.ª. Las ciencias sociales en la Edad de Plata española, p. 108. 48
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El desarrollo de los trabajos estaba bajo la dirección de los profesores que dirigían sus respectivas secciones y tenían un carácter eminentemente práctico. Bajo su responsabilidad se hacía la elección de los temas a realizar y los alumnos que iban a formar parte de los grupos de investigación. En un nivel inferior a profesores estaban los becarios y colaboradores no fijos, principales encargados de los trabajos especiales, con el objeto de poder incorporarlos a algún trabajo del Centro. A partir de finales de 1917 se creó la figura del colaborador fijo en cada sección. Es muy posible que con ellos se pretendiese dar cierta estabilizar y continuidad laboral con un sueldo fijo a los alumnos más brillantes y que a la larga haría posible la formación de escuelas por parte de los profesores.52 El Centro de Estudios Históricos puso en funcionamiento entre los años 1910 y 1917 diez secciones, algunas de las cuales desaparecieron en 1916. Los temas objeto de los cursos tuvieron una gran variedad, abarcando diversos aspectos de las ciencias sociales como la historia, la filosofía, el arte, la filología y el derecho. Hubo una especie de vínculo entre la mayoría de las secciones, como fue su predilección por la época medieval.53 Buen ejemplo de ello fue la primera convocatoria de cursos en mayo de 1910,54 pues como se decía al principio, «la Junta ha acordado organizar una serie de trabajos sobre nuestra Edad Media», donde los tres ofertados eran «Instituciones sociales y políticas de León y Castilla [de los siglos ix al xii]», «Trabajos sobre arte mozárabe y morisco» y «Orígenes de la lengua española». Vemos pues una estrecha vinculación del Centro de Estudios Históricos desde sus orígenes con la historia medieval. Aunque luego fueron apareciendo secciones sobre temas y épocas no relacionadas con el mundo medieval, el peso de la Edad Media siempre tuvo un papel destacado y mereció una atención especial.55 La circunstancia de que las grandes figuras del Centro, como Menéndez Pidal, Hinojosa, Gómez-Moreno, Sánchez-Albornoz, o los arabistas Ribera y Asín, fueran destacados especialistas de este periodo en sus respectivos campos, es de suponer que influyera mucho en ello. Después de esta primera convocatoria de mayo tuvo lugar otra en el mes de agosto para comenzar en octubre, en la cual fueron siete los cursos ofertados. A los tres ya Ibidem, pp. 108-110. Ibidem, p. 117. 54 «Estima la Comisión que debería empezarse por lo que ya fue en otra ocasión estudiado y propuesto por la Junta, a saber, una serie de investigaciones sobre nuestra historia de la Edad Media, que por este año habrá de circunscribirse a los primeros siglos de la Reconquista y cuyo resultado deberá ser un grupo de publicaciones», CDRE-AJAE, Libro de Actas de la Comisión Ejecutiva. Sesión de 19 de abril de 1910, pp. 15-16. 55 Esta circunstancia de nacer con una «clara orientación hacia los estudios medievales» es destacada también por Marín, Manuela. «Arabismo e historia de España (1886-1944)», p. 112. 52 53
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conocidos de mayo se añadieron los siguientes: «Estudios sobre fray Luis de León», bajo la dirección de Marcelino Menéndez Pelayo; «Metodología de la historia», bajo la dirección de Rafael Altamira; «Investigaciones de las fuentes para la historia de la filosofía árabe española», bajo la dirección de Miguel Asín Palacios; e «Investigaciones de las fuentes para el estudio de las instituciones sociales de la España musulmana», bajo la dirección de Julián Ribera.56 En los tres primeros, después de su título y una breve enumeración de sus objetivos, se añadía la palabra (continuación), con lo cual se daba a entender que eran una prolongación de los anunciados en mayo y que a duras penas habían podido ponerse en marcha. En cuanto a su contenido, era exactamente el mismo. En el curso de GómezMoreno y en el de Menéndez Pidal hay alusiones claras a que los trabajos que ahora se proponían eran continuación de los anteriores.57 De los cursos anunciados, el de Menéndez Pelayo no llegó a impartirse. La única razón que se alegaba en las Memorias era «las múltiples ocupaciones del Sr. Menéndez y Pelayo».58 Para tener una visión de conjunto vamos a ver cuáles fueron las secciones que funcionaron durante la existencia del Centro de Estudios Históricos. La fuente en que nos basamos son las Memorias anuales publicadas por la JAE de los cursos desarrollados entre los años 1910 y 1934. Seguiremos el orden en que aparecen en ellas. Sección 1.ª: «Instituciones sociales y políticas de León y Castilla», dirigida por Eduardo de Hinojosa. Comenzó a funcionar en 1910. Durante el curso 1914-1915 pasó a llamarse «Capítulos escogidos de historia de las instituciones sociales y políticas de España en la Edad Media». Tras el fallecimiento de Hinojosa, en el curso 1924-1925 y 1925-1926, ahora bajo la dirección de Sánchez-Albornoz, cambió su nombre por el de «Historia del derecho español» que mantuvo hasta el curso 1928-1929 y 1929-1930, que cambió a «Historia de las instituciones medievales españolas». Finalmente, durante los dos últimos cursos de 1931-1932 y 1933-1934, se llamó Instituto de Estudios Medievales. Sección 2.ª: «Trabajos sobre arte medieval español», dirigida por Manuel Gómez-Moreno. Se inició en 1910. A partir del curso 1916-1917, pasó a llamarse «Trabajos sobre arqueología
56 Acuerdo tomado por la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas el 30 de agosto de 1910 para organizar una serie de cursos por el Centro de Estudios Históricos (Gaceta de Madrid de 28 de septiembre). 57 Ibidem. 58 Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas. Memoria correspondiente a los años 1910 y 1911, Madrid, Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, 1912, pp. 133-134 (= JAE. Memoria correspondiente a los años 1910 y 1911); López Sánchez, José M.ª. Las ciencias sociales en la Edad de Plata española, p. 118.
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y arte medieval español», nombre que mantiene hasta el último curso de 1933-1934, que cambió a «Sección de Arqueología». Otras variaciones que experimentó fue el número de orden asignado a la sección, que pasa a ser la 1.ª desde el curso 1920-1921, hasta el penúltimo curso (1931-1932) y el último (1933-1934) en que figura sin ninguno. Sección 3.ª: «Orígenes de la lengua española», dirigida por Ramón Menéndez Pidal. Inició su nadadura en 1910. A partir del curso 1914-1915 pasó a llamarse «Estudios sobre textos literarios e históricos españoles», pero a partir del siguiente de 1916-1917, se denominará de «Filología», que mantendrá hasta el final. Los únicos cambios a partir de entonces se limitarán al número de orden, que será 2.ª desde el curso 1920-1921 hasta los dos últimos (1931-1932 y 1933-1934), que no llevan numeración. Sección 4.ª: «Metodología de la historia: trabajos de seminario», dirigida por Rafael Altamira. Comenzó a funcionar en 1910. Desde el curso 1912-1913 pasará a ser la Sección 6.º. En el curso 1914-1915 cambiará su nombre por el de «Metodología histórica e historia contemporánea», y en el siguiente de 1916-1917, será «Metodología e historia moderna de España». Dejó de funcionar en 1918. Sección 5.ª: «Investigaciones sobre fuentes para la historia de la filosofía árabe española», dirigida por Miguel Asín. Durante su existencia mantendrá el mismo nombre. La única modificación será su número de orden, que pasará a ser 4.ª a partir del curso 1912-1913 hasta su finalización en 1916-1917. Sección 6.ª: «Investigaciones de las fuentes para el estudio de las instituciones sociales de la España musulmana», dirigida por Julián Ribera. En el curso 1912-1913 se convertirá en la Sección 6.ª y en el curso 1914-1915 Sección 5.ª, cambiando el nombre al de «Instituciones políticas y sociales de la España musulmana». Desapareció al igual que la anterior en el curso 1916-1917. Sección 7.ª: «Los problemas del derecho civil en los principales países en el siglo xix», dirigida por Felipe Clemente de Diego. Durante los cursos que funcionaron mantuvo el mismo nombre. La única variación que experimentó fue el número de orden, que en el curso 1918-1919 pasó a ser la Sección 4.ª, y en 1920-1921 cambió a Sección 3.ª. Finalizó en 1923. Sección 8.ª: «Trabajos sobre el arte escultórico y pictórico de España en la Baja Edad Media y el Renacimiento», dirigida por Elías Tormo. Iniciada en 1913, cambió varias veces su número de orden, Sección 5.ª desde el curso 1918-1919, Sección 4.ª, en el curso siguiente de 1920-1921, a partir del curso 1922-1923 y 1923-1924 se convertirá en la Sección 4.ª y los dos últimos años, sin numeración. En cuanto al nombre, esta sección fue la aparece en las Memorias con una mayor variedad de nombres: «Trabajos sobre el arte escultórico y pictórico de España en la Edad Media» (cursos 1922-1923 y 1923-1924), «Trabajos sobre el Arte escultórico y pictórico de España» (cursos 1924-1925 y 1925-1926), «Trabajos sobre el arte escultórico y pictórico de España en la Baja Edad Media y Edad Moderna» (cursos 1926-1927 y 1927-1928), «Trabajos sobre arte escultórico y pictórico español» [160]
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(cursos 1928-1929 y 1929-1930), «Sección de Arte pictórico y escultórico español» (cursos 1931 y 1932, cursos 1933 y 1934). Suponemos que se trató de una mera cuestión formal y que no afectó al contenido. Sección 9.ª: «Estudios sobre filosofía contemporánea», dirigida por José Ortega y Gasset, tuvo una corta vida, pues funcionó únicamente entre los años 1913 y 1916. Sección 10.ª: «Estudios de filología semítica e investigación de las fuentes arábigas y hebraicas para la historia, literatura y filosofía rabínico-españolas», dirigida por Abraham S. Yahuda. Comenzó a funcionar en 1914 y finalizó en 1917. Sección 11.ª: «Archivos de literatura española contemporánea», dirigida por Pedro Salinas. Funcionó solo durante los cursos 1931-1932 y 1933-1934, sin numeración. Sección 12.ª: «Estudios hispanoamericanos», dirigida por Américo Castro. Su existencia se limitó al curso 1933-1934 (sin numeración). «Biblioteca». Aparece como Sección 5.ª en los cursos 1924-1925 y 1925-1926, salvo los dos últimos cursos 1931-1932 y 1933-1934 en que no lleva ninguna, como el resto de las secciones.
Conocidas las secciones y continuando en la línea de nuestro trabajo, nos detendremos ahora en aquellas que centraron sus trabajos en la época medieval. Dado que la mayoría de ellas sufrieron alguna modificación en su denominación, que no afectaría a su contenido y funcionamiento, nos referiremos a ellas por el nombre de su director. 2. La sección de Manuel Gómez-Moreno En 1910 se creó la sección denominada «Trabajos sobre arte medieval español», bajo la dirección Gómez-Moreno. Aunque especialista en arqueología, la sección orientó sus trabajos durante los primeros años al estudio del arte de la Alta Edad Media (visigodo, asturiano y mozárabe), con especial incidencia en este último. Para ello se llevaron a cabo un gran número de excursiones con el objeto de levantar planos y croquis, así como fotografiar iglesias, y cuyo fin era publicar una serie de monografías ilustradas sobre unas treinta iglesias.59 El trabajo de campo fue complementado con la búsqueda de documentos en
59 JAE. Memoria correspondiente a los años 1910 y 1911, pp. 135-138. Entre la numerosa bibliografía sobre la figura de Gómez-Moreno, destamos dos trabajos, el de su hija ya citado, Gómez-Moreno, M.ª Elena. Manuel Gómez-Moreno Martínez, Madrid, Fundación Ramón Areces, 1995, y una semblanza entrañable de uno de sus discípulos donde recrea el ambiente que allí se respiraba durante su época de estudiante, Carriazo y Arroquia, Juan de Mata. El maestro Gómez-Moreno contado por él mismo. Discurso leído el día 8 de mayo de 1977 por Juan de Mata Carriazo y Arroquia y contestación de Emilio García Gómez, Sevilla, Real Academia de la Historia, 1977. Incluye como Apéndice I: «Un curriculum vitae, autógrafo, del maestro Gómez-Moreno»,
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archivos y bibliotecas para la obra que Gómez-Moreno tenía en preparación sobre las iglesias mozárabes.60 El estudio se amplió también a los «códices españoles prerrománicos», para un trabajo que estaba elaborando Moreno Villa, colaborador de la sección, donde además de las excursiones efectuadas para tomar fotografías y calcos, se acudió a buscar información en archivos y bibliotecas, entre ellos el Archivo Histórico Nacional.61 Esta obra aparece en las Memorias posteriores con el título de Arte de los códices anterrománicos españoles. Otros trabajos iniciados por la sección dedicados al periodo medieval, que es el que nos interesa exclusivamente, fueron los dedicados al arte musulmán. Se comenzó a reunir materiales para un estudio sobre la decoración geométrica centrada en el lazo, con el fin de la publicación de una monografía. Aunque en Memorias sucesivas se hace referencia a la continuidad de este trabajo, no llegó a cuajar definitivamente. Como trabajos especiales de la sección, por su temática, nos interesan los siguientes: sobre textos literarios visigodos y mozárabes, por Eladio Oviedo; sobre los más antiguos edificios de Zamora, por Francisco Antón; sobre el texto del «Cronicón albeldense»; onomástica mozárabe en diplomas del siglo x; sobre miniaturas en los códices de las cantigas y de los juegos conservados en El Escorial;62 estudio del códice uncial de las Homilías de San Gregorio de la catedral de Barcelona, por Gil y Miquel; revisión directa de las Glosas Silenses sobre el códice del Museo Británico; transcripción de las Cantigas del códice de Valcavado; estudio del cronicón Albendense, «leído en abril de 1915», en sesión general del Centro. No tenemos constancia de que ninguno de ellos llegara a publicarse.63 A partir del curso 1916-1917, la sección pasó a denominarse «Trabajos sobre arqueología y arte medieval español». Ampliaba de esta forma su ámbito al campo de la
pp. 53-62 y el «Discurso de contestación, por el Excelentísimo Señor Don Emilio García Gómez», pp. 63-76 (= Carriazo y Arroquia, Juan de Mata. El maestro Gómez-Moreno contado por él mismo). 60 Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas. Memoria correspondiente a los años 1912 y 1913, Madrid, Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, 1914, pp. 232-233 (= JAE. Memoria correspondiente a los años 1912 y 1913); JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1916 y 1917, p. 99; JAE. Memoria correspondiente de los cursos 1918 y 1919, p. 110. 61 JAE. Memoria correspondiente a los años 1912 y 1913, p. 232; JAE. Memoria correspondiente de los cursos 1918 y 1919, Madrid, Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, 192, p. 112; JAE. Memoria correspondiente a los años 1912 y 1913, p. 232; JAE. Memoria correspondiente de los cursos 1918 y 1919; JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1916 y 1917, p. 100; JAE. Memoria correspondiente de los cursos 1918 y 1919, p. 111. 62 JAE. Memoria correspondiente a los años 1912 y 1913, pp. 231-233. 63 Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas. Memoria correspondiente a los años 1914 y 1915, Madrid, Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, 1916, p. 116. Únicamente, sobre la crónica albeldense, Gómez-Moreno publicó un trabajo años después donde incluía su texto latino, así como el de la crónica Rotense y la crónica Profética, Gómez-Moreno, Manuel. «Las primeras crónicas de la Reconquista. El ciclo de Alfonso III», Boletín de la Real Academia de la Historia, C, cuaderno II (1932), pp. 562-628. [162]
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arqueología, más en consonancia con la especialidad de Gómez-Moreno, y se iniciaban algunos trabajos sobre arqueología musulmana, efectuándose excursiones a varias localidades para la reunión de materiales.64 En la Memoria correspondiente de este curso anunciaba la publicación del libro Iglesias mozárabes de Gómez-Moreno,65 que se iba imprimiendo lentamente por fascículos y que había sido el trabajo fundamental de los cursos anteriores. La publicación de la obra finalizaría en el verano de 1919.66 Sí se llegó a publicar también el trabajo de Prieto Vives sobre los reyes de Taifas, cuya primera mención aparece en la Memoria del curso 1918-1919 y como publicado en la de 1926-1927.67 La sección inició también la publicación de «una serie de vulgarizaciones de los textos históricos medievales depurados, de urgente necesidad en el estado actual de los estudios filológicos y arqueológicos», en la cual Gómez-Moreno publicó una versión castellana de la Historia silense con un estudio introductorio.68 Esta línea de trabajo no tendría mucha continuidad, pues en los años sucesivos solo se llevó a cabo el estudio de tres crónicas, una de Juan II y dos de los Reyes Católicos, tarea en la que participaron los colaboradores Juan de Mata Carriazo y Emilio Camps.69 Carriazo70 se encargó de las ediciones de la Crónica de
Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas. Memoria correspondiente a los años 1916 y 1917, Madrid, Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, 1918, p. 101 (= JAE. Memoria correspondiente a los años 1918 y 1919), p. 112. 65 JAE. Memoria correspondiente a los años 1916 y 1917, p. 99. Gómez-Moreno, Manuel. Iglesias mozárabes. Arte español de los siglos ix a xi, Madrid, Centro de Estudios Históricos, 1919. Reed., Granada, Patronato de la Alhambra, 1975. Otra ed., Granada, Universidad de Granada, 1998. 66 JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1918-1919, 1920, pp. 110-111. 67 JAE. Memoria correspondiente a los años 1918 y 1919), p. 113; Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas. Memoria correspondiente a los cursos 1926-1927 y 1927-1928, Madrid, Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, 1929, pp. 152-153 (= JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1926-1927 y 1927-1928). Prieto Vives, Antonio. Los Reyes de Taifas. Estudio histórico-numismático de los musulmanes españoles en el siglo v de la hégira (xi de J.C.), Madrid, Centro de Estudios Históricos, 1926. Reed., Madrid, Fundación Histórica Tavera Digibis, 1998, 1 disco óptico (CD-ROM); otra ed., Madrid, [Ibergraf, Universidad Autónoma de Madrid], 2003. 68 JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1920 y 1921, p. 121; Gómez-Moreno, Manuel. Introducción a la Historia Silense, Madrid, Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, Centro de Estudios Históricos, 1921. 69 Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas. Memoria correspondiente a los cursos 1922-1923 y 1923-1924, Madrid, Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, 1925, p. 154 (= JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1922-1923 y 1924-1925); JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1924-1925 y 1925-1926, p. 209; Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas. Memoria correspondiente a los cursos 1926-1927 y 1927-1928, Madrid, Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, 1929, p. 152 (= JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1926-1927 y 1927-1928). 70 Carriazo Rubio, Juan Luis. «Bosquejo biográfico de don Juan de Mata Carriazo y Arroquia», en Juan de Mata Carriazo y Arroquia. Perfiles de un centenario (1899-1999). Editor, Juan Luis Carriazo Rubio, Sevilla, Universidad de Sevilla, Secretariado de Publicaciones, 2001, pp. 13-37. En esta obra se tratan igualmente diversos aspectos de su obra y se recoge toda su bibliografía (= Juan de Mata Carriazo y Arroquia. Perfiles de un centenario (1899-1999). 64
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los Reyes Católicos, de mosén Diego de Valera, que apareció en 1927 con un amplio estudio introductorio en los Anejos de la Revista de Filología Española.71 Peor suerte corrió la Crónica del halconero de Juan II, de Pedro Carrillo de Huete, que tuvo que esperar hasta 1946, y las Memorias del reinado de los Reyes Católicos, de Andrés Bernáldez, hasta 1962, esta última en colaboración con Gómez-Moreno.72 Esta especialización de Carriazo en las crónicas medievales castellanas de los reinados de Juan II, Enrique IV y los Reyes Católicos, llevaron a Ortega y Gasset a encargarle su publicación para la Colección de Crónicas Españolas en la editorial Espasa-Calpe, donde aparecieron nueve volúmenes y que fue interrumpida por decisión editorial. Pese a los años transcurridos, estas ediciones continúan siendo punto de referencia indispensable.73 Llama la atención el gran salto cronológico que se efectuó pasando a la edición de crónicas de la Baja Edad Media. Nos podríamos preguntar si en ello tendría algo que ver la aparición de la subsección de «Textos his panolatinos de la Edad Media» bajo la dirección de García Villada en la Sección de Filología de Menéndez Pidal y que podría interpretarse como una interferencia en los trabajos de esta. De hecho, la edición de la Historia silense de Gómez-Moreno apareció el mismo año que la versión latina de Santos Coco a la que inmediatamente nos referiremos. Valera, Diego de. Crónica de los Reyes Católicos. Edición y estudio por Juan de M. Carriazo, Madrid, Junta para Ampliación de Estudios, Centro de Estudios Históricos, 1927 (Revista de Filología Española. Anejos; VIII). 72 Carrillo de Huete, Pedro. Crónica del halconero de Juan II. Pedro Carrillo de Huete. (Hasta ahora inédita). Edición y estudio por Juan de Mata Carriazo, Madrid, Espasa-Calpe, 1946. Reed. con presentación por Manuel González Jiménez y estudio preliminar por Rafael Beltrán, Granada, Universidad de Granada, 2006; Bernáldez, Andrés. Memorias del reinado de los Reyes Católicos, que escribía el bachiller Andrés Bernáldez, cura de Los Palacios que escribio el bachiller Andrés Bernáldez, cura de Los Palacios. Edición y estudio por Manuel Gómez-Moreno y Juan de M. Carriazo, Madrid, [Blass, Tip.]. Reed., [Los Palacios, Ayuntamiento], 1988. 73 «[...] continúa siendo globalmente uno de los referentes más sólidamente afianzados para el conocimiento de la cronística española medieval (el principal después de las meritorias ediciones dieciochescas, que iban a ser copiadas con pocas novedades durante nuestro siglo xix), y que su empresa de fijación textual constituye uno de los tres proyectos fundamentales de edición de fuentes cronísticas primarias de la Edad Media hispánica en todo este siglo», Beltrán, Ramón. «Don Juan de Mata Carriazo, editor de crónicas medievales», en Juan de Mata Carriazo y Arroquia. Perfiles de un centenario (1899-1999). Editor, Juan Luis Carriazo Rubio, Sevilla, Universidad de Sevilla, Secretariado de Publicaciones, 2001, p. 60; pero además, «Lo que nos admira a los filólogos en la producción del Carriazo historiográfo —e imagino que no dejará de resultar igualmente excepcional para los historiadores—, descontando el incalculable valor de rescate histórico que poseen sus ediciones, es la capacidad que tuvo para apreciar la importancia de la crónica como vehículo textual, es decir, como texto lingüístico, en primer lugar, y como texto literario, en segundo plano. El más exigente de los filológos considerará a Carriazo, así, dentro de estas coordenadas, como a uno de los suyos», ibidem, p. 62; Mederos Martín, Alfredo. «Una trayectoria rota. Juan de Mata Carriazo. Catedrático de Prehistoria e Historia e Historia de España Antigua y Media de la Universidad de Sevilla», SPAL. Revista de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Sevilla, n.º 19 (2010), pp. 61-96. Según este autor la dedicación de Carriazo hacia las crónicas medievales castellanas y la guerra de Granada se produjo como consecuencia del veto que le hizo Martínez Santa-Olalla, comisario provincial de Excavaciones Arqueológicas de Sevilla, quien le apartó de las excavaciones de Itálica, pp. 61 y 77. 71
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3. La sección de Elías Tormo y Monzó En enero de 1913 se creaba la Sección 8.ª, llamada «Arte escultórico y pictórico en España en la Baja Edad Media y Renacimiento», dirigida por Elías Tormo.74 Así, mientras la sección de Gómez-Moreno se centraba en el estudio de la arqueología y la arquitectura, la de Tormo serviría de complemento dedicándose a la escultura y la pintura. En las Memorias esta sección fue variando ligeramente su denominación, «Trabajos sobre el arte escultórico y pictórico de España en la Edad Media» (cursos 1922-1923 y 1923-1924), Trabajos sobre el arte escultórico y pictórico de España «Trabajos sobre el arte escultórico y pictórico de España» (cursos 1924-1925 y 1925-1926), «Trabajos sobre el arte escultórico y pictórico de España en la Baja Edad Media y Edad Moderna» (cursos 1926-1927 y 1927-1928), «Trabajos sobre arte escultórico y pictórico español» (cursos 1928-1929 y 1929-1930), «Sección de arte pictórico y escultórico español» (cursos 1931 y 1932, cursos 1933 y 1934). De los trabajos llevados a cabo en esta sección nos interesa el trabajo de Domínguez Bordona sobre los códices miniados, que se anunciaba «en prensa» en la Memoria de 1924-1925 y que finalmente se publicó,75 aunque la noticia no figura en las mismas. Para dar salida a los trabajos de las secciones de Gómez-Moreno y de la Tormo comenzó a publicarse en 1925 la revista Archivo Español de Arte y Arqueología, manteniéndose así hasta 1937. Tras la desaparición del CEH, el CSIC creó en 1940 dos revistas, Archivo Español de Arte y Archivo Español de Arqueología, a cargo del Instituto Diego Velázquez. 4. La sección de Ramón Menéndez Pidal Fue esta sección la que desde el primer momento se convirtió en la verdadera alma y punto de referencia del Centro de Estudios Históricos. Bajo el título «Orígenes de la lengua española» fue junto con la de Hinojosa la pionera en la puesta en marcha del Centro en la convocatoria de mayo de 1910, manteniéndose sin interrupción hasta su desaparición en 1936. Sus propósitos iniciales, el estudio de la lengua española en sus primeras manifestaciones conservadas en documentos leoneses, castellanos y aragoneses para
JAE. Memoria correspondiente a los años 1912 y 1913, p. 244; JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1916 y 1917, pp. 229-230. 75 Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas. Memoria correspondiente a los cursos 1924-1925 y 1925-1926, Madrid, Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, 1927, p. 221 (= JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1924-1925 y 1925-1926); Domínguez Bordona, Jesús. Exposición de códices miniados españoles. Catálogo, Madrid, Sociedad Española de Amigos del Arte, 1929. 74
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publicar con ellos una «crestomatía», fueron ampliándose paulatinamente para ir adquiriendo una envergadura cada vez mayor. Así a partir de 1914 fueron creándose subsecciones encargadas cada una de un tema específico, llegando su número a once. Desde 1916 la sección cambió su primera denominación de «Orígenes de la lengua española» por la de «Filología». Su peso queda bien de manifiesto al ser la sección con mayor presupuesto de todas, circunstancia que le permitió ser la que tuvo el mayor número de colaboradores fijos en plantilla y sin duda, por este motivo, la que mayor número de trabajos llevó a cabo.76 Nos interesan los trabajos realizados por esta sección consagrados a la Edad Media, que fueron bastantes, dada la especialización de su director, Menéndez Pidal, hacia este periodo. El primero, que dio lugar a la creación de la sección, fue la elaboración de la «crestomatía del español antiguo», para lo cual se llevó a cabo un intenso trabajo de recopilación de documentos en archivos de forma sistemática, en los cuales jugó un destacado papel el Archivo Histórico Nacional por la amplitud geográfica y riqueza de sus fondos. No obstante, fue necesario proveerse de reproducciones de documentos de algunas regiones para completar lagunas como Andalucía, Extremadura, Salamanca, Segorbe, recurriendo a los archivos de estas localidades. Pero también se hizo una exploración y búsqueda in situ de documentos, como la que efectuó Tomás Navarro Tomás en los archivos de Calahorra, Santo Domingo de la Calzada, Logroño, Alfaro, San Millán de la Cogolla y Armentia.77 En la Memoria del curso siguiente se indicaba que la «obra de conjunto de la Sección era la Colección de documentos lingüísticos de los siglos xi a xv», por tanto, nos
76 López Sánchez, José M.ª. Las ciencias sociales en la Edad de Plata española, pp. 148-156, 208-215; Abad Nebot, Francisco. «La obra filológica del Centro de Estudios Históricos», en 1907-1987 La Junta para Ampliación de Estudios, v. II, pp. 503-517. Recogido con modificaciones en sus Estudios Filológicos, Valladolid, Universidad. Secretariado de Publicaciones, 1980, pp. 53-74; Abad Nebot, Francisco. «La escuela filológica de Ramón Menéndez Pidal», en El Centro de Estudios Históricos (1910) y sus vinculaciones aragonesas, pp. 91-113; Abad Nebot, Francisco. «En torno a la obra teórico-literaria y filológica de Menéndez Pidal y el “Centro de Estudios Históricos”», Epos. Revista de Filología, n.º 24 (2008), pp. 263-285; Abad Nebot, Francisco. «La “Junta para Ampliación de Estudios” y el “Centro de Estudios Históricos”: de Ramón Menéndez Pidal a Joan Coromines», Revista de Lenguas y Literaturas Catalana, Gallega y Vasca, n.º 12 (2006), pp. 279-292; López Sánchez, José M.ª. «El influjo de la ciencia lingüística alemana en la escuela madrileña de Menéndez Pidal», Archiv für das Studium der neueren Sprachen und Literaturen, 245/2 (2008), pp. 303-323; Pedrazuela, Mario. «El desarrollo científico de las humanidades. La Sección de Filología de la Facultad de Filosofía y Letras y del Centro de Estudios Históricos», pp. 139-167; Pedrazuela Fuentes, Mario. «La modernización de los estudios filológicos en España: la Sección de Filología del Centro de Estudios Históricos», en Pilar García Mouton y Mario Pedrazuela Fuentes (eds.), La ciencia de la palabra. Cien años de la Revista de Filología Española, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2015, pp. 55-89. 77 Más detalles sobre los documentos recopilados en JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1910 y 1911, pp. 138-140.
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podemos preguntar si estamos ante un mero cambio del título del trabajo o si por lo contrario se trataba de otro trabajo diferente. La duda nos la disipa un párrafo posterior, donde quedaba claro que se trataba de otra obra diferente, aunque ambas se beneficiaron de la labor de campo de búsqueda documental y fueron los que recabaron los mayores esfuerzos en estos primeros años.78 Fruto de esta labor sería la publicación en 1919 por Menéndez Pidal de la Colección de documentos lingüísticos de los siglos xi á xv y bastantes años después la Crestomatía literaria de la Edad Media, obra cuya finalidad principal era que sirviese para el estudio del español medieval a semejanza de las de Bartsch, Monaci y Appel para el francés, italiano y provenzal antiguos, respectivamente. Después de muchos años, el Seminario Menéndez Pidal prepararía definitivamente la edición en 1965-1966 para la imprenta.79 La Crestomatía utilizaba también documentos del Archivo Histórico Nacional, aunque en mucha menor medida que en la anterior, pues estaba orientada fundamentalmente a los textos de carácter narrativo y literarios.80 En la Memoria de 1914-1915 la sección de Filología aparecía con la denominación de «Estudios sobre textos literarios e históricos españoles», hecho atribuible a un error de imprenta y no a un verdadero cambio de designación.81 Otra subsección fue la de «Ediciones de textos hispanolatinos» al frente de la cual estuvo el padre Zacarías García Villada, jesuita que gozaba de gran prestigio como estudioso de estos temas, a quien la Academia Imperial de Viena le había encargado la continuación de la Bibliotheca Patrum Latinorum Hispaniensis de Rudolf Beer.82 Nadie,
«A la Colección de documentos seguirá, tan pronto como sea posible, la Crestomatía literaria de la Edad Media, con textos establecidos críticamente», JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1912 y 1913, pp. 233-234. 79 Crestomatía del español medieval por Ramón Menéndez Pidal. Con la colaboración del Centro de Estudios Históricos. Acabada y revisada por Rafael Lapesa y M.ª Soledad Andrés, Madrid, [Gredos], 1965-1966. 2 v.; Lapesa, Rafael. «Menéndez Pidal, creador de escuela: el Centro de Estudios Históricos», en ¡Alça la voz pregonero! Homenaje a D. Ramón Menéndez Pidal, Madrid, Universidad, Cátedra-Seminario Menéndez Pidal, 1979, pp. 43-79. Dice que al preparar la edición pudo identificar las letras de Américo Castro, Tomás Navarro y Antonio García Solalinde, p. 52 (= Lapesa, Rafael. «Menéndez Pidal, creador de escuela: el Centro de Estudios Históricos»). 80 Se citan también documentos del AHN, remitiendo a su edición, en la Colección de documentos lingüísticos. Los que se citan directamente del AHN son los siguientes. Damos entre paréntesis el año de los documentos: Sahagún (959, 1074, 1084, 1146, 1194), Cillaperlata (967), Ibeas de Juarros (971), Oña (933, 1096), Leire (1006), San Juan de la Peña (1096, 1011, 1229), Belmonte (1159), San Román de Entrepeñas (1180), Aguilar de Campoo (1187), Bugedo (1190, 1252), Montearagón (1149, 1172, 1173, 1182, 1260), Summu Portu (s. xii). 81 Esta es la opinión que compartimos de Abad Nebot, Francisco. «El “Centro de Estudios Históricos” de la “Junta para Ampliación de Estudios” (1907-1938)», Cauce. Revista de Filología y su Didáctica, n.º 30 (2007), p. 16. 82 El mismo García Villada nos cuenta cómo surgió este encargo en una carta dirigida al padre Juan Cañete, provincial de la Provincia de Toledo el 6 de mayo de 1921. Véase García Iglesias, Luis. El P. Zacarías García 78
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por tanto, mejor que él para encargarse de la formación de un Corpus scriptorum latinorum medii aevi hispani.83 Con objeto de reunir materiales para la publicación en esta colección de la obra «De viris illustribus de San Isidoro y San Ildefonso», obtuvo una pensión de la JAE en 1914 para efectuar un viaje y poder examinar los códices de esta obra conservados en Segorbe, Burgo de Osma y León, así como comprobar si existen otros ejemplares en los archivos catedralicios de Lugo, Tuy y León.84 Como veremos a continuación, esta obra no llegó a ver la luz. Las siguientes Memorias, de los años 1914 y 1915 hasta las de 1928-1929 y 19291930, nos ofrecen noticias de la evolución de los trabajos en marcha a cargo de los diferentes colaboradores.85 En las dos últimas, correspondientes a los cursos de 1931-1932 y de 1932-1933, no aparecen ya noticias, por lo que hay que entender que esta subsección había desaparecido. García Villada fue obligado por sus superiores a dejar el Centro de Estudios Históricos en 1924,86 aunque su separación no fue total, ya que después de esta fecha siguió colaborando en la Revista de Filología Española, e incluso el Centro le designó en 1928 para impartir un ciclo de conferencias en Argentina y Uruguay que finalmente no se llegó a celebrar.87 Esta fecha coincide con la de la última Memoria donde aparecen noticias suyas.
Villada, académico, historiador y jesuita, Madrid, Universidad Pontificia de Comillas, 1994, p. 322 (= García Iglesias, Luis. El P. Zacarías García Villada). Únicamente se publicó la descripción de los códices de Ripoll en la Bibliotheca patrum latinorum hispaniensis. II. Band, 1. Teil, nach den Aufzeichnungen Rudolf Beers, bearbeitet und herausgegeben von Zacharias Garcia, Wien, Hölder, 1915. El tomo I se había publicado en 1887, Hartel, Wilhelm August von. Bibliotheca Patrum Latinorum Hispaniensis. I Band, nach dem Aufzeichnungen Dr. Gustav Loewe’s, herausgegeben und bearbeitet, Wien, [Druck von Adolf Holzhausen], 1887. Ambos se han reeditado en un solo volumen Bibliotheca patrum latinorum Hispaniensis, nach den Anfzeichnungen Gustav Loewes, herausgegeben und bearbeitet von Wilhelm von Hartel... [und] Zacharias García (S.J.), Hildesheim, Georg Olms, 1973. 2 t. en 1 v. [Nachdruck der Ausgaben Wien 1887 und 1915]. 83 JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1912 y 1913, pp. 237-238. 84 La petición la hacía Ramón Menéndez Pidal al presidente de la JAE como director de la sección donde trabajaba García Villada. Fue aprobada el 11 de julio de 1914. Véase Archivo JAE, 65-391. 85 JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1914 y 1915, pp. 171-172; Memoria correspondiente a los cursos 1916 y 1917, pp. 106-107; Memoria correspondiente a los cursos 1918 y 1919, p. 117; Memoria correspondiente a los cursos 1920 y 1921, p. 126; Memoria correspondiente a los cursos 1922-1923 y 1923-1924, p. 159; Memoria correspondiente a los cursos 1924-1925 y 1925-1926, p. 216; Memoria correspondiente a los cursos 1926-1927 y 19281929, p. 159; Memoria correspondiente a los cursos 1928-1929 y 1929-1930, p. 165. 86 En la carta mencionada en la nota 452, García Villada, a regañadientes, se sometía a la decisión de sus superiores en este asunto: «Finalmente V. R. comprenderá que después de diez años en que me he puesto en relación con los elementos que más figuran en Historia y Literatura medievales, y me estiman en algunas cosas como uno de los primeros, me costaría muchísimo romper estos lazos, aunque estoy dispuesto a hacer lo que mande la obediencia. Dios le ilumine en la resolución», García Iglesias, Luis. El P. Zacarías García Villada, p. 346. 87 García Iglesias, Luis. El P. Zacarías García Villada, pp. 150-151 y 185-186. En su expediente de la JAE consta que fue «designado como suplente para la Institución Cultural Española de Buenos Aires el año [168]
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Veamos cuáles fueron los trabajos realizados bajo su dirección. Él mismo inició la Colección de Textos Hispanolatinos en 1918 con la edición de la Crónica de Alfonso III, precedida de un estudio sobre el autor, los manuscritos conservados, las ediciones que había sido objeto, su valor histórico, el latín en que estaba redactada.88 En su advertencia preliminar justificaba los motivos de la colección que ahora se iniciaba y el plan de publicaciones que se proponía. Estaba compuesta de cuatro secciones: 1.ª Crónicas; 2.ª Textos literarios; 3.ª Leyes y Fueros; y 4.ª Liturgia.89 A ella le siguieron, dentro de la sección de Crónicas, la Historia Silense,90 a cargo de Francisco Santos Coco, que había sido objeto de su tesis doctoral, y la Crónica del obispo don Pelayo, por Benito Sánchez Alonso.91 No se publicaron más obras y en las demás secciones solo llegaría a ver la luz el primer número de la sección 3.ª a cargo de Eduard Anspach,92 que iba prologado por García Villada. Otros trabajos en marcha que no llegaron a publicarse fueron la Crónica de Alfonso VII, por Paulino Ortega Lamadrid, y el Poema de Almería, por Cipriano Rodríguez Aniceto, que según las Memorias de 1916-1917 y de 1918-1919 estaban ya listas para la imprenta. La primera fue el tema de la tesis doctoral de su autor.93 Según Sánchez Alonso, próximo». También se recoge el acuerdo tomado en la sesión de 25 de febrero de 1930 para que se le «consultase si quería ser Vocal de la Junta». Véase Archivo-JAE,65-391. 88 Crónica de Alfonso III. Edición preparada por Zacarías García Villada, Madrid, Est. Tipográfico Sucesores de Rivadeneyra, 1918. (Textos latinos de la Edad Media Española. Sección Primera: Crónicas; 1). Con posterioridad publicó también García Villada, Zacarías. «Notas sobre la “Crónica de Alfonso III”», Revista de Filología Española, VIII (1921), pp. 252-270. 89 Ibidem, p. 5. Para las ediciones se seguió el modelo de Mommsen en sus ediciones de las crónicas visigodas en los Monumenta Germaniae Historica en 1894. Véase Torre, Antonio de la y Vázquez de Parga, Luis. «La publicación de fuentes medievales españolas en los últimos sesenta años», en La publicazione delle fonti del medioevo europeo negli ultimi 70 anni (1883-1953). Convegno di studi delle Fonti del Medioevo Europeo in occasione del 70.º delle fondazione dell’Istituto Storico Italiano (Roma, 14-18 aprile 1953), Roma, Nella sede dell’Istituto, 1954, v. I, p. 86. La cita completa de la obra de Mommsen en la nota 289. 90 Historia Silense. Edición preparada por Francisco Santos Coco, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1921. (Textos latinos de la Edad Media Española. Sección Primera Crónicas; 2). 91 Crónica del Obispo Don Pelayo, ed. preparada por B. Sánchez Alonso, Madrid, Imp. de los Sucesores de Hernando, 1924. (Textos latinos de la Edad Media Española; 3). 92 Taionis et Isidori nova fragmenta et opera. Edidit et illustravit Eduard Anspach, Madrid, Imprenta de C. Bermejo, 1930. En la contratapa, donde aparece toda la colección, esta obra figura como la primera de la Sección Tercera: Varia. En cambio, en la portada lo hace como Sección Segunda: Varia. En cualquier caso, nada parecido a lo que indicaba García Villada al plantear la colección, donde la Sección Tercera se llamaba Leyes y Fueros. Véase Crónica de Alfonso III. Edición preparada por Zacarías García Villada, Madrid, Est. Tipográfico Sucesores de Rivadeneyra, 1918, p. 5. 93 Ortega Lamadrid, Paulino. Editio critica, cronicae Adefonsi imperatoris, tesis doctoral en la Universidad Central en 1916. Se conserva en el Depósito de Tesis de la Universidad Complutense (T. 5829). CDRE-AJAE. Expediente, 108-101. Hay un certificado de García Villada, de fecha 9 de julio de 1920, que [169]
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los motivos fueron la falta medios económicos.94 Efectivamente, esta información la vemos corroborada por las Memorias de los años 1924-1925, 1925-1926, 1926-1927 y 1927-1928.95 Mejor suerte tuvo la edición del Poema de Almería, trabajo que igualmente constituyó la tesis doctoral de su autor en 1916, pues llegó a publicarse.96 Como veremos más adelante, ambas obras fueron objeto de la tesis doctoral de Luis Sánchez Belda en 1947. Finalmente, otros trabajos que no salieron adelante fueron la edición de De viris illustribus de San Isidoro, por García Villada;97 el Apologético del Abad Samson, por Eduardo García de Diego;98 el Liber differentiarum de San Isidoro99 y la Crónica de Sampiro,100 por Miguel Artigas; la Crónica Compostelana, por Bienvenido Martín García;101 la Hitación de Wamba, por García Villada;102 y, por último, la Crónica del Tudense, a cargo de Benito
dice: «Certifico que el trabajo del Sr. Ortega Lamadrid, Editio critica, cronicae Adefonsi imperatoris, depositado en el Centro de Estudios Históricos y aprobado ya para su publicación, reúne las condiciones suficientes». 94 Sánchez Alonso, Benito. «Una traducción inédita de la “Crónica de Alfonso VII”», Revista de Filología Española, XIII, n.º 4 (1926), p. 357, nota 5. 95 JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1924-1925 y 1925-1926, p. 216; JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1926-1927 y 1927-1928, p. 159. 96 Se conserva en el Depósito de Tesis de la Universidad Complutense (T. 5314); Rodríguez Aniceto, Cipriano. «Contribución al estudio de los textos latinos de la Edad Media española. El poema latino “Prefacio de Almería”», Boletín de la Biblioteca Menéndez y Pelayo, XIII, 2 (1931), pp. 140-173. 97 JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1914 y 1915, p. 171. La edición crítica de esta obra fue publicada por Codoñer Merino, Carmen. El «De viris illustribus» de Isidoro de Sevilla. Estudio y edición crítica, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1964. 98 JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1914 y 1915, p. 172. La edición crítica de esta obra fue publicada por Gil, Iohannes. Corpvs Scriptorum Mvzarabicorvm, II, Madrid, CSIC, 1973, pp. 505-658. 99 Isidorvs Hispalensis. De Differentiis I / Introducción, ed. critica, traducción y notas por Carmen Codoñer, Paris, Les Belles Lettres, 1992; Isidori Hispalensis episcopi Liber differentiarum (II) / cura et stvdio María Adelaida Andrés Sanz, Turnhout, Brepols, 2006 (Corpus Christianorum. Series Latina; 111A). 100 JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1914 y 1915, p. 172. La edición crítica de esta obra fue publicada por Pérez de Urbel, Justo. Sampiro, su crónica y la monarquía leonesa en el siglo x, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Escuela de Estudios Medievales, 1952, pp. 273-434. 101 JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1920 y 1921, p. 126; AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de titulación de catedrático de Instituto, 32/14716, Exp. 7435-96. En su hoja de servicios, en el apartado de publicaciones, dice haber colaborado en la paleografía española con el P. García Villada y tener pendiente de publicación la Historia Compostelana. La edición crítica de esta obra fue publicada por Historia Compostellana. Cura et stvdio Emma Falque Rey, Turnholti, Brepols, 1988 (Corpus christianorum. Continuatio mediaevalis; 70). En su origen esta obra fue la tesis doctoral de la autora, cuyo tema le fue sugerido por Luis Vázquez de Parga y fue dirigida por Juan Gil. Véase Historia Compostelana. Introducción, notas e índices de Emma Falque, Madrid, Akal, D. L. 1994, p. 5. 102 JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1922-1923 y 1923-1924, p. 159. Para la edición crítica de esta obra, véase la nota 14 del capítulo IV. [170]
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Sánchez Alonso.103 El mismo García Villada daba cuenta de los trabajos pendientes en una carta dirigida el 14 de enero de 1924 al Provincial de León.104 Sí se llegó a publicar en cambio la Paleografía española de García Villada,105 dentro de la serie de los manuales de la Revista de Filología Española, anunciada en las Memorias de 1922-1923 y 1924-1925. Este manual, en el cual se utilizaba por primera vez en España la técnica fotográfica en la reproducción de las láminas de documentos, venía a sustituir a la obra de Muñoz y Rivero, al que se le criticaba la defectuosa calidad de las láminas dibujadas a mano por él mismo. No obstante, la obra de García Villada, pese a su novedad, recibió críticas por parte de los especialistas en paleografía, como Millares Carlo.106 Todos los que han tratado del Centro de Estudios Históricos y de los trabajos allí realizados se han limitado a una mera enumeración de los participantes, sin apenas aportar ningún dato sobre quiénes eran, qué formación tenían ni qué fue de ellos posteriormente.107 Por tanto, para tener una visión más precisa y completa vamos a intentar dar respuesta en lo posible a estas cuestiones. Paulino Ortega Lamadrid trabajó dos años en el Centro de Estudios Históricos. Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Salamanca (Sección de Letras) el 14 de junio de 1915, se doctoró en la Universidad Central el 22 de noviembre de 1916.108 Por una carta de Tomás Navarro Tomás a Amado Alonso el 2 de
JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1926-7 y 1928-9, p. 159. Sobre la edición crítica de esta obra, véanse las notas 67 y 68 del capítulo IV. 104 La carta la recoge García Iglesias, Luis. El P. Zacarías García Villada, p. 346. 105 García Villada, Zacarías. Paleografía española, precedida de una introducción sobre la paleografía latina e ilustrada con veintinueve grabados en el texto y ciento diez y seis facsímiles en un álbum aparte, Madrid, Centro de Estudios Históricos, 1923. 2 v. I: Texto. II: Álbum. Reed., Barcelona, El Albir, 1974. 106 Detalles más concretos en García Iglesias, Luis. El P. Zacarías García Villada, pp. 180-184. Más contundente se muestra actualmente Ruiz Asencio, quien le achaca muchos de sus defectos a que «no fue un docente de la paleografía y la diplomática», sino historiador de la Iglesia que comenzó a interesarse por los temas paleográficos a raíz de su estancia en Viena en 1910 y 1911. Igualmente apunta que la huella de Menéndez Pidal se manifiesta muy notoriamente en la «orientación filológica que presentan las transcripciones de los facsímiles aportados» y de manera contundente finaliza: «El libro se salva, y esto explica la reimpresión de 1974 de la editorial El Albir, por la excelente calidad de las láminas del álbum», Ruiz Asencio, José Manuel. «Contribución de los paleógrafos-diplomatistas españoles a los estudios medievales», en La historia medieval hoy. Percepción académica y percepción social: XXXV Semana de Estudios Medievales, Estella 21-25 de julio de 2008, [Pamplona], Gobierno de Navarra, 2009, pp. 119-120. 107 Entre otros destacamos a López Sánchez, José M.ª. Las ciencias sociales en la Edad de Plata española, pp. 150, 175, 153, 176, 213-215, 419, 541-542. 108 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de titulación universitaria, 31/16370. Sobre su tesis, véase la nota 93 del capítulo IV. 103
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marzo de 1922 sabemos que formó parte del grupo de jóvenes que estaba reuniendo para realizar las encuestas del Atlas Lingüístico de la Península Ibérica (ALPI).109 En 1921 estuvo pensionado por la Universidad de Salamanca en la Universidad de Burdeos. Fue profesor interino de la asignatura «Historia universal» en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Valladolid desde 1917 hasta 1921. Ingresó en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos el 19 de diciembre de 1921 con destino al Archivo de la Delegación de Hacienda y Biblioteca Provincial de Logroño. Al año siguiente se trasladó a la biblioteca de la Facultad de Derecho de la Universidad Central y en 1930 a la Biblioteca Universitaria de Vallado lid,110 en cuya dirección se jubiló en 1962.111 Desde 1947 hasta su jubilación en 1962 fue profesor adjunto de la asignatura «Lengua y literaturas griegas y latinas» en la misma universidad.112 Francisco Santos Coco, licenciado por la Universidad de Salamanca y doctor en Filosofía y Letras (Sección de Letras) por la Universidad Central en 1916, solicitó el 9 de octubre de 1918 una plaza de aspirante al Magisterio Secundario en el Instituto Escuela en la Sección Lenguas y Literaturas Clásicas. Trabajó en el Centro de Estudios Históricos durante los cursos 1915-1916, 1916-1917 y 1917-1918 con García Villada.113 El 17 de febrero de 1919 solicitó pensión de la JAE para viajar a París y Burdeos durante tres meses para un trabajo que preparaba sobre Historia de la Literatura hispano-latina
«Estoy haciendo un cursillo de preparación fonética para tres jóvenes que parecen dispuestos a viajar, no sé si usted les conocía: Lapesa, Lacalle y Ortega Lamadrid. El primero es el mejor». La encuesta la recoge Pedrazuela Fuentes, Mario. «Nuevos documentos para la historia del ALPI», Revista de Filología Española, LXXXV, n.º 2 (2005), p. 280. Según su expediente en CDRE-AJAE. Expediente, 108-101 se dice que Ortega Lamadrid trabajó durante dos años en el Centro de Estudios Históricos. 110 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 31/7014; Ruiz Cabriada, Agustín. Bio-bibliografía, pp. 724-725. 111 Fue autor de catálogos de exposiciones de libros Ortega Lamadrid, Paulino. Fiesta del Libro XVIII: Exposición: Obras de Filosofía y Lingüística (siglos xv-xviii): Catálogo, Valladolid, [Imp. Sevez-Cuesta], 1962; idem. Gramática griega elemental y superior, Valladolid, [Aldus], Santarén, 1943 y García López, Santiago. Libros con grabados, Valladolid, Universidad, [1955]; idem. Universidad de Valladolid. Biblioteca. Obras de filología y lingüística. Manuscritos, incunables, raros e impresos (siglos xv-xviii). Catálogo, Valladolid, Universidad, D. L. 1962 y García López, Santiago. Obras de filósofos griegos, romanos y comentaristas. Manuscritos, incunables e impresos [siglos xv-xviii]. Catálogo, [Valladolid: Sevez-Cuesta], 1959 y García López, Santiago. Obras físico-químicas y naturales. Manuscritos, incunables y raros e impresos [siglos xv-xviii]. Catálogo, [Valladolid, Sever-Cuesta], 1959 y Rivera Manescau, Saturnino. XII Exposición Libros Marianos. Catálogo, [Valladolid, Sever-Cuesta, ¿1954?] y Rivera Manescau, Saturnino. XI Exposición Libros de Teólogos Españoles. Catálogo, Valladolid, Universidad de Valladolid, Seminario de la Facultad de Derecho, [1954]. 112 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de Profesor adjunto de universidad, 21/20378, Exp. 15066-36 y 37. 113 CDRE-AJAE. Expediente, 135-329. 109
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dirigida por García Villada, sobre la base de la Bibliotheca Hispana Vetus de Nicolás Anto nio .114 No queda constancia en su expediente ni en las Memorias de la JAE de su concesión. En 1920 fue catedrático de «Lengua latina» en el Instituto de Segunda Enseñanza de Cabra y fue autor de numerosas obras para la enseñanza de la lengua latina.115 Benito Sánchez Alonso, licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Salamanca el 9 de junio de 1904 y doctor por la Universidad Central en 1912.116 Ingresó en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos por oposición el 18 de abril de 1908 con destino en el Archivo de la Delegación de Hacienda de Toledo, desde donde se trasladó a la Biblioteca Nacional el 23 de junio de 1911 y, finalmente, a la biblioteca de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas el 14 de noviembre de 1922,117 incorporada este año al Cuerpo Facultativo. Con una gran formación latinista, su dedicación como bibliotecario de la JAE le llevó a especializarse en el campo de la bibliografía con su obra clásica Fuentes para la Historia Española e Hispanoamericana, cuya primera edición fue publicada por el
Solicitud de 17 de febrero de 1919. Véase CDRE-AJAE. Expediente, 135-329. Santos Coco, Francisco. La pronunciación del latín, Badajoz, [Tip. Antonio Arqueros], 1929; idem. Lengua latina (Primer curso). Gramática, lecturas y vocabulario, 4.ª ed., adapt. al cuestionario de 1939, Barcelona, [Tip. Catalana], 1948; idem. Leyendas clásicas según los autores latinos, con la colaboración de María Teresa Santos Fernández, Barcelona. [Tip. Catalana], 1952; idem. Antología latina, con notas, ilustraciones y estudios literarios, 4.ª ed., Barcelona, [Francisco Santos Coco], 1955; idem. Primeras lecturas latinas, 3.ª ed., Barcelona, [Francisco Santos Coco], 1956; idem, Antología latina. Prosistas y poetas clásicos. Textos seleccionados de Nepote, César, Salustio, Tito Livio con notas. Nueva edición, Barcelona, [Tip. Catalana], 1958; idem. Síntaxis latina comparada con la española y nociones de métrica y metrología, 3.ª ed., Barcelona, [Gráf. Templarios], 1958; idem. Gramática Latina, 4.ª ed., Barcelona, Francisco Santos Coco, [1959]; idem. Método de Latín 3.º y 4.º cursos, 4.ª ed., Barcelona, F. Santos Coco, 1965. 116 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 31/7022, Exp. 21662-47. La fecha de obtención del grado de doctor no la podemos precisar con mayor exactitud, al no conservarse su expediente académico ni en el Archivo General de la Universidad Complutense ni en el AHN. En el AGA únicamente está su expediente de licenciatura. El tema de su tesis fue «El sentimiento del paisaje en los prosistas españoles desde el Romanticismo», publicada parcialmente con ligeras modificaciones bajo el título de «El sentimiento del paisaje en la literatura castellana», Cosmópolis, IV, n.º 41 (1922), pp. 36-54 y en «La expresión literaria del sentimiento de la naturaleza», Revista de la Biblioteca, Archivo y Museo del Ayuntamiento de Madrid, XI, n.º 43 (1934), pp. 283-298. La tesis inédita se conserva en el Depósito de Tesis de la Universidad Complutense (T. 5526), donde tampoco consta el día y el mes de su lectura. 117 Estando en Toledo solicitó permiso el 4 de febrero para residir en Madrid «el tiempo que duran las oposiciones a cátedras de Latín a Cuenca, Figueras y Baeza», siendo autorizado por el Ministerio de Instrucción Pública el 6 de febrero de 1911. El 25 de noviembre de 1931 fue designado por la Junta Facultativa de Archivos, Bibliotecas y Museos para formar parte de Junta de Intercambio y adquisición de libros para bibliotecas públicas. Fue también presidente de la Comisión Delegada en Madrid del Consejo Central de Archivos, Bibliotecas y Tesoro Artístico. Se jubiló el 1 de octubre de 1954. Véase ibidem. 114 115
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Centro de Estudios Históricos.118 Colaborador en el CEH con Ramón Menéndez Pidal desde 1913, fue responsable de la organización de la bibliografía de la Revista de Filología Española, así como un gran especialista en la bibliografía histórica y en la historiografía española. Cipriano Rodríguez Aniceto, licenciado por la Universidad de Salamanca el 15 de junio de 1915 y doctor en Filosofía y Letras (Sección de Letras) el 22 de noviembre de 1916 por la Universidad Central.119 En 1917 solicitó a la JAE la consideración de pensionado en Lisboa para estudiar la gramática latina de los siglos xv y xvi en Portugal, complementario de otro similar realizado en Castilla. 120 En 1919 logró por oposición una cátedra de «Lengua latina» en el instituto Jovellanos de Gijón, pasando luego al de Cáceres y finalmente en 1921 al de Santander, desempeñando el cargo de director desde 1939.121 Estando destinado en esta última localidad solicitó el 21 de febrero de 1935 pensión a la JAE para ampliar estudios de su especialidad en Roma, en concreto sobre cuestiones sintácticas y métricas. En 1935 volvió a pedirla nuevamente, pues pese a haber sido propuesto no llegó a disfrutarla.122 En efecto, en la ficha de su expediente de la JAE en la solicitud de 1934, consta que fue propuesto en la sesión de 1 de junio para pensión de seis meses en Italia. Sobre la de 1935 no se dice nada, con lo cual hay que deducir que no le fue concedida. Fue autor de una gramática latina y de un estudio de la métrica de Séneca.123
Sánchez Alonso, Benito. Fuentes de la Historia Española. Ensayo de bibliografía sistemática de las monografías impresas que ilustran la historia política de España, excluidas sus relaciones con América, Madrid, Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, Centro de Estudios Históricos, 1919; 2.ª ed. rev. y ampl. con el título Fuentes de la Historia Española e Hispanoamericana. Ensayo de una bibliografía sistemática de impresos y manuscritos que ilustran la historia política de España y sus antiguas provincias de Ultramar, Madrid, Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, Centro de Estudios Históricos, 1927, 2 t.; 3.ª ed. corregida y puesta al día. CSIC, 1952, 3 v.; CDRE-AJAE. Expediente, 132-138. Sobre su biografía, véanse Rozas, Juan Manuel. «Benito Sánchez Alonso», Boletín de Filología Española, 14 (1965), pp. 3-8 y Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «Sánchez Alonso, Benito», en Diccionario Biográfico Español, Madrid, Real Academia de la Historia, 2013, v. XLV, pp. 596-597, donde se recoge la bibliografía anterior. 119 Sobre su tesis, véase la nota 96. 120 CDRE-AJAE. Expediente, 124-277. La solicitud fue el 7 de diciembre de 1917. La Comisión Ejecutiva en sesión de 18 de diciembre le concedió la consideración de pensionado. En su expediente se incluye el trabajo La gramática latina de Castilla y Portugal. 190 hojas mecanografiadas, que suponemos fue la memoria que presentó a su regreso. 121 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA, Expediente de catedrático de secundaria,32/16732 y 32/16781. Madariaga, Benito y Valbuena, Celia. El Instituto de Santander. Estudio y documentos, Santander, Excma. Diputación Provincial de Santander, 1970, pp. 253-255. Gutiérrez Rosa, Luis. «Cipriano Rodríguez Aniceto», Enseñanza Media. Revista de Información y Orientación Didáctica, n.º 210 (diciembre 1969), pp. 2377-2379. 122 Ibidem. Solicitud de 21 de febrero de 1935. 123 Rodríguez Aniceto, Cipriano. Elementos de Gramática Latina. Fonética, morfología y etimología, Salamanca, Manuel P. Criado, 1922; idem. Estudio de la métrica de Séneca, [s.l., s.n., s.a.]. 118
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Eduardo García de Diego, licenciado el 21 de octubre de 1905 y doctor en Filosofía y Letras (Sección de Letras) por la Universidad Central el 9 de mayo de 1930 con Premio Extraordinario124 por la Universidad Central y doctor en Derecho. Solicitó una pensión de la JAE en 1910 para «ampliar estudios de lengua latina y estudiar los métodos de su enseñanza en la República Francesa», petición que reiteró en 1912.125 Era hermano de Vicente García de Diego, famoso latinista vinculado a la JAE y al Centro de Estudios Históricos. De sus trabajos en el Centro de Estudios Históricos, además de las breves noticias ofrecidas por las Memorias de la JAE que ya hemos visto, podemos aportar alguna precisión más. En 1915 escribía desde Murcia, donde era catedrático de «Lengua latina» en el instituto de esa localidad, al presidente de la JAE. En su carta exponía que durante el curso 1912-1913 estuvo trabajando en el Centro de Estudios Históricos bajo la dirección de Menéndez Pidal preparando la edición de las obras de Sansón de Córdoba.126 Como en este mismo curso García de Diego obtuvo la cátedra de «Latín» del instituto de Baeza, esto le impedía seguir trabajando en el mencionado centro para poder finalizar el trabajo. Por ello, solicitaba ser agregado durante todo este curso al Centro de Estudios Históricos con una gratificación. Por una certificación de la JAE de 1917 sabemos también de otros trabajos realizados. Fue profesor de «Latín» en la Residencia de Estudiantes y había realizado los trabajos siguientes: La cantidad en los nombres y en los pronombres latinos y Estudio de la latinidad del abad Sansón de Córdoba.127 Otros intentos fueron realizados en los años siguientes para obtener una pensión. Así, siendo catedrático de «Lengua latina» en el instituto de Murcia presentó su petición
124 AHN.UNIVERSIDADES.6534,Exp. 6; AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de titulación universitaria, 32/15191, Exp. 8803-13. El Premio Extraordinario le fue concedido el 22 de enero de 1931. 125 CDRE-AJAE. Expediente, 61-163. Solicitud de 26 de diciembre de 1910 y solicitud de 13 de enero de 1912. 126 «[...] una edición de las obras del Abad Samson de Córdoba, autor latino del siglo 9.º. El exponente buscó y halló en la Biblioteca Nacional el hermoso códice visigótico que según las referencias de los P.P. Burriel y Flórez estaba en la Catedral de Toledo y llevó a cabo la copia del manuscrito, no pudiendo acabar la obra porque finalizó enseguida el curso de aquel año», CDRE-AJAE. Expediente, 61-163. Carta de 29 de octubre de 1915 al presidente de la Junta para Ampliación de Estudios. 127 El 22 de enero de 1913 García de Diego, entonces becario, solicitó un certificado de suficiencia con el objeto de poder presentarse a las oposiciones de cátedras de institutos. En él alegaba haber realizado los trabajos mencionados. Pasada a informe su solicitud fue confirmada por Menéndez Pidal el 25 de enero, quien añadió que además había colaborado «a los trabajos de este Centro con el examen de diferentes documentos lingüísticos de los archivos de Huesca y se halla en la actualidad encargado de la enseñanza del latín en la Residencia de Estudiantes». El vicesecretario de la Junta emitió el certificado el 25 de agosto de 1917. Todos estos documentos se encuentran en CDRE-AJAE. Expediente, 61-163.
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en 1921 para ir a París128 y otra al año siguiente para ir a Italia durante un año.129 Por fin sus esfuerzos se vieron recompensados en 1924 al conseguir la aprobación de su petición para trabajar en la Biblioteca Nacional de París para transcribir dos glosarios del siglo x procedentes del monasterio de Silos e investigar la posible existencia de otros. El trabajo formaba parte del proyecto de un corpus de glosarios españoles que tenía en marcha.130 Le fue concedida por ocho meses (R. O. de 19 de noviembre de 1924) y a su regreso presentó como memoria el trabajo Glosarios latinos del Monasterio de Silos.131 Con posterioridad volvió a solicitar pensión en otras cuatro ocasiones, logrando finalmente su aprobación para una estancia en Grecia de tres meses.132 En una hoja de servicios alegaba como méritos haber sido encargado de la cátedra de «Lengua latina» en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Murcia desde 1931, así como de la asignatura de «Lengua griega» en la misma.133 Entre sus publicaciones, además de los glosarios de Silos, podemos mencionar sus dos tesis doctorales, la de Historia134 y la de Derecho.135 Además «es autor de once obras de latín, de ellas seis declaradas de mérito por la Academia de la Lengua y el Consejo de Instrucción Pública».136
Solicitud de 9 de noviembre de 1922. CDRE-AJAE. Expediente, 61-163. Solicitud de 9 de noviembre de 1922. CDRE-AJAE. Expediente, 61-163. 130 Solicitud de 6 de mayo de 1924. CDRE-AJAE. Expediente, 61-163; JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1924-1925 y 1925-1926, p. 44. 131 García de Diego, Eduardo. Glosarios latinos del Monasterio de Silos, Murcia, Suc. de Nogués, 1933. 132 Solicitud de pensión el 14 de marzo de 1927; solicitud de pensión el 17 de febrero de 1928; solicitud de pensión el 24 de febrero de 1934 Aprobación 15 de julio de 1935) y solicitud de 2 de febrero de 1936. CDREAJAE. Expediente, 61-163. 133 En la portada de sus Glosarios figura como profesor temporal de esta universidad. 134 García de Diego, Eduardo. El Libro de Apolonio según un códice latino de la Biblioteca Nacional de Madrid, Totana (Murcia), Tip. San Buenaventura, 1934. Corrige la opinión de Klebs, Elimar. Die Erzählung von Apollonius aus Tyrus. Eine geschichtliche Untersuchung über ihre lateinische Urform und ihre späteren Bearbeitungen, Berlin, Reimer, 1899, donde no se recogía ningún manuscrito latino en España de la Vida de Apolonio. La tesis inédita de la Universidad Central, Facultad de Filosofía y Letras, leída en 1910, se conserva en el Depósito de Tesis de la Universidad Complutense (T. 5596, 2 v.). 135 «Historia judicial de Aragón en los siglos viii al xii», Anuario de Historia del Derecho Español, XI (1934), pp. 77-202. La tesis inédita de la Universidad Central, Facultad de Derecho, leída en [19--?] en el Depósito de Tesis de la Universidad Complutense (T. 3126). 136 CDRE-AJAE. Expediente, 61-163. García de Diego, Eduardo. Elementos de Gramática Latina (históricocomparativa), [Valladolid, Imp. y Lib. viuda de Montero], 1918. 2 v.; idem. Ejercicios y trozos latinos de primero y segundo curso, Valladolid, Vda. de Montero, 1918; idem. Ejercicios latinos. Segundo curso, Burgos, Imprenta de Antonio Polo, 1923; idem. Ejercicios y trozos latinos. Segundo curso, Murcia, José Antonio Jiménez, 1926; idem. Manual de sintasis latina, 2.ª ed., Murcia, [José Antonio Jiménez, imp.], 1926; idem. Rudimentos de gramática latina, [Murcia, Establecimiento Tip. de José Antonio Jiménez], 1926; idem. Ejercicios de Lengua Latina, 3.ª ed., Murcia, José Antonio Jiménez, 1931; idem. Método de la Lengua Latina [1.er curso], Madrid, [Gráficas Ibarra], 1940. 2.ª ed., Madrid, [Tip. Clásica Española], 1943; idem. Método de la Lengua Latina. Segundo curso, Madrid, [Gráficas Ibarra], 1941; idem. Método de la Lengua Latina. [Tercer curso], Madrid, [Gráficas Ibarra], 128
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Miguel Artigas Ferrando, licenciado en Filosofía y Letras (Sección de Letras) por la Universidad de Salamanca el 9 de junio de 1909 y doctor por la Universidad Central el 25 de octubre de 1910, ingresó en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos por oposición el 28 de julio de 1911, con destino en la Biblioteca Universitaria de Sevilla.137 Becado por los «Colegios universitarios de Salamanca y como tal pensionado para ampliar por un año en Berlín los estudios de Filología», solicitó en 1911 la consideración de pensionado por la JAE, que le fue concedida el 16 de diciembre.138 De regreso a España en 1912 se reincorporó a la Biblioteca Universitaria de Barcelona, trasladándose al año siguiente a la Biblioteca Nacional.139 En 1913 solicitó esta vez pensión de un año para estudiar en Alemania e Inglate140 rra. Aceptada su petición por acuerdo de la Junta de 25 de junio de 1913 le fue concedida una de las pensiones del donativo del doctor Avelino Gutiérrez de Buenos Aires para realizar estudios sobre sintaxis latina.141 Tal como mencionaba en su solicitud adjuntaba con ella dos trabajos, uno sobre «Las reconstrucciones del indoeuropeo primitivo» y otro sobre «El acento latino».142 En las Memorias de la JAE se alude a ciertos problemas burocráticos que retrasaron el inicio de su pensión hasta el mes de mayo de 1914. En su expediente administrativo, que hemos revisado detenidamente, no hemos encontrado ningún dato que haga alusión a estas trabas administrativas.143 Pero una fatalidad, el estallido de la Primera Guerra Mundial, fue la causa de que tuviese que regresar a España a finales del mes de agosto.144 De vuelta a España se reincorporó a su puesto en la Biblioteca Nacional el 1 de septiembre de 1914. En 1915 consiguió por oposición la Dirección de la Biblioteca
1940; idem. Método de la Lengua Latina. Cuarto curso, Madrid, [Gráficas Ibarra], 1941; idem. Método de Lengua griega [Primero y segundo cursos], Madrid, [s.n.], 1942. 2 v. 137 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente titulación universitaria (licenciado), 31/15300, Exp. 111-36. AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 31/4643, Exp. 13043-10. Cursó en 1906-1907 asimismo en la Facultad de Derecho de la Universidad de Salamanca como alumno no oficial las asignaturas «Derecho romano» y «Economía política» con la calificación de Sobresaliente. 138 CDRE-AJAE. Expediente, 12-573. Solicitud de 7 de noviembre de 1911; Formentín, Justo y Villegas, M.ª José. «Aportaciones de algunos pensionados y científicos de la Junta para Ampliación de Estudios», en 19071987 La Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas 80 años después, v. II, pp. 57-58. 139 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 31/4643, Exp. 13043-10. 140 CDRE-AJAE. Expediente, 12-573. Solicitud de 10 de febrero de 1913. 141 JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1912 y 1913, pp. 44-45. 142 Ibidem, p. 160. Los dos trabajos manuscritos se conservan en su expediente CDRE-AJAE. Expediente, 12-573. 143 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 31/4643, Exp. 13043-10. 144 JAE. Memoria correspondiente de los cursos de 1914 y 1915, p. 129. [177]
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Menéndez y Pelayo de Santander, desde donde siguió en contacto con García Villada para la prosecución de los trabajos que tenían en marcha.145 En esta biblioteca llevó a cabo un gran trabajo de organización para dar a conocer sus fondos y hacerla visible entre las grandes bibliotecas de investigación. Asimismo, le proporcionó muchos materiales para sus investigaciones. Finalmente, el 27 de julio de 1930 fue nombrado director de la Biblioteca Nacional en sustitución de Francisco Rodríguez Marín, siendo cesado el 13 de agosto de 1936 por no acatar lealtad a la República; fue restituido en el cargo el 28 de marzo de 1938 por el Gobierno de Burgos. Partidario declarado de este, mantuvo un duro enfrentamiento con Tomás Navarro Tomás, nombrado director de la Biblioteca Nacional por el Gobierno republicano, sobre la responsabilidad en la destrucción del patrimonio que ambas partes se achacaban los unos a los otros. Esta polémica tuvo amplia repercusión en la prensa y trascendió nuestras fronteras, intentando cada uno de los contendientes involucrar especialmente a los hispanistas hacia sus respectivas posturas, descalificando a su vez la de sus adversarios. Con el fin de la guerra y la instauración del nuevo gobierno, el 25 de agosto de 1939, Miguel Artigas fue nombrado primer director de la recién creada Dirección General de Archivos y Bibliotecas, a cuyo frente desarrolló una notable labor técnica en la organización de las bibliotecas.146 Bienvenido Martín García, licenciado en Filosofía y Letras (Sección de Letras) el 30 de marzo de 1926147 por la Universidad de Granada, solicitó pensión de la JAE el 17 de agosto de 1920 para llevar a cabo estudios sobre gramática latina en el siglo xviii en Coímbra y en Lisboa, o en Italia, en el caso de que los materiales reunidos allí no fueran suficientes. Su propuesta fue aceptada y se concedió la consideración de pensionado el 16 de noviembre de 1920.148 Años después, siendo ya catedrático de «Lengua latina» del Instituto de Segunda Enseñanza de Gerona, aprovechando la ocasión de haber sido nombrado «instructor
Ibidem, p. 172. AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 31/4643; Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «Artigas Ferrando, Miguel Jerónimo», en Diccionario Biográfico Español, Madrid, Real Academia de la Historia, 2010, v. V, pp. 708-712, donde se recoge la bibliografía anterior. Sobre sus actividades durante el periodo de la Guerra Civil remitimos a la reciente obra Blanco Domingo, Luis Mariano. Libros como trincheras. La Biblioteca de la Universidad de Zaragoza y la política bibliotecaria durante la guerra civil española (1936-1939), Zaragoza, Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2018, pp. 72-151 (= Blanco Domingo, Luis Mariano. Libros como trincheras. La Biblioteca de la Universidad de Zaragoza). Centrada en su etapa santanderina es la obra de Hoz Regules, Jerónimo de la. Miguel Artigas. De la Biblioteca de Menéndez Pelayo a la dirección de la Biblioteca Nacional, Madrid, Fundación Universitaria Española, 2017. 147 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de titulación universitaria, 32 /14040, Exp. 7073-48. La fecha es la del pago de los derechos del grado de licenciado. No consta la de la realización de los ejercicios. 148 CDRE-AJAE. Expediente, 93-220. 145 146
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de español en la Academia General de los Estados Unidos en West Point», solicitó la consideración de pensionado para estudiar los métodos y procedimientos empleados en la enseñanza del latín en los colegios y universidades de los Estados Unidos, con la idea de su posible adaptación en España. Nuevamente consiguió la equiparación a pensionado el 6 de agosto de 1926 (R. O. de 21 de septiembre de 1926).149 Para finalizar con la Sección de Filología haremos una breve mención a la subsección de «Mapas geográfico-históricos de la España medioeval», en la que trabajaba González Magro. Su trabajo consistió en la elaboración de un mapa de las merindades de Castilla en el siglo xv, que tenía listo para la imprenta.150 No pudo, sin embargo, finalizar un mapa general del siglo xiv donde tenía ya fijadas las fronteras políticas, señoríos de las órdenes militares, merindades de Navarra, merindades y comunidades de Aragón y veguerías de Cataluña, debido a su temprano fallecimiento.151 Durante los cursos de 1918 y 1919 su labor fue continuada por Simón Escoda, quien concluyó los mapas de los dominios de las órdenes militares en el siglo xiv y el de los concejos y comunidades de Castilla, León y Portugal. Asimismo, corrigió el mapa de las veguerías y merindades de Cataluña, Aragón y Valencia. Finalizados estos trabajos continuó con la preparación del mapa de las diócesis españolas de la misma época y la corrección de los mapas ya realizados para llevar a cabo su impresión. Estas actividades fueron las últimas realizadas por esta subsección puesto que en los cursos siguientes de 1922-1923 y 19231924 ya no constan noticias de ella en las Memorias. Sus trabajos pueden considerarse en cierta manera como un anticipo de otro trabajo de mayor envergadura acometido posteriormente, el Atlas Lingüístico de la Península Ibérica (ALPI).152 Pedro González Magro, doctor en Filosofía y Letras (Sección de Historia) por la Universidad Central en 1905,153 fue funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros,
Ibidem. «El mapa de las Merindades de Castilla en el siglo xiv, terminado hace tiempo por el Sr. González Magro, ha sido pasado del dibujo a la plancha de cobre y se halla dispuesto para hacer la tirada», JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1914 y 1915, p. 172. Creemos que es el reproducido en Vidal Liy, José Ignacio. «El Instituto de Estudios Medievales (1932-1939)», Tiempos de investigación. JAE-CSIC, cien años de ciencia en España, p. 135 (= Vidal Liy, José Ignacio. «El Instituto de Estudios Medievales (1932-1939)»). La introducción al mapa sí fue publicada, González Magro, Pedro. «Merindades y señoríos de Castilla en 1353», Revista de Filología Española, I, n.º 4 (1914), pp. 378-401. 151 JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1914 y 1915, pp. 171-172. 152 López Sánchez, José M.ª. Las ciencias sociales en la Edad de Plata española, p. 176; López Sánchez, José M.ª. «El influjo de la ciencia lingüística alemana en la escuela madrileña de Menéndez Pidal», Archiv für das Studium der neueren Sprachen und Literaturen, 245/2 (2008), pp. 312-313. 153 El grado de licenciado lo obtuvo el 24 de junio de 1904 y el de doctor el 12 de junio de 1905. Se conservan en su expediente dos ejemplares manuscritos de su tesis doctoral que trató sobre Pedro de Orellana en Río Amazonas. Véase AHN.UNIVERSIDADES. Expediente de titulación universitaria, 6578-5. 149 150
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Bibliotecarios y Arqueólogos, donde había ingresado por oposición el 27 de marzo de 1907 con destino a la Biblioteca Provincial de Cáceres, desde donde pasó en 1911 a la Biblioteca Nacional (O. de 23 de junio de 1911). En 1912 solicitó ser trasladado a la biblioteca de la Real Academia de la Historia por responder mejor a su afición a los trabajos históricos. Fue autorizado, pero renunció al traslado, después de sopesar con mayor detenimiento el deseo de continuar los trabajos que tenía en la Biblioteca Nacional. Se le admitió la renuncia y quedó sin efecto su traslado.154 En este último destino se encontraba cuando trabajaba en el Centro de Estudios Históricos.155 Como ejemplo de la importancia que tuvieron los fondos del Archivo Histórico Nacional en los trabajos de esta sección, hay que hacer una mención especial a la publicación de la obra Documentos lingüísticos de España de Menéndez Pidal, donde se recogía el fruto de sus primeros cursos en el Centro de Estudios Históricos.156 El fin de la obra era «facilitar los estudios cronológicos y geográficos de la lengua española» y la idea inicial era la publicación de varios volúmenes, uno para el Reino de Castilla, que fue el único que llegó a ver la luz, otro para el Reino de León y otro para los reinos de Aragón y Navarra.157 El volumen consagrado al Reino de Castilla reúne 372 documentos, cuyas fechas extremas son 1044-1492 y proceden en su gran mayoría del mencionado archivo, en concreto 230, de las secciones de Clero, fundamentalmente, y de la de Órdenes Militares.158
Véase AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 31/6524. 155 En su expediente de la JAE se conserva la comunicación que hace de Tomás Navarro Tomás al secretario de la JAE de su fallecimiento. Véase CDRE-AJAE. Expediente, 72-738; «González Magro, Pedro», en Ruiz Cabriada, Agustín. Bio-bibliografía, p. 399. 156 Menéndez Pidal, Ramón. Documentos lingüísticos de España. I Reino de Castilla, Madrid, Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas. Centro de Estudios Históricos, 1919. «En la recolección y copia de los documentos insertos en este volumen, procedentes del Archivo Histórico Nacional, colaboraron los alumnos del Centro de Estudios Históricos durante varios cursos», p. X. Destaca igualmente el peso de los documentos del Archivo Histórico Nacional en esta obra, Pérez Pascual, José Ignacio. Ramón Menéndez Pidal, p. 256. 157 «La de estos dos últimos reinos, hecha por el Sr. Navarro Tomás, está ya en prensa, y la recolección de los documentos leoneses está terminada y dispuesta para imprimirse», ibidem, p. V. Solo se llevaría a cabo la publicación de los del Reino de Aragón muchos años después. Véase Pérez Pascual, José Ignacio. Ramón Menéndez Pidal, p. 267. Sobre este volumen hablaremos con más detalle cuando tratemos de Tomás Navarro Tomás. 158 Todos los documentos reunidos en esta colección son privados, pues «Los documentos notariales tienen una importancia especial para el estudio de las variaciones del lenguaje en el espacio y en el tiempo, a causa de expresarse comúnmente en el texto de los mismos el año en que fueron otorgados, y por contener indicaciones más o menos concretas acerca del lugar en que se escribieron», ibidem, p. V. 154
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No podemos finalizar sin dedicar, aunque sean unas breves líneas, a la Revista de Filología Española, creada en 1914, la primera revista especializada que apareció en España sobre esta especialidad.159 Su principal misión fue dar salida a muchos de los trabajos acometidos en la sección, pero también otra no menos importante, la de servir de objeto de intercambio con otras publicaciones de la especialidad y que, junto con el gran número de obras enviadas para su recensión en la revista, sirvió para aumentar de una manera muy notable la biblioteca de la sección y conseguir un gran ahorro en la compra de libros. Estaba dirigida por Ramón Menéndez Pidal con la estrecha colaboración de su discípulo más querido, Tomás Navarro Tomás, como gerente. En su segundo año se contó con la colaboración de personas ajenas al Centro de Estudios Históricos y así, en el volumen de 1915, se incluyeron artículos de prestigiosos especialistas extranjeros, tales como Hanssen, Meyer-Lübcke, Michaelis de Vasconcelos, Morel-Fatio, etc., participación que fue en aumento en años sucesivos conforme la revista fue consolidándose y aumentado en prestigio. El nivel de calidad de sus trabajos hizo de ella una de las revistas más importantes de su especialidad, convirtiéndose en el principal escaparate de los logros de la escuela de Menéndez Pidal y de consulta obligada para los hispanistas de todo el mundo. En lo que a nosotros más nos interesa, el tema medieval, la Revista de Filología Española incluyó desde su primer número numerosos trabajos sobre esta época como queda bien patente en el trabajo de Gómez Moreno.160 5. Las secciones de Julián Riberá Tarragó y de Miguel Asín Palacios Los estudios árabes estuvieron presentes con los cursos dirigidos por Julián Ribera y su discípulo Miguel Asín.161 Ambos tuvieron vínculos desde un primer momento con el núcleo fundacional del Centro de Estudios Históricos y fueron colaboradores de Cultura Española. La sección de Julián Ribera comenzó su andadura en 1910 con el nombre
En estas líneas seguimos a Pérez Pascual, José Ignacio. «Breve historia de la Revista de Filología Española», en Pilar García Mouton y Mario Pedrazuela Fuentes (eds.), La ciencia de la palabra. Cien años de la Revista de Filología Española, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2015, pp. 91-141; Alvar, Manuel y García Mouton, Pilar. «Revista de Filología Española», Romanische Forschungen, 100 (1988), pp. 197-203; García Mouton, Pilar. «La Revista de Filología Española», Revue de Linguistique Roman, 74, 295-296 (2010), pp. 565-587. Forma parte del artículo de Glessgen, Martín-D. «Les revues de la romanistique et les problèmes de l'évaluation», ibidem, pp. 565-587. 160 Gómez Moreno, Ángel. «La Edad Media en la Revista de Filología Española», en Pilar García Mouton y Mario Pedrazuela Fuentes (eds.), La ciencia de la palabra. Cien años de la Revista de Filología Española, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2015, pp. 143-174. 161 Una valoración de conjunto sobre esta sección se ofrece en Marín, Manuela. «Arabismo e historia de España (1886-1944)», pp. 107-138. 159
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de «Investigación de las fuentes para el estudio de las instituciones sociales de la España musulmana», que en 1914-1915 pasó a llamarse «Instituciones políticas y sociales de la España musulmana». La otra sección, la de Miguel Asín, se inició en las mismas fechas bajo el nombre de «Investigación de las fuentes para la historia de la filosofía árabe española». Ambas secciones compartieron algunos trabajos en común, motivo por el cual las tratamos aquí conjuntamente. La sección dirigida por Asín se centró en el estudio de los orígenes del pensamiento extrarreligioso y heterodoxo de la escuela de Abenmasarra y la edición del Tratado de Lógica de Abentumlus de Alcira. Igualmente se efectuó la catalogación de los manuscritos árabes y aljamiados de la Junta que dio lugar a su publicación.162 El alumno Pedro Longás Bartibás dio comienzo a su investigación sobre la vida religiosa de los moriscos, basada en el estudio de los manuscritos aljamiados mencionados.163 Durante el curso siguiente los trabajos de su sección se centraron en el estudio de la Historia crítica de las religiones y las sectas, de Abenhazam de Córdoba, como trabajo preliminar para un estudio sobre la vida y el pensamiento filosófico-teológico del autor. Asimismo, se estaba preparando una edición crítica del texto árabe con traducción española del Tratado de Lógica de Abentumlus de Alcira (s. xiii).164 En el curso 1914-1915, Pedro Longas finalizó su trabajo sobre los moriscos165 y Asín corrigió el texto del tomo primero de la Lógica de Abentumlus de Alcira, cuya impresión se había iniciado en octubre de 1915. Por su parte, Ángel González Palencia ultimaba la preparación del texto árabe y traducción del tratado Rectificación de la mente de Benabisalt de Denia,166 que se había iniciado a imprimir en noviembre de 1915. El alumno Carlos Quirós iniciaba los trabajos para una edición crítica con traducción de la Suma de Metafísica de Averroes. Proseguía también el análisis de la historia crítica de las religiones y de las sectas de Abenhazam, mientras que Asín se dedicaba al estudio de la biografía, bibliografía y sistema filosófico-teológico del personaje.167
Manuscritos árabes y aljamiados de la Biblioteca de la Junta. Noticias y extractos por los alumnos de la sección de árabe bajo la dirección de J[ulián] Rivera y M[iguel] Asín, Madrid, [E. Mestre], 1912. 163 JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1910 y 1911, p. 144. 164 JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1912 y 1913, p. 239. 165 Longás Bartibás, Pedro. Vida religiosa de los moriscos, Madrid, Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, Centro de Estudios Históricos, 1915. Ed. fac., Granada, Universidad, 1990. 166 Rectificación de la mente. Tratado de lógica por Abusalt de Denia. Texto árabe, traducción y estudio previo por C. Ángel González Palencia, Madrid, Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, Centro de Estudios Históricos, 1915. 167 JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1914 y 1915, pp. 174-175. De aquí publicaría años después su monumental obra Abenházam de Córdoba y su Historia crítica de las ideas religiosas, Madrid, Tip. de Archivos, 1927-1932, 5 v. 162
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Esta colección de textos árabes de la Junta sirvió igualmente a Julián Ribera para el inició de su sección, extractando textos, en especial de la obra Actas notariales de Elfihri de Alpuente (siglo xii). Para los años 1911-1912 añadió la preparación para su publicación del texto árabe con su traducción española de la Historia de los cadíes de Córdoba, de Aljoxaní, con objeto de conocer la organización judicial de los Omeyas hasta el reinado de Abderrahman III y poder establecer su relación con otras instituciones políticas y sociales de la España musulmana.168 Durante el curso 1912-1913169 se procedió al análisis del Estado político y social de la España musulmana durante el reinado de Abdalá, empleando como fuentes, entre otras, la obra El Moctabis de Abenhayan, sobre el manuscrito único conservado en la biblioteca Bodleiana de Oxford que fue transcrito por Pedro Longás Bartibás. Cotejada esta obra con otras crónicas más antiguas, el propósito era su edición. Otro trabajo fue la publicación de manuscrito árabe de la biblioteca de la Junta, atribuido a Averroes, sobre la conquista de España por los árabes. El trabajo estuvo a cargo del alumno Ignacio González Llovera. Finalmente, estaba preparada para su edición a falta de índices e introducción la Historia de los jueces de Córdoba de Aljoxaní.170 El curso siguiente vio interrumpido varios meses su funcionamiento debido al viaje que Ribera efectuó a Marruecos, comisionado por el Ministerio de Estado. Se continuó con trabajos del año anterior, como los índices y el prólogo de la Historia de los jueces de Córdoba ya publicada. Pedro Longás terminó la copia del manuscrito del Almoctabro, de Abenhayan, con el objeto de publicar el texto árabe junto con su traducción española. José Sánchez Pérez, por su parte, iniciaba la transcripción del Álgebra de Abuabdala Mohamed ben Omar, que se publicó en el momento de cerrar la memoria de este año.171 Como indicábamos, ambas secciones llevaron a cabo trabajos en común durante el curso 1912-1913 en respuesta a las propuestas del Ministerio de Estado y de la Junta de Enseñanza de Marruecos, orientados a la formación y perfeccionamiento en la lengua e instituciones marroquíes, pero que se salen de su nuestro objeto de interés.172
JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1910 y 1911, pp. 145-146. JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1912 y 1913, pp. 239-240. 170 Se publicó al año siguiente, Historia de los jueces de Córdoba, texto árabe y traducción española por Julián Ribera, Madrid, Imprenta Ibérica, 1914. 171 JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1914 y 1915, pp. 175-176; Ibn Badr, Muhammad b. Umar, Compendio de Álgebra de Abenbeder. Texto árabe, traducción y estudio por José A. Sánchez Pérez, Madrid, Imp. Ibérica, 1916. 172 JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1912 y 1913, p. 241; JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1914 y 1915, pp. 176-177. 168 169
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En 1916 la sección dejó de funcionar en el mes de junio, pese a lo cual pudo llegar a ver la publicación de la Lógica de Abentumlus de Alcira.173 Este prometedor futuro que presentaban los estudios árabes en el Centro de Estudios Históricos finalizó este mismo año a consecuencia del desencuentro que se produjo entre Julián Ribera y José Castillejo, secretario de la Junta, con motivo del concurso a la cátedra de «Sociología» de la Universidad Central, a la cual se presentó Castillejo y de cuyo tribunal formaba parte Miguel Asín. A la plaza se presentó el sacerdote aragonés Severino Aznar, amigo de Asín y Ribera, quien finalmente obtuvo la cátedra.174 La Memoria de los cursos 1916-1917 nos informa de forma lacónica de los motivos del cese de la sección: «porque el Director desistió de continuar al frente de ella».175 Sin embargo, en la decisión tajante tomada por Ribera y Asín de abandonar el Centro de Estudios Históricos hay otros motivos más profundos que bajo este pretexto afloraron ahora, como era el proyecto ideológico institucionista de la Junta, que chocaba frontalmente con las tendencias conservadoras de los arabistas. Hay un detalle que puede venir a corroborar esto y es el intento de solución que se les ofreció de crear un instituto completamente independiente del Centro, donde los estudios árabes podrían tener una continuidad, pero la respuesta de Ribera fue negativa.176 De lo que no cabe ninguna duda es de que sus consecuencias marcaron un antes y un después en el arabismo español.177
173 Introducción al arte de la lógica. Fascículo I. Categorías, interpretación por Abentomlús de Alcira. Texto árabe y traducción por Miguel Asín, Madrid, Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, Centro de Estudios Históricos, 1916. 174 El pormenor de los detalles de este desencuentro en López Sánchez, José M.ª. Las ciencias sociales en la Edad de Plata española, pp. 130-136. Más precisiones en Marín, Manuela. «Arabismo e historia de España (1886-1944)», pp. 125-138. 175 JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1916 y 1917, p. 117. 176 Marín, Manuela. «Orientalismo en España: estudios árabes y acción colonial de Marruecos (1894-1943)», p. 146. 177 «Para el arabismo español, la salida de Ribera y Asín de la JAE y el CEH puede sin duda considerarse como un punto de inflexión con consecuencias muy notables. Los estudios árabes se desgajaron entonces del mayor esfuerzo colectivo que se había hecho en la historia de España para la construcción de las humanidades como disciplinas científicas, empeño en el que colaboraron nombres que todavía hoy siguen presidiendo la tradición viva de sus respectivos campos de trabajo. Al retirarse, como dijo años después García Gómez, a sus “despachos particulares”, Ribera y Asín iniciaron un camino que condujo progresivamente a una consideración del arabismo como algo marginal al cuerpo de la investigación humanística. Por mucho que se dedicaran a continuación a “las gloriosas empresas científicas que han hecho inmortales sus nombres” (de nuevo palabras, palabras ya citadas, de García Gómez), parece evidente que la decisión de retirarse de la JAE y el CEH tuvo consecuencias de largo alcance, que han pervivido hasta fechas recientes». Véase Marín, Manuela. «Arabismo e historia de España (1886-1944)», pp. 136-137.
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6. La sección de Abraham S. Yahuda Iniciada en mayo de 1914, prácticamente ya a finales del curso, apenas funcionó entre cinco y siete semanas, no se pudieron acometer trabajos, limitándose por tanto el profesor a hacer una introducción a los alumnos en la gramática y lengua rabínica, así como en la lectura de textos aljamiados. En octubre de este mismo año, con el nuevo curso, se iniciaron los trabajos, que fueron los siguientes: edición y traducción de veinticinco inscripciones sepulcrales hebraicas de los siglos xii al xiv, procedentes del antiguo cementerio de Toledo; edición y traducción de documentos árabes y hebreos judeo-españoles en aljamiado de los siglos xii a xiv, y lectura y traducción de textos talmúdicos y fragmentos de poesía hispano-hebrea; preparación de un diccionario rabínico-español; traducción e interpretación de textos rabínicos y talmúdicos, y estudio de los poetas judeo españoles medievales; y preparación de la edición española de los Viajes de Benjamín de Tudela por García Llubera.178 Durante el curso siguiente se continuaron los trabajos iniciados el año anterior. González Llubera concluyó su edición de Benjamín de Tudela precedida de un estudio crítico e introducción.179 Otros trabajos que estaban ya finalizados no se pudieron dar a la imprenta ante la carencia de tipos de imprenta hebreos. Se iniciaron otros, como la transcripción de textos y trozos de poemas judeo-españoles, así como documentos de aljamas para publicar una vez finalizada su preparación. Igualmente se proyectó la traducción de las obras de Salomon Ibn Gabirol Selección de perlas y Bibliografía general de autores rabínicos. Asimismo, se continuaba trabajando en el diccionario rabínico español, cuyo principal valor residía en la incorporación a él de las formas léxicas específicas de los documentos hebreos españoles no incluidas hasta el momento en ninguno de los existentes.180 En la Memoria correspondiente apenas se dice nada sobre el cese de la sección, incluso tampoco se mencionaba explícitamente su finalización, quizás debido a que la intención era que continuase cuando se solucionasen los problemas que se aludían.181 Hoy día, gracias a los epistolarios de Julián Ribera y Miguel Asín, estamos mejor informados sobre sobre la figura de Abraham S. Yahuda.182 Así sabemos que su venida JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1914 y 1915, pp. 188-189. La publicacíón saldría al año siguiente de la desaparición de la Sección, Viajes de Benjamín de Tudela, 1160-1173 por primera vez traducidos al castellano con introducción, aparato crítico y anotaciones por Ignacio González Llubera, Madrid, Junta para Ampliación de Estudios. Centro de Estudios Históricos, 1918. 180 JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1916 y 1917, pp. 126-128 181 «Durante el curso 1916-1971, la sección continuó los trabajos empezados, sin poder desarrollar totalmente su actividad por la falta de salud que durante algunas temporadas ha aquejado a su director», ibidem, p. 127. 182 Marín, Manuela. «Arabismo e historia de España (1886-1944)», pp. 314-347. 178 179
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a España se debió a las gestiones llevadas a cabo por Asín con el orientalista húngaro Ignaz Goldhizer, con el cual mantuvo una nutrida correspondencia y que sería el que recomendó a Yahuda, que además de ser un especialista reconocido tenía ascendencia sefardí y conocía el español.183 La idea era la creación de una cátedra de «Estudios rabínicos y judíos» en la Universidad Central madrileña. Pese a que de la petición de Asín a Goldhizer parece desprenderse que se trataba de una iniciativa gubernamental, Manuela Marín cree que en la intervención en tales gestiones efectuadas por Asín y Ribera hay que ver un interés específico y concreto de los arabistas para poner en funcionamiento unos estudios inexistentes entonces en España y poder contar así «con un buen especialista en materia tan relacionada con la historia medieval de la Península Ibé rica».184 Proponían su venida a España y que, tras un periodo de prueba de un año, se podría poner en marcha el proceso de creación de una cátedra. Pero querían que la persona que viniese no fuese simplemente un docente de la materia, sino que asimismo formase un grupo de investigación que colaborase con ellos. Así se entiende el interés desplegado por los arabistas en la gestión de este asunto, Asín fue el encargado de buscar la persona, y Ribera haría las gestiones gubernamentales para la creación de la cátedra. Pero como la creación no fue inmediata, Yehuda llegó a España en 1913 y la cátedra en la universidad no fue una realidad hasta finales de 1915, Ribera le colocó entretanto en el Centro de Estudios Históricos creando una sección para él. Pero volviendo a las posibles causas que motivaron su abandono, en los epistolarios no se aporta ningún dato concreto sobre el tema. Sin embargo, sí hay otros que pueden ayudar a entender su postura. Estos estarían en relación con lo que para él, independientemente de su cátedra, sería su misión más importante en España, la revitalización de sus comunidades judías, tarea en la que puso un gran empeño y vitalidad. Una vez abandonado el Centro de Estudios Históricos prosiguió en el desempeño de su cátedra en la Universidad Central, eso sí con continuas ausencias durante los periodos lectivos de clases para dar conferencias en el extranjero que no sentaron bien en la universidad. Por tanto, los motivos de falta de salud alegados para el cese de su sección en el Centro de Estudios Históricos parecen ser una mera escusa. Además de esta intensa actividad de conferenciante, Yahuda colaboraba con el movimiento sionista, tareas que, sin duda, le llevarían mucho tiempo. En su defensa Yahuda se refería a las calumnias y difamación a que se vio sometidos por profesores y políticos españoles, que le llevaron finalmente a presentar su dimisión en 1921.185
El epistolario se incluye en la obra mencionada en la nota anterior, pp. 347-401, donde además de las 24 cartas conservadas de Goldhizer en el epistolario de Miguel Asín, publica 40 de Asín conservadas en la Oriental Collection Library de la Library of the Hungarian Academy of Science de Budapest. 184 Marín, Manuela. «Arabismo e historia de España (1886-1944)», p. 323. 185 Para más detalles sobre esta cuestión, véase ibidem, pp. 340-347. 183
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7. La sección de Eduardo de Hinojosa186 La sección dirigida por Eduardo de Hinojosa «Instituciones políticas y sociales de León y Castilla» es la que más nos interesa para nuestro tema. Aunque como hemos destacado, la mayoría de las secciones mostraron un interés especial por la Edad Media, esta fue, sin lugar a duda, la que más directamente se centraba temática y cronológicamente en esta época. Su título nos recuerda bastante a la asignatura de la Escuela Superior de Diplomática en la que hemos fijado el punto de arranque de la enseñanza especializada de la Edad Media en España. Ya vimos cómo Hinojosa había sucedido en ella a Santos de Isasa Valseca, su iniciador, a partir de 1884 y desde 1900, con la supresión de la Escuela, Hinojosa se encargó de la cátedra de «Historia antigua y medieval de España» en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central. La sección funcionó con normalidad hasta 1914, fecha a partir de la cual Hinojosa se vio aquejado por una grave enfermedad que acabaría con su vida en 1919. Fueron pocos, por tanto, los años que tuvo para desarrollar su sección, que se auguraba con un futuro prometedor. Según el anuncio de su curso en la Gaceta de mayo de 1910, su objetivo era la edición de una «Colección crítica de diplomas públicos y privados de los siglos ix al xii». Un nuevo anuncio en el mes de septiembre, que se presentaba como continuación del publicado en mayo, proponía los mismos fines. En los cursos de los años 1910-1911 y 1912-1913 la sección se denominará «Instituciones sociales y políticas de León y Castilla», mientras que en los de 1914-1915, 19161917 y 1918-1919 figura como «Capítulos escogidos de la historia de las instituciones sociales y políticas de España en la Edad Media». En el de 1920-1921, no aparece ya está sección. Veamos ahora lo que recogen estas Memorias sobre el curso de Hinojosa. Durante los años de su funcionamiento la sección centró la mayor parte de sus esfuerzos en la preparación de la Colección de documentos para la historia de las instituciones de León y Castilla, para lo cual se llevó a cabo una campaña de localización y copia de documentos «conservados en el Archivo Histórico, en la Biblioteca Nacional y en la Academia de la Historia», detallándose los fondos monásticos sobre los que se llevó a cabo, todos ellos del Archivo Histórico Nacional.187 No solo se pretendía publicar los documentos que estuviesen inéditos, sino también los que se encontrasen en «colecciones poco accesibles». El método de trabajo fue el seminario, que Hinojosa había conocido en
López Sánchez, José M.ª. Las ciencias sociales en la Edad de Plata española, pp. 119-127; Rodríguez de Lecea, Teresa. «La enseñanza de la historia en el Centro de Estudios Históricos: Hinojosa y Altamira», en 1907-1987 La Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas 80 años después, v. II, pp. 519-534. 187 JAE. Memoria correspondiente a los años 1910 y 1911, pp. 134-135. 186
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su viaje a Alemania en 1878, donde rodeado de un pequeño grupo de alumnos se comentaban textos y preparaban después de someterlos a un proceso de crítica para su publicación. Los fueros fueron también objeto de atención destacada desde el primer momento, llevando a cabo trabajos sobre «interpretación de fueros municipales de los siglos xi y xii» (curso 1910-1911) y sobre fueros otorgados por Alfonso VII incluidos en la «Colección de Muñoz Romero» (curso 1912-1913). De forma tangencial también se trabajó en la traducción y comentario de crónicas medievales, como la de Alfonso III y la Historia Compostelana (curso 1912-1913) .188 Conocemos a través de las Memorias igualmente los nombres de los alumnos que participaron en la sección. Veamos quiénes eran: José Giner Pantoja, Pedro Longás Bartibás, Galo Sánchez, Claudio Sánchez-Albornoz, José M.ª Ramos Loscertales, José M.ª Vargas, Jesús Común, Cristóbal Pellejero, Constantine E. Mc Guire (curso 1912-1913). En los tres últimos cursos, debido quizás a su funcionamiento «alterado» por la enfermedad de Hinojosa, las Memorias no mencionan ningún nombre más, únicamente se da cuenta de los trabajos en marcha para la publicación de Galo Sánchez, quien también aparece, no como alumno, sino como único colaborador de la sección.189 De todos ellos, Galo Sánchez, Claudio Sánchez-Albornoz y José M.ª Ramos Loscertales no necesitan ninguna presentación. Veamos los demás. José Giner Pantoja, licenciado (22 de noviembre de 1909) y doctor (17 de abril de 1917) en Filosofía y Letras por la Universidad Central,190 fue funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, donde ingresó el 4 de noviembre de 1921, siendo destinado al Archivo de la Delegación de Hacienda de La Coruña, donde además desempeñó la jefatura de la Biblioteca Provincial.191 Sobrino de Francisco Giner de los Ríos fue persona muy vinculada a la Institución de Libre Enseñanza donde impartía un curso de arte y era el encargado de organizar las excursiones y visitas históricas. Por una certificación de José Castillejo, secretario de la JAE, podemos precisar con mayor detalle su trabajo en el Centro de Estudios Históricos.192 El 7 de abril de 1910
JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1912 y 1913, pp. 230-231. Véanse las Memorias de 1914 y 1915, 1916 y 1917, y 1918 y 1919 citadas anteriormente. 190 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de titulación académica, 31/15838. 191 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos,42/5047. 192 «Entre 1910 y 1915 llevó a cabo investigaciones sobre la Historia de las instituciones sociales y políticas de España en la Edad Media, habiendo consistido los trabajos en la recolección y análisis de documentos sobre las Instituciones sociales en Castilla y León durante los siglos x al xiii; supervivencia durante esos siglos, de los elementos germánicos; estudio de la Germania de Tácito y estudio de las clases sociales en Castilla y León». Véase AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de 188 189
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había solicitado una pensión de la JAE con el objeto de «ampliar sus estudios sobre historia de la Edad Media, por el término de un año [...] en las universidades alemanas, en especial Bonn y Friburgo». No consta en su expediente que fuera aprobada.193 Tras permanecer un año en su primer destino se trasladó al Archivo Histórico Nacional el 14 de noviembre de 1922. Aquí trabajó en la Sección de Órdenes Militares y llegó a desempeñar la secretaría del Centro, cargo en el que le sorprendió la Guerra Civil. De su estancia en el Archivo Histórico Nacional nos han quedado unas breves noticias del que fue su compañero de despacho, José María Lacarra.194 Por Orden de 22 de julio de 1939 fue dado de baja en el escalafón del Cuerpo Facultativo, «como sanción según lo dispuesto en la Ley de 10 de febrero de 1939 sobre responsabilidades políticas»195 y tuvo que exiliarse a Francia. Se instaló en París ayudado por la amistad que le unía con Marcel Bataillon, con cuya cuñada se casó y pudo subsistir dando clases y realizando otros trabajos hasta que pudo regresar finalmente a España.196 En 1975, por Decreto de 5 de diciembre de 1975 se disponía que las sanciones administrativas adoptadas en la mencionada Orden de 1939, «se declararon revisadas de oficio y en consecuencia anulados sus efectos». Ateniéndose a esta circunstancia, Giner Pantoja dirigió una solicitud al subsecretario del Ministerio de Educación y Ciencia el 30 de enero de 1976 para ser rehabilitado en su cargo, y así poder ser reconocido como jubilado y poder cobrar la pensión correspondiente. Por resolución de 4 de marzo de 1976 fue declarado jubilado forzoso con fecha de 13 de febrero de 1959, fecha en la que cumplió la edad reglamentaria.197 Pedro Longás Bartibás, doctor en Filosofía y Letras (Sección de Historia) el 24 de junio de 1907 por la Universidad Central,198 colaboró en varias secciones del Centro
Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos,42/5047. Antes de ingresar en el Cuerpo Facultativo había intentado opositar a cátedras. El 27 de abril de 1917 solicita permiso para ser admitido a las oposiciones a la cátedra de «Historia de España» de la Universidad de Valladolid. El 20 de octubre de 1920 a la «Arqueología» y a de nuevo a la de «Historia de España» en la misma universidad. El 21 de enero de 1928 a la cátedra de «Historia de España» de la Universidad de Sevilla. Ibidem. 193 Archivo JAE, 68-532. 194 Véase más adelante cuando tratemos de la estancia de José M.ª Lacarra en el Archivo Histórico Nacional. 195 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos,42/5047. 196 Reunión en memoria de don José Giner Pantoja, [Madrid, Fundación Francisco Giner de los Ríos y Corporación de Antiguos Alumnos de la Institución, [1979]. Ejemplar mecanografiado que recoge las intervenciones de amigos y antiguos alumnos que se reunieron para rendirle homenaje (= Reunión en memoria de don José Giner Pantoja). 197 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 42/5047. 198 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de titulación universitaria (doctor), 32/14065, Exp. 7086-31. [189]
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de Estudios Históricos. Comenzó como alumno becario en la de Asín Palacios (cursos 1910-1911 y 1912-1913), donde la colección de manuscritos aljamiados de la Junta le sirvió para preparar un estudio sobre la Vida religiosa de los moriscos, publicada en 1915 por la propia Junta.199 En el curso 1912-1913 participó al mismo tiempo en la sección de Hinojosa. En los cursos 1914-1915 y 1916-1917 en la de Julián Ribera, donde se encargó de la copia del manuscrito del Almoctabri, de Abenhayan, Historia del reinado de Abdala.200 Durante este curso se inscribió también en la sección de Abraham S. Yehuda.201 El 2 de febrero de 1914 solicitó una pensión de la JAE para estudiar las relaciones de los condados de Bearn y de Bigorra con el Reino de Aragón en la Edad Media.202 Aprobada por R. O de 20 de mayo de 1914 presentó a su regreso como resultado de su trabajo una colección de documentos latinos medievales, procedentes de los Archivos Departamentales de la Gironde y de la biblioteca municipal de Burdeos, no habiendo sido posible consultar los Archivos Nacionales de París al no haber obtenido autorización correspondiente a causa del estallido de la guerra europea. En una breve introducción se explicaban las posibilidades que ofrecían estos documentos. A continuación, se transcriben treinta y seis documentos procedentes del monasterio de la Sauve Majeure, conservados en los Archivos Departamentales de la Gironde y en dos cartularios de la biblioteca municipal de Burdeos.203 En 1915 ingresó en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos con destino en el Archivo de la Delegación de Hacienda de Vizcaya. Al año siguiente se trasladó a la biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid y en 1919 a la biblioteca de la Real Academia de la Historia. Finalmente, en 1929, pasó a la Biblioteca Nacional, donde en 1948 llegó a ser jefe de la Sección de Manuscritos.204
JAE. Memoria correspondiente a los años 1910 y 1911, pp . 144-145; JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1912 y 1913, pp. 239-240. 200 JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1914 y 1915, p. 176; JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1916 y 1917, pp. 117-118. 201 JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1914 y 1915, p. 188. 202 CDRE-AJAE. Expediente, 86-209. 203 Ibidem. El trabajo, que consta de 75 hojas manuscritas, se conserva en su expediente. 204 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 31/4644; Ruiz Cabriada, Agustín. Bio-bibliografía, pp. 527-528. Longás Bartibás, Pedro. Vida religiosa de los moriscos. Estudio preliminar por Darío Cabanelas Rodríguez. Ed. facs., Granada, Universidad, 1990; Peiró Martín, Ignacio. «Los aragoneses en el Centro de Estudios Históricos. Historia de una amistad, historia de una “escuela”, historia de una profesión», en El Centro de Estudios Históricos (1910) y sus vinculaciones aragonesas, pp. 149-150, nota 62; Martínez del Campo, Luis G. «Aragón y los aragoneses en el Centro de Estudios Históricos (Apéndice documental)», ibidem, pp. 257-308. (Pedro Longás Bartibás, en pp. 284-287). 199
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Cristóbal Pellejero Soteras fue catedrático de instituto, vicedirector del instituto de Navarra,205 director en 1933 del Instituto Miguel Servet de Zaragoza.206 Fue autor de varios libros de texto de geografía e historia, algunos de los cuales alcanzaron varias ediciones.207 También publicó el trabajo Delincuencia en Castilla, objeto de su tesis doctoral y un libro de poesías.208 El 16 de mayo de 1916 solicitó una pensión de la JAE para investigar sobre la delincuencia en Portugal durante los siglos xiii y xiv en los archivos portugueses, especialmente en el de la Torre do Tombo de Lisboa. Al margen de la solicitud se encuentra la resolución de puño y letra de Ramón Menéndez Pidal del día 20 de noviembre, quien alega que no puede ser admitida debido al estado de salud de Hinojosa «hasta que dicha sección no se halle en circunstancias de desarrollar una mayor actividad». Pero en la reunión de la Comisión Ejecutiva de 21 de junio de 1917 se acordó concederle la consideración de pensionado durante dos meses.209 Sobre los alumnos José M.ª Vargas y Jesús Común no hemos encontrado ninguna noticia. De Constantine E. Mc Guire sabemos que fue miembro de la American Historical Association durante más de cincuenta años.210 Los resultados de la sección de Hinojosa pueden considerarse discretos, teniendo en cuenta que en los tres últimos cursos (1914-1915, 1916-1917 y 1918-1919), la sección
Orden de 23 de noviembre de 1931 nombrando vicedirector del de Navarra a D. Cristóbal Pellejero Soteras (Gaceta de Madrid de 3 de diciembre). 206 Orden de 14 de febrero de 1933 nombrando para los cargos de director y vicedirector del Instituto Nacional de Segunda Enseñanza Miguel Servet, de Zaragoza, a D. Cristóbal Pellejero Soteras y doña Pilar Díez Jiménez-Castellanos, respectivamente (Gaceta de Madrid de 20 de febrero). Vicuña Ruiz, José Antonio. «Historia del IES Miguel Servet». Disponible en http://iesmseza.educa.aragon.es/adm/historia.htm 207 Pellejero Soteras, Cristóbal. Compendio de Geografía (2.º curso). España, Portugal y demás países europeos, Zaragoza. Edit. «Heraldo de Aragón», 1938; idem. Compendio de Geografía (3.er curso). Geografía descriptiva de los países no europeos, 2.ª ed., Zaragoza, Edit. «Heraldo de Aragón», 1937; idem. Geografía e Historia. Primer curso, Zaragoza, [Imp. «Heraldo de Aragón»], 1939; idem. Geografía e Historia. Segundo curso, Zaragoza, [Imp. «Heraldo de Aragón»], 1939. 2.ª ed., Madrid, [García Enciso], 1940; idem. Historia universal, Zaragoza, [Tall. «Heraldo de Aragón»], 1922; idem. Nociones de Geografía general y de España: [Primer curso], 6.ª ed., Madrid, [García Enciso], 1941; idem. Historia de España. Hechos y personajes principales, Madrid, [García Enciso], 1941. 208 Pellejero Soteras, Cristóbal. Delincuencia en Castilla (desde Fernando III el Santo, hasta D. Juan II). Ensayo sobre ideas ético-jurídicas medievales, [Zaragoza, Hidalgo, ¿1915?]. La tesis doctoral fue presentada en la Universidad Central en 1915 con el título La delincuencia en Castilla desde Fernando III hasta Enrique III inclusive, tipos delincuentes, factores del delito y se conserva en el Depósito de Tesis de la Universidad Complutense (T. 5616) y un libro de poesías, Soñación. Poesías. Prólogo de D. Mariano Miguel de Val y semblanza de C[osme] Valdovinos, Zaragoza, [Abadía y Capapé, 1908?]. El autor utiliza en su trabajo documentación procedente de monasterios y órdenes militares del Archivo Histórico Nacional. 209 CDRE-AJAE. Expediente, 111-173 210 Sobre Constantine E. McGuire, véase Quigley, Carroll. «Constantine McGuire: Man of Mystery», Courier (december (1965), pp. 16-20. Disponible en http://www.carrollquigley.net/Articles/constantine_mcguire_man_of_mystery.htm 205
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no funcionó a pleno rendimiento a causa de su enfermedad, hasta que se produjo su fallecimiento en 1919. De los trabajos que estaban en marcha según las Memorias no tenemos noticias de que llegaran a publicarse: el de Juan Giner Pantoja, sobre las «Instituciones militares de León y Castilla hasta fines del siglo xiii»; el de Pedro Longás Bartibás, sobre el «Cartulario de Santa María del Puerto (transcripción, prólogo y notas)»;211 y el de Galo Sánchez, sobre el «Fuero de Teruel».212 Por el contrario, sí se llegó a publicar la edición del Fuero de Soria y el de Alcalá de Henares por Galo Sánchez, así como su colección de fórmulas jurídicas.213 Una mención más detenida merece la publicación de los Documentos para la historia de las instituciones de León y Castilla (siglos x-xiii),214 obra que está en el origen de la sección y se proponía como trabajo a realizar durante los cursos. Hinojosa no llegó a verla publicada, pero sus alumnos se encargaron de ello.215 En la advertencia preliminar se indicaba que la obra constaba de dos partes, la colección de documentos y un estudio de los mismos. Las transcripciones corrieron a cargo de Vargas y Giner Pantoja. Por su parte Longás acometió su revisión y la elaboración del índice alfabético. Preparada la edición desde 1913 se fue retrasando su publicación hasta 1919.216
Fue publicado pocos años después por Serrano y Sanz, Manuel. «Cartulario de la iglesia de Santa María del Puerto (Santoña)», Boletín de la Real Academia de la Historia, LXXIII, cuaderno V (1918), pp. 420-442; LXXIV, cuaderno I (1919), pp. 19-34; cuaderno III (1919), pp. 224-242; cuaderno V (1919), pp. 439-455; LXXV, cuadernos II-IV (1919), pp. 323-348; LXXX, cuaderno VI (1922), pp. 523-527, quien tenía la intención de hacer un estudio de los documentos pero que sepamos no concluyó. La transcripción de Serrano del cartulario, con «ligeras variantes», como precisa su autor, ha sido incluida como apéndice segundo por Abad Barrasus, Juan. El monasterio de Santa María del Puerto (Santoña) 863-1210, Santander, Institución Cultural de Cantabria, 1985, pp. 281-357. 212 La edición del Fuero de Teruel tuvo que esperar bastantes más años, El Fuero latino de Teruel. Edición preparada y con estudio preliminar por Jaime Caruana Gómez de Barreda, Teruel, [Instituto de Estudios Turolenses], 1974; Barrero García, Ana M.ª. Fuero de Teruel. Su historia, proceso de formación y reconstrucción crítica de sus fuentes, Madrid, Instituto de Estudios Turolenses, 1979. 213 Fueros castellanos de Soria y Alcalá de Henares. Edición y estudio de Galo Sánchez, Madrid, [Imp. Suc. de Hernando], 1919. Previamente había ofrecido una primicia en Sánchez, Galo. «Sobre el Fuero de Soria», Revista de Derecho Privado, 3 (1916), pp. 30-38; Sánchez, Galo. «Colección de fórmulas jurídicas castellanas de la Edad Media», Anuario de Historia del Derecho Español, II (1925), pp. 470-491; III (1926), pp. 476-503; IV (1927), pp. 380-404. 214 Documentos para la historia de las instituciones de León y Castilla (siglos x-xiii) coleccionados por Eduardo de Hinojosa, Madrid, Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas. Centro de Estudios Históricos, 1919. 215 JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1918 y 1919, p. 110. 216 «Dos discípulos del autor, los Sres. Vargas y Giner, transcribieron los documentos. El Sr. Longás hizo el índice alfabético y revisó las transcripciones, habiéndose insertado al final del presente volumen las correcciones más importantes señaladas por él», Documentos para la historia de las instituciones de León y Castilla, p. 7. 211
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Retrato de Tomás Muñoz y Romero, director del AHN entre los años 1866-1867. AHN. Sala noble.
Programa de la asignatura de «Paleografía crítica», impartida por Tomás Muñoz y Romero en la Escuela Superior de Diplomática (1865).
Programa de la asignatura de «Historia de las instituciones de España en la Edad Media», impartida por Santos de Isasa Valseca (1876).
Vicente Vignau, director del AHN, rodeado de la plantilla del centro (1901). De izquierda a derecha: Miguel Velasco (sentado), Ignacio Olavide, Juan Menéndez Pidal, Ernesto Cabrer, Miguel Gómez del Campillo, Vicente Vignau, director (sentado), Felipe Jesús Ortiz, Francisco Navas del Valle, Antonio de la Torre, Luis Gonzalvo (sentado), Ángel Aguiló y Ricardo Naranjo. AHN.SECRETARÍA,672,N.1
Vicente Vignau, director del AHN, rodeado de la plantilla del centro (1901). 1. Vicente Vignau, director; 2. Juan Menéndez Pidal, archivero; 3. Luis Gonzalvo y París, archivero; 4. Manuel Díaz Aumassanne, jefe negociado 1º clase; 5. Salvador Rivas Cravioto, aspirante a escribiente; 6. Estanislao García Macías, escribiente; 7. Francisco Navas del Valle, archivero; 8. Ignacio Olavide y Carrera, archivero; 9. Francisco Cereijo y Rodríguez, aspirante; 10. Miguel Velasco y Santos, archivero; 11. Antonio la Torre y del Cerro, archivero; 12. Miguel Gómez del Campillo, archivero; 13. Felipe Jesús Ortiz y Ledesma, oficial 1.er grado; 14. Arocena ¿?; 15. Manuel Naranjo y Rodrigo, archivero; y 16. Ernesto Cabrer y Barrio, archivero. AHN.SECRETARÍA,672,N.2
Retrato de Vicente Vignau y Ballester, director del AHN durante los años 1896-1908. AHN. Sala noble.
Vicente Vignau Ballester, director del AHN, en su despacho (principios del siglo xx). AHN.SECRETARÍA,672,N.4
Índice de los documentos del monasterio de Sahagún y glosario y diccionario geográfico de voces sacadas de los mismos, por Vicente Vignau (1874).
Cartulario del monasterio de Eslonza, publicado por Vicente Vignau (1885).
El Archivo Histórico Nacional, discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia, por Vicente Vignau (1898).
Sala de lectura del AHN en el edificio de la Biblioteca Nacional (1930). AHN.SECRETARÍA,672,N.23
Sala de lectura del AHN en el edificio de la Biblioteca Nacional (1930). AHN.SECRETARÍA,672,N.23
Sala de Sigilografía del AHN en el edificio de la Biblioteca Nacional (¿1930?). AHN.SECRETARÍA,672,N.64
Sala de Estado del AHN en el edificio de la Biblioteca Nacional (1930). AHN.SECRETARÍA,672,N.22
Sala de Órdenes Militares del AHN en la Biblioteca Nacional (¿1930?). AHN.SECRETARÍA,672,N.66
Sala de Órdenes Militares del AHN en el edificio de la Biblioteca Nacional (¿1930?). AHN.SECRETARÍA,672,N.71
Inventario de ingreso en el AHN de fondos monásticos de la provincia de Burgos en 1899. AHN.SECRETARÍA,69
Índice de los documentos procedentes de los monasterios y conventos suprimidos que se conservan en el archivo de la Real Academia de la Historia (1861). Se trata del primer catálogo de documentos de los monasterios de Nuestra Señora de la Vid y San Millán de la Cogolla.
«Inventario de los fondos o procedencias del Archivo Histórico Nacional con expresión del número de documentos que comprenden», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos 1.ª época, I, n.º 7 (1871), p. 171.
Índice de los documentos del monasterio de San Salvador de Oña, Orden de San Benito, en el Arzobispado de Burgos, que existen en el archivo de la Real Academia de la Historia, [s.a.].
iii. la junta para ampliación de estudios e investigaciones científicas y los estudios medievales
Solamente llegó a ver la luz la primera parte, en la cual se recogían 113 documentos, algunos ya conocidos por ediciones impresas, pero la mayoría de ellos inéditos, fruto de la labor de búsqueda llevada a cabo por los alumnos bajo la dirección de Hinojosa. Más de la mitad de todos estos documentos proceden del Archivo Histórico Nacional, fundamentalmente de la Sección de Clero y en menor medida, de la de Órdenes Militares. 8. La continuación de la sección de Hinojosa por Claudio Sánchez-Albornoz Tras la muerte de Hinojosa el funcionamiento de la sección quedó en suspenso. En la Memoria de 1920-1921 esta ya no aparece, y no será hasta el curso 1924-1925 y 19251926 cuando vuelva a figurar de nuevo, gracias al empeño puesto por algunos de sus alumnos. En la Memoria correspondiente a estos años se la menciona como «Sección de Historia del Derecho. Fundada por don Eduardo de Hinojosa y continuada por don Claudio Sánchez-Albornoz». Igualmente, se dejaba constancia del vínculo que la unía con la anterior, presentándose como una continuación de ella.217 A continuación, se daba cuenta de la aparición de una nueva revista, donde se irían dando salida a los trabajos realizados en la sección, el Anuario de Historia del Derecho Español. La revista se presentaba como la primera publicación periódica consagrada a este estudio, con secciones de artículos, edición de documentos, reseñas bibliográficas y noticias sobre congresos o cualquier actividad relacionada con la historia del derecho. Como director figuraba Laureano Díez Canseco, profesor de «Historia del derecho» en la Universidad de Madrid, y como redactores, Ramón Carande, profesor de «Economía» en la Universidad de Sevilla; José M.ª Ots Capdequí, profesor de «Historia del derecho» en la misma universidad; Galo Sánchez, profesor de «Historia del derecho» en la Universidad de Barcelona; José M.ª Ramos Loscertales, profesor de «Historia de España» en la Universidad de Salamanca; y como secretario de redacción, Claudio Sánchez-Albornoz, que de hecho fue el verdadero motor y sostén de la revista y el que hizo las gestiones para su publicación en la primavera de 1923. La mayor parte del trabajo recayó sobre él, pues Galo Sánchez estaba en Barcelona y Ramos Loscertales en Salamanca. A través de las cartas intercambiadas entre ellos podemos seguir los primeros pasos de gestación del Anuario. En ellas se deslizan a veces las dudas, como las que planteaba Ramos Loscertales a Sánchez-Albornoz sobre si iban a tener verdaderamente público para la revista, o las posibles objeciones que pudieran
217
JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1924-1925 y 1925-1926, p. 223. [193]
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poner los «filólogos» del Centro.218 No obstante, en 1924 apareció su primer número, que tuvo un gran éxito, aunque Sánchez-Albornoz interpretó como un reproche la noticia de Navarro Tomás sobre la devolución que había tenido lugar de algunos ejemplares. Otro pequeño incidente, que llevó incluso a Sánchez-Albornoz a amenazar con su dimisión, tuvo lugar cuando se intentó que colaborara en el Anuario Eduardo Ibarra, a lo cual se opusieron frontalmente el grupo sevillano, Ots Capdequí y Ramón Carande, pues estos querían que fuese Rafael Altamira el que participase. Al final todo se solucionó, pero ni Ibarra ni Altamira colaboraron en el Anuario.219 Las cosas no pasaron a más y la revista siguió su curso, ocupando la mayor parte del trabajo de la sección como se trasluce por las memorias siguientes. Como anejo del Anuario se publicó la traducción del alemán de la obra de Mayer Historia de las instituciones sociales y políticas de España y Portugal durante los siglos v a xiv, realizada por Galo Sánchez y Ramón Carande.220 La Memoria del año siguiente se limitaba a dar cuenta de los trabajos publicados en el Anuario de 1926,221 pero en la de los cursos 1928-1929 y 1929-1930 se anuncia la vuelta al funcionamiento de esta sección, insistiendo en que pese a la muerte de Hinojosa en 1919 «no cesó por entero su actividad».222 Pero el impulso fundamental se produjo tras el regreso de Sánchez-Albornoz de su viaje por Austria, Alemania y Francia en 1928 pensionado por la JAE, fue entonces cuando comenzó a funcionar a pleno rendimiento. Podemos seguir con cierto detalle las líneas de trabajo que allí se iniciaron y las personas que formaron parte de lo que podemos calificar como primeros discípulos directos de Sánchez-Albornoz. A este seminario desarrollado durante 1928-1929 asistieron Concepción Muedra, Felipa Niño, M.ª África Ibarra, Consuelo Sanz,223 Luis García de Valdeavellano, José M.ª Lacarra, Luis Vázquez de Parga, Enrique Lafuente, Ramón Paz, José Almudévar y Federico Navarro. El tema de estudio fue «los infanzones en España», a partir del cual los alumnos comenzaron a preparar sus tesis doctorales bajo la dirección de Sánchez-Albornoz; así Concepción Muedra sobre el vasallaje en León y Castilla; Felipa Niño, sobre la gran propiedad de León y Castilla en el siglo xi; Consuelo Sanz, sobre la ciudad de León en los siglos xi al xiii; García de Valdeavellano, sobre el López Sánchez, José M.ª. «La Escuela histórica del derecho madrileña. Eduardo de Hinojosa y Claudio Sánchez-Albornoz», Cuadernos de Historia de España, LXXXI (2007), pp. 173-175. En este trabajo se utiliza la correspondencia conservada en la Fundación Claudio Sánchez-Albornoz. 219 Carta de Navarro Tomás a Sánchez-Albornoz y otra de Galo Sánchez sobre estos asuntos, ibidem, pp. 175-177. 220 Ibidem, pp. 223-224. 221 JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1926-7 y 1928-9, pp. 166-168. 222 JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1928-1929 y 1929-1930, p. 175. 223 Sobre esta persona no hemos podido encontrar ningún dato. 218
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mercado en Castilla y León durante la Edad Media; José M.ª Lacarra, sobre el municipio de Estella en la Edad Media; y Luis Vázquez de Parga, sobre los obispos de Lugo.224 De las mencionadas, tenemos constancia de que llegaron a finalizarse tres, la de Felipa Niño en 1929,225 la de Luis García de Valdeavellano en 1930226 y la de José M.ª Lacarra en 1933.227 Durante el curso siguiente, de 1929-1930, el tema de estudio del seminario fue el «Estudio de los Hidalgos en España en la Edad Media». A los alumnos anteriores se sumaron ahora Pilar Loscertales, Carmen Pescador, María Brey, Carmen Rúa, Antonio Palomeque y Bosch,228 dando inicio a sus tesis doctorales. Pilar Loscertales sobre la Inmunidad en Aragón; Carmela Pescador, sobre la caballería villana en León y Castilla; Carmen Rúa, sobre la usura en Castilla en la Edad Media, María Brey sobre el prestimonio en León y Castilla; Antonio Palomeque, sobre la decadencia del Reino de León en el siglo x; y Bosch, sobre la grandeza del Reino de León en el siglo x.229 Únicamente sabemos que salieron adelante las de Carmela Pescador y Antonio Palomeque. Entre todos estos alumnos nos encontramos con algunos que nos interesan especialmente por ser parte del objeto central de este trabajo, como Concepción Muedra, José M.ª Lacarra, Ramón Paz, Pilar Loscertales y Carmen Pescador, por tanto, de ellos hablaremos más detenidamente en su lugar correspondiente. Los tres primeros ingresaron en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos en la oposición de 1930; las dos últimas lo harán al año siguiente, en la de 1931. En la misma promoción de 1930 aprobaron también otros alumnos que participaron en este seminario como M.ª África Ibarra, Felipa Niño, Enrique Lafuente Ferrari, Luis Vázquez de Parga, José Almudévar y Federico Navarro. Como hicimos anteriormente, vamos a dar unos breves datos sobre ellos.230
Ibidem, pp. 176-178. En el Depósito de Tesis de la Universidad Complutense (T. 5717). 226 Se conserva en el Depósito de Tesis de la Universidad Complutense (T. 4097 y T. 597). Fue publicada «El mercado. Apuntes para su estudio en León y Castilla durante la Edad Media», Anuario de Historia del Derecho Español, VIII (1931), pp. 201-405. 2.ª ed., corr. y puesta al día, Sevilla, Universidad Secretariado de Publicaciones, 1975. 227 El tema cambió con respecto al aquí señalado, siendo finalmente Los fueros municipales navarros y sus familias, Depósito de Tesis de la Universidad Complutense (T. 30327). Sobre ella publicaría su trabajo «Notas para la formación de las familias de fueros navarros», Anuario de Historia del Derecho Español, X (1933), pp. 203-272. 228 Sobre esta persona no hemos podido encontrar ningún dato. 229 No hemos logrado identificar de quién se trata. JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1928-1929 y 19291930, p. 177. 230 López Sánchez, José M.ª. Las Ciencias Sociales en la Edad de Plata, p. 226; Vidal Liy, José Ignacio. «El Instituto de Estudios Medievales (1932-1939)», p. 135; Jular-Pérez Alfaro, Cristina. «Historia medieval y prácticas de investigación (y II)», en Ricardo Olmos, Trinidad Tortosa y Juan Pedro Bellón (eds.), Repensar la Escuela del CSIC en Roma. Cien años de memoria, ed. revisada por Isaac Sastre de Diego, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2010, pp. 494-495 (= Repensar la Escuela del CSIC en Roma). 224 225
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Comenzaremos por Luis García de Valdeavellano, sin duda, el alumno más destacado del grupo. Su figura es lo suficientemente conocida para que no nos detengamos aquí en ella y remitimos a los trabajos publicados sobre él.231 M.ª África Ibarra y Oroz era hija del historiador Eduardo Ibarra y Rodríguez. Obtuvo el grado de doctor en Filosofía y Letras (Sección de Historia) por la Universidad Central el 23 de marzo de 1933 con la calificación de sobresaliente y Premio Extraordinario. La tesis llevaba por título Estudio diplomático de Pedro el Católico, Rey de Aragón y Conde de Barcelona, 1196-1213.232 De ella dio a conocer sus conclusiones en un trabajo presentado al VII Congreso de Historia de la Corona de Aragón en Barcelona en 1962.233 Recientemente ha sido publicada de nuevo y actualizados sus datos por Alvira Cabrer, dentro de una amplia obra dedicada a Pedro II de Aragón.234 Ingresó por oposición el 2 de julio de 1930 en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, con destino en la biblioteca de la Real Academia de la Historia.235 Felipa Niño Mas inició igualmente su vinculación con la JAE al solicitar en 1923 una plaza de aspirante al Magisterio Secundario del Instituto-Escuela, en la Sección de
Font Rius, José M.ª. «Semblanza», en Historia de Hacienda española. Épocas antigua y medieval: [Homenaje a Luis García de Valdeavellano], Madrid, Instituto de Estudios Fiscales, 1982, pp. 11-30; Gibert y Sánchez de la Vega, Rafael. «Don Luis García de Valdeavellano desde la Historia del Derecho», ibidem, pp. 37-54; Ladero Quesada, Miguel Ángel. «Don Luis García de Valdeavellano y Arcimis», Revista de Historia Económica Journal of Iberian and Latin American Economic History, 3, n.º 2 (1985), pp. 299-306; Pérez-Prendes y Muñoz de Arracó, José Manuel. «Luis García de Valdeavellano», Revista de Historia Jerónimo Zurita, n.º 73 (1998), pp. 259-282; Pérez-Prendes y Muñoz de Arracó, José Manuel. «Luis García de Valdeavellano. Marco y notas para una biografía intelectual», Interpretatio. Revista de Historia del Derecho, n.º 10 (2004), pp. 135-172; Anes Álvarez de Castrillón, Gonzalo. «Don Luis García de Valdeavellano y Arcimís», Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, n.º 61 (2006), pp. 73-88. 232 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de titulación universitaria, 31/05952, Exp. 13995-18. La tesis doctoral en el Depósito de Tesis de la Universidad Complutense (T. 5258). 233 Ibarra Oroz, M.ª África. «Nuevas aportaciones para el itinerario de Pedro el Católico», Actas del VII Congreso de Historia de la Corona de Aragón (Barcelona, 1-6 octubre 1962), v. II: Comunicaciones, Barcelona, [s.e.], 1964, pp. 67-81. 234 Alvira Cabrer, Martín. Pedro el Católico, Rey de Aragón y Conde de Barcelona (1196-1213). Documentos, Testimonios y Memoria Histórica, con la transcripción del Estudio diplomático, la Regesta y el Apéndice documental de la Tesis Doctoral (1932) de M.ª África Ibarra y Oroz (†), Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2010, 6 t. «El objetivo de esta edición ha sido integrar las aportaciones de M.ª África Ibarra, convenientemente completadas y actualizadas, en un trabajo mayor y diferente que permita ofrecer a futuros investigadores el conjunto de las fuentes del reinado de Pedro el Católico. De aquí que el formato, la estructura, las citas a principio del libro y de cada parte, la mayoría de los documentos transcritos, el grueso de las fuentes documentales y de la bibliografía, la Segunda Parte y la Tercera Parte al completo, así como los Apéndices, el Índice Topo-Onomástico y demás índices sean míos […] Se reproduce, en primer lugar, el Estudio diplomático al completo. Solo se añaden algunas correcciones y notas aclaratorias», t. I, pp. 15-16. 235 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 42/4912. 231
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Historia.236 Licenciada en 1922 y doctora en Filosofía y Letras (Sección de Historia) en 1929 por la Universidad Central, con una tesis sobre La gran propiedad territorial en León y Castilla durante el siglo xi.237 Ingresó por oposición en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos el 2 de julio de 1930 con destino en el Museo Arqueológico Nacional, donde llegó a desempeñar la secretaría desde 1952 y la vicesecretaría desde 1968.238 Luis Vázquez de Parga, licenciado en Filosofía y Letras (Sección de Historia) en 1927 y doctor en 13 de mayo de 1942 por la Universidad Central con una tesis sobre La división de Wamba,239 ingresó por oposición el 2 de julio de 1930 en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos con destino en el Museo Arqueológico Nacional, donde en 1948 fue nombrado secretario. En 1967 se trasladó a la Biblioteca Nacional donde desempeñó la jefatura de la Sección de Manuscritos hasta su jubilación.240 Reputado latinista y experto editor de textos medievales, fue, junto con Ramón
CDRE-AJAE. Expediente, 106-90. La solicitud la presenta el 20 de septiembre de 1923 y es admitida el día 23. Consta en un certificado que desempeñó esta plaza durante los cursos 1923-1924, 1924-1925, 1926-1927, 1928-1929 y 1929-1930, teniendo a su cargo la enseñanza de Geografía e Historia y de visitas a museos «relacionados con su especialidad». Análisis de su labor en el Instituto-Escuela, en Poveda Sanz, María. Mujeres y segunda enseñanza en Madrid (1931-1939). El personal docente femenino en los institutos de bachillerato, passim. Tesis doctoral inédita defendida en la Universidad Complutense en 2013. Accesible en http://eprints.ucm. es/25017/1/T35287.pdf (= Poveda Sanz, María. Mujeres y segunda enseñanza en Madrid (1931-1939). 237 Grado de licenciado en 9 de junio de 1922 y el grado de doctor el 29 de junio de 1929 con la calificación de sobresaliente en ambos. Véase AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de titulación universitaria, 32/14031, Exp. 7070-24. La tesis doctoral se conserva en el Depósito de Tesis de la Universidad Complutense (T. 5717). 238 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 42/5051; Ruiz Cabriada, Agustín. Bio-bibliografía, p. 714; Poveda Sanz, María. Mujeres y segunda enseñanza, p. 845. 239 La división de Wamba. Estudio y edición crítica, en el Depósito de Tesis de la Universidad Complutense (T. 274). La fecha la tomamos de «Luis Vázquez de Parga Iglesias. La “División de Wamba”. (Estudio y edición crítica)», en Universidad de Madrid, Facultad de Filosofía y Letras. Sumarios y extractos de las tesis doctorales leídas desde 1939 a 1944 en la Sección de Historia, Madrid, [Imp. C. Bermejo], 1955, p. 236, puesto que en los expedientes que se citan en la nota siguiente no consta en ninguna parte. Tampoco se conserva su expediente de doctorado en el Archivo General de la Universidad Complutense. La tesis fue publicada con el título La división de Wamba. Contribución al estudio de la historia y geografía eclesiásticas de la Edad Media española, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1943. 240 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 42/5104; AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de titulación universitaria (licenciado), 32/14056, Exp. 7081-90; Ruiz Cabriada, Agustín. Bio-bibliografía, pp. 1020-1023; «Contestación del Excmo. Sr. D. José María Lacarra y de Miguel» en San Hermenegildo ante las fuentes históricas. Discurso leído el día 18 de noviembre de 1973 en el acto de su recepción pública por el Excmo. Sr. D. Luis Vázquez de Parga Iglesias, Madrid, Real Academia de la Historia, 1973, pp. 39-53 (= «Contestación del Excmo. Sr. D. José María Lacarra y de Miguel»); Ladero Quesada, Miguel Ángel. «Cuatro académicos de la Historia», Medievalismo, 5 (1995), pp. 277-286. (Luis Vázquez de Parga en pp. 277-279); Gil, Juan. «Luis Vázquez de Parga (1912-1994)», Habis, 26 (1995), pp. 7-8; Martín Duque, 236
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Paz y Gerardo Núñez, colaborador de la Escuela de Estudios Medievales del Instituto Jerónimo Zurita del CSIC. Enrique Lafuente Ferrari solicitó una plaza de aspirante al Magisterio Secundario en el Instituto Escuela en 1927, puesto que desempeñó hasta 1930.241 Licenciado en 1926 y doctor en Filosofía y Letras (Sección de Historia) por la Universidad Central en 1929 con una tesis doctoral sobre El Virrey Iturrigaray y los orígenes de la independencia mejicana,242 dirigida por Antonio Ballesteros. Ingresó por oposición en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos el 2 de julio de 1930, siendo nombrado aspirante con destino en prácticas en la biblioteca de la Real Academia de la Historia. En el mes de octubre se trasladó a continuarlas en la Sección de Bellas Artes de la Biblioteca Nacional. Allí tomó posesión de la plaza como miembro del Cuerpo Facultativo, donde desempeñó la jefatura de la Sección de Bellas Artes. En 1942 solicitó la excedencia al ser nombrado catedrático de «Teoría e historia de las bellas artes» de la Escuela Superior Central de Bellas Artes de San Fernando. En 1952, reingresó con destino en comisión al Museo de Reproducciones Artísticas, al permitir la legislación vigente la compatibilidad entre ambos puestos, pasando en 1956 nuevamente a la Biblioteca Nacional, donde llegó a ser vicedirector. Fue también profesor auxiliar de Historia del Arte en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Complutense y director del Tesoro Artístico del Patrimonio Nacional entre 1943 y 1953.243 En un artículo publicado en el diario El País en 1985, él mismo nos confesaba cómo su vocación por la historia del arte le vino motivada por el magisterio de Elías Tormo y Manuel Gómez-Moreno durante su doctorado, «frente a los consejos de Sánchez-Albornoz, que quería que me dedicase a la Edad Media, y de
Ángel J. «El Dr. Luis Vázquez de Parga, egregio historiador de las peregrinaciones y el Camino de Santiago», Iacobus. Revista de Estudios Jacobeos y Medievales, n.os 5-6 (1998), pp. 5-18 (= Martín Duque, Ángel J. «El Dr. Luis Vázquez de Parga»); Mezquíriz Irujo, María de los Ángeles. «Homenaje a Luis Vázquez de Parga», Trabajos de Arqueología Navarra, 22 (2010), pp. 5-11. El número 96 de 2006 del Boletín de la Institución Libre de Enseñanza le dedicó una parte de él como homenaje: «Luis Vázquez de Parga e Iglesias (1908-1994)», que contiene las siguientes contribuciones: Gómez-Moreno, Alicia. «En memoria», pp. 59-62; Vázquez de Parga, Marietta. «Retrato de mi padre», pp. 63-70; Martínez Novillo, Álvaro. «Un defensor del Patrimonio», pp. 71-74; Bonet Correa, Antonio. «Recuerdo personal de Luis Vázquez de Parga», pp. 75-84; Mezquíriz, M.ª Ángeles. «Luis Vázquez de Parga y la Arqueología en Navarra», pp. 85-90; Bonet, Juan Manuel. «Mi abuelo español», pp. 91-95; Anes, Gonzalo. «Luis Vázquez de Parga, historiador», Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, n.º 96 (2009), pp. 97-102. 241 CDRE-AJAE. Expediente, 83-21. 242 Grado de licenciado 19 de junio de 1926 y doctor el 17 de diciembre de 1929. Véase AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de titulación universitaria (licenciado), 32/14051, Exp. 7078-40; AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de titulación universitaria (doctor), 32/14398, Exp. 7300-44. La tesis se conserva en el Depósito de Tesis de la Universidad Complutense (T. 5778). 243 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 31/7012; AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente como profesor ayudante/auxiliar de Universidad, 32/16199, Exp. 9951-98; Ruiz Cabriada, Agustín. Bio-bibliografía, pp. 512-521. [198]
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Antonio Ballesteros, que quería que me inclinase hacia la historia de América».244 A Tormo le conoció en el Centro de Estudios Históricos, donde le tuvo por profesor durante el curso de 1926, en el seminario que allí impartía, y con el cual estableció una profunda amistad que duró hasta su muerte de Tormo en 1957.245 José Almudévar y Lorenzo, licenciado en Filosofía y Letras (Sección de Historia) el 7 de junio de 1929, ingresó por oposición en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos el 2 de julio de 1930 con destino en la Biblioteca Nacional, donde permaneció hasta su jubilación en 1976.246 Solicitó dos pensiones a la JAE. La primera en 1935 para asistir a los cursos de Biblioteconomía de la Library Association en Londres, pero, además y esto es lo que más nos interesa, pues pretendía «estudiar los cartularios y documentos medievales españoles conservados en el British Museum, cuyo conocimiento proporcionaría, indudablemente, interesantes datos para los trabajos que en la acualidad lleva a cabo el Instituto de Estudios Medievales».247 No le fue concedida y al año siguiente lo intentó de nuevo. Esta vez solicitó pensión de cuatro meses para Italia e Inglaterra y sus fines eran concretamente el estudio de los «sistemas catalográficos» utilizados en las bibliotecas de estos países.248 Esta vez sí fue aprobada, aunque no la pudo disfrutar al declararse caducadas todas las pensiones por la Guerra Civil.249 Federico Navarro Franco, licenciado en Filosofía y Letras (Sección de Historia) el 18 de noviembre de 1926, ingresó por oposición en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos el 2 de julio de 1930 con destino en la Biblioteca Nacional. El 15 de este mes solicitó a la Dirección General de Bellas Artes «[…] Que habiendo sido destinado para realizar el periodo de prácticas a la Biblioteca Nacional y deseando conforme a mis aficiones verificarlas en el Archivo Histórico Nacional […]». A ello se accedió el 24 de julio, incorporándose a este centro donde se quedó tras ser nombrado funcionario facultativo el 20 de enero de 1931.250 Allí fue nombrado secretario
Enrique Lafuente Ferrari. «También hay que comprometerse y pensar sobre lo moderno», por Fernando Huici, El País (15 de enero de 1985). 245 Sobre la influencia ejercida por Elías Tormo, véase «Enrique Lafuente Ferrari (1898-1985)», en Portús, Javier y Vega, Jesusa. El descubrimiento del arte español. Tres apasionados maestros: Cossío, Lafuente, Gaya Nuño, Tres Cantos (Madrid), Nivola, 2004, pp. 74-81. 246 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 42/5261. 247 CDRE-AJAE. Expediente, 5-211. Solicitud de 4 de febrero de 1935. 248 Solicitud de 2 de febrero de 1936. CDRE-AJAE. Expediente, 5-211. 249 CDRE-AJAE. Expediente, 5-211. Aprobada en la sesión de 23 de junio, fue concedida por O. M. de 17 de julio de 1936. Por O. M. de 11 de septiembre se declararon caducadas todas las pensiones. 250 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 42/5051. Hay que tener en cuenta que cuando se aprobaba la oposición el candidato era nombrado aspirante al Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos 244
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del centro el 29 de mayo de 1939.251 El 18 de octubre de 1939 se trasladó a la Oficina de la Junta de Intercambio y del Depósito de Libros. Después de pasar por varios destinos, entre ellos el Archivo del Palacio Real (1944), en 1967 se trasladó a la Biblioteca Nacional, a la Sección de Manuscritos.252 Estando destinado en el Archivo Histórico Nacional, el 6 de junio de 1936 solicitó pensión de la JAE para realizar estudios durante ocho meses en Francia, Bélgica y Alemania, con objeto de estudiar y catalogar los documentos españoles allí existentes, relativos a las negociaciones diplomáticas en el siglo xviii, así como conocer los métodos de instalación y conservación de los archivos en los mencionados países.253 En su alegación se proponía continuar con la labor llevada a cabo anteriormente por Julián Paz en Francia,254 Eduardo Ibarra,255 Ricardo de Hinojosa256 y Luciano Serrano257 en Italia, viajes patrocinados asimismo por la Junta. En su sesión de 23 de junio de 1936 la JAE le concedió la consideración de pensionado (O. M. de 4 de julio de 1936). Aunque en su expediente no se dice nada más, creemos que se vería afectado como muchos otros por el estallido de la Guerra Civil y no pudo disfrutar de la pensión al ser declaradas estas caducadas. Antonio Palomeque Torres, licenciado en Filosofía y Letras (Sección de Historia) y doctor por la Universidad Central con Premio Extraordinario. Maestro nacional por oposición (1929-1932),258 solicitó en 1930 una plaza de aspirante al Magisterio Secundario del
y se le destinaba en prácticas a un centro. Superado este periodo de prácticas se le nombraba funcionario del citado Cuerpo con destino definitivo, que podía ser el del lugar donde había realizado las prácticas u otro diferente. 251 AHN.SECRETARÍA. Expediente personal de Federico Navarro Franco, C. 190. 252 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 42/5051; G[arcía] E[jarque], L[uis]. «Federico Navarro Franco», en Homenaje a Federico Navarro Franco. Miscelánea de estudios dedicados a su memoria, Madrid, Asociación Nacional de Bibliotecarios, Archiveros y Arqueólogos, 1973, pp. 9-14. 253 CDRE-AJAE. Expediente, 105-29. 254 Paz Espeso, Julián. Catálogo de documentos españoles existentes en el archivo del Ministerio de Negocios Extranjeros de París, [s.n.], 1932. Paz Espeso, Julián. Documentos relativos a España existentes en los Archivos Nacionales de París. Catálogo y extractos de más de 2000 documentos de los años 1276 a 1844, 1868-1962, Madrid, Instituto de Valencia de Don Juan, 1934. 255 Ibarra y Rodríguez, Eduardo. Documentos aragoneses en los archivos de Italia. Apuntes para un inventario, Madrid, 1911 (Anales de la Junta para Ampliación de Estudios, tomo III, Memoria 2.ª). 256 Hinojosa y Naveros, Ricardo de. Los despachos de la diplomacia pontificia en España. Tomo primero: Memoria de una misión oficial en el Archivo secreto de la Santa Sede, [s.n.], 1896. 257 Serrano, Luciano. Correspondencia diplomática entre España y la Santa Sede durante el pontificado de S. Pío V, Madrid, Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, 1914. 4 v. 258 «En memoria de Antonio Palomeque Torres», Revista de Estudios Monteños. Boletín de la Asociación Cultural Montes de Toledo, 49 (1990), pp. 5-9. Educación, ciencia y cultura en España: auge y colapso (1907-1940). Pensionados de la JAE. Isidro Sánchez Sánchez (coord.), Ciudad Real, Almud Centro de Estudios de [200]
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Instituto-Escuela, en la Sección de Historia, desempeñándola hasta 1933, cuando se trasladó al instituto de Ronda (1933-1936). Posteriormente ejerció en Tarragona (1937-1939), Vitoria (1939) y Barcelona, en el instituto Verdaguer (1939-1942).259 En 1935, solicitó una pensión de la Junta para Ampliación de Estudios para viajar a París durante un curso completo, a la Facultad de Letras de París, para ampliar estudios con los medievalistas Ferdinand Lot y Eduard Jordan, y con los geógrafos Emmanuel Martonne y Jean Demangeon.260 Fue separado del servicio en 1937 por el régimen franquista e inhabilitado para desempeñar puestos directivos y de confianza. Revisado su expediente, se reincorporó en 1940, aunque la mencionada sanción seguía vigente.261 Desde 1935 intentó pasar a la universidad, presentándose a la cátedra de «Historia universal de la Edad Media» en la Universidad de Murcia, pero sin éxito.262 Durante el curso 1939-1940 fue nombrado profesor ayudante de clases prácticas de «Historia universal» en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central.263 En 1940 se presentó a tres cátedras de «Historia universal antigua y media» convocadas en las universidades de Sevilla, Santiago de Compostela y Madrid, respectivamente, que tampoco consiguió; a la de Madrid no se presentó a los ejercicios. En 1941 se convocaba la cátedra de «Historia universal» en la Universidad de Granada, que esta vez sí obtuvo, incorporándose a ella en 1942.264 En 1944 se trasladó a la cátedra del mismo nombre en la
Castilla-La Mancha, 2012, pp. 395-396 (= Educación, ciencia y cultura en España: auge y colapso (1907-1940). Pensionados de la JAE). 259 CDRE-AJAE. Expediente, 109-65. La solicitud la hace el 3 de junio de 1930 y es aprobada el día 24. 260 CDRE-AJAE. Expediente, 109-65. Solicitud de 4 de febrero de 1935. Fue propuesto para pensión en la sesión de 21 de junio para ocho meses. 261 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de oposición a la cátedra de Geografía e Historia,32/18540; AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de depuración de Antonio Palomeque Torres, catedrático de secundaria, 32/16775,Exp. 51. 262 En esta oposición se presentó igualmente José M.ª Lacarra. Nos detendremos en su desarrollo más detalladamente cuando tratemos posteriormente de Lacarra. 263 AGUCM,104-12,39 264 «En memoria de Antonio Palomeque Torres», Revista de Estudios Monteños. Boletín de la Asociación Cultural Montes de Toledo, 49 (1990), pp. 5-9; Blasco Gil, Yolanda y Mancebo, M.ª Fernanda. Oposiciones y concursos a cátedras de historia en la universidad de Franco (1939-1950), [Valencia], Universitat de València, [2010] (= Blasco Gil, Yolanda y Mancebo, M.ª Fernanda. Oposiciones y concursos a cátedras de historia), pp. 39, 113, 140-144; Pallol Trigueros, Rubén. «La Historia, la Historia del Arte, la Paleografía y la Geografía en la universidad nacionalcatólica», en Luis Enrique Otero Carvajal (ed.), La universidad nacionalcatólica. La reacción antimoderna, Madrid, Universidad Carlos III de Madrid, 2014, pp. 548-550, 568, 582-584. Es muy posible, como afirma este último autor, que estas dificultades que sufrió para obtener la cátedra fueron consecuencia de ser alumno de Claudio Sánchez-Albornoz. Especialmente duros fueron los ataques que sufrió por parte de los miembros del tribunal en la plaza de Sevilla, González Palencia, Valls Taberner y Santa Olalla. El único que salió en su defensa fue Montero Díaz. Igualmente, la mala suerte jugó en su contra, puesto que esta plaza, como las otras dos, se habían convocado en 1936 pero su [201]
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Universidad de Barcelona, que en 1951 cambió de nombre por la de «Historia general de la cultura» y en 1975 pasó a ser titular de la de «Historia moderna universal». Entre 1955-1965 se encargó por acumulación igualmente de la asignatura de «Geografía general» de 2.º curso de los estudios comunes. Desempeñó los cargos de vicedecano de la Facultad de Filosofía y Letras y primer decano de la Facultad de Geografía e Historia de 1974 a 1977, llegando a ser decano honorario de la misma. Se jubiló en 1978. Fue también académico correspondiente de la Real Academia de la Historia (1950), de la de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo (1948), colaborador del Instituto Diego Velázquez del CSIC desde 1946, comisario local de Excavaciones Arqueológicas (1948) y delegado local del Servicio Nacional de Excavaciones. Como alumno de Sánchez-Albornoz sus primeras publicaciones estuvieron orientadas al estudio de la Edad Media, quien dirigió su tesis, anunciada en las Memorias de 1928-1929 y 1929-1930, sobre La decadencia del reino de León hasta la muerte de Almanzor. Entre las restantes publicaciones dedicadas a la época hay que destacar las consagradas al estudio de las sedes episcopales altomedievales del Reino de León.265 Tras la obtención de la cátedra universitaria sus publicaciones se orientaron hacia la Edad Moderna, en consonancia con las asignaturas allí impartidas, siendo autor de algunos manuales universitarios, así como de geografía.266
resolución tuvo que suspenderse por los acontecimentos de la guerra. En esta primera convocatoria, el presidente del tribunal era Sánchez-Albornoz, pero en la nueva convocatoria fue sustituido por Ángel Gonzáles Palencia, perseguidor implacable de todo lo que procediera de la JAE y del CEH, el «duro celante» como le calificaba Laín Entralgo, pp. 549-550. 265 Fue publicada parcialmente con el título «La decadencia del reino de León hasta la muerte de Almanzor», Revista de la Biblioteca, Archivo y Museo del Ayuntamiento de Madrid, XII, n.º 47 (1935), pp. 285-329; n.º 48 (1935), pp. 379-435. No figura en la base datos de tesis de la Universidad Complutense. Palomeque Torres, Antonio «La iglesia y el Obispado de León desde sus orígenes hasta la dinastía navarra», Boletín de la Universidad de Granada, 15 (1943), pp. 1-46; idem. «Contribución al estudio del ejército de los Estados cristianos de la Reconquista», Anuario de Historia del Derecho Español, XV (1944), pp. 205-351; idem. «Episcopologio de la sede de Oviedo durante el siglo x», Hispania. Revista Española de Historia, n.º 2 (1948), pp. 269-298; idem. Episcopologio de las sedes del reino de León durante el siglo x, León, Centro de Estudios e Investigaciones San Isidoro, 1966. Obtuvo el premio Raimundo Lulio del CSIC en 1950; idem. «Episcopologio de las diócesis portuguesas durante el siglo x», Bracara Augusta, XVIII-XIX, n.os 41-42 (1965), pp. 348-380. En esta obra utiliza abundante documentación del Archivo Histórico Nacional. 266 Palomeque Torres, Antonio. Historia de la Civilización e instituciones hispánicas, Barcelona, [Edic. Teide], 1946; idem. Historia general de la cultura, Barcelona, Bosch, 1947; idem. Historia universal (cultural y política), Barcelona, Bosch, 1954, 2 v. (3.ª ed., rev. y ampl., 1973) Palomeque Torres, Antonio. Historia de la Civilización e instituciones hispánicas, Barcelona, [Edic. Teide], 1946; idem. Historia general de la cultura, Barcelona, Bosch, 1947; idem. Historia universal (cultural y política), Barcelona, Bosch 1954, 2 v. (3.ª ed., rev. y ampl., 1973); idem. Geografía económica (La economía y su desarrollo), Barcelona, Ramón Sopena, [1962]. Ed. rev. y puesta al día por Alfredo Sáenz-Rico, Barcelona, [1972]. [202]
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María Brey Mariño, licenciada en Filosofía y Letras (Sección de Historia) por la Universidad Central el 26 de septiembre de 1930,267 comenzó su relación con la JAE como aspirante al Magisterio Secundario en el Instituto-Escuela de Segunda Enseñanza en la Sección de Geografía e Historia en 1930.268 Ingresó por oposición el 8 de agosto de 1931 en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, con destino en la Biblioteca Universitaria de Santiago de Compostela. En 1931 se trasladó al archivo-biblioteca de la Presidencia del Consejo de Ministros. Tras su expediente de depuración fue sancionada con traslado forzoso y cinco años de postergación e inhabilitación para cargos de confianza. El traslado tuvo lugar el 15 de febrero de 1940 al Archivo de la Delegación de Hacienda de Huelva. En 1943 fue agregada con carácter provisional a la biblioteca de las Cortes Españolas y en 1961 solicitó la excedencia.269 M.ª del Carmen Rúa-Figueroa Pérez, licenciada en Filosofía y Letras (Sección de Historia) por la Universidad Central en 1930,270 ingresó por oposición en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos el 9 de marzo de 1932, adscrita provisionalmente al Depósito de Libros del Ministerio de Instrucción Pública y Cambio Internacional de Publicaciones. Cesó el 5 de mayo de 1932 trasladándose al Archivo de la Delegación de Hacienda de Lugo. El 29 de octubre de 1935 pasó al Archivo de la Delegación de Hacienda de La Coruña.271 En resumen, de aquí salió un notable grupo de archiveros, muchos de los cuales trabajaron en el Archivo Histórico Nacional. A ellos nos referimos con detenimiento en su lugar correspondiente.
AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de titulación universitaria, 32/14057, Exp. 7082-25. En la universidad conoció a Antonio Rodríguez Moñino, con quien contrajo matrimonio, «fue alumna sobresaliente y luego discípula de Claudio Sánchez-Albornoz, y con él trabajó, junto con don Antonio, en la citada Universidad y en el Centro de Estudios Históricos», Rodríguez-Moñino Soriano, Rafael. La vida y la obra del bibliófilo y bibliógrafo extremeño D. Antonio Rodríguez-Moñino, 2.ª ed., Madrid, Beturia Ediciones, 2002, p. 346; Rodríguez-Moñino Soriano, Rafael. «Brey Mariño, María», en Diccionario Biográfico Español, Madrid, Real Academia de la Historia, 2010, t. IX, p. 450. 268 CDRE-AJAE. Expediente, 23-489. Solicita la plaza el 3 de junio de 1930 y es aceptada el 24 del mismo mes. Desempeñó el puesto hasta junio de 1931. 269 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros y Bibliotecarios, 42/5289, Exp. 2. 270 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de titulación universitaria, 32/14062, Exp. 7084-42. No queda clara la fecha de la licenciatura. No figura tampoco la fecha del examen de grado. El último curso que realizó fue el 1929-30. Consta que pagó los derechos para el título el 18 de septiembre 1931. 271 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 42/05053. 267
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9. El Instituto de Estudios Medievales Un hecho de honda trascendencia para los estudios medievales españoles fue la creación por el Gobierno de la República del Instituto de Estudios Medievales, del cual se hacía eco la Memoria de 1931 y 1932. Su puesta en funcionamiento fue posible gracias a los medios económicos facilitados por Fernández de los Ríos, ministro de Instrucción Pública del Gobierno de Azaña,272 con lo cual no es difícil imaginar que Sánchez-Albornoz, miembro de Acción Republicana como el mismo Azaña, gozaría de todas las facilidades para ello. La Segunda República constituyó una época dorada para la existencia del CEH, debido a las vinculaciones de muchos de sus miembros con la Institución Libre de Enseñanza y la JAE. Lo que es un hecho evidente es que durante esta época la JAE disfrutó de un aumento de las cantidades económicas en los presupuestos de Instrucción Pública.273 Especial inquina mostró la oposición conservadora contra la labor del ministro Fernández de los Ríos en el tema de las subvenciones, que dio pie a este para justificar su gestión sacando a colación su apoyo a los Monumenta Hispanica Historica.274 En el preámbulo del Decreto de Creación se ponía de manifiesto el atraso que venía sufriendo España por parte del poder público en relación con los países de su entorno en la labor de publicación de fuentes históricas:
«Por fortuna, la Sección que iniciara Hinojosa ha visto satisfechos sus deseos de emprender labor de tanta trascendencia, gracias a la iniciativa del ministro de Instrucción Pública del Gabinete de Azaña, don Fernando de los Ríos, quien, comprendiendo la trascendencia cultural de semejante tarea, ha contribuido de un modo decisivo a que algún día pueda ser una realidad con la creación, dentro del Centro, de un Instituto de Estudios Medievales, dedicado especialmente a la labor de publicar esos “Monumenta Hispaniae Historica” y dotado con los medios indispensables para poderla llevar a cabo». Véase Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas. Memoria correspondiente a los cursos 1931 y 1932, Madrid, Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, 1933, p. 149 (= JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1931 y 1932). El Decreto de Creación del Centro estaba firmado por Fernández de los Ríos. 273 López Sánchez, José M.ª. Las ciencias sociales en la Edad de Plata española, pp. 184-187, 195. 274 El texto de Fernández de los Ríos, citado, pero no recogido en esta obra, es el siguiente: «Recordaba yo hace muchos años —perdonen SS. SS. Una pequeña cita, una autocita—, en 1918, cuando dirigía la página de Derecho y Legislación en “El Sol”, con motivo de haberse publicado algo en Portugal, que apremiaba en España la publicación del “Monumenta Hispana Historica”. Portugal tiene igualmente los “Monumentas”. Yo creía indispensable y factible, porque hay una generación de medievalistas ya perfectamente preparada, la publicación de los “Monumenta Hispana”, y creé la Sección de Estudios Medievales y le adscribí como finalidad la publicación de los “Monumenta Hispania Historica”. Y he aquí ya están preparados seiscientos y pico de manuscritos, de fotocopias, de interpretaciones de estas fotocopias para la publicación del primer volumen de los “Monumenta”. He ahí otra obra de transcendencia», Diario de las sesiones de Cortes. Congreso de los Diputados. Legislatura 1933-1935, n.º 106. Sesión celebrada el martes 26 de junio de 1934, pp. 4046-4047. 272
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La investigación histórica de España se resiente de la falta de una labor sistemática y de conjunto que haya hecho accesibles a la utilización de los estudios los materiales que permitan la reconstrucción del pasado. La Historia ha ensanchado su ángulo visual para convertirse de historia política externa en historia íntima de la cultura y, al mismo tiempo, al constituirse como verdadera ciencia, con un método propio, ha extremado el rigor crítico del examen de sus fuentes de conocimiento. En tal situación, los trabajos de investigación histórica y de publicación de fuentes llegaron a ser en otros pueblos un motivo de atención por parte del Poder público, pues los Gobiernos comprendieron que tales trabajos no debían ser descuidados por la acción oficial, si se quería formar un auténtico espíritu de la propia significación nacional y sentimiento del destino colectivo. Durante el siglo xix, coincidiendo con el movimiento historicista y el robustecimiento de la idea de la nacionalidad, Alemania, Francia, Italia, Inglaterra, Bélgica, Portugal, suministraron ejemplo del más alto valor en orden a la preocupación por los estudios de la historia nacional y la investigación, reunión y publicación crítica de las fuentes de la misma. En Alemania se constituye las «Societas aperendi fontibus rerum germanicarum medioevi» y la tarea magnífica de un grupo de investigadores culmina la publicación de unos «Monumenta Germaniae Historica»; Francia e Italia también coleccionan y publican las fuentes de su historia, y cerca de nosotros, en Portugal, el esfuerzo del gran espíritu de Alejandro Herculano dio vida a unos «Portugaliae Monumenta Historica». España, sin embargo, ha permanecido hasta ahora sin intentar una labor de conjunto destinada a recoger, coleccionar y depurar las riquísimas fuentes de su compleja historia. La clave, precisamente, de nuestra fisonomía nacional se encuentra en el periodo menos conocido y donde la dificultad en el estudio de las fuentes se hace mayor en la Edad Media. Sin reunir y publicar los inmensos materiales dispersos por los Archivos, no se darán nunca sino pasos vacilantes en el conocimiento de la historia medieval. Muchos de esos materiales se han perdido; los que quedan —sustraídos no pocos a la vigilancia y custodia del Estado— podrían perderse y sin ellos será imposible que la investigación histórica alcance entre nosotros el fruto sazonado y el florecimiento que ha logrado en otros países. Es, por tanto, imperativo urgente de cultura reunirlos y publicarlos, formar un material de fuentes que pueda constituir en su día una colección de «Monumenta Hispaniae Historica». Felizmente ha surgido en España en estos años últimos una pléyade de medievalistas que importa utilizar para los fines culturales a que nos referimos; acreditan la existencia de ese grupo preparado, las publicaciones de nuestros arabistas, arqueólogos, [205]
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filólogos e investigadores de instituciones jurídicas, sociales, políticas y económicas; ese hecho no puede ignorarlo el Estado en un trance cultural como el que se encuentra nuestro país, y por eso demandamos hace años que se acometiera la tarea de iniciar los «Monumenta Hispaniae Historica»; mas semejante empeño, por sus propias dimensiones, solo puede realizarse mediante el estímulo oficial, porque son precisos viajes frecuentes a los Archivos, facilidades especialísimas para el manejo y consulta de los fondos de los mismos, obtener fotocopias, sufragar los gastos de las ediciones, etc. La República española no quiere permanecer indiferente ante esa perspectiva cultural, y se dispone a confiar su realización a los elementos que estima capacitados para ello.275
El fin primordial de este instituto fue la publicación de los Monumenta Hispaniae Historica, cuyo modelo se tomaba de los Monumenta Germaniae Historica, que venían editándose en Alemania desde el primer tercio del siglo xix.276 Esta monumental obra de edición de fuentes medievales estaba dividida en cinco grandes series: Scriptores, Leges, Diplomata, Epistolae y Antiquitates. Nuestros Monumenta se ponían bajo la dependencia del Centro de Estudios Históricos y de su director, e incorporados a la Sección de Historia de las Instituciones Medievales. La dirección técnica correspondería al director de esta sección.277 Las secciones en que se dividía eran las siguientes:
Decreto de 14 de enero de 1932 disponiendo se constituya en Madrid, con carácter oficial, un Instituto para la investigación y publicación de las fuentes de la Historia Medieval de España y la edición de los «Monumenta Hispaniae Historica» (Gaceta de Madrid de 16 de enero) (= Decreto de 14 de enero de 1932); «La creación del Instituto de Estudios Medievales y los “Monumenta Hispaniae Historica”», Anuario de Historia del Derecho Español, IX (1932), pp. 504-509. 276 Sobre esta gran empresa historiográfica, puede consultarse Gooch, Georges P. Historia e historiadores en el siglo xix, México, Fondo de Cultura Económica, 1942, pp. 71-82; Knowles, David. «Great Historical Enterprises III. The Monumenta Germaniae Historica», Transactions of the Royal Historical Society, fifht series, 10 (1960), pp. 129-150; Baethgen, Friedrich. «Die Edition mittelalterlicher Geschichtsquellen in Deutschland in der letzen 70 Jahren», en La pubblicazione della fonti del Medioevo Europeo negli ultimi 70 anni (1883-1953). Relazioni al Convegno di Studi delle Fonti del Medioevo Europeo in occasione del 70.º della fondazione dell’Istituto Storico Italiano (Roma, 14-18 aprile 1953), Roma, Nella sede dell’Istituto [Istituto storico italiano per il Medio evo], 1954, pp. 91-98. La historia más amplia y detallada es la de Bresslau, Harry. Geschichte der Monumenta Germaniae Historica im Auftrag ihrer Zentraldirektion. Número monográfico dedicado por la revista Neues Archives der Gesellschaft für altere deutsche Geschichtkunde zur Beförderung einer Gesamtausgabe del Quellenschriften deutscher Geschichten der Mittelalter, 42 (1921). Ed. aparte, Hannover, Hahnsche Buchhandlung, 1921. Reed., 1994; Fuhrmann, Horst. «Les premières décennies des “Monumenta Germaniae Historica”», Francia. Forschungen zur westeuropäischen Geschichte, 21/1 (1994), pp. 175-180. 277 Decreto de 14 de enero de 1932. 275
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Primera. De «Leges et Consuetudines», cuya misión habrá de ser la investigación, reunión y publicación crítica de las fuentes de la historia del Derecho español medieval. Segunda. De «Scriptores», destinada a idéntica labor en lo que concierne a crónicas y fuentes narrativas literarias; y Tercera. De «Diplomata et chartae», encargada del estudio y publicación de los documentos.278
En comparación con la obra alemana, la nuestra era menos ambiciosa, pues solo contaba con tres secciones frente a las cinco de la primera. En esto coincidía con la obra similar portuguesa, los Monumenta Portugalia Historica, donde la denominación de las secciones era semejante, inspirada igualmente en el modelo alemán.279 Sin embargo, la obra de nuestros vecinos portugueses fue mucho más madrugadora, ya que inició su publicación en 1856 por la Academia de Ciencias de Lisboa, bajo la dirección de Alexandre Herculano. Los volúmenes fueron apareciendo de una forma más o menos regular hasta 1891, luego se espaciaron más, 1917, 1936, 1961, hasta el último parecido en 1977.280 Para facilitar los trabajos del Instituto sus colaboradores gozarían de un permiso especial para efectuar viajes en búsqueda de documentos. También, se autorizaba al Instituto para poder sacar documentos y estudiarlos, y se ponían a su disposición los laboratorios fotográficos de las facultades de Filosofía y Letras y Derecho.281 Con la puesta en funcionamiento del Instituto de Estudios Medievales en abril de 1932, la sección sufrió algunas reorganizaciones y se nombraron responsables de las diferentes secciones de los Monumenta Hispaniae Historica. La primera sección era la de Historia de las Instituciones Medievales, bajo la dirección de Sánchez-Albornoz, encargada de la organización general de los trabajos del
Ibidem. Véase la introducción al primer volumen publicado Portvgaliae Monvmenta Historica a seacvlo octavo post Christvm vsque ad qvintvndecimvm ivssv Academiae Scientiavm Olisiponensis edita. Scriptores, volvmen I, Fascicvlvs I, Olisipone, typis Academicis, 1856, pp. I-XXIII. 280 De la serie Scriptores, se publicaron únicamente tres fascículos del volumen primero (1856-1861); de la segunda, Leges et consuetudines, aparecieron cinco fascículos del primer volumen, más un índice general; y del segundo volumen solo un fascículo (1856-1868). Finalmente, de la serie Diplomata et chartae, vieron la luz cuatro fascículos del volumen primero (1868-1873), y dentro de la subserie Inquisitiones, nueve fascículos del volumen primero (1888-1977). 281 «Artículo 7.º El Instituto gozará de las facilidades indispensables para la realización de su labor. Los colaboradores del Instituto, en sus viajes por los Archivos de España, disfrutarán de un permiso especial para el estudio de sus fondos, previa identificación de su personalidad. El Instituto queda facultado por el presente Decreto para sacar, mediante recibo, de los Archivos oficiales, y estudiarlos en el domicilio del mismo Instituto, aquellos fondos que estime necesarios. Asimismo, estarán a disposición del Instituto para la obtención de fotocopias, etc., los laboratorios fotográficos de las Facultades de Filosofía y Letras y Derecho», ibidem. 278 279
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Instituto, así como los que venía realizando antes de su creación, como la publicación del Anuario de Historia del Derecho Español. Colaboraban en ella junto con Sánchez-Albornoz, Concepción Muedra Benedito y Luis García de Valdeavellano.282 Sánchez-Albornoz estaba dedicado a la revisión de la obra Instituciones del periodo astur, preparándola para su publicación, aunque tardaría todavía muchos en ver la luz.283 Asimismo, dirigía un seminario donde se estaban recopilando materiales para una «Historia de las instituciones sociales, políticas y económicas de León y Castilla desde Fernando I hasta la muerte de Alfonso VII», que no llegó a ser realidad como tal obra, aunque los materiales pudieron ser empleados en otros trabajos. Sobre otros trabajos en marcha, el de Galo Sánchez apareció en el Anuario de 1929,284 pero el de Concepción Muedra, sobre la formación de la gran propiedad de dos condes leoneses en la primera mitad del siglo xi, no llegó a publicarse. Las secciones restantes eran las que se correspondían con las de los Monumenta Hispaniae Historica. La 2.ª Sección de Fueros285 estaba encomendada a Galo Sánchez, que contaría con la ayuda de José M.ª Lacarra, Pilar Loscertales y Ana Pardo. Su primer trabajo consistió en la confección de un catálogo de fueros y cartas pueblas para actualizar el publicado por la Real Academia de la Historia en 1852.286 La 3.ª Sección, dirigida por Sánchez-Albornoz, era la que contaba con el mayor número de colaboradores: Gerardo Núñez, Ramón Paz, Ricardo Blasco, María Brey, Consuelo Gutiérrez, M.ª Teresa Casares y Carmen Caamaño. Había elaborado un índice de documentos reales asturleoneses publicados anteriormente al año 1037, tarea previa para la publicación del primer volumen de los Diplomata et Chartae.287 La 4.ª Sección de Crónicas estaba dirigida por Sánchez Alonso, bibliotecario del Centro de Estudios Históricos desde 1922.288 Había formado parte con García Villada del equipo de la colección «Textos hispanolatinos de la Edad Media», como ya hemos
JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1931 y 1932, pp. 149-151. Sánchez-Albornoz, Claudio. Orígenes de la nación española. El Reino de Asturias, Oviedo, Instituto de Estudios Asturianos, 1972-1975. 3 v. 284 Sánchez, Galo. «Para la historia de la redacción del antiguo derecho territorial castellano», Anuario de Historia del Derecho Español, VI (1929), pp. 260-328. 285 Ateniéndonos a las denominaciones establecidas en el decreto de creación del Instituto esta sección se correspondería con la de «Leges et consuetudines». Suponemos que el llamarla simplemente «Fueros» se debería a que su misión fundamenental era formar una colección de estos, como vemos a continuación. 286 Ibidem, p. 151. 287 «[...] la primera serie de los viajes de investigación emprendidos en España para la reunión de materiales fotografiando documentos», ibidem, p. 151. 288 Sánchez Alonso, Benito. «El Centro de Estudios Históricos y su biblioteca», El Consultor Bibliográfico, II, n.º 6 (1926), pp. 17-22. También en Primo Congresso Mondiale delle Biblioteche e di Bibliografia (Roma-Venezia, 15-30 giugno 1929), Roma, Librería dello Stato, 1931, v. IV, pp. 237-240. 282 283
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visto, donde publicó en 1924 la Crónica del obispo Don Pelayo. Tenía fama de buen latinista entre los miembros del Cuerpo Facultativo, con lo cual parece que la elección de Sánchez-Albornoz para dirigir esta sección fue acertada. Además, por su contenido, venía a ser la continuación de la colección creada por García Villada y que no tuvo continuidad tras su alejamiento del Centro de Estudios Históricos. En esta sección se acometería la publicación de los textos de época visigoda que no habían aparecido en la edición de Mommsen en los Monumenta Germaniae Historica.289 El trabajo de esta sección se centraba en la consulta de manuscritos en la Biblioteca Nacional y en la de la Real Academia de la Historia para «la preparación de la edición crítica de un volumen de las fuentes narrativas del periodo visigodo». Que sepamos, ninguna de las ediciones que se anunciaban en la Memoria de 1931 y 1932 llegaron a publicarse. Los colaboradores de esta sección fueron Luis Vázquez de Parga, Concepción Zulueta Cebrián y M.ª Luz Alonso Blanco. En cuanto a Luis Vázquez de Parga, ya vimos que formó parte del primer curso de Sánchez-Albornoz en el Centro de Estudios Históricos en 1928. Una vez establecidos los responsables de las secciones comenzó inmediatamente la puesta en marcha de los trabajos de búsqueda de documentos. Además de los localizados en los archivos y bibliotecas de Madrid, se iniciaron una serie de viajes en el verano de 1932.290 El Instituto dio nuevos bríos a la sección pues contó con un personal más numeroso debido a la disponibilidad de un presupuesto más elevado. Se organizaron viajes a diferentes localidades de los antiguos reinos de León, Asturias y Galicia a cargo de los becarios, con el fin de fotografiar documentos y formar con ellos un archivo fotográfico en Madrid, base de los trabajos del Instituto. Previamente se había enviado un cuestionario a los maestros de escuela y los gobernadores civiles de algunas localidades castellanas con el fin de recabar información sobre la existencia de documentos en los archivos municipales y parroquiales.291 Sánchez-Albornoz había iniciado ya estas campañas de búsqueda y acopio de documentos en compañía de sus alumnos universitarios. Conocida es la excursión que organizó en el mes de junio de 1929 a distintas localidades de los antiguos reinos de León, Galicia y Asturias con el objeto de conocer in situ los lugares de algunas batallas
289 Mommsen, Theodorvs: Chronica minora Saec. iv, v. vi. vii, volvmen II, Berolini, Apud Weidmannos, 1894. 290 Ibidem, pp. 151-153. 291 Vidal Liy, José Ignacio. «El Instituto de Estudios Medievales (1932-1939)», p. 138, donde se publica una foto del cuestionario.
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mantenidas con los musulmanes, así como «la visita y examen somero de los archivos catedrales de toda la zona noroeste de España». En esta visita también participaron Concepción Muedra, profesora auxiliar de su asignatura, José M.ª Lacarra y Luis Vázquez de Parga, miembros de su sección del Centro de Estudios Históricos, y los archiveros franceses Gabrielle Berrogain y J. Lombard, por aquel entonces agregados a la Casa de Velázquez.292 La última Memoria que publicó el Centro de Estudios Históricos fue la correspondiente a los cursos 1933 y 1934, donde se daba cumplida cuenta de los trabajos realizados por el Instituto de Estudios Medievales.293 Como trabajo de conjunto se había continuado con la recogida de materiales en numerosos archivos, que salvo Andalucía, Levante y Cataluña, abarcaban el resto de la Península. En Madrid se trabajó en el Archivo Histórico Nacional, en la Biblioteca Nacional, en la biblioteca de la Real Academia de la Historia y en la biblioteca del Palacio Real, dando cuenta de los fondos revisados en cada centro. Por secciones, los trabajos fueron los siguientes. En Instituciones Medievales, de los trabajos en curso, se publicó el de García de Valdeavellano sobre la cuota de libre disposición en el derecho hereditario de León y Castilla en la Alta Edad Media.294 En la Sección de Fueros, el de Lacarra sobre las familias de fueros navarros.295 El trabajo emprendido por García-Gallo sobre diversos textos de derecho territorial castellano se publicó algunos años más tarde.296 Quedó pendiente, en cambio, el que tenía en marcha sobre las Observancias aragonesas, de Jaime de Hospital.297 Tampoco se pudo
Sánchez-Albornoz, Claudio. «Un viaje a los Archivos Catedrales del Noroeste», Anuario de Historia del Derecho Español, VI (1929), p. 580. 293 Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas. Memoria correspondiente a los cursos 1933 y 1934, Madrid, Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, 1935, pp. 239-249 (= JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1933 y 1934). 294 García de Valdeavellano, Luis. «La cuota de libre disposición en el derecho hereditario de León y Castilla en la Alta Edad Media», Anuario de Historia del Derecho Español, IX (1932), pp. 129-176. 295 Lacarra, José M.ª. «Notas para la formación de las familias de fueros navarros», Anuario de Historia del Derecho Español, X (1933), pp. 203-272. 296 García-Gallo de Diego, Alfonso. «Textos de derecho territorial castellano», Anuario de Historia del Derecho Español, XIII (1936-1941), pp. 308-396. 297 Años después recordaba en un artículo que este trabajo comenzado en 1932 tuvo que interrumpirlo debido a «la enorme complejidad del trabajo y la realización de otros varios fueron retrasando durante decenios la finalización del mismo», García-Gallo de Diego, Alfonso. «Sobre las observaciones aragonesas de Jaime de Hospital», Anuario de historia del Derecho Español, XLVIII (1978), p. 565. No obstante, ofreció algunos resultados provisionales en la Primera Semana de Historia del Derecho de Madrid en 1932 y en la II Semana de Derecho Aragonés de Jaca. De ambas hay noticias en el Anuario de Historia del Derecho Español, IX (1932), p. 489 y XIV (1942-1943), pp. 741-742, respectivamente. Finalmente, ante la imposibilidad de verse terminado el trabajo, puso a disposición de Gonzalo Martínez Díez todos los materiales para que 292
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terminar la actualización del Catálogo de fueros de la Academia de la Historia. Sobre este tema volveremos posteriormente cuando tratemos de Tomás Muñoz Romero. La Sección de Diplomas continuó con la preparación del volumen de documentos reales asturleoneses hasta 1037. Se confeccionó un fichero de 4000 papeletas con referencias a documentos de este periodo recogidos o citados en diferentes obras cuyos autores se citan. Se han «examinado, copiado o anotado» los fondos documentales del Archivo Histórico Nacional, la biblioteca de la Academia de la Historia, la Biblioteca Nacional y la biblioteca del Palacio Real. Continuaron también los viajes a diferentes localidades para buscar documentos. La Sección de Crónicas siguió con sus trabajos para la preparación de una edición crítica de «textos de valor histórico, esto es, de todos aquellos que no tienen un interés exclusivamente dogmático, del periodo visigótico», donde se incluirán crónicas, epistolarios y biografías. En la recopilación de materiales se fotografió el códice de la catedral de Segorbe copiado por Juan Bautista Pérez, que contiene textos históricos de códices perdidos. El valor de esta reproducción fotográfica tiene hoy un valor excepcional, pues el códice fue destruido durante la Guerra Civil.298 De los trabajos que estaban en curso, ninguno que sepamos llegó a publicarse. De los participantes en los seminarios de años anteriores continuaban ahora en esta nueva etapa del Instituto de Estudios Medievales, García de Valdeavellano, Galo Sánchez, Concepción Muedra, José M.ª Lacarra, Pilar Loscertales, María Brey, Ramón Paz y Vázquez de Parga. De ellos, Concepción Muedra, José M.ª Lacarra, Pilar Loscertales y Ramón Paz, que terminarán trabajando en el Archivo Histórico Nacional, nos ocuparemos más adelante. Nos centraremos ahora pues en los que aparecen por primera vez. De M.ª Luz Alonso Blanco no hemos encontrado ninguna noticia, salvo una lacónica mención en el Archivo de la JAE refiriéndose a ella como «personal de la Junta» simplemente.299 Concepción Zulueta y Cebrián era licenciada en Filosofía y Letras (Sección de Historia) por la Universidad Central en 1931,300 ingresó por oposición el 2 de febrero de 1935 en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, con destino en el acometiese él la publicación, lo cual hizo en 1977, Hospital, Jaime de. Observancias de Jaime de Hospital, introducción y texto crítico por Gonzalo Martínez Díez, Zaragoza, Caja de Ahorros de la Inmaculada, 1977. 298 Crónicas asturianas. Introducción y edición crítica de Juan Gil Fernández. Traducción y notas de José L. Moralejo. Estudio preliminar de Juan I. Ruiz de la Peña, Oviedo, Servicio de Publicaciones, Universidad, 1985, p. 45. 299 Rozas, Juan Manuel. «Necrología. Benito Sánchez Alonso», Revista de Filología Española, L, 1-4 (1967), p. 310. 300 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de titulación universitaria, 32/15274, Exp. 9126-27. No queda clara la fecha de la licenciatura. No figura la fecha del examen de grado. El último curso que realizó fue el 1930-1931. Consta que pagó los derechos para el título el 22 de febrero 1935. [211]
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Archivo de la Delegación de Hacienda de Burgos.301 El 21 de abril de 1936 solicitó la consideración de pensionada en Italia que se le concedió por O. M. de 30 de mayo por un año.302 Entre los colaboradores, además de los ya conocidos, aparecen ahora por primera vez, Gerardo Núñez, Carmen Caamaño, Consuelo Gutiérrez del Arroyo, Ricardo Blasco, M.ª Teresa Casares, Ana Pardo y María Brey. De los tres primeros nos ocuparemos en detalle más adelante en su lugar correspondiente. Ahora nos detendremos en los restantes. Ricardo Blasco Génova, licenciado en Filosofía y Letras (Sección de Historia) el 10 de julio de 1932 por la Universidad Central,303 ingresó por oposición el 20 de febrero de 1935 en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, con destino al Archivo General de Simancas. Tras unos meses en comisión como bibliotecario en el Ministerio de Marina regresó a Simancas. En 1938 una nueva comisión de servicios le llevó a catalogar la biblioteca del Observatorio Astronómico de San Fernando. En 1941 pasó por concurso a la biblioteca de la Real Academia de Ciencias Físicas, Exactas y Naturales. Finalmente, en 1957 llegó a la Biblioteca Nacional.304 Según nos dice él mismo, estaba preparando una tesis doctoral sobre El Concejo de Ávila durante la dinastía de los Borgoñas, aunque no tenemos evidencia de que la terminara,305 pero sí tenemos constancia de que Ávila era un tema sobre el que venía investigando desde hacía años, utilizando fondos del Archivo Histórico Nacional.306
AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 42/5061. 302 CDRE-AJAE. Expediente, 153-42. 303 Comenzó la carrera en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Salamanca (curso 1927-1928) para trasladarse al año siguiente a la de Valladolid (curso 1928-1929). Véase Archivo Universitario de Valladolid. Libro de matrículas del curso 1928-1929 (signatura 1904, f. 14 y 27) donde consta el «traslado a Madrid el 22-11-1929». Debo estos datos a Félix Martínez Llorente, a quien quiero agradecer su amabilidad por proporcionármelos. No se conserva su expediente de licenciatura en el Archivo General de la Universidad Complutense ni en la Sección de Universidades del AHN. La fecha de la licenciatura la hemos tomado de su expediente de funcionario citado en la nota siguiente; Ajo González de Rapariegos, Cándido M.ª, «Blasco Génova, Ricardo», en Historia de Ávila y de su diócesis grande, de sus hombres y sus instituciones, por toda su geografía y diocesana, t. VII, Salamanca, Gráficas Lope, 2004, pp. 420-421. 304 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 42/5044; Ruiz Cabriada, Agustín. Bio-bibliografía, pp. 154-155. Según este autor, era doctor en Derecho Canónico desde 1926 y doctor «sine Memoria» en Filosofía y Letras, Sección de Historia en 1931. Creemos que este último dato no es correcto, pues como veíamos en la nota anterior su licenciatura tuvo lugar en 1932. En cuanto al otro, el doctorado en Derecho Canónico, no hemos encontrado nigún dato sobre ello; Ajo González de Rapariegos, Cándido M.ª. «Blasco Génova, Ricardo», en op. cit., pp. 420-421. 305 Blasco Génova, Ricardo. «Ordenanzas municipales de Villatoro (Ávila)», Anuario de Historia del Derecho Español, X (1933), p. 391, nota 3. 306 Blasco Génova, Ricardo. «Pintores de la catedral de Ávila a fines del siglo xv. Sanson Florentin», Revista Eclesiástica, III (1931), pp. 665-677; idem. «Pintores del siglo xiii en Ávila», Archivo Español de Arte, VIII, n.º 22 (1932), pp. 99-100. 301
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M.ª Teresa Casares Sánchez, licenciada en Filosofía y Letras (Sección de Historia) por la Universidad Central en 1931,307 ingresó por oposición el 20 de febrero de 1935 en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, con destino en el Archivo de la Delegación de Hacienda de Soria. Entre los méritos que alegaba figura el de colaboradora del Seminario de Estudios Medievales. Tras un periodo de excedencia se reincorporó al servicio en el Archivo Histórico Nacional el 26 de febrero de 1965, provisionalmente hasta que por concurso fue destinada el 9 de julio de 1966 al archivobiblioteca del Ministerio de Comercio.308 Ana Pardo García, licenciada en Filosofía y Letras (Sección de Historia) por la Universidad Central en 1935,309 fue auxiliar interino del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos entre 1932 y 1933 en el Archivo Histórico Nacional. El 9 de enero de 1933 consiguió la plaza de auxiliar en propiedad con destino en la Biblioteca Nacional. Ingresó por oposición en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos el 20 de febrero de 1935 con destino en el Archivo de la Delegación de Hacienda de La Coruña. Al poco tiempo de su incorporación pidió la excedencia el 16 de abril de 1935. Reingresó el 26 de abril de 1938 con destino en el Archivo de la Delegación de Hacienda de Orense, desde donde pasó por permuta el 18 de agosto del mismo año a la biblioteca de la Universidad de Oviedo. Tras una nueva excedencia en 1942 volvió a reingresar el 29 de marzo de 1943 en la Biblioteca Pública de Santander. En 1955 se trasladó al Archivo de la Audiencia de Madrid y del Tribunal Supremo y en 1963 al Archivo Histórico Nacional, donde desempeñó la jefatura de la Sección de Órdenes Militares desde 1968 hasta su jubilación en 1979.310 Comentábamos al inicio de este capítulo que para facilitar las labores del Instituto el Real Decreto de Creación de 1932 establecía la posibilidad de proporcionarle el préstamo de documentos de los centros oficiales. Pues bien, conservamos un precioso
AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de titulación universitaria, 32/15274, Exp. 9126-28. No queda clara la fecha de la licenciatura. No figura la fecha del examen de grado. El último curso que realizó fue el de 1930-1931. Consta que pagó los derechos para el título el 22 de febrero 1935. 308 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 42/5062. 309 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de titulación universitaria, 32/15274, Exp. 9126-10. No consta la fecha del examen de grado de licenciado, solo la expedición del título en 24 de enero de 1935. Pero según la relación de las asignaturas cursadas, el último curso lo realizó en 1930-1931, por lo cual hay que deducir que sería en este último año cuando se licenció. 310 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 42/5262. En este expediente, consta que fue «colaboradora del Seminario de Estudios Históricos». 307
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testimonio de los que el Instituto solicitó al Archivo Histórico Nacional para poder disponer en su sede de documentos originales para realizar sus trabajos.311 Al mismo tiempo que se hacía la petición oficial, Sánchez-Albornoz escribía de su puño y letra directamente a Miguel Campillo, director del Archivo Histórico Nacional en aquel momento, para darle noticia de la misma e informarle que los documentos estarían seguros en un «armario fuerte incombustible» que se había adquirido para dicho fin.312 A través de las peticiones conservadas podemos conocer los documentos que fueron solicitados. Iban firmadas por Sánchez-Albornoz, como director del Instituto y Menéndez Pidal, como director del Centro de Estudios Históricos. Todos pertenecían a la Sección de Clero y a la de Códices y Cartularios. Los préstamos tuvieron lugar entre el 2 de diciembre de 1932 y el 22 de enero de 1935. Salvo uno de 1932, dos del año 1934 y uno de 1935, el resto corresponden a 1933,313 con lo cual podemos deducir que este debió ser un año de intenso trabajo en el Instituto. Uno de los principales legados del Instituto de Estudios Medievales fue el archivo fotográfico, resultado de los viajes llevados a cabo por sus miembros tal como nos lo describen las Memorias que acabamos de analizar. Sabemos por la Memoria de 1931 y 1932 que hubo un fotógrafo encargado de ir formando un archivo en el Instituto. Creemos que es el mismo que aparece mencionado también junto con algunos colaboradores en los viajes a los archivos en la Memoria de 1932 y 1933: «Burgos, Lugo, Orense, Monforte de Lemos, Logroño y Calahorra (señores Paz y Magallón, en 1933); Santiago y Tuy (señores Valdeavellano y Magallón, en 1933) […] Burgo de Osma, Soria, San Millán de la Cogolla, Santo Domingo de la Calzada, Bilbao, Castro Urdiales, Laredo, Santander y Santillana (señores Paz y Magallón, en 1934)». Asimismo, sabemos que en esta fecha las fotografías existentes ascendían a 5500. Sobre ellas se habían transcrito 500 documentos para los trabajos en curso. Nos han llegado también algunas noticias sobre la forma de trabajo. Los documentos se transcribían a través de las fotografías. Según las notas manuscritas en los márgenes sabemos que esta labor fue efectuada fundamentalmente por Carmen Caamaño y Consuelo Gutiérrez del Arroyo. También se realizaron fichas catalográficas que engrosaron los ficheros topográfico y onomástico del archivo, base para la elaboración del aparato crítico de los futuros trabajos. Estos datos permitirían también la confección de un mapa de la Península Ibérica en el año 1000.314
Escrito que el director del Archivo Histórico Nacional remite al director general de Bellas Artes. Véase AHN.SECRETARÍA,72. 312 Ibidem. 313 Ibidem. 314 Vidal Liy, José Ignacio. «El Instituto de Estudios Medievales (1932-1939)», p. 140. 311
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El estallido de la Guerra Civil supuso la paralización de todos estos trabajos. En agosto de 1937 Tomás Navarro Tomás comunicaba a Rafael Lapesa el regreso de Sánchez-Albornoz desde Burdeos al Centro de Estudios Históricos para recoger en él sus libros personales y la documentación preparada para el primer volumen de los Monumenta. Pero se acordó que todos los materiales elaborados por el Instituto de Estudios Medievales se quedaran allí.315 Tras la desaparición del Instituto de Estudios Medievales su archivo fue heredado por el Instituto Jerónimo Zurita, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, pasando luego a la Escuela de Estudios Medievales incorporada en este instituto. En 1977 desapareció la Escuela de Estudios Medievales y en 1984 lo hizo el Instituto Jerónimo Zurita, integrado en el recreado Centro de Estudios Históricos.316 En los años 1960 Emilio Sáez acometió la empresa de realizar el primer inventario del archivo. A su muerte, Francisco Fernández Izquierdo, entre 1989 y 1991, coordinó el trabajo de copia de los microfilms y de los negativos fotográficos para asegurar una mejor conservación. Al mismo tiempo se ordenaron y se hizo una descripción de las fotografías y de las microfichas volcándolas en una base de datos. La Guerra Civil puso fin a toda esta serie de proyectos en marcha. En septiembre de 1936 se suspendieron todas las pensiones al extranjero y se dio un plazo de quince días para que regresasen todos los que se encontraban fuera. Cuando se produce el alzamiento militar, Claudio Sánchez-Albornoz se encontraba en Portugal, desempeñando el cargo de embajador del Gobierno republicano. Ramón Menéndez Pidal estaba de vacaciones en la sierra madrileña y parece ser que continuó trabajando en el Centro hasta finales de septiembre. Navarro Tomás desde un primer momento se decantó abiertamente a defender la legalidad republicana, en agosto fue nombrado secretario de la JAE y en octubre director de la Biblioteca Nacional. Igualmente, jugó un destacado papel en el salvamento del Tesoro artístico. En septiembre, después de las vacaciones veraniegas, el Centro volvió a sus actividades, aunque dadas las circunstancias con poco personal. De los directores de secciones únicamente estaban en Madrid Menéndez Pidal, Gómez-Moreno y Bonfante. En noviembre fue cerrado y sus miembros dispersados.317 Tras la marcha del Gobierno republicano a Valencia en noviembre del mismo año la Junta se trasladó también, creándose el 22 de diciembre una Comisión Delegada para
Ibidem, pp. 140-141. Lizán, Pilar. «El Archivo Fotográfico Sánchez-Albornoz», Signo. Revista de Historia de la Cultura Escrita, 14 (2004), pp. 27-38. 317 García Isasti, Prudencio. «El Centro de Estudios Históricos durante la Guerra Civil española (19361939)», Hispania. Revista Española de Historia, LVI/3, n.º 194 (1996), pp. 1071-1096 (= García Isasti, Prudencio. «El Centro de Estudios Históricos durante la Guerra Civil española (1936-1939)»). 315 316
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continuar con su labor. El Centro de Estudios Históricos seguirá con sus labores en los locales de la Casa de la Cultura hasta que en agosto de 1937 se creó un Centro de Estudios Históricos de Valencia independiente de la Casa de la Cultura,318 reorientando sus labores culturales hacia la formación intelectual de los soldados. De esta labor surgieron una serie de pequeños manuales repartidos por las trincheras para que los soldados en edad universitaria no perdieran los años de estudio, como el que escribió Rafael Lapesa sobre historia de la lengua.319 La persona que desempeñó un papel fundamental en todo ello fue Navarro Tomás, nombrado secretario de la Comisión Delegada de la JAE. Rafael Lapesa, que por motivos familiares había tenido que quedarse en Madrid, escribió a Navarro Tomás el 6 de enero de 1937 desde Madrid, donde le informa sobre la situación del Centro y «se ofrece para velar por él y evitar incautaciones y desmanes». De esta forma Lapesa se convertirá en la mano derecha de Navarro Tomás en Madrid, convirtiéndose de hecho en el director accidental del mismo.320 El mismo Lapesa nos informa cómo se organizó con un grupo de colaboradores de la Junta y profesores del Instituto-Escuela para proteger los locales de la sede de Duque de Medinaceli. Así se lograron bajar a los sótanos del edificio los ficheros y documentos que se encontraban en los despachos para ponerlos a salvo de los bombardeos.321 De estas labores iba dando cuenta a Menéndez Pidal, que estaba en Burdeos, y a Navarro Tomás, en Valencia.322 En un intento de dar la apariencia de normalidad, el Centro reinició su actividad continuando con sus publicaciones. Lapesa nos dice que Navarro Tomás le encargó mantener la relación entre los «restos del Centro de Madrid y el núcleo de Valencia»,
318 García Isasti, Prudencio. «El Centro de Estudios Históricos durante la Guerra Civil española (19361939)», pp. 1080-1082. 319 Pedrazuela Fuentes, Mario. «El Centro de Estudios Históricos durante la guerra y su conversión en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Los últimos meses de la Junta para Ampliación de Estudios en Valencia», en Congreso La Guerra Civil Española 1936-1939, Madrid, Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales [edición electrónica], 2006. Publicado después con el título «El Centro de Estudios Históricos durante la guerra y su transformación en Consejo Superior de Investigaciones Científicas», en 100 JAE. La Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas en su centenario, t. II, pp. 213-215 (= Pedrazuela Fuentes, Mario. «El Centro de Estudios Históricos durante la guerra y su transformación en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas». 320 García Isasti, Prudencio. «El Centro de Estudios Históricos durante la Guerra Civil española (19361939)», p. 1082. 321 «Bajamos a los sótanos los ficheros, originales y demás documentación, y establecimos un turno para, con las armas de la palabra, pues no teníamos otras, salir al paso de imposibles allanamientos», Lapesa, Rafael. «Menéndez Pidal, creador de escuela: el Centro de Estudios Históricos», p. 76. 322 García Isasti, Prudencio. «El Centro de Estudios Históricos durante la Guerra Civil española (19361939)», p. 1093.
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para mantener en lo posible la continuidad de las publicaciones. Gracias a las imprentas de Hernando y Aguirre, pese a las dificultades, se lograron imprimir algunos números de la Revista de Filología Española, de Emérita y del Archivo Español de Arqueología. También se consiguió con un esfuerzo ímprobo la publicación de la obra De virginatate Beatae Mariae de San Ildefonso, editada por Vicente Blanco García,323 sacerdote colaborador del CEH.324 Navarro Tomás, a efectos propagandísticos, se encargó personalmente de hacer llegar esta obra a varias embajadas, en concreto a la de Washington, que «provocó la “estupefacción” en la biblioteca del Congreso y un editorial en el Washington Post».325 Pero detengámonos un momento más sobre la figura de García Blanco, el editor de la obra. Había estudiado la carrera de Teología en Comillas, donde al finalizar la misma se ordenó sacerdote en 1932. Se trasladó entonces a Madrid para concluir la carrera de Filosofía y Letras, que había iniciado en Comillas.326 Aquí cursó las cinco últimas asignaturas que le faltaban para obtener la licenciatura en 1934 y comenzar su doctorado. Entre sus profesores tuvo a Agustín Millares Carlo en «Latín» y «Paleografía», quien supuso para él un cambio transcendental en su carrera, pues desde ese momento sus intereses pasaron de la teología a la lengua latina, a la que se dedicó el resto de su vida. Fue Millares también el director de su tesis, defendida en 1936, de la cual salió la publicación de su De virginatate Beatae Mariae. Recién finalizados sus estudios, Millares le propuso como profesor ayudante de sus clases y así figura en la portada de esta obra. Al año siguiente de la publicación, García Blanco dio a la imprenta la traducción comentada del primer libro de las Cartas de Plinio,327 trabajo alentado por el propio Millares, quien nos cuenta cómo el autor trabajaba en Valencia en la preparación
Blanco García, Vicente. De virginitate beatae Mariae [de] San Ildefonso. Historia de su tradición manuscrita, texto y comentario gramatical y estilístico, Madrid, Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas. Centro de Estudios Históricos, 1937. Formaba parte de la Colección de Textos Latinos de la Edad Media Española. Sección 3.ª. 324 Lapesa, Rafael. «Menéndez Pidal, creador de escuela: el Centro de Estudios Históricos», p. 76. En opinión de Juan Gil, esta obra supone «la primera edición verdaderamente crítica de un autor visigodo», Gil, Juan. «El tratado De virginitate beatae Mariae de S. Ildefonso de Toledo», Habis, n.º 6 (1976), p. 153. Una nueva edición de esta obra, junto con su traducción española ha sido publicada en Blanco García, Vicente y Campos, Julio. Santos Padres Españoles, I, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1976, pp. 1-222. 325 García Isasti, Prudencio. «El Centro de Estudios Históricos durante la Guerra Civil española (19361939)», p. 1086. 326 González Gullón, José Luis y Aurell, Jaume. «Josemaría Escrivá de Balaguer en los años treinta: los sacerdotes amigos», Studia et Documenta. Rivista dell’Istituto Storico San Josemaría Escrivá, n.º 3 (2009), pp. 73-75. 327 Plinio el Joven. Cartas. Libro primero. Texto y comentario por Vicente Blanco García, Madrid, Junta para Ampliación de Estudios, Centro de Estudios Históricos, 1938. 323
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de esta obra, viajando en alguna ocasión a Madrid mediante salvoconducto para supervisar las pruebas de impresión.328 Si la obra De virginitate Beatae Mariae había servido de ejemplo propagandístico para el Centro de Estudios Históricos ante el exterior por las difíciles condiciones en que se llegó a publicar, esta no le iba a la zaga, como el mismo Millares destaca.329 Volviendo nuevamente a los acontecimientos en que estaba sumido el Centro de Estudios Históricos, el transcurso de la guerra, adverso para el Gobierno republicano, cambió la situación en su contra, entonces Rafael Lapesa fue movilizado y abandonó Madrid. Por su parte, Navarro Tomás, junto con otros cargos del Gobierno, se trasladaron a Barcelona y, finalmente, a Francia.330
«Más tarde, en Valencia le sorprendí en su mesa de trabajo del quinto piso del Ministerio de Instrucción Pública, revolviendo libros y compulsando diccionarios. Entonces me confesó que se había decidido a echar sobre sus hombros la tarea de editar con notas españolas las famosos (sic) cartas pliniana. Y tarde y mañana, sin que le faltase tiempo para defender la causa, siempre que la ocasión se presentaba, de las pérfidas agresiones de los emboscados, ni para visitar los hospitales, veíasele consagrado a la ruda tarea, más admirable aún si se piensa en los bombardeos, siempre al acecho, y en los escasos medios científicos de que disponía», Millares Carlo, Agustín. «Plinio el Joven, libro ejemplar», Boletín Millares Carlo, 20 (2001), p. 14. 329 «Mi propósito solamente es llamar la atención acerca del autor de este jugoso comentario de un texto clásico, y sobre el hecho de que en Valencia y Madrid, en estos graves momentos, se haya podido elaborar y publicar, con la protección y apoyo moral y económico de un Gobierno acuciado por problemas de tremenda gravedad, el texto comentado de un escritor latino. Los que, día tras día, hablan de la barbarie roja, pensarán lo que quieran; yo, por mi parte, considero este hecho como verdaderamente admirable y, sobre todo, ejemplar. El propio autor, enfermo, me escribía hace poco al darme cuenta de sus actividades, estas palabras conmovedoras: “Le envío ese libro que he publicado para ser útil a la causa”. ¡Admirable frase!», ibidem, p. 14. 330 Pedrazuela Fuentes, Mario. «El Centro de Estudios Históricos durante la guerra y su transformación en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas», en 100 JAE. La Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas en su centenario, t. II, pp. 218-222. 328
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IV. El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y los estudios medievales
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a Junta para Ampliación de Estudios fue disuelta por Decreto de 19 de mayo de 1938 del Gobierno de Burgos, repartiéndose sus servicios entre las universidades y el Instituto de España. En su lugar se creó el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) por Ley de 24 de noviembre de 1939, instalándose sobre los locales, servicios y bibliotecas de la suprimida JAE y de la Fundación Nacional de Investigaciones Científicas y Ensayos de Reformas, en poder en aquellos momentos del Instituto de España. Este terminará por ser desplazado por el CSIC, quedando sus funciones reducidas a la de órgano de enlace entre las Reales Academias y el Ministerio de Educación Nacional.1 El CSIC se convertirá en la máxima institución científica de España, incluyendo en su seno representaciones de las universidades, de las Reales Academias, del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, de las escuelas de ingenieros de Minas, Caminos, Agrónomos, de Montes, Industriales, Navales, de Arquitectura, Bellas Artes y Veterinaria, de la investigación técnica del Ejército, de la Marina, de la Aeronáutica, de las Ciencias Sagradas, del Instituto de Estudios Políticos y de la investigación privada.2 La presidencia del CSIC recaerá hasta 1967 en José Ibáñez Martín, ministro de Educación Nacional, y la secretaría general en José M.ª Albareda, cargo que desempeñó hasta su fallecimiento en 1966, quien fue además el verdadero ejecutor de su política al ser su presidente, debido a la circunstancia de que Ibáñez Martín ejerciese la cartera de Educación. Las dos vicepresidencias las ocuparon Miguel Asín Palacios y Antonio de Gregorio
Seguimos en este tema a Urquijo Goitia, José Ramón. «Ruptura y creación. Primeros años», en Tiempos de investigación. JAE-CSIC, cien años de ciencia en España, pp. 259-267; López Sánchez, José M.ª. «El árbol de la ciencia nacionalcatólica: los orígenes del Consejo Superior de Investigaciones Científicas», Cuadernos de Historia Contemporánea, 38, número especial (2016), pp. 171-184. Pasamar Alzuria, Gonzalo. Historiografía e ideología en la postguerra española, p. 43. 2 Ley de 24 de noviembre de 1939 creando el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (BOE de 28 de noviembre), artículo tercero. 1
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Rocasolano. Su estructura quedó regulada mediante el Reglamento de 10 de febrero de 1940, que creó seis patronatos y 19 institutos especializados cada uno de ellos en una rama del saber. Fueron los siguientes: «Raimundo Lulio», dedicado a los estudios de teología, filosofía, derecho y economía; «Marcelino Menéndez Pelayo», a las humanidades; «Alfonso el Sabio», a la física y la química; «Santiago Ramón y Cajal» a las ciencias naturales y biológicas; y «Juan de la Cierva, a la física aplicada. A su vez, cada uno de estos patronatos estaba dividido en institutos especializados en función de la materia. A nosotros nos interesa el Patronato Marcelino Menéndez Pelayo, que estaba integrado por los siguientes institutos: «Benito Arias Montano», de estudios árabes y hebraicos; «Jerónimo Zurita», de historia; «Gonzalo Fernández de Oviedo», de historia de América; «Diego Velázquez», de arte y arqueología; «Juan Sebastián Elcano», de geografía. Desde su creación, el CSIC gozó de un puesto preeminente en la política científica y académica del Ministerio de Educación Nacional, incluso por encima de las universidades, disponiendo de unas mayores disponibilidades económicas. La idea central era que la investigación debía llevarse a cabo fuera de la universidad, pero sin excluirla totalmente, permitiendo que sus profesores pudieran colaborar con la nueva institución que se creaba ahora. Así, en la reforma de su reglamento el 16 de diciembre de 1942, se establecía el marco de colaboración entre el CSIC y la universidad a través de diferentes opciones: consideración como institutos propios del CSIC los institutos universitarios; creación de secciones de un instituto del CSIC en la universidad; vinculación de un instituto del CSIC a la universidad; y creación de institutos mixtos. Pero el CSIC carecía inicialmente de una plantilla de personal científico especializado, por lo que sus respectivas labores fueron desempeñadas por becarios que habían finalizado sus estudios y por profesores universitarios. Esta situación de interinidad, al no contar con una plantilla fija de personal dedicado exclusivamente a la investigación, no era la más adecuada para el desarrollo de la investigación científica. Esto cambió con dos decretos, ambos de 5 de julio de 1945, mediante los cuales se creaba la figura de los colaboradores científicos, así como la de los auxiliares de investigación, formada por auxiliares y laborantes, destinados en un primer momento a los institutos donde había una necesidad más acuciante, como eran los de ciencias, químicas y biológicas, ampliándose en años sucesivos, conforme los presupuestos lo fueron permitiendo al resto de los institutos.3 En la década siguiente a su creación, el CSIC siguió ampliando el número de sus institutos, con sede mayoritariamente
Decreto de 5 de julio de 1945 por el que se crean plazas de colaboradores científicos en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (BOE de 15 de julio) y Decreto de 5 de julio de 1945 por el que se crean plazas de Auxiliares y de Laborantes en el Consejo Superior de Investigacioens Científicas (BOE de 15 de julio).
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en Madrid, pero con secciones en algunos casos fuera de la capital y colaboración con cátedras universitarias provinciales.4 En cuanto a las relaciones internacionales, el CSIC retomó estas a través de la Junta Bibliográfica y de Intercambio Científico, que además del canje de publicaciones se ocupaba del intercambio de profesores, de la formación de investigadores y pensionados en el extranjero y de la asistencia a congresos internacionales. En colaboración con la Junta de Relaciones Culturales se encargó del funcionamiento de la Escuela Española de Arqueología e Historia en Roma, de la formación de un fichero de hispanistas y de la publicación de un Anuario de Hispanismo.5 En nuestro estudio nos centraremos exclusivamente en el desarrollo que tuvieron los estudios medievales en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Estos se integraron en el Instituto Jerónimo Zurita de Historia, perteneciente al Patronato Marcelino Menéndez Pelayo. Pero también otros institutos del mismo patronato, por su temática, tuvieron igualmente una relación estrecha con los estudios medievales, como fue el caso del Instituto Arias Montano de Estudios Hebraicos, el Miguel Asín de Estudios Árabes, el Diego Velázquez de Arte y el Enrique Flórez de Historia Eclesiástica, pero de los cuales no trataremos en este trabajo. Para seguir su evolución nos serviremos de las Memorias que publicaba anualmente el CSIC, donde se daba cuenta de los trabajos realizados y de los proyectos en marcha. La primera que se publicó corresponde a los años 1940-1941. 1. El Instituto Jerónimo Zurita El primer equipo directivo del Instituto Jerónimo Zurita fue nombrado el 14 de marzo de 1940 con Eduardo Ibarra como director; Pío Zabala, subdirector, y Antonio de la
4 Gonzalo Pasamar cree que la politización que sufrió tras su creación hizo de él una plataforma para la ocupación de cátedras en la universidad como una forma de acceso y control de parcelas de poder universitario. Así, algunos institutos desde su sede en Madrid se convirtieron en centros de poder para ciertos catedráticos, que mediante el reparto de favores económicos en algunas cátedras de provincias pudieron llevar a cabo una labor de investigación. Véase Pasamar Alzuria, Gonzalo. Historiografía e ideología en la postguerra española, pp. 49-50. 5 Delgado Gómez-Escalonilla, Lorenzo. «Dimensión internacional del CSIC», en Tiempos de investigación. JAE-CSIC, cien años de ciencia en España, p. 269. Este autor también ve continuidad entre la JAE y el CSIC: «EL CSIC heredó de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE) algo más que sus instalaciones y material, su modus operandi, fue deudor de la “apertura de horizontes” que protagonizó aquella institución de raigambre institucionista […] Así pues, tras la Guerra Civil el CSIC fue configurándose como el principal enlace científico e intelectual con el exterior de la España franquista, recogiendo el testigo de la JAE […]», ibidem.
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Torre, secretario.6 Antes de finalizar el año, el 26 de noviembre, se va a producir una reestructuración con dos vicedirectores, un secretario y un vicesecretario. Pío Zabala y Antonio de la Torre fueron nombrados vicedirectores; Miguel Lasso de la Vega, secretario, y Cayetano Alcázar, vicesecretario. Con la existencia de dos vicedirectores se acordó que el «Sr. Zabala tenga a sus inmediatas órdenes todo lo referente a Historia Moderna y Contemporánea y el Sr. De la Torre lo de Historia Antigua y Media, incluyendo Reyes Católicos».7 Se perfila, por tanto, desde los primeros momentos una Sección de Estudios Medievales bajo la dirección de Antonio de la Torre. El hecho parece confirmarse, pues inmediatamente a continuación se dice que «La Sección de Historia Medieval recoge y continúa, en lo precedente, los trabajos del Instituto de Estudios Medievales […]», con lo cual parece desprenderse una línea de continuidad con la etapa anterior: En el mismo mes de mayo se hizo cargo del Instituto Jerónimo Zurita de los trabajos que venía efectuando el Instituto de Estudios Medievales. Se habían establecido en este tres Secciones: Diplomas, Fueros y Crónicas, y su labor quedó interrumpida en 18 de julio de 1936. La primera tarea a emprender por el Instituto de Historia se estimó que debía ser ordenar el material científico existente, desordenado por el modo de interrumpirse el trabajo en 1936. Se propuso, y fue aceptada por el Consejo, la designación como colaboradores de los señores D. Gerardo Núñez y D. Ramón Paz, antiguos colaboradores de la Sección de Diplomas, que podían servir de enlace informativo entre lo que anteriormente se hacía y lo que de presente conviniese efectuar. El Sr. Núñez, ayudado en parte por el Sr. Paz, ha hecho la ordenación, recuento y distribución de lo encontrado, la clasificación de las copias y notas de la Sección de Diplomas, la rotulación e inventario de clichés y la revisión de ficheros de la misma Sección. El resultado de este trabajo se detalla en inventario especial, según el cual la Sección de Diplomas cuenta con 21.000 fotos, 1.069 copias de documentos, siete carpetas con notas y cuatro índices y 18 ficheros abundantemente provistos de cédulas. La Sección de Fueros mantenía relación íntima con la de Diplomas, que le proporcionaba documentos. Nombrando colaborador D. José M.ª Lacarra, que lo era de la Sección en 1936, ordenó y clasificó el material de esta, conforme se
O. de 14 de marzo de 1940 designando a los señores siguientes para el Instituto Jerónimo Zurita, de Historia, dependiente del Patronato Marcelino Menéndez y Pelayo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. 7 Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Memoria de la Secretaría General 1940-1941, Madrid, [Consejo Superior de Investigaciones Científicas], 1942, p. 150 (= CSIC. Memoria de la Secretaría General. Años 1940-1941). 6
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expresa también en el inventario. Dispone la Sección, según esta, de 317 fotos, seis carpetas de copias y una de notas y tres ficheros llenos de cédulas. El Sr. Lacarra se ha ocupado también en la ordenación y recuento del material científico de la Sección de Crónicas y ha coleccionado artículos del Fuero de Tudela para la edición crítica de este. Para la ordenación del material de crónicas se nombró especialmente como colaborador a D. Luis Vázquez de Parga, que también lo era de la misma Sección en julio de 1936. El resultado de su labor, que con mayor detalle se especifica en el inventario, es este: 1296 fotos, 18 carpetas con copias, una de notas y un fichero. Terminada la ordenación de ese material, el Sr. Vázquez de Parga ha hecho estudios de historiografía y hagiografía visigodas.8
Pero la continuidad parece todavía más evidente cuando vemos que son nombrados como colaboradores Núñez Clemente, Paz Remolar, Lacarra y Vázquez de Parga, todos ellos miembros del anterior Centro de Estudios Históricos.9 La medida no estaba exenta de intencionalidad, pues se precisaba que «podían servir de enlace informativo entre lo que anteriormente se hacía y lo que de presente conviniese efectuar». ¿Qué se puede deducir de estas palabras? ¿Se puede hablar de una continuidad entre ambas instituciones, o se trataría de una simple medida de tipo práctico para sacar partido de la experiencia de las mencionadas personas y poder así poner en funcionamiento la nueva institución? Parece evidente que hay aquí una decisión pragmática para poder aprovechar los valiosos materiales heredados del Centro, y qué mejor que utilizar a personas que habían trabajado en él, buenos conocedores, por tanto, de ellos para poder utilizarlos ahora a la mayor brevedad posible. Pero de la lectura de un documento sobre la creación de la nueva Escuela nos surgen ciertas dudas: Presenta el estudio de nuestra Edad Media problemas complejos para cuyo esclarecimiento tienen con frecuencia que sumarse los esfuerzos del historiador con los del filólogo, el jurista, etc. Aun la tarea inicial de la publicación de nuestras fuentes medievales, no puede ser emprendida fructíferamente ni por filólogos tan solo, ni aun para (sic) historiadores generales.
CSIC. Memoria de la Secretaría General. Años 1940-1941, pp. 151-152. El 30 de mayo de 1940, Pío Zabala Lera, por autorización del director del Instituto Jerónimo Zurita, proponía el nombramiento como colaboradores a Gerardo Núñez Clemente, José M.ª Lacarra y Carmelo Viñas Mey. No figuran, sin embargo, Paz Remolar y Vázquez de Parga. Véase AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Patronato Menéndez Pelayo. Instituto Jerónimo Zurita, 31/8531. 8 9
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Es benemérito el trabajo que en el campo medieval vienen realizando los historiadores del Derecho español. Ellos mismos reconocen la necesidad del auxilio de otros especialistas. Sería conveniente ensayar una colaboración entre los Institutos que estudian temas medievales, con lo cual se lograría con más amplia base y mayores garantías la labor encomendada al Instituto de Estudios Medievales que funcionaba antes de nuestro glorioso Movimiento, labor que aun no ha sido eficazmente reanudada. Para el estudio de las actividades que en este campo convenga desarrollar, y en especial para determinar en qué forma se puede emprender la publicación de nuestras fuentes medievales los monumenta histórica aunque quizá con un título menos pretencioso […].10
De los dos párrafos que destacamos en cursiva, especialmente el segundo, da la impresión de que se tenía en mente la labor de edición de documentos acometida por el Instituto de Estudios Medievales, pues se pretendía reanudar la publicación de «nuestras fuentes medievales monumenta histórica quizá con un título menos pretencioso». El problema de fondo parece ser que estaba en el título, Monumenta Hispaniae Historica, que había que cambiar para eliminar cualquier duda sobre posibles semejanzas con la etapa anterior. Como tendremos ocasión de comprobar en las páginas siguientes, muchas de las publicaciones que ahora se planifican lo habían sido ya por el Centro de Estudios Históricos, o incluso realizadas pero no publicadas por falta de medios. En cualquier caso, la breve existencia que tuvo el Instituto de Estudios Medievales creado en 1932 nos imposibilita hacer muchas comparaciones con el que se crea ahora en el CSIC, por tanto, todo lo que digamos no va más allá de meras conjeturas basadas en lecturas entrelíneas, como, por ejemplo, el documento recogido anteriormente.
10 Se trata de un simple borrador mecanografiado de un documento del CSIC. Véase AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA, 8540. Quizás con las ideas aquí expuestas tendrían sentido las palabras de Villacorta, Francisco. «Historia e historiadores en el CSIC, 1940-1975», en Tiempos de investigación. JAE-CSIC, cien años de ciencia en España, p. 321: «Un factor de continuidad —se podría llamara académica— presidió, en primer término, el despliegue institucional de los nuevos institutos históricos del CSIC: la necesidad imperiosa de dar nuevo acomodo legal al ya considerable patrimonio científico —incluido el personal— acumulado en las denostadas entidades institucionistas […] fácilmente observable en la escuela medievalista, tanto en aquellos que ya antes habían colaborado con el Instituto de Estudios Medievales, tales como José María Lacarra, Gerardo Núñez, Ramón Paz y Luis Vázquez de Parga, como los de las promociones de la posguerra: los Julio González, Emilio Sáez, Justo Pérez de Urbel, Jesús E. Martínez Ferrando, Antonio Ubieto, Federico Udina Martorell, intentando incluso reproducir el antiguo modelo institucionista, ahora bajo la denominación de Escuela de Estudios Medievales».
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Pasando ahora a los trabajos que tiene en marcha la nueva sección del Jerónimo Zurita se anunciaba la aparición inminente de la edición crítica de la Vita Sancti Aemiliani de Braulio de Zaragoza, a cargo de Vázquez de Parga y la de la Tragedia del condestable Don Pedro de Portugal por Martínez Ferrando.11 Los archivos nacionales eran también objeto de atención y se esbozaba un plan sistemático de trabajo en ellos, comenzando por la reunión de la correspondencia de Fernando el Católico.12 La elección del tema es bastante significativa pues el reinado de los Reyes Católicos se convirtió en uno de los temas historiográficos fomentados por la nueva ideología. En la Memoria de 1942 aparece ya un apartado específico para la Sección de Estudios Medievales.13 De los trabajos aquí enunciados solo se publicó el de Vázquez de Parga,14 cuya edición ya había sido planeada, como hemos visto, por García Villada en la Colección de Textos Hispanolatinos Medievales, aunque no llegó a publicarse. El trabajo emprendido por Emilio Sáez se convertiría en su tesis doctoral, parte de la cual sería publicada bastantes años después.15 En cuanto a la tesis doctoral de Ángel Canellas no vería la
CSIC. Memoria de la Secretaría General. Años 1940-1941, pp. 152-153; Sancti Braulionis, Caesaraugustani Episcopi, vita S. Emiliani. Edición crítica por Luis Vázquez de Parga, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Jerónimo Zurita, 1943. Esta obra figuraba ya como muy avanzada para su publicación dentro de un primer volumen de la sección de Crónicas en los Monumenta Hispaniae Historica. Véase JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1933 y 1934, p. 246; Martínez Ferrando, Ernesto. Tragedia del insigne Condestable Don Pedro de Portugal, Madrid, [Diana, Artes Gráf.], 1942. Martínez Ferrando era director del Archivo de la Corona de Aragón desde 1940. Una rápida visión de conjunto sobre su figura en Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «Martínez Ferrando, Jesús Ernesto», en Diccionario Biográfico de España, Madrid, Real Academia de la Historia, 2012, v. XXXIII, pp. 317-318, donde se recoge toda la bibliografía. 12 «En el propósito por parte del Instituto de llevar a cabo la utilización metódica de los grandes archivos nacionales, se han comenzado los trabajos preliminares para la publicación de la Correspondencia diplomática de Fernando el Católico, conservada en el Archivo de la Corona de Aragón, estudio anteriormente preparado por D. Antonio de la Torre y del Cerro», CSIC, Memoria de la Secretaría General. Años 1940-1941, p. 153. Sobre los antecedentes de este trabajo llevado a cabo por Antonio de la Torre, véanse pp. 479 y 490. 13 Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Memoria de la Secretaría General. Año 1942, Madrid, [Consejo Superior de Investigaciones Científicas], 1943, pp. 146-147 (= CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1942). 14 Vázquez de Parga, Luis. La división de Wamba. Contribución al estudio de la historia y geografía eclesiástica de la Edad Media española, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1943. Véanse las notas 102 y 239 del capítulo III. 15 Solo se han publicado dos volúmenes póstumos, Sáez, Emilio y Sáez, Carlos. Colección Diplomática del Monasterio de Celanova (842-1230), v. I (842-942), Madrid, Universidad de Alcalá de Henares. Servicio de Publicaciones, 1996; Sáez, Emilio y Sáez, Carlos. Colección Diplomática del Monasterio de Celanova (842-1230), v. II (943-988), Madrid, Universidad de Alcalá de Henares. Servicio de Publicaciones, 2000. 11
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luz hasta 1993.16 Los trabajos de bibliografía histórica continuaron bajo la dirección de Ramón Paz.17 La historia medieval seguía teniendo un gran peso específico dentro del panorama historiográfico de la época, a lo cual el CSIC no fue ajeno. El 16 de junio de 1942 se acordó crear las secciones de Estudios Medievales de Valencia, Zaragoza y Barcelona, que fueron puestas al mando de Alfonso García-Gallo, José M.ª Lacarra y Ernesto Martínez Ferrando, respectivamente.18 Los tres eran personas que tenían ya un considerable prestigio en el campo de los estudios medievales en ese momento. García-Gallo, catedrático de «Historia del derecho español» en la Universidad de Murcia desde 1934, se había trasladado a la misma cátedra de la Universidad de Valencia en 1940. Lacarra era catedrático de «Historia de España. Edad Media» en la Universidad de Zaragoza desde 1940 y fundador del Centro de Estudios Medievales de Aragón, al cual nos referiremos inmediatmente. Finalmente, Martínez Ferrando era director del Archivo de la Corona de Aragón, que se especializó y publicó importantes trabajos sobre la Corona de Aragón en los siglos xiv y xv. En Zaragoza venía funcionando desde principios de 1941 el Centro de Estudios Medievales de Aragón creado por iniciativa personal de José M.ª Lacarra.19 José M.ª Albareda, secretario general del CSIC, le comunicaba el 16 de junio de 1942 el acuerdo tomado de nombrarle jefe de la Sección de Pamplona. Lacarra le contestó el 3 de enero de 1943 proponiéndole un proyecto más ambicioso, la adscripción de dicho Centro a la Delegación del CSIC de Zaragoza como sección del Instituto Jerónimo Zurita.20
16 Canellas López, Ángel. Colección diplomática de Sancho Ramírez, Zaragoza, Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País, 1993. Edición póstuma a cargo de Beatriz Canellas del tomo II de documentos de la tesis. Se añade el regesto de otros 59 documentos publicados. La tesis original se conserva en el Depósito de Tesis de la Universidad Complutense, Canellas López, Ángel. Estudio diplomático de los documentos de Sancho Ramírez, 3 v. 1942 (T. 288). 17 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1942, p. 147. 18 «La Escuela de Estudios Medievales», Hispania. Revista Española de Historia, III, n.º 11 (1943), pp. 351-352; Benito Ruano, Eloy. «La Escuela de Estudios Medievales», Arbor. Ciencia, Pensamiento, Cultura, XXXVII, n.os 139-140 (1957), pp. 424-429. 19 «Como complemento de nuestra labor en la cátedra de Historia Medieval en la Universidad de Zaragoza iniciamos la formación de un Seminario que adiestrase a los alumnos en las tareas de investigación […] El Consejo Superior de Investigaciones Científicas, con fecha de 27 de enero de 1943, acordó crear sobre esta base el Centro de Estudios Medievales de Aragón, pronto incorporado a la recién creada Escuela de Estudios Medievales del mismo Consejo. Desde un principio nuestro Centro contó con el decidido apoyo de las entidades culturales de Aragón: la Sociedad Económica de Amigos del País cedió galantemente sus locales, donde han venido celebrándose las reuniones y cursos del Centro; el Ayuntamiento de Zaragoza consignó en sus presupuestos una cantidad para editar nuestras publicaciones; la Facultad de Filosofía y Letras ha facilitado en todo momento su material científico y su Laboratorio Fotográfico». Presentación de José M.ª Lacarra a los Estudios de Edad Media de la Corona de Aragón, I (1945), p. 7. 20 Este documento se conserva en el archivo particular de José M.ª Lacarra y lo publica Falcón, Isabel. «El Centro de Estudios Medievales de Aragón», Medievalismo, n.º 10 (2000), pp. 337-338.
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Esta propuesta recibió el beneplácito del Consejo Ejecutivo del CSIC en su sesión de 27 de enero y así se lo comunicaba Albareda a Lacarra el 31 de enero.21 Conservamos también el «método y plan de trabajo» que Lacarra remitió a Albareda el 3 de junio junto con su contestación, donde se establecían cuatro fases con los trabajos que se deberían acometer: 1.ª Formación de un fichero con toda la bibliografía de interés para la historia medieval de Aragón. 2.ª Formación de otro fichero con todos los documentos publicados sobre la Edad Media en Aragón. 3.ª Formación de un archivo fotográfico de documentos medievales aragoneses que se iría aumentando en campañas paulatinas en archivos aragoneses y navarros, especialmente eclesiásticos y municipales, como primer elemento de trabajo. Con el tiempo se procurará recoger también la documentación medieval aragonesa existente en archivos del extranjero. En cuanto a los grandes archivos nacionales con documentación de interés para la historia de Aragón, como el Archivo Histórico Nacional, Archivo de la Corona de Aragón, Archivo Regional de Valencia y [Archivo General de Navarra. Sección de Comptos], únicamente se fotografiarán sus documentos en casos especiales, en el caso de estudios concretos o para completar las series ya existentes en el archivo fotográfico. 4.ª Formación de una biblioteca especializada en estudios medievales sobre Aragón.
El plan se proyectaba inicialmente para dos años y se concretaban los trabajos a realizar en cada uno, los recursos con que contaban en aquel momento y el personal disponible.22 Se conserva igualmente otro documento semejante para la organización de la Sección de Valencia, de fecha 15 de septiembre de 1942, con el plan de trabajo propuesto por Alfonso García-Gallo, basado en la edición de fuentes de época medieval como tarea fundamental.23 Como colaborador fijo de la sección se proponía a Rafael Calvo Serer, catedrático de la Universidad de Valencia; como becarios a Manuel Dualde Serrano, archivero y profesor
Ibidem, p. 341. Este documento lo publica íntegramente Isabel Falcón en el artículo anteriormente citado sobre el ejemplar del archivo de Lacarra, pp. 339-341. Existe otro igual firmado por Lacarra, el que envió a Albareda, conservado en AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA, 31/8540. 23 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA, 31/8537. 21 22
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ayudante de esta misma universidad;24 y a Álvaro Santamaría, licenciado en Filosofía y Letras, todos ellos con experiencia en los trabajos antes mencionados. Como colaboradores no fijos, a José M.ª Garganta, dominico especialista en temas de historia eclesiástica medieval, a Octavio Gil Munilla y José Víctor de Francisco Gracia, alumnos de la Facultad de Derecho.25 En el mismo año 1943, además de la creación de la Escuela de Estudios Medievales, tuvo lugar también la constitución de las secciones de Historia Moderna en Barcelona y en Valladolid del Instituto Jerónimo Zurita, con el propósito de potenciar los estudios de los fondos del Archivo de la Corona de Aragón y el Archivo General de Simancas, respectivamente.26 Entre los trabajos de la Sección de Barcelona de carácter documental hay que destacar el emprendido bajo la dirección de Antonio Rumeu de Armas sobre el Itinerario de don Fernando el Católico, que tenía como base los fondos del Archivo de la Corona de Aragón.27 Este trabajo podríamos calificarlo como complementario al que venía haciendo Antonio de la Torre de recopilación de documentación sobre los Reyes Católicos, que como acabamos de ver se mencionaba en la primera Memoria de 1940-1941, el cual analizaremos detalladamente más adelante. Antonio Rumeu nos dice que esta obra se gestó en el 1945-1946 como parte de la asignatura de «Historia de España» que impartía en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Barcelona. Hasta el año 1949 se llevó a cabo por parte de los alumnos un «expurgo sistemático, minucioso y controlado» de los registros de Fernando el Católico del Archivo de la Corona de Aragón.28 La obra se concibió en un principio sobre la base documental de este archivo exclusivamente, coincidiendo con la estancia de Rumeu en la Universidad de Barcelona. Como resultado de este trabajo se redactó un «primer esbozo de itinerario» mecanografiado conservado en la Real Academia de la Historia.29 Posteriormente, se decidió tener en cuenta también la documentación del Registro General del Sello del Archivo
24 Breve semblanza donde se recoge toda la bibliografía en Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «Dualde Serrano, Manuel», Diccionario Biográfico Español, Madrid, Real Academia de la Historia, 2010, v. XVI, p. 622. 25 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA, 31/8537. 26 Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Memoria [de la Secretaría General]. 1943, Madrid, [Consejo Superior de Investigaciones Científicas], 1945, p. 141 (= CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1943). 27 Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Memoria de la Secretaría General. Años 1946-1947, Madrid, [Consejo Superior de Investigaciones Científicas], 1948, p. 265 (= CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1946-1947); Rumeu de Armas, Antonio. Itinerario de los Reyes Católicos, 1474-1516, Madrid, [Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Instituto Jerónimo Zurita], 1974 (= Rumeu de Armas, Antonio. Itinerario de los Reyes Católicos). 28 Rumeu de Armas, Antonio. Itinerario de los Reyes Católicos, p. 26. 29 Ibidem, p. 15.
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General de Simancas, con el «deseo de una mayor perfección», tarea que fue facilitada por la publicación que desde 1950 venía haciéndose de los catálogos de este fondo. No obstante, a partir de 1494 fue necesario recurrir a la consulta directa de los documentos. En menor medida también aportaron datos para esta obra el Tumbo de los Reyes Católicos del Archivo Municipal de Sevilla, documentación del Archivo General de Indias, la colección Salazar y Castro de la Real Academia de la Historia, manuscritos de la Biblioteca Nacional, algunos documentos del Archivo de los duques de Veragua y, por último, las informaciones aportadas por los cronistas del reinado.30 2. La Escuela de Estudios Medievales El siguiente paso fue la creación de la Escuela de Estudios Medievales dentro del Patronato Menéndez Pelayo por acuerdo del Consejo Ejecutivo del CSIC de 13 de marzo de 1943, con el propósito de establecer una «colaboración permanente y regular en los estudios medievales» por parte de los institutos Jerónimo Zurita, Francisco de Vitoria y Antonio de Nebrija. La dirección, que estaba a cargo de tres delegados, uno por cada instituto, con rotación anual, fue encomendada a Antonio de la Torre, José López Ortiz y Pascual Galindo Romeo, y como secretario se designó a Alfonso García-Gallo. Instalada en los locales del Jerónimo Zurita, a ella se incorporaría «el material reunido para la publicación de Monumenta Hispania Historica, por el antiguo Instituto de “Estudios Medievales”», así como su biblioteca. De ella dependerían las secciones medievales de Madrid, Barcelona, Valencia y Zaragoza.31 Como plan de trabajo se anunciaba como inminente la publicación de unas Normas de transcripción y edición de textos y documentos32, que sirviesen de pauta y modelo para la unificación de criterios de los colaboradores en las publicaciones. Asimismo, para los días 25 a 29 de agosto, se convocaba la «primera reunión de la Escuela para poner en contacto a los investigadores sobre temas medievales y poder tomar acuerdos sobre publicación de cartularios, colecciones diplomáticas, utilización de archivos, sobre todo, eclesiásticos, y otros extremos de interés».33 La preparación de esta reunión se
Ibidem, pp. 16-17. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Acta de la sesión del Consejo Ejecutivo celebrada el día 13 de marzo de 1943. CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1943, p. 162. 32 Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Escuela de Estudios Medievales. Normas de transcripción y edición de textos y documentos, Madrid, [Blass], 1944 (= Escuela de Estudios Medievales. Normas de transcripción). 33 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1942, p. 163. 30 31
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encargó a José López de Ortiz y Pascual Galindo Romeo, y a ella acudieron la dirección y colaboradores de todas sus secciones. El trabajo se desarrolló mediante la discusión de ponencias y una serie de conferencias. En las primeras se trataron los siguientes temas: «reuniones periódicas y Sección de Historia de la Iglesia en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas», a cargo de Antonio de la Torre y José López de Ortiz; «archivos eclesiásticos: su ordenación y utilización», a cargo de José M.ª Lacarra y José Zunzunegui; y, «publicación de cartularios, bularios, etc.», a cargo de Luciano Serrano y Luis Vázquez de Parga.34 También se dieron a conocer las Normas de transcripción que se estaban elaborando, sometiéndolas a las observaciones de los asistentes.35 Al año siguiente, desde el 30 de agosto al 2 de septiembre de 1944, se celebró nuevamente en Pamplona la segunda reunión de la Escuela de Estudios Medievales, presidida por Antonio de la Torre. En representación del Archivo Histórico Nacional asistieron el director, Miguel Gómez del Campillo y Gerardo Núñez Clemente. Portugal participó igualmente como invitado, representado por Torquato de Sousa Soares. Su presencia se justificaba porque «la Historia de Portugal hasta el siglo xii es una con la de los reinos de la Meseta; y nada podrá hacerse, por portugueses ni por españoles, sin una utilización total de todos los archivos peninsulares».36 En la primera sesión se dio cuenta de los trabajos que estaban en marcha en cada una de las secciones. Uno de los temas centrales que allí se trataron y que más nos interesa a nosotros fue la «ponencia sobre inventario, catalogación y fotografiado de documentos medievales», en la que se
34 «I Reunión de la Escuela de Estudios Medievales», Anuario de Historia del Derecho Español, XIX (19421943), pp. 735-737, donde se informa también sobre el contenido de las conferencias. 35 Según Lacarra, Luis Vázquez de Parga «había colaborado —de forma anónima, pero muy decisiva— en la elaboración». Véase «Contestación del Excmo. Sr. D. José María Lacarra y de Miguel»), p. 51. 36 «Segunda reunión anual de la Escuela de Estudios Medievales», Hispania. Revista Española de Historia, IV, n.º 16 (1944), pp. 486-495. La relación de todos los asistentes en la p. 486. La idea de invitar a Portugal partió de Antonio de la Torre, quien en una carta de 20 de abril de 1944, al secretarío general del CSIC, justificaba de la manera citada la presencia de investigadores portugueses. En un borrador de otra carta posterior de 3 de mayo dirigida al director de la Escuela, suponemos que por la directiva del CSIC, aunque no consta explícitamente, se le comunicaba que habían sido invitados Paulo Merea y Torquato Brochado de Sousa Soares, profesores de «Historia del derecho» e «Historia medieval» de la Universidad de Coimbra. Ambas cartas en AGA. Educación y Ciencia. Patronato Menéndez Pelayo. Instituto Jerónimo Zurita, 31/8543. Finalmente solo asistió el segundo, como se puede comprobar en la relación de asistentes mencionada. Hay una edición aparte, Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Segunda Reunión de la Escuela de Estudios Medievales: Pamplona de 30 de agosto a 2 de septiembre de 1944, [s.l., s.e., s.f.]; «Segunda reunión de la Escuela de Estudios Medievales», Anuario de Historia del Derecho Español, XV (1944), pp. 839-841; García Gallo, Alfonso. «II Reunión de la Escuela de Estudios Medievales», Arbor, II, n.º 6 (1944), pp. 374-377.
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pretendían fijar las bases para el inventario de archivos, la reproducción fotográfica de los documentos, su clasificación y utilización. Teniendo en cuenta que los fondos medievales conservados en los archivos españoles no comienzan antes del siglo xiii, para el estudio de los siglos anteriores es imprescindible recurrir a los archivos eclesiásticos fundamentalmente y, en menor medida, a los archivos de las órdenes militares, a los nobiliarios y a los municipales, no obstante, la gran cantidad de documentación eclesiástica procedente de las desamortizaciones eclesiásticas se conservaba en el Archivo Histórico Nacional, Archivo de la Corona de Aragón y Archivo General de Navarra. Como arco cronológico se proponían distintas fechas. Suponemos que finalmente se fijaría a mediados del siglo xiii, pues es la que recogen las Normas de transcripción y edición de textos y documentos que comentaremos a continuación.37 Para la puesta en funcionamiento de este plan se fijaban varias etapas sucesivas. En primer lugar, era necesario realizar un «inventario-fichero» de todos los archivos españoles con los datos sobre sus fondos y los instrumentos de información existentes («descripciones, catálogos»). Segundo, «catalogar, o al menos inventariar» toda la documentación que todavía no le esté. Tercero, fotografiar toda la documentación de interés, íntegramente hasta la fecha fijada y «lo más selecto» a partir de esa fecha en adelante. En este trabajo se tendrían también en cuenta los «códices y manuscritos» medievales o de los que se conserven copias de documentos de esta época, así como las inscripciones epigráficas hasta finales del siglo xiii. Con respecto al inventario-fichero de documentos se proponía la creación de un único índice por orden alfabético de localidades donde se encontraban los fondos, haciendo referencias a los lugares de procedencia. Igualmente se daban pautas para la redacción del inventario y catalogación de los documentos, así como para su publicación. Con todo el material recogido en los trabajos mencionados, «inventario de archivos», «catálogo e inventario de documentos» y «archivo de fotografías», se creará un depósito central en Madrid y otros parciales en las secciones de Barcelona, Valencia, Zaragoza y otros lugares que se decida. No hay ninguna noticia más sobre si estos depósitos llegaron a crearse, por lo cual suponemos que esta iniciativa se quedó en un mero proyecto. Para acometer esta labor no se partía de cero, pues se contaba con un volumen muy considerable de fotografias heredadas de la Escuela de Estudios Medievales del Centro de Estudios Históricos, a lo cual se aludía aunque de una manera muy velada,
37 «Segunda reunión anual de la Escuela de Estudios Medievales», Hispania. Revista Española de Historia, IV, n.º 16 (1944), p. 490.
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sin mencionarla expresamente: «Estos trabajos no son nuevos en España. La Escuela de Estudios Medievales ha recogido el resultado de la labor realizada anteriormente por organismos residentes en Madrid».38 ¿Sería esta una forma de quitar importancia a esta magnífico trabajo efectuado por Sánchez-Albornoz y sus alumnos de la Escuela, para no hacer sombra a la misión que se proponía ahora la nueva Escuela? Teniendo en cuenta que los archivos eclesiásticos eran uno de los principales focos de interés de este proyecto y, de acuerdo con lo acordado en agosto de 1943, coincidiendo con la celebración de esta reunión, se impartió al mismo tiempo un «cursillo de metodología» para sacerdotes bajo la dirección de José López de Ortiz y Pascual Galindo Romeo. Fueron invitadas las diócesis metropolitanas y las no reconquistadas tardíamente, en total, participaron dieciséis personas de las diócesis siguientes: Barcelona (dos), Madrid, Orense, Oviedo, Pamplona (tres), Plasencia, Segovia, Toledo, Tortosa, Vich, Vitoria (dos) y Zaragoza. Las asignaturas impartidas fueron: «Paleografía. Diplomática», «Sigilografía. Cronología. La cancillería pontificia», «Epigrafía romana y cristiana», «Arte y arqueología cristianos», «Metodología histórica», «Orientaciones bibliográficas», «Lectura, transcripción, estudio, preparación, edición, valoración de documentos e inscripciones», «Trabajos fotográficos», «Archivística», «Los enemigos de los documentos y de los libros», «A topografía urbana e a génese das instituçoes municipais», «Elementos diplomáticos en la redacción de la Historia Compostelana» y «El préstamo de libros en la Biblioteca Vaticana en los siglos xv y xvi».39 Una de las primeras obras publicadas por la Escuela, que constituía una herramienta fundamental de trabajo, fue las Normas de transcripción y de edición de textos y documentos en 1944, de cuya aparición se daba noticia en la Memoria de 1944.40 Sobre ella merece la pena hacer unos breves comentarios, en concreto de su apartado sobre «colecciones de documentos», donde se establecían tres criterios para la formación de colecciones diplomáticas: 1. 2.
Atendiendo a la personalidad del otorgante (p. ej. Documentos de Fernando II de León). A la entidad que los recibe (p. ej. Colección diplomática de San Salvador del Moral).
38 Ibidem, pp. 490-493. Según se precisa «este año la Escuela ha encomendado a uno de sus colaboradores, don Julio González, una exploración de los archivos de la zona entre el Duero y el Tajo», p. 491. No tenemos ninguna constancia de que se llegara a realizar. 39 Ibidem, pp. 493-495. 40 Escuela de Estudios Medievales. Normas de transcripción; Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Memoria de la Secretaría General. Año 1944, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1945, p. 169 (= CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1944).
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Referentes a hechos o instituciones determinadas (por ejemplo, documentos para el estudio de las clases sociales; para la historia del arte; sobre el concilio de Constanza).41
Otro aspecto importante a tener en cuenta fueron las fechas escogidas a la hora de decidir qué documentos se publicaban íntegros y cuáles simplemente en regesto. Como norma general se editarían íntegramente todos los anteriores a mediados del siglo xiii, fecha que podrá modificarse teniendo en cuenta las peculiaridades regionales y el valor intrínseco de los documentos. Los posteriores se incluirán íntegramente, únicamente cuando «ofrezcan interés por su contenido o forma». Del resto se dará la ficha catalográfica y se transcribirá íntegramente la parte dispositiva o la que se considere más interesante. En las colecciones documentales de la Baja Edad Media o de la Moderna, cuyos documentos siguen en su redacción un formulario establecido por las diferentes cancillerías, se copiarán al principio las distintas fórmulas, omitidas luego en cada documento, poniendo en este la referencia a aquellas.42 Estos serán, por tanto, los criterios a seguir a partir de ahora por las publicaciones de la Escuela de Estudios Medievales. Teniendo en cuenta estas pautas, no deja de ser llamativo que, en fecha relativamente reciente, algun autor llegue a hacer una afirmación, que consideramos gratuita, con respecto a la Colección diplomática de San Salvador de Oña, obra publicada por la Escuela, sobre la falta de criterios a la hora de fijar los topes cronológicos de la edición, cuando el editor de esta dice claramente que sigue «en lo posible, lo dispuesto en las normas publicadas por la Escuela de Estudios Medievales».43 La Escuela de Estudios Medievales celebró su tercera reunión en Barcelona del 3 al 8 de septiembre de 1945, orientada fundamentalmente a fijar las normas de los trabajos de inventario y catalogación de archivos, así como a discutir los problemas planteados por la aplicación de las Normas de transcripción y edición de textos y documentos recién publicadas. Se pretendía, asimismo, familiarizar a los «miembros más jóvenes» en la reproducción fotográfica de documentos. Con este objeto, se llevaron a cabo trabajos prácticos en el Archivo de la Corona de Aragón, Archivo Histórico de la Ciudad,
Escuela de Estudios Medievales. Normas de transcripción, p. 33. Ibidem, p. 34. 43 Sobre los datos concretos de las obras y las referencias bibliográficas, remitimos a Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «El fondo del monasterio de Oña en el Archivo Histórico Nacional», en Rafael Sánchez Domingo (coord.), Oña. Un milenio: Actas del Congreso Internacional sobre el monasterio de Oña, Burgos, Fundación Milenario de Oña, 2012, pp. 294-321, especialmente p. 298 (= Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «El fondo del monasterio de Oña en el Archivo Histórico Nacional»). 41
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en la Biblioteca Central de la Diputación, en la Biblioteca Balmesiana y en el Museo Marítimo.44 En relación con los trabajos emprendidos por la Escuela para localizar documentos medievales en los archivos españoles, es necesario hacer referencia a la creación del «Catálogo del Tesoro Bibliográfico y Documental de España» en 1942 por el Ministerio de Educación Nacional.45 Todos los «centros, organismos y establecimientos dependientes del Estado, provincia y municipio» estaban obligados a formar dichos catálogos (art. segundo). Los centros y establecimientos oficiales no servidos por el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, así como los particulares que sean custodios de fondos de «especial interés», podrán solicitar la colaboración del personal del mencionado Cuerpo para llevarlos a cabo (art. tercero). Para los archivos y bibliotecas eclesiásticos se establecía un trato «especial», ofreciéndoles colaborar en este trabajo y poniendo a su disposición personal del Cuerpo Facultativo, o en su caso dando una subvención para el «personal propio de que aquellos centros dispongan» (art. cuarto). Dos años después se crearon diversas comisiones provinciales46 y para coordinar sus trabajos se estableció una Comisión Central en Madrid dividida en dos secciones, una de archivos y otra de bibliotecas. La Sección de Archivos estaba presidida por el inspector general de Archivos, y formaban parte de la misma Gerardo Núñez Clemente, Federico Navarro Franco, Félix del Val Latierro y Antonio Matilla Tascón.47 Este trabajo, en la parte que concernía a los fondos documentales de los archivos, estaba muy relacionado con el plan propuesto en la segunda reunión de Pamplona de 1944 que ya hemos visto, de ahí que fuese de su máximo interés poder participar en dicha tarea. Este proyecto de colaboración quedaba patente en la Memoria de 1945, dando cuenta de los trabajos de inventario de archivos que se habían efectuado en Barcelona y Galicia.48 Desconocemos por falta de noticias directas el grado de colaboración que se estableció entre los archivos y la Escuela. Tan solo hemos encontrado una mención en la
Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Memoria de la Secretaría General. Año 1945, Madrid, [Consejo Superior de Investigaciones Científicas], 1946, pp. 243-244 (= CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1945). 45 Decreto de 16 de diciembre de 1942 (rectificado) por el que se ordena la formación del «Catálogo del Tesoro Bibliográfico y Documental de España» (BOE de 29 de diciembre). 46 Orden de 18 de octubre de 1944 por la que se crean Comisiones para la formación del Catálogo bibliográfico y documental de España (BOE de 28 de octubre). Se crearon Comisiones en Barcelona, Córdoba, Granada, Palma de Mallorca, Pamplona, Salamanca, Santiago, Sevilla, Tarragona, Vitoria y Zaragoza. 47 Orden de 12 de febrero de 1945 por la que se crea en Madrid la Comisión Central del Catálogo bibliográfico y documental de España (BOE de 3 de marzo). 48 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1945, pp. 242-243. 44
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misma Memoria de 1945 que hace alusión a esta cuestión,49 aunque es de suponer que la colaboración por parte de los diferentes archivos siempre existió, teniendo en cuenta el gran número de archiveros que eran colaboradores del Instituto Jerónimo Zurita y de la Escuela, como Núñez Clemente, Sánchez Belda, Paz Remolar, Vázquez de Parga, Martínez Ferrando, Udina Martorell, Salavert Roca, Solsona Climent, Lacarra, Sevillano Colom y Manuel Dualde Serrano. Las Memorias anuales del CSIC nos permiten seguir con cierto detalle los trabajos en curso que se estaban llevando a cabo y las publicaciones que iban apareciendo. Pero también encontramos en ellas noticias sobre otros trabajos en curso que no se terminaron o, por lo menos, no tenemos la certeza de que se publicaran. Utilizaremos para nuestro propósito las denominadas Memorias narrativas, que abarcan el periodo cronológico de 1940 a 1962. La Escuela de Estudios Medievales abandonó el antiguo proyecto del Instituto de Estudios Medievales de publicación de los Monumenta Hispaniae Historica para centrarse en la edición de documentos por fondos de archivos y de textos según las posibilidades del momento. Entre los proyectos más ambiciosos se encontraban el de la publicación del fondo documental de la catedral de León y el del monasterio de Sahagún hasta el siglo xiii, ambos con abundantes documentos desde el siglo ix. En cuanto a la edición de crónicas, se intentó publicar las dos grandes crónicas latinas, que en cierto modo se pueden considerar como las primeras historias de España, el Chronicon Mundi, de Lucas de Tuy, y el De Rebus Hispaniae, de Rodrigo Jiménez de Rada.50 La importancia de la documentación del archivo catedralicio de León no había pasado desapercibida a Ramón Menéndez Pidal, quien desde su sección en el Centro de Estudios Históricos era ya utilizada para los trabajos allí programados. Otro tanto puede decirse de Claudio Sánchez-Albornoz, quien también la empleó en muchos de sus trabajos. Es muy posible que si los Monumenta por él creados hubieran continuado adelante, la documentación de la catedral de León hubiera encontrado un hueco importante en ella. Parece que la empresa del CSIC para publicar estos documentos iba por buen camino, a tenor de la noticia que proporciona la Memoria de 1950, pues lo da como inminente.
49 «[...] conviene destacar la colaboración de los Sres. Dualde y Sevillano, miembros de la Sección y Facultativos del Archivo de la Corona de Aragón, en la labor de inventario de archivos realizada por la Escuela y la Comisión Central de Archivos en la Provincia de Barcelona», CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1945, p. 247. En la Comisión Provincial de Barcelona estaban también Martínez Ferrando, Udina Martorell y Salavert Roca, archiveros del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos. 50 Torre, Antonio de la y Vázquez de Parga, Luis. «La publicación de fuentes medievales españolas en los últimos sesenta años», v. I, p. 86.
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En el trabajo colaboraban fray Justo Pérez de Urbel, Emilio Sáez, Luis Sánchez Belda y Luis Vázquez de Parga.51 Al año siguiente se repite la misma información, destacando la participación en el proyecto del Centro de Estudios e Investigaciones San Isidoro y fray Justo Pérez de Urbel en el tomo II, «que está ya en la imprenta».52 Las siguientes noticias, muy escuetas, se encuentran en la Memoria de 1952-195453 y en la de 1955-1957.54 Pero lo cierto es que la empresa no llegó a su fin y será el Centro de Estudios e Investigación San Isidoro el que a principios de los años ochenta retomase el proyecto. Fernández Catón, uno de los impulsores de este y de la colección Fuentes y Estudios de Historia Leonesa, recordaba en su presentación del primer volumen, a cargo de Emilio Sáez, que ya a finales de los años cuarenta el CSIC y el Centro de Estudios e Investigaciones San Isidoro de León habían elaborado un plan para la publicación de esta documentación hasta 1230, tarea que no llegó a realizarse. De ahí que el mismo Catón presentase a la Caja de Ahorros de León en 1982 nuevamente el proyecto que fue aprobado en enero de 1983.55 El caso de la colección diplomática del monasterio de Sahagún siguió los mismos derroteros. A finales del siglo xviii el benedictino Romualdo Escalona, basándose en el trabajo del también benedictino José Pérez, había publicado una historia del monasterio donde se incluían en un apéndice numerosos documentos de su archivo.56 En 1915 el jurista e historiador de derecho Julio Puyol Alonso elegía también a Sahagún como tema de su discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia.57 La importancia
Véase Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Memoria [de la Secretaría General. Año 1950], Madrid, [Consejo Superior de Investigaciones Científicas], 1951, p. 130 (= CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1950). 52 Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Memoria [de la Secretaría General. Año 1951], Madrid, [Consejo Superior de Investigaciones Científicas], 1952, p. 152 (= CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1951). 53 Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Memoria [de la Secretaría General. Años] 1952-1954, [t.] I, Madrid, [Consejo Superior de Investigaciones Científicas], 1958, p. 192 (= CSIC. Memoria de la Secretaría General. Años 1952-1954). 54 Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Memoria [de la Secretaría General. Años] 1955-1957, Madrid, [Consejo Superior de Investigaciones Científicas], 1959, p. 271 (= CSIC. Memoria de la Secretaría General. Años 1955-1957). 55 Sáez, Emilio. Colección documental de la catedral de León (775-1230). I (775-992), León, Centro de Estudios e Investigación San Isidoro, 1987, p. VIII. 56 Escalona, Romualdo. Historia del Real Monasterio de Sahagún sacada de la que dexó escrita el Padre Maestro Fr. Joseph Perez corregida y aumentada con varias observaciones históricas y cronológicas, Madrid, Joachin Ibarra, 1782. Ed. facs. León, Edic. Leonesas, D. L. 1982 y Valladolid, Maxtor, [2006]. 57 Puyol y Alonso, Julio. El abadengo de Sahagún. Contribución al estudio del feudalismo en España. Discurso leído en el acto de su recepción por D. Julio Puyol y Alonso y contestación del Excmo. señor D. Gumersindo de Azcárate académico de número el día 21 de marzo de 1915, Madrid, Imp. de la Suc. de M. Minuesa de los Ríos, 1915. Ed. facsímil, León, Ediciones Leonesas, 1985. 51
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y riqueza de estos documentos no había pasado desapercibida a Vicente Vignau, quien en 1874 publicó un índice acompañado de un glosario y un diccionario geográfico de los mismos.58 En las Memorias del CSIC solamente se hace alusión a este proyecto en las de los años 1952-1954 y 1955-1957, en las cuales se hacía referencia a que estaba en marcha junto con el de la catedral de León. En la primera, se especificaba que cada una de ellas «formará cinco volúmenes y llevará índices exhaustivos, que permitan su más cómoda y eficaz utilización científica».59 Los trabajos, a tenor de esta información, parece que estaban bastante avanzados.60 Sería en la colección Fuentes y Estudios de Historia Leonesa donde la empresa llegó a ser una realidad, adelantándose incluso a la de la catedral de León. En 1977 apareció el primer volumen con los documentos de los siglos ix y x a cargo de José M.ª Mínguez Fernández.61 Tras un periodo de estancamiento de más de diez años, en 1988 volvió a reanudarse la publicación con los volúmenes segundo y tercero por Marta Herrero de la Fuente;62 en 1991 y 1993 se llegó a la fecha establecida de 1230 con la aparición del cuarto y el quinto por José Antonio Fernández Flórez.63 La obra se completó con un completo volumen de índices elaborados por Fernández Catón, Herrero de la Fuente y Fernández Flórez. 64 Finalmente, Fernández Catón añadió otros dos volúmenes más con un index verborum de la documentación.65
58 Índice de los documentos del Monasterio de Sahagún de la Orden de San Benito y glosario y diccionario geográfico de voces sacadas de los mismos, Madrid, [Imp. Aribau y Cª], 1874. Sobre el valor y la importancia de esta obra trataremos más adelante. 59 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Años 1952-1954, p. 192. 60 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Años 1955-1957, p. 270. 61 Mínguez Fernández, José M.ª. Colección diplomática del Monasterio de Sahagún (siglos ix-x), León, Centro de Estudios e Investigación San Isidoro, 1977. 62 Herrero de la Fuente, Marta. Colección diplomática del Monasterio de Sahagún (857-1230) II, 1000-1073, León, Centro de Estudios e Investigación San Isidoro, 1988; Herrero de la Fuente, Marta. Colección diplomática del Monasterio de Sahagún (857-1230) III, 1074-1109, León, Centro de Estudios e Investigación San Isidoro, 1988. 63 Fernández Flórez, José Antonio. Colección diplomática del Monasterio de Sahagún (857-1230) IV, 11101199, León, Centro de Estudios e Investigación San Isidoro, 1991; Fernández Flórez, José Antonio. Colección diplomática del Monasterio de Sahagún (857-1230) V, 1200-1300, León, Centro de Estudios e Investigación San Isidoro, 1993. 64 Fernández Catón, José M.ª; Fernández Flórez, José Antonio y Herrero de la Fuente, Marta. Colección diplomática del Monasterio de Sahagún VI, Índices: antropónimos, topónimos, cargos, oficios e instituciones, fuentes y bibliografía citadas, invocaciones monogramáticas y verbales, citas bíblicas y jurídicas de los tomos I-V de la Colección de Sahagún (857-1300), León, Centro de Estudios e Investigación San Isidoro, 1999. 65 Fernández Catón, José M.ª. «Index verborum» de la documentación medieval leonesa. I, Monasterio de Sahagún (857-1300), León, Centro de Estudios e Investigación San Isidoro, 1999; Fernández Catón, José M.ª «Index verborum» de la documentación medieval leonesa II, Monasterio de Sahagún (857-1300), León, Centro de Estudios e Investigación San Isidoro, 1999.
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En cuanto a las otras dos obras, el Chronicon Mundi, de Lucas de Tuy, y el De Rebus Hispaniae, de Rodrigo Jiménez de Rada, tampoco llegaron a publicarse y no ha sido hasta fecha reciente cuando han aparecido en el Corpus christianorum. Continuatio mediaevalis a cargo de Juan Fernández Valverde66 y Emma Falque Rey, respectivamente.67 De la primera hubo un intento por parte de Julio Puyol, quien en 1916 publicaba un breve trabajo introductorio previo a la edición del Chronicon Mundi, pero que no llegó finalmente a editarse.68 Parece ser que Luis Vázquez de Parga estaba trabajando en una nueva edición, según Emma Falque, e intentó colaborar en la misma.69 Suponemos que a ello se refiere la noticia que aparece en la Memoria de 1955-1957, donde se alude a este trabajo que estaba preparando junto con Benito Sánchez Alonso.70 Recordemos que una edición de la misma estuvo proyectada, a cargo de Benito Sánchez Alonso, en la Colección de Textos Hispanolatinos, dirigida por García Villada, como ya hemos visto.71 Sabemos también que Vázquez de Parga estaba trabajando en una edición crítica de la Historia Gótica y en la De rebus Hispaniae de Jiménez de Rada, en colaboración con Luis Sánchez Belda, cuyos trabajos se habían iniciado hacia 1946 y que tampoco
66 Jiménez de Rada, Rodrigo. Opera omnia. Cura et studio Juan Fernández Valverde, Turnholti, Brepols, 1992-1999. 2 v. (Corpus christianorum. Continuatio Mediaevalis; 72, 72 A, 72 B, 72 C). 67 Lucas Tudensis. Lucae Tudensis Chronicon mundi. Cura et studio Emma Falque, Turnhout, Brepols, 2003. (Corpus Christianorum. Continuatio Mediaeualis; 74). 68 Puyol, Julio. «Antecedentes para una nueva edición de la crónica de Don Lucas de Tuy», Boletín de la Real Academia de la Historia, LXIX, cuadernos I-II (1916), pp. 21-32. Sí llegó a publicar en cambio la edición romance de la misma Crónica de España por Lucas, obispo de Tuy. Primera edición del texto romanceado conforme a un códice de la Academia preparada y prologada por Julio Pujol, Madrid, Tip. de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1926. 69 «Curiosamente en la actualidad el Chronicon mundi de Lucas de Túy parece estar suscitando un mayor interés, en comparación con lo ocurrido en los últimos cuatro siglos. El Prof. Vázquez de Parga emprendió la tarea de una nueva edición, aunque no llegó a publicarla. Con él intenté colaborar hace ya algún tiempo; pero fue una colaboración que —desgraciadamente— resultó imposible, por lo que, como no me faltan tenacidad y entusiasmo, me di a la tarea de realizar sola la edición crítica del Chronicon mundi para el Corpus Christianorum», Falque, Emma. «Hacia una organización textual de los manuscritos del Chronicon mundi de Lucas de Túy», Cahiers de Linguistique Hispanique Médiévale, n.º 23 (2000), pp. 88; Falque, Emma. «Una edición crítica del Chronicon mundi de Lucas de Tuy», Cahiers de Linguistique Hispanique Médiévale, n.º 24 (2001), p. 221 (= Falque, Emma. «Una edición crítica del Chronicon mundi de Lucas de Tuy»). La edición de Emma Falque es la que aparece citada en la nota 67. 70 «Don Luis Vázquez de Parga prepara, en colaboración con D. Benito Sánchez Alonso, una edición crítica del Chronicon Mundi de Lucas de Tuy», CSIC. Memoria de la Secretaría General. Años 1955-57, p. 272. Véase Falque, Emma. «Una edición crítica del Chronicon mundi de Lucas de Tuy», p. 221, quien menciona este proyecto, pero como acometidos individualmente por Sánchez Alonso y por Vázquez de Parga. 71 Véase nota 103 del capítulo III.
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llegaron a concluirse.72 Asimismo, preparaba una edición de las Vitae Patrum Emeritensium que tuvo la misma suerte que las anteriores.73 Finalmente, podemos añadir una brevísima noticia, como de pasada, sobre fray Justo Pérez de Urbel que indicaba «[…] Trabajos para la edición de la Crónica Najerense», que tampoco se llegó a hacer.74 Muy posiblemente estos trabajos estarían relacionados con el plan de formar un Catálogo de códices y manuscritos de crónicas y anales de crónicas hasta el siglo xiii, fundamentalmente latinas, de la España cristiana, complemento del llevado a cabo sobre la catalogación de documentos.75 Las ediciones que se publicaron por la Escuela de Estudios Medievales fueron únicamente tres, la de Sampiro, por Pérez de Urbel;76 la Historia silense, por él mismo junto con González-Ruiz Zorrilla;77 y la Chronica Adefonsi Imperatoris, por Sánchez Belda.78 Otro apartado en el que se trabajó fue el de la publicación de colecciones diplomáticas de monarcas y de monasterios, así como de cartularios, siguiendo los criterios establecidos en las Normas de transcripción y edición de textos y documentos. Entre las primeras hay que destacar la gran labor realizada por Julio González, que llevó a cabo las
72 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Años 1946-1947, pp. 266-267; Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Memoria [de la Secretaría General. Año 1949], Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1951, p. 178 (= CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1949); CSIC. Memoria de la Secretaría General Año 1950, p. 130. 73 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1944, p. 146. Fue publicada poco después The Vitas sanctorum patrum emeretensium, text and translation, with an introduction and commentary by Joseph N. Garvin, Washington, D.C., The Catholic University of America, 1946. 74 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Años 1955-1957, p. 271. Un intento parcial de edición de esta crónica fue emprendido por Cirot, Georges. «Une chronique léonaise inédite», Bulletin Hispanique, XI, n.º 3 (1909), pp. 259-282; Cirot, Georges. «La chronique léonaise», Bulletin Hispanique, XIII, n.º 1 (1911), pp. 133-156; n.º 4 (1911), pp. 381-439, y más recientemente por Ubieto, Crónica najerense. Estudio preliminar, edición crítica e índices por Antonio Ubieto Arteta, Valencia, [Anubar], 1966. La primera edición completa de la crónica es Chronica Hispana saeculi xii, Pars II: Chronica Naierensis, cura et studio Juan A. Estévez Sola, Turnhout, Brepols, 1995 (Corpus Christianorum. Continuatio Medievalis, LXXI A). Traducción castellana en Crónica najerense. Edición de Juan A. Estévez Sola, Madrid, Akal, [2003]. 75 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1945, p. 243. 76 Pérez de Urbel, Justo. Sampiro, su crónica y la monarquía leonesa en el siglo x, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Escuela de Estudios Medievales, 1952. Lleva como apéndice la edición de la crónica. 77 Historia Silense. Edición crítica e introducción por don Justo Pérez de Urbel, O.S.B. y Atilano GonzálezRuiz Zorrilla, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Escuela de Estudios Medievales, 1959. 78 Chronica Adefonsi Imperatoris, ed. y estudio por Luis Sánchez Belda, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Escuela de Estudios Medievales, 1950.
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de Fernando II, Alfonso IX y Alfonso VIII,79 y la de Pedro I de Aragón por Antonio Ubieto.80 No se trataba únicamente de las colecciones diplomáticas de estos monarcas, sino que iban precedidas de unos amplios estudios sobre los reinados respectivos. Entre las colecciones diplomáticas de monasterios únicamente se llegó a publicar en un primer momento la del monasterio de San Salvador de Oña por Juan del Álamo.81 La importancia de la documentación de este monasterio ya había sido objeto de interés por parte de Menéndez Pidal en el Centro de Estudios Históricos hacia 1930, de hecho, en su obra Documentos lingüísticos se publicaron una gran cantidad de ellos y en menor medida en la de Hinojosa Documentos para la historia de las instituciones de León y Castilla. Juan del Álamo dedicaba su obra a Menéndez Pidal, e iba precedida de un prólogo de este, donde ponía de manifiesto la importancia que para el conocimiento de Oña había supuesto la publicación del índice de estos documentos por la Real Academia de la Historia. La obra de Juan del Álamo había constituido su tesis doctoral en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central, que obtuvo el Premio Extraordinario en 1931.82 Estuvo pensionado por la JAE en París, en 1928, 1931 y 1933, para estudiar la influencia de la abadía de San Víctor en la España medieval en los Archivos Departamentales franceses y en la Biblioteca Nacional de París sobre los fondos procedentes del monasterio de Santo Domingo de Silos.83 En cuanto a otras colecciones documentales es necesario hacer referencia al Repartimiento de Sevilla por Julio González.84 Sobre los trabajos en marcha que no llegaron a publicarse hemos encontrado algunas referencias sobre cartularios y colecciones diplomáticas. Veamos los primeros.
79 González, Julio. Regesta de Fernando II, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Jerónimo Zurita, 1943; González, Julio. Alfonso IX, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Jerónimo Zurita, 1944. 2 v.; González, Julio. El reino de Castilla en la época de Alfonso VIII, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Escuela de Estudios Medievales, 1960. 3 v. 80 Ubieto Arteta, Antonio. Colección diplomática de Pedro I de Aragón y de Navarra, Zaragoza, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Escuela de Estudios Medievales, 1951. 81 Álamo, Juan del. Colección diplomática de San Salvador de Oña (822-1284), Madrid, CSIC, 1950. 2 t. 82 Más información sobre la importancia para el conocimiento de la documentación de Oña en Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «El fondo del monasterio de Oña en el Archivo Histórico Nacional», pp. 298-299. En las Memorias de la JAE no hemos encontrado ninguna noticia al respecto. 83 Archivo JAE, 2-93. Formentín, Justo y Villegas, M.ª José. «Aportaciones de algunos pensionados y científicos de la Junta para Ampliación de Estudios», en 1907-1987. La Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas 80 años después, v. II, p. 68; Formentín, Justo y Villegas, M.ª José. «Eclesiásticos entre los pensionados y científicos de la Junta», Hispania Sacra, LI, n.º 103 (1999), pp. 341-342. 84 Repartimiento de Sevilla. Estudio y edición preparada por Julio González, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Escuela de Estudios Medievales, 1951. 2 v. Sobre esta obra nos ocuparemos ampliamente al tratar de la obra de Julio González.
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Según la Memoria de 1946-1947, Sánchez Belda «prepara la publicación del Cartulario de Santo Domingo de la Calzada», como resultado de un curso de Diplomática e iniciación a la investigación organizado por la Escuela de Estudios Medievales.85 Sobre el mismo cartulario un poco más adelante se dice que Alfonso Sánchez Candeira, otro colaborador de la Escuela, «ha transcrito para una edición el Cartulario de Santo Domingo de la Calzada». Ignoramos si este trabajo se realizaba en colaboración con Sánchez Belda, aunque por lógica se puede deducir que, si ambos trabajaban en la Escuela, la edición de este cartulario formaría parte del plan de trabajo de esta. En cualquier caso, el cartulario no se llegó a publicar.86 La otra noticia procede de la Memoria de 1950, donde de nuevo «Sánchez Belda […] tiene también redactados o en prensa otros varios trabajos, como la edición del cartulario de Piasca».87 Este cartulario, que desde 1970 se conserva en la Biblioteca Menéndez Pelayo de Santander, era con anterioridad de propiedad privada.88 En referencia a las colecciones diplomáticas, parece ser que Alfonso Sánchez Candeira trabajaba en el Regesto de Fernando I de León y Castilla.89 Al año siguiente, Emilio Sáez estaba «preparando la edición crítica de Sancho I de León, a la que precede un estudio diplomático-jurídico, y continúa trabajando en la formación del Diplomatario de Ordoño II. Estudio jurídico-diplomático, y en la edición de los Documentos particulares del reino de Asturias»; y Alfonso Sánchez Candeira había finalizado «la Colección diplomática de Fernando I de León y Castilla y tiene ya casi terminado el estudio del reinado de dicho monarca».90 Finalmente, en la Memoria de 1950, Emilio
CSIC. Memoria de la Secretaría General. Años 1946-1947, p. 265. La publicación de este cartulario ha tenido lugar en 1978. Véase Cartularios (I, II y III) de Santo Domingo de la Calzada. Edición e índices por Agustín Ubieto Arteta, Zaragoza, Anubar, 1978. 87 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1950, p. 130. Luis Sánchez Belda, funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, que en 1946 había llegado por traslado al Archivo Histórico Nacional. Sobre él nos ocuparemos detenidamente en su lugar correspondiente. 88 Montenegro Valentín, Julia. Colección diplomática de Santa María de Piasca (857-1252), con un apéndice de documentos de la Alta y Plena Edad Media alusivos a Liébana, [Santander], Consejería de Cultura, Educación, Juventud y Deporte, 1991, p. 12. 89 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Años 1946-1947, p. 267. 90 Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Memoria [de la Secretaría General. Año] 1948, Madrid, [Consejo Superior de Investigaciones Científicas], 1950, p. 141 (= CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1948). El trabajo de Sánchez Candeira estaba relacionado con su tesis doctoral presentada en 1950 y que ha sido publicada en 1999 por iniciativa de Miguel Ángel Ladero Quesada, quien en el prólogo afirma que conserva «gran parte de su valor inicial, pese al tiempo transcurrido». Sánchez Candeira, Alfonso. Castilla y León en el siglo xi. Estudio del reinado de Fernando I. Edición de Rosa Montero Tejada, Madrid, Real Academia de la Historia, 1999. La colección diplomática de este rey ha sido publicada por Blanco Lozano, Pilar. «Colección Diplomática de Fernando I (1037-1065)», en Archivos Leoneses, n.os 79-80 (1986), pp. 7-212. Edición aparte, León, Centro de Estudios e Investigación San Isidoro; Archivo Histórico Diocesano, 1987. 85 86
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Sáez preparaba «un estudio del reinado de García I y Ordoño II y de sus respectivas colecciones diplomáticas».91 En la Memoria de 1944 destacamos el trabajo de Julio González, «que está ya dispuesto para su publicación un Índice de los fondos medievales conservados en los archivos españoles, y tiene muy avanzado el fichero bibliográfico referente a fondos o publicaciones documentales de los archivos en cuanto afectan a la Edad Media».92 Ninguno de los dos se llegó a publicar. Por último, recogemos la noticia que aparece en la Memoria de 1952-1954, según la cual: «El Sr. Sáez prepara una Colección de documentos medievales procedentes de varios monasterios de León y Galicia, con la colaboración de la Srta. María del Carmen Crespo».93 Sobre la participación de la Escuela de Estudios Medievales en proyectos de ámbito internacional fueron dos, en los cuales estuvo representada por Luis Vázquez de Parga, la Comisión de Latín Medieval, de la cual será además secretario, y en la preparación de la parte española del Repertorium fontium historiae Medii Aevi.94 Las noticias de su participación se repiten en las Memorias sucesivas sin aportar ninguna precisión más concreta.95 Con ocasión de la aparición del primer volumen del Repertorium publicó un artículo en la revista Hispania para dar a conocer este trabajo en España.96 El proyecto surgió de la propuesta del medievalista italiano Rafaelo
Emilio Sáez, en la necrológica que hace de Alfonso Sánchez Candeira, afirma sobre él que «[…] Fue además funcionario interino del Archivo Histórico Nacional, desde diciembre de 1949 hasta noviembre de 1950», Sáez, Emilio. «Alfonso Sánchez Candeira», Hispania. Revista Española de Historia, XI, n.º 42 (1951), pp. 172173. Revisando los expedientes de personal del Archivo Histórico Nacional no hemos encontrado ningún dato que avale esta suposición. Comentado el tema a M.ª del Carmen Guzmán Pla, ya jubilada y que trabajó muchos años en él y fue además becaria del Instituto Jerónimo Zurita, me confirma igualmente que no tiene noticia de que Alfonso Sánchez Candeira llegara a trabajar en el AHN. 91 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1950, p. 130. 92 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1944, p. 146. 93 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Años 1952-1954, p. 193. 94 Luis Vázquez de Parga era también el encargado de reunir los «materiales lexicográficos para la elaboración de un Diccionario del latín medieval español y, al mismo tiempo, que sirvan de contribución española al Diccionario internacional», CSIC. Memoria [de la Secretaría General. Años 1952-1954, p. 193. «Contestación del Excmo. Sr. D. José María Lacarra y de Miguel», p. 51. 95 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1955-1957, p. 272; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Años 1955-1957, p. 273; Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Memoria [de la Secretaría General. Año] 1958, Madrid, [Consejo Superior de Investigaciones Científicas], 1960, p. 103 (= CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1958); CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1959, p. 65; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1960, p. 69. 96 Vázquez de Parga, Luis. «El “Repertorium Fontium Historica Medii Aev”. Un nuevo “Potthast” internacional», Hispania. Revista Española de Historia, XXIII, n.º 89 (1963), pp. 114-119. [242]
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Morghen con ocasión de la celebración en Roma, entre los días 14 a 18 de abril de 1953, de un Convegno Internazionale di Studi sulle Fonti Storiche del Medioevo Europeo, para conmemorar el setenta aniversario de la fundación del Istituto Storico Italiano per il Medio Evo. Fue allí donde Morghen, en el discurso preliminar, lanzó la propuesta que tuvo buena acogida pues a raíz de ella el Istituto Storico, en colaboración con la Unión Internacional de los Institutos de Arqueología, Historia e Historia del Arte en Roma, lograron reunir los medios necesarios y encontrar la colaboración internacional para poner en marcha los trabajos.97 A esta reunión acudieron en representación de la Escuela de Estudios Medievales del Antonio de la Torre y Luis Vázquez de Parga como director y secretario de la misma, donde presentaron un trabajo sobre «La publicación de fuentes históricas medievales españolas en los últimos setenta años».98 Como publicaciones de la Escuela hay que destacar también la edición del Liber Commicus, por Pérez de Urbel y González Ruiz-Zorrilla;99 l a vida de San Emiliano100 y la antología de textos de latín medieval, del propio Vázquez de Parga, que se presentaba como la primera obra en su género que se publicaba en España.101 3. La Sección de Valencia La Sección de Valencia encaminó sus trabajos hacia la historia regional de carácter institucional, marcada por las directrices de su director Alfonso García-Gallo, catedrático de Historia del Derecho Español en la Universidad de Murcia desde 1942.102 Su influencia fue decisiva en su orientación hacia los temas histórico-jurídicos e institucionales,
Ibidem, p. 116. Torre, Antonio de la y Vázquez de Parga, Luis. «La publicación de fuentes medievales españolas en los últimos sesenta años», , v. I, pp. 83-89. 99 Liber commicus. Edición crítica por fray Justo Pérez de Urbel, O.S.B. y Atilano González y Ruiz-Zorrilla, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Escuela de Estudios Medievales, 1950. 2 v. 100 Sancti Braulionis, Caesaraugustani Episcopi, vita S. Emiliani. Edición crítica por Luis Vázquez de Parga, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Jerónimo Zurita, 1943. 101 Textos históricos en latín medieval. Siglos viii-xiii. Selección y notas de Luis Vázquez de Parga, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Escuela de Estudios Medievales, 1952. (Textos; 13. Comisión de Latín Medieval; 1). 102 Sobre la figura de García-Gallo remitimos a las obras siguientes: Pérez de la Canal, Miguel Ángel. «Alfonso García-Gallo de Diego», Anuario de Estudios Medievales, 5 (1968), pp. 673-679; López de Ortiz, Fray José. «Alfonso García-Gallo y de Diego», Anuario de Historia del Derecho Español, L (1980), pp. 7-15; Martínez Gijón, José. «Alfonso García-Gallo de Diego», Anuario de Historia del Derecho Español, LIII-LIV (19931994), pp. 1381-1392; Sánchez-Arcilla Bernal, José. Jacobus, id quod ego. Los caminos de la ciencia jurídica, pp. 2-84. 97 98
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de la Baja Edad Media especialmente, recuperando así la tradición historiográfica local bajo unas nuevas perspectivas. La legislación y las instituciones forales se convertirán en las dos principales líneas de investigación103 Hay un hecho determinante, como es que fuese en la Sección de Estudios Medievales de Valencia y no en la universidad donde tuvo lugar la verdadera especialización y la investigación sobre temas medievales. La circunstancia de que los tres catedráticos de «Historia antigua y medieval» que hubo en la Universidad de Valencia desde 1920 no fuese ninguno de ellos especialista en este periodo fue el motivo por el que orientaron sus investigaciones hacia otras épocas. Fueron estos, José Deleito Piñuela, cuya especialidad era la Edad Moderna. Le sucedió Manuel Ballesteros Gaibrois, americanista, que hizo alguna incursión en la Edad Media con un trabajo sobre los Reyes Católicos, aunque de carácter propagandístico de exaltación de las ideas imperiales, tan frecuentes en la historiografía de la época, y que constituyó el discurso de inauguración del curso académico 1943-1944.104 Finalmente, cuando Ballesteros se trasladó a Madrid, fue reemplazado en 1949 por Julián San Valero Aparisi, que se dedicó a temas de arqueología y nunca se preocupó por la historia medieval.105 Por tanto, fue en la Sección de Valencia de la Escuela de Estudios Medievales donde se creó el primer núcleo de medievalistas valencianos formados bajo la dirección de García-Gallo y la tutela lejana de Antonio de la Torre, director de la Escuela en Madrid.106 Allí trabajaron Miguel Gual Camarena, Leopoldo Piles Ros, José Camarena Mahiques, Álvaro Santamaría Arández y Francisco Roca Travert, profesores ayudantes
Furió, Antonio. «La història medieval valenciana. Un itinerari historigràfic», Millars. Geografía e Historia, XIII (1990), pp. 77; Furió, Antoni. «De la autarquía al intercambio: la historia medieval valenciana entre 1939 y 1989», Hispania. Revista Española de Historia, L/2, n.º 175 (1990), pp. 909 (= Furió, Antoni. «De la autarquía al intercambio: la historia medieval valenciana entre 1939 y 1989»). Esta reivindicación de GarcíaGallo queda bien patente en la dedicatoria que Manuel Dualde le hace de su trabajo «Solidaridad espiritual de Valencia con las victorias cristianas del Salado y Algeciras», Miscelánea de Estudios Medievales, v. I, Valencia, Instituto Valenciano de Estudios Históricos, Institución Alfonso el Magnánmo, 1961, pp. 39-83, «A Alfonso García Gallo, creador de la Escuela de Estudios Medievales de Valencia», p. 39. Las primeras páginas de este estudio ofrecen una breve referencia a los inicios de la sección, pp. 39-42. 104 Ballesteros Gaibrois, Manuel. «Valencia y los Reyes Católicos (1479-1493)», Anales de la Universidad de Valencia, XX, cuaderno 153 (1943), pp. 7-110, XCVIII; cuaderno 155 (1943), pp. 5-82. Edic. aparte, Valencia, [Universidad de Valencia], 1943-1944. 2 v. Publica 569 documentos, la mayoría en regesto, del Archivo del Reino de Valencia. Un análisis de esta obra en Guinot Rodríguez, Enric. «La historiografia medieval valenciana en temps imperials (1939-1957)», Saitabi, 47 (1997), pp. 122-125 (= Guinot Rodríguez, Enric. «La historiografia medieval valenciana en temps imperials (1939-1957)»). 105 Guinot Rodríguez, Enric. «La historiografia medieval valenciana en temps imperials (1939-1957)», pp. 120-129. Los años 1939 a 1947 son calificados por el autor como «década ominosa» 106 Antonio de la Torre había sido catedrático en la Universidad de Valencia entre 1911 y 1913, estancia demasiado breve para formar una escuela. En sus investigaciones frecuentó los archivos catedralicio y 103
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de la universidad. También los archiveros Manuel Dualde, director del Archivo General de Valencia y secretario de la Escuela, Francisco Sevillano y Vicenta Cortés.107 El 26 de junio de 1948 fue creado también el Instituto Alfonso el Magnánimo, dependiente de la Diputación de Valencia. Su Sección de Historia, denominada Instituto Valenciano de Estudios Históricos, trabajará en íntima colaboración con aquel. A través de las Memorias del CSIC se puede seguir la evolución de los trabajos, aunque la información ofrecida es a veces bastante reiterativa, como sucede en los que se prolongan durante varios años, donde se suele repetir la misma información de unas Memorias a otras. En la de 1943, la primera donde figura la Sección de Valencia, se enumeran estos proyectos, que se basaban fundamentalmente en la edición de fuentes.108 Si nos fijamos detenidamente, son prácticamente los mismos establecidos por García-Gallo en su plan de 1942. La edición de los Fori regni Valentiae será el proyecto más importante de la sección, obra que representaba el máximo exponente de la legislación medieval valenciana. Recordemos que García-Gallo, en su mencionado plan de 1942, proponía esta publicación en su primer punto y como el primero a realizar, y se indicaba que el «texto latino en el momento presente se encuentra totalmente transcrito, pendiente solo de la última revisión para ser entregado a la imprenta». En la Memoria de 1943 se reitera que la obra estaba terminada; en la de 1944 se informaba de que «la obra se encuentra en la imprenta habiéndose corregido las últimas pruebas»; y finalmente, en la de 1945, que «diversas dificultades extrañas a la Sección han retrasado la publicación».109 La última referencia encontrada fue en 1951, donde se decía que «La gran empresa de la Sección de Valencia es la publicación de los Fori, lenta y cuajada de dificultades» .110 El trabajo, a cargo de Manuel Dualde, fue retrasándose a causa de otros que tenía en marcha, como el del Compromiso de Caspe, que se publicó finalmente en 1967 a título póstumo. Dualde había fallecido en 1955, y fue gracias al empeño de Antonio Ubieto por el que salió adelante esta edición del texto latino de los Fori.111
municipal. Volveremos sobre ello con más detenimiento cuando estudiemos su figura en el capítulo correspondiente. 107 Furió, Antoni. «De la autarquía al intercambio: la historia medieval valenciana entre 1939 y 1989», pp. 907910; Guinot Rodríguez, Enric. «La historiografia medieval valenciana en temps imperials (1939-1957)», p. 130. 108 Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Memoria [de la Secretaría General. Año]. 1943, Madrid, [Consejo Superior de Investigaciones Científicas], 1945, p. 165 (= CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1943). 109 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1944, p. 172; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1945, p. 245. 110 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1951, p. 154. 111 Fori antiqui Valentiae, ed. crít. por Manuel Dualde Serrano, Madrid, [Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Jerónimo Zurita, Escuela de Estudios Medievales], 1950-1967; Guinot Rodríguez, Enric. «La historiografia medieval valenciana en temps imperials (1939-1957)», pp. 131-132. [245]
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Manuel Dualde aparecía ya en 1945 trabajando sobre el Compromiso de Caspe que le llevará muchos años de su labor investigadora.112 Su interés por este tema era anterior a su llegada a la Sección de Valencia. Cuando aprobó la oposición al Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos en 1942 fue destinado al Archivo de la Corona de Aragón, donde el director Martínez Ferrando le encargó la transcripción del Codex del Compromís de Casp conservado en dicho centro. Aprovechando este trabajo y como becario de la Escuela de Estudios Medievales se lo planteará como tema de su tesis de doctorado, que le dirigió García-Gallo.113 Entre 1948 y 1955 publicará siete estudios sobre este asunto, más otros indirectamente afines.114 En relación con estos estudios de Manuel Dualde, de carácter eminentemente jurídico e institucionalista y, por tanto, dentro de la línea marcada por García-Gallo, se pueden colocar los realizados por Miguel Gual Camarena sobre la recopilación de las cartas de población valencianas, cuyos límites cronológicos no se circunscribirán exclusivamente a la época medieval, sino que se prolongarán hasta el siglo xviii. Fruto de este trabajo será la obra Cartas pueblas del Reino de Valencia (siglo xii a xviii), que obtuvo en 1948 el premio Menéndez Pelayo del CSIC, pero que tendría que esperar a 1989 para ser publicada.115 No obstante, esta edición, como señala su editora Desamparados Pérez en la presentación preliminar, se limita a publicar lo que sería la parte introductoria del trabajo de Gual, debido al gran volumen que tenía la obra original, casi 2700 folios, con la idea de seguir publicando el resto posteriormente.116 En las Memorias se encuentran dos noticias sobre la elaboración de esta obra.117 Las instituciones forales municipales fueron también objeto de interés en los estudios de la sección, como los dedicados al Mustasaf de Valencia, ampliado luego al de otras localidades. Fue también uno de los trabajos proyectados desde primera hora y así
CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1945, p. 246. La tesis doctoral Valencia durante el compromiso de Caspe (enero-julio de 1412) se encuentra en el Depósito de Tesis de la Universidad Complutense (T. 342). 114 Guinot Rodríguez, Enric «La historiografia medieval valenciana en temps imperials (1939-1957)», pp. 132-136, donde analiza la importancia del tema del Compromiso de Caspe en la historiografía y los planteamientos ideológicos de los trabajos de Manuel Dualde sobre este tema. La Memoria de 1948 nos da noticia sobre algunos de estos trabajos. Véanse CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1948, p. 142; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1944, p. 172. 115 Gual Camarena, Miguel. Las cartas pueblas del Reino de Valencia. Contribución al estudio de la repoblación valenciana, ed. preparada por Desamparados Pérez Pérez, Valencia, Generalitat Valenciana, Presidencia, 1989. 116 Ibidem, p. 8. 117 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1946-1947, p. 268; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1948, p. 143. Para una valoración de este y otros estudios de Gual Camarena en el ámbito jurídico e institucional, véase Guinot Rodríguez, Enric. «La historiografia medieval valenciana en temps imperials (19391957)», pp. 137-141. 112 113
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lo vemos en la Memoria de 1943, donde se indicaba que la transcripción del texto romance por Santiago Giner estaba ya finalizada. También se anunciaba aquí que el colaborador de Mallorca Antonio Pons preparaba una obra semejante sobre el Mostasaf de Mallorca.118 Otras referencias son las que aportan las Memorias de 1944,119 1945,120 1949121 y 1950.122 Ambas obras llegaron a publicarse, la de Sevillano en 1957123 y la de Pons en 1949.124 Finalmente, mencionaremos el trabajo de Gallofre Guinovart, que realizó un catálogo de documentos de Alfonso III en los registros del Archivo de la Corona de Aragón.125 Entre los trabajos mencionados, pero que no llegaron a concluirse, llamamos la atención sobre el de Sevillano Colom titulado Catálogo de documentos del siglo xiii referentes a Valencia conservados en el Archivo Histórico Nacional.126 4. La Sección de Zaragoza Una de las primeras labores que se propuso el Centro de Estudios Medievales de Aragón (CEMA) fue la formación de un fichero bibliográfico que recogiese todas las publicaciones sobre la Edad Media en Aragón. Para que este fichero tuviese mayor utilidad, en cada ficha se indicaba la localización de la obra en las bibliotecas de Zaragoza.
CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1943, p. 165. CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1944, pp. 172-173. 120 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1945, p. 246. CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1949, p. 179. 121 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1949, p. 179. 122 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1950, p. 132. 123 Valencia urbana medieval a través del Oficio de Mustaçaf. Estudio y edición de textos por Francisco Sevillano Colom, Valencia, Institución Alfonso el Magnánimo, 1957. Había sido precedido por un artículo donde se comparaba esta institución municipal en Barcelona, Mallorca y Valencia, Sevillano Colom, Francisco. «De la Institución del mustaçaf de Barcelona, de Mallorca y de Valencia», Anuario de Historia del Derecho Español, LVIII (1953), pp. 525-538. Fue el tema de su tesis doctoral Valencia urbana en los siglos xiii y xiv a través de los libros del Mustaçaf (1238-1400), conservada en el Depósito de Tesis de la Universidad Complutense (T. 413). Sobre su figura, véase Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «Sevillano Colom, Francisco», en Diccionario biográfico de España, Madrid, Real Academia de la Historia, 2013, v. XLVI, pp. 744-745, donde se recoge toda la bibliografía anterior. 124 Pons, Antonio. Libre de Mostassaf de Mallorca, [Mallorca, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Escuela de Estudios Medievales], 1949. 125 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1945, p. 247; Gallofré Guinovart, Rafael. Documentos del reinado de Alfonso III de Aragón relativos al antiguo Reino de Valencia y contenidos en los Registros de la Corona de Aragón, Valencia, Instituto Alfonso el Magnánimo, 1968. Se trata de un catálogo de 2212 documentos. 126 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1948, p. 142. 118 119
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Al mismo tiempo, se iba formando otro fichero paralelo donde figuraban los documentos aragoneses que estaban editados. La otra fue la creación de un archivo fotográfico con la reproducción de documentos aragoneses y navarros. Debido a las relaciones históricas que Aragón mantuvo con Navarra desde la Alta Edad Media, los estudios sobre este antiguo reino también fueron objeto de atención por parte del CEMA. Durante los veranos de 1943 y 1944, José M.ª Lacarra y Ángel Canellas efectuaron una visita de estudio a los archivos catedralicios y municipales de Jaca y Huesca y al catedralicio de Pamplona. El resultado fue la obtención de unas mil fotografías que fueron catalogadas por los becarios y colaboradores del Centro. Ángel Canellas aportó 120 clichés de documentos del Archivo Histórico Nacional, en su mayoría de Sancho Ramírez.127 Ya hemos visto cómo Lacarra incluía en su plan de trabajo inicial para el CEMA estos asuntos que monopolizaron prácticamente los primeros años de su existencia. La ampliación de este fichero fue una labor constante y continuada a lo largo de los años, tal como queda constancia en las sucesivas Memorias.128 La importancia que en los planes de trabajo de esta sección tuvo este archivo fotográfico es perfectamente entendible. Como Zaragoza no era sede de ningún archivo histórico equiparable al Archivo Histórico Nacional, el Archivo de la Corona de Aragón o el Archivo del Reino de Valencia, fue necesario hacerse con reproducciones de los documentos sobre el Reino de Aragón custodiados en estos archivos. Sin embargo, en Aragón sí existían importantes archivos catedralicios con abundante documentos medievales de gran antigüedad, que fueron objeto de interés del CEMA, como los de Huesca y Jaca. En cuanto a Navarra, por el contrario, sí se contaba con archivos con ricos fondos medievales, el Archivo del Reino de Navarra, con sede en Pamplona, así como el catedralicio. En 1945 comenzaron a editarse los Estudios de Edad Media de la Corona de Aragón, publicación que pretendía dar a conocer los trabajos que se llevaban a cabo en el CEMA, así como cualquier otro relacionado con la Corona de Aragón. Obra personal de Lacarra, él mismo nos daba cuenta de cuáles eran sus propósitos en el
127 Estudios de Edad Media de la Corona de Aragón, I (1945), p. 335; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1943, p. 166; CSIC. Memora de la Secretaría General. Año 1944, p. 174. 128 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1944, p. 174; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1945, p. 247; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año1948, p. 144; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1951, p. 153; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Años 1952-1954, p. 192; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1955-1957, pp. 270-271; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1958, p. 102; Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Memoria [de la Secretaría General. Año] 1959, Madrid, [Consejo Superior de Investigaciones Científicas], 1961, p. 65 (= CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1959); Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Secretaría General. Memoria [de la Secretaría General. Año] 1960, Madrid, [Consejo Superior de Investigaciones Científicas], 1963, p. 68.
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primer número.129 En la noticia que Gual Camarena daba en el Anuario de Historia del Derecho Español presentando los dos primeros volúmenes, afirmaba que se trataba «de la única publicación periódica española dedicada exclusivamente a estudios medievales, cuya consulta es necesaria a todos los medievalistas».130 No iba descaminado Gual en esto, pues hasta la aparición del Anuario de Estudios Medievales en 1964, los Estudios de Edad Media de la Corona de Aragón fue la única revista específica dedicada al estudio de la Edad Media en España, aunque con la limitación geográfica mencionada. El primer volumen tenía poco más de trescientas páginas, cantidad que se multiplicará en las sucesivas entregas, llegando a superar en algunas las ochocientas.131 En esta primera entrega solo aparecían dos secciones, la de Monografías, aunque no se la denomine así explícitamente, y otra de Varia. La primera reunía cuatro trabajos, uno de Ricardo del Arco, sobre «El templo de Nuestra Señora del Pilar en la Edad Media», con un apéndice documental; otro trabajo de Ángel Canellas, «Un documento original del rey Sancho Garcés II Abarca»; otro de Lacarra, «Textos navarros del códice de Roda»; y siguiendo la idea de incluir traducciones de obras extranjeras poco accesibles, se incluía la del trabajo de Paul Kehr, «Cuándo y cómo se hizo Aragón feudatario de la Santa Sede», traducido por Lacarra. A pesar de que luego se creará una sección específica de Documentos, los trabajos que se incluían en la de Monografías, generalmente iban acompañadas de apéndices documentales y lo mismo se puede decir de la de Varia. Esta fue una constante durante toda su existencia. La sección Varia recogía dos breves artículos de Ricardo del Arco y Antonio Ubieto, con noticias documentales. La obra se cerraba con unas breves notas de Información que, en los números sucesivos, como veremos, fue adquiriendo un volumen y una importancia destacada dentro del conjunto de la revista, donde se recogían noticias sobre cursos, conferencias y publicaciones.
«Ahora comenzamos la publicación de estos estudios paralelamente a los que se editarán en las Secciones de la Escuela de Estudios Medievales de Barcelona y Valencia. En ellos tenemos la pretensión de concentrar la labor dispersa de los eruditos que trabajan en la historia medieval del antiguo reino de Aragón. Contendrá trabajos monográficos, textos y documentos, a ser posible comentados y anotados, y traducciones de monografías extranjeras poco conocidas o poco accesibles a los estudiosos españoles. Junto con estos estudios de Edad Media aragonesa propiamente dicha, irán monografías referentes al antiguo reino de Navarra, cuya historia es en muchos momentos inseparable de la de Aragón», ibidem, pp. 7-8. 130 Gual Camarena, Miguel. «Estudios de Edad Media de la Corona de Aragón», Anuario de Historia del Derecho Español, XVIII (1947), p. 847. Se da cuenta detallada de todos los trabajos incluidos en ambos números. 131 Tres veces se superaron las ochocientas páginas, el V (1952) con 850; el VII (1962) con 824; el VIII (1967) con 802; y el X (1975) con 836. 129
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El segundo volumen de los Estudios se publicó al año siguiente y tenía ya casi seiscientas páginas. Aparecía ya en este número configurada la sección de Documentos, donde destacamos dos trabajos de Lacarra, uno sobre «Mandatos navarro-aragoneses del siglo xii» y el otro, la primera entrega de su importante obra «Documentos para el estudio de la reconquista y la repoblación del Valle del Ebro». Entre las monografías se insertaba la traducción de un importante trabajo de Paul Kehr, «El Papado y los reinos de Navarra y Aragón hasta mediados del siglo xii». Sería este el último trabajo traducido que se incluiría en los Estudios. La sección de Información seguía siendo todavía muy breve, apenas dos páginas. Continuando la periodicidad anual apareció el tercer volumen, conjunto para los años 1947-1948, con más de setecientas páginas. En la sección de Documentos se incluyó como único trabajo la segunda serie de los «Documentos para el estudio de la reconquista y la repoblación del Valle del Ebro» de Lacarra (documentos 94 a 286) con su índice. La sección de Información» aumentó esta vez a casi cincuenta páginas redactadas íntegramente por Lacarra.132 Durante los dos años siguientes se siguió manteniendo la periodicidad anual, publicándose los volúmenes cuarto y quinto, correspondientes a 1951 y 1952, respectivamente. El volumen sexto no aparecerá hasta 1956, el séptimo en 1962, el octavo en 1967, el noveno en 1973 y el décimo y último en 1975. La sección de Documentos tenía un gran peso en el conjunto de la revista, publicándose a veces trabajos de más de cien páginas.133 En 1975, los Estudios dejaron de publicarse, siendo sustituidos por la revista Aragón en la Edad Media.
Para hacernos una idea de la variedad e interés de este apartado ofrecemos a continuación los epígrafes en que se divide: «Curso de Historia Medieval en Jaca», «Curso de Historia Medieval en Puigcerdá», «Instituto de Estudios Riojanos», «Estudios de Filología Aragonesa», «Cartularios y catálogos de archivo», «Jaime II de Aragón», «Estudios hebraicos», «España en su historia», «Zurita y los cronistas de Aragón», «Instituto de Estudios IIerdenses», «El Instituto Valenciano de Estudios Históricos de la Institución Alfonso el Magnánimo», «Sociedad Castellonense de Cultura», «Revistas levantinas», «Archivos de Protocolos de Barcelona, Instituciones y Fuentes Jurídicas», «Historia pirenaica: siglos viii-x», «Hispanismo francés», «Historia política: siglos xii-xv», «Institución Príncipe de Viana», «Navarra en el “Correo Erudito”», «Islamismo, cultura, economía», «Varia histórica». 133 Por su interés damos a continuación los trabajos incluidos en esta sección, v. IV (1951): «Libro Becerro del monasterio de Valbanera», por Manuel Lucas Álvarez; «Mandatos navarros de Felipe III el Atrevido, rey de Francia», por Antonio Ubieto; v. V (1952): «Tercera serie de Documentos para el estudio de la reconquista y la repoblación del Valle del Ebro (documentos 287-400)», de Lacarra; «Documentos culturales de Pedro el Ceremonioso», por A. López de Meneses; v. VI (1956): «Documentos acerca de la Peste Negra en los dominios de la Corona de Aragón», por A. López de Meneses; «Testamento y codicilio de la infanta Juana de Aragón, condesa de Ampurias», por A. Javierre Mur; «Documentos en aragonés del reinado de Jaime II», por F. Udina Martorell; «Dos cartas inéditas al Dux de Venecia sobre la toma de Granada», por M.ª del Carmen Pescador; v. VII (1962): «Cartulario de Santa María de Uncastillo (siglo xii)», por A. J. Martín Duque; Documentos: «La Marca Superior en la obra de al-Udri», por F. de la Granja; «Documentos para el estudio de la 132
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Dentro de la labor docente, la Sección de Zaragoza, a través de la Sección de Historia de la Estación de Estudios Pirenaicos, organizó entre los días 11 a 28 de agosto de 1947 en Jaca un curso de historia medieval en colaboración con la Escuela de Estudios Medievales dedicado a la formación de investigadores dirigido por Antonio de la Torre, director de la Escuela, y José M.ª Lacarra, director de la Sección de Zaragoza y jefe de la Sección de Historia de la Estación de Estudios Pirenaicos. El tema elegido fue «La Reconquista española y la repoblación del país».134 Al año siguiente se volvió a celebrar un nuevo curso, esta vez en Puigcerdá, en colaboración con el Instituto Enrique Flórez, de historia eclesiástica, con el tema «La cultura en la Alta Edad Media».135 Entre los otros trabajos que se realizaron en la sección hay que destacar la Colección diplomática de Pedro I de Aragón y de Navarra de Antonio Ubieto, que constituyó su tesis doctoral,136 y sus ediciones de la Crónica de los estados peninsulares y la edición latina de la Crónica de San Juan de la Peña, aunque estas no fueron publicadas por la Escuela de Estudios Medievales.137 Aunque tampoco fue editada por la Escuela, se menciona en la Memoria de 1949 la preparación de la obra Exempla scripturarum latinarum por Ángel Canellas,138 que venía a llenar un vacío en el ámbito de la paleografía española historia aragonesa de los siglos xiii y xiv: monasterio de Santa Clara, de Huesca», por Agustín Ubieto; v. IX (1973): «Proceso de las Cortes de Maella en 1404», por M.ª Luisa Ledesma; v. X (1975): «Colección diplomática de Grisén», por M.ª Luisa Ledesma Rubio. Un índice de toda la revista en «Índices de la revista Estudios de Edad Media de la Corona de Aragón», Aragón en la Edad Media, 26 (2015), pp. 157-165. 134 «Curso de Historia Medieval en Jaca», Estudios de Edad Media de la Corona de Aragón, III (1947-1948), pp. 728-729; Dualde, Manuel. «Curso de Historia Medieval en Jaca», Hispania. Revista Española de Historia, VII, n.º 28 (1947), pp. 517-527. También en Pirineos, III, n.º 6 (1947), pp. 349-368, con amplio resumen de todos los trabajos presentados. Los trabajos del curso se publicaron unos años después La reconquista española y la repoblación del país. Conferencias del curso celebrado en Jaca en agosto de 1947, Zaragoza, Instituto de Estudios Pirenaicos, 1951. Sobre el significado de esta obra en el contexto de los estudios medievales españoles remitimos a lo expuesto más adelante. 135 No tenemos noticia de que se publicaran las actas de este curso. Sobre los temas tratados tenemos dos informaciones que aparecieron en la revista Pirineos, muy breve la primera y más detallada la segunda por Manuel Dualde Serrano. Véase «Curso de Historia Medieval en Puigcerdá», en Pirineos, IV, n.º 7 (1948), pp. 141-145; Dualde Serrano, Manuel. «Curso de Historia Medieval en Puigcerdá», en Pirineos, IV, n.os 9 y 10 (1948), pp. 533-550. 136 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Años 1946-1947, p. 268; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1948, p. 143; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1950, p. 132; Ubieto Arteta, Antonio. Colección diplomática de Pedro I de Aragón y de Navarra, Zaragoza, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Escuela de Estudios Medievales, 1951. 137 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Años 1952-1954, pp. 193-194; Ubieto Arteta, Antonio. Crónica de los estados peninsulares. Texto del siglo xiv, Granada, Universidad de Granada, 1955; Crónica de San Juan de la Peña. Versión latina e índices preparados por Antonio Ubieto Arteta, Valencia, Anubar, 1961 (Textos Medievales, 4). 138 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1949, p. 179; Canellas López, Ángel. Exempla scripturarum latinarum in usum scholarum, Zaragoza, Librería General, 1949-1957. 2 v., 4.ª ed. 1974. [251]
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ante la escasez de este tipo de obras. Concebida con un fin eminentemente didáctico para los alumnos de Historia y de Filología, venía a sumarse a las ya existentes de García Villada y Millares Carlo. La segunda edición introducía como novedad principal la adopción de las nomenclaturas de Jean Mallon para las escrituras del ciclo romano, presentadas en el Congreso Internacional de Paleografía Latina celebrado en París en 1953.139 Otros trabajos no salieron adelante, como el de Lacarra sobre los documentos del priorato de Artajona de Saint-Sernin de Toulouse,140 el de Canellas sobre el cartulario de Santa Cristina de Somport,141 el de Marina González Miranda sobre Santa Cruz de la Serós142 o el de Jaime Caruana sobre el itinerario de Jaime II.143 Aunque por fechas se sale un poco de nuestro estudio, no queremos dejar de citar la notable colección de fuentes documentales que la Sección de Zaragoza, bajo el título «Fuentes para la Historia del Pirineo», publicó a partir de 1963. La colección se inició con la edición del Fuero de Jaca, a cargo de Mauricio Molho,144 a la que siguieron las colecciones diplomáticas de Irache por Lacarra,145 la de Obarra por
Nomenclature des écritures livresques du IXe au XVIe siècle: Premier Colloque international de paléographie latine, Paris 28-30 avril 1953, Paris, CNRS, 1954. 140 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1950, p. 132. Aparecen incluidos en Jimeno Jurio, José M.ª. Documentos medievales artajonenses (1070-1312), Pamplona, Diputación Foral de Navarra, Institución Príncipe de Viana, 1968. 141 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Años 1952-1954, p. 193. Bastantes años después publicó un breve estudio, Canellas López, Ángel. «El cartulario de Santa Cristina de Somport», en Homenaje al profesor Juan Torres Fontes, Murcia, Universidad de Murcia, Secretariado de Publicaciones e Intercambio Científico, 1987, v. 1, pp. 199-220. El cartulario ha sido publicado por Kiviharju, Jukka. Cartulario del hospital de Santa Cristina de Somport, Helsinki, Suomalainen Tiedeakatemia, 1991. El mismo autor ha emprendido la publicación de la colección diplomática, que incluye tanto los pergaminos sueltos como el cartulario, Kiviharju, Jukka. Colección diplomática del hospital de Santa Cristina de Somport. Años1078-1304, Helsinki, [Academia Scientiarum Fennica], 2004. 142 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Años 1952-1954, pp. 193-194; fue publicada por Ubieto años después en su colección de Textos Medievales, Ubieto Arteta, Antonio. Cartulario de Santa Cruz de Serós, Valencia, Anubar, 1966 (Textos Medievales, 19). 143 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Años 1955-1957, p. 272. Se ha publicado hace pocos años por Estal, Juan del. Itinerario de Jaime II de Aragón (1291-1327), Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2009. 144 Molho, Mauricio. El Fuero de Jaca, Zaragoza, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1963 (Fuentes para la Historia del Pirineo; 1). Hay una reproducción facsímil a la que se ha añadido un volumen de Estudios, El Fuero de Jaca. Edición crítica por Mauricio Molho, Zaragoza, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Escuela de Estudios Medievales, Instituto de Estudios Pirenaicos, 2003, 2 v. 145 Lacarra, José M.ª. Colección diplomática de Irache, Zaragoza, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto de Estudios Pirenaicos, 1965. El segundo volumen no se publicó hasta veinte años después, Lacarra, José M.ª et al. Colección diplomática de Irache. Volumen II (1223-1397). Índices (958-1397), Pamplona, Institución Príncipe de Viana, 1986, formando parte de la colección Fuentes para la Historia de Navarra. 139
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Martín Duque,146 la de la catedral de Huesca por Duran Gudiol147 y, la última, los cartularios del valle de Ossau por Tucoo-Chala.148 5. La Sección de Barcelona La Sección de Barcelona centró sus primeros trabajos en la publicación de algunos cartularios importantes de Cataluña, que aparecieron de forma prácticamente simultánea en los años cuarenta del pasado siglo. El primero fue el de San Cugat del Vallés, a cargo de José Rius Serra, publicado entre 1945-1955.149 Hasta 1981 no apareció el cuarto volumen con los índices, a cargo de Federico Udina.150 San Cugat del Vallés fue uno de los monasterios más antiguos e importantes que llegó a tener grandes propiedades. Su cartulario, conservado en el Archivo de la Corona de Aragón, contiene más de 1300 documentos de los siglos x a xiii, de gran interés para
Esta obra había comenzado a gestarse a mediados de los años cuarenta. Véase CSIC. Memoria de la Secretaría General. Años 1946-1947, p. 268; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1948, p. 143; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1949, p. 179; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1950, p. 132; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1951, p. 153; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Años 1952-1954, p. 193. 146 Martín Duque, Ángel J. Colección diplomática de Obarra (siglos xi-xiii), Zaragoza, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto de Estudios Pirenaicos, 1965. (Fuentes para la Historia del Pirineo; 4). 147 Durán Gudiol, Antonio. Colección diplomática de la catedral de Huesca, Zaragoza, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto de Estudios Pirenaicos, 1965-1969. 2 v. (Fuentes para la Historia del Pirineo; 5-6). 148 Tucoo-Chala, Pierre. Cartulaires de La Vallée d'Ossau, Zaragoza, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto de Estudios Pirenaicos, 1970. (Fuentes para la Historia del Pirineo; 7). 149 Cartulario de Sant Cugat del Vallés, ed. por José Rius, Barcelona, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Sección de Estudios Medievales de Barcelona, 1945-1955. 3 v. Se puede seguir los pasos del estado de los trabajos a través de las Memorias. La transcripción de la mayor parte de los documentos había sido efectuada por Marina Mitjá Sagué «transcriptora de la Sección de Estudios Medievales de Barcelona», v. I, p. XLVIII. Véase también CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1943, p. 164; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1944, p. 171; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1945, p. 245; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Años 1946-1947, p. 267; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1949, p. 178; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1950, p. 131; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1959, p. 65; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1960, p. 68. 150 Cartulario del Monasterio de San Cugat del Valles, t. IV: Índices, Madrid, Ministerio de Cultura, 1981. La labor de confección de los índices onomástico y toponímico estuvo a cargo de Amparo Bennácer Sabriá, profesora de latín de enseñanza media, antigua colaboradora de la Sección de Barcelona, y Josefina Fon Bayell, ayudante de Archivos del Archivo de la Corona de Aragón, respctivamente, pp. 6-8. Estos trabajos se habían iniciado mucho antes como consta en las Memorias. Véase CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1955-1957, p. 272; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1958, p. 102; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1959, p. 65. El mismo año de 1981 se publicó también otro índice complementario por Roca i Garriga, Pere. Index toponímic del cartulari de Sant Cugat del Vallès, Sabadell, Museu d'Història, 1981. [253]
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la historia de Cataluña en la Alta Edad Media y de sus instituciones. La edición incluye documentos, tanto originales como traslados de otros fondos del Archivo de la Corona de Aragón, manuscritos de Caresmar de la Biblioteca de Catalunya, archivos episcopales de Vich y Barcelona, Montserrat, municipal de Sabadell, franciscanos de Vich y archivo particular de Julián de Chía en Gerona. Este cartulario ya había sido objeto de interés por algunos historiadores debido a la antigüedad de los documentos que incluye, pero no fue hasta la edición de Rius Serra cuando se pudo valorar su verdadera importancia y pasó desde entonces a ser considerado como el cartulario monástico más importante de Cataluña. En la edición se ha alterado el orden original que los documentos tienen en el cartulario para adoptar uno cronológico. Se incluyen además más de 100 documentos que no figuran en él y la publicación se detiene en el año 1250.151 El siguiente fue el Liber Feodorum Maior,152 conservado igualmente en el Archivo de la Corona de Aragón. Se trata de un cartulario real ilustrado confeccionado hacia 1196 por Ramón de Caldes, deán de la catedral de Barcelona, por mandato de Alfonso II de Aragón. Originariamente constaba de dos volúmenes con cerca de mil documentos condales, reales y particulares sobre propiedades de la casa condal de Barcelona, fundamentalmente de los siglos xi y xii, más algunos de los siglos ix-x y xiii-xiv. Entre finales del siglo xviii y principios del xix el cartulario sufrió una mutilación de la que solo quedaron 88 folios, 59 del primer volumen y 29 del segundo encuadernados en uno solo con un total de 183 documentos. La labor de su editor, Francisco Miquel Rosell, fue ímproba, reconstruyendo la parte perdida mediante la búsqueda de los documentos que habían formado parte de este. Como base para conocer qué documentos habían sido incluidos en el cartulario, se sirvió de un resumen de estos contenida en una copia del siglo xiv conservada en el Archivo de la Corona de Aragón. El valor y la importancia de este cartulario son fundamentales para el estudio de la sociedad catalana en sus orígenes, así como por sus aspectos filológicos, toponímicos e institucionales de la época. Pero además este cartulario tiene una importancia especial por la mención
Baiges Jardi, Ignasi J. «“Liber feudorum maior”, “Libri Antiquitatum Sedis Barchinonensis”, “Cartulario de Sant Cugat”. Tres ejemplos de cartularios barceloneses (siglos xii-xiii)», en Elena E. Rodríguez Díaz y Antonio Claret García Martínez (eds.), La escritura de la memoria: Los cartularios: VII Jornadas de la Sociedad Española de Ciencias y Técnicas Historiográficas, [Huelva], Servicio de Publicaciones, Universidad de Huelva, 2011, p. 102 (= Baiges Jardi, Ignasi J. «“Liber feudorum maior”, “Libri Antiquitatum Sedis Barchinonensis”, “Cartulario de Sant Cugat”»). 152 Liber feudorum maior. Cartulario real que se conserva en el Archivo de la Corona de Aragón. Reconstitución y edición por Francisco Miguel Rosell, Barcelona, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1945-1947. 2 v. CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1943, p. 164; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1944, p. 171; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Años 1946-1947, p. 267. 151
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que allí se hace sobre la existencia de un archivo real, que sería continuación del que existió anteriormente durante la época condal.153 La publicación de estos dos cartularios fue seguida por la del «Llibre Blanch» de Santas Creus, a cargo de Udina Martorell.154 Este cartulario se conservaba en la Biblioteca Provincial de Tarragona, en cuya transcripción tuvo una participación importante Jesús Domínguez Bordona, director de dicha biblioteca. Además de los documentos contenidos en él se añadieron los procedentes de este monasterio conservados en el Archivo Histórico Nacional y que no se recogen en el cartulario, al igual que se había hecho en el de San Cugat. También se publicaron dos trabajos de José Rius Serra con documentación de los Archivos Vaticanos referente a España que fueron pioneros en la materia. El primero, las Rationes decimarum Hispaniae, utiliza el denominado fondo cameral de dicho archivo, procedente de la Cámara Apostólica.155 La décima a que se refiere era la contribución extraordinaria y de carácter temporal, originada con las Cruzadas y que gravaba los frutos y rentas de un beneficio eclesiástico. En este registro de ingresos se incluían todas las iglesias y parroquias, e incluso las exentas que se anotaban con «nichil, quia non attingit ad summam». Tiene un gan valor para reconstruir el mapa de las diócesis descritas, que el autor anunciaba para más tarde y que no llegó a publicarse. El otro fue el Regesto ibérico de Calixto III, que estaba previsto en cuatro volúmenes, pero del cual solo se publicaron dos.156 El primero recoge la documentación entre 4 de abril de 1455 y el 19 de febrero de 1456; el segundo, del 19 de febrero de 1456 al 1 de julio de 1457; el tercero, que no apareció, debía incluir el resto de las bulas hasta el fallecimiento del pontífice en 1458; y el cuarto, un apéndice y los índices. Los regestos
Conde y Delgado de Molina, Rafael. «Estudi arxivistic», en Gaspar Feliú i Josep M. Salrach (dirs.); M. Josepa Arnall e Ignasi J. Baiges (coords.), Els pergamins de l'Arxiu comtal de Barcelona de Ramon Borrell a Ramon Berenguer I. Barcelona, Fundación Noguera; Lleida Pagès, 1999, v. I, pp. 17-62, 20-22; Un estado de la cuestión sobre este cartulario en Baiges Jardi, Ignasi J. «“Liber feudorum maior”, “Libri Antiquitatum Sedis Barchinonensis”, “Cartulario de Sant Cugat”», pp. 77-95. 154 El «Llibre Blanch» de Santas Creus (Cartulario del siglo xii). Edición a cargo de Federico Udina Martorell, Barcelona, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1947; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1943, p. 164; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1944, p. 172; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1945, p. 245; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1946-1947, p. 267. 155 Rationes decimarum Hispania (1279-80). Transcripción, edición e índices de Mons. José Rius Serra, Barcelona, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Escuela de Estudios Medievales de Barcelona, 1946-1947. 2 v. El v. I trata de Cataluña, Mallorca y Navarra y el II Aragón y Navarra. CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1945, p. 245; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1946-1947, p. 267. 156 Rius Serra, José. Regesto ibérico de Calixto III, Barcelona, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Escuela de Estudios Medievales, 1948-1958. 2 v.; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Años 1946-1947, p. 267; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1949, p. 177; CSIC: Memoria de la Secretaría General. Año 1958, p. 103 (= Rius Serra, José. Regesto ibérico de Calixto III). 153
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son más o menos extensos en relación con la importancia del documento, llegándose en algunos casos a la publicación prácticamente íntegra de los mismos, como en los contratos y en los breves.157 La importancia de José Rius Serra merece que nos detengamos un poco más sobre su persona, puesto que fue uno de los investigadores españoles pioneros en el Archivo Vaticano.158 En 1921, recién terminada la carrera de Filosofía y Letras en la Universidad de Barcelona, solicitó una pensión de la JAE para estudiar Arqueología e Historia Medievales en la Escuela Española de Arqueología e Historia en Roma.159 El tema de estudio aparece de forma bastante genérica, e incluso no se cita ningún archivo concreto donde se fuesen a llevar a cabo las investigaciones, como se solía hacer en las peticiones. Quizás él mismo se diese cuenta de ello y en el reverso de su solicitud añadió que «el objeto de la pensión sería para colaborar a la obra emprendida por la Junta de Calcografía Nacional […]». Aun así, el tema no quedaba nada definido. Algun dato más podemos saber por una carta de José Pijoan, primer secretario de la Escuela, dirigida a José Castillejo desde Roma el 8 de agosto de 1921, justo el mismo año de la petición de Rius Serra, donde le daba cuenta de un plan de prioridades que había establecido para los trabajos de los primeros pensionados en los fondos del Archivo Vaticano: Se ha empezado y está ya muy adelantado el catálogo de los documentos sueltos referentes a la historia de España, y que son anteriores al fin del siglo xiii y se está elaborando también un índice de los registros de los Papas españoles o Borgia, Calixto III y Alejandro VI.160
Rius Serra, José. Regesto ibérico de Calixto III, v. I, p. V. «Le principal animateur de cette re-naissance de la participation espagnole aux entreprises éditoriales liées aux archives du Saint-Siege est José Rius Serra, archiviste de la Congrégation des Rites […] il fournit en quelques annes a ses compatriotes un matériau abondant comme les comptes de décimes pour du xiiie siècle et pour des periodes parfois jusque’là délaissés par les autres instituts comme le pontificat de l’Espagnol Calixte III», Poncet, Olivier. Les entreprises éditoriales liées aux archives du Saint-Siège. Histoire et bibliographie (1880-2000), [Rome], École Française de Rome, 2003, p. 78. El pionero fue Ricardo de Hinojosa a finales del siglo xix, que fue seguido por Fidel Fita, Sanchis Sivera y Roque Chabás. Véanse Trenchs Odena, José. «España y el Archivo Vaticano: una aproximación a la labor realizada por españoles en el archivo durante este último siglo», en L’Archivio Segreto Vaticano e le ricerche storiche. A cura di Paolo Vian, Roma, Unione internazionale degli Istituti di Archeologia, Storia e Storia dell'arte in Roma, 1983, pp. 91-119; Lasala, Fernando de. «Fondos documentales españoles en el Archivo Vaticano», en Archivum Historiae Pontificiae, 43 (2005), pp. 299-316. 159 Solicitud de 15 de marzo de 1922. CDRE-AJAE. Expediente, 123-203. Le fue concedida por R. O de 30 de diciembre de 1922. JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1922-1923 y 1923-1924, pp. 80-81. 160 Espadas Burgos, Manuel. La Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma. Un Guadiana junto al Tíber, [Madrid], Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Universidad de Castilla-La Mancha, Publicaciones de la Residencia de Estudiantes, 2000, p. 62. 157 158
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Por tanto, parece deducirse que el motivo principal de la investigación de Rius Serra sería el relacionado con la calcografía nacional y, una vez allí, se vio inserto en el programa de prioridades establecido por la Escuela, para finalizar convirtiéndose en su principal trabajo, el cual le aportaría numerosos materiales para trabajos futuros. Nada más llegar a Roma, en 1923, escribía a Menéndez Pidal dándole cuenta de la gran riqueza y abundancia de trabajo que allí había por hacer con los registros de los Papas.161 En 1923 informaba de los trabajos realizados, entre ellos el haber comenzado a trabajar en el registro de Calixto III.162 El plan inicial que indicaba sobre el registro de Calixto III se limitó únicamente a los referentes a España, es de suponer por la abundancia de documentación en relación con el tiempo disponible de la pensión.163 Pero además de los registros de Calixto III, Rius Serra tenía encomendado otro trabajo, creemos que el principal y objeto de su pensión, que era el estudio sobre artistas españoles en Italia e italianos que habían trabajado en España. Pero la magnitud del primero, cuando le quedaban todavía por «extractar 40 tomos de Registro», le llevaron a pedir una ampliación por cuatro meses de su pensión.164 A principios del verano estaba todavía en Roma a la espera la resolución de su petición y escribía de nuevo a la JAE sobre su proyecto.165 Ante la falta de respuesta nuevamente volvió a dirigirse a la JAE a primeros el año siguiente, donde proponía hacer otros trabajos además del Regesto ibérico de Calixto III. 166 Este mismo año de 1925, aprovechando el parón de los trabajos en Roma, presentó su tesis doctoral en la Universidad Central, cuyo tema estaba relacionado con los trabajos que venía efectuando en Roma sobre Calixto III.167 Fue también por estas fechas cuando por medio del investigador alemán Heinrich Finke conoció a Paul Kehr en Roma, que le ofreció colaborar con él en los trabajos que estaba realizando sobre la documentación papal conservada en los archivos españoles para publicar la Hispania Pontificia.168 El
CDRE-AJAE. Expediente, 123-203. Carta de José Rius Serra a Ramón Menéndez Pidal de 27 de enero de 1921. CDRE-AJAE. Expediente, 123-203. Carta de José Rius Serra a Gonzalo Jiménez de la Espada de 18 de marzo de 1923. 163 CDRE-AJAE. Expediente, 123-203. Carta de José Rius Serra a Gonzalo Jiménez de la Espada de 21 de mayo de 1923. 164 CDRE-AJAE. Expediente, 123-203. Carta de José Rius Serra al presidente de la JAE de 2 de enero de 1924. 165 CDRE-AJAE. Expediente, 123-203. Carta de José Rius Serra a Gonzalo Jiménez de la Espada de 1 de julio de 1924. 166 CDRE-AJAE. Expediente, 123-203. Carta de José Rius Serra al presidente de la JAE de 30 de enero de 1925. 167 Rius Serra, José. La Corona de Aragón en la corte pontificia de Calixto III, 2 v. Tesis inédita de la Universidad de Madrid, Facultad de Filosofía y Letras, leída en 1925. Depósito de Tesis de la Universidad Complutense (T. 5219). Publicada como Rius Serra, José. «Catalanes y aragoneses en la corte de Calixto III», Analecta Sacra Tarraconensia, III (1927), pp. 193-330. Ed. aparte, Barcelona, Editorial Balmes, 1927. 168 Ordeig Mata, Ramon. «Notícia biogràfica del dr. Josep Rius i Serra (Vic 1891-1966)», Ausa, XIV, n.º 126 (1991), p. 221. Kehr da testimonio de la colaboración de Rius Serra en su obra: «[…] für die Arbeiten in Madrid wurde Herr Dr. Peter Rassow ausersehen und als spanischer Mitarbeiter Herr Joseph Rius y Serra, Priester der Diözese Vich, gewonnen, der nach Vollendung seiner in Barcelona und Madrid haupstsächlich 161
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mismo Rius Serra hace alusión a este tema en una carta dirigida a Menéndez Pidal desde Roma.169 En 1927 realizó una nueva intentona presentando otra solicitud. De ella se desprende que tenía bastante adelantado el trabajo de Calixto III, a falta de revisar solamente, y que había comenzado a trabajar ahora con los registros de Benedicto XIII.170 Pero tampoco esta vez fue aprobada su petición, por lo que lo volvió a intentar una vez más en 1929.171 Es interesante destacar cómo entre los trabajos que tenía emprendidos aparece una mención a otro que posteriormente publicaría asimismo la Escuela de Estudios Medievales sobre las Rationes decimarum Hispaniae. La Junta, en sesión de 5 de noviembre de 1929, le concedió una pensión por ocho meses, prorrogada en varias ocasiones hasta 1930.172 En 1946 apareció una nueva colección bajo el título Monumenta Hispaniae Sacra, con el fin principal de proporcionar ediciones accesibles y fiables de los textos fundamentales de la liturgia hispana. Sus propósitos se exponían en el primer volumen de la colección.173 La colección constaba de cuatro series: Litúrgica, Canónica, Patrística y Subsidia. La serie Litúrgica es la que más volúmenes publicó, nueve en total, seis la Canónica, dos la Patrística y otros dos la Subsidia. La serie Litúrgica nos recuerda a la proyectada por García Villada, que con el nombre de Liturgia formaba la cuarta sección de su colección de Textos hispanolatinos de la Edad Media y de la cual no se llegó a publicar ningún volumen. A partir del segundo de la serie Litúrgica y el resto de las colecciones, la edición pasó al Instituto Enrique Flórez.
der Paläographie gewidmeten Studien längere Zeit in Vatikanischen Archiv gearbeitet […]», Kehr, Paul. Papsturkunden in Spanien. Vorabeiten zur Hispania Pontificia I. Katalanien, I Archiberichte, Berlin, Weidmanische Buchhandlung, 1926, p. 6; García Villada, Zacarías. «Preparativos para la publicación de la Hispania Pontificia», p. 314. 169 CDRE-AJAE. Expediente, 123-203. Carta de José Rius Serra a Ramón Menéndez Pidal, sin fecha. 170 CDRE-AJAE. Expediente, 123-203. Carta de José Rius Serra al presidente de la JAE, de 16 de marzo de 1927. 171 CDRE-AJAE. Expediente, 123-203. Carta de José Rius Serra a José Castillejo, de 30 de abril de 1929. 172 CDRE-AJAE. Expediente, 123-203. El 7 de mayo de 1929 le concedió pensión de cuatro meses. Solicitud de prórroga por el presente curso, 14 de octubre de 1929. La Junta en sesión de 5 de noviembre de 1929 le concede prórroga de 25 días. La Junta en sesión de 17 de diciembre de 1929 le concede cinco meses de prórroga. La Junta en sesión de 24 de junio de 1930 le concede un mes de prórroga. 173 «Los “Monumenta Hispaniae Sacra”», en Oracional visigótico, ed. crítica por José Vives, Barcelona, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Escuela de Estudios Medievales, 1946, pp. IX-X. La primera idea de esta colección fue presentada por José Vives en el mes de octubre de 1940 durante la reunión del patronato de la Fundación Balmesiana, ante los directivos de centros docentes eclesiásticos de toda España. Véase Fábrega Grau, Ángel. «Monseñor José Vives», Anuario de Estudios Medievales, 6 (1969), p. 674. [258]
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En cuanto a la serie Patrística, podemos encontrar su antecedente en la colección Scriptores Ecclesiatici Hispano Latini Veteris et Medii Aevi, iniciada por el agustino Ángel Custodio Vega en 1934, como continuación de la España Sagrada del padre Flórez174 y de la cual se llegaron a publicar 17 fascículos. El trabajo que más noticias ha dejado en las Memorias fue el de Font Rius sobre las Cartas de población y franquicia de Cataluña, iniciado a mediados de los años cuarenta, aunque no comenzaría a publicarse hasta finales de los sesenta.175 A continuación, le sigue el de Udina Martorell sobre El Archivo Condal de Barcelona en los siglos ix-x, tema de su tesis doctoral.176 Otras obras que se realizaron en la sección y que aportaban gran cantidad de documentos son las de Martínez Ferrando sobre Jaime II177 y San Vicente Ferrer,178 y la de Reglá Campistol sobre el valle de Arán.179
174 Vega, Ángel Custodio. La España Sagrada y los agustinos en la Real Academia de la Historia, Madrid, Real Academia de la Historia, 1950, p. 78. 175 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Años 1952-1954, p. 194; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1945, p. 245; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Años 1946-1947, p. 267; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1948, p. 141; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1949, p. 178; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1950, p. 131; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Años 1952-1954, p. 194; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1959, p. 65; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Años 1955-1957, p. 272; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1958, p. 103; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1959, p. 65. 176 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1950, p. 153; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1948, p. 141; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1949, p. 178; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1950, p. 131; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1951, p. 153; Udina Martorell, Federico. El Archivo Condal de Barcelona en los siglos ix-x. Estudio crítico de sus fondos, Barcelona, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Escuela de Estudios Medievales, 1951. Recoge 242 documentos. La tesis doctoral llevaba el título El Condado de Barcelona en el siglo x (Fuentes diplomáticas) y fue presentada en 1945. Se encuentra en el Depósito de Tesis de la Universidad Complutense (T. 360). Esta obra, además de solucionar algunos problemas cronológicos existentes en aquel momento, aportaba progresos en la edición, como por ejemplo, los índices de topónimos y antropónimos reducidos a su forma actual, pero con referencias a sus formas latinas. Véase Alturo i Perucho, Jesús y Marquès i Planagumà, Josep Maria. «La publicació de col·leccions docu mentals», Arxiu de Textos Catalans Antics, 5 (1986), p. 307. 177 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Años 1946-1947, p. 267; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1949, p. 178. Martínez Ferrando, J. Ernesto. Jaime II de Aragón. Su vida familiar, Barcelona, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Escuela de Estudios Medievales, 1948. 2 v. (Publicaciones de la Sección de Barcelona; Estudios; 10-11). En el segundo volumen se publican 470 documentos del Archivo de la Corona de Aragón. 178 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1950, p. 131; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Años 1955-1957, p. 272. Martínez Ferrando, J. Ernesto. San Vicente Ferrer y la Casa Real de Aragón. Con la colaboración de Francisca Solsona Climent, Barcelona, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Escuela de Estudios Medievales, 1955 (Textos; 24). La obra es un diplomatario de 83 documentos, pp. 25-113, con una introducción por Martínez Ferrando y un apéndice de 13 documentos sobre Vicente Ferrer, abad de Poblet, pp. 134-143. 179 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1948, pp. 141-142; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1951, p. 153. Fue su tesis doctoral El Valle de Arán hasta la muerte de Jaime II, 2 v., presentada en la Facultad
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Entre los trabajos iniciados, pero que no tenemos constancia de que llegaran a publicarse, tenemos el de Martínez Ferrando sobre el inventario de la documentación sobre don Pedro, condestable de Portugal, en el Archivo de la Corona de Aragón.180 José Vives, por su parte, había fotografiado el cartulario de Tavernoles, del archivo catedral de la Seo de Urgel, es de suponer que con la idea de preparar una edición, aunque tampoco llegó a publicarse.181 Rius Serra, siguiendo en la línea abierta por el regesto ibérico de Calixto III, preparaba el de Clemente VI y Udina un diplomatario catalán del siglo x.182 Para finalizar haremos mención a otras dos publicaciones que aparecen citadas en las Memorias, el Manual de cronología,183 obra que venía a complementar las Normas de transcripción editadas en 1944, y el Glosario de numismática de Mateu Llopis.184 También hubo una serie de trabajos que no llegaron a publicarse, como el de Rius Serra sobre la documentación de Clemente VI relativa a España y Portugal, así como el de Udina sobre un diplomatario catalán del siglo x.185
de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid en 1948. Se conserva en el Depósito de Tesis de la Universidad Complutense (T. 524); Reglá Campistol, Juan. Francia, la Corona de Aragón y la frontera pirenaica. La lucha por el Valle de Arán (siglos xiii-xiv), Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Escuela de Estudios Medievales, 1951. 2 v. (Publicaciones de la Sección de Barcelona; 13-14). En el segundo volumen se publican 346 documentos. Reed. Tremp, Lleida, Garsineu, 2007. 180 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1948, p. 141; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1950, p. 131. Aunque este trabajo no se publicó fue el origen de otro, Martínez Ferrando, Ernesto. Tragedia del insigne Condestable Don Pedro de Portugal, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Jerónimo Zurita, 1942: «Hace algunos años la ordenación y estudio de la documentación del condestable don Pedro de Portugal, existente en el Archivo de la Corona de Aragón de Barcelona, nos proporcionó un nuevo y abundante caudal de datos sobre la figura histórica y literaria de nuestro siglo xv […] Base de nuestra investigación fueron los hasta entonces poco consultados registros de la Cancillería Real de Aragón pertenecientes al gobierno del Condestable […]», p. 9. Publica en apéndice 41 documentos. 181 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1949, p. 178. Fue publicado por Soler García, Josefina. «El cartulario de Tavernoles», Boletín de la Sociedad Castellonense de Cultura, XXXVI, cuaderno II (1960), pp. 196216; cuaderno IV (1960), pp. 248-279; XXXVII, cuaderno I (1961), pp. 65-80; cuadernos II y III (1961), pp. 149-206; XXXVIII, cuaderno I (1962), pp. 110-126; cuaderno II (1962), pp. 218-238; cuaderno III (1962), pp. 319-346; cuaderno IV (1962), pp. 428-442. Ed. aparte, Castellón de la Plana, Sociedad Castellonense de Cultura, 1964. 182 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Años 1952-1954, p. 194. 183 Agusti y Casanovas, Jacinto; Voltes Bou, Pedro. Manual de cronología española y universal, con la colaboración y bajo la dirección de José Vives, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Escuela de Estudios Medievales, 1952. Véase CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1950, p. 131. 184 Mateu y Llopis, Felipe. Glosario hispánico de Numismática, Barcelona, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Sección de Estudios Medievales de Barcelona, 1946. Véase CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1943, p. 164; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1945, p. 194; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Años 1946-1947, p. 267. 185 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Años 1952-1954, p. 194. [260]
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6. La Sección de Murcia En 1945 se fundó una nueva sección del Instituto Jerónimo Zurita en Murcia, bajo la dirección de Luciano de la Calzada186 y sobre la que nos vamos a detener brevemente en relación con los trabajos de historia medieval que allí se acometieron. Estos se iniciaron con la preparación de la edición del Libro del Repartimiento de Alfonso X, a cargo por Luciano de la Calzada,187 continuados por el Estudio sobre la «Crónica de Enrique IV» del Dr. Galíndez de Carvajal y la Compilación de los Milagros de Santiago de Diego Rodríguez de Almela, ambos realizados por Juan Torres Fontes.188 Por estos mismos años se gestó la Colección de Documentos para la Historia del Reino de Murcia, que comenzó a dar a conocer los riquísimos fondos de los archivos murcianos, 189 aunque hubo que esperar hasta 1963 para ver la aparición del primer volumen de la colección con los documentos de Alfonso X. 190 Las Memorias del CSIC mencionan como encargados de este trabajo a Luciano de la Calzada, colaborador de la sección, y a Juan Torres Fontes, becario de la misma.
Luciano de la Calzada había obtenido la cátedra de «Historia de España» en la Universidad de Murcia en 1940. 187 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1945, p. 221. Fue publicado en 1960 por Torres Fontes, Repartimiento de Murcia. Edición preparada por Juan Torres Fontes, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Escuela de Estudios Medievales, Academia «Alfonso X el Sabio» de Murcia, 1960. Nueva edición con la edición facsímil del manuscrito del Repartimiento del Archivo Municipal de Murcia Libro del repartimiento de las tierras hecho a los pobladores de Murcia. Edición y transcripción de Juan Torres Fontes, [Murcia], Academia «Alfonso X el Sabio», D. L. 1991. 2 v. 188 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Años 1946-1947, p. 265; Torres Fontes, Juan. Estudio sobre la «Crónica de Enrique IV» del Dr. Galíndez de Carvajal, Murcia, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Seminario de Historia de la Universidad de Murcia, 1946; Compilación de los Milagros de Santiago de Diego Rodríguez de Almela, estudio por el Dr. D. Juan Torres Fontes, Murcia, Universidad de Murcia, 1946. El primero de estos trabajos fue su tesis doctoral. 189 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Años 1946-1947, pp. 265-266; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1948, p. 140; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1949, p. 141. El propósito inicial de publicar en esta colección todos los documentos del Reino de Murcia de una época determinada conservados en diferentes archivos solo se mantuvo en los cinco primeros volúmenes, pues, a partir del sexto, estos procedían, salvo escasas excepciones, del Archivo Municipal de Murcia, li mitando así en gran manera la base documental. Véase Rodríguez Llopis, Miguel. «La historiogra fía medieval murciana (1939-1989)», Hispania. Revista Española de Historia, L/2, nº 175 (1990), pp. 868-869. 190 Documentos de Alfonso X el Sabio, ed. de Juan Torres Fontes, Murcia, Academia Alfonso X el Sabio, 1963. Hay una nueva ed. ampliada, Murcia, Real Academia Alfonso X el Sabio, [2008]. El último volumen publicado es el 23, con la documentación de Juana I, en 2006. 186
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7. La Sección de Valladolid La Sección de Valladolid, también denominada Sección «Simancas» bajo la dirección de Joaquín Pérez Villanueva, se creó en 1943 para potenciar los estudios sobre los fondos del Archivo General de Simancas.191 En este caso, como en los de las secciones de Valencia y de Barcelona, la existencia en estas ciudades de dos archivos históricos importantes, el del Reino de Valencia y el de la Corona de Aragón, fue decisiva para su creación. Centrada en el estudio de la Edad Moderna, nos interesan sus trabajos sobre la época de los Reyes Católicos. Como parte de la política de edición de catálogos del Archivo General de Simancas, se comenzaron a publicar los del fondo del Registro General del Sello, de gran importancia para este periodo. Las Memorias nos ofrecen alguna información de los trabajos llevados a cabo.192 Se inició una nueva colección de publicaciones bajo el nombre Biblioteca «Reyes Católicos», donde fueron apareciendo diversas obras sobre su reinado. Constaba de dos series, una sobre «Documentos y textos», inaugurada en 1949 por Antonio de la Torre, a la cual siguieron otras suyas.193 En la otra, denominada «Inventarios y catálogos», se fue publicando la documentación del Registro General del Sello del Archivo de Simancas, idea que surgió de la Comisión de Publicaciones del V Centenario del nacimiento de los Reyes Católicos para publicar un catálogo de toda la documentación conservada en los archivos sobre los reinados de los
CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1943, p. 141; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1960, p. 69. Son veinte los volúmenes publicados hasta los Reyes Católicos 192 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1948, p. 140; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1949, p. 176; Véase ibidem, p. 177; ibidem, p. 179; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1951, p. 152; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Años 1952-1954, p. 192; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Años 19551957, p. 271; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1959, p. 65. CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1960, p. 69. 193 Documentos sobre relaciones internacionales de los Reyes Católicos, ed. preparada por Antonio de la Torre, Barcelona, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Patronato Marcelino Menéndez Pelayo, 19491951. 6 v. (Biblioteca «Reyes Católicos». Documentos y textos; 1-3, 9, 12-13); La Casa de Isabel la Católica. Edición preparada y anotada por Antonio de la Torre, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Patronato Marcelino Menéndez Pelayo, 1954. (Biblioteca «Reyes Católicos». Documentos y textos; 4); Cuentas de Gonzalo de Baeza: tesorero de Isabel la Católica. Edición preparada por Antonio de la Torre y E. Alsina de la Torre, Madrid, [Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Patronato Marcelino Menéndez Pelayo], 1955, 2 v. (Biblioteca «Reyes Católicos». Documentos y Textos; 5-6); Documentos referentes a las relaciones con Portugal durante el reinado de los Reyes Católicos. Edición preparada y anotada por Antonio de la Torre y Luis Suárez Fernández, Valladolid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Patronato Menéndez Pelayo, 1958. 3 v. (Biblioteca «Reyes Católicos». Documentos y Textos; 7-8, 10); Documentos acerca de la expulsión de los judíos, ed. preparada y anotada por Luis Suárez Fernández, Valladolid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Patronato Menéndez Pelayo, 1964. (Biblioteca «Reyes Católicos». Documentos y Textos; 11). 191
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iv. el consejo superior de investigaciones científicas (csic) y los estudios medievales
mencionados monarcas, así como sus antecesores Enrique IV de Castilla y Juan II de Aragón. Estos catálogos formarían la serie denominada Biblioteca «Reyes Católicos» y su realización se encargó al Cuerpo Facultativo de Archiveros y Bibliotecarios.194 La documentación del Registro del Sello, una de las más antiguas del Archivo, puede decirse que se inicia en 1475, aunque se han conservado algunos restos de registros anteriores. El registro recoge las copias de las cartas y provisiones que iban validadas por el sello real, sus asuntos son, por lo tanto, de lo más variado y su interés es fundamental. En 1935 se había publicado el primer volumen del catálogo, pero esta iniciativa no tuvo entonces continuidad. Allí los documentos figuraban clasificados por materias, pero dada la variedad de temas tratados en ellos no permitían sacar todo el partido a estos. De ahí que cuando en 1950 se volvió a tomar la decisión de acometer la publicación, se refundió en el primer volumen de la serie el publicado en 1935, pero respetando el orden cronológico que es el que tienen los documentos, y acompañado al final de unos completos índices que facilitan su utilización. La idea era publicar todo el reinado de los Reyes Católicos hasta el año 1504. A partir del volumen trece la publicación la asumió la Dirección General de Bellas Artes y Archivos del Ministerio de Cultura. Hasta ahora se han publicado dieciséis volúmenes que llegan hasta el año 1499.195 8. La Sección de Santiago de Compostela Finalizaremos con una breve mención de la Sección de Santiago de Compostela, integrada en el Instituto de Estudios Gallegos Padre Sarmiento . El 15 de febrero de 1944 se creó en Santiago la Delegación del CSIC en Galicia, comenzando a organizarse a partir
Ortiz de Montalván, Gonzalo. Registro general del sello. Volumen I: años de 1454-1477, nueva ed. revisada, reformada y preparada por María Asunción de Mendoza y Lassalle, introducción de Miguel Bordonau y Mas, Valladolid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Patronato Marcelino Menéndez Pelayo, Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos. Biblioteca «Reyes Católicos», 1950, p. VII. 195 Ortiz de Montalván, Gonzalo. Registro General del Sello (Años de 1435-1477), Valladolid, Imp. Católica, 1935; La nueva publicación se inició con el volumen de Ortiz de Montalván, Gonzalo. Registro general del sello. Volumen I: años de 1454-1477. Nueva edición revisada, reformada y preparada por María Asunción de Mendoza y Lassalle, introducción de Miguel Bordonau y Mas, Valladolid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Patronato Marcelino Menéndez Pelayo, Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos. Biblioteca «Reyes Católicos», 1950. En la actualidad llega hasta el año 1499 en el v. XVI. Registro General del Sello, Valladolid, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Patronato Marcelino Menéndez Pelayo, Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, Biblioteca «Reyes Católicos»; Ministerio de Cultura, 1951-1992. 16 v. 194
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el archivo histórico nacional
del día siguiente las secciones que formarían el Instituto Padre Sarmiento . Nos interesan para nuestro tema dos noticias que aparecen en las Memorias, la primera en la de 1945. Al frente de los trabajos aparecía Ángel Canellas, que había obtenido la cátedra de «Paleografía y diplomática» de la Universidad de Santiago de Compostela en 1944, donde estaba preparando un estudio sobre Diplomática visigoda para publicar en el Anuario de Historia del Derecho Español, y otro sobre Aragón y la política del estrecho de Gibraltar en el siglo xiv, con documentación inédita del Archivo Municipal de Zaragoza.196 De los trabajos citados de Canellas, el «De Diplomática hispano-visigoda», que constituyó su programa de Diplomática para opositar a la cátedra de Santiago, no se publicó en el Anuario de Historia del Derecho, sino que tuvo que esperar hasta 1974,197 en cambio, «Aragón y la empresa del Estrecho en el siglo xiv» vio la luz en 1946.198 De los demás que se mencionan como iniciados bajo su dirección, únicamente te nemos constancia de que se llegara a realizar, el de Pardo Ferrín sobre el monasterio de Sobrado.199 Esta sección funcionó mientras Ángel Canellas estuvo en la Universidad de Santiago, ocasión que aprovechó para inventariar y fotografiar documentos de diversos archivos gallegos.200
CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1944, p. 178; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1945, p. 248. 197 Canellas López, Ángel. «De Diplomática hispano-visigoda», en Miscelánea de estudios dedicados al profesor Antonio Marín Ocete, Granada, Universidad de Granada, Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Granada, 1974, t. I, pp. 87-181. Nueva edición, Zaragoza, Institución Fernando el Católico 1979, que incluye una colección de 231 documentos. 198 Canellas López, Ángel. «Aragón y la empresa del Estrecho en el siglo xiv», Estudios de la Edad Media de la Corona de Aragón, II (1946), pp. 7-73. 199 Fue su tesis doctoral que se conserva inédita en el Depósito de Tesis de la Universidad Complutense Aportación a la historia del Monasterio de Sobrado durante la Alta Edad Media, bajo la dirección de Ángel Canellas, ¿1950?, 4 tomos (T. 3828). 200 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Años 1946-1947, p. 268. 196
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Segunda parte
V. El Archivo Histórico Nacional
1. Los orígenes del Archivo Histórico Nacional La creación del Archivo Histórico Nacional está íntimamente unida a la Real Academia de la Historia. Las desamortizaciones eclesiásticas que tuvieron lugar en el siglo xix fueron la causa de la venta y el abandono de los bienes de las órdenes religiosas. Entre ellos y uno de los más preciados, estaban sus archivos y bibliotecas. Una gran parte de los documentos se llevaron a las oficinas de Fincas del Estado, por encontrarse entre ellos los títulos de propiedad de sus bienes que iban a venderse. Las condiciones en que se trasladaron y su posterior conservación fueron lamentables, siendo una de las principales causas de la pérdida de muchos de ellos.1 El espacio de tiempo que medió entre el abandono de los edificios por los religiosos y su paso efectivo a manos del Gobierno fue igualmente decisivo para muchos de los bienes en ellos conservados, ya que fueron objeto de saqueos y sustracciones. Muchos documentos valiosos pasaron a ser de propiedad privada y otros fueron vendidos y salieron de nuestras fronteras conservándose hoy día en instituciones extranjeras. Así continuaron las cosas durante bastantes años hasta que la Real Academia de la Historia hizo oír su voz ante el Gobierno para poner remedio a tan deplorable situación. El éxito de sus gestiones se debió en buena parte a la conjunción de una serie de factores favorables, como fue la coincidencia de varias personas con responsabilidad directa para poner en marcha los mecanismos de actuación necesarios. Por parte de la Academia hay que destacar a Luis López Ballesteros, director entre 1849-1852, que había sido ministro de Hacienda con Fernando VII;2 y, por la del Gobierno, al
Algunas noticias sobre este asunto nos ofrece el artículo de Bello Voces, Josefina. «La ocupación de los bienes de los regulares (1835-1836)», Boletín de la Real Academia de la Historia, CLXXXV, cuaderno I (1988), pp. 55-82; Bello, Josefina. Frailes, intendentes y políticos. Los bienes nacionales 1835-1850, Madrid, Alianza, 1997, dedica bastantes páginas a los bienes muebles: pinturas, esculturas y libros, pp. 289-430. 2 Rivas, Natalio. Luis López Ballesteros. Gran ministro de Fernando VII (páginas inéditas de la historia de España), Madrid, Mediterráneo, 1945 (= Rivas, Natalio. Luis López Ballesteros). Consagra un capítulo a estudiar su 1
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el archivo histórico nacional
ministro de Hacienda Juan Bravo Murillo y al director de fincas del Estado, Felipe Canga Argüelles. Todos ellos jugaron un papel decisivo, cada uno en su parte correspondiente, para salvar «los escasos restos de los archivos monásticos, que sirvieron para formar el Archivo Histórico Nacional con un número considerable de pergaminos importantes, resto de la multitud perdida en los diez y seis años que estuvieron en las oficinas de amortización».3 López Ballesteros, en su discurso leído con ocasión de la finalización de su mandato en 1852, se lamentaba del «estado de completo abandono» en que se encontraban estos fondos documentales y declaraba su firme propósito de poner fin a esta deplorable situación.4 Gracias a sus contactos gubernamentales fue posible el éxito de las negociaciones con los responsables de Hacienda. Así se dictó la R. O. de 26 de agosto de 1850,5 que constituyó el punto de inicio para que los documentos custodiados en las oficinas de Fincas del Estado comenzasen a ser enviados a la Real Academia de la Historia.6 El papel desempeñado por Felipe Canga Argüelles fue igualmente fundamental. Su puesto como director de Fincas del Estado fue clave para hacer cumplir las órdenes del Gobierno en las oficinas de Hacienda, donde se hallaban depositados los archivos de las órdenes religiosas. Hijo del gran hacendista y académico José Canga Arguelles, supo valorar desde el primer momento la importancia y el interés que tenían estos archivos para los estudios históricos.7 No en vano era académico correspondiente desde
actuación como académico, pp. 201-223. Pese a no contar con ningún mérito de carácter histórico, destaca como sus principales logros la creación de la Comisión de Hacienda y las gestiones ante el Gobierno para obtener los documentos desamortizados para la Academia; [Vargas-Zúñiga y Montero de Espinosa, Antonio] Marqués de Sieteiglesias. «Real Academia de la Historia. Catálogo de sus individuos. Noticias sacadas de su archivo», Boletín de la Real Academia de la Historia, CLXXV, cuaderno I (1978), pp. 337-338 (= Sieteiglesias, marqués de. «RAH. Catálogo»). 3 Fuente, Vicente de la. «La cuestión de los archivos. Artículo VI: Formación del Archivo Histórico Nacional a consecuencia de la desaparición de los archivos eclesiásticos», La Cruzada. Revista Semanal de Ciencias, Literatura y Artes, III, n.º 106 (1869), p. 75. 4 Discurso leído a la Real Academia de la Historia por su director el Excmo. Sr. D. Luis López Ballesteros al concluir el trienio de su dirección en 1852, Madrid, Imprenta de José Rodríguez, 1859, pp. 16-17. El texto lo recoge también Fuente, Vicente de la. Op. cit., pp. 75-76. 5 El propio Ballesteros dice cómo acudió a Bravo Murillo para conseguir la R. O. de 29 de octubre, complementaria de esta de 26 de agosto, con lo cual es fácil imaginarse que haría lo propio en este caso también. Véase Discurso, p. 17. 6 R. O. de 26 de agosto de 1850, ordenando que todos los papeles y documentos históricos que existan en los monasterios y conventos y en los archivos de las oficinas de Fincas del Estado se trasladen a la Academia de la Historia, en Colección legislativa de España, Madrid, Imprenta Nacional, 1850, t. 50, p. 767 (n.º 764). 7 Pocos son los datos que tenemos sobre su vida. Nacido en 1805 en Valencia, donde estaba destinado su padre, se trasladó a Londres cuando este fue desterrado por Fernando VII en 1823. Estudió Medicina y la [268]
v. el archivo histórico nacional
1840 y numerario desde 1851, versando su discurso de recepción sobre la «Influencia de los institutos religiosos en los adelantos de la Historia»,8 muy en consonancia con su labor realizada y que, sin lugar a duda, le serviría como mérito para su nombramiento.9 En él nos recuerda cómo su padre, académico también, ya fallecido, había dado la voz de alarma en 1839 con respecto a la pérdida los documentos de algunos monasterios asturianos.10 La obra de su padre a que se refiere es la titulada Noticias de varios documentos y privilegios reconocidos en los archivos de la Iglesia y ciudad de Oviedo, con noticias de otros y observaciones que hizo a los que examinó, obra manuscrita fechada en 17 de diciembre de 1839. En ella ponía en conocimiento de la Academia del «extravío» de algunos documentos de los monasterios de San Vicente de Oviedo, San Salvador de Valdediós y otros, así como del «hacinamiento» en que se encontraban en las oficinas de amortización «expuestos a desaparecer por la apática indiferencia de las manos encargadas de su custodia». Pero, además, tenía noticias de que hechos similares se estaban produciendo también en Valladolid y León.11
ejerció en Oviedo. Residió después en Gijón, donde compaginaba su profesión con su afición por las investigaciones históricas. Participó también en la política, siendo diputado a Cortes por Asturias de 1844 a 1846, después por Gijón hasta 1854. En 1851 fue vicepresidente del Congreso de los Diputados. Véase Suárez, Constantino. Escritores asturianos. Índice bio-bibliográfico, Madrid, [s.e.], 1936, t. II, pp. 295-297, con una relación de sus publicaciones impresas e inéditas. 8 La lectura tuvo lugar el 16 de mayo de 1852. Este discurso está recogido en la obra Discursos leídos en las sesiones públicas que para dar posesión de plazas de número ha celebrado desde 1852 la Real Academia de la Historia, Madrid, Imp. de Matute y Compagni, 1858, pp. 43-63. La contestación de Antonio Cavanilles, en pp. 65-82. Las citas las hacemos por esta edición. Véase Sieteiglesias, marqués de. «RAH. Catálogo», Boletín de la Real Academia de la Historia, CLXXV, cuaderno III (1978), pp. 533-534. 9 P. Sabau, secretario de la Academia, se hacía eco de ello en la «Noticia de la Academia, o resumen de sus actas del año 1850», publicada como introducción al tomo I del Memorial histórico español que comenzaba ahora a publicarse en 1851, pp. XXX-XXXI. Igualmente, Antonio Cavanilles, en su contestación al discurso de entrada de Felipe Canga Argüelles, op. cit., pp. 65-66. La misma idea, en Sabau, Pedro. «Noticia histórica de la Academia desde el año de 1832 hasta el presente», en Memorias de la Real Academia de la Historia, Madrid, Imprenta de la Real Academia de la Historia, 1852, t. VIII, pp. I-LIV, especialmente p. XLVIII. El 10 de diciembre de 1852 se le otorgó el título de conde de Canga Argüelles. Real Despacho de concesión en AHN. Consejos. Leg. 8984-618. Este título, recibido pocos meses después de su ingreso en la Real Academia de la Historia, fue obtenido (según Suárez, Constantino. Op. cit., pp. 296-297) gracias a los méritos de su padre, sobre los cuales presentó Felipe una Exposición elevada a S.M. la Reina, nuestra señora, por D. […], Madrid, 1852. 10 Ibidem, pp. 46-47. 11 Hemos localizado esta obra en la RAH en un volumen misceláneo titulado Varios privilegios y documentos, 9/5883, hojas 128-148. La cita en las hojas 136-136v. En 1835 había escrito también un trabajo donde destacaba la importancia que tenía para los hacendistas el conocimiento de la historia. Ha sido editado por Martínez Cachero, Luis Alfonso. «Un discurso de Canga Argüelles “Sobre la necesidad que los hacendistas tienen de dedicarse al estudio de la historia”», Boletín del Instituto de Estudios Asturianos, XXXI, n.os 90-91 (1977), pp. 3-16. [269]
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A tenor de estos datos, sería José Canga Argüelles12 la primera persona que puso en guardia sobre el peligro que corrían estos archivos. Pocos años después, en 1847, Muñoz Romero, que estaba destinado a jugar un papel fundamental en la organización y creación del futuro Archivo Histórico Nacional, se lamentaba igualmente de esta situación, e iba incluso más lejos proponiendo la creación de un archivo general: En estos últimos años hemos visto vender códices y varios documentos de monasterios a bajo precio. No sabemos si estos fueron extraídos antes o después de encargarse de sus archivos las oficinas de Amortización. Solamente nos consta que estos antiguos monumentos existen mal conservados y en desorden en dichas oficinas, negándose estas a entregarlos a las Bibliotecas, Comisiones de monumentos artísticos y literarios, y a las Academias. Enhorabuena que la Dirección de Amortización conserve aquellos documentos que hagan relación a derechos o censos que se paguen, o deban pagarse, y algunos otros concernientes a la propiedad que pertenecía a dichos monasterios, y es ahora del Estado; pero los códices, cartularios o tumbos antiguos, y los documentos puramente históricos y literarios ¿con qué justicia los retiene?, ¿por qué no se ordenan y conservan bien? El gobierno prestaría un servicio importante a la nación, si de los archivos particulares de los monasterios y conventos formase uno general.13
Otro aspecto que hay que destacar es la vinculación que tuvieron todas estas personas con el Ministerio de Hacienda, circunstancia que sería fundamental a la hora de allanar el camino a las peticiones de la Academia. La R. O. mencionada de 26 de agosto fue complementada por otra de 29 de octubre del mismo año, citada por López Ballesteros en su discurso, donde se reiteraba la orden de remitir los documentos que siguieran
Era académico correspondiente desde 1805, supernumerario en 1835 y numerario en 1838. Fue tesorero de la Corporación. Sieteiglesias, marqués de. «RAH. Catálogo», Boletín de la Real Academia de la Historia, CLXXV, cuaderno I (1978), pp. 98-99. 13 Muñoz y Romero, Tomás. Colección de fueros municipales y cartas pueblas de los reinos de León, Corona de Aragón y Navarra, Madrid, Imp. de Don José Alonso, 1847, p. 5, nota 2. La cursiva es nuestra. Esta propuesta de la creación de un archivo general también ha sido señalada por Gibert, Rafael. «Tomás Muñoz y Romero (1814-1867)», Anuario de Estudios Medievales, 6 (1969), pp. 566-567 (= «Tomás Muñoz y Romero». El caso denunciado por Muñoz respecto a los archivos monásticos no era una excepción. Justamente en este mismo año, el ministro de Gracia y Justicia Lorenzo Arrazola, en el preámbulo del R. D. de 5 de noviembre de 1847, por el que se creaba una Junta Superior Directiva para la conservación y arreglo de los Archivos del Reino dependientes del Ministerio de Gracia y Justicia, se lamentaba igualmente de tan desoladora situación. Sobre la situación general de los archivos en estos años, véase Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «Panorama de los archivos españoles durante el siglo xix y primer tercio del xx», pp. 121 y ss. 12
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apareciendo a la Academia de Historia, cargándose a los presupuestos del Estado los gastos originados por el traslado de los mismos.14 Junto con estas labores que podríamos denominar «de gestión», hubo que realizar otras de carácter más técnico. Para ellas se requerían los conocimientos necesarios para poder leer y valorar la importancia histórica de los documentos. Este fue el papel reservado a Pascual de Gayangos, persona especialmente designada por la Academia para acometer estas tareas.15 El celo y la laboriosidad de que dio muestras en todo momento fueron decisivos para que las órdenes del Gobierno tuvieran efectividad en el terreno práctico, que era el fin último perseguido por la Academia, como nos lo recuerda igualmente López Ballesteros.16 Poseedor de una notable colección de documentos, hizo donación de ellos a la Academia.17 Él fue el encargado de realizar la visita y separación de los documentos en las oficinas de Hacienda para su envío a Madrid. En esta misión efectuó ocho viajes entre los años 1850 a 1857, que podemos seguir con bastante detalle gracias a una obra reciente:18 1.er Viaje: provincia de Burgos (septiembre/octubre de 1850). 2.º Viaje: Guadalajara, Aragón, Navarra, La Rioja (Navidad de 1850/1851). 3.er Viaje: Castilla y León, Asturias, Galicia, Portugal y Extremadura (julio/octubre 1852). 4.º Viaje: Murcia, Valencia, Cataluña, Baleares y Aragón (julio/octubre 1853). 5.º Viaje: provincia de Soria (diciembre de 1853). 6.º Viaje: Andalucía oriental (febrero/marzo 1855). 7.º Viaje: Castilla y León, La Rioja y Cantabria (agosto/octubre de 1856). 8.º Viaje: provincias de Toledo y Ciudad Real (Navidad de 1856/1857).
14 R. O. de 29 de octubre de 1850, autorizando a la Dirección General de Fincas para la aprobación de los gastos que ocasione la traslación de documentos históricos a la Academia de la Historia, en Colección legislativa de España, Madrid, en la Imprenta Nacional, 1850, t. 51, p. 257 (n.º 934). 15 Académico correspondiente desde 1841, supernumerario en 1844 y numerario en 1847. Sieteiglesias, marqués de. «RAH. Catálogo», Boletín de la Real Academia de la Historia, CLXXV, cuaderno II (1978), pp. 325-327. 16 Ibidem, p. 17. 17 Sobre estos documentos donados por Gayangos, véase «Índice de los documentos regalados a la Real Academia de la Historia por el Sr. D. Pascual de Gayangos, su individuo de número», en Memorial histórico español, Madrid, Imprenta de la Real Academia de la Historia, 1852, t. III, pp. XV-XL. Véase también Sabau, Pedro. Op. cit., p. XLIX. 18 Álvarez Ramos, Miguel Ángel y Álvarez Millán, Cristina. Los viajes literarios de Pascual de Gayangos, pp. 125-199; Ladero Quesada, Miguel Ángel. «Don Pascual de Gayangos y la custodia por Academia de los archivos monásticos desamortizados», en Pascual de Gayangos. En el bicentenario de su nacimiento, Madrid, Real Academia de la Historia, 2010, pp. 39-54.
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La labor llevada a cabo por Gayangos puede calificarse de titánica por la amplitud de su recorrido, que además aprovechaba las vacaciones de verano y de Navidad para realizarlas, como puede comprobarse por las fechas apuntadas. Tampoco hay que perder de vista las dificultades que suponía recorrer tan amplias distancias en su época, en coches de diligencias, o incluso a caballo o a lomos de un mulo, cuando tenía que visitar algún lugar apartado de los caminos principales. En muchas de sus cartas nos ofrece un vívido relato de las dificultades y penalidades que tuvo que sortear y de las artimañas que tuvo que emplear para poder conseguir su objetivo. Además, en la inmensa mayoría de los casos estos desplazamientos los hizo solo y teniendo que eludir los numerosos obstáculos puestos por los empleados de las oficinas de Hacienda. Tan solo en contadas ocasiones contó con la colaboración de otros académicos, como el barón de La Joyosa o Antonio Delgado y también con la de algunos académicos correspondientes.19 De uno de ellos, Vicente de la Fuente, que acompañó a Gayangos en Salamanca, conservamos también el testimonio sobre las dificultades que encontraron en su visita.20 El nombramiento tuvo lugar en diciembre de 1850,21 iniciándose inmediatamente los viajes. Gayangos tenía las ideas bastante claras sobre su misión y no disponía de mucho tiempo para realizarla. Había obtenido un permiso del rector de la Universidad Central, donde era catedrático de «Árabe», para poder ausentarse de la Corte. Por tanto, para preparar el terreno y sacar el máximo provecho a sus visitas preparó unas breves, pero concisas instrucciones para que el director general de Fincas del Estado, Felipe Canga Argüelles, fuera haciendo las gestiones previas oportunas.22 Cuando López Ballesteros concluye su mandato en 1852, el número de documentos reunidos en la Academia ascendía a 32.204,23 cifra considerable si tenemos en cuenta que tan solo habían
Op. cit., sobre sus colaboradores, pp. 136-143, y sobre las dificultades de los viajes, pp. 144-150. Fuente, Vicente de la. Op. cit., p. 76. El autor, que acompañó y auxilió a Gayangos en su visita Salamanca, nos relata las dificultades que surgieron y que pueden servir de ejemplo para valorar las adversidades a que tuvo que enfrentarse Gayangos en el desempeño de su comisión, pp. 77-78. Su testimonio puede contrastarse con el del propio Gayangos en la carta que dirigió a la Academia y que fue leída en la sesión de 3 de octubre de 1856. Véase Real Academia de la Historia. Archivo de Secretaría. Expediente personal de D. Pascual de Gayangos, Leg. 97, Carpeta 7 (= RAH). 21 El nombramiento sin día del mes, firmado por López Ballesteros y dirigido a Felipe Canga Argüelles, en ibidem. 22 RAH. Archivo de Secretaría. Expediente personal de D. Pascual de Gayangos y Arce, Leg. 97, Carpeta 7. 23 López Ballesteros, Luis. Op. cit., Apéndice núm. IV: «Noticia de los monasterios de cuyos archivos existen documentos en la Real Academia de la Historia», pp. 67-84 y «Resumen de los documentos procedentes de los archivos de los suprimidos monasterios y conventos, remitidos a la Real Academia de la Historia por la Dirección general de Fincas del Estado, ahora Dirección general de Contribuciones directas, Estadística y Fincas del Estado», pp. 85-90. Se puede considerar a estas relaciones como los primeros inventarios impresos sobre los fondos del futuro Archivo Histórico Nacional. Este índice fue corregido y la descripción ampliada 19 20
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transcurrido dos años desde que se dictaron las primeras disposiciones legales que habían hecho posible su recogida, así como la penuria de medios con que contaba la Academia. Un pequeño contratiempo para los planes de la Academia supuso la Real Orden de 9 de febrero de 1857, que venía a limitar la libertad de elección de documentos por parte de esta como lo venía haciendo hasta el momento, escudándose en la posibilidad de que algunos de tales documentos fuesen necesarios a la administración para justificar derechos. Además, se establecía que en su selección debía intervenir junto con el comisionado de la Academia un funcionario de Hacienda y elaborar un inventario por duplicado de lo separado, para que en vista del cual se autorizase por la Dirección General de Bienes Nacionales su envío a la Academia. Fácil es darse cuenta de la serie de problemas que esto causó, quedando muchos documentos separados sin ser remitidos a la Academia por no cumplir todos los requisitos preceptuados. Dentro del seno de la Academia se había constituido una «Comisión de manuscritos y documentos de monasterios, conventos e iglesias suprimidas», a propuesta del barón de La Joyosa el 3 de mayo de 1856. En el mismo día que la Academia aprobaba esta proposición se nombraban para la misma a los académicos barón de La Joyosa, Estébanez Calderón y al marqués de Pidal.24 Poco tiempo después se incorporarían a ella Pascual de Gayangos y Felipe Canga Argüelles.25 Su fin era similar a la de otras comisiones, emitir informes y dictámenes sobre los temas de su directa competencia y cuya aprobación se sometía a la deliberación de la Junta de la Academia. Uno de los temas en que más incidencia se hacía era el de la clasificación y realización de índices de los documentos ingresados, pues «hacinados» tal como habían llegado eran totalmente inservibles para su utilización.26 Tras insistir varias veces sobre este
por Pérez Pastor, Cristóbal. «Índice por títulos de los códices procedentes de los monasterios de San Millán de la Cogolla y San Pedro de Cardeña, existentes en la biblioteca de la Real Academia de la Historia», Boletín de la Real Academia de la Historia, LIII, cuaderno VI (1908), pp. 469-512; LIV, cuaderno I (1909), pp. 5-19. 24 RAH, 11/8048. Antonio Marcial López, barón de la Joyosa era supernumerario desde 1827, numerario en 1836, censor en 1844 y director en 1845, reelegido una vez. Sieteiglesias, marqués de. «RAH. Catálogo», Boletín de la Real Academia de la Historia, CLXXV, cuaderno I (1978), pp. 92-93. Serafín Estébanez Calderón era correspondiente desde 1844 y numerario en 1847. Véase ibidem, cuaderno II (1978), pp. 329-330. Pedro José Pidal y Carniado, I marqués de Pidal era académico honorario desde 1845, numerario en 1847 y director en 1853. Véase ibidem, pp. 339-341. 25 «[…] Que habiendo intervenido el señor Gayangos en la investigación y adquisición de documentos, y teniendo especiales conocimientos sobre este particular, sería muy conveniente se le asociase por la Academia a la comisión […]». Véase Dictamen de 30 de mayo de 1856, en RAH, 11/8048. Felipe Canga Argüelles aparece por primera vez firmando en el Dictamen de la Comisión de 27 de marzo de 1857. 26 Véase Dictamen de 3 de mayo de 1856, en RAH, 11/8048. Pocos días después se vuelve a insistir en ello. Véase Dictamen de 15 de mayo de 1856, ibidem. [273]
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asunto se proponía formalmente la creación de dos plazas de «paleógrafos» y dos auxiliares escribientes para llevar a cabo esta labor.27 La Academia vio pronto colmados sus deseos, convocándose la oportuna oposición para cubrir dichas plazas, que fueron ganadas por Pedro Goicoechea y Gaviña y José M.ª Escudero de la Peña, nombrados a tal efecto el 15 de abril de 1857. El primero fue sustituido por Miguel Velasco y Santos al ser nombrado oficial de la secretaría de la Academia.28 Durante tres años trabajaron en la realización de los índices bajo la dirección de Tomás Muñoz Romero, que era oficial de la biblioteca de la Academia desde 1844.29 La aprobación en agosto de 1859 de la plantilla del Archivo General Central, creado por R. D. de 17 de julio de 1858, promocionó mediante concurso al Cuerpo Facultativo de Archiveros Bibliotecarios a los ya mencionados José M.ª Escudero de la Peña y Miguel Velasco y Santos, junto con Manuel González Ordóñez, Carlos Santa María y Ramírez, Vicente Vignau y Ballester y José Morón y Liminiana, cuyo destino era el citado archivo. El centro, debido a problemas de obras de adaptación del edificio, no estaría en disposición de recibir documentación hasta después del verano de 1860. Por tanto, estas seis personas fueron destinadas por R. O. de 4 de marzo de 1860 provisionalmente al archivo de la Academia, para realizar un nomenclátor geográfico con la documentación que allí se estaba recibiendo y organizando.30 Este trabajo se llevó a cabo hasta que por R. O. de 11 de diciembre de 1860 se incorporaron a sus destinos, quedando en la Academia únicamente Miguel Velasco y Santos y Carlos Santa María, que pronto permutaría su puesto con Vicente Vignau. A finales de 1861 el primero sería trasladado, con lo que Vignau se quedó solo para continuar los trabajos, sin que por parte del Estado se supliera esta carencia con la concesión de dinero o de personal, de tal manera que la Academia se vio forzada a pagar dichos trabajos a costa de su presupuesto de publicaciones.31
Dictamen de 30 de mayo de 1856, ibidem. Todos los detalles sobre estas oposiciones y la celebración de los ejercicios pueden verse en RAH, 11/8048. 29 Que la dirección de este trabajo se encargó a Muñoz y Romero desde el primer momento creo que queda bastante claro en el Dictamen de la Comisión de 15 de mayo de 1856, ibidem. 30 Para todos los detalles de este concurso y su repercusión en los trabajos del archivo de la Academia, véase AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA, 6542-13. Volveremos sobre ello cuando tratemos de J. M.ª Escudero de la Peña y de V. Vignau. 31 Como resultado de estos trabajos y utilizando este método se publicaron dos obras, una el Índice de los documentos procedentes de los monasterios y conventos suprimidos que se conservan en el archivo de la Real Academia de la Historia. Sección Primera. Castilla y León. Tomo I. Monasterios de Nuestra Señora de la Vid y San Millán de la Cogolla, Madrid, Imp. de Manuel Galiano, 1861, obra de Miguel Velasco y Santos, que incluyó al final un trabajo titulado «Observaciones crítico-paleográficas sobre el privilegio de los votos del conde Fernán González». Acompaña al final un índice geográfico. La otra,el Índice de los documentos del monasterio de San Salvador de Oña, Orden de San Benito, en el Arzobispado de Burgos, que existen en el archivo de la Real 27 28
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Ante tal situación, Muñoz Romero propuso a la Academia, como solución, el traspaso del archivo formado con los fondos de los conventos y monasterios suprimidos a manos del Gobierno. Razonaba su propuesta en que el Ministerio de Fomento no quería destinar personal a un archivo que estaba fuera de su jurisdicción, por lo tanto, si se cediese al mismo, le dotaría con el personal preciso para continuar con los trabajos necesarios. Pero la Academia, que había salvado estos documentos de la destrucción, los había albergado en su sede y había costeado su transporte en algunos casos, así como el personal para su organización, no quería quedar totalmente al margen de su control. Para ello proponía que su sede continuara en la Corte y la dirección se encomendara a un académico, que desempeñaría su cargo de forma gratuita.32 Pocos días después y siguiendo fielmente estos criterios, la Academia elevó al Gobierno su petición de mano de su director Antonio Benavides y el secretario Pedro Sabau.33 La propuesta fue sometida por la Dirección General de Instrucción Pública a consulta de la Junta Superior Directiva de Archivos, la cual nombró a dos vocales de la misma, Pascual de Gayangos y Tomás Muñoz Romero, para emitir un dictamen sobre el tema. No es difícil imaginar que su informe sería totalmente favorable a las peticiones de la Academia, pues a ella también pertenecían ambos. Abundaban en las mismas ideas, justificándolas con datos más precisos y ejemplos puntuales, pero sobre todo y, lo que es más importante para nosotros, en él se destacaba la importancia del futuro Archivo Histórico Nacional para los estudios medievales.34 Pero se iba incluso más lejos, pretendiendo convertirlo en uno de los archivos más importantes de Europa sobre la época medieval si se lograban reunir en él los fondos monásticos que por diversas circunstancias no habían ingresado .35 Todos los deseos de la Academia se vieron colmados con el R. D. de 28 de marzo de 1866. En una amplia exposición de motivos se detallaban las circunstancias que habían llevado a la creación de dicho instituto, donde se destacaba la intervención que había tenido la Real Academia de la Historia y que, obligada por falta de medios, se vio en la necesidad de poner a disposición del Gobierno los fondos que había ido recogiendo. Con estos antecedentes se «declara Archivo público general del Reino, bajo la denominación Academia de la Historia, [s.l., s.a.], que sería realizada por el grupo de personas mencionadas que trabajaron en el archivo. 32 La propuesta de Muñoz y Romero en RAH. Archivo de Secretaría. Actas. Libro XXV. Academia del viernes 3 de febrero de 1866. 33 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA, 6546-2. 34 Dictamen de los vocales de la Junta sobre la propuesta de la Real Academia de la Historia el 7 de marzo de 1866. Véase AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA, 6542-2. Se incluye también la aprobación del informe por la Junta el 14 de marzo, firmado por su presidente Manuel Silvela y el secretario Santos de Isasa. 35 Ibidem. [275]
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de Archivo Histórico Nacional,36 al reunido con los documentos procedentes de las suprimidas Corporaciones monásticas por la Real Academia de la Historia en esta Corte, donde en adelante habrá de permanecer», nombrándose a Tomás Muñoz Romero como comisario regio y formalizándose la entrega mediante acta el 9 de abril.37 Su primera labor fue realizar un recuento de los fondos, que arrojó unas cifras de 97.824 documentos y 395 códices y manuscritos.38 El personal con que contaba en estos primeros momentos se reducía a cinco personas: Tomás Muñoz Romero, Vicente Vignau Ballester, Guillermo Forteza Valentín, Vicente Sinisterra Guijarrro y Pedro Vignau Ballester, a los cuales se uniría poco después José Foradada Castán, alumno pensionado de la Escuela Superior de Diplomática.
Este nombre lo aplicaba ya la Academia a su propio archivo en un dictamen de la Comisión de Monasterios y Conventos Suprimidos de 5 de julio de 1856, donde decía: «[…] forman un gran depósito de documentos, que es preciso considerar y ordenar con toda la atención que exige su alta importancia; y no correspondería la Academia a la confianza depositada en ella, antes sería responsable al Gobierno y a las generaciones pasadas y venideras, si por su parte no hiciera todo lo posible para organizar convenientemente y este que puede y debe llamarse Archivo Histórico Nacional […]». También se empleaba la denominación de «Archivo Nacional» en el Dictamen de 3 de mayo y «Archivo general» en los de 15 y 30 de mayo del mismo año. Véase RAH, 11/8048. El R. D. iba firmado por el marqués de la Vega de Armijo, académico de la Historia desde 1892 y director de la misma desde 1897. Véase Sieteiglesias, marqués de. «RAH. Catálogo», Boletín de la Real Academia de la Historia, CLXXVI, cuaderno II (1979), pp. 305-306. 37 «En la villa y Corte de Madrid, a nueve días de abril de mil ochocientos sesenta y seis, reunidos, previa citación, en cumplimiento del acuerdo tomado por la Real Academia de la Historia en la Junta celebrada el día seis del citado mes, en el edificio número 21 de la calle del León, llamada Casa del Nuevo Rezado, donde están la Biblioteca y el Archivo de la misma, los señores académicos de número, D. Pascual de Gayangos y Arce, Presidente de la Comisión de documentos procedentes de los monasterios y conventos suprimidos, D. Carlos Ramón Fort y Pazos, Bibliotecario-Archivero de la sobredicha Academia y D. Tomás Muñoz y Romero, Comisario Regio del Archivo Histórico Nacional, para hacer la entrega de los documentos procedentes de los archivos de las corporaciones religiosas, conservados en el de esta Academia y que, en virtud de lo mandado en el artículo 1.º del Real Decreto de 28 de marzo último, han de formar parte del indicado Archivo Histórico Nacional se formalizó el acto haciéndose entrega al Sr. Comisario Regio por el Sr. Fort de las llaves del citado Archivo y de las cuatro piezas que comprende, como asimismo de los armarios, cuyos estantes se fueron reconociendo, haciéndose cargo de las cajas y legajos de documentos que contienen. De todo lo cual acordaron los dichos Sres. extender la correspondiente acta con el objeto de que se conserve un ejemplar en la mencionada Real Academia y otro en el Archivo Histórico Nacional. Madrid, nueve de abril de mil ochocientos sesenta y seis. Pascual de Gayangos. Carlos Ramón Fort. Tomás Muñoz y Romero. Es copia, la cual concuerda con el original, que obra en este archivo. Madrid, diez de abril de mil ochocientos sesenta y seis. Tomás Muñoz y Romero (Rubricado)». Véase AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA, 6546-2. El acuerdo de la Academia mencionado puede verse en RAH. Archivo de Secretaría. Actas. Libro XXV. Academia del viernes 13 de abril de 1866. 38 Archivo Histórico Nacional. Índice de los códices manuscritos e impresos que existen en el mismo, 30 de junio de 1866. Catálogo de procedencias con expresión de los documentos que comprende, 31 de diciembre de 1866. Unos meses antes, el 14 de mayo, Muñoz remitía al director general de Instrucción Pública un Estado de los documentos y códices existentes en el Archivo Histórico Nacional, cuya cifra ascendía a 97.767. Véase AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA, 6546-4. Volveremos de nuevo sobre este tema cuando tratemos la figura de Muñoz y Romero. 36
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Sus comienzos fueron, como fácilmente puede comprobarse, bastante discretos, motivo por el cual se llegó a poner incluso en tela de juicio su denominación de «nacio nal»,39 a causa de los limitados fondos que custodiaba en aquel momento, aunque no se dudaba de la necesidad de crear tal archivo. Se proponía, para llevar a cabo tal obra, la reunión de los archivos de Simancas y Central de Alcalá en el Histórico Nacional.40 Desde su creación, el Archivo Histórico Nacional tuvo que luchar con la competencia que le ofrecía el Archivo General Central, creado por R. D. de 17 de julio de 1858 en Alcalá de Henares, que tenía la doble función de histórico y administrativo. No se estableció nunca una delimitación precisa entre los fondos que debían ingresar en uno u otro archivo, tampoco creemos que se intentase, pero lo cierto es que la creación del archivo madrileño supondría un jarro de agua fría para el Central, viéndose así privado de fondos que según el R. D. fundacional deberían haber ido a parar a él, como es el caso del archivo de la Orden de Santiago del convento de Uclés, enviado al Archivo Histórico Nacional por R. O. de 25 de enero de 1872. En virtud de su doble condición de archivo histórico y administrativo, el Archivo General Central de Alcalá había recibido la documentación de la Inquisición de Toledo y Valencia (1871), Cámara de Castilla (1876) y de la Orden de San Juan de Jerusalén (1877), rechazada esta última en el Histórico Nacional por falta de espacio. Esta pugna tendría su fin en 1896 con el traslado del Archivo Histórico Nacional a los nuevos locales del Palacio de Bibliotecas y Museos, que solucionaba los problemas de espacio que había tenido desde sus inicios, permitiendo así la recepción de nuevos fondos, entre ellos los que acabamos de citar, que constituían la denominada Sección Histórica del Archivo General Central.41
39 F[ernández] Mourillo, Manuel. «Archivo Histórico Nacional», Boletín de Archivos, Bibliotecas y Museos, I, n.º 9 (1896), pp. 167-168. Según Langlois y Stein, en su conocida obra Les Archives de l’histoire de France, Paris, 1891, p. 695, afirmaban que «On ne trouve à Madrid rien qui ressemble à un dépôt d’archives nationales: l’Archivo Histórico Nacional […] ne contient, en effect, que les papiers domaniaux de la Coronne et ceux des couvents supprimés». La cita la recoge Barrau-Dihigo, Louis. «Notes sur l’Archivo Histórico Nacional de Madrid», Revue des Bibliothèques, 10 (1900), p. 2, nota 1, comentando a continuación «Cette phrase était en 1893, et même jusqu’en 1896, l’expression exacte de la verité: aujourd’hui, elle en l’est plus; car, depuis 1896-7, l’Espagne possède enfin ce dépôt d’archives nationales, dont MM. Langlois et Stein déploraient naguère l’absence». 40 «La reunión de ambos depósitos documentales a los que hoy constituyen el Archivo Histórico Nacional (cosa en verdad nada difícil), juntamente con los demás fondos de menor importancia que pudieran allegarse, sería, al par que una medida de buena administración, un señalado servicio prestado a los investigadores de nuestra brillante historia», F[ernández] Mourillo, Manuel. Op. cit., p. 168. Una visión de conjunto de los principales archivos españoles en esta época, en Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «Panorama de los archivos españoles», pp. 119-160, donde se recoge también la bibliografía fundamental sobre el tema. 41 Una visión global de la historia del Archivo Histórico Nacional, ingreso de sus fondos, búsqueda de local, etc., en Crespo, Carmen. «Los primeros cien años del Archivo Histórico Nacional (1866-1966)», Revista de
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Comenzaba entonces una nueva fase de la historia del Archivo Histórico Nacional, etapa de recogida y acumulación de una gran cantidad de fondos de procedencias y épocas diversas, asociada íntimamente a la figura de su director Vicente Vignau, el cual gracias a sus hábiles gestiones consiguió para el archivo muchos fondos que sin su intervención habrían corrido el riesgo de perderse. Él mismo hace mención, como nos recuerda en su discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia, al interés que dispensaron Aureliano Fernández Rivas, ministro de Fomento, y Rafael Conde y Luque, director de Instrucción Pública, gracias a los cuales se consiguieron muchas de las adquisiciones del archivo. La otra cara de la moneda era el definitivo fracaso del archivo alcalaíno como archivo histórico y su consagración a los fondos de carácter administrativo exclusivamente. A partir de este momento, el Archivo Histórico Nacional va a comenzar a destacar dentro del panorama archivístico español de la época, ejerciendo cierta hegemonía sobre los demás.42 La creación del Archivo Histórico Nacional en Madrid no es un hecho aislado ni mucho menos dentro del panorama europeo, sino que se inscribe dentro de una corriente de fundación de archivos con similares características y que responden a un mismo espíritu e iguales fines, servir de base para la construcción de la historia nacional. A este respecto hay que recordar como antecedentes el intento de creación de un «Archivo general de la Monarquía en esta Corte» por las Cortes en 1814, que no se llevó a efecto.43 Nace, por tanto, en este momento un nuevo concepto de archivo como institución para recoger unos documentos que habían dejado de tener validez administrativa con la finalidad de conservarlos, organizarlos y ponerlos a disposición de los estudiosos. Desde este punto de vista, el Archivo Histórico Nacional constituye el primer archivo creado en España con el exclusivo propósito de conservar los documentos de la historia de la nación española, diferente a los ya existentes de los antiguos reinos, custodios ellos igualmente de importantísimos fondos históricos, que fueron creados en su momento
Archivos, Bibliotecas y Museos, LXXIII, 2 (1966), pp. 285-320 (= Crespo, Carmen. «Los primeros cien años del AHN»). Sobre los efectos que produjo el traslado al nuevo local resulta elocuente la lectura de la detallada Memoria del Archivo Histórico Nacional que comprende desde 5 de septiembre de 1896 a 31 de diciembre de 1899 redactada por su director Vicente Vignau y Ballester. Esta memoria, manuscrita y encuadernada, se encuentra en AHN.SECRETARÍA,71. Sobre el Archivo General Central, véase nuestro trabajo citado en la nota anterior, pp. 137-145. 42 «L’Archivo Histórico Nacional de Madrid est le principal dépôt qui soit administré dans l’esprit où le sont les archives des outres pays», Langlois, Charles Victor. Manuel de bibliographie historique, t. II: Historie et organisation des études historiques au xixe siècle, Paris, Hachette, 1904, p. 473. 43 Actas de las sesiones de la legislatura ordinaria de 1814. Dieron principio el 1.º de marzo de 1814 y terminaron el 10 de mayo del mismo año. Tomo único [12], Madrid, 1876, pp. 165-167. Para más detalles sobre este tema, remitimos al estudio que estamos preparando, donde abordaremos en profundidad este asunto. [278]
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con fines administrativos pero que con el paso de los años adquirieron igualmente el carácter de históricos. 2. Sus fondos, con especial referencia a la Edad Media Conocidas las vicisitudes de la creación del Archivo Histórico Nacional nos detendremos ahora en dar cuenta brevemente de los fondos medievales, que son los que a nuestro propósito más nos interesan, y que fueron fundamentalmente los que ingresaron en los primeros años de su existencia. Los fondos que la Real Academia de la Historia va a poner a disposición del Gobierno para la creación del Archivo Histórico Nacional serán exclusivamente los procedentes de las desamortizaciones eclesiásticas producidas a lo largo del siglo xix. La primera información impresa que tenemos sobre ellos tras la creación del AHN data de 1871 y se originó como consecuencia del recuento de documentos que se efectuó al ser declarado «Archivo público del Reino» en 1866.44 Esta breve publicación marcará la pauta de organización de los fondos de la Sección de Clero Secular y Regular, donde se reunirán todos estos documentos. Se trata de una simple relación por orden alfabético de provincias, con indicación del número de documentos existentes de cada monasterio o procedencia, que arrojaba un total de 97.826 documentos. De esta cifra, 80.681 correspondían a fondos de monasterios y conventos de las provincias de Ávila,45 Baleares, Barcelona, Burgos, Cáceres, Castellón, Córdoba, Coruña, Granada, Guadalajara, Huesca, León, Lérida, Logroño, Lugo, Madrid, Navarra, Orense, Oviedo, Palencia, Pontevedra, Salamanca, Santander, Segovia, Tarragona, Teruel, Toledo, Valencia, Valladolid, Zamora y Zaragoza; el resto, con la denominación de «Varios», incluía casi en su totalidad documentos de la Compañía de Jesús y algunos breves y bulas de la Inquisición. Los fondos medievales se encontrarían, por tanto, entre los primeros.
44 «Inventario de los fondos o procedencias del Archivo Histórico Nacional con expresión de los documentos que comprenden», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, I, n.º 7 (1871), pp. 102-106 y n.º 8 (1871), pp. 118-124. Para más detalles, véase Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «La Sección de Clero del Archivo Histórico Nacional», en Juan Galende Díaz (coord.), II Jornadas científicas sobre documentación de la Corona de Castilla (siglos xiii-xv), Madrid, Universidad Complutense de Madrid, Dpto. de Ciencias y Técnicas Historiográficas, 2003, pp. 373-432 (= Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «La Sección de Clero del Archivo Histórico Nacional»). 45 Sobre este caso concreto hay una noticia de su ingreso en [«Códices procedentes de la catedral de Ávila ingresados en el Archivo Histórico Nacional»], Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, I, n.º 2 (1871), p. 39.
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En estos primeros años de existencia ingresaron igualmente otros fondos medievales, como los del convento santiaguista de Uclés en 1872 y los de la comunidad de aldeas de Daroca en 1873.46 Los años finales del siglo xix fueron también cruciales para ello. El cambio del Archivo Histórico Nacional a una nueva sede más grande en 1896 hizo posible la recepción de nuevos fondos.47 Entre ellos ingresaron los de San Juan de los Panetes de Zaragoza, «uno de los más importantes fondos documentales para el estudio de la Edad Media aragonesa».48 En 1913 se donó el resto de los documentos de la Orden de San Juan «para conservarlos en el Archivo Histórico Nacional en unión de las importantísimas colecciones en él existentes y que corresponde a la Orden de San Juan».49 La disponibilidad de más espacio posibilitó asimismo la reclamación a los Archivos Provinciales de Hacienda de la documentación «inútil» que no habían remitido desde la publicación de la ya lejana R. O. de 1850. Gracias a la diligencia del director Vicente Vignau Ballester se consiguió una R. O. de 26 de agosto de 1898 que puso en marcha el proceso de ingreso de nuevos fondos.
Para los archivos de las órdenes, véase Álvarez-Coca González, M.ª Jesús. «Los fondos de las Órdenes Militares del Archivo Histórico Nacional. Aportaciones a la historia de los archivos», Boletín de la ANABAD, XLVI, n.º 1 (1996), p. 101. Para Daroca, véase Orden de 8 de octubre de 1873 dando las gracias en nombre de la Nación a Don Francisco Zapater y Gómez por su donativo de documentos procedentes de la Comunidad de Daroca que han sido destinados al Archivo Histórico Nacional (Gaceta de Madrid de 10 de octubre); E[scudero de la Peña, José M.ª]. «Medida salvadora», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, I, n.º 19 (1871), pp. 292-294. Noticia sobre el traslado de los documentos de la Comunidad de Daroca al AHN; [«Noticia dando las gracias a D. Francisco Zapater y Gómez por el donativo de 88 documentos, tres cuadernos y un volumen de la antigua Comunidad de Daroca»], Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, I, n.º 3 (1871), p. 40; [«Noticia del ingreso de los fondos de la casa conventual de la Orden de Santiago en Uclés en el Archivo Histórico Nacional y Biblioteca Provincial de Cuenca», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, II, n.º 1 (1872), p. 20; [«Noticia dando cuenta del destino de cuatro cajones de documentos procedentes de la antigua Comunidad de Daroca»], Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, II, n.º 22 (1872), p. 345; [«Noticia sobre el ingreso de documentos procedentes de la Comunidad de Daroca donados por D. Francisco Zapater y Gómez»], Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, II, n.º 22 (1872), p. 345 y III, n.º 19 (1873), p. 292; [«Noticia sobre el donativo de don Francisco Zapater de 5120 documentos procedentes de la antigua Comunidad de Daroca»], Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, III, n.º 19 (1873), p. 292; Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «La organización de los fondos del Archivo Histórico Nacional (1866-1989)», Boletín de la ANABAD, XLVI, n.º 1 (1996), p. 67 (= Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «La organización de los fondos del Archivo Histórico Nacional»). 47 Real Orden de 30 de junio de 1896 disponiendo el traslado del Archivo Histórico Nacional al edificio de la Biblioteca y Museos. 48 Javierre Mur, Áurea L. «El archivo de San Juan de los Panetes de Zaragoza. Una fuente interesante para el estudio de la Edad Media aragonesa», Estudios de Edad Media de la Corona de Aragón, III (1948-1949), p. 152 (= Javierre Mur, Áurea L. «El archivo de San Juan de los Panetes de Zaragoza»). 49 Real Orden de 8 de abril de 1913 admitiendo en concepto de donación absoluta, para conservarlos en el Archivo Histórico Nacional, los documentos pertenecientes á la Orden Militar de San Juan de Jerusalén ó de Malta, presentados por el secretario de dicha Orden (Gaceta de Madrid de 12 de abril). 46
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Antes de transcurrido un año se consiguió otra R. O. de 11 de abril de 1899, donde de una manera mucho más directa se reclamaba la documentación a algunas delegaciones de Hacienda que se citan expresamente. A diecisiete de ellas, de las cuales se sabía que tenían documentos que entraban dentro de lo establecido en la R. O. de 1898, se les ordenaba la entrega de los documentos. A otras veintiocho se les remitía copia de la mencionada R. O., ordenándoles que enviasen al Ministerio de Fomento un informe donde se indicasen los posibles documentos que pudieran existir en sus respectivos archivos comprendidos dentro de lo establecido por esta disposición. Finalmente, había dos delegaciones, la de Álava y la de Huelva, donde parece ser que no existía ningún documento de carácter histórico; y la de Baleares, que alegaba necesitar los documentos por tener intereses económicos y ser necesarios para la resolución de consultas sobre el remo de propiedades. La conclusión que se desprende de estos datos es bastante evidente, en cuarenta y cinco delegaciones de Hacienda el grado de incumplimiento de las disposiciones legislativas a este respecto había sido patente. Años después se reiteró nuevamente mediante la R. O de 21 de marzo de 1917 el cumplimiento de la 26 de agosto de 1898, debido, sin duda, a que había todavía delegaciones de Hacienda remisas a enviar los documentos indicados en aquella disposición. Con esta serie de disposiciones podemos afirmar que la mayoría de los fondos de carácter medieval habían ingresado ya al Archivo Histórico Nacional y solo de forma ocasional y esporádica lo harían posteriormente, como, por ejemplo, los de la casa de Osuna, que lo hicieron en 1917 en depósito y en 1927 en propiedad; los del monasterio del Parral, que lo hicieron en 1930;50 o los del monasterio de San Payo de Santiago de Compostela.51 Se imponían ahora las labores de organización de esa gran cantidad de fondos recibidos y acumulados durante todos esos años. Estos trabajos se habían iniciado en la Real Academia de la Historia bajo la dirección de Muñoz Romero y se habían centrado
50 Real Orden de 16 de julio de 1930 disponiendo que los documentos que fueron el Archivo del antiguo Monasterio del Parral pasen para su conservación y custodia al Histórico Nacional (Gaceta de Madrid de 19 de julio) 51 Real Orden de 26 de diciembre de 1930 disponiendo se adquieran, con destino al Archivo Histórico Nacional, 108 pergaminos que han ofrecido en venta al Estado las religiosas del Convento de San Payo, de Santiago de Compostela, de los siglos x al xvi (Gaceta de Madrid de 30 de diciembre). En la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos se publicaron en años sucesivos relaciones, más o menos detalladas, sobre el ingreso de fondos en el Archivo Histórico Nacional. En la mayoría de los casos, la brevedad de los datos ofrecidos no permite hacerse una idea exacta del verdadero contenido y las fechas de los ingresados, entre los que sin duda habría muchos de la época medieval. Para la relación de estos ingresos, véase Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «Bibliografía del Archivo Histórico Nacional», Boletín de la ANABAD, XLVI, n.º 1 (1996), pp. 362-365 (n.os 22-50) (= Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «Bibliografía del Archivo Histórico Nacional»).
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en los documentos en pergamino. En el Archivo Histórico Nacional no le dio tiempo a proseguir con esta tarea por su prematuro fallecimiento. Aunque los primeros datos de que disponemos sobre la organización de sus fondos proceden de la Memoria de 1881, creemos que los directores que sucedieron a Muñoz Romero no se distinguieron precisamente por haber dado un gran empuje al mismo; Juan de Tro y Ortolano, por la brevedad de desempeño del cargo; y especialmente José Sanz y Pérez y Luis de Eguílaz y Eguílaz, literato y periodista el primero y dramaturgo el segundo, más preocupados sin duda por el problema de la carencia de espacio y la búsqueda de un local más amplio. Será con Francisco González Vera cuando estas tareas recobren nuevamente un buen ritmo. Así sabemos que en 1881 se estaba trabajando en un gran número de ellos y otros estaban ya finalizados.52 El criterio básico de los trabajos de organización era el de la procedencia, entendida esta como el fondo de una institución. Identificadas y separadas estas, se procedía a la confección de índices, muy semejante a lo que hoy llamaríamos catálogos, donde los documentos se dividían en tres bloques en función de su otorgante: reales, eclesiásticos y particulares, sin duda, herencia de la Diplomática de Mabillon.53 Dentro de cada uno de estos apartados se disponían por riguroso orden cronológico. Pese a que un primer momento, en 1881, figura una Sección Diplomática en la cual se integraban los pergaminos de las órdenes monásticas, pronto se abandonó este sistema y comenzaron a perfilarse las futuras secciones del Archivo Histórico Nacional.54 No obstante, hay que dejar claro que en esta Sección Diplomática nunca se mezclaron las diferentes «procedencias» o fondos, sino que continuaron manteniéndose separados y tampoco se llegó al extremo de otros países donde se formó una única serie cronológica con todos los pergaminos, como se hizo en Milán y Florencia.55
52 «Archivo Histórico Nacional», en Anuario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios 1881, Madrid, Imprenta del Colegio Nacional de Sordo-Mudos y de Ciegos, 1882, p. 28. 53 Mabillon, Jean. De Re Diplomatica libri sex in quibus quidquid ad veterum instrumentorum antiquitatem, materiam, scripturam & stilum, quidquid ad sigilla, monogrammata, subscriptiones ac notas chronologicas; quidquid inde ad antiquariam, historicam, forensemque disciplinam pertinet, explicatur & illustratur. Accedunt Commentarius Regum Francorum Palatiis. Veterum scripturarum varia specimina, tabulis LX comprehensa. Nova ducentorum et amplius, monumentorum collectio. Opera & studio Domini Johannis Mabillon, Presbyteri ac Monachi Ordinis S. Benedicti e Congregatione S. Mauri. Tertia atque nova Editio Dissetartionibus Variorum Locupletata, notisque nunc primun inlustrata. Neapoli, Ex Typographia Vincentii Ursini, 1789, p. 3. Hay que advertir que Mabillon no fue el creador, sino el difusor de este sistema, puesto que se conservan noticias de su utilización varios siglos antes. 54 Sobre los fundamentos teóricos predominantes en Europa y en España, véase Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «La organización de los fondos del Archivo Histórico Nacional», pp. 78-87. 55 Natale, Alfio R. «Il museo diplomatico dell´Archivio di Stato di Milano», Notizie degli Archivi di Stato, II (1942), pp. 9-15; Pampaloni, Guido. «L´Archivio diplomatico fiorentino (1778-1852). Note di storia archivistica», Archivio Storico Italiano, CXIII, II (1965), pp. 177-221.
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Los fondos que a nosotros nos interesan, por la abundancia de documentos medievales, son los de las secciones de «Archivos de las Órdenes Monásticas» (1.ª), «Archivos del Clero Secular» (2.ª), «Archivos de las Órdenes Militares» (3.ª), «Códices y cartularios» (8.ª) y «Sigilografía» (11.ª). Estas dos últimas aparecen ya en 1881, formadas suponemos, con fondos desgajados de los fondos monásticos y de las órdenes militares. En menor proporción las de «Archivos de las Universidades y Colegios» (4.ª) y «Archivos de Corporaciones y Particulares» (5.ª)56 también tenían documentación medieval. En la primera de ella se integraron los fondos de la Universidad de Alcalá y en la segunda, los de la Comunidad de Daroca. Como recapitulación final recogemos los testimonios de dos directores del Archivo Histórico Nacional en los cuales se ponía ya de manifiesto la importancia que sus fondos tenían para la Edad Media. El primero es de González Vera, que data de 13 de diciembre 1887, es decir, pocos años después de su creación, donde se pone de manifiesto la importancia que se le concedía al archivo desde los primeros momentos para este tema. En una carta dirigida al director general de Instrucción Pública, solicitando más personal para el Archivo, manifestaba: La importancia del Archivo Histórico Nacional para la historia de la Edad Media hace que el número de eruditos que a él acuden sea mayor de día en día, a medida que sus índices se amplían y perfeccionan, y son por tanto mejor conocidos los notables documentos que en él se custodian […].57
La segunda procede de Sánchez Belda y corresponde a los últimos años tratados en este trabajo. De una manera sintética resume la importancia de los fondos medievales reunidos en la Sección de Clero Regular y Secular del Archivo Histórico Nacional: […] esta Sección reúne hoy la casi totalidad de los archivos monásticos españoles y, entre ellos, sin duda alguna, los más valiosos para la Historia medieval […] Desde el punto de vista histórico es la más importante de las tres series de la Sección por la mayor antigüedad de sus fondos y por la menor abundancia de fuentes de otra
Para más detalles, véase Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «La organización de los fondos del Archivo Histórico Nacional», pp. 64-70. Esta circunstancia fue también resaltada por Kehr: «Glücklicheweise hat man die Provenienzen oder “Procedencias” in ihrem Bestand gelassen und nicht wie in andern Zentralarchiven, wie Z. B. in Florenz, aus ihnen ein cronologisch geordenetes Museo Diplomatica geschaffen», Kerh, Papsturkunden in Spanien. Vorarbeiten zur Hispania. I. Katalanien. Archivberichte, Berlin, Weidmannsche Buchhandlung, 1926, p. 14. Insiste sobre el mismo asunto en su trabajo «Erster Berich über die geschichtlichen Forschungen in Spanien (1925-1927)», Sitzungsberichte der Preussischen Akademie der Wissenschaften. Philolosophisch-Historischen Klasse XXVIII (1927), p. 307. 57 AHN.SECRETARÍA, C. 58-14. 56
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naturaleza con que cuenta el historiador para reconstruir el pasado de la época que abarcan los pergaminos. Referidos casi exclusivamente a la Edad Media son numerosos los que se remontan a periodos históricos como los siglos viii al xi, de los que existen escasas noticias transmitidas por las fuentes narrativas y estas tan lacónicas que proyectan muy poca luz sobre los sucesos acaecidos por entonces. En tales circunstancias el documento en pergamino es casi el único testimonio vivo y fidedigno que nos ha llegado de aquellos oscuros siglos, y cobra un especial valor y relieve como fuente de la Historia.A medida que nos vamos alejando de aquellos siglos y acercando a los nuestros, aumenta el número de pergaminos, que empiezan a ser especialmente abundantes a partir del siglo xii para hacerse numerosísimos en el siglo xiv y en el xv. Lo mismo ocurre con las fuentes narrativas y con los otros medios de información a servicio del investigador, con lo cual el documento pierde su carácter de exclusividad como fuente de la Historia, pero no su importancia como tal, pues hay materias, como Diplomática, Historia social, económica y jurídica, etcétera, que siguen teniendo en el diploma su más firme y casi exclusivo punto de apoyo. Un hecho da especial valor a los pergaminos medievales del Occidente español y es que, a diferencia de lo que ocurre en la Corona de Aragón, donde se ha conservado el archivo de la Cancillería real y por medio de sus registros puede reconstruirse la historia medieval de aquellos reinos en sus múltiples relaciones, la Cancillería real castellana desapareció y, en consecuencia, el rastro de la actividad de los reyes castellanos solo quedó en los pergaminos originales que se conservan en esta serie. En conjunto puede decirse de ella que es la más importante colección diplomática medieval que se conserva en España y una de las más importantes de Europa. Su consulta es obligatoria para cualquier trabajo que quiera hacerse sobre historia medieval española y en muchos aspectos de esta historia, como en todo lo relativo a la alta Edad Media, a economía, a instituciones, a historia social, a diplomática, a reconquista, a paleografía, etcétera, sin consultar estos fondos no podría escribirse nada serio.58
3. El conocimiento del Archivo Histórico Nacional a través de las publicaciones Conocida la historia y los fondos del Archivo Histórico Nacional, creemos que es interesante saber cómo ha transcendido el conocimiento de sus fondos en el periodo cronológico objeto de nuestra investigación, pues como muy acertadamente ha señalado
Sánchez Belda, Luis. Guía del Archivo Histórico Nacional, [Madrid, Dirección General de Archivos y Bibliotecas], 1958, pp. 35 y 38-39. La cursiva es nuestra (= Sánchez Belda, Luis. Guía del Archivo Histórico Nacional).
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François Hildesheimer la publicación es el primer medio de difusión.59 Para ello haremos un recorrido por los trabajos que se han ocupado de él, tanto por parte de autores españoles como extranjeros. Un lugar destacado tienen, como es natural, las publicaciones de sus archiveros, en las que de una manera más o menos amplia se dan a conocer sus fondos, ya sea de forma general o centrada en algún fondo o tema particular. Siguiendo la terminología archivística son las guías, los inventarios, los catálogos, los índices y cualquier otro tipo de publicación donde se dan a conocer los fondos del archivo. El primer trabajo que se publicó sobre el Archivo Histórico Nacional fue un breve artículo de José M.ª Escudero de la Peña en 1869,60 es decir, tan solo tres años después de la fundación del Archivo. Este dato nos ayuda igualmente para comprender el contenido del trabajo, centrado más en dar unas pinceladas sobre la historia de nuestros archivos, en especial los monásticos que terminarán ingresando en él, que sobre los propios fondos, teniendo en cuenta los pocos que albergaba en aquel momento. En la misma línea se puede considerar el siguiente, la voz incluida en un diccionario de legislación española. El artículo formaba parte del apartado dedicado a «Reseña histórica de los principales archivos» y se destacan algunos de los fondos más notables recibidos hasta el momento.61 En 1871 apareció la que puede considerarse como la primera información en relación con sus fondos, sobre la cual acabamos de referirnos con más detalle en el capítulo anterior.62 Los únicos con que contaba entonces eran los procedentes de los monasterios y conventos suprimidos, así como algunos documentos sobre «jesuitas» y bulas de la Inquisición. El Anuario del Cuerpo Facultativo, que apareció solo durante los años 1881 y 1882, coincidiendo con la suspensión de la publicación en aquellos años de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, daba noticia de los trabajos de
Hildesheimer, François. «Les premières publications des archives», en Histoires de la France: Actes du colloque international, Reims, 14 et 15 mai 1993. Publiés par Yves-Marie Bercé et Philippe Contamine, Paris, Libraire Honore Champion, 1994, pp. 283-284 (= Hildesheimer, François. «Les premières publications des archives»). 60 Escudero de la Peña, José M.ª. «Archivo Histórico Nacional», Boletín-Revista de la Universidad de Madrid, II, n.º 2 (1869), pp. 65-79. Para las informaciones que damos a continuación nos basamos en nuestro trabajo «Bibliografía del Archivo Histórico Nacional» y los datos recogidos posteriormente para una versión actualizada del mismo. 61 «Archivo Histórico Nacional», en Mas y Abad, Celestino. Diccionario general de legislación española, civil y penal, canónica, administrativa y marítima, de la especial de Indias, de la de los antiguos reynos de Aragón y del Principado catalán, y fueros de las provincias Vascongadas y Navarra […], Madrid, Aribau y Compañía, 1877, t. I A-B (único publicado), pp. 420-422. El autor agradece en este apartado las informaciones aportadas por José M.ª Escudero de la Peña y Francisco Romero de Castilla. 62 Véase la nota 56. 59
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organización que se estaban llevando a cabo en sus fondos.63 En el segundo y último volumen, correspondiente a 1882, ya que al año siguiente reapareció en su segunda época la citada revista, las páginas del Archivo Histórico Nacional estaban dedicadas prácticamente a ofrecer una relación de los «códices y manuscritos» existentes en el Archivo, precedidas de una breve indicación de los trabajos efectuados por su personal.64 Como meramente testimonial se puede calificar el artículo aparecido en la Enciclopedia Espasa.65 El traslado de su primitivo emplazamiento en la sede de la Real Academia de Historia al Palacio de Bibliotecas y Museos abrió una nueva etapa en la historia del Archivo al poder recibir nuevos fondos, que reseña con detalle su director Vicente Vignau en el discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia.66 El resto de los trabajos dentro del límite cronológico establecido para este trabajo llegan hasta 1935. Forman parte de artículos dando noticias sobre diferentes archivos españoles, diccionarios, guías u obras de metodología histórica.67
63 «Archivo Histórico Nacional», en Anuario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios, I (1881), pp. 27-30. 64 «Archivo Histórico Nacional», en Anuario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios, II (1882), pp. 21-33. Los «Codices y manuscritos», en pp. 23-33. Véase sobre esta obra lo que decimos más adelante en p. 320 y nota 1233. 65 «Archivo Histórico Nacional», en Enciclopedia Ilvstrada Evropeo-Americana, Barcelona, José Espasa e Hijos Editores, [s.f.], t. V, p. 1329. 66 El Archivo Histórico Nacional. Discursos leídos ante la Real Academia de la Historia en la recepción pública del señor D. Vicente Vignau y Ballester el día 19 de junio de 1898, Madrid, Estab. Tip. de la Viuda e Hijos de Tello, 1898. Para su análisis detallado, remitimos a las páginas donde tratamos de Vicente Vignau. La noticia del traslado fue reseñada por [Fernández Mourillo, Manuel]. «Archivo Histórico Nacional», Boletín de Archivos, Bibliotecas y Museos, I, n.º 9 (1896), pp. 23-24. 67 Altamira, Rafael. «Archivo Histórico Nacional», en De Historia y Arte. Estudios críticos, Madrid, Librería de Victoriano Juárez, 1898, pp. 66-68. Está incluido en el artículo «Les archives espagnoles» publicado originalmente en la Revue Internationale des Archives, Bibliothèques et Musées, I, n.º 4 (1896), pp. 74-81; «Archivo Histórico Nacional», en Enciclopedia Jurídica Española, Barcelona, Francisco Seix Editor, 1911, v. v. I, p. 331; «Archivo Histórico Nacional», en Martínez Alcubilla, Marcelo. Diccionario de la Administración Española. Compilación de la novísima legislación de España en todos los ramos de la Adminstración Publica, 6.ª ed., Madrid, [Imp. del Asilo de Huérfanos del S. C. de Jesús], 1914, v. I, p. 964; García Villada, Zacarías. «Archivo Histórico Nacional», en Metodología y crítica históricas, 2.ª ed. refundida y aumentada, Barcelona, Gustavo Gili, 1921, pp. 121-125; Millares Carlo, Agustín: «Archivos españoles», Boletín de la Junta de Historia y Numismática Americana, I (1924), pp. 125-136. El AHN en pp. 126-127, 135-136; Valls Taberner, Fernando. «Espagne», en Guide International des Archives. Europe, Roma, Annales institutorum, 1934, pp. 70-96 (passim); «El Archivo Histórico Nacional», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, XXXIV, n.os 10-12 (1930), pp. 475-477. Breve reseña de la historia del archivo con motivo de la toma de posesión como director de M. Gómez del Campillo. Este artículo había sido publicado en el periódico El Debate el 5 de octubre de 1930; Gómez del Campillo, Miguel. «El Archivo Histórico Nacional de Madrid», Archivi, II, Fasc. 1 (1935), pp. 27-31.
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Entre las obras profesionales, la guía es la obra donde frece una visión de conjunto del archivo. La primera guía del Archivo Histórico Nacional fue la de Joaquín González Fernández que se publicó en 1916 y que formaba parte de una otra general de los archivos, que estaba a cargo del Cuerpo Facultativo, bajo la dirección de Francisco Rodríguez Marín.68 Por la fecha de su publicación y su amplitud, casi 130 páginas, es evidente que las novedades que aportaba con respecto a los trabajos publicados anteriormente eran notorias. Los nuevos fondos incorporados eran bastantes, ingresados fundamentalmente a raíz de las Reales Órdenes de 1896 y 1898. Incluía además una bibliografía, que comprendía las publicaciones del Archivo Histórico Nacional y las «obras que han utilizado documentos del Archivo».69 Con anterioridad a la creación del Archivo Histórico Nacional, la Academia había emprendido los primeros trabajos de organización de los fondos monásticos, dando a la imprenta ya en fecha temprana los primeros instrumentos de información conocidos. Se trataba del índice de los documentos de los monasterios de La Vid y San Millán de la Cogolla.70 Aunque no consta la fecha de publicación, el índice de San Salvador de Oña debió aparecer por las mismas fechas.71 El concepto de índice no respondía a lo que entendemos actualmente, sino que se trataba de verdaderos catálogos de documentos. Una vez creado el Archivo, para dar continuidad a estas publicaciones, se intentó mantenerlas de forma «oficial», obligándose a la publicación de un tomo anual, pero dicha medida se quedó en un simple proyecto.72 Por estos mismos años, siendo León de Laborde director general de los archivos de Francia (1857-1868), se dará un impulso a las publicaciones de los archivos nacionales.73 Vemos, pues, que nuestro Archivo se movía en los mismos parámetros que los de nuestros países vecinos.
68 [González y Fernández, Joaquín]. «Archivo Histórico Nacional», en Guía histórica y descriptiva de los Archivos, Bibliotecas y Museos Arqueológicos de España que están a cargo del Cuerpo Facultativo del ramo. Sección de Archivos. Archivos Históricos. Publicada bajo la dirección de Francisco Rodríguez Marín, Madrid, Tip. de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1916, pp. 3-128. Hay tirada aparte, Madrid, Tip. de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1916 (= [González y Fernández, Joaquín]. «Archivo Histórico Nacional»). 69 Ibidem, pp. 105-128. 70 Índice de los documentos procedentes de los monasterios y conventos suprimidos que se conservan en el archivo de la Real Academia de la Historia. Sección primera. Castilla y León. Tomo I. Monasterios de Nuestra Señora de la Vid y San Millán de la Cogolla, Madrid, Manuel Galiano, 1861. 71 Índice de los documentos del monasterio de San Salvador de Oña, Orden de San Benito, en el Arzobispado de Burgos, que existen en el archivo de la Real Academia de la Historia, [s.l., s.a.]. 72 R. O. de 9 de febrero de 1867 mandando se publique un tomo de índices al año por el Archivo Histórico Nacional. 73 Hildesheimer, François. «Les premières publications des archives», pp. 283-284.
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En 1874 se publicaba el índice del monasterio de Sahagún74 bajo el mismo modelo de los anteriores y en 1924 aparecerá el Inventario de procedencias de la Sección de Clero Secular y Regular, que será la principal obra de referencia para conocer de forma general los fondos de esta sección.75 Era el resultado de los trabajos de organización de los numerosos fondos reunidos en esta sección, y que permitía de forma rápida y sencilla tener un conocimiento global de estos. Esta obra, fruto del trabajo de varias generaciones de archiveros, iniciados con Muñoz Romero y sus discípulos en la Academia de la Historia hasta los mismos días de su publicación, apareció de forma anónima. No obstante, Joaquín González, director por entonces del Archivo y autor de la introducción, nos desvela quiénes trabajaron en la misma, que fueron los funcionarios del centro Luis Gonzalvo y París, Marcos Asanza Almazán, Tomás Navarro Tomás y Gerardo Núñez Clemente.76 Para hacernos una idea del índice de consulta de estos fondos es de suma utilidad la relación que se incluye de los investigadores de la sección y los fondos consultados, desde 1896 hasta el momento de la edición, así como la bibliografía de las publicaciones que habían utilizado o publicaban documentos de la sección.77 Merecen citarse también algunos trabajos antiguos que dieron a conocer de forma más detallada algunos fondos del Archivo, como los códices de las iglesias gallegas,78
Índice de los documentos del monasterio de Sahagún, de la Orden de San Benito y glosario y diccionario geográfico de voces sacadas de los mismos, Madrid, Aribau y Compañía, 1874. 75 Archivo Histórico Nacional. Clero secular y regular. Inventario de procedencias, Valladolid, Imprenta de la Casa Social Católica, 1924. Se puede decir que incluso hoy día la obra, salvando el paso de los años, todavía sigue prestando sus servicios para tener una información rápida sobre los fondos existentes en la Sección de Clero (= Archivo Histórico Nacional. Clero secular y regular. Inventario de procedencias). Está organizada por orden alfabético de provincias, dentro de estas por localidades, y en ellas a su vez por monasterios, conventos o instituciones eclesiásticas. Para facilitar su manejo incluye un índice de órdenes religiosas, pp. 109-153 y un Índice general de lugares, pp. 154-157. 76 Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «La Sección de Clero del Archivo Histórico Nacional», pp. 384385. Sobre Luis Gonzalvo y París, Tomás Navarro Tomás y Gerardo Núñez Clemente nos detendremos más adelante en su lugar correspondiente. 77 Archivo Histórico Nacional. Clero secular y regular. Inventario de procedencias, «Relación de los fondos de la Sección de Clero Secular y Regular, del Archivo Histórico Nacional que consta haber sido estudiados, con expresión del nombre de los respectivos investigadores», pp. XVII-LIV, y «Relación alfabética de los investigadores», pp. LV-LXIV. La bibliografía en pp. 162-170. 78 V[illa-Amil y] C[astro], J[osé]. «Los códices de las iglesias de Galicia», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1.ª época, Año III, n.º 18 (1873), pp. 283-285; n.º 19 (1873), pp. 297-299; n.º 20 (1873), pp. 307-309; n.º 21 (1873), pp. 328-331; n.º 22 (1873), pp. 346-351; n.º 23 (1873), pp. 363367; n.º 24 (1873), pp. 370-373. Ed. aparte, Madrid, Imp. Estereotipia y Galvanoplastia de Aribau y Cª, 1874. 74
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los documentos de Leire,79 los documentos mozárabes toledanos,80 los documentos de San Andrés del Arroyo,81 los documentos de monasterios e iglesias orensanos,82 los documentos de la Orden de la Merced83 y los fondos jesuíticos de la provincia de Aragón.84 Para concluir con los fondos de la Sección de Clero es necesario referirse al catálogo de Sánchez Belda sobre los documentos reales de Galicia,85 obra que abarcaba más de lo que su título indica, ya que no se limita a describir exclusivamente los conservados en esta sección, sino que lo hace también con los que se encuentran en las secciones de Códices, Sigilografía e incluso en la propia catedral de Lugo. Junto con la Sección de Clero, otros fondos que llegaron también en fecha temprana al Archivo fueron los procedentes de las órdenes militares. Las primeras noticias sobre el rico archivo de Uclés se deben a José M.ª Escudero, llamando la atención sobre la riqueza del mismo en vísperas de su llegada al Archivo Histórico Nacional.86 En esta misma línea están los artículos de Manuel Magallón sobre la Orden del Temple.87
79 Magallón, Manuel. «Cartularios de Leire», Boletín de la Real Academia de la Historia, XXXII, cuaderno IV (1898), pp. 257-261; Munárriz y Urtasun, Eufrasio de. «Los pergaminos de Leyre», Boletín de la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de Navarra, XIV, n.º 54 (1923), pp. 100-103; n.º 55 (1923), pp. 191-195; n.º 56 (1923), pp. 237-241; n.º 57 (1923), pp. 15-17; n.º 58 (1923), pp. 110-116; n.º 59 (1923), pp. 184-185; Munárriz y Urtasun, Eufrasio de. «Los cartularios de Leyre», Boletín de la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de Navarra, XV, n.º 60 (1924), pp. 269-271. Reed. en Leyre, Cuna y Corazón del Reino. Cincuenta años de la restauración del monasterio (1954-2004), Estella (Navarra), Abadía de San Salvador de Leyre, 2005, pp. 559-561 con el título «Los cartularios de Leyre del Archivo Histórico Nacional». 80 Pons Boigues, Francisco. Apuntes sobre las escrituras mozárabes toledanas que se conservan en el Archivo Histórico Nacional, Madrid, Estab. Tip. de la Viuda e Hijos de Tello, 1897. 81 Vignau, Vicente. «Documentos del monasterio de San Andrés del Arroyo existentes en el Archivo Histórico Nacional», Boletín de la Real Academia de la Historia, XXXVI, cuaderno I (1900), pp. 229-232. 82 Paradela, Benito. «Documentos de las iglesias y monasterios orensanos en el Archivo Histórico Nacional», Boletín de la Comisión Provincial de Monumentos Históricos y Artísticos de Orense, VIII, n.º 175 (1927), pp. 90-92. 83 «Lista de documentos referentes a la Orden de la Merced existentes en la Biblioteca Nacional de Madrid en la sección de manuscritos y en el Archivo Histórico Nacional», Boletín de la Orden de la Merced, XVI, 7 (1928), pp. 297-304. 84 Blanco Trías, Pedro. Catálogo de los documentos y manuscritos pertenecientes a la antigua provincia de Aragón de la Compañía de Jesús que se conservan en el Archivo Histórico Nacional, Valencia, To-Do, 1943. 85 Sánchez Belda, Luis: Documentos reales de la Edad Media referentes a Galicia. Catálogo de los conservados en la Sección de Clero del Archivo Histórico Nacional, Madrid, Dirección General de Archivos y Bibliotecas, 1953. 86 E[scudero] de la P[eña], José M.ª. «El archivo de Uclés», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos 1.ª época, II, n.º 10 (1872), pp. 145-151; n.º 11 (1872), pp. 161-166. También en el Boletín de la Real Academia de la Historia, XV, cuaderno I-III (1889), pp. 299-312. 87 Magallón, Manuel. «Los templarios de la Corona de Aragón. Índice de su cartulario eclesiástico del siglo xiii», Boletín de la Real Academia de la Historia, XXXIII, cuadernos I-III (1898), pp. 90-105; idem. «Templarios y hospitalarios. Primer cartulario en el Archivo Histórico Nacional», ibidem,
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Aunque se trataba de un informe académico sobre dos cartularios, el trabajo venía acompañado de un regesto de gran parte de los documentos contenidos en los mismos, pudiendo ser utilizado por tanto al mismo tiempo como instrumento de información. Entre los fondos de las órdenes militares, los expedientes de pruebas de caballeros han gozado desde los primeros momentos de un favor especial por parte de los investigadores, debido a la gran riqueza de información genealógica que contienen, tema siempre muy buscado en los archivos. Esta fue la causa de que los primeros instrumentos de consulta confeccionados en el Archivo fueran los índices de los caballeros de Calatrava, Santiago, Alcántara, Montesa y San Juan de Jerusalén.88 Estas obras, a pesar de su fecha, han resistido el paso de los años, lo cual es un claro índice de su utilidad, como testimonia la reciente reedición de alguna de ellas. La Sección de Órdenes Militares fue la primera en contar con una guía específica de sus fondos,89 pero a pesar de la gran riqueza de la documentación medieval que
XXXIII, cuaderno IV (1898), pp. 257-266; idem. «Los templarios de la Corona de Aragón. Índice de su cartulario en el siglo xiii», ibidem, XXXII, cuaderno VI (1898), pp. 451-463. Más divulgativo es el trabajo de Munárriz y Urtasun, Eufrasio de. «El Gran Priorato de Navarra de la Orden de San Juan de Jerusalén», Boletín de la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de Navarra, XVI, n.º 61 (1925), pp. 47-57. 88 Uhagon, Francisco R. de. «Índice de los documentos de la Orden Militar de Calatrava existentes en el Archivo Histórico Nacional», Boletín de la Real Academia de la Historia, XXXV, cuadernos I-III (1899), pp. 5-167. Tirada aparte, Madrid, Establecimiento Tipográfico de Fortanet, 1899. La obra fue realizada por Manuel Tolsada López, archivero de Hacienda de Ciudad Real, pero fue publicada por Uhagón que introdujo algunas modificaciones en las papeletas redactadas por Tolsada; Vignau y Ballester, Vicente y Uhagon, Francisco R. de. Índice de pruebas de los caballeros que han vestido el hábito de Santiago desde el año 1501 hasta la fecha, Madrid, Estab. Tip. de la Viuda e Hijos de M. Tello, 1901; Vignau, Vicente y Uhagon, Francisco R. de. Índice de pruebas de los caballeros que han vestido el hábito de Calatrava, Alcántara y Montesa desde el siglo xvi hasta la fecha, Madrid, Tip. de la Viuda e Hijos de M. Tello, 1903. Reed., La Coruña. Órbigo, 2012; Pardo y Manuel de Villena, Alfonso, marqués de Rafal y Suárez de Tangil y de Angulo, Fernando. Índice de pruebas de los caballeros que han vestido el hábito de San Juan de Jerusalén (Orden de Malta) en el gran priorato de Castilla y León desde el año 1514 hasta la fecha, Madrid, Tip. de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1911. Reed. facsímil, La Coruña, Órbigo, 2012; Pardo y Manuel de Villena, Alfonso, marqués de Rafal y Valle y Lersundi, Fernando del. Adición al Índice de pruebas de los Caballeros que han vestido el hábito de San Juan de Jerusalén (Orden de Malta) en España, [Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1912]. Estos últimos han sido completados por Pruebas de ingreso en la Orden de San Juan de Jerusalén. Catálogo de las series de caballeros, religiosos y sirvientes de armas, existentes en el Archivo Histórico Nacional. Publicado bajo la dirección de Áurea L. Javierre Mur, Madrid, Patronato Nacional de Archivos Históricos, 1948. 89 Gutiérrez del Arroyo, Consuelo y Javierre Mur, Áurea. Guía de la Sección de Órdenes Militares. Archivo Histórico Nacional, Madrid, Patronato Nacional de Archivos Históricos, [1949]. Muy interesante para los fondos que llegaron de San Juan de los Panetes es el trabajo de Javierre Mur, Áurea L. «El archivo de San Juan de los Panetes de Zaragoza», op. cit. [290]
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conserva, solo se publicaron dos catálogos, de los documentos reales de Montesa90 y Santiago.91 Otras secciones con fondos medievales, como la Sección de Universidades contó también desde fecha temprana con su guía correspondiente, pero muy poco es lo que se ha publicado sobre ella hasta los años cincuenta.92 La de Osuna, sin embargo, hasta fechas muy recientes no ha contado con ninguna publicación específica.93 Las secciones de Inquisición,94 Consejos Suprimidos95 y Estado96 fueron junto con las de Clero y Órdenes Militares las que suscitaron mayor interés por los investigadores, de ahí que los trabajos de los archiveros del Histórico Nacional se volcaran en la
Javierre Mur, Áurea L. Privilegios reales de la Orden de Montesa en la Edad Media. Catálogo de la serie conservada en el Archivo Histórico Nacional, Madrid, Junta Técnica de Archivos Bibliotecas y Museos, 1945. 91 Gutiérrez del Arroyo, Consuelo. Privilegios reales de la Orden de Santiago en la Edad Media. Catálogo de la serie existente en el Archivo Histórico Nacional, Madrid, Junta Técnica de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1953. 92 Gutiérrez del Arroyo, Consuelo. La sección de Universidades del Archivo Histórico Nacional, Madrid, Dirección General de Archivos y Bibliotecas, 1952; Rújula y Ochotorena, José de, marqués de Ciadoncha. Índice de colegiales del Mayor de San Ildefonso, Menores de Alcalá, Madrid, CSIC, 1946. 93 El único trabajo publicado entre las fechas que estudiamos fue el de Álvarez Osorio, Francisco. «Breve noticia del archivo que fue del Duque de Osuna», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 3.ª época, Año VIII, Tomo XI, n.os 7-8 (1906), pp. 79-100. 94 [García Fresca, Francisco y Gómez del Campillo, Miguel]. Archivo Histórico Nacional. Catálogo de las causas contra la fe seguidas ante el tribunal del Santo Oficio de la inquisición de Toledo y de las informaciones genealógicas de los pretendientes a oficios del mismo, con un apéndice en que se detallan los fondos existentes en este archivo de los demás tribunales de España, Italia y América, Madrid, Tip. de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1903; Paz y Melia, Antonio. Catálogo abreviado de papeles de la Inquisición, Madrid, Tip. de la «Revista de Archivos», 1914. 2.ª ed. por Ramón Paz con el título Papeles de Inquisición. Catálogos y extractos, Madrid, Patronato del Archivo Histórico Nacional, 1947; [Fuentes Isla, Benito]. Archivo Histórico Nacional. Consejo de la Suprema Inquisición. Catálogo de las informaciones genealógicas de los pretendientes a cargos del Santo Oficio, Valladolid, Imp. Social Católica, 1928. 95 Archivo Histórico Nacional. Catálogo de Despachos contenidos en los libros de plazas de la Cámara de Castilla (Años 1606-1834), Madrid, Tip. de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1914; [Ximénez de Embún, Juan y González Palencia, Ángel]. Catálogo alfabético de los documentos referentes a Títulos del Reino y Grandezas de España conservados en la sección de Consejos Suprimidos, Madrid, [Tip. de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1919. 2.ª ed. correg. y aum. por Eugenio Sarrablo Aguareles y José Antonio Martínez Bara, Madrid, Diana Artes Gráficas, 1951-1954. 3 v.; [Varón Vallejo, Eudosio y González Palencia, Ángel]. Archivo Histórico Nacional. Consejo de Castilla. Sala de Alcaldes y Casa y Corte. Catálogo por materias, Madrid, [s.e.], 1925; [Ximénez de Embún, Juan y González Palencia, Ángel]. Archivo Histórico Nacional. Consejo de Castilla. Índice de pleitos sobre mayorazgos, estados y señoríos, Madrid, Archivo Histórico Nacional, [s.e.], 1927; Gil Ayuso, Faustino. Junta de Incorporaciones. Catálogo de los papeles que se conservan en el Archivo Histórico Nacional Sección de Consejos Suprimidos, Madrid, Tipografía de Archivos, 1934; Paz, Ramón. Archivo Histórico Nacional. Índice de relaciones de méritos y servicios conservadas en la sección de Consejos, Madrid, Cuerpo Facultativo de Archiveros Bibliotecarios y Arqueólogos, 1943. 96 [Garreta, José y Olavide y Carrera, Ignacio]. Índice de los papeles de la Junta Central Suprema Gubernativa del Reino y del Consejo de Regencia, Madrid, Tip. de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1904; 90
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realización de instrumentos de consulta sobre estos fondos. En ellas podemos encontrar igualmente documentos medievales, pero en un número muy limitado y muchas veces no los originales, sino copias posteriores. En cuanto a las guías generales del Archivo, después de la ya citada de 1915, se publicó otra en los años cincuenta, también incluida en una colectiva sobre los archivos de Madrid.97 La primera guía «exenta», por tanto, fue la de Sánchez Belda publicada pocos años después.98 Cada una de las secciones del Archivo incluye una relación bibliográfica de los instrumentos de descripción y obras que han utilizado o publican documentos del Archivo. En 1989 apareció la que hasta el día de hoy es la última guía del Archivo,99 con la pretensión de actualizar la de Sánchez Belda. Sin embargo, aunque ofrece datos más actualizados, su volumen de información es más escaso, por lo que la de Sánchez Belda sigue siendo de consulta obligada. El Archivo Histórico Nacional, desde su creación en 1866, fue objeto de visita por parte de investigadores extranjeros, generalmente comisionados por alguna institución en busca de documentos para realizar trabajos colectivos patrocinados por ella o para efectuar investigaciones particulares. El primero que encontramos de este tipo se debe a Paul Ewald, como resultado del viaje que llevó a cabo por España entre 1878 y 1879, comisionado por la Sección de Crónicas de los Monumenta Germaniae Historica en busca de manuscritos para sus ediciones. En Madrid visitó el Archivo Histórico Nacional que, aunque no era un centro destacado en cuanto a códices para su propósito, dio cuenta de seis procedentes de la catedral de Ávila y destacó también la riqueza del fondo del monasterio de Sahagún.100 Años después nos visitaría Paul Kehr, en busca de documentos papales en los archivos españoles.101
[Arocena, Nicolás]. Índice de pruebas de los caballeros de la Real y Distinguida Orden española de Carlos III desde su institución hasta el año 1847, Madrid, Tip. de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1904. 97 «Archivo Histórico Nacional», en Guía de los archivos de Madrid, Madrid, Dirección General de Archivos y Bibliotecas, 1952, pp. 314-340. 98 Sánchez Belda, Luis. Guía del Archivo Histórico Nacional, Madrid, Junta Técnica de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1958. 99 Archivo Histórico Nacional. Guía, bajo la dirección de Carmen Crespo Nogueira, Madrid, Dirección General de Bellas Artes y Archivos, 1989. 100 Ewald, Paul. «Reise nach Spaniens im Winter von 1878 auf 1879», Neues Archiv für Ältere Deutsche Geschichte zur Beforderung einer Gesamtausgabe der Quellenschriften deutscher Geschichten des Mittelalters, 6 (1881), pp. 219-398. El Archivo Histórico Nacional en pp. 350-353. Sobre el interés del fondo de Sahagún trataremos cuando hablemos de la obra de Vicente Vignau sobre este monasterio. 101 Kehr, Paul. «Erster Berich über die geschichtlichen Forschungen in Spanien, 1925-1927», Sitzungsberichte der Preussischen Akademie der Wissenschaften. Philolosophisch-Historischen Klasse XXVIII (1927), pp. 303-318. El Archivo Histórico Nacional en pp. 306-308. Sobre su figura y sus trabajos referentes a España, véase Tormo, [292]
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Por los mismos años que estuvo Ewald en España, también visitaron el Archivo Histórico Nacional Rudolf Beer y Gustav Loewe por parte de la Academia de Ciencias de Viena. Beer vino en 1876 a la búsqueda de fuentes, tanto manuscritas como publicadas, sobre las bibliotecas españolas.102 Loewe, por encargo de la Kirchenväterkommission que editaba el Corpus Scriptorum Ecclesiasticorum Latinorum, estuvo en 1878 en busca de manuscritos de los padres de la Iglesia.103 De Francia, país cuya historia está tan relacionada con la nuestra, no podían faltar sus investigadores en nuestro suelo. Merece especial importancia para nosotros, por el tema de su investigación, el hispanista Louis Barrau-Dihigo, que disfrutó de dos misiones por la École Pratique de Hautes Études en 1898 y 1899. La primera tenía dos objetivos,104 uno que podemos calificar como secundario, era copiar dos manuscritos árabes de la biblioteca de El Escorial, para su posterior publicación por Derembourg. Y la segunda, que es la que verdaderamente nos interesa, la investigación de los documentos otorgados por los reyes de Asturias y León desde el siglo viii al xi. Este trabajo tuvo como base fundamental la consulta de los fondos monásticos del Archivo Histórico Nacional. Los que le proporcionaron documentos fueron los siguientes: Nuestra Señora de Belmonte, San Pedro de Eslonza, San Salvador de Lérez, San Martín Pinario, San Esteban de Ribas de Sil, San Pedro de Rocas, San Benito de Sahagún, San Julián de Samos, Becerro Gótico de Sahagún, Cartulario de Celanova, Cartulario de Sobrado, Tumbo nuevo de la catedral de Lugo. Algunas copias también se encontraron en la Biblioteca Nacional de Madrid. La segunda misión tuvo lugar al año siguiente105 y tenía tres objetivos: primero, completar en Madrid las informaciones recogidas el año anterior sobre documentos anteriores a 1037 en el AHN, Biblioteca Nacional y Real Academia de la Historia;
Elías. «Nota necrológica de Kehr y la total crisis hispánica del siglo xi», Boletín de la Real Academia de la Historia, CXVII, cuaderno I (1945), pp. 79-92; García Villada, Zacarías. «Preparativos para la publicación de la Hispania Pontificia», Razón y Fe, 75 (abril-junio 1926), pp. 311-318 (= García Villada, Zacarías. «Preparativos para la publicación de la Hispania Pontificia»). 102 Beer, Rudolf. Handschriftenschätze Spaniens. Berich über eine im Auftrag der kaiserlichen Akademie der Wissenschaften in der Jahren 1886-1888 durchgeführte Forschunsreise, Wien, In Commission bei F. Tempsky, 1894. El Archivo Histórico Nacional en pp. 322-325 (= Beer, Rudolf. Handschriftenschätze Spaniens). 103 Bibliotheca Patrum Latinorum Hispaniensis. I. Band. Nach den Aufzeichnungen Dr. Gustav Loewe’s. Herausgegeben und bearbeitet von Wilhelm von Hartel, Wien, In Commission bei Carl Gerold’s Sohn, 1887. El Archivo Histórico Nacional en pp. 525-533. Da noticia de 15 códices procedentes de la catedral de Ávila. 104 Barrau-Dihigo, Louis. «Mission de M. Barrau-Dihigo en Espagne», Annuaire. École Pratique des Hautes Études. Section des Sciences Historiques et Philologiques 1900, París, Imprimerie Nationale, 1899, pp. 76-81. 105 Barrau-Dihigo, Louis. «Mission de M. Barrau-Dihigo en Espagne», Annuaire. École Pratique des Hautes Études. Section des Sciences Historiques et Philologiques 1901, París, Imprimerie Nationale, 1900, pp. 118-132. El Archivo Histórico Nacional en pp. 119-121 y 126-132. [293]
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segundo, copiar en el AHN los procesos judiciales (jugements) y, tercero, examinar los documentos más antiguos del archivo, con la intención de publicar una recopilación de facsímiles de documentos diplomáticos en escritura visigótica semejante a lo que hacía la obra de Ewald para los códices. A la lista anterior de fondos consultados habría que añadir el Cartulario de Valpuesta y tres volúmenes procedentes de la Cámara de Castilla con copias de documentos de las diócesis de Astorga y Oviedo. De los procesos judiciales existentes entre los documentos seleccionados, tras la revisión de numerosos legajos los resultados no fueron los esperados. Su estancia en Madrid fue aprovechada también para consultar con mayor detenimiento la Biblioteca Nacional y la biblioteca de la Real Academia de la Historia. El autor se proponía como fin de esta investigación la publicación de un Recueil des actes des souverains des Asturies et du Leon (718-1037). Los documentos de Valpuesta fueron publicados inmediatamente, en 1900,106 los documentos leoneses vieron la luz en 1903,107 los asturianos tardaron algo más en salir, en 1919,108 motivo que le permitió al autor la consulta del archivo de la catedral de León, sobre cuyo propósito ya hacía alusión en su memoria de 1901. Aprovechando los buenos conocimientos que tenía de nuestro Archivo Histórico Nacional dio a conocer sus fondos en un artículo de carácter general, aunque dando información más detallada sobre las secciones que conocía en mayor profundidad por sus investigaciones, denominadas por entonces, «Órdenes religiosas», «Clero secular» y «Códices, registros reales, cartularios y manuscritos».109 Otro hispanista francés fue Georges Desdevises du Dezert, gran conocedor de los archivos españoles, dedicó un trabajo al Archivo Histórico Nacional.110 Esta obra ofrece
Barrau-Dihigo, Louis «Chartes de l’eglise de Valpuesta de ix au x siècle», Revue Hispanique, VII (1900), pp. 273-389. Publica 78 documentos. 107 Barrau-Dihigo, Louis. «Notes et documents sur l’histoire du royaume de León I. Chartes royales 9121037», Revue Hispanique, X (1903), pp. 349-451. Publica 41 documentos. 108 Barrau-Dihigo, Louis. «Étude sur les actes des rois asturiens (718-910)», Revue Hispaique, XLVI (1919), pp. 1-192. Incluye regestos de 70 documentos, 4 publicados íntegramente y 39 menciones a documentos perdidos. 109 Barrau-Dihigo, Louis. «Notes sur l´Archivo Histórico Nacional de Madrid, Revue des Bibliothèques, 10 (1900), pp. 1-39. «Un certain nombre d’étrangers ont visité cet établissement, mais aucun d’eux, que je sache, ne l’a décrit un peu en détail […] Depuis, j’ai pensé qu’une esquisse très sommaire de son histoire et un aperçu rapide de son ordre de classement pourraient rendre des services aux érudits qui n’auraient pas l’occasion de consulter la brochure ci-dessus mentionnée», ibidem, p. 1. La información sobre las secciones mencionadas en pp. 17-39. 110 Desdevises du Dezert, Georges. «Les archives historiques nationales de Madrid: Histoire et inventaire provisoire», Le Bibliographe Moderne. Courrier International des Archives et Bibliothèques, 5 (1901), pp. 19-46 y 157-184. Existe edición aparte en Besancon, impr. de P. Jacquin, 1901. El mismo artículo, pero sin el 106
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más de lo que indica su título. Comienza mostrando una panorámica de la historia de los archivos españoles. La segunda parte contiene un «Catalogue provisoire», que, según palabras del autor, ha sido copiado del realizado por Vicente Vignau en septiembre de 1898 y actualizado con los nuevos ingresos producidos hasta 1900.111 Menos conocido es Marcel Robin, que llevó a cabo tres misiones en nuestro país pocos años después, para estudiar las relaciones de Francia con España durante el reinado de Alfonso VI.112 Centrado su trabajo en la consulta de los archivos de Toledo, capitular, municipal, biblioteca capitular e histórico provincial, la premura de tiempo fue la causa para que el autor solo pudiera hacer una exploración apresurada del Archivo Histórico Nacional y la Biblioteca Nacional, limitándose en el primer caso a examinar documentos del monasterio de Sahagún y dos becerros de la catedral de Toledo. En los dos años siguientes regresó a España en otras dos misiones, pero pasó la mayor parte del tiempo en la consulta de otros archivos fuera de Madrid, con lo cual el tiempo que le quedó para estudiar el fondo de Sahagún del Archivo Histórico fue escaso. Otro francés, Joseph Delaville le Roulx,113 comisionado por el ministro de Instrucción Pública de Francia en 1891, estuvo en España para buscar en los archivos españoles documentación sobre la Orden de San Juan de Jerusalén. Su investigación tenía como fin la consulta de los archivos de la Orden —ceux de l’ordre lui-mème— y los conservados
«catalogue provisoire», había sido publicado en el Bulletin Historique et Philologique du Comité des Travaux Historiques, n.os 3-4 (1899), pp. 385-397. De este se hizo una traducción española «Archivo Histórico Nacional de Madrid», Revista Crítica de Historia y Literatura Españolas, Portuguesas e Hispanoamericanas, VII, n.os II y III (1902), pp. 93-107. 111 «[…] Le inventaire provisoire que nous publions ne fait pas, croyons-nous, double emploi avec celui qu’a publié M. Barrau-Dihigo. A mesure que les différentes collections qui constituent les Archives historiques nationales arrivaient en sa possession, D. Vicente Vignau y Ballester en faisait dresser l’inventaire sommaire, et c’est ce catalogue provisoire (Índice provisional), dont il nous a gracieusement permis de prendre copie au mois de septembre 1898, que nous transcrivons ici. Dès cette époque, les Archives des Ordres militaires étaient presque entièrement classées sur fiches; nous reproduisons ce classement définitif. Nous donnons également, d’après la Revista de Archivos, les inventaires sommaires des fonds entrés aux Archives jusqu’au mois de juillet 1900». Véase op. cit., p. 35, nota 1. 112 Robin, Marcel. «Mission de M. Marcel Robin en Espagne», en Annuaire. École Pratique des Hautes Études. Section des Sciences Historiques et Philologiques 1905, París, Imprimerie Nationale, 1904, pp. 98-105. El Archivo Histórico Nacional en p. 105; Robin, Marcel. «Seconde mission de M. Marcel Robin en Espagne», en Annuaire. École Pratique des Hautes Études. Section des Sciences Historiques et Philologiques 1906, París, Imprimerie Nationale, 1905, pp. 124-131. El Archivo Histórico Nacional en p. 129; Robin, Marcel. «Troisième mission de M. Marcel Robin en Espagne», en Annuaire. École Pratique des Hautes Études. Section des Sciences Historiques et Philologiques 1907, París, Imprimerie Nationale, 1906, pp. 115-123. El Archivo Histórico Nacional en p. 122. 113 Delaville le Roulx, Joseph. «Les archives de l´ordre de l´Hôpital dans la Péninsule Ibérique», Nouvelles Archives des Missions Scientifiques et Litttéraires, t. IV, Paris, E. Leroux, 1893, pp. 1-283. Hay tirada aparte, Paris, E. Leroux, 1893. [295]
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en otros archivos —aux chancelleries—. Hay que advertir que los archivos de la Orden de las Lenguas de Castilla y Aragón, Delaville los consultó en el Archivo General Central de Alcalá, tras su traslado desde San Juan de los Panetes de Zaragoza, antes de su instalación definitiva en 1897 en el Archivo Histórico Nacional. Otros visitantes extranjeros llegaron de Italia, como Isidoro Carini114 y Dupré Theseider;115 de Holanda, Bussemaker;116 de Suiza, Reinhardt;117 de Argentina, Torre Revello;118 de Perú, Vargas Ugarte;119 de Brasil, Souto Maior;120 y de Chile, Espejo.121 Aunque no se puede adscribir a ninguno de los modelos que hemos visto, por su singularidad haremos referencia a la obra de Hermann Öesterley, que pretendía «ofrecer una orientación rápida y exhaustiva sobre las colecciones impresas y manuscritas, así como de la bibliografía que hace mención de documentos medievales».122 El criterio
114 Carini, Isidoro. Gli archivi e le biblioteche di Spagna in rapporto alla storia d'Italia in generale e di Sicilia in particolare, Palermo, Tip. della «Statito», 1884. Sobre su misión, puede verse Silvestri, Giuseppe. Isidoro Carini e la sua missione archivistica nella Spagna, Palermo, Stabilimento Tipografico Virzi, 1895; Bofarull y Sans, Francisco. A la memoria del egregio sr. Isidoro Carini, prefeto de la Biblioteca Vaticana. Discurso leído en la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona el día II de Marzo, Barcelona, Vives y Susany, 1895. 115 Dupré Theseider, Eugenio. «Note supra alcuni archivi di Spagna in rapporto alla storia d’Italia», en Accademia e Biblioteche d’Italia, I (1927), pp. 51-67. 116 Bussemaker, Theodoor. Verslag van een voolopig onderzoek te Lissabon, Seville, Madrid, Escorial, Simancas en Brussel naar archivalia belangrijk voor de Geschiedenis van Nederland op last regeering ingesteld, Gravenhage, W. P. van Stockum & Zoon, 1905. El Archivo Histórico Nacional en pp. 54-75. 117 Reinhardt, H. Schweizergeschichtliche Forschungen in spanischen Archiven und Bibliotheken. Erster (vorläufiger) Berich, Berna, Buchdruckerei K. J. Wyss, 1900. El Archivo Histórico Nacional en pp. 10-16. 118 Torre Revello, José. «Archivo Histórico Nacional (Madrid)», en Los archivos españoles, Buenos Aires, [Imprenta de la Universidad], 1927, pp. 12-14. 119 Vargas Ugarte, Rubén. Manuscritos peruanos en las bibliotecas y archivos de Europa y América, Buenos Aires, Baiocco y Cía, 1947. El Archivo Histórico Nacional en pp. 35-41. 120 Maior, Pedro Souto. «Nos Archivos de Hispanha. Relaçao dos manuscriptos que interessam ao Brasil», Revista do Instituto Historico e Geographico Brasileiro, 81 (1917), pp. 6-288. Los documentos que recoge este trabajo están dispuestos por orden cronológico, en vez de hacerlo individualmente por archivos, como es lo habitual. Por tanto, los procedentes del Archivo Histórico Nacional se encuentra cada uno de ellos en su fecha correspondiente. 121 Espejo, Juan Luis. Índice de documentos relativos a Chile existentes en el Public Record Office de Londres, Archivo de las Órdenes Militares de Madrid y Archivo General de Indias de Sevilla, Santiago-Valparaíso, Soc. Imp. Lit. Barcelona, 1915. En las pp. 61-66 se recogen las pruebas de caballeros de Santiago, Calatrava, Alcántara, Montesa, San Juan y Carlos III. El autor se refiere a ellas como existentes en el Archivo de las Órdenes Militares de Madrid. Sin duda se trata de una equivocación puesto que ya estaban en el AHN, como puede verse en los índices respectivos. En cuanto a las de Carlos III, estas nunca estuvieron en el Archivo de las Órdenes sino que procedían del Archivo del Consejo de Estado. 122 Oesterley, Hermann. Wegweiser durch die Literatur der Urkundensammlungen, Berlin, Druck und Verlag von Georg Reimer, 1885-1886. 2 v. Las referencias al Archivo Histórico Nacional en v. II, pp. 283-294 (V. Abtheilung. Iberien. I. Allgemeine Sammlungen): «Das vorliegende Werk hat die Aufgabe, dem Geschichtsforscher das Material zu einer möglichst raschen und erschöpfenden Orientirung über die Sammlungen
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de ordenación de los fondos documentales es estrictamente alfabético, por tanto, no hay ninguna entrada concreta al Archivo Histórico Nacional, sino que cada uno de ellos hay que buscarlo en su letra correspondiente.123 Para finalizar, pasaremos revista rápidamente a la difusión del Archivo Histórico Nacional en las revistas. Comenzaremos por la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, la primera revista moderna de erudición que se publicó en España. Desde su aparición en 1871 la revista contaba con dos apartados «Fondos de los establecimientos» y «Variedades», donde se publicaban documentos de los archivos servidos por el Cuerpo Facultativo. Estas ediciones no tenían ninguna pretensión erudita ni crítica, pues carecían de notas y solo en algunos casos se incluía algún breve comentario sobre los documentos publicados. También era frecuente la falta de indicación de signatura. Algunos de los archiveros que tratamos en este trabajo, como Escudero de la Peña, Vignau Ballester y Foradada y Castán, dieron a conocer en sus páginas documentos del Archivo Histórico Nacional.124 En 1877 comenzó a publicarse el Boletín de la Real Academia de la Historia que, junto con la anterior, se convirtieron en las dos principales revistas españolas consagradas a los estudios históricos. En su sección de «Variedades e Informes» podemos encontrar la publicación de documentos sobre fondos documentales, entre los que no faltan los referentes al Archivo Histórico Nacional.125 Ejemplo de lo primero serían los numerosos artículos del padre Fidel Fita donde publicó documentos de nuestro archivo; y de lo segundo, los informes de Vicente Vignau126 o Manuel Magallón.127
von gedruckten, sowie von ungedruckten, aber in der historischen Literatur erwähnten Urkunden des Mittelalters darzubieten». Véase v. I, p. III. 123 Por ejemplo, en la letra A, encontramos Aguilar de Campoo, del cual se indica el «Becerro mayor del monasterio de Nuestra Señora, saec. 12, von 822 ab, Archivo histór. nac. Libro de óbitos, saec. 15, ebenda», ibidem, v. II, pp. 284-293. 124 Para su consulta, puede verse Magallón Antón, Félix, Navarro Reverter, Vicente y Navarro Franco, Federico. Índice de la Revista de Archvos, Bibliotecas y Museos 1871-1957 con un apéndice correspondiente a 1958, Madrid, Junta Técnica de Archivos, bibliotecas y Museos, 1958. Forma el el tomo LXVI de la mencionada revista. 125 Para su consulta, puede verse Castañeda Alcover, Vicente. Índices del Boletín de la Real Academia de la Historia. Tomos I al CXV (1877-1944). I Índice cronológico, Madrid, Viuda de Estanislao Maestre, 1945; idem. Índices del Boletín de la Real Academia de la Historia. Tomos I al CXV (1877-1944). II Índices de autores-De nombres propios-Geográfico-De materias-De ilustraciones, Madrid, Viuda de Estanislao Maestre, 1947. 126 Vignau, Vicente. «Documentos del monasterio de San Andrés del Arroyo existentes en el Archivo Histórico Nacional», Boletín de la Real Academia de la Historia, XXXVI, cuaderno I (1900), pp. 229-232. 127 Magallón, Manuel. «Los templarios de la Corona de Aragón. Índice de su cartulario eclesiástico en el siglo xiii», Boletín de la Real Academia de la Historia, XXXIII, cuadernos I-III (1898), pp. 90-105; idem. «Los templarios de la Corona de Aragón. Índice de su cartulario en el siglo xiii», Boletín de la Real Academia de la Historia, XXXII, cuaderno VI (1898), pp. 451-463. [297]
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El Anuario de Historia del Derecho Español también contó desde su fundación en 1926 con una sección sobre «Documentos». En ella se publicaron documentos del Archivo Histórico Nacional por Sánchez-Albornoz, José M.ª Lacarra, Concepción Muedra, Ramón Paz, Luis Vázquez de Parga, Julio González y Consuelo Gutiérrez del Arroyo. Finalmente, la publicación de fuentes documentales, ya sea en grandes colecciones colectivas o en monografías individuales, constituye el último paso de la difusión de los fondos documentales de los archivos. Durante el siglo xix la labor de edición de documentos fue adquiriendo paulatinamente un ritmo creciente al calor del movimiento historicista. El Archivo Histórico Nacional como es natural proporcionó abundante material a gran número de ellas. Su enumeración queda fuera de nuestro propósito y remitimos para ello a las bibliografías y repertorios documentales.128
128 Además de las guías del AHN citadas anteriormente, pueden consultarse las obras de Sánchez Alonso, Benito. Fuentes de la historia española e hispanoamericana, 3.ª ed, Madrid, CSIC, 1952. 3 v.; Foulche-Delbosc, Raymond y Barrau-Dihigo, Louis. Manuel de l’hispanisant, New York, G. P. Putnam's Sons. 2 vols.; García de Valdeavellano, Luis. Curso de historia de las instituciones españolas. De los orígenes al final de la Edad Media, 4.ª ed. corregida y aumentada, Madrid, Revista de Occidente, 1975, pp. 14-21 («Grandes colecciones documentales» y «Cartularios y Colecciones diplomáticas»). (= García de Valdeavellano, Luis. Curso de historia de las instituciones españolas);. CODIPHIS. Catálogo de colecciones diplomáticas hispano-lusas de época medieval, directores José Ángel García de Cortázar, José antonio Munita, Luis Javier Fortún, Santander, Fundación Marcelo Botín, 1992, 2 v. (= CODIPHIS. Catálogo de colecciones diplomáticas hispano-lusas de época medieval).
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VI. El Archivo Histórico Nacional y sus medievalistas. La Influencia de la Escuela Superior de Diplomática
1. Tomás Muñoz y Romero, el primer medievalista del Archivo Histórico Nacional La figura de Tomás Muñoz y Romero nos es bastante bien conocida, fundamentalmente a través del documentado estudio de García de Valdeavellano y el más breve, pero no por ello menos interesante, de Gibert.1 Al margen de estos dos trabajos poco más se ha escrito sobre él, a excepción de algunas pequeñas semblanzas y las breves referencias obligadas de todos los que se ocupan de los orígenes del medievalismo y la historia del derecho en nuestro país.2 Nacido en 1814, su infancia transcurrió en su Alcalá natal, donde hizo los primeros estudios y luego los de Humanidades y Latinidad, preparatorios para el ingreso en la universidad. En la universidad alcalaína obtuvo los grados de bachiller en Filosofía (23 de septiembre de 1829), previos a los estudios de Facultad Mayor y, bachiller en Leyes (17 de octubre de 1832), grado este último que le permitía el ejercicio de la abogacía. Tras la obtención de estos títulos amplió sus estudios de Derecho, desempeñando por sus méritos en la Universidad de Alcalá las explicaciones «de extraordinario». Terminados sus estudios en 1835 se trasladó a la capital, donde se inició profesionalmente como abogado en la Audiencia Territorial de Madrid (6 de julio de 1836). Esta trayectoria se vería interrumpida al ser nombrado subteniente de la Milicia Nacional por la Diputación Provincial de Madrid, incorporándose al frente en las guerras carlistas
García de Valdeavellano, Luis. «Vida y obra de D. Tomás Muñoz y Romero (1814-1867)», Boletín de la Real Academia de la Historia, CLXIII, cuaderno I (1968), pp. 23 y 38. Recogido en Seis semblanzas de historiadores españoles, Sevilla, Publicaciones de la Universidad de Sevilla, 1978, pp. 7-71. Citamos por esta última edición (= García de Valdeavellano, Luis. «Vida y obra de D. Tomás Muñoz y Romero»); Gibert, Rafael. «Tomás Muñoz y Romero (1814-1867)», Anuario de Estudios Medievales, 6 (1969), pp. 563-574. 2 Toda la bibliografía anterior está recogida en Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «Muñoz Romero, Tomás», en Diccionario Biográfico Español, Madrid, Real Academia de la Historia, 2012, v. XXXVII, pp. 111-112. 1
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desde 1836 hasta 1840. No obstante, su vida militar se prolongaría durante tres años más, hasta que finalmente solicitó la licencia absoluta y obtuvo el grado de teniente de infantería (7 de octubre de 1843).3 El año 1844 va a suponer un giro radical en su vida al ser nombrado oficial de la biblioteca y archivo de la Real Academia de la Historia.4 Aquí, en el trabajo cotidiano en contacto directo con los documentos que atesoraba la Academia, será donde encontrará su verdadera vocación, la de historiador de nuestras instituciones de la Edad Media. Este hecho no dejaría de constituir una mera anécdota si no fuese por la profunda dedicación y el rigor con que nuestro autor afrontó esta tarea, erigiéndose, sin duda, en pionero indiscutible en la utilización de los documentos históricos con fines meramente científicos, abriendo con sus «trabajos y publicaciones los nuevos caminos que habrían de recorrer más tarde don Eduardo de Hinojosa y su escuela de historiadores del derecho español».5 Mientras que Valdeavellano opina que su formación fue totalmente autodidacta, Gibert, por el contrario, cree que «tuvo una buena escuela», hecho en el que insiste y se afana por demostrar en su trabajo. La labor científica de Muñoz y Romero podemos dividirla en dos grandes bloques. El primero, que abarcaría cronológicamente de 1844 a 1856, es el que corresponde a su etapa de intenso trabajo en los fondos de la Academia de la Historia, cuyos frutos darán lugar a una serie de obras que le harán salir del anonimato. Su característica fundamental fue la publicación de fuentes documentales, como la Colección de fueros y cartas pueblas, los Catálogos de fueros, cartas pueblas y Cortes publicados por la Academia de la Historia y el Diccionario bibliográfico-histórico de los antiguos reinos. El segundo, compuesto por otra serie de obras más elaboradas, resultado de la reflexión y el análisis sobre ese gran acopio de fuentes inéditas que había ido reuniendo. Estas serían Del estado de las personas en los reinos de Asturias y de León, el Discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia y la Refutación del opúsculo Fueros francos. Además de ellas hay que tener presentes otras pequeñas contribuciones, no menos importantes e interesantes, y una serie de obras inéditas y en proyecto que no se llegaron a publicar. Cada una de ellas será tratada en su lugar correspondiente. García de Valdeavellano, Luis. «Vida y obra de D. Tomás Muñoz y Romero», pp. 20-32, donde da una detallada descripción de sus estudios, con las asignaturas que cursó, sus maestros y su trayectoria militar. Esta última se puede seguir con detalle gracias a su hoja de servicios expedida por la Capitanía General de Castilla La Nueva el 28 de febrero de 1862 que se conserva en su expediente personal y que ha sido utilizada por Valdeavellano. AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios de Tomás Muñoz y Romero, 31/6539. De sus estudios en la Universidad de Alcalá se conserva un expediente con certificaciones, AHN.UNIVERSIDADES.483,Exp.194. 4 La decisión fue tomada en la Junta de 31 de mayo de 1844. RAH. Archivo de Secretaría. Actas […] Libro XXI. 5 García de Valdeavellano, Luis. «Vida y obra de D. Tomás Muñoz y Romero», pp. 11-12. 3
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La riqueza de los fondos de la biblioteca académica incitó a Muñoz y Romero a sumergirse entre sus documentos en una labor callada y paciente, cuyo primer fruto sazonado sería su magnífica Colección de fueros y cartas pueblas,6 obra excepcional para su época, pese a sus defectos, y más si cabe debiéndose al esfuerzo de una sola persona que trabajaba con escasísimos medios materiales, que suplía con un tesón inquebrantable. Aun así, la magnitud de la empresa hizo tan solo posible la aparición de un tomo, pese a que ella se hacía, según palabras textuales del mismo Muñoz en la introducción, «con la protección particular del gobierno, que ha empezado por demandar se nos franqueen los archivos y establecimientos públicos». A este último aspecto debió limitarse en resumidas cuentas la ayuda oficial, pues incluso ni la misma Academia incluyó a esta obra entre sus publicaciones.7 La actualización de este Catálogo de fueros ha sido una desiderata de los historiadores del derecho desde hace muchos años. Así en 1932, con la creación del Instituto de Estudios Medievales en el Centro de Estudios Históricos, había una Sección de Fueros bajo la dirección de Galo Sánchez, que inmediatamente acometió esta tarea, revisando la bibliografía reciente y el fondo manuscrito sobre este tema existente en la biblioteca del Palacio Real.8 La Guerra Civil supuso una interrupción de este trabajo, quedando por tanto inconcluso. Los ficheros que se habían ido formando pasaron a la Escuela de Estudios Medievales, heredera del anterior Instituto. García-Gallo, desde su incorporación a la Facultad de Derecho de la Universidad de Madrid, dirigió parte de su investigación hacia este tema con un equipo de trabajo a fin de llevar a cabo una nueva colección que se ajustase más a las exigencias críticas del momento. Para ello se incluyeron textos olvidados o publicados con posterioridad y se eliminaron otros que no respondían estrictamente a esta calificación. El largo trabajo concluyó con la publicación de una nueva obra en 1989, basada, salvo contadas excepciones, en ediciones de documentos impresas.9 Las únicas referencias documentales, unas veinticinco, son del Archivo Histórico Nacional, de las secciones de Clero, Órdenes Militares, Códices y Osuna.
Muñoz y Romero, Tomás. Colección de fueros municipales y cartas-pueblas de los reinos de Castilla, León, Corona de Aragón y Navarra, t. I, Madrid, Imp. de Don José Alonso, 1847. Reed. Madrid, Atlas, 1970. Otras ed., Valladolid, Lex Nova, 1977; La Coruña, Órbigo, 2013; Valladolid, Lex Nova, 2000 y Valladolid, Maxtor, 2014 (= Muñoz y Romero, Tomás. Colección). 7 García de Valdeavellano, Luis. «Vida y obra de D. Tomás Muñoz y Romero», p. 34. 8 A ello nos hemos referido con mayor detalle al tratar sobre el Instituto de Estudios Medievales en páginas anteriores. 9 García-Gallo de Diego, Alfonso. «Aportación al estudio de los fueros», Anuario de Historia del Derecho Español, XVI (1956), pp. 387-446. Barrero García, Ana M.ª y Alonso Martín, M.ª L. Textos de derecho local español en la Edad Media. Catálogo de fueros y costums municipales, Madrid, 1989, p. 25 nota 67. García-Gallo nos relata en la presentación de esta obra toda su gestación, las dificultades sufridas hasta su publicación 6
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No se publicaron ediciones de fueros tal como se hicieron de las Cortes. Es de suponer que la Academia se encontraría con los mismos problemas que tuvo Muñoz y Romero, derivados fundamentalmente del cotejo de los manuscritos conservados de los fueros extensos, que requerían un trabajo costoso y minucioso. Si nos tomamos la molestia de repasar detenidamente la amplia bibliografía que ofrece la obra mencionada, nos daremos cuenta de que la única edición individual que se realizó de un fuero extenso hasta finales del siglo xix y, además fuera del ámbito académico, fue la del Fuero de Plasencia.10 Habrá que esperar a los primeros decenios del siglo siguiente para encontrarnos con la edición de otros dos fueros extensos, la versión latina del Fuero de Teruel y las dos ediciones del Fuero de Cuenca, una de ellas realizada fuera de España y otra, la de Ureña, por la Academia de la Historia.11 En 1850 Muñoz fue llamado a formar parte de la Comisión de Cortes y Fueros de la Academia. Los trabajos comenzaron un año después, siendo designado también para dirigir los trabajos de los auxiliares. Sus primeros resultados fueron la publicación de sendos catálogos, tarea previa a la edición de las colecciones documentales. El primero en aparecer en 1852 fue el de la Colección de fueros y cartas-pueblas12 y, en 1855, el de la Colección de Cortes. Aunque su nombre no aparece por ninguna parte, sus biógrafos le atribuyen su autoría, o por lo menos la dirección de la obra.13
y las carencias y limitaciones de esta, debido a la escasez de personal para llevarla a cabo. Véanse pp. 9-13. Por otra parte, García de Valdeavellano, Luis. «Vida y obra de D. Tomás Muñoz y Romero», pp. 39-40, nota 41 decía: «Transcurridos más de cien años desde la publicación de este Catálogo de fueros, se hace cada vez más urgente completarlo y ponerlo al día, tarea en la que viene ocupándose, aunque de un modo muy discontinuo, quien escribe estas líneas». 10 El Fuero de Plasencia. Edición por José Benavides Checa, Roma, Tip. de M. Lobesi, 1896. 2.ª ed., Plasencia, Ayuntamiento de Plasencia, 2001. 11 Forum Turolii regnante in Aragonia Adefonso rege, anno dnice. nativitatis MCLXXVI. Transcripción y estudio preliminar de Francisco Aznar y Navarro, [Zaragoza, Mariano Escar, 1905]; Forum Conche. The latin text of the principal charter and laws of the city of Cuenca, Spain, ed. with an introduction and critical notes by Georges Henry Allen, Cincinnati, University Press, 1909-1910. 2 v.; Fuero de Cuenca. Formas primitiva y sistemática. Texto latino, texto castellano y adaptación del fuero de Iznatoraf. Ed. crítica con introducción, notas y apéndice por Rafael de Ureña y Smenjaud, Madrid, Tipografía de Archivos, 1935. Ed. facsímil, Cuenca, Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 2003, con introducción de Raquel Escutia Romero. 12 Colección de fueros y cartas-pueblas de España por la Academia de la Historia. Catálogo, Madrid, Imprenta de la Real Academia de la Historia, 1852. Reed., A Coruña, Órbigo, 2010. 13 Colección de Cortes de los antiguos reinos de España por la Real Academia de la Historia. Catálogo, Madrid, [Imp. de José Rodríguez], 1855. Ed. facsímil coordinada por Guillermo Redondo Veintemillas y Esteban Sarasa Sánchez. Introducción de Esteban Sarasa Sánchez, Zaragoza, El Justicia de Aragón, 2005. Sobre la autoría de ambas obras, véase Escudero de la Peña, José M.ª. «Necrología. Don Tomás Muñoz y Romero», La Enseñanza. Revista de Instrucción Pública, Archivos y Bibliotecas, 3 (1867), p. 26 (= Escudero de la Peña, José M.ª. «Necrología. Don Tomás Muñoz y Romero»); Hinojosa, Eduardo de. Historia general del derecho español, p. 41; García de Valdeavellano, Luis. «Vida y obra de D. Tomás Muñoz y Romero», p. 39; Gibert, [302]
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El primero de ellos, el de fueros y cartas pueblas, se elaboró en virtud de la R. O. de 8 de octubre de 1850 por la que se encargaba a la Real Academia de la Historia su realización. Como se destacaba en la exposición de motivos, la finalidad práctica de estas colecciones se justificaba en relación con los estudios históricos de legislación, a los cuales el Gobierno reconocía una importancia especial. Igualmente se hacía mención del fracaso de anteriores iniciativas particulares, ¿podría haber aquí una velada alusión a la colección de Muñoz que ante la falta de medios y las dificultades que planteaban la edición de los fueros extensos no llegó a publicar ningún volumen más de esta obra?14 Complemento de la mencionada real orden fue la de 11 de mayo de 1853, donde se establecían ya los medios para llevar a cabo las colecciones citadas, el principal de los cuales era poner a disposición de la Academia los documentos necesarios. Para ello se ordenaba que estos fueran trasladados a Madrid para ser copiados en la Academia, tras lo cual serían devueltos a sus lugares de origen. No obstante, esta disposición no debió de obtener todo el resultado apetecido, a tenor de la necesidad que hubo de reiterarla mediante otras sucesivas reales órdenes dictadas el 22 de febrero de 1855, el 6 de diciembre de 1856 y finalmente, el 21 de enero de 1857. Fruto de sus trabajos al frente de la Comisión de Cortes fue la publicación a partir de 1861 de la Colección de Cortes de León y de Castilla. Sus biógrafos coinciden igualmente en atribuirle la paternidad de la dirección de los tres primeros volúmenes, así como del prólogo que figura al frente del primero, donde se da cuenta de la historia del proyecto y de los trabajos realizados hasta entonces.15 El desempeño de esta comisión fue
Rafael. «Tomás Muñoz y Romero», p. 564; «La concepción y los detalles son de mano de Muñoz. Sus artículos geográficos por orden alfabético de localidades tienen más sustancia que ninguna obra de historia del Derecho publicada hasta hoy. El autor ha aprovechado con asombrosa penetración la literatura histórica y también los fondos documentales de los monasterios suprimidos […]». 14 «La justa importancia que han adquirido los estudios históricos, señaladamente en legislación, y su reconocido influjo en la ciencia del derecho, reclaman por parte del Gobierno una protección eficaz a los mismos, a fin de que se cultiven en España con el buen éxito que han alcanzado en otras naciones […] Varias son las tentativas que se han hecho para reunir y publicar, ya nuestras actas o cuadernos de Cortes, ya los fueros particulares; pero ninguna ha llegado al término apetecido. Ni era posible tampoco que un particular ni una empresa privada pudiesen conseguir aquel objeto por las dificultades sin cuento con que debían tocar, y los obstáculos inmensos que tenían que vencer», R. O. de 8 de octubre de 1850 resolviendo que la Real Academia de la Historia se ocupe con toda preferencia en ordenar y publicar una colección completa de los cuadernos de Córtes por órden cronológico (Gaceta de Madrid de 13 de octubre). 15 Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla publicadas por la Real Academia de la Historia, t. I, Madrid, Imp. y estereotipia de M. Rivadeneyra, 1861; t. II, 1863 y t. III, 1866; Escudero de la Peña, José M.ª. «Necrología. Don Tomás Muñoz y Romero», p. 26: «[…] los tres tomos de la Colección de Cortes […] y en los cuales lo principal y lo más granado corresponde de justicia al señor Muñoz, quien tenía ya adelantados los trabajos para un cuarto volumen»; Hinojosa, Eduardo de. Historia general del derecho español, pp. 41-42: «[…] tuvo parte muy principal en la redacción de los Catálogos de fueros y cartas-pueblas y de Cortes, así como en la [303]
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motivo también para Muñoz de problemas con alguno de sus miembros, en concreto con Manuel de Goicoechea, oficial de la secretaría de la Academia, al no reconocer este la primacía de Muñoz en la dirección del proyecto. Ante esta desagradable situación, Muñoz solicitó la dimisión de la dirección para continuar como un auxiliar más, petición que no fue aceptada por la Academia.16 Para finalizar con este grupo de obras trataremos de su conocido Diccionario bibliográfico-histórico, que fue premiado en el concurso bibliográfico de la Biblioteca Nacional en 1858, e impreso por tanto a expensas del Estado.17 Creemos que Muñoz nunca se planteó la publicación de este trabajo, pero fueron las circunstancias de su trabajo cotidiano, que le pusieron en contacto directo con este tipo de obras, las que le motivaron al cabo de los años a estructurar la gran cantidad de material acumulado para darle forma de libro. La biblioteca de la Academia, una vez más le proporcionó la mejor cantera de materiales, así como la búsqueda de documentos para las otras obras de las que ya hemos hecho mención. Allí entraría en contacto con las numerosas historias locales que se conservaban, género historiográfico que se había desacreditado bastante desde el siglo xvii por la aparición de los falsos cronicones, a los cuales intentaron poner freno en el siglo siguiente el marqués de Mondéjar y Mayans y Siscar. A pesar de estos defectos, Muñoz nos justifica su utilidad para el conocimiento del «interesante periodo de la edad media» y el estudio «del estado de todas las clases que formaban la sociedad», dos de sus temas favoritos sin duda.18 El Diccionario fue elogiado desde su aparición, a título de ejemplo recogemos los comentarios de Morel Fatio y García Villada.19 Sobre él, Fermín Caballero remitió un
publicación de los tres primeros volúmenes de las Cortes de León y Castilla. En esta última tarea tuvo la satisfacción de que colaboraran sus más aventajados discípulos, iniciados y formados por él en la cátedra de (Toribio del Campillo, Vicente Vignau y José María Escudero de la Peña)»; García de Valdeavellano, Luis. «Vida y obra de D. Tomás Muñoz y Romero», pp. 50-52; Gibert, Rafael. «Tomás Muñoz y Romero», p. 573. 16 García de Valdeavellano, Luis. «Vida y obra de D. Tomás Muñoz y Romero», pp. 41-42. Copia parte del informe de Muñoz de 1853 conservado en la Academia dando cuenta de este problema. 17 Diccionario bibliográfico-histórico de los antiguos reinos, provincias, ciudades, villas, iglesias y santuarios de España, Madrid, 1858. Reed. Madrid, Atlas, 1973. Otra reed., Mairena del Aljarafe, Extramuros, [2008] (= Diccionario). Sobre el premio a esta obra, puede verse Delgado Casado, Juan. Un siglo de bibliografía en España. Los concursos bibliográficos de la Biblioteca Nacional (1857-1953), Madrid, Ollero & Ramos, 2001, v. II, pp. 619-625 (= Delgado Casado, Juan. Un siglo de bibliografía en España). 18 Diccionario, p. V. 19 Aunque no hay unas alabanzas explícitas en la obra de Beer, Rudolf. Handschriftenschätze Spaniens, se hacen veintiuna menciones a lo largo de la misma al Diccionario y tres a la Colección de fueros. «Il serait à désirer que le gouvernement ou quelque particulier zélé encourageât la publication d’un supplément au précieux Diccionario de Tomás Muñoz y Romero, oú serait catalogué tout ce qui s’est produit d’important dans cette spécialité depuis 1858». Véase Morel Fatio, Alfred. «Bulletin Historique. Espagne», Revue Historique, IX (1879), p. 195, nota 2; «Pero por su índole e información abundante, ninguno tan útil [304]
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informe a la Academia en 1861, proponiendo unas «adiciones e ilustraciones», tal como había hecho anteriormente con el Catálogo de fueros, aunque esta vez el informe era de una extensión mucho mayor.20 El principal defecto que le imputaba era no corresponder el contenido con su título, faltando algunos artículos como, por ejemplo, uno dedicado a la voz España, otro dedicado al antiguo Reino de Toledo y otro a la antigua Tarraconense.21 La condición social de las personas era un tema que había interesado vivamente a Muñoz desde que entró en contacto con los documentos. Su Colección de fueros nos ofrece abundantes datos para su estudio. En este mismo trabajo se incluían unas Notas a los fueros latinos de León,22 donde se analizaban los preceptos de este importante fuero, entre ellos, los relativos a la condición de las personas, que volverá a tratar más detenidamente en su estudio Del estado de las personas en los reinos de Asturias y de León, publicada en 1854 y 1855. En 1883 fue objeto de una reedición,23 que constituye a nuestro entender el mejor reflejo de la importancia y acogida que tuvo entre los estudiosos. ¿Cuántas monografías con un tema tan específico como el aquí tratado tuvieron más de una edición en estos años? Creo que la respuesta es obvia. Valdeavellano, al referirse a esta obra, destacaba que era el «primer trabajo moderno y rigurosamente científico de historia social de España en la Edad Media», elaborado en su mayor parte con documentación inédita que Muñoz pudo conocer «al confiarse al cuidado de la Academia de la Historia los archivos de los monasterios suprimidos».24 A tenor de lo que Muñoz nos dice en su prólogo, su interés por este tema estuvo incitado por la lectura del gran historiador romántico François Guizot. Motivación
como el precioso sobre todos estos estudios y ensayos se destacan el precioso Diccionario bibliográfico […] arsenal de historiografía de primer orden, no superado aun, y obra de consulta indispensable para cuantos se dedican a la investigación de nuestros tiempos pasados. Uno de los quilates que más avalora esta obra, es la referencia de los muchos manuscritos, de que en ella se da razón», García Villada, Zacarías Metodología y crítica históricas, 2.ª ed. corregida y aumentada, Barcelona, Gustavo Gili, 1921, pp. 38-39. 20 «Adiciones e ilustraciones al Diccionario de los antiguos reinos y provincias de España, de don Tomás Muñoz y Romero». Publicado en González Palencia, Ángel. «Adiciones de don Fermín Caballero», pp. 266-343. 21 González Palencia, Ángel. Adiciones de don Fermín Caballero, p. 273. 22 Muñoz y Romero, Tomás. Colección, pp. 120-152. 23 «Del estado de las personas en los reinos de Asturias y León en los primeros siglos posteriores a la invasión de los árabes», Revista de Ambos Mundos, II (1854), pp. 880-904; III (1855), pp. 49-75, 2.ª ed. Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, n.º 1 (1883), pp. 3-17; n.º 2, pp. 51-60; n.º 3, pp. 86-99; n.º 4, pp. 119-125. Edición aparte Madrid, 1883 (= Muñoz y Romero, Tomás. Del estado de las personas). Citamos por esta última edición. Reed., facsímil, La Coruña, Órbigo, 2013. 24 García de Valdeavellano, Luis. «Vida y obra de D. Tomás Muñoz y Romero», p. 60. Gibert por su parte dice que: «Aquí Muñoz ha alcanzado la síntesis y el equilibrio entre la precisión histórica y el orden sistemático. Es una pieza maestra de la literatura histórico-jurídica», Gibert, Rafael. «Tomás Muñoz y Romero», p. 565. [305]
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romántica pues, el pueblo como protagonista principal de la historia, que se enmarcaba de lleno en las pautas del romanticismo histórico. Muñoz, como hijo de su tiempo, se vio inmerso en esta corriente, pero él, jurista de formación, dará a su estudio un planteamiento jurídico, basando su análisis en la condición social de las personas, es decir, en el estatuto jurídico que estas tenían. Partiendo de este esquema en exceso simplista, el estudio se estructura en dos partes, una dedicada a los siervos y la otra a las personas libres. Estamos ante un estudio totalmente novedoso y basado en investigaciones de primera mano. Muñoz es plenamente consciente de que está desbrozando un terreno virgen, por tanto, sus afirmaciones no son tajantes sino mesuradas y a veces, cuando no tiene la certeza plena, él mismo nos pone en guardia de que sus propuestas son susceptibles de rectificación. Por último, para finalizar con este grupo de obras que hemos denominado de elaboración, tenemos que referirnos al trabajo que escribió para salir al paso de la obra de Helfferich y Clermont, comisionados por el Gobierno francés en nuestro país para realizar un estudio sobre los fueros francos en España y Portugal. Este trabajo fue leído en las juntas académicas ordinarias de marzo y mayo de 1863 y publicado como artículo algunos años después.25 Tuvo su origen, como se expone al principio, en un encargo de la Academia para «dar a conocer la organización que tuvo en la Península Ibérica durante la Edad Media la población francesa, cuya influencia sobre la sociedad y legislación de España fue, según los autores creen, tan importante, como hasta aquí poco apreciada».26 El encargo de esta tarea a Muñoz no fue casual. Independientemente de que él era sin duda la persona más capacitada para escribir sobre el tema, subyacía también una cuestión personal. Helfferich y Clermont habían estado en España en 1857 para
Helfferich, Adolf y Clermont, G. de. Fueros francos. Les Communes françaises en Espagne et en Portugal pendant le Moyen Age, Berlín, Jules Springer; Paris, Auguste Durand, 1861; Muñoz y Romero, Tomás «Refutación del opúsculo: Fueros francos. Les communes françaises en Espagne et en Portugal pendant le Moyen Age», Revista General de Legislación y Jurisprudencia, XXXI (1867), pp. 28-53, 226-246 y 288-313. Edición aparte Madrid, Imprenta de la Revista de Legislación, 1867 (= Muñoz y Romero, Tomás. Refutación del opúsculo). Citamos por esta edición. 26 Muñoz y Romero, Tomás Refutación del opúsculo, p. 5. Gibert agudamente comenta: «A la sazón el Imperio de Napoleón III intentaba ejercer una hegemonía también cultural, sobre toda Europa. La ciencia histórica apareció ya contaminada de propósitos políticos. La derrota de 1870 disipó esta y otras vanidades», op. cit., p. 566. El mismo Gibert trazó las líneas maestras de la polémica sobre el derecho franco en «Fueros de francos en la Edad Media hispánica», en XI Centenario da Presúria de Portugale por Vímara Peres. Congresso Luso-Espanhol de Estudos Medievais (Porto, 18 a 20 de junho de 1968), Porto, [s.a.], pp. 252-253. Lalinde Abadía, Jesús. «El hispanista alemán Adolf Helfferich (1813-1894)», Anuario de Historia del Derecho Español, 66 (1996), pp. 987-1003. 25
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documentarse sobre su obra, y en concreto en la biblioteca de la Academia de la Historia, donde fueron atendidos por el «bueno» de Muñoz, el cual les facilitó con toda generosidad toda la información que podían necesitar y mucha más, pues gran parte de ella no sospechaban ni siquiera de su existencia. Lo que no podía imaginar Muñoz era el uso y la deformación que iban a hacer de los documentos que él les proporcionó.27 Así su respuesta fue contundente, convirtiéndose todo su trabajo en una crítica sistemática a cada una de las afirmaciones expuestas por estos autores. Para ello se sirvió como era habitual en él del gran conocimiento directo que tenía de los documentos, así como la consulta de algunas obras francesas sobre historia del derecho que va citando oportunamente. Muñoz iniciaba su trabajo rebatiendo la tesis fundamental de los mencionados autores, es decir, la existencia de «fueros francos» y communes francesas en España y Portugal.28 En líneas generales la crítica de Muñoz era correcta y acertada, aunque dejándose llevar de un nacionalismo excesivo negaba la posible traducción de francigeni por franceses en todos los casos que aparecía. En este caso se equivocó, como se ha demostrado posteriormente. Aunque en algunos puntos las teorías de Muñoz encontraron algún contradictor,29 fueron fundamentalmente los trabajos de Lacarra y Defourneaux los que pusieron de manifiesto la importancia de la colonización franca en la península, salvando por supuesto los excesos de Helfferich y Clermont.30 Ambos
Muñozy Romero, Tomás. Refutación del opúsculo, p. 4. Muñoz destaca igualmente la equiparación que hacen entre «fueros francos» y «fueros de los francos», que son dos cosas totalmente distintas, y además los mencionados autores no aportan ni un solo documento en su obra donde aparezca la expresión «fueros francos», a pesar de que según ellos los han visto. La investigación posterior está de acuerdo con él en este punto. Véase Lalinde Abadía, Jesús. «La foralidad de francos», en 1095-1995», en Francisco Javier García Turza e Isabel Martínez Navas (coords.), Actas de la reunión científica «El Fuero de Logroño y su época» (Logroño, 26, 27 y 28 de abril de 1995), Logroño, Ayuntamiento de Logroño, 1996, p. 26 (= Lalinde Abadía, Jesús. La foralidad). 29 Según él los extranjeros de Toledo no tenían legislación propia ni jueces de su raza y se regían por el Fuero Juzgo, ibidem, p. 41. Opinaba lo contrario Amador de los Ríos, Rodrigo. «Los fueros de los pobladores cristianos de Toledo», La España Moderna, 188 (1904), pp. 96-98. En 1903 Hinojosa, que profesaba una gran veneración por la obra de Muñoz, también pecó de benévolo en su crítica a esta obra: «Muñoz y Romero, en un trabajo sobrio y sólido, modelo de polémica científica, ha reducido a justos límites las exageraciones de Helfferich y Clermont acerca de la importancia de estos elementos en nuestros Concejos de la Edad Media», Hinojosa, Eduardo de. «Origen del régimen municipal en León y Castilla», en Estudios sobre la historia del derecho español, Madrid, Imp. del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús, 1903, pp. 5-70. Incluido en sus Obras, t. III: Estudios de síntesis, Madrid, Instituto de Estudios Jurídicos, 1974, pp. 271317. Nuestra cita en p. 289 de esta última edición. 30 Este asunto pasó desapercibido a Muñoz, más empeñado en refutar a Helfferich y Clermont que en ver un posible aspecto positivo de los hechos en este sentido. Véase Lacarra, José M.ª. «La repoblación de las ciudades en el Camino de Santiago: su trascendencia social, cultural y económica», en Las peregrinaciones a Santiago de Compostela, I, Madrid, CSIC, 1948, pp. 465-97; idem. «A propos de la colonisation “franca” en 27 28
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destacaron el gran papel desempeñado por la colonización francesa en nuestra península, así como en la transformación económica que tuvo lugar a partir del siglo xi en las ciudades del Camino de Santiago. En los documentos referentes a estas ciudades aparecen numerosos nombres de origen francés como han puesto claramente de manifiesto las investigaciones llevadas a cabo sobre este tema.31 Como reconocimiento público a sus trabajos fue elegido académico de número el 11 de febrero de 1859 y al año siguiente, el 5 de febrero, leyó su discurso de entrada,32 que según opinión de Gibert constituye «el texto fundacional del medievalismo español» y, en palabras de Valdeavellano, el «acta de nacimiento de la moderna historia de las instituciones medievales».33 En sus palabras iniciales destacaba ya la importancia que el estudio de la Edad Media tenía para nuestra historia: Contando ahora con vuestra benévola atención, paso ahora a cumplir el penoso deber prescrito por la ley académica para este solemne acto. Examinado, aunque ligeramente algunos puntos interesantes de la historia de la edad media, me propongo probar la necesidad de fomentar su estudio, el cual no podrá en mi concepto producir sazonados frutos sin investigar y publicar nuevos documentos; porque estos son el principal testimonio, la única guía a que debemos recurrir en estas investigaciones […] Edad de hierro ha sido llamado por algunos escritores el
Navarre et en Aragon», Annales du Midi, 65, n.º 23 (1953), pp. 331-342. Reed. en castellano «A propósito de la colonización “franca” en Navarra y en Aragón», en Colonización, parias y otros estudios, Zaragoza, Anubar, 1981, pp. 169-184; Deforneaux, Marcelin. Les français en Espagne aux xie et xiie siècles, Paris, Prenses Universitaires de France, 1949, pp. 238-257. 31 García Mouton, Pilar. «Los franceses en Aragón (s. xi-xiii)», Archivo de Filología Aragonesa, XXVI-XXVII (1980), pp. 7-98. 32 Discursos leídos ante la Real Academia de la Historia en la recepción pública de don Tomás Muñoz y Romero el día 5 de febrero de 1860, Madrid, Imp. y Estereotipia de M. Rivadeneyra, 1860 (= Discursos). 33 Gibert, Rafael. «Tomás Muñoz y Romero», p. 565; García de Valdeavellano, Luis. «Vida y obra de D. Tomás Muñoz y Romero», p. 64. El discurso, que carece de título explícito, es citado de diversas maneras. Gibert lo hace como La necesidad de fomentar el estudio de la Edad Media. Sieteiglesias, marqués de. «RAH. Catálogo», Boletín de la Real Academia de la Historia, CLXXV, cuaderno I (1978), p. 554, lo titula Necesidad de ilustrar con documentos y nuevas investigaciones la Historia de la Edad Media; Fernández Duro, Cesáreo. «Catálogo de los individuos de número de la Real Academia de la Historia desde su creación en 1735 hasta la fecha», Boletín de la Real Academia de la Historia, XXXIII, cuadernos I-III (1898), p. 388 (= Fernández Duro, Cesáreo. Catálogo) y García de Valdeavellano, Luis. «Vida y obra de D. Tomás Muñoz y Romero», p. 49, dan como título De la necesidad de ilustrar con documentos la historia de la Edad Media. Creemos que este es el más correcto, pues así figura en el informe. Incluido en su expediente personal de la Academia que publica Valdeavellano; Ruiz Cabriada, Agustín. Bio-bibliografía, p. 686, da este título y además otro Sobre el origen de la población de los reinos cristianos en la península, el estado de las tierras, la condición social de las clases inferiores, la nobleza y las instituciones generales y locales. Creo que la confusión es evidente. [308]
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gran periodo histórico de los siglos medios […] Aun cuando fuesen justos los ataques que se dirigen contra el largo periodo de diez siglos que comprende la edad media, aun sería su estudio necesario; porque si no, ¿cómo enlazamos los tiempos antiguos con los modernos? Durante él se formaron los reinos cristianos de la Península, su nacionalidad, sus instituciones, la lengua y el carácter de sus habitantes, su literatura y artes. La Península fue, además, una gran parte de aquel periodo, teatro de las heroícas hazañas de nuestros padres en la perseverante lucha que mantuvieron para reconquistar su independencia y arrojar de su suelo a los enemigos de la religión y de la patria. Véase pues, Señores, cómo el estudio de la edad media, califíquese esta como quiera, será siempre para nosotros del mayor interés y de la más grande importancia […].34
En esta obra se puede ver perfectamente al historiador que ha alcanzado ya la madurez donde se aportaban una gran riqueza de planteamientos y se proponían diferentes vías de investigación.Frente a las anteriores publicaciones, en las que primaba ante todo la publicación de documentos, en esta, por el contrario, se perfilan las líneas maestras de la evolución y estado de la cuestión en que se encontraban los temas tratados, basándose en la crítica de lo hecho hasta el momento y sugería además las vías a seguir y los trabajos que se deberían continuar. Es una obra vigorosa, donde casi predominan más las preguntas que las respuestas, y también contundente y desmitificadora en ocasiones, que rompe abiertamente con tradiciones inveteradas transmitidas por los antiguos cronistas que no se sostienen ante la crítica y el análisis de los hechos basados en documentos. Veneración, pues, al documento escrito, principio que va a ser fundamental en toda su obra y el principal ingrediente de la metodología histórica de su época. El trabajo se completaba con tres apéndices sobre cuestiones que a su entender únicamente habían sido esbozados en su Discurso, pero que, sin lugar a duda, necesitaban ser tratados con mayor profundidad y detenimiento. La importancia, el alcance y riqueza de planteamientos que se ofrecían en esta obra no escaparon a Rafael Altamira, cuando refiriéndose al estado de nuestros estudios de historia del derecho en 1909 se lamentaba de que, transcurridos cuarenta y ocho años del Discurso de Muñoz y Romero, las desideratas y las lagunas señaladas por él, en la mayoría de los casos, estaban por resolver.35
Discursos, pp. 5-6. Altamira, Rafael. «Etat actuel des études sur l´histoire du droit espagnol et de l’énseignement de cette science en Espagne», Bulletin Hispanique, XI, n.º 2 (1909), p. 188. 34 35
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Como culminación de su carrera, al ser creado el 28 de marzo de 1866 el Archivo Histórico Nacional, a propuesta de la misma Academia, Muñoz y Romero fue la persona elegida como comisario regio para dirigirlo. Al fin y al cabo, la medida era lógica, pues quién mejor que él para continuar una labor que había comenzado y dirigido personalmente desde la llegada de los primeros fondos monásticos a la Academia en 1850. Pero, desgraciadamente, esta brillante culminación a su carrera no la disfrutaría durante mucho tiempo, ya que el el 17 de octubre de 1867 fallecía, cuando tan solo contaba con cincuenta y dos años de edad y todavía podían esperarse de él grandes trabajos, tales como el Diccionario de las instituciones españolas de la Edad Media, que, según Valdeavellano, se encontraba bastante avanzado cuando le sobrevino la muerte.36 No había transcurrido un año de su nombramiento como comisario regio cuando Muñoz y Romero envió al director de Instrucción Pública un inventario de los libros y un catálogo de las procedencias que existían en el Archivo.37 Pero además conservamos un informe inédito que dirigió al año siguiente al ministro de Fomento. El motivo que parece desprenderse de sus palabras iniciales era llamar su atención sobre el peligro que todavía corrían los documentos procedentes de los archivos monásticos.38 Este informe, que llevaba por título Memoria sobre el Archivo Histórico Nacional, constituye una preciosa síntesis de los antecedentes de la creación del Archivo con la reunión de los fondos monásticos en la Real Academia de la Historia, así como de las labores iniciales de organización archivística allí acometidas. También se ponía como ejemplo lo que se había hecho en la vecina Francia para salvar muchos documentos y qué debería hacerse en nuestro país para evitar más pérdidas.39 Estos detallados informes demuestran una vez más los profundos conocimientos que nuestro autor tenía del archivo recién creado, tan solo concebibles después de largos años dedicados a esta tarea y en los cuales no había lugar para la improvisación. Sin ese contacto previo y continuo con estos fondos no hubieran sido posibles tales informes en tan breve lapso de tiempo que demuestran un conocimiento de primera mano de la documentación.
36 García de Valdeavellano, Luis. «Vida y obra de D. Tomás Muñoz y Romero», pp. 58-59; Gibert, Rafael. «Tomás Muñoz y Romero», p. 566, lo denomina Diccionario de instituciones medievales y Escudero de la Peña, José M.ª. «Necrología. Don Tomás Muñoz y Romero», p. 26, Diccionario de la Edad Media. 37 Véase nota 38 del capítulo V. 38 Oficio de remisión de 15 de febrero de 1867 por el cual Tomás Muñoz y Romero envía al ministro de Fomento la Memoria sobre el Archivo Histórico Nacional. Véase ARCHIVO-BNE. Junta, 14. 39 Ibidem, [fol. 10v.-11r.]. El art. 4 del R. D. de 28 de marzo de 1866 decía que «Por mi Ministro de Fomento, de acuerdo con el de Hacienda, se adoptarán las disposiciones necesarias a fin de que sean trasladados al Archivo Histórico Nacional todos los documentos procedentes de las suprimidas comunidades monásticas que existan en las Administraciones de Hacienda pública y no fueren indispensables para acreditar derechos de propiedad».
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De una breve comparación del Catálogo de procedencias con el Inventario del Archivo Histórico Nacional publicado en 1871, salta a la vista que se trata de la misma obra. La única diferencia es la cifra total de documentos, 97.824 y 97.826, respectivamente. Por ello podemos afirmar que el informe ha sido el antecedente de la publicación impresa aparecida unos años después del fallecimiento del autor, del cual no se menciona en ninguna parte su autoría.40 Pero no nos equivoquemos, no estamos ante una mera relación por orden alfabético de provincias con los monasterios y conventos en cada una de ellas, donde se ofrece el número de documentos que corresponden a cada uno. Se trata de una obra mucho más importante, que ha supuesto previamente la organización de todos estos fondos, independientes unos de otros, pero que dadas las circunstancias que habían sufrido desde la desamortización hasta llegar a la Academia, estaban en la mayoría de los casos mezclados entre sí y desorganizados. De ahí la insistencia que se hacía sobre el término «procedencias», es decir, el conjunto de documentos pertenecientes a una misma institución, en este caso, monasterio o convento, y que debían separarse para proceder posteriormente a su organización.41 Como testimonio elocuente de su gestión en la organización de los fondos son buenos ejemplos los dos índices de los documentos de los monasterios de La Vid y San Millán de la Cogolla, el primero, y sobre San Salvador de Oña, el segundo, publicados ambos antes de ser nombrado comisario regio del Archivo. En el prólogo del primero de ellos, sin duda obra suya, se explicaba el plan de trabajo que se proponía, y se establecían dos secciones con criterio geográfico: la primera para la zona de Castilla y León y la segunda para la Corona de Aragón y Navarra. También se mencionaba la autoría de la obra por Miguel Velasco y Santos, que como ya hemos visto formó junto con Escudero de la Peña el reducidísimo equipo de trabajo que
Se publicaba sin nombre de autor como «Inventario de los fondos o procedencias del Archivo Histórico Nacional con expresión de los documentos que comprenden», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1.ª época, I, n.º 7 (1871), pp. 102-106; n.º 8, pp. 118-124. Se hizo una edición aparte con el título Inventario del Archivo Histórico Nacional, Madrid, Rivadeneyra, 1871. En la nota 1 se dice que «Este inventario se formó a consecuencia del reconocimiento y recuento hecho en fines del año de 1866, después de haber sido declarado público el Archivo. En notas sucesivas iremos dando cuenta de las adiciones y variaciones que han tenido lugar posteriormente. De la sección de códices publicaremos índice aparte». Efectivamente, en años posteriores se fue dando cuenta de los nuevos ingresos, pero no se llegó a publicar nada sobre los códices, que es el Índice manuscrito que se incluye en el informe de Muñoz y Romero. Valdeavellano, desconociendo este informe manuscrito, da por hecho que la publicación impresa es obra suya, aunque se equivoca cuando afirma que «durante el año y siete meses escasos en que fue su Director, redactó ya los primeros inventarios de sus fondos, inventarios que se publicaron en la “Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos”», op. cit., p. 58. 41 Véase lo que decimos anteriormente en la p. 282 y en la nota 54 del capítulo V. 40
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tuvo bajo sus órdenes Muñoz y Romero en la Academia.42 Parece ser que Muñoz y Romero tenía muy avanzado el trabajo para la publicación del índice del monasterio de Sahagún, aunque sería otro alumno suyo, Vicente Vignau, quien finalmente llevará a cabo la tarea.43 Estos índices, tal como se los denominaba en la época, que responderían actualmente más al concepto que tenemos de catálogo, recogen en su inmensa mayoría documentos medievales. Así en el primero, todos los documentos del monasterio de La Vid, 223 en total, pertenecen a los años 1149-1304. En el de San Millán de la Cogolla, sobre un total de 181 documentos de los años 934-1631, 176 corresponden a la Edad Media. Por último, en el de San Salvador de Oña se incluyen 272 documentos comprendidos entre los años 1011-1596, de los cuales 257 son medievales. Es por tanto notorio el mayor interés demostrado hacia esta época, en consonancia con las corrientes historiográficas imperantes en el momento. Al tratar de los orígenes del Archivo Histórico Nacional veíamos que en 1860 fueron destinados provisionalmente seis ayudantes al archivo de la Academia. En la R. O. se establecía que el trabajo que deberían realizar, además de «examinar y extractar los documentos» era formar «en papeletas sueltas un completo y razonado índice geográfico», que Muñoz y Romero calificaba como «Nomenclátor Geográfico de la Edad Media, que no posee todavía ninguna nación».44 Como era natural, Muñoz y Romero fue el encargado de dirigir estos trabajos. Con su peculiar perspicacia para analizar los problemas, se dio perfecta cuenta de que aun siendo muy importantes y valiosos los fondos conservados en el archivo de la Academia, estos no eran suficientes para dar a la obra la perfección necesaria, teniendo que
42 Véase la nota 931. La organización de esta obra se hacía con el criterio siguiente, Sección Primera: donaciones, privilegios y otros documentos de los reyes e infantes de Castilla. Sección Segunda: Bulas y breves de los Papas, letras apostólicas de la Curia romana y otros documentos de carácter puramente eclesiástico. Sección Tercera: Donaciones, escrituras de compraventa, cartas de cambio, de enajenación y deslinde y otros documentos de índole particular. Es la división que hoy hemos heredado en las series de pergaminos del Archivo Histórico Nacional, denominadas como documentos reales, eclesiásticos y particulares. 43 Sobre ello volveremos cuando tratemos de Vicente Vignau y Ballester. 44 Muñoz y Romero, Tomás. Memoria sobre el AHN, [fol. 4v.]. Sobre los trabajos específicos realizados y los modelos de papeletas que hacían, puede verse una muestra en AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA, 6546-3. Sobre la importancia de estos documentos para la formación de un diccionario geográfico de España en la Edad Media hacía mención también Pascual de Gayangos en una carta de 3 de enero de 1851 dirigida desde Pamplona a la Academia. Publican la carta Álvarez Ramos, Miguel Ángel y Álvarez Millán, Cristina. Los viajes literarios de Pascual de Gayangos, pp. 305-306. La enumeración de todas estas entidades administrativas que se citan nos recuerda a los criterios que guiaron el Diccionario Geográfico de España de la Real Academia de la Historia en la segunda mitad del siglo xviii.
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ampliarse la búsqueda de documentos a otros archivos, como los «generales, provinciales y municipales, y en los de las iglesias y magnates».45 El trabajo se inició con la formación de los indices de los monasterios de San Victorián de Asán, Santa María de Veruela, San Benito de Huesca, Montearagón y Piedra, realizando al mismo tiempo las papeletas para el nomenclátor, trabajo lento y difícil, y no exento de dificultades a la hora de identificar muchos de los topónimos que aparecían en los documentos. Sobre la técnica para confeccionar las papeletas de los índices, Muñoz y Romero nos ofrecía unas indicaciones precisas que sin duda establecieron las bases para hacer los regestos en los catálogos de documentos medievales y que se plasmarán finalmente en las normas de la Escuela de Estudios Medievales de 1944.46 La importancia fundamental que para el desarrollo de los estudios medievales tenían estos documentos conservados en los archivos monásticos quedaba resaltada perfectamente, de hecho, constituían la principal cantera para sus estudios.47 Entre los documentos monásticos hay que destacar la importancia que Muñoz concedía a los cartularios, a semejanza de lo que ocurría en la vecina Francia por influencia sin duda de los trabajos de Benjamin Guérard,48 profesor de paleografía y diplomática en la École des Chartes de 1836 a 1848, a quien por orden gubernamental le fue encomendada la misión de iniciar la publicación de varios cartularios que realizó con la ayuda de sus alumnos. Así, en 1840 publicó el Cartulaire de l’abbaye de Saint-Père de Chartres y en 1841 el Cartulaire de l’abbaye de Saint-Bertin, continuados por el Cartulaire de l’église Notre-Dame de Paris en 1850 y el Cartulaire de la abbaye de Saint-Victor de Marsella, el cual no llegó a ver terminado al sorprenderle la muerte, siendo finalizado por sus alumnos. En la introducción del primero se exponían las posibilidades que este tipo de fuente tenía para el estudio de la condición y bienes de las personas y, por tanto, para el estudio social y económico de la Edad Media. Coincidía plenamente con las ideas expuestas anteriormente por Muñoz y Romero, el cual sin duda estaba al tanto de estas novedades, pues conocía y había manejado alguna de sus obras, como lo demuestran las citas en una de sus obras.49
Muñoz y Romero, Tomás. Memoria sobre el AHN, [fol. 4v.]. Ibidem, [fol. 5v-6r.] 47 Ibidem, [fol. 9v-10v.] 48 «[…] fonde sur les documents diplomatiques une histoire nouvelle, plenament sociale, et reposant sur l’étude précise des conditions économiques et institutionelles de la vie des populations du Moyen Âge», Le Pottier, Jean. «Recherches et document: sur la erudition et le rôle de l’erudition médiévale dans l’historiographie française du xixe siècle», en Ecole Nationale des Chartes. Positions des thèses soutenues par les élèves de la promotion 1979 pour obtenir le diplôme d’archiviste paléographe, Paris, Droz, 1979, p. 78. 49 Muñoz y Romero, Tomás. Del estado de las personas, pp. 70 y 78. Las obras de Guérard son «De l’etat de les personnes dans la monarchie des francs», Revue des Deux Mondes, XIX (1839), pp. 195-212 y Cartulaire de la 45 46
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Muñoz continúa refiriéndose a las limitaciones y carencias de la historia tal como se venía haciendo en el momento, transmitiendo las informaciones aportadas por los cronistas que se copiaban unos a otros sin acudir a los archivos, lo cual daba como resultado una historia en la que los grandes personajes y los acontecimientos eran los únicos protagonistas.50 Para remediar esta situación solicitaba la actuación del Gobierno para la protección y conservación de los archivos y el fomento del estudio de las ciencias auxiliares, clara alusión creemos a la Escuela de Diplomática, con nueve años ya de existencia pero que no recibía por parte del Estado las atenciones necesarias. Nosotros añadiríamos que, independientemente de la falta de protección oficial tal como se hizo con la École de Chartes, faltaba también arraigo de este tipo de estudios en la vida intelectual española del momento.51 La obligación de la Administración de velar por la conservación de los archivos debía entenderse también en procurar su aumento con todos aquellos que, sin depender de ella y debido a su interés para la historia nacional, no estuviesen bien atendidos y corriesen el riesgo de perderse, como era el caso de los pertenecientes a las órdenes militares, donde se custodiaban muchos documentos importantes para el conocimiento de nuestra Edad Media.52 No quedaría completa la figura de Muñoz y Romero si no hiciésemos mención a su labor en la Escuela Superior de Diplomática desde su creación en 1856. El prestigio de que gozaba en los círculos académicos y oficiales fue, sin lugar a duda, motivo para llamarle a desempeñar una cátedra en dicha escuela. Por R. O. de 8 de octubre de 1856 fue nombrado catedrático en comisión de «Paleografía crítica», obteniendo al año siguiente la cátedra de dicha asignatura en propiedad (R. O. de 30 de septiembre de 1857).53 Por motivos de incompatibilidad tuvo que dejar su puesto en la Academia, aunque esto no significaría una separación de la misma, pues siguió frecuentándola para continuar investigando entre sus ricos fondos.
abbaye de Saint-Pierre de Chartes, Paris, Imprimerie de Crapelet, 1840. 2 t. Sobre sus trabajos en este campo, véase Livre du centenaire, I, pp. CXI-CXII. No obstante, su labor pionera como editor de cartularios, sus ediciones en opinión de Tessier, «ne répondent plus aux exigences des érudits modernes». Véase Tessier, Georges. «Diplomatique», en L’Histoire et ses méthodes, Paris, La Pleyade, 1961, p. 650. 50 Muñoz y Romero, Tomás. Memoria sobre el AHN, [fol. 10v.-11r.] 51 Las preocupaciones de Muñoz y Romero en este aspecto, creo que se reflejan también en las palabras de Monlau cuando dice que «La Escuela, y el Cuerpo que con los alumnos de ella salidos se reemplaza, no demandan más que protección, y tiempo, para dar sus frutos. Otra cosa necesaria también, y es que sea conocida su historia, y que sepa todo el mundo cuál es el objeto y fin de sus minuciosos estudios y pacientes labores», Reglamento de la Escuela Superior de Diplomática, p. 22. La cursiva es del autor. 52 Ibidem, [fol. 12r.-12v.] 53 AGUCM. Escuela de Diplomática. Expediente de profesor, 32-28. [314]
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De su labor como catedrático en la Escuela Superior de Diplomática no sabemos prácticamente nada, a excepción de un programa manuscrito inédito que nos ha dejado de la asignatura allí impartida firmado de su puño y letra el 24 de mayo de 1860.54 La inexistencia de manuales de esta materia en España por aquellas fechas hace de este programa manuscrito un documento precioso para conocer cuáles eran la concepción y el alcance que esta tenía para su autor y por extensión de su estado en nuestro país. En él llama la atención la denominación que se daba a la asignatura, «Paleografía crítica», que junto con la «Paleografía general» impartida por Juan de Tro, equivaldrían actualmente a lo que nosotros entendemos como diplomática y paleografía, respectivamente. Como luego veremos, ambas asignaturas terminaron refundiéndose en una sola. Muñoz y Romero fue la primera persona que se interesó por el estudio de la sigilografía en nuestro país de una forma sistemática,55 aunque de tales aficiones solo nos ha dejado un artículo consagrado a los sellos de Ramón Berenguer IV, basado en dos ejemplares conservados entre los pergaminos de Poblet del Archivo Histórico Nacional y que dio a conocer por primera vez. En él ponía de manifiesto que la sigilografía no se había estudiado en España hasta que se impartió en la Escuela Superior de Diplomática.56 La aportación más decisiva de Muñoz y Romero en este campo radicó en la formación de la colección de improntas, base de la futura Sección de Sigilografía del Archivo
54 Programa de la asignatura de Paleografía crítica en la Escuela Superior de Diplomática. AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA, 6084. Conservamos otro programa impreso de esta asignatura, que lleva la fecha de 30 de mayo de 1864. Es el siguiente, «Paleografía crítica», en Universidad Central. Escuela Superior de Diplomática. Segundo año de la carrera. [Programas], [Madrid, Universidad Central, 1865], pp. 1-6. Cotejado con el ejemplar manuscrito que comentamos observamos que es prácticamente idéntico, salvo algunos cambios puntuales en los temas, que siguen siendo 78. La única diferencia es que mientras en el ejemplar manuscrito los 20 temas dedicados a la sigilografía forman los temas 20 a 40 del mismo, en el impreso se han colocado al final bajo la rúbrica de sigilografía, que son los temas 58 a 78. 55 «La sigilografía o ciencia de la descripción y estudio de los sellos es, por otra parte, uno de los filones más recientemente abiertos a la exploración arqueológica, hasta el punto de que apenas si tiene aun el nombre oficial reconocido. En España, además, fuera de la importante colección de improntas y calcos que, a fuerza de desvelos y sacrificios, llegó a reunir el malogrado profesor de la Escuela de Diplomática, nuestro inolvidable maestro el Sr. Don Tomás Muñoz Romero, y que hoy poseen sus herederos, nadie, que sepamos, se ha ocupado hasta ahora sistemática y ordenadamente de tan importante ramo. Solo tenemos, pues, teorías incompletas y datos sueltos, que la aficción y la experiencia se encargarán de desarrollar», Escudero de la Peña, José M.ª. «Sellos reales y eclesiásticos. Reinados de don Alfonso X y don Sancho IV», Museo Español de Antigüedades, t. II (1873), p. 543 (= Escudero de la Peña, José M.ª. «Sellos reales y eclesiásticos»). 56 Muñoz y Romero, Tomás. «Sellos del conde de Barcelona D. Ramón Berenguer IV», El Arte en España. Revista Mensual de Arte y Literatura, 4 (1866), p. 172.
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Histórico Nacional,57 que además de servir para sus clases en la Escuela de Diplomática puso las bases y fue el acicate para futuros estudios sobre la materia. ¿De dónde le vino la idea de formar esta colección de improntas? Es muy posible que de Francia. Allí, siendo directores de los Archivos Nacionales Daunou, Letronne y De Chabrier sucesivamente se creó un Museo Sigilográfico a partir de improntas o reproducciones en escayola de los originales. Su magnitud era tal que, en 1857, bajo la dirección del conde de Laborde, se clasificaron y organizaron las más de 15.000 reproducciones de sellos existentes por entonces y que dio lugar a la publicación de una gran obra58 donde se daba a conocer casi toda la colección. Esta última faceta de Muñoz como profesor de la Escuela de Diplomática y de comisario regio al frente del Archivo Histórico Nacional, con las tareas burocráticas anejas a tales funciones, le robaron tiempo para ofrecernos alguna obra más de las que tenía en proyecto y que casi con toda certeza hubieran continuado arrojando nuevas luces y trazando caminos para sus sucesores. Como contrapartida, las directrices por él sembradas en el Archivo Histórico Nacional fueron recogidas por algunos de sus más aventajados alumnos y sus sucesores, manteniendo viva su labor después de su temprano fallecimiento. Afortunadamente, su desaparición no supuso la de su obra. Por cuestiones del azar histórico, Muñoz y Romero, el miliciano y abogado de los tribunales, fue a parar a la
Así lo recordaba en 1890 Ferrán de Sagarra, uno de nuestros escasos especialistas en sigilografía, Sagarra y de Siscar, Fernando de. [La Sigilografía, parte de la arqueología y auxiliar de la Historia]. Discursos leídos ante la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona en la recepción pública del Sr. D. Fernando de Sagarra y Siscar el día 15 de junio de 1890, Barcelona, J. Jepús y Roviralta, 1890, p. 269. En nuestros días, Guglieri, Araceli. «Origen de la sección de Sigilografía del Archivo Histórico Nacional y los sellos municipales», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, LXXIII, n.º 2 (1966), pp. 321-334 (= Guglieri, Araceli. «Origen de la sección de Sigilografía»); Carmona de los Santos, M.ª Auxiladora. «Las colecciones de sellos del Archivo Histórico Nacional», en De sellos y blasones. Sigiloheráldica para archiveros, Sevilla S & C, 1996, pp. 77-97 (= Carmona de los Santos, M.ª Auxiladora. «Las colecciones de sellos»). Un especialista italiano como Bascapé también dice que «il Muñoz y Romero diede inizio alla metodica raccolta ed all’ordinamento dei sigilli spagnoli nell’Archivio storico nazionale», Bascapé, Girolamo C. «Storia della Sigilografía», Archivi, 21 (1954), pp. 191204. Forma el capítulo primero de su obra La Sigillografia. Il sigillo nella Diplomatica, nel diritto, nella storiografia nell’arte, Milán: Giuffrè, 1969, v. I, p. 42. 58 Doüet d’Arcq, Louis Claude. Collection des sceaux, Paris, Henri Plon, 1863-1868. 3 v. Las cien primeras páginas del primer volumen constituyen un verdadero tratado de sigilografía: Éléments de Sigillographie tirés de la Collection des Sceaux des Archives de L’Empire. El conde Laborde, en el prefacio, explica el modo de obtener los vaciados, pp. 25-27; Musée des Archives Nationales. Documents originaux de l’Historie de France exposés dans l’Hotel Soubise, publié par la Direction Générale des Archives Nationales, Paris, Plon, 1872, p. V. Sobre los orígenes de la sigilografía en Francia y su evolución, puede consultarse el trabajo de Nielen, MarièAdélaide. «Colecciones y estudios siglográficos en Europa: el caso de Francia», en Estudio y conservación de sellos en cera: encuentro sigilográfico: Nájera, 14-18 de octubre de 2002, Logroño, Patronato Santa María la Real de Nájera, 2005, pp. 37-50. 57
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Academia de la Historia, hecho trascendente en su vida como muy bien destaca Valdeavellano.59 Por tanto, y a tenor de todo lo anteriormente expuesto, creemos que es justo calificar a Tomás Muñoz y Romero como nuestro primer medievalista y el primero que en el Archivo Histórico Nacional se dedicó a esta especialidad. Tres discípulos suyos, Toribio del Campillo, José M.ª Escudero de la Peña y Vicente Vignau y Ballester, fueron importantes archiveros y profesores también de la Escuela Superior de Diplomática. De estos dos últimos nos ocuparemos inmediatamente. Más alejados en el tiempo, pueden considerarse igualmente herederos científicos de su obra Eduardo de Hinojosa y su discípulo Galo Sánchez, que fue el continuador de la obra de Muñoz en el tema de los fueros municipales.60 2. Los discípulos de Muñoz y Romero en el Archivo Histórico Nacional: José M.ª Escudero de la Peña y Vicente Vignau y Ballester Muñoz y Romero aunque no formó escuela en el sentido actual de la palabra, sí que influyó profundamente en el grupo de personas que trabajaron directamente con él en la organización de los fondos monásticos de la Academia de la Historia. Fruto de estas labores fueron los dos índices ya mencionados, cuyas pautas vendrían marcadas por el director de los trabajos, que a la sazón lo era él mismo. Por tanto, como tales discípulos, podríamos considerar a todos los que trabajaron bajo sus órdenes hasta 1867, fecha de su fallecimiento, aunque entre los más directos tenemos que mencionar a Toribio del Campillo, José María Escudero de la Peña y Vicente Vignau y Ballester, los tres fueron archiveros de renombre, profesores igualmente de la Escuela Superior de Diplomática61 y miembros todos ellos del primer equipo fundador y director de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos. Nos centraremos en los dos últimos, que son los que trabajaron en el Archivo Histórico Nacional. Sin poder definirlos estrictamente como medievalistas demostraron en sus publicaciones un interés y dedicación preferente hacia esta época. Nos referimos
59 «Si Muñoz no hubiese pasado gran parte de su vida en la biblioteca de la Real Academia de la Historia no habría sido posible, sin duda, la renovación de los estudios histórico-jurídicos en España, porque fue él quien puede decirse que asentó los cimientos para esa renovación y quien puso a la disposición de los investigadores modernos las fuentes que permitieron iniciar, sobre seguras bases, los estudios de Historia social de España en la Edad Media y, en general, los de Historia de las instituciones medievales», García de Valdeavellano, Luis. «Vida y obra de D. Tomás Muñoz y Romero», p. 12. 60 Gibert, Rafael. «Tomás Muñoz y Romero», p. 567. 61 Hinojosa, Eduardo de. Hinojosa, Eduardo de. Historia general del derecho español, p. 42, nota 1. Creemos que Hinojosa es el primero en mencionar a los discípulos de Muñoz, y después lo han venido repitiendo Crespo, Carmen. «Los primeros cien años del AHN», p. 297; Gibert, Rafael. «Tomás Muñoz y Romero», p. 567.
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a José María Escudero de la Peña y Vicente Vignau y Ballester, ambos trabajaron desde el primer momento con Muñoz y se formaron en la Escuela Superior de Diplomática. Este hecho es importante, pues supone la llegada al Archivo Histórico Nacional del primer personal con una formación específica en las ciencias auxiliares de la historia y orientado especialmente por la formación allí recibida hacia los estudios sobre la Edad Media. Ambos siguieron una trayectoria muy semejante en muchos aspectos, como se va a tratar con mayor detalle a continuación. Escudero sufrió una cierta decepción al no ver colmadas sus aspiraciones a la dirección del Archivo Histórico Nacional y terminó su carrera como director del Archivo Central de Alcalá. La carrera de Vignau, sin embargo, fue una sucesión de éxitos y reconocimientos a su trabajo, jubilándose como director del Archivo Histórico Nacional. 2.1. José M.ª Escudero de la Peña62 Son muy pocos los datos que tenemos sobre su vida. De sus estudios realizados tan solo sabemos por su expediente académico de la Universidad Central, que realizó cuatro cursos de la carrera de Filosofía entre los años 1845-1849. Sus inicios profesionales no tuvieron nada que ver con lo que luego sería su ocupación, los archivos. Entre 1853 y 1856 fue director de la Casa de Dementes de Leganés.63 Había estudiado Paleografía en la cátedra de la Sociedad Económica Matritense. En la Escuela Superior de Diplomática formó parte de la primera promoción, obteniendo su título el 15 de julio de 1859.64 Estos estudios, sin duda, despertarían su interés por el mundo de los archivos y serían decisivos en su futura carrera profesional. Así, el 18 de marzo de 1857 obtuvo una plaza de auxiliar en la Biblioteca Nacional para efectuar «trabajos extraordinarios». Al mes siguiente, el 15 de abril de 1857 ganó mediante oposición una de las dos plazas para auxiliar paleógrafo en el archivo de la Real Academia de la Historia.65 Allí formó parte del grupo de personas que, bajo el mando de Muñoz y Romero, llevaba a cabo las labores de clasificación y formación de índices de los documentos procedentes de los monasterios y conventos suprimidos.66 Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «Escudero de la Peña, José M.ª», en Diccionario Biográfico Español, Madrid, Real Academia de la Historia, v. XVII, 2011, pp. 602-603, donde se recoge la bibliografía anterior. 63 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios, 31/6514. Villasante, Olga. «Las instituciones psiquiátricas madrileñas en el periodo de entre siglos. Asistencia pública frente a sanatorios privados», Frenia, V-1 (2005), p. 81, nota 56. 64 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA, 6542-13. 65 Para más detalles, véase lo anteriormente expuesto en pp. 274 y ss. 66 Para más detalles, véase pp. 311-312. La participación de Escudero en los Índices es recordada también por Vignau en su Discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia. Véase nota 142, p. 31. 62
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En la Escuela Superior de Diplomática fue un alumno brillante, pues en 1859 consiguió una de las dos pensiones de cuatro mil reales anuales establecidas en el art. 42 del Reglamento para los alumnos más sobresalientes, con una duración de tres años.67 Su trabajo consistía en «auxiliar a los profesores y desempeñar los trabajos que la Academia de la Historia les encargare con la aprobación del Gobierno de S. M.» (art. 45).68 El trabajo, pues, era el mismo que había venido desempeñando como auxiliar paleógrafo en el archivo académico. Su situación era inmejorable, sin duda, para abrirle las puertas hacia la enseñanza y los archivos. Por las fechas de sus estudios podemos saber quiénes fueron sus maestros. En la Sociedad Económica Matritense tuvo como profesor a Juan de Tro y Ortolano. En la Escuela de Diplomática, donde formó parte de la primera promoción como acabamos de ver, sus profesores fueron los que inauguraron la Escuela, Felipe Monlau en «Latín de los tiempos medios», Cayetano Rosell en «Clasificación y arreglo de archivos y bibliotecas», Santos de Isasa en «Historia de España e instituciones de la Edad Media», Juan de Tro en «Paleografía general» y Tomás Muñoz y Romero en «Paleografía crítica y literaria». Coincidiría de nuevo con Juan de Tro, al cual se refiere en un trabajo como maestro69 y con el que volverá a encontrarse, como veremos enseguida, al igual que con Muñoz y Romero, en el Archivo Histórico Nacional. Obtuvo la primera plaza en el concurso del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos como ayudante de 3.er grado, en virtud de la R. O. de 1 de febrero de 1860 para cubrir seis vacantes en el Archivo General Central.70 Como este centro estaba realizando obras de remodelamiento, Escudero y sus otros cinco compañeros, entre los cuales estaba también Vignau, continuaron trabajando entretanto en la Academia en la confección del «índice geográfico de la Edad Media». A finales de 1860 llegó el momento de incorporarse a su destino al Archivo General Central, aunque por breve tiempo, pues el 26 de febrero de 1862 pasó a prestar sus servicios en la Junta Facultativa de Archivos, Bibliotecas y Museos.71 Es muy posible que Muñoz y Romero interviniese para vincularlo a la Escuela Superior de Diplomática como encargado de los ejercicios prácticos. El caso es que en
AGUCM. Escuela de Diplomática. Expediente de alumno, 1-28. «Reglamento de la Escuela Superior de Diplomática aprobado por Real Decreto del 11 de febrero de 1857», en Reglamento de la Escuela Superior de Diplomática, p. 47. 69 Véase obra citada en nota 114, p. XV. 70 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA, 6542-13. 71 Comunicación de González Vera del traslado de José M.ª Escudero a la Junta Facultativa en virtud de la R. O. de 7 de febrero de 1862. Véase AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios, 31/6514. 67 68
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el curso 1862-1863 ya desempeñaba estas funciones en las asignaturas de «Paleografía crítica» —no hay que perder de vista que el catedrático de la asignatura era Muñoz y Romero— y de «Arqueología» y «Numismática». Dos años después, el 7 de diciembre de 1865, es nombrado profesor interino de la cátedra de «Numismática», pasando a desempeñarla en propiedad por R. O. de 10 de abril de 1866. A la muerte de su maestro Muñoz y Romero, se le designa catedrático interino de «Paleografía» (R. O. de 28 de octubre de 1867) y, poco después, en propiedad (R. O. de 4 de febrero de 1868).72 Lo que parece fuera de toda duda es la buena formación paleográfica que tenía Escudero de la Peña, aprendida y practicada desde el primer momento en su trabajo sobre los documentos y que unido a su brillante currículum en la Escuela llevarían a Muñoz y Romero a fijarse en él. Su llegada al Archivo Histórico Nacional tuvo lugar por R. O. de 1 de abril de 1867. De nuevo la mano de Muñoz y Romero había actuado por detrás para traer junto a él a su querido discípulo, quien mediante escrito dirigido al director general de Instrucción Pública con fecha de 28 de marzo de 1867 alegaba que para realizar la tarea de publicación de los índices del Archivo Histórico Nacional era necesario contar con él, para lo cual solicitaba que se le agregase a la plantilla del Archivo desde la Junta Facultativa, donde estaba destinado en este momento.73 Escudero de la Peña se incorporó al Archivo Histórico Nacional y continuó desempeñando también sus servicios en la secretaría de la Junta Facultativa. Sin embargo, no debía de estar del todo clara su situación administrativa, puesto que por otra R. O. de 11 de marzo de 1868 se comunicaba al director del Centro, que se le agregaba con carácter de interino a la Sección de Archivos, con destino en el Archivo Histórico Nacional, «donde podrá ocuparse de la formación del índice de cartularios que se guardan en dicho archivo».74 Este último dato tiene especial relevancia para nosotros, ya que pone de manifiesto el interés que Muñoz y Romero tenía en que Escudero de la Peña llevara a cabo un trabajo tan concreto, la realización del índice de cartularios del Archivo, tarea para la cual estaba plenamente cualificado por su formación. Esta situación de interinidad finalizó al producirse una vacante de oficial de 2.º grado en la Sección de Archivos y corresponderle por antigüedad a Escudero, que
AGUCM. Escuela de Diplomática. Expediente de alumno, 1-28 y AGUCM. Escuela de Diplomática. Expediente de profesor, 32-9. 73 Junto con la propuesta de Muñoz y Romero se conserva también la minuta de la R. O. de 1 de abril de 1867 autorizando la petición. Véase AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios, 31/6514. 74 AHN.SECRETARÍA. Expediente personal de D. José María Escudero de la Peña, C. 188. 72
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figuraba entretanto en la Sección de Museos en el Museo Arqueológico Nacional.75 Desde el 29 de septiembre de 1869 quedó adscrito a la plantilla del Archivo Histórico Nacional como profesor de la Escuela Superior de Diplomática. De todas estas circunstancias se puede deducir que Muñoz Romero se convirtió en su principal mentor en el Archivo. Al fallecimiento de Sanz Pérez, sucesor de Muñoz Romero al frente del Archivo Histórico Nacional, fue nombrado en su cargo Luis de Eguílaz, autor dramático, que por motivos de salud se ausentaba del Archivo con frecuencia, en las que Escudero de la Peña desempeñaba la jefatura accidental, hasta su fallecimiento en 1874.76 Juan de Tro, rehabilitado y que se hallaba en situación de excedente, fue nombrado director por segunda vez para sucederle, aunque de nuevo por poco tiempo, pues no llegó a ocupar el cargo ni un año. El nombramiento de González Vera, director en aquellos momentos del Central de Alcalá, para la dirección del Histórico Nacional al año siguiente, es muy posible que le decidiese a trasladarse al Archivo General Central de Alcalá de Henares el 15 de octubre de 1875, al ver fracasadas sus esperanzas de llegar a ser director del Archivo Histórico Nacional. Lo lograría, no obstante, en su nuevo destino en 1882, desempeñando la dirección hasta su muerte en 1883. Como se ha indicado anteriomente, Escudero de la Peña fue profesor de la Escuela Superior de Diplomática nada más acabar sus estudios en la misma. Allí impartió varias asignaturas, aunque fue la «Paleografía» la que centró sus esfuerzos y en la que obtuvo su cátedra. Se conserva un programa manuscrito inédito de 187577 que nos sirve para hacernos una idea, como en el caso de Muñoz Romero, del contenido y de las directrices en la enseñanza de la materia. Justo hasta el año en que Escudero obtuvo la cátedra, la paleografía se enseñaba en la Escuela dividida en dos asignaturas, «Paleografía general» y «Paleografía crítica», impartida en dos años sucesivos. Pero a partir del curso 1868-1869 ambas asignaturas se refundieron en una sola que pasó a denominarse «Paleografía general y crítica».
75 «Pasó fugazmente por el Museo Arqueológico desde el 1 de julio de 1867 al 29 de octubre de 1868, fecha en que fue trasladado al Archivo Histórico Nacional». De estas palabras parece desprenderse que estuvo en este Museo. Creo que tan solo se trató de una mera adscripción por necesidades de ajustes de plantillas. Véase Marcos Pous, Alejandro. «Origen y desarrollo del Museo Arqueológico Nacional», en De Gabinete a Museo. Tres siglos de historia (Museo Arqueológico Nacional, abril-junio 1992), Madrid, Ministerio de Cultura, 1992, p. 43. Véase Escalafón del Cuerpo Facultativo de Bibliotecarios, Archiveros y Anticuarios en 1.º de octubre de 1867, Madrid, Imprenta del Colegio de Sordo-Mudos y de Ciegos, 1867, p. 13. 76 Crespo, Carmen. «Los primeros cien años del AHN», pp. 298-299. 77 Escuela de Diplomática. Programa de la asignatura de Paleografía general y crítica. Va firmado por José María Escudero de la Peña. Madrid, 29 de abril de 1875. AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA, 8064.
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El motivo de tal ajuste se debió al R. D. de 21 de noviembre de 1868 por el que se reestructuraron las enseñanzas de la Escuela, que coincidió con el cese de Juan de Tro, encargado hasta ese momento de la enseñanza de la «Paleografía general». Desde 1871 en esta cátedra se explicaría también lo «relativo a la historia, clasificación y arreglo de archivos, que estaba comprendido en la clase de Bibliografía».78 El programa de Escudero de la Peña recogía ya estos cambios. Durante el curso 1874 a 1875 impartió también la asignatura de «Paleografía práctica» para los alumnos del Notariado de la Universidad Central.79 Escudero de la Peña no publicó muchos trabajos, la inmensa mayoría fueron pequeños artículos. Sus intereses se centraron fundamentalmente en la publicación de documentos, como resultado de descubrimientos durante su trabajo cotidiano y que por su curiosidad o importancia decidía darlos a la luz. Esta práctica era muy frecuente en esta época de acumulación y organización de fondos en los archivos, donde la obsesión por la publicación de documentos inéditos llenaba muchas páginas de las revistas históricas. Su primera obra fue una pequeña monografía publicada en 1868 sobre la historia de la provincia de Guadalajara, incluida en la obra colectiva Crónica general de España, dirigida por Cayetano Rosell.80 En su confección no se utilizaron fuentes archivísticas, sin embargo, puede considerarse como la primera obra moderna sobre la provincia. Al año siguiente, en 1869, publicó un artículo para dar a conocer las riquezas que estaban llegando al Archivo Histórico Nacional, creado hacía pocos años, siendo, por tanto, poco conocido entre los estudiosos.81 Desde el inicio de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos fue colaborador asiduo de la misma. En ella publicó fundamentalmente transcripciones de documentos sin ningún tipo de comentario, procedentes del
Véase Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, I, n.º 2 (1871), p. 25. AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios, 31/6514. 80 «Crónica de la provincia de Guadalajara», en Cayetano Rosell (dir.), Crónica general de España, Madrid, Rubio, Grilo y Vitturi, v. VII, 1868. Esta obra ha sido objeto de una reedición en Guadalajara el año 1994 con un prólogo de Emilio Cobos y Antonio Herrera. En opinión de los prologistas «Puede ser considerada la primera historia de nuestra provincia escrita con metodología y perspectiva modernas. Tanto los temas de arqueología e historia antigua, como los aspectos medievales y evolutivos de los más importantes núcleos de población de Guadalajara, son tratados con meticulosidad y rigor por este autor. Hay que tener en cuenta que cuando Escudero escribía su obra no existían todavía ninguna de las obras que posteriormente han sido consideradas clásicas en la historiografía alcarreña, por lo que su papel de pionero debe ser reconocido y encomiado», «El Autor y la Obra», s.p. 81 Escudero de la Peña, José M.ª. «Archivo Histórico Nacional», Boletín-Revista de la Universidad de Madrid, II, n.º 2 (1869), pp. 65-79. Este es que sepamos el único trabajo suyo publicado en esta revista. 78 79
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Archivo Histórico Nacional,82 Archivo Municipal de Madrid,83 Archivo de la Catedral de Toledo,84 Archivo del Palacio Real85 y biblioteca de El Escorial.86 En esta misma revista colaboró también en la sección de respuestas a preguntas de los lectores sobre el significado que tenían algunas palabras o expresiones que figuraban en los docu mentos,87 semejante a lo que hacía la revista El Averiguador.88 Hay una serie de trabajos, que podríamos denominar de investigación, publicados todos ellos como artículos de revistas, que consideramos como las mejores aportaciones de Escudero de la Peña. Por su temática estaban en estrecha relación con la asignatura que impartía en la Escuela Superior de Diplomática y podemos agruparlos en dos bloques. Uno sería el dedicado a la sigilografía, donde enseguida se nos viene a la mente la posible influencia de su maestro Muñoz Romero. A este tema consagró tres artículos de carácter monográfico. El primero de ellos apareció en 1873 y versaba sobre estudio de los sellos reales y eclesiásticos durante el reinado de Alfonso X y Sancho IV conservados en el Archivo
82 «Fianza personal en el siglo xiv», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, I, n.º 15 (1871), pp. 236-237 (AHN.CLERO. Documentos procedentes de la catedral de Toledo); «Fianza personal en el siglo xiii», ibidem, I, n.º 16 (1871), pp. 253-254 (AHN.CLERO. Documentos procedentes de la catedral de Toledo); «Súplica hecha al Papa Juan XXII para que absolviese al rey de Castilla don Alfonso X del juramento de no acuñar otra moneda que los dineros prietos», ibidem, II, n.º 4 (1872), pp. 58-60 (AHN.CLERO. Documentos procedentes de la catedral de Toledo V.12-1-9). 83 «Acuerdos notables del Ayuntamiento de Madrid en el siglo xv», ibidem, I, n.º 2 (1871), pp. 29-30 (Son dos acuerdos referentes a Sancho Odero, dispensándole del pago de todo tributo por haber salvado a doce hombres en el río Manzanares. Libro de Acuerdos, n.º 1, fol. 130v. y n.º 2, fol. 287); «Fiestas del Corpus en Madrid (siglo xv)», ibidem, I, n.º 8 (1871), pp. 124-126 (Libro de Acuerdos, n.º 1, fol. 24 y n.º 2, fol. 254v. y ss.). 84 «Privilegio otorgado por Alfonso VIII a la catedral de Toledo para la construcción de hornos de teja y ladrillo. Año 1173», ibidem, I, n.º 21 (1871), pp. 333-334 (Archivo de la catedral de Toledo). 85 «Carta de abogado: siglo xv», ibidem, I, n.º 18 (1871), pp. 285-286: «Tomamos este documento de un importantísimo códice, conservado en la Biblioteca del Palacio Real de Madrid, S. 2, est. Ll, plut. 2 y que contiene un formulario de cartas y mercedes del reinado de D. Juan II de Castilla y los principios del de Enrique IV». 86 «Bula de Clemente VII en favor de los judíos», ibidem, II, n.º 13 (1872), p. 209: «Tomamos este documento de un curiosísimo formulario del siglo xiv que se guarda en la biblioteca de El Escorial». 87 «Enrique viejo», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, I, n.º 4 (1871), pp. 49-50; «Pauo [Acepción de esta palabra]», ibidem, I, n.º 7 (1871), p. 111; «Trato de cuerda» [Explicación de esta frase], ibidem, I, n.º 7 (1871), p. 111-112; «Anathema marenata o maranata» [Significación de esta fórmula], ibidem, I, n.º 12 (1871), p. 192 y n.º 19, p. 304; [«Origen paleográfico de la letra ñ»], ibidem, I, n.º 13 (1871), p. 208; «Alíala» [Etimología], ibidem, II, n.º 7 (1873), pp. 111-112; «Baldosa o Valdosa», ibidem, I, n.º 8 (1871), p. 128; «Alboroque» [Etimología], ibidem, III, n.º 8 (1873), p. 127; «Ojiva u ojiba», ibidem, III, n.º 13 (1873), p. 208; «Esclavo» [Etimología], ibidem, III, n.º 15 (1873), p. 240; «Ataifores» [Significado de esta palabra], ibidem, III, n.º 17 (1873), p. 272. 88 Esta curiosa revista llevaba como subtítulo Semanario de Artes y Letras y medio de comunicación entre los curiosos y aficionados a toda clase de conocimientos. Se publicó en Madrid en 1867, 1868, 1871 y 1876. En 1879 volvió a aparecer de nuevo con el título El Averiguador Universal. Correspondencia entre curiosos, literatos, anticuarios. Revista quincenal de documentos y noticias interesantes, publicándose hasta 1882.
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Histórico Nacional.89 El autor destacaba la importancia del primero a causa de ser el primer ejemplar completo conocido de este monarca hasta entonces.90 Concluía con unas breves digresiones sobre la importancia de la sigilografía, que es «uno de los filones más recientemente abiertos a la exploración arqueológica, hasta el punto de que apenas si tiene aún el nombre oficial reconocido» y quien tanto debe en España a Muñoz Romero.91 El siguiente trabajo es todavía más concreto y pretendía, según sus propias palabras, «ilustrar sumariamente la lámina que acompaña a este número, y que representa dos importantes y curiosos sellos céreos, hasta ahora no publicados ni descritos [de] Alfonso VII de Castilla».92 El sello se conserva en una donación de este monarca al monasterio de Sacramenia (1152), por aquel entonces en el Museo Arqueológico Nacional y hoy día en el Archivo Histórico Nacional.93 ¿Conocería este sello Escudero de la Peña durante su breve paso por el Museo Arqueológico Nacional? Es muy posible, aunque no tenemos datos concretos para afirmarlo con plena certeza.94 El principal mérito de este trabajo es dar a conocer por primera vez este magnífico sello acompañado de un detallado estudio iconográfico del mismo, así como un breve esbozo sobre el uso del sello por los reyes anteriores Alfonso VI y doña Urraca.95 La segunda parte del estudio apareció en la misma revista y año, e iba consagrado al sello de Ceyt Abuzeit, rey moro de Valencia.96 En él se describen con gran detalle los datos históricos que nos han transmitido las fuentes sobre este personaje, después convertido al cristianismo, fundamentalmente los Discursos de Cascales y la Historia de España de Modesto Lafuente, que ocupan la mayor parte del artículo, para finalizar con una rápida descripción del sello. El documento procede del convento santiaguista de
89 «Sellos reales y eclesiásticos. Reinados de don Alfonso X y don Sancho IV», Museo Español de Antigüedades, II (1873), pp. 529-543. 90 Escudero de la Peña, José M.ª. «Sellos reales y eclesiásticos», p. 539. 91 Véase la cita completa en la nota 1083. En un trabajo francés coetáneo se confirmaban las mismas ideas. Véase Maury, Alfred. «Une nouvelle science auxiliare de l’histoire. La sigilllographie ou sciènce des sceaux», Revue des Deux Mondes, XLIV, 5 (1874), p. 890. 92 «Sigilografía española I. Sello de don Alfonso VII de Castilla», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, V, n.º 2 (1875), pp. 17-24. 93 AHN.SIGILOGRAFÍA,C.1,N.1 94 Véase nota 75. 95 Sobre la fecha de este documento otra propuesta fue hecha por V[illa-Amil y] C[astro], José. «El sello céreo de D. Alfonso de Castilla», Boletín Histórico, II, n.º 1 (1881), pp. 7-9; Martín, Eugenio. «El sello céreo de Alfonso VII», Boletín Histórico, II, n.º 3 (1881), pp. 49-51. 96 «Sigilografía española II. Sello de Ceyt Abuzeit, rey moro de Valencia», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, V, n.º 6, (1875), pp. 93-96; n.º 17 (1875), pp. 277-281; n.º 24 (1875), pp. 389-393.
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Uclés y se da por errónea la fecha del mismo.97 Contra esta opinión escribió José M.ª Torres Belda un artículo al año siguiente, donde defendía la fecha del documento y ponía en duda la fiabilidad de los datos aportados por Cascales, alegando que aparte de la crónica de Jaime I, la mención más antigua sobre Abuceyt es la de Eximenis en su Regiment de la cosa publica, coetáneo de los hechos, el Repartimiento de Valencia, Beuter, Ribera y Diago.98 Aunque no se trata de un trabajo sigilográfico propiamente dicho, Escudero de la Peña reseñó la aparición de un trabajo francés donde corregía los errores del autor en la descripción y transcripción de la leyenda de varios sellos españoles.99 Otro grupo de trabajos de Escudero de la Peña son los dedicados a estudiar algún tema concreto sobre los «manuscritos», que hoy los encuadraríamos dentro de la codicología y la diplomática. Todos ellos fueron publicados en la revista Museo Español de Antigüedades. Comenzaremos por el primero de ellos, dedicado a uno de los documentos más bellos de la diplomática española, como es la elección de sepultura por Sancho IV en la catedral de Toledo, en un privilegio rodado cuya rueda va adornada con una excepcional miniatura única en su género.100 Este asunto le sirve de excusa al autor para tratar del tema de la ornamentación de los manuscritos desde la Antigüedad, aduciendo ejemplos españoles. Contrasta la abundancia de «códices de literatura sagrada y profana» decorados con la escasez de «pergaminos sueltos» que eran objeto de esta clase de trabajos, a pesar de las búsquedas sistemáticas en varios archivos donde se conservaban las colecciones diplomáticas más antiguas.101 Como ejemplo de esta clase de documentos decorados tenemos la donación en pergamino procedente del fondo del monasterio de Sahagún fechado en 1042, al pie de cual se representan la figura del Salvador y las de Oveco y Marina, autores de la donación al monasterio de San Salvador de Villacete.102 A su lado, y algo separada la del abad
AHN.SIGILOGRAFÍA,C.111,N.1. Descripción en Guglieri Navarro, Araceli. Catálogo, III, pp. 133-134. Torres y Belda, José M.ª. «Rectificaciones a varios artículos sobre Sigilografía española», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, VI, n.º 10 (1876), pp. 169-172; n.º 11 (1876), pp. 185-189. De este autor solo sabemos que había estudiado en la Escuela Superior de Diplomática, donde obtuvo el título de archivero-paleógrafo. Fue jefe de la biblioteca de la Universidad de Valencia. Era un profundo conocedor de la historia y literatura valenciana. Véase Ruiz Cabriada, Agustín. Bio-bibliografía, p. 993. 99 «Nota bibliográfica sobre la obra de Paul Raymond Sceaux des Archives du Departament des Basses-Pyrénées, Extrait du Bulletin de la Societé de Sciences, Lettres et Arts de Pau (1874), p. 386», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, V, n.º 8 (1875), pp. 135-137. 100 «Iluminación de manuscritos. Privilegio rodado e historiado del rey don Sancho IV», Museo Español de Antigüedades, I (1872), pp. 91-100. 101 Ibidem, nota 1. 102 AHN.CLERO-SECULAR_REGULAR,Car.879,N.20. Este monasterio fue incorporado al de Sahagún, de ahí que nos haya llegado a través de este. 97 98
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Hermenegildo, en cuya mano sostiene un pergamino en representación figurada de la donación.103 En los cartularios, aunque tampoco se prodigan, son sin embargo más abundantes este tipo de ilustraciones. Tal es el caso de la donación de Alfonso VII y su hijo Sancho III al abad Guillermo y al monasterio de Santa María de Valdeiglesias del año 1150, donde aparecen las figuras del emperador, sus dos hijos, el abad y el conde Poncio Minerva al pie del documento. Se trata de una copia un poco posterior y todo hace suponer que es la primera y única hoja que se conserva de un cartulario perdido de este monasterio, hoy día conservado en la Hispanic Society of America en Nueva York.104 El otro ejemplo procede del cartulario monástico de San Miguel de Villamayor, donde en una carta de venta de una tierra se representa al margen del documento a Teresa Roiz con «corona o diadema» y un documento en la mano dando testimonio simbólico del acto.105 Otro trabajo se centraba en el estudio detenido del documento de Sancho IV, indagando en los posibles motivos que dieron lugar a tan excepcional documento, tanto desde el punto de vista histórico como artístico.106 Incluye una transcripción del mismo. Continuando con esta temática de la decoración de manuscritos es el trabajo dedicado al Códice Áureo de la biblioteca de El Escorial.107
103 Este documento ha sido objeto de un estudio monográfico por Gutiérrez del Arroyo, Consuelo. «Sobre un documento notable del monasterio de San Salvador de Villacete», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, LXVII, 1 (1959), pp. 7-19. De él trataremos en su lugar correspondiente. 104 Cuando Escudero realizó este estudio el documento estaba en el Archivo Histórico Nacional (p. 97). En 1925 pasó a la Hispanic Society, según dice Barceló, Miquel. «Dos documentos del siglo xii», Miscelánea de Textos Medievales, 2 (1974), p. 9, que edita este y otro documento de Fernando II conservado en la misma institución y le da como fecha 1148. Asimismo, añade que agradece a Clara E. Penney el haberle proporcionado unas notas manuscritas de A. P. Savage (1930) sobre este documento. Sin embargo, no se comenta nada sobre cómo llegó hasta allí el documento. Este ha sido reproducido y editado en varias ocasiones, entre ellas, además de Barceló (transcripción y reproducción de la miniatura) en A History of the Hispanic Society of America, 19041954. With a Survey of the Coletions by Members of the Staff, New York, 1954, p. 381 (reproducción del documento original entero); Ars Hispania, Madrid, Plus Ultra, 1958, v. 18, p. 58 (solo la miniatura); Medieval Manuscripts in the Library in the Library of the Hispanic Society of America. Compiled by Charles B. Faulhaber, Part Two: Documents and Letters, New York, The Hispanic Society of America, 1993, p. 348 (transcripción incompleta del documento). García Benito, Manuel. El Monasterio cisterciense de Santa María de Valdeiglesias: su arquitectura recogida en los planos del arquitecto = The Cistercian monastery of Santa María de Valdeiglesias: its architecture as represented in the plans of the architect, [Aranjuez], Doce Calles, [2002], pp. 36-39 (transcipción y traducción en español e inglés). En 2017 estuvo en Madrid formando parte de la exposición Tesoros de la Hispanic Society of America: visiones del mundo hispánico: Museo Nacional del Prado, entre el 4 de abril y el 10 de septiembre de 2017, Codding, Mitchell comisario autor, Madrid, Museo Nacional del Prado; Nueva York, The Hispanic Society of America, 2017, pp. 36-37 (ficha del documento con comentario y fotografia dle mismo). 105 AHN.CÓDICES,L.998. 106 AHN.CLERO-SECULAR_REGULAR,Car.3022,N.3Bis. 107 «El códice áureo de la biblioteca de El Escorial», Museo Español de Antigüedades, V (1875), pp. 503-515.
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Otro aspecto de la diplomática que le interesó a Escudero de la Peña fue el de la suscripción de los documentos, en especial, los que utilizaron el signo rodado.108 En la consabida introducción se esboza una historia de la escritura y su consideración en las culturas antiguas, utilizando en esta ocasión también los testimonios de Plauto, Quintiliano, Procopio y el Nouveau Traité de Diplomatique. En los contratos escritos la necesidad introdujo el uso de las suscripciones de los otorgantes y los testigos por influencia del derecho romano. Con Alfonso VII se dan los primeros pasos para la organización de la cancillería con la concesión al arzobispo de Santiago y sus sucesores de la escribanía real.109 Alfonso VIII fue el encargado de hacer lo propio en Castilla con la concesión en 1206 al arzobispo de Toledo.110 El origen de la rueda de los privilegios se explica por imitación de la utilizada por la cancillería pontificia por el arzobispo Gelmírez en sus documentos y de aquí pasó a ser empleada por la cancillería real. Fernando II de León fue el primer rey en utilizarla y Alfonso VIII en Castilla. Con Alfonso X alcanzó la plenitud de su desarrollo hasta su desaparición con los Reyes Católicos, dando ejemplos para todos los monarcas basados en los fondos de diferentes archivos, como el Archivo Histórico Nacional, Archivo General de Simancas, Archivo Municipal de Madrid y Archivo de los Duques de Frías, ilustrados al final con cuatro cromolitografías. Pocas cosas, salvo cuestiones de detalle es lo que investigaciones posteriores han venido a añadir a este trabajo que continúa siendo válido en sus líneas generales.111 En nuestra opinión este trabajo constituye una de las investigaciones más sólidas de Escudero de la Peña. Menos interés para nosotros, aunque se inscriben dentro de la época medieval son otros dos trabajos sobre encuadernaciones, enseñas y banderas,112 que siguen la misma pauta que los anteriores y en los cuales no nos vamos a detener.
«Signos rodados de los reyes de Castilla don Pedro I, don Juan I, don Enrique III, don Juan II, don Enrique IV y los Reyes Católicos. Estudio crítico-histórico sobre la regia signatura en los diplomas», Museo Español de Antigüedades, V (1875), pp. 247-262. 109 Menciona una copia de esta concesión en AHN, Escrituras y cartas reales de Santiago. 110 «Cabe la satisfacción al autor de estas líneas de haber encontrado en el archivo del cabildo de Toledo, A. 6, 1.º 1, este y otros varios documentos antes desconocidos y tan importantes como curiosos para la historia de la cancillería real de Castilla», op. cit., p. 251, nota 2. 111 Precursor de este trabajo, aunque más limitado cronológicamente es el de Muñoz y Rivero, Jesús M.ª. «Del signo rodado en los documentos reales anteriores a don Alfonso el Sabio», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, II, n.º 12 (1872), pp. 188-190; n.º 14 (1872), pp. 222-225; n.º 17 (1872), pp. 270-275, al cual Escudero se refiere: «[…] tenemos el placer de consignarlo, hemos sacado curiosos e importantes datos para este artículo […]», op. cit., p. 255, nota 2. 112 «Encuadernaciones de la Edad Media y Moderna», Museo Español de Antigüedades, VII (1876), pp. 483-492; «Enseñas y banderas durante la Antigüedad y la Edad Media, particularmente en España», ibidem, IX (1878), pp. 575-586. 108
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Interesante es también el artículo dedicado al antiguo Palacio Arzobispal de Alcalá de Henares,113 sede del Archivo General Central cuando Escudero lo escribía y del cual también era su director. En él se traza una documentada historia de los orígenes de este palacio en Alcalá, ciudad que fue donada por Alfonso VII a los arzobispos de Toledo, para centrarse finalmente en algunos de sus detalles artísticos. Escudero de la Peña llevó a cabo la edición de algunas obras manuscritas inéditas, las cuales anotó y acompañó de estudios introductorios. Para la Sociedad de Bibliófilos Españoles editó el Libro de la camara del principe don Juan, de Gonzalo Fernández de Oviedo, cotejando varios manuscritos existentes de esta obra en la biblioteca del Palacio Real, biblioteca de El Escorial y Biblioteca Nacional.114 Esta edición ha sido la única disponible hasta que en el año 2006 se ha publicado otra.115 Su editor, Santiago Fabregat Barrios, en un amplio estudio preliminar pasa revista a la biografía y obras de Gonzalo Fernández de Oviedo, pero, sobre todo, y esto es lo más novedoso, analiza minuciosamente los manuscritos conservados de la obra estableciendo el stemma de los mismos. La edición de la obra se hace sobre los dos manuscritos autógrafos conservados, el de la biblioteca de El Escorial, base de la edición de Escudero, y el de la biblioteca del Palacio Real.116 Este último no fue utilizado por Escudero, aunque parece que intuyó su existencia a través de la copia que del mismo utilizó. En la introducción de su obra alude a las dificultades que tuvo para acceder a esta biblioteca, que finalmente consiguió, pero cuando tenía ya prácticamente terminado su trabajo.117
«Claustros, escalera y artesonados del Palacio Arzobispal de Alcalá de Henares, hoy Archivo General Central», en Museo Español de Antigüedades, VIII (1877), pp. 349-394. 114 Libro de la camara real del principe don Juan e offiçios de su casa e seruiçio ordinario, compuesto por Gonçalo Fernnadez de Ouiedo, publícalo la Sociedad de Bibliófilos Españoles. [Edición, advertencia preliminar, apéndices y glosario por J. M.ª Escudero de la Peña], Madrid, 1870 (= Libro de la camara real del principe don Juan). Tras el cotejo y descripción de los manuscritos, el utilizado es una segunda copia autógrafa del autor «corregida en muchos pasajes y adicionada con segunda parte» de El Escorial (IV. e. 8) que data de 1547-1548. 115 Fernández de Oviedo, Gonzalo. Libro de la Cámara Real del príncipe don Juan, oficios de su casa y servicio ordinario, ed. de Santiago Fabregat Barrios, [Valencia], Universitat de València, 2006 (= Fernández de Oviedo, Gonzalo Libro de la Cámara Real del príncipe don Juan). Sobre el significado de esta obra, véase Mínguez, José M.ª y Martín García, Guadalupe. «Poder y mentalidad en el Libro de la Cámara Real de Gonzalo Fernández de Oviedo», en José M.ª Mínguez Fernández y Gregorio del Ser Quijano (eds.), La península en la Edad Media. Treinta años después. Estudios dedicados a José Luis Martín, [Salamanca], Ediciones Universidad de Salamanca, 2006, pp. 237-252. 116 Fernández de Oviedo, Gonzalo. Libro de la Cámara Real del príncipe don Juan, pp. 70-76. 117 Libro de la camara real del principe don Juan, pp. X-XI. 113
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Colección diplomática de San Juan de la Peña (1904), por Manuel Magallón Cabrera.
Archivo Histórico Nacional. Clero secular y regular. Inventario de procedencias (1924).
Préstamo de documentos del AHN al Instituto de Estudios Medievales para la publicación de la obra Monumenta Hispaniae Historica, 1936. AHN.SECRETARÍA,72
Claudio Sánchez-Albornoz, director del Instituto de Estudios Medievales, se dirige a Miguel Gómez del Campillo, director del AHN, solicitándole el préstamo de documentos para la publicación de la obra Monumenta Hispaniae Historica. AHN.SECRETARÍA,72
Trabajos realizados por Tomás Navarro Tomás en la Sección del Clero del AHN, según la Memoria de 1917. AHN.SECRETARÍA,71
Fondos monásticos del AHN consultados por la Sección de Diplomas del Instituto de Estudios Medievales para la publicación de la obra Monumenta Hispaniae Historica. JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1933 y 1934, p. 244.
El Archivo Histórico Nacional en su nueva sede de la calle Serrano 115, recién construido (1953). AHN.SECRETARÍA,673 [s.n.].
Depósitos del AHN en su nueva sede de la calle Serrano 115 (1953). AHN. SECRETARÍA,673 [s.n.].
Apuntes sobre las escrituras mozárabes toledanas que se conservan en el Archivo Histórico Nacional, por Francisco Pons Boigues (1897). Es la primera obra que dio a conocer una parte de estos importantes documentos escritos en árabe procedentes de la catedral y monasterio de San Clemente de Toledo.
Esteban ben Suleiman vende una parte de tierra que tiene en la alquería de Villa Algariva a favor de Juan ben Adida por precio de 5 mizcales de oro almorávide (octubre de 1146). Este documento es el que figura en la obra de la imagen anterior. AHN.CLERO-SECULAR_REGULAR,Car.3034,N.13
La Universidad de Alcalá. Datos para su historia. Tesis doctoral de Antonio de la Torre y del Cerro. Ejemplares, manuscrito (9 de abril de 1908) e impreso (1910), conservados en su expediente universitario. AHN.UNIVERSIDADES, 6855,Exp.20
Traslado de Claudio Sánchez-Albornoz al Archivo Histórico Nacional y toma de posesión en el mismo (1916). AHN.SECRETARÍA,191
Informe de Eloy Bullón, decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central, a instancias del Juzgado Instructor de Responsabilidades Políticas n.º 1, sobre las actividades de Claudio Sánchez-Albornoz durante la Guerra Civil (1940). AGUCM, P-691-50
La lógica de Abulsat de Denia. Tesis doctoral de Ángel González Palencia. Ejemplares, mecanografiado (8 de junio de 1914) e impreso (1915), conservados en su expediente universitario. AHN. UNIVERSIDADES, 6580,Exp.9
Venta de una viña en Aloyón (Toledo) a favor de Domingo ben Abdelaziz, en nombre de su hermana Dueña, por 13 mizcales de oro almorávide (diciembre de 1119). Este documento es el que figura en la obra de la imagen anterior. AHN.CLERO-SECULAR_REGULAR,Car.3033,N.10
Una de las obras más importantes de González Palencia es Los mozárabes de Toledo en los siglos xii y xiii (1926), donde se publican los documentos en árabe de la catedral y monasterio de San Clemente de Toledo.
Expediente de depuración de José M.ª Lacarra durante la República (1937). AHN.SECRETARÍA,57
Servicios prestados por José M.ª Lacarra hasta 1937 incluidos en su expediente de depuración. AHN.SECRETARÍA,57
Expediente de depuración de Carmen Caamaño Díaz durante la República (1937). AHN.SECRETARÍA,57
vi. el ahn y la influencia de la escuela superior de diplomática
Otra obra editada fue la Divina retribución sobre la caída de España del bachiller Palma.118 El trabajo se acompañaba de una introducción, notas y un glosario de palabras anticuadas. Fuera de nuestro interés quedan sus trabajos relacionados con diferentes aspectos administrativos de la organización del Cuerpo Facultativo o sobre distintos establecimientos y que, por su destino en la Junta Facultativa, era sin duda un conocedor de primera mano de estos temas. Escudero de la Peña, como personaje relacionado con el mundo erudito de su época, colaboró también en otras obras de carácter colectivo. Sus vinculaciones con la Real Academia de la Historia desde fechas tempranas como pensionado de la Escuela Superior de Diplomática bajo la dirección de Muñoz Romero continuaron posteriormente con la participación en la edición de los tres primeros volúmenes de las Cortes de los antiguos Reinos de León y de Castilla junto con Toribio del Campillo y Vicente Vignau.119 Finalmente, haremos una breve mención a su colaboración en algunas obras de tema americanista, como la monumental edición de las Cartas de Indias por el Ministerio de Fomento,120 de cuya comisión formó parte y la edición de documentos sobre América patrocinada por la Real Academia de la Historia.121 Una vez vistos los trabajos
Palma, Bachiller. Divina retribución sobre la caída de España en tiempo del noble rey don Juan el primero que fue restaurada por D. Fernando y Dª Isabel, ed. con introducción, notas, comentarios e índices de nombres y lugares por J. M.ª Escudero de la Peña, Madrid, 1879. La edición está basada en el único manuscrito existente conservado en la Biblioteca de El Escorial III. Y. 1. 119 Hinojosa, Eduardo de. Historia general del derecho español, p. 42. Véase AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios, 31/6514. 120 Cartas de Indias, publicadas por el Ministerio de Fomento, Madrid, 1877. Escudero Fue secretario de la comisión creada por R. O. de 18 de noviembre de 1876 para su publicación, p. XIV. 121 Algún autor poco diligente ha confundido esta colaboración por labor propia de Escudero como Ballesteros Robles, Luis. Diccionario biográfico matritense, Madrid, Imprenta Municipal, 1912, pp. 191-192, quien llega a afirmar de él «publicó los primeros 18 tomos de la Colección de documentos inéditos del Archivo de Indias». Además de no dar el título exacto de la obra ha confundido también a otros autores que casi con toda seguridad han tomado de él este dato (= Ballesteros Robles, Luis. Diccionario biográfico matritense). Véase Ruiz Cabriada, Agustín. Bio-bibliografía, p. 282 y Cobos, E. y Herrera, A. en el prólogo a la reedición de la Crónica de la provincia de Guadalajara. Un ejemplo reciente es la edición por Santiago Fábregat Barrios de 2006 del Libro de la Cámara. La información que da sobre Escudero, p. 74, nota 175, se parece sospechosamente a la de la introducción a la Crónica de la provincia de Guadalajara. Según C. F[ernández] D[uro] en el prólogo al tomo I de la Colección de Documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y organización de las antiguas posesiones españolas de Ultramar. Segunda serie. Publicada por la Real Academia de la Historia, Madrid, Establecimiento Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra», 1885, se dice lo siguiente: «La dirección [de la 1.ª serie] estuvo encomendada a los Sres. D. Joaquín Francisco Pacheco y D. Francisco de Cárdenas, colaborando D. José María Escudero y otros individuos del Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y anticuarios», p. VI. La 1.ª serie llevaba por título Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista 118
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de Escudero de la Peña nos podemos preguntar como recapitulación cuáles fueron sus intereses y sus líneas maestras de investigación. Del examen de sus trabajos, prácticamente la mayoría, podemos afirmar que su obra está condicionada en general por su formación en la Escuela Superior de Diplomática y, en especial, por la asignatura que allí impartía, la «Paleografía y la Diplomática», y la edición de documentos, ya fuese de manera crítica o simplemente la transcripción de estos. Denota ese afán característico de la época el querer dar a conocer todos los descubrimientos que van saliendo al paso del investigador, muchas veces sin un plan metódico preconcebido y un poco al azar, a medida de cómo se van descubriendo nuevos documentos. Escudero de la Peña siguió una clara orientación en sus estudios hacia la Edad Media, probablemente orientado por sus maestros de la Escuela, especialmente Muñoz Romero, al cual siguió en su interés por la sigilografía. Sin embargo, no fue «autor de un tratado de Sigilografía española (1876)», como se afirma erróneamente,122 sino de estudios puntuales y concretos que ya hemos comentado. El primer manual de sigilografía española será obra de Fernández Mourillo en 1895.123 La decoración de manuscritos, encuadernación y suscripción de documentos fueron otros de los temas concretos dentro del ámbito de la diplomática que interesaron a nuestro autor. Por sus citas sabemos que conocía las obras de Mabillon y el Noueveau Traité de los mauristas, obras fundamentales y prácticamente las únicas existentes.
y colonización de las posesiones españolas en América y Oceanía, sacadas en su mayor parte del Real Archivo de Indias, bajo la dirección de D. J. F. Pacheco y D. F. de Cárdenas y L. Torres Mendoza, con la cooperación de otras personas competentes, Madrid, 1864-1884, 42 v. 122 Peiró Martín, Ignacio y Pasamar Alzuria, Gonzalo. La Escuela Superior de Diplomática, p. 73, nota 142 y p. 130. La información que estos autores tienen sobre Escudero y otros profesores de la Escuela son bastante imprecisas y en algunos casos erróneas, debido a que no han manejado directamente las obras que citan. Además del caso de la sigilografía no son exactos tampoco los datos siguientes: Palacio Arzobispal de Henares (1877). La referencia exacta de esta obra es «Claustros, escalera y artesonados del Palacio Arzobispal de Alcalá de Henares, hoy Archivo General Central», Museo Español de Antigüedades, VIII (1877), pp. 349-394. En otras que citan en la p. 142 no precisan los datos de publicación, lo cual confirma nuestra sospecha de que no han consultado las obras que citan. 123 Fernández Mourillo, Manuel. Apuntes de sigilografía española o estudio de los sellos que autorizan los documentos antiguos de España precedidos de unas nociones de carácter general, Madrid, [Estab. Tip. de Agustín Avrial], 1895. Así lo afirma también Carmona de los Santos, María. «Los estudios de Sigilografía en Europa y en España», en Estudio y conservación de sellos en cera: encuentro sigilográfico: Nájera, 14-18 de octubre de 2002, Logroño, Patronato Santa María la Real de Nájera, 2005, p. 59 (= Carmona de los Santos, María. «Los estudios de Sigilografía en Europa y en España»), aunque se equivoca al hacerle catedrático de la Escuela Superior de Diplomática. Fernández Mourillo simplemente fue alumno de la misma y nunca llegó a ejercer la docencia en la misma. Véase Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «Fernández Mourillo, Manuel», Diccionario Biográfico Español, Madrid, Real Academia de la Historia, 2011, v. XIX, p. 226. [330]
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En sus estudios hace referencia continua a documentos de archivos, cosa normal dado que por sus trabajos tenía gran facilidad para poder manejarlos. No obstante, como hemos señalado, hace mención expresa de llevar muchos años buscando o recogiendo información sobre un determinado tema, lo cual supone un trabajo metódico de consulta de fondos y bibliografía específica sobre el tema. En dos ocasiones, Escudero hace alusión a este asunto,124 con lo cual muchas de las novedades que presenta al público no pueden calificarse de hallazgos meramente fortuitos sino de «olfato» de investigador y un trabajo sistemático de búsqueda. Algunos archivos le eran especialmente conocidos de primera mano, como el tantas veces citado del cabildo de Toledo, el del convento de Uclés, el Archivo Histórico Nacional, el del Ayuntamiento de Madrid, la biblioteca del Palacio Real y la biblioteca de El Escorial. A este trabajo diario y sistemático respondería, sin duda, el «Índice de Códices» que por «comisión especial» le fue encargado, pero que debido a sus ocupaciones «en otras varias tareas oficiales del ramo, no ha podido aún adelantar en él lo que desearía y conviene al servicio público».125 En otros casos su información le vendría por la consulta de catálogos impresos o memorias (por ejemplo, el Archivo de la Corona de Aragón) o por información directa hecha a compañeros destinados en los mismos, como es el caso del Archivo de Simancas. A la vista de todo esto, nos parece totalmente simplista la afirmación de Peiró y Pasamar cuando dicen que «la única contribución que conocemos de José María Escudero de la Peña a la paleografía como objeto escolar fue la elaboración del programa de la asignatura “Paleografía general y crítica” (Madrid, 29 de abril de 1875)»,126 afirmación que demuestra el desconocimiento de los trabajos publicados en Museo Español de Antigüedades y la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, o por lo menos no los citan. Por sus trabajos sobre paleografía y diplomática podemos afirmar que Escudero de la Peña fue uno de los primeros estudiosos serios y rigurosos sobre estos temas en España, preparando el terreno para los posteriores de Jesús M.ª Muñoz y Rivero.
«En el cúmulo inmenso de documentos que han venido a nuestras manos, ni en las diferentes colecciones impresas y manuscritas, catálogos, índices e inventarios que hemos repasado de quince años a esta parte», véase nota 101. «Así que el mismo que estas líneas escribe, después de haber recogido, de veinte años a esta parte, cuantas indicaciones relativas a la encuadernación le han venido a la mano, en el casi continuo manejo de libros y papeles antiguos», véase «Encuadernaciones de la Edad Media y Moderna», Museo Español de Antigüedades, VII (1876), p. 488. 125 Da noticias de esta publicación en su artículo «Archivo Histórico Nacional», Boletín-Revista de la Universidad de Madrid, II (1869), p. 78. 126 Peiró Martín, Ignacio y Pasamar Alzuria, Gonzalo. La Escuela Superior de Diplomática, p. 130, nota 19. 124
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2.2. Vicente Vignau y Ballester127 Al contrario de lo que decíamos sobre Escudero de la Peña, sobre la vida de Vicente Vignau estamos bastante bien informados. Nació en Valencia el 6 de junio de 1834 y desde muy pequeño dio muestras de una gran precocidad en los estudios. Tras obtener el grado de bachiller en Filosofía por la Universidad de Valencia (12 de julio de 1849) y el de licenciado en Teología por el Seminario de Valencia (1855), hizo oposiciones ad meritum a una canonjía magistral vacante en la colegiata de Alicante, «cuyos ejercicios desempeñó con el mayor lucimiento, general aplauso y universal aceptación».128 Pero estas halagüeñas perspectivas ante una brillante carrera eclesiástica se truncaron por un cambio de rumbo en esta trayectoria y tomó la decisión de trasladarse a Madrid en 1856. Aquí solicitó la incorporación de los estudios de Teología realizados en Valencia en la Facultad de Teología de la Universidad Central, donde cursó el séptimo año de la carrera, aunque por la documentación conservada en su expediente académico no consta que llegara a terminar la carrera a falta de aprobar alguna asignatura. Iniciada la carrera de Derecho en la Universidad de Valencia, donde cursó los dos primeros años, al trasladarse a Madrid la continuó en la Facultad de Derecho de la Universidad Central, donde se licenció en la Sección de Derecho Civil y Canónico (31 de octubre de 1859), y en la de Administración (1 de marzo de 1860). El 22 de junio de 1860 solicitó su ingreso en el Colegio de Abogados de Madrid, siendo aceptado por la Junta de Gobierno el 27 de noviembre y haciendo efectiva su incorporación el
Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «Vignau y Ballester, Vicente», en Diccionario Biográfico Español, Madrid, Real Academia de la Historia, 2013, v. XLIX, pp. 944-946, donde se recoge la bibliografía anterior. Añadimos ahora, la incluída en la obra siguiente, que no recogimos entonces, Gascón Pelegrí, Vicente. Prohombres valencianos en los últimos cien años 1878-1978, Valencia, Caja de Ahorros de Valencia, 1978, pp. 370-374. AGA. Educación y Ciencia. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios, 31/6557; AGA. Educación y Ciencia. Expediente de titulación universitaria en Derecho y Administración, 31/16924, Exp. 1536-37; AHN.SECRETARÍA. Expediente personal de Vicente Vignau y Ballester, C. 192; AHN.UNIVERSIDADES. Teología, C. 841-20; AHN.UNIVERSIDADES. Filosofía y Letras, C. 6880-14; AHN.UNIVERSIDADES. Derecho, C. 4852-13; AHN.UNIVERSIDADES. Medicina, C. 1749-41; AGUCM. Escuela de Diplomática. Expediente de alumno, 2-4 y 35-3; AGUCM, Escuela de Diplomática. Expediente de profesor, 32-37; AGUCM. Expediente de catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras, P-738,29; ARCHIVO DEL ILUSTRE COLEGIO DE ABOGADOS DE MADRID. Expediente personal nº 5132; ARCHIVO-BNE, BN. Expediente, 384-9; RAH. Secretaría, Leg. 103, carp. 22. 128 En el expediente de profesor de la Escuela de Diplomática se conserva un currículum de Vignau fechado en 10 de diciembre de 1875. Al final tiene un apartado específico sobre «Méritos especiales para la plaza vacante en el Archivo de Valencia», con lo cual claramente indica que este fue el documento utilizado para optar a la dirección de este archivo. Dicho currículum va acompañado de los certificados correspondientes. AGUCM. Escuela de Diplomática. Expediente de profesor, 32-37. 127
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primero de diciembre.129 Durante unos años se dedicará a ejercer la abogacía con bufete propio.130 Al año siguiente, obtuvo el título de bachiller en Filosofía y Letras (9 de noviembre de 1861). Al mismo tiempo que estudiaba en la Universidad Central, Vignau ingresó en la recién inaugurada Escuela de Diplomática, obteniendo allí el título de Archivero-Bibliotecario (18 de julio de 1860). En 1869 inició la carrera de Medicina, llegando a licenciarse (28 de mayo de 1872) y doctorarse en la misma (25 de junio de 1875). Nada más finalizar sus estudios en la Escuela Superior de Diplomática fue nombrado ayudante de 3.er grado del Cuerpo Facultativo de Archiveros-Bibliotecarios, en el mismo concurso que Escudero de la Peña (R. O. de 1 de febrero de 1860). Vignau obtuvo el puesto número cinco y, tal como ya hemos visto, el destino de todos fue el Archivo General Central, al que no pudieron incorporarse inmediatamente.131 Mientras tanto, en la Academia participó en los trabajos para la realización del índice geográfico de la Edad Media. Cuando llegó el momento de incorporarse a su destino, Vignau permutó su plaza del Archivo General Central con Carlos de Santa María por el Archivo de la Academia de la Historia (9 de abril de 1861), quedándose entonces solo para continuar los trabajos en este centro.132 Una vez creado el Archivo Histórico Nacional, Muñoz Romero solicitó al director general de Instrucción Pública (14 de mayo de 1866) su incorporación a la plantilla de este.133 Conocemos con cierto detalle los trabajos que llevó a cabo Vignau en este centro, según consta en su expediente personal: publicación del índice del monasterio de Sahagún y confección de papeletas de los de Obarra, Valdediós y Samos, Colegio de las Vírgenes de Zaragoza, Orden de Montesa, catalogación y arreglo del archivo de pruebas de Santiago de Uclés.134 Sin duda, la mano de Muñoz Romero estaba detrás de estos trabajos, pues como bien sabemos él era el director de los mismos. Vignau tampoco escapó a la tentación de la publicación de documentos «curiosos» que iban apareciendo en su trabajo cotidiano, editándolos en la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, de la cual formó parte de su primer equipo de redacción. En esta revista vieron la luz también sus primeras
ARCHIVO DEL ILUSTRE COLEGIO DE ABOGADOS DE MADRID. Expediente n.º 5132. El 15 de febrero de 1862 comunica al decano del Colegio de Abogados de Madrid el cierre de su bufete en la calle del Sordo n.º 41. Ibidem. 131 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA, 6542-13. 132 Para más detalles, véase lo expuesto anteriormente en p. 311. 133 AHN.SECRETARÍA. Expediente personal de Vicente Vignau y Ballester, 192. 134 AHN.SECRETARÍA. Expediente personal de Vicente Vignau y Ballester, 192. AGUCM. Escuela de Diplomática. Expediente de profesor, 32-37. 129 130
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publicaciones, que consistieron en transcripciones de documentos, a veces anotadas, procedentes en su mayoría de los fondos del Archivo Histórico Nacional y otros archivos.135 Creemos que la influencia de Muñoz Romero es patente igualmente en la breve memoria conservada en su expediente académico de la Escuela Superior de Diplomática: Reglas generales de crítica que deben tenerse presentes para analizar un diploma, pues entraba de lleno en el tema de la asignatura que impartía aquel en la Escuela Superior de Diplomática.136 Lleva la fecha de 21 de junio de 1859, a un mes escaso de recibir el título de la Escuela. ¿A qué respondía esta memoria? Muy posiblemente esté en relación con una disposición contenida en el Reglamento de la Escuela de 1857 que exigía para la obtención del título la elaboración de un trabajo a libre elección del alumno y que debería ser leído ante un tribunal.137 Su contenido responde al más puro estilo de las
[«Inventario de las armas y efectos de guerra de don Fernando de Aragón, duque de Calabria»], Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, I, n.º 1 (1871), pp. 12-15; n.º 2 (1871), pp. 28-29; n.º 4 (1871), pp. 59-61; n.º 6 (1871), pp. 92-93; n.º 7 (1871), pp. 108-111;«Renta del portazgo de Sahagún», ibidem, I, n.º 17 (1871), pp. 268-270; «Inventario de los libros de la reina de Aragón doña María (Año 1458)». Transcripción por Miguel Velasco y Santos, notas por V. Vignau», ibidem, I, n.º 1 (1872), pp. 11-14; n.º 2 (1872), pp. 28-30; n.º 3 (1872), pp. 43-46; «Inventario de los libros del duque de Calabria», ibidem, IV, n.º 1 (1874), pp. 21-25; n.º 3 (1874), pp. 38-41; n.º 4 (1874), pp. 54-56; n.º 5 (1874), pp. 67-69; n.º 6 (1874), pp. 83-86; n.º 7 (1874), pp. 99-101; n.º 8 (1874), pp. 114-117; n.º 9 (1874), pp. 132-134; «Colección de recetas en árabe y aljamiado», ibidem, IV, n.º 4 (1874), pp. 151-152; «Carta del arzobispo de Toledo don Alfonso Carrillo a don Juan II de Aragón», ibidem, I, n.º 7 (1898), pp. 314-315. (Poblet, 1 enero 1474); «Copia de una carta anónima referente a los Reyes Católicos dirigida al abad de Poblet», ibidem , I, n.º 7 (1897), pp. 315-316; «Correspondencia de Carlos IV con el emperador Napoleón. Año 1805», ibidem, I, n.º 5 (1897), pp. 202-204. (Sección de Estado. Leg. 1626); «Documentos referentes a don Leandro de Moratín», ibidem, II, n.º 5 (1898), pp. 221-222; [«Carta de don Luis de Onís al señor duque de San Fernando y de Quiroga, sobre el] ejército y armada de los Estados Unidos de América en 1819»], ibidem, II, n.º 8 y 9 (1898), pp. 444-448 (AHN. Sección de Estado. Legación de Estados Unidos); «Correspondencia de Felipe IV con el abad de Poblet. Años 1621-1663», ibidem, II, n.º 4 (1898), pp. 188-190; n.º 5 (1898), pp. 217-220; «Carta de edificación en la muerte del hermano de la Compañía Alonso Matías, célebre arquitecto y autor del retablo de la iglesia mayor de Córdoba, dirigida a los superiores de la provincia de Andalucía», ibidem, III, n.º 5 (1899), pp. 313-314 (AHN. Papeles de Jesuitas de San Pablo, Granada, Leg. 374); «Papeles referentes a la muerte de Felipe V y a la coronación de su sucesor», ibidem, III, n.º 1 (1899), pp. 30-32; «La colgadura del convento de las carmelitas descalzas de Santa Teresa de Madrid», ibidem, IV, n.º 1 (1900), pp. 32-48; «Inventario de los bienes que dejó al morir en el monasterio de Santas Creus Perris de Austris, 1575», ibidem, IV, n.º 2 (1900), pp. 86-87; «Manuel Napoli y la colección de cuadros del ex-convento del Rosario», ibidem, Año VII, tomo IX, n.º 11 (1903), pp. 372-376; Año VIII, tomo XI, n.º 8 y 9 (1904), pp. 192-199; Año IX, tomo XII, n.º 2 (1905), pp. 152-156. [Archivo General de Palacio. Fernando VII. C. 357]; «El P. Scío y sus cartas a la princesa de Asturias doña María Luisa y al conde de Floridablanca», ibidem, Año XI, tomo XVII, n.os 9 y 10 (1907), pp. 287-300 (AHN. Estado, Leg. 4822). 136 AGUCM. Escuela de Diplomática. Expediente de alumno, 2-4. 137 Reglamento de la Escuela de Diplomática aprobado por Real Decreto del 11 de febrero de 1857: «Art. 38. Los ejercicios para obtener el título de Paleógrafo-bibliotecario serán tres: el primero consistirá en la lectura de una disertación compuesta en el espacio de 15 días, cuyo tema elegirá el alumno de entre seis sacados a
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reglas de la crítica diplomática de la época y en él se lamentaba de que entre nosotros no se haya llegado a los resultados de otros países.138 En estos pequeños trabajos se puede vislumbrar ya un interés manifiesto de Vignau por la época medieval. La formación recibida en la Escuela Superior de Diplomática le predisponía también a ello, su formación y sus profesores fueron los mismos que los de su compañero de promoción Escudero de la Peña.139 Mientras que este se decantó desde el primer momento por la paleografía y la diplomática, Vignau se orientó por la filología. De hecho, la inmensa mayoría de sus publicaciones en la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos en su primera época, dentro de la sección de preguntas, tienen relación con este tema, al igual que lo había hecho también Escudero. Las contribuciones de Vignau aparecen prácticamente en todos los números de la revista entre 1871 y 1874. ¿Habría que ver en esta predilección de Vignau hacia estos estudios la influencia de Monlau, su profesor de «Latín de los tiempos medios y conocimiento del romance castellano, lemosín y gallego»? Es muy posible, pues Vignau sería el encargado de sustituirle en su cátedra de la Escuela, como veremos inmediatamente, con lo cual es de suponer que tuvieron que existir buenas relaciones entre ambos. Sus tareas de enseñanza en la Escuela Superior de Diplomática comenzaron muy pronto. Por R. O. de 14 de enero de 1866 fue nombrado sustituto de la mencionada cátedra, cargo que desempeñó durante aquel curso y gran parte del siguiente por ausencia del catedrático de la asignatura. A los dos años fue nombrado catedrático interino (R. O. de 20 de febrero de 1868) y pocos meses después catedrático en propiedad de la misma, en sustitución de Pedro F. Monlau y Roca (R. O. de 25 de junio de 1868). Hasta el curso 1873-1874 simultaneó sus clases en la Escuela con su destino en el Archivo Histórico Nacional, pero a partir de dicho curso las clases fueron diarias y se le eximió del servicio en el mismo. Su dilatada carrera en la Escuela llegó hasta su supresión en 1900, entonces Vignau fue incorporado al cuerpo de catedráticos de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central, donde impartió la asignatura «Latín vulgar y de los tiempos medios» hasta su jubilación el 24 de abril de 1908.140 Dos años antes, al producirse la suerte, y en la contestación, por tiempo de media hora, a las observaciones y preguntas que sobre el discurso hagan los Profesores […]». 138 AGUCM. Escuela de Diplomática. Expediente de alumno, 2-4. Como veremos cuando tratemos de Jesús M.ª Muñoz y Rivero, los autores que cita Vignau son los que eran más utilizados. 139 Sobre los profesores, véase lo dicho anteriormente en p. 319. 140 Por R. O. de 28 de julio de 1900, se le autoriza a compatibilizar su puesto en el AHN con la cátedra universitaria y por R. O. de 1 de agosto de 1903 se le confirma en la cátedra de «Latín vulgar y de los tiempos medios», en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid, véase ARCHIVO-BNE, BN. Expediente, 384-9. [335]
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muerte de Mariano Muñoz y Rivero, antiguo catedrático de Paleografía de la Escuela Superior de Diplomática y luego de la Facultad de Filosofía y Letras, le fue encomendada también la enseñanza de esta asignatura.141 La vinculación de Vignau con el Archivo Histórico Nacional había quedado en suspenso por motivos de incompatibilidad con sus clases en la Escuela, como acabamos de ver. Esta situación se oficializó todavía más al depender orgánicamente solo de la Escuela (10 de agosto de 1881). Se rompía así el lazo que le había unido desde su llegada en 1860 al Archivo Histórico Nacional, pero su regreso al mismo no pudo ser mejor. En 1896 volvía a su antigua casa con el cargo de director tras el fallecimiento de Francisco González Vera. Su etapa al frente de este centro se ha mitificado en exceso.142 No es que queramos quitar méritos a la obra de Vignau, sin duda magnífica y espectacular, pero creemos que esta no se podría explicar sin conocer mejor la parte que en su éxito le cupo a su antecesor Francisco González de Vera, como ya hemos destacado en otro lugar.143 El principal problema que tenía por aquellos años el Archivo Histórico Nacional era su carencia de espacio para continuar creciendo en los exiguos locales donde estaba instalado en la Real Academia de la Historia. Pues bien, González de Vera, su antecesor, poco antes de su muerte había logrado ya para el archivo una nueva sede más espaciosa en el flamante Palacio de la Biblioteca y Museos Nacionales recién construido. Su repentino fallecimiento, al día siguiente de haber comenzado el traslado, le jugó una mala pasada y fue Vignau el encargado de continuarlo y llevarse posteriormente todos los honores. Una vez solucionado este acuciante problema pudieron ingresar nuevos fondos, que no tardaron en llegar. En las páginas de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos Vignau fue dando cuenta de los ingresos de los nuevos fondos que se iban produciendo.144
AGUCM. Expediente de catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras, P-738,29; R. O. de 9 de abril de 1906 disponiendo que la enseñanza de Paleografía, vacante en la Sección de Letras de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central por fallecimiento de D. Mariano Muñoz Rivero, se una á la Cátedra de Latín vulgar y de los tiempos medios, encargándose de ella el Catedrático D. Vicente Vignau (Gaceta de Madrid de 16 de abril). 142 «Solo quien haya conocido aquel antiguo centro, encerrado en cuatro reducidas salas de esta casa, con escasos 3.000 legajos, y lo contemple hoy en las vastas y espaciosas del Palacio de la Biblioteca y Museos Nacionales, repletas de más de 50.000, en gran parte ordenados ya, todos del mayor valor histórico, podrá apreciar debidamente la extraordinaria suma de trabajo, de inteligencia y de energía que, aun secundado vigorosamente por los dignos empleados de aquel establecimiento, supone la dirección de tan atrevida y grandiosa empresa», El Archivo Histórico Nacional. Discurso leído ante la Real Academia de la Historia en el acto de su recepción pública el día 19 de junio de 1898, Madrid, [Est. Tip. de la Viuda e Hijos de Tello], 1898, p. 92 (= El Archivo Histórico Nacional. Discurso). 143 Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «La organización de los fondos del Archivo Histórico Nacional (18661989)», Boletín de la ANABAD, XLVI, n.º 1 (1996), pp. 68-69 (= Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «La organización de los fondos»). 144 Estos artículos están recogidos en Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «Bibliografía del Archivo Histórico Nacional», Boletín de la ANABAD., XLVI, n.º 1 (1996), pp. 359-411, n.os 31, 32, 35, 37, 42, 43 y 45. 141
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La crítica no ha sido justa con González de Vera. Otra exageración evidente son las cifras aportadas por Rodríguez Villa cuando se refiere a los 50.000 legajos que se había pasado frente a los 3.000 existentes con anterioridad, y además «en gran parte ordenados ya».145 La primera memoria manuscrita que conservamos del Archivo Histórico Nacional data de 1881, cuando Vera llevaba seis años en el archivo. En ella se esbozaba por primera vez una clasificación de los fondos del Archivo Histórico Nacional, labor que había encontrado muy descuidada a su llegada al centro. Los trabajos de organización y clasificación de fondos continuaron con él y durante su mandato se hicieron y deshicieron algunas secciones que se habían creado artificialmente, por tanto, Vignau no partió de cero en su trabajo, sino que se lo encontró allanado por el de su antecesor.146 La historia de Vignau era la otra cara de la moneda. Formado en la Escuela Superior de Diplomática, inició desde 1860 sus relaciones con la Academia cuando ingresó en la profesión archivística. Estando allí se creó el Archivo Histórico Nacional y entró a formar parte de su plantilla. Como consecuencia de ello la figura de González de Vera fue en cierto modo pasada por alto ante los logros obtenidos por Vignau, formado en la Escuela y bien relacionado con la Academia. Es de suponer que fuese también Muñoz Romero la persona que propusiese a Vignau como «auxiliar paleógrafo y literario» de la Comisión de Cortes de la Academia, para colaborar en la preparación de materiales y en la publicación de los tomos segundo y tercero de las Cortes de los antiguos Reinos de León y de Castilla. Asimismo, y para esta misma publicación, se desplazó a los archivos de Toledo y El Escorial para cotejar y corregir los textos de algunos cuadernos de Cortes que iban a publicarse en el cuarto tomo.147 Después de su ausencia por motivos de incompatibilidad, a causa de sus funciones docentes en la Escuela de Diplomática, volverá al Archivo Histórico Nacional como director. La Academia vería así la vuelta de uno de sus hijos a la institución que ella había creado y tutelado durante muchos años, y con los méritos arriba señalados no hubo ningún problema para nombrarlo académico de número el día 21 de enero de 1898. En un breve lapso de tiempo, el 19 de junio del mismo año, Vignau cumplió con el precepto académico de la lectura pública de su discurso de ingreso con el tema El Archivo Histórico Nacional.148
Contestación al discurso de ingreso de Vignau en la Real Academia la Historia, El Archivo Histórico Nacional. Discurso leído ante la Real Academia de la Historia en el acto de su recepción pública el día 19 de junio de 1898, Madrid: [Est. Tip. de la Viuda e Hijos de Tello], 1898, p. 92 (= El Archivo Histórico Nacional. Discurso). 146 Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «La organización de los fondos», pp. 64-73. 147 AHN.SECRETARÍA. Expediente personal de Vicente Viganu y Ballester, 192. AGUCM. Escuela de Diplomática. Expediente de profesor, 32-37. 148 Véase nota 145. 145
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Su hilo argumental parte de la idea de las «deficiencias de nuestra historia», que no puede servirse únicamente de las noticias aportadas por las crónicas y de las «deficiencias y vicisitudes de nuestros archivos», debido a las múltiples peripecias que han sufrido a lo largo de su historia. La propuesta de un archivo central en la Corte propugnada por Agustín Riol a principios del siglo xviii había llegado a ser una realidad con la creación del Archivo Histórico Nacional en 1866 en Madrid. Con unos tintes en el más puro estilo nacionalista, Vignau afirmaba la «necesidad de reunir y organizar en el primer Archivo de España todos los elementos que la ciencia moderna exige para reconstruir sobre sólidas bases la magnífica epopeya de nuestra historia nacional».149 Especial atención merecen para nuestro objeto las palabras que Vignau dedicaba al razonamiento que hacía de la importancia de los fondos del archivo para la Edad Media, refiriéndose igualmente al peso que estos habían tenido en la obra de Muñoz Romero.150 La entrada de Vignau en la Academia de la Historia reforzó aún más su prestigio y era una muestra evidente del que habían alcanzado los miembros del Cuerpo Facultativo de Archiveros y la Escuela Superior de Diplomática en el mundo académico de la época. Cuando llevaba dos años al frente del Archivo Histórico Nacional consiguió que se dictasen dos reales órdenes, una el 26 de agosto de 1898 y otra el 11 de abril de 1899, que venían a reiterar la ya lejana de 26 de agosto de 1850, en la cual el ministro de Fomento pedía al de Hacienda que diera órdenes para la «traslación al Archivo Histórico Nacional, de todos los papeles de las Órdenes Monásticas suprimidas y demás de carácter histórico existentes en los archivos provinciales de Hacienda». Gracias a ellas ingresaron en el Archivo Histórico Nacional una gran cantidad de fondos que vinieron a completar los ya existentes en el caso de los eclesiásticos, entre ellos una gran parte de época medieval.151 De su labor en la Escuela conservamos un programa de las clases, impreso en 1876, y unos apuntes autografiados de 1889152 con ochenta lecciones, que se corresponden con
El Archivo Histórico Nacional. Discurso, p. 8. Ibidem, pp. 33-34. En el apéndice III de esta obra, dedicado a los fondos del AHN, al tratar de la Sección 10ª: Códices, Registros Reales, Cartularios y libros manuscritos, dedica una especial importancia a los cartularios, tema que como vimos había interesado a Muñoz y Romero y Escudero de la Peña. Como muestra presenta una relación de los documentos más importantes contenidos en dos de ellos que considera de especial importancia, el Tumbo nuevo de la catedral de Lugo y el Liber primus privilegiorum Ecclesiae Toletanae, pp. 71-73. 151 De este tema nos hemos ocupado con detalle en Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «La Sección de Clero del Archivo Histórico Nacional», pp. 377-378. 152 Universidad Central. Escuela Superior de Diplomática Especial del Cuerpo Facultativo de Bibliotecarios, Archiveros y Anticuarios. Programa de la asignatura de Gramática comparada de las lenguas neolatinas en el periodo de su formación, Madrid, 1876; Apuntes de gramática histórico-comparada de las lenguas 149 150
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las del programa. En ellos Vignau nos explica los presupuestos metodológicos que debía seguir su asignatura. Justifica los cambios en la misma, tal como se impartían al principio de la Escuela, por los avances logrados en el estudio comparado de las lenguas y de la lexicografía.153 Sin duda, este era un planteamiento novedoso en España y hay que señalar además que esta materia no se enseñaba en la universidad, sino en la Escuela Superior de Diplomática, hasta que suprimida esta en 1900 pasó su enseñanza a aquella. A la Escuela le cabe el mérito, por tanto, de haber sido la primera institución donde se iniciaron los estudios de filología comparada, aunque con un nivel científico bajo como consecuencia de unos planteamientos teóricos muy pobres, según opinión de Gutiérrez Cuadrado, si lo comparamos con el nivel que tenían en Europa.154 Este autor, como otros procedentes del mundo universitario, tiende a minusvalorar la importancia que tuvo la Escuela como innovadora y pionera en la introducción de esta especialidad, simplemente porque quedaba fuera de la universidad, donde según él debería tener un lugar más adecuado su enseñanza.155
neolatinas, ed. autografiada, Madrid, 1889. Al final dice: «Esta edición única de 100 ejemplares de los “Apuntes” y su correspondiente “Programa” ha sido costeada por los alumnos de la asignatura de Gramática histórico-comparada de las lenguas neolatinas, de la Escuela Superior de Diplomática, durante el curso de 1888 a 1889. Los apuntes han sido tomados y autografiados por el alumno de la misma D. José Sidro y García y revisados por el profesor de la asignatura Dr. D. Vicente Vignau. Los señores Sidro y Carcedo, encargados de llevarla a cabo, han hecho todos los trabajos en obsequio a sus compañeros». Hay una edición parcial de estas dos obras por Gutiérrez Cuadrado, Juan. «Los apuntes de la asignatura de Gramática Histórica Comparada de las lenguas neolatinas de Vicente Vignau y Ballester», en Scripta philologica in memoriam Manuel Taboada Cid, La Coruña, Universidade de la Coruña, Servicio de Publicaciones, 1996, v. 2, pp. 885-910 (= Gutiérrez Cuadrado, Juan. Los apuntes de la asignatura de Gramática Histórica Comparada) y en Gutiérrez Cuadrado, Juan. Historia y actualidad de la universidad española. Tomo IV: La Facultad de Letras. Práctica docente e introducción de las nuevas teorías lingüísticas, Madrid, 1984, pp. 309-331. Trabajo de investigación de la Fundación Juan March, consultado en su biblioteca (= Gutiérrez Cuadrado, Juan. La Facultad de Letras). 153 En su curriculum de 1875 dice: «Como catedrático de la Escuela ha extendido el concepto de la asignatura que antes se limitaba al simple conocimiento de los romances castellanos, lemosín y gallego y del latín de los tiempos medios, el estudio comparado de las lenguas no latinas (incluso el francés o italiano que antes no se originan) en el periodo de su formación y desarrollo, tomando por base el latín en su forma clásica y vulgar; por último ha dado a la lexicología comparada la importancia que hoy tiene en este ramo de la filología moderna. El texto de esas explicaciones del cual se sirven los discípulos no ha podido publicarse, por no contar el autor con recursos al efecto», AGUCM. Escuela de Diplomática, Expediente de profesor, 3237. En la lección 1.ª de los Apuntes citados en la nota anterior se repiten de nuevo estos mismos argumentos, AGUCM. Escuela de Diplomática. Expediente de profesor, 32-37. 154 Gutiérrez Cuadrado, Juan. «L’introduction de la philologie comparée dans les universités espagnoles (1857-1900) (1)», Histoire Épistémologie Langage, IX-2 (1987), p. 154; Gutiérrez Cuadrado, Juan. La Facultad de Letras, pp. 117-118. 155 No compartimos su postura, como ha quedado patente en páginas anteriores al tratar de la supresión de la Escuela Superior de Diplomática. Una opinión más ajustada a la realidad es la de Echenique Elizondo, M.ª Teresa. «Influencia y recepción de la filología hispánica de los países de lengua alemana en [339]
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Aunque Vignau no era propiamente filólogo poseía una gran familiaridad con la edición de documentos medievales y en estas circunstancias fue el «único representante institucional dedicado al cultivo de la ciencia filológica comparada y, especialmente, de la románica».156 Otro aspecto en el que tampoco se ha incidido es que en esta asignatura se daba cabida igualmente al estudio del lemosín (provenzal o catalán) y al gallego, que poseían una literatura medieval que estaba muy de moda en las universidades europeas de su época. Posiblemente estemos ante «el primer caso de la presencia de la lengua medieval gallega en un programa de enseñanza oficial universitaria», aunque el pleno desarrollo de estas especialidades corresponderá a Milá y Murguía, respectivamente.157 Merece la pena que nos detengamos ahora en la que puede ser la primera obra de Vignau y también el más fiel exponente del tema que estamos tratando. Y afirmamos que puede ser, puesto que en ella no figura su nombre, sino el de Pedro Vignau y Ballester, del cual tenemos muy pocas noticias. Pedro era el hermano menor de Vicente, que tras estudiar Derecho en la Universidad Central siguió sus mismos pasos matriculándose en la Escuela Superior de Diplomática, donde obtuvo su título de Archivero-Bibliotecario el 28 de mayo de 1864.158 Recordemos que Vicente lo había hecho en 1859. Pocos datos más tenemos sobre él, tan solo que estaba trabajando en los fondos monásticos de la Real Academia de la Historia, junto con Vicente Sinisterra cuando se creó el Archivo Histórico Nacional (R. D. de 28 de marzo de 1866) y ambos fueron asimilados
España (1859-1945)», en Günther Haensch y Alfonso Muñoz Cosme (coords.), Las aportaciones del hispanismo alemán y su recepción en España, Madrid, Instituto Cervantes, 1996, pp. 33-44, cuando dice: «Había, no obstante, al margen de las Facultades de Letras, otras instituciones que desempeñaban un papel importante en el campo académico, en parte porque tenían encomendada una labor docente que presionaba sobre su actualización, en parte porque habían ido adquiriendo fondos bibliográficos de gran riqueza. Así, en la Escuela Superior de Diplomática (fundada en 1856), incorporada a las Escuelas Superiores Profesionales por la Ley de Instrucción Pública de 1857 e integrada finalmente en 1900 en la Sección de Historia de la Facultad de Letras), se enseñaba una gramática comparada elemental de los romances peninsulares. Pedro Felipe Monlau, y Vicente Vignau y Ballester, después, enseñaban desde su cátedra rudimentos de fonética y nociones de latín vulgar y gramática histórica de las lenguas románicas peninsulares», p. 34. 156 Gutiérrez Cuadrado, Juan. Los apuntes de la asignatura de Gramática Histórica Comparada, p. 889. Continúa diciendo: «Por ello, aunque estemos tentados de considerar a los apuntes de Vignau, que reproduzco sin más comentarios, como un ejemplo de los textos oficiales de la Filología del siglo xix, no debemos hacerlo para no ser injustos con su autor. Vignau fue buen paleógrafo y buen erudito, pero no fue filólogo. Por ello, considerarlo representante oficial de la romanística del siglo xix es decir mucho o no decir nada […]», ibidem. 157 Ibidem, p. 889. 158 Nacido en Valencia el 18 de diciembre de 1838, estudió tres años de Latinidad y tres de Filosofía en el Seminario de San Julián de Cuenca entre los años 1845-1851. Matriculado en la Facultad de Derecho de la Universidad Central obtuvo el grado de bachiller en Derecho Civil y Canónico el 16 de junio de 1864. Su expediente académico de la Facultad de Derecho en AHN.UNIVERSIDADES.4852,Exp.12. El de la Escuela Superior de Diplomática en AGUCM. Escuela de Diplomática. Expediente de Alumno, 3-20. [340]
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a ayudantes de tercer grado del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios en virtud de la base 3.ª del R. D. de 8 de mayo de 1859.159 En la portada de la obra figura como archivero-bibliotecario. La obra en cuestión llevaba por título La lengua de los trovadores. Estudios elementales sobre el lemosín-provenzal seguidos de una traducción de las «Rasos de Trobar» y del «Donatz Proensals» y se publicó en Madrid en 1865. Pero según los datos que constan en el currículum ya aludido que Vicente Vignau preparó para optar a una plaza del Archivo Regional de Valencia en 1875, se habla de la coautoría de esta obra con su hermano Pedro.160 Al final del mismo se alegaba como mérito específico para la mencionada plaza del archivo valenciano, el conocer el «idioma lemosín en que están escritos parte de los documentos del citado Archivo», acreditados en su contribución de la «Gramática lemosina antes citada […] y su larga práctica en la enseñanza de las lenguas neolatinas en la Escuela Superior de Diplomática».161 Ante estas afirmaciones queda bastante clara la participación de Vicente Vignau en esta obra, que además servía de texto, tal como se indicaba, a la asignatura que impartía en la Escuela Superior de Diplomática «Latín de los tiempos medios y conocimiento del romance castellano, lemosín y gallego» y de la que era catedrático desde 1868. El libro iba dedicado a Felipe Monlau. Es muy posible que ambos colaboraran también en la obra que la Escuela publicó para los ejercicios prácticos de la asignatura y que apareció sin nombre de autor en 1865,162 el mismo año que el trabajo que comentamos. La obra consta de dos partes, la primera, una gramática elemental de la lengua provenzal, la cual según la opinión de François Raynouard (1761-1836) constituyó un lenguaje intermedio entre el latín y los idiomas neolatinos que de él se derivaron.163 En
159 Según certificación de Pedro Sabau, secretario de la Real Academia de la Historia, que consta en su expediente, Pedro Vignau fue nombrado auxiliar de los trabajos de la Comisión de índices de los suprimidos monasterios y conventos el 27 de octubre de 1865, labor que desempeñó hasta el 10 de abril de 1866. Solicita a la Dirección General de Instrucción Pública que su obra Estudios elementales sobre el lemosín-provenzal sea considerada como mérito extraordinario para «suplir la falta de calificaciones superiores para el ingreso en referido Cuerpo». AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios, 31/6557. 160 AGUCM. Escuela de Diplomática. Expediente de profesor, 32-37. Pedro había fallecido el 16 de diciembre de 1867. 161 Ibidem. 162 Escuela Superior de Diplomática. Colección de documentos. Muestras de monumentos literarios de la Edad Media para servir de tema en los ejercicios de traducción al castellano moderno y de análisis gramatical filológico, Madrid, Imprenta y Estereotipia de M. Rivadeneira, 1865. Para más detalles sobre ella, remitimos al capítulo dedicado a la Escuela Superior de Diplomática. 163 Sánchez Moguel, Antonio. «España y la Filología, principalmente neolatina», Revista Contemporánea, XXV, 25 (1880), pp. 198-199. Milá y Fontanals, quien puede ser considerado como nuestro primer provenzalista,
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esta línea podemos incluir la obra de Vignau donde se citaba además a aquel en el prólogo, haciendo referencia a una de las múltiples obras que dedicó a este asunto.164 En la segunda parte se traducen dos pequeñas gramáticas provenzales del siglo xiii, Las Rasos de trobar de Ramón Vidal de Besalú y el Donatz proensals de Hugo Faidit. Vignau tomó como base la segunda edición de François Guessard, que había publicado estas obras sobre dos manuscritos florentinos.165 Sin embargo, no conoció otro manuscrito descubierto por Milá y Fontanals en la Biblioteca Nacional de Madrid166 y que, en opinión de Paul Meyer, para Las Rasos de trobar de Ramón Vidal de Besalú, la copia de Madrid podía servir para mejorar varios pasajes del texto en la edición de Guessard de 1858.167 Stengel fue el primero en utilizar este nuevo manuscrito aportado por Meyer en su edición.168 Hoy disponemos de la edición crítica de estas dos gramáticas realizadas por Marshall, basadas en el cotejo y estudio de todos los manuscritos existentes.169 Que los estudios filológicos no fueron la única de meta de Vignau es un hecho que queda bastante claro si repasamos toda su producción bibliográfica. Después de los trabajos que acabamos de mencionar no volvió a publicar nada sobre este tema, a excepción de también sufrió la influencia de Raynouard. Véase Mourelle de Lema, Manuel. La teoría lingüística en la España del siglo xix, 2.ª ed., con notas actualizantes del autor, Madrid, Grugalma Ediciones, 1968, pp. 229 y ss. 164 Vignau y Ballester, Pedro. La lengua de los trovadores. Estudios elementales sobre el lemosín-provenzal seguidos de una traducción de las «Rasos de Trobar» y del «Donatz Proensals», Madrid, Imp. a cargo de Joaquín Muñoz, 1865, pp. XII y XIV-XL. 165 Guessard hizo una primera edición de estas obras a base de un solo manuscrito Guessard, François. «Grammaires romanes inédites du trezième siècles», Bibliothèque de l’École des Chartes, I (1839-1840), pp. 125-203. Años después publicó una nueva basada en el cotejo de más manuscritos, Guessard, François. Grammaires provençales de Hugues Faidit et de Raymond Vidal de Besaudun [xiiie siècle], deuxième édition revue, corrigée et considérablement augmentée, Paris, A. Franck, 1858. En la biblioteca de la Universidad Complutense se conserva un ejemplar de esta obra que tiene el sello de la Escuela Superior de Diplomática. Es muy posible que este fuera el ejemplar que usó Vignau para su edición. 166 Milá y Fontanals, Manuel. «Antiguos tratados de Gaya Ciencia», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, VI, n.º 19 (1876), pp. 313-316; n.º 20 (1876), pp. 329-331; n.º 21 (1876), pp. 345-348 y n.º 22 (1876), pp. 361-364. El manuscrito contiene nueve tratados de los cuales Milá ofrece un pequeño extracto. Del de Ramón Vidal trata en n.º 19, p. 314, donde hace referencia a las dos ediciones de Guessard pero no a la de Vignau. 167 Meyer, Paul. «Traités catalans de grammaire et de poétique», Romania, 6 (1877), p. 343. Meyer publica el texto valiéndose de una copia proporcionada por Antonio Paz y Melia. 168 Stengel, Edmund. Die beiden ältesten provenzalischen grammatiken Lo Donatz proensals und Las rasos de Trobar. Nebst einem provenzalisch-italianischen Glossar von neuem getreu nach den Mss. herausgegeben, Marburg, X. G. Elwert’sche Verlagsbuchhandlung, 1878. Hay una reedición [Niederwalluf bei Wiesbaden] Martin Sändig, [1971]. 169 The Razos de trobar of Raimon Vidal and associated texts. Edited by J. H. Marshall, London, Oxford University Press, 1972; The Donatz Proensals of Uc Faidit, edited by J. H. Marshall, London, Oxford University Press, 1969. [342]
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los artículos que aparecieron sin firma en el Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano de Literatura, Ciencias y Artes.170 Un interés directo para nuestro tema es el que ofrecen las publicaciones consagradas a dos importantes monasterios benedictinos castellanos, Sahagún y Eslonza, desde nuestro punto de vista también las más importantes de toda su obra. Trataremos en primer lugar del glosario y diccionario geográfico que aparece como apéndice a la edición del Índice de Sahagún, pues según su testimonio personal fue él el encargado de continuar este trabajo que ya había sido comenzado por Muñoz Romero.171 La elección del tema, por tanto, no fue casual. Veíamos anteriormente, cuando tratamos de Muñoz Romero, que este había sido el iniciador en 1861 de la publicación de los índices de los fondos monásticos del Archivo Histórico Nacional, cuyo propósito era el publicar un volumen al año. Pero la carencia de medios hizo que solo llegaran a aparecer los de los monasterios de la Vid, San Millán de la Cogolla y San Salvador de Oña. Pues bien, el de Sahagún formaría parte de este plan que Muñoz y Romero dejó encauzado en manos de Vignau. El fondo del monasterio de Sahagún es uno de los más importantes del Archivo Histórico Nacional. Su volumen y la antigüedad de sus documentos constituyen un verdadero tesoro para conocer diferentes aspectos de la Edad Media, la propiedad y todo lo relacionado con ella, la geografía, la filología, la paleografía, como muy bien destaca el propio Vignau en la introducción, pudiéndose reconstruir a través de esta documentación la sociedad de la época.172 Recordemos que la publicación de esta documentación
Este diccionario se publicó en Barcelona entre 1887 y 1897 en 23 tomos. Vignau aparece en la lista de colaboradores de los dos primeros tomos de las materias de filología y lingüística. 171 Índice de documentos del monasterio de Sahagún de la Orden de San Benito y glosario y diccionario geográfico de voces sacadas de los mismos / publicado por el Archivo Histórico Nacional, Madrid, [Imp. Aribau y C.ª], 1874. En el verso de la portada se dice que «Este Glosario y Diccionario Geográfico forman parte, como apéndices, del Índice de los documentos del Monasterio de Sahagún, publicados por el Archivo Histórico Nacional». De hecho, la edición más frecuente es la que incluye ambos, Índice de los documentos del Monasterio de Sahagún de la Orden de San Benito y glosario y diccionario geográfico de voces sacadas de los mismos, Madrid, [Imp. Aribau y Cª], 1874. Vignau señalaba en su currículum que «En la ausencia de los Jefes del Archivo histórico y por muerte de alguno de ellos ha ejercido el cargo de Jefe interino del mismo y en tal concepto se le confió la continuación del Índice de Sahagún al fallecimiento de D. Tomás Muñoz Romero», AGUCM. Escuela de Diplomática. Expediente de alumno, 32-37. «[…] D. Tomás Muñoz y Romero, bajo cuya dirección empezó a publicarse el Índice del monasterio de Sahagún». Véase su Discurso citado más adelante, p. 31. Sin embargo, en el prólogo del mencionado Índice, Vignau no dice nada al respecto. En un currículum suyo manuscrito conservado en ARCHIVO-BNE, BN. Expediente, 384-9, dice en el apartado Obras literarias: «Es autor de los documentos del monasterio de Sahagún […] Los cinco primeros pliegos de esta obra aparecieron bajo la dirección del Sr. D. Tomás Muñoz […]». 172 Índice de los documentos del Monasterio de Sahagún de la Orden de San Benito y glosario y diccionario geográfico de voces sacadas de los mismos, Madrid, [Imp. Aribau y Cª], 1874, pp. IX-XI. 170
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había sido un proyecto fallido del CSIC de los años cincuenta, que finalmente fue llevada a cabo por el Centro de Estudios e Investigación San Isidoro de León entre los años 1977 y 1999.173 Años después, la edición de documentos medievales continuó siendo la labor de Vignau, como lo testimonia la edición del cartulario del monasterio de Eslonza, publicada simplemente con sus iniciales V. V., siglas utilizadas frecuentemente en sus artículos de revista. El título puede inducir a confusión pues no se trata de un verdadero cartulario tal como se entiende técnicamente (códice diplomático), sino que más exactamente era una colección diplomática, donde se publicaban 227 documentos comprendidos entre los años 912 a 1399, de los cuales se da un regesto de su contenido, fecha, tradición documental, tipo de letra, medidas y signatura.174 Parece ser que el trabajo con este fondo había sido iniciado años antes por Jesús M.ª Muñoz y Rivero.175 La obra no llevaba ningún estudio introductorio ni índices, tan solo incluye al final un índice cronológico de los documentos.176 Esto se explica porque el autor tenía la intención de publicar un segundo volumen donde se incluirían estos; de hecho, en la portada de la obra se específica que es la primera parte. Vicente de la Fuente, en el informe que redactó sobre esta obra para la Real Academia de la Historia, nos ofrece otro dato importante. Por él sabemos que Vignau solicitó al Gobierno la adquisición de ejemplares de esta obra, pues parece ser que tenía «ya en prensa la segunda, que contendrá un glosario, y además los índices geográficos y personales que debían acompañar
Véase sobre esta cuestión las pp. 236-237. En el apéndice se incluyen 21 documentos (924-1350) cuyos originales no se conservan en el AHN. Se trata de copias tomadas del «Libro primero de los becerros» de Sahagún realizado por los archiveros del mismo Diego de Bustorcirio y Juan Benito Guardiola, de fecha 4 de agosto de 1569. Hoy lleva la signatura AHN.CÓDICES,L.949. 175 «D. Jesús Muñoz y Rivero ha hecho el cotejo de los documentos del monasterio de Exlonza con sus respectivas copias para la formación del cartulario así denominado próximo a publicarse», véase [Memoria correspondiente al año 1883]. AHN.SECRETARÍA,71. 176 Cartulario del monasterio de Eslonza. Primera parte, [Madrid, Imprenta de la Vda. De Hernando], 1885. [AHN.CÓDICES,L.910]. En apéndice se incluyen los últimos veinte documentos, que no se conservan en el AHN sino por una copia del P. Guardiola, archivero de Sahagún (p. 341, nota 1). Según el informe académico de Vicente de la Fuente, estaba en prensa una segunda parte con un glosario, los índices geográficos y personales y el prólogo. Véase Fuente, Vicente de la. «Cartulario de Eslonza», Boletín de la Real Academia de la Historia, IX, cuaderno V (1886), p. 390 (= Fuente, Vicente de la. «Cartulario de Eslonza»). En el Anuario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios (1882) se dice: «D. Jesús Muñoz y Rivero se ha ocupado en la copia y extracto de los documentos del monasterio de Eslonza, para publicarlos en forma de Cartulario […]», p. 21. Complemento de la obra de Vignau es la de Bravo, Miguel. «Monasterio de Eslonza. Adiciones al cartulario de Eslonza de V. Vignau. Copias de varias donaciones reales sacadas 1774 y 1775», Archivos Leoneses, II, n.º 1 (1948), pp. 89-112 (= Bravo, Miguel «Monasterio de Eslonza»). Las copias fueron sacadas por fray Benito de Aguilar en 1720 y se encuentran en el Centro de Estudios San Isidoro. 173 174
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a estas publicaciones; y también el prólogo que se echa de menos en esta primera parte». En la tapa trasera del volumen se precisaba además lo siguiente: «Está en prensa la segunda parte, que comprenderá el glosario y los índices geográfico y personal, precedidos de un prólogo o introducción». Esta información la proporciona igualmente Vicente de la Fuente, y la verdad es que no habíamos caído en ello, como otros autores, debido a que es una costumbre bastante extendida la eliminación de ambas tapas, la de la portada y la trasera de los libros, cuando se encuadernan.177 Sirva, por tanto, para explicar esta carencia y que en buena lógica es de suponer que seguiría la misma línea que la publicación sobre Sahagún. Con posterioridad a la obra de Vignau, Aurelio Calvo publicó una monografía sobre este monasterio, incluyendo al final numerosos documentos. Entre ellas algunos pergaminos originales de los que iban insertos en el cartulario que «parece que le pasaron inadvertidos al señor Vignau».178 La cifra total de documentos es de 319, aunque muchos de ellos se ofrecen en regesto. Este supuesto «olvido» mencionado por Calvo puede explicarse por la circunstancia de que dichos documentos no hubiesen ingresado todavía en el Archivo, pues como se puede comprobar por el libro registro de entrada de fondos, sabemos que en 1900 y 1902 ingresaron en el Archivo Histórico Nacional documentos de este monasterio procedentes de la Escuela Superior de Diplomática, así como una entrega realizada por José M.ª Valdenebro, alumno de la Escuela, y que procedían de la adquisición realizada por el marqués de Jerez a los herederos del Sancho Rayón.179 No obstante, tal como afirman los modernos editores de la documentación de Eslonza, la obra de Calvo no anula el trabajo de Vignau, que supone la primera edición en España de una colección diplomática, con unas transcripciones muy perfectas, algo no muy usual a finales del siglo xix y que mantiene su validez hasta el día de hoy. Su trabajo ha facilitado el conocimiento de los documentos del monasterio de Eslonza a los investigadores, que reúne un notable conjunto de documentación visigótica de gran valor para el estudio del periodo de los inicios de las lenguas romances hispánicas.180
Fuente, Vicente de la. «El cartulario de Eslonza», pp. 390-392. Este dato lo hemos podido comprobar en el propio AHN, donde la mayoría de los ejemplares conservados carecen de esta tapa trasera. 178 Calvo, Aurelio. San Pedro de Eslonza, Madrid, Anro, 1957, p. XVIII. Con anterioridad otro autor había hecho algunos añadidos a la obra de Vignau, basados en la utilización de unos documentos conservados actualmente en el Archivo Diocesano de León. Véase Bravo, Miguel. «Monasterio de Eslonza», pp. 89-112. 179 Rodríguez Moñino, Antonio. Curiosidades bibliográficas. Rebusca de libros viejos y papeles traspapelados, Madrid, Langa y Compañía, 1946, p. 82. 180 «Al estar depositado el fondo en el Archivo Histórico Nacional, fue uno de los [fondos] bien conocidos por don Ramón Menéndez Pidal, que dispuso además de las fiables transcripciones del Cartulario de V. 177
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Como editor de textos medievales hay que mencionar también la edición numerada de 25 ejemplares del Fuero de Daroca, conservado en el archivo municipal de esta localidad, en colaboración con su compañero Toribio del Campillo. Vignau se encargó de hacer la traducción del mismo y de las notas.181 Para finalizar y tener una visión completa de la obra de Vicente Vignau es necesario hacer mención, aunque sea breve, a sus trabajos relacionados con la medicina. Sus biógrafos, aun sin desconocer esta faceta de su obra, los mencionan muy de pasada y sin referencias concretas.182 Las revistas donde publicó estos trabajos fueron publicaciones médicas de homeopatía, especialidad a la que se dedicó. Sabemos además por algunos de estos artículos que fue profesor de «Terapéutica y materia médica» en el Instituto Homeopático y Hospital San José de Madrid.183 Por su expediente como académico Vignau formó parte de varias comisiones. En 1898 de la de Arqueología y en 1910 de la de Cortes y Fueros. Años después fue incorporado a la Comisión de Cortes para continuar los trabajos de publicación de las de los reinos de Aragón, Valencia y Principado de Cataluña para sustituir a Bienvenido Oliver y Esteller el 9 de abril de 1912. Unos meses más tarde fue designado también para continuar la publicación de las Actas de las Cortes de Castilla a la muerte de Antonio Rodríguez Villa.184
Vignau», Ruiz Asencio, José Manuel y Ruiz Albi, Irene. Colección documental del monasterio de San Pedro de Eslonza I (912-1200), León, Centro de Estudios e Investigación San Isidoro, 2007, p. 30. 181 Fuero de Daroca otorgado por Ramón Berenguer IV conde de Barcelona y príncipe de Aragón en 1142 con la versión castellana y notas de D. Vicente Vignau y Ballester. Publícalo Toribio del Campillo, Zaragoza, Tip. del Hospicio Provincial, 1898. 182 Únicamente hemos encontrado alguna cita concreta en el trabajo de Díez Ménguez, Isabel. «Nuevas aportaciones a la Bibliografía médica hispánica (Libros y folletos) de López Piñero [et al.] procedentes de la Biblioteca del Instituto Homeopático y Hospital de San José de Madrid», Revista General de Información y Documentación, 14 (2004), p. 161. Cita únicamente Programa de la asignatura de Terapéutica y materia médica. Primer curso, Madrid, Establecimiento Tipográfico de los Sucesores de Rivadeneira, 1882, 22 p., que es una edición aparte de sus artículos publicados en Boletín Clínico del Instituto Homeopático de Madrid durante 1852. 183 Las revistas donde aparecieron sus trabajos fueron el Boletín Clínico del Instituto Homeopático de Madrid, El Criterio Médico y la Revista Hanehmanniana. Publicó además una monografía, Vignau, Vicente. Patogénesis abreviadas e indicaciones principales de los medicamentos policrestos, Madrid, Tipografía de los Huérfanos, 1888. Esta obra sí es citada por Cit. Palau, t. XXVII, p. 10, n.º 364839. 184 RAH. Archivo de Secretaría. Expediente personal de D. Vicente Vignau y Ballester, Leg. 103-22. Fruto de sus trabajos académicos Vignau publicó algunos informes: «Valor de los sueldos barceloneses de terno», Boletín de la Real Academia de la Historia, XXX, cuadernos I-III (1899), pp. 218-222 (en colaboración con Fidel Fita); «Documentos del monasterio de San Andrés del Arroyo existentes en el Archivo Histórico Nacional», ibidem, XXXVI, cuaderno III (1900), pp. 229-232; «Fueros dados a los moradores de Ribas de Sil por don Alfonso IX rey de León, Año 1225», ibidem, XLVIII, cuaderno I (1906), pp. 53-54; «Ducado de Cidi Yahya», ibidem, LXXI, cuaderno I-III (1917), pp. 68-96 (en colaboración con el marqués de Laurencín, Julián Ribera, Ángel de Altolaguirre y Julio Puyol). [346]
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Asimismo, fue comisionado para ejecutar la R. O. de 4 de agosto de 1904 por la que se disponía que la documentación de las órdenes monásticas existente en el Archivo Histórico de Hacienda de Valencia pasase al Archivo Regional de Valencia185 (4 de agosto de 1904). En virtud de la R. O. de 26 de agosto de 1898 se autorizaba el traslado al Archivo Histórico Nacional de la documentación valenciana que no había sido remitida antes. Ante esto, la sociedad valenciana Lo Rat Penat solicitó al ministro de Fomento la suspensión de este envío, campaña que se continuó en el periódico local Las Provincias. Ante la alarma suscitada por estos hechos, Vignau, que era valenciano, dio una conferencia en Lo Rat Penat, donde expuso las gestiones que estaba realizando para que no salieran de Valencia dichos fondos, como así se dispuso finalmente por la R. O. de 4 de agosto de 1904. El mismo Vignau se encargó de trasladar estos documentos desde los archivos de Hacienda al Archivo del Reino de Valencia.186 Finalmente queremos puntualizar las opiniones emitidas por Peiró y Pasamar tantas veces citados, según las cuales Vignau en su última época se dedicó a los estudios genealógicos, basándose en los títulos de cinco publicaciones. De ellas, únicamente tres fueron realizadas por él, en colaboración con Uhagón.187 No se trata de obras genealógicas propiamente dichas, sino instrumentos de información del Archivo Histórico Nacional, cuyo fin era facilitar el acceso a los documentos. Las otras dos tampoco son obras de genealogía,188 pero lo más importante es que ni siquiera han sido realizadas por Vignau. Sus autores aparecen mencionados en el prólogo, Francisco García Fresca y Miguel Gómez del Campillo, que es lo único que hizo Vignau. Solamente hay que leerlo para enterarse de ello.
Con este motivo ofreció una conferencia en Valencia donde detalla las razones que llevaron a que esta documentación se quedase allí y no viniera al AHN: «Documentos de las Órdenes monásticas conservados en el Archivo Regional de Valencia. Conferencia», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, XI, n.º 2 (1904), pp. 229-230; ARCHIVO-BNE, BN. Expediente, 384-9. 186 Más detalles sobre la documentación transferida y el escrito de Lo Rat Penat, en Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «La Sección de Clero del Archivo Histórico Nacional», pp. 411-412. 187 Peiró Martín, Ignacio y Pasamar Alzuria, Gonzalo. La Escuela Superior de Diplomática, p. 75, notas 143, 165 y 172. Las obras son: Vignau y Ballester, Vicente y Uhagon, Francisco Rafael de. Índice de pruebas de los caballeros que han vestido el hábito de Santiago desde el año 1501 hasta la fecha, Madrid, Est. tip. de la Viuda e Hijos de M. Tello, 1901. idem. Índice de pruebas de los caballeros que han vestido el hábito de Calatrava, Alcántara y Montesa desde el siglo xvi hasta la fecha, Madrid, Est. tip. de la Viuda e Hijos de M. Tello, 1903. 188 [García Fresca, Francisco; Gómez del Campillo, Miguel]. Archivo Histórico Nacional. Catálogo de las causas contra la fe seguidas ante el tribunal del Santo Oficio de la inquisición de Toledo y de las informaciones genealógicas de los pretendientes a oficios del mismo, con un apéndice en que se detallan los fondos existentes en este archivo de los demás tribunales de España, Italia y América, Madrid, Tip. de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1903; [Garreta, José y Olavide y Carrera, Ignacio]. Índice de los papeles de la Junta Central Suprema Gubernativa del Reino y del Consejo de Regencia, Madrid, Tip. de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1904. 185
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Después del estudio sobre la obra de Vicente Vignau se pueden sacar algunas conclusiones. Por su formación y por sus trabajos se puede afirmar que la Edad Media ejerció sobre él una especial atracción y a ella consagró gran parte de sus trabajos, centrándose especialmente en la edición de documentos. Muñoz y Romero tuvo una gran influencia sobre él, como lo reconoce explícitamente, recordándole como «inolvidable y querido maestro»189 y haciéndole partícipe de sus publicaciones, como hemos visto con el índice del monasterio de Sahagún. Sin embargo, echamos en falta en Vignau algún trabajo monográfico, como los de Escudero de la Peña. En el campo de la filología, tema de su cátedra en la Escuela, su producción fue escasa, tan solo la Gramática en colaboración con su hermano, y las notas de carácter etimológico o aclaración del significado de algunas palabras en la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, demasiado poco significativo para el largo número de años que detentó la cátedra. Es posible que esto tenga una explicación. De su biografía hay un hecho bastante llamativo, como es la gran ambición que tuvo de ascenso profesional. Esto podría explicar los estudios de especialidades tan diferentes que hizo y ejerció. Tuvo prisa siempre por ascender en el Cuerpo Facultativo y llegar a puestos directivos.190 Por ello creemos que su elección por la cátedra de «Latín de los tiempos medios y conocimiento de los romances» no fue por vocación hacia esta especialidad, sino en función del deseo que tenía de llegar a ser catedrático lo antes posible. Esta oportunidad se la brindó esta cátedra, para cuyo desempeño podía alegar sus buenos conocimientos de la lengua latina, ya que la de paleografía, donde a tenor de sus trabajos posteriores hubiera estado más en consonancia con sus gustos, estaba ocupada por Escudero de la Peña, que era el ayudante del Cuerpo más antiguo y el sustituto de las clases de Muñoz y Romero y, por tanto, la persona más lógica para sucederle en la misma. No obstante, el destino parece que quiso recompensarle en este asunto y cuando falleció Mariano Muñoz y Rivero, que era el catedrático de Paleografía en la Facultad de Filosofía
El Archivo Histórico Nacional. Discurso, p. 6. Tenemos un testimonio bastante revelador de un miembro de la profesión que fue coetáneo suyo, Ángel Barcia, quien en sus Memorias hace un retrato de Vignau bastante sarcástico: «[…] Ha seguido a este [Ricardo de Hinojosa] el que por las trazas iba pareciendo inmortal el entre nosotros archivero fue Vicente Vignau que entró en este mundo a mediados de 1834 y en nuestro Cuerpo en 1860 siendo de los primeros que tomaron asiento en él y en el que ha manipulado con gran maestría durante 48 años luciendo sus buenas y malas cualidades y resistiéndose como gato panza arriba a la jubilación que logró mañosamente eludir y retardar 4 años hasta que harto uno de los perjudicados que también tenía orgullo se lió con él y le dio el jaque mate. Con todo siguió coleando en la Academia de la Historia hasta que la cruda parca se cansó y tejiendo por acá y sin cuidarse de que era doctor en Medicina y licenciado en Teología, en Derecho, en Filosofía y Letras, en Diplomática, etc., etc., le invitó terminantemente y le hizo entrar en la danza macabra ayer 30 de noviembre de este año. Descanse en paz», Barcia, Ángel. Memorias, t. VII, BN. Ms. 21271, fol. 36v.-37r.
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y Letras tras la supresión de la Escuela, se le encomendó también la enseñanza de esta asignatura en concepto de acumulada. Asimismo, del examen de sus trabajos puede afirmarse que el Archivo Histórico Nacional ejerció sobre él una gran influencia, proporcionándole una numerosa cantidad de materiales, especialmente los fondos de Sahagún y Eslonza. 2.3. Un discípulo desconocido: José Foradada y Castán191 Nació en Pueyo de Moros (Huesca) en 1840. Sobre sus estudios no tenemos datos muy concretos. Por una solicitud que presentó a un concurso para cubrir dos plazas de oficiales de tercer grado vacantes en la Sección de Archivos, alegaba ser bachiller en Teología y tener aprobadas las correspondientes a la licenciatura de dicha Facultad.192 Posteriormente estudió en la Escuela Superior de Diplomática (1862-1865,) donde destacó como alumno brillante. Fue Premio Extraordinario (27 de octubre de 1865) y pensionado durante tres años, obteniendo el título de Archivero-Bibliotecario al año siguiente (10 de enero de 1866).193 Como pensionado fue destinado (O. de 14 de mayo de 1866) al Archivo Histórico Nacional, compatibilizando esta tarea con la de sustitución en las cátedras que fuere necesario en la Escuela Superior de Diplomática.194 En el Archivo Histórico Nacional formó parte de la primera plantilla de este centro bajo la dirección de Muñoz y Romero, donde permaneció hasta el 25 de junio de 1868, fecha en la que fue nombrado ayudante de tercer grado del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios con destino en la Biblioteca Universitaria de Sevilla. Pero por necesidades del servicio fue trasladado al Archivo General Central de Alcalá de Henares el primero de julio de este mismo año, tomando posesión el día 13 de este mes.195
191 Ruiz Cabriada, Agustín. Bio-bibliografía, 1958, pp. 325-326; Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «Panorama de los archivos españoles, pp. 119-160; Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «Foradada y Castán, José», en Diccionario Biográfico Español, Madrid, Real Academia de la Historia, 2011, v. XX, pp. 455-456 (= Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «Foradada y Castán, José»). 192 La solicitud está fechada en Toledo el 12 de septiembre de 1874. AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios, 31/6517. 193 AGUCM. Escuela de Diplomática. Expediente de alumno, 5-10; Ruiz Cabriada, Agustín. Bio-bibliografía, pp. 325-326; Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «Foradada y Castán, José», pp. 455-456. 194 AHN.SECRETARÍA. Expediente personal de José Foradada y Castán, 188. Fue sustituto en las cátedras de «Bibliografía», «Numismática» e «Historia de las bellas artes», según consta en certificación de 22 de abril de 1868. Véase AGA.EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios, 31/6517. 195 Ibidem.
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Como consecuencia de la incautación del archivo de la catedral de Toledo (D. de 1 de enero de 1869), sus fondos se depositaron en el Archivo Histórico de Toledo, creado para tal ocasión y cuya organización se encargó al propio Foradada y Castán, fue trasladado con este fin por la Dirección General de Instrucción Pública de 22 de mayo de 1869.196 Este archivo se había creado el 15 de febrero de 1869 con el fin de conservar los fondos incautados por el Estado a los archivos y bibliotecas de catedrales, cabildos, monasterios y órdenes militares, en cumplimiento del mencionado decreto. Instalado en el antiguo convento de Santa Ana, cedido por el Ministerio de Hacienda al de Fomento en 1870 y una vez realizadas las obras necesarias, comenzó a funcionar el 15 de noviembre de 1873. Sus fondos procedían fundamentalmente de la catedral de Toledo, archivo catedralicio propiamente dicho, archivo de la obra y fábrica, e informaciones de limpieza de sangre. Asimismo, se depositó allí el archivo de pleitos de las órdenes militares de Santiago, Alcántara y Calatrava, más cuatro legajos de la Hermandad vieja de Toledo. Pero Foradada, con una visión más amplia, quería incorporar además al mismo los del Gobierno Civil, Diputación Provincial y el fondo histórico del archivo municipal. Allí continuó poniendo en marcha este nuevo archivo, pero las circunstancias históricas hicieron que en 1875 los fondos incautados a las corporaciones religiosas les fuesen devueltos por el R. D. de 23 de enero de 1875, careciendo entonces ya de sentido este archivo.197 Regresó entonces de nuevo al Archivo Histórico Nacional el 15 de enero de 1876), donde pocos meses después sería nombrado secretario del mismo (16 de agosto de 1876) hasta su fallecimiento en 1884. Un año antes de producirse intentó trasladarse, concursando a una plaza en el Archivo de Indias, pero sin éxito.198 De sus trabajos en el Archivo Histórico Nacional tenemos alguna noticia por una certificación expedida por Juan de Tro y Ortolano el 20 de abril de 1868.199 Aunque no
Por Orden de 22 de mayo de 1869 se le pone «a las Órdenes de la Comisión de Incautación de la ciudad de Toledo, a fin de que pueda hacerse cargo del Archivo y Biblioteca de códices que fueron del cabildo toledano y que próximamente han de abrirse al público». Igualmente fue encargado de la devolución por Orden de 12 de abril de 1875. Véase AHN.SECRETARÍA,45. 197 Sobre este archivo y la labor de Foradada en él, véase Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «Panorama de los archivos españoles», p. 149. Sobre el papel que Foradada jugó en la devolución, véase Rivera Recio, Juan Francisco. «La Primera República y los fondos documentales de la catedral de Toledo», Toletum, 3 (1964), pp. 79-100. 198 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios, 31/6517. 199 «[…] ocupado en el arreglo y clasificación de los documentos pertenecientes a Monte Aragón, Oña y varios de la provincia de Valencia; que ha hecho un notable trabajo publicado recientemente sobre la inteligencia de los Pneumas, marcando el valor alfabético de estos caracteres con una serie de oportunas observaciones sobre su uso en la Edad Media […]», ibidem. 196
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muy numerosos, son interesantes y merecen nuestra atención. El primero del que tenemos noticia es un curioso artículo sobre la suscripción en los documentos con signos que semejan neumas,200 que es al que se alude en la certificación mencionada. Se basa para su estudio en varios documentos del Archivo Histórico Nacional procedentes de los monasterios de Sahagún, Eslonza, San Román de Entrepeñas y un códice de la catedral de León, cuyo original no ha consultado directamente sino en una copia proporcionada por Muñoz y Romero. Defiende el carácter literal y no musical de estos «signos», que están en íntima relación con el uso de esta escritura, desapareciendo con el uso de la letra «francesa». Este trabajo fue alabado por Jesús M.ª Muñoz y Rivero en su Paleografía visigoda.201 Durante su estancia en el Archivo Histórico de Toledo dio a conocer algunos de sus fondos en la revista del Cuerpo,202 así como otros de carácter etimológico en la sección de preguntas de la misma.203 La participación en los trabajos de incautación de los fondos de la catedral de Toledo le pusieron en contacto con sus ricos fondos,
«Signaturas escritas con caracteres considerados hasta aquí como pneumas, o signos musicales», El Arte en España. Revista Mensual de Arte y Literatura, VI (1867), pp. 105-111. Recogida también en su obra manuscrita Varios Apuntes. AHN.CÓDICES,L.44, [p.] 1-20. Critica la teoría de Quantin, Maximilien. Dictionnaire raisonné de diplomatique, Paris, Chez l’Editeur, 1856, s. v. Musique, col. 550. Según Foradada «por encargo de su Jefe el Comisario Regio Sr. D. Tomás Muñoz y Romero, llevó a efecto el adjunto trabajo sobre signaturas escritas con caracteres considerados como pneumas o signos musicales, que por su importancia y novedad de la materia, mereció el encargo del expresado Sr. Comisario Regio la calificación de Opúsculo importante para el conocimiento de la Paleografía crítica de la Edad Media», AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios, 31/6517. 201 Muñoz y Rivero, Jesús M.ª. Paleografía visigoda. Método teórico-práctico para aprender a leer los códices y documentos españoles de los siglos v al xii, Madrid, Daniel Jorro, 1919, p. 86, nota 1. 202 «Catálogo de algunas obras, códices y manuscritos existentes en el Archivo Histórico de Toledo», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, III, n.º 6 (1873), pp. 87-90; n.º 7 (1873), pp. 104-106; «Carta del infante don Fernando hijo del rey de Castilla don Enrique II al arcediano de Toledo», ibidem, IV, n.º 13 (1874), p. 203; «Carta del marqués de Villena al cabildo de Toledo, sobre los sucesos de las comunidades de Castilla y muerte de Juan de Padilla, ibidem, IV, n.º 16 (1874), pp. 351-352; Palacios Rubios, Juan de. «Entrada en Roma del conde de Lemos», ibidem, IV, n.º 15 (1874), pp. 231-234; n.º 16 (1874), pp. 344-348; n.º 18 (1874), pp. 382-385; n.º 19 (1874), pp. 390-393; n.º 20, pp. 408-413; n.º 21 (1874), pp. 423-425; n.º 22 (1874), pp. 441-447; «Memoria de los premios que se dieron a los poetas latinos y españoles que celebraron la entrada del cuerpo de la gloriosa Santa Leocadia. Año 1588», ibidem, V, n.º 22 (1875), pp. 365-367; «Reseña histórica de la campana grande de Toledo titulada de San Eugenio», ibidem, VI, n.º 1 (1876), pp. 9-12; n.º 2 (1876), pp. 23-28; «Carta del arquitecto don Ventura Rodríguez al señor don Andrés Xavier Cano», ibidem, VI, 6 (1876), pp. 68-69; «Datos biográficos desconocidos o mal apreciados acerca del célebre pintor Dominico Theotocopuli», ibidem, VI, n.º 7 (1876), pp. 137-139; n.º 8, pp. 153-156. Reed. en El Greco. Documents on his life and work, edited by Nicos Hadjinicolau, Rethymno, Crete University Press, 1990, pp. 134-137; «El mausoleo del cardenal Tavera», ibidem, VI, n.º 5 (1876), pp. 73-77. 203 «Cantarranas», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, VII, n.º 1 (1877), p. 16; «Cerdo de San Antón», ibidem VI, n.º 23 (1876), p. 392. 200
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ocasión que aprovechó para hacer un breve estudio sobre sus orígenes a finales del siglo xiv y de los catálogos conservados.204 De regreso en el Archivo Histórico Nacional se interesó por los códices, como lo demuestra su trabajo publicado en 1881.205 Es precisamente en esta fecha cuando tenemos noticia de la aparición por primera vez de la Sección de Códices y Cartularios del Archivo Histórico Nacional,206 con lo cual es muy probable que esta obra sea el resultado de los trabajos de organización de fondos en este centro, de los cuales se desgajaron algunos documentos de sus secciones respectivas para formar esta. También sospechamos que este interés por los códices le pudo venir a Foradada y Castán por influencia de Muñoz y Romero, que, como ya hemos señalado, fue uno de los primeros en llamar la atención sobre la importancia de los cartularios, tal como se estaba haciendo en la vecina Francia. El conocimiento que Foradada tenía de los cartularios fue alabado por el famoso erudito Paul Ewald, quien en su viaje de estudios por España visitó el Archivo Histórico Nacional en busca de códices, siendo allí atendido por él.207 En Foradada y Castán se puede detectar una clara orientación por los estudios medievales, para los cuales debió de demostrar buenas aptitudes que no se le debieron escapar al sagaz Muñoz y Romero, quien además de ser su maestro en la Escuela Superior de Diplomática coincidió con él de nuevo en el recién estrenado Archivo Histórico Nacional. Bajo la mano del maestro trabajó en ese limitado y privilegiado círculo de personas que recibieron su magisterio directo y diario, orientando además sus trabajos y proporcionándoles materiales,208 al igual que había hecho con Escudero de la Peña y Vignau.
«Reseña histórica de la biblioteca del cabildo de la catedral de Toledo», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, VII, n.º 4 (1877), pp. 49-54; n.º 5 (1877), pp. 65-69. También en su obra manuscrita Varios apuntes, AHN.CÓDICES,L.44, hojas 132-161; «Varias noticias de bibliografía médica», Anfiteatro Anatómico Español, II, n.º 45 (30 de junio 1874), pp. 258-259. También en Varios apuntes, pp. 53-65. 205 «Noticia de varios becerros y cartularios existentes en el Archivo Histórico Nacional que pueden considerarse como principales monumentos de la historia lingüística española», Revista Contemporánea, VII, tomo 34 (1881), pp. 40-55. Este artículo fue incluido como apéndice, con ligeras variaciones en «Archivo Histórico Nacional. Apéndice: Códices y manuscritos», en Anuario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios, II (1882), pp. 23-33. 206 Aparece en la Memoria del archivo de 1881. Véase Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «La organización de los fondos», pp. 66-67. 207 Foradada era por entonces secretario del archivo: «Das Archiv befindet sich im Gebäude der Akademie der Geschichte in der Calle Leon 21. Die Erlaubnis zur Benutzung ertheilte in liebenswürdigster Weise D. José Foradada», Ewald, Paul. «Reise nach Spaniens im Winter von 1878 auf 1879», Neues Archiv für Ältere Deutsche Geschichte zur Beforderung einer Gesamtausgabe der Quellenschriften deutscher Geschichten des Mittelalters, 6 (1881), p. 350. 208 «Otros datos pudiéramos citar, si necesario fuera, y no menos importantes que, con su acostumbrada amabilidad, nos ha facilitado el tan sabio como modesto Sr. Comisario regio del Archivo Histórico Nacional, D. Tomás Muñoz y Romero, a quien, después de mostrarle nuestro más profundo agradecimiento, debemos atribuir lo que pueda valer cuanto hayamos hecho», op. cit. en la nota 200, p. 107. 204
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Por las Memorias del archivo de 1881, 1882, 1883 y 1884 sabemos que por estos años trabajaba en el archivo con los fondos de los monasterios de San Victorián, San Juan de la Peña, Nuestra Señora de la Vid, Montearagón y en la Sección de Códices y Cartularios.209 La temprana muerte a la edad de cuarenta y seis años rompió de golpe el camino de otro discípulo de Muñoz y Romero, en cuyos primeros pasos se vislumbraban prometedores resultados. 3. Los hijos de Tomás Muñoz y Romero en el Archivo Histórico Nacional: Jesús M.ª Muñoz y Rivero, Mariano Muñoz y Rivero y Juan Muñoz y Rivero La semilla esparcida por Muñoz y Romero entre sus más cercanos colaboradores y alumnos de la Escuela Superior de Diplomática, interesándolos hacia los estudios medievales, cuajó también en su propio hogar. Dos de sus tres hijos, Jesús María y Mariano, siguieron la estela de su padre. El tercero, Juan, aunque no nos atrevemos a considerarle plenamente como medievalista, durante su estancia en el Archivo Histórico Nacional trabajó en sus fondos medievales. De los tres, sin duda, el más brillante fue Jesús M.ª. 3.1. Jesús M.ª Muñoz y Rivero210 Nació en Madrid el 20 de enero de 1851. Comenzó estudiando las carreras de Derecho y Filosofía y Letras en la Universidad Central, hasta que por un imperativo legal se vio imposibilitado de simultanear ambas carreras, abandonando decididamente la primera, de la cual tenía aprobado el primer curso. Se licenció en Filosofía y Letras el 7 de diciembre de 1868 con el tema Descubrimiento de la brújula, pólvora, de la imprenta y del Nuevo Mundo.211 Cursó brillantemente los estudios de la Escuela Superior de Diplomática, obteniendo el Certificado de Aptitud para Archivero, Bibliotecario y Anticuario el 21 de junio de 1869.212 Ingresó en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios el 10 de diciembre de 1868 y fue destinado al Archivo Histórico Nacional. Al cabo de
Memoria del Archivo Histórico Nacional perteneciente al año 1881. AHN.SECRETARÍA,71; [Memoria correspondiente al año 1882]. AHN.SECRETARÍA,71; [Memoria correspondiente al año 1883]. AHN.SECRETARÍA,71; [Memoria correspondiente al año 1884]. AHN.SECRETARÍA,71. 210 Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «Muñoz Rivero, Jesús María», en Diccionario Biográfico Español, Madrid, Real Academia de la Historia, 2012, v. XXXVII, pp. 104-105, donde se recoge la bibliografía anterior. 211 AHN.UNIVERSIDADES.4495,Exp.15 (Derecho). AHN.UNIVERSIDADES.6703,Exp.7 (Filosofía y Letras). 212 AGUCM. Escuela de Diplomática. Expediente personal, 6-18. 209
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algunos años se trasladó al archivo de la Universidad Central (22 de noviembre de 1876) para regresar de nuevo al Archivo Histórico Nacional (10 de agosto de 1881), hasta la obtención de una plaza en la Escuela Superior de Diplomática como veremos a continuación.213 En el Archivo Histórico Nacional sabemos que trabajó en la organización de fondos monásticos y de órdenes militares que se estaban llevando a cabo.214 Sus primeros pasos en la Escuela los realizó como escribiente desde el 24 de octubre de 1864, siendo todavía estudiante en ella. Inició la docencia en la misma el 20 de septiembre de 1870 como sustituto de la clase de «Ejercicios prácticos de paleografía» hasta el 26 de septiembre de 1873. Poco después, el 5 de noviembre de 1877, en atención a sus especiales conocimientos en la materia, pasó a ser sustituto de las cátedras de «Latín de los tiempos medios» y de «Paleografía general y crítica». Desde el 6 de octubre de 1879 fue encargado de esta última por la enfermedad de Escudero de la Peña, catedrático de la asignatura. Finalmente, el 26 de octubre de 1882 era nombrado catedrático de esta asignatura por oposición.215 Fue comisionado (O. de 10 de noviembre de 1887) junto con Eduardo de Hinojosa, catedrático de Historia de las Instituciones de la Edad Media, para recibir bajo inventario de José Villaamil y Castro los cartularios y documentos procedentes de las delegaciones de Hacienda de las provincias gallegas depositados en esta Escuela, hasta que se acordase su destino definitivo. De su labor docente en la Escuela nos ha dejado un programa de la asignatura allí impartida.216 Muñoz y Rivero sustituyó en la cátedra a Escudero de la Peña, que fue el primer profesor que asumió la refundición de las dos asignaturas dedicadas a la paleografía en una sola, por el D. de 17 de noviembre de 1868. Como característica más llamativa de este programa destacamos el apartado final que recoge una bibliografía dividida a su vez en tres partes sobre «Obras que tratan en general de paleografía y diplomática», «Obras que tratan de puntos especiales de la paleografía», y «Obras que tratan de puntos especiales de diplomática».217 Este hecho lo podemos considerar como innovador, pues hasta ahora ninguno de los programas que
AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios, 31/6538; AHN.SECRETARÍA. Expediente personal de Jesús M.ª Muñoz y Rivero,190. 214 Memoria del Archivo Histórico Nacional perteneciente al año 1881. AHN.SECRETARÍA,71; [Memoria correspondiente al año 1882], ibidem; AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios, 31/6538. 215 AGUCM. Escuela de Diplomática. Expediente de profesor,32-26. 216 Escuela Superior de Diplomática Especial del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios. Programa de paleografía general y crítica, Madrid, [Imprenta de Ángel B. Velasco], 1883. Aunque su autoría no figura en la portada, al final del mismo en la p. 42, sí que aparece. 217 Ibidem, pp. 43-47. 213
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hemos examinado incluyen un apartado específico semejante. Pero además este programa presenta otra singularidad, como es que en cada uno de los temas, a continuación del enunciado y de los puntos de que consta, incluya un sumario de los temas a tratar, con lo cual se puede tener una visión más completa y certera de su contenido. La obra de Jesús M.ª Muñoz y Rivero se caracteriza, además de por su planteamiento eminentemente pedagógico, por una línea temática y de investigación muy concreta y uniforme, el estudio de la paleografía y diplomática españolas de la Edad Media. Sus primeros trabajos aparecieron en la sección de preguntas de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos de los años 1871 y 1872218, relacionados con los mencionados temas, constituirán su principal objeto de interés durante toda su vida y en cuya elección suponemos igualmente influiría la docencia de esta asignatura en la Escuela Superior de Diplomática. Destacaremos también otro trabajo, «Estado actual de la paleografía en España», donde por vez primera se ofrece aproximación al tema.219 En este artículo se ponía de manifiesto el atraso que los estudios paleográficos tenían en España, que llevaban a afirmar, por ejemplo, que códices como el del Baptismo parvulorum de San Agustín, conservado en la biblioteca de El Escorial, estaba escrito por el mismísimo santo. Ello desencadenó la respuesta del presbítero José Fernández Montaña220 que fue rebatida inmediatamente por Muñoz y Rivero.221 Pionero fue también su estudio del signo rodado en los documentos desde sus orígenes hasta Alfonso X,222 primera obra sobre este tema, luego continuada por Escudero de la Peña, tal como hemos visto. Muñoz y Rivero fue, sin duda, el principal difusor de la paleografía desde un punto de vista eminentemente práctico, como arte de leer los documentos antiguos223
«Testigos, confirmantes y roborantes», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, I, n.º 12 (1871), pp. 191-192; «Escritura cifrada», ibidem, I, n.º 14 (1871), pp. 222-223; «Cartas partidas», ibidem, II, n.º 3 (1872), pp. 47-48; «Privilegios rodados», ibidem, II, n.º 12 (1872), pp. 194-195; «Definitio», ibidem, II, n.º 15 (1872), p. 243; «U y V», ibidem, II, n.º 15 (1872), p. 243. 219 «Estado actual de la paleografía en España», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, II, n.º 15 (1872), pp. 229-231; n.º 16 (1872), pp. 245-250. 220 Fernández Montaña, José. «El códice escurialense de San Agustín», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, II, n.º 17 (1872), pp. 265-269; n.º 20 (1872), pp. 314-317. 221 Muñoz y Rivero, Jesús M.ª. «El códice escurialense de San Agustín», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, II, n.º 21 (1872), pp. 329-333. 222 «Del signo rodado en los documentos reales anteriores a don Alfonso el Sabio», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, II, n.º 12 (1872), pp. 188-190; n.º 14 (1872), pp. 222-225; n.º 17 (1872), pp. 270-275. 223 Colección de facsímiles de documentos españoles de los siglos ix al xvii para servir de tema a los ejercicios de lectura, traducción y análisis crítico que deben practicarse en las cátedras de Paleografía, Madrid, 1879. Publicó seis fascículos con 48 documentos que abandonó por la obra siguiente; Paleografía popular. Arte de leer los documentos antiguos escritos en castellano. Obra dispuesta para que aprendan por sí fácilmente y en poco tiempo a interpretar los documentos antiguos todas aquellas personas que no hacen profesión principal de la Paleografía, y, especialmente los Registradores de la propiedad, abogados, notarios, secretarios de ayuntamientos, archiveros 218
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basado en el estudio de los diferentes alfabetos y abreviaturas. Entre todos sus trabajos, las que más fama alcanzaron fueron su Paleografía visigoda y el Manual de paleografía diplomática española,224 obras que han servido como manuales de enseñanza durante muchos años por ser las únicas existentes hasta la aparición de la Paleografía de García Villada en 1923. El principal defecto que se les ha achacado es la no utilización de la fotografía para la reproducción de los facsímiles, ya que las reproducciones de los documentos son copias dibujadas directamente por el autor y, por tanto, no exentas de inexactitudes. Pero su misión principal, la de enseñar a leer los documentos, la han cumplido sobradamente.225 Otro dato no despreciable a tener en cuenta sobre el valor de su obra, como destaca Tomás Marín, fue la inspiración y provecho que de ella ha sacado Millares
municipales y de casas particulares, profesores de instrucción primaria, curas párrocos, etc., etc., Madrid, [Viuda de Hernando y Cía.], 1886; Firmas de los reyes de España desde el siglo ix hasta nuestros días, Madrid, [Viuda de Hernández y Cª], 1887; Idioma y escritura de España. Libro de lectura de manuscritos antiguos para las escuelas de primera enseñanza para las escuelas de primera enseñanza. Contiene una breve reseña de la historia de la escritura y la literatura de España desde los tiempos más remotos hasta fines del siglo xviii, 73 grabados que representan textos literarios en escritura antigua, las transcripciones de estos facsímiles y la equivalencia moderna de todas las voces anticuadas que contienen dichos textos, Madrid, Librería de la Viuda de Hernando y Cª, 1888; Chrestomatia paleographica. Scrpiturae veteris specimina. Pars prior: Scriptura chartarum. Secunda Pars: Scriptura codicum, Madrid, Matriti, apud Viduam Gregorii Hernando et Socios, Bibliopolas, [s.a]. 224 Paleografía visigoda. Método teórico-práctico para aprender a leer los códices y documentos españoles de los siglos v al xii, Madrid, [Imp. y litografía de La Guirnalda], 1881. Obra ilustrada con 45 láminas dibujadas por el autor; Manual de paleografía diplomática española de los siglos xii al xvii. Método teórico-práctico para aprender a leer los documentos españoles de los siglos xii al xvii, Madrid, 1880. 2.ª ed., corregida y aumentada Madrid, 1917. Obra ilustrada con 240 facsímiles por el autor, y con numerosos grabados intercalados en el texto. Reed. facsímil, Madrid, Atlas, 1970 y Valencia, Librerías «París-Valencia», 2008. Recensión por Alfred MorelFatio en Bibliothèque de l´Ecole de Chartes, XLII (1881), pp. 71-81. 225 Ruiz Asencio lo pone de manifiesto con contundencia: «Los primeros verdaderos manuales de Paleografía se publicaron a fines del siglo xix […] Se puede afirmar que en los años de edición constituyeron los mejores manuales que existían en Europa, donde hay que esperar todavía algunos años para que se produzcan obras de alto nivel, como la del francés M. Prou. La doctrina se expone en el primer tercio de cada libro, mostrándose don Jesús como un grandísimo conocedor de las escrituras diplomáticas hasta el punto de que todos los paleógrafos manualistas que lo hemos seguido continuamos dependiendo de él en mayor o menor medida […] El gran defecto de la obra es que las láminas van en tamaño 4.º en vez del necesario folio y no son procedentes de fotografías sino dibujadas a mano por el autor, solución que no es la mejor evidentemente por cuanto de forma inevitable y sistemática se traicionan los originales, y más si tenemos en cuenta que ya en 1880 se podría haber recurrido a las fotografías. Pero repito que el manual de Muñoz y Rivero se mantuvo como único libro recomendable por contenido y técnica expositiva, superando a la obra de Z. García Villada en todo, salvo en la calidad de las láminas», Ruiz Asencio, José Manuel. «Contribución de los paleógrafos-diplomatistas españoles a los estudios medievales», en La historia medieval hoy. Percepción académica y percepción social: XXXV Semana de Estudios Medievales, Estella 21-25 de julio de 2008, [Pamplona], Gobierno de Navarra, 2009, p. 119. [356]
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Carlo para su Tratado de paleografía española.226 Asimismo, en opinión de Floriano, Muñoz y Rivero fue el creador de «nuestra paleografía científica», así como un didáctico formidable.227 Igualmente, Muñoz y Rivero fue el primero en fijar la denominación de visigoda, y así lo manifiesta en el título de su obra Paleografía visigoda ante la necesidad de dar un nombre a la escritura romana en España, siguiendo en ello a Pedro Ribeiro, quien se refería a nuestra letra como «wisigothica», término que sería finalmente consagrado por Millares Carlo como escritura visigótica.228 Salvo la parte referente a los códices visigóticos, pronto superada, sus obras «han seguido teniendo valor hasta hoy».229 El conocimiento que tiene de la bibliografía extranjera es notable, aunque en sus obras apenas se mencionan. En su Manual de paleografía diplomática española remite a la que incluye en su programa que acabamos de comentar.230 Tanto para la Paleografía visigoda como para el Manual de paleografía diplomática española, Muñoz y Rivero se valió en gran medida de los fondos documentales del Archivo Histórico Nacional. En la primera de ellas, aunque no se especifica, la mayoría de los documentos reproducidos, del xv al xliv, creemos que pertenecen a fondos de este archivo.231 En el caso del manual ocurre lo mismo, tampoco se indica la procedencia individual de los 240 documentos que se incluyen.232
«De Muñoz y Rivero tomó esquemas y dibujos de letras, nexos, abreviaturas, con sus correspondientes cuadros, en cuya composición se mostró aquel particularmente experto: admiró su larga serie de láminas, doscientas cuarenta, pero lamentó el que hubieran sido reproducidas a ojo, no fotográficamente, sino mediante dibujo». Véase Marín Martínez, Tomás. «Prólogo» a la tercera edición del Tratado de paleografía española de Agustín Millares Carlo, Madrid, Espasa-Calpe, 1983, I, p. XV. 227 Floriano Cumbreño, Antonio C. Curso general de paleografía y paleografía y diplomática españolas, Oviedo, [Imp. La Cruz], 1946, p. 47 (= Floriano Cumbreño, Antonio C. Curso general). 228 Alturo, Jesús. «La escritura visigótica. Estado de la cuestión», Archiv für Diplomatik, Schriftgeschichte, Siegelund Wappenkunde, 50 (2004), p. 348, nota 2. 229 Ruiz Asencio, José Manuel. «Agustín Millares, paleógrafo», Boletín Millares Carlo, 13 (1994), p. 165. 230 Muñoz y Rivero, Jesús M.ª. Manual de paleografía diplomática española, p. 10, nota. En su Paleografía visigoda cita dos veces a Ribeiro y otras dos a los maurinos. Ruiz Asencio, quien creemos que no conoce este programa pues no lo cita, echa en falta la mención de la obra de Wattembach. Anleitung zur lateneischen Palaeographie, que se había publicado en 1866 y los facsímiles de la primera serie de la Paleographical Society, publicada en Londres en 1873-1883. Véase su obra citada en la nota anterior, pp. 163-164. 231 También procedían de la Biblioteca Nacional, de San Lorenzo de El Escorial, de la Academia de la Historia y de la Escuela Superior de Diplomática. Véase Paleografía visigoda. Método teórico-práctico para aprender a leer los códices y documentos españoles de los siglos v al xii, Madrid, Daniel Jorro, 1919, p. 123. 232 Solo se indica que los documentos proceden del «Archivo Histórico Nacional, ya en el Universitario de Madrid, ya en la Escuela Superior de Diplomática, ya, por último, en algunas colecciones particulares que nos han sido facilitadas», Manual de paleografía diplomática española de los siglos xii al xvii. Método teóricopráctico para aprender a leer los documentos españoles de los siglos xii al xvii, Madrid, Daniel Jorro, 1917, p. 115. 226
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Además de los primeros manuales de paleografía, Muñoz y Rivero fue también autor del primer manual de diplomática233 en nuestra lengua, obra que venía a llenar un gran vacío en esta materia que se impartía en la Escuela Superior de Diplomática y para cuya enseñanza se carecía de obras de consulta españolas. Este trabajo no tenía grandes pretensiones, según el autor «solo puede ser considerado como un programa o una tabla de materias de la Diplomática española, y no en modo alguno como tratado de esta ciencia». Su concepción de la diplomática era la tradicional en su época, la de instrumento para distinguir los documentos «auténticos de los falsos o sospechosos», tal como indica en el subtítulo de su libro. La obra peca de un excesivo esquematismo en opinión de Floriano.234 En Alemania fue calificada por Wilhelm Wattembach como «especialmente necesaria».235 Nada encontramos en ella sobre el estudio de las cancillerías, es decir, lo que correspondería al ámbito de la diplomática especial, pero tampoco se le podía exigir en aquellas fechas, puesto que este era por aquel entonces un tema todavía virgen en España. Las primeras aproximaciones de que tenemos noticia se deben a autores extranjeros como Delaville le Roulx236 y Giry,237 publicadas pocos años después de la de Muñoz y Rivero. Nociones de diplomática es la obra de Muñoz y Rivero donde se citan más autores: Mabillon, Maffei, Gatterer, Vaines, Fumagalli, Ribeiro, Wailly, Quantin, el Nouveau traité de Diplomatique, Ducange, Maigne d’Arnis, Montignot, Raynouard, Diez, Roziere, Garnier, entre los extranjeros; marqués de Llió, Cristóbal Rodríguez, Andrés Burriel, Joaquín Tos, Antonio Alverá Degrás, Venancio Colomera, José Gonzalo de las Casas,
Nociones de diplomática española. Reseña sumaria de los caracteres que distinguen los documentos anteriores al siglo xviii auténticos de los falsos o sospechosos, Madrid, [Imp. y litografía de La Guirnalda], 1881; Véase Cárcel Ortí, M.ª Milagros et al. «La Diplomática en España. Docencia e investigación», Archiv für Diplomatik, Schriftgeschichte, Siegel- und Wappenkunde, 52 (2006), p. 573. Esta parte corresponde a M.ª Josefa Sanz Fuentes. 234 «[…] un curioso y sistemático resumen de estructuras y caracteres documentales. Es más que nada un bosquejo poco desarrollado y muy elemental, pero que pudo haber servido de punto de partida para trabajos posteriores». Floriano Cumbreño, Antonio C. Curso general, p. 49. 235 «Für Spanien hat schon 1880 Muñoz y Rivero ein dort besondert nöthiges Manual de paleografía diplomatica Española von 12. bis 17. Jahrhundert mit sehr zahlreichen Beispielen in Autographie veröffentlich», Wattenbach, Wilhelm. Das Schriftwesens des Mittelalters, 3. vermehren Auflage, Leipzig, Verlag S. v. Hirtzel, 1896, p. 35. 236 «Etudes sur la diplomatique des chancelleries royales de Castille et León, d’Aragón et de Navarre». Se trata del Apéndice I de su obra «Les archives de l´ordre de l´Hôpital dans la Péninsule Ibérique», pp. 232264. En el Livre du Centenaire, se decía que «La diplomatique espagnole a été jusqu’ici assez négligée, même en Espagne. Et l’on chercherait vainament dans Muñoz y Rivero les notions que M. Delaville le Roulx a réunies dans un appendice a son rapport sur Les archives de l’ordre de l’Hôpital dans la Péninsule ibérique (1893)», p. CXXV. 237 «Les monarques de la péninsule espagnole», en Giry, Arthur. Manuel de diplomatique, Paris, Librairie Hachette, 1894, pp. 799-804. 233
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Díez Aldrete, Mayans, Monlau, Covarrubias, entre los españoles. Echamos en falta, sin embargo, alguna mención a la obra de Theodor Sickel Acta regum et imperatorum carolinorum publicada en 1867,238 que dio una nueva formulación al estudio de las cláusulas documentales. A él se debe la división del tenor documental en protocolo, texto y escatocolo, que parece fue desconocido para Muñoz y Rivero, pues en su estudio sigue el esquema tradicional del Nouveau traité de Diplomatique de los maurinos. Las obras de Muñoz y Rivero fueron conocidas fuera de nuestras fronteras. En Francia, Alfred Morel-Fatio hizo una amplia reseña de los manuales de paleografía en la Bibliothèque de l’École des Chartes.239 Arthur Giry en su famoso Manuel de Diplomatique se muestra igualmente conocedor de los trabajos de Muñoz y Rivero y cita seis de sus obras de paleografía, así como su Nociones de diplomática.240 En Alemania, Peter Rassow se refería a esta última también como libro meritorio para su época.241 Con posterioridad publicó otros trabajos en relación con la Diplomática. Uno un breve artículo sobre Sigilografía, donde ponía de manifiesto su importancia y proponía además un plan para su estudio que no llegó a desarrollar.242 Habrá que esperar a Manuel Fernández Mourillo, ya mencionado, para contar con el primer manual sobre sigilografía en España.243 Otro es el titulado Firmas de los reyes de España.244 Se trata del primer cuaderno de una colección que llevaba por título Colección de firmas de personajes célebres en la historia de España, donde se reproducen 114 firmas desde Alfonso III el Magno hasta Alfonso XII. En su línea de divulgación participó en el Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano de Montaner y Simón con artículos sobre los temas de paleografía, archivos,
Sickel, Theodor. Acta regum et imperatorum carolinorum. Erster theil. Urkundenlehre, Wien, Druck und Verlag von Carl Gerold’s Sohn, 1867, pp. 108-286. En su programa de 1883, en el tema 21, donde se trata del concepto de Diplomática, así como de las fuentes para su conocimiento, entre las obras de autores extranjeros se cita a Mabillon, Maffei, Toustain y Tassin, Gatterer, Vaines, Fumigalli (sic), Ribeiro, Wailly, Quantin, Gloria, pero tampoco a Sickel, p. 17. 239 La 1.ª edición del Manual de paleografía diplomática española de los siglos xii al xvii, en Bibliothèque de l’École de Chartes, XLII (1881), pp. 70-81. La Paleografía visigoda, en Bibliothèque de l’École de Chartes, XLIII (1882), pp. 235-243. 240 Giry, Arthur. Op. cit., pp. 48, 48, 50, 70 y 799. 241 «[…] um spanische Diplomatik kennenzulernen, auf das alte, zu seiner Zeit verdienstvolle Buch von Jesús Muñoz y Rivero, Nociones de diplomatica española […]», Rassow, Peter. «Die Urkunden Kaiser Alfons’VII von Spanien», Archiv für Urkundenforschung, X (1928), p. 329. 242 «Ensayo de sfragística española», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, IX, n.º 3 (1883), pp. 84-85. 243 Fernández Mourillo, Manuel. Apuntes de sigilografía española o estudio de los sellos que autorizan los documentos antiguos de España precedidos de unas nociones de carácter general, Madrid, Estab. Tip. de Agustín Avrial, 1895. Véase nota 123. 244 Firmas de los reyes de España desde el siglo ix hasta nuestros días, Madrid, [Viuda de Hernández y Cª], 1887. 15 h. (Colección de firmas de personajes célebres en la historia de España. Cuaderno 1.º). 238
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bibliotecas, tal como se menciona en el equipo de redacción de los diez primeros tomos.245 Estos artículos son totalmente desconocidos para sus biógrafos. Tenemos noticia, por la información que figura en algunas obras suyas, de algunas que tenía en preparación, como Paleografía eclesiástica. Método teórico-práctico para la lectura de bulas, breves, letras apostólicas, etc., etc. y una Paleografía bibliográfíca española. Método para aprender a leer los códices y manuscritos españoles y los libros impresos incunables. No nos consta que llegaran a publicarse. Como recapitulación podemos afirmar que Muñoz y Rivero va a suponer un gran avance en el estudio de la paleografía y la diplomática en España, más en la primera que en la segunda, convirtiéndose en el sistematizador de la materia y que con sus obras ha contribuido de manera decisiva al estudio y aprendizaje de la paleografía. Si una cosa hay que destacar en ellas es su afán eminentemente pedagógico. Para sus obras el material aportado por el Archivo Histórico Nacional fue decisivo. Pero además en su enseñanza en la Escuela Superior de Diplomática, ante la carencia de obras con buenas reproducciones de documentos, se recurrió a la utilización de los propios documentos originales, para lo cual se sirvió de los de esta misma institución.246 Buen ejemplo de ello es la colección que reunió conservada hoy en el este centro.247 3.2. Mariano Muñoz y Rivero Mariano Muñoz y Rivero, hermano de Jesús M.ª, fue el segundo de los hijos de Tomás Muñoz y Romero. Nació en 1857 y compartió con su hermano mayor y con su padre las aficiones por el estudio de la historia medieval. Estudió las carreras de Derecho y Filosofía y Letras en la Universidad Central igual que el primogénito, aunque obtuvo mejores resultados, ya que llegó a doctorarse en ambas. El 20 de septiembre de l900 se
Aunque los artículos van sin firmar, por la temática suponemos que serían suyos los artículos siguientes: «Abreviatura», en Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano de Literatura, Ciencias y Artes, Barcelona, Montaner y Simón, 1887, t. 1, pp. 164-166; «Alfabeto», ibidem, t. 1, pp. 916-924; «Año (Cron.)», ibidem, t. 2, pp. 363-365; «Archivo (Dipl.)», ibidem, t. 2, pp. 548-550; «Biblioteca», ibidem, t. 3, pp. 584-587; «[Letra] B (Fil. y Paleogr.)», ibidem, t. 3, pp. 1-3; «Calendario», ibidem, Barcelona, Montaner y Simón, 1889, t. 4, pp. 219-221; «Códice», ibidem, t. 5, 1.ª parte, pp. 363-365; «Década», ibidem, t. 6, pp. 148; «Diplomática», ibidem, t. 6, pp. 701-702; «[Letra] D (Fil. y Paleogr.)», ibidem, 1890, t. 7, pp. 1-2; «Escritura (Paleogr.)», ibidem, t. 8, pp. 661-664; «[Letra] E (Fil. y Paleogr.)», ibidem, t. 8, pp. 1-2; «[Letra] F (Fil. y Paleogr.)», ibidem, t. 8, pp. 1-2; «[Letra] G (Fil. y Paleogr.)», ibidem, t. 9, pp. 1-2. 246 Sobre este asunto remitimos al capítulo que hemos dedicado anteriormente a los métodos de enseñanza en la Escuela Superior de Diplomática. 247 Los documentos llevan un sello de tinta que dice «Archivo paleográfico de D. Jesús Muñoz Rivero». Han sido devueltos a los fondos de sus procedencias respectivas. 245
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doctoró en Filosofía con la tesis titulada Condición social de las personas libres en Castilla y León durante los cuatro siglos de la Reconquista. Solo dos meses después obtuvo el título de doctor en Derecho (8 de noviembre de 1900), con la tesis Condición jurídica de los siervos en los reinos de Asturias.248 Con anterioridad había pasado por la Escuela Superior de Diplomática, donde había conseguido el Certificado de Aptitud para Archivero, Bibliotecario y Anticuario el 5 de julio de 1873. En su expediente académico consta la obtención de varios premios durante el curso 1872-1873.249 Una vez finalizados sus estudios solicitó una plaza de aspirante sin sueldo el 3 de julio de 1873 en el Archivo Histórico Nacional, acogiéndose al artículo 43 del Reglamento de Archivos, Bibliotecas y Museos vigente, haciéndose efectivo el mismo pocos días después (9 de julio de 1873).250 Su trabajo en el archivo consistió, según nos consta por la certificación de Juan de Tro, director del centro en aquellos momentos, en la redacción de las papeletas de índices de diversos monasterios. El 25 de febrero de 1875 solicitó el traslado a la Biblioteca Universitaria de Madrid «por convenir a sus estudios de Filosofía y Letras», siendo aprobado al día siguiente. A los pocos meses pidió una vacante de ayudante de 3.er grado de la Sección de Bibliotecas del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios, amparándose «en el turno de provisión directa del Gobierno que autoriza el art. 18 del Decreto de 12 de junio de 1867» y la obtuvo con destino en el Archivo Histórico Nacional (O. de 27 de abril de 1875). Y una vez más regresó a la Biblioteca Universitaria el 3 de junio de 1875.251 Fácil es adivinar que todos estos continuos traslados estuvieron motivados para obtener ascensos en su carrera administrativa. Durante el curso 1881-1882 se le presentó la oportunidad de sustituir a Allende Salazar en la cátedra de «Geografía antigua y de la Edad Media», debido a su incompatibilidad al presentarse a diputado en Cortes. Esta situación fue transitoria puesto que al curso siguiente esta asignatura fue impartida por Eduardo de Hinojosa, pero durante este, Muñoz y Rivero se encargó de explicar en la cátedra de «Paleografía» para los alumnos de la Escuela del Notariado. A propuesta de la Escuela Superior de Diplomática fue nombrado AHN.UNIVERSIDADES.6703,Exp.8 (Filosofía y Letras); AHN.UNIVERSIDADES.4495,Exp.17 (Derecho). En ambos expedientes se conserva un ejemplar manuscrito de las respectivas tesis. 249 AGUCM. Escuela de Diplomática. Expediente de alumno, 7-70. 250 Su solicitud fue aprobada por Luis de Eguilaz el 8 de julio, director del Archivo Histórico Nacional en aquel momento. Véase AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios, 31/6538. 251 AHN.SECRETARÍA. Expediente personal de Mariano Muñoz y Rivero, C. 190; ARCHIVO-BNE, BN. Expediente, 3160-2. En su solicitud pide ser trasladado a la Biblioteca de San Isidro. Véase AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios, 31/6538. 248
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profesor auxiliar por Orden de la Dirección General de Instrucción Pública de 23 de junio de 1883. La reorganización de los estudios de la Escuela en 1884 dio lugar a la creación de la asignatura de «Historia de las instituciones de España en la Edad Media», que pasó a ser desempeñada por Eduardo de Hinojosa, volviendo entonces nuevamente Muñoz y Rivero a la de «Geografía antigua y de la Edad Media». La renuncia definitiva de Allende Salazar a esta cátedra le posibilitó definitivamente el acceso a Muñoz y Rivero, que fue nombrado catedrático de la misma por oposición el 6 de febrero de 1886. La obtención de esta le supuso igualmente un ascenso a oficial de 1.er grado, adscribiéndole como destino la Biblioteca Universitaria, donde trabajaba antes de entrar en la Escuela. El 29 de agosto de 1890 ascendió a jefe de 3.er grado, trasladándose a la cátedra de «Historia de las instituciones de España en la Edad Moderna» (R. O. de 18 de noviembre de 1890). Finalmente, fue nombrado catedrático de «Paleografía general y crítica» (R. O. de 28 de marzo de 1894).252 Regresó al Archivo Histórico Nacional (R. O. de 28 de julio de 1900). Ante los problemas planteados para compaginar este puesto y la cátedra en la Facultad de Filosofía y Letras fue relevado de su cargo en el archivo el 5 de noviembre de 1903, aunque todavía continuaba adscrito a su plantilla y como inspector el día de su fallecimiento el 3 de abril de 1906.253 La R. O. de 1 de agosto de 1903 le consideró, junto con otros catedráticos de la Escuela, como Juan Catalina García y Vicente Vignau, con las mismas condiciones que al resto de los catedráticos de la universidad, lo que suponía a título práctico la estabilidad en el cargo y demás efectos administrativos. Por O. de 5 de noviembre de 1903 se le relevó de su servicio en el Archivo Histórico Nacional, para que pudiera atender además de las obligaciones de la cátedra a la redacción de la memoria quinquenal de la Junta Facultativa sobre el estado de los trabajos realizados en los establecimientos del Cuerpo. Fue el primer catedrático de Paleografía de la universidad española tras la supresión de la Escuela Superior de Diplomática en 1900. Asistió como representante oficial del Cuerpo Facultativo a la Conferencia Internacional de Bruselas durante los días 2 a 4 de agosto de 1897 (R. O. de 20 de julio de 1897). Una faceta poco conocida de su vida, pero a la cual dedicó bastante actividad fue la de abogado. Desde muy joven, al poco de licenciarse en la carrera de Derecho en
252 AGUCM. Escuela de Diplomática. Expediente de profesor, 32-27. En los cuadros de asignaturas que se conservan de la Escuela figura también como profesor auxiliar de la asignatura de «Ejercicios prácticos de bibliotecas» durante los cursos 1884-1885 y 1885-1886. Véase AGUCM. Escuela de Diplomática, 39-34 y 38-36. 253 AHN.SECRETARÍA. Expediente personal de Mariano Muñoz y Rivero, 190.
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1881, se incorporó al Colegio de Abogados de Madrid el 29 de septiembre de 1883, donde comenzó ejerciendo como abogado de guardia, lo que le llevó a cambiar su primera orientación hacia el derecho civil por el criminal, convirtiéndose así en «uno de los principales criminalistas madrileños».254 Siendo profesor auxiliar de la Escuela Superior de Diplomática logró obtener por oposición la plaza de oficial bibliotecario del Colegio de Abogados, cargo que desempeñó hasta su fallecimiento.255 Fue también jefe superior de Administración Civil y diputado a Cortes por Madrid en las elecciones de 1899 y 1901.256 Sobre su obra escrita apenas tenemos noticias. Únicamente hemos encontrado una obra impresa donde figura un prólogo suyo.257 Eugenio Lostau le atribuye la autoría del Catálogo de la Biblioteca del Colegio de Abogados de Madrid.258 En cuanto a su faceta como medievalista únicamente se conocen las dos tesis doctorales mencionadas, que están inéditas. Por su temática nos recuerdan inequívocamente a alguno de los trabajos más famosos de su padre. Pasemos a examinarlas con un poco de detalle. La primera cronológicamente fue la de Filosofía y Letras, Condición social de las personas libres en Castilla y León durante los cuatro siglos de la Reconquista. Como todas las tesis de esta época es bastante breve y está basada exclusivamente en la consulta de los documentos, sin ninguna mención a trabajos de otros autores sobre la materia.259
254 Lostau, Eugenio de. «Don Mariano», Boletín del Colegio de Abogados de Madrid, 3 (1969), p. 414. La solicitud de ingreso se produjo el 20 de septiembre de 1883. Durante un tiempo breve, ejerció de «abogado de pobres» (11 de mayo a 30 de junio de 1883). Véase ARCHIVO DEL ILUSTRE COLEGIO DE ABOGADOS DE MADRID, Expediente personal n.º 6974. También «se distinguió en el foro por sus defensas en asuntos memorables», Ballesteros Robles, Luis. Diccionario biográfico matritense, p. 470. 255 Ballesteros Robles, Luis. Diccionario biográfico matritense, p. 470. 256 ACD. Serie Documentación Electoral, 113 n.º 29 (Elecciones 16 de abril de 1899). ACD. Serie Documentación Electoral, 115 n.º 29 (Elecciones 19 de mayo de 1901). 257 Código penal español con todas las modificaciones en el introducidas hasta 1902. Recopiladas por la redacción de la Revista de Legislación Universal; con una carta-prólogo de Mariano Muñoz y Rivero, Madrid, Librerías de Fé, 1902. 258 Aunque la obra carece de autor explícito, va precedida de una «Breve noticia de la Biblioteca del Colegio», firmada por Mariano Muñoz y Rivero. 259 «He procurado al trazar estas líneas, fundar las apreciaciones que hago y las afirmaciones que consigno en el testimonio irrecusable de los documentos. Creo firmemente que la manera seria de escribir la historia es la de acudir a la fuente más pura e imparcial para recoger los datos históricos, que el documento, y, aunque la tarea es ruda y el trabajo ímprobo, es, sin embargo, el procedimiento único que debe emplearse para satisfacer las justas exigencias de la verdad histórica, a la cual debe sacrificarse todo: pasión, espíritu de sector y de partido y ante la cual no debe omitirse esfuerzo por duro y penoso que sea», AHN.UNIVERSIDADES.C. 6703,Exp.8 (Filosofía y Letras).
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La segunda tesis, la de Derecho, llevaba por título Condición jurídica de los siervos en los reinos de Asturias.260 Un poco más amplia que la anterior sigue el mismo modelo. En líneas generales se puede afirmar que está más elaborada que la anterior. Las referencias documentales, más numerosas también, aparecen en el cuerpo del texto, así como a obras de otros autores, como a las de los portugueses Herculano, Ribeiro y Amaral; los franceses [Rosseeuw] Saint-Hilaire, Guerard y Roziere; y a las de su padre Tomás Muñoz, como único español. En las dos tesis, los documentos utilizados proceden de los fondos monásticos del Archivo Histórico Nacional. Sus largos años vinculado a la Escuela Superior de Diplomática, donde desempeñó la cátedra de «Paleografía» y luego primer catedrático en la universidad de esta materia, le hacen merecedor de la calificación de medievalista, si no en el pleno sentido de la palabra, sí por lo menos como predecesor. 3.3. Juan Muñoz y Rivero Muy escasas son las noticias que tenemos sobre este hijo de Muñoz y Romero, que fue quizás el menos notable de los tres, a tenor de los trabajos que nos ha dejado. Sobre sus estudios sabemos que estudió en el instituto Cardenal Cisneros de Madrid, donde obtuvo el título de bachiller (9 de septiembre de 1877). Después, siguiendo la estela familiar lo hizo en la Escuela Superior de Diplomática, donde ingresó en 1877 y obtuvo el Certificado de Aptitud de Archivero, Bibliotecario y Anticuario el 12 de junio de 1880 con nota de sobresaliente, e ingresó en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios el 24 de febrero de 1881 con destino en el Archivo General de Simancas. Recién obtenido este destino y al saber que existían dos plazas vacantes en el Archivo General Central de Henares, solicitó ser destinado «por circunstancias de familia» a una de ellas, petición que fue aceptada adscribiéndole a la plantilla del mismo. Sabemos que allí fue encargado de la confección del «Índice y catálogo» de los documentos de la Inquisición de Valencia y posteriormente, los de la Orden de San Juan de Jerusalén. Pero su meta era llegar a Madrid y lo consiguió el 10 de agosto de 1881 al obtener el traslado al Archivo Histórico Nacional, sin embargo, no permaneció mucho tiempo aquí, pues el 12 de julio de 1884 marchó al Archivo Universitario de Madrid.261
AHN.UNIVERSIDADES.4495,Exp.17 (Derecho). Previamente, el 6 de octubre de 1883 había solicitado una plaza en el Archivo General de Indias. AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios, 31/6538.
260 261
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En 1884 pasó en comisión a la biblioteca de la Academia de la Historia, donde trabajó en los documentos de la colección Salazar y Castro. En 1888 se trasladó nuevamente al Archivo Universitario de Madrid.262 El 10 de enero de 1893 la Dirección General de Instrucción Pública le trasladó interinamente al archivo del Ministerio de Fomento, pasando el 14 de marzo a formar parte definitivamente de la plantilla de su archivo. El 1 de octubre de 1894 marchó al Archivo Central del Ministerio de Hacienda. El 18 de octubre de 1896 lo hizo al archivo del Ministerio de Ultramar. Finalmente, el 30 de junio de 1900 se trasladó a la biblioteca de la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid.263 Durante el curso 1880-1881 se matriculó en la Facultad de Derecho de la Universidad Central en las asignaturas «Derecho político y administrativo» y «Derecho romano» (1.er curso), aunque en su expediente no consta que se llegara a examinar de las mismas.264 Falleció el 24 de mayo de 1901, cuando prestaba sus servicios en este centro.265 Sabemos por las Memorias del Archivo que trabajó en la organización de los fondos monásticos de San Juan de la Peña y Nuestra Señora de la Vid, entre otros, y en los de la Orden Militar de Santiago.266 4. E l arabismo en el Archivo Histórico Nacional: Francisco Pons Boigues y Luis Gonzalvo y París El arabismo estuvo representado en el Archivo Histórico Nacional por dos discípulos de Francisco Codera, Francisco Pons Boigues y Luis Gonzalvo y París. El primero de ellos, Pons Boigues, falleció prematuramente. Gonzalvo París no permaneció durante mucho tiempo en el Archivo Histórico Nacional, pues se trasladó al obtener una cátedra en la universidad.
Ibidem. Sobre la comisión en la Real Academia de la Historia tenemos noticia en «[…] en virtud de la orden de la Dirección General de Instrucción Pública de 11 de octubre del próximo año pasado de 1884 fueron destinados los empleados que prestaban servicio en este archivo […], D. Juan Muñoz y Rivero... a formar el índice del Archivo y Biblioteca de la Real Academia de la Historia...», [Memoria correspondiente al año 1884]. AHN.SECRETARÍA,71. 263 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios, 31/6538. 264 AHN.UNIVERSIDADES.4495,Exp.16. 265 [«Necrología»], Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, V, n.º 6 (1901), p. 431. 266 Memoria del Archivo Histórico Nacional perteneciente al año 1881. AHN.SECRETARÍA,C.71; [Memoria correspondiente al año 1882]. AHN.SECRETARÍA,71; [Memoria correspondiente al año 1883]. AHN.SECRETARÍA,71; [Memoria correspondiente al año 1884]. AHN.SECRETARÍA,71. En una «Relación de méritos y servicios» conservada en AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archivero, Bibliotecarios y Anticuarios, 31/6538, dice que se ocupó en el «Índice de los documentos de San Juan de la Peña, de Poblet, de las encomiendas de Santiago y otros». 262
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4.1. Francisco Pons y Boigues La vida de Francisco Pons y Boigues nos es bien conocida gracias a la documentada biografía que sobre él realizó Pedro Roca, basada en la amistad personal que hubo entre ambos, así como en la consulta de sus expedientes académicos y de sus papeles personales. El resto de los trabajos que se han ocupado sobre su persona no añaden nada nuevo. Francisco Pons nació el 3 de noviembre de 1861 en Carcagente (Valencia) en el seno de una familia muy humilde. Por esta razón y por las cualidades que desde pequeño demostró hacia los estudios, dos paisanos suyos se los sufragaron. Uno de ellos fue José M.ª Navarro Darás, deán de la catedral de Valencia y amigo de Julián Ribera. El otro fue José Ribera, padre de Julián. Comenzó la carrera de Teología en el Seminario de Valencia en 1875, donde la finalizó en 1882 con la nota de Meritissimus. Un año antes de acabar había comenzado a simultanearla con la de Leyes en la Universidad Literaria de Valencia, donde aprobó dos cursos y se matriculó en el tercero, aunque no llegó a examinarse. Ante su falta de decisión por seguir la carrera eclesiástica y aconsejado por Navarro Darás, que le proporcionó los medios necesarios, decidió trasladarse a Madrid, alojándose en la casa de Julián Ribera. Allí junto al maestro se inició en el aprendizaje del árabe y a componerlo tipográficamente. Con estos conocimientos se incorporó al pequeño grupo de arabistas que componían textos árabes en la imprenta que tenía Francisco Codera en su casa. Al mismo tiempo se matriculó como alumno libre en la Universidad Central durante el curso 1883-1884 en la carrera de Filosofía y Letras, licenciándose el 4 de mayo de 1885 con la calificación de Sobresaliente y Premio Extraordinario. En 1890 comenzó, igualmente como alumno libre, los cursos de doctorado, aunque no llegó a conseguir el grado de doctor. En 1883 se matriculó también como alumno libre en la Escuela Superior de Diplomática, aprobando tres asignaturas en el primer curso («Paleografía», «Latín de los tiempos medios» y «Bibliografía») y dos en el segundo («Arqueología» y «Bellas artes»). De este modo tenía la posibilidad de presentarse a las oposiciones de archivero, como así lo hizo. Una vez aprobadas ingresó en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios con destino en el Archivo General Central de Alcalá de Henares el 21 de marzo de 1886. En 1887 solicitó permiso para acompañar a Francisco Codera, por encargo de la Real Academia de la Historia y el Ministerio de Fomento, en su viaje por Argelia y Túnez para auxiliarle en sus trabajos de copia, estudio y adquisición de manuscritos árabes referentes a nuestra historia, así como para perfeccionar sus conocimientos de la lengua árabe.267
AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios, 31/6544. No obstante, creemos que Pons rentabilizó de otra forma esta comisión como
267
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A su regreso se incorporó nuevamente a su destino el 28 de febrero de 1888. De este viaje escribiría Pons una pequeña crónica bajo el título «Apuntes de un viaje por Argelia y Túnez» y Codera el informe oficial, que en opinión de Bernabé López aportan «una visión más periodística y anecdótica de su experiencia magrebí con Codera, que sirve de contrapunto al trabajo erudito del académico de la Historia» Por su parte, Manuela Marín los considera como uno de los escasos testimonios existentes sobre las experiencias de un arabista en territorio musulmán para su época.268 Pero, además, este viaje le abriría las puertas del Archivo Histórico Nacional, pues a los dos meses de su regreso solicitaba alguna de las plazas vacantes en ese archivo, con el objeto de poder continuar sus «estudios arábigos». Pasada a informe de la Junta Facultativa su petición, en la reunión de 29 de junio de 1888, esta acuerda acceder a la misma por la utilidad de sus conocimientos de la lengua árabe en el Archivo Histórico Nacional.269 Así se trasladó al Archivo Histórico Nacional (O. de 29 de agosto de 1888), lugar que sería su destino definitivo hasta su prematura muerte el 6 de septiembre de 1899. A partir de estos años comienza a publicar en la revista valenciana El Archivo sus primeros trabajos de tema árabe relativos a la región valenciana.270 La obra que más veremos a continuación. El viaje tuvo su origen a raíz del informe leído por Codera en la Real Acacademia de la Historia el 13 de junio de 1884. Codera y Zaidín, Francisco. «Manuscritos de autores árabes-españoles existentes en Túnez», Boletín de la Real Academia de la Historia, V, cuaderno I (1884), pp. 9-11. 268 Pons Boigues, Francisco. «Apuntes de un viaje por Argelia y Túnez», Revista Contemporánea, LXIX (15 de marzo 1880), pp. 480-494; (30 de marzo 1880), pp. 627-635, LXX; (15 de abril 1880), pp. 80-85; (30 de abril 1880), pp. 167-176; (30 de mayo 1880), pp. 379-387; (15 de junio 1880), pp. 520-532; LXXI (15 de julio 1880), pp. 49-60; (15 de agosto 1880), pp. 406-412; (15 de septiembre 1880), pp. 486-493. También en Francisco Pons Boigues (1861-1899). Estudios breves, Tetuán, Instituto General Franco de Estudios e Investigación Hispano-Árabe, 1952, pp. 67-157 (= Estudios breves); Marín, Manuela. «Arabismo e historia de España (1886-1944)», p. 165; López García, Bernabé. «Francisco Pons Boigues: Los “Apuntes de un viaje por Argelia y Túnez” en la Revista Contemporánea», Revista de Estudios Internacionales Mediterráneos, nº 15 (2013), p. 207. El informe oficial de la misión, Codera y Zaidín, Francisco. «Comisión histórica en Túnez», Boletín de la Real Academia de la Historia, XII, cuaderno V (1888), pp. 380-399. Editado posteriormente junto con otros diecisiete publicados posteriormente relacionados con esta misión, Codera y Zaidín, Francisco. Misión histórica en la Argelia y Túnez. Trabajos leídos ante la Real Academia de la Historia en virtud de una misión histórica en la Argelia y Túnez, Madrid, [Est. Tip. de Fortanet], 1892. El informe en pp. 1-28. 269 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuario, 31/6544. 270 «Jalaf ben Soleiman ben Fathon de Orihuela y su hijo Mohamed», El Archivo, II, cuaderno I (1887), pp. 5-7. También en Estudios breves, pp. 19-22; «Escuela de Abu Ali en Játiva», El Archivo, II, cuaderno I (1887), pp. 2-5. También en Estudios breves, pp. 13-17; «Anécdotas de un aventurero musulmán de Tortosa», El Archivo, II, cuaderno 2 (1887), pp. 25-29. Recogido en Estudios breves, pp. 23-26; «Morabutos y santones musulmanes», El Archivo, II, cuaderno II (1887), pp. 27-29. Recogido en Estudios breves, pp. 27-30; «Trabajos arábigos en tiempos de Carlos III», El Archivo, II, cuaderno IV (1887), pp. 73-77. Recogido en Estudios breves, pp. 31-37; «La Inquisición y los moriscos de Valencia», El Archivo, III, cuaderno 10 (1888), pp. 230-232; III, cuaderno 11 (1880), [367]
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nos interesa es la relativa a las escrituras mozárabes toledanas, que había sido concebida en un principio como su tesis doctoral en Filosofía y Letras.271 Pons tomó contacto directo con estos excepcionales documentos cuando llegó al Archivo Histórico Nacional. Se trataba de 655 pergaminos escritos en árabe procedentes de la catedral de Toledo, que abarcaban desde 1082 hasta 1260 de la era cristiana. Aunque estos documentos ya eran conocidos por Burriel, Conde y Simonet, fue Pons Boigues quien los mostró de una manera más amplia al mundo erudito de su época. González Vera, director por aquel entonces del Archivo Histórico Nacional, consciente de la importancia de los mismos, acertó plenamente al encomendar a Pons aquel trabajo al reunir este las condiciones idóneas para ello.272 El trabajo comenzó a publicarse por entregas en la revista valenciana El Archivo, dirigida por Roque Chabás, pero quedó interrumpido y no terminó de editarse. Este hecho le permitió poder introducir algunas mejoras en la obra.273 Su trabajo recoge solamente el catálogo de 130 de estos documentos más nueve editados íntegramente en árabe con sus traducciones. Por el prólogo sabemos que las intenciones del autor eran mucho más ambiciosas, pues pretendía hacer el catálogo completo de todos ellos, traducción de los más importantes, estudio lingüístico, geográfico y jurídico, y un índice de personas, lugares y «vocablos», pero su repentina muerte dio al traste con ello.
pp. 251-258; III, cuaderno 12 (1888), pp. 309-314. También en Estudios breves, pp. 39-60; «Retazos moriscos», El Archivo, II, cuaderno 6 (1888-1889), pp. 131-134. Recogido en Estudios breves, pp. 61-65. 271 El borrador autógrafo constaba de 52 hojas y estaba dividido en tres partes: 1.ª: Indicaciones históricas acerca de los mozárabes toledanos; 2.ª: Estudio de las escrituras mozárabes toledanas; 3.ª: Copia, traducción e interpretación de algunas. La obra comenzó a publicarse por entregas «Escrituras mozárabes toledanas», Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, III, n.º 29 (1.º de julio 1895), pp. 99-103; III, n.º 30 (1.º de agosto 1895), pp. 118-126; III, n.º 31 (1.º de septiembre 1895), pp. 138-144; III, n.º 32 (1.º de octubre 1895), pp. 154-160; III, n.º 33 (1.º de noviembre 1895), pp. 174-177; III, n.º 34 (1.º de diciembre 1895), pp. 183-187; III, n.º 35 (1.º de enero 1896), pp. 215-220; III, n.º 36 (1.º de febrero 1896), pp. 232-234; IV, n.º 37 (1.º de marzo 1896), pp. 7-9; IV, n.º 39 (1.º de mayo 1896), pp. 38-43; IV, n.º 40 (1.º de junio 1896), pp. 60-63; IV, n.º 41 (1.º de julio 1896), pp. 75-78; IV, n.º 42 (1.º de agosto 1896), pp. 84-87; IV, n.º 43 (1.º de septiembre 1896), pp. 109-111; IV, n.º 44 (1.º de octubre 1896), pp. 126-128; IV, n.º 46 (1.º de diciembre 1896), pp. 154-157. Suspendida la publicación en esta revista apareció luego bajo el título Apuntes sobre las escrituras mozárabes toledanas que se conservan en el Archivo Histórico Nacional, Madrid, Viuda e Hijos de Tello, 1897 (= Pons Boigues, Francisco. Apuntes). 272 [Memoria correspondiente al año 1889]. AHN.SECRETARÍA,71; [Memoria correspondiente al año 1890]. AHN.SECRETARÍA,71; [Memoria correspondiente al año 1893]. AHN.SECRETARÍA,71; [Memoria correspondiente al año 1891]. AHN.SECRETARÍA,71, [hojas 11-12]. Años después Rodrigo Amador de los Ríos haría amplio uso de las papeletas redactadas por Pons para sus trabajos sobre Toledo: «Toledo en los siglos xii y xiii según los documentos muzárabigos», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, VIII, n.os 5 y 6 (1904), pp. 345-372; «Reminiscencias de Toledo en los documentos muzarábigos», ibidem, VIII, n.º 10 (1904), pp. 243-264 y 408-417; «La Alcana de Toledo», ibidem, XV, n.os 1 y 2 (1911), pp. 48-77. 273 Pons Boigues, Francisco. Apuntes, p. 11. [368]
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Además de estos documentos de la catedral de Toledo, posteriormente ingresaron en el Archivo Histórico Nacional otra serie de documentos mozárabes procedentes del monasterio de San Clemente de Toledo, que Pons comenzó a estudiar y de los cuales tan solo le dio tiempo a catalogar ochenta por los motivos antes aludidos. Pero la obra por la cual Pons Boigues es más conocido es el Ensayo bio-bibliográfico sobre los historiadores y geógrafos arábigo-españoles, publicada en 1898, que fue premiada en el concurso bibliográfico de la Biblioteca Nacional en 1893.274 Para su confección Pons se sirvió de las papeletas recogidas a lo largo de su vida por su maestro Francisco Codera.275 La utilidad de esta obra en nuestros días ha motivado una reedición en fechas recientes.276 Otro trabajo destacable para su época fue la traducción de la obra de Ibn Tufayl El filósofo autodidacto,277 que se publicó póstumamente un año después de su muerte. Esta obra, sobre la cual estaba muy interesado Menéndez Pelayo, a pesar de su importancia no había sido objeto de ninguna traducción hasta el momento, debido quizás, a la dificultad de su lenguaje.278 Gracias a sus conocimientos de teología y filosofía, Pons acometió la primera traducción al castellano, que no estuvo exenta de problemas ante la dificultad para encontrar equivalencias correctas de la terminología filosófica y trasladar los conceptos abstractos del conflicto entre razón y fe.279 Como indicábamos la obra apareció en 1900, fallecido ya Pons, precedida de un prólogo de Marcelino Menéndez Pelayo que el mismo Pons le había solicitado. Conservamos
Delgado Casado, Juan. Un siglo de bibliografía en España, v. II, pp. 702-710. Aznar, Severino. «Francisco Codera», en Impresiones de un demócrata cristiano, 2.ª ed. notablemente aumentada, Madrid, Editorial Bibliográfica Española, 1950, pp. 360-361. Cit. por Peiró Martín, Ignacio. «Los aragoneses en el Centro de Estudios Históricos. Historia de una amistad, historia de una “escuela”, historia de una profesión», en El Centro de Estudios Históricos (1910) y sus vinculaciones aragonesas, p. 145, nota 44. Manuela Marín destaca de este trabajo el seguir la metodología de Codera, haber sido obra de referencia hasta fecha reciente y muy semejante, aunque en menor medida, a la de otros orientalistas eueropeos como Carl Brockelman, p. 164. 276 Amsterdam, Philo Press, 1972. Reimp. facs. de la de 1898; Madrid, Ollero & Ramos Editor, 1993. Una opinión contraria es la de Fierro, M.ª Isabel y Lucini, Mercedes: «La reedición de obras de tema árabe e islámico en España», Cuadernos de la Biblioteca Islámica «Félix María Pareja», 25 (1989), pp. 5-41, quienes la califican de «obra anticuada, en vez de reedición necesitaría su puesta al día», p. 12. 277 El filósofo autodidacto. Novela psicológica de Ibn Tufayl, traducida directamente del árabe por Francisco Pons Boigues, con un prólogo de Marcelino Menéndez Pelayo, Zaragoza, Comas, 1900 (Colección Estudios Árabes; v. V). Reed. Madrid, 1954 (colección Austral, n.º 1195) y de nuevo en Barcelona en 1987 y Madrid en 1998. 278 La obra había sido traducida ya al inglés, holandés y alemán. El interés de Menéndez Pelayo por Ibn Tufayl le venía de su maestro Gumersindo Laverde. 279 Manzanares de Cirre, Manuela. Arabistas españoles del siglo xix, Madrid, Instituto Hispano-Árabe de Cultura, 1972, p. 193. 274 275
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una carta suya fechada el 10 de mayo de 1895 a su antiguo maestro sobre este asunto, en la cual le anuncia que tiene ya preparada la traducción. Según se desprende de ella, Pons utilizó la intercesión de Francisco Codera.280 Pero Francisco Pons falleció en 1899, sin poder ver publicada su traducción de El filósofo autodidacto, que se publicó en Zaragoza al año siguiente en la Colección de Estudios Árabes, y sin poder, por tanto, conocer el prólogo que escribió Menéndez Pelayo.281 Podríamos preguntarnos el porqué de este interés de Menéndez Pelayo por la figura de Ibn Tufayl. Parece ser que se debe a su antiguo profesor Gumersindo Laverde, quien le escribió cuando estaba de viaje en París para encargarle la compra de un ejemplar de esta obra, que ni en la Biblioteca Nacional se encontraba. No pudo complacer Menéndez Pelayo a su maestro, pero al año siguiente era este quien le escribía comentándole que debería publicarse El filósofo autodidacto de Aben Tofayl y además le informaba de que estaba esperando que le enviasen de Alemania una edición árabe-latina de la obra.282 Su traducción ha gozado de una larga vida, pues ha sido reeditada en la colección Austral de la editorial Espasa Calpe.283 Además de estas dos monografías Pons llevó a cabo otros trabajos «menores» centrados en el periodo medieval, como son la edición de las constituciones de Santiago de Uclés284 y la descripción de dos manuscritos de Aben Hazam.285 A ellos cabría
280 Menéndez Pelayo, Marcelino. Epistolario. Edición al cuidado de Manuel Revuelta Sañudo, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1987, v. XIII, pp. 260-262 (n.º 328). Pero Menéndez Pelayo debió dilatar la solicitud de Pons, pues en otra carta sin fecha, que en el Epistolario la datan aproximadamente en junio de 1958, le recuerda otra vez el encargo al final de la misma: «[…] Espero el prólogo del Aben Tofail que se dignó V. ofrecerme nuevamente en su carta». Ibidem, v. XIV, pp. 471-472 (n.º 711). 281 Todavía Julián Ribera, director de la colección, le escribía a don Marcelino el 7 de marzo de 1900 reclamándole el texto: «[…] Hemos comenzado a imprimir en la Colección de estudios árabes el Filosofo autodidacto de Aben Tofail, traducido por el difunto Pons. Espero que tendrá V. la atención de poner cuatro letras para el Prólogo […]». Ibidem, v. XV, pp. 336-337 (n.º 596). La traducción estaba preparada para ser publicada en la Revista Contemporánea y gracias a la intervención de José M.ª Navarro, amigo y protector de Pons, se cedió para su publicación en Zaragoza. Véase Codera, Francisco. «El filósofo autodidacto de Abentofail», Boletín de la Real Academia de la Historia, XXXVIII, cuaderno I (1901), p. 5. 282 Lacarra, M.ª Jesús. «El apólogo y el cuento oriental en España», en Raquel Gutiérrez Sebastián y Borja Rodríguez Gutiérrez (dirs.), Orígenes de la novela. Estudios, Santander, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cantabria, 2007, pp. 124-125. 283 Abentofail. El filósofo autodidacto, Madrid, Espasa-Calpe, 1954 (colección Austral, n.º 1195). 284 «Constituciones de la cofradía de Santiago de Uclés», Boletín de Archivos, Bibliotecas y Museos I, cuad. 7 (1896), pp. 113-115 [AHN.OM,Car.339,N.1]. También en Estudios breves, pp. 159-162. El documento ha sido estudiado y editado de nuevo por Gross, Georg. «La carta de la cofradía de Santiago documento histórico y lingüístico de mediados del siglo xii», Boletín de la Real Academia de la Historia, CXIV, cuaderno I (1997), pp. 71-81, quien tras el cotejo de la edición de Pons con el original pone de manifiesto las inexactitudes y defectos de la misma. 285 «Dos obras importantísimas de Abén Hazam. Descripción bibliográfica de los códices leydenses del Libro de las religiones y de las sectas de Abén Hazam», en Homenaje a Menéndez Pelayo en el año vigésimo de su profesorado, Madrid, 1899, pp. 509-523.
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añadir los artículos sin firmar del Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano de Montaner y Simón286 y las crónicas sobre bibliografía española aparecidas en la Revue des Questions Historiques.287 Según los datos que nos ofrece Pedro Roca sobre Pons Boigues, este dejó una serie de obras inéditas de gran interés a juzgar por sus títulos, algunas de ellas centradas en el periodo medieval.288 También es digna de mención el Ensayo bio-bibliográfico sobre los médicos y naturalistas arábigo-españoles, presentada al concurso bibliográfico de la Biblioteca Nacional de 1895 y «desestimada por falta de originalidad».289 Como obra inédita también incluimos aquí la noticia que tenemos sobre el encargo que le hizo la Real Academia de la Historia de copiar para su publicación en el Memorial histórico español el códice del Llibre del Consolat de mar propiedad del Ayuntamiento de Valencia.290 Pons Boigues, por su formación académica fue hombre de amplia cultura, pero por sus especiales aficiones podemos incluirle en el grupo de los primeros arabistas formados bajo el magisterio directo de Francisco Codera, aunque su prematura muerte dejó en suspenso una brillante trayectoria investigadora. Sin lugar a duda, la idea de sus
[«De la J, K, L, O, P y Q como signos fónicos y gráficos en las diferentes lenguas, menos en latín y castellano»], en Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano de Literatura, Ciencias y Artes, t. XI, Barcelona, 1892, pp. 1-2, 339-340, 449-450; t. XIV, Barcelona, 1894, pp. 5-6, 525-526; t. XVI, Barcelona, 1895, pp. 681-682. Véase Roca y López, Pedro. «Vida y obra de Francisco Pons y Boigues», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, IV, n.os 8 y 9 (1900), p. 511. 287 «Courrier espagnol», Revue des Questions Historiques, LI (1892), pp. 636-650; LIV (1893), pp. 268-278; LVI (1894), pp. 286-298; LVII (1895), pp. 590-597. A este trabajo es al que debe referirse Guastavino Gallent cuando dice: «[…] no nos ha sido posible localizar unas colaboraciones suyas que, al parecer, publicó en un cierto “Courier Espagnol” que veía la luz en París». Véase Guastavino Gallent, Guillermo. Prólogo a Francisco Pons Boigues (1861-1899). Estudios breves, Tetuán, Instituto General Franco de Estudios e Investigación Hispano-Árabe, 1952, p. 9. 288 Viajes y estancias de los monarcas castellanos y aragoneses desde Alfonso VI y Ramiro I hasta los Reyes Católicos. («Autógrafo de 30 mazos de papeletas sacadas de documentos auténticos publicados e inéditos», Roca y López, Pedro. «Vida y obra de Francisco Pons y Boigues», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, IV, nº 12 (1900), pp. 715-716). La España monástica de los siglos medios según los documentos del Archivo Histórico Nacional, 2 v., I: 44 hojas y 14 papeletas («Contiene una serie de monografías históricas de los monasterios, extractada de los documentos del archivo, adicionada con alguna nota de trabajos publicados»), II: 126 hojas («Copias de documentos del archivo», ibidem, p. 716); [Inventario sumarísimo de los documentos más importantes que, relativos a los monasterios, se conservan en el Archivo Histórico Nacional]. («Es un borrador descuidado hecho para uso del autor. Autógrafo de 32 hojas», ibidem, p. 716); Satius cum Deo dives est qui […] cum Christo paupes est («Disertación relativa a San Francisco de Asís premiada en el certamen literario artístico celebrado en Carcagente en 3 de octubre de 1882 por la V.O.T. de penitencia de dicho pueblo», ibidem, p. 716). 289 Roca y López, Pedro. Op. cit., pp. 617-624. Asimismo, tenía materiales recogidos para otra similar cuyo título podría ser [Ensayo bio-bibliográfico sobre los filósofos y jurisconsultos arábigo-españoles], de la cual se conservan 92 papeletas y un estudio titulado De re philosophica apud Árabes hispanos (borrador autógrafo de 9 hojas), ibidem, p. 714. 290 AHN.SECRETARÍA,71. Sobre este trabajo no dice nada Pedro Roca. 286
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diccionarios biográficos de musulmanes españoles le vino de Codera. Recordemos que Codera formaba parte de la comisión de la Real Academia de la Historia encargada del diccionario biográfico de españoles célebres y que sus ficheros formados por miles de papeletas del vaciado de manuscritos árabes, fundamentalmente de El Escorial, estaban a disposición de sus alumnos, al igual que su biblioteca.291 Y suponemos también que sería el mismo Codera quien iniciaría a Pons en el estudio de los documentos mozárabes toledanos. Pero en Pons igualmente podemos apreciar un interés especial hacia la Edad Media como se desprende fundamentalmente por los títulos de sus obras inéditas mencionadas anteriormente, cuyos materiales conoció por el manejo de los fondos del Archivo Histórico Nacional durante su trabajo cotidiano. Por las Memorias del Archivo sabemos que cuando terminó su trabajo con los documentos mozárabes, continuó con los fondos de Uclés, Montearagón, San Juan de la Peña y Poblet.292 Por tanto, creemos que su estancia en el Archivo Histórico Nacional contribuyó de manera decisiva en su orientación y dedicación hacia estos estudios. 4.2. Luis Gonzalvo y París293 La figura de Luis Gonzalvo y París como arabista es prácticamente desconocida. Su nombre ni siquiera aparece recogido en los escasos trabajos que al arabismo español del siglo xix se han dedicado. Nació en Ávila el 18 de agosto de 1874 y estudió en la Escuela Superior de Diplomática entre 1888 y 1891, donde obtuvo el Certificado de Aptitud para Archivero, Bibliotecario y Anticuario con nota de sobresaliente el 19 de junio de 1891.294 De aquí se le abrió el camino al mundo de los archivos e ingresó por oposición en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios (R. O. de 14 de enero de 1893) con destino en el Archivo Universitario de Valencia (6 de febrero de 1893).295 Durante su
Cotarelo Valledor, Armando. Breves apuntes biográficos del señor don Francisco Codera y Zaidín, Madrid, Impr. Marqués, 1899, p. 17; García Gómez, Emilio. «Homenaje a don Francisco Codera», Al-Andalus, XV, n.º 2 (1950), pp. 263-274. 292 [Memoria correspondiente al año 1888]. AHN.SECRETARÍA,71; [Memoria correspondiente al año 1891]. AHN. SECRETARÍA,71; [Memoria correspondiente al año 1892]. AHN.SECRETARÍA,71; [Memoria correspondiente al año 1895]. AHN.SECRETARÍA,71. Pons figura en el Repertorio de Medievalismo Hispánico, t. 3, p. 246, donde solo se recoge entre sus obras el Ensayo bibliográfico sobre los historiadores y geógrafos arábigo-españoles. 293 Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «Gonzalvo y París, Luis», en Diccionario Biográfico Español, Madrid, Real Academia de la Historia, 2011, v. XXIV, pp. 413-414, donde se recoge la bibliografía anterior (= Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «Gonzalvo y París, Luis»). 294 AGUCM. Escuela Diplomática. Expediente alumno, 19/77. 295 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios, 31/6525, Exp. 6150-1; Aura Tortosa, Joan Emili. «La creación del Laboratorio de Arqueología de la Universidad de Valencia, entre la Escuela Superior de Diplomática y “por la ciencia hacia Dios” 291
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estancia en esta ciudad se matriculó en la Facultad de Derecho, donde aprobó dos asignaturas del primer curso, «Literatura general y española» e «Historia crítica de España» en el curso 1893-1894.296 Posteriormente, el 7 de agosto de 1895, se trasladó al Archivo Provincial de Hacienda de Toledo, desde donde se incorporó poco tiempo después al Archivo Histórico Nacional (O. de 17 de diciembre de 1896). Una vez instalado en Madrid se matriculó como alumno libre en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central en el curso 1898-1899, donde le convalidaron las asignaturas de derecho estudiadas en Valencia y la de metafísica, que había cursado igualmente como libre en la Facultad de Derecho de Madrid (curso 1898-1899). Finalmente consiguió la licenciatura (28 de noviembre de 1902) y el grado de doctor en Filosofía y Letras (28 de junio de 1904), con una tesis titulada Avance para un estudio de las poetisas musulmanas en España.297 Su estancia en el Archivo Histórico Nacional fue corta, pues cesó al obtener por oposición la plaza de catedrático de «Arqueología, Numismática y Epigrafía» de la Universidad de Valencia.298 Su trabajo en este centro se centró fundamentalmente en la organización de los fondos monásticos procedentes de las delegaciones de Hacienda.299 Vicente Vignau le encomendó también, por su formación arabista, la continuación de la catalogación de los documentos mozárabes de San Clemente de Toledo siguiendo
(1921-1940)», en Helena Bonet Rosado et al. (coords.), Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 191271950, [Valencia], Diputación de Valencia, [2006], p. 35, dice que su primer destino fue el «Archivo de Hacienda de Valencia», que confunde con el Archivo de la Universidad de Valencia, que es lo correcto (= Aura Tortosa, Joan Emili. «La creación del Laboratorio de Arqueología de la Universidad de Valencia»). Incurre en este error al tomar la información de Mateu y Llopis, Felipe. «La tradición numaria de Valencia y la creación del Laboratorio de Arqueología de la Universidad», en L Aniversario de la fundación del Laboratorio de Arqueología, 1924-1974: Papeles del Laboratorio de Arqueología de Valencia, 11 (1975), p. 54 (= Mateu y Llopis, Felipe. «La tradición numaria de Valencia y la creación del Laboratorio de Arqueología de la Universidad»). 296 AHN.UNIVERSIDADES.4202, Exp.21. 297 AHN.UNIVERSIDADES.4202, Exp.21 (Derecho). AHN.UNIVERSIDADES.6584,Exp.11 (Filosofía y Letras). Contiene dos ejemplares manuscritos de la tesis y otro impreso, así como ejercicios para el grado de licenciado, que versaron sobre el Poema del Mío Cid y sobre Terencio. La tesis se publicó en la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, XIII, n.º 8 (1905), pp. 83-96; n.os 9 y 10, pp. 200-214; y n.os 11 y 12, pp. 374-382. Tirada aparte Madrid, Tip. de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1905; AHN.SECRETARÍA. Expediente personal de Luis Gonzalvo y París,189; Ruiz Cabriada, Agustín. Bio-bibliografía, pp. 412-413; Ruiz Torres, Pedro. «La historia en la Universidad de Valencia (1845-1939)», en Discursos sobre la historia, p. 50, quien utiliza su expediente personal conservado en el Archivo Universitario de Valencia; Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «Gonzalvo y París, Luis», pp. 413-414. 298 Reales órdenes de 22 de mayo de 1905 nombrando á Don Luis Gonzalvo y París Catedrático numerario de Arqueología, Numismática y Epigrafía de la Sección Provincial de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Valencia (Gaceta de Madrid de 3 de junio). 299 Archivo Histórico Nacional. Clero secular y regular. Inventario de procedencias, p. X. [373]
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el modelo de Pons Boigues, con el fin de publicar un catálogo completo según un nuevo plan.300 También sabemos que se encargó junto con Rafael Andrés de la Sección de Órdenes Militares.301 Con Gonzalvo y París nos encontramos ante otro arabista en ciernes producto de la escuela de Codera, quien, como en el caso de Pons, le proporcionaría el material para la realización de su tesis doctoral como él mismo reconoce,302 basada en la consulta de Sobre este trabajo tenemos un testimonio de González Palencia que no deja en muy buen lugar a Gonzalvo: «Después de Pons siguió ocupándose en la catalogación de los documentos mozárabes del convento de San Clemente de Toledo otro arabista, D. Luis Gonzalvo y París [que] no pudo dedicar a estos pergaminos árabes el tiempo que sus aficciones le pedían, sino el escaso que le dejaban libre las perentorias ocupaciones de clasificar y fechar miles y miles de pergaminos, procedentes de las delegaciones de Hacienda de casi toda España. Fechó los de San Clemente, y empezó a redactar papeletas, siguiendo el modelo de Pons. Muy pocas terminó, y sin seguir ningún orden, sino eligiendo los documentos que más le gustaban». Véase González Palencia, Ángel. Los mozárabes de Toledo, Madrid, Instituto Valencia de Don Juan, 1924, v. Preliminar, p. 7. Este texto lo recoge igualmente Manuela Marín para poner de manifiesto el alejamiento de Gonzalvo de la escuela de arabistas, Marín, Manuela. «Arabismo e historia de España (1886-1944)», p. 189. 301 Véase Vignau y Ballester, Vicente y Uhagon, Francisco R. de. Índice de pruebas de los caballeros que han vestido el hábito de Santiago desde el año 1501 hasta la fecha, Madrid, Est. Tip. de la Viuda e Hijos de M. Tello, 1901, p. VII. 302 «Faltas de índices de muchas publicaciones árabes y faltas nuestras bibliotecas públicas de muchos libros indispensables para estas tareas, la mía hubiera sido imposible si no hubiera tenido a mi disposición los numerosos índices y la rica librería que mi muy querido y sabio maestro don Francisco Codera hace accesibles, no solo a sus discípulos, sino a los estudiosos en general […]». Véase «Avance para un estudio de las poetisas musulmanas en España», pp. 8 y 9, respectivamente. Citamos por la tirada aparte. La cursiva es nuestra. Después de esta afirmación no comprendemos cómo Manuela Marín puede decir que Gonzalvo fue alumno de Ribera. Quizás le haya llevado a esta afirmación la carta que Gómez-Moreno envió a su mujer de 21 de junio 1911, donde decía: «[…] El único contrincante que se sospecha puedo tener es el actual catedrático de Arqueología de Valencia, un tal Gonzalo (sic), amigo mío y discípulo de [Julián] Ribera, pero que anda distanciado de este ahora, por excentricidades del otro; es amigo mío y no le temo ni es probable que se meta en aventuras, aunque tiene mucha gana de venir aquí. Moguel le tiene puesta la proa para que no lo consiga […]». La carta a que hace referencia Manuela Marín, pero que no publica su texto está recogida en El epistolario de José Castillejo y Manuel Gómez-Moreno. Cartas reunidas y enlazadas por David Castillejo, Madrid, Castalia, 1998, v. 2, p. 529. Véase Marín, Manuela. «Arabismo e historia de España (1886-1944)», p. 65. Más adelante en la p. 188 vuelve otra vez a repetir «[…] Luis Gonzalvo París […] fue discípulo de Julián Ribera. Como tal se le incorporó a la nómina de colaboradores del Homenaje a Codera […]». Creo que es más lógico pensar que su participación se debió precisamente a ser alumno del homenajeado Codera. De la misma forma, «mi venerado maestro D. Francisco Codera», se vuelve a referir Gonzalvo París en su discurso inaugural del curso 1914-1915 en la Universidad de Valencia, p. 132 de la edición citada en la nota 306. Igualmente, Mateu y Llopis, Felipe. «La tradición numaria de Valencia y la creación del Laboratorio de Arqueología de la Universidad», p. 54, dice que «había sido discípulo de Codera». Peiró Martín, Ignacio y Pasamar Alzuria, Gonzalo. Diccionario de historiadores españoles, p. 193, también lo menciona como discípulo de Codera. Véase también la cita de Pericot en la nota 306. Finalmente, hemos revisado detenidamente su expediente universitario, donde se conserva el acta para la obtención del grado de doctor. En ella no se menciona en ningún sitio el nombre del director de la tesis, aunque sí los miembros del tribunal. En la tesis tampoco consta este dato, sin embargo, hay un dato que puede ayudarnos en esta cuestión. Se trata de las primeras palabras con 300
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los manuscritos de los principales autores árabes que eran objeto de trabajo por Codera y sus alumnos para su publicación en la Bibliotheca arabico-hispanica. A diferencia de Pons, Gonzalvo y París se nos muestra como menos sistemático y profundo. Tras su marcha de Madrid a la Universidad de Valencia son pocos los trabajos que publicó, siguiendo la misma línea de investigación de su tesis doctoral sobre personajes musulmanes. Se reducen a una contribución en el Homenaje a Codera sobre musulmanes madrileños de los siglos ix y x basada en las noticias aportadas por los biógrafos Abenalfaradí, Abenpascual y Abenaladar editados por Codera, así como una conferencia sobre la mujer musulmana.303 Manuela Marín opina que, pese a ser escasa la producción arabista de Gonzalvo y París, no por ello deja ser reseñable. En sus Apuntes sobre musulmanes madrileños fue el primero en abrir el camino sobre el pasado musulmán de Madrid, tema que posteriormente sería objeto de investigación por Jaime Oliver Asín. La lectura de su tesis doctoral Avance para un estudio de las poetisas musulmanas en España y la conferencia sobre La mujer musulmana resultan todavía hoy «en algunos puntos, sorprendentemente modernas», sobre todo si se compara con las opiniones que sobre el mismo asunto había publicado Simonet en el IX Congreso Internacional de Orientalistas.304 Es un tema, además, como apunta Teresa Garulo, sobre el que se han producido muy pocos avances desde la época de Gonzalvo pues, aunque se han editado fuentes importantes para la historia literaria de al-Ándalus, apenas se ha realizado algún estudio sobre figuras concretas.305 Finalmente, en el discurso pronunciado en la apertura del curso académico 19141915 en la Universidad de Valencia306 destaca la importancia y la necesidad del estudio
que se inicia su tesis: «Desde que, años atrás, cursé en esta Universidad la asignatura de Lengua árabe, decidí consagrarme a su ulterior cultivo […]». Según figura en dicho expediente, esta asignatura la aprobó en 1899. En este año era catedrático de esta asignatura Francisco Codera, quien la impartió hasta su jubilación en 1902, por tanto, es plausible pensar que en esta decisión de Gonzalvo influyera su maestro Codera. 303 «Apuntes sobre algunos musulmanes madrileños», en Homenaje a don Francisco Codera. Estudios de erudición oriental, Zaragoza, Mariano Escar, 1904, pp. 349-355. La mujer musulmana, Madrid, 1906. Conferencia pronunciada el 4 de abril de 1904 en la Asociación de Conferencias. 304 Marín, Manuela. «Arabismo e historia de España (1886-1944)», pp. 189-190. 305 Garulo, Teresa. Diwan de las poetisas de Al-Andalus, Madrid, Hiperión, [1986], pp. 10-11. 306 Carácter, elaboración y enseñanza de los estudios históricos, Valencia, Miguel Gimeno, 1914. Reed. en Discursos sobre la historia, pp. 125-142. Análisis del discurso por Pedro Torres, ibidem, pp. 48-51. La clave sobre su apatía hacia los trabajos impresos nos la da Pericot, Luis. «Mis recuerdos del Laboratorio de Arqueología de la Universidad de Valencia», en L Aniversario de la fundación del Laboratorio de Arqueología, 1924-1974: Papeles del Laboratorio de Arqueología de Valencia, 11 (1975), p. 16: «Don Luis Gonzalvo, formado en la escuela arabista de Codera, era un hombre eruditismo en muchas y diversas materias, pero que tenía alergia frente a la publicación de los datos que obtenía y de los comentarios que cualquier tema en él sugería. Sus ideas propias, a veces en total oposición a lo admitido corrientemente, eran defendidas por él con gran ingenio» (= Pericot, Luis. «Mis recuerdos del Laboratorio de Arqueología de la Universidad de Valencia»). [375]
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de las ciencias auxiliares de la historia, labor que realizó de una manera notable y meritoria en la universidad valenciana. Gonzalvo explicó «Arqueología», «Epigrafía y numismática», asignaturas recién incorporadas a la universidad tras la supresión de la Escuela Superior de Diplomática en 1900, la única institución docente donde se enseñaban hasta ese momento. Por lo tanto, no es casual que este, que se había formado en dicha Escuela, pasara luego a ser profesor de estas materias en el ámbito universitario. En 1911 intentó trasladarse a la Universidad Central para desempeñar en comisión las cátedras de «Arqueología», «Numismática y epigrafía», entonces vacantes, pero le fueron denegadas.307 El 18 de octubre de 1913 se le encargó el desempeño de la cátedra vacante de «Paleografía» de la Universidad de Valencia en concepto de acumulada. Hay que destacar como mérito suyo la creación del Laboratorio de Arqueología de la Universidad de Valencia durante el curso 1920-1921, con el objeto de proporcionar a sus alumnos un seminario práctico de paleografía, numismática y arqueología, por el que pasaría un buen número de los que luego serían destacados profesores de aquella universidad.308 Uno de ellos, Julián San Valero Aparisi, nos ha dejado un testimonio elocuente de las enseñanzas de Gonzalvo en dicho laboratorio.309 En una copia conservada del Acta de la Junta de la Facultad de Filosofía y Letras celebrada el 3 de diciembre de 1921, donde se aprobó la creación del Laboratorio de Arqueología, así como otros documentos manuscritos de Luis Gonzalvo, se pueden seguir las ideas que tenía sobre cuál debía ser el ámbito de actuación del laboratorio, tales como docentes, documentales, museológicas, profesionales e investigadores y había pensado también en posibles colaboradores del mismo.310
AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de catedrático de Luis Gonzalvo y París, 32/16162, Exp. 9613-6. Esta plaza debe ser a la que alude Gómez-Moreno en su carta que incluimos en la nota 302. 308 Baldo Lacomba, Marc. «La Facultat de Filosofia i Lletres de València, 1857-1977. Esbós històric», Saitabi, 47 (1997), pp. 73-74; Martí Oliver, Bernat y Villaverde Bonilla, Valentín. «El Laboratori d’Arqueologia de la Universitat de València a la dècada del 1940», Saitabi, 47 (1997), pp. 153-154. 309 San Valero Aparisi, Julián. «Los hallazgos antiguos del neolítico de Gibraltar», en L Aniversario de la fundación del Laboratorio de Arqueología, 1924-1974: Papeles del Laboratorio de Arqueología de Valencia, 11 (1975), pp. 75-76 (= San Valero Aparisi, Julián. «Los hallazgos antiguos del neolítico de Gibraltar»). La creación del laboratorio es destacada también por Pericot, Luis. «Mis recuerdos del Laboratorio de Arqueología de la Universidad de Valencia», pp. 15-19; Deleito Piñuela, José. «Quelques donées sur l’historiographie en Espagne de 1900 à 1930 du point de vue de la synthèse», Revue de Synthèse Historique, L (1939), pp. 29-49. Reed. Discursos sobre la historia, pp. 289-300; Deleito Piñuela, José. «La vida de la Universidad de Valencia desde 1919 a 1924», Anales de la Universidad de Valencia, IV (1923-1924), pp. 359-360. 310 Aura Tortosa, Joan Emili. «La creación del Laboratorio de Arqueología de la Universidad de Valencia», pp. 37 y 40. Publica los documentos en Apéndices, pp. 45-46. Un dato hasta ahora desconocido por todas las personas que han tratado sobre Gonzalvo es la concesión de una pensión de 30 días «para realizar en los 307
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Durante el curso 1936-1937 tuvo lugar otra novedad, la aparición del Instituto de Idiomas a cargo, igualmente de Gonzalvo y París, que sería el antecedente de la futura Facultad de Filología.311 Este hecho no nos sorprende después de leer nuevamente el testimonio de San Valero Aparisi, donde pone de manifiesto su interés por los idiomas.312 Su participación en la vida universitaria valenciana fue intensa. Nombrado vicerrector el 16 de mayo de 1932, fue confirmado en el cargo después del levantamiento militar y lo desempeñó hasta su dimisión el 3 de agosto de 1937. Participó en misiones culturales por la provincia de Valencia el mes de agosto de 1936 y en febrero de 1937, En el decreto fundacional del Instituto de Estudios Valencianos, aparece como miembro de la Sección Filológica. En julio del mismo año, la Junta de Gobierno de la Universidad le eligió para formar parte del Patronato del Centro de Estudios Históricos del País Valenciano, donde impartirá clases de Lengua y Literatura Griega y Árabe en alternancia con Vicente Blasco García durante el curso académico 1937-1938. La ocupación de la universidad en 1939 trajo como consecuencia la depuración de Gonzalvo junto con otros profesores, Deleito Piñuela y Gómez Nadal. Como sanción se le impuso la jubilación (O. de 17 de octubre de 1940). Revisado su expediente a instancia propia fue rehabilitado como catedrático en la Universidad y como tenía la edad y años de servicio suficientes fue jubilado con carácter «forzoso» el 15 de septiembre de 1940.313
Museos de Londres estudios de Arqueología española», R. O. de 26 de octubre de 1926 concediendo una pensión para realizar estudios en el extranjero a D. Luis Gonzalvo París, Catedrático de Arqueología de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Valencia (Gaceta de Madrid de 29 de octubre). La noticia figura en su expediente de catedrático AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de catedrático, 32/16162, Exp. 9613-6, pero no queda constancia de su disfrute en el mismo. 311 Mancebo, M.ª Fernanda y Girona, Albert. «La Universidad de Valencia durante la Guerra Civil. La F.U.E.», Estudis d’Historia Contemporanea del Pais Valencià, 4 (1983), p. 199. 312 San Valero Aparisi, Julián. «Los hallazgos antiguos del neolítico de Gibraltar», p. 76. Sobre el interés de Gonzalvo por el valenciano y su labor en el Seminario de Filología Valenciana, véase Cortés, Santi. Manuel Sanchís Guarner 1911-1981. Una vida per al diàleg, Valencia, Institut Interuniversitari de Filologia Valenciana; Barcelona, Publicacions de l'Abadia de Montserrat, 2002, pp. 72 y ss. 313 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de catedrático de Luis Gonzalvo y París, 32/16162, Exp. 9613-6. Orden de 17 de octubre de 1940 por la que se impone al Catedrático de la Universidad de Valencia don Luis Gonzalvo París la sanción de jubilación forzosa (BOE de 4 de noviembre); Orden de 5 de noviembre de 1940 por la que se declara jubilado al Catedrático de la Universidad de Valencia don Luis Gonzalvo París (BOE de 22 de noviembre); García Martínez, Sebastià y Salavert, Vicent Ll. «L’ocupació de la Universitat de València el 1939 pel quintacolumnista Manuel Batlle, catedràtic de Murcia», Afers. Fulls de recerca i pensament, 3, 2 (1986), pp. 123-198: 171, nota 102; Mancebo, M.ª Fernanda. «Profesores de la Facultad de Filosofía y Letras de Valencia (1919-1939): una aproximación a la ciencia de la historia», en Doctores y escolares: III Congreso Internacional de Historia de las Universidades Hispanoamericanas (Valencia 1995), Valencia, 1998, v. II, p. 20; Mancebo, M.ª Fernanda. La Universidad de Valencia. De la monarquía a la República (1919-1939), Valencia, Instituto de Cultura Juan Gil-Albert; Universitat de Valencia, 1994, p. 399; Mancebo, Mª Fernanda. [377]
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Luis Gonzalvo nos ha dejado una obra muy exigua, representada únicamente por tres breves publicaciones de tema árabe y un discurso de apertura de un curso académico. Es posible que el ambiente de la Universidad de Valencia no fuera propicio, por falta de estímulos al no existir otras personas interesadas en estos temas para el desarrollo de su labor como arabista, pero durante su estancia en Madrid en el Archivo Histórico Nacional tampoco demostró mucho afán por la investigación si nos atenemos al número de trabajos publicados, que como acabamos de ver fueron muy pocos. Persona de gran curiosidad, la obtención de la cátedra y el laboratorio le llevaría a interesarse por otros temas, aunque eso sí, siempre con la aversión hacia la publicación, como nos recuerda Luis Pericot, que asistía con frecuencia a las reuniones y excursiones programadas por el laboratorio.314 5. Manuel Magallón y Cabrera315 A caballo entre los siglos xix y xx nos encontramos con Manuel Magallón y Cabrera, figura difícil de adscribir a alguna escuela o corriente. Sobre su vida tenemos muy pocos datos. Nació en Sigüenza el 1 de enero de 1862, en cuyo seminario estudió y obtuvo la licenciatura en Derecho Canónico. Ingresó por oposición en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios el 14 de julio de 1890 con destino en el Archivo Histórico Nacional, donde tomó posesión como ayudante de 3.er grado el 30 de julio de 1890. Pero al mes siguiente se trasladó al Archivo de la Delegación de Hacienda de Soria (31 de agosto de 1890), donde permaneció cinco años hasta su regreso al Archivo Histórico Nacional el 7 de agosto de 1895.316 Al ser nombrado Juan Menéndez Pidal secretario del Cuerpo, la Junta Facultativa requirió en 1905 los servicios de Magallón, nombrándole auxiliar de su secretaría (O. de 28 de junio de 1905), teniendo entonces que trasladarse a la Biblioteca
«Consecuencias de la Guerra Civil en la universidad valenciana: depuraciones y exilios», Cuadernos del Instituto Antonio de Nebrija, 4 (2001), p. 188. 314 «Don Luis Gonzalvo, formado en la escuela arabista de Codera, era un hombre eruditísimo en diversas materias, pero que tenía alergia frente a la publicación de los datos que obtenía y de los comentarios que cualquier tema en él sugería», Pericot, Luis. «Mis recuerdos del Laboratorio de Arqueología de la Universidad de Valencia», p. 16. 315 Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «Magallón Cabrera, Manuel», en Diccionario Biográfico Español, Madrid, Real Academia de la Historia, 2012, v. XXXI, pp. 653-654, donde se recoge toda la bibliografía anterior. 316 AHN.SECRETARÍA. Expediente personal de Manuel Magallón Cabrera,189; ARCHIVO-BNE, BN. Expediente, 3155-5. [378]
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Nacional donde tenía su sede (O. de 21 de noviembre de 1905). El 1 de junio de 1911 regresó al Archivo Histórico Nacional renunciando a su cargo de auxiliar en la Junta Facultativa (27 de enero de 1912) y de donde ya no se moverá hasta su fallecimiento el 2 de septiembre de 1930. Volverá a colaborar con la Junta como vocal de la misma (22 de enero de 1920). Su labor en el Archivo Histórico Nacional fue bastante notable durante la dirección de Vicente Vignau,317 siendo nombrado secretario del centro (5 de septiembre de 1896). Finalmente, llegó a ser durante breve tiempo director interino (30 de mayo de 1930/28 de julio de 1930)318 y efectivo del centro (R. D. de 29 de julio de 1930),319 prácticamente en el lecho de muerte por la enfermedad que le aquejaba. La buena formación latinista de Magallón llevaría a Vignau a encargarle trabajar en los fondos monásticos que se estaban organizando por entonces en el archivo,320 compaginado con las tareas burocráticas y administrativas del centro, que, sin lugar a duda, le quitarían muchas horas de trabajo específico con los documentos.321 En sus últimos años estuvo trabajando en la revisión de las papeletas de los códices del archivo con vistas a su impresión, pero que nunca llegarían a ver la luz.322
Así lo recuerda su sucesor en la dirección Miguel Gómez del Campillo: «Difícil es hablar de Magallón y no del Archivo Histórico Nacional; son dos sujetos inseparables, por haber sido el primero entre los que al lado de don Vicente Vignau vivimos la época que, sin exageración, puede llamarse épica, de transformación, de actividad febril, acumulación de fondos, rápidas y provisionales, aunque no desacertadas clasificaciones, que permitían hasta con propio asombro, disponer en breves días para el trabajo más reposado y definitivo y para el servicio público, masas de papeles hasta entonces abandonadas desde la extinción de las Instituciones que los produjeron o, por lo menos, obscurecidas e injustamente olvidadas». Véase Gómez del Campillo, Miguel. «Don Manuel Magallón Cabrera (De las memorias de un archivero)», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, XXXIV, n.os 10 a 12 (1930), p. 471. 318 Real Orden de 30 de mayo de 1930 nombrando con carácter interino, Director del Archivo Histórico Nacional a D. Manuel Magallón y Cabrera (Gaceta de Madrid de 1 de junio). 319 R. D. de 29 de julio de 1930 nombrando a D. Manuel Magallón Cabrera, Director del Archivo Histórico Nacional, Inspector general y Visitador de los Archivos (Gaceta de Madrid de 31 de julio). Véase AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios, 31/6532. 320 [Memoria correspondiente al año 1895]. AHN.SECRETARÍA,71; Memoria de 1917. AHN.SECRETARÍA,71, [hojas 13-14] 321 Esta circunstancia es denunciada también por Gómez del Campillo: «[…] véase a don Manuel Magallón, el primer paleógrafo y uno de los mejores latinistas del Cuerpo, ocupado en las cuentas de la calefacción del edificio, era una paradoja completamente española», ibidem, p. 472. 322 Ibidem, p. 473. El dato lo menciona también Crespo, Carmen. «Los primeros cien años del AHN», p. 312, sin ofrecer más detalles concretos. Hemos encontrado sobre este asunto un presupuesto de Diana Artes Gráficas, de fecha 11 de enero de 1950, solicitado por Benito Fuentes Isla, director del AHN, para la impresión de 1000 ejemplares del Catálogo de los códices del Archivo Histórico Nacional por Manuel Magallón. Véase AHN.SECRETARÍA,83. 317
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Las publicaciones que nos ha dejado son bastante escasas. Sus primeros trabajos fueron unos informes académicos publicados en el Boletín de la Real Academia de la Historia sobre unos cartularios conservados en el archivo. El primero sobre un cartulario de los templarios de la Corona de Aragón (AHN.CÓDICES,L.597) del cual se ofrecen los regestos de los documentos en él contenidos,323 otro sobre templarios y hospitalarios324 y, finalmente, otro sobre el monasterio de Leyre.325 Trabajo de mayor amplitud y profundidad, aunque desgraciadamente quedó incompleto fue la Colección diplomática de San Juan de la Peña,326 uno de los monasterios más antiguos y emblemáticos del antiguo Reino de Aragón. La obra carece de introducción por lo que deducimos que los motivos de su elección estarían relacionados con el papel histórico que desempeñó, con una importante colección diplomática de los primeros reyes de Navarra y Aragón, fundamental para conocer la temprana historia de estos reinos. En cierta manera, esta obra vendría a ser la continuación de los índices iniciados en los tiempos de Muñoz y Romero de los monasterios castellanos de San Millán, La Vid, Oña y, sobre todo, del cartulario de Eslonza publicado por Vignau, denotando así el interés especial que se ponía en los fondos medievales del archivo. Su plan inicial era la publicación de tres volúmenes: uno con los documentos reales, otro para los documentos eclesiásticos y un tercero con los documentos particulares con los índices de toda la obra. Comenzó a publicarse en fascículos como anexo a la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos en el año 1903 y se interrumpió al año siguiente. Se editaron únicamente cuarenta documentos reales, desde los orígenes hasta el año 1033, con los documentos del Archivo Histórico Nacional. Todavía no se conocían otros fondos importantes del monasterio custodiados por las benedictinas de Jaca y que pasarían posteriormente a la biblioteca de la Facultad de Derecho de la Universidad de Zaragoza, como eran el Libro Gótico, el Libro de San Voto y el Libro de los Privilegios.327
«Los templarios de la Corona de Aragón. Índice de su cartulario eclesiástico en el siglo xiii», Boletín de la Real Academia de la Historia, XXXII, cuaderno I-III (1898), pp. 90-105; «Los templarios de la Corona de Aragón. Índice de su cartulario en el siglo xiii», Boletín de la Real Academia de la Historia, XXXII, cuaderno VI (1898), pp. 451-463. 324 «Templarios y hospitalarios. Primer cartulario en el Archivo Histórico Nacional», Boletín de la Real Academia de la Historia, XXXIII, cuaderno IV (1898), pp. 257-266. 325 «Cartularios de Leire», Boletín de la Real Academia de la Historia XXXII, cuaderno IV (1898), pp. 257-261. Informe sobre los Códices [215-218 B]. 326 Magallón Cabrera, Manuel. Colección diplomática de San Juan de la Peña, Madrid, [Tip. de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1904]. Anexo de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos. 327 Del Libro Gótico Magallón utiliza en su obra una «copia exacta del siglo xviii, sacada a plana y renglón directamente del original», incluida en el tomo 6 de la colección Abad y Lasierra de la Real Academia de 323
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En la edición de los documentos se establece la tradición documental y se citan las ediciones donde aparecen publicados o citados, así como las variantes textuales. Después de la trascripción, se añade un amplio comentario crítico donde Magallón va explicando y desentrañando todos los puntos dudosos y oscuros que ofrecen, basándose en las opiniones de los historiadores anteriores. Hay que tener en cuenta que todos los documentos que nos han llegado de los primeros tiempos de este monasterio son únicamente copias, muchas de ellas también falsas o interpoladas. La labor que realizó Magallón fue excepcional para su época, como demuestra en el aparato crítico que ofrece y que generalmente ha pasado desapercibido para la mayoría, excepto para Antonio Ubieto Arteta, el último editor de los más antiguos documentos pinatenses, que recomienda la lectura de los comentarios que hace de cada uno de ellos.328 La obra, sin embargo, no está exenta de errores, quizás los más llamativos sean la rectificación de las fechas por el mismo Ubieto de ocho documentos, aunque en cuatro de ellos no sea por «errores» de lectura de Magallón, sino por deducciones que hace Ubieto del análisis del contenido y contexto de los mismos.329 En total la obra reúne cuarenta documentos de los años 570 a 1033, en su mayoría del Archivo Histórico Nacional (Pergaminos, Libro cabreo de la Mensa claustral), un documento del Cartulario Magno del Archivo de la Cámara de Comptos (doc. 29), copias del Libro Gótico de la colección Abbad y Lasierra de la Real Academia de la Historia.
la Historia. El original junto con el Libro de San Voto y el Libro de de los Privilegios fueron dados a conocer por el entonces obispo de Jaca a los catedráticos de Zaragoza Eduardo Ibarra y Juan Moneva. Posteriormente, durante el rectorado de Andrés Giménez Soler, los manuscritos fueron adquiridos para la biblioteca de la Facultad de Derecho. Actualmente se conservan en la Biblioteca General de la Universidad. Véase Usón Sesé, Mariano y Canellas López, Ángel. «El libro gótico o cartulario de San Juan de la Peña. Índice de sus documentos y observaciones sobre el manuscrito principalmente de carácter paleográfico», Universidad, XII, n.º 1 (1935), pp. 3-56; Ubieto Arteta, Antonio. «El libro de San Voto», Hispania Sacra, III (1950), pp. 191-204; Canellas López, Ángel. «El cartulario visigótico de San Juan de la Peña», en Homenaje a Agustín Millares Carlo, Las Palmas de Gran Canaria, Caja Insular de Ahorros de Gran Canaria, 1975, t. I, pp. 205-239. 328 Ubieto Arteta, Antonio. Cartulario de San Juan de la Peña, Valencia, Anubar, 1962-1963, 2 v: «Hay que resaltar la labor realizada por el archivero don Manuel Magallón sobre los documentos pinatenses más antiguos. Su obra ha sido insustituible hasta ahora», v. 1, pp. 9-10. 329 Son los siguientes: Magallón II (858) Ubieto 3 (828); Magallón XV (986) Ubieto 21 (981); Magallón XXVIII (1024) Ubieto 44 (1027); Magallón XXX (1025) Ubieto 46 (1028); Magallón XXXII (1025) Ubieto 47 (1028); Magallón XXXIV (1025) Ubieto 52 (1030); Magallón XXXV (1025) Ubieto 53 (1030); Magalón XXXI (1025) tomada de Briz Ubieto 56 (1031). Damos el autor y el número del documento según las ediciones citadas. Entre paréntesis van los años ofrecidos por cada uno y en negrita los documentos que no son «errores» de lectura de Magallón y que Ubieto interpreta de otra forma. [381]
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Este trabajo de Magallón constituye una de las primeras colecciones diplomáticas de un monasterio publicadas en España, como años antes lo había hecho Vignau de Eslonza y Dom Férotin sobre Silos.330 Como conclusión podemos afirmar que la obra de Manuel Magallón está basada prácticamente en su totalidad en los fondos del Archivo Histórico Nacional, por tanto, estos fueron determinantes en ella. Por su temática, centrada en la edición de documentos de la época medieval, podemos considerarlo como medievalista.
330
Ferotin, Mario. Recueil de chartes de l’abbaye de Silos, Paris, [Imp. Nationale], 1897. [382]
VII. El Archivo Histórico Nacional y sus medievalistas. La influencia del Centro de Estudios Históricos
1. Claudio Sánchez-Albornoz y Menduiña1 No pretendemos en estas líneas trazar la biografía de Claudio Sánchez-Albornoz y Menduiña, pues es de sobra conocida a través de las numerosas obras que han tratado sobre su persona, así como de los testimonios personales que nos ha dejado. Simplemente nos limitaremos a recordar y precisar aquella parte de su vida que llega hasta su exilio de España, en la cual se inició profesionalmente como archivero y luego en su docencia en la universidad y en el Centro de Estudios Históricos, donde formó a un gran número de archiveros a los que orientó hacia los estudios medievales. Nacido en Madrid el 7 de abril de 1893 comenzó en la Universidad Central la carrera de Derecho, que pronto abandonaría para dedicarse a su verdadera vocación, la historia, matriculándose entonces en la Facultad de Filosofía y Letras, donde se licenció con Premio Extraordinario en 1913 y doctoró igualmente con Premio Extraordinario al año siguiente, con una tesis titulada La monarquía en Asturias, León y Castilla durante la Alta Edad Media.2 Durante el curso 1912-1913 asistió también al seminario que, bajo el título Instituciones Sociales y Políticas de León y Castilla, impartió Eduardo de Hinojosa en el Centro de Estudios Históricos3 y que tanto influyó en su vocación histórica por los temas medievales, como en numerosas ocasiones nos ha puesto de manifiesto. Como era frecuente en su época los archivos eran una salida profesional a los licenciados en Filosofía y Letras como preámbulo a la consecución de puestos de
Sobre la amplia bibliografía que ha generado su figura remitimos a la obra citada en la nota 131, pp. 528530, nota 1401. 2 AHN.UNIVERSIDADES.6816,Exp.8. 3 JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1912 y 1913, pp. 230-231. 1
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mayor prestigio, como solía ser la obtención de una cátedra universitaria. Así ingresó en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos4 con destino provisional en el Museo Arqueológico Nacional (R. D. de 13 de enero de 1915), pasando luego a la biblioteca de la Presidencia del Consejo de Ministros (R. O. de 23 de julio de 1915). Al año siguiente se trasladó al Archivo Histórico Nacional (O. de 28 de enero de 1916) donde permaneció hasta 1918.5 Durante su breve estancia en el mismo poco sabemos, salvo que trabajó en la Sección de Universidades, en la de Diversos y en Biblioteca6 A los pocos meses solicitó de la JAE la consideración de pensionado para viajar a Portugal y llevar a cabo un trabajo sobre la curia regia portuguesa. En el Centro de Estudios Históricos, Sánchez-Albornoz había comenzado a preparar sus primeros estudios históricos de tema medieval bajo la dirección de Eduardo de Hinojosa y es muy posible que animado por este hiciese la petición.7 El encargado de informar en la JAE sobre su solicitud fue el mismo Eduardo de Hinojosa.8 Reunida la Comisión Ejecutiva de la JAE, en su sesión del día 14 de noviembre aprobó su solicitud, concediéndole la consideración de pensionado durante seis meses.9 Fue por estos años también cuando inició su labor docente en la Universidad Central, donde fue propuesto para desempeñar el cargo de auxiliar interino gratuito, adscrito al grupo 1.º de la Sección de Historia, para el curso de 1917 a 1918, por su «reconocida competencia en estudios históricos».10 En el Archivo Histórico Nacional preparó, como él mismo nos confiesa, sus oposiciones a cátedra.11 El 1 de junio de 1918 ganó la cátedra de «Historia de España» de la Universidad de Barcelona, cesando en el archivo el día 8. El día 18 se le concedió la situación de
4 El mismo Sánchez-Albornoz nos recuerda como «A fin de liberarme de la para mí sonrojante petición semanal a mis padres de algunas pesetillas, hice oposiciones al Cuerpo de Archivos […]», Sánchez-Albornoz y Menduiña, Claudio. Mis tres primeros estudios históricos (Iniciación de una vocación), Valladolid, Universidad de Valladolid, [1974], p. 8 (= Sánchez-Albornoz y Menduiña, Claudio. Mis tres primeros estudios históricos). 5 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 31/6550; AHN.SECRETARÍA. Expediente personal de Claudio Sánchez-Albornoz,191. 6 Memoria del año 1917. AHN.SECRETARÍA,71, [hojas 8-9] 7 CDRE-AJAE. Expediente, 132-137. Solicitud de 7 de noviembre de 1916 al presidente de la JAE. 8 CDRE-AJAE. Expediente, 132-137. El informe de Eduardo de Hinojosa no lleva fecha y va escrito a continuación de la solicitud de Sánchez-Albornoz, en el mismo documento. 9 CDRE-AJAE. Expediente, 132-137. Comunicación de 16 de noviembre de 1916 del presidente de la JAE al ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes; R. O. de 22 de enero de 1917. JAE. Memoria correspondiente al curso 1916 y 1917, p. 64. 10 Orden del Rectorado de 4 de octubre de 1917. Véase AGUCM, P-691-50. 11 «[…] en el Histórico Nacional preparé después las [oposiciones] de la cátedra de Historia de España de la Universidad de Barcelona que gané», ibidem.
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supernumerario. Pero su paso por esta universidad fue totalmente efímero, pues en el mes de julio permutó su plaza de catedrático en esta universidad con la de Antonio de la Torre en la Universidad de Valencia.12 Pero lo mismo sucedió en esta última, ya que en el mes de diciembre consiguió por concurso de traslados la cátedra de «Historia de España» de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Valladolid.13 Pese a que en esta ciudad se encontraba muy a gusto, según su propio testimonio, Valladolid fue un paréntesis en sus trabajos de investigación histórica, su meta, sin lugar a duda, era llegar a Madrid. Durante su etapa vallisoletana intentó ir a la Escuela Española de Historia y Arqueología de Roma y aunque le fue concedida pensión por ocho meses no pudo disfrutarla al no lograrse reabrir la Escuela.14 Apenas transcurrido un año de su llegada a Valladolid, en un nuevo concurso de traslados, ganó la cátedra de «Historia antigua y media de España» de la Universidad Central.15 Venía a ocupar la plaza dejada por su querido maestro Eduardo de Hinojosa, recientemente fallecido. Los años siguientes serán de gran actividad, al verse obligado en cierto modo por Menéndez Pidal a presentarse al premio Covadonga convocado para conmemorar el duodécimo aniversario de la batalla de Covadonga. Así, durante los años 1921 y 1922, emprenderá una larga campaña de viajes para visitar los archivos del noroeste peninsular en busca de documentos para su investigación, que lograría finalizar y entregar a finales de 1922. Dos años después, en el curso 1924-1925, será el encargado de volver a poner en funcionamiento la Sección de Historia del Derecho, que tras la muerte de Hinojosa había dejado de funcionar en el Centro de Estudios Históricos. Allí desarrolló una fecunda labor con la creación del Anuario de Historia del Derecho Español, cuya preparación absorbió gran parte del trabajo de la sección.
AHN.SECRETARÍA. Expediente personal de Claudio Sánchez-Albornoz, 191. AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos. Situación de supernumerario, 31/7201; AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de catedrático, 21/20536. R. O. de 10 de julio de 1918 accediendo a la permuta de sus cargos solicitada entre D. Claudio Sánchez-Albornoz y Menduiña y D. Antonio de la Torre y del Cerro, Catedráticos numerarios de la Facultad de Filosofía y Letras de las Universidades de Barcelona y Valencia, respectivamente (Gaceta de Madrid de 13 de julio). 13 AGUCM, P-691-50. R. O. de 3 de diciembre de 1918 nombrando a D. Claudio Sánchez-Albornoz Menduiña, Catedrático numerario de Historia de España de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Valladolid (Gaceta de Madrid de 10 de diciembre). 14 CDRE-AJAE. Expediente, 132-137; JAE. Memoria correspondiente al curso 1920 y 1921, p. 60. 15 Sánchez-Albornoz y Menduiña, Claudio. Mis tres primeros estudios históricos, p. 9; AGUCM, P-691-50. R. O. de 26 de diciembre de 1919 nombrando a D. Claudio Sánchez-Albornoz y de Menduiña, Catedrático numerario de Historia antigua y media de España de la Facultad de Filosofia y Letras de la Universidad Central (Gaceta de Madrid de 9 de enero de 1920). 12
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En 1927 solicitó de nuevo una pensión de la JAE, esta vez para viajar a Austria, Alemania y Francia,16 pero un contratiempo inesperado interrumpió su trabajo. Antes de finalizar el tiempo de su pensión escribía al presidente de la JAE notificándole que debido a la enfermedad de su mujer se veía obligado a regresar a España antes de su conclusión, solicitando por ello una interrupción indefinida de la misma hasta que la situación familiar permitiera reanudarla.17 La Junta, accediendo a su petición, le concedió la interrupción por tiempo indefinido, pero el Ministerio de Instrucción Pública decidió que fuese por un plazo máximo de seis meses. Transcurrido este tiempo sin que las circunstancias mejorasen, Sánchez-Albornoz se dirigió nuevamente a la Junta,18 quien una vez más, accediendo a las razones esgrimidas por Sánchez-Albornoz, transmitió la propuesta al Ministerio de Instrucción Pública, pero este no debió de acceder a la petición, aunque no queda constancia en documento alguno en su expediente. Lo cierto es que no pudo disfrutar el tiempo restante que le quedaba, consagrándose desde entonces a su cátedra en la universidad y al Centro de Estudios Históricos. A pesar de la brevedad de su viaje, fue muy fructífero, tanto por los contactos allí realizados, en el seminario de Alfons Dopsch en Viena, como por la posibilidad de ponerse al día de lo que se estaba haciendo en Europa en el campo de la historia jurídica medieval. En 1932 daría un paso adelante con la creación del Instituto de Estudios Medievales para intentar poner a España a la altura de los países de su entorno en la edición de fuentes medievales.19 Pero además de su labor docente e investigadora, Sánchez-Albornoz participó activamente en la vida universitaria desempeñando cargos de responsabilidad. Fue decano de la Facultad de Filosofía y Letras, rector de la Universidad Central, presidente del Consejo Universitario, miembro de la Junta de Gobierno de la Universidad y presidente del Comité Ejecutivo de la Junta Constructora de la Ciudad Universitaria. Bajo su rectorado se iniciaron los trabajos de construcción de algunas facultades, entre ellas la de Filosofía y Letras.20
CDRE-AJAE. Expediente, 132-137. Solicitud de 12 de marzo de 1927. CDRE-AJAE. Expediente, 132-137. Carta de Sánchez-Albornoz al presidente de la JAE de 22 de junio de 1922. 18 CDRE-AJAE. Expediente, 132-137. Carta de Sánchez-Albornoz al presidente de la JAE de 28 de diciembre de 1928. 19 Un estado de la edición de fuentes por aquellos años, puede verse en la obra siguiente Histoire et historiens depuis cinquante ans. Recueil publié à l'occasion du cinquantenaire de la «Revue historique» avec la collaboration de M.M. Bataillon, Ch. Bemont, Paris, Presses Universitaires de France, 1927-1928. 2 v. En concreto nos interesan las de Fueter, Eduard. «Allemagne», ibidem, v. I, pp. 1-38; Otthental, E. von. «Autriche», ibidem, pp. 39-50; Pirenne, Henri. «Belgique», ibidem, pp. 51-71; Guinard, Pierre. «Espagne», ibidem, pp. 107-138; Halphen, Louis. «France», ibidem, pp. 148-166; Bémont, Charles. «Grande-Bretagne», ibidem, pp. 167191; Bourgin, Georges. «Italie», ibidem, pp. 219-232. 20 Decreto de 22 de mayo de 1931 nombrando Decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid a D. Claudio Sánchez-Albornoz y Menduiña, Catedrático numerario de la expresada Universidad (Gaceta de Madrid de 23 de mayo); Decreto de 12 de enero de 1932 nombrando Rector de la Universidad de Madrid a D. 16 17
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Tentado por la política se inició en la misma como diputado de Acción Republicana por Ávila en tres legislaturas (1931, 1933 y 1936).21 Sus convicciones republicanas le llevaron a aceptar el cargo de ministro de Estado, aunque su desempeño apenas duró un mes.22 En 1936 fue nombrado embajador de España en Portugal donde le tocó vivir el inicio de la Guerra Civil con las adversas circunstancias además del posicionamiento del gobierno portugués a favor de los sublevados.23 A principios de 1937 se reintegró a su cátedra universitaria hasta que en junio de 1939 fue cesado.24 Terminada la contienda, exiliado ya en Burdeos, no concluyó por ello la persecución política contra su persona. Hemos encontrado un informe de agosto de 1940, solicitado por el rector de la Universidad Central Pío Zabala, al decano de Filosofía y Letras, motivado a su vez por el Juzgado Instructor Provincial de Responsabilidades Políticas n.º 1. El decano Eloy Bullón tuvo por lo menos la dignidad de reconocer los méritos de la labor docente llevada a cabo por Sánchez-Albornoz, evitando cualquier otro tipo de opinión personal sobre él: Evacuado el informe interesado por V.E. en relación con el oficio del Juzgado Instructor Provincial de Responsabilidades Políticas n.º 1, referentes al señor Don CLAUDIO SÁNCHEZ-ALBORNOZ Y MENDUIÑA, este Decanato ha de manifestar en primer término que dicho señor no es actualmente catedrático de esta Facultad de Filosofía y Letras por haber sido declarado cesante.
Claudio Sánchez-Albornoz y Menduiña, Catedrático numerario de la Facultad de Filosofía y Letras de la expresada Universidad (Gaceta de Madrid de 15 de enero); Cabeza Sánchez-Albornoz, Sonsoles. Semblanza históricopolítica de Claudio Sánchez-Albornoz, Madrid, Fundación Universitaria Española; León, Diputación Provincial, 1992, pp. 37-40 que recoge con detalle su labor en la universidad. 21 ACD. Elecciones 28 de junio de 1931 Ávila Serie Documentación Electoral: 137 n.º 5; Elecciones 19 de noviembre de 1933 Ávila Serie Documentación Electoral: 139 n.º 5; Elecciones 16 de febrero de 1936 Ávila. Serie Documentación Electoral: 141 n.º 5. Sobre su trayectoria política remitimos a la obra citada en la nota anterior y la bibliografía allí recogida. 22 Decreto de 12 de septiembre de 1933 nombrando Ministro de Estado a D. Claudio Sánchez-Albornoz Menduiña, Diputado a Cortes (Gaceta de Madrid de 13 de septiembre); Decreto de 8 de octubre de 1933 admitiendo la dimisión del cargo de Ministro de Estado a D. Claudio Sánchez-Albornoz Menduiña (Gaceta de Madrid de 9 de octubre). 23 Decreto de 9 de abril de 1936 nombrando a D. Claudio Sánchez-Albornoz Menduiña Embajador de España en Portugal (Gaceta de Madrid. Diario Oficial de la República de 14 de abril); Decreto de 1 de diciembre de 1936 admitiendo la dimisión del cargo de Embajador de España en Portugal a D. Claudio Sánchez-Albornoz Menduiña (Gaceta de la República de 29 de diciembre). 24 Orden de 8 de enero de 1937 disponiendo se reintegre a su cátedra de la Universidad de Madrid D. Claudio Sánchez-Albornoz Menduiña (Gaceta de la República. Diario Oficial de 13 de enero); O. de 29 de junio de 1939 separando definitivamente del servicio a los catedráticos de Universidad e Instituto que se mencionan (BOE de 18 de agosto). Véase AGUCM, P-691-50. [387]
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Como el Decano que suscribe ha residido en zona Nacional desde el comienzo de la guerra, desconoce la actuación que durante la misma haya tenido en la zona roja el Sr. Sánchez-Albornoz. Sabe únicamente, por ser ello público, que era Embajador del Gobierno de Madrid en Lisboa cuando el 18 de julio se inició el Glorioso Alzamiento Nacional. En los años anteriores a este, no era Decano el que suscribe. Ha procurado adquirir informes acerca de la actuación de dicho excatedrático en aquel tiempo y de ellos no resulta nada desfavorable contra sus actividades propiamente pedagógicas. Simultáneamente a ellas, tuvo el Sr. Sánchez-Albornoz, durante la época republicana, fuera de la Universidad, una intensa actuación política como miembro del Partido «Acción Republicana», habiendo sido, como es notorio, varias veces Diputado y también Ministro; pero claro es que, de sus actividades en ese orden, no existen antecedentes en esta Facultad […]. Madrid, 2 de agosto de 1940 Eloy Bullón (rubricado)25
Queda fuera de nuestro propósito analizar toda la obra de Claudio Sánchez-Albornoz, únicamente nos limitaremos a destacar la importancia que han tenido los fondos del Archivo Histórico Nacional en el conjunto de ella. Autor muy prolífico, tanto de trabajos de alta especialización como de síntesis, pero con un trasfondo común, la Edad Media, Sánchez-Albornoz fue ante todo un medievalista, que en ciertas ocasiones hace incursiones en épocas anteriores y posteriores a ella, tanto para estudiar los orígenes como para testimoniar la pervivencia de los hechos estudiados. Sánchez-Albornoz fue ante todo un hombre de archivo, como muy acertadamente recuerda José Luis Martín. Fue el Archivo Municipal de Ávila el que le proporcionó los materiales para su primera investigación sobre Aportaciones a la historia de Ávila. Ávila desde 1808 a 1814.26 Inmerso en la corriente positivista de su época fue un historiador apegado al documento. Sus trabajos están repletos de citas a pie de página con referencias o inclusión de documentos, ya sea de forma parcial o íntegra. Del examen de la práctica totalidad de su obra histórica podemos afirmar que el peso que el Archivo Histórico Nacional ha tenido en ella ha sido muy importante, teniendo en cuenta no solo las citas que se hacen a sus fondos documentales, sino
25 Al margen lleva manuscrita una nota firmada por el rector Pío Zabala en la que se daba curso al informe el 13 de agosto: «Trasládese al Juez Instructor Provincial de Responsabilidades Políticas n.º 1 (Ayala, 52) para su conocimiento y efectos que interesaba», AGUCM, P-691-50. 26 Martín, José Luis. Claudio Sánchez-Albornoz, [Valladolid], Junta de Castilla y León, Consejería de Educación y Cultura, 1986, p. 15 (= Martín, José Luis. Claudio Sánchez-Albornoz).
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también a los documentos publicados. Como él mismo nos lo ha recordado, fue impulsado por Hinojosa para un trabajo de investigación, quien le inclinaría decididamente hacia los estudios medievales. De ahí surgiría su primer trabajo, basado en su tesis doctoral, donde aparece citado un documento del monasterio de San Esteban de Ribas de Sil del Archivo Histórico Nacional, donde el joven Sánchez-Albornoz ya demostraba una sólida base documental consultada, que salvo el caso citado eran colecciones documentales ya publicadas.27 Por imperativo de Menéndez Pidal se presentó al premio convocado por las Cortes para conmemorar el duodécimo aniversario de la batalla de Covadonga. Este trabajo le obligó a la consulta de numerosos archivos del noroeste peninsular, Lisboa y Madrid, entre los cuales no podía faltar el Archivo Histórico Nacional. De esta obra, que nunca llegó a publicar entera, sino que nos fue dando en sucesivas entregas a lo largo de toda su vida, nos ofreció un primer anticipo en 1924 sobre las behetrías en el primer número del Anuario de Historia del Derecho Español.28 Se trata de un largo artículo de más de 150 páginas con 143 notas a pie de página, que en algunos casos llegan a ocupar casi una página entera,29 donde salvo el archivo catedralicio de León, el catedralicio de Lugo y un manuscrito de la Biblioteca Nacional, el resto de la documentación utilizada procede del Archivo Histórico Nacional, con especial peso del Tumbo de Celanova (43), el Becerro de Sahagún (16) y en menor medida el Tumbo de Sobrado (10), el cartulario de Santo Toribio de Liébana (4) y los monasterios de Oña (1) y Samos (1). Pero la obra de estos primeros años que mayor número de documentos utilizó del Archivo Histórico Nacional fue su discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia.30 En sus notas y en los textos de los apéndices aparecen continuamente referencias a sus fondos, con especial incidencia en el Becerro Gótico de Sahagún (49) y el
«La potestad real y los señoríos en Asturias, León y Castilla durante los siglos viii al xiii», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, XXI, n.os 7 y 8 (1914), pp. 263-293. José Luis Martín recuerda cómo Menéndez Pidal destacaba en estos primeros trabajos históricos de Sánchez-Albornoz «la impresionante base documental en que se apoyan». Véase Martín, José Luis. Claudio Sánchez-Albornoz, p. 20. 28 «Las Behetrías. La encomendación en Asturias, León y Castilla», Anuario de Historia del Derecho Español, I (1924), pp. 158-312. 29 Sobre este particular señala José Luis Martín que «La extraordinaria erudición de que hace gala SánchezAlbornoz en todas sus obras dificulta en ocasiones su lectura; las notas al pie de página no se reducen a servir de apoyo al texto, están dotadas de vida propia y si por un lado garantizan o refuerzan las afirmaciones a las que aluden, por otro abren nuevas perspectivas, plantean nuevos problemas, resuelven viejos enigmas y siempre es necesario leerlas con atención para captar en toda su intensidad el pensamiento y las preocupaciones del autor», op. cit., p. 21. 30 Estampas de la vida en León durante el siglo x: Discursos leídos ante la Real Academia de la Historia en la recepción de Don Claudio Sánchez-Albornoz y Menduiña el 28 de febrero de 1926, Madrid, Tip. de la «Revista de Archivos», 1926. 27
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Tumbo de Celanova (21). No obstante, la mayoría de las citas se concentran en el Tumbo de León (129), del archivo catedralicio de esta ciudad. El exilio en Argentina supuso para Sánchez-Albornoz, además del desarraigo de su patria, de su familia, de sus amigos, de sus discípulos, el alejamiento de las principales fuentes para sus trabajos de investigación. En numerosas ocasiones hace alusión a esa carencia de libros y el poder consultar directamente documentos, teniendo que recurrir a amigos o a antiguos discípulos para ello.31 No obstante, dispuso allí de una gran cantidad de fotocopias y notas de documentos32 que, junto con los materiales proporcionados desde España, le permitieron poder seguir adelante con sus trabajos, que continuarán estando repletos de citas a pie de página con referencias bibliográficas y documentales. El gran tesón que demostró durante toda su vida, sobreponiéndose a las adversidades, le llevó a formar una verdadera escuela de medievalistas en Argentina,33 así como una revista, los Cuadernos de Historia de España,34 donde tanto él como sus alumnos fueron dando salida a sus trabajos y que pervive en la actualidad. Del análisis de toda su producción bibliográfica desde su establecimiento en Argentina, hemos seleccionado aquellos trabajos en los que se cita35 o publica documentación 31 Sirvan como ejemplos los siguientes: «Diga a Norma y a Guitarte que les he escrito y que les escribiré, que vayan a AHN a leer con Cololo o con quien sea. Y planee V. con ellos el trabajo». Véase Sáez, Carlos. «Epistolario de Claudio Sánchez-Albornoz y Emilio Sáez (1948-1949)», Signo. Revista de Historia de la Cultura Escrita, 3 (1996), p. 219; «Para el artículo de las Mélanges Halphen —he de enviarlo antes del 1 de julio— necesito copia de las frases de los documentos siguientes: cartulario Sobrado f. 9 (1016) - Lugo, AHN.CLERO, Leg. 730 (975) - Samos, AHN.CLERO, Leg. 794 (975) - Tumbo Viejo de Lugo, f. l0v, n° 14 (991) - Catedral, Lugo, Privilegios Reales n° 5 - Cartulario Sobrado fol. 44v°, 1006. Quizá Cololo G. de Parga podría copiármelas», Sáez, Carlos. «Epistolario de Claudio Sánchez-Albornoz y Emilio Sáez (1948-1949)», Signo. Revista de Historia de la Cultura Escrita, 4 (1997), p. 280. 32 «Poseo en Buenos Aires fotocopias de los diplomas del periodo en estudio conservados en los archivos del noroeste español y cientos y cientos de copias y de extractos de los guardados en la Sección de Clero del Archivo Histórico Nacional de Madrid y de los copiados en el Becerro Gótico de Sahagún, Cartulario de St. Toribio de Liébana, Cartulario de Sobrado, Tumbo de Aguilar, Cartulario de Celanova, Tumbo Viejo y Tumbo Nuevo de Lugo, etcétera, del mismo Archivo Nacional.», véase «El precio de la vida en el reino asturleonés hace mil años», Logos, III, n.º 6 (1944), pp. 225-264. Recogido en Estudios sobre las instituciones, pp. 369-410 y Viejos y nuevos estudios, t. II, p. 813, nota 7. 33 González de Fauve, M.ª Estela. «El medievalismo en la República Argentina», Medievalismo, 12 (2002), pp. 273-289; Carzolio, M.ª Inés. «L’histoire deu Moyen Âge en Argentine: Claudio Sánchez Albornoz et ses disciples», Bulletin du centre d’etudes médiévales d’Auxerre BUCEMA [en ligne], 7 (2003). 34 Ríos Saloma, Martín F. «De Europa a América: Claudio Sánchez-Albornoz y la fundación de los Cuadernos de Historia de España», Medievalismo, 28 (2018), pp. 235-270. 35 «Nota de los libros leídos en el reino de León hace mil años», Cuadernos de Historia de España, I-II (1944), pp. 222-238; «El precio de la vida en el reino asturleonés hace mil años», Logos, III, n.º 6 (1944), pp. 225-264; «La sucesión al trono en los reinos de León y Castilla», Boletín de la Academia Argentina de Letras, XIV, 50 (1945), pp. 35-124; «Los libertos en el reino astur-leonés», Revista Portuguesa de Historia, IV (1949), pp. 9-45; «¿De los Banu al-ajmas a los fijosdalgo?», Cuadernos de Historia de España, XVI (1951),
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manuscrita del Archivo Histórico Nacional.36 Aun sin constituir estos una gran cantidad en relación con el resto de sus obras, no por ello deja de ser significativa. Esto no quiere decir que en estos otros trabajos no utilice documentación, sino que se hace a través de ediciones ya publicadas, pues las obras de Sánchez-Albornoz sin aparato crítico constituyen una excepción. Entre los trabajos donde se citan documentos del Archivo Histórico Nacional nos detendremos en dos de ellos, que son además prácticamente coetáneos. El primero es El régimen de la tierra en el reino asturleonés hace mil años, publicado en 1978. Destaca por el número de citas el Tumbo de Celanova (71) seguido por el del Becerro Gótico de Sahagún (28) y ya a gran distancia el Tumbo de Sobrado (16), el Tumbo viejo de Lugo (8) y otros.
pp. 130-145; «El tributum quadragesimale», en Mélanges d’Histoire du Moyen Age dédiés à la mémoire de Louis Halphen, Paris, Presses universitaires de France, 1951, pp. 645-658 ; «Moneda de cambio y moneda de cuenta en el reino asturleonés», Cuadernos de Historia de España, XXXI-XXXII (1960), pp. 5-32; Despoblación y repoblación en el Valle del Duero, Buenos Aires, Instituto de Historia de España, 1966; «Pequeños propietarios libres en el reino asturleonés. Su realidad histórica», en Agricoltura e mondo rurale in Occidente nell’alto medioevo: XIII Settimane di studio: 22-28 aprile 1965, Spoleto, Presso la sede del Centro, 1966, pp. 183-222; «El ejército y la guerra en el reino asturleonés», en Ordinamenti militari in Occidente nell’Alto Medioevo: XV Settimana di studio: 30 marzo-5 aprile 1967, Spoleto, Centro Italiano di studi sull’Alto Medioevo, 1968, pp. 202-408; «Homines mandationis y iuniores», Cuadernos de Historia de España, LIII-LIV (1971), pp. 7-235; «Repoblación del reino asturleonés. Proceso, dinámica y proyecciones», Cuadernos de Historia de España, LIII-LIV (1971), pp. 236-461; «Commissa, comitatus, mandationes», en Studi Storici in onore di Ottorino Bertolini, Pisa, Pacini editore, 1972, v. II, pp. 619-655; «El Fuero de León. Su temprana redacción unitaria», en León y su historia II. Miscelánea histórica de temas leoneses, León, Centro de Estudios e Investigaciones San Isidoro, 1972, pp. 11-70; «Los siervos en el Noroeste hispano hace un milenio», en Cuadernos de Historia de España, LXI-LXII (1977), pp. 5-95; «Los judíos en los reinos de Asturias y León (712-1037)», Cuadernos de Historia de España, LXI-LXII (1977), pp. 342-356; El régimen de la tierra en el reino asturleonés hace mil años, Buenos Aires, Instituto de Historia de España, 1978; La España cristiana de los siglos viii al xi. v. I: «El reino asturleonés (722-1037). Sociedad, Economía, Gobierno, Cultura y Vida», en Historia de España, fundada por Ramón Menéndez Pidal, t. VII, v. 1. Madrid, Espasa Calpe, 1980. 36 «Serie de documentos inéditos sobre el reino de Asturias», Cuadernos de Historia de España, I-II (1944), pp. 298-381. (Publica 18 documentos, 12 de ellos del AHN); «Documentos de Samos de los reyes de Asturias», Cuadernos de Historia de España, IV (1946), pp. 147-160. (Publica 4 documentos del Tumbo nuevo de Lugo); «Contratos de arrendamiento en el reino asturleonés», Cuadernos de Historia de España, X (1948), pp. 142179. (Publica 21 documentos, 10 de ellos del AHN); «Algunos documentos procesales del reino de León y Castilla (1050-1300)», Revista Portuguesa de Historia, XVI (1972), pp. 1-21. (Publica 15 documentos, 12 de ellos del AHN); «Documentos para el estudio del procedimiento judicial en el reino asturleonés», en Homenaje a don Agustín Millares Carlo, Las Palmas de Gran Canaria: Confederación Española de Cajas de Ahorros, 1975, v. 2, pp. 143-156. (Publica 10 documentos, 7 de ellos del AHN); «El “Palatium regis” asturleonés», Cuadernos de Historia de España, LIX-LX (1976), pp. 5-104. (Publica 21 documentos, 6 de ellos del AHN); «Seis documentos judiciales del siglo xi del monasterio de Celanova», en Homenaje a fray Justo Pérez de Urbel, Silos [Burgos]: Abadía de Silos, 1976, v. 1, pp. 153-164. (Publica 6 documentos del Tumbo de Celanova). [391]
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Mayor todavía es el uso que hace de los fondos del Archivo Histórico Nacional en La España cristiana de los siglos viii al xi, tomo VII de la Historia de España, fundada por Menéndez Pidal, publicado en 1980.37 Sobresalen por su número las referencias al Becerro Gótico de Sahagún, seguido por el Tumbo de Celanova (17) y el Tumbo de Sobrado (13). Hay un apartado especial sobre vocabulario donde destacan el Índice de escrituras de Sahagún (74), el Becerro Gótico de Sahagún (50) y el monasterio de Benevívere (24). Se incluyen también dos apéndices, publicados con anterioridad en otros trabajos.38 La valoración global de la obra de Sánchez-Albornoz queda fuera de nuestro cometido. Ha sido emprendida en numerosas ocasiones y remitimos, por tanto, a los trabajos que la han abordado.39 2. Los discípulos de Sánchez-Albornoz en el Archivo Histórico Nacional: José M.ª Lacarra, Carmen Caamaño, Concepción Muedra, Gerardo Núñez, Pilar Loscertales, Ramón Paz, M.ª del Carmen Pescador y Consuelo Gutiérrez Sánchez-Albornoz contó con una serie de alumnos en el Archivo Histórico Nacional. Gerardo Núñez trabajaba ya en el Archivo Histórico Nacional desde 1915 cuando llegaron José M.ª Lacarra, Ramón Paz y Concepción Muedra, que se incorporaron al centro tras las oposiciones del año 1930. Al año siguiente lo hizo como funcionaria interina Pilar Loscertales, por poco tiempo, pues al aprobar las oposiciones en 1931 pasó a ocupar su nuevo destino en la Biblioteca Universitaria de Salamanca y no regresaría a él hasta 1954. La siguiente fue Carmen Caamaño, que trabajó en el Archivo Histórico Nacional como auxiliar interina poco menos de un año, entre 1932 y 1933. Este último año comenzó a trabajar como funcionaria interina Consuelo Gutiérrez del Arroyo hasta 1935, que al aprobar las oposiciones tuvo que pasar a su nuevo destino en el Archivo del Reino de Galicia. Finalmente, la última en llegar fue Carmela Pescador, que ingresó en las oposiciones de 1931 pero que hasta 1949 no logró incorporarse al Archivo Histórico Nacional,
37 Como curiosidad mencionaremos que el ejemplar de esta obra de la biblioteca del AHN está dedicado por el autor: «Al Archivo Histórico Nacional agradecido a las facilidades que ha dado para ilustrar esta obra y emocionado recuerdo de mis dobles jornadas de trabajo en él, primero como archivero y luego como investigador». 38 El primero es «Estadísticas de la riqueza ganadera de algunos monasterios», pp. 72-73. Se trata del Apéndice VIII de «Repoblación del reino asturleonés. Proceso, dinámica y proyecciones». El otro, «Cuadros estadísticos de valores», pp. 113-121, publicados en «El precio de la vida en el reino astur-leonés». 39 Remitimos a la bibliografía citada en la nota 131.
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cuando Sánchez-Albornoz estaba ya en el exilio. A ellos se refiere algunas veces en sus trabajos, no sin un cierto sentimiento de nostalgia de la etapa vivida en el Centro de Estudios Históricos y en el Instituto de Estudios Medievales.40 No trataremos de Federico Navarro, discípulo suyo también en el Centro de Estudios Históricos, pero que por su trayectoria no se puede considerar como medievalista. 2.1. José M.ª Lacarra y de Miguel41 José M.ª Lacarra es, sin lugar a duda, uno de nuestros medievalistas más importantes del siglo xx. Nacido en la localidad navarra de Estella, el 24 de junio del año 1907, en el seno de una familia de juristas, su abuelo Telésforo Lacarra Montoya estudió Derecho y abrió un despacho en Estella en 1868. Defensor del foralismo navarro, participó como voluntario en la defensa del fuerte de San Francisco en Estella atacado en 1873 por los carlistas. Su padre, Victoriano Lacarra Mendiluce, estudió igualmente Derecho en Madrid y sucedió a su padre en el despacho en 1895. Fue autor de las Instituciones de Derecho civil navarro, «obra fundamental, de uso imprescindible en bufetes navarros y citada y estudiada en las cátedras de «Derecho» de toda España».42 Participó en la comisión organizada por la Diputación Foral para la redacción del Estatuto de Navarra en 1931.43 Concluidos los primeros estudios en Estella se trasladó a Madrid para asisitir a la Universidad Central. Siguiendo la tradición familiar se matriculó en la Facultad de Derecho como alumno libre y al mismo tiempo en la de Filosofía y Letras, para estudiar Historia, su verdadera vocación. Licenciado en Historia el 25 de septiembre de 1928 con Premio Extraordinario, el 13 de octubre de 1933 se doctoró en Filosofía y Letras (Sección de Historia), con la calificación de sobresaliente y Premio Extraordinario (30 de enero de
40 Sirva como ejemplo la siguiente: «Me complazco en rendir aquí homenaje a los talentos y laboriosidad de Valdeavellano. Con otros jóvenes colegas, también viejos discípulos: Concha Muedra, Lacarra, Vázquez de Parga, Carmen Pescador, Piular Loscertales, Palomeque, Blasco, etc. […] constituían conmigo una gran familia que me falta aquí tanto como la consanguínea. Eran mi orgullo de maestro, y ellos me permiten repetir con el romance: “si no vencí reyes moros, engendré quien los venciera”», cit. por Ruiz de la Peña Solar, Juan Ignacio. «Cuatro acreedores preferentes del medievalismo español: Eduardo de Hinojosa, Ramón Menéndez Pidal, Manuel Gómez-Moreno y Claudio Sánchez-Albornoz», en La Historia Medieval hoy: percepción académica y percepción social: XXXV Semana de Estudios Medievales, Estella 21-25 julio, [Pamplona], Gobierno de Navarra, 2009, p. 221. En su epistolario con Emilio Sáez también se hace alusión a ellos. 41 Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «Lacarra y de Miguel, José M.ª», en Diccionario Biográfico Español, Madrid, Real Academia de la Historia, 2012, v. XXVIII, pp. 565-567, donde se recoge toda la bibliografía anterior. 42 Lacarra Yanguas, M.ª Jesús. «Lacarra Mendiluce, Victoriano», en Gran Enciclopedia de Navarra, Pamplona, Caja de Ahorros de Pamplona, 1990, t. VI, p. 375. 43 Jimeno Aranguren, Roldán. «José María Lacarra y de Miguel», Notitia Vasconiae, I (2002), p. 552.
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1934).44 La tesis llevaba por título Contribución al estudio de los Fueros Municipales Navarros y de sus familias.45 Los que en mayor o menor medida se han ocupado de su biografía afirman que Lacarra se licenció también en Derecho, como es el caso de Ubieto, Martín Duque, PasamarPeiró y Jimeno Aranguren, aunque sin aportar ninguna prueba documental que lo certifique. Alguno lo pone en duda, pero tal circunstancia puede tener una explicación.46 Pues bien, los hechos quedan completamente claros después de la consulta de su expediente de licenciatura en Derecho47 que merece algunos comentarios. El 11 de noviembre de 1940 Lacarra dirige una solicitud al subsecretario del Ministerio de Educación Nacional donde expone «que habiendo terminado en la Universidad de Oviedo los estudios necesarios para obtener el título de Licenciado en Derecho Suplica se sirva dar las órdenes oportunas para que le expidan dicho título de Licenciado en Derecho». Este es quizás el hecho más llamativo, que el grado de licenciado le fue concedido por la Universidad de Oviedo. Consta en su expediente que el primer curso que realizó fue el de 1923-1924 y el último el de 1932-1933, es decir, que tardó diez años en obtener la licenciatura. Otra circunstancia que llama también la atención es que el examen de bastantes asignaturas no las realizó en la Universidad Central, sino en otras universidades, como las de Murcia, Salamanca y Oviedo.48
No se conservan los expedientes de licenciatura ni de doctorado de Lacarra, pues desaparecieron como muchos otros con la Guerra Civil. De esta circunstancia poseemos un testimonio. El 11 de noviembre de 1941, Lacarra solicitó la expedición del título de doctorado. En el expediente que para este fin se tramitó por el Ministerio de Educación y Ciencia se dice que «Para hacer constar que destruido el Archivo de esta Facultad en la Ciudad Universitaria durante la dominación marxista, este expediente ha sido reconstruido con vista de documentos y papeletas de examen que el interesado presentó y cuya autenticidad ha sido debidamente comprobada». Véase AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de titulación (doctor), 32/15522, Exp. 45. 45 Se conserva en el Depósito de Tesis de la Universidad Complutense (T. 5812. 2 v.). Sobre ella publicaría su trabajo «Notas para la formación de las familias de fueros navarros», Anuario de Historia del Derecho Español, X (1933), pp. 203-272. 46 Marín Gelabert, Miquel A. «La formación de un medievalista: José María Lacarra, 1907-1940», Jerónimo Zurita. Revista de Historia, n.º 82 (2007), p. 64, nota 68 (= Marín Gelabert, Miquel A. «José María Lacarra»). Arguye que en la solicitud que Lacarra presenta en febrero de 1933 para su viaje de estudios a París, cuando hace alusión a sus estudios menciona que tiene terminada la carrera de Filosofía y Letras con las asignaturas de los cursos de doctorado y aprobadas catorce asignaturas de la carrera de Derecho. De todas formas, Marin Gelabert está en lo cierto, pues cuando Lacarra presenta su solicitud todavía no había finalizado la carrera. 47 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de titulación (licenciado en Derecho), 32/15756, Exp. 29. 48 El 13 de noviembre de 1940, Guillermo Estrada, secretario de la Facultad, certificaba que «habiendo aprobado el interesado todas las disciplinas que constituyen dicho grado y que consta en el plan de estudios fecha 4 de agosto de 1900 y la R.O de 28 de septiembre del mismo año». El título fue expedido el 16 de enero de 1941. Véase ibidem. El expediente de licenciatura de la Universidad de Oviedo fue destruido por un incendio, por tanto, Lacarra solicita una reconstrucción el 28 de marzo de 1940 aportando una declaración jurada de las asignaturas aprobadas. Véase ARCHIVO DE LA UNIVERSIDAD DE OVIEDO. Expedientes de reconstrucción, caja I-L, 880. La concesión del título consta en el mismo archivo, Facultad de Derecho. Curso de 1940/1941, folio 5, número 14. 44
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En la universidad madrileña tuvo entre sus maestros a Gómez-Moreno, Millares Carlo y Sánchez-Albornoz. Este último tendría una influencia decisiva en su formación, orientándole hacia el estudio de la Edad Media, pues además de su magisterio universitario le introdujo en el Centro de Estudios Históricos, donde trabajó en la Sección 4.ª de «Historia de las instituciones medievales españolas» y comenzó allí a preparar la que luego sería su tesis doctoral.49 En el curso 1928-1929, Sánchez-Albornoz daba inicio al Seminario de Historia de la Instituciones Medievales Españolas. Lacarra, que acababa de terminar la licenciatura en Historia, se incorporó a este curso. Allí tuvo por compañeros a Luis Vázquez de Parga, Ramón Paz, Consuelo Sanz, Felipa Niño, África Ibarra, Luis García de Valdeavellano, Concepción Muedra, Enrique Lafuente, José Almudévar y Federico Navarro, a los cuales se agregaron en el curso siguiente Pilar Loscertales, María Brey y Carmela Pescador.50 García de Valdeavellano, que conoció allí a Lacarra, nos da una vívida imagen llena de nostalgia de aquellos años juveniles, cuando ambos coincidieron para seguir las enseñanzas bajo la dirección del maestro Sánchez-Albornoz.51 En 1932, con la reestructuración del Centro de Estudios Históricos, la Sección 4.ª de «Historia de las instituciones medievales españolas» se transformará en el Instituto de Estudios Medievales. En él Lacarra trabajó en la Sección 2.ª dedicada a los fueros bajo la dirección de Galo Sánchez,52 que llevaba a cabo una actualización del viejo catálogo de la Real Academia de la Historia. Él personalmente preparaba una edición del fuero extenso de Tudela en colaboración con Pilar Loscertales.53 Unos años antes, en 1930, había ingresado en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, siendo destinado al Archivo Histórico Nacional en 1931 (R. O. de 24 de julio de 1931). El destino era el lugar idóneo para su formación como medievalista y que, como luego veremos, dejó honda huella en su obra.54 Entre sus
Es muy probable que al entrar en el Centro de Estudios Históricos le permitiese relacionarse con otras instituciones patrocinadas por la Junta, como el Instituto-Escuela, donde Lacarra solicitó plaza como «aspirante al Magisterio Secundario (Historia)» el 6 de noviembre de 1928, obteniendo una plaza el 4 de diciembre de ese mismo año. Causó baja el 10 de noviembre de 1930. Véase CDRE-AJAE. Expediente, 83-10. 50 JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1928-1929 y 1929-1930, pp. 176-177. 51 «Discurso del Excmo. Sr. D. Luis García de Valdeavellano y Arcimis», en El juramento de los reyes de Navarra (1234-1329). Discurso leído en el acto de su recepción pública en la Real Academia de la Historia, Madrid, Real Academia de la Historia, 1972, pp. 111-113 (= «Discurso del Excmo. Sr. D. Luis García de Valdeavellano»). 52 JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1931 y 1932, p. 151. 53 JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1933 y 1934, p. 243. 54 «El ingreso de José María Lacarra el año 1930 en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos no impidió a nuestro nuevo compañero seguir en relación estrecha con Sánchez-Albornoz y sus discípulos en el Centro de Estudios Históricos. Y ello porque Lacarra, al ser destinado como archivero 49
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compañeros de promoción encontramos a varias personas que ya habían sido compañeros suyos de estudios en el Centro de Estudios Históricos, tal como acabamos de ver, así Enrique Lafuente Ferrari, Concepción Muedra, M.ª África Ibarra, Ramón Paz y Remolar, Felipa Niño, Luis Vázquez de Parga y Federico Navarro. Otros, como Emilio Camps Cazorla, Felipe Mateu y Llopis y Filemón Arribas Arranz, terminaron como él siendo catedráticos en la universidad.55 Algunos de ellos fueron también compañeros suyos en el Archivo Histórico Nacional, como Ramón Paz, Concepción Muedra, Pilar Loscertales y Carmela Pescador. En el curso de 1931 coincidiría con Gerardo Núñez, Carmen Díaz Caamaño y Consuelo Gutiérrez del Arroyo, e igualmente después en el mismo centro.56 Otros dos, Emilio Lafuente y Luis Vázquez de Parga habían sido compañeros suyos en la universidad. Con esta preparación envidiable, Lacarra dio un paso más en su formación y solicitó en 1933 una pensión de la Junta para Ampliación de Estudios. En su solicitud de 2 de febrero de 1933 exponía detalladamente sus objetivos.57 La Junta acordó acceder a su petición y le concedió una pensión de nueve meses (O. M. de 12 julio 1933). Gracias a los informes que enviaba Lacarra mensualmente al presidente de la Junta para Ampliación de Estudios podemos conocer con bastante exactitud sus actividades durante su estancia en París.58 Antes de concluir esta escribía a la Junta el 10 de junio de 1934 solicitando una prórroga de su pensión. Esta vez se proponía poder ir a Berlín y Viena para conocer lo que allí se estaba investigando sobre la Edad Media y, al igual que en su anterior solicitud, exponía con precisión cuáles eran sus objetivos. En primer lugar, ponerse al día de todo lo referente al derecho e instituciones germánicas que se estaba haciendo en estos países para poder estudiar su posible relación con nuestro derecho histórico, apuntado ya por Mayer; y segundo, conocer los trabajos y los medios de investigación de que disponían los seguidores de este en Wurzburgo y los de Beyerle en Heidelberg, habituales frecuentadores de las fuentes españolas, así como Kehr, estudioso de las relaciones de Navarra y Aragón con el Papado.59 Los autores citados eran bien conocidos para los miembros del Anuario de Historia del Derecho Español, entre los cuales podemos incluir al joven Lacarra, donde aparecían reseñas de sus en el Archivo Histórico Nacional, siguió residiendo en Madrid […]». Véase «Discurso del Excmo. Sr. D. Luis García de Valdeavellano», p. 114. 55 Real Orden de 2 de julio de 1930 del Ministerio de Instrucción y Bellas Artes por la que se aprueban en las oposiciones del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos y se declaran aspirantes en expectativa de destino a las personas que se citan (Gaceta de Madrid de 9 de julio). 56 JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1931 y 1932, p. 132. 57 CDRE-AJAE. Expediente, 83-10. 58 Ibidem. 59 Ibidem. [396]
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obras. Konrad Beyerle y Ernst Mayer fueron objeto de una necrológica en el Anuario.60 Konrad Beyerle había participado en la Primera Semana de Historia del Derecho celebrada en Madrid y Salamanca en 1932-1933,61 donde presentó una comunicación. Por su parte, Ernest Mayer había dedicado muchas de sus investigaciones a la historia del derecho español y su obra Historia de las instituciones sociales y políticas de España y Portugal durante los siglos v a xiv fue traducida y publicada como anejo del Anuario en 19251926. Con estos antecedentes no es de extrañar, por tanto, que Lacarra quisiese hacer una estancia con ellos en Alemania para seguir estrechando los lazos que tenían con España y que podrían facilitarle sus relaciones e investigaciones allí. Pero esta vez la Junta, en su sesión de 6 de julio de 1934, denegó su solicitud y tuvo que regresar a España. Los motivos que aducían eran que «por no resultar suficientemente justificada la petición y no ser posible atribuir el gasto que supondría a los créditos disponibles».62 El primero de ellos no deja de sorprendernos si lo comparamos con otras muchas solicitudes, en las cuales se justificaba mucho menos la petición que este caso. En cambio, el segundo no ofrece ninguna réplica y, realmente, debió de ser el determinante, pues resulta extraño que con los apoyos que suponemos tendría Lacarra en la Junta su petición no saliera adelante.63 De regreso a España, el 15 de agosto de 1934 se reintegró a su puesto de archivero en el Archivo Histórico Nacional. De su estancia en él tan solo contamos con las noticias que nos ofrece en un escrito donde nos habla de la gran amistad que se estableció entre él y Francisco Giner, pues ambos trabajaban en la Sección de Órdenes Militares.64
García de Valdeavellano, Luis. «Konrad Beyerle», Anuario de Historia del Derecho Español, X (1933), pp. 545-547; «Ernesto Mayer», ibidem, pp. 541-542. 61 «La Semana de Historia del Derecho español (Madrid-Salamanca. 25 de abril-3 de mayo de 1933», Anuario de Historia del Derecho Español, IX (1932), p. 488. 62 Ibidem. 63 Véase p. 421 (Consuelo Gutiérrez) y pp. 437-438 (Pilar Loscertales). Según Marin Gelabert, el medievalismo alemán de este momento se encontraba en un proceso de profunda renovación, motivo por el cual Lacarra no habría podido llevar a cabo los fines que se proponía. Véase Marín Gelabert, Miquel A. «José María Lacarra», pp. 79-85. No obstante, creemos, que en el caso de estar en lo cierto, aunque Lacarra se hubiera encontrado con una situación diferente a la inicialmente planteada, el contacto con la nueva realidad podría haberle incitado a conocer estas nuevas tendencias. Como ejemplo podemos citar el caso de González Palencia que tendremos ocasión de ver más adelante, cuando en su pensión aprobada para Rabat en 1914 tuvo que cambiar de planes sobre la marcha. Véase sobre ello lo que decimos en p. 450. 64 Lacarra, José M.ª. «Sobre viaje a pie de Roncesvalles a Santiago de Compostela», en Reunión en memoria de don José Giner Pantoja, p. 27. Este texto ha sido recuperado y editado en el año 2007 con motivo del centenario de su nacimiento, con una breve introducción de su hija M.ª del Carmen. Véase Lacarra Ducay, M.ª del Carmen e Yzquierdo Perrín, Ramón José. «Centenario del profesor doctor don José María Lacarra», Abrente. Boletín de la Real Academia Gallega de Bellas Artes de Nuestra Señora del Rosario, n.os 38-39 (20062007), p. 292. 60
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Por estos años, Lacarra consiguió también acceder por primera vez a la docencia universitaria. Fue ayudante de clases prácticas de la asignatura de «Historia de España en la Edad Media», impartida por Sánchez-Albornoz en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central, durante los cursos 1931-1932, 1933-1934 y 1935-1936.65 En 1935 intentó dos veces acceder a una cátedra universitaria. La primera a la de «Paleografía y diplomática» de la Universidad de Santiago de Compostela.66 Convocada la plaza el 10 de abril de 1935 se fijaron los ejercicios para el 10 de diciembre, pero estos no se llegaron a realizar al quedar anulada la convocatoria por Orden de 24 junio. Los motivos que se alegaron para tal decisión fueron que esta asignatura desaparecía en el nuevo plan de estudios.67 El segundo intento tuvo lugar en el mismo año, esta vez a la cátedra de «Historia de la Edad Media española» en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Murcia.68 Convocada la oposición el 12 de julio de 1935 se presentaron como candidatos José M.ª Lacarra, Santiago Montero Díaz, Antonio Palomeque y Torres y Luis Querol y Roso. Aunque el expediente no contiene ninguna información sobre su resolución, es de suponer que los acontecimientos políticos de julio de 1936 suspenderían su celebración. Por noticias de la Gaceta, puesto que de ello no queda constancia en los expedientes consultados, sabemos que pocos días después de finalizada la oposición fue nombrado catedrático de esta plaza Cayetano Alcázar Molina en régimen de acumulación.69
65 Así lo manifiesta él mismo en un breve currículum incluido en su expediente personal. Véase ARCHIVO DEL RECTORADO DE LA UNIVERSIDAD DE ZARAGOZA. Expediente de José M.ª Lacarra y de Miguel, 4684. Evidentemente el curso 1933-1934 no pudo impartir las clases, puesto que estaba disfrutando de su pensión de la Junta en París. 66 En el archivo de la Universidad Complutense se conserva un «Oficio remitiendo instancia y hoja de servicios que presenta José M.ª Lacarra, ayudante de clases prácticas, solicitando tomar parte en las oposiciones a la cátedra de Paleografía y Diplomática vacante en la Universidad de Santiago. Madrid, 6 de junio de 1935» Véase AGUCM, P-560, 28. 67 «Ilmo. Sr.: Resuelto por Orden de 21 de junio actual [Gaceta de Madrid de 25 de junio] el acoplamiento de materias que se han de cursar en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Santiago, procede anular la convocatoria de oposición a la Cátedra de Paleografía desaparecida hoy del nuevo plan de estudios; en su virtud, este Ministerio ha dispuesto que con arreglo al art. 10 del Decreto de 27 de abril último [Gaceta de Madrid de 30 de junio] quede anulada la convocatoria […]». AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de oposición a la cátedra de Paleografía de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Santiago de Compostela, 32/13515, Exp. 9134-5. 68 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de oposición a la cátedra de Historia de la Edad Media Española de la Universidad de Murcia, 32/13561, Exp. 9576-10 y 32/13512, Exp. 8817-1. Sobre esta oposición, Blasco Gil, Yolanda y Mancebo, M.ª Fernanda. Oposiciones y concursos a cátedras de historia en la universidad de Franco, pp. 36-37. No parece conocer el segundo expediente, pues no lo cita. Tampoco dice nada sobre Ricardo Blasco Génova. 69 Orden de 26 de febrero de 1936 disponiendo que al Catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras, de la Universidad de Murcia don Cayetano Alcázar Molina se le acumule la Cátedra de Historia Universal de la Edad Media (Gaceta de Madrid de 28 de febrero).
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Y a Montero Díaz, que quizás habría que entenderlo como compensación, se le dio la cátedra de «Historia de la Edad Media española» que no se había llegado a cubrir.70 Pero lo que a nosotros nos interesa especialmente, como se evidencia por la documentación conservada, es que José M.ª Lacarra solo se presentó a la cátedra de «Historia de la Edad Media española» y no a la de «Historia universal de la Edad Media», como se ha llegado a afirmar.71 Durante la Guerra Civil, Lacarra colaboró en la protección del Tesoro Artístico en dos organismos creados por el Gobierno de la República para este propósito, la Junta de Incautación, Protección y Salvamento del Tesoro Artístico, desde el 21 de agosto de 1936, y el Consejo Central de Archivos, Bibliotecas y Tesoro Artístico. En este último fue nombrado presidente de la Sección de Archivos el 10 de marzo de 1937, hasta el 25 de octubre que fue sustituido en el cargo por Agustín Millares Carlo.72 Recién concluida la guerra, se le propuso como colaborador del Instituto Jerónimo Zurita del CSIC el 30 de mayo de 1940. Ese mismo año volvió a opositar, esta vez a la cátedra de «Historia de España. Edad Media» de la Facultad de Filosofía y Letras en la Universidad de Zaragoza,73 consiguiendo la mayoría de los votos del tribunal (2 de noviembre de 1940).74 Una vez que recibió el nombramiento (O. M. de 23 de noviembre de 1940), por motivos de incompatibilidad, tuvo que pedir la excedencia en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, que le fue concedida el 21 de diciembre de 1940.75
70 Orden de 21 de marzo de 1936 disponiendo que la Cátedra de Historia de la Edad Media Española de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Murcia se acumule a don Santiago Montero Díaz, Catedrático de la misma Facultad y Universidad (Gaceta de Madrid de 28 de marzo). 71 Marín Gelabert, Miquel A. «José María Lacarra», pp. 86-87. Pero además también se confunde cuando afirma que Ricardo Blasco Génova solicitó la anulación de la convocatoria de la plaza de Historia Universal de la Edad Media, cuando en realidad fue de la de Historia de la Edad Media Española. 72 Este periodo de la vida de Lacarra es tratado muy de pasada por sus biógrafos. Recientemente ha aparecido un trabajo sobre esta época. Véase Pérez Boyero, Enrique. «José María Lacarra, un archivero en la Guerra Civil española (1936-1939)», Huarte de San Juan. Geografía e Historia, 17 (2010), pp. 257-291. 73 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de oposición a la cátedra de Historia de España. Edad Media de la Universidad de Zaragoza, 32/13578, Exp. 9586-2. 74 Ibidem; Orden de 2 de diciembre de 1940 por la que se nombra a don José María Lacarra y de Miguel Catedrático de Historia de España, Edad Media, de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza (BOE de 2 de diciembre). AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de solicitud de título de catedrático, 31/16050, Exp. 33. Detalles sobre el desarrollo de la oposición en Blasco Gil, Yolanda y Mancebo, M.ª Fernanda. Oposiciones y concursos a cátedras de historia, pp. 109-112. 75 Orden de 12 de enero de 1948 por la que se rectifican las de 15 de enero de 1941 y de 9 y 21 de diciembre de 1940, que concedían la excedencia voluntaria en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, respectivamente, a doña Mercedes Sáenz Prats, don Manuel Ballesteros Gaibrois y don José M.ª Lacarra y de Miguel (BOE de 23 de junio).
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Con la modificación del plan de estudios de 1953 la cátedra cambió su denominación por la de «Historia de la Edad Media universal y de España»,76 y en la cual permaneció hasta su jubilación el 5 de octubre de 1977. En esta universidad desempeñó los cargos de secretario (1943-1945), vicedecano (1945-1949), decano de la Facultad de Filosofía y Letras (1949-1967) y el vicerrector (1972-1975).77 Asimismo, pudo seguir compaginado la docencia con la profesión de archivero.78 El 15 de diciembre de 1947 solicitó el reingreso en el servicio activo, que le fue concedido por O. M. de 29 de septiembre de 1950 con destino en el Archivo Histórico de Protocolos de Zaragoza.79 Dos años después, al producirse una vacante en el escalafón, fue ocupada por Lacarra con destino en el Archivo Histórico Provincial de Zaragoza.80 Sin duda, el gran prestigio del que gozaba por aquellos años fue motivo para su nombramiento como inspector de Archivos de la Zona Noreste (O. M. de 26 de febrero de 1953), así como representante del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Facultativos y Arqueólogos en la comisión organizadora de los actos conmemorativos del centenario
76 Extensión de la cátedra de Historia Moderna y Contemporánea de España, de la Facultad de Filosofía y Letras (O. M. de 15 de octubre de 1942); Extensión de las cátedras de Prehistoria y Arqueología, Numismática, Epigrafía e Historia del Arte (2.º curso especial) (O. M. de 18 de octubre de 1943). 77 Sobre la labor desarrollada en estos cargos, véase las semblanzas de Sesma Muñoz, José Ángel. «Los años de arraigo (1945-1950)», en J. Ángel Sesma Muñoz (ed.), En el centenario de José M.ª Lacarra 1907-2007. Obra dispersa. Trabajos publicados entre 1945 y 1950. [Pamplona], Gobierno de Navarra, 2008, pp. XI-XVII (= Obra dispersa, 1945 y 1950); Sesma Muñoz, José Ángel. «La recuperación del compromiso personal (1951-1960)», en J. Ángel Sesma Muñoz (ed.), En el centenario de José M.ª Lacarra 1907-2007. Obra dispersa. Trabajos publicados entre 1951 y 1960, [Pamplona], Gobierno de Navarra, 2009, pp. XI-XIX (= Obra dispersa 1951 y 1960); Sesma Muñoz, José Ángel. «Años de añoranzas y honores (1961-1971)», en J. Ángel Sesma Muñoz (ed.), En el centenario de José M.ª Lacarra 1907-2007. Obra dispersa. Trabajos publicados entre 1961 y 1970, [Pamplona], Gobierno de Navarra, 2010, pp. XI-XVII (= Obra dispersa 1961 y 1970); Sesma Muñoz, José Ángel. «Últimos trabajos», en J. Ángel Sesma Muñoz (ed.), En el centenario de José M.ª Lacarra 1907-2007. Obra dispersa. Trabajos publicados a partir de 1972, [Pamplona]. Gobierno de Navarra, 2011, pp. XI-XII (= Obra dispersa. Trabajos publicados a partir de 1972). 78 La Ley de Presupuestos de 1947 autorizaba a los catedráticos a poder desempeñar ambas funciones. Según la Orden Ministerial de 23 de septiembre de 1943 se exigía la «coincidencia de residencia para ambos cargos», requisito que cumplía José M.ª Lacarra. Caso similar fue el de Julio González que veremos más adelante. 79 En el documento de su toma de posesión «[…] quedando a su cargo, dentro de los citados Servicios de Archivos de esta ciudad, la formación, ordenación y gobierno del Archivo Histórico de Protocolos, por Orden de la Dirección General de Archivos y Bibliotecas de 16 de octubre de 1950 […] Zaragoza, 21 de octubre de 1950». Véase Educación y Ciencia. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 42/5290. 80 Orden de 7 de febrero de 1952 por la que se dispone que el funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos don José María Lacarra y de Miguel pase a ocupar una vacante en la sexta categoría de su escalafón (BOE de 31 de marzo).
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del nacimiento de Hinojosa, creada por O. M. de 10 julio de 1952.81 En 1973, por exigencias de la Ley de Procedimiento Administrativo, pidió la excedencia voluntaria en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, que le fue concedida el 31 de julio de 1973.82 Lacarra fue uno de los medievalistas españoles más prestigiosos y con mayor proyección internacional. Asistió en representación de España por la Asociación Española de Ciencias Históricas a los Congresos Internacionales de Ciencias Históricas de París (1950),83 Roma (1955) y Estocolmo (1960); participó en las Journées d’Histoire du Droit (Toulouse, 1952), Settimane de Spoleto sull’Alto Medievo (años 1958, 1959 y 1963); en Todi, en el Centro di Studi sulla Spiritualitá Medievale (1961); Congresos sobre la Reconquista cristiana de la Península Ibérica de Évora (1966) y Oporto (1968); en la reunión organizada en Toulouse por el Centre Nationale de la Recherche Scientifique sobre Estructuras sociales en ambas vertientes del Pirineo durante la primera Edad feudal (1968); en las reuniones de la Comission Internationale d’Histoire Urbaine de Maastricht, Toulouse y Verona; en el Coloquio de Blankenberge (1962) sobre Finances et comptabilité urbaines du XIIIe au xvi e siècle. Invitado por la Universidad de Tejas (Austin) para presidir una sesión dedicada a la Reconquista española en la 2.ª Reunión de Historiadores Mexicanos y Norteamericanos (1958) y a impartir cursos en el Centre d’Etudes Superieures de Civilisation Medievale de Poitiers (1962) y en la Universidad de Coímbra (1964). Conferencias en Roma, Burdeos, Lisboa, Pau, Berkeley, etc.84 Hay que destacar también que su participación en la mayoría de las veces no se limitó a una mera presencia física en las sesiones, sino que contribuyó activamente con la presentación de algún trabajo. Lacarra vino a ocupar la cátedra desempeñada anteriormente por Andrés Giménez Soler, marcando un giro decisivo en relación con él.85 No quiso nunca moverse de Zaragoza, su ciudad de adopción, cerca de su Estella natal, donde creó una verdadera escuela de medievalistas. Con un gran talante organizador, fue el fundador del Centro
Ibidem. Ibidem y ARCHIVO DEL RECTORADO DE LA UNIVERSIDAD DE ZARAGOZA. Expediente de José M.ª Lacarra y de Miguel, 4684. 83 Lacarra participó en la creación del Comité Español de Ciencias Históricas a instancias de Mercedes Gaibrois. Redactó el primer borrador de sus estatutos teniendo como modelo el del Comité francés y adaptándolo a las necesidades españolas. Véase Campo, Ana del. «Mercedes Gaibrois (1891-1960)», en Rewriting the Middle Ages in the Twentieth Century. Vol II: National Traditions. Edited by Jaume Aurell and Julia Pavón, Turnhout, Brepols, 2009, p. 68. 84 Ibidem. 85 Ubieto Arteta, Antonio. «Los estudios sobre Edad Media aragonesa», en Estado actual de los estudios sobre Aragón: Actas de las Primeras Jornadas: Teruel, 18-20 diciembre de 1978, Zaragoza, Universidad de Zaragoza, Instituto de Ciencias de la Educación, 1979, v. I, p. 246. 81 82
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de Estudios Medievales de Aragón (1941-1975) en locales cedidos por la Sociedad Económica de Amigos del País. El primer fin que se planteó este centro fue la realización de campañas para fotografiar fondos documentales medievales aragoneses y navarros en archivos dentro y fuera de Aragón, base fundamental para iniciar el estudio de la historia medieval de estos territorios. Sin duda, Lacarra tuvo en la mente el modelo del Centro de Estudios Históricos de Madrid, donde se había formado con Sánchez-Albornoz en la Sección 4.ª de «Historia de las instituciones medievales españolas», y en la cual los viajes en busca y reproducción de documentos era una labor muy frecuente. Lacarra nos da cuenta de su participación en el que organizó Sánchez-Albornoz en 1929 y donde recogió material para posteriores trabajos.86 Pero esto no fue todo, dos años después se creó la Sección de Zaragoza de la Escuela de Estudios Medievales (1943), dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, que él dirigió, así como su revista Estudios de Edad Media de la Corona de Aragón. Dirigió asimismo los Cursos y Coloquios de Jaca (1947-1969), Puigcerdá (1948), los Coloquios de Roncesvalles y las Semanas de Estudios Medievales de Estella. En su Navarra natal fue el encargado de organizar la institución Príncipe de Viana, en la cual desempeñó el cargo de secretario desde 1940 a 1943. Esta institución publica desde 1940 la revista Príncipe de Viana, cuya edición continúa en la actualidad. Cuando nos enfrentamos con la obra escrita de Lacarra hay un aspecto que la caracteriza en su conjunto, es su gran rigor documental, basado en la aportación continua de documentos, ya sea en citas a pie de página o incluidos íntegros en apéndices. Era el método erudito que había aprendido en sus años de formación en el Centro de Estudios Históricos y posteriormente en París. Allí aprovechó para ponerse al día de la bibliografía histórico-institucional francesa existente y recoger una gran cantidad de documentos referentes a temas españoles, especialmente de Navarra y Aragón, conservados en los archivos y bibliotecas parisinos, que utilizó posteriormente en sus trabajos. Podemos establecer una clasificación de su obra en función de los asuntos tratados. Dos de los temas fundamentales que predominaron en toda ella bajo diferentes aspectos fueron la historia de su Navarra natal y de Aragón, tierra en la que vivió la mayor parte de su vida. A ellos podríamos añadir el de la historia urbana, el de las peregrinaciones a Santiago de Compostela y las ediciones de documentos, pero siempre teniendo como punto de referencia estos dos reinos. Y, finalmente, con una amplitud menor, el de la Vasconia medieval. Hay que mencionar también su manual de Historia de la Edad Media, sobre todo, si tenemos en cuenta la escasez de síntesis publicadas por autores españoles sobre temas de alcance general y no circunscritas al estricto ámbito hispánico.
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Véase la obra citada en la nota 91, p. 429. [402]
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Sus comienzos como historiador tuvieron lugar en Madrid, aquí estudió la carrera de Filosofía y Letras, aquí se formó en el Centro de Estudios Históricos y en el Instituto de Estudios Medievales, junto con Sánchez-Albornoz, y aquí fue también donde tuvo su primer trabajo como archivero, en el Archivo Histórico Nacional, tras aprobar las oposiciones al Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos. Por tanto, su estancia en Madrid, que duró hasta 1940, constituye una etapa vital en su formación y está perfectamente definida en su trayectoria historiográfica. Las primeras publicaciones aparecieron en el Anuario de Historia del Derecho Español, la revista en la que se editaban los trabajos preparados en el seminario de Sánchez-Albornoz. Su primera publicación apareció en el tomo cuarto del año 1927 y en él presentaba una edición del Fuero de Estella, conservado en el archivo municipal de esta localidad, continuada varios años después por otros dos artículos.87 En 1927 publicó también un documento de la catedral de Pamplona, donde Sancho Ramírez confirmaba al santuario de San Miguel in excelsis todas sus posesiones.88 En años sucesivos fueron apareciendo nuevos trabajos sobre su Estella natal,89 el Fuero General de Navarra90 o sobre fueros leoneses, estos en colaboración con Vázquez de Parga.91 De los cuatro fueros que se publicaron, uno procedía del Archivo Histórico Nacional, el concedido a la localidad de Alcoba de 1220 por el maestre de la Orden de Santiago. Este fue el primer trabajo de Lacarra donde utilizó fondos de este archivo, y en este caso de la Sección de Órdenes Militares, que es en la que estaba destinado. Los otros procedían del archivo de la catedral de Zamora y de la colegiata de San Isidoro de León. La publicación era el fruto de uno de los viajes organizados por Sánchez-Albornoz en búsqueda de documentación con sus alumnos de la universidad y colaboradores del Centro de Estudios Históricos.92
«Fuero de Estella», Anuario de Historia del Derecho Español, IV (1927), pp. 404-451; «Fuero de Estella en versión lemosina», ibidem, IX (1932), pp. 393-413; «Fuero de Estella. Año 1164», ibidem, IX (1932), pp. 386413. Recogidos en Obra dispersa 1927-1944, pp. 1-52, 115-112 y 123-150, respectivamente. 88 «Documentos inéditos», Boletín de la Comisión de Monumentos de Navarra, 3.ª época, I (1927), pp. 558-563. Recogido en Obra dispersa 1927-1944, pp. 53-58. 89 «Ordenanzas municipales de Estella. Siglos xiii y xiv», Anuario de Historia del Derecho Español, V (1928), pp. 434-445. Recogido en Obra dispersa 1927-1944, pp. 59-71. 90 «Sobre el Fuero General y sus fuentes», Boletín de la Comisión de Monumentos de Navarra, 3.ª época, II (1928), pp. 302-306; «¿El Fuero General de Navarra traducido al Euskera?», Anuario de Historia del Derecho Español, XII (1935), pp. 439-441. Recogidos en Obra dispersa 1927-1944, pp. 59-71 y 255-257, respectivamente. 91 Lacarra, José M.ª y Vázquez de Parga, Luis. «Fueros leoneses inéditos», Anuario de Historia del Derecho Español, VI (1929), pp. 429-436. Recogido en Obra dispersa 1927-1944, pp. 79-87. 92 Op. cit., p. 386. 87
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Tomando como base la propuesta de Hinojosa, el joven Lacarra publicará en 1933 un notable trabajo de síntesis sobre la formación de las familias de fueros navarros, objeto de su tesis doctoral, en la que también utiliza fondos del Archivo Histórico Nacional.93 Al año siguiente salía al paso del mismo Hinojosa, que afirmaba que el derecho medieval navarro no estaba influido por el derecho románico y el canónico. Pues bien, Lacarra, con aportación de nuevos documentos, ponía en duda tal afirmación.94 Por estos mismos años seguirá publicando trabajos en los cuales utilizará fondos del Archivo Histórico Nacional.95 Como resumen de esta etapa madrileña, destacaremos como característica principal de los trabajos de Lacarra, la publicación de documentos sobre temas jurídicos e institucionales. Esta línea de investigación venía marcada por las directrices de SánchezAlbornoz, director de su tesis doctoral en el Centro de Estudios Históricos, como queda reflejado en las Memorias y hemos visto anteriormente. En cuanto a su fijación en el ámbito geográfico navarro, casi en exclusiva, con la ciudad de Estella como protagonista, hay que ver en ello una elección personal de Lacarra hacia su tierra natal.96 Sabemos por testimonios de su prima M.ª Jesús Lacarra que desde muy joven demostró una gran precocidad y un inusitado interés por la historia de Estella, que también le venía inducida por tradición familiar.97 Recordemos las palabras de Valdeavellano cuando se refería al gran respeto que SánchezAlbornoz tenía por las opiniones de Lacarra en cuanto a temas vasco-navarros. Por tanto, integrado Lacarra en la Sección de Fueros del Instituto de Estudios Medievales, suponemos que sería el encargado de seleccionar la documentación navarra para ser incluida en esta sección.
93 «Notas para la formación de las familias de fueros navarros», Anuario de Historia del Derecho Español, X (1933), pp. 203-272. Recogido en Obra dispersa 1927-1944, pp. 151-212. 94 «Sobre la recepción del derecho romano en Navarra», Anuario de Historia del Derecho Español, XI (1934), pp. 457-467. Recogido en Obra dispersa 1927-1944, pp. 213-221. 95 «Onomástica vasca del siglo xiii» Revista Internacional de Estudios Vascos, XXI (1930), pp. 247-254; «Documentos para la historia de las instituciones navarras», Anuario de Historia del Derecho Español, XI (1934), pp. 487-503; «El combate de Roldán y Ferragut y su representación gráfica en el siglo xii», Anuario de Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, II (1934), pp. 321-338; «¿Es posible un desembarco en Inglaterra?», Correo Erudito, I (1940), pp. 105-106. Recogidos en Obra dispersa 1927-1944, pp. 89-98, 223-239 y 241-253, respectivamente; «Inglaterra y el imperio español», Correo Erudito, I (1940), pp. 119-120. Recogido en Obra dispersa 1945-1950, pp. 545-546. 96 Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «José M.ª Lacarra y la historia de Navarra», Huarte de San Juan. Geografía e Historia, 24 (2017), pp. 163-195. 97 Lacarra Yanguas, M.ª José. «Facetas inéditas del profesor Lacarra», Príncipe de Viana, XLII, Anejo 2 (1986), pp. 400-401. El documento que se menciona fue publicado en su artículo «Documentos para la historia de las instituciones navarras», citado en nota 95, pp. 502-503.
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La obtención de la cátedra de la Universidad de Zaragoza a finales del año 1940 supuso un cambio profundo en la vida de Lacarra. La alegría producida por este hecho tenía una contrapartida amarga; la Guerra Civil había supuesto la disolución del Centro de Estudios Históricos, al cual se encontraba tan vinculado, y el exilio de Sánchez-Albornoz, su gran mentor. Muchos proyectos, muchas ilusiones se quedaban en el camino. Tras instalarse en Zaragoza, ciudad en la que residiría definitivamente y de la que ya no se movería, puso en marcha en 1941 el Centro de Estudios Medievales de Aragón, réplica del Centro de Estudios Históricos madrileño; y en 1945, la publicación de los Estudios de Edad Media de la Corona de Aragón. El nuevo lugar de residencia le abriría un nuevo campo de investigación, el del Reino de Aragón, cuya historia estaba además en íntima relación con el de Navarra. No obstante, las primeras publicaciones tras su instalación en Zaragoza siguieron siendo de tema navarro y aparecieron en Príncipe de Viana, la nueva revista de la recién creada institución Príncipe de Viana, en cuya fundación participó activamente.98 Las primeras publicaciones de tema aragonés comenzaron a mediados de los años cuarenta con un breve trabajo sobre los Orígenes del condado de Aragón.99 En 1946 saldrá la primera entrega de los «Documentos para el estudio de la reconquista y repoblación del valle del Ebro», en el segundo tomo de los Estudios de Edad Media de la Corona de Aragón, continuada en el tercero (1946) y concluida en el quinto (1952).100 Estamos también ante la primera obra de edición de documentos acometida por Lacarra, fruto de un minucioso trabajo de búsqueda en numerosos archivos, en los que se reúnen
98 «Expediciones musulmanas contra Sancho Garcés (905-925)», Príncipe de Viana, I, n.º 1 (1940), pp. 41-70; «Para el estudio del municipio navarro medieval», ibidem, II, n.º 3 (1941), pp. 50-65; «Rectificaciones al episcopologio pamplonés (años 1159-1167)», ibidem, III, n.º 8 (1942), pp. 299-311. Recogidos en Obra dispersa 1927-1944, pp. 261-286, 317-336 y 351-365, respectivamente. Más de circunstancias pueden considerarse otros breves artículos donde se limita a publicar algún documento, tales como «Imágenes de caballeros», Príncipe de Viana, II, n.º 1 (1941), pp. 37-39; «El día de la Batalla de Roncesvalles: epitafio de Aggiardo, senescal de Carlomagno», ibidem, II, n.º 4 (1941), pp. 121-122; «El sagrario mudéjar de Metauten», ibidem, II, n.º 5 (1941), p. 37; «Eunate», ibidem, II, n.º 5 (1941), pp. 39-41; «Un hospital de peregrinos en La Población», ibidem, III, n.º 7 (1942), pp. 145; «Elogio de una princesa navarra», ibidem, III, n.º 8 (1942), pp. 313. Recogidos en Obra dispersa 1927-1944, pp. 341-343, 337-338, 339, 345-348, 349 y 367-368, respectivamente. Igual calificación merecen otros artículos semejantes publicados en la revista madrileña Correo Erudito entre los años 1940 y 1947. 99 «Orígenes del condado de Aragón», en Primera Reunión del Patronato de la Estación de Estudios Pirenaicos: 1943, Zaragoza, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1945, pp. 75-88. Recogido en Obra dispersa 1945-1950, pp. 85-98. 100 «Documentos para el estudio de la reconquista y repoblación del valle del Ebro», Estudios de la Edad Media de la Corona de Aragón, II (1946), pp. 469-574; III (1947), pp. 499-727; V (1952), pp. 511-668. Reeditado con nuevos documentos y correcciones, Zaragoza, Anubar, 1982-1985. 2 v.
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cuatrocientos documentos de los años 1086 a 1244. El mayor peso recaía en los fondos del Archivo Histórico Nacional, seguido a mayor distancia por el Archivo de la Corona de Aragón y ya, en menor proporción, el Archivo General de Navarra, distintos archivos eclesiásticos aragoneses y navarros, la Biblioteca Nacional, la biblioteca de la Real Academia de la Historia y la de la Facultad de Derecho de la Universidad de Zaragoza. Es de suponer que el origen de esta obra se gestase durante su estancia en Madrid, ciudad en la que iniciaría la recogida de materiales de las secciones de Clero y Órdenes Militares del Archivo Histórico Nacional. La trascendencia de esta obra va más allá de la mera publicación de los documentos, tarea de por sí ardua y siempre poco lucida, pues por la riqueza de su contenido le sirvió de cantera para futuros trabajos, así como para otros investigadores. En años sucesivos continuó mejorándola con adiciones y correcciones, publicando una nueva edición a mediados de los años ochenta.101 De los temas de investigación que ahora se inician hay que mencionar los referentes a la figura de Alfonso I el Batallador, al que dedicó el discurso de apertura del curso 1949-1950 en la Universidad de Zaragoza. Muchos años después, ya en plena madurez, le consagró una síntesis de conjunto de su reinado.102 El interés por la historia urbana, tema en auge en la historiografía europea del momento, surge también por aquellos años. Acabamos de ver cómo en 1941 había publicado un estudio sobre el municipio urbano medieval y otros trabajos anteriores relacionados con el régimen foral. Así, fue pionero en España el artículo que presentó en el IX Congreso de Ciencias Históricas de París en 1950, en el que trazaba un panorama del desarrollo urbano medieval en Navarra y Aragón, seguido por un estudio monográfico dedicado a la localidad altoaragonesa de Jaca, al valle del Ebro y al Camino de Santiago.103 Como
Véase la nota anterior. «La conquista de Zaragoza por Alfonso I, 18 de diciembre de 1118», Al-Andalus, XII, fasc. 1 (1947), pp. 65-96; «La restauración eclesiástica en las tierras conquistadas por Alfonso el Batallador (1118-1134)», Revista Portuguesa de Historia, IV (1947), pp. 5-28; «Alfonso el Batallador y las paces de Támara», Estudios de la Edad Media de la Corona de Aragón, III (1947-1948), pp. 461-473; «La repoblación de Zaragoza por Alfonso el Batallador», Estudios de Historia Social de España, Madrid, CSIC, 1949, v. I, pp. 205-223. Recogidos en Obra dispersa 1945-1950, pp. 169-193, 195-215, 291-303 y 431-444, respectivamente.; Semblanza de Alfonso el Batallador. Discurso de apertura del curso 1949-1950 en la Universidad de Zaragoza, Zaragoza, Universidad de Zaragoza, 1949; Vida de Alfonso el Batallador, [Zaragoza, Publicaciones de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Zaragoza, Aragón y rioja], 1971. Nueva edición con el título Alfonso el Batallador, Zaragoza, Guara, 1978. 103 «El desarrollo urbano de las ciudades de Navarra y Aragón en la Edad Media», Pirineos, VI, n.os 15-16 (1950), pp. 6-34; «El desarrollo urbano de Jaca en la Edad Media», Estudios de Edad Media de la Corona de Aragón, IV (1951), pp. 139-155; «La reconquista y repoblación del valle del Ebro», La reconquista española y la repoblación del país, Zaragoza, CSIC, 1951, pp. 39-83; «La repoblación del Camino de Santiago», ibidem, p. 223-232. Recogidos en Obra dispersa 1945-1950, pp. 511-536, Obra dispersa 1951-1960, pp. 1-15, 85-111 y 101 102
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reconocido especialista en esta materia, escribió un estado de la cuestión de la historia urbana española entre 1940 y 1957 para la prestigiosa revista Le Moyen Age,104 participando además en la VI Settimana de Spoleto dedicada a la La cittá nell’Alto Medievo con una síntesis de nuestra historia urbana entre los siglos v al x.105 En estrecha relación con la historia urbana está el Camino de Santiago, ruta de peregrinación, pero igualmente vía de entrada de influencias europeas en nuestros reinos peninsulares medievales, y al cual va ligado una revitalización de la vida urbana y de las actividades económicas donde desempeñaron un importante papel los «francos». El tema interesó a Lacarra desde fecha temprana, pues precisamente Estella, su primer objeto de interés, estaba situada en pleno Camino de Santiago. En 1945 publicó su primer trabajo sobre este tema, un artículo en la revista Pirineos,106 en el que aportaba como primicia lo que luego sería un capítulo de la obra Las peregrinaciones a Santiago de Compostela, obra monumental en colaboración con Vázquez de Parga y Uría Ríu, que fue galardonada con el premio Francisco Franco del CSIC en 1945.107 La colaboración de Lacarra en esta obra fue notable, encargándose de los capítulos sobre la protección jurídica del peregrino, la repoblación de las ciudades del Camino y la formación y tramos del mismo en Francia y en España, desde los pasos pirenaicos de Somport y
113-119, respectivamente. En estos trabajos Lacarra fue pionero en la introducción en España del estudio del desarrollo urbano y de la demografía en relación con la repoblación. Véase Ubieto Arteta, Antonio † y Falcón Pérez, M.ª Isabel. «Reconquista y repoblación de los Reinos de Aragón y de Navarra. Estado de la cuestión de los últimos cuarenta años», en La reconquista y la repoblación de los reinos hispánicos. Estado de la cuestión de los últimos cuarenta años: Actas del Coloquio de la V Asamblea General de la Sociedad Española de Estudios Medievales, [Zaragoza], Diputación General de Aragón. Departamento de Cultura y Educación, D. L. 1991, p. 65 (= Ubieto Arteta, Antonio † y Falcón Pérez, M.ª Isabel. «Reconquista y repoblación de los Reinos de Aragón y de Navarra. Estado de la cuestión de los últimos cuarenta años»). 104 «Orientation des études d’histoire urbaine en Espagne entre 1940 et 1957, Le Moyen Age, LXIV, n.º 3 (1958), pp. 317-339. Recogido en Obra dispersa 1951-1960, pp. 405-422. 105 «Panorama de la historia urbana en la Península Ibérica desde el siglo v al x», en La cittá nell’Alto Medievo: Atti della VI Settimane di Studi del Centro di studio sull’Alto Medievo, Spoleto, Centro Italiano di Studi sull'alto Medioevo, [1959], pp . 319-358. Recogido en Obra dispersa 1951-1960, pp. 423-450. 106 «Rutas de peregrinación. Los pasos del Pirineo y el camino de Santa Cristina a Puente la Reina», Pirineos, I, n.º 2 (1945), pp. 5-28. Recogido en Obra dispersa 1945-1950, pp. 99-127. 107 Lacarra, José M.ª y Vázquez de Parga, Luis y Uría Riu, Juan. Las peregrinaciones a Santiago de Compostela, Madrid, CSIC, 1948. 3 t. Como estudios relacionados con este tema pueden señalarse «Las más antiguas fundaciones monásticas en el paso de Roncesvalles», Boletín de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País, I (1949), pp. 91-108; «Un arancel de aduanas del siglo xi», en Actas del Primer Congreso Internacional de Pireneístas, Zaragoza, Instituto de Estudios Pirenaicos, 1950, v. VI, pp. 21-36; «Espiritualidad del culto y de las peregrinaciones a Santiago antes de la primera cruzada», en Pellegrinaggi e culto dei Santi in Europa fino alla prima crociata», Todi, Centro di Studi sulla spiritualità medievale, 1963, pp. 115-144; «Las peregrinaciones a Navarra en la Edad Moderna», Príncipe de Viana, XXVII, n.º 102-103 (1966), pp. 33-45. Recogidos en Obra dispersa 1945-1950, pp. 383-397 y 131-144, Obra dispersa 1961-1970, pp. 135-155 y 251-267, respectivamente. [407]
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Roncesvalles hasta Sahagún. La obra es una investigación de primera mano donde continuamente se utilizan fuentes documentales, entre las que juegan un papel importante las procedentes del Archivo Histórico Nacional. La importante labor que los «francos» desempeñaron en el Camino, como elementos dinamizadores de la vida económica, fue destacada por Lacarra en esta obra, y asimismo será objeto también de trabajos específicos.108 Entre las obras dedicadas a la edición de documentos, además de la ya mencionada Documentos para el estudio de la reconquista y repoblación del valle del Ebro, hay que destacar igualmente los Textos navarros del códice de Roda,109 la Colección diplomática de Irache110 y la de los Fueros de Navarra, tema que le venía interesando desde fecha temprana y sobre el cual seguirá investigando.111 Hay que destacar también los artículos que dedicó a analizar el panorama de los estudios medievales en los años cincuenta, en los que se hace referencia a las publicaciones aparecidas dentro y fuera de España, y donde lejos de limitarse a una mera enumeración de títulos se hace una valoración crítica de dichas ediciones, trabajos que demuestran la madurez y el gran conocimiento que Lacarra tenía sobre este tema.112 Asimismo, desarrolló una importante labor de difusión de la bibliografía especializada sobre Aragón y Navarra en las páginas de los Estudios de Edad Media de la Corona de Aragón, en el apartado denominado «Información». Allí se ofrecía una amplísima reseña de las obras que iban apareciendo y de los trabajos en marcha, con amplias reseñas tanto de libros como de ámbitos temáticos concretos.113
108 «A propos de la colonisation “franca” en Navarre et en Aragon», Annales du Midi, LXV, n.º 23 (1953), pp. 331-342; «Los franceses en la Reconquista y repoblación del valle del Ebro en tiempos de Alfonso el Batallador», Cuadernos de Historia. Anexos de la revista Hispania. Revista Española de Historia, 2 (1968), pp. 65-80. Recogidos en Obra dispersa 1951-1960, pp. 261-273 y Obra dispersa 1961-1970, pp. 351-364. 109 «Textos navarros del códice de Roda», Estudios de Edad Media de la Corona de Aragón, I (1945), pp. 193-283. Recogido en Obra dispersa 1945-1950, pp. 3-84. 110 Lacarra, José M.ª. Colección diplomática de Irache. Volumen I (959-l222), Pamplona, CSIC, 1965; Lacarra, José M.ª et al. Colección diplomática de Irache. Volumen II (1223-1397). Índices (958-1397), Pamplona, Institución Príncipe de Viana, 1986. 111 Fueros de Navarra I. Fueros derivados de Jaca 1. Estella-San Sebastián, Pamplona, Diputación Foral de Navarra, 1970; Lacarra, José M.ª y Martín Duque, Ángel J. Fueros de Navarra I. Fueros derivados de Jaca 2. Pamplona, Pamplona, Diputación Foral de Navarra, 1975; «En torno a la formación del Fuero General de Navarra», Anuario de Historia del Derecho Español, L (1980), pp. 93-110; Lacarra, José M.ª y Utrilla, Juan F. «Fueros sueltos en los manuscritos del Fuero General de Navarra», Príncipe de Viana, XLV, n.º 173 (1984), pp. 595-613. Recogidos en Obra dispersa. Trabajos publicados a partir de 1972, pp. 223-238 y 343-363, respectivamente. 112 «Orientación de los estudios medievales en la España actual», Clavileño, 12 (1951), pp. 223-232; «Los estudios de Edad Media española de 1952 a 1955», Índice Histórico Español, II, n.º 11 (1956), pp. IX-XXXI. Recogidos en Obra dispersa 1951-1960, pp. 67-80 y 277-308, respectivamente. 113 «Información», Estudios de Edad Media de la Corona de Aragón, III (1947-48), pp. 728-774; «Información», Estudios de Edad Media de la Corona de Aragón, IV (1951), pp. 687-699, 702-725, 729-733; «Información», Estudios
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Finalmente, haremos mención en concreto a tres de sus obras de síntesis. Comenzaremos por el manual universitario Historia de la Edad Media, de la editorial Montaner y Simón, que se publicó en dos volúmenes. Lacarra fue autor del primero, en el que se abarcaba la Alta Media, y el segundo estuvo a cargo de Reglá Campistol. El manual, que apareció en 1960, alcanzó numerosas reediciones, lo cual es indicador de su aceptación entre el público.114 En Aragón en el pasado traza un rápido bosquejo de la su historia desde los orígenes del reino hasta los Borbones. Publicado originariamente como parte de una obra colectiva sobre Aragón en 1960, apareció de forma independiente en 1972 dentro de la colección Austral de Espasa-Calpe, reeditándose posteriormente en numerosas ocasiones.115 Mayor envergadura tiene la Historia política del reino de Navarra116, que ocupa tres volúmenes, obra ampliamente documentada con numerosas notas a pie de página y que podemos calificar como la mejor síntesis histórica sobre este reino, en la que se ofrece un estado de la cuestión de la investigación, así como de aquellos puntos tratados en mayor profundidad. Como conclusión final podemos decir que en conjunto el peso que tuvo el Archivo Histórico Nacional en la obra de José M.ª Lacarra se puede calificar como notable, ya sea tanto a través de las citas directas a la documentación inédita como de las ediciones impresas de la misma. Las podemos encontrar a lo largo de toda su carrera investigadora, la última cita aparece en el segundo volumen de la Colección diplomática de Irache.117 Un peso si cabe mayor tienen las referentes al Archivo General de Navarra, seguidas por las del Archivo de la Corona de Aragón, cosa lógica teniendo en cuenta
de Edad Media de la Corona de Aragón, V (1952), pp. 778-780, 787-794, 802-803, 807-809, 813-825, 828-839; «Información», Estudios de Edad Media de la Corona de Aragón, VI (1956), pp. 496-499, 506-508, 509-511, 517-518, 530-532, 537-538; «Información», Estudios de Edad Media de la Corona de Aragón, VII (1962), pp. 753-757, 762-764, 810-815; «Información», Estudios de Edad Media de la Corona de Aragón, VIII (1967), pp. 709-723, 753-754; «Información», Estudios de Edad Media de la Corona de Aragón, IX (1973), pp. 645-646; «Información», Estudios de Edad Media de la Corona de Aragón, X (1975), pp. 821-823, 832-834. 114 — y Reglá Campistol, Juan. Historia de la Edad Media, Barcelona, Montaner y Simón, 1960. 2 v. (5.ª ed. rev. 1979). 115 Aragón en el pasado, Madrid, Espasa Calpe, 1960 (5.ª ed., 1979). Publicado originalmente en el libro colectivo Aragón. [Cuatro ensayos] con J. M. Casas Torres y F. Estapé, Zaragoza, [s.e.], 1960, v. I, pp. 125-343. 116 Historia política del reino de Navarra desde sus orígenes hasta su incorporación a Castilla, Pamplona, Aranzadi, 1972-1973. 3 v. De esta obra se hizo una edición resumida Historia del reino de Navarra en la Edad Media, Pamplona, Aranzadi, 1976. 571 p. 2.ª ed., Pamplona, Caja de Ahorros de Navarra, 2000. 117 Lacarra, José M.ª et al. Colección diplomática de Irache. Volumen II (1223-1397). Índices (958-1397), Pamplona, Institución Príncipe de Viana, 1986. Se incluyen cinco documentos conservados en el Archivo Histórico Nacional. [409]
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los ámbitos geográficos en los que se inscribía su investigación. Junto con estos grandes archivos se mencionan frecuentemente numerosos archivos eclesiásticos y municipales navarros y aragoneses. No faltan tampoco las referencias a otras grandes colecciones documentales, como las de la biblioteca de la Real Academia de la Historia, la Biblio teca Nacional de Madrid y la Bibliothèque Nationale de París. 2.2. Gerardo Jaime Núñez Clemente118 Gerardo Jaime Núñez Clemente nació en Hinojal (Cáceres) el 2 de octubre de 1887. Hizo sus primeros estudios en el Instituto de San Isidro donde obtuvo el grado de bachiller el 1 de julio de 1907. Matriculado en la Universidad Central, en la Facultad de Filosofía y Letras, se licenció en la Sección de Historia con Premio Extraordinario el 14 de noviembre de 1911.119 Ingresó por oposición en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos el 30 de noviembre de 1913 con destino en el Archivo de la Delegación de Hacienda de Toledo. Al cabo de dos años, mediante concurso de traslado, pasó al Archivo Histórico Nacional el 14 de julio de 1915, donde desempeñó el cargo de vicedirector desde 1948 hasta su jubilación el 2 de octubre de 1957. Desde su labor como colaborador del Centro de Estudios Históricos, en 1932, con la creación del Instituto de Estudios Medievales se integró en la 3.ª Sección de Diplomas bajo la dirección de Sánchez-Albornoz. Núñez Clemente participó en la elaboración del índice de documentos reales publicados antes de 1037, como trabajo preliminar a la publicación del primer volumen de Diplomata et Chartae de los Monumenta, que incluía los documentos asturleoneses anteriores a este año. En esta labor participaron también los que luego serían compañeros suyos en el Archivo Histórico Nacional, Ramón Paz y Consuelo Gutiérrez del Arroyo. Asimismo, durante el verano de 1932 hizo una serie de viajes con la intención de recopilar materiales en los archivos de Badajoz, Mérida, Cáceres, Coria, Plasencia, Béjar y Salamanca, labor que continuó al año siguiente en el Archivo Histórico Nacional, la Biblioteca Nacional, la Real Academia de la Historia y la biblioteca del Palacio Real, así como en archivos del norte de España.120 Fue vocal de la Junta Facultativa de Archivos, Bibliotecas y Museos y primer secretario del Patronato Nacional de Archivos Históricos, profesor auxiliar de latín en el
Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «Núñez Clemente, Gerardo Jaime», en Diccionario Biográfico Español, Madrid, Real Academia de la Historia, 2012, v. XXXVIII, pp. 71-72, donde se recoge toda la bibliografía anterior. 119 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de titulación (licenciado), 31/16342, Exp. 1079-38. 120 JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1931 y 1932, pp. 151-152; JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1933 y 1934, pp. 243-245. 118
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Instituto Nacional de Enseñanza Media San Isidro e inspector regional de Archivos de la Zona Centro-Sur desde el 16 de diciembre de 1954 hasta su jubilación. Durante toda la Guerra Civil, Núñez Clemente permaneció en Madrid hasta que, según su propio testimonio, «fue clausurado el establecimiento el 2 de octubre de 1936». Cuando se reintegró al servicio en diciembre, colaboró en la protección de los fondos del Centro. En marzo de 1937 fue nombrado secretario de la Subsección de Archivos Eclesiásticos de la Junta de Archivos, organismo técnico dependiente del Consejo Central de Archivos, Bibliotecas y Tesoro Artístico, posiblemente por su vinculación desde hacía bastantes años a la Sección de Clero del Archivo Histórico Nacional.121 Más detalles nos ofrece Martínez Bara, quien nos informa que trabajó en varias secciones del archivo, aunque a la que dedicó mayor tiempo fue desde 1922, a la de Clero Secular y Regular, así como al inventario de Códices y Manuscritos de cuya sección fue jefe. Igualmente inició un catálogo de pergaminos del monasterio de Guadalupe y otro de documentos de Oña, sin que tengamos constancia de que llegaran a finalizarse.122 Las Memorias del Archivo Histórico Nacional también nos ofrecen datos sobre su trabajo en el centro. La primera mención aparece en la del año 1917, en ella se indicaba que estaba encargado de la Sección de Biblioteca, que tenía agregado el servicio al público, y que a partir de entonces pasaba a las secciones de Universidades y Colegios y Diversos, en sustitución de Claudio Sánchez-Albornoz, mientras que este pasaba a la de Biblioteca.123 Desde esta fecha temprana se puede datar, por tanto, la amistad entre Núñez Clemente y Sánchez-Albornoz. Grande debió de ser por tanto el impacto creado en él por Sánchez-Albornoz, cuando Núñez Clemente, con una carrera de diecisiete años en el Archivo Histórico Nacional, compaginó su trabajo en el mismo con la colaboración en
Declaración jurada de 15 de abril de 1939 contenida en su expediente de depuración. Véase AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de depuración, 31/6057. En la declaración complementaria que hace el 15 de agosto de 1937 precisa que «lleva adscrito, unos quince años a la Sección de Clero […]»; AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 31/7021; AHN.SECRETARÍA. Expediente personal de Gerardo Jaime Núñez Clemente, C. 190; AHN.SECRETARÍA. Memoria correspondiente al año 1953, C. 93, f. 5; AHN.SECRETARÍA. Memoria correspondiente al año 1955, C. 93, f. 3; ARCHIVO-BNE, BN, Expediente, 3162-10. 122 O. de 25 de octubre de 1937 disponiendo que el Consejo de Archivos, Bibliotecas y Tesoro Artístico quede modificado en la forma que se indica (Gaceta de la República, de 28 de octubre). Martínez Bara, José Antonio. «Semblanzas necrológicas. Don Gerardo Jaime Núñez Clemente», Boletín de la Dirección General de Archivos y Bibliotecas, XV, n.º 95 (1967), p. 16. Sobre la Sección de Códices, vimos ya cómo Manuel Magallón había emprendido la tarea de hacer un catálogo. Véase p. 379. Sobre Oña, Juan del Álamo publicaría un cátalogo de la documentación de los años 822 a 1284 en 1950. Véase p. 240. Y sobre Guadalupe, Cuadra, Luis de la. Catálogo inventario de los documentos del monasterio de Guadalupe, Madrid, Dirección General de Archivos y Bibliotecas, 1973. 123 AHN.SECRETARÍA,71, [hojas 8-9]. 121
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el Instituto de Estudios Medievales desde 1932. Sin duda, también su trabajo cotidiano en el Archivo Histórico Nacional con los fondos de Clero y de Códices y Cartularios despertó, o acrecentó en él, su especial interés por la época medieval, y encontró en las enseñanzas recibidas en el Instituto de Estudios Medievales el lugar donde profundizar en la metodología histórica sobre unos fondos que conocía muy bien por su trabajo diario con ellos. Tras la Guerra Civil, Núñez Clemente trabajó como colaborador en el Instituto Jerónimo Zurita del CSIC, siendo propuesto el 30 de mayo de 1940.124 De la labor que desarrolló allí tenemos algunas escuetas noticias. Fundamentalmente se dedicó a trabajar en la organización de la documentación fotográfica heredada del anterior Instituto de Estudios Medievales,125 tarea que continuó en los años siguientes al mismo tiempo que preparaba un catálogo de cartularios españoles.126 Si este trabajo se hubiera finalizado, de lo que no tenemos constancia, hubiera sido indudablemente de un gran interés, ya que hasta el día de hoy no existe una obra semejante en España, frente a otras naciones de nuestro entorno. La última noticia que tenemos procede de 1945, fecha en la que continuaba trabajando con las reproducciones fotográficas del archivo de la Escuela de Estudios Medievales.127 Su dedicación a los fondos de Clero en el Archivo Histórico Nacional fue constante durante toda su vida profesional hasta su jubilación.128 No obstante, hay que precisar
«Don Gerardo Núñez Clemente, del Cuerpo de Archiveros. Estaba adscrito a la Sección de Diplomas del Instituto de Estudios Medievales desde 1932; dejó de prestar servicio durante el periodo de guerra y fue reincorporado por el Instituto de España en mayo de 1939, desde cuya fecha no ha interrumpido sus servicios hasta el momento actual, y es hoy el mejor informado de cuanto afecta a estos trabajos. Se le propone como colaborador para que continúe en el Instituto de Historia, dedicando a ello cuatro horas por las tardes», AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Patronato Menéndez Pelayo. Instituto Jerónimo Zurita, 31/8531. 125 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1942, pp. 146-147. El 30 de mayo de 1940, Pío Zabala y Lera, por autorización del Instituto Jerónimo Zurita, es propuesto como colaborador junto con Lacarra y Carmelo Viñas Mey: «Don Gerardo Núñez Clemente, del Cuerpo de Archiveros, estaba adscrito a la Sección de Diplomas del Instituto de Estudios Medievales desde 1932; dejó de prestar servicio durante el periodo de guerra y fue reincorporado por el Instituto de España en mayo de 1939, desde cuya fecha no ha interrumpido sus servicios hasta el momento actual, y es hoy el mejor informado de cuanto afecta a estos trabajos. Se le propone como colaborador para que continúe en el Instituto de Historia, dedicando a ello cuatro horas por las tardes». Véase AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Patronato Menéndez Pelayo. Instituto Jerónimo Zurita, 31/8531. 126 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1944, p. 147. 127 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1945, p. 243. 128 Memoria correspondiente al año 1953, f. 5. AHN.SECRETARÍA,93; Memoria correspondiente al año 1955, f. 3. AHN.SECRETARÍA,93; Memoria correspondiente al año 1956. AHN.SECRETARÍA,93. Sánchez-Albornoz hace una referencia a él en su epistolario. Véase Sáez, Carlos. «Epistolario de Claudio Sánchez-Albornoz y Emilio Sáez (1948-1949)», Signo. Revista de Historia de la Cultura Escrita, 3 (1996), p. 209. 124
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que en 1948 Núñez Clemente fue nombrado vicedirector del Archivo Histórico Nacional, motivo por el cual ya no podría dedicarse por completo a esta sección, que fue puesta al cargo de Luis Sánchez Belda al año siguiente.129 La obra escrita que nos ha dejado es muy escasa y consagrada en su conjunto a temas profesionales, aunque por desgracia no publicó nada sobre temas medievales. No obstante, por la labor realizada durante toda su vida sobre fondos medievales, creemos que hay que considerar a Gerardo Núñez Clemente como medievalista. Asimismo participó en la redacción del catálogo de la exposición que se celebró en la Biblioteca Nacional sobre la orden benedictina130 y redactó numerosas entradas sobre archivos parroquiales de Madrid, fundamentalmente, en la Guía de los archivos de Madrid.131 2.3. M.ª de la Concepción Muedra Benedito Pocos son los datos directos que hemos podido encontrar sobre Concepción Muedra, ya que no se conserva su expediente administrativo como funcionaria en el Archivo General de la Administración. Tampoco se dispone del expediente de sus estudios universitarios, que debería estar en la Sección de Universidades del Archivo Histórico Nacional. En el AGA sí que se encuentra el expediente de su licenciatura, pero no el de doctorado, aunque tenemos la certeza de que Concepción Muedra sí se doctoró, pues su puesto docente en la Universidad Central así lo requería. Pero, además, en un currículum personal de su expediente de El Colegio de México se especifica que era doctora en Filosofía y Letras.132 Nació en Valencia el 31 de diciembre de 1902 y estudió la carrera de Filosofía y Letras (Sección de Letras) en la Universidad Central, donde se licenció el 9 de junio de
Por Orden de 25 de febrero de 1949 se nombran jefes de Sección del Archivo Histórico Nacional de Madrid a los siguientes funcionarios del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, con destino en dicho Centro (BOE de 2 de mayo). Noticia de ello en la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, LV, n.os 1-3 (1949), pp. 275-276. 130 Catálogo de la Exposición histórica de la orden benedictina en la Biblioteca Nacional de Madrid, [redactado por Gerardo Jaime Núñez Clemente, Ramón Paz Remolar y Justo García Morales], Madrid, [Tip. Pablo López], 1948. 131 Para la relación de sus títulos remitimos a nuestra obra El Archivo Histórico Nacional y el desarrollo del medievalismo español (1866-1955), tesis doctoral inédita, dirigida por Miguel Ángel Ladero Quesada, Universidad Complutense, Departamento de Historia Medieval, 2013, p. 648, notas 1536 y 1537. 132 «Estudios universitarios en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central de Madrid, España. Títulos de Licenciado y Doctor en Filosofía y Letras, Sección de Historia. (En mi poder, en México, solamente el título original de Licenciado)», CDRE. Archivo de El Colegio de México. Expediente personal de Concepción Muedra Benedito, [fol.] 27. En el currículum lleva fecha de 26 de septiembre de 1946. 129
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1922 con Premio Extraordinario.133 Este mismo año de 1922 solicitó una plaza de profesor aspirante al Magisterio Secundario en el Instituto-Escuela, que desempeñó hasta 1930.134 Ingresó por oposición el 2 de julio de 1930 en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos y fue destinada al Archivo Histórico Nacional el 28 de julio del mismo año como funcionaria en prácticas, hasta que el 24 de julio de 1931 pasó a formar parte de la plantilla del Centro. Trabajó en la Sección de Clero Secular y Regular.135 Concepción Muedra fue otra de las alumnas universitarias de Sánchez-Albornoz que posteriormente continuó su magisterio en el Centro de Estudios Históricos desde sus inicios, en la Sección 4.ª de «Historia de las instituciones medievales españolas», donde comenzó a preparar su tesis sobre el «vasallaje en León y Castilla».136 Durante el curso 1928-1929 se contó con la colaboración de Galo Sánchez, bajo cuya dirección trabajaron Concepción Muedra y Luis García de Valdeavellano, quienes estaban preparando un «estudio sobre la formación de la gran propiedad de dos condes leoneses en la primera mitad del siglo xi».137 En 1932, con la creación del Instituto de Estudios Medievales, colaboró en la 1.ª Sección junto con García de Valdeavellano. Para la recogida de materiales realizará una serie de viajes durante los meses de verano de este año en compañía de Pilar Loscertales por los archivos de León, Astorga, Carrizo de la Rivera, Oviedo, Gijón y Avilés.138 Durante los cursos siguientes, prosiguió en sus estudios sobre las grandes propiedades laicas en León y Castilla en el siglo xi y, en colaboración con García de Valdeavellano, continuó ayudando como en cursos anteriores a Sánchez-Albornoz en la reunión de materiales para la elaboración de una Historia de las instituciones sociales, políticas, y económicas de León y Castilla desde Fernando I hasta la muerte de Alfonso VII, dentro de los trabajos de la primera sección.139 Allí coincidió con Gerardo Núñez, Carmela Pescador, Carmen Caamaño, Ramón Paz y Consuelo Gutiérrez del Arroyo, compañeros suyos también en el Archivo Histórico Nacional. Pero Concepción Muedra además desempeñó funciones docentes en la Universidad Central en la cátedra de Sánchez-Albornoz, como profesora ayudante de la asignatura
AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de titulación, 32/14040, Exp. 7073-33. CDRE-AJAE. Expediente, 104-846. 135 AHN.SECRETARÍA. Expediente personal de Concepción Muedra Benedito,190; Ruiz Cabriada, Agustín. Bio-bibliografía, p. 682. 136 JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1928-1929 y 1929-1930, pp. 176-177. 137 JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1931 y 1932, p. 150. 138 Ibidem, p. 152. 139 JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1933 y 1934, 1935, pp. 239-240. 133 134
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«Historia de España antigua y media» desde 1925 hasta 1933.140 Justo antes de estallar la Guerra Civil estaba previsto que se encargara también de la cátedra de «Historia universal antigua y media», para cubrir el puesto vacante tras las jubilación del catedrático Eduardo Ibarra y Rodríguez.141 Se le auguraba, por tanto, un buen porvenir en la vida académica, que se frustró bruscamente por los acontecimientos que se desarrollaron. Estas circunstancias también tuvieron su efecto negativo en la solicitud que hizo el 6 de febrero de 1936 de una pensión para estudiar durante seis meses en los archivos ingleses documentos españoles referentes a la historia medieval. Aunque su petición fue aprobada, la O. de 11 de septiembre de 1936 declaraba caducadas todas las pensiones en el extranjero, con lo cual no pudo disfrutar de ella.142 En 1937 fue evacuada junto con otros funcionarios a Valencia, donde fue adscrita en comisión de servicios a la Biblioteca Universitaria.143 La Guerra Civil marcó toda su trayectoria posterior, tanto humana como profesional. Tras el expediente sancionador de depuración fue separada del servicio.144 Marchó exiliada a México,145 donde formó junto con Silvio Zavala, Rafael Altamira, Ramón Iglesias, Agustín Millares, José Miranda y José Gaos el núcleo central del profesorado
AGUCM, P-616,11 y ACFGH-UCM, 104/09-12,1. En su expediente personal universitario se conserva el nombramiento como auxiliar temporal con fecha 3 de noviembre de 1932, adscrita a las cátedras de «Historia de la Edad Media» y de «Paleografía». AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de profesor auxiliar temporal, 32/16199, Exp. 9951-103. 141 Se conserva la propuesta de la Junta de Profesores de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central de 19 de febrero de 1936, donde se la propone para este puesto. Véase AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de profesor auxiliar temporal, 32/16199, Exp. 9951-103 y en AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de titulación, 32/14040, Exp. 33; Rodríguez López, Carolina. «Experiencias universitarias en torno a 1910. En el centenario del acceso de la mujer a los estudios universitarios», Participación Educativa, 15 (noviembre 2010), p. 217. 142 Fue aprobada en la sesión de 23 de junio de 1936 y se publicó en la Gaceta de Madrid de 23 de julio. Véase CDRE-AJAE. Expediente, 104-846. 143 Puesto en contacto con Irene Manclús Cuñat, del Archivo Universitario de Valencia, me ha proporcionado una ficha cuyo único dato que consta es su llegada procedente del Archivo Histórico Nacional, donde trabajaba en la Sección de Clero. La referencia es Archivo Universitario de Valencia. Biblioteca Universitària, 67, n.º 37. De aquí han tomado la noticia Lluch Adelantado, Ascensión y Sevilla Moreno, Carolina. «Biblioteca Universitaria y Provincial, 1936-1939. Documentación», en Estudios dedicados a Juan Peset Aleixandre, Valencia, Universidad de Valencia, 1982, t. II, pp. 601-615. Agradezco a Irene Manclús las molestias que se ha tomado para buscar, aunque infructuosamente, más datos sobre la estancia de Concepción Muedra en dicha institución. 144 Otero Carvajal, Luis Enrique. «La destrucción de la ciencia en España. Las consecuencias del triunfo militar de la España franquista», Historia y Comunicación Social, n.º 6 (2001), p. 177; Otero Carvajal, Luis Enrique (dir.). La destrucción de la ciencia en España. Depuración universitaria en el franquismo, Madrid, Universidad Complutense, 2006, p. 129. 145 Conocemos la fecha en que entró en México como exilada. Tuvo lugar el 28 de mayo de 1940. El dato figura en AGA. CULTURA. Registro de Inmigrantes Españoles en México (copia digitalizada). Ficha de Concepción Muedra Benedito: REMEX-M0024-0517, REMEX-M0024-0518, REMEX-M0024-0519, REMEXM0024-0520. 140
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del Centro de Estudios Históricos (1941), sección del Colegio de México, dirigida por Silvio Zavala, historiador mexicano formado en el Centro de Estudios Históricos de Madrid que pretendía con la fundación de este centro, homónimo del madrileño, difundir en aquel país las nuevas tendencias de la investigación histórica.146 Allí impartió varias asignaturas entre los años 1941 a 1946 como «Paleografía», «Fuentes para la historia de las instituciones medievales», «Historia de las instituciones medievales», «Historia medieval», «Historia medieval de España». Durante mucho tiempo fue la única mujer que dio clases en El Colegio de México, contribuyendo con ellas a despertar el gusto por la investigación documental que proporcionaba a los investigadores las herramientas para poder leer los documentos antiguos.147 También dictó clases, una vez inaugurada la Escuela Nacional de Bibliotecarios y Archivistas (ENBA) en 1945, junto con otros exiliados como José Ignacio Mantecón, Agustín Millares Carlo y Juan Vicens de la Llave.148 Estas adversas circunstancias personales incidieron profundamente en su labor investigadora como medievalista. Solamente nos dejó dos artículos publicados en el Anuario de Historia del Derecho Español de 1928 y de 1929. En el primero, muy breve, publica con una breve introducción cinco leyes otorgadas por Alfonso X solicitadas por Medina del Campo para complementar su fuero, que no se ha conservado.149 El segundo da a conocer once documentos procedentes de los archivos de la colegiata de San Isidoro de León, catedral de Mondoñedo y catedral de León, que arrojan luz para el estudio de las behetrías de León y Galicia, así como para un mejor conocimiento de la curia regia de León y Castilla, temas en los que estaba embarcado SánchezAlbornoz.150 De hecho, en los referentes a las behetrías, se señala que vienen a confirmar la teoría de este frente a Mayer. Esta publicación era el fruto del viaje organizado por Sánchez-Albornoz a los archivos del noroeste de España durante el mes de junio de 1929, en búsqueda de nuevos documentos, como la misma Concepción Muedra lo
Lida, Clara E. La Casa de España en México, en colaboración con José Antonio Matesanz y la participación de Beatriz Morán Gortari, México, D.F., El Colegio de México, 1988, p. 127 (= Lida, Clara E. La Casa de España en México); López Sánchez, José M.ª. «El exilio científico republicano en México: la respuesta a la depuración», en Luis Enrique Otero Carvajal (dir.), La destrucción de la ciencia en España. Depuración universitaria en el franquismo, Madrid, Universidad Complutense, 2006, p. 193. 147 Lida, Clara E. La Casa de España en México, pp. 121-122, 124; Lida, Clara E. et al. La Casa de España y el Colegio de México. Memoria, 1938-2000, México, D.F., El Colegio de México, 2000, pp. 181-184. 148 Armendáriz Sánchez, Saúl y Ordóñez Alonso, M.ª Magdalena. «La aportación de los refugiados españoles a la Bibliotecología Mexicana. Notas para su estudio», Clío, n.º 8 (1999), [s. p. 6]. 149 «Adiciones al Fuero de Medina del Campo», Anuario de Historia del Derecho Español, V (1928), pp. 448-450. 150 «Nuevas behetrías de León y Galicia y textos para el estudio de la Curia regia leonesa», Anuario de Historia del Derecho Español, VI (1929), pp. 408-428. 146
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advierte en su introducción a la publicación.151 De esta fructífera campaña, hace referencia Sánchez-Albornoz a Concepción Muedra en varias ocasiones.152 El resto de su obra se limita a recensiones de tres libros y una necrológica del historiador del derecho francés Robert Génestal, todas ellas publicadas en el Anuario.153 Igualmente, por una noticia publicada en esta revista, sabemos que había presentado un trabajo titulado «Datos para el estudio de la formación de una gran propiedad leonesa en el siglo xi» a la Semana de Historia del Derecho celebrada en Madrid y Salamanca en 1933154 y que estaría en relación con los trabajos que llevaba a cabo en el Centro de Estudios Históricos ya mencionados.155 2.4. Carmen Caamaño Díaz Carmen Caamaño nació en Madrid el 11 de abril de 1909. Estudió el bachillerato en el instituto San Isidro de Madrid, tras lo cual se matriculó en la Universidad Central donde se licenció en Filosofía y Letras (Sección de Historia) en 1932.156 Nada más acabar la carrera continuó su formación en el Centro de Estudios Históricos. Allí, en el Instituto de Estudios Medievales, se integró en la 3.ª Sección de Diplomas, bajo la dirección de Sánchez-Albornoz, donde formaba parte del equipo de trabajo que elaboraba el índice de documentos reales anteriores a 1037, como paso
Ibidem, p. 408. Sánchez-Albornoz, Claudio. «Un viaje a los Archivos Catedrales del Noroeste», en Anuario de Historia del Derecho Español, VI (1929), pp. 580, 581 y 583. 153 [Recensión de la obra] Mélanges d´Histoire offerts a Henri Pirenne par ses anciens élèves et ses amis a l´ocasion de sa quarantième année d´enseignenment a l´Université du Gand, 1886-1926, Anuario de Historia del Derecho Español, V (1928), pp. 526-535; [Recensión de la obra] La schiavitá domestica in Sicilia dopo i Normandi de M. Gaudioso, Anuario de Historia del Derecho Español, VII (1930), pp. 535-537; [Recensión de la obra] Mélanges Paul Fournier, Anuario de Historia del Derecho Español, VIII (1931), pp. 528-535; «Robert Génestal (18721931)», Anuario de Historia del Derecho Español, IX (1932), pp. 496-498. 154 «Datos para el estudio de la formación de una gran propiedad leonesa en el siglo xi», cit. en Semana de Historia del Derecho (Madrid-Salamanca, 25 abril-3 de mayo de 1932), Anuario de Historia del Derecho Español, IX (1932), p. 490. 155 JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1931 y 1932, p. 150. 156 Certificación académica expedida el 28 de mayo de 1932 incluida en su expediente personal. No figura explícitamente la fecha de licenciatura. Cursó los años 1927-1928 a 1930-1931. En el curso 1929-1930 se matriculó y examinó de «Lengua Latina 1.º de Ampliación» y en el de 1930-1931 de «Bibliología», ambas correspondientes a la Sección de Letras y complementarias de Archivos. Véase AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Auxiliar de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos de Carmen Caamaño, 42/5264. Sobre su vida, puede consultarse Montero Caldera, Mercedes. «Vida de Carmen Caamaño Díaz: una voz del exilio interior», Espacio, Tiempo y Forma. Serie V: Historia Contemporánea, n.º 12 (1999), pp. 239-266, donde se hace mención de pasada a su actividad profesional en los archivos (= Montero Caldera, Mercedes. «Vida de Carmen Caamaño Díaz: una voz del exilio interior»). 151 152
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previo a la publicación del primer volumen de Diplomata et Chartae de los Monumenta Hispaniae Historica. En esta sección trabajó junto con sus futuros compañeros del Archivo Histórico Nacional, Ramón Paz, Gerardo Núñez y Consuelo Gutiérrez del Arroyo. Como parte de este trabajo, durante el verano de 1932, realizó una serie de viajes para recoger materiales, visitando en compañía de Pilar Loscertales los archivos de León, Astorga, Carrizo de Rivera, Oviedo, Gijón y Avilés, para la búsqueda de documentos para los trabajos del centro.157 Como trabajos más concretos sabemos que en la Sección de Fueros llevó a cabo la transcripción de diversos textos, destacando entre ellos una serie de sentencias dictadas por los Justicias de Aragón y sus lugartenientes. Asimismo, hizo la transcripción del fuero romanceado de Palenzuela y preparaba un estudio sobre sus relaciones con la versión latina.158 De todos estos trabajos que emprendió durante esta etapa no tenemos constancia de que publicara ninguno de ellos, salvo la edición del fuero romanceado de Palencia, a la cual nos referiremos luego.159 Trabajó como auxiliar interino en el Archivo Histórico Nacional desde el 30 de abril de 1932 (O. de 26 de abril de 1932) hasta el 9 de enero de 1933, que cesó al ser nombrada funcionaria del Cuerpo Auxiliar de Archivos, Bibliotecas y Museos en virtud de oposición. Este año ingresó por oposición en el Cuerpo Auxiliar de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos (O. 9 de enero de 1933) con destino en la Biblioteca Nacional hasta el 29 de julio de 1939 que fue separada del servicio. Juzgada por un Tribunal Militar, acusada de un delito de auxilio a la rebelión militar con las circunstancias y agravantes de peligrosidad y trascendencia, fue condenada a una pena de 12 años y un día de reclusión menor (25 de agosto de 1939). Con posterioridad y pese a estar separada del servicio, trabajó desde octubre de 1970 de forma desinteresada en la Sección de Clero del Archivo Histórico Nacional colaborando con Pilar Loscertales, jefa de dicha sección, en el cotejo y corrección de fichas del Cartulario de Sobrado. A partir de 1972, fecha del fallecimiento de Pilar Loscertales, llevó a cabo la redacción de los índices onomástico y geográfico.160 Tras la revisión de su expediente, que fue resuelto favorablemente por la Sección de Recursos del Ministro de Educación y Ciencia el 29 de octubre de 1973, se reincorporó al Cuerpo Auxiliar de Archivos, Bibliotecas y Museos «sin sanción alguna». Reingresó, por tanto, en la administración por O. M. de 3 de diciembre de 1973 con destino
JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1931 y 1932, pp. 151-152. JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1933 y 1934, pp. 242-243. 159 Véase nota 162. 160 AHN.SECRETARÍA. Expediente personal de Carmen Caamaño, 34. 157 158
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provisional en el Archivo Histórico Nacional, puesto en el que fue confirmado por concurso de traslados de 23 de septiembre de 1974. Finalmente, se jubiló el 27 de diciembre de 1977. Su militancia política marcó totalmente la vida y la obra de Carmen Caamaño. Comprometida en la defensa de la República, militante del Partido Comunista Español desde 1937, participó también en la fundación de la FUE durante su época de estudiante, formando parte de su Junta Directiva. Fue también gobernadora civil de Cuenca a finales de la Guerra Civil.161 Las consecuencias laborales fueron, como hemos visto, la separación de su puesto de trabajo durante treinta y cuatro años. En cuanto a su incipiente formación como medievalista y su profesión de archivera también quedó definitivamente truncada, pues solo llegó a publicar un artículo en el Anuario de Historia del Derecho Español, donde ofrece una versión romance del fuero concedido a Palencia por Alfonso X.162 Publicada ya la versión latina del mismo en tres ocasiones, la versión romance, aunque conocida ya por Floranes, se conservaba inédita en el archivo catedral de Palencia, la cual fue objeto de su trabajo.163 2.5. Pilar Loscertales Baylín164 Pilar Loscertales Baylín nació en Zaragoza el 26 de agosto de 1910.165 Estudió el bachillerato en el instituto Cardenal Cisneros de Madrid, donde obtuvo el grado de bachiller el 10 de marzo de 1917. Los estudios universitarios los realizó en la Universidad Central, donde se licenció en Filosofía y Letras (Sección de Historia) el 26 de septiembre de 1930 con nota de sobresaliente y Premio Extraordinario de licenciatura.166
Montero Caldera, Mercedes. «Vida de Carmen Caamaño Díaz: una voz del exilio interior», p. 245; Benito Santos, Marisol y Muñoz Sánchez, Esmeralda «Julia Álvarez Resano y Carmen Caamaño Díaz: pioneras políticas al frente de un Gobierno civil», en Francisco Alía Miranda y Ángel Ramón Valle Calzado (coords.), La guerra civil en Castilla-La Mancha, 70 años después: Actas del Congreso Internacional, Cuenca Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 2008, pp. 1117-1138; Poveda Sanz, María. Mujeres y segunda enseñanza en Madrid (1931-1939), p. 219; Educación, ciencia y cultura en España, pp. 129-132. 162 «El fuero romanceado de Palencia», Anuario de Historia del Derecho Español, XI (1934), pp. 503-522. 163 Ibidem, p. 504. 164 Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «Loscertales Baylin, Pilar», en Diccionario Biográfico Español, Madrid, Real Academia de la Historia, 2012, v. XXXI, p. 158, donde se recoge toda la bibliografía anterior. 165 Ruiz Cabriada, Agustín. Bio-biliografía, p. 549; [Martínez Bara, José Antonio] «Loscertales Baylín, M.ª Pilar», en Gran Enciclopedia de Aragón, Zaragoza, Unión Aragonesa del Libro, 1981, t. VIII, 1981, p. 2102. Estos trabajos ofrecen una visión muy esquemática de su vida y los datos aportados a veces contienen errores. Hemos reconstruido su carrera administrativa a través de los expedientes conservados en el AHN, AGA y Biblioteca Nacional: AHN.SECRETARÍA. Expediente personal de Pilar Loscertales Baylín,35; ARCHIVOBNE, BN. Expediente, 3154-8. 166 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de titulación (licenciado), 32/14060. 161
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El 6 de junio de 1930 solicitó el nombramiento de aspirante al Magisterio Secundario del Instituto-Escuela de Segunda Enseñanza, dependiente de la Junta para Ampliación de Estudios, en la Sección de Geografía e Historia, siendo admitida el día 26, puesto que desempeñó desde octubre de 1930 hasta junio de 1931.167 Recién terminados los estudios universitarios opositó al Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, donde ingresó por oposición el 8 de agosto de 1931. Su primer destino fue la Biblioteca Universitaria de Salamanca (O. de 8 de agosto de 1931), desde donde pronto se trasladó a la Biblioteca Nacional (O. M. de 27 de noviembre de 1931). Su formación como medievalista se inició en el Centro de Estudios Históricos bajo la dirección de Sánchez-Albornoz en el Seminario de Historia de las Instituciones Medievales Españolas. Aquí coincidió con el que sería luego su marido, Luis García de Valdeavellano, y también con sus futuros compañeros en el Archivo Histórico Nacional, José M.ª Lacarra, Ramón Paz, Concepción Muedra y Carmela Pescador. Con esta última opositó al Cuerpo Facultativo, aprobando ambas en la promoción de 1931. Según las Memorias de la Junta su vinculación con el centro tuvo lugar a partir del curso 1929-1930, donde participó en el Seminario de Historia de las Instituciones Medievales, iniciado el curso anterior dedicado al estudio de los infanzones en España. Allí comenzó también a preparar su tesis doctoral sobre la inmunidad en Aragón dirigida por Sánchez-Albornoz,168 pero no tenemos constancia de que la llegase a terminar.169 En 1932 tuvo lugar la reestructuración del centro con la creación del Instituto de Estudios Medievales, donde Pilar se encuadrará en la Sección 2.ª de Fueros, bajo la dirección de Galo Sánchez, quien estaba realizando un catálogo actualizado de fueros y cartas pueblas. Con este fin realizará una serie de viajes en el verano de 1932 en compañía de Concepción Muedra, para la búsqueda de documentos por los archivos de León, Astorga, Carrizo de la Rivera, Oviedo, Gijón y Avilés.170 Al año siguiente trabajaba conjuntamente con José M.ª Lacarra en la preparación de la edición del fuero extenso de Tudela y continuó con las visitas, esta vez recogiendo materiales para la publicación del volumen de documentos asturleoneses hasta 1037, en los archivos de Teruel, Huesca, Barbastro y Mosqueruela.171
CDRE-AJAE. Expediente, 88-349. Certificado firmado por José Castillejo conservado en AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 42/5049. 168 JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1928-1929 y 1929-1930, pp. 176-177. 169 En la solicitud de pensión que presenta a la Junta que veremos a continuación dice que la tesis versa sobre la paz pública en la Edad Media. 170 JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1931 y 1932, pp. 151-152. 171 JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1933 y 1934, p. 245. 167
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Con esta buena preparación, terminados los estudios universitarios y con una plaza de archivera del Cuerpo Facultativo, solicitó una pensión de la Junta para Ampliación de Estudios en 1935 para viajar durante ocho meses por Francia, Alemania, Austria e Italia y estudiar allí en los seminarios de Olivier Martin y Ferdinand Lot (Francia), Stutz (Berlín), Dopsch (Viena) y Roberti (Milán), para preparar su tesis doctoral sobre la paz pública en la Edad Media española.172 Al igual que en el caso de Lacarra, todas estas personas eran conocidas entre los miembros del Anuario, donde se recensionaban sus publicaciones y todos, salvo Stutz, fueron invitados a la Semana de la Historia del Derecho Español de 1932-1933,173 ocasión propicia, por tanto, para afianzar sus contactos y facilitar sus investigaciones en sus respectivos países. Como con su solicitud no presentó ningún trabajo, desde la secretaría de la Junta se dirigieron a Sánchez-Albornoz para que informase sobre este asunto,174 a lo cual contestó pocos días después justificando y respaldando la petición de Pilar Loscertales.175 Así, el 23 de octubre de 1935 obtuvo la consideración de pensionada.176 Entre la documentación de su expediente no se conserva ningún escrito que nos informe sobre los trabajos que llevó a cabo. Únicamente tenemos certeza de su estancia en París, Berlín y de nuevo París, entre el 16 de noviembre de 1935 y el 2 de marzo de 1936 por los certificados consulares.177 Cuando su marido, el famoso historiador del derecho Luis García de Valdeavellano, obtuvo plaza de catedrático en la Universidad de Barcelona, Pilar Loscertales permutó su plaza de la Biblioteca Nacional por otra en la Delegación de Hacienda de Barcelona, que se hizo efectiva el 5 de noviembre de 1935.178 Cuando estalló la Guerra
CDRE-AJAE. Expediente, 88-349, n.º 3. «La Semana de Historia del Derecho español (Madrid-Salamanca. 25 de abril-3 de mayo de 1933», Anuario de Historia del Derecho Español, IX (1932), p. 488. 174 CDRE-AJAE. Expediente, 88-349, n.º 4. 175 CDRE-AJAE. Expediente, 88-349, n.º 5. 176 CDRE-AJAE. Expediente, 88-349, n.º 6. Compárese la facilidad con que le fue concedida la pensión, pese a no presentar ningún trabajo con el simple apoyo de Sánchez-Albornoz, o la de Pilar Loscertales, con el caso de Lacarra, al cual se le denegó por no estar «suficientemente justificada» su petición. Véase sobre este asunto lo que decimos en la p. 397 sobre Lacarra y en las pp. 437-438 sobre Pilar Loscertales. 177 Certificado del cónsul de España en Francia en París 16 de noviembre de 1935. Véase CDRE-AJAE. Expediente, 88-349, n.º 7; Certificado del cónsul de España en Berlín de 16 de diciembre de 1935, ibidem, n.º 8; Certificado del cónsul de España en Berlín de 9 de enero de 1936, ibidem , n.º 9; Certificado del cónsul de España en Berlín de 10 de febrero de 1936 (n.º 10); Certificado del cónsul de España en Berlín de 10 de marzo de 1936, ibidem, n.º 11; Certificado del cónsul de España en Berlín de 8 de abril de 1936, ibidem, n.º 12; Certificado del cónsul de España en Francia en París de 2 de marzo de 1936, ibidem, n.º 13. 178 Orden de 5 de noviembre de 1935 accediendo a la permuta de sus cargos solicitada por los funcionarios del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos doña María Luisa Aoves Barrenas y doña María del Pilar Loscertales y Baylin (Gaceta de Madrid de 7 de noviembre). 172 173
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Civil, logró pasar con su marido a San Juan de Luz, localidad francesa en la que vivieron con unos familiares durante algún tiempo hasta que pudieron regresar a España. El 29 de septiembre de 1936 obtuvo a petición propia un permiso sin sueldo «por asuntos propios» de tres meses.179 Conservamos una serie de preciosos testimonios de puño y letra de Pilar Loscertales sobre estos difíciles momentos por los que atravesó. El primero de fecha 12 de diciembre de 1936 es la instancia que dirige al Rectorado de la Universidad de Valladolid, en la que solicita una plaza en algún centro perteneciente a su distrito universitario, puesto que su marido había sido agregado a la Facultad de Derecho de esta universidad.180 El 2 de enero de 1937 fue «agregada» por el Rectorado al Archivo General de Simancas, donde trabajó desde el 28 de diciembre de 1936 en la Comisión de Cultura y Enseñanza de la Junta Técnica del Estado. Esta situación duraría poco tiempo puesto que el 8 de enero de 1937, por exigencias del destino, se la agregó a la Biblioteca Provincial y Archivo Histórico de Ávila. El 20 de enero se dirigía al presidente de la Comisión de Cultura para que no se efectuase dicho traslado, solicitud que iba avalada favorablemente por el informe del director de Simancas, Gerardo Masa, al considerarla necesaria en este centro.181 La petición no fue aceptada y tuvo finalmente que trasladarse a Ávila. Desde su nuevo destino presentó una nueva solicitud a la Comisión, alegando esta vez motivos de salud.182 Sin embargo, no consiguió volver a Valladolid hasta el 19 de septiembre de 1938 cuando el Ministerio de Educación Nacional la trasladó a la Biblioteca Universitaria de la ciudad, haciéndose cargo al mismo tiempo de la Biblioteca Popular «José de Zorrilla» y de la del Servicio «Lecturas del soldado» de la provincia. Una vez finalizada la contienda, regresará a Barcelona quedando adscrita a la Biblioteca Universitaria de Barcelona (O. M. 14 de marzo de 1939), donde permaneció hasta el 22 de noviembre de 1941 en que regresó a su primitivo destino en el Archivo de la Delegación de Hacienda de esta ciudad (O. M. de 3 de noviembre de 1941).183
Orden de 28 de septiembre de 1936 concediendo tres meses de licencia para asuntos propios a doña María del Pilar Loscertales y Baylin, funcionaria facultativa del Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos (Gaceta de Madrid de 3 de octubre). 180 AHN.SECRETARÍA,117. En la instancia se dice que para salir de Barcelona pidió una «licencia» a su jefe. El motivo de solicitar plaza en Valladolid viene justificado porque su marido, ante el imperativo de tener que presentarse ante el rector de una Universidad lo hizo en Valladolid. También se hace mención de un escrito de fecha 18 de diciembre donde su marido y ella se adherían al movimiento nacional, requisito para normalizar su situación laboral. 181 Ibidem. 182 Ibidem. 183 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 42/5049. 179
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Finalmente, por concurso de traslados se incorporó al Archivo Histórico Nacional (O. M. de 8 de noviembre de 1954), donde desempeñó la jefatura de la Sección de Clero relevando en la misma a Luis Sánchez Belda.184 Aquí permaneció hasta su muerte en un trágico accidente automovilístico el 24 de marzo de 1972.185 Su producción bibliográfica es bastante escasa. La más antigua es la edición de las Costumbres de Lérida, que apareció en 1946 entre las publicaciones de la Facultad de Derecho de Barcelona.186 La obra se publicó dentro de la colección Textos y Estudios de Historia Jurídica, dirigida por Galo Sánchez y continuada posteriormente por García de Valdeavellano.187 La edición de Pilar Loscertales mejoraba notablemente, tanto por el número de manuscritos cotejados como por la corrección del texto, a la hasta entonces única disponible en el Viaje literario de Villanueva. Todavía se la sigue citando como referencia para este texto.188 Asimismo, fue también muy valiosa su colaboración en el Diccionario de Historia de España, dirigido por Germán de Bleiberg y publicado por la Revista de Occidente. Apareció por primera vez en 1952 en dos volúmenes y en el prólogo sus editores la presentaban como una obra única en su género.189 La Sección de Historia Medieval estaba dirigida por Ángel Ferrari Núñez y Luis Vázquez de Parga. La de Instituciones Políticas, Jurídicas y Económicas, dirigida por Luis García de Valdeavellano, podía considerarse, además, como el «primer diccionario de instituciones españolas».190 Efectivamente, los artículos que recoge este diccionario sobre estos últimos temas constituían
Orden de 23 de mayo de 1958 por la que cesan y se nombran Jefes de Secciones del Archivo Histórico Nacional (BOE de 23 de junio). 185 AHN.SECRETARÍA. Expediente personal de Pilar Loscertales Baylín, 35. El pueblo más cercano a este punto kilométrico es Granja de San Pedro, muy próximo a Santa María de Huerta. 186 Costumbres de Lérida, publicadas por Pilar Loscertales de Valdeavellano, Barcelona, Universidad. Facultad de Derecho, 1946. 187 La colección se inició en 1926 con la publicación de las Costumbres de Gerona a cargo de Eduardo de Hinojosa. Al año siguiente apareció una edición del Fuero de Jaca por José M.ª Ramos Loscertales y en 1933 una edición del Recognoverunt Proceres por Jaime M. Mas. 188 Font Rius, José M.ª. «El antiguo derecho local de la ciudad de Balaguer», Anuario de Historia del Derecho Español, LII (1982), pp. 5-110. Recogido también en sus Estudis sobre el drets i institucions locals en la Catalunya medieval. Col·lectanea de treballs del professor dr. Josep M.ª Font i Rius amb motiu de la seva jubilació acadèmica, Barcelona, Publicacions i Edicions de la Universitat de Barcelona, 1985, p. 208; Barrero García, Ana M.ª. «Las costumbres de Horta, Lérida y Miravet», Anuario de Historia del Derecho Español, XLIV (1974), pp. 489, 490 y 493; García Edo, Vicente. «El parentesco entre las “Costumes” de Lérida (1228) Valencia (1238) y Tortosa (1273)», Anuario de Historia del Derecho Español, LXVII (1997), p. 174. 189 «Con cierto orgullo podemos decir que en lo conocido por nosotros, este es el primer diccionario especial de la historia de un país que se edita en el mundo», Diccionario de Historia de España. Desde sus origines hasta el fin del reinado de Alfonso XIII, Madrid, Revista de Occidente, 1952. 2 v. Véase v. 1, p. IX. 190 Ibidem. 184
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un adelanto a lo que luego sería el Curso de historia de las instituciones españolas. De los orígenes a la baja Edad Media de Valdeavellano, aparecido igualmente en esta misma editorial en año 1968, fecha en la que se publicó igualmente la segunda edición corregida y aumentada del Diccionario en tres volúmenes.191 Las contribuciones de Pilar Loscertales ascienden a ciento veinticinco voces en la primera edición del Diccionario192 y ciento veintiséis en la segunda.193 Hay una serie de ellas que figuran únicamente en la primera edición y, asimismo, otras que solo lo hacen en la segunda.194 La importancia y el valor de estos artículos han sido destacados por Pérez Prendes.195 Finalmente, nos referiremos a su edición de los Tumbos del monasterio de Sobra196 do. La obra recoge la transcripción de los tumbos que Pilar Loscertales tenía finalizada antes de acaecer su inesperada muerte. A ella se ha añadido una introducción donde se hace una breve historia del monasterio y se incluye una lista de los abades que rigieron el mismo, coetáneos de los documentos contenidos en los tumbos. Esta relación de los abades, conocida por la obra de Yepes, ha sido corregida con los datos que figuran en los tumbos. Al final del segundo volumen se han incluido los índices: cronológico de documentos, de personas y de lugares. Aunque no consta quién ha realizado la introducción y los índices, la edición estuvo a cargo de Consuelo Gutiérrez del Arroyo y los índices de Carmen Caamaño, ambas compañeras de Pilar Loscertales en el Archivo Histórico Nacional. Como conclusión podemos apuntar que el Archivo Histórico Nacional aportó a Pilar Loscertales una gran cantidad de materiales, no solo para la edición de los tumbos de Sobrado, sino también para los numerosos artículos que hizo para el Diccionario de Historia de España, que, aunque por las características de esta obra, formada por breves artículos no llevan citas documentales, su contenido denota la consulta de documentos para su realización. Todos sus trabajos, aunque no muy numerosos, están dedicados al periodo medieval.
191 Diccionario de Historia de España dirigido por Germán de Bleiberg, 2.ª ed. correg. y aum., Madrid, Revista de Occidente, 1968-1969, 3 v. 192 La lista de todas las voces se recoge en la obra citada en la nota 131, pp . 669-670, nota 1599. 193 Ibidem, p. 670, nota 1600. 194 Artículos que aparecen solo en la 1.ª ed. de 1952, v. II: «Quiebra de la moneda», p. 953. Artículos que aparecen solo en la 2.ª ed. de 1968, v. I: «Alcaide», p. 103; V. III: «Sayón», p. 625. 195 Pérez Prendes Muñoz-Arraco, José María (sic). «Luis García de Valdeavellano. Marco y notas para una biografía intelectual», Revista de Historia Jerónimo Zurita, 73 (1998), p. 280. 196 Tumbos del Monasterio de Sobrado, Madrid, Dirección General del Patrimonio Artístico y Cultural. Archivo Histórico Nacional, 1976. 2 v.
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2.6. Ramón Paz y Remolar197 Ramón Paz y Remolar nació en la villa de Simancas el 18 de septiembre de 1905, donde su padre Julián Paz y Espeso era el director del Archivo General de dicha ciudad. Fue nieto de Antonio Paz y Melia y, por tanto, la tercera generación de una familia de archiveros y bibliotecarios.198 Hizo sus primeros estudios en el instituto San Isidro de Madrid y se licenció en Filosofía y Letras por la Universidad Central el 5 de agosto de 1930.199 Siguiendo la tradición familiar ingresó por oposición en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos el 2 de julio de 1930, siendo destinado al Archivo Histórico Nacional, donde fue jefe de la Sección de Consejos y secretario del centro desde el 31 de octubre de 1939. Durante la Guerra Civil fue destinado con carácter provisional al Archivo de la Delegación de Hacienda de Almería (O. de 20 de septiembre de 1937) y dos meses después, el 29 de diciembre, al Archivo de la Corona de Aragón.200 Finalizada la guerra se reincorporó de nuevo al Archivo Histórico Nacional. Aquí permaneció hasta su traslado a la Biblioteca Nacional (O. M. de 10 de agosto de 1944), donde desempeñó la jefatura de la Sección de Manuscritos (O. M. de 28 de noviembre de 1951) hasta su jubilación.201 Poco antes de finalizar sus estudios universitarios ingresó en el Centro de Estudios Históricos bajo la dirección de Sánchez-Albornoz, en el seminario de la Sección 4.ª de Historia de las Instituciones Medievales Españolas durante el curso 1928-1929.202 Aquí coincidió con los que luego serían sus compañeros en el Archivo Histórico Nacional, José M.ª Lacarra, Pilar Loscertales, Concepción Muedra y Carmela Pescador. En 1932 se produjo la reestructuración del centro con la creación del Instituto de Estudios Medievales, donde Ramón Paz se integrará en la Sección 3.ª de Diplomas dirigida por el propio Sánchez-Albornoz, para la elaboración del índice de documentos reales publicados anteriormente a 1037. Durante el verano de 1932 viajó para la búsqueda de documentos por los archivos de Santo Domingo de la Calzada, Calahorra, Soria, San Esteban de Gormaz, Burgo de Osma, Santo Domingo de Silos, Aranda de Duero, Covarrubias, Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «Paz Remolar, Ramón», en Diccionario Biográfico Español, Madrid, Real Academia de la Historia, 2012, v. XL, p. 365, donde se recoge toda la bibliografía anterior. 198 Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «Una familia de archiveros-bibliotecarios: los Paz», Medievalismo, 4 (1994), p. 233-255 (= Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «Una familia de archiveros-bibliotecarios: los Paz»). 199 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de titulación, 32/14056, Exp. 7081-72. 200 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 42/5052. 201 Ibidem. Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «Una familia de archiveros-bibliotecarios: los Paz», p. 252. 202 JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1928-1929 y 1929-1930, p. 176. 197
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Logroño y Briviesca.203 Los viajes continuaron en los años siguientes, visitando los archivos de Burgos, Lugo, Orense, Monforte de Lemos, Logroño, Calahorra en 1933,204 Burgo de Osma, Soria, San Millán de la Cogolla, Santo Domingo de la Calzada, Bilbao, Castro Urdiales, Laredo, Santander y Santillana en 1934.205 Además de esta formación como medievalista, Ramón Paz tuvo la suerte de ejercitarse en el aprendizaje de la paleografía con Manuel Magallón y de la bibliografía con Benito Sánchez Alonso,206 dos prestigiosas figuras del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos. Manuel Magallón, el secretario del Archivo Histórico Nacional, que hemos tratado en páginas anteriores, tenía fama dentro del Cuerpo de ser un excelente paleógrafo y latinista, así como Sánchez Alonso en el campo de la bibliografía. Desde 1940 era colaborador del Instituto Jerónimo Zurita del CSIC.207 Fue propuesto junto con su compañero del Archivo Histórico Nacional Gerardo Núñez Clemente, por haber sido antiguos colaboradores de la Sección de Diplomas, para servir de enlace entre el desaparecido Centro de Estudios Históricos y el Jerónimo Zurita.208 Su labor fue eminentemente bibliográfica y desde un primer momento estuvo encargado de la «formación de un fichero de bibliografía histórica, indispensable para los investigadores».209 En 1953 sería nombrado, por acuerdo del Patronato Menéndez Pelayo, encargado de las publicaciones del Instituto Jerónimo Zurita.210 También estuvo vinculado a la Universidad Central como ayudante de clases prácticas de paleografía durante 1940 y encargado de curso durante 1941-1942; ayudante de clases prácticas de la cátedra de «Historia moderna» en 1942; «ayudante preparador de excursiones científicas» de la Facultad de Filosofía y Letras durante los años 1941, 1943- 1944, 1945 y 1946.211 Desconocemos el cometido exacto de este puesto. Por una autorización que figura
JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1931 y 1932, p. 152. A este viaje puede referirse un permiso conservado en su expediente personal de veinticinco días «para que pueda dedicarlos a una misión cultural que le ha sido confiada por el Centro de Estudios Históricos sobre Estudios Medievales», AHN.SECRETARÍA. Expediente personal de Ramón Paz Remolar, C. 191 y en AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 42/5052. 205 JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1933 y 1934, p. 245. 206 Ruiz Cabriada, Agustín. Bio-bibliografía, p. 753. 207 ARCHIVO CENTRAL DEL CSIC, 4282, Exp. 6152. 208 CSIC. Memoria de la Secretaría General. 1940-1941, p. 151; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1943, p. 141; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1945, p. 221; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Años 1946-1947, p. 264; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1949, p. 176. 209 CSIC. Memoria de la Secretaría General. 1940-1941, p. 153. 210 ARCHIVO CENTRAL DEL CSIC, 4282, Exp. 6152. 211 AGUCM, P-633, 64. El 23 de diciembre de 1966 cesa como profesor encargado de curso. Véase AGUCM, P-2530, 7; AGUCM,104/09-12,49. 203 204
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en su expediente personal en el Archivo General de la Administración con fecha de 20 de febrero de 1967, se deduce que debió de ser profesor encargado de curso de la asignatura de «Paleografía. Sección América», en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Complutense.212 Como otros personajes aquí tratados no tuvo una línea de investigación concreta, como queda bien patente por los títulos de sus publicaciones, que tampoco son muy numerosas. Entre todas ellas, tres son los trabajos dedicados al ámbito medieval. La más antigua data de 1928.213 Estaba en relación con los trabajos realizados en el Seminario de Historia de las Instituciones Medievales Españolas con Sánchez-Albornoz, en el Centro de Estudios Históricos durante el curso 1928-1929, institución donde se familiarizaría con los métodos de trabajo para la edición de fuentes históricas. Se publicaba con una breve noticia introductoria, un documento inserto en el Liber primus privilegiorum toletanae ecclesiae, procedente de la catedral de Toledo y conservado en el Archivo Histórico Nacional. Su importancia radicaba en que, por aquel entonces, constituía junto con otro dado a conocer por Sánchez-Albornoz en el mismo Anuario,214 el único testimonio de esta institución y que venía a demostrar que en el Arzobispado de Toledo se tenía conocimiento de las instituciones europeas y de su intento de aclimatarlas en Castilla y León. Habrá que esperar hasta los años setenta, prácticamente en vísperas de su jubilación, para ver publicados sus otros dos trabajos. Siguiendo la misma sistemática se hacía la publicación con un breve comentario de dos documentos, uno del Archivo Municipal de Piedrahita215 y otro de la Sección de Órdenes Militares del Archivo Histórico Nacional.216 Desde un primer momento, Ramón Paz presentó un especial interés por la bibliografía histórica. Sus publicaciones sobre este tema serán las más numerosas de todas.
«Autorización para Profesor encargado de curso de Paleografía, Sección América, de la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid, 20 de febrero de 1967», AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 42/5052. No hemos encontrado nada sobre este asunto en el Archivo de la Universidad Complutense. A ello puede referirse el documento conservado en AGUCM,104/09-12,49, donde solo se dice que fue nombrado profesor encargado de curso, sin más detalles. 213 «Un nuevo feudo castellano», Anuario de Historia del Derecho Español, V (1928), pp. 445-458. 214 Aunque no se menciona explícitamente se refiere a Sánchez-Albornoz, Claudio. «El “Juicio del Libro" en León en León durante el siglo x y un feudo castellano del siglo xiii», Anuario de Historia del Derecho Español, I (1924), pp. 382-390. 215 «Tasas de artículos, mercaderías y salarios en el siglo xv», en Homenaje a Federico Navarro. Miscelánea de estudios dedicados a su memoria, Madrid, Asociación Nacional de Bibliotecarios, Archiveros y Arqueólogos, 1973, pp. 351-372. 216 «Visitas a encomiendas de la provincia de Castilla en el siglo xv», en Miscelánea de estudios dedicados al profesor Marín Ocete, Granada, Universidad, [1974], v. 2, pp. 877-909. 212
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Como hemos mencionado, su trabajo como colaborador en el Instituto Jerónimo Zurita tuvo como objeto principal este fin. Así desde los inicios de este instituto y su revista Hispania, Ramón Paz fue el encargado de ir sistematizando toda la producción bibliográfica basada en la naciente biblioteca del centro. Estas bibliografías se publicaron anualmente en la revista Hispania entre los años 1943 y 1945.217 Al mismo tiempo fueron apareciendo otras sobre las revistas españolas de tema histórico desde 1901 a 1941.218 Desde 1946, debido a la extensión alcanzada por la Bibliografía de Ciencias Históricas la dirección de la revista decide, para facilitar su utilización, publicarla por separado como anejo de Hispania. Al mismo tiempo, para los interesados en una mayor información sobre los artículos de revistas, se publicará también una Revista de Revistas, cuya periodicidad dependerá de la publicación de las revistas y del cambio internacional.219 Del análisis de su obra no se puede afirmar que Ramón Paz sea un medievalista en el amplio sentido de la palabra, aunque por su formación creo que no cabe ninguna duda sobre ello. Sin embargo, no tiene una línea de investigación propiamente dicha centrada en la historia medieval, sino que sus trabajos parece que responden más a la oportunidad del hallazgo de algún documento —la mayoría procedente del Archivo Histórico Nacional— y su publicación con comentarios. 2.7. M.ª del Carmen Pescador del Hoyo220 Nació en Guadalajara el 18 de enero de 1911. Hizo sus primeros estudios en el instituto Cardenal Cisneros de Madrid (1921-1927). Obtuvo la licenciatura en Filosofía y Letras (Sección de Historia) por la Universidad Central el 26 de septiembre de 1930 con la
«Bibliografía [de ciencias históricas] Año 1941, Hispania. Revista Española de Historia, III, n.º 12 (1943), pp. 457-510; «Bibliografía de ciencias históricas. Año 1942», ibidem, IV, n.º 14 (1944), pp. 109-160; «Bibliografía [de ciencias históricas]. Año 1943», ibidem, IV, n.º 17 (1944), pp. 601-663; «Bibliografía de ciencias históricas. Año 1944», ibidem, V, n.º 20 (1945), pp. 449-543. 218 «Revistas y publicaciones periódicas españolas de carácter histórico desde 1901 a 1941», Hispania. Revista Española de Historia, II, n.º 8 (1942), pp. 465-480. 219 «Bibliografía de Ciencias Históricas y Revista de Revistas», Hispania. Revista Española de Historia, VI, n.º 25 (1946), pp.703-704. Este acuerdo figura también en CSIC. Memoria de la Secretaría General. Años 19461947, p. 264. Solo se publicaron dos anexos, Revista de revistas. Año 1945, Madrid, Instituto Jerónimo Zurita, 1947 y Revista de revistas. Año 1946, Madrid, Instituto Jerónimo Zurita, 1948. 220 Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «Pescador del Hoyo, M.ª del Carmen», en Diccionario Biográfico Español, Madrid, Real Academia de la Historia, donde se recoge toda la bibliografía anterior. Este artículo no se publicó en la edición en papel, únicamente en versión electrónica. Accesible en http://dbe.rah.es/biografias/56955/maria-del-carmen-pescador-del-hoyo 217
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calificación de sobresaliente y Premio Extraordinario,221 y el grado de doctor el 15 de enero de 1936, con la calificación de sobresaliente con la tesis Aportación al estudio de la caballería villana de los reinos de León y Castilla durante la Edad Media, dirigida por Sánchez-Albornoz. Trabajó en el Centro de Estudios Históricos en el Seminario de Historia de las Instituciones Medievales Españolas, dirigido por Sánchez-Albornoz, a partir del curso 1928-1929, comenzando entonces a preparar la que sería su tesis doctoral sobre la caballería villana.222 Allí coincidió con Pilar Loscertales, Concepción Muedra, José M.ª Lacarra y Ramón Paz, todos ellos futuros funcionarios al igual que ella del Archivo Histórico Nacional. Fue también profesora aspirante al Magisterio de Enseñanza Secundaria en el Instituto-Escuela en la Sección de Geografía e Historia durante los cursos 1930 y 1931, impartiendo la asignatura de «Geografía e historia de América» hasta 1934.223 Al igual que otros alumnos de Sánchez-Albornoz, se orientó por el mundo de los archivos e ingresó en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos por oposición el 8 de agosto de 1931, obteniendo destino en la Biblioteca Pública de León (8 de agosto de 1931 hasta mayo de 1932),224 desde donde se trasladó al Archivo General Central de Alcalá de Henares el 3 de mayo de 1932. Al año siguiente pasó en comisión a continuar sus servicios en la biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central (O. de 16 de octubre de 1933).225 El 7 de octubre de 1935, en aplicación del artículo 1.º del Decreto de 18 de septiembre del mismo año, por el cual se ordenaba que los funcionarios del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos volviesen a desempeñar los respectivos destinos que tenían, se reintegró al Archivo General Central de Alcalá de Henares. En julio de 1936 se encontraba en León con un permiso de quince días para efectuar investigaciones para el Centro de Estudios Históricos, cuando se vio sorprendida por el comienzo de la Guerra Civil. Ante esta situación optó por presentarse en la Biblioteca Pública de León para agregarse a su plantilla, donde permaneció hasta finales del mes de noviembre de ese año. Entonces se trasladó por asuntos familiares a la ciudad de Salamanca, adscribiéndose al Archivo de la Delegación de Hacienda, hasta que
AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de titulación (licenciado), 32/14056, Exp. 7081-74. JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1928-1929 y 1929-1930, p. 177. 223 CDRE-AJAE. Expediente, 115-388. 224 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 42/5291. 225 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 42/5291 y AGUCM, P-643, 5. 221 222
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por Orden de la de Junta Técnica pasó el 28 de marzo de 1937 a la Biblioteca Pública de Zamora.226 La falta de personal fue posiblemente la causa para que acumulase otros cargos en la ciudad. Así el 2 de abril de 1937 se le agregó también la dirección del Archivo Histórico Provincial y el Archivo de la Delegación de Hacienda de Zamora, hasta el 12 de mayo de 1941; y el 5 de septiembre de 1938, la dirección de la biblioteca del Instituto de Enseñanza Media de Zamora hasta 12 de mayo de 1941.227 Al finalizar la Guerra Civil le fue instruido expediente de depuración. Concluido en 1941, fue sancionada con la separación del servicio de la Biblioteca Pública de Zamora, quedando únicamente en el Archivo de la Delegación de Hacienda de Zamora y el Archivo Histórico Provincial de la misma localidad.228 Finalmente, tras una segunda solicitud de revisión de su expediente, a la vista del informe favorable del inspector general de Archivos y a propuesta de la Dirección General de Archivos y Bibliotecas, se resolvió favorablemente dejando sin efecto las sanciones.229 En 1949 se incorporó al Archivo Histórico Nacional (O. de 9 de mayo de 1949) al frente de la Sección de Diversos, donde permaneció hasta ser nombrada directora del Archivo General de la Administración Civil en Alcalá de Henares (O. M. de 29 de octubre de 1980), dirección que ejercía provisionalmente desde el 4 de diciembre de 1972,230 y directora honoraria desde 1981 (O. 4 de febrero de 1981).
AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de depuración, 31/6058. Según los datos que constan en un currículum personal conservado en su expediente personal del AHN, en 1933 fue pensionada para la localización de documentos reales aragoneses de la Edad Media en las provincias de Zaragoza, Huesca y Teruel y en el archivo catedral de León en julio de 1936, AHN.SECRETARÍA. Expediente personal de Mª del Carmen Pescador del Hoyo, 36. Pero como acabamos de ver en su declaración solo se menciona el viaje a Léon. En la Memoria de la JAE de los años 1933 y 1934 no se menciona a Carmela Pescador. Sí se dice, en cambio, que Pilar Loscertales visitó Teruel, Huesca, Jaca, Barbastro y Mosqueruela en 1933, JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1933 y 1934, p. 245. 227 Datos obtenidos de la hoja de servicios de 24 de marzo de 1965, incluida en AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 42/5291. 228 Orden de 12 de mayo de 1941 por la que se resuelve el expediente de depuración de la funcionaria del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, doña Carmen Pescador del Hoyo (BOE de 24 de mayo). En la hoja de servicios ya mencionada, además del Archivo de la Delegación de Hacienda de Zamora figura también el Archivo Histórico Provincial. AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 42/5291. Tras su revisión fue confirmado de nuevo al año siguiente. Orden de 27 de marzo de 1942 por la que se acuerda no haber lugar a revisión del expediente de depuración de la funcionaria del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos doña María del Carmen Pescador del Hoyo, quedando firme la sanción que le fue impuesta por Orden de 12 de mayo de 1941 (BOE de 7 de abril). 229 AHN.SECRETARÍA. Expediente personal de M.ª del Carmen Pescador del Hoyo,36. 230 O. M. de 20 de enero de 1975 por la que se incorporaba el Archivo General de la Administración Civil del Estado al Histórico Nacional, encargando al Director de este último la dirección del primero y creando en su art. 2.º el cargo 226
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La obra escrita de Carmela Pescador se acerca a la centena de títulos entre monografías y artículos.231 Un poco más de la mitad son trabajos de carácter histórico, de los cuales, un número no despreciable de ellos son aportaciones de datos proporcionados por documentos inéditos, en este caso del Archivo Histórico Nacional. Una veintena de ellos son de tema medieval. Finalmente, cuarenta y dos son publicaciones relacionadas con su profesión, la archivística. En sus trabajos de tema medieval no hay una línea de investigación temática definida, suelen ser aportaciones puntuales a un tema concreto en función del hallazgo de algún documento importante o curioso. Por este motivo realizar una clasificación de los mismos es una tarea prácticamente imposible, por lo cual los iremos viendo agrupados por temas y cronológicamente. Comenzaremos con su primer trabajo como medievalista, que fue su tesis doctoral defendida en la Universidad Central de Madrid en 1935,232 dirigida por su maestro Claudio Sánchez-Albornoz. Sin embargo, tardaría en ver la luz, ya que no se publicó hasta los años sesenta en cuatro largos artículos aparecidos en los Cuadernos de Historia de España.233 Sin lugar a duda, estamos ante el trabajo más importante de Carmela Pescador. Además, se trata de una de las contribuciones más notables que se han escrito sobre la caballería popular, matizada, discutida en algunos puntos, pero no superada en su conjunto. Planteado desde un punto de vista histórico institucional y basado en una consulta prácticamente exhaustiva de las fuentes, se estudia esta peculiar institución desde sus orígenes, prolongándose en el caso de los caballeros de cuantía hasta su desaparición en 1618. En el caso de estos últimos, los caballeros cuantiosos fueron objeto de un
de Subdirector del mismo (BOE de 1 de marzo). Fue propuesta y nombrada provisionalmente Carmen Pescador el 31 de marzo de 1975. Véase AHN.SECRETARÍA. Expediente personal de M.ª del Carmen Pescador del Hoyo, 36. 231 Quedan excluidos los artículos publicados en la prensa periódica. 232 Hemos intentado infructuosamente localizar el ejemplar en el Depósito de Tesis de la Universidad Complutense. Aparece citada en la obra de Bullón Fernández, Alfonso. Catálogo de tesis doctorales sobre Geografía e Historia que se conservan en el Archivo de la Universidad Complutense de Madrid, 1900-1987, Madrid, ADES, 1988, p. 13, donde figura como Retenida. 233 Pescador del Hoyo, Carmela. «La caballería popular en León y Castilla», Cuadernos de Historia de España, XXXIII-XXXIV (1961), pp. 101-238; XXXV-XXXVI (1962), pp. 56-201; XXXVII-XXXVIII (1963), pp. 88198; XXXIX-XL (1964), pp. 169-260. Conservamos seis cartas inéditas dirigidas por Sánchez-Albornoz a Carmela Pescador desde Buenos Aires. Nos interesan particularmente para este asunto tres, una fechada en 1965 y dos en 1969. En ellas Sánchez-Albornoz, con el lenguaje castizo que le caracteriza salía al paso de las reclamaciones que le debió hacer Carmela Pescador pidiéndole separatas de su trabajo y que no debieron llegar. En otra, de 1970 le agradecía su felicitación por la concesión del premio Feltrinelli y, en otra de 1972, le daba el pésame por el fallecimiento de su marido. AHN.DIVERSOS-COLECCIONES,12,N.904, AHN.DIVERSOS-COLECCIONES,17,N.1596, AHN.DIVERSOS-COLECCIONES,17,N.1597 y AHN.DIVERSOSCOLECCIONES,17,N.1599. [431]
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detallado y amplio estudio por Pérez Prendes publicado en 1960. Debieron cruzarse en el camino y esa es la razón por la que Carmela Pescador no hace referencia a él.234 Uno de los primeros intereses de Carmela Pescador fue la historia local de Zamora, hecho que se puede explicar por ser esta ciudad su primer destino profesional. Fue en Zamora donde en 1948 aparecieron sus primeras publicaciones de las que tenemos noticia. Allí aprovechó los archivos de la ciudad para sacar adelante varios trabajos relacionados con ella, especialmente el Archivo Histórico Provincial.235 Años después, volverá a ocuparse de este mismo tema en un artículo publicado en 1966,236 pero centrándose especialmente en aclarar la fecha y el lugar del nacimiento de Fernando III, mediante el análisis en profundidad de todas las fuentes documentales disponibles.237 En estos trabajos se utilizan ya fondos del Archivo Histórico Nacional. El Archivo Municipal de Zamora le proporcionó también un curioso documento en el que puede vislumbrarse el descubrimiento de América238 y otro sobre Ali Dordux.239 Este gusto por la historia local zamorana lo mantuvo a lo largo de toda su vida, publicando numerosos artículos de divulgación histórica en el Correo de Zamora, y a ella dedicó sus últimos trabajos en los años finales de su vida.240 Instalada ya en Madrid, en el Archivo Histórico Nacional, será la Sección de Diversos, cuya jefatura desempeñó, la que le proporcionaría muchos materiales para sus trabajos. La gran variedad temática que ofrece esta sección quedará perfectamente
Pérez Prendes en su artículo se hace eco de la tesis de Carmela Pescador que estaba todavía inédita, tomando la información de Sánchez-Albornoz. Véase Pérez Prendes y Muñoz de Arraco, José Manuel. «El origen de los caballeros de cuantía y los cuantiosos de Jaén en el siglo xv. Notas para su estudio», Revista Española de Derecho Militar, 9 (1960), pp. 111-175. Reeditado en Interpretatio. Revista de Historia del Derecho, VII-I (1999), p. 125, nota 40. Citamos por la primera edición. 235 El santo rey Fernando III y su tierra de Zamora, Zamora, Diputación Provincial de Zamora, 1948. Igualmente se puede incluir aquí por estar relacionado con Zamora y aparecer el mismo año su obra Archivo Municipal de Zamora. Documentos históricos, Zamora, Excmo. Ayuntamiento de Zamora, 1948. 236 «Cuándo y dónde nació Fernando III el Santo (Estudio histórico)», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, LXXIII, n.º 2 (1966), pp. 499-553. 237 El trabajo contiene 237 notas a pie de páginas con las citas de las mismas. 238 «Un documento curioso sobre el descubrimiento de América», Revista Chilena de Historia del Derecho, I (1959), pp. 53-58; «Un interesante documento relacionado con el descubrimiento de América. Nueva Interpretación», Revista Chilena de Historia del Derecho, II (1961), pp. 63-67. 239 «Ali Dordux, un personaje controvertido», Anuario de Estudios Medievales, 17 (1987), pp. 491-500. 240 «Los gremios artesanos en Zamora», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, LXXV, n.os 1-2 (1968-1972), pp. 183-200; LXXVI, n.º 1 (1973), pp. 13-60; LXXVII, n.º 1 (1974), pp. 67-101; LXXVII, n.º 2 (1974), pp. 449520; LXXVIII, n.º 1 (1975), pp. 111-188; «Fuentes documentales para la historia de Zamora en el Archivo General de la Administración del Estado», en Primer Congreso de Historia de Zamora, Zamora, Instituto de Estudios Zamoranos, 1989, t. I: Fuentes documentales, pp. 109-119. 234
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reflejada también en las publicaciones que va dando a luz, caracterizada por la heterogeneidad, aunque con una cierta predilección por la época medieval. Así en 1952 da a conocer un poeta desconocido de la corte de Alfonso el Magnánimo, encontrado en los fondos de la Comunidad de Daroca y que compone una loa funeraria al monarca.241 Mayor entidad tiene otro trabajo sobre la entrega de la Alhambra por Boabdil a los Reyes Católicos.242 Este trabajo supone una notable aportación al conocimiento de la toma de Granada en 1492 por los Reyes Católicos. A los documentos ya conocidos, Carmela Pescador va a añadir uno nuevo inédito localizado en la Sección de Clero del Archivo Histórico Nacional, entre los legajos de la provincia de Valladolid y que pasará entonces a la de Diversos.243 Complemento de este trabajo244 es el publicado al año siguiente donde estudia y edita dos cartas inéditas conservadas en el códice 263 de la biblioteca de San Marcos de Venecia.245 Uno de los hechos que más han transcendido de Carmela Pescador a los estudios medievales fue el descubrimiento de tres breves poemas, desconocidos hasta entonces, entre los fondos de la Sección de Diversos del Archivo Histórico Nacional. El primero es un relato sobre el pecado original; el segundo, que lleva el título «¡Ay Iherusalem!», es una lamentación sobre la pérdida de los Santos Lugares, así como de las calamidades acaecidas a raíz de esta pérdida; el tercero, consiste en una breve exposición de los Diez Mandamientos. El documento que nos ha transmitido estos textos carece de autor y fecha. El trabajo se acompaña de la edición y un estudio paleográfico y diplomático, por el que la autora fija su fecha hacia finales del siglo xiv o comienzos del xv.246 El texto que ha suscitado mayor interés entre los estudiosos de la literatura medieval desde el mismo instante de su descubrimiento ha sido, sin lugar a duda, el poema «¡Ay Iherusalem!». En el mismo número de la revista, a continuación del trabajo de Carmela Pescador, se incluía otro del filólogo Eugenio Asensio, para quien esta obra no tiene comparación con ninguna otra de nuestra literatura medieval. Situaba su composición entre 1272 y 1276, durante el pontificado de Gregorio X con motivo de la celebración del Concilio II de Lyon, convocado para obtener recursos ante la toma de «Un poeta desconocido de la Corte de Alfonso V de Aragón», Estudios de la Edad Media de la Corona de Aragón, V (1952), pp. 453-456. [AHN.DIVERSOS-COMUNIDADES,42,N.2]. 242 «Cómo fue de verdad la toma de Granada», Al-Andalus, XX, fasc. 2 (1955), pp. 283-344. 243 [AHN.DIVERSOS-CONCEJOS_CIUDADES,48]. 244 De hecho, ya se anunciaba la publicación del mismo, op. cit., p. 289, nota 5. 245 «Dos cartas inéditas al Dux de Venecia sobre la toma de Granada», Estudios de la Edad Media de la Corona de Aragón, VI (1956), pp. 477-483. 246 «Tres nuevos poemas medievales», Nueva Revista de Filología Hispánica, XIV, n.os 3-4 (1960), pp. 242-250. Incluye tres láminas con la reproducción del documento. [AHN.DIVERSOS-COLECCIONES,337]. 241
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Jerusalén en 1244 por los musulmanes. Como afirma Asensio, «el poema únicamente tiene sentido si lo emplazamos en una determinada coyuntura política e ideológica de la cristiandad».247 A continuación, estudia con detalle la situación histórica en que se gesta el poema basado en las fuentes coetáneas, así como la realidad histórica de los hechos narrados, los caracteres lingüísticos, el género literario y la métrica.248 El poema sigue despertando interés en nuestros días, como lo demuestran los trabajos que siguen apareciendo sobre él. Destacaremos entre ellos los de Enzo Franchini, gran estudioso del poema, quien tras la aportación de nuevas fuentes literarias llega a precisar el autor y su fecha, «un clérigo castellano, probablemente un dominico o un franciscano, durante el Concilio o muy poco después, en todo caso durante los últimos años del reinado de Fernando III el Santo (es decir, entre 1245 y 1252)».249 Complementa, por tanto, el trabajo de Eugenio Asensio mencionado. En 2007, Enzo Franchini hacía una nueva edición paleográfica del poema, pues en su opinión la transcripción de Carmela Pescador contenía algunos errores de lectura. Calificada por él como semipaleográfica, no satisfacía los criterios de una edición moderna y filológicamente rigurosa.250 La Santa Hermandad fue objeto también de un notable trabajo para el que se sirvió del importante fondo que sobre esta institución se conserva en la Sección de Diversos del Archivo Histórico Nacional,251 institución que contaba con escasos trabajos hasta el momento, todos ellos carentes de una base documental sólida.252 La autora parte
Asensio, Eugenio. «¡Ay, Iherusalen! Planto narrativo del siglo xiii», Nueva Revista de Filología Hispánica, xiv, n.os 3-4 (1960), p. 252. 248 Ibidem, p. 252. 249 Franchini, Enzo. «Ay, Iherusalem»: Nuevas fuentes y fecha de composición», Revista de Poética Medieval, n.º 15 (2005), pp. 11-38. Se basa en una serie de argumentos intratextuales y extratextuales que desarrolla en las pp. 34-38. 250 Franchini, Enzo. «Ay, Iherusalem»: ediciones paleográfica y experimental», Incipit, n.º 27 (2007), p. 70. 251 «Los orígenes de la Santa Hermandad», Cuadernos de Historia de España, LV-LVI (1972), pp. 400-443 (= Pescador del Hoyo, M.ª del Carmen. «Los orígenes de la Santa Hermandad»). Posteriormente publicó un resumen del mismo «Los orígenes de la Santa Hermandad», en VII Centenario del infante don Fernando de la Cerda: Ciudad Real, abril 1975: Ponencias y comunicaciones, [coordinador de la ed., Manuel Espadas Burgos], [Albacete], Instituto de Estudios Manchegos, 1976, pp. 171-178. Sobre este tema, pero para un periodo posterior, es su trabajo «Madrid y la Santa Hermandad Vieja de Ciudad Real: siglos xviii y xix», Anales del Instituto de Estudios Madrileños, VIII (1972), pp. 309-353. 252 El trabajo pionero moderno con base documental de la Biblioteca Nacional es el de Suárez Fernández, Luis. «Evolución histórica de las hermandades castellanas», Cuadernos de Historia de España, XVI (1951), pp. 5-78. Posteriormente al trabajo de Carmela Pescador se publicó la obra de conjunto de Álvarez de Morales, Antonio. Las Hermandades, expresión del movimiento comunitario en España, [Valladolid], Universidad de Valladolid, 1974, donde las Hermandades de Toledo, Talavera y Ciudad Real se trata brevemente en las pp. 73-98. En esta obra no se menciona el trabajo de Carmela Pescador y no se aporta nada nuevo. Mayor importancia tiene el libro de Sánchez Benito, José M.ª. Santa Hermandad Vieja de Toledo, Talavera y Ciudad Real (siglos xiii-xv), [Toledo], Caja de Ahorros de Toledo, 1987. Este trabajo supone un 247
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de la idea de que la Santa Hermandad de Toledo, Talavera y Ciudad Real no fue una creación ocasional surgida únicamente de las circunstancias del momento, sino que sus antecedentes podían encontrarse ya en la legislación de frontera de los reinos de Castilla y León,253 tema bien conocido para ella tratado en su tesis doctoral sobre La caballería popular. Tres documentos conservados en el Archivo Histórico Nacional sirven para el tema de otro trabajo enmarcado en la política italiana de Fernando el Católico en plena rivalidad con el rey de Francia, deseoso de recuperar la antigua posesión angevina y de ahí su empeño de conseguir que el Papa no reconociese la investidura del monarca francés.254 Pocos años después en otro trabajo ofrecerá datos complementarios sobre estos acontecimientos,255 donde además se intenta aclarar un episodio «poco claro de la vida del Gran Capitán». Aportación importante son los tres artículos sobre la construcción de la hospedería real del monasterio de Guadalupe,256 obra en la cual puso gran interés la reina Isabel. Para ello aprovecha la rica documentación de este monasterio en la Sección de Clero del Archivo Histórico Nacional. En resumen, en la obra de Carmela Pescador el Archivo Histórico Nacional tuvo un papel determinante. Aunque muy centrada sobre la época medieval, no hay una línea marcada de investigación, sino que como en otros casos responde más al hallazgo de documentos importantes durante su trabajo diario, los cuales se publican con un estudio. 2.8. Consuelo Gutiérrez del Arroyo y González Nació en Madrid el 17 de enero de 1910 y se licenció en Filosofía y Letras por la Universidad Central (Sección de Historia) el 10 de agosto de 1933. Este mismo año había iniciado su carrera en la Administración pública como funcionaria interina del Cuerpo
estudio detallado de la historia medieval de esta institución con una amplia base documental. Se menciona varias veces el trabajo de Carmela Pescador, cuyas líneas generales son aceptadas. Posteriormente, con la aparición de nuevos fondos de la Hermandad de Toledo publicó Sánchez Benito, José M.ª. «La Hermandad de los Montes de Toledo entre los siglos xiv y xv», Espacio, Tiempo y Forma. Serie III: Historia Medieval, 18 (2005), pp. 209-229. 253 Pescador del Hoyo, M.ª del Carmen. «Los orígenes de la Santa Hermandad», p. 400. 254 «Tres documentos de Federico de Nápoles en el Archivo Histórico Nacional», en Studi in onore di Riccardo Filangieri, Napoles, L’Arte Tipografica, 1959, v. II, pp . 249-260. Dos de los documentos proceden de Osuna y casa de Moncada, hoy en el Archivo Histórico de la Nobleza de Toledo y el tercero en AHN.DIVERSOSCOLECCIONES,11,N.892 255 «Datos sobre el Gran Capitán en relación con el caso de Federico de Nápoles», Estudios de la Edad Media de la Corona de Aragón, VII (1962), pp. 637-646. 256 «La hospedería real del monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe», Revista de Estudios Extremeños XXI, n.º 2 (1965), pp. 327-357; n.º 3 (1965), pp. 493-525; XXIV, n.º 2 (1968), pp. 319-388. [435]
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Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos en la Biblioteca Nacional (O. M. de 22 de junio de 1933). Su estancia en este centro fue bastante breve ya que el 21 de julio se trasladó al Archivo Histórico Nacional. No habiéndose podido incorporar a este destino se reiteró el nombramiento (O. M. de 31 de agosto de 1933), tomando posesión el 1 de septiembre.257 Dos años después, en 1935, tras aprobar la oposición (20 de febrero de 1935) ingresó oficialmente en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos con destino en el Archivo del Reino de Galicia. A los pocos meses de su incorporación solicitó la excedencia (O. M. de 6 de abril de 1935), situación en la que permaneció hasta el 11 de julio de 1941, cuando se reincorporó al servicio con destino provisional en el Archivo Histórico Nacional.258 El destino definitivo lo obtuvo meses después, en la biblioteca de la Escuela Superior de Arquitectura (O. M. de 3 de noviembre de 1941), aunque su paso por aquí fue bastante fugaz. Poco tiempo permaneció alejada del Archivo Histórico Nacional, pues al año siguiente logró regresar a este centro (O. M. de 3 de enero de 1942), donde se encargó de la Sección de Universidades.259 En 1968 pasaría a desempeñar la jefatura de la Sección de Órdenes Militares, puesto que desempeñó hasta su jubilación el 14 de enero de 1980. Consuelo Gutiérrez del Arroyo es otra de las alumnas de Sánchez-Albornoz en el Archivo Histórico Nacional. Su contacto con él se inició en la Universidad Central, donde le tuvo como profesor, lo que le marcó su vocación hacia los estudios medievales. Con ocasión de su fallecimiento nos ofrecía una entrañable imagen del maestro.260 Estas palabras nos demuestran de una manera elocuente el poder de atracción que ejercía la figura de Sánchez-Albornoz sobre sus alumnos, transmitiendo cercanía, calidez, despertando interés por los temas estudiados y, por encima de todo, mostrando una forma diferente de estudiar la historia, basada fundamentalmente en la práctica
AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 31/5590, Exp. 1376-10; AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 42/5262. 258 Orden de 11 de julio de 1941 por la que se concede el reingreso al servicio activo del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos a doña Consuelo Gutiérrez del Arroyo (BOE de 30 de julio). El director del AHN intentó adscribirla a este archivo. Así parece desprenderse de un escrito dirigido al director general de Archivos y Bibliotecas fechado el 23 de octubre de 1941. Véase ARCHIVO-BNE, BN. Expediente, 330-5. 259 El nombramiento oficial de esta jefatura no se produjo hasta 1949 por Orden de 25 de febrero de 1949. A la vista de lo expuesto en la nota anterior, es muy probable que compaginara el trabajo en esta sección, ayudando a su vez a Áurea Javierre en la Sección de Órdenes Militares. 260 Entrevista en el diario El País del 11 de julio de 1984, «La obra hablada». Disponible en http://www.elpais. com/articulo/cultura/SANCHEZ_ALBORNOZ/_CLAUDIO/obra/hablada/elpepicul/19840711elpepicul_6/ Tes (= Gutiérrez del Arroyo, Consuelo. La obra hablada). 257
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y consulta de los documentos. Esta relación se prolongó una vez finalizados los estudios universitarios al entrar a formar parte del pequeño grupo de personas que trabajaron con él directamente en el Instituto de Estudios Medievales creado en 1932, y donde terminó de perfilar su formación como medievalista.261 Dentro del Instituto, Consuelo Gutiérrez del Arroyo pasó a formar parte de la 3.ª Sección de Diplomas, dirigida directamente por Sánchez-Albornoz, y que tenía encomendada la misión de elaborar un índice de documentos reales anteriores al año 1037, como paso preliminar a la publicación del primer volumen de la serie «Diplomata et Chartae», de los Monumenta Hispaniae Historica. Formaban parte de la misma, además de ella, Ramón Paz, Gerardo Núñez, Carmen Caamaño, Ana Pardo, María Brey, Ricardo Blasco y M.ª Teresa Casares, los cuatro primeros futuros compañeros suyos en el Archivo Histórico Nacional. La realización de este trabajo necesitaba imprescindiblemente la consulta directa de los documentos, para lo cual se organizaron viajes a los archivos donde estos se conservaban. Sabemos que Consuelo visitó en el verano de 1932 los de Zamora, Benavente, Valladolid y Medina de Rioseco en compañía de Concepción de Zulueta.262 En la confección de este volumen de documentos asturleoneses hasta 1037 fue necesario elaborar previamente «un índice de documentos publicados y se han examinado, copiado o anotado numerosos documentos» del Archivo Histórico Nacional, Biblioteca Nacional, Real Academia de la Historia y biblioteca del Palacio Real. En esta labor colaboraron también Gerardo Núñez, Ramón Paz, M.ª Teresa Casares y María Brey.263 Esta etapa de su vida fue decisiva para su orientación hacia los estudios medievales y quedaría reflejada en su trayectoria profesional, estando a cargo de una de las secciones del Archivo Histórico Nacional con mayor volumen de fondos medievales, como es el caso de la Sección de Órdenes Militares. Desde su exilio en Buenos Aires, SánchezAlbornoz recurría en ocasiones a ella para que le proporcionase la copia o cotejo de algún documento.264 El 10 de noviembre de 1952 solicitó permiso para trabajar en los Archivos Nacionales de París durante ocho días, siendo autorizada para ello. Unos años después la solicitud fue para realizar investigaciones en los Archivos Nacionales de París y en el Archivo Vaticano durante un «mes poco más o menos», para lo cual obtuvo la correspondiente autorización
JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1931 y 1932, p. 132. Ibidem, pp. 151-152. 263 JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1933 y 1934, pp. 243-245. 264 Sáez, Carlos. «Epistolario de Claudio Sánchez-Albornoz y Emilio Sáez I (1948-1949)», Signo. Revista de Historia de la Cultura Escrita, 3 (1996), pp. 205-220, 219; Sáez, Carlos. «Epistolario de Claudio Sánchez-Albornoz y Emilio Sáez II (1950-1951)», ibidem, 4 (1997), p. 280. 261 262
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el 8 de junio de 1955.265 No hemos encontrado ningún informe, memoria o documento informando sobre los trabajos allí realizados. La obra escrita de Consuelo Gutiérrez del Arroyo no es muy extensa, predominando las publicaciones profesionales sobre las históricas propiamente dichas, pero todas estas son de un marcado carácter medievalista. Comenzaremos por las obras históricas. Su primera publicación tuvo lugar en el Anuario de Historia del Derecho Español de 1946,266 donde se dan a la luz unos documentos medievales de la Sección de Órdenes Militares del Archivo Histórico Nacional. Aquí podemos constatar su temprano interés por los fondos de las órdenes militares, antes de encargarse «oficialmente» de esta sección, que tuvo lugar como acabamos de ver en 1968. En este trabajo la autora da muestras de su competencia en el análisis y crítica de los documentos, aprendida, sin duda, en las clases de seminario con Sánchez-Albornoz, que como otros trabajos de sus alumnos irían apareciendo en la Sección de Documentos del Anuario. Su siguiente trabajo, esta vez de síntesis, tuvo lugar en el Diccionario de Historia de España, publicado por la Revista de Occidente en 1952, al cual ya nos hemos referido al tratar de Pilar Loscertales. Para esta obra redactó cuarenta y un artículos sobre reyes, infantes y altos personajes de la corte castellana medieval.267 En la segunda edición de 1968 su contribución fue exactamente igual. El tercer trabajo se publicó en 1957 y está en la misma línea del primero. Se trata esta vez de la publicación de un documento del fondo del monasterio de Sahagún del Archivo Histórico Nacional.268 La singularidad de este documento radica en la magnífica miniatura que incluye en su parte inferior izquierda, donde se representan a los personajes que intervienen en el negocio jurídico del mismo. Se trata de una donación que hacen dos personajes, de alto rango social sin duda, a tenor de cómo aparecen ricamente vestidos en la miniatura, a favor del monasterio de San Salvador de Villacete. Este pequeño monasterio de la Tierra de Campos fue absorbido como muchos otros por el todopoderoso Sahagún. El documento da pie a la autora para esbozar la historia de Villacete a través de otros documentos conservados en el mismo fondo, así como de la fecha en que fue confeccionada la donación que estudia, ya que se trata de una copia que tras un detallado análisis paleográfico de la letra la autora sitúa entre 1080 y 1117. En cuanto a la magnífica miniatura, motivo que dio lugar a la elección de este singular documento, se le dedica muy poco espacio. Este aspecto ha sido puesto de relieve por
AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 42/5262. 266 «Fueros de Oreja y Ocaña», Anuario de Historia del Derecho Español, XVII (1946), pp. 651-662. 267 La lista de todas las voces se recoge en la obra citada en la nota 131, p. 736, nota 1737. 268 «Sobre un documento notable del monasterio de San Salvador de Villacete», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, LXVII, n.º 1 (1959), pp. 7-19. 265
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Charles García en 1991, quien centra todo su trabajo en la misma y sobre todo en ofrecer una interpretación de su significado, complementario al del propio texto del documento.269 El resto de su producción bibliográfica está formada por instrumentos de información para facilitar el acceso a los fondos documentales, como las guías de la Sección de Órdenes Militares y de la Sección de Universidades del Archivo Histórico Nacional. Destacaremos la primera de ellas, redactada en colaboración con Áurea Javierre Mur, su antecesora en la Sección de Órdenes Militares.270 Pese a la apariencia sencilla que tiene este tipo de obras, solo quien se ha enfrentado con la organización de una sección como esta, formada por la reunión de diversos archivos, como son los de cada una de las órdenes militares más el del Consejo de las Órdenes, puede valorar debidamente la complejidad de esta clase de trabajos. Esta obra ofrece al lector una información de primera mano elaborada que evidencia desde el primer momento un conocimiento directo de los fondos. Las autoras han realizado un ingente trabajo de organización de cada uno de los archivos de las órdenes militares que fueron a reunirse en el Archivo Histórico Nacional a raíz de su supresión. Las noticias que aportan sobre ellos constituyen una verdadera primicia y pone de manifiesto la importancia que tiene esta sección para los estudios medievales que, junto con la de Clero Secular y Regular, constituyen ambas por sí mismas dos de los fondos primordiales para el estudio del medievalismo hispánico. En colaboración también con Áurea Javierre publicará un catálogo de los documentos del Archivo Secreto del Consejo de las Órdenes,271 institución que se creó a principios del siglo xvi, después de la incorporación de los maestrazgos a la Corona. La documentación aquí incluida queda fuera del periodo medieval.
García, Charles M. «El magnate, la mujer y el cura. Iconografía y “memoria” de los antepasados en el territorio de la actual Zamora (siglos xi-xiii)», Stvdia Zamorensia, 5 (1999), pp. 9-21. No es correcta la afirmación que hace cuando dice que «Consuelo Gutiérrez del Arroyo descubrió en 1959 el manuscrito», ibidem, p. 9. Ella misma nos dice en su estudio que el documento era ya conocido y citado por Domínguez Bordona y Gómez-Moreno en los años 1933 y 1938, respectivamente, cuyas obras cita en la p. 14. Consuelo Gutiérrez del Arroyo no descubrió por tanto este documento, sino que fue la que lo publicó por primera vez incluyendo una reproducción del mismo y que sirvió para darlo a conocer a un público más amplio. Lo curioso es que Charles García más adelante dice que el documento era conocido ya desde hace tiempo, citando en nota las dos obras mencionadas por Consuelo Gutiérrez. Véase p. 10 y nota 4. Este documento había sido dado ya a conocer por Escudero de la Peña en 1872, aunque no publicó ninguna reproducción de él. Ni Consuelo Gutiérrez ni Charles García citan este trabajo. Ver lo que decimos en p. 325. 270 Gutiérrez del Arroyo, Consuelo y Javierre Mur, Áurea. Guía de la Sección de Órdenes Militares. Archivo Histórico Nacional, Madrid, Patronato Nacional de Archivos Históricos, [1949]. 271 Catálogo de los documentos referentes a los conventos de Santiago, Calatrava y Alcántara que se conservan en el Archivo Secreto del Consejo de las Órdenes Militares, Madrid, Dirección General de Archivos y Bibliotecas; Archivo Histórico Nacional, D. L. 1958. 269
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La primera obra que publicó sobre los fondos de las órdenes militares se remonta a 1946.272 Recordemos que en 1942 se incorporó definitivamente al Archivo Histórico Nacional, donde compatibilizará el trabajo entre la Sección de Universidades y el apoyo a Áurea Javierre en la de Órdenes Militares. Pues bien, en este breve lapso de tiempo, pudo dar a la imprenta este catálogo donde se recogen casi mil documentos medievales de la Orden de Santiago. Pero este trabajo sobrepasa el estricto fin con que fue concebido, el de servir de instrumento de información para la consulta de estos documentos, como lo demuestran sus dos capítulos introductorios. El primero constituye una verdadera investigación sobre los orígenes de los archivos que tenía la Orden, el de San Marcos de León, el de Sancti Spriritus de Salamanca y, en especial, el de Uclés, sin duda, el más importante que tuvo y del cual nos ha llegado el mayor volumen de fondos, encuadrándolos además en el marco europeo de su tiempo. Gracias a estas páginas estamos mejor informados sobre cómo se fue formando y organizando este archivo. El otro capítulo nos permite conocer las encomiendas que tuvo la Orden, así como la lista de todos sus maestres, que gracias a la utilización de los propios documentos ha permitido corregir algunos errores transmitidos por los cronistas. Estamos aquí ante una investigación de primera mano, pero que como suele ocurrir en este tipo de obras, la introducción suele pasar desapercibida y quedar en un segundo plano por la descripción de los documentos, que es lo que los investigadores más demandan. Con motivo de la celebración del octavo centenario de la fundación de la Orden de Santiago se celebró una exposición en el Archivo Histórico Nacional, de la cual se redactó un pequeño catálogo que le fue encargado a ella.273 De su paso por la Sección de Universidades nos dejó la guía de la sección.274 Al igual que la de la Sección de Órdenes Militares, está formada por los archivos de varias instituciones diferentes y asimismo se ha seguido la misma sistemática en su confección que en la primera. Por último, ya jubilada, apareció su monumental catálogo de la documentación navarra de la Orden de San Juan, que contiene la descripción de más de 4.800 documentos.275
Privilegios reales de la Orden de Santiago en la Edad Media. Catálogo de la serie existente en el Archivo Histórico Nacional, Madrid, Junta Técnica de Archivos, Bibliotecas y Museos, [1946]. 273 La Orden de Santiago y los monarcas españoles en la Edad Media. Catálogo de la Exposición, Madrid, Dirección General de Archivos y Bibliotecas, 1971. 274 La Sección de Universidades del Archivo Histórico Nacional, Madrid, Dirección General de Archivos y Bibliotecas, 1952. 275 Catálogo de la documentación navarra de la Orden de San Juan de Jerusalén en el Archivo Histórico Nacional. Siglos xii-xix, Pamplona, Institución Príncipe de Viana, 1992. 2 v. 272
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Traslado de Julio González al Archivo Histórico Nacional y nombramiento como secretario del centro (1941). AHN.SECRETARÍA,189
Normas de transcripción y edición de textos y documentos, publicadas por la Escuela de Estudios Medievales del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (1944). Esta obra ha marcado las pautas durante muchos años para la edición crítica de los documentos medievales.
Cartas de Claudio Sánchez-Albornoz a Carmela Pescador desde su exilio argentino en respuesta a la petición que le hacía de obtener las separatas de su trabajo sobre la caballería popular publicada en los Cuadernos de Historia de España (1965 y 1969). AHN.DIVERSOS-COLECCIONES,12,N.904 y AHN.DIVERSOS-COLECCIONES,12,N.1596
Retrato de Luis Sánchez Belda, director del AHN entre los años 1953-1984. AHN. Sala noble.
Documentos reales de la Edad Media referentes a Galicia. Catálogo de los conservados en la Sección de Clero del Archivo Histórico Nacional, por Luis Sánchez Belda (1953). En este catálogo se da a conocer un gran número de documentos medievales del AHN.
Torre del monasterio de Tábara. Constituye la más completa representación conservada de un scriptorium medieval. Beato de Tábara (970). AHN.CÓDICES,L.1097, f. 171v.
«Tocó la trompeta el tercer ángel, y cayó del cielo un astro grande, ardiendo como una tea, y cayó en la tercera parte de los ríos y en las fuentes de las aguas. El nombre de ese astro es Ajenjo. Convirtióse en ajenjo la tercera parte de las aguas, y muchos de los hombres murieron por las aguas, que se habían vuelto amargas» (Apocalipsis 8,10). Beato de Tábara (970). AHN.CÓDICES,L.1097, f. 98v.
Colofón del Beato de Tábara que representa una letra omega de grandes dimensiones que ocupa la mitad del folio. En el texto inferior se precisa la fecha en que fue finalizado «Explicit librum VI kalendas augustus era millesima VIIIª ora» (en la hora octava del día 27 de julio del año 970). Figuran asimismo los autores del mismo, Magius, Emeterio y Senior. AHN.CÓDICES,L.1097, f. 171r.
Miniatura que representa al obispo Diego Gelmírez (izquierda), bendiciendo a los fundadores del monasterio Fruela Alfonso (centro) y Pedro Muñiz (centro derecha), acompañados de once personajes (derecha). Tumbo del monasterio de Tojos Outos (f. siglo xiii). AHN.CÓDICES,L.1002, f. 2v.
Miniatura que representa a Teresa de Portugal, reina de Portugal y mujer de Alfonso IX (centro); el conde Bermudo Pérez, yerno de la reina (izquierda); y Urraca Enriquez, hija de Teresa y mujer de Fernando II (derecha). Tumbo del monasterio de Tojos Outos (f. siglo xiii). AHN.CÓDICES,L.1002, f. 6v.
Miniatura que representa a los reyes Fernando II (izquierda) y Alfonso IX (derecha). Tumbo del monasterio de Tojos Outos (f. siglo xiii). AHN.CÓDICES,L.1002, f. 8v.
Miniatura que representa al rey Fernando II (izquierda) y a su esposa Urraca, reina de Portugal (derecha). Tumbo del monasterio de Tojos Outos (f. siglo xiii). AHN.CÓDICES,L.1002, f. 9v.
Miniatura que representa al rey Fernando III. Tumbo del monasterio de Tojos Outos (f. siglo xiii). AHN.CÓDICES,L.1002, f.18r.
Rodrigo Díaz, el Cid, y su mujer Jimena, donan al monasterio de Santo Domingo de Silos la mitad de las villas de Peñacoba y Frescinosa el 12 de mayo de 1076. AHN.CLERO-SECULAR_REGULAR,Car.375,N.1
Nunila, hija de Ariulfo, vende a su hermana Recoire la parte de una viña que le corresponde en Piasca. Este documento, datado el 9 de septiembre de 857, es uno de los pergaminos más antiguos conservados en España. AHN.CLERO-SECULAR_REGULAR,Car.872,N.1
El rey Sancho IV de Castilla elige la catedral de Toledo para ser enterrado: «Escogemos nuestra sepultura en la santa Eglesia de Sancta Maria la sobredicha (de Toledo). E quando voluntad fuere de Dios que finemos, mandados que nos entierren en aquel logar que nos ordenamos...» (14 de febrero de 1285). AHN.CLERO-SECULAR_REGULAR,Car.3022,N.5Bis
Oveco Muñoz y su mujer Marina, fundadores del monasterio de San Salvador de Villacete, hacen una donación al mismo (17 de septiembre de 1042). Destaca en este documento la magnífica miniatura donde se representa al Salvador y a los dos donantes debajo. A la derecha aparece el abad Pelayo. AHN.CLERO-SECULAR_REGULAR,Car.879,N.20
Poema de la «Disputa del Alma y del Cuerpo», descubierto por Tomás Muñoz y Romero en 1860 en el dorso de un pergamino que contiene una donación del monasterio de Oña del año 1201. Está incompleto al haber sido recortado el pergamino en la parte inferior de la donación, donde figuran los nombres de los confirmantes, y que afecta a todas las líneas del poema en su margen izquierdo. AHN.CLERO-SECULAR_REGULAR,Car.279,N.22
Esta miniatura, procedente del llamado Tumbo menor de Castilla, representa al rey Alfonso VIII de Castilla y a la reina Leonor haciendo entrega de la villa y fortaleza de Uclés a Pedro Fernández de Castro, maestre de la Orden de Santiago (9 de enero de 1174). AHN.CÓDICES,L.1046, f. 15r.
El poema «¡Ay, Iherusalem!» constituye una lamentación sobre la pérdida de los Santos Lugares y de las calamidades que tuvieron lugar a raíz de este acontecimiento. Fue descubierto y dado a conocer por M.ª del Carmen Pescador en 1960. AHN-COLECCIONES,337, f.2r. y 2r.
«Trova a la muerte de Alfonso V», poema que se incluye en un documento de Eximén Bravo Pérez, escribano de la Comunidad de Daroca, en la que trata sobre cuestiones administrativas con motivo de los funerales de Alfonso V de Aragón. AHN-COMUNIDADES,42,N.2,01
El rey Sancho IV de Castilla crea los Estudios Generales en Alcalá de Henares con los mismos privilegios que tenían los de Valladolid (20 de mayo de 1293). AHN. UNIVERSIDADES,Car.1,N.1
El rey Alfonso X de Castilla ruega a maestre Domingo, arzobispo de Toledo, que consagre en Sevilla a los obispos electos de Osma y Cuenca (2 de marzo de 1262). Este documento destaca por llevar estampados tres sellos de cera en magnífico estado de conservación del maestre Domingo (izquierda), Alfonso X (centro) y don Raimundo, arzobispo de Sevilla (derecha). El sello de Alfonso X es conocido como sello de los camafeos. AHN. SIGIL_SELLO,C.2,N.12
Este documento, conocido como Precepto de Medema, por el cual se ordena a los jueces Hodesindo, Gabinio y Sisimiro efectuar un plácito en la causa presentada por Involatus (696), es actualmente el documento en pergamino más antiguo de España. AHN.CÓDICES,L.1452,N.13
vii. el ahn y la influencia del centro de estudios históricos
En su conjunto la obra de Consuelo Gutiérrez del Arroyo presenta una gran unidad temática, tanto los trabajos de investigación como prácticamente el resto están centrados en la historia medieval y proceden del Archivo Histórico Nacional, fundamentalmente de la Sección de Órdenes Militares. Solamente sus catálogos sobre la documentación de las órdenes militares serían suficientes a un buen entendedor para calificar a su autora como una consumada especialista en estas instituciones, pese a no haber publicado ningún trabajo de investigación o de síntesis sobre ellas. 3. La filología y el arabismo en el Archivo Histórico Nacional: Tomás Navarro Tomás y Cándido Ángel González Palencia Durante este periodo, el Archivo Histórico Nacional contó con un filólogo de talla excepcional que inició su carrera profesional como archivero, Tomás Navarro Tomás, cuya estancia fue bastante corta en el centro. Por su parte, el arabismo, que ya había tenido dos representantes en la etapa anterior como ya hemos visto, vuelve a tener ahora otro, Cándido Ángel González Palencia, cultivador asimismo de la historia de la literatura española. 3.1. Tomás Navarro Tomás276 Tomás Navarro Tomás nació en La Roda (Albacete) el 12 de abril de 1884, allí comenzó sus primeros estudios, pero debido al traslado de su familia a Villena estudió en esta localidad los tres últimos cursos, obteniendo el título de bachiller en Artes (1902). Este mismo año inició la carrera de Filosofía y Letras en la Universidad de Valencia, en la que realizó los dos primeros cursos; posteriomente se trasladó a la Universidad Central donde se licenció (23 de junio de 1906) y doctoró (15 de junio de 1909) con la tesis Notas filológicas sobre el libro de los emperadores. Manuscrito aragonés del Gran Maestre de la Orden de San Juan de Jerusalén.277 En esta última universidad tuvo por maestro a Ramón Menéndez Pidal, encuentro que constituiría un hecho fundamental para su futuro profesional y que le orientaría en su dedicación a la la filología.
Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «Navarro Tomás, Tomás», en Diccionario Biográfico Español, Madrid, Real Academia de la Historia, 2012, v. XXXVII, pp. 502-507, donde se recoge la bibliografía anterior. A ella podemos añadir Educación, ciencia y cultura en España, pp. 376-385. 277 AHN.UNIVERSIDADES.543,Exp.6. El original de la tesis se encuentra en la Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense. Tesis especiales, con la signatura BH TD 1. 276
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Ingresó en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos por oposición el 31 de diciembre de 1909, con destino en el Archivo Provincial de Hacienda de Ávila. No permaneció allí mucho tiempo, pues gracias a las gestiones de Menéndez Pidal, que le necesitaba en Madrid para sus proyectos, consiguió su traslado al Archivo Histórico Nacional el 23 de junio de 1911 «por convenir al mejor servicio».278 Fue igualmente Menéndez Pidal quien le orientó inicialmente hacia el estudio histórico del lenguaje en los propios testimonios lingüísticos conservados en los archivos. Navarro Tomás se decantó por el estudio del aragonés antiguo y entre los fondos monásticos altoaragoneses conservados en la Sección de Clero del Archivo Histórico Nacional encontró una verdadera mina para sus investigaciones. Teniendo en cuenta esto, no es aventurado afirmar que su llegada a este centro de la mano de Menéndez Pidal fue una acción perfectamente planificada. En 1907 solicitó una pensión de la Junta para Ampliación de Estudios. En su petición de 27 de junio declaraba que se «proponía hacer un estudio lo más acabado y completo posible del lenguaje antiguo aragonés». La pensión le fue concedida el 2 de julio de 1907. En cumplimiento de lo preceptuado en la resolución de la Comisión Ejecutiva, Navarro Tomás presentó tras la finalización del viaje la correspondiente memoria del trabajo, que se publicó en las Memorias de la Junta del año 1907.279 Navarro Tomás estuvo vinculado también desde su nacimiento con el Centro de Estudios Históricos, donde trabajó en la Sección 3.ª «Orígenes de la lengua española», dirigida por Menéndez Pidal. El propósito de la misma era realizar un «estudio filológico de los primeros monumentos de la lengua en los diversos dialectos leonés, castellano y aragonés para la publicación de una Crestomatía del español antiguo».280 La recopilación de fuentes en los archivos, especialmente del Archivo Histórico Nacional, fue complementada con una visita sobre el terreno para estudiar el habla viva. Con este propósito, Menéndez Pidal, en el verano de 1910 organizó una excursión dialectal por Asturias, León, Zamora y Salamanca con sus alumnos Américo Castro, Matías Martínez Burgos, Federico de Onís y Tomás Navarro, efectuando cada uno su investigación particular.281 Con los materiales recogidos se pretendía confeccionar un Compaginó este cargo con el de bibliotecario del instituto de Ávila según consta de la comunicación del director del instituto de su toma de posesión el 17 de enero de 1910. Véase AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 42/5061. 279 Navarro Tomás, Tomás. «Pensión al Alto Aragón», en JAE. Memoria correspondiente al año 1907, pp. 79101 (= Navarro Tomás, Tomás. «Pensión al Alto Aragón»). 280 JAE. Memoria correspondiente a los años 1910 y 1911, p. 138. 281 Pensión del Ministerio de Instrucción Pública para hacer estudios dialectales en las comarcas de Sayago, Aliste y Sanabria de la provincia de Zamora (R. O. de 31 de mayo de 1910). AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 42/5061. 278
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mapa lingüístico del antiguo reino leonés. En este trabajo tuvo especial protagonismo Navarro Tomás y así quedó reflejado en la Memoria correspondiente de la Junta.282 Por estos años también tenemos noticias de la dedicación de Navarro Tomás a la fonética, de la cual se convertirá en un consumado especialista.283 Con el objeto de perfeccionarse en estos estudios obtuvo en 1912 nuevamente otra pensión de la Junta para Ampliación de Estudios, esta vez para estudiar fonética en París, Montpellier, Munich, Marburgo, Leipzig y Hamburgo.284 Con la experiencia así adquirida puso en funcionamiento a su regreso el Laboratorio de Fonética Experimental, donde se iniciaron Samuel Gili Gaya y Amado Alonso. En 1930 creó el Archivo de la Palabra para registrar las diferentes variedades del habla, la música y el cancionero tradicionales, las manifestaciones artísticas de la lengua literaria y, finalmente, el habla viva de personalidades relevantes. Menéndez Pidal le confió, igualmente, el puesto de redactor gerente de la Revista de Filología Española, creada en 1914 siguiendo los modelos de las principales revistas europeas sobre la materia que había conocido durante su viaje de estudios. A su regreso en 1913 se reincorporó a su puesto en el Archivo Histórico Nacional, donde continuó trabajando con documentación de la Sección de Clero, de lo que queda constancia en la Memoria de 1917.285 Pero Navarro Tomás no tenía vocación de archivero, para él este trabajo era únicamente una forma de tener una independencia económica en espera de poder dedicarse a su verdadera vocación, la fonética. Aun así tuvo que permanecer en el Archivo más de diez años.286 La ocasión se presentó el 14 de abril de 1921 cuando la Junta para Ampliación de Estudios propuso al Ministerio de Instrucción Pública la incorporación de la biblioteca del Centro de Estudios Históricos al Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos. Informada favorablemente la solicitud por la Dirección General de Bellas Artes, la incorporación tuvo lugar por Orden de 29 de septiembre de 1922, dotándola con dos funcionarios del Cuerpo. La Junta propuso entonces que fuesen Navarro Tomás y Benito Sánchez Alonso.287 Fue entonces cuando Navarro Tomás se trasladó por concurso a la biblioteca de la
JAE. Memoria correspondiente a los años 1910 y 1911, pp. 140, 189-190. «Además, los Sres. Blanco y Navarro han formado, para el laboratorio de fonética experimental, una abundante colección de gráficos de las consonantes españolas», ibidem, p. 140. 284 La solicitud se conserva en expediente de la Junta. Véase CDRE-AJAE. Expediente, 105-94. Los detalles sobre el trabajo realizado quedaron recogidos en JAE. Memoria correspondiente a los años 1912 y 1913, pp. 115 y 237. JAE. Memoria correspondiente a los años 1914 y 1915, p. 87. 285 Archivo Histórico Nacional. Memoria de 1917, AHN.SECRETARÍA,71, [hoja 3-4]. 286 No conocemos niguna publicación de tipo profesional, salvo su contribución a la obra colectiva Archivo Histórico Nacional. Clero secular y regular. Inventario de procedencias, p. X. 287 CDRE-AJAE. Carpeta Centro de Estudios Históricos, 154-32. Citado por López Sánchez, José M.ª. Las ciencias sociales en la Edad de Plata española, p. 235. 282 283
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Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (Orden de 14 de noviembre de 1922). Tomás Navarro fue la mano derecha de Ramón Menéndez Pidal en el Centro de Estudios Históricos, del cual fue secretario desde 1914 hasta 1923, fecha en que fue sustituido por Homero Serís. Además de su dedicación a la fonética estuvo al frente de las encuestas del ALPI,288 pues como no existía en un primer momento en la universidad una cátedra de «Fonética», no pudo ejercer la docencia allí. Esta situación cambió con la reforma del plan de estudios de la República, pudiendo ejercer como profesor encargado de curso.289 Durante la Guerra Civil fue trasladado con otros intelectuales por el Gobierno de la República a Valencia para trabajar en la Casa de la Cultura, encargada de proteger el patrimonio artístico español, participando en las revistas Madrid. Cuadernos de la Casa de la Cultura y Hora de España. Comprometido con la causa de la República, desempeñó cargos públicos para la misma, como el de presidente de la Comisión Gestora del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos (1936) y el de director de la Biblioteca Nacional durante la guerra. Asimismo, realizó un viaje a Rusia en 1937 al frente de una delegación cultural española. Fue evacuado con otros intelectuales republicanos a Barcelona y finalmente partió para el exilio a Francia con un grupo de intelectuales, entre los que figuraban Antonio Machado, Joaquín Xirau y Corpus Barga. Se instaló definitivamente en Nueva York al ser contratado en la Columbia University como profesor de filología española. Desde aquí se convirtió en una figura destacada del hispanismo español a través de la organización de seminarios, cursos y conferencias en numerosas universidades americanas, tales como los cursos de verano de filología española en el Middlebury College de Vermont, donde también se reencontraba con profesores que venían de España invitados a participar en los mismos. Fue el impulsor de la creación de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, a cuya dirección rehusó. Con él se han formado tres generaciones de filólogos, lingüistas y profesores norteamericanos, y ha sido el principal punto de referencia para todos aquellos interesados en nuestra lengua y literatura al otro lado del Atlántico. Navarro Tomás no regresó nunca a España. Tras su retiro se instaló en Northampton donde vivió sus últimos días y reposan sus restos.
Pérez Pascual, José Ignacio. Los primeros pasos de un largo caminar. Los comienzos del Atlas Lingüístico de la Península Ibérica, San Millán de la Cogolla, Cilengua, 2016, pp. 127-128; Pérez Pascual, José Ignacio. «El inicio de las encuestas del Atlas Lingüístico de la Península Ibérica», Boletín de la Real Academia Española, XCVIII, cuaderno CCCXVIII (2018), pp. 573-597. 289 Pedrazuela, Mario. «El desarrollo científico de las humanidades. La Sección de Filología de la Facultad de Filosofía y Letras y del Centro de Estudios Históricos», p. 166. 288
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Navarro Tomás no puede ser considerado como medievalista en el amplio sentido de la palabra, pues sus únicos contactos con la época medieval se limitan a sus primeros trabajos de investigación, que, incitados por Menéndez Pidal, se centran en el estudio de la documentación medieval de los monasterios aragoneses para sus estudios filológicos. Nos detendremos exclusivamente, por tanto, en aquellos en los que utilizó documentación del Archivo Histórico Nacional. En sus dos primeros trabajos publicados vemos ya la utilización de documentos del Archivo Histórico Nacional. El primero de ellos constituye la memoria que presentó a la Junta para Ampliación de Estudios con los resultados del viaje que realizó en 1907 gracias a la pensión concedida por esta. Durante tres meses viajó por Huesca, Jaca y otras localidades desde la frontera con Navarra hasta Boltaña. Los fines de este viaje, según nos exponía, eran, por una parte, completar en los archivos catedrales de Huesca y Jaca los datos tomados en el Archivo Histórico Nacional y, por otra, comprobar sobre el terreno, en el habla vulgar moderna, las posibles relaciones con el lenguaje recogido en los documentos antiguos.290 El punto de partida del viaje fue la ciudad de Jaca, desde donde se desplazó para ir visitando los archivos eclesiásticos y municipales. En algunos casos nos informa también de haber visto y recogido información de documentos en manos de particulares que le pusieron a su disposición. En todos los archivos le dieron facilidades para su consulta, excepto en la catedral de Huesca, donde el cabildo catedralicio le negó el acceso al archivo, pese a las recomendaciones que llevaba. La excusa que le dieron fue el desorden causado por investigadores anteriores en el archivo, motivo de indignación entre los canónigos.291 El resultado final fue fructífero, a tenor de las conclusiones que destaca al final de la memoria.292 Como complemento y a modo de apéndice se incluyen unas «notas» sobre el «Uso de -r- intervocálica en un documento aragonés», con el objeto de llamar la atención sobre el gran interés que tenía el estudio de los documentos, así como de la abundancia y riqueza de datos que ofrecían.293 Se transcribe un documento del año 1486 procedente del monasterio de Santa Cristina de Somport conservado en el Archivo Histórico Nacional, en el que destacaba su importancia por la gran cantidad de datos dialectales que contenía, pero además merece especial atención por el uso que en él se hacía de la -r- intervocálica, de uso completamente excepcional en la lengua aragonesa.294
Navarro Tomás, Tomás. «Pensión al Alto Aragón», p. 79. Ibidem, p. 89. Estas circunstancias quedan reflejadas en JAE. Memoria correspondiente al año 1907, p. 38. 292 Ibidem, pp. 90-91. Véase JAE. Memoria correspondiente al año 1907, pp. 38-39. 293 Ibidem, p. 91. Las «notas» abarcan las pp. 91-101. 294 Ibidem, p. 96. 290
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Otro valor que hay que mencionar en esta memoria son los datos reunidos sobre los fondos documentales que iba encontrando en los archivos visitados, independientemente del interés que tuvieran para el estudio que él estaba llevando a cabo. Este es el motivo que impulsó a Ricardo del Arco a publicarlas en la sección de Variedades de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, inmediatamente después de su aparición en las Memorias de la Junta.295 Al año siguiente publicó otro artículo aprovechando los materiales recogidos.296 Utilizaba los documentos encontrados en su visita a los archivos del Alto Aragón y los que ya conocía del Archivo Histórico Nacional, donde se hacía hincapié en la importancia que tenían los documentos notariales frente los textos literarios cuando se trataba de recoger el habla corriente de la localidad para la época en que estos documentos estaban fechados. Asimismo, pensaba que los notarios, residentes algunas veces en las localidades donde otorgaban los documentos, reflejarían en los documentos el habla vulgar de la localidad.297 Esta razón, unida a la de falta de datos dialectales sobre la Edad Media, explica el interés especial que esta documentación tiene para el campo de la filología. La atención concedida hacia los documentos notariales la debía a su «maestro» Ramón Menéndez Pidal.298 Esta obra ha sido considerada como «excelente e imprescindible» por Tomás Buesa Oliver y Rosa M.ª Castañer Oliver.299 Los resultados de esa recolección de documentos se plasmarán en la obra Documentos lingüísticos sobre del Alto Aragón.300 Los orígenes de este libro están relacionados
«Contiene dicho folleto muchas e interesantes noticias sobre Archivos aragoneses (que importa trasladar a estas páginas, teniendo en cuenta la escasez de ellas que pueden alegarse revolviendo libros y revistas), unidas a curiosos datos de lenguaje que nos interesan, desde el punto de vista diplomático», A[rco], R[icardo] de. «Variedades. España», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, XIII, n.os 11 y 12 (1909), pp. 594600. Se reproduce literalmente el texto de Navarro Tomás, salvo algunas frases y las «notas» sobre el uso de la -r- intervocálica. 296 Navarro Tomás, Tomás. «El perfecto de los verbos -ar en aragonés antiguo. Observaciones sobre el valor dialectal de los documentos notariales», Revue de Dialectologie Romane, I (1909), pp. 110-121. Se volvió a publicar años después en Archivo de Filología Aragonesa, 10-11 (1959), pp. 315-324. Citamos por esta última edición. 297 Ibidem, p. 315. 298 «Debo la iniciativa de su estudio a don Ramón MENÉNDEZ PIDAL, mi maestro, que ha sabido hacer sentir entre sus discípulos el gran interés que los pergaminos de los notarios encierran para el conocimiento histórico de nuestra lengua», ibidem, p. 315. 299 Buesa Oliver, Tomás y Castañer Oliver, Rosa M.ª Op. cit., p. 66. Su importancia y los trabajos que la han utilizado en Lagüéns Gracia, Vicente. «Estado actual de los estudios sobre el aragonés medieval», en Jornadas de Filología Aragonesa. En el L aniversario del AFA. Coordinador José M.ª Enguita, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1999, v. II, pp. 163-274 (= Lagüéns Gracia, Vicente. «Estado actual de los estudios sobre el aragonés medieval»). 300 Navarro Tomás, Tomás. Documentos lingüísticos del Alto Aragón, New York, Syracuse University. Centro de Estudios Hispánicos, 1957 (= Navarro Tomás, Tomás. Documentos lingüísticos del Alto Aragón). 295
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con el proyecto que tenía Menéndez Pidal de escribir una «historia general y extensa de la lengua» hacia 1901. Su intención era hacer dos libros, uno sobre el leonés y otro sobre el aragonés, que serían los cimientos de una futura historia de la lengua española. Su método combinaba la información proporcionada por las hablas vivas a la dialectología con la conservada en los documentos medievales no literarios, para reconstruir de esta forma los orígenes y las épocas pasadas de la lengua española. El proyecto comenzó a ponerse en marcha a partir de 1907 en la Sección de Filología del recién creado el Centro de Estudios Históricos. Dos discípulos suyos lograrían pensiones de la Junta para Ampliación de Estudios para iniciar este trabajo. Por una parte, Agustín Blánquez Fraile, quien se dedicó a estudiar el dialecto leonés de Alcañices, Sanabria y La Bañeza, y por la otra, Tomás Navarro, que viajó por el Alto Aragón para recoger materiales sobre el aragonés, cuyos detalles acabamos de analizar.301 Estas dos pensiones fueron las primeras concedidas para realizar un trabajo dentro de España que se enmarcaba en las investigaciones lideradas por Ramón Menéndez Pidal.302 En 1919 Menéndez Pidal publicó el primer volumen de su obra Documentos lingüísticos consagrada al Reino de Castilla, que debería ir seguido de otros dos, uno con los documentos del Reino de León y el otro con los de los reinos de Aragón y de Navarra. En la advertencia preliminar, Menéndez Pidal nos anunciaba que la obra de Navarro Tomás estaba ya en prensa y la colección de los documentos leoneses terminada y lista para su impresión.303 Las Memorias de la Junta de los años 1912 y 1913 venía a corroborar este hecho.304 En las posteriores no se volverá a mencionar este tema. El trabajo estaba pues bastante adelantado, pero su publicación se retrasó y los fatídicos acontecimientos de 1936 fueron la causa de que no viera la luz hasta muchos años después fuera de España, con Navarro Tomás ya en el exilio. Él mismo nos detalla las vicisitudes por las que pasó su trabajo. La obra, aunque se imprimió antes de 1936, se perdió durante la Guerra Civil con la destrucción de la Imprenta Hernando
Enguita Utrilla, José M.ª y Arnal Purroy, M.ª Luisa, «El dominio lingüístico aragonés en la obra del Centro de Estudios Históricos», en El Centro de Estudios Históricos (1910) y sus vinculaciones aragonesas, p. 203. 302 García Mouton, Pilar. «La JAE y la filología española», en Tiempos de investigación. JAE-CSIC, cien años de ciencia en España, p. 155. 303 Menéndez Pidal, Ramón. Documentos lingüísticos de España. I: Reino de Castilla, Madrid, Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas. Centro de Estudios Históricos, 1919, p. V. Navarro Tomás dice en su introducción que estos documentos «estaban destinados a formar parte de la colección de Documentos lingüísticos de España publicada por el Centro de Estudios Históricos, cuyo primer volumen, Reino de Castilla, por don Ramón Menéndez Pidal, apareció en Madrid, 1926», Navarro Tomás, Tomás. Documentos lingüísticos del Alto Aragón, p. V. 304 JAE. Memoria correspondiente a los años 1912 y 1913, p. 234. 301
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en un bombardeo sobre Madrid. Según sus propias palabras, solo gracias a que se salvó «una serie única de pliegos» que, aunque deteriorados, se pudo reproducir en offset la obra.305 La publicación reúne ciento cincuenta documentos, sesenta y dos del Archivo Histórico Nacional, de los fondos de los monasterios de Santa Cruz de Jaca, San Juan de la Peña, Montearagón, Summu Portu y San Victorián. El resto son de los archivos municipales y episcopales de Huesca, Jaca y diversos pueblos del Pirineo, desde el valle de Ansó a las riberas del Cinca. Lo que no se llegó a publicar nunca fue la historia fonética y morfológica del aragonés medieval, complemento de este estudio. El borrador desapareció junto con la colección documental de su domicilio, corriendo peor suerte que los documentos. La importancia y el valor que la obra de Navarro Tomás ha tenido dentro de los estudios sobre el aragonés, así como los trabajos que ha dado lugar y los que la han utilizado, ha sido puesto de manifiesto por Vicente Lagüéns.306 Se perdieron también otros materiales que había reunido para un estudio referido al Reino de Navarra, al Bajo Aragón y a la diócesis de Segorbe.307 Como conclusión podemos decir que el Archivo Histórico Nacional no fue un elemento determinante en la obra de Tomás Navarro Tomás, salvo en sus primeros trabajos, que le proporcionó bastantes materiales para ellos. Únicamente fue un medio de vida hasta que pudo trasladarse al Centro de Estudios Históricos, más acorde con su formación y sus gustos. 3.2. Cándido Ángel González Palencia308 Con Ángel González Palencia el Archivo Histórico Nacional volverá a contar nuevamente en sus filas con un arabista, tras la prematura desaparición de Pons Boigues y el traslado de Gonzalvo y París a la universidad valenciana. Nació en Horcajo de Santiago (Cuenca) el 4 de septiembre de 1889. Su infancia transcurrió en la localidad conquense de Beteta, donde pronto demostró buena predisposición para los estudios, llamando la atención del maestro y el párroco de la localidad, que viendo estas cualidades le encauzaron para cursar la carrera eclesiástica. Con este motivo se trasladó a Priego y posteriormente a Cuenca,
Navarro Tomás, Tomás. Documentos lingüísticos del Alto Aragón, pp. V-VI. Lagüéns Gracia, Vicente. «Estado actual de los estudios sobre el aragonés medieval», pp. 163-274. 307 Cooper, Louis. «Sobre la lengua del Alto Aragón», Archivo de Filología Aragonesa, XLI (1988), p. 211. 308 Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «González Palencia, Cándido Ángel», en Diccionario Biográfico Español, Madrid, Real Academia de la Historia, 2011, v. XXIV, pp. 203-206, donde se recoge la bibliografía anterior. A ella podemos añadir Educación, ciencia y cultura en España, pp. 246-248. 305 306
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donde ingresó en su Seminario Conciliar. Por estos años se graduó también como bachiller en Artes en el instituto de Cuenca (30 de septiembre de 1908). Una vez finalizada la carrera eclesiástica, aunque no llegó a ordenarse sacerdote, se trasladó a Madrid con su hermana Inocenta ante el repentino fallecimiento de su padre. Con la base de esta buena preparación humanista, se matriculó en la Universidad Central para cursar la carrera de Filosofía y Letras como alumno libre, obteniendo la licenciatura en la Sección de Letras con la calificación de sobresaliente el 12 de diciembre de 1910. El grado de doctor en Filosofía y Letras lo consiguió el 21 de diciembre de 1915309 con la tesis La lógica de Abusalt de Denia.310 Fundamental en su carrera fue el magisterio ejercido por Miguel Asín Palacios, quien le orientó decididamente hacia los estudios árabes y le introdujo en el reducido círculo de los arabistas de la escuela de Codera.311 Así en 1910, recién creado el Centro de Estudios Históricos, se inscribió en el seminario «Investigación de las fuentes para el estudio de las instituciones sociales de la España musulmana», dirigido por Julián Ribera. Fueron compañeros suyos Pedro Longás, Ignacio González Yubera y José A. Sánchez Pérez. Durante el curso 1911-1912, el trabajo que se proponía la sección era la publicación del texto árabe con traducción castellana y notas de la Historia de los cadíes de Córdoba, de Aljoxaní. González Palencia colaboró en la transcripción del texto árabe mediante una copia fotográfica del único manuscrito inédito de esta obra, conservado en la Biblioteca Bodleyana de Oxford.312 Durante el curso siguiente de 1912-1913 participó en la sección dirigida por Asín Palacios sobre «Investigación de las fuentes para la historia de la filosofía árabeespañola» Al mismo tiempo preparaba un estudio sobre el compendio de lógica, titulado Rectificación de la mente, del filósofo Abusalt de Denia, basado en el manuscrito único conservado en la biblioteca de El Escorial, que se convertiría en el tema de su tesis doctoral.313 Como trabajo común de ambas secciones se preparó un volumen con estudios de sus alumnos y otros autores. En él, González Palencia colaboró con el Catálogo de algunos manuscritos árabes y aljamiados de Madrid y Toledo.314 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de titulación (doctor), 31/15886, Exp. 686-32. El título completo era La lógica de Abusalt de Denia según el ms. árabe de El Escorial n.º 646. Se conserva un ejemplar manuscrito de la misma en su expediente universitario del Archivo Histórico Nacional, así como un ejemplar de la edición impresa en 1935. Véase AHN.UNIVERSIDADES.6580,Exp.9. También en el Depósito de Tesis de la Universidad Complutense (T 5298). 311 González Palencia, Ángel. «Don Miguel Asín Palacios (1871-1944)», Arbor, II, 4-5 (1944), pp. 179-189. 312 JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1910 y 1911, pp. 145-146. 313 JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1912 y 1913, p. 239. 314 Ibidem, p. 242. 309
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Siendo alumno en el Centro de Estudios Históricos ingresó por oposición el 28 de julio de 1911 en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos con destino en el Archivo de la Delegación de Hacienda de Toledo, desde donde se trasladó al Archivo Histórico Nacional en 1913 (Orden de 13 de mayo de 1913).315 Es muy posible que las influencias de Julián Ribera y Miguel Asín consiguieran su traslado a Madrid para que pudiese continuar participando con los trabajos en marcha de la sección. En 1914 fue pensionado por la Junta para Ampliación de Estudios durante cinco meses y medio en Rabat, «para hacer investigaciones en el Archivo del Sultán de Marruecos en Rabat», sin más detalles, tal como exponía en su solicitud.316 Pero al llegar a Rabat junto con el otro pensionado, Fernando Montilla Ruiz, se encontraron con la sorpresa de que lo que deseaban consultar se encontraba en Fez. Hubo entonces un cambio de planes y se dedicaron al estudio del árabe marroquí, recogiendo además cuarenta cuentos populares y algunos relatos de costumbres indígenas.317 A causa del estallido de la Primera Guerra Mundial tuvieron que interrumpir su estancia y regresar a España, reincorporándose a su puesto de trabajo en el Archivo Histórico Nacional. Este trabajo es destacable en cuanto constituye uno de los pocos que los arabistas españoles dedicaron al estudio del árabe contemporáneo. Su vinculación con la universidad fue temprana y así comenzó pronto a colaborar como profesor auxiliar de la Facultad de Filosofía y Letras. El 16 de noviembre fue nombrado auxiliar interino del Grupo Primero de la Sección de Letras, sin derecho a sueldo ni gratificación alguna. Tras el desempeño de varias asignaturas, finalmente se hizo cargo de la de «Literatura arábigo-española» por jubilación de Julián Ribera (18-XII-1926), hasta ganar por oposición la cátedra de esta asignatura el 18 de julio de 1927 (R. O. de 13 de julio de 1927), cesando entonces en su puesto del Archivo Histórico Nacional para pasar a la situación de supernumerario.318
AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 31/4643, Exp. 13043-4. 316 Fue concedida por R. O. de 20 de mayo y 30 de noviembre de 1914. Véase CDRE-AJAE. Expediente, 72-762. 317 JAE. Memoria correspondiente a los años 1914 y 1915, pp. 63-64, 176. Fruto de esta estancia fue sus publicaciones «Folklore marroquí», Revista Hispano Africana, I, n.os 3-4 (1922), pp. 86-87; n.º 6 (1922), pp. 186-187; n.º 7-8 (1922), pp. 220-222; n.º 10 (1922), pp. 318-319; n.º 11 (1922), pp. 342-342 y posteriormente más completa en «Cuentos populares marroquíes», Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, II (1946), pp. 331-371. Un ejemplar manuscrito de este trabajo se conserva en su expediente de pensionado. 318 Los diferentes puestos que desempeñó en AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de catedrático de universidad, 31/3997, Exp. 12569-3 y AGUCM, P-532; Real Orden de 4 de agosto de 1927 declarando en situación de supernumerario a D. Cándido A. González Palencia, Jefe de tercer grado, del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos (Gaceta de Madrid de 16 de agosto). 315
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Al dejar el archivo en 1927 se incorporó a la universidad dedicándose plenamente a la docencia y la investigación. Fue designado para asistir como representante de la Real Academia de la Historia a los Congresos de Orientalistas de Leiden (1931) y Roma (1935). Vinculado estrechamente al círculo de arabistas españoles, participó desde su creación en las Escuelas de Estudios Árabes como secretario del Patronato de la Escuela de Estudios Árabes de Madrid (15-IV-1932) y encargado de la Sección 4.ª «Filología y literatura árabes». En 1937 asumió la dirección de la Escuela de Estudios Árabes de Granada durante una corta temporada para asegurar su continuidad ante el traslado de García Gómez a la Universidad de Madrid. Al finalizar la guerra, las Escuelas de Estudios Árabes de Madrid y Granada se integraron en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, dentro del Instituto Arias Montano, del cual fue nombrado vicesecretario, así como secretario de la revista Al-Andalus. A la muerte de Asín, que era director de la de Madrid, ambas escuelas se refundieron en el Instituto Miguel Asín de Estudios Árabes, a cuyo frente se nombró a González Palencia. Finalmente, el nombre de Miguel Asín quedaría reservado para el instituto de Madrid, mientras que el de Escuela de Estudios Árabes sería para Granada. La difícil compaginación del desempeño de este cargo con su cátedra de Madrid duró hasta 1938, en que fue sustituido en la dirección de la escuela por Antonio Gallego Burín.319 En 1934 fue invitado como profesor de español en varias universidades estadounidenses durante seis meses (Stanford, Harvard, Cornell, Columbia, Washington, Ohio, Berkeley, San Francisco, Wellesley College y Darmouth College) para impartir cursos de literatura española. Con este motivo volvió a solicitar y obtuvo de la JAE la consideración de pensionado.320 En su solicitud exponía que además de impartir las clases para las que había sido invitado, desearía aprovechar su viaje para conocer de primera mano la organización de la enseñanza de las lenguas orientales, principalmente el árabe, en las universidades y colegios superiores americanos, «dado el interés que en todo el mundo se nota por los estudios de la civilización islámica-española, hasta el extremo de haber hoy en nuestra Facultad de Madrid y en la Escuela de Estudios Árabes algún alumno norteamericano».321 Parece ser que también aprovechó su estancia allí para
Castilla Brazales, Juan. «La Escuela de Estudios Árabes: desde sus inicios hasta el nacimiento del CSIC» en Tiempos de investigación. JAE-CSIC, cien años de ciencia en España, p. 173. 320 La solicitud de González Palencia de 19 de diciembre fue remitida por el Rectorado al presidente de la JAE el 23 de diciembre y fue aprobada por la Junta el 10 de enero de 1934. Véase CDRE-AJAE. Expediente, 72-762; JAE. Memoria correspondiente a los cursos 1933 y 1934, p. 192. El permiso de la universidad le fue concedido el 13 de diciembre de 1933. Véase AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de catedrático de universidad, 31/3997, Exp. 12569-3. 321 CDRE-AJAE. Expediente, 72-762. 319
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hacer propaganda antirrepublicana y «enfervorizar a unos cuantos hispanistas en pro del Movimiento Nacional».322 De regreso nuevamente a Stanford en 1938, en dos cartas fechadas el 28 de junio y 27 de julio de 1938, daba cuenta de sus actividades y se refería también a la postura de los exiliados españoles en Estados Unidos, así como de la actitud de los correspondientes norteamericanos de la Real Academia Española sobre la guerra española.323 El estallido de la Guerra Civil le sorprendió de vacaciones en su casa veraniega de Gea de Albarracín, desde donde logró llegar a Zaragoza. Desde el primer momento se declaró partidario del bando sublevado, hecho que tuvo unas consecuencias muy favorables para él en su carrera profesional después de finalizada la guerra. Cesado de su cátedra por el Gobierno republicano fue adscrito accidentalmente a la Universidad de Zaragoza por el Gobierno de Burgos, donde fue secretario de la comisión de depuración del personal universitario. La Comisión de Cultura de este le autorizó el 29 de septiembre de 1937 para hacerse cargo de la dirección de la Escuela de Estudios Árabes de Granada con carácter provisional.324 Según Manuela Marín, González Palencia, como discípulo «heredero» del maestro Asín, disfrutaba de una posición privilegiada. Llama la atención igualmente, cómo en la necrológica que García Gómez escribió para Al-Andalus destacaba este la ingente capacidad de trabajo de González Palencia, «capaz de empresas que a cualquier otro hubieran desanimado solo con imaginárselas», pero al mismo tiempo limitando sus méritos, a «tareas ingentes pero desprovistas de la chispa genial que animaba a los otros eslabones de la cadena maestros-discípulos (Codera, Ribera, Asín)».325 Asimismo, destaca que durante la posguerra su papel fue también muy relevante, «si cabe, puede decirse que amplió incluso su radio de acción. No solo había conservado, naturalmente, su cátedra y su posición en la Escuela, sino que se fueron abriendo nuevas parcelas de poder académico y político».326 Veamos algunos ejemplos. Fue miembro de la Comisión Liquidadora del Patronato de la Universidad de Barcelona, creada el 5 de abril de 1939, cuyo fin era desmantelar la autonomía universitaria que tenía esta universidad. En 1940 formó parte del Consejo Nacional de Educación, como representante de la educación superior, que le daban
Claret Miranda, Jaume. El atroz desmoche. La destrucción de la Univesidad española por el franquismo, 19361945, Barcelona, Crítica, 2006, p. 141, que toma la noticia de Miguel Artigas en su contestación al discurso de ingreso de González Palencia en la Real Academia Española (= Claret Miranda, Jaume. El atroz desmoche). 323 Marín, Manuela. «Arabismo e historia de España (1886-1944)», pp. 270 y 752 (n.os 1332 y 1333). 324 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de catedrático de universidad, 31/3997, Exp. 12569-3. 325 Marín, Manuela. «Arabismo e historia de España (1886-1944)», p. 193. 326 Ibidem, p. 281. 322
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acceso a la intervención en la creación de planes de estudios, informes para la dotación o provisión de cátedras e intervención en el proceso de oposiciones. Desde 1939 pertenecía como regidor a la Comisión Permanente del Ayuntamiento de Madrid. En 1940 ocupó en la Junta Directiva de la Asociación para el Progreso de las Ciencias el lugar de Rafael Altamira. Asimismo, fue el secretario de la Comisión para la Depuración del Personal Universitario que había comenzado a funcionar durante la guerra, hasta ser sustituido en marzo de 1939. Pero González Palencia no tuvo que pasar por este trámite obligatorio para «todos», gracias a los servicios prestados a la causa nacional durante la guerra.327 Su amplia obra escrita abarca varios campos de investigación, que fueron los siguientes: los estudios árabes, la literatura española, la historia americana, la historia local de Cuenca, sin olvidar los catálogos de fondos del Archivo Histórico Nacional, que tantos materiales le proporcionaron para sus trabajos y que trataremos más detalladamente. Aunque no se le puede considerar como medievalista en el sentido estricto de la palabra, en una de sus principales facetas de investigación, como fue el arabismo, tocó de lleno este periodo. También en otros estudios, los referentes a la historia local de Cuenca, nos encontramos con la incursión de González Palencia de manera fugaz en la Edad Media. Para muchos de ellos, el Archivo Histórico Nacional fue la cantera fundamental donde obtuvo los materiales para documentarlos, gracias al conocimiento directo que tuvo de estos fondos durante la etapa que trabajó en este centro como funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos. Será en estos trabajos dedicados a la Edad Media sobre los que centraremos nuestro interés en las páginas siguientes. Comenzaremos por los estudios árabes, que fueron los primeros que publicó. Recordemos que un hecho fundamental en su vida fue el conocer a Miguel Asín, a quien tuvo de profesor en la Universidad Central y que marcó de una forma decidida su vocación por el arabismo, introduciéndole también en el Centro de Estudios Históricos como alumno becario en la Sección 5.ª dirigida por él «Investigaciones de las fuentes para la historia de la filosofía árabe española». Entre los trabajos que allí realizó cabe destacar la transcripción y traducción del manuscrito de la Historia de los califas de Córdoba de Aljoxani. Allí comenzó igualmente a preparar la edición del manuscrito de Abusalt de Denia, que presentó como tesis doctoral.328 Colaboró con los becarios del centro, Alarcón, Sánchez Pérez, Longás Bartibás y Huici Miranda en la preparación del Catálogo de los manuscritos árabes y aljamiados en la
Ibidem, pp. 281-294. JAE. Memoria correspondiente a los años 1910 y 1911, pp. 145-146; JAE. Memoria correspondiente a los años 1912 y 1913, p. 239. 327 328
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Biblioteca de la Junta para Ampliación de Estudios publicado en 1912.329 En esta obra, que calificaba como «utilísima para principiantes», él se encargó de los manuscritos aljamiados. Pocos años después aparecía publicada por la Junta la Miscelánea de Estudios y Trabajos Árabes, donde se incluía otro trabajo suyo en colaboración igualmente con Maximiliano Alarcón sobre el «Tecmila» de Abben Al-Abbar.330 Esta misma publicación incluía otro trabajo de González Palencia con un catálogo de manuscritos árabes y aljamiados conservados en bibliotecas de Madrid y de Toledo no descritos o mal conocidos en aquellas fechas.331 Por último, y también en 1915, se publicará su tesis doctoral dirigida por su maestro Asín Palacios, donde editaba y traducía el Tratado de lógica de Abusalt de Denia, conservado en los quince primeros folios del Ms. 646 de la biblioteca de El Escorial. En la elección del tema se puede intuir la mano de Asín, muy interesado por los filósofos musulmanes españoles, que además dirigía una sección en el Centro de Estudios Históricos sobre «Investigaciones de las fuentes para la historia de la filosofía árabe española». Un ejemplo del valor que con el paso de los años ha seguido conservando esta obra lo demuestra que en 1985 se volvió a publicar el capítulo segundo sobre la Vida y obras de Abusalt.332 En 1917 daba a conocer cuatro manuscritos árabes inéditos puestos a su disposición por el bibliófilo murciano José Alegría, procedentes de la región valenciana y murciana.333 Todos estos trabajos responden a las líneas de investigación marcadas por el Centro de Estudios Históricos, donde González Palencia aprendió la metodología de la edición de los textos árabes siguiendo las pautas trazadas por su maestro Asín, fiel continuador de la escuela de Codera y Ribera. Transcurrirán bastantes años hasta que volviese a interesarse nuevamente por esta labor de edición de textos. Será a partir de
Manuscritos árabes y aljamiados de la Biblioteca de la Junta para Ampliación de Estudios. Noticias y extractos, [en colaboración con Maximiliano Alarcón y Ambrosio Huici], bajo la dirección de Julián Ribera y Miguel Asín, Madrid, Junta para Ampliación de Estudios, 1912. 330 González Palencia, Ángel y Alarcón, Maximiliano. «Apéndice de la edición de Codera de la “Tecmila” de Abben Al-Abbar», en Miscelánea de Estudios y Textos Árabes, Madrid, Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, 1915, pp. 147-690. 331 «Noticias y extractos de algunos manuscritos árabes y aljamiados de Madrid y Toledo», en Miscelánea de Estudios y Textos Árabes, Madrid, Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, 1915, pp. 115-145. 332 González Palencia, Ángel. «Albusalt de Denia», Sharq Al-Andalus, 2 (1985), pp. 247-261. El editor pone de relieve la importancia y actualidad de este personaje remitiendo a su vez al artículo de Rubiera Mata, M.ª José. «Literatos del Sharq Al-Andalus: Abu-s-salt de Denia e Ibn Dihya de Calpe», Revista del Instituto de Estudios Alicantinos, n.º 36 (1982), pp. 33-43. 333 «Sobre algunos manuscritos árabes inéditos», Polytechnicum, X, n.º 119 (1917), pp. 383-390. 329
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los años treinta, una vez instalado ya en la cátedra universitaria y en plena madurez intelectual, cuando aparezcan las ediciones del Catálogo de las Ciencias de Alfarabi,334 El filósofo autodidacto de Ibn Tufayl,335 las Versiones castellanas del Sendebar336 y la Disciplina clericalis de Pedro Alfonso.337 Dentro del apartado de los estudios árabes, González Palencia realizó una serie de obras que podemos relacionar con su cátedra universitaria de «Historia de la literatura arábigo-española». Son obras de síntesis y de divulgación que vinieron a llenar un vacío en la producción bibliográfica en lengua española sobre la materia. Fueron dos manuales que aparecieron en la colección Labor, la Historia de la España musulmana y la Historia de la literatura arábigo-española,338 obras que hay que ver como el fruto de sus enseñanzas universitarias y dirigidas a los alumnos de estas materias, con un fin eminentemente didáctico donde se presentaba un estado de la cuestión con mapas, ilustraciones y una amplia bibliografía. Las reediciones que ambas tuvieron, cuatro la primera y dos la segunda, son un testimonio significativo de la popularidad que tuvieron. Incluso la Historia de la España musulmana ha sido objeto de una edición facsímil en nuestros días.339 Al-Farabi, Muhammad b. Muhammad. Catálogo de las ciencias, ed. y trad. castellana por Ángel González Palencia, Madrid, [Estanislao Maestre], 1932. 2.ª ed., Madrid, Patronato Menéndez Pelayo; Granada, Instituto Miguel Asín, 1953. Ed. facsímil, Valladolid, Maxtor, [2008]. Previamente había publicado sobre ello «El “Catálogo de las ciencias de Alfarabi”», Investigación y Progreso, V (1931), pp. 20-21. Publicado después en Anales de la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias, I, n.º 4 (1934), pp. 893-898. Recogido en Moros y cristianos en la España medieval. Estudios histórico-literarios. Tercera serie, Madrid, CSIC, 1945, pp. 177-187 (= Moros y cristianos). 335 Ibn Tufayl. El filósofo autodidacto (Risàla Hayy Ibn Yaqzán). Nueva traducción española por Ángel González Palencia, Madrid, Escuela de Estudios Árabes, 1934. 2.ª ed., Madrid, Imp. de Edic. Jura, 1948. Ed. facsímil, Valladolid, Maxtor, 2005. Nueva ed. a cargo de Emilio Tornero, Madrid, Trotta, 1995; 3.ª ed., idem, 2003. 336 Versiones castellanas del «Sendebar», ed. y prólogo de Ángel González Palencia, Madrid, [Imp. de la Vda. de E. Maestre], 1946. 337 Alfonso, Alfonso. Disciplina clericalis, ed. y trad. del texto latino por Ángel González Palencia, Madrid, Instituto Miguel Asín, 1948. 338 González Palencia con un criterio imperante en aquellos momentos, incluye dentro del concepto literatura arábigo-española todas las obras que sobrepasan el estricto ámbito de la «literatura», tales como medicina, botánica, matemáticas, etc. Sobre esto, véase Rubiera Mata, M.ª Jesús. Literatura hispanoárabe, Madrid, MAPFRE, 1992, p. 36. 339 Historia de la España musulmana, Barcelona, Labor, 1925. 182 pp., 4.ª ed. rev. Barcelona, Labor, 1945. Ed. facsímil, Valladolid, Maxtor, [2005]; Historia de la literatura arábigo-española, Barcelona, Labor, 1928. 2.ª ed. revisada, Barcelona, Labor, 1945. Según Manuel Marín: «Desde luego, las obras de síntesis elaboradas por González Palencia, sus historias de la “España musulmana” y de la literatura andalusí han quedado superadas hace mucho, aunque mantuvieron vigencia durante décadas ante la falta de otros textos semejantes escritos por sus sucesores […]». Véase Marín, Manuela. «Arabismo e historia de España (1886-1944)», p. 193. 334
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Otras obras de síntesis fueron los capítulos sobre la época musulmana para la Historia Universal y la Historia de los pueblos hispánicos del Instituto Gallach,340 así como el capítulo que redactó para la prestigiosa Cambridge Medieval History, que se publicó asimismo traducido el mismo año en la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos.341 No podemos concluir este apartado sin hacer una mención a su discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia en 1931, que trató Sobre la influencia de la civilización árabe. Fue publicado el mismo año bajo el título «El Islam y occidente» y asimismo fue objeto de una traducción inglesa.342 En él se hace un balance «de las influencias que la cultura y civilización arábigas han ejercido en el mundo cristiano». Esta obra es un claro ejemplo de la postura seguida por la escuela de arabistas españoles, a la que hacíamos alusión en la introducción de este trabajo, tendente a occidentalizar la historia musulmana y a destacar sus contribuciones al desarrollo de la cultura occidental, como quedaba bien patente en la afirmación, «cabe a España la gloria de haber sido el punto donde se pusieron en contacto la civilización árabe y la europea».343 Pero nos interesa, sobre todo, la labor desarrollada por González Palencia en el Archivo Histórico Nacional, donde estuvo desde el 13 de mayo de 1913 hasta el 18 de julio de 1927. Nada más llegar fue encargado de la Sala de Lectura, que compaginó con la continuación de la catalogación de los documentos mozárabes de Toledo, labor iniciada ya por Pons Boigues y Gonzalvo y París, como ya hemos comentado. A principios de 1915 fue el encargado de la Sección de Consejos Suprimidos,344 donde permaneció hasta su marcha a la universidad.
«El apogeo del poder y de la civilización de los musulmanes en el siglo x», «El mundo islámico y las revoluciones de Asia en los siglos xi-xiii. El auge del poder osmanlí en los siglos xiv-xv», en Historia Universal, Barcelona, Instituto Gallach, 1933, t. 3, Edad Media, pp. 218-264, 356-384, 515-542; «La España musulmana», en Historia de España. Historia general de los pueblos hispánicos, Barcelona, Instituto Gallach, 1935, t. 2, La Alta Edad Media, pp. 157-332. 341 «The Western Caliphate», en The Cambridge Medieval History, Cambridge, Cambridge University Press, 1922, v. 3, pp. 409-442; «El califato occidental», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, XXVI, n.os 4, 5 y 6 (1922), pp. 173-196; n.os 7, 8 y 9 (1922), pp. 375-405. Véase la nota 1 de la traducción española, donde se explican las circunstancias de la publicación. 342 [Sobre la influencia de la civilización árabe]. Discursos leídos ante la Real Academia de la Historia en la recepción pública el día 31 de mayo de 1931, Madrid, Tip. de Archivos, 1931. Reed. con el título «El Islam y occidente», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, XXXV, n.os 4 a 6 (1931), pp. 211-279. Recogido en Moros y cristianos, pp. 1-59. Trad. inglesa «Islam and the Occident», en Hispania. A journal devoted to the interests of teachers of Spanish, 18 (1935), pp. 245-276. 343 El Islam y occidente, p. 67. Citada por Marín, Manuela. «Arabismo e historia de España (1886-1944)», p. 207. 344 AHN.SECRETARÍA. Expediente personal de Cándido Ángel González Palencia, 189. 340
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De su labor técnica en el Archivo nos han quedado algunas noticias en la Memoria del año 1917.345 Los fondos de este centro le proporcionaron abundantes materiales para sus trabajos. El más temprano de todos data de 1917 y es el único trabajo de investigación que publicó utilizando fondos del Archivo Histórico Nacional mientras trabajaba en este centro.346 El tema elegido fue un documento latino fechado en 1486 perteneciente a los fondos del Condado de Priego, donde Fátima, una musulmana residente en Gaibiel, localidad perteneciente a dicho condado, decide voluntariamente hacerse cautiva de Fernando López de Heredia, señor de la localidad. Un lugar destacado en la producción bibliográfica de González Palencia merece la monumental obra consagrada a Los mozárabes de Toledo en los siglos xii y xiii patrocinada por la Institución Valencia de Don Juan,347 que recibió grandes alabanzas del mundo erudito, tanto de dentro como de fuera de nuestras fronteras. Según apunta Artigas Ferrando, la obra pudo concebirse durante la estancia de González Palencia en Toledo como archivero.348 Ángel Cortabarría, en un estado de la cuestión sobre los estudios mozárabes publicado en 1982, calificaba esta obra de González Palencia, junto con las Iglesias mozárabes de Gómez-Moreno, como de un valor excepcional, pues ambas habían supuesto un progreso en el conocimiento del mundo mozárabe.349 Por su parte, otras opiniones autorizadas, como la del arabista Joaquín Vallvé, la consideran como su obra más importante dentro del campo del arabismo,350 idea en la que coincide también Manuela Marín.351 En ella se publican más de mil documentos mozárabes procedentes de la catedral de Toledo y del monasterio de San Clemente de esta ciudad, conservados en el Archivo
AHN.SECRETARÍA,71, [hojas 12-13]. «Carta de esclavitud voluntaria de una mora de Gaibiel», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, XXXI, n.os 9 a 12 (1917), pp. 347-356. Recogido en Moros y cristianos, pp. 209-223. 347 Los mozárabes de Toledo en los siglos xii y xiii, Madrid, Instituto Valencia de Don Juan, 1926-1930. 4 v. Reed. en Julio Porres Martín-Cleto (comp.), Obras clásicas para la Historia de Toledo, Madrid, Digibis, 1998 (edición en CD-ROM). 348 Artigas Ferrando, Miguel. «Contestación del Excelentísimo Señor D. Miguel Artigas y Ferrando», al Discurso leído en la sesión pública que la Real Academia Española celebró el día 30 de junio de 1940, Madrid, Estanislao Maestre, 1940, p. 56. 349 «Deux oeuvres d’une valeur exceptionnelle ont marqué un progrès sensible dans la connaissance du monde mozarabe: Iglesias mozárabes. Arte español de los siglos ix-x, Madrid, 1919, 2 v. et Los mozárabes de Toledo en los siglos xii y xiii»; Cortabarría Beitia, Ángel. «Les études mozarabes en Espagne», Mélanges de l'Institut Dominicain d'Études Orientales du Caire, 14 (1980), p. 7. 350 Vallvé Bermejo, Joaquín. «Don Ángel González Palencia, arabista», en Tres Centenarios. Villaviciosa, Astrana y González Palencia. Sesiones celebradas en Cuenca entre los días 12 y 16 de noviembre de 1989, Cuenca, Excmo. Ayuntamiento de Cuenca, 1992, p. 92 (= Vallvé Bermejo, Joaquín. «Don Ángel González Palencia, arabista»). 351 Marín, Manuela. «Arabismo e historia de España (1886-1944)», p. 193. 345 346
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Histórico Nacional. Conocidos por los eruditos desde el siglo xviii, estos documentos pasaron al Archivo Histórico de Toledo cuando se creó en 1869 y tras su disolución en 1875 se incorporaron al Archivo Histórico Nacional.352 Fue Francisco Pons Boigues, como hemos visto, el primero que acometió su estudio y catalogación, labor continuada por Luis Gonzalvo y París, pero que no llegó a finalizar. En 1913 Juan Menéndez Pidal, director en aquellos momentos del Archivo Histórico Nacional, encargó la prosecución de esta labor al funcionario recién incorporado Ángel González Palencia. En su propósito estaba, además de terminar su catalogación, la publicación de los propios documentos. En la obra se publican 652 documentos mozárabes de los fondos de la catedral de Toledo conservados en la Sección de Clero del Archivo Histórico Nacional. A estos hay que añadir otros 98 que sigue conservando la catedral toledana y que se incluyen en la publicación con la letra T. En el Apéndice I se añaden otros 35, con lo cual hacen un total de 785 los procedentes de la catedral de Toledo que aquí se recogen. El otro grupo está formado por 264 documentos procedentes del monasterio de San Clemente de Toledo, conservados igualmente en la mencionada sección del Archivo Histórico Nacional.353 Además, se han incluido otros 14 procedentes del archivo del cabildo de párrocos de Toledo, junto con otros dos conocidos ya por González Palencia, más 9 del Archivo Municipal de Toledo que se reproducen en el Apéndice III. Finalmente, en el Apéndice II se reproducen 21 documentos escritos en árabe con caracteres rabínicos leídos por José M.ª Millás Vallicrosa. Para evitar el excesivo volumen que hubiera supuesto la publicación íntegra de tan ingente volumen de documentos, González Palencia optó por suprimir las partes formularias que se repiten en todos ellos, decisión que no ha estado exenta de críticas.354 Esta formidable cantidad de datos proporcionados por estos documentos ha hecho posible al autor reconstruir minuciosamente la vida del Toledo de los siglos xii y xiii en un volumen preliminar. Mediante ellos podemos conocer la topografía de la ciudad y sus barrios, sus habitantes y las instituciones que regían la vida civil
352 Sobre este archivo, véase Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «Panorama de los archivos españoles durante el siglo xix y primer tercio del siglo xx», en Juan José Generelo y Ángeles Moreno López (coords.), Historia de los archivos y de la archivística en España, Valladolid, Universidad de Valladolid, [1998], p. 149. 353 Estos documentos ingresaron en el Archivo Histórico Nacional por compra a las monjas del monasterio. La colección estaba formada por 295 documentos distribuidos de la manera siguiente: 77 documentos árabes en pergamino y 3 en papel, 7 en hebreo y 9 en latín. Así consta en un documento firmado por el director Vicente Vignau, de 13 de junio de 1899. Véase AHN.SECRETARÍA,70. 354 Los mozárabes de Toledo en los siglos xii y xiii, Madrid, Instituto Valencia de Don Juan, 1930, volumen preliminar, pp. 42-43. Sirva como ejemplo el segundo trabajo de Ferrando Frutos citado en la nota 356.
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y religiosa. Por su naturaleza, contratos y actos de última voluntad en una gran proporción, ofrecen una información de primera mano para conocer la vida social, económica y jurídica de la ciudad, así como un sinfín de detalles de la vida cotidiana de sus habitantes. La tarea no estuvo exenta de dificultad, tal como apuntaba Miguel Asín.355 Uno de los principales méritos de esta obra, además de los que acabamos de señalar, ha sido el de poner al alcance de los estudiosos, tanto arabistas como no arabistas, estos importantes documentos, que a pesar del tiempo transcurrido desde su aparición, hay aspectos en los cuales todavía pueden arrojar mucha luz, como por ejemplo las enormes posibilidades que este fondo tiene para el conocimiento de la realidad lingüística de los mozárabes después de la conquista de la ciudad por los cristianos.356 Las vías que ha abierto a la investigación y los trabajos que ha suscitado son analizados con detenimiento por Vallvé.357 La obra de González Palencia no agota por completo el tema y, conforme se va avanzando en el conocimiento de los fondos documentales del archivo catedralicio toledano, han ido apareciendo nuevos documentos que complementan a los ya conocidos358 o también en el monasterio de Santo Domingo de Silos el Antiguo.359 El Archivo Histórico Nacional ofreció a González Palencia más documentos para sus trabajos, como vamos a ver inmediatamente. En relación con la obra que acabamos
355 Asín Palacios, Miguel. «Prólogo» a «El Islam y Occidente» de González Palencia en Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, XXXV, n.º 4 a 6 (1931), pp. 221-222. 356 Ferrando Frutos, Ignacio. El dialecto andalusí de la marca media. Los documentos mozárabes toledanos de los s. xii y xiii, Zaragoza, Universidad, 1995, p. 7. Este mismo autor en otra obra anterior ha llevado a cabo una edición completa y un estudio lingüístico de los documentos escritos en caracteres hebreos pero en lengua árabe incluidos en la obra de González Palencia, parcialmente editados y traducidos por Millás Vallicrosa. Ahora se publican de forma íntegra ya que en la obra de González Palencia «[…] se omiten con frecuencia no solo fórmulas jurídicas y fechas, sino también importantes secciones de los contratos, con la consiguiente pérdida de material que ello conlleva. La edición es, de todas formas, y en general, bastante fiable, aunque se han introducido algunas grafías correctivas en algunos casos de violaciones de la norma grafémica clásica», Ferrando Frutos, Ignacio. 23 contratos escritos por los judíos de Toledo en los siglos xiii y xiv, ed. completa y estudio lingüístico de los datos judeo-árabes y andalusíes, Zaragoza, Universidad de Zaragoza, 1994, p. 2, nota 2. 357 Vallvé Bermejo, Joaquín. «Don Ángel González Palencia, arabista», pp. 92-98. 358 Cabanelas, Darío. «Un documento de los mozárabes (siglo xiii)», Awraq. Estudios sobre el mundo árabe e islámico contemporáneo, n.os 7-8 (1984-1985), pp. 7-15; Ferrando Frutos, Ignacio. «Dos nuevos documentos mozárabes de Toledo (años 1234-1250)», Al-Andalus Magreb. Estudios árabes e islámicos, n.º 7 (1999), pp. 83100; Ferrando Frutos, Ignacio «Donación en Totanés (Toledo), Año 1271. Un documento árabe de los mozárabes de Toledo», Al-Andalus Magreb. Estudios árabes e islámicos, n.º 14 (2007), pp. 39-49; Ferrando Frutos, Ignacio. «Testamento y compraventa en Toledo (años 1214 y 1215). Dos documentos árabes de los mozárabes de Toledo», Collectanea Christiana Orientalia, 4 (2007), pp. 41-54. 359 Cabanelas, Darío. «Otro documento de los mozárabes de Toledo (siglo xiii)», Toletvm, 17 (1985), pp. 177191. «[…] El documento fechado el 6 de enero de 1297 de la era hispánica (año 1259), ofrece las mismas características de los estudiados por González Palencia y del que yo publico en Awraq […]», p. 177.
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de ver está una serie de artículos donde se daban a conocer otros documentos relacionados con la misma temática y de los cuales tuvo noticia posteriormente. El más directo de todos fue la conferencia que dio en la Sociedad Geográfica Nacional bajo el título Toledo en los siglos xii y xiii, que puede considerarse como un resumen de la misma.360 En 1935 publicará en Al-Andalus otro documento mozárabe toledano del siglo xii que encontró entre los documentos árabes del marquesado del Cenete «que no es de esta procedencia y que, sin duda por error, fue incluido allí».361 Pocos años después, en un trabajo más amplio aparecido en la misma revista, daba a conocer once documentos árabes procedentes de este marquesado, donde se llamaba la atención sobre la singularidad e importancia de los mismos.362 Los documentos van precedidos de un estudio en el que se destaca el excepcional valor que tienen para el conocimiento de la toponimia. En ellos, además del nombre de los pueblos y lugares de la comarca, se indican también los linderos de las fincas, la tasación que los peritos de Jaén hicieron de las tierras del sultán de Granada, las posesiones de la corona de Granada en 1330 y otras en 1459. Igualmente son fundamentales las noticias que ofrecen para el conocimiento del estado de la propiedad, la moneda en circulación y sus equivalentes, así como los requisitos jurídicos que conllevaban las compraventas, legalización de la documentación que se presentaba, los testigos, las tasaciones, los pleitos.363 Parece ser, según indica en una nota, que había descubierto más documentos árabes en el fondo del marquesado del Cenete de la sección de Osuna y que pretendía dar a conocer en otra ocasión. Sobre la procedencia de la colección se preguntaba González Palencia cómo fueron a parar al Archivo Histórico Nacional.364 Lo que hemos podido averiguar sobre el ingreso de estos documentos es que fueron comprados a un particular el 1 de mayo de 1900, efectivamente antes de que llegara el fondo de Osuna al Archivo Histórico Nacional. Sobre la posibilidad de que estos documentos fuesen conocidos por Pons Bohigues y los colocase con los árabes de Toledo parece fuera de lugar, pues este muere en septiembre de 1899, antes por tanto de la compra oficial. Pero
Toledo en los siglos xii y xiii, Madrid, Sociedad Geográfica Nacional, 1933. Recogido en Moros y cristianos, pp. 189-208. Su artículo «Condición de los esclavos entre los mozárabes toledanos», Investigación y Progreso, III (1929), pp. 20-22, es un capítulo de Los mozárabes. 361 «Venta por deudas en Toledo a fines del siglo xii», Al-Andalus, III, n.º 1 (1935), pp. 43-62. 362 «Documentos árabes del Cenete (siglos xii-xv)», Al-Andalus, V, n.º 2 (1940), p. 303. 363 Vallvé Bermejo, Joaquín. «Don Ángel González Palencia, arabista», p. 99. Se indican también en los estudios que siguiendo las pistas ofrecidas por González Palencia han logrado encontrar más documentos árabes en los fondos del marquesado del Cenete de la Sección de Osuna. Hoy día esta sección forma parte del Archivo Histórico de la Nobleza de Toledo. 364 Ibidem, p. 302. En nota se anuncia que entre los papeles del marquesado de Cenete, en Osuna, hay algunos documentos árabes, que se propone dar a conocer en otra ocasión. Ibidem, nota 4. 360
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también es posible que los documentos entraran al archivo antes de su compra con objeto de ser valorados para su adquisición. En cuanto a la primera posibilidad, que se colocaran con los de la catedral de Toledo, no he encontrado ninguna noticia, solamente indicar que en la guía del Archivo de 1916 figuran ya formando parte de los fondos de la Sección de Diversos.365 Actualmente se conservan en el Archivo Histórico de la Nobleza en Toledo. Un hallazgo posterior, en la sección de Osuna del Archivo Histórico Nacional, dará lugar a un nuevo artículo con la publicación y comentario de otro documento de 1329, de las mismas características y que tiene relación con uno de los publicados en el trabajo anterior.366 La información que todos ellos aportan sobre toponimia es muy importante. El último de estos trabajos es el relativo a los riegos de Veruela en los siglos xii y xiii, en el que se utilizan documentos de este monasterio cisterciense de la Sección de Clero, interesantes para conocer la situación económica y social de los exaricos aragoneses. Hay que destacar un par de trabajos, que veremos a continuación, que guardan relación con Los mozárabes de Toledo en los siglos xii y xiii. Las búsquedas de González Palencia en el archivo catedralicio de Toledo y en el Archivo Histórico Nacional le permitieron conocer la riqueza de sus respectivos fondos documentales, pues si importante era la serie de documentos en árabe, más lo eran todavía los documentos latinos y romances. De hecho, su intención era publicar los romances a continuación de los mozárabes, pero esta labor nunca la llegó a realizar. Pero de estas búsquedas sí surgió un trabajo importante, como fue el dedicado a esclarecer la figura de don Raimundo, la primera monografía publicada sobre este importante arzobispo toledano.367 En esta obra se acomete la reconstrucción de la biografía de este personaje sobre el cual se tenían «escasísimas noticias» y al cual se relaciona con la Escuela de Traductores de Toledo. No obstante, y a pesar de la gran aportación documental que se hace a lo largo de todo el trabajo, la conclusión de su autor es que la investigación seguía todavía abierta.368 Una segunda edición ampliada se publicó como monografía en 1942 dentro de la colección Pro Ecclesia et Patria de la editorial Labor,369 donde se incorporaron dos nuevos capítulos, uno al principio que sirve para enmarcan la figura de don Raimundo en su época, y otro al final, donde se recoge el elenco de las obras traducidas del árabe al latín que se han conservado en nuestros días. En esta obra el peso de la documentación aportada por el Archivo Histórico Nacional es también notable.
[González y Fernández, Joaquín]. «Archivo Histórico Nacional», p. 97. «Adición a los documentos árabes del Cenete», Al-Andalus, VI, n.º 2 (1941), pp. 477-480. 367 «Noticias sobre D. Raimundo, arzobispo de Toledo (1125-1152)», Spanische Forschungen der Görres-Gesellschaft, VI (1936), pp. 90-141. Recogido en Moros y cristianos, pp. 101-176. Citamos por esta última edición. 368 Ibidem, p. 106. 369 El arzobispo don Raimundo y la Escuela de traductores de Toledo, Barcelona, Labor, 1942. 365 366
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Entre 1929 y 1946 publicó otras obras de temática medieval que podemos calificar de «menores», trabajos todos ellos breves y con un marcado carácter eminentemente divulgativo.370 Nos interesan también otros trabajos de González Palencia dedicados a la época medieval en los que se aportan noticias por la localización de nuevos documentos. Son los dedicados al condestable Miguel Lucas de Iranzo,371 al obispo de Jaén Gonzalo de Zúñiga,372 a don Pedro Niño373 y a don Álvaro de Luna.374 En ellos utiliza documentación de las secciones de Consejos y de Osuna del Archivo Histórico Nacional. Otros son los dedicados a Álvaro García de Albornoz,375 hermano del cardenal y arzobispo de Toledo Gil de Albornoz; al médico de Juan II Alonso Chirino,376 con fondos del archivo particular de los Girones (Cuenca), Archivo General de Simancas y Biblioteca Nacional; y a Diego de Valera,377 con documentos del Archivo Municipal de Cuenca. Por último, el dedicado al fuero latino de Albarracín,378 en colaboración con su hermana, en esta ocasión con documentos del archivo municipal de esta localidad.
«Romance de Gerineldo en Albarracín», Aragón (Zaragoza, febrero de 1929). Recogido en Moros y cristianos, pp. 337-344; «El amor platónico en la corte de los califas», Boletín de la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba, VIII, n.º 25 (1929), pp. 77-99; «Condición de los esclavos entre los mozárabes toledanos», Investigación y Progreso, III (1929), pp. 20-22; «Precedentes islámicos de la leyenda de Garín», Al-Andalus, I, 2 (1933), pp. 335-355. Recogido en Historias y leyendas, pp. 77-108; «La poesía arábigo-andaluza y su influencia», Revista Hispánica Moderna, I, n.º 2 (1935), pp. 81-96; «Huellas islámicas en el carácter español», Hispanic Review, VII, 3 (1939), pp. 185-204. Recogido en Moros y cristianos, pp. 61-99; «Vida económica de la España musulmana», en XXIII Feria Muestrario de Valencia, Valencia, 1944, pp. 17-26; «El trabajo en la España musulmana», Revista del Trabajo (1945), pp. 199-208; Aspectos sociales de la España Árabe, Madrid, Escuela Social, 1946. 371 «Unas casas del condestable don Miguel Lucas de Iranzo», Norte Andaluz (4 de mayo de 1924). Recogido en Moros y cristianos, pp. 331-335. 372 «Nuevos datos biográficos de don Gonzalo de Zúñiga, obispo de Jaén», Boletín de la Biblioteca de Menéndez Pelayo, XI (1929), pp. 22-39. Recogido en Moros y cristianos, pp. 225-254. 373 «Don Pedro Niño y el condado de Buelna», Boletín de la Biblioteca de Menéndez Pelayo, XVIII (1932), pp. 105-146. Recogido en Moros y cristianos, pp. 275-324. 374 «La capilla de don Álvaro de Luna en la catedral de Toledo», Archivo Español de Arte y Arqueología, V, n.º 13 (1929), pp. 109-122. Recogido en Miscelánea conquense. Primera serie, Cuenca, Imp. Seminario Conciliar, 1929. VIII, 296. Ed. facs. con introd. por Miguel Jiménez Monteserín, Cuenca, Ayuntamiento, 1990, pp. 133-138 (= Miscelánea conquense). 375 «Alvar García de Albornoz», El Centro (Cuenca, 1 de diciembre de 1923). Recogido en Miscelánea conquense, pp. 151-156 y en Moros y cristianos, pp. 325-330. 376 «Alonso Chirino médico de Juan II y padre de Mosén Diego de Valera», Boletín de la Biblioteca de Menéndez Pelayo, VI (1924), pp. 42-62. Recogido en Miscelánea conquense, pp. 185-197. También en Chirino, Alonso. Menor daño de la medicina. Espejo de la medicina, estudio preliminar acerca del autor por Ángel González Palencia y Luis Contreras Poza, Madrid, Real Academia de Medicina, 1944, pp. 11-34. 377 «Mosén Diego de Valera en Cuenca», Boletín de la Biblioteca de Menéndez Pelayo, VIII (1926), pp. 3-14. Recogido en Miscelánea conquense, pp. 185-197 y en Moros y cristianos, pp. 255-273. 378 González Palencia, Ángel y González Palencia, Inocenta. «El fuero latino de Albarracín», Anuario de Historia del Derecho Español, VIII (1931), pp. 415-495. 370
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Como monografías históricas hay que destacar el Índice de la España Sagrada, La Junta de Reformación, los estudios dedicados al arzobispo de Toledo don Raimundo y al secretario de Felipe II, Gonzalo Pérez (premio Raimundo Lulio del CSIC de 1945) y la Historia de la censura gubernativa en España de 1800 a 1833. La historia local de su Cuenca natal también fue objeto de muchos de sus trabajos, tales como Miscelánea conquense, Fuentes para la historia de Cuenca y su provincia, Memorias históricas de Cuenca y su obispado. Asimismo colaboró asiduamente en la prensa con numerosos artículos de divulgación cultural. Falleció en accidente de automóvil en las inmediaciones de Valverde de Júcar el 30 de octubre de 1949. En resumen, la amplia obra histórica de González Palencia viene marcada por su formación de arabista, muy centrada en el periodo medieval. En un primer momento predominan las ediciones de textos árabes, dando a conocer la edición y traducción de algunas obras de importantes autores de la España musulmana, para pasar después a obras de síntesis y manuales, relacionados con su labor docente en la universidad, sin abandonar los pequeños artículos sobre temas más concretos. La visión que González Palencia tuvo del arabismo fue la predominante por entonces, la nacionalización e integración de al-Ándalus como parte de la historia de España, como queda bien patente en los títulos de sus obras: Historia de la España musulmana, Historia de la literatura arábigo-española, El trabajo en la España musulmana, Aspectos sociales de la España árabe, La poesía arábigo-andaluza y su influencia, etc. Esta íntima relación entre la historia de al-Ándalus y la historia de España es la que hace posible, en opinión de Rodríguez Mediano, figuras como las de González Palencia «que pudo llevar a la par una carrera de arabista y otra de hispanista».379 Como acabamos de ver al analizar su obra, el Archivo Histórico Nacional le proporcionó abundantes materiales, siendo, por tanto, muy importante el peso que tiene en ella. 4. Áurea Lucinda Javierre Mur380 Nació en Teruel el 24 de agosto de 1898. Sus primeros estudios los realizó en el Instituto General y Técnico de Tarragona, ciudad en la que residía por motivos familiares.
379 Rodríguez Mediano, Fernando. «La Filología en el CSIC (1936-1975)», en Tiempos de investigación. JAECSIC, cien años de ciencia en España, p. 351. 380 Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «Javierre y Mur, Áurea Lucinda», en Diccionario Biográfico Español, Madrid, Real Academia de la Historia, 2011, v. XXVII, pp. 737-738, donde se recoge la bibliografía anterior. Con posterioridad se ha publicado, Benítez Marco, M.ª Pilar. María Moliner y las primeras estudiosas del aragonés y del catalán de Aragón, [Zaragoza], Rolde de Estudios Aragoneses, D. L. 2010, y de la misma autora, La turolense Áurea Lucinda Javierre Mur: abriendo caminos de mujer, Teruel, Instiuto de Estudios Turolenses, 2017.
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Trasladada a Zaragoza en 1911, continuó sus estudios en el Instituto General y Técnico de esta ciudad, obteniendo el grado de bachiller el 23 de agosto de 1913 con nota de sobresaliente. Ese mismo año se matriculó en la Universidad de Zaragoza para seguir la carrera de Filosofía y Letras. Durante el curso 1914-1915 lo hizo también como alumna libre en la Escuela Normal de Maestras de Huesca. Además, entre los años 1915 y 1917, trabajó como secretaria redactora del recién creado Estudio de Filología de Aragón, instituto de investigación patrocinado por la Diputación de Zaragoza y dirigido por el catedrático de la Universidad de Zaragoza Juan Moneva y Puyol.381 Se graduó en Magisterio en Huesca y se licenció en Filosofía y Letras (Sección de Historia) en la Universidad de Zaragoza el 6 de abril de 1918, doctorándose posteriormente en la Universidad Central con Premio Extraordinario el 14 de diciembre 1930 con la tesis Matha de Armanyach, Duquesa de Gerona.382 Ingresó por oposición en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos el 26 de julio de 1921 con destino a la Biblioteca-Museo Balaguer de Villanueva y Geltrú. Al cabo de un año se trasladó al Archivo de la Corona de Aragón (4 de enero de 1922), donde permaneció hasta su marcha a Madrid por concurso de traslados al archivo del Ministerio de Obras Públicas el (Orden de 13 de diciembre de 1934) y desde aquí pasó finalmente al Archivo Histórico Nacional por concurso (Orden de 3 de abril de 1935), que será su destino definitivo hasta su jubilación el 10 de agosto de 1968. Prácticamente recién instalada en Madrid se presentó a la cátedra de «Paleografía y diplomática» de la Universidad de Murcia, convocada el 10 de abril de 1935, plaza a la
381 «Desde un primer momento este centro se planteó la organización de un grupo interno de trabajo como un seminario de lexicografía con cuatro colaboradores permanentes con la categoría de Secretarios Redactores y un número variable de ayudantes temporales. Para seleccionar los primeros se acudió a los alumnos de los últimos cursos de la enseñanza secundaria y los alumnos o licenciados de la Facultad de Filosofía y Letras de Zaragoza, que les serviría de esta forma como una ampliación de estudios con reconocimiento oficial otorgado por el Estudio. Se les pedía tener conocimientos de filología y de la situación lingüística de Aragón. Para los segundos se recurrió a los alumnos de Magisterio, sin exigirles ninguna cualificación especial. Áurea Javierre formó parte desde la creación del primer grupo junto con Martín Luis Sancho y Seral, Enrique Naval y Delgrés y Luis Boya y Saura», Aliaga Jiménez, José Luis. «Crónica de un proyecto inacabado: el Estudio de Filología de Aragón», en José Carlos Mainer Baqué y José María Enguita Utrilla (coords.), Cien años de Filología en Aragón: VI Curso sobre Lengua y Literatura en Aragón, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2006, p. 133 y nota 26. 382 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de titulación universitaria, 31/15986. Su expediente de licenciatura se conserva en el Archivo de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza. No hemos localizado en cambio su expediente de doctorado entre los fondos de la Universidad Central de la Sección de Universidades del Archivo Histórico Nacional, ni en el Archivo General de la Universidad Complutense, ni en el AGA. Sí se conserva su tesis doctoral en el Depósito de Tesis de esta universidad (T. 5415. 2 v.).
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que optaba igualmente su compañero José M.ª Lacarra. La convocatoria, como hemos visto, fue anulada por Orden de 24 de junio de 1935.383 El 5 de febrero de 1936 solicitó una pensión a la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas de dos meses, para estudiar la conservación e instalación de los fondos documentales en los archivos nacionales de París y British Museum de Londres.384 En el expediente de la Junta no queda constancia de que se le concediera la pensión solicitada, pero deducimos que, por las fechas, en vísperas del inicio de la Guerra Civil, casi con toda seguridad se vería afectada por la orden de suspensión de las pensiones en el extranjero. El inicio de la guerra le sorprendió en Zaragoza donde se encontraba con «permiso reglamentario» y por esta circunstancia fue adscrita a la Biblioteca Universitaria de Zaragoza.385 Los servicios que prestó durante estos años los conocemos por la declaración jurada que hizo ante el Juzgado Instructor de Depuración de Funcionarios del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos el 14 de mayo de 1940.386 Por este expediente y el de funcionaria del Cuerpo Facultativo, podemos conocer con mayor precisión cuáles fueron sus destinos en estos años. El 8 de noviembre de 1937 se fue destinada con carácter provisional al Archivo de la Delegación de Hacienda de Málaga. Unos días después, el 17 del mismo mes, pasó a la Auditoría del Ejército de Ocupación, Servicio Central de Antecedentes en Zaragoza, donde tenía su sede este servicio. El 3 de febrero de 1939 la Inspección de Archivos le encargó la organización y dirección del Servicio de Lecturas para el Soldado en Barcelona.387 El 10 de mayo de 1939, una vez finalizada la guerra, se incorporó a su puesto en el Archivo Histórico Nacional. No obstante, siguió vinculada provisionalmente al Servicio de Lectura para el Soldado, como consta por un documento de esta misma fecha de la Jefatura del Servicio de Archivos y Bibliotecas del Ministerio de Educación Nacional
AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de oposición a la cátedra de Paleografía de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Santiago de Compostela, 32/13515, Exp. 9134-5. Sobre los pormenores de estos hechos remitimos a lo que decimos en la nota 67. 384 CDRE-AJAE. Expediente, 81-88. 385 Así consta en la memoria universitaria de 1936. Véase Moralejo Álvarez, Remedios. «La Biblioteca Universitaria de Zaragoza de 1935 a 1975», Boletín de la ANABAD, XL, n.º 4 (1990), p. 100. También en un escrito dirigido al director de la Biblioteca Universitaria de Zaragoza, de fecha 8 de noviembre de 1937, donde se le notificaba que «pasaba a prestar sus servicios, con carácter provisional al Archivo de la Delegación de Hacienda de Málaga», AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionaria del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 31/7200. 386 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de depuración, 31/6065. 387 Ibidem y AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionaria del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 31/7200. Sobre su labor en este servicio, véase Blanco Domingo, Luis Mariano. Libros como trincheras. La Biblioteca de la Universidad de Zaragoza, pp. 297-302. 383
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dirigido al director del Archivo Histórico Nacional.388 Tuvo que sufrir el correspondiente expediente de depuración, que se resolvió favorablemente el 27 de mayo de 1940.389 De la trayectoria vital de Áurea Javierre hay que destacar su vocación por la investigación histórica. Sin duda, su trabajo en el Estudio de Filología de Aragón, con su organización tipo seminario, le pusieron en contacto con el mundo de la investigación. Recordemos que la misión de esta institución era reunir materiales para la formación de un Diccionario aragonés. Su trabajó allí tuvo dos vertientes: una administrativa, en función del cargo de secretaria redactora; y, otra, investigadora, que es la que más nos interesa. Colaboró en los dos proyectos filológicos que llevaba a cabo el estudio, la formación de un diccionario de voces aragonesas y el de recopilación de la toponimia aragonesa. Fue especialmente en este último donde su colaboración fue más amplia.390 Como formación recibida, además del aprendizaje en el desempeño del trabajo diario, asistió al ciclo de conferencias sobre la «Investigación de las instituciones sociales y políticas de Aragón en la Edad Media», a cargo de José M.ª Ramos Loscertales, que con toda probabilidad despertarían en ella su interés por la historia aragonesa. En esta cátedra se le encargó realizar un estudio sobre el Teatro histórico de las iglesias del Reyno de Aragón de Ramón de Huesca y Lamberto de Echevarría.391 Instalada ya en el Archivo Histórico Nacional desempeñó la jefatura de la Sección de Órdenes Militares desde 1949392 hasta su jubilación, sobre cuyos fondos publicó numerosos trabajos, convirtiéndose en una especialista de reconocido prestigio en la materia. Becada en diversas ocasiones a Italia para estudiar la documentación de la cancillería pontificia y de las órdenes militares,393 fue participante habitual de los Congresos de Historia de la Corona de Aragón.394
AHN.SECRETARÍA. Expediente personal de Áurea Lucinda Javierre Mur,35. AHN.SECRETARÍA. Expediente personal de Áurea Lucinda Javierre Mur,35; AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de depuración, 31/6065. 390 Una relación detallada de los trabajos efectuados en estos dos proyectos, puede verse en Benítez Marco, M.ª Pilar. María Moliner, pp. 62-67. 391 Benítez Marco, M.ª Pilar. María Moliner, p. 61. 392 Nombramiento por Orden de 25 de febrero de 1949. Véase Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, LV, 1 (1949), pp. 275-276. 393 «Trabajos de Diplomática realizados con la Beca “Conde de Cartagena” en los archivos vaticanos», Boletín de la Real Academia de la Historia, CXLIV, cuaderno I (1959), pp. 49-56. 394 En su expediente personal se conservan numerosas autorizaciones para asistir a estos y otros congresos: Autorización para asistir al VI Congreso de Estudios Sardos (Cagliari) en 1955; Autorización para asistir a la reunión de historiadores medievalistas en Foggia (Italia) el día 25 de octubre de 1959 y al congreso que seguirá en Braga (Portugal) el día 6 de noviembre de 1959. Designada por la Dirección General de Bellas Artes y Archivos para asistir a la I Settimana di Studi Sardi (Cagliari) en 1964; Invitada al Congresso 388 389
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Asimismo, la Fundación Conde de Cartagena de la Real Academia de la Historia le concedió varias becas para la realización de estudios. Así, en 1951, consiguió una beca de dos meses para viajar a Portugal y completar en sus archivos el catálogo de privilegios reales de la Orden de Calatrava; en 1954, para estudiar en el Archivo Vaticano «el problema que plantea la catalogación cronológica de documentos medievales»; en 1957, para estudiar en los Archivos Vaticanos los problemas que suscitaba la reducción de fechas y catalogación de documentos de la cancillería pontificia; en 1958, dos meses en el Archivo Vaticano para estudiar la documentación de la cancillería pontificia y su catalogación; en 1963, estancia de un mes en Milán para realizar estudios en el Archivo de Estado de aquella ciudad sobre la Orden de Montesa;395 en 1964, beca de dos meses para trabajar en los archivos del norte de Italia sobre las negociaciones secretas llevadas a cabo por los maestres de la Orden de Montesa como embajadores de Alfonso V de Aragón.396 En 1940 intentó acceder a la docencia universitaria concursando a una plaza de auxiliar de «Historia medieval» en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central.397 Fue profesora de «Diplomática» en los cursos para la formación técnica de archiveros y bibliotecarios organizados por la Dirección General de Archivos398 y perteneció al Institut d’Estudis Catalans desde 1966.399 La obra escrita de Áurea Javierre asciende a cincuenta y dos títulos, sin incluir las numerosas voces que redactó para el Diccionario de Historia de España. Sus trabajos presentan unos intereses muy concretos que se irán plasmando en sus diferentes artículos y monografías. También hay que destacar que en los trabajos de Áurea Javierre se puede ver claramente que sus investigaciones estaban íntimamente relacionadas con su profesión de archivera, que la colocaban en una situación privilegiada para conocer documentos
Internazionale di Studi sull’Etá Aragonese en Taranto (27 de octubre de 1965); Autorización para participar en las Jornadas del Centro Internacional de Historia del Derecho de París a celebrar en Besançon, 23 de mayo de 1967. 395 Se conserva una breve Memoria de los trabajos realizados en los archivos de Milán del 15 de mayo al 15 de junio de 1963 que presentaría a su regreso. Los centros donde llevó a cabo las investigaciones fueron: Archivo di Stato de Milán, Archivo Storico Civico, Biblioteca Ambrosiana, Biblioteca Nazionale Braidense y Biblioteca Trivulzina. Véase AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionaria del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 31/7200. 396 AHN.SECRETARÍA. Expediente personal de Áurea Lucinda Javierre Mur,35. 397 Solicitud de 7 de julio de 1940 para tomar parte en el concurso para proveer la plaza de auxiliar de «Historia medieval», vacante en la Facultad de Filosofía y Letras. Véase AGUCM, 104/09-7. 398 «Los cursos para la formación técnica de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos 1955-1956», Boletín de la Dirección General de Archivos y Bibliotecas, IV, n.º 32 (1955), p. 33. 399 Balcells, Albert et al. Història del Institut d’Estudis Catalans, v. II: De 1942 al temps recents, Barcelona, Institut d’Estudis Catalans, 2007, p. 140. [467]
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durante el curso de su trabajo cotidiano. Dos fueron los archivos que marcaron fundamentalmente toda su vida de investigadora, el Archivo de la Corona de Aragón, donde estuvo entre 1922 y 1934, y el Archivo Histórico Nacional, último destino de su carrera administrativa, donde permaneció entre 1935 y 1968. Comenzaremos por analizar sus trabajos de carácter histórico, que tienen dos temas principales de interés, la Corona de Aragón y las órdenes militares. Sus dos primeras publicaciones se alejan de estos contenidos, lo que tiene una clara explicación. Datan de los años 1917-1918,400 que coinciden con los años finales de sus estudios y licenciatura en la Universidad de Zaragoza y de trabajo en el Estudio de Filología de Aragón, de hecho, uno de ellos lo hizo en colaboración con Dolores de Palacio y Azara, que fue compañera suya en la universidad y en el estudio.401 Los dos artículos, de tema local aragonés, tienen como base la utilización de documentos de los Archivos de Protocolos Notariales de Zaragoza, Pertusa y del Archivo de la Diputación de Zaragoza. Nos detendremos en primer lugar en sus trabajos sobre la historia de la Corona de Aragón, centrados especialmente en el Reino de Cerdeña y en el reinado de Alfonso el Magnánimo. En ellos influyó decididamente su estancia en el Archivo de la Corona de Aragón y así quedará reflejado en las fuentes documentales utilizadas, salvo cuatro que se elaboraron con fondos del Archivo Histórico Nacional, como veremos inmediatamente. En 1930 aparecerá en las páginas del Boletín de la Real Academia de la Historia su primera monografía histórica.402 Se trataba de su tesis doctoral, leída en la Universidad Central y que fue premiada por la Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País en 1930. Elaborada íntegramente con documentación del Archivo de la Corona de Aragón, Matha de Armanyach será igualmente la primera de las dos biografías que dedicará a mujeres relevantes de la historia de la Corona de Aragón.403 En ella estudia la
«Los bandos de los Marcillas y los Muñoces en Teruel en el siglo xiv. Para “Los amantes de Teruel”», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, XXXVI, n.os 5 y 6 (1917), pp. 369-377 (en colaboración con Dolores de Palacio y Azara); «Una obra ignorada de Juan de Herrera: (la torre de la colegiata de Pertusa)», Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, XXVI (1918), pp. 199-201. 401 Benítez Marco, M.ª Pilar. María Moliner, p. 58. 402 «Matha de Armanyach, duquesa de Gerona (1373-1378)», Boletín de la Real Academia de la Historia, XCVI, cuaderno I (1930), pp. 107-247. Ed. aparte, Matha de Armanyach, duquesa de Gerona, Madrid, Tip. de Archivos, 1930. Hay una reedición sin los apéndices documentales Mata d'Armagniac, duquesa de Girona, Barcelona, Rafael Dalmau, 1967. 403 La autora justifica la elección de su personaje debido a que «está rodeada de una aureola de misterio, eclipsada quizá por la fastuosa Violante de Bar, y queremos sacar del olvido esta joven existencia, truncada prematuramente para desgracia de la Corte de Aragón […] No pretendemos estudiar la intervención de la 400
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figura de Matha de Armanyach, segunda esposa del infante Juan, primogénito de Pedro IV el Ceremonioso.404 La otra monografía es María de Luna, reina de Aragón, que consiguió el premio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas del año 1941405. María de Luna, hija de los condes de Luna, una de las familias más ilustres de Aragón, contrajo matrimonio con el infante don Martín, hijo de Pedro el Ceremonioso. Con el doble de extensión que el trabajo anterior sigue exactamente el mismo esquema, salvo un capítulo más que dedica a la coronación de la reina. El peso de la obra se centra en el estudio del personaje, dejando en un lugar secundario su papel como reina. La obra constituye una investigación de primera mano en los ricos fondos del Archivo de la Corona de Aragón, en su inmensa mayoría, y puede considerarse el punto de inicio para el conocimiento de este personaje, pues no se contaba con ninguna otra obra de partida en aquel momento.406 Ya en Madrid, comenzará a publicar trabajos utilizando documentos del Archivo Histórico Nacional, como los dedicados al monasterio de Poblet.407 Aunque no queda
Duquesa de Gerona en la política aragonesa; únicamente nos referimos a ella en cuanto pueda ayudarnos a conocer su carácter. No será, pues, la historia de una princesa gobernante, sino la de una vida intensa de mujer», ibidem, pp. 5-6. 404 Pocos años después de publicada esta obra, Madurell Marimon profundizó en un documentado estudio, basado igualmente en documentos del Archivo de la Corona de Aragón, sobre las nupcias de Matha de Armanyac y en el que se hace referencia a la obra de Áurea Javierre, Madurell i Marimon, Josep M.ª. «Les noces de l'Infant Joan amb Matha d'Armanyac», Estudis Universitaris Catalans, XIX (1934), pp. 1-57. 405 María de Luna, reina de Aragón, Madrid, CSIC, 1942. Orden de 24 de diciembre de 1941 sobre la concesión del premio discernido por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas a favor de la señorita Áurea Lucinda Javierre y Mur, funcionaria facultativo del Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos (BOE de 14 de enero). En 1942 el CSIC le concedió una subvención para gastos de viaje y estancia de dos meses en Valencia y Barcelona para completar este trabajo premiado. Véase AHN.SECRETARÍA. Expediente personal de Áurea Lucinda Javierre Mur,35 y AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionaria del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 31/7200. 406 La figura de María de Aragón ha sido objeto en 2001 de una tesis doctoral en la Universidad Autónoma de Barcelona a cargo de Nuria Silleras Fernández, bajo el título María de Luna. Una reina entre la piedad y el poder (1316-1406). Basada en ella ha publicado posteriormente Silleras Fernández, Nuria. Power, piety and patronage in late medieval queenship. Maria de Luna, New York; Basingstoke, Hampshire, Palgrave Macmillan, 2008. Refiriéndose a la obra de Áurea Javierre apunta: «Early in my doctoral research I came upon Áurea Javierre’s 1942 study of Maria. In the fashion of the day, it focused on the most exceptional moments in the career of the queen, who was presented as a moral model —it was a character study—, an exemplum. Moreover, it belongs to a historiographical tradition that tends to present queens as moral dependents of theirs husbands or sons, with little political power or historical importance themselves. Althougt blemished by some documentary inaccuracies, an antiquated methodology, and a panegyric tone, Javierre’s study impressed upon me the fact that queens of the Crown of Aragon not only had opportunities to exercise real power, but even ruled occasionaly in their husband’ stead», p. 8. 407 «El último viaje de Alfonso IV de Aragón», Estudios de Edad Media de la Corona de Aragón, II (1946), pp. 241-256; «Una carta de Fernando el Católico al abad del monasterio de Poblet comunicándole la toma de [469]
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constancia en su expediente personal, es muy posible que recién incorporada al archivo fuese encargada de los fondos del monasterio de Poblet, que pondría a su disposición este importante fondo monástico.408 No obstante, son bastantes los artículos en los cuales los documentos utilizados proceden de varios archivos, fundamentalmente del Archivo de la Corona de Aragón y del Archivo Histórico Nacional, a los cuales se agregarán en algún caso archivos italianos, como el Archivo de Estado de Milán, el Archivo de Estado de Venecia y el Archivo Vaticano.409 Otras secciones del Archivo Histórico Nacional también ofrecieron materiales a Áurea Javierre, como la de Osuna,410 la de Consejos411 y la de Estado,412 en estos últimos dos casos, para trabajos que no se centraban en la época medieval.
Granada», Correo Erudito. Gaceta de las Letras y de las Artes, III [1947], p. 47; «Testamento y codicilo de la infanta Juana de Aragón, condesa de Ampurias», Estudios de Edad Media de la Corona de Aragón, VI (1956), pp. 449-466; «Relaciones diplomáticas entre Juan II de Castilla y Alfonso V de Aragón (Documentos para su estudio)», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, LIII, n.º 1 (1947), pp. 9-33. En este último se utilizan también fondos del Archivo de la Corona de Aragón. 408 Nuestra intuición se basa en la información proporcionada por la propia Áurea Javierre en la solicitud de pensión que hizo a la Junta para Ampliación de Estudios mencionada anteriormente. Entre los méritos alegados indicaba que en el Archivo Histórico Nacional había clasificado 15.000 pergaminos del monasterio de Poblet, CDRE-AJAE. Expediente, 81-88. 409 «Aportación documental a las relaciones entre Alfonso V de Aragón y el ducado de Milán», en IV Congreso de Historia de la Corona de Aragón: Actas y Comunicaciones, v. I, Palma de Mallorca, [Gráf. Miramar], 1959, pp. 95-112 (ACA y AHN. Sección de Órdenes Militares); «Alfonso V de Aragón y la República Ambrosiana (1447-1450)», Boletín de la Real Academia de la Historia, CLVI, cuaderno I (1965), pp. 191-270 (AHN. Sección de Órdenes Militares, ACA, Archivo de Estado de Venecia, Archivo de Estado de Milán); «Constanza de Sicilia en las crónicas de su tiempo», Rivista Storica del Mezzogiorno, I, fasc. I-II (1966), pp. 171-185 (ACA); «Bonifacio y Calvi en la política mediterránea de Alfonso el Magnánimo», en La Corona de Aragón y el Mediterráneo: Aspectos y problemas comunes desde Alfonso el Magnánimo a Fernando el Católico (1416-1516): IX Congreso de Historia de la Corona de Aragón, v. II. Comunicaciones, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1984, pp. 81-89 (ACA, AHN y Archivo de Estado de Milán); «Un proyecto de Pedro de Luna, último Papa de Aviñon», en VII Congreso de Historia de la Corona de Aragón, Barcelona, Dirección General de Archivos y Bibliotecas y de Relaciones Culturales y Ayuntamientos. Diputaciones de Barcelona y Tarragona, v. III, 1967, pp. 369-374 (Archivo Vaticano); «Alfons el Maganànim i el Toisó d´Or», en Estudis d’Historia Medieval, v. IV, Barcelona, Societat Catalana d'Estudis Històrics, 1971, pp. 111-120 (ACA). 410 «La prueba testifical en el proceso contra Leonardo de Alagón, marqués de Oristano», en Atti del VI Congresso Internazionale di Studi Sardi, Cagliari, Centro Internazionale di Studi Sardi, 1961, pp. 375-418; «Cerdeña en el archivo de la Casa de Osuna», Archivo Storico Sardo, XXXI, fasc. I-II (1957), pp. 171-207. 411 «Ordenanzas de la cofradía de San Cosme y San Damián de médicos y cirujanos de la ciudad de Teruel», Teruel, 3 (1951), pp. 7-26. 412 «Boda de la infanta María Antonia de Borbón con Víctor Amadeo duque de Saboya», Boletín de la Real Academia de la Historia, CXXXI, cuaderno I (1952), pp. 181-245. Además de la Sección de Estado del AHN se utilizan también documentos del Archivo del Palacio Real. [470]
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El otro tema de interés de Áurea Javierre fueron las órdenes militares, claramente relacionado con el desempeño de su labor profesional en la Sección de Órdenes Militares del Archivo Histórico Nacional, al frente de la cual estuvo casi veinte años. Sobre sus fondos publicó cinco monografías que constituyen las primeras obras que dieron a conocer la riqueza de los fondos atesorados en esta sección. Hasta ese momento los documentos que habían despertado el mayor interés eran los expedientes de pruebas para el ingreso en las respectivas órdenes, sobre los cuales se redactaron los primeros instrumentos de información que comenzaron a publicarse en la época de Vignau. Los únicos trabajos que se habían centrado en dar una información sobre los fondos diplomáticos fueron el de la Orden de Calatrava, prologado por Uhagón,413 y el de Delaville le Roulx,414 para la de San Juan de Jerusalén. En 1945 apareció la primera, el catálogo de los documentos reales de la Orden de Montesa,415 donde se ofrece una información precisa sobre 784 documentos otorgados por los monarcas de la Corona de Aragón a favor de la Orden. La amplia introducción, que supera las cien páginas, puede considerarse como una primera aproximación o síntesis a su historia. La importancia que estos documentos tienen para la historia medieval de la Corona de Aragón queda perfectamente resumida por la autora.416 Esta se ve acrecentada, además, por reunir entre sus documentos no solo los de la Orden de Montesa, sino también los que heredó en el momento de su fundación procedentes de la Orden del Temple y de la de San Juan de Jerusalén, que constituían los títulos de propiedad que estas tenían en el Reino de Valencia y que fueron entregados por Jaime II a su primer maestre Guillermo de Eril, dando lugar de esta forma al nacimiento del archivo de la Orden de Montesa.
413 «Índice de los documentos de la Orden Militar de Calatrava existentes en el Archivo Histórico Nacional», Boletín de la Real Academia de la Historia, XXXV, cuadernos I-III (1899), pp. 5-167. Tirada aparte, Madrid, Establecimiento Tipográfico de Fortanet, 1899. 414 Delaville le Roulx, Joseph. «Les archives de l´ordre de l´Hôpital dans la Péninsule Ibérique», Nouvelles Archives des Missions Scientifiques et Litttéraires, t. IV, Paris, E. Leroux, 1893, pp. 1-283. 415 Privilegios reales de la Orden de Montesa en la Edad Media. Catálogo de la serie existente en el Archivo Histórico Nacional, Madrid, Junta Técnica de Archivos Bibliotecas y Museos 1945. Un intento de completar esta obra, añadiendo los documentos reales de la Edad Moderna y los pontificios medievales (1074-1475) son los trabajos de Díaz Manteca, Eugenio. «Documents per l´estudi de l´Ordre de Montesa. Els fonds de l´Arxíu Històric Nacional, secció OO.MM. (II). Privilegis reials de Montesa en l´Edat Moderna (1507-1792)», Centro de Estudios del Maestrazgo. Boletín, n.º 37, enero-marzo (1992), pp. 61-65; Díaz Manteca, Eugenio. «Documentos pontificios de la Orden de Montesa conservados en el Archivo Histórico Nacional», Estudis Castellonencs, n.º 4 (1987-1988), pp. 613-642. 416 «A través de la riqueza de datos que esta serie documental ofrece, la Orden de Santa María de Montesa, fiel a los altos valores espirituales que le habían sido confiados, aparece íntimamente ligada a todas las grandes empresas políticas y guerreras de la Corona de Aragón en la Edad Media», ibidem, p. 22.
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El resultado del trabajo de organización de los fondos sobre las órdenes militares conservados en el Archivo Histórico Nacional dio lugar a la publicación de la Guía de la Sección en 1949,417 en colaboración con Consuelo Gutiérrez del Arroyo, su inmediata sucesora en la misma. Este mismo año sería el de su nombramiento como jefa de la Sección de Órdenes Militares, con lo cual cabe suponer, a la vista de esta obra, que su labor en ella venía desarrollándose desde hacía tiempo. Creemos que no es necesario señalar en este lugar la importancia que para la historia del Edad Media española tiene la Sección de Órdenes Militares del Archivo Histórico Nacional. Basten como ejemplo, las certeras y elocuentes palabras de Sánchez Belda, complementarias de las que expresaban igualmente la importancia de la Sección de Clero Secular para los estudios medievales y que hemos recogido anteriormente: En lo relativo a diplomas medievales, en general, son de mayor antigüedad los de las Órdenes monásticas y centran su principal interés en la mitad Norte de España. Podría decirse que para el estudio de la Baja Edad Media los diplomas de las Órdenes militares desplazan y dejan en sombra a aquellos, muy especialmente para temas como los de repoblación y reconquista del territorio. En el siglo xii, cuando aparecen las Órdenes militares y empiezan a formar sus archivos, el escenario de la Historia se ha desplazado hacia el Sur y en estas zonas, Meseta inferior, Bajo Aragón, el Levante, los monasterios no tienen una vida tan floreciente como al norte del Duero. Su lugar lo han ocupado las Órdenes militares. La finalidad de estas y su misma organización señorial las pone más en contacto con los monarcas, que les hacen cuantiosas donaciones, a través de las cuales puede seguirse paso a paso el lento proceso de la Reconquista. La repoblación del territorio, la puesta en cultivo de todas estas zonas, queda perfectamente reflejada en los viejos pergaminos de las encomiendas. No hay otra fuente para estudiar el tema.418
Entre los artículos destacaremos especialmente tres de ellos. El primero está dedicado a dar a conocer la importancia del archivo de San Juan de los Panetes de Zaragoza, sede desde el siglo xv del archivo de la castellanía de Amposta de la Orden de San Juan de
417 Gutiérrez del Arroyo, Consuelo y Javierre Mur, Áurea. Guía de la Sección de Órdenes Militares. Archivo Histórico Nacional, Madrid, Patronato Nacional de Archivos Históricos, [1949]. 418 Sánchez Belda, Luis. Guía del Archivo Histórico Nacional, p. 67. Las referencias a la Sección de Clero Secular y Regular las hemos recogido en las pp. 283-284.
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Jerusalén.419 Las circunstancias por las que pasaron estos fondos son descritas con precisión y detalle desde los inicios del propio archivo, los trabajos de organización y los índices redactados para su consulta. En 1877 pasaron al Archivo General Central de Alcalá de Henares y en 1897 al Archivo Histórico Nacional, donde se integraron en la Sección de Órdenes Militares. En la segunda parte se ofrece información sobre la documentación que forma el archivo, haciendo mención especial de doce cartularios con una breve noticia de su contenido.420 Pero, además de los cartularios, se destaca la importancia de las series de «Bulas Pontificias», «Donaciones Reales» y «Archivos de las Encomiendas», donde se puede encontrar abundante información para el estudio de la Edad Media en la Corona de Aragón.421 Otro trabajo notable es el dedicado al estudio del proceso contra los templarios en Castilla422, elaborado a través de treinta y seis documentos procedentes de la catedral de Toledo de los años 1308 a 1310, documentos de un valor excepcional debido a la carencia de información sobre este asunto. La mayoría de ellos, originales e inéditos, contienen órdenes de la Santa Sede a los altos cargos eclesiásticos españoles para la tramitación del proceso, litterae de Clemente V a Fernando IV de Castilla, cartas de algunos prelados sobre las investigaciones llevadas a cabo en sus diócesis para la confección del inventario de los bienes que tenían los templarios en ellas, declaraciones de testigos sobre las propiedades y las acusaciones formuladas contra los templarios, así como sobre el edicto citándoles para presentarse ante las autoridades nombradas para juzgarlos.423
419 «Uno de los más importantes fondos documentales para el estudio de la Edad Media aragonesa, después de la rica colección de registros de la Cancillería real, es el perteneciente a la orden de San Juan de Jerusalén, que, depositado durante siglos en el Palacio de San Juan de los Panetes de Zaragoza, custodia hoy la sección de Órdenes Militares del Archivo Histórico Nacional», Javierre Mur, Áurea L. «El archivo de San Juan de los Panetes de Zaragoza», p. 157. 420 «Para facilitar la labor de los investigadores, damos una breve síntesis de los fondos que componen el archivo de la Castellanía de Amposta, principalmente de la época medieval. Entre estos, destaca por su interés la rica colección Cartularios, la más importante que conservan los archivos de la Orden de San Juan de Jerusalén en España y una de las mejores que guarda el Archivo Histórico Nacional», ibidem, p. 166. De los dos primeros ya había dado noticia con un breve índice de su contenido Manuel Magallón. Véase más arriba el capítulo dedicado a este autor. 421 «La documentación medieval que hace de este fondo una de las más importantes fuentes para la historia de la Corona de Aragón, en dicha época, está contenida, aparte de la colección de Cartularios ya reseñada, en las series denominadas Bulas Pontificias, Donaciones reales y Archivos de las Encomiendas», ibidem, p. 190. La cursiva es de la autora. 422 «Aportación al proceso contra el Temple en Castilla», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, LXIX, 1 (1961), pp. 47-100. 423 Ibidem, pp. 47-48.
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Finalmente el tercer trabajo, basado en una conferencia,424 es una síntesis apoyada en un conocimiento de primera mano de la documentación citada a lo largo de todo el texto, donde se exponen las posibilidades que ofrecen las fuentes documentales conservadas en la Sección de Órdenes Militares del Archivo Histórico Nacional para el estudio de la comarca del Campo de Calatrava, territorio que fue acotado por Alfonso IX en 1188 al confirmar la donación de Sancho III, que abarcaba desde el puerto de Muradal a la sierra de Cazorla. El resto de sus trabajos sobre las órdenes militares en la Edad Media son aportaciones puntuales de un determinado asunto, como la extensión de la Orden de Calatrava y de Santiago al vecino Reino de Portugal;425 la relación entre Fernando el Católico y las órdenes militares;426 las relaciones de la Orden de Santiago con Alemania;427 privilegios comerciales de la Orden de Montesa en Cerdeña y la relación de esta Orden con Pedro IV el Ceremonioso.428 Una mención especial requiere las numerosas voces redactadas para el Diccionario de Historia de España de la Revista de Occidente. Para esta obra redactó 256 artículos en la primera edición429 y 251 en la segunda,430 todos ellos sobre la época medieval, fundamentalmente sobre reyes y altos personajes, batallas y acontecimientos, referentes a la historia de la Corona de Aragón. De todos los archiveros que participaron en esta obra, la suya es con diferencia la más numerosa.
«El Campo de Calatrava y sus fuentes documentales», en La Mancha en las crónicas latinas de la Reconquista. El Campo de Calatrava y sus fuentes documentales. La batalla de Alarcos y la Orden de Calatrava: Conferencias, por L. Sánchez Belda, A. Javierre y Mur y J. M.ª Martínez Val, Madrid, Ministerio de Educación Nacional, 1962, pp. 27-47. 425 «La Orden de Calatrava en Portugal», Boletín de la Real Academia de la Historia, CXXX, cuaderno I (1952), pp. 323-376, con documentación de AHN. Órdenes Militares y Archivo de la Torre do Tombo, Biblioteca Nacional de Lisboa y Biblioteca de Evora; «Documentos para el estudio de la Orden de Santiago en Portugal en la Edad Media», Bracara Augusta, XVI-XVII, n.os 39-40 (51-52) (1964), pp. 409-428, exclusivamente con fondos del AHN. 426 «Fernando el Católico y las Órdenes Militares españolas», en Vida y obra de Fernando el Católico: V Congreso de Historia de la Corona de Aragón, v. I, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1956, pp. 285-300. 427 «Un contacto de la Orden de Santiago con la Puglia en tiempo de Conrado de Suabia», Archivio Storico Pugliese, XIII, fasc. I-IV (1960), pp. 91-96. 428 «Privilegios comerciales de la Orden de Montesa en el reino de Cerdeña (1324-1336)», en VI Congreso de Historia de la Corona de Aragón celebrado en Cerdeña los días 8 a 14 de diciembre del año 1957, Madrid, Dirección General de Relaciones Culturales del Ministerio de Asuntos Exteriores, 1959, pp. 571-578; «Pedro IV el Ceremonioso y la Orden de Montesa», en Martínez Ferrando archivero, Madrid, Asociación Nacional de Bibliotecarios, Archiveros y Arqueólogos, 1968, pp. 197-216. Ambos trabajos utilizan fondos del AHN y del ACA. 429 Relación de todas las voces en obra citada en la nota 131, pp. 820-823. Las voces «Almoldis de Barcelona», «Ermesinda, reina de Aragón (1036-1049)», «Isabel de Castilla», «Juana de Aragón», «Ramón Berenguer III el Grande, conde Barcelona (1131-1162)», únicamente aparecen en esta primera edición. 430 Ibidem, pp. 835-838. 424
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En su conjunto, la obra de Áurea Javierre tiene como fundamento los fondos medievales del Archivo de la Corona de Aragón y del Archivo Histórico Nacional, en especial, los de este último, y en particular, los de la Sección de Órdenes Militares, al frente de la cual estuvo durante su estancia en este centro. Pero además, de todos los archiveros estudiados en este trabajo, su obra es la que presenta una línea de investigación más definida, muy centrada en las órdenes militares y con especial incidencia en la época medieval. Es muy claro, por tanto, la influencia y el peso que estos fondos han tenido en toda su obra. También es digno de mención igualmente el gran conocimiento que llegó a tener de la documentación pontificia, gracias a las becas de que disfrutó en el Archivo Vaticano, labor que ha trascendido menos al no materializarse en ninguna publicación.
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VIII. El Archivo Histórico Nacional y sus medievalistas. La influencia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas
1. Antonio de la Torre y del Cerro1 Con Antonio de la Torre y del Cerro nos encontramos ante un auténtico maestro de medievalistas, creador de una escuela de gran importancia en el panorama de la historiografía medieval española de la primera mitad del siglo xx. Nacido en Córdoba el 22 de diciembre de 1878, realizó sus primeros estudios en el Instituto Técnico y General de su ciudad natal, obteniendo el grado de bachiller con la calificación de sobresaliente (6 de julio de 1895). Tras su traslado a Madrid se matriculó como alumno libre en la Escuela Superior de Diplomática, donde obtuvo el título de Archivero, Bibliotecario y Arqueólogo el 11 de noviembre de 1897. Con esta titulación, la única exigida en los primeros moementos, ingresó en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos por oposición el 1 de junio de 1901. Su primer destino fue el Archivo Provincial de Hacienda de Valencia.2 Será en esta ciudad
1 Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «Torre y del Cerro, Antonio de la», en Diccionario Biográfico Español, Madrid, Real Academia de la Historia, donde se recoge la bibliografía anterior. Este artículo no se publicó en la ed. en papel, solo en la versión electrónica. Accesible en http://dbe.rah.es/biografias/16385/antonio-dela-torre-y-del-cerro 2 Algunos de sus biógrafos mencionan como su primer destino el Archivo del Reino de Valencia, en lugar del Archivo Provincial de Hacienda, es decir el de la Delegación de Hacienda de la misma ciudad. Este último es el correcto, pues así figura en su expediente personal del AHN. Esta afirmación queda corroborada por la información facilitada por Jesús Villalmanzo, archivero del Archivo del Reino de Valencia, quien me ha comunicado que en dicho archivo no queda ninguna constancia de que Antonio de la Torre trabajara allí. Otra cosa es que lo frecuentara como investigador y de ahí puede haber surgido el equívoco. Véase Rumeu, Antonio. «In memoriam. Don Antonio de la Torre (1878-1966)», Hispania, CIV, 26 (1966), p. 484. Incurre en el mismo error, Udina Martorell, Federico «Un gran maestro que desaparece. Antonio de la Torre y del Cerro (1878-1966)», Miscellanea Barcinonensia, 15 (1967), p. 2 (= Udina Martorell, Federico. «Un gran maestro que desaparece») y «Antonio de la Torre», en Epistolari de Jaume Vicens Vives, a cura de Josep Clara et al., Girona, Cercle d’Estudis Històrics i Socials, 1998, v. 2, p. 471; Ruiz Cabriada, Agustín. Bio-bibliografía, p. 988; Peiró Martín, Ignacio
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donde inicie sus estudios universitarios, matriculándose en la Universidad de Valencia para realizar los preparatorios para la carrera de Derecho durante el curso 1902-1903, aunque no pasó de aprobar dos de las tres asignaturas («Lengua y literatura españolas» e «Historia de España»). Trasladado al Archivo Histórico Nacional3 (O. de 26 de octubre de 1904) e instalado en Madrid se matriculó como alumno libre en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central, carrera en la que obtuvo la licenciatura (5 de noviembre de 1906)4 y el grado de doctor en la Sección de Historia (23 de mayo de 1908) con una tesis sobre La Universidad de Alcalá. Datos para su historia. Cátedras y catedráticos desde la inauguración del colegio de San Ildefonso hasta San Lucas de 1519.5 Durante esta estancia en Madrid se planteó el acceder a cátedras de instituto, como queda constancia por dos solicitudes de 1907 y 1908.6 Su carrera como archivero finalizó al obtener por oposición la cátedra de «Historia de España» en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Valencia en 1911, solicitando entonces la situación de supernumerario, que le fue concedida por R. O. de 1 de marzo de 1911.7 Allí impartió esta asignatura en el curso general, entonces preparatorio de Derecho y en el primer curso de la Facultad de Filosofía y Letras.
y Pasamar Alzuria, Gonzalo. Diccionario de historiadores españoles, p. 622, quienes además dicen que estudió en la Universidad de Sevilla; Jular-Pérez Alfaro, Cristina. «Antonio de la Torre y del Cerro (Córdoba, 1878-Madrid, 1966)», en Ricardo Olmos, Trinidad Tortosa y Juan Pedro Bellón (eds.), Repensar la Escuela del CSIC en Roma. Cien años de memoria, ed. revisada por Isaac Sastre de Diego, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2010, p. 299, quien afirma que su primer destino fue el «Archivo de Hacienda del Reino de Valencia». Confunde el Archivo de la Delegación de Hacienda con el Archivo del Reino de Valencia. 3 En su expediente personal conservado en el AHN se dice que venía del Archivo de la Delegación de Hacienda de Valencia, AHN.SECRETARÍA. Expediente personal de Antonio de la Torre y del Cerro, C. 192. 4 AHN.UNIVERSIDADES.6855,Exp.20 y AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de titulación, 31/16837, Exp. 1461-28. En Rumeu, Antonio: In memoriam, p. 484, se afirma que estudió la carrera de Filosofía y Letras en la Universidad de Sevilla, lo cual es un error evidente. Posiblemente proceda de aquí el mismo error que figura en Peiró Martín, Ignacio y Pasamar Alzuria, Gonzalo. Diccionario de historiadores españoles, p. 622. 5 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de titulación, 31/16837, Exp. 1461-28. 6 Solicitud de 30 de septiembre de 1907 para tomar parte en las oposiciones a cátedras de «Geografía descriptiva general de Europa y de España», «Historia de España» e «Historia universal» de los institutos de Huesca, Soria y Zamora anunciadas por R. O. el 2 de julio de 1907. Solicitud de 10 de septiembre de 1908 para el instituto de Palencia. Véase AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de opositor a Secundaria, 32/8563, Exp. 5933-3. 7 R. O. de 1 de marzo de 1911 nombrando catedrático de Historia de España de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Valencia a don Antonio de la Torre y del Cerro (Gaceta de Madrid de 3 de marzo). AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 31/4645, Exp. 13044-20. AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de catedrático de universidad, 31/4001, Exp. 12573-5. [478]
viii. el ahn y la influencia del consejo superior de investigaciones científicas
Posteriormente se le acumuló la cátedra de «Bibliología» con efectos desde el 1 de noviembre de 1914 (O. de 19 de noviembre de 1915).8 En 1913 solicitó una beca de la Junta para Ampliación de Estudios con la idea de viajar a Italia para realizar estudios en el Archivo Vaticano. Su propósito era buscar documentación sobre las relaciones entre España e Italia durante el reinado de los Reyes Católicos.9 La pensión le fue concedida para un año de estancia en Italia y Alemania por R. O. de 9 de marzo de 191410 y según la Memoria de la Junta el trabajo planteado en un primer momento se limitaba a los años del pontificado de Sixto IV (1471-1484). Estando en Alemania hubo de regresar a España a causa de la suspensión de las pensiones con motivo de la Primera Guerra Mundial.11 En 1918, por permuta con Sánchez-Albornoz, pasó a la Universidad de Barcelona,12 donde desempeñó también los cargos de secretario de la Facultad, vicerrector de la Universidad y decano de su Facultad de Filosofía y Letras.13 Por Orden de 9 de diciembre de 1931, además de la cátedra de «Historia de España», objeto de la permuta, le fueron acumuladas las de «Historia moderna de España» y la de «Historia de España contemporánea».14 A su iniciativa se debe la fundación del Seminario de Historia, lugar de formación bajo su dirección de muchos investigadores que accedieron a la docencia en años posteriores.15 Entre sus alumnos se cuentan futuros catedráticos de universidad y de instituto o archiveros, como Juan Ainaud y Lasarte, Antonio Aragó, Alberto del Castillo, José M.ª Font Rius, Alfonso García-Gallo, José Ibáñez Martín, Iglesias Barba, Marta Llovet Sanz, Ángeles Masiá de Ros, Juan Maluquer de Motes, Ribera Ferrán, Jaime
Véase hoja de servicios en su expediente personal de catedráticos en AGUCM. P-717, n.º 22; AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de catedrático, 31/4001, Exp. 12573-5. 9 CDRE-AJAE. Expediente, 142-117. 10 R. O. de 9 de marzo de 1914, concediendo pensiones a D. Antonio de la Torre y don Antonio García Solalinde, para ampliación de estudios en el extranjero (Gaceta de Madrid de 13 de marzo). 11 Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas. Memoria correspondiente a los años 1914 y 1915, Madrid, Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, 1916, pp. 148-149 (= JAE. Memoria correspondiente a los años 1914 y 1915). 12 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de catedrático de universidad, 31/4001, Exp. 12573-5; R. O. de 10 de julio de 1918 accediendo a la permuta de sus cargos solicitada entre D. Claudio Sánchez-Albornoz y Menduiña y D. Antonio de la Torre y del Cerro, Catedráticos numerarios de la Facultad de Filosofía y Letras de las Universidades de Barcelona y Valencia, respectivamente (Gaceta de Madrid de 13 de julio). 13 Fue nombrado catedrático por R. O. de 3 de julio de 1918. Secretario de la Facultad de Filosofía y Letras desde el 26 de marzo de 1923 hasta su renuncia el 8 de octubre de 1928. Decano de la Facultad desde el 1 de marzo de 1939 hasta el 31 de diciembre del mismo año que cesa al trasladarse a Madrid, vicerrector desde el 17 de marzo de 1939. Véase hoja de servicios en su expediente en AGUCM. P-717, n.º 22. 14 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de catedrático de universidad, 31/4001, Exp. 12573-5. 15 AGUCM. P-717, n.º 22. 8
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Sobrequés, Federico Udina, Vendrell y, sobre todo, Vicens Vives, «su gran discípulo, el hombre que supo beber más genuinamente las orientaciones de investigación y en el Archivo de la Corona de Aragón: su gran capacidad intelectual y su poderosa captación del proceso histórico triunfaron en la investigación y en la cátedra de forma brillante, honrando al maestro que le había formado».16 El inicio de la Guerra Civil le sorprendió en Córdoba. El 12 de agosto es cesado en su cargo de catedrático en la Universidad de Barcelona y el 17 de noviembre es agregado al Instituto Nacional de Segunda Enseñanza de Córdoba por D. de 19 de septiembre de la Junta de Defensa Nacional. Por O. M. de 17 de octubre de 1938 es asociado al Ministerio de Educación Nacional en Vitoria, sirviendo en los Servicios de Recuperación dependientes de la Jefatura de Bibliotecas y Archivos. Al mes siguiente (O. de 11 de noviembre) se encargó del Servicio Técnico de Recuperación, Protección y Conservación del Tesoro Bibliográfico, Diplomático y Arqueológico Nacional en Cataluña, hasta que fue reincorporado a su cátedra por O. M. de 25 de febrero de 1939.17 Después de la Guerra Civil colaboró con el Ministerio de Educación Nacional, convirtiéndose en una persona de gran influencia cultural en la Barcelona de su época y participando activamente en la organización de la Delegación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en aquella ciudad.18 Durante su estancia barcelonesa su labor se dividió entre la docencia en la cátedra y el trabajo en el Archivo de la Corona de Aragón. Durante los últimos años de su estancia en Barcelona, Antonio de la Torre reunió a un grupo de personas, que, a pesar de no ser alumnos directos suyos, trabajaron bajo su dirección en el Archivo de la Corona de Aragón, entre los cuales destacamos a Dualde Serrano, Salavert y Roca, Sevillano Colom y Reglá Campistol. Estos lazos de magisterio y colaboración continuaron tras su marcha a Madrid.19
Udina Martorell, Federico. «Un gran maestro que desaparece», p. 4. En el caso de Vicens «[…] el mismo Vicens Vives —al que, por cierto, don Antonio ayudó mucho en las trifulcas después de la Guerra Civil, cuando Jaume era considerado por muchos como un separatista y un filocomunista— siempre se consideró alumno y discípulo suyo», Miguel Batllori. Recuerdos de casi un siglo. Recopilados por Cristina Gatell y Gloria Soler, Barcelona, El Acantilado, 2001, p. 86 (= Miguel Batllori. Recuerdos de casi un siglo). Véase también Muñoz i Lloret, Josep M.ª. Jaume Vicens Vives, pp. 32-38. 17 Estas noticias las proporciona Antonio de Torre en su hoja de servicios, en un apartado llamado «Servicios durante el movimiento». Véase hoja de servicios en su expediente en AGUCM. P-717, n.º 22; AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de catedrático, 31/4001, Exp. 12573-5. 18 Malet, Antoni. «El papel político de la Delegación del CSIC en Cataluña (1941-1956)», Arbor, CLX, n.os 631-632 (1998), p. 415. 19 Udina Martorell, Federico. «Un gran maestro que desaparece», p. 5. 16
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En 1940 se trasladó de forma provisional a la Universidad de Madrid, donde ocupó la cátedra de «Historia medieval de España».20 El 11 de junio de 1942 fue nombrado catedrático de «Historia de España. Edad Media» de la Facultad de Filosofía y Letras, cátedra que había desempeñado con anterioridad Claudio Sánchez-Albornoz hasta que fue cesado. Esta cátedra surgió del desdoblamiento de la de «Historia media y antigua de España», siendo la otra, la de «Historia de España antigua», dotada con lo correspondiente a la cátedra de «Historia primitiva del hombre» de la misma sección, facultad y universidad. Una vez instalado en Madrid Antonio de la Torre consagró toda su actividad a la cátedra universitaria y al Consejo Superior de Investigaciones Científicas, sin dejar de asistir al Archivo de la Corona de Aragón en sus frecuentes visitas a Barcelona. Comenzó entonces también a trabajar en el Archivo General de Simancas, donde encontró el complemento para sus trabajos sobre los Reyes Católicos iniciados en el Archivo de la Corona de Aragón. En el Consejo Superior de Investigaciones desarrolló también una intensa labor. Miembro del Consejo Ejecutivo desempeñó la dirección del Instituto Jerónimo Zurita y de la Escuela de Estudios Medievales creada en su seno. Fue la época de la puesta en funcionamiento de estas instituciones, el inicio de sus publicaciones, la organización de cursillos de historia medieval en Pamplona, Jaca y Puigcerdá, así como su participación en los Congresos de Historia de la Corona de Aragón. A él se debe, junto con Martínez Ferrando, Solano y Vicens Vives, la organización de los que se celebraron en Zaragoza, Palma de Mallorca y Cagliari. Asimismo, fue el representante español en los diferentes congresos internacionales que tuvieron lugar entre los años 1950-1960.21
Fue nombrado con carácter provisional por O. de 26 de octubre de 1940 y en virtud de lo que determinaba la Ley de 2 de marzo de 1939 para el desempeño de la cátedra de «Historia medieval de España», vacante en la misma facultad de la Universidad de Madrid. Véase AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de catedrático, 31/4001, Exp. 12573-5. 21 Udina Martorell, Federico. «Un gran maestro que desaparece», p. 5. Cataluña a mediados del siglo xv. Discurso leído en día 9 de diciembre de 1956 en la recepción pública del Dr. D. Jaime Vicens Vives en la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona y contestación del académico numerario muy ilustre Sr. D. Luis Pericot García, Barcelona, [Real Academia de Buenas Letras de Barcelona], 1956, p. 10 (= Vicens Vices, Jaime. Cataluña a mediados del siglo xv). Como ejemplo citaremos su asistencia a la conmemoración que tuvo lugar en Roma en 1953 del 70 aniversario de la fundación del Istituto Storico Italiano, luego Istituto Storico Italiano per il Medio Evo, que estuvo consagrado al tema de La pubblicazione della fonti del Medioevo Europeo negli ultimi 70 anni (1883-1953). Asistió Antonio de la Torre en compañía de Luis Vázquez de Parga, director y secretario, respectivamente, de la Escuela de Estudios Medievales del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, donde presentaron el trabajo «La publicación de fuentes históricas medievales españolas en los últimos setenta años», en La pubblicazione della fonti del Medioevo Europeo negli ultimi 70 anni (1883-1953). Relazioni al Convegno di Studi delle Fonti del Medioevo Europeo in occasione del 70.º della fondazione dell’Istituto Storico Italiano (Roma, 14-18 aprile 1953), Roma, Nella sede dell’Istituto, 1954, pp. 83-90. 20
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Desplegó una gran actividad investigadora, tanto a nivel personal como de orientación y dirección de investigaciones. Igualmente, se le puede considerar como uno de los principales artífices de Hispania, la revista del Instituto Jerónimo Zurita que en estos años comenzará su andadura para convertirse en la principal revista española de historia y donde colaborará asiduamente tanto con trabajos originales como de reseñas bibliográficas o necrológicas. Antonio de la Torre fue investigador habitual en los archivos, sin duda por su formación como archivero, donde adquirió el hábito diario de la consulta de los documentos que le proporcionarán el material para sus investigaciones. Pero también el archivo fue para él el lugar para impartir sus clases de seminario, como en el Archivo de la Corona de Aragón, donde formaba a sus alumnos en el manejo y la utilización directa de las fuentes, según nos narran el propio Vicens Vives22 y Federico Udina Martorell.23 Del análisis de su obra histórica podemos señalar una característica general en toda ella, la numerosa aportación de documentos que arrojan nuevas luces o interpretaciones sobre un determinado asunto, con un gran rigor metodológico. Era la metodología germánica tan en boga en la universidad española24 y que fue tema de una conferencia que impartió en un curso de metodología y crítica históricas, organizado por el Servicio Histórico Militar en 1947-1948.25 Antonio de la Torre fue eminentemente un hombre de archivo, lugar en el que pasaba largas horas recopilando documentos para sus trabajos o enseñando su método de trabajo a sus alumnos de su seminario como hemos visto. Pocos son los trabajos de síntesis donde se prescinde de la aportación documental, pues en algunos de ellos, aunque se trate de simples conferencias, sus noticias están basadas en investigaciones de primera mano. En cuanto a los temas tratados son fundamentalmente tres, relacionados con su estancia en las tres ciudades en las que residió por motivos profesionales. Valencia fue la primera, donde residió al ingresar en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos y fue también la más breve, desde junio de 1901 hasta octubre de 1904. Que sepamos, su destino en el Archivo de la Delegación de Hacienda no le proporcionó material para sus trabajos, pues en ninguno se hace alusión a él. Será cuando Vicens Vices, Jaime. Cataluña a mediados del siglo xv, p. 8. Udina Martorell, Federico. Un gran maestro que desaparece», pp. 3-4. 24 «El profesor de La Torre fue quien nos orientó en la metodología histórica, un poco germánica, puesto que esta era la tendencia que entonces había llegado a las universidades españolas. Su magisterio impactó mucho en sus alumnos […]», Miguel Batllori. Recuerdos de casi un siglo, p. 86. «[…] de don Antonio aprendimos el método para una investigación histórica rigurosa y sólida. Si el primer profesor —Jordi Rubio— era el maestro de la duda, el segundo —De la Torre— fue el maestro de la exigencia metodológica», ibidem, p. 340. 25 «Eurística», en Primer curso de metodología y crítica históricas sobre formación técnica del moderno historiador, Madrid, Servicio Histórico Militar, 1948, pp. 79-90. 22 23
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regrese a esta ciudad nuevamente en 1911 como catedrático cuando comiencen a aparecer las investigaciones sobre temas valencianos. A finales de 1904 comienza su primera etapa madrileña, al conseguir el traslado al Archivo Histórico Nacional. En Madrid, ciudad donde había estudiado en la Escuela Superior de Diplomática a finales del siglo xix, sería también donde llevaría a cabo sus estudios universitarios en la Universidad Central. Precisamente, su primer trabajo impreso del que tenemos noticia fue su tesis doctoral sobre la Universidad de Alcalá de Henares.26 En la elección del tema es muy posible que influyese su conocimiento previo de la documentación como consecuencia de su trabajo en la Sección de Universidades del Archivo Histórico Nacional27 y que le seguiría proporcionando en materiales para nuevos trabajos. Su interés por este tema continuó a lo largo de los años venideros y así, tres años después, el Centro de Estudios Históricos publicaría el Memorial de la vida de fray Francisco Jiménez de Cisneros de Juan de Vallejo con un estudio introductorio.28 En 1925 participó con otro trabajo en el primer homenaje a Menéndez Pidal.29 Después, hasta los años cuarenta no volverá a publicar de nuevo sobre este tema,30 que concluirá en 1952 en el segundo homenaje a Menéndez Pidal.31 «La Universidad de Alcalá. Datos para su historia. Cátedras y catedráticos desde la inauguración del Colegio de San Ildefonso hasta San Lucas de 1519», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, Año XIII, XX, n.os 5 y 6 (1909), pp. 412-423; XXI, n.os 7 y 8 (1909), pp. 48-71, n.os 9 y 10, pp. 261-285, n.os 11 y 12, pp. 405-433. Tirada aparte, Madrid, Tip. de la Revista de Archivos, 1910. 27 Así parece desprenderse de la noticia siguiente: «[…] Apreciando lo que valían sus trabajos, el jefe del Archivo Histórico Nacional, D. Vicente Vignau, le escogió para formar parte de dicho Centro, en el cual hubo de desplegar su actividad en variedad de asuntos. Entre otros trabajos, redactó un índice de causas de la Inquisición de Valencia; se dedicó al estudio de la documentación de la Universidad de Alcalá, y en unión del Sr. Asanza, hizo un inventario provisional y reformó el índice de series de la Sección de Órdenes Monásticas […]», «Breve reseña biográfica con motivo de ser nombrado catedrático de la Universidad de Valencia», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, XXIV, n.os 1 y 2 (1911), p. 210. La cursiva es nuestra (= «Breve reseña biográfica»). 28 Vallejo, Juan de. Memorial de la vida de fray Francisco Jiménez de Cisneros, publicado con prólogo y notas por Antonio de la Torre y del Cerro, Madrid, Imprenta Bailly-Bailliere, 1913. 29 «La Universidad de Alcalá. Estado de la enseñanza según las visitas de cátedras de 1524-1525 y 1527-1528», en Homenaje a Menéndez Pidal. Miscelánea de estudios lingüísticos, literarios e históricos, Madrid, Hernando, 1925, v. 3, pp. 361-378. 30 «Exposición cisneriana en la Universidad de Madrid», catálogo descriptivo de la exp. por M.ª Luisa Fuertes, Revista de la Universidad de Madrid, I, fasc. 1 (1940), pp. 168-196; «Los colegios de Alcalá», Revista de la Universidad de Madrid. Letras, 3 (1943), pp. 123-134; «Una visita al arcedianazgo de Madrid por orden de Cisneros», Revista de la Biblioteca, Archivo y Museo del Ayuntamiento de Madrid, XIII, n.º 50 (1944), pp. 375387; «La casa de Nebrija en Alcalá de Henares y la casa de la imprenta de la “Biblia Políglota Complutense”», Revista de Filología Española, XIII (1945), pp. 175-212. También en Emerita, XIII (1945), pp. 175-212; «Servidores de Cisneros», Hispania. Revista Española de Historia, VI, n.º 23 (1946), pp. 179-241. 31 «Los estudios de Alcalá de Henares anteriores a Cisneros», en Estudios dedicados a Menéndez Pidal, Madrid, CSIC, 1952, t. III, pp. 622-654. 26
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En 1911 regresó de nuevo a Valencia como catedrático universitario y allí permanecerá hasta 1918. De esta etapa solo se pueden contabilizar tres publicaciones, incluyendo el memorial de Juan de Vallejo. Pero la que reviste mayor interés es el catálogo de la colección sigilográfica del archivo de la catedral de Valencia, que comenzó a publicarse en 1915 y terminó en 1922,32 trabajo al parecer incitado por Roque Chabás, canónigo de la catedral.33 Teniendo en cuenta que este falleció en 1912, poco después de la llegada de Antonio de la Torre a Valencia, nos queda la duda de si dicha labor pudo gestarse durante su primera estancia en Valencia. El otro trabajo de esta época es un breve artículo sobre Francisco Eiximenis.34 No obstante, estos años valencianos sirvieron para recoger materiales que dieron su fruto años después. Este es el caso de su estudio sobre los orígenes de la Universidad de Valencia,35 resultado de un concienzudo trabajo en el Archivo Municipal de Valencia, basado fundamentalmente en la serie «Manuals de Consells». Trasladaba así a la Universidad de Valencia su interés sobre la historia de las universidades, como la de Alcalá durante su etapa madrileña, objeto de su tesis doctoral y de otros trabajos posteriores, según acabamos de mencionar. Asimismo, lo continuaría después sobre la Universidad de Barcelona, como veremos a continuación. En 1918 se trasladó a la Universidad de Barcelona, esta vez por un largo periodo de tiempo, hasta 1940. Su etapa en esta ciudad puede calificarse como una de las más fructíferas, pero sobre todo en lo que a sus investigaciones se refiere, es cuando se va a orientar decisivamente hacia el periodo del reinado de los Reyes Católicos, tema que no abandonaría ya durante el resto de su vida. La elección estuvo motivada, sin duda, por tener en Barcelona el Archivo de la Corona de Aragón, que se convertiría en su principal proveedor de documentos, así como el lugar donde desarrolló gran parte de su labor docente, complemento de sus clases teóricas impartidas en la universidad y verdadera cantera donde se formaron futuros investigadores y docentes. Su interés por el tema de la historia universitaria, de Alcalá de Henares y Valencia, lo trasladó ahora a la Universidad de Barcelona, a la cual consagró varias obras. La primera de ellas, Provisión de cátedras en la Universidad de Barcelona de 1559 a 1596, trabajo «La colección sigilográfica de la catedral de Valencia», Archivo de Arte Valenciano, 1 (1915), pp. 103-110, 142-151; 2 (1916), pp. 19-29; 3 (1917), pp. 11-25; 4 (1918), pp. 81-115; 5 (1919), pp. 50-64; 6 (1920), pp. 52-64; 7 (1921), pp. 72-103; 8 (1922), pp. 112-152. Ed. aparte, Valencia, Antonio López y Cía, 1923. 33 «[…] alentado por el canónigo archivero Sr. Chabás, formó varias colecciones de reproducciones en escayola, una de las cuales donó al Archivo Histórico Nacional […]», Breve reseña biográfica, p. 210. 34 «Una noticia bibliográfica de fray Francesch Eximenez», Almanaque de las Provincias, 38 (1917), pp. 227233. Utiliza fondos del Archivo Municipal de Valencia. 35 «Precedentes de la Universidad de Valencia», Anales de la Universidad de Valencia, V (1924-1925), pp. 175302. Edición aparte, Valencia, Imp. Hijos de F. Vives Mora, 1926. 32
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breve que, a pesar de ser la lección inaugural del curso 1926-1927 de la Universidad de Barcelona, constituye una investigación basada en el estudio de la serie «Registros de deliberaciones» del Archivo Municipal Histórico de Barcelona.36 Trabajo de síntesis, sin aportación de documentación, es la Reseña histórica, donde se repasa la historia de la universidad de la ciudad condal desde su creación hasta principios del siglo xix.37 Pero estas obras eran solamente trabajos previos para otro de mayor envergadura, donde tuvieron cabida todos los materiales reunidos. La labor efectuada en el Archivo Municipal de Barcelona fue complementada con la que iba encontrando en el vaciado de los registros del Archivo de la Corona de Aragón. Toda esta documentación fue entregada a Jorge Rubió Balaguer, hijo de su querido amigo Antonio Rubió i Lluch, quien añadiendo la procedente del Archivo de Protocolos de Barcelona y que Antonio de la Torre no había podido consultar por no estar entonces abierto a la consulta, apareció póstumamente en 1971.38 Con ocasión de su ingreso en la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona dedicó su discurso a dilucidar los Orígenes de la Deputació del General de Catalunya.39 La elección de este tema estuvo motivada, según nos advierte el autor, por «la confusión que existía entre el General y la Diputación del General, así como por la inseguridad sobre la fecha de sus orígenes». Para dilucidar este problema se llevó a cabo un trabajo de investigación en el Archivo de la Corona de Aragón, donde se custodia el Archivo de la Generalidad de Cataluña, revisando detenidamente toda la documentación hasta el reinado de Pedro IV. Quizás fueron estos sus primeros pasos en este archivo, que se convertiría desde ahora en el centro fundamental de sus investigaciones durante toda su vida. De aquí salió su monumental colección documental centrada en la política internacional de los Reyes Católicos, cuya publicación en seis volúmenes se prolongó entre los años 1949 y 1966.40
Provisión de cátedras en la Universidad de Barcelona de 1559 a 1596. Discurso inaugural leído en la solemne apertura del curso académico de 1926 a 1927 ante el claustro de la Universidad de Barcelona, Barcelona, Núñez y Cía., 1926. 37 Universidad de Barcelona. Reseña histórica y guía descriptiva, Barcelona, [Universidad de Barcelona], 1929. Aprovechando las búsquedas para estos trabajos sobre la Universidad de Barcelona utilizó los encontrados en los Libros de Acuerdos del Archivo Municipal de Barcelona para el trabajo «Datos para la historia de la Academia en 1833 en el segundo centenario de la Real Academia de Buenas Letras», Boletín de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, XIV, n.º 103 (1930), pp. 139-144. 38 Documentos para la historia de la Universidad de Barcelona. Preliminares (1289-1451), introducción, notas y comentarios por Jorge Rubió Balaguer, Barcelona, Universidad. Facultad de Filosofía y Letras, 1971. En la introducción se explica detalladamente los orígenes de esta obra. 39 Orígenes de la «Deputació del General de Catalunya». Discursos leídos en la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona en la solemne sesión pública del día 18 de noviembre de 1923 en su recepción pública, Barcelona, Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, 1923. 40 Documentos sobre relaciones internacionales de los Reyes Católicos, Barcelona, CSIC, 1949-1966. 6 v. 36
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Con anterioridad a la aparición de esta obra fue dando a conocer paulatinamente desde 1934 algunas primicias en forma de artículos, en los que se trataban diferentes asuntos referentes al reinado de los Reyes Católicos que figuraban en los documentos de los mencionados registros de cancillería del Archivo de la Corona de Aragón. El último de estos artículos data de 1963 y en todos se publicaban documentos.41 Entre todos ellos merece una mención especial el que consagró a los Reyes Católicos y Granada, donde se sirve de documentación no utilizada hasta el momento por los historiadores de las guerras de Granada y que viene a complementar o corregir la información aportada por los cronistas. En relación con este trabajo hay que citar otro anterior donde se daban a conocer unos documentos sobre el alguacil granadino
«Unos documentos referentes al vicealmirante francés “Columbus” (1485-1488)», Boletín de la Real Academia de la Historia, CIV, cuaderno II (1934), pp. 565-580; «Algunos datos sobre los comienzos de la reforma de Montserrat en tiempo de los Reyes Católicos», ibidem, CVII, cuaderno, II (1935), pp. 441-494; «Moros zaragozanos en obras de la Aljafería de Zaragoza y la Alhambra», Anuario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, III (1935), pp. 249-255; «La embajada a Egipto de Pedro Mártir de Anglería», Estudis Universitaris Catalans, XXI (1936), pp. 433-450; «Cisneros, confesor de la reina», Hispania. Revista Española de Historia, I, n.º 1 (1940), pp. 43-51; «Unas joyas de Boabdil», ibidem, III, n.º 11 (1943), pp. 326-330; «Un médico de los Reyes Católicos», ibidem, IV, n.º 14 (1944), pp. 66-72; «Los Reyes Católicos y Granada», ibidem, IV, n.º 15 (1944), pp. 244-307; «Los Reyes Católicos y Granada. II. Relaciones y convenios con Boabdil, de 1483 a 1489», ibidem, IV, n.º 16 (1944), pp. 339-382. Tirada aparte, Madrid, [Diana Artes Gráficas], 1944, 114 pp., 2.ª ed. ampl., Madrid, CSIC, 1946; «Servidores de Cisneros», ibidem, VI, n.º 23 (1946), pp. 179-241; «Fernando el Católico vende una cadena», ibidem, VI, n.º 22 (1946), pp. 149-151; «Unos documentos de 1494 sobre la raya o línea en el mar océano», Anuario de Estudios Americanos, V (1948), pp. 737-745; «Ferdinando el Cattolico e Lorenzo dei Medici», Archivio Storico Italiano, CVII, 395 (1949), pp. 208-211; «Relaciones de España con Federico II y el Imperio», en Atti del Convegno Internazionale di Studi Federiciani, Palermo, A. Renna, 1950, pp. 161-167; «Los canarios de Gomera vendidos como esclavos en 1498», Anuario de Estudios Americanos, V (1950), pp. 47-72; «Dos documentos relativos a la conquista de Gran Canaria», Revista de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de La Laguna, XVII (1951), p. 365; «Fernando el Católico y los caballeros de Rodas», Hidalguía, I, n.º 1 (1953), pp. 169172; «Ruggero II y Alfonso VII», en Atti del Convegno Internazionale di Studi Ruggeriani: VIII Centenario della Morte di Ruggero II, 21-25 aprile 1954, Palermo, Tipografia «Boccone del Povero», v. II, 1955, pp. 49-52; «Unos documentos referentes a Palermo», en Studi Medievali in onore di Antonino de Stefano, Palermo, Scuola Linotypografica «Boccone del Povero», 1956, pp. 165-170; «El condado de Rosas título nobiliario indiano de 1496», Hidalguía, IV, n.º 17 (1956), pp. 473-480; «Unas noticias de la Orden Militar de Caballeros Teutones», Spanische Forschungen der Görres-Gesellschaft. Gesammelte Aufsäzte zur Kulturgeschichte Spaniens, 13 (1958), pp. 271-274; «Una reclamación comercial de Venecia a Fernando el Católico», en Miscellanea in onore di Roberto Cessi, Roma, Edizione di Storia e Letteratura, secondo volume, 1958, pp. 47-54; «Juana de Nápoles su venida a España en 1499», en Studi in onore di Riccardo Filangieri, Nápoles, L’Arte Tipografica, 1959, v. II, pp. 245-248; «Guillem de Peralta, virrey y procurador real en Cerdeña», en Studi storici in onore di Francesco Loddo Canepa, Firenze, G. C. Sansoni, [1959], v. I, pp. 89-94; «Los obispados de Cerdeña en tiempos de los Reyes Católicos», en Atti del VI Congresso Internazionale di Studi Sardi, Cagliari, Centro Internazionale di Studi Sardi, 1961, pp. 407-434; «Cautivos sardos en Túnez», en Studi storici e giuridici in onore di Antonio Era, Padova, CEDAM, 1963, pp. 111-114. 41
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Abulcásim Venegas procedentes del Archivo de Protocolos Notariales de Córdoba,42 mediante los cuales se puede testimoniar la existencia antes de la rendición de Granada de un grupo pacifista deseoso de capitular, poniéndose bajo el amparo seguro de Fernando el Católico. Como muy certeramente apunta Luis Suárez, Barcelona constituyó una etapa decisiva de su vida, en la que publicó menos trabajos por las circunstancias de la época,43 pero que darían sus resultados en años posteriores. Su traslado a Madrid en 1940 no supuso un cambio de orientación en su línea de investigación. El hecho más significativo es que ahora será el Archivo General de Simancas la principal cantera de materiales para sus trabajos, aunque sin abandonar el Archivo de la Corona de Aragón, el cual siguió visitando en sus frecuentes viajes a Barcelona. Simancas no le era totalmente desconocido, pues en 1938, estando destinado provisionalmente en el instituto de Córdoba durante la Guerra Civil, solicitó permiso para realizar estudios sobre los Reyes Católicos en aquel archivo, alegando que, conociendo ya la documentación de aquel periodo del Archivo de la Corona de Aragón, desearía ahora complementar su información con la conservada en Simancas.44 A esta segunda etapa madrileña corresponden dos trabajos que se salen un poco de su línea habitual de investigación, dedicados al tema de la Reconquista. Se trata de dos estudios de síntesis sin aportación documental. En el primero de ellos se da una visión de conjunto sobre las diferentes fases de la Reconquista, poniéndolas en relación con los acontecimientos que tenían lugar en Francia y en la España musulmana, indicando la repercusión que estos tuvieron en la España cristiana desde Asturias a Cataluña.45 El segundo se centra en la reconquista pirenaica y formaba parte de la obra La reconquista española y la repoblación del país,46 que recoge los trabajos de la reunión que tuvo lugar en Jaca en 1947 donde se revisaron y pusieron al día los conocimientos sobre el tema. La aportación más significativa de esta reunión fue la aparición de un nuevo concepto de «reconquista» diferenciándolo del de «repoblación», hasta el momento
«Unos documentos de 1490 sobre Abulcasim Venegas, alguacil de Granada», Boletín de la Real Academia de Ciencias, Bellas Artes y Nobles Artes de Córdoba, XII, n.º 38 (1933), pp. 5-28. 43 Suárez Fernández, Luis. «Don Antonio de la Torre y del Cerro (1878-1966)», Anuario de Estudios Medievales, 3 (1966), p. 656. 44 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de catedrático, 31/4001, Exp. 12573-5. 45 «Las etapas de la reconquista hasta Alfonso II», en Estudios sobre la monarquía asturiana. Colección de trabajos realizados con motivo del XI Centenario de Alfonso II el Casto celebrado en 1942, Oviedo [Instituto de Estudios Asturianos], 1949, pp. 133-174. 46 La reconquista española y la repoblación del país, Zaragoza, CSIC, 1951. 42
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indiferenciados.47 La colaboración de Antonio de la Torre se centró en el estudio de la reconquista en la zona pirenaica. Tras una descripción de los caminos seguidos por los musulmanes y los cristianos en sus expediciones, así como la liberación de estas tierras por los francos, el mayor peso recae en la revisión de los textos cronísticos donde aparece citada la Marca Hispánica.48 Se llega a la conclusión de que no existió una circunscripción territorial que respondiese a esa denominación y que únicamente haría referencia a una mera zona fronteriza con los musulmanes. Trabajos posteriores más detallados han venido a confirmar y precisar estas hipótesis.49 En este apartado igualmente podríamos incluir su trabajo sobre Alfonso VII el Emperador y Aragón,50 pues se centra en los hechos más destacados del proceso reconquistador, con especial referencia a la intervención de Alfonso VII en la cuenca del Ebro, zona de gran valor estratégico para sus aspiraciones imperiales tras la muerte de Alfonso el Batallador. Como acabamos de mencionar, los Reyes Católicos continuaron siendo el tema central de sus trabajos. Sobre este asunto dio una serie de conferencias en la Escuela Diplomática y en el Instituto de Estudios Africanos de Madrid, trabajos de síntesis sin notas y sin aportación documental, pero donde se ofrecía una visión de conjunto resultado de sus investigaciones de primera mano.51
Más precisiones sobre el tema en Ubieto Arteta, Antonio. «Valoración de la reconquista peninsular», Príncipe de Viana, 31, n.os 120 y 121 (1970), pp. 213-220, 213-214. Un resumen de todas las intervenciones en Dualde, Manuel. «Curso de Historia Medieval en Jaca», Hispania. Revista Española de Historia, VII, n.º 28 (1947), pp. 517-527. 48 «La reconquista en el Pirineo. La reconquista carolingia en los Pirineos, especialmente en Cataluña», en La reconquista española y la repoblación del país, Zaragoza, CSIC, 1951, pp. 11-38; Ubieto Arteta, Antonio y Falcón Pérez, M.ª Isabel. «Reconquista y repoblación de los reinos de Aragón y de Navarra. Estado de la cuestión de los últimos cuarenta años», p. 57. 49 Abadal, Ramón de. «El concepto político y geográfico de la locución “Marca Hispanica”», Boletín de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, XXVII (1958), pp. 154-157; Maravall, José Antonio. El concepto de España en la Edad Media, 3.ª ed., Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1981, pp. 139-154. 50 «Alfonso VII el Emperador y Aragón», Anales de los Cursos de Verano de la Universidad de Jaca, 2 (1950), pp. 99-104. 51 «Política mediterránea de los Reyes Católicos», en Escuela Diplomática. Conferencias del curso 1943-1944, Madrid, Imprenta del Ministerio de Asuntos Exteriores, 1944, pp. 301-320; «Don Juan Margarit, embajador de los Reyes Católicos en Italia», en Escuela Diplomática. Conferencias del curso 1947-1948, Madrid, Imprenta del Ministerio de Asuntos Exteriores, 1948, pp. 49-76; «La política de los Reyes Católicos en África. Antecedentes y orientaciones», en Curso de conferencias sobre la política africana de los Reyes Católicos, t. II, Madrid, Instituto de Estudios Africanos, 1951, pp. 151-172; «La conquista de Granada», en Curso de conferencias sobre la política africana de los Reyes Católicos, t. III, Madrid, Instituto de Estudios Africanos, 1951, pp. 135-156; «Gonzalo de Córdoba en Italia», Boletín de la Real Academia de Córdoba, de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes, XXIV, n.º 69 (1953), pp. 59-67. Este último artículo es el texto de la conferencia pronunciada en la Real Academia de Córdoba, de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba. 47
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Cuatro serán las monografías publicadas de este periodo y todas ellas con documentación procedente del Archivo General de Simancas, que será ahora el eje fundamental de sus trabajos. La primera de ellas es una edición anotada del Libro de asientos de la reina doña Isabel, título dado en el inventario de la Casa Real de Castilla al carecer de título.52 En él aparecen los servidores que formaban parte de la casa de la reina Isabel. El siguiente, de mayor volumen, está dedicado a las cuentas del tesorero Gonzalo de Baeza entre 1477 a 1482,53 donde quedan reflejados los gastos de la corte, noticias sobre visitas de embajadores, datos sobre la guerra de Granada, servidores de la reina, libros, joyas, etc. El tercero, publicado en colaboración con Luis Suárez Fernández, es una colección anotada de 599 documentos sobre las relaciones entre Castilla y Portugal entre 1431 y 1516.54 La documentación de Simancas ha sido completada con la del Archivo de la Torre do Tombo de Lisboa. Esta obra, por su temática, puede considerarse como complementaria a sus Documentos sobre relaciones internacionales de los Reyes Católicos, ya estudiada. Por último, nos referiremos a la Testamentaría de Isabel la Católica,55 obra póstuma donde se publican los inventarios de la testamentaría de Isabel la Católica en la que se incluyen otros trabajos complementarios, como el de Felipa Niño Mas, que colaboró en la transcripción de esta obra.56 Una atención especial se dedica a los tapices, indumentaria, traje y modas de la época. Relacionados con estas monografías fueron apareciendo también pequeños trabajos o primicias utilizando la documentación sobre la que estaba trabajando. Así, relacionados con las cuentas del tesorero Gonzalo de Baeza se publicaron varios artículos,57
La casa de Isabel la Católica. Edición preparada y anotada por Antonio de la Torre, Madrid, CSIC, 1954. Cuentas de Gonzalo de Baeza: tesorero de Isabel la Católica. Edición preparada por Antonio de la Torre y E. Alsina de la Torre, Madrid, CSIC, 1955-1956. 2 v. 54 Documentos referentes a las relaciones con Portugal durante el reinado de los Reyes Católicos. Edición preparada y anotada por Antonio de la Torre y Luis Suárez Fernández, Valladolid, CSIC, 1958-1960. 3 v. 55 Testamentaría de Isabel la Católica, Antonio de la Torre y del Cerro (ed.), Valladolid, Instituto Isabel la Católica de Historia Eclesiástica, 1968. 56 Aunque no aparece mencionado expresamente, una revisión de la transcripción fue efectuada por Miguel Ángel Ladero Quesada. 57 «Viajes y transportes en tiempo de los Reyes Católicos», Hispania. Revista Española de Historia, XIV, n.º 56 (1954), pp. 365-410; «Noticias de Indias de los años 1493 y 1494», Hispania. Revista Española de Historia, XV, n.º 61 (1955), pp. 540-543; «Maestros de los hijos de los Reyes Católicos», Hispania. Revista Española de Historia, XVII, n.º 63 (1956), pp. 256-266; «Unas noticias de Beatriz Galindo, “La Latina”», Hispania. Revista Española de Historia, XVII, n.º 67 (1957), pp. 255-261; «Michel Sittou, pintor de Isabel la Católica. Su estancia en España», ibidem, XVIII, n.º 71 (1958), pp. 190-200; «Telas extranjeras en la corte de los Reyes Católicos», en VI Congreso de Historia de la Corona de Aragón celebrado en Cerdeña los días 8 a 14 de diciembre del año 1957, Madrid, 52 53
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o con otros fondos del Archivo de Simancas de las secciones de Patronato Real, Contaduría Mayor y Registro General del Sello.58 En resumen, Antonio de la Torre nos ha dejado una amplia obra cuya temática está directamente relacionada con las fuentes a las que tuvo acceso en las tres ciudades donde desarrolló su carrera profesional, Valencia, Madrid, Barcelona, y, finalmente, Madrid de nuevo. En un primer momento se interesó por la historia universitaria, en concreto de las de Alcalá de Henares y Barcelona y, en menor profundidad, de la de Valencia. Pero fue al reinado de los Reyes Católicos al que dedicó sus mayores afanes y sobre el que publicó el mayor número de obras. Como es bien sabido, este reinado fue uno de los temas más destacados y promocionados por la nueva historiografía después de la Guerra Civil. Teniendo en cuenta que Antonio de la Torre fue desde el primer momento persona afecta y colaborador del nuevo régimen, más de uno estaría tentado de establecer una relación entre este tema de investigación con su privilegiada relación con el nuevo Estado. Sin embargo, hay que recordar como veíamos al comienzo de este capítulo que el interés de Antonio de la Torre por los Reyes Católicos databa de mucho antes, de 1913 concretamente, año que que fue becado por la Junta para Ampliación de Estudios en Italia, con el fin de buscar documentación sobre las relaciones entre España e Italia durante este reinado en el Archivo Vaticano. En 1918, al trasladarse a la Universidad de Barcelona, prosiguió con esta línea de investigación que no abandonaría ya durante toda su vida. Sus primeras publicaciones sobre este tema comienzan a aparecer en 1934 con breves artículos sobre aspectos o temas muy concretos en los que se suelen dar a conocer algunos documentos inéditos que sirven como base de la investigación. La inmensa mayoría de las obras que publicó sobre este asunto son ediciones de documentos, algunas muy voluminosas, pero nunca llegó a escribir ninguna síntesis del reinado. Por tanto, no vemos una relación directa en su caso entre este tema de investigación y la promoción a nivel institucional de los estudios sobre este reinado.
Dirección General de Relaciones Culturales del Ministerio de Asuntos Exteriores, 1959, pp. 831-831; «Maestre Antonio, Yngles, pintor», en Vida y obra de Fernando el Católico: V Congreso de Historia de la Corona de Aragón, v. V, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1962, pp. 166-172; «Los hijos del Duque de Braganza en Castilla (1483-1496)», Hidalguía, X, n.º 50 (1962), pp. 161-168. Este último utiliza además documentos publicados en su obra Documentos referentes a las relaciones con Portugal durante el reinado de los Reyes Católicos. 58 «Don Manuel de Portugal y las Tercerías de Moura», Revista Portuguesa de Historia, V (1951), pp. 411-417; «Isabel la Católica, “corregente de la Corona de Aragón”», Anuario de Historia del Derecho Español, XXIII (1953), pp. 423-428; «Unas noticias sobre Cristóbal Colón», Hispania. Revista Española de Historia, XVII, n.º 69 (1957), pp. 505-509; «Los castellanos en Guinea y Mina del Oro después del Tratado de 1479», en Congresso Internacional de Historia dos Descobrimentos: Actas, v. V, Primera parte, Lisboa, Comissao Executiva das Comemoraçoes do V Centenário da Morte do Infante D. Henrique, 1961, pp. 329-337. [490]
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Como es lógico, el archivo que más documentos le proporcionó fue el Archivo de la Corona de Aragón en Barcelona, que se convirtió en lugar de peregrinación continua durante su estancia en Barcelona e incluso después, una vez instalado definitivamente en Madrid, ya que siguió acudiendo a él en sus frecuentes visitas a esta ciudad. En segundo lugar fue el Archivo General de Simancas, al cual acudió desde Madrid, pero en el cual había hecho ya unas primeras pesquisas en plena Guerra Civil, en 1938, como hemos visto. El Archivo Histórico Nacional ocuparía el tercer lugar como proveedor de documentos, centrados en sus investigaciones sobre la Universidad de Alcalá de Henares, tema que tampoco abandonaría y sobre el cual siguió publicando artículos hasta 1952. 2. Julio González González59 Julio González nació en Villorquite del Páramo, pedanía del municipio de Saldaña (Palencia), el 7 de octubre de 1908. Hizo sus primeros estudios en Palencia, donde consiguió el grado de bachiller en el instituto de esta localidad el 27 de abril de 1928. Para realizar sus estudios universitarios se trasladó a Valladolid, en cuya Facultad de Filosofía y Letras obtuvo el grado de licenciado (Sección de Letras), el 4 de agosto de 1933, y el de doctor en Filosofía y Letras (Sección de Historia), el 12 de febrero de 1942, por la Universidad Central con la tesis Alfonso IX dirigida por Antonio Ballesteros y Beretta.60 Ingresó por oposición en el Cuerpo Auxiliar de Archivos, Bibliotecas y Museos (O. M. de 23 de diciembre de 1932), siendo destinado al Archivo de la Delegación de Hacienda de Palencia (O. M. de 9 de enero de 1933) y, posteriormente, por concurso de traslado, a la Biblioteca Universitaria de Salamanca (O. de 30 de enero de 1934). Al año siguiente aprobó la oposición al Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, obteniendo plaza en el Archivo Histórico Provincial de Salamanca (O. de 20 de febrero de 1935). El inicio de la Guerra Civil le sorprendió en Madrid, donde se encontraba de vacaciones y al mismo tiempo efectuaba las pruebas de los cursillos para encargados de curso de latín de instituto, que se celebraban en el instituto Calderón de la Barca. Desde el 18 de julio de 1936 al 13 de mayo de 1938 continuó residiendo en Madrid «primero
Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «González González, Julio», en Diccionario Biográfico Español, Madrid, Real Academia de la Historia, 2011, v. XXIV, pp. 56-57, donde se recoge la bibliografía anterior. 60 Archivo de la Universidad de Valladolid. Archivo Histórico, Leg. 682-35; AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de titulación, 32/15274, Exp. 30; AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de concesión del título de doctor, 31/1864, Exp. 10799-25 59
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oculto en Alberto Aguilera, 11 y 36 hasta que un explosivo destruyó la vivienda y después refugiado en Argensola, 7». El 10 de agosto se pasó a la «España nacionalista […] por el sector de Frías de Albarracín ante el comandante militar de cuya plaza se presentó e incorporado al Ejército Nacional el 27 del mismo mes […]».61 Tras solicitar la reposición en su cargo, fue confirmado en el mismo por O. M. de 21 de octubre de 1938 y repuesto provisionalmente por O. de 1 de diciembre.62 Durante su estancia en Salamanca ejerció como profesor auxiliar temporal provisional, para cubrir la vacante de Francisco Ynduráin, tomando posesión de la misma el 18 de noviembre de 1940.63 Desde aquí por concurso de traslados pasó al Archivo Histórico Nacional el 5 de diciembre de 1941 (O. de 3 de noviembre de 1941), donde desempeñó el cargo de secretario del centro desde el 16 de diciembre de este mismo año, en sustitución de Ramón Paz y Remolar.64 Tras un corto paréntesis de apenas tres años solicitó la excedencia al conseguir por oposición la cátedra de «Historia de España» de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Sevilla el 6 de junio de 1944.65 Por concurso de traslado
Los datos pertenecen a la declaración jurada efectuada por Julio González. Véase AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de depuración, 31/6060. 62 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 42/5290. 63 Archivo de la Universidad de Salamanca, AC,1335-37. Queremos agradecer a nuestro compañero Miguel Ángel Jaramillo, su amabilidad por la comprobación de estos datos. 64 Como ya hemos tenido ocasión de ver en otros casos, son bastantes los errores que aparecen en las biografías de Julio González. Por ejemplo, en la que hace Manuel González Jiménez precediendo la reedición del Repartimiento de Sevilla dice que Julio González nació en 1907, cuando es en 1908. Se afirma que «Pronto pasó a trabajar en la biblioteca municipal de Salamanca, ciudad en la que permanecería largos años, mientras preparaba oposiciones al Cuerpo de Facultativos de Archivos, al que accedió en 1934. Su primer destino fue en el Archivo Histórico Nacional, aunque, de momento, siguió viviendo en Salamanca», «Vida y obra de don Julio González», en Repartimiento de Sevilla. Introducción Manuel González Jiménez, [Sevilla], Área de Cultura. Excmo. Ayuntamiento de Sevilla, 1998, v. I, p. VIII. Compárense estas afirmaciones con los datos que aportamos para ver que son erróneos (= González Jiménez, Manuel. Vida y obra de don Julio González). También Cristina Segura afirma que Julio González trabajó en la biblioteca municipal de Salamanca. Segura Graíño, Cristina. «Julio González González», Anuario de Estudios Medievales, 21 (1991), p. 665; Segura Graíño, Cristina. «Don Julio González González», Cuadernos de Investigación Medieval, 9 [1992], 10 (= Segura Graíño, Cristina. «Julio González González»). El nombramiento de secretario en AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogo, 42/5290. 65 AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de oposición a la cátedra de Historia de España de las Universidades de Granada y de Sevilla, 31/01508, Exp. 10501; AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de concesión de título de catedrático de universidad, 31/2022, Exp. 10926-100; Orden de 6 de junio de 1944 por la que se nombra catedrático de la Universidad de Sevilla a don Julio González González (BOE de 2 de julio). Solicitó la excedencia el 3 de julio de 1944 y es aceptada el 31 de julio. Cesó en AHN el 18 de agosto. Véase AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 42/5290. 61
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en 1946 pasó a desempeñar la cátedra de «Historia general de España de las Edades Moderna y Contemporánea» e «Historia de América e historia de la colonización española».66 Fue asimismo vicedecano de esta facultad. Al año siguiente solicitó el reingreso en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, obteniendo autorización para hacerlo en el Archivo General de Indias (13 de agosto de 1947) y compaginándolo con la cátedra universitaria.67 Con motivo de su traslado a la Universidad Complutense, a la cátedra de «Historia general de España», pidió la excedencia voluntaria en el Cuerpo Facultativo el 4 de marzo de 1960.68 El 11 de julio de 1973 solicitó pasar a desempeñar la «Segunda cátedra de historia general de España»69 y finalmente, la cátedra de «Historia de España de la Edad Media».70 Aquí permaneció hasta su jubilación que tuvo lugar el 8 de octubre de 1978, prolongada hasta finalizar el curso 1978-1979. Desempeñó el cargo de vicedecano de la Facultad de Filosofía y Letras desde 6 de agosto de 1965 hasta el 29 de marzo de 1967. Posteriomente, fue director del Departamento de Historia Medieval desde 14 de junio de 1978 en sustitución de Ángel Ferrari.71
Orden de 8 de junio de 1946 por la que se nombra para el desempeño de la cátedra que se cita de la Universidad de Sevilla, a don Julio González y González, Catedrático de la misma (BOE de 13 de junio). 67 Orden de 13 de agosto de 1947 por la que se concede el reingreso al servicio activo a don Julio González González, funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos en situación de excedente (BOE de 4 de octubre). La Ley de Presupuestos de 1947 autorizaba a los catedráticos a poder desempeñar ambas funciones. Según la Orden Ministerial de 23 de septiembre de 1943 se exigía la «coincidencia de residencia para ambos cargos», requisito que cumplía Julio González. Tomó posesión en el Archivo General de Indias el 10 de octubre de 1947. Véase AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de catedrático, 31021. 68 Resolución de la Dirección General de Archivos y Bibliotecas por la que se concede a don Julio González González funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, en la excedencia voluntaria de su cargo (BOE de 22 de abril). Orden de 7 de julio de 1960 por la que se nombra Catedrático de la Universidad de Madrid, en virtud de oposición, a don Julio González y González (BOE de 26 de agosto). Sustituye en la cátedra a Antonio Rumeu de Armas que la desempeñaba con carácter provisional. Véase AGUCM, P-2447, 14. Por O. M. de 21 de marzo de 1960 cesa como funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos para acogerse al régimen de dedicación exclusiva como catedrático de universidad. Cesó en el Archivo General de Indias el 1 de abril de 1960. Véase AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de catedrático, 31021. 69 Decreto 1200/66 de 31 de marzo de 1973 sobre Ordenación de Departamentos (O. M. de 7 de mayo). Véase AGUCM, P-2447. 70 «El proceso mediante el cual se llevó a cabo fue el siguiente: 1.º Desdotar la 2.ª cátedra de “Historia general de España” de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Complutense de Madrid, 2.º Pasar la dotación anterior a la cátedra de “Historia de España en la Edad Media” (2.ª cátedra) de la misma Facultad y Universidad que se considerará dotada con efectos de esta fecha. 3.º Que el catedrático titular de la cátedra desdotada, D. Julio González y González, pase a desempeñar como titular de la 2.ª cátedra de “Historia de España en la Edad Media", que por la presente Orden se dota». Véase AGUCM, P-2447,14. 71 AGUCM, P-530,19 y AGUCM, P-2447,7. 66
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Tal como como acabamos de ver su vida profesional comienza en Palencia, desde donde al cabo de dos años se trasladó a Salamanca. En esta ciudad permanecerá hasta su marcha a Madrid en 1941. Son siete años de estancia durante los cuales fue recabando materiales para sus trabajos, aunque en este momento no publicará ninguno. Estos comenzarán a aparecer a partir 1942, una vez instalado ya en Madrid, donde continuará su carrera de archivero en el Archivo Histórico Nacional, en el que tendrá a su disposición sus abundantes fondos medievales, que constituirán la base fundamental de la mayoría de sus publicaciones. Sin embargo, sus documentos no le eran desconocidos antes de ser destinado allí, sin duda tuvo que consultarlos con anterioridad como investigador. Sin ir más lejos, su tesis doctoral sobre Alfonso IX, y lo mismo hay que pensar de los trabajos que aparecieron en estos primeros años de su estancia en Madrid. Pese a la brevedad de su estancia en el Archivo Histórico Nacional, tres años y medio aproximadamente, sorprende la cifra de sus publicaciones, veintidós trabajos, tres de los cuales fueron monografías y el resto artículos de mayor o menor extensión. Aquí se pueden vislumbrar ya algunos de los temas que van a interesar a Julio González a lo largo de toda su vida investigadora, tales como la historia del Reino de León en el siglo xii y el tema de la repoblación, que irá extendiendo geográficamente hacia el sur hasta culminar en la conquista de Sevilla. De toda la producción de este periodo vamos a destacar algunos trabajos. El primero publicado del que tenemos constancia es un interesante artículo, que bajo el título «Apodos leoneses en los diplomas de los siglos xii y xiii»,72 ofrece una sintética visión de conjunto sobre la formación de los apellidos, teniendo como base la documentación leonesa. El artículo presenta desde nuestro punto de vista un doble interés. Por un lado, el de ser su primera obra conocida,73 por otro, el de tratar un tema novedoso en aquellos momentos y sobre el cual no se contaba con ningún trabajo de referencia. De hecho, en él no se cita ninguna obra de apoyo, únicamente la documentación inédita consultada para su elaboración. Aquí Julio González va a marcar la pauta que será una constante en toda su producción investigadora: la consulta y cita de documentos en la elaboración de sus trabajos, incluso en los que pueden parecer más modestos y sencillos.
72 «Apodos leoneses en los documentos leoneses de los siglos xii y xiii», Correo Erudito. Gaceta de las Artes y las Letras, II, Entrega 14 [1941], pp. 125-132. 73 No la recogen los trabajos de Cristina Segura Graíño y Manuel González Jiménez citados. Lo mismo ocurre con el que publicó dos años después en la misma revista «Unas ordenanzas contra la blasfemia», Correo Erudito. Gaceta de las Artes y las Letras, III, Entrega 19 (1943), pp. 9-14. Sí aparece citado en la bibliografía de la obra de Díez Melcón, Gonzalo. Apellidos castellano-leoneses (siglos ix-xiii, ambos inclusive), Granada, Universidad de Granada, 1957, p. 405.
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Nos referiremos ahora a su artículo sobre la «Repoblación de Mansilla», más que por su importancia intrínseca en sí, por ser el primer trabajo que consagrará al tema de la repoblación y sobre el cual seguirá trabajando continuamente. Mucha mayor entidad y alcance tiene el de la «Repoblación de la Extremadura leonesa», aparecido al igual que el anterior en la revista Hispania un año después. Aquí podemos ver el esquema metodológico que seguirá en obras semejantes: especial hincapié en la repoblación del territorio estudiado frente a la descripción de los hechos militares; estudio de las vías de penetración de los ejércitos invasores y de la situación de los puntos defensivos; análisis de la toponimia; restauración de los núcleos de población antiguos o creación de otros nuevos; la procedencia de los pobladores; repartos de tierras y organización de la vida municipal. Todo ello basado sobre un aprovechamiento de la bibliografía y de las fuentes narrativas del periodo, y lo más importante, una investigación de primera mano en las fuentes documentales inéditas. Otra obra que merece aunque sea un breve comentario es el librito sobre Juan de Segovia y su biblioteca, aunque no sea una de las más reconocidas. El propio autor manifestaba sus limitaciones al no haber podido llevar a cabo un trabajo más profundo de investigación en archivos europeos debido a la situación política del momento. No obstante, recibió una buena acogida fuera de nuestras fronteras, destacando la importancia del manuscrito utilizado que contenía las obras de Juan de Segovia, tanto las propias como las que poseía en su biblioteca, conservado en la biblioteca de la Universidad de Salamanca.74 Pero, sin lugar a duda, las obras más representativas de este periodo son sus dos monografías sobre los monarcas leoneses Fernando II y Alfonso IX. La primera apareció bajo el título Regesta de Fernando II y obtuvo el premio Raimundo Lulio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de 1942.75 Estas monografías constituyen una gran novedad historiográfica en el medievalismo español del momento, ante la carencia de obras similares. Antonio Ballesteros ya señaló las carencias que tenía el conocimiento del reinado de Fernando II, así como el de su hijo y sucesor, limitándose las informaciones prácticamente a las investigaciones de Risco en el siglo xviii.76 Ricard, Robert. «Un petit livre sur Jean de Ségovie», Revue d'histoire de l'Église de France, XXXII, 120 (1946), p. 109. 75 Además del premio fue objeto de un reconocimiento que apareció en el Boletín Oficial del Estado a propuesta del director del AHN. Véase Orden de 18 de enero de 1943 por la que se aprecia el mérito del trabajo premiado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, realizado por el funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos don Julio González González (BOE de 3 de febrero). 76 Ballesteros Beretta, Antonio. Historia de España y su influencia en la Historia Universal, Barcelona, Salvat, 1920, v. II, p. 275. La referencia la tomo de la recensión que hizo Emilio Sáez de la obra de Julio González en el Anuario de Historia del Derecho Español, XV (1944), p. 706. 74
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Para remediarlo se necesitaba acometer la ingente labor de revisar los principales archivos españoles en busca de la documentación de estos monarcas que permitiera reescribir su historia sobre una base documental fiable. Esta es la tarea que emprendió Julio González y que logró llevar a buen puerto, pero que además prolongó al hacer lo propio con los reinados de Alfonso VIII y Fernando III. La indicación de Antonio Ballesteros nos lleva a plantearnos con toda probabilidad que fuera él quien incitó a Julio González a llevar a cabo esta empresa, teniendo en cuenta también que fue quien dirigió su tesis doctoral sobre Alfonso IX.77 Como todos sus trabajos, una característica fundamental es su apego al documento y, de hecho, el título Regesta resalta el carácter que este tiene en la elaboración del mismo. En el prólogo se nos dan las pautas que han guiado su elaboración. La Regesta va precedida de una parte histórica, y como señala el autor «ambas se complementan de tal forma que el registro documental no se explicaría ni se comprendería bien sin el histórico que le precede, ni este tendría todo su valor científico sin aquel».78 No obstante, el documento tendrá un papel decisivo en la reconstrucción histórica del reinado.79 La parte documental, pues, es la que tiene mayor peso en la obra o, mejor dicho, es la que permite la depuración de los datos que figuran en la primera. Frente a las 158 páginas de esta, son 356 las que abarca la segunda. Se inicia con el estudio de la cancillería, tanto en su aspecto organizativo, como en el de la tipología documental, con análisis detallado de sus fechas, caracteres externos e internos de los documentos. En total se publican íntegramente 61 documentos de los años 1158-1187, así como una «selección diplomática» con regestos. Estamos aquí ante los primeros esbozos de los estudios de la denominada «diplomática especial», dedicada al conocimiento de las cancillerías de los distintos monarcas y de los tipos documentales emanados de ellas. En este aspecto la obra de Julio González, como las demás de la serie, será innovadora, teniendo en cuenta la carencia de este tipo de estudios por parte de los diplomatistas en aquellas fechas. El único trabajo de conjunto disponible era el de Millares Carlo80 y, como obra de referencia sobre la
77 «Julio González González. Alfonso IX», en Universidad de Madrid, Facultad de Filosofía y Letras. Sumarios y extractos de las tesis doctorales leídas desde 1939 a 1944 en la Sección de Historia, Madrid, [Imp. C. Bermejo], 1954, pp. 227-233. 78 Regesta de Fernando II, Madrid, CSIC, 1943, p. 5. 79 Ibidem, pp. 5-7. 80 Millares Carlo, Agustín. «La cancillería real en Castilla y León hasta fines del reinado de Fernando III», Anuario de Historia del Derecho Español, III (1926), pp. 227-306 (= Millares Carlo, Agustín. «La cancillería real en Castilla y León»).
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cancillería de un monarca, el estudio monográfico de Rassow sobre Alfonso VII.81 No ha sido hasta tiempos recientes cuando el trabajo de Lucas Álvarez ha venido a dar una visión actual de las cancillerías leonesas,82 donde reconoce que el regesto documental de la obra de Julio González ha sido la base fundamental de su investigación83 y, en cuanto a la cancillería en particular, afirma que el autor ofrece una buena síntesis sobre la organización de la misma.84 No hay que olvidar que estamos en 1943. Otros aspectos de la obra, como el de los hechos políticos, también siguen siendo reconocidos como válidos en nuestros días. Al año siguiente, en 1944, apareció la monografía sobre Alfonso IX en dos gruesos volúmenes, a partir de la tesis doctoral que defendió en la Universidad Central en 1942 dirigida por Antonio Ballesteros Beretta.85 Metodológicamente sigue el mismo modelo que la anterior, pero ocupando el doble de extensión. El primer volumen constituye un detallado estudio de los acontecimientos políticos del reinado. Se describe también la organización interna del reino, capítulo que se echaba en falta en la obra anterior, y concluye con el estudio de la cancillería. El segundo reúne la colección diplomática del monarca, con 680 documentos recogidos en una gran variedad de archivos. A pesar de los años transcurridos, esta obra todavía sigue teniendo plena vigencia para acometer un estudio del reinado86 y su colección diplomática sigue siendo la base de partida para cualquier estudio de su cancillería.87 Para concluir con esta primera etapa madrileña mencionaremos otros trabajos publicados ahora, pero que, sin duda, se gestaron durante su estancia en Salamanca. En
Rassow, Peter. «Die Urkunden Kaiser Alfons’VII von Spanien», Archiv für Urkundenforschung, X (1928), pp. 327-460; XI (1929), pp. 66-137. Ed. aparte, Berlin, Walter de Gruyter, 1929. 82 Lucas Álvarez, Manuel. El Reino de León en la Alta Edad Media. V: Las cancillerías reales (1109-1230), León, Centro de Estudios e Investigación San Isidoro, 1993 (= Lucas Álvarez, Manuel. Las cancillerías reales (11091230)). 83 Ibidem, p. 317. 84 Ibidem, p. 350, nota 103. 85 Peiró Martín, Ignacio y Pasamar Alzuria, Gonzalo. Diccionario de historiadores españoles, p. 311. 86 «Como sucedía en el reinado anterior [Fernando II], esta obra [Alfonso IX] es fundamental», p. 281, nota 97. Suárez Fernández, Luis y Suárez Bilbao, Fernando. «Historia política del Reino de León (1157-1230)», en El Reino de León en la Alta Edad Media. IV: La monarquía (1109-1230), León, Centro de Estudios e Investigación San Isidoro, 1993, p. 281, nota 97; «La consultation de cet ouvrage demeure toujours d’actualité pour connaître les aspects événementiels du règne d’Alphonse IX». Véase García, Charles. «Alphonse IX de León et les cives du royaume», Cahiers de Linguistique Hispanique Médiévale, n.º 27 (2004), p. 192, nota 32. 87 «Alfonso IX ha pasado de ser en los últimos cincuenta años un rey casi desconocido a tener en su haber una abundante y moderna bibliografía. La extensa y cuidada monografía que el profesor Julio González le dedicó en 1944, unida a la prácticamente exhaustiva Colección diplomática, constituyen aún una referencia obligada para historiadores, juristas y diplomatistas», Lucas Álvarez, Manuel. Las cancillerías reales (11091230), p. 489. 81
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primer lugar, hay que destacar la que fue su primera obra profesional como archivero, nos referimos a los Índices del Archivo Histórico de Protocolos de Salamanca.88 Los protocolos notariales fueron los fondos que sirvieron de base para la creación de los Archivos Históricos Provinciales a partir de 1931. Salamanca fue una de las primeras ciudades donde se puso en marcha la creación del Archivo Histórico Provincial con estos fondos. Este archivo fue el primer destino de Julio González tras aprobar las oposiciones al Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos en 1935. El título de la obra denota que en 1942 los protocolos debían ser los únicos fondos existentes en aquel archivo, de ahí que aparezca como Archivo de Protocolos de Salamanca y que constituya una de las primeras aportaciones al conocimiento de los protocolos notariales en estos archivos.89 Pero también hay que destacar en esta obra la introducción, en la que dedica unas interesantes y novedosas páginas para su época sobre el significado de la voz «escribano» y sus diferentes clases a lo largo de la historia, los protocolos y sus características externas e internas, así como la legislación sobre su formación y conservación. De estos fondos notariales sacó información para dos artículos, aunque no de la época medieval sino del siglo xvii.90 Utilizando una mayor amplitud de fuentes son otros artículos de tema local salmantino, donde predomina la utilización de documentos del archivo catedralicio de Salamanca complementados con los del Archivo Histórico Nacional.91 Este último archivo fue el que le proporcionó materiales para otros artículos que se pueden encuadrar dentro de la historia leonesa del siglo xii.92
Índices del Archivo Histórico de Protocolos de Salamanca, Madrid, Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 1942. 89 Sobre la creación del Archivo Histórico de Salamanca, véase Cruz Herranz, Luis Miguel de la. Los Archivos Históricos Provinciales. Bibliografía conmemorativa de su 75 Aniversario, Guadalajara, Ediciones Bornova, 2010, p. 211, nota 63. La importancia y el peso que estos fondos notariales han tenido y tienen en estos archivos, véase Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «Los Archivos Histórico Provinciales en su 75 aniversario: Balance y análisis de sus publicaciones», Boletín de la ANABAD, LVII, n.º 1 (2007), pp. 163-220, especialmente 175-186. También Ravina Martín, Manuel. «Los protocolos notariales en los Archivos Históricos Provinciales», ibidem, pp. 85-122. 90 «El retablo del altar mayor de la iglesia de la Clerecía de Salamanca», Archivo Español de Arte, XV, n.º 54 (1942), pp. 346-350; «El retablo mayor de Sancti Spiritus de Salamanca», Archivo Español de Arte, XVI, n.º 60 (1943), pp. 410-414. 91 «La catedral de Salamanca y el probable autor de la torre del Gallo», Archivo Español de Arte, XVI, n.º 55 (1943), pp. 39-50; «La clerecía de Salamanca durante la Edad Media», Hispania. Revista Española de Historia, III, n.º 12 (1943), pp. 409-430. 92 «Fuero de Benavente de 1167», Hispania. Revista Española de Historia, II, n.º 9 (1942), pp. 619-626; «Aportación de fueros leoneses», Anuario de Historia del Derecho Español, XIV (1942-1943), pp. 560-572; «Aranceles del portazgo de Sahagún en el siglo xiii», Anuario de Historia del Derecho Español, XIV (1942-1943), 88
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En 1944 Julio González se trasladará a Sevilla al ganar por oposición la cátedra de «Historia de España» de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Sevilla el 6 de junio de 1944. Aunque en un principio tuvo que pedir la excedencia en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, en 1947 logró reingresar y trabajar en el Archivo General de Indias, simultaneándolo con la cátedra universitaria. Serán once fructíferos años en los que ampliará su horizonte investigador con la consulta de los ricos archivos sevillanos. En opinión de Manuel González Jiménez «Estos años sevillanos fueron extraordinariamente fecundos, hasta el punto de poder afirmarse que durante esta etapa de su vida don Julio realizó la mayor parte de su obra».93 Quizás sea algo exagerada esta afirmación, pero lo que sí estamos de acuerdo es que fue entonces cuando aparecieron dos de sus obras más emblemáticas, como comprobaremos inmediatamente. De esta etapa sevillana saldrán otras dos obras fundamentales, el Repartimiento de Sevilla y El reino de Castilla en la época de Alfonso VIII, así como otros trabajos menores que comentaremos a continuación. En total son diez las publicaciones que hemos contabilizado para este periodo, ocho menos que en el anterior, aunque estas dos monografías suman entre las dos cinco volúmenes, en el caso de la segunda, con cerca de tres mil páginas. Durante su primer año en Sevilla publicó también dos pequeños trabajos, uno sobre fueros, en el Anuario de Historia del Derecho Español, que viene a continuar en la misma línea del publicado dos años antes sobre Benavente;94 y otro más novedoso, sobre los sellos de los concejos medievales españoles. En ambos, las fuentes fundamentales proceden del Archivo Histórico Nacional, en especial el segundo, donde pudo consultar la rica colección de sellos y matrices que se conservan en su colección sigilográfica. Se estudian 325 sellos pertenecientes a 250 poblaciones conservados en original o en reproducción. Este trabajo constituye la primera síntesis sobre el tema, aportando valiosas noticias sobre las leyendas y los tipos, así como una propuesta de clasificación de carácter regional y tipológica. Se puede considerar una aportación decisiva a la sigilografía medieval. A ellos se sumarán en los dos años siguientes dos breves artículos,95 más otro bastante amplio y muy importante sobre las conquistas de Fernando III en Andalucía.96 Se
pp. 573-578; «Reclamaciones de Alfonso VIII a Sancho el Fuerte y Tratado del reparto de Navarra en 1198», Hispania. Revista Española de Historia, III, n.º 13 (1943), pp. 545-568. 93 González Jiménez, Manuel. Vida y obra de don Julio González, p. IX. 94 «Aportación de fueros castellano-leoneses», Anuario de Historia del Derecho Español, XVI (1945), pp. 625654. El anterior es el citado en la nota 92. 95 «Notas sobre los orígenes de la Universidad de Salamanca», Boletín de la Universidad Menéndez Pelayo, XXII, n.º 1 (1946), pp. 45-61; «Un arquitecto de las Huelgas de Burgos», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, LIII (1947), pp. 47-50. 96 «Las conquistas de Fernando III en Andalucía», Hispania. Revista Española de Historia, VI, n.º 25 (1946), pp. 515-631. [499]
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puede considerar la continuación del que había publicado en 1943, también en la revista Hispania, sobre la repoblación de la Extremadura leonesa, donde siguiendo la pauta establecida continúa el estudio de la repoblación castellana según van avanzando las fronteras hacia el sur peninsular. Pero, además, este trabajo constituye un avance de lo que luego será un capítulo fundamental de su Repartimiento de Sevilla.97 El Repartimiento de Sevilla surgió como una investigación sobre el repartimiento y la repoblación de Sevilla, dividiéndose en dos partes para presentarse a los dos premios de investigación convocados para conmemorar el VII centenario de la conquista de Sevilla. Por una parte, el premio Luis Vives del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de 1947, donde se premió el trabajo presentado por Julio González sobre la conquista y repoblación de Sevilla por Fernando III. Según Manuel González, la obra que se presentó probablemente comprendería la introducción y los capítulos II, III, IV, V, más el índice de documentos del segundo volumen de la publicada en 1951. El resto se había presentado al Concurso de Monografías convocado por el Ayuntamiento de Sevilla en 1945. El tercer premio, sobre el repartimiento de Sevilla fue concedido «al trabajo presentado con el lema Esperanza, revelador de una maestría extraordinaria en la investigación y las fuentes documentales que han dado como resultado un completísimo estudio sobre Sevilla y su territorio en los momentos subsiguientes a la conquista», presentado por Julio González.98 A finales de 1949 Antonio de la Torre, director entonces de la Escuela de Estudios Medievales, escribía al alcalde de Sevilla interesándose por la publicación del Repartimiento de Sevilla. Para la edición se refundieron ambos trabajos, dando la Comisión Permanente del Ayuntamiento sevillano su visto bueno el 25 de febrero de 1952. La obra publicada era la refundición de dos trabajos, el premiado por el CSIC sobre la repoblación de Sevilla, y el otro, la corografía del Reino de Sevilla según el repartimiento. Suponía la edición crítica del más importante de los repartimientos andaluces según las dos versiones conservadas, denominadas por él «tipo Espinosa», por el nombre de su primer editor, y «tipo Palacio», por conservarse este ejemplar en la biblioteca del Palacio Real. A ello hay que añadir el regesto de cuatrocientos documentos que sirven para completar la información ofrecida por el propio «Libro del Repartimiento». El «Libro del Repartimiento» era conocido por los historiadores desde el Renacimiento, pero se carecía de una edición crítica fiable basada en el cotejo de los diferentes manuscritos. La edición de esta obra ha permitido al autor abordar en profundidad y arrojar nuevas luces sobre asuntos relacionados con la conquista, repoblación y organización de la
Ibidem, p. 519. González Jiménez, Manuel. Vida y obra de don Julio González, pp. X-XI.
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ciudad, desterrando algunos mitos enraizados en la tradición historiográfica y carentes de fundamento.99 El año 1951, fecha de su publicación, ha sido considerada como punto de referencia en la historiografía medieval andaluza.100 El contenido de este monumental trabajo desborda el marco del estricto ámbito sevillano.101 En ella se planteaban
Sirva de testimonio este largo párrafo del autor bastante elocuente de lo que decimos: «El estudio de la repoblación, a pesar de ser trascendental y de primera necesidad para conocer grandes cuestiones del pasado y aun del presente, se encuentra bastante descuidado. Es de gran valor la luz que puede arrojar para conocer la economía, la lengua, el arte y, en suma, la íntima constitución y notas diferenciales de los españoles. Ese descuido no es total abandono: los temas de repoblación han sido tratados en muy contados casos y épocas de un modo científico; en la mayor parte de las veces han sido tocados solo como simple curiosidad de la erudición local, sin horizontes ni profundidad ni concatenación que los aclare. La repoblación de Andalucía es uno de los casos que mejor justifican lo anterior, y por esto sobreviven fantasías y surgen tesis sin solidez, a pesar de que tiene categoría de adquisiciones científicas. Nacieron a veces por comparación de los extremos, sin consultar la tradición; así cabe hablar con análoga seguridad del alma árabe de los andaluces y de sus particularidades, como asegurar su gran fondo tartésico o romano; de la misma forma se puede decir que ciertos tipos son de una pura y determinada raza histórica o que la razón de haberse dado cierto fuero era el mozarabismo de los interesados […] Sorprende, en efecto, a primera vista, descubrir que al ejecutarse la repoblación de Andalucía son numerosas las supervivencias antiguas, unas musulmanas y las más de tradición romana, especialmente en la propiedad, en fincas y en agricultura. Pero no se debe olvidar que lo antiguo fue renovado por los nuevos venidos de la meseta. En lo material respetaron los castellanos cuanto hallaron, siempre que era posible […] En efecto, exceptuando esa parte material, la renovación de Andalucía en el siglo xiii es profunda y radical. Los castellanos hacen de ella una prolongación de Castilla con su sangre, su lengua, sus creencias, su economía, su derecho, su indumentaria, su arte y sus costumbres. Lo antiguo, si no desaparece en casi su totalidad, difícilmente se percibe». Repartimiento de Sevilla. Estudio y edición preparada por Julio González, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Escuela de Estudios Medievales, 1951, v. I, pp. 11-13. 100 «La elección del año 1951 como punto de partida también requiere unas explicaciones previas. Se publicó aquel año, en Madrid, un libro fundamental, a mi modo de ver, por sus características y por su concepción global de la historia medieval andaluza. Me refiero al Repartimiento de Sevilla, del profesor Julio González. El libro no tuvo entonces ni el eco ni los continuadores que su propia importancia parecía exigir pero fue el primero en romper la parálisis que dominaba en Andalucía el medievalismo de ámbito regional desde el final de la década de los años veinte, y es siempre punto de referencia obligado a la hora de emprender cualquier investigación nueva». Véase Ladero Quesada, Miguel Ángel. «La investigación histórica sobre la Andalucía medieval en los últimos veinticinco años (1951-1976)», en Actas I Congreso Historia de Andalucía. Andalucía Medieval, v. I, Córdoba, Publicaciones del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba, 1978, p. 217. 101 «Noticias para toda Andalucía, pero especialmente para Sevilla y su tierra, sobre toponimia, poblamiento, redes de comunicación y, más especialmente, ámbito urbano hispalense y sus habitantes: tal es el contenido de un gran libro que, por conocido, no es preciso ensalzar ahora», ibidem, p. 226. «[…] la obra del profesor González planteaba nuevos problemas, ponía sobre el tapete cuestiones de interés, que, en parte, siguen todavía sin resolver, destacaba las deficiencias informativas y documentales, y sugería nuevas líneas de investigación, al tiempo que ofrecía un modelo metodológico que en gran medida continúa siedo válido […] por ello a pesar de los casi treinta años transcurridos desde su publicación, el Repartimiento de Sevilla sigue siedo una obra de consulta absolutamente imprescindible para cuantos nos acercamos al estudio del siglo xiii andaluz». Véase González Jiménez, Manuel. En torno a los orígenes de Andalucía. La repoblación del siglo xiii, 2.ª ed., Sevilla, Servicio de Publicaciones de la Universidad, 1988, p. 5. 99
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nuevos problemas y se llamaba la atención sobre esta línea de investigación, que ha sido continuada en los repartimientos del siglo xiii por Manuel González Jiménez.102 En 1951, además del Repartimiento, se publicó otra pequeña contribución suya a la reunión que se había celebrado en Jaca en 1949 sobre la La reconquista española y la repoblación del país. Ya hemos visto las novedades que esta reunión supuso en los estudios sobre el tema y, por tanto, no lo vamos a repetir aquí. El trabajo de Julio González se centró en la Reconquista y repoblación de Castilla, León, Extremadura y Andalucía de los siglos xi al xiii.103 En él destacaremos el empleo que hace tanto de las crónicas como de la documentación inédita de archivos, entre ellos, del Archivo Histórico Nacional. La otra obra cumbre de este periodo es el monumental estudio sobre El reino de Castilla en la época de Alfonso VIII, obra en tres gruesos volúmenes con un total de más de tres mil páginas.104 Siguiendo la pauta marcada en los trabajos anteriores, acomete una investigación de primera mano basada en la consulta de todas las fuentes disponibles, tanto impresas como manuscritas. En el primer volumen se describen con gran minuciosidad todos los aspectos del reinado de Alfonso VIII. No hay, sin embargo, ningún capítulo dedicado al estudio de la cancillería del monarca, que tanta novedad había supuesto en sus obras sobre Fernando II y Alfonso IX. Los otros dos volúmenes recogen una colección diplomática de más de mil documentos, donde tienen cabida además la de su antecesor Enrique I y la de su sucesor Sancho III. La lista de fondos documentales utilizados para la confección de la colección diplomática es apabullante. Destaca entre todos el Archivo Histórico Nacional, fundamentalmente en sus secciones de Clero y Órdenes Militares, y, en menor medida, las de Estado, Consejos, Osuna, Diversos, Universidades y las colecciones de sigilografía y códices. Asimismso, se publican abundantes documentos procedentes de archivos eclesiásticos (catedralicios, monásticos y conventuales), municipales, Archivo General de Simancas, Archivo de la Corona de Aragón, Archivo General de Navarra, Archivo de la Chancillería de Valladolid, etc., por destacar los más notables. Igualmente se utilizan también documentos procedentes de colecciones de manuscritos de bibliotecas, como es el caso de la Biblioteca Nacional, de la biblioteca de la Real Academia de la Historia, de la biblioteca de Palacio Real, etc.
Cabrera, Emilio. «The Medieval Origins of the Great Landed Estates of the Guadalquivir Valley», The Economic History Review, 42, n.º 4 (1989), pp. 465-483. 103 «Reconquista y repoblación de Castilla, León, Extremadura y Andalucía (siglos xi a xiii)», en La reconquista española y la repoblación del país, Zaragoza, CSIC, 1951, pp. 163-206. 104 El reino de Castilla en la época de Alfonso VIII, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Escuela de Estudios Medievales, 1960. 3 v. 102
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A pesar de contar con esta imponente colección de documentos, todavía carecemos hoy día de un estudio en profundidad de la cancillería de Alfonso VIII, que, sin duda, tendrá que partir del trabajo de Julio González. Así lo reconoce Pilar Ostos, la única persona que hasta el momento se ha atrevido a realizar una «aproximación» a la misma.105 Con anterioridad únicamente Millares le había dedicado unas páginas en su trabajo sobre la cancillería real castellana.106 No obstante, Millares tenía en proyecto la publicación de la colección diplomática de este monarca que desgraciadamente se perdió con la Guerra Civil de 1936.107 Hay que advertir que la inmensa mayoría de los documentos de la cancillería de Alfonso VIII aquí recogidos no se han conservado en su forma original, sino a través de copias en cartularios eclesiásticos y en confirmaciones posteriores, con lo cual no llegan al cincuenta por ciento del total los que son verdaderamente originales.108 Por tanto, hay que plantearse que el estudio de la cancillería de Alfonso VIII deberá tomar como punto de partida esta obra y, además, llevar a cabo una nueva búsqueda en los numerosos archivos donde se conservan documentos de este monarca. Si ojeamos los archivos citados por Julio González no es de extrañar que nadie de momento se haya atrevido con tal empresa.109 Pero además de la cancillería, esta obra sigue siendo un punto de referencia fundamental para todos aquellos que tratan de este reinado bajo cualquier aspecto. Como bien dice Gonzalo Martínez Díez, quien ha llevado a cabo la última visión de conjunto
105 «Para realizar este estudio he contado con la inestimable obra de J. González sobre este reinado y fundamentalmente con la colección diplomática […]», Ostos Salcedo, Pilar. «La cancillería de Alfonso VIII, rey de Castilla (1158-1214). Una aproximación», Boletín Millares Carlo, n.º 13 (1994), p. 103 (= Ostos Salcedo, Pilar, «La cancillería de Alfonso VIII»). 106 Millares Carlo, Agustín. «La cancillería real en Castilla y León», pp. 269-281. 107 «Al parecer cuando estalla la guerra de 1936, A. Millares tenía preparada la colección diplomática de Alfonso VIII, pero este material desapareció y ello muestra que era un tema especialmente querido por él, aunque por desgracia no pudiera llevarlo a buen término. Precisamente, cuando redacta la introducción del Álbum de Paleografia Hispanoamericana, señala que los documentos de este monarca no han sido estudiados todavía “de propósito”», Ostos Salcedo, Pilar. «La cancillería de Alfonso VIII», p. 103. 108 Ibidem, p. 103. Hay que destacar también que a finales del reinado de Alfonso VIII aparece la lengua romance en la redacción de los documentos. Véase a este respecto, Ostos Salcedo, Pilar. «Cancillería y lengua vernácula. Su proceso de consolidación», Espacio, Tiempo y Forma. Serie III: Historia Medieval, 17 (2004), pp. 471-483. 109 Solo conocemos dos pequeños trabajos que complementan la obra de Julio González. Son los de Mateu Ibars, Josefina. «Notas para el estudio del itinerario de Alfonso VIII», en La formación de Álava: Comunicaciones presentadas al Congreso de Estudios Históricos celebrado en Vitoria-Gasteiz del 27 de septiembre al 2 de octubre de 1982 en commemoración del 650 Aniversario del Pacto de Arriaga (1332-1982), Vitoria-Gasteiz, Diputación Foral de Álava, Servicio de Publicaciones, 1985, v. 2, pp. 655-754; Estepa, Carlos. «Nuevos diplomas de Alfonso VIII», en Poder real y sociedad. Estudios sobre el reinado de Alfonso VIII (1158-1214), Carlos Estepa Díez, Ignacio Álvarez Borge y José Santamarta Luengos, Léon, Universidad de León, 2011, pp. 271-308.
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de este reinado: «la obra de Julio González es una de las tres biografías, junto con las de Núñez de Castro y el marqués de Mondéjar, que ha supuesto un avance en los conocimientos sobre este monarca».110 No obstante, con los años que han transcurrido desde su publicación, han aparición nuevos trabajos que han supuesto la actualización de muchos aspectos tratados en ella.111 En el verano de 1960 Julio González obtuvo por oposición la cátedra de «Historia general de España» en la Universidad Complutense de Madrid. Concluye, por tanto, su etapa sevillana, solicitando la excedencia en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, al cual no volverá a ingresar. Instalado definitivamente en Madrid se dedicará exclusivamente al desempeño de su cátedra hasta su jubilación en 1978.112 Constituye esta la etapa más larga de su vida científica, poco más de treinta años desde su llegada a Madrid hasta su fallecimiento, en los que hemos contabilizado veinticinco trabajos entre monografías y artículos. Doce de los cuales se publicaron estando ya jubilado. Entre todos hay que destacar dos de ellos. Por una parte, su Repoblación de Castilla la Nueva,113 obra que viene a culminar una serie de trabajos emprendidos en los años cuarenta, cuando aparecieron sus primeros trabajos sobre la repoblación del Reino de León. Continuando en su progreso geográfico hacia el sur, estudia en profundidad todo el proceso repoblador en Castilla la Nueva entre los siglos xi y xiii en todos sus aspectos. Sigue la metodología ya conocida con un aprovechamiento exhaustivo de las fuentes narrativas y de las documentales, demostrando una gran familiaridad con ellas. Constituye en palabras de Manuel González Jiménez «la obra más madura de todas cuantas escribiera don Julio»,114 opinión ratificada igualmente por Emilio Cabrera.115
Martínez Díez, Gonzalo. Alfonso VIII rey de Castilla y Toledo (1158-1214), 2.ª ed. [Gijón], Ediciones Trea, 2007, pp. 253-254. 111 Estepa, Carlos. «El reino de Castilla de Alfonso VIII (1158-1214)», en Poder real y sociedad. Estudios sobre el reinado de Alfonso VIII (1158-1214), Carlos Estepa Díez, Ignacio Álvarez Borge y José Santamarta Luengos, Léon, Universidad de León, 2011, p. 11, quien la califica como «obra cumbre de su autor» y que «marcó un hito en su momento». En este trabajo se lleva a cabo una actualización bibliográfica con las nuevas aportaciones aparecidas. 112 «[…] el enrarecimiento de la vida universitaria y su enfrentamiento con alguno de sus compañeros de claustro le llevaron a solicitar su traslado a Madrid en 1960, donde se jubilaría a los setenta años en el curso de 1977-1978», González Jiménez, Manuel. Vida y obra de don Julio González, p. IX. 113 Repoblación de Castilla la Nueva, Madrid, Universidad Complutense, 1975. 2 v. 114 González Jiménez, Manuel. Vida y obra de don Julio González, p. X. 115 Cabrera, Emilio. «Conquista cristiana y repoblación de Extremadura y Castilla la Nueva. Estado de la cuestión», en La reconquista y la repoblación de los reinos hispánicos. Estado de la cuestión de los últimos cuarenta años: Actas del Coloquio de la V Asamblea General de la Sociedad Española de Estudios Medievales, [Zaragoza], Diputación General de Aragón. Departamento de Cultura y Educación, D. L. 1991, p. 108 (= Cabrera, Emilio. «Conquista cristiana y repoblación de Extremadura y Castilla la Nueva»). 110
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La otra gran obra de este periodo es la monografía sobre Fernando III,116 que viene a completar la serie dedicada a los monarcas castellano-leoneses, iniciada en 1943 con Fernando II. Al igual que en los casos anteriores, esta monografía llena un vacío y, hasta fechas recientes, ha sido la única existente sobre este monarca.117 Se trata de una obra en tres volúmenes de más de quinientas páginas cada uno, dedicado el primero a la historia del reinado y los dos restantes a la colección diplomática. Además de un detallado estudio del reinado en sus diversos aspectos, se reúnen ochocientos cincuenta y dos documentos del monarca. La cancillería cuenta en esta obra con un capítulo específico, que, como en casos anteriores, constituye la única aproximación de conjunto al tema, si exceptuamos las breves páginas de Millares Carlo118 y el artículo de Luciano Serrano sobre el canciller Juan.119 En fechas más recientes se han publicado otros breves trabajos sobre la cancillería utilizando como base la colección diplomática de Julio González, fundamental como punto de partida para cualquier estudio de este reinado.120 Esta obra le valió a Julio González la concesión del Premio Nacional de Historia del año 1987, galardón que vino a sumarse a los que había obtenido anteriormente por sus obras sobre Fernando II, Alfonso, IX y Repartimiento de Sevilla, premiadas por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Al año siguiente, en 1988, obtuvo también el Premio Castilla y León de las Ciencias Sociales y de la Comunicación, como recompensa a toda una vida dedicada a la investigación. Sobre el reinado de Fernando III escribirá también en la Historia de España de Menéndez Pidal el capítulo correspondiente.121 Otras obras colectivas en las que participó
Reinado y diplomas de Fernando III, Córdoba, Monte de Piedad y Caja de Ahorros, 1980-1986. 3 v. González, Manuel. «El que conquirió toda España, semblanza de Fernando III, rey de Castilla y León», en Fernando III y su tiempo (1201-1252): VIII Congreso de Estudios Medievales, Ávila, Fundación Sánchez-Albornoz, [2003], p. 15. 118 Millares Carlo, Agustín. «La cancillería real en Castilla y León», pp. 282-292. 119 Serrano, Luciano. «El canciller de Fernando III de Castilla», Hispania. Revista Española de Historia, I, n.º 5 (1941), pp. 3-40. El tratamiento de la figura del canciller es fundamentalmente histórico. 120 Ostos Salcedo, Pilar. «La cancillería de Fernando III, rey de Castilla (1217-1230). Una aproximación», Archivo Hispalense, LXXVII, n.os 234-236 (1994), p. 60. También López Gutiérrez, Antonio J. «La cancillería de Fernando III, rey de Castilla y León (1230-1253). Notas para su estudio», ibidem, pp. 71-81; Mateu Ibars, Josefina. «Notas para el estudio del itinerario de Alfonso VIII de Castilla (1158-1214)», en La formación de Álava: Comunicaciones presentadas al Congreso de Estudios Históricos celebrado en VitoriaGasteiz del 27 de septiembre al 2 de octubre de 1982 en commemoración del 650 Aniversario del Pacto de Arriaga (1332-1982), Vitoria-Gasteiz, Diputación Foral de Álava, Servicio de Publicaciones, 1985, v. 2, pp. 655-754. 121 «La época de Fernando III», en Expansión peninsular y mediterránea (c. 1212-c. 1350). La Corona de Castilla, t. 13 de la Historia de España, fundada por R. Menéndez Pidal, Madrid, Espasa Calpe, 1990, pp. 3-88. 116 117
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fueron Extremadura, donde redactó la introducción histórica,122 la Historia de Burgos123 y la Historia de Palencia. En esta última, además de su participación, fue el director de la misma.124 Entre los artículos de esta época son varios los dedicados a la repoblación donde se ofrece una visión de conjunto sobre la Extremadura a mediados del siglo xiii,125 la repoblación de La Mancha,126 las tierras palentinas,127 la creación de pueblas o la repoblación de algunas localidades concretas, como Cuenca, Alba de Tormes o Toledo.128 Otros artículos, sin tener una temática uniforme, se dedican a diversos aspectos de la historia medieval castellana.129 Por último, de su labor como archivero en el Archivo General de Indias, hay que mencionar la publicación de tres catálogos de mapas y planos de América.130
Extremadura, [introd. geográfica Ángel Cabo Alonso, introd. histórica Julio González, introd. literaria Cristóbal Cuevas García, Arte Julián Álvarez Villar], [Madrid], Fundación Juan March; Editorial Noguer [1979], pp. 49-92. 123 «Monarquía altomedieval (1037-1250)», en Historia de Burgos. II: Edad Media, Burgos, Caja de Ahorros Municipal, 1986, pp. 101-146. 124 González, Julio (dir.). Historia de Palencia, Palencia, Diputación Provincial, 1990. 2 v. (v. I, Cap. V: Siglos de Reconquista, pp. 155-216; v. II, Cap. III: Enajenaciones de la realeza en los siglos xvi y xvii, pp. 46-51, en colaboración con Luis Fernández Martín). 125 «La Extremadura castellana al mediar el siglo xiii», Hispania. Revista Española de Historia, XXXIV, 127 (1974), pp. 49-74. 126 «La repoblación de la Mancha», en VII Centenario del infante don Fernando de la Cerda: Ciudad Real, abril 1975: Ponencias y comunicaciones. [Coordinador de la edición, Manuel Espadas Burgos], [Albacete], Instituto de Estudios Manchegos, 1976, pp. 1-27. 127 «Cuestiones de repoblación en tierras palentinas», en Palencia en la Historia. Ciclo de conferencias organizado por la Casa de Palencia en Madrid y pronunciadas en su sede 1980-1981, [Palencia, Merino Artes Gráficas], D. L. 1982, pp. 46-66. 128 «Pueblas de Alfonso X en la frontera», en Homenaje a don José María Lacarra Miguel en su jubilación del profesorado, Zaragoza, [Anubar], 1977, v. 3, pp. 7-26; «Repoblación de las tierras de Cuenca», Anuario de Estudios Medievales, 12 (1982), pp. 183-204; «Avanzada leonesa del siglo x en las tierras del Tormes», en Estudios en Homenaje a Don Claudio Sánchez-Albornoz en sus 90 años, II, Buenos Aires, Instituto de Historia de España, 1983, pp. 161-178; «Repoblación en tierra de Alba de Tormes (1226)», Anuario de Estudios Medievales, 17 (1987), pp. 105-118; «Repoblación de Toledo», en Estudios sobre Alfonso VI y la reconquista de Toledo: Actas del II Congreso Internacional de Estudios Mozárabes, v. I, Toledo, Instituto de Estudios Visigótico-Mozárabes, 1987, pp. 99-113. 129 «Navarros y castellanos», en XII Semana de Estudios Medievales, Pamplona, Instituto Príncipe de Viana, 1974, pp. 123-152; «La población de Sevilla a fínales del siglo xiv», Hispania. Revista Española de Historia, XXXV, 128 (1975), pp. 49-74; «El monasterio de Santa Eufemia de Cozuelos», en Homenaje a fray Justo Pérez de Urbel, Silos [Burgos], Abadía de Silos, 1976, v. 2, pp. 409-426; «Sobre la fecha de las Cortes de Nájera», Cuadernos de Historia de España, LXI-LXII (1977), pp. 357-361; «Los mozárabes toledanos desde el siglo xi hasta el Cardenal Cisneros», en Historia mozárabe: Ponencias presentadas al I Congreso de Estudios Mozárabes, Toledo, Instituto de Estudios Visgótico-Mozárabes, 1978, pp. 79-90; «Fijación de la frontera castellano-leonesa en el siglo xii», En la España medieval. Estudios en memoria de Salvador de Moxó, Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 1982, v. 1, pp. 411-424; «Problemas de los sellos concejiles», en Actas del Primer Coloquio de Sigilografía: Madrid, 2 al 4 de abril de 1987, Madrid, Dirección de los Archivos Estatales, 1991, pp. 269-274. 130 Archivo General de Indias. Catálogo de mapas y planos de Venezuela, Madrid, Dirección General de Archivos y Bibliotecas, 1968; Archivo Genial de Indias. Catálogo de mapas y planos de Santo Domingo, Madrid, Dirección 122
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Como conclusión final destacaremos la importancia fundamental que las obras de Julio González han desempeñado en el avance de los estudios medievales de Castilla y León, ya sea de una forma directa, por las novedades planteadas o por la ingente cantidad de nuevos datos aportados; o de forma indirecta, por las nuevas vías que ha abierto a otros trabajos, gracias, sobre todo, a sus colecciones diplomáticas. Su campo predilecto ha sido el de la repoblación, ese nuevo aspecto de la reconquista que se planteó en la reunión de Jaca de 1949 y del cual creemos, sin exageración, que ha sido su máximo exponente. Incluso en sus grandes monografías sobre los reinados de Fernando II, Alfonso IX, Alfonso VIII y Fernando III, el tema de la repoblación ocupa una parte amplia y destacada en todas ellas.131 Julio González ha sido uno de los medievalistas españoles más importantes del siglo xx, aunque quizás no lo suficientemente valorado. Su obra, de factura eminentemente positivista, y su estilo, a veces seco y prolijo en el relato de los acontecimientos, no es el más apropiado para atraer a un público amplio. En contrapartida, sus afirmaciones fundamentadas en citas de documentos inéditos, sin limitarse exclusivamente a los ya publicados, son base firme y segura, no solo para el conocimiento de algún hecho concreto, sino, además, como punto de partida de nuevos trabajos para quien las utiliza. Su concepción de la historia está totalmente apegada al documento, a la cita documental que sirve para apoyar alguna afirmación o aportar algún dato. Como contaba uno de sus alumnos, «La historia que don Julio sabe, que nos enseña, no la ha tomado de los libros, la ha leído directamente en los documentos»,132 resume a la perfección lo que decimos. Estamos convencidos de que sus inicios en la profesión de archivero le influyeron mucho en este aspecto. Es muy llamativo que prácticamente en todos sus trabajos «menores» no faltan las citas a documentación inédita. Pero, además, asombra ver la cantidad y variedad de
General de Archivos y Bibliotecas, 1973; Archivo General de Indias. Catálogo de mapas y planos de la Florida y la Luisiana, Madrid, Dirección General del Patrimonio Artístico, Archivos y Museos, 1979. 131 «La importancia de los trabajos de Julio González es básica, por consiguiente, no solo porque abrió la investigación del tema con la ponencia presentada a la reunión de Jaca de 1949, sino porque él mismo ha sido el principal transeúnte de ese camino iniciado en tal circunstancia. Entre ellos, el ya citado Reinado y diplomas de Fernando III une a su valor como colección documental, un exhaustivo estudio del proceso de conquista de la España al sur del Tajo. Sin embargo, la aportación más fecunda es, seguramente, la que el mismo autor había dedicado unos años antes al proceso repoblador de Castilla la Nueva en un esfuerzo que dio como resultado un trabajo cuyo contenido desborda ampliamente su título y constituye una fuente de información indispensable como punto de partida para adentrarse en el conocimiento del tema propuesto», Cabrera, Emilio. Conquista cristiana y repoblación de Extremadura y Castilla la Nueva, p. 108. 132 Cristina Segura se refiere a esta anécdota que le contó Santos Madrazo y añade: «Es la historia de Castilla que nos transmite de forma totalmente objetiva, sin los filtros subjetivos, para que cada cual la interprete y la analice según sus criterios», Segura Graíño, Cristina. «Don Julio González González», pp. 11-12. [507]
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los archivos consultados, ya sean los grandes archivos nacionales, los eclesiásticos, los municipales, las principales colecciones de manuscritos, los archivos particulares y, en algún caso, los extranjeros, como los Archives Nationales de París, el Archivo Nacional do Torre do Tombo o el Archivo de Estado de Génova, que se menciona en su Fernando III. Entre todos ellos juega un papel destacadísimo el Archivo Histórico Nacional, especialmente en sus secciones de Clero, Órdenes Militares, colecciones de códices y sigilografía, donde se conserva la gran mayoría de los fondos medievales; en menor medida, las secciones de Consejos Suprimidos y Estado, donde hay también un número no despreciable de copias de documentos medievales. El peso de este archivo es tan grande en toda su obra que no exageramos si afirmamos que esta no se concibe sin en el Archivo Histórico Nacional. 3. Luis Sánchez Belda133 Luis Sánchez Belda nació en Santorcaz el 11 de septiembre de 1920. Realizó sus estudios universitarios en Madrid, en cuya Universidad Central se licenció en Filosofía y Letras (Sección de Historia), el 27 de junio de 1942, y se doctoró el 15 de febrero de 1947 con una tesis sobre la Chronica Adefonsi Imperatoris.134 Su carrera profesional se inició al ingresar por oposición en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos el 17 de agosto de 1944, con destino en el Archivo Histórico y Delegación de Hacienda de Toledo. A los pocos meses es declarado «excedente forzoso», pues «después de tomar posesión de su cargo, se reintegró al Ejército, donde continúa prestando sus servicios».135 Al año siguiente se incorporó definitivamente a su puesto.136
Cruz Herranz, Luis Miguel de la. «Sánchez Belda, Luis», en Diccionario Biográfico Español, Madrid, Real Academia de la Historia, 2013, v. XLV, pp. 629-630, donde se recoge la bibliografía anterior. 134 Chronica Adefonsi Imperatoris. Edición y estudio. Se conserva en el Depósito de Tesis de la Universidad Complutense (T. 384). No hemos localizado su expediente de licenciado ni de doctorado entre los fondos de la Universidad Central en la Sección de Universidades del Archivo Histórico Nacional ni en el Archivo General de la Universidad Complutense. Sí se conservan en cambio en los fondos del Ministerio de Educación y Ciencia, en el Negociado de títulos, en el Archivo General de la Administración. Véase AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de titulación universitaria (licenciado), 31/3772, Exp. 9810-8; AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de titulación universitaria (doctor), 31/3772, Exp. 12391-7. 135 Orden de 15 de diciembre de 1944 por la que se declara excedente forzoso al funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos don Luis Sánchez Belda (BOE de 8 de enero de 1945). 136 Orden de 5 de noviembre de 1945 por la que se dispone el reingreso del funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, con destino en los Archivos Histórico y Delegación de Hacienda de Toledo, don Luis Sánchez Belda (BOE de 16 de noviembre). 133
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Su llegada al Archivo Histórico Nacional tuvo lugar en virtud de traslado en 1946 (O. M. de 16 de enero de 1946). No sabemos cuál fue su primera ocupación en este centro, aunque es de suponer que por su preparación y sus aficiones trabajase en la Sección de Clero ayudando a Gerardo Núñez Clemente. Cuando este fue nombrado subdirector del Archivo Histórico Nacional en 1948, Sánchez Belda pasaría entonces a encargarse de la misma, obteniendo el nombramiento oficial al año siguiente que mantuvo hasta 1958.137 Su labor en esta sección fue muy destacada, a él se debe el inicio del inventario de pergaminos, labor que requería la revisisón y datación de miles de documentos que supuso un avance con respecto al inventario de procedencias publicado en 1924. Como complemento de estos trabajos de organización se llevó a cabo la instalación de los pergaminos en carpetas para su mejor conservación, el inicio del inventario de los papeles y de los libros de la sección.138 Sobre él recayó la responsabilidad del traslado del Archivo Histórico Nacional desde el Palacio de Bibliotecas y Museos a la nueva sede construida en la calle de Serrano.139 A finales de 1952 asumió la dirección accidental del mismo (O. M. de 10 de diciembre de 1952) que pasó a ser en propiedad el 12 de diciembre de 1955.140 Un paso importante en su carrera fue el nombramiento como director general de Archivos y Bibliotecas en 1968,141 puesto que ocupó hasta 1974,142 regresando entonces a la dirección del Archivo Histórico Nacional. Poco después de su vuelta se produjo la incorporación del denominado «Archivo de
Orden de 25 de febrero de 1949 se nombran jefes de Sección del Archivo Histórico Nacional de Madrid a los siguientes funcionarios del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, con destino en dicho Centro (BOE de 2 de mayo). Noticia de ello en la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, LV, n.os 1-3 (1949), pp. 275-276; Orden de 23 de mayo de 1958 por la que cesan y se nombran Jefes de las Secciones del Archivo Histórico Nacional (BOE de 23 de junio). Es de suponer que compaginaría esta Jefatura con la dirección del Archivo. 138 Crespo, Carmen. «Luis Sánchez Belda (Apuntes biográficos)», Boletín de la ANABAD, XLVI, n.º 1 (1996), p. 16 (= Crespo, Carmen. «Luis Sánchez Belda»). 139 «[…] Benito Fuentes Isla, sacerdote y director del Archivo Histórico Nacional, de andar torpe por los años […] Posteriormente tuve que tratarle cuando se preparaba el traslado de los legajos al nuevo edificio construido en los altos de Serrano, junto al Consejo Superior de Investigaciones. Le podía la responsabilidad de tamaña obra y Sintes tuvo que nombrar director interino a Luis Sánchez Belda […]», Escolar Sobrino, Hipólito. Gente del libro. Autores, editores y bibliotecarios, 1939-1999, Madrid, Gredos, 1999, p. 69; Crespo, Carmen. «Luis Sánchez Belda», p. 16. 140 Orden de 12 de diciembre de 1955 por la que se nombra en propiedad y con carácter definitivo Director del Archivo Histórico Nacional a don Luis Sánchez Belda, funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos (BOE de 7 de enero de 1956). Véase también «Luis Sánchez Belda, Director del Archivo Histórico Nacional», Boletín de la Dirección General de Archivos y Bibliotecas, V, n.º 37 (1956), p. 27. 141 Decreto de 1 de julio de 1968 por el que se nombra para el cargo de Director general de Archivos y Bibliotecas a don Luis Sánchez Belda (BOE de 2 de julio). 142 Decreto de 25 de octubre de 1974 por el que se cesa en el cargo de Director general de Archivos y Bibliotecas del Ministerio de Educación y Ciencia don Luis Sánchez Belda (BOE de 30 de octubre). 137
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Salamanca», integrado como «Sección Guerra Civil» (1977).143 En este puesto finalizaría su carrera tras fallecer el 8 de agosto de 1984. Su labor al frente de la Dirección General de Archivos y Bibliotecas fue muy fructífera para los archivos españoles, dando un gran impulso a la política archivística. Bajo su mandato se crearon el Archivo General de la Administración de Alcalá de Henares (1969), el Servicio Nacional de Restauración de Libros y Documentos (1969), el Servicio Nacional de Microfilm (1972), el Instituto Bibliográfico Hispánico (1970) y el Servicio Nacional del Tesoro Documental y Bibliográfico (1972).144 Por su relación con los fondos medievales creemos oportuno que nos detengamos un momento en el Servicio Nacional de Microfilm. Sus orígenes se remontan a 1950 con la creación en Madrid del Archivo Central de Microfilms a cargo del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, cuya dirección se encargaba a un funcionario de dicho cuerpo.145 Pero su existencia fue ficticia, solo existió sobre el papel y no sería hasta dos años después, con la creación del Servicio Nacional de Información Documental y Bibliográfica, cuando realmente se crease de manera efectiva, integrándose como sección de este.146 Los criterios que se establecieron a la hora de decidir qué documentos se microfilmaban otorgaban una importancia especial a los medievales,147 como destaca también Carmen Crespo.148 En 1953 la Dirección General de Archivos y Bibliotecas inició la publicación de un boletín donde se iba dando noticia de los fondos reproducidos por el Servicio Nacional de Microfilm. Sabemos, por la introducción de este primer número, que los primeros documentos que se comenzaron a microfilmar fueron los de la catedral de Palencia, donde se realizaron 20.000 fotogramas de documentación exclusivamente medieval; en el municipal y catedralicio de Murcia, se hicieron 15.000 fotogramas, también de fondos
Crespo, Carmen. «Luis Sánchez Belda», pp. 24-25. Crespo, Carmen. «Luis Sánchez Belda», pp. 21-23. 145 D. de 14 de julio de 1950 por el que se crea en Madrid el Archivo Central de Microfilms (BOE de 31 de julio). 146 Crespo Nogueira, M.ª del Carmen. «El Servicio Nacional de Microfilm», Boletín de la Dirección General de Archivos y Bibliotecas, XX, n.os 119-120 (1971), p. 133 (= Crespo Nogueira, M.ª del Carmen. «El Servicio Nacional de Microfilm»); D. de 27 de junio de 1952 por el que se crea el Servicio Nacional de Información Documental y Bibliográfica (BOE, 19 de julio). 147 «Es nuestro propósito conseguir una microfotografía de seguridad de nuestros grandes archivos; la reproducción de los archivos más importantes no dependientes del Cuerpo, empezando por los que tienen un mayor volumen de documentación medieval; la de los códices, empezando por los visigóticos, los beatos y los que tienen crónicas e historias de la Edad Media […]». Véase Sintes Obrador, Francisco. «El Servicio Nacional de Microfotografía», Servicio Nacional de Microfilm. Boletín, n.º I (1953), p. 13 (= Sintes Obrador, Francisco. «El Servicio Nacional de Microfotografía»). 148 «Como nota común de la documentación microfilmada figura su carácter medieval», Crespo Nogueira, M.ª del Carmen. «El Servicio Nacional de Microfilm», p. 134. 143 144
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medievales; además se tenía la intención de continuar con los códices y los documentos de la Alta Edad Media de la catedral de León. Al mismo tiempo, el Servicio se había puesto en contacto con centros de investigación locales, como el de San Isidoro de León o alguno en Palencia, para proporcionarles copia de los documentos existentes en el Archivo Histórico Nacional y facilitar así las investigaciones in situ.149 También se estableció un intercambio con el Institut d’Histoire et Recherche des Textes de París, del cual se obtuvieron copias de códices visigóticos conservados en la bibliotecas de Autun, Lyon y Montpellier.150 Esta fue la tónica dominante durante los años sucesivos, obtener copias complementarias de nuestros fondos fuera de nuestras fronteras y a su vez hacer copias de conservación de los fondos en los archivos estatales. Sánchez Belda compaginó su profesión de archivero con la docencia universitaria en la Universidad Central, que comenzó en el curso 1942-1943 como profesor ayudante de prácticas de las asignaturas de «Latín medieval» y de «Historia de España. Edad Media», y continuó durante los cursos 1943-1944, 1945-1946, 1946-1947. En 1947 (O. M. de 24 de julio de 1947) fue nombrado profesor adjunto por cuatro años, adscrito a las asignaturas de «Historia universal de la Edad Media», «Historia de España. Edad Media», «Historia de España medieval», «Historia general de la cultura» e «Historia general de España». Durante los cursos 1948-1949 y 1949-1950 ejerció nuevamente como ayudante de las prácticas de «Latín medieval». Por O. M. de 17 de mayo de 1949 se le encargó provisionalmente la cátedra de «Historia de Es paña en la Edad Media», situación que fue prorrogada en el curso siguiente de 1949-1950, hasta que el 1 de abril de 1950 fue nombrado catedrático de la asignatura fray Justo Pérez de Urbel. Es de suponer que Antonio de la Torre fuera quien le llevara allí, pues él era el catedrático de «Historia medieval» hasta que tras su jubilación fue sustituido por Pérez de Urbel. En cuanto a la asignatura de «Latín medieval», el catedrático de esta asignatura era José Vallejo. Vinculado desde muy joven al Centro de Estudios Históricos por Menéndez Pidal y a la Revista de Filología Española, fue incorporado por este como catedrático de «Latín» del Instituto-Escuela151 y trabajó también en el Instituto Antonio de Nebrija de Filología clásica del CSIC. Es muy posible que Sánchez Belda le tuviera como profesor en la Universidad Central152 y fuese él quien le llevase como profesor ayudante de clases prácticas de «Latín medieval» en 1942.153
Sintes Obrador, Francisco. «El Servicio Nacional de Microfotografía», pp. 14-15. Servicio Nacional de Microfilm. Boletín, n.º 2 (1954), p. 8. 151 CDRE-AJAE. Expediente, 146-42. 152 No podemos corroborar documentalmente este dato al no conservarse, como hemos mencionado anteriormente, sus expedientes académicos. 153 Colaboró con él en la «confección de un vocabulario de latín medieval que queda inacabado y cuyas fichas se conservaban todavía hace algunos años», Crespo, Carmen: «Luis Sánchez Belda», p. 15. Una breve 149 150
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En 1949 opositó a la cátedra de «Paleografía» de las universidades de Santiago de Compostela y Sevilla. En la primera, la de Santiago de Compostela, tras la votación, Sánchez Belda obtuvo dos votos frente a Tomás Marín y Manuel Lucas, que tuvieron solamente uno. Al no obtener la mayoría de los votos en las dos votaciones, la plaza se declaró desierta. La segunda, la de Sevilla, directamente se declaró desierta.154 En el curso 1950-1951 se le renueva el cargo de profesor adjunto por otros cuatro años (O. M. de 16 de julio de 1951). Por O. M. de 27 de octubre de 1958 cesó como profesor adjunto de «Historia de España medieval» al obtener otra adjuntía de la asignatura de «Paleografía», que desempeñó hasta el 20 de enero de 1966. Cesó como profesor adjunto el 8 de julio de 1968 al ser nombrado director general de Archivos y Bibliotecas. Por Resolución de 5 de octubre de 1972 se le concedió el ingreso en el Cuerpo Especial de Profesores Adjuntos de Universidad en calidad de expectativa de destino.155 En su orientación hacia los estudios medievales, sin duda, jugaría un papel decisivo su maestro en la universidad y director de tesis Antonio de la Torre y del Cerro. En el Instituto Jerónimo Zurita y en la Escuela de Estudios Medievales, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, dirigidos por él, se inició como becario y después como colaborador.156 Tenemos noticia de algunos de los trabajos que allí llevó a cabo, entre ellos la preparación de la edición de la Chronica Adefonsi Imperatoris, su tesis doctoral. Otros trabajos comenzados pero que no llegaron a publicarse fueron el cartulario de Santo Domingo de la Calzada y la crónica De rebus Hispaniae de Jiménez de Rada, esta última en colaboración con Vázquez de Parga.157 También formó parte del equipo encargado de preparar la edición de la documentación de la catedral de León, junto con
semblanza sobre la figura de José Vallejo ha sido realizada por uno de sus discípulos, Antonio Fontán, en dos artículos de prensa: «El profesor José Vallejo (1896-1959), ABC (19 de febrero de 1959), y «José Vallejo (1896-1959), 25 años después», El País (1 de marzo de 1984). 154 Todos los detalles de la oposición en AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente de oposiciones a la cátedra de Paleografía y Diplomática de las Facultades de Filosofía y Letras de Santiago de Compostela y Sevilla. 19471948, 31/4018, Exp. 12587-3. Sobre las vicisitudes de la misma, véase las apreciaciones de Crespo, Carmen. «Luis Sánchez Belda», pp. 14-15. 155 La información la hemos tomado del documento «Relación de cargos desempeñados por el doctor don Luis Sánchez Belda», de fecha 22 de octubre de 1971 firmado por el profesor agregado-secretario, que se conserva en su expediente, AGUCM, P-689, 11; AGA. EDUCACIÓN Y CIENCIA. Expediente profesor adjunto universidad, 21/20382, Exp. 15068-15; ARCHIVO CENTRAL DE LA FACULTAD DE GEOGRAFÍA E HISTORIA, 104/09-15,13; «Luis Sánchez Belda, Director General de Archivos y Bibliotecas», Boletín de la Dirección General de Archivos y Bibliotecas, XVII, n.º 101 (1968), pp. 2-3. 156 Crespo, Carmen. «Luis Sánchez Belda», p. 13. 157 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1944, p. 147; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Años 1946-1947, p. 265; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1948, p. 140; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1948, p. 141; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Años 1946-1947, pp. 266-267; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1950, p. 130. [512]
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fray Justo Pérez de Urbel, Alfonso Sánchez Candeira y Emilio Sáez.158 Por último, hay también constancia de su colaboración con fray Justo Pérez de Urbel en un estudio sobre «nuevos textos en letra visigótica», artículo que apareció en Hispania en 1950.159 La obra escrita de Luis Sánchez Belda no es demasiado extensa, en total ochenta y siete publicaciones, repartidas entre las dedicadas a temas históricos medievales y las relacionadas con el mundo de los archivos. Nos ocuparemos con detenimiento únicamente de las primeras, entre las que destacan especialmente las consagradas a la paleografía y la diplomática. Sus primeros trabajos se inician a mediados de los años cuarenta del siglo pasado en forma de breves artículos, todos ellos sobre la Edad Media y en los cuales se daban a conocer nuevos documentos.160 Mayor enjundia tiene otro sobre las milicias concejiles en la Edad Media.161 Aunque no tiene grandes pretensiones intentaba llamar la atención sobre un tema poco conocido entonces, la organización interna de las milicias concejiles con la información proporcionada por los fueros municipales. El artículo es totalmente desconocido, de hecho, no hemos encontrado ninguna mención a él en los trabajos que hasta hoy se han dedicado a este tema, quizás por la poca difusión de la revista donde se publicó. No obstante, sus planteamientos han sido profundizados por Powers162 y en años más recientes por García Fitz con una mayor base documental, aunque ninguno de los dos parece conocer el trabajo de Sánchez Belda.163 A finales de los años cuarenta darán comienzo sus publicaciones sobre paleografía y diplomática, sin duda, las más importantes de toda su obra, que arrancan con dos artículos de divulgación. En uno de ellos se pasaba revista a las publicaciones aparecidas
CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1950, p. 130; Sáez, Emilio. Colección documental de la catedral de León (775-1230). I (775-992), León, Centro de Estudios e Investigación San Isidoro, 1987, p. XVII. 159 CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1949, p. 177; CSIC. Memoria de la Secretaría General. Año 1951, p. 153. 160 «Fuero y ordenanzas municipales de la villa de Santorcaz», Anuario de Historia del Derecho Español, XVI (1945), pp. 655-670; «Los Reyes Católicos y el gremio de la piel», Piel. Revista Española de la Industria de la Piel, n.os 22-23 (1945), pp. 137-139. 161 «Las milicias concejiles en la Edad Media», Revista Ejército, 25 (1946), pp. 28-34. 162 Powers, James F. «The origins and development of municipal military service in the leonese and castilian Reconquest, 800-1250», Traditio, XXVI (1970), p. 92. Con posterioridad ha seguido trabajando sobre el mismo tema «Frontier Military Service and Exemption in the Municipalities of Aragon and Castile», Military Affairs, 45, n.º 2 (1981), pp. 75-78, y sobre todo su monografía A Society organized for War. The Iberian municipal militias in the central Middle Ages, 1000-1284, Berkeley, University of California Press, 1988. 163 García Fitz, Francisco. Castilla y León Frente al Islam. Estrategias de expansión y tácticas militares (siglos xixiii), Sevilla, Universidad de Sevilla, Secretariado de Publicaciones, 1998. 158
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en España sobre paleografía y diplomática entre los años 1941 y 1946.164 El otro se centraba en dar a conocer las últimas tendencias que se estaban produciendo en Europa en los estudios paleográficos, gracias fundamentalmente, a los grandes descubrimientos de papiros procedentes de la Antigüedad tardía.165 Se destacan las aportaciones de figuras eminentes como Leopold Delisle, Ludwig Traube, Luigi Schiaparelli, Paul Lehman y Jean Mallon, que han contribuido a crear un nuevo concepto de paleografía como ciencia cultural, que permite la identificación de la localidad donde se ha realizado un códice, así como la fijación de la filiación del mismo dentro de la tradición textual a través del análisis de las faltas cometidas por los copistas. Sobre estos precedentes, a partir de los años cuarenta del siglo xx, el campo y la definición de la paleografía se ampliarán gracias a las aportaciones de la conocida como Nueva Escuela Francesa de Paleografía.166 Los cincuenta fueron sus años más fecundos. Va a ser en esta década cuando aparezcan sus publicaciones más importantes dedicadas a la edición de textos y a la diplomática, las cuales coinciden con su etapa como jefe de la Sección de Clero del Archivo Histórico Nacional y como profesor adjunto en la Universidad Complutense. Comenzaremos por las ediciones de textos. A finales de los cuarenta publicó el Cartulario de Santo Toribio de Liébana, título que puede llevar a engaño, ya que no se trataba únicamente de la edición del cartulario, sino que también se incluían documentos que no formaban parte de él.167 Esta fue una práctica habitual, como hemos tenido ocasión de ver a lo largo de este trabajo y, por supuesto, frecuente igualmente en el resto del continente europeo. Parece ser, según nos cuenta Sánchez Belda, que Miguel Gómez del Campillo, archivero del Archivo Histórico Nacional, tenía la intención de llevar a cabo su publicación,
164 «Publicaciones españolas de paleografía y diplomática (1941-1946)», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, LIII, n.º 1 (1947), pp. 153-163. 165 «Modernas tendencias de los estudios paleográficos», Arbor, XVIII, n.º 64 (1951), pp. 529-536. 166 Núñez Contreras, Luis. «Sobre el actual concepto de Paleografía», en Miscelánea de estudios dedicados a Antonio Marín Ocete, Granada, Universidad de Granada, Caja de Ahorros de Granada, 1974, t. II, pp. 831-844; Núñez Contreras, Luis. Manual de Paleografía. Fundamentos e historia de la escritura latina hasta el siglo viii, Madrid, Cátedra, 1994, pp. 15-33; Canellas López, Ángel. «Panorama de la ciencia paleográfica en los últimos 25 años», Cuadernos de Historia Jerónimo Zurita, 33-34 (1979), pp. 227-236. 167 «La pieza más interesante de todo este fondo [de Santo Toribio de Liébana] es el cartulario objeto de la presente edición», p. XXIX. Más adelante Sánchez Belda justificaba así su edición: «La publicación de este cartulario forma el núcleo central de la presente obra, pero no siendo la única documentación conservada del antiguo monasterio, hemos creído necesario completarla con los documentos sueltos no incorporados en él. Forman estos un conjunto documental de gran valor para el estudio del monasterio, pues son particularmente numerosos los correspondientes a los siglos xiv y xv, fecha que no abarca el cartulario. Cronológicamente se extienden de 961 a 1625; algunos se encuentran transcritos en aquel, pero la mayoría de ellos son posteriores a su ejecución», p. XLI.
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pero dedicado a otras tareas le cedió sus trabajos preparatorios para que fuese él quien llevara a cabo la edición.168 En 1904 Eduardo Jusué había advertido sobre la importancia de este cartulario en un informe académico donde publicaba algunos de sus documentos.169 En 1994 la Fundación Marcelo Botín realizó la publicación integral de los documentos recogidos por Sánchez Belda en extracto, en su apartado de «Catálogo», más otros seis no recogidos por él.170 El otro trabajo fue la edición crítica de la Chronica Adefonsi Imperatoris, presentada como tesis doctoral en la Universidad Complutense en el año 1947, dirigida por Antonio de la Torre171 y que fue publicada dentro de la colección de textos de la Escuela de Estudios Medievales del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. El trabajo de Sánchez Belda constituye la primera edición crítica de esta crónica, que ha sido la referencia hasta que en 1990 la editorial Brepols publicó una nueva edición en su serie Corpus Christianorum. Continuatio Medievalis.172 Quizás el punto más débil de su trabajo sea el de la tradición manuscrita, donde los especialistas le han achacado conceder demasiada importancia a uno de los manuscritos conservados en detrimento de los demás.173 En el mismo año de publicación de la Chronica apareció un breve artículo donde se reafirmaba sobre la autoría de la misma.174 El catálogo de documentos reales de Galicia,175 aunque no se trata de una edición de documentos, presenta cierta afinidad con las obras anteriores. Su idea inicial era la de publicar los catálogos de los principales monasterios gallegos, siguiendo el modelo de Vignau para Sahagún que ya hemos estudiado. Pero ante los trabajos en marcha que
Cartulario de Santo Toribio de Liébana, ed. y estudio por Luis Sánchez Belda, Madrid, Diana Artes Gráficas, 1948, p. XLIX. 169 Jusué, Eduardo. «El Libro cartulario del monasterio de Santo Toribio de Liébana que se conserva en el Archivo Histórico Nacional (Sección Códices y cartularios 990-B)», Boletín de la Real Academia de la Historia, XLV, cuaderno V (1904), pp. 409-421; Jusué, Eduardo. «Documentos inéditos del cartulario de Santo Toribio de Liébana (años 796-828) durante el reinado de Alfonso II», ibidem, XLVI, cuaderno I (1905), pp. 69-76. 170 Álvarez Llopis, Elisa et al. Colección diplomática de Santo Toribio de Liébana 1300-1515, [Santander] Fundación Marcelo Botín, D. L. 1994. 171 «Luis Sánchez Belda. Chronica Adefonsi imperatoris», en Universidad de Madrid, Facultad de Filosofía y Letras. Sumarios y extractos de las tesis doctorales leídas desde 1944 a 1947 en la Sección de Historia, Madrid, [Imp. C. Bermejo], 1954, pp. 227-233. 172 Maya Sánchez, Antonio. «Chronica Adefonsi Imperatoris», en Chronica Hispana Saecvli xii. Edidervnt Emma Falque, Juan Gil et Antonio Maya, Turnhoulti, Brepols, 1990, pp. 109-248; Gil Fernández, Juan. «Prefatio de Almarie», en Chronica Hispana Saecvli xii, edidervnt Emma Falque et al., Turnhoulti, Brepols, 1990, pp. 249-267. Nos interesa especialmente la introducción en pp. 111-143. 173 Maya Sánchez, Antonio. «Chronica Adefonsi Imperatoris», pp. 134-135. 174 «La “Chronica Adefonsi Imperatoris”, ¿castellana o leonesa?», Archivos Leoneses, IV, n.º 8 (1950), pp. 85-89. 175 Documentos reales de la Edad Media referentes a Galicia. Catálogo de los conservados en la sección de Clero del Archivo Histórico Nacional, Madrid, Dirección General de Archivos y Bibliotecas, 1953. 168
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se estaban preparando para la publicación de estos fondos, consideró innecesaria esta vía. Ante otras posibles alternativas,176 optó por ceñirse a recoger únicamente los documentos reales, con la posibilidad así de abarcar todos los referentes a Galicia en la Edad Media, «región de denso significado en la Historia medieval española». Incluiremos también este apartado su artículo sobre los códices visigóticos,177 que constituye una importante aportación a la paleografía española, como es el de la letra visigótica. Con este trabajo, Sánchez Belda pretendía continuar y complementar los realizados hasta el momento por Lowe, Upson Clark, Bruyne, García Villada, Robinson y, en especial, Millares Carlo. Millares fue, sin duda, uno de los autores que mayores esfuerzos había dedicado a este tema, sintetizando los trabajos publicados por otros investigadores y ampliándolos con sus propios estudios. Ya en su Tratado de paleografía española de 1932 incluía como anejo un corpus de códices visigóticos. Previamente había dado a luz su monografía Contribución al «Corpus» de códices visigóticos, donde acuñó el término de corpus de códices visigóticos.178 La principal aportación de Sánchez Belda fueron los datos sobre dos fragmentos desconocidos hasta ahora y un cartulario. Para finalizar con este apartado mencionaremos su participación en la Colección de Joyas Bibliográficas con la transcripción de documentos de Toledo, Baeza y Linares.179
Ibidem, pp. 7-8. «Aportaciones al “Corpus” de códices visigóticos», Hispania. Revista Española de Historia, X, n.º 40 (1950), pp. 435-448. 178 Millares Carlo, Agustín. Contribución al «Corpus» de códices visigóticos, Madrid, Tipografía de Archivos, 1931. Aquí anunciaba que el 2.ª edición de su Paleografia española, próxima a publicarse, incluiría el «Catálogo, rectificado y completo, en lo posible, de los manuscritos de letra visigótica», p. 10. Bastantes años después aparecerá una actualización en su artículo «Manuscritos visigóticos. Notas bibliográficas», Hispania Sacra, XIV, n.º 28 (1961), pp. 337-444, en el cual se hace referencia al trabajo de Sánchez Belda. En la tercera edición de su Paleografía incluirá un nuevo repertorio actualizado, Millares Carlo, Agustín. Tratado de paleografía española, con la colaboración de José Manuel Ruiz Asencio, 3.ª ed., Madrid, Espasa Calpe, 1983, t. 1, Repertorio I. Códices visigóticos, pp. 323-342 (= Millares Carlo, Agustín. Tratado de paleografía española). Finalmente, en 1999 se publicó una edición póstuma a cargo de varios profesores de paleografía patrocinado por el Centro Asociado de la UNED de Las Palmas de Gran Canaria Corpus de códices visigóticos, [Las Palmas de Gran Canaria], Gobierno de Canarias, Universidad de Educación a Distancia, Centro Asociado de las Palmas de Gran Canaria, 1999. 2 v. Sobre la gestación de esta última obra, véase García Blairsy, Cristóbal. «Agustín Millares Carlo, la UNED y el Corpus de Códices Visigóticos», Boletín Millares Carlo, n.º 19 (2000), pp. 129-134. Sobre el concepto de corpus de códices visigóticos, véase Díaz y Díaz, Manuel Cecilio. «El Corpus de códices visigóticos», Boletín Millares Carlo, n.º 13 (1994), pp. 21-38. 179 Privilegios reales y viejos documentos. I: Toledo, transcripción, traducción y glosa por Luis Sánchez Belda et al., Madrid, Joyas Bibliográficas, 1963. (Privilegios reales y viejos documentos de las villas, ciudades y reinos de España; 1); Privilegios reales y viejos documentos. II: Baeza, transcripción y traducción por Luis Sánchez 176 177
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Nos centraremos ahora en examinar las obras que dedicó a la diplomática española. La primera de ellas y la más amplia es la dedicada al estudio de la cancillería de Sancho IV de Castilla.180 Este trabajo constituye uno de los estudios pioneros sobre las cancillerías reales del siglo xiii. Hasta este momento, las investigaciones se habían centrado en reinados anteriores, tales como las de Peter Rassow sobre Alfonso VII y las monografías publicadas pocos años antes por Julio González sobre Fernando II y Alfonso IX, donde se dedicaba un capítulo al estudio de las respectivas cancillerías, continuado posteriormente con la de Fernando III. Para el siglo xiii el único trabajo existente era el breve trabajo de Procter sobre la cancillería de Alfonso X.181 La obra sobre la cancillería de doña Urraca surge a la par de la preparación de la colección diplomática de esta reina,182 pero que nunca se llegó a publicar. Constituye únicamente un breve ensayo limitado al estudio de dos aspectos de la misma, el personal de la cancillería y la génesis documental, basado en el estudio directo de los documentos, tanto publicados como inéditos del Archivo Histórico Nacional. Hasta ese momento, los únicos datos disponibles sobre esta cancillería eran los aportados por Millares Carlo. Esta cancillería no ha sido objeto de otro estudio hasta época reciente, en la que Manuel Lucas Álvarez183 parte del trabajo de Sánchez Belda y afirma, cuando trata de la génesis documental, que es poco lo que puede añadirse a lo ya dicho por Sánchez Belda. Y más adelante, en lo referente a la «notaría real», matiza un poco el optimismo de este sobre la existencia de una cancillería organizada para esta época.184
Belda, Madrid, Joyas Bibliográficas, 1964; Privilegios reales y viejos documentos. IV: Linares, transcripción, traducción y glosa por Luis Sánchez Belda et al., Madrid, Joyas Bibliográficas, 1966. 180 «La cancillería castellana durante el reinado de Sancho IV, 1284-1295», Anuario de Historia del Derecho Español, XXI (1951), pp. 171-223. 181 Procter, Evelyn. «The Castilian Chancery during the Reign of Alfonso X, 1252-1284», en Oxford Essays in Medieval History presented to Herbert E. Salter, Oxford, Clarendon Press, 1934, pp. 104-121. El reinado de Sancho IV cuenta con una monografía donde estos temas cancillerescos apenas son tratados, Gaibrois de Ballesteros, Mercedes, Historia del reinado de Sancho IV de Castilla, Madrid, [s. e.], 1922-1928. 3 v. 182 «La cancillería castellana durante el reinado de doña Urraca (1109-1126)», en Estudios dedicados a Ramón Menéndez Pidal, v. IV, Madrid, CSIC, 1953, p. 588. 183 Lucas Álvarez, Manuel. Las cancillerías reales (1109-1230). La cancillería de la reina doña Urraca (11091126), p. 42. La obra de Reilly, Bernard F. The Kingdom of León-Castilla under Queen Urraca 1109-1126, Princenton, Princenton University Press, 1982, trata también de los aspectos cancillerescos en su capítulo siete «Court and dynasty», pp. 205-224. 184 Lucas Álvarez, Manuel. Las cancillerías reales (1109-1230), p. 46. Algunas objecciones al trabajo de Sánchez Belda en Ruiz Albi, Irene. La reina doña Urraca (1109-1126). Cancillería y colección diplomática, León, Centro de Estudios e Investigación San Isidoro, Caja España de Inversiones, Archivo Histórico Diocesano, 2003, pp. 70-71. [517]
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Más restringido, pero no menos sustancioso es el estudio que dedica al análisis de tres documentos concedidos por Alfonso VII a la Orden de Calatrava, que son considerados como falsos por Peter Rassow al no haber sido expedidos por la cancillería real. En apoyo de su tesis de la redacción extracancilleresca por el destinatario y su validación posterior puede alegarse el trabajo de Tomás Marín publicado en 1950,185 es decir, un año antes que el de Sánchez Belda y donde se plantea un caso semejante. Se trata de una donación de Fernando II a un tal Palla, de fecha 1159, que fue validado después de su redacción por la cancillería con la suscripción real y la aposición del sello. Sánchez Belda no cita este trabajo, pero puede deberse al retraso con que aparecen las revistas y que se solaparía con la redacción de su aportación. Como puede comprobarse se trata de casos muy similares, de fecha muy próxima y ambos validados por la cancillería castellanoleonesa.186 Algunos documentos de los siglos x y xi publicados en su edición del Cartulario de Santo Toribio de Liébana, que presentan anomalías respecto al sistema clásico en el cómputo de los días le sirvieron para la redacción de otro artículo sobre este aspecto concreto.187 Un carácter más general tiene el dedicado a estudiar el sistema de confirmación de documentos empleado por la cancillería castellanoleonesa,188 trabajo novedoso para su época, basado en fuentes originales, fundamentalmente del Archivo Histórico Nacional. Este trabajo sigue siendo la pauta para todos los posteriores que se han ocupado de este asunto.189 Muy breve y de carácter eminentemente divulgativo es otro artículo donde se resume una conferencia sobre el documento real en la época leonesa.190 Para finalizar con este apartado nos referiremos a su colaboración en el Diccionario de Historia de España, publicado por la Revista de Occidente. Para esta obra redactó ciento veintiocho artículos sobre paleografía, diplomática, numismática, cronología y biografías de personajes
Marín Martínez, Tomás. «Particularidades diplomáticas en documentos leoneses», Archivos Leoneses, V, n.º 9 (1950), pp. 59-94. 186 La hipótesis de Sánchez Belda es tenida en cuenta por Lucas Álvarez, Manuel. Las cancillerías reales (1109-1230). La cancillería de la reina doña Urraca (1109-1126), pp. 95-97. 187 «Notas de Diplomática. La expresión del día del mes en el cartulario de Santo Toribio de Liébana», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, LVIII, n.º 1 (1952), pp. 71-76. 188 «Notas de Diplomática. La confirmación de documentos por los reyes del occidente español», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, LIX, n.º 1-3 (1953), pp. 85-116. 189 Sanz Fuentes, M.ª Josefa. «La confirmación de privilegios en la Baja Edad Media. Aportación a su estudio», Historia. Instituciones. Documentos, 6 (1979), pp. 341-367; García Larragueta, Santos. «La confirmación de privilegios reales a partir del siglo xv», en Homenaje al profesor Juan Torres Fontes, Murcia, Universidad de Murcia; Academia Alfonso X el Sabio, 1987, v. I, pp. 575-594. 190 «El documento real en la época leonesa. Conferencia en “El curso de Jaca sobre los archivos españoles y sus fondos”», Boletín de la Dirección General de Archivos y Bibliotecas, III, n.º 21 (1954), pp. 26-27. 185
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de los siglos xii y xiii. En la segunda edición de 1968 no se produjeron cambios y aparecieron los mismos artículos.191 Es preciso destacar la importancia que tuvieron cuando se publicaron en 1952 y y han mantenido durante mucho tiempo debido a la escasez de manuales sobre estos temas en la bibliografía española. Los artículos de Sánchez Belda vinieron a suplir esta carencia por su claridad y precisión, y han constituido el punto de referencia indispensable para iniciarse en estos temas.192 Finalmente nos referiremos a otro trabajo, objeto de una conferencia pronunciada en Ciudad Real en 1961 con ocasión de la inauguración de la Casa de la Cultura de aquella localidad.193 Se trata de un documentado estudio de la región de La Mancha a través de las crónicas latinas más importantes —Crónica Adefonsi Imperatoris, Crónica latina de los Reyes de Castilla, Cronicón de Lucas de Tuy, Historia de Jiménez de Rada, Crónica del obispo don Pelayo—, desde la conquista de Toledo por Alfonso VI en 1085 hasta la batalla de las Navas de Tolosa en 1212. Como conclusión general sobre la obra histórica de Sánchez Belda podemos afirmar que el Archivo Histórico Nacional tuvo una importancia decisiva en ella y, en especial, sus fondos monásticos, que le proporcionaron numerosos materiales para sus investigaciones y de los cuales fue un gran conocedor. Prácticamente todos sus trabajos de investigación están basados en la utilización de estos fondos. Es digno de destacar en él la perfecta simbiosis que se produce entre su formación histórica de corte «medievalista» y su interés por las últimas tendencias de la profesión archivística.
Relación de todas las voces en la obra citada en la nota 131, pp. 995-996, notas 2191 y 2192. «En 1952 Luis Sánchez Belda, entonces archivero del Archivo Histórico Nacional de Madrid, publicó dentro del “Diccionario de Historia de España”, unas páginas dedicadas a la “Diplomática Medieval Española”, que son un prodigio de precisión y nos muestran cuáles eran los avances de nuestra ciencia a mediados del siglo xx», Sanz Fuentes, M.ª Josefa et al. «La Diplomática en España. Docencia e investigación», Archiv für Diplomatik, Schriftgeschichte, Siegel- und Wappenkunde, 52 (2006), p. 565. 193 «La Mancha en las crónicas latinas de la Reconquista», en Exposición de la Orden Militar de Calatrava. Conferencias pronunciadas con motivo de la inauguración de la Casa de Cultura de Ciudad Real (mayo-junio de 1961), Madrid, Ministerio de Educación Nacional. Dirección General de Archivos y Bibliotecas. Casa de Cultura de Ciudad Real, 1962, pp. 5-26. 191 192
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Conclusiones
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legados a este punto final vamos a destacar las conclusiones fundamentales que se desprenden de este trabajo. En nuestro interés por conocer los inicios del medievalismo español hemos partido del análisis de los planes de estudio de la universidad española entre las fechas objeto de nuestra investigación. A través de ellos vemos cómo la historia formaba parte de las enseñanzas de las facultades de Filosofía, que con el Plan Moyano se convertirán en las facultades de Filosofía y Letras. La reforma de estas facultades por García Alix en 1900 va a proporcionar mayor protagonismo a la historia al crearse en ellas una Sección de Estudios históricos, pero además es en este momento cuando por primera vez se establece una división de la materia por periodos históricos y comenzará a estudiarse la historia de la Edad Media española y universal específicamente, aunque conjuntamente con la Edad Antigua. La separación definitiva no se producirá hasta el plan de 1931 y se consolidará con el de 1944. A partir de este momento la enseñanza de la Edad Media adquirirá carta de naturaleza con su definitiva separación de la Edad Antigua. En la búsqueda de los orígenes de los estudios sobre la Edad Media española hay que destacar el papel fundamental desempeñado por la Real Academia de la Historia. Entre los intereses historiográficos de esta institución, la Edad Media ocupó un lugar muy destacado que se manifestó en la publicación de numerosas obras, tanto colecciones documentales como estudios históricos sobre la época que hemos recogido con detalle. Pero además, la Academia tuvo un papel decisivo en la creación del Archivo Histórico Nacional al lograr del Gobierno la R. O. de 26 de agosto de 1850, mediante la cual se le autorizaba para recoger en su seno los archivos eclesiásticos procedentes de las desamortizaciones eclesiásticas decimonónicas, germen del futuro Archivo Histórico Nacional, que sería creado oficialmente a instancias suya en 1866. Igualmente, la Academia propuso al Gobierno la fundación de la Escuela Superior de Diplomática (ESD). Por tanto, no es exagerado afirmar que la Academia desempeñó un papel de primer orden en los orígenes y primer desarrollo del medievalismo en España. La Escuela, concebida para la formación de los funcionarios «técnicos» destinados a trabajar en los archivos, bibliotecas y museos del Estado, se convirtió en el primer centro oficial donde tuvo lugar el inicio de las enseñanzas de las ciencias auxiliares de [521]
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la historia, imprescindibles para la formación de los especialistas en la Edad Media. Esto tuvo unas consecuencias inmediatas, como fue que las personas allí formadas adquiriesen unos conocimientos muy orientados hacia el periodo medieval, que despertaría muy probablemente a los que allí estudiaban su vocación hacia esa época. En cuanto al modelo que siguió nuestra Escuela Superior de Diplomática, no hay ninguna duda, fue el francés de l’École des Chartes, como se desprende de la comparación entre ambas instituciones. Por el contrario, no estamos de acuerdo con la idea repetida, pero no demostrada con ningún tipo de pruebas o argumentos sólidos, salvo la autoridad de quien partió la idea —Pascual de Gayangos—, de que el Aula Diplomatica existente en Lisboa sirviese de modelo para nuestra ESD. Creemos haber demostrado que esto no fue así, e incluso vamos más lejos, pues según los datos aportados, pudo suceder lo contrario y ser nuestra Escuela la que influyese en la organización de la portuguesa. Entre todas las asignaturas que se impartían en la ESD hay una que tiene una importancia especial para nuestro tema. Nos referimos a la de «Historia de España en los tiempos medios y en particular de sus instituciones sociales, civiles y políticas», tal como se la denominaba en un primer momento y cuyo nombre fue sufriendo variaciones, aunque no creemos que esto afectara a su contenido esencial. En ella situamos el origen de la enseñanza específica de la historia medieval, que terminará implantándose en la universidad como «Historia universal (Edad Antigua y Medieval)» e «Historia antigua y medieval de España» con la reforma de 1900. Pero la verdadera individualización no se producirá hasta el plan de 1931, cuando se separó el estudio de la Edad Antigua de la Edad Media, creándose por primera vez dos asignaturas independientes, «Historia de la Edad Media universal» e «Historia de la Edad Media española», que con la reforma de 1944 pasaron a ser «Historia universal de la Edad Media» e «Historia de España en la Edad Media». Será a partir de este momento cuando se consolide definitivamente el estudio de la Edad Media como periodo histórico con personalidad propia e independiente. La primera persona que se encargó de esta asignatura con la creación de la ESD fue Santos Isasa y Valseca, personaje desconocido en el mundo erudito de la época, pero con buenos contactos políticos. A él se deben los primeros programas conocidos, mediante los cuales nos podemos hacer una idea de su contenido. Desempeñó esta cátedra, aunque con bastante intermitencia, debido a su constante participación en la política del momento hasta 1884. Sus aportaciones a la asignatura, salvo los mencionados programas, son inexistentes. Muy diferente fue su sucesor en la cátedra, Eduardo de Hinojosa, persona de sólida formación y que gozaba ya por entonces de un gran prestigio por su trayectoria intelectual y sus trabajos en este campo. Hinojosa vivirá la supresión de la Escuela Superior de Diplomática, pasando entonces a desempeñar la cátedra [522]
conclusiones
de «Historia antigua y medieval de España» en la Universidad Central tras la supresión de la Escuela. En relación con la Escuela Superior de Diplomática, los intentos que pretendía el plan de García de Alix de atraer hacia la universidad la investigación fueron un fracaso, como lo demuestran la creación del Centro de Estudios Históricos y posteriormente, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. La investigación quedó, por tanto, relegada a un segundo plano dentro de las funciones universitarias, aunque paradójicamente una gran mayoría de los miembros de estas dos instituciones fuesen catedráticos universitarios. Con la documentación actualmente disponible, limitada exclusivamente a los cuadros de asignaturas de los planes de estudios, creemos que no se puede afirmar que tras la supresión de la Escuela Superior de Diplomática todas sus asignaturas se incorporaran en las secciones de «Estudios literarios» y «Estudios históricos» de la carrera de Filosofía y Letras. Algunas, como «Historia de las instituciones en las Edades Media y Moderna» o «Archivonomía y ejercicios prácticos», y sus semejantes de bibliotecas y museos, por citar solo dos ejemplos, no tuvieron su equivalente en los nuevos planes de estudio, o, a lo sumo, hay que pensar que pasarían a formar parte de otras. Pero esto no deja de ser una mera hipótesis sin confirmar a falta de información más concluyente. Si la creación de la Escuela Superior de Diplomática supuso la aparición por vez primera de unas enseñanzas que van a dar lugar a la especialización en la historia medieval, la creación del Centro de Estudios Históricos en 1910 va a suponer la consolidación de esta trayectoria. Como se puede comprobar, en los primeros cursos que se ofertaron, la Edad Media tenía un protagonismo especial. Tenemos la intuición de que en esta decisión tuvo bastante que ver la opinión de Eduardo de Hinojosa, quien jugó un papel decisivo junto con Menéndez Pidal en la creación del Centro de Estudios Históricos. Cuando este se consolida y empieza a funcionar a pleno rendimiento, muchas de sus secciones tendrán como objeto de estudio la Edad Media bajo diferentes aspectos, como la de Gómez-Moreno para el arte y la arqueología, la de Menéndez Pidal para la filología, o la de Asín y Ribera para los estudios árabes. Pero será la sección de Hinojosa, bajo el título de «Instituciones políticas y sociales de León y Castilla», la que se centre directamente en los aspectos históricos desde un punto de vista institucional. Esta sección constituyó el cordón umbilical con la mencionada asignatura de la Escuela Superior de Diplomática, donde por primera vez se estudiaba la Edad Media como un periodo histórico definido y que, en cierto modo, venía a poner de manifiesto la carencia de esta materia concreta en los planes de estudio de la Facultad de Filosofía y Letras. La sección de Hinojosa, que tan prometedores inicios había tenido, estará a punto de desaparecer a causa de la enfermedad que mantuvo al profesor apartado de la misma. [523]
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Tras un periodo de interrupción fue puesta nuevamente en funcionamiento por Claudio Sánchez-Albornoz, quien con su tesón y sus dotes de organización llevaron a la sección de Hinojosa a revivir de sus cenizas. Aprovechando el periodo de esplendor de la Junta para Ampliacion de Estudios (JAE), que gozaba con el pleno apoyo del Gobierno, pudo emprender la creación en 1932 de un Instituto de Estudios Medievales, cuyo proyecto estrella era la publicación de los Monumenta Hispaniae Historica, obra con la cual Sánchez-Albornoz pretendía situar a la edición de fuentes medievales españolas a la misma altura de lo que se venía haciendo en Europa bajo el modelo de los Monumenta Germaniae Historica. El Instituto de Estudios Medievales tuvo una vida efímera, pero pese a ello fue un lugar donde se pusieron en marcha muchos proyectos, aunque desgraciadamente no pasarían de ser nada más que eso, simplemente proyectos, que no llegaron a materializarse. La gran personalidad de Sánchez-Albornoz llevó a muchos de sus alumnos universitarios a participar en su seminario del Centro de Estudios Históricos, creándose así una incipiente escuela de medievalistas. Con ellos emprendió una serie de viajes en busca de documentos para este gran proyecto. De las Memorias de la JAE y de algún otro documento que damos a conocer, se puede deducir que existía un verdadero plan de búsqueda sistemática de documentos con el fin de ir publicándolos paulatinamente. Los archivos visitados fueron numerosos y repartidos por casi toda la geografía peninsular, destacando por sus aportaciones al proyecto los ricos fondos medievales del Archivo Histórico Nacional. La labor de la JAE y, más concretamente, del Centro de Estudios Históricos fue determinante en la consolidación de los estudios medievales en España, cuyas secciones funcionaban mediante el sistema de seminario con un número reducido de alumnos y una enseñanza fundamentalmente práctica, que contrastaba vivamente con la que se impartía en la universidad, de carácter eminentemente teórico. De ahí, que el Centro estuviese en el punto de mira de los sectores más reaccionarios de la universidad, alegando que les hacía la competencia «usurpando» unas funciones que ellos consideraban como propias y que no podía desarrollar por falta de medios, pero que, por el contrario, disfrutaba el Centro. Se repetía, por tanto, la misma historia cuando desde la universidad se veía con malos ojos que en la Escuela Superior de Diplomática se impartiesen unas materias que aquella consideraba como competencia exclusiva suya. Los modelos de la Ècole francesa y el Österreichische Institut austríaco, entre otros, son ejemplos de su posible coexistencia, circunstancia que la universidad española no permitió. En el fondo de la cuestión subyacían unos intereses económicos por parte de la universidad derivados de los ingresos por matrícula, al establecerse como obligatorio cursar la carrera en la universidad con las asignaturas específicas de la ESD suprimidas, para poder presentarse a las oposiciones del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios [524]
conclusiones
y Arqueólogos. Pero además, y esto creemos que era lo más importante, lo que en esta pugna se estaba jugando era una parcela de poder que la universidad no estaba dispuesta a dejar escapar, para monopolizar y controlar estas enseñanzas, que además llevaba implícito el de la cooptación del profesorado encargado de su docencia. No se puede dejar de hacer una mención especial a la labor del Centro de Estudios Históricos en el campo de las publicaciones, que fue también muy importante, especialmente en la edición crítica de fuentes históricas medievales, muchas de las cuales se siguen utilizando todavía hoy día. La más prolífica, sin duda, fue la sección de Menéndez Pidal, verdadera alma del mismo, pero también hay que tener en cuenta que fue la que contaba con mayor número de colaboradores. En lo que a nosotros nos incumbe hay que destacar la iniciativa de la Colección de Textos hispanolatinos de la Edad Media, dirigida por García Villada, aunque varios trabajos se quedaron sin publicar por falta de presupuesto. Dignas de mención son los Orígenes del español de Menéndez Pidal, los Documentos lingüísticos y la Crestomatía literaria de la Edad Media, obras fundamentales para la historia de nuestra lengua y en las que los documentos aportados por el Archivo Histórico Nacional tienen un papel relevante, además de los trabajos incluidos en la Revista de Filología Española. La sección de Hinojosa no pudo desarrollar completamente su labor debido a su temprano fallecimiento. Así, sus Instituciones sociales y políticas de León y Castilla, resultado del trabajo allí realizado con sus alumnos, apareció póstumamente. Esta obra ha servido como punto de iniciación en esta materia a muchas generaciones de medievalistas e historiadores del derecho. Por su parte, Sánchez-Albornoz, su continuador, no tuvo tiempo suficiente para que sus trabajos de edición de fuentes cuajaran en ninguna publicación. No obstante, el Anuario de Historia del Derecho Español, revista creada en su sección, fue ofreciendo en sus tomos anualmente los primeros adelantos de los trabajos allí emprendidos, así como la inclusión de colaboraciones de reconocidos historiadores extranjeros. Contaba con una sección donde se publicaban documentos y pronto se convirtió en una de las revistas más importantes de su especialidad. En la sección de Gómez-Moreno hay que destacar la publicación de sus Iglesias mozárabes. Otros trabajos darían sus resultados muchos años después, incluso tras la desaparición de Centro de Estudios Históricos, como las ediciones de crónicas realizadas por Gómez-Moreno y su alumno Juan de Mata Carriazo, muy importantes para la Baja Edad Media. Finalmente, la Sección de Estudios Árabes, pese a su breve duración, también aportó importantes trabajos, destacaremos el Catálogo de los manuscritos árabes y aljamiados en la Biblioteca de la Junta para Ampliación de Estudios y la Miscelánea de Estudios y Trabajos Árabes. [525]
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Hay otro dato importante digno de tener en consideración, como fue el que un gran número de los alumnos que se formaron en el centro ingresaron en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, aunque otros ya pertenecían a él cuando iniciaron sus estudios. Así tenemos a Benito Sánchez Alonso y Miguel Artigas Ferrando, que trabajaron con García Villada, y Pedro González Magro, en la Subsección de Mapas Medievales, todos ellos integrantes de la sección de Menéndez Pidal. Ángel González Palencia estuvo con Asín, así como Pedro Longás, que luego también lo hizo con Ribera. Con Hinojosa estuvieron Pedro Longás Bartibás, José Giner Pantoja y Claudio Sánchez-Albornoz. Finalmente, la que tuvo mayor número de participantes fue la de Sánchez-Albornoz, quizás debido a que el maestro había sido también archivero y su ejemplo cundió entre los alumnos. Allí lo hicieron Concepción Muedra, José M.ª Lacarra, Ramón Paz, Pilar Loscertales, Carmen Pescador, Federico Navarro, Felipa Niño, M.ª África Ibarra, Luis Vázquez de Parga, Enrique Lafuente, José Almudévar, Federico Navarro, M.ª del Carmen Rúa-Figueroa, Benito Sánchez Alonso, Concepción Zulueta, Ricardo Blasco, M.ª Teresa Casares, Ana Pardo, María Brey, Gerardo Núñez, Carmen Caamaño y Consuelo Gutiérrez. La Guerra Civil supuso una gran ruptura en todos los órdenes de la vida española, entre ellos, el intelectual. La JAE y el Centro de Estudios Históricos fueron suprimidos y su lugar fue ocupado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, creado en 1939. Estructurado en patronatos especializados por ramas del saber, las humanidades se integraron en el Patronato Marcelino Menéndez Pelayo. La historia quedó encuadrada en el Instituto Jerónimo Zurita, en cuyo seno se creó la Escuela de Estudios Medievales, de la cual fueron surgiendo diversas secciones de ámbito territorial. Entre ellas tuvieron especial protagonismo las de Zaragoza, Valencia y Barcelona. La historia medieval continuó teniendo como en épocas anteriores un papel destacado en el CSIC, siguiendo las tendencias imperantes en el panorama historiográfico nacional e internacional del momento. En sus planes de trabajo jugó un papel destacado la labor de edición de fuentes, como se pone de manifiesto en las primeras reuniones que se celebraron y en los trabajos que se emprendieron en años sucesivos. A través de las Memorias anuales del CSIC se puede ir siguiendo el curso de los trabajos. La Escuela de Estudios Medievales no continuó con el proyecto de los Monumenta Hispaniae Historica, centrándose en la publicación de colecciones documentales siguiendo los criterios establecidos por las Normas de la Escuela. ¿Por qué no se aprovechó lo que se había hecho en el Centro de Estudios Hstóricos para publicar los Monumenta? No podemos dar una respuesta concreta y certera, quizás la empresa no fue del gusto de los nuevos responsables, o desbordaba las capacidades de la Escuela. Pero también se pueden entrever otras razones más sutiles, como pudo ser evitar dar una idea de continuidad con el antiguo Instituto y su obra, y en especial con la figura [526]
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de Sánchez-Albornoz, persona non grata para las autoridades del momento, así como todo lo que pudiera recordar a la «denostada» labor de la JAE. Pero no deja de ser una paradoja que el CSIC, que quiso hacer «tabla rasa» de toda la etapa anterior del Centro de Estudios Históricos, se instalará sobre su infraestructura material utilizando sus locales, su biblioteca y el archivo fotográfico, fruto de las campañas de Sánchez-Albornoz. Igualmente se sirvió de algunos de sus discípulos, como fueron Núñez Clemente, Lacarra, Vázquez de Parga y Ramón Paz, que se convirtieron en el punto de enlace y continuidad entre el antiguo centro y la nueva Escuela de Estudios Medievales del CSIC, que mantenía el mismo nombre que su antecesora. En este último aspecto es muy posible que se tratase de una cuestión meramente práctica, para aprovecharse del conocimiento de personas con experiencia de la etapa anterior y evitar así un vacío con los inicios de la nueva época que se iniciaba ahora. Pero el paso de los años demuestra que esta colaboración no se limitó exclusivamente a realizar ese punto de engarce entre ambas instituciones, sino que se consolidó y perduró durante muchos años, y hay que destacar el gran protagonismo que en el CSIC tuvieron Lacarra y Vázquez de Parga, el primero desde la Sección de Zaragoza y el segundo desde la de Madrid. Lacarra, creador y director del Centro de Estudios Medievales de Aragón, sentó las bases del desarrollo del reciente medievalismo aragonés, formando escuela y promoviendo numerosos trabajos de investigación entre sus discípulos, además de los suyos propios. En el caso de Vázquez de Parga, gozó de gran consideración y reputación en el CSIC, estuvo al frente de muchos de sus trabajos de edición de fuentes medievales y fue su representante internacional en varias comisiones de su especialidad, las fuentes medievales y el latín medieval. En este sentido se podría pensar en una cierta continuidad con la etapa anterior del Centro de Estudios Históricos, como puede desprenderse de algún documento que aportamos y que vendría a poner en tela de juicio la pretendida ruptura radical con la época anterior que a nivel teórico y propagandístico se difundió. Sin negar esta ruptura, quizás habría que matizarla teniendo en cuenta estas circunstancias y debería plantearse una reflexión más profunda sobre el tema basada en un análisis más detallado de los hechos. Entre los proyectos editoriales más ambiciosos de la Escuela estuvo la publicación de la documentación de la catedral de León y del monasterio de Sahagún, ambas instituciones con unos riquísimos fondos medievales, pero ninguno de ellos finalmente se llevó a cabo. Otros, como la edición de las grandes crónicas latinas, tampoco se hicieron realidad, teniendo que esperar hasta fechas recientes para verlas publicadas. Muchos de los títulos que se proyectaba editar también lo habían sido anteriormente por García Villada en su Colección de Textos Hispanolatinos de la Edad Media. En algunos casos, [527]
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no ha sido hasta fechas cercanas cuando finalmente han sido publicados. La política de publicaciones de la Escuela se centró en las colecciones diplomáticas de los monarcas, fundamentalmente leoneses y castellanos, teniendo un peso mucho menor la de los restantes reinos peninsulares. Los mejores ejemplos son los estudios de Julio González sobre Fernando II, Alfonso IX y Alfonso VIII. Esto podría explicarse por el papel preponderante ejercido desde la dirección central de Madrid. Repasando los títulos de las publicaciones de la Escuela da la sensación de que estos responden más a los gustos o intereses personales de sus dirigentes que a una política planificada y coordinada de edición entre las diferentes secciones. Precisamente, la documentación más antigua procedente de los monasterios y que, según las Normas de 1944 debía ser objeto preferente de edición, no se realizó de forma sistemática. Resulta paradójico, por ejemplo, que la única colección diplomática de un monasterio publicada fuese la de Juan del Álamo sobre San Salvador de Oña. Acabamos de mencionar los proyectos fustrados de la catedral de León y del monasterio de Sahaugún, pero lo que resulta algo inexplicable es cómo teniendo la sede madrileña de la Escuela tan a mano el Archivo Histórico Nacional, con numeros fondos monásticos medievales, no se planificasen otras ediciones. El caso de la documentación monástica es, si cabe, el más llamativo, pues según se recogía en las Normas de 1944 se recomendaba la edición íntegra de todos los documentos hasta mediados del siglo xiii, y es bien sabido que en los fondos monásticos se conservan los documentos más antiguos de España. Pero, además, uno de los tres criterios propuestos para estas colecciones documentales, el segundo concretamente, era su realización en función de la entidad que los recibe, por ejemplo, la de un monasterio. Con estas orientaciones tan precisas resulta algo inexplicable cómo no se llevaron a cabo más ediciones de este tipo. Esta labor no ha sido realizada hasta fechas bastantes recientes y en gran parte por instituciones del ámbito autonómico. Las secciones locales siguieron las mismas pautas, haciendo hincapié en la publicación de fuentes de interés para sus respectivos ámbitos geográficos. En la Sección de Barcelona hay que destacar las ediciones de los cartularios de Sant Cugat del Valles, Liber feodurum maior, Llibre Blanch de Santes Creus, pero al igual que en la Sección de Madrid que acabamos de comentar, tampoco se publicó ninguna colección diplomática de monasterios, fácilmente accesibles en el Archivo de la Corona de Aragón. Y lo mismo podemos decir de las secciones de Zaragoza y Valencia. Solamente la primera publicó la colección diplomática del monasterio de Fanlo en 1964, pero que por su fecha se sale de los años acotados en nuestro estudio. Lo mismo se puede decir de la colección Fuentes para la Historia del Pirineo, donde aparecieron las colecciones diplomáticas de los monasterios de Irache, Obarra y la catedral de Huesca, en fechas igualmente que sobrepasan nuestros propósitos. También en [528]
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la revista de la sección Estudios de Edad Media de la Corona de Aragón se dio cabida a la publicación de muchos documentos.1 En la Sección de Valencia encontramos la misma carencia, aunque aquí hay otra razón que podría aducirse y servir de justificación. Teniendo en cuenta que el Reino de Valencia se formó a raíz de su conquista a partir del primer tercio del siglo xiii, por lógica, no hay documentación anterior a esta época, que era uno de los objetivos principales de las pautas marcadas por la Escuela de Estudios Medievales. Sin embargo, aunque en el Reino de Valencia no existieron monasterios benedictinos como en Castilla, León, Galicia, Aragón y Cataluña, sí que fueron numerosos los cistercienses, jerónimos y cartujos, muchos de los cuales conservan abundantes documentos, que aunque son de fechas más tardías que las propuestas por la Escuela, son, sin embargo, los más antiguos para la historia de la región. Por tanto, sí llama la atención que no se tuviera en cuenta la publicación de ninguna colección diplomática de alguno de ellos, salvo por cuestiones de fecha, pues como hemos comentado, según los criterios de la Escuela de Estudios Medievales, la prioridad estaba en los documentos hasta mediados del siglo xiii, fecha en que se iniciaban los del Reino de Valencia. La debilidad del medievalismo valenciano universitario, posible destinatario de estas publicaciones, quizás podría ser también una explicación. Como ya hemos comentado al estudiar esta sección, se da la paradoja de que ninguno de los catedráticos de la Universidad de Valencia de estos años era especialista en historia medieval. Es bastante significativo, como destaca Guinot, que entre 1940 y 1947, la revista Saitabi no publicase ni un solo artículo sobre este periodo.2 Las situación no se normalizaría hasta la llegada de Antonio Ubieto en 1958, que fue el artífice de la «profesionalización» de esta especialidad y la sacó del estrecho marco del localismo en que estaba asentada y amplió sus horizontes a otras zonas peninsulares, como Aragón y Navarra, en consonancia con las líneas de investigacion marcadas por Ubieto.3 En cualquier caso, la publicación de este tipo de fuentes, cartularios y colecciones diplomáticas de monasterios no abundó mucho entre las fechas que tratamos en nuestro trabajo. Como más significativas podemos destacar algunas, por ejemplo, la de Eslonza, que ya hemos analizado, publicada en 1885, es la primera colección diplomática publicada en España.4 Otras que le siguieron fueron las de Santo Domingo de Silos,
Una relación de los más importantes en la nota 133 del capítulo IV. Guinot Rodríguez, Enric. «La historiografia medieval valenciana en temps imperials (1939-1957)», p. 121. 3 Furió, Antonio. «De la autarquía al intercambio: la historia medieval valenciana entre 1939 y 1989», p. 911. 4 [Vignau, Vicente]. Cartulario del monasterio de Eslonza. Primera parte, [Madrid, Imprenta de la Vda. de Hernando], 1885. Reed., La Coruña, Órbigo, 2017. Véanse pp. 344-345. 1 2
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San Juan de la Peña, igualmente tratada en este trabajo, San Salvador del Moral y Santillana del Mar.5 Entre los cartularios, la primera publicación fue la de Santa María de Fitero, seguida por la del infantado de Covarrubias, colegiata de Santillana del Mar, San Pedro de Cardeña, San Pedro de Arlanza, monasterio de Vega, San Vicente de Oviedo, San Millán de la Cogolla, catedral de Roda de Isábena, Santa María de Ovila y Santa María de Poblet.6 Pero insistimos, en líneas generales, no vemos nada que respondiese a una planificación metódica de las publicaciones. Si nos tomamos la molestia de repasar la lista de los títulos publicados por la Escuela durante todos los años de su existencia, nos podremos dar cuenta de ello. Las colaboraciones en el campo internacional de la Escuela se limitaron a su participación en el proyecto de la Comisión de Latín Medieval y en el Repertorium fontium Medii Aevi, ambos representados por Luis Vázquez de Parga. En esta labor de edición de fuentes, el CSIC contó con la plena colaboración de las autoridades archivísticas para facilitar las tareas de búsqueda y descripción de fondos. Hubo por tanto un buen entendimiento, facilitado por el hecho de que muchos miembros del Cuerpo Facultativo eran colaboradores del Instituto Jerónimo Zurita o habían pertenecido al mismo antes, así como de la Escuela de Estudios Medievales. El caso más significativo, sin duda, es el de Antonio de la Torre, vicedirector del Zurita
Ferotin, Marius. Recueil de chartes de l’abbaye de Silos, Paris, Imprimerie Nationale, 1897; Magallón Cabrera, Manuel. Colección diplomática de San Juan de la Peña, 1904; Serrano, Luciano. Colección diplomática de San Salvador de El Moral, Valladolid, Tipografía y Casa Editorial Cuesta, 1906 (Fuentes para la historia de Castilla; 1); Escagedo Salmón, Mateo. Colección diplomática, privilegios, escrituras y bulas en pergamino de la insigne y real Colegiata de Santillana, Real ExColegiata de Santander, Santoña, Imprenta Editorial del Dueso Tip. Dialco Mnemaen, 1927. 2 v. 6 Arigita y Lasa, Mariano. Cartulario de Santa María la Real de Fitero, Pamplona, Imprenta Provincial, a cargo de J. Ezquerro, 1900 (Colección de documentos inéditos para la historia de Navarra; 1); Serrano, Luciano. Cartulario del Infantado de Covarrubias, Valladolid, Cuesta, 1907. (Fuentes para la Historia de Castilla; 2). Reed. con prólogo de Javier Gómez Oña, Burgos, [s.n.], 1987; Serrano, Luciano. Becerro gótico de Cardeña, Valladolid, Cuesta Editor, 1910 (Fuentes para la Historia de Castilla; 3); Jusue, Eduardo. Libro de la Regla o Cartulario de la abadía de Santillana del Mar, Madrid, Centro de Estudios Históricos, 1912; Serrano, Luciano. Cartulario de San Pedro de Arlanza antiguo monasterio benedictino, Madrid, Centro de Estudios Históricos, 1925; Serrano, Luciano. Cartulario de monasterio de Vega con documentos de San Pelayo y Vega de Oviedo, Madrid, Centro de Estudios Históricos, 1927; Serrano, Luciano. Cartulario de San Vicente de Oviedo (781-1200), Madrid, JAE [Aldecoa], 1929; Serrano, Luciano. Cartulario de San Millán de la Cogolla, Madrid, Centro de Estudios Históricos, 1930; Yela Utrilla, Juan Francisco. El cartulario de Roda, Lérida, Imprenta Mariana, 1932; Millares Carlo, Agustín. «Cartulario del monasterio de Ovila (siglo xiii)», Anales de la Universidad de Madrid, II, Letras (1933), pp. 1-42; Montero Díaz, Santiago. «La colección diplomática de San Martín de Jubia (977-1199)», Boletín de la Universidad de Santiago de Compostela, VII, n.º 25 (1935), pp. 3-158. Ed. aparte, Santiago, Tip. de «El Eco Franciscano», 1935; [Pons i Marqués, Juan]. Cartulari de Poblet, Edíció del manuscrit de Tarragona, Institut d'Estudis Catalans, Barcelona, 1938. 5
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y director de la Escuela. Otros miembros destacados del Cuerpo Facultativo que desempeñaron un importante papel de colaboración fueron José M.ª Lacarra, Luis Sánchez Belda, Luis Vázquez de Parga, Ramón Paz, Gerardo Núñez Clemente, Ernesto Martínez Ferrando, Federico Udina, Vicente Salavert, Francina Solsona, Francisco Sevillano y Manuel Dualde. Julio González desde la universidad también tuvo una estrecha relación de colaboración, de hecho, sus trabajos más importantes fueron publicados por el CSIC. Otro caso destacado fue el de Ángel González Palencia que llegó a ser vicedirector del Instituto Arias Montano y secretario de la revista Al-Andalus. Y con ellos no agotamos la lista, únicamente mencionamos aquellos que hemos tratado en este trabajo. La segunda parte de la obra va dedicada al Archivo Histórico Nacional y sus archiveros medievalistas. Creado en 1866, a petición de la Real Academia de la Historia, con los fondos que desde 1850 había ido recogiendo de las instituciones eclesiásticas desamortizadas. Mediante una política de incorporación de fondos, promovida especialmente durante la dirección de Vicente Vignau, que consiguió del Gobierno las medidas legislativas que posibilitaron el traslado de estos fondos desde las Oficinas de Amortización al Archivo Histórico Nacional, poco a poco fue aumentando su volumen para hacer de él con el transcurso de los años el principal archivo de la nación. Entre todos los fondos que llegaron a sus depósitos destacan especialmente los medievales, que se concentrarán fundamentalmente en las secciones de Clero Secular y Regular y Órdenes Militares, así como en las colecciones de Códices y Cartularios y Sigilografía. Otras secciones que tendrán también fondos de la época medieval, aunque en mucha menor medida, serán las de Universidades, Diversos y Osuna, esta última trasladada a Toledo en 1989 cuando se creó la Sección Nobleza del Archivo Histórico Nacional7. Asimismo, el Archivo Histórico Nacional figuró desde fecha temprana como lugar obligado de consulta para todos aquellos investigadores, ya fuesen nacionales o extranjeros, interesados en nuestro pasado medieval. Sería interesante, y además complementaría el presente trabajo, acometer una investigación sobre las obras de tema medieval publicadas desde 1866 que han utilizado sus fondos para poder valorar el peso que ha tenido el Archivo en los estudios medievales españoles. Pero la magnitud de la empresa desborda los límites de este trabajo y, por tanto, lo dejamos para otra ocasión. La última parte tiene como protagonistas a los archiveros del Archivo Histórico Nacional que, por las razones ya expuestas, consideramos en calificarlos como medievalistas. Muchos de ellos se formaron en la Escuela Superior de Diplomática, en el Centro
Desde el año 2017 es un archivo independiente, el Archivo Histórico de la Nobleza. Véase el Real Decreto 836/2017 de 8 de septiembre, por el que se crea el Archivo Histórico de la Nobleza y el Patronato del Archivo como su órgano rector (BOE de 22 de septiembre).
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de Estudios Históricos, en el Instituto Jerónimo Zurita y en la Escuela de Estudios Medievales. En el Archivo Histórico Nacional encontraron un lugar idóneo para desarrollar su vocación de medievalistas y sus fondos fueron una cantera y acicate de primer orden para sus investigaciones, que tuvieron una estrecha relación y dependencia de sus trabajos profesionales. Tomando como base los tres centros donde se formaron estos archiveros, hemos dividido su estudio analizando la influencia ejercida por cada uno de ellos. La influencia de la Escuela Superior de Diplomática fue muy notable en el Archivo Histórico Nacional. Su primer comisario regio, Tomás Muñoz y Romero, fue también el primer catedrático de «Paleografía crítica» en la misma. De formación jurídica, sus aficiones le inclinaron al cultivo de la historia medieval para la cual encontró un filón inagotable en los fondos de los monasterios desamortizados de la biblioteca académica. De él podemos afirmar que fue el primer medievalista del Archivo Histórico Nacional y uno de los primeros medievalistas españoles. Sus colaboradores fueron discípulos suyos de la Escuela, dos de los cuales, Escudero de la Peña y Vignau Ballester, constituyeron el primer personal de carácter técnico con que contó para sus trabajos. Ambos ingresarían en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios, fueron catedráticos de la Escuela Superior de Diplomática y trabajaron en el Archivo Histórico Nacional. Los dos destacaron en sus trabajos y fueron pioneros con sus publicaciones sobre paleografía, diplomática y edición de documentos. Estamos, sin lugar a duda, ante los iniciadores del medievalismo hispano, cuya labor es prácticamente ignorada. Menos conocido es todavía José Foradada Castán, discípulo suyo igualmente, procedente de la Escuela y que ingresó directamente ya en el Archivo Histórico Nacional. Por su labor docente en la Escuela Superior de Diplomática y su trabajo en la Academia no es aventurado decir que Muñoz y Romero fundó escuela, aunque con todas las limitaciones que dicha palabra tendría en su época. Como apuntamos, fue Hinojosa el primero en hacer mención a los «discípulos» de Muñoz y Romero, y posteriormente vuelven a hacerlo Carmen Crespo y Rafael Gibert. En lo que no hay duda es en el interés que Muñoz y Romero manifestó por dichas personas, colocándolas bajo su protección en sus respectivas carreras administrativas. Es el caso de Escudero de la Peña, quizás el más significativo, al cual ayudó a quedarse en la Escuela como ayudante de clases prácticas, fue sustituto suyo en la cátedra de «Paleografía» e influyó para su llegada al Archivo Histórico Nacional. Por su parte, Vignau y Foradada agradecen al «maestro» su generosidad por proporcionarles materiales para sus investigaciones, motivo entre otros para poder ser considerados igualmente discípulos suyos. Muñoz y Romero tuvo tres hijos que siguieron sus mismos pasos, por eso, creemos que no es descaminado contarlos como otros discípulos suyos más. Todos se formaron [532]
conclusiones
en la Escuela Superior de Diplomática y dos ellos fueron catedráticos de la misma, Jesús María y Mariano. De los tres, el más descollante fue Jesús María, verdadero sistematizador de la paleografía española y autor de los primeros manuales de la materia, así como en menor medida de la diplomática. Mariano fue el primer catedrático de «Paleografía» en la universidad tras la supresión de la Escuela Superior de Diplomática, aunque no nos ha dejado ninguna obra escrita sobre este tema. El arabismo estuvo presente en el Archivo Histórico Nacional desde los primeros tiempos representado por Francisco Pons Boigues y Luis Gonzalvo y París, ambos discípulos de Francisco Codera. El más notable fue Pons Boigues, que dio a conocer los famosos documentos mozárabes toledanos del Archivo, obra inacabada que sería continuada años después por González Palencia. Gonzalvo y París no demostró mucho interés por este campo, a tenor de las ediciones que dedicó a este tema, aunque en realidad hay que decir que no fue un autor prolífico, pues sus publicaciones son muy escasas. El principal mérito que se le reconoce es haber sido el iniciador del estudio de las ciencias auxiliares de la historia en la Universidad de Valencia. Otros archiveros estudiados en este apartado no tuvieron vinculación con la Escuela Superior de Diplomática ni con el Centro de Estudios Históricos, sino que están a caballo entre ambos periodos si tenemos en cuenta las fechas en que desarrollaron su labor profesional en el Archivo. Es el caso de Manuel Magallón Cabrera, cuya andadura vital coincidió con la de Vicente Vignau, con quien colaboró durante la época de su dirección, y que poseía una excelente formación latinista. En cuanto a las materias de la erudición no tenemos noticias, por tanto, podemos deducir que sería autodidacta, formado en el contacto diario con los documentos y muy posiblemente orientado por Vicente Vignau. Su buen conocimiento del latín llevaría a Vignau a encargarle de la organización de los fondos monásticos, labor que alternó con las tareas administrativas como secretario del Archivo. Estas, con toda seguridad, le quitarían mucho tiempo que hubiese podido emplear en el trabajo directo con los documentos y que se hubiera reflejado en una obra escrita más abundante. No obstante, pese a la brevedad de la misma, podemos considerarle como un gran editor de documentos, tal como lo demostró en su obra desgraciadamente inacabada, la Colección diplomática de San Juan de la Peña, trabajo difícil dada la complejidad del importante fondo elegido, repleto de copias y falsificaciones, pero que él comenzó a dar a la luz con agudos comentarios sobre los documentos. Por las fechas en que apareció, esta obra se puede considerar como pionera en la materia. La influencia del Centro de Estudios Históricos fue igualmente muy importante en el Archivo Histórico Nacional. En primer lugar, hay que destacar la figura de Claudio Sánchez-Albornoz, ya que, aunque su paso por él fue bastante breve, su influjo fue especialmente notorio a través de sus discípulos ingresados en el Cuerpo Facultativo de [533]
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Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos que trabajaron en el Archivo Histórico Nacional, como José M.ª Lacarra, Gerardo Núñez, Concepción Muedra, Carmen Caamaño, Pilar Loscertales, Ramón Paz, M.ª del Carmen Pescador y Consuelo Gutiérrez. En este caso creemos que sí se puede hablar con mayor propiedad de una verdadera escuela. El propio Sánchez-Albornoz hace referencia a sus discípulos en varias ocasiones y, a la inversa, nos ha llegado igualmente algún testimonio por parte de estos en reconocimiento al maestro. El exilio de Sánchez-Albornoz supuso el alejamiento del maestro de sus discípulos, a los cuales se referirá con nostalgia en muchas ocasiones. No hay que descartar que si esta separación no se hubiera producido la carrera de muchos de ellos podría haber sido distinta y sus publicaciones más numerosas bajo la dirección y el acicate del maestro. No es exagerado decir que su falta les dejó en una orfandad intelectual y sus publicaciones se resintieron notablemente por tal circunstancia. Concepción Muedra fue sustituta de sus clases en la universidad y sin duda estaba destinada a desarrollar una carrera docente en la misma de no haber mediado la Guerra Civil. Siguió los mismos pasos que él, el destierro en México, donde suponemos que falleció, aunque sin poder precisar la fecha. Sabemos que allí llevó a cabo una importante labor docente en la Escuela Nacional de Bibliotecarios y Archiveros, así como en el Colegio de México, junto con otros intelectuales exiliados como Agustín Millares e Ignacio Mantecón. Carmen Caamaño fue juzgada por un tribunal militar en 1939, siendo separada del servicio hasta que pudo reingresar en 1972, en edad avanzada y con su carrera profesional rota. El resto que corrieron mejor suerte, a causa de no significarse políticamente, siguieron en el Archivo Histórico Nacional, pero los trabajos que tenían en marcha dirigidos por Sánchez-Albornoz se paralizaron. Entre todos los discípulos hay que destacar a José M.ª Lacarra, que una vez instalado en Zaragoza, a raíz de obtener la cátedra en aquella universidad, fue el creador de una escuela de medievalistas aragoneses. Además de sus numerosas publicaciones, Lacarra fue el que tuvo una mayor proyección internacional con su asistencia a congresos y el introductor de nuevos temas de investigación en España gracias a su conocimiento de lo que se hacía fuera de nuestras fronteras. De los alumnos de Sánchez-Albornoz que se quedaron en el Archivo, la que más se valió de sus fondos para sus investigaciones fue Carmela Pescador. Su obra no presenta una línea precisa de investigación y muchos de sus trabajos responden más a hallazgos de documentos notables publicados con un estudio, que a una verdadera labor sistemática de búsqueda. La gran mayoría de estos documentos proceden de la Sección de Diversos del Archivo Histórico Nacional, de la cual estuvo encargada durante su estancia en el mismo. [534]
conclusiones
Más centrada en una línea de trabajo fue la labor de Consuelo Gutiérrez, que se dedicó en profundidad a las órdenes militares hispánicas. Volcados todos sus esfuerzos en la publicación de instrumentos de información de la Sección de Órdenes Militares, en la cual estuvo al frente en el Archivo Histórico Nacional, dejó en un segundo plano la publicación de trabajos propios de investigación. Pilar Loscertales tuvo una producción bastante escasa que se vio cortada repentinamente por su fallecimiento. Otros discípulos de Sánchez-Albornoz, Gerardo Núñez y Ramón Paz, formados en el Centro de Estudios Históricos, vivieron y desarrollaron su vida profesional en la siguiente etapa que denominamos de influencia del CSIC. Desde su creación figuraron como colaboradores del Instituto Jerónimo Zurita. Ellos junto con Lacarra y Vázquez de Parga constituyeron el nexo de unión entre el Centro de Estudios Históricos y el CSIC. Gerardo Núñez se encargó de organizar el fichero fotográfico heredado del Instituto de Estudios Medievales. En el Archivo Histórico Nacional, por su formación, trabajó en la Sección de Clero con fondos medievales y tenemos noticias de que preparaba una obra de conjunto sobre sus cartularios que nunca se llegó a publicar. Por su parte, Ramón Paz se especializó en la confección de bibliografías, siendo el encargado desde el primer momento de poner en marcha los ficheros bibliográficos del Jerónimo Zurita y la preparación de la bibliografía histórica para la revista Hispania. La filología y el arabismo bajo la influencia del Centro de Estudios Históricos también tuvieron su representación en el Archivo Histórico Nacional. Tomás Navarro Tomás, el discípulo predilecto de Ramón Menéndez Pidal, dio sus primeros pasos como investigador con los documentos medievales aragoneses de la Sección de Clero, cuya publicación ha ejercido un notable influjo en el estudio del aragonés medieval. El Archivo Histórico Nacional simplemente fue para él un medio de vida y no creemos que tuviera vocación de archivero, hasta que Menéndez Pidal consiguió llevárselo al Centro de Estudios Históricos. El arabismo, que ya había dado sus primeros pasos en el Archivo con los dos discípulos de Codera, tendrá ahora otro representante, esta vez discípulo de otro reputado maestro, como fue Asín Palacios. De la ingente obra de González Palencia, la dedicada al arabismo fue la más temprana y la que más incide en la época medieval. De hecho, su formación académica y sus primeros pasos en la investigación fueron en esta especialidad, participando ampliamente en los trabajos de las secciones de Estudios Árabes del Centro de Estudios Históricos. Al final de su carrera se orientó más hacia los estudios de historia de la literatura. Pero, precisamente, la obra por la que merece ser recordado es la monumental edición que realizó de los documentos mozárabes toledanos de la Sección de Clero del Archivo Histórico Nacional, continuando y rematando el trabajo que la muerte prematura no le permitió finalizar a Pons Boigues. [535]
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El Consejo Superior de Investigaciones Científicas es la institución que presenta menor influencia sobre el Archivo si tenemos en cuenta el número de archiveros que estuvieron vinculados al mismo, y además dos ellos, como fueron Antonio de la Torre y Julio González, lo hicieron cuando se habían trasladado ya a la universidad. Por tanto, el archivero que tuvo una mayor relación con el CSIC y que fue colaborador del mismo fue Luis Sánchez Belda. Gerardo Núñez y Ramón Paz, aunque formados en el Centro de Estudios Históricos, también tuvieron un papel no desdeñable en el Instituto Jerónimo Zurita, como hemos visto. Antonio de la Torre ejerció desde su puesto de director del Instituto Jerónimo Zurita y de la Escuela de Estudios Medievales una gran influencia sobre todo el medievalismo español de la posguerra y fue creador de una escuela propia. Pero incluso creemos que no es exagerado afirmar que fue el gran organizador de esta especialidad desde su privilegiada posición de catedrático universitario y director de la Escuela de Estudios Medievales. En sus trabajos de los primeros años el Archivo Histórico Nacional estuvo muy presente en la mayoría de ellos, como su tesis doctoral, basada en sus fondos. Entre sus alumnos estará Luis Sánchez Belda. Julio González constituye un caso singular, pues es, sin duda, la persona que con diferencia utilizó a lo largo de toda su vida investigadora mayor número de documentos del Archivo Histórico Nacional, hasta tal punto que nos atreveríamos a decir que su amplia labor investigadora no se comprendería sin este archivo. Tanto sus grandes obras como los más humildes artículos están llenos de referencias a documentos de los fondos monásticos, que fueron sus preferidos y ponen de relieve la importancia de los mismos para el estudio de nuestra Edad Media. Finalmente, nos encontramos con la figura de Sánchez Belda, que hay que colocar entre los especialistas en paleografía y diplomática que tuvo el Archivo. Aunque no llegó a publicar ningún manual sobre el tema y a pesar de su frustrado intento de conseguir una cátedra universitaria, sus aportaciones puntuales sobre estas materias siguen constituyendo hoy día un punto de referencia obligado. Llegamos al final de nuestro recorrido de un siglo de historia del Archivo Histórico Nacional con una archivera que no puede adscribirse a ninguna influencia concreta, como es el caso de Áurea Javierre Mur. Su obra sorprende por la amplitud, posiblemente la más prolífica de todos los archiveros que permanecieron en el Archivo Histórico Nacional. En ella predominan los pequeños trabajos puntuales sobre temas concretos, dando a conocer al mismo los documentos utilizados. También presenta una línea de investigación bastante uniforme: la historia de la Corona de Aragón y de las órdenes militares durante la Edad Media. Aun así, creemos que su obra es bastante desconocida. En las páginas precedentes hemos intentado demostrar la importancia que el Archivo Histórico Nacional ha tenido en el desarrollo de los estudios medievales en [536]
conclusiones
España, siendo el principal depósito español de fondos documentales para esta época. Otra cuestión es valorar el peso y la trascendencia que los trabajos de los archiveros aquí estudiados tuvieron entre la bibliografía especializada. Los temas predominantes son la publicación de documentos, orientación sobre fuentes documentales y artículos elaborados sobre la base de documentos singulares que se dan a conocer y estudian con este objeto. En gran manera han aportado materiales para la investigación de otros. Esta es una característica de la profesión como bien ha señalado Charles-Olivier Carbonell. El prestigio de que gozaron en un primer momento como pioneros de la profesionalización y de la creación del método histórico junto con los académicos de la historia fue disminuyendo paulatinamente conforme la investigación fue siendo acaparada por la universidad y el CSIC. Aunque los archiveros mantuvieron relación con ambas instituciones, su labor quedó en un segundo plano. Esta situación no ha mejorado, sino que incluso podríamos afirmar que se ha agudizado todavía más hoy en día. A este respecto son bastante elocuentes las palabras de Alain Guerreau que suscribimos en su totalidad: Los museos, los monumentos históricos, pronto las bibliotecas, y en espera los archivos, son frecuentemente presa de los ambiciosos proyectos de reorganización de las empresas de «ingeniería cultural» que los poderes públicos remuneran con tarifas exhorbitantes, proyectos destinados a transformarse en empresas de espectáculo (o de simple animación) y en productos de consumo diario. ¿Quién podría concebir que todo esto tuviera una relación, aunque fuese lejana, con la actividad científica? Quedan todavía conservadores [léase archiveros igualmente] que confeccionan inventarios serios y otros instrumentos de trabajo, y que consagran una parte de su tiempo a las investigaciones que se apoyan en los documentos de los que se encargan. ¿De quién obtienen el más mínimo reconocimiento? No hay «visibilidad», el público no comprende nada, los políticos se burlan, los superiores jerárquicos no ven más que tiempo perdido y despilfarro, los universitarios no reparan en ello. Para continuar a pesar de estos obstáculos, hace falta una abnegación estoica, que sólo puede estar fundada sobre el sentido del interés colectivo abstracto, del que los últimos vestigios se diluyen.8
Los que dejaron la profesión de archivero para pasar a una cátedra universitaria tuvieron un mayor protagonismo intelectual al entrar dentro de los canales de difusión que proporcionaba la universidad o el CSIC, ya fuese para las publicaciones, asistencia a congresos o las
Guerreau, Alain. El futuro de un pasado. La Edad Media en el siglo xxi, Barcelona, Crítica, 2002, pp. 70-71. La cursiva es nuestra.
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relaciones e intercambios que podían proporcionar estas instituciones. El ingreso en el Cuerpo Facultativo constituyó simplemente un paso previo a la obtención de una cátedra universitaria, puesto de mayor prestigio social y donde pudieron desarrollar ampliamente su vocación investigadora y, en algunos casos, formar escuela. De ello tenemos bastantes ejemplos en este trabajo. Los temas tratados en sus publicaciones fueron en la inmensa mayoría de los casos publicación de fuentes, ya sea en artículos sobre temas muy concretos o en instrumentos de información, dando a conocer los fondos documentales para los investigadores. Esta, opinamos, es una de las principales causas de que sus trabajos no hayan tenido una gran difusión y llegado a un público más numeroso, aunque también hay que tener en cuenta que por su temática y especialización tampoco son los más adecuados para ello, como, por ejemplo, los inventarios, catálogos, etc., obras que nunca podrán pasar del estrecho círculo de los investigadores de los temas tratados en ellos. Esta circunstancia se puede constatar claramente en los alumnos de Sánchez-Albornoz, pues ninguno de ellos continuó en sus trabajos la línea de investigación en la que había participado en el Instituto de Estudios Medievales. Sus publicaciones presentarán desde su incorporación al Archivo Histórico Nacional una estrecha relación con los fondos que tenían bajo su custodia. De esto se puede derivar que sus investigaciones son totalmente individuales. Solo hay un caso de colaboración en nuestro estudio, como es el caso de Áurea Javierre y Consuelo Gutiérrez, en la elaboración de la Guía de la Sección de Órdenes Militares. La explicación es sencilla, Consuelo Gutiérrez fue la sustituta de Áurea Javierre en esta sección tras su jubilación, con lo cual antes de que esto sucediese, sería la encargada de formar a la persona que la iba a sustituir. Pero este individualismo no debe sorprendernos, pues no era exclusivo de los archiveros. Vicens Vives, en dos trabajos de síntesis donde aborda el panorama de la historiografía española anterior a los años cincuenta y posteriores, señalaba entre sus más graves defectos la «falta de coordinación para emprender estudios e investigaciones de conjunto, imposibles de realizar sin una amplia y continuada subvención oficial»,9 así como la «desconexión entre los distintos niveles de nuestra historiografía y su falta de contacto con la del extranjero».10 Y, refiriéndose concretamente al medievalismo, un año después Lacarra insistía en la idea apuntada por Vicens de la «desconexión existente entre los estudios de
Vicens Vives, Jaime. «Desarrollo de la historiografía española entre 1939 y 1949», en Obra dispersa. España. Amércia. Europa. Edición preparada por M. Batllori y E. Giralt, Barcelona, Vicens Vives, v. II, pp. 3-4. Versión española de «Entwicklung der spanischen Geschichtschreibung 1939-1949», Saeculum. Jahrbuch für Universalgeschichte, 3 (1952), pp. 477-508. 10 Vicens Vives, Jaime. «Los estudios históricos españoles en 1952-1954», Índice Histórico Español, I, n.º 8 (1954), p. IX. 9
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Edad Media realizados en España y los llevados a cabo en otros países».11 El mismo Lacarra, en un balance que hacía en 1955 sobre los estudios medievales en España, se refería a la falta de comunicación y de diálogo entre nuestros medievalistas por la ausencia de «reuniones científicas» y por los pocos contactos que se tenían con el exterior,12 motivo por el cual nuestra erudición nacional se mantenía en ocasiones «demasiado impermeable» a las modernas líneas de investigación frente a las europeas, con los perjuicios que ello comportaba.13 Un caso aparte es el de los archiveros que pasaron a la universidad, como José M.ª Lacarra, donde desarrolló una importante labor de investigación, creando él mismo una escuela de medievalistas en la Universidad de Zaragoza. Es el mismo caso de Claudio Sánchez-Albornoz, Ángel González Palencia, Antonio de la Torre y Julio González, que dejaron el Archivo para incorporarse a la universidad, donde continuaron con sus líneas de investigación respectivas y se beneficiaron del conocimiento de muchos documentos gracias a su trabajo en el Archivo Histórico Nacional que influyó de manera más o menos decisiva en el conjunto de sus respectivas obras. Tomás Navarro Tomás, que también abandonó el archivo, aunque no para ir a la universidad, se convirtió en nuestro gran experto en fonética y formó igualmente una escuela en el Centro de Estudios Históricos y posteriormente en el exilio. Como conclusión, creemos que la obra llevada a cabo por los archiveros del Archivo Histórico Nacional en el periodo acotado en nuestro estudio fue notable e importante, pese a no haber trascendido mucho por las razones ya apuntadas, con excepción de los que dejaron el Archivo para integrarse en la universidad. Si comparamos su volumen salta claramente a la vista que la de los primeros fue bastante inferior en número que la de los segundos, pero hay un hecho importante que es preciso tener muy presente, como es que la investigación y la publicación de sus resultados no era la misión
11 Lacarra, José M.ª. «Los estudios de Edad Media española de 1952 a 1955», Índice Histórico Español, II, n.º 11 (1956), pp. IX-XXXI. Recogido en J. Ángel Sesma Muñoz (ed.), En el centenario de José M.ª Lacarra 1907-2007. Obra dispersa. Trabajos publicados entre 1951 y 1960. [Pamplona], Gobierno de Navarra, 2009, pp. 277-308. 12 Lacarra, José M.ª. «Los estudios de Edad Media española de 1952 a 1955», Índice Histórico Español, II, n.º 11 (1956), pp. IX-XXXI. Recogido en J. Ángel Sesma Muñoz (ed.), En el centenario de José M.ª Lacarra 1907-2007. Obra dispersa. Trabajos publicados entre 1951 y 1960. [Pamplona], Gobierno de Navarra, 2009, pp. 277-308. 13 «[…] también conviene señalar que nuestra erudición nacional se mantiene a veces demasiado impermeable a las modernas corrientes de la investigación europea, que, ensayadas en España, darían frutos insopechados, enriqueciendo el panorama de nuestra historia medieval. Y a la vez enlazaría nuestra historia con la europea, haciéndola más comprensible a los ojos continentales». Véase Lacarra, José M.ª. «Orientación de los estudios medievales en la España actual», p. 19.
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principal de los archiveros, ya que su trabajo se basaba en la organización de los fondos documentales para que pudiesen investigar otros. Otra cosa es que esta labor les permitiera estar en una situación privilegiada para conocer profundamente los documentos que formaban los fondos que estaban bajo su dirección, pudiendo contribuir, por tanto, a su vez con trabajos de investigación, pero sin que fuese esa, repetimos, su misión principal.
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Editada bajo la supervisión de Editorial CSIC, esta obra se terminó de imprimir en Madrid en febrero de 2020
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En esta obra se pretende destacar el papel desempeñado por el Archivo Histórico Nacional en el desarrollo de los estudios medievales en España que tendrá lugar durante la segunda mitad del siglo xix y la primera del xx, al igual que sucedió en el resto de los países de nuestro entorno. En este centro se fueron concentrando una gran cantidad de fondos documentales medievales que lo han convertido en uno de los principales archivos españoles para el estudio de esta época. El medievalismo como especialidad historiográfica surgirá en la Escuela Superior de Diplomática creada en 1856, institución donde se enseñarán las ciencias auxiliares de la Historia consagradas especialmente a este periodo. Será, por tanto, aquí donde tendrá lugar la primera institucionalización del estudio de la Edad Media, enseñanzas que pasarían en su mayoría a la universidad tras la supresión de aquella en 1900. Allí se formaron los primeros archiveros profesionales, muchos de los cuales se convertirán en los primeros medievalistas, como los que trabajaron en el Archivo Histórico Nacional estudiados en esta obra. Un papel destacado desempeñaron, igualmente, otras instituciones en el desarrollo de los estudios medievales en España, tales como la Real Academia de la Historia, el Centro de Estudios Históricos y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Con todas ellas mantendría estrechas relaciones el Archivo Histórico Nacional, cuyos archiveros colaborarán y se formarán en ellas.
Los orígenes del medievalismo español (1866-1955)
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Luis Miguel de la Cruz Herranz Licenciado en Geografía e Historia y doctor en Historia por la Universidad Complutense. Funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos desde 1986, con destinos en el Archivo General de la Administración (Alcalá de Henares) entre 1987-1989 y desde este último año en el Archivo Histórico Nacional.
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Ha llevado a cabo varias asesorías técnicas en archivos de Iberoamérica a instancias de la Agencia Española de Cooperación Internacional y del Ministerio de Cultura. Asimismo, imparte docencia en materias relacionadas con la archivística, paleografía, diplomática, historia de los archivos en cursos de posgrado, máster, etc. Ha formado parte de proyectos de investigación con las universidades de Sevilla, Zaragoza y Santiago de Compostela. Una de sus líneas de investigación es la historia de los archivos españoles, sus orígenes y la formación de sus fondos, fundamentalmente el papel desempeñado por los archiveros en el desarrollo del movimiento historiográfico de su época, con especial atención hacia los archiveros medievalistas, que fueron pioneros en el nacimiento y desarrollo de esta especialidad en España.
Luis Miguel de la Cruz Herranz
CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS
Imagen de cubierta: miniatura que representa al rey Alfonso X (izquierda); a su esposa, la reina Violante de Aragón (centro), y a su hijo el infante Fernando de la Cerda (derecha). Tumbo del monasterio de Tojos Outos (f. siglo xiii). AHN.CÓDICES,L.1002, f. 21r.
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