Dysphoria mundi 9788433999481


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Dysphoria mundi
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Dysphoria mundi

Paul B. Preciado

Dysphoria mundi E l so n id o d e l m undo d erru m b án d o se

EDITORIAL ANAGRAMA BARCELONA

Ilustración de cubierta e interior: © Paul B. Preciado

Primera edición: octubre 2022

Diseño de la colección: Julio Vivas y Estudio A © Paul B. Preciado, 2022 CASANOVAS & LYNCH AGENCIA LITERARIA, S. L.

[email protected] © EDITORIAL ANAGRAMA, S. A., 2022 Pau Claris, 172 08037 Barcelona ISBN: 978-84-339-9948-1 Depósito Legal: B. 4499-2022 Printed in Spain Liberdúplex, S. L. U., ctra. BV 2249, km 7,4 - Polígono Torrentfondo 08791 Sant Lloren^ d’Hortons

Para Amelia y Desi, Annie Sprinkle y Beth Stephens, M aría Galindo, Rilke y Clara

¿E scucharon? Es el son id o de su m u n d o d e rru m ­ b án d o se. Es el n u estro resurgiendo.

Ejército Zapatista de Liberación NACIONAL, comunicado del 21 de diciembre de 2 0 12

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Moderna galerlja / Museua ot Modero Art u.«tno.tl Metelkova / Museua oí Conteaporary Art MetelkoTa ToaeifieT» 14, SÍ-IOOO LJublJana, SloTenia, Ti 0 8 6 1 2416800, »ww.n«-lj.ai into®ng-l J.si

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[ fvrm VC: juego de palabras m ezclar los térm inos m itten («m itón», «guante») y mythology

El mismo día alguien cuelga en Instagram un fotomontaje en el que mi cuerpo reposa sobre las rodillas de Bernie Sanders con sus manoplas Así, a través de las manoplas, entra el pueblo en la cerem onia vacía Vuelve el keli para higienizar el micrófono y el estrado Porque todas las manos de los que hablan Son culpables De haber contam inado la democracia Antes había que proteger al Papa con el papamóvil Ahora la totalidad del Capitolio está protegida con una frontera acristalada antibalas El C apitolio está en cuarentena Los juram entos se convierten en una muestra retórica de las políticas de Integración y N ormalización de las minorías en Estados Unidos De todas las mujeres Sonia Sotom ayor Kamala H arris Se dice siempre que son las primeras Ellas repiten que no serán las últim as Todos los políticos vienen siempre en parejas heterosexuales Todas las cantantes vienen acompañadas siempre por marines («mitología»). Véase N aom i K lein, «The M eaning o f the M ittens: Five Possibilities», The Intercept, 2 1 de enero de 2 0 2 1 : https://theintercept. com/2 02 1/ 0 1/ 2 1 /inauguration-bernie-sanders-mittens/

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Este será el gobierno de la superación de la barrera racial Pero no de la barrera sexual y de género J. Lo llega con su marine vestida completamente de blanco Otra boda Y se arranca con una baladita nacionalista «This land isyour land. Thisland is my land. madeforyou and me» Y resulta que no, que esta tierra no era la tuya, ni fue hecha ni para ti ni para mí. Y cogiendo una bocanada extra de aire arranca rápidam ente en español «Una nación bajo Dios, indivisible, con libertad y justicia para todos» Todas las baladas son m entira Para todos no, J.Lo Para todos no Todo acto escénico yace oculto bajo las manoplas de Bernie Sanders Hasta que llega Kamala Harris D efinitivam ente la protagonista de la tarde Juro solemnemente que apoyaré y defenderé la Constitución de los Estados Unidos contra todos los enemigos, extranjeros y nacionales; que tendré verdadera fe y lealtad a la misma; que asumo esta obligación librem ente, sin ninguna reserva m ental o propósito de evasión; y que cum pliré bien y fielmente los deberes del cargo en el que estoy a punto de entrar. Q ue Dios me ayude. Los mejores planos son los que m uestran las tropas vestidas para la guerra como único público de su discurso 462

Que Dios te ayude La banda del Ejército de los Estados Unidos Débil memoria de la hum anidad Toca cuatro volantes y fiorituras Y veintiún cañones saludan a Biden Vuelve el keli para higienizar el estrado Los tambores redoblan y las trompetas suenan A veces, si el telespectador cierra los ojos podría pensar que está oyendo la retransmisión de la fiesta m ayor de Alcalá de la Vega, en Cuenca El coleccionista de porcelana de Estado Se acerca al estrado 46.° Presidente de los Estados U -N -I-D -O -S Joe Robinette Biden Júnior Los bancos siguen vacíos Las m etralletas cargadas Las m anoplas como gatitos hacen furor en internet M ientras las brigadas del ejército americano que antes estaban desplazadas a objetivos m ilitares Más o menos Lejanos Están ahora ahí Más cerca de lo que habían estado nunca Bringing war home Trayendo la guerra a casa 463

Eso me recuerda al plato tradicional de Burgos olla podrida De la que Cervantes Decía Por boca de Sancho Que cuanto más podridas son mejor huelen A veces, si el telespectador cierra los oídos, podría pensar que está viendo la retransmisión del entierro de un presidente del gobierno en un país en guerra Dos docenas de militares No seres humanos Sino almas vestidas del Imperio La cabeza baja Las viseras apuntando al suelo Uniformes de la misión Tormenta del Desierto Quizás sin cuerpo Rezan O se avergüenzan Botas de cam uflaje plagadas de huellas del mundo Chalecos antibalas hechos de las uñas de los niños migrantes El asalto no es risa Risa no es llanto TikT ok es bueno Pero no tanto Es la voz robótica tecnopatriarcal la que dem anda a los participantes que se sienten o que se levanten y estos lo hacen de la manera más ordenada y dócil que pueda imaginarse El futuro presidente 464

Fósil para un futuro inmediato Dice Día de historia y esperanza Día de democracia Como quien habla de una utopía de la que nunca ha visto ni el forro dice Celebramos el triunfo de la democracia El juram ento presidencial en sí mismo adquiere el tono de una victoria Pero ¿qué han ganado exactamente? Todos se felicitan como si hubieran estado a punto de no ser capaces de llegar ahí Joder lo bien que hemos aguantado el golpe Casi la cagamos Debajo de las máscaras todos soplan y resoplan (M edio respiran) (Medio se ahogan) (Medio aliviados) (Medio preocupados) (Medio deprimidos) Y por prim era vez oímos a un presidente am ericano decir que la dem ocracia es FRÁGIL

Dice que en un año el covid se ha llevado tantas vidas como la Segunda G uerra M undial 465

Y com para un virus con el m ayor festival necropolítico de la historia de la hum anidad Com o si nuestra propia violencia tam bién fuera una gripe jodida contra la que no podemos hacer nada N om bra los males que nos acechan Political extremism White supremacy Domestic terrorism Extremismo político Suprem acism o blanco Terrorism o dom éstico Todas cositas de las que él debe de saber bastante Insiste en que hay que hacer de Am érica el líder m un dial que fue No dice Make America GreatAgain Exactam ente de ese modo Pero dice de otro modo Make America GreatAgain Com o en un confesionario Secreto En el que todo el planeta le escucha H ace la lista de sus cagadas O de sus glorias Epifanía de lo obvio G uerra C ivil am ericana Segunda G uerra M un dial O nce de Septiem bre

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Ataque al Capitolio

Dice que no fracasarán Que América nunca fracasa Que América nunca ha fracasado Los muertos han sido sustituidos por figurantes América nunca fracasa El tío tiene la palabra fácil Incluso un pelín de logorrea Habla sin leer Se enrolla sobre cualquier cosa C ita a San Agustín Más lejos no se puede ir en las referencias Su discurso se convierte en una defensa de la lógica aristotélica Según este vidente la verdad y la mentira no son lo mismo Como un guante y una manopla son distintos M ientras la cámara enfoca a Bill Cliton que Saliéndose Como siempre Del guión establecido Duerme Como si estuviera despierto Poniendo en duda la hipótesis agustiniana Dejando caer suavemente la cabeza hacia delante Por un momento su máscara negra con estrellas blancas parece un bozal Biden llama uncivil war Guerra incivil A lo que está ocurriendo ¿Acaso hay, ha habido o habrá guerras civiles que no sean inciviles? 467

De repente Biden está del lado de la verdad y del amor y de la ayuda m utua No hay nada como tener un cabrón del otro lado para aparecer como una buena persona Cita la Biblia de nuevo No está claro qué versión Si la romana, la evangélica o la apócrifa «America has been tested and we have come out stronger» Han puesto a prueba a América y hemos salido más fuertes Dice ahora salpicando de un poquito de Nietzsche Lo que no te m ata te fortalece O estará hablando de la vacuna Y de paso y con una sinécdoque Englute al resto del continente americano en Estados Unidos Como no canta, ora Alternancia de la religión y la copla «America, America, I gavemy best Y todavía sigue arrojando palabras como si no pudiera parar Decencia D ignidad Luz Amor U nidad Esperanza Fe Convicción Justicia Parecía que iba a decir V igilancia Tortura M afia Petróleo Industria arm am entística 468

Prisión M anipulación Especulación Golpe Pero no Dice May God bless America and may Godprotect our Que Dios bendiga América y que Dios proteja nuestro ejército Amén Joe Biden ju ra sobre una vieja Biblia gorda que pertenece a su fam ilia Con grilletes en forma de cruz como un Dossier de W ikiLeaks y mientras lo hace C ierra los ojos porque un tímido sol perfora las nubes y golpea su retina La m ujer rubia se acerca a él para besarle en la boca y él gira la cara Ligeram ente Vuelve el keli que higieniza el estrado Parece querer lim piarlo todo Tam bién ese juram ento Tam bién ese beso H ay una oración por los que han muerto de covid Garth Brooks Una estrella del country tan conocida fuera de Estados Unidos Como M anolo Escobar fuera de la península 469

Sombrero negro y hebilla de cinturón de cowboy Canta «Amazing Grace» Las banderitas clavadas en el césped susurran los últimos versos en el viento helado Dicen: Transformaremos a nuestros enemigos en amigos Y es inevitable pensar que lo contrario será también cierto Hasta que sea imposible diferenciar entre los unos y los otros Grita: Aleluya, gloria, Aleluya, Amén, pero no hay aplausos ni entusiasmos, sino silencio y luego otra vez la orquesta militar, el desfile de banderas Transformaremos a nuestros amigos en enemigos Un dron volador film a las mil banderas Plantadas sobre el campo del National M alí La imagen es abstracta Los palitos metálicos son los cuerpos Proverbiales huesos Y las telas americanas son cabezas Que sacuden sus cabelleras rojas blancas y azules en el viento Aparte de Kamala Harris Los Obama (y detrás de ellos la CLA) son los verdaderos protagonistas de la ceremonia Como esta ceremonia no la salven los afroamericanos La cosa ya no tiene arreglo Llega Festividad A m anda Gorman N iña de los Peines local Subiendo por la colina 470

El silencio no es siempre la paz Y tú que lo digas Abrigo amarillo Una diadema roja que sujeta su pelo como un estandarte Sobre su cabeza Una nación que no está rota Que todavía no está acabada Las banderitas la saludan con sus cabecitas chochas Y ella les da de beber con sus consonantes oclusivas Otro cura Empresario Reverendo Pastor Jefe de marketing De la Iglesia Africana Metodista de Bethel, en W ilm ington Delaware Silvester Sexy Beaman Con bigote gris y gafas de sol Se encarga de bendecir todo el cotarro Qué bien lo hacemos todo Bajo la mirada de Dios Un viento, cada vez más frío, se impone a la horrible música militar Doscientos cuarenta y cuatro años de Demo Des Cracia Americana han sido suficientes

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Translation is out ofjoint Dentro, fuera. Lleno, vacío. Seguro, tóxico. Masculino, fe­ menino. Blanco, negro. Nacional, extranjero. Cultura, natura­ leza. H um ano, animal. Público, privado. Orgánico, mecánico. Centro, periferia. Aquí, allí. Analógico, digital. Vivo, muerto. En el abismo que empieza a separar los términos de la vieja epistemología petrosexorracial y los de la nueva gramática transicionista, se instala el conflicto de la traducción. Después de la ceremonia de investidura de Biden, cuando ya han recogido las banderitas y guardado las vallas que protegían el Capitolio, re­ sulta que el problema es la traducción de los poemas de Aman­ da Gorman por le escritore holandese Marieke Lucas Rijneveld. Todo comenzó cuando la periodista y activista cultural afroeuropea Janice D eul hacía estallar la polém ica al sugerir que M arieke Lucas Rijneveld no era la persona más apropia­ da para traducir a Gorman no solo porque no fuera negra y m ujer (M arieke Lucas Rijneveld se ha definido públicam ente como persona de género no binario) 472

sino porque no practicaba el spoken word y no tenía un co­ nocimiento de primera mano del inglés. Las cadenas de tuits y posts de Instagram se hicieron inmediatamente eco de su crítica, reduciéndola a la imposibilidad para alguien que fue­ ra blanco de traducir a una poeta negra. Janice Deul matizó sus declaraciones, pero ya era tarde. En la era de internet, un segundo después ya es demasiado tarde para rectificar. Las redes sociales y los medios de comunicación dem andaban sangre. M arieke Lucas Rijneveld se retiraba del proyecto es­ cribiendo un poema en el que invitaba a establecer alianzas entre las diversas luchas políticas. Frente a la opinión según la cual estos debates solo ali­ mentan una infructuosa crispación identitaria (aunque lo hacen), y pese a la violencia que cae injustamente sobre el tra­ ductor (es absurdo matar al mensajero, sobre todo si el m en­ sajero es une autore no binarie cuya obra es en sí m isma un acto de resistencia política), quiero apostar por el carácter potencialmente productivo (y no destructivo) de estas polé­ micas, a condición de sacarlas de la dialéctica esencialismo/ universalismo y entenderlas como una ocasión de despatriarcalizar y descolonizar las industrias culturales. Antes de poder dar una respuesta a la pregunta de quién puede traducir un texto, es preciso reconocer que la pregun­ ta es en sí misma pertinente. Se trata de poner en evidencia la dimensión tanto artística como política de algunas de las prácticas invisibilizadas y degradadas de la industria cultural. La traducción y la corrección de textos son a la industria de la edición lo que la gestación es a la economía de la repro­ ducción heteropatriarcal: el autor (y el editor) es el padre del texto; el traductor es simplemente una madre subrogada, que, llevándolo palabra a palabra de una lengua a otra, tiene la responsabilidad de alumbrarlo de nuevo. Como las ma­ dres, el traductor limpia, cuida y adecenta, pero el que pone el apellido y el que se lleva la pasta es el editor, metapadre de 473

todos los libros, y solo de rebote, el autor. V isibilizar y reco­ nocer el trabajo de los gestadores-traductores es una tarea ur­ gente. En segundo lugar, la traducción es siem pre un proceso político. N ada perm ite entender m ejor las políticas cultura­ les de una nación que sus prácticas de traducción. Pensemos sim plem ente, por ejem plo, en la resistencia que hubo en Francia entre 1980 y 2015 a la traducción de textos del fem inism o negro, de teoría queer o de teoría pos­ colonial. H em os tenido que esperar a la explosión d igital m undial de M e Too y de los m ovim ientos B lack Lives M atter para que estos textos fueran considerados no solo como m ateria editorial potencialm ente rentable. Ahora, de repente, todas las editoriales inauguran colecciones fem inistas, queer y antirracistas y la pregunta, pertinente, es quién puede tra­ ducir estos textos. El problem a de traducir a bell hooks, Jack H alberstam o S aid iya H artm an no es una cuestión de identi­ dad, o en todo caso no es una cuestión de ontología: no se trata de que el autor y el traductor com partan una «naturale­ za» com ún, porque el sexo, el género y la raza no son natura­ lezas, sino construcciones políticas. El color de la piel no es un evento epidérm ico, una verdad natural, ni una ontología de la p igm en tació n celu lar, sino una gen ealo gía p o lítica de la desposesión, de la opresión, pero tam bién de la lucha por la soberanía y la supervivencia. El problem a es el m ism o que suscitaría la traducción de la obra de K afka por alguien que no tuviera n in gú n conocim iento del yid is -a u n q u e Kafka es­ criba en alem án—. Las catastróficas traducciones de algunos de los textos capitales de la teoría queer derivaron d el desco­ nocim iento de las prácticas cu ltu rales m aricab o lleras a las que esos libros hacían referencia y de la falta de buenos tra­ ductores, fueran del sexo y del género q ue fueran. No es la id en tid ad lo que debe ser preservado sagrada­ m ente cuando se traduce a G orm an o a cu alq u ier otro autor 474

que procede de las tradiciones somatopolíticas m inoritarias, sino la experiencia literaria como superación de la asignación normativa a una identidad. Por ello, la cuestión de la repre­ sentación política en las prácticas artísticas (de traducción, de adaptación, etc.) no puede zanjarse de una vez por todas a través de una ecuación esencialista que busca la equivalencia entre el autor y el traductor en términos de identidad. No hay una hom ogeneidad de la experiencia o del pensam iento sexual, racial o de género que asegure la fidelidad de la tra­ ducción. Por otra parte, la cuestión de quién puede traducir no puede ser totalm ente esquivada m ediante el presupuesto que neutraliza y despolitiza el texto privilegiando, tras la ex­ cusa de la universalidad, las lecturas hegem ónicas y norm a­ tivas de este. La polém ica en torno a Gorman m uestra una vez más que los editores, funcionando como meros m erca­ deres en el capitalism o cultural, son representantes de la he­ gem onía p o lítica y desconocen las luchas que an im an los textos que publican. Se ha hablado mucho de lo bien que T oni M orrison y Jam es Baldwin fueron traducidos al fran­ cés por autores blancos —no tengo ninguna duda al respec­ to—. Pero no se ha dado ningún ejem plo de un em inente autor blanco que haya sido traducido por una m ujer negra. Para poder ir más allá de las políticas de identidad es nece­ sario, paradójicam ente, introducir voces racializadas, de gé­ nero y sexualm ente disidentes dentro de la in d ustria edito­ rial. Yo no quiero que m is libros sean trad u cid o s por personas no binarias. Pero quiero que haya excelentes tra­ ductoras y traductores no blancas y no binarias que puedan traducir y retraducir a D ante y Proust, V irg in ia W o o lf u O ctavia Butler, K athy Acker u Horacio Castellanos M oya. Por últim o, más allá de la im productiva dialéctica esencialism o-universalism o, es posible m irar con optim ism o la polém ica que nos ocupa, puesto que finalm ente las obras de 475

A m anda G orm an y de M ariekc Lucas R ijneveld son en sí m ismas representantes del cam bio de paradigm a que está te­ niendo lugar y están siendo publicadas, traducidas y leídas. Eso es lo que finalm ente hará que cam bien las cosas.

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Inoculation is out ofjoint Dentro, fuera. Lleno, vacío. Seguro, tóxico. M asculino, femenino. Blanco, negro. Nacional, extranjero. Cultura, na­ turaleza. H um ano, animal. Público, privado. Orgánico, m e­ cánico. Centro, periferia. Aquí, allí. Analógico, digital. Vivo, muerto. En medio de la improvisación política, de la especu­ lación farmacológica, de la malversación administrativa, del caos comunicativo, la vacuna no aparece como la solución, sino como el enésimo problema. Mientras que cuando no ha­ bía vacuna dom inaba el lenguaje m ilitar de confrontación con el virus (estábamos en guerra) y el imperativo de la pro­ tección por confinam iento (quédese en casa y teletrabaje), cuando la vacuna está disponible (en algunos países y para al­ gunas personas) comienzan a circular las narraciones sobre la invulnerabilidad inmunológica y el rechazo de la inoculación por considerarla como envenenamiento. La escritora america­ na Eula Biss ha analizado los relatos históricos y sociales que construimos para hablar de los procesos de inm unización. Uno de esos relatos fundacionales es el mito de Aquiles. Tetis intenta proteger a su hijo Aquiles de una profecía de muerte bañándolo en las benéficas aguas del río Estigio, pero al suje­ 477

tarlo por su pequeño pie evita sin darse cuenta que el agua moje su talón, haciendo que esa parte de su cuerpo sea su parte débil. Lo que la historia del talón de Aquiles nos cuen­ ta, sugiere Biss, es que «la inm unidad es un m ito, y que nin­ gún mortal puede ser totalm ente invulnerable».1 Aquellos que se niegan a vacunarse defienden a m enudo la invulnerabilidad m ítica de su propio sistem a inm une, sin talón de A quiles, o pretenden, defendiendo u n a idea de cuerpo natural búnker, que la vacuna puede in troducir en sus cuerpos sanos elementos tóxicos (timerosal, alum inio, m er­ curio, form aldehido...) o principios genéticos virales —como si el cuerpo socializado del capitalism o petrosexorracial no estuviera expuesto ya desde el principio a una innum erable cantidad de sustancias contaminantes—. Algunos lo hacen m o­ vidos por un espíritu anarquista, con la voluntad de resistir a las arrogantes y casi siem pre inexplicablem ente aleatorias m edidas del gobierno. Es difícil no em ularlos. O tros están ellos m ism os viralizados por los lenguajes de la extrem a dere­ cha y del survivalism o pop. Otros, estudiosos y conocedores del funcionam iento de sus cuerpos, prefieren una homeostasis DIY, sin introyecciones farm acológicas industriales. Re­ clam an entonces el derecho a no vacunarse. Y tienen dere­ cho a no hacerlo. T ienen derecho a no vacunarse, del mismo modo que los 1.216 m illones de africanos, para la m ayoría de los cuales de m om ento no se han sum inistrado vacunas, tendrían derecho a vacunarse si quisieran hacerlo. D el m is­ mo modo que los casi quinientos m illones de habitantes de A m érica Latina, para la m ayoría de los cuales de m om ento no hay vacuna, tendrían tam bién derecho a vacunarse o a no hacerlo.

1. Eula Biss, neapolis, 2 0 1 4 , p. 5 [trad. esp.: Reyes, D iop trías, M ad rid , 2 0 1 5 ] .

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OnIm m unity. Inm unidad, trad. de

AnInoculation, Lúea Ponce de los

G ra

Es la relación entre capitalism o y farmacología en los procedimientos de fabricación de la vacuna, el índice de to­ xicidad de buena parte de los compuestos farmacológicos, la propiedad de las patentes y la distribución de las vacunas lo que debe ser cuestionado. En los próximos años, la fabrica­ ción de proteínas a escala atómica, la utilización de los hon­ gos (como la penicilina en su momento) como posible trata­ miento preventivo o antivírico o como refuerzo del sistema inmune, el reconocimiento de los llamados anticuerpos monoclonales, la aplicación de la inteligencia artificial a la iden­ tificación de la enfermedad y la individualización de la cura podrían cam biar por completo el tratamiento preventivo de los virus. Pero no la distribución mundial de la riqueza. En­ tre tanto, la industria farmacéutica, en alianza económica y política con los gobiernos neoliberales, ha impuesto vacunas contra el covid cuya eficacia está lejos de ser probada. Los que rechazan la vacuna lo hacen a menudo defendien­ do su derecho individual a no ser inoculados con una sustancia extraña a su organismo. Paradójicamente, la vacuna no se dirige a la protección de la inmunidad del cuerpo individual, sino de la inmunidad colectiva de una comunidad. Es la concepción li­ beral del cuerpo individual como propiedad privada que acaba en la piel la que una pandemia pone en cuestión. Ninguna va­ cuna podría producir inmunidad total en el individuo si no fue­ ra porque una sociedad entera se vacuna, con la condición de que esa vacuna sea efectiva, cosa que no es posible afirmar hoy de las vacunas disponibles frente al covid. Las teorías de la in­ munidad de grupo afirman hoy que una persona no vacunada está más protegida en una sociedad de personas vacunadas que una persona vacunada en una sociedad de personas no vacuna­ das. «La persona no vacunada», afirma Eula Biss, «es protegida por los cuerpos que la rodean, cuerpos a través de los que el vi­ rus no circula... No nos protege la piel, sino lo que hay más allá

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de ella.»1 Lo que nos protege no está dentro de nosotros, sino alrededor de nosotros. No nos protege nuestra propia inm uni­ dad, sino la de la sociedad que nos acoge. El problema de las so­ ciedades neoliberales cuando estas se confrontan con un virus letal es que no tienen una representación positiva de la inmuni­ dad de la comunidad que no dependa de los ideales nacionalis­ tas o de las retóricas de la guerra. Entre la crisis del covid y la in­ vasión de U crania, Europa habrá gastado más recursos económicos en vacunas y en armamento que en ninguna otra medida de protección social, mientras los sistemas sanitarios, es­ colares o culturales no dejan de sufrir recortes estructurales. Revisando los cambios en la historia reciente de la viro­ logía, el antropólogo británico David N apier ha identificado dos modelos conceptuales opuestos que sirven para pensar la relación del sistem a inm une con el virus: la guerra y la coo­ peración. El prim ero dom ina las teorías epidem iológicas tem pranas, surgidas a principios del siglo XX y marcadas por la experiencia de la Prim era Guerra M undial. En estas teo­ rías, la relación con el virus es definida con el lenguaje de la lucha: el virus es el enemigo, el extranjero frente al que el cuerpo debe «aislarse» o combatir como un «soldado». Estas visiones reposan, según Napier, en una suerte de xenofobia político-inmunológica. El error que se esconde detrás de ellas es pensar que el virus es un agente exterior inherentem ente nocivo que debe ser destruido. A pesar de esta idea dem asia­ do com únm ente aceptada, el virus como entidad no es en absoluto agresivo, subraya Napier, sino al contrario: «Es to­ talm ente inerte e incapaz de vida o de reproducción... Los virus no son más que trozos de inform ación que cobran vida al entrar en contacto con nuestro cuerpo.»2 La transferencia 1. Idem, p. 2 0 . 2. D avid N apier, «R ethinking vu ln erability through C O V I D -19»,

op. cit. 480

viral, insiste Napier, no es siempre mala, bien al contrario, en muchas ocasiones es esencial para incrementar nuestros procesos de adaptación y nuestra creatividad biológica. M ucho antes de la aparición del covid-19, la inm unóloga Polly M atzinger había apostado por un cambio desde el modelo bélico y xenofóbico hacia un modelo inmunológico comunicativo. Para M atzinger, la estabilidad del sistema in­ mune no opone lo idéntico (self, same) a lo otro (non-self, other), ni lo propio a lo extraño o lo extranjero, sino lo que ella denom ina lo amigable (friendly) y lo peligroso ous)} Para M atzinger es necesario dejar de mirar el sistema inmune con las categorías políticas xenófobas que fundan las sociedades hum anas en el capitalismo colonial: el sistema in­ mune no se ve afectado negativamente por todo lo que es ex­ tranjero o extraño, sino solo por aquello que supone un peli­ gro. A diferencia del modelo xenófobo, el nuevo lenguaje de la virología tiende a pensar el sistema inmune como un sofis­ ticado aparato de transferencia y de comunicación. Según esta teoría semiobiológica, más próxima a Burroughs y a Derrida que a la virología de 1919, el virus es un fragmento de escritura, un mensaje, que se introduce en un texto vivo (somateca). «Cuando tu cuerpo entra en contacto con el virus», afirma Napier, «las células que crea como resultado de la in­ formación que recibe son células contagiosas: puedes trans­ m itir esa información a otra persona por cómo vives, dónde vives y qué haces, es decir, por tus acciones sociales y las acti­ vidades que generan tus valores sociales. Pero el virus en sí no invade a nadie, ni en el pasado, ni ahora, ni nunca.» In­ munizarse no es, según esta segunda teoría, «aislarse», sino más bien aprender a comunicar con el virus, es decir, escribir con elle, generar los anticuerpos que nos permitan establecer 1 1. Polly M atzinger, «Friendly and dangerous signáis: is the tissue in control?», Nature Immunology,vol. 8, n.° 1, 2 0 0 7 , pp. 1 1 - 1 3 .

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una relación de com unicación y no de m uerte con el virus. La inm unología nos presenta, por tanto, señala N apier, dos teorías sociales y políticas: la prim era corresponde al libera­ lismo individualista, al nacionalism o racial y a la p o lítica de la guerra. La segunda tiene que ver con la cooperación liber­ taria y la diplom acia. A unque la segunda es la m ás generali­ zada hoy en el ám bito bioquím ico, es, sin em bargo, la pri­ mera la que vehicula un m odelo bélico y racista, la que es más utilizada por los gobiernos, los m edios de com unicación y la industria farm acéutica. W uhan está en todas partes. Cooperación o guerra. M utación o sum isión. T odo esto puede ser una m ala noticia o una gran oportunidad. Es pre­ cisam ente porque nuestros cuerpos son los enclaves del necrobiopoder y nuestros apartam entos las nuevas células de biovigilancia que se vuelve más urgente que nunca inventar nuevas estrategias de em ancipación cognitiva y de resistencia colectiva y poner en m archa nuevos procesos antagonistas.

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O R ACIÓ N FÚNEBRE

N uestra Señora del Negocio del Fármaco, ruega por nosotros. N uestra Señora de la Especulación Farmacológica, ruega por nosotros. N uestra Señora de la Vacunación Obligatoria, ruega por nosotros. N uestra Señora de la Protección de la Población, ruega por nosotros. N uestra Señora del Estado de Urgencia Sanitaria, ruega por nosotros. Nuestra Señora del Confinamiento, ruega por nosotros. Nuestra Señora del Certificado Autorresponsable de Desplazamiento, ruega por nosotros. Nuestra Señora del Certificado D igital de Vacunación, ruega por nosotros. Nuestra Señora de las Patentes, ruega por nosotros. Nuestra Señora de la Experimentación Anim al, ruega por nosotros. 483

Nuestra Señora de la Técnica del ARN M ensajero, ruega por nosotros. Nuestra Señora de las Tijeras Genéticas CRISPR/Cas9, ruega por nosotros. Nuestra Señora de Pfizer, ruega por nosotros. Nuestra Señora de BioNTech, ruega por nosotros. Nuestra Señora de M oderna, ruega por nosotros. Nuestra Señora de M erk & Co, ruega por nosotros. Nuestra Señora de GlaxoSmithKline, ruega por nosotros. Nuestra Señora de Sanofi, ruega por nosotros. Nuestra Señora de Novavax, ruega por nosotros. Nuestra Señora de Bavarian Nordic, ruega por nosotros. Nuestra Señora de CSL, ruega por nosotros. N uestra Señora de CVS Health, ruega por nosotros. N uestra Señora de U nited Health Group, ruega por nosotros. N uestra Señora de INOVIO Pharmaceuticals, ruega por nosotros. N uestra Señora de Purdue Pharma, ruega por nosotros. N uestra Señora de M undipharm a, ruega por nosotros. Nuestra Señora de M itsubishi Tanabe Pharma Corporation, ruega por nosotros. N uestra Señora de Emergent BioSolutions, ruega por nosotros. Nuestra Señora de Sinopharm, ruega por nosotros. Nuestra Señora de los Efectos Secundarios, ruega por nosotros. Nuestra Señora de la Prim era Dosis, ruega por nosotros. Nuestra Señora de la Segunda Dosis, ruega por nosotros. Nuestra Señora de la Tercera Dosis, ruega por nosotros. Nuestra Señora de la C uarta Dosis, ruega por nosotros. Nuestra Señora de la Onceava Dosis, ruega por nosotros. N uestra Señora del A partheid de las Vacunas, ruega por nosotros. 484

Nuestra Señora de los Antivacunas, ruega por nosotros. Nuestra Señora de la Doctrina Sanitaria, ruega por nosotros. Tú que traficas con nuestro sistema inmune, ten piedad de nosotros.

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God is out ofjoint Dentro, fuera. Lleno, vacío. Seguro, tóxico. M asculino, femenino. Blanco, negro. Nacional, extranjero. Cultura, na­ turaleza. H um ano, anim al. Público, privado. Orgánico, me­ cánico. Centro, periferia. Aquí, allí. Analógico, digital. Vivo, muerto. En el patriarcado colonial, el silencio había sido du­ rante años la más eficaz de las técnicas de control y de domi­ nio. Y ahora, ese régimen de poder, de captura cognitiva y de explotación sexual que se llam a Iglesia católica empieza a derrumbarse. La publicación del informe CIASE sobre los cientos de miles de crímenes sexuales cometidos en y por la Iglesia francesa desde 1950 producen el efecto de una explo­ sión en el lenguaje. No solo los enunciados están cambian­ do: los cuerpos antes silenciados se convierten ahora en suje­ tos de la enunciación. Contrariam ente a lo que ocurrió, por ejemplo, con aquellos que fueron asesinados en los centros de educación para niños indígenas en C anadá o en Australia, les niñes abusades recuerdan y hablan. La especificidad de esta guerra epistém ica es que los que luchan son los más frágiles y lo hacen solo con su voz. Sus únicas armas son al mismo tiempo sus heridas: su memoria, 486

sus afectos, sus cuerpos. N unca ha habido una guerra seme­ jante. Esta es la lección de esta revolución epistém ica en la que estamos inmersos: un régimen de poder jerárquico, abu­ sivo y violento se viene abajo cuando aquellos que están en la base de la pirám ide, aquellos que son considerados como simples m aterias prim as sexuales o económicas, inventan un nuevo lenguaje para nom brar lo ocurrido, para narrar su proceso de destrucción, pero tam bién de supervivencia. Esta guerra se gana a través de la sofisticación de los afectos y de las palabras, que son como los nuevos drones de una batalla política. Ya no se dice autoridad, respeto, sum isión, orden natural, deseo divino. Ahora se dice pedofilia, vio lació n, abuso sexual, violencia sistém ica, violencia patriarcal. Esas palabras para definir el funcionamiento histórico de la Igle­ sia ya no son blasfem ia, son REVOLUCIÓN. El inform e CIASE desm onta tam bién los argum entos falaces que los defensores y representantes de La M a n if Pour Tous llevan agitando durante años. Aquello que am e­ naza la in tegridad de la infancia no es la hom osexualidad, la identidad trans, ni el m atrim onio homosexual, sino la Igle­ sia y la fam ilia heterosexual patriarcal. Esos son los dos en­ claves en los que se produce, hasta ahora con toda im p u n i­ dad, m ayor vio lencia sexual. Los padres violan, los papas violan, los obispos violan, los curas violan..., y no lo hacen porque sean desviados, sino porque el régim en de poder pa­ triarcal que subyace a la Iglesia y a la fam ilia heterosexual les confiere el derecho y el poder de hacerlo. Las violaciones y los abusos sexuales no se llevan a cabo con el espíritu, sino con el cuerpo sexual, con las pollas, los testículos, las bocas y las manos lujuriosas de los curas. La Iglesia ha hecho del cuerpo sexual al m ism o tiem po el m al supremo y el objeto último de todo deseo. ¿Qué significa enseñar a los niños y niñas de siete años a confesarse sobre la m asturbación, sino hacer de la sexualidad el objeto de todos los procesos de v i­ 487

gilan cia, pero tam bién de transgresión? Y no hablo aquí como un extranjero, sino que lo hago con la m em oria de une niñe que creció y fue educade en el m agm a asqueroso del sistem a deprepador y extractivo de la Iglesia católica. Si como m uestra el inform e CIASE la violencia sexual es una práctica sistém ica de la institución eclesiástica, no basta en­ tonces con pedir perdón, ni siquiera es suficiente con pagar (incluso económ ica o legalm ente) por los crím enes com eti­ dos. Esa tradición cristiana que es alabada por la extrem a derecha com o fundación de la Europa aria es en realidad una tradición de m asculinism o, de racismo y de abuso se­ xual de niños y m ujeres. Si la crim in alidad sexual no es un accidente sino la arquitectura de poder m ism a de la in stitu­ ción eclesiástica, entonces es necesario dem andar un proce­ so de D E S T IT U C IÓ N de la Iglesia. Esto no es blasfem ia, es R E V O L U C IÓ N .

Pero no cantem os todavía victoria, estamos solo al prin­ cipio de la batalla. H ay todavía mucho cam ino por delante. Llam a la atención que, al m ismo tiem po que se dan a cono­ cer los resultados del informe CIASE, se invite a todos los pla­ tos de televisión y a todas las radios a los representantes de la Iglesia de Francia para expresarse con plena autoridad y ple­ no derecho frente e incluso contra las víctim as. Sería algo así como si a los supervivientes de la M afia sicilian a que consi­ guieran hablar les hubieran hecho sentarse en una entrevista frente al capo M ariano A gate y hubieran tenido que aguan­ tar que este dijera delante de ellos: «Q ué vergüenza..., pero de pagar ya hablarem os, habrá que discutirlo con los jefes de la Cosa N ostra.» La violencia sexual es un crim en civil, no un secreto que la jerarquía eclesiástica deba evaluar interna­ m ente o una cuestión teológica que habrá que discutir. Los m edios de com unicación están todavía bajo la influencia del poder eclesiástico. El Estado es cóm plice de esos crímenes. Y decir esto no es blasfem ia. Es R E V O L U C IÓ N . 488

El proceso de emancipación corporal y cognitiva por el que estamos luchando supone profundizar la separación en­ tre la Iglesia y el Estado que dio comienzo con la Revolu­ ción francesa y que llevó a la cesión de los bienes eclesiales al Estado. Aunque la Iglesia no tiene ya la propiedad de los edificios, conserva en todo caso la posesión moral y el domi­ nio simbólico sobre esos espacios, que deberían pertenecer no solo a los ciudadanos, sino especialmente a las víctimas de la violencia sexual eclesiástica. Mientras que los arzobis­ pos deciden cuánto vale cada violación y quién va a pagar por ellas, propongo que el Estado francés retire la titularidad de la catedral de Notre Dame de París a la Iglesia y transfor­ me ese espacio en un centro de acogida feminista, queer, trans y antirracista y de lucha contra la violencia sexual y que sea llamado Nuestra Señora de los Supervivientes del Abuso Sexual y de la Violación. Y esto no es blasfemia, es REVOLUCIÓN.

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SÚ PLIC A

N uestra Señora de los, las y les Supervivientes de la V io len cia Sexual de la Iglesia, ruega por nosotros. N uestra Señora de los, las y les Supervivientes de la V io len cia C ognitiva, ruega por nosotros. N uestra Señora de los, las y les Supervivientes del Patriarcado, ruega por nosotros. N uestra Señora de los, las y les Supervivientes del H eterosexualism o O bligatorio, ruega por nosotros. N uestra Señora de los, las y les Supervivientes del M achism o, ruega por nosotros. N uestra Señora de los, las y les Supervivientes del B inarism o Sexual N orm ativo, ruega por nosotros. N uestra Señora de los, las y les Supervivientes de la N orm alización de G énero, ruega por nosotros. N uestra Señora de los, las y les Supervivientes de la M u tilació n G enital, ruega por nosotros. 490

Nuestra Señora de los, las y les Supervivientes del Incesto, ruega por nosotros. Nuestra Señora de los, las y les Supervivientes del Abuso Sexual, ruega por nosotros. Nuestra Señora de los, las y les Supervivientes del Bullying, ruega por nosotros. Nuestra Señora de las Supervivientes del Feminicidio, ruega por nosotros. Nuestra Señora de los, las y les Supervivientes del Intersexualicidio, ruega por nosotros. Nuestra Señora de los, las y les Supervivientes del Transcidio, ruega por nosotros. Nuestra Señora de los Supervivientes del Racismo Institucional, ruega por nosotros. Nuestra Señora de las Putas, ruega por nosotros. Nuestra Señora de les Trans, ruega por nosotros. Nuestra Señora de los Maricas, ruega por nosotros. Nuestra Señora de las Lesbianas, ruega por nosotros. Nuestra Señora de las Marimachos, ruega por nosotros. Nuestra Señora de las Personas No Binarias, ruega por nosotros. Nuestra Señora de la Autodeterminación Sexual, ruega por nosotros. Nuestra Señora de los Pansexuales, ruega por nosotros. Nuestra Señora de los Asexuales, ruega por nosotros. Nuestra Señora del Poliamor, ruega por nosotros. Nuestra Señora de las Madres Solteras, ruega por nosotros. Nuestra Señora de las Madres Trans, ruega por nosotros. Nuestra Señora de los Padres Trans, ruega por nosotros. Nuestra Señora de los Mapas, ruega por nosotros. Nuestra Señora de las Mujeres Estériles, ruega por nosotros. Nuestra Señora de los Anticonceptivos, ruega por nosotros. Nuestra Señora del Posporno, ruega por nosotros. 49 1

Nuestra Señora de los Drag Kings, ruega por nosotros. Nuestra Señora de las Drag Queens, ruega por nosotros. Nuestra Señora del BDSM, ruega por nosotros. Nuestra Señora del Condón, ruega por nosotros. Nuestra Señora del Consentimiento, ruega por nosotros. Nuestra Señora de la Liberación Farmacológica, ruega por nosotros. Tú que has sido testigo de tanta violencia y que nunca, absolutamente nunca, has dicho nada, habla, joer, que ya es hora.

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The narrator is out o fjo in t

Y así pasó, a veces lento, a veces rápido, fuera del tiempo de minutos idénticos, a veces en silencio y a veces en el bulli­ cio, un año de más de seiscientos días desde que vieron por primera vez a los wuhamitas cogiendo el metro con botellas de plástico cortadas por la mitad y puestas sobre la cabeza como si fueran escafandras. Un año desde que la idea de ce­ rrar una ciudad les empezó a parecer normal. Un año desde que un radio de un kilómetro les empezó a resultar un espa­ cio digno y suficiente para vivir. Un año desde que había caí­ do enfermo. Un año desde que perdió la visión de un ojo. Recuperó la visión, pero la certeza de que aquello podría pa­ sarle de nuevo no me había abandonado desde entones. Un año de dolores articulares y migrañas. Un año entero cansa­ do. El cansancio convertido en la materia misma del tiempo. Un año aprendiendo a vivir con un extraño que era elle misme. Un año sin piel. Ya hacía un año desde que escribió y después tiró una carta de amor a la basura. Un año sin enten­ der absolutamente nada de lo que pasa. Un año sin viajar. Un año sin Venecia, sin Hong Kong, sin Nueva York, sin San Francisco, sin Toronto, sin México DF, sin Río de Janeiro, 493

sin La Paz. Un año en el que por prim era vez en su vida tuvo miedo de morir. Un año con la m aleta cerrada y el ordenador perpetuamente abierto. Un año en el que por prim era vez en su vida deseó morir. Un año con los pies helados y la cabeza ardiendo. Un año esperando a que vacunaran a sus padres para poder abrazarlos. Un año de transfobia. U n año de insu­ rrección de género y sexual. U n año de violencia racista. Un año de insurrección antirracista. U n año desde que supieron que querían levantarse y largarse de casi todas las instituciones en las que hasta entonces habían estado sentados. M ientras tanto, y por si acaso, un año de prohibición de manifestarse. Un año enviando mensajes desde el encierro para decir que los curas abusan sexualmente de su poder, que los padres abusan sexualmente de su poder, que los jefes abusan sexualmente de su poder, que los entrenadores deportivos abusan de su po­ der, que los artistas de renombre abusan sexualm ente de su poder, que los políticos abusan sexualmente de su poder. Un año en el que las palabras violación, pedocriminalidad e inces­ to se convirtieron en significantes públicos. U n año sin piel. U n año desde que entendieron que un respirador eléctri­ co era igual a una vida. U n año enchufades: al ordenador, a la televisión, a la radio. Al ventilador eléctrico. U n año electrificades. U n año digitalizades. U n año m utando. U n año sin piel. Un año en el que bailaron, como la bolsa, al ritm o de Gilead Sciences, A ltim m une, Am gen, C ytoD yn, G laxoSm ithKline, Sinopharm , BioN Tech-Pfizer, O xford-AstraZeneca, Bharat Biotech International, H eat Biologics, Inovio Pharmaceuticals, Johnson & Johnson, Novavax, Regeneron Pharm aceuticals, Sanofi, Roche, T aked a P harm aceutical Com pany, V axart y V ir Biotechnology. U n año de taylorism o sanitario y especulación de las industrias de la salud. U n año en el que dejaron definitivam ente atrás el fordismo para en­ trar en el farm acopornocapitalism o. U n año esperando la va­ cuna. U n año esperando la segunda dosis. U n año p regué' 494

tándose si hará falta una tercera, una cuarta, una quinta... Un año de absurdas discusiones entre los antivacunas y los provacunas. Un año biotecnológico y marciano. Un año en el que unos no salieron de casa y otros viajaron a la Estación Espacial Internacional, situada en órbita a cuatrocientos ki­ lómetros de altitud sobre la Tierra. Un año soportando el autoritarismo político-sanitario de Xi Jinping, de Putin, de Bolsonaro, de M ario Draghi, de M acron... Un año de pro­ mesas y de amenazas. Un año de astronavegación y conspiranoia, de colapsología y astrología. Un año sin piel. Un año en el que no tuvo que preocuparse por ser feo porque siempre podía ocultarse detrás de una máscara. Un año sin besar a nadie improvisadamente en una fiesta. Un año sin oler a nadie de cerca. Un año sin acostarse con nadie que no hubiera conocido previamente. Un año sin que na­ die le sonriera por la calle. Un año sin conciertos, sin confe­ rencias, sin exposiciones, sin teatro. Un año sin esperar nada nuevo de los días que pasan. Un año sin piel. Un año sin que le den las doce de la noche en plena calle después de haber cam inado durante horas. Un año conteniendo la res­ piración. Un año en el que la mitad de la población perdió colectivamente la cabeza. Un año de Xanax. Un año de Valium . Un año de Lexomil. Un año de Likozam. U n año de Tranxene. Un año de Veratran. Un año de Victan. U n año de Lysanxia. Un año de Nordaz. Un año de N octamide. U n año de M ogadon. Un año de Stilnox. Un año de Imovane. Un año de N uctalon. Un año de Havlane. Un año de Rivotril. Un año de Buccolam. Un año de A nafranil. U n año de Deroxat. Un año de Prozac. Un año de Zoloft. Un año de Cym balta. Un año en el que los uigures m urieron en masa y no precisamente a causa del virus. Un año en el que se su­ ponía que vendría el mundo de después pero en el que solo había vuelto el capitalism o de siempre. Un año de obsoles­ cencia del futuro. Un breve lapso de tiempo durante el que 495

dejaron de oír a todas horas y por todas partes que la m i­ gración era el problem a fundam ental de Europa. U n año sin piel. Luego las cifras —siem pre las cifras, solo las cifras—de los contagios y las m uertes m ejoraron y poco a poco volvieron la vida de siempre, a la incitación a la superproducción y superconsumo de siem pre, a la destrucción ecológica, al ra­ cismo de siem pre, a la xenofobia de siem pre, al nacionalism o que tanto habían echado en falta durante aquel año. Pero ya no tenían la piel de antes. Ya habían m utado.

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Sex is out o fjo in t Tan pronto como aflojaron las restricciones de desplaza­ miento y me sentí suficientemente fuerte como para em­ prender un viaje, salí de París hacia Córcega. Viajé en tren y barco durante dos días, casi sin equipaje, con la máscara y el dichoso certificado de vacunación. Cuando por fin desem­ barqué en L’íle-Rousse era mediodía; el sol ardía sobre los barcos del puerto y destruía la poesía que reinaba en aquel mismo lugar a primeras horas de la mañana, cuando el cie­ lo estaba tan lim pio y fresco como un mantel recién puesto sobre la mesa del nuevo día. Aunque había venido a aquel lugar durante años ahora todo me parecía distinto. Era la capacidad de mi cuerpo para captar la belleza la que había cambiado. A pesar del entusiasmo que me generan siempre los viajes, una pequeña tristeza, atenuada por el murmullo del mar, se iba apoderando de mi pecho. El sentimiento de estar enfermo, de haber envejecido brutalmente, de haber perdido la vitalidad que caracterizaba la juventud y que hasta ahora me parecía una condición incuestionable. El virus y su gestión política habían hackeado mi sistema nervioso, acti­ vando una relación distinta de las sensaciones externas y de 497

mis reacciones motoras. Llevaba la guerra dentro. Me di cuenta de que con la percepción de la realidad me ocurría lo mismo que con la percepción de mi relación con Alison. No era capaz de ver el presente. Seguía viendo únicam ente la huella que el pasado había im prim ido en mi sistema percep­ tivo. ¿Cómo sería el presente si fuera capaz de verlo? Y verlo significaría inm ediatam ente modificarlo, entrar en relación transformativa con él. H abía alquilado, gracias a unos am igos, una pequeña cabaña de pastor en un campo de olivos a menos de tres­ cientos metros de la playa de G hjunchitu. La caseta, por­ que no podía decirse que fuera realm ente una casa, carecía de cualquier com odidad m oderna, pero perm itía a su habi­ tante sentirse el receptor de una ópera sensorial inigualable. Se trataba de un espacio de no más de doce metros cuadra­ dos construido sobre una roca al que se había conectado la electricidad y bajo el que se había instalado una cocina de gas y agua corriente. En su única habitación había un col­ chón, una m esita de noche y una silla. En la m ism a roca so­ bre la que estaba construida, crecía un viejo y retorcido ene­ bro que oficiaba de porche y protegía la casa del sol y junto a él se había instalado una ducha. Alrededor, el paisaje de ma­ torrales bajos, compuesto de madroños, lentisco, tom illo, ro­ mero, java, lavanda, clem átide, brezo, mirto e hinojo, consti­ tu ía la fragante escuela que yo necesitaba para recuperar poco a poco la m em oria olfativa. Al caer la noche, sentado en el pequeño porche bajo una grandiosa cúpula nunca to­ talmente negra a través de la que se filtraban los últimos ra­ yos de sol del día, tenía la impresión de desaparecer bajo la majestuosidad del universo, con su espectáculo de estrellas, luces y alegorías. Cuanto más caía la noche, más denso e in­ vasivo se hacía el sonido de insectos, pájaros y pequeños ani­ males que vivían en los matorrales circundantes. Todo esta­ ba vivo. 498

Desde el amanecer, me entregaba durante horas a las olas para ahuyentar la fuerza traumática y repetitiva de la memo­ ria del dolor. Avanzaba descalzo desde la casa a través del maqui espinoso hasta el agua buscando el encuentro con el mar para someterme a las sacudidas del agua, al choque de la es­ puma con m i piel, a la atracción de la marea tirando de la arena, desestabilizando mis piernas y arrojándome hacia el presente. Después, m ientras me duchaba fuera de la casa, junto al enebro, con el agua de una reserva, veía el mismo mar que poco antes me había acunado chispoteando como si estuviera salpicado de purpurina, la luz am arilla pixelando las olas en dim inutas estrellas resplandecientes, estallidos eléctri­ cos. La sensación visual era discontinua. Los ojos no podían mirarlo sin cerrarse. La imagen siempre cambiante se rom pía en colores y formas que centelleaban en mi cerebro produ­ ciendo una sensación efervescente y extrañamente feliz. Cuando llovía el paisaje era aún más bello, como si hu­ biera cam biado la modalidad de impresión de la fotografía del mundo del brillo al mate. El sonido de la lluvia resultaba meditativo. Era cómico ver a los bañistas semidesnudos, co­ rriendo con las toallas sobre la cabeza por el camino de m a­ dera que llevaba de la playa a las casas, como hormigas trans­ portando hojas cortadas que se dirigían hacia su guarida. Fue durante esos días cuando empecé a comprender de otro modo todo lo que leía y, al mismo tiempo, a leer exac­ tamente aquello que necesitaba para seguir com prendiendo. Freud, Sándor Ferenczi, Helene Deutsch, M elanie K lein, Nancy Chodorow, Luce Irigaray..., pero sobre todo Deleuze y Guattari. El Anti-Edipo era luminoso, pero sus autores no dejaban de ser dos señores heterosexuales, más o menos casa­ dos con mujeres a las que consideraban seres más o menos extraños que nunca estaban presentes en sus libros -m ás De­ leuze que G uattari-, intentando devenir otras cosas, pero agarrándose a su condición m asculina naturalizada. H abía 499

algo de todo aquello que me parecía, de repente, arqueológi­ co. La perfecta descripción de otro m undo. Las tecnologías heteropatriarcales estaban obsoletas. ¿Podría una nueva tec­ nología del am or ser la respuesta colectiva al capitalism o m undial integrado? Sin otra conexión a internet que la que m i teléfono lo­ graba captar no siempre con éxito, la cabaña de G hjunchitu estaba protegida de la intrusión constante de las videollam a­ das. A llí podía, sin necesidad de excusa, evitar la exigencia de estar constantem ente presente para las teleentrevistas y las telerreuniones. N ecesitaba dejar de ser visto, dejar de m irar. Necesitaba volver a aprender a escuchar, a oler. Poco a poco, cuando llevaba semanas solo en aquella cabaña con el sonido del mar, con los ruidos del bosque de matorrales, empecé a sentirm e verdaderam ente en casa. U n día, casi de m adrugada, cam iné durante más de tres horas a pie desde la cabaña hasta el pueblo más cercano, an­ siando tom ar un verdadero café y ver llegar el pescado fresco al m ercado. U n a vez allí, al conectar m i teléfono m óvil pude ver las fotos de la ciudad de Nueva York inundada, de una m anifestación de m ujeres afganas dispersada a tiros, de los fuegos persistentes en Grecia. Leí el titular «K am ala los lla­ m a para que vuelvan a casa» junto a una caricatura en la que la vicepresidenta estadounidense era representada como una flautista de H am elín a la que siguen miles de soldados como si fueran ratones salidos de los oleoductos de Afganistán. Las tropas del Im perio desertaban de las fronteras del este. El m undo estaba cam biando, pero no era fácil todavía predecir hacia dónde se d irigía el cam bio. Y fue en ese café donde vi por prim era vez a Sygm a: se había rem angado las m angas de la cam iseta y al coger una caja de verduras y ponérsela sobre los hombros, sus brazos tatuados aparecieron al m ism o tiem po gráciles y finam ente musculosos. Se apartó con una m ano el pelo largo y castaño 500

de la cara que vino a caer en cascada sobre la caja de verdu­ ras, haciendo que su figura cobrara una cualidad felliniana. La m iré levantando los ojos de la lectura y, como si respon­ diera a una pregunta que yo no le había hecho, m e dijo, to­ davía con el rostro cubierto por la máscara: «Parla italiano?» No necesité decir más que la palabra no para que ella dijera, como un detective de acentos: «Sei spagnolo! Possiamo parla­ re, tu in spagnolo e io in italiano, e capiremo tutto.» Y añadió: «Come te chiami.» —Paul —dije yo. -S y g m a -d ijo ella. —¿Com o la letra del alfabeto griego? —Sí —respondió ella, cerrando los ojos al m ism o tiem po y avanzando los labios hacia delante como pronunciando u n a silenciosa u. Solo cuando se quitó la máscara entendí, al ver la som ­ bra de la barba sobre su mentón, que era una chica trans. La máscara, me contó, era la bendición de las chicas trans: pue­ des salir de casa sin m aquillaje y sin miedo a que te insulten. Yo le dije que a los trans feos nos pasaba lo m ism o, a lo que ella respondió: «Se tu sei brutto, io sono un uomo.» Q uizás los dos teníam os el mismo sentido del humor. Dos días m ás tar­ de hicim os el am or por prim era vez. Pensé, m ientras Sygm a me pintaba las uñas de los pies, después de haber pasado la m añana follando, que ese era el polvo más honesto y, al m ismo tiem po, más experim ental que había echado en m i vida. Nuestros cuerpos, hechos del astillado, de la descomposición y del collage de trozos de los cuerpos normativos del antiguo régim en sexual, no se pare­ cían en nada a lo que la sexología define como anatom ía bi­ naria. Habíam os aplicado la m etodología del cut-up al sexo. Nos habíamos sampleado m utuam ente, nos habíam os loopeado y reensam blado. Nos habíam os deshecho de B urroughs para unirnos a Génesis P-O rridge. N inguno de les 501

dos habíamos buscado reproducir con le otre, o a través de le otre, la coreografía ni heterosexual, ni lesbiana, ni gay de la sexualidad. No nos im portaban una m ierda esas taxonomías porque ya sabíamos que no podíamos acceder a ninguna de ellas. Nos habíam os distanciado de esas estéticas que ahora nos resultaban tan extrañas y kitsch como un abrigo de as­ tracán. Follar sam pleando es un proceso experim ental por­ que los resultados potenciales no están dados de antem ano: nos habíam os alejado de las prácticas y los placeres consen­ súales y habíam os producido nuevos afectos aleatorios, li­ berados de las lim itacio nes patriarcales. Les dos co in cid ía­ mos en que después de haber iniciado nuestros procesos de transición, no solo habíam os cam biado de género, sino que habíam os m odificado radicalm ente nuestras posiciones se­ xuales. A un que el discurso de la psicología y la psiquiatría preconizaban que un a transición de género co nducía a la producción de un a identidad heterosexual estable, les dos sa­ bíam os por experiencia propia que esa supuesta heterosexualid ad era solo u n a ilusió n norm ativa. Al convertirnos en trans, habíam os dejado de ser hom osexuales, sin habernos vuelto, por el contrario, heterosexuales. U na transición de género no era un paso de la fem inidad a la m asculinidad (o viceversa) en un eje estable, sino un desplazam iento del eje. Algo así, dijo Sygm a, como lo que los físicos cuánticos espe­ culan que debe ser el paso a través de un agujero negro: la salida a otro espacio-tiem po. Los físicos llam an «horizonte de sucesos» al borde de un agujero negro. U n a transición es un poco eso, tocar el borde político y sensorial del «horizon­ te del sistem a sexo-género». Ser trans no co n stitu ía para ella una identidad. No le interesaba eso que los m edios de co­ m un icación em pezaban a objetivar com o «transidentidad». No le interesaba la detección tem prana de la transidentidad, n i su tratam iento optim izado en vías de u n a norm alización más eficaz. M e sorprendió la facilidad con la que Sygm a uti­ 502

lizaba la gram ática queer y trans, como si hubiera crecido le­ yendo a Judith Butler y Gayle Rubín. En realidad, lo había he­ cho. Sygm a h ab ía nacido en las afueras de R om a h acía treinta y dos años y había estudiado periodismo, física e infor­ mática antes de empezar, hacía tres años, una transición de gé­ nero. El desplazam iento del eje hombre-mujer/heterosexualhomosexual suponía la invención de otro deseo, de otra for­ m a de follar. La revolución sexual, de género y antirracista en la que estábamos inmerses no im plicaba únicam ente la crítica de los lenguajes petrosexorraciales. Estábamos inven­ tando una nueva corporalidad, y con ella, nuevos lenguajes para nom brar otro modo de amar. La activista y escritora Bini Adam czak habla, por ejemplo, de «circlusión» para con­ ferir agencia a la actividad opuesta a la penetración: succio­ nar, encerrar un órgano (pene, dedo, lengua, pezón, dildo, pie, etc.) en una membrana anal, vaginal u o ral.1 Ya no se trataba de saber quién penetra y quién eyacula, sino de circludir y dejarse circludir. Yo circludo, tú circludes, él circlude, ella circlude, elle circlude..., elles circluden. Nosotres circludim os. Tum bado con mi cabeza entre sus pechos, sentí oscilar en m i m emoria todas las formas que mi cuerpo había tom a­ do durante m i vida, femeninas, masculinas y otras... M e dije a m í mismo que todo aquello no había sido n i bueno ni m alo, sino que había sido más bien insuficiente. N uestros cuerpos desnudos juntos, al mismo tiempo fallidos y glorio­ sos, forman el museo de los supervivientes del régim en heteropatriarcal de la m odernidad. Sigm a había llam ado a esa 1. Bini Adam czak, «C om e on. Diskussion über ein neues W o rt, das sich aufdrángt und unser Sprechen über Sex revolutionieren w ird», Analyse&Kritik, n.° 6 1 4 (15 de marzo de 2 0 1 6 ) . www.archiv.akweb.de/ ak_s/ak614/04. htm

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forma de follar expandida y desidentificada «pasar el test de Turing»: un polvo sin hombres y sin m ujeres, sin órganos que se erigen en posición de dom inación penetrante, orgásmica o reproductiva, una cooperación de cuerpos en circlusión donde la potentia gaudendi fluye sin objetivo productivo ni reproductivo. Ya no éramos ni activos, ni pasivos, ni geni­ tales, ni orales, ni penetrantes, ni penetrados. N i todo lo contrario. Ni lo opuesto, ni lo complementario.

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6. Mutación intencional y rebelión somatopolítica

No es fácil decir cómo empezó, no sabríamos si situar el comienzo de la revolución que viene en el primer hashtag de Me Too, o cuando un centenar de trabajadoras sexuales ocu­ paron la iglesia de Saint-Nizier, en Lyon, en 1975 o cuando la feminista negra Sojourner Truth se levantó en la conven­ ción de mujeres blancas de Alerón en 1851 y gritó un con­ tundente «¿Acaso yo no soy una mujer?», defendiendo por primera vez en la historia la libertad y el derecho al voto de las mujeres racializadas. Podría haber sido un poco antes, o un poco después. Depende de si se mira únicamente desde la perspectiva individual o cósmica, nacional o planetaria, y de si uno se sentía o no parte de una historia de resistencia que le había precedido y le continuaba. No resulta fácil decir exactamente cómo comienza un proceso de emancipación colectivo. Pero es posible sentir la vibración que produce en los cuerpos que son atravesados por él. Tampoco era posible resumirlo en una sola narración. Lo propio de los movi­ mientos ecologistas, transfeministas y antirracistas es la m ul­ tiplicación de voces, la diversidad de estrategias, la heteroglosia, la pluralidad de lenguajes. Y con toda esa energía de resistencia y de lucha acumu­ lada, en Europa, en medio del más viejo y rancio imperio 507

petroscxorracial, y quizás en muchos otros lugares del mun­ do, estábamos, apenas cuarenta días antes de la llegada del virus, a punto de empezar un nuevo ciclo revolucionario transfeminista descolonial. Hace tan solo un par de decadas, los gurús de la izquierda radical de T iq qu n pronosticaron que «la jovencita» iba a ser la figura central de la domestica­ ción consumista del capitalismo neoliberal: al mismo tiempo la ciudadana modelo y el cuerpo que m ejor encarnaba la nueva fisionomía del capitalismo neoliberal.1 T iq qu n incluía entre «las chavalas» (sin pensar caer por ello, ¿cómo iba a ser eso posible?, en formas de homofobia y racismo) al marica consumista y al chico racializado y proletario de los subur­ bios. Im aginaban a «la joven» como el producto de una co­ rrelación entre alto índice de opresión y m áxim a form a de sum isión com placiente que producía inevitablem ente una m ínim a conciencia política. Nuestros amigos de T iqqun no vieron venir que serían ellas, elles, las chicas, los m aricas, los y las trans y las chavalas racializadas de la periferia, las que habrían de liderar la próxima revolución. U n día, sin que ni los gurús de la izquierda ni los padres ni los patrones se lo esperaran, las niñas violadas empezaron a sacar a los violadores del arm ario del abuso sexual. A llí dentro estaban por igual arzobispos y padres de fam ilia, pro­ fesores y jefes de empresa, médicos y entrenadores, directo­ res de cine y fotógrafos. Al mismo tiem po, los cuerpos que habían sido objeto de violencia racial, de género y sexual se levantaban por todas partes: los m ovim ientos trans, lesbianos, intersexuales, antirracistas, de defensa de los derechos de las personas con diversidad cognitiva o funcional, de tra­ bajadoras racializadas precarias, de trabajadoras sexuales, de Primeros materiales para una teoría d e la jovencita: seguido d e hombres máquina d e empleo, trad. D iego L. San rom án , Edicio­ 1. Véase T iqqun,

nes Acuarela y A n to n io M achado, M adrid, 2 0 1 2 .

niñes adoptades... El movimiento que estaba surgiendo esta­ ba tomando la forma de una huelga general de minorías sub­ yugadas: una huelga biopolítica total. La subcom andanta King Kong, denunciando la com plicidad de las reformas neoliberales de M acron con las políticas de opresión de gé­ nero, sexuales y raciales de las instituciones estatales, había nombrado la estrategia de deserción: «A partir de ahora nos levantamos y nos vamos.» Y nos habíamos levantado y habíamos ido por m illares a la m archa del «chocho de marzo». Habíamos tomado las ca­ lles y las noches y París se habían vuelto un aquelarre de tecnobrujas empoderadas, perseguidas por la policía. N unca una marcha había sido tan bella: las abuelas y las nietas, las m ari­ cas y las heteras disidentes, las lesbianas y las trans, las afroeuropeas y los pálidos, las sillas de ruedas y las manos que ha­ blan, las butchs y los trans, las migrantes y las proletarias. Ya no se trataba únicam ente de saber si podíamos ir o no ir a ver las peliculitas de Polanski, estábamos hablando de hacer la revolución. Sí, aunque fuera de los movimientos nadie se hubiera enterado, habíamos estado a punto de asistir a un levanta­ m iento transfeminista descolonial, habíamos reunido los co­ mandos y, como dicen los zapatistas, habíamos «administrado nuestra cólera». Pero eso fue antes del covid, antes de que fué­ ramos forzados a encerrarnos en nuestras casas, de que nues­ tros cuerpos fueran objetivados como organismos suscepti­ bles de transmisión y de contagio, de que nuestras estrategias de lucha fueran descolectivizadas, y nuestras voces, fragm en­ tadas. Si el capitalism o petrosexorracial m undial hubiera podi­ do organizar una estrategia transversal, de H ong Kong a Barcelona pasando por V arsovia, para disolver los m ovi­ mientos disidentes no habría encontrado una fórm ula m ejor que la que impone el virus, con el confinam iento, los gestos 509

barrera y la nueva trazabilidad digital de los teleciudadanos. La doctrina del shock anunciada por N aom i Klein, con sus etapas de instrum entalizacion de la catástrofe «natural», de decreto de un estado de excepción, de transform ación de la crisis en modo de gobierno, de rescate a los bancos y las multinacionales (ahora a las farm acéuticas)... se desplegó en­ tonces poco a poco frente a nosotros. Sus hipótesis eran cier­ tas, pero afirmarlas sin hacer notar la posibilidad de una re­ sistencia estratégica, sin tener en cuenta el im pacto que la crisis del covid-19 podía suponer sobre la conciencia indivi­ dual y colectiva, im plicaba tam bién naturalizar la opresión, darla por hecha, firm ar al capitalism o neoliberal un cheque en blanco para el apocalipsis. ¿Qué podemos aprender de la gestión neoliberal del covid cuando lo exam inam os desde una perspectiva transfemi­ nista descolonial? Es precisamente en momentos como estos cuando es necesario, por decirlo con la fem inista Fran^oise Vergés, activar el pensamiento utópico, como energía anta­ gonista y como fuerza de levantamiento, como sueño em an­ cipador y gesto de ruptura. La gestión de la crisis del co­ vid-19 generó no solo un estado de excepción político o una regulación higiénica del cuerpo social, sino tam bién lo que podríamos llam ar, siguiendo a Félix G uattari y Suely Rolnik, un estado de excepción m icropolítico, una crisis de la in­ fraestructura de la conciencia, de la percepción, del sentido y de la significación del m undo.

M etafísicas caníbales en el capitalism o farmacopornográfico Todas las culturas, en diferentes momentos de la historia, han inventado procesos de cuarentena, de ayuno, de ruptura de los ritmos alim enticios, sexuales y productivos de la vida, que funcionan como técnicas de m odificación de la subjeti510

viciad activando un proceso de sacudida de la percepción y del sentido que en últim o térm ino genera una «m etam orfo­ sis», un devenir-otro. A lgunos lenguajes del cham anism o am erindio denom inan a este proceso «parar el m undo». Y esto es literalm ente lo que sucedió durante la crisis del covid-19. El mundo capitalista global se detuvo. El sociólogo alemán H artm ut Rosa, que ha analizado la relación estructural entre aceleración y capitalism o, ha califi­ cado la crisis del covid-19 como la experiencia colectiva más im portante del últim o siglo, puesto que m uestra que pode­ mos, a través de un conjunto de decisiones políticas coordi­ nadas, frenar la aceleración capitalista.1 Y esta brusca desace­ leración no tiene solo un im pacto económ ico: produce tam bién otras formas de subjetivación. Si observamos, de la mano del antropólogo brasileño Eduardo Viveiros de Castro, los diferentes rituales cham ánicos de distintas sociedades amerindias para «parar el m undo», podríamos decir que la m ayoría de ellos contienen al menos tres etapas: en la prim era de ellas, el sujeto se confronta con su condición finita y m ortal; en la segunda, ve su posición dentro de la cadena trófica y percibe los vínculos energéticos que unen a todo lo vivo, y de los que él mismo forma parte; y en la tercera y últim a, antes de la metamorfosis, m odifica ra­ dicalmente su deseo, lo que en último término le perm itirá devenir-otro.2 No se trata de comparar el desajuste (lo que el lenguaje psiquiátrico podría llam ar la disforia) que introdujo 1. h ttp s:/ / w w w .lib eratio n .fr/ d eb ats/ 2020/ 0 4/ 2 2 / h a rtm u t-ro s a n o u s-n e-vivo n s-p as-l-u to p ie-d e-la-d eceleratio n _ l 7 8 6 0 7 9 / V éase tam ­ bién H artm ut Rosa, Alienación y aceleración: hacia una teoría crítica d e la tem poralidad en la m odernidad tardía, trad. de Estefanía D ávila y M aya Aguiluz Ibargüen, Katz Editores, M adrid y Buenos Aires, 2 0 1 6 . 2. Véase Eduardo Viveiros de C astro, Las metafísicas caníbales. Lí­ neas d e antropología postestructural, trad. de Stella M artragelo, K atz Edi­ tores, M adrid, 2 0 1 0 .

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la gestión m undial de la crisis del covid con una experiencia religiosa, puesto que no dependía de nin gún saber teológico o transcendente. Bien al contrario, es posible entender los cam ­ bios sociales y políticos que la gestión de la p an d em ia ha ge­ nerado como una suerte de gigantesco ritu al tecnocham ánico para «parar el m undo», capaz de in tro d u cir m odificaciones significativas en nuestras tecnologías de la conciencia. Las tres etapas de los cham anism os tupí podrían haber funcionado a escala global como antesala de una m etam orfosis p o lítica de la conciencia para un cam bio de paradigm a planetario.

P rim era etapa: la fin itu d del sujeto petrosexorracial C o m o la fem inista boliviana M aría G alindo h a señala­ do, lo q ue hace específica esta pandem ia no es su alto grado de m o rtalid ad , sino que am enaza a los cuerpos soberanos del norte cap italista globalizado: los hombres blancos europeos y norteam ericanos de m ás de cincuenta año s.1 C u an d o el sida sacudió el m un do en los ochenta, ningún político m ovió un dedo in stitu cio n al porque consideraron que los que se esta­ ban m uriendo (hom osexuales, toxicóm anos, personas racializadas, trabajadoras sexuales, personas trans...) estaban m ejor m uertos q ue vivos. N o se aplicaron entonces m ed id as de prevención ni de cura, sino estrictam ente de estigm atización, exclusión y m uerte. Lo m ism o ocurre ho y cuando el ébola, la tuberculosis, el den gue o el sida extienden la m uerte en los países del sur global con sistem as de salud inexistentes o fragilizados por las políticas neocoloniales del extractivism o, de la deuda y de la austeridad. D urante los m om entos álgidos de la pandem ia, por p rim era vez desde q ue se descubrió la 1. M aría G a lin d o , «D esobediencia, p o r tu cu lp a v o y a sobrevivir». https://lavoragine.net/desobediencia-por-tu-culpa-voy-a-sobrevivir/

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penicilina, las sociedades opulentas del norte y de los anti­ guos imperios coloniales europeos se vieron confrontadas con la muerte de forma generalizada. A pesar de capturar el 90 % de la riqueza m undial, el cuerpo soberano del capitalis­ mo petrosexorracial del norte también se había convertido en vulnerable y mortal. Frente al virus, ni los activos finan­ cieros ni sus reservas de capital podían salvarle. La crisis del covid representó una crisis de la soberanía de ese cuerpo masculino, blanco y heterosexual en el capitalismo petrose­ xorracial. Esa crisis se extendía también a todos aquellos que desde otras posiciones corporales o de identificación com ­ partimos de un modo u otro los privilegios soberanos del norte. Las filas de cadáveres en sacos de plástico y las fosas comunes de la isla de Hart en el estado de Nueva York, las incineraciones sin posibilidad de ritual funerario ni de duelo, colocaron brutalmente al cuerpo soberano de las sociedades capitalistas y petrosexorraciales del norte en la situación en la que han estado y siguen estado los cuerpos de los refugiados, migrantes, de las clases pauperizadas, feminizadas y racializadas del sur colonizado y global. Esa es la primera enseñanza: solo será posible transversalizar la lucha, cuando hayam os transversalizado tam bién las experiencias de desposesión, opresión y muerte que el capitalismo petrosexorracial genera.

Segunda etapa: Ver la cadena trófica En los rituales de «metamorfosis» cham ánica, a través del uso de plantas psicotrópicas y de otras técnicas del cuer­ po (ayunos, danzas, escarificación, tatuajes, modificaciones de la apariencia corporal, repeticiones del lenguaje), el inicia­ do, para poder cambiar, tiene primero que tomar conciencia de su posición dentro de la cadena de producción, reproduc­ ción y consumo de energía de la vida. Eso es lo que los an513

tropólogos han denom inado «ver la cadena trófica». El in i­ ciado entiende, por ejem plo, que extrae vida y energía de los vegetales o anim ales (o hum anos, en el caso de las culturas antropófagas) que m ata para com er o para otros fines. En al­ gunas sociedades tupí, la tom a de conciencia pasa por enten­ der la diferencia entre «m atar para com er» y «m atar para acum ular poder». Para cam biar, es preciso que la pulsión de acum ulación de poder que se ha apoderado del deseo del su­ jeto sea percibida poco a poco como un pulsión de acu m u la­ ción de m uerte, como un veneno cuya reserva am enaza el equilibrio de la vida. La crisis del covid, con la am plificación de las form as de opresión y con la puesta en evidencia de las d isfu n cio n alid a­ des in stitu cio n ales de las dem ocracias neoliberales, dejó al descubierto la cadena trófica del capitalism o petrosexorracial. La trayectoria de expansión del virus y los efectos expo­ nenciales que este ha tenido sobre la econom ía m u n d ial nos ha perm itido «ver» la conexión entre deforestación y conta­ m in ació n vírica, entre la industria agroalim entaria y la in ­ dustria farm acéutica, entre la explotación y la desposesión de la m asa de trabajadores pobres del sur global y la explotación de los cuerpos racializados en el norte, entre las políticas de transporte y las econom ías del petróleo, entre teletrabajo y pornografía d igital. W u h an es uno de los talleres centrales de la in dustria del autom óvil global; C h in a, In d ia y P akistán son el taller textil del m undo, y el sur del continente am eri­ cano y A frica continúan siendo el p rin cipal centro de extrac­ ción de los m etales raros y de las m aterias prim as necesarias para la fabricación de la más alta tecnología m un d ial. D esde la expansión im perial de E uropa hasta nuestros días, decía Eduardo G aleano, «todo se ha trasm utado siem ­ pre en capital europeo, y más tarde, norteam ericano... T odo, la tierra, sus frutos y sus profundidades ricas en m inerales, los hom bres y su capacidad de trabajo y de consum o, los re­ 514

cursos naturales y los recursos hum anos».1 Pero lo específico de la crisis del covid y de la crisis ecológica que ya ha com en­ zado es que el metabolismo colonial y neocolonial se está in­ virtiendo. La cartografía del imperio está cam biando de for­ ma. H asta ahora, la extracción de los metales preciosos y de las materias prim as se llevaba a cabo en las colonias o en los países del sur global y venía a enriquecer las arcas de Europa o de N orteam érica. La alquim ia colonial y neocolonial hacía que Europa y N orteam érica extrajeran el oro y sacaran el a li­ mento del Sur y de O riente y dejaran allí solo chatarra y ve­ neno. Ahora, los flujos del capitalism o se han saturado: la basura llega a las playas del norte y el virus está en nuestros platos. El veneno colonial está volviendo por las venas del capitalism o hasta el centro del viejo imperio. El covid viajó tan rápido como el capital financiero, tan rápido como antes lo hicieron los agentes comerciales, tan rápido como las m er­ cancías baratas que consumimos a diario, y se hizo cuerpo y capital en los colonos de la vieja Europa, y después en el g i­ gante am ericano. Este cambio del sentido de la circulación de la m uerte nos indica que China ya no es parte de los su­ burbios económicos del mundo, sino el nuevo corazón del capitalism o tecnodigital. La crisis ha dejado también al descubierto el funciona­ m iento antropófago del capitalism o petrosexorracial. La m odernidad colonial ha segmentado los cuerpos vivos en es­ pecies, clases, razas, sexo, sexualidades, discapacidades, na­ cionalidades..., y ha instalado una econom ía-m undo donde algunos son situados en una posición naturalizada de predadores y otros en una de presas. La violencia sexual, racial y de clase m uta con el virus. Las instituciones dem ocráticas destinadas supuestamente a proteger a los más vulnerables 1. Eduardo G aleano, X X I, M éxico, 1 9 7 1 , p. 16 .

Lasvenas abiertas de América Lat

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(niñes, enferm os, personas m ayores, personas con diversidad funcional o psíquica) revelan su co m p licidad con las estruc­ turas del capitalism o petrosexorracial y se com portan como el Estado lo ha hecho siem pre en los contextos totalitarios o coloniales: abandonando, extorsionando, oprim iendo, m in ­ tien d o , ad m in istran d o castigo y m uerte. Las in stitucio n es fragilizadas por la privatización neoliberal m utan y se fagocitan unas a otras: la guerra de la que hablan los gobiernos es la que las instituciones neoliberales han declarado contra sus ciudadan os. Los hospitales se vuelven trincheras; las casas, jau las de v io len c ia dom éstica; las residencias de ancianos, m orgues; los centros deportivos, centros de retención de in ­ digentes; las prisiones, m uros de fusilam iento viral. La crisis d el covid y su capacidad para m ostrarnos la es­ tru ctu ra in trín secam en te conectada de todas las form as de opresión p erm ite d ib u jar los contornos de un nuevo sujeto de la revo lu ció n p lan etaria donde las formas de opresión ra­ ciales, sexuales, de clase o de discapacidad no se oponen en­ tre sí, sin o q ue se entrelazan y am plifican. En los últim o s dos siglos, h a h ab id o cientos de luchas, pero todas ellas han estado fragm en tad as. V istas retrospectivam ente, las políticas de em an cip ació n se caracterizan por haberse estructurado de acuerdo con la ló gica de la id entid ad . Los principales m ovi­ m ien to s de ex p an sió n d el ho rizo nte d em o crático se han co nstitu ido en torno a posiciones binarias que han acabado ren atu ralizan d o los sujetos p o líticos de la lu ch a y creando exclusió n : el fem in ism o p ara las m ujeres heterosexuales y blancas, por no decir hom ófobas, tránsfobas y racistas; las políticas L G B T para los hom osexuales, sobre todo blancos y de clase m ed ia y solo en m enor m ed id a para las lesbianas, las personas trans y bisexuales; las políticas antirracistas para los racializados... y para el resto del lum pen . Por otra parte, has­ ta ahora, las luchas se han estructurado de acuerdo con las tensiones m odernas entre reconocim iento y ju sticia, entre li516

bertad e igualdad, entre naturaleza y cultura. Las políticas de clase se han opuesto a las políticas de género. La liberación feminista se ha instrumentalizado para legitim ar políticas ra­ cistas y antim igración. En un intento por sobrepasar las reductivas oposiciones tradicionales entre m ovimiento obrero y fem inism o, entre descolonización y ecologismo, voces tan distintas como las de Silvia Federici, Fran^oise Vergés y Donna H araw ay nos invitan a im aginar la clase obrera contemporánea como un conjunto extensísimo de cuerpos mineralizados, vegetalizados, anim alizados, feminizados, y racializados que llevan a cabo el trabajo devaluado de la reproducción sexual y social de la tecnovida sobre el planeta T ierra. Esta perspectiva transecofem inista y descolonial im plica tam bién m odificar la representación del sujeto político y de su soberanía. La revo­ lución que viene no es una negociación de cuotas de repre­ sentación o de grados de opresión. La interseccionalidad no puede ser sim plemente una suma de identidades subalternas. La interseccionalidad es un proyecto de em ancipación posidentitario. La revolución que viene sitúa la em ancipación del cuerpo vivo vulnerable en el centro del proceso de produc­ ción y reproducción social y económico. Al haber naturalizado la esfera de la reproducción social y sexual, las filosofías políticas tanto del marxismo como del liberalismo se han centrado en el control de los medios de producción. Solo los lenguajes políticos del fascismo han he­ cho de la violenta captura de los medios de reproducción de la vida (de la definición de la m asculinidad y de la fem ini­ dad, de la fam ilia, de la «pureza de la raza») el centro de su discurso y de su acción política. Nos enfrentamos ahora, de la Rusia de Putin, al Brasil de Bolsonaro, pasando por la Po­ lonia de Andrzej D uda y la T urquía de Erdogan, a la expan­ sión de formas de totalitarism o neonacionalista y tecnopatriarcal. Nos enfrentaremos también, y brutalm ente, con la 517

sumisión farmacológica preventiva, el «tracking» telefónico, a la expansión m undial de formas de tecnototalitarism o y de vigilancia biodigital. Frente a ambos totalitarism os, los productivism os petrosexorraciales tanto neoliberales como socialistas no podran actuar como verdaderas fuerzas antagónicas, porque com par­ ten con ellos el m ism o ideal de productividad y de creci­ miento económico y postulan el mismo cuerpo soberano: un sujeto blanco, binario y heterosexual. Los unos quieren dar marcha atrás. Los otros quieren acelerar. N inguno de ellos quiere cam biar. Esta puede ser la enseñanza más im portante de este ritual tecnocham ánico de haber «parado el m undo». Solo una nueva alianza de las luchas transfem inistas, antico­ loniales y ecologistas será capaz de hacer frente al m ism o tiempo a la privatización de las instituciones, la econom ía de la deuda y la financiarización del valor del neoliberalism o y a los discursos del totalitarism o neonacionalista, tecnopatriarcal y neocolonial. La revolución som atopolítica transversal es la única capaz de un verdadero antagonismo.

Tercera etapa: M utación de la función deseante Esta tercera etapa de los rituales cham ánicos era la que perm itía construirse como otro, activando un proceso de metamorfosis que podía im plicar un cambio de nom bre, un desplazamiento institucional, un exilio, una deriva... La ú lti­ ma enseñanza de la crisis del covid como ritual global tecno­ chamánico era que solo una m odificación radical del deseo podía poner en m archa la transición epistem ológica y social capaz de desplazar el regim en capitalista petrosexorracial. Angela Davis decía que durante los años de la segregación racial en Estados Unidos lo más difícil era ser capaz de im a­ ginar que las cosas podían ser distintas de como eran. El pro518

blema fundamental al que nos enfrentamos es que el régimen capitalista petrosexorracial ha capturado la función deseante y la ha puesto al servicio de la producción de significados trascendentes: Dios, la nación, el nombre del padre, el capi­ tal, el yo, el sujeto, la identidad, el código. Es necesario iniciar un proceso de autonom ización de la función deseante. A finales del siglo XIX, la función deseante (demasiado frecuentemente confundida con la sexualidad) fue arrancada por la psicología y la psiquiatría del dominio de la ley y de la religión, lo que hizo que las variaciones sexuales y de género, pero tam bién las variaciones del carácter, fueran construidas como enfermedades en lugar de como crímenes o como pe­ cados. A hora, los procesos de em ancipación fem in ista, queer, trans, tullidas y antirracistas han empezado a arrancar la sexualidad, el género, la discapacidad y la raza de m anos de la psicología, de la psiquiatría, de la m edicina y de la an ­ tropología petrosexorraciales. De este modo, las variaciones de género, sexuales, corporales y raciales han empezado a ser construidas no ya como crímenes o pecados, ni como enfer­ medades o desviaciones, ni tampoco como diferencias antro­ pológicas o grados de humanización, sino como formas de oposición política a la norma heteropatriarcal, capacitista y supremacista blanca. Pero ese proceso tenía lugar al m ism o tiempo que otra apropiación estaba sucediendo: la función deseante en su conjunto y las modulaciones corporales, de género, sexuales y raciales inventadas por la m odernidad es­ taban siendo absorbidas por el mercado digital. El virus ha generado una nueva taxonom ía m édico-político-digital ge­ neral en la que todos los cuerpos son tratados como poten­ cialm ente enfermos, considerados como receptores universa­ les de vacunas y tratamientos farmacológicos estandarizados, y en el que el encierro y el seguim iento digital de la salud han sido decretados por ley. Dysphoria mundi. 519

Es necesario extraer el aparato som ático (la som ateca, que incluye lo que antes denom inábam os cuerpo y psiques, pero no como hechos naturales sino com o construcciones históricas, junto con sus extensiones culturales y tecnológi­ cas) y la función deseante de la captura tecnom ercantil. Por eso la batalla que estas luchas em ergentes tienen que librar es tan com pleja, porque es necesario luchar al m ism o tiem po contra la religión y contra la ciencia, contra el psicoanálisis y contra la farm acología, contra la narración histórica hegem ónica y contra el negacionism o fascista, contra el m asculinismo y contra el fem inism o naturalista. Es el deseo (y su potencial m etam órfico y revoluciona­ rio) el que ha sido fabricado al servicio de la producción de capital y de la reproducción heterosexual y racial. Y es este deseo el que entró en crisis con el «parón del m undo» que la gestión del virus generó. En los años setenta, M afalda, otra n iñ a rabiosa, popularizó el eslogan «Paren el m undo que me bajo». A hora sabemos que es posible hacerlo. La pregunta es: ¿querem os realm ente bajar?

A brir las píldoras: rebelión en la era farm acopornográfica C ontrariam ente a lo que se podría im aginar, nuestra sa­ lud no vendrá de la im posición de fronteras o de la separa­ ción, no vendrá de la guerra o de la m edicalización, sino de una nueva com prensión de la co m u n id ad , de u n nuevo equilibrio con otros seres vivos del planeta. N ecesitam os un parlam ento de los cuerpos planetario, un parlam ento no de­ finido en térm inos de políticas de id entidad n i de nacionali­ dades, un parlam ento de cuerpos vivos (y, por tanto, no to­ talm en te in m unes) que h ab itan en el p lan eta T ierra. La curación y la recuperación no pueden ser un sim ple gesto in­ m u n o lo gía) negativo de retirada de lo social, de cierre de la 520

com unidad. La curación y el cuidado solo pueden surgir de un proceso de transform ación p o lítica. S egu ir con v id a, m antenernos vivos como planeta, frente al virus, pero tam ­ bién frente a lo que pueda suceder, significa poner en m ar­ cha formas estructurales de cooperación planetaria. C om o el virus m uta, si querem os resistir a la sum isión, nosotros tam ­ bién debemos m utar. Es necesario pasar de una m utación forzada a u n a m u ta­ ción intencional. Debemos reapropiarnos críticam ente de las técnicas necrobiopolíticas y de sus dispositivos farm acopornográficos. En prim er lugar, es im perativo cam biar la rela­ ción de nuestros cuerpos con las m áquinas de b io vigilan cia y biocontrol: estas no son sim plem ente dispositivos de co m u ­ nicación. T enem os que aprender colectivam ente a alterarlos. Pero tam bién es preciso desintoxicarnos: dejar de desear de acuerdo con los im perativos del capitalism o petrosexorracial. Los gobiernos llam an al encierro y al teletrabajo. N osotros sabemos que llam an a la descolectivización y al telecontrol. Las industrias farm acológicas im ponen el consum o gen erali­ zado de vacunas como único modo de hacer frente a la p an ­ dem ia. Pero no tenemos acceso ni a las formas de producción y distribución de las vacunas, ni a la nacionalización de pa­ tentes. U tilicem os el tiem po y la fuerza del encierro para es­ tudiar las tradiciones de lucha y resistencia m inoritarias que nos han ayudado a sobrevivir hasta ahora. Demos la vuelta a los móviles, preprogramemos internet. Hagamos el gran blackout frente a los satélites que nos vigilan e im aginem os juntos la revolución que viene. W uhan está en todas panes. Lejos de producir distopías paranoicas de desem poderam iento o control total, la dim ensión necrobiopolítica de las pandem ias debería ayudarnos a entender que, precisam ente porque se trata de entidades social y políticam ente co nstrui­ das, podemos actuar sobre ellas. Las luchas que aparecieron durante la crisis del sida nos proporcionan un m odelo in te­ 521

resante de agenciam iento crítico. Los prim eros años de expe­ rim entación y tratam iento farmacológico del V IH fueron un laboratorio extraordinario de invención de nuevas estrategias de lucha y resistencia política. A partir de m ediados de los años ochenta, distintos colectivos como A ct U p, Aides, Gran Fury, Fierce Pussy, Lesbian Avenger o T he Sisters o f Perpe­ tual Indulgence desafiaron la gestión gubernam ental y co­ menzaron a intervenir activam ente sobre los discursos y las prácticas m édicas y m ediáticas acerca de la pandem ia. Q ui­ zás uno de los ejem plos más claros de lucha perform ativa sea el cam bio de térm inos de la ecuación SID A = M U E R T E , que parecía determ inar toda la com unicación acerca de la pande­ m ia en la década de los ochenta, a SILE N CIO = M U E R T E , SA ­ BER = P O D E R , subrayando de este modo que es la falta de inform ación y de un contradiscurso antagónico al de las ins­ tituciones gubernam entales, médicas y farm acológicas lo que acaba m atando, m ientras que el conocim iento produce empoderam iento y am plía las posibilidades de vivir. Pero el co­ nocim iento no es solo teórico. El conocim iento es u n a prác­ tica colectiva. A ct U p y los distintos colectivos de lucha contra el sida fueron pioneros en inventar lo que hoy se denom ina la «par­ ticipación de los consum idores» (consumer participation) y la im plicación de las com unidades de afectados (community involvement) frente a la industria farm acéutica, pero tam bién frente a la gestión estatal de la pandem ia. La politización de los enferm os que participaron en los ensayos del A Z T - la prim era m olécula destinada a tratar el V IH que se com ercia­ lizó en Estados U n id o s- condujo a inventar un conjunto de acciones de g u errilla sem iótico-farm acológicas que fueron denom inadas «activism o del tratam iento» (action treatment) y que podrían guiarnos en la acción contem poránea no solo frente a la gestión gubernam ental y farm acológica de la pan­ dem ia de covid, sino tam bién frente a la expansión del capi522

talismo cibernético. El denominador común de estos distin­ tos grupos y estrategias es que todos ellos rompieron con los modelos caritativos, de autoayuda y médicos que habían do­ minado hasta entonces los movimientos sociales de enfermos. Aquí las estrategias de acción provienen de los colectivos de lucha contra la guerra de Vietnam, de los movimientos anti­ sistema, feministas, de liberación sexual, pero también de la antipsiquiatría y de los procesos de politización de personas con diversidad funcional en el Movimiento de V ida Inde­ pendiente. Uno de estos precedentes fue la asociación de en­ fermos psiquiátricos SPK (Colectivo de Pacientes Socialis­ tas), fundada por Wolfgang Huber en torno a los pacientes de la Policlínica de la Universidad de Heidelberg, en Alem a­ nia: se trataba, decían, de tomar conciencia de que los «en­ fermos» eran una clase política dentro del capitalismo indus­ trial y denunciar el sistema de encierro psiquiátrico y la complicidad de la industria farmacológica con los estándares de producción y normalidad de la sociedad neoliberal.1 Ya no podemos aprender nada de los sanos. Solo los en­ fermos y los supervivientes, solo aquellos que han superado una adicción o que viven con el virus pueden enseñarnos algo. El AZT (azitromicina) era un medicamento desarrolla­ do en la década de los sesenta por un investigador estadouni­ dense como tratamiento del cáncer. Se trataba de un com­ puesto molecular que tenía como objetivo introducirse en el ADN de las células cancerosas para interferir en su replicación y parar el proceso de proliferación de células tumorales, pero que se había mostrado no solo ineficaz sino potencial­ mente dañino. A pesar de esas evidencias, dos décadas des1. El SPK fue acusado de fabricar explosivos y de utilizar los círcu­ los de la asociación como cobertura de las actividades terroristas de la Baader-Meinhof. Varios de sus miembros fueron detenidos y el colectivo fue disuelto.

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pues, la empresa farm acéutica Burroughs W ellcom e no dudó en iniciar una prueba masiva con una versión del A Z I origi­ nal llam ada «compuesto S», en un intento de poder comer­ cializarlo como tratam iento posible para el V IH . El proble­ ma para poner el supuesto m édicam ente en el m ercado era cómo sobrepasar los estrictos procesos de evaluación de la Administración de Alim entos y M edicam entos (FDA) nor­ team ericana, que podían durar más de diez años. Pero en 1985, ante el anuncio de Burroughs W ellcom e de que había una posible esperanza para los millones de enfermos de sida que en ese momento estaban condenados a una m uerte casi segura, la FDA aceleró los procesos de prueba y aceptó que el A ZT fuera sum inistrado en fase de prueba a un grupo se­ lecto de pacientes. Los protocolos farmacéuticos clásicos de ensayos contro­ lados aleatorios (ECA) exigían crear un grupo de control con placebo en doble ciego: es decir, un grupo, sin saberlo, reci­ biría pastillas de A ZT, mientras que otro, sin saberlo tam po­ co, tom aría pastillas placebo a base de azúcar durante seis meses —si es que con suerte lograban sobrevivir todo ese tiem po—. Los participantes en los ensayos clínicos llevaron a cabo dos procesos casi simultáneos de crítica de los procedi­ mientos científico-técnicos y de su com plicidad con el m er­ cado. En prim er lugar, pusieron en cuestión la dim ensión ética del uso de placebos en un contexto donde los enfermos estaban condenados a m uerte. Frente a la supuesta «m orali­ dad» de los ensayos de doble ciego, los enfermos se apropia­ ron del proceso de investigación y decidieron las píldo­ ras que les habían sido recetadas en las diversas pruebas para verificar por sí mismos si se trataba del placebo o de la m olé­ cula activa. Aquellos que encontraban píldoras con m olécu­ las activas reducían sus dosis a la m itad para poder com par­ tirlas con los que habían recibido el placebo. Estos colectivos iniciaron un giro perform ativo y epistem ológico sin prece­ 524

dentes: críticos de los ensayos clínicos, los activistas reclam a­ ron el deber ético de dar acceso al AZT, poniendo de m ani­ fiesto otro modo de producir conocimiento científico y de representar y construir el cuerpo seropositivo en com unidad. Al mismo tiem po, las prácticas artísticas y literarias se con­ virtieron en espacios en los que articular la prevención, el sa­ ber experto, las prácticas seguras y de riesgo, el duelo o el placer.1 Inventaron así nuevas líneas de acción que serán re­ activadas más tarde por los m ovim ientos intersexuales, de personas con diversidad funcional, trans y no binarios. Y que hoy podríamos utilizar colectivamente frente a la gestión farm acopornográfica del covid. Tras la aprobación del AZT en 1987, surgió una segun­ da vía para el antagonismo: activistas y funcionarios de salud pública plantearon su preocupación por el coste tanto estatal como individual del medicamento. Con un precio de entre ocho m il y diez m il dólares al año, el AZT se convertía en el m edicam ento más caro de toda la historia de la farm acolo­ gía. Act U p acusó públicamente a Burroughs W ellcom e de explotar a una población de pacientes ya vulnerable y de ha­ cer negocio con la muerte. En enero de 1989, los activistas de Act U p solicitaron un encuentro con los dirigentes de Burroughs W ellcom e y al no obtener respuesta ocuparon pa­ cíficam ente las oficinas centrales de la com pañía, en C aroli­ na del Norte, de donde fueron desalojados por la policía. El 14 de septiembre de 1989, los y las activistas entraron vestidos de «hombres de negocios» en la Bolsa de N ueva York para

1. Sobre la relación entre arte y activism o en to rn o al sida, véase Élisabeth Lebovici, Ceque le sida m 'a siécle, Jrp , París, 2 0 1 7 ; y el proyecto Anarchivo sida, Equipo re (A im ar A rrióla, N ancy G arín y Linda V aldés): http://www.anarchivosida.org/ index_es.php; y Attention Fragile, catálogo de exposición, M A C V A L , V al-de-M arne, 2 0 1 8 .

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protestar por la vertiginosa subida en bolsa de las acciones de Burroughs W ellcom e gracias a la com ercialización del AZT y lanzaron una cam paña nacional para boicotear otros pro­ ductos de la com pañía, como los populares antigripales Sudafed y Actifed. Se abrió así una batalla por el acceso a los fármacos, que continúa hasta hoy, con la liberación de las patentes («Medication fo r a ll nations», «Medication without borders»)x y la fabricación de m oléculas activas en Africa, C hina o India. Los activistas del régim en farm acopornográfico ya no son héroes de guerra, no son cuerpos privilegiados nacidos libres, no son cuerpos viriles e invulnerables que luchan con­ tra un enem igo representado en términos de identidad, sino grupos de enfermos inform ados, cuerpos m ortales y vulnera­ bles, disfóricos de todo, adictos a todo, conectados a las pró­ tesis com unicativas que los subjetivan y los oprim en; no son cuerpos inm unes y cerrados, son anos, bocas, vaginas, pie­ les... Están abiertos y atravesados por distintas líneas de opresión que no pueden ser reducidas únicam ente a una identidad, que colectivizan su conocimiento, y deciden desin­ dividualizarse, desidentificarse y escapar de su rol de cobayas anónim as para tom ar decisiones que les vin culan a otros co­ lectivam en te. Esa es la prim era enseñanza de la crisis del sida que podríam os extender a la condición farmacopornográfica contem poránea: abrir las píldoras supone atreverse a descodificar e intervenir en las tecnologías necrobiopolíticas que nos constituyen. Se trata de rechazar la doble posición neoliberal de individuo y consum idor para reconocer la posi­ ción de «sim bionte relacional», de productor y destructor (cuando produces, destruyes; cuando consum es, destruyes). A brir y descodificar las tecnologías que nos constituyen sirve1 1. Estas fu e ro n algunas de las cam pañas activistas: «M edicación para todas las naciones», «Fárm acos sin fronteras».

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tanto para la quím ica como para el código. Se trata de parti­ cipar en una m u ltip licid ad de prácticas disidentes (experi­ m entación, reparación y cuidado) que están inventando otra epistem ología desde la que producir lo social. He aquí algu ­ nas de estas estrategias, que ya están en m archa: — Desidentificación: rechazo de las normas de producción de identidad de acuerdo con las taxonomías petrosexorraciales. Dar prioridad a la invención de prácticas de li­ bertad antes que a la producción de identidad. — Desnormalización: cuestionar la definición normativa de la enfermedad. Explicitar los procesos de construcción cultural y política de la vulnerabilidad y de la salud. En­ tender que «tu normalidad» y «tu salud» tienen un coste y producen la enfermedad y la vulnerabilidad de otros. — Emancipación cognitiva: crear redes de producción de conocim iento y de representaciones alternativas a las producidas por los discursos médicos, farm acéuticos, psicoanalíticos, psicológicos, gubernamentales y m ediá­ ticos. — P.A.I.N. (Prescription Addiction Intervention Now): el consumo (toda forma de consumo, no únicamente el de estupefacientes) es adicción. No consumas pasivamente. La comunicación es adicción. No comuniques pasiva­ mente. Interviene. Actúa. Ahora.1 — Colectivización de la somateca: crear, fuera del control tanto estatal como corporativo, redes de intercambio de cuidados y afectos, pero también de gestos, de saberes corporales, de técnicas de supervivencia, de células, de fluidos, etc., necesarios para la producción y la repro-1 1. P.A.I.N . es el nom bre de la asociación creada p o r la artista N an G o ld in , dedicada a denunciar los excesos de la com ercialización de d ro ­ gas farm acéuticas y a alertar y aconsejar a los usuarios adictos.

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ducción de formas de vida descarbonizadas, despatriarcalizadas y descolonizadas. Estas redes incluyen prácticas de cura y de restitución frente a la violencia petrosexorracial. Desmercantilización de lasrelaciones sociales prácticas de producción de valor que no estén semiotizadas por la economía, el mercado o incluso el trueque. Destitución de prácticas institucionalizadas de violencia: la inscripción de la diferencia de género en los documentos de identidad en el nacimiento es una forma de discrimi­ nación legal y debe ser abolida. Las instituciones de ori­ gen patriarcal y colonial (como el m atrim onio, la pri­ sión, la institución psiquiátrica o el mercado financiero) deben ser radicalmente transformadas o abolidas. Restitución de lo expropiado, reparación de lo destruido: del mismo modo que las prácticas que producen violen­ cia deben ser destituidas, aquello que fue expropiado violentam ente debe ser restituido para que pueda co­ menzar un proceso de reconstrucción de los mundos di­ sidentes. Acción por deserción: retirarse de las cadenas de repro­ ducción social y política de la violencia. Secesión: fomentar la ruptura de lo que ha sido normati­ vamente unido de acuerdo a la lógica binaria o las cate­ gorías norm ativas de la epistem ología petrosexorracial (hombre y mujer, anim al y humano, heterosexual y ho­ mosexual, etc.) y que fundan la m ayoría de las institu­ ciones de las democracias occidentales (matrimonio, fa­ m ilia, granja...). La secesión puede operar a través de la destitución o de la fuga. Creación de supercuerdas: como es necesario romper las unidades identitarias que han sido formadas normativa­ mente, es pertinente también unir lo que ha sido separa­ do. De ahí que las asociaciones de series heterogéneas

aparezcan como potencialmente revolucionarias. La creación de supercuerdas une lo distante y lo disonante, asocia, por ejemplo, los practicantes de body-building y los movimientos de lucha por la vida independiente, los jubilados y las adolescentes, las jóvenes migrantes y exi­ liados y los equipos de fútbol, los recolectores de trufas y las asociaciones de defensa de los perros, los teletrabaja­ dores y las líneas calientes de escucha, las trabajadoras sexuales y la clínica antipsiquiátrica, los participantes de Narcóticos Anónimos y la puesta en marcha de una red cooperativa planetaria. H ibridación antidisciplinaria: como la taxonomía capita­ lista petrosexorracial funciona por segmentación de va­ lores, cuerpos y poderes, es pertinente hibridar lo que ha sido separado para provocar mutaciones intencionales. Esto sirve para las artes (literatura, cine, música, vídeo, performance, teatro, etc.), la filosofía, las ciencias, pero también para las prácticas institucionales. Por una parte, el cine debe volverse filosofía, la filosofía poesía, la poe­ sía teatro, la música historia social... Por otra, un museo puede convertirse en la mejor clínica, una clínica puede volverse teatro, un teatro devenir un laboratorio, un la­ boratorio una orquesta, una start-up un centro de movi­ lización social, etc., en una transformación de formas y de funciones que escape a la economía capitalista.

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Politización de la relación con las prótesis energéticas de

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subjetivación (cibertecnologías e inteligencia artificial, al­

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goritmos...), del teléfono móvil hasta el satélite más leja­ no al que está conectado. Autobiohackearse: nada se hará sin un cambio de tu pro­ pia estructura cognitiva y de su relación con las prótesis de subjetivación técnica. Nada se hará si no cambias el modo en el que usas lo que erróneamente consideras tu propio cuerpo: tu cuerpo no te pertenece más que tu mó529

vil, no es propiedad y privacidad lo que debes buscar para emanciparte sino transformación del uso y conectividad crítica. U tiliza tu disforia como plataform a revolucionaria. Si es cierto que los cam bios necesarios son estructurales (cambios en los modos de producción, en la agricultura, en el uso de las energías fósiles, en la construcción de tejidos ur­ banos, en las políticas de reproducción, de género, sexuales y raciales, en las políticas m igratorias) y que, en últim o térm i­ no, dem andan un cambio de paradigma, ninguno de estos cam bios podrá ser operado si no es a través de prácticas con­ cretas de transform ación m icropolítica. No h ay cam bio abs­ tracto. N o h ay futuro. La revolución siem pre es un proceso. Ahora. A quí. Está sucediendo. La revolución o la m uerte. Ya ha em pezado. W u h an está en todas partes.

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7. Carta a les nueves activistes. Posfacio

Amigues míes, estoy llene de alegría. No porque las co­ sas vayan bien, como podéis imaginaros. No hay un solo es­ pacio social en el que los signos del avance de las tecnologías de la muerte no puedan sentirse ya como amenaza inm inen­ te a todo lo vivo. Hemos destruido más el ecosistema en los últim os dos siglos que en dos millones de años, durante toda la historia del Holoceno. Lo que hasta ahora hemos lla­ mado neoliberalismo debe ser redefinido como necrohum anismo: la especialización de las tecnologías de gobierno ca­ pitalistas petrosexorraciales en transformar la vida, toda la vida, en capital m uerto, trabajo reproductivo y placer muerto. Hemos hecho de la biosfera y de todo lo que en ella habita una fuente de energía que buscamos extraer y acumular. Hemos arrancado de la T ierra cada uno de sus órganos y extraído cada uno de sus fluidos. Racialización y sexualización jerárquica de la especie hum ana, explotación minera, tala de bosques, destrucción del ecosistema m arino, industrialización de la reproducción anim al y hum ana, desa­ rrollo de las industrias de la guerra... Y por si esto fuera poco, nos gusta vivir así: somos adictos al consumo de capi­ tal muerto y extraemos placer de este proceso de fabricación de la muerte. 533

No hay, me reprocharéis de inm ediato, razones para el optimismo. Pero el optimismo no es un sentim iento psicoló­ gico de esperanza, ni la convicción tranquila que surge del desconocimiento del estado de destrucción del m undo. El optimismo es una metodología. Tenemos la capacidad colec­ tiva de tomar conciencia de lo que está pasando y, por pri­ mera vez en la historia, de com partir esa experiencia a escala planetaria: intercambiar tecnologías sociales, conocimientos, preceptos, afectos, y hacer que las prácticas y los saberes que hasta ahora eran subalternos puedan ser compartidos trans­ versalmente. T om ar conciencia supone, como nos enseña Judith Butler, dejar de sentirnos exteriores: entender que so­ mos parte del problem a que queremos resolver, que «esta­ mos im plicados en las relaciones de poder a las que nos oponem os».1 Y, por tanto, aceptar que no habrá cam bio posible sin una m utación de nuestros propios procesos de subjetivación política, de nuestros modos de producción, de consumo, de reproducción, de nominación, de relación, de nuestras maneras de representar, de desear, de amar. Tom ar conciencia es hacerse cargo de que nuestro propio cuerpo vivo y deseante es la única tecnología social que puede llevar a cabo el cambio. Nosotros somos las grietas de los polos, el Amazonas deforestado. Somos el fuego que crece en los cam ­ pos de California o de Galicia. Somos el desierto que avanza en M adagascar. Somos el agujero de la capa de ozono. Por eso, m ientras tiemblo, en medio del desastre, me in­ vade el más radiante de los optimismos. Porque aunque al­ gunos dirán que ya demasiado tarde, el desplazam iento, la fuga y la secesión frente a las formas dom inantes del capita­ lismo m undial ya han comenzado. El deseo y el placer están 1. Judith Butler,

ThePsychic Life o f Power, Stanford Mecanismos psíquicos d el poder: teorías so-

Stanford, 1 9 9 7 , p. 17 [trad. esp.: bre la sujeción , trad. de Jacqueline Cruz, Cátedra, M adrid, 2 0 0 1 ] .

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U niversit

m utando y con ellos nuestra capacidad de salir de la adicción capitalista y petrosexorracial. Os he visto salir por centenas del metro de la Place Clichy, llegar por todas las calles, desde el norte y desde el sur, desde las banlieues y desde el centro de París, cam inar soles, en grupo, llegar en bici, en patinete o a pie, y reuniros en el parque como una bandada de pájaros que vuelan y se posan al unísono. Os he visto avanzar sin miedo hasta el tribunal ju d icial para gritar juntes, en m il lenguas, el nombre de Adam a Traoré. Os he oído gritar, del otro lado del A tlánti­ co, los nombres de George Floyd, Jam al Sutherland, Patrick W arren, Kevin Desir, Erik M ejia, Randy M iller. Os he visto escribir sobre los muros los nombres de Patsy Andrea Delga­ do, Alexa Luciano Ruiz, Serena Angelique Velázquez, Layla Peláez, Yampi M éndez Arocho, Penélope Díaz Ramírez, M ichelle M ich ellyn Ramos Vargas, Selena Reyes-Hernandez, Valera, Ebeng M ayor... Os he visto salir a las calles en V al­ paraíso, ocupar la plaza Taksim de Estambul, en el Cerro de Bolivia, en Los Angeles y en San Francisco, en la Puerta del Sol de M adrid y frente a la Escuela Normal de Ayotzinapa. Habéis iniciado un levantamiento m undial contra el uso de la violencia y de la muerte como forma de gobierno de la Tierra. Os atrevéis a deserotizar la opresión y la violencia se­ xual. Estáis desracializando la piel. La historia de la violencia se detiene en vuestra mirada. U na revolución comienza así, con una sacudida del tiempo que hace que la repetición obs­ tinada de la opresión se pare para que pueda empezar un nuevo ahora. Todo tiene que cambiar. Al cam inar entre vosotres, tengo la certeza de que se está fraguando una nueva alianza somatopolítica que puede llevar a cabo la transición hacia un nuevo régimen. «La H istoria no ha hecho más que empezar.»1 1. D erek W alcott, «The Sea Is History», en

Selected Poems, op. cit. 535

H e cam inado con vosotres. El aparente sujeto de la revolución que está teniendo lu ­ gar se confunde a veces con las m ujeres, o las personas trans, o las personas racializadas o los m igran tes..., pero el espacio político hacia el que ap u n ta la lu ch a está m ás allá de esas identidades inventadas por la taxonom ía petrosexorracial de la m odernidad. H abéis sido sexualizades, racializades, binarizades, crim in alizad es..., y quien no se sien ta parte de este lum pen som atopolítico no tiene más que explicar por qué, no tiene más que decir si h ay algun a otra cosa que quiere rei­ vindicar y si no que se una a vosotres. Ya no sois n i u n a clase social, ni un género o un sexo preciso, no sois exactam ente proletarios, ni solo exactam ente m ujeres, ni sim plem ente ho­ m osexuales, negras o trans. No buscáis resolver los antago­ nism os a través de una relación dialéctica. Sois u n a secesión creativa. V uestra tarea política será la de articular estas dife­ rencias heterogéneas sin totalizarlas, ni unificarlas falsam ente bajo u n a supuesta iden tid ad o una ideología. Ser una banda de in ten sid ad apasionada a través de la que pasa el deseo de cam b iarlo todo. S a lir de los significantes despóticos de la id en tid ad . Ya no es N ietzsche: todos los nom bres de la histo­ ria son tu nom bre. Es G loria A nzaldúa: la historia todavía no conoce vuestro nom bre. O tras veces cuando he hablado de esta alian za posible m e h a tach ado de in g en u o , de u tó p ico . Pero este m o vi­ m iento ya no es una sim ple m anifestación por u n a reform a legal; es un p rogram a de transform ación rad ical. N o habéis venido para pedir la iguald ad ante la ley o la p arid ad de los salarios. Siguien do el m ovim iento liderado por A n gela Davis en Estados U nidos, pedís la destitución de la p o licía y de las in stitu cio n es p u n itivas del Estado. N o habéis ven ido para im pulsar u n a econom ía verde, pedís la destitución total del sistem a de producción capitalista. La revolución ecologista, transfem inista y antirracista que estaba germ in ando antes del 536

virus es quizás frágil, pero resulta imparable. Estáis aquí, ro­ deándome. Por eso ya no tengo miedo de lo que pueda ocurrir. Sois jóvenes, casi niñes, y os atrevéis a m irar a la cara a los policías que os rodean. ¿Acaso se avergüenzan los made­ ros de estar vestidos para la guerra frente a vosotres, una m ultitud de chiquilles desarmades, casi desnudes? M e refiero a vosotres en género no binario no porque entre vosotres no haya cuerpos a los que se les haya asignado género masculino o femenino o que no se identifiquen como no binarios. Lo hago para restituiros la no binaridad que os merecéis. La que os es debida y os ha sido robada. Y para subrayar que es el cuerpo vivo en rebelión contra la epistemología petrosexorracial el que se alza ahora contra el pasado. Durante años trie he dirigido a vosotres primero como lesbiana, luego como trans, como cuerpo de género no bina­ rio, como migrante, como extranjero... Ahora quiero habla­ ros como ser vivo, no como organismo objeto del discurso biológico o médico, ni como fuerza de reproducción o de producción. Sino como potencia deseante, como cuerpo sen­ sible que excede a las taxonomías binarias de la modernidad. Y os interpelo como todo lo que sois, situados en la densa red de poderes económicos, raciales, sexuales, corporales. Con vuestra propia historia de opresión y de supervivencia. Dicen, como escribió June Jordán, que tenéis la edad equivocada, la piel equivocada, el sexo equivocado, el pelo equivocado, el velo equivocado, el género equivocado, el de­ seo equivocado, el sueño equivocado, los papeles equivoca­ dos, los zapatos equivocados, el bikini equivocado, los pro­ nombres equivocados, las prótesis equivocadas, los códigos equivocados, los gustos equivocados, los intereses equivoca­ dos, las relaciones equivocadas, la memoria equivocada, los gestos equivocados, las intenciones equivocadas, las im áge­ nes equivocadas, las lecturas equivocadas, que estáis en el 537

suelo equivocado, en el continente equivocado, que habláis la lengua equivocada, que coméis la com ida equivocada, que am áis de m anera equivocada. Pero no estáis equivocades, vuestro nom bre no está equivocado.1 Os he visto y ahora sé que sois m ás radicales y más listes, más belles y más híbrides de lo que nunca fuim os nosotros antes o incluso de lo que nunca im aginam os que podríam os ser. D igo belles, pero no se trata de los estándares de belleza heteronorm ativos y coloniales del fascism o ario con los que nosotros crecim os: el cuerpo blanco, delgado, el pelo rubio, los ojos claros. Sim étrico, sonriente, válido. No. V uestra be­ lleza la estáis inventando al reivindicar otras vidas y otros cuerpos, otros deseos y otras palabras. Es la belleza del cuer­ po gordo, de la silla de ruedas, del pelo afro, del cuerpo en­ ferm o, del m úsculo fem enino y de las curvas m asculinas, de la voz ronca o dulce, pero sobre todo la belleza de la in teli­ gencia y de la m em oria, del cuidado y de la ternura que te­ néis les unes por les otres. M e sorprende que seáis capaces de tan ta tern ura en m edio de esta guerra. Si esa afección es po­ sible, entonces quizás sea posible hacer esta revolución. Los ideales políticos patriarcocoloniales nos llevarían a im agin ar la figura del revolucionario como un cuerpo atléti­ co, un cuerpo v iril, vigoroso y autoritario que lucha con de­ term inación, pero vuestra revolución ha em pezado en las ca­ m as, en los hospitales y en los cem enterios, en las discotecas y en los suburbios, en los bosques quem ados y en las cuencas de los ríos contam inados, en las pateras y en los campos de refugiados. La artista coreano-am ericana y enferm a crónica Jo h an n a H edva2 y el activista transtullido francés Z ig Blan-

1. Ju n e Jo rd á n , «Poem A b o u t M y Rights»,

C ollected P oem s o f ju n e Jordán,

D irected By Desire: The

C o p p e r C a n y o n Press, P o rt T ow nsend,

2005. 2 . Jo h a n n a H edva, «Sick W o m a n T h eo ry», 2 0 1 7 .

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quer1 nos han enseñado a desconfiar de esa idealización dei cuerpo del m ilitante moderno como parte de una ideología «capacitista» que rehuye la finitud y excluye la diferencia corporal. No será con el cuerpo heroico de la modernidad, sino con el cuerpo herido por la violencia petrosexorracial y la destrucción ecológica como tendremos que hacer la próxi­ ma revolución. Os he visto y no puedo sino saludar vuestro coraje, la precisión de vuestras palabras, vuestra generosidad, la inteli­ gencia con la que os habéis distanciado del ideal de éxito neoliberal para uniros ahora a la red de los monstruos y del micelio, a la cooperación fungica, vegetal, animal y mineral. No sois víctimas. Sois supervivientes. Habéis sobrevivido al abuso, a la violación, al deseo que tienen los padres colonia­ les de acabar con les hijes, pero lo más importante es que por prim era vez habéis encontrado palabras para nombrar ese dolor, y con esas palabras, con vuestro dolor no bruto sino transformado, con vuestro dolor no nombrado con sus cate­ gorías patologizantes sino con vuestras propias palabras, ha­ béis descubierto también una nueva fuerza, un nuevo deseo que ya no se puede reducir ni a las profecías patriarcales de Freud ni a la lucha de clase del comunismo de partido. Y, al miraros, deseo alejarme de la generación que ha sido la m ía para unirme a la vuestra. Quiero acercarme a vosotres y dejar el mundo que cono­ cí, porque si estamos como estamos es por nuestros errores. Hablo de mi generación y de la de mis progenitores. Fuimos nosotros y vuestros padres los que preferimos olvidar que nuestro libre mercado reposaba sobre la esclavitud y la opre­ sión, que nuestras democracias se asentaban sobre los críme­ nes de la colonización y del genocidio. Preferimos olvidar que habíamos vencido al nazismo lanzando dos bombas ató1. Zig Blanquer, «La culture du valide (occidental)»:

cit. 539

m icas. Q ue nuestra riqueza se construía a base de explota­ ción, expolio y destrucción. Preferimos banalizar la tortura e in stitucio n alizar la violencia, afirm ar la d iferencia entre lo nacional y lo extranjero, con tal de asentar nuestros privile­ gios económ icos y raciales. Aceptam os que la fam ilia m onó­ gam a era la m ejor (y casi la única) in stitució n afectiva y de filiación norm al y lucham os por acceder a ella. C reim os que nuestra lib ertad ven d ría al acceder com o consum idores al m ercado, como ciudadanos a la nación y com o esposos y pa­ dres a la fam ilia. Incluso la izquierda dijo que prim ero hab ía que hacer la revolución de clase, que las luchas sexuales y raciales ven­ drían después; pero lo que vino después, deprisita y corrien­ do, no fue la revolución de clase, sino la privatizació n de todo, y, con ella, el neoliberalism o. Fue la izquierda la que consideró que las luchas fem inistas, hom osexuales y trans no eran suficientem ente viriles y patrióticas, la que prefirió cali­ ficar la «cuestión racial» como «peligro com unitarista». Fue m i generación la que prefirió pasar los días y las noches lu ­ chando por el derecho al m atrim onio gay en lu gar de por la ad q uisició n de un derecho de ciud ad an ía igual y justo para todos los cuerpos vivos del planeta, fueran de donde fueran y vin ieran de donde vinieran. En eso vosotres no habéis participado: habéis llegado ya a un m un do que hab ía tom ado decisiones norm alizadoras, racistas y destructoras, que había firm ado un contrato con el diablo financiero. N uestra adicción prim ero al consum o y a la co m unicació n - q u e no es sino otra form a de consum o, esta vez s e m ió tic o -, nuestro deseo de ser representados y aceptados por la m ayoría, os los hem os in culcado desde la cuna. Os hem os dado de m am ar petróleo, os hem os alim en ­ tado con plástico y con el flujo constante de in ternet. Os he­ m os m etido en vena la heroína electrónica. Y ahora os toca em prender a vosotres la ú n ica tarea posible si queréis sobre540

vivir: desintoxicaros. Cam biar de cuerpo y de régimen cognitivo, desear de otro modo, romper el código, am ar lo que nosotros os enseñamos a odiar. Hasta ahora os habían enseñado a avergonzaros de vues­ tra inadecuación y de vuestra disforia. Pero vuestra historia de la opresión es vuestra riqueza, debéis estudiarla y conocer­ la, hacer de ella un archivo colectivo para el cambio y la su­ pervivencia. Vuestra disforia es vuestra resistencia a la nor­ ma, en ella reside la potencia de transform ar el presente. Solo el saber que surge de ese traum a y de esa violencia, de esa vergüenza y de ese dolor, de esa inadecuación y de esa anorm alidad puede salvarnos. Vuestra herencia revolucionaria no viene de vuestros pa­ dres genéticos, sino de una transmisión subterránea y lateral de afectos y de saberes, un contrabando cultural y bastardo que desafía los clanes, los genes, las fronteras y los nombres. Os miro hablando calmadamente a una m ultitud y sé que sois les hijes de Sojourner Truth, las marrones que escapa­ ron del esclavismo, tenéis la sabiduría de esa fuga, conocéis el cam ino. Sois les hijes de Emma Goldman y de V oltairine de Cleyre, preferís sin ninguna duda la cooperación que el éxito individual. Sois les hijes que habrían tenido M alcolm X y M artin Luther King si hubieran podido amarse carnal­ mente, habéis hecho posible la convergencia de la desobe­ diencia civil y de la afirmación del orgullo de la cultura ne­ gra. Sois les hijes que Fanón hubiera tenido con Foucault si el profesor francés no hubiera estado en el arm ario y no hu­ biera exotizado los cuerpos racializados y si el m ilitante arge­ lino no hubiera sido tan machito y tan homófobo. Quizás por eso vosotres vais mucho más lejos de lo que ellos pudie­ ron nunca ir, inventáis otro movimiento y otro m undo. Sois las supercuerdas. Sois les hijes que James Baldwin, Jean Genet y Binyavanga W ain ain a tuvieron por recom binación cultural, es vuestra im aginación la que os guía más allá de 541

vuestra m em oria, por eso ya no tenéis que ocultar haber sido violades, ya no tenéis que disculparos por vuestro lesbianismo, por vuestro exceso de deseo sexual, porque sabéis que ese deseo es tam bién el que alim enta la transform ación que viene. Y yo siento al veros cam inando hacia el tribunal, tom an­ do las plazas, llenando los muros de grafitis... que tengo que abandonar a mi generación para unirm e a la vuestra. No puedo daros muchos consejos útiles para un tiem po de mutación como el vuestro. No sois vosotres quienes te­ néis necesidad de mis consejos. Soy yo quien necesita los vuestros. Excepto deciros -p u esto que soy un m utante y toda la felicidad que he conocido ha venido de la m ano de esa condición—que abracéis intensamente la m utación en lu ­ gar de preocuparos por reformar las instituciones existentes. Nosotros ya perdimos demasiado tiempo en integrarnos en la cultura capitalista y heteropatriarcal dom inante, lidiando con sus lenguajes, negociando pequeños márgenes de m anio­ bra. Perdimos demasiado tiempo con las políticas de iden ti­ dad y con el feminism o conservador. El feminismo ya no es solo insuficiente, sino que, con­ vertido en ideología de la diferencia sexual naturalista, se ha vuelto un freno para los proyectos de transform ación radical. La feminista chicana Chela Sandoval tenía razón al recordar que si la heterosexualidad eurocéntrica era dom inante en la sociedad patriarcal estaba determ inada tam bién a serlo en las luchas feministas. Sin un proyecto transversal antirracista, de crítica del binarismo y anticapitalista, la extensión pop del feminismo eurocéntrico y cristiano genera, como efecto co­ lateral, la exclusión de las «malas chicas» del fem inism o: las mujeres trans, las trabajadoras sexuales, las lesbianas, las m i­ grantes, las mujeres m usulm anas, pero tam bién las personas no binarias, los hombres trans, las personas intersexuales, las maricas proletarias y racializadas... H acer la revolución femi542

nista no significa simplemente alcanzar una masa crítica en la que todas las mujeres (racializadas, lesbianas, discapacita­ das, trabajadoras sexuales, migrantes, obreras, trans) acepta­ rán como propias las demandas de libertad y de igualdad de las mujeres blancas cristianas de clase media en la sociedad heterosexual. No solo no es necesario que la enunciación sea homogénea para hacer la revolución, sino que, más bien al contrario, solo la heterogeneidad de la enunciación puede alejar nuestro proceso revolucionario del peligro del totalita­ rismo, de la represión de la disidencia y de la purificación del sujeto del feminismo. Vuestro levantamiento no es el de las mujeres que luchan por traspasar el techo de cristal de los ámbitos corporativos y académicos, ni el de aquellas que de­ sean que se incremente la vigilancia y la fuerza punitiva del Estado patriarcal para proteger a las víctimas de la violencia sexual. Vuestra revolución es la de todos los cuerpos vivos que han sido considerados como abyectos por la m oderni­ dad petrosexor racial. La dimensión de la destrucción capitalista y petrosexorracial de la vida exige cambiar la compresión de lo político, profundizar en los niveles de la lucha, para pasar de los len­ guajes identitarios segmentados que hasta ahora diferencian e incluso oponen las luchas anticapitalistas, ecológicas, antirracistas y antipatriarcales, trans..., a imaginar el conjunto de procesos de mutación (lingüística, cognitiva, libidinal, ener­ gética, institucional, relaciona]...) necesarios para reorganizar la transición a un nuevo régimen epistémico, lo que im plica transformar la taxonomía jerárquica de los cuerpos vivos y el acceso diferencial a la energía. Esta revolución transicionista es también aquella en la que la alianza de las luchas antirracistas, ecologistas y transfeministas perm itirá definir un nue­ vo marco de inteligibilidad para los cuerpos vivos. Daos prisa y hacedlo vosotres mismes. No esperéis nada de las instituciones: están muertas, o más bien son órganos 543

vam piros del propio dispositivo petrosexorracial co ntra el que necesitam os luchar. N o esperéis nada de la fam ilia como fam ilia. No es como padres o hijos, com o m adres o herm a­ nos como podréis cuidar los unos de los otros. Porque esas relaciones están ya m ediadas por redes de poder, propiedad, explotación y herencia. Es de aquellos con los que no sabéis cómo relacionaros, de aquellos que escapan a los protocolos institucionales norm ativos, de los que puede ven ir la trans­ form ación. A prended de todo lo que no es hum ano y de sus formas de extraer y distrib uir energía. N o quiere esto decir que tengáis que aban donar a vuestros padres y herm anos, sino que debéis establecer con ellos la m ism a relación que es­ tablecéis con los árboles, los hongos, los pájaros, las abejas, y viceversa, solo así podrem os inventar un nuevo vínculo. T ratad a vuestros padres y herm anos como árboles y abejas, y a las abejas y los árboles como si fueran vuestros padres y her­ m anos. N o perdáis el tiem po organizando juicios electrónicos a los y las representantes del antiguo régim en petrosexorracial. La transfobia de las fem inistas no merece un gasto de energía m utante. Concentraros más bien en diseñar la m utación, en reparar lo destruido e inventar nuevas prácticas y nuevas for­ mas de relación, m ientras los y las TERF del C apitaloceno se rom pen la cabeza para saber si sois hom bres o m ujeres, si san­ gráis o no por el orificio genital. Ya no sois nada de lo que los y las de todo tipo se esfuerzan por designar. Sois todos los orificios habidos y por haber. Sois el ano y la vagina universa­ les. Y nada de eso necesita ser probado o defendido. Sim p le­ m ente es. Por eso, am igues m íes, estoy llene de alegría. N o estoy diciendo que sea fácil. Sé de dónde venís, por­ que no he olvidado de dónde vengo. Sé que la v id a no nos ha hecho regalos. M ás bien nos ha cortado las piernas y talla­ do las alas. N o pretendo afirm ar inocentem ente que en casi todos los parlam entos no h aya representantes considerados 544

dem ocráticos que aún deseen y preparen nuestra m uerte. Por odio, por desconocim iento, por estupidez. Pienso en vosotres que crecéis como niñes y adolescentes no binarios en familias católicas, judías o m usulm anas, conozco vuestra ver­ güenza, vuestro miedo. Pienso en vosotres, chiques afem ina­ res que vivís en lugares donde el alarde de la conquista hete­ rosexual, la fuerza y la vio len cia son ob ligato rias para aquellos cuerpos que han sido m arcados como m asculinos en el nacim iento. En vosotres que queréis ser llam ados por otros nombres por vuestros padres, vuestros profesores o por el sistem a de salud m édico. En vosotres que esperáis durante meses para poder acceder a las hormonas legalm ente o du­ rante años para poder obtener un cambio de id en tid ad de género adm inistrativa y legal. En vosotres que intentáis de­ fender los ríos y los bosques mientras os confrontáis a la in ­ diferencia, cuando no al desprecio, de vuestros m ayores. En vosotres que compráis píldoras del día después por internet sin saber si lo que vais a tomar es realm ente un abortivo o una dosis de veneno. Pienso tam bién en les que no estáis en las m anifestaciones. M e pregunto ¿dónde estáis: en qué cen­ tro de internam iento, en qué clínica, en qué trinchera, en qué soledad o en qué encierro? ¿Qué silencio guardáis en vuestro pecho, qué palabras no podéis decir? Pienso en vosotres, herides como estáis, casi rotes. Y os elijo a vosotres como m is únicos ancestros, al m ism o tiem po como herencia y legado, como m i única genealogía y como m i único futuro. Vuestro destino no puede ser más nebuloso de lo que parecía ser el m ío cuando yo era niñe. Y si yo pude salir de ahí y desbinarizarm e, si yo pude sobrevivir a esa vio­ lencia y he logrado vivir una vida distinta a la que había sido trazada para m í, entonces os digo que tam bién vuestros sue­ ños son posibles. N unca es tarde para acoger el optim ism o revolucionario de la infancia. C uando tenía ochenta y cuatro años Günther Anders escribió: «Escuché en la radio que cier­ 5 45

to estadista alemán había calificado de infantiles a los cientos de miles de personas que se m anifestaban por la paz. Tal vez sea un signo de infantilism o por m i parte si considero que tal afirm ación dem uestra que su autor ha superado la edad de cualquier pasión por el bien, y es por tanto “adulto” en el sentido más triste de la palabra. En cualquier caso, he segui­ do siendo un niño toda m i vida, o mejor dicho, no he seguido siendo un niño a propósito [...]. He seguido siendo un in­ fantil crónico. Com o niño de ochenta años, entrego este li­ bro a m is muchos am igos que ya son lo suficientem ente ma­ duros como para unirse a las filas de “les Pero sobre todo recordad que no estáis soles. Existe un panteón de santos y brujas feministas, queer y trans, y, aun­ que fui m aldecido por la cultura en la que crecí y negado durante años por m i fam ilia, siempre me sentí protegido por ellos. C asi no hay un solo d ía en el que los santos queer no se m anifiesten en nuestras vidas. Esa catedral de santos m al­ ditos es más fuerte que la cultura nacional, más acogedora que la fam ilia biológica, más protectora que la Iglesia, más hospitalaria que la ciudad en la que nacisteis. Es esa genealo­ gía de apestados la que os ofrezco ahora como contribución a vuestra lucha. Estoy con vosotres. D ondequiera que yo esté, podéis venir. Os tenderé la mano y os abrazaré. Si que­ réis algo de lo que yo he aprendido de las tradiciones de re­ sistencia política y de la cultura de los disidentes, os lo daré. Esa tradición tam bién es la vuestra. Y esa cultura tam bién os pertenece. La he preservado para vosotres. Si tenéis hambre, os alim entaré. Si habéis perdido la esperanza, os leeré a Leslie Feinberg. Si necesitáis coraje, escucharemos las canciones de L ydia Lunch. Si buscáis alegría, os llevaré a ver a Annie Sprinkle y Beth Stephens. Os daré todo lo que soy, porque lo he construido para vosotres. M i cuerpo, m i corazón, mi1 1. G ü n th e r A nders,

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Hiroshima

op. cit.,

p. 6 5 .

amistad. M is órganos vivos y prostéticos, si los necesitáis, son vuestros. Podéis venir con vuestras heridas y vuestros re­ cuerdos, también con vuestra amnesia o con vuestra dificul­ tad para hablar. Os voy a acoger igual. No tengo que hacer esfuerzo alguno. M e gusta la disforia y su exaltación contra la norma porque es lo que conozco desde la infancia. La dis­ foria es mala. Es nuestra miseria. Es exigente. Es dolorosa. Nos destruye. Nos transforma. Pero tam bién es nuestra ver­ dad. H ay que aprender a escucharla. Es nuestra riqueza, la disforia. La intuición que nos perm ite saber qué es lo que hay que cambiar. Por vuestra disforia os reconoceré. N unca me molestaréis. No tengo nada más que hacer. Así que pue­ do, a partir de ahora mismo, seguiros a donde queráis ir. Po­ déis arrastrarme con vosotres en el torbellino. Si venís a bus­ carme. Os reconoceré.

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. . . y aq u í esto y sentade p re g u n tá n d o m e qué p arte de m í so b re v iv irá a todas estas lib e ra c io n e s.1

A udre Lo r d e , «Q u ién d ijo que era fácil», 1 9 7 3

1. Audre Lorde, «W ho Said It W as Sim ple», en From a Land Where Other People Live, reproducido con la autorización de la C n ar otte Sheedy Literary Agency.

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AGRADECIM IENTOS

Quiero agradecer a todes aquelles personas que me anim a­ ron a escribir este libro y a les que me ayudaron a mejorarlo con sus referencias, comentarios y correcciones: Olivier Nora, Silvia Sesé, M arc García, Susana Pellicer, Carmen Echevarría, Pauline Perrignon, Cam ille Decisier, Ethan Nosowsky, Jacques Testard, Francois Samuelson, M arie Lannurien, Ju lián Nossa, M ichel Feher, David Velasco, Cécile D um as, Jade Lindgaard, Jean-M ax Colard, M athieu Potte-B onneville, Chloé Siganos, M argarita Tsoum o, W ojciech Pus, A nne Pauly, Julien Delmaire, Itziar González Virós, Annie Sprinkle y Beth Stephens, M aría Galindo, Sylvie Sénéchal, D om inique Gonzalez-Foerster, Judith Butler, T ania Salvador, V irginie Despentes y Clara Deshayes. Tam bién quiero mostrar m i agradecimiento al Centro Pom pidou, donde pude leer pú­ blicamente las prim eras versiones de algunos de los textos que forman este libro, así como a los periódicos Libération, Médiapart, Internazionale y El País', y a las revistas Artforum, purple, e-flux joum al, Arch +, Les Inrockuptibles o apartamen­ to, en las que se han publicado borradores de algunos de los fragmentos de este libro.

ÍNDICE

1. Dysphoria mon a ra o u r...................................................... Antecedentes.......................................................................... «Tuve que declararme loco...» ........................................... «Alo vemos ni entendemos el mundo...» .......................... Covidy generalizaciónde la disforia......................... El libro disfórico.................................................................. 2. Hipótesis re v o lu c ió n ........................................................ «Dicen: Elpresente se ha vuelto extraño...».................. Elfin del (ir)realismo capitalista...................................... La estética petrosexorracial................................................. Sustancias eternas y zonas de sacrificio............................ Revolución como transición epistém ica.......................... El negacionismo como epistemología de la contrarrevolución............................................... Supercuerdas micropolíticas............................................... 3. Heroína electró n ica............................................................ 4. Notre Dame de las Ruinas. P relud io ............................. Oración fú n eb re................................................................... 5. Dysphoria m u n d i................................................................. «Losfilósofos no van a la escena del crimen.. . » ............. Time is out o fjo in t.............................................................. Biopolitics are out o fjo in t.................................................

13 13 17 19 28 29 35 37 38 40 44 50 52 56 65 77 83 87 91 98 108

The narrator is outo fjo in t..................... La biblioteca en r u in a s ................................................ Oración fú n e b re ..................................................................... Malditos ochenta: el sida como mutación política................................................................................ Virus y re v o lu c ió n ........................................................... The narrator is out o fjo in t...................................................... Oración fú n e b re ........................................................................ «En todo elplaneta, se suceden sin interrupción...» . . . La frontera im p o sib le...................................................... M udras d is id e n te s ........................................................ Life is out o fjo in t........................................................................ Oración fú n e b re ........................................................................ The code is out o fjo in t.......................................................... Sexual difference is out o fjo in t............................................. Políticas se x o v ira le s..................................................... Identity is out o fjo in t............................................................. The narrator is out o fjo in t..................................................... The border is out o fjo in t..................................................... Surveillance is out o fjo in t................................................... Oración fú n e b re ...................................................................... The modem subject is out o fjo in t...................................... The narrator is out o fjo in t................................................... Home is out o fjo in t................................................................ Oración fú n e b re ...................................................................... The senses are out o fjo in t...................................................... The car is out o fjo in t................................................................. Breath is out o fjo in t.............................................................. Oración fú n e b re ...................................................................... Fashion is out o fjo in t........................................................... Truth is out o fjo in t................................................................. Fake (oíd) n e w s ................................................................. D e la insurrección de saberes som etidos al desplazam iento ep istém ico ...........................

118 121 143 145 154 157 160 163 168 171 179 189 191 196 202 20 7 215 220 224 230 232 234 247 252 254 265 269 272 275 281 285 292

Oración fú n e b re ..................................................................... Groundis out o fjo in t.......................................................... The analogic world is out o fjo in t..................................... The body is out o fjo in t........................................................ Oración fú n e b re ..................................................................... Thecity is out ofjoin t............................................................. The narrator is out o fjo in t.................................................. La im posible d e d ic a to r ia .......................................... Sin p i e l ............................................................................. Labor is out o fjo in t............................................................... Society is out o fjo in t............................................................. Anim ality is out o fjo in t....................................................... Pain (and profit) are out o fjo in t..................................... Oración fú n e b re .................................................................... Citizenship is out o fjo in t..................................................... The organism is out o fjo in t............................................... Death is out o fjo in t............................................................... Birth is out o fjo in t............................................................... The elders are out o fjo in t..................................................... M ourning is out o fjo in t........................................................ Reproduction is out o fjo in t................................................ Espacios v it a le s ............................................................. Fábrica, cuerpo, s o m a te c a ........................................ Atlas del te cn o p atriarcad o ........................................ D eclaración de V arsovia de los úteros libres . . . History is out o fjo in t.............................................................. El cuerpo en la ciudad petrosexorracial................ M odalidades de la caída de una e s t a t u a .............. Despetrificar la gram ática u rb a n a ........................... Por un M onum ento a la N ecropolítica C olonial M o d e rn a ................................................ Oración fú n e b re ...................................................................... Freedom is out o fjo in t........................................................... Democracy is out o fjo in t......................................................

296 299 304 308 314 316 323 329 331 334 344 349 353 360 363 366 369 374 3 76 380 381 386 389 392 3 96 401 4 04 408 409 412 417 419 425

Nosotros, los húngaros del o e s t e ........................... M achogolpe en el Im p e rio ........................................ La estética (fake) del negacionism o........................ El golpe d ig ita l................................................................ In tu itm en t........................................................................ A ria posdem ocrática (Notas sobre la cerem onia de investidura del presidente norteam ericano, 20 de enero de 2 0 2 1 ) . . . . Translation is outo fjo in t.................. Inoculation is outo fjo in t.................. Oración fú n e b re ..................................................................... God is out o fjo in t................................................................... Sú p lica........................................................................................ The narrator is out o fjo in t................................................... Sex is out o fjo in t..................................................................... 6. M utació n intencional y rebelión som atopolítica . . . «No esfá c il decir cómo empezó...» ..................................... Metafísicas caníbales en el capitalismo farmacopomográfico..................................................... Prim era etapa: la fin itu d del sujeto petrosexorracial. . Segunda etapa: Ver la cadena trófica................................ Tercera etapa: Mutación de la función deseante........... A b rir las píldoras: rebelión en la era farm acopom ográfica...................................................... 7. C arta a les nueves activistes. P o s fa c io ........................... Agradecimientos..............................................................................

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