Volver a Soñar 1614356580, 9781614356585

En Volver a sonar, Jai Pausch narra por primera vez su propia historia: el transito emocional de esposa y madre a cuidad

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Spanish Pages 236 [260] Year 2012

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Table of contents :
Portada
Aviso legal
Contenido
Prólogo
1. Vivir el sueño
2. Sueños truncados
3. Hacerle frente al problema
4. Idas y vueltas entre mi esposo y mis hijos
5. ¡Necesito ayuda!
6. Estragos de cuidar a un enfermo
7. El cáncer nos sorprende de nuevo
8. La magia de La última lección
9. Retos específicos que enfrentan quienes cuidan de otros
10. Decisiones
11. Hablarles a los niños del cáncer y de la muerte
12. Aflicción
13. El año de los comienzos
14. Despojando nuestra casa de vestigios del pasado
15. Madre sin esposo: mi nueva frontera
16. Cuidar de mi misma
17. La magia que nunca perdimos
18. ¿Volver a amar?
19. Ayuda al prójimo: defensora de los casos de cáncer de páncreas
20. Volver a soñar
Fuentes de ayuda
Agradecimientos
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Volver a Soñar
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Un

conmovedor

relato de la esposa del autor de

La ÚLTIMA LECCIÓN

volver

O A TAN A, O

Reimaginar La Vida Después De Perder A Un Ser Querido ANO. AV. AV

JAI

PAUSCH

O

AGUILAR

AGUILAR

Título original: Dream New Dreams

O 2012 Elizabeth Jai Pausch O De la edición original: 2012, Crown Archetype, sello de Crown Publishing Group, division de Random House, Inc.

O De esta edición: 2012, Santillana USA Publishing Company, Inc.

2023 N.W. 84th Ave. Doral, FL, 33122

Teléfono: (305) 591-9522

Fax:

WWW.

(305) 591-7473

prisaedici

ISBN: 978-1-61435-658-5 Diseño de cubierta: Michael Nagin Diseño de interiores: Ralph Fowler Diseño de imagen de cubierta: Mary Ciccotto Primera edición: Agosto de 2012 Impreso en los talleres de Rose Printing Company, Inc.

Traducción: Diego Jesús Vega

Ebnisa EDICIONES

A todos aquellos que cuidan seres queridos

enfermos y agonizantes, y luchan para hacerlo lo mejor posible sin el adiestramiento ni los recursos adecuados.

CONTENIDO

Prólogo

xiii

No

Sueños truncados

Ls

Vivir el sueño

Hacerle frente al problema Idas y vueltas entre mi esposo y mis hijos ¡Necesito ayuda! Estragos de cuidar a un enfermo El cáncer nos sorprende de nuevo La magia de La última lección Retos específicos que enfrentan quienes cuidan de otros

104

Decisiones

126

Hablarles a los niños del cáncer y de la muerte

134

Aflicción

143

El año de los comienzos

153

Despojando nuestra casa de vestigios del pasado

164

Madre sin esposo: mi nueva frontera

173

Cuidar de mí misma

184

La magia que nunca perdimos

194

¿Volver a amar?

203

Ayuda al prójimo:

A

defensora de los casos de cáncer de páncreas

213

Volver a soñar

223

Fuentes de ayuda

233

Agradecimientos

235

PRÓLOGO

Mi esposo falleció en 2008, después de librar una batalla de

dos años contra el cancer de páncreas. Aunque recibió la mejor atención médica posible, desde que se le diagnosticó el mal en 2006 y hasta su muerte, la responsabilidad de cuidar de él recayó principalmente sobre mi. En la primavera de 2009, participé en un evento patrocinado por el Centro Comunitario Judio (Jewish Community Center, JCC) conocido como “Semana del que Cuida de Otro”. Fue la primera vez que hablé acerca de mi experiencia. A la hora de organizar mi charla, tuve que obligarme a examinar las dificultades que enfrente en los dos años anteriores. Primeramente,

tuve

que

convencerme

de

que

mis

opiniones

y

perspectivas fueran útiles a los demás.

Luego, llegó el turno de

unificar

tanto

mis

lecciones

aprendidas

con

esfuerzo,

tratando

de utilizar las cosas feas y desagradables por las que pasé y hacer algún bien con ellas; convirtiendo paja en oro como suele decirse, y

compartirlas

con

otras

personas

que

recorren

o

pudieran

recorrer el mismo camino. Y me reconfortó ver que mi relato tocó fibras sensibles. El centenar de personas que componia la audiencia escucho atentamente, y algunos incluso tomaron notas. Al término de la charla, estreché manos y escuché a todo el que quiso relatar sus propias experiencias. El dolor y la sensación de culpa de aquellas personas por los errores que creian haber cometido

y,

xiv ]

EN

LISA

COVE

A

rr

SA SOPA

hicieron eco en algunos de mis propios sentimientos. Y me hice estas

preguntas: “¿Donde está la ayuda para personas como nosotros que se entregan incansablemente a su ser querido agonizante? ¿Por que la comunidad médica no se preocupaba por los que se afanan en asumir la carga del enfermo y cumplir al mismo tiempo con las demandas cotidianas normales?”. Quise abrazarlos a todos y disipar sus dudas, sustituyendolas con el perdón a si mismos. Deseé tener una varita mágica para crear una red de apoyo en cada clínica oncológica para todo aquel que cuida de alguien, de quien la comunidad médica supone que puede y podra hacerse cargo de una atención complicada, mientras le hace frente a sus propias y en ocasiones

abrumadoras emociones. Aunque logré mi objetivo inicial, sali de aquel encuentro sintiendo que era necesario hacer mucho más. En los dos años siguientes, tuve otras oportunidades de hablar sobre el efecto del cáncer en mi vida y en la de mi familia. Cada vez que hablaba ante un grupo o me reunía con un profesional médico especializado en cáncer, tocaba el tema del papel y las necesidades del que cuida de alguien. Quería llamar la atención con respecto a esa persona en el salón de tratamiento a la cual se

ignora con tanta frecuencia, conjuntamente con sus necesidades y habilidades. Aunque no podía viajar y dar charlas e interceder por los que afrontan en silencio la difícil situación de cuidar de alguien, pensé que un libro podria llegar a muchas más personas. Quise que mi historia fuera algo útil a los demás, y no un recuento exhaustivo acerca del profesor que escribió La última

lección. Comence usando mi charla en el JCC como la estructura basica para mi relato, exploré los retos y problemas complejos originales que debi enfrentar al cuidar de alguien. psicoterapeutas queridos, decenas

especializados

y con médicos de

personas

que

en afrontar

la pérdida

Hable

de seres

de cuidados paliativos, así como cuidan de

pacientes

con

con

cáncer

con y

Alzheimer. Aunque la experiencia de cada persona es única, las

Prólogo

xv

dificultades principales son universales.

La exploración de mis

propias experiencias me obligó a ahondar en una herida dolorosa y abierta, lo cual provocó en mi efectos positivos y negativos. En el aspecto positivo, escribir ha sido una ayuda tremenda para mi sanación. El proceso me permitió apreciar mi fuerza y resiliencia. He podido seguir adelante en una nueva dirección para mi y para mi familia.

También

me

ha dado la oportunidad

de estar en paz con tantos acontecimientos perjudiciales que vivi.

En el aspecto negativo, no he podido dejar atrás completamente mi pasado. Los años transcurridos con Randy se edificaron día a día de alguna manera, estructura o forma. Esa resurrección del

pasado podria producirse por un mensaje de correo electrónico de un grupo intercesor de enfermos de cancer de páncreas, o de alguien que reconoce mi nombre. Á cuatro años de la muerte de Randy sigo teniendo pesadillas y hablando en sueños, pues mi subconsciente revive los momentos más traumaticos de esa etapa tan penosa de mi vida. Rich, mi actual esposo, me saca de esas pesadillas, acalla mis monologos en sueños y me calma para que vuelva a dormirme. Esta no es la forma en que quise iniciar un nuevo capitulo de mi vida. No es el final feliz estilo Hollywood que esperaba, pero sé que mi historia no termina con este libro. Esencialmente, mi sueño es que mi historia legitime aquello por lo que pasan voluntaria y valerosamente quienes cuidan de un ser querido.

Los pacientes necesitan

y merecen

apoyo,

pero

es hora de que nosotros, como comunidad, comprendamos el sufrimiento que asumen, a veces en silencio, nuestros familiares, vecinos, amigos y compañeros de trabajo. Es necesario que les ofrezcamos ayuda a esas personas, que creemos e implementemos programas

en

los

centros

de

atencion

del

cancer

y

otras

organizaciones. Es preciso que nos identifiquemos con esa persona

que acepta el deber de encargarse del cuidado y bienestar del paciente. Finalmente, tenemos que cuidar del que cuida a otro.

¿eoA RIAS 3

Vivir el sueño

? ¿ENTONCES PUEDO AGARRAR el bloque y lanzarlo?», preguntó eS Randy con incredulidad. Estaba aprendiendo elementos de AN investigación de graficos computarizados en la Universidad de Carolina del Norte, donde yo cursaba estudios para mis exámenes de Doctorado en Literatura Comparativa. Randy era profesor de Ciencias de Computación en la Universidad Carnegie Mellon de Pittsburgh e investigaba la realidad virtual y la interacción ser humano-ordenador. De pie en aquel laboratorio de realidad virtual, parecia un niño de treinta y siete años ante una consola

Wii de videojuegos, mando en mano. En vez de ver el mundo generado por ordenadores en una pantalla de televisión empotrada en la pared, miraba una pantalla colocada dentro de un casco especializado. En la actualidad, numerosos estadounidenses conocen

el manejo de un dispositivo para poner en movimiento objetos o avatares dentro de un videojuego. Pero hace catorce años, esta

tecnología no era aún de dominio público, ni tampoco un juego. Por el contrario, era un experimento para determinar cuán convincente

podia ser la realidad virtual. En esa demostración, el lanzamiento del bloque no formaba parte de las funciones del programa, pero

)

volver a soñar

Randy no lo sabía, y hacía un millón de preguntas. Ya había notado su curiosidad a inicios de esa mañana, cuando recorriamos otras secciones del laboratorio de realidad virtual. Caminando tras el, pude patentizar su genuino interés en nuestra investigación, que

absorbía plenamente. Y me resultó obvio que era inteligente. ¿Qué más se podía esperar de un profesor Carnegie Mellon? Sin embargo, Randy era sorprendentemente práctico. Cuando lo conoci esa mañana, así como en mensajes previos de correo electrónico, insistía en que lo llamara Randy, no Dr. Pausch. No necesitaba ser ceremonioso ni pedir que le reconocieran su titulo, lo cual resultaba un cambio muy refrescante con respecto a las normas vigentes en el campo académico. Me senti inmediatamente comoda

con el, incluso después del primer saludo. Y quise conocerlo mejor. Me cautivó su naturaleza desenvuelta y juguetona. Creo que por eso pude engatusarlo. «Claro, puedes lanzar el bloque a la otra habitación», dije, mintiendo, mientras Randy participaba en la “demostración del hoyo en el piso”. Haciéndole caso a mi afirmación, agarro el bloque con el mando, lo elevó por encima de su cabeza y lo lanzó con energía. «¡No funciono!», exclamo. «Tal vez no hayas soltado el botón lo suficientemente rápido», respondi, mirando al resto de los estudiantes universitarios a cargo de la demostración. Todos nos reímos un poco, en franca complicidad. Randy intentó agarrar y lanzar el bloque varias veces, hasta que escucho nuestras risas, se levantó el casco, me miró con cierto brillo en los ojos, y rio también. Allí surgió un amor a primera vista. Ante mi, un hombre de seis pies de estatura, de cabellos espesos y negros y obvia inteligencia, con un gran sentido del humor y seguridad en sí mismo. Debió haber pensado que yo era atractiva y tal vez un poco embrujadora, porque me pidio que lo viera esa noche. Por supuesto, la invitación me entusiasmó y la acepte. Y estuve literalmente sentada al lado del teléfono esperando que me

llamara despues de una reunión que tendria después

de

Vivir el sueño

cenar.

Cuando

3

la hora acordada llegó y paso, pense que había

cambiado de idea, que yo había estado imaginandome la conexión que senti con el ese día, y que había creido erróneamente que sus intenciones eran serias. Pero finalmente sono el teléfono. Era Randy, pidiendome disculpas por llamarme con tal impuntualidad, pero su reunión se había extendido más de lo esperado. Quería verme, y esperaba que no fuera demasiado tarde. Así las cosas, agarre mi cartera y salí a la calle con el corazón palpitante. Pensar en cómo nos conocimos y comenzamos a salir juntos, en cómo llegué a confiar y creer en el lo suficiente para casarme otra vez, me provoca una sensación dulce y amarga a la vez. Como mi primer matrimonio con el novio de mis años universitarios fue un fracaso total, sentía pesimismo respecto al matrimonio y a mi capacidad de encontrar un hombre que pudiera ser fiel a esos votos nupciales intemporales de amor, honor y aprecio. Recordar esos primeros días y semanas me causa un gran dolor, pues vuelve a abrir la herida que apenas comenzaba a sanar. Me hiere pensar en nuestra primera cita, cuando caminamos por Franklin Street en Chapel Hill, tomados de la mano. Tuve que tomar la suya para que aminorara un poco el paso, porque caminaba rapidamente, y yo lo

hacia con mas lentitud. Recuerdo lo suaves que eran sus manos, el vello de sus nudillos, y como se comia las uñas igual que yo. Cuando nos tomabamos las manos, el acariciaba mis dedos cerca de los nudillos, lo cual disipaba mi estrés y me dejaba en extrema placidez. Pero no se trataba de una atracción yin y yang, sino que encajabamos uno con el otro, intelectual, alegre y emocionalmente. Randy permaneció en Chapel Hill por solo dos días, y su tiempo estaba ocupado con numerosas reuniones con profesores de la Universidad. Pero el segundo día de su visita, me pregunto si me gustaría que se quedara otro día más para volver a salir conmigo. Esto me halagó y le respondi que sí. A la salida del trabajo, viajo conmigo

en el autobús

de regreso a mi apartamento.

Randy

no

4

volver 3 sojiar

perdió tiempo para cambiar su programa, haciendo llamadas por su celular desde el autobús. En aquel tiempo el uso del celular no estaba muy difundido, y Randy se veía bastante fuera de lugar

haciendo coordinaciones de trabajo. Nunca antes habia conocido a una persona capaz de mover cielo y tierra para estar conmigo. Y me sentí muy especial y afortunada por un tratamiento tan gentil. Esa noche hablamos de estipendios de estudiantes universitarios, de préstamos para quienes pretendían graduarse de profesiones cuyos salarios no eran suficientes para pagar el costo de los estudios,

y de mucho más. Y abundaron las coincidencias durante

aquella económica cena con comida china. Randy me resultaba muy atractivo, pero no basta la apariencia para enamorarse realmente. Me imagino que debe haber sido la combinación de intelecto y diversión, de sabio y atleta, de tecnología y artes, de honestidad e integridad lo que me cautivó. Me encantaba que fuera un cientifico e intelectual serio, no un esnob. No se tomaba demasiado en serio, aunque diera opiniones serias y defendiera firmemente sus convicciones. Estaba pleno de vida: era una de esas personas que llena de energía el salón y hacia quien se gravita naturalmente.

Y la forma en que me

miraba, incluso desde el primer momento, era algo que nunca había experimentado, y tal vez no volveré a experimentar. Despues de aquel encuentro, nuestro romance se transformó en un torbellino. Randy vivia en Pittsburgh, Pensilvania, y yo en Chapel Hill, Carolina del Norte, debido a lo cual hubo muchos

viajes para alimentar aquella relación. En ocasiones era yo quien viajaba a Pittsburgh, donde él me mostraba la ciudad, me presentaba a amigos y colegas, y comenzaba a integrarme sosegadamente a su vida. El amor comenzo a florecer, aunque no podía apreciarlo. No estaba segura de si debía creer que un hombre asi podria

albergar sentimientos serios hacia mi, una mujer ya divorciada a los treinta años que aún cursaba estudios de doctorado en literatura.

Vivir el sueño

5

Nuestro romance proseguía; llegó el otoño y lo invité a celebrar el Día de Acción de Gracias en casa de mis abuelos en Chesapeake,

Virginia. Como regalo, Randy le llevó una casa de pan de jengibre a mi abuela, que había hecho él mismo por las noches al término de

su jornada laboral. ¡Qué sorpresa encontrar a un hombre capaz de crear y hornear casas de pan de jengibre! Y desde cero, guiándose por un diseño propio hecho de cartón, y no de un juego comprado en las tiendas Michaels. El esfuerzo y la atención invertidos en la creación y transporte de la casa decían mucho de el y de las cosas que valoraba. Aunque podría haberse limitado a comprar un ramo de flores para nuestra reunión familiar, Randy se esmeró

en dar una buena impresión, lo cual reflejó también su auténtica faceta creativa, una faceta en la que no hacía cosas ordinarias. Posteriormente me llevó a Columbia, Maryland, para participar en la celebración de los cumpleaños de su madre y su padre. El regalo para su padre fue sencillo: galletas con pedacitos de chocolate hechas en casa. Randy pensaba que el acto de regalar no tenía que ser precisamente un muestrario de la suma de dinero que se quería gastar, sino más bien la cantidad de cariño que llevaba implicito. Tal filosofía hizo eco en mi, y me hizo amarlo y respetarlo aun más. En breve, comenzamos a pasar juntos todos los fines de semana y días festivos, y Randy me abrio las puertas de algunas experiencias inolvidables, desde un recorrido por las interioridades del diseño de un parque temático en un popular centro de diversiones, o conocer personas plenas de ideas interesantes. También me invitaba a participar en cenas y en viajes de negocios, a pesar de que no soy cientifica de computación. Me encantaba el estimulo intelectual, las conversaciones que ponian a prueba mis nociones preconcebidas, y los temas eclécticos. Como su preparación

estaba consciente de que no tenía

en materia de tecnología,

Randy

me

explicaba

las ideas básicas del tema tratado para que pudiera participar en la conversación.

Y lo hacia de forma considerada y realista,

6

colver a soñar

sin paternalismos, llegando incluso a pedirme mis opiniones o impresiones, escuchando con atención y demostrando cuánto valoraba lo que yo pudiera decir. Los fines de semana me parecian demasiado breves, mientras que los días laborales se tornaban cada vez más largos. Y se me hacía cada vez más dificil no estar con aquel hombre todo el tiempo, de tal manera que una simple llamada telefónica no bastaba para cubrir la distancia existente entre nosotros.

Recuerdo vivamente un viaje de estudio a Chicago con sus alumnos del programa de maestría Carnegie Mellon, donde vimos

juntos por primera vez Blue Man Group, una de las presentaciones escénicas más originales de la actualidad, compuesta por tres actores pintados de azul de la cabeza a los pies, quienes no dicen

una palabra, y utilizan tambores, tecnología y lenguaje corporal para comunicarse y maravillar al público. Una propuesta novedosa,

muy diferente de cualquier obra teatral jamás vista. Al final del espectáculo, Randy estaba visiblemente emocionado, y, volviendose

hacia mi con lágrimas en los ojos, me dijo: «Me siento muy feliz de que estés aquí para compartir conmigo esta experiencia». Esa misma noche fuimos a ver Tony and Tina's Wedding, una obra en la que los asistentes se convierten en invitados a la boda, y participan incluso en la acción, de manera que, cuando los actores les pidieron a las damas solteras que subieran al escenario a ver quien atrapaba el ramo de la novia, Randy y sus colegas insistieron en que fuera. Y, para mi sorpresa, fui yo la que atrapo el ramo de flores, y podrán

imaginarse las bromas de que fuimos objeto por parte de sus colegas y alumnos. Después del viaje a Chicago, supe que no pasaría mucho tiempo antes de que Randy me propusiera formalmente matrimonio.

Me

un matrimonio

preocupaba con un esposo

quedar

atrapada

nuevamente

en

que no tratara de resolver los

problemas sino que continuara con una conducta destructiva, lo cual implicaría una vida infeliz o un divorcio doloroso. ¿Iba a dejar

entonces que mi pasado ensombreciera mi futuro? ¿Seguiría atada a

Vivir el sueño

7

aquel fracaso, reconocerla mi fuerza y lo intentaría de nuevo? Estas eran algunas de las preguntas que me formulaba una y otra vez. Randy era divertido, inteligente, pero, más importante aun, afectuoso. Sabía que me quería porque me lo demostraba, además de decirmelo. Sus acciones revelaban su corazón y su caracter en pequeños detalles como comprarme

un paraguas si yo no tenia

uno; o en gestos grandiosos como prometerme que se haría cargo de todos los gastos de mi regreso a Chapel Hill en caso de que la relación no funcionara. Aunque me dominaba la ansiedad, confiaba en Randy y en nuestra relación, y acepté mudarme a Pittsburgh. Y aun senti temor cuando notifiqué con dos semanas de antelación

que dejaría mi plaza de coordinadora de extensión de programas y asistente de oficina del Departamento de Ciencias de Computación,

y cuando les dije a mi familia y amigos que me mudaba y comencé a buscar apartamento y empleo en Pittsburgh. Cada vez que manejo hacia Pittsburgh por la autopista 1-70 W y el Pennsylvania Turnpike,

recuerdo mi viaje con Randy en el camión de U-Haul con todas mis posesiones mundanas a bordo, y mi automóvil en el remolque. Esos sentimientos de temor y entusiasmo afloran cuando recuerdo a Randy tras el volante, mirándome, sonriendome y tomándome la mano. Despues de un matrimonio fracasado, había que armarse de valor para volver a confiar en alguien.

Pero Randy

facilito

que creyera en él y en nosotros. Sabía que nuestro matrimonio nunca acabaría en divorcio. Sabia que seria “hasta que la muerte nos separe”. Pero ignoraba que seria poco después de formular nuestros votos nupciales. Nos casamos el 20 de mayo de 2000, en Pittsburgh, bajo dos enormes robles en una sencilla ceremonia a la que sólo asistieron familiares cercanos y unos cuantos amigos. Incluso después que Dylan, Logan y Chloe vinieran al mundo, la magia continuó. A Randy le encantaba ser padre, y quería niños suficientes como para “amontonarse en el auto” como me explicaba. Como

yo tenla treinta y cuatro años y Randy

cuarenta cuando

8

volver a soñar

iniciamos nuestra familia, no dejamos pasar mucho tiempo entre uno y otro hijo. Dylan nació a finales de 2001, Logan dos años y medio después, y Chloe diecinueve meses después de Logan. ¡Tres hijos en cinco años! Los niños pequeños le imponen mucho estrés al matrimonio, y el nuestro no fue una excepción. Cuando Dylan nació siete semanas prematuro con dos libras y quince onzas de peso, Randy y yo nos aterramos ante el hecho de perder a nuestro primogénito. Recuerdo que Randy adoptó su modalidad de

solución de problemas para crear un calendario de trabajo en el que mi madre, el y yo nos turnáabamos cada tres horas para alimentar y cambiar a Dylan, y anotar lo que entraba y salía de su cuerpo para que el pediatra pudiera medir su crecimiento, llegando hasta describir la consistencia y color de sus excrementos y la forma en que comia. (Creo que aún conservo en mis archivos algunas de esas tablas. Imaginense lo que significa describir la caca de un bebe ¡a las tres de la mañana!). El peligro que corría al ser tan pequeño consistía en que era demasiado debil para llorar cuando necesitara alimentos, por lo que seguimos ese procedimiento por tres meses seguidos hasta que Dylan aumentó de peso lo suficiente como para esperar que llorase cuando sintiera hambre. Algo extremadamente fatigoso. No creo que Dylan haya llegado a dormir toda la noche hasta que cumplió cinco años más o menos, y aprendió a poner un CD en la reproductora para escuchar un cuento cuando se levantaba en plena noche. Durante ese tiempo nos dimos cuenta de que a Randy le hacia daño despertarse en medio de la noche, pues no podía volver a dormirse y se sentía

agotado en la mañana antes de irse a trabajar. Como

yo me

quedaba en casa y podia disfrutar de una siesta durante el día mientras los niños dormian, me encargaba de los turnos de noche para liberar a Randy y hacerle la vida un poco más llevadera. Dar y recibir. Eso es lo que hicimos siempre para afrontar los tiempos dificiles y hacer que nuestra vida en común fuera mejor.

Vivir el sueño

9

Como me dedicaba cada vez mas profunda y completamente a cuidar a Dylan, Randy advirtió que yo corría el peligro de perder todos los límites entre mi pequeño y yo. Con su habitual seguridad en si mismo,

crela saber lo que yo necesitaba cuando no podía

pensar coherentemente a causa de la fatiga, y el miedo empañaba mi

proceso de tomar decisiones. Cuando veía el callejón sin salida en el que me encontraba, me imponía periodos de separación del bebé y de la casa para que pudiera tomar un aire. Aunque no me gustaba

hacerlo, dejaba a regañadientes el niño al cuidado de su padre. Recuerdo

estar

sentada

en

un

parque

intentando

leer,

e incapaz

de concentrarme en las palabras contenidas en la página. Todo lo

veia rojo a causa de la ira de no estar con Dylan. Pero después de intentarlo en varias ocasiones, aprendi a salir de la “modalidad de Mama” y usar ese par de horas para satisfacer algunos de mis propios intereses. Ese sentimiento recien encontrado de conciencia de mi misma y de autopreservación me resultaron de gran utilidad, pues

poco después nacieron nuestros otros dos hijos, muy proximos uno del otro. Tal vez no era quizá lo que deseaba escuchar o ver en mi, pero Randy y yo teniamos una comunicación tan abierta y honesta que podiamos compartir cualquier cosa. Si uno no estaba de acuerdo con el punto de vista o sugerencia del otro, discrepábamos con respeto o llegabamos a un acuerdo que funcionara lo suficientemente bien para ambos. Puedo recordar muy escasas ocasiones en que alzamos la voz con ira o frustración, lo cual es notable, dado el estres que implican la crianza de un niño y una grave enfermedad. Randy siempre fue muy racional y razonable, y me amaba de manera tal que era capaz de hacer cualquier cosa por mi. Aunque la fase del cuidado de un bebé le resultó ardua, Randy ganó independencia cuando los niños cumplieron dos años. Era el

quien hacía locuras con ellos. Uno de sus juegos favoritos era el de “Asustar a Mamita”, que consistía usualmente en trucos tontos. Cuando los niños eran pequeños, a Randy le gustaba balancearlos

10

volver

sobre la palma de su mano. El niño se paraba recto mientras Randy movía la mano hacia arriba, hacia abajo y en circulos. Por supuesto, yo gritaba y lloraba en los momentos apropiados, algo que a los niños les encantaba. Randy era además el que se acurrucaba con ellos en el sofá. Mamita parecía siempre ocupada cuidando a uno u otro niño, o preparando la comida o la merienda, pero Papi era su compañero de acurrucamientos, dandoles muchisima atención individual, hablando con ellos para saber cómo les habia ido el día, o de algún tema de interés. Además, cocinaba con ellos, preferiblemente el desayuno de los fines de semana, cuando teniamos más tiempo libre. Lo que más le gustaba hacer a Randy eran los “panqueques de animales”. No usaba molde, sino que vertia la mezcla directamente sobre la sartén, de manera tal que adoptara una forma que se pareciera a algo. La misión de los niños era determinar la forma que adoptaria el panqueque, tal vez un caballo

o un cerdo. Era como una especie de prueba de Rorschach, un juego divertido que provocaba mucha conversación y risas en la mesa del desayuno. ¡Cuantas mañanas felices con aquellos panqueques locos!

En la misma medida que nos encantaba estar juntos, nos gustaba compartir con nuestras familias. Queríamos que los niños las conocieran a ambas, a pesar de que vivíamos a unas cuatro horas de camino de nuestro familiar más cercano. Asi hicimos viaje tras viaje a Maryland y a Virginia para visitarlos, desde que eran sólo

bebitos. Recuerdo el último viaje familiar que hicimos antes de que Randy se enterara de que padecía de cáncer. Fue en el verano de 2006, y decidimos visitar a mi hermano menor en Raleigh, Carolina del Norte.

A la mayoría de las personas les resultaría

dificil entender la combinación de una recién nacida con un niño de veintidós meses y otro de año y medio en un viaje extenso como su idea de vacaciones.

Pero nosotros teniamos un compromiso

con la idea de mantener estrechos lazos familiares. Y bien poco sabiamos

entonces

cuanto

los pondriamos

a prueba

en

cuanto

Vivir el sueño

11

tuvimos la necesidad de solicitar la ayuda de nuestros familiares. Estábamos a principios de agosto y hacía calor, un calor sureño, con indices de humedad cercanos al 90 por ciento todo el tiempo, y días que comenzaban con 85 grados. Nos hospedamos en un hotel pequeño con piscina, a poca distancia de la casa de mi hermano. La palabra clave de este relato es “piscina”. Durante aquellos días que estuvimos en Raleigh, pasamos la mayor parte del tiempo en el agua. A los niños y a Randy les encantaba; ambos se turnaban para saltar, esperando que el padre los agarrara, mientras yo cargaba a la pequeña Chloe en una parte más tranquila de la piscina. Mi hermano

y su esposa llegaron en la tarde para hacer un asado y relajarse en la sombra o jugar en el agua con los niños, e incluso algunos de mis amigos de la Universidad pasaron por allí para darse un chapuzón.

Recuerdo particularmente a una amiga que miraba a Randy jugar con los chicos, visiblemente emocionada con su amor mutuo y su

alegría de estar juntos. Recuerdo haber estado mirando la misma escena, y pensando en lo feliz que me sentia de formar parte de una familia tan maravillosa, y de cuántas veces más admirarla esa escena de diferentes maneras en mi vida: mi esposo, su padre, amándolos, disfrutando los placeres simples de la vida. Fue uno de mis sueños convertido en realidad: tener una familia, una familia cariñosa y feliz. Sin duda, esto implicaba sus desafios, pero la gratificación fue más grande de lo que esperaba. Me complacia ser madre y esposa, y me entregué a estos roles con fervor, aprendiendo a ensanchar mi corazón lo suficiente para poder amar a cuatro personas. Cuando la vida se nos presenta con tanta felicidad, es dificil imaginar que la tierra puede temblar y abrirse para tragarnos. Lo peor que podía imaginar en aquel momento era que uno de los niños tuviera una infección en el oido.

No

sabiamos

que nuestro trayecto como

familia y como pareja estaba a punto de dar un giro muy serio que nos pondria a prueba y que amenazaría con quebrantarnos. Lo que habiamos puesto en marcha era nuestro solido vinculo y un amor

12

SOPAS

construido a partir de la confianza y la comunicación. Recuerdo

cuanto vacilé para dejar mi vieja vida en Chapel Hill para crear una nueva con Randy en Pittsburgh. Era lo correcto: pensar con cautela en el matrimonio, conociendo con una visión de 20/20 lo dificil que resulta mantener una relación saludable. Es una decisión

de la que jamas me he arrepentido, incluso ahora.

Sueños truncados

IT”

EMPRANO EN LA MAÑANA del fin de semana del Día del Trabajo,

42.

medico de cabecera, quien estaba analizando una tomografía

en septiembre de 2006, recibimos una llamada de nuestro CT del abdomen de Randy que había hecho el día anterior. Aquella llamada un sábado, y sobre todo en un fin de semana feriado, no fue un buen presagio. En aquel momento experimente la misma sensación que cuando suena el telefono a medianoche: un gran nudo en el fondo del estomago. «¿De que quiere hablar el doctor conmigo?», le pregunté a Randy mientras este me extendía el aparato. Aunque no era enfermizo, Randy se había sentido muy mal en las últimas semanas, y tratabamos de encontrar la causa de sus misteriosos sintomas: fatiga, perdida de peso, inapetencia, heces flotantes. Y los análisis de detección de enfermedades obvias como influenza, estreptococos en la garganta, hepatitis A, B y C, dieron

resultados negativos. Como Randy no podía levantarse de la cama, tuve que hacerme cargo del turno de noche con la bebita y el de primera hora de la mañana con sus hermanitos. Y aunque me ayudaban con los niños

14

FOÍvor a sordas

durante la semana, me sentía agotada. Cuidar de la familia, supervisar nuestro proyecto de renovación de la casa, y cumplir con otros tantos compromisos estaba comenzando a hacer estragos en mi. Como cualquier otra pareja, Randy y yo habiamos creado una rutina, dividiendo las responsabilidades, y trabajando en común para que el tren de la familia Pausch siguiera adelante sin tropiezos. Nuestro día característico comenzaba cuando Dylan, de cuatro años y medio, y Logan, de veintitrés meses, se despertaban alrededor de las seis de la mañana. Como estaba amamantando y me despertaba varias veces durante la noche a alimentar a Chloe, de cuatro meses, Randy se levantaba con los chicos y hacia el desayuno. A menudo Dylan se paraba sobre un escabel y ayudaba a Randy a cocinar, disfrutando la emoción de ser útil en la cocina cascando o

batiendo los huevos, mientras Logan se entretenía con sus juguetes hasta que llegaba el momento

de desayunar.

Luego

Randy

se

preparaba para ir al trabajo y comenzar su día en la Universidad. Mis responsabilidades principales eran los niños y las renovaciones del hogar. Estábamos levantando el techo de nuestra casa estilo rancho en Pittsburgh para tener un poco mas de espacio a medida que crecía nuestra familia. En aquel momento, escogía los componentes de construcción, desde la plomeria hasta las baldosas,

y hacía algunas modificaciones al proyecto. Aunque trabajabamos con un excelente contratista y arquitecto que se encargaba de las labores más esenciales y confiabamos en él, nos tocaba decidir los detalles, como la ubicación de los interruptores y la cantidad y lugar de colocación de tomacorrientes en una habitación. También supervisaba

a Amy

Samad,

una niñera maravillosa,

quien

me

ayudaba con los niños y sus actividades. Amy me dio la oportunidad de sentarme de vez en cuando y no ser presa del agotamiento. Si a eso le sumábamos

las visitas al médico,

el preescolar,

las

actividades centradas en los niños*como clases de música y la administración del hogar, había trabajo más que suficiente. El

Sueños truncados

15

solo hecho de encargarme del lavado de la ropa y de la comida de tres niños menores de cinco años, me tomaba varias horas al día. Mientras asumía las responsabilidades domésticas, Randy se encargaba de las finanzas familiares, pagando las cuentas y los impuestos. También le gustaba sugerir y coordinar nuestros llevandonmos usualmente a sitios donde disfrutara toda

viajes,

la familia. Cada vez que consultaba con Walt Disney Company,

Inc., tratábamos de hacer lo que nos aconsejaban. Mi parte de la preparación del viaje consistía en empacar la ropa, meriendas y juguetes necesarios. Además, Randy se concentraba en su carrera, que incluía impartir clases, asesorar a alumnos de doctorado y en sus trayectorias académicas, dirigir su equipo de investigación, redactar solicitudes de subvención, asistir y presentar maestría

conferencias, colaborar con otros investigadores, asistir a varias reuniones de departamento académico y participar en decisiones de contrato de personal. Era muy versátil y disfrutaba las exigencias

diversas de su trabajo. No creo que la gente se dé cuenta de todo lo que implica el trabajo de un profesor, pero va más allá de enseñar e investigar. A Randy le encantaba su trabajo, especialmente en la Universidad Carnegie Mellon, hasta el punto de sentirse en deuda con la institución por todas las oportunidades que le habia dado. En las tareas del hogar, Randy y yo creamos una relación simbiotica en la que cada cual hacia su contribución a nuestra

vida de familia y a la crianza de nuestros hijos. El papel de ambos era crucial para que todo funcionara. Yo valoraba enormemente a Randy por sus esfuerzos, y sabía que el me valoraba por los míos. Él era como un enorme engranaje en la rueda de nuestro avance. Sin el, el delicado equilibrio de mantener nuestra familia perdió el control. El tren se habia descarrilado y seguia adelante dando bandazos ruidosos y peligrosos. Nuestra familia lamentaba amargamente su ausencia cuando Randy tenía que hacer un viaje profesional una semana al mes,

o cumplir con las largas horas

16

VoWyer a sonar

necesarias para su trabajo. Randy solía hacer bromas acerca de la flexibilidad laboral que le ofrecía la Universidad, diciendo que podía trabajar sus ochenta horas semanales cada vez que quisiera. El momento presente contribuiría a poner en claro cuánto dependíamos de Randy. Mientras él me tendía el teléfono, yo me debatía pensando por qué el médico quería hablar conmigo. «Quiere decirtelo personalmente», dijo Randy mientras me sentaba en el piso, teléfono en mano. Lo que el médico tenia que decirme era que había detectado una masa en el páncreas de Randy,

a todas luces un cáncer. Recuerdo que el médico me dijo que no era justo y que lo sentia mucho, pero nada mas. Ni me moleste en preguntarle cuál era la función del páncreas ni dónde estaba ubicado. Tampoco de cuáles eran las posibilidades de supervivencia. Estaba demasiado anonadada, demasiado pasmada con la palabra cancer. ¡Randy estaba a punto de cumplir cuarenta y seis años! Ni siquiera puedo recordar cómo terminó la conversación. Lo que si recuerdo claramente era como miraba a Randy durante la llamada, estudiando su expresión, buscando pistas provenientes del hombre a quien más admiraba para ver que demonios estaba ocurriendo. Sabia que era una mala noticia, pero no podía saber hasta donde lo era. Cuando cortamos, fui hasta la cama y le entregué a Randy su celular, mirándolo a la cara todo el tiempo. Su rostro hermoso y juvenil estaba serio, y sus ojos pardos intensamente concentrados. Apenas podia imaginarme los calculos que estaba haciendo su cerebro maravilloso e inteligente. Luego, pausadamente y con voz

de autoridad, el hombre de mis sueños me dijo sin rodeos que iba a morir. Más aun, que tal vez le quedaban de tres a seis meses de vida. Se habia enterado de todos esos detalles al buscar “cáncer de páncreas” en Google con su computadora portátil mientras estaba en la cama. No habia ni un ápice de autoconmiseración en su voz, sólo un tácito reconocimiento de los hechos tal cual los comprendía en ese instante. Como si intuyese la gravedad de ese momento, Randy

Sueños truncados

17

se dedicó a buscar un resquicio jurídico en el contrato con la Muerte,

no tanto para él como para mi y sus hijos. Si había algún rayo de esperanza posible, Randy estaba resuelto a encontrarlo y asirse a él. Alremontarme en el recuerdo a aquel momento, puedo ver cómo la situación se convirtió en la nueva norma para Randy: sentarse en

la cama para trabajar en su computadora portatil y/o hablar por su celular. En vez de ir a la oficina en la Universidad o al aula como el

profesor e investigador dinámico que era, realizaba todo su trabajo desde nuestro lecho.

Su computadora

portatil, en otro tiempo

mi rival para lograr su atención, se convertiría en una cuerda de salvamento que le mantenía conectado con su grupo de investigación, sus alumnos, colegas, familiares y médicos. De esta forma, Randy podía seguir haciendo muchas de las cosas que le apasionaban, incluso cuando el cáncer iba privándolo lentamente de su energía. Exceptuando el color amarillento de su piel provocado por la presión del tumor sobre el conducto biliar y la acumulación de bilirrubina en el torrente sanguineo, Randy se veia perfectamente

saludable. ¿Cómo podia dar por sentado que iba a morir? ¿Como podía estar tan seguro? Aún estaba recuperandome de los embates verbales recibidos. Los golpes propinados por el médico y Randy me habian dejado mareada. Trataba de procesar tantainformaciónnueva,

intentando asirme a la vida maravillosa que habiamos forjado juntos en ocho breves años, y que súbitamente adquiría una gran fragilidad. Desde que Randy y yo nos conociéramos en el otoño de 1998, Pittsburgh se convirtió en nuestro hogar porque esta ciudad era su lugar de trabajo. Creamos una red de amigos intimos con quienes disfrutáabamos cenas, peliculas, conciertos, eventos deportivos y

obras teatrales. Ademas, celebrabamos juntos los cumpleaños de los niños y los feriados. Habíamos encontrado una iglesia donde nos sentíamos cómodos y adonde acudíamos cada domingo cuando estábamos en la ciudad. Y participábamos activa y mutuamente en nuestras respectivas vidas profesionales. Cuando yo trabajaba,

18

voiver a soñar

Randy supervisaba mis diseños de paginas Web, hacia sugerencias y me enseñaba técnicas de prueba del usuario. Por mi parte, yo ayudaba a organizar fiestas en nuestra casa para sus alumnos, y asistía con él a eventos de la Universidad. Jugábamos juntos partidos de fútbol americano de bandera en la Liga Deportiva de Pittsburgh, y Randy me enseñaba las reglas y cómo neutralizar al

mariscal de campo. Yo jugaba incluso después del nacimiento de Dylan, amantándolo en el banco durante los intermedios, pero al

poco tiempo dejé el deporte. Randy siguio jugando varios años, y mantuvimos

Lo

más

la amistad con nuestros compañeros

significativo

que

logramos

fue

de equipo.

comenzar

juntos

una familia. Mi primer embarazo fue dificil. En el examen del septimo mes, el médico mostró preocupación porque yo sentia que el bebé no se movia con demasiada frecuencia. Me enviaron al hospital para someterme a un ultrasonido en el cual se evidenció que Dylan era muy pequeño para su edad de gestación, y tenia las piernas junto a las orejas, en una franca postura para nacer de nalgas, lo cual contribuia a la falta de movimiento.

Pero el

mayor problema era el peso. Nuestro obstetra recomendo que descansara acostada, asi como la vigilancia diaria del feto, y una serie de inyecciones de esteroides para acelerar el desarrollo de sus pulmones. La preocupación era que Dylan naciera antes de tiempo y fuera incapaz de respirar, porque los pulmones son los últimos órganos en desarrollarse. Randy se mostraba muy calmado en aquellas consultas, tomando siempre mi mano y dándome el apoyo emocional que necesitaba en ese tiempo. Pero se asustó un poco cuando mi placenta se separó parcialmente y mis bragas se empaparon de una sangre roja y brillante, y no sólo violó el límite de velocidad y pasó las luces rojas mientras me llevaba al hospital,

sino que casi arrastra a mi madre cuando no se bajó del auto con suficiente rapidez. Randy sostuvo mii mano durante toda la cesárea de emergencia. Cada vez que yo estaba a punto de una conmoción,

Sueños truncados

19

el me ayudaba a mantener el control. Randy permanecio tras de mi en la sala de recuperación mientras pasaba el efecto de la anestesia y el dolor súbito me hacía saber lo infeliz que se sentía mi cuerpo a causa del trauma que había experimentado. Ambos celebramos la llegada del año 2002 agradecidos de tener un bebé prematuro de

sólo

dos

libras y quince

onzas

en la unidad

de cuidados

intensivos neonatales de aquel mismo edificio. El de Dylan no fue el último embarazo y parto difícil que pasariamos los dos, pero sí la primera crisis médica que pondría a prueba nuestro temple, y nos enseñaría a depender absoluta y completamente uno del otro. Cuando

necesitaba

ir a ver

a Dylan

a la unidad

de

cui-

dados intensivos neonatales, Randy me llevaba en el auto, independientemente de la hora del día o la noche. Amaba a aquel pequeñito tanto como yo, y nos turnabamos en “la labor del

canguro”,

colocando

a Dylan

sobre

nuestra

piel desnuda

para ayudarlo a prosperar. Y prosperó, aumentando de peso y normalizando los latidos de su corazón y su ritmo respiratorio. Al cabo de veintiún dias en la unidad de cuidados intensivos neonatales, nuestro bebé pesaba tres libras y media, y estaba listo para irse a casa. El equipo médico nos invitó a pasar la noche en un dormitorio especial con Dylan, ya desconectado de los monitores, para que Randy y yo nos sintiéramos confiados cuando salieramos del hospital y nos lleváramos el niño a casa. Tanto Randy y yo como el equipo médico nos habiamos hecho dependientes del monitor cardiaco las

para saber que

almohadillas

Dylan

conductoras

estaba bien. del

pequeño

Cuando pecho

retiraron de

Dylan,

todos contuvimos el aliento esperando que el niño confrontara súbitamente

dificultades.

Pero

en la medida

que

transcurrian

los minutos, comenzamos poco a poco a respirar normalmente. Antes de que el equipo se retirara de la habitacion para dejarnos dormir, señalaron el botón de emergencia que debíamos usar si crelamos que Dylan necesitaba atencion médica.

Una enfermera

20

Srqrigras ro ES 7% YE



A

Y

UI dd

vendria al rescate si fuese necesario. Aquel botón de emergencia nos hizo sentir un poco más cómodos, pero aquella primera noche en la habitacion del hospital estuvimos muy nerviosos. Y así bregamos durante los primeros días y meses después de tener un bebé prematuro a quien necesitábamos despertar cada tres horas para alimentarlo. La incorporación de un bebé a nuestra

relación llegó con su propio conjunto de retos mientras ejerciamos el equilibrio de ser padres y de mantener la solidez de nuestro amor y matrimonio. Los dos primeros años discutíiamos como cualquier pareja cuando me entregaba enteramente a mi rol de madre y no le daba a Randy el tiempo y la atención que necesitaba. Hubo incluso muchas conversaciones sinceras y algunas lágrimas. Lo bueno de nuestro matrimonio era que podiamos sostener aquellos

dialogos con el alma al desnudo sin que ninguno de los dos dejara que las emociones nos cegaran y dijéramos cosas hirientes de las que nos arrepintieramos después. Jamas nos levantamos la voz el uno al otro en un acceso de ira. Ambos teniamos el compromiso de hacer funcionar nuestro matrimonio, y yo sabia, sin la menor

sombra de duda, que Randy jamás claudicaria ni nos abandonaría. Cuando me enteré de que estaba embarazada de Logan, vivíamos en San Mateo, California, donde Randy estaba realizando un año sabatico con Electronic Arts, una compañia fabricante de videojuegos. Un sabático es un privilegio académico especial que se le puede otorgar a un profesor cada siete años o algo asi, para que se libere de sus clases y deberes universitarios y haga algo que le enriquezca intelectualmente. El primer sabático de Randy fue con

Walt Disney Imagineering, y luego trabajó con el gigante de los videojuegos para tener una mayor comprensión de la cultura de esa industria. El sabático termino a la mitad de mi embarazo, y nos trasladamos al este, a nuestra casa en Pittsburgh. Durante uno de mis exámenes prenatales, el análisis de orina dio como resultado unos niveles de proteinas alarmantemente

altos. El médico

me indicó

Sueños truncados

21

que fuera inmediatamente al hospital pues era necesario hacer más exámenes debido a que mostraba señales de preeclampsia o toxema del embarazo, debido a lo cual podrían verse obligados a inducir el parto. Me senti atemorizada de que se repitiera el alumbramiento de emergencia y de que el niño pudiera tener algún padecimiento grave. Y para empeorar las cosas, llevaba conmigo a Dylan, debido a lo cual no podian hospitalizarme acompañada de un niño de dos años. Llamé a Randy, quien estaba en una reunión de suma importancia, para explicarle el dilema en que me hallaba. Mi esposo no vacilo un instante, y abandonó inmediatamente la reunión para estar a mi lado, llamando a una niñera para que se hiciera cargo de Dylan mientras el se quedaba conmigo en el hospital y esperabamos que los médicos hicieran prueba tras prueba sin indicarnos hacia donde

iba la situacion: ¿estarían comenzando a fallar mi higado y mis pulmones, lo cual les obligaría a inducir el parto? Muchas horas después, nos dijeron que todo iba a salir bien y pudimos respirar con alivio. Logan vino al mundo un par de semanas antes de tiempo, y me diagnosticaron preeclampsia cuando entré en labores de parto el 2 de octubre de 2004. El alumbramiento se retraso como resultado de una medicina que me administraron para que no convulsionara. El médico me dio la opción de elegir un parto con cesárea o natural. Randy y yo conversamos unos minutos y cuando regresó el doctor le dijimos que preferiamos un parto natural. ¡Craso error! Después de pujar durante una hora, Logan se atascó en el conducto natal. Y otra vez nos llevaron a la sala de operaciones en la que se congregaba un nutrido equipo médico. De repente, nuestra íntima experiencia de dar a luz se transformó en el drama de un procedimiento de parto asistido. Como Logan ya había avanzado demasiado por el conducto natal para recurrir a una cesárea, el médico y su asistente usaron los fórceps para halar, mientras dos enfermeras a cada lado de mi vientre empujaban fuertemente cuando yo pujaba durante una contracción.

Cuando emergió la cabeza de Logan, creimos

22

volver a soñar

que su cuerpo se iba a deslizar sin problemas, pero no fue asi, y el médico tuvo que halar suavemente hasta que logró salir. Recuerdo cómo fui desvaneciendome y perdiendo la conciencia después de escuchar el llanto saludable de Logan. Sabia que los médicos y las enfermeras se harían cargo del bebito. Cuando abri los ojos al cabo de unos instantes, seguían alrededor del niño y me di cuenta de

que me impedían verlo. Le pedí a Randy que me dejara verlo pero el se negó, respondiendome que podría hacerlo después. Como sabía por instinto que algo andaba mal, le exigi a Randy que me

dijera lo que ocurría, y me dijo que durante el parto Logan se habia dañado el hombro y que tal vez le habian pellizcado un nervio. Fuera lo que fuese, Logan no podía mover el brazo ni el hombro, e ignorábamos si el daño era temporal o permanente. Mientras yacia sobre la mesa de operaciones y el médico me suturaba, el terror me oprimio el corazón y la conciencia me torturaba: “¡Oh, Señor, cuánto lamento haber elegido el parto natural en vez de la cesárea!” Y me acuse de egoista y de hacer que el niño corriera

riesgos. Al cabo de un rato, Randy me dijo feliz que Logan habia comenzado a mover el hombro y que todo saldría bien. A lo largo de aquella odisea, Randy estuvo siempre a mi lado, sin pronunciar ni una palabra de crítica ni sembrar dudas ni culpa. Allí estaba, simplemente, para ayudarme y supe que podía apoyarme en él. A medida que crecía la familia, las exigencias de tiempo que

enfrentaba Randy se hicieron más problemáticas. Aquellos viajes de una

semana

cada

mes

ejercían

un

impacto

mucho

mayor

en nuestra familia. Como la mayoría de las parejas, Randy y yo analizabamos en qué forma podíamos equilibrar trabajo y familia. En ocasiones sentía que estaba criando sola a los niños mientras él

viajaba o trabajaba en el laboratorio, en la Universidad o en nuestra oficina en casa.

A menudo su capacidad de pensar parecia mermada

por el trabajo, o al menos eso eralo que yo creía. Randy quería deshacerse de algunas de sus responsabilidades académicas, pero la

Sueños truncados

23

pregunta era ¿cuáles? Asesoraba a varios estudiantes de doctorado, lo cual consumía mucho tiempo de contacto individual con cada uno de ellos. Tenía que cumplir. con las exigencias establecidas en sus contratos de subvención hasta que venciera el periodo de otorgamiento, y aunque podia reducir la cantidad de sus charlas, no queria renunciar a ellas completamente porque le encantaba tanto organizarlas como

darlas.

Finalmente

se decidio por sus

compromisos con varios departamentos academicos. Después de mucho pensar y analizar, Randy decidió renunciar a la codirección del Centro

de Tecnología del Entretenimiento,

una institución

academica que habia ayudado a fundar, y contaba con alumnos de varias disciplinas que colaboraban y ofrecian un programa de Maestria en Tecnología del Entretenimiento. Poco después de

que Randy redujera sus compromisos profesionales, a su padre le diagnosticaron un tipo de leucemia incurable. Randy pudo asi hacer uso de su tiempo extra para estar con el enfermo y con su familia en continuo crecimiento, pues yo estaba embarazada con nuestro tercer hijo. El aumento de las demandas familiares nos obligó a Randy y a mi a sostener conversaciones muy sinceras acerca de las prioridades de nuestra vida. Yo queria que él pudiera enfocarse en nosotros cuando estábamos juntos sin que su mente estuviese gravitando en

torno a los problemas de trabajo. También deseaba que estuviera más tiempo con nosotros y que viajara menos. A medida que los niños creclan y comenzaban a practicar deportes, yo quería que Randy los entrenara, dandoles asi la experiencia positiva que tuvo en su niñez cuando jugó en las ligas infantiles de fútbol americano. Randy también quería todas esas cosas, pero honestamente le resultaba difícil renunciar a las oportunidades de interés intelectual

que surgían en su trabajo. Yo comprendi su dilema, pues tuve que tomar la decision de abandonar mi carrera al año de nacer Dylan. Y habia trabajado y ganado mi propio salario desde séptimo grado, trabajando

en una finca cercana o limpiando

patios ——Sfaenas de

24

FOÍVEZA SOPS

salario minimo— después de cumplir los dieciséis. Saber que dependía totalmente de Randy para nuestro bienestar financiero fue un acto de fe por mi parte. En ese tiempo no me di cuenta a cuanto renunciaba en términos de retos intelectuales, pero pude hallar

maneras de mantener el estimulo cerebral. Gracias a su trabajo, Randy disfrutaba de la creatividad y la enseñanza. Y comprendí

que en cuanto dejara de ser director de un centro académico o instructor de un curso universitario popular, le resultaría imposible volver atrás. Por tanto, no tomamos decisiones precipitadas de las que pudiéramos arrepentirnos después y seguimos dialogando para encontrar el equilibrio funcional para nuestra familia. A la luz de aquel momento en nuestras vidas —-finales de los treinta/principios de los cuarenta, y en la crianza de tres niños pequeños— una enfermedad potencialmente mortal era ajena a cualquier consideración. Y aprendi rápidamente que no hay afirmación más temible que “Tienes cáncer” a menos que se diga “Tu ser querido tiene cáncer”.

Yo sólo habia conocido

previamente a una única persona aquejada por el cáncer: un conocido de la iglesia. Nadie, en ninguna de nuestras familias habia padecido un cáncer que necesitara quimioterapia o radiaciones. Por tanto, carecía de un marco de referencia que me guiara en ese momento o en el curso de nuestra odisea con el cáncer.

Porque

ahi estabamos

precisamente:

ante un nuevo

camino en la vida que constituiría un reto individual y pondría a prueba

la fuerza de nuestro amor

Mientras

miraba

a

Randy,

y nuestro

compromiso

escuchando

su

mutuo.

predicción,

procesando las palabras del médico, no me daba cuenta de que estaba contemplando la ruptura de mi sueño en tiempo real. Quería aferrarme a la belleza y la seguridad de nuestra vida normal, pero esa vida era ya como un vitral roto hecho pedazos a mis pies. En mi ignorancia, pensé que si podíamos salir airosos de aquel episodio de cáncer, si Randy podía vencer las dificultades, nuestras vidas

Sueños truncados

25

recuperarian la normalidad. No comprendí que, incluso si Randy triunfaba sobre el cáncer, nuestra vida jamás volvería a ser lo que era, porque la enfermedad estaría acechando siempre en la sombra, oculta en cualquier esquina. Por el contrario, teníamos ante nosotros una nueva normalidad

cuyo nombre

era miedo.

Cada noche yacia en la cama de la tercera planta escuchando los ruiditos del bebé, y pensando en lo que estaba ocurriendo. Cuando me aseguraba de que el niño dormiria un rato después de haberlo

amamantado, bajaba a la segunda planta y encontraba a Randy, también despierto. Nos abrazabamos, y yo rompía en llanto. Randy me aseguraba que podría criar a los niños por mi cuenta, y que sería capaz de controlar las finanzas. Randy no lloraba por el sino mas bien por nosotros, por la familia que había creado y que sabia que no ayudaría a criar. Lloraba por mi y por la ardua tarea que me esperaba. ¡Qué escenas tan tristes iluminaba el sol al salir cada mañana en aquellos dias! Ignoro cómo pude funcionar en aquellos días, cuando apenas dormia, amamantando a un bebe cada tres horas, tratando de hacer que la vida les pareciera normal a los chicos, planificando con el constructor para que terminara nuestras renovaciones lo antes posible, reuniendome con los médicos para analizar el tratamiento

de Randy y darle la mejor posibilidad de supervivencia. Creo que la mejor lección que tuve que aprender —y volver a aprender— en este proceso fue tener confianza en mi misma para enfrentar los retos que tenía por delante. Hay que excavar muy hondo, pero ahi esta, en espera de brotar: un pozo inexplorado de energía positiva. He visto cómo personas a quienes conozco enfrentan todo tipo de obstáculos que nunca me imaginaria que pudiera vencer.

Por tanto, cuando

me encontré en circunstancias similares, me di cuenta de que habia

hecho lo necesario. ¿Cuales eran mis opciones, realmente? ¿Volverle la espalda a Randy, el hombre que me había amado, que me habia cuidado y me había ayudado a crear una vida de felicidad y plenitud?

26

y

VOIVET A SONAS

Escuché recientemente un sermón en mi iglesia donde nuestros ministros hablaban acerca de los votos matrimoniales; de cómo teniamos que encontrar el significado que subyace en el voto y tratar de cumplirlo cada dia. El ministro John Manwell dijo: «El voto se formula en cuestión de minutos, pero hace falta una vida para vivirlo». Randy solía decir algo un poco más en tono de broma: «Cásese de prisa; arrepiéntase cuando le convenga». Jamas me arrepenti de casarme con Randy incluso ante la posibilidad de su muerte. Y creo que el sentía lo mismo con respecto a mi, aunque ocasionalmente le falle en su calvario. A pesar de eso, nos amamos uno al otro y yo trate de cumplir mis votos a cabalidad.

Hacerle frente al problema

Aa



OS

MIEMBROS

DE

NUESTRA

FAMILIA

reaccionaron

con

una

conmoción e incredulidad similar a la mía ante la noticia Mba del cáncer de Randy. Para ayudarlos a procesar las implicaciones del diagnóstico,

Randy les envió un mensaje por

correo electrónico reiterando la información pertinente. Como siempre, se mostró calmado y metódico a la hora de describir el impacto inmediato y la amenaza continua del cáncer en nuestras vidas, sin recurrir al alarmismo para exagerar el drama o recabar el apoyo de la familia. Por el contrario, mantuvo una perspectiva positiva y optó por concentrarse en las posibilidades, por minimas que fueran. Esto es lo que escribio el 12 de septiembre de 2006:

Jai y yo y sentidos

estamos

abrumados

ofrecimientos

de

ayuda,

por

los rápidos ¡para

los que

tenemos proyectado un “si” rotundo! (lean el próximo mensaje). Primeramente, en este mensaje, quisiera darles a todos un poco de información acerca de la enfermedad, y dejar a un lado unos cuantos temores potenciales.

volvera soñar

28

Detesto comunicarme por correo electrónico, pero el mismo tiene la excelente función de que todos van a oirme decir exactamente lo mismo. 1) Aunque el diagnóstico es temible, ¡NO tengo en mis planes morirme por ahora! Todos deben saber que Jai y yo tenemos el compromiso de vencer las dificultades, fortalecidos por nuestro amor mutuo y el cariñoso apoyo de nuestras familias. 2) Quiero poner en claro que si muero, Jai y los niños NO

SERÁN

una carga financiera para ninguno

de ustedes. Tenemos ahorros, la casa está pagada, yo tengo un seguro de vida de Carnegie Mellon y varias compañías externas que protegerán a Jai en el aspecto financiero en caso de muerte. Ella necesitará su apoyo emocional,

no

su

apoyo

financiero.

Ayer

tuve

una

reunión con el presidente de Carnegie Mellon, y se me hizo saber que me mantendrán a salario completo durante todo este proceso, y me ayudarán en todo lo que puedan. 3) Pensé que podía darles información específica sobre la enfermedad que padezco: el diagnóstico es adenocarcinoma, cáncer de páncreas. Usualmente este tipo de cáncer se descubre tan tardíamente que se envía al paciente a casa para morir al cabo de tres a seis meses. Por suerte formo parte del veinte por ciento

de los pacientes a quienes los cirujanos pueden extirparles

el

programada

para el martes

el UPMC

tumor.

Shadyside

Tengo

una

operación

19 de septiembre

Hospital.

Es una

en

operación

delicada en la que extirparán el tumor, la vesícula biliar, delgado,

parte y

del

páncreas,

posiblemente

parte parte

del del

intestino estómago.

Hacerle frente al problema

29

Estare hospitalizado de dos a tres semanas, y luego descansaré en casa otras cuatro. En ese punto, estaré nuevamente al cien por ciento físicamente. Hemos

hecho

una investigación

exhaustiva,

y

Jai y yo estamos contentos con el cirujano (que ha hecho más de 250 operaciones de este tipo), y con el hospital, considerado un centro de “alto volumen” en este procedimiento. Por cierto, la operación se conoce como procedimiento “Whipple”, por el nombre de su inventor. Si la operación extirpa hasta la última célula cancerigena, gano la batalla. Si no se logra, el cáncer regresara. Estadisticamente, el pronóstico a largo plazo no es color de rosa: solo del diez al veinte por ciento de quienes se someten a la operación sobreviven hasta

cinco

años.

No

es

necesario

decir

que

¡me

propongo ser uno de los afortunados que siga vivo! La edad promedio para padecer esta enfermedad es 66 años, por lo que hay alguna razón para creer que

mis posibilidades seran mejores que las del paciente comun (tengo 45 y estoy en buena forma física), por lo que podrán someterme

a una quimioterapia y/o

radiación más agresiva después de la operacion.

Jai y yo estamos totalmente enfocados en el plazo mas corto, y cuidando a los niños.

Me encanta este mensaje de Randy: me hace reir cada vez que lo leo porque ejemplifica su espiritu y perspectiva positiva en una situación adversa. En su mensaje, lo primero que hizo fue aceptar y reconocer los hechos, sin evadir esa palabra funesta

que empieza con C ni la cruda realidad de la enfermedad. No tiene un apice de autoconmiseracion ni un asomo de depresión.

volver a sor

30

Tampoco

da la impresión de estar furioso ni embargado

el pesimismo;

por

nunca fue asi... ni una sola vez. Pero lo mas

importante es que Randy no habla como un hombre que se rinde, sino más bien como un general que organiza su plan de

batalla y alerta a las tropas. Su mensaje para todos sus familiares y sus suegros fue para infundir confianza, no una version adulterada y embellecida de la verdad. Tampoco distorsiona los hechos para crear una versión de cuento de hadas de lo que estaba enfrentando. Recuerdo vivamente oirle decir que queria enviarles este mensaje a todos sus familiares al mismo tiempo,

para que no fuera una versión del juego telefónico en el que un familiar llama a otro y le da información inexacta. Lo que cada cual hizo con esa información posteriormente estuvo fuera de su control, pero al menos les dio datos claros y verdaderos. También fue claro en la delicada cuestión de las finanzas. No hablamos de dinero con nuestras familias, pero esa situación garantizaba sacar el tema a colación. Randy era una persona frugal por

naturaleza.

Incluso

en

sus

años

de

estudios

universitarios

en que vivía de un magro estipendio se las habia arreglado para ahorrar. Cuando nos conocimos, ya había creado una buena cuenta de ahorros. Al combinar nuestras vidas e ingresos, nos aseguramos

de aportar a nuestros ahorros y cuentas de jubilación, viviendo siempre dentro de nuestras posibilidades. Ahora nuestra prudencia daba sus frutos con creces. Saber que el bienestar financiero de su familia estaba garantizado si ocurría lo peor aliviaba a Randy de una pesada carga, permitiéndole concentrarse en su salud y tratamiento. Pienso que también era motivo de orgullo, ya que era resultado de sus esfuerzos y planificación. Y yo también podía respirar aliviada,

porque el salario que cobré antes de dejar de trabajar nunca hubiera alcanzado para pagar las cuentas, la guardería y el cuidado de los niños fuera del horario escolar. Aunque tuvimos la humildad de pedirles a nuestras familias que nos ayudaran en la recuperación y

Hacerle frente al problema

31

tratamientos quirúrgicos de Randy, al menos no tuvimos que llegar ante su puerta, sombrero en mano, para pedirles dinero. El ser humano reacciona de diversas maneras ante una mala noticia, especialmente en caso de una enfermedad potencialmente mortal. Algunas personas se dejan llevar por sus emociones durante un tiempo. Se que reaccione de forma muy sentimental al enterarme que Randy padecía una forma agresiva de cáncer con un ochenta por ciento de posibilidades de causarle la muerte el primer año. A puertas cerradas, alejados de familiares y amigos, Randy y yo nos consoláabamos mutuamente y canalizábamos nuestros sentimientos y temores. No los mantuvimos contenidos, más bien encontramos formas seguras de expresarlos. Descubri que hablar con amigos intimos acerca de lo que sentía o de algún giro desagradable en

nuestra odisea me ayudaba enormemente.

Por fortuna, jamás

quedamos tan paralizados por nuestras emociones hasta el punto de no poder funcionar ni hacerle frente a la situación. Es

importante

destacar

que

algunos

tipos

de

cancer

no

permiten el lujo de sentarse sin hacer nada durante días, semanas o meses. En breve nos dimos cuenta de que ahora el cáncer regía nuestro ritmo de vida: cada minuto de cada hora contaba como nunca antes. Independientemente de lo minimas que fueran las posibilidades, nos aferrabamos a cualquier tabla de salvación antes de que se cerrara la puerta de la oportunidad. Actuando con rapidez, haciendo lo que debíamos hacer, e informándonos acerca de los tratamientos mas efectivos, ayudabamos a conformar nuestro camino. Si nos quedabamos paralizados de temor u optabamos por no actuar, habriamos perdido impulso en la lucha contra el cáncer, perdiendo un tiempo precioso para la vida de Randy.

En este punto, el cáncer no ejercia su terrible influencia sobre el cuerpo de Randy. Tenía ictericia, y la acumulación de bilirrubina en la sangre le provocaba picazón. Como yo me habia comido las uñas, mi madre era quien le rascaba la espalda hasta dejarle marcas

32

vOtvor a soñar

rojas en ella. Y durante todo el proceso Randy suspiraba al lograr algún alivio a la comezón. Pienso que saber lo que le causaba la

somnolencia y otros sintomas le hacia sentir un poco mejor. Randy era una persona activa. El simple hecho de que pudiera hacer algo en ese momento ——como investigar la enfermedad y los tratamientos— le servía de estimulo. Aunque su nivel de energía distaba mucho de lo normal, aún funcionaba normalmente

la mayoría del tiempo, aunque no comía mucho y dejó de hacer ejercicio. Pero se reunía con personas todo el día y trabajaba con su ordenador en varios proyectos. Ademas, se aseguró de que sus alumnos de doctorado estuvieran en buena situación académica y que su seguro de vida estuviera correctamente redactado en los terminos de beneficiarios en caso de que el falleciera durante la operación o debido a posteriores complicaciones. Parte del proceso de aumentar las posibilidades de supervivencia

de Randy consistía en encontrar un cirujano experto que realizara la delicada operación. El cirujano debia estar afiliado a un hospital con un centro de recuperación especializado en ayudar a que el paciente se recuperara, y a enfrentar las diversas complicaciones que surgen generalmente despues de una operación. Resultaba importante considerar todos esos factores porque el indice de mortalidad a consecuencia sólo de dicha operación oscilaba entre el veinte y el cinco por ciento. Y reducir al máximo posible los riesgos que correría Randy ocupaba un sitio primordial en nuestras mentes. Tuvimos la suerte de contar con el Dr. Herbert

Zeh, un cirujano excelente, y el hospital Shadyside estaba lo suficientemente bien equipado

como

para contribuir a que

Randy se recuperara en Pittsburgh. Ya decidido el próximo paso a dar en la batalla contra el cáncer, derivamos nuestra atención a afrontar la posibilidad real del agotamiento físico y emocional.

En su segundo mensaje, también enviado el 12 de septiembre de 2006, Randy ampliaba sus explicaciones acerca de los peligros de

Hacerle frente al problema

33

sobrecargarme a mi con la responsabilidad de cuidar del bienestar de la familia: Nuestra

mayor

preocupación

Jai cuente con ayuda.

es

garantizar

que

Durante dos meses, a partir

del 19 de septiembre, no sólo estará desempeñando la labor de madre sin esposo con un niño de 4 años (Dylan), otro de 23 meses (Logan), y de amamantar a nuestra niña de cuatro meses (Chloe); sino que seguira haciéndolo ya sea mientras vaya a verme al hospital, o mientras me recupero en casa.

Jai es una de las mujeres mas fuertes que he conocido, pero es un ser humano, y la tarea que tiene ante si es colosal, por lo que debemos evitar que Jai “se nos funda” a toda costa. Nuestro plan básico es , de lunes a viernes, recurrir a la ayuda de quienes viven cerca de nosotros (nos parece que tenemos un buen plan armado), y aceptar todos sus ofrecimientos de ayuda para visitarnos los fines de semana. Seria más util si vinieran a casa, en la tarde o la noche del viernes, y se quedaran hasta el lunes. Tenemos habitaciones suficientes para acomodarlos.

Jai hablará con ustedes en las proximas 48 horas para elaborar un calendario y garantizar que tengamos cobertura completa. Además, mi familia tambien hara todo lo que pueda. Dios los bendiga a todos por su voluntad de ayudar en lo que es realmente nuestra hora de necesidad. Además

de

informarnos

debidamente

acerca

del

cáncer

de

páncreas y las opciones de tratamiento, creo que una de las cosas más

inteligentes

que

hicimos

fue

reconocer

el impacto

que

la

34

Sobra”

enfermedad tendría en nuestra familia. Con mucha frecuencia nos enfocamos solamente en el paciente, pero el cancer afecta a más de una persona. Como dijera Randy con tanta gallardía en un momento, yo era fuerte, pero también era un ser humano. Sabia que el estrés, combinado una gran probabilidad de un sistema de apoyo para mi esposo e hijos, con la matrimonio

intacto.

con las exigencias de la situación, creaba desgaste en mi. Por tanto, planificamos que yo pudiera cuidar lo mejor posible de esperanza de mantener tambien nuestro

Lamentablemente,

muchos

oncologos

y

centros de tratamiento del cáncer no ofrecen apoyo a quien cuida del paciente. Y quienes cuidan de alguien pueden abrumarse rapidamente si no cuentan con la ayuda necesaria. Nunca antes estuve en esa posición ni por un familiar ni por un amigo. Tomando

en consideración mi falta de experiencia, anticiparnos al problema y pedirles a amigos ayudaran a cuidar del paciente, de los niños, responsabilidades domesticas como el lavado

nos aseguramos de y familiares que nos de las comidas y de de la ropa.

Con la familia informada y un plan creado, nos enfocamos en lo que debíamos decirles a los niños y en cómo ibamos a hacerlo. Obviamente, a sus cuatro meses, Chloe era demasiado pequeña para comprender lo que estaba ocurriendo. Como tratar de explicarle lo que es el cancer a un niño de dos años no debía ser una conversación exhaustiva, lo hicimos de forma breve y dulce; Logan comprendió de forma sencilla que Randy tenía una “yaya” y debía ver al médico. Eso fue todo lo que pudo procesar, y todo lo que necesitaba. Pero con Dylan la cosa fue diferente. Aunque solo tenia cuatro años y medio, no sólo era perspicaz, sino que también podía

comprender temas complejos. Un niño que devoraba información sobre los dinosaurios, cómo vivían, cuán grandes eran y de qué se alimentaban,

hasta cómo

murieron

y qué tipo de animales

surgieron después de ellos. Un niño que se sentaba a ver y escuchar tranquilamente

los videos

informativos

en el museo

de historia

Hacerle frente al problema

35

natural, mientras los científicos analizaban la conexión entre aves y dinosaurios, o las teorías acerca de su desaparición a finales del periodo cretácico. Dada su inteligencia precoz, no bastaría decirle que Papi tenia una fyaya”. Cuando estuvimos listos para hacerlo, llevamos a Dylan a una habitación tranquila donde no fuéramos interrumpidos por sus hermanos, y le dijimos que su padre padecía una enfermedad llamada cáncer. Le explicamos que el cáncer no se contrala como un catarro cualquiera. Randy le explicó que el

cáncer era como una mala hierba que crece en el jardín. La mala hierba crece y se multiplica en el jardin ahogando a las demás plantas y evitando que se alimenten de los nutrientes de la tierra, y aunque se eliminen, vuelven a crecer después de un tiempo. Y, al igual que las malas hierbas, el cáncer estaba creciendo en el cuerpo de Papi, y el médico tenía que sacarlo para que no siguiera sintiendose enfermo. Dylan preguntó rapidamente si Randy iba a morir, y Randy le aseguró que no. Después de muchos abrazos para reconfortarlo, seguidos de algunas preguntas más, Dylan saltó de

la cama y se fue a jugar con su hermano. Randy y yo nos quedamos en la habitación,

agotados emocionalmente

por la experiencia,

y apoyandonos mutuamente hasta que pudimos ponernos de pie nuevamente y enfrentar la proxima serie de retos. La disposición de Randy para tratar el tema de su enfermedad y tratamientos

de forma realista pero

esperanzada

durante

su

batalla con el cancer fue un enorme estimulo para mi y nuestra familia. Ingeniero al fin, Randy tendía a enfocarse en números y porcentajes, pero también podía participar a nivel emocional y analizar sus sentimientos la mayoría de las veces. No todas las personas afectadas por el cancer son tan abiertas como

lo fue

Randy. Algunos se resisten a conocer ningún detalle del progreso de la enfermedad, o a sopesar las opciones de varios tratamientos. El rechazo de un paciente puede colocar al familiar y/o quien cuida de él en una posición terrible, 'pues sabe lo que ocurre pero no

CS yA 23 LA

36

COCER dE aa.

puede hablar de la situación, ni de los sentimientos y temores que suscita una enfermedad terminal, ni de como enfrentar una muerte inminente. En un caso, un amigo de mi esposo decidio mantenerse al margen del progreso del cáncer. Los médicos respetaron sus deseos de ignorar la enfermedad, y, como resultado, se reunían clandestinamente con su esposa, advirtiendole del tiempo que le quedaba de vida a su esposo, algo que la hacía sufrir sola y en silencio. Imaginense su dilema: escuchar las noticias terribles que le daba el médico en el pasillo frente al salón de exámenes, y tener que volver al lado de su amado y hacerse la desentendida. Me siento muy afortunada de que Randy quisiera saber y participar en la toma de decisiones concernientes a su tratamiento médico, su atención en los últimos momentos, e incluso su funeral. Como era tan abierto conmigo, pude comprender la razón de sus opciones, y expresarle mi conformidad o turbación. No nos escondimos nada. Tal vez no siempre nos gustaba escuchar lo que decia el otro, pero siempre supimos que éramos un equipo. Nos apoyamos y confortamos mutuamente en un tiempo de tanta incertidumbre y dolor. Las mayores fortalezas de Randy eran sus capacidades analíticas y su capacidad de enfocarse en la solución de un problema. Sin embargo, en ocasiones tantas bondades pueden ser negativas. Para Randy, la noticia del cáncer lo sumió en una modalidad ingenieril: evaluar la situación, conocer las opciones, analizar los datos y tomar decisiones informadas con la más alta probabilidad de resolver el problema. Intelectualmente,

Randy sabía que tenia muchas posibilidades de

morir y no evadio las estadísticas desagradables. Su preocupación por mi bienestar y el de nuestra familia ocupaba un sitio primordial en su mente. Si no podia vencer al cáncer, ubicaria a su familia en la mejor posición posible ante un futuro sin el. Una vez identificado el objetivo, se dio a la tarea de analizar la situación, dandole plena fuerza

a su cerebro y dejando a un lado sus sentimientos. El lado positivo de esta estrategia fue que no se derrumbó ni se puso histérico. Pero el lado negativo consistió en que su pragmatismo podria dar la

Hacerle frente al problema

37

impresión de frialdad e indiferencia. En ocasiones decía cosas que me herian profundamente, como cuando cuestionaba mi capacidad de tomar decisiones porque tenía una especialización de Humanidades y no era una científica. En la medida que su salud se fue quebrantando cada vez más, Randy dependió enormemente de su intelecto y del

ejército de conocedores que nos ayudaron. Confiaba en su mente, en su formación académica, y sentía que la forma en que enfrentaba un

problema era la mejor manera de resolverlo. Eso provocaba a veces fricciones entre nosotros. Randy mostraba cierta prepotencia cuando me hice cargo de la chequera y del pago de las cuentas. Las finanzas familiares habían sido siempre su responsabilidad. Como la fecha de su operación se aproximaba, sintio la necesidad de que yo aprendiera todos los detalles referentes a cuentas de cheques, de ahorros, de jubilación, impuestos, contraseñas de acceso en Internet y fórmulas de presupuesto hogareño. Tenia toda la información de nuestras cuentas de cheques en una hoja de cálculo de Excel que habia creado, desechando el registro en papeles del banco. El conocía Excel a la perfección; yo no. Aquel documento era extremadamente complejo, muy por encima de mi capacidad, pero Randy insistía en que tenia que aprender su forma de hacer el balance de la chequera. Su actitud autoritaria no se correspondía con su carácter, pero creo

que el temor que sentia hizo aflorar al capataz que llevaba dentro. ¿Era realmente necesario que aprendiera a usar aquel documento de Excel? No. Yo tendría que crear mi propio sistema de controlar las finanzas. Pero el hecho de que yo aprendiera su sistema le dio a Randy una gran paz mental, aliviando alguna de la tensión que sentía. El estrés y la incertidumbre pueden provocar conductas y actitudes extremas en una persona, y dificultarles las cosas a sus seres queridos. En ese tiempo, Randy y yo no teniamos la destreza de reconocer cuándo el miedo guiaba nuestras acciones, y cómo lidiar con el estres.

4

38

vodvr a soñar

La posibilidad de morir durante la operación o en la etapa de recuperación alimentó las ansiedades de Randy por poner sus asuntos en orden. Aunque tenía más posibilidades de sobrevivir

que de morir, y a pesar de que habíamos encontrado un cirujano excelente y experto y un magnífico centro de recuperación. Randy quería hacer lo más posible por su familia para aliviar nuestra carga, en caso de que ocurriera lo peor. Uno de sus refranes favoritos era: “Planificar para lo peor, y esperar lo mejor”. Una cuestión que le preocupaba enormemente era que yo tuviera que criar sola a los niños: el cuidado de tres niños pequeños en una ciudad sin un familiar cercano. Creo que se sintió culpable de mi dificil situación, incluso cuando no era su culpa.

Más aun, creía que los niños

necesitaban de ambos padres para su crianza, que estarian mejor cuidados al disponer de dos pares de manos... y más paciencia. A principios de septiembre de 2006, Randy me hablo de una posible

solución para quitarme alguna presión de encima y mejorar la calidad de vida de los niños. Recuerdo como entro a la habitación, cabizbajo, evitando mirarme...

algo muy raro en él. Inició la conversación

diciendo que sabía que me iba a negar, pero que quería que lo escuchara de todas formas. Luego me pidió que considerara dar en adopción

a nuestra hija de cuatro meses, como forma de aliviarme la carga y de darles a los niños una posibilidad mejor de tener una niñez más llevadera con más atención y amor. Sus palabras me impactaron como un puñetazo en pleno vientre. Me repugnaba el solo pensar en perder a Chloe y me negué con vehemencia. Randy aceptó inmediatamente, sin

poner en duda mi opción, y jamás volvió a tratar el tema. Si alguien

me

hubiese

dicho

antes

de ese momento

que

Randy me sugeriría algún día que me deshiciera de uno de sus

hijos, ¡le habría respondido que estaba fuera de sus cabales!, que Randy nunca habria sido capaz de tal cosa.

Pero Randy

estaba enfocado en la solución de un problema, ignorando sus emociones para que no matizaran su vision.

Pienso que Randy

Hacerle frente al problema

39

podía ver cómo su muerte iba a dejar en desventaja a sus hijos, y creo que trataba de encontrar una manera para que tuvieran mejor suerte. Tal vez podía avizorar las dificultades inevitables que yo confrontaría en mi papel de madre sin esposo. Incluso antes del cáncer tanto a él como a mi nos resultaba arduo cuidar de tres niños pequeños. Su “solución” no tenía nada que ver con sus sentimientos hacia su hija, pues sé positivamente que Randy amaba a Chloe, y que en circunstancias normales nunca habría

contemplado dar en adopción a ninguno de nuestros hijos. Incluso quiso tener un tercer hijo cuando nació Logan, y estaba feliz de tener una bebita saludable. Amaba a su hija e hijos por igual, y le encantaba ser su padre. Pero el cáncer introdujo un nivel de estrés tan severo que a Randy y a mí nos resultaba penoso enfrentar. Por su parte, su ansia singular de ponernos a buen recaudo lo obligaba a adoptar una conducta y un modo de pensar extremo. Sabia que no quería perder a Chloe tanto como no deseaba morir. El cáncer y su poder de causarle la muerte fueron los catalizadores de aquella solicitud tan extrema. Aprender a lidiar con los sentimientos abrumadores y el estrés que se experimentan ante un caso de cáncer requiere conciencia y destreza para afrontarlos, ninguno de los cuales poseímos hasta mucho más adelante en nuestra odisea. La relación entre esposo y esposa, y entre padres e hijos se torna tensa, hasta llegar en ocasiones al limite. Como responsable de cuidar a mi esposo, sentía que se me pedia hacer concesiones y sacrificios por él y por mis hijos. Debía mantener un delicado equilibrio para no perderme en aquel torbellino de temor y oleadas de emociones intensas. Al inicio de aquel trayecto, al papel usual de madre y esposa se

incorporó otro más: el de barrera emocional y caja de resonancia de un hombre

enfermo

y potencialmente

moribundo.

Aunque

no tenía idea de los obstáculos que surgirían ante mi, sabia que tendria

que

hacerle

frente

a cualquier

reto

para

ayudar

a mi

40

vog

esposo y cuidar de mis hijos. Era lo menos que podía hacer por Randy, quien me había proporcionado tanta felicidad, y ayudado a convertirme en una persona mejor. Lo admiraba y respetaba, y no

eludiria las exigencias que debía enfrentar para ayudarlo, costase lo que costase. Poco sabia entonces cuan alto era el precio que debia pagar, ni tampoco la grandeza de la recompensa que iba a recibir.

LOS A

Idas y vueltas entre mi esposo y mis hijos

“79

STOY SEGURA DE QUE LOS VECINOS nos tomaban como una pareja

romántica cuando

caminábamos

por la acera de nuestra

Erumál Darriada de Pittsburgh tomados de la mano en el otoño de 2006, apoyandonos uno contra el otro, hablando suavemente. Pero en vez de decirnos dulces naderías, en realidad trazábamos una estrategia para elevar al máximo las posibilidades de que Randy

venciera el cáncer de pancreas y viviera para ver crecer a sus hijos. Durante las dos semanas siguientes al descubrimiento del tumor, el clima de septiembre fue ligero y agradable. Pittsburgh es un sitio muy hermoso en el otoño, cuando el sol veraniego se mitiga y comienzan a hacer noches menos cálidas. El cambio de color de las hojas crea un espectáculo magnífico, no sólo en las montañas, sino también en los barrios de la ciudad. Durante aquellas solitarias

caminatas, no nos fijabamos en los arboles ni disfrutabamos el cambio

de estación,

porque

analizabamos

varios regimenes

de

combate contra el cancer, la ubicación de los proveedores, y las implicaciones para nuestra familia de escoger un tratamiento en

algún centro lejos de casa. Desearía haber conocido la existencia

42

ETE

del Pancreas Cancer Action Network, institución que por medio de su Servicio de Pacientes y Enlace les brinda apoyo a los pacientes recién diagnosticados, conectándolos con un miembro cualificado

del personal, quien posee información sobre oncólogos y cirujanos en la zona de residencia del paciente, opciones actualizadas de tratamiento para el cáncer de páncreas, e incluso de pruebas clínicas que se realizan en todo el pais. Nos habríamos ahorrado mucho tiempo y energía si hubiéramos tenido acceso a ese caudal de información. En cambio, Randy y Jessica Hodgins, colega de Carnegie Mellon y amiga, navegaron exhaustivamente por Internet para buscar información sobre las opciones existentes, comparando indices de supervivencia, cantidad de participantes en los estudios y blogs en los que los pacientes y quienes cuidaban de ellos narraban sus experiencias con medicos y medicamentos. Entre los dos rastrearon todas las posibilidades. Randy comenzó su plan de tratamiento con el procedimiento Whipple, que de pertenecer

constituía su puerta al éxito. El simple hecho a la categoría de candidatos para la operación,

incrementaba las posibilidades de supervivencia de Randy. En su mente, aquella probabilidad minima podría ser convertida en un gol para el equipo. En la mañana del 19 de septiembre de 2006, amamante tranquilamente a mi bebita alrededor de las cuatro de la mañana. Después de colocarla en su cuna, me vesti y sali con Randy para el hospital, ubicado a sólo unas cuadras de la casa. Mi madre, y posteriormente

Amy,

se quedaron

con

los niños.

Llegamos

cerca de las cinco de la mañana. Recuerdo el brillo de las luces del hospital en contraste con la oscuridad de las primeras horas del amanecer. Nos llevaron a la planta alta, donde prepararon a Randy para la operación y me entregaron su ropa y otras pertenencias

en una bolsa plástica blanca. Me quedé junto a su cama rodeada por una cortina de privacidad, tomándole la mano y susurrándole palabras de amor

y estimulo.

Nos besamos

brevemente

antes de

Idas y vueltas entre mi esposo y mis hijos

43

que el anestesiólogo llegara para llevárselo en la cama, con una rápida promesa de que cuidaría bien a Randy.

Solo me permiti

unos minutos para llorar a solas antes de bajar a la sala de espera. Nuestra familia y amigos llegarian'en breve, y necesitaba estar alli para mantenerlos informados. La operación duró ocho horas, buena señal de que el cáncer no se había propagado. El cirujano me dijo antes de comenzar el procedimiento que si al abrir a Randy veían que el cáncer se había propagado más allá del páncreas, tendrían que cerrarlo y enviarlo a casa para que pusiera sus asuntos en orden. Felizmente, ese no fue el caso. Después de extirpar el tumor, parte del páncreas, parte del estómago, parte del intestino delgado, una sección del mismo conocida como el duodeno, la vesicula biliar, parte de la sección media del intestino delgado llamada yeyuno, el conducto biliar y

los ganglios linfáticos cercanos al páncreas, el cirujano suturó a Randy y lo envió a la unidad de cuidados intensivos para iniciar su dificil recuperacion. En cuanto Randy regreso a casa tras dos semanas de recuperación en el hospital, pasamos a la segunda linea de ataque. Al igual que

otros tipos de cáncer,

tratamiento

con

el de páncreas

quimioterapia

y/o

implica usualmente

radiacion.

Nuestro

centro

local de tratamiento del cáncer ofrecía la atencion convencional, o sea, que le aplicarian a Randy una medicina de quimioterapia llamada gemcitabina. Lamentablemente, tal tratamiento equivalía ¡a una escasa probabilidad de sobrevivir doce meses! Randy sabia de

la

existencia

de

tratamientos

que

administraban

en

centros

más lejos de casa, pero prefería quedarse en Pittsburgh para la

conveniencia de nuestra familia. Pero uno de sus mejores amigos lo llamó aparte y le aconsejó que reconsiderara su forma de pensar, explicandole que se estaba perjudicando al no ir donde estaba el mejor tratamiento.

Cuando

se intenta vencer a un oponente

tan

difícil como un cáncer que no da segundas oportunidades, la mejor

0

44

air

COSA

yr

:

A

Vine?

SO

-

estrategia es ir a una instalacion con un tratamiento que ofrezca

las mayores posibilidades de supervivencia. No se puede dar el lujo de escoger la ubicación de tal tratamiento. Por el contrario, hay que enfocarse en los resultados de las investigaciones médicas más recientes. El cáncer pancreático es altamente agresivo y resiste la mayoría de los medicamentos de quimioterapia aprobados por la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA, por sus siglas

en inglés). Muchas personas viajan al otro lado del pais para ser atendidos por un oncologo prestigioso, o participar en una prueba clínica que tenga más esperanza de supervivencia gracias al uso de terapias novedosas. Para hacerlo, la mayoria debe confrontar

importantes problemas de logistica como costos, alojamiento y seguro médico. Nuestra familia no era diferente en este aspecto, con la excepción de que teniamos un impedimento adicional: nuestros niños pequeños.

Randy se debatía entre el regimen convencional de tratamiento de la Universidad de Pittsburgh y un programa experimental que ofrecian en Seattle, Washington, y Houston, Texas. La prueba clinica difería del tratamiento acostumbrado porque usaba tres medicamentos promisorios en la exterminación de las células del

cancer de pancreas, conjuntamente con sesiones diarias de radiación para matar esas células cuando trataban de dividirse y duplicarse. Los primeros resultados revelaron un indice de supervivencia del cuarenta

por ciento

en el primer

año,

en un grupo

de estudio

compuesto por cien personas. Cuando Randy comparo el indice de supervivencia del cuarenta por ciento en un año de prueba clínica con el del veinte por ciento en un año que ofrecla el tratamiento convencional, escogió inmediatamente dicha prueba. Sin embargo, había un aspecto negativo: efectos secundarios horrendos como la reducción de los leucocitos, extrema pérdida de peso, diarreas, fatiga, náuseas,

e incluso la muerte.

Pittsburgh le recomendo

Uno

de sus oncóologos en

que no se sometiera a un regimen

tan

Idas y vueltas entre mi esposo y mis hijos

45

brutal, pero recuerdo que Randy le respondió que queria que los oncólogos le dieran con todo lo que tuviesen a mano, sin compasión, para que si el cáncer volvía no tuviera remordimientos por no haber intentado todo lo posible. El programa radicado en Houston aceptó a Randy como candidato para su prueba clínica, lo que le

permitió estar más cerca de la Costa Este, a solo un breve viaje en avión desde Pittsburgh. Sin embargo, si por una parte se disponía de indices de supervivencia más altos, por la otra se incrementaba el nivel de complicación para nuestra familia. En mi ingenuidad, aún no había analizado lo que aquel lugar significaría para nuestra familia, o para mi como madre y esposa. No disponia del conocimiento ni la experiencia para comprender cuánto debilita el cuerpo la quimioterapia y la radiación, lo mal que se siente el paciente, o lo debil que se torna despues de estar en un regimen de tratamiento contra el cancer durante un periodo de tiempo determinado. Los oncólogos si sabian lo que le ocurriría al organismo de Randy al cabo de dos meses de tratamiento, y recomendaron firmemente que contara con alguien que cuidara de él a tiempo completo, para ayudarlo a controlar los efectos secundarios de la alta toxicidad del tratamiento. Me senti muy desconcertada cuando Randy me pidio que fuera yo quien cuidara de

el, y recuerdo que dije: «¿Cómo puedo estar en Houston cuidando a Randy y en Pittsburgh a cargo de nuestros hijos?». Hable con Randy sobre la posibilidad de contar con amigos y familiares para

que le acompañaran en días laborales, y luego yo viajaría a estar con el los fines de semana, pero se mostro inflexible, pues quería que fuera yo quien principalmente cuidara de él. En ese momento senti que se estaba comportando de manera egoista e injusta conmigo,

pero poniéndolo en perspectiva, sólo puedo suponer que Randy confiaba en mi para verlo más debil, y me amaba lo suficiente como para bajar la guardia. Creo que ahi esta la naturaleza de un matrimonio sólido: uno de los cónyuges puede ser completamente

46

VOIVE

4 30Onar

vulnerable ante el otro, sabiendo que va a actuar con las mejores intenciones. Al saber el castigo al cual se sometería en breve, mi esposo estaba consciente de lo mal que iba a sentirse, que iba a sufrir diarreas terribles, perdida de peso, falta de paciencia y otras reacciones, y que yo seguiría amandolo a pesar de todo. Creo que me consideraba puerto seguro. Me habia visto cuidar a los niños. Sabía que le ayudaria costase lo que costase. Sin embargo, el precio de dejar a los niños podria ser muy alto. En vez de rechazar inmediatamente su solicitud, me esforce en buscar una alternativa aceptable. La respuesta más sencilla para mi era mudar a toda la familia a Houston, donde podriamos estar juntos y yo podría cuidar a Randy y a los niños, con ayuda adicional, por supuesto. Pero resultó una imposibilidad total. Como Randy era un experto en administrar el tiempo, sabia que la idea nunca iba a funcionar y trató de disuadirme, pero yo tenia necesidad de investigar la posibilidad y buscar la respuesta por mi misma. No podía aceptar el hecho de dividir nuestra familia tan rápidamente. En octubre de 2006, visitamos el centro de tratamiento del cancer en Houston, con Chloe, nuestra hija de cinco meses, para realizar pruebas preliminares. En ese momento, me di cuenta de que ese tipo de centros no estan adaptados para familias, e incluso en algunas instalaciones y departamentos de hospital a los que debia ir Randy no se aceptaban niños. Otro problema sería integrar el horario de los niños con las citas medicas. Muchos de nosotros hemos padecido prolongadas esperas en la consulta de un médico. Los centros de tratamiento del cáncer no son diferentes. Y nos dimos cuenta de que las horas de cita de Randy eran poco más que sugerencias, pues a menudo esperábamos hasta bien pasada la hora designada para recibir un tratamiento o ver a un oncólogo. Además, numerosos servicios como la limpieza de los conductos intravenosos

que

se usan

para

administrar

la quimioterapia

se

prestaban por orden de llegada. Ante todo eso, me preguntaba

Idas y vueltas entre mi esposo y mis hijos

cómo podía organizar un horario predecible para cuidar

47

a Randy

y a los niños. Un lactante necesita alimentación regular, pero era algo que no podía garantizarle allí a Chloe cuando tuviera apetito o si queria alimentarse antes de su toma programada. Si aceptaba la idea de traer a los niños con nosotros, crearla una situación difícil en la que sufririamos todos.

Después de nuestro viaje inicial en octubre de 2006, comprendí que Dylan, Logan y Chloe no podrían estar con nosotros en esos dos meses tan difíciles, noviembre y diciembre de ese año. Se me rompla el corazón al pensar en la separación de mis pequeños, especialmente la bebita. Lloré una y otra vez mientras me debatía ante la decisión de acompañar a Randy o abandonarle para atender

a nuestros hijos. ¿Cómo alguien puede tomar tal decision? Una decisión que tendría enormes repercusiones para cada integrante de nuestra familia, y especialmente en mi matrimonio. Al igual que ocurre con cualquier decisión difícil, es mejor tomarse su tiempo, pensar bien las cosas y mantener la racionalidad. Sé que me dejo dominar por las emociones, por lo que, dada mi disposición al respecto, dediqué tiempo a pensar en los diferentes aspectos, a analizar mis sentimientos y preocupaciones, y a compartirlos con

amigos intimos. Les hice preguntas a personas que han pasado la experiencia de cuidar a un paciente con cancer. Varios de nuestros

amigos de la iglesia habian cuidado seres queridos o visto cómo algunos de sus familiares habian sido sometidos a tratamientos, y me ofrecieron sus conocimientos fundamentados en sus experiencias y observaciones, conversando conmigo al termino del oficio religioso o llamandome a casa. Amy, nuestra niñera, me contó como su tio y su suegro se beneficiaron grandemente con la compañía de sus esposas durante sus luchas contra el cancer. Además de hablar con los amigos, traté de analizar la cuestión de qué hacer de forma util. Me pregunte: «Dentro de cinco años,

¿recordarían mis hijos o se sentirían marcados negativamente por

colvera soñar

48

mi ausencia de dos meses? ¿Perjudicaría a Chloe el cambio de leche materna a formula?». Mi respuesta a ambas preguntas era

un “no” rotundo. Luego, pensé en Randy: «¿Le beneficiaría mi presencia durante el tratamiento? ¿Representaría una diferencia y le ayudaría potencialmente a vencer al cáncer?». Crei que podria representar una gran diferencia si lo ayudaba en ese momento. Pensar

exhaustivamente

en los aspectos positivos y negativos,

y

haber tenido tiempo suficiente para formularlos me dio una paz mental completa para ir a hablar con mi esposo y nuestra familia, a quienes les dije que mi plan era irme con Randy a Houston. Más tarde repetiría ese proceso de toma de decision una y otra vez durante toda su enfermedad, e incluso hoy lo considero útil. Trato de no actuar por impulso, sino más bien dar un paso atrás y analizar mis reacciones emocionales e intelectuales, buscar información

adicional, y luego tomar la mejor decision posible. De esa forma, soy menos propensa a arrepentirme del camino que escoja. Mi familia y amigos se ofrecieron para cuidar a los niños mientras estuviéramos en Houston. Finalmente, Bob, mi hermano mayor, y su esposa Jane se las ingeniaron para encontrar espacio en

su casa de tres dormitorios. Jacob, mi sobrino de trece años, cedio su habitación y durmio sobre un colchon de aire en otro sitio sobre el garaje. Dylan se instalo en la cama de Jacob, y Chloe en una cuna prestada que ocupaba gran parte del espacio. Por su parte, Hanna, de once años, compartió su dormitorio con Logan, quien dormía en otra cuna prestada en medio de la habitacion. Aunque sabía que mis pequeños serían amados y bien cuidados, me seguía resultando doloroso el proceso de prepararlos para esa separación. Tal vez cuando sean mayores no recuerden el tiempo en que no estuve con ellos, pero en ese momento todos nos sentíamos tristes y desconsolados. Traté de explicarles

a Dylan y a Logan que tenía

que cuidar a su papi, quien estaba.en un hospital muy lejos, pero que regresaria todos los fines de semana para estar con ellos. Trate

Idas y vueltas entre mi esposo y mis hijos

49

de asegurarles que siempre volvería. Chloe tenía casi seis meses cuando la amamanté por última vez, sentada en la cocina de Bob y Jane el domingo 5 de noviembre de 2006. Al terminar, le entregue la bebita a mi cuñada, bésé a los chicos, y con la promesa de que regresaria pronto, di la vuelta y sali por la puerta hacia el aeropuerto. No lloré frente a ellos, pero esperé hasta estar lo suficientemente lejos de su vista para darles rienda suelta a las lágrimas que había estado conteniendo. Me dolió el vientre durante todo el trayecto a Houston hasta que estuve de nuevo con Randy y volvi a sumergirme una vez más en sus necesidades. Esa escena iba ganando en que la anterior. «¡Mami, no te

se reproduciría siete veces más, y a pesar de que experiencia, cada ocasión me resultaba más ardua Cada vez que trataba de no escuchar sus gritos de vayas!» mientras salía de la casa, no podía evitar

romper en llanto. Mi organismo seguía produciendo leche materna, por lo que tenía que extraerla para no sentir los senos inflamados e incómodos, para echarla luego por el fregadero, mezclada con mis lagrimas de añoranza por mi bebita. Esos ires y venires entre Randy y nuestros hijos fueron tal vez una de las etapas mas dificiles y estresantes de toda mi vida. Pasaba la semana en Houston cuidando a Randy, que cada vez se debilitaba mas, en la medida que el dolor y la incomodidad se intensificaban. Le administraban

los tratamientos en el hospital, desde donde

lo liberaban para que se recuperara en el hotel a solas conmigo. Trataba desesperadamente de ayudarlo, pero no sabia cómo. Me sentía triste y angustiada la mayor parte del tiempo. Mi vida se volvió patas arriba. Vivía en la habitación de un hotel y empleaba cada hora en vela luchando contra el cáncer, de lunes a viernes. Lamentablemente, carecia de la preparación para cuidar de un enfermo de cancer, y para asumir las responsabilidades médicas y de enfermerla que se me exigian y esperaban que realizara. Ningún centro de tratamiento del cáncer ni sala de oncología me facilitaria

50

volver a soñar

un ejemplar de algún manual titulado “Qué se puede esperar cuando se cuida a un enfermo”. Sencillamente, no existe. Se aprende lo más rápido posible, en el momento.

No hay tiempo de procesar

el acontecimiento, de permitir que se mitiguen las emociones, ni

de analizar todo lo que ocurre. No tuve a mi disposición ningún

trabajador social o enfermera que me explicase no sólo aquello por lo que estaba pasando Randy y la miseria mental y física que padecerla, sino también la conmoción que se apoderaría de mi al ver a mi ser amado sufriendo enormemente.

Caminaba a tientas,

y haciendo las cosas lo mejor posible. Los centros de tratamiento del cáncer y los oncólogos dependen de quienes cuidan de seres queridos, o sea, de personal carente de preparación medica como yo, para supervisar al paciente después que sale de la consulta. Luego de una sesión de quimioterapia, el paciente no se mantiene en observación sino que se le permite regresar a su domicilio. Hay quienes no confrontan demasiadas dificultades con el tratamiento, pero otras si, especialmente cuando se trata de un medicamento altamente tóxico administrado durante un periodo de tiempo prolongado. La quimioterapia provoca que se acumulen sustancias químicas en el organismo, y sus efectos se acrecientan con cada sesión. Parece un poco irónico el hecho de que a una persona se le aplique ese tipo de medicamentos y luego se le mande inmediatamente a casa y que, por ejemplo, cuando me vacunaron contra la influenza este otoño me obligaron a permanecer en la

farmacia durante media hora, para garantizar que no tuviese una reacción negativa. En cuanto el paciente sale de la consulta del oncólogo, quien cuida de él es quien asume la carga de observar y ayudar a aliviar los efectos secundarios de la quimioterapia, radiación o progresión de la enfermedad. Entre las señales de alarma ante las que se me pidio estar atenta estaban:

Idas y vueltas entre mi esposo y mis hijos

51

fiebre

retención de agua ausencia de micción disminución o incremento del apetito disminución o incremento de peso fatiga dolor

enrojecimiento o inflamación alrededor del punto de acceso del catéter central de inserción periférica (catéter PICC, por sus siglas en ingles) para administrar quimioterapia o liquidos diarreas hiper O hipotensión

Pasar por alto alguno de esos cambios en la salud de Randy podria provocar serios problemas que acortarian o pondrian en

peligro su vida. Si comenzaba a retener agua, por ejemplo, podria detectarlo presionando sus corvas. Si mis dedos dejaban marcas rojas, eso equivalía a acumulación de líquido. La retención de agua o edema podria indicar que sus riñones no estaban funcionando debidamente

a causa de las medicinas de quimioterapia.

¡Mala

señal! Sentía una gran presión de vigilar a mi esposo. Para mi no era un paciente, y no podía enfrentar su sufrimiento como el de una persona ajena.

Cuando

sentía dolor, yo también.

incómodo,

sumaba

su incomodidad.

yo me

En

Si estaba

cierta ocasión

escuché decir a un especialista en cuidados paliativos que una de las cosas más difíciles por las que pasa una familia es ver como un ser querido vive adolorido e incómodo a causa del cáncer y sus tratamientos. Estoy totalmente de acuerdo.

52

VOÍYOr a soñar

Cuidar a un enfermo me obligó a crecer de formas inesperadas. Nunca me habría creido capaz de asumir las responsabilidades de enfermera con Randy. Una tarea particularmente difícil era limpiar y desobstruir el catéter PICC de Randy, una responsabilidad que asumí en Houston y que prosiguió hasta que Randy concluyo el régimen de quimioterapia seis meses más tarde. El cateter PICC es un tubo plástico fino que se inserta en una vena, en la del antebrazo en el caso de Randy, y que se va empujando hacia arriba hasta que llega a una vena mayor cercana al corazón. El catéter se conecta a la piel del antebrazo con una alita plastica que se fija con tres suturas feas, negras y frágiles. El catéter le permite a la enfermera inyectar el medicamento de quimioterapia sin tener que pinchar la vena con una aguja una y otra vez. Las venas cobran una enorme importancia cuando una persona es sometida a tratamiento de quimioterapia por tiempo prolongado. A menudo los pacientes de cáncer se pinchan para hacer análisis de sangre o como conducto de liquidos como los medicamentos de quimioterapia. Al cabo de poco tiempo, esas venas se resienten por el uso continuo y son propensas a colapsar o cicatrizar, lo cual

equivale a que dejan de ser útiles para inyectar. Las enfermeras buscan una vena buena observando brazos, manos e incluso pies, para gran incomodidad del paciente. La quimioterapia hace que las

venas se encojan, lo cual dificulta que la enfermera las encuentre, y causa dolor al paciente por los pinchazos repetidos. Randy y yo quisimos evitar esta experiencia en particular, por lo que el catéter PICC resulto la mejor opción.

Pero

cuesta mucho

trabajo

infecciones u obstrucciones. mantuviera

garantizar

en

excelentes

la continuidad

mantener

el catéter

libre de

Randy necesitaba que el catéter se condiciones

de

funcionamiento

de la quimioterapia,

para

y completar

el

protocolo que creía le daría la mejor oportunidad de vencer al cáncer. No hay nada como un poco de presión para una motivación

Idas y vueltas entre mi esposo y mis hijos

adecuada.

En

noviembre

de

2006

comencé

53

mi

preparación

viendo un video de instrucción del procedimiento de limpieza y desobstrucción del catéter PICC en un brazo humano real. Creo que el video duraba unos quince minutos, tal vez un poco más.

Durante aquellos minutos infernalmente largos, no dejé de horadar un agujero

existente en el fondo

de mi silla. Recuerdo

haber

sentido náuseas, sudores frios, e incluso dejé de mirar el video en varias ocasiones. Me horrorizaba el hecho de que debía quitar el vendaje estéril de los antebrazos velludos de Randy, halando la piel y el pelo, y luego frotar con alcohol el área, incluyendo debajo de

las alitas plásticas y alrededor de las suturas. ¡Puaj! ¡Mi mente y mi estómago se rebelaban contra la idea de tocar con un hisopo de algodon aquellos puntos! Randy se sintió incómodo y se frustró con mi reacción.

Le

preocupaba verse obligado a hacer viajes adicionales al hospital para que una enfermera le limpiara el catéter PICC, lo cual le costaría valiosa energía y tiempo, además de otra visita que se sumaria a las incontables consultas de oncología, radiación, quimioterapia y tomografías regularmente planificadas. Yo, por mi parte, me frustre con su falta de paciencia o empatia por mi y mis sentimientos. ¿No importaba que me forzara a mi misma para encargarme de algo que me causaba tanta incomodidad? ¿No podía tener un momento disponible para ser humana y debil? Nunca pude estudiar enfermeria ni medicina. Ni siquiera pude prestar servicios de voluntaria mas de un año pues lo que veia y olía en el hospital me provocaba náuseas. ¿Acaso no era una muestra de dedicacion y amor hacia él mi disposición a enfocarme en la tarea que tenía delante e ignorar el olor y la apariencia de la sutura insertada y anudada en piel humana? La decepción de Randy y su impaciencia ante mis imperfecciones como proveedora de cuidados me herian profundamente y provocaron mucha tensión en nuestra relación. El .

.

resentimiento

que

sentíamos

4

.

en ese tiempo

comenzó

/

a acumularse.

volver a sSotiar

54

No hablábamos acerca de nuestros sentimientos,

dejando que

aquellas emociones negativas se enconaran dentro de nosotros.

Incluso bajo una supervisión atenta y cuidadosa, Randy se tornaba demacrado, irritado y exhausto. Nunca habia visto a un ser querido tan enfermo, y me afectó sobremanera ver como enfermaba más y más cada día, cada semana. Darse una ducha era un gran acontecimiento para el que Randy debía hacer acopio de toda su energía. La distancia de la habitación del hotel al hospital que esta enfrente se convirtió en una caminata dificil. Al inicio nos demorábamos cinco minutos en llegar a la mayoría de las instalaciones hospitalarias, pero con el pasar de las semanas, nos tomaba

de quince

a treinta minutos.

Randy

se negaba

a usar

una silla de ruedas y caminábamos lentamente, deteniendonos a menudo para descansar. Randy se ponia las manos en las caderas, se doblaba ligeramente, y adoptaba una expresión de dolor que me provocaba escalofrios. Solo podía alentarlo y ofrecerle mi apoyo, lo cual sentia que era insuficiente para alguien en aquellas condiciones. Me sentia impotente, frustrada y atemorizada en la medida que su salud empeoraba más y más. Y aunque se sentía hecho un desastre, como si hubiera tenido gripe durante aquellos dos meses, Randy

nunca se quejo ni sintio autoconmiseración. Claro, se irritaba, pero trataba de no agredir a quienes les rodeaban.

Cuando Jack

Sheriff, su mejor amigo desde octavo grado, vino a cuidarlo un par de semanas, notó que Randy parecia desconectarse de los aspectos emocionales y enfocarse en los elementos cientificos de la situación. Para distraerse, trabajaba en su ordenador, comunicándose con su equipo de investigación y sus colegas. Veiamos partidos de fútbol

de la NFL, y me enseñaba las reglas del juego si tenía energía suficiente. Á principios del tratamiento, Jack lo llevó a un bar para aficionados al deporte, y advirtió que Randy parecía aliviado por estar entre gente “normal” que estaba alli viviendo sus vidas. Estaba fuera del mundo del cáncer y podía olvidar cuál era su nueva

Idas y vueltas entre mi esposo y mis hijos

55

“normalidad”, aunque fuera por un par de horas. Sin embargo, casi siempre se pasaba el tiempo dormido o sentado tranquilamente. Después de un procedimiento Whipple, es normal que los pacientes pasen un periodo difícil hasta que sus vias digestivas vuelven a funcionar adecuadamente. Y Randy no fue la excepción. Su organismo se negaba a digerir los alimentos y los devolvía al colon. Randy y yo

nos esforzábamos en encontrar alimentos y raciones manejables. Los alimentos azucarados, con grasa o picantes le resultaban intolerables. Posteriormente, cuando participaba en el programa de prueba clínica de quimioterapia y radiación, Randy experimentó una reducción aún mayor de la dieta porque su sistema estaba demasiado estresado. La radiación quema los cilios intestinales, creando un trastorno único conocido como “intestinos resbaladizos” debido a que los alimentos se deslizan por los mismos sin que se extraiga nutrición alguna. Los efectos secundarios de los medicamentos que componen la quimioterapia son a menudo náuseas y diarreas, lo cual reduce aun más la ingestión de calorias del paciente. Hacer que Randy ingiriera calorías se convirtió en una gran prioridad para nosotros. En el desayuno comia usualmente huevos revueltos, pero tenian que ser recién salidos de la sartén. En ocasiones Randy se levantaba alrededor de las diez o las once para desayunar, o más temprano si tenia cita con el medico.

Cuando

vivíamos en el hotel de Houston, compre una hornilla eléctrica y algunas cazuelas baratas para cocinarle a Randy. Pero los alimentos no se cocinan con demasiada rapidez en la hornilla. Por eso, cuando Randy decía: «Me apetece un plato de espagueti solo», trataba de cocinarlo de inmediato. Pero, lamentablemente, cuando estaba preparado ya había perdido el apetito, comia un bocado y rechazaba el resto moviendo con pesar la cabeza. Al poco rato decía: «Creo que me gustaría una sopa de tomate». Ahi volvía yo a hacerle la sopa y se la servía en la cama, pero Randy comía una o

dos cucharadas y nada más. Otrás veces bajaba a la cantina del hotel

volver a soñar

56

para comprar el refresco o el jugo que quería, o caminaba hasta la cafeteria del centro de tratamiento para buscar algo especial que deseaba comer y que yo no podía prepararle en la habitacion. En ocasiones aún tenia apetito cuando yo regresaba, y otras veces no. Esta situación se repetiría en múltiples ocasiones durante el curso de la batalla de Randy, tanto en el hospital como en casa. La evidencia de mis intentos fallidos para abrirle el apetito a

Randy se podía cuantificar a partir de varias cajas de alimentos no perecederos que Randy le apetecian de repente pero dejaban de gustarle en la medida que progresaba el tratamiento. Al cabo de unos cuantos meses en Houston, logré prepararme debidamente para cocinar de inmediato cada vez que Randy sentía apetito. A medida que perdía peso y la amenaza de interrumpir el tratamiento aumentaba, me sentía mas y más desesperada, como si fuera una persona fracasada y lo hubiera defraudado. De alguna manera, irracionalmente, me sentia responsable por la perdida o el aumento del peso de Randy, por buscar algo que lo tentara a comer aunque

fuese un bocado. Randy no se quejaba ni me echaba la culpa, pero la tristeza y el dolor en sus ojos eran inconfundibles. Recurri a la nutricionista del hospital en busca de ayuda, pues

tenia varios años de experiencia trabajando con pacientes de cáncer que habian enfrentado los mismos retos. La especialista tenía un caudal de información y trucos para lograr la ingestión calorica, muchos de los cuales funcionaron. El coordinador del programa y el oncólogo también fueron muy serviciales a la hora de enfrentar los efectos secundarios de la quimioterapia. Además del antidiarreico sin receta que tomaba cada cuatro horas, recomendaron la incorporación

de otro con receta.

Incluso con dosis cada dos

horas, las diarreas de Randy seguían en una escala peligrosa. El siguiente paso fue añadir al arsenal la tintura de opio. Gracias, Blue Cross Blue Shield, por aprobar la receta, pues sumar este tercer medicamento a la lista fue algo magico. Randy pudo estabilizar su

Idas y vueltas entre mi esposo y mis hijos

57

peso, y yo respire aliviada. Al término del regimen de ocho semanas de tratamiento, Randy había perdido 35 libras y pesaba unas 147. Su cuerpo de seis pies de estatura estaba extremadamente delgado, pero había terminado el protocolo de tratamiento sin interrupción. Por el momento, las probabilidades eran buenas. Durante el tiempo que estuvimos en Houston, no recuerdo que

Randy dijese que echaba de menos a los niños, seguramente porque se armó interiormente para soportar la separación. Además, creía que el sacrificio que estaba haciendo tendría su recompensa con la eliminación del cáncer y la posibilidad de estar con ellos mientras crecieran. También podia mantener el objetivo a largo plazo como prioridad, de manera que el dolor a corto plazo no hiciera mella en el. Pero estoy segura de que los niños siempre estuvieron presentes

en sus pensamientos. Amy, nuestra niñera, tomó una hermosa foto de los niños para que la llevaramos con nosotros, y la mirábamos con mucha frecuencia. Después de una agotadora semana en Houston cuidando a Randy, volaba en un avión para pasar un fin de semana agitado y emotivo

en Virginia con los niños. Pero aquel tiempo que pasábamos juntos, en vez de ser una suerte de escena idilica hollywoodense donde cada momento era precioso y perfecto; lo invertía en cambiar de actividad y atender a tres niños pequeños sin ayuda. Había pasado la mitad de mi vida en aquel pueblo pequeño, y muchos veranos en la casa de mis abuelos. Pero en mi adultez me senti perdida en aquel sitio. No sabia como manejar a los sitios que habia visitado cuando niña. Ademas, ignoraba a qué tipo de lugares podía ir con los niños. Y para colmo, no tenia tiempo ni energia para buscar cosas que

hacer con mis hijos mientras estábamos juntos. Sólo me limitaba a preocuparme acerca de como controlar sus energias y lograr que mis horas con ellos fueran significativas y mágicas. Nuestra rutina era similar a esto: despues de salir del aeropuerto a altas horas de la noche del viernes, recogía a los niños en casa de

58

CONS

Otal

mi hermano el sábado por la mañana, cerca de las ocho. El primer sábado de mis visitas, los niños estaban aún en pijamas, pero al cabo de dos meses, Bob y Jane ya estaban esperandome en la entrada para coches de la casa con los niños y los bolsos de fin de semana listos, una clara señal de que aquella tarea también estaba haciendo estragos en ellos. Nos deteniamos en el mercado para comprar leche y algo para la cena, y luego seguíamos dos millas de carretera hasta la casa de tres dormitorios de mis padres. Usualmente mi madre estaba fuera todo el día, cuidando a sus padres ancianos en su casa y mi padre estaba trabajando en Richmond, Virginia, de manera que nos quedabamos solos los cuatro en pleno campo, en la paz y la calma, o mejor, el aislamiento, como lo consideraba yo.

La casa de mis padres estaba junto a un transitado camino vecinal de dos sendas bordeado de profundos baches que podian tragarse a un automovil. Como no habia otros niños para jugar y ningún sitio adonde caminar, creabamos nuestra propia diversión. El invierno de Virginia es más moderado en comparación con el de Pittsburgh: cielos azules, y temperaturas en los cincuenta grados, gracias a lo cual Dylan y Logan podían correr en el patio mientras yo cargaba

a Chloe.

Sin embargo,

resultaba

dificil encontrar

un ritmo como el que teniamos en nuestra casa de Pittsburgh. Me sentía fuera de lugar, sin saber qué hacer o adónde ir. Me avergúenza decir que me sentía abrumada, con escasa energia física

y emocional. ¿Cómo podia albergar tales sentimientos cuando los había echado de menos toda la semana y me encantaba ser madre y compartir con mis hijos? Y para acrecentar mis sentimientos de

inadaptabilidad, Chloe rechazaba el biberón. Como estaba aún en capacidad de amamantar y la niña olía la leche, lloraba de hambre en mis brazos pero se negaba a tomar la fórmula que le ofrecía, y no podía amamantarla porque si lo hacia, no querría el biberón durante la semana,

dificultándole la vida a todos.

Finalmente,

su llanto lastimero me agotaba, y llamaba a mi cuñada para que

Idas y vueltas entre mi esposo y mis hijos

59

viniera a alimentar a Chloe. Una situación que, definitivamente, no formaba parte de mis sueños románticos acerca de cómo debería ser el tiempo que pasaba con los niños. La presión a la que me sometía a mi misma y las expectativas de un tiempo perfecto en familia eran inaguantables,

y me deprimian profundamente.

Aunque quedarme en casa de mis padres era lo más facil, resultaba aburrido. Yo pensaba que los niños se aburrían sin juguetes, sin trabajos manuales, sin triciclos, ni nada de lo que haciamos en casa. Dylan y Logan no pedían otra cosa que estar conmigo. Era yo la que había creado aquellas expectativas de mantener nuestros estilos de vida normales, antes del cáncer, en un

entorno ajeno. Como los niños se despertaban cada día a las seis de la mañana, teniamos muchas horas de luz por delante hasta que se iban a dormir a las ocho de la noche. A menudo explorábamos los alrededores temprano en la mañana, y luego ibamos a otra parte

para lograr un cambio de paisaje y aventura. Pero cada vez que ibamos a algún sitio era como mover una tropa, con la niña en un cargador al frente, la bolsa de pañales con meriendas y formula en un brazo, y dos manitas colgadas de la mia. El simple hecho de caminar con los niños y una bebita sujeta al cuerpo consumía una gran cantidad de energía. En una ocasión fuimos

al Museo

Infantil

de

Virginia

en

Portsmouth (a media hora de camino), y a los chicos les encantaron las diversas exposiciones practicas, mientras que Chloe disfrutó del área para parvulitos. Otro día fuimos a un parque de recreación cerca de la casa de mi abuela. Un sabado lluvioso los lleve a almorzar

a un McDonald's y a jugar en la zona para niños del restaurante. Todo parecia indicar una aventura fácil, hasta que Logan se llevo el envase abierto de leche a la boca y se empapo la ropa, la mesa y el piso. Pude ver la posibilidad de aquel accidente antes de que ocurriera, pero no pude hacer nada porque tenia la niña en un brazo mientras

le daba la fórmula con la mano

libre. Ahora me

VOÍV3r

60

a sonar

parece un problema inocente y simple, pero en aquel momento, magnifique exageradamente aquel incidente. Tenía los nervios y la psiquis destrozados,

y las cosas más insignificantes cobraban

proporciones monstruosas. Le di a Logan mi mirada más enojada, les grité a los chicos que se pusieran los zapatos, y sali a toda prisa por la puerta arrastrando a dos niños entristecidos. Traté por todos los medios de satisfacer

las

demandas

cotidianas y normales de la crianza de los niños, pero no habia aprendido a simplificar lo mas posible las cosas, como comprar comidas preparadas en el mercado o recogerla en un restaurante porque la entrega a domicilio estaba muy limitado en aquella zona. Incluso después de un día fatigoso, trataba de forzarme aun más. Para la cena, tenia que cocinar y luego limpiar la cocina, tratando de supervisar al mismo tiempo a los niños. A Chloe la sentaba en su mecedora o en el corralito ExerSaucer mientras sus hermanos velan dibujos animados en televisión. Pero todavia faltaba bañarlos y supervisar el cepillado de los dientes, actividades que exigian

todavía más energía. Despues del baño y ya en pijamas, los chicos escogían un libro y yo le leia a cada uno. Los niños dormían en una habitacion: Dylan en la cama, y Logan en la cuna, mientras que Chloe y yo ocupabamos un dormitorio al otro lado del pasillo. Aunque me sentía exhausta, me levantaba cada vez que la niña se movía o hacia algún ruido, para ver si todo andaba bien. Cuando salia el sol, comenzaba otro día sin haber dormido lo suficiente. El desgaste fisico que sufría se evidenciaba en las libras que aumente en ese periodo. Pero lo que resultaba más deprimente a simple vista y más doloroso fue el eczema que me brotó en los párpados. El eczema es una inflamación de la piel provocada por la sequedad del aire, la contaminación y el estrés. En mi caso, los párpados estaban ligeramente inflamados y la piel rugosa y adolorida. No podía usar ningún tipo de maquillaje, sólo vaselina para

protegerme

la piel

y aliviar

la hinchazón.

Los

parpados

Idas y vueltas entre mi esposo y mis hijos

61

se sanaron y la piel se tornó escamosa, pero el eczema volvía a brotar y el proceso a repetirse. Recuerdo que Randy le pregunto al oncologo si podía recetar algún medicamento que me aliviara de alguna forma, pues nuestro médico de cabecera estaba a miles de millas de distancia. El oncólogo se negó, diciendo que como yo no

era su paciente,

tendria

que

ponerme

en contacto

con

un

dermatólogo, asi que tuve que seguir soportando la molestia.

Aunque la práctica regular de ejercicios también tuvo que posponerse, trataba de caminar en una cinta continua cuando podía, y usaba las escaleras en vez del ascensor o las escaleras mecánicas del hospital. Y en raras ocasiones, hacia una rápida caminata afuera, en el templado otoño de Houston. En circunstancias normales, hacía ejercicio en el gimnasio dos veces por semana, asistía a una clase de yoga una vez por semana, y jugaba con los niños. Ademas, Pittsburgh es una ciudad por la que se puede caminar, y yo iba empujando el cochecito de la niña a la biblioteca, al parque, a la cafetería e incluso al mercado. Pero en Houston no tenla esas oportunidades integrales de actividad diaria. Durante ese periodo todas mis energías estaban dedicadas a mis seres queridos. Ellos eran mi prioridad fundamental.

Mis

necesidades podian esperar. Pero eso implicaba un dificil acto de equilibrio en el cual me parecia que nunca podría complacerlos a todos. A fin de cuentas, tuve que aceptar que sólo podia dar

de mi lo mejor posible, y que tenía que ser lo suficientemente bueno. Ya en aquel momento me resultaba más facil separar las necesidades de Randy de las de los niños. También pude dedicarme completamente a cada cual cuando estaba con ellos porque estaban separados fisicamente. La prueba verdadera llegó cuando volvimos a reunirnos en Pittsburgh después que Randy termino su tratamiento en Houston,

y tuve que priorizar en tiempo real

con las consecuencias duraderas que acompañaron a cada decisión tomada.

A None Bare

y

pd

¡Necesito ayuda!

WÍ” AY UNA ESCENA FUNDAMENTAL en la pelicula An Officer and a Gentleman (Oficial y caballero) en la que el Sargento Ea de Artillería Foley, interpretado por Lou Gossett Jr., intenta quebrantar a Zack Mayo (Richard Gere), candidato a oficial arrogante y emocionalmente reservado, sometiendolo a intensas y continuas tandas de ejercicios hasta que, finalmente, no puede soportar más. Le resulta imposible permanecer aislado y acepta el

hecho de que debe cambiar para crecer como persona y trabajar en equipo, y aprende la lección de que ser fuerte no equivale a hacerlo todo por si mismo, o que abrirse al amor y expresarlo no es una forma de debilidad. Durante el tiempo que cuide de Randy, llegué a identificarme con Zack Mayo. Pero en vez de enfrentarme a un musculoso Lou Gossett Jr., la vida y el cancer asumieron la parte de mis sargentos entrenadores, colocando una carga tras otra sobre mis hombros. La carga se hizo más y mas pesada, y aunque iba encorvandome con la espalda a punto de romperse, seguia asumiéndola sin compartirla con nadie ni aceptar ayuda.

¡Necesito ayuda!

63

Segui al cuidado de Dylan, Logan y Chloe y a cargo de las mismas actividades, como llevarlos al zoologico y al Museo de Historia Natural. En mi mente, no consideraba el tiempo o mis

energías como parte de un juego de iguales ganancias y pérdidas, por lo que mi intención de dedicarles a los niños la misma cantidad de tiempo y añadiendo el trabajo enormemente agotador de cuidar de alguien no me parecía irracional. Sabia que se trataba de un acto de malabarismo, pero me imaginé que sería perfectamente capaz de servir de enfermera y Cuidar de Randy en Pittsburgh como lo había hecho en Houston, incluso con el añadido de los niños atados a los cordones de mi delantal. A pesar de que nos ayudaban con los niños durante el día, no lograba dividir mi tiempo entre ellos y Randy. Ni tampoco descansaba

lo

suficiente.

El

programa

perfecto

habría

sido

dedicarles a los niños las primeras horas de la mañana, el mediodía a Randy, luego poner a los niños a dormir la siesta a inicios de la tarde, el resto de ese tiempo con Randy nuevamente, preparar la cena, y después volver a cuidar a los niños hasta la hora de dormir.

A pesar de estar consciente de la asignación del tiempo,

siempre habia variaciones en los acontecimientos diarios: visitas al oncólogo, fiestas infantiles, citas con el médico, o alguien que se enfermaba. Haciendo recuento de aquel entonces, puedo ver cómo

iba en camino a un choque con la realidad. La paradoja que no pude ver en ese tiempo era que mis esfuerzos por cuidar a mis hijos y esposo se frustrariían a causa de mi agotamiento. Mi error fue tratar de vivir mi vida tal y como era antes del cáncer. La forma en que acometia cada aspecto de mi vida normal tendría que cambiar de una forma sin precedentes. La vida me envió una alerta seria acerca del desastre que estaba ocasionando. Después de cuatro meses de entrega total, finalmente toque fondo. Fue en un frio viernes de febrero de 2007. Randy

estaba sometido a un régimen de quimioterapia 5-FU (fluorouracil)

64

volvera

soñar

con infusión por goteo. Algunos pacientes experimentan efectos secundarios mínimos, pero Randy la estaba pasando muy mal con diarreas y fatiga, conjuntamente con una reducción del apetito. Un efecto cosmético menor de la quimioterapia fue que el cabello se le erizó y encaneció. Durante el día descansaba en cama en el dormitorio trasero, y por la noche en el sótano. Como su conteo

de leucocitos estaba bajo y su peso reducido a unas 140 libras, no toleraba el frio, por lo que usamos un calefactor para mantener la temperatura de la habitación a ochenta grados. Aquel viernes en particular no era distinto a los demás. Logan y Dylan iban al preescolar en la mañana, y Chloe gateaba por la casa. Como de costumbre, dividía mi tiempo entre los niños y Randy, con la ayuda de Amy y nuestra niñera, Laura O'Malley. Pero a las diez de esa noche ocurrió algo completamente normal pero muy devastador para nuestro fragil equilibrio. Dylan se despertó con un terrible brote de gastroenteritis. Las familias pasan por esto todo el tiempo pero en nuestro caso la susceptibilidad de Randy a las infecciones le añadia una nueva dimensión a la situación en la que no habia pensado ni confrontado antes. Llevaba acostada sólo media hora cuando

escuché a Dylan

llamándome. Durante las horas que siguieron le ayudé a ir al baño, sosteniéndole la cabeza sobre el inodoro o limpiando después de un “accidente”. A eso de la una de la mañana, Chloe se despertó llorando por su biberón, pero no podía atenderla. Dylan seguia vomitando y era quien más.me necesitaba, y sabía que la niña no iba a morirse de hambre si perdía una toma. Aun así, iba aflorando en mi un sentimiento de culpa. De repente, apareció Randy y se ofreció para darle el biberón a Chloe. Como pensaba que estaba dormido en el sótano mientras ocurrían aquellos percances, me sorprendio verlo. Después de alimentar a la bebita, volvió al sótano y yo segui cuidando a Dylan. A las cuatro de la mañana, estaba exhausta.

No

habia dormido

en toda la noche

y el día anterior

¡Necesito ayuda!

65

había estado muy ocupada. Bajé al sótano y le pedí a Randy si podía cuidar a Dylan por una hora para que yo pudiese dormir un poco antes de que los otros dos niños despertaran. Además, la niñera no venia los sábados y yo tendría que hacerme cargo de la bebita y de nuestro dinámico parvulo, aparte de Dylan. La reacción de Randy me dejo sin palabras. Estaba furioso conmigo por no cuidarme durante el día en caso de que hubiese alguna

emergencia

nocturna

que

me

impidiera

dormir.

Como

estaba tan debil, me dijo, una gastroenteritis podía matarlo. Y luego de haberse sometido a una operación y a un doloroso régimen

de dos meses para tener las mejores posibilidades de sobrevivir, yo estaba atentando contra sus probabilidades pidiéndole que cuidara a Dylan. En ese momento me senti muy mal, como un ser fracasado por no poder hacerme cargo de todo, por tener que pedirle ayuda a Randy cuando estaba tan enfermo, por no estar mejor preparada para momentos inevitables como la enfermedad de los niños, por no tener un plan de emergencia. En ese momento se me hizo patente que debía cambiar mi modo de pensar. Habíamos dejado de ser una familia normal de dos padres, y no podía recurrir a Randy en busca de ayuda. Necesitaba colaboración externa, y tenia que solicitarla cuanto antes. A las seis de la mañana llame a mi vecina, quien se levantaba temprano.

Le expliqué lo que estaba ocurriendo y le pedi que

viniera a casa. Luego les envié mensajes por correo electrónico a todos mis amigos y niñeras, preguntando si alguien podía ayudarme con los niños ese día. Una nueva mañana, un nuevo comienzo, una nueva estrategia. Comencé a actuar como una gerente, delegando responsabilidades

y haciendo

sólo las cosas

que

estaban

a mi

alcance. Aunque acepté este rumbo como el mejor para mi, los niños y Randy, mi conciencia no estuvo en paz consigo misma.

Consideraba que mi responsabilidad como esposa y madre era cuidar incansablemente a los niños y a Randy. Es más, se me crió para

66

VOÍVer a soñar

ser autosuficiente e independiente, por lo que el incumplimiento de las exigencias de mi familia y la aceptación de ayuda ajena equivalía a ser una fracasada. ¡Tampoco quería ser una madre a distancia! Quería participar directamente en sus vidas, colocando curitas en

las yayas y acompañandolos a jugar con sus amiguitos. No quería renunciar a mi antigua vida, a las cosas tal y como eran, y aceptar lo que dictaban las circunstancias del momento. Me sentía sumergida en un mar proceloso en el que las olas azotaban mi cabeza y no había tierra a la vista. Por supuesto, nunca se me ocurrió que estaba siendo peor madre y esposa desgastandome y asumiendo todas las responsabilidades. También imaginaba que aquello duraría un breve periodo de tiempo en el gran orden de cosas. Las cosas no siempre serian asi. Podria volver atrás y tomar nuevamente las riendas. ¡Pero, pobre Randy! Él pudo ver la situación en toda su magnitud antes que yo, aunque le fue imposible darme impulso. Estaba muy frustrado conmigo, muy decepcionado con mi incapacidad de adaptarme con mas rapidez a la dinámica familiar. Y sintió que lo abandonaba porque mi atención estaba dividida. No estaba tan concentrada en el o en su lucha para vencer el cáncer como necesitaba. Pero aquello no era un problema nuevo en nuestra relación, sino algo que habiamos enfrentado muchas veces desde la llegada de los niños. La manera en que dividía el tiempo entre los niños y mi esposo era un dilema al que le daba mayor enfasis la enfermedad de Randy. Además, como se vanagloriaba de sus habilidades para manejar el tiempo, estaba presto a criticar la forma en que los demás lo hacian. Creía en el uso inteligente y eficiente del tiempo, y daba frecuentes charlas sobre el tema. Estaba tan bien sintonizado con cómo usaba el tiempo en

el trabajo que llevaba un registro electrónico de cuántos minutos dedicaba a ciertas tareas, y luego evaluaba los datos y decidía como

podía trabajar con mas productividad. Como hacía ese ejercicio con su propio tiempo, creía que los demás tenian y debían hacerlo

¡Necesito ayuda!

67

también. Como yo no adopté realmente ese método en mi vida personal, Randy me criticaba por la forma en que escogi distribuir mis energias. Era un hombre muy inteligente que confiaba en su intelecto y capacidad para tomar decisiones correctas en cualquier situación dada. Yo no era tan inteligente ni tan rápida como él, y creo que puse a prueba su paciencia. No es que me quisiera menos,

pero pienso que creyó que podía tomar mejores decisiones que yo. En el pasado, solía señalarle con frecuencia que si tomaba decisiones por otras personas, entonces no vivirian sus propias vidas. El hecho de no controlar tan bien el tiempo ni tener un plan de emergencia en caso de enfermedades no sería tan funesto en circunstancias normales, pero resultaba un desastre total en la mente de Randy. Como compromiso, acepté volver a coordinar mi programación diaria y reservar mas tiempo para descansar e irme a dormir más temprano.

Sin

embargo,

aprendi

una

lección

más

esencial

que

la

administración del tiempo. A partir del episodio de la gastroenteritis, comprendi que ser fuerte no significa necesariamente renunciar a

la ayuda ajena, ni tampoco dejar de sentir temor. Es probablemente una de las lecciones más grandes que he recibido. Tenía que delegar algunas de mis responsabilidades y liberarme un poco para asumir

mejor la carga. Tuve que admitir que no iba a ser la misma madre que fui cuando Dylan era pequeño. No podía estar al mismo tiempo con los niños y con Randy en las salas de oncología. Tenía que pedir ayuda, y mucha. No podía preparar la cena cada noche desde cero usando vegetales frescos del mercado, por lo que acepte agradecida comida de todo tipo de las familias de los compañeros de preescolar de mis hijos. No sé si usaban productos orgánicos, y en breve aprendi a ni siquiera pensar en eso. También pedía cenas para llevar usando

una tarjeta de regalo aportada generosamente por los colegas de Randy en la Universidad Carnegie Mellon. Incluso acepte la oferta de algunas personas de ayudarnos

a desempacar

las pertenencias

68

CAVE

A SONa)

de la familia —sí, hasta mis vestidos y ropa interior— para poder instalarnos en nuestra casa recién renovada de Pittsburgh. ¿Iba a ser menos madre, mujer o esposa por ello? ¡No! Por el contrario,

nuestras vidas mejoraron al aceptar ayuda ajena. Tuve más energía para dedicarle a todos los que me rodeaban, y dejé de estar tan estresada y amargada. Nos hizo la vida más manejable, lo cual, a su vez, mejoró mi estado de animo.

No sólo tuve que aceptar la idea de la ayuda ajena, sino también resignarme

a tener gente en casa con más frecuencia y en un

comportamiento más intimo que lo normal. No me molestaba que amigos y vecinos nos ayudaran a desempacar nuestras sábanas, toallas o ropas de los niños, pero en lo tocante a mis pertenencias, el hecho de que alguien pusiera mi ropa en el clóset o en la gaveta me incomodaba, aunque sabia que era un ahorro de tiempo y energía valiosa. E incluso en una ocasión escuche a mis vecinas comentar sobre la forma en que estaba dispuesto el cuarto de lavanderia: teníamos dos pares de lavadoras y secadoras. Quise ir y explicarles que una de las lavadoras era de mi abuela que ya no podía usarla porque padecía de demencia, y que la segunda secadora

era la que dejaron en la casa los dueños anteriores. Crei que debia justificar nuestras decisiones explicando como Randy pensaba que manejariamos mejor el tiempo con otro juego de lavadora y secadora porque teniamos que lavar constantemente las sabanas y ropas de

los niños, pero no dije nada y sali del cuarto en silencio. No creía justo ser inspeccionada de esa manera, ni que debia justificar nada. Mi vida se había vuelto demasiado transparente, demasiado pública,

pero senti que no tenía derecho a quejarme, pues necesitaba ayuda desesperadamente.

Y segui diciendome a mi misma que era un

precio minimo a pagar y que debía estar agradecida. Por su parte, a Randy no parecia molestarle en lo más minimo

la presencia

de otras personas

en nuestras

en nuestra casa,

o su intromisión

cosas mas intimas. Nunca estuvo demasiado atado a las cosas, ni le

¡Necesito ayuda!

69

prestaba gran atención al qué dirán. Más aún, se enclaustraba en su oficina trabajando en el ordenador mientras yo me encargaba de la logística, de manera que estaba alejado mental y fisicamente de la cotidianidad. Analizando las cosas en la distancia, haber pedido ayuda me parece razonable, pero fue un problema de gran carga emocional y una dura lección aprendida. Incluso cuando decidí aceptar ayuda, tenía que acostumbrarme mentalmente a recibirla. Tuve que cambiar interiormente, e incluso hasta mi propia imagen, para poder encontrar la paz. Finalmente, tuve que aceptar que pedir ayuda es señal de fuerza e inteligencia. Cuando se atraviesa por momentos dificiles, la identificacion de los aspectos en los que se necesita una mano adicional o un cerebro mas inteligente implica honestidad y valor. Cuando en ocasiones alguien me dice: «No sé como pudiste hacerlo», le respondo con orgullo: «Con un poco de ayuda de gente maravillosa». Aparentemente, muchos de nuestros amigos y familiares sabían intuitivamente cómo ayudarnos. Veian algo por hacer, lo hacian y luego pedian permiso. Algo tan simple como poner a lavar ropa o limpiar la cocina. Me encantaba cuando me entregaban listas de tareas especificas en las que podian ayudarme, y apreciaba no tener que gastar energía en la creación de una lista propia de cosas pendientes. En muchas ocasiones me preguntan personas deseosas de ayudar a un amigo o familiar que cuida a un enfermo qué pueden hacer para establecer una diferencia. Mi respuesta es la siguiente: en tareas cotidianas como la limpieza de la casa, las compras en el mercado, la preparación de la cena o el lavado de la ropa. También me di cuenta de que contar con amigos que vinieran a visitar

a Randy, a hablar con él, a darle

masajes en la espalda o simplemente acompañarlo ante el televisor

me proporcionó gran paz mental, y a Randy la compañía que necesitaba.

70

volver y soñar

Pero existe una sutil diferencia entre ser util e imponerse. En ocasiones, cuando pasaba un día terrible, quería disponer de un

poco de tiempo libre para relajarme, para sentarme tranquilamente en soledad, sin la obligación de ser sociable, un momento en que pudiera liberar el caudal de mis emociones. Á veces, una amiga bienintencionada

atribuía erróneamente

mi estado de ánimo

a

la necesidad de tener un hombro sobre el que llorar o alguien a quien confiarle mis penas. Trataba de ser amable y explicarle que estaba fatigada y necesitaba descansar, pero aquella persona parecia “estar sorda” como suelen decir las maestras de preescolar, e insistía en quedarse hasta que la lavadora de platos se apagara para

colocar la vajilla en su lugar, incluso después de explicarle que lo que necesitaba realmente era irme a dormir. Al final, dejaba a mi bienintencionada amiga sola, sentada a la mesa de la cocina, y me marchaba en busca de un poco de soledad.

PESAR DE QUE

FAMILIARES Y AMIGOS

nos ayudaban

con los

niños, al termino de cada día me sentía exhausta. Cada noche me acostaba a las diez, tratando de dormir ocho horas, menos el tiempo en que debia alimentar a la bebita y cuidar a los niños si era necesario. Me sentia como si el cuerpo fuera de plomo

mientras me metía agradecida bajo las sabanas y apagaba las luces. Pero en vez de caer en un sueño profundo y apacible, el cerebro seguia funcionando mientras yo daba vueltas en la cama, tratando de encontrar una posicion más cómoda. Y los pensamientos iban y venian sin cesar, algunos como preocupaciones inusualmente extrañas que se enconaban y crecian mientras descendía por el agujero negro del “Que ocurriría si...”. Uno de esos particulares dialogos internos era: ¿Que voy a hacer si la casa se incendia? ¿Cómo voy a sacar a los niños? Y elucubraba mentalmente mientras yacia en la cama, con los niños durmiendo al otro lado del pasillo, y Randy enclaustrado en su retiro del sótano. ¿A cual de ellos tendría que sacar primero?

Tal vez Dylan, es el mayor y el que mejor se las arregla.

5y

VOÍVOr a SOT

12

Pero ¿cómo llevarlo del segundo piso a la planta baja sin que se haga daño? Analizaba

las

posibilidades

y

la

mente

seguia

buscando

soluciones. Ya sé. Anudo varias sabanas, ato un extremo en su cintura y

lo bajo hasta el suelo. Allí podrá correr a la casa de al lado y pedir ayuda.

¿Y qué hago con Logan? Sólo tiene dos años. ¿Podría bajarlo de

la misma forma? Sí. Eso tambien funcionaria en su caso. Y sin pausa, transfería las elucubraciones a Chloe:

Creo que

también podria bajar la niña. Bueno, ya he resuelto el problema si se produce un incendio en la planta baja. ¡Magnifico! Ahora puedo descansar. Ya puedo dormir. Pero, de ninguna manera. Las neuronas seguian activas: ¿Y si el incendio comienza en la planta alta? ¿Que pasaría con Randy en el sótano? La luna se desplazaba lentamente por el cielo nocturno mientras yo analizaba muchas más situaciones, tratando de visualizar lo que podrian parecerme amenazas plausibles a nuestra familia. A la gente le ocurren cosas malas y reparaba en que éramos vulnerables,

en un mundo hostil al que no le importaba lo joven que era Randy, ni que se cuidara a si mismo, ni que tuviera tres niños pequeños. Nada nos protegía de ser una de esas familias que aparecen en los periodicos o en un programa de television y nos hacen pensar: «¡Dios nos libre!». Luego de pasar los peores dos meses de mi vida, sabía con demasiada claridad cómo una catastrofe podía destruir nuestro mundo.

Queria estar preparada para la próxima vez. No

quería que me sorprendieran nuevamente, como cuando a Randy le diagnosticaron cáncer de páncreas. Aunque era ilógico pensar que podía planificar todos los retos posibles antes de que ocurrieran, seguía intentándolo, para sentir que aún tenia algún control sobre mi

vida. El cáncer me había dejado en la más cruel vulnerabilidad y mi

Estragos de cuidar a un enfermo

73

respuesta era crear un sentido de dominio sobre los acontecimientos de mi vida.

Ojalá hubiera podido acostarme junto a mi esposo, recurriendo a el para que me ayudara en aquellas noches de insomnio. Tenía tantas cosas maravillosas que apreciar, que celebrar con él: cómo crecía nuestra familia, como habiamos remodelado nuestra casa para adaptarnos a ese crecimiento y cuán bella estaba la luna en aquellas noches invernales. Le habiamos dedicado un gran caudal de reflexión y energía a aquel proyecto. Era la casa de nuestros sueños, donde ibamos a criar a nuestra familia, y donde Randy y yo nos proponiamos

vivir hasta que los niños fueran mayores y Randy se jubilara. Pero en cierta medida, Randy y yo estabamos en mundos diametralmente opuestos. En vez de dormir en la planta alta, en nuestro dormitorio principal con sus hermosas ventanas con vista al sorprendentemente grande patio urbano, Randy yacia en el sotano, con el calefactor a todo dar. La distancia fisica entre ambos se traducia en una separación emocional. Me cansaba constantemente el desempeño de tantas funciones: cuidadora, madre y administradora del hogar. Me despertaba con Chloe a la una de la mañana para darle su biberón, y luego a las seis cuando los dos chicos estaban listos para comenzar su dia. Sentía que Randy no apreciaba todo lo que hacía y cuánto me esforzaba. Por su parte, creía que no le dedicaba tiempo suficiente, que tenía temor de sentarme con él y estar cerca de un enfermo. Nuestra distancia

emocional se fue ensanchando hasta que una pareja de amigos nos sugirió que viéramos a un consejero, y hasta llegaron a comentar que si Randy sobrevivía, nuestro matrimonio quedaría deshecho.

Pero no necesitábamos un consejero matrimonial sino alguien que pudiera ayudar a personas

que enfrentan una enfermedad

potencialmente mortal, y el caos y el estrés que eso conlleva. Durante una visita a nuestro oncólogo local en Pittsburgh, Randy le pidio que le recomendara a alguien con quien pudiéramos

74

volver a soñar

hablar que tuviera experiencia con personas en nuestra situación. El

oncólogo conocía a un psicoterapeuta que trabajaba con pacientes de cáncer y sus familiares. Es una de las personas más maravillosas, amables, conocedoras e inteligentes que jamás he conocido: la Dra. Michele Reiss. Tuvimos la suerte de encontrar a una profesional que viviera en el área que se especializaba en los problemas mentales que surgen a partir de la lucha contra el cáncer. Desde la primera vez que hablamos con la Dra. Reiss se convirtió en parte esencial de nuestro equipo contra el cáncer. Mientras el oncólogo y un pelotón de otros médicos se concentraban en los aspectos físicos del cáncer que padecía Randy —-cómo evitar la propagación de la enfermedad, cómo controlar el dolor, cómo supervisar la nutricion, cómo prolongar su vida— la Dra. Reiss, como psicoterapeuta, se dedicaba a lidiar con los problemas de salud mental. Todos sufrimos de estrés, pero en exceso y por

tiempo prolongado ejerce un profundo efecto en el estado fisico

y mental de la persona. Cada vez mas investigaciones médicas estudian el impacto del estres tanto en la salud del paciente de cancer como en la de quien cuida de el. En particular, se sabe que el estrés que causa atender a un enfermo incrementa la

susceptibilidad de quien ejerce tal labor a contraer enfermedades

infecciosas y a deprimirse. Quien cuida de un paciente es además muy propenso a sufrir envejecimiento prematuro, disminución medible de su expectativa de vida (algunos estudios indican de tres a diez años), asi como riesgos asociados con la falta de sueño.* ¡A quien se le hubiera ocurrido que cuidar con dedicación a un ser querido puede restarnos años de nuestra propia vida o incluso enfermarnos! Como los riesgos asociados con el estrés y el impacto que ejerce en una persona el cuidado de un enfermo están saliendo a la luz, espero que más consultas de oncología cambien su paradigma de ,

/

.

.

*Take Care! Self-Care for the Family Caregiver, National Family Caregiver Association, www. thefamilycaregiver.org, winter 2006.

Estragos de cuidar a un enfermo

75

tratamiento para abarcar mucho más que los aspectos físicos del cáncer. En la actualidad, numerosos centros para el tratamiento del

cáncer

y

grupos

de

oncologia

mantienen

un

equipo

maravillosamente sólido de médicos, desde radiólogos a oncólogos

y cirujanos. Sin embargo, pasan por alto el aspecto psicológico que trae consigo la enfermedad. Los especialistas en cáncer se enfocan en la nutrición y el dolor, pero ignoran cuán devastador puede ser vivir con cáncer o encarar la muerte cuando el mal invade otras partes del cuerpo. Mas aún, la ciencia y la tecnología médica han

hecho significativos progresos en retrasar o evitar la multiplicación de las celulas cancerigenas. Como resultado, a menudo el paciente vive más tiempo con la enfermedad en remisión. Pero una persona que vive mas tiempo con cancer u otras enfermedades enfrenta una nueva serie de retos que necesitan resolverse. Uno de ellos es cómo ofrecerles apoyo al paciente y a quien cuida de él en sus esfuerzos para vivir sus vidas y mantener la calidad de vida. Los consejeros pueden ayudar con algunas de las necesidades. Randy y yo fuimos lo suficientemente previsores como para encontrar una terapeuta

que nos ayudara, pero es posible que otras personas no sigan el mismo camino, y necesiten que se les brinde esa posibilidad. Como admitió Randy en La última lección, el no simpatizaba

mucho con los psicólogos. Pero despues de trabajar con la Dra. Reiss, comprendió los beneficios: “Ahora que me encuentro entre la espada y la pared, puedo ver el alto grado de su efectividad [de la asesoría externa].

Me gustaria poder pasear por las salas de

oncología y decírselo a los pacientes que intentan enfrentarse a todo esto por sí mismos”. Randy tenia convicciones muy firmes, y le tomaba

mucho

tiempo

cambiar

su posición ante un tema

determinado. Por tanto, esa afirmación es un testimonio de cuanto sufrió emocionalmente, y de lo excepcionales que debieron ser las habilidades de la Dra. Reiss para que Randy adoptara esa terapia.

76

volver a soñar

La primera vez que visitamos la consulta de la Dra.

Reiss,

tanto Randy como yo nos sentíamos decepcionados uno del otro. Uno de los primeros métodos que adopto la terapeuta fue hacer que nos escucháramos mutuamente. Insisto, escuchar realmente lo que tenía que decir el otro. Nos dimos cuenta de que aunque

transitábamos

juntos

la ruta del cáncer

de Randy,

nuestras

experiencias individuales eran originales y válidas. Randy sufria dolores diarios después de la operación para extirpar el tumor, asi como los terribles efectos secundarios de la quimioterapia.

Por

otro lado, yo trataba de mantener una rutina normal con nuestros

tres hijos, de cuidar lo mejor posible a Randy, y de manejar nuestro hogar. Randy me comunicó que quería hacer todo lo posible para aumentar

sus posibilidades

de

supervivencia.

Para

lograr

ese

objetivo, teniamos que convertir el tratamiento y cualquier opción adicional en la principal prioridad. Tenia que obligar al máximo a su organismo

a recibir las dosis de quimioterapia más

altas

dentro de lo permisible y quería que lo apoyase en ese tiempo, independientemente de lo mal que pudiera parecer o sentirse. Por mi parte, le expliqué a Randy que yo era quien debia enfrentar los problemas

del momento,

desde

su salud quebrantada

y la

necesidad de atención adicional, hasta procesar nuestra declaración de impuestos o investigar las opciones de preescolar para Dylan, quien debía comenzar las clases el otoño siguiente. Nuestros roles y puntos de vista me recordaron mucho Al faro de Virginia Woolf,

en la que el Sr. Ramsey no puede ver las flores rojas de tritoma que crecen alrededor de la casa y provocan la admiración de su esposa, pero si es capaz de explorar las constelaciones y apreciar las estrellas, algo que a su cónyuge le resulta imposible. Nosotros teníamos una dicotomía similar. Formábamos un equipo, un frente unido en el combate contra el cáncer de páncreas para salvar su vida, pero proveniamos de dos sitios diferentes que dificultaban la comprensión del compromiso y contribuciones del otro al esfuerzo

Estragos de cuidar a un enfermo

77

de equipo. Escucharnos uno al otro y respetar las formas diferentes en que enfrentabamos esa experiencia nos ayudo a unirnos más.

Nuestro matrimonio se fortaleció y seguimos juntos por aquel dificil camino. Otro problema que confrontabamos Randy y yo era la paralisis inducida por el estrés. Éramos incapaces de tomar una decisión, algo que se evidenciaba aun más en nuestra necesidad de escoger una escuela para Dylan. Pittsburgh es una ciudad maravillosa que ofrece una amplia gama de opciones de educación, tanto pública como privada. En el sector público hay escuelas de barrio, escuelas para niños dotados, escuelas independientes e incluso una escuela de enseñanza elemental que usaba el método Montessori. En la otra cara de la moneda estaban las escuelas que ofrecian educación tradicional y no tradicional. Antes de que Randy enfermara,

hice una pequeña investigación sobre cual sería el mejor entorno para Dylan. Pero a partir del sombrio diagnóstico de Randy, no pude dedicar mas tiempo ni energía a tomar una decisión. Y en la primavera de 2007, el plazo para matricularlo estaba a punto de vencer. Teniamos que decidir en breve. Después de reducir la

selección a unas pocas escuelas, Randy y yo evaluamos juntos las opciones pero no podíamos tomar una decisión, por lo que visitamos aquellas escuelas. Randy le daba rienda suelta a su mente aguda, acosando a preguntas durante una buena media hora a la inocente

directora, interrogandola sobre como manejaría la escuela varias situaciones, incluyendo qué travesura podía hacer un alumno para

que lo expulsaran al termino de una jornada, o cómo administraba sus fondos la escuela.

Pero incluso después de reunir toda esa

información, éramos incapaces de decidirnos. Cada pregunta venía precedida por el hipotético «Si Randy muere de cáncer...». ¿Lo matriculabamos en la escuela privada que estaba a tres casas de la nuestra para que yo pudiera caminar facilmente con Dylan y sus dos hermanitos? La escuela para niños dotados podria ofrecerle a

78

volver a soñar

Dylan más oportunidades de enriquecimiento educacional, pero implicaría un largo viaje en autobús. En la medida que se acercaba el vencimiento del plazo, crecía nuestra ansiedad. Durante una de nuestras sesiones con la Dra. Reiss, le explicamos nuestro dilema

y le pedimos consejo. La especialista nos demostró que estabamos dejando que el estrés y el temor de vivir con cáncer nos impidieran vivir nuestras vidas. Tal y como yo analizaba cada problema posible que podría surgir y como resolverlo en mis noches de insomnio, Randy y yo estábamos procediendo de igual forma, examinando cada situación posible que pudiera venirnos a la mente, fatigandonos en el proceso, sin darnos cuenta de que era imposible ponderar cada posibilidad. La educación no era la única decision que no podiamos tomar. Había además otras cositas, como comprar o no una alfombra para el vestíbulo. Me debatía en cuestionar si debía gastar dinero en una alfombra para una casa que tal vez abandonaríamos si regresaba el cancer y Randy moría. Por su parte, Randy se quejaba de vivir con la espada de Damocles sobre su cabeza. Sentía que en cualquier momento podria ocurrir lo peor, y quería que ambos decidiéeramos con anticipación lo que hariamos si se reproducia el cancer. Y hablaba del tema con amigos y familiares. Queria hacer todo lo que

estuviera a su alcance para dejarnos en la mejor situación posible. Por tanto, analizamos donde deberíamos vivir ¿en Pittsburgh o mas cerca de mi familia? Si nos decidiamos por estar cerca de mi

familia, ¿sería más cerca de mi hermano mayor en Virginia o de mi hermano menor en Carolina del Norte? Yo quería quedarme en Pittsburgh, donde contaba con una sólida red de apoyo, buenos amigos a quienes quería, y un amor verdadero por la ciudad. Después de escucharnos, la Dra. Reiss nos ayudo a aprender otra importante lección: el cáncer nos hacía sentir que teníamos menos control de nuestras vidas, y como resultado, tratábamos de ejercer menos dominio sobre el curso de los acontecimientos. Pero

Estragos de cuidar a un enfermo

79

tuvimos que aceptar alguna perdida de control y la imposibilidad de predecir todos los resultados o situaciones que pudieran surgir. Y en vez de darle vueltas a las cosas en la mente y agonizar con

el “Qué ocurriría si...”, teníamos que tomar la mejor decisión posible en ese momento con la información que teníamos a mano. Posteriormente podriamos reevaluar la decisión tomada y hacer cambios a medida que contáramos con nueva información o se presentaran nuevas circunstancias. Equipados con aquellos conocimientos, Randy y yo pudimos volver atrás y tomar las decisiones hasta entonces inalcanzables. Y elegimos una escuela para Dylan. Optamos además por no decorar el espacio recién renovado, e incluso acordamos una estrategia para determinar donde vivirla la familia en caso de que Randy falleciera. Luego archivamos el plan general con la premisa de que no lo analizariamos más hasta que no fuese absolutamente necesario.

Contar con una consejera para analizar los problemas que teniamos y las dificultades que confrontamos para solucionarlos nos favoreció más alla de toda previsión. Y no solo mejoro nuestra vida cotidiana en terminos de toma de decisiones mayores y menores, sino que también Randy y yo pudimos hablarnos mutuamente y apreciar el punto de vista del otro. Nuestra relación se fortalecio, y nuestro amor floreció en un tiempo de dificultad extrema. Y hasta esto nos benefició, porque necesitábamos que los cimientos de nuestro

matrimonio

fueran

lo suficientemente

sólidos para

enfrentar aún más demonios en nuestro tránsito por la maligna enfermedad.

O O O CI PRA

El cáncer nos sorprende de nuevo

ASAMOS

UN

VERANO

MÁGICO

Y GLORIOSO

despues

de

tanto

2 estres y trabajo durante el invierno y la primavera de 2007. Randy descansaba de la quimioterapia por primera vez en seis meses, y habia recuperado su peso y su vitalidad. Viviamos el momento sin temor de lo que pudiera ocurrir mañana. Randy confiaba tanto en que iba a salvarse que compro un coche nuevo para sustituir nuestro destartalado Volkswagen Cabriolet, el mismo en el que habia derramado Coca Cola mientras su sobrina y sobrino lo miraban con una muestra de incredulidad, humor y horror. Viajamos a Kennywood, un parque de diversiones en Pittsburgh y

montamos en los juegos mecánicos con los niños. Randy se ganó un enorme animal de peluche para los chicos, transmitiendo su amor por los juegos de carnaval y la emoción de caminar por el parque

con un inmenso pez payaso anaranjado para que todos lo vieran. Frecuentamos

el parque

acuático local, en el que Randy

tuvo

valor suficiente para deslizarse por el altísimo tobogán, y hacer un poco de “tubing” con Dylan. Además, vacacionamos durante una semana en una playa de la parte sur de Virginia, cerca de donde vive mi familia, gracias a lo cual pudimos visitar nuevamente a mi

El cancer nos sorprende de nuevo

81

hermano Bob y a su familia. Randy incluso se sintió con fuerza para llevarme en un viaje de nueve días a España con su madre, su hermana y el esposo de ésta. Me negué a ir pero el insistió, diciendo que dispondría de mucha ayuda. El también pensaba que

me

E

Pess O ON

E SPo

yo necesitaba unas vacaciones. Pienso que quería realmente que yo fuera en parte porque deseaba hacer algo por mi. Al fin acepté y disfrutamos de un viaje maravilloso y un descanso muy necesario. La vida en la casa de los Pausch era casi como en los viejos tiempos. A fines del verano, Randy tenía programado el regreso a Houston para someterse a una tomografía computarizada que revelarla si las células cancerígenas estaban volviendo a atacar y a multiplicarse. En agosto de 2007, Randy y yo organizamos nuestros planes de viaje, pero lo asumimos como una escapada romantica de reconexión mutua, reservando tiempo para ir al hospital y hacer un corto paseo adicional. Antes de ir a la consulta del oncólogo para ver los resultados de la tomografía, fuimos a Galveston Island a uno de los

parques acuáticos bajo techo más grandes del pais: Schlitterbahn.

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Al igual que los parques de diversiones, los acuáticos ocupaban un lugar principal en nuestra lista de actividades divertidas. Esa visita a Schlitterbahn sin los niños nos remontó a los dias de noviazgo y a las

primeras etapas de matrimonio, sin hijos, cuando ibamos al parque acuático local en Pittsburgh para pasar el día juntos deslizandonos por todos los toboganes.

Siete años más

tarde,

en Galveston,

Texas, disfrutabamos de lo lindo. ¡Usamos todos los toboganes de aquel parque de setenta mil pies cuadrados! Como algunos eran muy altos, teniamos que subir escaleras después de esperar en largas filas. Otros eran curvos y cortos, y por supuesto, había un río extenso y de aguas plácidas, en el que flotáabamos tomados de la mano como si nada más nos importara en el mundo. Esta excursión no habría sido posible apenas cuatro meses antes, cuando Randy estaba demasiado agotado por la quimioterapia. Pero allí era como el de siempre, como el Randy que había conocido al principio y del

82

VOÍTOr a SOÑBAr

cual me había enamorado: rebosante de energía, animado, lleno de entusiasmo infantil por probar el próximo aparato. Fue un día maravilloso, un dulce recuerdo que atesoro. Después de una experiencia tan positiva, fuimos a la consulta del oncólogo en Houston, totalmente confiados en que el cancer estaba en remisión. Sin embargo, ambos experimentamos la misma “tomoansiedad”, el nerviosismo que se apodera de uno en las cercanías de la fecha de una tomografía. Todo el que ha padecido de cáncer alguna vez se siente nervioso y un poco preocupado cuando esta próxima la fecha de la tomografía, incluso alguien que ha estado libre del mal durante diez años. Sin embargo, nos

sentiamos muy seguros de que Randy saldria airoso. ¿Por qué no iba a lograrlo? ¡Se veía y actuaba con tanta salud! Recuerdo que, mientras estábamos sentados

en la sala de

espera para ver al oncólogo, mirabamos discretamente a las otras

parejas y familias. Estadisticamente, alguno de los que estaban en aquella sala de espera iba a recibir una mala noticia. Me pregunte quién seria. Por lo general, cuando un paciente y su ser querido salian de un salón de examen llorando quedamente, mirábamos a otro lado sintiendo un vuelco en el corazón. También recuerdo que pensé que no seriamos nosotros. No ese dia. Era la única tabla de salvación a la que podía asirme.

Randy trabajaba en su ordenador portatil. Sabia que estaba preocupado, pero no lo expresaba. Finalmente nos tocó el turno. Randy guardo el ordenador en un segundo, se colgó la mochila en el hombro y se puso de pie. De regreso en el salon de examen, la enfermera lo sometió a un chequeo de rutina. Luego nos dejaron solos esperando al oncólogo. No puedo recordar de qué hablamos en aquellos últimos minutos de esperanza. Porque en eso vivíamos: en una burbuja de esperanza a punto de estallar. De repente, la curiosidad de Randy lo dominó y comenzó a leer los datos de su historia clínica,

que la enfermera había dejado abierta en la pantalla del ordenador.

El cancer nos sorprende de nuevo

83

Tal vez fue mejor que descubriera la tomografía y viera los tumores que lo minaban en vez de que se lo dijera el médico. Tal vez esto le dio

la oportunidad de ver con sus propios ojos, de saber —de enterarse realmente— que las células cancerígenas habian burlado todos nuestros tratamientos y se multiplicaban con rapidez. Ambos sabiamos que cuando el cáncer de páncreas hace metástasis, hay escasas esperanzas de que otros tratamientos detengan ese crecimiento. «Estoy frito, Jai»

dijo, y comenzó a contar los tumores, aceptando la trayectoria que habia tomado su vida. Una cura sería casi imposible, se nos habia ido ese barco y con el nuestras esperanzas. Su mente acepto lo que vieron

sus ojos. Yo, por otro lado, salté de mi silla para mirar por encima de su hombro. Traté de encontrar algún error en los datos. «Es la tomografía

vieja, no la de este viaje», le dije con prudencia. Pero el me corrigió de inmediato: «No. Es la mas reciente. Mira la fecha», y siguió mirando otros archivos en el ordenador para confirmar

lo que pensaba. Le dije que necesitaba ir al baño y me escabulli por la puerta para buscar a la enfermera encargada del régimen de protocolo, a la cual le explique que Randy había estado curioseando en sus archivos electrónicos y le pedi que fuera a verlo enseguida, porque mi esposo creía que iba a morir. Pensé que la enfermera le aclararia las cosas.

Deduje que no era un experto en aquel sistema de computación y no se podía confiar en su capacidad de leer esa información e interpretarla correctamente. Buscaba una explicacion, pues no quería aceptar lo que había visto: puntos oscuros esparcidos por el higado y el bazo de Randy. Tenía que haber un error, segui pensando mientras me echaba agua en la cara y me lavaba las manos, para regresar al salon de examen esperando que la enfermera hubiera persuadido a Randy de su equivocación. En vez de presenciar la situación que habia esperado, encontré

con

Randy

y la enfermera

sentados,

con

me

expresión

de tristeza. Poco después, el oncólogo entró en la habitación y confirmo cautelosamente que Randy había acertado en la lectura de

ER

84

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las tomografías. El cancer había regresado con una agresividad que nunca había visto antes: nueve tumores en el higado y tantos en el bazo que era imposible contarlos. Todo lo que podíamos esperar era de tres a seis meses de buena salud. Luego, comenzó a describir la estrategia de cuidados paliativos con Randy. Mi mente giraba a toda velocidad para poder comprender el curso de los acontecimientos. No tenia claro en qué consistian los cuidados paliativos y el médico explicó que se concentrarían en retrasar el avance del cancer para darle el mayor tiempo posible de

vida a Randy, pero que habían desistido en su objetivo de erradicar el mal. No podia asimilar la idea de que mi esposo iba a perder la batalla, que un día bastante cercano ya no iba a flotar conmigo en un parque acuático, ni volvería a ganar un enorme animal de peluche. Nunca podré entender a cabalidad como Randy pudo aceptar la situación, su muerte, con tanta calma y tan rapidamente. Tal vez fue capaz de desconectar su intelecto de sus emociones con mas facilidad

que la mayoria. Tal vez debido a que era un ajedrecista excelente, excapitan del equipo de su escuela secundaria, y siempre estaba dos

pasos por delante de la siguiente jugada. Hizo sus investigaciones, sabía las posibilidades estadisticas de varios progresos y situaciones de la enfermedad y comprendía que la recurrencia casi siempre termina en la muerte. Los pasos para lidiar con el cancer de páncreas eran bien definidos. La primera regla era extirpar el cáncer por vía quirúrgica. La segunda era exterminar los millones de pequeñas

células defectuosas que no dejaban de multiplicarse con quimioterapia tóxica y radiación. La tercera era poner los asuntos en orden si volvía a materializarse el cáncer. Randy había tenido éxito con la primera regla, pero fracasado con la segunda, lo cual daba como resultado la tercera. Era algo que tenía bien claro. Pero yo no.

«¿Y no se puede hacer un trasplante de higado, incluso el de un cerdo?», pregunté.

Randy y el oncólogo movieron la cabeza

El cancer nos sorprende de nuevo

85

negativamente. Ningún cirujano haría un trasplante después que el cáncer

hiciera metástasis,

porque

para

entonces

el sistema

circulatorio del organismo estaría inundado de células cancerigenas. Para que el trasplante fuera un éxito, había que reprimir el sistema inmunológico del paciente por un tiempo, durante el cual el cáncer invadiria otros Organos o tal vez el trasplantado. Al final sería una pérdida de recursos y de tiempo. Y el tiempo era algo precioso. Creo que entonces comence a llorar incontrolablemente. «¿No hay más nada que hacer?», pregunté con incredulidad, y comencé a sollozar de forma desolada y realmente bochornosa. El médico

se sentó junto a mi y me tomo la mano. Fue la primera vez que tuvo algún tipo de contacto fisico conmigo. Usualmente se sentaba frente al ordenador después de examinar a Randy y consultaba los resultados del laboratorio que estaban en la pantalla. La conversación se mantenía en el dominio de la técnica. Pero de repente nuestro oncólogo demostró cuán bueno era realmente: se nos manifestó en su lado compasivo, reconfortandome con voz pausada y suave, y explicando lo que la ciencia médica podía ofrecerle a Randy, quien, de pie, nos miraba, como observador de aquella escena. El desastre emocional lo sufría yo y no mi esposo, cuando era el quien iba a morir. Alli estaba, hecha pedazos, sollozando y moqueando. El cancer me habia vuelto a sorprender. Cuando salimos del salon de examen y entramos en la sala de espera, ya había controlado mis emociones, pero mi rostro no podía ocultar la mala noticia que acababamos de recibir. Randy y yo nos apoyamos uno en el otro, tomados de la mano, mientras pasábamos junto a nuestros camaradas en la guerra contra el cancer. Una semana después de salir de Houston con nuestros corazones y espiritus destrozados,

estaba en Virginia buscando

casa con mi hermano. Era a mediados de agosto de 2007. Pusimos inmediatamente en efecto el plan de emergencia, aunque me

aterraba mudarme y dejar atras buenos amigos y sólidos lazos

86

YOLVST A OLA

comunitarios. Antes de abordar el vuelo de regreso a casa al final del día, había hecho una oferta en una casa, pero las negociaciones no prosperaron y seguimos viendo otras más.

En veinticuatro horas regresé a casa con una vivienda bajo contrato y con la matrícula de Dylan en una escuela pública local. Ahora nos quedaba menos de un mes para empacar nuestras vidas y mudarnos,

para que

Dylan

pudiera

comenzar

sus clases de

preescolar justo despues del Día del Trabajo. Teníamos muchas cosas pendientes de las que ocuparnos en Pittsburgh, y la venta de nuestra casa era sólo una de ellas. Los amigos nos ofrecieron ayuda de muchas maneras. Un exalumno muy generoso de Carnegie Mellon compró nuestra casa y la donó a la Universidad, lo cual nos proporcionó tiempo y dinero. Otros

se ofrecieron voluntariamente

para empacar

todas nuestras

pertenencias antes de que llegara el camión de mudanzas. La escuela en la que habia matriculado previamente a Dylan nos devolvio el dinero que habíamos pagado para cubrir el proximo curso. Por su parte, teniamos que cancelar o cerrar el servicio de electricidad, gas, telefono, agua, recogida de basura y nuestras cuentas de cheques y de ahorros. En medio de aquel caos, con tantos detalles de qué ocuparse, nos olvidamos del verdadero significado del desplazamiento: Randy iba a morir. En aquellos días los niños creían que nos mudabamos a Virginia

para estar más cerca de la familia. No les dijimos que habia vuelto el cáncer, porque la Dra. Reiss nos habia advertido que no lo hiciéramos hasta que Randy pareciera enfermo. Los niños tienen un sentido del tiempo diferente al de los adultos. Dylan, Logan y Chloe podian conceptualizar en terminos de hoy, esta noche y mañana. Si les deciamos cuánto esperabamos que viviera Randy, pensarian que iba a morir hoy, esta noche o mañana. Algo parecido a cuando llegaba el primero de diciembre, y, durante los veinticuatro días restantes, los niños preguntaban: «¿Todavía no es Navidad?». Por

El cáncer nos sorprende de nuevo

tanto, como

87

no quisimos preocuparlos ni someterlos a un estrés

excesivo, actuamos como si nuestra mudanza fuera una decision maravillosa para vivir más próximos a la familia. Hice una lista de cosas pendientes para no olvidar nada, pero, con toda seguridad, tenia algunos defectos. El día de empacar fue una pesadilla logística. Quince personas se presentaron en casa, agarraron cajas, cinta adhesiva y marcadores, y se dieron a la tarea de ayudar, mientras yo corria de habitación en habitación para responder preguntas y resolver problemas. Estábamos

peligrosamente faltos de cajas, y yo llamé varias veces a la compañía de mudanzas para preguntarles cuando nos traerian algunas más. Cada vez que llamaba, me aseguraban que el camionero estaba a punto de llegar a casa. La mayoría de los voluntarios tenian que

marcharse a la hora del almuerzo para volver al trabajo, y sin ellos no podria terminar de empacar antes de que el camión de mudanzas hiciera su aparición al día siguiente. Para colmo, a Dylan le dio fiebre y tuve que ponerlo a descansar en el dormitorio trasero para que nadie lo molestara. Nuestra niñera se llevó a los otros dos niños para que no sufrieran ningún percance en medio de tanta gente y actividad. Mientras

nuestros

amigos

y

colegas

empacaban

nuestras

posesiones mundanas, Randy había ido a la consulta del oncólogo para someterse a su primera ronda de quimioterapia paliativa con gemcitabina,

y en medio del caos del empaque

me llamo para

decirme que su conteo de leucocitos estaba bajo, o sea, que tenía mayor susceptibilidad a infecciones y enfermedades. «¿Crees que debo someterme a la quimioterapia que me va a bajar aun más el conteo de leucocitos, o espero a llegar a Virginia para hacerlo?», me pregunto. Senti que el cerebro se me derretia ante tanto estres y presiones. Sabía que Randy sufriría una reacción negativa al medicamento,

y como teniamos que emprender un viaje de dos

horas por carretera a la mañana siguiente, necesitaba que pudiera

1

DA

88

GIO

».

A

EVEN

MOB

E

conducir su auto a Virginia. Además, teniamos un niño enfermo, lo cual podría ser un factor de riesgo para Randy en condiciones de debilidad. «Esperemos a llegar a Virginia», le respondi, sin hablarle de todo lo que estaba ocurriendo en casa. Tenía que enfocarse en retrasar el crecimiento del cáncer. Asi volvi a las faenas de empacar

con mi equipo y a mi hijo enfermo, y llamé una vez más a la compañia de mudanzas para conseguir las cajas que faltaban antes de que perdiera a mis ayudantes y mi cabeza. Había demasiados

factores ajenos a mi control, y traté de doblarme como un junco azotado por el viento y hacerle frente a la fuerza que tenía en contra. De esa manera creé una pauta: hacerme cargo de los detalles de nuestra vida cotidiana, mientras Randy se concentraba en ganarle mas tiempo a la muerte. Habiamos pasado un verano adorable interactuando como familia en la que había un padre sano, pero luego tuvimos que entrar en una dinámica diferente. Fui convirtiendome poco a poco en la cabeza del núcleo familiar, tomando la mayoria de las decisiones por mi cuenta, contrariamente a otros tiempos en que Randy y yo formabamos un equipo. Tenia que asumir las riendas y confiar en mi buen juicio. Era el comienzo de un camino largo y solitario para ambos. En breve, el trayecto de Randy no solo llevaría a consultar con varios oncólogos de la Costa Este, sino que también adoptaria un giro sorprendente despues de su última lección, ahora famosa, en la Universidad Carnegie Mellon el 18 de septiembre de 2007. Mucho nos aconteció en un año. Pero aún nos esperaban más experiencias inesperadas y dificiles. /

.

.

.

.

/

.

La magia de La última lección

2)

db

Y

IENTRAS SEGUÍA SOMETIDO

A TRATAMIENTOS

para combatir

el cancer, Randy fue invitado a participar en una serie “¿de conferencias llamada Journeys en la Universidad

Carnegie

Mellon,

en las que se les pedia a los profesores que

hicieran un recuento

de sus vidas y Carreras

y compartieran

lo

aprendido con sus colegas y alumnos. Cuando acepto la invitación, ninguno de nosotros sabia que el cáncer regresaría un mes antes de la charla programada.

Randy no había avanzado mucho en la

preparación de la conferencia durante el tiempo del tratamiento. En la medida en que se acercaba la fecha, el planificador del evento comenzó a enviarle apremios corteses, pidiendole el titulo de la charla y un resumen de la misma. Recuerdo el momento en el que a Randy se le ocurrio la

idea de su conferencia. Estabamos en el Centro Médico Johns Hopkins

en agosto

de

2007,

esperando

los resultados

de la

biopsia que le hicieron de la metástasis hepática que acababan de

descubrirle. Randy trabajaba en su ordenador cuando se volvió hacia mi y dijo que ya sabía cuál sería el tema de su charla: los sueños de su niñez, algo que se convirtió en piedra angular de la

90

CANA asoños

conferencia: “Cumple de verdad tus sueños de infancia”*. Mientras

permanecíamos en aquella sala de espera estéril y mal iluminada, Randy escribió el resumen de su charla en cuatro oraciones:

Casi

todos

tenemos

sueños

de

infancia.

Por

ejemplo, ser astronautas, o ganarse la vida haciendo películas o videojuegos. Lamentablemente, la mayoría no los hace realidad, y creo que es una pena. Yo tuve sueños de infancia especificos, y he cumplido buena parte de ellos. Pero lo mas importante es que he encontrado maneras... de ayudar a muchos jóvenes a hacer realidad sus sueños de infancia.

En la medida en que suidea iba cobrando forma, me explicaba que pudo ver el papel que los sueños de su infancia habian desempeñado en su vida y las numerosas lecciones que había aprendido de las experiencias resultantes. Además, se había dado cuenta de la poderosa recompensa emocional que había tenido ayudar a que sus alumnos y otras personas hicieran realidad sus sueños. Fue un dialogo sorprendente de quince minutos en el que me hablaba y escribia sus pensamientos, mientras yo vela cómo su cerebro funcionaba y como iba armando la estructura de su conferencia. Inmediatamente

despues nos llamaron a la sala de examen,

en

la que el médico y el patologo confirmaron que los tumores en el higado de Randy eran producto de la metástasis del cáncer de páncreas. Con aquella confirmación supimos que la enfermedad iba a provocarle la muerte. El resumen que había redactado media hora antes seria literalmente “su última lección”. La Universidad

Carnegie

Mellon

no consideró

la charla de

Randy en la serie de conferencias Journeys como su última lección, *Ob. cit. pagina 33. [N. del T.]

La magia de La última lección

91

ni le dio promoción al hecho de que padeciera un cáncer terminal. Pero todos lo sabian por el blog acerca del estado de su salud que mantenía Randy y su popularidad como profesor. La comunidad universitaria se interesó y se solidarizó con su enfermedad desde el principio. Un interés que no habia mermado. Por el contrario, se habia incrementado en los doce meses de batalla contra el mal. El organizador de la Universidad reservó el auditorio principal para la conferencia de Randy en espera de una gran concurrencia. Y la Universidad no sólo le dio publicidad a la conferencia en el campus, sino que también se puso en contacto con los exalumnos de Randy, con colegas de otras universidades y colaboradores del sector. Aun asi, Randy no pensaba que asistieran tantas personas como para ocupar las 450 butacas del salon. Sin que lo supiéramos, la noticia de la conferencia de Randy se propagó ampliamente. La Universidad también se puso de acuerdo con la Universidad de Brown y la de Carolina del Norte—Chapel Hill, para que la conferencia se transmitiera por Internet en sus departamentos de Ciencias de Computacion. Mientras la Universidad se preparaba para la conferencia de Randy, ambos nos mudábamos de Pittsburgh a Chesapeake, Virginia,

para estar más

cerca de mi familia.

Randy

ayudó

a

desempacar un rato y luego se fue a trabajar en su charla en el ordenador, escaneando innumerables fotografías que convirtió en otras tantas diapositivas para su presentación

en PowerPoint.

Se

proponla usar una foto o algunas secciones selectas de una diapositiva cuando hablara. Nunca llegó a redactar exactamente lo que iba a decir, más bien miraba cada diapositiva y seguia fluidamente su charla como si la tuviera escrita en la mente. Y cuando le toco estar de pie ante cientos de personas, nunca perdió su confianza ni su lugar en la charla. Mientras la conformaba, yo era su caja de resonancia, escuchándolo acometer varias historias de diferentes maneras.

Recuerdo

una

en particular

acerca

de un

conflictivo

92

AS

AT

administrador académico con el cual tuvo varios encuentros, e incluso se proponía mencionar su nombre real. Le sugerí que usara Dean Wormer, el nombre del malvado decano academico de la película Animal House, como alternativa cómica. A Randy le gustó la idea y la usó en su charla. Me intrigaba saber como todas sus historias se coordinarian en la conferencia final, pues solo las había escuchado de forma fragmentaria, no de principio a fin. Cuando Randy se preparaba para viajar de Virginia a Pittsburgh, ya había acumulado más de trescientas diapositivas. Además, había pensado cuidadosamente en recursos escenográficos como animales de peluche, disfraces y su camiseta Imagineering para lograr el máximo efecto. Era un orador magistral con una forma mágica de conectar con su público. Se la pasaba reorganizando y borrando diapositivas continuamente, por lo que la charla siempre estaba en proceso. En el fondo de mi alma, quería escuchar el producto terminado, pero nuestra mudanza reciente y la casa a medio organizar me reclamaban a gritos. Sabía que iba a hacer un

buen trabajo, pero ya había asistido antes a un par de esas charlas, compuestas

usualmente

por un pequeño

grupo

de amigos

del

conferencista, sus alumnos y tal vez otros profesores, y no esperaba que la suya fuera muy diferente.

Me resultaba dificil encontrar una justificación para dejar a los niños a pocas semanas de habernos mudado. En los últimos diez

días, desempaqué la mayoría de las cajas y me las arregle para colocar las cosas en su lugar y organizar a medias nuestra nueva casa, mientras Randy escaneaba fotografía tras fotografía para ilustrar los temas de su presentación. Estábamos buscándole una escuela de preescolar a Logan, pues se nos habia vencido el plazo de matrícula, lo cual nos dificultaba encontrar un programa con espacio disponible. Chloe era aún demasiado pequeña para entrar a preescolar, lo cual equivalía a que necesitaría encontrar una niñera para poder seguir ayudando a Randy. Además, nuestra casa era un

La magia de La última lección

93

desastre, reflejo de mi propio y caótico estado mental, y acaparaba enormemente mi atención. Habia cajas amontonadas por todo el

comedor y el garaje. Varios amigos y familiares vinieron para ayudarnos a desempacar. Ruby, la hermana de Randy, y Brian, su esposo, pospusieron su mudanza a China y vinieron a Virginia para darnos una mano con

los niños y las cajas. Mientras las cosas se iban organizando, Randy continuó las sesiones de quimioterapia paliativa. Conocimos a Michael Lee, un oncólogo local que estuvo dispuesto a colaborar con nosotros y nuestro-especialista en Houston.

Al mismo tiempo, comencé el proceso de buscar una niñera para que me ayudara a cuidar los niños. Laura O”Malley, nuestra aya y angel de Pittsburgh, se ofrecio para quedarse con nosotros unas semanas hasta que encontráramos a alguien local. Los niños adoraban a Laura y a su perro Floyd. Laura tenia una forma increible

de inducirlos a portarse bien o a recoger sus juguetes por medio de juegos atractivos. Pero no era razonable abusar de su bondad por mas tiempo. Aunque encontrar a alguien que la sustituyera parecia

casi imposible, finalmente nos enteramos que una joven buscaba un cambio de profesión y podría ayudarnos hasta determinar que otra cosa querla hacer con su vida. Su nombre era Rachel Paige, y resultó ser una de las personas más bondadosas que he conocido. Los niños se acostumbraron a ella inmediatamente y, al igual que Laura, Rachel se convirtió en otro miembro de nuestra familia. Pero, a pesar de toda la ayuda de amigos y familiares con la que contábamos, no acababa de adaptarme al cambio súbito que había dado nuestra vida. Queria armar mi pequeño refugio y vivir aquellos últimos meses con Randy mientras se sintiera bien, y alejar el mundo exterior con sus exigencias de tiempo y atención. Quería que creáramos recuerdos para que nuestros hijos los conservaran toda la vida. En mi opinión, nada importaba más. Nada. Pero mi esposo no vela el fin de su vida de la misma

manera.

No

estaba

94

eolver a soñar

en sus planes quedarse en casa y morir tranquilamente. Aún tenia mucho que vivir. Una vez más, tuve que tomar una decisión difícil. Reconoci que para Randy era un acontecimiento vital, independientemente

de cuántos fueran a escucharlo, o el estado en que estaba nuestra nueva casa. Pero las presiones para organizar nuestras vidas, para que nuestros niños adoptaran una rutina y la necesidad de ayudarlos a adaptarse a su nuevo entorno y estar juntos como familia eran argumentos

convincentes para quedarnos

en casa.

Randy

y yo

encontramos un punto de concordancia: el viajaría a Pittsburgh el día antes de la conferencia y yo le seguiría en la mañana que se realizaría. Estaríamos sólo una noche, y regresariamos al dia siguiente en el primer vuelo. Recuerdo que en la mañana del 18 de septiembre de 2007 miraba por la ventanilla del taxi mientras trataba de reconocer a las personas que caminaban por Forbes Avenue, cuando me dirigía a almorzar con Randy y sus amigos en Il Valletto, su restaurante favorito, a escasa distancia de la Universidad. En cuanto lo vi me di cuenta inmediatamente de que estaba exhausto. Me explicó que había estado despierto toda la noche tratando de poner en orden las diapositivas, reorganizando las historias y la forma en que se desarrollaría la conferencia. Me preocupaba que le faltara la energía física para estar de pie durante una hora. Por eso, al termino del almuerzo, regresamos al campus y pedimos prestada una oficina con sofá para que Randy pudiera acostarse y descansar antes de la hora de inicio de la charla. En cuanto se acomodo, mi esposo me pidió que fuera a tomar café con algunos antiguos colegas, asegurandome que estaria bien y que nos veríamos en el auditorio. Lo conocía demasiado para saber que quería disponer de algún tiempo para pensar. Estiró sus seis pies de estatura para acomodarse en el sofa, visiblemente fatigado. Moviendo la cabeza, cerre

la puerta

y pensé

que

Randy

estaba

forzáandose

hasta

el

La magia de La última lección

95

límite. Me pregunté por qué lo hacía, por qué quería dar tanto de si ante una audiencia de treinta personas. Habíamos bromeado acerca de la cantidad de personas que asistirian. Cleah Schleuter, la organizadora logística tras el telón, le aseguraba continuamente a Randy que hablaría a sala llena, no sólo en Pittsburgh, sino también ante los departamentos universidades.

de Ciencias de Computación

de varias

Asi las cosas, al arribar al auditorio University Center, mi sorpresa fue doble. Primeramente, la fila para entrar a la conferencia se extendía por el largo pasillo hasta llegar al vestibulo y continuar fuera del edificio. Al verme,

Cleah me franqueó la entrada al

auditorio mientras los demas esperaban a que abrieran la puerta. Mientras descendía por los escalones hacia la primera fila, pude ver a varios invitados prominentes en sus asientos, entre los que se encontraban antiguos alumnos, algunos de los cuales vinieron desde California; profesores de Carnegie Mellon, la Universidad de Virginia, Brown y la Universidad de Carolina del Norte—

Chapel Hill; y colegas con los que Randy había trabajado, algunos de Walt Disney Company y Electronic Arts. Randy trabajo con Walt Disney Imagineering Virtual Reality Studio en 1995 y con Electronic Arts en 2006. No sólo cada asiento estaba ocupado, sino que habia público en los escalones. Además, como la conferencia de Randy se iba a transmitir en vivo, los salones adicionales que se prepararon tambien estaban repletos.

Mi segunda sorpresa se produjo cuando vi a Randy subir al podio. No parecía exhausto ni debil como había estado una hora antes.

Por el contrario,

se veia...

normal,

como

un profesor

común y corriente listo para dar una charla. Arreglo los cables y demás objetos y miró atentamente su ordenador para asegurarse de que funcionaba. Sin embargo, no hizo contacto visual con el público. Tampoco saludó a sus amigos ni advirtió mi presencia en primera fila. Considere

que aquellas acciones eran producto

del

96

nerviosismo.

YOÍVEOT

a VOD

Tal vez se sentía presionado para una conferencia

magistral ante el Dr. Andy Van Dam, quien fuera su mentor en los años universitarios y quien se encontraba en el salón. Tal vez era la realidad del momento —-la última vez que estaría en un podio (hasta donde podía colegir) y hacer lo que tanto le gustaba— le abrumaba. Pero, fuera lo que fuese, logró sacarselo de la mente, conjuntamente con cualquier otra duda persistente que pudiera tener. Randy terminó de verificar el funcionamiento del ordenador y salió del podio hasta que llegó la hora de comenzar. Después de la introducción, a cargo de Steve Seabolt, su amigo y colega de Electronic Arts, Randy subió al podio y se hizo la magia. Fue maravilloso verlo reanimado, con su ingenio agil, su humor negro y mordaz,

sus breves gestos de satisfacción, sus sonrisas.

¿De dónde habia sacado tal energía? Un par de horas atrás se había acostado en el sofá de la oficina como si necesitara dormir durante una semana, y ahi estaba, ¡haciendo lagartijas! ¡Qué regalo nos dio Randy ese día, en esa hora! ¡Y cuánto ganó a cambio! Me sentía muy feliz de que hiciera realidad su sueño y diera una conferencia. Desde mi asiento pude ver cómo disfrutaba de su papel de conferencista, y apreciar la reacción del público ante sus historias y lecciones. Cleah me tomo desprevenida cuando trajo rodando una mesita con un pastel de cumpleaños. Randy decia siempre que uno de sus sueños era hacer felices a los demas y hablaba de cuán importante era reconocer los sacrificios de otras personas que nos ayudaron a alcanzar nuestros objetivos. Y como

tuvo que viajar temprano

el

día de mi cumpleaños, queria reconocer públicamente el tiempo juntos al que yo había renunciado para estar allí ante aquel podio. Luego, me cantó “Feliz cumpleaños” con los cientos de personas alli presentes. En aquel momento mi corazón se llenó de emoción por el hombre que había hecho mi vida tan maravillosa, y comparti un amor que resulto más grande de lo que habia sentido jamás. Pero al mismo

tiempo me entristeció sobremanera saber que iba

La magia de La última lección

97

a perderlo pronto. «No te mueras, por favor», le dije, mientras lo abrazaba en el podio. «Ya no va a haber más magia en mi vida». Porque él era mi hombre mágico. Sin el, pensaba que ya no nos ocurriría nada especial ni divertido a mi o a los niños. El público, puesto de pie, le dio una gran ovación a Randy. Después se sentó en el atrio donde recibió a las personas que hacían fila para hablar con él. Y posteriormente, fue a cenar con un pequeño grupo de personas compuesto por su equipo de investigación, exalumnos y colegas. Por el momento no iba a desaparecer la magia, sino que más bien adoptó un tono irreal. En YouTube se colocó un video de la conferencia, y se convirtió en una sensación en Internet. En breve, Randy comenzo a recibir llamadas de productores de importantes cadenas de televisión invitándolo a participar en sus programas y noticieros.

Una mañana, a fines de septiembre, Logan y yo salíamos de un preescolar local que acababamos de visitar cuando sonó mi celular. Era Randy, lleno de entusiasmo ¡porque lo habian invitado a ir al programa Good Morning America con Diane Sawyer! Y ahi

comenzo a planificar la logística de un viaje con la familia a la Ciudad de Nueva York para que todos pudiéramos estar en el estudio. Inmediatamente mi cerebro comenzó a tropezar con multiples

detalles: ¿Qué ropa llevarían los niños a un programa de televisión nacional? ¿Necesitarían un corte de cabello? ¿Adónde iriamos los niños y yo mientras Randy estuviera en el estudio? Randy no le prestó atención a los dos primeros problemas y me explicó que tendría que controlar a los niños en un estudio de televisión lleno de cámaras y cables mientras él se sentaba en una cómoda butaca a

hablar con Diane Sawyer. ¿Cóoomoooo? Una situación demasiado propensa al desastre. Ya me imaginaba tratando de mantener quietos

a tres niños para que su padre no se distrajera mientras hablaba en vivo por television. No tenia que ir muy lejos: hacía poco me habia

98

E

SOS

visto obligada a reñir con los niños mientras tomábamos fotografías familiares formales al aire libre. Una experiencia que me dejo sin aliento y al límite de mi paciencia con ellos. Por supuesto, ¡no queria

pasar por una situación similar ante las camaras de televisión! Le dije a Randy que volara solo a la Ciudad de Nueva York a su entrevista, y nosotros lo veríamos en el televisor. Su presencia en Good Morning

America

fue la primera de

varias experiencias increibles como resultado de la conferencia. En muchas ocasiones opté por quedarme en casa con los niños, cumpliendo con las tareas cotidianas domésticas y la crianza de los chicos. Entretanto, Randy conversó con Oprah Winfrey y el Dr. Oz, dictó una conferencia en la Universidad de Virginia sobre el

manejo del tiempo, y estuvo unas horas compartiendo y jugando futbol con los Pittsburgh Steelers, cortesia de ABC News y Diane Sawyer. Me entusiasmaba que disfrutara de esas oportunidades extraordinarias, y de que su última lección hubiera tenido tal resonancia en la gente. Pero, al mismo tiempo, quería que dedicara mas energía a nuestros hijos. El trabajo y la vida hogareña siempre habian constituido un equilibrio continuo y conflictivo para ambos. Cuando éramos novios podia llamar a Randy cualquier medianoche de la semana y encontrarlo en el laboratorio. Despues de casarnos y tener hijos, Randy regresaba a casa a cenar y se quedaba allí hasta que se durmieran los niños, para luego regresar al laboratorio o trabajar en su ordenador hasta las doce de la noche. El entusiasmo e interés generados por su conferencia se transformaron

en un nuevo y

absorbente resquicio de tiempo, como lo habian sido sus alumnos y su investigación antes de la enfermedad. Yo codiciaba cada minuto que compartiamos con Randy, y abominaba las nuevas exigencias impuestas a su tiempo, especialmente aquellas que lo alejaban de la

casa y de nuestros hijos. Randy y yo negociabamos constantemente el equilibrio entre sus obligaciones externas y nuestra familia.

La magia de La última lección

99

Al igual que ante otros problemas que enfrentamos en nuestro matrimonio, Randy y yo hablabamos honesta y abiertamente acerca de lo que sentíamos. Yo segui queriendo que mi esposo dedicara todo su tiempo a nuestra familia. Randy, por su parte, deseaba aprovechar la oleada de interés despertado por su conferencia, hacer que más personas escucharan y se beneficiaran con su charla, y disfrutar

nuevas

e interesantes

experiencias.

Como

tuve

que

aceptar que era su vida la que se acababa, y que debia concluirla como quisiera, no me quedo mas remedio que inventar una forma

de apoyar a Randy y acompañarlo en los viajes, o participar en las cosas que consideraba importantes, manteniendo a la vez una rutina y una vida normal para nuestros hijos. En el otoño de 2007, los niños no se habian enterado aún de que el cáncer de su padre habia vuelto después de su operación y los tratamientos, y que se habia propagado por diferentes partes de su cuerpo, e ignoraban que el tiempo de Randy era muy limitado. Quise llevar a cabo una vida que les pareciera normal en todos los sentidos, para que no adivinaran por nuestras acciones que algo andaba mal. Por ejemplo, no ibamos a comer bistec y langosta todas las noches como si fuera la última cena de Randy, asimismo tampoco

iríamos a todos los sitios que nunca habia visitado ni visitaria jamas. En muchas ocasiones me senti culpable de ocultarles a los niños el verdadero estado de salud de su padre, pero entonces recordaba que no tenian la capacidad de soportar el estrés de saber que su

padre estaba a punto de morir. Tuve que barajar dos necesidades diferentes: el deseo de Randy de vivir su vida plenamente antes de que el cáncer extinguiera toda su energía; y la gran demanda de interacción de los padres que tienen los niños. ¿Cómo se pueden balancear las tareas escolares, los quehaceres hogareños, los juegos de fútbol, las fiestas de cumpleaños y las conversaciones con los reporteros, los encuentros con los fotografos, las comparecencias en la televisión nacional y la actuación en una

100

LoS

película de Hollywood? Al menos a mi no me pareció un estilo de vida normal, ni tampoco algo a lo que estábamos acostumbrados.

No sabía cómo explicarles a nuestros hijos cuando un fotógrafo y su equipo venían a casa a las seis de la mañana para una sesión, o cuando el camarógrafo de una importante cadena nos segula por todo Disney World filmando en video nuestras experiencias y recuerdos del viaje. En vez de tratar de justificar o explicar la presencia del camarógrafo y su equipo, sólo les presentaba la información como un hecho y no les daba ninguna explicación detallada. Como eran tan pequeños, los niños ni siquiera me preguntaban. Y si lo hacian, les respondía que papi había escrito un libro que les habia gustado

a muchas

personas.

Una

respuesta

lo suficientemente

satisfactoria como para que se dedicaran a otros intereses. A Randy

no le preocupaba como interpretarían esos acontecimientos, pues se enfocaba en aprovechar cada momento feliz que pudiera en el tiempo que le quedaba. Y yo queria compartirlo con el. Aprendi a evaluar cada oportunidad que se le ofrecia a Randy y a decidir si era o no esencial que yo fuese con el. El me había dicho varias veces que queria que viera Magic Castle, un club de Los Ángeles al que sólo pertenecen los magos, quienes practican alli sus trucos y actos de prestidigitacióon, y hacen espectáculos para sus colegas e invitados. En el otoño de 2007, Randy y yo fuimos a Magic Castle con dos amigos y nos divertimos como nunca antes. A Randy le agrado que yo disfrutara tanto como el pensaba.

Durante ese mismo viaje a la costa oeste, Randy vio hacerse realidad otro de sus sueños,

cuando J. J. Abrams,

director de

Hollywood, lo invitó a Los Ángeles, para que se pusiera un uniforme de Star Trek y encarnara el papel de un alférez en una nave de Star Fleet. Precisamente, uno de sus héroes de la infancia habia sido el Capitán Kirk del programa de televisión de los sesenta. Aunque no sería el capitan, estar en el puente de mando de una nave como un oficial de Star Fleet era suficiente como

para sentirse en la luna.

La magia de La última lección

101

Tuvo que estar doce horas en el estudio de filmación (mejor dicho, en el mundo de Star Trek) hablando con J. J. Abrams, almorzando con el equipo y desplazándose en un carrito de golf para ir y regresar del remolque de preparación que le asignaron. Fue una experiencia sorprendente. Mientras estaba sentado ante la consola de la nave, yo recorría la zona detras de camara para saber que hacían los que filmaban una película. Me sorprendio ver cuántas veces tenían que repetir la misma secuencia una y otra vez, hasta que finalmente les satisfacia la trigesimo segunda toma. Conoci a los diseñadores de vestuario y vi como cortaban los patrones y creaban los uniformes. También vi a los maquilladores y peluqueros en acción cuando le cortaron el cabello a Randy y le incorporaron patillas a su nuevo corte de pelo. En el estudio, el responsable de sonido me hizo ponerme los auriculares mientras hablaban los actores. También me senté con el equipo mientras el director revisaba diferentes tomas y decidía que hacer en la siguiente. Pero la mayor parte del tiempo me sente en una silla alejada de la filmación a tejer un suéter. Al final del día, Randy y yo tuvimos otra perspectiva de los directores, actores, actrices y el gran número de personas

que trabajaban tantas horas y dedicaban tanta energía a hacer una película. También fue maravilloso ver cómo Randy hizo realidad su sueño y se olvido de los retos que traería el mañana. Disfrutó intensamente cada momento de esa experiencia, saboreando y apreciando cada segundo. En medio de las entrevistas oportunidades

únicas

como

una película de Hollywood, y exalumno

de Carnegie

sobre

su

conferencia

ser parte del grupo

y

las

de extras

en

Randy conversó con un periodista

Mellon, Jeffrey Zaslow,

quién asistió

a la conferencia. Jeff le sugirió que usara la conferencia como plataforma

de lanzamiento

y escribiera un libro acerca de las

lecciones que había aprendido en su vida. Yo ya le había dicho que lo hiciera y le diera el nombre:de “El manual”, sugiriéndole que

102

usara las doscientas diapositivas que no utilizó en la charla. Randy era un orador maravilloso y un narrador dotado, pero detestaba escribir, por lo que la idea de hacer un libro no le apetecia. Sin embargo, como Jeff se responsabilizaria del texto como coautor, Randy acepto. Jeff y Randy dividieron el trabajo de acuerdo a sus destrezas: Randy hablaría y Jeff escribiría. Era la alianza perfecta y Randy disfrutó de las conversaciones con Jeff. Cada día, por espacio de una hora, Jeff le hacia preguntas a Randy y anotaba sus respuestas e historias. En el libro, cada historia era una lección de su vida que Randy quería transmitirles a nuestros hijos, sabiendo que no estaria presente cuando fueran lo suficientemente grandes para comprender. El libro salio a la luz en abril de 2008. Randy, Jeff y yo nos quedamos sorprendidos con el fenómeno editorial que llego a ser. Las ventas, conjuntamente con nuestra prudencia

financiera, suponian que no tendría que preocuparme por el dinero mientras vivia mi duelo y criaba a tres niños pequeños. Un regalo enorme e inesperado. Al igual que su conferencia, que se propagó velozmente por Internet y fue vista millones de veces en YouTube, el libro emociono al público nacional y extranjero. Las repercusiones de la conferencia despertaron el interés de la prensa del pais, de Good Morning America y The Oprah Winfrey Show, por ejemplo. Ademas alcanzo el primer lugar en la lista de libros más vendidos que compila The New York Times. “Un profesor moribundo escribe un libro sobre la vida”, asi lo describió de forma sensacionalista. Con frecuencia me han preguntado por qué La última lección ha tenido tal resonancia en los lectores. Creo que se explica por la honestidad y la perspectiva positiva de la vida que tuvo Randy. Sus historias le muestran al lector cómo nuestras acciones

y nuestro trato hacia los demas ejercen un impacto poderoso en la estructura de nuestras vidas. Un mensaje que nos ayuda a ser fuertes, y que espero compartir con nuestros hijos cuando tengan edad suficiente.

La magia de La última lección

103

Aunque la atención de la prensa y las aventuras magníficas le aportaron más estres al hogar, Randy y yo pudimos

fortalecer

nuestra relacion y profundizar nuestro amor interesandonos en lo que resultaba importante para ambos y para nuestra familia. Eso nos ayudo a enfrentar los tiempos más dificiles por venir. Aun asi, tuve que buscar un equilibrio que me funcionara. No quería que la muerte ensombreciera e influyera cada paso que daba, aunque tampoco trataba de ignorar el estado de Randy. Creo que Randy se

esforzó realmente para dedicarles tiempo a nuestros hijos, aunque no lo organizó con tanta exactitud como yo hubiera deseado. Habria preferido que hubiera estado con ellos las 24 horas de todos los días de la semana. Randy trató de minimizar el impacto de los medios en nuestra familia, y solicito públicamente que no se hablara de su cáncer delante de los niños o que no se conversara del tema con los

reporteros. Queria dejarles recuerdos a nuestros hijos tales como ir a Disney World y que un camarografo grabara la experiencia como un regalo para ellos en el futuro. En breve, demasiado pronto, Randy no tendría energía para otras aventuras. El cáncer reclamaría lo que era suyo. Hasta ese momento, habíamos recurrido a los oncólogos para abrirnos paso en la batalla contra el cáncer. Pero luego tuvimos que conocer a otra defensora increible: nuestra enfermera para pacientes terminales.

A

0er

Retos especificos que enfrentan quienes cuidan de otros

PR

E

SA

TIAJAMOS A NUEVA YORK LA ÚLTIMA SEMANA de febrero de Yo, Pl 2008 en busca de un nuevo tratamiento potencial para

que

Md:

ad

repeler las implacables células del cáncer de páncreas hubieran burlado medicamentos de quimioterapia como

gemcitabina, Tarceva, Erbitux y Avastin. Por esa razón el cáncer es tan dificil de vencer: esas celulas mutadas genéticamente no solo siguen reproduciéndose, sino que tambien evolucionan para sobrevivir en un ambiente hostil cuando el sistema inmunitario del organismo y las quimioterapias tratan de eliminarlas. Con cada nueva generación de células cancerigenas, médico

tienen

que

buscar

otro

tratamiento

para

el paciente y el atacarlas

en

un

punto debil diferente. Incluso mientras Randy estaba sometido a terapia, investigabamos el proximo tratamiento potencial en un esfuerzo por estar siempre un paso adelante. También teniamos que recordar que el organismo de Randy se debilitaba cada vez más a causa de los efectos del cáncer, así como de la toxicidad de la quimioterapia, la cual no sólo elimina las células dañinas sino también

las saludables.

No

bastaba

que

el medicamento

fuera

efectivo en la eliminación de las células del cáncer de pancreas.

Retos especificos que enfrentan quienes cuidan de otros

105

También debía contar con efectos secundarios tolerables para que Randy pudiera seguir disfrutando de una calidad de vida aceptable. Consultamos con varios oncólogos (nuestro especialista local,

el oncólogo con el que trabajamos en Houston y el cirujano de oncología que conocimos

en Pittsburgh y extirpó el tumor

original) y analizamos sus diferentes sugerencias de terapia, en busca de sus aspectos positivos y negativos. El Dr. Michael Lee, de Virginia Oncology Associates, el Dr. Bob Woolf, de MD Anderson Center y el Dr. Herbert Zeh, del Centro Médico de la Universidad de Pittsburgh fueron increiblemente generosos al compartir con nosotros su tiempo y sus conocimientos.

Una vez

nos reunimos incluso con el Dr. Zeh un domingo para que pudiera revisar los resultados mas recientes de las pruebas de laboratorio que le había hecho a Randy y diera su opinión acerca de cómo habia que proceder despues. Ni el Dr. Zeh ni el Dr. Woolf nos cobraron

jamas por sus servicios. El Dr. Woolfnos presento al Dr. Daniel Von Hoff, un reconocido oncólogo especializado en cáncer de páncreas radicado en Arizona en el Translational Genomics Research Institute (TGen). El Dr. Von Hoff recomendo que Randy le enviara muestras de tejido del tumor a su centro de investigaciones, donde sus científicos harian la secuencia del genoma

de las células cancerigenas

para determinar que medicamentos

de Randy

contra el cáncer aprobados

para su uso tendrían un efecto más potente. Gracias al trabajo de TGen nos enteramos de que el organismo de Randy no fabricaba la enzima SPARC y por tanto no podia procesar el Abraxane, el cual, usado con la gemcitabina, ha tenido tanto éxito en la salvación de vidas.* Esta información, aunque fue decepcionante, resultó de gran importancia porque identificamos un medicamento

* “Abraxane

in

Combination

with

Gemcitabine

Increases

Survival

in

First-Line

Treatment

of Advanced Pancreas Cancer in Phase 1/11 Study,” Medical News Today, abril 20, 2010, www. medicalnewstoday.com /articles/185903.php.

106

HI .

CS

sin efectividad en el tratamiento de Randy y nos ahorró tiempo, dinero y tristezas. Si Randy hubiese tomado el Abraxane, habria tenido que ingerir el medicamento durante tres meses hasta que el diagnóstico por imágenes revelara que no era efectivo en impedir el crecimiento del cáncer. Nosotros (o mejor, nuestro seguro médico) habria desembolsado miles de dólares en los tratamientos. Pero más importante aun era que el cancer habría tenido un tiempo precioso para crecer y propagarse sin control. Gracias alo detectado, podiamos transitar a otros tratamientos con mayores probabilidades de detener el cáncer. No nos quedaba mucho arsenal para prolongar la vida de Randy, y no queriamos perder ni la más minima posibilidad. Guiados por algunas opiniones de nuestros médicos, hablamos con dos oncólogos neoyorquinos

que

ofrecian

tratamientos

únicos

y promisorios

contra el cancer de pancreas. Después de reunirnos con el primero de ellos, quien aseguró confiado que su tratamiento le daría a Randy

otros quince meses de vida, me senti anonadada. “¿Solo eso?!”, recuerdo que me dije a mi misma. “¿Mi esposo estará junto a mi por solo un poco más de un año! ¡Habré enviudado cuando cumpla cuarenta y dos años!”. Senti que las paredes se cerraban en torno a mi, que mi mundo se empequeñecía cada vez mas, y le comuniqué

mi decepción a Randy. Le dije que estaba aterrada, pero que me sentia egoista por lamentarme del impacto que ejercería en mi su muerte. Después de todo, el era el moribundo y quería ser sensible con sus sentimientos. Randy, por su parte, parecía absorber aquellos datos con indiferencia, recopilando los hechos y archivandolos para analizarlos en profundidad con nuestro grupo confiable de asesores.

Sin embargo, el viaje no se trató de ver médicos solamente. No lo hubiera considerado una salida con Randy si no hubiera ocurrido algo mágico.

Estando alli, Randy y yo conversamos

con Diane

Sawyer para coordinar un proximo programa especial sobre Randy y el impacto tan difundido de su conferencia y de su libro recien

Retos especificos que enfrentan quienes cuidan de otros

107

publicado. Era la primera vez que yo hablaba ante las cámaras o conocia a una personalidad de la televisión. La Sra. Sawyer era tan agradable y su equipo tan amable que nunca me sentí nerviosa, sino más bien como si estuviera almorzando con alguien a quien

había conocido recientemente y estaba conociendo mejor. Cuando me preguntó sobre Randy, me senti como si hablara con una de mis amigas acerca de nuestros esposos y nuestras vidas hogareñas. Una ilusión que se disipaba cada vez que el camarógrafo necesitaba cambiar

una

fuente

de iluminación,

el responsable

de sonido

ajustaba el microfono, o la maquilladora venia a quitarme el brillo de la frente. Pero esas interrupciones a nuestras conversaciones no

eran más molestas que un camarero que viene a traer los platos que pedimos, a rellenar el vaso de té helado o a traer la cuenta. Cuando termino la entrevista, la Sra. Sawyer nos acompaño hasta

la salida, se despidió y siguió calle abajo en dirección a su casa, como si fueramos tres amigos que se separan despues de comer en un restaurante. Fue una experiencia muy especial.

Aquella noche,

en la habitación del hotel, me

despertó un

ruido fuerte y extraño. Buscando en la oscuridad, me concentre en aguzar mis sentidos y disipar la niebla de mi cabeza. ¿De donde salía aquel ruido? Finalmente lo detecte: era un ronquido intenso emitido por Randy. Un sonido que conocía bien porque mi primer esposo era asmatico y lo escuché muchas veces. Randy lo hacía en sueños. Luego de observarlo por un rato, me volvi a dormir porque no era lo suficientemente severo como para despertarlo. A la mañana siguiente, hable con Randy acerca de su respiración dificultosa en la noche, pero él se encogió de hombros y no lo tomó

demasiado en serio, por lo que dejé a un lado mi preocupación y nos apresuramos para tomar el avión de regreso a casa, Cuando llegamos al aeropuerto de La Guardia, comenzó

a sentirse

caminaba

torpemente

fatigado. y hacia

Con

las manos

muecas

de dolor.

en

Randy

las caderas,

Para

empeorar

108

las cosas, el vuelo tenía varias horas de retraso.

Como

Randy

parecia deteriorarse rapidamente, hablé con un representante de la aerolínea para buscar otro vuelo de forma que Randy pudiera regresar antes a casa. Como sólo quedaba un asiento vacio en un avión que salía esa misma hora, Randy abordo el avión y yo me quedé a esperar el siguiente. Llamé a una amiga para que lo recogiera en el aeropuerto y la puse al tanto de cómo se sentia Randy: falto de energía y con problemas para respirar. Cuando llegué a casa esa noche, Randy descansaba, pero no comodamente. Jessica Hodgings, su amiga y colega de Carnegie Mellon, estaba de visita ese fin de semana, y tratamos de determinar lo que le estaba ocurriendo. Jessica y Randy fueron a ver al oncólogo la mañana siguiente para su visita periodica, pero la enfermera no detectó nada anormal, sólo que habia aumentado diez libras en una semana. Buena noticia, o al menos asi la consideramos. Randy habia estado perdiendo peso continuamente como resultado del progreso de la enfermedad, la manera en que se apropiaba de la energía calórica que consumía Randy y los tratamientos de quimioterapia que le quitaban el apetito. Esa noche, luego de irnos a dormir, me desperté porque la respiracion de Randy parecia un tren en marcha. ¡Me senti seriamente aterrada de que se fuera a morir en la cama, a mi lado! A la mañana siguiente insisti en que algo andaba mal y Randy debia buscar atención médica. Pero Randy y Jessica enfatizaron en que si algo andaba mal, la enfermera de oncología lo habria detectado

en el examen

del día anterior. Jessica trató de ejercer como

intermediaria entre la posicion de Randy y la mía. Finalmente, acordamos que si los sintomas se repetian durante el fin de semana, Randy llamaría el lunes al oncologo local. Randy estuvo aletargado e incómodo durante todo el sábado. Tampoco descanso mucho en la noche porque no podía acostarse totalmente plano en la cama.

No podia dormir boca arriba y no

Retos especificos que enfrentan quienes cuidan de otros

109

disponíamos de una silla reclinable para que encontrara una posicion comoda.

Tratamos

de incorporarlo

con

varias

almohadas,

sin

resultados. El domingo en la mañana le exigi, traté de persuadirlo y hasta le rogué que llamara al Dr. Lee, nuestro oncólogo local, pero se opuso con mayor firmeza diciendo que era domingo y no queria molestar al médico un fin de semana para que luego fuera por una nimiedad, y añadió que, de ser así, en el futuro el Dr. Lee sería menos propenso a creer en el y a ir en su ayuda. En mi interior sabía que a Randy le estaba ocurriendo algo muy grave. No me parecia normal que no pudiera acostarse plano sobre la cama y respirar, ni tampoco que le faltaran las energías. Me atormentaba verlo tan incomodo, sin poder dormir ni descansar, pero quise respetar su decisión con respecto a cuando queria pedir ayuda médica y cuando no. Llame a la Dra. Reiss para pedirle

consejo, y ella nos ayudo a llegar a un acuerdo: Randy llamaría a la consulta de oncología para hablar con el médico de guardia, y le haría seguimiento al problema el lunes si persistiían los sintomas.

Randy se enojo enormemente conmigo, y me dijo que no quería que yo secuestrara su atención médica. Queria estar en control de la situación cuando llamara al médico y en el momento que decidiera que tratamientos aceptaría, y se negó rotundamente a que yo lo representara o hiciera algo a sus espaldas. Quería que lo ayudara, pero había una línea definida en la arena que yo no podría cruzar. Acepte respetar el derecho de Randy a buscar tratamiento cuando lo considerase necesario, pero senti que era terriblemente injusto

verlo sufrir y no poder hacer nada para que mejorara. Me afecto que Randy no le diera más peso a mi opinión, y que se resistiera tanto a llamar al médico para describirle sus sintomas. Y ésa no sería la última vez que Randy me diría que era el quien estaba en el asiento del conductor, y que esperaba que yo lo acompañara, pero sin tocar el volante. Quería que formara parte de su equipo L

de salud, que fuera con el a todas las citas médicas, que me sentase

AY ANA

110

Y

con él en todos los tratamientos, que estuviera menos tiempo con los niños y que buscara nuevos tratamientos. Pero no podria violar los principios de ser “la ayuda”. Tenia la responsabilidad de cuidarlo sin la autoridad para actuar, algo que me pareció muy frustrante. Por fortuna, contaba con la Dra. Reiss y con Jessica, además de otras personas con quienes hablar de mis desdichas. También usaba mi diario para eliminar la presión. En aquellas páginas en blanco escribi todo lo que sentia, independientemente de lo inapropiado o irracional

que

fuera,

sin

herir

a nadie

ni

sufrir

ninguna

consecuencia. Con bastante frecuencia, cuando me sentia enojada, aterrada o abrumada, adverti que escribir en el diario me ayudaba a eliminar aquellos sentimientos, purgandome en cierta medida. Lo que anote el miércoles 6 de febrero de 2008 es muy tipico: “Randy estuvo batallando toda la noche con los efectos secundarios de la quimioterapia. Lo encontré en la planta baja temblando, castañeteando los dientes y con una fiebre de 102 grados. Eso fue a las 6:45 a.m., por lo que tuve que correr entre el y los niños, algo que detesto. Rachel se llevo a Chloe y Logan afuera mientras yo llevaba a Dylan a la escuela. Dylan me

fue de gran ayuda esa mañana: le escribió una tarjeta a su papá, me ayudo con las muestras de pintura en la pared de Chloe... Randy me pidió que llevara un frasco con su orina a la consulta del oncólogo y que recogiera la receta de su Creon [un medicamento que mejora la digestion de los alimentos]. Hice todo

aquello corriendo y volvi a casa justo a tiempo para recoger a Dylan en la parada del autobús... La cena fue caótica, como de costumbre. Cuando se fue Rachel senti miedo. Miedo de no poder cuidar a Randy y a los

niños. Hoy Randy y yo pudimos hablar, y me dijo que hoy habia sido como iba a ser cuando la quimioterapia

Retos especificos que enfrentan quienes cuidan de otros

111

dejara de funcionar. Le respondí que tenía miedo al volver a sentirme sorprendida una vez más por algo inesperado: cuando nos concentrábamos en un nuevo tratamiento,

aparecia uría insuficiencia renal.

Pero

muy pronto debíamos aprender algo”.

Algunas anotaciones eran más extensas y de un lenguaje más tóxico que el ejemplo anterior, pero me beneficiaba sacar a flote aquellas emociones y volcarlas en una pagina. Cuando lo que sentía me parecía demasiado vergonzoso como para compartirlo con otras personas,

mi diario fue una especie de puerto seguro,

un retiro

neutral e indulgente donde escapar y expresar mis sentimientos. Durante su última crisis, Randy cedio y llamó a la consulta de oncología. El oncólogo de guardia le receto un diurético para eliminar el liquido en los pulmones y el edema en las piernas y el vientre. El aumento de peso que experimentara Randy, detectado por la enfermera el viernes anterior, era solo retención de liquido. El diurético funciono, pero no lo suficiente. Randy pudo dormir acostado, pero cualquier actividad fisica, incluso subir o bajar las escaleras, lo dejaba sin aliento. Finalmente, llamo a la consulta del oncologo a comienzos de semana y fue a hacerse algunas pruebas. La enfermera confirmo que Randy sufría de insuficiencia cardiaca congestiva e insuficiencia renal. Mientras la enfermera y Randy hablaban del problema y las posibles opciones, hice una rapida búsqueda en Internet con mi Kindle: la insuficiencia renal consistía en que los riñones de Randy no podian limpiar su sangre de impurezas y orina concentrada, mientras que la insuficiencia cardiaca

congestiva

suficiente

sangre

equivalía

a que

a su organismo.

su corazón Una

vez

no

bombeaba

comprendidos

los

trastornos de Randy, volvi a atender la conversación. Randy y la enfermera hablaban de una cita con el nefrologo (médico de los riñones) al final de la semana. Mientras Randy salía de la oficina,

112

volver a soña

me rezagué y le pregunte a la enfermera si Randy iba a morir de insuficiencia cardiaca congestiva e insuficiencia renal. Quería saber si estábamos al final del camino. Estaba aterrada, sin saber cómo evaluar y responder a la información que teniamos. Pero nuestra enfermera de oncología me respondio amablemente a morirse en ese momento

que no iba

de insuficiencia renal e insuficiencia

cardiaca congestiva, y que se recuperaría de esos es todo lo que necesitaba saber en ese momento. nos fuimos a casa, donde procesamos a nuestra que habíamos aprendido, con la esperanza puesta

trastornos. Eso Mi esposo y yo manera todo lo en la cita con el

nefrólogo el jueves. Y precisamente el miércoles 5 de marzo Randy escribió en su blog como se sentia y lo que estaba ocurriendo en su organismo:

La buena noticia es que parece que los tumores

estan basicamente bajo control. La mala noticia es que los efectos secundarios de los medicamentos

de quimioterapia

son demasiado

toxicos. Ahora mis riñones están funcionando muy

por debajo del cincuenta por ciento de su eficiencia (la creatinina es de 3.4, y el NUS [nitrógeno úrico en

sangre] es de 54, para los que van siguiendo el juego en casa). Mi presion arterial ha subido a 200 sobre 100. Puedo padecer tecnicamente de “insuficiencia cardiaca congestiva de gasto elevado”, pero el termino no es tan malo como suena. La parte dolorosa es que creemos que mi cavidad abdominal ha comenzado

a llenarse de liquido, un

efecto colateral de ineficiencia renal e hipertensión. Esto es particularmente incómodo porque el liquido penetra

en los pulmones

dormir

(o

respirar

y el corazón.

normalmente)

No

cuando

puedo estoy

Retos específicos que enfrentan quienes cuidan de otros

113

acostado. Tengo que sentarme y tratar de dormir asi. Y después de subir un tramo de escalera me quedo sin aliento. Estamos haciendo muchas cosas para resolver estos problemas: —Hemos interrumpido toda la quimioterapia. —Estoy tomando medicamentos para la hipertensión. —Estoy tomando un diurético que supuestamente hace que mi organismo elimine totalmente los liquidos, para que (al menos en teoría) comience a absorber de nuevo el fluido en mi cavidad y lo expulse por la orina con el paso del tiempo. — Voy a ver a un nefrólogo (especialista en riñones) mañana.

—Ayer

me

pusieron

una

transfusión

de

sangre

que ayudo enormemente a elevar mi bajo conteo de glóbulos rojos y me está dando mas energía. Es un revés, pero esperamos que sea minimo. Sin embargo, si el daño infligido por los medicamentos de quimioterapia a mis riñones es permanente, eso seria

muy, muy malo. Randy redactó un blog sobre su lucha contra la enfermedad desde que pudo escribir en su ordenador portatil después de la operación para extirpar el tumor original. Sus amigos,

colegas y

gran parte de sus alumnos pasados y actuales querian saber como le iba. Randy quería compartir, pero fue cuidadoso a la hora de controlar la forma en que describía su situación, sin parecer sombrio o dominado por las emociones. Al igual que en su anotación con respecto a su insuficiencia renal y cardiaca congestiva, mantuvo su espiritu positivo y optimista. En ocasiones me irritaba que diera ese tipo de imagen en su sitio Web y reservara el lado más oscuro para

114

volver a soñar

mi, sus familiares y amigos cercanos, pero interpreté esas acciones como un intento de evitarle a los demás los detalles desagradables o infundirles tristeza. Tampoco expresaba sus propios sentimientos con respecto al temor y el dolor que sufría. Consideraba que un blog no era el sitio adecuado para dar rienda suelta a esas emociones. Después de someterse a una prueba de esfuerzo en el Hospital General de Norfolk para determinar como estaba funcionando su corazón, Randy cruzo lentamente la calle conmigo hasta el edificio donde tenía la consulta el nefrólogo. La distancia no superaba los cien pies, pero incluso un tramo tan corto era demasiado para Randy, que tuvo que detenerse un par de veces para descansar. Cada vez que se detenía, le pedía que usara una silla de ruedas, pero se negaba. Ya dentro del edificio, tuvo que sentarse para recuperar el aliento. Su respiracion resonaba con tal intensidad en aquel vestibulo que muchas personas nos miraron.

¡Me senti tan

satisfecha de estar alli para ver al médico! No dejaba de pensar que Randy iba a recibir ayuda. Lo exhorté (y a mi misma tambien) a tener paciencia. Finalmente pudo ponerse de pie y caminar hasta el ascensor, y subimos a ver lo que tenía que decirnos el nefroólogo. El Dr. Thomas Whelan era un hombre sencillo y trató a Randy como a un ser humano inteligente con el cual podía analizar los detalles de sus trastornos. El Dr. Whelan se dio cuenta de que Randy estaba sufriendo y le explicó que el daño a sus riñones y su corazón era lo suficientemente significativo como para una hospitalización. Con la ayuda del Dr. Whelan y de un cardiólogo, Randy contarla

con el método de recuperación mejor y más seguro. Aquello me quito un enorme peso de encima: me sentí enormemente aliviada cuando Randy accedió a ingresar en el hospital y permitir que el Dr. Whelan y un cardiólogo lo atendieran.

La otra opción que

tenía Randy era regresar a la casa para que yo le administrara diuréticos

y otros

medicamentos

nefróologo y al cardiólogo

el estado

recetados, de Randy,

y reportarles pero me

al

senti

Retos especificos que enfrentan quienes cuidan de otros

115

totalmente incompetente para asumir aquella responsabilidad. No quise estar en la posicion donde ignorar un sintoma o leer erróneamente un dato pudiera ocasionarle más daño al ya fragil organismo de Randy. Después

de que

Randy

tomara

la decisión,

el Dr.

Whelan

insistió en que usara una silla de ruedas que condujo el mismo desde el edificio de consultas hasta el área de admisión del hospital para garantizar que no hubiese obstaculos en la hospitalización de Randy. Aunque he estado en muchos hospitales y centros de tratamientos contra el cáncer, y he conocido a muchas enfermeras, enfermeros y médicos dedicados, nunca he visto a nadie con tal

preocupación por su paciente ¡que fue capaz de empujar su silla de ruedas y lidiar directamente con la administración del hospital! Las acciones del Dr. Whelan no sólo indicaron la gravedad del estado de Randy, sino que ilustraron tambien en qué buenas manos estábamos. Volví a respirar con alivio, sabiendo que todo iba a salir bien por el momento.

Randy ingresó al hospital un jueves por la tarde, y yo tuve que hacer arreglos de último minuto para el cuidado de los niños, pues no esperaba regresar antes de las cinco. Rachel, nuestra niñera, fue muy amable y se quedo hasta tarde con los niños, hasta que yo pudiera volver a casa esa noche. Segui junto a Randy mientras las enfermeras

colocaban varios catéteres para los monitores e

inyecciones intravenosas. Inmediatamente comenzaron a aplicarle

diuréticos a Randy para comenzar el proceso de eliminar el liquido innecesario. Cuando consideré que todo estaba hecho y que Randy se sentía comodo, sali del hospital y regrese a casa. Poco despues de que se durmieran los niños, mi hermano vino a quedarse para que yo pudiera llevarle

a Randy una bolsa con sus lentes de contacto

y articulos de higiene personal. No estuve mucho tiempo, pues Randy

se sentia cansado

y el día siguiente sería muy

Ademas, yo me sentía abrumada con tanto entusiasmo.

agitado.

116

¿OROYA Omar

Aunque dije entusiasmo, lo que sentía realmente era temor. Tenia miedo de que Randy muriera en el hospital, a pesar de que los médicos me habían asegurado que no estaba corriendo peligro inmediato. La insuficiencia cardiaca congestiva y la insuficiencia renal me parecian algo fatal, y el hecho de ver a Randy conectado a líneas intravenosas y monitores sólo evidenciaba aún más que estaba confrontando problemas, aunque no podia definir cuánto peligro corría, o si iba a morir pronto a causa de esas complicaciones. Tenia suficiente experiencia con las enfermedades de los niños para saber cuándo preocuparme y cuándo no. Cuando llegué a casa, estaba tan exhausta que me dormi al instante. Ni siquiera tuve energías para llorar. La mañana

siguiente tuve que responder las preguntas

de los

niños acerca de donde estaba papi y cuándo regresaba a casa. Les

dije que papi estaba en un viaje de negocios pero volvería en un par de días. Como Randy viajaba frecuentemente por motivos de trabajo, estaban acostumbrados a sus ausencias y no hicieron más preguntas. No habian notado la incomodidad de su padre porque Randy estaba en su dormitorio gran parte del tiempo y cuando uno de los niños iba a visitarlo, organizabamos todo de tal modo que Randy tenía tiempo de sentarse y adoptar su rostro positivo y feliz. “Papa esta durmiendo”. “No se siente bien esta mañana”. Respuestas suficientes para que los niños no hicieran más preguntas. Después de que llegara Rachel, nuestra niñera, y se recuperara la tranquilidad doméstica, me fui al hospital a acompañar a Randy. Cada día repetía esa rutina, dedicandoles las mañanas y las noches a los niños, y empleando el resto del día con Randy en el hospital. Durante los días que siguieron, la prueba de esfuerzo de Randy indicó que su corazón estaba funcionando muy por debajo de su capacidad normal. El Dr. Whelan llamo al Dr. Herre, un excelente cardiólogo, para que lo ayudara a controlar el corazón y la presión arterial de Randy. Se hicieron más pruebas y una radiografía revelo la acumulación de un litro de liquido en el pulmon derecho, por

Retos especificos que enfrentan quienes cuidan de otros

117

lo que le insertaron a Randy una aguja muy larga por la espalda para drenarlo. Aunque Randy dijo que le resultó muy doloroso el procedimiento, se sintio un millon de veces mejor que antes, y hasta pudo volver a respirar profundamente otra vez y descansar con mayor facilidad. Estuvo hospitalizado del jueves al lunes, hasta que los médicos pudieron hacer que su sistema volviera a funcionar normalmente. Según Randy, tenía que ser dado de alta el lunes para poder ir a Washington, D.C., y abogar frente al Congreso de los Estados Unidos por una mayor atención y fondos para la investigación del cáncer de pancreas. Tal y como fue siempre: con su atención enfocada en algo mayor que él mismo. La Dra. Reiss, nuestra consejera, vino a visitarme el fin de semana, ofreciendome la necesaria oportunidad de hablar de mis temores y sentimientos. La Dra. Reiss me escucho y me aseguro que no estábamos al final del camino para Randy, pero que esos días en el hospital fueron una intersección importante en la que su salud habia sufrido un reves. Yo dependía del equipo médico de Randy, que para entonces estaba compuesto por un nefrólogo, un cardiólogo, varios oncologos, nuestra consejera y, por supuesto, las enfermeras

que trabajaban con los especialistas. Y aunque pudiera ventilar mis

frustraciones

y preocupaciones

con

mis

amigos

intimos

y

familiares, recurria a esos profesionales de la salud y a su ilimitada experiencia para guiarme por aquellas aguas turbulentas que se tornaron más amenazantes aún cuando la salud de Randy comenzó a decaer. Su organismo ya no volvió más a su nivel previo de buena salud, por el contrario, siguió menguando.

Confieso que llegue

a ignorar realmente cuando su salud experimentaba una recaida temporal o cuándo había descendido a una nueva etapa de deterioro. Por eso recurri a nuestro equipo médico para que me ayudara a comprender y prepararme psicológicamente para aceptar y lidiar con las consecuencias de su enfermedad. Por fortuna, mis amigos

118

sed

VOÍYOr

a

a SoOÑal

gr

siempre parecian complacidos de escucharme, pero carecian de las destrezas necesarias para ayudarme a enfrentar la nueva realidad que me traía que cada día. Cuando le dieron el alta a Randy,

dupliqué

mis

esfuerzos

para satisfacer sus necesidades medicas. Tenía que estar atenta a cualquier aumento de peso y vigilar sus piernas presionandolas con

mis dedos para ver si dejaban una marca indicadora de acumulación de líquidos, lo que a su vez era sintoma de problemas renales. Tenía que tomarle la presión arterial diariamente e informarle al cardiólogo si notaba cambios negativos. Randy tomaba para entonces dieciocho medicamentos diferentes, algunos con regularidad, otros cuando fuera necesario, y yo los organizaba en

una enorme caja de pildoras que me habia dado un amigo de la familia. Tenia que estar al tanto de cuándo debía reabastecerme de una medicina, de los efectos secundarios y de cómo se sentía Randy en general. Ademas, coordinaba sus visitas con varios especialistas y garantizaba su asistencia a todas las citas, y tomaba notas y les daba seguimiento a las ordenes de los médicos. La salud de Randy

segula cuesta abajo. Cada día y cada semana implicaban nuevos problemas, hasta que llegue al punto en el que senti que necesitaba mas ayuda para atender a Randy. Necesitáabamos más ayuda en casa, especificamente ayuda médica: alguien que viniera y estuviera al tanto de Randy, ¡alguien que supiera lo que estaba haciendo! Pero él no quería que lo ayudara una persona extraña. No queria que lo cuidara alguien que no conocía y en quien no confiaba. Sólo quería que lo hiciera yo, arguyendo que podía hacerlo y que necesitaba mas ayuda con los niños. Pero yo le ripostaba que necesitabamos una enfermera en casa. Al fin llegamos a un acuerdo. Encontré ayuda adicional para cuidar a los niños en caso de que ocurriera otra emergencia médica o si se enfermaba nuestra niñera. Randy, por su parte, le pregunto a nuestro oncologo si conocia a alguna enfermera que atendiera a domicilio.

Retos especificos que enfrentan quienes cuidan de otros

119

Fue asi como Wanda Wyatt hizo su entrada en nuestras vidas, quitándome de encima la pesada carga del cuidado médico,

y trabajando con Randy para mejorar su calidad de vida diaria, guiándonos a ambos

en aquel lento y pavoroso camino hacia el

valle de las sombras. Wanda no era sólo una enfermera de cuidados a domicilio,

también

se

especializaba

en

atender

a enfermos

terminales. Comenzó haciendole cosas simples a Randy, como tomarle la presión arterial, extraerle sangre, detectar inflamaciones y retención de liquidos, evaluaciones de rendimiento general y alivio de los efectos secundarios de los medicamentos que dejaban a Randy deprimido, estreñido o soñoliento. En la medida en que Randy y yo interactuabamos con Wanda, creció nuestra confianza en ella. Desde el principio, Wanda nos dijo que era una persona muy sincera, y que

nos daría su opinión más honesta cuando se la pidieramos. A Randy le gustó Wanda inmediatamente, era brillante y dedicada. Le encantaba

que no tratara de imponerle grandes cambios, y que sus ajustes de los medicamentos le ayudaran realmente. En la medida en que la enfermedad progresaba y el organismo de Randy se iba debilitando cada vez más, se espaciaron las visitas a la consulta de oncología.

En junio de 2008, cuando Randy dejo de someterse a tratamientos de quimioterapia porque estaba tan enfermo que no podía resistir más medicamentos, Wanda fue la única experta de salud a quien vio con regularidad. Venía una vez por semana a hacerle chequeos y a

ofrecerle apoyo y consejos. Wanda se convirtió en mi compañera de batalla, la persona que podía ver lo que estaba ocurriendo realmente tras la alegre fachada que Randy adoptaba ante los conocidos, médicos y extraños. La batalla cotidiana con el cancer, el dolor y el cansancio hacen mella tanto en el paciente como en quien lo cuida. Wanda pudo ayudarnos a Randy y a mí a lidiar con los rápidos cambios en su estado de salud y con los elementos

crónicos de la enfermedad

como

el

dolor, la pérdida de energía y dé concentración, la irritabilidad, la

120

volver Y soñar

depresión, la inapetencia y la pérdida de peso. Sabia todo aquello por lo que yo estaba pasando, no solo por su enorme experiencia, sino también porque trabajaba directamente con Randy en casa, donde no podía ocultar su deterioro real. Comprendia los retos que implicaba cuidar a Randy y me ayudo a encontrar soluciones o, al menos, estrategias para enfrentar los problemas. Detestaba ver a Randy adolorido. Me destrozaba el corazon.

El cáncer arrasó su cuerpo hasta dejarlo en pura piel y huesos. Era angustioso estar junto a él y no poder hacer nada para aliviar su sufrimiento. Probé con todo lo que tenía a mi alcance: le compré una silla reclinable para que descansara. Elaboré una tabla

de medicamentos y organicé su caja de pildoras. Le frotaba los hombros, los pies o la espalda para aliviar su dolor. Me sentaba a hablar con él cuando sentia que lo deseaba, o en silencio mientras dormía. Pero una cosa era lidiar con su deterioro fisico y otra con sus impedimentos psicológicos y cognitivos. Uno de los problemas más difíciles que enfrenté en esa etapa fue que Randy perdia la memoria y el poder de razonamiento. Era el

hombre más inteligente, racional y lúcido que había conocido jamas. Ademas, estaba totalmente dedicado a sus hijos y hacía todo lo que estaba a su alcance por amarlos y protegerlos. Por esa razón no me pareció para nada sensata su displicencia con respecto a la forma en que Randy decidio tomar posteriormente sus medicamentos. Después de mudarnos a Virginia, uno de los efectos secundarios de los medicamentos de quimioterapia paliativa fue una neuropatia en sus dedos. Al perder la sensibilidad en la punta de los dedos, le resultaba extremadamente dificil sostener las pildoras. En muchas ocasiones se le caían al piso y las perdía, lo cual era algo muy serio, pues en la casa habia niños pequeños que podrian meterselas fácilmente en la boca pensando que eran caramelos. Ignoraba que efectos podrian tener los medicamentos para el corazón y los riñones en un niño de treinta libras, y honestamente nunca quise saberlo. Con el apoyo de

Retos especificos que enfrentan quienes cuidan de otros

Wanda, le sugeri

121

a Randy que me permitiera colocar sus pildoras

en un vaso de papel, para que pudiera ponerselas mejor en la boca, evitando así que se le cayeran. Randy se negó obstinadamente a seguir ese plan. Tampoco quiso buscarle una solución alternativa a lo que yo consideraba una situación claramente peligrosa. No acostumbraba ser irracional o hacer que sus hijos corrieran riesgos, pero ¿qué podía hacer? Pude haberme llevado todos los frascos de medicamentos a otra parte y administrárselos como si estuviera en el hospital. Sin embargo, esto le habría irritado y me hubiera hecho la vida imposible. Randy quería sentir que controlaba su vida cuando ya estaba perdiendo el de su organismo y su mente. Por mi parte, no queria acrecentar sus sentimientos de impotencia, pero tenia que

proteger a nuestros hijos. Wanda estuvo de acuerdo en que era una situación muy difícil para mi familia. El solo hecho de que reconociera el terrible aprieto por el que estaba pasando me dio una sensación de alivio, y la certeza de que no estaba loca ni reaccionando exageradamente. Dado que Randy no iba a aceptar ningún medicamento en un vaso, tuve que ejercer una vigilancia extra para detectar cualquier medicamento que se le pudiera

caer o cualquier frasco que hubiese dejado abierto en la mesa de sus medicinas, su caja de pildoras, la mesa de noche, la bañera y el piso del baño, y la mesa y el piso de la cocina. Sabía las horas en que se suponía tomara sus medicamentos, y estuve al tanto de ello para garantizar que no se olvidara de hacerlo. Después de verificar si había tomado los medicamentos, recorría subrepticiamente las zonas mencionadas para asegurarme de que no habia caido nada al piso. Tuve que aceptar que no podía obligar a Randy a hacer las cosas a mi manera, pero tenía que garantizar la mayor seguridad posible de los niños, y que Randy tomara las dosis que necesitaba tan desesperadamente. Pero aquel camino no estuvo libre de tropiezos. En una ocasión, cuando fui a ver Randy para asegurarme de que estaba bien y había tomado puntualmente sus medicamentos, encontre la caja de

122

pildoras vacía y su contenido volcado en el suelo. Eso me molesto porque la puerta del dormitorio estaba abierta de par en par, y los niños podían haber entrado facilmente. Cuando le pregunte a Randy qué había ocurrido, se encogió de hombros y me respondio que no sabía. Y allí quedé yo con la boca abierta, observando aquel desorden sobre la mesa y el suelo: dieciocho medicamentos diferentes, algunos con dosis administradas varias veces al día, mezclados y dispersos por todas partes. Pero más me sorprendió su actitud indiferente, y me pregunté como había podido ocurrir

tal incidente. ¿Se caería con la caja de pildoras en la mano? Seguro que no, pensé, porque no había escuchado ruido alguno, Randy no mostraba lesión alguna y las pildoras no se habrían derramado con las tapas plásticas de los frascos cerradas. Tampoco podia haber

abierto los veintiocho frascos. ¿Acaso no se acordaba realmente de lo sucedido o estaba ocultando algo? ¿Acaso el cancer o los medicamentos estaban afectando su memoria a corto plazo? ¿Que debia hacer yo para garantizar la seguridad de los niños y permitir al mismo tiempo que Randy se responsabilizara de sus medicinas? Como no tenía que responder inmediatamente a esas preguntas, me sente sobre la alfombra y comencé a recoger las pildoras para devolverlas a sus respectivos frascos. Pude haber llamado y hablado con Wanda, quien no sólo habria escuchado y se habria solidarizado conmigo, sino que también habria hablado con Randy como

un

tercero

neutral,

para

determinar

si necesitaba

más

ayuda o padecía de otro trastorno nuevo provocado por el cáncer. Como responsable de cuidarlo, debia estar más que alerta ante los cambios sutiles en la conducta y el aspecto físico de mi ser querido. En ocasiones eran lentos e imperceptibles, y en otras, dramáticos, como si la enfermedad no sólo invadiera el cuerpo, sino también la mente; y el dolor puede llevar agresión o miedo. forma

de

pensar

a una persona a un estado de

Hay que adecuar las rutinas, las tácticas y la para

adaptarse

a las necesidades

en

continua

Retos especificos que enfrentan quienes cuidan de otros

123

transformación. La dinámica entre dos personas obligadas a desempeñar nuevos papeles —de paciente y de quien cuida de él— pueden profundizar la dificultad de ayudar, de aceptar la ayuda y hasta de amar. Con el respaldo de Wanda, contaba con ayuda para satisfacer esas necesidades y no me sentía sola porque ella tenía una enorme presencia en nuestras vidas.

En numerosas ocasiones Wanda me aseguró que Randy estaba

bien, y que la muerte no estaba tocando a la puerta. Y no dejó de hacerlo hasta la segunda semana de julio, cuando vino a chequear a Randy antes de que fuéramos a Pittsburgh para que le hicieran

una biopsia del tejido del cancer y una leucoféresis para crear una vacuna personalizada. La leucoferesis es un proceso mediante el cual se extrae sangre por una linea intravenosa, la cual se transporta a una maquina que separa selectivamente los leucocitos y luego los reintegra al torrente sanguíneo por medio de una segunda linea intravenosa. La máquina es ruidosa y temible, pero el proceso no

causa dolor. Al menos eso fue lo que me dijo Randy. Sin embargo, a mi me incomodo terriblemente. El Dr. Zeh nos explicó que en cuanto tuviera los leucocitos de Randy, su laboratorio extraeria las celulas dendríticas, que forman parte del sistema inmunológico, las pondría a madurar para luego mezclarlas con el tumor y administrarlas como una vacuna. Hasta ese punto, Randy siguió sometiéndose a tratamientos con efectos secundarios tóxicos, a pesar de que se debilitaba cada vez más. Pero su sistema no volveria a recuperarse. La vacuna le dio la esperanza de poder seguir combatiendo el cáncer sin los terribles

efectos secundarios de la quimioterapia. El proceso de trabajo con sus leucocitos y las muestras del tumor demoraría tres semanas, y Randy estaba resuelto a vivir hasta entonces,

Cuando Wanda bajó luego de chequear a Randy, yo estaba dándole instrucciones a nuestra niñera, quien se quedaría con los niños durante los dos dias que estariamos fuera. Wanda y yo hablamos brevemente.

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SO

La enfermera pensaba que no se le debía practicar la biopsia. Con su franqueza habitual, me dijo: «Sabes que se está muriendo, Jai». «¡Por supuesto que se esta muriendo, Wanda! Hace meses que lo se», le respondi. Sólo entonces vi claramente

lo que

se avecinaba.

Wanda,

que había sido mi brújula para sortear aquel camino escabroso, acababa de decirme que se acercaba el final. Estábamos llegando al

término de nuestro viaje.

A Wanda le preocupaba que si ibamos a

Pittsburgh y hospitalizaban a Randy para que se sometiera a ambos procedimientos,

su organismo entrara en crisis y no le dieran el

alta. Y allí quedaria yo, en Pittsburgh con mi esposo moribundo en

el hospital y mis hijos en Virginia con una niñera con la cual había coordinado que los cuidara solo dos dias. Sin embargo, nos fuimos. Cuando

Randy

y

yo

hicimos

nuestro último viaje juntos a Pittsburgh en julio de 2008, nuestra relación no andaba bien. Tanto asi que me echó en cara delante

de una trabajadora social mi supuesta falta de identificacion con su enfermedad: que era magnifica en todo lo que podia hacer cualquiera, y un desastre en aquellas cosas que sólo yo podia hacer. Como Randy era usualmente muy solidario y elogioso conmigo, aquel comentario me tomo por sorpresa. Aunque me hirieron aquellas palabras, que a mi entender expresaban una gran falta de aprecio por todo lo que yo estaba haciendo, supe que trataba de

decirme que necesitaba mucho mas de mi. Escuché lo que dijo, pero no sabia que mas podia hacer por el. Ya en esos momentos caminaba por una cuerda floja tratando de

balancear las necesidades de nuestros hijos y las de Randy, y no podía imaginar qué más podía hacer, aunque sabia que no iba a perder la fe en él. Mientras

Randy

se recuperaba de la biopsia en el hospital

Shadyside de Pittsburgh, le hice el recuento del incidente a la Dra. Reiss. Me sentía agraviada y enfurecida por lo que había dicho Randy. «¿Qué mas quiere de mi1?», pregunté. «Quiere que le digas

Retos especificos que enfrentan quienes cuidan de otros

125

que lo echarás de menos cuando muera», respondió la Dra. Reiss. Me quedé atónita. Siempre traté de no decirle ese tipo de cosas a Randy por dos razones. La primera, porque no quería que se sintiera mal porque su muerte nos causarla tanto dolor, porque me causaría tanto dolor. Pensaba que se sentiría culpable de saber que la tristeza de su desaparición nos afectaría por el resto de nuestras vidas. Segunda, si reconocía ante mi y ante el que le echaría de menos, comenzaria a hacerlo inmediatamente. Me aterrorizaban el dolor y el sufrimiento que me aguardaban. Creía que cuando Randy muriera, no habría más magia en mi vida. Su ausencia implicaría el fin de mis sueños de infancia: casarme con un hombre que me amara de veras y tener una familia. Trataba de no pensar en esas cosas, hasta que no tuve otra opción. Hasta entonces pude retrasar

lo inevitable. Pero la Dra. Reiss me explicó que seria mucho mejor para mi si comenzaba el proceso de duelo lo antes posible, antes del fallecimiento de Randy, para poder sentir más empatía con el. Era importante que Randy viera que yo era vulnerable, que no era invencible, y de ningún modo fría o indiferente. Yo pensaba que demostrarle fortaleza a Randy lo salvaria del dolor y del miedo, cuando en realidad le provocaba otro tipo de dolor diferente: el temor de que no lo amara tanto como el creía. La Dra. Reiss me aseguró que si le daba entrada inmediata al dolor de la pérdida, el proceso de duelo luego de la muerte de Randy sería más llevadero. Luego de aquella conversación, regresé al lado de mi esposo, del hombre que me amaba y me demostraba que me quería, y que me trataba como tal, para decirle que lo echaría mucho de menos cuando se marchara de este mundo.

Y lloré incesantemente. Mi

fachada de fortaleza se desvaneció, disuelta por las lagrimas, para dar paso a mi faceta más vulnerable; esto reconfortó sobremanera a Randy. En aquel momento de tristeza, nos abrazamos, sabiendo en lo profundo de nuestros corazones que nos amaríamos en la salud y la enfermedad, y hasta que la muerte nos separara.

Decisiones

A

UNQUE

he mn

A

NUESTRO

ONCÓLOGO

QUIRÚRGICO

y la enfermera

a. . especializada en enfermos terminales me habian asegurado

E:

que Randy estaba en las últimas etapas de su agonía a

finales de junio de 2008, e incluso a pesar de que podia ver con mis propios ojos que su salud se había deteriorado dramáticamente, aquella tercera semana de julio aún no estaba preparada cuando, el 25 de julio, al despertar encontré a Randy muerto. Randy

Algunos

y

yo

tratamos

de

prepararnos

para

de nuestros preparativos comenzaron

ese

momento.

antes de que el

cancer regresara e hiciera metástasis en su higado y bazo. Durante el verano de 2007, nos reunimos con un abogado testamentario para concretar sus últimas voluntades. Yo me converti en su apoderada médica para poder tomar decisiones al respecto, en caso de que no estuviera consciente o no fuera capaz de expresar sus deseos.

Nos

resultó incómodo contemplar las diversas formas que podría tener su muerte, y especialmente a Randy le fue muy dificil determinar que intervenciones médicas aceptaría y cuáles rechazaria. Pero el aspecto positivo fue que finalmente supe cómo debia actuar en calidad de su representante cuando llegara el momento, algo que

Decisiones

127

nos dio paz mental. Después de firmar y legalizar ante notario los documentos, los guardamos en nuestro archivo e hicimos a un lado parte de la ansiedad que provoca padecer de cáncer. Esa presteza era parte de la personalidad de Randy, a quien le gustaba llamarse a sí mismo “un hombre a prueba de imprevistos”. Además de monedas y billetera, Randy siempre llevaba consigo

un cepillo de dientes de viaje, servilletas y un cortauñas en los bolsillos de sus pantalones.

Y en la funda de su ordenador no

solo llevaba la máquina y su adaptador, sino también una batería de repuesto, varios cables de conexión, un estuche adicional de

lentes de contacto, otro par de espejuelos y hasta ropa interior. Por tanto, era parte de su naturaleza asumir su muerte casi de la misma manera en que se preparaba para enfrentar la vida cotidiana.

El problema logístico más difícil que enfrentamos juntos fue la planificación del funeral. Originalmente Randy quería donar su cuerpo a las ciencias médicas.

Si en aquel tiempo hubieran

existido los programas de autopsia rápida que algunos centros de investigación del cancer, como el Translational Genomics Research Institute de Arizona, están llevando a cabo en la actualidad para

comprender mejor el crecimiento y la evolucion del tumor del páncreas, habria aceptado sin reparos. Pero como no los había, le pedi a Randy que me permitiera darle sepultura a su cadáver, que nos diera la oportunidad de llorar su fallecimiento y crear un sitio especial para que lo visitaramos. Mi esposo me escuchó pacientemente y aceptó. Quería hacerle un velatorio a Randy como el que habian tenido otros miembros de mi familia en mi niñez y juventud. del mismo.

Conocía el ritual, su ritmo y lo que se podía esperar Aunque

suena extraño,

un funeral me ofrecía una

experiencia confortable y familiar, y quería confort más que nada en ese momento. Le pedi a Randy que me permitiera organizarle un servicio funeral tradicional, con ataúd, capilla, coche fúnebre y entierro.

á

128

volyer

El lunes 12 de mayo fuimos a una funeraria local y analizamos tantos detalles como nos fue posible. Esa noche escribi en mi diario: “No resultó tan terrible, pero me hizo pensar mucho en cómo me gustaría llorar su pérdida y en que me reconfortaria. Asi que me complació obtener la información”. Como tenía a Randy a

mi lado, me pareció algo mas semejante a una reunión de negocios, y el horrible acontecimiento en sí me pareció muy lejano en el futuro. A Randy no le enojó ni le entristeció aquella visita. En ese momento su muerte no parecía real, por lo que pudimos controlar nuestras emociones.

El salón de conferencias de la funeraria, al igual que cualquier oficina moderna,

tenía un proyector por ordenador y conexión

con Internet para mostrarnos los productos de varios fabricantes

de ataúdes. El director de la funeraria era joven y apuesto, en el momento mas floreciente de su vida, y llevaba un atuendo muy profesional.

Nunca

nos parecio

sombrio

ni hablo en susurros.

Randy y yo nos sentimos muy cómodos sentados ante la mesa de conferencias con una taza de té caliente y café, mirando ataúdes en la pantalla de proyección y haciendo numerosas preguntas. Los feretros, al igual que los automoviles, estan disponibles en todo tipo de marcas y modelos, desde lo utilitario hasta el lujo. Randy se inclinó más por los utilitarios, e incluso consideró algunos de los

ataúdes de los judios ortodoxos, semejantes a cajas de madera sin decoración alguna. Como buen innovador que era, Randy fue más allá de lo normal y se planteo la posibilidad de construir su propia

caja de pino. Pensó que podría crear una experiencia única al armar el mismo su propio ataúd. Pense que era una idea muy interesante, pero ¡no me cabía en la cabeza ver a Randy claveteando un féretro en nuestra casa asi que veté aquella posibilidad tan creativa! Durante velatorio, consideraba

aquella reunión

que

duró

imaginando

la apariencia

y cómo

le hacía sentir.

una hora,

de cada

me

ataúd

Esa noche,

que

vi en el Randy

escribí en mi

Decisiones

129

diario lo siguiente: “Me hubiera gustado volver atrás y tomar yo las decisiones, para no tener que contradecir a Randy y negarme

a sus deseos. Yo voy a ser la que se siente ante esa caja, y quiero que le parezca cómoda”. Al leer lo que escribi aquella noche, me doy cuenta de la supuesta indiferencia de mis palabras. Pero no era ausencia de sentimientos, sino mas bien el reconocimiento de que yo sería la persona que experimentaria el funeral, no Randy. Las decisiones que tomamos me afectarian a mi, no a él. Y me di cuenta de que el funeral no es para el muerto, sino para los que quedan vivos, para ayudarles a expresar su tristeza y compadecer a otros que se sienten como ellos, echando de menos a un ser amado. Para Randy debio haber sido una hora terapéutica en la aceptación de su muerte. Como siempre, escogió aprovechar al máximo la oportunidad. Sin embargo, era yo quien viviria en el momento de su velatorio, y no sólo me afectaría el ataúd, sino también la música, las flores, el servicio y la ceremonia de sepultura. Todos

esos aspectos, que para mi esposo eran solo ejercicios o decisiones que debía tomar, no partes reales de su futuro, se harían realidad para mi. Por tanto, quise que el golpe fuera lo menos demoledor posible. Con la autorización de Randy, volvi a la funeraria y escogí un ataud que me fuera en cierta medida estéticamente agradable —ni muy lujoso ni demasiado austero— con recubrimiento de satén y un cómodo almohadón. Aquellos detalles me dieron la impresión de que Randy descansaria en paz, aunque intelectualmente sabia que era una tontería. Pero mis decisiones no tenian que ser lógicas. Solo quería que no agravaran aquel momento de intensa tristeza y duelo.

Una vez resuelta la selección del ataúd, fijamos nuestra atención en el velatorio.

Randy

quería que fuera pequeño

y privado

y

llegó hasta a insistir en que sólo se invitaran a los familiares más cercanos. nos

Analizamos

entrevistamos

con

el servicio la

Dra.

con Reiss,

nuestro nuestra

ministro. consejera,

Luego, para

determinar si los niños debian asistir o no. Randy enfatizó en que

130

O



yl

PE

TIE

yo no debía asumir la responsabilidad de cuidar a nuestros hijos cuando necesitaba cuidarme a mí misma.

En otras culturas no

es inusual que los niños pequeños asistan a velatorios, aunque no

comprendan su significado. Sin embargo, eso no esta bien visto en la nuestra. Finalmente, acordamos que fuera Dylan, quien tenía seis años cuando murió Randy, el que decidiera si quería estar presente, o quedarse con sus hermanos más pequeños y la niñera en la sala de juegos de la funeraria. Ése fue nuestro acuerdo: yo tendría a los niños cerca el día del funeral, pero permanecerían en un sitio aparte, ignorando que el cadaver de su padre descansaba dentro de un ataúd en un salón al otro lado del pasillo. Hice con anticipación las coordinaciones del funeral para reservar un salón privado con ese proposito. Cuando llego el momento

de seleccionar

la parcela

en el

cementerio, Randy se nego air, diciendo que no tenía ganas. Habia

llovido durante los dos dias anteriores, y se quejaba de dolor y cansancio, por lo que pasé varias noches frotandole los pies y la espalda para aliviarlo. Asi que el martes 13 de mayo fui sola al cementerio. Llamé a mi amiga Cleah para decirle lo que estaba haciendo. Hablamos unos minutos mientras yo caminaba mirando las parcelas de cremación que me parecieron demasiado hacinadas: una lápida sobre otra. Finalmente escogí un sitio soleado, porque

a Randy le encantaba el sol. ¡Nada de tumbas bajo la sombra de los arboles! También quería una parcela alejado de la calle principal para que fuera apacible. Incluso descubri la existencia de un terreno de juegos en un campo cercano al cementerio. Me gustó la idea de que los niños jugaran a poca distancia de alli y de que el viento transportara sus voces, porque Randy echaria de menos ver crecer

a sus hijos. Se que es un pensamiento absolutamente irracional, pero aquel detalle me pareció adecuado y le dio al lugar un caracter significativo y especial. Aquellos tres elementos me infundieron un sentido de paz interior. Si hubiese esperado a que Randy muriera

Decisiones

131

para escoger la parcela, nunca habría pensado en todos aquellos detalles minimos porque estaria en crisis emocional, abrumada, y con familia y niños necesitados de mi atención. Randy no me pidio ver el sitio después de que lo seleccione y pagué. Sin dudas, era demasiado difícil estar ante el sitio de descanso final de su cuerpo. Ambos hablamos bastante con Wanda acerca de los tratamientos terminales. Randy firmó una orden de no resucitación (DNR). No queria que lo sometieran a ninguna medida drástica para salvarle la vida. Colocamos la orden en la parte trasera de la puerta del dormitorio, en caso de que sufriera un infarto y hubiera que llamar a los paramédicos. Nos resultó de gran utilidad que Wanda tuviera experiencia en ese campo.

Fue ella quien sirvió de guía

en la conversación y nos llevó por el camino correcto. Por suerte nunca tuvimos que usar dicha orden, pero nos infundió paz mental a ambos. Nuestro abogado también preparo las directivas médicas anticipadas, que especificaban otros tratamientos a los cuales Randy no quería que lo sometieran, rechazando el uso de un respirador asi como la nutrición e hidratación administrada artificialmente, para que no le prolongaran la vida y se le permitiera fallecer al paso normal de la muerte. Otro documento, donde se designaba un representante que tomaría las decisiones referentes a la atención médica,

describía deseos

similares.

Randy

me

eligió como

su

apoderada médica para hacer cumplir su voluntad en caso de que no pudiera hacerlo por sí mismo. También me otorgó poder notarial

general y duradero para tomar decisiones judiciales, fiscales, de negocios y médicas en caso de su incapacidad. Ambos trabajamos con esos documentos desde el verano de 2007 hasta abril de 2008. Los analizamos y hablamos tanto de ellos, que finalmente senti que sabía realmente los deseos de Randy si tenía que actuar por el. Otra cuestión que Randy sacó a relucir durante nuestras conversaciones acerca de su muerte fue algo de lo que muchos enfermos terminales hablan con sus médicos, enfermeras y seres

132

VOI

queridos: la eutanasia.

SO

Randy introdujo el tema diciendo que

no quería agonizar por mucho tiempo, un final que sentía como una carga para mi, y una secuencia aterradora para sus hijos. Pero tampoco quería tomar medidas innecesarias. En su mente, avizoraba el final de su vida como una caida en coma durante cierto tiempo, pues eso es lo que sucede en la mayoria de los casos de cáncer de páncreas. Si eso ocurría, me pidió que le suministrara una dosis abundante de analgésicos para acelerar el proceso de agonia y garantizar una muerte

rapida.

Aquel pedido me

dejó

estupefacta. Luego de haber transcurrido algún tiempo después de aquella conversación, he llegado a comprender que se trata de un tema común para el cual deben prepararse quienes cuidan de un enfermo terminal. Pero yo no estaba preparada para esa solicitud de Randy, y la rechace de inmediato. Hasta ese momento habia aceptado muchos de sus pedidos, accedido a gran parte de sus deseos, pero sabia internamente que iba a ser incapaz de cumplir

con ése especificamente, aunque supiera que no despertaria jamás. Le hice saber que, a pesar de cuanto lo amaba y respetaba, no podía administrarle una sobredosis. La razon principal era que no podía arriesgarme a que nuestra enfermera de cuidados terminales o cualquier

otro profesional

médico

descubriera

que yo habia

propiciado su muerte. No podia darme el lujo de ir a la cárcel, ni tampoco podía imaginarme qué sería de mis hijos con su padre muerto y su madre en prisión. Pero Randy no se enojó conmigo. Tampoco trató de intimidarme ni acosarme, porque comprendio. Y aquella conversación terminó donde había comenzado, y no se hablo del tema nunca más. Al lanzar la pregunta, Randy se enteró de mi posición y yo entendí sus temores. Sin duda alguna haría cualquier cosa por el... pero hasta cierto punto. Estoy consciente de que es un tema sensible, pero es parte natural del proceso de agonia de un enfermo terminal.

No estoy

Decisiones

133

abogando por una posicion determinada ante la eutanasia, sino más bien llamando la atención sobre el hecho de que cuando nos enfrentamos a la muerte, muchas personas expresan sus temores y las formas

posibles

de evitar un

encuentro

con

sus peores

pesadillas, hasta el punto de considerar la eutanasia. Quiero destacar que el papel de quien cuida de un enfermo en la toma de decisiones relacionadas con la atención médica y otros aspectos de la fase terminal es normal y parte necesaria del proceso. Nadie debe sentir temor a participar en esas conversaciones, ni tampoco

considerarlas inapropiadas. Aunque en esos momentos consideré que nuestras conversaciones fueron dificiles, incómodas y dolorosas, me beneficiaron enormemente. Si nunca hubiéramos analizado los últimos deseos de Randy,

o no hubieramos procedido a elaborar los documentos judiciales necesarios, yo habria estado en una posición terrible. Sentí que estaba preparada para lo peor, y entendi los temores de Randy, lo cual, a cambio, me hizo apoyarlo. Una vez resuelta la logistica del velatorio y del entierro, tuve tiempo para llorar la perdida. Si hubiera decidido hacerlas en otro momento posterior, habria tenido demasiadas emociones y muy poca capacidad mental analítica para tomar decisiones bien pensadas. Por eso, nuestra plena disposición para realizar las tareas más sombrías, aunque dificil en ocasiones, me resultó una bendición. Nuestro pragmatismo también funciono a la perfección para preparar a nuestros niños ante la inminencia de la muerte de su padre.

Hablarles a los niños del cancer y de la muerte

UNQUE TAL VEZ NO ESTUVIERA PREPARADA para el dia preciso

del

fallecimiento

de

Randy,

me

sentía

confiada

para

». hablar con nuestros hijos del cancer de su padre y de su muerte. Randy y yo hablamos muchas horas con nuestra consejera para conocer detalles de las fases de desarrollo de nuestros niños pequeños, de cómo comprendían el tiempo y la muerte, cuándo hablarles acerca de la enfermedad de papi, y en última instancia, de cómo darles la noticia a Dylan, a Logan y a Chloe cuando su padre muriera. Para garantizar que no se nos olvidara nada, escribi

gulas de conversación en tarjetas de fichero y las ensayé una y otra vez. No quería perder un solo detalle cuando llegase el momento de dar la triste noticia. Tenía presente la posibilidad de que me dejara llevar por mis emociones. Y como cualquier padre, quisimos

evitarles a nuestros hijos el máximo dolor posible, pero ademas, disipar

sus

temores

y preocupaciones

para

que

no

albergaran

ningún sentimiento de culpa. Cuando le diagnosticaron el cáncer por primera vez a Randy y se le programo la operación en septiembre de 2006, nos sentamos con Dylan, quien tenía entonces cuatro años, para decirle que su papa

Hablarles a los niños del cáncer y de la muerte

135

estaba enfermo. Randy le aseguró a Dylan que no se contagiaría con la enfermedad de papi. Después de realizado el procedimiento Whipple, Randy les mostró a los chicos la enorme, amarilla y horrible herida que se extendía desde su clavicula hasta alrededor

y más abajo del ombligo. A Logan le fascinó, y solía señalar con el dedo hacia el torso de Randy diciendo: «¡Yayal». Al igual que un guerrero mostrando sus heridas de batalla, Randy se levantaba la camisa para revelar su incisión, y le aseguraba a Logan que su “yaya” estaba mucho mejor. Después de terminar la quimioterapia en abril de 2007, Randy, los niños y yo celebramos el acontecimiento con globos y dulces. Luego, no volvimos a mencionarles de nuevo el tema del cáncer.

Ojos que no ven, corazón que no siente. Por tanto, era facil que los niños olvidaran la presencia de un monstruo acechante en las sombras de nuestras vidas. Randy era el vivo retrato del hombre

sano: recuperó algunas libras, hacia ejercicios en el gimnasio, dormia

en

la habitación

principal

con

mami,

jugaba

con

sus

hijos y disfrutaba una vida aparentemente normal y libre de preocupaciones. En breve, comenzó a actuar como cualquier otra persona que no padeciera de cáncer. Randy y yo nos cuidamos de ocultar nuestro temor secreto de que el cáncer se reprodujera, y asi los niños se olvidaron de la permanencia en casa de los tios por espacio de dos meses mientras su padre se sometía a la quimioterapia y la radiación en Houston. Tampoco recordaban a aquel padre delgado y constantemente friolento, cansado y gruñón que dormia en el sótano. Todo lo que veian y sabían era que su papi estaba viviendo la vida a plenitud. Después del regreso del cáncer en agosto de 2007, consultamos con nuestra consejera para saber cuál sería el momento adecuado para hablarles a los niños acerca de las condiciones de salud de

su padre. La experta nos dijo que esperáramos hasta que Randy fuera fisicamente sintomático y sin posibilidades de recuperacion.

VOÍVEZ A SODAT

136

La

razón

era

que

no

queríamos

sacar

a

colación

el

tema

prematuramente, porque a los niños sólo les preocuparla que su padre muriera hoy, esta noche o esta mañana. Nos habian dicho que a Randy sólo le quedaban de tres a seis meses de buena salud, pero que podía recaer antes o después de ese plazo. Si a nosotros nos fue muy duro vivir con aquella realidad, lo habría sido mucho más para un niño de seis años. Por tanto, quisimos evitarles a los niños la mayor cantidad de dolor y ansiedad posible. También era difícil determinar cuándo se recuperaría Randy de la recaida; ni siquiera sabiamos si se recuperaría. Por ende, atendiendo a las

recomendaciones de la consejera, esperamos a que alguno de los niños mostrara señales de estrés, o preguntara directamente que le estaba ocurriendo a su padre.

Para junio de 2008,

Randy

estaba visiblemente enfermo

e

incómodo, tanto que resultaba imposible decir que la “yaya” estaba

mejor. A diferencia de otros tiempos en los que Randy podia fingir sonrisas y energía, hacía muecas de dolor, colocaba exhausto la cabeza sobre la mesa de comer y se ponia las manos en la cintura y flexionaba

el cuerpo con seria incomodidad, quejándose constantemente de cuan cansado estaba. Hasta dejó de bajar diariamente y de participar en el ritual de la hora de dormir, ni tampoco bañaba a los niños ni les contaba cuentos. Y sentarse afuera para ver jugar a los niños o disfrutar del buen tiempo se fue haciendo un habito cada vez más raro. Los niños, por supuesto, se dieron cuenta. En una ocasión, Dylan le alcanzó una almohada a Randy para que colocara la cabeza,

y le hizo dibujos esperando que lo ayudaran a sentirse mejor. Como era el hijo mayor, a sus seis años y medio Dylan se preocupaba cada vez más de que Randy no se sintiera bien. Logan, con sus tres años y medio, sentia el estres que imperaba en la habitación y reaccionaba con gritos e hiperactividad. Mi conducta también contribuía a que se enteraran de lo que ocurría. Siempre les pedía que se estuvieran tranquilos mientras papi dormía, o que fueran buenos con papi. Y se

Hablarles a los niños del cáncer y de la muerte

137

me ponian los nervios de punta cuando estaban alrededor de Randy,

temerosa de que el nivel de ruido lo abrumara, o que sus forcejeos lo lesionaran, pues el juego de manos fue siempre uno de sus favoritos. Nuestra casa se habia convertido en una especie de circo en el que entraban continuamente familiares y amigos para quedarse o visitarnos. Los niños se daban cuenta y preguntaban por qué habia tanta gente, a lo cual les respondía, de la manera más indiferente posible, que querian ver a papi porque no se sentia bien. Los niños son muy perspicaces, incluso si no les decimos lo que nos preocupa, adivinan que algo anda mal. Tal vez no sabían preguntar o no querían hacerlo, pero expresaban sus emociones de otras maneras, como el alboroto de Logan. Estaban a la caza de alguna señal de estres: nuestra niñera, tias y tios, abuelos, maestros, visitantes. Cualquier cosa fuera de lo común

que detectaran, como hipersensibilidad

o preocupación por su padre, me lo informaban enseguida.

En

ocasiones lo hablaba con Randy, pero la mayor parte del tiempo lo hacía con nuestra consejera, recurriendo a sus conocimientos para que me guiara con respecto al momento apropiado para hacerles saber a los niños las condiciones de salud de su padre. El Día de los Padres de 2008, supe que habia llegado

ese

momento. Mientras el último visitante estaba a punto de marcharse, Dylan corrió a esconderse tras el cesto de la ropa en el dormitorio de Chloe. Rachel vino a decirme que el niño estaba confuso e irritado y no quería salir. Subí a verlo, y al cabo de unos minutos me di cuenta de que no era la partida del tio Jack lo que le molestaba, sino la salud de Randy. Y me acordé de lo hablado con la Dra. Reiss. Las tarjetas de fichero me vinieron con tal claridad a la mente que me senti confiada y me convenci de que ya estaba preparada. Comencé

preguntándole

a Dylan

si sabía que

le ocurría

a

papi. «No», me respondió. Luego le dije que si tenia alguna idea, dejándolo pensar y sin intentar apresurarlo ni guiarlo en dirección alguna. Finalmente me dijo que pensaba que papi estaba enfermo.

138

volver a soñar

En ese momento le pregunté si quería saber más acerca de la enfermedad de su padre. Si la respuesta hubiese sido negativa, no habría forzado el tema y lo habria consolado. Sin embargo, Dylan me dijo que quería saber. Y llegó la hora de sostener una de las conversaciones más difíciles de mi vida. Comencé diciendole a Dylan que el cáncer de Randy había regresado, usando la misma analogía a la que recurrimos en el otoño de 2006: el cáncer era como una mala hierba en el jardin. Ahora que la mala hierba estaba de vuelta, hacia que papi se sintiera muy enfermo, y los médicos le estaban dando una medicina especial

para que mejorara. Sin embargo, esa medicina era tan fuerte que también hacia que papi se sintiera mal. Dylan escuchó con atención y sin moverse mientras le hablaba y le aseguraba que nada de lo que el había hecho habia provocado el regreso del cancer, ni tampoco el que se comportara de alguna manera distinta podía

hacer que papi mejorara. Los niños pequeños son egocéntricos y creen que sus acciones pueden influir o provocar realmente

ciertos acontecimientos en el mundo. Por ejemplo, algunos niños creen que por su comportamiento sus padres se enferman o se divorcian. E inversamente, pueden pensar que si se comportan de cierta forma, sus padres sanarán o volveran a vivir juntos si están separados. Tambien le expliqué que papi no queria que volviera el cancer, y le enfaticé que estaba haciendo todo lo posible para sanar. Se que toda aquella información era abrumadora para el niño. Sin embargo, Dylan es tan perspicaz y brillante que tomó una dirección que no esperaba y me hizo penetrar en un territorio

inexplorado. Me pregunto que si yo tuviera que apostar, ¿apostarla a que su papi iba a morir de cáncer? ¡Caramba! Una pregunta que me tomo desprevenida, aunque luego recorde que no debía estarlo, pues Randy le había enseñado a Dylan el concepto de una apuesta.

¡Y no tenía una tarjeta de fichero con una respuesta a mano! Sabía muy bien que no podía decirle lo que pensaba realmente, ni

Hablarles a los niños del cáncer y de la muerte

139

tampoco que Randy iba a morir, o que no ocurriría ningún milagro. Por tanto, le dije honestamente que tenía temor a responderle esa pregunta. Cuando él me preguntó por que, le expliqué que temía

que él se enojara conmigo si decía que papi iba a sobrevivir y luego moría; o, por otro lado, si decía que papi iba a morir y sobrevivía. Dylan pareció comprender el dilema y me prometió que no se enojaría conmigo si apostaba incorrectamente. Entonces le dije a mi hijo de seis años y medio que su padre sobreviviría. Lo abracé y le dije que, pasara lo que pasara, lo cuidaria y habria mucha gente que lo amaba. Sus abuelos, sus tios y tías, sus primos y sus amigos también lo querian y lo cuidarian. No estaba solo. Inmediatamente a Randy Apenas aparecio vuelto y

despues

de nuestra conversación,

fui a ver

porque necesitaba saber lo que le había dicho a Dylan. había terminado de contarle nuestra conversación, se Dylan y le preguntó a quemarropa si el cáncer habia si iba a morir. Sin perder un segundo, Randy le aseguro

que iba a hacer todo lo posible para combatir el cancer y le dijo lo mismo que yo. Dylan parecio aliviado de haber podido hablar con nosotros acerca del cancer y de sus temores. Estaba muy optimista, pero Randy no. Le pedi a Rachel que se llevara los niños a jugar al parque por un rato para poder estar a solas con Randy. En cuanto el coche se alejo, Randy comenzo a llorar. Estaba abrumado

por

emociones

demasiado

fuertes.

Solo

yo

podia

imaginar lo que sentia. Y todo lo que pude hacer fue abrazarlo.

¡Qué manera de terminar un Día de los Padres! Para mí fue un alivio decirle a Dylan, y luego a los demas niños, que su padre tenía cáncer. Esto me permitió aceptar la presencia del elefante en la sala, ese mismo elefante que tanto me había esforzado en ocultarles. Aunque creía que era lo correcto, me senti algo culpable por no darles acceso a aquella información. Guardar las apariencias de que todo andaba bien, de que nuestras vidas transitaban por una senda normal, era una carga, una carga de la que me alegró deshacerme.

volver a soviar

140

Pero el dolor que le ocasionó a Randy

fue enorme.

Como

cualquier hombre, mi esposo no era dado al llanto. Sólo lo vi llorar un par de ocasiones, una de ellas ante la muerte de su padre. Y verlo tan profundamente afectado me entristeció y me hizo maldecir su cáncer por esa otra dimensión de dolor que le causaba. A pesar de que ambos sabiamos que ese momento iba a llegar y nos habíamos preparado para ello, esa certeza no evitó el disgusto de decirles

a nuestros hijos que su padre tenía cáncer. Creo que en cierta medida sentimos que los habiamos defraudado, que les habiamos fallado como padres, pues sabiamos que no tendrian una infancia normal con dos padres cariñosos para criarlos, protegerlos y estar

junto a ellos en cada recodo del camino. Por supuesto que no son pensamientos racionales, sino los naturales de los padres que saben la responsabilidad que implica traer un niño al mundo. Teníamos que hacer las paces con nosotros mismos y aceptar que no habiamos

elegido nuestra situación. Había que jugar lo mejor posible con las cartas que nos habian tocado en suerte.

En las primeras horas de la mañana del 25 de julio de 2008, Randy comenzó a vomitar.

Luego volvió a acostarse y falleció.

Pero no se lo dije a los niños de inmediato. Tenía que prepararme, controlar mis pensamientos

y emociones,

y garantizar que estu-

vieran en un ambiente comodo y rodeados de afecto. Había coordinado de antemano que se los llevaran a casa de mi hermano y mi cuñada cuando llegara ese momento. Mientras me hacía cargo de la logística —llamar a la enfermera de pacientes terminales, poner

en

movimiento

la cadena

de

información

telefónica

y

recibir familiares—, mis hijos siguieron su rutina normal: ir al campamento

de verano, jugar en el parque

con nuestra niñera.

Tenian que almorzar y dormir la siesta antes de ir a casa del tío. Pero no quería arriesgarme a que vieran cómo sacaban el cadáver de la casa para colocarlo en el coche fúnebre, ni cómo el camión del hospicio

se llevaba la cama

de hospital y otros aparatos

del

Hablarles a los niños del cáncer y de la muerte

dormitorio de Randy. en

casa

de

mi

141

Esa misma tarde me reuni con los niños

hermano.

Mientras

jugaban,

mi

hermano,

su

esposa, nuestra niñera extraordinaria Laura O”Malley, y nuestra nana Rachel Paige y yo nos sentamos ante la mesa de la cocina para coordinar la maniobra. Querla tener una muestra de apoyo y la presencia física de las personas que los querían y ayudarían a cuidarlos. Y ademas, muchos brazos que los consolaran cuando llegara el momento en que yo tendría que conmocionar su mundo. Con todos en posición, llamé a Dylan, a Logan y a Chloe para

que bajaran a conversar. Dylan captó instantáneamente la tensión en el aire y los acontecimientos inusuales, y preguntó si había muerto su padre. No le respondi directamente, sino más bien me mantuve dentro del plan que había trazado. Después de estar sentados con cada niño en el regazo, comencé diciéndoles que el cancer habia debilitado mucho el cuerpo de papi, que los médicos habian probado con todos los medicamentos posibles para eliminar

el cancer y hacer que papi mejorara, pero no había resultado. Luego les expliqué con palabras simples que a su padre le habia dejado

de latir el corazón, habia dejado de respirar y habia muerto esa mañana. Papi no comerla ni respiraria mas. Estaba muerto.

No hay nada peor para una madre que ver a sus hijos tan afectados emocionalmente. Perder su padre a edades tan tempranas (seis y medio, tres y medio y dos) hizo que las heridas de mi corazón se abrieran más por las grietas que mi propio dolor habia provocado. Pero ver sus lagrimas y escuchar su llanto por su padre era demasiado. Ni siquiera puedo comenzar a describir la tristeza que sentimos en aquel momento. A sus dos años, Chloe no comprendio inicialmente que su padre estaba muerto o lo que aquello significaba. Se quedo sentada a la mesa durante unos minutos mientras yo hablaba, y luego se deslizo de su asiento y salió corriendo de la habitación. No la obligue a sentarse a la mesa y escuchar. Era simplemente demasiado pequeña

142

volver a soñar

ABRI

A

AOONS

3

yz”

para procesar más allá de las primeras frases. Y estaba bien. Ya tendría numerosas oportunidades de hablar acerca de lo que le había ocurrido a su padre. Al principio, casi todos los días uno de los niños preguntaba por su padre y me pedía que les dijera que había ocurrido, y tenia que repetir la explicación de la muerte de Randy una y otra vez usando las mismas palabras simples, añadiendo que su padre no quería morir, que había tratado al máximo de vencer la enfermedad. También le enfatizaba que no habían hecho nada que provocara la muerte de Randy, ni tampoco podían hacer nada por devolverle la vida. Independientemente de lo que estuviéramos haciendo, de lo que me entristecia hablar del tema, siempre dediqué tiempo para explicarles el fallecimiento de Randy y el significado de la muerte, y reiterarles que no eran responsables de lo ocurrido, y que ninguna de sus acciones podria hacerle volver a vivir. Sus necesidades emocionales eran primordiales. Si responder sus preguntas una vez mas equivalía a que llegaran tarde a la escuela, que asi fuera. Si uno de los niños estaba incomodo, pero el otro no queria hablar sobre la muerte de Randy, entonces yo me llevaba al que querla hablar a otra habitacion para charlar en privado sin molestar a los demás. Si me entristecia o comenzaba a llorar, reconocía que estaba triste pero les explicaba que no siempre me sentía así, y que ellos tampoco debian sentirse así. Pero lo más importante era que quería que mis hijos supieran que podían expresar sus sentimientos relacionados con la pérdidade su padre, y que allí estaria yo para cuidarlos tanto emocional como fisicamente. Ayudarlos a asumir el dolor y asumirlo yo misma fue el camino que seguimos a partir de entonces.

RR a

gi, A, oo Ns Pa

Afliccioón

“5 SN “4 y

AQUEL GLORIOSO, SOLEADO Y CALUROSO día de verano del 28 de julio de 2008, entré en el coche negro reservado para los familiares inmediatos del difunto. Creo que fue la

segunda vez que viajaba en limosina, esa vez con mi suegra y con la hermana de Randy. La nana y los niños iban en otro automóvil para que pudieran regresar a casa a almorzar y dormir la siesta. A medida que fueron llegando nuestros familiares y amigos a la capilla funeraria donde rendiríamos homenaje a la vida de Randy, me despojé de mi «espiritu empresarial» y me concedi permiso para experimentar a fondo el servicio fúnebre. Todo habia salido a la perfección. Se les presto atención a todos los detalles y mis hijos estaban bien. Nada reclamaba mi atencion. Tampoco tuve que contenerme ante nadie, ni mostrar mi lado fuerte para no asustar a los niños ni entristecer a mi esposo. No iba a impedir que afloraran

aquellos sentimientos de tristeza y no estaba dispuesta evadir el dolor de aquel momento. Randy tenía razon: el velatorio iba a ser mi

momento, mi oportunidad de dejar a un lado las responsabilidades de la vida hogareña y pasar a ser el objeto de atención de mi misma. Cuando entré a la capilla ya estaban casi todos sentados. Caminé

por el pasillo junto a mi cuñada y mi mejor amiga, y nos sentamos

144

voleor a Soñar

en el primer banco. Directamente tras de mi estaban los familiares más cercanos de Randy: su madre, su hermana y su familia. A mi izquierda, los encargados de llevar el féretro, entre ellos mis dos hermanos, Bob y Rick. El resto de la capilla estaba ocupado por nuestros amigos, colegas universitarios de Randy y los miembros de mi familia. También asistieron el oncólogo de Randy y Jeffrey Zaslow, coautor del libro, pero como había solicitado Randy el funeral fue privado, una buena idea porque asi el servicio fue más personal e íntimo. Allí, en el círculo seguro de los amigos, la tristeza no era tan abrumadora como cuando estaba sola. Tal vez porque cada Después hermana de al estrado y

uno sostenía un fragmento del manto de aflicción. de que el ministro concluyera el servicio religioso y la Randy su panegírico, se invitó a los asistentes a subir compartir alguna reminiscencia especial de Randy. A

pesar de que gran parte de esas historias ya se habian escuchado o presenciado, me reconfortó volver a escucharlas y recordarlas junto a mis amigos y familia. Y alla se echaron a volar mis propios recuerdos impulsados por la anécdota que uno de los amigos de Randy contó acerca de su singular e imaginativo espíritu. Uno de sus amigos de toda la vida relató algunas de sus bromas tontas de universitario. En los ochenta, cuando Randy cursaba estudios en Carnegie Mellon y compartia una casa en Pittsburgh con otros alumnos de Informática, hizo un pastel de cumpleaños para uno de sus amigos usando azúcar granulada en el glaseado. No es necesario

agregar que quedo demasiado crujiente. Su amigo le devolvio el favor haciéndole otro pastel de cumpleaños de gelatina cubierta de glaseado de verdad. La historia me hizo recordar las sorprendentes habilidades de Randy en ese campo, quien llegó a hacer pasteles de tablero de ajedrez e incluso pasteles de bodas. En una ocasión hizo uno en forma de cangrejo azul para la fiesta del octogésimo cumpleaños

de su

padre. La única vez que le vi comprar algo en la tienda WilliamsSonoma fue un molde Bundt en forma de castillo de arena.

Aflicción

Además,

escuchamos

145

algunas de las piezas que a Randy

le

gustaban, como “Linus and Lucy” por Vince Guaraldi. No puedo escucharla sinrecordarlas tantas veces que Randy le pidió asusobrina que se la tocara al piano. La niña siempre accedía, y la interpretaba de memoria. También vimos una presentación de diapositivas con fotografías que seleccione que representaban diferentes etapas de la vida de Randy, un proyecto increiblemente doloroso que acometl antes de la muerte de Randy.

Pero mis esfuerzos dieron fruto.

Los asistentes rieron y suspiraron conteniendo el llanto mientras

pasaban las imagenes. Durante aquella hora en la capilla funeraria, tuve un sentimiento de deja vu, pues adverti curiosas similitudes entre el velatorio de Randy y nuestra boda ocho años atrás. El mismo ministro que nos casó fue el encargado del servicio fúnebre. Escuchamos “The Rose”, la canción que Randy escogió como tema de nuestra boda, que me remontó a aquel hermoso dia de primavera cuando escuchamos a su hermana cantarla tomados de la mano. Randy y yo elegimos “The Rose” porque expresa la esperanza de que el amor floreciera. Y allí estaba yo, mirando las rosas rojas que cubrian su ataúd. Cuando finalmente los encargados de llevárselo lo levantaron, lo segui respetuosamente. No fue hasta ese momento que me impacto la realidad: Randy habia muérto, y yo me había quedado sola. Ahora caminaria sin él a mi lado. No se cómo pude ver a través de las lagrimas para recorrer el breve trayecto desde la capilla hasta el coche fúnebre. Aquella secuencia de pensamientos me llevó a la autoconmiseración. En el entierro reflexioné acerca de como el reverendo

Herndon, en vez de declararnos marido y mujer, entregaba el cuerpo de Randy a la tierra, liberándome de mis votos matrimoniales de «hasta que la muerte nos separe». ¡Cuántas locuras nos vienen a la mente en esos momentos!

Admito que me alabé a mi misma

por

votos

haber

cumplido

con

mis

en el segundo

matrimonio.

146

A criar

a

AER RAS

E

Dado que el primero culminó en divorcio, me maravillé de mi capacidad para hacer funcionar un matrimonio. Uno de los rayos de esperanza al cuidar de Randy en su enfermedad fue que aprendi

mucho de mí misma, como que podía ser una buena pareja, que podía afrontar momentos difíciles y no limitarme a ser sólo una esposa en los buenos tiempos. Pero no estaba preparada para renunciar a mi papel de esposa del hombre más dedicado y amoroso que conoci jamás, el hombre que fue verdaderamente «mi media naranja». Al conocerlo y aprender de el, Randy me hizo una mejor persona, a pesar de que tuvimos algunas disputas. ¿Qué sería de mi

ahora que mi media naranja no estaba? ¿Qué quedaría de mi? ¿La media naranja menos sustanciosa? ¿La peor mitad? Honestamente no puedo recordar lo que dijo el ministro en el entierro. Mis pensamientos me arrastraron a una madriguera de la que no pude escapar. Cuando planifique el funeral de Randy, quise concluirlo con un gesto significativo. Por tanto, en vez de despedir a los presentes al termino del entierro, el ministro les pidio que tomaran una rosa

roja y la depositaran sobre el féretro de Randy. Tuve el honor de ser la primera en hacerlo. Tome la rosa, y pensé en nuestra canción de bodas, “The Rose”. Mientras me encaminaba al ataud de mi esposo,

recorde todas las rosas rojas y ramos de flores que me enviaba Randy cuando éramos novios a distancia, e incluso después de casarnos. Una vez ante el féretro, suspendido sobre la sepultura abierta,

coloqué con cuidado la rosa. Y le hablé a Randy. Le dije cuánto sentía su muerte. Justo en ese momento me cayó encima todo el peso del dolor de su muerte. Me quede paralizada, y, literalmente, no pude moverme a causa de los intensos temblores de mi llanto. El rostro se me lleno de lagrimas. Ni siquiera pude quitar las manos del ataúd para secarlas. Allí estuve abrumada

durante minutos

que me parecieron una eternidad, repitiendole a Randy cuánto lo sentía. Me aferre al ataúd, usandolo como sostén para no caer.

Aflicción

147

Finalmente, mi cuñada vino a preguntar si me sentía bien. «No puedo moverme», le respondi. Ella me ayudo a sacar las manos del féretro, y me sostuvo mientras caminamos al coche funerario.

Ya lejos de la sepultura, recuperé lentamente la compostura. Me avergonzó mi reacción y mis muestras de emoción incontenible. No tenía pensado quebrarme así ante los presentes, y no tenía idea de cuál fue su reacción ante lo que vieron. Mi compasiva familia jamás ha hablado del tema. Poco después del funeral, me di cuenta cuanto bien me había hecho llorar tanto, en vez de ser fuerte o preocuparme por el qué diran. Aquella ceremonia fue la primera vez que senti aquellas emociones estremecedoras. Y no sería la última vez. Un aspecto útil de cuidar de alguien con cancer terminal es que tuve mucho tiempo para procesar la idea de que Randy no iba a estar más en mi vida, de que iba a morir, de que iba a estar sola sin el en el mundo, de que me convertiría en madre sin esposo. Cuando estaba en la piscina con los niños mientras Randy se quedaba en casa, pensaba: «Asi serán las cosas cuando ya Randy no esté», y en esos momentos me afligia por la vida que estaba perdiendo. Pero tal aflicción no equivalía a romper en llanto. Por el contrario, estaba consciente del cambio sin precedentes que experimentarla mi vida, y sentía remordimientos, melancolía y tristeza. Nuestra consejera, la Dra. Reiss, me habia asegurado que era beneficioso permitirme aquellos breves momentos de aflicción que aliviarian la potencia del golpe final. Durante varios meses antes de su muerte, cuando el cáncer se propago del higado y el bazo a los pulmones y la cavidad peritoneal, Randy comenzo el proceso de deslizar su atención de su vida al más allá, y perdió lentamente el interes en los asuntos mundanos como las próximas elecciones presidenciales, por ejemplo, algo de lo que

habría leido y debatido vigorosamente. Una mañana, me dijo que habia visto a su difunto padre sentado en la habitación con el. No

148

volvera soñar

estaba molesto, sino más bien sentia curiosidad al respecto. Ya yo había leido en varios materiales sobre enfermos terminales que se trataba de una experiencia normal

que tienen las personas a punto

de morir. Ambos comprendimos que se le acababa el tiempo. Luego de varios meses de preocupación y temor, después de vivir a la sombra de la muerte y ser testigos del dolor de abandonar la vida, el fallecimiento de Randy me resultó una especie de alivio. Pude desasirme de Randy, o al menos de la responsabilidad de cuidar de el. Pude dejar de intentar salvarlo sometiendolo a tratamientos

experimentales.

Pude

dejar

de

obsesionarme

por

cualquier

cambio en su estado de salud, de preocuparme de que el sintoma más insignificante como la hinchazón abdominal pudiera ser una señal de algo mas grave como insuficiencia renal. La tensión de mantenerlo vivo cada dia, que pesaba terriblemente sobre mi, desaparecio. A menudo, por

desear

que

quienes sus

cuidan

seres

de alguien

queridos

sigan

se sienten culpables vivos,

sabiendo

que

solo la muerte les traera la paz. Tambien me enteré en diversos articulos que tanto los pacientes como quienes cuidan de ellos se muestran estoicos y firmes ante el dolor y la muerte. La batalla

de Ted Kennedy con un tumor cerebral es un ejemplo perfecto. Pero sentirse abrumado por las exigencias absorbentes e infinitas

de cuidar de un enfermo no es un reflejo de falta de dedicación o de amor por el ser querido moribundo. Yo sufri en silencio junto a Randy. No pude distanciarme de la situacion —de mi trabajo de cuidar de el— para recargar las baterias y volver a la carga con nuevas energias. El cuidado de un enfermo no es un empleo de ocho horas con pausa para almorzar. Mis pensamientos y acciones gravitaban en torno a Randy, estuviéramos fisicamente juntos o no. Por suerte, conte siempre con una amiga a quien contarle mis

sentimientos sin temor a ser incomprendida.

Su esposo

estaba

muriendo de cáncer más o menos al mismo tiempo que Randy,

Aflicción

149

y ella me narraba sus propias dificultades para asumir la batalla nueva

e intensificada

de su esposo

mientras

iba perdiendo

la

vida lentamente. «¿Cuándo terminará ese sufrimiento? ¿Cuándo Dios

tendrá

misericordia

y se "lo

llevará

a su

reino?»,

nos

preguntabamos mutuamente mientras el dolor y las complicaciones se incrementaban más y más en los meses finales. No se trataba de que ninguna de las dos quisiera que nuestros esposos muriesen, sino que no soportabamos ser testigos del lento deterioro causado por el cáncer invasor de sus organismos, que daba por resultado una pérdida de las funciones físicas y cognitivas. Cada semana se presentaba otra complicación de salud ya fuera por el cáncer o la quimioterapia, sumándose a la lista creciente de achaques y problemas que sufría Randy: el dolor de vientre al comer que lo hizo alimentarse menos, lo cual, a su vez, le provocaba fatiga, y esta conducía a depresión y somnolencia, lo cual reducia aun mas su apetito. Un ciclo que sólo se intensifico. No hubo pausas en los cambios en el estado de salud de Randy, lo cual no nos daba tiempo a el ni a mi de adaptarnos a su trastorno mas reciente. Y asi fuimos descendiendo sin parar, hasta que la muerte nos libero a ambos de su abrazo horrendo, y finalmente Randy pudo descansar en paz. Aunque sabia que su muerte era inminente, aunque habia pensado en ello y tratado de imaginarme cómo sería la vida cuando Randy no estuviera, no estaba preparada para el potente impacto del dolor de perderlo.

¡Qué equivocada estaba con respecto a la

magnitud de la respuesta emocional que senti en las horas, días y meses que siguieron al fallecimiento de Randy! Aquellas oleadas pequeñas y leves de aflicción que me permitía sufrir antes de su muerte se transformaron en tsunamis de tristeza que se estrellaban en mi cabeza y me arrastraban al fondo más oscuro. Recuerdo comparar lo opresivo de la aflicción que senti con los dolores de parto. Durante el parto de Chloe, mi cuerpo seguia sus ritmos y respuestas naturales: la contracción muscular, el dolor increible

150

que no me dejaba respirar y la fatiga. Me resulto muy extraño que dar a luz me provocara sentimientos similares a la perdida de un ser querido. Como tenía siempre cerca a los niños, no quise dejarme llevar por mis emociones y hacerlos testigos de mis intensos accesos de llanto. No quise atemorizarlos ni alterarlos, por lo que busqué una forma de hacerlo de una forma más controlada. Por ejemplo, en las semanas y meses posteriores al fallecimiento de Randy, encendía el ordenador después de que los niños se dormian, y activaba el video de una entrevista con Randy para poder ver su rostro y escuchar su voz. Recuerdo que la primera vez que lo hice, me conmociono ver lo saludable que parecia, en comparación con la depauperación que el cáncer le provoco al final. Tal vez por esa razón no me dejaba tomarle fotografías en esa etapa terminal: no quería que yo ni nadie lo recordara asi. Fue maravilloso evitar las imagenes finales de su enfermedad, y verlo como habia sido durante gran parte de nuestra vida en común. Pero ver aquellas entrevistas tenia su precio. Verlo vivo y saludable volvió a abrir mis heridas tan recientes, y volvi a sangrar cada noche al escuchar su voz y oirlo formular respuestas de la manera que sólo el podía hacer. Me dolía el corazón y el cuerpo, y no podía contener las lágrimas. La aflicción contenida dentro de mi necesitaba brotar como un mortal veneno.

Era el mejor momento para enfrentar mi aflicción: cuando los niños dormían y no podian ver ni escuchar mi llanto. También era la parte del día en que Randy y yo disfrutabamos de instantes

ininterrumpidos como pareja, para enterarnos de cómo le había ido a cada cual, tomándonos las manos y acurrucandonos en el sofa. Pero ya no estaba, y el silencio y la ausencia despues de que los niños se acostaban me decía a gritos que ahora estaba sola. Los videos de Randy que veía eran los ingredientes perfectos para crear mi brebaje de aflicción. Un elixir potente que bebí intensamente durante muchas

noches hasta que finalmente su magia funciono.

Aflicción

151

Una vez más pude soportar las noches y controlar mi tristeza. La aflicción no sólo se manifestó

en accesos de llanto que

habrian sido demasiado leves, casi controlables. También adoptó una forma

fisica,

que

describi

a mi

médico

de familia como

acidez, como si tuviera algo alojado en la parte inferior de la garganta y me provocaba dolor en el pecho, impidiendome respirar profundamente.

Mis

nervios

también

se debilitaron,

haciendo

que la mayor parte del tiempo estuviera alterada, a punto de las lágrimas. Incluso llegué a gritarles a los niños. Y fui perdiendo la atención a la vida cotidiana. Antes de la muerte de Randy, siempre estaba al día en el pago de las cuentas pendientes y de las exigencias domésticas. Sin embargo, después, aquella operación me parecía una tarea abrumadora. Comencé a ignorar los pequeños detalles que mantienen el buen funcionamiento de un hogar, y los problemas mezquinos de la vida me atraparon en sus redes, para deprimirme. Pero lo peor era que no quería recuperarme. Por lo general, no me dejo vencer, y trato de identificar y resolver los problemas. Pero al morir Randy nada me importaba, y tenia que importarme, porque tres niños pequeños dependían de mi. En aquel momento el mundo me parecio frio y cruel, exigiendo

alegría sin darla a cambio. Mi consejera y yo habiamos estado buscando señales de depresión para resolver el problema lo antes posible. Necesitaba firmeza de ánimo no sólo para mi, sino para los niños. No podía tomarme tres meses de asueto para descender a la oscuridad, ni sentarme en una silla y alejarme de todo hasta que curaran mis heridas y pudiera volver nuevamente a la luz. Me avergiienza admitirlo, pero estuve de acuerdo con mi consejera y con mi mejor amiga en que estaba deprimida y ansiosa, y comencé a tomar medicamentos ansiolíticos y antidepresivos despues de que

Randy murió. Por suerte funcionaron y dejé de sentir tirantez en el pecho, y de llorar ante lo más insignificante. También de sentirme

irritada o abrumada. Y mis hijos y yo fuimos más felices. Estaba

152

saliendo del hoyo. Eso no quiere decir que no me sintiera triste en ocasiones, pero la tristeza no fue más mi estado natural. Al parecer, las emociones oscuras que albergaba dentro de mi se neutralizaron. Los medicamentos fueron una cura a corto plazo. Necesitaba ayuda adicional hasta que mi mente

y mi corazón sanasen lo suficiente

como para volver a la normalidad. También fue esencial el apoyo cuando

me

sentía incapaz

de mis

de apreciar

familiares

las pequeñas

y amigos alegrias

de

la vida, cuando la aflicción parecia cubrirme como una sabana húmeda, impidiendo el paso de los últimos rayos de esperanza. Pero la afliccion es sólo uno de los retos que debi enfrentar en mi viudez reciente y como madre sola de tres niños pequeños.

Al

año siguiente encontraría muchos mas demonios acechando en la sombra mientras comenzaba a adaptarme a mi nueva situación en la vida.

LR II

El año de los comienzos

%, | 2

MENOS DE DOS MESES DE LA MUERTE de Randy, cumpli cuarenta y dos años. Randy me había sorprendido con un pastel de Y cumpleaños en su última lección, y cuatrocientas personas

me cantaron el “Feliz cumpleaños”. Un acontecimiento que se entrelazó profundamente y para siempre cada vez que cumplía un año mas. En circunstancias normales, la feliz experiencia hubiera sido un regalo imperecedero, pero en este caso —con Randy fuera de este mundo— no pude dejar de pensar en lo mágico de ese momento, y como no volvería a tener nada igual porque el hombre que había llenado de magia nuestras vidas habia desaparecido para siempre. Tampoco era saludable ni útil recordar el pasado y ansiar

lo que ya no tenía. Pero tenia que hacer algo para alejar aquellos pensamientos, y la oportunidad perfecta fue una invitación de mi hermano.

Para celebrar mi cumpleaños,

me propuso cenar con

algunos amigos en un restaurante de lujo especializado en mariscos, en Virginia Beach. Aunque cenar fuera parecerla un acontecimiento

mundano, este breve viaje me proporcionó la posibilidad de esperar un acontecimiento, algo positivo en que enfocarme para hacer a un lado lo negativo. Desde la muerte de Randy no habia tenido a

154

volver

nadie con quien disfrutar de una cena magnífica ni una fiesta. Por el contrario, estaba anclada en mi rutina cotidiana de cuidar de los niños, otras responsabilidades domésticas y el interminable papeleo que desencadena la muerte de un familiar. El propio proceso de vestirme, de arreglarme el cabello y maquillarme me lleno de entusiasmo. Mientras me preparaba y escogía indecisa entre blusas y zapatos, no pensé en Randy ni en el hecho de que era una viuda

joven. Ningún pensamiento triste se abrió paso por mi mente. Esa oportunidad fue un regalo en sí mismo para mi. Durante los cuarenta minutos de camino al restaurante, mi hermano y yo nos pusimos al día de lo que le había acontecido a cada cual, riendo muchas veces. Como no habia viajado con frecuencia a Virginia Beach, miraba por la ventanilla para disfrutar de las vistas: el sol comenzando a ocultarse en el horizonte, el tráfico a temprana hora de la noche, las casas en el camino, los botes a la venta en la marina, y finalmente el restaurante ubicado en un islote de Lynnhaven Bay. Mientras caminabamos por el estacionamiento, me arrepenti de haber usado zapatos de tacón alto. Obviamente, habia perdido la práctica y el terreno era irregular. Una vez dentro del restaurante, me cautivo la visión de la gente en el bar y me imaginé

como serian sus vidas. El reflejo del crepúsculo en el agua era fascinante, y me absorbió completamente la novedad de la excursión, la buena comida, las hermosas vistas, estar rodeada de otras personas y compartir la noche entre amigos con quienes pude sostener una conversación estimulante. No me senti triste durante aquellas dos horas. La ausencia de Randy no fue primordial en mi mente. Por el contrario, disfrutaba el momento, viviendo mi vida como si no albergara sentimientos de pesar por lo que existió en otro tiempo. Asi comenzo mi «año de los comienzos», como le llaman los consejeros al año siguiente a la perdida de un ser querido. Este periodo

representa retos especiales

para la persona

en duelo,

porque exige un intento de reconciliar el pasado con el presente.

El año de los comienzos

155

Con cada fecha festiva y celebración, me preguntaba cómo manejar las tradiciones familiares que habíamos creado, despues de que Randy se marchara de este mundo.

Cada fecha señalada, además

de los detalles logísticos que debíamos decidir, también evocaba recuerdos dolorosos. En espera de un próximo acontecimiento, trataba de decidir cómo podía cuidarme mejor para minimizar cualquier estrés o tristeza que pudiera sentir. Tal vez nuestros feriados y rituales seguirían la misma rutina establecida por Randy y por mi, o quizás crearían una nueva tradicion, o una mezcla de lo antiguo y lo nuevo. El hecho de que algo funcionara para mi y los niños en este año «de comienzos», no quería decir que tuviéramos el compromiso de repetirlo en los años venideros, por lo que me tomé la libertad de renunciar a la forma en que Randy y yo soliamos hacer las cosas, y enfocarme en lo que nos sirviera para este momento. No tenia que estar atada al pasado. Tenía que aprender a concederme la libertad de hacer lo que fuera mejor para mi familia. Pero a medida que se alejaban los dias del otoño, comencé a sentir

una

primera

tristeza

Navidad

creciente.

sin Randy,

Estabamos

aunque

acercandonos

no

a nuestra

era exactamente

asi.

Tuvimos que celebrarla sin el en el 2006, pues estaba sometido a su tratamiento de quimioterapia en Houston,

aunque

entonces

sabiamos que nuestra familia volvería a reunirse. Pero ya no habria mas Navidad con Randy ayudando a colocar la estrella en la punta del arbolito, o haciendo galletas de Navidad, o viendo cómo los niños abrían sus regalos. La Navidad de 2008 y el Año Nuevo 2009 fueron fiestas particularmente dolorosas.

En vez de entusiasmo

me embargo la tristeza, y senti pavor por la llegada de la mañana de Navidad y de compartir con mi familia. Y quise alejar aquellos sentimientos rodeandonos de belleza. Colgué guirnaldas de pino

en toda la casa, desde el vestíbulo hasta la escalera, en cada marco de puerta, incluso de la lampara de la cocina y el sitio donde cuelgo

156

las cazuelas. Y las flores de Pascua, los angelitos, los Santa Claus, los niños cantores, los tazones con peras doradas y los ornamentos brillantes

contribuyeron

aun

más

al ánimo

festivo.

Tambien

teníamos un árbol de siete pies que bloqueo la puerta trasera. Los niños y yo la pasamos de maravilla decorándolo. Pero llegó el momento en que la estrella esperaba su ascenso a la punta del arbol, y nos miramos unos a otros porque papi era el que cargaba a Dylan, el mayor y más capaz de los tres, para que la colocara. ¿Cómo ibamos a poner la estrella si papi no estaba? Tuvimos que enfrentar directamente la pérdida de nuestra tradición familiar, un gesto pequeño pero simbólico, y debíamos asumirla. Analizamos nuestras opciones: incluso con una escalera portátil, ninguno de los niños era lo suficientemente alto como para llegar a la punta

del arbolito. Dylan dijo que yo debía poner la estrella en su lugar porque era la más alta. Pero yo propuse otra sugerencia: cargar a cada niño para que cada cual tuviera la oportunidad de ponerla, y luego quitarla para que la colocara otro. Yo seria la última en ponerla.

El plan les gustó a todos, y nacio una nueva tradición

familiar. Algún día los niños serán demasiado grandes y pesados para que pueda cargarlos, pero confio en que podremos crear una nueva tradición cuando llegue ese momento.

El día de Navidad nos trajo adaptaciones logísticas similares, aunque más complejas.

Ya habia aprendido algunos trucos para

manejar la apertura de los regalos cuando despertaran los niños.

Después de la Navidad de-2006, saqué los juguetes de sus cajas, les quité las envolturas plásticas y los amarres de alambre, coloqué

baterías donde era necesario, probé los juguetes para estar segura de que funcionaban, y luego volvi a envolverlos. Así, cuando los niños desenvolvieran sus regalos, no tendría a los tres apurándome para que sacara los juguetes para poder jugar con ellos. Como Santa Claus hace sus propios juguetes, siempre están listos para que los niños jueguen, sin necesidad de armarlos, ¿verdad?

El año de los comienzos

157

El resto de mi familia se ofreció para cambiar sus compromisos

y programas festivos para visitarnos y disfrutar juntos del almuerzo de Navidad. Mi madre, padre, tío, tía y hermano y sus familias correspondientes

iban

a traer

varios

platos,

para

facilitarme

la preparación de la comida. Yo tuve que asar el pavo y hacer bizcochos. Por supuesto, hubo que limpiar la casa, vestir la mesa de los adultos con el mejor mantel, platos, cubiertos y vasos, y sacar

la mesa de jugar cartas del atico para que se sentaran los niños. Y aunque me distrajo recrear una clasica escena navideña al estilo de las litografías Currier and Ives, contribui a crear una situación más estresante. Dylan, Logan, y Chloe no podían recordar qué apariencia tenia la mesa ni si quedaba papel de envolver en el suelo luego del caos de aquella mañana. Pero pasaron muy bien la tarde

con su familia y jugando con sus primos, y aquello me hizo sentir que tanto esfuerzo no habia sido en vano. A la mañana siguiente, los niños y yo fuimos a visitar a la familia de Randy en Columbia, Maryland, para estar con Virginia, la madre de Randy; Tammy, su hermana, y sus hijos Laura, Christopher y

Micajah. Al, el esposo de Tammy, no pudo viajar a causa de sus compromisos de trabajo. Se suponia que hiciéramos un vuelo corto para llegar, pero como se retrasó enormemente decidi manejar cuatro horas. Pensé que viajar en avión seria mas facil que navegar por la autopista 1-95 y el tráfico de Washington, D.C. en días festivos, pero con un retraso de tres horas como minimo, no quise correr el riesgo de quedarme empantanada en el aeropuerto con

los niños. Fue la primera vez que maneje a casa de abuela Pausch desde Virginia y la primera vez también que la visitabamos en un año. Antes de que Randy enfermara ibamos a Columbia desde

Pittsburgh ¡una vez cada dos meses! Y Randy manejaba siempre. Mi hermano, preocupado, me aconsejó que no lo hiciera sola. A finales de la tarde había comenzado a llover y el sol invernal iba ocultándose tras las nubes.

Sopese la opcion de esperar un dia y

158

VUVEL

A SONY

emprender el viaje a la mañana siguiente. Pero si no salíamos ese día, perderíamos la oportunidad de estar con Tammy y su familia, que se iban al otro día. Me pregunté si podría manejar cuatro horas

y estar atenta a los niños. ¿Cómo afrontaríamos las paradas para ir al baño con los tres? ¿Estaría poniéndolos en peligro manejando a casa de su abuela? Decidí que podía hacerlo. Hablé con los niños, y les pedi su cooperación, diciéndoles que necesitaba que me escucharan cuando fuéramos a los baños en los sitios de parada para descansar. Y le prometi a mi hermano que lo llamaría en cuanto llegásemos. Luego, con el tanque lleno, nos encaminamos por la autopista a casa de la abuela. Yo iba en el asiento del piloto, tanto literal como figurativamente. Tenía que determinar que era lo mejor para mis hijos y para mi. Una responsabilidad cuya intensidad no senti anteriormente, y eché mucho de menos el poder de concentración de Randy. Pero había algo de atractivo en seguir mi propia ruta. Pude sentir cómo surgía una leve chispa de mi propia magia. Felizmente llegamos sanos y salvos a Columbia sin percance alguno que lamentar. Bueno, al menos un percance molesto, pues confundi la autopista que debia tomar después de salir de bordear Washington. El GPS me decía que tomara la Autopista 29, pero recordaba que Randy tomaba otra ruta diferente por la 95 para llegar a Columbia. Sin pensar, me volví al asiento del pasajero para preguntarle a Randy lo que debía hacer. Por supuesto, el asiento estaba vacio y mi copiloto ausente. Mi cerebro estaba tan acostumbrado a tenerlo a mi lado que reaccioné automáticamente. «Randy no está aqui para guiarme. Tengo que arreglármelas sola», pense, y comence a llorar. Lamentablemente, debi enfrentar otros momentos difíciles en la casa donde transcurrió la niñez de Randy.

Sentí su presencia

como la de un espectro. Toda la casa estaba llena de sus fotografías. El rostro de Randy niño, adolescente, adulto, me sonreía en cada habitación. En un momento, mientras estaba en la cocina, Chloe

El año de los comienzos

159

me pidió que la acompañara para que viera a su papi. Me llevo a la sala de estar y señaló una foto de Randy con su familia en un parque de diversiones. «Ése es mi papi», dijo. «Si, querida», le respondi. «Era hermoso, ¿verdad?». Pero la niña no contestó, pues

había salido a jugar con sus hermanos, y me dejó mirando a los ojos del hombre con quien me había casado y con quien había formado esta hermosa familia.

A los niños les causaron curiosidad los dibujos que hizo Randy en las paredes de su dormitorio cuando era adolescente.

Logan

se acostó en la cama y observó apaciblemente la habitación: elevador

plateado,

el periscopio

de un

submarino,

el

las huellas

en el techo, el corazón sobre una de las cabeceras de las camas

gemelas, el mensaje en el interior de una botella, la ecuación cuadrática y las piezas de ajedrez. Dylan pregunto en qué habría estado pensando su padre cuando pintó el submarino, lo cual dio lugar a una conversación acerca de su padre y sus intereses en sus años de estudios secundarios. No hubo lágrimas en aquel dialogo, y ninguno de los niños expresó tristeza, sólo interés en el niño que había sido su padre. ¡Qué consecuencias notables e imprevisibles

provocaron aquellos dibujos en su dormitorio! A más de treinta años de distancia, los niños de Randy conocían detalles de su vida gracias a aquellas imagenes. Después de que los niños se acostaron a dormir en la antigua habitacion de Randy, Virginia, Tammy, Laura y yo compartimos historias acerca de nuestras fiestas del Día de Acción de Gracias y del día de Navidad.

Hablamos

acerca de las cosas normales

que hacen las familias: cómo les va a los niños en la escuela, sus actividades deportivas, nuestros trabajos y actividades. Estuvimos conversando hasta tarde, y cuando ibamos a despedirnos hasta el

día siguiente, le pregunté a Tammy: «¿Pensaste alguna vez que un día yo me sentaria en la casa de tus padres a hablar contigo sin que estuviera Randy?».

«Absolutamente

nunca»,

me respondio.

Un

160

volver a soñar

divorcio habría sido más lógico que la muerte. Sin embargo, con la muerte de Randy, entramos en un terreno desconocido. Su madre y su hermana siguieron tratandome como parte de la familia, por lo cual estuve y sigo estando agradecida. No podria imaginarme perder a Randy y a su familia al mismo tiempo. Hubiera sido una

pérdida demasiado grande de manejar. Aún seguimos tratando de coordinar horarios para las fiestas y fechas de visitas, pero sé que ellos quieren ser parte de nuestras vidas y mantener estrechos vinculos con nuestros hijos. Estar con la familia de Randy contribuyó a que el mundo me pareciera más estable y menos

extraño.

Fue uno de los pocos

aspectos de mi vida que no ha cambiado. El dormitorio de Randy seguia siendo el mismo. La abuela Pausch era la misma. Tammy y su familia eran los mismos. Y seguíamos siendo una familia, algo a lo que podría recurrir y sostener como una vela en la oscuridad. Por esas razones, me reconfortó compartir las fiestas navideñas y recibir el Año Nuevo con los Pausch. El amor y la seguridad que senti con el clan Pausch superaron con creces la incomodidad que experimente al hacerles frente a aquellos recuerdos en la casa de infancia de Randy. Después de que Tammy,

la hermana de Randy, y su familia

regresaron a Virginia, llegaron su hermana Ruby y mi amiga Tina. Ellas dos, la abuela y yo nos sentamos alrededor de la mesa de la cocina a mirar el programa especial de espera de Año Nuevo de Dick Clark cuando los niños se fueron a dormir. Alli, entre familiares

y mi amiga, me senti apoyada y querida. Teníamos una

conexión compartida gracias a Randy, a quien yo aún no estaba preparada para perder a pesar de que el año viejo llegaba a su fin. Yo había enviudado, Virginia había perdido a su hijo y Ruby a su hermano. En su presencia no me senti objeto de lástima, ni tampoco diferente a ellas, porque a todas nos marcaba la misma perdida.

El año de los comienzos

161

Una vez que descendió la esfera del conteo regresivo en Times Square nos deseamos mutuamente un feliz año nuevo, y me fui a dormir. Acostada en una cama gemela en total oscuridad, pensé en el último Año Nuevo con Randy, cómo nos tomamos las manos. Esa noche no estaba de buen humor, molesto por la reacción de Dylan ante la pelicula Mr. Magorium's Wonder Emporium, que habíamos visto juntos. En el filme, muere el dueño de la jugueteria, Dylan se había incomodado, y Randy tuvo que consolarlo. El episodio le-dio

una perspectiva de la aflicción que experimentarla su hijo, y eso le entristeció. Acostada en aquella oscuridad, pensé en que estaba allí en su casa sin el, y a punto de comenzar un nuevo año sin su presencia, arrastrandome a duras penas por el tiempo. Senti que habia cumplido mi misión de cuidar de los niños y de mi misma durante aquellas fiestas cargadas particularmente de emoción. A mis hijos les habia beneficiado pasar esos dias con sus parientes y estar en la casa donde transcurrió la infancia de su padre. Los recordatorios visuales de Randy no los habian afectado, sino que, más bien, nos permitieron hablar de el abiertamente y con cariño. También fue una ocasión para que yo disfrutara del amor y el apoyo de esa parte de mi familia. Tuve que seguir adaptáandome

y afrontando

el dolor en la

medida que pasaban los días y siguieron llegando fiestas y ocasiones especiales. A veces fracasaba en mis intentos de cuidarme ante una de esas ocasiones. El Día de San Valentin de 2009 fue un buen

ejemplo. Habían transcurrido seis meses desde la muerte de Randy. ¿Cómo me prepararía para esa fecha? Estaba claro que no podía regalarme a mi misma una caja de bombones ni un ramo de rosas. Y hasta las flores me recordaban a Randy. Cuando éramos novios me llenaba la oficina con hermosos arreglos solo para que lo tuviera en mente a él y su amor por mi. Cada Día de San Valentín, me regalaba una docena de rosas de tallo largo, en ocasiones blancas, usualmente

rojas.

Incluso

habló

hasta de coordinar

el envio

de

162

volver a soñar

flores una vez al año después de su muerte, pero le pedi que no lo hiciera porque me parecía demasiado doloroso. Por eso, el primer Día de San Valentin sin Randy, mis amigos y familiares quisieron mostrarme su apoyo. Mi cuñada me invito a salir con algunas amigas la noche antes a manera de distracción. Para ir, le pedi a una niñera que me cuidara a los niños. Mientras salíamos del barrio me pareció ver el coche de mi hermano y le pregunté a mi cuñada si tenia que ir a mi casa por alguna razón. Me respondió que debía estar equivocada, y seguimos disfrutando de una noche magnífica sin darle mas vueltas al asunto. Pero cuando regresé a casa, mis

hijos estaban esperandome para sorprenderme con unas tarjetas de San Valentin hechas por ellos con la ayuda secreta del tio Bob, y un hermoso ramo de flores que les compró para que me lo obsequiaran. Fue un gesto hermoso, pero en aquel momento, aún abrumada hasta lo más profundo por la aflicción, lo tomé por una muestra de simpatia por la pobre viuda. Una idea que persistió una vez llegado el Día de San Valentin ante la llegada de otros ramos enviados por

amigos y familiares. Cada jarrón representaba un intento de llenar el vacio dejado por las rosas de Randy, y sólo pensaba en que jamás volveria a recibir sus flores. Había desaparecido, como nuestro amor. Lamentablemente, con esa forma de pensar no pude apreciar el amor y el apoyo que llenaba mi casa con el arribo de cada flor y tarjeta de saludo. La afliccion me cegó e impidió que viera toda la belleza y el amor que me ofrecían. Posteriormente, pense en cómo había considerado los regalos de San Valentín como símbolos de pérdida, y decidí que no queria seguir sintiendome de esa manera, evadiendo el amor de familiares y amigos que trataban de que saliera a flote en tiempos difíciles. Tenía

dos

opciones:

optar

por

no

perderme

las maravillas

y

alegrias que la vida me reservaba, a pesar de la muerte de Randy, o sumirme en la autoconmiseración y la aflicción. En ese momento, elegi deshacerme de la melancolía y ver que no todo en mi vida era

El año de los comienzos

163

tristeza. Había rayos de sol y belleza. Y tenía que estar dispuesta a apreciarlos. Ese fue el reto que enfrenté ante cada temporada festiva y ocasión especial. Aprendí a escucharme a mi misma con respecto a lo que necesitaba, para afrontar los tiempos difíciles y los sentimientos abrumadores de tristeza. Tenía que considerar lo que funcionara

mejor para nuestra familia, y asi satisfacer nuestras necesidades en «el año de los comienzos». Estaba reconstruyendo lentamente mi vida, permitiendome soñar de nuevo. Y a pesar de dar aquellos pasos pequeños, no había olvidado a Randy. La decisión de vivir y encontrar nuevas formas de fortalecerme y apoyarme a mi misma no borraba el dolor ni la soledad, pero el intento valía la pena. En ocasiones tuve que esforzarme para obviar la autoconmiseración que podía inundarme el alma, y reformular un acontecimiento para ver la dulzura que quedaba aún en mi vida. Poco a poco, sin darme cuenta, aprendi a seguir adelante. En la medida que se fueron disipando las tinieblas de la aflicción y el temor, comencé a pensar en cómo quería vivir mi vida. No me

senti culpable de dejar a Randy atrás. El hecho de crear mis nuevas tradiciones de temporada festiva no significaba que hubiera dejado de amarlo.

Era parte de mi, parte de la familia que formamos

juntos. Aprendí a lidiar con el pasado sin perjudicar el presente. Y lo más importante fue que aprendi a dejar de ver el presente con el lente del pasado, lo cual le otorgo más magia aún a la promesa del mañana.

Despojando nuestra casa de vestigios del pasado

y en especial comprar

cosas para él. Cuando

necesitaba

ropa nueva, salía como un soldado que cumplía una misión de reconocimiento en terreno enemigo: su objetivo era entrar y salir lo antes posible. Su closet contenía un solo estilo de pantalones: Dockers, color caqui, con pliegues y sin dobladillos. Sus camisas eran por lo general playeras polo de manga corta, con un bordado donde se leía el logo o el nombre de alguna conferencia a la que habia asistido. Pero a mi me gustaba en cierta medida ir a las tiendas, aunque

no constitula un pasatiempo

importante.

Un

hermoso

dia

de verano nos dispusimos a probar colchones y comparar precios. Como Randy consideraba útil comparar tres estimados de precios de un producto

o servicio para asegurarse

de escoger

el mejor,

teniamos que visitar al menos tres tiendas diferentes. Al final del día, habiamos aceptado exitosamente un colchón firme, tamaño grande con cubierta acolchada.

Randy

queria realmente

el de tamaño

grande porque deseaba que la cama fuera lo suficientemente amplia

para que nuestros hijos se acostaran con nosotros en las mañanas

Despojando nuestra casa de vestigios del pasado

165

de fin de semana o en las noches. Guardaba gratos recuerdos de haberlo hecho con sus padres, y quería continuar la tradición con

nuestros hijos. Con el paso del tiempo se cumpliría su predicción, y nuestros niños se subian a la cama, en ocasiones demasiado temprano, pero sin duda alguna fueron momentos inolvidables para darles cariño y hablar con nuestros pequeños.

Hicimos

muchos

planes juntos acostados

en aquella cama

y soñando sobre nuestra vida, sobre nuestra familia. Nuestros dialogos, nuestras discusiones, los secretos susurrados mutuamente quedaron grabados para siempre en cada rincón de nuestro dormitorio. Y con tantas asociaciones poderosas, desencadenaban inevitablemente pensamientos y recuerdos de Randy, por lo que evitaba aquella habitación, e incluso después de cambiar de posición el mobiliario, no podía librarme de mi desasosiego. Como no podia dormir alli, me retiré al dormitorio de huéspedes, y sólo entraba para vestirme y salir rapidamente. Mientras intentaba no evocar el fantasma de Randy, Dylan, mi hijo mayor, quiso que el dormitorio se quedara tal y como estaba, reaccionando airadamente ante cualquier cambio que hacia en la casa, llorando cuando trasladé la cama frente a una pared diferente, poco después del fallecimiento de Randy. Dylan dijo que quería todo tal y como estaba antes, para poder entrar en el dormitorio y recordar cuando el y su padre se acurrucaban en la cama para ver el programa MythBusters o a contar cuentos. Asi podria visualizar a papi como cuando estaba vivo. No queria perder aquel vinculo tan fuerte con el pasado, y traté de respetar sus deseos y sentimientos. Por el bien de Dylan, decidi no remodelar el dormitorio principal. Tampoco cambié de lugar el televisor que le habíamos regalado

a Randy

cuando

cumplio

47

años.

La habitación

se

mantuvo desocupada por varios meses. Dejé todo tal y como estaba antes del 25 de julio de 2008, hasta que finalmente senti que las cosas habían vuelto a la normalidad, que ya habiamos establecido

166

¿Over a Soñar

algo semejante a una nueva rutina, y sentimos cómo el impetu de la vida nos impulsaba hacia adelante. El pasado seguía estando presente en nosotros, pero finalmente quedo relegado a sonidos de fondo que podíamos sacar de sintonía cuando quisieramos.

Cuando consideré que mis hijos y yo habíamos aprendido a estar en paz con la ausencia de Randy y a vivir con su recuerdo, volvi al dormitorio principal y lo examiné minuciosamente. Mi objetivo era hacer mío aquel espacio, para sentir más comodidad en la casa donde me tocó vivir. Tenía que convertir aquella vivienda en mi hogar, y había llegado la hora de remodelar. Por supuesto que echaba de menos a Randy y aún sentía una honda tristeza, pero necesitaba seguir adelante con el resto de mi vida, comenzando en la seguridad e intimidad de lo que había sido nuestro dormitorio. Al volver al dormitorio principal, donde Randy había pasado su convalecencia

y donde

había fallecido,

donde

compartimos

nuestros últimos momentos juntos en este mundo, senti de plano el carácter sagrado de aquellas experiencias. Aunque pensaba que era lo suficientemente fuerte como para lidiar con todas las emociones que sentiría en aquel lugar, tarde meses siquiera en comenzar el proceso. Al no estar Randy, la misma cama que en ocasiones me pareció demasiado pequeña me resultaba demasiado grande. En las noches, me sentía inmersa en el vacio circundante y eché mucho de menos a mi esposo. Nada ni nadie podria llenar su lado de la cama, ni despertarme al acostarse después de que yo me hubiera quedado dormida. Y senti frio sin mi «calefactor lanudo», como Randy solia llamarse a si mismo. Sin él, el mundo me parecía un lugar más hostil. En las mañanas, medio dormida, buscaba el cuerpo de Randy antes de darme cuenta de que no estaba. Mi mano recorría la hendidura donde

solía estar su cuerpo,

creada en el curso de

nuestros años preciosos durmiendo juntos. Mañana tras mañana, me

despertaba con la sensación de perdida y el recordatorio

de

Despojando nuestra casa de vestigios del pasado

167

mi nuevo estatus de viuda. Y el corazón se me volvía a quebrar nuevamente. No podía seguir asi. No podía despertarme cada día para seguir sintiendo literal y figurativamente aquella perdida. En mi intento por lograr un equilibrio entre mi amor y mis recuerdos de Randy y mi necesidad de paz y tranquilidad, sufria innecesariamente. Finalmente, decidi que jamás perdería las experiencias que compartimos en aquella habitación, o en ninguna otra, independientemente de que pintara las paredes, o un huracán destruyera la casa. Eran y son mías por siempre, para reflexionar y rendirle homenaje en el momento Pero cuando

no

quería

que

aquel

que considerase apropiado.

desencadenara recuerdos A diferencia de mis hijos, no

espacio

no estuviera preparada.

deseaba convertirlo en un altar del pasado. Por tanto, comencé la remodelación con ánimo esperanzador. En breve me complacio escucharme a mi misma decidiendo qué cosas me harian sentir comoda y feliz. Comencé con el recordatorio inmediato: el colchón. Mi amigo Roger Magowitz, dueño de Mattress Discounters en Virginia, me habia sugerido que lo llamara si necesitaba alguna vez un colchon, y €l me ayudaría a encontrar uno que me conviniera. Ése sería mi primer paso para cambiar algo asociado tan estrechamente a Randy. Durante sus treinta años de experiencia en el negocio de colchonería, Roger aprendió que una de las razones más comunes por las cuales se compra un colchón nuevo es la muerte de un cónyuge. Me imagino que previó mi necesidad inevitable. Acepte su invitación a responder mis preguntas, sabiendo que no tendría que explicarle la razon por la cual iba a comprar colchon nuevo. Tampoco tendría que hablarle de la muerte de Randy. El pasado seguiría en su sitio y no interferiría en el presente, cuando podría enfocarme en el placer de comprarme algo.

¡Que delicia acostarme en todbs los tipos diferentes de colchones de aquella tienda! Tambien disfruté de la nueva experiencia de no

168

¿Olvera soñar

tener que negociar ni estar de acuerdo con nadie. Solo mi opinión importaba, un cambio en mi forma de pensar y operar durante muchos años. Entre el cuidado de los niños y luego de Randy, mis deseos y necesidades se quedaban a menudo en la nada, o sin satisfacción. Pero ahora me escuchaba a mi misma y me daba cuenta de que podía hacer cambios convenientes sin sentir que traicionaba

la memoria de mi esposo. La experiencia fue rejuvenecedora, despertando en mi el deseo dormido de cuidarme a mi misma. De la misma forma en que aprendi a crear nuevas tradiciones familiares de acuerdo con lo más conveniente para los niños y para

mi, comenzaba a ver que podía aplicar el mismo principio en otras áreas de mi vida. Luego le tocó el turno a la ropa de cama usada: las almohadas que compramos, las sabanas que adquirimos en oferta en Sam's Club, ¡todas fuera! Comencé de cero. Pinté la habitación de azul oscuro intenso. También me deshice de las lamparas Luxo que Randy habia insistido en usar por razones utilitarias, y que a mi me disgustaban por razones estéticas. Compre lamparas y cortinas hermosas. Colgué fotos nuevas en las paredes y coloqué una chaise longue en una esquina para sentirme como en un refugio sólo para mi. También desmonte el ventilador de techo y colgué una bonita lampara.

Cuando termine, el dormitorio estaba completamente

transformado. ¡Había roto las cadenas que me ataban al pasado! Y me había rodeado de una belleza que despertaba mi asombro cada vez que entraba al dormitorio. Pero lo más importante fue que el fantasma de Randy dejó de obsesionarme en aquel sitio. Mi proximo foco de atencion fue el baño, con

sus

dos

lavamanos. Incluso después de retirar todos los artículos de aseo personal que pertenecieron a Randy, aún podía verlo cepillándose los dientes y poniendose los lentes de contacto en su lavamanos, dejando residuos de dentifrico y solución para los lentes por todas partes.

El mostrador

vacio y el lavamanos

doble

inútil eran un

Despojando nuestra casa de vestigios del pasado

169

potente recordatorio visual de mi esposo, que ya no estaria alli para saludarme cada mañana con una sonrisa y un beso en ese baile continuo que llamamos «matrimonio». Siempre quise tener un sitio donde pudiera maquillarme sentada

y evitar que se me cayera el aplicador de sombra de ojos o de rimel en el lavamanos.

Como

me había convertido en conocedora de

elementos básicos de plomería, luego de haber instalado grifos con llave de palanca en el baño de los niños, decidí eliminar uno de los dos lavamanos, sellar las tuberias y desmontar el gabinete con la ayuda de un vecino. Al fin iba a tener una mesa de tocador para maquillarme.

En aquel momento elabore una larga lista de trabajos por hacer, algunos de los cuales siguen pendientes. Muchas personas que han perdido a un ser querido optan por mudarse de la casa que guarda tantos recuerdos. tiene dos hijos, vendio la casa al año de la muerte de hablo de los dolorosos recordatorios visuales que día, como ver el piso que habian colocado juntos

Mi amiga, que su esposo, y me enfrentaba cada o la terraza que

construyeron. Por suerte, nos mudamos a nuestra casa en Virginia

once meses antes de la muerte de Randy, por lo que no teniamos el mismo tipo de remembranzas. Tampoco podía mudarme por los

niños. Randy y yo hablamos largamente con nuestra consejera y con un psicólogo infantil antes de tomar la decisión de mudarnos a Virginia. Queríamos saber qué efecto tendría la mudanza en los

niños cuando Randy muriera. ¿Debíamos mudarnos más cerca de la familia antes del fallecimiento, o quedarnos en la comodidad de la única casa que conocian? Randy crela firmemente que era importante estar cerca de la familia, para que yo pudiera contar con una red de apoyo que me

ayudara a criar a los niños.

Y

ambos profesionales nos aconsejaron que a los niños les sería más beneficioso que nos mudaramos antes de la muerte de Randy. Permanecer en la misma casa después de que muriera les daría la estabilidad y la sensación de que su padre sabria donde estaban.

SIA GIA TTES

170

Hay muchos libros que les aconsejan a los cónyuges en la viudez que no intenten hacer cambios

importantes

durante

el

año posterior a la muerte de su ser querido. Aunque aprecio la idea de señalar ese año como medida de lo que uno demorará en

controlar mejor las emociones, no creo que deba ser una regla de obligado cumplimiento. Todos guardamos luto de forma distinta, con diferentes grados de intensidad emocional y necesidades cambiantes. En mi caso, me resultó necesario tener control del espacio que habitaba para no sumirme en la tristeza más atroz

cada mañana al despertar. Por otro lado, mi hijo queria conservar recuerdos asociados con su padre en diversas habitaciones de la casa. Ante esta situación, trate de encontrar un momento conveniente para ambos, reconociendo que compartiamos el mismo espacio y echabamos de menos a la misma persona. En vista de lo anterior, no siempre segui la regla de «esperar un año antes de hacer cambios importantes». Por ejemplo, les pedi a los amigos de Randy que sacaran la ropa, zapatos y artículos deportivos de su clóset mientras yo estuviera en Virginia para el funeral. No necesite doce meses para regalar su ropa a personas que podrian usarlas. Pero no todas las pertenencias de Randy fueron a parar a la institución caritativa Goodwill. La voluntaria de una instalacion de atención a pacientes terminales se llevó tres de sus camisas, cuya tela usó para hacer hermosos ositos de peluche

que luego les regalo a nuestros hijos. Además, no todos los recuerdos son dulces y amargos a la vez, hay algunos que son simplemente lo segundo. Al igual que cualquier

otra pareja normal, Randy y yo tuvimos nuestros desencuentros. Uno de esos desacuerdos fue la decisión de comprar otro coche

nuevo para sustituir su viejo Volkswagen Cabriolet, que ya tenía trece años. Este asunto coincidió con su conclusión del tratamiento de quimioterapia de prueba en la primavera de 2007. O sea, antes de que

el cáncer

regresara

e hiciera metástasis

en su higado

y

Despojando nuestra casa de vestigios del pasado

171

bazo, un momento en que teniamos esperanzas de que venciera la enfermedad. Le sugeri a Randy que aprovechara esa oportunidad para comprar un automóvil nuevo como afirmación de que iba a

sobrevivir. Quería que manejara su nuevo vehículo por muchos años, como había hecho con el Cabriolet. Aceptó, pero dijo que

debíamos escogerlo juntos. Disfrutamos de varias salidas divertidas para probar varios descapotables, porque a Randy le gustaba ese tipo de coches. Esto nos dio algo más en qué pensar aparte del cancer y de lo que ocurriría después. Podíamos vivir el momento sin preocuparnos por el mañana. Pero, obviando mis opiniones, Randy redujo las posibilidades

de elección a dos coches, por lo que dejé de pensar que se trataba de una decisión de pareja o que yo formaba parte real del proceso. Cuando llegó el momento de decidir, le expresé lo que sentia y le dije que creia que mi opinión en la selección final debía tener más peso. Randy no estuvo de acuerdo. Tal vez presentia que seria el último automovil que iba a comprar si su cáncer se reproducia. O quiza pensó que se merecia la opinion decisiva, por lo que habia sufrido en su lucha contra el cancer. No sé exactamente lo que pasó por su mente, pues raramente revelaba qué emociones o pensamientos

impulsaban sus acciones. Finalmente me dijo que podía vender el maldito coche después de que muriera para comprarme el que me viniera en gana. Aquel comentario insensible quedó suspendido en el aire por varios minutos. Me mordi la lengua para no decirle algo de lo que podía arrepentirme luego. Estaba muy desencantada con Randy, no sólo por lo que dijo, sino también por la forma en que actuó durante todo el proceso. Y aunque me vinieron a la mente cosas inútiles que quise responderle, me abstuve de expresarlas.

Más bien le dije que si el coche le resultaba tan importante, podía elegir el de su gusto y yo no lo importunaria más. Randy se decidió por su primera opción, y debido a razones

obvias, nunca me gustó el coche. A el le encantaba manejar con la

172

VOÍVEr a Soñar

capota bajada, disfrutando del aire fresco. Por ironías del destino, no pudo volver a conducir ni siquiera viajar en el asiento del pasajero después de que el cáncer se propagara por su organismo. Como el automóvil no tenía una buena amortiguación y dado el grado de lesión de sus órganos, cada bache en el camino le provocaba dolor. Por tanto, allí quedo en la entrada de automoviles y lo usamos muy poco después de la muerte de Randy. El coche se convirtió en un recordatorio negativo de nuestro desencuentro y de mis sentimientos poco benévolos de aquel momento. No tuve que esperar un año entero para venderlo, sólo un par de meses para garantizar que los niños no se sintieran mal

cuando el auto de papi se fuera a otro buen hogar. Posteriormente, obedeci las órdenes de Randy y fui a comprarme el que siempre habia querido: un Mini Cooper Clubman con un consumo de combustible por kilometro realmente bueno, y una parte trasera lo suficientemente amplia como para poder poner dos asientos de niño. Es de color amarillo brillante con franjas blancas como tirantes y flamas negras a los lados. Mi hermano lo llama coche de payaso, pero a mi me hace reir cuando lo veo y sonrio cuando

lo manejo. Me complace no haber tenido que esperar un año para traerle un poco de alegria a mi vida. Y necesitaba realmente algo de risa cotidiana, en especial porque la carga de ser madre sin esposo se hizo mas grande con cada dia que pasaba.

A Nro

Madre sin esposo: mi nueva frontera

“% LANDO SE ACERCABA EL FIN DE LA BATALLA de Randy, nuestra casa era como

un circo de tres pistas, y yo, a mi pesar,

sae Ya directora del espectáculo. En la pista número uno estaban los niños, cuyas actividades las supervisaba Rachel, nuestra niñera. En la segunda estaba Randy con sus problemas de salud y

necesidades emocionales. Finalmente, en la tercera estaba el flujo interminable de visitantes, desde familiares y amigos a trabajadores de atención a enfermos terminales. Solo en muy raras ocasiones me quede sola con Randy y los niños. Contabamos con tanto apoyo, con tanta ayuda para lidiar con el peor de los momentos, algo que agradeceré toda la vida. Pero tantas actividades hacian que nuestra casa fuese un caos, para decirlo en pocas palabras. De

repente,

el carrusel

se

detuvo.

Los

niños

y yo

nos

sentimos algo mareados, un poco desequilibrados en los días que siguieron a la muerte de Randy. El tropel de actividades a las que

nos acostumbramos extrañamente dejó de ser un rugido para convertirse en rumor. Cesaron las visitas a la casa y el teléfono no sonaba con la misma frecuencia. Una desaceleración natural luego

de un fallecimiento, pero también una fase de ajuste para la familia

174

doliente.

La nuestra no fue diferente.

Viviamos

en transición,

tratando de buscar nuestra nueva normalidad. Las transiciones son siempre difíciles, tanto si una persona trata de adaptarse a una muerte en la familia, al desempleo, al divorcio o a cualquier otro cambio importante en la vida. En mi caso, la transición tenia varios niveles. Lidiar con la viudez, la aflicción, el estatus de madre sin esposo con tres niños pequeños y el desempleo como proveedora de cuidados. Sé que la palabra desempleada les parecerá rara, pero cuidar de Randy habia sido mi empleo, mi foco de atención y gran parte de mi rutina diaria durante dos años. En ese tiempo, tuve mucha ayuda con los niños. Pero ahora aquel trabajo y aquella rutina habian dejado de existir, y quedaba un vacio que debia enfrentar y llenar. Tenía que crear una nueva rutina con mis hijos, de igual manera que estaba haciendolo, en mayor escala, con mi vida. Aunque estaba de luto por mi esposo y recuperandome de su ausencia, nunca deje que nuestra vida cotidiana se estancara. No

asumi que podía darme el lujo de quedarme en la cama, alentando mi tristeza y enfocandome en mi misma. Por Dylan, Logan y Chloe, tenía que seguir adelante, equilibrando mis necesidades con las suyas. Este sentimiento de responsabilidad por ellos resultó un aspecto positivo que me mantuvo anclada en el mundo de los vivos, y capaz de sentir su amor y de disfrutar sus alegrias. Nunca perdi de vista el hecho

de que mis hijos son una de muchas bendiciones. Gracias a ellos he aprendido lo ilimitado que puede ser el amor. Mi amor por ellos me

hace tratar de ser la mejor persona posible, asi como una buena madre. Al enseñarles a ser bondadosos y corteses con los demás, he vuelto a aprender esas lecciones esenciales. Me siento enormemente motivada a ser feliz y emocionalmente estable, para darles las experiencias que les permitan conocer el mundo, e inculcarles los valores que Randy y yo compartimos. No pude —ni podría— defraudarlos, pues, tras la muerte de su padre, sólo me tenian a mi.

Madre

sin esposo:

mi

nueva

frontera

175

Cada día, mis hijos me imponían alcanzar elevados objetivos como madre. En general, mis hijos saltan de la cama a las seis de la mañana, a veces más temprano. Están llenos de energía y potencia fisica, por lo que ya estamos en pie cuando la mayoría de la gente está aún acostada. Pero el aspecto negativo de esa energía es que

me agotan totalmente, sobre todo cuando jugamos a las escondidas o nos afanamos en otros juegos, y su padre ya no está allí para ocupar mi lugar cuando me canso. Después de un día completo de actividades conmigo, los niños ya no esperaban el regreso de Randy a casa para desviar su atención. Echaban de menos su llegada y su interés por lo que habían hecho

ese día, como hablaba con ellos y admiraba sus dibujos o trabajos escolares. Al faltarles su padre, compiten agresivamente por mi atención. Recientemente, Dylan y yo hablamos una vez que regresó enfermo de la escuela, sin nadie más que nos interrumpiera. Le pregunté cómo consideraba, desde su punto de vista, tenerme solo a mi para criarlo. Y me respondió, a su modo: «Hay una sola fuente de energía en la familia: mamá. Las tres plantas generadoras quieren energía. Tenemos que compartirla. Si la energía no se distribuye en partes iguales, la planta que necesita más energía la pedirá, y mami se daría cuenta por la pelea entre las tres plantas». Dylan habla como su padre, ¡e incluso usa analogías como el solía hacer! Concretamente, se da cuenta de que pelear entre si es una forma de atraer mi atención. En ocasiones los niños se comportan mal para obligar al adulto a interactuar con ellos, aunque dicha interacción sea negativa. Tal vez querian mi atención porque yo había estado tan absorta en el cuidado de Randy que se sintieron abandonados. Quizá pelear entre si era una manera de lidiar con la perdida de su padre y con los cambios en sus vidas. Sea cual fuere la razón, eso me hacía la crianza aun mas dificil. Incluso uno de mis familiares me llamó aparte para decirme que se comentaba

a mis espaldas sobre lo malcriados que eran mis hijos. ¡Y aquello

Aver a soñar

176

no me hizo sentir muy bien que digamos!

Podía culparme a mi

misma y perder la fe en mi como madre, pero me doy cuenta que

esas personas sólo ven a mi hijo una minima parte del tiempo que estoy con ellos. El trauma por el que pasaron representó un gran impacto en ellos, pero se han adaptado y aclimatado. También han madurado en la medida que van siendo mayores, lo cual también ha sido útil. Otra gran ayuda fue la de Rachel, quien se quedo con nosotros por unos seis meses después de la muerte de Randy. Esto les dio a los niños una sensación de continuidad, y también me permitió adaptarme a mi nueva situación. Sin embargo, finalmente llego el momento, el día tan temido por mi, en que Rachel siguió adelante con su vida. Había llegado a ayudarnos mientras vivía un periodo de transicion, en busca de una profesión diferente y más gratificante. Asumimos que necesitariamos ayuda durante un año, dado el pronostico de que Randy viviria de tres a seis meses. Pero cuando Rachel me dijo que habia decidido ser maestra y se había matriculado en cursos de Educación, me senti atemorizada y conmocionada. No estaba preparada para perder a otra persona más en mi vida, y mucho menos a la única persona con la que contaba

para la crianza de mis hijos. Pero había varias cuestiones en juego. No se trataba de un problema financiero. Randy me había pedido que contratara a una niñera durante algún tiempo después de que el muriera, para que nuestras vidas fueran más llevaderas, ya que el no iba a estar para ayudarme. Analizamos nuestras finanzas y separamos un presupuesto para gastos de cuidado de los niños. El problema real para mi residía en que esa persona con la que había

formado lazos tan profundos se alejaba de nuestras vidas cotidianas. Otra pérdida más.

No

tenia corazón para tratar de sustituirla

porque no soportaria introducir otra persona en la privacidad de nuestro hogar, con la que nos encariñariamos para que luego nos dejara al cabo de un tiempo. No quise que nadie más me lastimara

Madre sin esposo: mi nueva frontera

177

con su entrada y salida de mi vida, y definitivamente no quise que los niños pasaran por una serie de cuidadoras que entraban y salian de sus vidas. Me preocupaban los problemas de apego que podrian enfrentar. Además, tenia que pensar en las críticas evidentes de

mis amigos y familiares: el mensaje de que yo era una mala madre por contar con alguien que me ayudara a criar a mis hijos. Una vez tomada la decisión, me seguía preocupando cómo me

las arreglaría sola. ¿Cuándo disfrutaría de esa pausa tan necesaria o de un poco de tiempo para mi sin la programación regular de cuidar a los niños? Me pregunté cómo me las arreglaria si los niños se enfermaban y necesitaban atención adicional, y yo tuviera que seguir adelante sin dormir durante varios días. En el otoño de 2008,

por ejemplo, los niños contrajeron fiebre aftosa, gastroenteritis y un virus aleatorio que les provoco fiebre. Y precisamente durante los tres meses anteriores a la llegada del invierno, y en el inicio oficial de la temporada de gripe e influenza. No estaba segura de si iba a tener la resistencia y energía en esos momentos para cuidarlos sin una persona al lado o ayuda programada regularmente. Por supuesto, podía pedirles ayuda a familiares y amigos en caso de emergencias, lo cual hice. En una ocasión tuve que llamar a mi hermano Bob a las seis de la mañana después de que todos se enfermaran de gastroenteritis, incluso yo misma. Mi hermano llegó en quince minutos y estuvo con nosotros gran parte del día, lo cual me permitió descansar y recuperarme. Pero los amigos y familiares estaban disponibles para casos de emergencia, no para cuando necesitara una siesta luego de haber estado en vela toda la noche, o cuando quería ir al gimnasio. Por tanto, la partida de nuestra niñera se sumo a los diversos aspectos en transición de mi vida. Poco después de que

Rachel

se marchara,

encontré

a una

señora que podía venir los martes y jueves en la tarde a cuidar a los niños. También elabore una larga lista de alumnos de secundaria y universitarios con quienes podría contar, aunque aprendi con el

Viver a soña

178

tiempo que localizar a un alumno de secundaria sin nada que hacer en una noche de fin de semana para poder asistir a una conferencia de padres y maestros sería una odisea. Otro aspecto negativo era que mis niños debian adaptarse a demasiadas personas, con personalidades y modos de actuar diversos, algo que, por supuesto, haria que se comportaran indebidamente. Además, lidiaba con exigencias adicionales que complicaban la vida cotidiana. Me senti como un marinero que ha aprendido los elementos basicos de navegación y tiene que salir en un barco a enfrentar mares tormentosos. Necesitaba aguas placidas y estables hasta que tuviera experiencia suficiente en alta mar. Pero la vida no sabe esperar, y tuve que lidiar con todos los retos que tuve por delante. Uno de los primeros y de cierta manera más comunes fue lograr un equilibrio en la programación de los niños. Garantizar que todos tuvieran sus tareas hechas y correctas, aparte

de estar al tanto de las demandas extracurriculares —-proyectos especiales, excursiones y deportes— exige una gran cantidad de energia y atención. En la primavera de 2008, cuando Randy estaba

gravemente enfermo, Dylan comenzó a jugar al fútbol y siguio jugando hasta la siguiente temporada despues del fallecimiento de su padre, pero a mi me resultó demasiado fatigoso mirar sus partidos mientras trataba de entretener a sus dos hermanos pequeños en las gradas. Logan también querla practicar deportes, pero no sabia si podría hacerme cargo de la rutina escolar usual y

dos programaciones diferentes de prácticas y juegos. Por fortuna, llegamos a un acuerdo al escoger una actividad que les agradaba a ambos: el Tae Kwon Do. Para entonces, en la primavera de 2010,

Chloe tenía tres años y se conformaba con jugar durante cuarenta y cinco

minutos

mientras

sus hermanos

practicaban.

Pero

muy

pronto los chicos avanzaron a niveles de destreza diferentes, lo cual implicó horarios distintos, y el consecuente dilema de tomar las tres clases recomendadas de Tae Kwon Do a la semana, algo dificil

Madre

sin esposo: mi nueva frontera

179

y estresante para todos. Aparte, Dylan había incorporado clases de violín en su agenda, las cuales se impartían en su escuela al término del día de clases. Una vez a la semana, Chloe y yo teniamos que viajar media hora a la escuela para buscar a los chicos. En días de

buen tiempo, merendaban y jugaban en el patio de la escuela. Dylan asistiria a su leccion de media hora mientras lo esperábamos afuera. Al terminar la lección, nos apiñabamos en el coche y estábamos en casa a las cinco. Las obligaciones de llevar los niños a la escuela en la mañana, recoger a Chloe a la una de la tarde y a los chicos a las cuatro, para luego iniciar las actividades extraescolares, me tenían en una carrera constante, por lo que, al llegar la Navidad de 2010, perdía los estribos frecuentemente y me sentía deprimida.

Mi hermano me aconsejó eliminar algunas actividades para reducir las exigencias de tiempo. Dylan pospuso las lecciones de violin, y los chicos fueron a sus clases de Tae Kwon Do solo una vez por semana. Me senti extremadamente culpable por no poder darles a los niños la oportunidad de practicar deportes o aprender a tocar instrumentos musicales. En definitiva, un fracaso como madre. Finalmente, una amiga me llamo aparte para expresarme su preocupación por mi. Hablamos acerca de lo que me abrumaba, y

me aconsejo buscar a alguien que me ayudara con los niños y sus actividades.

Me

sugirió una niñera au pair que viviera en casa a

cambio de alojamiento, comida y dinero para gastos personales. Al principio pensé que aceptar ayuda nuevamente con los niños seria admitir que era una madre incapaz. Pero los tuve con un esposo que se comprometió a criarlos junto conmigo. En cierta ocasión, Randy calculó que me ayudaba con los niños unas sesenta horas por semana, y me exhorto firmemente a contratar a alguien cuando el muriera, para que llenara el vacio creado por su ausencia. Después de la partida de Rachel, pensé que podría hacerlo todo yo sola, pero esto implicó un precio muy alto que no estaba dispuesta

a pagar. Estaba muy lejos de ser la mejor madre que yo hubiera

180

VUE

querido.

Queria ser mejor madre,

y que nuestras vidas fueran

mejores tambien. Finalmente, seguí el consejo de mi amiga y contraté a una niñera au pair, quien me ayuda en la mañana a vestir y darles el desayuno a los niños, y luego los lleva a la escuela, para luego ir a sus clases en la universidad local. En la tarde, compartimos las responsabilidades de recoger a los niños en la escuela, ayudarlos en sus tareas, supervisarlos o jugar con ellos, lavar la ropa y preparar la cena. Después de la cena, la chica sale con sus amigas, hace sus tareas universitarias o se queda con nosotros. A los niños les gusta

tenerla en casa. Les encanta ayudarla con el inglés y oirla hablar

de su pais y de su cultura. Incluso he notado una enorme mejoria en mi energía y mi capacidad de ser feliz. Ya no me siento cansada

todo el tiempo, sonrio mas y estoy muy relajada. Sin embargo,

sigo echando de menos a Randy para que me

ayude con los niños. Aunque cuento con alguien en ese aspecto, ya no tengo al hombre con quien solía hablar sobre los problemas del momento y las decisiones que debiamos tomar. La potencia analítica de Randy era insuperable y siempre le pedia su experta opinion. Como era un lider profesional, sabía enfrentar muy bien las situaciones incómodas. La dirección de un grupo de investigación y su naturaleza profesoral perfeccionaron extremadamente sus destrezas. Una de las grandes tecnicas que me enseño fue a iniciar una conversación para transmitir mi incomodidad sobre un acontecimiento en particular reconociendo algo positivo de la persona en cuestión. Yo, por otra parte, no soy muy buena que digamos

en cuestiones de liderazgo.

He aprendido a desviar la

atención de los niños pequeños cuando tratan de meter los deditos en los interruptores de electricidad. Y en situaciones más complejas,

como una confrontación, por ejemplo, he tenido que esforzarme para crear las habilidades apropiadas. Mi inclinación natural es dar rienda suelta a mis emociones

en vez de mantener

el raciocinio

Madre

sin esposo: mi nueva frontera

181

y la calma. El verano pasado me encontré precisamente en esa situación, cuando quise que los chicos participaran en el equipo

local de natación. Pensé que eso no sólo mejoraría sus habilidades en ese aspecto, sino que tambien les daria la oportunidad de hacer nuevos amigos. Además, le daría alguna organización a esos días

interminables del verano. Dylan se negó de plano, y dijo que no queria hacerlo y que yo no podía obligarlo. Me quede perpleja ante su desafío a mi autoridad. Como me crié con un padre instructor de reclutas de la Marina y una madre extremadamente disciplinaria, no quería imitar el modelo de conducta que me habian impuesto ambos. No respondi de inmediato al exabrupto de Dylan para no dejarme llevar por las emociones, testimonio de mis esfuerzos por pensar primero y reaccionar despues. Primeramente trate de explicar las razones por las que debía incorporarse al equipo de natación, pero Dylan siguio firme en su negativa. Pero no di mi brazo a torcer y lo llevé a el y a Logan a practicar en la piscina. La mayor parte del tiempo Dylan se metia y nadaba sin reparos, pero hubo una o dos mañanas en las que el agua estaba fría y se mostro reticente.

De todas maneras, creo que Randy hubiera manejado el asunto mejor que yo. Tal vez eso equivale a colocarlo en un pedestal, pero pienso que hubiera puesto un poco de su magia y dicho las palabras precisas, con lo cual Dylan habría estado más contento de tirarse al agua fria

todas las mañanas de junio para nadar. Estoy segura de que los niños hacen lo mismo: poner a su padre en un altar. Chloe tenía dos años cuando Randy falleció, y no recuerda a su padre como partidario de imponer disciplina. Después de su muerte, cuando le colocaba en la silla «de tiempo aparte» por haberse portado mal, se sentaba y gritaba una y otra vez: «¡Quiero a mi papi!». Aparentemente,

sabía por instinto que su padre la

protegería y la rescataria de la mujer infernal que la castigaba. Probablemente sabía además que estaba tocando fibras sensibles, consciente

de que yo lloraba con frecuencia cuando

hablábamos

182

Volver a soñar

de papi. En aquellos extensos 120 segundos de castigo, trataba por todos los medios de no responder a sus reclamos para que papi viniera a salvarla. Trataba de no mostrarle que me afectaba y me mantenía firme en mis intenciones de que permaneciera sentada. En la medida que fue pasando el tiempo, los niños reclamaron con menos fervor y frecuencia a su padre para que hiciera su entrada a salvarlos de las consecuencias de sus acciones. También hubo ocasiones en las que confronté una situación que

simplemente no sabia manejar. Sin una persona a quien recurrir, aprendí a hablar con otras personas:

amigos,

el pediatra o los

maestros. Hablar con profesionales me ayudo a tomar decisiones informadas, y el proceso me llenó de confianza. En ocasiones aún me siento abrumada. Y pienso que muchos padres también lo están: nos atemoriza el hecho de que nuestros niños estan a nuestra merced. Es una enorme responsabilidad. Poco después de que Randy muriera, el solo hecho de pensar en mi papel de madre sin esposo me llenaba de ansiedad y me producía un nudo en el

pecho. Recuerdo que una mañana, mientras bajaba las escaleras para hacer el desayuno, me eché a llorar pensando: «Dios mio, me he quedado sola. Estoy haciendolo todo sola». Y no fue en realidad un incidente aislado en el que tenia que comenzar el día sola con los niños, sino el reconocimiento de que cada día de ahi en adelante

tendria la responsabilidad de satisfacer las necesidades de mis hijos. En momentos como aquel, tuve que enfocarme en aguantar hasta la

siguiente hora para demostrarme que todo iba a salir bien. «¿Ves?, me decia a mi misma, resististe una hora. Podrás llegar al final del dia». Cada día contribuyó a fortalecer el basamento sobre el que me apoyaba como madre sin esposo, hasta que finalmente sentí que pisabamos terreno firme. Ahora que tengo algo de tiempo para crear rutinas y estrategias

funcionales para todos, la crianza no es tan difícil. Nos sentimos cómodos como familia de cuatro en vez de cinco. A medida que los

Madre sin esposo: mi nueva frontera niños crecen y se amplian

183

sus intereses en la vida, aparentemente

no necesitan tanto mi atención. Aunque no he llegado al punto de poder leer un libro mientras ellos nadan en la piscina, estamos cerca. Como las exigencias de crianza van mermando, he enfocado mi atención en cuidarme más a mi. Si lo logro, creo que podré

cuidar mejor a mis hijos.

Cuidar de mi misma

E SIENTO

REALMENTE

NERVIOSA

MIENTRAS

camino

hacia

la

cancha de tenis, raqueta en mano. No he jugado tenis ft, nunca en mi vida, y, ademas, no he practicado deporte

alguno desde que era niña y jugaba a la pelota con mi hermano en el patio. Ahora debo ver como me las arreglo para agarrar la raqueta, moverla de atrás hacia delante y golpear la pelota que me viene encima. Los tenistas profesionales me gritan que la siga, llevando

la raqueta hacia mi oreja izquierda como si estuviese hablando por telefono. Y asi debo concentrarme en hablar por telefono una y otra vez mientras el sol de verano me castiga, inclemente. Se siente

bien estar al sol y hacer ejercicio. Se siente bien estar viva. La idea de aprender a jugar tenis me surgió a partir de un articulo

que

lei en

una

revista,

mientras

esperabamos

en

la

consulta del oncologo en la primavera de 2008. Según el artículo, el tenis es una forma excelente de controlar el estrés, y dado que Randy continuaba su batalla contra el cáncer, ¡estaba terriblemente necesitada

de controlar

el estrés!

La piscina de barrio

a la que

Cuidar de mí misma

185

acudiamos cuando nos mudamos a Virginia también tenía algunas canchas de tenis y ofrecía lecciones para principiantes. Quedaba a diez minutos de camino y las lecciones tomarían una hora de mi horario. Podía contar con una hora para mi uso personal. Me inscribi y comencé las lecciones en mayo de 2008. Después de la primera sesion, quedé convencida. Existe realmente un aspecto terapéutico en vigilar esa inquieta pelota verde, en mover la raqueta y sentir la conexión de las cuerdas con la pelota. Al tratar de anticipar el recorrido de la pelota y como colocar el cuerpo y la raqueta para devolverla, no había sitio en mi mente consciente para otra cosa que no fueran las exigencias del momento, ni tampoco para pensar en Randy, el cancer o, posteriormente, mi aflicción. Ninguna tarea mundana como preparar la cena o trabajar en el patio pudo volver a captar mi atencion. Durante una hora, pude escapar totalmente de las preocupaciones normales de mi vida.

Jugar tenis se convertiría en una de las mejores maneras de cuidar de mi misma durante la agonía de Randy e inmediatamente después. No me di cuenta en aquel momento de que escapaba de todo; sólo sabia que necesitaba salir de la olla de presion. Probe con otras actividades como caminar o ir al gimnasio, pero ninguna

fue lo suficientemente agotadora mentalmente como para alejarme de

las preocupaciones

cotidianas.

No

pude

emplear

aquellos

momentos preciosos disfrutando de la brisa o el sol, ya que me resultaba imposible evadir mis preocupaciones. Por el contrario, dedicaba mis caminatas a elaborar estrategias acerca de lo que iba a hacer cuando regresara a casa. Sin embargo, el tenis era tan nuevo y difícil que mi cerebro no se podía enfocar en nada más. Otro beneficio inesperado fue la posibilidad de conocer

y

reencontrarme con otras personas a quienes descubri en la cancha.

En la preparación para principiantes, me sorprendió ver a una vieja amiga de mis años de secundaria quien me presento a la esposa de /

uno de nuestros amigos de la escuela. Esa fue una de las grandes

186

volver a soñar

ventajas de regresar a la ciudad donde me criaron. Pero también se trata de la propia naturaleza del tenis: es un deporte social. Se

juega en la cancha, pero también se hacen amistades al terminar. Inmediatamente me incorporé a una liga de tenis en otoño,

lo cual me posibilitó jugar una vez por semana con un grupo de mujeres. Como resultado, conocí a quince personas y dupliqué mi

círculo

de

relaciones.

Las

amistades

que

he

creado

han

desempeñado un papel importante que me ha ayudado a crear una nueva identidad como Jai Pausch, no la esposa de Randy ni la madre de Dylan, Logan o Chloe. Es algo que todos necesitamos:

una vida totalmente ajena a una función, ya sea creadora de sitios Web o madre dedicada a las labores del hogar. Sin el tenis, habria contado con oportunidades limitadas de conocer a otros adultos y

forjar relaciones significativas porque no trabajo fuera de casa. Luego de nuestra mudanza se produjo un enorme vacio, pues debía reconstruir gran parte de mi vida en Virginia. El tenis fue el primer paso en esa dirección. Marcharnos de Pittsburgh implicó dejar atras una vida social activa que habia creado durante los diez años que vivimos alli. Fui muy activa en nuestra iglesia, donde participé en varios grupos sociales como el de padres con hijos pequeños y uno de alianza compuesto por cuatro parejas con niños

más o menos de la misma edad. Despues del nacimiento de Dylan, me hice miembro de la Pittsburgh Toy Lending Library, un grupo de voluntarios sin fines de lucro que mantiene un espacio de juegos para menores de cinco años. Randy y yo también participamos en la Liga Deportiva de Pittsburgh. Muchos vecinos tenian nuestra edad y estaban en una etapa similar en la crianza de sus hijos, por lo que

organizábamos a menudo citas para jugar y cenas conjuntas. Randy y yo tuvimos la bendición de que sus colegas de trabajo fueran

amigos con los que teniamos relaciones ajenas al ámbito laboral. Aparte, hubo madres con las que hice grandes amistades en el

preescolar al que asistían mis hijos. Pero además, hice amigos en el

Cuidar de mi misma

187

gimnasio, las clases de yoga, las sesiones de tejido y las lecciones de redacción creativa en las que me matriculé. Por tanto, duplicar esta solida red de gente diversa demorarla años. Tuve que construir un nuevo grupo de amigos aprovechando el carácter único de nuestra nueva casa, en vez de intentar recrear la misma vida que tuvimos en Pittsburgh. Una táctica más práctica que adopté en mi misión de cuidarme a mi misma fue buscar la manera de sentirme segura en casa durante la noche. Resultó raro, porque cuando Randy vivía, aunque estaba demasiado enfermo para protegernos en caso de un robo, su presencia era suficiente para hacerme sentir segura. Sin embargo, despues de su muerte, la hora de dormir se convirtió en un momento de gran ansiedad. En la medida que la noche me envolvía después de que se dormian a los niños, el vacio de mi cama despertaba un sentimiento de perdida y soledad. Escuchaba todos los ruidos nocturnos de la casa, y mi activa imaginación me hacia sentir la presencia de ladrones o intrusos. Cada segundo que

marcaba el reloj me torturaba con una posibilidad horrible, hasta que me quedaba dormida, totalmente exhausta para despertarme poco después para tranquilizar a uno de los niños que se quejaba en sueños. Por suerte tengo familiares que viven muy cerca, pero

la batalla con aquellos demonios alimentados por la ansiedad debi enfrentarla totalmente sola en mi dormitorio. Tenía que hallar una forma de tranquilizarme a mi misma en aquellas horas, y una lampara de noche encendida no bastaba. Mi tía me sugirió la solucion perfecta: un sistema de alarma. La compañia instaló sensores en puertas y ventanas e incluso un detector de movimientos.

Cuando

salimos de la casa, activo la

alarma para sentirme segura de que cuando regresemos nadie ha podido entrar, esconderse y sorprendernos una vez dentro. La alarma me ayuda a disipar mis temores cuando escucho un ruido en medio de la noche. Como se que no hay razón para preocuparme si .

,

á

/

.

188

volver a soñar

no se dispara la alarma, puedo reanudar el sueño y descansar algo. Un beneficio colateral del aparato es que, cada vez que se abre la puerta principal o la trasera, me lo notifica con un sonido, incluso durante el día cuando la alarma no está activada. Si algún niño sale mientras yo estoy en la planta alta ocupándome de la lavandería, escucho el sonido e investigo lo que ocurre, por lo que puedo saber facilmente por dónde andan los chicos. En general, esa simple decisión me ha dado una gran tranquilidad. Mientras me dedicaba a reconstruir mi vida en Virginia y a crear

lentamente una nueva vida para mis hijos, pensé que debía hacer algo muy especial por mí misma cuando los niños se graduaran de

la enseñanza secundaria. Era un objetivo a largo plazo, un sueño que no se convertiría en realidad hasta en por lo menos dieciseis años, pero me dio una meta en la que podia enfocarme. Cuando tenía un mal día, pensaba en mi plan especial y soñaba despierta acerca de cómo sería. Mi sueño comenzaba de forma simple: después de que se graduara el último de los niños me iría de viaje a Paris, una opción logica porque mi especialización universitaria fue en Lengua y Literatura Francesa. Habia visitado esa ciudad magica tres veces en mi vida y me encantaba. Era fácil recordar los buenos momentos que disfrute allí y esperar disfrutar de otros nuevos después de que crecieran los niños. Mi sueño se hacia más ambicioso en relación con las crecientes dificultades y retos de cada día. Ya no bastaba una semana de compensación por dieciséis años de posponer mis necesidades para priorizar las de otros. Tenía que ser un año completo. Eso es lo que haria. Despues de haberlo dado

todo para criar a mis hijos con lo mejor de mi capacidad, haría realidad uno de mis sueños y viviría un año entero en París. El truco funcionó por algún tiempo, pero luego pensé en lo injusto que seria renunciar a mis sueños durante dieciséis años. Me encanta viajar y he tenido la suerte de visitar muchos sitios

interesantes dentro y fuera del país. ¿Por que tendría que renunciar

Cuidar de mi misma

189

totalmente a mi pasión por viajar? ¿No podía hallar alguna forma de hacer algunos viajes limitados de inmediato? ¿Y si después de esperar a que se graduaran los niños algún problema de salud me

impedía hacer realidad mi sueño? ¿Cómo me sentiría entonces? Amargada, sin duda, y muy enfadada, sin nadie a quien culpar sino a mi misma por las oportunidades perdidas. Tina Carr, mi mejor amiga, a quien conozco desde mis días de trabajo como programadora Web en Carnegie Mellon, me sugirió

que fuéramos juntas a Italia, concentrandonos sólo en Roma y Venecia para que el viaje fuera manejable y plácido. ¡Caramba! De solo pensar en que vería las ruinas romanas, el Vaticano y la luz de Venecia me sentí aturdida de alegría y expectación. Tardé

seis meses en planificar y prepararme para el viaje. La parte más importante fue buscar una niñera que se quedara nueve días con

mis hijos, una tarea ardua y la piedra angular de nuestro viaje. Si no cuidaban bien a los niños y yo no confiaba cien por ciento en la persona a cargo, nunca disfrutarla el viaje. Por suerte contaba con una persona que había elegido ser niñera profesional como segunda carrera. Era muy experta, madura y confiable. Ademas, me habia cuidado los niños muchas veces, y ellos la conocian muy bien. Cuando Tina y yo nos embarcamos en el vuelo a Roma, me inundaba el entusiasmo y la expectación. Habiamos leido nuestras gulas y planificado los itinerarios. E incluso había practicado algunas frases en italiano, pero confiaba en mi habilidad para hablar francés y español. Nos fue bien. Los italianos fueron corteses ante nuestros intentos de comunicación insuficiente en su idioma, mezclado con

frances, español e inglés. Fue un cambio refrescante dejar de hablar en lenguaje de preescolar. Por supuesto que disfruté de los sitios históricos de Roma, pero una de las cosas que más me gustaron fue sentarme a desayunar con una taza de café caliente y leche espumosa encima, sin tener que saltar de la mesa a recoger cosas O limpiar algo que se habia derramado. Por el

190

eglver a soñar

contrario, me senté a mis anchas, mirando a los romanos caminar al

trabajo mientras disfrutaba de un buen café humeante. Al cabo de cuatro dias en Roma,

Tina y yo empacamos

nos preparamos para tomar el tren a Venecia.

y

Pero en vez de

entusiasmarme por la próxima etapa de nuestro viaje, me entristeci.

Echaba mucho de menos a Randy y deseaba que hubiéramos podido ir juntos a Venecia como siempre me dijo que iriamos. La aflicción creció dentro de mi hasta hacerme sentir que iba a estallar. Me eché a llorar en la habitación de un hermoso hotel romano porque iba a la adorable ciudad de Venecia. Me sentí como una idiota, pero Tina fue muy comprensiva, me abrazó y me aseguró que aquella tristeza pasaria y que disfrutaría Venecia aunque ya Randy no estuviera conmigo.

Y tuvo razón en parte. Venecia era hermosa, especialmente en el

crepúsculo, cuando el reflejo de la luz en el agua le otorgaba un matiz dorado a sus edificaciones. Una vista increible. La catedral de San Marcos era espectacular, con su arquitectura medieval y su historia sorprendente. Pero la primera noche pensé que no podría quedarme un día mas. Demasiado romanticismo dondequiera que miraba. En

todas partes había parejas: jovenes arrulláandose, personas maduras enamoradas aún y tomadas de la mano, y ancianos cenando juntos. En los cafes al aire libre de la plaza, varias orquestas tocaban una

música que estimulaba a las parejas a bailar. El amor estaba en el aire, literalmente. Y luego las góndolas, en las que paseaban parejas felices mientras el gondolero remaba por los canales, y, por un poco más de

dinero, cantaba en italiano. Al ver aquellas parejas, especialmente las de más edad, me remonte a mi pérdida: mi esposo había muerto, y nunca estaria con el en Venecia para bailar un vals o disfrutar las

vistas, o, a mayor escala, envejecer juntos. Me deprimi tanto que opté por regresar al hotel con el corazón destrozado. Y para colmo de males, los huespedes de la habitación vecina hicieron el amor de forma apasionada ya toda voz.

Cuidar de mi misma

191

Tina se había quedado en el hotel esa primera tarde tratando de aplacar una migraña mientras yo sali a explorar la ciudad. Al día siguiente, fresca y lista para una nueva aventura, se conmocionó al verme tan triste y decepcionada. Mientras disfrutaba de mi taza favorita de café caliente y leche espumosa, hizo que me olvidara de la noche anterior y contemplara la belleza que nos rodeaba en ese mismo instante. Frente a nosotros estaba el canal principal lleno de embarcaciones a pleno sol. Todo aquello que no habia podido ver horas antes me devolvió el alma al cuerpo. Con la ayuda de

Tina, me deshice del velo de tristeza que me había cubierto los ojos y admiré la riqueza circundante. Y me propuse no perder aquel momento fantastico. Con la guía y los lentes de sol en mano, me levanté de la mesa lista para disfrutar mi vida presente, y para dejar de vivir en el pasado. Los otros dos días fueron maravillosos. Transitamos por los senderos disfrutando de las vistas, extraviandonos para luego recuperar el camino de regreso. Decidimos pasear en góndola a mitad del día, cuando el paisaje no fuera tan romántico, y mientras caminábamos fuimos observando a los gondoleros hasta que encontramos uno apuesto que parecia amable. Gracias a la tonta disposicion de Tina, rei tanto durante aquel paseo que no pensé ni por un instante en mi tristeza. Y como Tina también tiene una hermosa voz, cantó para nosotros. Luego, para no quedarme a la zaga, entoné una agitada versión de “Row, Row, Row Your Boat” que se convirtió en un dúo hasta que las carcajadas nos impidieron seguir cantando. El resto del trayecto transcurrió más o menos de forma similar: ambas actuando como colegialas, riendo y disfrutando lo más posible de Italia, y aprovechando al máximo cada momento.

Después de nuestro viaje a Italia he hecho un par de viajes cortos a Washington, D.C., y al Caribe para celebrar el cumpleaños de Tina. En cada uno recargué mis baterlas y regresé a casa lista para 4

e

192

volver a Sonar

reasumir mis responsabilidades. Creo que puedo dar más después de hacer algo por mi. Pero el tenis y los viajes no son las únicas formas que he encontrado para escapar de las presiones de mi vida cotidiana. También he aprendido a tomarme un breve receso durante el día o en la noche para leer un libro. En el vuelo a Italia, comence la serie Crepúsculo de Stephenie Meyer. Aunque no soy lectora asidua de novelas sobrenaturales o románticas, descargué el libro después de que varios amigos me dijeran que lo habían leido y les había gustado. La historia es tan adictiva que he leido y releido las novelas varias veces. Cuando termine de leer el primer libro, recorrí varias librerías de Roma buscando el segundo. Luego, en Venecia, tuve que buscar el tercero. Después de terminar el cuarto, recomencé la serie. Y al terminarla, volvi a leerla de nuevo. Cuando hablé con mi consejera acerca de esta extraña obsesión sin comprender por qué parecía estar anclada en la historia, me explicó que aquello también constituía un escape. Cada vez que tenia tiempo libre, especialmente en las noches cuando me sentia sola, leía un libro y me sumergía en otro mundo. La serie Crepúsculo era

puro escapismo, una lectura facil carente de narrativas complejas llena de personajes y argumentos que fatigaran mi ya abrumado cerebro. No pude avanzar una página más de Marguerite Duras ni Virginia Woolf con sus complicadas tecnicas de narración y estructuras sintácticas, aunque me especialice en literatura en la Universidad, y disfrutaba las novelas intelectualmente estimulantes. Me identifique con los protagonistas, con el dolor que Bella sintio cuando perdió al amor de su vida, y las páginas en blanco que

representaban su alejamiento del mundo fueron muy similares a lo que yo experimentaba. Fue una experiencia catártica que me hizo sentir mejor después de haber liberado de forma segura algunas de mis propias emociones. Después de leer un rato, cerraba el libro y regresaba a mi vida habitual, lista nuevamente a enfrentar mi mundo con sus alegrias y sus penas.

Cuidar de mi misma

193

Aunque temía que los acontecimientos mágicos y extraordinarios que disfrute con Randy pudieran desaparecer de nuestras vidas después de su fallecimiento, cai en cuenta que esa preocupación era infundada. En la medida que fui dando pequeños pasos adelante en mi vida, y creaba oportunidades para disfrutarlas yo misma, adverti que yo tambien podia hacer que ocurrieran cosas mágicas. Poco a poco volvi a creer que tenía lo que necesitaba, justo dentro de mi, y que no dependía de otra persona para sentir entusiasmo o disfrutar de actividades interesantes. Y tuve el poder de crear esos elementos por mi cuenta, para mi misma.

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sp.

e ES pS

La magia que nunca perdimos

Sa

“Í UANDO

RANDY ME OBSEQUIÓ un pastel de cumpleaños ante

a cuatrocientas personas durante su última lección, supe que arar? aquel momento que compartiamos iba a ser probablemente el último

acto

obsequiarme.

sorprendente

de

amor

que

mi

esposo

iba

a

¿Cuántos hombres hubieran sido lo suficientemente

previsores como para hacer que sus esposas fueran parte de su última oportunidad de hacer lo que más les gustaba? De pie en

aquel podio junto a el y frente a tanta gente, me senti enormemente feliz y triste a la vez. Quería mucho a Randy, y ésa era una de numerosas razones por las que me resultaba tan valioso. Y sabia que en breve no estaria mas. El amor de mi vida desaparecería, asi como

las sorprendentes

y maravillosas

experiencias

en las

que participabamos los niños y yo. Sin esa chispa de entusiasmo, nuestras vidas parecerian oscuras. O al menos eso fue lo que crei. Randy se caracterizó por experimentar la vida con curiosidad, siempre

con una sonrisa en el rostro.

No

le preocupaban

las

posesiones materiales. Lo que mas nos importaba a el y a mi era hacer cosas juntos, pasar tiempo juntos. Y comenzamos a inculcarles

La magia que nunca perdimos

195

a Dylan, a Logan y a Chloe el valor del tiempo y las aventuras en familia. Al faltarnos Randy, no crei que volveríamos a realizar otro viaje especial. Sin embargo, descubri que no debía renunciar asl como asi a la idea de disfrutar experiencias magníficas o tiempo con los familiares que viven fuera de la ciudad. Los parques acuáticos ocuparon siempre un lugar prominente en nuestra lista de sitios favoritos. Teníamos pases de temporada para el Sandcastle Waterpark de Pittsburgh, adonde llevábamos a los niños, incluso cuando sólo podían disfrutar de la piscina para bebés, y teniamos que turnarnos para vigilar a dos de los niños mientras el otro se deslizaba por el tobogán de agua. Cuando eramos

novios, Randy y yo viajamos incluso hasta Orlando para disfrutar de Blizzard Beach en Disney, considerado por Randy como uno de

los mejores parques acuáticos. Alli permanecimos horas y horas en la piscina, deslizandonos por los toboganes y flotando sin rumbo en la lenta corriente de un rio poco profundo. Para mi gran sorpresa y consternación, Randy me obligó a pasar por el tobogán de 36 metros de altura por el que se desciende a velocidades de 80 a 96 kilómetros por hora, en caida de doce pisos. Aunque para mí una sola vez fue suficiente, Randy lo hizo una y otra vez, disfrutando de la emoción. Incluso con la gigantesca cicatriz del procedimiento Whipple que le cubría todo el torso, volvio a deslizarse por el tobogán de alta velocidad en Sandcastle, anunciando al llegar al fondo que su cuerpo suturado resistió incólume la prueba. Estaba tan lleno de vida que le otorgaba magia a cosas tan simples como un tobogán acuático. Quise recuperar parte de la magia que tanto echaba de menos, y que mis hijos supieran cuán apasionante puede ser la vida. En el receso de primavera de 2009, a sólo seis meses del fallecimiento de Randy, fuimos a un parque acuático bajo techo en Williamsburg, Virginia. Después de hablar con varios amigos que lo habian visitado con sus hijos, pensé que garantizaba la seguridad de los niños. Si

196

cuando llegaramos las condiciones no eran adecuadas, podiamos regresar a casa en una hora y volver a probar cuando tuviesen más edad. Sin embargo, deseaba que nos divirtiéramos tanto como cuando Randy estaba vivo y saludable. Echaba de menos esa parte de mi vida. Hice la maleta, los coloque en los asientos de seguridad y salimos rumbo a Williamsburg.

Después de alojarnos en el hotel, como

queríamos ver la piscina, nos pusimos rápidamente los trajes de baño. Me quite el reloj y los pendientes y los coloque en la caja de seguridad antes de salir. Mientras caminábamos por el hotel hacia el parque acuático, la sorpresa en los rostros de mis hijos no tuvo precio. Sabia que habian heredado el gen del parque acuático de su padre y de mi. Al observar el sitio adverti que había cuatro piscinas diferentes: una para niños, una de olas, otra profunda para chicos mas grandes, y un río lento y poco profundo. En pleno centro de las piscinas se elevaba una imponente estructura de juegos con pistolas de agua interactivas, chorros, escaleras de cuerdas, toboganes y hasta un enorme tobogan cubierto al extremo de la zona, en el que

podiamos entrar todos juntos. Nuestro entusiasmo era palpable, y los niños se aprestaban a salir corriendo para jugar como una manada de caballos salvajes, moviendo las cabezas y pateando el suelo, listos para galopar.

Pero

no los deje.

seguridad

Primeramente,

y revisamos

las reglas,

hablamos

entre

acerca

las que figuraba

de su estar

donde mamita pudiera verlos; cero juegos bruscos, cero carreras, y abstenerse de orinar en la piscina. Por suerte, contabamos con chalecos salvavidas que les servian a Logan y a Chloe. Además, había guardas en cada piscina y en la estructura de juegos. Con tanta seguridad circundante,

se disipó mi preocupación de que

pudieran ahogarse, aunque no los perdi de vista ni un segundo. Chloe, quien estaba a punto de cumplir tres años, quiso quedarse en la piscina para bebés con su tobogán pequeño, .

.

/

/

e

sus chorritos .

La magia que nunca perdimos

197

minúsculos y el agua poco profunda. Logan, de cuatro y medio, y Dylan, de siete y medio, quisieron estar en la estructura o en la piscina de olas, y los dejé retozar en la primera, mientras Chloe y yo permaneciamos en la piscina para bebés. Después de un rato,

fuimos juntos a la piscina de olas, donde Chloe jugaba en la orilla y los chicos disfrutaban saltando y cabalgando sobre el agua en movimiento. Para mi sorpresa, a Chloe le permitieron subir a la balsa de goma conmigo y los chicos, por lo que nos deslizamos por el tobogán grande. Como estaba algo nerviosa, me coloqué a Chloe en el regazo, y coloqué a Logan y a Dylan a cada lado. Y asi descendimos, descendimos y descendimos, girando y pasando las curvas, con gritos de alegria en el aire. Llegamos al final sin tropiezos y todos riendo de lo lindo. Incluso la pequeña Chloe lo disfrutó. Inmediatamente pensé en como se habria emocionado

Randy al ver cuanto les gustaba el parque acuático a sus hijos. Fue un momento agridulce, pero no deje que aquellos pensamientos hicieran mella en mi. No quería echar a perder el momento, y, honestamente, tampoco tenia tiempo para sumergirme en mi aflicción. Tenía que correr tras los niños, ansiosos por disfrutar de su proxima aventura.

Al cabo de varias horas de juegos en el agua, estábamos exhaustos

y regresamos a la habitación para dormir la siesta. Como los niños tenían hambre cuando despertaron, fuimos a cenar al restaurante del hotel. Esta es la parte que más me gusta de las vacaciones: no tener que planificar la comida ni prepararla. En un momento de la cena —creo que cuando fui a pagar— miré mi mano y me di cuenta de que ¡no tenía mi anillo de compromiso de diamantes en el dedo! Comencé a entrar en pánico, y busque en el bolso y por toda la mesa para ver si se había caido. ¡Nada! Los niños me vieron agitada y trataron de ayudarme a recordar donde lo habia visto por última vez. Me resulto imposible acordarme porque nunca me lo quite. Me dio un salto en el estomago y se me hizo trizas el corazon.

198

Era

precisamente

el diamante

que

Randy

me

entregó

al

proponerme matrimonio, de rodillas, en casa de mis abuelos. En nuestro quinto aniversario de bodas lo hizo engastar para que no arañara a los niños con una de sus puntas. Jamás me habia quitado el anillo en ninguna de las ocasiones que estuvimos en una piscina,

playa o parque acuático. No lo hice porque jamás se me había caido del dedo, sólo me lo cambiaba a la mano derecha cuando me salio un eczema en el anular izquierdo un mes despues de morir Randy.

Cada vez que ese dedo enrojecia y me picaba, lo colocaba en la otra mano hasta que desaparecía la molestia, y eso fue lo que hice en los últimos tiempos. Tal vez el anular derecho era más pequeño, o quiza el anillo tuvo más espacio para girar porque estuvimos todo el día en el agua. O se salió mientras me deslizaba por el tobogán

con Chloe, Logan y Dylan o cuando jugábamos en la piscina de olas. Pero, independientemente de cómo pudo desaparecer, ¡se me habia extraviado el anillo de compromiso! Algo que me dejo totalmente devastada y perturbada. Los cuatro salimos casi corriendo a la habitación, y los niños me ayudaron a buscar por todas partes. Cuando vimos que no aparecia el anillo, me eche a llorar. Estaba muy molesta y enojada conmigo misma por no habermelo quitado para guardarlo en la caja

fuerte con el reloj y los pendientes. Luego fuimos a la recepción para preguntar si alguien lo había encontrado y lo había dejado alli. El recepcionista hizo algunas llamadas infructuosas, y luego me dijo que fuera a ver al encargado de la piscina para ver si se habia quedado atrapado en alguno de los filtros. Regresamos al

parque acuático y hablamos con el encargado, quien nos dijo que revisaría los desagúes y filtros esa misma noche cuando cerrara la instalación. Tenia que esperar hasta el día siguiente para saber si habian encontrado mi anillo.

Esa noche senti ira contra mi y contra el mundo. “¿Qué más pudo haber ocurrido? ¿Qué otra cosa pudo haber salido mal?”,

La magia que nunca perdimos

me

pregunte.

Y

precisamente

durante

nuestra

199

primera

gran

aventura, en la que sentí que recuperaba alguna alegría de vivir. Trate de reformular mentalmente la pérdida del anillo de forma útil y positiva. Por una parte, era un recordatorio físico de nuestro matrimonio y nuestra vida en común. Ningún otro anillo podría sustituir ni representar el amor de mi esposo. Después de calmarme un poco, pude hacer un analisis más racional de la

situación. Sabia que en el fondo el anillo era sólo un objeto. De indole sentimental, pero aun así un objeto. En realidad no había perdido nada de importancia o valor real. No era una tragedia en el sentido verdadero del termino. Nadie se habia ahogado, extraviado ni lesionado. Tampoco perdería ninguno de los adorables recuerdos o el cariño que yo asociaba al anillo. En realidad, su perdida me

condujo a una especie de revelación: alli estuvimos, disfrutando de un dia fantastico en el parque acuático. Los niños y yo reimos, nos deslizamos y chapoteamos como locos. Disfrutamos una de esas experiencias maravillosas que tanto temi que no volverían a repetirse. Confirmé que la magia no había desaparecido de nuestras vidas al morir Randy. La magia seguía entre nosotros, dentro de nosotros. Siempre habia estado. Aunque podía perder una parte

tangible de Randy y un simbolo de nuestro matrimonio, jamás iba a desvanecerse la magia que supimos crear juntos. Entonces, ¿me alegraba perder mi anillo? ¡No! Pero lo que gane al visitar el parque acuático fue más valioso que cualquier posesión material. En definitiva, aquel viaje fue un paso mas en el camino para reconstruir mi vida. Además, pensé que si tuviera que extraviarse aquel anillo, el parque acuático sería un sitio idóneo para que descansara.

Me

infundió paz imaginar que estaria en el fondo de alguna piscina.

Tal vez un buen hombre lo encontrarla y se lo daría a la mujer que amaba y con la que quería casarse. Quizá sería un simbolo del amor

de otra pareja. Esperé de todo corazón que esa pareja disfrutara el

200

ca ALA

amor que Randy y yo nos profesamos y que nunca dejaría de sentir, estuviera o no aquel anillo en mi dedo. Aún lo siento hoy, a pesar que la muerte nos separo. Después de aquella aventura en el parque acuático, los niños y yo hemos disfrutado de numerosas experiencias sorprendentes. En la primavera de 2009, Bob Iger, Director Ejecutivo de Walt Disney Company, nos invitó a participar en el develamiento de una placa conmemorativa de homenaje a Randy en el Magic Kingdom. De pie

frente a los setos junto a la atracción de las tazas de té de Alicia en el Pais de las Maravillas, los niños cortaron la cinta inaugural colocada alrededor de una placa en forma de hoja con varias citas de Randy: “Sé bueno en algo. Eso te hace valioso... “Ten siempre algo que aportar porque eso te hara mas bienvenido”. Despues de estudiar la placa por algunos minutos, Dylan le pregunto al Sr. Iger por

qué Disney habia elegido la forma de una hoja. El alto funcionario le respondio que la hoja simbolizaba el legado imperecedero de su padre, que vivirá por siempre. ¡Qué oportunidad única para que Dylan sostuviera una conversación con el director ejecutivo de una de las compañias mas influyentes del mundo! Después de la ceremonia, los niños y yo disfrutamos del parque con la madre y la hermana de Randy y su familia, asi como mi hermano y su hija. Fue una reunión familiar en miniatura. Ese mismo año fuimos invitados a Pittsburgh para la inauguración del

Randy

Pausch

Memorial

Bridge.

Una

vez

más

los niños

tuvieron el honor de cortar la cinta para dar acceso al puente que conecta el Centro Purcell de las Artes con el nuevo Centro Gates de Informática y el Centro Hallan de Tecnologías para las Futuras Generaciones. Estos dos últimos son la nueva sede de informática en la Universidad Carnegie Mellon. Chloe

hablaron por el micrófono

Sin temor alguno, Logan y para agradecerle

a Carnegie

Mellon por homenajear a su padre. Dylan siguió el ejemplo de sus hermanos e hizo una comparación entre la iluminación del puente

La magia que nunca perdimos

201

en horas nocturnas y su padre pleno de luz de vida. Luego los niños corrieron de un lado a otro del puente mientras siete mil lamparas LED programables creaban un espectáculo luminoso que lo recorría. La experiencia en general fue aun más especial por la presencia de la madre, hermana, sobrina y sobrino de Randy. A la mañana

siguiente

caminamos

a un magnífico

restaurantito

y desayunamos juntos. Eso me recordo las veces que Randy y yo viajabamos a casa de sus padres para reunirnos con su familia y

pasar juntos el fin de semana. Los niños también viajaron conmigo a Washington, D.C., donde participamos en una caminata para recaudar fondos y concienciar acerca de la investigación del cancer de páncreas. A Dylan y a Logan los invitaron a dar el discurso de inauguración ante dos mil participantes entre los que estaban su abuela, tía y primos. A ninguno de los dos les intimido la multitud ni hablar por el micrófono. Me impresionó su confianza y presencia de animo para hablar del cáncer de pancreas y el impacto personal

que ejerció en ellos. Al día siguiente, Dylan y yo fuimos al Capitolio para reunirnos con Nancy Pelosi, Presidenta de la Cámara de Representantes; con el representante Frank Pallone Jr.; el senador Mark Warner; la representante Lucille Roybal-Allard; el senador Jim Webb, la representante Rosa DeLauro y el representante J. Randy Forbes para pedirles su apoyo para incrementar el financiamiento del Instituto Nacional del Cáncer y de la investigación del cáncer de páncreas en particular. El hecho de que los estadounidenses podamos recurrir a nuestros funcionarios electos, hablar con ellos acerca de los problemas que nos preocupan y atraer la atención del gobierno resultó una increíble lección para un niño. Es un gobierno “del pueblo y para el pueblo”, como dijera Abraham Lincoln en su famoso Discurso de Gettysburg. Además, éramos parte de una comunidad enorme de personas afectadas por el cancer de pancreas.

202

En Estados Unidos, cada año le diagnostican cancer de páncreas a más de 43,000 personas. Más de 400 personas de cuarenta y nueve estados participaron en este evento. Dylan, Logan y Chloe conocieron a otros niños que habian perdido un padre, madre, abuela, abuelo u otro ser querido, lo cual les ayudo a entender que no eran los únicos en sufrir tal tragedia. También tuvieron la oportunidad de conocer a muchas personas que sobrevivieron a la enfermedad, lo cual nos dio a todos la esperanza de que algún dia más del seis por ciento de los pacientes de cancer de pancreas sigan vivos cinco años después del diagnóstico. Fue un viaje increible y espero que podamos repetirlo en el futuro. A casi un año de haber extraviado mi anillo de compromiso, lo descubri en lo mas profundo del bolso que usé en aquel viaje al parque acuático, oculto en un compartimiento con cremallera. Nunca sabré cómo fue a parar alli, pues registre el bolso después de darme cuenta de que habia perdido el anillo. Ademas, no estoy

habituada a tener alhajas en el bolso cuando salgo de la habitacion de un hotel. Las coloco en la caja de seguridad, con mi reloj y otros objetos de valor. Durante los meses que usé el bolso despues de la aventura del parque acuático, jamás encontré el anillo. Por tanto, me senti absolutamente sorprendida pero muy eufórica por haberlo recuperado. El anillo resurgió en un momento de mi vida en extremo interesante: habia decidido volver al mundo de las relaciones sentimentales. Tal vez Randy me devolvió el anillo como un recordatorio de él y de nuestra relación, y para servirme de guía en mi pesquisa a fin de determinar si mi corazón había sanado lo suficiente como

para volver a amar.

¿Volver a amar?

*

NA

DE

con

LAS

Randy

CONVERSACIONES mientras

nos

MÁS

COMPLEJAS

preparabamos

para

que su

sostuve muerte

«e. fue acerca de la posibilidad de volverme a casar. Con su

franqueza habitual, Randy me dio consejos para buscar al hombre apropiado,

y me

alertó para que no cometiera mis errores de

juventud. Estaba muy preocupado por mi y por sus hijos, quienes serian afectados directamente por la persona que yo escoglera para

compartir mi vida. Se que hubiera sentido lo mismo si hubiera estado en su situación, y habria tenido que confiar en Randy, no sólo para encontrar a alguien que él amara y respetara, sino tambien que fuera una buena madre para los niños. Tambien previo la curiosidad pública acerca de cómo se sentia ante la posibilidad de mi transición romántica después de que él muriera, y hablo del tema en La última lección: “Por encima de todo, quiero que Jai sea feliz en los años venideros de manera que, si encuentra la felicidad en un nuevo matrimonio, será grandioso. Si encuentra la felicidad sin volver

a casarse,

también

será grandioso”.

Randy

elaboró

cuidadosamente esa frase a fin de que no me sintiera presionada a

204

volver a casarme, pero yo sabía que estaba contemplando todas las posibilidades. Antes de morir, Randy creó una lista selecta de candidatos disponibles en los que confiaba, y me recomendo considerarlos para un noviazgo y posiblemente el matrimonio. Algunas de las personas a quienes les relaté esta historia reaccionaron con indignación,

pues consideraron que Randy

exageró su caracter

controlador en su intento de manipular mi vida desde la sepultura. Pero yo estoy totalmente en desacuerdo. Por el contrario, veo la

acción de un hombre que me amaba de tal manera que pudo dejar a un lado los celos, pensar que yo estuviera con otra persona, y

preocuparse por mi felicidad y por el bienestar de nuestros hijos. Finalmente le pedi que no me mostrara mas la dichosa lista, y me negue a hablar con el de otros hombres cuando trataba de sacar el tema. En aquel momento no estaba en condiciones emocionales como para considerar el aspecto romántico de mi futuro o de la falta del mismo. Después de la muerte de Randy, mientras visitaba a algunas de mis amigas de la iglesia, una de ellas me hablo de una conversación que Randy habia sostenido con ella y su esposo, en la cual les pidio que me buscaran un hombre bueno cuando llegara el momento oportuno. Por tanto, no sólo no se limito a crear la lista, ¡sino que también reclutó a algunos de nuestros amigos para que hicieran el papel de mis casamenteros personales! A pesar de tantos esfuerzos, no estaba lista para dar ese paso, y le agradecí por ser tan buena amiga.

Recuerdo que hable con la Dra. Reiss en el otoño de 2008, y admiti que no podía imaginarme una relación romántica con alguien en aquel momento, porque no podía soportar la posibilidad de abrir mi corazón o arriesgarme a sufrir otra herida. Aún me abrumaba

el dolor.

Mi

corazón

no estaba en condiciones.

Mi

familia me protegía y espero en silencio hasta que estuviera lista

¿Volver a amar?

para regresar al mundo

205

del amor, sin forzarme nunca a hacerlo

mientras no estuviese lista. Luego me enterarla de lo difícil que les resultaba mi aflicción y mi soledad de cada noche, mes tras mes. Sufría de una herida que se curariía a su tiempo. La madre y la hermana de Randy me apoyaron en ese proceso de transición, aunque no creo que Randy les pidio que me ayudaran en esta misión. Tammy, la hermana de Randy; y Virginia, su madre, son personas razonables y cariñosas, y entendieron que algún día yo querría encontrar a alguien a quien amar nuevamente. Un fin de semana, cuando los niños ya se habian acostado, Tammy, que

estaba de visita en casa, trajo a colación el tema de una posible relación sentimental. Me aseguró que no tendría problema alguno con eso, y quiso que no me sintiera incomoda de hablar con ella del asunto. Me resultó maravilloso que Tammy se refiriera a un proceso del que tanto me molestaba hablar. También hizo que me sintiera más cerca de la familia de Randy saber que ni siquiera cuestiones tan difíciles como salir con alguien o volver a casarme socavarlan nuestra relación. Lo raro fue que quienes se mostraron más proclives a que saliera con alguien fueron mis hijos, sobre todo Dylan, el mayor, que tenía siete años en ese tiempo. Recuerdo cómo me habló del tema una mañana en el coche después de dejar a sus hermanos en la escuela, preguntándome si pensaba volver a casarme algún día o si habia tenido esa idea. Me tomó completamente desprevenida, pues no había salido con nadie y ni siquiera había tratado la cuestión en ese momento. Debe haber sido algo en lo que pensó previamente, pues estaba preparado para sostener la conversación, por lo que trate de explicarle que mamita no estaba lista aún porque su corazón segula sufriendo por la pérdida de papi. También añadi que seria dificil que mami saliera con alguien, dada mi carencia de oportunidades sociales, y que debía comprender que transcurriria algún tiempo antes de que yo volviera al mundo de las relaciones sentimentales.

206

volver a Soñar

Luego, mi precoz hijo aconsejó algunas estrategias para ayudar a su mamá de 42 años a encontrar un hombre elegible. «¿Has pensado en un hombre divorciado? Tal vez esté buscando una nueva familia», dijo Dylan. ¡Caramba! Un razonamiento y una percepción que me sorprendieron. Posteriormente, en otra conversación, Dylan me confesó que echaba de menos a su padre y que quería realmente otro papa.

Trataba de que yo encontrara otro padre para llenar el vacio dejado por Randy. ¡No hay nada como un poco de presión de un hijo! ¡No hay nada como subir la parada cuando las apuestas ya son demasiado altas!

Le dije cuánto sentía la muerte de su padre, y enfaticé en la suerte que teniamos de contar con el tio Bob, mi hermano, quien vivía tan cerca que podia venir a visitarnos. Y que mucha, pero mucha gente nos quería y nos ayudaba. Ninguno podía sustituir

a Randy, el padre y mejor amigo de Dylan, pero su presencia era algo que debíamos apreciar. Lo cierto es que no quería entrar en el mundo de las relaciones romanticas con el solo propósito de darle

otro padre a mis hijos. No lo considero correcto ni justo. Traer a otro hombre a esta familia no iba a curar nuestras heridas, ni haria desaparecer los sentimientos que provoco la perdida de Randy. Ésa era la cuestión real que quise comunicarle Dylan: no había nada de malo en echar de menos a Randy, en echar de menos a un papa, pero no debía pensar que colocar a otra persona en el lugar de

Randy iba a mejorar las cosas. Una dura lección para una persona tan joven, pero muy importante.

En el verano de 2009, ya lidiaba un poco mejor con la aflicción y la vida como madre sin esposo. El nudo en el pecho se había aligerado, aunque seguía presente. Me sentía comoda con nuestra rutina cotidiana.

A los niños

les iba bien y se divertian.

Me

encantaba verlos crecer, compartir cada día con ellos y emprender nuevas aventuras. Tambien me dedique a crear una red social fuera

¿Volver a amar?

207

de mi familia inmediata. Mis amigas y yo saliamos ocasionalmente a cenar, al cine o al teatro. En general, estaba feliz con mi vida. No estaba sola, pero comenzaba a sentir la soledad. Echaba de menos tomar a alguien de la mano o acurrucarme con una persona mientras veía una película. Mi corazón volvía a latir, y poco a poco fui dandome cuenta de ello. Claro, no me desperté una mañana y

dije: «¡Vaya, quisiera tener a alguien especial en mi vida a partir de hoy!». Por el contrario, fue un despertar gradual. En el otoño de 2009, a poco más de un año de la muerte de Randy, habia dado algunas charlas acerca de mi experiencia como responsable de cuidar de alguien y de la viudez a algunas agencias de salud y a un par de eventos de recaudación de fondos para la investigación del cáncer de páncreas. En cada evento hablaba de Randy y de nuestras experiencias comunes durante su enfermedad. Pero al hablar de él y compartir mis sentimientos con el público, adverti que estaba evocando su fantasma, resucitandolo de tal manera que podia sentirlo nuevamente junto a mi. Resulta interesante mi incapacidad de hablar de Randy y de nuestras experiencias con mis amigos porque era muy doloroso para todos. Sin embargo, en aquellos sitios públicos y anónimos, no sólo podia invocar su nombre y relatar las agonias que creó el cancer en nuestras vidas, sino que también el público asistente queria conocerlas, dispuesto a escuchar los detalles de nuestro tránsito por aquel calvario, y yo quería describir el dolor que la enfermedad habia provocado en mi, en mi esposo y en nuestros hijos. Fue un proceso catartico y de maravillosa curación. En cuanto terminaba la charla o salia del evento de recaudación, el fantasma de Randy se disipaba, y la

sensación de que estaba junto a mi también se evaporaba. Y volvía a perderlo nuevamente. Y luego, aquella soledad ahondándose dentro de mi. Ya no tenia más aquella persona especial icon la que compartir las pequeñas alegrías de la vida. Amaba a Randy (no he dejado de amarlo), pero

208

volvera soñal

decidí que no iba a casarme con un fantasma. Estaba feliz con mi vida, tenía amigos maravillosos, una familia unida que me apoyaba, y nuevos retos intelectuales que enfrentar. Podía seguir asi, y estaba bien. Pero en realidad quería algo más que estar bien. Decidí que estaba lista para dar otro paso en el camino de construir mi nueva vida, pero tal decisión implicaba un desafio: cómo iniciar el proceso de conocer a alguien. Conoci a Randy cuando trabajaba. Y a los otros hombres con quienes tuve relaciones antes de casarme con Randy, cuando estudiaba. Sin embargo, no trabajaba en ninguna oficina ni estudiaba en una universidad. Y como nunca he sido partidaria de los bares, esa opción estaba eliminada de plano. Ni me causó sorpresa no haber conocido a un

hombre jugando tenis con mujeres, recogiendo a mis hijos en la escuela o durante las reuniones de la escuela primaria. Tampoco en la iglesia. Cuando comencé a sentirme exasperada, recurrí a mis amigas y a mi familia. Este método funciono brillantemente cuando buscaba un pediatra para los niños, un médico general para mi, un pintor para la casa, un perro para la familia. Seguro que mis amigas podrian sugerirme un soltero aceptable que tambien me sirviera de electricista. ¡Qué ingenua fui al pensar que seria tan sencillo encontrar a alguien de mi edad disponible para salir a cenar!

Al cabo de algún tiempo me cansé de escuchar mis propias

quejas ante la falta de progreso de mis misiones románticas. La situación se transformo en un desafio real que me propuse enfrentar. Tenía que ser creativa y elaborar un método menos tradicional de conocer a un hombre, pues los que habia probado no funcionaron. Asi las cosas, como otros veinte millones de estadounidenses, me inscribi en un servicio de citas por Internet para incrementar mis

posibilidades de conocer a un hombre soltero. A las veinticuatro horas de incorporarme al sitio Web, mi cuenta contaba con una lista

de

al menos

diez

solteros

elegibles

en

mi

localidad.

Me

¿Volver a amar?

209

sorprendio la facilidad y rapidez con la que dispuse de una lista de pretendientes en tan corto tiempo. Me hizo sentir que tenia opciones. Pero permitanme aclararles algo: el sitio Web no me proporcionó una amplia variedad de hombres para elegir, sino más bien la oportunidad de conocer a hombres solteros u optar por no encontrarme con nadie. Las circunstancias no me obligaban a estar soltera. Tenía opciones, lo que me dio una enorme confianza. Una vez que conté con la posibilidad de conocer a alguien, tenía que asegurarme.a mi misma de que no había nada malo en seguir dejaría votos con la

adelante. En lo profundo de mi corazón, sabia que nunca de amar a Randy. Pero en mi mente reconocía que nuestros nupciales me liberaron de nuestros lazos matrimoniales muerte de Randy. Sin embargo, tuve que lidiar en cierta

medida con el remordimiento de serle infiel a mi esposo fallecido.

Mis amigas y mi consejera me escucharon y me dieron el respaldo necesario para seguir adelante con mi vida. Pero me advirtieron que tomara las cosas con calma, que no concediera mi corazón con demasiada premura, y, sobre todo, que me divirtiera. Asi que

respiré profundo y respondi los mensajes de mi cuenta de citas por Internet.

Aunque coordinar citas en abstracto pudiera parecer atractivo, en realidad es dificil y doloroso. A nadie le gusta que lo rechacen en ninguna etapa de la vida, pero eso es parte del proceso. Por supuesto, el aspecto positivo esta en la carga de emociones que nos invade cuando conocemos a otra persona. Algo que no habia sentido en largo tiempo,

y me complació.

La búsqueda de una

relación sentimental le dio una dimensión nueva y enriquecedora a mi vida, independiente de mis hijos y de sus vidas, y totalmente aparte de mi relación con Randy. Al menos eso fue lo que pense. Algo que me causó sorpresa fue que mi nombre y mi rostro fueran reconocibles

a pesar de que habia transcurrido más de

un año de la publicación de La última lección y de que apareciera

210

volver a soñar

alguna noticia sobre mi en la radio o la televisión. Me habia dejado crecer el pelo, y me sentía diferente a las fotografías que me habian tomado y habían colocado en Internet, usado en la televisión o en el libro. A veces, en un intento de ser honesta, era directa a la hora de decir quién fue mi difunto esposo. Algunos pretendientes potenciales habian buscado mi nombre en Google y se habian enterado de muchos detalles de mi persona en Internet. Pero me di cuenta que ambas situaciones creaban un desequilibrio de información entre mi persona y la que iba a conocer. Sabían mucho

de mi: cómo conoci a mi esposo, cuando nacieron mis hijos y como terminó mi matrimonio. Sin embargo, yo no sabía tantas cosas de

esos pretendientes, y me senti en desventaja. Tenía que confiar en que aquellos hombres me dirían la verdad sobre si mismos y como y por qué ya no estaban casados. Y la percepción pública de Randy como una persona perfecta, a pesar de sus defectos, puede intimidar bastante a algunos hombres. En ocasiones la gente no puede evitar verme como “la viuda del profesor”, y esto puede ser un poco desagradable. Aparentemente, el fantasma de Randy me perseguía cada vez que trataba de seguir adelante. Tuve que

aprender a manejar esas situaciones y sentirme cómoda como soy. Pero es más facil decirlo que hacerlo. Otro

factor

de

complicación

para

conocer

pretendientes

potenciales es tener hijos pequeños. Debido a su vulnerabilidad, quiero protegerlos

para que no se encariñen

con alguien que

pudiera desaparecer de sus vidas en cualquier momento.

Cuando

comencé a considerar una posible pareja, les dije que iba a cenar con un hombre, e inmediatamente llegaron a la conclusión de que esa persona y yo ibamos a casarnos y que tendrian finalmente otro papá. Pero les explique que se trataba de un proceso largo para conocerse antes de tomar la decisión de compartir la vida con esa persona. Y les repeti el mantra de Randy: “Cásese de prisa; arrepiéntase cuando le convenga”, lo cual dio como resultado una

¿Volver a amar?

211

extensa conversación acerca de los atributos de una relación digna de matrimonio. Una gran lección para los niños y una posibilidad esperanzadora para mi viudez. Logan tiene una gran participación en esos diálogos, pues ya le atrae el sexo opuesto a la tierna edad de cinco años. Espero que nuestras conversaciones le ayuden a tomar buenas decisiones cuando comience a salir con chicas. Mis acciones tambien le servirán de ejemplo a Chloe, en quien tengo que pensar de manera especial. Quiero que mi hija me vea con alguien que me trate con amor y amabilidad para que ella busque lo mismo cuando

le interesen los jóvenes. ¡Cuán facil era salir con chicos cuando estudiaba en la Universidad y mi única preocupación era la belleza del muchacho! Ademas,

he tenido que aprender a determinar cuando debo

presentarles a mis hijos la persona con la que estoy saliendo. No quiero que conozcan

a alguien con quien no tengo una relación

seria o que no tenga intenciones dignas conmigo y con mi familia. Tampoco que se creen lazos emocionales con alguien que dentro de algunas semanas se irá por donde vino. También esta el tiempo necesario para establecer una relación con alguien que está separado

y alejado del entorno de mi circulo familiar, para conocernos y que nuestra relación florezca. He confrontado dificultades para crear oportunidades de que esa persona esté con mis hijos, por mi deseo de protegerlos. Sé que es importante para mi ver cómo interactúa

un hombre con mis hijos y viceversa. Cuando hable de este mismo tema con Dylan, ¡ideo una medida de quince salidas para que yo usara como referencia de cuando sería apropiado traer alguien a casa para conocerlo a él y a sus hermanos! No sé si es el mejor indice de medición, pero me alegra realmente hablar del tema con Dylan, Logan y Chloe. La búsqueda de pretendiente consume mucho tiempo y energía. En otras etapas de mi vida en las que salia con novios potenciales, no

tenia

que

preocuparme

por

otra

persona

que

no

fuese

yo.

Pero

212

volver a soñar

ahora tengo que equilibrar el tiempo que paso con el hombre con quien salgo y el que dedico a los niños, que son mi principal

prioridad. Cuando volví a salir con algún hombre, quise dejar de hacerlo inmediatamente, por temor a que esto perjudicara otros proyectos, asi como la crianza de mis hijos. Una de mis mayores pasiones en la actualidad es seguir las iniciativas de Randy de incrementar la concienciación y los fondos para la investigación

del cáncer de pancreas. Siempre quise trabajar como voluntaria de alguna forma en el mundo de los pacientes de cancer, sin darme cuenta de que la posibilidad real iba a superar mi sueño.

Ayuda al projimo: defensora de los casos de cancer de pancreas

ANDY

Y YO ACUDÍAMOS

CON

FRECUENCIA

a las citas con los

especialistas de oncología con la idea de permanecer en la “e.instalación por espacio de tres horas. Sin embargo, al cabo de cuatro, cinco o seis horas segutamos allí. Nos demorábamos por muchas razones. En ocasiones, la enfermera tenía que administrar los medicamentos de quimioterapia con mayor lentitud para no sobrecargar el organismo de Randy. Á veces necesitaba una inyección para incrementar la cantidad de leucocitos y en otras habia tantos pacientes que ni siquiera habia donde sentarse. Teniamos que esperar nuestro turno, algo parecido a aguardar por una mesa libre en un restaurante, con la excepción de que Randy y los demás pacientes se sentirian mal a causa de lo que iban a aplicarles. La mayoria de los departamentos de oncología reconocen la naturaleza fluida de las citas para tratamientos de quimioterapia y ponen una amplia selección de refrigerios y bocadillos o maquinas expendedoras a disposición de los pacientes en espera. Tambien hay voluntarios

que pasan por los salones ofreciéndole refrescos

214

volver a soñar

y sandwiches al paciente o a quien cuida de el. No recuerdo la cantidad de veces que almorcé gracias a esas almas nobles. MD Anderson Center en Houston abarca cuatro mil hectareas y tiene diecisiete mil empleados. Cuando Randy estuvo allí sometiéndose al tratamiento de prueba clínica, soliamos estar muy distantes de la cafetería o de la máquina expendedora. Por suerte para nosotros

y los otros veinte mil pacientes a los que atienden en la instalación, los voluntarios van por los diferentes departamentos y salones de

espera con lo que se conoce como el “Jolly Trolley”, un carrito equipado con bocadillos y café, té o chocolate caliente. Aún puedo escuchar su campanilla, un sonido que agradeciamos todos los que estábamos atrapados en las entrañas de aquel laberinto adonde no llegaba la luz del sol, y el tiempo se medía por la caida de las gotas de la bolsa de suero a través de la linea intravenosa. El cancer no solo invade el cuerpo. Tambien el tiempo, apoderándose del control que se pudiera tener sobre la programación diaria o el propio día. El paciente y quien cuida de el estan completamente a merced del cancer. Por tanto, el “Jolly Trolley” representaba algo más que una taza de cafe caliente: representaba la posibilidad de escape de la realidad del momento servida con una sonrisa amable. Luego de permanecer días que fueron semanas dentro de la burocracia de los centros de tratamiento del cáncer, me propuse ayudar a todo el que pasara por tiempos tan difíciles como los nuestros. Después del fallecimiento de Randy, cuando volvió a restablecerse la rutina en nuestro hogar, quise hacer uso de parte de mi tiempo libre mientras los niños estaban en la escuela para trabajar como voluntaria ofreciéndoles refrigerios y sandwiches a los que permanecen sentados en los mismos salones de espera donde habia estado yo hacía poco. Sabia por experiencia propia la diferencia que puede marcar una acción tan simple en la vida de una persona. En vez de sumirme en la autoconmiseración, me beneficiaria ayudando a los demás. Hay una recompensa inmediata

Ayuda al prójimo: defensora de los casos de cáncer de páncreas

215

cuando hacemos algo por el prójimo: la gratificación instantánea de interactuar con la persona a la que ayudamos. Es una experiencia mucho mas personal que limitarse a firmar un cheque y enviarlo por correo postal. Estoy segura de que a muchos no les gustaria regresar a un pabellón de tratamiento del cáncer para ver portasueros y bolsas de quimio colgadas como si fueran globos de fiesta. ¡Qué clase de fiesta! Definitivamente, los invitados no la pasan bien, y, por supuesto, no vomitan en un cesto de basura porque han bebido demasiado. Estos recuerdos de días aciagos reabren las heridas de aquellos que han sobrevivido a la experiencia con el cáncer. Conozco el dolor de pacientes y de quienes cuidan de ellos, y comprendo por qué algunas personas se resisten a servir como voluntarios. La

experiencia es devastadora. Pero en mi caso necesitaba hacer algo por aquellos que aún se sientan en esos pabellones, sufriendo en silencio a su modo. Después de ver las atrocidades que el cancer les provoca al cuerpo y al espiritu, senti gran simpatia por los que

pasan por lo que yo pasé. Son imagenes que no puedo alejar con solo cerrar los ojos, pues reaparecen en mi mente. Sin embargo, mis planes de trabajar como voluntaria cambiaron cuando

en

el otoño

de

2008

Julie

Fleshman,

presidenta

de

Pancreatic Cancer Action, me llamó para pedirme que asistiera al evento anual de recaudación de fondos de la organización. Un año después me invitó a formar parte de la junta directiva, algo que me hizo vacilar, porque no estaba segura de tener el tiempo o la experiencia que aportarle a la organización a ese nivel, Sin embargo, no me negué de inmediato, sino que hable del asunto con algunos amigos cercanos. Entre mis reservas estaba haber enviudado recientemente y seguir abrumada por un tsunami de aflicción, además de estar aprendiendo a ser madre sin esposo.

La única experiencia de que disponía era mi trabajo en la junta de Pittsburgh Toy Lending Library, que no se podía comparar en

216

volver a soñar

terminos de alcance o presupuesto con Pancreatic Cancer Action. También mi tiempo libre era limitado porque Chloe asistía al

preescolar sólo cuatro horas diarias. Mi participación en la junta de Pancreatic Cancer Action daría al traste con mis planes de voluntaria para servir refrigerios. Pero como no podía hacer ambas cosas, tuve que decidirme por una. En definitiva decidí que la oferta era una oportunidad que no debía ignorar. Quizás no haría algo tan tangible como repartir comida, pero desempeñaria un papel similar a gran escala. Me agradaba ser parte de un equipo cuyos objetivos se correspondían con los mios. Eso me ofrecería la oportunidad de conocer a otras personas afectadas por el cáncer de páncreas que querian hacer algo para combatir la enfermedad. Aunque sólo existe un diez por ciento de probabilidad de que el cancer de páncreas se contraiga

por via hereditaria, no quería ni pensar que mis hijos podían padecer el mal que sego la vida de su padre, especialmente cuando

el indice de supervivencia no ha cambiado en cuarenta años. ¿Que esperanza les ofrecería la ciencia médica a mis hijos con tal ritmo de progreso? ¿Cómo me sentiría si no hubiera hecho todo lo posible para cambiar la perspectiva de esta enfermedad? Con esas ideas girando en mi mente, pensé en Randy, quien

jamás me pidió que siguiera en esa cruzada, aunque sus acciones decian lo contrario. Cuando tuvieron que hospitalizarlo a causa de aquella insuficiencia cardiaca y renal en marzo de 2008, les dijo a

los médicos que necesitaba ser dado de alta a tiempo para viajar a Washington, D.C., donde testificaría ante el Congreso para abogar por la asignación de más fondos al Instituto Nacional del Cáncer y para combatir el cancer de páncreas. Los médicos le dieron el

alta, a pesar de que seguíamos intentando bajarle la presión arterial de 200/100. Randy se sentía muy incómodo y estaba demasiado debil. Solo hay que ver el video de su testimonio filmado por Geoff Martz de ABC News, en el que se presiona los costados y hace una

Ayuda al prójimo: defensora de los casos de cáncer de páncreas

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mueca de dolor frente a un ascensor. Sin embargo, tuvo el coraje de vestirse y padecer las cuatro horas de camino, descansando en el asiento trasero del coche. En agosto de 2007, los médicos le advirtieron a Randy que le quedaban unos seis meses de vida (o sea, hasta marzo de 2008), y

el le dijo a Diane Sawyer durante una entrevista para el programa especial de una hora 20/20 en abril de 2008, que no esperaba

estar vivo el Día del Padre, en junio de ese año. Sabía que estaba viviendo un tiempo prestado. Su decisión de estar otro día más

lejos de sus hijos, después de haber estado cinco en el hospital donde no pudo verlos, resalta la importancia que tuvo para él marcar una diferencia. Aparte, Randy sabía que sus esfuerzos no lo beneficiarian en lo más mínimo, pues era demasiado tarde. Pero fue de todos modos, y creo que no sólo esperaba llamar la atención sobre el cáncer de pancreas, sino también exhortar al público y al gobierno a que actuaran, a apoyar a los investigadores médicos y a darles los medios necesarios para encontrar una cura. Aparte

de ese objetivo, esperaba inspirar a que otras personas ocuparan su lugar en una carrera que no podría terminar. En un anuncio de servicio público que hizo, decia: «Es muy probable que el cancer derrote mi organismo, pero no va a derrotar a mi alma, porque el espiritu humano es mucho más poderoso que cualquier

enfermedad biológica». A la luz de sus acciones y palabras, ¿cómo no iba a ocupar su lugar y llevar adelante esa misión? Por tanto, acepté la oferta de Pancreatic Cancer Action y me

incorporé a su junta directiva. Una decisión de la que nunca me arrepentiré. Como la organización cuenta con un método integral de ataque contra la enfermedad, he aprendido mucho de los intringulis de la administración de una organización sin fines de

lucro en el arte de organizar voluntarios. Formar parte de una junta no equivale a estar sentada ante una mesa de conferencias leyendo

un montón de informes, pues sus miembros trabajan activamente

218

¿OÍve.

a soñar

con la población. He participado en caminatas comunitarias, en la concienciación del público general sobre la enfermedad y en

recaudaciones de fondos; asimismo he tratado de incluir a mis hijos en eventos o actividades cuando es apropiado para que podamos

estar juntos como familia y aprender con el ejemplo y la práctica lo que significa recompensar a nuestra comunidad. Además de los eventos comunitarios, he

dado

numerosas

charlas públicas. Esas invitaciones me han obligado a crear un conjunto de destrezas de las que carecía antes de formar parte de Pancreatic Cancer Action. Antes del nacimiento de los niños

trabaje como programadora Web y jamás puse un pie en un podio ni hablé ante un micrófono. Cuando estudiaba en la Universidad de Carolina del Norte, me ponia nerviosa cada vez que debía presentar una ponencia ante mis compañeros de clase y el profesor, unas quince personas en total. Ahora subo al estrado y hablo ante dos mil personas, pero no sufro de miedo escénico. Mis amigas me preguntan como puedo pararme ante un grupo tan grande de personas

y mantener

mi

compostura.

Esto

se debe

a que

creo

realmente en lo que estoy haciendo. Tengo la convicción total de que como sociedad, necesitamos apoyar mas a los cientificos para que sigan ganándole espacio a esta enfermedad dificil y letal. Lo que vivimos Randy y yo fue horrendo para ambos y para nuestras familias, en formas sin precedentes para todos. Y hablar de esa experiencia me ayuda a seguir adelante. Espero que al compartirla, otras personas

se identifiquen

con nosotros

y no se sientan tan

aislados en sus propios caminos, y que, a cambio, apoyen mi causa.

Siento que de la dolorosa experiencia de la batalla de Randy con el cáncer y de nuestra perdida ha surgido algo bueno. Es el lado realmente esperanzador: ayudar a otros mientras me ayudo a mi misma.

El aspecto más

dificil ha sido la parte “empresarial”

de la

organización sin fines de lucro. Como miembro de la junta, tengo

Ayuda al prójimo: defensora de los casos de cáncer de páncreas

la misión

de garantizar la responsabilidad

219

fiscal de Pancreatic

Cancer Action, o sea, asegurar que todos y cada uno de los aportes monetarios a la organización se inviertan en el cumplimiento de su misión: la cura del cáncer de páncreas. Por suerte para mi, la contabilidad de la organización es transparente y bien documentada,

lo cual me facilita mucho más el trabajo. Ha sido una verdadera revelación ver cómo una institución sin fines de lucro bien administrada trata siempre de reducir sus gastos

y usar sus fondos para el mejor cumplimiento de sus objetivos. Mi responsabilidad me ha hecho pensar en formas que nunca antes me imagine. Como he continuado con mi participación en la comunidad de combate contra el cáncer de páncreas, he tenido el privilegio de conocer a personas magnificas que luchan incansablemente por conseguir una cura. Una en particular que considero un modelo es Roger Magowitz, a quien conocí en una gala de recaudación de fondos de Pancreatic Cancer Action en octubre de 2008. Roger

me entregó su tarjeta de presentación y me pidió que lo llamara si alguna vez necesitaba un colchón (¡lo cual hice en su momento, como ya les he contado!). En ese momento era propietario de veinte colchonerias en Arizona y quince en Virginia. Vive con su esposa Jeanne a poca distancia de Virginia Beach, y nos hemos hecho amigos. Aunque no lo supe al principio, me había incorporado a su inmensa lista de amigos y contactos. Roger tiene

don de gentes, y encaja como anillo al dedo con la definición de “conector” (personas muy habiles para unir al mundo) de Malcolm Gladwell, pues tiene una amplia red de amigos por medio de los cuales conoce a otros, o llega a alguien ajeno a su propia red a través de varios grados de separación. Roger usa su talento para apoyar que se consiga una cura del cáncer de páncreas porque esa enfermedad le costo la vida a su madre hace ocho años. Pero en vez de sentir resentimiento, canalizó sus energias y emociones en una

220

COVES O yONIar

batalla frontal contra la enfermedad. Primeramente, trabajó como voluntario en la organización de un torneo de golf para recaudar fondos a beneficio de Pancreatic Cancer Action, logrando un total de $10,000. Al año siguiente, le sugirió al organizador del torneo que le pusieran el nombre de su madre, Seena Magowitz. Gracias a sus esfuerzos y contactos, ¡el torneo recaudo ese año $50,000! Cuando el organizador propuso cambiar el nombre del torneo para rendir homenaje a una persona diferente cada año, Roger sabia que sus amigos no aportarían lo mismo, y decidió seguir por su cuenta y crear su propio encuentro de golf en honor a su madre, al cual le siguió su red de amigos y colaboradores. El evento ha aumentado en cantidad de asistentes (cuatrocientos en el año 2010) y en recaudaciones ($2.5 millones ese mismo año). Me sorprende su exito y su fuerza de voluntad, nacidos de un deseo de extinguir la enfermedad que devasto a su familia al cobrar la vida de su madre. Pero el torneo de golf no es el único proyecto emprendido por Roger en su lucha por vencer al cáncer de páncreas, también ha animado a su industria a implementar ideas creativas. Roger es autor de la idea novedosa de hacer ositos de peluche con espuma viscoelástica Tempur-Pedic y donar los ingresos a Pancreatic Cancer

Action.

Ademas

se ha

comprometido

a comprar

un

porcentaje de los ositos para sus colchonerías en Virginia. Su idea contribuyó a la creación de la campaña “Hugs Back” con la que Tempur-Pedic uso esos ositos que se pueden apretar y abrazar

en la concienciación sobre el cancer de páncreas en su trabajo de mercadotecnia, publicidad y relaciones públicas. La compañia ha difundido anuncios sobre los ositos y la causa que representan en revistas y periódicos nacionales y locales, asi como en espacios de radio y television dando a conocer su venta por una módica suma en colchonerías de todo el país. En diciembre de 2010, la campaña de Tempur-Pedic

había generado. $300,000

en fondos

para la

investigación del cáncer de páncreas, gracias a que Roger exhortó .

.

./

/

/

.

/

Ayuda al prójimo: defensora de los casos de cáncer de páncreas

221

a la industria de colchones a participar, y los gigantes empresariales respondieron a su llamado. Cuando

le pregunté

cómo

podía administrar una compañia

en dos estados diferentes, y donar tiempo de trabajo voluntario a proyectos contra el cancer de páncreas, me explicó que llevaba más de veinte años en el negocio, y contaba con excelentes empleados que mantenían la buena marcha del negocio. Nunca perdió de vista el hecho de que su madre falleció sin esperanza de tratamiento ni de cura, y de que se proponía dar de si un 110 por ciento cada día. Cuando sus amigos y colegas vieron lo que aportaba de su tiempo, dinero y recursos a la causa, estuvieron más dispuestos a participar.

Cuando Roger decidió vender la compañia, escogió un comprador que estuvo de acuerdo en convertir el financiamiento para la investigación del cáncer de páncreas en su renglon de beneficencia empresarial. Mattress Firm no sólo adquirió la compañía de Roger. También lo contrató para que siguiera desempeñando la función que llevó adelante todos esos años sin compensación: la

lucha contra el cancer de páncreas. Ademas, conjuntamente con su esposa prometieron donar un millon de dolares al Dr. Daniel Von Hoff, director médico de Translational Genomics Research Institute para realizar pruebas clínicas a fin de que las opciones de tratamiento elaboradas en el laboratorio de investigaciones médicas llegaran con mayor rapidez al paciente. Ellos podian

haberse comprado una casa para jubilarse en la Florida y jugar golf todos los días, satisfechos de haber hecho su parte. Sin embargo,

con su ejemplo demostraron tangiblemente que eliminar el cáncer de páncreas y ayudar al prójimo es una prioridad en sus vidas. Gracias a personas como Roger y Jeanne, comienzo a tomar decisiones con respecto a lo que es importante para mi y para mi

familia. Me he preguntado a mí misma cómo quiero manejar la o. experiencia por la que pasé o. junto a Randy. ¿Quiero sepultarla en lo más hondo y dejar que el tiempo borre lentamente las heridas,

222

AA

o asumir mi tragedia y usarla para hacer algo positivo? Al mismo tiempo, no quiero estar atada por el pasado, ni que éste me defina. El nuevo reto que enfrento es aprender a tomar mis experiencias pasadas y usarlas para marcar una diferencia en el mundo actual

sin dejar que el pasado dicte mi futuro. No quiero ser “la viuda de Randy”, sino sólo Jai Pausch. Debo encontrar alguna manera de recoger los fragmentos dispersos de mis sueños de ayer, y usarlos para crear algo nuevo y hermoso que se corresponda con lo que soy en este momento.

PI MA Uh O

TAO

Volver a soñar

ECIENTEMENTE

Magowitz

ME

durante

PIDIERON

una

QUE

cena

PRESENTARA

de

a

Roger

patrocinadores

de

>. Translational Genomics Research Institute, y esperaba la oportunidad de hablarles a los invitados de los esfuerzos de Roger y del innovador trabajo que contribuye a financiar: las investigaciones sobre el cáncer de páncreas que dirige el Dr. Daniel Von Hoff en TGen. De repente, cuando observaba a los presentes, tropecé con

un rostro familiar. “De donde lo conozco?”, me pregunté mientras hablaba.

¡Y de pronto me vino a la mente!

Se trataba de Dan

Quayle, exvicepresidente de los Estados Unidos, sentado a una

mesa a mi derecha, mirandome y escuchando lo que decia. Jamás habría imaginado estar en una situación de tal envergadura en la que un vicepresidente, pasado o presente, estuviera escuchándome con atención. ¡Qué noche tan increible aquella! Posteriormente,

pensé en lo que habia sentido y lo que eso significaba. El mensaje aleccionador que obtuve como reflexión es que, si bien no sé lo que me depara el futuro, no debo dejarme vencer por el miedo a lo desconocido. Debo confiar. Debo tener fe en que mi vida seguira teniendo momentos mágicos y plenos de entusiasmo. Pero tengo que abrirme a las posibilidades.

224

volver a soñar

Volver a empezar es algo que todos debemos hacer en varios momentos

de

nuestras

vidas

por

muchas

razones

diferentes,

como un divorcio o la pérdida del empleo. Cerrar un capitulo de la vida crea por naturaleza temor y ansiedad. En una entrevista concedida a la revista O, Oprah Winfrey hablo con franqueza acerca del comienzo de una nueva fase de su vida después de que el programa The Oprah Winfrey Show llego a su fin. Winfrey describió sus propias palabras de aliento de esta manera: “Mirate aquí, postrada en la cama, temerosa de dar el próximo paso, pero date cuenta de dónde estas [en su residencia de Maui con vista al mar]... Mira de dónde has venido. Y comencé a pensar en mi casita de Misisipi, y comencé a llorar. Pensé: Mira cuántas veces Dios no te dejó abandonada. Y pense: Bueno, bueno, Dios no va a

darme esta oportunidad para luego dejarme sola. ¿Para que estoy en esta posición, para fracasar?”. Oprah no siguió encadenada a su

exitoso programa, ni dejo que la ansiedad por el futuro le impidiera dar el próximo paso.

Controló su temor, acopio energías y las

usó para crear un nuevo sueño: una cadena dedicada a su propia programacion televisiva. Yo

también

he optado

estoy iniciando

por no dejarme

una

nueva

fase de mi

atrapar por el pasado.

vida,

y

Necesito

reinventarme, adaptarme a las nuevas circunstancias en las que me encuentro, y, sobre todo, crecer. Una de las principales lecciones que la vida me ha enseñado es volver a soñar. Cuando un sueño se hace realidad, no debe convertirse en una camisa de fuerza que impide la evolución y el progreso de una persona. Por el contrario, debe ser un punto de apoyo para un nuevo paso. Cuando se rompe un sueño, se deben recoger los fragmentos para crear uno nuevo. No sera el mismo que el anterior, pero se puede esperar que sea tan vibrante y lleno de entusiasmo como aquel. Tengo que darme a mi misma permiso para deshacerme de los viejos sueños: no voy

a criar a mis hijos con el hombre a quien me uní en matrimonio

Volver a soñar

225

el 20 de mayo de 2000, bajo la sombra de dos olmos gigantescos. Ese sueño murió con Randy, y ahora tengo sus fragmentos a mis pies. Tampoco puedo seguir atada a ese momento de mi vida. ¿De que les serviria a Randy o a mis hijos que siguiera siendo una

viuda doliente? ¿Qué ejemplo les darla a mis hijos? En vez de hacer memoria de los desengaños de ayer, recurro a las posibilidades de hoy. He creado un nuevo mantra: “Volver a soñar”.

Al mirar los fragmentos de mi viejo sueño, he tratado de buscar una manera de salvar lo que pueda para crear una nueva vision. Luego de reflexionar a fondo y respirar profundamente, he considerado las oportunidades positivas de mi vida y comenzado a dar pequeños pasos en el camino hacia la búsqueda de una dirección apropiada tanto para mi como para mi familia. Entre

esos pasos figura atender a mis hijos, crear una red de amigos y abrir mi corazón a la búsqueda del amor. Recientemente conoci a Rich Essenmacher, un hombre maravilloso que me acepta y me ama, tanto como a Dylan, a Logan y a Chloe. Estar con alguien a quien atesorar y amar es un don raro que se puede apreciar a cabalidad después de las experiencias por las que he pasado. Como tuve que ser fuerte por tanto tiempo, no me había dado cuenta de lo abrumadora que se habia vuelto esa carga. No fue hasta que Rich alivio parte de esa carga de mis hombros que experimente una sensación de alivio. Día tras día aprendo a apoyarme más y más en él, aunque he confrontado dificultades para dejarlo que haga algunas cosas por mi, cosas simples como abrirme la puerta del coche. No crel que mi corazón volveria a latir nuevamente con tanta intensidad, pero lo ha hecho, y eso me complace. Vivir la vida con un nuevo amor me ha obligado a reformular la manera en que empleo mi tiempo. Reconozco la importancia

de ayudar al prójimo. Sigo apoyando y reconfortando a viudas y viudos que han perdido a sus conyuges a causa de algún tipo de cáncer.

226

yvoiver a soña

También escribo una columna titulada Ask Jai, en el sitio Web de National Comprehensive Cancer Network, donde les ofrezco

consejos a quienes cuidan de un ser querido para seguir adelante en sus experiencias con el cáncer. Al hacerlo, siento que estoy saldando parte de la deuda contraída por todo el apoyo que recibi en los últimos años. Además, siento una energía más positiva al continuar ayudando a la comunidad afectada por el cáncer de páncreas. Además de mi

trabajo con Pancreatic Cancer Action, colaboro con la Fundación Lustgarten y Translational Genomics Research Institute para promover la información y la investigación del cáncer de páncreas, y doy charlas en conferencias y centros comunitarios para crear

conciencia sobre las dificultades que enfrentan quienes cuidan de un ser querido y no reciben apoyo con la frecuencia debida. Aunque no fue mi intención desempeñar ese papel, cuando surgió la oportunidad la evalué con cuidado y decidi que era idónea. Nunca me imaginé que cuidaría de alguien ni que seria vocera de la campaña contra el cáncer de páncreas. Aunque deseo seguir siendo parte de esa comunidad, sé que mis energias y mi tiempo son limitados. Queda mucho por hacer.

Cuando era joven nunca pensé en esas oportunidades o roles porque no habia pasado aún por esas experiencias de la vida. No siempre se sabe en la niñez ni en los años de estudios secundarios o universitarios lo que nos depara el futuro ni cuáles serán nuestros mayores retos o logros. Cuando le preguntaron al expresidente

Jimmy Carter si sabía lo que iba a ser cuando era niño y vivía en la granja de cacahuates de su padre, en la región rural de Georgia, respondió: “En ese tiempo todo lo que ambicionaba desde que tenía cinco años era ir a Annapolis y ser oficial de la Marina. Como mi tío

favorito era marino y me enviaba recuerdos de las Filipinas, Japón y China, quise alistarme en la Marina. Era mi única ambición: alistarme en la Marina”.

Y miren lo que llego a ser el Sr. Carter

Volver a soñar

227

después de hacer realidad su sueño de alistarse en la Marina: el trigésimo noveno presidente de los Estados Unidos y Premio Nobel de la Paz de 2002. Los sueños de infancia y los sueños de los años universitarios son

solo el comienzo, y nos llevan por un camino que tendrá muchas posibilidades y direcciones para escoger. El error que cometemos

a veces es que dejamos de soñar cuando crecemos, lo cual dificulta el afrontar y recuperarse de los cambios que se producen en la vida cuando las cosas no salen como planificamos. Incluso cuando

logramos algo, no debemos dejar de soñar. Hay que usar ese éxito para pasar a una nueva fase de la vida. Durante la redacción de estas páginas he sido madre sin esposo por varios años. Años extensos y duros en los cuales los niños han crecido emocional y fisicamente. Hemos tenido que adaptarnos a muchas cosas en el plano individual y familiar. Felizmente, mis

hijos han demostrado resistencia a la hora de aceptar nuestras circunstancias y prosperar.

El tiempo que pasamos juntos como familia es invaluable, y no quiero que nada de lo que haga lo afecte. Los niños han recibido muy bien a mi prometido, que los inunda de tiempo y afecto. Rich me ha demostrado que ama a los niños, y que está dispuesto a criarlos conmigo.

Es un factor positivo para mis hijos que siguen

siendo mi prioridad principal. Aun así, estamos transitando por el proceso de convertirnos en una familia mezclada, aprendiendo a conocernos y a vivir en armonía. La paciencia, el tiempo y el amor marcarán la diferencia para crear el aglutinante que nos una. Seguimos manteniendo relaciones familiares muy estrechas, compartiendo nuestros pensamientos y sentimientos. Tambien he tratado de seguir inculcandoles los valores tan apreciados por Randy y por mi. Ayudar en las labores hogareñas es importante, tanto para mi como madre

sin esposo como para los niños en

su aprendizaje a tener responsabilidad. Ellos trabajan en equipo,

228

llenando y vaciando el lavaplatos, sacando la basura, ayudando a

limpiar el coche, a organizar sus dormitorios y juguetes y a llevar la ropa a lavar. Saben que sus esfuerzos marcan una diferencia para

todos. No podría estar más orgullosa del lazo que hemos forjado juntos. También

me

causa

sorpresa

el

crecimiento

individual

de

cada uno. Dylan, el mayor, ya tiene diez años y medio y esta en cuarto grado. Tiene muchos amigos en la escuela y muy buenas calificaciones. Sigue recordandome a su padre en su forma de hablar, en su capacidad de acometer temas complejos, en su habilidad natural de negociar y en su empatía. Dylan me sorprende de muchas maneras, y me encanta verlo crecer. A menudo me toma desprevenida cuando dice algo demasiado inteligente para un niño de su edad. Cuando habla, escucho a su padre, en la forma que funcionaba su cerebro y procesaba el mundo que le rodeaba. La risa y el amor a la vida que caracterizan a Logan, de siete años y medio, son tan intensas como siempre.

Gracias a su picara

sonrisa y a su pelo castaño rizado, hace amistades facilmente. Pero lo mas importante es que es de buen corazon y leal a su familia y amigos. Le encantan los ordenadores y los aparatos electrónicos como a su padre. Cuando los niños quieren ver un DVD, jugar en el ordenador o arreglar algunos de sus dispositivos electrónicos, van a ver a Logan, quien trastea en ellos hasta que arregla el problema. También es atlético y usa su considerable fuerza cuando juega fútbol o forcejea con su hermano. Lo más que me gusta de Logan es su disposicion a demostrar su amor con un abrazo o acurrucandose junto a mi en el sofa. Chloe, a sus seis años, ha demostrado una actitud sorprendente de independencia y persistencia. Por espacio de seis meses, cuando tenia cuatro años, me pidio que le cortara a ras el cabello para parecerse a sus hermanos, incluso después de explicarle que se vería diferente a las demás niñas y provocaría sus burlas. Aun asi, mi

Volver a soñar

229

hija, insistente y persistente, tomó su decisión y sabia lo que quería. Cuando le cortaron los rizos, Chloe se veía hermosa, y dio vueltas y vueltas de felicidad y entusiasmo. Luego sufrió en carne propia la presión de sus condiscipulas, y desde entonces decidió dejarse crecer el cabello. Me complace que haya tenido esa experiencia en un entorno de cariño y comprensión. Como le dije en muchas ocasiones, la querría igual con el cabello corto o largo, porque la apariencia exterior no es lo que vale, sino cómo es en su interior.

Chloe es una de las alegrías de mi vida. Como quiero tanto a mis hijos, me duele enormemente cuando dicen que estan tristes y echan de menos a su padre. Cuando Dylan, Logan y Chloe expresan su tristeza trato de reconfortarlos y abrazarlos hasta que pasa la oleada de aflicción. Dedicarles tiempo y escucharlos los hace sentir comodos para hablar de su pesadumbre y no dejarla acumularse dentro de sus corazones. Aunque no puedo curarlos de la aflicción, si puedo hacerles patente que estoy aqui para ayudarlos y que los amo. En ocasiones eso es lo único que se puede hacer ademas de ofrecerles un abrazo. También he aprendido que los niños reaccionan a la pérdida de un ser querido de manera diferente a los adultos. Mi aflicción fue enorme inmediatamente después de la muerte de Randy, pero aquellos sentimientos de tristeza intensa han ido mitigandose poco a poco. La aflicción que sienten los niños por la muerte de su padre, aunque

potente,

surge

aparentemente

en

momentos

diferentes,

manifestándose y desapareciendo nuevamente. Un acontecimiento importante de su desarrollo o un cansancio general pueden desencadenar esos sentimientos, haciéndoles brotar las lagrimas. Cada vez que eso ocurre los abrazo y les digo que se les pasara y que no siempre estarán tan tristes. Estoy consciente de que ese proceso se repetirá a lo largo de sus años de infancia, en vez de desaparecer en un periodo determinado. En la medida que vayan creciendo, contar con una buena base para lidiar con su tristeza

230

solver a soñar

será un recurso importante. Para crearla es necesario que yo este a su disposición, a su alcance, en todo momento. Es una bendición para todos que no tenga que regresar a trabajar y pueda quedarme en casa con mis hijos. Sé que no ocurre asi con muchas personas que confrontan dificultades financieras con la perdida de un cónyuge. Reconozco que la oportunidad es un regalo que no debe derrocharse. Cuando pienso en lo que quiero hacer para que mi vida progrese, tengo en cuenta que sus necesidades son la prioridad fundamental. Eso quiere decir que mantengo un

equilibrio saludable entre las necesidades de mis hijos y las mias. Sigo respaldando la concienciación y las investigaciones del cancer de páncreas y fomentando el conocimiento de la necesidad de los que cuidan de un enfermo; pero selecciono con cuidado mis actividades fuera de casa para reducir al minimo el impacto en el tiempo que dedico a mi familia. Esto es algo completamente nuevo

para

mi,

pues

siempre

he

estado

en casa y no

estuve

ante

la situación de rechazar una solicitud. Aprender a decir no es una nueva lección de la vida, pero muy esencial para no acometer

demasiados proyectos. También limito mis viajes a uno cada dos meses para reducir el tiempo de separación de mis hijos. Hasta ahora esas estrategias han funcionado bien, y todos disfrutamos de la recompensa.

En el viaje de mi propio camino en la vida he encontrado gente increíble y me he encontrado en las situaciones más sorprendentes. Aunque me ha llenado de entusiasmo conocer personas famosas, los momentos

verdaderamente

significativos

surgen

de

ver

la

diferencia que han marcado mis esfuerzos en la vida de otros. Es

entonces que puedo sentir que no he trabajado en vano, que es lo mejor que puedo hacer, al menos por ahora. Teniendo siempre en mente mi mantra “Volver a soñar” espero seguir creciendo en direcciones que tengan significado para mi, en vez de quedarme estancada o en una rutina infeliz. Cuando la vida me coloque en una

Volver a soñar

231

encrucijada, podré evaluar cómo esos desafios afectarán mi nueva situación y luego haré los cambios adecuados. Si mis actividades son demasiado abrumadoras para mi y para mi familia, mantengo la flexibilidad de hacer las cosas demanera diferente, ya sea dejando de hacerlas objetivos.

o encontrando un canal diferente para mis energias y

Pero no todas mis aspiraciones giran en torno al cáncer y a los problemas que confronta quien cuida de un ser querido. Uno de los sueños que he acariciado por largo tiempo es viajar más a menudo. El deseo aflora naturalmente porque mi padre era marino y nos mudabamos cada tres años a diferentes ciudades del país. Cuando mi vida estuvo en sus momentos más dolorosos en estos últimos años, afrontaba los momentos dificiles pensando en visitar algún

pais extranjero, y me veia subiendo al avión, relajandome en mi asiento y sintiendo cómo despegaba la nave. En el ojo de mi mente creé todo tipo de aventuras, desde montar un camello y ver las piramides de Egipto, hasta recorrer en bicicleta las regiones

vinateras de Francia. Despues de mi viaje a Italia con mi mejor amiga,

Tina

Carr,

comprendi

que no debía de dejar de hacer

algo por mi ahora, ni postergarlo para otro momento de mi vida. Necesito gozar de algún placer cada día, no esperar a mañana. De ahora para luego pueden ocurrir muchas cosas. Demasiados “y si...” pudieran ser un obstáculo para ese plan de gratificación que he pospuesto durante tanto tiempo. Ya estoy planificando mis vacaciones de este año, y sueño con algunos viajes adorables e interesantes en un futuro cercano.

La vida es un don precioso y no tengo intenciones de perder ni

un día. ¿He sufrido tragedias? Claro que sí. Pero no recuperarme de la tristeza que he sentido y de la perdida de tantos momentos felices en ese tiempo sería una tragedia mayor. ¿Se rompió mi sueño? Por supuesto. Y eso volverá a ocurrir. Pero cuando ocurra, recogeré los fragmentos y crearé algo nuévo. Siempre volveré a soñar.

FUENTES

DE AYUDA

The Pancreatic Cancer Action Network Pancreatic

Cancer

Action

Network

es la organización

nacional

que

crea esperanza

integral por medio de investigaciones, apoyo al paciente, ayuda comunitaria y promoción para la búsqueda de una cura. La organización recauda fondos para la financiación privada de investigaciones y aboga por una política más activa de financiamiento federal de los progresos médicos en la prevención, diagnóstico y tratamiento del cáncer pancreático. www.pancan.org; info(Upancan.org; www.facebook.com/ JointheFight 1500 Rosecrans Avenue, Suite 200, Manhattan Beach, CA 90266 310-725-0025; línea gratuita: 877-272-6226 Fundación Lustgarten La Fundación Lustgarten es la principal fundación privada de los Estados Unidos dedicada únicamente al financiamiento de investigaciones del cáncer pancreático. Como Cablevision Systems Corporation asume todos los gastos administrativos de la institución, el cien por ciento de cada dolar donado a la fundación se destina directamente a la investigación

www.lustgarten.org; www.curePC.org; www.facebook.com/CurePancreaticCancer 1111 Stewart Avenue, Bethpage, NY 11714 516-803-2304; linea gratuita: 1-866-1000; fax: 516-803-2303

Dr. Daniel Von Hoff y su equipo de The Translational Genomics Research Institute La misión de TGen

es crear rápidamente nuevos tratamientos y mejores diagnósticos

del cáncer pancreático y otras enfermedades mortales. www.helptgen.org; foundation(Ugen.org; www.facebook.com /helptgen 445 N. Fifth Street, Phoenix, AZ 85004 602-343-8400; línea gratuita 1-866-370-8436 Fundación Seena Magowitz: el rostro y la voz de la causa contra el cáncer de páncreas www.seenamagowitzfoundation.org; www.facebook.com/pages/Seena-Magowitz-Foundation/2751 93745486 Roger E. Magowitz, Fundador y Presidente de la Junta Directiva roger(Useenamagowitzfoundation.org; 602-524-7636

AGRADECIMIENTOS

Quiero agradecerles

a Dylan,

a Logan y a Chloe por su amor,

que me ha inspirado a ser la mejor persona y mamá que he podido. Ustedes me maravillan cada día que transcurre. Gracias por salir a cenar conmigo, Rich. Ignoraba que sería capaz de volver a amar-tan intensamente. Contigo he aprendido a abrir mi corazón, a deshacerme del pasado y a crear un futuro para nosotros.

No tengo palabras de gratitud suficientes para expresarles a todos mis amigos y familiares que nos ayudaron a sobrevivir cada día y en cada crisis. Muchas gracias a la comunidad de Carnegie Mellon, a la iglesia First Unitarian Universalist Church de Pittsburgh, a las familias Pausch y Glasgow, y a la comunidad de amigos de Great Bridge incluyendo a mis compañeras del equipo de tenis. Sus acciones renovaron mi fe. La presencia y la gran generosidad de Bob y Jane Glasgow fueron de gran ayuda en esta dura prueba. Incluso en ocasiones que se le pidió que hiciera lo imposible, Bob lo intentó. Lamento haber tenido expectativas tan distantes de la realidad en aquellos momentos.

A quienes

cuidan

de un ser querido

que necesiten ayuda

les recomiendo el libro de la Dra. Michele Reiss, Lessons in Loss and Living. Además, pueden ver gratuitamente la serie en video Walking on Eggshells realizada por Johns Hopkins Medicine, ww w.hopkinsmedicine.org/kimmel_cancer_center/patient_ information/videos/caregivers.html.

Asimismo,

muchos

centros

de tratamiento del cáncer y de oncología ofrecen grupos de apoyo y asesoria para quienes cuidan de un ser querido.

236

co Pida, ADE

A

A los pacientes con cáncer de páncreas les recomiendo de todo corazón el Programa de Servicio y Enlace al Paciente (Patients and Liaison Service Program) de Pancreatic Cancer Action Network, sin costo alguno, www.pancan.org; 877-272-6226. Ademas, el National Comprehensive Cancer Network, www.nccn.org, produce una guia Web gratuita para los pacientes con cáncer de páncreas (y otros tipos de cancer) para ayudarlos a ellos y a sus seres queridos a comprender la enfermedad y conocer que opciones tienen a su disposicion. También quiero enviar un saludo a las siguientes organizaciones,

investigadores y a sus trabajadores voluntarios por sus continuos esfuerzos en la búsqueda de una cura del cancer de páncreas, y por darles esperanza a los pacientes y a sus familias: The Pancreatic Cancer Action Network Fundación Lustgarten Dr. Daniel Von Hoff y su equipo de Translational Genomics Research Institute Fundación Seena Magowitz

Lavidaesund sufrido tragedias? Claro que sí. he sentido y de la pérdida de tantos momentos felices en ese tiempo sería una tragedia mayor. ¿Se rompió mi sueño? Por supuesto. Y eso volverá a ocurrir. Pero cuando ocurra, recogerélos fragmentos y crearé algo nuevo.

Siempre

En

uolueré

a soñar.

Volver a soñar, Jai dibuja el retrato honesto

de una

relación vital y

difícil entre dos personas enérgicas, obligadas a enfrentar un pronóstico sombrío,

y las abnegadas

decisiones

que

esto

implica.

En

una

nueva

existencia sin su esposo a quien llamaba su “hombre mágico”, Jai aprendió a ponerse en primer lugar para crear una nueva vida de esperanza y felicidad, Y y, en sus propias propias p palabras: “sentir cómo surgía Es una leve chispa de mi

propia magia”.

Volver a soñar es una potente historia de dolor, sanación e independencia recién descubierta. La historia de Jai, con sus consejos hilados magistralmente en una narrativa de hermosa factura, no sólo inspirará a

los millones de lectores que elevaron a La última lección a la categoría de culto, sino también a los que comienzan una travesía de pérdida y renovación.

AGUILAR

US $14.99

9

JD