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Spanish Pages 579 [290] Year 2023
VOCABULARIO DE PSICOPATOLOGIA Dirigido por
José María Alvarez
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DE PSICOPATOLOGÍA TTETTE
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Dirigido por José María Álvarez
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Edicions Colección La Otra internacional
Créditos Colección La Otra internacional Dirigida por José María Álvarez y Emilio Vaschetto
Título original: Vocabulario de psicopatología
José María Álvarez (dir.),
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Vol. TI
2023.
Índice del volumen II
O Los derechos de las entradas de este vocabulario corresponden a cada uno de sus autores, i
Vocabulario de psicopatología al modo de manual ......... q... Guía de lectura
O de la «Introducción», José María Álvarez del «lipílogo», Kepa Matilla
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Locura maniacodepresiva .. Carlos Fernández Atiénzar
O De esta edición: Pensódromo SL, 2023
romero retrete 23 Locutamormalizada ...e.e...eceoracitassoeeorenersecdoonaracaneneginotrarec José María Álvarez
Esta obra se publica bajo el sello de Xoroi Edicions Diseño de cubierta: Lalo Quintana Editor:
ISUN vol, II:
978-84-127324-1-2 978-84-127324-3-6 B
18496-2023
Cualquier forma de reproducción,' distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, Diríjase a
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Malestar de María del Carmen Reguilón Domínguez
completa:
Depósito legal:
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e-mail: p21epensodromo.com ISBN obra
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Psychology, 1977, 0.2 86 (2), pp.
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del Pisuerga, Expresión rocambolesca de uso frecuente en la ribera semántico se Su Valladolid. potencial sobre todo a su paso por la anima lado, a ámbitos: dos irradia especialmente a por un modelos los del nucleares que los pathos y reflexión sobre aspectos aspiran a describirlo y explicarlo; por otro, nombra un proyecto, hasta ahora provisional, que aspira a crear una categoría clínica bien hecha. La locura normalizada es un vocablo con el que se quiere llamar la atención sobre los forzamientos a que ha sido sometido el binario locura-cordura por el discurso cientificista y lo ridículo de hacer más que ciencia ficción, es pasar por ciencia natural lo que no es decir, construcción o invención discursiva de un real siempre en cualfuga. Desde este punto de vista, la locura normalizada (o idea) es nombre esta a quiera de los ubérrimos términos que dan irresoluble problema. el talón de Aquiles de la psicopatología, su moderada y Exponente mayor de la locura parcial, esta forma de nuestros modelos, discreta de la locura muestra los límites los ponen patas arriba e incita a su continua reinvención. Con ella, además, se pretende nombrar un tipo de locura (psicosis) que se expresa con manifestaciones mesuradas, aunque cs genuinas y más o menos bien caracterizadas. Este oxímoron las dos hace con siglos inició ya uno más de la larga serie que se monomanías, la locura razonante y la lúcida, retoños modernos de la tradicional locura parcial. Si el psicopatólogo experimentado acepta el reto de iluminar los tenues detalles clínicos que tendrá que expresan estas singulares experiencias subjetivas, cuando Solo se consigue sagacidad. de echar mano agudeza y incluidas de experiencias, nombrar ese tipo aislar, concretar y las que se dan bajo transferencia, la psicología patológica se renueva y actualiza,
LOCURA NORMALIZADA VOCABULARIO DE PSICOPATOLOGÍA
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II 1. Ver locos por
Historia y conceptos El sintagma locura normalizada reúne dos términos que se antojan contrarios, incompatibles, de los que se repelen como el agua y el aceite. Esa refractariedad es solo el resultado final, sorprendente e irrisorio aunque inevitable, de la oposición que funda la psicología patológica: locura versus razón (cordura). Sin embargo, además de la caracterización de la locura como lo opuesto a la razón, existe otra visión de la locura como lo otro de la razón, una perspectiva en la que ambos extremos se relacionan y funden, en la que locura y razón se complementan. El primer punto de vista, el más tradicional, ha dado pic a la psicopatología de corte categorial o estructural, del que han surgido los tipos clínicos, las enfermedades mentales y las estructuras clínicas; del segundo han derivado las perspectivas continuistas y elásticas, en las que un hilo mantiene enlazados los extremos de la locura y la cordura, un elemento de unión que hermana al loco y al cuerdo. A lo largo de la historia de la psicopatología, ambos modelos han ido alternando y se han perfeccionado uno al otro. Aunque de uso reciente, la historia del aparente contrasentido /ocura normalizada se remonta al momento mismo en que se opuso la razón a la locura. Bastó con trazar una frontera entre ambos territorios para que inevitablemente surgiera, en medio de ambos extremos, la figura del medioloco o semialienado, al que se le han dado centenares de nombres, entre otros: loco razonante, lúcido, monomaniaco, esquizofrénico latente, paranoico rudimentario, delirante sensitivo, melancólico simple, esquizofrénico pseudonewrótico, como si, borderline, psicótico ordinario y trastornado bipolar. Con vistas a sintetizar tan exuberante historia, se optará aquí por mencionar tres momentos estelares. En todos ellos la locura y la normalidad se dieron la mano y caminaron juntos un pequeño trecho,
hasta que de nuevo el conocimiento del pathos necesitó oponerlas; y vuelta a empezar. También en todos ellos, el acercamiento de la locura y la cordura se acompañó, durante un cierto tiempo, de una importante proliferación de diagnósticos de locura o de cualquiera de los términos que la sustituyeron. 7
CRRECECFNENNENDE
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El primero se sitúa a mediados del siglo XTX, en plena decadencia del alienismo, cuando comenzaba a imponerse la visión médica de las enfermedades mentales y la semiología clínica empezaba a adentrarse en el velado terrero de las diferencias, los pormenores y singularidades. A los clínicos de aquel entonces ya les resultaba evidente que la locura, además de la conocida chifladura del delirio o el embelesamiento de las alucinaciones, se expresaba también en signos más variados y sutiles, sin la aparatosidad y el estruendo acostumbrados. «No hay en este orden ilusión o alucinación perceptibles —escribió James Cowles Prichard, en 1842, con respecto a la moral insanity—, o la falta de convicción impresa sobre el juicio similar a las engañosas o erróneas impresiones que caracterizan la monomanía». Asimismo, a muchos de aquellos psicopatólogos les parecía indudable que se podía
estar loco y no parecerlo, incluso mostrarse lúcido y tener buen tino.
Al hilo de esta consideración surgió la monografía de Ulysse Trélat La folie Iucide (1861), en la que describió numerosos locos lúcidos y discretos, «locos en sus actos antes que sus palabras», enfermos que «no parecen locos porque se expresan con lucidez». «Tienen la suficiente atención —añade Trélat— como para no dejar escapar nada de lo que
sucede a su alrededor, como para no dejar sin respuesta nada de lo que oyen, a menudo por no hacer ninguna omisión en la consecución de un proyecto. Son lúcidos hasta en sus concepciones delirantes. Su locura es lúcida». Conforme se fueron observando algunas expresiones sutiles y normalizadas de la locura, algunos alienistas empezaron a ver locos por doquier, como si todo el mundo pudiera estarlo. Con razón Alexandre Brierre de Boismont, hace ya más de siglo y medio, alentó al recato a algunos de sus colegas cuando afirmó en su estudio sobre el suicidio: «[...] el gran error de algunos médicos alienistas es ver locos por todas partes». Cierto, ya que quienes están dispuestos a verlos a troche y moche, los encuentran so pretexto de cualquier detalle sospechoso o presunta rareza. Sin embargo, la cosa no terminó ahí. Apoyándose en semiología ramplona y un escueto conocimiento de la historia de la subjetividad, algunos autores echaron la vista atrás y se dedicaron a diagnosticar de chalados a -
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II
relevantes figuras históricas, como hizo Francois Lélut con Sócrates, el /oco, cuyas «alucinaciones auditivas [son las] más manifiestas y más inveteradas que jamás haya podido observar un médico» (Dz Démon de Socrate, 1836). Como es natural, a este periodo de abundancia de locura le siguió otro de estrechez, en el que sobre todo se calificaba de Jocos a los que lo estaban y mucho. 2. La esquizofrenia invisible El segundo momento crucial de esta historia se sitúa en la descripción que Eugen Bleuler, en 1911, realizara de la esquizofrenia «latente». Esquizofrenia latente es en sí mismo uno de los grandes oxímoron de la historia de la psicología patológica. Y ello porque alude a la enfermedad mental más grave y al mismo tiempo admite en ella un tipo de presentación clínica discreta y normalizada. El ruido y la furia de la esquizofrenia se silencian y atemperan en esta variedad, tanto que resulta chocante. En este caso, los indicios sobresalen por encima de las manifestaciones palmarias. Atisbos de algunas rarezas deben hacernos sospechar de la presencia de esta fatídica enfermedad, cáncer de la psiquiatría; vislumbres de irritabilidad extrañeza,
y comportamientos caprichosos, solitarios o exageradamente puntuales pueden abocetar la enfermedad. Y poco más nos dice Bleuler de esta psicosis tan invisible como extendida, salvo que sus «síntomas son mucho menos manifiestos», aunque «muchas veces más comunes que [en] los casos evidentes»; y también que si se observa con atención a estos esquizofrénicos, se advierte en ellos una «indiferencia parcial» tocante a los intereses que anteriormente les inquietaban. Advierte asimismo de que los enfermos más leves «viven en lo esencial como las demás personas, y se los considera normales». Y por si no quedara claro, la considera la «forma más frecuente» de esquizofrenia, la cual muestra, en germen, las manifestaciones genuinas del resto de tipos clínicos de la enfermedad. Aunque este autor es consciente de que su descripción resulta insignificante, la mantiene porque está convencido de que tras esa apariencia de normalidad se puede descubrir un síntoma catatónico o paranoide oculto, manifestación que puede dar la cara de forma abrupta y breve, sin que esa emergencia trastoque por completo el discurrir de la vida de tales esquizofrénicos.
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E LOCURA NORMALIZADA
Cuánto llama la atención que un clínico tan perspicaz se conforme con una caracterización tan insuficiente y referida a intensidades o graduaciones, es decir, a aspectos cuantitativos. Y al mismo tiempo, qué terquedad a la hora de defenderla contra viento y marea, máxime tratándose de una forma de esquizofrenia. Quizá su porfía se apoyaba en la confianza que profesaba a los mecanismos psíquicos descritos por Freud y en su amplia experiencia con este tipo de pacientes. El caso es que, gracias a su empecinamiento, muchos clínicos empezaron a considerar que una locura invisible (esquizofrenia latente) anida en el corazón de la condición humana. Es de lamentar, no obstante, que la opinión de este brillante clínico se usara en la antigua Unión Soviética para quitarse de en medio a contestatarios y disidentes de los dictados del régimen. Los diagnósticos conllevan este tipo de disparates, más aún el de esquizofrenia, aunque se la califique de latente. 3. Casi todos psicóticos
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La tercera eclosión de la locura normalizada es reciente y se produjo a la par en dos corrientes antagónicas, tanto desde el punto de vista teórico como clínico. Aunque con medios y fines distintos, ellas conmediante la tribuyen hoy día al agrandamiento del campo de la locura promoción del rrastorno bipolar, en un caso, y de la psicosis ordinaria,
en otro. De acuerdo con las últimas reformulaciones, el actual trastorno bipolar se concibe como un espectro de alteraciones que se suceden a lo largo de un continuum. Esta tendencia expansiva ya se observa en la caracterización que se le dio en el DSM-IV-TR. Pero es en el actual DSM-5 donde el espectro bipolar (remedo de la locura maniacodepresiva de Kraepelin) tiende a ampliarse aún más y a favorecer además los diagnósticos de cuadros subumbrales, lo cual tiene más de misterio que de evidencia. Tal como se lo describe, el enfermo bipolar de hoy, ubicuo donde los haya, tiene algo de loco y algo de cuerdo. Quizá sea esto lo más positivo de cualquier concepción continuista. Sin embargo, da la impresión de que esa figura se ha perfilado con medios poco rigurosos y que los fines a los que se destina no son muy saludables. La generalización del diagnóstico de una enfermedad grave y la correspondiente prescripción farmacológica (y de otros tipos) reduce a.
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toda esa heterogénea muchedumbre al estatuto de enfermos mentales, esto es, sujetos pasivos a los que atender y cuidar. Impulsado por Jacques-Alain Miller, la psicosis ordinaria comenzó siendo un programa de investigación sobre los cambios del sujeto contemporáneo (más allá del Edipo) y su reflejo en el pathos.,Se trataba inicialmente de indagar acerca de los desequilibrios y reequilibrios que el hombre de hoy establece para mantenerse a flote, en concreto sobre los posibles anudamientos entre lo imaginario, lo simbólico y lo real; los acontecimientos que sobrevienen en el cuerpo; los enganches y desenganches con los otros y el Otro; los efectos del sinsentido, el automatismo mental generalizado y la fuga del sentido; la alienación y adherencia a normas, ideales e identificaciones que pueden aportar alguna consistencia. Después de más de dos décadas, la mayoría de los psicoanalistas de esta orientación han transformado aquel loable proyecto en un diagnóstico, para muchos casi el único que acierta a quintaesenciar al sujeto contemporáneo. Pese a que su promotor dejara claro que no está seguro ni de que la psicosis ordinaria pueda existir «de forma objetiva en la clínica» ni de que se trate de «una categoría objetiva», esta forma de psicosis se ha convertido en el diagnóstico por
excelencia. Como le sucediera a Bleuler con la esquizofrenia latente, también da la impresión de que actualmente el diagnóstico de psicosis ordinaria está cogido por los pelos. A falta de una semiología clínica precisa que le dé sustento, este tipo clínico se apoya sobre todo en aspectos cuantitativos y se esboza 4 contrario de lo que se conoce con cierto rigor, como es la neurosis y la psicosis de siempre. El propio Miller, en «Efecto retorno sobre la psicosis ordinaria», lo expone en estos términos: «¿Qué intentamos evidenciar al hablar de psicosis ordinaria? Es decir, cuando la psicosis no es evidente, cuando no parece ser una neurosis, cuando no presenta ni la forma de la neurosis, ni la estabimenudo lidad, ni la constancia, ni la repetición de la neurosis. [...] es una cuestión de intensidad. Es una cuestión de más y de menos», Así planteada, por eliminación, la categoría psicosis ordinaria choca frontalmente contra el uso que se asigna en psicopatología al término psicosis, sinónimo de enfermedad mental grave y casi siempre incapacitante. Distinto hubiera sido nombrar esa realidad clínica como locura ordinaria. Quizá, de haber sido así, la benévola imprecisión de A
dicho sustantivo hubiera aminorado las resonancias nosológicas y las consecuencias clínicas y administrativas que acompañan, se quiera o no, al concepto psicosis. Aspectos metodológicos Conforme a nuestro quehacer profesional resulta obvio que existen algunos locos que no lo parecen. Lo sabemos, cuando menos, porque a veces nos damos de bruces con dos eventualidades irrefutables. La primera nos sobreviene, a veces para nuestro asombro, cuando algunos de nuestros pacientes un tanto raros aunque discretos y acomodados en una vida corriente, de buenas a primeras enloquecen y manifiestan las características genuinas de la psicosis, aunque sea por poco tiempo. También nos sobrecoge el segundo imprevisto, cuando analizamos al detalle a ciertos sujetos de vida normalizada a los que tenemos por neuróticos y caemos en la cuenta de que en su pasado han experimentado episodios que, pese a su brevedad y atenuadas consecuencias, tienen la impronta de la locura stricto sensu. En ambos supuestos solemos pensar, en el mejor de los casos, que la locura no siempre da la cara de forma enloquecida y que hay locos normalizados. La cuestión reside aquí en cómo iluminar este territorio de por sí oscuro y evanescente, sin sacar a colación prejuicios, modas o impresiones que no tienen ni pies ni cabeza. Porque la clínica no puede limitarse a impresiones ni dejarse llevar por las modas. Ahí es donde conviene echar mano de la brújula metodológica que cada uno consideramos más segura. A menudo, con las cuestiones intrincadas suele funcionar la combinación del análisis clínico, la trama histórica y la urdimbre epistemológica, esas tres lámparas a la vez enfocadas sobre el objeto que nos cautiva. Orientado por las preguntas más simples (qué, cómo, dónde, cuándo, por qué y para quó), el análisis clínico sigue siempre una dirección ascendente, esto es, de la tierra al cielo o de lo más objetivo a lo más subjetivo. De manera que comienza con la semiología clínica y después accede al sujeto a través de sus experiencias y la función que cada quien le asigna a sus síntomas, Comoquiera la locura normalizada se expresa con mesura y se viste con discreción, en ese tipo de análisis psicopatológico conviene seleccionar ciertas manifestaciones de las experiencias subjetivas discretas
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y compararlas con otras ya.conocidas. De este modo se podrá comprobar si están hechas de la misma pasta, esto es, si comparten una misma esencia vivencial, derivan de mecanismos defensivos comunes o están destinadas a la misma función. Y si se hallara un parentesco estructural entre las manifestaciones objeto de cotejo (como sucede, por ejemplo, entre una minúscula alucinación psicomotriz verbal y la gran xenopatía, donde el denominador común radica en que el sujeto se siente hablado por el Otro), entonces podríamos emparentarlas con determinada estructura clínica, sin importarnos su intensidad. Esta tarea propia de la semiología se completa con un examen detallado de los fenómenos elementales, esas experiencias minimalistas, genuinas de tal o cual tipo clínico de locura, a menudo aisladas de los comentarios habituales de los pacientes aunque casi siempre rodeadas de un sentimiento de perplejidad. Además, como suele tratarse de casos verdaderamente enrevesados, conviene precisar los momentos críticos de la historia subjetiva, puesto que la crisis muestra de forma palmaria, aunque exagerada, lo más verdadero del pathos de un sujeto. Asimismo, en algunas ocasiones ciertas modalidades de la transferencia, por contraste con el neurótico habitual, llaman la atención del clínico y le animan a dirigir sus pesquisas en otras direcciones. Por último, los tipos de funcionamiento vital, esto es, la perspectiva longitudinal de la vida de un sujeto, suelen aportar claves importantes y mostrar con claridad las limitaciones que entrañan este tipo de configuraciones psíquicas. Aun así, siempre habrá casos inclasificables. Y es preferible un inclasificable a un falso psicótico. También es preferible hablar de locura a emplear los grandes términos de la nosología médico-psicológica (esquizofrenia, psicosis, etc.), al menos cuando toda esa metralla del discurso cientificista pueda estallarle a quien estamos tratando de ayudar. Si se tienen en cuenta las resonancias nocivas del término psícosis, tanto las sanitarias como las sociales, de sacarlo a colación en un diagnóstico o informe, mejor será apoyarlo en experiencias concretas y genuinas, De lo contrario, abstenerse es la opción más cabal. Como todo el mundo sabe, las dificultades del diagnóstico son proporcionales a la congruencia de las descripciones de los tipos clínicos que nos sirven de referencia. Estas dificultades aumentan a medida que descendemos desde la gravedad hasta la levedad y nos introducimos en el territorio de los signos discretos y los tenues matices. Ahí es
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se refiere a cualquier experiencia que cause significativo, y puede incluir sucesos ser querido, el abuso infantil, la violencia
accidental, pero que tiene un alcance puede tratarse de algo banal y significativo para el sujeto. la vida de una persona Freud postuló que los traumas pueden afectar síntomas como la ansiedad, de muchas maneras diferentes, incluyendo la impulsividad. la depresión, los trastornos del sueño, la compulsión y fue su el Uno de los mayores aportes de Freud en relación con trauma el proceso de la represión, que es descripción del mecanismo defensivo recuerdos los expey la cual bloquea mente inconsciente mediante el A afectivo pueden generar. el que riencias dolorosas para evitar malestar el pueden el terapeuta y paciente través del tratamiento psicoanalítico, la liberación de estos afectos desen descubrir trabajar colaborar para y adecuada que ha quedado aparplazados y ligarlos a la representación En definitiva, se tada de su afecto en la economía libidinal de la psique. la tensión trataba de lograr la abreacción, proceso por el cual se liberaría el contenible para sujeto. creada por el esfuerzo represivo de algo no
Disarmonía originaria dos tiempos. En un primer Según Freud, el trauma se constituye en al principio de sus indagalugar, un suceso (al cual caracterizaría, excitación en el ciones, por su naturaleza sexual), que produce una aflujo excesivo que sujeto. Esta excitación es experimentada como un a la psique a anula automáticamente el principio del placer, obligando En segundo un esfuerzo represivo con vistas a una descarga posterior.afectiva, de pero esa carga lugar, en la edad adulta, un evento carente este de manera, la luz, alguna con la misma representación, saca a síntomas de que, afecto desplazado, dando lugar a una pluralidad el hacia el camino mostrarán sometidos a la escucha psicoanalítica, traumático original. Por tanto, es el segundo evento
acontecimiento a diferencia despertador de un malestar de procedencia endógena, de forma del primer momento en el que el traumatismo se produce el altera y excita aparato psíquico cxógena, por la aparición de algo que totalmente. de una manera que no es capaz de asimilar señala allá más que la propia sexualidad y Lacan, por otro lado, va Al hilo del estudio del caso del pequeño es en sí misma traumática. Hans, plantea que es la vivencia de este niño con su propio peneEsy le resulta traumático. la correspondiente excitación sexual lo que
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andono, entre otros. También en muchas ocasiones
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decir, que la vivencia de la excitación sexual se convierte en algo enigmárico para el sujeto, algo que no ha conseguido domar con palabras. Con el paso de los años, Lacan modificó su teoría y llegó a la conclusión de que lo traumático de lo sexual es solo uno más de los encuentros con lo imposible de simbolizar: lo real. De acuerdo con sus desarrollos, el traumatismo no es algo que ocurre accidentalmente, sino que se produce siempre como algo necesario, inherente a la condición humana. Y en este sentido se puede decir que la incidencia del lenguaje en el sujeto es de por sí traumática y que dicha incidencia afecta inicialmente al cuerpo. No se trata, por tanto, de la seducción, ni una amenaza de castración, ni una pérdida, ni la observación del coito parental. Se trata, por el contrario, de que lo traumático radica en la incapacidad del sujeto para engarzar simbólicamente algunas significaciones con su propio fantasma, que no es otra cosa que la manera particular en la que cada uno articula la división subjetiva que supone el hecho de ser hablante. En su elucidación de la obra de Lacan, J.-A. Miller abundará en esta cuestión y señalará que lo traumático de la existencia humana es el encuentro con la /alengua. Con este neologismo define Lacan ese primer contacto con los significantes desprovistos de sentido, significantes que dejan un afecto antes de que se imponga el lenguaje. A principios de los años setenta, en el seminario El saber del psicoanalista, Lacan propone ese término y en la clase del 26 de junio de 1973 (seminario Azn), lo especifica así: «El lenguaje sin duda está hecho de lalengua. Es una elucubración de saber sobre /alengua». Con respecto a esto e inspirándose en la obra de James Joyce, Miller señala: «El mito que Lacan cuenta a propósito de Joyce en su seminario El sinthome es que en esa obra está como demostrada la relación pura de cada uno con lalengua. Esta toca a cada uno como esa cámara de reverberación que es Finnegans Wake, y a partir de esa contingencia hay traumatismo para cada uno. ¿Qué significa que haya traumatismo? Significa que la desarmonía es originaria, que el sonido de lalengua jamás es armónico, que no sintoniza con nadie. Significa que la desarmonía no puede ser remediada [pansée], que no puede ser reparada, que no puede ser curada. Lalengua hace del ser que la habita y que la hablará un enfermo, un discapacitado» (Piezas sueltas, 2013). En definitiva, lo que resulta traumático para el ser hablante es el encuentro con lalengua y el sinsentido. Este trauma tomará diferentes
formas en función de las contingencias individuales, es decir, las difela rentes maneras de encontrarse con los imposibles de existencia, que Esas son las no son otros que la muerte, la sexualidad y la filiación. el situaciones en las que se hacen patentes las dificultades que tiene lenguaje para dar cuenta de ellas. Javier Carreño Villada y José Rodríguez Eiras
Véase también: Defensa
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Histeria
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Neurosis
Bibliografía
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Sinthome
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XENOPATÍA
XENOPATÍA (al. Xenopathie; fr. xénopathie; ingl. xenopathy;
it. xenopatia)
Término de muy escaso uso en psicopatología, aunque de un amplio potencial heurístico. Por lo general, su empleo se limita a adjetivar algunas manifestaciones psicopatológicas de índole psicótica. Se dice que ciertas experiencias son xenopáticas cuando el sujeto se vive con extrañeza, se siente influido, controlado desy poseído de lo que se suele considerar algo propio, como los pensamientos, los afectos y sentimientos, las intenciones. Xenopático indica, grosso modo, la experiencia de desapropiación del lenguaje y manipulación del cuerpo por la intervención de alguien o algo ajeno. En ese sentido constituye la alienación por excelencia, lo que implica el completo desgobierno y el menoscabo de la libertad y la espontaneidad. Cada uno con sus palabras, los xenópatas suelen decir que hay algo en ellos mismos, pero distinto a ellos mismos, que les domina y anula su voluntad, de manera que se les maneja como a marionetas. Pese a que xenopatía sea un término desacostumbrado, nos gustaría hacer de él un concepto. Este empeño se debe a que compendia, en referentes fundamentales para la psicopanuestra opinión, cuatro tología actual: en primer lugar, nombra la experiencia general del alienado (alienus: extraño con respecto a sí mismo) moderno en relación con el lenguaje, el cuerpo y el Otro; en segundo lugar, interroga en concreto sobre las relaciones del sujeto con el lenguaje, ya que el hombre usa el lenguaje para comunicarse y también el lenguaje lo usa a él para hacerse escuchar; en tercer lugar, replantea el debate, sobre lo íntimo y lo éxzimo, y con ello actualiza el problema tradicional del hombre doble; por último, al contemplar la hipótesis de una supuesta xenopatía genérica, los modelos de la locura hoy en vigor se enriquecerán con nuevas luces.
Concepto Pensamientos, afectos, intenciones y movimientos que se experimentan como extraños, impedidos, bloqueados, a menudo hostiles y miste-
riosos, adivinados, influidos, dictados o controlados por una potencia exterior, todo ese campo semántico se concentra en el concepto que ahora tratamos, aunque conviene precisarlo. De forma general, este término suele vincularse con el delirio de influencia y el automatismo
mental, aunque Jules Séglas y Gáctan Gatian de Clérambault jamás lo usaron. En cualquier caso, ese es el marco semántico al que alude. El único autor que lo definió directamente, aunque de forma breve, fue Paul Guiraud en Pyychiatrie générale (1950), donde escribió: «Los estados tímicos, las representaciones, las tendencias a la acción que sobrevienen en el curso de la actividad psíquica son experimentados naturalmente de su indivipor el hombre normal como provenientes dualidad psíquica. En ciertos casos patológicos, esos mismos estados el no son reconocidos como personales y son atribuidos por sujeto a xenopáticos». una influencia exterior; ellos son experimentados como Álvarez) lo M.? (J. de dos décadas, nosotros de hace más uno Desde más emplea con frecuencia en sus escritos y lo concibe de una forma de transrazón La ampliación esta amplia que la acordada por Guiraud. nosográfica se debe a que el término vincula hasta unirlos varios ámbitos de experiencias, el del delirio de influencias y el de fragmentación y desposesión. El caso es que, a veces, el delirio de influencia surge como consecuencia explicativa y apaciguadora del fondo de pulverización del lenguaje y de sus ecos en el cuerpo. Pero eso no se da siempre, puesto de esas experiencias descritas al que hay delirios que se forman margen automatismo mental o de el nombre Clérambault pequeño con por síndrome de pasividad, sobre todo los delirios paranoicos en los que desde el inicio ya está presente el Otro. Según este punto de vista, la A xenopatía tendría una doble fuente: la paranoia y la esquizofrenia. clínicos cuadros tivés de ambas puertas de entrada se podría llegar a describen. Además, la historia muy similares, como los que aquí se
de la xenopatía tiene asimismo esa doble procedencia, la del delirio de influencia de Séglas y la compendiada por Clérambault en el automatvmo mental. Ese es el motivo por el que uno de nosotros ha destacado te la xenopatía la inefabilidad de experimentar el propio pensamiento, los propios actos, las propias sensaciones corporales o los propios sentimientos como si fueran ajenos o impuestos, como si provinieran de otr instancia o potencia —no importa que sea exterior 0 interior— con al menos mientras no el la que el sujeto, perplejo y sumido en enigma,
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delira, ni se identifica ni se reconoce como agente. Ahí el sujeto da la impresión de ser un mero receptor, al menos en apariencia, apenas el eco de un lenguaje cuyo dueño y procedencia desconoce. Sin embargo, aunque sea un simple receptor y se posicione como objeto de influjos exteriores, no por ello deja de ser sujeto, es decit, responsable de responder y hacer algo con todo eso. En muchos casos, la respuesta que se observa ante esas experiencias xenopáticas (intrusivas) es la invención de un delirio de influencia. Y para delirar, claro está, lo primero es crear un Otro causante de la persecución de la que se es el objeto exclusivo. Por eso, como acabamos de señalar, la xenopatía abarca un amplio conjunto de experiencias, unas más esquizofrénicas y otras más paranoicas. Conforme a la visión que tratamos de dar de la locura en este Vocabulario, se podría decir que unas se originan en el polo esquizofrénico más radical (síndrome de pasividad o pequeño automatismo mental) y se irradian hacia el polo paranoico hasta desarrollar los delirios de influencia; otras parten del polo paranoico,
donde el Otro malvado está constituido de entrada, y se difunden hacia el esquizofrénico, con lo que el cuadro se amplía con el conocido repertorio alucinatorio y los fenómenos del cuerpo. Esta ampliación de la noción de xenopatía incluye asimismo un trasfondo xenopático de la condición humana, al menos como hipótesis, el cual debe distinguirse con precisión de la locura xenopática, de la que aquí se trata. Por ese motivo somos partidarios de incluir en ella el conjunto de experiencias en las que el sujeto sabe que existe una otredad real, interior o exterior, que le controla, influye y domina, de tal manera que se siente desposeído y manipulado. Desde luego que no todos los psicóticos son xenópatas, pero una vez que inventan un Otro suficientemente consistente, tienen muchas papeletas para serlo. El propio Schreber, uno de ellos, al enfatizar el determinismo de las influencias exteriores en el sujeto, dejó escrito en sus Denkwiirdigkeiten: «La totalidad de la vida mental de un ser humano reside en la excitabilidad (de los nervios) que provocan los influjos externos». Este punto de vista no implica convertir estas descripciones en nuevos tipos clínicos distintos de los que usamos habitualmente. Al contrario, hablar de xenopatía, conforme a esta propuesta transversal, implica pensar las variedades en que se presentan este tipo de experiencias a lo largo de los tiempos y en los distintos entramados culturales, es
decir, indagando en la historia de la subjetividad. Siguiendo esta línea argumental, da la impresión de que los retratos de los psicopatólogos de los dos últimos siglos pintan al hombre de la Modernidad con una relación llamativa y novedosa con el lenguaje. Se trata del hombre hablado, manipulado y hecho pedazos, un ser cuyos fragmentos adquieren autonomía propia y se enfrentan entre sí, ajenos a su común procedencia. A través de la historia de las alucinaciones se puede seguir con detalle la conformación del hombre hablado (xenópata), como J. M.2 Álvarez y E. Colina desarrollan en Las'voces de la locura.
Historia Solo se puede hacer una historia de la xenoparía si se toman como referencias las muchas denominaciones, a menudo confluyentes y a veces superpuestas, con las que se ha intentado aprehender este tipo de experiencias. Son nombres pintorescos y dan cuenta de los aspectos más relevantes según el parecer de cada autor: délire d'iinfluence de Jules Séglas, syndrome de dépossesion de Joseph Lévy-Valensi, sentiment d'emprise (sentimiento de dominio) de Pierre Janet, yyndrome et psychoses d'influence de André Cellier, polyphrénie de Gabriel Revault PAllonnes, intrusion de Achille Delmas, subduction mentale de Maurice Mignard, syndrome daction extérieure de Henri Claude, automatisme mental de Clérambault, xénophatie de Guiraud y syndróme de reniement (síndrome de negación) de Paul Schiff. Los autores de lengua alemana, más dados a grandes conceptos, incluían todas estas variedades clínicas descritas al otro lado del Rin en la demencia precoz paranoide, las parafrenias y las esquizofrenias paranoides. Uno de ellos, Kurt Schneider, aunque no prestó mucha atención a estos trabajos franceses, cuando se afanó en nombrar los síntomas de primer rango de la esquizofrenia, volvió a mencionar todo ese tipo de vivencias de robo, lectura e imposición del pensamiento, audición de voces en forma de diálogo y de voces comentadoras de la actividad, pensamiento sonoro, vivencias de influencia corporal, etc. Todas esas manifestaciones se pueden leer en los mencionados estudios, en especial en el de Revault d'Allonnes «Le vol de la pensée» (1924), donde aparecen detalladas una tras otra. Como decimos, la procedencia de estas descripciones se halla en los
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comentarios de Séglas sobre el delirio de influencia, a la que a veces figura como una «posesión espiritual».. Este autor concedió un especial interés a las ideas delirantes de posesión, influencia, hechizo y a las de llevar algún elemento extraño en el propio cuerpo (animal, hombre, incluso demonio). Como resultado de estas ideas delirantes se forman cuadros hipocondriacos, melancólicos, paranoicos y sobre todo alucinatorios, en los cuales y de formas diferentes el loco interpreta que sus actos, pensamientos y sentimientos se deben a una influencia extraña o que están manipulados, sea por sugestión, hipnotismo, ocultismo y cosas parecidas, dependiendo de la época y la cultura. A muchos alucinados se les podría incluir en estas descripciones, sobre todo a los que les hacen hablar («como si fuera yo el que piensa y lo articulo por dentro, pero no soy yo quien piensa; son los espíritus que están dentro de mí»). Pero también a muchos perseguidos poseídos y a unos pocos melancólicos. En algunos de sus comentarios, Séglas sugiere que ciertos delirios de influencia podrían surgir de un trasfondo alucinatorio: «Cuando el paciente ya no es consciente de la naturaleza patológica del fenómeno, lo atribuye a la acción de influencias misteriosas: “Se habla por su boca; se mueve su lengua; se le obliga a hablar, etc”. Este hecho es muy frecuente en los delirios de persecución y de posesión (desdoblamiento de personalidad)», según escribió en «Sémiologie des affections mentales» (1903). Séglas no pretendió hacer del delirio de influencia una nueva variedad de locura. Sin embargo, algunos autores posteriores quisieron convertir esas experiencias en nuevos tipos clínicos, síndromes o formas de psicosis. Como ya señalamos, les dieron nombres expresivos, denominaciones que por sí solas indican lo esencial para cada autor: influencia, desposesión, dominio, polifrenia, intrusión, subducción, acción exterior, negación, etc. Con excepción del automatismo mental, del resto vale la pena conocer algunos matices descriptivos y pasar por alto la mayoría de explicaciones o esbozos teóricos que se les dieron. Quizás el nombre más estrambótico sea el de «subducción mental mórbida». Sin embargo, pese a sus resonancias geológicas, Mignard aportó una caracterización muy acertada de las vivencias de este tipo de sujetos, y lo hizo sobre todo con respecto a la limitación de la espontaneidad y de la voluntad. En concreto, señaló que la voluntad del enfermo está intervenida por alguna determinación ajena, con lo él se
lo más esencial de él mismo; que sus acciones parecen no derivar de arrastrada está como «capturada, desviada o por la influencia de ciertas fuerzas que parecen extrañas a su propia consciencia» («La subduction mentale morbide et les théories psychophysiologiques», 1924). Mediante el delirio, algunos de estos xenópatas consiguen conformar el esas fuerzas extrañas y dominadoras en máquinas singulares, como Joom célebre el Air Tausk o que «aparato de influir» descrito por Viktor traía a maltraer a James Tilly Matthews. Este tipo de locos son perseguidos, pero no de cualquier manera: un «aparato sirve para perseguir al enfermo; lo manipulan los enemigos», escribió Tausk en «Acerca de la génesis del aparato de influir en la esquizofrenia» (1919). Paul Schiff, también psicoanalista y estudioso de la materia, consideró que estos pacientes tienen «una psicosis preventiva (psychose préventive): primero son perseguidos porque se sienten perseguidores, y luego suelen convertirse en verdaderos perseguidores». De ahí que este autor considere que se podría llamar a estos cuadros «síndrome de negación», en la medida en que este término indica el sentido de acción externa, sujeción e influencia, y es esa tendencia patógena la que, en su opinión, lo justifica. Y a esto añadió («Les paranoias et la psychanalyse», 1935): «Cualquiera que sea la palabra que utilicen, todos los autores coinciden en considerar esencialmente los fenómenos del automatismo psíquico como un disfraz de los pensamientos más profundos del sujeto, una transposición, menudo con cambio de signo e inversión del tono afectivo: lo que se desea se expresa por temores y los deseos se expresan por protestas». El último autor que mencionaremos es el psicoanalista Jacques-Alain Miller. En varias ocasiones ha recurrido a la xenopatía para mostrar sobre todo la relación primigenia del sujeto con el lenguaje, en una evocación la doctrina de Lacan. que articula las descripciones de Clérambault con En «Enseñanzas de la presentación de enfermos» (1977), Miller observó: «Cuando el desfase tenue de la enunciación en relación con ella misma se amplifica hasta engendrar voces individualizadas y temáticas que se desencadenan en lo real, cuando el sujeto se experimenta atravesado por mensajes en ráfagas, por un lenguaje que habla solo, espiado en su fuero interior y sometido a conminaciones o inhibiciones, cuya producción el no puede anexarse, entonces es la gran xenopatía, que Lacan ubicó en campo del lenguaje con su matema del Otro». a
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Dos comentarios breves 1.
relaciones de lo íntimo y lo éxtimo, asunto que la xenopatía pone en Extimidad, J.-A. Miller primer plano. En uno de sus cursos, el titulado la luz de la psicosis. se interrogó sobre esta problemática también a la psicosis «testimonia a cielo abierto esta exti-
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Lo de uno puede experimentarse como propio ajeno y
veces se pone en serie impuesto, xenopático y alucinatorio para dar a entender, de alguna forma, que eso que viene de otro lugar es inevitable y el sujeto lo recibe pasivamente, de brazos cruzados, como si le cayera un rayo. Pero hay que tener en cuenta que en la logura los rayos, por lo que sabemos por Paul Schreber, no caen del cielo, sino que es el propio sujeto quien los inventa, porque si no lo hiciera, no existirían. Quiere esto decir que a veces uno se confunde y piensa lo que viene de fuera es ajeno al sujeto, y de ahí a pensar que es somático hay un paso. En realidad, nada viene de fuera o de dentro, sino que se experimenta como si viniera de fuera o de dentro, es decit, se lo considera ajeno o propio. Ahí está el asunto, en reconocerse agente de las propias producciones psíquicas o extraño a ellas. Porque lo de uno se puede experimentar como propio o ajeno. Y cuando se da esta última circunstancia, se dice de una persona, hablando con propiedad. que es un xenópata (xenos, extraño, exterior, extranjero; pathos í pasión,i sufrimiento, enfermedad) o un alienado (alienus). En un comentario sobre este particular, el profesor de psicosis Dr. Schreber, en sus Denkwiirdigkeiten, observó que es habitual pensar que todas las impresiones que recibimos del mundo exterior las percibimos a través de los cinco sentidos, más concretamente las luminosas acústicas por medio de los ojos y los oídos. Y añade: «Esta UNE peión puede ser correcta en circunstancias normales. Pero para una persona que, como en mi caso, ha entrado en contacto con los rayos y cuya está, por consiguiente, por así decirlo, como iluminada por e 05, este modo de ver es insuficiente. Tengo sensaciones luminosas y acústicas directamente proyectadas por los rayos a mi sistema nervioso Interior para cuya percepción no se necesitan, por consiguiente, los instrumentos externos de la vista y del oído. Veo los procesos pertinentes incluso con los ojos cerrados, y cuando se trata de impresiones parecidas a sonidos, como ocurre con las “voces”, también podría oírlas, aunque cerrara herméticamente, si ello fuera posible, mis oídos a las sensaciones sonoras». Como se ve, las palabras de Schreber incitan a pensar sobre las A
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Según su propuesta, midad», sobre todo en el automatismo mental (xenopatía), puesto que afirmado de mi muestra a las claras «a este Otro que, en el seno más llamar lo Se podría muy legítiidentidad conmigo mismo, me agita. efecto en el mamente automatismo éxtimo, puesto que interviene en el mencionado seno de la identidad consigo mismo». Y dicho esto, la forclusión, autor recuerda que el mecanismo esencial de la psicosis, el extimidad» experisujeto de una que implica «un retorno en forma menta como real. De manera que, para decirlo con nuestros términos, si la locura es intolerable, una defensa que consiste en volver radicalmente ajeno. algo el fracaso de la defensa traerá de nuevo'a la morada del ser aquello que transformó se arrojó lo más lejos posible, es decir, lo propio que se términos un tanto en extraño. Dentro y fuera, interior y exterior, son Pero a la luz de confusos si se enfocan desde una perspectiva espacial. la locura todo se simplifica: o se reconoce uno mismo como agente la diferencia. En algunas 0 ese poder se atribuye a un Otro. Ahí está cuestión, uno de nosotros propuso ocasiones, con vistas a aclarar esta Esta oposición permite distinel binario xenopatía versus endofasia. del pensamiento y guir la experiencia subjetiva de la fragmentación el cuerpo esquizofrénico (xenopático o intervenido por una potencia extraña) de la rumiación mental del obsesivo y otros neuróticos (endofasia de la que el sujeto se siente agente y también paciente). 2. Delirio y alucinación: activo
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mentira
Entre el delirio y la alucinación se pueden establecer muchas diferencias y también innumerables convergencias. A menudo los tratadistas la alucinase centran en una desemejanza artificial: se considera que las recibiera el voces de sujeto ción es un fenómeno pasivo, como si Esta oírlas. suposición dios y se limitara a escucharlas o simplemente activo más dice es del porque al se delirio, que que se contrapone de Además estas revelaciones. armonizar algunas implica razonar y
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oposiciones, se añaden aquí a la reflexión las de verdad y mentira Su con ello esperamos ampliar el foco de la reflexión. Uno de los debates más acalorados acerca del ámbito clínico de la xenopatía se centra en si el delirio es una consecuencia de las alucinaciones o de un fondo alucinatorio. Que el delirio sea secundario, esto Es, una respuesta, no implica que surja siempre como una res del sujeto a un trasfondo alucinatorio. Sobre esta cuestión se en algunas entradas de este Vocabulario y en ellas se propone que la elaboración de un delirio conlleva sobre todo la creación de Eso es lo esencial de cara a la terapéutica psíquica. En cuanto a si uede haber delirios primigenios que surjan en un caldo afectivo o en un magma de pequeño automatismo mental, ya se ha dicho que es perfectamente posible. Sin embargo, más allá de este asunto, sobre el que se lleva opinando más de dos siglos, lo que nos interesa destacar, ampliando el punto anterior, es la relación del delirio y la alucinación con la la pasividad, la verdad la mentira. Como se y ve, en el fondo de reflexión está la discusión sobre el sujeto de la locura el uso de la y defensa, en la medida en que para algunos es evidente que hay un sujeto cuando se delira, pero no ven tan claro que lo haya se alucina, con lo que se hace de la alucinación un proceso orgánic todo semejante a la alucinosis. La presencia de un sujeto creador del delirio de la alucinación halla y su mejor argumento en la singularidad de cada delirio y de cada alucinación. Pese a que se parezcan a los de otros, cada sujeto inventa sus delirios y sus alucinaciones. El hecho de considerar que la alucinación Es una experiencia pasiva se nos antoja similar a pensar que el delirio de influencia también lo es, por el hecho de que existe una máquina que expande sus influjos al sujeto. Casi todo el mundo, en estos entiende que la máquina es una invención del vez que a su le repercute, actúa sobre él o incide en sus pensamientos, afectos e del intenciones. Pues en la alucinación sucede algo parecido: sujeto y a él le llega a través de algo que considera ajeno. Se ve aquí que su papel es doble, activo y pasivo, emisor y receptor, en fin la inmensa mayoría de los procesos psíquicos. Esta perspectiva, introducida por Freud y ampliada por Lacan finiquita definitivamente aquella rancia concepción que subyacía en
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muchas observaciones médico-psicológicas según las cuales el alucinado experimentaba la alucinación como si le cayera un rayo, por Pero no hay alucinado sin su alucinasorpresa, sin comerlo ni beberlo. indeción, y viceversa. La alucinación y el alucinado no son términos mucha precipendientes. Jules Baillarger y Jules Séglas mostraron con sión cómo el alucinado creaba sus voces. A esos matices semiológicos la intención aportados por la psicopatología clásica, Freud le añadiría del sujeto, esto es, la puesta en marcha de una defensa radical con la de relieve el que se pretende soportar lo insoportable, acción leque pone le y habla lo asedia, injuria. Y papel activo del alucinado en eso que del del la cuestión engaño y uso esta defensa presenta en primer plano la mentira. verdad la de o la ella problemática con Lo llamativo es que la defensa de la locura o el engaño de la locura la ho se basa en la mentira sino en la verdad. Tampoco se sustenta en a Esta la ardiendo certeza. clavo duda, sino que se agarra como a un peculiaridad atribuye a la locura una llamativa e impactante hechura. Da la impresión de que, en el caso del loco, las cosas tienen mucho que sobre todo ver con esta interpenetración de la verdad y la mentira, y al si cabo, Al fin en una línea verdad como ceguera. y con el uso de la el situaría lado se del apasionamiento, en un disponemos los extremos el loco el superaría el fanático, a quien otro ecuánime desidioso y en la verdad. de Hay que tener en cuenta, exaltación su con creces en de la penetración psicosuele el superdotado loco ser un además, que de los otros. Ahora verdades accede ciertas a lógica. Con esa agudeza invidente y anda a tientas. bien, tocante a las suyas es un completo la forma que ha encontrado no podría ser de otro modo, porque esa es le resulta insoportable, una verdad para desligarse de una verdad que de la que ni siquiera tiene noticia salvo mediante el rodeo de la alusión delirante y la injuria alucinatoria. En ese sentido se puede decir que el loco no solo decide inconscientemente cerrar los ojos ante su verdad intolerable, sino que le da voluntariamente la espalda mediante ocultaciones premeditadas. En ambos casos usa parapetos defensivos a los que convierte en su modo de vida y a los que confía su frágil estabilidad. A diferencia de cuanto suele decirse, la alucinación no es una falsa de la percepción. Al contrario, la alucinación, entendida a partir acaba el falla. De manera que sujeto defensa, siempre acierta y nunca recibiendo, como un bumerán, lo que más detesta de sí. Ahí está la Mw
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dimensión injuriosa de la alucinación. Por tanto, la alucinación dice, de forma directa, la verdad más terrible. De ahí que el trabajo del loco con la alucinación consista en rebajar lo más posible cuanto de hiriente tiene esa experiencia. De algún modo se puede decir que el trabajo con la alucinación estriba en disfrazar y ocultar esa verdad terrible, lo que sucede a medida que la voz se convierte en conversación, en diálogo e incluso en compañía. En el caso del delirio es posible observar algunas particularidades. Quizá la más sobresaliente sea la de desfigurar lo más ofensivo de la verdad, hasta conseguir una completa inversión mediante la trama delirante, en la que el loco es víctima y objeto, y el Otro es el malvado. Ahí se observa la ocultación por excelencia gracias a la defensa proyectiva, la más poderosa de las mentiras. Por eso decía Schiff, en sus estudios sobre los delirios de influencia y la xenopatía, que el perseguido es en el fondo un perseguidor. Es cierto que el delirio contiene un grano de verdad, pero minúsculo y tergiversado. Y de esa manera, mediante la convicción o certeza, el delirio aúpa al delirante hasta la ceguera más absoluta, la invidencia por excelencia, elevándolo del suelo hasta rozar el firmamento de los dioses. Pero ese asombroso encubrimiento no es un recurso siempre al alcance de la mano en los cuadros alucinatorios, y por eso muchos alucinados necesitan imperiosamente el delirio cegador. José María Álvarez y Gustavo Lipovetzky
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Epílogo Invenciones en un mundo contemporáneo
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Durante el tiempo de recorrido de la Otra psiquiatría han ido cambiando ciertas ficciones en el pequeño recinto de la psicopatología. Por científicos ejemplo, se han puesto sobre la mesa cada vez más estudios validez científica de los estudios cienque demuestran la ausencia de tíficos sobre tratamientos y dogmas de la psiquiatría oficial. Esto nos ha permitido disponer de instrumentos para reconsiderar las doctrinas está hecho El traje nuevo del emperador. y comprobar de qué material Lo cual ha teñido de cierta esperanza el horizonte, o, por lo menos, ha abierto un marco de posibilidad para poder plantear una manera de hacer diferente a las propuestas suscitadas por las derivas mercantiles de la gestión de la salud mental que, perfectamente, podrían llevarnos, la si no lo han hecho ya —basta echar un vistazo a los estudios de desade OMS sobre el curso de la esquizofrenia en los países en vías rrollo—, a otro colapso sanitario tras la gran crisis de los opioides de EE. UU. Suele ser problemático cuando la clínica pasa a ser gestionada por quienes no se dedican a ella. Esta visión crítica ha ido ganando terreno y, en tanto crítica de lo la y la previamente establecido, ha permitido orientarnos en clínica en terapéutica. Sin embargo, no ha podido ni podrá plantear alternativas de tratamiento que no deriven de un surtido de parroquias cognitivo-conductivas basadas en una pseudoevidencia o que no recuerde
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concepto que se nos escapa o parece que estamos ubicados en mundos un tratamiento comunitario al estilo de las hijas de la Caridad, con muchas intenciones, pero sin un conocimiento sólido sobre el ser humano, la psicopatología y la historia de la clínica. Prácticas buenistas que, aunque intenten adornar cón recortes, fragmentos y sobras de un psicoanálisis deslavazado en sus cursos, carecen de una honda reflexión sobre el ser y el malestar, así como de la experiencia profunda de un análisis. A pesar de ello, conviene no bajar la guardia. La constatación de ciertos hechos no es suficiente para hacer tambalear los cimientos del paradigma establecido; se requiere que estos hechos se conjuguen y se ordenen en un discurso que pueda ir arrinconando y poniendo contra las cuerdas al anterior. Aún queda bastante y no es seguro que las cosas vayan en esa dirección, no es la ruta que sigue la deriva de los intereses en nuestra cultura. En la actualidad, los debates, los conflictos teóricos y las luchas entre corrientes no están a la orden del día, son una cuestión del pasado. No todo el mundo se alinea en una escuela determinada de pensamiento, más bien parece que se tiende a que cada uno vea las cosas a su manera. Por otra parte, no es seguro que la lucha de egos contribuya en nada a disminuir el sufrimiento de los pacientes. Todo lo contrario, suele ser algo más bien estéril. El conjunto de esta investigación no ha evitado que las cosas sigan más o menos como antes, incluso no ha impedido que se siga avanzando en la carrera espacial hacia lo grotesco. Recordemos que, por ejemplo, la investigación llegó a relacionar lo que ocurre en los intestinos con la esquizofrenia. La vasta experiencia de la psicosis, su tradición, su historia, su relación con el saber, con la verdad o el profundo sufrimiento que entraña, todo ello reducido a unas bacterias en las heces. Resulta cuanto menos curioso pensar cómo la pregunta por la locura ha atravesado la historia del pensamiento occidental, prácticamente desde sus inicios, sin haber obtenido una respuesta clara; cómo el alienismo se ha construido en torno a las relaciones entre la locura y la razón; y cómo llevamos debatiendo sobre los márgenes de la locura desde finales del siglo XIX sin llegar a una conclusión definitiva, ni siquiera a estar cerca de ella, para que ahora resulte que mirando las heces se vayan a poder dirimir todas estas cuestiones, en concreto, si una persona tiene esquizofrenia o no. Sin duda, o hay un error de
paralelos.
No obstante, también resulta llamativa la pregunta sobre cómo es posible investigar la esquizofrenia, sin saber en qué consiste o ni tan siquiera estar de acuerdo sobre lo que es. No olvidemos que, en las clasificaciones internacionales, no hay ninguna mención al automatismo mental.
bien, como decíamos, no hay espacio para el debate, para las discusiones teóricas, y los hechos no transforman nuestro pequeño mundo de la psicopatología, sí hay algo que queda, que perfora, que perdura y que tiene sus efectos. Parafraseando a Philippe Chaslin casi podríamos decir que «las batallas caducan y se renuevan, pero los libros permanecen». Obras como este Vocabulario podrán transmitir una serie de ideas, un punto de vista común o una manera de reflexionar sobre el ser, el malestar y los tratamientos. He ahí un tema crucial. Son estas ideas las que harán cuestionar las opiniones de los que las lean y estudien. Luego, cada uno sacará sus propias conclusiones y tomará sus decisiones. Como signo de los tiempos, podemos traer a colación la anécdota de una colega que comentaba cómo habiendo sido convidada por el director de su hospital a encargarse de dar TEC sistemáticamente todas las mañanas, se negó haciendo uso de su objeción de conciencia a la hora de prescribir un tratamiento. Para su sorpresa, esto no generó ningún debate y nadie preguntó por las razones que la llevaban a tomar una decisión de este tipo. Nadie tuvo el más mínimo interés en saber nada al respecto y las cosas siguieron su curso. Si
Invenciones en un mundo psicoanalítico En este tiempo de la Otra, también ha cambiado nuestra perspectiva de la locura en el pequeño grupo de Valladolid formado alrededor de José María Álvarez. Sobre todo, a raíz de las presentaciones de enfermos y los debates suscitados en torno a dicha actividad. Hemos pasado de un concepto de psicosis muy ensanchado, debido, en parte, a la subespecialización en fenómenos elementales, puerta que abrió para nosotros nuestro añorado Prof. Sauvagnat —al que debemos todo lo que sabemos al respecto y nunca podremos agradecer lo suficiente el habernos introducido en la materia—, a un mayor relajamiento en
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relación con los pequeños signos de psicosis. De este modo, podemos decir que nuestro punto de vista sobre el campo de la locura se ha apiñado de manera considerable. Somos más flexibles al contemplar las nuevas formas de presentación del malestar y no necesariamente ubicamos las rarezas a la misma altura que los signos de primer orden. Somos mucho más cautos con este asunto, estimamos que 174 golondrina sola no hace verano. Por otra parte, nos dimos cuenta de que este dilema sobre la concepción de los márgenes de la locura se había hecho presente al menos en tres momentos en la historia del psicoanálisis. Es decir, parece que los psicoanalistas periódicamente se encuentran con este problema en algún momento y tienen que darle algún tipo de solución. Digamos que no deja de ser un síntoma de una concepción estructural de la locura. El primer momento se produjo cuando el psicoanálisis se extendió a personas que no podían tener acceso a él. Es decir, cuando se abrieron las clínicas gratuitas impulsadas por Freud a partir de 1920. En aquel instante, el debate giró en torno al carácter impulsivo y al carácter neurótico, y si hacer entrar en la psicosis esta patología del acto y de los impulsos (preocupación, por otra parte, presente ya en los clásicos desde los inicios del alienismo). Los autores se dieron cuenta de que había claras diferencias entre estos sujetos y las psiconeurosis. No obstante, siguieron concibiéndose, en principio, en el marco de la neurosis. El segundo momento fue cuando la atención en salud mental se hizo extensible a una mayor parte de la población tras la Segunda Guerra Mundial. Es decir, cuando empezaron a poblar las consultas de los psicoanalistas pacientes de muy diversa índole y problemática dispar. Sujetos que no asociaban libremente, que llevaban a cabo actings en el contexto del tratamiento, que tenían vidas erráticas y, además, presentaban breves episodios psicóticos. A partir de dicho momento, se fueron afinando y puliendo el concepto borderline y la patología narcisista. Si en algún momento el término borderline pudiera haber denominado los límites de la locura o las formas menores de la psicosis, los desarrollos de la IPA desembocaron en eliminar cualquier rastro de psicosis a finales de los años setenta, en los albores del DSM-ZI7. Todos los casos sospechosos de psicosis pasaron a formar parte del trastorno esquizotípico. Lo borderline dejó de ser psicosis, aunque estos sujetos pudieran presentar episodios de psicosis o micropsicosis. Como es
lógico, esta operación estableció las condiciones idóneas para que lo borderline pudiera sustituir a la propia neurosis. Es decir, a la neurosis le ocurrió con lo borderline algo parecido a lo que Kraepelin hizo con la paranoia cuando introdujo la demencia precoz, es decir, «aclarar un líquido turbio por el procedimiento de traspasarlo de un recipiente a otro». De hecho, en el ámbito de la IPA se suele decir que los psicoanalistas no atienden neurosis clásicas, que no reciben otros casos que sujetos borderline y patología narcisista. Resumiendo, podemos decir tranquilamente que estos son los nuevos nombres de la neurosis. El tercer momento se produjo cuando, tras los encuentros de las Secciones Clínicas francófonas del Instituto del Campo Freudiano, en 1996, 1997 y 1998, Jacques-Alain Miller introdujo el sintagma «psicosis ordinaria». De los «efectos de sorpresa» en la primera reunión se pasó a los «casos raros» en la segunda y, finalmente, al proyecto de investigación de la «psicosis ordinaria». El problema era el mismo que se habían encontrado los psicoanalistas de la IPA décadas antes: cuando se esperaba una neurosis aparecía, de manera sorpresiva, algo aparentemente diferente. La solución por la que se optó fue la de incluir estos casos raros en el campo de la psicosis, ensanchando este sobremanera. Y se creó otro problema, además, que fue el de hacer la diferencia teórica entre psicosis ordinarias y psicosis extraordinarias —o las otras—, lo
A medida que ha ido pasando que redundó en una nueva dicotomía. llevado ha de a que cualquier investigación tiempo, este programa convertirse en un índice rareza y cualquier sorpresa puedan llegar a la el de de estructura. Con subsiguiente problema que mayoría de los casos han pasado a considerarse psicosis ordinarias. En este sentido, resulta muy llamativo que, desde hace más de veinte años, se venga comentando que en las presentaciones de casos todo acabe siendo una psicosis ordinaria. Lo cual no es muy diferente de cuando en la IPA decían que actualmente sólo se veían sujetos borderline. En realidad, vemos que, desde el inicio, se ha intentado resolver el mismo problema de diferentes maneras, pero no deja de ser el mismo perro con distinto collar. Ya sea como patología del carácter dentro de la neurosis, modificando la teoría (Heinz Kohut) o la técnica (Orto creando Kernberg) y nuevas etiquetas diagnósticas, o incluyendo las rarezas y todo lo que no cuadra con la neurosis clásica dentro de la psicosis. Desde nuestro punto de vista, podríamos decir que muchos
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los creando y la Otra ha ido creando la suya. La locura, la clínica, la la formación, clásicos, el abordaje institucional, la vocación por la puesta en historia, el estudio de la subjetividad, la psicoterapia y más recientemente, estudios de ciertos científica validez cuestión de la son temas sobre los que se ha generado esa realidad. Seguramente con este Vocabulario se generará algo más. la locura y la Pero, sin duda, creo que el punto fuerte siempre fue manera de hablar con los locos, pero siempre desde una perspectiva el que eminentemente práctica. Continuamente fue el campo sobre versó José María, y el motivo que hizo que muchos de nosotros nos la acercásemos a él queriendo saber algo más sobre la materia y a En este sazón, lo convirtiéramos en nuestro maestro, muy a su pesar. sentido, creo que el bello estilo a la hora de relatar las profundidades del alma de Juan de la Peña engarza perfectamente todo ese acervo teósencillas y llanas. tico en su aplicación práctica narrado con palabras de la Otra. Más estilo el Sería un buen ejemplo de lo que podría ser alejado de lenguajes técnicos que muchas veces nos atan e incapacitan esconden lo que no sabemos; o nos y enturbian lo que decimos o entender que todo oprimen en cosmovisiones que nos condenan a cuando en una puede leerse desde una única perspectiva. Fue notorio de el nombre Wagner y le despareunión de psicoanalistas pronunció Sin duda, para la Otra hay charon diciéndole que eso era psiquiatría. los clásicos más de una forma de ver las cosas. Detrás del gusto por está, en gran parte, apuntar a una diversidad de perspectivas. Por otro lado, nos queda mencionar lo que sin duda ha resultado ser los locos y acercarnos una auténtica subversión a la hora de hablar con liberado de todas las ha a la locura en nuestro ámbito. Algo que nos ataduras en las que la teoría nos había encorsetado. Muchos de nuesrecordamos el protros colegas todavía siguen ahí fijados. Y es que aún fundo impacto que provocó en todos nosotros ver cómo Chus Gómez hablaba con los locos. José María lo decía en aquella época, «si queréis saber cómo hablar con los locos, escuchad a Chus Gómez». Era una orientado por la época en la que manejarse con la psicosis estaba muy Lo acostumbrados. (coría y la enorme prudencia a la que estábamos natural en el cual, muchas veces, llevaba mantener una relación poco salirse un tratamiento, Para nosotros, Chus rompió esos esquemas sin mucho camino mostró un ápice de lo que se derivaba de la teoría, nos
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de estos sujetos necesitan un tiempo para poder adaptarse a las condiciones de tratamiento. Quizá, durante ese lapso preliminar se requiera que el analista haga de clínico y se encargue de su paciente hasta que este pueda atravesar el recubrimiento imaginario que lo envuelve y mostrar así otro estatuto del sujeto algo más consistente y capaz de una relación transferencial más propia de la neurosis. De ahí que prefiriésemos en su día introducir la expresión «neurosis ordinaria», para reconocer como algo propio de nuestra época esta forma de presentación clínica de la neurosis. Parafraseando otra vez a Chaslin, quizá podamos decir que da presentación clínica caduca y se renueva, ds pero la esencia permanece». Otro punto importante fue el cambio en la concepción de la manera en la que afecta la droga en estas nuevas formas de presentación del malestar. Eso se lo debemos a Javier Carreño. En nuestro medio no era habitual contemplar otra idea que la de considerar que la droga no introducía nada nuevo en la estructura, sino que, más bien, desencadenaba la estructura (a veces, se decía, funcionaba a modo de estabilización, pero creemos, sinceramente, que esta es una deriva demasiado peligrosa y no muy precisa). Sin embargo, es habitual ver en la clínica cómo los adolescentes pueden hacer episodios psicóticos, a veces con el ingresos, en contexto del consumo de hachís y, tiempo después, tras un período más o menos largo de abstinencia, donde, según la tesis de Carreño, también pueden aparecer más episodios, a pesar de no estar descritos en la literatura, y volver al mundo de la neurosis o la normalidad sin.muchos impedimentos. :
Invención del Vocabulario
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Muchas de estas ideas han sido expuestas, tras años de trabajo e investigación, a lo largo de este gran Vocabulario de psicopatología. Una obra conjunta donde, sin duda, podemos decir que hay mucho de cada autor en él. En este sentido, uno de los grandes méritos reside en hacer coincidir las diversas opiniones de los autores en un punto de vista que suponga un encuentro. En esta labor de director de orquesta es innegable el trabajo de José María y su empuje incuestionable por el encuentro y la búsqueda de confluencia, bajo unos parámetros clínicos que son los que siempre nos han unido. Gran parte de la realidad se
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más sencillo y, si cabe, más humano y de profundo respeto a la hora de manejarse con el delirio. Sin duda, creo que nos ha marcado a todos en nuestra forma de entender lo que debe ser el tratamiento de la psicosis. Es verdad que la visión del Vocabulario es una visión minoritaria. Pero también hay veces donde los libros como este hacen que dicha visión pueda llegar un poco más lejos. Lo que sí parece claro es que
podrá contribuir a que, si bien «las corrientes caducan y se renuevan la Otra permanezca».
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