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Spanish Pages [208] Year 1962
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accidentados
de Maracaibo, muestran
y
su
gran
“ensenadas”
penetran
de
oquedales
la parte
meridional
del
Lago
Causan
altamente
profundamente
Moporo, mientras
en
otros
en
esta
variedad
pintorescas. el
numerosas
Algunas
veces
como sucede en el por ejemplo en las bocas del río Escalante, la vegetación es notablemente pobre.
puerto
los
rías
de
a simple vista sus orillas recortadas
variación. y
»
YN
»
lago,
lugares, como
Mucho antes de vimos flotar sobre las flora circundante, que ramas y cantidad de llamando especialmente
remontar por la desembocadura del citado río, aguas del lago, muestras múltiples de su rica consistía en troncos de árboles, frutos, algunas plantas acuáticas que se mecían en las ondas nuestra atención. La corriente de muchos ríos
arrastra
fluctuantes,
estos
islotes
sobre
muchos
de
los
cuales
posan
aves acuáticas que regalan de vez en cuando a nuestra vista con algún especimen interesante. El Lago de Maracaibo es fuente inagotable para el hallazgo de toda clase de peces y demás animales acuáticos que, durante la travesía nos acompañan todo el tiempo. Un especialista tendría trabajo aquí para luengos años. Nosotros, empero, preferimos remontar el río Escalante, a seguir cualquier senda angosta del bosque ; nuestro objeto es describir la flora de la región y una corriente de agua de momento, nos brinda más facilidades, para poder contemplarla con entera libertad.
37
Nuestra
que mucho menos que era de calado el suelen tener destinados a cruzar lagos pequeños. los barcos y ríos más No
bien
nos
embarcación
encontramos
en
el
centro
de
la
desembocadura,
se
esta
bleció
absoluta calma, La tripulación tuvo que a tra la más empezar bajar, pues el barco debía moverse y tratar de remontar la corriente por medio de pértigas, por lo que tuve suficiente tiempo para contemplar el anchas a mis paisaje. Por ahora, aun se ven solamente juncales, entre los que sobresalen acá y allá grandes grupos de caña brava ( Gynerium saccharoides) con sus ramos de hojas dispuestos a modo de abanico y sus flores en panojas blancas. Los tallos de esta gigante hierba palustre, son de 30 a 40 pies de alto, leñosos, y solamente de 1 a 2 pulgadas de grueso, de modo que se mueven al menor soplo de viento, ofreciendo una visión encantadora. Esta planta, que también crece en comarcas más elevadas a orillas de ríos y lagunas, es para los criollos de suma importancia. Se utiliza para construir las paredes y los techos de los ranchos y para ello se aprovechan los tallos altos y esbeltos, unidos estrechamente y atados con delgadas lianas. Complementan el espesor de paredes y techo unos ramos de hojas sobrepuestos y vueltos a sujetar con bejucos. Delante de la impenetrable muralla que forman los cañaverales, nadan nenúfares grandes, que recrean la vista con cientos de sus flores blancas y radiantes. A medida que vamos avanzando, la presencia de árboles gigantes entre la espesura del monte bajo, se nota cada vez más. Estos precursores de la tupida región selvática nos anuncian que no tardará ésta en rodearnos estrechamente y nuestros ojos dejan de fijarse en el paisaje fluvial, para, a manera de despido, lanzar una mirada a lo alto, hacia los lejanos picos de la Cordillera. La naturaleza de esta región es muy parecida a la del delta del Orinoco. El oeste de la cordillera reúne todas las condiciones adecuadas para crear, particularmente en lo que a flora y fauna atañe, la más grandiosa y diversa riqueza natural que imaginarse puede. La dimensión de la gran llanura baja que rodea la parte sur del Lago de Maracaibo es poco más o menos como la de Sajonia y probablemente en el pasado remoto tenía una extensión más importante, pues se puede afirmar que llegaba hasta la ciudad de Cúcuta en Colombia. Esta tierra de formación cenagosa reciente, esta regada por numerosos ríos, la mayoría de los cuales vierten sus aguas en el lago, en tanto que otros muchos sólo llegan a alimentar lagunas y ciénagas situadas entre los mismos. Estos ríos nacen en la vecina cordillera y sirven de alimento renovado y cons-
38
tante
a la llanura
selvática. Durante la época de lluvias se desbordan e inundan grandes extensiones forestales, dando lugar a la formación de nuevas lagunas y pantanos. Entre las primeras las hay muy vastas y están pobladas profusamente por plantas acuáticas y de lodazal, que las ocultan en su mayor parte, dejando entrever sólo de vez en cuando, pequeñas superficies de agua. El río más importante es el Catatumbo que vierte sus aguas más hacia el oeste del lago, mientras que la desembocadura del Escalante, segundo río en importancia, cuyo curso estamos remontando, se encuentra algo apartada hacia el este, y le llaman “ Boca Zulia ”. Ambos tienen
un
curso
muy
variable
y
cambian
constantemente
de
anchura,
por lo que a cada rato el aspecto del paisaje es diferente. Antes de alcanzar la floresta impenetrable, nos salieron al paso dos pescadores nativos, que en su ligera embarcación, construída con el tronco hueco de un árbol ( curiara ), bogaban junto a la orilla. A menudo tropezábamos en nuestra travesía con embarcaciones como ésta, mas si hago hincapié en estos encuentros, es porque frecuentemente brindan la oportunidad de ver y adquirir, preciados tesoros naturales, que de otro modo tardaríamos en hallar o quizás buscaríamos inútilmente. Como esta primera que vino a nuestro encuentro, iba ricamente cargada, dí una voz a sus ocupantes, los cuales no se acercaron a nuestro barco sin antes hacerse de rogar. Entre el variado cargamento llamó mi atención el notable pellejo de un animal llamado manatí ( Manatus
australis ),?
mamífero
sirenio
de
tres
a
cuatro
metros
de
largo. Más hacia el interior, este animal ya no se presenta, pero sí se encuentra rara vez en las desembocaduras de los ríos y en bahías poco o casi nada frecuentadas por el hombre. Su piel es muy resistente y se utiliza para hacer bastones, similares a los que se manufacturan con cuero de hipopótamo, cortando aquella en tiras delgadas y poniéndolas a secar. La embarcación además, estaba colmada de toda clase de pescado, muy abundante en estos ríos y cantidad de frutas tropicales yacían en ella amontonadas. En el centro de la misma, un cajón lleno de tierra
servía
de base
a unas
brasas
encendidas,
sobre
las que
se
asaba
pescado, a fe suculentísimo, como pudimos constatar. Como compañía viviente, había también en la barca un mono araguato muy joven, que mediante un módico estipendio pude adquirir. El animalito era sumamente gracioso y confiado y nos sirvió de distracción durante nuestra travesía fluvial.
(1)
(Trichechus
manatus). - Roehl, E.: “Fauna
39
descriptiva venezolana”.
Matapalo.
Después
de
varias
horas
de
navegación, durante
mos
las
cuales
debía
con frecuencia abrirnos paso arrancando por medio de grandes garfios las plantas acuáticas que a manera de alfombra cubrían el río, alcanzamos el primer caño en cuyos márgenes la alta vegetación parecía amurallarnos. Aun inexpertos, era para nosotros una tarea sumamente difícil y casi imposible el acostumbranos a esta rica flora e ir distin guiendo poco a poco las distintas formas, aun cuando muchas de ellas correspondieran a árboles grandes como en cualquiera de nuestros bos
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de muro” constituye característica primordial, una pared tupida por millares de matas de las que no sobresale ni un solo árbol gallardo, limita totalmente la mirada. Bajo una espesa capa de plantas trepadoras y parásitas se marañas, ocultan los troncos más esbeltos. Los bejucos con sus profusas los árboles forestales secundarios que crecen entre sus vecinos gigantes, y el matapalo de vez en cuando, forman en unión de recios troncos de árboles, el apoyo o armazón donde vegeta una importante flora parasi taria.
los
lugares
donde
a
distancia
Visto
vegetal,
una
la expresión
no
muy
“espesor
larga,
este
imponente
cuadro
se nos presenta bajo una aparente uniformidad; incluso su silueta superior recordaría la de nuestras frondas, si no fuera por una que otra copa de palmera que de vez en cuando asoma.
Pero a medida que vamos avanzando, ¡ qué prodigalidad de formas y diversidad de colores regalan a nuestra vista, aun cuando el verdadero bosque se halla detrás de ese cortinaje vegetal !... Si bien en algunos claros donde la luz ha logrado abrirse paso, y en parajes en que el espeso tejido de plantas parásitas no es tan abundante, es posible discriminar las formas principales, seguiremos desconociendo la especie de muchos árboles cuyos recios troncos permanecen ocultos bajo una tupida capa de plantas trepadoras y parásitas que los reviste utilizándolos
como
soporte.
Por consiguiente
es más
especies, si al fin se logra atravesar tienen a la vista árboles libres. Por
lo
anteriormente
difícil que es en la tarea del de esta rica vegetación. Si unas con otras, a pesar de país, es únicamente debido nuestros
bosques,
aun
los
dicho
se
fácil distinguir estas
murallas
comprende
lo
las diferentes exteriores
y
se
extraordinario
y
pintor, captar material valioso directamente las diversas formas vegetales se confunden ser mucho más acusadas que las de nuestro a su sorprendente grandiosidad. Así como más
mezclados,
constan
relativamente
de
pocas especies características, que a menudo cubren superficies de muchas leguas cuadradas, en los bosques tropicales cientos de plantas distintas crecen apretujadas sobre unos pocos metros cuadrados. De primera impresión, la selva tropical ejerce sobre el observador novel un trastorno general de los sentidos, y debe pasar largo tiempo para que en esta magna naturaleza su actividad rinda y sea provechosa. Si bien son las palmeras las que imprimen la fisonomía externa del bosque tropical, hay en el interior del mismo, otros innumerables tipos de plantas altamente importantes desde el punto de vista artístico y científico. Entre la infinidad de plantas que forman el monte bajo, hay que mencionar especialmente a las hermosísimas heliconias; sus
41
brillantes
hojas
de
planta
musácea,
se elevan por encima de la cabeza de un jinete y su profusa y bella florescencia roja, luce maravillosamente entre el verde suave de sus gigantes. hojas
Sin embargo debemos tener presente ante todo, los tipos de plantas que a primera vista sorprenden más porque dan a la selva tropical un carácter sumamente exótico para nosotros y éstos son en primer lugar, los bejucos y el matapalo. El clima cálido los desarrolla al máximo esplendor, aunque también encontramos muchas de sus especies, particularmente de los primeros, representadas en regiones más elevadas.
El “matapalo” como llaman los nativos al Ficus dentroica, merece tenerse en cuenta, porque causa la ruina y destrucción incluso de regiones y lugares cultivados. Entre todas las plantas del género Ficus, el matapalo es la más interesante. Cuando su semilla por cualquier incidencia, — pueden ser el viento o los pájaros — es transportada a una palmera u otro árbol, arraiga fácilmente y no tardan mucho en brotar ramitas delgadas que se cubren con hojas de abundante savia, que recuerdan a nuestra flor de porcelana (Saxifraga umbrosa L.). Las palmeras tanto las de hojas perminervias como las de hojas palmeadas, ofrecen terreno propicio, porque el parásito se asienta de manera fácil entre sus lacíneas y en su primer desarrollo forma un adorno muy bello. Tan como alcanzan cierta longitud, supongamos pronto las ramas a inclinarse hacia hasta un pie, tienen tendencia su apoyo, podríamos decir que zalameramente y no importa en qué dirección. Cada vez estrechamente alrededor árbol. más, se van retorciendo del inocente Cuando dos se al brotes de matapalo encuentran otro lado del tronco, se y entonces así comienzan a propagarse dan por decirlo las manos sin medida. Ganando en intensidad van juntándose los retoños de esta guisa traidoramente llegando a aprisionar fuerte y al gallardo árbol, que habiendo desafiado por tanto tiempo toda clase de embestidas, va de ahora esta forma a su perdición segura. Una como red de mallas maravillosamente entretejidas, se desarrolla casi invisiblemente, y debido a su progresiva fuerza estranguladora, va interrumpiendo la circulación de la savia del tronco que le sirve de soporte. Pero el matapalo no se sacia con su primera víctima ; pronto dirige, por decir así, sus tentáculos hacia donde puede e invade otros ámbitos en busca de más árboles donde cebarse. Sin haberlo visto jamás, es imposible imaginar una armazón tal, compuesta por mallas, columnas y pilares maravillosamente formados, cruzados y enlazados miles de veces entre sí, Así no es raro encontrar
laberintos de matapalo de más de 30 pies de diámetro. 42
t
q
e
Conuco a orillas del río Escalante.
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E an or Po
El matapalo muestra otra fase interesante, cuando sus traicioneros abrazos han acabado con su apoyo y los últimos restos de éste, caen hasta que podridos a pedazos. Cual esqueleto gigantesco queda en pie, un huracán cualquiera le hace perder su porte y acaba con toda su poderosa estructura en el suelo. En Valencia vi un ejemplo de la enorme fuerza que caracteriza a esta planta parásita. Uno de estos ejemplares había montado sus pilares sobre un muro y lo había hecho saltar a trizas. (véase viñeta ).
También
el matapalo
se convierte
en un
suicida.
vástagos no encuentran objeto firme alguno en donde enlazan en su propio tronco y ocasionan su muerte. Es
muy
abundante
en los
Llanos,
donde
acaba
Cuando
poder con
todo
asirse,
sus se
lo exis-
tente, debido a que la palmera moriche, constituye casi la única especie arbórea de bosques enteros, que una vez invadidos por el matapalo devienen completamente impenetrables. En bosques con mezcla de arbolado, hay también otras plantas parásitas, que a su vez utilizan al matapalo como soporte y a veces lo cubren por completo. Tales las orquídeas, bromelias, etc. que se asientan en los nudos que forman las raíces y trabazones, y las esbeltas lianas que envuelven el conjunto. Estas últimas pueblan efectivamente las selvas y tienen otra misión más inocente, cuya descripción detallada nos reservamos para más adelante, ya que volveremos a hallarlas numerosas veces. Como en estas cerradas aguas navegables, apenas tiene lugar el crepúsculo, la noche se nos vino encima súbitamente y tuvimos que interrumpir nuestro viaje. Casi en el mismo centro de la corriente echamos el ancla y nos acomodamos en la cubierta lo mejor que pudimos para pasar la noche. Se sacaron las hamacas, se buscaron los mosquiteros y no tardó en flamear un alegre fuego, a punto para disponer la cena. Un silencio inquietante se apoderó de todo, interrumpido solamente por algunas voces animales, entre las cuales, junto al grito del mono aullador, sobresalía el de la palamedácea, Palamedea Cornuta. En este concierto animal interviene también el pájaro vaco, hermosa garza de color castaño ( Tigrisoma Brasiliensis )'? con su voz de tonos parecidos al mugido de una res. Los criollos designan acertadamente con vocablos onomatopéyicos a los animales más curiosos, así por ejemplo, “* pájaro vaco ” por su grito especie de mugido de toro, y a la palamedea ”. la llaman “aruco” por el sonido sordo que emite de “aruc-aruc (2)
(Tigrisoma
lineatum).
- Roehl,
E.:
“Fauna
descriptiva
venezolana”.
Los
molestaron que enormemente, tanto no se podía pensar en dormir, aunque a decir verdad, no intentaba hacerlo, puesto que mi único interés era el cazar unos cuantos insectos. Diversidad tan grande de ellos, no la había encontrado en ninguna parte; no paraba de abrir cajas y frascos de alcohol, en el afán de capturar nuevos ejem plares, que por otra parte atrapaba fácil sin más trabajo que el de extender un pañuelo blanco. Los cocuyos, luciérnagas de unos tres centímetros de largo, que en número de a miles vuelan en derredor, ofrecen un espectáculo delicioso. También más tarde hallaremos estos insectos tación
mosquitos
en
los
nos
valles
de
ubérrima, suelen
Al
reanudar
sorprendidos
Cordillera,
encontrarse
nuestro
al doblar
en ese desierto,
la
un
rumbo
recodo
de un conuco'*
porque
en
los
por
todo
de
madrugada,
del bosque,
que asomaba
lugares
de
vege
el país.
con
fuimos
gratamente
la aparición,
a la ribera.
inusitada
( v. acuarela ).
Arrimamos nuestra embarcación allí, a fin de comprar frutas, huevos y gallinas, que los propietarios nos cedieron gustosos. Con gran contento de
mi
parte,
el
patrón
del
barco,
me
manifestó
en
medio
de
muchas
excusas, que íbamos a permanecer allí algún tiempo, debido a unos negocios imprevistos que obligaban a detenernos. Esta inesperada holganza me proporcionó el tiempo necesario, para estudiar y coleccionar algunas riquezas naturales y sobre todo para tomar apuntes de los paisajes adyacentes. Creo no equivocarme si fiel a mi propósito inicial, voy describiendo directamente las particularidades y propiedades de la flora y fauna de este país en su lugar exacto y a medida que se van presentando en el curso de mi viaje, especialmente en donde su desarrollo se muestra con riqueza y en número más crecido ; porque aun cuando no pretendo escribir una obra científica, deseo que el lector se forme una idea, a ser posible
clara,
de
la
vida
y
el
movimiento
de
este
mundo
maravilloso
y en cierta manera que, en espíritu sea mi compañero de viaje. Aprovechando esta interrupción, ruego me sea permitido exponer algunos detalles, sobre el equipo especial que debe llevar un coleccionista y un pintor. Todo debe estar dispuesto de manera práctica y a ser posible sencilla, a fin de que se encuentre todo a mano y en cualquier momento esté el material a punto. El morral debe ser listo, sin red alguna e ideado de manera que tanto las municiones de caza como la botella de alcohol, tengan un espacio adecuado junto a la infinidad de cajitas y (3)
Pequeña
parcela
de tierra
cultivada.
45
latas
destinadas insectos, a la conservación de nidos, huevos y otros objetos. Además este saco, debe contener un recipiente hermético de hojalata, para jabón arsenical destinado a la preparación de las aves, así como algodón y papel para el rellenado de las pieles de animales deso llados. Los fondos de corcho que llevan las cajitas destinadas a contener los insectos y en donde son provisionalmente traspasados por una aguja, deben
ser
bañados
asiduamente
con
ácido
fénico, particularmente
si se
trata de hormigas, ya que es el mejor medio para conservarlos intactos.
Pertrechado en esta forma, el naturalista viajero obtendrá resul tados óptimos, pues es indispensable que los animales recogidos durante el día, en particular las aves, se preparen inmediatamente en el próximo el calor e inutilice. descanso, para evitar que los corrompa Después de una jornada dura, no es tarea fácil ponerse todavía a preparar el material recogido ; pero si se tiene suerte y se consiguen ejemplares bellos y raros, queda largamente recompensado este trabajo y se hace entonces con gusto y cariño. En el clima grandemente húmedo de las florestas, hay que cuidar especialmente los utensilios de pintura. Si el costoso y buen papel inglés para acuarelas no se envolviera adecuadamente y guardara en cañutos de hojalata, se estropearía en seguida. Además es recomendable usar solamente pinturas inglesas de la mejor calidad, porque la mayoría de las otras suelen descomponerse con el calor. Si comparamos un conuco como el que ahora nos sirve de estacionamiento,
con
las haciendas
de grandes
plantaciones
de las zonas
culti-
vadas de Venezuela, resulta pequeño, pero no obstante se encuentran juntas y en la mayor prosperidad toda clase importante de plantas tropicales de cultivo, y como en nuestra lámina agrupadas estrechamente alrededor de un modesto rancho. El
fruto
dorado
de los naranjos,
deslumbra
en
tamaño
y belleza
poco común ; junto a él, las hojas gigantes de las musáceas, se inclinan cual alas poderosas. Entre éstas llama principalmente la atención el plátano ( Musa sapientum ); un sólo racimo del fruto de esta mata extraordinariamente útil, es tan pesado, que sólo puede cargarlo un hombre fuerte, y sus frutas de forma semejante a un pepino, tienen a menudo un pie de largo. Mientras los frutos de las especies más pequeñas, tienen en completa sazón un sabor excelente, los plátanos sólo sirven de alimento cuando se fríen o bien se asan al horno. No puede faltar en ninguna hacienda por pequeña que sea, si bien casi siempre como único ejemplar, el Crescentia cujete, que ofrece un aspecto encantador, principalmente cuando sus frutos globosos de
46
color verde
olivo alcanzar suelen que
de diá 25 cms. de unos un tamaño metro, han llegado a su pleno desarro llaman le del país naturales llo. Los “totumo”, y por decirlo así, este vaji la de toda el proveedor árbol es posible e imaginable. y cacharrería lla cáscara de frutos estos Amarrando y leñosa, delgada con fuertes atadu al comienzo ras de su desarrollo, adquieren y se caprichosas, formas obtienen determinados, tamaños de dis en árbol del separarlas sólo con Una crecimiento. su de fases tintas
vez
partidos
por
se mitad, la
vacía
su contenido, carece de valor que en macerado alguno heno y asemeja agua pequeñas cáscaras las jabonosa; hacen
me las cucharas, de veces las
y las grandianas como vasos, sirven
Tronco
bipartido
de
des de fuentes, y otros jofainas las cortan recipientes. se pronto Tan totumas her su pierden árbol, del
reem éste ser moso para verde, color
Bucare.
pardo el por plazado secando. se van
a medida
que
Es admirable la destreza de los indígenas en grabar estas cáscaras que algunas veces tallan artísticamente con motivos florales, animales o simplemente con algunos epígrafes. Otras veces estos objetos muchas
testimonio
siendo
y dorados,
van pintados
veces
del alto sentido
artístico de su autor. Las apreciado y cuya
fruto
granos
totumas
dan
instrumento
manufactura
una
de
vez
maíz
hueco,
lugar
además
a la industria
musical, que
consiste en
o algunas
en
ocupa
traspasar
el que se chinas.
han
el lugar
de
las
de
las
“maracas ”, castañuelas
con
un mango de madera, el introducido previamente unos
En solemnidades y fiestas emplean también las totumas como ornamentación y en particular como linternas, para lo cual utilizan las más grandes practicando en ellas agujeros de medio centímetro. Sirve de
materia
luminosa,
un
producto
barato
47
y
maravilloso ;
introducen
cocuyos
en
las
anteriormente,
totumas, insectos
o sean
las
luciérnagas
emparentados
con
grandes
nuestro
de
que
escarabajo
hablé
elátero.
Asistí a varias fiestas en el interior cerca de Carúpano, donde más farolillos de éstos viviente, habían sido de treinta con su fuego suspenen medio de oscuridad. didos de los árboles y lucían bellísimos las
El más agra Carica presenta un aspecto aun lechoso, Papaya, dable que el totumo, pero posee escaso valor ; aunque su fruto es sabroso, no es tan apreciado como la naranja, piña, caña de azúcar y otros. Esta última tampoco falta nunca, incluso en el conuco más pequeño, e imparte una nota de variedad en el cultivo general. Para los moradores del rancho la caña de azúcar es de suma importancia, ya que triturada produce un jugo muy refrescante, que se guarda en vasijas de barro en las que no tarda en fermentar convirtiéndose en el estimado guarapo. Esta bebida, es lo primero que piden los viajeros cansados y sedientos al llegar a una hacienda después de una larga jornada. Las hojas de la caña
de
azúcar, como
también
las
del
eternamente
cultivado
maíz, son
alimento de alto valor nutritivo para los animales domésticos. Los valles Valencia, de Aragua, que se extienden alrededor del lago de son los campos de caña de azúcar más ricos y fértiles y su explotación se lleva a cabo en toda forma, como corresponde a la región que ostenta hasta el de este máximo exponente, la representación la actividad de país. Entre la fértil vegetación de cultivo, sobresalen por todas partes las las humeantes chimeneas de adyacentes de destilerías los ingenios a las plantaciones. No debo pasar por alto en nuestro conuco al árbol del pan, ya que se encuentra en todo huerto, e imprime un sello característico a la fisonomía pictórica del conjunto. Sus hojas grandes y brillantes profundamente recortadas casi en forma de mano y sus frutos esféricos, dan a este árbol un aspecto peculiar. Su semilla semejante a las castañas, parece ser menos apreciada en Venezuela que en la India, pues la comen solamente tostada y raras veces. Junto
al
árbol
del
pan
está
el
aguacate,
Persea
Gratissima,
muy interesante por su notable fruto, aun cuando su fronda llame poco la atención. Tiene la forma de una pera de seis a nueve centímetros de largo. Una capa de unos dos centímetros de espesor de pulpa mantecosa y blanda, rodea al hueso de este fruto, que va cubierto de una corteza o piel, verde y delgada. El aguacate tomado con sal y pan, sabe remotamente a mantequilla, razón por la cual es también llamado mantequilla vegetal.
LAMINA
IRA,
IV - CIENAGA
e
e
EN
EL ZULIA.
,
A.
TI
Ss
A
al
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Detrás
del
rancho, como
se
aprecia en nuestra lámina, se yergue a manera de cúpula frondosa, el mango, Mangífera Indica; sus frutas grande, ovoides de color anaranjado, también de hueso muy tienen la pulpa desproporcionadamente delgada, y aunque dulce, domina un marcado sabor a trementina. Por encima de todos estos géneros de plantas que constituyen el prototipo de las regiones cultivadas, el bucare, Erythrina, con su gallardo tronco y sus ramas delgadas y multipartitas, corona toda esta interesante pintura vegetal. Su espesa y perenne fronda, desaparece bajo su floración rojo fuego, cuando ésta está en su apogeo. Arbol de crecimiento rápido,
en las plantaciones
de café y cacao
hace las veces
de umbráculo.
Una impresión maravillosa, peculiar e indescriptible embarga al espectador que desde una altura, contempla una vasta extensión de plantaciones, como en el incomparable valle de San Esteban, junto a Puerto Cabello. En marzo los bucares están en plena floración y cuando el sol brilla en sus copas, parece que inmensas llanuras se hubieren cubierto con un manto rojo fuego. Debajo de éste, se desenvuelve la mayor bendición del país : el café y el cacao; expuestos ambos cultivos a los rayos del
sol
tropical
esto
es,
sin
la
sombra
benéfica
de
estos
árboles,
no
progresarían. La forma
del tronco del bucare es variada y frecuentemente
doble,
como puede verse en nuestro apunte del natural. El tronco propiamente dicho, especialmente en su parte inferior, está provisto de nudos y púas. Estas protuberancias de la corteza, que suelen tener de 6-8 cm. de largo y a menudo hasta 3 cm. de espesor, son de una masa corchosa entre amarilla y parda, muy apta para ejecutar tallas finas. Con ello pude llevar a cabo con facilidad y ejecutar hasta el más mínimo detalle, cabezas de animales y otros objetos. La época de los bucares en flor, proporciona otro gran deleite al amigo de la naturaleza. Aunque en las plantaciones, suele ser la fauna bastante abundante, atraídos algunos animales por la diversidad de flores y frutos, ésta se vuelve mucho más interesante cuando la floración de este árbol umbroso, alcanza su esplendor. En esta época, procedentes de los bosques vecinos, acuden huéspedes del reino de las aves y el de los insectos, invaden el ámbito pletórico de aire y sol que rodea las copas de los bucares. ¡Quién contar pudiera los múltiples pájaros de plumaje pintado y los rutilantes insectos, que golosos de néctar, van saboreando el alimento que extraen de las flores! Con frecuencia la actividad de estos animales revoloteantes y zumbadores, al parecer tranquila, es interrumpida por enemigos varios ; las aves de rapiña y las
49
insectívoras, parecen
conocer a perfección que ha llegado el momento de con un rico botín. Lo que más atrae en esta época, es la invasión llamativo de innumerables colibríes de tamaño mediano y color verde y blanco, que pertenecen a la especie Florisuga Mellivora. Durante la hacerse
florescencia
del
bucare, ninguna
otra
familia
de
colibríes, se
muestra
en tan gran número ; a millares pululan entre las flores y no se cansa uno nunca de observar el juego encantador de estos simpáticos animalitos. Toda una serie de pájaros vistosos se reúnen también allí, teniendo que mencionar entre ellos, a los de la especie Coereba que se distinguen de los demás por sus rápidos movimientos. Son del tamaño de nuestros colirrojos, poseen un pico largo y arqueado y la mayoría ostenta un color azul oscuro'* estos animalitos representan aquí a los melívoros de Africa y Asia. Acuden también otros colibríes más pequeños, como el Lophornis Reginae y otros muchos. En los troncos, martillean el pájaro carpintero y los papagayos ; entretanto el Cassicus Persicus'" procura suspender sus nidos en forma de bolsa, de los extremos
de las
ramas
va
del
bucare,
mientras
a
la
manera
de
nuestro
estornino,
sil-
bando en todos lo tonos. Este pájaro coloreado de amarillo vivo y negro, se destaca de todo lo que le rodea en forma encantadora. Entre
las
plantas
secundarias
de cultivo, de momento
sólo
citaré
la yuca, imprescindible en la economía doméstica del venezolano, porque “pan con sus rizomas se prepara el “cazabe ”, llamado de los indios ”. La
yuca se reproduce por estaca, o sea, procediendo a plantar en hilera, grandes pedazos de su tronco, en surcos de un pie de profundidad, en los cuales germinan las nuevas matas. Los tubérculos tiernos de yuca son venenosos, por lo cual se machacan hasta convertirlos en fina papilla y se exprimen hasta extraerles por completo el jugo nocivo. Después de efectuar cuidadosamente esta operación, se forma una torta de un centí metro de grueso y se coloca sobre una plancha de madera o metálica a secar al sol, efectuado
lo cual, el pan de los indios se da por terminado.
El
a
cazabe
agrada
poco
que tomado, sin aderezo ncado ;
en cambio
de pastel y untadas
(4)
(5)
nosotros
alguno, tiene
son
muy
confeccionado
con
en
su
parte
los
sabrosas dos
interior
extranjeros un
dulce
tortas de
de
podemos
sabor
las apreciadas
delgadas con
marcado
y
a aserrín
hor
“tortillas ”, especie cazabe
cambur
o de
sobrepuestas otra
Probablemente se refiere al Tucuso azul (Cyanerpes cyaneus) de la familia - Roehl, azucareros, E.: “Fauna descriptiva venezolana”. venezolana”. descriptiva E.: “Fauna - Roehl, cela). (Casicus Arrendajo
50
afirmar
fruta.
Cerébidos
o
El
conuco
donde
nos
hemos
estacionado, ofrece
un
aspecto
tan
plácido, que
enemistosos apenas se presumen los múltiples ataques y de la fauna de las florestas vecinas. Los ladrones nocturnos más asiduos y que suelen cebarse en los animales domésticos, son: el jaguar, puma y otros felinos menores, así como también zorros, martas, destructores
etc.;
en
particular
los ranchos
el puma,
y de vez
en
león
cuando
de
deja
los
criollos,
oír su
breve
se
aproxima
mucho
“U, U”.
a
Grandes bandadas de papagayos caen sobre los maizales y acaban con las mazorcas a su antojo ; pero el peor enemigo de los cultivos es la hormiga,
en
todas
sus
variedades,
siendo
entre
éstas
la más
temida
y peligrosa la “Bachaco” de casi dos centímetros de largo, porque irrumpe repentinamente y en masas descomunales incluso en las comarcas más cultivadas, asolando jardines y plantaciones enteras. En el valle de San Esteban tuve ocasión de admirar un hermoso jardín magníficamente situado y cuyo propietario tenía especial interés en el cultivo de rosas, Una noche tropical de ensueño, a la que el plenilunio daba claridad de día, gozábamos juntos del aroma que exhalaba su vergel florido ; el jardín al día siguiente era un yermo, los bachacos habían pasado aquella misma noche por allí, sin dejar siquiera una hoja como
muestra.
están
representados
Culebras de todas especies y tamaños, en
abundancia,
entre
tortugas, ranas y lagartos
estos
últimos
sobresalen
las
grandes iguanas que trepan por los árboles. Tuve ocasión de disparar sobre un ejemplar de metro y pico de largo. Los criollos cuecen los huevos de estos animales y se los comen con gran apetito. Finalmente lo que abunda en los cultivos y es en gran manera molesto, son las garrapatas, minúsculos parásitos que anidan en las ramas y en las hojas ; se prenden de las ropas y se extienden por todo el cuerpo sin que nadie las advierta. La comezón se hace pronto insoportable y se manifiesta con fiebre de larga duración. Esta plaga solamente puede aliviarse algo, frotando el cuerpo con aguardiente y a ser posible tomando un baño bien caliente. Durante mi permanencia en el conuco, tuve la oportunidad de atrapar aves e insectos en abundancia, a cual más bello en forma y colorido, y por la noche me dedicaba a prepararlos, siguiendo fielmente la
observación
que
hice
con
anterioridad,
de
que
no
debe
demorarse
este trabajo si se desea conservar los animales recogidos. Nos habíamos agrupado alrededor de un fuego vivo que debía protegernos medianamente de los incontables
mosquitos.
Los
moradores
del rancho,
seguían
mi tra-
bajo asombrados y me acosaban a preguntas pesadas y sin sentido. Esta última apreciación no sea quizás del todo exacta, pues ¿cómo
s1
esta
gente, acostumbrada a vivir bajo el sol tropical, en medio de tanta magnificencia, puede ser capaz de comprender el valor que para noso La tros representan todos estos tesoros naturales ?... cosa les pareció pronto aburrida, tanto es así que algunos echaron mano de la guitarra y las maracas y comenzaron a entonar una canción melancólica al compás de sus monótonos sonidos. Esta música nativa no puede calificarse propiamente de bella, pero posee el don de emocionar a cualquiera que deba oírla en medio de la inmensa y angustiosa soledad de estas selvas. Como refresco se sirvió guarapo en el cuenco de una totuma y cuando el patrón de barco ofreció una de nuestro botella ron, que especialmente los hombres aceptaron ávidos, se enardeció la sangre de estos habitantes de las bajas tierras cálidas, ya de por sí inclinados a tertulias animadas; apoderóse de ellos un alegre desenfreno y un baile que no se podía calificar precisamente ni de gracioso ni recatado, se prolongó hasta bien entrada la noche. Como en general sucede con todos los habitantes del Zulia, la sangre de nuestros hospitalarios moradores del conuco procedía a la vez de varias razas, pero la mayoría era mestiza (mezcla de blanco e
indio ). Entre
las mujeres
había
algunas
relativamente
bellas,
cosa
bas-
tante normal, sobre todo si no fluye por sus venas sangre negra. En
avanzadas
horas
de
la
noche,
subimos
a
bordo
de
nuestro
barquito y al romper el alba emprendimos de nuevo nuestro viaje, para alcanzar, a ser posible temprano, San Carlos. Durante este trecho de la travesía, se repiten los paisajes fluviales ya descritos, sólo que debido a las sinuosidades de la corriente, se presentan ahora en continuas cambiantes, formando ante nosotros nuevas y encantadoras perspectivas. Hay que señalar ahora la frecuente presencia de caimanes, que levantan curiosos sus desproporcionadas cabezas por encima del agua ; en la ribera vimos a unos hombres ocupados en la extracción de un
manatí
recién
capturado
y aproveché
la oportunidad
de un
pequeño
descanso, para sacar un apunte de este animal ya bastante raro aquí. Pronto aclaró el día y a primeras horas de la tarde llegamos a San Carlos, meta del presente viaje y punto de partida para mi nueva salida a través de la selva. En frente de San Carlos y también junto al río, está Santa Bárbara. Ambos lugares son pequeños y principalmente se componen de miserables chozas ; pero su significación para el comercio no puede desestimarse, porque aquí tiene lugar el cambio de los diversos productos y artículos de consumo de la región. Los productos de la Cordillera, en especial el café, llegan transportados en largas recuas, para ser cargados en los barcos, que ya esperan para conducirlos a Maracaibo y recíprocamente por el mismo procedimiento, las mercan-
52
cías
que llegan de esta ciudad, son expedidas hacia el interior. Por esto reina aquí en medio de las grandes florestas, una animación y un tráfico parecidos a los de Moporo y La Ceiba, puertos en el lago de Maracaibo y de los cuales arranca un camino que conduce a la parte norte de la Cordillera ; en los últimos tiempos se ha construído un ferrocarril que partiendo de Moporo llega a Sabana de Mendoza, casi a las faldas de la montaña. En San Carlos conseguí por corto tiempo un tolerable alojamiento y así pude hacer con tranquilidad los preparativos para el difícil itinerario proyectado. Una de las caravanas recién llegadas, ofrecía en cuanto a cabalgadura y animales de carga, material suficiente para escoger y no tardé en ponerme de acuerdo con un guía experto y algunos arrieros. Estos aprovechan gozosos cualquier oportunidad para salir cuanto antes de “la peste ”, como denominan los habitantes de la Cor-
ATAN A
Manatí.
dillera
a la región forestal zuliana, y alcanzar ligero las alturas salu dables. Ocurre muchas veces que algunos de ellos contraen fiebre la cual llevan en estado latente hasta las altas regiones montañosas en donde se les manifiesta. Por lo mismo, el temor de los habitantes de la Cordillera por las bajas tierras cenagosas es extraordinario y al propio tiempo fundado, porque el cambio de clima es demasiado brusco ; allí las
53
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cumbres Los no
aireadas y frescas, aquí el eterno y húmedo calor de invernadero. comerciantes europeos que han vivido largo tiempo en Maracaibo,
necesitan
temer
tanto
este
clima
pantanoso
de
los
bosques
zulianos,
pero no obstante deben abandonar tan pronto como puedan esta comarca peligrosa. Todo investigador, que lo dicho no reza para el viajero pese a ello, arrostrará cualquier peligro, estimulado y atraído por la inago table fuente de riqueza y belleza naturales. Personalmente he tenido mucha suerte,
opuestas
ya
que
crucé
las
selvas
del
Zulia
cuatro
veces
en
direcciones
enfermé y solamente me en la última, porque contrariando los consejos de mis acompañantes permanecí en ella demasiado tiempo. En esta oportunidad y en atención a mi estado de salud, tuve que em prender una vertiginosa y dura carrera a caballo, para llegar pronto a Moporo ; afortunadamente encontré asilo en un barco que no tardó en hacer rumbo lago adentro donde mi fiebre empezó a ceder. En Maracaibo me repuse por completo en poco tiempo.
54
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DE LA SELVA
ZULIANA
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A
que eran conso poco interior del la gente traía intransitables, hecho habían persistentes lluvias ladoras. Las y más caminos llamados mal de los puntos mejores aun los abandonar a su que de tenido se había de carga bestia una más animales algunos llevarnos aconsejó suerte, mi guía lo cual todo por
de
reserva, de
noticias
lo
que
en
verdad
no
hube
de
arrepentirme. En
estas
los con y luchar circunstancias selva la en internarse halagador poco es numerosos inconvenientes previstos, pero el afán de investigación puede tomado haber de después más que es ; así sensatas reflexiones las que emtodas las providencias y medidas del caso posibles e imaginables, desenlace. feliz su en optimismo de prendí lleno viaje mi
El trecho de impenetrable bosque que debíamos atravesar ahora, tenía solamente de 40-50 kms., cuando la extensión más grande y ancha del mismo,
duplicaba
esta
presentes,
significaba
para
cifra ;
no
nosotros
obstante
un largo
dadas
las
circunstancias
camino.
La floresta con toda su imponente majestad, se ciñe hasta las proximidades de la aldea, de modo que la recortada silueta de esa muralla vegetal, se distingue plenamente desde aquélla. Ante esta vegetación al parecer impenetrable, nos oprime un sentimiento extraño y ni el viajero más experto, se libra al comienzo de cierta pusilanimidad que le invade el ánimo. Los árboles que sobresalen de la masa vegetal, están
y
en
parte revestidos de frondosas y tupidas enredaderas que le dan un remoto aspecto a antiguas fortalezas ; acá y allá yergue su copa una solitaria, su que otra palmera, o alguna despojada rama marca línea las ( Barba de ella en el cielo mientras tillandsias de palo ) que penden se mecen ligeramente en el aire.
Penetramos
en
la
floresta
avanzando
en
fila,
porque
el
sendero
era angosto, si bien cerca de la aldea no puede decirse malo. La “ tropilla ” caminaba silenciosa, solamente el hombre que encabezaba la hilera, emitía una voz nos detuviéramos en algún sitio ancho, con el fin de
que fuera del todo de vez en cuando de alerta para que dar paso a alguna
recua
donde
que
arrimar
nos
sus
venía
al encuentro,
animales
o a la recíproca,
al matorral,
para
dejarnos
pudiera
el camino
ésta
expedito.
Apenas nos alcanzaba un rayo de luz, pues nos cubría una tupida bóveda vegetal y tampoco tardamos en empaparnos de agua, debido al constante roce con ramajes, que por todas partes la regaban sobre nosotros. Son las primeras horas de la tarde y reina una absoluta tranquilidad, el bosque por decir así, está dormido... ¿Dónde están sus incontables moradores ; dónde están las voces de las innumerables aves, dónde la legión de insectos, que pueblan estas comarcas ?... Pronto se va a solucionar este enigma. A medida que la tarde avanza, empieza a notarse movimiento en nuestro derredor y en los amplios claros por donde penetra la luz, más de un morador plumado del bosque comienza a mostrarse. Entre tanto nos vamos acercando más a las dos grandes lagunas ubicadas en el sur, la Ciénaga del Chama y la Ciénaga de Onia. El camino se torna mojado y pantanoso, casi se ha hecho impracticable, porque el constante tránsito de acémilas ha ido formando terraplenes, entre los que se estanca el agua arrastrando residuos de matas y formando barro. Los pobres animales metidos en el fango, tienen que ser a menudo aligerados de su carga. Algunos parecen conocer el peligro y tratan de arrimarse todo lo que pueden a la espesura, pero a veces con poca fortuna, porque quedan enredados en la maleza sin poder pasar hacia adelante ni hacia atrás, siendo forzoso el desensillarlos.
Con frecuencia se atraviesan en el camino troncos o resistentes bejucos, obligando al jinete a apearse en medio del barro, para guiar su cabalgadura a través de los impedimentos, a menos que ésta se empeñe,
al menor
descuido,
en
quedar
prendida
entre
las
lianas,
como
me ha sucedido más de una vez. Accidentes como éstos se repiten a cada rato ; termina
uno
de descargar
con
sumo
de trasladarlos a terreno mejor en donde
58
cuidado
se pueda,
a los animales,
después
a fin
de grandes
molestias, volver
a colocar la carga
en
sus
lomos, y a poco
la situación
es la misma. Después de tantas fatigas, saluda el viajero con franca ale de espaciosos y secos gría los trechos caminos y de buen grado se dispone a disfrutar de su bien ganado descanso. Esta es la razón por la que notoriamente también nosotros hicimos un breve alto, en un paraje favorable. Ahora los rayos suaves del sol de la tarde han logrado fil trarse por la espesura y puede apreciarse el género de vida que impera aquí. El naturalista se siente de veras en medio de la fauna y flora más grandiosas. En los bordes de los charcos y especialmente en los sitios secos donde se han acumulado excrementos de animales de carga, incontables masas de mariposas, preponderantemente rojas, ora se apo sentan, ora aletean por el aire. Entre éstas llama poderosamente la su arcos, atención mientras va describiendo en vuelo grandes cierto macrolepidóptero azul. Aunque al cruzar estos puntos espantábamos a muchas de estas mariposas, otras veces nos veíamos envueltos en espesas nubes de ellas.
En las ramas imperaba grande animación ; las voces de los moradores alados del bosque, eran dominadas por el griterío de los papagayos. Es notable entre estos últimos el Aras rojo”? que en pequeños grupos se mece
en las ramas
más
altas, en tanto que de paso, bandadas
enteras
de verdes Amazonas? se posan en las copas frondosas y soleadas. De un tiro derribé dos ejemplares magníficos de guacamayos rojos, pero lamentablemente no pudimos conseguirlos porque fueron a dar en una maleza impenetrable. Los obstáculos nos habían robado mucho tiempo, pero no obstante estábamos satisfechos de haber logrado felizmente conducir nuestras acémilas a través de tantos peligros. Como ahora se había iniciado el buen tiempo y todo parecía garantizar su duración, abrigamos la esperanza de contar con mejores dias de viaje, porque los brillantes rayos del sol tropical poseen el don de convertir en maravilla los lugares en donde penetran. La circunstancia de que tanto nuestros animales como nosotros estuviéramos muy cansados, nos hizo temer que no llegaríamos antes de oscurecer al próximo caserío, de modo que después de maduras reflexiones determinamos permanecer en este lugar que juzgamos precisamente favorable para pernoctar. Es muy importante que uno mismo efectúe los preparativos indispensables para pasar la noche en la selva, porque así se inspira respeto a estas gentes de por sí miedosas y acrecienta su confianza en el patrón. Me vinieron muy (1) (2)
Guacamayo rojo Loros, - N. del
(Ara T.
chloroptera). - Roehl, E.: “Fauna
59
descriptiva
venezolana”.
bien
ahora las experiencias adquiridas anteriormente, durante las noches que de antes en pasé en los bosques montañosos Caripe y mucho la provincia argentina de San Luis.
de
Comenzamos primero a limpiar el sitio con ahinco. Bajo la furia los machetes — cuchillos de montaña, a manera de sables — fueron
cayendo
árboles delgados y arbustos, a fin de lograr en lo posible un espacio suficientemente ancho donde acampar. Luego desensillamos las cabalgaduras y el equipaje fue reunido y cubierto. Para su propia seguridad amarramos bien nuestros animales, de forma que no pudiesen llegar a los charcos cenagosos, porque el beber estas aguas les perjudica grandemente. Por esta razón debían contentarse con el jugo de las hojas de caña de azúcar y el maíz, que por precaución habíamos traido con nosotros. No nos pusimos a descansar, sin antes haber abastecido largamente a nuestros animales. También recogimos suficiente madera lo más seca posible, para la hoguera que debíamos encender en breve y preparamos todo lo necesario provisiones que ramente con mi repartir todo lo
para pasar la noche. Reparamos nuestras fuerzas con llevábamos y una botella de vino que compartí sincegente, pues tengo como norma en esta clase de viajes, que llevo con mis acompañantes ; esto conforta y en
esta gente en general de carácter bondadoso, despierta apego y cariño. Nuestro modestísimo ágape hubo de ser enriquecido con un plato de entrada, como no puede darse mejor en la mesa más suntuosa de nuestra patria. Una bandada de crácidas se posó casualmente cerca de nosotros, pensando seguramente pasar la noche en las copas de los árboles, Conseguí derribar
una
de
estas
aves
de
un
galeata ), una de las más bellas y por toda la América tropical. La y extraordinariamente sabrosa, de lleva a cabo con asiduidad, si bien estas aves son muy precavidas y
certero
tiro;
era
un
paují
( Pauxi
mayores especies de hocos extendidas carne de estas gallináceas es tierna modo que la caza de las mismas se con mucha cautela y paciencia, porque recelosas.
Por prudencia encendimos dos hogueras más, a causa de la frecuente presencia de jaguares. —“* Hay muchos tigres aquí "— exclamaban mis acompañantes, tal como llaman en el país al jaguar. Los criollos temen mucho al “tigre cebado ” porque especialmente aguijoneado por el hambre o bien en propia defensa también ataca al hombre consiguiendo muchas veces su muerte. Al iniciarse el rápido y repentino crepúsculo tropical, que todavía nos ofrecía efectos magníficos tiñendo de rojo la cima de las copas arbóreas que el sol en ocaso iluminaba con sus últimos rayos, tendimos nuestras hamacas y tomamos todas las providencias necesarias para la
60
vela
nocturna, a cuyo
efecto esta turnos. Si durante unos día el panorama circundante el ofrece un aspecto pintoresco y ex traño, por al resplandor la noche ad llamas de hogueras, las las de quiere proporciones fabulosas. Las plantas próximas resaltan de la negra profundidad del bosque por rojo vivo ; las palmeras, su brillo los hojas bejucos grandes y las blecimos
de adquieren formas las heliconias,
quiméricas que ayudan a la fan hasta tasía exaltada el máximo, a imaginar toda clase de figuras al menor movimiento caprichosas de
los
árboles,
motivado
por
el
aire o el paso de cualquier animal trepador noctámbulo. El más mí nuestra atención ruido excita nimo y aun nos cuando vence el cansan-
cio, dormimos
por
así
decir, en
con el y estado consciente, ojo el oído alerta a cualquier fenó meno nuevo. En primer lugar el centinela nocturno debe extremar la vigi porque lancia de las caballerías, éstas se ven atacadas por los mur ciélagos y sufren mucho cuando estos animales hincan los dientes en su piel para chuparles la sangre. de los La familia filósto vampiros mos (Phyllostoma) son los más temidos entre los y hematófagos están extendidos por casi toda la
Candelero.
América causan, no este
sé
del tan
de
Sur.
prevalece
peligrosas
caso
motivo;
Hoy
como
ninguno,
pero
sí
en
la
opinión
de
se
creía
en
que
haya
muerto
acontece
que
estos
61
un
no
ser
principio, un
animales,
mulo si
las
heridas
que
o
caballo
por
por
han
lo
sido
menos
desan
grados
por los la de más de una vez vampiros, a causa de pérdida sangre se debilitan mucho, hasta el punto a veces de quedar inútiles, como ocurrió a uno de mis animales. A pesar de muchas aseveraciones los contradictorias, filóstomos se
dan
no se arriesgan
mas con el hombre,
como
en aldeas que en ciudades, penetran en las habita a veces a rozar con alas a los durmientes. sus Sin durante embargo mis largos años de residencia en Venezuela, ni un solo caso se presentó en que efectivamente un hombre fuera atacado por los vampiros. En América del Sur existen gran variedad de géneros y especies de murciélagos autóctonos, entre los cuales Phyllostoma hasta tum” es el más grande; encontré un ejemplar de éstos particularmente hermoso, en mi habitación de San Esteban y cuyas alas tenían 60 centí metros de envergadura. ciones
igualmente
llegando
Entre
los
muchos
sonidos animales, llama poderosamente la aten ción la voz llorona del cercoleptes, muy abundante aquí. Acostumbran a deslizarse quedamente por las copas de los árboles en busca de pajarillos dormidos se y al parecer cuando disputan el botín, dejan oir su voz lastimera. El cercoleptes ( Cercoleptes caudivolvulus )'* tiene el tamaño de un gato grande, su cuerpo es de una longitud de 40 cm., pero parece mayor a causa de la larga cola, que por sí sola tiene unos 45 cms, Su cuerpo es alargado y de constitución algo pesada, su piel suave es de color gris amarillento y en ejemplares viejos casi amarillo ocre ; como plan tígrado legítimo, en sus movimientos y aspecto se asemeja mucho a los verdaderos osos. Los criollos en general le llaman '“* cuchi-cuchi ” y es muy estimado por su viveza y evidente gracia; como es muy manso y fácil de domesticar, se le encuentra en muchas casas de familia. Por mi parte llevé en mi último viaje un cuchicuchi hasta Maracaibo y desde allí me acompañó también hasta Alemania y quizás todavía se aloja en el Acua El se tanto rium de Berlín. animalito había acostumbrado a mí, que com prendía lado. todas mis palabras y constantemente quería estar a mi Durante la larga travesía del océano, nos entretuvo mucho con sus gracias
y habilidades, en tal forma que no tardó en ganarse la simpatía de todo A eso de la media noche estuvimos un gran rato envueltos en un por silencio sepulcral y también yo fuí pronto dominado el sueño. Pero la tranquilidad no debía durar mucho, porque súbitamente hirió el pasaje. (3) (4)
El falso vampiro de lanza (Phyllostomus hastatus). El vampiro espectro (Vampyrus spectrum) es el más grande de los filostómidos. - Roehl, E.: “Fauna descriptiva venezolana”. (Potos flavus) llamado también oso melero. - Idem.
62
mi oído un ruido peculiar y simultáneamente nuestro centinela irrumpió hacia mí en un grito ahogado: “El tigre”!... Como electrizados nos incorporamos y tomando nuestros fusiles nos pusimos en guardia para la embestida. Al principio no lográbamos verle y sólo un breve gruñido nos indicaba el camino que furtivo tomaba el felino hacia nuestro campa mento. Sólo podíamos verle parcialmente, cuando pasaba por trechos que el resplandor del fuego iluminaba. En un punto, sus ojos centellearon con la rapidez del rayo, lamentablemente de manera tan fugaz, que no me atreví a disparar por no estar seguro en herirle de muerte, circuns siempre presente, porque el jaguar herido sólo tancia que debe tenerse levemente, favorecido por la oscuridad se escabulle fácil y un segundo ataque por parte de éste es casi seguro. Después de rondar varias veces el lugar donde estábamos acampados, desapareció de la misma forma que había venido.
Pronto nos recuperamos del agitado incidente, pues aunque por lo que a mí respecta no entraba en consideración el miedo, el pánico de los animales de carga y la emoción de estar a punto de capturar uno de los ladrones sismo.
En
de la selva más
mis
numerosos
temidos,
viajes,
tan
era motivo sólo
recibí
de evidente otra
vez,
nervio-
la
visita
nocturna de un jaguar y fue al sur del lago de Valencia cuando nos extraviamos en el bosque del Cerro Azul, pero en esa ocasión sí pude disparar con éxito. El jaguar y el puma, los felinos más grandes de América
del
Sur,
incluso las más
están
distribuídos
altas regiones
por
todo
el continente
y
alcanzan
montañosas.
Nuestro descanso nocturno no se vió interrumpido más, hasta que después de un sueño corto pero profundo me despertó de madrugada la animación y el trajín incipiente de los animales diurnos, que a esas horas es mucho más vivo que durante el crepúsculo. —“*Los pájaros cantan todos” decían mis acompañantes, “todos los pájaros cantan y se alegran del nuevo día ”, pues el proverbio aquí reza : “Cuanto más animados cantan los pájaros, más seguro es el buen tiempo ”. Aun cuando no nos saludaba un canto tan melodioso como el que tiene lugar en los encinares
de nuestra
tierra,
este
concierto
del mundo
alado
era
tan
grandioso y peculiar, que excitó por completo nuestra atención. La
voz
del
gran
tucán,
sobresale
entre
las
demás
con
su
“ Dios
te de” que según la gente del país, cuando se deja oír de madrugada es buen augurio para el nuevo día. Una paloma grande cuyo silbido tiene tonos parecidos al del hombre, silba en las profundidades. Esto (5)
En
español
el original.
63
significa
que
los
caserío
primer
pienso los
es
más
próxima
día
de
aprovechar
alrededores
y
que
El
comparada
alba,
es
se
descanso,
animales
bochornosa,
ahora
y
muy lejos el peque está que albergarnos en debe
tigar
y trabajoso, pero avanzar más.
meta
no en efecto
cual
diversos.
y
nuestra
nuestro
de bejucos
rápida
felizmente ño
Segmentos
alcanzaremos
para
inves coleccionar
me
también
el
presenten. a
la
aquí
noche
fresca y agradable, por lo tanto nos equi pamos temprano para la partida, a fin de poder dejar tras de nosotros el mayor trecho posible, antes de que el sol enviara sus ardientes rayos. El camino continúa siendo difícil ancho, algo más firme y se puede
Durante esta jornada fuí de nuevo víctima de una plaga de mos quitos, los cuales haciendo caso omiso del pañuelo con que pretendía cubrir mi cabeza y mi rostro, se introdujeron por todas partes inclusive dentro de los orificios de mi nariz y de mis orejas. Para colmo de desdi chas tropecé por descuido
con un bejuco
poblado
residencia favorita de cierta clase de hormigas una
solemne
que
desmontarme
nueva
ducha
plaga. Mis
de
estos
y ayudado
insectos
de orquídeas y bromelias, y
la
sacudida
precipitó
sobre mí, que no tuve otro remedio
por mi gente ahuyentar con paciencia esta
aspavientos produjeron gran hilaridad entre mis acom
pañantes y en efecto pueden reírse con ganas ya que a ellos no les afectan
LAMINA
V - FLORA
SELVATICA.
tanto
los ataques de estas plagas tropicales, porque el tiempo les curte la piel y la hace menos sensible a las picaduras, mordeduras, etc.
Algo muy interesante es observar a las hormigas viajeras, cuando en columnas interminables van avanzando en busca de nuevo campo para sus actividades devastadoras. En una gira por las montañas de la Costa de Carúpano, tropecé inopinadamente con una de éstas. Iba yo tras la voz de un ave extraña, cuando vi de pronto una nube de pajarillos que volaban diligentes, remontándose y descendiendo con rapidez ; tuve la suerte de cazar uno de ellos. Cobrando la pieza me hallé de improviso en medio de una procesión de hormigas y dí con toda mi alma gracias
a Dios,
al salir ileso
de
ella. Es
imposible
dar
una
idea
exacta
de la enorme masa de estos insectos que forma uno de estos interminables desfiles, En algunos sitios si la disposición del suelo lo permitía tenían de 3 a 4 pies de ancho; si se presentaba algún obstáculo, la columna se dividía para reunirse otra vez y formar de nuevo la vía principal. Junto a ésta, se puede observar sin peligro el paso de estos insectos. Casi cada hormiga carga una hojita, quizás la provisión de viaje; a muchas de ellas se las ve retroceder para recoger la carga perdida, mientras que otras tratan de hurtar el botín a alguna propietaria feliz. Aunque la enorme caravana circulaba relativamente de prisa, no pude ver el final a pesar de una larga espera. Entre
los árboles gigantescos que a menudo
obstaculizan
la feliz
prosecución de nuestra marcha, hay que mencionar principalmente la Ceiba ( Bombax Ceiba) y el Candelero. El tronco del primero engrosa notablemente en el centro y sus ramas extendidas casi horizontalmente forman una espesa copa de fronda, la cual pierde la totalidad de sus hojas durante la época de sequía, circunstancia bastante rara en el trópico. Las raíces se levantan de la tierra en forma de pala y sobresalen por los caminos que encuentran libres. Ningún otro árbol empero, tiene la forma de las raíces tan notable como el Candelero, del cual adjunto un dibujo tomado del natural, que da una idea clara de su forma y tamaño, así como de las protuberancias de sus raíces, que se desarrollan a manera de muros en forma sagital. Dada la grandiosa espesura de la selva,
me
hubiera
sido
imposible
efectuar
este
dibujo,
si
no
hubiera
encontrado casualmente este solitario y hermoso ejemplar en una región forestal sometida a la tala y roza, para implantar un nuevo cultivo. El espacio existente, entre esta especie de muros sagitales de unos metros de alto, que forman las raíces al pie del árbol es tan grande, que más de una vez me serví de ellos para instalar mi albergue nocturno, pues
65
fácil es lianas
construir
una
verdadera
cabaña
con
sólo
formar
un
techo
con
y palmas.
Forzosamente debo mencionar ante todo, las múltiples especies de enredaderas, llamadas en el país bejucos, puesto que imparten a la selva tropical su verdadera fisonomía. La configuración de éstos es extraordinariamente variada y en consonancia con la grandiosidad de las demás formas de vegetación. Además del carácter pintoresco que imprimen al paisaje forestal por sus maravillosos entrelazados y tupidas urdimbres, despiertan también interés por la forma original de cada uno de ellos, muy difícil de observar dentro del enorme conjunto vegetal ; por eso doy en la adjunta viñeta una imagen de los principales tipos de bejuco, copiada del natural. Uno de splendens, Fig. entre el verde formando una y Cuando
los más interesantes es el bejuco en cadena ( Bauhinia 1) ; posee un color gris blancuzco que destaca vivamente oscuro de los árboles, que cubre la mayoría de las veces red. Existe en abundancia en todas las regiones calientes
no ha alcanzado
aún
el máximo
de su fuerza
tejedora,
debido
a su resistencia, los indígenas lo usan preferentemente como ligaduras, ya que en el interior, en la construcción de ranchitos o chozas, reemplaza a los clavos, de por sí propensos a la herrumbre. El bejuco señalado con el número 2 en la viñeta tiene forma de cable, adquiere un espesor de 3-5 cms, y su corte transversal parece un mosaico. Forma nudos a trechos de un pie de largo y cuando envejece, éstos se aflojan perdiendo entonces los palos que aprisionaba, así que permite mirar a través de ellos. La figura 3 muestra un bejuco de 2-3 cms. de grueso, que suele crecer muy derecho y es interesante porque a semejanza de un cilindro de caja de música, está provisto de innumerables espinas o púas. El n* 4 es una de las lianas más vigorosas y alcanza de 12-15 cms. de diámetro y a pesar de su grosor es el tipo que forma los entrelazados más estrechos, como puede constatarse en la figura 6. En
el n? 5 el corte transversal
es liso, las torsiones
de una soga y la corteza es gris amarillento con estrías de 7 se distingue por su forma característica de estrella y el guración parecida a un sarmiento, se emplea muchas veces Con los bejucos se manufacturan toda clase de jardineras,
sillas,
bancos,
etc.,
también
se
hacen
son
como
las
través. El n? n* 8 de conficomo bastón. objetos como
encantadoras
baldosas
de mosaico, empleando pedazos cortados de través y ensamblados. También representan un papel importante en la medicina; así parece ser que el bejuco en cadena, es un remedio recomendable para el reumatismo.
66
A la par que hacen al hombre casi inaccesible la selva, sirven de vehículo a monos y demás animales trepadores, facilitándoles el paso de árbol en árbol, e incluso les transporta por encima de las corrientes de agua. en Como la mayoría de las trepadoras, se elevan mucho busca de luz y por lo tanto sus hojas y flores se desarrollan sobre las copas de los árboles, siendo difícil admirar su belleza. Las flores más hermosas de entre las bignoniáceas, pasifloráceas estas especies, se encuentran y aris toloquiáceas, las cuales no remontándose tan alto, se esconden menos a nuestras miradas y nos fascinan por la magnificencia de su forma y su colorido. A
del Padre ”, vamos acercando a “ Caño lugarejo nos por unas pocas y miserables chozas, el camino se ensancha poblado permitiendo que aprovechamos, acelerar el paso, circunstancia tanto más cuanto la ansiedad por alcanzar el claro próximo era muy grande ; desde allí debían divisarse las cumbres de la ya cercana Cordillera, en toda su hermosura. Sentí no poder saciar mi anhelo de contemplar ese panorama atractivo y estupendo, porque caía una densa e impenetrable niebla sobre la selva que se extendía ante nosotros y detrás de la cual la La se debía minúscula población hallaba hallarse Cordillera. muy animada con motivo de la reciente llegada de varias “'tropillas ” de cultivos acémilas cargadas de café, procedentes de la Cordillera. Los son
medida
idénticos
difieren
en
que
a los
que
extensión ;
vimos pese
junto a
la
al río
selva
más son aquí notablemente más grandes.
Escalante,
virgen
que
sólo
los
los
ciñe
campos cada
vez
Este lugar se considera como muy malsano, quizás debido a la proximidad de dos grandes ciénagas ; sin embargo, no creo que en este aspecto sea peor que otro punto cualquiera de la gran región Zuliana, en donde las mismas condiciones básicas para un clima perjudicial existen por doquier. De todos modos el calor no se deja sentir tanto cuando se cruzan estas florestas en las cuales no falta nunca ni el aire húmedo ni la sombra. y el viajero no está tan expuesto a los rayos del sol, como en los parajes altos y pelados ; por lo menos cuando nosotros atravesamos
la floresta,
ratura
nunca
es bastante
más
marcó
el termómetro
elevada
en
la ciudad
más de
de
32?
R.
Maracaibo,
La esto
tempees,
en
la ¡parte norte del lago de su nombre y no obstante el clima no es tan malsano como en toda la región del Zulia. Esta es el centro principal llamada también por el vulgo circunscribía sólo a la parte del profundamente hacia el interior
de la temida malaria. La fiebre amarilla, vómito negro y que antiguamente se litoral, en la actualidad se ha extendido del país y ha alcanzado incluso puntos
67
elevados que
hasta
como
Caracas, Valencia
el presente
siempre
se
y
Betijoque
habían
en
la
considerado
Cordilera, lugares
inmunes. Un
azote
más que distintas es disentería, aparece temido fiebres que las la con mucha frecuencia y aunque a veces con lentitud, llega a ser mortal. mejor medio para preservarse enfermedades tropicales, El de las es el llevar una vida prudente y metódica. Debemos volver de nuevo a la descripción de mi viaje... A la mañana siguiente fortalecidos por el descanso y el alimento, penetramos en el bosque con el propósito de hallar una laguna que se encuentra por allí cerca. Antes de romper el alba, ví en lo alto, describiendo círculos en el aire, una Harpya destructor, el águila más poderosa de América del Sur. Esta ave majestuosa que en tamaño sobrepasa a nuestra águila real, me pareció al principio que estaba oteando una presa ; mas luego se dejó caer, posando en la rama desnuda de un árbol gigante ; aproveché el momento propicio, para observar a mis anchas con mis anteojos de larga vista y como si la tuviera ante mí, su posición y sus movimientos. Al cabo del rato se elevó de nuevo y desapareció en la espesura. Entre las aves de rapiña, puede considerarse el harpía como la cazadora más audaz y arrojada. Se ceba preferentemente en mamíferos como monos y perezas, los cuales temblando rompen a aullar en cuanto advierten su proximidad. Tal como me han referido gentes del país, esta águila prefiere a la pereza por encima de otro botín, porque esta indolente criatura es mucho más fácil de atrapar, que cualquier miembro de la ágil familia de los simios. Entre éstos parece ser el mono aullador ( Mycetes ursinus ) (* de color castaño rojizo, el más extendido. Se encuentra en toda la zona selvática, hasta una altura de mil metros sobre el nivel del mar y también en los Llanos. Más adelante tuvimos oportunidad de observar a este camarada grande y barbudo que los naturales del país llaman *“ araguato” y seguir sus graciosos movimientos; resulta verdaderamente cómico, cuando se columpia en los cimbreantes bejucos. Acostumbran a vivir en grupos de 6 a 12 individuos y desde las copas de los árboles en estrecha compañía, irrumpen en un concierto de aullidos, que uno de ellos, con seguridad el jefe de la misma, hasta cierto punto dirige y entona. Este
emite
unos
breves
sonidos
de U,
U, U,
los cuales
se pierden
entre
el prolongado y tumultuoso clamoreo de los restantes. No resulta fácil observar con exactitud estos animales. La mejor manera de hacerlo, es esperar pacientemente quieto en un lugar y dejar que ellos se vayan (6)
(Alovatta
ursúa). - Roehl, E.:
“Fauna
descriptiva
68
venezolana”.
acercando. Hasta
la fecha
se
especies como veinte en Venezuela conocen la de
frecuentes
son más entre cuales las de simios, distintas
anteriormente, citada la que pequeña variedad más capuchinos ( Cebus capucinus ).t"
y
monos, los
la monitos los de
Mucho más raro es el Ateles Beelzebuth, o sea el marimonda de los criollos. Este es un simio bastante grande y con brazos extremadamente largos, por lo que los ingleses significativamente le denominan “* Spider-monkey ”, esto es, mono araña. En efecto, por sus movimientos lentos en sobremanera extraños, tiene gran parecido a una araña gigantesca. En cautividad estos animales son muy tranquilos y se portan muy bien, como pude constatar con un ejemplar que conservé vivo mucho tiempo. Esta criatura ofrecía un espectáculo sumamente raro, cuando sentada y en postura erguida, levantaba por encima de su cabeza los brazos en alto como pretendiendo calentar sus manos, carentes de dedo
pulgar,
al sol. Cuando
estaba
sentado
a la sombra,
se levantaba
de inmediato en busca de un rinconcito soleado. Entre otros mamíferos hay que mencionar al pécari ( Dicotyles torquatus )'* que en Venezuela denominan “báquira”, Vive en manadas y llama principalmente la atención la atropellada huída que emprende cuando nota la proximidad del hombre. Un ejemplar crecido de esta especie me han asegurado llega a tener un metro de largo; a menudo es muy peligroso para el cazador, particularmente cuando se ve acorralado. Por otra parte se deja domesticar con facilidad y he visto báquiras que siguen a sus amos como canes. A medida conocemos
su
que
nos vamos
exuberante
adentrando
y magnífica
en la selva
naturaleza,
va
y cuanto
siendo
más
más tensa
nuestra atención ; podríamos decir que aprendemos a mirar con cuatro ojos. A este estado se llega, no sólo influídos por el amor a la naturaleza y por el celo de coleccionista, sino en gran parte por la precaución que
hay
que tener,
debido
a la presencia
de diferentes
clases
de
ofidios
peligrosos. Ha ocurrido más de una vez, que al intentar a duras penas abrir un camino entre la maraña de lianas, — intento que a veces resulta desesperado,
debido
a que
el suelo
húmedo
y elástico,
está
cubierto
de
una capa de mantillo de un metro de espesor, formado por la descomposición de residuos vegetales, palmas, ramas caídas y demás — hemos ahuyentado de su guarida a muchos de estos reptiles y otras sabandijas, tales como enormes ciempiés y escorpiones. (7) (8)
Mono capuelino o machango (Cabus apella). - Idem. Idem. (Tagassu pecari). - Roehl, E.: “Fauna descriptiva venezolana”.
69
También
puede acontecer otras veces, que con uno tropiece algún un santiamén se desparrame un enjambre compuesto avispero oculto y en animales por miles de sus habitantes. Estos importunos de unos tres “ pegones ”, vocablo que centímetros de largo, se denominan en el país deriva del verbo pegar. En verdad, se adhieren al cabello y la barba por debajo de las ropas hasta llegar a la piel. No suelen y se deslizan
picar
como
como
acostumbran
nuestra
las hormigas.
avispas, más
bien
rascan
o cosquillean
Entre las innumerables especies de serpientes que hay aquí, son relativamente pocas las venenosas y puede decirse que, con algo más de atención, fácilmente podríamos protegernos de ellas mejor de lo que suele hacerse. Entre las más peligrosas se cuentan la cascabel ( Crotalus durissus )'* y la mapanare ( Lachesis mutus ),” mayor que la anterior. La primera, animal indolente, me sorprendió alguna vez en el bosque, mientras me hallaba interesado en algún pájaro raro o algo parecido, y me asustó con su cascabeleo. Si el espesor de la maleza lo permitía o no
presentaba
golpe de gracia tierras
bajas ;
un
obstáculo
con en
rapidez. las
insuperable,
La
montañas
cascabel, de
la
se
no
costa
le daba
naturalmente
se encuentra
sólo en
de
la
Caracas,
he
el
las
visto
más
de una vez en alturas de 1000 a 1500 metros. Una culebra muy linda aunque pequeña, es la coral ( Elaps coralinus ),0* que ostenta en el rayado de su piel, los colores nacionales — negro, blanco y rojo— de Alemania y que con frecuencia se desliza hasta las viviendas. Es también venenosa, pero no debería ser tan temida como es, porque se puede reconocer fácilmente por su colorido vistoso y llamativo. Como
indeseable
huésped,
muy venenosa Typhlops nombre vernáculo. Con
presentarse
o
sea
la
también
culebra
a veces,
la
terciopelo,”
grandes, aunque no más ofidios venenosos, suelen la Boa más, constrictor, dar y asustan ejemplo por más trabajo “traga-venado cruza veces ”,* llamada y que popularmente no pocas (9) (10) (11) (12) (13)
frecuencia
suele
lumbricalis,
los
- Roehl, (Crotalus terrificus). E.: “Fauna descriptiva venezolana”. (Lachesis muta). - Idem. idem. (Micrurus corallinus). - Idem. idem. Macagua o tigra terciopelo (Bothrops atrox). - Idem. idem. El original reza: “die nicht giftige Sammetschlange”, creemos se trata de una errata. Y en lugar de “nicht” debía decir “sehr”, N del T.. Tragavenado o macaurel (Constrictor constrictor). - Roehl, E.: “Fauna descriptiva venezolana.
70
el
sendero
del
cazador en las florestas, particularmente en los parajes secos. excursión de Durante una por los oquedales de Carúpano, uno mis acompañantes trataba de dar caza a una boa, que súbitamente había comparecido ante él. La espesura selvática, debilitaba los golpes, pero no obstante pudo atraparla por la nuca. Acto seguido el gran ofidio, mientras con con y repug la cola se asía a un tronco, su grueso nante cuerpo había comenzado a enroscarse en el del hombre. Como afor tunadamente estábamos a poca distancia, pudimos percibir los gritos del pobre hombre, aunque no sospechábamos la causa. Corrimos hacia el el infeliz su atadura, afortuna lugar donde se debatía con llegando damente a tiempo de salvarle, cortando la cola del reptil de un machetazo. unos minutos más tarde hubiéramos encontrado a este hombre Solamente tan fuerte, con las costillas completamente trituradas. Entre
juca"*
las especies
pequeñas
hay
que
mencionar
la culebra
be-
una de las más ágiles, cuya presencia es muy difícil de notar.
Su nombre se origina en el gran parecido que tiene con las ramas delgadas de las lianas entre las cuales se esconde con sorprendente ligereza. Se puede contemplar un buen rato una maraña de estas plantas trepadoras y no acertar a ver que de ellas cuelga una culebra ; cuando uno se acerca, desaparece repentinamente y da la sensación de un pedazo de bejuco que se hubiera fundido. En una ocasión en que me hallaba dibujando un árbol, que una red de lianas había tumbado, dos colibríes
que
ora
en
una
dirección
ora
en
otra,
volaban
sin
moverse
del mismo sitio, llamaron poderosamente mi atención. Al principio no comprendí la causa y llegué a sospechar que entre las ramas se ocultaba algún pájaro con el que ambos pajarillos estarían jugando. Al cabo de largo rato que estuve mirando atentamente, dí con la cabeza erguida de una culebra bejuca, en la que los atacantes habían puesto sus miras. Cuando cautelosamente moví mi fusil, desapareció la serpiente con la velocidad del rayo y con ellos los rutilantes y bellos colibríes. Este fue realmente un valeroso episodio animal y he podido constatar con la repetición sucesiva de escenas semejantes, que el colibrí, pese a su pequeño tamaño, es una criatura llena de astucia y muy audaz. Estábamos bastante internados en la selva, pero todavía en plena oscuridad y ningún indicio luminoso señalaba el calvero donde debía encontrarse la laguna. Comenzaba a sospechar que había errado el camino, o bien que la región pantanosa de la selva virgen que me habían descrito aumentaba sin cesar. A pesar de ello azuzamos nuestra marcha todo lo (14)
(Oxibelis
acuminatus). - Idem. idem.
71
que
nos
fue
posible
y
nuestros
esfuerzos
no
tardaron
mucho
en
verse
recompensados.
Hacia
oeste
esclarecía
paulatinamente
y
por
algunos
claros
se
podía ver el cielo. —“* Ahí esta el caño ”— , exclamaron mis acompañantes.
Pronto percibimos algunas voces de aves, que nos llegaban desde allí. Era una escena nueva la que se ofrecía ante nosotros, el contraste de dos paisajes contiguos. Todavía las esbeltas hojas de las heliconias ocultaban en parte el panorama, pero no tardó la laguna en aparecer ante nosotros, aunque parcialmente debido a que la circundan frondosas y espesas florestas, detrás de las cuales emerge a lo lejos y hacia el suroeste,
el potente
muro
de la Cordillera
(véase
acuarela ).
tranquilamente vista paseé la de admiración, Asombrado y lleno mara por los alrededores, con la emoción profunda de este panorama tropi plantas sus de hermosura la de sol, de villoso y resplandeciente cales, apreciaba se lo cual todo término, último en nevados picos los de
más
después
de la marcha
fatigosa
a través
de
la
oscura
y húmeda
región
forestal. qué magnifi pintoresca esta toda efímera Mas ¡ah! sequía es!... cencia Cuando la es persistente y el agua se agota, reemplaza reluciente el cubre que vegetal alfombra gruesa una a ésta espejo la de pantanoso suelo el ; en nosotros ante ahora tenemos que laguna selva, a la une se que bosque nuevo un encanto por como nace entonces desaparece el horizonte y se convierte en uno de tantos lugares semioscuros dejar. de acabamos que los como fango, de y llenos
Si nos acercamos quedamente a las riberas de la laguna, podemos comprobar asombrados, lo animada que es la vida de la fauna que puebla estas soledades. Las aves en particular son variadísimas y gran cantidad de ellas habitan este paraje. Sus continuas idas y venidas cambian el cuadro caleidoscópicamente ; casi parece que se citaran aquí. Son demasiadas y se presentan todas de golpe ante la vista del observador y éste no halla cómo darse cuenta exacta de todas ellas; si nos ceñimos únicamente al paso de aves acuáticas y zancudas; debemos sin duda citar primeramente las formas mayores, En primer lugar mencionaremos a las cucharetas ( Platalea ajaja )“** color rosado o rojo carmín, que cruzan el cielo en bandadas y con su largo pico en forma de espátula inspeccionan con gran habilidad las aguas cenagosas;
es
un
espectáculo
para
más
luego elevarse en el éter azul.
(151
Garza
paleta
(Ajaia
en
manera
ajaja). - Roehl, E.:
72
hermoso
“Fauna
verlas
descriptiva
dentro
venezolana”.
del
agua,
LAMINA
VI
-
SENDERO
EN
LA
CORDILLERA.
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Acostumbra
a encontrarse aquí solitaria siempre y abúlica la gigantesca cigiieña ( Mycteria americana ) “9% y la cigiieña (Ciconia ma quari ), algo parecida a las nuestras, forma en algunos sitios verdaderas hileras. Muy pocas veces falta en esta sociedad de zancudas el gabán ( Tantalus loculator ).07 Sería prolijo enumerar aquí todas las especies de garzas e ibis. La que llama más la atención entre ellas es la esbelta garceta de plumaje sedoso, que no solamente se entretiene en las ciénagas, sino que suele aposentarse también sobre troncos viejos y ramas caídas. Entre las muchas aves que se muestran con rareza y que acostumbran a ocultarse entre los juncales y otras plantas acuáticas y que solamente se hacen notar por su constante silbar y graznar, llama la atención por su natural vivaracho la Parra Jacana de color pardo amarillento, llamada popularmente “gallito”, Sus garras largas y rectas le permiten correr como una centella por sobre las hojas enormes de los nenúfares. En un constante y agitado vaivén, estas aves ora se posan en un grupo de plantas, ora se dejan caer con rapidez y cada vez que los rayos del sol las alcanzan, despiden destellos amarillo de oro, que transportan al paisaje
nunca
maravilloso
de
un
cuento
de
hadas,
el
cual
no
nos
cansamos
de contemplar.
Siempre me ha extrañado no hallar en estas ciénagas y lagunas de la selva, al flamenco y la ibis escarlata. Al parecer en Venezuela ésta última habita la región costanera, mientras que el flamenco,“” como ocurre en las pampas argentinas, se ha extendido principalmente en los Llanos venezolanos y agrupado en grandes bandadas, busca allí preferentemente las lagunas abiertas. Cuando cruzan los pantanos por lo regular poco profundos, asemejan una gran columna de soldados en perfecta formación, especialmente los días en que una ligera bruma cubre
la
contribuye
sabana,
la
no poco
cual
dada
la
magnitud
de
la
interesante
escena,
al engaño.
Como símbolo vivo de melancolía se muestra acá y allá la Ardea cocoi(?% parecida a nuestra garza gris, aunque bastante más grande. (16)
(17) (18) (19) (20)
Garzón (Mycteria americana). - Codazzi, A.: “Geografía de Venezuela”. Coincide con venezo en que esta ave vive solitaria, - Roehl, E.: En su “Fauna descriptiva el autor zolana, le llama Garzón soldado (Jabiru mycteria) y no dice que viva sola, sino más bien lo contrario en grupos de a cientos. descriptiva venezo E.: en su “Fauna Codazzi, A.: Geografía de Venezuela. - Roehl, lana, da el nombre científico de Mycteria americana al Gabán. Gallito de laguna (Jacana spinosa). - Roehl, E.: “Fauna descriptiva venezolana”. Llamado también “pájaro soldado” (Phoenicopterus ruber). - Roehl, E.: Idem. Garza - Idem. morena. idem.
73
También
cuchara
lleva vida
como
los pájaros
cochlearia
he
podido
observar, el notable
)'?”, aunque de ningún modo se cuando aparecen diversidad de patos y otras aves, especies de chochas y sisones, las últimas de individuos. cuales en grupos treinta o cuarenta Su agudo sobresale por encima de otras muchas voces de pájaros.
entre
( Cancroma
solitaria
raros. De
vez en
No está representado en menor escala Magníficas mariposas e incontables libélulas sus variados colores.
pájaro
cuenta
fúlicas, de
las
silbido
el mundo de los insectos. columpian sobre el agua,
Esta región pantanosa perennemente húmeda, es también lugar de residencia del tapir?”. Quiso el azar que pudiéramos también contemplar uno junto a la laguna. De vez en cuando se deja oír un chapoteo en el agua. Son los llamados cerdos de agua o chigiiiros. ( Hydrochoeros capybara )'?% que al parecer huyen despavoridos del jaguar que los acosa; pero ignoran que corren hacia otro peligro nuevo, en el agua les acechan los voraces caimanes y su alternativa, como la gente del país observa fatalmente, es ser devorados en todas partes. Este animal es el mayor roedor que existe y está distribuido por toda la América del Sur, así como también el colpú, llamado “perro de agua” ( Myopotamus coypus )'** algo más pequeño que aquél. Resulta piezas
de
aves
aquí
muy
cazadas,
difícil, tanto
poco más,
menos cuanto
que no
imposible, disponemos
cobrar de
las
embar-
cación ninguna y de otra forma nos hundimos en la ciénaga a cada rato. Tenemos por lo tanto que ceñirnos a cazar en las riberas de la laguna, lo que es muy fatigoso. El efecto que causa un disparo entre la fauna que puebla estas soledades es muy distinto al de otras comarcas donde la escopeta del cazador se deja oír más a menudo. Muchas aves no se mueven de sitio, otras emprenden el vuelo, permanecen un rato dando vueltas como si indagaran las causas extrañas del estampido y luego regresan a su punto de partida. Observé muchas veces, cómo algunos pájaros que habían pasado de largo, regresaban cuando en el bosque que parecía desierto, sonaba un disparo. (21)
(Cochlearius
(22)
(Tapirus terrestris) venezolana,
(23)
El autor se refiere al “chigúiro” (Hydrochoerus hydrochaeris) (Roehl), Conocido tam de “Capibara” y “Carpincho” en otros bién con los nombres países, A. Codazzi. “Geografía de Venezuela.” - “En la Fauna descriptiva venezolana” de Eduardo Roehl, aparece con el nombre de “nutria” (Pteronura brasiliensis).
(24)
cochlearius)
- Roehl, E. Idem.
llamada
también
Danta
74
o Anta.
- Roehl, E.:
“Fauna
descriptiva
Nuestra
permanencia
aquí, brindaba
nuevo e interesante y de buen tiempo prescrito para nuestro ¡ Una
a
cada rato un espectáculo grado la hubiéramos prolongado, si el apremiante. regreso no hubiera sido
sobre la laguna, sobre la Cordillera de picachos nevados al fondo y otra vez la oscuridad de la selva '! Enriquecidos con un bagaje de impresiones nuevas, y renovados algunos recuerdos de experiencias pasadas, buscamos alojamiento donde pernoctar. En choza
última mirada
el
pequeño
contigua
nido
a la nuestra,
reinaba
una
actividad
se celebraba
un
inusitada.
En
“ velorio ”, al cual
una
fuimos
invitados amablemente, particularmente yo. Aunque muy fatigados, no podíamos de manera alguna excusarnos, porque lo toman a mal y lo consideran una injuriosa falta de interés. Priva la costumbre, de celebrar la muerte de un niño, con festejos y baile —, «se trata sólo de un “angelito”»!... Al llegar nosotros, la alegría se había desbordado ya. La choza techada con palmas y hojas de plátano, estaba formada en su mitad
anterior,
por
un
espacio
abierto
a todos
lados,
el fondo
del
cual
se hallaba claramente iluminado. En esta parte se mecían hombres y mujeres a los compases de una danza lenta, que acompañaba una monótona melodía de guitarras y maracas, mientras algunos cantores improvisaban canciones dedicadas al “angelito ”. La pared del fondo estaba adornada en su totalidad con plantas y en el centro sobre un pedestal a guisa de altar, yacía el pequeño cadáver cubierto de flores y alumbrado por un semicírculo de velas. El conjunto estaba aderezado con mucho gusto, cosa no muy difícil aquí por la abundancia de elementos vegetales decorativos. Las enormes hojas flabeliformes de la “* palma de vino” cubrían la pared del fondo. En la parte inferior, algo apartadas de la misma, se inclinaban otras palmas en forma de abanico, entre satinadas hojas de heliconias que lucían
su
maravillosa
floración
roja; guirnaldas
tejidas
con
bellísimas
orquídeas, cruzaban la parte superior de la estancia en todas direcciones y a su vez, pendían de éstas, otras formadas con plantas de hojas delicadas cuyos extremos inferiores estaban dispuestos a modo de lámparas. Completaban la belleza del conjunto, grupitos de palmas enanas (Bactris) atadas con bejucos a las guirnaldas. Por seguir la costumbre encargué unas velas y una botella de “ anisado ” (aguardiente de caña ); gesto que agradecieron inmediatamente con una canción en la que me deseaban toda clase de augurios para
mi
futuro.
Estos
eran
expresados
concretamente,
como
todo el país, y adecuados al concepto, no muy comprensible del objeto de mi profesión. Así decían : —«Que el blanco
-=] at
suelen
en
para ellos, “curioso ”
tenga
mucha
que lo que pinte bellos; pájaros que muchos halle ; etc». la tiene no es que si novia, su encuentre ; que en gana le venga se cantaba. más escanciando, se iba Cuanto más
El
salud
término
;
“ Velorio ”
se
deriva
del
verbo
velar,
o
bien
de
la
palabra velas. Por otra parte parece ser que en los velorios se cometen muchos abusos. Por lo menos me han contado, que el pequeño cadáver es llevado de choza en choza y de esta manera tienen ocasion de celebrar cada noche un holgorio. Aunque procuramos retirarnos temprano a descansar en las hamacas, la música continuó por mucho más tiempo. Por
el
contrario,
las
manifestaciones
de
duelo
para
los
adultos,
son
muy desagradables. Cada uno quiere superar al otro, en cuanto a lloros y lamentos se refiere. En Carúpano tuvimos que abandonar una casa, porque eran insoportables las voces de las plañideras, que ordenadamente se turnaban en la casa mortuoria vecina. Pese a la belleza natural de la tierra baja y pantanosa, no cabía en mí de gozo, al pensar que el próximo día dejaríamos a nuestra espalda, el último tramo del camino penoso que debía conducirnos a alturas aireadas. A medida que nos acercábamos a la falda de la Cordillera y a poco de haber abandonado la región de las dos grandes lagunas, fuimos notando que el terreno paulatinamente se elevaba y al rato de cabalgar, vimos macizos cubiertos por completo de vegetación tupida y que conforme íbamos avanzando aportaban variaciones al relieve del suelo. Durante esta etapa cruzamos lugares en que el carácter de la selva nos pareció muy distinto, en especial en los lugares que aparece la palmera en masa. Toda la región del Zulia es pródiga en extensos palmares que se encuentran dentro de florestas mezcladas. Es indescriptible el panorama que ofrecen estas innumerables y gigantescas columnas vegetales, cuyas copas, penachos de grandes palmas, crecidas al parecer unas
dentro
de otras,
forman
una
como
bóveda
catedralicia,
por
la que
apenas se filtra un rayo de luz. Sin embargo un bosque de palmeras resultaría
monótono
si
en
medio
de
estos
esbeltos
y
altos
así,
troncos,
no existiera variación de arbustos y viejos árboles envueltos en enredaderas, o bien palmeras moribundas por los abrazos sádicos del matapalo. Las hojas inferiores marchitas, amortiguan con su color amarillento o rojo parduzco, el verde brillante de las copas y en algunos casos forman debajo de ellas, una especie de funda o abrigo de los troncos. Entre las muchas clases de palmeras, tres son las que mayormente llaman la atención del viajero. Primero la anteriormente citada palmera vinífera ( Attalea speciosa ) que causa una impresión majestuosa. Su
76
tronco
alto y esbelto, es gris blancuzco y sus palmas flabeliformes, alcan zan una longitud de 10 mts. o más. Sus lacíneas notablemente largas se mantienen erguidas sobre los pecíiolos que apuntan hacia lo alto, y están irregularmente doblegados en sus extremos, detalle que contribuye la elegancia pintoresca del a realizar copete. Junto a ésta hallamos la no menos bella “Palma mapora”?” muy parecida a la palmera real y tan pintoresca como aquélla, si bien su copa es de menor tamaño. Las plantas jóvenes de palma mapora, tienen el tronco más grueso en la base, casi en forma de botella ; pero cuando está desarrollado por completo, es relativamente esbelto y liso, de un grueso bastante regular y forma hasta la copa una columna de 20 a 25 mts. de altura. Está dotado de anillos claros, causados por la sucesiva caída de sus palmas. Sus hojas penninervias, son sumamente delicadas y al menor soplo de viento se mueven y juguetean unas con otras sin parar. El pecíolo tiene también la base en forma de botella y es verde, color que contrasta admirablemente con el gris blancuzco del tronco guarnecido de anillos.
El tercer tipo de palmera
de nuestro
interés,
es más
pequeña
y no se encuentra tan a menudo como las dos anteriores ; ésta es la hermosa palmera de hojas en forma de abanico Trubinax mauritiiformes. No
solamente
en las tierras bajas,
sino también
en alturas
considerables
encontramos palmares, Así en Cerro Azul junto al lago de Valencia y a una altura de 600 metros, existen unos formados principalmente por la “ palma de caucho ”.
(25)
Chaguarama.
77
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7
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JAVORECIDOS por el tiempo, íbamos adelantando bastante
] bien, La vegetación del bosque se mostraba de nuevo muy mezclada. Por la mañana percibimos un grito lastimero y peculiar en el que reconocimos inmediatamente la voz de “la pereza”, Según afirmaban mis acompañantes, probablemente este animal había terminado por completo de despojar un yagrumo devorando sus hojas y se sentía perezoso para encaramarse a un segundo árbol. Después de breve búsqueda, dimos por fin con este torpe ser. El delgado (Cecropia tronco del yagrumo peltata) fue derribado y sin dificultad al- guna, pudimos apoderarnos del animal que nos miraba indiferente. Para cargar
con él, lo instalamos
sobre
un mulo
entre
dos bultos, mas
pronto
debí arrepentirme de ello, por las malas consecuencias que trajo. No ha bíamos tenido aún tiempo de regocijarnos de su captura y de su fácil aco cuando al el la que la reanudar camino acémila transportaba pereza modo se encabritó de repente y arrancó en un galope desenfrenado, quedando enredada detuvo allí en un bejuco que afortunadamente su carrera y le dimos alcance mientras trataba de desembarazarse tirando hacia todos lados. había hincado sus y puntiagudas garras La pereza largas en el cuello de la pobre “mula ” y esto le causaba tremendos dolores. (1)
Bradypus
tridactylus. - Roehl, E.: “Fauna
descriptiva venezolana.
81
Procuramos
ayudar
al
espantado
animal
y
solamente
de mucho después de también como así lazos, de sus liberarlo pudimos trabajo y cuidado las agudas garras de su verdugo. Con la consabida pérdida de tiempo, contratiempo el de que en y a fin orden el equipaje pusimos nuevamente
no pereza, deseando libertad a la repitiera, dí se
se primer el instalara en
no son las cálida perezas árbol a su En región la encontrara gusto. que al hojas parecer cuyas yagrumos, sobre las encontré y siempre la selva. en alimento único su son raras
Por la tarde llegamos a “Caño Negro”, cabaña solitaria que nos ofreció, así como a otros viajeros, un agradable lugar de descanso, a pesar de que su aspecto era muy miserable. Si disponía de tiempo, exploraba como de costumbre los alrededores, acompañado de alguno de mi gente y pertrechado de mi escopeta, los pinceles y una red. La ingeniosidad de mi zambo y el interés que tomó por mis trabajos, me indujeron a confiarle mi servicio personal, cuyo desempeño, no obstante su alto rango militar de “ teniente coronel ”, acogió con beneplácito. En Venezuela, así como en la mayoría de países sudamericanos, reinan circunstancias muy curiosas a este respecto. Carreteros y troperos, gentes que apenas han sido iniciados en los secretos del alfabeto y la escritura, no por eso dejan de ser “generales”. También el concepto del “honor militar” se concibe en términos muy extraños. En época de continuas revoluciones, conocí personas que hoy eran azules y mañana amarillas, para ser nuevamente
azules al día siguiente, esto es, cambiaban
de partido y de color conforme el éxito obtenido... Al efecto llevaban cintas de los colores respectivos en el bolsillo, para en caso de victoria de los contrarios, colocar el distintivo de inmediato en el sombrero y convertirse de manera tan fácil y rápida en militantes del otro bando. En estas florestas se empiezan a ver riachuelos de agua cristalina jugueteando entre las peñas. Después de tanto saciar la sed en aguas cenagosas y estancadas como era mi caso por largo tiempo, ¡con qué fruición esta bebida limpia y refrescante se va sorbiendo !... En parajes como éstos, la visión también se ensancha y hay suficiente luz en los alrededores para iluminar clara y exactamente todo, hasta el más mínimo detalle. Existen lugares verdaderamente apropiados para acampar y oportunidades de sobra para acrecentar las colecciones, ya que las aves, insectos y demás animales buscan las corrientes de agua, y flores maravillosas crecen a sus orillas. Mientras
yo
iba tomando
unos
apuntes
en mi
cuaderno
de notas,
mi acompañante se adentró por los matorrales siguiendo el curso del riachuelo, cuando a poca distancia no tardó en dar unas voces de:
82
“* tengo
cachicamos ”*” (tengo armadillos ), palabras que me infundieron una agradable esperanza, pensando ya en un sabroso asado para la cena. Efectivamente, su mirada experta, había dado con la boca de una madriguera, donde suelen refugiarse durante el día estos animales y había logrado apoderarse de un par de ejemplares grandes y hermosos. En otras ocasiones, especialmente cuando permanecí en las selvas monta el ñosas de Caripe, junto a los indios chaimas, con fin de descubrir otras cuevas de guácharos, me había mantenido semanas enteras de armadillos y puedo afirmar que su carne es de sabor parecida a la del cerdo. Hay en Venezuela algunas especies de estos animales y la mayoría de
ellas
puebla
las
altas
montañas.
Además
del
armadillo,
el
cazador
puede hallar también otros animales de carne sabrosa y suculenta, tales como diversas clases de “'agutíes ”!% y la paca ( Coelogenis paca )'" mucho mayor que los anteriores e igualmente roedor, aunque de com plexión rechoncha y naturaleza más indolente que los acures, Suele permanecer ésta durante el día en su madriguera, que se halla gene ralmente entre las raíces de los árboles y en donde es fácil capturarla. En Venezuela se la llama “lapa” y su carne es apreciada como bocado exquisito. Entre las diversas especies de gallináceas y palominas que pueden encontrarse aquí, la más notable es la del género Crypturus,” de carne delicada y sabrosísima. Procuro en lo posible no servir de estorbo a log múltiples individuos de esta rica fauna, que inocentemente van mostrándose, ora el uno, ora el otro sin cesar. Aunque el afán primordial del coleccionista, es tratar de adquirir todo lo que todavía no tiene, en la mayoría de los casos sin embargo, completar sus experiencias con la tranquila obser-
vación
de
la
vida
animal
y
ordenar
sus
recuerdos,
le
es
mucho
más
útil que el incesante atravesar los bosques. De este modo va conociendo al propio tiempo la clase de flores que sirven de alimento básico a ciertos animales. Este rincón de selva junto 'al riachuelo (véase acuarela ) me recordaba
vivamente,
más
de
un
escenario
natural
del
bello
valle
de
San Esteban y del interior en Carúpano. Las formaciones vegetales que allí dominan, están representadas también aquí en hermosos grupos. De ninguna manera hemos querido indicar con la denominación de “ Flora selvática ”, que hayamos logrado representar integramente la magnífica flora de las selvas tropicales ; más bien hemos querido ofrecer
(5)
venezolana”. descriptiva E.: “Fauna - Roehl, novemcintus. Dasypus idem. - Idem. rubrata) (Dasyprocta de monte Acure Lapa (Cuniculis paca) - Idem. idem. También es llamada guanta países. N, del T. La Poncha (Cryturellus soui). - Roehl, E.: Idem.
83
(2) (3) (4)
o
guatusa
en
otros
aquellas formas que, creciendo en todas partes bajo las mismas ciones, llegan a llamar la atención incluso del profano.
condi
La hermosísima “rosa de montaña” ( Brownia grandíssima) en profusión, regala a nuestra vista con sus flores alargadas y rojas, aglomeradas en ramilletes del tamaño de una cabeza infantil que asemejan fresas gigantescas. Aunque en las regiones montañosas crece sólo en las partes cálidas y bajas, la rosa de montaña está extendida por toda Venezuela y se da en diversas formas : en tallos solitarios y esbeltos como representamos
en nuestra lámina,
o bien, multilobuladas
formando
matas
grandes y espesas. Tales ejemplares están frecuentemente cubiertos con centenares de rosas de todos los tamaños, que al natural son de un efecto imponente; en la lámina resulta demasiado chillón. En su primer desarrollo las ramas son muy endebles y las hojas tiernas y delicadas, cuelgan apretujadas como hasta medio metro, para después separarse abajo contribuyendo a hacer el árbol mucho más pintoresco. Cuando están en su completo desarrollo las hojas se enderezan y adquieren un color amarillo rojizo que se convierte luego en un verde brillante. Al pie de la rosa de montaña arranca una planta ribereña, que crece entre los guijarros del riachuelo y debajo del grupo superior de hojas se ha asentado firmemente una enredadera. Vemos en nuestra lámina dos ejemplares de la esbelta Cecropia, uno en primer término junto a la heliconia bihai de grandes hojas, y otro detrás de la rosa de montaña. Aparece aquí como un árbol en completo desarrollo y contrasta con el grupo de palmeras Bactris que puede verse sobre la pequeña loma y cuyas hojas jóvenes cerradas todavía, cubren los delgados troncos casi en su totalidad, mientras arriba cada una de sus hojas penninervias se
van
distribuyendo
formando
de
manera,
para
una
vez
bien
desarrolladas,
ir
la copa.
Entre las numerosas clases de orquídeas que se dan en Venezuela, la conocida “flor de mayo” ( Cattleya Mossiae) es la que más se destaca y sus flores rosa pálido y en parte también blancas, suelen estar tan tupidas que apenas dejan ver las hojas. A veces cubren gran parte de los troncos y del ramaje de los árboles. En el valle de Caripe los umbrosos
árboles
de los cafetales,
tenían
sus
ramas
inferiores
com-
pletamente cubiertas con flores de mayo. Con preferencia en los ángulos que forma el ramaje, habían arraigado firmemente en grupos de más de un metro de diámetro y formaban junto a la floración rojo fuego de los bucares un cuadro de belleza sorprendente. En el curso de excursiones sucesivas, atención,
múltiple bien
sea
variedad por
sus
de
orquídeas
formas,
muchas
84.
llamó
poderosamente
magníficas,
otras
nuestra grotescas
Estoraque
y
no
a veces
parecidas
a
animales, o
bien
por
de Tolú. bálsamo del o árbol
su
perfume
exquisito,
pero
vimos ninguna de ellas en volumen tan considerable como la flor de mayo. Las flores blancas y amarillas de las esbeltas estrelitzias que crecen junto al agua debajo de los matorrales, ofrecen un contraste sorprendente con los troncos cubiertos por las orquídeas citadas. Como las heliconias, se hallan en terreno pantanoso y frecuentemente en grandes cantidades. Entre diversos tejidos vegetales la popular vainilla se encarama en maravillosos espirales por los troncos —.en el conjunto general de la lámina pasa inadvertida —. También aquí crecen los beju
85
cos
derroche de con orquídeas, bromelias y tillandsias. ¡Qué musgos, hongos, licopodios, pequeños helechos, etc. podrían llenar nuestro her bario, si nos sobrara el tiempo para poder coleccionar con tranquilidad !... Con cal
ligeras excepciones,
ofrece,
conjunto
;
desde no
el
punto
obstante,
de
toda
la selva baja de la América
vista
el botánico
pictórico,
puede
la
misma
discriminar
tropi-
imagen
la flora
por
de lati-
tudes. Las selvas situadas al sur del ecuador, como por ejemplo las de Río de Janeiro, producen la misma impresión sobre poco más o menos, que las que se encuentran en las regiones septentrionales del continente, como las del delta del Orinoco, las de la orilla meridional del Lago de Maracaibo, o bien las de la parte oriental del istmo de Panamá. Las cecropias están representadas por doquier; contrariamente no ví en Brasil ni la magnífica musácea gigante, la heliconia bihai, ni la enorme filodendra, notable entre las plantas aéreas de hojas muy extendidas y profusamente perforadas, plantas ambas, que en el norte de América del Sur se desarrollan perfectamente. En algunos lugares de esta comarca hay a veces gran existencia de gramíneas arborescentes, grupos de distintas especies de bambúes, entre los cuales se destaca la enorme guadua, en representación del gran bambú de la India. La hallamos junto al Lago de Valencia así como también en la isla de Trinidad. En el jardín botánico de Trinidad, famoso por su importante colección de plantas tropicales, numerosos grupos de guaduas bordean ambos lados de un camino y sus tallos altos, espigados y flexibles, forman al inclinarse con el rico oropel verde de sus hojas, un maravilloso arco triunfal. También
el samán
es digno
de mención,
sin duda
la más
bella y mayor
de las mimosas, que con su abundante y dividido ramaje forma una frondosa cúpula; a veces podríamos pensar que nos hallamos ante una enorme seta. El samán de Giiere a corta distancia del Lago de Valencia y que fué ya descrito por Alejandro de Humboldt como el árbol más grande de Venezuela, posee una enorme copa a cuya sombra pueden cobijarse hasta mil hombres. Ultimamente empero, muchas de sus ramas se desgajan con demasiada frecuencia, debido al exceso de plantas parasitarias que las pueblan, de modo que las generaciones venideras, apenas podrán admirar más que los restos de lo que fue este árbol formidable. A su sombra han descansado muchos viajeros y más de una tropa guerrera de partidos facciosos tan frecuentes aquí, ha instalado debajo su campamento. Entre los numerosos y grandes árboles de fronda como el resinoso tacamahaca, el sereipo myrospernum frutescens, el roble, distintas especies
de
caobos,
etc.,
sobresale
preferentemente
Oñ 00
una
de
las
leguminosas
más bellas, el árbol del bálsamo de tolú (Myroxylon toluiferum) llamado en las montañas de la costa estoraque. Este árbol notable y aromático, parece ser que en las montañas no se extiende a zonas muy altas, pues habitualmente sólo se le encuentra en altitudes moderadas. Su forma, hojas, flores y frutos, pueden reconocerse claramente en la figura adjunta. A una
altura de unos
20 mts., el tronco
recto, liso y de color gris claro,
se ramas una divide en múltiples que forman copa clara y ligera, cuyas hojas delicadas se estremecen al menor soplo de viento, como las de nuestros tilos y álamos. Todos los estoraques que tuve ocasión de con templar, noté que estaban exentos de bejucos y otras parásitas. Su resina aromática que un curativo, ya en suministra bálsamo era recogida tiem pos junto particularmente en inmemoriales al río Magdalena, Mompox. Se extraía de manera sencilla, por el mismo procedimiento que en los árboles gutíferos. Se practican en el tronco incisiones bastante profundas, a las que se aplican unas totumas. Lentamente, —en el Myroxylonm muy — mana la resina y va goteando en los cuencos. Un amigo poco a poco inglés, me había rogado le informara sobre la existencia del Myroxylon, con el encargo de recoger para él, flores y frutos, cosa que ya me fue dado cumplir obtener en el valle de San Esteban. Para esto es necesario tumbarlos. podré No nunca que al olvidar la impresión experimenté, caer el primero de estos árboles después de un trabajo duro de hacha ; crujiendo fue inclinándose majestuosamente, para venirse abajo con un estruendo terrible. Un ámbito extenso del bosque quedó totalmente perfumado por el bálsamo. Nuestros afanes se vieron premiados con largueza, ya que el árbol cargaba por igual flores abundantes y frutos bien desarrollados, con lo que pude cosechar muchos ejemplares de herbario. Como consecuencia de la poderosa sacudida, se habían despren dido con profusión las semillas que recogimos activamente. Una vez en casa me sirvieron para perfumar el ambiente, e incluso mis cartas que en aquel entonces mandaba a Inglaterra, llamaron la atención por su agradable olor. Aunque
más
abundante
en
las
laderas
montañosas
de
la
costa,
pertenece también a esta región el llamado “indio desnudo ”, que se caracteriza por su color castaño rojizo y su copa casi exenta de hojas. Lo mismo puede decirse del jabillo, de tronco a menudo multipartido y cubierto de púas ; su presencia es frecuente junto a las corrientes de agua. Contrariamente al árbol balsámico al que se le atribuyen propiedades curativas, del jabillo se asegura que sus hojas y semillas contaminan las aguas donde caen, produciendo fiebres en el hombre que las bebe.
87
Colibríes natural). (a mitad tamaño del
VI8d3iS
A VOIVIW
-
NA
"VOVAIN
VNIWV1
Negro, En las tempranas horas del día abandonamos Caño y a poco empezamos a despedirnos de la tierra baja, porque después de unas horas de camino lleno de asperezas, se inicia el ascenso. Emprendi mos la pedregosa cuesta monte arriba, en muy buena disposición de ánimo y a cada paso que nos alejaba del llano selvático y húmedo, tomábamos aliento con alegría. Pese al camino empinado y pavorosamente malo que
serpentea
hacia
lo
alto,
aceleraron
los
animales
su
marcha,
si presintieran la proximidad de nuestra meta. A corta distancia percibir el murmullo del el cual izquierda río Chama, a nuestra suraba a alcanzar el llano. de Mucuchíes y Nace en el Páramo Mérida, punto nuestro través de final de viaje y de donde traernos saludos.
como
se podía se apre corre a parecía
Monte arriba, monte abajo, de cresta en cresta y trepando por una senda cada vez peor y más pedregosa, alcanzamos finalmente la Mesa de las Culebras, donde hicimos un alto. A nuestros pies yacía el llano con sus enormes florestas, envueltas en la bruma que emana de ciénagas, ríos y lagos. En último término de la lejanía brillaba el Lago de Maracaibo y ante nosotros emergía imponente la masa montañosa de la cordillera con sus negros bosques, abismos y valles, y sus altas cumbres rozando las nubes. Después de infinitas penalidades debidas a la escabrosidad del camino, llegamos a la pequeña aldea de las Palmitas, sita en la Mesa de las Culebras, meseta de 800 a 850 mts. de altura. El clima caliente empieza a mezclarse bastante con el templado. —“ Tierra templada con tierra caliente ”. Habituados al calor por la larga permanencia en llanuras bajas
sentimos
como
aquí. Con sólo unos de
nuestras
mantas.
fría,
la temperatura
16-18? R. teníamos Mientras
considerablemente
que hechar
descansábamos
mano
fresca
de
por la noche
placenteramente,
fui
pa-
sando revista a los acontecimientos habidos en el camino recorrido. Me he referido en otro lugar a la disminución que experimentan la rica flora y fauna de las regiones cálidas a medida que se va ascendiendo y cómo van siendo sustituídas por otras, sus numerosísimas especies. Esto se nota de manera muy marcada entre los colibríes, aves netamente americanas. Apenas existe otro pájaro cuya vida y movimientos sean en extremo tan interesantes. La región que nos ocupa es residencia de numerosísimas clases de colibríes, razón por la cual he creído oportuno, hacer en este lugar una descripción detallada de su vida.
Hasta el presente se conocen más de 400 especies desde Canadá hasta Tierra de Fuego, de las cuales sólo un pequeño número pertenece a las regiones tropicales de América del Norte y del Sur. Su difu-
89
sión
por el trópico, lo mismo es en dirección vertical que horizontal. Sólo pocas clases viven lindantes a las nieves perpetuas en los picos o menos a las que habitan de la Cordillera y su número corresponde más en el límite de extensión norte y sur. La mayor riqueza pertenece a las tierras bajas del trópico. Los colibríes sobrepasan en gracia y colorido, es a todos los demás pájaros y la disposición de su ornado plumaje extraordinariamente varia, como puede verse Sin tener en cuenta su diminuto — tamaño
en
la
ilustración
adjunta.
existen colibríes tan sólo sus de 4 cm. de longitud — la mayoría de especies por su colorido vistoso, son más fáciles de reconocer en medio de una tupida selva, que muchas otras aves mayores. El movimiento y la luz cuando hiere el brillante plumaje de estos enanos, pájaros los aparecer en un cons hacen tante y renovado cambio de colores. Los signos externos que más caracterizan a estos excelentes maestros en vuelo, son : el batir de las alas, sus pies, cola y pico. I:ste último presenta formas muy variadas ; unas veces como un punzón, ora muy corto, ora larguísimo, ora recto o encorvado, pero siempre apropiado para extraer del cáliz de las flores su alimento, insectos, para lo cual, su larguísima lengua filiforme les es indispensable. La estructura de ésta tiene una propiedad especial. Como en el pájaro carpintero, las dos astas del hueso hioides se extienden desde atrás y por la parte superior de la cabeza hasta la raíz del pico en la región frontal. Dichas astas, junto con un par de músculos en forma de cinta, constituyen todo el aparato de movimiento lingual y les permite disparar la lengua más allá del pico. Complementa este maravilloso dispositivo, una sustancia córnea que reviste la punta de aquélla, y sobre la cual se encuentran diminutas púas “apenas visibles para el ojo humano, que hacen posible la captura de minúsculos insectos. La configuración de las alas es por regla general muy resistente y su forma parecida a la de nuestros vencejos. Por lo regular en proporción al cuerpo son largas y muy abiertas durante el vuelo, muy estrechas, algo arqueadas y sus rémiges tienen por lo general el cañón muy duro; la sustancia córnea de éste en algunas especies, presenta un abultamiento pronunciado
en
su
parte
media
externa,
dando
al conjunto
del
ala
una
apariencia mucho más arqueada de la que tiene en realidad. En contradicción con la contextura de las alas y el cuerpo, las patas son notablemente pequeñas, cortas y delicadas. Por eso al colibrí no le es dado trepar por las ramas. Más bien se posa tranquilo, para lo cual apoya sobre la rama la parte inferior de su quilla, posición en la que parece el pájaro estar acurrucado. Las patas están cubiertas casi en su totalidad por las plumas del bajo vientre y de los muslos.
90
Cual
galán
trasnochador,
de flor en flor, hundiendo y
como
encantada
se
fija
este
animado, susurrando va a intervalos su pico en los cálices, Sorprendida nuestra
brillante
vista
en
estos laboriosos animalitos. De pronto desaparecen con la rapidez del rayo ; estupefactos nos queda mos contemplando un lugar abandonado inesperada y velozmente. No obstante, por medio de una experiencia agudizada a costa de observa ciones más largas, con gran atención se puede ver muy bien al colibrí, del se aparentemente invisible en su vuelo; mismo modo aprende a distinguir su zumbar y chirriar tan iguales y se llega a conocer que la diferencia estriba en el tamaño del pájaro. Frecuentemente vuela sólo a pequeños tramos,golosineando de flor en flor. Otras veces se eleva algunos metros en línea vertical y permanece como suspendido en el aire agitándose y sacudiéndose de modo que su vistoso plumaje parece brillar como las gemas y centellear como chispas. A menudo, hechizado por este atrevido juego, no tarda en asociarse otro colibrí y entonces pequeño sainete. tiene lugar una corta lucha o más bien un Durante estas
escenas, nos lo que en manteníamos más quietos era posible, espera de otras nuevas. En continuo acecho, paseábamos la mirada ávida sobre la masa olorosa en floración. He aquí que sobre una rama delgada y desnuda,
posa entretenido nuestro favorito resplandeciendo a pleno sol y en su tocado , mientras sus ojitos de mirada clara y perspicaz otean hacia todas
partes. compañero Un le echa acicalar su de traje plumas.
del lugar
y a su vez
comienza
a
Más atrayente es quizás el espectáculo de una pareja, posados uno al lado del otro y prodigándose caricias sin fin jugando con el pico. ¡ Qué movimientos de cabeza y de alas más gráciles ejecutan ! ¡ Y ese gorgeo continuo y suave, como si interminables cosas se contaran!... Pero, ya han desaparecido de nuestra vista. Estos idilios se ven a veces interrumpidos por rivales envidiosos o bien por compañeros bromistas, que sin previo aviso irrumpen sobre la feliz pareja. Finalmente, estos pollitos, rrazas
tan
intrépidos
o galerías,
como
incluso
pequeños,
hasta
los
osan
salones
aventurarse de
las
hasta
viviendas,
las
te-
seducidos
por los ramilletes de flores que ostentan. Es posible que allí, representen escenas semejantes a las que hemos observado en el bosque y en los jardines. Nadie piensa jamás en molestar a estos queridos y diminutos visitantes, y aun los criollos que por regla general tan poco sentido tienen por la bella naturaleza
pador” nombre habla hispana.
que
que les rodea,
comunmente
se
91
da
al
miran
colibrí
complacidos
en
la
al “chu-
América
de
'oz3uedue”)
Vergonzosa,
empero,
es
la
explotación
que
de
estos
animalitos
llevan
a cabo plumaje, de vistoso aves a otras Junto extranjeros. los se sacrifican a miles de ellos para servir de adorno en los sombreros de nuestras de de cercanías las en he tropezado me vez una Más damas. la costa con gente de color, asalariada, con el encargo de disparar sobre he intentado en frecuencia Con colorido. bello posea que aquello todo vano de impedir de imperiosas amenazas. valiéndome carnicería esta si por causa, a esta Nuestras buena eficacia más con ayudarían damas su parte renunciaran a lucir sobre sus sombreros, lindas avecillas que lamentables convierte una en caricaturas. taxidermia infame sucede en casi especies Como todas las ornitológicas, entre los colibríes, luce el macho colores más vivos que la y muchos poseen además, adornos especiales en el plumaje, muestra nuestra ilustración. No escapará al observador atento,
también hembra, tal como lo ufanos
que están los machos de sus ornatos y lo advertirá mucho más, si tiene
oportunidad de seguirlos en sus galanteos. Darwin en su obra “El origen : “Con de con siguientes palabras las Especies” los describe las el mayor esmero despliega un macho ante otro su maravilloso plumaje. se Ambos dramáticamente ante a fin exhiben la hembra, de que ésta escoja al pretendiente más atractivo ”. Sus alas entre tanto se mantienen en anchas de vibración, despliegan las plumas relativamente la cola en de y el ornamental restante, como el forma abanico plumaje copete y plumas laterales del cuello suben y bajan al son de las constantes sacudidas de y demás del sus la cabeza movimientos cuerpo; chirridos no si fin, tonos bastantes para sus tienen como no hallaran expresar sentimientos.
Conservar un colibrí en cautividad, presenta dificultades serias. Hay viajeros que han hecho lo imposible por llevar vivos a Europa estos maravillosos animalitos y muchos criollos han intentado la cría de pichones o bien han tratado de amansar los ya crecidos ; pero tanto unos como otros rara vez han podido contar con el éxito. El amansamiento
tropieza
con
las
dificultades
más
grandes,
aun
cuando
estos
pajarillos no son en manera alguna tímidos y tal como he observado anteriormente, se arriesgan como huéspedes alados en terrazas y habitaciones adornadas con flores. A la menor alteración buscan persistentemente la huída y sucede con ello a veces, que dan con sus cabecitas en la pared y al golpe caen sin sentido. Es conveniente cambiarles con frecuencia las plantas dejándolas en el mismo lugar, con el objeto de poder ofrecer a estos pajarillos una constante y renovada provisión de insectos ; se debe tener siempre presente que ellos son seres del aire
93
en no
Si el
toda
la
extensión
de
la
palabra, y
por
lo tanto
en
espacios angostos hallan la libertad de movimientos necesaria para su sistema de vuelo. se logra criar un pollo de nidada, con toda seguridad puede tener probalidades asunto mayores de éxito.
Recuerdo ahora un episodio delicioso, que tuvo lugar en Caracas. Una joven y bonita criolla, halló todavía en el nido aunque plumados ya, a dos ejemplares de una especie azul-verde. Con paciencia poco común crió a los pajarillos hasta el completo desarrollo de sus cuerpecitos y su plumaje. Comenzó a alimentar los polluelos con miel y papelón ( azúcar de caña en bruto ) sustancias que les introducía en la boca valiéndose de una pluma finísima. Más tarde modificó la disposición del
nido,
colocando
a
su
vera
plantas
variadas,
cuyas
flores
se
incli-
naran hacia ellos. Con no poca alegría pudo comprobar la joven dama, cómo las flores llamaban la atención de sus pupilos ; éstos alargaban el cuello y pretendían alcanzar con sus picos los cálices de las flores. Esto era ya un éxito palpable. Cuando los polluelos debían aprender a volar, se apartaron las matas que fueron reemplazadas por flores frescas repartidas por los rincones de la estancia ; las ventanas exentas de cristales, fueron cubiertas con gasa muy fina. No tardaron los pollos en volar por el cuarto y golosinear por las flores ; sin embargo regresaban siempre a su nido. Se amansaron de tal manera, que no extrañaban en absoluto cuando alguien se acercaba a ellos. Dicho sea de paso,
también yo logré criar polluelos de nidada hasta su plumaje completo, sólo que mis ocupaciones impidieron les dedicara más atención. Opino que se podrían llevar vivos los colibríes a Europa, siempre que se procediera con la pericia y cuidados necesarios al caso. Para resultado
cazar
estos
es el llamado
vistosos de
pajarillos,
acecho,
esto
el
sistema
es, el cazador
que
espera
da
mejor
ante
unas
matas floridas a que el colibrí se presente revoloteando entre las flores o se aposente un ratito sobre una de las ramas; entonces se debe disparar instantáneamente. Sumamente
interesante
también
es
el
estudio
de
sus
nidos,
que
son verdaderamente dignos de la gracia de sus constructores. Son a veces tan diminutos, apenas más grandes que una cáscara común de nuez, que admira ciertamente el pensar cómo pueden cumplir su cometido. Acostumbran
a
presentar
la
forma
de
las condiciones de emplazamiento y el en modificaciones. Forman sus nidos virgen como en los cultivos e incluso en donde alguna vez se ha dado el caso de
91
una
minúscula
escudilla,
pero
material empleado, suelen influir por doquier, tanto en la selva galerías y habitaciones humanas, hallarlos adheridos a los ganchos
que
sujetan
los
chinchorros.
Pero
ordinariamente
los
construyen
sobre
ramas delgadas y ahorquilladas, sobre bejucos, en el extremo
de diferentes
hojas
hierba.
veces
y a veces
cerca
del
suelo
sobre
tallos
enhiestos
de
Hay
que están formados integramente con algodón y solamente los bordes superiores por la parte externa ostentan adornos con pedacitos de líquenes o musgo. Además de estas materias, emplean también otra clase
de
vegetales
delicados, tales
como
finos
exfoliaciones
de
helechos, tallos
de hierba y fibras leñosas tenues como cabellos. Los colibríes gustan de tejer sus nidos artísticamente y se diría que la parte externa del nido, está como trabajada con relieves regulares y filigrana. Al gunas especies que construyen sus nidos en la extremidad de las hojas, los revisten de musgo de modo que no sobresalen de lo que les cir cunda y por consiguiente no son fáciles de descubrir. El interior de
95
los
nidos acostumbra a ser orbicular y en algunos el círculo está des crito con exactitud geométrica. En las bajas tierras del trópico, la época de cría comprende de octubre a enero. La hembra pone dos huevos blancos y esféricos, poco más o menos de un centímetro de diámetro — algo más en las especies mayores, algo menos en las más pequeñas —. Después de unos quince días, los polluelos ciegos y desnudos, rompen su cáscara. No tardan en abrir los ojos y en cubrirse de plumón, el cual por regla general y hasta la época de la primera volada, acusa el colorido del plumaje materno. Existen otros muchos animales que en sumo grado despiertan nuestro interés, pero muchos de ellos por supuesto, sólo se pueden observar durante permanencias más prolongadas, ya que su presencia depende de la suerte que tengamos en verlos pasar en bandadas. Ante todo hay que citar el papagayo, que aparece en todas partes. De las 150 especies americanas conocidas hasta la fecha pertenecientes casi todas a la zona
tórrida,
la
mayoría
existe
en
Venezuela.
Así
podemos
admitir
como seguro, que más de 50 habitan en el tramo comprendido entre las bajas tierras cálidas y el límite forestal superior de la Cordillera; otras especies desconocidas es posible se encuentren en la comarca todavía poco explorada del sureste de Venezuela, cuya fauna es más parecida a la del Brasil. Cuando los papagayos, constantemente en comunidad, buscan su alimento en las copas de los árboles, da la impresión que están en amena tertulia ; el vocerío que sus refunfuños y arrullos origina, mezclado a los fuertes chillidos de los que pelean, no termina nunca.
Cuando
súbitamente
emprenden
el vuelo,
invade
el aire su estri-
dente griterío. Viven en severa monogamia y forman habitualmente en los huecos de los árboles, sus nidos en manera alguna artísticos. Las hembras ponen dos huevos blancos. Es notable que en Argentina, país lejano en el extrarradio de la zona tropical, y particularmente al sur de Mendoza donde la vegetación arbórea brilla por su ausencia, tenga su morada un auténtico troglodita. En los escarpados taludes marginales del río Tunuyán, existen millares de conuros (Conuros patagonicos) que en sociedad instalan su vivienda en las cavernas. La carne de papagayo es algo correosa, pero no obstante, suministra un caldo excelente que he tenido oportunidad de gustar repetidas veces. Además de los felinos citados en esta obra, —el jaguar y el puma — existen otras muchas especies menores : Felis mitis, F. tigrina," (6)
El Cunaguaro
(Margay
tigrina). - Roehl, E.:
96
“Fauna
descriptiva
venezolana”.
Ú
X
Z
O
—]
O z O
O
m
L
O
>
=
O
nm
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>
a)
VIII
>
LAMINA
A a
F.
yaguarundi,'”? F. Macrura y otros que sacian su rapacidad en las oscuridades de la selva. El zorro indígena (Canis azarae)'* es como nuestro “* Meister Reineke”, un descarado tunante. En las regiones culti vadas, escoge los corrales de las plantaciones para sus fechorías y se le puede mirando ver también con frecuencia en los caminos de hito en hito a los jinetes que pasan. De todos estos animales carniceros, el que al parecer está pertrechado con el arma más peligrosa, es la mofeta o “* mapurito ” (Mephitis suffocans),'” el cual prefiere parajes más abier segregan expele tos y secos. Sus glándulas un líquido mefítico, que cuando se halla irritado, haciendo la atmósfera intolerable y todo aquél que tiene nariz emprende velozmente la huída. Repetidas veces he observado cómo los perros que están amarrados en los corrales de las plantaciones, yerguen nerviosos sus cabezas y prorrumpen en lastimeros aullidos, fetidez.
cuando
en
Semejante
su a
vecindad
nuestra
algún
ardilla,
mapurite la
da
“ardita”
rienda
(Sciurus
suelta
a
su
aestwans)“”
salta graciosamente de árbol en árbol, mientras acá y acullá el “perrito variegatus),''” de agua” (Chironectes uno de los pocos didelfos que existen en América, emerge prudentemente de las aguas del arroyo, para desaparecer pronto de nuevo. Deslizándose furtivamente sale a la caída de la tarde el Procyon cancrivorus““* en busca de botín ; aunque parecido al zorro, pertenece sin embargo a la familia de los osos. Si no consigue los de procedencia
alimento animal alguno, también sacia su hambre con
cuando podemos también observar socialis)“* en pequeños grupos trepando al “coati” (Nasua por los árboles. En este ejercicio muestra gran habilidad y como el cuchicuchi, utiliza su como todo su cola casi tan larga cuerpo. Aunque
vegetal. De
vez
en
me resistía a abandonar
un lugar tan fecundo
para mis
trabajos, no hubo más remedio que hacerlo!... Salí de Las Palmitas satisfecho y pese al espantoso camino que debíamos seguir, alegremente continuamos hacia adelante. El suelo fangoso dificultaba mucho la marcha. Los animales resbalan a cada momento y para colmo de desdichas
porque
(7) (8) (9) (10) (11) (12) (13)
se desencadenó
cuando
con
una
atroces
fuerte
tormenta
fatigas,
habíamos
;
pero
eso
emprendido
no
fue
una
montés Gato o cervantes (Herpailurus yaguarundi) - Idem. idem. Zorro común (Cerdocyon thous) - Idem. idem, Mapurite (Conepatus mapurito) - Idem. idem. Ardita común (Guerlinguetus aestuans). - Idem. idem. (Chironectes minimus) - 1dem. idem. Zorro lava manos o cangrejero - Idem. idem. Zorro guache (Nasua solitaria). - Roehl, E.: “Fauna descriptiva venezolana”.
97
todo,
cuesta
estrecha
y pedregosa, para acabar de aumentar nuestro terror, nos vino al encuentro un buey de carga. En el fragor de la lluvia y del trueno, la voz de alerta de nuestro guía se había perdido. Con muchas molestias y cuidado aliviamos a nuestras mulas de su carga y después de poner éstas a salvo entre los troncos de los árboles, tuvimos que llevar
a
cabo
una
tarea
más
difícil
todavía,
o sea, la de
arrastrar
las
acémilas por la empinada cuesta a la derecha del despeñadero, con lo que a cada instante estábamos expuestos a un tropiezo que ocasionara su precipitación al abismo de la izquierda, accidente que ya una vez en la provincia de Cumaná tuve que lamentar. Como conscientes del peligro, nuestros esforzados animales lo soportaban todo con paciencia. Después de un trabajo en verdad muy duro. íntegramente empapados de agua, conseguimos dejar libre el camino, por lo que el buey pudo seguir su trote hacia Las y nosotros volver a cargar de nuevo lento Palmitas nuestras mulas. Post nubila Phoebus! Este pequeño proverbio venía al caso. Pronto brilló la claridad del sol; aunque el agua se había precipitado como un torrente por nuestra senda pedregosa, el fango y la humedad aún proporcionaron a nuestra marcha bastantes contratiempos, sin contar nuestras vestiduras caladas de agua y salpicadas una y otra vez de barro. Cuando los primeros rayos de sol rasgaron los cargados nubarrones, surgió el oquedal grandioso en toda su magnificencia; las copas multiformes de los árboles se movían animadamente al golpe fuerte del viento y entre ellos las cecropias ponían una nota de claridad sobre el verde oscuro y triste que las circundaba, con el brillo plateado del envés de sus grandes hojas que levantaba por momentos. No tardaron las aves en saludar la tranquilidad restablecida y los resplandores del sol que las extrajo de sus recónditos refugios. Cual claro son emitido por un yunque, la voz del “herrero” (Chasmorhynchus veriegatus)** — como acertadamente le llaman los nativos— clamaba por el bosque, mientras el eco surgiendo de los lejanos abismos y valles devolvía de nuevo los tonos de su voz. Es más fuerte la impresión que nos causa con su grito sonoro el “campanero” (Chasmorhynchus niveus)'!* ave también venezolana. El tono de su voz es igualmente parecido al golpe del martillo en el yunque, pero va seguido de un sostenido “ baum ” que se extingue lentamente y se asemeja mucho al sonido de una campana, que en la oscuridad del bosque puede bien hacernos creer, que una capilla
(14) (15)
(Procnias (Procnias
E.: carnobarba). - Roehl, idem. alba). - Idem.
“Fauna
98
descriptiva venezolana”.
Puente natural sobre el río Capaz.
recóndita
pájaros son Ambos a un oficio divino. creyentes invita a los en similares. Su tamaño es el de un grajo, pero como puede apreciarse completamente blanco, campanero es del viñeta, el plumaje nuestra y su pardo de color cabeza negras, alas posee el herrero mientras que se Las dos especies lóbulos. de pequeños desnudo cuello provisto está encontrado no he pero y Caripe, Catauro de selvas encuentran en las al
campanero,
infinitas
más
allá
hacia
el
oeste.
Entre
el
concierto
sonoro
de
voces
repiqueteo
carpinteros,
y martilleo el laborioso sentir se deja también de aves, de las diferentes clases de picos o picamaderos — pájaros como
gráficamente
les
llaman
silbido familia cicádeas de la numerosa de locomotora. una de estridente silbo
en
que
el país —,
además
a veces
recuerdan
del
el
Nuestro optimismo sobre la salida del sol, no debía durar mucho. El cielo volvió a encapotarse y una lluvia silenciosa y persistente, comenzó a caer de nuevo limitando nuestra vista. En algunos trechos largos y empinados de nuestro camino, el suelo consistía sólo de barro y carecía de piedra alguna sobre la que nuestras acémilas pudieran pisar con firmeza, Por consiguiente resbalaban con frecuencia y el buen sentido nos aconsejaba llevarlas lo más distantes unas de otras. Un resbalón del animal de guía puede traer, cuando éste cae al abismo, consecuencias insospechadas para toda la recua. A pesar de las providencias adoptadas, no fue posible ahorrarnos un verdadero susto ; de repente repercutió la voz del guía: ——“Se va la mula”. El pobre animal cargado en exceso no pudo dominar la pendiente fangosa y resbaló, deslizándose por el barranco a siniestra, aunque por suerte sin tropezar con el animal siguiente. Cuando corrí al lugar del suceso, ví la pobre criatura pendiendo entre dos troncos, a unos quince metros de profundidad. 'Vaya trabajo difícil, otra vez!... Afortunadamente el precipicio en ese lugar no era muy vertical, la tarea de salvamento tuvo éxito, y el animal sufrió sólo ligeras escoriaciones. la pérdida de tiempo que habían originado estos trabajos, asaltado el de pasar otra a la serena, temor que temor noche resultó infundado porque logramos alcanzar el poblado de La Tala, en donde pudimos descansar de todas nuestras fatigas. La Tala se encuentra a unos 900 mts. sobre el nivel del mar y todo el paso de la Cordillera más cambio no es por aquí mucho elevado. En esta vía se usa menos que la que cruza los altos desfiladeros de los “ Páramos ” y que tendremos oportunidad de conocer más tarde, porque forma parte de las peores. nos
Con
había
A partir de aquí el camino se vuelve completamente circunstancia que se nota en seguida por la temperatura.
100
vertical, Pero en
Mucutíes, cerrado
entre
montañas,
a unos
500
mts.
de
alto,
vuelve
a
sentirse calor. plantación de este con En una grande lugar, tropezamos el “camino real ” la carretera principal de Venezuela a Colombia. También aquí la vegetación es grandiosa ; se extiende casi hasta Los Estanques, gran plantación de cacao, junto al río Chama. Estanques yace algo más bajo que Mucutíes, la temperatura es muy cálida y húmeda, de modo que reúne todas las condiciones necesarias para ese cultivo, En esta hacienda pude admirar de nuevo el exuberante crecimiento del cacao, que ya había tenido oportunidad de observar en el interior junto a Carúpano y Puerto Cabello. Como puede verse en la ilustración, las flores y el fruto no nacen solamente de las ramas, sino también directamente del tronco, del ramaje e incluso de las raíces externas. Quizás no haya otra planta que pueda igualar al cacao en cuanto a fertilidad. El cacao de Los Estanques es muy apreciado y se envía al extranjero vía Maracaibo. De buen grado tomamos aquí un día de descanso, tanto más cuanto una cordial hospitalidad y ciertas comodidades invitaban a ello. Sobre la mesa del almuerzo humeaba un “sancocho ” de gallina, plato en Venezuela estimado por todos, algo parecido al “Allerlei” de Leipzig, solamente que la verdura empleada consiste
en
cambures,
mazorcas
tiernas
de
maíz,
calabaza
ruta
del
y
diferen-
tes tubérculos.
camino
Hasta
Mucutíes
habíamos
seguido
real,
doblamos
hacia
sudoeste,
el
la
esto
es
sur,
pero
en
directamente
el
hacia
Mérida. A poco de haber abandonado a la mañana siguiente Los Estanques, cambió la escenografía del camino, que nos conducía a lo largo y a contracorriente del río Chama. Causa una gran sorpresa hallar en el corazón
mismo
del país,
en los valles
de
la Cordillera,
una
flora
seme-
jante a la que crece en la costa detrás de los manglares. En lugar de la vegetación montañosa que habíamos atravesado hasta aquí, vemos de nuevo zarzales de mimosas y cactus. También los alrededores mediatos se vuelven monótonos. Junto a las riberas del Chama, se encuentran acá y allá algunos pequeños cultivos, pero la parte montañosa es de empinadura cada vez más acentuada y en su mayor parte muy desnuda. Hasta ahora el camino era relativamente bueno, pero mi gente comenzaba
a hablar
medrosa,
de
las
famosas
“ Laderas
de
San
Pablo ”,
que
debíamos cruzar todavía en esta jornada. Ya en Los Estanques nos habían manifestado que Las Laderas estaban “muy malas”, porque el angosto sendero había sufrido con las lluvias deslizamientos y en algunos parajes estaba cubierto con derrumbes. Un arriero que nos salió
101
al encuentro, también las describió con horror ; acababa un asno de carga, despeñado por el precipicio.
vez,
de perder allí
A unos cinco kilómetros de Los Estanques, cambia el paisaje otra ahora su carácter es totalmente yermo y está realzado por las
escarpadas masas montañosas que se elevan al sur del ancho río Chama. Confluye aquí el río San Pablo, que surge de una angosta cañada y en el vértice que forman ambos ríos, arranca la empinada cuesta hacia las temidas laderas, Contemplando el adjunto dibujo tomado del natural, huelgan todas las descripciones. El puente sobre el río San Pablo era impracticable y tuvimos que vadear las aguas bastante crecidas de la quebrada. Era una empresa de mucho riesgo, sin embargo cubrimos nuestro objetivo y nos fue dado alcanzar la orilla opuesta, sin tener que lamentar ningún accidente. Observado desde abajo, el sendero pedregoso parece elevarse verticalmente. A una altura respetable hay que pasar una angosta cresta, por la que a duras penas tiene espacio suficiente una cabalgadura. A ambos lados de la misma, los despeñaderos desnudos por la erosión, se hunden bruscamente en la profundidad, dando la impresión al pasar, de estar haciéndolo por un puente colgante. A la derecha brama en el abismo el río San Pablo y a la izquierda el Chama espumante e impetuoso rompe sus ondas en las peñas, todo lo cual ayuda a completar el cuadro despeluznante del camino. También conseguimos atravesar a pie este lugar peligroso. Desde aquí el camino conduce serpenteando hacia las alturas ; luego alterna depresiones y elevaciones de unos seis kilómetros de duración a lo largo del escarpado despeñadero, en lugares tan angostos que las bestias con dificultad podían tomar pie. Los cantos rodados que arrastran las quebradas, son también graves obstáculos, amén de que en estas alturas vertiginosas, se está expuesto al ardor del sol cuya fuerza duplica la reverberación de la desnuda pared montañosa. En mis viajes por distintos países de la América del Sur, he conocido infinidad de caminos detestables pero ninguno tan espantoso como el de las Laderas de San Pablo. Tengo
entendido
que
modernamente
se
han
llevado
a
cabo
voladuras,
que lo han mejorado mucho. Al comenzar la escalada, mis acompañantes se
habían encomendado a los santos de su devoción, pasado el peligro exclamaban sonrientes: “Las Santo olvidado”.
por lo que una vez Laderas pasado, el
Al final de las Laderas se encuentra un caserío y en su vecindad, en un lugar donde el Chama fluye por una angosta cañada, el “ Puente Nacional ”,
un
verdadero
puente
colgante,
cuya
resistencia
tuvimos
que
probar primero, haciendo pasar por él a una de nuestras acémilas. Parece
102
ser que hoy
ha sido
maravilloso
sobre
senda ondosa
reemplazado
por uno
de hierro. En
la otra orilla, una
por altura desde la cual se un panorama se eleva una disfruta Al fondo primera el valle del Chama. ví por vez indistintamente el pico principal de la Sierra Nevada. En derredor todo era yermo, inquietante y silencioso. Incluso la fauna era escasa; solamente vimos de vez en cuando algún pajarillo gris saltando entre la ramas de las
mimosas
zando
nuestro animales, con Lagunillas.
o
desde
lagarto
coloreado,
de
penoso
cabalgar,
a
veces
bastante
grande
cru
camino. A arreamos nuestros pesar del calor oprimente el objeto de alcanzar pronto la próxima población de
Después elevada,
algún
la
un
cual
se
divisa
ya
el
llegamos
pueblo
de
por
fin
a
una
Lagunillas,
un
sierra
oasis de la mayor de la Sierra Nevada, laguna de Urao, y en lontananza asoma el pico — a nuestra rematando la belleza del La laguna cuadro. manera de ver un estanque — poco profundo encierra en su fondo un mineral raro llamado trona o urao, un carbonato sódico que antiguamente extraían sumergían en sus aguas. Ultimamente los indios valiéndose de totumas que los adelantos modernos han llegado hasta aquí, y este trabajo lo hace nativos utilizan el urao en la fabricación una máquina hidráulica. Los fresco y verde en medio de esa pobre vegetación montañosa. Delante — fenómeno existe una la aldea laguna raro en la Cordillera —
de cigarros, aplicándolo como mordiente. Cubren éstos además, con un ungiiento parduzco, que luego al fumarlos destiñe desagradablemente. Este ungúento
cuando
tiene
el espesor
de un jarabe se llama “chimó”, y las consigo en cajitas de asta o de hojalata y lo usan como tabaco de mascar. gentes del país lo llevan siempre
Hacia el pueblo la laguna está rodeada de prados, campos de caña de azúcar y maizales, sobre los cuales cimbrean sus copas las bellísimas palmas de vino, que forman artísticos grupos, particularmente cabe destacar la iglesia colonial cuyas torres se aprecian en nuestra ilustración. Por el lado opuesto y más lejano, el suelo es fangoso y cubierto de manchas brillantes y blanquecinas formadas por sal cristalizada que los animales domésticos buscan con avidez y lamen con gusto. La laguna está poblada por diversas aves acuáticas y zancudas. Periódicamente la visitan bandadas procedentes de la tierra baja del Zulia que cruzando la Cordillera van a los Llanos, o que desde éstos regresan simplemente al Lago de Maracaibo. Observé pequeñas y blancas garcetas, sisones, también el característico “gallito” y disparé sobre un
género
de
chochas,
que
también
nogo frenata.
103
se
encuentra
en
el
Brasil:
Galli-
En
dejé reposar a los animales, con objeto de empren der una excursión a pie hasta Jají, a unos once kilómetros al norte y mucho más alto que la laguna de Urao (1.100 mts.). En su vecindad y cañadas, el río Capaz riega tumultuosamente imponentes gargantas pobladas algunas por guácharos, aves nocturnas que he citado con ante rioridad. Logré especialmente en donde localizarlas un paraje un puente natural
morada
Lagunillas
ayuda
a
cruzar
el río, contribuyendo
de pájaro. este notable
así
a señalar
una
nueva
Comenzamos trepando por el cerro alto y pelado a la izquierda de Lagunillas y pronto alcanzamos en su cumbre una magnífica floresta. La senda era bastante buena y así pude saciar mi celo de coleccionista, ya que me cupo en suerte cazar un gallito de roca (Rupicola peruviana) el ave más bella de estos parajes. Sus plumas son de un color rojo chillón, entre las que se destaca el color negro de sus alas; en cambio la hembra viste un modesto traje castaño. En Jají, miserable nido enclavado sobre el lomo de un enorme peñasco, la repentina aparición de un forastero causaba revuelo. No tardé mucho en verme rodeado por todos los habitantes de la aldehuela. Lo primero que interesó a las mujeres fué saber si yo cargaba carretes de hilo, espejos y abalorios. Me tomaban por un buhonero. Como todo habitante del interior, no podían concebir que un hombre cruzara el país con otras intenciones. Cuando manifesté que únicamente llevaba algunos objetos de regalo y que mi viaje sólo tenía por objeto cazar aves, coleccionar insectos y pintar, empezaron a sospechar que debían habérselas con un loco. No era la primera vez que me sucedía esto y por otra parte no hice esfuerzo alguno con miras a mejorar la opinión que se habían formado de mí. Ante todo me preocupé en hallar un guía que me
llevara
al
“puente
natural”
de
Capaz.
No
es
cosa
sencilla,
dada
la
absoluta indiferencia y la flojedad innata de estas pequeñas gentes. Después de muchos dimes y diretes un mozo moreno, que por otra parte se hallaba
completamente
no era precisamente quedó otro remedio Siguiendo
ebrio,
dió su conformidad.
Como
mi
intención
aguardar a que se le pasara la borrachera, no me que emprender el camino prescindiendo del guía.
las indicaciones de un anciano
indio, seguimos
monte
arriba
y
monte abajo, en parte por senderos propios para descalabrarse, pero siempre a la sombra de un maravilloso bosque. Llegamos al puente. Para tomar el boceto que originó el dibujo adjunto, tuve que encararme a una cuesta casi perpendicular, aunque afortunadamente cubierta de matas donde poder asirme. Desde uno de los profusos guijarros que yacen en el lecho del río, pude contemplar el panorama a través de la roca horadada.
104
Guácharo. del y Cueva Caripe
Nuestra
debiendo sólo terremoto y demás, se desprendió de lo alto un enorme bloque de piedra, el cual, demasiado voluminoso para precipitarse al fondo, quedó fijamente encla vado arriba, de modo que los criollos sólo tuvieron que colocar unos cuantos palos encima y cubrirlos con ramas y tierra, para obtener de esta forma sobre este puente natural una vía lisa. Debajo del mismo y todavía más lejos en donde la quebrada se angosta, mora el guácharo, ave nocturna, que como tal no se muestra jamás de día. añadir,
ilustración,
que
por
representa
cualquier
causa
con
exactitud
original,
el
como
lugar,
erosión,
En las cuevas de Caripe y Terezen ya había tenido la oportunidad de observar a este curioso animal. Viven allí a miles y sólo al anochecer salen de su escondrijo en busca de alimento, que contrariamente a lo que suelen la mayoría de otros pájaros de su familia, consiste en frutas.
105
Entonan
sobresale un concierto lúgubre que por encima de toda otra voz animal. Humboldt fue el primero que dió a conocer estas aves y la cueva de Caripe se tuvo por mucho tiempo como su única morada. Más tarde se descubrieron también en una quebrada de Colombia y en las costas septentrionales de Trinidad. En compañía de los indios chaimas de Caripe, en mis búsquedas por las montañas de Terezen al noreste de Venezuela, también descubrí cavernas grandes habitadas por estos ani males. Más tarde me fue dado comprobar la existencia del guácharo en del junto aunque en número el “ consumidero río Guaire”, a Caracas, mucho menos crecido que en los lugares citados anteriormente. Esta ave del tamaño de una urraca tiene el plumaje castaño con pintas blan cas y negras. La hembra pone dos huevos blancos y formando agrupacio nes numerosas efectúan la incubación en las grietas rocosas de cuevas subterráneas y oscuras. Los nidos están formados burdamente con mate rias vegetales y barro. Puede decirse que sus polluelos son bolitas de grasa caldo y suministran un excelente, que los nativos saborean con fruición. Nuestra viñeta muestra los a las cuevas accesos principales y el “cuarto precioso del silencio”, llamado así por su belleza y su quietud, debida ésta a la total ausencia de guácharos que no han llegado a esta parte de la cueva, la mayor de Caripe, por estar metida profundamente en el cerro. Cuando a la luz de una antorcha se penetra en el espacio donde moran estas aves, éstas se rebelan y cual visión quimérica revo lotean de un lado para otro bajo la enorme bóveda, en medio de un griterío que impide hablar. No bien había terminado el boceto del puente natural, cuando mi acompañante que desde arriba dominaba un extenso panorama irrumpió en un grito de alerta exclamando: “El río viene !...”. Comprendí en el acto el significado importantísimo de tan breves palabras y abandonando pincel y lápiz, me encaramé en un santiamén por la escarpada orilla poblada de matas. Unos minutos más tarde, imponentes masas de agua, pasaban arrolladoras inundando los peñascos hasta alcanzar un nivel de tres metros. Era evidente que una lluvia torrencial debía haberse desencadenado en el Páramo de los Conejos, lugar donde nace el río Capaz. Repetidas veces había observado, la rápida crecida de las aguas en las regiones montañosas, pero hasta entonces no la había presenciado en forma tan repentina. La fuerte avenida agolpándose debajo del puente, las espumantes y rugientes olas arrastrando troncos y piedras que con furia imponente se estrellaban en los escarpados y rocosos muros para ir a perderse en la oscuridad profunda del abismo, ofrecía un conjunto de belleza salvaje inolvidable. Cedió en breve el agua y un cuadro
106
Esteban. de San en el Valle indígenas Pictografías
completamente la
distinto
se
ofrecía
ante
nuestros
ojos,
el
cuadro
de
destrucción.
Junto al Capaz, hallamos un caserío, cuyos habitantes al divisarnos,
abandonaron precipitadamente sus chozas y huyeron despavoridos. Solamente después de nuestras repetidas voces de: “Somos amigos”, regresó un anciano indio, jefe de la familia y poco a poco fueron haciéndolo
los
demás.
Eran
indios
de
pura
sangre,
descendientes
directos
de
los aborígenes de esta comarca. El viejo explicó que en su aislamiento, no habían visto jamás el rostro de un blanco y al aproximarnos presumieron soldados enviados con la misión de reclutar mozos capaces de llevar armas. se
nos
En efecto los hijos de familia varones,
acercaron.
Considerados
en
su
raza,
estos
fueron los últimos indios
eran
que
bastante
bellos y las muchachas incluso tenían cierto donaire. No tardamos en hacernos amigos; fueron felices con unos pequeños obsequios que les hice, siendo de su mayor agrado los espejos. Al igual que los chaimas, eran también en su mayoría de corta estatura aunque bien proporcionados y su color algo moreno, como los que pueblan el valle de Caripe
107
al
Venezuela. muchísimo sí nordeste de Se parecen entre y se llega incluso a confundirlos. Particularmente me fue difícil de primer momento distinguir a los jóvenes chaimas de sus padres. El trato con indios de habla española, es preferible al de otros habitantes con mezcla de sangre negra ; durante mi viaje, siempre procuré escoger mis peones entre los primeros. No obstante en el tórrido litoral es difícil hallar personas con la sangre pura ; allí dominan los negros como obreros, marineros, peones y mercaderes, pero es mucho más raro hallarlos en calidad de artesanos. Empero, cuanto más se penetra en el interior del país, van siendo más escasos y puede decirse que en la Cordillera son contados. Los chaimas, con los que conviví tres meses en el hermoso valle de Caripe, a pesar del largo tiempo que llevan convertidos al cristianismo, se conservan bastante puros y entre ellos hablan frecuentemente su lengua vernácula. Poco habituados a relacionarse con extraños — Caripe está bastante retirado de la carretera principal— se muestran algo retraídos. En los años transcurridos desde mi permanencia allí, parece ser que las circunstancias no han variado en este aspecto mucho, como he podido constatar por las manifestaciones de mi amigo el profesor Sievers, que hace poco estuvo en esa región. En el propio pueblo de Caripe, habitan relativamente pocas familias, ya que la mayoría viven dispersadas por la *“* montaña ”, donde en pequeños conucos, cultivan café, caraotas, yuca, etc. Un redoble de tambor, advierte cada sábado a los hombres, que es tiempo de
dedicarse
al aseo
de
los
caminos,
pero
hacia
mediodía
acostumbran
a estar todos ebrios, pues el ron fluye de manera increíble. En la época de Humboldt, Caripe era una misión Española. Las ruinas de la iglesia y del convento —en donde Humboldt y Bonpland se hospedaron — recuerdan todavía cierto esplendor religioso que debía haber reinado allí. Junto a los restos del antiguo poderío, hace hoy las veces de iglesia, una simple choza, cabe la cual una armazón en forma de horca, es testimonio que en tiempos pasados los Padres españoles colgaron allí sus campanas. Por todo el país todavía se encuentran dispersos, cubiertos de vegetación y como hurtándose por completo a las miradas profanas, muchos signos memorables del antiguo dominio español. En la iglesia y en algunas chozas de Caripe, puede verse aún, una que otra imagen deteriorada de santos. Cuando
los Caripenses
se dieron cuenta de que yo estaba pintando el convento, vino el juez civil Felipe Caripe hacia mí y me rogó restau rara las imágenes religiosas. Aprovechando la oportunidad que se me ofrecía de captarme la confianza de la gente, condescendí a ello y al 108
efecto en un borrico, fue despachado un hombre hacia la costa a fin de que en Carúpano procurara el material necesario. Al cabo de ocho días regresó trayendo
de todo, inclusive el indispensable alcohol ; éste, empero, lo había apurado por el camino. Mis gastos fueron cubiertos por suscrip ción, o sea, cada familia se comprometió a contribuir según sus medios, aportación que se efectuó en productos naturales y cultivados, así que no tardé en hacer acopio considerable de existencias que vendí a un comerciante. Por medio de pequeños favores como éste, la gente se vuelve fácilmente servicial; ya en el interior de Argentina y de Uruguay, conseguí de este modo algunas cosas y trabé con los habitantes lazos de amistad. En las enormes selvas de las montañas de Terezen al suroeste de Caripe, pasé muchas semanas entre los chaymas y únicamente con
su valiosa cooperación,
logré descubrir nuevas
cavernas,
la más
bella
de las cuales, la “Cueva pequeña ”, muestro al lector en la figura. A pesar de grandes molestias, acompañadas con frecuencia por chubascos, estas gentes eran pacientes y no refunfuñaban, cuando después de una jornada fatigosa, compartíamos en nuestra cabaña solitaria un plato demasiado frugal. Una y otra vez, tuve que admirar la habilidad que poseen estas gentes en echar a buena parte todas las asperezas de un terreno tan escabroso. Parecía que nos encontrábamos exactamente en los remotos tiempos del viejo cacique Morocoima. Cuando finalmente tuve que abandonar Caripe, no me fue posible conseguir cabalgadura alguna. Me ví pues obligado a emprender a pie, el angosto camino hacia la costa. Acompañado por un mozo fuerte que cargaba con lo más importante de mis colecciones (tuve que abandonar plantas y demás), después de cuatro días llegué a Carúpano, lleno de recuerdos de mi mansión entre las buenas y sencillas gentes de Caripe. En general los habitantes primitivos de Venezuela, poseen un grado de cultura ínfimo y nada atestigua que en la época anterior a la conquista española, hubiera sido mejor. Las escasas antigiiedades que se encuentran en el país, indican claramente que sus indios se encontraban muy por debajo de los incas en Perú y Bolivia, Ecuador y Colombia, aun
cuando
la naturaleza
en
esos
territorios
no
era,
en
modo
alguno,
progreso mayor. Las antigiiedades que yo descubrí, así como las grabaduras sobre bloques de piedra que he visto, denotan siempre el mismo carácter primitivo, puede decirse infantil (v. viñeta). Respecto a su habilidad en la cestería y la tejeduría no es lo mismo, muestra de lo
109
dicho
son
Guajira. verse
los
Aún
algunas
chinchorros excelentes ahora en cercanías las
del de
Orinoco las
y
zonas
de
la
península
pueden cultivadas,
tribus
de como rudimentaria completamente vida en pocas una Con Trinidad. de millas a Orinoco, del delta el ojeada a sus enterramientos se deduce que los guaraúnos no han sí a lo algunos más y cultura cercana la de ápice un lado ni
sucede simple asimi sus de
trato corriente. el en también manifiesta se brusco contraste Este defectos. estableciAl cualquier en ver forastero, al poco sorprenderá no principio
miento indios
comercial
de
semidesnudos
elegantemente
Maracaibo efectuar
o de sus
Ciudad
compras
a Bolívar, junto
a
una
una dama
pareja
de
europea
vestida.
Como todas las regiones tropicales de América, Venezuela ofrece un abigarrado muestrario de distintos tipos y mezclas etnográficas, que en general proviene de las tres vías de penetración principales, a saber : europeos, indios y negros. Los mestizos, mezcla de blanco e indio, no sólo causan en su aspecto externo mejor impresión que los zambos, descendientes de negro e indio, sino que sus cualidades y carácter son superiores. Los mulatos, descendientes de blanco y negro, tienden más hacia este último, lo que no obsta para que entre ellos se encuentren en gran número personas de buena índole. Entre las mulatitas las hay con figura de formas opulentas, muy lindas. En el curso de nuestro relato, más de una oportunidad se presentará, en que los trazos idiosincrásicos más importantes de esta población heterogénea entrarán en consideración. Después de la excursión al río Capaz —en donde hay que admitir una divisoria hidrográfica, ya que contrariamente a la mayoría de las quebradas de estos contornos, aquél no lleva su curso hacia valle alguno de la Cordillera, sino hacia la llanura del Zulia —, regresamos a Jají para salir cuanto antes para la ciudad de Mérida, lugar de promisión. En la quebrada González, a poca distancia de la plantación “La Chorrera ”, se encuentran algunos saltos de agua de unos cien pies de altura, que vienen a precipitarse al pie del Páramo de Los Conejos, desde un escarpado muro granítico. En parte una vegetación ubérrima los oculta a la vista. A sus lados, allí donde los muros de piedra son casi perpendiculares a menudo integrados por peñas colgantes, se muestra desnuda la formación rocosa y brinda la oportunidad de hallar interesantes petrificaciones en las distintas capas de hulla que han sido acumuladas en la pendiente desde tiempos remotos y sobre todo de observar hermosas concreciones dendríticas que atestiguan una rica fauna prehistórica. Esporádicamente Venezuela es muy rica en fósiles vegetales y animales. Por otra parte,
110
no
es mi objeto el describir detalladamente los este a quien país. Recomiendo esté interesado trabajos de un experto, el profesor Sievers, que ciones geológicas en esta región. Sin embargo, el por
todas
danzas
las manifestaciones
de
aspectos geológicos de en ello, los excelentes ha efectuado investiga vivo interés que siento
la naturaleza, me
llevó
durante
mis
an
coleccionar tantos fósiles como me fue posible de la pasada flora. este pude en Cúcuta, De modo Colombia, desenterrar una pereza gigante (Megatherium); partes importantísimas de según el doctor A, Ernst de Caracas, también se han encontrado huesos de este animal junto a Carora.
fauna
y
a
En divisaban
inmumerables panoramas
curvas
a cual
serpenteaba
más
el camino
hermoso
sobre
las
y desde
ellas se
pendientes,
hasta
que por último remontando por el punto más elevado “El Alto” (1.625 mts.) llegamos pronto a “El Moral”, pequeña aldea con una hermosa vista sobre la simpática y pequeña ciudad de Ejido, situada a 1.215 mts. y rodeada de florecientes plantaciones. Algo más lejos asoma parte de la meseta merideña, en cuyo extremo inferior cerca de la confluencia del río Albarregas y del Chama, se precipita una cascada, hilo blanco de plata entre el exuberante verdor de las laderas. El fondo lo forma la Sierra Nevada, por el momento oculta tras un ligero velo de nubes, para mostrarse al cabo de pocas horas en todo su esplendor. Dejando Ejido a nuestra espalda y después de cruzar el Albarregas, comenzamos la ascensión de la meseta de Mérida. Una vez en lo alto de la mesa, atravesamos
rápidamente
detrás del rasgaban. A medida jirones de —“ El
sol
el
pueblecito
de
La
Punta,
en
tanto
el
sol
caía
Páramo de los Conejos y con ello las nubes de la sierra se Los picos aparecieron con todas las galas de su magnificencia. que iba poniéndose el sol, sus rayos abriéndose paso entre nubes azul oscuro, iluminaban los páramos y cimas nevadas. de
los
venados ”,
exclamaron
mis
acompañantes,
“señal
de
buen agiiero para tu llegada a Mérida ”. Con esta expresión quieren dar a entender que por esta claridad inusitada sobre la ciudad, podríamos ser columbrados por un ciervo desde los páramos. En medio de todo este derroche de color, emergía la Sierra majestuosa como si quisiera darnos la bienvenida, vestida con sus mejores galas. He procurado retener en mi
mente
estos
efectos
de
luz,
que
tanto
me
han
recordado
el brillo
de
nuestros Alpes y en lo posible, pretendo reproducirlos en la lámina adjunta. Nuestra entrada en Mérida al parecer causó sensación, pues las calles largas y hasta entonces desiertas, se llenaron de curiosos, que inquirían de mis acompañantes, informes sobre mi persona y el objeto
111
de
mi
a nuestra larga caminata, presentábamos no un aseado, aspecto muy pero al parecer la gente no llegó a percatarse de ello, porque su atención se dirigió por completo a la carga viva que llevaban
visita.(1*%
Debido
mis acémilas, formada
por monos, cuchicuchis
y otros animales,
que había ido capturando en el curso de mi viaje. Era bastante tarde cuando ante del nuestra “tropilla ” se detuvo la única posada lugar, ubicada cerca de la plaza principal y en donde fuímos acogidos amiga blemente por su dueño el coronel Rangel: —“* Gracias a Dios que estamos en
(16)
Mérida,
La
Perla
de
N. del T. Literalmente
la
del
Cordillera !”.
original: “quién
era yo
LOs
112
y que
quería”.
LAMINA
IX
-
LA
CONCHA,
SIERRA
NEVADA Y
QUEBRADA
DE
SAN
JACINTO.
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CAPITULO
V
MERIDA
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7 MOR lo que atañe a su situación, bien puede llamarse a Mérida de la “Perla La la Cordillera”. ciudad
posee ventajas que son casi imposibles de encontrar reunidas una segunda vez en espacio tan reducido. Situada en una altura de 1.630 mts. sobre el nivel del mar y dotada de un clima primaveral perpetuo, ni por frío ni calor hay motivo de queja. Además este lugar es realmente el punto crucial de la Cordillera, porque desde aquí y en corto espacio de hacia tiempo igualmente se alcanzan las tierras bajas tropicales, que lo alto, de el límite perpetuas. las nieves
Un marco de cielo puro y diáfano encuadraba
a Mérida
por el
norte, este y sur, cuando en las tempranas horas de la mañana siguiente descansando de las fatigas del viaje, salí a pasear y ávidamente pasé revista a mi alrededor. En lo alto de los páramos había nevado reciamente durante la noche, pero bajo los rayos del sol cada vez más ardientes se derritió pronto la nieve, conservando sólo los picos más altos su manto blanco. Dada la magnificencia del paisaje me era difícil
decidir por qué dirección encaminaría primeramente mis pasos. De pronto me
encontré
en
el extremo
oriental
Columna Bolívar, contemplando sus alturas, valles y abismos.
superior
a mis
115
de
anchas
la ciudad,
toda
la
cerca
orografía
de
la
con
Casi
a mis pies yacía el valle del Chama con sus plantíos de café y caña de azúcar, por entre los que fluye impetuo samente el río de donde toma el nombre; éste nace en el Páramo de Mucuchíes y engrosa su caudal con las aguas del río Mucujún, el cual poco
perpendicularmente
antes
confluencia se precipita por una angosta quebrada entre la mesa y las montañas de Escorial. Al sur se eleva la cadena de la Sierra Nevada en cuyas suaves faldas y pequeñas mesetas se extienden campos de cereales y patatas, y entre la fresca nota de arriba verdor asoman esparcidas las chozas de sus habitantes. Más espesas masas selváticas cubren las enormes laderas montañosas y sobre ellas emergen los páramos con sus cimas eternamente cubiertas de nieve.
cadenas
la
Mirando del
paralelas
Mesa,
de
Páramo
a la
ambas
encuentra
hacia
de
Sierra
se
van
el
este,
los
se
Conejos
muestra
y el de
Nevada. Hacia
la comarca
perdiendo
que
la
el
en
la
atravesamos
meseta
cercada
la Culata, que
Oeste, esto
es, a
para
hasta
profundidad. llegar
De
se
lo
por
las
extienden
largo
este
de
lado
la
se
aquí.
Como una verdadera mesa — de ahí su nombre de Mesa de Mérida — esta terraza guijarrosa declina suavemente hacia el oeste y es una de las altiplanicies más pintorescas de toda la América del Sur. El norte está regado por el río Albarregas que en la parte superior de su curso absorbe al pequeño río Milla, de forma que la meseta aparece como una península, aun cuando el lecho de este río no es tan profundo como el del
Chama.
La
figura
adjunta
tomada
del
natural,
da
una
idea
del
paisaje más clara que cualquier relato descriptivo. En ella puede verse con detalle la situación y el estilo de las viviendas de Mérida. Como en todas
las ciudades
de Venezuela,
las calles
están
trazadas
a cordel;
las
casas asimismo ofrecen un aspecto monótono y a causa de los frecuentes terremotos rara vez poseen más de una planta. Hay en la ciudad nueve iglesias, entre las que sobresale la catedral, situada en la plaza más importante A
(ver pesar
viñeta). de
la
abundancia
de
recursos
naturales,
Mérida
está
muy atrasada y parece ser una de las ciudades más tranquilas del interior. Habitualmente muy pocas personas se ven circulando por la ciudad y a las ocho de la noche todo parece estar sumido en el sueño. El ganado pace libremente por las calles y plazas públicas cubiertas abundantemente
de
yerba.
Salvo
los
días
feriados,
solamente
los
lunes
reina algo de animación, motivada por el gran mercado que tiene lugar en la plaza de la catedral. Es el más interesante de Venezuela ya que se trafica con productos de los climas más diversos. Desde las altas comarcas de cultivo, se transportan para la venta: cereales, patatas,
116
Mesa de Mérida.
mantequilla, queso, guisantes, coles diversas, siendo Mucuchíes, pequeña ciudad —la más elevada de Venezuela — a unos 3.000 mts. sobre el nivel del
mar,
el
principal
proveedor.
Todos “aquellos productos, en fin, que el clima puede dar, se dan cita allí, junto a los que proceden de la tierra cálida, entre los que la caña de azúcar no ocupa precisamente el último lugar. Esta se consume en grandes cantidades, pues sus derivados son la base de dulces y pasteles afamados en todo el país, y en cuya confec descuellan primor. las ción damas merideñas con Los días de mercado ofrecen asimismo la oportunidad de conocer las gentes circunvecinas, que trajinan sobre mulas, bueyes o asnos, sus mercancías desde montañas y valles hasta aquí. Las muchachas indias procedentes de las altas regiones montañosas, son de tez más clara y llevan trajes oscuros de lana, adecuados al rigor de su clima. Por el contrario los indios de los valles próximos son más morenos y se visten con trajes ligeros de colores claros que apenas cubren las formas del cuerpo. Entre la gente asidua al mercado hallé algunos mestizos que me recordaron vivamente a mi patria: hombres y mujeres de ojos garzos y cabello rubio claro, tal como se encuentran en los territorios del norte de Alemania. De hecho puede presumirse que por sus venas corre sangre germana, Se remonta a siglos, a la época en que fueron enviados soldados alemanes a Coro y desde allí no tardaron en extenderse por la Cordillera. Por entre el animado regateo y los tratos de compra y venta de ciudadanos y aldeanos, las plegarias de los “Padres” en la catedral se filtran a través de los portones de su fachada abiertos de par en par. La mayor parte de los campesinos, particularmente mujeres, aprovechan la oportunidad para asistir a la iglesia, En la esquina diagonalmente opuesta, hay todo lo necesario para refresco; helados de fruta preparados con hielo natural traído de la Sierra Nevada se ofrecen a la venta. Ya
en
horas
de
la
mañana
del
mismo
día
de
mercado,
comienzan
los
comercios de las calles principales a llenarse de campesinos, que vuelven a dejar aquí la mayor parte del dinero que han conseguido. Por lo tanto es también el lunes el día de mayor actividad y beneficios para los comerciantes. En cuanto se cierran las puertas de la iglesia, comparecen en la plaza numerosos “Padres” que entablan amistosas pláticas con los transeúntes y también con las damas jóvenes de la ciudad, que tras las rejas de las ventanas de sus casas observan el confuso trajín, puede decirse la única distracción que tienen en la tediosa vida social de la ciudad. Mérida es la sede de un obispo y cuenta con un numeroso clero que se muestra muy amable con los forasteros, aun cuando éstos perte-
118
nezcan
a otra religión. Personalmente he hecho dentro de este círculo amistades muy agradables y también entre ellos hallé personas que se interesaron mucho y procuraron serme útiles en mis trabajos de colec cionista. Incluso llegué a familiarizarme con los campesinos y luego me resultó beneficioso en mis excursiones. Repartí frascos de alcohol, instrucciones los que siguiendo mis llenaban con toda suerte de esca rabajos, para el lunes siguiente entregármelos, mediante módico esti pendio. Pronto forma,
que
de
ayudantes
de
Caripe,
me
corrió ví
el asunto
obligado
a
por
toda
rechazar
la Cordillera la
de
Mérida, en
desproporcionada
tal
afluencia
Por de naturalista. otro lado, igual que sus compatriotas ocurría a veces los en que colocaban insectos agua en vez del alcohol, porque éste ejerce sobre ellos una fuerte seducción. Espero por lo menos no lo hayan tomado puro. Entre tanto me fue necesario divulgar que, para mejor conservación de los insectos, había agregado veneno. acudieron al alcohol una dosis pequeña de Por supuesto así muchos menos coleccionistas! Mi baquiano fijo, también de los alrede dores de la ciudad, era un indio mestizo a quien llamaban Esteban; el primer día se presentó ante mi con estas palabras: “¡Yo también soy naturalista!” efecto, En con anterioridad había ya servido de guía a coleccionistas de botánica, de modo que esta ocupación no le era del todo ajena. Aprendió fácil a desollar aves, a recoger insectos y me fue de suma mi repetida permanencia en Mérida; utilidad durante y larga conmigo compartió penas y alegrías.
Para insistir de nuevo en la animación que reina en los días festivos en los distintos barrios de la ciudad, voy a describir brevemente algún festejo de la época de Pentecostés. Estos tienen casi siempre carácter religioso, pero ameno y alegre al propio tiempo. En las plazas ante las iglesias parroquiales respectivas, desde tempranas horas de la mañana tiene lugar inusitada agitación, especialmente el día de la procesión de Corpus Christi. Procedente de todas partes, se reúnen allí plantas bellas, frutos y todo lo que pueda servir de adorno. La plaza se convierte en un oloroso jardín ornamental, En sus cuatro esquinas se improvisan unos altares. De esto se encargan, a menudo con gusto artístico, las damas jóvenes de las mejores familias, que así nos ofrecen la oportunidad de conocerlas, De otro modo apenas se las ve por la calle y aún así suele ser cuando van a la iglesia a donde acuden vestidas con mucho recato y rebozadas. Entre ellas hay algunas muy bonitas y su tez rosada revela que moran bajo el suave clima de las alturas, mientras que en las bajas tierras cálidas sus compatriotas ostentan cierta palidez.
119
Sobre cada altar instalan una armazón en forma de arco triunfal el cual recubren con bejucos entretejidos de diversas maneras. Luego los adornan con toda clase de plantas y objetos como muestra claramente la adjunta ilustración. Me complació mucho que las amables merideñas de uno y otro grupo pidieran mi parecer, así por mi parte supe por ellas algunas cosas que me fueron útiles. Tuve oportunidad de observar las solemnidades en la catedral. Hacia mediodía los trabajos ornamentales estaban terminados. Las campanas fueron lanzadas al vuelo y su vibrante son fue escuchado por la gente allí congregada. Se hizo un gran silencio. Las puertas de la iglesia se abrieron, y una procesión presidida por el alto
clero, salió
estación
solemnemente
hacia
el
primer
altar
donde
se
hizo
una
esperaba al pueblo reverentemente de a fin de bendecir que hinojos. Desde aquí el cortejo fue siguiendo los demás altares hasta regresar de nuevo a la iglesia, exactamente igual que en las regiones católicas de nuestra patria. la procesión y cerradas Una vez terminada alegre las puertas de la iglesia, tuvo lugar en la plaza un bullicio. iban de Los arcos de triunfo a ser despojados sus adornos para ser éstos
vendidos
allí
mismo.
Pude
conseguir
así
bellas
orquídeas,
otras
muchas plantas y algunos vistosos pájaros de las montañas de Sierra Nevada. Empezó la música — casi sólo y mara producida por guitarras cas — y con ella cundió la alegría general. Pero también esto tuvo su fin. La plaza quedó desierta. Los resplandecientes picachos de Sierra Nevada fueron desapareciendo en la penumbra que siguió al breve crepúsculo y pronto dominó en todo el más grande silencio. Mérida yacía como siempre sosegada y tranquila.
Además las algo también la religiosas, rompe festividades de “toros”. en los lugar tener Suelen de la fiesta vida la monotonía de días nacionales y se efectúan en la plaza principal donde se congrega todo todo y aún ciudad esta de moradores los hispano, Como Mérida. más sus moradoras, se parecen por este cruento espectáculo, que por otra parte los Bajo Madre Patria. la en que inofensivo más muestra mucho se estridentes acordes de una música que hiere a los oídos, es conducido el toro de ganas muchas tener parece no que inocente animal ruedo; un al lidiar. que consiente la plaza, a lo de otro para un lado de hace correr le Se con quedarse ocurre le se animal al si Pero voluntad. buena bastante parado o hacer frente a la persecución, para gozo de los espectadores, los una que en ocasión En huída. la emprenden campeones esforzados estaba de que las de valla una espectáculos, estos uno presenciando cerraba el paso a las calles adyacentes, bajo la presión del gentío se vino También espectadores. los de abajo instantánea dispersión la y originó 120
LAMINA
X - PARAMO
DE MUCUCHIES.
rep
A
Preparativos para la fiesta del Corpus.
el toro
aprovechó
la oportunidad
providencial. Huyó
hacia
de
nuevo
por
terminado.
en
fueron
el campo
vano,
y escapó
a toda
libre y todos
teniendo
que
dar
carrera
los intentos ese
día
por
el
la brecha
para
traerlo
espectáculo
Existe también mucha afición por las peleas de gallos; por lo que a mí atañe, jamás me presté a servir de espectador en tamaño martirio de animales.
121
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de a
En Mérida hay Universidad, también una si bien para la vida allí significa cosa. enviar sus no gran Suelen jóvenes a estudiar Caracas,
Museo
en
donde
un
Nacional, tiene
alemán,
a su
cargo
el
Dr.
la
A.
Ernst,
enseñanza
actual
íntegra
de
director las
del
ciencias
naturales. Es un extraordinario conocedor de Venezuela y, especialmente lo que a la flora autóctona se refiere, es la máxima para autoridad. Más de en un valioso consejo debo a sus experiencias acumuladas el transcurso sirvo de diez para años y me de estas páginas expresarle mi agradecimiento. Aun cuando la instrucción pública en Mérida deja mucho que desear, se pueden encontrar personas con preparación cien incluso han largo en para tífica. Algunas permanecido tiempo Europa ampliar sus conocimientos, tal como el Dr. José Gabaldón al que igual mente desde aquí doy mis efusivas gracias por sus útiles asesoramientos; en
muchas
de
Conjuntamente
mis
excursiones
al
monte, fue
también
mi
compañero.
con Salvador de mí Don Briceño, aprendieron ambos la taxidermia y desde entonces han remitido a Europa colecciones orni tológicas más de una vez. Por todos los lugares que he pasado, ha sido siempre mi norma interesar a la gente en las bellezas naturales de su
propio algunos país. En sitios especialmente en Mérida, organicé expo
siciones de mis bocetos, animales y plantas colectados y siempre pude constatar, lo sorprendida que quedaba la gente al ver reunidos en un mismo sitio tantas cosas que debían serles familiares y de las que una desconocida. veces oí parte considerable les era totalmente ¡Cuántas exclamar: “¿Toda esta hermosura de aves ocultan nuestras florestas ?” Extranjeros había allí muy pocos y entre ellos ningún alemán, aunque
sí se
encontraban
los
inevitables
italianos
de
costumbre,
dedi
interesados embargo, un cados al comercio y únicamente en él. Sin corso, el señor Bourgoin, propietario de una botica, era una excepción y como activo conocedor de las plantas, me fué de gran utilidad. Mérida posee de 5.000 a 6.000 habitantes, de los cuales la mayoría se ocupa en la agricultura y el comercio. Pero a pesar de su ventajosa situación, la ciudad se desenvuelve con suma lentitud y a la zaga respecto a San Cristóbal y Valera, poblaciones de las que hablaré más tarde.
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AA
ON
el
fin
de
proceder
con método, elegí las inmediaciones como punto de mi primera excursión. Para mis afanes de coleccionista, la misma ciudad ofrecía oportunidades prove chosas. Los múltiples barrios urbanos constan de un número reducido de casas; entre por el contrario ellas, crece a cada paso vege abundante alberga molestada apenas tación que una rica fauna no por el hombre. Ante todo tuve que pensar en mudarme de casa, con el fin de poder trabajar con una iluminación mejor, pues Don Antonio Rangel sólo disponía para mí de una pieza oscura sin ventana, que recibía su única y mísera luz por la angosta puerta. En casa del general Balza, una de las pocas viviendas provistas de dos plantas sita en la plaza frente a la catedral, hallé un local apropiado; una pieza en el piso alto con tres balcones. Sus postigos ostentaban múltiples agujeros, impactos de revoluciones anteriores. Cuando de vez en cuando se dejaba sentir algún temblor de tierra que por fortuna no solía ser muy fuerte, bailaba todo el caserón. Sin embargo, alguna noche me pareció más prudente pasarla en el patio y dormir en la galería. La ciudad todavía muestra vestigios del gran terremoto que por el año 1812, asoló también a Caracas. en
Con mi sirviente San Esteban, nombre que recibió por casualidad recuerdo de aquella población y ahora todo el mundo incluso los
125
clérigos
así, me dirigí primeramente a la “Otra Banda”, esto es, el en al otro lado al norte del río Albarregas, cual precipita el Chama sus excelentes y claras aguas. Al terminar de subir la altura opuesta, nos hallamos entre cultivos que como los caminos vecinales están rodea setos vivos floración La mayoría dos de de se variada. componen de zarzas y en algunos trechos de cactus y pitas. Todo enlazado con delicadas enredaderas, campanillas y pasifloráceas de colores brillantes. Las zarzamoras se dan aquí en una abundancia y exuberancia como para Sólo la mano no he visto jamás en Europa. hay que alargar con seguir bayas del tamaño de una ciruela. Junto a ellas las rosas y belleza. con fucsias compiten en Detrás de estos setos que alternan palmeras, álamos y otros árboles, se extienden campos bien cultivados de maíz, caña de azúcar — que dicho sea de paso no se desarrolla aquí tanto como en la tierra baja —, patatas, coles y alubias, y entremez clados,
le llaman
cambures
de
clases
diversas. A
de
nuestra
derecha
hacia
los Angeles, vimos una plantación de café sombreada por cuyas cosechas eran famosas (v. viñeta con frutos tropicales).
la
Loma
bucares,
Con calma, unas veces cazando mariposas, otras disparando sobre un pájaro desconocido por nosotros, atravesamos en una hora corta, la parte superior de la “Otra Banda”, quedándonos tiempo para subir a la Loma de Los Angeles, prolongación del Páramo de Los Conejos, con el fin de dar una ojeada a nuestro alrededor. Un panorama maravilloso!. .. tierra de labor excelente que reproduzco en la acuarela adjunta para que el lector pueda formarse una idea. En el centro de la lámina y al pie de la Sierra Nevada, se puede apreciar uno de los barrancos más importantes, la Quebrada de San Jacinto, que escogí al pronto como meta de mi próxima excursión. Por lo tanto al día siguiente tomamos el camino en dirección sur y al cuarto de hora llegábamos al margen de la meseta, desde donde se nos ofrecía una nueva perspectiva; a nuestros pies en una escarpada profundidad de vértigo, se extendía el valle del Chama. Por unas laderas completamente desnudas, serpenteaba en infinitas curvas un escabroso sendero cuesta abajo. Un puente oscilante de madera nos conducía al otro lado sobre la profunda grieta rocosa en la cual el río Chama torrentoso y rugiente empujaba sus ondas. Cuando el río va crecido, el bramar de las espumantes olas apaga la voz en grito del hombre. Al otro lado del río se extienden en fajas ondulantes los prados y los campos. A poco rato la montaña se escarpa y después de una corta caminata se llega a la citada quebrada, no sin haber cruzado antes una colina que nos ofrece la visión integra de la meseta.
126
La en su Mesa de Mérida se mostraba toda grandeza realzada por sus escarpados verticales y sus arroyadas. Al pie de esa bella terraza guijarrosa de formación aluvial, el mismo río que la riega ara profun ¡Qué surcos... dos poderosa fuerza hidráulica tiene que haber entrado en juego aquí, para formar un relieve orográfico semejante!... Al oeste de la ciudad, estuvo unido en otros tiempos El Escorial a la meseta, precisamente en el punto donde el río Mucujún corre entre ésta y aquél, porque el río abrió brecha en ese paraje mucho más tarde. En los cantos rodados de las laderas hallé petrificaciones de algunas especies que sólo volví a ver en alturas de mil metros. La boca de la quebrada es bastante ancha y forma una superficie que va declinando suavemente hacia el Chama. Matas verdes y jugosas, mezcladas con las mismas plantas de cultivo que hallé en la “Otra Banda”, caracterizan también aquí la vecindad de algunos conucos, y rosales espesos y floridos embalsaman el aire con su aroma refrescante de mayo. Procedente de la sierra, entre rocas cubiertas de musgo, algunas en parte sombreadas por hermosos árboles de fronda, fluye en numerosas curvas el arroyo de San Jacinto afluente del Chama. Después
de
caminar
un
cuarto
de
hora,
la
quebrada
se
vuelve
más angosta y sobre nosotros se inicia la región de oquedal. Hasta la profundidad misma del cauce del arroyo se agrupa esta opulenta flora, cuya grandiosidad recuerda la de las selvas en la tierra baja cálida, pero únicamente en su grandiosidad, ya que se compone de especies muy
distintas,
si bien
algunas
de
ellas
se asemejan
a las de
la “tierra
caliente”. La angostura de la quebrada cada vez es más pronunciada. Ambos lados se elevan verticalmente. Sólo con sus rayos cenitales puede el sol penetrar en esta profundidad húmeda. Estimulados por el aire fresco de la mañana seguimos avanzando con lozanía, sin que nos molestara un mosquito y libres del temor constante de pisar alguna culebra. Los ojos gozaban particularmente con la vista de arbóreos helechos, desarrollados aquí en proporciones gigantes. Cuando el sol en el cenit iluminaba uno que otro grupo de estos árboles, el claro-oscuro ayudando a destacarlos del resto impartía al conjunto magnitud y belleza. Como a una altura de doce metros se yerguen sus esbeltos troncos, para entonces formar una copa con las hojas, la cual en belleza artística emula dignamente con la mayoría de las palmeras. Helechos trepadores, lianas revestidas de musgo y pobladas de bromelias, orquídeas olorosas y otras plantas, enlazan el conjunto de la fronda, mientras las fucsias de enredadera desarrollan los largos tallos de sus floraciones rojas por encima de los cimbreantes copetes. Aquí y allá, enormes gra-
127
míneas espesas con sus herbáceas hojas forman techumbres y finas parte verde claro, mientras las de su superior, frágiles y movedizas, se izan por encima muchas veces de las gigantes hojas de los helechos. de que el bosque de helechos carece totalmente de otra A pesar vegetación, obstante agradable. ofrece no un golpe de vista muy Las plantas débiles jóvenes son por lo regular bajas y muy en su parte inferior,
engrosado
contrastando
con
la
superior
de
tronco
estriado
y
escamoso,
decir así en la cabeza, a causa del crecimiento de los pecíolos de cada una de sus hojas. Estas cuando están marchitas, adquie
ren
un
por
color
castaño
rojizo
o bien
rojo, de
tono
mucho
más
subido
aún
que el de las palmas. También se encuentran helechos arborescentes en bajas, no en de había regiones más aunque la abundancia aquí. Los admirado antes costaneras Caracas Puerto en las montañas de y de Cabello. El tronco
como
en llera,
de
la
tenido construcción
incorruptible, se emplea
molinos
de
en toda la Cordi
agua.
San Jacinto fue uno de los lugares preferidos por mí para excursiones cortas. Pasé a menudo el día entero allí y tuve de este modo oportunidad para enriquecer mis colecciones con bastantes ejemplares. Ante todo elegí el valle que riega el río Mucujún por la parte izquierda de la montaña El Escorial, como excursión más importante para efectuar desde Mérida. Pero para emprender ésta, hacen falta más días. Su itinerario arranca
en dirección
bios
una
se
tardan
en
cruzar
media
norte de la ciudad, hora,
luego
el
cuyos
camino
subur-
pedregoso
y bastante duro desciende 'al valle en un zigzag de escalera, La composición panorámica de éste es completamente distinta a la de San Jacinto. Vastos prados con arboledas se extienden ante la vista del espectador; al fondo se ven diseminados algunos caseríos. Abundan también aquí las zarzas con gran profusión. Causa un efecto muy simpático, el contemplar estos campos poblados por ganado vacuno, caballar y mular. La visión de las reses paciendo, transporta el ánimo por unos momentos al paisaje de nuestros Alpes. Los animales se mantienen siempre al aire libre, siendo por tanto los establos del todo desconocidos; únicamente cuando se trata de seleccionarlos se conducen a los potreros. Junto al caserío de unos trigales a unos 2.000 mts. sobre el nivel del mar, establecimos nuestro campamento, para desde allí poder emprender excursiones hacia todas partes, porque el lugar se prestaba para ello. En general el bosque posee el mismo carácter que el de San Jacinto, pero a la primera mirada llamó poderosamente mi atención el tupido musgo verde-amarillento, que cubría todas las plantas grandes, como si éstas intentaran protegerse del fresco de la noche. También
128
del país. Frutos
nosotros debíamos cubrirnos con nuestros abrigos de lana para no pesar enfriarnos durante nuestra nocturna búsqueda de insectos. A del frío, obtuve rico botín en cuanto a especies ignoradas por mí todavía, consistente en aves maravillosas y lepidópteros del género esfinge. En particular las primeras no me sorprendieron poco. Mientras en la meseta de Mérdia hallé todavía pájaros conocidos de la fauna propia de las tierras bajas, ví ejemplares aquí, que no se me habían presentado aún en plena naturaleza, por lo que cada mañana salía lleno de ilusión y me situaba paciente a la expectativa. 129
(Nauclerus Merece mencionarse, que el gavilán americano furca ave blanca y negra que está extendida por casi toda la zona tus), tórrida americana, también mora en estas alturas y su presencia enri quece del que el panorama valle del Mucujún. Es algo más pequeño (Milvus nuestro milano color herrumbre regalis), su plumaje es blanco, con largas alas negras y cola ahorquillada. Se posa en sociedad sobre altos la cima de los árboles más o bien describe círculos en el aire, y según aseguran los criollos únicamente caza insectos, es decir no vuela en manera alguna tras la captura de pajarillos. Desde las tempranas horas matutinas resuena por el valle un grito sibilante procedente de las próximas alturas pobladas de bosques. En lengua vernácula suena como: a la correspondiente “Seco estoy”, palabras con las que denominan ave que emite el grito. Manifestaba mi acompañante, que cuando esta voz es dura y persistente presagia lluvia; en efecto, notoriamente pude constatarlo ( Grallaria la mayoría de las veces. El seco estoy rufica pilla) ' pertenece a la familia formicárida (Eriodoridae) y es bastante parecido en forma y color a nuestro tordo de agua, aunque sus patas son todos mucho más largas. Como los pájaros de esta familia, tiene las alas y la cola cortas, las plumas de la rabadilla alargadas y de natu lanosas. raleza característicamente A pesar no de su volumen, se presenta
fácilmente ante menos ante de la vista y mucho el cañón una escopeta, ya que suele permanecer en las espesuras sobre el suelo y es de una agilidad cupo y rapidez de movimientos extraordinarios. Me en suerte descubrir una especie (Grallaria griseonucha) desconocida hasta enton ces. Entre la familia de los colibríes propios de las altas regiones fores tales, sólo citaré aquí a Heliangelus Spenci y Bourcieria Conradi. El primero tiene el lomo, cabeza y cola, color verde cardenillo ; el pecho ostenta un carmín lúcido y brillante cruzado por bandas blancas. El bour cieria y posee comple es mayor, de color verde metálico una mancha tamente blanca en el pecho. Construye un nido relativamente grande con musgo verde y con preferencia en los agudos extremos de grandes hojas colgantes. También el colibrí de pico largo (Docimaster ensifer) (2 casi estas ; con busca frecuentar únicamente alturas predilección suele de Las trepadoras. la trogonidas, constituyen florescencia las fucsias un ornato especial del paisaje, como la “viuda de la montaña” (Pharo macrus antisianus ),'* que a un color nombre dan los criollos pájaro (1) (2) (3) (4)
Gavilán tijereta (Elanoides forficatus). - Roehl, E.: “Fauna descriptiva El compadre. - Idem. idem. (Ensifera ensifera). - Roehl, E.: “Fauna descriptiva venezolana”. O Airón (Pharomacrus auriceps). - Idem. idem
130
venezolana”.
Oso hormiguero y gato montés
verde
oro, con
ñeras
de
o cerval.
la
parte baja del abdomen roja. Es algo mayor que una paloma y todavía parece más grande debido a la prolongación de su cola. Como todos los pájaros de esta familia es poco asustadizo. casi podría decirse que es bobo. Apático, permanece tranquilamente aposentado en su lugar, de modo que es muy fácil acercarse a él. Su piel es muy deli cada debido a su delgadez; un solo tiro de perdigones levanta una nube de plumas y en su caída vuelan éstas al más mínimo roce con hojas o ramas. Muy distinto ocurre con una urraca azul ultramar en (Cianocitta armillata)'* que sociedad de cuatro a seis ejemplares cruzan el monte silbando recio. Vivaracha e incansable vuela de árbol en árbol. Si el cazador logra derribar a una, tiene grandes posibilidades de que pasen a formar parte de su botín las demás, porque sus compa momento
asustadas,
no
tardan
en
camarada. También
regresar
en
busca
de
su
han descrito por primera vez Sclater y Salvin una especie rara de pinzón, que ha sido denominada Chlorospingus Goeringi. (5)
Urraca
azul
(Cyanolica
viridi-cyanea).
- Idem.
131
idem.
Paujies
atacados
por
cuchicuchis.
Casi
cargados con rico botín vez empero, nos vimos forzados a pasar la noche en la selva ; nos habíamos alejado demasiado y para colmo nos sorprendió una tormenta. Llevados de la afición fuímos sin darnos cuenta penetrando cada vez más en la espesura del bosque, de regreso lleva el mismo tiempo olvidando fácilmente que el camino que el de ida y que la visión limitada del espacio no permite juzgar el y provistos
siempre de
regresábamos
numerosos
al
bocetos. Una
caserío
estado de la atmosfera, detalle verdaderamente importante en la montaña, donde
los
cambios
de
se producen con tanta brusquedad. del Pan de Azúcar, se dejaron sentir de pronto unos lejanos truenos y no tardó en envolvernos la penumbra. —“ El Páramo está bravo”, observó San Esteban, y explicó a conti nuación que el Pan de Azúcar nos mandaría inmediatamente frío y agua. vez más y la noche extendió pronto sobre nosotros Oscurecía cada su negro manto, siendo imposible avanzar más. Para no extraviarnos unos Al atardecer, del lado
de otros, íbamos
temperatura
del páramo
en estrecho
grupo. La temperatura
bajó verticalmente
tiritando y nos hallamos en medio del bosque por azotado la tempestead.
Una
lluvia de miedo
de truenos
comenzó
que retumbaban
aire iluminaban
a caer de manera
torrencial, acompañada
en las montañas. Las
centellas
rasgando
el
a intervalos la mágica floresta. Los árboles crujían a
nuestro derredor, heridos por el temporal. Mi peón se iba encomendando
a todos los santos, plenamente convencido que andábamos a la perdi como jamás había experimen ción ; en efecto era un tiempo de perros, tado todavía en mis múltiples viajes y correrías. Al fin cedió la tormenta se fueron perdiendo. Por el contrario, y los truenos paulatinamente en la profunda oscuridad la lluvia se dejaba sentir más, porque los árboles que hasta entonces nos habían guarecido en cierta manera, movidos ahora por el viento, escurrían sobre nosotros el agua que sus hojas habían acopiado. No obstante nos tranquilizaba tener tras de noso agua, tros relámpagos y truenos. Integramente empapados de aban
donados a la ventura, ambulamos toda la noche, que se nos antojó una
eternidad, confortando de vez en cuando nuestro cuerpo y alma, con un trago de aguardiente.
Por fin al romper
el alba,
sacando
fuerzas de
flaquezas, alcanzamos gozosos nuestro punto de partida. Los moradores nos del caserío llenos saludaban de al júbilo; se parecer habían cupado
mucho
por nosotros
preo
e incluso habían disparado tiros al aire para indicarnos el camino, pero su estampido lamentablemente se había perdido entre el fragor de la tormenta.
Cuando reina buen tiempo, errar por los frescos bosques de la montaña, no sólo resulta mucho menos penoso que el caminar por las
133
tierras bajas y tan tanto, precaverse
cálidas, sino que los mosquitos y demás insectos no moles raramente se tropieza con de las serpientes que hay que
Sólo una culebra del tamaño de una víbora, aunque no venenosa, se me presentó aquí con frecuencia ; otras especies no son conocidas tampoco por los naturales del país. Los grandes carniceros son también escasos. El jaguar, huellas del cual hallé
mucho
a una
altura
en
las
zonas
de 2.000
bajas.
mts. en
las montañas
costaneras
de
Caracas,
no
que mentado por aunque sí el puma fue siquiera la gente, una que otra vez ataca pacíficos rebaños en pastoreo e incluso se acerca caute losamente hasta las viviendas para robar alguna pieza de gallinero, si bien no es osado como el jaguar. zorro (canis azarae tan El ) es un elemento embargo, estos asimismo aquí desvergonzado. Sin todos ladrones, se dejan ver en estas alturas con más rareza que en las regiones calientes. En la Cordillera no encontré el tapir y eso que en el Cerro Azul junto esto
al Lago
me
hace
de Valencia, pude
dudar
han afirmado, aunque No
es raro
hallar
de
su
observarle
presencia
en
una
altura de 1.500 mts.;
aquí, pese a que algunos viajeros de oídas, que este animal llega a estas altitudes.
el Cervus
Rufus'*, venado
delicado y con astas cortas nistró un excelente asado.
aunque
de
relativamente
tamaño
mediano,
muy
recias, que nos sumi
Procedente del Páramo del Pan de Azúcar, el río Mucujún riega todo el valle, precipitándose por masas de peñas, ostentando sus orillas los más grandiosos paisajes : ora bosques o grupos solitarios de vegetación, ora prados o trigales. Numerosos arroyos que nacen en el Páramo de La Culata, riegan el valle en sentido transversal para desembocar en el río, contribuyendo no poco al embellecimiento del panorama, y forman por decir así, un auténtico idilio rural en medio de la salvaje floresta
de
la
Cordillera.
Hacia
donde
se
mire,
invita
la
naturaleza
a
emprender excursiones y por todos lados se halla un sitio acogedor propicio para echar una siesta. Como en nuestros patrios robledales, con plena tranquilidad se puede tumbar cualquiera a descansar, sin ser molestado por el calor o por los impertinentes mosquitos. ¡ Quién pudiera en estos parajes abandonarse a una larga y perezosa holganza!... Otra excursión en las cercanías de Mérida también recomendable es la del Encanto ( quebrada encantada ), paraje en donde nace el río Milla,
el
cual
después
de
en el río Albarregas. Esta perpendiculares y desnudos (6)
Venado
matacán
(Mazama
un
breve
curso,
desemboca
cerca
de
Mérida
quebrada está formada a ambos lados por muros de roca, los cuales a medida que se
rufao). - Roehl, E.: “Fauna
134
descriptiva venezolana”.
van
estrechando
forman a manera de terrazas por las cuales se preci pita el arroyo. Debajo de cada cascada se han formado grandes charcos, cuyas aguas en apariencia azul oscuro, casi negras, imparten al paisaje escarpado sólo prosombría. Los muros rocosos una nota permiten gresar escasamente hasta poder echar una mirada sobre la “Quebrada Encantada” y aun un muy Luego la esto, desde lugar poco seguro. masa de granito forma bruscamente un acantilado... en resumen una vista que causa vértigo ! Un lugar como éste, es altamente apropiado para excitar la fantasía popular y da pie a innumerables leyendas que circulan San de boca en boca. El mismo Esteban, cuya relación con forasteros y criollos cultos le hacía más despierto que los demás, no podía sustra erse a la fascinación de los prejuicios y supersticiones. Con insistencia me rogaba que desistiese de mi intento en avanzar más ; me suplicaba que no disparara sobre ningún ser alado, porque en esa quebrada toda ave que caía muerta, instantáneamente se convertía en un demonio que arrastraba al infeliz hacia el fondo de la sima. A pesar de sus advertencias y agorerías disparé sobre una golondrina que cruzaba en ese momento la que de quebrada y fué a dar con su cuerpo en uno los charcos. San Esteban suspiró profundamente aliviado, cuando sanos y salvos abandonamos El Encanto. El río Albarregas, entre sotos ricamente floridos, fluye tranquilo por la ciudad de Mérida, en su lecho amplio y guijarroso. Sin graves molestias pudimos seguir su curso hasta bastante lejos; luego giramos a la izquierda por las laderas un tanto empinadas de la Loma de Los Angeles, y subimos al bosque que corona la cima, en donde hicimos un alto cabe una laguna
totalmente
cubierta de plantas
acuáticas,
que
le
daban el aspecto de una alfombra de vistoso colorido extraviada en el bosque. En estos parajes reinan exactamente las mismas características forestales que en el valle y en San Jacinto; igualmente nos hallábamos por completo envueltos de selva y carecíamos de toda perspectiva, y aunque la sensación era de que ante nosotros se extendía una inmensa llanura, nos separaban muy pocos pasos de la brusca pendiente que asoma sobre la meseta de Mérida. Por lo menos después de una corta hora en que nos deslizamos por los surcos que labran las aguas, alcanzamos el borde del bosque; a la salida de éste yacía ante nuestra vista la ciudad, lugar de nuestra residencia y tras ella la hermosa Sierra Nevada. Mi intención era ahora atravesar cuesta arriba el valle del Chama, para empalmar desde allí otra excursión hacia Torondoy, cuya magnífica situación me habían ponderado. Desde la Columna Bolívar en la parte
oriental
más
elevada
de
la
meseta,
135
se
toma
un
ancho
camino
que lleva por una fuerte pendiente, cuesta abajo hacia el valle, prime ramente a la orilla del río Mucujún, sigue por un largo trecho el curso de este río, para penetrar luego de lleno en el valle del Chama en direc ción de este a norte. Después de una caminata de cinco a seis kilómetros alcanzamos la aldea de Tabay, que según Sievers, se encuentra a 1.760 aquí mts. de “altura, Hasta se extiende el cultivo del café. Cada vez más se eleva ahora el valle, y el Chama cuya corriente nos viene ahora al encuentro, presenta una vertiente muy pronunciada. Después de otro llegamos al lugar ya trecho de doce kilómetros, pequeño Mucurubá, a 2.500 mts. El Valle va tomando ahora un carácter yermo y lóbrego, altura. que que solamente atenuado por una otra nota verde proporciona un trigal. En algunos parajes apropiados del río, pueden verse pequeños molinos, muy primitivos y destartalados, cuyo monótono triquitraque me resultaba familiar. Inmediatamente dirigimos nuestros caballos hacia el primero a fin de implorar un refrigerio, pero a nuestras voces y lla madas no acudió ninguna bella una india rebo molinera, sino vieja sando suciedad y cuya visión nos hizo olvidar repentinamente nuestro deseo. No tardamos en alcanzar la pequeña ciudad de Mucuchíes, distante unos diez kilómetros de Mucurubá y a 3.030 mts. sobre el nivel del mar, siendo la población más alta de Venezuela. Sus alrededores son de un doquier nos «agobiaban el aspecto desolador. Por ánimo desgregadas masas de granito y todo el valle estaba sembrado de bloques de piedra productos de erosión; a ambos lados se elevaban poderosos muros pétreos, cuyas coronadas por páramos y cimas nevadas, alturas estaban que comunican desolación rasgo grandiosidad. a este panorama de un de Acto seguido a mi llegada, ya en las últimas horas de la tarde, emprendí un por a la de por recorrido las inmediaciones izquierda la población, donde el terreno se empina bruscamente y de vez en cuando forma pequeñas mesetas. sorprendido agradablemente por la presencia Fuí insospechada ; marco
en
de una ella
ajaja )'” que
se
laguna,
la que un verde
pavoneaban
solícitas
aves, en las ciénagas
a
buscaban de la selva
cuatro
en
rosadas
el cieno
zuliana
su
césped fresco servía de cucharetas
alimento.
se destacaban
( Platalea
Si ya
entre
las
estas demás
por su vistoso plumaje y resaltaban en el colorido de la exótica flora, la desnuda alta montaña se acentuaba esto mucho más. Por otro lado en eran viajeras como nosotros ; esta laguna les servía a ellas como lugar de breve descanso en el vuelo que probablemente habían emprendido en los Llanos a través de la alta cordillera, pensando hallar en el Zulia (7)
Garza
paleta
(Ajaia
ajaja). - Roehl, E.:
“Fauna
136
descriptiva
venezolana”.
"eo
e7
una
región
con
nuevas ciénagas y agua. Durante el período de sequía en que la mayoría de las aguas de los Llanos se agotan, ya había observado que rica la fauna aviar en el Lago de Valencia era mucho más que en la sus época de lluvias, ya que orillas eran utilizadas como estación. podía No perder la oportunidad de disparar sobre una cuchareta, cosa que obligó a las demás a emprender el vuelo ; desaparecieron en direc ción del Zulia, por sobre el Páramo del Pan de Azúcar.
Al anochecer ya se dejaba sentir en Mucuchíes el frío, y debíamos abrigarnos bajo gruesas “cobijas”, aunque puertas y ventanas permanecían cerradas, a despecho de tal protección, apenas pudimos por la noche conciliar el sueño debido al frío. En las tempranas horas del día siguiente dejamos el lugar y envueltos en la niebla, cruzando una red
de
lluvia
finísima,
íbamos
contentos
cabalgando
en
dirección
norte
hacia el Páramo del Pan de Azúcar, junto al curso de un arroyuelo. Cabalgábamos a duro trote y no tardamos en alcanzar la altura. Dejando tras de nosotros algunas lagunas y rodeando la cima del páramo, por lo menos 4.000 mts. de alto, descendimos
nuevamente
hacia el lado del Zulia, a un
clima más benigno. A los 3.000 mts. de altura ya empezó a desgarrarse a intervalos el espeso velo de niebla y pudimos contemplar la grandiosa vista que abarcaba las estribaciones de la Cordillera, los abismos y valles a nuestros pies, la llanura del Zulia y el Lago de Maracaibo. En descensos sucesivos llegamos al límite superior del bosque, donde comenzaron las dificultades más serias del camino, ya que no creo pueda darse otra orografía más variada, que la de este trecho de cordillera. En muchos puntos de esta senda escalofriante y poco recorrida, nuestras cabalgaduras doblaban sus patas traseras, para salvar las dificultades deslizándose. Ora nos encontrábamos en un agobiante desfiladero, ora en
una
cañada,
ora
sobre
un
despeñadero
vertical
con
un
barranco
frecuentemente de 500 metros de profundidad a nuestros pies. En la primera tarde tocamos la pequeña aldea de Mucumpate, ubicada todavía a bastante altura. Columbramos desde aquí en todo su esplendor y magnificencia, el juego maravilloso de luces citado anteriormente de los “ Fuegos del Catatumbo ”. Estábamos ya envueltos en intensas penumbras y parecía allí abajo arder todo en llamas, el Lago de Maracaibo brillaba como un inmenso espejo de fuego. Los relámpagos serpenteaban en el espacio en todas direcciones, acompañados por el retumbo sordo y continuo de los truenos que imponentes llegaban hasta nosotros. El efecto grandioso de este cuadro de pirotecnia natural era ampliado largamente por las múltiples formas a contraluz de nuestro primero y segundo término; en especial, cuando nos hallábamos entre
138
ae
ARE *
San
Cristóbal.
enormes
troncos
de
formas
distintas
de
árboles,
no
nos
hubiéramos
cansado nunca de admirar esa visión dantesca, siempre variada y sobre manera imponente.
Ya por la tarde a nuestra partida de Mucumpate, sado al fondo, enclavado entre montañas,
habíamos
el pueblo de Torondoy,
divi-
creyendo
que era cosa de poco tiempo alcanzar nuestra meta. Pero tan pronto aparecían a nuestra vista las chozas de la pequeña aldea, como desaparecían de nuevo y solamente llegamos al anochecer después de un fatigoso cabalgar. El punto desde donde fué tomada nuestra acuarela, poco más o menos en la última pendiente, muestra el paisaje tal como lo ví en pleno ocaso. La vista abarca la parte noroeste de la llanura zuliana, a cuya derecha — donde penetran dos lenguas de tierra en el Lago de Maracaibo — están sitos los dos puertos de La Ceiba y de Moporo. Aunque mi estada aquí duró pocos días tuve oportunidad de observar algunos animales, que hasta entonces no me había sido dado conocer, tal como el notable oso hormiguero ( Myrmecophaga jubata ).!* En mis correrías hallé en un claro del bosque, un hormiguero de casi dos metros (v, viñeta) y observé en un punto que los matorrales se movían de manera particular. Cuando las sacudidas fueron más fuertes me acerqué cautelosamente, cual gallo salvaje en celo, para ver al fin la escena tan deseada, a la que no tardé en poner punto final con un disparo. Además de la especie anteriormente citada, existe otra más Tengo entendido pequeña de color blanco amarillento (M. tetradactyle) ("> que no son raros aquí el puerco espín ( Cercolabes prehensiles ),0" y una tortuga terrestre de tamaño bastante grande, así como un ciempiés negro gigante de unos 20 cms. de largo. También vi la gran araña avicular, cuando se disponía a atacar el nido de una pequeña familia de colibríes. Una vez más pude admirar el arrojo de los padres de ese
nido, que con denuedo proseguían defendiéndolo de la araña ; con todo ésta hubiera capturándola
salido vencedora en la lid, si yo no hubiera y sumergiéndola en un frasco de alcohol.
También
de pe queño felino ( Feli yaguarundi ),? que se distingue de sus congéneres por ( comadrejas su forma parecida a los mustélidos ) y el color uni (8) (9)
(10) (11)
Oso hormiguero venezolana”.
encontré
o palmero
en
Torondoy
(Miyrmecophaga
un
ejemplar
intervenido
interesante
tridactyla). - Roehl, E.:
“Fauna
descriptiva
Oso melero (Tamandua tetradactyla). - Idem. idem. (Conedu prehensilis). - ledem. idem. Gato montés o cervantes (Herpailurus yaguarondi). - Roehl, E.: “Fauna descriptiva venezolana”. Tiene otros nombres como: Eirá, león miquero, etc. N, del T.
140
VIONIIVA
30 O9V1
-
IX
VNIWV1
forme
de
su
pelaje, le ““Gato-comadreja”. por lo cual también llaman La cabeza de este alargado y delicado animal 11 centímetros tenía de longitud y el color de su cuerpo era gris amarillento leonado. Repro duzco en la ilustración esta especie poco conocida. Esta región reúne casi todas las clases de paujíes, especialmente donde limita la tierra caliente con la tierra templada, ya que los habitantes de la región me nombraron una serie. Personalmente, hallé repetidas veces grupos pequeños de estas aves y también tuve la ocasión de acechar un ataque nocturno de parte de su enemigo encarnizado el cuchicuchi que en esta región es todavía más abundante (v. ilustración). No es raro en las montañas de la sierra colindante a la región del Zulia, dar con algunas fuentes de petróleo ; al noroeste de Torondoy a orillas de un arroyo llamado río Caus, vi en medio del bosque entre troncos una masa espesa petrolífera color castaño oscuro y en distintos puntos manaba también
a flor de tierra, tanto es así que pude en un momento
llenar con
ello una botella. Durante la misma excursión, tuve la suerte de topar con una maravillosa clase de papagayos del tamaño de un estornino, denominados por Sclater y Salvin Urochroma dilectissima. Me
separé
de Torondoy
a desgana
y solamente
con el objeto
emprender desde Mérida, y antes de mi ascensión a la Sierra Nevada,
de una
larga salida hacia San Cristóbal y Cúcuta. Así regresamos por el mismo camino por donde habíamos venido, pero nos vimos precisados por el mal tiempo a pernoctar en un rancho, sito a unos 3.500 mts. de alto. Unas gentes que se dirigían a Torondoy, habían invadido la pequeña estancia a la que daba acceso una puerta protegida por un cuero de vaca, de modo que tuvimos que apretujarnos unos a otros con el fin de encender en el centro una pequeña hoguera. A causa del frío y de la lluvia nos vimos obligados a cerrar la puerta de entrada, por lo que la permanencia en esta habitación se hizo pronto intolerable a causa del humo e innumerables sabandijas. Por lo que a mí atañe, era evidente que no podía pensar en absoluto, en conciliar el sueño: así que me dediqué a observar las figuras que echadas o agazapadas se arrebujaban en gruesas mantas y entre las que se hallaban dos muchachas indias con los rostros enrojecidos por el frío. De nuevo en Mérida me dediqué a hacer los preparativos para mi gran excursión y me complació mucho poderla llevar a cabo en compañía de dos hamburgueses que también se disponían a ello, los señores Kirsten y Bock, los cuales por su natural alegre y su sentido artístico me proporcionaron un viaje muy agradable. Quizás fue la primera vez
141
y
quien sabe si la última que aparecieron simultáneamente tres ale manes cabalgando por la Cordillera. Junto con nuestros peones, — entre los cuales
naturalmente
no podía
faltar mi
incondicional
San
Esteban, —
y las acémilas para nuestro equipaje, formábamos una pequeña caravana partes revuelo. cuya inesperada aparición levantaba en todas
Hasta Estanques debíamos efectuar la ruta que ya hemos citado precedentemente. A partir de allá en la plantación de Mocotíes el camino sigue en dirección sudoeste, remontando el curso del mismo nombre. Primeramente
pelados río,
se
y más
atravesamos
llega
tarde el
a
Tovar,
población
a Bailadores. Portachuelo,
a
ubicada
entre
dos
montes
Luego
abandonamos
la cuenca
3.200
mts.
configuración
con
una
del
de cerrojo echado y descendimos cabalgando hacia la ciudad de La Grita a unos 1.450 mts. de altura, que se caracteriza por su clima benigno y su situación pintoresca sobre una meseta cruzada por una corriente de agua. Desde allí se divisan en todas direcciones los panoramas más maravillosos de la orografía: el Portachuelo al norte, el Páramo del Batallón al este, casi a 4.000 mts. y en el suroeste el erguido Zumbador a 2.763 mts. de altura. La Grita, que reproducimos en nuestra ilustración (las montañas del Portachuelo se aprecian al fondo ) contaba con unos 4.000 habitantes de figura bella y ágil, cualidades que también observó el profesor Sievers. La mejor oportunidad para conocer a la población femenina de esta linda ciudad y sus contornos, es cuando el tañido de las campanas que el eco de las montañas se encarga de multiplicar, invita al creyente con su repique a una función religiosa. Lamentándolo profundamente, no pudimos detenernos allí mucho tiempo, salimos en dirección sudoeste siguiendo a lo largo y corriente arriba del río Valle, afluente del Grita, y después de un acompasado cabalgar por un yermo desolador llegamos a la pequeña aldea El Cobre, situada en una de las laderas del Zumbador,
a 2.000 mts. de alto, la cual en todos los aspectos
discrepa de La Grita. Hallamos
albergue
en una
miserable
choza por
cierto entre gente muy poco amable y tuvimos que contentarnos con una cena muy frugal. Con gusto abandonamos este lugar, cuyos habitantes tienen fama de pendencieros, para cruzar El Zumbador, altura de 2.763 mts., hallándonos cada vez más cerca de San Cristóbal. Este páramo bajo toma su nombre de los fuertes vientos que lo azotan, ya que zumbar significa emitir un ruido constante, como el silbar del viento. En efecto nuestro paso no fue una excepción, porque el viento sopló en forma tan huracanada que casi no pudimos sostenernos sobre nuestra cabalgadura. En cuanto pisamos la comarca que en dirección suroeste riega
142
y Fasma. Fulgórido
el Torbes, río que
nace en El Zumbador, una perspectiva bellísima sobre se ofrecía de nuevo ante nosotros ; al fondo y en el centro del panorama montañoso, a la vez vario y coordinado, asomaban entre el el valle
verdor
circundante, las
bueno,
abandonamos
tación
más
situada asimismo
blancas
casas
de
la minúscula
ciudad
sobre una meseta. Siguiendo un camino la
región
de
los
vientos
fuertes,
de
Táriba,
relativamente
llegando
al
río
Torbes el que repetidas veces cual tuvimos vadear a causa de su curso sinuoso. Se dejaba sentir a cada paso el clima más caliente y la vege
grupos
bella, especialmente
a orillas
del
río,
donde
los
magníficos
de plantas son un nuevo regalo para los ojos. Nos detuvimos un rato en Rancho Cordero para proporcionar a nuestros animales su bien ganado descanso, después de la fatigosa marcha por la montaña. Luego tratamos de llegar a Táriba a casi 900 mts., situada ya en zona caliente en el interior de la Cordillera. Nuestra llegada arrancó a la población de sus moradas, pero nosotros seguimos sin detenernos para alcanzar
San
Cristóbal
por
la
tarde,
143
donde
fuimos
saludados
efusiva
mente
por
un
comerciante
compatriota
y
nuestro,
boticario.
el señor
Thies, radicado
allí
como
La ciudad de San Cristóbal está situada del mismo modo sobre una terraza guijarrosa integrada por rocalla y arenisca roja, según Sievers a 845 mets. de altitud y cosa rara en el interior de la Cordillera, disfruta de una situación despejada y al propio tiempo pintoresca. Nuestra ilustración muestra la población vista por el suroeste, desde el camino que lleva a Rubio, ciudad pequeña y próspera a unos kilómetros de distancia. Este paraje me pareció el más apropiado para mi apunte, porque desde él se domina por completo el hermoso valle del Torbes,
casi
hasta
la
aparición
de
este
río
por
entre
las
montañas.
También desde este ángulo se aprecia la ciudad en su aspecto más favorable ; inmediatamente detrás de ella sobre la meseta se pueden observar las plantaciones de café mayores y más feraces de la comarca. El fondo de la panorámica lo forman a la izquierda las alturas del Páramo
del
Zumbador,
a la
derecha
el
Páramo
de
las
Agrias
que
se
eleva sobre 3.000 mts. También nos deslumbran a la izquierda de la ciudad en el mismo valle del Torbes, las albas casas de Táriba. La pri-
mera
impresión
que
de carácter mucho la Cordillera.
tenemos más
de
San
tranquilo
que
Cristóbal Mérida
es la de y
otras
una
ciudad
ciudades
de
La fuerte capacidad productora de las vastas inmediaciones de San Cristóbal, así como la fácil comunicación con Maracaibo por Cúcuta en Colombia, favorecen la agricultura y el comercio y a cuyo fortalecimiento con toda seguridad han contribuido no poco algunas casas comerciales alemanas allí establecidas, No tardamos a la salida de la ciudad en hallar una exuberante floresta montañosa, cuya fauna y flora casi sin excepción nos es ya conocida. Una de las excursiones más recomendables, es la que partiendo de San Cristóbal por el pequeño barrio
de
construcción
el valle del Torbes.
de otro.
Es
irregular
Se suceden
sorprendente
Madre
Juana,
sin interrupción
cuando
nos
un
en determinadas
lleva
abajo
idilio bucólico
épocas,
hacia
tras
las claras
aguas del río Torbes se dividen en islotes cubiertos de verdor y salpicados de encantadoras floraciones. En algunos lugares por entre enormes cantos rodados fluye silencioso y apacible el río por el valle; allí donde falta la alta vegetación muestra jugosas y verdes praderas. Para satisfacción mía, hallé aquí la notable Aristolochia rigens, que había casi entrelazado una mata de mimosa de hoja fina. Un derroche de floridas guirnaldas en blanco, azul y violeta aprisionaban la mayoría de los arbustos. No olvidaré jamás el paseo que dí con mis amigos,
111
a
las
haciendas
de
café,
situadas
sobre
la
meseta
a
unas
dos
horas
de
la veces admirar ciudad. Muchas había tenido oportunidad de las linternitas de pero se me los cocuyos, en ninguna había presenen nuestro regreso en la de tado tamaña profusión. A oscuridad la noche bochornosa y húmeda y hasta donde alcanzaba la vista, cente luciérnagas lleaban millones de éstas y otras como diminutos puntos de luz, espectáculo que todavía hacía más grandioso, la quema de sabanas en Estas tienen las faldas de las montañas. quemas por objeto en el consumir la hierba seca, para que su lugar brote la nueva. Pudimos contar hasta cuarenta de estos fuegos enlazados múltiplemente y que como corrientes de lava ígnea parecían rodar por las montañas. vivientes
Pero
al
día
siguiente
iluminado por la noche, se negras, en contraste con las que
privilegiadamente
habían
toda
había zonas
esa
belleza
en
llamas
que
convertido en franjas forestales limítrofes o
quedado
nos
había
y manchas las sabanas
inmunes.
Aunque San Cristóbal yace a sólo 845 mts. de altitud, no nos agobió el calor tanto como en otras poblaciones del interior de la Cordillera situadas a la misma altura. Su posición geográfica despejada y los vientos que soplan desde El Zumbador, parecen ser la causa de su temperatura suave. Pero en particular el límite superior del clima caliente nos recuerda con demasiada insistencia los inconvenientes de la tierra cálida con sus enjambres de torturadores insectos y demás parásitos molestos. Por encima de todo, las ya citadas garrapatas que aquí adquieren proporciones de plaga, además de las niguas cuya hembra se asienta con preferencia debajo de las uñas de los pies. Unicamente con mucha paciencia y constante cuido se consigue ahuyentar a este vejador que lamentablemente desde Sudamérica ha sido también trasladado a nuestra colonia de Africa Occidental. En las cercanías de la ciudad conseguí el notable fulgórido (Fulgora laternaria) así como el fasma ( Phasma gigas) cuyo dibujo adjunto. Resulta de todo punto imposible enumerar todas las clases de chinches de bosques, que a menudo presentan formas notabilísimas en los más vistosos colores y que alcanzan a veces hasta cinco centímetros. Encontré una especie que con la alas desplegadas tenía una envergadura de 20 cms. Lo confundí con un pajarillo cuando saliendo de un matorral cruzó volando el espacio; únicamente salí de mi error cuando al posarse el insecto en las ramas disparé sobre él. Irrumpe también de vez en cuando, procedente de América Central y del Norte, la langosta migratoria que asola plantaciones enteras. En el año 80 Venezuela sufrió mucho de esta plaga, en especial su parte noroeste.
145
San Cristóbal es también una región propicia para el coleccionista de escarabajos; sería aquí demasiado prolija la enumeración de todas las especies de coleópteros, aunque sólo fueran los más importantes. de colorido y formas peculiares, no van En riqueza a la zaga respecto lepidópteros. innumerables a los
En ninguna parte, como en los bosques montañosos de San Cristóbal, hallé con tanta frecuencia un lagarto verde semejante al camaleón; algunos ejemplares se dejaban caer y agarrar con facilidad al sacudir nosotros los arbustos; así me ofrecían la oportunidad de estudiar detenidamente sus lentos movimientos. También la iguana, gran lagarto arbóreo que he citado con anterioridad, parece ser más frecuente aquí que en otras comarcas de Venezuela. Con el fin de echar una ojeada por Colombia, vecino país, acompañé a mis camaradas hamburgueses hasta Cúcuta. Primeramente cabalgamos siguiendo el valle del río Torbes en dirección oeste, siempre rodeados de abundante vegetación y cuya parte más bella es la representada en la ilustración. Luego 'ascendimos unos (1.395) mts., pernoctando en Capacho, lugar renombrado por su saludable clima. A través de regiones montañosas muy variadas, desciende luego en breve tiempo el camino hacia el valle caluroso del río Táchira. Al fondo allí donde el río dobla de sur a norte, está la última ciudad fronteriza de San Antonio,
a unos 500 mts. sobre el nivel del mar, con un clima caluroso propicio al cultivo del cacao. Cual banda argéntea serpentea el río entre verdores ubérrimos, y su orilla izquierda traza la frontera de Colombia, Mis ojos divisaron en la lejanía la cordillera colombiana de que arranca como estribación la venezolana y me asaltó el deseo impetuoso de conocer también esa orografía. De San Antonio guía el camino hacia el norte; ya a la altura de Rosario, primer y amigable lugar fronterizo colombiano, penetramos de nuevo en una región poblada de cactus y mimosas. Continuamos a caballo por una senda pedregosa, llegando a Cúcuta ya entrada la noche, ciudad muy activa pese a su clima caluroso, en donde también existen casas comerciales alemanas ; más tarde esta población hubo de sufrir mucho bajo los efectos de un terremoto. Ahora está ligada por un ferrocarril al río Zulia por medio del cual es posible un tráfico bastante rápido con Maracaibo. Aun donde el aspecto externo del paisaje ofrecía cambios bastante pronunciados, no pude hallar nada que no hubiera ya visto en Venezuela, pues las condiciones para la fauna y flora son las mismas en ambos países.
146
que
Solamente
mismo
restos
excitó
camino
fósiles
mi
que
nos
de
interés
el
ya
megaterios.
citado
había
traído,
Con
cerro junto
sentimiento
regresé
a
con
mi
tuve
a
Cúcuta
esta ciudad que separarme de mis compañeros de viaje. Celebramos el des pido en casa de un alemán, el señor Riedel, en donde todos los presentes éramos compatriotas. Canciones alemanas sonaron hasta avanzadas ho ras de la noche en un Cúcuta sumido hacía horas en el sueño. Repasando
el
abriga
San
en
Esteban
Mérida, para poder emprender allí cuanto antes la ascensión a la Sierra Nevada, con lo cual debía dar por terminada mi residencia esa ciudad. en
147
LAMINA
XII
VALLE DE CARACAS.
HA
A
CAPITULO
Vil
LA ASCENSION A LA SIERRA NEVADA
|
DARIA DIA DIA RARA
e
RARA
DA ==
Arras ror rr E TOA IAE DT ES IO OO TIO TI IA
toros O IADIRRA PARO OO
IEMPRE he tenido por norma el efectuar las excursiones cortas a pie, porque ahorran los constantes cuidados que requieren las cabalgaduras. Fiel a este principio, me deter miné a contratar sólo un peón más que de costumbre para dificultosa ascensión. esta
Mi empresa pareció a los salen nunca de la ciudad a pie.
criollos
descabellada,
porque
apenas
Mi intención era permanecer en la sierra, tanto tiempo como me fuera posible a fin de coleccionar y dibujar a mis anchas; para esto debía llevar conmigo una cantidad bastante grande de víveres: carne de res, pan blanco, maíz, café, azúcar, el doméstico licor de anís, y otras cosas más. Efectué mi salida en junio con un tiempo favorable. En
las
tempranas
horas
de
la mañana,
arrancó
de
Mérida
grupo de viaje compuesto de cuatro personas. Comenzamos
al valle del Chama,
atravesamos
mi
pequeño
descendiendo
el río por un puente oscilante y nos
encaminamos a la Hacienda Dávila, que según Sievers está situada a 1.725 mts. de altura. En las primeras horas de la tarde habíamos llegado ya a la hacienda y así tuvimos tiempo en esta casa hospitalaria de hacer los preparativos para la ascensión que pensábamos comenzar al día siguiente.
151
por escarpadas las nos llevaba curvas El en innumerables camino
laderas
cubiertas
el valle
del
todas
de
hierba
y
monte
bajo, de
modo
que
la
vista
hacia
alto encontrábamos nos cuanto más y despejada direcciones era más grandiosa se mostraba. Antes de penetrar en el bosque que co mienza hacia mirada una dirigí la hacienda, sobre metros 500 a unos Chama
con
lag
montañas
detrás del Escorial,
de
las
cuales
se Azúcar, de Pan y del de la Culata páramos los de la cadena eleva altos lejos Más de nieve. cubiertos estaban más y picos cuyas crestas a la izquierda, se divisa Mérida cual tablero de escaques sobre la verde meseta; Páramo el mientras Ejido, de casas claras las lucen el oeste hacia
de Conejos los
cierra el panorama.
Podíamos avanzar solamente yendo muy despacio, debido a que la senda era sumamente
resbaladiza. Los peones debían descansar a menudo;
al parecer se arrepentían de haber tomado, por decirlo así, el lugar de las acémilas ; solamente mi promesa de recompensarles con un salario elevado, los retuvo y evitó que me abandonaran. Al entrar en la floresta ví las mismas formas vegetales que en San Jacinto pero todavía desarrolladas con más exuberancia pues la humedad es aquí mayor; por doquier manaba agua. Todo el bosque brillaba de rocío y sus destellos aumentaban aún más la belleza general. A una altura de 2.500 mts. en un recodo del camino fuí sorprendido por la repentina presencia de un oso andino (Ursus ornatus);'" este animal negro con pintas blancas salió con gran estrépito de la espesura y cruzando rápidamente el sendero se precipitó en un barranco oscuro. Yo no estaba preparado para este encuentro largamente esperado y fuí negligente en disparar, cosa que por otra parte no me hubiera servido de mucho, ya que mi escopeta estaba cargada solamente con perdigones. El Ursus ornatus, es la única especie de oso grande existente en América del Sur y tanto en Venezuela como en Colombia sólo se encuentra en las grandes alturas de la Cordillera hasta los páramos. Por la tarde llegamos al límite superior del bosque ; los árboles se mostraban cada vez más achaparrados y más cubiertos de musgo. De los troncos y ramaje colgaban como colas de caballo hermosas licopodias verde claro ; algunos puntos de los árboles estaban cubiertos de líquenes y musgo blanco y gris plateado, que alternaban con orquídeas. Nos hallábamos en plena región del quino. A unos 3.000 metros hicimos un alto cerca de las llamadas *“*puertas”.
diseminadas (1)
Estas,
construidas
con
troncos
de
árboles,
se
por todas las alturas de la Cordillera en donde
o salvaje Oso frontino
(Tremarctos - Roehl, ornatus), E.: “Fauna
152
encuentran
las sendas
descriptiva venezolana”.
Límite superior del bosque en la Cordillera de Mérida.
del
bosque
llevan
a páramos inferiores o a regiones de sabanas y tienen por objeto impedir que el ganado mientras pace, penetre en el bosque. ruinosa utilizada a veces En este lugar había una cabaña por los pas tores o los buscadores de hielo. También nosotros la aprovechamos e hicimos de ella nuestro refugio nocturno. No pasó mucho tiempo para que chisporrotearan unas encendidas brasas sobre las cuales dispusimos suculento asado de cervato. un 153
Desde muy temprano por el lado de una pequeña laguna rodeada de matorrales bastante crecidos, penetramos en la zona de sabanas y llegado a los Desde de una con ello habíamos páramos. aquí gozamos admirable vista sobre el pico nevado de La Concha de 4.700 mts de altura, ahora bastante cerca y brillando bajo los rayos del sol matutino. El repecho por el que subíamos ocultaba ahora las cúspides nevadas a
la
derecha
de
La
Concha.
Nuestra
lámina
en
colores,
reproducción
de un estudio a la acuarela tomado del natural, da una idea exacta de la configuración de esta orografía. Puede verse como el bosque achapa rrado y protegido a ambos lados por muros de roca arranca de la que brada Quintero, para terminar en espeso monte bajo colindante con salto de agua que se origina en un pequeño ventisquero. Por el lado nor este
se
encuentran
todos y otros, el sol había
por
los sobre
descendido
para descender
bras. Masas
de
Páramos
los
Perros, de
4.000 mts. El camino
bastante
al angosto nubes
de
cuando
ahora
nosotros
los
Locos, del
obligó
giramos
a rezagarnos;
a su
valle Quintero, donde ya señoreaban
blancas
y
grises
pasaban
Fraile
velozmente
izquierda
las penum
por
debajo
nuestro
hacia las alturas de los páramos. “El espanto de la Sierra ”, exclamaron mis acompañantes. Nos encontrábamos exactamente entre el
so] y la neblina ascendente de modo que nuestras sombras de pro nunciada silueta se ampliaban en figuras de unos 30 metros. Todos los movimientos se reproducían fielmente, lo que causaba nuestro regocijo cuando a propósito tomábamos las posturas más variadas. Cuando el sol se puso, desapareció el “espanto ”, el cual recuerda a su pariente el espectro de Brocken. Mi gente no las tenía todas consigo y opinaba que no era cosa de tomar a broma “'el espanto” porque podía acaecer algún contratiempo serio durante el viaje o simplemente un cambio desfavorable y brusco de tiempo. Por lo visto nuestra actitud poco respetuosa motívó su enojo, porque en llegando a Casa Quintero cayó sobre nosotros una persistente lluvia mezclada con nieve. La puerta de la casa estaba cerrada con un candado por lo que tuvimos que resig narnos
a pasar
Bajo
el
alero
rado,
instalamos
la
noche
junto
izquierdo
de
nuestro
la
a la choza
fachada,
dormitorio,
por
taller
completamente cierto
y
desabrigados.
profusamente
cocina,
para
lo
perfo
cual
nos
fueron de mucha utilidad las hojas de frailejón. La ilustración muestra la vegetación vecina a la casa y a su derecha en primer término se advierte un frailejón desarrollado con los tallos de su floración.
La palabra páramo sirve para designar todos los desiertos montañosos de la Cordillera ; sin embargo marcan una diferencia entre “en
el”
(páramo)
y
sobre
la
“cumbre”
154
del
mismo.
También
se
ha
Pico
formado
de
este
Nevado
vocablo
de
el verbo
La
Concha
y
Chivito
“emparamarse”
esto
es, perecer
en
el
montaña de alta viajeros a los despedir suelen criollos páramo, y los con el buen deseo de: “que no emparame ” con lo que quieren decir en Mérida decir estila se ”. También páramo el en a fenecer “no vaya nevadas las de a causa considerablemente baja cuando la temperatura '““es frío) en montañas: (el para emparamarse” -—como para las morirse de allí dice la gente como malo” está “páramo el —. Cuando mañanas las de despejado el cielo frecuencia Con atravesarlo. nadie osa para la con los picos nevados brillando al sol, seduce a los viandantes partida, lo en peligrosas envueltos súbitamente ven se mejor a pero los en — como tempestades altos, o puestos desfiladeros Los de nieve. de reliquias de sembrados — se ven tiroleses Alpes los “* Marterln ” de madera, viajeros de cruces sosteniendo hacinadas piedras malogrados, así como esqueletos de mulos despeñados, todo lo cual subraya todavía para algunos Con en todo, paisaje. del yermo tétrico más carácter el jes y parti elevadas prominencias por defendidos mts. a 4.000 3.000 de
155
cularmente
de agua tropezamos con la flora carac en estas altitudes del trópico desarrollan una belleza sorprendente gracias a la persistente humedad. Por última vez se deja ver la “palma de cera”, palmera que medra en las alturas el el “arbusto en límite superior del bosque donde último nudoso se extravía entre la flora del páramo. Entre los arbustos existentes tengo que mencionar especialmente y desde el punto de vista como artista pintor por su floración rosada y amarilla a la Befaria, la rosa alpina de la Cordillera además de Rhexias, Bauhinias, Melastomatáceas, Vac cinioideas, los etc. En lugares húmedos también hallamos frágiles hele chos entre líquenes y musgos tan estrechamente adheridos sobre las esta piedras que éstas parecen como pintadas. Pero entre toda flora marcadamente el y entre se destaca género Espeletia ellas la Espeletia argentea el “frailejón” es precisamente la que imparte un cuño especial Sus sobre que a los páramos. copas se desarrollan unos troncos parecen negros a causa de las hojas marchitas y secas que los cubren, “alcanzan por sobre la altura de un hombre y llegan casi a un metro de espesor. Las hojas lanceoladas y de color verde argénteo, parecen de felpa sedosa más crecen espesamente unas y tienen de 25 centímetros; junto a otras formando a distancia enormes bonetes copetes que asemejan blancos. La denominación de frailejón (monje anciano) está bien aplicada. Si al oscurecer se echa una mirada sobre un páramo cuya superficie esté cu de parece de bierta con millares matas de frailejón como si un gran número monjes de diversos tamaños y posturas estuviera congregado ante noso tros. Algunos ejemplares viejos y encorvados perdieron ya su albo gorro; otros yacen o bien se inclinan hacia su vecino, como suele la gente que copa toma una de más. Nuestra acuarela muestra en primer término algunos ejemplares viejos con sus floraciones distribuídas en tallos a veces de un metro provistos de pequeñas hojas y flores amarillas, En la época Lindens, que el frailejón florece, invade los páramos el Oxwydon el se elevados y que colibrí que aventura a lugares más los criollos llaman “chivito”. pronto como desaparece, Tan la floración también este pajarillo pintado discretamente de un verde metálico mate, abandona el páramo, Ni pájaros ni insectos lucen allí colores vistosos ; puede terística
de
junto los
a
corrientes
páramos, que
decirse que la fauna pretende entonar con el paisaje. Entre las aves voy a mencionar las que fui coleccionando como sigue: Anthus bogo tensis,
Phygillus unicolor, Cyanea, Sepophaga Ochtoeca gigas — Tordus tordo grande casi completamente negro —
andium
— pato
de
páramo
que
se
extiende
a
mayor
superciliosa, querquedula
altura. A
una
de mts.. todavía una especie de el 3.500 hallé nueva papagayo, altura
156
Conurus
rhodocephalus
clus
y con
él un
tordo
de
agua
negro
y blanco
(Cin
leuconotus) que vive exactamente con las mismas costumbres que el nuestro. En monte bajo se encuentra el Stegnolaema Montagnii, muy parecido al guaco y proporciona también un asado excelente.
Después de una permanencia de ocho días en los páramos, observé que había escampado el tiempo y me decidí a escalar el picacho de La Columna,'* el cual se yergue al oeste de La Concha. Salimos al amanecer dispuestos a pernoctar en el pico. Al principio todo iba muy bien, mas luego nos vimos forzados a abandonar el camino de herradura, para encaramarnos por un pésimo cantizal. La subida se acentuaba cada vez más para terminar en una cuesta empinada y escabrosa. A las ocho nos encontrábamos sobre 4.000 mts. de altura y después de cuatro
horas
de
fatigosa
ascensión
alcanzamos
el extremo
de
una
cresta lateral del pico, el cual se aprecia en la lámina que representa la Sierra Nevada con los efectos de luz del “sol de los venados”. Nos encontrábamos ahora a unos cientos de metros sobre la línea de las nieves perpetuas y contemplábamos a nuestros pies un campo de nieve en este momento particularmente crecido, pues fuertes nevadas habían tenido lugar en los últimos tiempos. La Concha acostumbra a tener más nieve que este picacho porque en las enriscadas laderas de éste no queda bien prendida. Ante nuestra vista se extendía todo un mundo y podíamos pasear la mirada por todas las zonas de vegetación. Dominábamos la mayor parte de la Cordillera de Mérida y la ciudad en lo profundo sobre maravillosa meseta ; el panorama abarcaba por sobre las cálidas regiones de Ejido, mucho más lejos aún. Sobre nosotros describía círculos el cóndor, rey de los aires, cuyo límite septentrional de expansión parece ser la Cordillera de Mérida. Regocijados por el panorama, reconfortados por la comida y la bebida, procedimos a instalar bajo un enorme bloque de piedra que montado sobre otros formaba como una caverna,
un
lecho
donde
pasar
la noche;
no
accedieron
a ello
gustosos
mis peones, sino al cabo de haberles prometido un aumento en su salario. Aunque ya me parecía imposible escalar el propio pico debido a su escarpadura, abrigaba la esperanza de tentar la suerte al día siguiente. Pronto salí de mis dudas, porque nos vimos envueltos en nubes y sobre nuestras cabezas empezó a rugir una ventisca que apenas si nos permitía mantenernos de pie. Mis acompañantes insistían en el descenso, cosa a la que finalmente tuve que acceder en contra de mi (2)
Hoy
Pico Bolívar
(5.007
T. - N. del mts.).
157
voluntad. Agitando Columna
mi sombrero saludé y me despedí del Picacho de La en la Sierra Nevada de Mérida.
Si bien no me fue dado escalar el pico de esta montaña, tuve por lo menos la satisfacción de haber ascendido tanto como para ver a mis pies el límite de las nieves eternas y gran parte de la distancia recorrida por mí hasta la baja tierra caliente. Durante el regreso pude todavía sacar un boceto del Picacho de La Concha con sus pequeñas lagunas y el cual reproduzco aquí por lo característico, como viñeta. También mis colecciones aumentaron con abundante material. La mayoría de las aves recogidas por mí en Venezuela proceden de la Cordillera,
mientras que a formar el resto han contribuido todas las demás
pro-
vincias desde la Costa de Paria hasta Maracaibo. De las colecciones y observaciones se desprende, que la flora y fauna del sur de Venezuela, es
idéntica
a la
del
norte
del
Brasil;
las Guayanas y la de las provincias la república vecina de Colombia.
la
del
noreste
es
la
misma
de la Cordillera es exacta
158
de
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CAPITULO
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VII
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a Mérida, a la que
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alcanzar de nuevo la costa no por Maracaibo sino por el interior, de modo que decidí mi partida lo antes posible. Así en el mes de septiembre aban
vez
RAS
había
tomado
cariño.
Ante la casa del general Balza, con cuya familia me había hallado como en mi propio hogar, se formó una cabalgata para acompañarme en mi despido y de todas las calles se dejaba oír un cordial “adiós ” o un amistoso “* buen algo por viaje ”. La gente estaba preocupada mí, porque ha poco un feroz criminal se había fugado de su reclusión, a fin de convertir
de
nuevo
el
Páramo
de
Mucuchíes,
teatro
de
sus
anteriores
asesinatos, en un paraje inseguro. Por tal causa algunos viajeros crio llos habían aplazado su viaje para cruzar en grupo conmigo el páramo.
Seguimos el ya conocido camino que desde el valle del Chama, sube a Mucuchíes. Más arriba de esta pequeña ciudad alcanzamos la última población de Los Apartaderos, 3270 mts.; a la derecha de la misma se encuentra la bifurcación del camino que conduce a Barinas, límite superior de los cultivos de trigo. Aquí comienza la subida al propio páramo ; a veces el suelo era rocoso, otras veces enlodado o pantanoso, y Cada vez más empinado. El camino real para los jinetes es bueno, de forma que sin grandes dificultades efectuamos el paso del páramo cuya cumbre alcanza 4120 mts. sobre el mar. Cuando nos
161
hallábamos
claro y sosegado de un tiempo en medio máximo en punto su brillaba las mientras de mediodía sol el nosotros sobre agradablemente negruzcas y solitarias masas rocosas todavía cargaban bastante nieve.
En este lugar tomé un apunte que originó la adjunta acuarela. Otra vez dirigí una mirada llena de nostalgia hacia el lado de Mérida ; por sobre la presente altura del Páramo de Mucuchíes, asomaban al fondo por la parte derecha los picos más prominentes de la Sierra Nevada vestidos de blanco, mientras a la izquierda se veía la cadena también nevada del Páramo de Santo Domingo. No bien hubimos terminado de pasar dejando el páramo a nuestras espaldas, el tiempo cambió bruscamente ; gruesas nubes encapotaban el cielo y no tardó en caer una borrasca de lluvia y nieve, que no dificultó poco nuestro descenso, el cual algunas veces se efectuaba por senderos pendientes y tortuosos que conducen a la triste aldea de Chachopo, sita a 2620 mts. Anochecía cuando llegamos completamente empapados y nos costó mucho trabajo hallar hospedaje. Repetidas veces había oído mentar a Chachopo como el lugar de peor fama de la Cordillera. Al parecer tenía su residencia aquí el ladrón de marras. Pero nuestra patrona nos refirió que había sido detenido en Barinas y a golpes había sido reducido a trizas. — El asesinato por robo es en términos generales raro en Venezuela ; es mucho más común cuando el móvil es la política, los celos, etc. — se puede cruzar con tranquilidad todo el país, cosilla se puede perder acá y acullá por hurto, y éste sólo tiene lugar cuando es fácil cometerlo y al delincuente le viene bien el objeto en cuestión. Esta comodidad o despreocupación, es pro porcionada al sistema penitenciario. Algunas poblaciones carecen total mente de locales de reclusión y frecuentemente se puede ver al delincuente al “cepo”, de en aire libre bajo la sombra un árbol aprisionado un o sean, de los bloques madera conocidos también por nuestra justicia y que antiguamente fueron usados con el mismo fin. ya que
Por
consiguiente
a lo sumo
alguna
Las circunstancias son poco cómodas cuando estalla una de las revoluciones no raras aquí. Carentes de escrúpulos tanto las tropas del gobierno, como los facciosos requisan toda clase de caballerías desde el noble bruto hasta el pacífico asno, bien se trate de propietarios amigos o enemigos. También se ve forzada la población a tomar las armas; pues un servicio militar obligatorio no está establecido. Tuve un incidente desagradable a mi entrada en Chachopo con el jefe de la policía, cuya vista quedó prendada de mi escopeta de doble cañón. Mi amenaza
162
con el arma, que disparé por encima del digno funcionario, protegió mi propiedad de su codicia. Despechado manifestó que sabría como conseguir mi escopeta al día siguiente ; pero se le brindó muy poca oportunidad para ello, porque después de una pésima noche abandoné este mísero lugar, antes de romper el alba. Rodeados todavía por altas montañas, seguimos río abajo el curso del Motatán, notando en seguida que comenzábamos a hallarnos en “tierra templada ”. Al borde de la Mesa de Esnujaque, pequeña y linda meseta, dejamos el río para cabalgar sobre una alta cumbre hacia el valle vecino hasta que alcanzamos la ciudad de Mendoza situada a
1300 metros de altura, donde pasamos
la noche a fin de poder llegar
al siguiente día temprano a Valera. El valle un
clima
de Mendoza,
excelente,
el cual
está varía
relativamente
bien
mucho
se
cuando
cultivado desciende
y posee a Valera,
ubicada bastante más abajo junto al río Motatán. Esta ciudad está rodeada casi por todos lados de montañas, algunas de ellas muy altas ; sólo al norte existe una brecha amplia por donde el río corre a bañar los Llanos de Monay. Como consecuencia de este encierro, la temperatura es muy elevada, por lo menos yo no recuerdo si en Cúcuta o en otra parte, padecí más calor que aquí. A esto hube de añadir la cantidad de parásitos en que era rica nuestra posada en la plaza mayor. Sin embargo tengo que confesar que la situación de la ciudad es hermosa y hallé de nuevo una pródiga flora interior. Hacia el norte, en la cercanía inmediata a las casas se eleva una meseta, la “Sabana Larga”,
sobre una
la cual se encuentra panorámica
altas montañas
bellísima por donde
la aldea sobre vinimos.
el
de Carvajal, valle
del
Tomando
desde
Motatán, la dirección
donde la
se goza
ciudad
y
las
del este, alcan-
zamos por la tarde el río Jiménez, el cual nos fue imposible vadear, porque las recientes y fuertes lluvias en las montañas, habían engrosado notablemente su caudal. Tuvimos que recogernos en una choza cerca del río, De noche sufrimos el inútil intento de robo de una de nuestras acémilas, que en previsión la había hecho descansar cabe nuestro alojamiento nocturno. A la mañana siguiente, el río, que en circunstancias normales es fácil vadear, se hallaba todavía muy crecido. Tumultuosamente se precipitaban sus aguas turbias. Mis acompañantes no creían prudente el atravesarlo, pero por medio de palos sondeamos su profundidad, y sacamos la conclusión que a caballo sí era posible cruzarlo. Con grandes dificultades conseguimos que la recua que a costa de golpes habíamos logrado introducir en el agua, alcanzara felizmente
163
la
otra llegó turno, caballo inesperadamente se orilla. Cuando mi mi metió en una hoya, cosa que me llevó a las proximidades de perecer ahogado; caballería por fortuna mi se hizo a un lado, momento que aproveché para hendirle con todas mis fuerzas las espuelas, consiguiendo de este modo llegar a la otra orilla con felicidad. A partir de aquí conducía el camino en dirección sureste hacia Trujillo, la primera parte a través de una depresión malsana y cenagosa, la segunda por una vega bien labrada. A últimas horas de la noche llegamos a la pequeña ciudad, situada entre laderas desnudas y tristes. De Trujillo seguimos hacia el noreste, pasamos una sierra y llegamos a Santa Ana, pequeña aldea situada en una altura desde la que se disfruta un panorama grandioso sobre las montañas vecinas. No es pequeño el número de picos que se alzan aquí a 3.000 mts. Al oeste divisamos los Llanos de Monay y una parte de la llanura baja del Zulia; en lontananza brillaba de nuevo el Lago de Maracaibo. El camino
descendente
de
Santa
Ana
al estrecho
valle
del
río
Carache,
es sobremanera escarpado y fangoso, de modo que nuestras acémilas, debían repetidas veces dejarse caer sobre sus patas traseras, para poder bajar la resbaladiza ladera, deslizándose. El río Carache serpentea sus nítidas aguas en infinitas curvas, lo que nos obligó a cruzarlo unas veinte veces, aunque a decir verdad sin consecuencias molestosas. Tengo que citar un disparo feliz que en este valle me valió el cobrar un águila (Spizaetus ornatus)'” que se había posado en el saliente de una roca. Por la tarde llegamos a la simpática aldea de Carache, desde donde me proponía estudiar una parte muy interesante de la Cordillera, el Páramo de Agua de Obispo, que se halla al norte a 2765 mts. y el cual parecía prometer mucho para mis colecciones.
Llevaba
la
idea
de
permanecer
ahí
por
lo
menos
un
mes,
antes de abandonar definitivamente la Cordillera y dirigirme a la cálida llanura de Quíbor y Barquisimeto. En Trujillo ya corrían rumores de una revolución que había estallado en El Tocuyo y que al parecer se extendía hasta Carache. No bien puse pie a tierra en el patio de la hostería,
y el patrón
se
informaba
de
los
motivos
de
mi
viaje,
me
dí
rápidamente cuenta que mis deseos no iban a verse cumplidos, Opinaba éste que debía abandonar la idea de mi gira, si no quería perder a mis peones y animales. —“A Ud. como extranjero, — manifestaba, — no le pasará nada y podrá seguir tranquilamente su camino. Pero le serán
(1)
Aguila
negra
(Oroaetus
Isidori). - Roehl, E.:
164
“Fauna
descriptiva
venezolana”.
Lago
de
Valencia
E
de (Tacarigua) desde la serranía término, el autor pintando.
a
la costa.
En
primer
retenidos con toda seguridad, sus peones y sus mulos”. Bajo estas cir cunstancias tuve que pensar en continuar mi viaje. A la mañana siguiente la aldea ya amaneció con un sobresalto ; por el Monte Calvario habían llegado corriendo tres hombres armados. Sólo se trataba de unos deser tores, por cuyas noticias pudimos colegir, que el camino de El Tocuyo se seriamente interceptado. hallaba De mal talante inicié el regreso, teniendo que tomar el mismo sendero, por el cual había venido, y lleno de despecho me despedí con una mirada de las alturas del Páramo de Agua de Obispo del que tantas cosas buenas me había prometido. No me cupo otro remedio que efectuar el dilatado rodeo por el Lago de Maracaibo, esto es, atravesar de nuevo la selva Zuliana y desde el puerto de Moporo en un velero llegarme hasta Maracaibo.
Esta vez el paso del río Jiménez no ofreció dificultad alguna ya que sus aguas corrían ahora claras y tranquilas ; no tardamos en llegar a Valera en donde mi inesperada aparición causó sorpresa, pues me creían de viaje hacia la costa. No nos detuvimos, empero, en lugar tan caluroso, sino que por el oeste seguimos hasta el pueblo de Ponemesa sito a 1.000 mts. En las cercanías de la pequeña ciudad de Betijoque cabalgamos a repecho por las laderas hacia la Sabana de Mendoza, punto en donde dí por terminada mi permanencia en la Cordillera. Otra vez me encontraba en las selvas de tierra baja y me apresuré a llegar a Los Añilas, pueblo que sólo dista siete horas de la orilla
del Lago.
Mi intención
era pasar algún tiempo
“aquí, pero como
dejé
dicho en otro lugar fuí víctima de una fiebre violenta. Restablecido hasta cierto punto, mi única preocupación era llegar a la costa cuanto antes. En los últimos días había llovido mucho y los caminos eran casi intransitables,
no
obstante,
la resistencia
de mi
mulo
dió
buena
cuenta
de ellos salvando por fortuna todos los obstáculos. Ya en Moporo me separé de mis acompañantes y pisé el puente de desembarque que para salvar la vasta playa cenagosa se adentra mucho en el Lago. Un bote me llevó a bordo del barco que debía conducirme a Maracaibo, en donde compatriotas míos me recibieron cordialmente. Efectuaban el tráfico marítimo pequeñas embarcaciones de cabotaje de muy poco calado, que cuando soplaba el viento favorable pasaban fácilmente la barra que forma la desembocadura del Lago, en el golfo de Maracaibo. Pero a mi partida la suerte no me fué benévola. Después de tres días de espera en el llamado “bajo seco” en la parte sur de la barra, se levantó por la mañana
una fuerte brisa la cual lamen-
tablemente cesó en el preciso momento en que íbamos a pasar el estrecho banco de arena. La corriente nos lanzó sobre éste y nuestro barco
166
encalló
de
tal
posible
sacarla
manera
que
ni
a flote. Fué
echando
izada
la
parte
de
la
carga
bandera
de
socorro;
al
agua
no
tardó
fué en
acudir un cúter piloto procedente de un velero alemán anclado en Bajo Seco y el cual comandaba el capitán Becker. Tengo que agradecer a éste y a su gente, que por lo menos la parte valiosa de mis colecciones pudiera salvarse; muchas cajas con orquídeas y animales vivos se fueron a pique. Por suerte nuestro barco estaba fuertemente construído y resistió los vendavales, de forma que todo el pasaje y la tripulación pudieron ser llevados sanos y salvos a un banco de arena. El cúter piloto nos regresó a Maracaibo donde nuestra llegada a medianoche causó una sorpresa mayúscula. Estábamos completamente empapados pues nos habíamos apretujado todos sobre la cubierta donde golpeaban incesantemente las olas. Al cabo de unos días partí en un velero más chico y cuando atravesamos la barra esta vez con éxito, ya no se veía traza ninguna del barco embarrancado.
Después de una travesía de diez días contra viento y marea divisé las bien conocidas montañas de Puerto Cabello, que emergiendo del azul oleaje parecían darme la bienvenida. No tardé en hallarme nuevamente en el Mirador de casa Blohm que fue llamado “la torre del pintor zoólogo” y desde donde pude expedir mis colecciones a Inglaterra. Como de costumbre el señor Blohm y su esposa me prodigaron una buena acogida y me rodearon de atenciones ; el vivo interés que ambos sienten por el arte y la naturaleza, tuvo repetidas veces su expresión en el apoyo que depararon a mis trabajos, de modo que me fué posible alargar mi permanencia allí dando lugar a que en excursiones sucesivas completara algunos conocimientos y repitiera visitas a los lugares que ya eran para mí queridos. Correspondo a tanta bondad con el sentir de mi profundo reconocimiento. Pude una vez más sumirme en el goce de las bellezas naturales del valle de San Esteban y disfrutar del generoso apoyo y hospitalidad, así como de la contemplación de la íntima vida familiar en casa del señor Roemer, a quien estoy muy agradecido, así como al señor Leseur y Sr, Ermen. Asimismo recuerdo a los señores Gruner, Schieremberg, Ruete, Becker, Baasch, Roehl, Valentiner, Gathmann, Brauer, Ludert, Nagel y a otros compatriotas. Tomando como punto de partida al pueblo de San Esteban, emprendí otras excursiones a través de las selvas montañosas hacia el Lago de Valencia y los Llanos, y pude esta vez favorecido por el tiempo dibujar desde
La
Cumbre,
puesto
de
2.600
mts.
la
costa,
distintos puntos de vista del Lago de Valencia que se extendía pies y uno de los cuales inserto en una lámina característica.
a mis
167
en
las
montañas
de
También crito
diante
hallé
por Humboldt —
en
esta
que
gira
notable el
contiene
una
resina
“palo
de
vaca”
lechosa, de
— des-
la cual
me
una incisión en su tronco recogí en corto tiempo el contenido de una botella. Vertida en el café en efecto hace pensar en un sustituto de a menudo instalado mi de la leche. Muy he taller en plenos bosques Venezuela ; adjunto el boceto de uno de éstos que instalé en las monta ñas costaneras en la mentada cumbre de Valencia donde pasé más de una noche en la completa soledad de la selva. Si se pasa la cadena mon tañosa
al
sur
del
lago,
se
columbran
los
Llanos
con
sus
bosques
de
palmeras, sus superficies de hierba y sus árboles chaparros. Cual hilos de plata serpentean numerosos ríos por la llanura al parecer infinita, mientras lagunas de todos tamaños brillan esparcidos aquí y allá. En sus de aguas habita el curioso temblador cuya pesca por medio caballos dió pie a Humboldt para su conocido relato. Al parecer en Venezuela nadie sabe dar razón de esto, pues las muchas veces que he requerido detalles sobre el particular sólo he recibido en respuesta movimientos de extrañeza. Algo parecido le ocurrió al Dr. Sachs, que estuvo en Los Llanos exprofesamente para estudiar esta anguila eléctrica. Un animal mucho más peligroso en estas aguas es el pez llamado Caribe de 15 a 18 mordedura agudísima resulta gran para cms. cuya de peligro hombres y animales. En cuanto el más mínimo rastro de sangre se muestra y el que en el agua, acuden estos enemigos en masa hombre cerca del salvarse, está no se halle lo suficientemente margen para perdido. definitivamente El habitante de Los Llanos es parecido en sus costumbres al gaucho de la Pampa argentina. Jinete excelente parece respecto a su caballo un centauro, por la forma en que a velocidades vertiginosas cruza los Llanos carentes de senda alguna. Plenamente consciente de su fuerza y audacia, canta: Con
no
caballo mi lanza y mi me importa la fortuna,
alumbre o no alumbre el sol brille o no brille la luna.
Pero del ya muy lejanas por estepas campea el gaucho mientras un ni árbol un medra no que las en vastísimas extensiones trópico, en arbusto y regadas por escasos ríos pequeños, teniendo que protegerse llanero el poncho, de un grueso abrigo al frío intenso del veces no pocas vive magníficamente en la región tropical en llanuras bajas y cálidas 168
Vista de Norte a Sur sobre el Valle de Caracas.
que solamente en algunos parajes poseen el verdadero carácter de las estepas. Porque como hemos dicho repetidas veces el agua es abundante y la vegetación es ubérrima. Pero regresemos al bello lago. Después de despedirme en Valencia de la hospitalaria familia Froehlke, encaminé mis pasos hacia Caracas por la orilla norte del lago, por uno de los paisajes más bellos de Venezuela. En Guacara los campos algodoneros estaban en plena floración y los ricos valles de Aragua, el vergel de Venezuela, incitaban a una larga permanencia. Todavía un breve alto bajo el samán de Giiere, gigante arbóreo al parecer concebido para la eternidad ; luego marchando hacia Caracas !... Una mirada más sobre el maravilloso valle que oculta en medio de ricos cultivos la capital del país. Desde un altozano entre Antímano y la ciudad, tomé el boceto que orginó la adjunta lámina en colores. Al fondo se eleva la famosa Silla de Caracas, a 2700 mts. de altura, mientras el pico de Naiguatá, algo más lejos, parece se eleva unos 180 mts, más. Escalé ambas cumbres y desde esas alturas me fué dado contemplar el mar Caribe, cuyo horizonte bajo el engaño de un velo de nubes parecía perderse en el infinito. Los barcos que surcaban las azules aguas del mar parecían flotar en el aire. Como se puede notar tanto en nuestra lámina en color, como en la ilustración en negro, los alrededores de Caracas presentan una configuración de terreno muy variada. La ilustración en negro está tomada desde el llamado “' antiguo camino español ” en el punto en que viniendo de La
Guaira
se ha
pasado
la cresta
la vista es de norte a sur. Muestra
de la montaña
costanera,
esto
es,
el alto valle casi en toda su longitud,
a la derecha La Vega, a la izquierda Petare ante el cual en segundo término se ve la falda de La Silla. Al fondo la lejana cadena de montañas, forma
la
línea
montañosa
limítrofe
de
los
Llanos,
y
en
el
interior
de
ella se extiende el vasto valle, rico en plantaciones, que riega el río Tuy. De ambas ilustraciones se desprende que la capital es un excelente punto de partida para emprender giras provechosas hacia todos lados. Desde todas las alturas adyacentes la impresión que causa el panorama es paz y belleza; cualidades basadas en una agricultura muy desarrolada y una laboriosidad bendecida por una eterna primavera. Pero lamentablemente, ¡cuántas veces la furia bélica ha desvastado este maravilloso valle y cuántas revoluciones han actuado en él de manera nefasta!... Está completamente fuera de duda que los venezolanos en verdad patriotas, son pacíficos, pero hay que lamentar que su número sea tan reducido y la mayoría de las veces su voz no es bastante fuerte para
170
hacerse
y poner oír
coto
tentativas a las
zón
deseamos que pronto despeje se hermoso país. En más de una ocasión ha la que cuales las de y enconadas, mi recuerdo, fue la que tuvo lugar en
largos tres
días
Con revolucionarias.
todo
cora-
la
situación, bien este de para sido largas de luchas testigo quedado viva en más manera de de Después 1870. año el Caracas he
de Guzmán general el la ciudad tomó horribles combates
Blanco
que serie una mantuvo de Venezuela, presidente como tarde más de abiga hordas por invadida vió se principal plaza La de paz. años que rradas,
de acudían anunciaban poco silencio
Poco
ensordecedor de un griterío al son
y bajo
un
animado
tiroteo,
por que salvas de las estruendo el excitados lados todos un el tarde Más poder. asumido había que jefe el nuevo Caracas. de calles las de enseñoreó se tranquilizador después
de
las
terribles
luchas,
otro
cuadro
bélico
tuvo
lugar en la costa, cuadro bélico, empero, de paz. Un gran acontecimiento que a todos los alemanes residentes en Venezuela llenó de gozo y a los venezolanos de admiración. Cinco unidades imponentes de la escuadra alemana,
bajo
el
mando
del
almirante
Werner
izaron
la
bandera
de
Alemania en aguas venezolanas. No olvidaré nunca la impresión de poderío que estos gallardos barcos produjeron a su entrada en la bahía de Puerto Cabello. El estampido de ambas artillerías saludándose a la recíproca, retumbaba mil veces en el eco profundo de los valles y hondonadas de la cordillera de la costa. Cuando los oficiales y la tripulación circularon
por
las
calles
de
la
ciudad,
los
alemanes
residentes
desbor-
daron de júbilo, traducido en homenajes de bienvenida y estrechamiento de manos. A esto se sucedieron los festejos entre los cuales dejaron memoria, el baile que los comerciantes ofrecieron en la ciudad y el que se dió a bordo del “* Friedrich Karl”. En éste la sala como la cubierta del buque estaban adornadas con plantas tropicales, Casi toda la población culta estaba presente. Más de una ardiente mirada cayó de los negros ojos de las graciosas criollas sobre las frescas y bizarras figuras de nuestros marinos. Una amistad duradera surgió entre el comandante Werner y yo; su alto sentido para el arte y la naturaleza le atrajo más de una vez hacia
mí.
Pero
estos
hermosos
días transcurrieron
demasiado
de
una mañana la bahía de Puerto Cabello amaneció silenciosa como y las calles de la ciudad recobraron su fisonomía acostumbrada.
prisa ;
antes
Venezuela en los últimos tiempos ha cobrado gran impulso. Puede decirse sin ambages, que en cuanto a progreso anda a la cabeza de los países sudamericanos, a pesar de que continúan nuevas revoluciones entorpeciéndolo. La presente obra ceñida estrictamente a la descripción
171
pintoresca de su naturaleza, no progreso. naciente de este
es el lugar apropiado para darse cuenta
Venezuela para mí fue casi una segunda patria. Cuando llegó el momento de mi separación después de ocho años de larga permanencia y viajes en todas direcciones, al divisar desde la cubierta del barco las montañas costaneras de Puerto Cabello y la majestuosa Silla de Caracas , me embargó un sentimiento contradictorio de tristeza porque debía abandonar el país, de gozo porque finalmente volvía a ver a los míos. Luego se dió la señal de partida ; la hélice comenzó a trabajar y paulatinamente las principales alturas de la costa fueron desapareciendo en la lejanía brumosa del horizonte. bado
Este
cuadro
en mi
mente,
en realidad.
¿Podré
encantador junto
ha
quedado
al ardiente
deseo,
realizarlo alguna vez ?
172
de
manera
de verlo
indeleble
gra-
otra vez convertido
PROLOGO
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CAPITULO LL... ..o
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11 - EN
CAPITULO
!1I - Á TRAVES DE LA SELVA
CAPITULO
1V - COMIENZA
CAPITULO
V + MERIDA
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CAPITULO
VI - EXCURSIONES
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LA REGION
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CAPITULO VII - LA ASCENSION A LA SIERRA NEVADA CAPITULO
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INTRODUCCION
INDICE
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BELLO PAIS TROPICAL” “VENEZUELA, EL MAS | M£*!24 A. Goering. - Traducción de M. Luisa G. de Blay. Edición especial, de 2.000 ejemplares, totalmente elaborada en Gráficos Universitarios - Mérida, los Talleres Venezuela, - del 3 de febrero al 29 de marzo de MCMLXII, CLIT aniversario de la Fundación de la Universidad de Los Andes, - En su realización intervinieron: R.A. compaginación; Pabón, texto; Nicolás Sánchez, a Evgueni Krupij, impresión de texto y láminas. - Grabados, cargo de M. César Baena; Encuadernación a cargo de R. Omar Calderón. Coordinación y delineación gráfica: Giuseppe Scattolin.
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