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Spanish Pages xx, 156 [181] Year 2017
Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954) Germán Arciniegas y Arturo Zapata: dos editores y sus proyectos
Un momento en la historia de la edición y la lectura en Colombia (1925-1954). Germán Arciniegas y Arturo Zapata: dos editores y sus proyectos Resumen Los proyectos editoriales de Germán Arciniegas y de Arturo Zapata contribuyeron a la modernización de la industria editorial colombiana, al proponer nuevos autores y temas, así como nuevas formas de acercamiento a los ya conocidos, legitimando la figura del editor al mismo tiempo como hombre de letras y de negocios. Igualmente, contribuyeron a desarrollar la edición como un espacio relativamente diferenciado de la creación literaria, la impresión y la administración de librerías, generando una transición hacia la profesionalización del oficio del editor en Colombia. Esta obra está dividida en tres capítulos. El primero aborda el papel como editor del reconocido y consagrado intelectual bogotano Germán Arciniegas, desde sus Ediciones Colombia (1925-1927) y de la Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, en su calidad de ministro de educación. El segundo presenta la trayectoria del reconocido editor Manizales y Arturo Zapata, desde su participación en la publicación del periódico La Voz de Caldas (1926), hasta su retiro de la labores editoriales en 1974. El último capítulo presenta un panorama general de la división, la producción bibliográfica, las prácticas lectoras y la profesionalización del escritor en Colombia entre 1925 y 1954. Palabras clave: Historia de la edición en Colombia, historia de la lectura, derechos de autor, Germán Arciniegas, Arturo Zapata, editoriales, cultura impresa. A Moment in the History of Colombian Publishing and Reading, 1925-1994. Germán Arciniegas y Arturo Zapata: Two Editors and their Projects Abstract This work recalls a series of publishing projects that contributed to the modernization of Colombian publishing. Acclaimed Bogotá intellectual Germán Arciniegas (1900-1999) was the figure behind Ediciones Colombia (1925-1927); Arturo Zapata published through a company using his own name (1933-1954); and the Ministry of Education published widely while Arciniegas was Minister, producing the 161 titles of the Popular Library of Colombian Culture (Biblioteca Popular de Cultura Colombiana) in 1942-1952. These projects brought previously unpublished authors into print, introduced new topics and took new approaches to existing ones, lending credence to the figure of the publisher as both a man of letters and a businessperson. Publishing was presented as an identifiable activity separate from literary creation, printing, and the management of bookstores, and represented the professionalization of the Colombian publisher as a prominent figure in the industry. The work is divided into three chapters. The first chapter discusses Germán Arciniegas in his role as publisher and Minister of Culture on projects such as Ediciones Colombia and the Popular Library of Colombian Culture. The second chapter describes the career of Arturo Zapata of Manizales from his work on the regional newspaper La Voz de Caldas (1926) up to his 1974 retirement. The last chapter presents a general overview of Colombian publishing, book production, the characteristics of the reading public, and the professionalization of writing in the country between 1925 y 1954. Keywords: History of publishing in Colombia, history of reading, copyright, Germán Arciniegas, Arturo Zapata, publishers, print culture. Citación sugerida Marín Colorado, Paula Andrea. Un momento en la historia de la edición y la lectura en Colombia (1925-1954). Germán Arciniegas y Arturo Zapata: dos editores y sus proyectos. (2017). Bogotá: Editorial Universidad del Rosario. DOI: doi.org/10.12804/th9789587388787
Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954) Germán Arciniegas y Arturo Zapata: dos editores y sus proyectos
Paula Andrea Marín Colorado —Compiladores—
Marín Colorado, Paula Andrea Un momento en la historia de la edición y la lectura en Colombia (1925-1954). Germán Arciniegas y Arturo Zapata: dos editores y sus proyectos / Paula Andrea Marín Colorado. – Bogotá: Editorial Universidad del Rosario, 2017. xx, 156 páginas – (Colección Textos de Ciencias Humanas) Incluye referencias bibliográficas. Edición – Historia – Colombia / Editores – Historia – Colombia / Lectura – Historia – Colombia / Arciniegas, Germán, 1900-1999 / Zapata, Arturo, 1901-1981 / I. Universidad del Rosario. Escuela de Ciencias Humanas / II. Título / III. Serie. 070
SCDD 20 Catalogación en la fuente – Universidad del Rosario. Biblioteca
JDA
Abril 6 de 2017
Hecho el depósito legal que marca el Decreto 460 de 1995
Colección Textos de Ciencias Humanas © Editorial Universidad del Rosario © Universidad del Rosario, Escuela de Ciencias Humanas © Paula Andrea Marín Colorado Beca Instituto Caro y Cuervo de Investigación en Historia de la Edición en Colombia Colecciones y Catálogos (1919-2014) Programa Nacional de Estímulos 2015 Ministerio de Cultura Editorial Universidad del Rosario Carrera 7 No. 12B-41, of. 501 Tel: 2970200 Ext. 3112 editorial.urosario.edu.co
Primera edición: Bogotá, D.C., junio de 2017 ISBN: 978-958-738-877-0 (impreso) ISBN: 978-958-738-878-7 (ePub) ISBN: 978-958-738-897-4 (pdf ) DOI: doi.org/10.12804/th9789587388787 Coordinación editorial: Editorial Universidad del Rosario Corrección de estilo: María José Molano Valencia Montaje de cubierta y diagramación: Precolombi EU-David Reyes Impresión: Xpress. Estudio Gráfico y Digital S.A. Impreso y hecho en Colombia Printed and made in Colombia
Los conceptos y opiniones de esta obra son responsabilidad de sus autores y no comprometen a la Universidad ni sus políticas institucionales. El contenido de este libro fue sometido al proceso de evaluación de pares, para garantizar los altos estándares académicos. Para conocer las políticas completas visitar: editorial.urosario.edu.co Todos los derechos reservados. Esta obra no puede ser reproducida sin el permiso previo escrito de los editores.
Contenido
Índice de figuras................................................................................. ix Índice de tablas.................................................................................. x Agradecimientos............................................................................... xiii Introducción...................................................................................... xv Historia de la edición e historia de la lectura....................... xix Capítulo I. Germán Arciniegas, editor: Ediciones Colombia (1925-1927) y Biblioteca Popular de Cultura Colombiana (1942-1952).................. 1 Ediciones Colombia y Talleres de Ediciones Colombia (1925-1929).................................................. 2 La colección Ediciones Colombia (1925-1927)....... 4 El catálogo de los Talleres de Ediciones Colombia (1925-1929)...................................... 19 Germán Arciniegas y los derechos de autor......................... 27 Biblioteca Popular de Cultura Colombiana (1942-1952)..................................................................... 33 Germán Arciniegas: gestor cultural...................................... 56
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Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
Capítulo II. Las empresas editoriales de Arturo Zapata (1926-1954).............................................................................. 61 Las publicaciones periódicas y la revista Cervantes............ 62 Casa Editorial y Talleres Gráficos Arturo Zapata (1933-1954)..................................................................... 70 Lecturas y autores en el catálogo de Arturo Zapata........... 97 Arturo Zapata, editor e impresor.......................................... 103 Capítulo III. La edición y la producción bibliográfica en Colombia (1925-1954)..................................................... 109 La producción bibliográfica colombiana............................. 110 Los derechos sobre la propiedad intelectual en Colombia..................................................................... 128 Escribir, editar y leer en Colombia (1925-1954)............... 135 Conclusiones..................................................................................... 139 Obras citadas...................................................................................... 149
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Índice de figuras
Figura 1. Figura 2. Figura 3. Figura 4.
Arciniegas editor: publicación de libros por año.... 3 Portada y publicidad de El Suplemento..................... 5 Carátulas de las Ediciones Colombia........................ 11 Carátulas de libros de los Talleres de Ediciones Colombia..................................................... 22 Figura 5. Ilustraciones interiores de libros de los Talleres de Ediciones Colombia................................................ 23 Figura 6. Sobrecubiertas y carátula de la BPCC......................... 46 Figura 7. Portadas de Cervantes................................................... 68 Figura 8. Sellos editoriales de Arturo Zapata............................ 76 Figura 9. Carátulas de libros del catálogo de Zapata diseñadas por Alberto Arango Uribe........................ 85 Figura 10. Carátulas de libros del catálogo de Zapata............... 86 Figura 11. Publicidad de la novela Risaralda.............................. 87 Figura 12. Publicidad de la cetgaz............................................. 92 Figura 13. Número de libros publicados por año de acuerdo con el catálogo de Zapata, 1928, 1954....... 104
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Índice de tablas
Tabla 1. Tabla 2. Tabla 3. Tabla 4. Tabla 5.
Colección Ediciones Colombia................................. 5 Ediciones Colombia por tema.................................... 15 Catálogo de los Talleres de Ediciones Colombia.... 20 Talleres de Ediciones Colombia por tema................ 25 Colección Biblioteca Popular de Cultura Colombiana.................................................... 35 Tabla 6. Biblioteca Popular de Cultura Colombiana por tema.......................................................................... 49 Tabla 7. Catálogo de los libros editados por Arturo Zapata, 1928-1954....................................................... 71 Tabla 8. Catálogo de libros de Arturo Zapata por tema........ 98
x
A nuestro padre, Jaír Marín, a su fuerza, su risa y su generosidad.
Agradecimientos
Los resultados de la investigación que se presentan aquí no habrían sido posibles sin el apoyo económico que recibí del Ministerio de Cultura, gracias al Programa Nacional de Estímulos 2015. Tampoco se habrían logrado sin la colaboración de aquellas personas que directa o indirectamente contribuyeron a que el camino recorrido durante estos meses tuviera menos encrucijadas: Paola Londoño, Mary Sol Novoa y Alejandra Soriano, en la Biblioteca Nacional de Colombia, quienes con su diligencia, amor por su trabajo y respeto por la labor del investigador facilitaron inmensamente el acceso y la consulta de varios de los archivos empleados en esta investigación, así como las actividades de socialización asociadas a ella. Los funcionarios del Archivo General de la Nación, quienes son un ejemplo de diligencia en la atención a los investigadores. Daniel Zapata, por su entusiasmo y por ponerme en contacto en Manizales con personas que fueron fundamentales en esta investigación. Nicolás Duque, por su interés y apoyo incondicional a esta investigación —en todas sus fases— y por facilitar su socialización en Manizales.
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Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
El personal del área cultural del Banco de la República en Manizales, por abrirme generosamente sus puertas para hablar de la historia de la edición y de la lectura en Colombia. Pedro Felipe Hoyos y Hernando Salazar, por su tiempo y por compartir conmigo sus descubrimientos sobre el admirable editor Arturo Zapata. Luisa Fernanda Herrera González, María Eugenia Londoño y Carlos Alberto Alzate, por su confianza en mi trabajo y por abrir un espacio para compartir conmigo sus vivencias y sus archivos. Juan David Murillo, por las conversaciones sobre historia de la edición y por tomarse el tiempo para leer y comentar parte de esta investigación. Gracias, en fin, a todos aquellos que escucharon con paciencia y atención mis dudas y me brindaron una respuesta generosa, de acuerdo con sus posibilidades; a aquellos que apoyaron emocional o intelectualmente esta investigación. Gracias a Susana Zanetti, primera persona que me habló de la importancia de investigar a los lectores y las ediciones, y quien sembró en mí la curiosidad por estos temas. Gracias a los profesores Renán Silva y Jesús A. Martínez Martín, cuyas generosas sugerencias teóricas y metodológicas trazaron las primeras rutas para abordar mis investigaciones en historia de la edición y de la lectura. Gracias, finalmente, a la investigación misma, por seguirme enseñando la maravilla de trabajar con los archivos, con las fuentes vivas, con la gente; por permitirme continuar el aprendizaje de hacer memoria.
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Introducción
Aparte de los excelentes trabajos de Renán Silva sobre la Selección Samper Ortega de Literatura Colombiana (1928-1935)1 y sobre las relaciones entre los intelectuales colombianos y los proyectos culturales (Ferias del Libro y Bibliotecas Aldeanas, por mencionar solo los relacionados con la edición y la lectura) de los gobiernos de la República Liberal (1930-1946),2 de las aproximaciones de Juan Guillermo Gómez García al libro de izquierda en Colombia y su auge en la década de 1970,3 y de los estudios de Juan Gustavo Cobo Borda acerca de las empresas editoriales del siglo xx,4 es poca —por no decir menos— la 1
Renán Silva, “El canon literario en Colombia: A propósito de la Selección Samper Ortega de Literatura Colombiana”, en Visión histórica de la literatura colombiana. Elementos para la discusión. Cuadernos de trabajo I, coordinado por Olga Vallejo Murcia y Alfredo Laverde Ospina (Medellín: Universidad de Antioquia-La Carreta, 2009), 87-119.
2
Renán Silva, República Liberal, intelectuales y cultura popular (Medellín: La Carreta, 2005).
3
Juan Guillermo Gómez García, “Contribuciones a la historia política y social del libro de izquierda en Medellín en los años setenta”, en Colombia es una cosa impenetrable. Raíces de la intolerancia y otros ensayos sobre historia política y vida intelectual (Bogotá: Diente de León, 2006), 333-391.
4
Juan Gustavo Cobo Borda, “Historia de la industria editorial colombiana”, en Historia de las empresas editoriales en América Latina. Siglo xx (Bogotá: cerlalc, 2000), 161-188.
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Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
investigación sobre los proyectos que marcaron el panorama editorial colombiano del siglo xx. En este contexto se hace preciso emprender una investigación sobre los proyectos editoriales de Germán Arciniegas, desde su casa editorial Ediciones Colombia (1925-1927); de Arturo Zapata, desde la editorial de su mismo nombre (1933-1954); y del Ministerio de Educación —con Arciniegas fungiendo como ministro—, con los 161 títulos de su Biblioteca Popular de Cultura Colombiana (1942-1952). Estos proyectos manifiestan no solo las líneas editoriales que siguió la edición en Colombia durante la primera mitad del siglo xx, sino que también ilustran la manera como esos actores de la industria editorial colombiana configuraron sus lectores y sostuvieron la idea de un mercado para el libro colombiano, en medio de las diversas dificultades que había para concretarlo. De esta forma, los tres proyectos editoriales mencionados contribuyeron a la modernización de la industria editorial colombiana, proponiendo nuevos autores y temas, y nuevas formas de acercamiento a los ya conocidos; legitimando la figura del editor, al mismo tiempo, como hombre de letras y como hombre de negocios; y mostrando la edición como un espacio relativamente diferenciado de la creación literaria, de la impresión y de la administración de librerías; en últimas, se trata de una transición hacia la profesionalización del oficio del editor en Colombia, aunque este proceso solo se definirá —no sin tropiezos y excepciones— en la segunda mitad del siglo xx. Fueron muchos los obstáculos que tuvieron que sortear los agentes del campo intelectual y del naciente campo editorial colombiano para ejecutar sus proyectos de creación y puesta en circulación de productos culturales impresos. Si bien es cierto que los libreros-editores se quejaban de los elevados impuestos a la publicación y distribución de los libros, y de las pocas posibilidades de que un escritor colombiano produjera una obra literaria capaz xvi
Introducción
de crear un mercado literario ‘amplio’ —al menos lo suficiente como para no ocasionar demasiadas pérdidas económicas—, los escritores también se quejaban de las pocas oportunidades que tenían para publicar un libro, fuera de las opciones de la autopublicación o de la complicada red de relaciones e influencias a las que tenía que acudir la mayoría de escritores para lograr un mínimo reconocimiento. Publicar un libro en Colombia era más costoso que importarlo y, por otro lado, los mecanismos de difusión y de distribución eran tan limitados que, muchas veces, el mismo autor debió encargarse de llevarlos a cabo o de emprender acciones para que su obra se publicara por fuera del país y tuviera así mayor circulación y reconocimiento en el ámbito literario; adicionalmente, sus derechos de propiedad intelectual estaban en entredicho, pues, desde 1936, se había aprobado un nuevo código que despenalizaba las acciones de piratería y que estaría en vigencia hasta 1946. Los hechos anteriores demuestran que tanto para los creadores como para los actores de la circulación de lo impreso, la edición, publicación y distribución de los libros se veía, sobre todo, como una empresa que conllevaba demasiados riesgos y casi ningún beneficio. Para muchos de los editores la publicación del libro era ya suficiente retribución por el trabajo de creación y de escritura emprendido por los autores; y para muchos de los escritores la legalización de sus derechos de propiedad intelectual ante el Estado era menos importante que conseguir una reseña en la prensa nacional. En medio de esta actitud de indiferencia por configurar un espacio válido para la profesionalización del escritor, del editor y de los distintos agentes del campo intelectual, surgieron propuestas editoriales que intentaron dialogar tanto con la búsqueda de beneficios propios como con el reconocimiento del trabajo de los escritores nacionales y con la búsqueda de que
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Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
estos se leyeran de forma ‘masiva’; los proyectos de Arciniegas, de Zapata y del Ministerio de Educación así lo indican. En Francia, Inglaterra y España, el despegue del capitalismo editorial se llevó a cabo en la primera mitad del siglo xix, a partir del aumento del número de ejemplares de periódicos impresos y vendidos, gracias —en gran parte— a las novelas por entregas y, luego, a la aparición de libros en formato económico. En América Latina, el proceso de aumento de productos impresos y de su público consumidor se dio mucho después y de forma irregular en los diferentes países. Si en Argentina y México, por ejemplo, dicho aumento se puede rastrear a finales del siglo xix, en Colombia en la primera mitad del siglo xx únicamente una minoría de los ciudadanos podía comprar el periódico o suscribirse a una revista, y solo hasta la década de 1950 se publicaron cien mil ejemplares al día de un periódico. Además de lo anterior, si bien en la mayoría de países las publicaciones ‘populares’ fueron vistas con sospecha por las autoridades intelectuales, en Colombia, además, las continuas críticas sí lograron menguar los impulsos editoriales orientados a publicar este tipo de literatura. Estas particularidades permiten entender las dificultades de la consolidación de un capitalismo editorial en el país. En este sentido, es importante evaluar los logros de los proyectos editoriales que se llevaron a cabo en Colombia en esta primera mitad del siglo xx, específicamente los mencionados aquí (Ediciones Colombia, Casa Editorial y Talleres Gráficos Arturo Zapata, Biblioteca Popular de Cultura Colombiana), para determinar en qué medida tales proyectos consiguieron avanzar en la relación entre cultura y mercado, entre ampliación y formación de público lector, y en la profesionalización de los oficios de editor y de escritor en Colombia. Para lograr lo anterior, esta investigación está dividida en tres capítulos: el primero abordará el papel como editor del rexviii
Introducción
conocido y consagrado intelectual bogotano Germán Arciniegas (1900-1999), a cargo de los proyectos de Ediciones Colombia y (como ministro de Educación) de la Biblioteca Popular de Cultura Colombiana; el segundo expondrá la trayectoria del reconocido editor manizaleño Arturo Zapata (1901-1981), desde su participación en la publicación del periódico La Voz de Caldas (1926), hasta su retiro de las labores editoriales en 1974; el último capítulo presentará un panorama general de la edición, la producción bibliográfica, las prácticas lectoras y la profesionalización del escritor en Colombia, entre 1925 y 1954.
Historia de la edición e historia de la lectura
La historia de la edición estudia las formas como los textos se han puesto en circulación entre la sociedad de una época determinada. En este sentido, esa historia implica: el análisis de las operaciones técnicas, económicas e intelectuales que dotan a un texto de un formato y de un soporte (material o virtual); el estudio de la influencia que tanto el formato como el soporte tienen en el proceso de circulación y de lectura; y la forma como tal lectura es asumida en un contexto cultural, político y social determinados.5 Plantear una historia de la edición en Colombia implica construir un diálogo entre la historia cultural, la historia literaria, la historia política y la historia económica, y ver la cultura escrita como un territorio de investigación que debe ser abordado desde su materialidad y su técnica. Por otro lado, centrándose en la cultura de lo impreso —caso específico del corpus que se abordará en esta investigación—, esta se debe analizar desde las estrategias de posicionamiento de los impresos en el mercado editorial, la legalidad de lo que se imprime y 5
Jesús A. Martínez Martín, “Historia de la cultura e historia de la lectura en la historiografía”. Ayer, 52 (2003): 283-294.
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Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
de sus responsables, la tensión entre el beneficio económico y la vocación intelectual presente en los escritores y en los editores y, por último —pero no menos importante—, la conformación de un público lector-consumidor que concreta la dinámica de la oferta y la demanda del mercado editorial. Así las cosas, la historia de la edición abarca el estudio de los textos en sus características materiales (factura, formatos, soportes, diseño, diagramación, selección y ordenación del texto), de las prácticas de lectura (circulación del libro: librerías, bibliotecas, espacios de socialización) y de la figura del editor como mediación entre la producción y el consumo de los bienes culturales impresos.6 En consecuencia, se procurará estudiar los proyectos editoriales de Germán Arciniegas (Ediciones Colombia y Biblioteca Popular de Cultura Colombiana) y de Arturo Zapata (Casa Editorial y Talleres Gráficos Arturo Zapata) desde dos puntos de vista: los ‘eventos’ (producción, distribución, recepción), que incluyen la planeación y puesta en circulación de los libros que componen cada proyecto, y los ‘actores’, los seres humanos que echaron a andar esos proyectos (autores, editoreseditorial, impresores, proveedores, vendedores, lectores) y las circunstancias sociales, culturales, económicas y políticas en las que lo hicieron.7 Desde los trabajos de Roger Chartier se ha demostrado que la historia del libro y de la lectura debe superar las investigaciones basadas únicamente en cifras estadísticas, así como ampliar el marco de los archivos a investigar, más allá de los inventarios y de los testamentos; esto permite, entre otras aptitudes 6
Jesús A. Martínez Martín, “Introducción”, en Historia de la edición en España 1836-1936 (Madrid: Marcial Pons, 2001), 9-23.
7
Robert Darnton, “¿Qué es la historia del libro? Una revisión”. La Gaceta del Fondo de Cultura Económica, 526 (2014): 6-10.
xx
Introducción
investigativas, cuestionar las oposiciones fáciles entre culto y popular, y entre compradores y consumidores-lectores. De allí que Chartier incluya esta historia dentro de la historia cultural, pues se trata de indagar en los usos y en las representaciones que hacen y construyen los productores y consumidores de los objetos culturales. Es esta la razón por la que se debe iniciar la investigación desde estos objetos y, a partir de ellos, reconstruir las redes de práctica que configuran(ron) el acceso a los mismos. El investigador debe elegir un conjunto de textos bien delimitado y tratar de comprender las decisiones editoriales de quienes los publicaron, así como las probables lecturas de aquellos que los compraban o los consumían.8 Desde esta perspectiva es claro que la historia de la edición no puede dejar por fuera la historia de la lectura, pues las formas (materiales y simbólicas) propias de las obras son las marcas de su particular proceso de edición, y muestran las preocupaciones, hábitos y apropiaciones culturales de sus productores, así como las condiciones sociales en las que se producen y se leen los libros.9 Se trata así de demostrar que las respuestas de los lectores no son independientes de las estructuras (narrativas, semánticas, formales, materiales) de la obra ni del soporte y formato en los que llegan a sus manos. Sin embargo, es claro que esas estructuras no logran controlar del todo los usos, las prácticas que cada público lector le da a esas obras, y esta diversidad de lecturas da cuenta de que el campo intelectual y el editorial no son espacios homogéneos, sino atravesados por diversos agentes, intereses y
8
Roger Chartier, El mundo como representación (Barcelona: Gedisa, 2005), 109.
9
Roger Chartier, El orden de los libros. Lectores, autores y bibliotecas en Europa entre los siglos xiv y xviii (Barcelona: Gedisa, 1994), 36.
xxi
Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
reglas de funcionamiento en las que siempre caben las actitudes heterodoxas.10 Los lectores de los proyectos editoriales de Arciniegas y de Zapata serán reconstruidos, entonces, a partir de las formas materiales y simbólicas de los libros objeto de estudio, así como de las reacciones que pueden rastrearse en las publicaciones periódicas de la época. De los objetos culturales impresos se pasará al estudio del circuito comunicativo del producto cultural impreso, configurado por los autores (productores), los editores (junto con los impresores, proveedores), los libreros-distribuidores (los difusores) y los lectores (tanto los ‘comunes’ como los especializados). En este marco, Arciniegas, Zapata y los responsables del Ministerio de Educación Nacional, durante el último gobierno de la República Liberal y los siguientes conservadores, constituyen un cuerpo de actores fundamentales en un momento de transición del panorama editorial colombiano, desde el mercado editorial hacia el capitalismo editorial.
10
Pierre Bourdieu, Las reglas del arte. Génesis y estructura del campo literario, traducido por Thomas Kauf (Barcelona: Anagrama, 2011), 327.
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Capítulo I
Germán Arciniegas, editor: Ediciones Colombia (1925-1927) y Biblioteca Popular de Cultura Colombiana (1942-1952)
Al hablar sobre historia de la edición y de la lectura en Colombia, Germán Arciniegas (Bogotá, 1900-1999) actúa como pieza clave dentro de ellas. Desde sus dieciséis años su vida estuvo ligada al mundo del impreso, siendo el fundador de dos publicaciones periódicas entre 1916 y 1917: Año quinto y Voz de la juventud. Desde temprana edad y, especialmente, desde 1921, cuando fundó y dirigió la revista Universidad, en su primera época (1921-1922), se convirtió en representante de los intereses de los estudiantes colombianos y latinoamericanos; luego, a estos intereses se sumó uno que lo convertiría en vocero de la cultura latinoamericana: el ‘americanismo’, eje de sus 36 libros publicados en vida, de su acción como agente cultural y de su papel como uno de los nodos principales de las redes intelectuales en Latinoamérica durante la primera mitad del siglo xx. Entre la primera y la segunda épocas de Universidad, y cuando aún la vida profesional de Arciniegas estaba anclada completamente al ámbito intelectual colombiano, fundó su casa 1
Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
editorial Ediciones Colombia. En la década de 1930, la acción intelectual de Arciniegas se desplegó desde Estados Unidos, Europa, Argentina y Colombia, desempeñándose como profesor, periodista, diplomático y escritor. En 1941, Arciniegas fue llamado por el presidente Eduardo Santos para ocupar el cargo de ministro de Educación; en 1945, este nombramiento se repite, por invitación del presidente Alberto Lleras Camargo. Son estos años en los que Arciniegas daría forma a la Biblioteca Popular de Cultura Colombiana (bpcc). De Ediciones Colombia a la bpcc encontramos la transición de un intelectual que había buscado ser un escritor profesional y lo había conseguido, y que, a través de esta profesionalización, había contribuido a profesionalizar también el oficio del editor y la especialización de la edición colombiana.
Ediciones Colombia y Talleres de Ediciones Colombia (1925-1929)
El 9 de enero de 1925, Germán Arciniegas recibió la notificación de la inscripción oficial de su casa editorial Ediciones Colombia ante el Ministerio de Gobierno —la había solicitado dos días antes— y comenzaron, oficialmente, sus labores.1 Este proyecto editorial tuvo dos resultados: una colección titulada Ediciones Colombia, que constaba de 27 volúmenes y una serie de libros publicados fuera de colección (38), que correspondían a los trabajos de impresión de los Talleres de Ediciones Colombia (figura 1). Ambos conjuntos de libros muestran una temprana claridad de Arciniegas frente a su oficio de editor: la diferenciación entre la edición y la impresión. En Ediciones Colombia, Arciniegas
1
2
En Fondo Germán y Gabriela Arciniegas (fgga), Biblioteca Nacional de Colombia (bnc), Bogotá-Colombia, Carpeta 2, 1919-1930.
Germán Arciniegas, editor
apuesta por una colección de libros literarios que responda al criterio de “la más selecta producción colombiana”; los libros de los Talleres abarcan publicaciones de naturaleza disímil, que responden a encargos de impresión más que a una decisión propiamente editorial. 16 14 12 10 8 6 4 2 0
1925
1926
1927
1928 E. Colombia
1929
1932
SD
Talleres E.C.
Figura 1. Arciniegas editor: publicación de libros por año Fuente: Elaborada por la autora a partir del análisis de las publicaciones de Ediciones Colombia y de Talleres de Ediciones Colombia.
En el momento de la historia de la edición que atravesaba el país, la diferenciación que estableció Arciniegas entre la impresión y la edición fue clave para comprender las transformaciones que se llevaban a cabo en el ámbito editorial e intelectual colombiano, y dio cuenta de que después de la Biblioteca Popular de Jorge Roa (1893-1910) y antes de la Selección Samper Ortega de Literatura Colombiana (1935), hubo un proyecto editorial que marcó un giro hacia una mayor modernización de la edición colombiana en el siglo xx: la colección Ediciones Colombia. Es claro que la condición de personaje intelectual de Arciniegas le permitió más fácilmente hacer la diferenciación entre las 3
Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
operaciones meramente técnicas y económicas, y las i ntelectuales que conlleva el oficio editorial. Si la edición en Colombia se había caracterizado por mezclar el oficio de impresor y el de editor, así como el de intelectual y el de comerciante, en el caso de Germán Arciniegas, estos procesos aparecen ya plenamente diferenciados y concentrados: por un lado, Arciniegas se dedicó a la publicación propiamente de libros y no de papelería de escritorio o de uso personal (tarjetería, cuadernos, álbumes, papel de correspondencia), tal como lo hizo la mayoría de empresas de artes gráficas de la época; por otro lado, Arciniegas se especializó en la publicación y puesta en circulación de libros ‘literarios’ y, además, de autores colombianos.
La colección Ediciones Colombia (1925-1927) Los 27 volúmenes numerados que conforman la colección Ediciones Colombia (tabla 1) fueron un conjunto de libros de 180 páginas en promedio, acompañados al final de un noticiero literario de 40 páginas: El Suplemento. Literatura-Crítica-Informaciones (figura 2). El objetivo principal de este suplemento era servir de medio de publicación de avisos publicitarios con los que Germán Arciniegas pensaba sostener su colección, junto con el mecanismo de las suscripciones, con las que era posible que el libro, antes de salir al mercado, ya estuviera pagado. En estas estrategias comerciales podemos observar la influencia —al mismo tiempo que la importancia— de las publicaciones periódicas en la consolidación del circuito comercial del libro en Colombia; Arciniegas utilizó los avisos publicitarios y las suscripciones para asegurar las ventas de sus libros y el sostenimiento de su empresa editorial, de la misma forma como se hacía en las empresas periodísticas. Cabe mencionar, en este punto, que la experiencia editorial de Arciniegas, para esta época, había sido la de las publicaciones periódicas y no la de la publicación 4
Germán Arciniegas, editor
Figura 2. Portada y publicidad de El Suplemento Fuente: Ejemplar de Ediciones Colombia, disponible en la Biblioteca Luis Ángel Arango (blaa).
de libros; por esta razón, resulta comprensible la utilización de estos mecanismos de comercialización del libro, sobre todo, teniendo en cuenta el débil estado del capitalismo editorial en este momento de la vida intelectual del país. Tabla 1. Colección Ediciones Colombia Vol.
Título
Autor
Año
I
Poemas
Gabriela Mistral, Juana de Ibarbourou, Delmira 1925 Agustini, Alfonsina Storni
II
Cuentos
Efe Gómez, Tablanca, Navas, E. Otero D’Costa, Restrepo Jaramillo, García Herreros, Enrique 1925 Restrepo
III
Versos
Guillermo Valencia, Víctor M. Londoño, Cor1925 nelio Hispano y Max Grillo
IV
Glosario sencillo
Armando Solano
V
Conversando
Laureano García Ortiz
1925 1925 Continúa
5
Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
Vol.
Título
Autor
Año
VI
Cuadros de costumbres
(Por los mejores cronistas santafereños)
VII
Los poetas de América
Julio Herrera y Reissing, Leopoldo Lugones, 1925 Enrique González Martínez
VIII
El Zarco. Novela
Tomás Carrasquilla
IX
Abandono; Nubes de ocaso; Alejandro Mesa Nicholls Juventud; Dramas
1925
X
Pasando el rato
1925
XI
El tonel de Diógenes (manual Enrique Restrepo del cínico perfecto)
XII
José Manuel Groot, Eduardo Castillo, José El libro del veraneo (cuadros Alejandro Bermúdez, Daniel Samper Ortega, de costumbres, cuentos, Alberto Sánchez, Gabriela Mistral, Joaquín 1925 Emilio Jaramillo, Alfonso Gómez, Gabriel Vélez, crónicas) Hawthorne, Dostoievski, O. Henry, Lenotre
XIII
Ligia Cruz; Rogelio; Dos Tomás Carrasquilla novelas cortas
1926
XIV
En las tierras del oro (tradiciones y cuentos de An- Roberto Botero Saldarriaga tioquia)
1926
XV
Literatura Colombiana
1926
XVI
Las conversaciones de Papá Ricardo Lleras Codazzi Rico
1926
XVII
Hombres de fuera
1926
XVIII
Historia natural de los fantasmas. Crónicas y supersti- (VV.AA.) ciones de Santa Fe de Bogotá
1926
XIX
La novela de los tres y varios José Restrepo Jaramillo cuentos
1926
XX
Bogotá. La literatura colombiana a mediados del siglo Antonio Gómez Restrepo XIX. Dos ensayos
1926
XXI
Cuentos escogidos
Ecco Neli
1926
XXII
Indagaciones e imágenes
B. Sanín Cano
1926
XXIII
Prosas
José Asunción Silva
1926
XXIV
Oraciones fúnebres (tomo I) Monseñor R. M. Carrasquilla
6
Tomás Rueda Vargas
Antonio Gómez Restrepo
L. E. Nieto Caballero
1925
1925
1925
1927
Germán Arciniegas, editor
Vol.
Título
Autor
Año
XXV
Oraciones fúnebres (tomo Monseñor R. M. Carrasquilla II)
1927
XXVI
El rincón de las imágenes Rafael Maya (cuentos y poemas en prosa)
1927
XXVII El libro de oro
Don Marco Fidel Suárez
1927
Fuente: Datos recopilados por la autora con base en la información de los libros de Ediciones Colombia y de la revista Universidad.
La forma de edición de Ediciones Colombia se sintetiza en las siguientes características: rústica (carátula en cartulina), carátula a una tinta (o, eventualmente, a dos), sin ilustraciones, papel Edad Media (importado de España), precio de 0,50 pesos y formato pequeño (17x13 cm, por lo general); junto con el número de páginas, con estos rasgos es relativamente fácil concluir el interés de Arciniegas por consolidar una empresa no solo intelectual sino también comercial. Estos libros se separaban de aquellos de carátula de pasta o forrados en tela, de papel de mejor calidad, de mayor tamaño, mayor número de páginas y con ilustraciones, que también circulaban en el mercado, pero a un precio doble de los de Arciniegas. En los últimos meses de Ediciones Colombia, Arciniegas comenzó a publicar, al mismo tiempo, dos ediciones de un mismo volumen: la edición corriente ($0,50) y la de lujo ($1), hecho que no hace más que corroborar la claridad de Arciniegas frente al oficio editorial: no solamente diferenciación de los procesos asociados a la edición, sino también diferenciación de públicos y búsqueda de cierta ‘popularización’ del libro —aunque muy relativa y solo entre un público lector ya constituido y, eventualmente, especializado, como se verá más adelante—, a través de medios conocidos para el público lector: la prensa. Pese a esta diferenciación de tareas técnicas, económicas e intelectuales, Arciniegas también sabía que cuanto más control 7
Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
tuviera sobre los procesos de edición, mayores ventajas podría sacar de su empresa editorial. Fue así como tras los seis primeros meses de publicación de Ediciones Colombia y con seis libros circulando (impresos en las prensas de la editorial Minerva), Arciniegas adquirió, junto con su socio Fernando Mazuera, un linotipo. Entonces, desde julio de 1925, Arciniegas no solamente editó sino que también intervino en el proceso de composición de las líneas de los libros de Ediciones Colombia, impresos ahora bajo el sello Linotipo de Arciniegas y Mazuera. Mazuera fungía como gerente de Ediciones Colombia y, de esta forma, Arciniegas enfatizaba en su papel de gestor intelectual de sus publicaciones, más que en los aspectos administrativos-económicos o meramente materiales de su empresa editorial, pero sin desconocer la importancia de cada uno de estos procesos dentro del éxito de su proyecto. Algunos meses después, el sello Linotipo de Arciniegas y Mazuera fue cambiado por el de Talleres de Ediciones Colombia —seguramente, tras adquirir una imprenta—. Esta transformación señaló aun más la diferencia entre impresión y edición: los Talleres indican el trabajo manual y material detrás de los volúmenes publicados; las Ediciones Colombia, el trabajo intelectual que sostenía la elección de los títulos, de los autores y de los contenidos. Este trabajo intelectual pretendía reunir “obras originales de los mejores literatos del país, en volúmenes correctos y baratos”;2 no se trataba, pues, de reeditar o de reimprimir, sino de presentar al público lector textos inéditos que se destacaran por su calidad y por su selectividad. En este sentido, la intención editorial de Arciniegas se orientó hacia una colección especializada en lo que en la época se consideraba como 2
8
Publicidad que aparece en el Suplemento del volumen VII de la colección: Los poetas de América.
Germán Arciniegas, editor
literatura, y tal especialización conllevó dos presupuestos: el primero, un tiraje que no superó los 500 ejemplares; el segundo, un público lector que nunca fue demasiado amplio, sino que permaneció, en general, en la comunidad letrada a la que pertenecía Arciniegas. Pese a que las características de los libros de las Ediciones Colombia sugieran cierta ‘popularización’ del libro, en realidad, ni el tiraje ni las formas de distribución —según los datos recogidos hasta el momento— permiten afirmar que Arciniegas haya trabajado muy conscientemente en pos de esta ampliación del circuito del libro y de sus lectores. Los libros de Ediciones Colombia eran vendidos en el mismo local donde funcionaban los talleres (en el centro de Bogotá) y en la Librería Colombiana Camacho Roldán & Cía., Ltda., la librería más grande y una de las más antiguas del país.3 En primer lugar, entonces, los libros de Arciniegas iban a parar en manos de quienes frecuentaban las reuniones del Café Rivière (calle 14, # 90), de las que él hacía parte, y de su círculo de amistades y colegas; en segundo lugar, llegaban a los clientes de la Librería Colombiana, inducidos por el buen nombre del mismo Arciniegas, dentro de la vida literaria del país, y por la buena fama de la librería y de sus novedades. En 1944, en la revista Sábado, Abelardo Forero Benavides recordaba así las Ediciones Colombia: La mejor producción literaria de la generación del Centenario. El negocio, desde el punto de vista comercial, debía ser
3
También en los Talleres, Arciniegas vendía otra clase de libros, por ejemplo, Ochocientas recetas de cocina. Seleccionadas por un cocinero bogotano (1928), tal como se ofrecía en un aviso de Universidad (núm. 99, 1928). Este hecho demuestra que Arciniegas sí procuró diversificar su empresa editorial, aunque no haya sido suficiente para mantenerla por un periodo más largo.
9
Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
seguramente pésimo. Si hoy en día se bate el récord cuando se venden 300 ejemplares en las librerías de Bogotá, hay que pensar en lo que sería entonces. Germán Arciniegas despachaba en los propios talleres de Ediciones Colombia, en un cuartucho estrechísimo, en el que apenas cabía una mesa asimilada a escritorio, atiborrada de papeles en desorden. Las paredes estaban literalmente cubiertas de monos de Rendón y de Franklin, retratos de actrices de cine y de escritores famosos.4
El ‘cuartucho estrechísimo’ era parte del solar de la casa materna de Arciniegas —su padre había muerto hacía algunos años—. Esta imagen recreada por Forero Benavides ofrece pistas para entender en qué condiciones se llevó a cabo la empresa editorial del intelectual bogotano: los papeles en desorden y las paredes atiborradas de fotografías y de caricaturas dan cuenta más de una oficina informal que servía como sitio de reunión de colegas y contertulios, que de una empresa editorial; aunque no se puede descartar que, en realidad, el ‘cuartucho’ haya tenido el mismo tamaño de un taller convencional de la época, pues hubo —al menos— espacio suficiente para que Arciniegas y Mazuera instalaran un linotipo y seguramente también una imprenta. Al revisar las características materiales de los libros de Ediciones Colombia, se puede observar que estas se asemejan más a libros de ediciones ‘oficiales’ que propiamente de ‘comerciales’ (figura 3); si bien esas características sirvieron a Arciniegas para presentar una colección fácilmente identificable por su uniformidad y bien recibida entre el círculo letrado por su ‘corrección’
4
10
Citado por Antonio Cacua Prada, Germán Arciniegas. Cien años de vida para contar (Bogotá: Universidad Central, 1999), 227.
Germán Arciniegas, editor
y ‘decoro’, también dan cuenta de sus limitaciones técnicas, materiales y económicas, y de su interés mayor en las actividades intelectuales que rodeaban sus iniciativas editoriales.
Figura 3. Carátulas de las Ediciones Colombia Fuente: Ejemplares de Ediciones Colombia, disponibles en la blaa.
Por otra parte, el testimonio de Forero Benavides permite acercarse a la realidad económica de la empresa editorial de Arciniegas. El negocio sí llegó a ser ‘pésimo’ —aunque hacen falta datos para determinar con exactitud por qué—, tal como lo declaró el mismo Arciniegas, pero no precisamente por las ventas de Ediciones Colombia, sino porque el intelectual bogotano inició la segunda etapa de su revista Universidad (1927-1929) y dejó a un lado las Ediciones Colombia —aunque no los Talleres de Ediciones Colombia—. Así lo rememoraba el mismo Arciniegas: “Combinando Ediciones Colombia con Universidad,
11
Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
esta se convirtió en una revista magnífica. Empecé a pagar las colaboraciones [excepto las de políticos importantes]”.5 Por un lado, a Arciniegas no le importaba tanto vender una gran cantidad de ejemplares de sus libros, como sí que su colección y él mismo —como futura autoridad intelectual— se convirtieran en un referente, sobre todo para sus pares, del estado de la literatura colombiana de ese momento; por otro lado, Arciniegas, desde 1927, empezó a sacar el costo de la revista Universidad con los avisos de El Suplemento de las Ediciones Colombia.6 Así, la técnica que en un primer momento sirvió para sostener Ediciones Colombia pasó a ser la forma de costear Universidad durante 1927, y esta decisión marcó el fin de Ediciones Colombia ese mismo año, pues ya no era posible mantener ambos proyectos editoriales con los anuncios publicitarios de los que disponía. No obstante la desaparición de la colección Ediciones Colombia, los encargos de publicación de libros y los avisos que aparecían en Universidad resultaron insuficientes para mantener a flote la empresa editorial de Arciniegas. En 1929 —según lo narraba él mismo—, su esposa Gabriela Vieira lo instó a dejar sus labores en la revista y en los Talleres de Ediciones Colombia: “Si usted continúa en Bogotá con sus revistas va a acabar con la
5
Ibid, p. 179.
6
Aunque Arciniegas se quejaba de la enorme dificultad para conseguir avisos en esa época (Cacua Prada, Germán Arciniegas, 179), es sorprendente el hecho de que el 50 % de las páginas de El Suplemento sean ocupadas por la publicidad. Mientras que la gran mayoría de publicaciones periódicas de la época apenas alcanzaban el 20 % de anuncios en sus páginas, Arciniegas consiguió doblar (con creces) esta cantidad —sin embargo, se debe tener en cuenta el número de páginas de El Suplemento—; tal circunstancia demuestra la claridad de Arciniegas frente a la relación entre comercialización y bienes simbólicos, y al uso de la publicidad como forma moderna y más efectiva de sostenimiento de la prensa, que las suscripciones.
12
Germán Arciniegas, editor
herencia y nos vamos a quedar en la miseria”.7 Estas palabras, más allá de lo anecdótico, sugieren que el sostenimiento de la empresa editorial no provenía del todo del capital comercial (las ventas, las suscripciones, los anuncios, los encargos de impresión), sino que también se tuvo que acudir al familiar: las fincas que el padre de Arciniegas había dejado como herencia y que ya su hijo había utilizado para comprar su primera tipografía, cambiando un rebaño de ovejas por la máquina.8 Este detalle biográfico también resulta significativo para mostrar la transformación que se dio entre las élites sociales y letradas del siglo xx: los intelectuales y hombres de los grupos sociales dominantes del siglo xix vivieron, en gran parte, de las rentas derivadas de sus haciendas; los hijos y nietos de estos hombres heredaron las tierras y las propiedades, pero abandonaron el campo para dedicarse a profesiones liberales y debieron enfrentarse a los retos de la profesionalización. La pretensión de vivir de una empresa editorial o de la escritura pone a tambalear el patrimonio familiar, en un periodo de la historia intelectual colombiana en donde tanto la profesionalización del escritor como la del editor estaban apenas asentándose como ideas posibles y deseables —lo alcanzable de esta profesionalización, en su totalidad, continúa siendo una tarea pendiente—. Así, entre esta ‘fuga’ de la herencia familiar en empresas inciertas y la dificultad de conseguir avisos publicitarios suficientes en la época para sostener una revista y una casa editorial, Germán Arciniegas decidió continuar su tarea intelectual como periodista en El Tiempo y, en 1930, como vicecónsul de Colombia en Londres. A partir de ese momento, el intelectual bogotano comenzó su carrera como funcionario
7
Cacua Prada, Germán Arciniegas, 223.
8
Ibid, 89.
13
Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
público, primero en Londres, luego en Colombia como miembro de la Cámara de Representantes y después en Buenos Aires como ministro consejero de la Embajada de Colombia en Argentina. Afortunadamente para Gabriela y para la herencia familiar, Arciniegas se había alejado de una empresa tan arriesgada como la editorial, cuando dependía de aspectos tan esporádicos y limitados como las ventas, las suscripciones, los avisos y los contratos de impresión —y tan susceptibles como las herencias—, y cuando la falta de consolidación de un capitalismo editorial dentro del ámbito nacional hacía que propender por la especialización de la edición aumentara aún más las inseguridades de la empresa. Si bien desde el punto de vista comercial las Ediciones Colombia ciertamente no fueron un éxito —¿pero tenemos acaso alguna colección de libros de autores colombianos que lo haya sido en ese momento?—, sí pueden ser consideradas como un referente importante de lo que fue, en esos años, la literatura colombiana.9 Una revisión de los temas publicados (tabla 2) nos permite observar, en primer lugar, que no había una noción tan especializada como hoy de lo que era considerado como literatura. La narrativa, la poesía y el teatro compartían el estatuto literario junto a la crónica, el ensayo, la elocuencia —los discursos, en este caso, fúnebres— y lo que era denominado como prosa literaria —una forma intermedia entre la crónica, el ensayo y el cuento—; estos dos últimos géneros hoy desaparecidos a causa de la especialización discursiva. En segundo lugar, la revisión de los temas permite constatar la iniciativa de Arciniegas en su proyecto editorial: en la gran mayoría de libros se trata de compilaciones (de relatos, de poemas, de artículos de prensa) que apuntaban 9
14
Sin embargo, según lo señala Arciniegas, en los avisos publicados en la revista Universidad, hubo algunos títulos agotados: los volúmenes I, II, III, V, VI, X, XV y XIX de la colección.
Germán Arciniegas, editor
a ofrecer al lector una propuesta atractiva, amparada en lo conocido y en lo reconocido ya como valor literario, tanto por el nombre de los autores como por el tipo de textos publicados. Tabla 2. Ediciones Colombia por tema Tema
Cantidad
Porcentaje
Literatura (relato de costumbres, cuento, novela corta, poesía, teatro)
15
56
Prosa literaria
5
18
“Ensayo” (literatura, filosofía, ciencias naturales)
4
15
Elocuencia (discursos fúnebres: tomos I, II)
2
7
Crónica
1
4
Fuente: Datos elaborados por la autora con base en la información de los libros de las Ediciones Colombia.
De esta manera Arciniegas publicó compilaciones de poetas latinoamericanos y colombianos muy reconocidos ya por la prensa y por las academias; también publicó compilaciones de relatos de costumbres del siglo xix y de inicios del xx, así como de relatos, ‘prosas’ y crónicas de escritores que hacían circular sus obras por las publicaciones periódicas más importantes del país; en el caso de las novelas, Arciniegas eligió la corta, buscando congraciarse con un lector que prefería los relatos cortos sobre los extensos, habituado como estaba a la lectura de la prensa; en el ensayo y la elocuencia, prefirió nombres suficientemente respetados dentro de la vida intelectual colombiana. No son pues, autores desconocidos ni géneros nuevos para los lectores, sino nombres amparados en el prestigio que ya habían construido, gracias a la prensa y a la academia de la vida intelectual bogotana, que tenía repercusión en las principales ciudades del país. Sin embargo, Ediciones Colombia constituye nuevas formas de presentar a esos autores y de actualizar muchos de los textos que se publicaron, siguiendo la tendencia 15
Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
de la época de publicar libros derivados de artículos, novelas cortas, poemas y relatos publicados en la prensa. Resumiendo, los libros de Ediciones Colombia obedecen, mayoritariamente, a un criterio editorial basado en las jerarquizaciones de la cultura letrada, para las que el nombre del autor y su obra son indisociables y responden al prestigio buscado y defendido por el editor, y reconocido y también anhelado por el lector.10 Así como lo había hecho con las estrategias comerciales de su empresa editorial, Germán Arciniegas también acudió a las publicaciones periódicas para concretar su colección en el aspecto intelectual: pensó en un lector habituado a la lectura de este tipo de impresos, más que de libros, y familiarizado con algunos nombres que solía ver en los periódicos y revistas. Arciniegas aprovechó, pues, los mecanismos editoriales que tenía a la mano y que eran conocidos por él y por los círculos intelectuales que frecuentaba, pero a través de ellos también introdujo algunos cambios en la vida literaria colombiana: apostó por un conjunto de autores contemporáneos (en su mayoría), por temáticas alejadas de la política y por afianzar un mercado para el libro colombiano. Estos cambios eran una respuesta de Arciniegas ante el funcionamiento de su ámbito intelectual: primero, ante el predominio de los ‘grandes’ nombres (decimonónicos) de escritores colombianos ya fallecidos hacía mucho tiempo. Segundo, ante la situación política que ocupaba el mayor porcentaje de las páginas
10
Diferente será décadas más adelante, momento en el que la popularización de los saberes hará que sean las ideas o las temáticas del libro los criterios centrales para seleccionar y valorar. Verónica Delgado y Fabio Espósito, “1920-1937. La emergencia del editor moderno”, en Editores y políticas editoriales en Argentina (1880-2010), coordinado por José Luis de Diego (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2014), 67-68.
16
Germán Arciniegas, editor
de los periódicos, revistas y conversaciones de los ciudadanos; frente a esta circunstancia, Arciniegas propendió por una posición equidistante que debe ser leída desde dos perspectivas: evitar cualquier desencuentro con los posibles lectores de sus impresos y mantener separadas las esferas culturales-comerciales y las políticas. Tercero, ante la diferencia entre los libros importados y los libros impresos y puestos en circulación en el país; la ventaja era evidente para el capitalismo editorial extranjero, debido a la exención de impuestos que existía para los libros importados, por ende, sus precios –en muchos casos– podían ser más bajos que los de los libros colombianos, situación que los hacía mucho más rentables. Pese a la introducción de las transformaciones mencionadas, la colección Ediciones Colombia no fue ajena a las tendencias más dominantes del ámbito literario: el ‘humanismo clásico’ colombiano, el ‘costumbrismo’ decimonónico y la narrativa ‘costumbrista’ antioqueña, que había creado escuela desde finales del siglo xix con la obra literaria de Tomás Carrasquilla y que seguía vigente en la década de 1920 —seguiría vigente, incluso, hasta mediados del siglo xx—. Mientras el ‘humanismo clásico’ se había legitimado en Colombia, gracias a la obra de los ‘humanistas’ Miguel Antonio Caro, Rufino José Cuervo, Rafael María Carrasquilla y Marco Fidel Suárez —y seguiría legitimándose hasta mediados del siglo xx—, y había marcado su autoridad sobre la poesía colombiana,11 la narrativa se había orientado hacia la búsqueda de una forma de expresión ‘autóctona’, que se puede rastrear desde el ‘costumbrismo’ decimonónico, pero que había tomado nuevos rumbos gracias a la denominada ‘escuela 11
Paula Andrea Marín Colorado, Novela, autonomía literaria y profesionalización del escritor en Colombia (1926-1970). (Medellín: Universidad de Antioquia, La Carreta Editores, 2017), 113-119.
17
Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
antioqueña’. Seis de los ocho títulos que conforman la parte propiamente narrativa (relato, novela) de la colección son representantes de este ‘costumbrismo’ (‘santafereño’ y antioqueño, con tres títulos de cada escuela). El prólogo del volumen III —el único volumen de poesía colombiana— es una clara muestra del predominio del ‘humanismo clásico’ para juzgar la calidad de los poetas colombianos; sin embargo, vale la pena aclarar que este prólogo fue escrito por el poeta Rafael Maya, quien fue uno de los mayores defensores y legitimadores de la tradición humanista clásica, hasta mediados del siglo xx. Al inicio de su trayectoria intelectual, Maya perteneció al grupo Los Nuevos, que —junto con los grupos reunidos alrededor de las revistas Panida y Voces— introdujo cambios significativos en la forma de comprender el arte y, específicamente, la creación literaria en Colombia; pero, poco a poco, Rafael Maya orientó su credo poético hacia criterios muy conservadores. Germán Arciniegas buscó innovar dentro de lo conocido, encontrando un espacio para su iniciativa editorial al aprovechar los cambios introducidos por la prensa en los hábitos lectores y editoriales, y por la concepción de la literatura como pasatiempo legitimado por los hombres letrados (cuando se adecuaba a los criterios del ‘buen gusto’), pero procurando no salirse de los criterios valorativos más dominantes para no perder a sus lectores más seguros: su círculo intelectual. Lo anterior se demuestra en el análisis de los cinco títulos que fueron anunciados por Arciniegas en los libros de las Ediciones Colombia como ‘en preparación’ —no hallados publicados, hasta ahora—: Glosario sencillo II, de Armando Solano; Tres novelas cortas, de F. de P. Rendón; Poemas, de José Umaña Bernal; Las mejores leyendas coloniales; y Entrevistas, de Mario Ibero.
18
Germán Arciniegas, editor
Dos de los títulos anteriores corresponden al ‘costumbrismo santafereño y antioqueño’; los otros tres se derivan de las tendencias de la prensa: los poemas de un autor muy publicado en sus páginas y textos de tipo periodístico (crónicas y entrevistas). Quizá el título más interesante de todos sea el de Mario Ibero, de quien Arciniegas planeaba publicar sus entrevistas a ‘tipos populares’ de la ciudad; este título lleva a pensar en la capacidad del intelectual bogotano para transitar entre dos corrientes —pese a que sus resultados no fueron muy visibles en el caso de las Ediciones Colombia—: la del capital simbólico y la del capital comercial, buscando conectarse con los lectores más ‘autorizados’, pero también con los menos letrados, al igual que lo haría por el resto de su vida con sus propios libros —aquí sí con resultados bastante efectivos—, dialogando, al mismo tiempo, con la historia y con el periodismo.
El catálogo de los Talleres de Ediciones Colombia (1925-1929) Los títulos publicados por los Talleres de Ediciones Colombia (tabla 3) permiten entender algunos fenómenos de la circulación de impresos en la década de 1920 en Bogotá, así como las decisiones que, desde el punto de vista editorial, Arciniegas asumió para ratificarse como editor. Desde finales de 1925 aparecieron los primeros títulos publicados por los Talleres; su actividad de impresión permitió establecer, por una parte, la diferencia entre el oficio del editor y el del impresor y, por otra, la dificultad para mantener una empresa editorial dedicada solo a la impresión de libros. Los Talleres, pues, se deben entender como otra forma de contribuir a la consolidación del proyecto editorial de Arciniegas, a través de los encargos de impresión.
19
Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
Tabla 3. Catálogo de los Talleres de Ediciones Colombia Título La llama. Teatro. Comedia en tres actos y en prosa
Autor José Luis Restrepo J.
Año 1925
I y II Congresos Nacionales de Estudiantes: Colombia / Con- Congreso Nacional de 1926 greso Nacional de Estudiantes, Medellín 1922, Bogotá 1924 Estudiantes El ritmo urinario y sus aplicaciones clínicas
Benjamín Cueto
Contribución al estudio del reumatismo articular agudo y Alberto Forero su tratamiento por el atophanil en inyecciones intravenosas
1926 1926
Estomatoplastia de pozzi en las dismenorreas y esterilidad Bernardo González Villa 1926 por estenosis congénita del cuello del útero Estudios históricos
Guillermo y Alfonso 1926 Hernández de Alba
Estudio sobre la pena capital
Mauricio Mackenzie
1926
Principios técnicos de estadística
Jorge Mateus
1926
Juicio de nulidad del testamento atribuido al presbítero Simón R. Olaya López: alegatos de Carlos S. Valenzuela en contestación a las demandas de casación propuestas por los apoderados Carlos S. Valenzuela de los demandados y conceptos favorables a la nulidad de los doctores Félix Cortés… [et al.].
1926
El carnero. Dos tomos
1926
Juan Rodríguez Freyle
En el cerezal. La marquesa de Alfandoque. Segunda edición Daniel Samper Ortega 1926 La cara de la miseria
J. A. Osorio Lizarazo
1926
Prúrrigo y sífilis
Celedonio Medina Z.
1926
Defensa de Soledad Agudelo. Ensayo sobre las pasiones y la José Camacho Carreño 1926 premeditación La personalidad histórica de Colombia
Carlos García Prada
1926
El almanaque literario
Sin datos
1926
Estudio sobre la osificación del codo y la rodilla en Bogotá
Antonio M. Clavijo
1927
La controversia sobre la legislación petrolera mexicana
Julio Corredor Latorre 1927
El Banco de la República contra los intereses nacionales
Luis Jiménez López
1927
Tratamiento de las distintas formas de fiebre tifoidea por el Roberto de Narváez suero antitífico
1927
Memorias de un venezolano de la decadencia: 1898-1908 José Rafael Pocaterra (prólogo de Eduardo Santos)
1927
20
Germán Arciniegas, editor
Título Historia crítica del teatro en Bogotá
Autor
Año
José Vicente Ortega 1927 Ricaurte
Manual diplomático y consular colombiano. Quinta edición José M. Pérez Sarmiento 1927 Conferencias de derecho internacional privado
José Joaquín Caicedo 1928 Castilla
La suplantación de Marta Díaz Corredor
José Domingo Farfán
1928
La fuerza mayor en las obligaciones civiles contractuales
José Restrepo Hoyos
1928
Contribución al estudio de las luxaciones en Bogotá
Alfonso Rodríguez Lo1928 zano
La constante de Martinet o coeficiente esfigmo-hídrico
Nicasio Sarmiento Gon1928 zález
El carácter del general Ospina
Laureano Gómez
Datos para el estudio del proyecto sobre hidrocarburos: varios Sin datos aspectos de la industria del petróleo Concurrencia o conflicto de leyes
1928 1929
Julio César Velandia 1929 Acosta
El libro de Santafé. Cuadros de costumbres, crónicas y leyendas vv.aa. del siglo xix de Santa Fe de Bogotá
1929
La risa en Bogotá
José Vicente Castillo
1929
La melancolía de la raza indígena
Armando Solano
1929
Ejercicios espirituales
Silvio Villegas
1929
Las exequias de Tirolés (año de 1896)
vv.aa. de La Gruta Sim1932 bólica
El cadalso ante el Senado
Guillermo Valencia y Sin Antonio José Restrepo fecha
Gramática castellana: según el espíritu de don Andrés Bello, precedida de una gramática infantil de lecciones modelos Luis María Mora para el maestro
Sin fecha
Fuente: Datos elaborados por la autora con base en la revisión de los libros pertenecientes al catálogo de la blaa y de la Biblioteca Nacional de Colombia (bnc).12
12
Aunque el libro Las exequias de Tirolés aparece editado bajo el sello Ediciones Colombia, no es muy clara su pertenencia al catálogo, pues en ese momento Arciniegas no se encontraba en el país y sus máquinas habían pasado a hacer parte de la Editorial Minerva.
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Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
A diferencia de los libros de la colección Ediciones Colombia, los de los Talleres no presentaban homogeneidad en sus carátulas (figura 4) (tampoco en sus tamaños); por el contrario, parecen obedecer a criterios indeterminados que dependían del tema, de la decisión del autor o de quien costeara la impresión y, por supuesto, de las capacidades técnicas y gráficas de los Talleres. De cualquier forma, las carátulas no tuvieron más de dos tintas y las ilustraciones consistieron en diseños sencillos (excepcionalmente encontraremos ilustraciones interiores, pero estas constituyen reproducciones de antiguos grabados y fotografías, sobre todo) (figura 5). Lo importante de estos datos es comprender que detrás de ellos no aparece una iniciativa editorial, sino una decisión administrativo-comercial.
Figura 4. Carátulas de libros de los Talleres de Ediciones Colombia Fuente: Ejemplares de los Talleres de Ediciones Colombia, disponibles en la blaa.
22
Germán Arciniegas, editor
Figura 5. Ilustraciones interiores de libros de los Talleres de Ediciones Colombia Fuente: Ejemplares de La cara de la miseria y de El libro de Santa Fe, disponibles en la blaa.
Pese a lo anterior, es necesario señalar la presencia de títulos que indican una relación con el proyecto de Ediciones Colombia, aunque sea claro que Arciniegas ya había renunciado a él y estaba concentrado en la publicación de Universidad. Este es el caso de El libro de Santa Fe (compilación de relatos costumbristas) y de los libros de prosa literaria La risa en Bogotá, de Juan Vicente Castillo, La melancolía de la raza indígena, de Armando Solano, y Ejercicios espirituales, de Silvio Villegas. Específicamente, para El libro de Santa Fe Arciniegas creó una campaña de expectativas desde la revista Universidad, hecho que declaró una disposición a mostrarse como responsable de la publicación de este libro. La risa en Bogotá, La melancolía de la raza indígena y Ejercicios espirituales, al igual que El libro de Santa Fe, fueron publicados en 1929, es decir, cuando el intelectual bogotano, a pesar de manifestar un interés por la edición de libros, tenía 23
Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
como prioridad la publicación de Universidad. En relación con lo anterior, es necesario hacer una anotación sobre el libro de Solano, pues si bien fue impreso en los Talleres, la responsabilidad editorial es de la Librería Colombiana y de las Publicaciones de la revista Universidad, circunstancia que sugiere una asociación entre Arciniegas y esta librería, no solo en el plano económico, sino también en el intelectual. La responsabilidad editorial de Universidad también aparece en el libro de Villegas; esto sugeriría la vocación del intelectual bogotano de seguir fungiendo como impulsor de proyectos editoriales, aunque ya no como responsable único de una colección. Otros títulos publicados bajo el sello de los Talleres de Ediciones Colombia parecen más complejos de explicar, pese a que pertenecen al ámbito literario, al igual que las Ediciones Colombia. Estos son: En el cerezal. La marquesa de Alfandoque, novela de Daniel Samper Ortega; La cara de la miseria, novela de José Antonio Osorio Lizarazo; La llama, obra de teatro de José Luis Restrepo; y El carnero, de Juan Rodríguez Freyle. En el caso de la novela de Samper Ortega y en el del libro de Juan Rodríguez Freyle, entendemos que no se trata de primeras ediciones; esto los acerca más a ser concebidos como encargos de impresión que como proyectos estrictamente editoriales, como fue la característica de las Ediciones Colombia: libros en primeras ediciones o nuevas presentaciones de textos dispersos (compilaciones). En el caso de Osorio Lizarazo se trataba de su primera novela, es decir, de una obra de un escritor que aún no podía hacer parte del selecto grupo de literatos publicado por Arciniegas —de hecho, la inclusión de Osorio L. en el ‘canon’ literario colombiano siempre será difícil—; lo mismo puede decirse de La Llama, aunque su autor hubiera ganado un premio con esta obra en Medellín.
24
Germán Arciniegas, editor
Un análisis de los temas de los libros publicados en los Talleres de Ediciones Colombia (tabla 4) permite acercarse —relativamente— a la realidad de la publicación de libros en la Bogotá de la década de 1920. La presencia de los libros de derecho y de medicina como líneas de mayor concentración de la actividad de impresión de los Talleres señala la importancia de estos libros en la consolidación de un capitalismo editorial colombiano. El derecho y la medicina están directamente relacionados con la tradición del libro ‘académico’ colombiano, pues, de las carreras profesionales disponibles en el país en la época, aquellas eran (junto con el sacerdocio) las que contaban con mayor tradición y prestigio (pese a que la Escuela Nacional de Minas venía funcionando desde 1887 y había graduado a los primeros ingenieros colombianos en 1895). Al mismo tiempo, el derecho y la medicina se anclaban a la tradición colonial del libro Tabla 4. Talleres de Ediciones Colombia por tema Tema
Cantidad
Porcentaje
Derecho (tesis)
10
26
Medicina (tesis)
8
21
Literatura (relatos: 2, novelas: 2, teatro: 1, historia literaria-teatro: 1)
6
15
Prosa literaria
4
10
Historia (estudios históricos: 2, memorias: 2)
4
10
Gramática
1
3
Estadística
1
3
Economía
1
3
Diplomacia
1
3
Congresos
1
3
Almanaques
1
3
Fuente: Datos consolidados por la autora con base en la información de los libros impresos en los Talleres de Ediciones Colombia.
25
Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
jurídico y del libro de ciencias (junto con el libro religioso). Así, pues, la medicina y el derecho tenían un tipo de público amplio y estable: los estudiantes y los profesionales que demandaban este tipo de impresos como medios de formación y de actualización. En el caso de los Talleres de Ediciones Colombia, los libros de medicina y de derecho son, en su gran mayoría, tesis aprobadas de estudiantes graduados de la Universidad Nacional y del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario (dos de las instituciones educativas de más larga tradición en el país). Esta circunstancia lleva a pensar que, si bien los libros publicados en los Talleres no obedecen estrictamente a criterios comerciales, sino, más bien, a encargos oficiales de estas instituciones o, directamente, de los autores de los libros, la cantidad que representan dentro de este catálogo de Arciniegas sí indica su relevancia dentro de la circulación de impresos en esta época. La presencia de otros temas disímiles dentro del catálogo ratifica que su conformación obedece al azar de los encargos de impresión, dentro del que, sin embargo, la selectividad de Arciniegas sigue siendo perceptible: sí encargos de impresión, pero no libros que demeriten en demasía su capital simbólico y el de su empresa editorial. En cualquier caso, siguen siendo títulos en los que no predominó un criterio explícitamente comercial, sino que se relacionaban con temas que contaban con un respaldo académico o intelectual.13 La anécdota de Arciniegas acerca del inconveniente que tuvo con Guillermo Valencia por la publicación de El cadalso ante el Senado y, específicamente, por 13
La excepción a este criterio parece ser El almanaque literario, publicado en 1926: “Cuentos, crónicas, anécdotas, chistes, versos, caricaturas. Más de 100 ilustraciones. Literatura variada y agradable. […]. Con artículos especiales de los mejores escritores colombianos”. El almanaque sí exhibe un criterio claramente comercial, aunque, de nuevo, amparado en la producción de ‘los mejores escritores colombianos’.
26
Germán Arciniegas, editor
el prólogo en el que se criticaba la intervención de este sobre la pena de muerte, permiten ver hasta dónde ese cuidado del capital simbólico era importante para el intelectual bogotano. Arciniegas afirma que la irritación de Valencia influyó negativamente en su empresa editorial;14 así, sería aun más claro a qué se debió el fin de Ediciones Colombia y de sus Talleres: no solamente a las dificultades económicas, sino también a las de índole simbólica, aquellas propias del funcionamiento de todo campo intelectual y que repercuten directamente en el editorial.
Germán Arciniegas y los derechos de autor
Entre 1929 y 1940, Arciniegas se convirtió en un escritor ‘profesional’. Si hasta 1929 el intelectual bogotano eludía abiertamente (en la gran mayoría de los casos) el pago de derechos de autor a sus colaboradores en Universidad y a los autores de sus Ediciones Colombia, para 1940 ya entiende que este aspecto legal y económico de su tarea intelectual es imprescindible. En 1932, la publicación en una editorial madrileña ( Juan Pueyo) de su primer libro: El estudiante de la mesa redonda fue el comienzo de esta transformación; Arciniegas pasó de ser editor a escritor y sus relaciones con editoriales latinoamericanas (Fondo de Cultura Económica, Hermes, Ercilla, Losada y Sudamericana) y con buena parte de los intelectuales latinoamericanos más reconocidos de la época le permitirían lograr el sueño de la mayoría de sus colegas contemporáneos colombianos: firmar contratos de edición, recibir regalías por la venta de los ejemplares de sus libros (en cantidades que van desde los 2000 hasta los 7000 ejemplares vendidos) y distribuirlos por todo el continente y, 14
Antonio José Restrepo había accedido a hacer las correcciones de su discurso, mientras que Valencia no; por esta razón, era notoria la diferencia en la calidad de los textos de Restrepo y de Valencia, a quien tampoco le había ido muy bien con su intervención oral. Cacua Prada, Germán Arciniegas, 182.
27
Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
gracias a los contratos de traducción, también por Europa y por Estados Unidos (país que, debido a las guerras europeas, buscó afianzar su presencia en el mercado editorial latinoamericano).15 Aun así, es difícil enmarcar completamente a Arciniegas en la figura de escritor profesional, pues gran parte de su sostenimiento económico, para esta época, se derivaba de la inversión que él y su esposa habían hecho en finca raíz. En 1944, Abelardo Forero Benavides afirmaba: “Arciniegas ha convertido sus billetes sistemáticamente en cosas tangibles, ladrillos y ventanas y si quisiera abrir una agencia de arrendamientos, con sus solas propiedades, podría competir con Carlos B. Melo”.16 Años después (en 1950), Hernando Téllez le escribió una carta a Arciniegas solicitándole un comentario para la prensa sobre su libro Cenizas para el viento y otras historias, recientemente publicado; en la carta, además, Téllez le contaba a Arciniegas acerca de los planes que tenía con su esposa de lograr independencia económica convirtiéndose en un matrimonio ‘edificante’, ‘con fincas raíces’, como el que constituían el intelectual bogotano y Gabriela Vieira.17 No era sencillo, pues, convertirse en un escritor ‘profesional’, aun siendo uno ‘internacional’, como Arciniegas. La finca raíz era la nueva manera de conseguirlo, la forma ‘moderna’ de las antiguas rentas de los intelectuales decimonónicos y del mundo colonial que les permitía dedicarse a la escritura sin necesidad de ganar mucho dinero por ello. Si bien los contratos de edición, el pago 15
La correspondencia con editoriales, disponible en el fgga, bnc (Carpeta 30, Editoriales; Correspondencia Recibida, Cajas 17, 19 y 20), aumenta considerablemente a partir de 1940; desde esta fecha y hasta el año 1966 –fecha hasta la que revisé este Fondo–, las cartas con sus editores se multiplican, así como el número de contratos de edición y de liquidaciones semestrales por concepto de regalías de sus libros.
16
Cacua Prada, Germán Arciniegas, 227.
17
Carta de Hernando Téllez a Germán Arciniegas, Bogotá, 3 de noviembre de 1950, en fgga, bnc, Correspondencia Recibida, Caja 27.
28
Germán Arciniegas, editor
en regalías y en ejemplares por concepto de derechos de autor constituían un enorme progreso en el proceso de reconocimiento del oficio de escritor y en su profesionalización, impensable para el siglo xix, lo cierto es que solo en escasísimas excepciones ha sido posible que un escritor viva, realmente, de sus derechos de autor. Por eso quizá no resulta extraño que solo en dos de los 27 títulos de las Ediciones Colombia figure la nota de registro de la propiedad literaria y artística (“Propiedad registrada conforme a la ley”): en el de Baldomero Sanín Cano y en las obras de teatro de Alejandro Mesa Nicholls. En este mismo sentido, tampoco extraña que de los 38 títulos de los Talleres de Ediciones Colombia, solo tres presenten la nota de registro de la propiedad intelectual: el libro con las novelas de Daniel Samper Ortega (En el cerezal - La marquesa de Alfandoque), Manual diplomático y consular colombiano y Las exequias de Tirolés. Estas cifras señalan la poca reglamentación en materia de registro de los derechos de autor que había en Colombia en las primeras décadas del siglo xx o, mejor, la poca práctica que existía de este registro. Pese a que la Ley 32 de 1886 (la primera que se dictó en Colombia sobre derechos de autor) seguía vigente, lo cierto es que su práctica no era muy común. Todo parece indicar que ni los autores ni sus editores se mostraban muy interesados en registrar su propiedad intelectual, muy seguramente porque como lo demuestra el testimonio de Téllez citado antes, ese registro no sería nunca suficiente para lograr la independencia económica que les permitiera dedicarse únicamente a escribir. El caso de las ediciones de Germán Arciniegas parece obedecer, pues, a una situación común en la época. Los autores estaban más interesados en ser publicados que en reclamar sus derechos de autor; parecía que lo importante era tener una obra impresa para ser considerado como un autor, más que devengar un dinero incierto por aquello que se escribía. Por otro lado, la escritura 29
Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
r aramente se consideraba como una profesión y, más bien, obedecía a lo que podría ser denominado como una ‘afición’; como tal, la escritura estaba más cercana a la noción de ‘desinterés’ que de ‘lucro’, es decir, estaba más relacionada con una vocación que con una profesión. Al parecer, entonces, el escritor pensaba que era suficiente pago el hecho de que el editor asumiera la publicación de su obra pues, de lo contrario, la impresión de su libro debía correr por cuenta de su propio bolsillo, un gasto que, en todo caso, no era fácil de asumir para la mayoría de los escritores. Una vocación desinteresada por lo económico tenía tradicionalmente —y tiene aún— mayor capital simbólico que una que afirmara explícitamente su interés en un pago monetario; de allí la reticencia a declarar abiertamente la necesidad de recibir una retribución económica por lo que se escribía. Sin embargo, los prólogos a los libros publicados por Arciniegas nos permiten ver que, en ese momento del campo intelectual, coexistían dos tendencias frente a la necesidad de profesionalizar el oficio de escritor marcadas por un elemento que empezaba a tener cada vez mayor importancia dentro del ámbito literario: el público. Mientras que en los prólogos de los libros Glosario sencillo (Armando Solano) y Las exequias de Tirolés se menciona la importancia de tener un auditorio o un público cada vez mayor,18 en los de Enrique Restrepo (El tonel de Diógenes) y Daniel Samper Ortega se reitera la costumbre de considerar la escritura y, aun más la publicación, como una acción que se emprende para regocijo propio.19 Arciniegas afirmaba: “Los poetas circulaban por los periódicos […]. Uno reproducía y no pagaba nunca derechos de 18
Armando Solano, prólogo a Glosario sencillo (Bogotá: Ediciones Colombia, 1925), 9-10.
19
Tomás Rueda Vargas, prólogo a En el cerezal. La marquesa de Alfandoque, de Daniel Samper Ortega (Bogotá: Talleres de Ediciones Colombia, 1926), 8-9.
30
Germán Arciniegas, editor
autor […]. Por ese libro [Los poetas de América] no pagué ni un centavo de derechos de autor. Eso lo ignoraba cordialmente”.20 Este testimonio ratifica lo dicho en los párrafos anteriores acerca del escaso ejercicio del registro de la propiedad intelectual pero, además, indica un aspecto que puede resultar útil para explicar mejor esa falta de registro y pago de los derechos de autor: las prácticas de las publicaciones periódicas, que pasan a ser parte del mundo de los libros impresos. Lo que circulaba por los periódicos era difícil de controlar en cuanto a derechos de autor se refería, y esa falta de regularización permeaba el mundo de los libros. Para los escritores lo más importante era ver sus producciones impresas en las letras de molde de las publicaciones periódicas o de los libros. Sin embargo, esta realidad iría cambiando paulatinamente, sobre todo, gracias a la nueva reglamentación sobre derechos de propiedad intelectual (la Ley 86 de 1946) y a la acción de algunos escritores que sí fueron tempranamente conscientes de la necesidad de registrar sus obras —a pesar de la escasa retribución económica que esto representaba—, como Baldomero Sanín Cano y Daniel Samper Ortega —para volver al caso de las Ediciones Colombia y de las publicaciones de los Talleres—, quienes tenían ya una considerable experiencia y reconocimiento dentro del campo intelectual colombiano. El caso del Manual diplomático es interesante, pues se trata de una quinta edición, es decir, un libro que tenía ya una demanda dentro del mercado editorial colombiano —aunque restringida al grupo de los funcionarios públicos—, hecho que hacía necesario su registro para proteger los posibles beneficios económicos que pudiera representar para su autor, y para evitar las ediciones ‘piratas’. Gracias a los avisos publicados en El Suplemento de Ediciones Colombia —tal como ha sido mencionado anteriormente—, 20
Cacua Prada, Germán Arciniegas, 178-179.
31
Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
Arciniegas empezó a pagar a sus colaboradores en Universidad. En la primera etapa de la revista, a los únicos que les pagaba era a Baldomero Sanín Cano, ‘El maestro’, y a Ricardo Rendón, el famoso caricaturista, quien diseñaba las carátulas de Universidad.21 Este dato también puede dar indicios acerca de la realidad del funcionamiento del mundo de los impresos en la época: si bien no era una práctica común pagar las producciones de los escritores, esto variaba según la fama o el reconocimiento de estos dentro del ámbito intelectual; por otro lado, la posibilidad de pagarle a los escritores dependía de las formas de sostenimiento de las publicaciones, condición que, en el caso de Ediciones Colombia se complicaba por la decisión de Arciniegas de especializar su empresa editorial en la publicación de libros y porque en esta época la práctica de los avisos publicitarios aún no estaba muy generalizada como para basar completamente en ella la continuidad de las publicaciones periódicas.22 La conversión de Arciniegas en un escritor ‘profesional’ muestra, pues, que si bien el reconocimiento de los derechos de autor no representa un cambio sustancial en las circunstancias económicas de sobrevivencia de la mayoría de los escritores, sí resulta necesario en el proceso de profesionalización del oficio de escritor; en este sentido, el registro de la propiedad intelectual y el pago efectivo de los derechos de autor acercan más la vocación a una profesión y la afición a escribir al trabajo del escritor. Esta transformación permitirá, a largo plazo, que el ámbito de las letras sea un espacio cada vez más diferenciado de otros y más consolidado y diversificado como lugar de desempeño profesional para 21
Cacua Prada, Germán Arciniegas, 109.
22
Esto solo será posible cuando el 50 % de las publicaciones esté cubierto por la publicidad. Gonzalo Canal y José Chalarca, Enciclopedia del desarrollo colombiano. Vol. II. Artes gráficas (Bogotá: Antares, s. a.), 140.
32
Germán Arciniegas, editor
los escritores (en actividades de docencia, edición, traducción, periodismo cultural, creación, investigación, bibliotecología y gestión cultural). Al mismo tiempo, la consolidación y expansión del público lector y consumidor de bienes culturales (y suntuarios) fortalecerán la emergencia de un campo editorial y la necesidad de ejercer los derechos de autor dentro de una industria editorial que presentará cada vez un mejor panorama de beneficios económicos —aunque siempre relativos—. Las Ediciones Colombia y los Talleres no mostraban aún esta transición, pero la ausencia tanto de registro como de pago de los derechos de autor sí exhibían su necesidad; esta se concretaría en el momento en que Arciniegas —siendo ya un escritor reconocido y pagado— asumiera el cargo de ministro de Educación por primera vez, pues sería durante los gobiernos de la República Liberal (1930-1946) y, específicamente, gracias a los intelectuales que llevaron a cabo sus políticas culturales, que se introdujeron los mayores cambios acerca del reconocimiento y pago de los derechos de autor en la primera mitad del siglo xx en Colombia. Arciniegas fue, pues, uno de los artífices de este cambio, cuando asumió la ejecución del proyecto de la Biblioteca Popular de Cultura Colombiana (bpcc).
Biblioteca Popular de Cultura Colombiana (1942-1952)23
La publicación de los 161 volúmenes de la bpcc (tabla 5) constituye un hito dentro de la historia de la edición en Colombia por tres motivos principales: 1) Porque transformó la percepción de las ediciones oficiales y, en general, del libro como objeto. 23
Parte de este apartado se publicó como artículo en la revista Información, cultura y sociedad, 37 (2017). “La colección Biblioteca Popular de Cultura Colombiana (1942-1952): ampliación del público lector y fortalecimiento del campo editorial colombiano”.
33
Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
2) Porque demostró cómo la acción del Estado es imprescindible para la consolidación de un campo editorial. 3) Porque contribuyó a concretar el proyecto de popularización de la cultura impulsado por los intelectuales que hicieron parte de los gobiernos de la República Liberal. La acción de Germán Arciniegas como ministro de Educación (1941-1942, 1945-1946) fue indispensable dentro del diseño y ejecución de la bpcc, y refleja la experiencia que había adquirido como escritor profesional.24 Al llegar por primera vez al Ministerio de Educación y encontrarse ‘sin presupuesto ni partidas’, Arciniegas decidió acabar con todas las publicaciones oficiales —que eran ‘muchas y malas’— para constituir el Fondo Rotatorio de Publicaciones, gracias al que la bpcc podría sostenerse económicamente.25 Para 1946, el intelectual bogotano alcanzó a dejar impresos 110 volúmenes de la bpcc (once series) y otros veinte en prensa. Cuando ocurrió el cambio de los gobiernos liberales a, nuevamente, los conservadores, la dirección de la bpcc pasó a manos del poeta Rafael Maya, quien también era el director de la revista Bolívar (publicación que había reemplazado a la Revista de las Indias). Entre 1946 y 1950 no se puso en circulación ningún volumen de la bpcc y fue solo hasta este último año que se reactivó el proyecto de esta colección y se publicó el resto de volúmenes que había dejado preparados Arciniegas (serie doce). Entre 1951 24
Renán Silva afirma que el listado inicial de la bpcc lo había hecho Darío Achury Valenzuela, director de Extensión Cultural del Ministerio de Educación Nacional, tratando de ampliar los límites cronológicos y el abanico de autores de la Selección Samper Ortega de Literatura Colombiana. Renán Silva, “El canon literario en Colombia: A propósito de la Selección Samper Ortega de Literatura Colombiana”, en Visión histórica de la literatura colombiana. Elementos para la discusión. Cuadernos de trabajo I, coordinado por Olga Vallejo y Alfredo Laverde (Medellín: La Carreta, 2009), 114.
25
Cacua Prada, Germán Arciniegas, 330.
34
Germán Arciniegas, editor
y 1952 se publicaron los títulos finales de la bpcc: la última serie preparada por Arciniegas y 31 títulos más (productos del criterio de selección de Rafael Maya); precisamente ese año marcaría el inicio de una nueva colección oficial: la Biblioteca de Autores Colombianos, que se puede entender como una respuesta a la bpcc, elaborada con un criterio de selección más conservador, en relación con las tradiciones literaria e histórica colombianas. Tabla 5. Colección Biblioteca Popular de Cultura Colombiana Núm.
Título
Autor
Primera serie (1942) 1
Historia de la gobernación de Antioquia y de la Juan de Castellanos del Chocó
2
Memorias de un abanderado
José María Espinosa
3
Reminiscencias de Santa Fe y Bogotá
José María Cordovez Moure
4
Semanario del Nuevo Reino de Granada
Francisco José de Caldas
5
De Bogotá al Atlántico
Santiago Pérez Triana
6
El Alférez Real
Eustaquio Palacios
7
El rejo de enlazar
Eugenio Díaz
8
Viaje del mundo
Pedro Ordóñez de Ceballos
9
Peregrinación de Alpha
Manuel Ancízar
10
Viaje a la Nueva Granada
Pierre D’Espagnat
1
Historia del Descubrimiento
2
Historia general de las conquistas del Nuevo Reino Lucas Fernández Piedrahita de Granada. Tomo I
3
Historia general de las conquistas del Nuevo Reino Lucas Fernández Piedrahita de Granada. Tomo II
4
Historia general de las conquistas del Nuevo Reino Lucas Fernández Piedrahita de Granada. Tomo III
5
Historia general de las conquistas del Nuevo Reino Lucas Fernández Piedrahita de Granada. Tomo IV
6
Mi vida
Segunda serie (1942) Joaquín Acosta
Sor Josefa del Castillo Continúa
35
Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
Núm.
Título
Autor
7
Reminiscencias de Santa Fe y Bogotá. Tomo II
8
Romancero colombiano. Homenaje a la memoria del Libertador Simón Bolívar en su primer cente- vv.aa. nario 1783-1883
9
La Manuela
10
Las tres semanas. Novela de costumbres
Cordovez Moure
Eugenio Díaz J. David Guarín
Tercera serie (1942) 1
Historia de Cartagena
2
Semanario del Nuevo Reino de Granada. Tomo II Francisco José de Caldas
3
Historia de la Revolución de la República de CoJosé Manuel Restrepo lombia
4
Los afectos espirituales
V. M. Fca. Josefa del Castillo
5
Reminiscencias de Santa Fe y Bogotá. Tomo III
José María Cordovez Moure
6
Reminiscencias de Santa Fe y Bogotá. Tomo IV
José María Cordovez Moure
7
Diana Cazadora
Clímaco Soto Borda
8
Cuentos
Efe Gómez
9
María
Jorge Isaacs
10
Roulin y sus amigos. Burguesía desvalida y arriesMargarita Combes gada. 1796-1874
Juan de Castellanos
Cuarta serie (1942) 1
El carnero
2
Historia de la Revolución de la República de CoJosé Manuel Restrepo lombia. Tomo II
3
Semanario del Nuevo Reino de Granada. Tomo III Francisco José de Caldas
4
Memorias. Tomo I
José Hilario López
5
Memorias. Tomo II
José Hilario López
6
Afectos espirituales. Tomo II
V. M. Francisca Josefa del Castillo
7
Reminiscencias de Santa Fe y Bogotá. Tomo V
José María Cordovez Moure
8
Reminiscencias de Santa Fe y Bogotá. Tomo VI
José María Cordovez Moure
9
Ensayos
B. Sanín Cano
10
Antorchas contra el viento
Porfirio Barba Jacob
36
J. Rodríguez Freyle
Germán Arciniegas, editor
Núm.
Título
Autor
Quinta serie (1944) 1
Bolívar. Tomo I
Jules Mancini
2
Bolívar. Tomo II
Jules Mancini
3
Historia de la Revolución de la República de CoJosé Manuel Restrepo lombia. Tomo III
4
El Orinoco ilustrado. Tomo I
P. José Gumilla
5
El Orinoco Ilustrado. Tomo II
P. José Gumilla
6
Viaje a la República de Colombia
G. Mollien
7
Reminiscencias de Santa Fe y Bogotá. Tomo VII
José María Cordovez Moure
8
La reforma política en Colombia. Tomo I
Rafael Núñez
9
Escritos
Francisco de Paula Santander (comp. de Manuel José Forero)
10
El hombre bajo la tierra
J. A. Osorio Lizarazo Sexta serie (1945)
1
La reforma política. Tomo II
Rafael Núñez
2
Ensayos sobre las revoluciones políticas
J. M. Samper
3
Pensamientos políticos sobre la agricultura, comercio P. F. Vargas y minas del Virreinato
4
Idola Fori (Ídolos del foro)
5
Historia de la Revolución de la República de CoJosé Manuel Restrepo lombia. Tomo IV
6
Apuntaciones para la Historia. Tomo I
José M. Obando
7
Apuntaciones para la Historia. Tomo II
José M. Obando
8
Reminiscencias de Santa Fe y Bogotá. Tomo VIII José María Cordovez Moure
9
La Nueva Granada
Augusto Le Moyne
10
Poesías
Julio Flórez
Carlos Arturo Torres
Séptima serie (1945) 1
La reforma política. Tomo III
2
Historia de la provincia de San Antonio del Nuevo Fray Alonso de Zamora Reino de Granada. Tomo I
3
Historia de la provincia de San Antonio del Nuevo Fray Alonso de Zamora Reino de Granada. Tomo II
Rafael Núñez
Continúa
37
Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
Núm.
Título
Autor
4
Historia de la provincia de San Antonio del Nuevo Fray Alonso de Zamora Reino de Granada. Tomo III
5
Historia de la provincia de San Antonio del Nuevo Fray Alonso de Zamora Reino de Granada. Tomo IV
6
Historia de la Revolución de la República de CoJosé Manuel Restrepo lombia. Tomo V
7
Reminiscencias de Santa Fe y Bogotá. Tomo IX
José María Cordovez Moure
8
Antonio Nariño
Jorge Ricardo Vejarano
9
Historia de la música en Colombia
José Ignacio Perdomo Escobar
10
Dinero para los peces. Novela. Un día de consulado. José Restrepo Mi amigo Sabas Pocahontas. Relatos.
1
Historia de la Revolución de la República de CoJosé Manuel Restrepo lombia
2
La reforma política
3
Fedra y la Eneida (manuscritos de la Biblioteca Autores clásicos Nacional)
4
El demonio interior. Cuentos
Octavio Amórtegui
5
Reminiscencias de Santa Fe y Bogotá. Tomo X
José María Cordovez Moure
6
Pax. Tomo I
Lorenzo Marroquín
7
Pax. Tomo II
Lorenzo Marroquín
8
Apuntes de ranchería y otros escritos escogidos
José Caicedo Rojas
9
Meditaciones colombianas
J. García del Río
10
Algunos estudios sobre Santander
Octava serie (1946)
Rafael Núñez
L. García Ortiz
Novena serie (1946) 1
El libro de versos
José Asunción Silva
2
Granada entreabierta
Max Grillo
3
Los piratas en Cartagena
Soledad Acosta de Samper
4
Vida de Rufino Cuervo y noticias de su época. Tomo I Ángel y Rufino José Cuervo
5
Vida de Rufino Cuervo y noticias de su época. Tomo II Ángel y Rufino José Cuervo
6
La reforma política en Colombia. Tomo IV
Rafael Núñez
7
Crónicas
José Joaquín Jiménez
38
Germán Arciniegas, editor
Núm.
Título
Autor
8
Reminiscencias de Santa Fe y Bogotá. Tomo XI
José María Cordovez Moure
9
La sabana de Bogotá
Tomás Rueda Vargas
10
Reminiscencias tudescas. Cuentos a Sonny
Santiago Pérez Triana
Décima serie (1946) 1
Episodios de un viaje
Felipe Pérez
2
La vorágine
José Eustasio Rivera
3
Mis memorias. Tomo I
Salvador Camacho Roldán
4
Mis memorias. Tomo II
Salvador Camacho Roldán
5
Vida y escritos de Nariño
Vergara y Vergara
6
Entrañas de niño. Salve, Regina
Tomás Carrasquilla
7
Visiones de historia
Tomás Rueda Vargas
8
Etapas de la vida colombiana
Eduardo Santos
9
El machete y otros cuentos
Julio Posada
10
Discursos
Carlos Arturo Torres Serie once (1946)
1
Particularidades de Santafé
J. M. Caballero
2
Reminiscencias
Juan F. Ortiz
3
Los trabajadores de tierra caliente
Medardo Rivas
4
La tierra nativa
Isaías Gamboa
5
Impresiones y recuerdos. Tomo I
Luciano Rivera y Garrido
6
Impresiones y recuerdos. Tomo II
Luciano Rivera y Garrido
7
Historia de un alma. Tomo I
J. M. Samper
8
Historia de un alma. Tomo II
J. M. Samper
9
Aspectos de la cultura en Colombia
Guillermo Hernández de Alba
10
Poesías
Diego Fallón (1950)*
1
Viaje a la Nueva Granada
Saffray
2
El Dorado
Liborio Zerda
3
La Bagatela
Antonio Nariño Continúa
39
Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
Núm.
Título
Autor
4
Viaje a la Sierra Nevada
Eliseo Reclús
5
Cantos populares de mi tierra
Candelario Obeso
6
Recuerdos y apuntamientos
José Caicedo Rojas
7
Historia de la Revolución. Tomo VII
José Manuel Restrepo
8
Historia de la Revolución. Tomo VIII
José Manuel Restrepo
9
La reforma política. Tomo VI
Rafael Núñez
10
La reforma política. Tomo VII
Rafael Núñez
11
Comedia nueva (La Conquista de Santa Fe de Fernando de Orbea Bogotá)
12
Descripción del Reyno de Santa Fe
Francisco Silvestre
(1951-1952) 1
Por el sur de Colombia
Miguel Triana
2
La perla de América
Antonio Julián
3
La civilización chibcha
Miguel Triana
4
Crítica histórica
Guillermo Camacho Carrizosa
5
Novelas y cuentos
José María Rivas Groot
6
Antología lírica. 100 poemas colombianos
Carlos Arturo Caparroso
7
Estudios varios
Carlos Arturo Torres
8
La República en la América española
Sergio Arboleda
9
Poesía 1918-1945
José Umaña Bernal
10
Historia y cuadros de costumbres
José Manuel Groot
11
De Bolívar a Concha
Fernando de la Vega
12
Estudios sobre las tribus del Magdalena
Jorge Isaacs
13
Colombia en la encrucijada
Félix Restrepo (1951-1952)
1
Derecho público interno de Colombia. Tomo I
José María Samper
2
Derecho público interno de Colombia. Tomo II
José María Samper
3
Memorias histórico políticas. Tomo I
Joaquín Posada Gutiérrez
4
Memorias histórico políticas. Tomo II
Joaquín Posada Gutiérrez
5
Memorias histórico políticas. Tomo III
Joaquín Posada Gutiérrez
40
Germán Arciniegas, editor
Núm.
Título
Autor
6
Memorias histórico políticas. Tomo IV
Joaquín Posada Gutiérrez
7
Memorias histórico políticas. Tomo V
Joaquín Posada Gutiérrez
8
Memorias histórico políticas. Tomo VI
Joaquín Posada Gutiérrez
9
Constitución de Colombia. Tomo I
Pombo y Guerra
10
Constitución de Colombia. Tomo II
Pombo y Guerra
11
Constitución de Colombia. Tomo III
Pombo y Guerra
12
Constitución de Colombia. Tomo IV
Pombo y Guerra
(1951-1952) 1
Obra poética
Rafael Maya
2
Antología, verso y prosa
José Eusebio Caro
3
Estudios constitucionales
Miguel Antonio Caro
4
Artículos y discursos
Miguel Antonio Caro
5
Antología poética
José Joaquín Casas
6
Cartas políticas
Carlos Holguín
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Crónicas de Bogotá. Tomo I
Pedro María Ibáñez
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Crónicas de Bogotá. Tomo II
Pedro María Ibáñez
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Crónicas de Bogotá. Tomo III
Pedro María Ibáñez
10
Crónicas de Bogotá. Tomo IV
Pedro María Ibáñez
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Estudios históricos I
José Joaquín Guerra
12
Estudios históricos II
José Joaquín Guerra
13
Estudios históricos III
José Joaquín Guerra
14
Estudios históricos IV
José Joaquín Guerra
* A partir de este año no se puede especificar la serie, porque el editor ya no era Arciniegas. Las series constaban de diez volúmenes; a partir de este año, esa homogeneidad ya no se mantiene. Fuente: Datos consolidados por la autora con base en la información de: Revista de las Indias, Bolívar, Hojas de Cultura Popular Colombiana, Catálogo de la Biblioteca Popular de Cultura Colombiana (fgga, bnc) e Historia de las bibliotecas en Colombia: compilación de correspondencia (Renán Silva).
Tres características se pueden mencionar como las mayores innovaciones que introdujo la bpcc dentro del panorama de las ediciones oficiales en el país: 1) Los libros fueron vendidos. 2) Su tamaño y diseño los acercaba más al concepto de edición 41
Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
comercial. 3) La intención de los prólogos y notas actualizaba la lectura de textos clásicos. Arciniegas pensaba: “los libros que se distribuyen gratuitamente no se leen con el cuidado e interés con que se leen los que se compran”26 y, por esta razón, propuso que los libros de la bpcc no se regalaran —como solía hacerse con las ediciones oficiales—, sino que se vendieran a un precio económico ($1) —casi equivalente al precio de costo—, tanto en las oficinas del Ministerio de Educación como en las librerías (Librería Colombiana, específicamente), con una comisión para los libreros que estuvo entre el 10 y el 30 % del valor de los libros (entre 1942 y 1946).27 La intención de Arciniegas era que el dinero que se recolectara se debía invertir completamente en la edición de nuevas publicaciones. Para el intelectual bogotano, esta era la única manera de hacer viable el proyecto de la bpcc, sobre todo, pensando en que él no estaría todo el tiempo al frente de la publicación de los volúmenes y que el Fondo Rotatorio sería, entonces, la manera de asegurar dicha publicación y las siguientes que hiciera el Ministerio. Había sido el proyecto del Fondo de Cultura Económica de México el que había inspirado a Arciniegas;28 además, la bpcc, entraba en consonancia con proyectos similares que se estaban desarrollando en Latinoamérica: la Biblioteca de Cultura Peruana,
26
Memoria del señor ministro de Educación Nacional al Congreso de 1946 (Bogotá: Imprenta Nacional, 1946), xlviii-xlix.
27
Carta de Germán Arciniegas a Gonzalo Losada, Bogotá, 10 de marzo de 1942, en fgga, bnc, Correspondencia Despachada, Caja 1, Carpeta 6. Y carta de Germán Arciniegas a Gonzalo Losada, Bogotá, 30 de abril de 1946, en fgga, bnc, Correspondencia Despachada, Caja 1, Carpeta 7.
28
Memoria del señor ministro de Educación Nacional al Congreso de 1946, xlviiixlix.
42
Germán Arciniegas, editor
los Cuadernos de Cultura (Cuba), las publicaciones de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, la Biblioteca Boliviana.29 Todo parece indicar que las decisiones administrativas de Arciniegas funcionaron: las publicaciones periódicas de la época destacan el éxito de ventas de la bpcc; específicamente, la Revista de las Indias señala cómo estos volúmenes estaban entre los preferidos por los compradores en las Ferias del Libro (realizadas desde 1936 y durante toda la República Liberal).30 Por otra parte, en una carta dirigida a Germán Arciniegas, Baldomero Sanín Cano escribió: “El librero de la esquina [en Popayán] me dice que la colección ha tenido buena acogida […]. La ocasión es precisa para vender libros colombianos”.31 Es necesario retomar este elemento señalado por Sanín Cano acerca de la buena ocasión para la venta de libros nacionales. Tanto la Guerra Civil Española como la Segunda Guerra Mundial habían producido una alteración en los procesos de circulación de impresos en Latinoamérica, pues gran parte de los libros que llegaban aquí, hasta entonces, provenían de Europa. A partir de 1936 y, sobre todo, desde 1939, la importación de libros españoles, franceses e ingleses decayó (así como la de insumos para empresas de artes gráficas) y ocasionó dos fenómenos paralelos: el aumento en la producción de libros e insumos nacionales y el aprovechamiento de Estados Unidos para penetrar asiduamente en el mercado editorial latinoamericano.
29
Germán Arciniegas, “¿Qué se lee en Colombia?”, en fgga, bnc, Escritos de Germán Arciniegas, Caja 7, Carpeta 2.
30
“La nueva serie de la Biblioteca de Cultura”. Revista de las Indias, 56 (1943): 276.
31
Carta de Baldomero Sanín Cano a Germán Arciniegas, Popayán, 19 de junio de 1942, en fgga, bnc, Correspondencia Recibida, Caja 26.
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Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
En el éxito de la bpcc se debe mencionar, además, el interés permanente de los lectores por conocer la historia y la literatura del país. Este es un rasgo perceptible, por ejemplo, en el Censo Intelectual elaborado por Daniel Samper Ortega como director de la bnc, en 1933, en el que entre los libros más solicitados aparecen los de las dos materias mencionadas;32 asimismo, entre los libros que figuran como desaparecidos en los inventarios de las Bibliotecas Aldeanas (proyecto de la República Liberal, iniciado en 1934, encabezado por Luis López de Mesa, como ministro de Educación, y por Daniel Samper Ortega) aparecen aquellos sobre historia y literatura colombianas.33 Por último, cabe mencionar que el registro de lectores enviado a la bnc desde las distintas Bibliotecas Aldeanas del país también constata esta preferencia lectora entre los colombianos.34 Había pues una curiosidad y un gusto entre el público lector colombiano por conocer la historia y la literatura del país. Los libros de estos temas funcionaban como una forma de producción de conexiones reales y simbólicas entre los miembros de una sociedad y entre el conjunto y el Estado,35 como una manera de sentirse parte de un territorio y de una historia común. Además, esta preferencia lectora se enclavaba en la tradición decimonónica que basó la construcción de una idea de nación y la fundación simbólica de la República en los textos de historia y de literatura 32
“Formularios individuales de escritores”, en Fondo Aldeano (fa), bnc, Caja 27, Carpetas 205-209.
33
En Historia de las bibliotecas en Colombia: compilación de correspondencia, compilado por Renán Silva (Bogotá: s. n., 2000).
34
Memoria del señor ministro de Educación Nacional al Congreso de 1946, 91. “Cuadro estadístico de lectores y obras”, 1948, en Fondo Bibliográfico (fb), bnc, Tomo 260.
35
Renán Silva, República Liberal, intelectuales y cultura popular (Medellín: La Carreta, 2012), 94.
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Germán Arciniegas, editor
nacionales, buscando en estos ‘textos del origen’ los ‘elementos […] cohesivos de la cultura nacional’.36 De esta manera, es relativamente fácil comprender que el éxito de la bpcc se debió no solo a las decisiones editoriales y administrativas de Arciniegas, sino también al estado del ámbito editorial colombiano, latinoamericano y mundial, y a la existencia de una demanda lectora que se había alimentado desde hacía un siglo. Dentro de este éxito, es también necesario resaltar las decisiones de Arciniegas y de su equipo de colaboradores acerca del diseño de los libros que se publicarían. La mejor descripción de este diseño la encontramos en una nota escrita por H. T. (¿Hernando Téllez?) y publicada en la Revista de las Indias: En ediciones decorosas y sencillas, hechas con buen gusto, fáciles, manuables, ajenas por completo al detestable sello oficial de los libros editados por el gobierno, que solamente hasta ahora están perdiendo ese aspecto exterior, pobretón y sumario, de informes de ministro o secretario, empezarán a circular estos volúmenes, de cubiertas alegres […], de precio cómodo, que podrán viajar en el bolsillo del lector. […] Libros así […] y no mamotretos.37
Esas ‘cubiertas alegres’ eran, en realidad, unas sobrecubiertas que hoy no es posible apreciar en ninguno de los libros que se conservan de esta colección en las dos bibliotecas más importantes del país: la bnc y la blaa (figura 6). Se trataba de unas ‘fundas’
36
Fernando Degiovanni, “La invención de los clásicos: nacionalismo, filología y políticas culturales en Argentina”. Orbis Tertius 10, 11 (2005): 4. http://www. orbistertius.unlp.edu.ar/
37
H.T., “Biblioteca Popular de Cultura Colombiana”. Revista de las Indias, 41 (1942): 404-405.
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Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
(sobrepuestas a las carátulas de los libros) con ilustraciones (grabados a una tinta): una de las caras mostraba las tradiciones populares colombianas (del campo) y la otra resumía la historia del país desde la Conquista hasta el siglo xix. En las solapas aparecía un resumen del volumen y el listado de los volúmenes y series publicados por la bpcc. Este era el detalle que distanciaba esta colección del diseño de las ediciones oficiales (que la carátula de los libros de la bpcc sí mantiene). Las sobrecubiertas buscaban establecer una relación más cercana con el lector, a partir de la presencia de elementos familiares para él, aunque el contenido de los libros, la mayoría de las veces, no manifestara esa misma familiaridad.
Figura 6. Sobrecubiertas y carátula de la BPCC Fuente: Ejemplares de la BPCC exhibidos en la Librería Mundial (Bogotá).
De aquí se deriva que quizá uno de los mayores aportes de la bpcc a la consolidación de un capitalismo editorial haya sido la familiarización de un nuevo público lector con el libro como objeto. Su precio asequible, su diseño atractivo y su formato cómodo (19x13 cm) —aunque no tan cómodo como para poder, realmente, llevarlo en el bolsillo— acercaron el libro a un 46
Germán Arciniegas, editor
público para el que no era un objeto cotidiano. El libro ‘mamotreto’ empezó a quedar como un objeto del pasado, asociado con la lectura como erudición y distinción social, y empezó a imponerse cada vez más (luego del importante antecedente que constituyó la Biblioteca Popular de Jorge Roa) este concepto de libro ‘manuable’, que no solo permitía la familiarización con el objeto libro, sino que también afianzaba un concepto de lectura asociado con lo comercial, el entretenimiento y, sobre todo, la popularización de los saberes. No podemos saber cómo se leyeron esos libros o si los lectores, tras adquirirlos y empezar a leerlos, pudieron o quisieron terminar su lectura. Los títulos publicados no parecían ser muy atractivos para un lector contemporáneo —según los ojos de un lector de hoy—, así como tampoco lo era el número de páginas de cada libro (entre 300 y 500), pero si recordamos el gusto que había en la época por conocer acerca del país, de su literatura y de su historia, y el hecho de que la lectura era uno de los pasatiempos más comunes y legitimados en la época, no podemos desechar del todo la idea de que tanto por su aspecto material como por sus contenidos, los libros de la bpcc lograron llegar a un nuevo público lector que deseaba sentirse —por fin— parte de una nación. Renán Silva explica cómo los gobiernos de la República Liberal construyeron un tipo de relación entre el Estado y el pueblo que había sido antes inexistente;38 en esta relación, el pueblo se sentía incluido, por primera vez, de manera más concreta, en los proyectos del Estado —esto pese a las omisiones y desaciertos que hubo en ese proyecto de la República Liberal, y que han sido profusamente analizados por Renán Silva—. La publicación de estos libros —así como la de los de la Selección Samper Ortega, casi una década antes— y las demás acciones 38
Silva, República Liberal, 25.
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Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
culturales (apertura de bibliotecas, ampliación de la cobertura escolar, conciertos, publicaciones periódicas, conferencias, proyecciones cinematográficas, obras de teatro, programas de radio) ayudaron a definir esta nueva relación, aunque no sea posible medir con exactitud los modos y los grados en los que se produjo. A pesar de la consonancia entre la bpcc y otras iniciativas similares en Latinoamérica, se puede afirmar que la colección colombiana tuvo más relación con el tipo de Bibliotecas Populares que se publicaron a finales del siglo xix en esta parte del continente. Específicamente, para el caso argentino, Sergio Pastormelo explica la función que tuvo la Biblioteca Popular en esa época: “Acercar la cultura letrada a las clases populares y estimular a los escritores nacionales. El material publicado no buscaba ajustarse al gusto del nuevo público; esperaba […] una adecuación (‘elevación’) del público al material de lectura ofrecido”.39 Pese a los esfuerzos que hizo Arciniegas para actualizar la lectura de textos coloniales o decimonónicos para los lectores contemporáneos, a través de los prólogos y de las notas finales de algunos de los libros de la bpcc, lo cierto es que la elección de los títulos sugiere esta búsqueda de ‘elevación’ del público lector a las lecturas ofrecidas y nunca al contrario. Este sentido de ‘elevación’ cultural siempre estuvo presente en las políticas culturales de los gobiernos de la República Liberal y obedece a la dicotomía entre ‘alta cultura’ y ‘cultura popular’ vigente y aceptada como una pareja ‘natural’ en la época40 —aunque también ahora, pese a que los mecanismos de ‘distinción’ social y cultural hayan cambiado y sean cada vez más sutiles—. 39
Sergio Pastormelo, “1880-1899. El surgimiento de un mercado editorial”, en Editores y políticas editoriales en Argentina (1880-2010), (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2014), 14.
40
Silva, República Liberal, 63.
48
Germán Arciniegas, editor
En este sentido, se puede afirmar que la bpcc tuvo dos características que la relacionan más con la función de la Biblioteca Popular decimonónica: acercar la cultura letrada a las clases populares y continuar con la misión de servir de fundamento a la construcción de un proyecto de nación, pues la mayoría de los títulos publicados pertenecían a la historia y, en segundo lugar, a la literatura (tabla 6). El encargo de Arciniegas de traducir y reeditar títulos (que hablaran sobre Colombia), que hasta ese momento solo se habían publicado en idioma extranjero o solo en ediciones extranjeras, también ratifican lo anterior: la localización de textos fundacionales que continuaran con la tarea de legitimar la República y la nacionalidad colombianas (aunque omitiendo todo el pasado indígena, antes de la Conquista). Esto no impide, sin embargo, reconocer el esfuerzo editorial de Arciniegas y del Estado en la publicación de esos libros traducidos e impresos en Colombia por primera vez. Tabla 6. Biblioteca Popular de Cultura Colombiana por tema Tema
Cantidad
Porcentaje
Historia: estudios históricos, biografías, memorias (69); prosa política (17); derecho (7)
93
58
Literatura: novela (14), relato (13), poesía (11), prosa literaria (2), teatro (1)
41
25
Geografía, viajes
19
12
Periodismo: ediciones facsimilares (4), crónica: Jiménez (1)
5
3
Ensayo: Sanín Cano, Grillo, H. de Alba
3
2
Fuente: Datos recopilados por la autora con base en la información de los libros de la bpcc.
Por obvias razones, y pese a su ánimo comercial, se puede entender por qué la bpcc no pudo desligarse de sus funciones como colección ‘oficial’ del gobierno colombiano: preservar y legitimar las tradiciones histórica y literaria del país, reiterando 49
Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
concepciones tales como la preponderancia de la cultura hispánica, la validación del costumbrismo como nuestra ‘escuela nacional’ literaria por excelencia y la preferencia por los autores ya consagrados (y fallecidos hacía mucho tiempo); solo el 11 % de los volúmenes de la bpcc (18 títulos) son de autoría de escritores contemporáneos (o recién fallecidos). Al parecer, la bpcc impulsó otras colecciones similares en las regiones del país, publicadas entre 1946 y 1949: Biblioteca de Autores Caldenses, Biblioteca de Escritores Costeños, Biblioteca de Autores Antioqueños, Biblioteca de Autores Nortesantandereanos, Biblioteca de Autores Nariñenses y Biblioteca de Autores Caucanos.41 Esta situación indica dos de los aspectos del funcionamiento del campo intelectual colombiano: el primero, la búsqueda de diferenciación de las regiones frente a unas tradiciones literaria e histórica colombianas, impulsadas y desarrolladas desde el centro del país (específicamente, desde Bogotá) que, por lo general, omiten los fenómenos históricos y literarios de las regiones; y el segundo, la falta de consolidación de procesos de identificación entre las regiones del país y, por ende, las dificultades para concretar proyectos de Estado a nivel nacional, pese a esfuerzos como la bpcc. El aporte sí innegable de la bpcc es que fue fundamental en el proceso de emergencia de un campo editorial en el país, por las particularidades de su edición. En una carta de Arciniegas dirigida a la Imprenta López, de Buenos Aires, el intelectual bogotano rechaza el ofrecimiento de esta empresa gráfica para imprimir los volúmenes de la bpcc y propone que, si bien desea que las ediciones para consumo interno se editen en Colombia, podrían hacer un contrato para que se imprimieran en Buenos 41
Así lo reseña la revista Manizales en varias notas publicadas entre los núms. 67 (1946) y 111 (1949).
50
Germán Arciniegas, editor
Aires las que se distribuirían en el exterior.42 Este convencimiento de Arciniegas de hacer todo el proceso de edición en Colombia obedece a una búsqueda de afianzamiento de esta industria en el país, pese a las limitaciones técnicas que había aún y que quedan demostradas en el hecho de que hubiese sido necesario acudir a la contratación de varias imprentas y editoriales para completar la publicación de los 2000 ejemplares (en promedio) de cada uno de los 161 títulos de la bpcc. Además de la Imprenta Nacional y de las Prensas de la Biblioteca Nacional, fue necesario contratar los servicios de empresas gráficas como Kelly, A.B.C., Instituto Gráfico Ltda., Minerva, Centro e Iqueima. La cantidad de ejemplares impresos y el hecho de saber que eran distribuidos de manera comercial también indican que en esta época hubo una ampliación del mercado editorial y del público lector. Por otra parte, inicialmente Arciniegas deseaba enviar parte de estos ejemplares al exterior para su venta, y hay cartas que demuestran que hubo contratos e intenciones de ello con el Fondo de Cultura Económica, con Autorjus y con Losada para llevar a cabo esta empresa;43 sin embargo, también se debe tener en cuenta que, al mismo tiempo que la Segunda Guerra Mundial afectó la exportación de libros europeos hacia Latinoamérica, también afectó el intercambio de mercancías entre los países latinoamericanos, pues escaseaban los barcos para transportarlas.44 Esto perturbó el objetivo de Arciniegas de conseguir una 42
Carta de Germán Arciniegas a la Imprenta López, Bogotá, 25 de junio de 1942, en fgga, bnc, Carpeta 30, Editoriales.
43
Carta de Germán Arciniegas a Daniel Cosío Villegas, Bogotá, 18 de marzo de 1942, en fgga, bnc, Correspondencia Recibida, Caja 19. Y carta de Germán Arciniegas a Editorial Autorjus, Bogotá, 24 de abril de 1942, en fgga, bnc, Correspondencia Recibida, Caja 20.
44
Carta de Germán Arciniegas a Gonzalo Losada, Bogotá, 13 de mayo de 1942, en fgga, bnc, Correspondencia Recibida, Caja 20.
51
Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
distribución más amplia para los libros colombianos, pero, paralelamente también ayudó a afianzar aún más la necesidad de impulsar la edición y circulación de impresos nacionales. Por último, pero no menos importante dentro de este proceso de emergencia de un campo editorial en el país, se debe mencionar el enorme avance que significó el pago de los derechos de propiedad intelectual de las ediciones de la bpcc (en la mayoría de los casos, para los escritores vivos, y en aquellos en los que fue posible identificar a los herederos de los ya fallecidos), para el desarrollo de la profesionalización del escritor en el país, como lo demuestran tanto la correspondencia de Germán Arciniegas como ministro de Educación, como los contratos publicados en el Diario Oficial. Según estas fuentes, se pagaban aproximadamente $0,20 por cada ejemplar publicado y, además, se entregaban ejemplares al autor como parte de ese mismo pago.45 Si bien las ediciones oficiales siempre habían sido una posibilidad para los escritores de recibir un pago efectivo por sus creaciones (sobre todo por las de textos escolares), es posible ver durante estos años de la República Liberal un aumento en la reglamentación y realización de contratos entre el Estado y los autores. Esta situación constituyó un hito dentro de la historia de los derechos de autor en el país, sobre todo, tratándose de textos que no estaban destinados únicamente a las escuelas, sino que habían sido pensados para circular como ediciones comerciales. Los anteriores hechos demuestran la importancia de la acción del Estado en la emergencia y consolidación del campo editorial. Desde 1825, cuando el Estado adquirió su propia imprenta, se convirtió en el mayor impulsor de la producción na45
Carta de Germán Arciniegas a Nazare-Aga, Bogotá, 4 de diciembre de 1945, en fgga, bnc, Correspondencia Despachada, caja 1, carpeta 7. Y “Sobre venta de unos originales”. Diario Oficial, 26169 (1946): 26.
52
Germán Arciniegas, editor
cional de impresos. Lo que pasaba por la imprenta adquiría una nueva legitimidad que no tenía el manuscrito, y esa legitimidad empezó a ser cada vez más necesaria en la construcción de la República. Las publicaciones oficiales contribuyeron a consolidar el circuito de industrias de artes gráficas en el país, ya sea porque el Estado demandaba sus servicios o porque el uso y la función que le daba a los impresos empezaron a ser extensivos en otros ámbitos de la vida pública del país (la educación, la opinión pública).46 A pesar de que, en un primer momento, este papel del Estado pueda ser visto como un obstáculo a la autonomía con la que puede funcionar el campo editorial, lo cierto es que, como lo explica Renán Silva, “la débil conformación del campo intelectual [colombiano] es subsidiaria de la inexistencia de un sistema fuerte de instituciones culturales (públicas y privadas) que encuentren en el Estado una palanca de apoyo que asegure su vitalidad y permanencia”.47 Esta debilidad de nuestro campo intelectual se traslada a la de nuestro campo editorial. Por eso es necesario, entonces, asegurar primero esta ‘palanca de apoyo’ sobre la cual podrá funcionar luego un campo editorial que actúe de acuerdo con sus propias reglas. La bpcc es un ejemplo de ello al impulsar la edición de libros nacionales y de autores nacionales, el reconocimiento y pago de los derechos de autor, una forma de edición basada en la necesidad de crear el hábito de la adquisición de libros y de ampliar la circulación de los impresos: esta colección del Ministerio de Educación contribuyó a la emergencia de un campo editorial en el país. Lastimosamente, los gobiernos conservadores 46
Juan David Murillo Sandoval, “Reglamentar, legitimar. Construcción estatal y palabra impresa de la Primera República a la Gran Colombia”, en Historia de la edición en Colombia, 1738-1851, 1-24. En prensa.
47
Renán Silva, República Liberal, 31.
53
Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
siguientes no dieron continuidad al funcionamiento del Fondo Rotatorio de Publicaciones y se volvió a la práctica de poner a circular los libros oficiales de manera gratuita y de restringir sus canales de adquisición y de distribución. Pese a ello y como siempre sucede, los retrocesos no obliteran del todo los avances realizados y estos continúan su curso. La popularización de la cultura es una acción que ha continuado hasta nuestros días, de manera cada vez más acelerada, aunque las formas de ‘distinción’ social y cultural sean también cada vez más elaboradas, sutiles y efectivas. El impulso que dieron las políticas culturales, llevadas a cabo por los intelectuales de la República Liberal (desde la Sección de Cultura Popular y a través de las campañas de Extensión Cultural), para pasar de una ‘cultura aristocrática’ a una ‘cultura [más] democrática’,48 fue fundamental en la transformación de una idea exclusivista y discriminatoria de ‘cultura’ y, junto con ella, de una concepción del libro como un objeto que solo podía estar en manos de eruditos, intelectuales y de quienes tuvieran suficiente dinero para entrar en una librería para comprarlo y para tener una biblioteca en casa donde exhibirlo. No se puede afirmar, pues, que la bpcc haya sido realmente una biblioteca ‘popular’, pues su intención no fue hacer una colección que recogiera los saberes ‘populares’ o las lecturas ‘populares’, sino ‘popularizar’ —en el sentido de ampliar la recepción— la tradición letrada del país (sin hacer modificación alguna de sus contenidos), asegurando “que en forma elemental siquiera están gozando de los beneficios de la vida estética todos los grupos sociales”,49 tal como fue el objetivo de todas las 48
Luis David Peña, “La educación estética popular”. Revista de las Indias, 75 (1945): 426-427.
49
Memoria del señor ministro de Educación Nacional al Congreso de 1946, 260.
54
Germán Arciniegas, editor
campañas de la Sección de Extensión Cultural del Ministerio de Educación. El mismo Arciniegas lo reconoció así en una carta a Baldomero Sanín Cano, cuando recién comenzaba la publicación de la bpcc: “Tengo la esperanza de que con el tiempo estas ediciones puedan servir de base a una pequeña biblioteca popular, como lo indica su nombre […]. Ya es tiempo de ir pensando en algunos libros de ahora. Mucho le agradecería que me hiciera algunas sugestiones”50. Esta cita demuestra, pues, que el nombre de la bpcc fue más una intención que una realidad, y que con la inclusión de autores contemporáneos el intelectual bogotano buscó una ‘popularización’ más efectiva de los volúmenes. Germán Arciniegas fue consciente de las limitaciones de su proyecto, que fueron las mismas de la mayoría de los proyectos culturales de la República Liberal; esto no disminuye la importancia de la bpcc ni sus contribuciones al desarrollo de la industria editorial en el país y a la ampliación del público lector, pero sí permite ver las contradicciones y dificultades propias de todo proceso de popularización de la cultura y de la lectura: ¿cómo conciliar los intereses y las necesidades de todos los grupos sociales para que se sientan incluidos en un proyecto nacional? A pesar de que los intelectuales de la República Liberal se mantuvieron dentro de dicotomías restrictivas que asociaron la cultura popular con el folclor (que debía ser reconocido e impulsado por la cultura letrada) y la cultura letrada con el ‘buen gusto’ (que podía ser adquirido por el pueblo),51 los ejercicios de reconocimiento de un ‘arte popular’, de las artesanías, de las tradiciones populares, como parte de la cultura del país e, in-
50
Carta de Germán Arciniegas a Baldomero Sanín Cano, Bogotá, 24 de marzo de 1942, en fgga, bnc, Correspondencia Despachada, Caja 1, Carpeta 6.
51
Renán Silva, República Liberal, 25.
55
Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
cluso, como base de la cultura letrada,52 así como las campañas de ‘desanalfabetización’”, produjeron una renovación cultural y social hasta entonces desconocida en la historia del país. Es en el marco de esta renovación que se puede ubicar y se pudo ejecutar el proyecto de la bpcc.
Germán Arciniegas: gestor cultural
A pesar de sus reticencias a aceptar puestos oficiales, pues, según él, menguaban sus capacidades como escritor y eran cargos que solo aceptaba por ‘física necesidad’53 —tal como lo afirmaba la mayoría de sus colegas escritores contemporáneos—, es innegable la habilidad de Arciniegas como gestor cultural y como editor, según lo que ha sido expuesto aquí de su labor en la puesta en circulación de la bpcc. Esa habilidad es perceptible desde su tarea editorial en Ediciones Colombia, pues ya allí resaltan las características que relacionan a Germán Arciniegas con la figura del editor profesional: iniciativa en proyectos de publicación, control financiero de la publicación, especialización temática, selección de autores vivos, independencia de una afiliación ideológica y elección de la literatura como temática preferente para emprender ‘aventuras editoriales’.54 Quizás el asunto más problemático dentro de la profesionalización y modernización del oficio de editor en Colombia sea el referido a la distribución y venta de los impresos que, en el caso
52
Antonio Brugés Carmona, “Reflexiones sobre el arte popular”. Revista de las Indias, 85 (1946): 135.
53
Carta de Germán Arciniegas a Daniel Cosío Villegas, Bogotá, 18 de marzo de 1942, en fgga, bnc, Correspondencia Recibida, Caja 19. Y carta de Germán Arciniegas a Harriet de Onís, Bogotá, 5 de marzo de 1946, en fgga, bnc, Correspondencia Despachada, Caja 1, Carpeta 7.
54
Pastormelo, “1880-1899. El surgimiento de un mercado editorial”, 4.
56
Germán Arciniegas, editor
de Arciniegas y en el de la mayoría de editores de este momento, fue un proceso que no pudo funcionar de manera independiente al de la edición (recordemos que los libros de las Ediciones Colombia eran distribuidos y vendidos por él mismo). Este aspecto relacionaría a Arciniegas con la figura del editor tradicional, pero aquí se debe recordar que el asunto de la distribución de los impresos fue siempre una de las mayores quejas de quienes estuvieron al frente de empresas editoriales en la primera mitad del siglo xx en Colombia, pues tanto la deficiencia en las vías de comunicación entre las regiones del país, como los impuestos a los libros nacionales y a la importación de insumos, y los sobrecargos en las tarifas de correos, hacían complicadas las iniciativas por ampliar el circuito de distribución y venta de los libros. Aun con estas complicaciones, debemos regresar a resaltar la importancia de la labor editorial realizada por Arciniegas y profundizar en las consecuencias y en las limitaciones de algunos aspectos de ella. En primer lugar, se deben recordar los obstáculos económicos que debió atravesar Arciniegas con Ediciones Colombia, pues si bien él asumió el control financiero de las publicaciones a través de distintas estrategias comerciales, estas no fueron suficientes para darle un ciclo de vida más largo a su colección literaria. En segundo lugar, la independencia de la afiliación ideológica se debe entender como una transformación que separa al editor decimonónico del editor del siglo xx en Colombia, pues, por un lado, permite darle cada vez un mayor peso a las decisiones editoriales (técnicas, administrativas, comerciales, económicas e intelectuales), por encima de la posible influencia de aspectos políticos y, por ende, que el editor tenga mayor libertad en la iniciativa y ejecución de proyectos editoriales; y por otro lado, la separación de la labor editorial de compromisos políticos contribuye a la diferenciación e independencia entre las diferentes actividades culturales que conforman el campo 57
Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
intelectual. Sin embargo, esto no significa que la independencia de una afiliación ideológica se presente de igual manera en todos los editores y en todas las épocas, pues esto depende también de coyunturas históricas y del estado general del ámbito editorial dentro de ellas. En el caso de Arciniegas, su elección de conformar una colección editorial exclusivamente literaria le permitió abstenerse de entrar a hacer parte de debates políticos que le hubiesen representado efectos negativos para el capital simbólico de su empresa —como, efectivamente, sucedió con la edición del libro El cadalso ante el Senado—, debido al bipartidismo que caracterizó toda la primera mitad del siglo xx en Colombia. Sin embargo, su adscripción abierta al partido Liberal le permitió años después hacer parte de la puesta en marcha de las políticas culturales de la República Liberal y llevar a cabo la bpcc. No podría afirmarse que esta colección manifieste criterios editoriales completamente ‘liberales’, sino que la elección de sus títulos respondió a la preservación de una tradición que ya había sido aceptada; la inclusión de autores contemporáneos respondía, igualmente, a aquellos que estaban en una vía avanzada de esa aceptación, gracias a la acción de la prensa y del mismo Arciniegas. Estas dos experiencias de la acción editorial de este intelectual bogotano demuestran las complejidades de la relación de la política con el ámbito editorial y, en general, con el intelectual en Colombia; ratifican también la manera como la política ha influido directamente en el desarrollo de estos dos espacios de la vida cultural del país, e indican que el grado y dirección de esta influencia dependen del contexto político e histórico del momento. En tercer y último lugar, debo detenerme en la elección de la literatura como tema preferente para emprender ‘aventuras editoriales’. Esto es claro en las Ediciones Colombia pero no en la bpcc, dada la pertenencia de esta colección al ámbito oficial, 58
Germán Arciniegas, editor
en donde tenía más peso la historia como depositaria de una tradición que legitimaba la constitución de una nación. En Colombia, las ‘aventuras editoriales’ habían estado encabezadas por el libro religioso (durante la Colonia y gran parte del siglo xix) y por el libro escolar (durante el siglo xix y lo que iba del xx), pues eran los tipos de impresos que tenían una demanda más estable dentro del público lector. La literatura se convirtió en el lugar de un nuevo tipo de ‘aventura editorial’ perceptible desde los cuentos, poemas, novelas y obras de teatro dados a conocer en las publicaciones periódicas desde el siglo xix y que contribuyeron a la ampliación del público lector, y más adelante en la Biblioteca Popular de Jorge Roa, que publicó obras literarias de autores extranjeros y nacionales. En el caso de las Ediciones Colombia, Arciniegas incluye a autores respetados dentro de los círculos letrados, reconocidos y consagrados desde las páginas de la prensa. Su criterio, pues, no fue eminentemente ‘comercial’ —que obedecería a la publicación de libros más acordes con los gustos lectores predominantes en la época: la crónica y la prosa política—,55 pero sí títulos que buscaban ser llamativos para un lector acostumbrado a la lectura y a la compra de impresos. La ‘aventura’ de Arciniegas en Ediciones Colombia se concentró, así, en atreverse a lanzar una colección exclusivamente literaria, con autores únicamente nacionales (con excepción de dos títulos) y contemporáneos, con títulos y contenidos concebidos bajo un criterio editorial propio, y financiados a través de mecanismos modernos de comercialización (provenientes de las técnicas introducidas por la prensa). En la bpcc, esa ‘aventura’ se concentró en modernizar las ediciones oficiales y en contribuir a la creación de una relación nueva con 55
Baldomero Sanín Cano, Prefacio a Indagaciones e imágenes (Bogotá: Ediciones Colombia, 1926), vii.
59
Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
el objeto libro, que amplió el público lector de la época. Razones todas estas suficientes para incluir a Germán Arciniegas como impulsor de importantes transformaciones dentro de la historia de la edición y de la lectura en Colombia en el siglo xx.
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Capítulo II
Las empresas editoriales de Arturo Zapata (1926-1954)1
Quien haya buscado libros colombianos de la primera mitad del siglo xx inevitablemente se habrá encontrado, en algún momento, con los libros editados por Arturo Zapata Tirado (Manizales, 1901-1981).2 La cantidad de libros que publicó (cerca de cien) y el éxito de varias de sus ediciones convierten a Zapata en un referente imprescindible dentro de la historia de la edición, la circulación de impresos y la lectura en Colombia, y obligan a detenerse en la labor realizada por este editor durante, al menos, treinta años. Desde sus comienzos como cajista en la imprenta El Renacimiento, en Manizales, hasta su conversión en dueño de una editorial y en exitoso hombre de negocios, Arturo
1
Una parte de este capítulo se publicó en el artículo de mi autoría “Las empresas editoriales de Arturo Zapata (1926-1954)”. Lingüística y Literatura, 71 (2017): 131-151.
2
El lugar de nacimiento de Zapata no ha sido determinado aún con exactitud. Quienes fueron sus amigos más cercanos afirman que sí nació en Manizales, pero se debe tener en cuenta que su familia llegó a esta ciudad, procedente de Medellín, a trabajar en la Imprenta El Renacimiento, fundada en 1909. Este dato sugeriría que Zapata habría nacido en Medellín, aunque él se considerara manizaleño.
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Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
Zapata encarna en sí mismo la evolución de la figura del editor en Colombia: primero, relacionado con la labor artesanal del oficio de impresor; luego, como artífice de dos publicaciones periódicas (La Voz de Caldas y Cervantes); y, finalmente, como dueño de dos empresas editoriales (Tipografía Cervantes y Casa Editorial y Talleres Gráficos Arturo Zapata —Editorial Zapata, desde 1945 y hasta la actualidad—).3 Arturo Zapata, además, contribuyó en la introducción de renovaciones técnicas en el ámbito de las artes gráficas en Colombia y en el de la distribución de impresos. A diferencia de muchos de sus contemporáneos y antecesores, Zapata logró que su empresa editorial tuviera éxito y se sostuviera por un prolongado periodo de tiempo dentro del circuito de las artes gráficas en el país. Propiamente como editor, el aporte de Zapata se resume en su diferenciación entre el papel del impresor y el del editor, su reconocimiento de los derechos de autor y en su elección de publicar libros de géneros que se apartaban de la tradición letrada bogotana, más adecuados a los gustos lectores de la época; esta situación favoreció la modernización de la literatura colombiana y, en general, del campo intelectual. Todas estas razones permiten entender la figura de Arturo Zapata como un editor que aportó —quizá como ningún otro en su época—, a la profesionalización y a la modernización de su oficio en el país.
Las publicaciones periódicas y la revista Cervantes
Como la gran mayoría de editores colombianos de la primera mitad del siglo xx, Arturo Zapata comenzó su trayectoria en el 3
62
Hoy en día la Editorial Zapata funciona como una sección de la empresa Molano Londoño e Hijos Ltda. (Manizales), que ofrece los servicios de papelería, litografía, fotocopiado y servicios gráficos.
Las empresas editoriales de Arturo Zapata
ámbito editorial en el marco de las publicaciones periódicas. Su familia había llegado a Manizales para trabajar en la Imprenta El Renacimiento (1909) y luego en el periódico (primer diario de Manizales) del mismo nombre (1914); antes, en Medellín, había aprendido todo lo relacionado con el oficio de la impresión con los famosos hermanos Bedout. Zapata, desde pequeño, fue asiduo visitante de El Renacimiento y, siendo un adolescente, pidió que lo dejaran quedarse en los talleres para aprender el oficio.4 Desde su niñez, como observador, y luego en su adolescencia, como trabajador, Zapata estuvo familiarizado, pues, con todas las tareas y con los procesos asociados con la impresión. No es extraño, entonces, que para 1926, encontremos a Zapata al frente del periódico La Voz de Caldas (1926-1939), dirigido por Eudoro Galarza Ossa. Esta publicación es importante, dentro de la historia del periodismo caldense, ya que fue el primer periódico a dos tintas y el que tuvo la primera imprenta con fotograbado.5 En 1927, Arturo Zapata, Eudoro Galarza Ossa y Luciano Durán crearon una sociedad: Arturo Zapata & Cía., con el objeto de explotar un taller de tipografía;6 el taller tenía como gerente a Arturo Zapata y funcionaba de manera independiente al periódico. Según Fernando Londoño, la sociedad entre Zapata y Galarza en La Voz de Caldas terminó cuando este último decidió comprometer el periódico con asuntos políticos; ante esta situación, Zapata optó por salir de la publicación periódica y, con su parte, fundó la revista Cervantes y La Tipografía
4
5
Ibid.
6
[Fernando Londoño Londoño], “Figuras de Caldas: Arturo Zapata. Reportaje del Bachiller Carrasco”, La Patria, 7 de marzo de 1981, 5A. Escritura 1189, Manizales, 9 de diciembre de 1927, en Archivo Molano Londoño e Hijos Ltda., Manizales-Colombia.
63
Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
Cervantes —origen de la Editorial Zapata—.7 Es importante resaltar estos dos elementos del paso de Zapata por La Voz de Caldas, pues tanto las innovaciones técnicas como la distancia de la política serían características que harían parte fundamental del éxito de su empresa editorial y que emergerían también en su siguiente experiencia editorial: Cervantes. En abril de 1929 apareció el primer número de la revista Cervantes. Arturo Zapata sostuvo esta publicación por 27 números (publicados mensualmente hasta agosto de 1931); los cinco últimos fueron impresos y distribuidos desde Bogotá (desde abril de 1931). No es aún claro hoy por qué Zapata decidió irse a la capital del país y mucho menos por qué suspendió la publicación de la revista Cervantes. En el número 22, la editorial resumía así su propósito: “Ser el abanderado del pensamiento nacional […]. Y precisamente por esto […] es por lo que hemos decidido trasladar nuestra Revista a Bogotá, donde al propio tiempo servirá de órgano de cultura nacional y captará todas las agitaciones de la cultura americana”.8 Al parecer, paradójicamente, la capital del país no fue un terreno propicio para estos objetivos. Desde febrero de 1930, Zapata había usado las páginas de Cervantes (núm. 11) para dar marcha a su campaña de ‘redención económica’ nacional: “Consumir lo que producimos y producir lo que consumimos es, sin lugar a la menor duda, la primera necesidad, el más urgente reclamo de la Colombia actual”.9 En este mismo número aprovechó para publicar una circular dirigida a los escritores, periodistas y Sociedades de Mejoras Públicas del país, con la esperanza de que fuera reproducida en otras publica-
7
Londoño, “Figuras de Caldas”, 5A.
8
Arturo Zapata, “Propósitos”. Cervantes, 22 (1931): 1.
9
Arturo Zapata, “Nuestra redención económica”. Cervantes, 11 (1930): 1.
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Las empresas editoriales de Arturo Zapata
ciones periódicas y así contribuir a su campaña de ‘nacionalismo bien entendido’: Se trata de llevar al ánimo de los colombianos la necesidad imperiosa de proteger las industrias nacionales como una de las bases fundamentales para el engrandecimiento y la prosperidad patrios. […] La propaganda que hagan los periódicos y revistas insertando permanentemente avisos y gacetillas, mediante los cuales se le haga ver al pueblo las ventajas de consumir artículos de producción nacional que se obtienen de igual calidad a los extranjeros, más baratos y con beneficio notorio para todos.10
Efectivamente la circular sí se reprodujo en otras publicaciones y tuvo una recepción positiva entre los lectores de Cervantes y el círculo intelectual de Zapata. La crisis económica mundial de 1929 había tenido repercusiones también en Colombia: tanto esta situación como, años más adelante, la crisis ocasionada por la Segunda Guerra Mundial, por la Guerra Civil Española y por la creciente penetración del mercado estadounidense en Latinoamérica obligaron a los intelectuales y comerciantes del país a buscar incentivos para las industrias nacionales. Esta campaña contribuyó a convertir a algunas ciudades en ‘potencias industriales’, como fue el caso de Manizales.11 Arturo Zapata, en calidad de representante de las industrias de artes gráficas, abanderó esta campaña que, al mismo tiempo, se entroncaba con la
10
Arturo Zapata, “Circular”. Cervantes, 11 (1930): 6.
11
Eduardo Arango Restrepo, Apuntes para la historia industrial de Manizales (Manizales: La Patria, S.A., 2005), 37.
65
Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
creciente necesidad de introducir la publicidad como estrategia de mejoramiento de los procesos comerciales. La campaña nacionalista había comenzado, pues, en 1930 y, un año después, Zapata quería dar un paso más allá: llevó su revista a la capital del país y esperaba que desde allí fuera más fácil y surtiera más efectos ese ‘nacionalismo’. Abandonar Manizales y convertir a Bogotá en su centro de acción editorial supuso para Zapata encontrarse sin el apoyo de su círculo de amigos. Cervantes surgió como una manera de contribuir a la recaudación de fondos para la reconstrucción de la catedral (después del incendio de 1926) y esto la había convertido en centro de reunión de un grupo de colegas intelectuales e industriales; el traslado a Bogotá supuso, entonces, la desestructuración de este grupo que funcionaba como sostén de la revista (específicamente, gracias a los avisos publicitarios que aparecían en ella y a quienes colaboraban en su redacción).12 La suspensión de Cervantes se debió, muy seguramente, a esta pérdida de sostén y también a la dificultad para Zapata de establecer vínculos intelectuales y comerciales en una ciudad desconocida, y de asimilar sus nuevas lógicas de funcionamiento.13 Pese al fin de la revista Cervantes, es necesario señalar que tanto la campaña de producción y consumo de mercancías nacionales, como la del impulso de la publicidad de esas mismas mercancías, estarían presentes cuando Zapata se convirtiera en editor de libros y hasta el final de sus días, a través de un lema
12
Nicolás Duque Buitrago, “Conferencia: El proyecto de la revista Cervantes”, Ir al Fondo: 1ra. Jornada Académica y de Investigación de los Fondos Bibliográficos y Documentales, 23 de noviembre de 2015 (Manizales: Universidad de Caldas).
13
Esta dificultad es visible también en el hecho de que el paso de Rafael Maya por la dirección de la revista haya durado tan solo dos meses (dos números).
66
Las empresas editoriales de Arturo Zapata
que sería reproducido en las primeras páginas de cada uno de los títulos publicados: “Compre, lea y regale libros nacionales, escritos, editados o traducidos en Colombia”. Los impuestos y las leyes nacionales protegían los impresos extranjeros sobre los nacionales; de allí que aun más en este terreno editorial, Zapata continuara con la campaña que había iniciado en Cervantes y aprovechara esa relación que cada vez se hacía más estrecha y más evidente en el ámbito comercial-industrial: la de la publicidad y la ampliación del público consumidor. Al incrementarse la producción de mercancías también debía buscarse la forma de ampliar el número de sus consumidores; la publicidad era esa forma que, de un lado, extendió los usos de los nuevos objetos mercantiles y, de otro, contribuyó a la ampliación de un público lector gracias a los anuncios publicitarios que se hicieron cada vez más numerosos en las páginas de las publicaciones periódicas y permitieron el aumento de su tiraje que buscaba un público lector-consumidor cada vez más amplio. Cervantes, además, representó para Zapata una mayor experimentación en materia de avances técnicos: “Esta revista da la tónica de lo que podemos hacer en tipografía y fotograbado”. Entre 1921 y 1930 llegaron a Colombia las primeras máquinas para dorar y broncear con polvos de oro o de bronce, útiles en la elaboración de etiquetas;14 en la revista de Zapata ya era posible ver la implementación de estos elementos que, junto con otros, le darían fama a Cervantes, entre los intelectuales de la época, por su suntuoso diseño. La impresión a color era también una técnica de inclusión reciente en el país (hacía algo más de una década); sin embargo, la propuesta gráfica de la revista de Zapata incluía, además, un gran número de reproducciones de ilustraciones a 14
Gonzalo Canal y José Chalarca, Enciclopedia del desarrollo colombiano. Vol. II. Artes gráficas (Bogotá: Antares, s. a.), 140.
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Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
color (dibujos de reconocidos artistas) y fotografías de mujeres pertenecientes a respetadas familias de Caldas (figura 7).
Figura 7. Portadas de Cervantes Fuente: Ejemplares de Cervantes disponibles en el Centro de Bibliotecas de la Universidad de Caldas.
Zapata reconocía que se había inspirado en la revista bonaerense Plus Ultra (suplemento de Caras y Caretas, 1916-1930) para introducir las técnicas anteriormente mencionadas en su revista y que, incluso, utilizó algunas de sus ilustraciones para reproducirlas en Cervantes.15 Esta afirmación, además de demostrar el grado de circulación de las publicaciones periódicas en Latinoamérica, manifiesta la importancia que iba adquiriendo para Zapata invertir en mejorar la calidad material de sus impresos, quizá con la conciencia de que eso los haría más atractivos para los lectores; tal conciencia será visible en el diseño de los libros que empezaría a editar a partir de 1930, en la Tipografía Cervantes. Por otro lado, ciertamente el entrenamiento en el 15
Hernando Salazar Patiño, “Don Arturo Zapata. El mejor editor de su tiempo”, Magazín Dominical (El Espectador, 16 de agosto de 1981), 8.
68
Las empresas editoriales de Arturo Zapata
uso de polvos de oro y de bronce sí le servirá a Zapata luego para especializarse en la elaboración de etiquetas y de empaques, trabajos que contribuyeron, en gran medida, en hacer sostenible y estable su empresa editorial por un largo periodo de tiempo.16 Por último, cabe mencionar que, al igual que lo había hecho en La Voz de Caldas, Arturo Zapata manifestó en las páginas de Cervantes una toma de posición política que lo distanciaba de las dicotomías partidistas y de las limitaciones ideológicas del bipartidismo oficial colombiano; en junio de 1931, en una nota publicada en el antepenúltimo número de Cervantes aparecía lo siguiente: La gran tragedia de nuestro país es la carencia de una masa de opinión independiente, no afiliada a ninguno de los partidos, que pudiera decidir el predominio de estos en las urnas, mediante la aceptación o el rechazo meditados de los programas que los diversos núcleos políticos le presentasen, como sucede en Inglaterra y en Alemania. Aquí se nace conservador o liberal como se nace blanco o moreno: fatalmente.17
Pese a la ausencia de autoría, la nota puede relacionarse directamente con el credo político de Zapata: no afiliado a ningún partido político, aunque sí defensor de un tipo de nacionalismo nada abstracto —como se ha mostrado en este apartado—.18 Esta 16
Carlos Alberto Alzate Salazar, en entrevista con la autora, 12 de agosto de 2015. Y Pedro Felipe Hoyos Körbel, en entrevista con la autora, 12 de agosto de 2015.
17
Arturo Zapata, “Crisis de las ideas políticas en Colombia”. Cervantes, 25 (1931): 5.
18
La empatía de Arturo Zapata con la teosofía y con las filosofías orientales ayudaría a explicar también su toma de posición política alejada de las ideologías
69
Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
amplitud ideológica se mantendrá durante el resto de su vida y le permitirá a Zapata congregar a su alrededor (en el local de su editorial) un grupo heterogéneo (en términos intelectuales, sociales y políticos) de personajes, muchos de ellos, autores de los libros publicados por él y otros cómplices de la financiación de otros más, así como de negocios y de proyectos cívicos. Esta habilidad de Zapata fue imprescindible en el desarrollo de su casa editorial; si bien la política fue uno de los temas fundamentales (y más exitosos) de los libros publicados bajo su sello, esta aparecía de manera heterodoxa y dándole cabida a ideologías diversas. Zapata supo combinar las decisiones comerciales con las intelectuales, manifestando al mismo tiempo un criterio editorial abierto y una mente también abierta a las nuevas ideas, a aquellas que podían ser interesantes y necesarias para un público lector en aumento. Al terminarse Cervantes, Zapata estaba listo, pues, para iniciar una nueva aventura editorial: la Casa Editorial y Talleres Gráficos Arturo Zapata.
Casa Editorial y Talleres Gráficos Arturo Zapata (1933-1954)
Aproximadamente en noviembre de 1933 apareció el primer libro publicado bajo el sello Casa Editorial y Talleres Gráficos Arturo Zapata (cetgaz). El nuevo colofón de Zapata consistía en un sello que semejaba la forma de un escudo: el ‘blasón’ contenía la información del nombre del impresor y editor (A. Zapata), y del lugar de la editorial; la ‘corona’ consistía en la imagen de unos libros alineados y vistos desde sus lomos; y los ‘soportes’ eran dos pegasos sosteniendo los libros. Ese mismo año, Zapata había usado otro colofón, también en forma de escudo y adornado con bipartidistas. Salazar Patiño, “Don Arturo Zapata”, 8. Y José Vélez Sáenz, “Arturo Zapata y una época”, La Patria (31 de julio de 1981): 5A.
70
Las empresas editoriales de Arturo Zapata
viñetas, que había aparecido en los libros que Zapata publicó por algunos meses, bajo el sello Arturo Zapata Editor, justo después de aquellos publicados bajo el sello Tipografía Cervantes, entre 1930 y 1933. Antes de la aparición de la cetgaz, Zapata había publicado doce libros (uno de ellos, durante su paso por Bogotá: El imperialismo económico, de Silvio Villegas); entre 1933 y 1954 alcanzó a publicar 83 títulos (tabla 7).19 Tabla 7. Catálogo de los libros editados por Arturo Zapata, 1928-1954 Título
Autor
Año
Apuntaciones higiénicas
Juan A. Toro
1928
Mi Simón Bolívar
Fernando González
1930
Sal… de Inglaterra
Rafael Arango Villegas (Listz)
1930
Ocarina
Mariano Zuluaga
1930
Armenia. Libro histórico
Sin datos
1930
Por el lado flaco
Roberto Londoño Villegas 1931 (Luis Donoso) Continúa
19
Es posible encontrar libros publicados por la Editorial Zapata entre el 2005 y el 2012 (resultados de investigaciones en el área de ciencias sociales y de educación, sobre todo); estos corresponden exclusivamente a encargos de impresión y no a un trabajo propiamente editorial. Es necesario anotar que de las tarjetas de exposición que se conservan del homenaje hecho a Arturo Zapata, en 1983, en el Fondo Cultural Cafetero, hay algunas que presentan inscripciones de los años 1958 y 1966; se supone que estas tarjetas acompañaron los objetos y libros expuestos de la editorial de Zapata, pero, hasta el momento, no ha sido posible ubicar libros publicados en estos años. De allí que considere el año 1954 como fin de las ediciones de Arturo Zapata. Exposición de la Editorial “Arturo Zapata”, 1930-1950, 1983, en Archivo Fondo Cultural Cafetero, Manizales-Colombia. Por último, se debe señalar que hay tres títulos que, aunque fueron anunciados en los libros de la cetgaz como “en prensa”, no he logrado hallar: El Libertador (segunda parte de Mi Simón Bolívar, de Fernando González), Suburbios ( José Joaquín Jiménez) y El hombre, la mujer y la noche (Adel López Gómez).
71
Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
Título
Autor
Año
El imperialismo económico
Silvio Villegas
1931
Bobadas mías
Rafael Arango Villegas (Listz)
1933
Pago a todos
Rafael Arango Villegas (Listz)
1933
Historia de guerra entre Candorra y Tontul o una coRoberto Luis Restrepo media del género bufo
1933
60 minutos
Tomás Calderón –Mauricio– 1933
180 días en el frente
Arturo Arango Uribe
1933
La moneda ladrona
Aquilino Villegas
1933
Toá. Narraciones de caucherías
César Uribe Piedrahita
1933
Impresiones de Jaime Kéndel. Novela
Tomás Márquez
1934
Panorama de 4 vidas. Novela
Roberto Pineda
1934
Charlas
Luis Donoso
1934
En carne viva
Bernardo Arias Trujillo
1934
Historietas. Leyendas y tradiciones colombianas
Enrique Otero D’Acosta
1934
Divagaciones filológicas y apólogos literarios. Ensayos
Baldomero Sanín Cano
1934
Asistencia y camas. Se puede tocar tarde. Novela
Rafael Arango Villegas
1934
Colombia S.A. Cuentos proletarios
Antonio García
1934
Desde la barra
Mr. Jhon
1935
La baronesa de Stael
Camilo Villegas Ángel
1935
Mirando las izquierdas
José Ramón Lanao Loaiza
1935
Pueblos de allá. España, Francia, Italia.
Gregorio Castañeda Aragón 1935
Entre dos siglos
Fernando de la Vega
1935
El remordimiento (problemas de teología moral)
Fernando González
1935
La cosecha. Novela
José Antonio Osorio Lizarazo 1935
Risaralda. Película de negredumbre y de vaquería, filBernardo Arias Trujillo mada en dos rollos y en lengua castellana.
1935
La cuestión religiosa
1935
Lanao Loaiza
Congreso eucarístico diocesano de Manizales. Relación, Sin datos piezas y comentarios relativos al Congreso. 1935
72
1935
Las empresas editoriales de Arturo Zapata
Título
Autor
Año
Cartas a Estanislao
Fernando González
1935
Las pampas escandalosas
José Ramón Lanao Loaiza
1936
Variaciones alrededor de nada
León de Greiff
1936
Dicarquismo o si la razón fuera gobierno
Roberto Restrepo
1936
Diálogos en otros mundos
Félix Restrepo, S.J.
1936
Una mujer. Novela histórico social
Natalia Ocampo de Sánchez 1936
Investigaciones jurídicas sobre baldíos
José María Serrano Zúñiga
1936
El apóstol desnudo. U.N.I.R. [Unión Nacional IzquierFermín López Giraldo dista Revolucionaria]
1936
Manizales. Itinerario fotogénico
1936
Sin datos
Balada de la Cárcel de Reading (tradujo Arias Trujillo). Oscar Wilde Segunda edición
1936
Vida de un muerto. Relato novelesco, de fantasía y huGregorio Sánchez Gómez morismo
1936
Piedras falsas. Libro de cuentos sintéticos, historia, cróLuis C. Velasco Madriñán nica y crítica
1937
Pereira: 1875-1935
1937
Ricardo Sánchez Arenas
El Cristo de la Edad Media. Sincero homenaje del autor a Cali, ciudad franciscana por herencia, en el cuarto Fray Enrique Aguilar centenario de su fundación. 1937
1937
Nociones de alta crítica
Daniel Restrepo, S. J.
1937
Ideas clásicas y hechos científicos
Alonso Rhénals Segura
1937
Vida y pasión de Jorge Isaacs
Mario Carvajal
1937
Itinerario espiritual
Daniel Valois Arce
1937
No hay enemigos a la derecha (materiales para una teoSilvio Villegas ría nacionalista)
1937
Guerrilleros del Tolima
1937
Gonzalo París Lozano
Antología de poesías franciscanas (autores colombianos). Fray Enrique Aguilar A Bogotá en su IV Centenario 1538-1938
1938
Diccionario de emociones
Bernardo Arias Trujillo
1938
La fuente de la vida
Israel Rojas
1938
La doctrina del fascismo
Benito Mussolini
1938 Continúa
73
Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
Título
Autor
Año
De poetas a conspiradores (novela nacionalista). Y un Simón Pérez y Soto estudio anexo sobre masonería y judaísmo
1938
Proceso sintético del pensamiento filosófico
1938
Roque Casas
Rosalba (Historia de un amor grande y verdadero). Arturo Suárez Sexta edición
1938
2 y 2 son 4. Democracia potencial
Virgilio Echeverri Márquez 1939
Montañas de oro
Hernando de la Luz
1939
El dinamismo de la libertad en la formación del carácter. Francisco Marulanda Correa 1939 Segunda edición Reminiscencias de Jorge de Hoyos
Jorge de Hoyos
1940
Casa Jaramillo Montoya 1890-1940
Sin datos
1940
Bobadas de otro (crónicas humorísticas). Segunda edición Benjamín Ángel Maya
1940
Nuestras plantas medicinales. Segunda edición
Mauro Hernández Mesa
1940
Playa de vidas
Rosa Arciniega
1940
Sentires y cantares
Bertha del Río
1940
Horas sabrosas
Raúl Echeverri
1940
Yo vi la batalla de Francia
Daniel Henao
1941
Destino de la voz
Óscar Echeverri Mejía
1942
Intimidades de un médico
Roberto Restrepo
1943
Canción crepuscular
Ricardo Arango Franco
1943
Tierra, amor y sangre. Novela
Francisco Mora Ángel
1944
Mi Senaturía y otros cuentos
Sixto Mejía
1944
Logo-Sophia
Israel Rojas
1945
Resurrección de Shakespeare
Rafael González Montes
1945
A través de mi lente. Tomo I
Gustavo Mejía Jaramillo
1945
De las pirámides a los Alpes. París, Egipto, Palestina, Alejandro Botero González 1946 Siria, Turquía, Grecia, Italia Los grandes azotes de la raza. Cuarta edición
Israel Rojas
1947
Hombres de acción
Bernardo Jiménez R.
1947
Vidas de Caín
José Vélez Sáenz
1947
74
Las empresas editoriales de Arturo Zapata
Título
Autor
Año
Consecuencias de un amor (también Una fosa para tres). Miguel Gallego Dos novelas
1947
Juan Leal. Novela
Heli Colombia
1947
Palabras de la ausencia. Poemas 1951-1953
Maruja Vieira
1953
Tentación. Novela
Miguel A. Gallego R.
1954
Por qué rechazamos a los protestantes como maestros. José López Montes (Pbro.) Cuarta edición
1954
El secreto de la salud y la clave de la juventud. Decimosegunda edición. Loor a las plantas admirables que en su Israel Rojas vida la virtud encierran, y la ofrecen con bondad como si fueran hadas de amor, en sacrificio amables
Sin fecha
Dignificación femenina. Sexta edición
Israel Rojas
Sin fecha
La salud de la mujer (sus problemas íntimos). Tercera Israel Rojas edición
Sin fecha
El alma del pasado. Cuarta edición
Arturo Suárez
Sin fecha
Cultura íntima del joven. Adolescencia y virilidad
Israel Rojas
Sin fecha
Jurisprudencia magdalenense
Rafael Martínez Sarmiento
(Vol. 66)
A través de mi lente. Tomo II
Gustavo Mejía Jaramillo
(Vol. 79)
Sendas de libertad. Obra educativa con ideas prácticas y científicas para alcanzar la autosuperación integral. Virgilio Osorio González Segunda edición
(Vol. 84)
Fuente: Datos recopilados por la autora con base en la información de los libros editados por A. Zapata, del catálogo “Zapata libros”, elaborado por Pedro Felipe Hoyos Körbel (inédito) y de los catálogos de la Biblioteca Nacional de Colombia (Bogotá), la Biblioteca Luis Ángel Arango (Bogotá), la Biblioteca Pública Municipal de Manizales y la Biblioteca Pública Piloto (Medellín).
Los 95 libros publicados, a lo largo de 26 años, por Arturo Zapata permiten acercarse a la forma como comprendió y emprendió su oficio en Colombia, en un momento de significativas transformaciones técnicas y culturales en los ámbitos intelectual y editorial. Lo primero que llama la atención de los libros es la presencia del sello y, sobre todo, de la palabra ‘editor’. Es posible 75
Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
afirmar que, desde 1933, Zapata se concibió a sí mismo como un editor, y que el cambio entre Tipografía Cervantes y cetgaz se debió al paso de la publicación de una revista a la de libros. Quizá a esto se debiera que en la ‘corona’ del colofón apareciera la imagen de los libros, salvaguardados por los pegasos (figura 8); Zapata se concibió, a partir de ese momento, como un ‘protector’ de libros —siempre guiado por las ‘alas’ de innovadoras iniciativas editoriales—. En este sentido, sería posible aseverar que la publicación de libros, más que la de publicaciones periódicas, permitió a sus artífices asumirse propiamente como editores, más que como impresores. La edición de un libro permitía un mayor control sobre los procesos intelectuales, técnicos y económicos, asociados con toda publicación, y este control era mucho más difícil de tener en la prensa, debido al mayor número de colaboradores y a la rapidez con la que había que preparar la edición. Así, el editor se sentía mucho más responsable de su producto-libro y esto, posiblemente, hizo que la palabra fuera mucho más común.
Figura 8. Sellos editoriales de Arturo Zapata Fuente: Libros del catálogo de Arturo Zapata.
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Aun más interesante para la historia de la edición en Colombia es la aparición de Zapata como editor en los prólogos y notas preliminares de tres de los libros publicados por la cetgaz: Toá, Risaralda y Bobadas de otro. En Toá, en la página de mención de responsabilidades (después de la dedicatoria y antes del prólogo), aparecen: el autor de la “Nota preliminar”, los nombres de los ilustradores y el del editor (Arturo Zapata); en el caso de Risaralda, Arturo Zapata aparece en la misma página de mención de responsabilidades como ‘Operador y editor’; por último, en Bobadas de otro, en la presentación del libro el autor afirma: “Arturo [Zapata] propone […] un libro con las crónicas publicadas y otras cuantas inéditas. Llevará cuatro prólogos”.20 Estas tres apariciones de Zapata en sus libros permiten observar hasta qué punto él era consciente de su oficio. El uso más frecuente del término ‘editor’ es un aspecto que caracteriza a la ‘editorial moderna’;21 en este sentido, podríamos relacionar a Zapata y a su cetgaz con ese tipo de editorial, pero ¿cómo saber, realmente, hasta dónde iba la labor de Zapata como editor?, ¿cómo entendía él esta función? Sabemos que la edición contempla, por lo menos, tres operaciones principales que buscan proveer de formato y soporte (material o virtual) a un texto, para ponerlo en circulación en una sociedad: las intelectuales, las técnicas y las económicas.22 Es claro que, en el caso de Zapata, hubo control de las operaciones técnicas, específicamente, en lo que tiene que ver con el diseño de los libros; pero es mucho más complicado saber hasta qué punto Zapata tuvo 20
Benjamín Ángel Maya, presentación a Bobadas de otro (crónicas humorísticas) (Manizales: Casa Editorial y Talleres Gráficos Arturo Zapata, 1940), x.
21
Sergio Pastormelo, “1880-1899. El surgimiento de un mercado editorial”, 10.
22
Jesús A. Martínez Martín, “Historia de la cultura e historia de la lectura en la historiografía”. Ayer, 52 (2003): 283-294.
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control financiero e iniciativa o influencia en los contenidos de los libros y en sus propuestas. Los casos de Toá, Risaralda y Bobadas de otro nos dan pistas sobre lo anterior. Es claro que el papel de Zapata en Bobadas de otro es el de la iniciativa en el proyecto de publicación del texto (producto de las tertulias en el local de la editorial); también es relativamente claro que la palabra ‘operador’, en Risaralda, tendría que ver con la responsabilidad de Zapata en la impresión del libro. ¿Qué entendían, entonces, los autores por ‘editor’? Me atrevería a afirmar que, en estos casos —y seguramente en muchos otros—, la palabra se refería a ‘financiador’. Hay testimonios que proponen la figura de Zapata como la de un ‘mecenas’ que costeó la publicación de varios libros, cuando los autores no podían asumir los gastos de la impresión y de la distribución, y cuando se daba cuenta de las posibilidades editoriales, intelectuales y comerciales de los textos.23 En estos casos se podría afirmar que Arturo Zapata actuó como editor en el sentido pleno de la palabra, pero hubo otra manera en la que fungió como ‘editor’ de los libros de la cetgaz: mediante la negociación con los autores. Entre la correspondencia del editor manizaleño encontramos tres cartas que nos ayudan a entender la forma como fueron editados los libros de Zapata y cuyos remitentes fueron Rafael Arango Villegas, Baldomero Sanín Cano y Maruja Vieira. Arango Villegas le escribió a Zapata, en contestación a una carta suya, en donde discute los términos del negocio para publicar la tercera edición de Bobadas mías: Yo le tomaría la edición de los 3000 ejemplares, siempre que Ud. conviniera en recibirme mil en comisión para vendér23
María Eugenia Londoño, en entrevista con la autora, 12 de agosto de 2015. Y Pedro Felipe Hoyos Körbel, en entrevista con la autora, 12 de agosto de 2015.
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melos por allá y enviándome los otros 2000 a esta ciudad [Bogotá], siendo por su cuenta el traslado. […] Para la venta de los 1000 ejemplares […], si le parece, yo se los pongo a Ud. a $0,60 el ejemplar […]. La tinta de la carátula puede ser la que Ud. estime mejor.24
Al parecer, Zapata le había escrito a Arango Villegas preguntándole si tenía en preparación o listo algún nuevo libro (había publicado ya cuatro títulos con él) y proponiéndole una nueva edición de Bobadas mías, pues las dos anteriores estaban completamente agotadas y el libro seguía teniendo demanda. Los cuatro libros de autoría de Rafael Arango Villegas (Listz) estuvieron entre los títulos más exitosos del catálogo de Zapata; así, pues, la iniciativa del editor manizaleño de emprender una nueva edición del título de Listz de mayor acogida entre el público lector de la época no resulta extraña. No es posible saber cuáles fueron las circunstancias de la publicación de la primera edición de Bobadas mías, pero sí sabemos que Arango Villegas fue uno de los habituales integrantes de la tertulia que tenía lugar en la editorial.25 Este hecho sugiere que la idea de publicar este libro —al igual que el caso de Bobadas de otro— surgió en una de las veladas de la tertulia y, por ende, por iniciativa de Zapata y de otros contertulios. Como iniciativa intelectual, la editorial funcionaba gracias a la tertulia; como empresa comercial, la cetgaz tenía un visionario hombre de negocios al frente, que le daba forma material y económica a las ideas que nacían en las conversaciones: Arturo Zapata.
24
Carta de Rafael Arango Villegas a Arturo Zapata, Bogotá, 21 de julio de 1936, en Archivo Personal María Eugenia Londoño (apmel), Manizales-Colombia.
25
Londoño, “Figuras de Caldas”, 5A.
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Si por un lado el editor manizaleño asumió la iniciativa de publicación y financiación de algunos títulos, en otros casos la iniciativa de publicación iba de la mano de un acuerdo de negocio entre el autor y él, como lo demuestra el caso de Arango Villegas. Zapata le ofrecía al autor una infraestructura adecuada para asegurarle a su libro una apropiada distribución y un diseño que dotara al texto de las condiciones materiales necesarias para ofrecer un impreso de calidad, atractivo para el lector. No podríamos hablar aquí, propiamente de autopublicación o de libros por encargo —aunque sí hubo estos casos, como los de los exitosos libros de autosuperación de Israel Rojas—, sino de una forma intermedia que representaba beneficios para ambas partes y que debió ser la forma más común de edición utilizada por Arturo Zapata. Las cartas remitidas por Sanín Cano y por Maruja Vieira permiten inferir que, en los casos en los que Zapata asumía completamente los costos de publicación, el pago por concepto de ‘participación como autor’ era de cincuenta ejemplares en promedio.26 Hay en Zapata dos características que lo convierten en un ejemplo de editor colombiano en este momento de emergencia del campo editorial: el reconocimiento de los derechos de autor y el esmero en construir un circuito de distribución eficiente para sus libros y, por ende, de difusión exitosa para las obras de los autores. Ya fuera porque los autores pagaran, co-financiaran sus ediciones —apoyándose en el trabajo de distribución y venta realizado por Zapata— o porque Zapata asumiera el control económico absoluto de la publicación, todo parece indicar que
26
Carta de Abel Botero a Arturo Zapata, Bogotá, 14 de julio de 1934, en apmel. Y carta de Maruja Vieira a Arturo Zapata, Caracas, 8 de febrero de 1954, en apmel.
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Zapata fue muy enfático en la necesidad de salvaguardar los derechos de propiedad intelectual de los autores de sus libros. De los 95 títulos revisados, al menos 68 llevan la anotación del registro de la propiedad intelectual; esta cifra es excepcional (equivalente al 71 % del total del catálogo) dentro de la realidad de registro de los derechos de autor en Colombia, antes de la Ley 86 de 1946.27 Zapata, entonces, reconocía que si él, como editor, debía recibir ganancias por su trabajo, el autor también debía obtener reconocimiento y beneficios. De esta manera, es posible encontrar una relación entre el proceso de profesionalización del escritor y el del editor: en la medida en que el autor entendía que su trabajo de escritura representaba unos beneficios económicos concretos —como los que le ofrecía, al parecer, publicar en la cetgaz—, este veía la necesidad de registrar su obra, y en la medida en que el editor entendía que el éxito de su empresa dependía, en gran medida, del trabajo realizado por los autores, veía la necesidad de reconocer y proteger sus derechos. Así, pues, se entiende que en la profesionalización del escritor la labor de los editores y sus editoriales fue fundamental, a pesar de que no sea posible hablar en aquella época, en Colombia, de una reglamentación y regularización estricta en materia de contratos de edición (solo en los casos de las ediciones oficiales) y mucho menos del concepto de regalías. El complemento más que necesario de este reconocimiento de los derechos de autor era asegurarle al autor una amplia distribución de sus libros; Zapata entendió que de nada valía invertir en la calidad material de los impresos si no se aseguraba su circulación y la conformación de un público lector que se ha27
Paula Andrea Marín Colorado, Novela, autonomía literaria y profesionalización del escritor en Colombia (1926-1970), (Medellín: Universidad de Antioquia, La Carreta Editores, 2017), 204-211.
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bituara a su consumo-lectura. La efectividad de esta tarea estuvo cimentada en cuatro aspectos de la empresa editorial de Zapata: 1) El precio de los libros. 2) La presentación de los libros. 3) La publicidad de los libros. 4) Los agentes y las agencias vendedoras de los libros. Los dos primeros aspectos se pueden resumir como sigue: libros de $1 (aunque algunos volúmenes —pocos, en todo caso— se vendieron a $2) y de $1,20 (los últimos publicados), de tamaño 17x13 cm, de 250 páginas en promedio (pero en los que encontramos volúmenes desde 60 y hasta 400 páginas) y con un tiraje promedio de 2000 ejemplares (aunque hubo ediciones de 1000 y otras que llegaron a los 4000). En Colombia, entre 1930 y 1950, el precio de los libros estuvo entre $0,60 y $2,50;28 por esta razón se puede afirmar que el precio de los libros publicados por Zapata, desde 1930 y hasta 1954, buscó ajustarse a las posibilidades económicas de un lector promedio (un lector urbano, semiprofesional o profesional, habituado al consumo de la prensa y a la eventual compra de libros), pero también buscó ampliar su consumo hacia lectores no habituales compradores de libros, manteniendo un precio que, en general, estuvo por debajo (entre $0,20 y $0,50) del de la mayoría de los libros colombianos disponibles en el mercado editorial. El tiraje de los libros de Zapata apunta igualmente hacia la ampliación del consumo del libro en Colombia; mientras el promedio del tiraje de libros colombianos estaba entre los 500 (para la década de 1920) y los 2000 (para la década de 1940) ejemplares,29 los tirajes de los libros del editor manizaleño supe-
28
Catálogo de libros colombianos. Publicados de 1934 a julio de 1942. HistoriaLiteratura-Ciencias-Ideas-Crítica y obras colombianas raras en el mercado (Bogotá: Librería Colombiana Camacho Roldán y Cía. Ltda., 1942). Y José Guerra, “Vicisitudes del libro colombiano”. Universidad de Antioquia, 96 (1950): 409.
29
En Archivo General de la Nación, Bogotá-Colombia, Sección Archivo Anexo,
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raron, por lo general, este promedio (durante la década de 1930), pues buscaba un mayor alcance de la distribución de libros en el país y, por consiguiente, una ampliación de la demanda lectora. El tamaño y el número de páginas de los libros editados por Zapata estaban acordes con un tipo de edición ‘en rústica’ (carátula en cartulina) que se imponía con rapidez sobre los libros empastados (que eran más costosos). La edición ‘en rústica’ permitía hacer más generalizado el consumo del libro; el tamaño, el volumen y el tipo de papel fueron acercando cada vez más este tipo de edición con lo que podría denominarse como un libro ‘de bolsillo’, en reemplazo de los libros de mayor tamaño, volumen y papel más fino, característicos del siglo xix y asociados a una clase de lector erudito y de élite. Todas estas características permiten ver un criterio en el que sobresalía una ambición comercial, un plan de extender el consumo del libro y la compra de impresos en el país. A este objetivo contribuyó enormemente el trabajo realizado por Alberto Arango Uribe (Manizales, 1897 - Ibagué, 1941) en el diseño de las carátulas de los libros editados por Zapata entre 1930 y 1934, año en el que se marchó a Bogotá —por problemas económicos— y se desempeñó como caricaturista de El Espectador, El Tiempo y La Razón, como director de la Escuela Nacional de Bellas Artes y como fundador de las revistas humorísticas Sancho y Gato. En Manizales, Arango Uribe fue director de la Imprenta Departamental, fundador de la Escuela de Bellas Artes y del Círculo de Artes Industriales.30 Estos hechos permiten entender la importancia de la figura de Arango Uribe dentro de Grupo II, Fondo Ministerio de Educación Nacional, Serie Derechos de Autor, Caja 1, Carpetas 1-4. Y en Diario Oficial, 26024-26608 (1946-1947). 30
“Alberto Arango Uribe. Biografía resumida”, en Alberto Arango 1897-1941. http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/todaslasartes/albar/albar5.htm
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la intelectualidad de la época; circunstancia que pudo convenir a Arturo Zapata en el proceso de posicionamiento de su editorial. Sin embargo, es claro que no fue solo el nombre, sino, específicamente, el vanguardismo de las carátulas que diseñó para los libros de Zapata el motivo que hizo del paso de Arango Uribe por las empresas gráficas del editor manizaleño uno de los momentos más significativos en la historia de la edición en Colombia. Las carátulas de Arango Uribe se caracterizan por el uso y combinación de colores primarios, cuyo resultado eran carátulas a dos tintas o, generalmente, policromías; y por el juego con el diseño de las letras (dibujadas a mano) y con la composición de los elementos (figura 9).31 Por las limitaciones técnicas de la época, no dejan de sorprender los resultados gráficos logrados que, de inmediato, capturan la curiosidad del lector; sus colores vivos y sus ilustraciones inspiradas en la caricatura y en tendencias artísticas de vanguardia, como el cubismo y el expresionismo, conforman composiciones excepcionales en la historia de la edición en el país y transforman la tradición del diseño gráfico de los libros colombianos. Luego de la partida de Alberto Arango Uribe, las carátulas cambiaron hacia diseños menos vanguardistas pero igualmente atractivos para el lector. Es evidente que Zapata concebía la carátula como una parte fundamental del diseño de sus libros; esta funcionaba como un puente entre el editor-editorial y el futuro comprador del libro, y de la impresión que le produjera dependía, en buena medida, la efectividad de esa compra, sobre todo, para aquellos nuevos consumidores de libros, habituados a las ilustraciones y caricaturas de la prensa. Desde 1936, además de 31
Pedro Felipe Hoyos Körbel, “Alberto Arango, el ilustrador de la Editorial Zapata”. Letra 2. Revista Digital, 25 (2015): 16-23. http://issuu.com/letradosrevistadigital/docs/no_25
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Figura 9. Carátulas de libros del catálogo de Zapata diseñadas por Alberto Arango Uribe Fuente: Libros del catálogo de Zapata, disponibles en la Biblioteca de la Universidad Autónoma de Manizales.
caricaturas y dibujos, algunas carátulas incluirán reproducciones de fotografías. Los diseños, en todo caso, aludían figurativa o simbólicamente a un elemento del tema del libro o de su título; en las carátulas en las que solo aparecía el título del libro, las letras variaban en tamaño, forma, color y composición y, por lo general, se acompañaban de un detalle gráfico que daba singularidad a la presentación del libro. La diferencia entre las carátulas estaba marcada por el tema del libro: mientras aquellos de ensayo y biografías-memorias presentaban carátulas sin acompañamiento de ilustraciones, los de crónica, las novelas ‘sociales’ y algunos títulos de prosa política presentaban más innovación y esmero en el diseño e ilustraciones (figura 10). Esto, quizás, obedece a una diferenciación entre públicos: aquellos libros orientados hacia lectores más especializados-letrados, habituados a la compra y, sobre todo, a la lectura de libros; y aquellos que podían tener —y de hecho 85
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tuvieron— una salida más comercial, por el favoritismo de su tema dentro del público lector de la época (la crónica humorística o de guerra, la prosa política y las novelas de temática ‘social’) o por su asociación con una forma aceptada de entretenimiento (la literatura en general). Con este último tipo de libros Zapata esperaba convencer a nuevos lectores, a nuevos compradores.
Figura 10. Carátulas de libros del catálogo de Zapata Fuente: Libros del catálogo de Zapata, disponibles en la Biblioteca de la Universidad Autónoma de Manizales.
A pesar de la fama y del talento de Arango Uribe, y del cuidado en el diseño de sus carátulas, esto no hubiera sido suficiente para el éxito de la editorial de Zapata si no hubiera estado apoyado en el trabajo de publicidad y venta de los libros. Así como en el caso de las carátulas, la publicidad de los libros estuvo más concentrada en aquellos títulos de temas de actualidad (las crónicas), políticos y algunas obras literarias (de tendencia ‘social’); el motivo de esta diferenciación sería el mismo: la distinción de públicos lectores y las mayores posibilidades comerciales y de creación de público lector que ofrecían unos títulos 86
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más que otros. La publicidad diseñada por Zapata atendía dos frentes: el interno, al realizar una campaña de expectativas de los títulos próximos a aparecer, publicada en las últimas páginas de los libros ya en circulación; y el externo, a través de pequeños carteles y separadores que cumplían la misma misión: efectuar una campaña de expectativa para los nuevos títulos en preparación y asegurar, así, un número considerable de compradores (figura 11). Este uso de carteles y separadores fue también excepcional en la época y agrega un elemento más para considerar a Arturo Zapata como un ‘revolucionario’ de la edición y puesta en circulación de libros en el país.
Figura 11. Publicidad de la novela Risaralda Fuente: Ejemplar de libro del catálogo de Zapata, disponible en la Biblioteca Nacional de Colombia.
Las campañas de expectativa no se alejaban mucho de las estrategias usadas hoy para la promoción de los libros, pero sí permiten ver las diferencias en los criterios desde los que se 87
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acía esa promoción. El tono polémico, crítico, revolucionario h y ‘panfletario’, asociado con un estilo ‘vigoroso y apasionante’,32 era —al parecer— muy bien recibido entre los lectores de la época, mientras que hoy cualquier asomo de un tono ‘panfletario’ y ‘revolucionario’ nos parece dogmático y anacrónico. Las ediciones de Arturo Zapata nos permiten ver las diferencias entre los gustos lectores de las décadas de 1930 y 1940, y los de ahora, además del papel que jugó la editorial de este manizaleño en el reconocimiento de la literatura de tendencia ‘social’ y en la legitimación de ideologías no muy bien aceptadas dentro del oficialismo bipartidista colombiano —como se verá en el próximo apartado—. Por último, se debe mencionar la importancia que tenía la distribución-ventas en el proceso de edición de los libros de Zapata. Si bien la falta de independencia entre el proceso de edición y el de puesta en circulación-distribución asociaría a Zapata con una forma de edición más tradicional que moderna,33 en su caso, este aspecto constituye uno de los mayores aportes a la consolidación de un capitalismo editorial en el país. Según la información que aparece en las últimas páginas de los libros de Zapata, este vendía los libros en el local de la editorial y tenía agentes en las capitales de los catorce departamentos del país, en la intendencia del Chocó y en la mayoría de las poblaciones de Caldas; además, distribuía sus libros en Venezuela, Ecuador y Costa Rica, aseguraba el envío de libros a donde hubiera diez personas que leyeran (expresión que podría entenderse como lo que debía ser para Zapata un pedido mínimo) y —quizá lo 32
Estas expresiones se usaron para promocionar los libros Risaralda, Guerrilleros del Tolima, Dicarquismo o si la razón fuera gobierno y Colombia S.A.
33
Según lo plantea Pastormelo para el caso argentino. “1880-1899. El surgimiento de un mercado editorial”, 4.
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más innovador de las estrategias implementadas por el editor manizaleño— vendía los libros, a través de agentes, en las líneas ferroviarias del país. Este uso de las líneas ferroviarias para la venta de libros es un dato que aparece registrado —quizá— por vez primera en la historia de la edición, la circulación de impresos y la lectura en Colombia, y que asocia a Zapata con una de las mayores revoluciones que se dieron en Europa dentro del proceso de ampliación de la circulación de impresos y de público lector: los ferrocarriles. La aparición de quioscos para la venta de impresos en las estaciones de trenes y del metro contribuyó, en gran medida, a esta ampliación y a la industrialización de la prensa y de las empresas editoriales.34 Al parecer, Zapata vendía a precio de costo los libros de su editorial que se quedaban sin vender ‘en tiempo oportuno’ a agentes que se encargaban de ofrecerlos en los trenes y en las estaciones, también a un precio muy bajo;35 las líneas ferroviarias, entonces, complementaban el proceso de distribución-venta realizado a través de agencias o de librerías. No era, pues, un sistema de ventas consolidado y relativamente especializado en libros o impresos —como en Europa—, pero Zapata debió percatarse de la utilidad económica que representaba para su empresa. Arturo Zapata concentró gran parte de su acción editorial en este proceso de la puesta en circulación de sus libros; hecho que demuestra que no buscaba publicar para un público especializado únicamente, sino ampliar el público de consumidores
34
Jean-Yves Mollier, La lectura y sus públicos en la Edad Contemporánea: ensayos de historia cultural en Francia, traducido por Víctor Goldstein (Buenos Aires: Ampersand, 2013), 224-225.
35
Carta de Arturo Zapata a Aníbal Badel [Ministerio de Comunicaciones], Manizales, 1.º de julio de 1935, en apmel.
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y lectores de libros, llegando al mayor número de poblaciones del país y diversificando los canales de distribución y venta de los impresos. Por otra parte, los datos sobre la venta de los libros de Zapata indican que su empresa editorial recibió una buena acogida del público lector y consumidor de impresos en Caldas (en ese entonces conformado por los actuales departamentos de Risaralda, Quindío y Caldas). Esta circunstancia pone de manifiesto el hecho de que, si bien el público lector colombiano tenía una gran concentración en la capital del país, el fenómeno de los mercados editoriales regionales no carece de importancia ni se puede pasar por alto dentro de la historia de la edición y de la lectura en Colombia, menos aun dentro de lo que fue la historia de la cetgaz. Frente a la importancia de Caldas como mercado editorial regional es necesario señalar tres hechos: el primero de ellos, la anécdota que contaba Zapata acerca de lo sucedido con el libro de León de Greiff, pues su venta había sido mayor en Salamina (Caldas) que en Bogotá;36 el segundo, la posición sobresaliente del departamento de Caldas dentro de las campañas de innovación pedagógica (sobre todo, en lo referido a procesos de alfabetización) y en número de lectores en el país entre 1930 y 1946;37 el tercero, la distinción de Caldas como un departamento que estuvo siempre entre los cinco primeros lugares en número de imprentas y en edición de libros en el país.38 Los hechos anteriores
36
Salazar Patiño, “Don Arturo Zapata”, 8.
37
Daniel Samper Ortega, “Último informe del director de la Biblioteca”, en La Biblioteca Nacional y su Exposición del Libro (Bogotá: Editorial A.B.C., 1940), 34. Y Renán Silva, República Liberal, intelectuales y cultura popular (Medellín: La Carreta, 2012), 131.
38
Catálogo de libros colombianos. Pedro Carmona, “Índice de imprentas”, en Anuario bibliográfico colombiano. 1951 (Cali: Biblioteca Jorge Garcés B., 1952),
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Las empresas editoriales de Arturo Zapata
manifiestan que la empresa editorial de Zapata contó con una infraestructura técnica, industrial, administrativa y comercial adecuada, y también con un ambiente intelectual propicio para su desarrollo. Las características de los libros y del funcionamiento de la empresa editorial de Zapata hicieron que intelectuales tan reconocidos y consagrados en el campo intelectual colombiano como Alberto Lleras Camargo,39 Eduardo Caballero Calderón40 y Germán Arciniegas expresaran su admiración por la labor realizada por la cetgaz. Las cartas confirman que la notoriedad de Zapata en el ámbito editorial colombiano fue en aumento y se mantuvo así —al menos— hasta mediados de la década de 1950, momento en el cual Zapata dejó en manos de su socio Gabriel Molano las tareas gruesas de la editorial y se concentró en negocios como la compra de edificios, la inversión en empresas turísticas, acciones y agencias de representación de empresas francesas.41 Desde los inicios de la cetgaz, Zapata se dio cuenta de que su actividad editorial necesitaba de otras que le dieran mayor solidez y continuidad económica a su empresa; así, en un comienzo, si bien se reconoció a sí mismo como editor, jamás dejó de lado su actividad como impresor. Zapata elaboró empaques y etiquetas para industrias tan importantes como Chocolate Luker y la
191-195. Y Renán Silva, “Relación de imprentas y tipografías en Colombia”. Revista Sociedad y Economía, 6 (2004): 162-171. 39
Carta de Alberto Lleras a Arturo Zapata, Bogotá, 4 de abril de 1955, en apmel.
40
Carta de Eduardo Caballero Calderón a Arturo Zapata, Bogotá, 5 de octubre de 1949, en apmel.
41
Correspondencia de Arturo Zapata 1951-1957, en apmel. Arturo Zapata se retira completamente de las actividades de la editorial en 1974. María Eugenia Londoño, en entrevista con la autora, 12 de agosto de 2015.
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Licorera de Caldas, y consiguió contratos oficiales para imprimir las facturas de los servicios públicos de la ciudad (figura 12).42
Figura 12. Publicidad de la cetgaz Fuente: Revista Civismo, núm. 7 (1937).
Desde 1927, cuando fundó la sociedad para el taller de tipografía y luego con la Tipografía Cervantes, Zapata había entendido que su empresa se basaba, en gran medida, en los servicios de impresión que pudiera ofrecer (tarjetería, papelería) y que debía hacer una diferenciación entre sus actividades como editor y como impresor. La creación de la cetgaz implicó un paso adelante en la industrialización de los servicios de impresión ofrecidos por Zapata y un énfasis en esa diferenciación de las actividades: la casa editorial, por un lado, y los talleres gráficos, por el otro. Al parecer, a mediados de la década de 1950, se empezó a hacer más visible la competencia de la cetgaz con empresas gráficas que tenían maquinaria más moderna y, más adelante, con el hecho de que las grandes industrias que antes necesitaban de los 42
Carlos Alberto Alzate, en entrevista con la autora, 12 de agosto de 2015.
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servicios de Zapata habían ya importado sus propias máquinas para elaborar sus empaques y etiquetas.43 La conclusión que resulta clara de toda esta trayectoria del editor manizaleño es que, en esta época de emergencia de un campo editorial colombiano, no fue posible establecer una separación tajante entre el editor y el hombre de negocios, ni entre el taller de impresión y la editorial, aunque sí entre el editor y el impresor. Zapata fue muy consciente de las renovaciones que introdujo en el ámbito editorial colombiano y que eran absolutamente necesarias para darle viabilidad económica a sus empresas, pero también de las limitaciones que existían para continuar desarrollando su tarea; de allí que haya recurrido a otros negocios, diferentes a la edición de revistas, periódicos y libros, para su propio crecimiento económico. Como impresor y hombre de negocios —para el que un taller de tipografía era una empresa más—, Zapata buscó ampliar su acción empresarial y darle a su empresa editorial toda la solidez económica que pudo, a través del mejoramiento de las técnicas de impresión y de los procesos de su industrialización; como editor, se arriesgó a publicar a autores y temas no consagrados ni reconocidos aún por el campo del poder intelectual, y a contribuir para formar un público lector para ellos. La carta dirigida a Germán Arciniegas, en respuesta a su ofrecimiento de publicar en las páginas del periódico El Tiempo apartes y comentarios de los libros que se pondrían en circulación,44 manifiesta esa intención de formar un público lector nuevo para sus libros: “Esta es una empresa que vive del peso que cada lector 43
Carlos Alberto Alzate, en entrevista con la autora, 12 de agosto de 2015. Y María Eugenia Londoño, en entrevista con la autora, 12 de agosto de 2015.
44
Carta de Germán Arciniegas a Arturo Zapata, Bogotá, 31 de enero de 1934, en apmel.
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dé por su ejemplar. […] Usted sabe que los lectores fijos son muy pocos y que a los otros es necesario impulsarlos por medio de comentarios”.45 Para Zapata la tarea era clara; esa formación de nuevos lectores-compradores de libros debía hacerse a través de dos frentes: la diversificación y ampliación de los canales de circulación de los libros, y la realización de una campaña de expectativas a través de los mismos libros y de la prensa. A esos frentes respondieron las tareas de coordinación editorial llevadas a cabo por el editor manizaleño, tal como se ha mostrado aquí. Zapata tenía un objetivo claro: consolidar la empresa editorial con un criterio comercial, aunque esto no significó rechazar la publicación de algún título por su eventual inadecuación a este criterio —como sucede en la actualidad—. Lo ‘comercial’ en este editor tenía que ver con publicar libros atractivos para el lector y con asegurarles suficientes canales de circulación para que llegaran fácilmente a este. El caso del proyecto de publicación de las obras de Tomás Carrasquilla expone muy bien este criterio de Zapata como editor. Al parecer, en 1934 hubo un proyecto de ley para contratar la edición de las obras completas del autor antioqueño; Zapata aprovechó su relación cercana con algunos intelectuales-políticos manizaleños que, en ese momento, ocupaban cargos de alguna importancia estatal para solicitarles su intersección en la adjudicación del contrato para la cetgaz: Yo podría comprometerme a lo siguiente: a imprimir todas las obras en 10 o 12 volúmenes […], en edición de 2000 ejemplares; a entregar 1000 a la nación y 1000 al maestro; los mil del maestro yo podría tomarlos a razón de 50 centavos, lo cual le aseguraría a él una entrada fija de 5 a 6 mil pesos 45
Carta de Arturo Zapata a Germán Arciniegas, Manizales, 5 de febrero de 1934, en apmel.
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[…]. Yo podría entenderme directamente con el maestro para hacer por cuenta de los dos otros mil ejemplares. […] Tengan en cuenta que yo tengo la mejor organización en este sentido y que mis libros se venden en todo el país, en los ferrocarriles. Por lo que hace a la circulación puedo asegurarles que nadie lo haría más eficazmente. Si eso lo hacen oficialmente quedarán los libros con aspecto de informes […]. Que las ediciones se hagan en una forma comercial.46
Varios aspectos de esta carta de Zapata resultan interesantes para comprender el ethos editorial del manizaleño: 1) El hecho de que sugiera establecer un negocio directo con Carrasquilla. 2) La seguridad con la que manifiesta la eficacia de su empresa en materia de circulación. 3) Su claridad acerca de la superioridad de las ediciones comerciales sobre las oficiales. Zapata no consiguió el contrato para la edición de las obras completas del autor antioqueño —esta fue hecha por Bedout, en 1948—, pero los aspectos antes resaltados no hacen más que confirmar la lucidez de Zapata frente a las transformaciones que eran necesarias para pasar de un mercado editorial a un capitalismo editorial, en un momento en el que los criterios intelectuales no eran contradictorios con los comerciales: reconocimiento de los derechos de autor, importancia de construir un sistema estable de circulación para los impresos y exigencia de diseñar libros que se ajustaran a los gustos y necesidades de nuevos lectores-consumidores. La mayor limitación que veía Zapata —al igual que todos sus colegas contemporáneos— para el cumplimiento de sus
46
Carta de Arturo Zapata a Antonio Álvarez, Aquilino Villegas y Silvio Villegas, Manizales, 18 de septiembre de 1934, en apmel.
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o bjetivos, consistía en la dificultad para distribuir libros dentro y fuera del país, ante la falta de respaldo del Estado: Desde hace tres años vengo realizando, en este país sin lectores, el mayor esfuerzo editorial que hasta la fecha se haya hecho […]. […] En la reciente Exposición del Libro Hispanoamericano, celebrada en Quito […] fue condecorada mi empresa editorial (única empresa colombiana que lo mereció). […] El mayor obstáculo que he encontrado en todo momento está localizado en la parte oficial, por lo que hace al precio que cobran los correos nacionales en los despachos de libros y por los requisitos que exigen para cualquier despacho […]. [De] los libros que despacho por correo nacional […] me resultan mucho más caros los portes que [de] los que despacho por los correos particulares […]. Tuve que pagar […] un precio mayor por portes, al valor mismo del libro […]. ¿No cree S.S. que el libro nacional debiera viajar por los correos nacionales en la misma forma que los periódicos [y revistas], o sea libres de portes?47
Los costos de los correos, los impuestos al libro nacional, así como a la importación de insumos, hacían que la edición y distribución de los libros nacionales fueran actos de valentía y de riesgo empresarial. La carta de Zapata nunca fue contestada y este tipo de dificultades solo se resolvería hasta 1958, gracias a la llamada Ley Esmeralda (Ley 74) que se encargó de eliminar los impuestos a la circulación de los libros colombianos y a la 47
Carta de Arturo Zapata a Aníbal Badel [Ministerio de Comunicaciones], Manizales, 1 de julio de 1935, en apmel.
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Las empresas editoriales de Arturo Zapata
importación de insumos para la publicación de libros.48 Así se entiende por qué la especialización de la edición fue un proceso difícil en Colombia, aun en la primera mitad del siglo xx, y por qué tanto los editores-impresores como los distribuidores y las librerías siguieron combinando la edición, impresión y venta de libros con otra clase de impresos (papelería, en general) y otro tipo de mercancías (útiles de escritorio, sobre todo) y negocios (acciones y compra de inmuebles), incluso en el caso de empresas gráficas tan consolidadas como J. V. Mogollón & Cía., en Cartagena;49 Bedout, en Medellín; y la Librería Colombiana Camacho Roldán & Cía. Ltda., en Bogotá.50 A pesar de esto, lo expuesto hasta este punto demuestra hasta dónde la figura de Zapata es necesaria para comprender las transformaciones, los obstáculos y los avances en vía a la consolidación de un capitalismo editorial colombiano.
Lecturas y autores en el catálogo de Arturo Zapata
Los libros editados por Arturo Zapata no responden a una colección, sino más bien a lo que podría denominarse como un catálogo, en el sentido más extenso del término. Con él, Zapata buscó darle cabida a diversos autores y títulos con un criterio editorial e intelectual amplio. Aun así, es posible determinar algunas líneas temáticas que permiten evaluar los gustos lectores de la época y las tendencias tanto editoriales como intelectuales de este momento (tabla 8). 48
Canal y Chalarca, Enciclopedia del desarrollo colombiano, 147.
49
Rodolfo Segovia y Claudia Navarro, “J. V. Mogollón & Cía. (1900-1930): ‘Rayando papel’”, en Empresas y empresarios en la historia de Colombia. Siglos xix-xx. Una colección de estudios recientes. Tomo II, compilado por Carlos Dávila (Bogotá: Norma-Universidad de los Andes, 2003), 716.
50
Según información de la publicidad de la librería que aparecía en la revista Universidad, 121 (1929), s. p.
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Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
Tabla 8. Catálogo de libros de Arturo Zapata por tema Tema
Cantidad
Literatura (novela, poesía, cuento)
32
Prosa política
14
Crónica (humorística, guerra, viajes)
13
Ensayo (literario, filosófico)
10
Autosuperación y salud
10
Biografías y memorias
5
Viajes y ciudades
5
Catolicismo
4
Derecho
2
Fuente: Elaborada por la autora a partir de la revisión de los libros del catálogo de Zapata.
El catálogo de Zapata permite percibir algunos fenómenos de los ámbitos editorial e intelectual colombianos de la época: 1) La elección de la literatura como campo propicio para la consolidación de las empresas editoriales. 2) La posibilidad de publicar autores y libros nacionales con un criterio editorial lo suficientemente heterogéneo y heterodoxo. 3) La imposibilidad de encasillar los grupos intelectuales de la época en definiciones demasiado restringidas. A pesar de que los títulos más exitosos de las empresas editoriales de Arturo Zapata pertenecieron a la crónica (humorística y de guerra) y a la prosa política, pues fueron los que tuvieron mayor número de ediciones y de reimpresiones, la mayoría de títulos publicados pertenece a la literatura. Este fenómeno resulta interesante, pues nos indica que, ya en este momento, el ámbito editorial reconocía una relativa diferenciación entre un ciclo de producción corto y uno largo, propia del funcionamiento de
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Las empresas editoriales de Arturo Zapata
todo campo editorial;51 mientras la crónica y la prosa política hacían parte del primero, la literatura correspondía al segundo. La presencia de la crónica y de la prosa política nos indica cuáles eran los gustos lectores de la época; estos géneros provenían de la prensa y de la radio y, por ende, de fenómenos de actualidad (relativamente efímeros) que concentraban la atención de los lectores, usuarios de este tipo de medios de comunicación, es decir, de la mayoría del público lector de la época, aunque no fueran todos sus consumidores directos (por falta de medios económicos para comprar el diario o para tener un radio en sus casas). Esta preferencia por temas de actualidad —un fenómeno que no es solo de nuestra época, como se suele afirmar— también se manifiesta en otros temas publicados en el catálogo de Zapata: la autosuperación y la salud, y los viajes y ciudades. El caso de los títulos publicados correspondientes a las biografías y memorias es interesante en el sentido en que ambos temas son representantes del género histórico (género muy respetado entre los círculos letrados, académicos y oficiales), pero presentan los sucesos de una manera menos ortodoxa y académica que los textos propiamente históricos. Esta circunstancia, junto con el hecho de que el libro de derecho y el católico (temas que habían ocupado un lugar preponderante en la tradición editorial colombiana desde la Colonia)52 tengan poca presencia dentro del catálogo de Arturo Zapata, conducen a ratificar la idea acerca de ese objetivo más comercial y moderno que orientó las decisiones editoriales del manizaleño.
51
Pierre Bourdieu, Las reglas del arte. Génesis y estructura del campo literario, traducido por Thomas Kauf (Barcelona: Anagrama, 2011), 214-221.
52
Alfonso Rubio Hernández, “Bibliotecas particulares en Nueva Granada. Presencia y significado del libro religioso”. ACHSC, 2 (2013): 32. http://www. bdigital.unal.edu.co/38824/1/42327-194989-1-PB.pdf
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La literatura, a diferencia de la crónica y de la prosa política, no estaba tan asociada a los fenómenos de la prensa; aunque los lectores preferían libros de autores cuyos nombres figuraran en las páginas de las publicaciones periódicas de mayor circulación regional o nacional, había un público relativamente estable que buscaba novelas, poesía y cuentos —en ese orden, según lo que indica el catálogo de Zapata— como formas de entretenimiento o de autoformación. En este sentido, la literatura se puede entender como un campo propicio para el desarrollo de iniciativas editoriales aventureras;53 pese a que lo literario siempre había jugado un papel fundamental en la consolidación de una idea oficial de nacionalidad,54 los editores siempre vieron en ella sus posibilidades comerciales, como parte de una emergente industria del entretenimiento. La literatura podía tener, entonces, un ciclo de vida editorial más largo que la crónica y la prosa política, y Zapata tuvo cuidado de construir un catálogo literario que satisficiera los gustos literarios de sus lectores. Ese catálogo literario nos permite ver cómo el editor manizaleño acogió propuestas vanguardistas que contribuyeron a la modernización de la literatura colombiana, y que con el tiempo se han convertido en parte de una tradición aceptada y respetada; títulos como Risaralda, Toá, La cosecha, El remordimiento, Variaciones alrededor de la nada y Divagaciones filológicas y apólogos literarios hacen parte ya de esa tradición literaria colombiana y son signos de sus transformaciones más importantes en la primera mitad del siglo xx: emergencia de una posición más crítica frente a la realidad y mayor libertad en el uso del lengua53
Pastormelo, “1880-1899. El surgimiento de un mercado editorial”, 10-11.
54
Fernando Degiovanni, “La invención de los clásicos: nacionalismo, filología y políticas culturales en Argentina”. Orbis Tertius 10, 11 (2005): 4. http://www. orbistertius.unlp.edu.ar/
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Las empresas editoriales de Arturo Zapata
je.55 Además, en el catálogo literario de Zapata es posible ver tres tendencias que dan cuenta de los principales movimientos y fenómenos literarios de la época que el editor manizaleño ayudó a consolidar: el llamado ‘grecolatinismo’, la literatura ‘social’ y la novela sentimental. Estas tendencias exhiben el criterio diverso y amplio con el que Zapata acogió iniciativas editoriales propias, propuestas ajenas y encargos de publicación, siempre buscando una viabilidad comercial por encima de criterios ideológicos o que respondieran a la ‘legitimidad’ literaria dominante. En el catálogo de Zapata coexistían autores (todos vivos entonces) de izquierda, de ultraderecha, católicos, academicistas, de tendencia ‘social’, vanguardistas, costumbristas, criollistas y ‘populares’; todos autores colombianos o traductores nacionales (solo había tres títulos de autores extranjeros, pero estos también respondían a criterios heterodoxos: Mussolini, Wilde, Rosa Arciniega) que publicaban —en su mayoría— por primera vez sus obras: circunstancia que indica la continuación del proyecto de Zapata de consolidar una industria nacional. En los libros de estos autores es posible percatarse de que, en ese momento, había una falta de especialización tanto de los escritores como de los géneros discursivos: un mismo autor podía publicar libros de crónica, de prosa política y de literatura, y un mismo libro podía fluctuar entre la crónica, el cuento y la novela corta. La diversidad de los autores del catálogo de Zapata y esta flexibilidad de los géneros permitió que sus libros se alejaran de los criterios de reconocimiento y consagración del campo del poder literario bogotano, y que se le diera cabida a títulos que estaban más cercanos a los gustos lectores más predominantes de 55
Marín Colorado, Novela, autonomía literaria y profesionalización del escritor, 14, 32.
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Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
la época (el humor, la no-ficción). Estos gustos permiten percibir la coexistencia entre lo ‘culto’ y lo ‘popular’ (fenómeno propio de la consolidación de un mercado editorial)56 en el catálogo de Zapata: por un lado, libros que respondían a la demanda de los lectores mayoritarios; por el otro, libros que se adecuaban al sentido del ‘buen gusto’ de los lectores más especializados. Esta coexistencia es visible, sobre todo, en el hecho de que el ensayo y la autosuperación presenten el mismo número de títulos publicados dentro del catálogo. Por otra parte, los autores del catálogo de Zapata complejizan las distinciones tradicionales que se han hecho entre los Leopardos (grupo intelectual de ‘ultraderecha’) y los autores de ‘izquierda’ o ‘sociales’, y entre los Grecolatinos (asociados a un cosmopolitismo parnasianista) y los costumbristas; sin embargo, también confirman la cercanía de los Leopardos con la ideología fascista (visible en los libros No hay enemigos a la derecha, De poetas a conspiradores y La doctrina del fascismo). Los prólogos de los libros editados por Arturo Zapata demuestran que todos estos grupos defendieron una idea de nacionalismo en la que basaron su sistema de creencias; igualmente, todos estos grupos defendieron la idea de conservar una relación estrecha entre la política y la literatura, pues esta permitía humanizar tanto la práctica política como la escritura literaria. 57 Finalmente, no es posible contraponer del todo a los Grecolatinos con los costumbristas, pues ambos buscaron la expresión de una literatura
56
Pastormelo, “1880-1899. El surgimiento de un mercado editorial”, 2.
57
Silvio Villegas, prólogo a Itinerario espiritual, de Daniel Valois Arce (Manizales: Casa Editorial y Talleres Gráficos Arturo Zapata, 1937), 9. Y Antonio García, prólogo a Colombia S.A. (Manizales: Casa Editorial y Talleres Gráficos Arturo Zapata, 1934), 5.
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Las empresas editoriales de Arturo Zapata
nacional basada, al mismo tiempo, en un criterio ‘universal’ y en elementos autóctonos como el humor.58 Por último, vale la pena mencionar el fenómeno referido (en los prólogos de los libros del catálogo de Zapata) a lo mucho que se publicaba en la época; este hecho indica que el aumento en la cantidad de libros publicados no es un fenómeno reciente y que, guardadas las proporciones con lo que sucede hoy (el aumento de la población y de las tasas de alfabetización) y con las dificultades económicas y tecnológicas que debieron superar quienes publicaron entre 1930 y 1950, ya allí empezó a ser un motivo de reflexión y hasta de preocupación la ‘fiebre’ por publicar. Más allá de esto, el aumento en la publicación de impresos da cuenta de la apertura del mercado editorial colombiano y de la ampliación del público lector, fenómenos ante los cuales Zapata no fue indiferente y fueron claves en la conformación de su catálogo.
Arturo Zapata, editor e impresor
Un análisis del ciclo de vida de las empresas editoriales de Arturo Zapata nos permite concluir que el periodo de mayor actividad editorial, en cuanto a la publicación de libros, se dio entre 1933 y 1940. En este mismo periodo se puede ubicar la aparición de los títulos más exitosos del catálogo de Zapata (primeras ediciones y reimpresiones) (figura 13) y la revisión de su correspondencia demuestra también que son estos años los que el editor manizaleño dedicó con ahínco a consolidar su empresa editorial.
58
Silvio Villegas, prólogo a 60 minutos, de Tomás Calderón (Manizales: Casa Editorial y Talleres Gráficos Arturo Zapata, 1933), xi. Y José Camacho Carreño, prólogo a Diccionario de emociones, de Bernardo Arias Trujillo (Manizales: Casa Editorial y Talleres Gráficos Arturo Zapata, 1938), xv-xvi.
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12
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2
0
1928 1930 1931 1933 1934 1935 1936 1937 1938 1939 1940 1941 1942 1943 1944 1945 1946 1947 1953 1954 Número de libros publicados
Figura 13. Número de libros publicados por año de acuerdo con el catálogo de Zapata, 1928, 1954 Fuente: Elaborada por la autora a partir de la revisión del catálogo de Zapata.
Sin asomo alguno de complejo provinciano —como tantos de sus contemporáneos—, sino encarnando un serio y práctico compromiso nacionalista, Arturo Zapata representa la figura del editor moderno, aunque con las dificultades y particularidades que han sido mencionadas en los párrafos anteriores. Zapata se asume como editor, diferenciando claramente su función de la del impresor, y exhibe en su catálogo un criterio que, sin rechazar las ediciones dirigidas, sobre todo, a un público especializado, busca ofrecer a un público lector cada vez más amplio libros acordes con los gustos predominantes. La lectura, así, no se concibe contraria al concepto de entretenimiento, sino todo lo contrario: si la lectura (guiada por los preceptos del ‘buen gusto’) era un pasatiempo aprobado e impulsado desde la escuela, desde las políticas culturales de la época y desde las autoridades literarias,59 Zapata aprovechó ese impulso para conformar un 59
Renán Silva, República Liberal, 109, 153.
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catálogo atractivo para un público lector no especializado, aunque no del todo ‘popular’, pues era habitual consumidor-lector de publicaciones periódicas. Aun así, Zapata sí contribuyó a la popularización del libro en Colombia y al establecimiento de una cultura más democrática en sus usos y en su consumo. Por un lado, el editor manizaleño trabajó en la ampliación de los canales de venta de los libros y en el mantenimiento de un precio que hiciera un poco más asequible su compra a nuevos consumidores; por otro lado, sus libros demuestran un cambio importante en el funcionamiento del campo intelectual: el nombre del autor y su obra ya no funcionan tanto como criterios inseparables para seleccionar y valorar lo publicado, sino que empiezan a ser las ideas, los saberes y las temáticas los criterios que comienzan a imponerse.60 El nuevo lector que se acercaba a este mundo letrado no tenía —ni tiene— en su cabeza el listado de los autores que se debían leer o no, sino una curiosidad amplia que provenía de ver en la lectura autoinstructiva una forma de acceder a la ciudadanía. Esta condición de ‘ciudadano’, en el siglo xix, solo estaba destinada a quienes tenían propiedades y el origen ‘noble’ que les permitía acceder a una educación privilegiada y así aprender a leer y a escribir; aquellos que no podían aspirar a poseer estas características siempre vieron en la lectura autoinstructiva la posibilidad de educarse y de hablar en términos semejantes con los legítimos ‘ciudadanos’.61 Esos lectores sobrevivían en la primera 60
Verónica Delgado y Fabio Espósito, “1920-1937. La emergencia del editor moderno”, 67-68.
61
Gilberto Loaiza Cano, “La expansión del mundo del libro durante la ofensiva reformista liberal. Colombia, 1845-1886”, en Independencia, independencias y espacios culturales. Diálogos de historia y literatura, editado por Carmen Elisa Acosta, César Ayala y Henry Cruz (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2009), 50.
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mitad del siglo xx, democratizaban el acceso a la cultura letrada y cambiaban el libro religioso y escolar por nuevos temas, provenientes de la prensa (crónica, prosa política) y de un modo de vida ‘moderno’ (autosuperación, salud, ciudades). No es posible concebir a Zapata fuera del círculo intelectual, político e industrial que tenía como sede de sus tertulias diarias el local de la editorial. Resulta inevitable pensar que las relaciones con ese círculo impulsaron muchas de las actividades tanto intelectuales como técnicas y comerciales de la empresa editorial de Zapata; más aun cuando pensamos en que ese círculo estaba constituido por varios de los hijos de las familias más dominantes y tradicionales de la región: la primera generación que había podido educarse en los mejores colegios del país y en el extranjero.62 Esa coexistencia entre escritores, políticos y empresarios no era excepcional en la época ni mucho menos en una región como Caldas,63 pero sí le dio un tinte particular a las actividades del editor manizaleño: la combinación no contradictoria entre decisiones orientadas con un cuidadoso criterio intelectual y, al mismo tiempo, comercial; el impulso a la publicación de autores manizaleños que “¿cuándo irían a salir en Bogotá?”64; la consolidación de grupos como los Leopardos y los Grecolatinos, y de tendencias literarias como la literatura ‘social’, y editoriales como
62
Jaime Mejía Duque citado por Fabio Vélez Correa, “Generaciones, movimientos y grupos literarios en Caldas”. Revista Impronta, 11 (2013): 164 http://academiacaldensedehistoria.blogspot.com/2013/09/generaciones-movimientos-ygrupos.html
63
Rigoberto Gil Montoya, “Primera memoria escrita y primeros lectores en Pereira (Risaralda, Colombia) a comienzos del siglo xx: el ingreso a la vida moderna”. Historelo 6, núm. 12 (2014): 210-211. http://dx.doi.org/10.15446/ historelo.v6n12.42097
64
Salazar Patiño, “Don Arturo Zapata”, 8.
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Las empresas editoriales de Arturo Zapata
la crónica humorística. Todos estos fenómenos que resultaban una rareza en los ámbitos editorial e intelectual bogotanos nos obligan a pensar la historia de la edición y de la lectura en Colombia como un territorio dinámico y diverso.
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Capítulo III
La edición y la producción bibliográfica en Colombia (1925-1954)
A primera vista, el panorama de la edición y de la producción bibliográfica en Colombia, en la primera mitad del siglo xx, parecería un ámbito homogéneo y poco dinámico; sin embargo, cuando se empieza a indagar en profundidad acerca de lo que se publicaba en esa época y de las editoriales que lo publicaban, la percepción empieza a cambiar. Las políticas culturales impulsadas y puestas en marcha por los gobiernos liberales, durante el periodo de la República Liberal (1930-1946), permitieron transformar la noción de cultura y, específicamente, de la lectura, así como mejorar los mecanismos de reconocimiento de los derechos de propiedad intelectual en el país. Estas transformaciones fueron fundamentales para la emergencia de un nuevo público lector en Colombia, para el afianzamiento del mercado editorial del libro colombiano y su transición hacia un capitalismo editorial, y para lograr una mayor regularización y reglamentación sobre la práctica de los derechos de autor. Entre 1925 y 1954, además, se presentó un aumento en el tiraje de ejemplares de los libros, una mayor diferenciación entre las funciones del impresor y del editor y, a pesar de la influencia de la Iglesia católica y de los conservadores en las prácticas l ectoras 109
Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
de los colombianos, se manifestó variedad en las preferencias de lectura y en la publicación de libros. En términos generales, se puede afirmar que este periodo significa, dentro de la historia de la edición y de la lectura en Colombia, un momento de emergencia —más concreta que en épocas anteriores— de lo que podríamos denominar propiamente como un campo editorial1 —que se conformaría plenamente en las décadas de 1960 y 1970—, caracterizado por ciertos signos de un funcionamiento relativamente autónomo: la producción nacional de materiales e insumos, el inicio de las exportaciones, la especialización y diferenciación de agentes y de procesos, y el aumento (legal e institucional) de la protección de los derechos de autor y de la producción y circulación del libro nacional.
La producción bibliográfica colombiana
Las transformaciones ocurridas en el ámbito editorial y cultural en Colombia en la primera mitad del siglo xx tienen su antecedente más importante en la segunda mitad del siglo xix; en primer lugar, gracias a las innovaciones técnicas, administrativas y propiamente editoriales introducidas por la prensa católica y, en segundo lugar, gracias a la inversión del liberalismo radical en el sistema de instrucción pública. La Iglesia católica combatió el oficialismo liberal a través de una amplia diversificación de sus publicaciones y consiguió cifras inalcanzables —en comparación con las demás empresas gráficas y con la prensa oficial— de abonados y de tirajes para sus publicaciones periódicas. Por su parte, el liberalismo radical impulsó, directa e indirectamente, la prensa 1
Sigo aquí el concepto de Pierre Bourdieu, derivado de sus investigaciones sobre el campo intelectual. Pierre Bourdieu, “Una revolución conservadora de la edición”, en Intelectuales, política y poder, traducido por Alicia Gutiérrez (Buenos Aires: Eudeba, 2005), 224.
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instruccionista oficial (a partir de 1870) y la creación de bibliotecas (liberales y de artesanos).2 De esta manera, la efectividad de las empresas gráficas católicas y las campañas educativas del gobierno hicieron que, entre 1845 y 1886, se ampliara el público lector en Colombia y aumentaran las tasas de alfabetización. Las bibliotecas nocturnas, los gabinetes de lectura, las bibliotecas ambulantes, el alquiler de libros, la venta de libros usados y la presencia de libreros ambulantes son lugares de socialización y prácticas que se generalizaron y aumentaron en esta época. Este acrecentamiento de los modos de accesibilidad a los impresos permitió que la lectura se convirtiera en una práctica más cotidiana (lectura en las calles, tertulias, lecturas colectivas en voz alta) y que la opinión pública ganara cada vez más importancia dentro de la conformación de la República, más aún entre aquellos quienes, por su imposibilidad de acceder a los medios educativos oficiales para aprender a leer y a escribir y, por ende, de ser considerados como ciudadanos, debían recurrir a la autoinstrucción para hacerse respetar como interlocutores políticos válidos. Asimismo, esta creciente importancia de la opinión pública y la extensión de la práctica de la lectura propiciarán el aumento de las publicaciones periódicas, la duplicación de las imprentas y la triplicación de las librerías.3 No es de extrañar, pues, que cuando el liberalismo vuelve a asumir el poder político en el país, en 1930, tras el periodo de la Regeneración y de la Hegemonía Conservadora, dos de sus campañas más importantes fueron la de la ampliación de la cobertura educativa y la del incremento de las tasas de alfabetización. Lo anterior no quiere decir que en los años precedentes no se 2
Gilberto Loaiza Cano, “La expansión del mundo del libro durante la ofensiva reformista liberal. Colombia, 1845-1886”, 25-40.
3
Ibid., p. 34-52.
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hubiesen hecho adelantos en estos aspectos, pero entre 1930 y 1946 el aumento en el presupuesto para el funcionamiento del Ministerio de Educación resultó clave en la ejecución de estas campañas, pese a que este aumento no hubiera sido suficiente para cumplir con todas las metas propuestas. La atención a la cobertura educativa y a las campañas de alfabetización estuvo acompañada por lo que se podría resumir como un proyecto para hacer del libro un objeto cotidiano entre las ‘masas populares’. Dicho proyecto se concentró en la creación de las Bibliotecas Aldeanas y de las Misiones Culturales, desde 1934, y tuvo entre sus resultados más importantes el incremento del autodidactismo y la búsqueda del lector por fuera del espacio oficial de la biblioteca.4 Luis López de Mesa, quien asumirá la dirección del Ministerio de Educación, bajo la cual se implementarán los proyectos arriba mencionados, había planteado, desde 1927, la necesidad de crear las Bibliotecas Aldeanas: Vamos a difundir el libro por toda la república, fundando las bibliotecas aldeanas, de servicio oficial gratuito. […] Debe constar […] de […] cuatro grupos: una selección de literatura universal […]; una selección de obras nacionales; una selección de manuales de instrucción […]; y por último, aquellos libros de consulta. […] Es preciso emprender la publicación de estas obras en casa. […] Iniciar ediciones de nítida impresión, tipo grande y encuadernación en pasta española, que tengan mayor duración y no estropeen la vista de los lectores. 4
Renán Silva, República Liberal, intelectuales y cultura popular (Medellín: La Carreta, 2012), 63, 143.
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Si no queremos que el campesino continúe siendo analfabeto […]; si no queremos que continúe el éxodo hacia las urbes tentadoras […], redimamos a la aldea de su […] asfixiante vacío espiritual.5
Este artículo de López de Mesa, junto con dos artículos más, “La lectura sin cartilla” de Gustavo Uribe Arango y “Cómo se hace una biblioteca” de Alfonso Araújo, publicados en 1928, también en la revista Universidad, dan cuenta del creciente interés de estos temas entre algunos intelectuales colombianos que veían la necesidad de transformar las prácticas lectoras y los modos de accesibilidad a la cultura letrada. El de Uribe señala la necesidad de un cambio en los procesos de enseñanza de la lectura (cambiar la memoria auditiva por la memoria visual, según el método de Decroly);6 el de Araújo propone la biblioteca como un ‘complemento de la escuela’ y plantea la necesidad de transformar la percepción y función tradicionales de este espacio: “Se consideraba a la biblioteca como un organismo muerto, donde llegaban libros […] que se cuidaban con esmero, como objetos de museo”.7 Araújo, además diría que se debía buscar la manera de habituar a los niños al uso de los libros y de la biblioteca a través de conferencias, películas y bibliotecas viajeras. Los tres artículos mencionados se centran en tres aspectos indispensables para comprender la manera como se presentan las ‘revoluciones’ de la lectura: 1) La edición de impresos y su puesta en circulación. 2) Los modos de enseñanza de la lectura. 3) El uso de las bibliotecas y los medios de accesibilidad a los 5
Luis López de Mesa, “Bibliotecas Aldeanas”. Universidad, 44 (1927): s. p.
6
Gustavo Uribe Arango, “La lectura sin cartilla”. Universidad, 94 (1928): 167168.
7
Alfonso Araújo, “Cómo se hace una biblioteca”. Universidad, 108 (1928): 607.
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impresos. De esta forma, se entiende que las campañas que se adelantaron durante la República Liberal, en relación con estos tres aspectos, conectaban con necesidades que ya habían sido diagnosticadas, pero a las que no se les había dado una solución concreta. Detrás de las preocupaciones de los tres autores de los artículos citados antes se percibe, además, un temor a las veloces y profundas transformaciones sociales, económicas y culturales que se estaban produciendo por la creciente migración del campo a la ciudad, y una reacción aprobatoria hacia las nuevas exigencias de modernización y de progreso para todos los estamentos de la población; aun así, la campaña de difusión del libro por todas las regiones del país, acompañada de una inversión considerable en la edición y publicación de libros nacionales, tanto como la innovación en los métodos de enseñanza de la lectura y la apertura de la biblioteca hacia nuevos públicos-usuarios y nuevos catálogos hicieron parte fundamental de las transformaciones culturales que se dieron en esta época. Entre los resultados de estos proyectos se pueden mencionar: la creación de 1250 Bibliotecas Aldeanas (en departamentos, intendencias y comisarías) en 1939;8 el aumento en un 88 % del promedio en obras consultadas en las bibliotecas a tan solo un año de haber iniciado con las campañas; 288 328 lectores por año (en las bibliotecas) en 1938;9 las constantes peticiones de nuevas colecciones y la cantidad de libros desaparecidos de las bibliotecas, pertenecientes todos a la colección de las B ibliotecas
8
9
Daniel Samper Ortega, “Último informe del director de la Biblioteca”, en La Biblioteca Nacional y su Exposición del Libro (Bogotá: Editorial A.B.C., 1940), 10.
Renán Silva, República Liberal, 73.
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Aldeanas;10 y la confianza de los lectores en los libros de los escritores nacionales, gracias a las Ferias del Libro realizadas desde 1936, en las que fueron determinantes los éxitos de las ediciones baratas de escritores ‘populares’ como José María Vargas Vila y Arturo Suárez.11 Había, pues, un público lector nuevo en Colombia (los jóvenes, los estudiantes, los obreros, los campesinos) que buscaba y confiaba cada vez más en las ediciones colombianas y en los libros de autores colombianos (que empezaban a ganar su lugar luego del anterior predomino de los libros importados), y que estaba habituado y deseoso de tener esos libros que antes no podía comprar porque pensaba que estaban destinados solo a los círculos letrados o porque su precio sobrepasaba el equivalente a su jornal.12 Junto con esta ampliación del público lector, también vino la ‘amenaza’ de la lectura extensiva. Los intelectuales de la República Liberal, por un lado, y la Iglesia católica, por otro, se mostraron siempre preocupados por las preferencias lectoras de este nuevo público, que se adecuaban más a las necesidades de autoinstruirse y de entretenerse que de responder a las exigencias del ‘buen gusto’ de los círculos letrados; igualmente, pese a las prohibiciones de la Iglesia católica y de ciertos círculos conservadores sobre algunos temas, títulos y autores, no fue posible mantener un control estricto sobre las lecturas de esos nuevos y antiguos lectores.
10
Renán Silva, compilador, Historia de las bibliotecas en Colombia: compilación de correspondencia (Bogotá: s. n., 2000).
11
Renán Silva, República Liberal, 169.
12
María del Pilar López Uribe, Salarios, vida cotidiana y condiciones de vida en Bogotá durante la primera mitad del siglo xx (Bogotá: Universidad de los Andes, 2011), 50.
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Publicaciones periódicas como Cine y Libros (Bogotá, 1948)13 y El Alcázar (Bucaramanga, 1941),14 así como algunas cartas de los lectores dirigidas al Ministerio de Educación Nacional,15 exhiben los restringidos criterios morales con los que autoridades religiosas y representantes de los conservadores buscaban limitar el acceso a los libros y el uso de las bibliotecas; son muestra, pues, de las antiguas prácticas coloniales y decimonónicas sobrevivientes en el siglo xx colombiano que no frenaron —del todo— los avances en materia de extensión cultural. En este sentido, se puede afirmar que fueron estos usos ‘populares’ del libro los que permitieron también una importante ampliación 13
Aunque Cine y Libros tuvo el propósito de “clasificar y dar a conocer la opinión de moralidad sobre los autores colombianos vivos, y aun sobre aquellos fallecidos cuyas obras son leídas”, esto no se cumplió. Las prohibiciones fueron siempre sobre obras y autores extranjeros, entre los que figuraron Vicente Blasco Ibáñez, Paul Bourget (uno de los autores preferidos por el público lector colombiano durante toda la primera mitad del siglo xx), Benito Pérez Galdós, Somerset Maughan (uno de los autores más vendidos en las Ferias del Libro), Alejandro Dumas (padre e hijo), Marcel Proust, André Maurois, Thomas Mann (otro de los más exitosos en la Feria del Libro), Jean-Paul Sartre, Aldous Huxley, Anatole France, Gabriel D’Annunzio (otro de los autores más leídos durante la primera mitad del siglo xx), Honoré de Balzac, Emile Zolá, Stendhal, Descartes, Maurice Maeterlink, León Tolstoi y Wolfgang Goethe. “Los libros y la moral”. Cine y Libros, 300 (1948): 4.
14
“Feria de inmoralidad”. El Alcázar. Semanario religioso, órgano parroquial, 102 (1941): 1.
15
Carta del director de Educación Pública al Inspector Nacional de Educación, Santa Marta, 22 de septiembre de 1933. Y Carta del Centro Liberal Obrero de Mutuo Apoyo al ministro de Educación, El Retén, Magdalena, 24 de octubre de 1936. En Archivo General de la Nación (agn), Bogotá-Colombia, Sección Archivo Anexo, Grupo II, Fondo Ministerio de Educación Nacional, Serie Bibliotecas, Caja 1, Carpeta 1. Y Carta de Daniel Samper Ortega al ministro de Educación Nacional, Bogotá, 22 de enero de 1937. En Archivo General de la Nación (AGN), Bogotá-Colombia, Sección Archivo Anexo, Grupo II, Fondo Ministerio de Educación Nacional, Serie Bibliotecas, Caja 1, Carpeta 4.
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del público lector y una diversificación del mercado editorial en Colombia durante la primera mitad del siglo xx. Esos lectores ‘populares’ entendían que la lectura y la educación eran instrumentos que les permitían mejorar sus condiciones de vida; había, pues, una demanda casi inherente de lecturas por parte de ese nuevo público lector, que encontró en las campañas estatales una respuesta a los largos años en los que los dirigentes parecieron gobernar de espaldas a las verdaderas necesidades del ‘pueblo’ en materia cultural —y, por supuesto, también en las otras—. Por primera vez, un funcionario público les preguntaba acerca de sus requerimientos, por primera vez se sentían incluidos en un proyecto de país. Esto es claro cuando se revisan los formularios del Censo Intelectual llevado a cabo por Daniel Samper Ortega, director de la Biblioteca Nacional, en 1933, y que se dividió en dos partes: la primera, un formulario diligenciado por el alcalde de cada población; la segunda, un formulario diligenciado por los ‘intelectuales-escritores’ de cada población (profesores, médicos y abogados). Estos formularios fueron la manera concreta en la que la Biblioteca Nacional recibió la información ‘real’ de los futuros usuarios de las Bibliotecas Aldeanas. El primer tipo de formulario nos permite acceder a información básica acerca de la infraestructura cultural con la que contaba la población (imprentas, bibliotecas, salones de conferencias, publicaciones periódicas, escritores, escuelas y librerías) y de su funcionamiento en general (servicios públicos, telégrafo, clima, día de mercado, enfermedades más frecuentes en los humanos y en los animales, estado de las carreteras).16 El segundo 16
“Formularios municipales”, en Fondo Aldeano (fa), Biblioteca Nacional de Colombia (bnc), Bogotá-Colombia, Serie Instrumentos de Control, Caja 28, Carpetas 216-221.
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formulario nos permite conocer información sobre las actividades de los hombres de letras de las poblaciones (libros publicados, publicaciones periódicas en las que colaboraba, sociedades a las que pertenecía, si poseía o no biblioteca y de cuántos volúmenes, preferencias de lecturas).17 Los datos recopilados a través de estos formularios nos posibilitan comprender mejor las condiciones en las que nuestros intelectuales (más de 2000 fuera de Bogotá) desarrollaron su silenciosa labor en poblaciones apartadas de la capital del país y el desconocimiento —por no decir abandono— que había de ellas por parte del Estado. Sin excepción, en todas las poblaciones piden libros de pedagogía, de agricultura, de minería, de historia de Colombia, de derecho, de civismo y, en último lugar, obras literarias; asimismo, piden, en general, un radio, una línea telegráfica (en las muchas poblaciones donde todavía no existía), cine educativo, una imprenta y, en varios casos, instalación de luz eléctrica, de alcantarillado y construcción de carreteras, así como ayuda para combatir enfermedades y el alcoholismo en la población. Sobre estas solicitudes, es preciso resaltar, por un lado, la claridad que existe en la diferenciación entre las lecturas útiles y aquellas en las que confluían la autoinstrucción y la entretención, pero también en que ambas eran necesarias; y por el otro, la claridad acerca de la falta de una infraestructura ‘moderna’, tanto en el nivel material como en el cultural, entendiendo igualmente ambos como necesarios. A estas necesidades culturales trataron de responder las Bibliotecas Aldeanas y las Misiones Culturales, que visitaron periódicamente las poblaciones llevando películas, conferencias y bibliotecas ambulantes. Los libros desaparecidos de las 17
“Formularios individuales de escritores”, en fa, bnc, Serie Instrumentos de Control, Caja 27, Carpetas 205-209.
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ibliotecas Aldeanas (constituidas por colecciones literarias, B manuales, cartillas y libros de consulta) demuestran que, si bien había una necesidad de estas lecturas útiles, sobre todo, por parte de los adultos, también había una necesidad de lecturas de entretenimiento ‘instructivo’, por parte, sobre todo, de los jóvenes y de los niños; la coexistencia y el reconocimiento de ambas (practicadas por estos lectores ‘rurales’) actuaron como condiciones a favor de la consolidación del capitalismo editorial colombiano. Por esta razón resulta anacrónico el discurso de Rafael Maya en 1951, en la inauguración de la Feria del Libro (celebrada tras varios años de interrupción, durante los gobiernos conservadores que vinieron tras el fin de la República Liberal), en donde afirmaba: “El libro no tiene más utilidad que la de ser leído”.18 Maya obviaba —o desconocía— las transformaciones que se habían operado en los años anteriores frente al uso del libro y a la práctica de la lectura, y buscaba legitimar, de nuevo, una ‘cultura aristocrática’, basada en el desinterés y en las prácticas de exclusión del ‘buen gusto’. Por su parte, los formularios diligenciados por escritores o intelectuales permiten observar una variedad de intereses de lectura, entre los que predominan el comunismo y las cuestiones obreras, las religiones orientales, la agricultura, las biografías y memorias, la historia patria y las literaturas francesa, italiana, española y colombiana, además de los libros de pedagogía, medicina y derecho, que siempre figuran en las peticiones y que respondían a las necesidades profesionales de estos intelectuales: profesores, médicos y abogados. Muchos de ellos se quejaban de su estrecha situación económica, que no les permitía comprar libros (para ellos, pero también para la educación de sus hijos) ni publicar
18
Rafael Maya, “El libro, testimonio de cultura”. Bolívar, 3 (1951): 543.
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sus textos; también del aislamiento en el que debían desarrollar su labor, por falta de estímulo y de comunicación e intercambio con sus otros colegas de otras poblaciones y, sobre todo, de la capital. Para estos intelectuales, las publicaciones periódicas y la radio eran los medios privilegiados para sentirse conectados y actualizados con lo que sucedía en el resto del país y en su propia profesión, pese a que mucha de la prensa nacional no llegara hasta sus poblaciones y a que el aparato de radio (comunitario) se mantuviera dañado la mayor parte del tiempo. Seguramente, estos comentarios ayudaron a decidir a Daniel Samper Ortega, definitivamente, sobre la pertinencia de llevar a cabo los proyectos de las Bibliotecas Aldeanas y de las Misiones Culturales. Resulta interesante observar una coincidencia entre los gustos lectores de esos intelectuales, la oferta bibliográfica de esta época y los registros de lectura de la Biblioteca Nacional y de las Bibliotecas Aldeanas entre 1934 y 1956. El análisis de estas fuentes permite concluir que tanto las preferencias lectoras como la oferta bibliográfica estaban concentradas en las humanidades (historia, geografía, ciencias sociales y literatura).19 Resulta aun más interesante constatar que esas preferencias cambiaron de manera ostensible en 1958, cuando el registro de lectores presentó un predominio de consulta y préstamo de las obras de ciencias aplicadas.20 A primera vista, esta transformación en las preferencias lectoras se puede adjudicar a la ampliación de alternativas de
19
Catálogo de libros colombianos. Publicados de 1934 a julio de 1942, 36-116; Rubén Pérez Ortiz, compilador de Anuario bibliográfico colombiano 19511956 (Bogotá: Instituto Caro y Cuervo, 1958), 33-304; y Cuadro estadístico de lectores y obras 1948, en Fondo Biblioteca Nacional (fbn), bnc, BogotáColombia, Tomo 260.
20
Salas de lectura, en fbn, bnc, Tomo 295.
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carreras profesionales en el país; si hasta mediados del siglo xx la medicina y el derecho (y el sacerdocio) concentraban las opciones de mayor prestigio en el momento de seguir una carrera profesional, en la década de 1950 este prestigio comenzó a ceder el paso a nuevas carreras relacionadas con las ciencias puras y con las aplicadas, algunas de reciente creación en las universidades y otras que contaban ya con cierta trayectoria en lo que iba corrido del siglo. Complementario a lo anterior, también se puede señalar el papel que desempeñaron las campañas de los intelectuales funcionarios de los gobiernos de la República Liberal para cambiar la imagen de la biblioteca: ya no lugar para eruditos, pero tampoco para reunión de ‘vagos’ que solo buscaban lecturas para ‘matar el tiempo’, sino un sitio de estudio, de consulta y de lectura útil para los estudiantes, y aun para los profesionales y trabajadores.21 Este cambio, sin duda, también influyó en la transformación de las preferencias lectoras y funcionó como una ‘cruzada’ a favor de la lectura ‘productiva’ y en contra de la lectura de ‘entretenimiento’ que, sin embargo, jamás desapareció y cuya existencia ha sido tan necesaria para el desarrollo del capitalismo editorial, como ya se ha referido anteriormente. Por otra parte, es importante mencionar que desde finales de la década de 1940 había comenzado una serie de críticas contundentes al modelo humanista clásico predominante entre los intelectuales colombianos;22 junto con estas críticas, los 21
Memoria del Ministro de Educación Nacional al Congreso de 1933 (Bogotá: Cromos, 1933), 223. Y “La biblioteca circulante”. Revista de las Indias, 42 (1942): 132-133.
22
Paula Andrea Marín Colorado, “La pugna de los escritores del Caribe colombiano contra la vida intelectual bogotana en las publicaciones periódicas (1950-1970): adiós a la ‘Atenas suramericana’. Anales de Literatura Hispanoamericana, 43 (2014): 105-113. http://dx.doi.org/10.5209/rev_ALHI.2014. v43.47115
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mismos representantes de este tipo de humanismo habían empezado a ceder frente a las exigencias del modelo económico estadounidense —que ganaba cada vez más terreno— después de la Segunda Guerra Mundial. La conferencia dictada por Jesús Estrada Monsalve en Chile (como embajador de Colombia, en la celebración de la Fiesta de la Raza), titulada “Hispanidad y americanidad”, demuestra el inicio de una adecuación a las exigencias de un nuevo modelo económico y social: “La corriente norteamericana incide con vigor sobre el genio especulativo que nos caracteriza. La formación del hombre técnico latinoamericano es indispensable […]. Ello no implica el abandono de la cultura especulativa”.23 Significaba abandonar gran parte de lo que había sido la tradición humanista clásica colombiana, seguidora y defensora de la cultura hispánica; significaba la entrada oficial en Colombia de un sistema de pensamiento que buscaba el predominio de la técnica sobre las humanidades y que se ha ido imponiendo con fuerza hasta hoy. De esta manera, se puede afirmar que ese brote de capitalismo editorial que se presentó en Colombia entre 1925 y 1954 estuvo marcado por el predominio de las humanidades dentro de los gustos lectores de los colombianos, sin dejar de lado que el libro escolar, el libro técnico (una extensión del texto escolar), así como los libros de derecho y de medicina, siguieron impulsando, por otra vía, la industria editorial colombiana, tal como lo habían hecho desde la Colonia y el siglo xix, junto con el libro religioso católico. Esta circunstancia nos invita nuevamente a pensar en la confluencia de las lecturas útiles y (auto) instructivas, y de las lecturas que estaban más acordes con una noción de entretenimiento (legitimado); estas últimas asociadas 23
Jesús Estrada Monsalve, “Hispanidad y americanidad”. Bolívar, 5 (1951): 900901.
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con criterios de actualidad provenientes de la prensa (como el caso de la crónica y de la prosa política) y con hábitos lectores relacionados con la publicación constante de textos literarios en este mismo medio, pero también con el capital simbólico adjudicado, desde el siglo xix, a la historia y a la literatura, por su capacidad de cimentar la nacionalidad colombiana y, desde antes, por su capacidad para alimentar las conversaciones de tertulias y salones de los círculos letrados. Si el mercado editorial colombiano fue impulsado, en primer lugar, por el libro religioso católico y, en segundo lugar, por el texto escolar, ese tercer impulso tuvo que ver con la conformación de un mercado para el que ya era más fácil reconocer la necesidad y la existencia de lecturas que no se adaptaban a los criterios didácticos ni morales (instrucción práctica y espiritual), sino que buscaban su derecho propio a existir por la vía del entretenimiento y de la importancia que adquiría cada vez más el hecho de estar informado, actualizado. La literatura siempre ha jugado un papel determinante dentro de este proceso, pues ha sido un tema privilegiado dentro de las colecciones editoriales colombianas, desde la segunda mitad del siglo xix —hecho que demuestra su efectividad dentro del mercado editorial y la contribución a su estabilidad—, pero también ha sido el más atacado por las autoridades religiosas y por las literarias mismas; la doble naturaleza de la literatura (objeto de entretenimiento y depositaria de capital simbólico) permite entender la ambigüedad de su papel dentro de la historia de la edición y de la lectura: eficacia para atraer lectores y ofrecimiento de posibles lecturas ‘inmorales’ o ‘superficiales’. El despunte del capitalismo editorial colombiano también puede evidenciarse en los siguientes hechos: el aumento de las empresas gráficas, el inicio de las exportaciones de libros escolares (1936), el inicio de la producción de insumos nacionales (tintas, 123
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papel y maquinaria, desde 1945),24 la creación de asociaciones y de leyes para la protección del ámbito editorial y, por último, el aumento de la denominación ‘editorial’, que reemplazaba a las anteriores ‘tipografías’ e ‘imprentas’. Todos estos cambios constituyen signos de un funcionamiento más autónomo del ámbito editorial colombiano y nos acercan a lo que será propiamente un campo editorial desde la década de 1960, gracias también, en gran parte, al auge de la denominada ‘novela de la violencia’25 y a la revolución lectora y editorial que significó el libro de izquierda en la década de 1970.26 Importa aquí detenerse en los dos últimos puntos mencionados de ese brote del capitalismo editorial colombiano. Si en 1923 se había creado la Asociación Nacional de Linotipistas, en 1967 se creó la Asociación Colombiana de Editores. Entre estas dos fechas se crearon, además, el Centro de Unión Tipográfica (1932) y la Asociación Nacional de Impresores (1958);27 la creada en 1967 fue, pues, la primera asociación que incluyó el término ‘editor’, detalle que señala el creciente grado de profesionalización y de especialización de este oficio en el país, y ratifica la década de 1960 como momento clave de estos procesos. En cuanto a las leyes sobre el derecho de autor y del libro, se deben tener en cuenta tres: la Ley 29 de 1944, la Ley 86 de 1946 y la Ley 74 de 1958. La primera de ellas, en su artículo 3°, anota: “Todo impreso llevará inscritos en su primera página la 24
Gonzalo Canal y José Chalarca, Enciclopedia del desarrollo colombiano. Vol. II. Artes gráficas (Bogotá: Antares, s. a.), 144.
25
Paula Andrea Marín Colorado, “La novela colombiana ante la historia y la crítica literarias (1934-1975)”. Estudios de Literatura Colombiana, 36 (2015): 27-29.
26
Juan Guillermo Gómez García, “Contribuciones a la historia política y social del libro de izquierda en Medellín en los años setenta”, 333-340.
27
Canal y Chalarca, Enciclopedia del desarrollo colombiano, 146.
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fecha, el lugar de su publicación y el nombre del establecimiento en que se hubiere editado”;28 la segunda, planteó una reforma a la ley de propiedad artística y literaria vigente entonces (Ley 32 de 1886); y la tercera constituyó un avance fundamental para la protección del libro y de la edición colombianas. La primera ley planteó el reconocimiento del trabajo editorial y de la editorial misma. Al revisar muchos de los registros de la propiedad intelectual y los catálogos de libros colombianos de las décadas de 1930 y 1940, es notable la ausencia de información acerca de la editorial o imprenta del libro.29 De otro lado, la obligación que impuso la Ley de señalar los datos de impresión o de edición de los impresos indica que era muy común en la época la ausencia de esta información. Ya fuera porque se pasaran por alto o porque eran inexistentes, los datos de pie de imprenta transitaron de la indiferencia a la exigencia, por una parte, como muestra de un mayor ejercicio de control oficial sobre quienes imprimían-editaban, y de confirmación del grado de crecimiento y consolidación de las industrias gráficas en el país; por otra, como muestra de la importancia que iba adquiriendo el nombre de la editorial, como parte del capital simbólico de los impresos, dentro de lo que parecía haber sido hasta entonces un ‘campo intelectual reducido’, en el que el hecho de publicar era más sustancial que el lugar donde se hacía,30 y donde el tema 28
Canal y Chalarca, Enciclopedia del desarrollo colombiano, 143.
29
“Solicitudes de inscripción en el Registro de la Propiedad Literaria y Artística”, en agn, Sección Archivo Anexo, Grupo II, Fondo Ministerio de Educación Nacional, Serie Derechos de Autor, Caja 1, Carpetas 1-4; “Solicitudes e inscripciones en el Registro de la Propiedad Literaria y Artística”. Diario Oficial, 26024-26608 (1946-1947); Y Catálogo de libros colombianos.
30
José Luis de Diego, “1938-1955. La ‘época de oro’ de la industria editorial”, en Editores y políticas editoriales en Argentina (1880-2010) (Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2014), 114.
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o el nombre del autor eran, en consecuencia, más importantes que el pie de imprenta. La Ley 86 de 1946 sobre propiedad intelectual para las obras científicas, literarias y artísticas, y para los libros, folletos y escritos de toda clase representó avances visibles frente a la ley anterior sobre propiedad literaria y artística (1886), en relación con aspectos como la coautoría, el reconocimiento de los derechos de autor sobre las obras extranjeras (y la reglamentación sobre sus traducciones), la regularización de los contratos de edición, la imposición de sanciones y multas ante el plagio (incluyendo la prisión) —estas habían dejado de tener efecto desde 1936—, la creación de la oficina de Registro Nacional de Propiedad Intelectual y la inclusión del amparo a la reproducción de las obras artísticas, a través de los nuevos soportes tecnológicos (gramófonos, radio y cine).31 A partir de la entrada en vigencia de esta ley, aumentó significativamente el número de obras registradas por año, pues si en el periodo 1929-1939 se registraban —según los documentos que se conservan— alrededor de diez obras por año (106 registros en total),32 entre 1946 y 1947 se registraron casi cuarenta (78 registros en total);33 estos datos indican que la entrada en vigencia de la nueva Ley contribuyó a crear una mayor conciencia y confianza entre los autores, acerca de la necesidad y los beneficios del reconocimiento de los derechos sobre la propiedad intelectual. Finalmente, la Ley Esmeralda (1958) permitió la exención de impuestos a las utilidades provenientes de la edición de libros 31
“Ley 86 de 1946 sobre propiedad intelectual”. Diario Oficial, 26317 (1946).
32
“Solicitudes de inscripción en el Registro de la Propiedad Literaria y Artística”, Caja 1, Carpetas 1-4.
33
“Solicitudes e inscripciones en el Registro de la Propiedad Literaria y Artística”. Diario Oficial, 26024-26608 (1946-1947).
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y de revistas por un periodo de diez años, así como la eliminación de los portes y cargos a los correos para la distribución de libros nacionales; además suprimió los impuestos a la importación de insumos y maquinaria para las industrias editoriales.34 Por primera vez en Colombia se sancionaba una ley que protegía e impulsaba la producción de impresos nacionales y su circulación; esta Ley significa, entonces, el reconocimiento oficial a la industria editorial colombiana y a su importancia dentro de la economía y de la cultura nacionales. Entre 1944 y 1958 asistimos, pues, a un estímulo —con un marco legal— a la edición y a la circulación de impresos en el país. Por último, cabe resaltar el aumento de la denominación ‘editorial’ sobre la de ‘tipografía’ e ‘imprenta’, que se puede observar a través del análisis diacrónico de los registros existentes de la propiedad intelectual, desde 1929 y hasta 1947.35 Si entre 1929 y 1939 figuraban diez tipografías, ocho editoriales y nueve imprentas,36 entre 1946 y 1947 la relación cambió y figuraban dieciséis editoriales, doce tipografías y cuatro imprentas.37 Estos datos permiten captar la creciente especialización y profesionalización del ámbito editorial en el país, a partir de una mayor 34
Marianella Garzón Vergara y Ana Victoria Ordóñez Idarraga, “El libro en Colombia: su importancia, producción y mercadeo” (Tesis de pregrado, Universidad de la Sabana, 1985), 70.
35
“Solicitudes de inscripción en el Registro de la Propiedad Literaria y Artística”, Caja 1, Carpetas 1-4. Y “Solicitudes e inscripciones en el Registro de la Propiedad Literaria y Artística”. Diario Oficial, 26024-26608 (1946-1947).
36
Los nombres que presentan más títulos registrados son la Editorial Minerva, la Editorial Cromos, la Editorial Santafé y la Librería Nueva (todas bogotanas).
37
Los nombres que presentan más títulos registrados son la Editorial Santafé, la Editorial Mundo al Día, la Editorial Kelly y la Editorial A.B.C.; a estos les siguen la Editorial Minerva, la Librería Voluntad, la Litografía Colombia, la Editorial Centro y la Editorial Zapata. Todas estas empresas eran bogotanas, a excepción de la Editorial Zapata (Manizales).
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diferenciación entre las funciones de imprimir y de editar, y del aumento de empresas gráficas que se asumían como editoriales, es decir, como empresas ya no solamente asociadas con labores artesanales y técnicas de la impresión, sino también intelectuales y administrativas. Si bien estas cifras de registros resultan pocas para lo que realmente debió ser el movimiento de publicaciones y el número de empresas gráficas existentes en el país, funcionan aquí como indicadores de transformaciones efectivas en vías a la constitución de un campo editorial nacional.
Los derechos sobre la propiedad intelectual en Colombia
Desde su creación en la década de 1820, el sistema de instrucción pública contribuyó a la emergencia de la edición escolar y al ensanchamiento del mundo impreso, estimulando, en un primer momento, la importación de textos escolares y, luego, su producción nacional.38 La escritura y publicación de textos escolares fue, desde finales del siglo xix, una alternativa para los intelectuales de profesionalizar su oficio; el hecho de lograr que sus textos fueran adoptados oficialmente por el Ministerio de Instrucción Pública (luego Ministerio de Educación) y distribuidos en todas las escuelas del país (después de ser aprobados por una junta de pedagogos y por el Arzobispo de Bogotá)39 se convirtió en una de las mayores ambiciones para muchos de ellos —sobre todo para los más cercanos al ejercicio pedagógico—, por las posibilidades económicas y de reconocimiento que representaba.
38
Juan David Murillo Sandoval, “Impresores, redactores y libreros en la República. Emergencia de un circuito de comunicación impresa”, en Historia de la edición en Colombia, 1738-1851, 39. En prensa.
39
Gilberto Graffe y Aloria Orrego, “El texto escolar colombiano y las políticas educativas durante el siglo xx”. Itinerario Educativo, 62 (2013): 93.
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Pero no solo era el ámbito oficial el que impulsaba la escritura y publicación de textos escolares; el sector educativo privado también se ofrecía a estos escritores-pedagogos como un mercado editorial posible, aunque las cifras de tiraje fueran menores que las de las ediciones oficiales. La amplia oferta de textos escolares que aparece en el Catálogo de libros colombianos 1934-1942, las significativas cifras de registros sobre propiedad intelectual de este tipo de libros, así como los litigios sobre sus derechos, permiten corroborar que, durante la primera mitad del siglo xx, el libro escolar actuó como un dinamizador efectivo tanto del mercado editorial colombiano como del reconocimiento de los derechos de autor en el país. El análisis de los datos de registros sobre la propiedad intelectual entre 1929 y 1947 permite concluir que los temas de los títulos más registrados eran los relacionados con textos escolares (37), a los que seguían las obras literarias (34), los manuales y guías (31), y las piezas musicales (14).40 Resulta bastante interesante observar que las cifras de los registros de los libros ‘útiles’ (escolares, técnicos) no están muy lejos de las de las obras literarias (que, en ese momento, incluían ensayo, prosa literaria y crónica); si bien debe insistirse en que la cantidad de registros sobre la propiedad intelectual poco coincide con la verdadera producción bibliográfica del periodo —hecho que corrobora la poca práctica que existía del derecho de autor—, los datos expuestos indicarían que, aunque por vías distintas, la literatura y 40
Bogotá y Medellín son las ciudades que concentran la mayoría de estos registros; a estas les siguen –con un número mucho menor– Cali, Cartagena, Popayán, Bucaramanga, Manizales y Barranquilla. “Solicitudes de inscripción en el Registro de la Propiedad Literaria y Artística”, Caja 1, Carpetas 1-4. “Solicitudes e inscripciones en el Registro de la Propiedad Literaria y Artística”. Diario Oficial, núms. 26024-26608 (1946-1947).
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los libros ‘prácticos’ coadyuvaron en proporciones similares en el proceso de profesionalización del escritor colombiano. Sin embargo, la sumatoria de los textos escolares y de los manuales y guías superarían con creces el número de obras literarias registradas, hecho que señalaría el predominio de los libros educativos (en los niveles básico y técnico) en ese proceso de profesionalización y en el de afianzamiento del capitalismo editorial colombiano, así como la demanda constante de un público lector de textos con los que podían solucionar problemas concretos y responder a sus expectativas de autoinstrucción y de progreso. Por su parte, la presencia de las piezas musicales (canciones: música y letra) demuestra la importancia de los géneros ‘populares’ en ese mismo proceso de la profesionalización del escritor y en el de la conformación de un campo editorial, pese a que esta circunstancia pocas veces sea reconocida. Los datos sobre el tiraje de ejemplares —los pocos que es posible encontrar— también nos dan mayor claridad acerca de las cifras anteriores. Los títulos que superan las cifras que van de los 500 a los 2000 ejemplares (promedio del periodo: 1000 para 1929-1939 y 2000 para 1946-1947) son aquellos pertenecientes a los manuales y guías, y a los textos escolares: Instrucción cívica para uso de colegios de segunda enseñanza (3000 ejemplares), Lecciones de geografía elemental por la imagen y la carta. Monografía del departamento del Valle (4000 ejemplares, impresos en Barcelona), Guía fonética del inglés (5000 ejemplares), Cartilla de construcciones rurales (5000 ejemplares) y Alegría de leer (30 000 ejemplares, impresos también en Barcelona). Sin embargo, también se destacan títulos literarios, religiosos y de derecho, como la novela Adorada enemiga, de Arturo Suárez (3000 ejemplares), el Catecismo de la doctrina cristiana, del padre Astete (3000 ejemplares), Nuevas bases de derecho criminal (3000 ejemplares) y
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Aduanas. Compilación (5000 ejemplares).41 Estos últimos títulos indican la existencia de un público consumidor de libros asociado a la tradición creada por el libro religioso y por el libro jurídico desde la Colonia, y que continuaba teniendo una presencia significativa dentro del mercado editorial (gracias a los estudiantes de derecho, a los abogados y a los practicantes católicos). Los libros impresos en Barcelona (ambos de Evangelista Quintana) fueron publicados entre 1930 y 1932; esta situación permite sugerir que desde finales de la década de 1930 pareció haberse dado un desarrollo en el nivel técnico de las industrias gráficas nacionales que permitió aumentar el tiraje de las ediciones impresas, aunque también debe tenerse en cuenta que la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial obligaron a imprimir más en el país. Esta situación política y económica, y la posibilidad y obligatoriedad de imprimir más en el país contribuyeron, en gran medida, al inicio de las exportaciones de textos escolares hacia Centroamérica y Venezuela, en 1936, gracias a la asociación de la Librería Voluntad con una editorial barcelonesa.42 En este punto se debe señalar la importancia de la creación de la Federación de Autores Colombianos de Textos de Enseñanza, en 1933, cuyo secretario era Camilo Jiménez, dueño de la editorial A.B.C. (Bogotá) y, antes, autor y editor de textos escolares. En 1933, Jiménez escribió una carta dirigida al ministro de Educación Nacional, en la que le exponía los objetivos de la Federación: “Comunicar a Ud. que ha iniciado sus labores [la Federación] tendientes a la nacionalización de la educación 41
“Solicitudes de inscripción en el Registro de la Propiedad Literaria y Artística”, Caja 1, Carpetas 1-4. Y “Solicitudes e inscripciones en el Registro de la Propiedad Literaria y Artística”. Diario Oficial, 26024-26608 (1946-1947).
42
Canal y Chalarca, Enciclopedia del desarrollo colombiano, 147.
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Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
colombiana, en cuanto se refiere al uso de textos y elementos de enseñanza de autores colombianos”.43 La respuesta del ministro ( Julio Carrizosa) llegó tres días después: “Se promete que en igualdad de circunstancias, como son: eficiencia pedagógica, presentación de los textos, precio, etc., tendrá mucho gusto en preferir a los autores colombianos que persigan como finalidad de sus producciones el fácil aprendizaje de los niños”.44 No resultaba fácil competir en presentación y precio con los textos escolares extranjeros, dadas las limitaciones técnicas y económicas de la edición nacional, pero los conflictos bélicos europeos y el empeño de los gobiernos liberales en apoyar la industria editorial colombiana (con proyectos como la Selección Samper Ortega de Literatura Colombiana y la Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, por ejemplo) contribuyeron a que los intereses de autores y editores de libros escolares se vieran beneficiados. La creación de la Federación de Autores Colombianos de Textos de Enseñanza demuestra que estos autores recurrieron a una forma de asociación para defender sus derechos, y esta decisión manifiesta el reconocimiento de los beneficios del mercado editorial para el libro escolar. Dicho reconocimiento propició que se presentaran litigios por la autoría de esos textos, más cuando estos eran adquiridos por el Ministerio de Educación o estaban en estudio para su compra. Antes de 1946, los autores contaban con un año para registrar su obra luego de su publicación; si transcurría este tiempo y no se había realizado el registro, el
43
Carta de Camilo Jiménez al ministro de Educación Nacional, Bogotá, 30 de agosto de 1933, en agn, Archivo Anexo, Grupo II, Fondo Ministerio de Educación, Serie Derechos de Autor, Caja 1, Carpeta 3.
44
Carta de Julio Carrizosa a Camilo Jiménez, Bogotá, 2 de septiembre de 1933, en agn, Archivo Anexo, Grupo II, Fondo Ministerio de Educación, Serie Derechos de Autor, Caja 1, Carpeta 3.
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La edición y la producción bibliográfica en Colombia (1925-1954)
autor no podía reclamar ante el Ministerio de Educación (entidad ante la que se registraba la propiedad intelectual) en casos de posible plagio y debía llevar su caso ante los tribunales. Los archivos del Ministerio de Educación guardan varios de estos casos, entre los que vale la pena mencionar dos: la edición ‘pirata’ que, aparentemente, publicó la prestigiosa Librería Colombiana Camacho Roldán & Cía. (Bogotá) de un libro sobre el desarrollo del bebé, y el litigio por la autoría de un texto escolar: El lector colombiano, de Constanza Sanín de Díaz y Hugo Sanín Herrán. El caso de La historia de bebé, de Manuel Pineda Gómez, nos pone frente a las principales dificultades que representaba para un autor la publicación de su texto; después de ella y si la editorial no se encargaba de la distribución, el propio autor debía vender su texto a las librerías o agencias. Esto fue lo que hizo Pineda a la Librería Colombiana y, cuando se agotó la edición, la librería publicó, por su cuenta, una nueva edición a la que solo se le cambió el título (El libro del bebé) y se le adicionaron grabados en colores.45 Aunque Pineda había registrado su libro (en 1934), no existe más documentación que nos permita saber si su reclamo tuvo éxito y se cumplieron sus requerimientos: decomisar los libros y que la librería reconociera los perjuicios ocasionados. Este caso pone de manifiesto —al menos— dos situaciones: la primera, la alta desprotección de los derechos sobre la propiedad intelectual antes de la Ley de 1946; la segunda, el aprovechamiento de algunas editoriales-librerías de la situación de desprotección de los autores y, al mismo tiempo, la existencia de un mercado editorial colombiano más o menos estable, que
45
Manuel Pineda Gómez, Memorial dirigido al Ministerio de Educación Nacional, Bogotá, 9 de febrero de 1938, en agn, Archivo Anexo, Grupo II, Fondo Ministerio de Educación, Serie Derechos de Autor, Caja 1, Carpeta 4.
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Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
permitía verdaderos éxitos editoriales, acordes con las características, gustos y necesidades del público lector de la época. Por su parte, el caso de El lector colombiano pone de manifiesto, de nuevo, la importancia del mercado del texto escolar para los autores. En 1925, los dos autores de El lector colombiano habían registrado su libro, compuesto por dos volúmenes. En 1927, Constanza Sanín (coautora) pidió que el libro fuera considerado para ser recomendado como texto oficial por el Ministerio de Educación. La junta pedagógica le hizo algunas sugerencias de cambios y ella las realizó, de lo cual resultó un volumen más. Ante estos cambios y el nuevo volumen, Constanza Sanín pidió inscribir su obra como nueva y solo bajo su autoría. En 1928, Hugo Sanín (coautor) interpuso una demanda donde exigía que su nombre apareciera como coautor en la obra ‘nueva’; en 1929, el pleito aún no se resolvía y el autor, en su memorial, anotaba: “Los intereses que se disputan son muy valiosos, dadas las enormes ediciones de El lector colombiano, que el Gobierno tiene que adquirir año por año para las escuelas públicas”.46 El autor hablaba de 25 000 ejemplares, dato que confirma los significativos intereses económicos que estaban en juego y que hacían de la escritura y la publicación de textos escolares un negocio editorial rentable. Finalmente, en 1930, Constanza Sanín pareció acceder a reconocer las peticiones de Hugo Sanín y solicitó incluirlo como copropietario en la propiedad literaria de El lector colombiano, volúmenes 1, 2 y 3, en proporción del 40 % en cada uno de los libros. Cinco años duró este pleito entre familiares por la autoría de un texto. Este caso, además de ilustrar lo expuesto en párrafos 46
Hugo Sanín Herrán, Memorial dirigido al Ministerio de Educación Nacional, Bogotá, 1929, en agn, Sección Archivo Anexo, Grupo II, Fondo Ministerio de Educación Nacional, Serie Derechos de Autor, Caja 1, Carpeta 2.
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La edición y la producción bibliográfica en Colombia (1925-1954)
anteriores acerca de la contribución del texto escolar en la profesionalización del escritor colombiano y la consolidación del capitalismo editorial en el país, señala también una significativa presencia de la mujer como autora de este tipo de textos (junto con otros casos de la época, rastreados en el archivo del Ministerio de Educación) y, por ende, el mercado editorial del libro escolar como una alternativa fundamental para su profesionalización, en consonancia con lo que ha significado para ella [la mujer], históricamente, el campo de la pedagogía para su legitimación como profesional.
Escribir, editar y leer en Colombia (1925-1954)
El capitalismo editorial colombiano tuvo sus primeros brotes a finales de la década de 1930 y mediados de la de 1940, y se manifestó más claramente después de 1960; esto es lo que plantea Renán Silva y, al parecer, nada de lo que ha sido hallado en esta investigación parece contradecirlo.47 Lo que ha sido expuesto aquí ha mostrado las características concretas de esos ‘brotes’ y las causas a partir de las cuales se puede comprender mejor el despliegue y la consolidación del campo editorial colombiano entre las décadas de 1960 y 1980. En la década de 1990 nuestras editoriales entraron a hacer parte, en su mayoría, de conglomerados españoles, situación que inició un nuevo momento de ese campo editorial que se extiende hasta la actualidad. La historia de la edición no puede desligarse de la historia de la lectura y esto es evidente en lo que se ha presentado en los párrafos anteriores. El incremento de los índices de alfabetización (aunque el analfabetismo siempre haya estado por encima
47
Renán Silva, República Liberal, 169.
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Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
del 40 %)48 y de la práctica de la lectura, entre un público que no había sido tenido en cuenta antes para el tipo de campañas culturales adelantadas por los gobiernos de la República Liberal, fueron procesos clave para convertir el libro en un objeto de uso y consumo más cotidiano durante la primera mitad del siglo xx en Colombia. Las Bibliotecas Aldeanas y las Ferias del Libro fueron acciones clave para acercar el libro a un nuevo público lector que podía visitar en las noches la biblioteca de su población —luego del trabajo— o podía llevarse el libro a su casa; o bien, que podía visitar la Feria del Libro y encontrar impresos acordes con sus capacidades adquisitivas —siempre tan precarias—. La empatía tradicional del público lector colombiano con la autoinstrucción y la educación, el predominio del humanismo clásico de corte hispánico en el país y la familiaridad con las publicaciones periódicas influyeron en la caracterización de las preferencias lectoras de los colombianos en la primera mitad del siglo xx. Así, las humanidades estuvieron en el primer lugar de los gustos lectores y de la producción bibliográfica del país, y el libro escolar y técnico predominó por su gran demanda, tanto dentro del sector oficial como del privado. El texto escolar contribuyó, además, gracias a su presencia estable y continua dentro del mercado editorial, a la profesionalización del escritor colombiano. El reconocimiento de los derechos de autor, a partir del registro de la propiedad intelectual y de la adquisición de los textos por parte del Ministerio de Educación o por las librerías, fue una práctica que coadyuvó en el aumento de la conciencia acerca de los beneficios, tanto de los derechos sobre la propiedad intelectual como del capitalismo editorial.
48
Ibid., p. 187.
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La edición y la producción bibliográfica en Colombia (1925-1954)
El predomino de las humanidades junto con el texto escolar en el mercado editorial colombiano nos plantean la compatibilidad de dos tipos de preferencias de lectura que demuestran la existencia de un mercado editorial en vía de consolidación: una más dirigida hacia un tipo de entretenimiento legitimado (las humanidades), tanto por las autoridades literarias de la época, como por las campañas educativas desde el siglo xix, que impulsaron el aprendizaje de la lectura como forma de civilización, de nacionalismo y de progreso; y la otra, referida a la lectura útil, relacionada con la educación (pilar de una sociedad moderna) y con el autodidactismo, aprendido en los largos años en los que acceder a la instrucción oficial y privada había sido —y sigue siendo— solo privilegio de pocos,49 y propiciada también por la creación de bibliotecas y por la reactivación del sistema de préstamo externo en la Biblioteca Nacional durante la República Liberal. La génesis de un nuevo público lector reclamaba, pues, estos “productos [cada vez más] diferenciados de la comunicación escrita”.50 Tampoco puede desligarse la historia de la edición de la de las transformaciones legales y técnicas del ámbito de las industrias gráficas. A este respecto resulta innegable que las nuevas 49
Y cuyos resultados son visibles, por ejemplo, en la anécdota que contaba Germán Arciniegas acerca de su sorpresa ante el bajo número de analfabetos que encontraba en la cárcel, durante sus visitas cuando era estudiante de derecho, y en la rencilla que presenció un día, entre dos bogas del Magdalena, por la superioridad de Víctor Hugo o de José María Vargas Vila. Estos datos sugieren, al menos, que la falta de escolaridad no impidió la alfabetización (efectiva y con cifras nada insignificantes) por otros medios, como el autodidactismo o la enseñanza informal entre pares. Citado por Antonio Cacua Prada, Germán Arciniegas, 134, 161.
50
José Luis de Diego, “La literatura latinoamericana en el proyecto editorial de Losada”, en La otra cara de Jano: una mirada crítica sobre el libro y la edición (Buenos Aires, Ampersand, 2015), 145.
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Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
leyes sobre propiedad intelectual y sobre apoyo a la industria editorial nacional y al libro nacional fueron esenciales para el despliegue del campo editorial colombiano, para la profesionalización del escritor y del editor, y para la especialización de las actividades editoriales a partir de la década de 1950. Asimismo, la posibilidad de producir papel, tintas y maquinaria para las industrias gráficas en Colombia, también desde esta época, contribuyó enormemente a una relativa autonomización —pues su situación de dependencia frente a otros mercados editoriales internacionales jamás ha desaparecido— del ámbito editorial nacional y a que se cambiara la relación entre importación y exportación de impresos, con mayores beneficios para el país. Las nuevas generaciones de impresores y editores aprovecharon estas transformaciones, que dan cuenta de la importancia del apoyo del Estado en la constitución de cualquier campo editorial (e intelectual), y convirtieron a quienes invirtieron y se pusieron al frente de empresas gráficas, antes de ellas, en pioneros y visionarios de una industria percibida cada vez más como un renglón esencial dentro de la economía del país.
138
Conclusiones
Si se trata de evaluar los alcances de las empresas editoriales llevadas a cabo por Germán Arciniegas y por Arturo Zapata, entre 1925 y 1954, y sus aportes a la historia de la edición, de la circulación de impresos y de la lectura en Colombia, los resultados no pueden ser más que positivos. Ambos editores introdujeron estrategias e innovaciones que permitieron avanzar en el camino hacia la consolidación de un capitalismo editorial en el país y la emergencia de un campo editorial propiamente dicho: Arciniegas, aventurándose a sostener una colección especializada en literatura nacional (en las Ediciones Colombia), y con la bpcc a transformar la edición oficial con estrategias de la comercial; Zapata, atreviéndose a conciliar en su catálogo lo ‘culto’ y lo ‘popular’, lo ‘comercial’ y lo ‘intelectual’, y a ampliar sustancialmente los circuitos de circulación de los libros en el país. En el marco de lo que costaba publicar un libro en Colombia, vale la pena recordar los obstáculos que Arciniegas y Zapata debieron superar para sacar adelante sus empresas. En 1929, el informe del director de la Biblioteca Nacional hizo notar lo siguiente: Hay en la República 40 casas editoriales de mayor o menor importancia. Las de Bogotá, 8, tienen imprentas propias, 139
Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
dotadas de maquinaria moderna, talleres de fotograbado y fototipia. […] El comercio de libros no es muy activo, debido a que tanto los impresores como encuadernadores dependen del Extranjero para sus materiales, y los libros importados resultan caros por razón de la alta tarifa aduanera, el recargo en el precio de los fletes y el estado general de carestía que domina hoy en todo el país.1
La crisis económica mundial de 1929 ejerció presión para que la industria editorial colombiana realizara cambios tendientes a lograr mayor independencia frente a los mercados editoriales extranjeros, reduciendo las cifras de importación de libros y elevando las de exportación, y aumentando los esfuerzos para empezar a producir insumos y maquinarias nacionales. Los productos de estas transformaciones apenas empezaron a ser visibles a mediados de la década de 1940; no obstante, ante una sugerencia de Arciniegas a Gonzalo Losada, en 1944, acerca de abrir una filial de su editorial en Colombia, el editor español radicado en Argentina le respondió: “Nos parece que lo más acertado es instalar las casas en los países cercanos, para los cuales las dificultades de transportes no son tan grandes, dejando para después los países más alejados o de comunicaciones más pobres, como Colombia”.2 Así, pues, todavía en la década de 1940, el estado de las vías y medios de comunicación en el país
1
Memoria del ministro de Educación Nacional al Congreso de 1929 (Bogotá: Imprenta Nacional, 1929), 51.
2
Carta de Gonzalo Losada a Germán Arciniegas, Buenos Aires, 22 de septiembre de 1944, en Fondo Germán y Gabriela Arciniegas (fgga), Biblioteca Nacional de Colombia (bnc), Bogotá-Colombia, Correspondencia Recibida, Caja 20.
140
Conclusiones
hacía que la circulación de libros y de impresos, en general, fuera una tarea dispendiosa y pocas veces gratificante. Un año después de la carta de Losada, la Revista de las Indias publicó un artículo sobre una naciente editorial colombiana: Sur América. Su autor, Luis Peña, elogiaba el esfuerzo de la empresa editorial al publicar no solo libros de autores nacionales sino también traducciones hechas en Colombia; sin embargo, advertía así sobre los retos para los editores: Ya es tiempo de que Colombia entre a competir —guardada la línea proporcional— con los demás países de América en la producción bibliográfica que representa hoy uno de los más importantes renglones del comercio internacional. El ejemplo de la Argentina es sencillamente maravilloso. Según las más recientes estadísticas, del año de 1942, en que la exportación de libros alcanzó la extraordinaria cifra de 10 675 000 volúmenes, al año pasado, se registró un aumento en más del 50 %.3
Esos retos se resumían, pues, en la ampliación de la circulación de los impresos nacionales, no solo dentro de Colombia sino extendiéndola hacia otros países; únicamente de esta manera el mercado editorial colombiano pasaría a su fase de capitalismo editorial. El artículo de Peña es importante dentro de la historia de la edición en el país porque señala la relación entre cultura y economía, dos aspectos que no solían aparecer juntos en ese momento, dado todo el peso de la tradición humanista clásica de corte hispánico en Colombia, que influía sobre todos los aspectos
3
Luis David Peña, “La editorial Sur América”. Revista de las Indias, 73 (1945): 298.
141
Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
culturales y, específicamente, sobre la concepción de escribir sin ánimo de publicar ni de ganar dinero por ello. El artículo de Peña, entonces, marca un giro dentro de las concepciones de la época y actúa como un indicador de las transformaciones que se estaban llevando a cabo, en ese momento, en los ámbitos intelectual y editorial: las exportaciones de libros colombianos (escolares) habían empezado en 1936; una nueva ley sobre propiedad intelectual sería aprobada en 1946; se daban pasos más concretos para la producción de papel, las tintas y la maquinaria para la industria gráfica; había aumentado el tiraje de ejemplares y el Estado había hecho una inversión nada despreciable en la edición de dos colecciones (la Selección Samper Ortega de Literatura Colombiana y la bpcc) que cambiaron la manera como se habían entendido hasta entonces las ediciones oficiales, el funcionamiento de las bibliotecas y el objeto ‘libro’. Ante estos hechos, el ethos del desinterés escritural y editorial comenzaba a funcionar más como una retórica; la realidad de la edición colombiana apuntaba cada vez más hacia su afirmación como industria y como un renglón con posibilidades comerciales y, por ende, económicas. En este sentido, a mediados de la década de 1920 y aún en la de 1930, las transformaciones mencionadas en el párrafo anterior parecían lejanas y hacen que los esfuerzos realizados por Germán Arciniegas y por Arturo Zapata en esos años se nos presenten cargados de mayor valor, como aportes efectivos al desarrollo de la industria editorial nacional. Con sus Ediciones Colombia, Arciniegas apostó por una colección editorial que aprovechó las estrategias de comercialización de los impresos aprendidas de las publicaciones periódicas (las suscripciones, los anuncios publicitarios y los hábitos lectores creados) y que adujo al prestigio intelectual de los autores de sus libros para posicionarse como un referente de la literatura de mayor calidad en el momento, 142
Conclusiones
dentro de un público lector homólogo al círculo intelectual de la época. Por su parte, Zapata apostó por la conformación de un catálogo que procuró estar abierto tanto a autores de diversas ideologías políticas y movimientos literarios, como a obras que, en lugar de orientarse solamente a un público especializado o ya constituido, pretendieron llegar también a un nuevo público más ‘popular’ y más amplio, enfatizando en la importancia de mejorar los canales existentes de distribución de los libros y de abrir otros nuevos. En Zapata, además, es visible la existencia de circuitos regionales de los impresos que él supo aprovechar y que revelan la necesidad de seguir indagando en ellos para construir una versión más completa de la historia de la edición, de la circulación de impresos y de la lectura en Colombia. Si bien es cierto que las ventas (de un título) en esas regiones no alcanzaban los 2000 ejemplares que podían llegar a venderse en Bogotá, a través de una librería como la Colombiana —quizá la más grande con la que contaba el país— sí es posible hablar de cantidades nada despreciables, que van de los cien a los doscientos ejemplares para algunas capitales de departamentos (Cali, Manizales, Medellín, Pereira, Barranquilla) y menos de cien para otras ciudades y poblaciones en las que funcionaban librerías pequeñas y agencias.4 El papel de estos espacios es importante dentro de la historia de la circulación de impresos porque cumplieron una función determinante en la ‘popularización’ del libro; mientras los libros más costosos se adquirían en las grandes librerías (donde acudían los
4
Estos datos han sido extraídos de la correspondencia entre Alfonso González y Carlos Jiménez (Editorial A.B.C.) acerca de la distribución y venta del libro Santander (1940), de Fernando González, uno de los autores más reconocidos de la época pese a las críticas de las que fue objeto por parte de la Iglesia católica. En Archivo Familia Herrera González, Chía-Colombia.
143
Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
lectores especializados y los habituales compradores de libros), las pequeñas distribuían, sobre todo, las ediciones más baratas, aquellas que podía adquirir más fácilmente el lector común y los nuevos lectores-consumidores de libros.5 Arciniegas y Zapata se pueden considerar, entonces, como personajes que encarnan, a su manera particular, una forma del editor profesional y que, con sus acciones, contribuyeron a la modernización de la edición colombiana. En ambos es visible la iniciativa para proponer y diseñar proyectos editoriales, para ejercer control financiero sobre ellos y para concebir la distribución como parte fundamental de su ejercicio editorial; además, ambos se conciben a sí mismos, enfáticamente, como ‘editores’, aunque sin dejar de lado su trabajo como impresores, dadas las dificultades económicas del momento para mantener empresas editoriales especializadas en la publicación de libros. Lo anterior quiere decir que si bien Arciniegas y Zapata llevaron a cabo una clara diferenciación entre la edición y la impresión, no fue posible para ellos desligarse de esta última actividad, como una manera de encontrar una forma más estable de sostenimiento de sus casas editoriales. En este sentido, la empresa editorial de Zapata pudo mantenerse por un periodo mayor que la de Arciniegas, porque la inversión de aquel en las mejoras de sus técnicas de impresión le permitieron abrir sus negocios hacia sectores distintos a la impresión de libros y, más adelante, hacia ámbitos distintos al editorial. Arciniegas, por su parte, se mantuvo dentro de su posición como intelectual, alejado de negocios distintos al ámbito cultural (excepto por la reinversión de su herencia en finca raíz, que le permitió, a largo plazo, conservar 5
Carta de Luis Alberto Sánchez a Roberto García Peña [Legación de Colombia en Lima], Santiago, 17 de diciembre de 1934, en fgga (bnc), Correspondencia Recibida, Caja 20.
144
Conclusiones
su posición como escritor profesional). Mientras a Zapata no le interesaba ser reconocido como hombre de letras, sino consolidarse como comerciante e industrial —pese al reconocimiento como ‘maestro’ dentro de la tertulia que se reunía en el local de su editorial—, para Arciniegas este prestigio intelectual pareció estar siempre por encima de su visión empresarial. A pesar de esta diferencia, ambos editores aportaron a transformar la vida literaria de la época al publicar autores vivos (reconocidos y pretendientes) y al mantenerse al margen de compromisos políticos que afectaran sus decisiones editoriales. Si bien Arciniegas lo hizo para evitar conflictos con sus pares letrados y con el campo del poder político, Zapata lo hizo para no limitar las posibilidades comerciales de su catálogo y así consiguió que autores de contrarias ideologías políticas publicaran en su editorial títulos explícitamente comprometidos con la ultraderecha y con la izquierda; así, mientras Arciniegas excluye de su colección (Ediciones Colombia) cualquier contenido político de tono polémico, Zapata lo incluye y los publicita pomposamente. Ambas decisiones obedecen, pues, a causas distintas, pero remiten a la importancia de la política en la configuración del campo intelectual y editorial colombianos, más aún si recordamos que este tema fue uno de los preferidos por los lectores de la época, debido a la influencia de la prensa en los hábitos lectores. La colección Ediciones Colombia, el catálogo de la cetgaz y la colección bpcc nos permiten también tener un panorama tanto de la producción bibliográfica colombiana como de los gustos lectores de la época, sobre todo, al observar la confluencia entre la lectura ‘productiva’, ‘útil’, relacionada con los libros de texto escolar y técnicos, y la lectura asociada con un entretenimiento legitimado: las humanidades (ciencias sociales y literatura). El mercado editorial colombiano de este momento le debe mucho a la edición del texto escolar, que había hecho tradición desde 145
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la segunda mitad del siglo xix, y a la de manuales y guías, que se habían impuesto en las preferencias lectoras desde inicios del siglo xx y que habían desplazado, en gran parte, el predominio del libro católico (gracias a la empatía con las prácticas de autoinstrucción); por su parte, la edición de obras literarias y de ciencias sociales conquistó al público tanto desde una noción de entretenimiento legitimado como por la importancia que estas habían adquirido en las publicaciones periódicas. Libros educativos y de ‘entretenimiento’ contribuyeron, pues, a la consolidación del capitalismo editorial colombiano; sin embargo, el catálogo de la cetgaz muestra un criterio más abierto hacia esta noción de ‘entretenimiento’ al incluir tendencias como la literatura ‘social’, la novela ‘sentimental’, el panfleto político, la crónica humorística y obras de autosuperación y salud. Si la lectura era un pasatiempo legitimado, siempre y cuando se orientara a través de los criterios del ‘buen gusto’ de las autoridades letradas, Arturo Zapata acogió estos criterios, pero fue más allá para poder llegar a nuevos lectores. En este punto no es posible pasar por alto que las políticas culturales de los gobiernos liberales (1930-1946) influyeron positivamente en los avances en materia de edición y de acceso a los impresos que se presentaron en este periodo. Lo anterior es perceptible tanto en el aumento del número de bibliotecas y de usuarios de ellas, como en el de compradores de libros, gracias a las Ferias del Libro; igualmente, la bpcc es una muestra más de la efectividad de estas políticas culturales y significó no solo la ampliación del público lector y comprador de libros, sino la mejora de las condiciones de profesionalización del escritor y del editor, gracias al aumento de los contratos con autores y con editoriales y, por consiguiente, del reconocimiento de los derechos de autor —que Zapata también hizo como ningún otro editor en su época—. De esta manera, la bpcc demuestra que el papel del 146
Conclusiones
Estado en la consolidación del capitalismo editorial fue fundamental y funcionó como palanca de la edición nacional y como protector de los derechos de autor y de la industria colombiana. A pesar de que con la llegada de los gobiernos conservadores, muchas campañas liberales sufrieron un retroceso, evidente, por ejemplo, en la publicación de 120 000 ejemplares del Catecismo cristiano del padre Gaspar Astete, en 1951,6 la aprobación de leyes como la de propiedad intelectual en 1946 y la del libro colombiano, en 1958, demuestran que tales retrocesos no frenaron del todo los avances en materia de profesionalización del escritor y del oficio del editor. Arciniegas y Zapata aprendieron el oficio del editor a través de su experiencia en las publicaciones periódicas, pero fue la edición de libros lo que les permitió concebirse a sí mismos propiamente como editores. Tanto la publicación periódica y, sobre todo, la publicación del libro le muestran al escritor que hay algo más que hacer después de escribir, y ese ‘algo más’ corresponde al trabajo de edición.7 En este sentido, la profesionalización del escritor va de la mano de la del editor, y la de este ha avanzado en Colombia, primero, gracias a la edición de publicaciones periódicas y, luego, gracias a la de libros, en los que podía tener más control sobre las operaciones intelectuales, económicas y técnicas, como lo demuestran los casos estudiados aquí. Por último, vale la pena resaltar cómo el trabajo realizado por estos dos editores y por el Estado también confirma que la inversión en la edición nacional es una de las formas más efectivas de contribuir no solo a la consolidación de la economía 6
Memoria del ministro de Educación Nacional (s. d., 1951), 204.
7
Fernando Murcia Sánchez, “Imprenta e institucionalización: la cultura letrada en las imprentas de José Antonio Cualla y Nicolás Pontón”, 11. http://www. icanh.gov.co/index.php?idcategoria=8427
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colombiana, sino a la ‘independencia espiritual’ (intelectual y cultural) del país y del continente.8 La investigación sobre la historia de la edición en Colombia es, igualmente, una forma de aportar a esa independencia.
8
Daniel Cosío Villegas (1949) citado por Fernando Larraz, “Política y cultura. Biblioteca Contemporánea y Colección Austral, dos modelos de difusión cultural”. Orbis Tertius 14, núm. 15 (2009): 9. http://www.orbistertius. unlp.edu.ar
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Obras citadas
“Alberto Arango Uribe. Biografía resumida”. En Alberto Arango 18971941. http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/todaslasartes/ albar/albar5.htm Alzate Salazar, Carlos Alberto. En entrevista con la autora. 12 de agosto de 2015. Ángel Maya, Benjamín. Presentación a Bobadas de otro (crónicas humorísticas), vii-x. Manizales: Casa Editorial y Talleres Gráficos Arturo Zapata, 1940. Arango Restrepo, Eduardo. Apuntes para la historia industrial de Manizales. Manizales: La Patria, S.A., 2005. Araújo, Alfonso. “Cómo se hace una biblioteca”. Universidad, 108 (1928): 607-610. Archivo Familia Herrera González, Chía-Colombia. Archivo Fondo Cultural Cafetero, Manizales-Colombia. Archivo General de la Nación (agn), Bogotá-Colombia, Sección Archivo Anexo, Grupo II, Fondo Ministerio de Educación Nacional, Serie Derechos de Autor. Archivo General de la Nación (agn). Bogotá-Colombia, Sección Archivo Anexo, Grupo II, Fondo Ministerio de Educación Nacional, Serie Bibliotecas. Archivo Molano Londoño e Hijos Ltda., Manizales-Colombia.
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Un momento en la historia de la edición y de la lectura en Colombia (1925-1954)
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Este libro fue compuesto en caracteres Garamond Premier Pro 11,5 puntos, impreso sobre papel propal de 70 gramos y encuadernado con método hot melt, en junio de 2017, Bogotá, D. C., Colombia. Xpress. Estudio Gráfico y Digital S.A.