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Spanish; Castilian Pages 260 [274] Year 2019
Bernd Schröter y Karin Schüller (eds.) Tordesillas y sus consecuencias
Bernd Schröter y Karin Schüller (eds.)
Tordesillas y sus consecuencias La política de las grandes potencias europeas respecto a América Latina (1494-1898) Conferencia científica internacional del Departamento de Historia Ibérica y Latinoamericana de la Universidad de Colonia, diciembre de 1994
Vervuert
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Iberoamericana
1995
Die Deutsche Bibliothek - CIP-Einheitsaufnahme Tordesillas y sus consecuencias : la política de las grandes potencias europeas respecto a América Latina (1494-1898); Conferencia científica internacional del Departamento de Historia Ibérica y Latinoamericana de la Universidad de Colonia, diciembre de 1994 / Bernd Schröter y Karin Schüller (ed.). - Frankfurt am Main : Vervuert; Madrid : Iberoamericana, 1995 ISBN 3-89354-080-6 (Vervuert) ISBN 84-88906-36-6 (Iberoamericana) NE: Schröter, Bernd [Hrsg.]; Universität / Abteilung für Iberische und Lateinamerikanische Geschichte
© Vervuert Verlag, Frankfurt am Main 1995 © Iberoamericana, 1995 Apartado Postal 40 154 E - 28080 Madrid Reservados todos los derechos Diseño de la portada: Michael Ackermann Impreso en Alemania: Prisma-Druck, Frankfurt
INDICE Agradecimientos de los editores Prólogo
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PRIMERA PARTE: L A POLÍTICA DE LAS GRANDES POTENCIAS RESPECTO A AMERICA LATINA A PRINCIPIOS DE LA EDAD MODERNA
Günter Kahle, América Latina como esfera de los intereses europeos desde el siglo XVI hasta el siglo XIX (Conferencia inaugural)
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Hans-Jürgen Prien, Las Bulas Alejandrinas de 1493
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Antonio A. Marques de Almeida, Conhecimento e representacäo do Mundo no tempo de Tordesilhas
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SEGUNDA PARTE: L A POLÍTICA DE LAS GRANDES POTENCIAS RESPECTO A AMERICA LATINA A FINALES DE LA ÉPOCA COLONIAL
Barbara Potthast-Jutkeit, Dos grandes potencias europeas y un pequeño pueblo indígena. La Costa de Mosquitos entre los imperios coloniales de España y Gran Bretaña
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Moisej S. Al'perovic, Culminación de la rivalidad ruso-española en América (los años 80 del siglo XVIII)
61
Arturo A. Bentancur, El puerto de Montevideo en la mira de dos potencias europeas. Efectos de la alternancia mercantil franco-británica sobre el último tramo colonial (1797-1814)
69
Bernd Schröter, Los comienzos de la diplomacia prusiana en América del Sur de 1816 a 1820
91
VI
Indice
TERCERA PARTE: LAS GRANDES POTENCIAS EUROPEAS EN EL CARIBE
Karin Schüller, La Española como objeto de disputa de las grandes potencias, 1697-1865
103
David Geggus, The Great Powers and the Haitian Revolution
113
Carmen Cuevas-Díaz, Cuba: auge económico y demanda de reformas a finales del siglo XVIII e inicios del siglo XIX
127
Michael Zeuske, El final del imperio de España en América. Transformación imperial y transición del poder en Cuba(1898-1902)
143
QUARTA PARTE: L A POLÍTICA DE LAS GRANDES POTENCIAS ANTE LOS ESTADOS INDEPENDIENTES LATINOAMERICANOS EN EL SIGLO XIX
Brian R. Hamnett, La intervención francesa y el segundo imperio mexicano, 1862-1867
183
Walther L. Bernecker, La competencia europea por el mercado mexicano en el siglo XIX
201
Ana Gimeno Gómez, Los efectos de la política española en los primeros años de la vida independiente de la República Ecuatoriana
227
Ferenc Fischer, La expansión indirecta de la ciencia militar alemana en América del Sur: la cooperación militar entre Alemania y Chile y las misiones militares germanófilas chilenas en los países latinoamericanos (1885-1914)
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Agradecimientos de los editores Numerosas personas e instituciones hacen posible la celebración y desarrollo exitoso de una conferencia científica. En primer lugar deben mencionarse los participantes, quienes con sus ponencias y aportes durante las discusiones contribuyen al verdadero éxito del coloquio. Un agradecimiento especial va dirigido a nuestro jefe, el Prof. Dr. Hans-Jürgen Prien, quien nos dio plena libertad en la organización, a la vez que nos prestó su apoyo en numerosas dificultades. Sin su ayuda, el coloquio no hubiera podido celebrarse. Agradecemos igualmente al Prof. Dr. M.S. Al'perovic por su amable autorización para utilizar su informe del coloquio como prólogo de la presente publicación. Expresamos también nuestro agradecimiento a la fundación Sal. OppenheimStiftung del Stifterverband der Deutschen Wissenschaft (Unión de Fundaciones para la Ciencia Alemana) de Essen por su generosa financiación del coloquio, así como al Ministerio de Ciencia e Investigación de Renania del Norte-Westfalia, a la Universidad de Colonia y a la Asociación de Amigos y Promotores de la Universidad de Colonia por sus contribuciones para el financiamiento de la publicación de las ponencias. Karin Schüller y Bernd Schröter
Prólogo El Tratado de Tordesillas y sus consecuencias1 Cuando recientemente se celebraba en todo el mundo el V Centenario del viaje de Cristóbal Colón, se subrayaba a menudo que el descubrimiento, la conquista y la colonización de América fue un proceso sumamente complicado, polifacético y de extensa duración, que se prolongó a lo largo de varios siglos. Uno de los acontecimientos más importantes en la fase inicial fue el tratado sobre la división del territorio en el hemisferio occidental entre España y Portugal, entonces las potencias marítimas y coloniales más poderosas. Se firmó el 7 de junio de 1494 en la pequeña ciudad española de Tordesillas. Aunque este tratado tuvo vigor formalmente durante casi tres siglos (sólo fue sustituido el 1 de octubre de 1777 por el Tratado de San Ildefonso), otras potencias europeas (Gran Bretaña, Francia, Países Bajos, Rusia) nunca lo reconocieron e ignoraron por completo las pretensiones del Tratado de Tordesillas. Debido a ello, desde el siglo XVI hasta el siglo XIX, o sea, hasta la desintegración definitiva de los imperios ibéricos en América, surgieron profundas discrepancias entre las potencias europeas, provocadas por su política en la región, que no pocas veces desembocaron en enfrentamientos armados, conflictos diplomáticos y en el recrudecimiento de la competencia comercial. Del 16 al 18 de diciembre de 1994 se celebró en Colonia un coloquio internacional sobre el tema: "Tordesillas y sus consecuencias. La política de las grandes potencias europeas respecto a América Latina, 1494-1898". Con él se pretendía despertar de nuevo el interés por la historia política de América Latina que en los últimos años se ha visto claramente eclipsada por investigaciones de carácter socio-económico. La idea sobre la celebración de una discusión de este tipo surgió a principios de 1994 en el Instituto de Historia Ibérica y Latinoamericana (IHIL) de la Universidad de Colonia. Este Instituto fue fundado después de la Segunda Guerra Mundial por el Prof. Dr. Richard Konetzke (1897-1980), el "padre" de la historia alemana sobre América Latina, quien también ocupó la primera cátedra de esta disciplina en Colonia. Desde 1967 el IHIL estuvo dirigido por su alumno y suce1
Versión ligeramente modificada del informe sobre el coloquio de M.S. Alperovic en la revista Latinskaja Amerika, n° 4/95, págs. 123-126. (Nota de los editores)
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Prólogo
sor, el Prof. Dr. Günter Kahle, y en un cuarto de siglo se convirtió en uno de los mayores centros de investigación de la República Federal de Alemania en esta materia. Desde hace dos años dirige el IHIL el Prof. Dr. Hans-Jürgen Prien. Desde 1964 hasta 1994 se editó regularmente el "Anuario de Historia del Estado, la Economía y la Sociedad en América Latina" (Jahrbuch für Geschichte von Staat, Wirtschaft und Gesellschaft Lateinamerikas), cuyos artículos se publican en cinco idiomas: alemán, español, francés, inglés y portugués. Una serie de monografías y recopilación de ensayos acompañan al anuario bajo el título "Investigaciones Latinoamericanas" (Lateinamerikanische Forschungen). El coloquio celebrado en Colonia se desarrolló de la manera siguiente: Los participantes invitados eran historiadoras e historiadores de Europa y América, en cuyas ponencias presentaron como tema central un aspecto determinado del tema general. Se. reunieron historiadores especializados en América Latina de diez países: Alemania, Brasil, Cuba, España, Estados Unidos, Gran Bretaña, Hungría, Portugal, Rusia y Uruguay. Los participantes del coloquio escucharon y participaron en las discusiones de un total de dieciséis conferencias científicas. Las ponencias se pronunciaron en la acogedora "Vieja Sala del Senado", en el edificio central de la Universidad de Colonia. Atrajeron una gran atención y, aunque los participantes se reunieron principalmente el sábado y el domingo, contaron con un amplio auditorio, compuesto en su mayoría por docentes universitarios y estudiantes. También mostraron un vivo interés en el coloquio los diplomáticos extranjeros acreditados en Alemania de la vecina ciudad de Bonn. En las distintas sesiones participaron miembros de las Embajadas y Consulados de Cuba, España, Haití, México, Portugal y Uruguay. La parte oficial se limitó a una alocución del Vicedecano de la Facultad de Filosofía, quien saludó a los participantes en nombre del Rector de la Universidad, seguido por el Presidente H.-J. Prien con algunas reflexiones generales sobre el significado del Tratado de Tordesillas. A continuación tomó la palabra G. Kahle con el discurso inaugural. A partir de las tesis principales de su interesante publicación "Latinoamérica en la política de los poderes europeos, 14921810" (Lateinamerika in der Politik der europäischen Mächte 1492-1810, Köln, Weimar, Wien 1993), publicada en 1993, esbozó la problemática básica y presentó esquemáticamente en orden cronológico las principales tendencias en la política de las potencias europeas respecto a América Latina, desde el primer viaje de Colón hasta la guerra hispano-americana en 1898. Las otras ponencias del primer día versaron sobre problemas concretos de principios de la época moderna. Así, H.-J. Prien presentó un análisis comparativo de las famosas cinco bulas de mayo hasta septiembre de 1493 del papa Alejandro VI sobre la delimitación territorial de las esferas de conquista allende
Prólogo
XI
el Océano, anteriores al Tratado de Tordesillas. En la posterior discusión destacaron las preguntas acerca de si los derechos de soberanía expresados en las bulas papales concernían al mundo musulmán y cómo reaccionó el rey español Fernando el Católico ante las decisiones del Sumo pontífice de la Iglesia católica. El Prof. Dr. A.A. Marqués de Almeida (Lisboa) examinó determinados aspectos del Tratado de Tordesillas como un documento en el que se trazaron las líneas divisorias entre dos mundos y el científico brasileño Prof. Dr. L. Moniz Bandera presentó un panorama de la expansión de Portugal en Sudamérica en relación con el tratado hispano-lusitano de 1494.2 La sesión matutina del 17 de diciembre estuvo dedicada a una problemática relacionada con el final de la época colonial y estuvo dirigida por el Prof. Dr. W.L. Bernecker (Nuremberga). La Prof. Dra. B. Potthast (Bielefeld) pronunció una conferencia sobre los conflictos hispano-británicos en torno a la Costa de Mosquitos (costa oriental de Nicaragua). La cuestión sobre la influencia de Gran Bretaña en esta zona del Caribe despertó un activo intercambio de opiniones durante la discusión. El Gabinete de St. James (de acuerdo con el Tratado de Paz de Versalles de 1783 y los subsiguientes acuerdos de 1786 y 1814) había renunciado formalmente a sus pretensiones sobre la Costa de Mosquitos. También especialmente se discutió acerca de si es adecuado utilizar en este caso la expresión "imperialismo informal". Una pregunta similar surgió también en relación con la ponencia del historiador Prof. Dr. M.S. Al'perovic (Moscú) sobre la "Culminación de la rivalidad ruso-española en América (los años 80 del siglo XVIII)". Sin embargo, el ponente consideró que no existían paralelismos con la situación que se produjo en el noroeste americano durante el mandato de Caterina II, ya que al no existir tratados jurídicos internacionales, las pretensiones de Rusia y España por lo general siguieron comúnmente el derecho reconocido del primer descubrimiento. El Prof. Dr. A. A. Bentancur (Montevideo) investigó con precisión las consecuencias de los cambios de estructura operados en el comercio franco-británico a través de Montevideo, el segundo puerto importante en el Río de la Plata, durante los últimos años de existencia de la provincia de la Banda Oriental (costa oriental) como colonia española (1797-1814). La ponencia del Dr. B. Schröter (Colonia) trató sobre los comienzos de la diplomacia prusiana en América. Sobre todo dilucidó la estrecha relación existente entre el debate de las potencias europeas sobre el destino de las colonias españolas en América y, supeditado a él, las actividades diplomáticas de Prusia en Sudamérica.
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La versión escrita de la ponencia de L. Moniz Bandera no ha llegado con anterioridad a esta publicación. (Nota de los editores)
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Prólogo
En la sesión de la tarde, dirigida por B. Potthast, se prestó atención a la política de las potencias europeas en los países de la cuenca del Caribe desde finales del siglo XVII hasta las postrimerías del siglo XIX. En las dos primeras ponencias se analizó el problema sirviéndose de Haití como ejemplo. La Dra. K. Schüller (Colonia) presentó el cambiante destino histórico de la isla La Española, por la que lucharon España, Francia e Inglaterra. Consideró el período comprendido desde el Tratado de Paz de Rijswijk de 1697 hasta la retirada definitiva de las tropas españolas y el reconocimiento oficial de la independencia de la República Dominicana por parte del gobierno español en 1865. También se escucharon ideas interesantes en las reflexiones del Prof. Dr. D. Geggus (Gainesville), quien caracterizó las actitudes de los gobiernos de los tres Estados mencionados en relación con la revolución haitiana de 1791-1804. Las ponencias despertaron una acalorada discusión, en el curso de la cual se destacaron los temas relacionados con los inicios del derecho internacional público, las relaciones de Haití y de la República Dominicana, así como el significado de la herencia africana para la independencia de Haití. La segunda mitad de la sesión vespertina estuvo dedicada a la relación de distintas potencias con la última colonia española en América. Los ponentes fueron la Prof. Dra. C. Cuevas Díaz (La Habana), quien expuso la política española respecto a Cuba a principios del siglo pasado. Provocó las preguntas de hasta qué punto mantenía España en ese momento la posición de una gran potencia, así como cuáles fueron los motivos por los que de hecho Cuba no se unió al movimiento independentista de la América española. El Prof. Dr. M. Zeuske (Colonia) presentó los resultados de sus investigaciones sobre el tema de la transición del poder en Cuba (1898-1902). En base a fuentes alemanas, hasta ahora desconocidas, documentó los asombrosos y precisos conocimientos de los mandos del poder alemán y, de acuerdo con ellos, los conceptos de la política alemana en el Caribe. Con gran variedad de temas, en el tercer día del coloquio, presidido por M. Zeuske y C. Cuevas Díaz, se pronunciaron una serie de conferencias sobre la política de las potencias europeas respecto a América Latina en el siglo XIX. Se inició la sesión con dos ponencias en las que destacó la temática mejicana. La ponencia del Prof. Dr. B. Hamnett (Essex), bien fundada y seductora por su forma, trató sobre "La intervención francesa y el Segundo Imperio Mexicano, 1862-1867". Provocó numerosas preguntas y comentarios relacionados sobre todo con la evaluación de la posición de Inglaterra y España después de que Napoleón III enviara a México una expedición y sobre la cuestión de si es posible comparar el Imperio de Maximiliano con el Primer Imperio mejicano de Iturbide. Igualmente, el auditorio supo apreciar el análisis detallado de los intereses
Prólogo
XIII
económicos de los Estados europeos en el México decimonónico, expuesto por W.L. Bernecker en su ponencia "La competencia europea por el mercado mexicano en el siglo XIX". La Prof. Dra. A. Gimeno (Valladolid) presentó los resultados de su investigación sobre el papel desempeñado por España en la elaboración de un plan para establecer una monarquía en los primeros estadios de la independencia de la República de Ecuador. Entre otras, se discutió la cuestión de cuál era la actitud de la población ecuatoriana respecto a este proyecto. El Prof. Dr. F. Fischer (Pees/Hungría) presentó un cuadro detallado del desarrollo de la cooperación militar entre Alemania y Chile, así como de la resultante misión militar chilena en los países latinoamericanos desde 1885 hasta 1914. Uno de los principales interrogantes durante la discusión se refirió a los motivos de la concentración de los intereses alemanes en determinados países. Finalmente debo mencionar la excelente organización del coloquio. No recuerdo ningún otro foro científico internacional que haya seguido tan minuciosamente el programa previsto, tanto en lo que se refiere a la participación de hecho de todos los científicos invitados, como a los temas anunciados previamente, la presentación de las ponencias según el plan fijado, el orden en la dirección de los debates, etc. Tanto durante las sesiones como fuera de ellas reinó un ambiente amistoso y colegial. Incluso las divergencias de opinión en cuestiones concretas no distorsionaron el espíritu de cooperación constructiva y de una alta profesionalidad. En mi opinión, el intercambio de ideas resultó extraordinariamente productivo y, en efecto, los contactos personales no sólo permitieron comprender mejor las otras posiciones, sino también obtener de primera mano valiosas informaciones sobre investigaciones realizadas en distintos países de Europa y América.
PRIMERA P A R T E LA POLITICA DE LAS GRANDES POTENCIAS EUROPEAS RESPECTO A AMERICA LATINA A PRINCIPIOS DE LA EDAD MODERNA
América Latina como esfera de los intereses europeos desde el siglo XVI hasta el siglo XIX (Conferencia inaugural) por Günter Kahle Universidad de Colonia
Al comenzar esta conferencia inaugural, a petición de los iniciadores de este coloquio, reciban mis más cordiales saludos como invitados de nuestro Instituto que dirigí durante un cuarto de siglo, desde 1967 hasta 1992. Agradezco a cada uno de ustedes su participación y soy consciente del honor que supone el poder trabajar en este coloquio con tan destacados historiadores. Aunque entre tan ilustres invitados normalmente no corresponde resaltar ninguno de ellos, les ruego sean indulgentes y comprensivos conmigo si yo hoy me distancio de esa norma e ignoro esa ley no escrita. Permítanme saludar con especial alegría a mi viejo maestro y amigo, el profesor Alperovich de la Academia Rusa de la Ciencia de Moscú. Empezando con la recensión de mi tesis doctoral en la revista soviética Voprosy istorii en 1965, sus consejos y su ayuda me han acompañado y promovido mis trabajos científicos hasta el día de hoy. Por eso, considero oportuno expresar ante ustedes de manera pública y "oficial" mi agradecimiento a esta persona que, entretanto y desde hace tiempo, es una de mis amistades personales más íntimas. En mi conferencia "América Latina como esfera de los intereses europeos desde el siglo XVI hasta el siglo XIX" sólo puedo exponer algunas ideas generales sobre esos cuatro siglos. Dejo a su disposición el tratar en sus propias ponencias los problemas de sus respectivas zonas de investigación. En primer lugar, algunas palabras sobre la época colonial. Francia fue la primera nación europea que se opuso a las pretensiones de dominio de los españoles y los portugueses en el Nuevo Mundo y ya bajo el gobierno de Francisco I inició la enemistad en América. Después de algunas tentativas bajo el reinado de Enrique VIII, desde el reinado de Isabel I los ingleses también participaron en esas luchas y hacia el siglo XVII les siguieron los holandeses. Esos primeros conflictos de los tres estados mencionados estuvieron caracterizados por la piratería. Tras los fracasados intentos de los franceses para establecerse en Brasil,
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Günter Kahle
siguió la conquista igualmente fracasada de Guayana por Raleigh. Tan sólo los holandeses lograron imponerse en el siglo XVII durante dos decenios y medio en el norte de Brasil. En ese mismo siglo, tanto holandeses, como ingleses y franceses consiguieron conquistar definitivamente gran parte de Guayana. Tras variados altercados entre los poderes rivales, finalmente se establecieron las fronteras actuales. Más dolorosa que la pérdida de las Antillas Menores, que igualmente en el siglo XVII fueron en su mayor parte ocupadas por ingleses, franceses y holandeses, los españoles resintieron sobre todo la pérdida de Jamaica, que tuvieron que ceder a los ingleses en 1655 en el marco del "Western Design" de Cromwell. Los españoles tampoco pudieron evitar la paulatina penetración de los franceses en la parte occidental de la isla La Española. La historiografía ha prestado escasa atención a las actividades de los daneses y los suecos, así como a los intentos de colonización del Duque de Curlandia (vasallo del rey de Polonia) en Tobago. Igualmente, los planes para obtener colonias en América de los distintos príncipes del Sacro Imperio Romano-Germánico siguen siendo acogidos con la sonrisa que se depara a una curiosidad. El elector de Baviera y el conde de Hanau, ambos interesados en adquirir posesiones en Guayana, finalmente no pudieron aportar los medios económicos necesarios para tal empresa. Sólo el Gran Elector de Brandeburgo consiguió mantener transitoriamente con ayuda danesa una factoría en las Antillas Menores. Además de la amenaza de los gobiernos de las potencias marítimas europeas y de sus militantes sociedades comerciales, los españoles tenían que afrontar otro peligro: la piratería de los bucaneros en la zona del Caribe. Estos se reclutaban sobre todo entre aventureros europeos de distinto origen y se dedicaban a piratear para su provecho personal. Además, trabajaban conjuntamente con una u otra potencia marítima europea, de modo que piratería y contrabando a menudo se entremezclaban. Sin embargo, después de algunos decenios, resultó claro que para obtener un provecho efectivo de las posesiones europeas en el Caribe, era preciso organizar un intenso trabajo económico constructivo que no estuviera expuesto ni interrumpido por los continuos conflictos. Así pues, no era posible aunar el apoyo a las correrías de los bucaneros, que inevitablemente provocaban las represalias de los españoles, con un trabajo económicamente fructífero, por lo que a partir de 1683, con la llamada "Acta de Jamaica", Inglaterra empezó a combatir enérgicamente la piratería en el Caribe. En las conclusiones de la paz de Utrecht (1713-15) las potencias coloniales europeas se pronunciaron al unísono contra los bucaneros y finalmente lograron expulsarlos en su mayor parte de la zona del Caribe.
América Latina como esfera de los intereses europeos
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Sin embargo, también entre los dos estados ibéricos se produjeron enfrentamientos militares en América durante la época colonial. Los españoles observaban llenos de recelo el avance de los portugueses en las regiones del interior y sobre todo en el siglo XVII el control ejercido por sus "bandeiras", que traspasaban la línea de Tordesillas. Un punto particularmente neurálgico era la Banda Oriental, considerada durante mucho tiempo prácticamente como tierra de nadie. Después de que el papa Inocencio XI con la bula "Romani Pontifícis Pastoralis" declarara en 1676 el Río de la Plata como frontera meridional del nuevo obispado de Río de Janeiro, en 1680 los portugueses erigieron el fuerte Nova Colonia do Sacramento frente a Buenos Aires. Con ello se inició un conflicto casi centenario entre España y Portugal por la Banda Oriental que sólo pudo ser superado en 1777 con el Tratado de San Ildefonso. Mientras que los Países Bajos, que debido a la guerra de sucesión española habían quedado considerablemente debilitados y desde entonces, ya no presentaban una amenaza para los poderes ibéricos, Francia y Gran Bretaña seguían siendo rivales dignos de respeto. Como resultado de los conflictos europeos del siglo XVIII fue sobre todo Gran Bretaña la nación que avanzó con paso firme también en América. En 1713, con el "Tratado del Asiento de Negros" se adjudicó para los siguientes decenios el monopolio del comercio de esclavos en Hispanoamérica. Afianzó sus puntos de apoyo en las costas centroamericanas, conquistó transitoriamente puertos tan importantes como Portobelo (1739) o La Habana (1762), ocupó las Islas Malvinas (1765-74) durante nueve años consecutivos y en 1797 conquistó la isla de Trinidad que España tuvo que abandonar definitivamente en 1802. Desde finales del siglo XVIII los rusos también se abrieron paso hacia el sur a través de Alaska, lo que alteró el equilibrio político en el noroeste, pasando a ser Rusia el poder que dominaba el norte del Pacífico. Resumiendo podemos decir que tanto Portugal como España, sobre los cuales recayeron la mayor parte de las luchas, a pesar de muchas debilidades y crisis, consiguieron imponerse con pérdidas relativamente escasas y con éxito frente al dominio opresor de las otras potencias europeas durante tres siglos. La eficaz resistencia de los criollos de Buenos Aires contra la invasión inglesa de 1806/07 fue considerada entonces en general como una muestra de fidelidad a la Corona española. Sin embargo, al mismo tiempo ponía de manifiesto que Hispanoamérica era capaz de tomar su destino en sus propias manos y modificarlo según sus propios deseos sin la ayuda de la madre patria. Pocos años después se iniciaron en Hispanoamérica las luchas por la independencia que desembocaron en la disolución de la antigua unidad administrativa
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Günter Kahle
española y en la constitución de estados independientes. Pero ¿qué tipo de estados eran esos? Inseguridad externa, impotencia interna, finanzas desquiciadas y una economía seriamente dañada por las guerras, crecientes tensiones sociales y una desesperada situación educacional, militares rebeldes así como caudillos provinciales que no sólo luchaban entre sí, sino que operaban conjuntamente contra el poder central, desconfianza y temores recíprocos generalizados y una población ilimitadamente indolente desde el punto de vista político, fueron las bases sobre las cuales los nuevos gobiernos edificaron sus repúblicas. Significaría desconocer la importancia de Bolívar el limitarse a admirar los brillantes éxitos militares y políticos de su agitada vida e ignorar sus concepciones posteriores. Nadie más autorizado y, al mismo tiempo, más capacitado que él para trazar en las postrimerías de su vida un balance final, cuyo profundo pesimismo e ilimitada resignación se explican en gran medida en virtud del fracaso de sus planes de unión: "Me ruborizo al decirlo: la independencia es el único bien que hemos adquirido a costa de los demás". Escepticismo que llegó hasta el punto de hacerle lamentar la lucha emprendida contra los españoles. Los conflictos de política interna se volvieron cada vez más confusos e insensatos. La amarga profecía de Bolívar se había cumplido: "No hay buena fe en América, ni entre las naciones. Los tratados son papeles; las constituciones, libros; las elecciones, combates; la libertad, anarquía; y la vida, un tormento". Parecía que no existía ninguna salida a tal situación y los políticos comenzaron a sacar consecuencias: Hispanoamérica no era gobernable, al menos por parte de los hijos de su tierra; la independencia había sido un error, o al menos, había sido prematura y tornaron la mirada hacia Europa, dispuestos a someterse nuevamente a ella. Ya con anterioridad al Congreso de Tucumán Carlos de Alvear había sugerido colocar a Argentina, debido a su permanente anarquía, bajo el dominio británico o volver a llamar a los españoles. En medio de la guerra contra los EE.UU., Yucatán, sacudido por una rebelión indígena, trató de separarse de México y colocarse bajo la protección de Gran Bretaña, España o incluso de los EE.UU. En 1861 (y hasta 1865), la República Dominicana se albergó nuevamente bajo el gobierno de España. Juan José Flores, que había separado a Ecuador de la Gran Colombia y que fue presidente del país durante once años, en el período 1845-47 trató de convertir a Ecuador en una monarquía española. Desde 1859 hasta 1867, Gabriel García Moreno (presidente de Ecuador desde 1861 hasta 1865) hizo antesala en la delegación francesa en Quito para lograr que Napoleón III apoyara su proyecto de establecer una monarquía francesa en Ecuador. Ese García Moreno era el mismo que en 1847 había combatido con apasionado encono a los "traidores planes del vene-
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zolano Flores". Sin embargo, prescindiendo del breve interludio español en Santo Domingo, los europeos renunciaron a intervenir en Hispanoamérica y a asumir la carga de un dudoso protectorado. Parecía como si Bolívar hubiera vuelto a tener razón cuando pocas semanas antes de su muerte, el 9 de noviembre de 1830, escribía a Flores: "Devorados por todos los crímenes y extinguidos por la ferocidad, los europeos no se dignarán conquistarnos". Pero Europa sí "se dignó". Europa nunca había tenido la intención de renunciar a América Latina, sólo que no pensaba en establecer protectorados sobre estados venidos a menos, sanearlos política y económicamente para luego volver a dejarlos librados a una dudosa independencia. Más bien lo que quería Europa, con Gran Bretaña, Francia y España a la cabeza, era controlar América Latina, dominar sus mercados y beneficiarse de su precaria situación política y económica. Sin embargo, lo que más deseaba Europa era adelantarse a su competencia más firme: los Estados Unidos. Este país parecía estar predestinado a ser el aliado natural de América Latina y, además, la única potencia con alguna importancia a la cual los latinoamericanos podían recurrir en caso de dificultades políticas. El 2 de diciembre de 1823, el presidente norteamericano James Monroe, en su mensaje anual al Congreso, anunciaba los principios de la futura política exterior de los EE.UU. y expresaba que, el gobierno de los Estados Unidos de América consideraría como acto inamistoso toda colonización, intervención o control político del continente americano por parte de una potencia europea así como el intento de traspasar el orden europeo a América Latina. Después de esta declaración los gobiernos de Gran Colombia, de las Provincias Unidas del Río de la Plata, de Chile, México y Brasil expresaron en Washington su deseo de obtener seguridades oficiales en el sentido de que los Estados Unidos se mostraran dispuestos a prestar ayuda, o bien propusieron firmar tratados de alianza bilateral. Los cinco gobiernos recibieron una respuesta negativa del State Department. La decepción fue inmensa. Al mismo tiempo, las iniciales esperanzas de Bolívar pronto se tornaron en pesimismo, ya que como él había dicho, los Estados Unidos, siempre celosos y preocupados por sus propias libertades, no se interesan por la de los demás. Mientras que los años veinte del siglo XIX estuvieron ensombrecidos por las dudas y preocupaciones de posibles intervenciones españolas, los años treinta trajeron consigo la intervención abierta de las potencias europeas en diversas repúblicas latinoamericanas. Después de que Gran Bretaña se retirara de las Islas Malvinas, que había ocupado transitoriamente en 1774, y las devolviera a la jurisdicción española, volvió a ocuparlas nuevamente en 1833 cuando ya formaban parte del territorio argentino. En 1838, aduciendo un pretexto ridículo, Fran-
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Günter Kahle
cia promovió una guerra con México, la llamada "guerra de los pasteles", que condujo a la transitoria ocupación del puerto de Veracruz por las tropas francesas. Ese mismo año los franceses iniciaron su intervención en la zona del Plata que duraría hasta 1840 y que continuaron conjuntamente con los ingleses desde 1845 hasta 1849. En ninguno de estos casos los gobiernos de los Estados Unidos pensaron en aplicar la Doctrina Monroe. En realidad, tales acciones no afectaban a los intereses norteamericanos sino que en algunos casos incluso hasta los promovían, tal como sucedió con la ocupación británica de las Islas Malvinas, donde las flotas pesqueras norteamericanas, bajo la protección británica, podían continuar sus actividades mucho más cómodamente que bajo el control de Buenos Aires, con cuyas autoridades se habían producido desagradables discusiones acerca de los derechos de captura. Los hispanoamericanos tuvieron que reconocer que estaban solos y que el precio de la recién ganada independencia política era la pérdida de la protección que les había brindado España, aunque a menudo de manera insuficiente, durante tres siglos. Sólo en 1845 se acordaron los EE.UU. de la Doctrina Monroe cuando sus intereses resultaron afectados de manera inmediata. El 2 de diciembre de 1845, el presidente James K. Polk, en su mensaje anual, advirtió frente a cualquier intervención europea en caso de que algún estado americano deseara anexarse voluntariamente a los EE.UU., con lo que se aseguraba la incorporación de Texas. Medio año más tarde comenzó la guerra mexicano-norteamericana que condujo a la pérdida de las restantes provincias del norte de México. A pesar de todos los éxitos obtenidos hasta entonces, Washington tuvo que reconocer que la imposición de la originaria Doctrina Monroe, y, mucho más aún, de la versión ampliada por Polk, dependía en gran medida de la conformidad que le prestara Gran Bretaña y que en contra de su voluntad sería imposible ponerla en práctica. Más o menos en esa misma época los británicos se establecían en América Central, donde en la costa oriental de Guatemala, en la zona de Belice, reclamaban un territorio más amplio y en 1848 establecieron un protectorado en la costa de Mosquitos, al este de Nicaragua, a fin de asegurar así el control del entonces planeado canal centroamericano, cuya ruta estaba proyectada a través del Lago de Nicaragua. Aunque con el Tratado Clayton-Bulwer, del 19 de abril de 1850, los EE.UU. y Gran Bretaña se comprometieron a renunciar a las colonias o protectorados, Gran Bretaña sólo devolvió el territorio de Mosquitia a Nicaragua en 1860.
América Latina como esfera de los intereses europeos
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Por lo demás, Gran Bretaña conservó Belice, que en 1862 se convirtió en colonia y en 1870 en la Honduras Británica, con carácter de colonia de la Corona Británica. Desde el ascenso al trono de Napoleón III, Francia también trató de ampliar su influencia en América Latina y, al igual que Gran Bretaña y los EE.UU., tampoco vaciló en recurrir, sin consideración alguna, a su supremacía militar, política y económica. Desde 1858, el aventurero francés Orélie Antoine de Tounens trató de establecer en Chile el reino independiente de Araucania. Todavía no se ha logrado aclarar definitivamente hasta qué punto este proyecto, que no llegó a realizarse plenamente, contó con la anuencia y el apoyo de Napoleon III, pues Tounens sólo renunció definitivamente a sus planes después de la muerte del emperador. En 1859 se iniciaron las conversaciones con García Moreno sobre el proyecto de una monarquía francesa en Ecuador. En 1864, con objeto de exigir el pago de las deudas externas peruanas, una flota española se apoderó de las Islas Chincha, situadas frente a las costas de Perú. El año anterior ya se había producido una intervención conjunta británico-francesa-española en México. Sin embargo, mientras que Gran Bretaña y España se retiraron después de que Benito Juárez manifestara su disposición a negociar, Napoleon III intentó transformar a México en un territorio sometido a su influencia, propósito que tuvo transitoriamente éxito hasta que la empresa concluyera con el fusilamiento del emperador Maximiliano, en 1867, tras la retirada de las tropas francesas. Mientras que los últimos años del siglo XIX están caracterizados por un lento retroceso de la influencia británica y francesa en Latinoamérica, en 1898, con la guerra contra España, país que en la Paz de París perdió su última colonia americana, comenzó la segunda fase de la expansión norteamericana. Puerto Rico quedó sometido al control directo de los EE.UU. y Cuba a su influencia indirecta durante medio siglo. En cambio fracasó el intento, a través de intermediarios bolivianos, de obtener influencia sobre un "Estado libre de Acre" independiente. El gran interés británico en Asia y Africa contribuyó esencialmente a que Londres, a fin de proteger su espalda, se mostrara dispuesto a anular el Tartado Clayton-Bulwer y en los dos tratados Hay-Pauncefote de 1900-01, no sólo concedió a los EE.UU. todos los derechos para la construcción del Canal de Panamá, sino también su control y seguridad exclusivos. Después de que en 1899 el ministro de Relaciones Exteriores Richard Olney situara a los estados latinoamericanos en una relación de dependencia de soberanía respecto a los EE.UU., el golpe de estado de 1903, que con ayuda norteamericana condujo a la separación de Colombia de la provincia de Panamá, convirtiéndose ésta en una república satélite de los EE.UU., significó el punto culminante de un desarrollo
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que al año siguiente encontró su expresión más manifiesta en el "Roosevelt Corollary" de la Doctrina Monroe y que fue confirmado por la política del "big stick". Cuando en los años 1902-03 barcos de guerra británicos, alemanes e italianos bloquearon los puertos venezolanos a fin de forzar al gobierno de Venezuela a que pagara sus deudas externas, tal acción se realizó con el consentimiento de los EE.UU. El 6 de diciembre de 1904, el presidente Theodor Roosevelt declaró con inconfundible claridad que los EE.UU., en caso de "injusticia o incapacidad crónicas" por parte de un Estado latinoamericano, ejercerían en el Hemisferio Occidental el poder de policía y se verían obligados a intervenir. Con ello se alcanzó y se superó la cumbre definitiva de la "complicidad" europeo-norteamericana respecto a América Latina. Sin embargo, entonces todavía nadie podía presentir que habrían de producirse dos guerras mundiales que acarrearían cambios decisivos.
Las Bulas Alejandrinas de 1493 por Hans-Jürgen Prien Universidad de Colonia Dejando de momento de lado la discusión sobre la dificultad de establecer la cronología de la fecha de las bulas, veamos primero su contenido.1
1. El contenido de las bulas En las cinco conocidas bulas alejandrinas se trata en realidad de la brevia bullata,2 cuyo contenido principal es el siguiente: Por la así llamada bula de donación Inter caetera (I), fechada el 3 de mayo de 1493,3 el Papa Alejandro VI "concede a los reyes de Castilla y León todas las islas y tierras ..., descubiertas ya o que descubrieran en el futuro, siempre que no estuvieran ya sometidas a algún príncipe cristiano y bajo la condición de que enviaran a ellas evangelizadores".4
1
Véase Manuel Giménez Fernández, Nuevas consideraciones sobre la historia, sentido y valor de las Bulas Alejandrinas de 1493 referentes a las Indias (Sevilla 1944), p. 24 ss. (También publicado en: Anuario de Estudios Americanos 1944 pp. 173-427). Para el texto de las Bulas véase: Apéndices Documentales pp. 169-257 respectivamente pp. 339-425 o Alfonso García Gallo, "Las Bulas de Alejandro VI y el Ordenamiento Jurídico de la Expansión Portuguesa y Castellana en Africa e Indias": Anuario de Historia del Derecho Español, Tomo XXVII y XXVIII (Madrid 1957-58), pp. 461-829. Los apéndices incluyen las bulas para Portugal pp. 737-829.
2
Véase Alfonso García Gallo, "Las Bulas de Alejandro VI y el Ordenamiento Jurídico de la Expansión Portuguesa y Castellana en Africa e Indias": Anuario de Historia del Derecho Español, Tomo XXVII y XXVIII (Madrid 1957-58), pp. 461-829, p. 521.
3
Van der Linden, Giménez Fernández y García Gallo opinan que la bula probablemente ya fue expedida en abril. Sin embargo, Giménez Fernández aclara que fue despachada de Roma solamente el 17-V-1493, llegando a Barcelona el 28-V-1493. Véase Giménez Fernández op. cit. pp. 28 s., respectivamente García Gallo, op. cit. pp. 549,552.
4
Antonio García y García, "La donación Pontificia de las Indias": Pedro Borges (Ed.), Historia de la Iglesia en Hispanoamérica y Filipinas (Siglos XV-XIX), Vol. 1: Aspectos generales (Madrid 1992), p. 33-45, p. 33. García escribe: "concede a los reyes de Castilla y León todas las islas y tierras firmes...". Eso es inexacto. En la parte de informes de las bulas dice: "per partes occidentales, ut dicitur, versus Indos in mari navegantes, certas ínsulas remotissimas et etiam térras firmas... invenerunt". La expresión térras firmas correspondía sólo a un deseo, mientras que en la concesión de privilegios sólo aparece: "omnes et singulas térras et Insulas". El término "omnes Insulas et térras firmas inventas et inveniendas" solamente aparece en la INTER I I .
Hans-Jürgen Prien
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La bula más frecuentemente citada es la llamada bula de partición o de demarcación Inter caetera (II), expedida el 28 de junio de 1493.5 pero fechada el 4 de mayo de 1493, que "recoge muchos pasajes de la anterior, a la que amplía y concreta, concediéndole a esos mismos reyes" y sus sucesores '"todas las islas y tierras firmes descubiertas y por descubrir, halladas y por hallar, hacia el occidente y mediodía, fabricando y construyendo una línea del Polo Artico, ... hasta el Polo Antàrtico, ... la cual diste de las islas que vulgarmente se llaman Azores y Cabo Verde cien leguas hacia occidente y mediodía, siempre que no perteneciesen ya a algún 'príncipe cristiano"'.6 La posesión de tales territorios queda protegida con la amenaza de excomunión (latae sententiae) a toda persona que penetre en esos territorios sin la autorización real. Lo novedoso es que "los Reyes ahora se proponían buscar tierras FIRMES" y que la guarnición que Colón había dejado en la Navidad (Haití) tenía este encargo de buscar tierras firmes.7 "La misión descubridora comprendía todo el ámbito del Océano: se suprimen las restricciones que en la primera bula implicaban las menciones": "per partes occidentales, ut dicitur, versus Indos".8 "La razón de la intervención del Pontífice permanece la misma, a saber: el sometimiento que los Reyes le hacen al Papa de sus conquistas y descubrimientos por títulos de derecho natural, con la importante modificación que en lo sometido están las tierras FIRMES. La concesión de gracias sigue siendo motu propio, pero se suprime la mención 'apostólica' al hablar de la potestad pontificia y no se concede ni la investidura ni la comunicación de privilegios de los Reyes portugueses, quedando reducidas a estas dos: Redonación de las islas y tierras FIRMES sometidas por los Reyes al Papa, y que éste vuelve a aquéllos dentro del ámbito que fija. Prohibición general de ir a las islas y tierras firmes objeto de la concesión pontificia, sin especial permiso y licencia de los Reyes descubridores."9
La bula Eximiae devotionis, expedida en julio de 1493 y fechada el 3 de mayo,10 "Además de reproducir en parte las dos bulas anteriores "concede a los reyes de Castilla y León, para las tierras que descubrieran, los mismos privile-
5
Ibid., p. 182.
6
García y García, op. cit. p. 33.
7
Es de señalar que tanto en la INTER I como en la INTER II aparece "certas ínsulas remotissimas et etiam térras firmas". Sólo en la INTER II se añade el encargo de búsqueda de tierras, por lo que no debe desestimarse el significado de este suplemento.
8
Giménez Fernández, op. cit. p. 40 y Apéndices Documentales p. 346.
9
Ibid. pp. 40 s.
10
Giménez Fernández, ibid. pp. 185 ss. ha mostrado que la bula fue expedida en julio de 1493, pero datada el 3 de mayo para mantener la relación con "Inter caetera" I.
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Las Bulas Alejandrinas de 1493
gios otorgados anteriormente a Portugal para los territorios descubiertos por él en Africa". 11 Con la bula Piis Fidelium, expedida el 25 de junio de 1493.12 se asigna expresamente a la corona de Castilla la tarea de evangelizar a los paganos en los territorios descubiertos en ultramar. 13 Con la llamada bula de ampliación, la Dudum siquidem, del 25 de septiembre de 1493,14 "se amplía la donación 'a todas y cada una de las islas y tierras firmes halladas o por hallar, descubiertas o por descubrir, que estén o fuesen, o apareciesen a los que navegan o marchan hacia el occidente y aun al mediodía que se hallen tanto en las regiones occidentales como en las orientales y existen en la India'". 15
2. Dificultades de la investigación Aquí sólo podemos esbozar los problemas que estas cinco bulas presentan a la investigación. Tal como señala Alberto de la Hera, las bulas, consideradas en conjunto, resultan en parte innecesarias, pues la bula Inter caetera I queda superada por la bula Inter caetera II. "La bula Eximiae, por su parte, de poca utilidad podía ser en sí misma en cuanto a efectos prácticos, ya que no existiendo en Castilla la orden de Cristo que pudiese asumir las competencias cristianizadoras, el traslado a Castilla de lo acordado a dicha Orden en Portugal carecía de verdadero sentido". Así, la bula "Eximiae requirió de otra bula que la completara e hiciese operativo el deber de los Reyes de enviar misioneros a las nuevas tierras, deber que las dos Inter caetera les imponían como fundamento de la soberanía. Esta otra bula fue la Piis Fidelium, ... que designaba a propuesta de los Reyes, a fray Bernardo Boyl como vicario papal en las Indias Occidentales y le encargaba la ordenación y dirección de la labor evangelizadora." 16 Hasta casi finales del siglo XIX se desconoció la existencia de las bulas Inter I y Piis. "La Dudum durante los años de dominio español en Indias" no dejó de citarse, mientras que la Inter II "gozó siempre de especialísima publicidad". 17 II
Antonio García y García, op. cit. p. 33.
12
Manuel Giménez Fernández, ibid. pp. 181 s.
13
Véase Günter Kahle, Lateinamerika Wien 1993), p. 8.
14
Giménez Fernández, op. cit., pp. 187 ss.
15
García y García, op. cit. pp. 33 s.
16
Alberto de la Hera, Iglesia y Corona en la América Española (Madrid 1992), p. 55.
17
Véase A. de la Hera, op. cit. p. 63.
in der Politik der europäischen
Mächte 1492-1810 (Köln, Weimar,
Hans-Jürgen Prien
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La cuestión de por qué se dataron casi con la misma fecha bulas expedidas en tiempos distintos, precisa ser aclarada. Igualmente es necesario analizar la base jurídica de las bulas en el momento de su expedición y su posterior aplicación, sólo por citar algunas de las dificultades centrales. 18 Para resolver esas incógnitas "en realidad disponemos de muy pocos elementos de trabajo. Tenemos el texto de las bulas, en su original y en copias diversas. Conocemos algunos hechos incuestionables, muy pocos, relacionados abierta y directamente con ellas. Pero son muchos los que desconocemos. Los archivos guardan sobre esto un silencio desesperante" - observa García Gallo. 19 Resulta indiscutible para los investigadores que la Curia romana expidió esas bulas a petición de la Corona de Castilla, aunque no se trata de meros "documentos redactados por el propio receptor". 20 Ante los numerosos problemas que presenta la interpretación de estas bulas es preciso hacerse dos preguntas: Primero: ¿qué pretendía conseguir la Corona de Castilla con tales bulas? y segundo: ¿cómo entiende la Curia en tal acto la posición jurídica romana y cómo la expresa?
3. Los objetivos de la Corona de León y Castilla Por lo que respecta a los objetivos de la Corona existe una relativa unanimidad en la investigación. Se trataba de proteger las islas descubiertas por Colón en 1492, y tomadas formalmente en posesión, de las pretensiones de la Corona de Portugal. La Corona de Portugal había asegurado con distintas bulas sus derechos relacionados con la expansión en ultramar, empezando con sus expediciones en el norte de Africa, es decir, con la conquista de Ceuta en el año 1415, confirmada en 1418 por Martín V con la bula Rex Regum. En 1436/37 Portugal obtuvo la autorización papal para iniciar las en sí prohibidas relaciones comerciales con los infieles en Africa (Dudum cum ad nos en 1436 y Praeclaris tue devotionis en 1437). En relación con sus sucesivas avanzadas en la costa occidental africana hasta más allá de Guinea, ante la inminente caída de Bizancio, en 1452 Portugal obtuvo de Nicolás V el monopolio de la cruzada a través de la bula Divino amore communiti, lo que deja entrever que el interés de Roma por la expansión portuguesa en ultramar estaba relacionado con la lucha contra los 18
Véase ibid. pp. 63 s.
19
Véase A. de la Hera, op. cit., pp. 66 s.
20
E. Staedler, "Die >donatio Alexandr¡na< und die >divisio mundi< von 1493. Eine kirchenrechtliche Studie": AKathKR 117 (1937), pp. 363-402, pp. 373 ss. ha defendido la tesis de que las bulas se trata de documentos redactados por el propio receptor, preparados por la cancillería de la corte de Castilla.
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sarracenos. Por lo demás, con la bula Romanus Pontifex de 1455, Portugal consiguió la exclusión de todos los demás potentados cristianos, y en particular de Castilla, de los territorios situados al sur del Cabo Bojador, nombrándose por primera vez las Indias como objetivo. 21 Oliveira Marques subraya que las expediciones portuguesas en Africa deben entenderse en el marco general de las cruzadas. A partir de la bula Romanus Pontifex "implicava muito mais do que Marrocos ou o Norte do continente: significava a conquista de quaisquer territorios negros a sul do Sahara, em resumo, todo o continente, onde quer que ele terminasse e urna vez que os seus habitantes no adorassem a Cristo. Os Portugueses ficavam com as mos completamente livres para governar em Africa com plena aprova?o da Santa Sé: só o reino do preste Joo permanecia á margem da sua soberanía política." 22 Frente a esta posición hay que considerar el argumento de Weckmann que corresponde con las actividades portuguesas: "El empleo de diversas voces, portu, maña, provintias, no debe engañarnos. Las tres designan una y la misma cosa: así lo entendieron los portugueses mismos cuyo imperio, en el siglo XV, consistió en una larga cadena de establecimientos comerciales costeros.23 Es decir ... se trata de una concesión papal de islas y de una autorización, a los portugueses, para fundar establecimientos marítimos y comerciales a lo largo de la costa africana: esto último permisible por el hecho de que, de acuerdo con el derecho romano, el litoral del mar, al igual que el aire y el agua está abierto al uso común."24 Tal como ha señalado Kahle acertadamente, con la Romanus Pontifex el inicial monopolio de la cruzada "se convirtió jurídicamente en un monopolio comercial". El monopolio del comercio con Africa es la innovación que aporta la bula Romanus Pontifex y su confirmación por el papa siguiente, Calixto III, en la bula Inter caetera de 1456. Dicho sea de paso, la bula Romanus Pontifex sirve de modelo para las sucesivas comunicaciones papales, es decir, también para las bulas alejandrinas de 1493. 25 Ciertamente hay que añadir que el aspecto de las 21
Véase Juan Manzano Manzano, "El derecho de la Corona de Castilla al descubrimiento y conquista de las Indias de Poniente": Revistade Indias 7-10 (1942), pp. 397-427, p. 341: "usque ad Indos".
22
A. H. de Oliveira Marques, Historia de Portugal [Lisboa (1972)2 1973], p. 230.
23
Constantino el Grande y Cristóbal Colón. Estudio de la supremacía papal sobre islas (1091-1493), México 1992 (Segunda edición de: Las Bulas Alejandrinas de 1493 y la teoría política del papado medieval, México 1949), pp. 196 s.: "Pero el elemento nuevo (portus et maria et provintias), ocupa, en el texto de la bula ROMANUS PONTIFEX, un lugar secundario. La bula hace primero una exclusiva referencia a solitarias Ínsulas y después, cuando los portus et maria han sido mencionados, las insulae siguen conservando cierta precedencia y cuando en posteriores bulas de confirmación, portus et maria sean sustituidos por loca o térras, la voz insulae goza de ininterrumpida permanencia."
24
Ibid.p. 196.
25
Giinter Kahle, op. cit. pp. 4 s., quien en relación al carácter ejemplar de la bula ROMANUS PONTIFEX hace referencia a Francis Gardiner Davenport, European Treaties bearing on the history of the United States and its dependencies, 4 Vols. (Washington 1917-1937), Vol. I, pp. 28-32 y García Gallo, op. cit. pp. 779-784.
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cruzadas desaparece. "Mientras en las bulas portuguesas se autorizó a reducir a esclavitud a los infieles africanos y a apoderarse de sus bienes, las castellanas guardan silencio sobre este punto. El espíritu de cruzada fue sustituido, como ya lo había sido en aquellos años en Canarias, por el encargo de misión." 26 Dussel opina que la corona portuguesa incluyó "la propagación de la fe cristiana" entre las finalidades de su expansión en Africa a fin de conseguir el apoyo papal. "Así se lograba una fundamentación religiosa de la praxis dominadora. La santa sede reconoció la possessio de Portugal sobre las tierras descubiertas y por descubrir. En segundo lugar, dicho poder era exclusivo en Africa. El que procediera de manera contraria sería objeto de excomunión. Por último, dicho poder era también económico, es decir, razón del colonialismo que nacía lentamente. Además el papa daba a la corona portuguesa un derecho y un deber, el ius patronatus y el deber, de la >propagación de la fe< entre los pueblos dominados o arrebatados al poder sarraceno." Dussel juzga que "Era la primera vez en la historia que el papado otorgaba a una nación el doble poder de colonizar y evangelizar, mezclando así lo temporal y espiritual, lo político y eclesial, lo económico y lo evangélico, produciendo de hecho una teocracia expansiva y militar: la cristiandad ibérica. Este equívoco se sitúa en la base de toda la empresa portuguesa y posteriormente española de colono-evangelización o de misio-colonización." 27 Aunque comparto la crítica teológica de Dussel, considero que la mezcla de "lo temporal y espiritual, lo político y eclesial" ya había comenzado durante la colonización alemana del Este con la concesión de los privilegios de la cruzada en la guerra contra los vendos en 1147/48 y también con la concesión de los privilegios de la cruzada en las luchas de conquista de la Orden Teutónica desde Inocencio III (1198-1226). La "germanización del cristianismo" que, promovió la idea de una caballería cristiana, y con ello, el uso de la espada para la Iglesia, aportó el contexto propicio para tal desarrollo. De todo ello resulta claro que los privilegios papales otorgados a la Corona de Portugal eran tan amplios, que era preciso obtener una protección semejante para los derechos de Castilla respecto a las islas descubiertas por Colón en las Indias Occidentales. Además, el rey Juan II de Portugal, que había recibido a Con la bula INTER CAETERA Calixto III "encomendaba a la orden de Cristo portuguesa la atención espiritual a las tierras que Portugal descubriese y conquistase en el continente africano" - Alberto de la Hera, op. cit., p. 54. 26
García Gallo, op. cit., p. 675. El mismo autor pp. 672 s. afirma que los Papas en ninguna de estas bulas protuguesas hablan "de la constitutición de un feudo, con las consiguientes obligaciones de prestar homenaje, reconocer la superioridad de la Santa Sede y pagar un censo a ésta".
27
Enrique D. Dussel, Historia General de la Iglesia en América Latina. Tomo 1/1 Introducción general a la Historia de la Iglesia en América Latina (Salamanca 1983), pp. 342 s.
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Colón a su regreso del Caribe debido a que por las malas condiciones atmosféricas tuvo que hacer escala en Belem, inmediatamente reclamó para sí los territorios recién descubiertos, en virtud del Tratado de Alcágovas de 147928 que se pronunciaba a favor de Castilla en la controversia luso-castellana en torno a la posesión de las Islas Canarias y que de acuerdo con la bula Romanus Pontifex vedaba a Castilla toda actividad al sur de una línea que se iniciaba en el Cabo Bojador y se extendía hacia el Oeste.29 Así pues, en caso de duda, Castilla tenía que probar que los territorios sobre los que reclamaba su eventual derecho se encontraban al norte de esa línea. Sin duda, las bulas alejandrinas sirvieron en primer lugar a la Corona de Castilla como carta de triunfo ante los inevitables conflictos diplomáticos con Portugal. Sin embargo, en la muy discutida cuestión entre los investigadores sobre la base jurídica para tal decisión papal y el que ésta le tuviera sin ciudado a la Corona de Castilla, tal como opina Pietschmann,30 corresponde a un modo de pensar moderno, pero no a la mentalidad de fines del medievo o principios de la edad moderna, cuando el Papado, recuperado de su fase débil en forma de cisma y del subsiguiente conciliarismo, seguía representando para los monarcas una importante autoridad. Por lo demás, la experiencia histórica de la Corona con los asuntos papales aconsejaba una cuidadosa reflexión acerca de las implicaciones jurídicas del texto de las bulas, tanto más si la redacción del texto fue más o menos preparada en la cancillería de la corte castellana.31 Sin duda se pensaron muy bien las posibles interpretaciones que el papado pudiera dar a las bulas. A falta de un derecho
28
Véase Horst Pietschmann, "Die Kirche in Hispanoamerika": Willi Henkel, Die Konzilien in Teil I, Mexiko 1555-1897 (Paderborn, München, Wien, Zürich 1984), p. 8.
Lateinamerika.
29
Como advierte Manzano, op. cit., p. 342, el tratado de Alcá?ovas "Sin hacer mención expresa de una línea demarcatoria, como luego aparecerá en el de Tordesillas, ... contiene la primera partición del mar Océano, en cuanto implícitamente reconoce el trazado de un paralelo, el de las Canarias, como línea separatoria de las respectivas conquistas." El resultado del tratado de Alcá^ovas fue confirmado por la bula AETERNI REGÍS de Sixto IV en 1481, cf. ibid., p. 343.
30
Ibid., pp. 8 s.
31
Compárese E. Staedler, op. cit., pp. 373 s„ 378, 394 s. Staedler no se ocupa de la cuestión de por qué podía considerar Roma como bienes eclesiásticos los territorios descubiertos o todavía por descubrir. Véase el texto de los edictos de las Indias Occidentales en E. Staedler, "Die westindischen Lehnsedikte Alexanders VI. (1493)": AKathKR 118 (1938), pp. 377-417. Lo que resulta cuestionable es si la doctrina Omni-Insular, documentada convincentemente por Weckmann para la Edad Media, también puede aplicarse en este caso. Giménez Fernández, op. cit., p. 83 s. opina "que fue el mismo Colón quien, contando de antemano con la aquiesciencia de los Reyes y del Papa sobre la copia que tenía seguramente del inútil e ineficaz Breve secreto de la Cámara Apostólica, datado en 3 de Mayo (INTER I), redactó probablemente en Lérida la minuta de una nueva Bula pública", trazando "el meridiano a 100 leguas al oeste de las Azores". "Por nueve veces se añade la mención de las tierras firmes". Parece que Maldonado introdujo otra modificación, "tan celoso del derecho directamente divino de sus Amos, en el desaparecer en la Bula proyectada la palabra investidura de entre las concesiones papales contenidas en el Breve, cuyo sabor feudal era incompatible con la tendencia absolutista del asesor jurídico de los Reyes castellanos".
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público internacional, a fines del siglo XV en los países cristianos, las bulas papales tenían un carácter internacional, aunque en casos conflictivos fueran efectivamente completadas por tratados interestatales, tal como lo muestran las negociaciones de Barcelona y Tordesillas. Sin embargo, no debe olvidarse que el Tratado de Tordesillas "fue confirmado por el papa Julio II (el 24 de enero de 1506), por medio de la bula Ea quaePEspecialmente importante es la cuestión de para qué quería obtener la Corona de Castilla una protección jurídica papal al proponer para la bula Inter II la expresión "islas y tierras firmes". La explicación que sigue pareciendo más plausible es que Colón buscaba la ruta a las Indias por el Occidente y, de acuerdo con los conocimientos cartográficos de la época, esperaba encontrar islas en su camino, de manera "que el viaje al oriente por un camino virgen fuera la estación terminal y las islas por descubrir descansos en la marcha." 33 Así, en las Capitulaciones de Santa Fe (de la Vega de Granada, el 17 de abril de 1492) se habla de 'islas y tierra firme', y esta tierra firme, este continente o regiones de un continente no podían ser otras que las de la India Oriental." 34 Debido a que Colón estimaba mucho menor la circunferencia de la tierra y contaba sólo con una distancia de 800 leguas desde las Islas Canarias hasta las Indias, es decir, con unos 4.500 kilómetros, y en efecto se encontró con islas a esa distancia, probablemente estaba convencido de que había llegado a unas islas próximas a las costas de la India. 35 Justamente el 13 de octubre de 1492 anota en su diario de a bordo: "mas, por no perder tiempo quiero ir a ver si puedo topar a la isla de Cipango", 36 quiere decir Japón, y el 23 de octubre de 1492 escribe: "Quisiera hoy partir para la isla de Cuba, que creo que debe ser Cipango..." 37 Por su parte el rey portugués Juan II, sin duda basándose en tal suposición, consideró que tales islas se encontraban al sur de la línea Este-Oeste del Tratado de Alcá^ovas y reclamó su derecho sobre las islas recién descubiertas. 38 Por tal motivo el apoyo papal era muy importante para hacer valer los derechos caste32
W e c k m a n n , op. cit. p. 211.
33
Manzano, op. cit., p. 343, que a su vez cita a Emiliano Jos.
34
Manzano, op. cit., p. 344. W e c k m a n n , op. cit., p. 204 llama la atención a la carta mensajera q u e los Reyes enviaron a Colón, el 30 de marzo de 1493, q u e está dirigida a: "Don Cristóbal Colón, nuestro Almirante del m a r Océano, e Visorey y Gobernador de las Islas q u e se han descubierto en las Indias". A ñ a d e en la p. 211: "La mención de térras firmes, tal y c o m o la bula lo trae, debe entenderse en el sentido tradicional de significar la autorización de establecimientos costeros, c o m o y desde algún tiempo atrás lo venían h a c i e n d o (con la autorización pontificia de la bula R o m a n u s Pontifex) los lusitanos".
35
Véase ibid., pp. 545 s.
36
Cristóbal Colón, Los Cuatro Viajes del Almirante y su Testamento. Edición y Prólogo d e Ignacio B. Anzoátegui [Madrid (1946)5 1971], p. 32. V é a s e el mapa en el libro de Salvador de Madariaga, Kolumbus (München, Wien 1989), con la posición de Cipango (Vida del M u y M a g n í f i c o Señor Don Cristóbal Colón).
37
Ibid., p. 45.
38
Véase ibid., p. 408.
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llanos y para justificar sus derechos en ultramar sirviéndose de las bulas papales. Como es bien sabido, la constitución del Regnum Portucalense independiente solamente se consiguió a través del vasallaje papal, solicitado en 1143. Desde entonces, Portugal se consideró - según la tradición romana - un vasallo del Papa y justificaba sus derechos en ultramar sirviéndose de las bulas papales. De acuerdo con los conocimientos de entonces de Colón, se suponía que las islas que había encontrado en su viaje estaban situadas al este de la India, por lo que lógicamente según la bula de donación, o sea, la Inter caetera I del 3 de mayo de 1943, Castilla sólo reclamaba sus derechos sobre las islas aparentemente situadas frente a la India y los territorios de la costa de la India todavía por descubrir, lo que ya han señalado entre otros Manzano 39 y Weckmann. Debido a que el continente americano todavía no había sido descubierto, las bulas tampoco podían referirse a dicho continente. Por tal motivo Weckmann propone que, en el contexto de los conocimientos cartográficos de la época, las bulas alejandrinas deben interpretarse como preamericanas, o todavía mejor, como pseudo-asiáticas. La expresión "térras firmas" se refiere, según los precedentes de las bulas expedidas para Portugal, a la autorización de erigir puntos de apoyo a lo largo de la costa. 40 Por el contrario García Gallo sostiene que la teoría omni-insular de la Baja Edad Media no figura en ningún documento papal y afirma "que en la Bula Romanus Pontifex y en la Aeterni Regís se piensa antes en las partes continentales de Africa, o en los mares y comercio, que en las islas".41 Por mi parte considero que los textos no aportan la suficiente claridad para tal afirmación. Además García Gallo observa que Weckmann olvida que en la Inter II "hay una obsesión contraria por añadir firmas en donde la Inter I "decía ínsulas et térras".42 De hecho en el siglo XV Portugal realmente sólo
39
Véase Manzano, op. cit. pp. 415 s.
40
Véase Weckmann, op. cit., pp. 251 s.
41
En la ROMANUS PONTIFEX de 1454 puede leerse: "... idem Alfonsus rex, seu eius auctoritate predictus Infans, iuste et legitime, Ínsulas, térras, portus et maria, huiusmodi acquisivit ac possedit et possidet" [10]. Y en la INTER CAETERA de 1456 Calixto III confirma "... quod spiritualitas et omnímoda iurisdictio ordinaria, dominium et potestas, in spiritualibus duntaxat, in insulis, villis, portubus, terris et locis a capitibus de Boiador et de Nam usque per totam Guineam et ultra illam meridionalem plagam usque at Indos acquisitis et acquirendis..." [6]. Se habla pues de térras, pero no explícitamente de térras firmas. Véase García Gallo, op. cit. Apéndices pp. 769 y 777. Además Calixto se refiere directamente al deseo del rey Alfonso y del infante Enrique de conseguir "la espiritualidad en las mismas islas solitarias, tierras, puertos y lugares que están en el mar Océano hacia la costa meridional en Guinea..." [4], p. 776. El texto no insinúa que se proyecta la conquista de un continente, sino más bien de islas, puertos y fajas de costa. Weckmann, op. cit., p. 214 afirma que el término "térra firma" en la Edad Media significaba "masa territorial insular, y se utilizaba para describir las costas o barras de arena mayores, en contraposición a las costas pequeñas o menores". Se refiere a Washburn, "The meaning of Discovery in the 15th and 16th Centuries": American Históricai Review LXVIII (19 de octubre de 1962).
42
García Gallo, op. cit., p. 669. Véase en el mismo sentido la anterior cita de Oliveira Marques en la nota n° 22.
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mostró interés por los puntos de apoyo a lo largo de la costa, a excepción del caso especial del reino bantú de Manikongo, donde el Manikongo Nzinga Nkuvu, más por intereses políticos que religiosos, se hizo bautizar en 1491, ejemplo que siguió la clase dirigente. Aquí pueden apreciarse paralelismos con la misión germánica medieval. El Manikongo recibió el nombre del rey portugués, Juan, en una ostentosa ceremonia bautismal, lo que puede compararse con el patronato de bautismo imperial. 43 Podría hablarse directamente en el sentido medieval de un enfeudamiento de Portugal con el reino de Manikongo. En cualquier caso, al principio la corona de Portugal sólo pudo ampliar su ámbito de influencia sobre territorios más extensos indirectamente a través de Manikongo. Lo que resulta decisivo es que en el curso de los descubrimientos en el área del Caribe, así como de los sucesivos descubrimientos y conquistas en la tierra firme, es decir, en el sur de América Central y México, ¡las bulas pasaron de ser reinterpretadas como preasiáticas 44 a preamericanas! Esto puede apreciarse en la interpretación dada a las bulas alejandrinas en España en el medio siglo siguiente. Especialmente desde que en 1511 los dominicos en Santo Domingo parecían cuestionar la empresa de la conquista, la Corona volvió a recurrir a las bulas, si bien hizo valer también el derecho del conquistador, tal como se desprende de una carta del provincial dominico Alonso de Loaysa fechada en 1512 y dirigida a Pedro de Córdoba, en Santo Domingo, en la que escribe "resulta claro para todos que su Majestad ha adquirido estas islas 'iure belli' y Su Santidad se las ha dado al Rey, nuestro Señor, por lo que son lugar y motivo para la esclavitud." 45 . Esto quiere decir que las bulas papales le sirven a la Corona de Castilla como documentos para la legitimación de la conquista.
4. El papel de la Curia romana En primer lugar hay que considerar que el papa Alejandro VI, debido a su origen aragonés, se mostrara inclinado a favor de Fernando V e Isabel y que Fernando, como rey de Aragón y de Nápoles-Sicilia, era indispensable para Alejandro "como aliado en Italia contra las pretensiones de Carlos VIII de Francia". Por 43
Véase Horst Griinder, Welteroberung und Christentum, Gütersloh 1992, p. 50 s.
44
También Giménez Fernández, Nada más sobre las Bulas Alejandrinas de 1493 referentes a las Indias, Sevilla 1956, p. 15 recuerda que él siempre ha "sostenido el doble objetivo isleño, público y asiático, secreto, del primer viaje colombino".
45
"Mensajera del provincial de los dominicos, para los dominicos que están en las Indias, de reprehensión" Marzo de 1512: J. M. Chacón y Calvo, Cedulario Cubano (Los orígenes de la colonización). Colección de documentos inéditos para la Historia Hispanoamericana, Madrid 1929, pp. 445-447, cita según Gustavo Gutiérrez, Gott der das Gold, Freiburg etc. 1990, p. 45.
Las Bulas Alejandrinas de 1493
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tales motivos, los deseos de la Corona castellana hallaron un eco positivo en el Vaticano en el sentido de un "do, ut des".46 Giménez Fernández incluso afirma que "las Letras de 1493 referentes a las Indias, fueron para Alejandro VI instrumentos de trueque simoníaco". 47 Sin embargo, Alejandro no actuó como árbitro. Sus bulas no fueron un fallo arbitral, pues fueron redactadas sin el conocimiento y sin haber sido oídas por la Corona portuguesa, por lo que "el litigio entre las Coronas continuó mucho tiempo después de las bulas." 48 Giménez Fernández considera que los motivos de Fernando V al solicitar las Bulas seguramente eran de "carácter fundamentalmente pragmático". De ahí concluye que los Reyes de Castilla originalmente no querían conseguir "una soberanía política, sino un derecho de propiedad económica". 49 Tan plausible como parece esta tesis, según la cual para Fernando V y para Colón los intereses económicos eran completamente prioritarios, y "que en un principio no existió en los Reyes Católicos y en Colón" un celo misional, 50 tanto más es preciso aclarar la tesis subsiguiente que postula que los Reyes Católicos sólo reconocieron el problema de la misión, cuando Roma lo mencionó como motivo en la Inter /. 51 Ya que los reyes castellanos seguramente estarían al corriente de que para Roma las amplias concesiones económicas hechas a la corona de Portugal en la bula Romanus Pontifex estaban igualmente unidas al deber de la "propagación de la fe". De lo contrario, la única explicación que queda es que Fernando V consideraba al papa Alejandro VI tan corrupto que, en atención a su persona, estaría dispuesto a prescindir de una exigencia tan clásica como la misión. Prescindiendo de la cuestión de hasta qué punto el texto de las bulas había sido dictado por la Cancillería de la corte castellana, desde el punto de vista de la Curia romana lo que resulta decisivo es la cuestión sobre el enunciado real del texto de las distintas bulas, si se lee de acuerdo con la tradición romana medieval. En la bula Inter caetera I el Papa toma conocimiento y se muestra de 46
G. Kahle, op. cil. p.6.
47
Manuel G i m é n e z Fernández, Nada más, pp. II s. se refiere a "las alianzas matrimoniales d e los hijos de Rodrigo Borgia con los parientes de Fernando de Aragón".
48
Silvio A. Zavala, Las Instituciones p.33.
49
V é a s e Manuel G i m é n e z Fernández, Nuevas Consideraciones 1944, pp. 162 y 165. En tal sentido también debe considerarse la indicación de W e c k m a n n : "A fines del siglo X V términos tales c o m o >arbitrajesoberanía< y «Derecho I n t e r n a c i o n a l aún no forman parte del patrimonio general de la cultura jurídica europea.". Op. cit. p. 21.
50
G i m é n e z Fernández, Nada más, p. 18.
51
Ibid. p. 15: El espíritu misional no aparece en los documentos reales entregados a Colón, "sino el 28-V1493, después d e haberle leído c o m o título motivo en la Bula d e Donación, llegada la víspera de Barcelona". P. 19:"... después de esta fecha se refieren constantemente a él con m á s (Isabel) o m e n o s (Fernando) sinceridad...".
Jurídicas
en la Conquista
de América
(Madrid 1935), ( M é x i c o 2 1971),
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acuerdo con que los reyes españoles "con la ayuda divina" someten a su poder ciertas "tierras e islas, juntamente con sus naturales y moradores, a atraerles al dominio de nuestra fe". Con la clásica formula feudal "donamus. concedimus et assignamus" el Papa hace la entrega de "todas y cada una de las tierras e islas sobredichas, antes desconocidas" a los reyes de Castilla y León y "en nombre de la autoridad de Dios Todopoderoso, a Nos concedida en la persona de San Pedro, y del vicariado de Jesucristo" da la investidura de ellas a los reyes y a sus herederos y sucesores. 52 Se utiliza pues la fórmula de la redonación de las tierras y de la investidura de ellas de la jurisdición (soberanía política). 53 La bula nombra como razón de la intervención del Papa que "los Reyes por motivos de exaltación de la fe, someten al Papa las tierras e islas descubiertas y poseídas y sus sometidos habitantes: el Papa acepta la sumisión y requiere a los Reyes para que conviertan a los pueblos aborígenes." El Papa hace la "concesión de gracias apostólicas motu propio,54 para facilitar tal empresa".
5. La polémica de los investigadores en torno a las bulas La polémica de los investigadores gira particularmente en torno a la cuestión de si la fórmula "donamus, concedimus et assignamus" debe entenderse en el sentido jurídico de vasallaje, tal como lo entienden por ejemplo Zavala, Staedler y Hoeffner, o no. García Gallo considera que las pruebas para la interpretación de vasallaje son insuficientes. Hoffner señala incluso un contenido más inmediato de la Inter caetera que da prueba de las bulas como documentos feudales, a 52
Véase la traducción castellana del texto: Tratados de Fray Bartolomé de Las Casas - Prólogos de Lewis Hanke y Manuel G i m é n e z Fernández, transcripción de Juan Pérez de Tudela Bueso y traducciones d e Agustín Millares Cario y Rafael Moreno, t. 2 (México 1965), pp. 1277-1281. El término "investidura", respectivamente "investire" aparece dos veces en la Inter I, pero no aparece en la Inter II por lo q u e García Gallo, op. cit., p. 686 s. concluye: "Como los Reyes Católicos no aceptaron esta f o r m a de concesión se enm e n d ó la bula y en la Inter caetera del 4 desaparecieron las palabras investimos e investidura". Si esto resultara tan claro, por q u é añade García Gallo: "Pero la palabra investidura, incluso en este último caso, no tiene sentido feudal estricto: con ella se expresa la traditio de una cosa, el poner a uno en posesión de ella y el acto de hacerlo."
53
Citas según G i m é n e z Fernández, op. cit. p. 206.
54
La cláusula motu propio se halla en las bulas INTER CAETERA I y II, la EXIMIAE DEVOTIONIS y la DUDUM SIQUIDEM - "en q u e se conceden, confirman o delimitan los derechos temporales de príncipes cristianos. Es decir, en aquellos casos en q u e no se trata d e materias de disciplina eclesiástica y en los que la intervención del Papa no discurre por los cauces estrictos del Derecho canónico", c o m o observa García Gallo, op. cit. pp. 655 s. También explica q u e la expresión motu propio "en el estilo d e la cancillería papal" no significa que el Papa "interviene y decide por propia iniciativa" c o m o parece, tomado literalmente. "Se aplica para destacar que el Papa no procede resolviendo en justicia o reconociendo formalmente un d e r e c h o preexistente sobre el cual se le pida una declaración. Lo q u e se otorga motu propio nace en virtud de la libre decisión papal, que puede y suele ser provocada, pero que técnicamente no constituye una respuesta o resolución a lo q u e se pide."
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saber, la perífrasis de la obligación feudal como tarea de la evangelización de los pueblos paganos en los territorios descubiertos. "No se impone un tributo feudal. La protección feudal consiste en la aplicación de la excomunión, a la que queda expuesta toda persona que ose disturbar el feudo. La delimitación de la zona feudal también está prevista." 55 El argumento de la ausencia del término investidura en la Inter II pierde importancia si se considera que éste vuelve a aparecer en la Dudum siquidem.56 "En cuanto al argumento que se presenta como decisivo, de que la segunda Bula Inter caetera del 4 de mayo fue incluida en el registro de investiduras de la Santa Sede a principios del siglo XVII", García Gallo señala: "una cosa es que en el siglo XVII el Papa quisiese someter las Indias como feudo de la Iglesia y otra que realmente lo fuese".57 Este es el punto débil en la argumentación de García Gallo. Si a principios del siglo XVII el papa Pablo V (1605-1621) todavía entendía las bulas en el sentido jurídico de un feudo, no es suficiente la explicación de que él fue el Papa de la Contrarreforma, que "se caracterizó por una vuelta a las tradiciones medievales", de modo que se trató de "un intento de resucitar los privilegios eclesiásticos de la época feudal". 58 Desde la Alta Edad Media el pensamiento universalista y feudal estaban fuertemente unidos en el papado, por lo que todavía es más probable que Alejandro VI, a finales de la Edad Media, interpretara las bulas en sentido feudal. Comparto la opión de Weckmann, de que "Las Bulas Alejandrinas son desentráñales y comprensibles únicamente si se las considera por lo que son: documentos medievales." 59 Considero que la cuestión relevante para la investigación no es la expuesta por García Gallo de si las Bulas Alejandrinas deben entenderse realmente en el sentido de derecho feudal o no, pues eso sería una cuestión de las posibilidades del poder político real del papado frente a los reyes españoles en el año 1493, sino si la curia romana, que era muy consciente de su debilidad real en asuntos políticos, podía entender las bulas en el sentido de derecho feudal y si la Corona de Castilla, en ese momento determinado lo aceptó como un mal menor. Justamente éste me parece ser el caso. La Santa Sede expresó en las bulas sus exigen-
55
Véase Joseph Höffner, Kolonialismus (Trier 1947, 2 1969), p. 215.
56
Véase Weckmann, op. cit., p. 210.
und Evangelium.
Spanische
Kolonialethik
im Goldenen
57
Garcia Gallo, op. cit., pp. 688-692.
58
Ibid., p. 692 con referencia a van der Linden, "La prétendue inféodation...": Bulletin l'Académie de Belgique, XXIV (1938), p. 430.
59
Op. cit., p. 23.
Zeitalter,
Cl. Lettres
de
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cias universalistas tradicionales 60 y la Corona de Castilla lo aceptó para mejorar su posición jurídica frente a Portugal. Si Alejandro VI no se atribuyó el papel de árbitro en la distribución del mundo, ni regaló tierras y, como lo ha mostrado Staedler de manera fehaciente, quizá ni siquiera participó personalmente en la expedición de las bulas, queda por demostrar que la Curia romana se atribuyó los territorios descubiertos al otro lado del Atlántico como objeto feudal, es decir, que los consideró como bienes eclesiásticos, sometidos al espíritu universalista papal. Desde el punto de vista protestante, Fritz Blanke criticó en 1969: "El papa regala reinos que no le pertenecen en absoluto, que ni tan siquiera conoce" y lo hace "sirviéndose de la plenitud de su poder apostólico" que él sin duda entiende según la bula Romanus Pontifex del 8 de enero de 1454 "en el sentido de la hegemonía universal papal", tal "como lo habían proclamado Inocencio III (1198-1216) y Bonifacio VIII (1294-1303) en la Alta Edad Media: el Papa tiene la soberanía sobre todo el orbe, también sobre los pueblos paganos." (potestas directa papae in temporalibus) "Así, los pueblos paganos carecen en absoluto del derecho de existir ... La bula de Nicolás V de 1454 tiene su equivalente en la bula de Alejandro VI de 1493."61 Esa crítica corresponde en general al estado de la investigación a principios del siglo XX, cuando "los historiadores contemplaron estas bulas como documentos excepcionales, por cuyo medio los reyes de España, gracias a su concesión por Alejandro VI, se habían adueñado de medio mundo... Lo que más preocupaba a los autores era la divisio mundi, por la que el continente americano y las infinitas islas del Pacífico se habían concedido a España. Se veía esto como resultado de una decisión arbitral del Sumo Pontífice o como una mera donación, caprichosa e injusta de éste." 62
Desde que van der Linden demostró en 1914 la discrepancia entre la fecha de expedición de las tres bulas Inter caetera I y II y Eximiae devotionis63 han surgido dos hipótesis en cuanto a la explicación de este fenómeno que interpretan 60
Es preciso reflexionar con W e c k m a n n , op. cit., p. 22 "que la cancillería papal es una de las instituciones más metódicas y rutinarias de Europa y que la redacción d e las bulas papales sigue, dentro d e lo factible, y preferentemente, rutas ya trazadas y moldes tradicionales tomados d e previos d o c u m e n t o s . El hecho de que el N u e v o M u n d o " , m e j o r dicho algunas islas en el occidente, hayan sido descubiertas "cuando Alejandro VI ocupaba el solio pontificio fue algo meramente fortuito y no por otra razón q u e la anterior el m i s m o Pontífice fue llamado a disponer d e las nuevas tierras."
61
Fritz Blanke, "Mission und Kolonialpolitik": Missionsprobleme 1966, pp. 89-114,.
des Mitlelalters
und der Neuzeit,
Zürich
62
A. d e la Hera, op. cit., p. 62.
63
Véase H. van der Linden, "Alexander VI. and the demarcation of the maritime and colonial d o m a i n s of Spain and Portugal, 1493-1494": American
Historial
Review,
XXII-1 (Octubre d e 1916), pp. 1-20.
Las Bulas Alejandrinas de 1493
25
de manera distinta la historia de su origen y los motivos de los autores, es decir, del rey Fernando y del papa Alejandro, pero que no cambian en nada el significado fundamental de los documentos, pues los conocimientos geográfico-cartográficos eran los mismos en el mes de abril y en el mes de julio de 1493. Manuel Giménez Fernández escribió en 1944 que el haber fechado las bulas Inter caetera II el 4 de mayo y Eximiae devotionis el 3 de mayo demuestra que se pensaron como sustitutivas de la Inter caetera I de abril "y por tanto se fecharon como si hubiesen sido concedidas en lugar de aquélla. Así, las bulas reflejan la línea de la política de don Fernando a resultas de la del Papa, Portugal y Colón - durante la primavera y el verano de 1493."64 Por el contrario Alfonso García Gallo en 1957 defendió la hipótesis "de que las tres bulas habían sido solicitadas, concedidas y otorgadas simultáneamente, aunque luego su tramitación haya seguido un curso distinto y su expedición no haya sido simultánea, sino sucesiva. Por consiguiente, que estas tres bulas no se enmiendan, corrigen o amplían entre sí, sino que las tres, dentro de una concepción única, se completan entre sí, cumpliendo una función propia." 65 Por lo demás, las tres bulas representaban el equivalente a las tres bulas atlánticas concedidas a Portugal, o sea, la Romanus Pontifex de Nicolás V, la Inter Caetera de Calixto III y la Aeterni Regís de Sixto IV. "Para esta hipótesis, las bulas no reflejan el fondo de las relaciones entre España y Roma durante varios meses, y el logro a la larga del plan fernandino para las Indias, sino el planteamiento inicial de la empresa indiana tal como lo concibió en su mente el Rey Católico una vez decidida la realización de los proyectos colombinos". 66 Aquí nos encontramos con hipótesis contrapuestas. Sin embargo, junto con Alberto de la Hera, considero más plausible la hipótesis de Giménez Fernández. García Gallo no consigue explicar de manera satisfactoria la existencia de dos bulas con el nombre Inter caetera, "identidad poco lógica si ambas se concedieron a un tiempo, ya que lo normal hubiera sido que tres bulas pensadas a la vez para tres finalidades distintas llevasen nombres distintos; en la misma línea cabe extrañarse de la similitud, y en largos trechos, la igualdad de sus textos, poco explicable por estas mismas razones, y de que siguieran un curso absolutamente distinto en la Curia Romana tres documentos que, solamente usando de cierta sutileza jurídica, se podían considerar propios de organismos del todo diferentes dentro de aquélla." De la Hera concluye: "Quien admita las torcidas intenciones del Papa y del Rey estimamos
64
A. de la Hera, op. cit., p. 71.
65
Alfonso García Gallo, op. cit., pp. 563 s.
66
Ibid., pp. 70 s.
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que deberá aceptar" la hipótesis "de la gestión sucesiva; quien no, la de la simultaneidad".67 Si además se considera que después en España no se mencionó la bula Inter caetera I, parece plausible la hipótesis de la aparición sucesiva de las bulas en el contexto del desarrollo histórico de los meses de abril hasta junio de 1493. Lo que en mi opinión ha descuidado injustamente la investigación es la alusión de Weckmann de que las bulas Inter caetera de 1493 en realidad no se referían a América, pues el continente americano todavía no había sido descubierto.68 Según los conocimientos de entonces se trataba de islas con culturas tribales que deberían caer dentro de la jurisdición de la corona de Castilla. Si entonces se hubiera conocido la existencia de estados organizados como el de los aztecas y los incas se hubiera vuelto a plantear la cuestión. No se pretendía una divisio mundi. Por lo que se refiere a la base jurídica papal, en 1937 Staedler ya mostró que sería más correcto hablar de un "beneficium Alexandrinum" que de una "donatio Alexandrina", pues la fórmula constitucional donamus, concedimus, assignamus indica la creación, a partir de los bienes eclesiásticos, de un feudo laico con fines políticos en la forma de un mandato feudal. Este tipo de fórmula proviene de una costumbre de los antiguos romanos, según la cual "en actas de beneficio de derecho público se asignaban terrenos estatales para la provisión de los veteranos del servicio militar", un estado de cosas que ya malentendió Hugo Grotius (1583-1645), que interpretó tal fórmula según el derecho civil romano, aunque se trataba de un asunto de derecho público. Por lo demás, los edictos sobre las Indias Occidentales de Alejandro VI significan la investidura de la corona de España con la soberanía sobre los territorios descubiertos por su cuenta o todavía por descubrir al oeste del Atlántico, dejando al libre albedrío de la Corona "el ponerse de acuerdo sobre una frontera para el tráfico naval con Portugal", que podía reclamar sus antiguos derechos de acuerdo con la bula de 1454 de Nicolás V. 69 La reiterada crítica de una supuesta "donación del mundo" del Papa se debe entonces a la confusión de un acta de derecho público con un acta de derecho civil según el derecho romano. Al parecer esta tésis es desconocida en la investigación ibérica debido a las dificultades con el idioma alemán.
67
Ibid., pp. 74 s.
68
Véase Weckmann, op. cit. pp. 251 s.
69
Véase E. Staedler. op. cit., pp. 373 s„ 378, 394.
Las Bulas Alejandrinas de 1493
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El modo de actuar papal se justifica más bien con la introducción de la leyenda de Silvestre 70 en los decretales pseudoisidorianos que con la doctrina omni-insular. Las bulas alejandrinas encajan "dentro de la teoría monista hierocrática, según la cual Dios había dado el dominio del mundo a Cristo hecho hombre. Cristo lo había dejado a San Pedro y sus sucesores con la condición de que lo evangelizaran. Uno de éstos, Alejandro VI, había a su vez donado" 71 una pequeña parte del mundo, o sea, algunas islas de las Indias a los reyes de Castilla. Los papas Gregorio VII, Inocencio III y Bonifacio VIII eran partidarios de esta línea que permaneció vigente para la Curia independientemente de si esa vehemente pretensión era o no era realizable políticamente, o si solamente una minoría de los decretalistas se adhirió a esta teoría, como afirma Antonio García y García. 72 Las bulas de 1493 deben interpretarse dentro del contexto del derecho canónico de la Alta Edad Media según la "potestas directa papae in temporalibus". Lo que resulta decisivo es que los reyes castellanos, a fin de asegurar sus descubrimientos y las planeadas conquistas, estaban dispuestos, por lo menos teóricamente, a reconocer tal derecho, implícito igualmente en las bulas de Portugal. En tal sentido también es revelador el que todavía en 1546 los rebeldes pizarristas pensaran que, en caso de que no fuera aceptada su "exigencia de otorgar la gobernación del Perú a Gonzalo Pizarra y un sucesor suyo, con el requisito de que durante ambas vidas no estuviese en funcionamiento la Audiencia y, por añadidura, con la gracia de que se hicieran perpetuas las encomiendas de aborígenes", se debería intentar ofrecer al romano pontífice "tomar como feudo suyo el territorio conquistado por los Pizarro, a fin de que los colonos pudieran eximirse de la soberanía española y desempeñar la administración de ese País en nombre del Papa", pues, en última instancia, era el Papa "quien había cedido al rey de Castilla el dominio sobre las Indias".73 De aquí se desprende que, medio siglo después de su expedición, en la opinión pública todavía estaba presente el carácter feudal de las bulas alejandrinas.
70
Weckmann, op. cit., p. 215 señala que todavía "fray Bartolomé de Las Casas aceptaba, cien años después de la revelación de Lorenzo Valla, la veracidad de la Donación de Constantino al mencionar la conversión del emperador romano por el Papa San Silvestre..."
71
Antonio García y García, "La Donación pontificia de las Indias": Pedro Borges (ed.), Historia de la Iglesia en Hispanoamérica y Filipinas, Vol. I, Madrid 1992, pp. 33-45, p. 35.
72
Ibid.
73
Teodoro Hampe Martínez, Don Pedro de la Gasea 1493-1567 (Lima 1989), p. 113 que se refiere a Guillermo Lohmann Villena, Las ideas jurídico-políticas en la rebelión de Gonzalo Pizarro, (Valladolid 1977), pp. 73-76. Véase Texto de las instrucciones, fechas en Los Reyes el 26-XI-1546, en Biblioteca de Palacio, Madrid, Ms. 409, n° 1, y en Biblioteca de la Real Academia de la Historia, Madrid, Col. Mata Linares, t. 84, f. 1.
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En resumen se puede decir que Roma, en 1493, debido a su propia posición de poder, no podía imponer su potestas directa. Sin embargo, los reyes castellanos, que nunca habían aceptado una relación de vasallaje de sus territorios ibéricos respecto a la Santa Sede, ni tampoco la habían necesitado, al contrario de Portugal y en parte también Aragón, evidentemente en 1493 recurrieron a la teoría de la potestas directa a fin de asegurar óptimamente sus derechos sobre los territorios conquistados. Finalmente es de señalar que la Corona, ante la discusión iniciada en 1511 sobre la ética colonial, en 1513 en el Requerimiento, redactado probablemente por Palacios Rubios, que debería leerse antes de iniciar acciones bélicas, interpretó las bulas en el sentido del monismo hieracrático. Así, las bulas se utilizaron para legitimar los actos bélicos en la empresa de conquista. Este modo de actuar significa una perversión cometida en nombre del cristianismo, de la que probablemente ya eran conscientes los predecesores del papa Alejandro VI al otorgar las bulas para la expansión portuguesa en ultramar.
Conhecimento e representado do Mundo no tempo de Tordesilhas A. A. Marques de Almeida Universidade de Lisboa
1. Introdu9ào O Tratado de Tordesilhas, assinado pelos representantes dos Reis Católicos e de D. Joào II no dia 7 de junho de 1494 e, logo em seguida, ratificado por D. Fernando e D. Isabel ( 2 de Julho) e pelo Monarca portugués (5 de Setembro) tem merecido diversas interpretares e leituras historiográficas. Poucas vezes um documento diplomático de tao grande importancia terá sido negociado com tanta rapidez e a contento das partes envolvidas. O Tratado conta-se, sem dúvida, entre os textos mais questionados pelos historiadores e pode afirmar-se que nao os tem desiludido, antes pelo contràrio, na medida em que as suas múltiplas leituras abriram caminho a um rosàrio infindável de questòes, às quais, nao se pode escondé-lo, responde mal e de maneira ambigua. Dai a geratriz de dúvidas e de incertezas, e até de texto mítico, a que por vezes tem sido al§ado. Mas, se de certa maneira o que se afirma acima ressuma algum exagero, penso que todos estamos de acordo quanto ao tratar-se de um texto que, nao contendo em si todos os elementos necessários à sua compreensào, nào se explica a si pròprio. Por isso, o texto de Tordesilhas comporta-se como um sistema fechado e a sua compreensào só pode ser exógena porque depende de elementos estranhos. E, de entre estes, o clima mental em que emergiu poderá produzir alguns modelos interpretativos de significativa importancia para o seu enquadramento histórico. Assim, ocorre perguntar: saberiam os negociadores realmente o que negociavam? Nào restam dúvidas quanto à determinasào política e à vontade de definir urna estratégia, ou estratégias, que acautelasse os interesses das duas potencias, mas presume-se que nào tivessem ideias muito claras sobre a maneira mais adequada de o fazer. Dai as dificuldades em levar à pràtica o que assentaram entre eles, e que nào podiam nem sequer ser imaginadas, pois os limites da imagi-
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naçâo estâo para além do horizonte da expectativa e só este comporta a utensilagem analítica disponivel para a leitura da realidade. A tradiçâo de Parménides, que ainda vigorava na Baixa Idade-Média, implicando a divisâo da esfera em cinco zonas e as ainda insolúveis representaçôes da ecúmena medieval, nâo deixava margem para urna segura leitura do largo espaço atlàntico, sobre o quai a linha seria lançada. De outra maneira, a ideia de urna Terra esférica na sua totalidade ainda demoraría mais de cem anos a imporse nas visôes dos europeus, longe ainda da soluçâo das dificuldades colocadas pela junçâo das esferas da água e da terra. Por isso, o menos que se pode dizer é que o Tratado de Tordesilhas é paradoxal e as dificuldades da sua aplicaçâo sâo bem conhecidas e bem patentes no seu texto. Em primeiro lugar, como se marcavam as 370 léguas em longitude; depois, a definiçâo da extensâo de um grau do meridiano terrestre; e por firn, a partir de que ilha do arquipélago cabo-verdeano se iniciava a contagem das 370 léguas a oeste, pois a origem da contagem é omissa. Mais: em Tordesilhas existem duas linhas em vez de urna: a primeira é uma linha intencional, é um meridiano, que deveria ser obtido: "pollo dito mar oceano hua Raya ou línha direita de poolo a poolo a saber do poolo artico ao poolo antartico que he do norte ao Sul. A quai Raya ou linha se aja de dar e de dereita como dito he a trezentas e setenta leguas das ilhas de cabo verde para a parte do ponente por graoos ou por outra maneira como milhor e mais prestes se possa dar de maneira que nó sejam mais".1 E digo intencional porque, prevendo o impossível, ou seja, que a demarcaçâo seja lançada no "mar oceano", nâo foi levada à pràtica. Desta maneira, estamos em presença de um semimeridiano, que vai do poolo artico ao poolo antartico que he do norte ao Sul. Só com a chegada de Sebastiâo del Cano, após a primeira viagem de circumnavegaçâo, e a agudizaçâo do conflito das duas coroas ibéricas pela posse das Molucas, é que D. Joâo III, com a imediata concordância de Carlos V, anteviu as vantagens de a linha divisoria de Tordesilhas ser extensivel ao Oriente, impondo-se entâo - a segunda linha, como um meridiano. Mas as grandes dificuldades práticas da demarcaçâo continuam bem patentes durante anos e a Junta de Elvas-Badajoz, com a discussâo acesa entre os cosmógrafos e matemáticos portugueses e castelhanos, testemunha a evidência dessas dificuldades. Compreende-se agora melhor a afirmaçâo de que a linha que dividiría as duas grandes áreas de influência de Portugal e de Castela foi apenas imaginada. Pois, como nomear uma linha traçada entre dois pontos, poolo artico e poolo antar-
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Silva Marques, Descobrimentos
Portugueses,
Lisboa 1971, vol. IV, p. 435.
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tico, e em dois espatos, um físico, só concebível como ptolomaico e euclidiano, que mal se le, e outro mental, sem representagáo possível? Para um historiador das mentalidades a contradigo maior de Tordesilhas consiste no evidente desajustamento dos seus homens com a sua própria intencionalidade. Sao homens de um mundo que se esfuma e que assentam os pés num outro que ainda se nao conhece. Mas se Tordesilhas é urna linha trabada em espafos físico e mental; um, que mal se le, e outro, sem representa?ao imaginária, nao será igualmente um tempo do impossível? Bem podia Francisco I ficar descansado: como o Sultao no conto árabe que fala da invengao do xadrez, podia dormir tranquilo; jamais o seu inventor, que lhe pedirá como retribuigáo dois graos de trigo na primeira casa, quatro na segunda, etc., chegaria alguma vez no tempo humano ao fim da contagem. Do mesmo modo se Adáo tivesse legado em testamento a divisáo do Mundo aos monarcas ibéricos, era também certo que nao lhes dissera como deveriam fazer. No ocaso do mundo ptolomaico, dividir espago euclidiano era uma tarefa infindável, num tempo impossível. Os cosmógrafos e os matemáticos da Ponte do Caia deram-se bem conta disso.
2. Conhecimento e representa?áo do Mundo em 1494 2.1 A Geografía como conhecimento. No mundo finissecular quatrocentista a inovagáo reina sobre toda a Terra e sobre todos os Océanos e ainda que os historiadores tenham com ela um conflito mal resolvido, nao raras vezes a Historia tem-lhe reservado um papel de confronto e, em última análise, reconhece-lhe uma ac?áo decisiva na transformasáo das mentalidades. Foi mais uma vez o caso. Nao se estranhe pois, que a Inovagáo que nos interessa neste estudo seja a que respeita as estruturas mentáis e, também aqui, estamos com Marc Bloch que a definia como sendo, em primeiro lugar, um contacto de mentalidades. Isto é igualmente válido no sentido mais extenso do seu significado: a inova£áo tecnológica que, na senda do progresso técnico e em casos extremos, se assume como uma situagao de ruptura. Quem primeiro deu por isso foram os historiadores da Economia porque, na senda de teoría económica, encontraram o caminho desbravado pela subtileza de Schumpeter; mas sao os historiadores das mentalidades quem, indubitavelmente, melhor uso fazem déla. Porém, devemos ter em atengáo que a inovaíjáo resulta muitas vezes de lentas e laboriosas descontinuidades que conduzem ao enfraquecimento dos saberes ou daquilo que se toma por eles. É que o acto da cria9áo científica, sendo uma ati-
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tude de mentalidade, e comportando-se sempre como mecanismo de inova?ào mental, é também produto de descontinuidade e assume-se como elemento de modernidade. E, nesta condi?áo, conta mais do que a descoberta, ou seja, a realidade dada como recentemente conhecida. No tempo de Tordesilhas o conhecimento do espa§o geográfico era urna conc e p t o de finitude, um momento breve de crisálida, aguardando a anunciada transformado. Um tempo único de metamorfose que difícilmente voltaria a repetir-se no processo histórico da cultura europeia. E é, justamente, no campo da Geografia que a transformafào dos olhares mais prejuizos causou, arrasando sem remissào o edificio ptolomaico que resistirá durante mais de 1200 anos e, mesmo falso, tao bons e relevantes servidos prestara. E é igualmente no dominio da Geografia que se joga o maior desafio da cultura europeia (e também a mais fecunda inovagào) que consiste na configuragào espacial do Atlàntico, esse Mediterràneo às avessas, com o eixo dos meridianos no lugar do eixo dos paralelos, sendo também verdadeira a reciproca 2 . Este conhecimento, por ser novo, torna-se valioso e difunde-se como inform a l o e eis urna mercadoria de elevado valor científico, político, econòmico e estratégico. Isso explica, por exemplo, a velocidade de circuladlo da novidade geográfica que as cartas italianas de Cristoforo Soligo e de Grazioso Benincasa registam sobre o progresso das navegagoes portuguesas em Africa, ainda antes de 1490. Um outro exemplo pode ser ilustrado pelo célebre Planisfério, dito de Cantino, onde já aparece registada a Ilha da Ascen^áo, descoberta na torna viagem de Joào da Nova que chegou a Lisboa em Setembro de 1502. Em Novembro seguinte Alberto Cantino escreve ao Duque de Este, anunciando que já tem o Planisfério com ele. Como se vé, a informagáo corre célere, mas é clandestina e marginal e vai manter-se neste estado durante mais de duzentos anos, alimentando a controvèrsia e dando azo a lendas e mitos de que também a historiografía europeia se alimenta. Vejam-se os casos paradigmáticos da sempre celebrada escola de Sagres ou a política de sigilo de D. Joào II de Portugal. 2.2 A cartografía como representagào. Num tempo de conhecimento incerto que vias se abriam à representa?ào do Mundo? Como seria esta possível quando a velha questao de saber se a Terra descansa sobre as águas ou se estas se envazam ñas concavidades das térras nào estavam ainda derimidas? A primeira leitura nào estava ainda totalmente arredada do entendimento dos homens, e à segunda faltava-lhe a justificagáo.
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Vitorino Magalhàes Godinho, "Portugal, as frotas do acucar e as frotas do ouro (1670-1770): Ensaios, t. II, Lisboa, p. 427.
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Este jogo complexo do tentar inovar e do resistir, seja na esfera do social ou no ámbito da mentalidade, marcou a cultura portuguesa dos séculos XV e XVI com momentos de síntese laboriosamente construidos. E é no dominio do conhecimento e da representado do espago físico - a Geografía e a Cartografía que, a par da sistematizado da nova informado sobre as correntes oceánicas, os fundos marítimos, os regimes dos ventos, a náutica astronómica, se podem demarcar áreas do mais fino recorte de inova^áo, todas elas fazendo parte da larga panoplia do conhecimento emergente, que os homens dos séculos seguintes designariam por empírico. As origens da cartografía portuguesa devem procurar-se na tradigáo dos portulanos medievais italianos que, por sua vez consagram, eles também, urna antiquíssima heranga mediterránica que ascende ao século V a. C.. Herangas longínquas que se transformaram em legados geracionais, constantemente editados pelos frutos das novas experiencias e que dos ribeirinhos mediterránicos passou aos aragoneses, portugueses e castelhanos sob a designado genérica de roteiros3. Nao se estranhe, pois, que a cartografía aragonesa (as célebres raízes maiorquinas da nossa cartografía) tenha sido, durante os séculos XIV e XV, um importante centro de irradiado e a fonte histórica dos cartógrafos portugueses. O historiador belga Charles Verlínden aponta o ano de 1445 como sendo o tempo do cometo da cartografía em Portugal e, quarenta anos depois, 1485, surge o mais antigo roteiro portugués, segundo proposta de Vitorino Magalháes Godinho4. A descoberta de novas térras implicou um esforgo desmedido de compreensáo fenomenológica e a reorganizado do espado geográfico exigiu profundas mudanzas ñas estruturas mentáis dos europeus. O cálculo das dimensoes terrestres, consoante a tradigáo ptolomaica, é progressivamente substituido por propostas ajustadas as novas concep§oes do real; os arcaísmos e os erros sao corrigidos, nao sem que, por urna razáo ou por outra, o espanto se suceda á incredulidade. Seria interessante analisar até onde o espago cartográfico foi o veículo ideal e mesmo previlegiado para a circulado da nova informado, á medida que ela ia ficando disponível. A intensa procura a que, desde fináis do século XV e até ao século XVII, quer as cartas quer os próprios cartógrafos estiveram sujeitos, explica a avidez e a importancia que, sob o ponto de vista de estratégia militar, económica e política, os referidos documentos suscitavam. Mas a informado cultural e mesmo civilizacional que elas difundem nao é de somenos importancia e por isso noutro lugar voltaremos a este assunto. 3
Nao se conhecem, de forma segura, cartas náuticas antes da segunda metade do século XIII, o que torna conjectural tudo o que, sobre o assunto, se tem escrito.
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Aparece inserido no chamado Manuscrito de Valentim Fernandes, publicado, segundo Bensaude, em 1508.
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3. Os meios disponiveis para a interpretado do Mundo Nos tempos que antecederam o Tratado de Tordesilhas a i n f o r m a l o científica circulou confinada aos paradigmas e à pràtica experimental que os mesmos consignavam, sempre dentro dos limites da sua capacidade explicativa. Na Baixa Idade Mèdia é possivel detectar-se urna ressonáncia composta pela circulagào dos discursos dos saberes herdados da Antiguidade e da confluencia indo-árabe. O elemento catalizador da difusào da informadlo dos saberes foi o aparecimento em romance de obras de índole científica, tal é o caso da versáo castelhana quatrocentista do Almanach de Zacuto (publicado em Leiria em 1496), do Tratado da Practica d' Arismetica de Gaspar Nicolas, o primeiro livro científico publicado em lingua portuguesas5. O Tratado da Esfera de Pedro Nunes, bem como as práticas de aritmética de Ruy Mendes, de Bento Fernandes contribuiram para a organizado do discurso e do léxico científico da nossa lingua6. Em Quatrocentos, no período pré-gutemberguiano, urna vasta panoplia de textos, aditados por sucessivas leituras e comentários geracionais, alimentavam a f o r m a l o dos grupos cultos. Os Libros del Saber, de Afonso X, os textos de Sacrobosco, As Etimologías de Santo Isidoro de Sevilha, as obras de Boécio, de Euclides, de Purbáquio e de Aristóteles tiveram frequentes edigòes e na segunda metade do século XV, depois da i n v e n t o da tipografia, conheceram em curto espado de tempo inúmeras prensagens. Lugar especial para Ptolomeu, cuja Geografia, esquecida durante séculos, foi reintroduzida no Ocidente por urna trad u c o de Jacobo d' Angiolo (1409) mas só publicado em 1475, e que dai em diante se reproduziu como urna tortulheira7. Nesta altura circulavam em Portugal e no resto da lbéria versòes latinas e até mesmo em vulgar de Estrabào, Plinio, Dioscórides, Pomponio Mela, Euclides, Boécio, Avicena, Galeno, Regiomontano, a par dos textos hebraicos e árabes de lbn Ezra, Azarquiel, Ibn Safar, Alfragano (Rudimento Astronomica ) e Messahala (O Tratado da Astrolàbio). A Imago Mundi do Cardeal Pierre D'Ailly (c.1410) foi conhecida em manuscrito até ser prensada em Lovaina entre 1480 e 1483. Nào há, todavia, provas concludentes de ter sido conhecida em Portugal, embora seja elevada a probabilidade de ter circulado entre nós; Colombo trabal5
Oficina de Germáo Galharde, Lisboa 1519.
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A.A. Marques de Almeida, Aritmética como descrigáo do real (1519-1679). Contributos para a formagáo da mentalidade moderna em Portugal, Lisboa 1994.
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Entre nós, Virginia Rau rastreou urna copia datada de 1460, f a d o que prova a circulafáo da informado escrita, mas nao prova que o Infante D. Henrique tivesse déla conhecimento ou que a tivesse lido, pesem os testemunhos abonatórios de Joáo de Barros ou de Duarte Leite nesse sentido.
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hou-a demoradamente e anotou-a como se pode verificar no seu exemplar pessoal, existente na Biblioteca Colombina, em Sevilha. A versào latina do Tratado da Esfera de Sacrobosco corría a Europa desde a segunda metade do século Xlll e Luis de Albuquerque documentou a sua circulafao no Portugal Quatrocentista8. Também os estudos de A. Moreira de Sa comprovam a circuiamo de várias obras de matemática e de astronomia, em época anterior à funda?ào do Estudo Geral de Lisboa9. Urna Sphera Mundij, de autor nao mencionado, aparece rastreado em 1257, no testamento de Mestre Gil, de Leiria, deixando aberta a ideia de que outras haveria e seriam igualmente lidas. Guy Beaujouan inventariou no acervo que pertenceu à livraria do Colégio Viejo de San Bartolomeo, de Salamanca, entre outros, o Tratado da Esfera de Sacrobosco e um comentário redigido por Roberto Angles; o Tratado do Quadrante deste último; e ainda o Tratado do Quadrante Novo,, de Profatio10 Luciano Pereira da Silva, no seu estudo Astronomia de Os Lusíadas, provou que Camòes seguiu o sistema ptolomaico na descri§ào da máquina elemental do mundo, tal como é feita pela deusa Tétis. De entre as leituras de Camoes contava-se, provavelmente, a obra de Purbáquio, Theoricae novae Planetarum de 1460, urna vez que esta teve larga difusao em Portugal ainda no Século XV e que veio a acentuar-se no século seguinte, tendo ainda Pedro Nunes, em 1537, realizado urna tradu?ào e um comentário àquela obra. Mesmo este, que ganhou fama entre os contemporáneos de ser homem bem informado, quando em 1566 imprimiu os seus tratados em látim, ainda manteve a visáo ptolomaica do mundo, nao obstante Copérnico ser conhecido nos meios científicos e seguramente ser já da sua leitura pessoal. Como se ve, o universo das leituras oferecidas por estes textos, em pouco ou nada, ajudaria os coetáneos de Tordesilhas à interpretado do Mundo, sobretudo no momento em que diante dos seus olhos incrédulos ele se transformava, deixando de ser o que era, para parecer outra coisa. Os meios disponíveis para a interpretado do Mundo claudicavam. Os limites dessa interpretasào foram rompidos pela primeira gera9ào de gente ligada às navegares, mareantes, pilotos, cosmógrafos, astrólogos, roteiristas, e cujos nomes enchem os compendios de Historia, desde o Infante, Diogo Cao, Bartolomeu Dias,Vasco da Gama, Valentim Fernandes, Pero Vaz de Caminha, Duarte Pacheco Pereira, Gaspar Nicolás, D. Joáo de Castro, Pedro Nunes, Diogo de Sá... 8
Luis de Albuquerque, "Sobre um manuscrito Quatrocentista do Tratado da Esfera de Sacrobosco": Revista da Faculdade de Ciencias da Universidade de Coimbra, t. XXVIII, Coimbra 1959, pp. 142/176.
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E o caso dos manuscritos Alcabitius obtimus liber de Astronomia, Liber circulij celestis opera e Líber de Astronomia et sun xiij, além de um outro Duo libri de Geometria magnij. Apud Luis de Albuquerque, Para a Historia da Ciencia em Portugal, Lisboa 1973, p. 23, nota 34.
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Luis de Albuquerque, Para a Historia da Ciencia em Portugal, Lisboa 1973, p. 21.
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4. Os limites da imaginado do Mundo Se, como já deixámos antever, os limites da interpretado do Mundo se encontram esgotados no tempo de Tordesilhas, os limites da imaginado do Mundo dos homens desse tempo estào contidos dentro da sua capacidade de imaginar e de descobrir. E, todavia, descoberta, inven5ào e inovagào, eis a tríade que formou que estava a formar no tempo de Tordesilhas - o homem moderno. Achamos aqui o ponto de partida de urna espantosa viragem que sacudiu o homem europeu do dormitar medieval e o preparou para a leitura do grande livro do Mundo na melhor tradigào de Lucrécio, de Nicolau de Cusa e que seria continuada por Galileu, Francis Bacon e Tommaso Campanella. Os limites da imaginagào do Mundo, como o horizonte visto do cesto da gávea, afastam-se cada vez mais e os novos olhares sao os dos grupos em a s c e ^ à o social: mercadores e os seus agentes; de entre as novas profissSes ligadas ao comércio de longa distancia ou no àmbito de grupos profissionais: roteiristas, mareantes, pilotos, cosmógrafos. Aritméticos, também, pois a linguagem da descrigào do Mundo chama-se Aritmética e constituiu-se como a utensilagem que tornou possível um primeiro momento da síntese no dealbar de Epoca Moderna: a aritmetizagào do real, a que se seguirá, proposta por Galileu, a decifragáo da linguagem matemática em que está escrito o livro da Natureza1 E certo que o Mundo já tinha c o n d a d o a mudar muito antes das grandes viagens de Bartolomeu Dias, Colombo ou Vasco da Gama. Quando falo de Mundo, falo, naturalmente, do mundo medieval e de tudo o que ele representa de heranga, de inovagào, mas também de resistencia. Há muito que a visào de Nicolau de Cusa deixara de ser consentànea com a organiza5ào aristotélica e Copérnico permanece muito mais agarrado à medievalidade do que ao pensamento moderno que, sem dúvida, ajudou a construir. Foi preciso Keppler e Galileu para que a modernidade que se adivinhava ñas suas obras viesse ao de cima e desempenhasse o papel cimeiro de agente transformador das visoes do Mundo. E de entre estes agentes da transformado, Tordesilhas ocupa lugar cimeiro, indispensável à redifinigào do espago físico e de um outro espago ainda mais difícil de definir - o mental, sem o qual, na aurora da modernidade, nenhuma viagem se torna possível, nenhuma estratégia se consolida. As linhas de Tordesilhas, tal como fora o Cabo Bojador, sào situagoes limites da angustia, do medo mas também do prazer. A abertura da mentalidade medieval, talvez a herdeira do deambular persistente e teimoso em encontrar urna qualquer Itaca, 11
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passa pela viagem, entendida esta como algo intimamente ligado ao prazer da descoberta e ao encontro com a alteridade. Durante séculos os viageiros vào alimentar a crónica interminável dos naufrágios da carreira da India ou do Brasil, o desfiar do rosàrio da desdita e da esperan?a de um povo inteiro. Nao é novidade nenhuma. O mundo medieval está cheio de incansáveis viageiros e pelas grandes rotas comerciáis fluem mercadorias, homens, visoes do mundo. Infatigáveis caminhantes foram o Infante D. Pedro, o das Sete Partidas, os Lomellini ou Marco Polo, só para lembrar nomes de profunda, ainda que diferenciada, ressonáncia na cultura portuguesa. Mas o Infante D. Pedro é um viajeiro diferente dos Lomellini ou até em parte de Marco Polo. Mas todos tèm de comum o serem homens que vivem épocas de transÍ5áo, que assentam os pés num mundo, enquanto o gosto e a sensibilidade que enformam a sua visào dele pertencem a tempos de porvir e a outras latitudes. Os contemporáneos de Bartolomeu Dias e de Colombo criaram um vocabulário à imagem dos seus medos e que domina a aten^áo de todos os que "se vam sobre o Mar Oceano", de quem Valentim Femandes escreveu serem mareantes e a quem Diogo de Sa chamou navegantes. Uma outra palavra denominadora é latitudes. Mas nào é a única; num tempo em que se inventam térras, mares, ventos, rotas e se dào nomes a cabos, baías, portos, promontorios, que tem de novidade inventar palavras? Uma palavra sem solu^ào, ou, se quizerem, uma palavra-esperan?a que se faz notar como a ausencia em Foucault porque, afinal, nem sequer existindo, torna-se presencialmente obsessiva: longura. Ou seja, tirar o leste pelo oeste, dos nossos cosmógrafos e matemáticos quinhentistas e que veio depois a chamar-se longitudes; esse bloqueio intransponível que só os homens das Luzes foram capazes de vencer. Uma pedra de Sisifo que, uma vez, finalmente segura no alto do monte, permitiu, aos olhos dos homens, urna mais ajustada leitura do Mundo. Também o conceito de descobrir é complexo e encerra uma multivariedade de sentidos e de significados, os quais por vezes se acoitam atrás da homonomia 12 . Por exemplo e uma vez mais: invengo, novidade, até mesmo ruptura, sem a qual o processo histórico difícilmente avadaría. Nesta linha de raciocinio Descobrimentos nao se confundem com o outro conceito habitualmente próximo de Expansào, pois esta tem urna maior extensáo diacrònica e semàntica. Também a diferen^a entre invengào e descoberta se esbate quando ultrapassamos a barreira semántica e nos fixamos na realidade que ambas descrevem. Suponho ser neste
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A historia da palavra está feita e até de maneira exaustiva, pelo menos para o período que vai de 1055 até 1567. Ver Joaquim Barradas de Carvalho, A la Recherche de la Spécificité da le Renaissance Portugaise, Paris, Fondation Calouste Gulbenkian. Centre Culturel Portugais 1983, t. II, pp. 529/542.
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contexto que faz mais sentido dizer-se que Colombo inventou, muito mais do que descobriu, a América. E que há de estranho em tudo isto? A invengáo é feita de restos, pois há muito que a asser$áo "do nada, nada se cria" está sobejamente demostrada e ainovagáo é construida como que sobeja de corpos ou organizares passadas. O cientista nao é senao um Robison Crusoé que com as tábuas do barco naufragado constroi a barraca em que se abriga. Todo o jogo da inovagáo nao passa disso. Talvez seja essa a origem ou a explica§áo primeira da célebre anedota do ovo e de Colombo. Afinal, Natura non fecit saltas. Mas nao há limites á imaginario do Mundo.
5. Conclusao O tempo de Tordesilhas é uma demorada transÍ9áo; o finissecular quatrocentista é uma ponte entre dois mundos, muito mais do que uma ponte entre dois tempos. Trata-se de momentos únicos, porque irrepetíveis, em que o conhecimento do Mundo se metamorfoseia e se transforma em algo que se nao sabe o que seja. Para as coisas novas nao estáo disponíveis novas palavras e as velhas desajustam-se da nova realidade emergente, dada a exiguidade da utensilagem cognitiva. Está gasta a afirma?ao de que as palavras rebentam pelas costuras e a ruptura semántica em nada ajuda á compreensáo da nova realidade. Como na narrativa do velho Tirésias, em que se diz que os seus olhos de cegó ficam longe e nao lém o mundo que imagina, também os coetáneos de Tordesilhas nao entendem o Mundo que passa diante dos seus olhos. Ler é ver. A leitura do grande livro da natureza cria as visoes do mundo e que sao confronto; confronto de ideias, choque de concepsoes. De um lado a medievalidade arrestando a carga da heran?a helenística com Ptolomeu, Diofanto, Euclides, Boécio. A emergencia da novidade e da descoberta que trás em si mesma a destruido do conhecimento antigo que se organiza e resiste contra todas as evidencias, e tenta ainda, numa atitude desesperada, conciliar o inconciliável e salvar o que já está perdido, tal como Bordone tenta, no seu Isolário, o ajustamento do novo espago geográfico á irrecuperável ligao ptolomaica. E estávamos já em 1528. Nestas circunstáncias a informa?áo dos saberes disponível serve para muito pouco. Mas, paradoxalmente, é déla que flui o entendimento futuro. Mas nao será Tordesilhas igualmente um espado do impossível? Pois que é trabar uma linha imaginária, que principia a ser definida como um meridiano e
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nào passa afinal de um semimeridiano, entre dois espatos, um físico, que mal se le, e outro mental sem representado possivel? Assim foi Tordesilhas. Num primeiro tempo (cerca de 1494) urna intengào. Num segundo tempo, que comefa a esbo?ar-se de 1519 em diante, urna obsessào. Os resultados da viagem de Fernào de Magalhaes, levada a cabo por desavindos com a coroa portuguesa, aumentaram as preocupares do Piedoso e a pressào das especiarías asiáticas de Carlos V no mercado de Antuérpia, onde chegaram pela primeira vez em 1523, juntamente com a retoma de posÍ9áo nos mercados da Alemanha e da Europa do Norte por parte de Veneza, convenceram D. Joào III do valor estratégico da linha de Tordesilhas e da necessidade do seu alongamento ao outro lado do Mundo 13 . Só entào a linha de Tordesilhas é assumida como urna verdadeira divisào do Mundo; o semimeridiano é entendido como meridiano. A todo o custo as ilhas da especiaría deveriam pertencer ao dominio da coroa de Portugal. Mas como a solugào se revelava, do ponto de vista científico, impossível, os negociadores sempre foram capazes de resolver o diferendo pela via negocial, mesmo que isso tenha custado a um eràrio real esgotado 350.000 cruzados. Onde claudicou a resposta científica, a pressào dos mercados numa proto-economia planetària ditou o tratado de Sarago?a de 1529. Enfim, para um historiador das mentalidades, a contradigo maior de Tordesilhas consiste no evidente desajustamento dos seu homens com a sua pròpria intencionalidade. Sào homens de um mundo que se esfuma com os pés já assentes num outro, ainda desconhecido. A distancia que vai entre o que se tem e o que se intui, talvez nunca tenha sido tao dramática. Mas o conhecimento e os saberes do Mundo estào em transforma9ào, quando, na linda metáfora do renascimento ibérico, os olhos se fazem al mar. É nesse ponto de urna linha do tempo que cometa a construir-se a legitimado dos saberes empíricos.
13 A. A. Marques de Almeida, Capitais e Capitalistas no Comercio da Especiaría. O Eixo Lisboa-Antuerpia (1501-1549). Aproximafáo a um estudo de Geofinanga, Lisboa 1993, p. 33.
SEGUNDA PARTE L A POLITICA DE LAS GRANDES POTENCIAS EUROPEAS RESPECTO A AMERICA LATINA A FINALES DE LA EPOCA COLONIAL
Dos grandes potencias europeas y un pequeño pueblo indígena. La Costa de Mosquitos entre los imperios coloniales de España y Gran Bretaña por Barbara Potthast-Jutkeit Universidad de Bielefeld La historia de la Costa de Mosquitos se caracteriza desde la conquista española de América por su situación a orillas del puente de tierra centroamericano, pero también a orillas del Caribe, y por ende, tanto en la periferia del imperio continental dominado por los españoles, como también del imperio colonial británico basado en las islas caribes de la región. La costa además limitaba por el sur con el Río San Juan, que desde los primeros planes del año de 1620 era considerado el lugar ideal para construir un canal interoceánico1. Por este motivo, la costa más bien inhospitalaria y económicamente poco atractiva siempre volvió a ser el centro de las rivalidades coloniales y postcoloniales en esta región, y en cuanto el tema dejaba de ser candente, la costa volvía a caer en el olvido. Estos altos y bajos, comparables con lo que en el sector económico se denomina "boom and bust economy", impregnan la historia de la Costa de Mosquitos desde el siglo XVI hasta los conflictos entre el gobierno revolucionario sandinista y los Estados Unidos en los años ochenta. Desde que ambos países han logrado poner término a sus discordias, la Costa de Mosquitos también ha vuelto a desaparecer de la luz pública. La dependencia de la región del exterior es evidente, pero también es innegable que los habitantes de la Costa, los mosquitos o - como se les llama hoy - los mískitos2 siempre han logrado valerse de las rivalidades de las potencias euro1
Diego de Mercado a Felipe III, 23.1.1620, en Peralta, M. M. de, El canal interoceánico Costa Rica en 1620 y en 1887, Brüssel 1887, p. 532.
de Nicaragua
y
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En este texto empleo el nombre históricamente correcto de Costa de Mosquitos e indios mosquitos. Deriva del nombre del río, junto al cual vivieron los futuros indios mosquitos, el Rivière Moustiques o Río de Mosquitos. El nombre Mosquitia, la denominación oficial para el protectorado inglés en el siglo XIX, recién surgió a fines del siglo XVIII. Pero debido a las asociaciones desagradables ligadas a este nombre, es probable que europeos hayan desarrollado la teoría, que el nombre es una corrupción del nombre original "mískto". Esta acepción se impuso posteriormente en el siglo XIX e incluso los mosquitos mismos la han aceptado como plausible. Comp. al respecto Potthast, Barbara, Die Mosquitokiiste im Spannungsfeld briti-
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Barbara Potthast-Jutkeit
peas (y posteriormente, de los Estados Unidos y la Unión Soviética) en favor de sus propios intereses. Mas de este proceso sumamente interesante no hablaremos en esta parte3. En este artículo solamente trataremos las dimensiones internacionales del conflicto relacionado con la Costa de Mosquitos. Además de la pregunta, qué intereses perseguían España o Gran Bretaña (respectivamente) en esta región periférica y con qué medios trataban de concretarlos, quiero exponer ante todo en qué sentido la política británica frente a la Costa de Mosquitos puede (o no puede) ser catalogada como un ejemplo precoz de "informal imperialism". El punto esencial de la exposición radicará en el siglo XVIII, pero para una mejor comprensión - tendré que presentar - antes que nada un corto resumen de la historia de la costa en el siglo XVI y XVII.
La fase inicial de las rivalidades coloniales En el año 1502, en su cuarto y último viaje, Cristóbal Colón tocó por primera vez tierra firme en Centroamérica - y precisamente en este cabo frente a la bahía de Trujillo, que luego formaría el límite de la Costa de Mosquitos. El viaje a lo largo de la costa resultó ser sumamente difícil y desilusionante. Con sus innumerables bahías y bancos de arena era peligrosa y de difícil acceso para los grandes barcos españoles4. La región no parecía ofrecer ningún tipo de recursos aprovechables para los españoles y ya no pertenecía a la zona de influencia de la ex civilización altamente desarrollada de los mayas como los sectores orientales de Nicaragua y Honduras. El territorio por el lado del Caribe estaba poblado por los Sumus, indios seminómados y muy belicosos pertenecientes al grupo de los Macro-Chibchas. No obstante, la Corona española, a mediados del siglo XVI, se decidió a conquistar y poblar esta región para atenuar la constante amenaza a las poblaciones coloniales ya existentes y las minas de plata en Honduras. Pero todos los intentos de conquista fracasaron tanto por la resistencia de la población autóctona como por la falta de incentivos para los colonos españoles de establecerse en esta región tan inhóspita y peligrosa 5 .
scher und spanischer Politik 1502-1821, Köln-Wien 1988, pp. 66-67. Cabe mencionar que la Costa de Mosquitos, durante todo el período que nos interesa, no sólo incluía la costa caribe de Nicaragua, sino también la parte oriental de Honduras desde Cabo Honduras (cerca de Tnijillo). 3
Comp. Potthast, Die
4
Véase Colección de Documentos para la historia de Costa Rica relativos al cuarto y último viaje de Cristóbal Colón, ed. por la Academia de Geografía e Historia, San José 1952, especialmente pp. 44 y 213, y Hernando Colón, Vida del Almirante Don Cristóbal Colón, México 1947, p. 279.
Mosquitoküste.
5
Hay que resaltar este hecho para corregir la tesis corriente de que los españoles no se interesaron por la costa, como escribe p.ej. Troy S. Floyd en su obra: The Anglo-Spanish Struggle for Mosquitia, Albuquerque
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Sin embargo, los indígenas no eran los únicos enemigos de los españoles en América Central. En 1558, cuatro buques piratas franceses asaltaron Trujillo, que estaba totalmente desprevenida, y otros puertos en la Bahía de Honduras. Al año siguiente se repitió el ataque, y la ciudad ya no pudo vivir más en paz hasta su destrucción completa por los piratas ingleses y holandeses casi cien años después6. El problema de los indígenas enemigos del oeste de Honduras y Nicaragua y el de la piratería europea se fue combinando cada vez más. Los indios abastecían voluntariamente a los piratas con alimentos y les ofrecían lugares seguros para retirarse y guarecerse. Debido a que siempre faltaban implementos militares, dinero y colonos, todos los intentos españoles para conquistar la costa y expulsar a los piratas fracasaban ya en la fase de planificación. Por este motivo - con ayuda de políticas de colonización y evangelización - finalmente sólo se trató de "pacificar" - (=someter) y asegurar las regiones fronterizas en las montañas. Fue así como hacia fines de siglo, los únicos que aún se atrevían a internarse en el territorio de los indios enemigos de la costa eran los misioneros. Y después de algunos éxitos iniciales, también sus intentos fracasaron miserablemente7. Y entretanto, las relaciones entre los indígenas de la Costa de Mosquitos y los piratas europeos se fueron haciendo cada vez más estrechas. Como la costa estaba junto a la ruta de la flota anual, sus numerosas bahías y escondrijos prácticamente invitaban a los piratas a establecerse allí. Fueron ellos, los que enseñaron el uso del cuchillo y del machete a los indígenas y los adiestraron para asaltar las poblaciones de los colonos españoles. Paulatinamente se fue produciendo un proceso de aculturación sin los síntomas concomitantes característicos como choque y conmoción cultural. Los mosquitos se transformaron en lo sucesivo a lo que la etnóloga Mary Helms denomina "Colonial Tribe", vale decir, una etnia, que como tal recién nació por el contacto con una potencia colonial europea. Lo especial de la situación era que al comienzo no sólo estaban en equilibrio las relaciones de poder entre ambos grupos, sino que -en general- también coincidían en sus intereses. En el aspecto político estaban unidos por su enemistad con España, pero también en lo económico se complementaban ambas partes. Los ingleses y los piratas estimaban los conocimientos de los mosquitos como expertos guías en las aguas peligrosas de la costa, su habilidad como pescadores y en captura de tortugas garantizaba la alimentación de los marineros y además la concha de tortugas era un producto de venta muy apreciado en Europa. Más 1967, pp. 9 y 12. Para una descripción de los primeros intentos españoles de conquista y colonización, véase Potthast, Die Mosquitoküste, pp. 23-26. 6
Véase Potthast, Die Mosquitoküste,
7
Ibid., pp. 26-29, 34-40.
pp. 26, 31 -33, 55, 59, 60.
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tarde, la madera de caoba abundante en la costa y la zarzaparilla, usada como planta medicinal, se volvieron productos bastante importantes. Los mosquitos a su vez, debido a sus actividades con los europeos, lograban hacerse artículos de hierro, armas y municiones; más tarde también adquirieron cada vez más importancia los productos textiles y el alcohol8. En 1624 comenzó una nueva fase de conflictos entre las potencias coloniales en la zona del Caribe, cuando Francia y Gran Bretaña, y más tarde también los Países Bajos, establecieron plantaciones propias en las islas de las Pequeñas Antillas no ocupadas ni pobladas por los españoles. En este contexto nos interesa especialmente la Colonia Puritana fundada en 1631 en San Andrés y Providencia, que fue de corta duración. Sin embargo, ella fue la base de la amistad de siglos entre los indios de la Costa de Mosquitos y los ingleses. Esta colonia, que muy pronto perdió su carácter puritano y se transformó en un nido de piratas, extendió su área de influencia hasta la costa y los cayos frente a ella. Los contactos de los indios con los colonos fueron de vinculación más larga que con los piratas. Los ingleses de Providencia no sólo estimaban mucho a los mosquitos como guías y pescadores, sino también querían entablar relaciones comerciales con ellos y buscar la posibilidad de fundar una colonia en el cabo seguro de Gracias a Dios. Por este motivo, su trato con los indios era sumamente cuidadoso y el jefe del asentamiento colonial tenía instrucciones de ofrecerles un pacto9. Entre los indígenas se cuenta que ya en 1632 fue enviado un hijo de un cacique a Inglaterra, permaneciendo allí por algunos años. Durante su estadía en Europa, su padre se murió y al volver, cuentan que convenció a su tribu de que entregara los derechos de soberanía a los ingleses por considerar que la protección de éstos era sumamente importante. Desgraciadamente no existen fuentes que permitan comprobar la veracidad de estos relatos, pero existen indicios que insinúan que las narraciones referentes a la estadía de un indio mosquito en Inglaterra no son sólo fantasías 10 . Sea como fuere, se puede decir que este con8
Helms, M., "The Cultural Ecology of a Colonial Tribe": Ethnology 8, No.l, (1969), p. 76 y respecto a este punto preciso: Asang, Adaptations to Culture Contact in a Miskito Community, Gainesville 1971, pp. 3-4. Comp, también las conclusiones divergentes de Bernard Nietschmann, Between Land and Water: The Subsitance Ecology of the Mosquito Indians, Eastern Nicaragua, New York-London 1973, p. 25. Respecto a los contactos con los piratas, comp, las descripciones en Exquemelin, A.O., Die amerikanischen Seeräuber, Erlangen 1926, pp. 220-226, Lussan, R. de, Buccaneer of the Spanish Main and Early French Flibustier of the Pacific, Cleveland 1930, p. 286 o Jackson: Mercurius Americanus, British Library, Manuscript Division, (en adelante BM Sloane) Mss 793 o 894, f. 19/20. En general, el conjunto temático sumamente detallado y extenso, en Potthast, Die Mosquitoküste, pp. 59-62, 156-168, 191-193, 215-222.
9
Comp. Newton, A.P., The Colonizing Activities of the English Puritans. The Last Phase of the Elisabethan Struggle with Spain, New Haven-London-Oxford 1914. Warner W.W., "La colonia puritana de la isla de Providencia: Un enigma de histórico": Actas del XXXIII Congreso Internacional de Americanistas 1958, t. 2, San José 1959. también Potthast, Die Mosquitoküste, pp. 41-58.
10
Comp. Potthast, Die Mosquitoküste,
p. 57.
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tacto de sólo ocho años constituye la base de la orientación anglofila de los habitantes de la Costa de Mosquitos. La sucesión de la Providence Company, cuyos poblados fueron conquistados por los españoles en 1640, fue asumida nuevamente por los piratas, muchos de los cuales eran ex-colonos de las islas. El vacío de poder creado por las rivalidades de las potencias coloniales, tuvo como consecuencia que - en la segunda mitad del siglo XVII - el Caribe estuviera plagado de bucaneros y filibusteros. Y la Costa de Mosquitos siguió siendo un refugio importante para estos piratas 11 . A través de los piratas, los mosquitos habían además tomado contacto con la administración inglesa en Jamaica, y éste siguió existiendo, cuando los europeos paulatinamente dejaron de apoyar la piratería. El cambio se produjo después del Tratado de Madrid de 1670, en el que España y Gran Bretaña - por primera vez - trataron y reglamentaron asuntos coloniales en un convenio europeo. El artículo VII ratificaba las propiedades británicas de facto en América y las Indias Occidentales, sobre todo Jamaica, amenazadas constantemente por los españoles, lo que servía de pretexto importante para otorgar las patentes de corso. Gran Bretaña se comprometía ahora a no apoyar más la piratería en el Caribe 12 . Ahora bien, en nuestro contexto lo importante es, que las disposiciones de este artículo VII fueron interpretadas posteriormente por Gran Bretaña, de modo que también incluían los pequeños poblados ingleses en la Costa de Mosquitos13. Pero por de pronto nadie más se preocupó de la costa, y ésta llegó a ser un refugio para piratas y fugitivos de la justicia o sujetos fracasados de las sociedades coloniales del Caribe. Mas éstos buscaban, en parte a través de los mosquitos, contacto con el gobierno británico en Jamaica. En 1687, probablemente por iniciativa de estos europeos, el cacique Jeremy, llamado "King", se presentó allí ante las autoridades británicas para solicitar protección para su país. En aquel momento aún no se acordó un pacto formal de protectorado, aunque los ingleses - por razones jurídico-internacionales - lo hayan afirmado después muchas veces 14 . Sin embargo, desde entonces existieron contactos regulares entre los mosquitos y el gobernador de Jamaica. Por ejemplo éste extendía certi11
El mejor trabajo al respecto sigue siendo el libro de Haring, C.H., Los bucaneros de las Indias en el siglo XVII, París 1939.
Occidentales
12
Davenport, F.G. (Ed.), European Treaties Bearing on the History ofthe cies, vol 2, Gloucester/Mass. 1967, p. 194.
13
Comp. Potthast, Die Mosquitoküste,
14
Sloane, H., A Voyage to the Islands Madera, Barbados, Nieves, S. Christophers and Jamaica, with the Natural History of the Herbs and Trees, Fourfooted Beasts, Fishes, Birds, Insects, Reptiles etc. af the last of those Islands T . l , London 1707, p. LXXVI, Christopher Monk, Duke of Albemarle to the Council of Trade and Plantation, 11.2.1688, Public Record Office, London (en adelante PRO), Colonial Office (en adelante CO) 1/64.
United States and its Dependen-
pp. 73 y 282-290.
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ficados de nombramiento para las diversas autoridades en la costa, confiriendo títulos ingleses como "King" o "Gouvernor"15. Sin embargo, Gran Bretaña inicialmente no manifestó mucho interés en asumir oficialmente la responsabilidad por esta región habitada por outlaws europeos e indios guerreros, sino que prefirió recurrir al apoyo de éstos sólo en caso de necesidad para luego poder declararse incompetente en caso de protestas españolas por los numerosos asaltos 16 .
El siglo XVIII Esta actitud de los ingleses, cuya intención era mantener contactos estrechos y manifestar algunos gestos formales (aunque legalmente sin importancia) cambió al agudizarse las divergencias británico-españolas en el siglo XVIII. La crisis comienza con la así llamada "Guerra por la oreja de Jenkin" (1739-42), que posteriormente desemboca en la Guerra de Sucesión Austríaca (1740-48). El punto más importante del conflicto entre Gran Bretaña y España era, una vez más, el contrabando, que - por el traspaso del Asiento a la South. Sea Company - iba tomando dimensiones cada vez mayores en el Caribe. La Costa de Mosquitos desempeñaba un papel importante en esto, porque a través de las poblaciones coloniales inglesas se había desarrollado un activo comercio de contrabando, exportándose zarzaparilla, tabaco y plata de Honduras, Nicaragua y Guatemala17. Frente a esta situación, España sólo pudo reaccionar con un control más riguroso del tráfico de barcos en el Caribe y todas las mercancías de origen hispanoamericano en barcos no españoles eran consideradas como de contrabando, incluso, por ejemplo, la madera tintórea, cortada ante todo por ingleses en Belice y Yucatán, o las monedas españolas usadas oficialmente en Jamaica. La violencia y contraviolencia determinaban el clima en el Caribe, ya algunos años antes de estallar la guerra, y el Rey de Inglaterra, en 1738, consideraba seriamente la posibilidad de volver a otorgar patentes de corso. Sectores interesados del mundo de los negocios en Gran Bretaña llegaron entonces a la conclusión de que para ellos y sus metas comerciales sería más útil una guerra con España y Francia, su aliado (también rival más importante de Inglaterra en el comercio con Hispanoamérica), que intentar llegar a un arreglo. En el problema de asiento y del comercio de maderas tintóreas de todos modos era impo15
Potthast, Die Mosquitoküste, pp. 79-82.
16
Léase mi artículo sobre el contrabando en la región: "Centro América y el contrabando en la Costa de Mosquitos": Actas del Primer Congreso de Historia de Centroamérica, Tegucigalpa (en prensa).
17
Remito a mi artículo sobre el contrabando.
D o s g r a n d e s p o t e n c i a s e u r o p e a s y un p e q u e ñ o p u e b l o i n d í g e n a
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sible lograrlo. Los intentos diplomáticos en este sentido tampoco tuvieron resultados satisfactorios, de modo que la flota británica finalmente recibió la orden de tomar curso a las Indias Occidentales. Tres meses después, en octubre de 1739, España recibía la declaración oficial de la guerra 18 . Por primera vez en su historia, Gran Bretaña iniciaba una guerra por intereses exclusivamente político-comerciales. La meta de las operaciones británicas no era conquistar, sino desestabilizar los dominios españoles en América en beneficio del comercio británico. En Inglaterra se pensaba que tanto entre los colonos como entre la población indígena existía un descontento general con la administración española y por este motivo parecía fácil desencadenar una rebelión. Los criollos e indígenas "liberados", así se suponía, se someterían luego sin problemas a la protección de los ingleses. Esta esperanza en la capital británica, de poder provocar una rebelión general en las colonias hispanoamericanas, cuya consecuencia sería una ampliación del comercio británico, era sustentada por los funcionarios coloniales ingleses del Caribe. Un ex-agente de la South Sea Company llamado Lea presentó un plan, en el que detallaba cómo Gran Bretaña, con ayuda de los mosquitos y otras tribus indígenas, podía conquistar Guatemala y desde allí, avanzar hacia México 19 . El gobernador de Jamaica, Edward Trelawny, luchó con mucha vehemencia en favor de este concepto. En discrepancia con todas las otras propuestas, que desistían de nuevas adquisiciones territoriales, él consideraba conveniente tomar posesión de la Costa de Mosquitos, puesto que allí ya vivían colonos ingleses que tenían buenas relaciones con los indios. Se decidió por lo tanto a enviar al Capitán Hodgson, un hombre de su confianza, a la costa continental, para que éste profundizara los contactos y preparara la fundación de una nueva colonia. Trelawny explica sus planes al Secretario de Estado con las siguientes palabras: "Estoy satisfecho de que no sea necesario tener que contar con grandes pérdidas humanas o monetarias para una conquista del continente americano. Lo que yo propongo, costará muy poco en ambos aspectos. Sólo se trata de concentrar en una sola entidad a todos aquellos que ya están allí de todos modos, y la Costa de Mosquitos seguramente se prestará como cualquier otra región para encender una llama, que bien nutrida, se extenderá a la mayor parte de América.... Con la ayuda de nuestros amigos, los indios mosquitos, seguramente podríamos inducir a los indígenas vecinos, a cambio de la libertad, a rebelarse. En verdad no 18
En cuanto a los preámbulos de la guerra y sus causas, comp. Pares, R., War and Trade in the West Indies, 1739-1763, London/Edinburgh 1963, p. 164 y M(a)c Lachlan, J.O., Trade and Peace with Oíd Spain, 16671750. A Study of the Influence of Commerce on Anglo-Spanish Diplomacy in the First Half of the Eighteenth Century, Cambridge 1940, pp. 100-121.
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lo considero ilusorio pensar que, apoyando un poco a los indígenas, podamos extender la revuelta de una parte a otra, hasta que sea general en América y los españoles puedan ser expulsados."20 Naturalmente, Trelawny también consideraba la costa como un fondeadero estratégicamente conveniente y una plaza comercial de provecho. A comienzos de marzo de 1740, Robert Hodgson navegó desde Jamaica a Sandy Bay con el encargo de inspeccionar a los ingleses residentes en la costa, asentarlos - en lo posible - en un solo lugar y comenzar la organización de una administración colonial. Pero su misión principal era mantener las buenas relaciones con los mosquitos y tratar de conquistarlos para los planes de Trelawny 21 . Y fue así como en marzo de 1740 los mosquitos finalmente fueron sometidos formalmente al protectorado británico. El artículo V del pacto incluye además: "que ellos prestarán amparo a todas las naciones indígenas que ahora están sometidas a los españoles para sacudir el yugo español y recuperar su antigua libertad, y que con este fin aunarán todas las fuerzas que Gran Bretaña estime necesarias para enviar a las Indias Occidentales."22 Los asaltos a territorios españoles, emprendidos después por los mosquitos bajo el mando británico, en verdad no fueron de mucho éxito, especialmente porque tanto los mosquitos, como también algunos colonos británicos de la costa no resultaron ser muy disciplinados. No obstante, los militares ingleses y las autoridades en Jamaica siguieron aferrados a sus planes. El envío de tropas regulares y un gobernador británico pretendía solucionar este déficit. El gobernador de Jamaica, Edward Trelawny, fundamentaba estas peticiones tanto con necesidades de tipo militar como político-comerciales. De los mosquitos esperaba mayor apoyo militar, que - por la entrada inminente de Francia en la guerra, que aún continuaba - era ahora aún más importante. "El aspecto más importante del plan, del cual esperamos grandes ventajas, es la posibilidad de aunar las fuerzas de los indios y los blancos allí residentes, formando una unidad que pueda enfrentarse al enemigo, cuando se presente la ocasión, ... Deseo que este aspecto se mantenga en secreto y recién se conozca por sus efectos. ... El silencio y la privacidad son, a mi modo de ver, las mayores ventajas en este asunto. Si no tuviéramos éxito, no sería tanta la deshonra como si fracasaran pomposos armamentos, flotas y la armada. En ese caso tan sólo unos aventureros no habrían logrado su propósito y el asunto pasaría inadvertido a la 19
Noticias de Capt. Lea y Ch. Wager, Archivo General de Indias (en adelante AGI), Santa Fe 758 B. Comp. también Anson a Wager, 14.1.1730/40, quien considera aceptable el plan, BM VernonWager MSS, f. 45680-45681.
20
Trelawny al Duque de Newcastle, 20.1.1740, PRO CO 137/56, f. 279281. Comp. también Trelawny al Duque de Newcastle del 15.1.1741, PRO CO 137/57.
21
Trelawny a Hodgson, 17.2 1740, AGI Santa Fe 758 B.
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mayoría de los informadores atentos. ... (El plan) no tocará las grandes metas de la guerra, sino es un asunto paulatino, que quizás, con el correr del tiempo, llevará frutos, y que - sin embargo - no puede hacer daño ni causar deshonra, y el gasto, en caso que se efectuara totalmente, también sería realmente insignificante."23 También desde el punto de vista económico parecía conveniente una presencia inglesa más fuerte. En el comercio con los aliados indios y los españoles en Darién y la Costa de Mosquitos habían sucedido frecuentes irregularidades, de modo que los indígenas ya comenzaban a negarse a los contactos con los ingleses y los colonos a veces preferían hacer negocios con los holandeses. "Por esta razón sería conveniente establecer una forma de gobierno allí para prevenir esto y proteger a los españoles de los engaños y la explotación, cuando hacen sus negocios con los comerciantes. Y (se precisan) escortas, que los acompañen detrás de los guardias españoles, lo que se podría hacer fácilmente con un pequeño número de nuestros hombres junto con indios mosquitos, y no dudo que (los españoles) se harán cargo, gustosos, de los gastos."24 Otras memorias también recalcan la importancia de la Costa de Mosquitos para el comercio en América Central.25 Trelawny mismo envió un informe a Londres exponiendo que ya se había comenzado a construir un camino desde Black River, el poblado más importante en la Costa de Mosquitos hondureña, hasta Comayagua, el que - ya antes de estar concluido - había aumentado enormemente el intercambio mercantil. 26 En 1744 la Corona inglesa aprobó finalmente los planes del gobernador. Pero se decidió no enviar una compañía independiente a la Costa de Mosquitos, sino una delegación de un regimiento de Jamaica. Con esta medida, en Londres se evitaba dar el status de colonia a la Costa de Mosquitos y se seguía dentro del concepto original, que sólo planeaba una ampliación del comercio, pero no de la posesión territorial. Tampoco tuvo aceptación en Londres la exigencia de
22
Pacto del 16.3.1740, firmado por el King Edward y el Governor Briton, PRO CO 123/1, f. 52. Comp, también Potthast, Die Mosquitoküste, pp. 122-126.
23
Trelawny a A. Stone, 20.7.1742, PRO CO 137/57, f. 349-50. (Stone era el hombre de confianza de Newcastle). Comp, también Trelawny a Stone, 16.3. 1741 y a Newcastle de la misma fecha, ibid., f. 33-35.
24
Trelawny a Newcastle, 10.12.1743, PRO CO 137/57, f. 361-363. Nuevamente Trelawny a Newcastle con la misma fecha, ibidem f. 33-35.
25
Meeting of the Council of Jamaica, 14.4.1741, PRO CO 14B/23, p. 559; Gerrards Memorandum sobre Roatan y los intereses ingleses en la región, febr. 1743, PRO CO 137/57, f. 171-173; Report of W. Cunningham, PRO CO 137/47, f. 264 o Acts of the Privy Council, Colonial Series, 10.12.1743, tomo 6, London 1912, p. 254-257.
26
An Account of what has been done at Black River on the Mosquito Shore towards Settling a Commerce with the Inhabitants of Guatimala, ibid., p. 258-259.
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Trelawny de enviar un gobernador propio después de la guerra. Solamente fue autorizado un superintendente dependiente de Jamaica. 27
"Imperialismo" metropolitano y colonial Cabe tener en mente que tanto la creación del protectorado británico como también el envío de tropas y funcionarios no se realizaron en virtud de medidas organizadas por la metrópoli, sino que se debieron a la iniciativa privada del gobernador de Jamaica de aquella época y de una de sus personas de confianza. Aparentemente se trata, por lo tanto, de lo que Max Savell ha llamado "Euroamerican imperialism of the governors" 28 . No obstante, quisiera considerar esta opinión con cierta reserva, ya que Trelawny y Hodgson actuaban en nombre y, desde su punto de vista, en interés del imperio británico, aunque al mismo tiempo perseguían intereses comerciales propios. Este también era el caso por el lado español, mas aquí los intereses de la metrópoli y los de sus funcionarios y colonos en América en parte se contradecían claramente, ante todo en lo que concierne el comercio. Black River, en la Costa de Mosquitos hondureña, no lejos de la bahía de Trujillo, abandonada por los españoles, se había desarrollado bastante y era una ciudad que vivía casi exclusivamente del contrabando. Los colonos, clérigos y funcionarios españoles de todas las jerarquías, participaban en el intercambio comercial con los ingleses a través de esta colonia, ante todo durante las numerosas guerras en la segunda mitad del siglo XVIII, que en Hispanoamérica siempre volvían a producir escasez en el abastecimiento. Por esta razón no debe causar asombro, que todos los planes forzados por Madrid para expulsar a los ingleses de la costa nunca se emprendieran con mucho entusiasmo. Se agrega además, que las acciones militares generalmente ya fracasaban en la fase de planificación por competencias mal definidas, déficit de dinero e implementación así como falta de coordinación de todos los esfuerzos militares 29 . Después de que llegara un delegado oficial británico a la costa, algunos representantes del gobierno de las colonias españolas incluso aprovechaban la oportunidad para protestar oficialmente contra el contrabando o los asaltos de los mosquitos, pero en secreto seguían sirviéndose
27
Potthast, Die MosquitokUste, pp. 132 y 136-139.
28
"In a number of instances the colonial governors and viceroys, aroused by their contacts with rival colonies along the interimperial frontiers, advocated that their metropolises adopt more aggressive imperialistic policies." Max Savelle, Empires to Nations. Expansion in America, 1713-1824, Minneapolis 1974, pp. 146-148.
29
Potthast, Die MosquitokUste, pp. 133/34.
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de estos contactos para dedicarse al comercio ilegal por cuenta propia 30 . También aquí, por lo tanto, es preciso distinguir entre los intereses de la metrópoli y los de sus representantes en las colonias, que en este caso no se complementaban, sino que eran contrarios. Debido a la dominación oficial de los ingleses en el protectorado a consecuencia de la guerra, las formas de relacionarse en la costa se hicieron paulatinamente más civiles y los contactos comerciales se volvieron más sólidos, pero ahora - desde el punto de vista de las metrópolis - surgía un nuevo problema. En las negociaciones oficiales, ambos lados hasta aquel momento siempre habían eludido los conflictos relacionados con la Costa de Mosquitos. En vista de la actitud de los ingleses, de denegar toda responsabilidad por eventuales contravenciones o delitos de los mosquitos y los europeos que vivían con ellos, tampoco existía razón para hacerlo 31 . Desde la celebración del pacto de protectorado, sin embargo, Gran Bretaña ya no pudo seguir con estos subterfugios, y las diferencias de ambos lados en sus apreciaciones jurídico-internacionales se hicieron evidentes, aunque los tratados europeos nunca mencionaran explícitamente la Costa de Mosquitos (o precisamente porque nunca la mencionaban) y Belice, íntimamente ligada a ella. La Paz de Aquisgrán de 1748, por ejemplo, tratado que terminaba la guerra de sucesión austríaca, confirmaba los convenios celebrados anteriormente entre las potencias signatarias y disponía que todas las conquistas hechas durante la guerra - en el continente que fuera - debían ser devueltas. Belice y la Costa de Mosquitos no eran conquistas nuevas, pero la opinión siempre defendida por Gran Bretaña, de que ya en 1670 habían estado en poder británico y por ende eran parte de las posesiones cedidas en el continente americano, no era compartida por los españoles 32 . Ahora se sumaba además otra discrepancia - la legalidad del protectorado británico, que también era cuestionada por los españoles. En esta controversia también se encuentra una de las razones por las cuales España - en todas las negociaciones de los decenios siguientes - siempre habría de exigir tenazmente a Gran Bretaña que renunciara a su protectorado en la costa americana. No sólo se trataba de posiciones estratégicas o de la limitación del contrabando, sino que 30
Ibid., pp. 140-147 y en relación a ello: Idem, "Centro América".
31
En 1721 y 1723 el gobernador de Costa Rica había tratado de protestar frente a su colega en Jamaica en contra de la esclavización de indios de su jurisdicción, que habían sido secuestrados en asaltos de los mosquitos y luego vendidos como esclavos a Jamaica con ayuda de colonos británicos. Mas los ingleses sencillamente habían ignorado el escrito. Diez años más tarde se intentó lo mismo a través del comisionado de España en Londres, pero también esta vez los ingleses primero trataron de negar esta práctica, porque la esclavitud estaba oficialmente prohibida en Jamaica. Finalmente se trató de justificar el asunto, diciendo que por la independencia de los mosquitos, ellos no tenían suficiente influencia para impedir este tipo de escalvización. Comp. Potthast, Die Mosquitoküste, pp. 113-116.
32
Davenport, European Treaties, vol. 4, pp. 72-75.
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el reconocimiento de los derechos británicos sobre el protectorado simultáneamente habría significado el reconocimiento de los derechos indígenas de soberanía, lo que habría puesto en duda la dominación colonial de España en toda América. Mas este punto de vista no dejaba de ser peligroso también para Gran Bretaña, y no debe asombrar que existieran ciertas discrepancias entre la argumentación de los ingleses en el Caribe y en la Costa de Mosquitos y el gobierno en Londres. Mientras los primeros consideraban que el título jurídico más importante de los ingleses radicaba en la cesión de los derechos de protectorado por parte de los mosquitos, tratando de adelantar esta cesión fijándola en el tiempo de la Providence Company, el gobierno en Londres prefería remitirse al Tratado de 1670 y trataba - en lo posible - de excluir el problema de la soberanía indígena33. Este problema complicaba las discordias hispano-británicas y posteriormente las negociaciones respectivas desde mediados del siglo XVIII hasta que en 1787 se le dio término provisional con la renuncia al protectorado británico. En los decenios siguientes, el papel de la Costa de Mosquitos cambió muy poco. En tiempos de guerra, Gran Bretaña trataba de usar la Costa de Mosquitos para reclutar tropas auxiliares conocedoras de la región o, al menos, para distraer a los españoles de otros escenarios de guerra (especialmente en la Guerra de la Independencia de Estados Unidos con un gran ataque al fuerte en el río San Juan en el año 1780)34. En tiempos de paz se necesitaba a la población indígena para poder entablar contactos comerciales más discretos con los españoles. Y en cada nuevo tratado con España, ante todo en los Tratados de Paz de Versailles de 1763 (la Guerra de los Siete Años) y 1783 (Guerra de Indepencia de Estados Unidos) los ingleses trataban de evitar - mediante formulaciones poco claras una retirada de la costa en cuestión. Mas España insistía en este punto y finalmente amenazó a Gran Bretaña (muy debilitada por la pérdida de las colonias norteamericanas) con nuevas hostilidades, si no ponía término a los conflictos y las contiendas en América Central (y Gibraltar). Al mismo tiempo proponía un tratado comercial favorable a Londres. En vista de ello, Gran Bretaña aceptó 33
Potthast, Die Mosquitoküste, p. 81, especialmente las notas 13, 84 y 25, y pp. 287-291. Es así como ya en 1751 el gobernador español Heredia escribía a su colega en Jamaica, que la cesión del dominio sobre la Costa de Mosquitos por parte de los indios no podía ser reconocida como legal, "as those Indians posess, & retain what they call Their Dominios, against the Will of their lawfull Proprietor & Lord, who is my Sovereign." Heredia a Trelawny, 30.4.1751, PRO CO 137/59.
34
Potthast, Die Mosquitoküste, pp. 272-282. También en esta guerra la estrategia volvió a ser similar a la de 1739, como se deduce de la siguiente cita: "The first step therefore that appears necessary to be taken, is to supply them with arms & ammunition, & encourage them to make Inroads into the Spanish Settlements in the neighbourhood. The hopes of plunder may perhaps incite many FreeBooters from the Islands and continent of America to join the Indians in these Incursions, and prepare the way for a more regular attack at a proper Season when a Detachment of Troops may be spared for the purpose." Germain a Dalling, 17.6.1779, PRO CO 137/74, pp. 247-250.
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reiniciar las conversaciones, en las cuales no se llegó a los acuerdos esperados para los conflictos fundamentales, pero Gran Bretaña finalmente aceptó abandonar su protectorado en la Costa de Mosquitos a cambio de un territorio relativamente grande en Belice 35 . Cabe mencionar que el artículo XIV del tratado contenía una declaración del Rey de España, en la cual se comprometía a tratar bien a los indios de la Costa de Mosquitos. Esta fue interpetada posteriormente por los ingleses, en el sentido que ellos debían seguir siendo considerados como una especie de protectores de los indios, quienes en caso de contravenciones tenían el derecho de intervenir en su favor. 36 - Pero esta forma de interpretar los acuerdos es muy específica en la política británica del siglo XIX en relación a esta costa, que fue usada con éxito, sobre todo en el caso del Tratado de Managua de 1860, el que iniciaría una nueva retirada de aquella costa. 37 El cambio relativamente rápido de actitud de los ingleses tenía - ante todo razones políticas. Como los españoles no mostraban ningún espíritu de compromiso en el problema de la Costa de Mosquitos, aparentemente no existía otra posibilidad que guardar la paz y evitar una nueva alianza entre españoles y franceses. El Primer Ministro William Pitt ya había escrito en las instrucciones al intermediario Listón: "La pregunta no es en primera línea a quién estas poseciones deben pertenecer en última estancia, sino en qué manera la desavenencia sobre la constitución de un artículo de un tratado será resuelto ... Se puede añadir en privado ... que no hay duda de que estamos preparados para retirarnos de la Costa de Mosquitos si la cosa se pone en un margen conveniente."38 Esta política, no obstante, no significaba una ruptura fundamental con la actitud anterior de Londres en cuanto al problema de la Costa de Mosquitos. La presencia inglesa en aquella costa en ningún momento había sido parte integrante de la política británica y - como se demostraba ahora - pasaba a ser cada vez más un tema, con ayuda del cual era posible lograr concesiones de España en otra parte de las negociaciones de paz. Además, nunca había sido decisiva la acción planificada del gobierno de Londres, sino siempre, la iniciativa de algunos gobernadores en Jamaica y colonos británicos en la costa para que la región se hubiera incluido en el imperio colonial inglés. El interés de Londres era ante todo de tipo estratégico. Por esta razón, tanto en Londres como también en 35
Ibid., pp. 282-297.
36
El tratado se encuentra en Davenport, European Treaties, vol. 4, pp. 162164. La interpretación mencionada en una carta del secretario británico de estado británico, Lord Palmerston, al enviado nicaragüense Francisco Castellón, 16.7.1849, PRO FO 97/88, f. 404-423.
37
Comp. Kahle,G.-Potthast,B. (Eds.), Der Wiener Schiedsspruch von 1881. Eine Dokumentation Schlichtung des Konfliktes zwischen Großbritannien und Nicaragua um Mosquitia, Köln-Wien 1983.
38
Instrucciones a Mr Listón, 15.11.1784, PRO FO (Foreign Office) 72/3.
zur
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Jamaica se prestaba mayor atención a la costa en tiempos de conflictos militares con España, considerándola en otras épocas como una obligación más bien algo molesta, que pesaba sobre las relaciones con España 39 . El beneficio económico de la Costa de Mosquitos entretanto también era cuestionado, ya que el contrabando con las provincias españolas, probablemente la rama económica más importante de la costa, no había cumplido totalmente las esperanzas depositadas en él y estaba paralizado desde mediados del siglo. Quizás los ingleses, en el curso de la cuidadosa liberalización del comercio español con América desde 1778, también esperaban poder ganar terreno en estos mercados. Es así como Londres aparentemente consideró que el abandono de la Costa de Mosquitos era, a excepción del aspecto estratégico, una pérdida relativamente insignificante. Y España a su vez, pese a las concesiones en Belice, pudo conservar la cara con los acuerdos tomados. La soberanía del Rey Católico sobre la zona colonizada por los ingleses fue reconocida expressis verbis. Contrariamente a la Costa de Mosquitos, Belice no ofrecía la oportunidad a los ingleses de organizar un floreciente contrabando a través del interior del territorio. Las selvas impenetrables de Yucatán estaban escasamente pobladas por indígenas, y éstos vivían demasiado alejados, como para temer una alianza peligrosa para los españoles como en la Costa de Mosquitos 40 .
Retirada y vuelta de los ingleses Inicialmente los mosquitos se mostraron muy enojados por esta "traición" , pero luego - forzados por las circunstancias - se dejaron convencer de tratar con los españoles41. Los primeros asentamientos coloniales de españoles y la construcción de un fuerte fueron observados con mucha desconfianza, pero tolerados. Los españoles, por su lado, al comienzo se esforzaron de muchísimas maneras por ganarse la confianza de algunos caciques mosquitos o bien de aprovechar las rivalidades existentes entre ellos. Pero esto a la postre sólo condujo a una mayor desestabilización en la costa. Las tensiones crecieron, especialmente porque el comercio en la costa, del cual también habían vivido los mosquitos, muy pronto 39
Potthast, Die Mosquitoküsle, pp. 241-243, así como el artículo en el Supplement to the Royal Gazette (Jamaica), 18.6.1785, citado en Sorsby, W.S., The British Superintendency on the Mosquitoshore, 17491787, Phil. Diss. University of London 1969, p. 313, nota 66.
40
Pero en el siglo XIX también Belice se transformó en la puerta de entrada comercial a Guatemala, y en la Guerra de Castas, el abastecimiento de los rebeldes con armas británicas desempeñó un papel relativamente importante. Comp. Jones, G.D., "La estructura política de los maya de Chan Santa Cruz: el papel del respaldo inglés": América Indígena 31, No.2, (1971).
41
Potthast, Die Mosquitoküsle,
pp. 299-303.
57
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terminó por desmoronarse definitivamente 42 . Mas la situación recién se volvió peligrosa para los españoles, cuando en 1796 junto a Francia entraron en guerra contra Gran Bretaña. Tanto en Belice como en Jamaica había quien exigía la reanudación de la alianza con los mosquitos. Tan sólo faltaba el consentimiento de Londres y además los frenaba el miedo de las represalias de los españoles. Pero cuando éstos emprendieron un ataque a los poblados coloniales británicos en Belice, ya no fue necesario seguir imponiéndose restricciones en este sentido. Los mosquitos recibieron las armas y municiones solicitadas desde hacía tiempo, y en septiembre del año 1800 expulsaron a los últimos colonos españoles de su región. Se retomó a la práctica de recibir a los caciques mosquitos en Jamaica o Belice y proveerlos de diplomas, títulos y regalos. Los hijos de los caciques recibían ahora su educación en Jamaica, y los reyes - a partir desde 1816 - eran coronados en Belice 43 . El King asesorado por los ingleses enfrentaba todas las reclamaciones de las repúblicas hispanoamericanas independientes en cuanto a derechos sobre el territorio de la Costa de Mosquitos con la referencia a la soberanía de la costa y la alianza con Gran Bretaña 44 . Recién en los años cuarenta del siglo XIX volvió un representante británico oficial a la costa, y esto nuevamente aconteció más por la iniciativa de un funcionario colonial obstinado (esta vez de Belice) que por planes desde Londres 45 . Nuevamente se encendió la discusión sobre los derechos soberanos de los mosquitos, y el Secretario de Estado norteamericano, quien era un intercesor de las reclamaciones nicaragüenses sobre la Costa de Mosquitos, formuló el problema con toda claridad: "Nunca hemos reconocido y nunca podremos reconocer la existencia de una demanda de soberanía de parte del Rey Mosquito o de cualquier indio en América. Hacer esto significaría negar el título de los EE.UU. para nuestro propio territorio. Siempre hemos considerado un título indígena como simple derecho de ocupación, y nunca podemos aceptar que tal título se use de otra forma que la de una cosa que desaparece con la voluntad del descubridor de un país."46 Mas permanezcamos en el conflicto inglés-español y volvamos a nuestro problema inicial, vale decir, el carácter de la política española y, ante todo, británica en esta región. Ambas potencias perseguían ante todo fines estratégicos y económicos; el interés de los ingleses era penetrar - a través de la costa - al imperio 42
Ibid., pp. 307-335.
43
Ibid., pp. 336-370.
44
Ibid,, pp. 374-375.
45
Comp. Kahle en Kahle-Potthast, Der Wiener Schiedsspruch y Robert Naylor, Penny ante Imperialism. The Mosquito Shore and the Bay of Honduras 1600-1914. A Case Study in British Informal Empire, LondresToronto 1989, pp. 131-167.
46
Clayton a Squier, 7.5 1850, en: Manning, W.R., Diplomatic Correspondence Affairs, tomo III: Central America, 1821-1850, Washington 1933, p. 60.
of the USA,
Inter-American
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español y participar en su comercio. 47 España, por su lado, precisamente tenía interés en impedir esto. 48 Pero además de ello, los enfoques de ambas potencias se diferenciaban fundamentalmente. Mientras que los problemas militares y económicos reales de los españoles problablemente no hayan sido tan graves por la presencia de los ingleses en la costa, en el curso de la segunda mitad del siglo XVIII comenzaron a predominar cada vez más las consideraciones de principios. Se trataba de impedir que el monopolio de poder y comercio de los españoles siguiera deteriorándose y ante todo, de impedir el reconocimiento de los derechos de soberanía de los indios. Gran Bretaña, en cambio, casi no se dejaba guiar por consideraciones de principios. La iniciativa para el avance inglés nunca partía del gobierno en la metrópoli, sino que era siempre la obra de colonos o funcionarios de la administración, que en forma aislada pretendían aprovechar alguna oportunidad favorable para extender el ámbito de poder de Gran Bretaña, y de paso también favorecer sus intereses personales. El papel de la metrópoli se limitaba a la aprobación o prohibición de la empresa, según la situación política general del momento. Robert Noylor, quien ha analizado el problema más intensamente desde la perspectiva de Londres, incluso es de la opinión que después del tratado de 1763, el gobierno inglés sencillamente buscó el camino de la menor resistencia, al negarse a renunciar al protectorado, porque la resistencia de los colonos británicos residentes allí le parecía un mayor problema que el de la Corona española. 49 En todo caso podemos afirmar que en ningún momento existieron planes británicos para comprometerse a largo plazo en la Costa de Mosquitos. El hecho de que el dominio inglés del protectorado hubiera perdurado hasta 1786, se debía más bien a la debilidad del Imperio Colonial español y al talento diplomático de algunos colonos y funcionarios coloniales - tanto frente a los españoles como también frente a los mosquitos que al compromiso británico. En vista de este comportamiento tan titubeante, en este caso es realmente difícil hablar de una política imperialista. Y es dudoso, si los gobernadores de Jamaica, que exigían un mayor compromiso de los ingleses, 47
Así lo formulaba claramente el Secretary of State for the Colonies, Lord George Germain, en una carta al gobernador de Jamaica, poco antes de la entrada de España a la Guerra por la Independencia de Estados Unidos en 1778: "Whether I consider the Mosquito Shore as an Inlet of Commerce or a Post of Annoyance, I see its Consequence so important a Point of view that I cannot help being exceedeingly anxious of its Preservation". Germain a Dalling, 15.5.1778, PRO CO 138-40, f. 154/155. Comp. otra carta del 7 de octubre de 1778, dónde Lord Germain reitera este análisis.
48
He aquí otra cita significativa en relación al problema, esta vez en carta del Conde Aranda a Grimaldi, 23.20.1775, AGI Guatemala, 665: "Cada vez que repaso el mapa, me parece de mayor consequencia el objeto para lo sucesivo; pues si se llegase a verificar el afirmar su pie los ingleses en la Costa de Mosquitos, teniendo guardados sus espaldas por los Indios indómitos acia la tierra, con los auxilios y conducta que les darían; quedaría cortada por mar toda la comunicación libre, y mercantil, que con el tiempo pudiese convenir del México, de la Havana, Yucatán y Honduras con Portobelo, Cartagena, y Caracas."
49
Naylor, Penny ante Imperialism,
215.
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en su mayoría realmente perseguían intereses imperiales. Es probable que la ambición de obtener beneficios personales haya estado en primer plano, de modo que sería conveniente juzgar el "Euroamerican Imperialism of the governors" con cierto espíritu crítico. Esto evidentemente no contradice la teoría del imperialismo informal, e incluso es posible opinar que la Costa de Mosquitos precisamente es un primer ejemplo para el principio: "comercio y dominio informal, si es posible, comercio y dominio directo, si es necesario" descrito por Gallagher y Robinson. 50 Pero el examen más minucioso de la toma de poder formal en la costa precisamente no confirma tal necesidad. Los iniciadores, vale decir, los gobernadores de Jamaica, por cierto también fundamentaban la instauración del dominio formal en la costa con una mayor competencia de comerciantes extranjeros, pero eso nunca fue el argumento principal. El razonamiento era más bien, que - ya que existían asentamientos coloniales allí - éstos se podrían incorporar ahora sin mayores costos, también formalmente, al ámbito de dominación inglesa. En el caso de la Costa de Mosquitos incluso cabe mencionar que el primer paso - en verdad el paso decisivo - para hacerse cargo del protectorado y asumir el poder se dio sin el conocimiento ni la autorización de Londres. Y Londres limitó la medida posteriormente, al no autorizar una administración independiente en la Costa. En el período que nos interesa, ni en Londres ni en Jamaica se observa que los responsables hayan seguido una determinada estrategia específica, que hubiera analizado las ventajas y desventajas a largo plazo de una u otra forma de influencia. El proceso que posteriormente se observará muchas veces en Africa, según el cual la expansión británica afectaba de tal manera las estructuras sociales autóctonas, que finalmente se derrumbaban y sólo quedaba la subida formal al poder por parte de los europeos, tampoco correspondía - hasta aquel momento a la realidad de la Costa de Mosquitos. Aquí, recién la presencia de un superintendente británico y su repentina retirada pusieron en marcha el proceso de deterioro y desmoronamiento. 51 En el siglo XIX, por tanto, tiene sentido aplicar el concepto del "imperialismo informal" a la Costa de Mosquitos. Las experiencias del siglo XVIII probablemente hayan dado impulsos importantes para ello, pero más no. Declarar que la política de aquel tiempo fue un prototipo de "imperialismo informal" significaría ampliar el concepto hasta la insignificancia.
50
John Gallagher-Ronald Robinson, "Der Imperialismus des Freihandels": Hans Ulrich Wehler (ed.), Imperialismus, Köln-Berlin 1970, p. 196.
51
Comp. Potthast, Die Mosquitoküste,
pp. 180-191, 307-354, 361-371.
Culminación de la rivalidad ruso-española en América (los años 80 del siglo XVIII) por Moisej S. Al'perovic Academia de las Ciencias de Rusia, Moscú Durante la conquista de América los conquistadores españoles al final de los años 20 del siglo XVI se apoderaron del vasto territorio desde el Golfo de México hasta el Océano Pacífico, y después descubrieron la península de California, que luego se denominó Baja California. Algunos navegantes exploraron la costa de Alta California, situada más al norte. Paralelamente, se realizaba por parte de Rusia un extenso movimiento colonizador a través de Siberia hacia las orillas del Pacífico y más allá al noroeste del continente americano. Para este proceso tuvieron gran importancia el viaje de Semión Dézhnev y Fedot Alekséev (Popov) (1648) y la navegación de Iván Fiódorov y Mijail Gvózdiev (1732). En el transcurso de la Segunda Expedición Kamchatka, Vitus Béring y Aleksei Chírikov alcanzaron la costa de América del Norte en la latitud 58° 14' y 55°20'en julio de 1741.1 A pesar del deseo de los círculos gobernantes de Rusia de guardar en secreto los descubrimientos rusos las noticias sobre ellos llegaron hasta la Europa Occidental ya en la segunda mitad de los años 40. Para entonces, numerosos comerciantes, navegantes y cazadores de pieles siberianos se lanzaron al Oriente en busca de valiosas pieles. Solamente de 1743 a 1755 pasaron por esta región 22 expediciones comerciales particulares.2 Al comienzo de los años 60 los rusos descubrieron aparte de las Comendadoras casi todas las islas de la cadena Aleutiana. El adelantamiento ruso hacia América no pasó inadvertido por los españoles, que lo consideraban como una amenaza para sus dominios en la costa del Pacífico. Con motivo del restablecimiento de las relaciones diplomáticas y consulares con España y los intentos de desarrollar el comercio con ella y sus colonias americanas, aumentó en los años 60 el interés del Gobierno de Catalina II hacia América. Los esfuerzos con el fin de explorar su costa noroccidental encontra1
Más detalladamente véase: Nikolai N. Bolkhovitinov, Rusia y América, Madrid 1992, pp. 31-37.
2
Raísa M. Makarova, Russkie na Tikhom okeane vo vtoroi polovine XVIII v. (Los rusos en el Pacífico en la segunda mitad del siglo XVIII), Moscú 1968, p. 55.
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Moisej S. Al'perovic
ron expresión en el envío de la expedición gubernamental bajo el mando de Piotr Krenitsin y Mijail Levashov que en 1768-1769 inspeccionaba las islas Aleutianas y el extremo sudoeste de Alaska, llegando aproximadamente a los 54° de latitud norte. Alarmados por las acciones de los rusos, los españoles, después de reanudar el avance en dirección norte, en 1769 iniciaron la colonización de Alta California. Abrieron la entrada al golfo de San Francisco, instituyeron una misión y construyeron un fuerte en las costas del golfo de Monterrey, varias misiones en el litoral, entre San Diego y San Francisco. En 1774 la fragata "Santiago" bajo el mando de Juan José Pérez Hernández alcanzó los 55° de latitud norte. Al año siguiente la expedición compuesta de tres barcos mandados por los capitanes Bruno de Hezeta, Juan Francisco de la Bodega y Cuadra y Juan de Ayala alcanzó los 58°. Paralelamente continuaba la colonización de Alta California y fue fundado en 1776 San Francisco. Con motivo de la preparación de la tercera circunnavegación de James Cook, el Secretario de Indias José de Gálvez dispuso que el virrey de Nueva España Bucareli y Ursúa enviara una expedición para fortalecer el control de las tierras descubiertas por los españoles en la primera mitad de los años 70. En marzo de 1778 los buques de Cook llegaron al litoral oeste de América del Norte y tomando rumbo hacia el norte, al poco tiempo entraron en el golfo, por primera vez descubierto en los 49°35' de latitud aún por Pérez y denominado Surgidero de San Lorenzo. Con el tiempo la designación española originaria se conjugó con la que empleaban los indígenas, transformándose en San Lorenzo de Nootka (para los ingleses, Nootka Sound). Continuando la navegación, Cook llegó hasta el paralelo 70, pero en el viaje de regreso fue asesinado en las islas Hawai. Entretanto las fragatas españolas bajo el mando de Arteaga y Bodega y Cuadra, por fin zarpando del puerto San Blas, en julio de 1779 alcanzaron los 61° de latitud norte - el punto más septentrional del avance de España en América. A pesar de que las expediciones españolas se realizaban en secreto y sus resultados no eran del dominio público, aparecieron algunos testimonios sobre ellas en la prensa. También fueron conocidos en Rusia, en particular el mapa de los descubrimientos hechos en 1769 por Gaspar de Portolá en el litoral californiano, y el diario de a bordo del primer viaje de Bodega y Cuadra. En 1781 el académico Piotr Pallas editó en Petersburgo un resumen previo de la expedición de 1775. No bien apareció en Londres la descripción de la tercera navegación de Cook fue enviada a Petersburgo. 3
3
En el mapa general de Rusia, editado en 1786 por la Academia de Ciencias, los descubrimientos de Cook fueron tenidos en cuenta.
Culminación de la rivalidad ruso-española en América (los años 80 del siglo XVIII)
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Las noticias sobre los descubrimientos de los navegantes españoles e ingleses en la parte norte del Océano Pacífico estimularon los esfuerzos de Rusia por estudiar y asimilar esa región. En la primera mitad de los años 80 se aceleraron notablemente las investigaciones y las empresas rusas que al principio se encontraban en el cauce de la iniciativa privada. En el avance hacia el continente americano, al nordeste de Unalaska - donde se hallaba la primera población permanente de Rusia en América - la expedición de Grigori Shélijov llegó en agosto de 1784 a la isla Kadiak donde fundó una colonia. En 1786 se colocaron los cimientos de las fortalezas en el litoral de la vecina isla Afognak y en la península Kenai. En esa época los rusos intentaban infructuosamente construir fortificaciones en el cabo San Elias (saliente sureña de la isla Kayak 4 ). De este modo, como resultado de la actividad de Shélijov y la Compañía Nordeste instituida por él, los cazadores y pescadores rusos que se aproximaban paulatinamente al continente crearon a mediados de los años 80 una red de importantes puestos avanzados en los 57-59° de latitud.5 A pesar del significado de la iniciativa de ellos, merecen especial atención las acciones emprendidas en ese sentido a nivel estatal. En otoño de 1784 afloró la idea (por primera vez expresada por Pallas) de organizar una expedición gubernamental secreta con el propósito de investigar de modo integral el Noreste de Asia y Noroeste de América. El jefe de la misma fue el joven oficial inglés Joseph Billings, quien participó en la tercera expedición de Cook y en 1783 fue incorporado al servicio ruso. Cuando a comienzos de 1785 los diarios parisienses informaron a los lectores sobre la inminente circunnavegación de los buques de guerra franceses bajo el mando de Jean François La Pérouse, los cuales deberían investigar también la parte norte del Océano Pacífico, se aceleraron los preparativos de la expedición rusa. Los organizadores de ésta tomaron en cuenta que los navegantes españoles y J. Cook se habían internado lejos en el Norte y que ahora lo mismo se podía esperar de los franceses, por eso consideraron necesario tomar medidas decisivas para proteger los intereses y derechos estatales de Rusia. Billings, informando al conde Bezborodko - de hecho Jefe del Colegio de Asuntos Extranjeros - sobre el equipamiento de los buques de La Pérouse, propuso incluir en la instrucción que le fuera entregada un punto especial secreto 4
Véase: M.D. Teben'kov, Atlas severo-zapadnykh beregov Ameriki. Karta Chugatskoi guby VI (Atlas de las costas del Noroeste de América. Mapa de la bahía Chugach VI), S. Petersburgo 1852; Idem. Gidrograficheskie zamechaniia k Atlasu severo-zapadnych beregov Ameriki (Observaciones hidrográficas al Atlas de las costas del Noroeste de América), S. Petersburgo. 1852 p. 3; Henry R. Wagner, The Cartography of the North-west Coast of America to the Year 1800, Berkeley 1937, vol. 2, p. 406.
5
Véase: Moisei S. Al'perovich, Rossiia i Novyi Svet (posledniaia tret' XVIII veka) (Rusia y el Nuevo Mundo en el último tercio del siglo XVIII), Moscú 1993, pp. 87-93.
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sobre cómo actuar en caso de encontrarse en el litoral de América con barcos extranjeros 6 . El proyecto de parágrafo similar, presentado por él, preveía en tales circunstancias la necesidad de aclarar las intenciones de los forasteros, y en el caso de que pensaran desembarcar y fundar colonias en la costa antes descubierta y ocupada por los rusos, habría que elevar una protesta y exigirles su retiro. Si existieran ya colonias extranjeras, correspondería arrestar a los habitantes y enviarlos a Ojotsk, destruir las edificaciones y fortificaciones y enarbolar en ese sitio la bandera rusa y colocar un poste con el escudo de Rusia. 7 Al Gobierno de Petersburgo le pareció inadmisible ese tipo de acciones. Por temor a complicaciones internacionales, prefirió adoptar una posición más cautelosa, pero resolvió apresurar la partida de la expedición. Conforme al edicto de Catalina II del 8 de agosto de 1785 y a la instrucción compuesta por el Colegio de Almirantazgo, "La Expedición Nordeste, geográfica y astronómica", encabezada por Billings, de Petropavlovsk Kamchatski debía haberse dirigido, costeando las islas Aleutianas, la Península de Alaska, Kadiak, hacia el cabo San Elias, "para contemplar toda la cadena de islas que se extienden hacia América y para efectuar nuevos descubrimientos" 8 . "Tiene el poder además, - se indicaba en la instrucción, - de investigar las partes de la tierra continental de América, las que los navegantes anteriores no han podido inspeccionar debido a las intemperies marinas".9 Además de la investigación y descripción de los mares, las islas y el litoral, a Billings se le ordenaba, en caso de descubrir tierras que no pertenecieran a ningún Estado europeo, "tratar de adueñarse de ellas para el cetro ruso" 10 . Por otra parte, no obstante, a los participantes en la expedición se les proponía eludir los conflictos con los representantes de otras potencias: "Al encontrarse vuestros barcos con los de bandera inglesa o francesa o de otros países europeos, pasar amistosamente, no dar ni el menor motivo para discusiones o querellas" 11 . En julio de 1790 el barco de Billings "Gloria de Rusia" tocó las costas americanas, pero su estadía allí duró menos de tres semanas y él no pasó más al sur del paralelo 59. Tareas considerablemente más serias se planteaban a otra expedición, proyectada al mismo tiempo por el Gobierno ruso. Se proponía enviar en 1787 6
de Billings a Bezborodko, 7 (18) de mayo de 1785. Rossiiskii Gosudarstvennyi Arkhiv Drevnikh Aktov (Archivo Estatal de Rusia de Actas Antiguas), Archivo Estatal, f. 5, exp. 164, h. 38-39.
7
Ibid., h. 36-37.
8
Russkaia tikhookeanskaia
9
Véase: Gavriil A. Sarychev, Puteshestvie po severo-vostochnoi chasti Sibiri, Ledovitomu moriu i Vostochnomu okeanu (Viaje por la parte nordeste de Siberia, el Mar Glacial y el Océano Oriental), Moscú 1952, p. 287.
epopeiia (Epopeya rusa del Océano Pacífico), Jabárovsk 1979, p. 366.
10
Russkaia tikhookeanskaia
11
Véase: Sarychev, op. cit., p. 287.
epopeiia, p. 366.
C u l m i n a c i ó n d e la r i v a l i d a d r u s o - e s p a ñ o l a e n A m é r i c a ( l o s a ñ o s 8 0 del s i g l o X V I I I )
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desde el Mar Báltico hasta el Océano Pacífico la escuadra de Grigori Mulovski con el fin de afianzar los derechos de Rusia sobre las tierras allí descubiertas por navegantes rusos. Una parte de los barcos debería dirigirse a las costas de América, pasando entre los 40 y 50° de latitud norte hasta Nootka y verificar si allí había colonias inglesas u otras europeas. Luego deberían avanzar hacia el Norte hasta los lugares descubiertos por Chírikov y Béring, "e incluir esta costa desde el puerto Nootka hasta el punto inicial del descubrimiento de Chírikov [o sea, hasta los 55°20'. - M.A.] en el dominio del Estado de Rusia, si antes aquélla no fuera ocupada por alguna otra potencia". Y adjuntar todo el territorio - descubierto por los capitanes citados - "formalmente al dominio" 12 . Si las circunstancias se lo permiten, estipulaba la instrucción, "puede extender su navegación hacia el Este hasta el cabo Blanco 13 y más adelante hacia el Sur", y en todas partes donde haya tierra que no pertenezca a ninguna potencia europea colocar una cruz o un poste con la correspondiente inscripción y el escudo ruso14. Sin embargo, cuando se desató la guerra con Turquía la expedición de Mulovski fue suprimida. Igual suerte corrió otra empresa, relacionada con el nombre de James Trevenen, teniente de la flota inglesa y participante de la tercera navegación de Cook, que en febrero de 1787 presentó al ministro de Rusia en Londres un proyecto de envío de barcos rusos con mercancías alrededor del Cabo de Hornos, al Océano Pacífico a fin de desplegar en las islas y costas situadas al norte de California el comercio con los habitantes locales y los colonos rusos 15 . Cuando el proyecto fue presentado a la emperatriz, Catalina II "lo leyó con satisfacción", y, por lo visto, consideró que ese asunto no admitía demora. Ordenando proponer al joven oficial prestar sus servicios a Rusia, expresó la disposición de materializar el plan elaborado si "nada obstaculiza su aplicación en la expedición del tipo que él presenta para extender los descubrimientos y beneficiar el comercio" 16 . Sin embargo, cuando el 7 de octubre de 1787 el inglés arribó a Petersburgo resultó que la proyectada circunnavegación había sido suspendida. Las acciones del Gobierno de Catalina II, relacionadas con la activación de la política respecto al Norte del Océano Pacífico, en esencia no encerraban peligro real para España: dos expediciones en general no se llevaron a cabo, y la tercera tenía un objetivo muy limitado. Pero esto se aclaró después. Antes de ello los 12
Rossiiskii Gosudarstvennyi Arkhiv Voenno-Morskogo Flota (RGAVMF) (Archivo Estatal de Rusia de la Marina de Guerra), f. 172, exp. 367, h. 303.
13
Situado a los 43° de latitud norte.
14
RAVMF, f. 172, h. 306-307.
15
Christopher Lloyd, R.C. Anderson (ed.). A Memoir of James Trevenen, London - Colchester 1959, pp. 9195.
16
Arkhiv Kniazia Vorontsova (Archivo del príncipe Vorontsov), lib. 28, Moscú 1883, p. 73.
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informes - recibidos de distintas fuentes - sobre los planes rusos inquietaron a la corte de Madrid. En 1784 por la descripción de la tercera expedición de Cook se supo de la colonia rusa instalada en Unalaska, o sea, en la latitud de 53-54°. El 29 de octubre de 1785 el Ministro español Pedro de Normande notificaba desde Petersburgo la preparación de la expedición de Billings17. En julio de 1786 Teodoro de Croix, virrey del Perú, remitió a Madrid una importante información de Ambrosio O'Higgins, intendente de Concepción, el cual hacía saber que tuvo la posibilidad de conocer los mapas de La Pérouse, en los cuales supuestamente figuraban cuatro colonias rasas en el Noroeste de América, incluyendo la Entrada del Príncipe Guillermo y Nootka Sound 18 . En Madrid el nerviosismo creció cuando el 16 de febrero de 1787 Noemande puso en conocimiento del Secretario de Estado Floridablanca que el Gobierno de Catalina II resolvió enviar al Océano Pacífico la expedición de Mulovski. El ministro comunicaba que la emperatriz tenía la intención de proclamar - aplicando el derecho del país descubridor - su soberanía en la parte del continente americano aproximadamente entre los 55 y 60°, luego anunciar a las potencias europeas que el objetivo de Mulovski era consolidar esas posesiones de Rusia y defenderlas 19 . Respondiendo a la interpelación de Floridablanca, Normande confirmó que, supuestamente, los barcos rusos se habían internado en el sur hasta los 49°33'20 (es decir alrededor de la latitud de Nootka Sound). El 30 de marzo del mismo año el Encargado de negocios Pedro de Macanaz precisaba que "la expedición ... debe hacerse a la vela esta primavera para el Kamchatka" y mientras tanto Mulovski "ha salido esta semana para Kíev [donde se encontraba entonces Catalina II - M.A.] llevando a la aprobación de su soberana los planes y mapas de su viaje" 21 . Tomando en consideración todo esto, el Gobierno madrileño ordenó a las autoridades de Nueva España estar alertas en relación con el avance de los rusos y continuar las investigaciones en dirección norte. 22 En marzo de 1788 los navios de Esteban José Martínez y Gonzalo López de Haro zarparon de San Blas y a mediados de año llegaron hasta Kadiak y Unalaska, donde visitaron las colonias rusas. Allí tuvieron conocimiento de que para el año siguiente se esperaba 17
Warren L. Cook, Flood Tide ofEmpire,
18
Anthony H. Hull, Spanish and Russian Rivalry in the North Pacific Regions of the New World, (Dis. Ph D.) University of Alabama 1966, p. 177.
New Haven - London 1973, p. 115. 1760-1812
19
Ibid.,pp. 113-114.
20
Ibid., p. 115.
21
De Macanaz a Floridablanca, 30 de marzo de 1789: Archivo Histórico Nacional, Madrid (AHN), Estado, leg. 6120,1, exp. 2, No. 10.
22
Obras originales del Conde de Floridablanca, y escritos referentes a su persona, Madrid 1867, p. 233.
Culminación de la rivalidad ruso-española en América (los años 80 del siglo XVIII)
67
la llegada de dos barcos de Rusia con el fin de ocupar Nootka. "En verdad, tales proyectos rusos nunca tuvieron realidad", - indica Luis Mariñas Otero 23 . Al recibir los informes de ambos capitanes, que contenían los datos mencionados, el virrey Flores se apresuró a referir a Madrid todo lo ocCurido. Pero sin esperar indicaciones de allá dispuso equipar una expedición marítima con el objetivo de proclamar formalmente el poder de España sobre Nootka, previniendo las supuestas intenciones de Rusia en aquella región 24 . Las medidas tomadas por Flores en abril de 1789 fueron confirmadas por el rey Carlos IV. Simultáneamente el 23 de abril Floridablanca remitió a Miguel de Gálvez, ministro español acreditado en Petersburgo, la orden de hacer una presentación al Gobierno de Rusia para que los descubridores y navegantes de su nación en el mar Pacífico o del Sur "tengan la orden", de no establecerse en los puntos de nuestra América en que fuimos los primeros poseedores, y pasan más allá de lo que llaman Entrada del Príncipe Guillermo" 25 (o sea, 61° de l.n.). El 23 de mayo (3 de junio) Gálvez comunicó al vicecanciller Ostermann la exigencia de la corte madrileña "relativo al establecimiento de los rusos en el mar Pacífico" 26 . Sin embargo, algunas semanas antes la expedición de Martínez López de Haro llegó a Nootka. Allí no había ningún barco ruso. En cambio en la bahía se hallaban dos barcos norteamericanos y uno inglés, y a mediados de junio apareció un velero inglés procedente de Macao con el propósito de establecer el control inglés sobre Nootka. Pero los españoles se adelantaron a los ingleses y proclamaron esa región dominio de España. Cuando en julio de 1789 arribó otro buque inglés, lo coparon y luego procedieron de igual modo con el otro barco. A principios de 1790 la noticia de los sucesos en Nootka llegó a Madrid y allí despertó seria preocupación. Para aquel entonces en la capital española se habían aplacado los temores respecto a las intenciones de Rusia en América. En julio de 1789 se supo que en respuesta a la gestión del Gobierno de Madrid Ostermann - en nombre de la emperatriz - el 6 (17) de junio aseguró a Gálvez que "de esta parte ese deseo será correspondido, máxime que coincide con los principios siempre observados aquí por su Majestad Imperial" 27 . Según palabras del Vicecanciller, que puso en 23
Luis Mariñas Otero, "El incidente de Nutka": Revista de Indias 109-110 (1967), p. 349.
24
Anthony H. Hull, op. cit., pp. 129-130.
25
De Floridablanca a Miguel de Gálvez, 23 de abril de 1789. AHN, Estado, leg. 6120, II, exp. 1.
26
De Miguel de Gálvez a Floridablanca, 5 de junio de 1789. AHN, Estado, leg. 4592, N 97; Konferentsial'naia zapiska (Nota conferencial), 23 de mayo de 1789. Arkhiv Vneshnei Politiki Rossiiskoi Imperii (AVPRI) (Archivo de la Política Exterior del Imperio de Rusia), f. Vnutrennie kollezhskie déla (Asuntos colegiales internos), 1789, in. 2/6, exp. 896, h. 281.
27
Konferentsial'naia zapiska, 6 de junio de 1789. AVPRI, f. Vnutrennie kollezhskie déla, 1789, in. 2/6, exp. 896, h. 314 rev.
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conocimiento al ministro, hace mucho tiempo "los expedicionistas de Kamchatka" han recibido órdenes "para que no se estableciesen en punto alguno perteneciente a otra potencia ... Pero que si por acaso se habían introducido o encontrábamos sus vasallos en alguna parte de nuestra América suplicaba al Rey que se compusiese o remediase amigablemente" 28 . Floridablanca notificó al Secretario de Indias y éste a su vez al virrey de Nueva España sobre la respuesta satisfactoria de la parte rusa 29 . La veracidad de la declaración hecha en Petersburgo la confirmaba el informe de Flores que negaba la presencia de rusos en Nootka. En cambio sí la de los viejos enemigos de España, los ingleses 30 . El Gobierno madrileño exigió oficialmente condenar a los subditos ingleses que habían irrumpido con arbitrariedad en los dominios de España. El gabinete de Saint James rechazó categóricamente esas pretensiones e insistió en la responsabilidad total por la violencia cometida y en la entrega inmediata de los barcos capturados. Como resultado, la situación creada a fines de los años 80 en torno a Nootka Sound se transformó en un grave choque anglo-español. El conflicto fue regulado en octubre de 1790 por medio de la firma de una convención entre ambas potencias. Forzada a hacer concesiones, la monarquía de Carlos IV reconoció el derecho de los ingleses a comerciar y establecerse en las partes del litoral noroeste de América, no ocupadas por los españoles. Esto determinó la suspensión de la expansión de España en esa región, que llevó a la distensión de la rivalidad ruso-española. Tal desarrollo de sucesos se debió también a la agravación de las contradicciones anglo-rusas en relación a la llamada "alarma bélica" de la primavera de 1791 y en lo sucesivo - al enfriamiento de las relaciones de la corte madrileña con Francia - su aliada tradicional - y la aspiración del Gobierno de Catalina II de incorporar a España en la coalición antifrancesa que se formaba en aquel entonces.
28
De Miguel de Gálvez a Floridablanca, 19 de junio de 1789. AHN, Estado, leg. 4592, N 101.
29
De Floridablanca a Valdés, 26 de julio de 1789; de Valdés a Floridablanca, 31 de julio de 1789. Bohumil Badura. Z pramenu k ruskym objevnym cestám v 2. pol. 18. stol. v mexickém archívním fondu. - Ceskoslovensky casopis historicky, Praha 1963, N6, s. 813.
30
Anthony H. Hull, op. cit., p. 130.
El puerto de Montevideo en la mira de dos potencias europeas. Efectos de la alternancia mercantil franco-británica sobre el último tramo colonial (1797-1814) por Arturo A. Bentancur Universidad de Montevideo
Preámbulo1 El puerto colonial español de Montevideo, el más apto por debajo del limítrofe paralelo 25, ubicado sobre la margen Norte del Río de la Plata, adquirió desde los años 1770 creciente importancia económica emanada de su situación estratégica. Las dificultades que ofrecía la navegación de casi 200 kms. hasta Buenos Aires, fueron fundamentales para que poco a poco sustituyera a ésta como terminal preferente en la carrera de Indias. De ese modo se agregó una cuenta más al rosario de rivalidades y diferencias entre ambos enclaves. El proceso tuvo lugar en el contexto de las llamadas reformas borbónicas. Como primer paso de relevancia fue designado terminal única de buques correos en 1767, mientras al año siguiente se creaba el apostadero de marina, como centro de la actividad del Atlántico Sur. Con el Reglamento para el Comercio Libre, se establecieron en él las oficinas necesarias para su categoría de puerto habilitado: la Real Aduana (1778) y la Comandancia General de los Resguardos (1779). Pese al fracaso genérico de las medidas reformistas, al iniciarse la década de 1790 el balance era favorable a la pequeña ciudad, que a partir de la nada se había convertido en bulliciosa plaza comercial. Una nueva oportunidad se abriría entonces, con sucesivas liberaciones generadas por el debilitamiento creciente del centro del sistema: libre introducción de esclavos (1791), comercio de ensayo (1795), tráfico con neutrales (1797), y otorgamiento de sucesivos permisos al cese de este último en 1799. 1
Los insumos informativos aquí utilizados pertenecen a un proyecto de investigación titulado "El puerto de Montevideo en el siglo XIX. Su articulación con la cuenca del Plata y la región suratlántica". Dirigido por el Dr. Juan Oddone, el mismo se inscribe en el programa de actividades del Departamento de Historia Americana, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Montevideo.
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Con el inicio de una nueva centuria, Montevideo estaba profundizando otro dinámico despegue que facilitó la aparición de una elite en rápido ascenso. A su plaza comercial conectada con el mundo y la región, se agregó una flota naviera en crecimiento y un cinturón industrial que multiplicó su capacidad para elaborar tasajo destinado a La Habana, y sebo para el mercado europeo. El foco así potenciado atrajo población en forma constante, al punto de configurarse una sociedad muy peculiar. La mayor parte de sus componentes eran inmigrantes trasatlánticos o regionales con breves permanencias. Dentro de esas pautas se inscribió la propia elite comercial, en cuyo interior no pudo manifestarse la característica puja entre europeos y criollos, pues fue insignificante el número de estos últimos. Francia e Inglaterra se alternaron a partir de 1793 en guerras y asociaciones con la alicaída potencia española. Seguidamente se analizan la forma en que pesaron ambos enlaces y sus correspondientes efectos en un puerto periférico.
1. Francia y la Guerra Corsaria (1797-1806) La actuación francesa fue indirecta, sobre todo a través de la práctica de la actividad corsaria por parte de ciudadanos de su nación. A su influjo, entre 1797 y 1806 el corso marítimo adquirió creciente importancia en Montevideo. Del mismo modo que un riesgo de vida, esas operaciones brindaron la posibilidad de obtener rápidas ganancias. Ellas llegaron a través de la tradicional distribución del beneficio líquido entre los participantes según sus inversiones, sus rangos y sus méritos. Significaba allí lo nuevo, pues no existían antecedentes similares en la zona, a excepción de pequeñas naves armadas en los años 70 por el propio gobierno local para combatir el contrabando. En oportunidad de las dos guerras anteriores a la de 1797, existió por lo menos el estímulo estatal para que renaciera, pero no conocemos ejemplos de su traducción en la práctica. Así, en setiembre de 1779 el virrey Vértiz llamó a ofender por esta vía al enemigo británico, "con la seguridad que S.M. conced[ería] enteramente las presas que hicieren". Entre tanto, en julio de 1793 Nicolás de Arredondo hacía saber a los diputados del comercio porteño la reciente llegada a la Comandancia de Marina de "20 patentes de S.M. para armadores en corso, contra la nación francesa" 2 . No sería raro que las mencionadas instancias hayan carecido de respuesta entre los posibles interesados locales. Faltaba el entorno adecuado que acercara 2
Archivo General de la Nación Argentina (en adelante, A.G.N.A.) División Colonia. Libro 4. Bandos, f. 124, y Sección Gobierno, legajo 1, exped. 27.
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los fundamentos empíricos de una compleja operación, que se reveló muy redituable cuando adhirieron a ella varios comerciantes del medio. A partir de 1797, la iniciativa en este terreno correspondió sobre todo a los experimentados marinos franceses ya aludidos, transformados así en escuela y recurso humano idóneo para la elite mercantil montevideana. Tras establecerse comprensibles vínculos en su pasaje como corsarios al servicio de su nación, posteriormente algunos de ellos se asociaron con armadores locales. Hacia 1805, una verdadera "fiebre de corso" involucró a gente de la más diversa condición. Todos ellos unidos por el deseo de incrementar sus fortunas, pues eso, y no una elevada voluntad patriótica, fue el motor principal de esta clase de operaciones. 1.1. Los comienzos: En la tercera semana de 1797 ancló en Montevideo el navio Matty, apresado por la fragata española Santa Leocadia. La captura se justificaba por tratarse de la propiedad de un subdito inglés radicado en Buenos Aires. Sus tripulantes detenidos fueron luego enviados a Jamaica, junto con los de otra nave de la misma bandera, para ser canjeados por prisioneros españoles3. A fines de agosto ingresó a su vez al puerto la fragata británica Lady Shore, "marinada" por oficiales franceses. Mientras viajaban como prisioneros hacia la Nueva Gales del Sur, se habían sublevado con éxito cerca de Río. Pese a las dudas suscitadas por el procedimiento, finalmente se reconoció la calidad de presa a este buque de fabricación china y casi 400 toneladas. En octubre de 1798 sus captores contaban con la correspondiente adjudicación del gobierno de la "República Francesa una e indivisible", y percibían mensualmente adelantos de dinero por la Real Hacienda platense. Ya se habían rematado tanto el navio como sus bultos, por parte de connotados comerciantes de la ciudad4. En 1799 el puerto de Montevideo fue base de un auténtico corso desarrollado por dos buques franceses armados especialmente: El gran Bonaparte y La Republicana. Salidos ambos desde la terminal norplatense, desarrollaron la mayor parte de su acción en las costas del Brasil, donde capturaron varias naves, con preferencia portuguesas. El segundo pertenecía a una empresa privada con sede en la ciudad de Dunkerque y lo comandaba un oficial de la Marina de su país.
3
Hiena Scheuss de Studer. La trata de negros en el Río de la Plata durante el Siglo XVIII, Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires 1958, pp. 307-308. Leopoldo Pérez Rodríguez, Rafael Addiego Bruno, Washington Duarte Di Martino, Historia de la influencia británica en el Río de la Plata y especialmente en el Uruguay, Montevideo 1946, tomo 1, p. 137.
4
Archivo General de la Nación. Montevideo (en adelante A.G.N.). Escribanía de Gobierno y Hacienda (en adelante E.G.H.) caja 35, Exped. 51 bis, piezas 1 a 4, caja 39, exped. 42. Los ciudadanos franceses José Delis y Nicolás Santiago Thierry al virrey. Montevideo, 20 de noviembre de 1799. A.G.N.A. División Colonia. Solicitudes Civiles. Letras S-Z. Solicitud de Mr. Thierry. Buenos Aires, 20 de octubre de 1798.
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Los responsables de ambos bajeles gozaron en principio de aparente tolerancia para el ingreso y la venta de sus capturas. El carácter de aliados de España y Francia en la guerra europea justificaba inicialmente este proceder. Los trámites de descarga y posterior venta eran realizados por lo general con extrema celeridad en la misma plaza montevideana 5 . Inclusive varios apresamientos fueron protestados sin éxito por los damnificados. Uno de ellos tildó al capitán de La Republicana de "corsario contrabandista", que se valía de "los favores que estaba disfrutando" para cometer diferentes ilícitos "con [la] mayor libertad" 6 . Sin embargo, en febrero de 1799 los marinos fueron sorprendidos por un sustancial cambio de actitud en las jerarquías rioplatenses, que prohibieron la venta de presas y cargamentos, al tiempo que los obligaban a partir sin que pudieran negociar las últimas capturas. El capitán del Bonaparte, Augusto Carbonell, calificó el mencionado comportamiento como una resolución "que no debía esperar después del acogimiento que había recibido anteriormente". Mientras el virrey le exhortaba a que "no volviera más", denegaba todas sus peticiones finales7. En julio siguiente, la llegada de otra nave apresada por corsarios franceses marcaría algunas singularidades. Por un lado reflejaría la idoneidad platense para esta clase de operaciones. Por otro dejaría al descubierto el carácter aleatorio de la prohibición, parcialmente inspirada en la voluntad de sancionar los comportamientos equívocos del grupo. La más reciente captura había sido tomada a un marino portugués sobre las costas de Guinea, y su capitán de presa indicó haber recibido la orden de conducirla a Montevideo. Después de superado un amago de inicial dureza, se le permitió vender el cargamento y también el buque8. 1.2. La asociación operativa: El mismo año en el que se ponía intempestivo fin a la aventura francesa, la corona tomaba el partido de favorecer por su lado la actividad. Se valía de un aditivo a la Ordenanza de Corso del 12 de octubre de 1796, donde se brindaban más ventajas a los armadores españoles. Entre ellas se les eximía del pago de derechos a la Real Hacienda, y era dispensado de cuarentena todo buque apresado que no proviniera de zonas de riesgo9. En 1801 se conocería un mayor compromiso de varios comerciantes locales, que se convirtieron en armadores. Así sucedió sobre todo con Mateo Magariños, 5
A.G.N., E.G.H., caja 41, exped. 106.
6
A.G.N., E.G.H., caja 40, exped. 84.
7
A.G.N., E.G.H., caja 41, exped. 102, y caja 66, exped. 142.
8
A.G.N., E.G.H., caja 40, exped. 85.
9
A.G.N., E.G.H., caja 39, doc. 45. Bando del gobernador Bustamante y Guerra con la adición de Aranjuez, 21 de mayo de 1799.
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que posteriormente incluiría entre sus méritos el de "fomentador de armamentos en corso". En compañía con otros colegas suyos había participado de la preparación de cinco naves, dos de las cuales no pudieron iniciar sus cruceros por la llegada de la paz. Se destacó la fragata francesa Valiente, puesta al comando de Alejandro Etienne. Fue equipada a un coste superior al centenar de miles de pesos, y logró capturar varios buques. El radio de acción de estos corsarios fue nuevamente la costa brasileña, y sus presas arbolaban casi todas el pabellón lusitano. Igualmente operaron algunas embarcaciones armadas por el Real Consulado de Buenos Aires 10 . En estas tramitaciones se advirtió mayor seriedad que en la etapa anterior, al habilitarse los correspondientes procesos en la Real Junta de Marina. Cabía esperar este cambio al existir interés prioritario de subditos hispánicos. Como se ha indicado, 1805 sería el año de las grandes oportunidades en este terreno. Tras breve intermedio de paz, se reabrió el escenario bélico, a consecuencia de un sangriento ataque de los ingleses sobre naves españolas neutrales, ocurrido en octubre de 1804. La noticia de la reanudación de la guerra llegó a Montevideo en febrero siguiente, y poco después se iniciaban los preparativos para las empresas corsarias. La estrechez y el peso del bloqueo impuesto por los enemigos, convirtió a la actividad en una salida prácticamente obligada. Las corbetas El Dromedario (a) La Reina Luisa y Dolores (a) La Reparadora, fueron el centro de la acción emprendida. Con ellas se reeditó legalmente la asociación que se venía haciendo tradicional en el corso montevideano. Fueron en efecto armadas por comerciantes locales y comandadas por los oficiales franceses Hipólito Mordeille y Estanislao Couraud. A ambos correspondió destacado papel en sus respectivos cruceros, rubricado por la captura, en las costas de Africa, de una decena de presas británicas de elevados valores. Se trataba de fragatas y bergantines, la mayoría de 300 a 500 toneladas, con más de un millar de esclavos11. Las subastas de las presas tomadas por la Dolores se cumplieron en 1806, con asistencia de diversos interesados. Compraron casi todo comerciantes de Montevideo, inclusive los propios armadores, en cantidades variables según el estado de los buques y el nivel de las ofertas. 1.3. Para un primer balance: 1. Pese a su abrupto final, la empresa de La Republicana y El Gran Bonaparte redituó bastante en Montevideo. Cerca de una decena de embarcaciones, con sus cargamentos, fueron subastadas en la ciudad. 10
A.G.N. Fondo ex Museo, caja 246, carpeta 32.
11
A.G.N. Ex Museo Histórico, caja 265, carpeta 48, exped. 3.
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Obviamente alcanzaron valores más accesibles que si se los hubiera comercializado sin urgencia y en tiempos de paz. Los franceses también consumieron y retiraron toda clase de abastecimientos, suministrados por comerciantes locales. Así lo confesaba años más tarde quien parece haber sido el principal agraciado, Mateo Magariños. Precisamente se refería al "giro pingüe de progresos y aumentos" obtenido en las "diferentes contratas de abasto, poderes y comisiones" con estos corsarios 12 . A su vez el apoderado local de la sociedad armadora, Manuel Vázquez, resolvía los asuntos emanados del accionar corsario con bastante libertad y conseguía apreciables ganancias. El "estilo inmoderado", "orgullo y altanería" con que defendió al capitán Augusto Carbonell en los episodios relativos a la expulsión, permiten suponer un profundo interés de su parte 13 . También fue importante la relación adquirida, que se traduce en los dichos referidos antes, tanto como el ejemplo de ganancia fácil ofrecido por los fugaces tributarios. Efectivamente, uno de los más relevantes aportes de la presencia francesa fue el de hacer posible un desarrollo local progresivo de la actividad por ellos practicada. 2. Fuera de generarse empleos a término y oportunidades para la llamada "gente de mar", lo mismo que los ya indicados beneficios a vendedores o contratistas, se abrió con la guerra corsaria una más directa posibilidad de progreso. Como armadores, abastecedores o apoderados, varios comerciantes de Montevideo hallaron en la actividad una fórmula eficaz para incrementar sus caudales. Fue una nueva demostración de pragmatismo y de audacia, al sacar partido de las circunstancias que atravesaba el imperio hispánico. La efervescencia que alcanzó a todos quienes tenían alguna relación con los negocios y la operativa en el mar, no fue su única secuela palpable. El corso también contribuyó al incremento de las relaciones comerciales de la plaza con el mundo, y a la extranjerización de la sociedad montevideana. La Francia napoleónica, desabastecida a raíz del bloqueo británico, sería origen y destino preferente de muchos viajes de la flota montevideana. La condición de neutral que cupo en aquel escenario a la bandera española durante el período de paz transcurrido de 1802 a 1804 permitió el intercambio con puertos como los de Ave de Gracia, Burdeos y Marsella. 12
"(••••) he logrado a su sombra /del asiento para suministro de víveres a los buques estatales/ ensanchar famosamente los créditos de mi casa y darles un giro pingüe de progresos y aumentos a mi fortuna privada por las diferentes contratas de abasto, poderes y comisiones que me dispensaron los corsarios franceses que arribaron con sus presas a este puerto en la guerra pasada con los ingleses, (...)"• Comparecencia de Mateo Magariños, Miguel Zamora, Francisco Antonio Maciel y Antonio Pereyra. Montevideo, 28 de enero de 1804. A.G.N. Protocolos de Marina. Registro de escrituras correspondientes al año de 1804, folios 55 y siguientes.
13
A.G.N. E.G.H., caja 41, exped. 102. El virrey Avilés al gobernador de Montevideo. Buenos Aires, 1° de junio de 1799.
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Floreció una especie de "conexión Burdeos" entre el emergente Mateo Magariños y la casa Pedro Sorbé e Hijo. La estrecha relación entre ambas partes fue corolario directo de las actividades corsarias, pues la mencionada fragata Valiente pertenecía a esa firma bordalesa. A las cuentas de su armamento estuvieron ligados buena parte de los contactos posteriores, y así lo refleja la correspondencia legada 14 . A su vez, la penetración extranjera - contracara de la apertura comercial - fue uno de los efectos no queridos de la nueva situación. El establecimiento efectivo de ciudadanos de diferentes partes del mundo se volvió algo muy corriente, y uno de ellos mencionaba en 1805 "la más activa generosidad" 15 de las autoridades rioplatenses en tal sentido. Ese internacionalismo local se nutrió por los diversos canales involucrados con las fórmulas renovadoras (comercio de ensayo, introducciones de esclavos y buques neutrales), entre las que deben incluirse las actividades corsarias. El aporte de nuevos pobladores por esta última vía presentó un perfil mayoritariamente femenino. Efectivamente, la fragata Lady Shore desembarcó 70 mujeres inglesas conducidas a ese lejano destino. Se trataba de ex convictas de la cárcel de Londres, distribuidas luego entre el vecindario, "prestado a porfía a recogerlas con una humanidad inexplicable"16. Los libros parroquiales recogieron pronto sus nombres, españolizados de prisa por los escribientes de turno. Sus bodas aparecen registradas por lo menos hasta 1803 y, para subrayar la magnitud de la presencia francesa en el medio, en un caso fue testigo cierto ciudadano de Burdeos, ex tripulante de La Republicana 17 . El más notorio ciudadano francés introducido individualmente en la etapa corsaria fue Luis Goddefroi, encargado de diversas gestiones puntuales por la sociedad armadora de La Republicana. Llegado a Montevideo en 1800, pronto comenzó a negociar, se casó con una encumbrada hija de la tierra, y alcanzó una buena posición económica, aunque no exenta de sobresaltos por motivos políticos. En 1807, atendiendo a sus encomiables servicios durante las invasiones inglesas, se le habilitó para realizar todo tipo de operaciones comerciales. Podría hacerlo como vecino de Montevideo, y mientras obtenía de S.M. la correspondiente carta de naturaleza. Según sus consideraciones posteriores, allí se inició para él la época de mayor prosperidad, cuando consiguió "hacer útiles los conocimientos que había adquirido en Europa, con casas de grueso giro marítimo". 14
A.G.N. Archivos Particulares, caja 106, carpeta 7.
15
A.G.N. Ex Museo Histórico, caja 265, carpeta 48, exped. 5.
16
A.G.N. E.G.H. caja 35, exped. 51 bis, primera y cuarta piezas.
17
Archivo de la Curia Eclesiástica. Montevideo (en adelante A.C.E.). Expedientes de Esponsales, cajas 6, 7 y 8.
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La bonanza sólo le acompañaría hasta 1810, cuando una serie de circunstancias adversas lo apartarían de la sociedad colonial 18 . Un nuevo testimonio de la amplia representación francesa en la ciudad lo ofrece el contrato celebrado con su tripulación por el armador montevideano de una de las naves corsarias salidas en 1805. Al capitán Hipólito Mordeille, viejo conocido en lares platenses por sus continuos arribos marítimos, se añadían los pilotos Francisco Fournier y Bautista Asoupard, los oficiales de mar Luis Coutelen y Juan Bautista Rautin, los marineros Balbiere, Pusel y Fanot 19 . El otro capitán corsário de 1805, Estanislao Couraud, permanecería en el Río de la Plata hasta su muerte montevideana, a comienzos de octubre de 1814. Para entonces, el antiguo marino tenía parte de sus cortos intereses en Buenos Aires, y era sargento mayor del cuerpo de ingenieros, "al servicio del Estado" 20 .
2. Violencia, inversión de alianzas y copamiento británico (1807-1814) 2.1. Una pregunta necesaria: La introducción de Gran Bretaña en el Río de la Plata fue gradual, recorrió varias etapas y empleó diferentes métodos, tras el supremo objetivo de comerciar. El Estado tuvo una participación mucho más activa que en el caso francés, a tal extremo que llegó a poner sus propias fuerzas navales al servicio del sector mercantil. La reseña de sus fórmulas de penetración exige una óptica retrospectiva, a partir de un interrogante fundamental: ¿Fue real o aparente su ausencia en el período anterior? Las únicas banderas inglesas observadas en Montevideo antes de 1806 correspondieron teóricamente a las repetidas presas de los corsarios. Pero ello no implica de ninguna manera que el comercio de esa nación haya estado excluido en esa etapa. Es posible reunir primariamente algunas certezas y especulaciones acerca de la pertinencia de considerarlo muy presente, aunque sin hacerse demasiado visible. 1. La referencia más directa aparece en un documento comercial privado de febrero de 1806, sobre la conveniencia de entablar negocios con las colonias atlánticas españolas bajo banderas neutrales. Se afirma que en el pasado más reciente el gobierno de Londres había permitido "por política" esa clase de rela-
18
A.G.N. E.G.H. caja 85, exped. 11, y caja 109, exped. 60.
19
A.G.N. Protocolos de Marina. 1805-1806, f. 52.
20
A.G.N. E.G.H., caja 108, exped. 32.
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cionamiento con el Río de la Plata. Así se había estimulado un tráfico que los firmantes consideraban "lucrativo"21. 2. En la peculiar coyuntura de 1806, cuando un grupo de comerciantes montevideanos respaldó una protesta subterránea contra la penetración mercantil extranjera, se enriqueció la mirada. Se hacía referencia por ejemplo a espías "con el título de americanos", y a enemigos "bajo la apariencia de americanos, de quienes e[ra] tan difícil distinguirlos". Una prueba inequívoca de esa identificación era hallada por los denunciantes en la indulgencia de los británicos encargados del bloqueo platense respecto de las naves estadounidenses. Los cargamentos conducidos por estas últimas eran tenidos como de propiedad inglesa, y sus buques como el canal por donde la riqueza indiana torcía "su curso para desviarse de la península y entrar a Londres". Aún en 1808, cuando se comenzaba a reactivar el comercio tras la expulsión de los asaltantes del año anterior, se insistía con estos argumentos. Mientras se oponían toda clase de trabas a la descarga del bergantín Mildred, varios actores se referían a él como "extranjero que se titula americano" o que "entró bajo la denominación" de tal. De ese modo se identificaba al enemigo político externo del Estado español (Inglaterra) con el competidor externo visible en el terreno comercial (Estados Unidos). Sus operaciones afectaban sensiblemente los intereses del grupo acusador, por inundar el mercado con artículos manufacturados muy competitivos 22 . Naves hamburguesas, genovesas, suecas, danesas, y sobre todo norteamericanas, llegaron reiteradamente en el período indicado, para desaparecer casi por completo a partir del momento en que Inglaterra se hizo visible. A todas ellas debe agregarse la omnipresencia portuguesa, tradicional satélite comercial británico desde el lejano tratado de Methuen. 3. La presencia de buques angloamericanos había sido efectivamente la más repetida y sospechosa: Ya en 1799 se podía hablar de una "conexión Filadelfia", y en los dos últimos años del período, fueron notables sus grandes introducciones de esclavos. Entre mayo y diciembre de 1805, 13 unidades de su flota ingresaron un millar, mientras que al año siguiente fueron 2.673 en 21 cargamentos. No puede olvidarse que en este renglón los estadounidenses estuvieron "a la cola", al decir de Herbert Klein, mientras los ingleses eran a esa altura absolutos dominadores. Para completar el entramado de dudas, al menos dos de los buques llegados en 1806 habían iniciado en Londres sus periplos hacia las factorías donde luego cargaron. 21
John Street, "La influencia británica en la independencia de las provincias del Río de la Plata, con especial referencia al período comprendido entre 1806 y 1816": Revista Histórica, Montevideo, Vol. XXI, p. 330.
22
A.G.N. Archivos Particulares, caja 105, carpeta 3. E.G.H. caja 86, exped. 32.
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Además, en 1797, un comerciante montevideano que negociaba con éxito en las costas africanas, había señalado otra limitación relevante en ese mismo sentido. Decía no emplear la bandera yanqui en el tráfico negrero por hallarse este "prohibido por su república", lo que les exponía a que "cualquier embarcación armada les p[udiera] detener sin que su gobierno les pu[dier]a proteger". 23 Por otra parte, al reanudarse las actividades de Montevideo como puerto español, tras la ocupación británica, volvió a advertirse la llegada repetida de buques norteamericanos. 4. Entre tanto, se comprobaron en la zona al menos dos trasbordos de mercancías inglesas en alta mar. En 1801, se halló que dos balandras españolas se disponían a transferir la totalidad de la carga de una de las fragatas dedicadas al corso en la boca del río. Finalizada la operación, esta última ingresaría en Montevideo, vacía y con bandera norteamericana, a recoger víveres y frutos del país. Una de las indicadas embarcaciones menores fue detenida por otro navio británico al realizar el alije, y se decía que no era la única operación de su tipo por esos días. Tampoco constituía la primera de la nave europea, que cerca de un año antes había ensayado por lo menos otra similar24. En 1802 se tuvo noticias en Montevideo de un trasbordo de mayor volumen realizado en las costas del Brasil, hacia una fragata en proceso de españolización, que atracó luego en la terminal norplatense. Se trataba de 80 fardos de hacienda seca, que los peritos catalogaron como de origen londinense, y cuya transferencia de uno a otro buque demandó dos días 25 . 5. Un analista rioplatense contemporáneo ha señalado a su vez una opinión que resulta fácil de compartir. Ha supuesto la simulación de bandera portuguesa asumida por numerosos navios españoles en este período, como algo más que una medida destinada a minimizar represalias de guerra. A su juicio también traducía un entendimiento entre ambos aliados (Inglaterra y Portugal), para no entorpecer el flujo de mercancías británicas comercializadas por los mercaderes lusitanos26. 6. La presencia de la flota de Inglaterra no sólo fue muy ostensible sino que además se convertió en el más difícil rival. Señalaba en 1798 el administrador de la Real Aduana de Buenos Aires, la disparidad entre un enfrentamiento con Gran Bretaña y cuantos pudieran sostenerse con otro Estado. "Las hostilidades marí-
23
Herbert S. Klein, La esclavitud africana en América Latina y el Caribe, Madrid 1986, p. 94. A.G.N. E.G.H. caja 33, exped. 29. Ex A.G.A. Libro 95.
24
A.G.N. E.G.H. caja 48, exped. 47.
25
A.G.N. E.G.H. caja 56, exped. 210, 2* pieza.
26
Julio César González. "La 'portuguización' de los navios en el Río de la Plata (1805-1806)": Revista rica, Montevideo, Año XLVI, tomo XVII, número 51, p. 396.
Histó-
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timas del británico aventajan a las de otro cualquier enemigo", enfatizaba el funcionario. Demostraba, con varias cifras concluyentes, "la diferencia tan sensible en el comercio español durante la guerra de noventa y tres con Francia respecto de la actual"27. Todos los mares se hallaban "infestados de corsarios" de esa bandera, para emplear una expresión de la época y las circunstancias. Tras el desastre naval de Trafalgar la situación alcanzó su mayor grado de dramatismo, al punto que el Consulado de Cádiz despachó 14 barcas hacia los puntos donde recalaban los envíos de América. El mensaje, llegado doblemente a Montevideo en mayo y junio de 1805, advertía a los navegantes el peligro inminente de ser apresados en las proximidades de la península, pues "el enemigo t[enía] tomados todos los puntos". Como contrapartida, agregaba una frase que lo decía todo: "sin que haya buque de guerra nuestro ni escuadra que pueda socorrerlos [...] por ningún lado"28. En el espacio más cercano, el Cabo de Santa María y la Isla de Lobos fueron habituales escenarios para los "cruceros de enemigos". Los buques ingleses destinados a "cruzar y hacer el corso" en el Plata e inmediaciones, a veces partían de Londres especialmente con esa finalidad. Fueron innumerables las embarcaciones tomadas a la marina mercante española en diferentes aguas. Después de algún tiempo en el Río de la Plata, dos naves de esa bandera trasladaban en 1805 hacia la Isla de Santa Elena siete bajeles hispánicos y portugueses. Para 1807, José Ramón Milá de la Roca cifraba sus quebrantos en una decena de naves, mientras que durante el breve intermedio de paz transcurrido entre 1802 y 1804, le fueron capturadas tres naves a Mateo Magariños. A este último, las propias fuerzas inglesas, en su ingreso de 1807, incendiaron igual número de cargueros que estaban surtos en la bahía29. 2.2. Ocupación militar y "free shop": Entre febrero y setiembre de 1807, se mantuvo la breve ocupación inglesa en Montevideo, corolario del asalto de sus fuerzas militares a ambas ciudades portuarias platenses. El hecho tuvo consecuencias relevantes sobre el cuerpo económico local. Muchas cosas cambiaron con ese acontecimiento y ya nada iba a ser igual.
27
Archivo General de Indias. Sevilla, (en adelante A.G.I.) Buenos Aires, 346. Memorial de Angel Izquierdo. Buenos Aires, 20 de julio de 1798.
28
A.G.N. Ex Archivo General Administrativo (en adelante A.G.A.). Libro 95.
29
A.G.N. Ex A.G.A. Libros 95 y 96. Protocolos de Marina. Registro de Protocolizaciones. Escribanía de Marina. Protestas años 1803, 1804, 1805, 1806 y 1809. Archivos Particulares, cajas 105, carpeta 9, y 106, carpeta 7. A.G.I. Buenos Aires, 483. Minuta con un extracto de un memorial de José Ramón Milá de la Roca. Buenos Aires, 29 de mayo de 1807.
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Para el comercio montevideano, y también para el porteño, esa fue la última oportunidad de obtener con rapidez ganancias importantes. Prácticamente con los invasores habían ingresado 66 barcos mercantes ingleses, procedentes en su mayoría de distintos puertos europeos30. La aventura rioplatense había sido una empresa básicamente comercial, al punto que la improvisada fórmula de la segunda invasión fue fruto de la influencia ejercida sobre el gobierno por los intereses mercantiles. Estos veían en el continente sudamericano su única salvación luego del cierre de los mercados europeos. Una vez tomada la ciudad, se redujeron los impuestos de importación, y se decretó la apertura del puerto por ocho meses, para que ingresaran los alimentos que faltaban. Alrededor de dos mil comerciantes se incorporaron al pequeño enclave, que se llenó de negocios, en el temprano anticipo de un enorme "free shop". A los títulos de "On Sale" y "For Sale" siguieron en la flamante prensa montevideana las más variadas ofertas31. Las mercancías inglesas llegaron prácticamente a todo el virreinato, con precios muy convenientes, a la vez que facilitaron las ventas de la producción local. El transcurrir del plazo de dos meses pactado para la evacuación consecuente a la derrota militar se transformó a su vez en un impredecible "baratillo". "Acababan de librarse de las armas británicas, pero no de sus manufacturas compradas por aquellos habitantes en número de cinco millones de pesos", recordaba años después un ex jefe de rentas32. Fruto de la necesidad y de las circunstancias, el gobernador Elío autorizó, pragmática e ilegalmente, que los invasores en retirada compraran productos del país. Bajo la expresa circunstancia de "venderlos a plata y no a cambio de géneros", la medida fue adoptada con tal urgencia, que no se consultaron las jerarquías hacendísticas virreinales33. Esta fue la segunda fase de la gran oportunidad que representó este suceso a los mercaderes platenses, como forma de compensar los perjuicios padecidos. Entre estos se contaron la no recuperación de materiales suministrados a las autoridades españolas para fortificar la ciudad antes de la invasión, confiscaciones de buques o mercancías, etc. 2.3. El retorno en un año: El siete de setiembre de 1808 se produjo una novedad significativa, destinada a transformar sensiblemente la situación. Cerca de la puesta del sol ingresaron con las ceremonias de estilo y fondearon en la terminal montevideana tres embarcaciones de bandera británica. Fueron huéspedes del 30
Instituto Histórico Y Geográfico, La Estrella del Sur, Montevideo 1807. Reproducción facsimilar. Montevideo 1942, número 1, pág. 3, y número 2, pág. 3.
31
Ibid.,p. 6.
32
A.G.I. Buenos Aires, 318. Memorial de Miguel de Cabra. Madrid, 30 de julio de 1814.
33
A.G.N. E.G.H. caja 86, exped. 70.
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gobernador por espacio de casi tres días, a cuyo término este fijó un cartel dirigido a dueños, consignatarios y capitanes de buques españoles interesados en marchar hacia Europa o América. Los oficiales visitantes les extenderían un pasaporte "para que asegur[ase] su navegación" 34 . Muchas cosas cambiarían en esta materia. El tráfico marítimo ofrecería a partir de entonces distintas novedades. En el tercio restante del año, se producirían más arribos que en los dos anteriores sumados (34 contra 24). A su vez saldrían 22 de un total de 51 barcos, lo que sin duda estaba traduciendo la realidad anterior. Por el resto de 1808 no ingresaría ni una sola nave norteamericana, impedidas por la Embargo Act, que en 1807 prohibió toda navegación que no fuera la de cabotaje, aunque en la primera parte del año habían entrado cuatro 35 . Las embarcaciones españolas llegadas mostrarían una mayor incidencia de los orígenes metropolitanos, casi ausentes hasta entonces, aunque seguirían siendo importantes también las procedencias brasileñas. Lo nuevo en este período fue la presencia visible británica, reflejada en 10 ingresos y seis salidas. Tanto en una como en otra dirección habían desaparecido ya definitivamente las banderas simuladas, los buques neutrales (hamburgueses, dinamarqueses), lo mismo que el régimen de corso y mercancía. Todos estos métodos eran características habituales del pasado período de riesgo en el mar, que empezaba a disiparse para la flota española. La esencia del drástico giro estaba por supuesto determinada por la política internacional. Continuaba el período de paz, mediante la ratificación en Londres del armisticio hispano-británico, cumplida en julio de 1808. Precisamente, al llegar el cuatro de octubre la fragata inglesa Hyelva desde Río de Janeiro, informó del contenido del documento. "Se reduc[ía] a que todos los buques españoles pu[dier]an navegar libremente, lo mismo que todos los demás de las potencias aliadas". En su declaración de guerra al invasor francés, a su vez la Junta Central Gubernativa establecida en Sevilla había dispuesto casi un mes antes la reanudación del suspendido enlace: Determinó que no se opusiera "ningún embarazo ni molestia (...) ni a su gobierno ni a sus buques (...) hemos abierto, y tenemos franca y libre comunicación, con la Inglaterra". Al decir de un marino español, la paz proporcionó a sus barcos "la seguridad de que antes carecían" 36 .
34
A.G.N. Ex A.G.A., Libro 95.
35
Guillermo Céspedes del Castillo. América hispánica (1492-1898). fesor Manuel Tuñón de Lara, tomo VI, Barcelona 1983, p. 424.
36
Germán Tjarks y Alicia Vidaurreta, El comercio inglés y el contrabando. Nuevos aspectos en el estudio de la política económica en el Río de la Plata (1807-1810), Buenos Aires 1962, p. 13 y 14. Lucía Sala, Julio Rodríguez y Nelson de la Torre, Evolución económica de la Banda Oriental, Montevideo 1968, p. 186.
Historia de América dirigida por el pro-
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Tan sólo seis días más tarde llegaría desde Londres el bergantín inglés Fanny, con diversa y nutrida carga. A su entrada invocaría una circunstancia bastante insólita: venía "en virtud del permiso que S.M.B. ha[bía] concedido a sus vasallos para que pud[ier]an comerciar con sus aliados en cualquier parte". En adelante seguirían llegando los bajeles de su bandera, para invocar en todos los casos, además de "la alianza y unión", la autorización de S.M.B., la licencia de su gobierno, o las órdenes del comodoro Sir Ricardo Lee, o el almirante Sidney Smith. Por otra parte, casi todas adujeron averías que les obligaban a solicitar el amparo de la hospitalidad. Al comenzar 1809, había media docena de buques ingleses atracados en el puerto de Montevideo. La fuerza de los hechos logró imponer una solución casi natural como contrapartida de la protección y la tranquilidad brindadas37. 2.4. La disputa por el inglés: Pero la implantación inglesa se impuso por sí misma, en aras de su propia fuerza, y a la sombra de la particular coyuntura rioplatense. El creciente distanciamiento entre las ciudades de Buenos Aires y Montevideo, encabezadas por fuertes individualidades, culminaría el 21 de setiembre de 1808 con un verdadero golpe de estado de esta última. Se operaría de hecho su temporaria secesión al constituir la Junta de Gobierno encabezada por Francisco Javier de Elío. En medio de una situación financiera dramática, ambas llegaron a disputarse los ingresos pecuniarios del modo más primitivo. Esa batalla se jugó preferentemente en el propio río, por arrebatarse una a la otra las entradas de buques. Hay algún ejemplo de lo que John Street ha llamado "bloqueo clandestino" que se aplicó a la entrada del estuario, hasta por el propio hijo del virrey Liniers38. En ese contexto, las cargas inglesas se transformaron para las dos ciudades en "la fuente de recursos por la cual ellas est[uviero]n mutuamente capacitadas para enfrentar los gastos y exigencias de la guerra civil", al decir del embajador británico en Río de Janeiro. Tanto una como otra terminal abrieron sus puertas a las embarcaciones de esa procedencia, hasta que finalmente se autorizó el comercio directo en noviembre del año siguiente39. La necesidad volvió a coadyuvar firmemente en la apertura a banderas extranjeras. Ello se ve muy claro en el caso de la fragata inglesa Etheldred, que ingresó en Montevideo el 30 de julio de 1809. Los consignatarios locales de la nave expresaron en una carta al virrey las "noticias positivas" que tenían los británicos acerca "de la escasez de recursos que sufría esta ciudad". A ella se 37
A.G.N. E.G.H. caja 90, expeds. 143 a 149.
38
A.G.N. E.G.H. caja 90, exped. 143 y 149. John Street, op. cit. p. 377.
39
Gemir
p. 16.
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subvendría precisamente con "los derechos que pagaban los extranjeros por el desembarco de sus efectos". Manifestaban inclusive como esta expedición se había dirigido con el propósito suplementario de "cooperar a la prosperidad de un país que estimaba sobremanera" su propietario. Este llegaba inclusive a ofrecer armas y municiones "en obsequio de la Patria". Posteriormente prometería anticipar 100 pesos a cuenta de los derechos de aduana, lo que fortalece aquella primera impresión. La respuesta favorable se haría esperar algún tiempo, pero dicha fragata terminaría desembarcando su carga en octubre con el permiso del propio virrey. La autorización fue de naturaleza "sin ejemplar", atendiendo a la falta de "numerario aún para las más ejecutivas atenciones". En otra instancia del caso, un funcionario de la Real Aduana de Montevideo aludiría sin rodeos a la admisión de este buque "por la necesidad" 40 . Pero también los británicos tenían su fuerte cuota de interés en este intercambio. El traslado de la corte portuguesa a Río de Janeiro en 1808, sirvió de estímulo para reanudar con mejores posibilidades el tráfico, después de finalizada la aventura de la invasión. Logradas significativas ventajas para comerciar en la gran colonia portuguesa, y mientras el mercado carioca comenzaba a saturarse, Inglaterra alentó nuevamente a sus mercaderes para que se introdujeran en las posesiones españolas vecinas, aun mientras ambos estados se hallaban en guerra. Con más razón lo esperó una vez concretada la alianza y la apertura de los puertos peninsulares, conocida en Buenos Aires en agosto 41 . En 1809 y 1810 la paz y la protección de los antiguos enemigos permitieron una recuperación del enlace con la península, realizado libremente en naves españolas. La presencia británica sólo conocería de progresos a partir de las marcas bajas del primer semestre de 1809. En este año se asistió a un sensible incremento del tráfico portuario local, que los registros conservados sitúan en 141 ingresos y 134 partidas. La nómina de destinos de buques de todas las banderas, pautada por un predominio del puerto de Cádiz y por la relevancia sostenida de Río de Janeiro, presenta como principal dirección ajena al área hispano brasileña a la terminal de Londres. Hacia esta fueron siete buques, la misma cantidad de los entrados desde allí, en igualdad con el origen carioca. Entre tanto se advierte absoluta simetría entre el número de naves inglesas entradas (29) y salidas (28). El tráfico de 1810 presenta, ampliadas sensiblemente en lo sustancial, todas las características del año anterior. Es relevante el incremento de entradas (229) 40
Juan E. Pivel Devoto, Raíces
coloniales
225. A.G.N. E.G.H. caja 96, exped. 168. 41
John Street, op. cit., pp. 330, 372 y 373.
de la revolución
oriental
de 1811, Montevideo 1957, pp. 224 y
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y salidas (191) a ultramar, en lo que constituyó un techo numérico no superado en toda la época hispánica, a juzgar por la documentación fehaciente de mi conocimiento hasta el momento. Una de las mayores novedades radica en las 22 partidas registradas hacia Londres. Entre tanto, resultan otra vez casi equivalentes los 56 ingresos y 52 egresos de naves inglesas 42 . Crece en forma considerable el papel de Montevideo como puerto intermediario, escalón hacia y desde Buenos Aires, aunque la mayoría cargan o descargan en su rada. 16 naves de esta bandera siguen hacia el puerto sureño con el mismo cargamento con que poco antes ingresaran en la orilla del Norte. Los sucesos políticos de mayo no parecen haber incidido decisivamente en ello, ya que el éxodo comenzó en febrero (3) y se aceleró en marzo (4), para no superar ya esta marca en junio (3), julio (3), agosto (2) ni mucho menos en setiembre (1). Al producirse sus respectivos ingresos, los capitanes manifestaron hallarse en viaje a Buenos Aires, desde Londres (7), Río de Janeiro (6), Liverpool (2), Dublin (1). Diferentes motivos, sobre todo la búsqueda del concurso de prácticos, reabastecerse (por ejemplo "tomar el pan"), encontrarse con otra embarcación de su bandera, dificultades de la navegación o averías, fueron invocados para justificar sus respectivos arribos en los casos en que éstas se producían. En la dirección contraria, 12 ingresaron en viaje desde Buenos Aires a Río de Janeiro, y cinco desde la capital rioplatense a la ciudad de Londres. Si bien la mayoría de ellos se retiraron sin alterar su cargamento de frutos del país embarcados en la margen sur, por lo menos cuatro recibieron carga 43 . La razón principal de esas continuaciones de viajes, prácticamente salteándose el puerto de Montevideo, fue de carácter tarifario y representó un punto desfavorable en la "disputa por el inglés". Apenas disuelta la Junta de Gobierno de 1808, un influyente diplomático británico destacaba "el pago de derechos tan exorbitantes que su admisión [de las mercancías] no puede considerarse un favor concedido al comercio de Gran Bretaña" 44 . La esencia de la discusión radicaba en el criterio absolutamente disímil con que se fijaban los aforos de ciertos efectos, al punto de parecer ambos enclaves "pueblos distintos". Denunciaba la precariedad y la inestabilidad dominantes, así como la improvisación con que se actuaba en los agitados últimos tiempos del régimen colonial. No dejaba de influir asimismo la orfandad que en materia reglamentaria e interpretativa exhibían las oficinas de la Real Hacienda en esa precisa coyuntura histórica. El desencuentro se planteaba especialmente con algunas telas. Por ejemplo a las panas se daba en 1810 un valor de 6 a 8 reales en Buenos Aires y de 14 a 20 42
A.G.N. Ex A.G.A. Libros 95 y 96.
43
Ibid.
44
Germán Tjarks - Alicia Vidaurreta, op. cit., p. 21.
El puerto d e M o n t e v i d e o e n la mira d e d o s p o t e n c i a s e u r o p e a s
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en Montevideo, que Berro y Errazquin consideraban "avalúos arbitrariamente excesivos". Un funcionario de la capital llegó a sostener que "si se les afora[ba] en el duplo, [el comerciante] deb[ía] necesariamente abandonarles" o intentar la introducción clandestina 45 . 2.5. La legalización parcial: Las circunstancias internacionales habían puesto al Estado español prácticamente bajo la protección de Gran Bretaña. Su marina arruinada, en buena parte como consecuencia de las acciones anteriores del nuevo padrino, podría desplazarse tranquilamente por las aguas del mundo, donde sólo le acechaban en ciertas zonas algunos corsarios franceses. Pero esa protección naval tuvo un precio, que fue la libertad en los hechos para introducir prácticamente en todo el imperio español toda clase de mercancías y extraer los frutos de cada región. Esa intervención, ostensible desde 1808 en Montevideo, nunca fue aprobada legalmente con carácter general, y aún en 1814 el autor de una memoria metropolitana seguía sosteniendo la necesidad de "resistir por todos los medios la libre entrada de los extranjeros en nuestras Américas". Los ingleses procuraron legalizar de algún modo la situación y para ello ejercieron presiones sobre su protegida, tanto a nivel metropolitano como en los enclaves coloniales. Mientras las primeras no dieron resultados concretos, pese a tener lugar una prolongada negociación, sí los ofrecieron las segundas. El marco de su concesión fueron las "continuas representaciones de varios jefes de América sobre la necesidad del libre comercio en el distrito de su respectivo mando". Eran en realidad comunicaciones de haberse adoptado medidas provisionales de liberación. Estas dieron resultados del tipo de la insólita apertura de los puertos de Portobelo y Chagre "sólo en los casos de urgencia" financiera. Posteriormente se facultó inclusive al comandante de Panamá para que pudiera abrir y clausurar ambos enclaves alternativamente, "con la prudencia que ya había manifestado en los anteriores apuros". Junto con medidas permisivas adoptadas en Caracas, La Habana y otros puntos, también se contó el acta que a poco de su llegada suscribió el flamante virrey platense Cisneros en noviembre de 1809, para autorizar provisionalmente el comercio con extranjeros. A excepción del indicado caso del istmo, ninguno de estos escritos había sido resuelto a nivel central en 1814, por lo que su vigencia sólo fue introducida casi de facto por las autoridades delegadas 46 . La revolución sería la encargada de trastocar todo el panorama rioplatense, ya que volvió en contra de Montevideo al nuevo protector. Concluida con la llegada 45
A.G.N. E.G.H. caja 96, exped. 168.
46
A.G.N. Archivos Particulares, caja 105, carpeta 8, fs. 270-279.
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del nuevo titular virreinal la secesión de 1808, no pasaría un año antes que otro grave suceso alterara la efímera "pax" alcanzada. La adhesión incondicional a la vieja causa española, que sus líderes creyeron muy efectiva, alejaría irremediablemente a Gran Bretaña del puerto norplatense. Su opción se orientó hacia lo nuevo que, a partir de mayo de 1810, comenzó a corporizarse Buenos Aires. 2.6. La esperanza traicionada: Las negociaciones de la apertura mercantil a nivel central pasaban en todo caso por la concesión de un voluminoso préstamo por parte de Gran Bretaña. Pero la inestabilidad y la creciente reducción territorial del imperio hispánico hacían que a esta última cada vez le conviniera menos proseguirlas. No era razonable "comprar" un derecho que por un lado poseía de hecho y por otro estaba adquiriendo gratuitamente en las zonas que iban declarando su independencia. Por tanto, la expresión "Nuestras Américas" usada por funcionarios y gobernantes metropolitanos en el curso del trato era una entelequia indefinida, en proceso de achicamiento acelerado. Tal lo que explica la opción definitiva por Buenos Aires, pues los dos sitios de Montevideo agravaron extremadamente la posición de esta última, impedida por años de la comunicación con el interior y aún con su propia campaña. De nada valió, por ejemplo, que en una muestra autonómica rayana en la anarquía se deprimieran los impuestos al mismo nivel de la ex capital, porque la gama de ventajas de esta eran mucho mayores. La circunstancia de ser la boca de las rutas hacia el interior ya era suficiente para decidir la contienda en su favor. Al enclave del Norte sólo le quedó la alternativa del Cabo de Hornos para establecer contacto con el Pacífico o los Andes, y eso resultó un handicap insuperable. Además, ante la falta de una normativa genérica ágil, las franquicias otorgadas a los ingleses en Montevideo se convirtieron en favores casi de índole personal y en flagrantes transgresiones del tipo de la señalada. Mientras tanto, en Buenos Aires contaban con una tolerancia absolutamente natural y una influencia importante a nivel del naciente Estado. Era la culminación de una tarea que se había iniciado 15 días después de la llegada de Cisneros, con los primeros trámites directos por la apertura, y la cooperación de los asesores criollos del nuevo gobernante. Con el cambio de régimen, y el ascenso de estos últimos a la conducción política, surgieron enseguida promesas de "protección, amistad y todos los privilegios de los ciudadanos". A diez días de creada la primera junta se produjo una considerable rebaja de las tasas aduaneras. En pocos meses el gobierno británico nombraba a su vez un cónsul en Buenos Aires. Lord Strangford, su embajador en la corte de Río de Janeiro, se transformaría en adalid de "una intervención generosa y desinter-
El puerto de Montevideo en la mira de dos potencias europeas
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esada" por parte de su país en favor del comercio, "libre como la brisa que lo impulsa" 47 . A su vez la posición de fuerza montevideana se agotó con su decadencia militar, pues el bloqueo naval instalado por su flota en marzo de 1810 sólo fue parcialmente efectivo en los primeros tiempos. Por otra parte, la operación era tutelada por la marina inglesa, en cuya "prudencia y talento" radicaba la eventualidad de que fuera observada por los buques mercantes de esa bandera. Regían una serie de prohibiciones para todos los barcos nacionales y extranjeros, "excepto los ingleses" si el comandante de estos "no se conviniese a ello" 48 . Con el primer sitio de la ciudad se volvió impracticable la relación comercial, por lo que sin abandonar su posición de aliados, se produjo el inevitable vuelco de los codiciados navegantes hacia la ribera del sur. El proceso fue advertido rápidamente a través de señales muy claras de los representantes europeos en el Plata. La elite montevideana pasó en poco más de un mes de la esperanza al desengaño, aunque sin abandonar nunca a la primera, casi como un simple amparo a su debilidad. En una carta dirigida en agosto de 1810 por el gobernador de Montevideo al oficial británico de más alta graduación en el Plata, surgía la elevada consideración y esperanzas despertadas por Inglaterra. Mientras establecía condiciones para el bloqueo, le llamaba "primer aliado de la nación", que hacía "tantos sacrificios por salvar a España". Suponía entre tanto a su gobierno "interesado en sostener la integridad del territorio español, la duración de sus leyes y los derechos de la casa reinante" 49 . Por ese mismo tiempo tuvo lugar el episodio de las fragatas inglesas Etheldred y Clarkson, cuya solicitud de rebaja de impuestos se sustanciaba sin éxito desde algunos meses atrás. Inglaterra era referida en el expediente como la "que tantos servicios ha[bía] hecho y esta[ba] haciendo", a la que por otra parte se "amaba por naturaleza". A sus marinos se los convocaba como "extranjeros aliados, dignos de reconocimiento y aplausos". De la "generosa nación británica", con la que se ansiaba "estrechar los vínculos de su verdadera alianza", se esperaba a su vez obtener "las ventajas que al Rey, al Estado y al País" resultarían. La firmeza mantenida hasta entonces por el gobierno de Montevideo se derrumbó en este contexto con una rapidez sorprendente. Se les concedió sin más lo que pedían, pues la finalidad era agradar al comandante Elliot, que había intercedido por un compatriota "vejado" por la administración 50 . 47
Germán Tjarks - Alicia Vidaurreta, op. cit., pp. 36-37 y 53-54-55.
48
A.G.N. Archivos Particulares, caja 105, carpeta 4, f. 56.
49
A.G.N. Archivos Particulares, caja 105, carpeta 4, fs. 25-26, y carpeta 6, f. 21 v.
50
A.G.N. E.G.H. caja 96, exped. 168.
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La euforia pro-británica pronto se iría esfumando ante el peso de los hechos. Los primeros desmentidos llegaron con la conducta de los responsables de embarcaciones de esa bandera y aún de sus autoridades. Se comprobó el incumplimiento de las disposiciones tomadas para sostener el asedio naval sobre Buenos Aires, que no acataron prácticamente en ningún momento. Así fue señalado en una nota recriminatoria dirigida en setiembre al indicado militar inglés. Entre otras acusaciones, se le increpó por haberse opuesto a las medidas políticas tomadas "a fin de restablecer el orden y asegurar los derechos del Sr. Don Fernando VII en estos vastos dominios". "Intentar oponerse al bloqueo proyectado, sobre ser un acto de decidida protección a la Junta insurreccional, es un atentado, una hostilidad manifiesta a este pueblo", se decía en uno de los pasajes más directos 51 . Esta idea se reforzaba meses después, cuando un fraile recién llegado de Buenos Aires escribía acerca de los progresos del "partido de la independencia", que "cada día se aumenta[ba] con la protección de los ingleses". Un ministro de la Real Hacienda haría notar en febrero de 1811 cómo los negociantes británicos establecidos en la ex capital virreinal sostenían "descaradamente" la revolución. Un burócrata metropolitano refería los auxilios dados a la causa independentista por la "parte gubernativa" impulsada a su vez por la "parte mercantil" inglesa. Y el gobernador Elío destacaba en repetidas ocasiones la cooperación con que "sin rebozo alguno favorecían el partido de los insurgentes" 52 . El proceso a nivel del tráfico portuario se profundizaría en los años siguientes, a medida que se hacía ostensible la decadencia del puerto de Montevideo. En 1811 ya se advierte un pronunciado descenso de los arribos de naves inglesas, reducidas a 23 dentro de un total de 191. Para 1812 la disminución resulta mucho más drástica, al punto que se reduce a 10 entradas y ocho salidas, pero sólo la mitad de las primeras tenían como destino específico la terminal montevideana. Prácticamente desaparece su presencia en 1813 (dos entran y una sale). La opción estaba hecha... Durante las negociaciones postreras de junio de 1814, celebradas mayoritariamente a bordo de buques ingleses, se hizo evidente el cambio de actitud. Los diputados de Montevideo invocaron en vano la calidad de "aliada íntima" de Gran Bretaña respecto de la nación española, que "debía ayudarla y protegerla para conservar la integridad y unidad indivisible de su territorio". Se hallaron en
51
A.G.N. Archivos Particulares, caja 105, carpeta 4, fs. 25-26.
52
A.G.I. Buenos Aires, 317. Copia de carta de Juan de Ferrer. Montevideo, 17 de febrero de 1811, y oficio muy reservado de J. de Retamosa. Cádiz, 22 de mayo de 1811. Consulta de la Corte. 28 de junio de 1811. Oficio de Francisco Javier de Elío. Montevideo, 6 de setiembre de 1811. Minuta de oficio. Cádiz, 30 de octubre de 1811.
El puerto d e M o n t e v i d e o e n la mira d e d o s p o t e n c i a s e u r o p e a s
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cambio con un "estudiado desvío" de parte del comandante respectivo, que los dejó "enteramente sin apoyo", y se negó a formalizar ninguna gestión oficial 53 . 2.7. El último inventario: El saldo de esta situación se tradujo en un verdadero inventario de la decadencia de Montevideo. Se encadenaron sucesivamente una serie de circunstancias de tal modo desfavorables, que arrastraron al enclave a una ruina sin remedio. 1. En una primera etapa, el desgaste de la guerra en el mar y de la posterior ocupación de la ciudad por la fuerza ocasionaron nutridos perjuicios a determinados comerciantes, afectados en su patrimonio. 2. Una vez iniciado el proceso de implantación inglesa con perfiles de copamiento, se fueron reduciendo las posibilidades de la pujante elite montevideana. Perdieron perspectiva para seguir impulsando "el vuelo del águila" referido alguna vez por uno de ellos. Pronto su radio de acción se limitó al papel de consignatarios y comisionistas, por su conocimiento del medio y gracias a la influencia política que ejercían. 3. Las disputas con la ciudad rival de la otra orilla del río se volvieron determinantes para agravar permanentemente la situación. En mayo de 1810, se inició el más grande distanciamiento, a raíz del cual sobrevendrían dos largos sitios a la ciudad, y su rendición cuando perdió toda posibilidad de reabastecerse. 4. El tráfico marítimo montevideano quedó reducido a una sangría de plata hacia los puertos brasileños más cercanos (especialmente Río Grande), para cargar en ellos pequeñas embarcaciones con toda clase de alimentos. 5. Defunciones, peste, fugas y empobrecimiento fueron las notas dominantes en la otrora poderosa elite comercial de la ciudad. Como un manto fatal, las autoridades aplicaron desesperadamente una política de verdadera extorsión, que procuró recursos por todos los medios y tomó a los comerciantes como sus víctimas preferidas. Tras la entrega de la plaza, aún peor los trató el rival y eso ocasionó la partida definitiva de varios de ellos a un exilio sin retorno.
3. Vida y muerte del Montevideo colonial A modo de conclusión, el período analizado admite trazar un meridiano claro entre los años 1806 y 1807. Allí se extingue la influencia francesa, dando paso a su ubicación en el nuevo rol de enemiga. Al mismo tiempo irrumpe en el escenario Inglaterra, que se hace visible primero por medio de una fugaz ocupación militar donde se abrió el cauce para un nutrido intercambio mercantil. Desde 53
A.G.N. Archivos Particulares, caja 105, carpeta 5, Copia de oficios del General Gaspar de Vigodet.
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entonces, y con un ligero intermedio de ausencia, la fuerza económica que se impone es la británica hasta llegar a constituirse en árbitro, inclusive en materia política. La primera etapa, de predominio francés, coincide con la confluencia de oportunidades y actividades (tráfico de esclavos, comercio de ensayo, con neutrales, etc.). En un contexto de progreso, las diferentes etapas de la guerra corsaria apuntalada por ciudadanos de aquel Estado, dejan las manos libres para crecer, y abren puertas a las relaciones mercantiles con el mundo. En el segundo subperíodo, se vuelve muy fuerte la presión británica, casi sin que se vean otros pilares de salvación. Su exclusivismo genera fórmulas de dependencia, y poco más que consignatarios o comisionistas podrán ser los comerciantes otrora muy autónomos. Antes había desarticulado la carrera de Indias y ahora recogería los frutos con una lisa y llana sustitución. Por último, la disidencia platense resulta fatal para Montevideo, que pierde su "hinterland" lejano, y aún el más inmediato, para quedar encerrada en medio de un tráfico de subsistencia tan sólo destinado a prolongar la agonía. La opción por Buenos Aires es razonable y obligada, por más que no la esperaran los dirigentes de la ribera norteña del Plata. Sin que fuera decisiva, la acción de un grupo de corsarios avalados por la República de Francia llevó vida a un puerto en ascenso. Sin embargo, los intereses reunidos del comercio y del gobierno de Inglaterra contribuyeron a certificar su muerte, por más que tampoco ese influjo resultó un determinante exclusivo. La debilidad intrínseca de la posición montevideana y la decadencia de la estructura imperial española tuvieron la mayor relevancia en todo el proceso.
Los comienzos de la diplomacia prusiana en América del Sur de 1816 a 1820 por Bernd Schröter Universidad de Colonia Mi ponencia sobre el tema que nos ocupa consta de cuatro partes: En la primera parte hago una breve referencia a la historiografía existente sobre el tema. En la segunda parte aludo a las condiciones históricas más relevantes, tanto respecto a las constelaciones europeas, como a las características más importantes de la situación in situ, siempre con relación a las posiciones e intereses prusianos. En la tercera parte, basándome en documentos desconocidos hasta ahora, trataré de responder a la cuestión sobre cuáles eran los intereses de Prusia en Brasil. En la última parte me ocuparé con los efectos de la diplomacia prusiana en América del Sur. Acerca de la historiografía actual. Debido al importante papel desempeñado en la destrucción del imperio napoleónico y a su integración en la troica directiva de la "Santa Alianza", Prusia se situó en el centro de la política de los grandes poderes europeos. Por tal motivo, la historiografía también dedica más atención a Prusia al tratar la problemática de las grandes potencias. Considero que no es necesario probar tal afirmación explícitamente. Por el contrario, la situación cambia si dirigimos nuestra atención hacia la política de las potencias europeas respecto a la "cuestión americana", que empezó a agudizarse en los años 1815/16. Hoy, como ayer, sólo podemos remitirnos a la obra de M. Kossok, de 1964, una de las investigaciones más profundas sobre el papel desempeñado por Prusia, también confirmado con la reciente aportación de H.-O. Kleinmann. 1 Respecto a la cuestión sobre la existencia de una base real para una intervención de la "Santa Alianza", Kossok también investiga explícitamente el papel de Prusia y - en primer lugar - sus intereses político-diplomáticos en Hispanoamérica en la época que aquí nos ocupa. 2 Escasos estudios histérico-económicos, incluso recientemente publicados, se remontan parcialmente a las primeras décadas del siglo XIX y ofrecen conocimientos importantes sobre los intereses específicos 1
Véase Kleinmann, H.-O., "Die deutschen Staaten und die Unabhängigkeit Lateinamerikas": Iberische Wellen. Festschrift zum 65. Geburtstag von Günter Kahle, Köln-Weimar-Wien 1994, pp. 117 y ss.
2
Véase Kossok, M., Im Schatten der Heiligen Allianz. Deutschland 1964.
und Lateinamerika
1815-1830,
Berlin
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de Prusia en América. Sin embargo, esos estudios, de manera más o menos consciente, dejan de lado las vinculaciones directas en el marco político. 3 Sin duda, ambos campos de investigación muestran claramente importantes doctrinas claves de la actitud de Prusia hacia América. Pero se trata casi exclusivamente de una visión de Prusia del Nuevo Mundo desde la distancia. Es indiscutible y comprensible que tal visión correspondía al "espíritu de la época". Las relaciones de los países alemanes, y concretamente de Prusia, con Iberoamérica seguían estando caracterizadas por "...lo distante y lo extraño...".4 ¿Cómo era la situación vista desde dentro? ¿Con qué investigaciones contamos al respecto? Por un lado resulta evidente, que este enfoque de la problemática empezó a interesar a los investigadores relativamente tarde o bien ha mostrado frutos concretos. Las primeras obras más significativas que he registrado datan de los años 1971 y 1983 y proceden del círculo de investigación de H. Kellenbenz, si bien dos de ellas sólo tratan parcialmente los aspectos político-diplomáticos y además refiriéndose a una época posterior.5 La obra de Penkwitt sobre las condiciones y normas de las actividades consulares prusianas ofrece una visión muy amplia sobre los intereses comerciales de Prusia y sus actividades consulares in situ, es decir, en Brasil. En este contexto Penkwitt también menciona las primeras actividades político-diplomáticas a partir de 1816. No obstante, esta temática sólo goza de un interés marginal, subordinado a las relaciones comerciales. 6 Resumiendo puede decirse que nuestros conocimientos sobre los inicios de la diplomacia prusiana en América Latina se basan en las obras de Kossok y Penkwitt: la de Kossok sobre las condiciones claves externas de la política de las grandes potencias, y la de Penkwitt sobre los aspectos comerciales y consulares internos.
3
Véase entre otros Kossok, M., "Die Bedeutung des spanisch-amerikanischen Kolonialmarktes für den preußischen Leinwandhandel am Ausgang des 18. und zu Beginn des 19. Jahrhunderts": Hansische Studien, Heinrich Sproemberg zum 70. Geburtstag, Berlin 1961, pp. 210 y ss.; Zimmermann, A„ Geschichte der preußisch-deutschen Handelspolitik, Oldenburg-Leipzig 1892; Brinkmann, C., Die preußische Handelspolitik vor dem Zollverein und der Wiederaufbau vor hundert Jahren, Berlin-Leipzig 1922; Zeuske, M„ "Preußen, die 'deutschen Hinterländer' und Amerika. Regionales, 'Nationales' und Universales in der Geschichte der 'Rheinisch-Westindischen Compagnie' (1820-1830)": Scripta Mercaturae 1/2, 1992, pp. 50 y ss.; Idem., "Comercio alemán y política comercial prusiana en las Indias Occidentales (1815-1869)": Apuntes. Revista universitaria para problemas de la historia y la cultura iberoamericana 1/1992 (1992), pp. 32 y ss.
4
Kleinmann, "Die deutschen Staaten", op. cit., p. 117.
5
Véanse Dane, H., Die wirtschaftlichen Beziehungen Deutschlands zu Mexiko und Mittelamerika im 19. Jahrhundert, Colonia-Viena 1971; Walter, R., Venezuela und Deutschland (1815-1870), Wiesbaden-Stuttgart 1983; Penkwitt, W., Preußen und Brasilien. Zum Aufbau des preußischen Konsularwesens im unabhängigen Kaiserreich (1822-1850), Wiesbaden-Stuttgart 1983.
6
Véase Penkwitt, op. cit., pp. 25 y 124.
Los comienzos de la diplomacia prusiana en América del Sur de 1816 a 1820
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La segunda parte de mi ponencia, las condiciones claves para la diplomacia prusiana en Europa y en Brasil, se basa en parte en ambos trabajos y aporta tanto ideas propias, como resúmenes de las mencionadas obras. Respecto a Europa me referiré por un lado a los intereses particulares comerciales en el espacio sudamericano como resultado de la situación concreta de Prusia antes y después de la época napoleónica, intereses que ya fueron vistos con claridad por algunos contemporáneos. Así, Wilhelm von Humboldt señaló la gran importancia de las relaciones comerciales de Prusia con América del Sur en comparación con Rusia y Austria.7 La importancia para Prusia de tales relaciones fue creciendo, de modo que las otras potencias europeas intentaron dificultar el comercio en general con baluartes proteccionistas. 8 Además, se corría el peligro de perder la carrera con los otros países europeos en Brasil, como lo señaló el posterior cónsul general prusiano en Río de Janeiro, Cari Wilhelm Theremin. 9 Por otro lado, en Europa, deben mencionarse los hechos conocidos, es decir, los principios legitimistas de los años 1814/1815 que impedían que Prusia entablara relaciones oficiales con cualquier colonia española, a la vez que le obligaban a respetar y apoyar, por lo menos formalmente, esos intereses legitimistas de España. Sin embargo, a pesar de los temores compartidos por Prusia ante un continente transformándose en repúblicas, quedaba excluida una intervención activa de Prusia en favor de la Corona española. 10 Ante tales restricciones, las eventuales actividades diplomáticas in situ tuvieron que limitarse a Brasil. Como es sabido, en 1808 la familia real portuguesa, huyendo de las tropas napoleónicas, se refugió en Brasil, lo que contribuyó a que las representaciones diplomáticas de las potencias aliadas también trasladaran allí su sede, estando presentes en el año 1816, a excepción de la nueva "gran potencia" - Prusia y la "vieja" Austria. De repente, en el año 1816 surgió un problema, que inesperadamente exigió una reacción de las potencias europeas y que - por lo que respecta a las actividades prusianas en Sudamérica - no ha encontrado atención alguna en la historiografía: En agosto de 1816 tropas luso-brasileñas invadieron y ocuparon el territorio español de la Banda Oriental del Río de la Plata, contra la resistencia del movimiento independentista, dirigido por José Artigas. Aunque los últimos soldados españoles ya se habían retirado en febrero de 1814, para España esa región seguía perteneciendo a su territorio soberano. Esa constelación fue el pri7
Véase Documentos para la historia de Argentina, v. 41, Buenos Aires 1968, pág. 210.
8
Véase Penkwitt, op. cit., pp. 22 y ss.
9
Véase Zentrales Staatsarchiv Dienststelle Merseburg (a continuación: ZStAM), 2.4.1., Abteilung II, Nr. 685, hoja 1 ss.
10
Respecto a este problema véase Kossok, Im Schatten, op. cit.
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mer gran desafío concreto para la "Santa Alianza" que a la vez se trataba de un asunto delicado. Con Portugal y España no sólo se enfrentaban dos miembros de la "Santa Alianza", sino que además el invasor declaró la no muy nueva intención de defender igualmente con su manera de proceder los intereses de los borbones españoles, con quienes estaban emparentados." La "Santa Alianza" se encontraba ante el problema de la legitimidad de un poder ya eliminado frente a la intención aparentemente legitimista del adversario tradicional portugués. Estudios aislados como los de Sáenz y Caillet-Bois, 12 y algunas investigaciones propias 13 dan pruebas de las dificultosas negociaciones en un proceso lleno de contradiciones inextricables en el marco de la llamada Conferencia de París de 1817a 1819. Por otra parte, pronto resulta claro que al margen del problema de la Banda Oriental en sí, lo que se debate es la cuestión sobre la suerte en general de las colonias españolas. La problemática sobre la Banda Oriental nos conduce directamente a la tercera parte de mi ponencia, las causas y objetivos de las primeras actividades diplomáticas de Prusia en América del Sur. Vista la importancia y la cronología de los acontecimientos, formalmente puede diferenciarse entre el establecimiento de una legación extraordinaria en Río de Janeiro desde 1817 y de un consulado desde 1820, con un "preludio" en el año 1817. El establecimiento de una legación prusiana goza de escasa atención en la historiografía. 14 A finales de 1816 el Conde de Flemming fue nombrado ministro extraordinario de Prusia en Río de Janeiro. En una carta enviada desde Río por el ya mencionado cónsul posterior, Cari Wilhelm Theremin, al Ministerio de Asuntos Exteriores, Sección tercera, en Berlín, no sólo informó sobre su "...feliz llegada el 28 de marzo..." sino que también menciona el próximo arribo del Conde: "Aquí se sabe, que en corto plazo llegará su excelencia, el Señor Conde de Flemming, y aparentemente todas las sociedades portuguesas muestran mucho interés por su llegada." 15 Final -
11
Véase entre otros Carta de Fernán Núñez de París del 2 de Julio de 1817, ZStAM, 2.4.1., Abt. I, Nr. 7136, fs. 61,61V.
12
Véase Sanz, V., "La conferencia de París sobre la Banda Oriental: 1817-1819": Boletín americanista, Barcelona, año 25, 33/1983, pp. 119 y ss.; Caillet-Bois, R.R., "La ocupación de la Banda Oriental por los Portugueses y la mediación de las potencias europeas (1816-1820)": Boletín del Instituto de Historia Argentina, Buenos Aires t. 9, 14/1967, pp. 316 y ss.
13
Véase Schröter, B., "La Banda Oriental entre la Independencia y la política de las grandes potencias europeas, 1806-1820. Posiciones y preguntas": Europa e Iberoamérica: Cinco siglos de intercambios. IX Congreso Internacional de Historia de América. Actas, v. III, Sevilla 1992, pp. 551 y ss.
14
Véase Penkwitt, op. cit., pp. 25-27, 160. Una de las menciones más antiguas, prescindido de la de Rango, podría ser la de H. Hinden a comienzos de los años 20 de este siglo. Véase Hinden, H., Deutsche und Deutscher Handel in Rio de Janeiro 1821-1921, Rio de Janeiro 1921, pp. 26 y ss.
15
ZStAM, 2.4.1. II, Nr. 685, f. 28.
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mente, el 16 de julio de 1817 llegó Flemming a Río, como informó a finales de mes. 16 ¿Cuáles eran entonces los principales motivos y objetivos de la legación de Flemming en Río? Según Penkwitt "su misión consistía en averiguar cuáles eran las dificultades generales que se alzaban contra un comercio directo [con Brasil] y cómo eliminarlas. También debería indagar el contenido exacto del convenio comercial [de 1810] entre Brasil e Inglaterra y esforzarse por conseguir las mismas ventajas que Inglaterra."17 Penkwitt también basa esta afirmación en las correspondientes opiniones de importantes políticos prusianos. Sin embargo, a mi modo de ver, eso era a lo sumo tan sólo una verdad a medias y debería servir como justificación de su misión ante las demás potencias. La otra mitad de los motivos de su misión los reveló en su primera carta del 29 de julio de 1817 desde Río de Janeiro. En esa carta comunicó su disposición de informar extensa y detalladamente a sus superiores en Berlín sobre los asuntos de Montevideo y de las provincias rebeldes. 18 Es decir, la legación de Flemming - vista cronológicamente - coincidió exactamente con el período inicial de la invasión portuguesa de la Banda Oriental, anteriormente mencionada, y con los primeros meses después de la declaración de independencia de julio de 1816 de las Provincias Unidadas del Río de la Plata. Además de la imprevista insurección de Pernambuco, en agosto de 1817, y de las subsiguientes turbulencias internas en Brasil, la información sobre la gran región de La Plata desempeñó un papel importante en los primeros momentos y hasta el final de la legación prusiana en 1821. Junto a las informaciones sobre los acontecimientos en la corte portuguesa y en los círculos diplomáticos, las informaciones sobre el Cono Sur eran tema fijo en la correspondencia de Flemming con Berlín. Una somera estadística cuantitativa nos permite obtener una imagen aproximativa sobre las proporciones de los informes. Desde julio de 1817 hasta abril de 1821, Flemming envió 65 escritos al Ministerio de Asuntos Exteriores en Berlín. En 51 de ellos, es decir en el 78,5 por ciento de los casos, aparecen informaciones extensas sobre el Cono Sur. Si se deja de lado la primera mitad del año 1821, cuando los diplomáticos y sus respectivos relatos se ocuparon con el traslado de la Corte a Lisboa, entonces en más del 80 por ciento de los escritos las informaciones sobre esa región desempeñan un papel relevante. Con las operaciones exitosas de San Martín en Chile, desde mediados del año 1817, el horizonte del Conde prusiano se amplió sucesivamente allende los 16
Véase, ibidem, Nr. 6231, f. 7.
17
Penkwitt, op. cit., pp. 25. El convenio mencionado concedió a Inglaterra ventajas importantes en el régimen aduanero y grandes facilidades en la organización del comercio en Brasil.
18
Véase ZStAM, 2.4.1., Abt. I, Nr. 6231, f. 9.
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Andes. Si se incluyera en la estadística la parte cuantitativa correspondiente a las cartas de Flemming, entonces muy probablemente recaería el peso de las informaciones político-diplomáticas sobre la región del sur. Así pues, considero que se dedicó mucha menos atención a la parte económico-comercial, lo que también queda corroborado con otro aspecto: Desde 1818 hasta 1820 Flemming también suministró informaciones al Canciller del Estado de Hardenberg y posteriormente al Conde de Bernsdorf. Es decir, en estos años existió una segunda línea de información con Berlín. A buen seguro, las informaciones dirigidas a través de este segundo canal se referían principalmente a los problemas de la gran política. Prescindiendo de los aspectos cuantitativos ¿qué otra cosa resulta interesante - aunque sólo sea exteriormente - en las relaciones del Conde de Flemming? Hasta mediados de 1818 prevalecen claramente las informaciones sobre los muy dinámicos procesos en la Banda Oriental y en las Provincias Unidas, especialmente en Buenos Aires. Después, también correspondiendo con los cambios fundamentales de la situación militar continental, el terreno geográfico se amplia más y más e incluso se refiere parcialmente el espacio bolivariano. Otro elemento interesante lo proporciona la forma o el carácter de las relaciones. Hasta mediados de 1818, los relatos con un mayor o menor trasfondo histórico ocupan un espacio considerablemente mayor que posteriormente. En tal sentido, el mes de mayo de 1818 representa el punto culminante. El 1 de mayo, como suplemento a su quinta relación, Flemming envió un tratado histórico sobre la política de Portugal en América del Sur hasta entonces. 19 A finales de mes le siguió un "Breve compendio de la revolución del Río de la Plata y Chile" de más de 20 páginas, dirigida a Hardenberg. Para ilustrarlo con pocas palabras, en el compendio se remontó a la época desde 1776 e incluyó tanto observaciones sobre la política de las reformas borbónicas, así como por ejemplo las dos invasiones inglesas de los años 1806 y 1807, o los complicados acontecimientos políticos y militares en torno a la Banda Oriental. 20 Con el trasfondo de los aspectos expuestos, volvamos a mi pregunta sobre los motivos y objetivos de la misión de Flemming. En tal sentido se puede constatar lo siguiente: 1. Por una parte y en sentido general, resulta claro que Flemming tenía que dar prueba de la presencia de Prusia y sus pretensiones en esta parte del mundo. Por otra parte, es evidente que con su legación se trató de paliar el enorme déficit de información del gobierno prusiano sobre los procesos multifacéticos en
19
Véase ZStAM, 2.4.1, Abt. I, Nr. 6231, f. 159 ss.
20
Véase, ibidem, f. 195 ss.
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América del Sur. Esto no sólo era característico para Prusia, sino que las fuentes correspondientes muestran un déficit semejante de información en las cortes de Petersburgo y Viena. La misión de Flemming también significó para Prusia el independizarse de las fuentes informativas sobre el Nuevo Mundo, hasta entonces dominadas exclusivamente por Inglaterra, a pesar de la simpatía de Prusia hacia las posiciones de la política exterior de Castlereagh respecto a las colonias españolas. Es decir, Berlín deseaba obtener informaciones de primera mano sobre la situación en esta parte de América para poder formarse una idea propia. Aparentemente en esos años los motivos económicos tuvieron sólo una importancia secundaria. No obstante, se precisan investigaciones más concretas para completar nuestros conocimientos en este sentido. 2. Si se considera paralelamente la correspondencia de Flemming desde Brasil y la política de Prusia respecto a la cuestión sudamericana, resulta evidente una estrecha conexión cronólogica. Al convocarse la Conferencia de París, Prusia se vió obligada a presentar su propia posición, o sea, a enfrentarse a los argumentos de Portugal y España. Es exactamente en ese período cuando se inicia la misión del Conde de Flemming. La ya mencionada forma de su correspondencia desde Río también hace muy probable la existencia de esa estrecha conexión, si bien todavía hay algunas lagunas que cubrir en la investigación. El propósito de Flemming era aportar al gobierno de Prusia una ayuda básica a través de sus informaciones y comunicaciones sobre los sucesos en América del Sur para que pudiera tomar las decisiones oportunas, lo que precisamente hasta mediados de 1818 era una necesidad apremiante. En ese período no sólo se agudizaron las contradicciones entre Portugal y España, sino que también se perfiló definitivamente el problema general de la suerte futura de Hispanoamérica. Las potencias europeas se vieron obligadas a tomar decisiones que, a partir de la segunda mitad del año 1818, apenas se modificaron. Aunque es posible profundizar en las investigaciones sobre la interrelación de las informaciones de Flemming y las reacciones de Hardenberg y Bernsdorf y viceversa, ya existen suficientes indicios para señalar una vinculación directa entre la misión de Flemming y la conducta de Prusia respecto a América. Tal afirmación nos sirve de transición a la cuarta y última parte de mi ponencia, es decir, los efectos de la diplomacia prusiana en Brasil tanto para los propios intereses de Prusia en Sudamérica, como para la política prusiana en Europa. En tal sentido, el período anterior al memorándum de Prusia de agosto de 1818 nos aporta un buen ejemplo. Este memorándum puede ser considerado como uno de los documentos más importantes de Prusia respecto a la problemática americana. Antes de que apareciera este documento resulta llamativo que Berlín obligara a
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Flemming a reelaborar sus observaciones y opiniones generales, 21 lo que Flemming hizo - como ya se ha mencionado - hasta mayo de 1818, y muchas de sus ideas se reflejaron de manera más o menos directa en el memorándum de agosto.22 Esto puede apreciarse sobre todo respecto a su interpretación de las causas a largo plazo de la constelación entre Portugal y España en América y sobre la Independencia en general. En tal sentido llama la atención la propuesta de Prusia, completamente inesperada para todos los participantes en la Conferencia de París, que desembocó en la inclusión en las negociaciones de "...la República de Buenos Aires...". 23 Esta posición, contraria al principio legitimista, sólo puede explicarse en parte debido a que Flemming - animado por la temporal estabilización de la situación política y militar en las Provincias Unidas, por la relativamente adelantada institucionalización y por los triunfales avances de San Martín en Chile - lo sugirió a los políticos berlineses como un paso propicio.24 Por otra parte, también pueden haber influido en tal posición las informaciones llegadas a Berlín provenientes de diplomáticos prusianos en Londres que reflejaban ideas más o menos semejantes de políticos ingleses. 25 Posteriormente, cuando Flemming informó sobre la creciente inestabilidad, pero seguramente también debido a las presiones de las otras potencias, se renunció a tal propuesta. Futuras investigaciones deberán mostrar, en qué manera existieron vinculaciones menos destacadas entre la misión de Flemming y la política de Prusia respecto a América del Sur. En lo que respecta a los efectos de las actividades del Conde para los intereses de Prusia in situ, sólo es posible referirse al fracaso en general de sus esfuerzos por conseguir condiciones comerciales más favorables. 26 Hasta ahora, los investigadores no han dado importancia a otros aspectos dignos de mención, a excepción de un viaje del secretario de la legación prusiana, Ignaz Franz María de Olfers, y del botánico alemán Friedrich Sellow al interior del Brasil en julio de 1818, realizados bajo los auspicios de Flemming. 27 Una pregunta concreta es si existieron vinculaciones directas entre el establecimiento de la legación y de las primeras colonias alemanas en el año 1818 en Leopoldina y S. Jorge, cerca de Ilheus, en la provincia de Bahía. En la fundación
21
Véase entre otros ZStAM, 2.4.1., Abt. I, Nr. 6231, ff. 47 ss; 82 ss; 157 ss.
22
Véase Kossok, Im Schalten, op. cit., p. 80.
23
Véase Documentos, p. 197.
24
Véase entre otros ZStAM, 2.4.1., Abt. I, Nr. 6231, f. 84 ss; 155 ss; 187 ss; 222.
25
Véase entre otros ZStAM, 2.4.1., Abt. I, Nr. 7136, f. 70 ss; 180 ss; 231 ss.
26
Véase Penkwitt, op. cit., p. 26 ss.
27
Véase ZStAM, Abt. I, Nr. 6231, f. 245 ss. Véase también Oberacker jr., K. H., Der deutsche Beitrag zum Aufbau der brasilianischen Nation, S. Paulo 1955, p. 202.
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de esos lugares participaron tanto suizos como ciudadanos prusianos de la provincia del Rin. 28 En su última carta desde Río de Janeiro del 29 de abril de 1821, Flemming no sólo anunció su próxima partida hacia Lisboa acompañado por su secretario Olfers, sino que también documentó, una vez más, su convencimiento sobre el carácter meramente político de su misión, cuando escribe que a partir de entonces "... será el cónsul Sr. Theremin quien dé a conocer a Su Majestad las novedades de los sucesos políticos, asuntos a los que estará dirigida su atención." 29 Con la partida del Conde de Flemming finaliza el primer capítulo de la diplomacia prusiana en el Cono Sur, un capítulo que en general se desarrolló sobre el reluciente y resbaladizo parqué de Río y que casi no tuvo efectos inmediatos en América. Cari Wilhel Theremin asumió el papel de representar los intereses de Prusia en Brasil como cónsul en Río de Janeiro. Sin embargo, una ampliación significativa de las actividades diplomáticas prusianas en Sudamérica no se produjo antes de principios de los años cuarenta y - sobre todo - cincuenta, cuando Prusia empezó a establecer consulados en otros países latinoamericanos, como por ejemplo en Chile, Argentina, Uruguay y México, y finalmente las primeras delegaciones diplomáticas, debidas al reconocimiento oficial por el gobierno de Berlín de los respectivos países.
28
Véase ibidem, p 8; Luebke, F.C., Germans in Brazil, Baton Rouge/London 1987, p. 7.
29
ZStAM, 2.4.1., Abt. I, Nr. 6234, f. 90. En contradicción a una constatación de Penkwitt, esta carta también documenta la salida de Flemming de Río en los últimos días de abril o a primeros de mayo de 1821 y probablemente también la de Olfers en la misma fecha. Véase Penkwitt, op. cit., p. 26, nota 2. Sin embargo, en una relación de Flemming del 18 de mayo de 1820 se encuentra una referencia a la partida de Olfers para Hamburgo, acompañado por el mencionado botánico, Friedrich Sellow. Esto último podría contradecirse con un viaje de investigación de Sellow desde 1821 hacia el extremo Sur del Brasil. Véase ZStAM, 2.4.1., Abt. I, Nr. 6233, f. 52 ss; Oberacker, Der deutsche Beitrag, op. cit., p. 202.
TERCERA P A R T E LAS GRANDES POTENCIAS EUROPEAS EN EL CARIBE
La Española como objeto de disputa de las grandes potencias, 1697-1865 por Karin Schüller Universidad de Colonia La isla Española puede considerarse en muchos aspectos como modelo o microcosmo de la historia colonial americana1. Después del descubrimiento de Colón, fue en La Española donde los europeos establecieron las primeras poblaciones. Allí se produjo el primer choque cultural entre los europeos y los habitantes de ultramar, que tuvo como resultado la absoluta desaparición de la población indígena. Allí se inició la resistencia de los frailes dominicos contra las prácticas coloniales españolas. Y fue en la parte occidental de la isla donde se desarrolló una sociedad esclavista por excelencia. Finalmente, fue allí donde, después de una rebelión de esclavos, proclamó su independencia el primer estado latinoamericano. Estas características típicas, aunque también extremas, del colonialismo europeo sitúan igualmente a la isla en un lugar muy importante en la discusión europea sobre América. Tanto en el diario de viaje de Colón, como fuente más antigua en esta discusión, como en la Brevísima relación de la destrucción de las Indias Occidentales de Bartolomé de las Casas, se tematiza La Española. Ambas obras desempeñan hasta el día de hoy un papel ejemplar en la discusión sobre el colonialismo europeo. También en la época de la independencia latinoamericana fue la isla Española quien abrió la carrera, lo que atrajo la atención de toda Europa. Como he demostrado en mi tesis doctoral, sólo en Alemania, en la primera mitad del siglo XIX, se difundía más información sobre Haití que sobre ningún otro estado latinoamericano2. Sin embargo, la isla no sólo sirve de modelo para los desarrollos históricos, sino también para el desarrollo literario de América Latina. Así, fue en Haití, y debido a su interés por la historia haitiana, donde el escritor Alejo Carpentier se inspiró para crear un nuevo concepto literario. En la primera edición de 1949 de su novela El reino de este mundo aparecía igualmente un ensayo, posteriormente revisado, sobre "Lo real 1
Vease Urs Bitterli, Alte Welt - neue Welt. Formen des europäisch-überseeischen bis zum 18. Jahrhundert, München 1986, p. 77.
Kulturkontaktes
vom 15.
2
Karin Schüller, Die deutsche Rezeption haitianischer Geschichte in der ersten Hälfte des 19. Jahrhunderts. Ein Beitrag zum deutschen Bild vom Schwarzen (Lateinamerikanische Forschungen Bd. 20), Köln/Weimar/ Wien 1992.
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Karin Schüller
maravilloso americano". Y fue precisamente en Haití donde Carpentier vio por primera vez "Lo real maravilloso". También respecto a la política de las grandes potencias europeas la isla Española ofrece un ejemplo característico. A fin de comprobar tal ejemplaridad, es preciso elaborar previamente una política que de alguna manera represente la política típica de Europa en las distintas épocas históricas. Es decir ¿cuáles eran y cómo se manifestaban las características de esa política en los distintos períodos de la época colonial y cómo se desarrolló ésta en el siglo XIX? Para responder a estas preguntas a continuación presentaré a modo de ejemplo los conflictos políticos y jurídicos de las potencias europeas en los diferentes períodos. Desde una pespectiva jurídica, el primer período de la política europea en América Latina comprende el siglo XVI y principios del siglo XVII, un espacio de tiempo, durante el cual España y Portugal todavía podían hacer valer su pretensión de monopolio sobre América. El segundo período se inició aproximadamente en el segundo cuarto del siglo XVII y se prolongó hasta 1670. Fue entonces cuando otras potencias europeas se establecieron definitivamente en América. El tercer período comprende desde 1670 hasta 1713 y corresponde al reconocimiento jurídico por parte de España de las posesiones de otros poderes europeos en América, con lo que renunciaba de jure a sus pretensiones de monopolio. El siglo XVIII es el cuarto período de la época colonial, caracterizado por la aspiración a asegurar jurídicamente las fronteras exactas entre las diferentes esferas europeas en América. Finalmente, en la primera mitad del siglo XIX se inicia el quinto período durante el cual los estados americanos independientes se esforzaban por conseguir el reconocimiento de Europa. En base a estas suposiciones quisiera analizar en primer lugar la política europea respecto a La Española en la época colonial. Como criterios de la política europea en la Edad Moderna pueden distinguirse dos puntos de vista jurídicos de las potencias europeas respecto a ultramar3. Según uno de los puntos de vista, el mundo de ultramar estaba repartido en base a un sistema de monopolios con radios de acción exclusivos. Para América ese sistema empezó en Tordesillas y por consiguiente representaba el punto de vista jurídico de las potencias ibéricas. Opuesto a él estaba el otro punto de vista, es decir, la competencia libre: "el comercio, la navegación y la conquista de territorios estaban abiertos a todos los interesados en todo ultramar. Sólo se reconocían derechos exclusivos si un terri-
3
Véase el resumen en la obra de Jörg Fisch, Die europäische Expansion und das Völkerrecht. Die Auseinandersetzungen um den Status der überseeischen Gebiete vom 15. Jahrhundert bis zur Gegenwart, Wiesbaden 1984, p. 49.
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torio había sido adquirido, ocupado y dominado efectivamente" 4 . Inglaterra, Francia y los Países Bajos eran los partidarios principales de este punto de vista jurídico. En el siglo XVI y principios del siglo XVII, o sea, el primer período, la historiografía hace referencia a una línea amistosa, que supone dos diferentes esferas de derecho, una para Europa y otra para ultramar. Una vez traspasada la línea que separa Europa de América entraría en vigor el derecho del más fuerte y carecerían igualmente de vigencia todos los convenios relativos a Europa. Los orígenes de esta línea se encuentran en el tratado de Cateau-Cambrésis de 1559, firmado entre España y Francia 5 . Sin embargo, no es posible probar sin ningún tipo de dudas el establecimiento de tal línea entre las potencias ibéricas y las demás potencias europeas y hasta hoy se la sigue cuestionando 6 . Seguro es que España intentó hacer prevalecer su título de monopolio hasta la segunda mitad del siglo XVII. La política europea durante el siglo XVI y comienzos del XVII estuvo determinada por la coexistencia de ambos puntos de vista jurídicos. En ese período España y Portugal fueron capaces de mantener su monopolio en gran parte, mientras que las aspiraciones expansionistas de las otras potencias europeas se limitaban a la piratería y al establecimiento de bases de bucaneros en América. La Española es un botón de muestra de tal desarrollo. De acuerdo con el tratado de Tordesillas, el Caribe pertenecía al territorio español, pero sólo una pequeña parte de las islas fue ocupado y controlado efectivamente por los españoles. Si bien los españoles habían fundado poblaciones en la isla Española, ya desde mediados del siglo XVI la Corona se concentró cada vez más en las regiones de la tierra firme americana, donde habían encontrado metales preciosos y disponían de abundante mano de obra indígena. Al igual que la mayoría de las islas del Caribe, una parte de la isla Española estaba exenta de un poder efectivo, vacío que ocuparon otras potencias europeas. La parte occidental de La Española, así como la vecina pequeña isla de Tortuga no estaban controladas por España. Y fue allí donde a partir del segundo cuarto del siglo XVII se establecieron bucaneros franceses. Los repetidos intentos de los españoles de expulsar a los franceses de Española y Tortuga sólo fueron eficaces por poco tiempo 7 . 4
Ibid.
5
European Treaties bearing on the History of the United Stales and its Dependencies Gardiner Davenport, vol I, pp. 219-221.
6
Véase Günter Kahle, Lateinamerika Wien 1993, pp. 84-85.
7
Frank Moya Pons, Historia Colonial de Santo Domingo, Santiago (de la República Dominicana) 1974, pp. 157-178.
in der Politik der europäischen
to 1648, ed. d. Frances
Mächte 1492-1810,
Köln/Weimar/
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En el transcurso del siglo XVII, el segundo período, a España cada vez le resultaba más difícil mantener su título de monopolio en América, cuanto más que las otras potencias iniciaron una creciente política colonial organizada. Contemporáneamente a la decadencia española, Inglaterra, Francia y los Países Bajos fundaron compañías de comercio y empezaron a establecer funcionarios administrativos en América. Las tendencias de este segundo período se encuentran ejemplarmente consumadas en la competencia entre España y Francia en el territorio de La Española. España tenía que repartir sus fuerzas entre América y la Guerra de los Treinta años, y a partir de 1640, con la rebelión catalana y la separación de Portugal, estalló la guerra en la Península Ibérica. Exactamente en ese espacio de tiempo inició Francia su política colonial organizada. La dualística política continental y de ultramar del Antiguo Régimen se había iniciado en 1624, cuando el cardinal Richelieu asumió el cargo de primer ministro de Francia. Bajo los mandatos de Mazarin y Colbert comenzaron las actividades de las grandes compañías de comercio. La Compañía de las Indias Occidentales, fundada en 1664, controlaba económica- y también políticamente las posesiones francesas en las Indias. En 1665 la Compañía envió a la isla Tortuga como primer gobernador francés a Bertrand d'Ogeron, quien también controlaba el oeste de la isla Española. En ese mismo año, es decir, en 1665, d'Ogeron ya comunicó a Colbert que en la costa de Saint-Domingue vivían entre 600 y 800 franceses 8 . Veinte años después ya vivían en la parte francesa de Santo Domingo unas 8.000 personas: 4.000 franceses libres, 1.565 engagés y 1.063 esclavos negros9. Ni la decadente España, ni sus autoridades coloniales pudieron impedir que los franceses se establecieran en La Española. Así fue como en la isla se encontraban dos sociedades coloniales pertenecientes a diferentes potencias europeas. A finales del siglo XVII, en un tercer período, España empezó a doblegarse ante los hechos consumados. Los primeros reconocimientos de posesiones inglesas y francesas en América tuvieron lugar en la segunda mitad del siglo XVII. El comienzo de una nueva época en cuanto a la posición de España frente a los representantes de la competencia libre queda reflejado en el tratado de Madrid de 1670 entre España e Inglaterra que se refería sobre todo a América 10 y según el cual España reconocía las posesiones inglesas en América. Finalmente, después de la guerra de sucesión española, en el tratado de Utrecht, España tuvo
8 9 10
Herbert Ingramm Priestly, France Overseas through the Old Regime. A Study of European Expansion, New York/London 1939, p. 83. Moya Pons, op. cit., p. 189. Véase también Priestly, op. cit., p. 91. Fisch, op. cit., p. 134.
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que reconocer todas las posesiones territoriales de las otras potencias europeas en América. Así pues, el año 1713 señala el fin de esta tercera fase. También en este caso la isla Española es un ejemplo característico. En 1697 se celebró el tratado de Riswyk entre España y Francia, en el que se reconoce el dominio francés en la parte occidental de La Española, si bien no se señala una frontera exacta entre las dos partes de la isla. El historiador dominicano Moya Pons escribe que los franceses "desde 1697 argüían jurídicamente que los territorios ocupados por ellos les pertenecían legalmente ya que el Tratado de Ryswick había garantizado el status de las posesiones europeas adquiridas antes de la Guerra y la parte occidental de la Española caía dentro de esas posesiones. Claro está que esta interpretación fue inmediatamente denunciada y rechazada por las autoridades españolas tanto de Santo Domingo como de Madrid, puesto que el Tratado de Ryswick no mencionaba para nada a la Española ..."" Con la ascensión al trono español del primer rey borbónico un decenio más tarde, las diferencias no se terminaron pero ya se entró en otra fase. En el siglo XVIII, el cuarto y último período de la época colonial, se había impuesto el principio de la competencia libre y todas las posesiones europeas en América estaban legalizadas mediante tratados interestatales. Sin embargo, tales territorios eran constantemente objeto de discusión si se producían enfrentamientos entre las potencias, ya que en la mayoría de los casos no se habían delimitado las fronteras con exactitud. Al mismo tiempo, las colonias se convirtieron en objeto de negociación y cambio en el marco de las negociaciones de paz y los tratados europeos. Louisiana y Florida son los ejemplos más conocidos de colonias que cambiaron de dueño en esta fase. Acontecimientos relevantes para la política de las grandes potencias en América en el siglo XVIII fueron la Guerra de los Siete Años y la independencia norteamericana. La Guerra de los Siete Años había puesto de manifiesto la debilidad de las fuerzas defensivas del imperio colonial español. Por tal motivo, en el marco de las reformas borbónicas se intentó mejorar el sistema de la milicia a fin de garantizar una defensa más efectiva y se asignó especial importancia a la seguridad de las zonas fronterizas en aquellos territorios donde todavía no se había establecido una delimitación exacta entre las posesiones europeas. Por eso en la segunda mitad del siglo XVIII se firmaron numerosos tratados en los cuales se determinaban las fronteras exactas entre las soberanías europeas en América. En estas circunstancias, la guerra de las trece colonias norteamericanas tuvo una importancia especial. En la segunda mitad de los años setenta las fuerzas 11
Moya Pons, op. cit., p. 256. El texto del tratado se encuentra en J. Du Mont, Corps universel diplomatique du droits des gens; contenant un recueil des traitez, vol. 7,2 (Amsterdam/La Haye 1731), pp. 408-411.
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inglesas tenían suficiente con que ocuparse, de modo que Portugal se vio privado de su aliado tradicional, mientras que España y Francia se confederaron para socorrer la independencia norteamericana. Probablemente no es ninguna casualidad que precisamente en el año 1777, en el tratado de San Ildefonso, España y Portugal se pusieran de acuerdo sobre el territorio fronterizo de la Banda Oriental. En ese mismo tratado Portugal cedió a España sus derechos respecto a las Filipinas y las islas Marianas en Asia, derechos de los que todavía gozaba en virtud del tratado de Zaragoza. Este segundo ejemplo muestra igualmente que en el siglo XVIII España y Portugal también renunciaron a los títulos de monopolio entre sí y que ambas potencias ibéricas también asumieron el punto de vista jurídico de las demás potencias europeas 12 . A esto hay que añadir que en el siglo XVIII América ya no era un escenario de guerra secundario. Con el aumento de las confrontaciones europeas en las colonias crecía el peligro de que los conflictos se trasladaran de América a Europa 13 . La importancia económica de varias colonias reforzaba este peligro. Saint-Domingue, por ejemplo, se había convertido en la colonia francesa más lucrativa y en el mercado de consumo más importante en el tráfico de esclavos francés. Por consiguiente, una vez más, La Española nos brinda un ejemplo de los cambios más significativos ocurridos en el siglo XVIII. En el mismo siglo XVIII la frontera entre la colonia española y la francesa en La Española fue objeto de controversia entre las dos potencias. Así como el tratado de Tordesillas ya había programado de antemano los conflictos fronterizos entre España y Portugal, cada nuevo tratado que concedía territorios americanos a otras potencias europeas provocaba conflictos semejantes. Al igual que en la tierra firme americana, en la isla Española la vecindad de dos potencias europeas también ocasionaba problemas en la zona fronteriza que, después del tratado de Riswyk, de 1697, tardaron casi todo un siglo en resolverse. Uno de los problemas lo ocasionaba la huida de numerosos esclavos de las plantaciones de caña de azúcar de la parte francesa hacia la zona fronteriza española. En los años setenta del siglo XVIII representantes de ambas colonias emprendieron negociaciones con frecuencia, hasta que en 1776 se llegó a una solución aceptable para ambas partes. En 1777, el mismo año del acuerdo entre España y Portugal sobre fronteras territoriales, se confirmaron en España los arreglos ya acordados en La
12
Fisch, op. cit., p. 86.
13
Véase Bernd Schröter, "Die Vermittlung von Revolution, regionalem Konflikt und Großmachtpolitik durch die Presse Leipzigs im Vorfeld von 1789": Comparativ. Leipziger Beiträge zur Universalgeschichte und vergleichenden Gesellschaftsforschung 3 (1991), pp. 69-79.
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Española por medio de un contrato firmado en Aranjuez 14 . Francia y España deseaban llegar a un acuerdo sobre los objetos de controversia entre sí ya que eran aliados en favor de la lucha de los norteamericanos contra Inglaterra. Dos decenios más tarde fue la Revolución Francesa la que introdujo una nueva época en La Española. "Entonces las autoridades españolas cambiaron su tradicional política de cooperación con Francia iniciada en 1777 y volvieron a conceder asilo político a los esclavos negros rebeldes. La idea oculta tras esa decisión era la intención de utilizar a los esclavos rebeldes para expulsar a los franceses de la isla. Así España pudo recuperar los territorios que había perdido hacia más de cien años" 15 . Sin embargo, Inglaterra también jugó con la posibilidad de apropiarse del productor de azúcar más eficaz de las Antillas. Se dio la interesante constelación de que las guerras revolucionarias de Francia contra Europa también encontraron terreno en La Española. En 1795, en la Paz de Basilea, España cedió su parte oriental de la isla a Francia. Sin embargo, Toussaint Louverture y otros personajes históricos, con avance de la Revolución Haitiana, no sólo representaron un impedimento para los planes españoles y franceses, sino también para los proyectos ingleses sobre La Española. David Geggus analizará esta situación en su ponencia y me limito a la observación de que la Revolución Haitiana y su consecuencia, es decir, la independencia del primer estado de América Latina, fue un acontecimiento que en 1789 todavía les parecía imposible a las grandes potencias europeas. En la primera mitad del siglo XIX, el último período de mi ponencia, rasgos nuevos, pero también característicos, determinaron la política europea respecto a América Latina. Primeramente, los jóvenes estados americanos deseaban asegurar su independencia y después, conseguir por lo menos el reconocimiento de un estado europeo. El temor de que los europeos intentaran también en el futuro no sólo ejercer su influencia económica en América, sino también efectuar intervenciones políticas directas, resultó ser realista. Si bien es cierto que en 1823 los Estados Unidos con la doctrina Monroe enviaron un mensaje inequívoco a Europa, sobre todo durante los años de la Guerra de Secesión norteamericana los europeos volvieron a entrar inmediatamente en liza. Por otra parte, los diversos conflictos existentes entre los estados independientes sirvieron de pretexto a los
14
El tratado de Aranjuez se encuentra en: European Treaties bearing on the History of the United States and its Dependencies, edited in Continuation of the Work of the late Frances Gardiner Davenport by Charles Oscar Paullin, vol. IV 1716-1815, pp. 135-137.
15
Frank Moya Pons, "The Haitian Revolution in Santo Domingo (1789-1809)": Jahrbuch für Geschichte Staat, Wirtschaft und Gesellschaft Lateinamerikas 28 (1991), p. 126.
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europeos para entremetrese en los asuntos internos de los estados latinoamericanos 16 . Las tendencias típicas del siglo XIX pueden apreciarse en la isla Española en sus formas más características. En 1804 Haití proclamó su independencia y los franceses se retiraron a la parte Oriental de la isla. Sin embargo, en 1809, con la ayuda de Inglaterra, los españoles ya habían expulsado a los franceses de la parte antiguamente española. Por el Tratado de París de 1814, Francia devolvió oficialmente a España el este de La Española. Debido a que ni Francia ni ningún país europeo reconoció a Haití, el este de la isla se presentaba como una continua amenaza de política exterior. En caso de una invasión, la parte española facilitaría a los franceses el establecimiento de un frente de combate 17 . Por esta razón, en 1822 el presidente haitiano Boyer ocupó la parte española. Así, al gobernar toda la isla desde Puerto Príncipe disminuía el peligro de una invasión francesa. Por lo demás, en 1825 el gobierno francés se decidió a reconocer la independencia de Haití. La burguesía comercial en la antigua metrópoli, con la esperanza de conseguir condiciones favorables para el comercio, estimulaba al gobierno desde hacía mucho tiempo a que tomara tal decisión. El 17 de abril Francia reconoció la independencia de Haití, pero la antigua colonia tuvo que pagar 150 millones de francos. De esta manera el presidente Boyer aceptó un lastre enorme para su país, ya bastante débil 18 . Era la primera vez que una potencia europea reconocía a su anterior colonia en América Latina. El reconocimiento de Brasil por Portugal se produjo cuatro meses más tarde, en agosto de 1825. Durante la época de la unión con Haití, en la antigua parte española de la isla, surgió una sociedad secreta nacionalista, La Trinitaria (1838). Además de los trinitarios había otro grupo de oposición contra el dominio haitiano, los llamados afrancesados. Ambos grupos aspiraban a una república independiente, pero los afrancesados deseaban un protectorado francés, pues pensaban que sólo así podrían mantenerse firmes contra el vecino haitiano 19 . En 1844, una vez que el este de la isla había conseguido su independencia de hecho, los afrancesados se impusieron a la cabeza del estado. Los años siguientes estuvieron marcados por 16
Respecto al desarrollo en el siglo XIX véase Günter Kahle, "Problemas fundamentales de la integración en América Latina desde la Independencia (1810-1948)": Integración y Cooperación en América Latina, ed. p. Manfred Mols, Maguncia 1981, pp. 25-56. Versión alemana: "Grundprobleme der Integration in Lateinamerika seit der Unabhängigkeit (1810-1948)": Integration und Kooperation in Lateinamerika, ed. d. Manfred Mols, Paderborn etc. 1981, pp. 27-51.
17
David Nicholls, From Dessalines to Duvalier. Race, Colour, and National Independence in Haiti, Cambridge/New York 1979, pp. 63-64.
18
Benolt Joachim, "La reconnaissance d'Haiti par la France (1825): Naissance d'un noveau type de rapports internationaux": Revue d'histoire moderne et contemporaine XXII,3 (1975), pp. 369-396.
19
Ian Bell, The Dominican Republic, Boulder (Col.)/London 1981, p. 35.
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los ataques de Haití bajo el gobierno de Faustin Soulouque, por los esfuerzos dominicanos para convertirse en un protectorado europeo y por conseguir que los Estados Unidos y los estados europeos reconocieran su independencia. Ninguna de las grandes potencias reconoció a la República Dominicana, pero por lo menos el joven estado había sido capaz de vencer en varias ocasiones a los haitianos con sus propias fuerzas. Cuando en 1859 con la caída de Soulouque desapareció el peligro, la economía dominicana se encontraba en un estado miserable, razones que le indujeron de nuevo a procurar un protectorado europeo 20 . Debido a que los franceses y los ingleses ya habían denegado tal petición hacía mucho tiempo, en 1859 los dominicanos iniciaron negociaciones con Madrid. En Marzo de 1861 el este de La Española se colocó de nuevo bajo el dominio de la antigua metrópoli. "Así empezó uno de los períodos más desgraciados de la historia dominicana. Duró cuatro años y cuatro meses y coincidió casi exactamente con la duración de la guerra civil norteamericana" 21 . Sin embargo, la influencia europea en América no sólo dio frutos negativos. A modo de conclusión quisiera volver a referirme a una idea del principio de mi ponencia, lo real maravilloso de América, que nacía del encuentro de indios, negros y europeos. En palabras de Alejo Carpentier: "Por ello diré que una primera noción de lo real maravilloso me vino a la mente cuando, a fines del año 1943, tuve la suerte de poder visitar el reino de Henri Christophe - las ruinas tan poéticas de Sans-Souci; la mole, imponentemente intacta a pesar de rayos y terremotos, de la Ciudadela La Ferrière - y de conocer la todavía normanda Ciudad del Cabo, el Cap Français de la antigua colonia, donde una casa de larguísimos balcones conduce al palacio de cantería habitado antaño por Paulina Bonaparte. Mi encuentro con Paulina Bonaparte, ahí, tan lejos de Córcega, fue para mí como una revelación".
20
Bell, op. cit., p. 46, escribe: "With the Haitian threat dispelled, the Dominicans now had the opportunity to settle down to p e a c e and prosperity. They had shown the world that without outside help they were more than a match for the strongest forces the Haitians could put against them and consequently they no longer needed foreign protection. Unfortunately they were still in the thrall of alternating dictators for w h o m the quest for foreign protection had b e c o m e a habit".
21
Ibid., p. 49. Respecto a la posición de los Estados Unidos véase Charles Callan Tansill, The United and Santo Domingo, 1798-1873. A Chapter in Caribbean Diplomacy, Baltimore 1938, pp. 172-286.
Slates
The Great Powers and the Haitian Revolution by David Geggus University of Gainesville The hundred or so square miles around the modern town of Cap Haitien (the Spanish "Guarico") have a special place in both the beginning and the beginning of the end of European imperialism. The first revolt against European colonization in the Americas took place there less than twelve months after Columbus's arrival in the Caribbean. Three hundred years later, long after the aboriginal Arawaks had vanished and French rulers, replacing Spanish, had repeopled the land with African slaves, the same region saw one of the most dramatic challenges ever mounted against a colonizing power in any age or continent. The 1791 slave insurrection was the largest in New World history and in the course of twelve years' desolating warfare led to the creation of Latin America's first independent state. The destruction of La Navidad in 1493 and the slave uprising of 1791 took place in very different societies, and were vastly different in magnitude and result. Some contemporaries of the Haitian Revolution, however, showed a fitting sense of history, when in poetry and prose they depicted the black slaves as avenging the Amerindians who had died three centuries before.1 More important, the leaders of the ex-slaves themselves chose to underline the parallel, giving back to the land they reconquered from the Europeans the aboriginal name of "Haiti". Thus emphasising the break with European colonialism, they gave their new state an American identity and expressed solidarity with the long dead Amerindians whose patrimony they were then inheriting.2 It was in the northern plain of Haiti, then, that non-Europeans made their first, and first successful, challenges to the European right to rule proclaimed at Tordesillas. This article sketches the reactions of the Great Powers, especially Spain, the least-studied case, to this sole successful slave revolt in world history. It distin1
David Geggus, "British Opinion and the Haitian Revolution, 1791-1805", in James Walvin, ed. Slavery and British Society, 1774-1848, London 1982, pp. 129, 146, 242; Leon-Francois Hoffmann, "L'element indien dans la conscience collective des Haïtiens": Etudes Creoles 17 (1994), pp. 25-26.
2
However, note that a white colonist had before the Revolution already suggested renaming the colony "Aiti": anon., Essai sur l'administration des colonies françaises, Antonina [Les Cayes] 1789, p. 12.
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guishes four phases: initial reactions, 1791-92; military intervention, 1793-98; coming to terms with a black power, 1798-1801; and the achievement of independence, 1802-4. Initial Reactions, 1791-92. By 1791, French Saint Domingue (modern Haiti) had developed into the world's major producer of both sugar and coffee. Its half million slaves and 8,000 plantations made it easily the most important colony in the Caribbean, exporting far more than the British and Spanish islands combined. Supplying some 40% of French overseas trade, it was a vital source of profits and foreign exchange for France's otherwise stagnant economy, and an object of international envy. Reactions overseas were therefore mixed when there broke out in the colony's densely-settled northern plain an enormously destructive slave rebellion, far bigger than any previously seen in the Americas, and which, as months went by, proved impossible to suppress.3 The great insurrection simultaneously threatened and stimulated the Caribbean economy to an unprecedented degree.4 Bloodcurdling reports of gruesome massacres and blazing canefields realized every slaveowner's worst nightmare, not least in neighboring Cuba and Jamaica, which could be reached from Saint Domingue by canoe. Nearly 350,000 slaves lived on Cuba and Jamaica, and within one month of the uprising Jamaican slaves were singing songs about it.5 During the previous two years the Caribbean had already witnessed an increase in slave protest. This was associated with the onset of the British antislavery campaign and the French Revolution, and with hesitant government reformism by the three major powers-trends which themselves increased planter nervousness.6 On the other hand, the same period also had brought reviving prosperity to the British islands and rapid development to Cuba, and when the price of sugar and coffee skyrocketed in 1791, opportunities for expansion increased dramatically. 3
A good, recent account is Carolyn Fick, The Making of Haiti, Knoxville 1990, ch. 4. A simultaneous civil war between the white and free colored populations in other parts of the colony does much to explain why the revolt was not suppressed.
4
Both the threat and the stimulus have been generally exaggerated, however. Through the 1790s the Caribbean witnessed about four slave revolts or conspiracies per year, but the example of Saint Domingue was far from being the only cause: David Geggus, "The French and Haitian Revolutions and Resistance to Slavery in the Americas": Revue française d'histoire d'Outre-Mer 282-283 (1989), pp. 107-124. Similarly, even without the slave revolution, the continuing expansion of the Atlantic market would have increased Caribbean production: David Eltis, Economic Growth and the Ending of the Atlantic Slave Trade, New York 1987, pp. 37-38.
5
David Geggus, "Jamaica and the Saint Domingue Slave Revolt, 1791-1793": The Americas 223.
6
Julius Scott, The Common Wind, New York, forthcoming; David Geggus, "Slavery, War, and Revolution in the Greater Caribbean, 1789-1815": in D. Geggus, D. Barry Gaspar, eds. The French Revolution and the Greater Caribbean, Bloomington, forthcoming.
38 (1981), p.
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"La época de nuestra felicidad ha llegado," announced Francisco Arango y Parreño, spokesman of the Cuban planter elite. As Cuban sugar and coffee prices tripled, slave imports multiplied and through the 1790s thousands of hectares of Cuba's forests and tobacco fields were cleared each year for planting cane.7 Even so, it was Jamaica which for the next few decades would be the world's major producer of sugar and, more briefly, of coffee as well. Through the 1790s, the much smaller but more developed British island would import nearly twice as many slaves as Cuba. 8 The first concern of colonial governments was security for their increasingly valuable and vulnerable assets. The Assembly of Jamaica called for more troops, and reluctantly agreed to pay for them, when London refused to do so. It also established local watch committees, deported some foreigners, and passed a few minor laws to improve the lot of the slaves. In the Spanish colonies, extreme hostility to the French Revolution had already produced measures to restrict the entry of people and publications from French territories. In Santo Domingo, the foreign colony most directly threatened by the slave insurrection, the Governor established a military cordon along the long common frontier with Saint Domingue using troops transferred from Puerto Rico. A more delicate problem was the question of sending assistance to a commercial rival. The desperate appeals for aid sent out by the colonial assembly of Saint Domingue met with a limited display of class/racial solidarity from Jamaica and a seemingly callous neutrality on the part of the Spanish, which helped add an additional chapter to the leyenda negra. The governor of Jamaica refused to part with any troops; he dared not; but he did send some arms and ammunition to Cap Français, along with several warships for temporary moral support. The Jamaican assembly approved these actions, but it divided over providing a loan or credit to its insolvent French counterpart. Liberal planters, those who most readily identified with Saint Domingue's revolutionary assembly, were defeated by conservative and populist elements who opposed raising taxes to help foreigners. 9 The funds needed to fight the rebel slaves were to come instead from the United States. The U.S. had a large debt to France left over from the American 7
Obras de D. Francisco de Arango y Parreño, 2 vols., Havana 1952, vol. 1, p. 134; Manuel Moreno Fraginals. The Sugarmill: The Socioeconomic Complex of Sugar in Cuba, New York 1976, p. 28; Michael Zeuske, Clarence Munford, "Die "Grosse Furcht" in der Karibik: Saint Domingue und Kuba (1789-1795)": Zeitschrift fur Geschichtswissenschaft 39 ( 1991 ), pp. 51 -59.
8
Geggus, "Jamaica", 222; Eltis, Economic Growth, 42, 245; Manuel Moreno Fraginals, El ingenio: Complejo económico social cubano del azúcar 3 vols., Havana 1978, vol. 1, pp. 40-42; Francisco Pérez de la Riva, El Café: Historia de su cultivo y explotación en Cuba, Havana 1944, p. 51 ; Seymour Drescher, Econocide: British Slavery in the Era of Abolition, Pittsburgh 1977, p. 79.
9
Geggus, "Jamaica", pp. 220-221, 227-228; Moniteur General de Saint Domingue (1792) no. 55.
David Geggus
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Revolutionary War. Washington now chose to repay it to the colonists of Saint Domingue, advancing some $726,000 in two years, though Paris never approved the arrangement, remaining suspicious of an attempt to make Saint Domingue independent. 10 Most of the money went into the pockets of North American merchants, who became increasingly indispensable to Caribbean trade in the 1790s.11 As for the Spanish, though the governor of eastern Cuba sent food to south and west Saint Domingue, the governors of Havana and Santo Domingo claimed they were unable to spare any resources, and announced their neutrality toward what they called an internal conflict in the French colony. 12 The French felt that the Family Pact, and extradition and mutual assistance treaties of 1765 and 1777, or at least "les lois de l'humanité", entitled them to active Spanish cooperation in defeating the rebel slaves. Count Floridablanca, the First Secretary of State, specified in November 1791 that white colonists forced to flee from "brigands" should be given protection and arms, where possible, but that "neutrality" would be official Spanish policy toward the colonists' own internecine conflicts. His successor, the Conde de Aranda, reiterated the same policy, simultaneously approving the colonial governors' glib excuses for not parting with any resources. 13 Hostile to the French Revolution and the social groups it brought to power, Governor Garcia of Santo Domingo argued that white revolutionaries were so thoroughly mixed up with slave and free coloured insurgents in Saint Domingue's complicated revolution he could not pick sides. 14 The archbishop of Santo Domingo proclaimed the revolution divine punishment for the colonists' irreligion and insubordination, and for this he was reprimanded by Madrid. 15 On the Santo Domingo frontier, many male French colonists fleeing the uprising were at first refused asylum and some evidently were sent back to their deaths. 16 10
Timothy Matthewson, "George Washington's Policy towards the Haitian Revolution": Diplomatic History 3 (1979), pp. 321-336; Rayford Logan, The Diplomatic Relations of the United States with Haiti, 1776-1891, Chapel Hill 1941, pp. 33-39.
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John Coatsworth, "American Trade with European Colonies in the Caribbean and South America, 17901812": William