Sociopsicoanalisis Del Campesino Mexicano

  • 0 0 0
  • Like this paper and download? You can publish your own PDF file online for free in a few minutes! Sign Up
File loading please wait...
Citation preview

tfkh

IhHiim

i Hiduiri m/Rvkn S#flimsfclWW¡ÍIÍSÍN

drl rjinpfsino n\t\kmn

ÍN D IC E G E N E R A L P r ó lo g o .....................................................................................................

7

I. E l carácter social del cam pesino y los pro b lem a s de m e t o d o l o g í a ............................................................................ 15 El campesino, 16; El concepto dinámico del carácter, 23; El carácter social, 34; E l m étodo, 43 II. U n 'p o b la d o cam pesino de M é x i c o ...................................53 El pasado y el presente, 53; La hacienda, 58; La vida interior d e los aldeanos* 60 III. Panoram a socioeconóm ico y cultural del p u eb lo .

67

Edad, lugar de nacim iento y grupos familiares, 67; Alfa­ betización y escolaridad, 72; A tención médica, 76; O cu­ pación, 78; Tenencia de la tierra, 80; Alojamiento, 85; O tros bienes de capital, 86; Bienes d e consumo, 87; La escala socioeconómica, 88; Clase y participación en los asuntos del pueblo, 95; Participación en las actividades culturales y religiosas, 99 IV . La teoría d e las orientaciones del carácter

.

101

Tipos de carácter: las orientaciones improductivas.. 102; La orientación productiva, 104; Orientaciones en el pro­ ceso de socialización, 107; Lazos incestuosos, 111; C o m ­ binaciones de diversas orientaciones, 112; O rientaciones sociopolíticas, 115 V . E l carácter de los a l d e a n o s .............................................. 119 Variables para calificar el carácter, 119; La distribución de los rasgos de carácter, 122; E l análisis factorial, 130; E l significado de las calificaciones factoriales y las cargas factoriales, 132; Los seis factores, 1?5; Factor I. Adultez versus adolescencia, 135; Factor II. Productividad versus im productividad, 139; Factor III. ExpJotatoricdad ver­ sus inexplotatoriedad, 141; Factor IV . M odo de asimila­ ción acumulativo versus receptivo, 147; F actor V . Papel sexual (m asculinidad versus fem inidad), 149; Factor V I. O rientaciones de centrismo m aterno versus centrism o paterno, 150; Conclusión: carácter social, 151 393

594

IN D IC E G E N E R A L

V I. Carácter y variables culturales y socioeconómicas

171

F.1 carácter el modo de producción, 173; El no ejida­ tario, 182; Clase y carácter, 184; El carácter de las mu­ jeres y las variables socioeconómicas. 187; Carácter v educación, 188; Carácter y actividades religiosas y cul­ turales, 189; Conclusión, Í92 V II. E l sexo y el c a r á c te r.................................................... 195 Hombres y mujeres productivos c improductivos, 198: La relación entre hombresy mujeres, 200; El reto al patriarcado, 205

y

V III. A l c o h o l i s m o ................................................................. 209 Vulnerabilidad cultural, 215; Vulnerabilidad psicológica. 218; Carácter receptivo, 219; Machismo, narcisismo y sadismo. 221; La fijación materna. 224; Los abstemios, 225; Vulnerabilidad psicosocial: el patriarcado minado. 226; Vulnerabilidad económica, 231 IX. La formación del carácter en la n i ñ e z ...................... 239 La infancia, 240; La temprana niñez, 242; De la niñez media a la adolescencia, 246; El final de la niñez, 251; Comparación del carácter de los niños y los adultos. 255; Factores caractéricos en la niñez. 256; Correlaciones de los caracteres de los padres y el niño. 259; Correlaciones de los caracteres de los padres y los hijos adultos, 260; Padres e hijos grandes, 260; Los padres y las hijas gran­ des, 266 X. Posibilidades para el cambio: carácter y cooperación.

269

Cooperación en la aldea, 272; Actitudes anticooperativas. 274; Posibilidades de lograr cooperación, 278; El club de muchachos del pueblo, 286 X I. C o n c l u s i o n e s ......................................................................297 El método, 297; La teoría del carácter social, 301; Pers­ pectiva, 309 A: El cuestionario interpretativo y ejem plos de ca lifica ció n ............................................................................ 312

A p é n d ic e

El cuestionario interpretativo, 312; Ejemplos de califica­ ción, 318

IN D IC E G E N E R A L

395

B: Concordancia de calificación y el uso del Rorschach y la prueba de apercepción tem ática ( t a t )

351

A p é n d ic e

Adiestramiento de los calificadores, 352; Calificación del carácter apartir de las respuestas al Rorschach, 356; C on­ cordancia entre el cuestionario y el Rorschach, 367; Cali­ ficación del carácter según la prueba de apercepción temática, 371; Concordancia entre el cuestionario y el t a t , 375 Bibliografía índ ice analítico

, 378

381

PR Ó LO G O A u n cuando en el capítulo I se explican los motivos q u e nos llevaron a realizar esta investigación, este prólogo tiene la m i­ sión d e hacer u n breve recuento d e su desarrollo. E n 1957, u n o d e los autores, F rom m , había elaborado u n plan general j&ra estudiar un determ in ad o pueblo, q u e él había ele­ gido d e an tem an o , por dos razones: prim era, q u e era b astan te representativo d e los m uchos pueblos q u e se localizan en las fér­ tiles zonas del valle del sur y suroeste d e la ciudad d e M éxico, por cu a n to q u e sus habitantes eran m estizos (esto es, provenien­ tes d e la m ezcla de indios con españoles), y q u e sus m étodos agrícolas y su estructura económ ica eran esencialm ente los m is­ m os q u e los d e centenares d e poblados q u e se encuentren en el m ism o clim a y la m ism a a ltitu d . Se eligió, adem ás, porque d icho p u eblo era un ejido (co n stitu id o por pequeñas parcelas q u e se repartieron en tre sus h ab itan tes com o resultado de la R e­ volución d e 1910), y nosotros estábam os especialm ente intere­ sados en ver la influencia de la estructura ejidal en la persona­ lidad d e sus pobladores.* La segunda razón para haberlo escogido es que tenía un C e n ­ tro de B ienestar Rural, dep en d ien te d e la Secretaría de Salubridad y Asistencia Pública, q u e facilitó el te n e r acceso al poblado, así com o la aceptación nuestra por p arte d e éste. N os fue p articu ­ la rm en te ú til, al lograr interesar en este proyecto a la Secretaría d e S alubridad, el d ifunto doctor José Zozaya, quien m ostró un gran interés p o r nuestro estudio. T a m b ié n expresam os nuestro agradecim iento por la ayuda financiera q u e nos otorgó esta Se­ cretaría del G o b ierno M exicano. A u n q u e fue restringida nos ayu­ d ó m u ch o e n los inicios de la investigación. D u ra n te la prim era fase del estudio, todos los colaboradores, incluyendo al D irector, trabajaron sin cobrar nada. E ran princi­ p alm en te m iem bros de la Sociedad Psicoanalítica M exicana, a sa­ ber: el d o cto r A niceto A ram oni, el doctor José D íaz, el doctor Jorge V elasco Alzaga, el doctor A lfonso M illán, el doctor G uiller­ m o D ávila, el d octor Francisco G arza, el doctor Jorge Silva, el docto r A rm ando Hinojosa, el doctor R am ón d e la F u en te , el doc­ tor Jorge D crbcz y el doctor A rturo H igarcda. E l d octor Mi1 Para una descripción más amplia de un ejido, véase el capitulo m. El problema de lo típico que es este pueblo se analizará en el capitulo v.

[7 ]

PRÓ LOGO

llán y el d o cto r A ram oni, en particular, nos ayudaron en la fo rm u ­ lación original del cuestionario. E l prim ero participó tam bién en la plan eació n general y haciendo los arreglos para exhibirles pelí­ culas educativas a los aldeanos, cosa q u e con tin u ó por unos c u a n ­ tos afios. L a exhibición de las películas n o sólo fue un estím ulo q u e hizo q u e los h ab itan tes del- pueblo cooperaran más con el estudio, sino tam b ién se tradujo en observaciones interesantes, re­ copiladas p o r el propio doctor M illán, sobre sus reacciones a n te la proyección d e aquéllas. E n 1958, el d o ctor O . G ilb e rt se ofccei6 a ayudarnos ev\ d es­ tud io d u ran te nu ev e meses, siendo asistido por el doctor R . N ú ñ cz y la d octora A licia Q uiroz en la adm inistración de la prueba de R orschach a u n a m uestra d e la población form ada por 110 h a b i­ tan tes. Los resultados d e algunas d e estas pruebas se em plea­ ron para com p arar la calificación del carácter obtenida en la entrevista proyectiva con la d e la p ru eb a d e Rorschach (véanse los A p én d ices). P o r la m ism a época, el señor P aul Sénior, entonces estudiante d e psicología, vino d u ran te dos veranos a adm inistrar el R orschach a los niños y sus resultados nos dieron una im p o rtan te visión prelim inar del carácter de éstos. T a m b ié n les adm inistró la p ru e­ ba d e h istorietas d e A ndersen, recopiló sueños y les aplicó una entrevista m ás corta q u e cubría sus ac titu d es básicas y el propio p u n to d e vista del n iñ o sobre sus padres. El prim er añ o se destinó, sobre todo, a establecer un contacto más estrecho con los aldeanos, lo q u e a la postre desem bocó en su disposición a p articipar en la contestación del cuestionario. D ad o que, com o se verá más adelante, éstos eran extensos y se necesitaba to m ar no ta d e las respuestas individuales, las sesiones a m e n u d o d u rab an d e tres a seis horas p o r cuestionario, sin con­ tar el tiem p o extra q u e el entrevistador perdía buscando a los al­ deanos cu ando n o se presentaban, equivocaban las fechas d e las citas, etc. Lo q u e es más, m uchas preguntas del prim er cuestio­ nario p relim inar se ensayaron y m odificaron este proceso. Para principios d e 1958 se hizo claro, no o bstante, q u e el estudio no podía co n tin u ar basándose en la participación voluntaria, puesto qu e nadie, inclusive el D irector, podía dedicarle el tiem po nece­ sario sin recibir n inguna com pensación. E l estudio se puso so­ bre nuevos cim ientos gracias al interés del F oundations F u tid for Research in Psychiatry en respaldo con un subsidio ( f f r p G ra n t 58-176). E ste subsidio fue au m en tad o m ás ad e lan te a fin d e poder agregar u n colaborador d e tiem po com pleto al equipo del estudio.

PRÓ LO G O

9

A fines d e 1958, el doctor T h eo d o re Schw artz, un antropólogo con experiencia en la investigación d e cam po y en m étodos esta­ dísticos, acep tó este puesto, y su esposa, la doctora Lola Rom anucci S chw artz, en aquel tiem po estu d ian te del doctorado en an ­ tropología, nos brindó su valiosa cooperación d u ran te el tiem po q u e perm anecieron en la investigación, d e 195S-* J961. E l trabajo cíe los dos fu e de decisiva im portancia para que ésta progresara. C o n trib u y ero n en m uy diversas form as, principalm ente en las si­ guientes: en prim er lugar, gracias a su contacto íntim o con los aldeanos (residieron en el pueblo d u ran te trece meses y, posterior­ m e n te, iban a él d e tres a cuatro veces por sem a n a), pudieron recoger u n valioso conjunto de observaciones directas q u e perm i­ tieron o b te n er un cuadro vivido d e los aldeanos para com plem en­ ta r el logrado con las pruebas y otros m edios artificiales. Sus observaciones dieron lugar a q u e supiéram os m ucho acerca de la vida ín tim a d e los aldeanos, a form arnos una idea, por ejem plo, de q ué individuos bebían en exceso o m edianam ente, quiénes eran los m ás prósperos y quiénes los m enos, y d e sus costum bres y su vida m atrim onial. T odas estas observaciones nos perm itieron juz­ gar h asta q u é p u n to las respuestas q u e obtuvim os con el cuestio­ nario eran ideológicas o correspondían a hechos d e su vida real. L a tesis d e doctorado d e la doctora Lola Schw artz la consagró a los conceptos d e m oralidad en tre los aldeanos, y el doctor T heod orc Schw artz vertió sus m últiples observaciones e ideas teóricas en u n gran m anuscrito, no publicado hasta ahora. A dem ás, Schw artz dirigió, e igualm ente interpretó, varias en tre­ vistas con los aldeanos y de ese m odo colaboró directam ente a form ar el m aterial que se em plea en este estudio. P o r últim o, or­ ganizó y ay u d ó a Mevar a cabo u n ccnso económ ico que, com o el lector verá en el capítulo n i, es d e im portancia fundam ental para el estudio; asim ism o elaboró el índice del status socioeco­ nóm ico, q u e d io p or resultado un análisis su m am ente satisfactorio d e la posición q u e guarde cada h a b ita n te en la estructura socio­ económ ica. El tiem p o necesario para d ar cim a al estudio se hizo m ayor de lo q u e se hab ía calculado originalm ente. Si se pudo llevarlo ad e­ la n te fue sólo gracias al auxilio continuo del F oundations F u n d for Research Psychiatry, q u e renovó el subsidio d u ran te los pe­ riodos 1959-1961 ( f f r p G ra n t 58-190), 1961-1962 ( f f r p G ra n t 60-224) y 1962-1963 ( f f r p G ra n t 62-248). E sto contribuyó no sólo a pagar el salario del D irector y del S ubdirector de la inves­ tigación, sino tam bién a rem unerar a varios de los participantes

10

PRÓ LO G O

que trabajaron en la aplicación d e las pruebas y en otras activi­ dades q u e se describirán más adelante. E n 1960, el d o ctor M ichael M accoby se u n ió al estudio, va­ rios meses antes d e q u e los doctores S chw artz tuvieran q u e sa­ lir d e M éxico. E l doctor M accoby venía becado por el In stitu to de Salud M en ta l del P ublic H ealth Service d e Estados U nidos para investigar y adiestrarse. Su en foque era sem ejante al del otro auto r, E rich F ro m m , con quien venía para adiestrarse en psico­ análisis, y com partía el hincapié q u e p o n e F rom m en el aspecto psicológico p ro fu n d o del carácter social y en la utilidad d e los cuestionarios interpretativos. V isitando con frecuencia el pueblo y sosteniendo num erosas reuniones con los adultos adolescentes y niños del m ism o (en grupos y en form a individual), M accoby m an tu v o el estrecho contacto q u e h ab ían establecido el d octor S chw artz y su esposa, y colaboró a q u e conociéram os m ejor a los al­ deanos. E n p articular se hallaba en estrecho contacto con los ad o ­ lescentes supervisando el club de los m uchachos (véase el capí­ tulo x i ) y, con la ayuda de la doctora N an cy M odiano, estudió a los niños del lugar (véase el capítulo ix ) .2 L o q u e es más im ­ p o rta n te, revisó la calificación de todas las entrevistas de las prue­ bas de R orschach y de t a t q u e se habían hecho hasta entonces y ad m in istró todavía más pruebas. Lo ayudó en esto el doctor Isidro G alván. T a m b ié n planeó y llevó a cabo el análisis estadísti­ co de los d atos cuantitativos. C o m p a rte con F rom m la responsabi­ lidad de la estructura final del estudio, el análisis de los descubri­ m ientos y su presentación tal com o aparece en este volum en. C on la co n tin u a discusión d e los dos autores a lo largo de ocho años, se d io u n fructífero intercam bio d e ideas, q u e condujo, hasta el m o m en to en q u e se efectuó la revisión final del m anuscrito, a nuevas intuiciones y form ulaciones, algunas d e las cuales h a n te­ nid o q u e o m itirse esta vez por razones d e espacio. O tra persona cuya ayuda fue d e gran valía para el presente estudio fue el d octor F elipe Sánchez, q uien d u ran te m uchos años vivió en el p u eb lo com o jefe del C e n tro de B ienestar R ural y com o m édico practicante. M ucho nos ayudó m erced al estrecho con tacto q u e sostenía con los aldeanos y con su conocim iento del com p o rtam ien to d e éstos. Realizó bu en a p a rte d e las entrevistas bajo la supervisión de los autores y trabajó en el censo socioeco­ nóm ico ju n to con los Schw artz. A todo lo largo del est 2 La doctora M odiano colaboró en la formulación del material sobre el desarrollo infantil, que se menciona en el capítulo x .

PRÓLOGO

11

llevó a cabo u n sem inario perm an en te en el que F rom m discu­ tía, con quienes estaban participando en el trabajo d e cuestiona­ rio, las cuestiones teóricas d e caracterología psicoanalítica y del carácter social y los m étodos d e interpretación. E n estas sesio­ nes, m uchos d e los problem as teóricos y clínicos im portantes se discutieron, y se logró un cierto en ten d im ien to com ún de ellos. Al m ism o tiem p o q u e el estudio se efectuaba en el poblado, el d octo r G u illerm o Dávila organizó con nuestros mism os m étodos u n estudio d e los trabajadores urbanos en la ciudad d e M éxico. Se esperaba q u e surgirían datos significativos en relación con la diferencia en tre estos dos grupos sociales. P o r desgracia, el doc­ to r D ávila m urió en 1968, antes d e q u e su investigación estuvie* ra lo su ficien tem en te com pleta com o para haccr com paraciones. E n el verano d e 1963, cuando expiró el subsidio del F oundations F u n d for Research in Psychiatry, ya se había recopilado todo el m aterial, pero la revisión del m ism o y su análisis n o estaban term inados. E n los años siguientes, am bos autores trabajaron ju n ­ tos revisando y analizando d e nuevo el m aterial, aclarando m uchos problem as difíciles q u e se habían presentado y escribiendo el texto final. D eb id o a u n a enferm edad d e F ro m m y a obligaciones pro­ fesionales d e M accoby, este trabajo progresó más le n tam en te de lo q u e se hab ía pensado y se lo te rm in ó to talm en te apenas ahora qu e se escribe este prólogo. E n tre las m uchas otras personas q u e trabajaron en el estudio, y a las q u e n o se ha m encionado hasta ahora, figuran las seño­ ritas G u ad alu p e C astro y V irginia H eras; la señorita B crtha Javkin y la señora Italia M illán participaron ta m b ié n en la ad m in istra­ ción d e las pruebas proyectivas. La señora M arta Salinas hizo una labor m uy interesante desde m ediados d e 1959 hasta 1962 al im p artir un curso d e literatura, utilizando libros q u e atraían la atención d e los aldeanos d e acuer­ do con sus conocim ientos c intereses. A u n q u e sólo un pequeño grup o cen tral asistía a las lecturas con regularidad, el cual pedía tam b ién libros prestados para leer fuera d e las sesiones regula­ res, te n ía u n auditorio m ayor y algo más fluctuantc. Su traba­ jo, en el q u e con gran com prensión d e la psicología del cam pe­ sino ella logró ganarse su interés y cooperación, dio interesantes resultados en cu a n to a las posibilidades y lim itaciones d e una in ­ fluencia cu ltu ral directa. D e gran ayuda nos fue la cooperación del A m erican F riends Service C o m m ittee por m edio d e su cen tro , la C asa d e los A m i­ gos en la ciudad d e M éxico. E l d irecto r d e este centro, E . D uckles,

12

PRÓ LOGO

m ostró gran com prensión y sim patía por nuestro estudio, y desde 1961 y du ran te todo 1963 hizo posible q u e miembros del grupo escogidos por los Amigos p3ra trabajar en M éxico participaran en nuestro estudio ayudando al doctor M accoby en el trabajo con el club de los m uchachos. E ntre ellos estaban '¡liornas F letcher, David Spinny y N ed Filor. Tam bién nos benefició el trabajo de la doctora Patricia Landcr y de la señorita E dith C hurchill quie­ nes ayudaron a organizar una biblioteca para los niños. La señora M ary Elm endorf m anifestó interés y simpatía por nuestro trabajo colaborando a equipar el club de los muchachos con herram ienta y materiales. Se consiguieron animales del P ro­ yecto H eifer gracias a la ayuda del doctor Paul Stone. E l doctor Adán G raetz preparó e inició un estudio sobre la prevalencia d e la parasitosis en el pueblo, el cual fue llevado a cabo por el doctor F . Biagi y sus ayudantes de la Facultad de M edicina d e la Universidad Nacional A utónom a de México. Del estudio surgió tam bién un programa d e tratam iento bajo la direc­ ción del propio doctor Biagi. Q uerem os asimismo agradecer al profesor Carlos Hank G onzá­ lez (ahora gobernador del Estado d e M éxico) y al licenciado E r­ nesto M illáu por las oportunidades que nos dieron de visitar y co­ nocer el program a de la o o n a s u p o , descrito en el capítulo x , y al padre W illiam W asson por la ab u n d a n te información que nos proporcionó acerca del instituto que él fundó. Por lo q u e se refiere al trabajo estadístico del estudio, agrade­ cemos sinceram ente al profesor Louis M cQ uitty, que ahora se encuentra en la Universidad de M iam i. F ue m uy cooperativo y de m ucha ayuda al discutir con nosotros los problemas de esta­ dística d e nuestro estudio, dándonos a conocer a fondo sus m é­ todos d e análisis factorial y de análisis d e tipos, así como h a ­ ciendo posible q ue utilizáramos la com putadora y la ayuda de la M ichigan S tate University para la elaboración estadística de nues­ tros datos. Estamos tam bién especialm ente reconocidos con el profesor Arth u r C ouch, en ese entonces adscrito a la Universidad de Harvard y ahora a la Clínica Tavistock, por su consejo y m uy generosa ayuda al llevar a cabo el análisis factorial del carácter de los adultos q u e aparece en el capítulo v. Tam bién querem os agradecer al doctor David Pcizcr del Ccnter for Advanced Study in th e Behavioral Sciences por sus suge­ rencias en cuanto a la interpretación del análisis factorial. Estamos reconocidos igualm ente con el profesor Sergio Bcltrán

PRÓ LO G O

13

del C e n tro E lectrónico d e C álculo d e la U niversidad N acional A u tó n o m a d e M éxico por su cooperación y ayuda y, con el auxi­ lio d e las com putadoras del C en tro , por los otros procesam ientos estadísticos d e nuestro m aterial. L a señora G . U. d e B eltrán nos fue d e gran u tilidad d u ran te ese tiem po colaborando en esta ta­ rca, así com o el señor A drián C añedo, q uien fungió com o ayu­ d a n te d e estadística con el doctor M accoby y contribuyó con ideas relativas a las form as d e analizar los datos. T a m b ié n estam os agradecidos con el profesor G corgc M . Foster, d e la U niversidad d e C alifornia, y con el profesor A lbert H irsch­ m an, d e la U niversidad de H arvard, por sus útiles com entarios sobre los prim eros borradores d e este m anuscrito. T a n ta s personas prestaron su ayuda a este estudio q u e es d i­ fícil expresar n u estra gratitud a cada u n a en la proporción debida. P ero para concluir querem os expresar nuestro agradecim iento no sólo al F o u n d atio n s F und for Research in Psychiatry com o insti­ tución, sino m uy especialm ente al profesor F rcdcrick R cdlich quien , ju n to con el doctor D avid Shakow del N ational In stitu tc of M cn th al H ealth E ducation a n d W c lfare, vino a M éxico a ob­ servar el estudio e hizo sugerencias valiosas. A preciam os p ro fundam ente el interés constante y la am able com prensión del F u n d a n te las dificultades im previstas q u e re­ trasaron la term inación del estudio. T a m b ié n estam os en deuda con el d o cto r M ax M . Lcvin, O ficial Ejecutivo del F oundations F u n d y al d o cto r C larck J. Bailey, su sucesor, por su probado in ­ terés. Y querem os d ar las gracias a la F acultad de M edicina de la u n am por adm inistrar el subsidio. T a m b ié n m anifestam os nuestro reconocim iento por el subsidio d e la A lb ert a n d M ary Lasker F ou n d atio n q u e nos perm itió hacer fren te a los gastos adicionales en una época en q u e ya había ca­ ducado el subsidio del F oundations F u n d , por una beca p o r un añ o del C e n tc r for A dvanced S tudy in th e Bchavioral Sciences para el d o cto r M accoby, q u e le dio la oportunidad d e pasar más tiem po rccscribiendo partes del estudio, y por una beca del Ins­ titu to for Policy Studics, do n d e trabajó en las revisiones finales. E s necesario u n últim o com entario para explicar por q u é en el títu lo hablam os d e “ un pueblo m exicano” en vez d e m encionar el n o m b re del pueblo. La razón es q u e querem os hacer lo im ­ posible p o r proteger el an o n im ato d e sus habitantes, sin cuya cooperación n o habría podido efectuarse este estudio. P rom eti­ mos q u e se protegería su identidad y querem os ser fieles a nues­ tra p alabra. N o o bstante, el hecho d e q u e no m encionem os el

14

PRO LO G O

n o m b re d el p u eb lo es d e m enor im portancia en com paración con las consecuencias q u e este respeto p o r el an o n im ato d e sus v e d ­ nos tie n e para la esencia d el estudio. P udim os haber añadido m uchas descripciones ilustrativas d e los aldeanos en lo individual y, p articu larm en te, pudim os haber h ec h o realidad nu estro deseo d e pub licar u n a breve “casuística" co n ellos, representativa d e los diferentes tipos d e carácter d e los q u e hablam os. E sto, sin em ­ bargo, sólo hu b iera sido posible revelando detalles q u e h ab rían perm itid o id en tificar a los individuos en esta pequeña com unidad d e apenas 162 fam ilias. (L a posibilidad d e id e n tificad ó n se ve re­ ducida a u n m ín im o cuando se estu d ian po b lad o n cs d e varios m iles d e perso n as.) A m enudo estuvim os tentados a ofrecer ilus­ traciones q u e h u b ieran e n riq u c d d o m uchísim o este estudio. Pero a n te la d isyuntiva e n tre violar la p riv a d a d e los aldeanos y la prom esa q u e les h id m o s, y o m itir u n m aterial valioso para nues­ tro trabajo, preferim os la ú ltim a. E rich F r o m m M

Cucmavaca, Morelos

ic h a e l

M

accoby

I. E L C A R A C T E R S O C IA L D E L C A M P E S IN O Y L O S P R O B L E M A S D E M E T O D O L O G IA M é x i c o , com o muchos otros países d e una gran población rural, se halla hoy en la encrucijada de su desarrollo. Econom istas, di­ rigentes políticos, sociólogos y otros estudiosos de la sociedad so­ pesan el precio de los cam inos q u e llevan a la erección d e una sociedad industrial, así com o los beneficios q u e puede acarrear. El p resente estudio sobre el carácter del cam pesino, al au m en ­ tar el conocim iento d e la acción del factor h um ano en el cam ­ bio social, p u ed e contribuir a analizar m ejor las alternativas re­ ferentes a la población rural. E n especial, brinda una serie de datos científicos sobre los valores e im pulsos arraigados profunda­ m en te en el cam pesino, q u e son los q u e determ inan en buena parte su respuesta a las nuevas condiciones, exigencias y o p o rtu ­ nidades. U n conocim iento m inucioso d e la estructura de carácter d e los d istintos sectores de la población rural p erm ite predecir los efectos probables que te n d rán en los cam pesinos los progra­ mas educativos y los proyectos económ icos que se trazan para ellos. Sem ejante conocim iento depende d e conceptos teóricos q u e no se en cu en tran ni en la sociología ni en la psicología tradicionales, y, en cam bio, requiere de una com binación d e la investigación psicoanalítica con el estudio de los factores socioeconómicos y culturales claves. Las interrelaciones e interacciones en tre las ac­ titudes em ocionales arraigadas en el carácter y los factores socio­ económ icos, en particular los concernientes al m odo d e produc­ ción, son esenciales para definir y com prender el carácter social. E l carácter social describe la form a en q u e es estructurada la energía h u m a n a a fin de m otivar al individuo en su trabajo y en su relación social. N o obstante, la estructura del carácter puede lim itar tam bién las posibilidades d e adaptación a nuevas condiciones culturales y socioeconómicas. Si en la planeación del m ejoram iento h u m ano no se tom a en cu en ta al carácter, los re­ sultados p u ed en causar contratiem pos inesperados. A p arte d e su contribución al en ten d im ien to del proceso y de las posibilidades del cam bio social, este libro som ete a prueba y desarrolla la teoría from m iana del carácter social. G racias a la revisión q u e llevó a cabo d e la teoría del carácter de F reud, F rom m h a h echo posible q u e el psicoanálisis ayude a llevar ade­ la n te el análisis marxista de la relación en tre las condiciones ma[15]

16

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

terialcs y la n aturaleza d e los individuos, en particular sus im ­ pulsos y su ideología. M ás aún, la m etodología em pleada en este estudio m u estra una form a nueva d e utilizar dicha teoría com o u n in stru m en to para com prender el particular carácter social de m uchos grupos integrantes d e las diversas sociedades.

E l

c a m p e s in o

E n este cap ítu lo prelim inar necesitam os discutir los conceptos básicos d e nuestras investigaciones (el concepto d e "cam pesino" y el d e “carácter cam pesino”, el concepto dinám ico d e “carác­ ter” y el d e “carácter social” ) y el problem a d e la m etodología a usar en el estudio del carácter social. ¿Q u é es u n cam pesino? Llam arem os cam pesinos en este estudio a aquellos vecinos de un pueblo cuya ocupación principal es la agricultura, a u n q u e tam bién p uedan trabajar com o alfareros o pes­ cadores. L a palabra cam pesino, tal com o la inglesa peasant o la francesa paysan, describe a un h o m b re del cam po, d e la tierra. Sin em bargo, los cam pesinos se distinguen d e los agricultores m odernos así com o d e los m uchos indígenas q u e tam bién traba­ jan la tierra. A diferencia del agricultor m oderno, el sistem a d e producción del cam pesino es altam en te individualista. El cam pesino trabaja apenas p o r encim a del nivel d e subsistencia. N o cu e n ta ni con el capital n i con la tecnología del agricultor m oderno. T ra b aja solo o con su fam ilia, o con u n o o varios asalariados, y utiliza aperos ta n rudim entarios com o el azadón y el arado. Lo q u e distin g u e al cam pesino d e la m ayoría d e los indígenas es q u e d ep e n d e económ ica, cultural y políticam ente d e la socie­ d ad u rb an a. D eb e vender lo q u e p roduce en los m ercados u rb a­ nos, p ero a cam bio necesita dinero para com prar los productos d e la ciu d ad . Su religión, m uchas d e sus prácticas m édicas1 y gran p a rte d e su folklore (m uchos juegos y cantos) se dcsarrolla1 Todavía muchas de las prácticas de los curanderos provienen de la ciu­ dad. C o m o lo h a demostrado Foster (1 9 6 7 ) , el sistema principal al cual se atienen las ideas acerca de la salud y la m edicina y las prácticas en m u ­ chos poblados mexicanos “es una variante au e el pueblo ha hecho a la pa­ tología humoral griega, cuya base es la teoría de los cuatro humores de H i­ pócrates, desarrollada por el m édico rom ano C aleñ o v, más tarde, elab o­ rada aún más en el mundo árabe por hombres com o Rhazcs (alrededor de 850-925) y Avicena (980-1037) y transmitida a España cuando esc país fue d om inado por los musulmanes" (p . 1 8 5 ).

C A R A C T E R S O C IA L D E L C A M P E S IN O

17

ron en la ciudad. A ún más, el cam pesino está sujeto al gobierno de la ciudad o de su estado, que recauda los im puestos, dicta y hace cum plir las leyes y lo recluta para el ejército. E n cam bio, muchos indígenas primitivos viven en poblados aislados q u e se gobiernan a sí mismos y son cultural y económ icam ente a u tó n o ­ mos; com parados con ellos, los cam pesinos son relativam ente im ­ potentes para tom ar las decisiones básicas q u e afectan sus vidas.2 E n esta definición de campesinado subsiste un problem a teó­ rico: ¿C óm o definir al trabajador del cam po que no es agricultor independiente en pequeña escala, pero que trabaja com o peón o jornalero en una plantación o hacienda? Al igual que el cam* Esta definición de campesino está esencialmente de acuerdo con ]a de la mayoría de los antropólogos, tales com o Redfield (1 9 5 6 ), Foster (19 6 7 ) y W o lf (1 955, 1 9 66). Foster cita la afirmación de Kroeber: "Los campesi­ nos constituyen sociedades parciales con culturas parciales.” Son ‘'decidida­ mente rurales, pero viven en relación con las ciudades oon mercado; forman una clase que es un segmento de una población mayor que, por lo gene­ ral, contiene centros urbanos.. . Les falta el aislamiento, la autonomía polí­ tica y la autosuficiencia de las poblaciones tribales, pero sus unidades loca­ les conservan m ucho de su antigua identidad, de la integración y apego a la tierra y a sus cultos.” Ver “ W hat is a Peassant”, de Potter, Díaz y Foster (1 9 6 7 ), p. 2 ss. Foster, al igual que muchos antropólogos, hace hincapié en una definición "estructural y de relación” del campesinado — la relativa im­ potencia del campesino y sus lazos con la ciudad— más que en su modo de producción. Aunque dice que la mayoría de los campesinos son agri­ cultores, señala que algunos no lo son. Si bien estamos de acuerdo en que la relación del campesino con la sociedad mayor es importante para la com ­ prensión de su carácter, consideramos el sistema de producción com o un elem ento esencial en la definición de campesinado y un factor esencial en la formación del carácter campesino. Además, consideramos que el sistema de producción del campesino independiente se asemeja más al del alfarero o pescador independientes que al del agricultor moderno. Ambos trabajan solos o con sus familias; ambos viven al margen de la subsistencia sin la posibilidad de reunir un capital. Al tomar en cuenta la falta de cooperación y de consciencia de clase del campesino francés, Karl Marx hizo referencia a la importancia del sistema campesino de producción para la formación de actitudes políticas. En E l 18 B m m ario de L uis N apoleón, escribió: Por todo el país viven en condiciones casi idénticas, pero se relacionan muy poco entre sí. Su sistema de producción los aísla en vez de rcunirlos. El aislamiento se intensifica por lo inadecuado de todos los sis­ temas de comunicación . . .y la pobreza.. . Sus granjas son tan pequeñas que prácticamente no existe posibilidad de dividir las labores.. . Por lo tanto, entre el campesinado no puede existir diversidad de desarrollo, ni tampoco diferenciación de talentos o riqueza de relaciones sociales. Cada familia es casi autosuficicnte, produciendo en su propia parcela la ma­ yor parte de lo que necesita, y de este modo se provee de las necesida­ des de la vida por medio de un intercambio con la vida más que a través de un intercambio con la sociedad.

18

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

pcsino, d p eó n utiliza m étodos rudim entarios. Al igual q u e el cam pesino lib re d ep en d e d e la ciudad en cu a n to a cu ltu ra y re­ ligión, pero a su vez es aú n m ás im p o te n te económ ica y poli tim e n tc. L a diferencia esencial reside en el hecho de q u e el cam ­ pesino —le g alm cn tc o d e h ec h o — es propietario d e su tierra, y ú n ic am en te d ep en d e d e la n aturaleza y del m ercado; por otra p arte, el peón se asem eja más a u n siervo q u e a un cam pesino libre. La calidad d e peón s e p u e d e d efin ir d e acuerdo con S. M in tz co m o “proletarios rurales” . P ueblos d e cam pesinos com o el q u e hem os estu d iado tienen frecu e n tem en te una población for­ m ada ta n to p o r cam pesinos com o por peones. M ás d e la m itad d e la población m undial vive todavía en po­ blados cam pesinos, cuyos h ab itan tes están som etidos cada vez m ás a nuevas presiones a m edida q u e la m ayor parte d e los p aí­ ses, salvo los alta m e n te industrializados, tra ta n d e pasar d e una producción agrícola a una producción parcial o p rin c ip alm en te in ­ dustrial. E n el proceso del desarrollo industrial cierto sector d e la g en te del cam p o au m en ta la población d e las d u d ad e s, d o n d e para ganarse la vida debe ad a p tarse a realizar labores diferentes a las q u e conoce. Al m ism o tiem p o se exige q u e los agricultores produzcan m ás y con ello se espera q u e alim enten a la creciente población y q u e respalden el proceso d e industrialización. Se es­ pera q u e el cam pesino cam bie ta n to sus actitudes com o sus téc­ nicas a fin d e satisfacer b s nuevas m e tas q u e ha fijado la ciudad. La agricu ltu ra tradicional del cam pesino producía sólo el exce­ d e n te necesario para sum inistrar a lim e n to a u n a población peque­ ña y relativ am en te estable. E m pero, en el m u n d o m oderno, se espera q u e la agricultura abastezca d e víveres a una población siem pre creciente. Los adelantos tecnológicos de la agricultura p ro m eten u n gran increm ento en la producción. Por prim era vez en m ilenios, el arado m ovido por h u m a n o s y anim ales, en sus form as m ás o m enos desarrolladas, está siendo reem plazado por el tracto r, y el trabajo h echo por el brazo h u m a n o pu ed e ser realizado por m áquinas d e arar, p la n ta r y cosechar. N uevas se­ millas q u e requieren una cuidadosa fertilización, com o las del trigo en a n o m exicano, prom eten ren d im ie n to m ucho m ayor para alim e n tar a las poblaciones ham brientas. El "cam pesino” pu ed e convertirse en u n “agricultor” q u e usa técnicas y m étodos e n te ra ­ m e n te d iferen tes d e los q u e h a n caracterizado a la agricultura en el pasado. ¿C ó m o se efectúa este cam bio? ¿Q ué requiere en térm inos h u ­ m anos? N o sólo tien e el cam pesino q u e usar com plicadas m á ­

C A R A C T E R S O C IA L D E L C A M PE SIN O

19

quinas; sino q ue la producción óptim a exige un cam bio en su forma de trabajo tradicional individualista. Para aprender nue­ vas técnicas, debe cooperar con los servicios auxiliares, experimen­ tar con semillas híbridas y nuevos métodos, y trabajar en coordi­ nación con los dem ás. Puede serle necesario cooperar con otros, ajustándose al plan general que existe en las grandes empresas agrícolas, sean éstas cooperativas, capitalistas o comunistas. D esde el p u n to de vista del cam pesino tradicional, la nueva tecnología agrícola puede resentirse m ás com o una am enaza que como una oportunidad. Le exige que adquiera nuevas destrezas y que m odifique actitudes inuy arraigadas. Em pero, si no se adapta a la nueva tecnología corre d riesgo de ser aplastado por ella. E n los países capitalistas es incapaz de com petir con las empresas agrícolas, que son las prim eras en em plear los nuevos métodos. E n los países com unistas, los campesinos han sido forza­ dos aún más directam ente a adaptarse al nuevo sistema. E n todos estos países no es posible que el campesino perm anezca inm óvil. La nueva tecnología y las nuevas formas sociales han trastornado a la sociedad tradicional. C on frecuencia se supone que las nuevas tareas y modos cam­ biantes d e funcionam iento —sea para el trabajo industrial o la agricultura m ecanizada— tan sólo requieran instrucción y un poco de adiestram iento técnico. D esde este punto d e vista, una "pre­ paración” es todo lo que el campesino necesita a fin de ajustarse a las exigencias de la sociedad industrial. N o obstante, las expe­ riencias en todo el m undo m uestran que la instruedón y el adiestram iento técnico no bastan pata transform ar al anticuado campesino en un agricultor moderno, incluso cuando éste desea conocer los nuevos métodos. E n efecto, como veremos en el ca­ pítulo n i, es im probable que la instrucción que reciben los cam ­ pesinos les sea útil en su trabajo. A qudlos que han estudiado de cerca el problem a concluyen q u e se requiere un cambio de actitudes o, como nosotros preferiríamos decir, de "carácter”, an­ tes q u e la instrucción y el nuevo conocim iento tecnológico sean de im portancia decisiva.* 3 Por ejemplo, Max F. Millikan y David Hapgood resumen las conclusio­ nes de vina reunión de seis semanas, en la que participaron 44 estudiantes de agricultura de países subdesa Hollados, del modo siguiente: "Una gene­ ralización final es que el problema fundamental al que se enfrenta la agri­ cultura n o es tanto la adopción y expansión de cualquier grupo de institu­ ciones de investigación, sino, más bien, la creación dentro de todo el proceso agrícola —desde el agricultor hasta el ministro de agricultura— de una ac­ titud de experimento, de ensayo y error, de innovación oontinua y de adap-

20

S O C IO PSIC O A N A LISIS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

Es un hecho m uy interesante el que los campesinos en la m a­ yor parte del m undo (la excepción parece ser Asia Sudoriental) com partan, en general, las mism as actitudes y rasgos de conduc­ ta. Son m uy individualistas, conservadores, suspicaces y renuen­ tes a gastar.4 N os parece que esta actitud, como intentarem os ex­ plicar más adelante, se adapta m uy bien al m odo de producción de la agricultura tradicional, m ientras que no se ajusta a los re­ querim ientos d e la agricultura m ecanizada o industrial. E l agri­ cultor en la sociedad industrial debe estar abierto a las nuevas ideas, ser cooperativo en cierta m edida y capaz de planear y de invertir para el futuro; en consecuencia, estar dispuesto a gastar hoy un poco para obtener la recom pensa únicam ente m añana. E n todo país en proceso de industrialización, tanto capitalista como com unista, existe una brecha entre las nuevas posibilidades tec­ nológicas y la capacidad del campesino de adaptar su personali­ d ad al em pleo de los nuevos métodos. Esto vale para la mayor parte d e los países del bloque soviético, para la mayor parte de Asia, para los países m editerráneos, así com o para ciertos países latinoamericanos. (La misma dificultad existió, desde luego, en la transform ación del campesino en Europa septentrional y en Es­ tados U nidos desde el siglo xix hasta principios del xx. Sin em ­ bargo, esta transform ación fue m uy lenta en com paración con la rapidez con q u e ahora se está llevando a cabo la industrialización y con la q ue se espera en el futuro en muchos de los países que se acaban d e m encionar.) Al discutir el futuro del cam pesino es preciso plantear una cues­ tión im portante. La tendencia general en el m undo está determ i­ nada por el intento de utilizar una tecnología más avanzada, lo cual significa q u e la agricultura debe desarrollarse teniendo como m eta a la sociedad industrial, cosa q u e implica el em pleo óptim o de la m aquinaria y la organización racional del trabajo. Si lo anterior fuera todo, no habría ningún problema, excepto el téc­ nico. Pero junto con las nuevas técnicas nacen nuevos valores q ue em pujan hacia el consumo máximo, la subordinación del ho m b re a los requerimientos de la m áquina y el lucro, la enaje­ nación, la destrucción de la cultura campesina tradicional y con tación de ideas nuevas. Sin este cambio de actitud, las mejoras en el tra­ bajo, aunque se puedan presentar, serán titubeantes y transitorias v de este modo su contribución a la productividad agrícola no será duradera. ’ C f. N o Easy Harvest, th c D ilem m a o f Agriculture in Underdeveloped C ountrics (Boston: Littlc, Brown and Company, 1 9 6 7 ), p. 27. * C f. el capítulo vi.

C A R A C TER S O C IA L D E L C A M PE SIN O

21

d io el valor transutilitario d d disfrute de la vida a través del arte, la danza, la música y los rituales. Parece que se tiende en todo el m undo hacia el m ejoram iento técnico de la agricultura —au nque se haya hecho tan poco en esta dirccdón— y la destruc­ ción d e los valores centrados en la vida. Para la mayor parte de la gente, esto puede no representar problema alguno, estando in­ cluso dispuesta a sepultar la cultura tradicional al fom entarse el nuevo espíritu "progresista”. O tras personas, como los autores de este libro, preocupadas por el elevado precio en términos hum anos que se paga por la in­ dustrialización, se preguntan si es posible crear una nueva agri­ cultura industrializada que pueda combinarse con el espiritu h u ­ manístico (q u e encontró un modo de expresarse en la cultura tradicional). Regresaremos a esta cuestión en el capítulo x, pero la planteam os aquí porque desde esta perspectiva es que debe comprenderse el presente libro. M uchos intentos de persuadir, alentar u obligar al campesino a cambiar han fracasado, en parte porque los planificadores no han entendido o respetado su carácter. E n los países com unis­ tas, los campesinos han preferido dar m uerte a su ganado antes que ceder la mayor parte al gobierno o a una comuna. C on fre­ cuencia han perm anecido inflexibles aun cuando al parecer un acuerdo habría sido mejor desde el punto de vista de los benefi­ cios materiales a largo plazo.* E n muchos países predom inantem ente agrícolas, sin embargo, están ocurriendo ciertos cambios en las actitudes de los cam pe­ sinos debido a que ahora hay en muchos poblados aparatos de radio y cuando menos unos pocos televisores e igualm ente a que, gracias al progreso de los medios de transporte, considerable n ú ­ mero de campesinos viaja a las grandes ciudades. Las mercancías q ue ofrece la producción industrial estimulan sus apetencias. E n ­ * Existen algunos programas que han tenido éxito por haber tomado en cuenta estas actitudes emocionales. En el capitulo x, nos referimos al proima de la c o n a s v f o en México y a los programas yugoslavos. N o obstante, be recordarse que un ingreso mayor, tomando com o un incentivo que de ordinario se supone que opera umversalmente, tiene esta fuerza inotivadora sólo en ciertas sociedades, tal com o la sociedad feudal-industríal de México. Por sí mismo el ingreso mayor no obró, generalmente, com o un incentivo para el campesino medieval. Grandes sectores de la población luchaban en­ tonces por no caer abajo del nivel de vida tradicional. La ambición de lucro estaba limitada a un grupo relativamente pequeño de individuos emprende­ dores, los cuales eran m is aventureros que típicos representantes de la ma­ yoría. Cf. los trabajos de Max W eber y de R. H . Taw-ney sobre este punto.

S

22

SO C IO PSIC O A N A LISIS D E L C A M P E S IN O M EX IC A N O

tre más atractivos parecen los productos de la sociedad industrial, menos satisfechos se sienten los campesinos respecto de su nivel de vida tradicional y de sus placeres tradicionales. Q uerrían tener dinero para com prar los bienes de consumo que anuncia la radio y la televisión, así como ser partícipes del em brujo de la nueva cultura industrial. M uchos campesinos mexicanos solían alcanzar esta m eta, si bien en forma bastante modesta, yendo como bra­ ceros a Estados Unidos y regresando con relojes de pulsera, radios y autos de segunda mano. Los q u e tenían más iniciativa eran los q ue a m enudo optaban por esta solución, perdiendo así la aldea a sus elementos más vigorosos y emprendedores. P a o esta solución d e una relación simbiótica con una economía y una cul­ tura extranjera no representaba ninguna, desde luego, para el cam­ pesino mexicano en general, incluso mientras duraba tal situación. A menos que todo su sistema agrícola se haga más productivo y le deje excedentes mayores, simplem ente le está vedado com prar los bienes q u e quiere a la vez que sus "crecientes esperanzas” lo conducen a la desilusión y a la apatía. C on harta frecuencia abandona el campo con la ilusión de que basta estar en la ciu­ dad para poder participar en la esplendorosa vida que ha adm i­ rado en la pantalla cinematográfica, únicam ente para encontrarse con q ue sus condiciones de vida no mejoran y que, en cambio, se ve obligado a llevar una existensia de paria. Lo que podría mejorar sus oportunidades en la ciudad es contar con una ins­ trucción mejor en el pueblo y recibir cursos de adiestram iento in­ dustrial. Pero incluso si se mejoraran notablem ente la instruc­ ción y el adiestram iento industrial, su carácter personal seguiría siendo un obstáculo para ganarse bien la vida. La puntualidad, la disciplina, la plancación y el pensar de manera abstracta son ne­ cesarios para utilizar óptim am ente tales nuevas posibilidades de adiestram iento si éstas existieran en mayor núm ero* Sin estos rasgos es imposible sobrepasar el nivel del trabajo manual simple. Todas estas circunstancias vienen a parar, por un tado, en que, al tiem po q ue la industria necesita obreros calificados, el número creciente de campesinos impreparados que llegan a la ciudad no satisfacen los requisitos de la sociedad industrial y, por el otro, pocos de los que se quedan en el pueblo llenan las condiciones que exige un m étodo de organización agrícola más avanzado. Una vez q u e se fija la atención en estas consideraciones, el es­ tudio del carácter d d campesino y, en particular, la interacción de • Cf. Maccoby y Modiano (1969) en cuanto al estudio de la* difereneias entre el estilo cognoscitivo de los niños aldeanos y los citadinos.

C A R A C T E R S O C IA L D E L C A M P E S IN O

25

los factores psicológicos y socioeconómicos en la formación y posi­ ble transform ación de su carácter adquiere im portancia para toda sociedad agrícola en transición. Creemos, pues, que la com pren­ sión más honda del campesino mexicano fomentará la com prensión d e las posibilidades que tienen los campesinos en otras sociedades.

E l

concepto

d in á m ic o

del

carácter

Existe, por supuesto, una bibliografía considerable sobre el cam pe­ sino, escrita desde un punto de vista sociológico y antropológico, si bien no es, en m odo alguno, tan am plia com o podría esperarse dada la im portancia del problema.7 G ran parte de esta bibliografía sobre el campesino se erige sobre la descripción de sus rasgos de conducta, actitudes, ideas y sistemas económicos, m ientras que el presente estudio es sociopsicológico y se apoya en el concepto dinám ico d e “carácter” y de “carácter social” . Juzgamos que así com o el psicoanálisis estudia el carácter del individuo de acuerdo con el análisis de las fuerzas fundam entales que de un m odo es­ tructurado conform an su carácter y lo motivan a sentir y a pen­ sar d e determ inadas maneras, el carácter com ún a todo un grupo, el carácter social,'' tiene la misma función dinámica y puede ser estudiado em píricamente. Lo im portante aquí es nuestra convic­ ción psicoanaiítica de que los conceptos conductistas convenciona­ les empleados en el estudio de los campesinos y de otros grupos sociales no penetran hasta las fuerzas psíquicas que m otivan y nu­ tren las actitudes y los rasgos de conducta. Esto pone de manifiesto el viejo desacuerdo entre los sociólogos orientados psicoanalíticamente y los conductualm cntc orientados. 7 C í. J. M . Pottcr, M . N . Díaz y G . M . Foster (19 6 7 ) para una exten­ sa bibliografía de estudios sobre el campesino. • El concepto de carácter social fue elaborado originalmente por Erich Fromm, quien habló de la “matriz del carácter común a todos los miem­ bros del grupo” en "Die Entwicklung des Christusdogmas", ¡mago, 16, 1950. Cl’rad. esp.: E l dogm a de Cristo. Buenos Aires: Paidós, 1964). En “ Ober M cthode und Aufgabe ciner analytischen Sozialpsychologie", Z eitschrift für Sozialpsy'chologie, 1, 1952, Hirschfcld Verlaz, Leipzig, pp. 28-54, utilizó el término “estructura de la pulsión" (T rieb stru ktu r), “la actitud libidinal y am­ pliamente inconsciente de un grupo”, y en D ic psychoanalytische Charakterologie un d ihre Rcdeutung für dic Sozialpsychologie, ibidem, 3, 1932. ha­ bló del “carácter" de una sociedad. En E l m iedo a la libertad (Buenos Ai­ res: Paidós, 1 9 47). empleó la expresión “carácter social” como equh-alente. Los dos trabajos de 19>2 se han incluido en E. Fromm, L a crisis del psicoendlisis (Buenos Aires: Paidós, 1971).

24

SO C IO P SIC O A N A L ISIS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

La mayoría de los sociólogos critican al psicoanálisis por lo que consideran q u e es una falta de m étodo científico; a ello los psi­ coanalistas h an contestado que, con los estrechos y anticuados criterios del m étodo científico, los conductistas sólo tratan con los problemas menos im portantes, sin q u e dispongan de nuevos métodos para abordar los más im portantes. Con todo, no pode­ mos esperar convencer, con la presentación de este estudio, a aquellos sociólogos que no confían en la teoría psicoanalítica. Por el contrario, sus defectos pueden incluso reforzar su posición ne­ gativa. Por otro lado, no podemos contar siquiera con la sim patía de muchos d e nuestros colegas psicoanalistas, ya que las revisiones q ue hem os hecho a las teorías de F reud parecerán a algunos un abandono de los hallazgos básicos d e Freud, aun cuando nosotros, junto con no pocos más, creemos que constituyen un necesario desarrollo de sus teorías y una afirm ación de lo esencial. Al publicar este libro esperamos contar con la atención de aquellos q u e al menos no están cerrados dogm áticam ente al in­ terés de una nueva aventura: la aplicación de categorías psicoanalíticas al estudio de los grupos sociales m ediante el minucioso examen d e la personalidad de cada uno de sus miembros, m edian­ te la observación sim ultánea e igualm ente minuciosa de todos los datos socioeconómicos y los patrones culturales y, por fin, m e­ dian te el in ten to de utilizar refinados m étodos estadísticos en el análisis d e los datos. A m edida q u e desarrollamos nuestro tem a y nuestros métodos, nos dim os cuenta de que, incluso en mayor proporción q u e en la mayoría d e las investigaciones, tendríam os que aprender m ien­ tras avanzábam os en el trabajo y, en efecto, de haber tenido al principio el conocim iento que ahora tenem os, habríam os mejo­ rado considerablem ente este estudio. Pero esto no nos preocupa dem asiado, pues nos interesa 110 sólo que nuestras conclusiones e hipótesis sean correctas, sino tam bién presentar un m étodo nue­ vo de aplicación del psicoanálisis a las ciencias sociales. E l p u n to d e vista conductista es que la conducta es el dato científicam ente satisfactorio y obtenible en últim a instancia en el estudio del hom bre. D esde este punto d e vista, los rasgos de ca­ rácter y los rasgos de conducta son idénticos y, desde un punto d e vista positivista, hasta el concepto de "carácter” puede no ser legítim o en térm inos científicos. D esde el p u n to de vista psicoanalítico, un rasgo de carácter es u n a p arte cargada de energía del sistema entero de carácter que puede ser com prendido com pletam ente sólo si se com prende todo

C A R A C T E R S O C IA L D E L C A M PE SIN O

25

el sistema. Los rasgos de carácter son la raiz de los rasgos de conducta, y un rasgo de carácter puede manifestarse en uno o más rasgos d e conducta diferentes. Su existencia puede no ser cons­ ciente, pero puede inferirse a partir de varios fenómenos (como pequeños detalles de conducta, sueños, etc.). La conducta, q ue esencialm ente es una adaptación a las cir­ cunstancias reales, cambia con relativa facilidad cuando las cir­ cunstancias hacen más aconsejable otro tipo de conducta; los ras­ gos de carácter por lo general persisten aún cuando se hagan dañinos bajo circunstancias modificadas (en especial los rasgos de carácter neurótico). E l descubrim iento del concepto dinám ico del carácter fue, sin duda, una de las más grandes contribuciones de Freud a la cien­ cia del hom bre. Comenzó a desarrollarlo en su prim er ensayo so­ bre el carácter anal (1908). El pu n to esencial de esc trabajo fue que ciertos rasgos de conducta, a saber, la terquedad, el afán por el orden y la parsimonia, con m ucha frecuencia se encontraban reunidos en un síndrome de rasgos. Por añadidura, siem pre que existía esc síndrome, podían hallarse peculiaridades en lo que toca a los hábitos higiénicos y en las vicisitudes del control de esfín­ teres y en ciertos rasgos de conducta relacionados con el movi­ m iento d e los intestinos y las heces. Así, el prim er paso de Freud fue descubrir un síndrome de rasgos de conducta y relacionarlos con la forma en que el niño se com portaba (en parte como respuesta a ciertas exigencias por parte de quienes lo enseñaron) en lo que respecta al movimiento de los intestinos y la defecación. Su paso brillante y creador fue relacionar estos dos grupos de complejos conductualcs m ediante una consideración teórica basa­ da en un supuesto previo acerca d e la evolución de la libido. E ste supuesto fue que durante una primera fase en el desarrollo in­ fantil, después q ue la boca dejó de ser el principal órgano de placer y satisfacción, el ano se convierte en una zona érogena im ­ portante y la mayoría de los deseos libidinalcs se concentran al­ rededor del proceso de retención y evacuación del excremento. Su siguiente conclusión fue explicar el síndrome de rasgos conductuales ya sea com o sublimación o como formación reactiva contra la satisfacción libidinosa o la frustración de la analidad. Se suponía que la terquedad y la parsimonia eran la sublimación de la ne­ gativa original a ccder el placer de retener las heces; el afán de orden, la formación reactiva contra el deseo original del infante de evacuar cuando quisiera. E n este asunto, Freud dio una ex­ plicación de los rasgos que formaban parte del síndrom e anal

26

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

original, q u e más tarde fue am pliado para com prender otros ras­ gos.* F reud dem ostró que los tres rasgos originales del síndrom e, que hasta entonces parecían no tener relación m utua, form aban parte de una estructura o sistema, puesto que todos estaban arrai­ gados en la m ism a fuente de la libido anal que se m anifiesta en estos rasgos, ya sea directam ente, por formación reactiva o por sublim ación. Así, Freud pudo explicar p or q u é estos rasgos están cargados d e energía y, de hecho, son m uy resistentes al cam bio. E n principio, el mism o procedim iento fue aplicado al estudio del ca­ rácter oral-receptivo y oral-sádico y al concepto del carácter geni­ tal. La adición posterior más im p o rtan te al concepto del carác­ ter anal fue la suposición de q u e la conducta sádica tam bién era parte del síndrom e anal. El provecho q u e este nuevo concepto dinám ico del carácter trac para el estudio de la conducta individual o social es evidente de inm ediato. U n solo ejem plo ayudará a aclarar esto: si una persona es pobre, su conducta puede ser acum ulativa o m ezquina, es decir, m uestra una gran renuencia a hacer más gastos q u e los necesarios. Esto, claro está, puede ser un rasgo de conducta que responde a las necesidades de la realidad. U na persona pobre está obligada a com portarse de esa m anera para sobrevivir. Si su situa­ ción económ ica mejorase, modificaría en consecuencia su conducta y ya no insistiría en evitar cualquier gasto q u e no fuese absolu­ tam en te necesario. A tal persona la llam am os frugal o parsim o­ niosa. Sin em bargo, cuando la parsim onia es un rasgo de carácter existe in d ependientem ente d e las circunstancias económicas d e la persona. C u an d o hablam os d e este tipo d e persona caractcrológicam cntc frugal, hablam os de un “avaro”, y con esto nos referimos a su carácter más bien que a su conducta frugal.10 M ientras tal persona sea pobre, es claro que uno tenderá a explicar su conducta com o una reacción a su pobreza. Pero dicha explicación es in­ suficiente si el avaro, habiendo am asado una gran fortuna, con­ tinúa com portándose conform e a su anterior patrón. Q u e la avaricia com o rasgo de carácter no se aprende ni es una respuesta adaptativa se confirm a con lo siguiente: 2) La avaricia se encuentra en tre personas para las cuales nunca fue adaptativa y nunca la ap ren d ieron." 2) E l avaro se com porta d e acuerdo con * Una exagerada limpieza y puntualidad son rasgos que se añadieron des­ pués al síndrome original; también se les debe tomar com o formaciones re­ activas a los impulsos anales originales. 10 Esc carácter ha sido estupendamente descrito por Moliere y Balzac. 11 Un ejemplo que hemos observado es el del millonario que gasta no

C A R A C TER SOCIAL D E L C A M PE SIN O

27

el principio acumulativo no sólo respecto a las cosas materiale. adonde el ahorro puede racionalizarse como provechoso, sino tam ­ bién para ahorrar su energía física, sexual o m ental ya que cree que cualquier gasto de energía es una pérdida. 3) Cuando el ava­ ro se com porta fiel a su patrón experimenta una intensa satisfac­ ción, q u e a veces puede ser observada en su complacida expresión facial. 4) Cualquier intento de cambiar su patrón de conducta se topa con grandes dificultades (resistencia). M uchos avaros que viven en un medio donde no es popular la avaricia anhelan mo­ dificar su patrón de conducta pero con frecuencia no pueden ha­ cerlo. Si esto fuera sólo una cuestión de conducta aprendida, sería difícil com prender esta dificultad. Pero puede entenderse si uno la considera como un rasgo cargado de energía que es parte de un sistema de carácter y que cambiaría sólo si todo el siste­ ma cambiara. Si la opinión conductista fuera correcta, enton­ ces sería muy difícil com prender por qué los individuos o las clases con frecuencia actúan en contra de sus propios intereses, incluso en contra de sus intereses de sobrevivencia, cuando están a la m ano otros patrones de conducta racionales y realistas. En efecto, todas las pasiones irracionales del hombre, de las cuales la historia es un triste registro, no son adaptativas sino incluso dañinas. La frecuente incapacidad de las sociedades de cambiar sus tradicionales rasgos de carácter a favor de rasgos adaptativos es una de las causas de su destrucción. La valentía puede servir como otro ejemplo de la diferencia entre rasgo de conducta y rasgo de carácter. El valor como rasgo de conducta podría ser descrito como la conducta de una per­ sona que persiguiendo una m eta no se la disuade fácilmente po­ niendo en peligro su vida, su salud, su libertad o sus pertenencias. Dicha definición cubre casi todos los tipos de conducta valerosa. N o obstante, el cuadro cambia si tomamos en consideración la motivación — con frecuencia inconsciente— del actuar valerosa­ mente. U na persona valiente (por ejemplo, un soldado en una guerra) puede ser motivada por la dedicación a su meta o su sen­ tido del deber, y, por lo general tenemos esta motivación en m ente cuando hablamos del valor como virtud. Pero el valor también puede ser motivado por vanidad, el deseo de ser reconocido y ad­ mirado; o por tendencias suicidas en las que podría desearse la pérdida de la vida, aunque de manera inconsciente; o puede ser motivado por la falta de imaginación, que ciega a un individuo poco tiempo y energía en asegurarse que ninguna carta enviada por él o por su personal lleve más estampillas de las necesarias.

28

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

a n te los peligros; o por el tem or a ser considerado cobarde; o gra­ cias al licor,12 o p o r todos estos m otivos mezclados en tre sí. ¿Se p ercatan los individuos d e su m otivación? C ualquiera que sea el m otivo d e la persona q u e se com porta valerosam ente, con frecuencia supondrá q u e está m otivado por la dedicación o el de­ ber; así pensarán tam bién los testigos d e su conducta. E n los casos d o n d e la fuerza m otivadora no es la dedicación sino un im pulso m enos noble, es probable q u e la verdadera m otivación perm anezca inconsciente. ¿Es la co n d u cta la m ism a in d ep en d ien tem en te de las diferentes m otivaciones? superficialm ente parece ser la m ism a, pero un an á­ lisis d etallado d e la conducta dem ostrará q u e no es así. T o m e ­ mos com o ejem plo un oficial del ejército a cargo d e una com ­ pañ ía. Si lo m otiva un sentido d e dedicación a una m eta o un sentido del deber, tom ará riesgos y exigirá que sus soldados ta m ­ bién los to m en en proporción a la im portancia d e las m etas tác­ ticas. Si, p o r otra parte, lo m otivan la vanidad o las tendencias suicidas, arriesgará la vida d e sus soldados (y la suya p ropia) in­ necesariam ente; puede hasta desobedecer las órdenes d e sus supe­ riores, perjudicando así los planes estratégicos o tácticos generales. Las diferencias en la m otivación d e los principales generales y políticos podrían significar la diferencia en tre la vida y la m u erte para las naciones q u e conducen. Es necesario recalcar una im p o rtan te diferencia en tre rasgos de conducta y rasgos d e carácter. E l rasgo d e conducta es una respues­ ta ad ap tativ a a u n a situación social dada y en esencia es resultado del aprendizaje. P or esta razón, com o ya liemos dicho, los ras­ gos de co n d u cta cam bian con relativa facilidad cuando las condi­ ciones cam bian. Los rasgos d e carácter, por otro lado, son parte de un sistem a dinám ico, el sistem a d e carácter. C am bian sólo en ta n to todo el sistem a cam bia, pero 110 independientem ente. E l sistem a com o u n to d o se h a form ado com o respuesta a la configuración social total; em pero, esta respuesta no es arbitraria, está condicionada por la n aturaleza del hom bre, q u e determ ina las form as en que puede ser canalizada la energía hu m a n a. E l sistem a d e carácter es la form a relativam ente perm anente en que la energía hum ana se ia Es un hech o bien conocido que durante la primera Guerra M undial, antes de un ataque, se distribuían grandes cantidades de licor a varios de los ejércitos contendientes. Los soldados italianos, por ejemplo, siempre sa­ bían con anterioridad cu in d o habría un ataque, porque les llegaban grandes cantidades de vino.

C A R A C TER SO C IA L D E L C A M PE SIN O

29

estructura en el proceso del relacionarse con los demás y de asimi­ lar la naturaleza. Es el resultado de la interacción dinámica del sistema-hombre y el sistema-sociedad en que vive. Es precisamente esta cualidad estructural sistémica la que es esencial en el concepto del carácter de Freud. Quizá a esta mis­ ma razón se debe que no ha sido objeto de la plena comprensión y reconocimiento q ue merece. Es de esperarse que el reciente in­ terés por los sistemas y la estructura llevará tam bién a una nueva apreciación del concepto psicoanalítico del carácter. La im portancia del concepto dinámico del carácter se hace aún más clara cuando se le considera desde un punto de vista sociobiológico más que desde el punto de vista mecanicista-fisiológico de Freud. La determinación instintiva de las acciones es más dé­ bil en el hom bre que en todos los demás animales. E n efecto, la conducta instintiva apenas existe en el hom bre. Com o todos los animales, el hom bre tiene que actuar y tom ar decisiones, pero, a diferencia d e otros animales, no puede tom ar estas decisiones de manera autom ática, ya que sus instintos no determ inan sus decisiones. Si, por otra parte, cada decisión fuera hecha sobre la base de la deliberación consciente, un individuo se vería abru­ mado por la información y la duda. M uchas decisiones vitales tie­ nen que ser tomadas en un lapso de tiem po mucho más corto del que tom aría una deliberación sobre lo que sería lo mejor. El carácter, en el sentido dinámico, se convierte en un sustituto del instinto. Los que tienen lo que Freud llama un “carácter anal” acumularán “por instinto”, evitarán los gastos y reaccionarán enérgicam ente contra cualquier am enaza a sus posesiones. N o tie­ ne que pensar acerca de estas reacciones, ya que su sistema de carácter le hace actuar espontáneam ente sin tener que pensar, a pesar de que sus acciones no son determinadas por instinto.13 O tra función im portante del carácter en el sentido dinámico es que unifica la acción de una persona. El carácter anal que tiende a ser acumulativo, puntual, excesivamente limpio, suspicaz y constantem ente a la defensiva ha construido un sistema inte­ grado que tiene su lógica y orden propios. N o es mezquino hoy y m agnánim o mañana, o frío y cerrado hoy y cálido y abierto 15 La contradicción entre la teoría de la conducta determinada instinti­ vamente frente a la aprendida por condicionamiento pudiera, en nuestra opinión, ser solucionada si ambos lados examinaran cuidadosamente las pa­ cones de carácter que no son instintivas, aunque no necesariamente apren­ didos, sino una adaptación dinámica del sistema de energía psíquica (ca­ rácter) a circunstancias dadas.

JO

S O C IO PSIC O A N A LISIS D E L C A M P E S IN O M EX IC A N O

m añana. E n otras palabras, debido a la naturaleza unificadora de un sistema, se evita la fricción constante entre diversas tenden­ cias. Esta fricción existiría si la persona hiciese cada una de sus elecciones conscientem ente y como resultado de la deliberación o el ánim o. Esta función de unificación es im portante porque de otra manera la fricción de las tendencias conflictivas daría por resultado un notable desperdicio de energía en todo el sistema; en efecto, la vida sería bastante precaria. H abiendo señalado la im portancia del descubrimiento freudiano del concepto dinámico del carácter, debemos añadir que obvia­ m ente este concepto no era, de ninguna manera, desconocido an­ tes de Freud. Ya en Heráclito, quien dijo que “el carácter es el destino del hom bre”, en la tragedia griega y shakespeareana y en las novelas d e Balzac, hallamos el mismo concepto de carácter, a saber, q u e el hom bre es empujado a actuar de la manera en que lo hace, q ue hay diversos sistemas de carácter que conducen a diversas acciones y que puede comprenderse la personalidad sólo si se com prende el sistema que está bajo la conducta del hom ­ bre. Pero Freud fue el prim er científico y psicólogo que elaboró el concepto del carácter de un modo científico y que estableció los cimientos del estudio sistemático de la estructura del carácter. A unque el concepto de carácter que se usa en este estudio está construido sobre estos cimientos, difiere respecto a determ ina­ dos elementos teóricos que form aban parte de la teoría original de Freud. Para comenzar, no creemos que el instinto medie en las rela­ ciones hum anas. Por ejemplo, el vínculo del infante con la m a­ dre no se basa principalm ente en la satisfacción del instinto de chupar, sino q u e tiene que ser com prendido en un sentido m u­ cho más am plio. M ientras que satisfacer este instinto es una de las funciones de la madre, hay otras funciones que son más im portantes, tales como el contacto de la piel.1415 Pero aún más 14 Este hecho ha sido muy bien aclarado por los experimentos con ma­ dres artificiales efectuados por Harlow con animales. H. F. Harlow, "The Naturc of Lovc” American Psyxhologist, 13: 675-685 (1 9 5 8 ). 15 C f. la excelente discusión de las ideas de varios autores analíticos y no analíticos sobre el tema de la mediación instintiva de la relación del in­ fante con la madre, que hace David Schechter en “On thc Emergence of Human Rclatedness” y la bibliografía que ahí se cita. Es interesante hacer notar que Freud en un comentario superficial hacia el final de su vida (1938) escribió sobre la poca importancia del mamar: "En estas dos relaciones (la alimentación y el cuidado corporal del niño) arraiga la singular, incomparable y definitiva establecida importancia de la

C A R A C T E R S O C IA L D E L C A M P E S IN O

im p o rtan te es el factor del am or incondicional, q u e no tien e nada qu e ver con una necesidad específica, sino más bien con la ca­ lidad d e toda la relación d e la m adre con el infante. La m adre siem pre está allí, lista a ayudar, siem pre lista a aliviar el m ales­ tar, a responder. Ella m edia en toda la realidad; ella es la rea­ lidad, ella es el m undo; ella es la diosa reconfortante, siem pre confiable — al menos en los prim eros años de la vida del niño. La cuestión decisiva no es la mecanicista d e cuáles instintos son satisfechos, sino la sociobiológica: q u é función tiene la m adre en y para to d o el proceso de vida del in fan te en un p u n to dado en su desarrollo. Las descripciones clínicas de F reud acerca del carácter oral-recep­ tivo, el oral-explotador y el anal nos parecen esencialm ente correc­ tas y confirm adas por las experiencias en el análisis d e los indi­ viduos, así com o por la investigación analítica respecto a la es­ tructura d e carácter de los grupos. L a diferencia n o reside en la descripción del síndrom e del carácter, sino en su explicación teórica, q u e tiene algunas consecuencias im portantes para la apli­ cación d e los síndromes de carácter, tal com o F reud los’ descu­ brió en el individuo, en la com prensión del carácter social. C om o ya señalam os, los conceptos teóricos d e F reud q u e nos guían se refieren a las vicisitudes en la evolución d e la libido. Sus etapas del desarrollo del carácter siguen las etapas del desarrollo d e la libido en el sentido de q u e su secuencia es la m ism a y, adem ás, en q ue la energía con que está cargado el síndrom e de carácter se deriva d e la energía sexual contenida en las correspondientes zonas erógenas prcgenitalcs. Nosotros, por otro lado, partim os d e la pregunta sociobiológica: ¿Q ué tipo d e vínculos con el m undo, las personas y las cosas debe —y puede— desarrollar el h o m bre a fin de sobrevivir, dada su dotación y la naturaleza del m undo que lo rodea? El hom bre tie­ ne q ue cum plir dos funciones a fin d e sobrevivir. Prim ero, tiene q u e proveer sus necesidades m ateriales (alim ento, alojam iento, etc.) y asegurar las necesidades d e supervivencia del grupo en térm inos de la procreación y la protección d e su descendencia. F rom m ha madre com o el primero y más poderoso objeto sexual y com o el prototipo de todas las relaciones amorosas ulteriores, tanto en uno com o en el otro sexo. En todo esto, la disposición filogénica tiene tal supremacía sobre la experiencia accidental del individuo, que no importa mayormente el que un nirto haya realmente mamado del pecho de la madre o que haya sido ali­ mentado con biberón, sin jamás haber gozado de la ternura del cuidado materno." Obras com pletas, V ol. m , p . 426.

32

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

designado esto com o “el proceso d e asim ilación” y en su carac­ terología ha indicado q u e sólo h ay ciertas formas específicas en q u e el h o m b re p u ede asim ilar las cosas para su propio uso: re­ cibiéndolas pasivam ente (carácter receptivo), tom ándolas por la fuerza (carácter explotador), ac u m u lan d o cu a n to tie n e (carácter acu m u lativ o ) o produciendo con su trabajo lo q u e necesita (carácto r p ro d u ctiv o ). N o obstante, el hom bre, al estar dotado d e autoconseicncia, con la necesidad d e elegir, hacer planes y prever peligros y dificultades y al estar desarraigado d e su hogar original d en tro d e la n aturaleza por la ausencia d e la determ inación ins­ tin tiv a, n o podría perm anecer cuerdo a u n q u e atendiese a todas sus necesidades m ateriales a m enos q u e pudiera establecer alguna for­ m a d e relacionarse con los dem ás, una relación q u e le p erm ita sentirse "en casa” y le salve d e la experiencia d e un total aisla­ m ien to y separación, q u e en efecto es la base d e las graves e n ­ ferm edades m entales. (R elacionarse es tam bién una necesidad so­ cial p o rq u e nin g u n a organización social podría existir a m enos q u e sus m iem bros tuvieran algún sen tim ien to d e relación en tre ellos.) E l h om bre, en cu anto anim al, está im pelido a evitar la m uerte, m ien tras q u e el ho m bre qua hom bre, está im pelido a evitar la lo­ cura. E sto lo logra por m edio d e diversas formas d e relacionarse e n el "proceso d e socialización” . P u ed e relacionarse con los dem ás d e m anera simbiótica (sádica o m aso q u ista), en formas p u ram en te destructivas, en form a narcisista y en form a am orosa.1* " Existen afinidades en tre ciertas estructuras d e carácter q u e se refieren a la asim ilación y otras q u e se refieren a la socialización; las q u e serán descritas más adelante. T a n to el proceso d e asi­ m ilación com o el d e socialización tienen com o m eta no sólo la supervivencia (física y p síq u ic a)'sin o tam bién la expresión del po­ tencial del h o m b re a través del uso activo d e sus poderes físicos, afectivos c intelectuales. E n este proceso d e llegar a ser lo q u e se es en potencia, el h o m b re expresa sus energías d e la form a m ás ad ecuada. C u an d o no pu ed e expresar activam ente su propio ser, sufre, es pasivo y tiende a e n fe rm a r." " Las formas de relación destructivas y narcisistas son en realidad for­ mas negativas d e relación, pero sólo una extensa discusión, para la cual no hay esp ad o aquí, podría mostrar por quó estas formas negativas d e rela­ ción son intentos de resolver e l problema de la socialización, aunque in ­ fructuosamente. ,T Otras actitudes menos fundamentales y m is orientadas hacia el juego d e papeles se analizarin en el capítulo v. " E ste problema ha sido com prendido a fondo por m uchos filósofos.

C A R A C TER S O C IA L D E L C A M PE SIN O

55

Para resumir: al hablar de las orientaciones receptiva, explota­ dora, acumulativa y productiva no nos referimos a una forma de relación con el m undo mediada por ciertas formas del instinto sexual, sino a formas de relación d e los seres humanos con el m un­ do en el proceso de vivir.1* Este cambio conceptual lleva también a modificar el concepto de energía, con la cual está cargado el sistema de carácter. Para Freud esta energía era la energía sexual, la libido. Desde nuestro punto de vista teórico es la energía dentro de un organismo vivo total la que tiende a sobrevivir y expresarse. N o es necesario hablar de una "energía desexualizada”, que es un descubrimiento sólo si se partiese de un punto d e vista ortodoxo. Usamos en una forma descriptiva el concepto general de energía de modo se­ m ejante al de la ‘libido” de C . G . Jung. El concepto freudiano del carácter se desarrolló a través de la observación clínica de los individuos, no de los grupos. Por aña­ didura, él vio la base para el desarrollo del carácter individual en otro fenómeno "privado” : la familia individual. N o aplicó sus conceptos del carácter a las sociedades o las clases. Entre los psiquiatras y psicólogos modernos, Kurt Coldstein ha profundizado su comprensión y demostrado su importancia, y después A. Maslow y otros le han prestado especial atención. If Este concepto de carácter no instintivo aunque dinámico ha sido desarrollado por Fromm (1 9 4 7 ). Erikson (1965) ha expresado un punto de vista similar en términos de “modos” sin hacer hincapié con tanta claridad en su diferencia con Freud. Erikson (1965) ha demostrado en lo que se refiere a los Indios Yurok, que el carácter no está determinado por las fijaciones libidinales. Erikson muestra que el Yurok típico tiene un carácter anal-acumulativo incluyendo la mezquinidad, la sospecha y terquedad. Él escribe que ‘T o d o ‘pensamien­ to desiderativo’ se ponía al servido de las búsquedas económicas" (p. 177). El ideal del Yurok era estar “limpio”, ser "razonable” y “cohibido” . Aún así no hay prueba de que estos rasgos se puedan asociar a restricciones o erotismo anal. D e hecho, Erikson escribe aue “parece no existir un interés específico en las heces o en la zona a n a l.. . ’ (p. 178). Y "no hay vergüen­ za alguna en relación con el cuerpo humano.” (p. 179). Más bien, las de­ mandas económicas de la vida de los Yurok com o pescadores campesinos parecen hacer de lo que nosotros llamaríamos una orientación acumulativa moderadamente productiva, la que mejor se acopla a la sobrevivencia, y las instituciones Yurok refuerzan los ideales que sirven a este tipo de carácter. Al describir el carácter Yurok, Erikson rechaza una parte esencial de la teona de la libido, y sus resultados confirman la posición adoptada anterior­ mente por Fromm (1 9 4 1 ). Pero ha continuado apoyándose, y nos parece que algo inconsistentemente, en la teoría del instinto y la libido y ha evijado acentuar su brusca ruptura con una importante posición freudiana re­ lacionada con la formación del carácter.

34

SO C IO PSICO A N A LISIS D E L C A M PE SIN O M EX IC A N O

Esta afirmación no implica que la teoría de Freud carezca de una orientación social. Se percataba muy bien de que la psicolo­ gía individual rara vez puede descuidar la relación de un individuo con otro y que —como escribió en Psicología de las masas y aná­ lisis del yo (1922)— “desde el principio, la psicología individual es a la vez psicología social en un sentido ampliado pero comple­ tam ente legítimo” . F ue aún más lejos. Especuló sobre las po­ sibilidades de las neurosis colectivas y concluyó esta especulación con la siguiente afirmación: “Pese a todas estas dificultades, pode­ mos esperar que algún día alguien se atreva a em prender la in­ vestigación semejante de la patología de las comunidades cultura­ les.” 20 Pero a pesar de estas especulaciones, Freud nunca fue más allá del estudio del carácter individual y sus raíces en la familia individual. E l

c a r á c t e r s o c ia l

El concepto del carácter social se basa en la premisa de que la energía del individuo no sólo está estructurada en términos del concepto dinámico del carácter, de Freud, sino que hay una es­ tructura de carácter común a la mayoría de los miembros de los grupos o clases dentro de una sociedad dada. Esta estructura de carácter común es lo que From m ha designado como “carác­ ter social” . El concepto del carácter social no se refiere a la es­ tructura de carácter completa o altam ente individualizada, de he­ cho, única, tal como existe en un individuo, sino a una "m atriz de carácter”, u n síndrome de rasgos de carácter que se ha desarro­ llado com o una adaptación a las condiciones económicas, sociales y culturales com unes a ese grupo. Hay, claro está, en un grupo de individuos cuyo carácter es com pletam ente diferente al de la mayoría. Pero los rasgos de carácter comunes son tan importantes porque el hecho de que son comunes a la mayoría de los miem­ bros tiene como resultado que la conducta del grupo —acción, pensam iento y sentimiento— esté motivada por los rasgos compar­ tidos. Los dirigentes de cualquier grupo con frecuencia serán aque­ llos cuyo carácter individual es una manifestación particularm ente intensa y completa del carácter social, si no de toda la sociedad a l menos de una clase poderosa en ella. Hay ejemplos en que es relativamente fácil observar el carácter social d e un grupo. En las sociedades primitivas, por ejemplo, con í0 Cf. Freud, “El malestar en la cultura” , en Obras completas, V ol. m {Madrid: Biblioteca Nueva, 1968), p. 64.

j

C A R A C TER SOC IAL D E L C A M PE SIN O

35

frecuencia hallamos que todo el grupo com parte el mismo carác­ ter social. En algunos casos este carácter social es pacifico, amis­ toso, cooperativo y no agresivo. E n otros casos es agresivo, des­ tructivo, sádico y suspicaz.1* En sociedades más desarrolladas, por lo general descubrimos que diferentes clases tienen un carácter social distinto, según su diferente papel en la estructura social.” Un ejemplo es el carácter acumulativo de la clase media del ca­ pitalismo del siglo xix. 1.a clase media fue motivada a ahorrar, economizar, aferrarse a sus posesiones, a ser puntual y ordenada, no sólo en su conducta en los negocios, sino también en sus cos­ tumbres sexuales.21 Las clases altas europeas tenían un carácter social muy diferente. N o gustaban del ahorro, sino de gastar y disfrutar y no estaban sujetas a las restricciones morales victorianas de su conducta. Un ejemplo más reciente es la clase media baja en Alemania después de la primera Guerra M undial. La matriz de carácter de esta clase puede ser descrita como acumulativa, rencorosa y sádica, y From m (1941) ha dem ostrado cómo su papel, rápida­ m ente descendente en el proceso social, llevó a esta formación de carácter. Ésta es la clase de la cual H itlcr reclutó a sus partida­ rios originales y de ella también provinieron los elementos más brutales y sádicos del movimiento nazi. El concepto del carácter social explica cómo la energía psíquica en general se transforma en la forma específica de energía psí­ quica que toda sociedad necesita emplear para funcionar. A fin de apreciar este hecho debe tomarse en cuenta que no hay una 31 Los indios zuni son un buen ejemplo de los primeros, y los kwakiutl de los últimos. Cf. Margaret Mead, Cooperation and C om petition Arnong Primitive Peoplcs 'Nueva York: McGraw-Hill, 1937), y Ruth Bcnedict, Palterns o f C ulture (Boston: Houghton Mifflin, 1934) [El hom bre y la cul­ tura {Buenos Aires: Sudamericana, 1939)]. Contrastando con esto, un an­ tropólogo estrictamente freudiano, D. Freeman, está en desacuerdo y, siguien­ do la tesis de Freud acerca del instinto de muerte, sólo encuentra prue­ bas de la ubicuidad de la destructividad en el material antropológico. Cf. Dcrek Freeman, “Human Agression in Anthropological Perspcctive”, T h e Natural History o f Agression, I. D . Garthy y F. I. Ebling (editores) (Lon­ dres y Nueva York: Academic Press, 1964). 1: Nuestros datos muestran que esto también sucede en la sociedad que estudiamos. ** Este rasgo de carácter se encuentra en las reglas de vida que Benja­ mín Franklin anotó. Entre las virtudes que Franklin creía las más impor­ tantes están, entre otras: la moderación, el orden, la parsimonia, la limpieza, 3 iushcia, la castidad, mientras que ni siquiera se mencionan la caridad, el amor, o la compasión.

56

S O C IO P SIC O A N A L ISIS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

"sociedad” en general, sino que sólo existen estructuras sociales específicas; q u e cada sociedad y clase exigen diferentes tipos de funciones a sus miembros. El m odo de producción varía d e so­ ciedad a sociedad y de clase a clase. U n siervo, un campesino libre, u n obrero industrial en el siglo xix y otro en una sociedad autom atizada, un empresario independiente en el siglo xix y un gerente industrial en el siglo xx, todos tienen que cum plir dife­ rentes funciones. Por añadidura, el contexto social diferente exige q ue se relacionen de diferentes maneras con los iguales, los supe­ riores y los inferiores. Ejemplos específicos son: el obrero indus­ trial tiene q u e ser disciplinado y puntual; el burgués del siglo xix tiene q u e ser parsimonioso, individualista y confiado en sí mismo; hoy, los miembros de todas las clases, excepto los pobres, tienen q ue trabajar en equipos, y deben desear gastar y consum ir nue­ vos productos. Es socialm ente necesario que, al ejercer estas fun­ d o n es, el hom bre invierta gran parte de su energía psíquica. Si se le obligara a actuar, sólo podría hacerse el trabajo menos calificado. Si, por otra parte, ejerciera sus funciones sólo cuando lo considerase necesario para su supervivencia o bienestar, podría a veces decidir q ue preferiría actuar d e maneras distintas a las socialm ente prescritas. Esto no sería una base suficiente para el correcto funcionam iento de una sociedad. Las dem andas de su papel social deben convertirse en "segunda naturaleza”, es decir, una persona debe querer hacer lo que tiene que hacer. La socie­ dad d ebe producir no sólo herram ientas y m aquinaria sino tam ­ bién el tipo de personalidad q u e em plea energía voluntariam ente para cum plir un papel social. Este proceso de transformación de la en e rva psíquica general en energía psicosocial específica es m e­ diado por el carácter social. Las personas actuando de acuerdo con las exigencias del ca­ rácter social, se sienten satisfechas cuando las pautas sociales les perm iten com portarse de acuerdo con su carácter. El miem bro d e la clase media del siglo xix que gustaba del ahorro se sen­ tía satisfecho cuando su sistema social le daba la oportunidad d e ahorrar. Esto significa que la sociedad no sólo transform a la energía psíquica en energía socialm entc útil; tam bién es este mis­ m o proceso el q u e da la recompensa de la satisfacción a aquellos q u e se com portan como se supone deben actuar. Además, claro está, aquellos cuyo carácter individual se asemeja más al carácter social reciben tam bién las recom pensas sociales que la conecta conducta social conlleva, en térm inos de éxito material y el re­ conocim iento de ser "bueno” y "virtuoso”. Aquellas personas que

C A R A C T E R S O C IA L D E L C A M PE SIN O

37

en su carácter individual se asemejan más al carácter social con frecuencia se convierten, si están dotadas, en dirigentes de sus respectivos grupos. La formación del carácter social está mediada por la influencia de la “cultura total": los m étodos de criar a los niños, la educa­ ción en términos de instrucción, literatura, arte, religión, costum ­ bres; en pocas palabras, toda la tram a cultural garantiza su esta­ bilidad.24 E n efecto, una posible definición de la cultura diría que es la totalidad de todas aquellas disposiciones que producen y estabilizan el carácter social. E l carácter social con frecuencia se retrasa respecto a los nuevos desarrollos sociales y económicos ya que, arraigado en la tradición y la costumbre, es más estable que los cambios económicos y políticos. E ste retraso, a m enudo es dañino a las clases y sociedades que no pueden adaptarse a los requerimientos de las nuevas circunstancias, porque su carácter tradicional dificulta la adaptación de su conducta. El más nota­ ble y alarm ante ejemplo de este retraso en la actualidad reside en el conflicto entre sentimientos tradicionales acerca de la so­ beranía nacional, el honor nacional, el triunfo en la guerra y la nueva tecnología, en particular en el campo de los arm am entos nucleares y la guerra biológica. Es precisamente este retraso y la terquedad con que persiste el carácter tradicional lo que dificul­ ta explicar la conducta social exclusivamente, o siquiera principal­ mente, como aprendido o mediado por imitación. Aquí debemos referimos a una diferencia entre el concepto clá­ sico del carácter y el nuestro que no hemos mencionado antes, una diferencia que es de especial im portancia para la comprensión del concepto del carácter social y el cambio social. D e acuerdo con Freud, como hemos señalado, la evolución del carácter sigue las etapas d e la evolución de la libido, y se supone que esta evo­ lución es inherente a la estructura fisiológica del hom bre. Freud 14 Lo que aquí se describe son los fenómenos que Marx sintetizó bajo el concepto de “superestructura ideológica”, que a menudo se ha entendido como una consecuencia de tipo reflejo de la estructura socioeconómica. Marx y Engels eran mucho menos simplistas a este respecto y consideraban que no habían encontrado una solución satisfactoria a la cuestión de cóm o se produce esta superestructura. En el concepto del carácter social, la conexión entre la base económica y la superestructura queda sobreentendido en su interacción. La práctica de la vida, com o resulta de la estructura socioeco­ nómica (el modo de vivir), produce un cierto carácter social el cual, a su vez. produce la superestmetura que, a su vez, refuerza el carácter social. El carácter social, visto así, es el intermediario entre la estructura económica básica y la superestructura.

38

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

supuso q u e la form ación del ca rácter está m ás o m enos com pleta en la etap a edípica, alrededor d e los seis años. A esta etapa la sigue u n periodo de latencia y m ás ta rd e la pu b ertad , la adoles­ cencia y la edad ad u lta, pero los cam bios en el ca rá cte r son ex­ tre m a d a m e n te raros.” C o m o resultado, se supuso q u e las expe­ riencias d e la infancia n o sólo son básicas para la form ación del ca rá cte r sino q u e tam bién son fijas y no están sujetas a un cam ­ b io posterior, al m enos no sin la terapia psicoanalítica. P o r otra parte, m ientras q u e reconocem os p le n am en te la im ­ p ortan cia fu n d am en tal d e las experiencias infantiles, nu estro p u n ­ to d e vista respecto a las influencias esenciales en la form ación del carácter son diferentes e im plican, finalm ente, una d iferente o pin ió n acerca de la posibilidad del cam bio posterior. C o m o he­ m os señalado, el h o m b re tie n e un n úm ero d e form as identificables d e asim ilar y relacionarse. Si bien es cierto q u e h ay cierta secuencia en el desarrollo del n iñ o respecto a estas etapas, no pa­ rece ser u n a secuencia estricta, com o supuso F reud. P or el con­ trario , a partir d e datos clínicos y sociales estam os inclinados a form u lar la hipótesis d e q u e el n iñ o p arte de todos los m odos potenciales, algunos m ás débiles y otros m ás fuertes constitucio­ n alm en te, y q u e experim enta con diversas orientaciones d e carác­ te r y q u e, con el tiem po, aquellas m ás adecuadas a la adaptación a su a m b ie n te particular son las q u e se convierten en d o m in an ­ tes. E m p ero , la adaptación a circunstancias desfavorables al cre­ cim ien to , p o r lo general tie n e im portantes “efectos secundarios” . Así, p o r ejem plo, cuando un n iñ o se som ete a las exigencias de obed ien cia to tal p or p a rte d e un p ad re o m adre sádicos, m ie n ­ tras q u e p o r tem o r se ad ap ta a las necesidades d e la situación, algo le sucede. P uede desarrollar u n a intensa h ostilidad contra el padre, h ostilidad q u e rep rim e puesto q u e sería m uy peligroso expresarla o incluso percatarse d e ella. E sta h ostilidad reprim ida, a u n q u e n o es m anifiesta, es u n factor dinám ico en su estructura d e carácter. P u ed e crear nueva angustia y llevar así a u n a sum i­ sión arraigada m ás p ro fu n d am en te; p u ed e conducir a u n a vaga oposición dirigida contra n ad ie en particular sino m ás b ien con­ tra la vida en general; p u ed e incluso llevar a im previstos im pul­ sos asesinos.2*

15 Según el últim o concepto del análisis d e carácter, tales cam bios se pueden lograr por medio de la interpretación psicoanalítica, aunque sólo con mucha dificultad. *• N o obstante, n o toda influencia familiar es patógena. U n niño con padres amorosos productivos será respetado y estim ulado para confiar en sus propios sentim ientos y para desarrollar sus capacidades.

C A R A C T E R S O C IA L D E L C A M PE SIN O

39

E s necesario recalcar que la influencia de la familia, aunque es extrem adam ente poderosa, siem pre debe obrar a través de la cons­ titución del niño. Por constitución (o dotación) nos referimos a algo más que el tem peram ento en el sentido clásico. M ás bien nos referimos a la estructura básica d e la personalidad. Las rela­ ciones en la familia ayudan a que esta estructura florezca lo m e­ jor posible, o bien tienden a distorsionarla. Así com o la semilla de un peral 110 puede producir un m anzano sino peores o me­ jores perales según la condición del suelo y el clima, un niño sólo puede desarrollar su estructura potencial dada en la forma vital más arm ónica o en una forma negativa. Por ejemplo, un niño muy sensible y no agresivo puede convertirse, bajo circunstancias favorables, en una persona artística, introspectiva y espiritual. Bajo la influencia de padres fríos y autoritarios, es posible q u e el m is­ mo niño sea tímido, temeroso y resentido, con el resultado de que desperdicie la mayor parte d e su energía al no poder ser lo que en potencia es. Esto es cierto especialm ente cuando los padres tratan de im ponerle al niño un patrón de personalidad que es socialmcntc deseable o preferible para ellos, pero que choca con su personalidad constitucionalm ente dada. El niño en desarrollo puede actuar en términos de la personalidad im puesta, pero no estará en contacto con las más profundas fuentes de su ser origi­ nal. Sin duda, puede condicionarse a un niño con castigos y re­ compensas, m anipulando su angustia, para convertirlo en lo que no es, pero el resultado será un conflicto interno, desperdicio de energía, falta d e alegría y en muchos casos neurosis y a veces psicosis. Todas estas consideraciones se basan en el supuesto d e que el bienestar máximo se logra sólo si la persona se convierte en lo que potcncialm cnte es, si desarrolla su propio ser, su centro, y luego un auténtico sentim iento de identidad.” ,r Erik H . Erikson ha escrito extensamente acerca del sentido de "identi­ dad", pero su concepto de identidad es ambiguo. A veces da al concepto un significado similar al nuestro pero, por otra parte, para él la base de la identidad es la identificación del niflo con otros. En otra parte, habla de la identidad com o si ésta significara la congruen­ cia entre el papel social y la experiencia subjetiva del yo. Este uso del con­ cepto evita el enfrentarse con el asunto de si una sociedad estimula o im­ pide el desarrollo del yo individua] y de si ofrece una pseudoidentidad en lugar del yo original. Por ejemplo, él escribe (1963) que, “la identidad del >-o es. com o se sefialó, más que la suma de las identificaciones de la niftez. Es la experiencia acumulada de la capacidad del yo para integrar todas las identificaciones con las vicisitudes de la libido, con el desarrollo de las aptitudes que proceden de la dotación y con las oportunidades que

40

SO C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

Q u e la reacción del niño a su m edio fam iliar tam bién dependa de su constitución, puede verse com parando a los niños d e la mis­ m a fam ilia. U n niño puede resistirse a la adaptación porque su voluntad es más fuerte m ientras q u e otro rápidam ente cederá. Lo mism o es cierto respecto d e la reacción de un niño a las presio­ nes fuera d e la familia. Las condiciones d e vida ta n to fuera de la fam ilia com o d entro de ella pueden perm itirle al niño ejercitar sus capacidades, pero con frecuencia lo presionan a adaptarse de m aneras q u e chocan con sus auténticos deseos. La m anera en que resuelva el conflicto, ya sea resistiéndose o adaptándose, dependerá en gran m edida d e factores constitucionales. P or ejem plo, aunque un niño en una familia autoritaria por lo general se va a formar conform e a lo q u e se espera d e él, es po­ sible q u e tam bién se resista, fortaleciendo sus tendencias originales, a fortalecer su integridad y hacerse sensible al sadismo. E n otras palabras, m ientras que la mayor parte d e los niños se convertirán en lo q u e sus padres son, por ejem plo, autoritario-sádicos, algu­ nos se convierten en lo contrario. Esta formulación general debe ser calificada más específicam ente. Si el niño mism o está dotado de fuertes tendencias sádicas, el configurarse dentro de la pauta parental puede ser apoyado por esta tendencia al sadismo. P or otra parte, u n individuo puede conform arse en apariencia y a la vez conservar su propio yo original, con el resultado de que hay u n conflicto interno entre las dos tendencias. E n efecto, uno de los objetivos m ás im portantes del psicoanálisis es resolver dichos conflictos.1* ofrecen los papeles sociales. El sentido de la identidad del yo, entonces, es La confianza acumulada en que la mismidad y la continuidad interna forma­ das en el pasado se corresponden con la mismidad y la continuidad del sig­ nificado que tiene uno para los demás, com o es manifiesto en la promesa tangible de una 'carrera'” (p . 261-262). *• Se encuentra, a menudo, que personas provenientes de un medio am ­ biente que parece predeterminarlas a tener un carácter sádico o destructivo resultan ser particularmente bondadosas y ajenas a las tendencias mismas que ‘‘influyen” en ellas en su niñez. Las causas pueden ser dos. Ya sea que su dotación no sádica era tan fuerte que ninguna influencia ambiental podía alcanzarla o en la misma lucha en contra de la destructividad en su m edio ambiente, sus propias tendencias no destructivas (biofflicas autoafirm antés) están más cabalmente desarrolladas y “reforzadas". El mismo prin­ cipio es cierto para los conflictos dentro del individuo. La lucha contra las tendencias sádicas y destructivas a menudo lleva hada tendencias no destruc­ tivas más fuertes que la de aquellos casos en los cuales tal lucha no era necesaria.

C A R A C T E R S O C IA L D E L C A M P E S IN O

41

La im portancia de las experiencias infantiles de ninguna m ane­ ra excluye cambios posteriores en el carácter. Es decir, m ientras que el carácter bajo la influencia d e las prim eras experiencias (m ás la constitución) se forma en los prim eros años, la estructura nor­ m alm ente es lo b astante flexible para q u e los cam bios ocurran en un periodo posterior. E n principio, ni siquiera fijaríam os un lím ite d e edad para las posibilidades de tales cambios, para bien o para mal. Sin embargo, existen buenas razones por las que podría concebirse un carácter com pletam ente inflexible. El ca­ rácter del niño se desarrolla, tal com o piensa Freud, com o resul­ ta n te d e la adaptación dinám ica a la constelación fam iliar. Pues­ to q ue la familia representa el espíritu d e la sociedad a la cual ingresa el niño, las mism as influencias que han sido determ inan­ tes en el principio continúan m odelando la estructura d e carácter del adolescente y el adulto. Las instituciones d e la instrucción, tra ­ bajo y ocio n o difieren esencialm ente d e la forma de vida trasm i­ tida al niño en su fam ilia. Así, la estructura de carácter adquirida en la infancia co n stantem ente es reforzada en la vida posterior, a condición d e q u e las circunstancias sociales no cam bien drástica­ m ente. Puesto q u e esto generalm ente no sucede así, surge la im ­ presión d e q u e el carácter queda definitivam ente form ado a los seis años y q u e no sufre cambios posteriores. Sin em bargo, el hecho d e q u e ciertas orientaciones d e carác­ ter, por lo general aquellas que son adaptativas al am biente del niño, se conviertan en dom inantes no quiere decir que las otras sencillam ente desaparezcan o se pierdan para siem pre por m edio de la represión. Es natural que cuando las circunstancias no cam ­ bian, la orientación de carácter más adaptativa se afirm e m ás y más. Pero cuando las circunstancias cam bian de m anera im por­ tante, el niñ o e incluso el adulto más tarde tiene la posibilidad de m anifestar orientaciones que han estado latentes y q u e son más adecuadas para afrontar las nuevas circunstancias. E ste pro­ ceso de cam bio es com plicado. El sistem a de carácter inicial no desaparecerá, sino que, en parte, será reem plazado y en parte se mezclará con una nueva estructura d e carácter que puede no ser radicalm ente diferente d e la original, pero lo suficiente com o para crear un co njunto m uy diferente de rasgos de carácter motivadores. E n efecto, si esto no fuera así, no podría ocurrir ningún cam ­ bio d e carácter por m edio de la intervención psicoanalítica. El que la estructura de carácter adoptada desde tem prano parece sc t d o m in an te en la mayor parte de la gente a lo largo d e sus vidas se debe en m enor m edida al necho de q u e es rígida e incapaz

42

S O C IO P SIC O A N A L ISIS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

de ser m odificada, que a la relación d e reforzam iento m utuo en­ tre carácter y am biente. E s necesario hacer una advertencia: la estructura de carácter es un sistem a y com o todo sistem a tiene un gran poder de cohesión porque cada p arte está vinculada con las dem ás, y un cam bio en una parte requiere un cam bio en las dem ás. A esto se debe que la sim ple instrucción tenga poca influencia y esta es la causa de q u e incluso el in ten to d e cam biar por la fuerza un rasgo o un síntom a, por ejemplo con el uso de los castigos y recom pen­ sas, siga siendo ineficaz. U n sistema absorbe pronto los cambios efectuados en u n rasgo en particular y lo m ism o puede ocurrir que el rasgo reaparezca m uy pronto o perm anezca m uy reprim i­ do esperando las circunstancias donde puede surgir d e nuevo.2® C om o en el caso de cualquier otro sistem a, un cam bio en el sis­ tem a es posible sólo si toda una serie de circunstancias es m o­ dificada d e m anera tal que se aplique al sistema en general y haga q u e se m anifiesten otros sistemas q u e hasta entonces han perm anecido latentes. U n ejem plo puede aclarar este p u n to : si se castiga a u n niño agresivo, o bien si se consiente la m anifesta­ ción de su agresión, la conducta agresiva puede cam biar, pero no el carácter agresivo. Pero si u n nuevo desarrollo crea un conjun­ to d e nuevas condiciones, com o por ejem plo una com binación de am or incondicional, estím ulo, no castigo, posibilidades de par­ ticipación y responsabilidad activas, una situación de solidaridad no com petitiva y un realismo no sentim ental, esta nueva com bi­ nación m uy bien puede hacer q u e se m anifieste un sistem a de carácter laten te d e forma tal que la agresión se extinga. E ste con­ cepto de “ extinción” es im portante. Cualquier sistem a am bienta lo mism o alim enta ciertos rasgos d e carácter que tiende a extinguirlos. Ambos procesos suceden lentam ente y suceden sólo si se tien e la paciencia de esperar el cam bio en vez de declararse vencido si n o sucede como resultado inm ediato de los nuevos ele­ m entos introducidos. La posibilidad de cam bio depende del hecho de que todos los elem entos del sistema de carácter hayan conservado cierta flexibi­ lidad o, d e m anera más precisa, cierta capacidad de regeneración. C u an d o eso sucede puede hablarse de un carácter básicam ente sano, au n q u e puede tener manifestaciones insanas en una sitúación dada. Em pero, a veces sucede que, sea por razones constitucionales o por razones de la intensidad de las experiencias tcmpranas, ciertas partes del carácter pierden su capacidad de adap19 C f. el concepto de Freud del "regreso de lo reprimido” .

]

j

j ¡ I j ■

C A R A C T E R S O C IA L D E L C A M P E S IN O

43

tación regencrativa, se osifican o “m ueren”. Si esto ocurre en una medida regular, el sistema psíquico pierde su capacidad regenerativa y puede ser considerado incapaz de cambio. U n sistema en que esto ocurra puede ser considerado verdaderam ente enferm o y la cuestión de si los cambios fundam entales en el sistema social (o la intervención terapéutica) pueden tener éxito en vencer esta inflexibilidad dándole vida a aquellos elementos que han sido con­ gelados, sólo puede ser decidida en cada caso.30

El

m étodo

El segundo interés que motivó este estudio fue diseñar un m étodo que perm itiera aplicar las categorías analíticas sociopsicológicas a la investigación social fuera del análisis individual o de grupo de los miembros de una com unidad. La últim a posibilidad, por necesidad, se excluye a sí mism a, no sólo en M éxico sino prácti­ cam ente en cualquier lugar, en parte porque requeriría una can­ tidad de tiem po para la cual no están disponibles ni el personal ni los medios, y en parte porque sólo una porción — y quizá una pequeña porción— de la población estaría dispuesta a sujetarse a dicho procedimiento. La investigación social se ha lim itado sobre todo a m étodos que producen datos de conducta, com o las opiniones y las actitudes conscientes. Ha habido un núm ero de intentos para analizar las tendencias inconscientes en un grupo social sobre la base de la observación intuitiva o el estudio de los informes existentes sobre la experiencia y conducta de los miembros del grupo como, por ejemplo, los estudios antropológicos de A. K ardincr; los estudios del carácter norteamericano, d e D avid Ricsman, y los del carác­ ter nacional, de G . G orer. T am bién se han realizado estudios sobre la relación entre motivaciones inconscientes y actitudes po­ líticas, usando tanto entrevistas estructuradas (por ejemplo, la obra de B. Sm ith, J. S. B runer y R . W h ite , y la de Robert L añe) com o preguntas proyectivas precodificadas (en particular, A dorno, et al., 1950, La personalidad autoritaria, y los muchos estudios basa­ dos en ésta). N o es nuestra intención reseñar estos estudios, sino más bien señalar las diferencias esenciales en relación al nuestro.*1 La di10 C f. Freud (19 3 7 ) “Análisis — terminable c interminable” , en que p Pr°blcma de la dificultad de cambio aún con terapia psicoanalítica. 1 F.l método de la entrevista mediante un cuestionario interpretativo ha

3?

44

SO C IO P SIC O A N A L ISIS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

fcrcncia más im portante, claro está, es teórica. N osotros hemos tratado d e descubrir el núcleo del carácter de cada aldeano y de hallar la relación que guarda el carácter con los factores sociales.*2 E ste m étodo se aplicó por prim era vez en un estudio iniciado en 1931 por el Instituto de Investigación Social de la Universidad de F rancfort.’3 U na sumaria descripción del m étodo q u e se usó entonces pondrá de m anifiesto los elementos básicos del que aho­ ra em picam os para estudiar el poblado mexicano. La razón inm ediata d e este estudio fue el interés en saber cuántos en tre los trabajadores y em pleados alem anes eran com ba­ tientes confiables contra el nazismo. E n cuanto a sus opiniones políticas, los interrogados eran todos antinazis, la mayor parte d e ellos socialistas o com unistas. La hipótesis fue que quienes poseían un carácter autoritario se volverían nazis en el caso de q ue H itlcr triunfara, quienes tenían un carácter antiautoritario democrático-revolucionario com batirían el nazismo y quienes te­ nían u n carácter com binado no se convertirían ni en fervientes na­ zis ni en fervientes antinazis. E sta hipótesis se basaba en el supuesto teórico de que las opi­ niones sostenidas en un m om ento dado son relativam ente indig­ nas de confianza si las circunstancias cam bian drásticam ente. U na opinión en sí misma no es más q u e la aceptación de un patrón sido empleado por el doctor Armando Ilinojosa en su libro Análisis psicoló­ gico del estudiante universitario (M éxico: La Prensa Médica Mexicana, 1 9 67), en el que aplica las categorías características expuestas en Etica y psicoaná­ lisis, pero difiere de nuestro método en que n o pone aparte el carácter pro­ ductivo, sino auc más bien contrasta los aspectos positivo-productivos y lo* negativo-improductivos de las diversas orientaciones del carácter. 32 El más cercano al presente estudio sería L a personalidad autoritaria. N o obstante, existen entre ambos las dos diferencias esenciales apuntadas. En este últim o estudio no se establece relación alguna entre los factores psicológicos y los socioeconómicos, en particular el m odo de producción, que para nosotros es fundamental para lograr entender el carácter social. También, a diferen­ cia del procedimiento utilizado en La personalidad autoritaria, aquí hemos empleado preguntas abiertas que requieren de una interpretación psicoanalí­ tica que describiremos posteriormente. ” Se puede encontrar un informe preliminar de ese primer estudio en Stu d ien über Autoritát u n d Familie (París: Félix Alean, 1 9 3 6 ). La vic­ toria de Hitler obligó a los investigadores a abandonar Alemania, y pasó algún tiempo antes de que el estudio se pudiera terminar en la sucursal en Ginebra del Instituto de Investigación Social y, por último, en la U ni­ versidad de Columbia. Este estudio fue planeado y dirigido por Fromm con la colaboración de Emest Schachtcl y Anna Hartoch, y el asesoramiento de Paul Lazarsfcld en todo lo concerniente a problemas estadísticos. Lamenta­ blemente, sus resultados finales no fueron publicados jamás.

C A R A C T E R S O C IA L D E L C A M P E S IN O

45

de pensam iento com partido por la sociedad en general o por un erupo en particular com o, en esc caso, los trabajadores y em plea­ dos alem anes. Se supuso q u e sólo aquellas opiniones q u e están a l i g a d a s en la estructura de carácter de una persona constituyen poderosas m otivaciones para la acción, es decir, si son “buenas opiniones’'. E n el caso de una opinión arraigada en la estruc­ tura de carácter, d ebe hablarse d e una convicción y no d e una opinión. Las convicciones pro fu n d am en te arraigadas son, en efec­ to, poderosas motivaciones d e la acción una vez que han surgido las posibilidades para tal acción. (E sto es cierto para todo tipo de convicción, sea racional o irracional, buena o m ala, correcta o incorrecta.) D e este supuesto general se desprendía q u e sólo si se conociera la estructura d e carácter d e los trabajadores y em plea­ dos alem anes podía predecirse su reacción probable a n te la victo­ ria nazi. El principal interés no era el carácter social en su sen­ tido am plio, sino aquel aspecto más im p o rtan te para el desafío nazi: el carácter autoritario versus el carácter dcm ocrático-revolucionario.*4 E l problem a fue hallar luego un m étodo q u e perm itiera la aplicación de entrevistas y su elaboración estadística al concep­ to dinám ico del carácter autoritario. El estudio fue em prendido sobre la base de una analogía entre una entrevista social y una psicoanalítica d e tipo personal. C u an ­ do un psicoanalista entrevista a una persona, incluso antes que com ience a usar el m étodo de la asociación libre y la interpreta­ ción de los sueños, intenta com prender el significado inconscien­ te d e ciertas frases y declaraciones del paciente, un significado que el p aciente no quiso m anifestar o del q u e no se percata si lo m anifiesta. Las entrevistas psicoanalíticas ofrecen m uchos ejem ­ plos d e este procedim iento. Si un h o m bre asevera u n extraordi­ nario núm ero de veces d u ran te su prim era entrevista cu á n to am a a su esposa, pero luego discute cuáles serían sus proyectos en caso d e q ue ella m uriera, apenas se necesita un psicoanalista para reconocer q u e “protesta dem asiado”, y las seguridades de su am or pueden n o significar lo q u e él cree o pretende q u e signifiquen. Se supuso q u e el mism o m étodo podía utilizarse en una entrevista de gran núm ero de preguntas pertinentes. T écnicam ente, esto exigía q u e las preguntas no dem andaran respuestas afirm ativas o negativas ni el m arcado d e un núm ero d e respuestas preform uladas en térm inos d e “m ucho”, “un poco”, etc., sino q u e la respues­ ta original del entrevistado fuera anotada verbal e inm ediatam ente 34 Cf. el concepto de carácter revolucionario en Fromm (1 9 6 3 ) y el ca­ pítulo iv para una más amplia discusión de los tipos de carácter político.

46

S O C IO P S IC O A N A U S IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

por el entrevistador. Las respuestas individuales no fueron tabu­ ladas de m anera mecánica; más bien, analizando cada respuesta y la totalidad d e las respuestas al cuestionario. E l estudio pre­ tendía llegar a un conocim iento d e las tendencias dinám icas más relevantes en la actitud política del carácter del entrevistado. Ade­ más, el objetivo de este estudio era com parar las estructuras de carácter halladas en cada cuestionario con todas las dem ás, y con datos objetivos tales com o edad, ingresos, sexo y educación. Las diferencias entre este tipo de cuestionario, que puede ser designado com o “cuestionario interpretativo”, y la mayor parte de los dem ás cuestionarios usados en la investigación social no son, principalm ente, las que existen en tre cuestionarios abiertos y los preform ulados, sino que radican en el diferente uso q u e se hace de las respuestas. E n el cuestionario convencional, las respuestas son consideradas com o m aterial en bruto o son codificadas con arreglo a categorías conductualcs y la tarea es analizarlas estadís­ ticam ente, ya sea sólo en térm inos de la frecuencia de cada respues­ ta individual o, de manera más refinada m ediante el análisis fac­ torial, q u e m uestra grupos de respuestas que aparecen juntas con una frecuencia significativa. E l esfuerzo principal se dirige hacia la elección de una m uestra adecuada de las preguntas significati­ vas y hacia la elaboración estadística más fructífera. T odos estos pasos tam bién tienen que ser tom ados en el cuestionario inter­ pretativo, pero parecen relativam ente sencillos en com paración con ese elem ento característico de los cuestionarios interpretati­ vos, es decir, la interpretación d e las respuestas de acuerdo con su significado inconsciente o no prem editado. C om o cualquier otra interpretación psicoanalítica, esta tarea es difícil y tom a m ucho tiem po.84 Exige un conocim iento de la teoría y la terapia psico­ analítica (incluyendo la experiencia del análisis personal), una experiencia psicoanalítica clínica y, com o en todo lo dem ás, h a ­ bilidad y talento. La interpretación psicoanalítica, ta n to de aso­ ciaciones y sueños, com o de las respuestas a un cuestionario, es un arte com o la práctica de la medicina, en la que ciertos prin­ cipios teóricos son aplicados a datos empíricos. E n consecuencia, el factor más im portante para asegurar la exac­ titu d de la interpretación y luego de los resultados de toda la investigación q ue descansa en datos interpretativos, depende de »* D e hecho, Maccoby dedicó, durante más de un arto, la mayor parte de su tiem po a analizar más de 400 cuestionarios. Después de analizar los primeros 150 cuestionarios, se dio cuenta que lo que había aprendido en ese tiem po le hacía dudar de su evaluación, y recomenzó desde el principio.

C A R A C T E R S O C IA L D E L C A M P E S IN O

47

las cualidades del intérprete. Para aquellos psicólogos, y son m a­ yoría, q u e usan com o dato básico la conducta que es inm ediata­ m e n te dem ostrable y fácilm ente codificada en categorías descrip­ tivas la interpretación psicoanalítica parece ser m uy subjetiva, si no es q u e n o científica, y pon d rán objeciones al factor “subjeti­ vo” en la interpretación, lo q u e im posibilita controlar la exactitud d e la interpretación. N o querem os iniciar aquí una discusión so­ bre metodología científica y los problem as de “hecho”, “ prue­ ba”, etc., discusión que en trañ a la diferencia entre el m odelo m ecánico tradicional del m étodo científico y el m odelo tal com o existe en la física y la bioquím ica teóricas. Sin em bargo, si quere­ mos señalar q u e el problem a d e una supuesta subjetividad existe tam bién en un cam po tradicional com o la medicina. T óm ese por ejemplo, la interpretación de una radiografía; en el caso de una radiografía típica, h asta la m ayor parte de los principiantes darán la m ism a interpretación; por otra parte, en una radiografía atípica, hasta los especialistas m ás expertos pueden estar en m utuo desacuerdo. T a n sólo el curso futuro de la enferm edad, o la cirugía, pueden decidir cuál interpretación es la correcta.- Pero cuando la interpretación ha sido hecha y sirve com o base para el tratam ien to futuro, se confía la vida del paciente a la suposi­ ción d e q ue la interpretación d e un m édico experim entado pro­ bablem ente sea correcta. N o hay, de hecho, nada subjetivo, en su sentido corriente, en su diagnóstico. Él es un observador al­ tam ente capacitado cuyo juicio es resultado d e una m ezcla de experiencia, destreza, inteligencia y concentración. Sin em bargo, no puede probar la corrección de su interpretación de form a que convenza a todos (cosa que, incidentalm ente, a veces sucede en experimentos científicos m uy com plicados) y m ucho m enos a aque­ llos médicos con m enos destreza y talento q u e él; y, finalm ente, existe, por supuesto, la posibilidad d e q u e pueda estar equivocado. E l caso d e la interpretación psicoanalítica no es diferente; aquí tam bién los acontecim ientos posteriores pueden “ probar” lo acer­ tado d e su interpretación; por añadidura, com o en m uchos otros cam pos d e la ciencia, la consistencia interna de la interpretación con m uchos otros datos y con supuestos teóricos tiende a confir­ m ar la posibilidad de certeza.** E n efecto,, cierta incertidum bre Cf- para un ejemplo fácilm ente accesible, James D . W atson , T h e D ouble H elix (N ueva York: Atheneuin Publishers, 1 9 6 8 ), en donde se en­ contrará una descripción de cóm o la bioquímica moderna se las arregla para descubrir una estructura. Aunque hay, por supuesto, diferencias importantes, razonamiento empleado por el psicoanalista para descubrir la estructura

48

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

es el precio q u e el investigador psieoanalítico paga por el in ten to d e llegar a u na com prensión m ás profunda d e los datos m ás im ­ po rtan tes.37 E l h o m bre d e ciencia conductista tradicional, a m e­ n u d o tien e m ás certeza, pero paga el precio d e te n er q u e lim itar su investigación a problem as q u e caen d entro del cam po d e sus m étodos. M ien tras q u e n o todas las preguntas usadas en el estudio ale­ m án m ostraron ser provechosas para la investigación analítica, m u­ chas sí lo hicieron y, lo q u e es m ás im portante, podía verse cierto patró n o estructura a lo largo d e todo el cuestionario, y a m enudo po dían predecirse las respuestas a la segunda p a rte del cuestio­ nario después d e analizar la prim era. Para d ar u n ejem plo sen­ cillo d e la aplicación del m étodo interpretativo: a la pregunta ¿C uáles hom bres, en la historia, adm ira usted más?, algunos con­ testaro n: "A lejandro M agno, N erón, M arx y L e n in ” en tanto q u e otros respondieron: "Sócrates, P asteur, K ant, M arx y L e n in ”. M ien tras q u e en el cuestionario convencional ‘M arx y L e n in ' se­ rían considerados idénticos en am bas respuestas, d e acuerdo con el m éto d o in terpretativo ‘M arx y L e n in ’ tien en u n significado com p letam en te d iferente en cada una d e estas respuestas. E n la prim era representaban el poder y /o la fuerza m ilitar. E n la se­ gu n d a, a benefactores d e la H u m an id ad . E sto significa q u e el prim er interrogado adm iraba a poderosos dirigentes totalitarios, y el segundo a h um anistas. In d ep en d ien te m en te d e la validez ob­ jetiva de su juicio, subjetivam ente, la prim era respuesta puede ser clasificada com o autoritaria y la segunda com o antiautoritaria. O tro ejem plo del m é to d o interpretativo es el siguiente: a la pre­ gu n ta “ ¿Q ué piensa usted del uso d e los cosm éticos por parte de las mujeres?” (ésta era entonces una cuestión polém ica en tre los trabajadores alem anes, m uchos d e los cuales los consideraban com o u na co stu m bre burguesa)', algunos respondieron "estoy a favor d e ellos po rque hacen q u e una m ujer se sienta m ás fem e­ nina y atractiva y, e n consecuencia, más feliz”; se in terp retó esta respuesta com o indicativa d e un carácter no autoritario, porque revelaba am o r por la vida d e parte de quien respondía, y una actidel carácter es más parecido al m étod o utilizado para descubrir la doble espiral que al enfoque d e la psicología conductista. 87 El recurso para asegurar la validez de una respuesta por m edio del acuerdo de varios observadores n o ofrece solución. U na interpretación no es más cierta cuando 10 personas com eten el mismo error, que cuando el in­ vestigador más experto queda en una minoría. La opinión mayoritaria es el m étodo m enos peligroso para llegar a decisiones políticas, pero aplicado a la investigación, es de poca valía. M ás de esto seguirá en el Apéndice B. j

C A R A C T E R S O C IA L D E L C A M P E S IN O

49

tud no autoritaria respecto de las mujeres. Si alguien respondía “estoy contra ellos porque es un hábito burgués”, la respuesta era clasificada com o no concluyente y no era interpretada porque re­ flejaba un clisé y m ostraba m uy poco del carácter del interroga­ do. Si la respuesta era “estoy contra ellos porque hacen que las mujeres se vean com o prostitutas” o “porque los cosméticos son veneno”, la respuesta era interpretada com o indicativa de un ras­ go de carácter autoritario-sádico. El razonam iento detrás d e esta interpretación es que palabras com o “prostituta” o “veneno” expre­ san una actitud destructivo-hostil. Sin em bargo, una sola respues­ ta no era considerada lo bastan te im portante para interpretar la estructura de carácter de un interrogado com o autoritaria o no au ­ toritaria, respectivam ente; pero cuando un núm ero d e respuestas tenían la mism a cualidad m ientras q u e ninguna otra respuesta mostraba lo contrario, el carácter del investigador fue codificado como autoritario o no autoritario, respectivam ente. C u an d o había una clara contradicción entre las dos tendencias en un cuestiona­ rio, quien respondía era clasificado com o de carácter am bivalente o mezclado. La más obvia de las dificultades del m étodo interpretativo es que muchas respuestas corresponden a los patrones culturales de pensam iento en cualquier sociedad o clase social dada. P or lo tan­ to, m uchas respuestas no expresan la actitud em ocional del indi­ viduó q ue responde, sino más bien a la ideología d e su grupo, que aquel h a aceptado. ¿C óm o sabem os q u e algo es genuino y auténtico y cuál es una frase ideológica no original? A ntes que nada, conociendo la ideología y los clisés com unes en el grupo. Pero más im portante q u e esto es el principio, usado con tanto provecho en el psicoanálisis, d e q u e nuestro conocim iento d e la motivación inconsciente d e una persona no se obtiene de aquello a lo q ue se refiere en térm inos generales o incluso abstractos sino de los m uy pequeños detalles d e sus expresiones y formulaciones, las palabras precisas que utiliza, o de las contradicciones, incons­ cientes para él, entre varias declaraciones o en el injustificado recalcar en uno u otro sentim iento. E l pequeño detalle en la conducta y la expresión es lo im portante en la investigación psi­ coanalítica, no lo que está incorporado en declaraciones genera­ les de opiniones y creencias. El m étodo usado en el cuestionario •nterprctativo tom a en cuenta estos pequeños detalles, y éstos for­ j a n la base principal para la interpretación. Los resultados del uso del cuestionario interpretativo en el csudio alem án, tristes desde un p u n to d e vista político, fueron muy

50

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

alentadores en lo relativo al m étodo. Se obtuvo un cuadro bas­ ta n te definido de los caracteres autoritario, antiautoritario y am ­ bivalente, consecuentes en sí mism os; cuando se term inó la últim a elaboración estadística, resultó q u e aproxim adam ente 1 5 % d e los sujetos estudiados m ostraron un carácter fuertem ente antiautori­ tario, cerca del 10 % un carácter autoritario y cerca del 75 % un carácter am bivalente. N uestro supuesto teórico parece h aber sido confirm ado por estos resultados. A unque no se dispone de datos q u e m uestren exactam ente las actitudes políticas d e los trabajado­ res y em pleados bajo H itler,39 es casi seguro que, si bien las ci­ fras n o eran necesariam ente exactas, corresponden a un orden de m agnitud que existía en tre los trabajadores y em pleados alem anes bajo H itler; la basta m ayoría en tre ellos no eran ni fervientes nazis n i fervientes antinazis, una pequeña m inoría se convirtió gen u in am en te al nazism o y u n a m inoría más am plia perm aneció fiel a sus convicciones antinazis y luchó contra el nazism o com o­ quiera q u e pudo. Los cam pos de concentración de H itler estaban llenos d e ellos. Esto, por supuesto, no significa q u e todos los com batientes activos contra el nazismo tenían un carácter democrático-revolucionario. E stas cifras representan tendencias, afinida­ des, correlaciones y no pretenden hacer declaraciones acerca de cada individuo en estos grupos. E n este estudio, el cuestionario interpretativo fue desarrollado adicionalm ente para escudriñar más allá del carácter político, in­ cluyendo preguntas q u e nos perm itirán determ inar los m odos de asim ilación y d e relación, y las fijaciones a los padres. E l cues­ tionario (véase el A péndice A ) fue form ulado sobre la base de consideraciones teóricas sobre el tipo de preguntas que propician la obtención del m aterial q u e revela el carácter de un individuo. F u e m odificado después de verificaciones previas, en la aldea, q u e m ostraron las preguntas q u e en efecto estim ulaban respuestas útiles. Preguntas directas y proyectivas tam bién fueron añadidas después d e la etapa prelim inar porque ayudaban a provocar m a­ terial q u e aclaraba ciertos aspectos del carácter. E n el A péndice A dam os cuenta de ejemplos d e respuestas ais­ ladas q u e ilustran diferentes tipos de carácter, pero esto no es, d e ninguna m anera, fácil d e hacer. N uetro m étodo d e interpre*; tación fue determ inar si una respuesta indicaba una orientación, de carácter en particular sólo después que hubim os leído todo el ** Un dato interesante es que Hitler interrumpió las elecciones entre los dependientes de tiendas, porque, a pesar de la presión y el terror, los nazis n o podían obtener una mayoría entre los trabajadores.

C A R A C T E R S O C IA L D E L C A M P E S IN O

51

cuestionario. Hicimos esto porque cualquier respuesta al igual que cualquier rasgo de conducta — puede tener un motivo diferente, según la estructura de carácter total. La presente obra es un in ten to por aplicar el m étodo del cues­ tionario interpretativo a la estructura de carácter d e los cam ­ pesinos mexicanos de m anera más am plia y con m étodos más refinados que los que se h an usado antes. Está centrado en la correlación entre trabajo, m odo de producción, relaciones fam i­ liares y las estructuras de carácter prevalecientes entre los cam pe­ sinos. Se basa en el estudio com pleto de cada individuo mayor de 16 años y d e la m itad d e los niños del pueblo.

II. U N POBLADO CA M PESINO D E M ÉX ICO E l e s c e n a r i o del estudio es un puebleeito del E stado de M ore­ los, d e cerca de 800 habitantes, situado a unos 75 kilóm etros al sur de la ciudad de M éxico. E l pueblo está ubicado en uno de los valles más verdes d e M éxico, fertilizado por m anantiales sub­ terráneos y arroyos m ontañosos q u e se convierten en ríos en tre­ cruzando el valle. E l clim a es subtropical y el invierno seco. La tem p eratu ra prom edio anual es de 22 grados; nunca hace frío y rara vez hace dem asiado calor. D u ran te siglos las principales co­ sechas d e esta zona han sido la caña d e azúcar y el arroz, siendo tam bién las principales en el pueblo, en donde la m ayoría se de­ dica a la agricultura. La caña se riega por m edio del río y d e los m anantiales subterráneos, y las lluvias que caen de m ayo a o ctu­ bre p erm iten a los aldeanos in u n d a r los bordeados cam pos de arroz. El clim a y la relativa abundancia d e agua tam bién m antienen la siem bra de otras cosechas d u ra n te todo el año y la tierra es hos­ pitalaria para los m uchos árboles frutales, flores y hierbas m edici­ nales q u e se pueden encontrar en todo el valle.

E l

pa sa d o

y

el

presen te

La población del lugar es m estiza, es decir, m ezcla d e indígena y español. A ntes d e la C onquista Española la zona estaba po­ blada por u na m ezcla d e toltecas y chichim ccas, a los cuales se unieron m ás tarde las tribus nahuatlacas, especialm ente los tlahuicas. D espués d e 1436 los aztecas, guiados por M octezum a Ilhuicam ina, com pletaron la conquista d e la zona, haciendo de la Provincia d e T lalnáhuac, el actual estado de M orelos, parte del Im perio azteca. C uan d o éste se derrum bó, sus provincias se in­ corporaron rápidam ente al nuevo sistem a español. E n abril de 1521, H ern án C ortés conquistó la provincia después de nueve días de lucha. E n 1529, recibió del Rey de España la mayor parte del estado com o feudo, incluyendo 23 000 vasallos, convirtiéndose el lugar en el M arquesado del V alle. H oy en día ya no q uedan rastros de la herencia india en el pueblo; los pobladores son hijos d e la C onquista y, al igual que el 90 % d e los mexicanos, hablan exclusivam ente español. E n las cercanías existen pueblos en do n d e la gente aú n habla n á h u a tl y [5 3 ]

54

SOCIOPS1COANALIS1S D E L C A M PE SIN O M EX ICA N O

donde se conservan algunas de las antiguas costumbres,1 pero los pobladores a los que hemos estudiado han perdido completamen­ te los lazos culturales que los unían al pasado azteca. Lo único que queda como recordatorio de la cultura prehispánica son los nombres de los lugares. La mayoría de los pobladores no se identifica con el pasado, sino que se consideran miembros inferiores y desfavorecidos de la sociedad moderna. Les gustaría escapar de la pobreza del cam­ pesino y participar de las muchas cosas buenas que se han inven­ tado para hacer la vida más cómoda y agradable. Algunos po­ bladores, especialmente los nuevos empresarios y los agricultores mejor colocados que tienen tierra, tienen grandes esperanzas para sus hijos, si no es que para sí mismos. Ellos son los que ven la instrucción escolar como el medio para ingresar a la nueva socie­ dad industrial. Estos campesinos están menos atados a la tradi­ ción y casi totalm ente orientados hacia el progreso material y el beneficio individual. Ellos son los campesinos más ricos, los que se han elevado por encima de la mera subsistencia. Para muchos de los otros, las exigencias de la sociedad industrial moderna es­ tán en conflicto con las formas tradicionales, con el am or por el descanso y las fiestas y con la sospecha de que las formas mo­ dernas son corruptas y peligrosas. D urante los últimos 50 años, el poblado se ha visto envuelto en un rápido proceso de cambio. Antes de 1910 era una hacien­ da. Después de 1923, se convirtió en una comunidad de ejidata­ rios. Cuando llegamos a fines de los años cincuenta, se habia convertido en una sociedad que constaba de dos clases: un peque­ ño grupo de terratenientes y un grupo mayor de desheredados. Hoy, la expansión de las comunicaciones y las nuevas tecnolo­ gías han favorecido la elevación de una nueva clase empresarial y han respaldado las nuevas ¡deas y aspiraciones. En un periodo tal de cambios, los individuos dudan de las creencias tradiciona­ les, muchos se sienten desesperanzados en cuanto al futuro en el pueblo, y la generación más joven busca modelos fuera de la familia. Conforme los campesinos ven la vida desde el punto de vista de los ideales de consumo de la ciudad, se sienten más y más frustrados con el poblado que nunca podrá satisfacer estas nece­ 1 Para una descripción de un poblado indígena, Tepoztlán. el cual no queda lejos de nuestro poblado y en donde algunos habitantes aún hablan náhuatl, véase O. Lewis (1 9 5 1 ). Es de notarse que ya en 1910, solamen­ te el 9 % de la población de Morelos hablaba náhuatl. Cf. Womack (1 9 6 9 ), página 71.

UN POBLADO C A M PE SIN O M EX ICA N O

55

sidades. El aldeano actual probablemente se siente más insatis­ fecho y desesperanzado que el de la época preindustrial, el cual no tenía la sensación de que nunca podría arreglárselas para ad­ quirir las comodidades que, según se le había dicho, hacen que la vida valga la pena. Aún más, en la medida en que los pobladores se sienten más atraídos por la radio, la televisión y el cine, pierden el interés hacia las fonnas más activas del entretenim iento y la autoexpresión. Un viejo aldeano dijo: E n el pasado las únicas diversiones eran musicales. Se can­ taba y se tocaba los instrum entos. Si queríamos tener al­ guna otra cosa, habíamos de inventarla. Por eso, inventá­ bamos y actuábamos comedias y dramas y las represen­ tábamos ante el público en las fiestas que celebramos en ese tiempo. Porque en aquella época no había cinc, ni televi­ sión, ni radio, ni luz eléctrica. Tratábam os de darle más sabor a las fiestas organizando obras de teatro. Entonces, después, y con gran entusiasmo, se organizó la banda musical. Con el tiempo llegó a tocar muy bien. Pero en eso llegó la elec­ tricidad. Llegaron los radios. Llegaron las sinfonolas. La te­ levisión. Una vez por semana nos traían el cine. Y después, ya nadie se interesó. D e este modo terminó el entusiasmo por la banda y por las obras de teatro. El resultado es la sensación creciente de que nada de lo que ofrezca el poblado puede compararse con el brillo y la emoción de la economía de consumo de la ciudad, y que la vida es ape­ nas digna de vivirse para aquellos que están sentenciados a vivir en el estancamiento rural. El poblado actual se formó en 1923, al terminar la Revolu­ ción, después del derrocamiento de la hacienda que había domi­ nado la zona durante tres siglos. Las ruinas de la hacienda y el acueducto de piedra, al igual que algunas creencias y prácticas, son residuos del pasado. Pero existen muchas influencias moder­ nas. Aunque las calles no están asfaltadas, el pueblo ha trabajado mucho para traer a las casas electricidad y agua entubada para beber. Además de los radios y el creciente número de aparatos de televisión, los lugareños mantienen contacto con el m undo ur­ bano a través de los hijos e hijas que trabajan en las grandes ciu­ dades y a través de las familias de la ciudad de México que, atraídas por su clima y belleza, han construido residencias de fin de semana en el poblado. La modernización, representada por

56

SOC IOPSICOA NALISIS D E L C A M PE SIN O M EX IC A N O

las nuevas industrias cercanas, los caminos pavimentados, y las plazas d e concreto que reemplazan a los zócalos pintorescos y llenos de árboles, significa progreso para la mayoría de los po­ bladores. La mayoría de los habitantes actuales se trasladó al pueblo des­ pués d e la Revolución, en busca de tierra y nuevas oportunida­ des. La Revolución fue una época de gran trastorno para los cam­ pesinos de la región, ya sea que estuvieran luchando con uno u otro bando o que, aterrorizados, se escondieran de ambos bandos. Los aldeanos describen el ham bre y la enfermedad que junto con la violencia acabó con la vida del 23 % de la población de Morelos durante los años de revolución. Era cosa común que a las familias se les arrancara de sus poblados, que huyeran a las m on­ tañas en donde vivían de hierbas y pasto. Las mujeres estaban desprotegidas, pues sus maridos se iban a luchar o eran reclutados por el gobierno para unirlos a los ejércitos del norte. La lucha en Morelos comenzó en 1911 y no terminó hasta 1920. Difícil­ m ente se puede exagerar la m agnitud de la destrucción, especial­ m ente a manos de los ejércitos del gobierno, los que en 1914 y después, en 1916, incendiaron pueblos y despiadadamente asesina­ ron o deportaron a los campesinos sospechosos de seguir a Em i­ liano Zapata, el caudillo campesino revolucionario. Para 1918, con las haciendas en ruinas y con la mayoría de las destruidas familias al borde de la inanición, la gran epidemia de gripa en ese año segó la vida de una cuarta parte de la población del estado, que había sobrevivido a la violencia de los ocho años anteriores. En 1919, los pobladores desplazados comenzaron a regresar y a éstos se unieron los miles de emigrantes que engrosaron la población d urante la década de 1920 y los principios de la década de 1930, atraídos por la generosa política en cuanto a la tierra, fijada por los sucesores de Emiliano Zapata, quienes fueron puestos al mando del Estado por el gobierno nacional del General Alvaro Obrcgón. Los habitantes del poblado procedían tanto de las haciendas como de los poblados libres. Antes de la Revolución, 38 hacien­ das q ue estaban en manos de 21 propietarios diferentes poseían el 56 % del estado, incluyendo un porcentaje aún mayor de tierra fértil en el valle. El 2 6 % de la tierra eran pastizales com una­ les incluyendo montañas, mientras que sólo el 18 % estaba en manos d e pequeños propietarios, y esto incluía la posesión de tie­ rras urbanas. Las haciendas de Morelos estaban dedicadas exclu­ sivam ente al cultivo de caña, mientras que los pequeños propie­ tarios plantaban maíz, hortalizas y arroz. El identificar a la caña

U N POBLADO C A M PE SIN O M EX IC A N O

57

con la dominación de las haciendas, y al arroz y a las verduras con la independencia, dura hasta nuestros días, si no en la conscien­ cia d e los pobladores, sí en las actitudes asociadas con la siembra de estas cosechas (véase el capítulo vi). Los campesinos de los poblados libres poseían pequeñas par­ celas y en algunos casos com partían tierra comunal para plantar o pastar. La razón principal por la cual la llama revolucionaria ardió tan intensamente en el Estado de Morelos fue que, en los años anteriores a la Revolución, muchos campesinos libres estaban perdiendo sus tierras y se les estaba obligando a convertirse en peones sin tierra. U n factor im portante en este desarrollo, según escribe Domingo Diez (1967) en su historia de Morelos, fue que las haciendas desarrollaron un nuevo método para refinar azú­ car. Esto, combinado con la facilidad creciente del transporte por ferrocarril, hizo ventajoso el cultivar más caña y apoderarse de más tierra de los poblados libres. Diez escribe: E n este año de 1880 se estableció en las haciendas la pri­ mera maquinaria para im plantar el método centrífugo... Este hecho vino a cambiar radicalmente la vida del estado. Para aum entar su producción de azúcar, los propietarios de las haciendas buscaron aum entar la zona de cultivo y esto tenía que ser necesariamente a costa de la tierra de los po­ blados libres.. . En suma, se puede decir que hubo una re­ volución completa en el establecimiento definitivo de la m a­ quinaria moderna. Los terratenientes prosperaron, su caña les dio mayores ganancias y el gobierno aum entó su ingre­ so por medio de los impuestos. Sólo los poblados (libres) estaban obligados a ceder sus tierras y aguas; poco a poco iban perdiendo terreno; algunos acabaron por desaparecer. El desequilibrio social se intensificó y estalló la Revolución en 1910.a D e 1S70 a 1910, la producción de azúcar en el estado aum entó de 8 748131 kilos a 48 531 600 kilos. D urante este periodo, los hacendados, ayudados por el gobierno que abusaba de la ley re­ lacionada con las tierras ociosas, continuaban apoderándose de la tierra de los campesinos independientes. La m eta principal de los zapatistas, establecida en el Plan de Avala de 1911, era regresar a sus dueños la tierra usurpada por los hacendados. * Cf. Diez (1 9 6 7 ), p. 130.

58

S O C IO P SIC O A N A L ISIS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

Los campesinos libres desposeídos form aron el grupo q u e sirvió d e p u n ta de lanza a la Revolución en M orelos. E n algunos casos, fam ilias que habían poseído tierras d u ran te siglos estaban en pe­ ligro d e convertirse en peones sin tierra. A ntes q u e aceptar esto, los miembros de estas fam ilias estaban dispuestos a defender con sus vidas sus derechos d e propiedad. Al principio, las m etas de Z apata eran conservadoras; se lim i­ taban a defender los derechos d e los pequeños propietarios. Era d e esperarse q ue aquellos cam pesinos cuyos fam iliares habían sido peones durante generaciones estuvieran resignados y fueran sum i­ sos, dependientes d e la hacienda e incapaces de im aginarse otra form a d e vida. C u an d o el gobierno d e V ictoriano H u erta radi­ calizó la revolución en M orelos al tra tar a todos los cam pesinos com o zapatistas y enem igos del E stado, fue cuando Z apata abrió las puertas de su ejército a los peones, y cam bió sus m etas revolu­ cionarias para exigir tierra para todos y la abolición d e la hacienda. Después, una vez q u e las haciendas yacían en ruinas y el viejo estilo de vida había desaparecido, el odio reprim ido d e los peo­ nes en contra de sus am os añadió com bustible a la explosión. Sin em bargo, había poblados libres para los cuales la Revolución era u na amenaza a su existencia pacífica y do n d e ninguna hacien­ da se había apoderado d e los derechos d e la tierra. U n grupo de fam ilias dentro de la población q u e hem os estudiado proviene d e u n o de estos poblados, donde los habitantes lucharon en con­ tra d e los zapatistas. La

h a c ie n d a

A ntes de 1910 todas las tierras q u e ahora pertenecen a los cji­ datarios del poblado q u e hem os estudiado, eran propiedad d e la hacienda, la cual las em pleaba en el cultivo d e caña d e azúcar. U n a com unidad pequeña, de no m ás d e 40 o 50 fam ilias, v id a en jacales fuera d e las paredes de la hacienda. A lgunos lugare­ ños podían rentar tierra d e la hacienda pagándola con su tra b a­ jo, faenas para la hacienda. U nos cuantos eran pequeños em ­ presarios, tales com o los arrieros q u e se co n tratab an para llevar y traer carga. Los arrieros eran individuos especialm ente inde­ pendientes y valientes q u e con stan tem en te se arriesgaban a los ataques de los bandidos d u ran te sus viajes. Es in teresan te notar q u e dos d e los cinco pobladores em presariales q u e encontram os son hijos de arrieros.8 * También es interesante el que Zapata fuera un pequefio propietario que

U N POBLADO C A M P E S IN O M E X IC A N O

59

Casi todos los pobladores dependían de la hacienda. M ientras algunos de los empleados trabajaban como mayordomos o capa­ taces, la mayoría eran peones que vivían en total sojuzgamicnto por la hacienda. La vida del peón apenas se podía diferenciar d e la esclavitud. Al contrario de la propiedad feudal, la hacienda no ofrecía garantía o protección legal al peón. L3 hacienda hacía sus propias leyes. Aquellos q u e se rebelaban eran azotados y posi­ blem ente expulsados de la hacienda, y de ahí en adelante eran puestos en la lista negra de las otras haciendas. U n peón que robara en la hacienda podía ser ejecutado. El peón vivía con el temor perpetuo de ser golpeado o de per­ der su medio de vida. Aprendió a bajar la cabe/a an te sus amos, a sonreír an te los pequeños favores, a mostrar una sumisión abyecta. A ún entonces, prácticamente no habían esperanzas de mejorar. T o ­ m ando en cuenta la pobreza del peón y sus deudas perpetuas, no había m odo de adquirir tierra, la cual de cualquier manera era escasa; y los dueños de la hacienda o sus adm inistradores (ya que algunos dueños vivían en Europa) no estaban interesados en educar a los peones, los cuales eran para ellos más útiles como partes sumisas de una máquina agrícola. A los peones por lo general se les pagaba en especie, con privi­ legios de tierra o de pastizal. La pequeña suma que se les adeu­ daba rara vez llegaba a sus manos, sino que iba directam ente a pagar la cuenta de la tienda de raya, donde las deudas acumuladas por los padres eran heredadas por los hijos. Encadenados por estas deudas, la mayoría de los peones no podían abandonar la hacienda aunque se les hubiera ocurrido trabajar en otro lugar y, además, tenían el temor de que la vida fuera de ella pudiera sopeor. E n pago de una obediencia ciega, la hacienda se encargaba d e su alimentación y los tranquilizaba con bebida barata, fiestas ocasionales y espectáculos. C uando la Revolución finalm ente comenzó a hablarles de in­ dependencia y esperanza a los peones, las actitudes sumisas y re­ ceptivas, moldeadas por siglos de vida de hacienda, no fueron fá­ ciles d e borrar. C uando el peón se volvió terrateniente, no sólo estaba en desventaja psicológica para enfrentarse al m undo posrevolucionario, sino que también le faltaban el adiestram iento y la experiencia para administrar su tierra, para llevar la cuenta de costos y crédito, y para tomar en cuenta los problemas del merhabía trabajado como arriero. Conocido por su independencia e incorruptibilidad, fue escogido por su poblado com o caudillo para defender a los pequeflos propietarios de las haciendas. Cf. Womack (1969).

60

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

cado. Al adaptarse a la hacienda, los peones se habían vuelto su­ misos y dependientes y no tenían ni el carácter ni el conocim ien­ to esencial al cam pesino. M ás ad e lan te se verá q u e los cam pesinos con u n a estructura d e carácter adaptada a la vida d e la hacien­ da tien en m uchas dificultades para adaptarse a las circunstan­ cias actuales. A p arte d e estas influencias históricas específicas, la m ayoría de los pobladores están sujetos a las condiciones d e vida actuales, q u e son similares a las d e las sociedades cam pesinas en todo el m u n d o . Para aquellos q u e son lo suficientem ente afortunados para ten er tierra, el cultivo, en su m ayor parte, se lleva a cabo con los mism os m étodos rudim entarios q u e se utilizaban hace siglos. Las parcelas son dem asiado pequeñas para justificar la agricultura m e­ canizada. E ste aldeano, com o la mayoría d e los cam pesinos, de­ p en d e d e la ciudad q u e le com pra sus productos y les p o n e pre­ cio, y se ve im posibilitado para influir en las condiciones que determ in an su pérdida y su ganancia. V ulnerable a la explota­ ción, el cam pesino desconfía, a m enudo con razón, de todos aque­ llos del m u n d o urbano. Al m ism o tiem po depende de la ciudad, no sólo por los m ercados, sino tam bién por los bienes d e consum o q u e desea y el estím ulo cultural q u e no puede crear para sí.

La

v id a

in t e r io r

de los

aldeanos

Los aldeanos q u e hem os estudiado tienen m uchas d e las cualida­ des descritas en los relatos d e cam pesinos d e otros lugares y tiem ­ pos. Son envidiosos, suspicaces d e los motivos m utuos, pesim is­ tas en cu an to al futuro y fatalistas. M uchos se m uestran sumisos c insatisfechos d e ellos mism os au nque son capaces d e rebelarse y d e iniciar la revolución. Se sienten inferiores a los citadinos, más estúpidos y m enos educados. Existe un sentim iento abrum a­ dor d e im potencia para influir a la naturaleza o a la m áquina industrial q u e les dom ina. H e aquí algunos sueños q u e son com ­ partidos por m uchos aldeanos y q u e son típicos d e sus sentim ien­ tos.4 E l sueño d e un h o m bre expresa este sentim iento: “Soñé q u e estaba en la cama, en m i casa, con toda m i fam ilia; todos en la cam a. E ntonces vi un tren, una m áquina, q u e se echaba encim a de todos nosotros. Al ver la m áquina, salté de la cam a, gritán d o le al q ue guiaba q u e parara su m áquina y q u e no nos aplas4 Estos relatos están tom ados de más de 150 suefios que hem os recogido entre los aldeanos.

U N P O B L A D O C A M P E S IN O M E X IC A N O

61

tara.” O tros sueños expresan desam paro an te los anim ales o la incapacidad de defenderse contra los atacantes. El campesino sufre de pobreza y frustración. M uchos sueñan con riquezas, pero tem en que el propio sueño les cause m ala suer­ te. Es peligroso tener esperanzas. U na m ujer de 32 años soñó: “q u e encontraba un poco de dinero. M e pregunté qué haría con él. Después le dije a m i m arido que había encontrado dinero y que se lo daría para que pudiera trabajar por sí mism o sin que nadie le m andara. M e desperté contenta, pero al mism o tiem po estaba desilusionada porque no era verdad. D espués d e este sue­ ño m i marido perdió sus cosechas.” U n hom bre adulto recuerda un sueño provocado por el ham bre cuando era niño: “T enía cinco años y estaba dorm ido en m i cam a de paja cuando com encé a soñar q u e estaba com iendo un pedazo de pan. C om í unos bo­ cados deliciosos, porque sentía ham bre. D e repente vi q u e estaba term inando y di una fuerte m ordida. M e desperté y lo que es­ taba m ordiendo n o era pan, sino los dedos de m i m ano.” Los sueños de las mujeres, especialm ente, expresan la sensación de estar consumidas por las cargas, los partos y el trabajo pesado y constante q u e envejece prem aturam ente a la m ujer campesina. U na m ujer d e 30 años declaró: "A veces cuando estoy dorm ida, siento q u e llevo un bulto pesado y frío, y que mis pies son jalados hacia abajo. Q uiero gritar y no puedo. T engo miedo. C reo que deben ser fantasmas o gente m uerta que quiere llevarm e al ce­ m enterio.” Ella siente q u e las cargas del presente y del pasado la están arrastrando a una m uerte tem prana. El m undo del campesino es duro y le asusta. C om o lo m ues­ tran m uchas pesadillas, existe una lucha constante contra la m uer­ te. U n hom bre de 40 años soñó “q u e estaba en la cam a y que la m uerte venía. Sentí q u e estaba sentada en la cam a, m e tocó v grité: ‘¡Hija d e la chingada!, tú eres la m uerte.’ Y le di un golpe en la cabeza, la tiré y oí los huesos golpear contra el piso. M e desperté asustado, buscando los huesos, pero no encontré nada.” Este sueño simboliza la realidad d e la lucha constante contra el ham bre y la enferm edad. Los aldeanos gozan con la conquista de la m uerte, au nque saben q u e al final perderán. Los sueños de los campesinos expresan la sensación de vivir entre la mugre, con el peligro constante de la infección por pa­ rásitos y otras enferm edades.5 Los sueños tam bién revelan el deseo 0 Los estudios llevados a cabo en el poblado por el profesor Francisco Biagi y sus colaboradores de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de México, descubrieron que más del 90 % de los aldeanos están

62

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

de escapar, d e volar por encim a de la m ugre y la pobreza, pero el soñador generalm ente cae d e nuevo en el lodo. A ún en los sueños el cam pesino siente pocas esperanzas. A pesar d e la miseria com partida en la vida cam pesina, las am is­ tades profundas son escasas, y los aldeanos esparcen chism es que a m enudo son dañinos y no siem pre ciertos.0 U na desconfianza y m iedo extremos a los otros, basado en parte en la experiencia de h ab er sido estafado o traicionado, lim ita la posibilidad de que el cam pesino se abra de capa a n te los otros. A lo largo d e la vida, el lazo em ocional m ás estrecho del aldeano se establece con la m adre. E ste hecho se descubrirá más am pliam ente en los pró­ ximos capítulos. El sueño de un viejo de 80 años expresa la desconfianza q ue persiste a través de una vida, aunque, en este caso, se com probó que la desconfianza no tenía bases. E n efecto, el sueño en sí era recordado por el soñador com o “ prueba” con­ tra u n am igo potencial. “ H ace m ucho tiem po tuve un sueño que m e hizo sentir m uy m al. Por aquel entonces yo tenía 14 años. T odavía era joven. Soñé que estaba parado en la calle, y que llegaba u n individuo q u e era m i am igo. E ntonces sin ningún m otivo m e ap uñaló aquí en el pecho, d o n d e queda el corazón. Al sacar el cuchillo, vi q u e la sangre fluía y form aba un charco. M e d esperté asustado y nervioso. N o sé por q u é soñé eso, él era m i am igo. Después hasta fue m i com padre y nunca hubo ni un pleito en tre nosotros.” La desconfianza, el pesim ism o y la malicia constituyen un as­ pecto d e la vida cam pesina. Los aldeanos tam bién se preocupan por vivir una buena vida, por ser gente buena. Se avergüenzan y entristecen por su egoísmo, por la falta d e cooperación y coninfcctados de parásitos intestinales. Después del estudio, el doctor Biagi instituyó una campaña para el tratamiento y la prevención de los parásitos. El doctor Adán Gractz sugirió la realización del estudio y ayudó a organizarlo. 0 El uso de los chismes com o fuente de información com ún es un método ambiguo. Es cierto que algunos chismes son ciertos, pero otros n o lo son. El poder saber cuando trata uno con chismes falsos o verdaderos es sumamen­ te difícil. Podría parecer que un chisme se puede creer cuando todos o la mayoría de los aldeanos lo creen, pero el presumir esto no es de ningún m odo correcto. Es notorio, en grupos pequeños y grandes, que un rumor será creído por muchos, y sin embargo estos muchos, bajo la influencia de la sugestión y su placer sádico, pueden estar tan equivocados com o un sólo individuo. N o es confiable el viejo refrán "donde hay hum o debe haber fuego”; o mejor, quizá, si hay fuego, puede estar en el que esparce el chisme y no en su objeto. T om ando en cuenta el valor de los chismes, se recuerda el dicho de Spinoza: lo que Pedro dice de Pablo nos dice más de Pedro que de Pablo.

U N P O B L A D O C A M P E S IN O M E X IC A N O

63

fianza. Algunos de los aldeanos, aquellos que son más activos y productivos, se m iden a sí mismos según las enseñanzas cristia­ nas. A ellos les gustaría tener fe en sus prójimos, am ar a sus vecinos, pero sus experiencias y su carácter hacen esto difícil. Para com prender la vida interior d e los campesinos, uno debe com ­ prender el conflicto constante entre el cinismo y la desesperanza por un lado y la fe, a veces una fe infantil, por el otro. Éste es el mism o conflicto que H uizinga (1950) describe com o caracte­ rística de los campesinos al final de la Edad M edia en Europa, y que a veces se expresa en las parábolas y dichos de los aldeanos. Algunos de estos dichos son casi-idénticos a los que cita H uizinga. El campesino medieval decía: "A quien sirve al bien com ún na­ die le paga por sus desvelos”, y "N ingún caballo está tan bien herrado q u e no se resbale." Los aldeanos mexicanos con buen hum or y resignación dirán que: "E n casa del jabonero el que no cae resbala” y “E l que entre lobos anda a aullar aprende.” Exis­ ten muchos cuentos y dichos para ilustrar los peligros del tratar de ayudar a la com unidad. A ún más, a pesar de la sumisión del campesino, llam an la aten­ ción su dignidad y su autoconocim icnto. El campesino sabe quién es y se hace pocas ilusiones acerca de sí mismo. E n su trato con otros campesinos valora ta n to las formas com o la sustancia del respeto. A costum bran dirigirse al jefe de la familia com o Don J . . . y a la m ujer casada com o D oña M . . . , utilizando el título español de nobleza en sus formas com unes d e saludo. A unque el campesino se hum illa an te los poderosos, a m enudo se presen­ ta el caso de un aldeano que prefiere dejar el trabajo y arriesgarse a la inanición antes que aceptar un insulto a su persona. Tam bién se derivan satisfacciones únicas de ser un aldeano cam ­ pesino en México. U na de las más im portantes es el sentido de arraigam iento, de vivir en un pueblccito donde cada persona conoce a todos. A unque el chism e es a veces hostil, tam bién es un m edio d e enterarse d e lo q u e sucede en un m undo com ún. En nuestros estudios, que com paran los modos de pensar de los aldeanos con los de los mexicanos y norteam ericanos de la ciu­ dad (M accoby y M odiano, 1966, 1969), encontram os que el aldea­ no es más concreto, descriptivo, específico y menos abstracto o gencralizador en su modo de ordenar la experiencia. La diferen­ cia en los modos de pensam iento refleja las diferencias en las dem andas d e la cultura sobre el conocim iento. E n el m undo in­ dustrial, el tiem po es oro y el valor es constantem ente convertido a términos abstractos. La gente debe aprender las formas d e acer-

64

S O C IO P SIC O A N A L ISIS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

carsc a los trabajos más que operaciones específicas, de m odo qu e con la continua m odernización de los métodos, los individuos no tengan que aprenderlos cada vez desde el principio. E l m undo industrial exige un acercam iento a la experiencia que es de índole abstracta, funcional y flexible. E l m undo campesino no tiene estas exigencias. Los métodos de trabajo han perm anecido iguales du ran te siglos. M ás q u e buscar la com prensión de operaciones abstractas, el cam pesino se interesa en el significado d e la expe­ riencia concreta. Se preocupa por los cambios d e clim a; observa el estado d e una planta o de un anim al con una cuidadosa preocu­ pación por su salud y enferm edad. Es extrem adam ente percep­ tivo al observar las em ociones de los otros y a m enudo es exacto al juzgar el carácter, especialm ente de aquellos a los q u e ha co­ nocido du ran te m ucho tiem po. El aldeano pasa su vida apren­ diendo a hacer unas cuantas cosas a fondo. Su conocim iento es concreto c intransferible, lo q u e es una razón por la que muchos campesinos se sienten totalm ente perdidos y desam parados si se les desarraiga. N o ha aprendido los modos de pensam iento y los principios abstractos que son útiles en el m undo industrial, pero lo q ue ha aprendido acerca de sus com pañeros y su m undo fí­ sico le da la satisfacción de estar relacionado a lo que lo rodea, de sentirse en casa. E l cam pesino tiene un fuerte sentido de la intransfcribilidad de la experiencia, incluso de un pueblo campe­ sino a otro, y explicará la falta de conocim iento o la conducta extraña de alguien no nacido en el pueblo diciendo: “ N o es de aq u í”, au n q u e la persona haya pasado toda su vida adulta en el pueblo. Los mexicanos cuentan la historia de un hom bre de la ciudad qu e llega a un pucblccito campesino buscando una casa en la calle Revolución, le pregunta a un cam pesino cóm o encontrar la calle, y el campesino responde que no sabe. “¿Qué?” pregunta el citadino, “ ¿Vive en este pucblccito y no sabe cuál es la calle Revolución? D ebe ser m uy tonto.” “Puede ser”, dice el campesi­ no, “pero no estoy perdido.” E n relación a las com odidades de la sociedad m oderna, y aún en relación a las propias aspiraciones del campesino, su vida le ofrece m uy poco placer en com paración con el trabajo, la escasez, la angustia y la frustración constante. La Revolución dio a los peones tierra y libertad, pero hoy en día la creciente población significa q u e las tres cuartas partes de los hom bres se encuentran de nuevo sin tierra. C on todo, no deja de asom brar el buen hu­ m or de los aldeanos, su hospitalidad y tacto, su realismo y vincu­

|

i

U N PO B L A D O C A M P E S IN O M E X IC A N O

65

lación a la vida y su capacidad para responder, a pesar de la sospecha y el pesimismo, a las nuevas oportunidades. C om o veremos, no se pueden generalizar fácilm ente las actitu­ des y respuestas d e los aldeanos. M ientras que los m odos de pen­ sam iento y cultura se m antienen en com ún, variantes significativas en la clase socioeconómica y en el carácter individual orginan diferencias im portantes en la conducta y en el m odo de experim en­ tar la vida.

III. PAN O RAM A S O C IO E C O N Ó M IC O Y C U L T U R A L D E L PU E B LO E s 1960 se realizaron entrevistas de censo a cada aldeano mayor de 16 años y a cada aldeana mayor de 15 años. E l panoram a so­ cioeconómico y cultural del pueblo está basado principalm ente en este censo, al igual que en la observación participante de la vida del lugar. E dad ,

l u g a r d e n a c i m ie n t o

y c r u p o s f a m il ia r e s

El ccnso de 1960 registra 792 aldeanos, incluyendo 209 hombres mayores de 16 años y 208 mujeres mayores de 15 años que fue­ ron entrevistados. El resto de los aldeanos, 375 niños y púberes, com prenden el 47 % de la población. A unque numerosos mucha­ chos de 14 años se dedican por entero a trabajar en el campo y las niñas se encargan de todo el quehacer doméstico a una edad aún más temprana, la edad de nuestros entrevistados se deter­ m inó principalm ente en relación con las edades en que los aldea­ nos comienzan a casarse y a formar familias. A los 16 años los hombres son también legalm ente capaces de recibir tierra. Los 417 individuos de 16 años (15 en el caso de las m ujeres) o m a­ yores, incluidos en el ccnso recibirán el nom bre de aldeanos adul­ tos. C om o lo indica el cuadro 3.1, la mayoría de ellos tiene meCuadro 3.1 C o m p o s ic ió n e n a ñ o s d e lo s a l d e a n o s a d u l t o s

(en porcentajes) Edad 16—20 (mujeres 15-20) 21-30 31-10 41-30 51-60 61-70 M is de 70

Porcentaje de mujeres (N = 208)

Porcentaje total ° Freud, "Psicología d e las masas”, en O bras com pletas, V o l. I, p. 1150. 11 Freud, "Tótem y tabú” , en O bras com pletas, V ol. II, p. 467. 11 Para una cabal discusión del narcisismo y de la diferencia entre el con ­ cepto de libido y el concepto de energía utilizados aquí, véase en Fromm (1 9 6 4 ) el capítulo "Narcisismo individual y social” .

110

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

a la leyenda griega q u e habla d e N arciso, u n bello efebo q u e rechazó el am o r d e la n in fa E co quien m u rió con el corazón destrozado. N ém esis lo castigó haciendo q u e se enam orara del reflejo d e su propia im agen en las aguas del lago; y al estar a d ­ m irándose cayó en él y m urió. L a leyenda griega indica clara­ m e n te q u e esta clase d e "am o r a sí m ism o” es una m aldición y q u e en su form a extrem a lleva a la autodestrucción.13 O tra m u jer (y bien p udiera ser la m ism a años m ás ta rd e) es hipocon­ driaca. E stá ete rn a m e n te preocupada por su cuerpo, no porque le in terese em bellecerlo sino porque te m e enferm arse. E l q u e elija la im agen positiva o la negativa tiene, por supuesto, sus razones, d e las cuales, sin em bargo, no necesitam os h ab lar aquí. L o q u e im p o rta es q u e detrás d e am bos fenóm enos yace la m is­ m a preocupación narcisista por uno m ism o, qu ed an d o m uy poco interés por el m u n d o externo.14 A unque hem os to m ad o m ujeres com o ejem plos d e narcisism o, esta absorción en sí m ism o por su cuerpo se presenta d e igual m anera en tre los hom bres, sólo que, quizá, bajo nuestras condiciones sociales el narcisism o m asculino se co n cen tra m ás frecu e n tem en te alrededor d e la posición social, el prestigio o las propiedades. L o q u e es co m ú n a todas las form as d e narcisism o es q u e sólo lo q u e se refiere al propio yo, esto es, el cuerpo, las sensacio­ nes, los sentim ientos, los pensam ientos, etc., se experim enta com o to talm en te real y, por lo ta n to , im p o rtan te. La realidad externa, a u n q u e se percibe, n o tie n e peso ni im portancia, porque no se tien e relación co n ella. E n la m edida en q u e una persona es narcisista, percib e el m u n d o externo sin pro fu n d id ad ni intensi­ dad. E n el psicótico esto, a m en u d o , h a alcanzado tal grado q u e n o p u ed e n i siquiera darse cuenta d e la realidad tal com o es, y su única realidad es la subjetiva; las alucinaciones y los delirios son expresiones sin tom áticas d e ello. C o n tra stan d o con la relación sim biótica, el alejam iento, la des­ tructividad y el narcisism o, el am or es la form a productiva d e relacionarse con los dem ás y consigo m ism o. Im plica responsa­ b ilidad, cuidado, respeto y conocim iento, y el deseo d e q u e la ,s C f. el análisis acerca del amor a sí m ism o en É tica y psicoanálisis, que trata de demostrar q ue el verdadero amor por uno m ism o no es diferente del amor por los dem ás, que el “amor a si m ism o ”en el sentido d e amor narcisista, egoísta se puede encontrar en aquellos q ue n o pueden amar ni a otros ni a sí mismos. 14 Otra forma de narcisismo es la hipocondría moral, la autopreocupa* ción constante de haber actuado mal.

T E O R IA D E LAS O R IE N T A C IO N E S D E L C A R A C T E R

111

o tra persona crezca y se desarrolle. E s la expresión d e la in tim i­ dad en tre dos seres hum anos, a condición d e q u e se conserve la id en tid ad d e am bos. L azos

in c e s t u o s o s

O tro elem ento esencial para la com prensión del carácter es el concepto d e lazos incestuosos, especialm ente la fijación incestuo­ sa a la m adre. F reud consideraba este concepto com o una de las piedras angulares d e su edificio científico y creem os q u e su descu b rim ien to d e la fijación m aterna es, en verdad, uno d e los descubrim ientos d e m ás largo alcance en la ciencia del hom bre. Pero en este cam po, al igual q u e en los discutidos anteriorm ente, Freud em pobreció su descubrim iento y sus consecuencias al verse obligado a respaldarlo en relación a su teoría d e la libido, y de este m odo to m ar com o el núcleo del incesto a las pulsiones sexua­ les hacia el p ad re del sexo opuesto. N o o b stan te, F reud vio la im portancia del lazo n o sexual h a d a la m adre en térm inos de la fijación "prc-cdípica”, a u n q u e la im portancia q u e le concedió fue p equeña com parada con el lazo sexual incestuoso del q u e se ocu p ó en el grueso d e sus obras. La tendencia a perm anecer atado a la persona q u e nos proteje y sus equivalentes —sangre, fam ilia, tribu— es in h e ren te a todos los hom bres y m ujeres. C o n stan tem e n te está en conflicto con la ten d en cia o p uesta —nacer, progresar, crecer. E n el caso del desarrollo norm al, gana la tendencia al crecim iento. E n el caso d e u na patología, gana la tendencia regresiva hacia una unión sim biótica q u e trae com o resultado la incapacidad más o menos total d e la persona. H asta ahora para la m ayoría d e la gente en la historia, la fijación incestuosa a la fam ilia, la trib u , la patria, el E stado o la Iglesia, a u n q u e no h a sido extrem a, ha m antenido una fuerza considerable y es uno d e los factores más im portantes en co n tra d e la solidaridad hu m an a y una d e las fuentes más profundas d e odio, destructividad c irracionalidad. E l equivalente patriarcal d e la fijación m aterna, la o b ed ien te sum isión al padre, tien e efectos sem ejantes, au n q u e parece ser q u e la profundidad c intensidad d e la fijación o del m iedo a la m adre es m ayor. D e hecho, existen m uchas razones clínicas para creer q u e la sum i­ sión al pad re es u n in te n to d e escapar a la regresión incestuosa. M uchos ritos d e iniciación parecen aspirar a cortar o reducir los lazos hacia la m adre, au n q u e a costa d e forjar nuevos lazos hacia el p ad re o el g ru p o m asculino, o a am bos a la vez.

112

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

E l con cep to d e F reu d d e q u e las pulsiones incestuosas están presen tes en to d o n iñ o es to ta lm e n te correcta. N o o b s ta n te así, la im po rtan cia d e este concepto trasciende la propia suposición d e F reu d . Los deseos incestuosos no son o rig in alm en te el resul­ ta d o d e los deseos sexuales; sino q u e constituyen u n a d e las ten d en cias m ás básicas en el ho m b re: el deseo d e perm anecer a tad o a u n a figura o m n iprotectora, el m iedo a ser libre, y el m ie­ d o d e ser destru id o p o r la m adre, la figura m ism a a n te quien se h a vuelto indefenso.

C o m b in a c io n e s

d e d iv e r s a s o r i e n t a c i o n e s

A l d escribir las diferentes clases d e orientaciones im productivas y la orientación productiva, se las consideró com o si fueran en­ tidades separadas, claram e n te diferenciadas unas d e otras. P or m otivos didácticos este procedim iento nos pareció necesario, ya q u e es preciso en te n d e r la n aturaleza d e cada orientación antes d e p o d er co m p ren d er sus com binaciones. E n realidad, siem pre nos encontram os con com binaciones, d ad o q u e un carácter jamás represen ta exclusivam ente a una d e las orientaciones im produc­ tivas o a la o rientación productiva. P ara e n ten d er el sistem a d e carácter d e cualquier individuo, es necesario to m ar en cu e n ta la interrelación q u e haya e n tre sus m odos d e asim ilación y d e relacionarse, las características d e sus lazos incestuosos y su grado d e productividad. E n tre las com binaciones d e las diversas orientaciones, debem os distin g u ir las d e las orientaciones im productivas en tre sí y las de la o rientación p ro d uctiva con u n a im productiva. Si se quiere ca­ racterizar a u n a persona, g en eralm en te te n d rá q u e hacerse con base en la orien tación q u e p redom ine en ella y en las secundarias. La com binación d e una orientación im productiva con la produc­ tiva requiere u n análisis m ás am plio. N o existe n inguna persona cuya o rientación sea en te ra m e n te productiva, ni n ad ie q u e carezca co m p letam en te de productividad. Pero la im portancia respecti­ va de la o rientación productiva y la im productiva en la estru ctu ­ ra del carácter d e cada persona varía y d eterm in a la cualidad d e las orientaciones im productivas. E n la descripción preceden­ te d e las orientaciones im productivas, se d io por sentado q u e pred o m in ab an en la estructura d e u n carácter. D ebem os com ple­ ta r ah o ra la descripción a n te rio r to m an d o en cu e n ta las cualida­ des d e las o rientaciones im productivas en u n a estru c tu ra d e ca­

T E O R ÍA D E LAS O R IE N T A C IO N E S D E L C A R A C T E R

115

rácter en la cual p redom ina la orientación productiva. E n este caso las orientaciones im productivas no tienen el sentido negativo q u e las caracteriza cuando son dom inantes, sino q u e poseen una cualidad d iferen te y constructiva. D e hecho, las orientaciones im ­ productivas, com o se les h a descrito, pueden considerarse como distorsiones d e orientaciones que en sí m ism as constituyen una parte norm al y necesaria d e la vida. T o d o ser hum ano, para so­ brevivir, d eb e ser capaz d e aceptar cosas d e los dem ás, de to ­ marlas, de ahorrar y de intercam biar cosas. T a m b ié n d eb e ser capaz d e aceptar la autoridad, guiar a otros, estar solo y afirmarse. Sólo cuando su m anera d e adquirir cosas y de relacionarse con los dem ás es esencialm ente im productiva, su capacidad d e acep­ tar, tom ar, ahorrar o intercam biar se transform ará en el deseo vo­ raz d e recibir, explotar, acum ular o traficar com o m odos pre­ dom inantes de adquisición. Las formas im productivas de relación social en una persona predom inantem ente productiva — lealtad, a u ­ toridad, equidad, afirm ación— se convierten en sum isión, dom ina­ ción, alejam iento y destructividad en una persona predom inante­ m e n te im productiva. C ualquiera de las orientaciones im productivas tiene, por lo tan to , u n aspecto positivo y otro negativo, según el grado de productividad d e la estructura total del carácter. La lis­ ta siguiente d e los aspectos positivos y negativos d e las diversas orientaciones pu ed e servir para ¡lustrar este principio.

O R IE N T A C IÓ N R ECEPTIV A

Aspecto positivo capaz d e aceptar responsivo dedicado modesto encantador adap tab le ajustado socialm ente idealista sensitivo cortés optim ista confiado tierno

(A cep tan d o ) A specto negativo

pasivo, sin iniciativa carente d e opinión, sin carácter sumiso sin orgullo parásito carente d e principios servil, sin confianza en sí mism o falto de realidad cobarde rastrero iluso crédulo sensiblero

114

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

ORIENTACIÓN EXPLOTADORA

A specto posithx> activo capaz d e to m ar la iniciativa capaz d e reclam ar orgulloso im pulsivo confiado en sí m ism o cautivador o r ie n t a c ió n

A specto positivo práctico económ ico cuidadoso reservado pacien te cauteloso con stan te, ten az im p ertu rb ab le sereno en la tensión ordenado m otódico fiel

(T o m an d o ) A sp ec to negativo

explotador agresivo egocéntrico presuntuoso precipitado arrogante seductor

a c u m u l a t iv a

(C onservando) A specto negativo

carente d e im aginación m ezquino suspicaz frío letárgico angustiado obstinado indolente inerte p ed an te obsesivo posesivo

Los aspectos positivos y los negativos no son dos clases sepa­ radas d e síndrom es. C ada uno d e estos rasgos se puede describir com o u n p u n to d e una línea continua q u e se halla determ inada por el grado d e preponderancia d e la orientación productiva. P or ejem plo, p u ed e encontrarse un orden sistem ático racional cuando la productividad es alta, m ientras q ue, al dism inuir ésta, degenera m ás y m ás en u n "o rd en ” irracional, p ed a n te y com ­ pulsivo que, en realidad, frustra su propio propósito. Lo m ism o es cierto del cam b io de la m ocedad a la puerilidad o del orgullo a la p resuntuosidad. Al tom ar en cuenta sólo las orientaciones

T E O R IA D E LAS O R IE N T A C IO N E S D E L C A R A C T E R

115

básicas, vemos su enorm e variabilidad en cada persona q u e se debe a que: 1. las orientaciones improductivas se combinan de diferentes maneras en relación a la intensidad respectiva de cada una de ellas; 2. cada una cambia de cualidad de acuerdo con el grado de productividad existente; 3. las diferentes orientaciones pueden actuar con distinta fuerza en las esferas materiales, emocionales o intelectuales de actividad, respectivamente. Si agregamos al cuadro de la personalidad los diferentes tem p e­ ram entos y dones, fácilm ente podem os reconocer q u e la configu­ ración d e estos elem entos básicos produce un núm ero infinito de variaciones en la personalidad.

O

r i e n t a c io n e s

s o c io p o l í t ic a s

Para term in ar este capítulo, nos gustaría h ab lar brevem ente de las consideraciones teóricas en q u e se funda el concepto d e “ca­ rácter sociopolítico” . La prim era form ulación del carácter político-psicológico consis­ tió en la descripción del carácter autoritario, q u e se introdujo en la psicología hace aproxim adam ente 40 años con el estudio del carácter político alem án descrito en el capítulo I. E l con­ cep to com binaba una categoría política, la d e la estructura auto­ ritaria en la fam ilia y el E stado, con una categoría psicológica, la estructura del carácter, q u e constituye la base de tal estructura política y social. P ara nuestros presentes propósitos será suficiente decir q u e la estructura del carácter autoritario es la q u e se da en una persona cuyo sentido de la fuerza y la identidad se basa en una subor­ dinación simbiótica a las autoridades y, al m ism o tiem po, en el dom inio sim biótico d e aquellos q u e están som etidos a su auto­ ridad. Es decir, el carácter autoritario se sien te fuerte cuando pu ed e som eter y form ar p a rte d e una au toridad q u e (hasta cier­ to p u n to respaldada por la realidad) está inflada, deificada, y cuan d o al m ism o tiem po se puede inflar al incorporar a aq u e­ llos sujetos a su au toridad. É ste es un estado d e simbiosis sadom asoquista q u e le da una sensación d e fuerza y un sentido de identidad.

116

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

Al ser p a rte d e lo “G ra n d e ” (lo q u e s e a ), se vuelve grande; si estuviera solo, sin com pañía, se encogería hasta volverse nada. P o r esto m ism o, para el carácter autoritario u n a am enaza a la au to rid ad y u n a am enaza a su estructura au to rita ria es una am e­ naza a él m ism o, una am enaza a su salud m e n tal. D e aquí q u e se vea forzado a luchar contra esta am enaza al autoritarism o com o lu c h aría co n tra la am enaza a su vida o a su salud. C om o quiera q u e sea, h ay diferencias significativas d e n tro del cam po del carácter au to ritario, q u e dep en d en del grado d e sadism o (o m aso q u ism o ) q u e contenga. E n u n extrem o d e la escala encon­ tram o s el carácter ligeram ente autoritario en el cual están pre­ sentes todos los rasgos descritos, m enos el sadom asoquism o o bien en u n a baja proporción. E n esta variante del carácter au to rita­ rio, el elem en to d e independencia y productividad es relativam en­ te alto ; a u n q u e el individuo insista en su superioridad, la ejercerá en u n a form a relativam ente benévola y reaccionará con una ira relativ am en te baja cuando se desafíe su a u to rid ad . E n el otro extrem o d e la escala se halla el carácter m a lig n a m en te au to rita­ rio, con u n grado bajo d e independencia y productividad, cuya cualid ad p red o m in an te es el control sádico d e los m ás débiles y la sum isión m asoquista a n te los fuertes. E n tre estos dos extrem os en co n tram o s todos los grados d e m ezcla sádica. E n lo q u e se refiere a los factores sociales, se tienen pruebas q u e ab o n a n la hipótesis d e q u e la relación afectiva del carácter a u to rita rio mas­ culin o es prim o rd ialm ente con otros hom bres, m ientras q u e sus relaciones afectivas con las m ujeres son exclusivam ente sexuales. D esd e el án gulo del afecto, las m ujeres son sólo objetos d e dom ina­ ción o d e sum isión (en el caso d el tipo q u e d ep e n d e d e la m a­ d re ) o am bas cosas a la vez. Sin em bargo, esto n o tie n e nada q u e ver con la h om osexualidad; se le podría llam a r u n a a c titu d hom oerótica, siem pre y cuando dem os p o r sen ta d o q u e eros y sexualidad n o son idénticos. (L a confusión e n tre estos dos tér­ m in o s p ro ced e n te d e la teoría d e la libido, h a h ec h o m ucho d añ o al p en sam ien to psicoanalítico clásico.) E n u na escala social, el grado d e la m ezcla d e los com ponentes sádico y m asoquista en el autoritarism o parece d ep e n d er en gran pa rte d e la fu n ció n socioeconóm ica d e una clase d en tro d e una sociedad. C u a n d o u n a clase tien e u n a función productiva, com o la clase m edia en el siglo xrx o el cam pesino m exicano en la ac­ tu alid ad , la m ezcla sadom asoquista parece ser relativ am en te pe­ qu eñ a ; cu an d o , p o r o tra p arte, la clase h a perdido su lugar pro­ du ctiv o en la econom ía y está siendo destruida p o co a poco ta n ­

T E O R ÍA D E LA S O R IE N T A C IO N E S D E L C A R A C T E R

117

to en lo económ ico com o e n lo social, la m ezcla sadom asoquista p arece ser m u y a lta , com o por ejem plo en tre la clase m edia baja alem an a después d e 1923 y los blancos pobres en el S ur d e los E stad o s U nidos. E l individuo autoritario pu ed e a veces m ostrarse com o oposi­ to r d e la au to rid ad y ser un "rebelde’'. P ero a u n q u e parezca que, sobre la b ase d e su energía e integridad internas, lucha con­ tra las fuerzas q u e coartan su libertad e independencia, su lucha co n tra la au to rid ad es esencialm ente u n desafío. E s u n in te n to d e afirm arse y vencer sus propios sentim ientos d e im potencia. N o obstan te, el "reb elde” generalm ente ataca a una au to rid ad a quien s ien te débil para som eterse después d e la victoria, a una nueva au to rid ad más du ra y m ás fuerte. Al identificarse con esta au ­ to rid ad y al ad o p tar el papel d e autoridad d u ra a n te los débiles, pu ed e satisfacer ta n to la p a rte sádica com o la m asoquista d e su carácter au toritario. D eb e distinguirse la orientación autoritaria, según se describió an terio rm e n te, d e la ac titu d q u e respalda a la au to rid ad tradicio­ nal, la cual caracteriza especialm ente a las sociedades cam pesinas. E l individuo "au to ritario tradicional” n o es sadom asoquista, sino q u e accpta u n a p au ta tradicional autoritaria. N o desafía a la es­ tru c tu ra social establecida, q u e incluye la idea d e q u e los q u e están en el poder m erecen respeto y q u e los niños deben subor­ d in a r sus deseos a los d e los padres. A un así, el cam pesino tra­ dicional no cree q u e la fuerza hace la razón, n i q u e su identidad se apoya en su identificación con el poder. E l p atró n tradicional d e las relaciones le da un sentido d e co n tin u id ad , d e seguridad y d e significado, pero p robablem ente aceptaría u n nuevo consen­ so social sin gran dificultad, siem pre y cu a n d o no am enazara su vida o su subsistencia. E n el A péndice A se d an varios ejem ­ plos q u e ilustran la diferencia en tre el autoritarism o y el tradi­ cionalism o. C o m p arán d o lo ta n to con la orientación tradicional com o con la au to ritaria, h em os definido al individuo dem ocrático com o el q u e afirm a sus derechos y respeta los derechos y lo h u m a n o de los dem ás. D esea ser libre para buscar sus propias m etas, y es­ pera q u e los dem ás deseen lo m ism o. Piensa q u e las decisiones q u e afectan a la com unidad debieran tom arlas todos sus m iem ­ bros, te n ien d o en cu en ta los sentim ientos d e cada individuo. E l individuo dem ocrático no cree necesariam ente q u e la m ayoría tie n e la razón, puesto q u e la decisión d e la m ayoría podría dañar los derechos d e la m inoría. T a m p o co separa a la h u m a n id ad en

118

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

grupos desiguales d e poderosos, a los q u e idealiza y de débiles a los q u e se considera despreciables. El individuo dem ocrático pien­ sa q u e to d a la g en te debiera tener derechos iguales puesto q u e son ig ualm ente hum anos.1*

11 Una categoría final, relacionada con la orientación democrática, es el carácter más independiente ("rcvoluáonario"), que se describe con detalle en otro lugar (Fromm, 1963). Originalmente tentamos la intención de incluir esta categoría, pero sólo encontramos un aldeano que dudosamente podía ser calificado de "revolucionario" y llegamos a la conclusión de que el grado de productividad necesaria para hablar de carácter rcvoluáonario no existía en el pueblo. Baste decir que al llamar "revolucionario” a cier­ to tipo de carácter no nos referimos a la definición puramente política, según la cual cualquiera que persiga ona revolución política y social sería llamado revolucionario. El “rcvoluáonario” en nuestro sentido caractctológico expresa una cualidad particular de independencia y de voluntad de libe­ rar a la vida de las condiciones que impiden su libre despliegue. La per­ sona revolucionaria no se enfrenta a la autoridad como un rebelde. No la motiva el resentimiento ni el odio, sino el impulso de crear un sistema social mejor en vez de vengarse del actual. El revolucionario trasciende los límites estrechos de su propia sociedad y es capaz, por esta razón, de criticar a su sociedad o a cualquier otra desde el punto de vista de la razón y la humanidad. El análisis de la mezcla específica entre “revolucionarios” y "rebeldes" en cualquier movimiento dado es una clave importante para comprender la dinámica de ese movimiento como un todo.

V. E L CA R A C TER D E LOS ALD EA NO S E n e s t e ca p ítu lo pasam os d e la teoría del carácter a los resulta­ dos d e n u estra investigación del carácter. Así com o acabam os de registrar el ccnso socioeconóm ico en el ca p ítu lo III, ahora pode­ mos describir la distribución d e las orientaciones del carácter en el pueblo, el “censo del carácter” . ¿C uál es la organización psi­ cológica en el pueblo? ¿C uál es su carácter social? Prim ero bosquejarem os las variables utilizadas para calificar el cuestionario. D espués inform arem os las dos form as e n q u e se analizaron los datos sobre el carácter: 1) e n térm inos d e la fre­ cuencia con q u e se encuentran los diversos rasgos en la pobla­ ción y 2) en térm inos de un análisis factorial. F in alm en te, resu­ mirem os el carácter social del pueblo y considerarem os su signi­ ficado teórico. V

a r ia b l e s pa r a

c a l if ic a r

el

carácter

E l cuestionario interpretativo, q u e se reproduce en el A péndice A, se calificó en relación a 406 aldeanos adultos (200 hom bres y 206 m u jeres), o sea el 95 % d e la población ad u lta. E n el A péndice A aparecen m uestras de respuestas q u e ilustran las orien­ taciones dinám icas. E n el A péndice B dam os las estadísticas de concordancia en la calificación y las com paraciones en tre el diag­ nóstico d e rasgos d e carácter basadas en las respuestas al cuestio­ nario y dos pruebas proyectivas m ás: la d e R orschach y la d e Aper­ cepción T e m ática [t a t ] . Al calificar los cuestionarios distinguim os en tre las orientacio­ nes d o m in an tes y las tendencias secundarias siem pre q u e fue po­ sible. Las escalas q u e siguen se elaboraron para calificar las va­ riables d e carácter q u e se describieron en el capítulo anterior. 1. E l m o d o d e asim ilación a. Receptivo. b. Explotador. c. Acumulativo. C ad a cuestionario se calificó d e acuerdo con la orientación d o ­ m in an te, si la h ab ía. E n los casos en q u e h u b o una orientación secundaria, se la calificó com o presente pero no d o m in an te . Las [119]

120

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

otras orientaciones, las que no se m anifestaron en el cuestiona­ rio, se calificaron con cero.1 2. Productividad La productividad se calificó según la escala ordinal que va del 6 (alta p roductividad) al 1 (baja productividad) en la form a si­ guiente: 6) Interés activo y preocupación por el trabajo, la familia y la comunidad, percepción realista e independiente, madurez. 5) Interés moderado, abierto a estímulos nuevos, pero con otras posibilidades productivas que no se han logrado. 4) Interés moderado pero menos activo. A estos individuos se les puede estimular, pero ellos no buscan el estímulo. 3) Interés moderado, pero los rasgos improductivos son do­ minantes. 2) Pasivo e inactivo. j ) Rechazante y negativo respecto a la vida.* 3. E l m o d o d e relación a. Sadismo. b. Masoquismo. c. Destructividad. 1 Porejemplo, la calificación en la escala de un individuo receptivo ex­ plotador aparecería del siguiente m odo en la hoja de datos: Receptivo dominante 0 1 Receptivo 0 1 Explotador dom inante 0 1 Explotador 0 1 Acum ulativo dom inante 0 1 Acum ulativo 0 1 * Puesto que la productividad máxima es poco com ún en cualquier so­ ciedad e incluso, un grado muy alto de productividad es muy raro en una sociedad campesina económ icam ente pobre con casi ningún estím ulo cultu­ ral (encontramos sólo un caso dudoso de productividad verdaderamente a lta ), adaptamos nuestros requisitos en cuanto a productividad óptima a los límites d el pueblo. Esto significa que la calificación 6 en nuestra escala se compa­ raría con un 5 o 4 en una sociedad más grande o m enos estancada, mientras que los grados bajos de productividad serían iguales a los de cualquier otra sociedad. C uando se tabularon las calificaciones de productividad añadimos puntos adicionales para la presencia o ausencia tanto de tendencias fuertes de afir­ m ación a la vida com o d e tendencias fuertes de rechazo a la vida, en vista de que el puntaje general d e productividad era a veces una mezcla de tenden­ cias productivas e improductivas. Estas calificaciones adicionales se utilizaron en el análisis factorial que aparece adelante.

E L C A R A C TER D E LOS ALD EANOS

121

d. Narcisismo I (Indiferencia o narcisismo de grado bajo). e. Narcisismo II (narcisismo notorio). f. Amor. Al estudiar a los aldeanos encontramos necesario añadir otras dos categorías que describen la forma en que m u­ chos de ellos se relacionan con sus hijos. Estas categorías, que son más de conducta que dinámicas, son las siguientes: g. Consentim iento. Tales individuos son básicamente depen­ dientes y pasivos, consienten a los niños sin ponerles limites y sin razonar si ese consentimiento los beneficia o no. E l con­ sentimiento implica falta de firmeza, una productividad de mo­ derada a baja y un fuerte deseo de ser amado. h. Amor condicional. Esta categoría implica una tendencia hacia el amor, pero la cantidad de atención que los padres de­ dican al niño depende de la obediencia del niño y de su respe­ to por la autoridad tradicional. C ada cuestionario se calificó según la orientación o rasgo que era do m in an te. E n los casos en q u e había u n a tendencia secun­ daria o terciaria, éstas tam bién se calificaron. T odas las otras ca­ tegorías se calificaron con cero. 4. Relación sociopolítica a. b. c. d. goría hubo e. f. g.

La orientación autoritaria. La orientación de la autoridad tradicional. La orientación democrática. La orientación revolucionaria. Se encontró que esta cate­ no era im portante estadísticamente para el pueblo. Sólo un aldeano con una orientación revolucionaria. Sumisión. Rebeldía activa. Rebeldía pasiva.

El sistem a d e calificación para la escala d e relación sociopolí­ tica fue idéntico al del m odo d e R elación. 5. Fijaciones a los padres o centrism o m aterno versus paterno a. La fijación a la madre se calificó sobre una escala de tres puntos: cero (independencia), uno (fijación moderada) y dos (fijación intensa). b . 1.a fijación al padre se calificó del mismo modo que la fijación a la madre. c. Tam bién se calculó la tercera calificación para el centrismo en la madre restando el grado de fijación al padre del de la fijación a la madre. Una calificación de 2 significa ccn-

122

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

trismo m aterno extremo, una de 1 significa una tendencia al centrismo en la madre, y 0 de calificación significa que el in­ dividuo no está centrado en la madre. E l cuestionario tam bién se calificó en cuanto a la presencia o ausencia d e con d u cta rebelde contra el p ad re y la m adre. 6. O tros rasgos de conducta T am bién se calificaron otros dos rasgos d e conducta. A unque estos n o son d e im portancia para el estudio del carácter, están incluidos en el análisis factorial. a. Energía de empresa. A los individuos se les calificó de acuerdo a la energía que ponían en su trabajo y en las activi­ dades de descanso. U n 3 de calificación indicó energía alta; 2, energía moderada; y 1, energía baja. b. Expresión. El entrevistador valoró a los individuos en cuan­ to a los síntomas de depresión clínica o subclínica, y estas valoraciones las modificó el calificador de acuerdo al total de las respuestas. U n 2 de calificación indicó síntomas extremos de depresión; 1, depresión subclínica; 0, ausencia de síntomas de depresión. La d is tr ib u c ió n d e l o s ra s g o s d e c a r á c t e r 1. E l m odo d e asimilación E l cu ad ro 5.1 m uestra la distribución del tipo d e asim ilación en el pueblo. L a m ayoría d e los aldeanos son o receptivos en form a d o m in an te ( 4 4 % ) , o acum ulativos en form a d om inante (31 % ) . U n grupo más pequeño es explotador en form a dom inan­ te (11 % ) . (E l 1 4 % no tenía un tipo de asim ilación dom inante definido y así lo calificam os.) C u an d o analizam os la distribución de los rasgos calificados com o dom inantes o secundarios, la distribución relativa perm anece igual: 71 % d e los aldeanos tiene tendencias receptivas, 55 % te n d en ­ cias acum ulativas y 26 % tendencias explotadoras. H ab lan d o del m odo d e asim ilación, el carácter social d e los hom bres es d istin to del de las m ujeres. M ientras q u e las m uje­ res son algo m ás acum ulativas que receptivas, la mayoría d e los hom bres son receptivos. M ás mujeres q u e hom bres son acum ula­ tivas y más hom bres q u e m ujeres son receptivos. L a diferencia en tre los sexos se analizará en el capítulo V II.

E L C A R A C TER D E LOS A LD EA N O S

123

D ada la distribución del m odo de asim ilación, la siguiente pre­ g u n ta será si estos m odos están form ados en sus aspectos positi­ vos (productivos) o negativos (im produ ctivos). L a respuesta es diferente para los hom bres y las mujeres. Para los hom bres, la productividad está correlacionada positiva­ m e n te en form a significativa con la orientación acum ulativa do­ m inante (r = .35, p < .0 1 ) y n egativam ente con la orientación receptiva d o m in an te ( r = — .33, p < .0 1 ) . E sto significa q u e los hom bres acum ulativos tienden a ser pro­ ductivos y los receptivos a ser im productivos. P or o tra parte, en cu a n to a las m ujeres, no hay correlación significativa entre la productividad y la orientación acum ulativa d o m in an te (r = 1.06) o la receptiva d o m in an te ( r = . 0 6 ) .

C uadro 5.1 El

m o d o d e a s im ila c ió n

(porcentaje calificado) (N = 406) M odo dominante Receptivo dom inante Explotador dom inante Acumulativo dom inante Mercantil dom inante Ninguno

Masculino

Femenino

Total

52 13 22 0 13

36 9 39 0 16

44 11 31 0 14

100

100

100

79 26 46 6

62 26 65 4

71 26 55 5

157

157

Dominante o secundario Receptivo Explotador Acumubtivo Mercantil**

157*

• El total superior al 100 % porque cada individuo puede ser calificado según manifieste uno o dos modos de asimilación. • • Aunque decidim os no incluir la orientación mercantil en el análisis de los resultados, el porcentaje calificado com o mercantil se incluye en las tablas para completarlas.

124

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

Si tom am os a los aldeanos que son productivos en form a m o­ derada o alta (co n calificaciones de 5 o 6 ) , encontram os lo si­ guiente. D e los hom bres receptivos, sólo 9 % son altam en te pro­ ductivos, m ientras q u e 48 % de los hom bres acum ulativos y 41 % de los hom bres explotadores son altam en te productivos. D e las m ujeres receptivas, 17 % son altam en te productivas com parado con 1 5 % de las mujeres explotadoras y 21 % d e las acum ulativas. Es decir, es probable q u e los aldeanos de alta pro­ ductividad sean o acum ulativos o explotadores, m ientras q u e las mujeres d e alta productividad están distribuidas de un m odo más parejo en relación a los tres tipos de asim ilación. N o obstante, en cuanto a la escala general d e productividad, no existen diferencias significativas entre los hom bres y las mujeres (ver cuadro 5.3). Cuadro 5 2 P o r c e n t a j e d e p r o d u c t iv id a d a l t a m o d e r a d a d e c a d a t i p o D O M IN A N TE DE ASIM ILACIÓN

(calificación de productividad de 5 o 6)

Receptivo Explotador Acumulativo

Hombres

Mujeres

9 41 48

17 15 21

C uadro 5 3 P r o d u c t iv id a d

(porcentaje calificado) (N = 406) N ivel de productividad 6. Alto a moderado (interés ac­ tivo) 5. Moderado (interés moderado) 4. Moderado (menos activo) 3. Moderado combinado con ras­ gos improductivos 2. Bajo, pasivo (inactivo) 1. Bajo, rechazante de la vida

Hombres

Mujeres

Total

10 14 26

10 10 30

10 12 28

11 32 7

10 26 14

10 29 11

100

100

100

E L C A R A C T E R D E LOS A LD EA N O S

125

Se calificó al 10 % d e los aldeanos com o productivos d e alto a m oderado; 12 % com o productivos m oderados; 28 % com o pro­ ductivos m oderados pero m enos activos; 10 % com o productivos m oderados com binados con rasgos im productivos; 29 % com o pa­ sivos-inactivos; y 10 % com o rechazantes d e la vida. H asta este p u n to podem os concluir q u e hay dos tipos princi­ pales d e carácter m asculino: el tip o im productivo-reccptivo q u e es el m ás co m ú n y el tip o acum ulativo-productivo (m o d e rad o ). T am b ié n existen dos tipos m ás pequeños: el explotador-productivo y el im productivo-cxplotador. Para las m ujeres, la distribución n o cae d e n tro d e este p atró n . La m ayoría d e las m ujeres son o acum ulativas o receptivas y en m ayor proporción q u e los hom bres, las tendencias acum ulativas son p arte del carácter social fem enino. Al contrario q u e los de los hom bres estos rasgos acum ulativos no están correlacionados con la productividad. 2. E l m odo d e relación El cu adro 5.4 m uestra la distribución d e los m odos d e relación en el pueblo. Los dos m odos dom inantes más frecuentes son el narcisism o I ( 3 3 % ) y el am or condicional ( 3 0 % ). D e los otros m odos d o m in an tes, sólo el m asoquism o ( 1 2 % ) se encuentra en m ás del 10 % d e la población. E l sadism o d o m in a n te se encuen­ tra e n el 6 % ; la destructividad d o m in an te en 5 % ; el narcisism o d o m in an te II en 7 % ; el co n sen tim ien to d o m in a n te en 6 % y el am o r d o m in a n te en 1 % . La d istribución relativa de los m odos d e relación q u e se cali­ ficaron com o tendencias dom inantes o secundarias es casi la m is­ m a. Los más frecuentes son el am or condicional ( 6 0 % ) y el narcisism o I ( 5 5 % ) . Las frecuencias d e los otros m odos son las siguientes: m asoquism o ( 2 9 % ) , sadism o ( 2 6 % ) , consentim ien­ to ( 2 5 % ) , destru ctividad ( 2 4 % ) , narcisism o II ( 1 3 % ) y am or (1 3 % ). C o m o verem os al h ab lar del análisis factorial el narcisism o I y el am o r condicional se relacionan con d iferentes etapas d e la vida. Los aldeanos jóvenes solteros tien d en hacia un m odo d e relación narcisista ( I ) y aquellos casados, con hijos, tien d en m ás hacia u n m o d o de relación d e am or condicional. T a m b ié n h ay diferencias en tre los sexos en cu a n to al m odo d e relación. M ás hom bres q u e m ujeres son narcisistas ( I ) y más m ujeres q u e ho m b res son m asoquistas. E stas diferencias estadísti­ ca m en te significativas las discutirem os en el capítulo V II.

126

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

Cuadro 5.4 El

m odo de re la c ió n

(porcentaje calificado) (N = 406) M odo dom inante Sadismo dom inante Masoquismo dom inante Destructividad dom inante Narcisismo I dom inante Narcisismo 11 dom inante Amor consentidor dom inante Amor condicional dom inante Amor dom inante

M asculino Femenino

Total

7 4 2 40 9 7 29 1

5 20 8 26 5 4 31 1

6 12 5 33 7 6 30 1

99

100

100

30 18 21 67 15 32 55 13

23 40 27 45 12 19 63 13

26 29 24 55 13 25 60 13

251

242

D om inante o secundario Sadismo Masoquismo Destructividad Narcisismo I Narcisismo II Amor consentidor Amor condicional Amor

244 •

• El total es superior al 100 % porque cada individuo puede ser calificado según manifieste uno, dos o tres modos de relación.

3. E l m o d o d e relaciones sociopolíticas E n el cu ad ro 5.5 aparece la distribución d e los m odos d e rela­ ciones sociopolíticas en el pueblo. El m odo m ás frecuente es la sum isión. C asi la m itad (4 9 % ) d e los aldeanos es sum isa en form a d o m in an te en sus relaciones sociopolíticas. Las siguientes categorías en orden decreciente son la auto rid ad tradicional ( 2 0 % ) y el autoritarism o ( 1 6 % ) . El 7 % son dem ocráticos en form a d o m in an te y o tro 7 % son re­ beldes dom inantes.

E L C A R A C T E R D E LOS A L D E A N O S

127

Cuadro 5.5 E l m od o d e r e la c ió n s o c io p o lític a

(porcentaje calificado) (N = 406) M odo dom inante Autoiitario dom inante Autoridad tradicional dominante Sumiso dom inante Rebelde dom inante tactivo) Rebelde dom inante (pasivo) Democrático dominante Revolucionario dominante

Masculino Femenino

T otal

17 24 45 3 1 9 0

15 16 55 8 1 5 0

16 20 49 6 1 7 0

99

100

99

29 64 77 31 8 46 1

28 49 81 45 20 30 0

28 57 79 38 14 38 1

256

253

D ominante o secundario Autoritario Autoridad tradicional Sumiso Rebelde (activo) Rebelde (pasivo) Democrático Revolucionario

255*

• El total es superior al 100 % porque cada individuo puede ser calificado según manifieste uno, dos o tres modos de relación sociopolítica.

La distribución relativa de los tipos calificados com o tendencias d om inantes o secundarias es la siguiente: sum iso 79 % ; autoridad tradicional 57 % ; rebelde activo 38 % ; dem ocrático 38 % ; au to ­ ritarism o 28 % ; rebelde pasivo 14 % ; tendencias revolucionarias 1 por ciento. T am b ién existen diferencias m asculino-fem eninas en la frecuen­ cia d e los tipos socio-políticos. M ás hom bres q u e m ujeres son tradicionales y dem ocráticos. M ás m ujeres q u e hom bres son do­ m in an te m en te sumisos y tienen tendencias rebeldes. Estas d i­ ferencias estadísticam ente significativas tam bién se discutirán en el capítulo V I I .

128

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

Podem os concluir q u e el carácter sociopolítico del pueblo es sum iso, co m binándose con actitudes d e au toridad tradicional. H ay una m inoría d e 16 % q u e son autoritarios. Sin em bargo, hay te n ­ dencias rebeldes subyacentes en cerca de la m itad d e los aldea­ nos. Lo q u e es m ás, u n b u en porcentaje de los aldeanos, especial­ m e n te hom bres, tien e tendencias dem ocráticas. 4. Fijaciones a los padres U n elem en to clave e n el carácter d e los aldeanos es la fija­ ción a la m ad re o la dependencia d e ella. C o m o se puede ver en el cu ad ro 5.6, sólo 4 % d e los aldeanos n o tien e fijación m atern a y casi la m itad (47 % ) se diagnosticaron com o intensa­ m e n te fijados a la m adre. Al o tro 49 % se le calificó com o m o­ derad a m en te fijado a la m adre. La fijación al padre es m enos com ú n y m enos intensa q u e la fijación a la m adre. Sólo 1 6 %

C uadro 5.6 F ija c io n e s a lo s pa d r e s

(porcentaje calificado) (N = 406) Fijación materna Poca o ninguna M oderada Intensa

Hombres

Mujeres

T otal

3 46 51

5 52 43

4 49 47

100

100

100

30 53 17

26 58 16

28 56 16

100

100

100

1 7

9 9

5 8

Fijación paterna Poca o ninguna Moderada Intensa

Rebeldía hacia los padres Contra la madre Contra el padre

E L C A RA CTER D E LOS ALDEANOS

129

d e los aldeanos está fijado con intensidad al padre, 56 % m ode­ rad am en te fijados y 28 % no presenta dependencia del padre. Casi n inguno de estos individuos q u e no son dependientes del pad re se ha independizado de la m adre. M ás aún, m uy pocos aldeanos (7 % ) están más fijados al padre q u e a la m adre. Se consideró al 41 % fijados por igual a am bos padres y 52 % com o m ás fijado a la m adre. La fijación m aterna intensa es aú n más com ún en tre los hom ­ bres q u e en tre las m ujeres (51 % contra 4 3 % ) . Sin embargo, casi tan pocas m ujeres ( 5 % ) com o hom bres ( 3 % ) no tienen fijación a la m adre. El porcentaje d e aquellos que m anifestaron rebeldía a uno u otro padre fue bajo. C inco por ciento fueron rebeldes a la m adre y 8 % al padre. D eb e tenerse presente que desde un p u n to de vista dinám ico, el vínculo em ocional a u n p adre no tiene que ser positivo. U n a persona está igualm ente unida al padre o la m adre si está extrem adam ente atada q u e si su ac titu d hacia él o ella es d e odio y rebeldía. D e este m odo, casi la totalidad d e los aldeanos está vinculada a la m adre en una u o tra form a. El problem a con cada indivi­ duo es ver si tam b ién existe o no una influencia paterna. P ode­ mos distinguir dos tipos d e aldeanos: los fijados a la m adre con o sin m arcada influencia del padre. 5. O tros rasgos de conducta E l cu ad ro 5.7 m uestra los porcentajes d e los aldeanos califi­ cados según la escala d e energía de em presa y depresión. E n tér­ m inos d e energía d e em presa encontram os q u e 8 % (1 1 % de Cuadro 5.7 R a sco s d e c o n d u c t a

(porcentaje calificado) (N = 406) Energía de empresa Alta Moderada Baja

Hombres

Mujeres

Total

11 47 42

6 47 47

8 47 45

100

100

100

150

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

Depresión Síntomas de depresión clínica Depresión subclínica Sin síntomas de depre­ sión

4 45

3 35

3 40

62

51

57

100

100

Toó

hom bres y 6 % d e m ujeres) son m uy vigorosos, 4 7 % ta n to de hom bres com o d e m ujeres son m oderadam ente vigorosos y 45 % (42 % d e hom bres y 47 % d e m ujeres) m anifiestan poca energía. E n cu an to a la depresión se diagnosticó al 3 % com o deprim i­ dos; 4 0 % (35 % d e hom bres y 45 % d e m ujeres) tenía síntom as subclínicos de depresión, tales com o falta de interés en cualquier actividad. A la m ayoría de los aldeanos (d e 57 % a 62 % de h o m ­ bres y 51 % de m ujeres) no se les consideró deprim idos. Al h a­ blar del F acto r 2, verem os q u e estos rasgos están correlacionados con la productividad y la im productividad.

El

a n á l is is

f a c t o r ia l

La segunda form a en q u e analizam os los datos del carácter fue m ed ian te u n tipo d e análisis factorial: el análisis factorial de com ­ pon en tes principales con rotación V arim ax. L a inclusión de un análisis factorial hace m ás com plejo el es­ tudio, y la inform ación necesaria para com prenderlo se dará en las páginas siguientes. N o obstante, no es necesario un conoci­ m ien to técnico del análisis factorial para en ten d er los resultados. E l análisis factorial no es más que una form a d e ahorrar esfuerzo al organizar los datos y de aclarar las relaciones en tre las variables. L o encontram os útil para com prender m ejor los datos en las siguientes form as: A ntes q u e nad a, es una form a d e resum ir u n gran núm ero de variables en u n grupo más pequeño d e variables llam adas facto­ res. Si no utilizáram os el análisis factorial podríam os, por supues­ to, m encionar todas las correlaciones de las variables d e carácter en tre sí, pero esto nos daría una abrum adora cantidad d e infor­ m ación q u e asim ilar. E l análisis factorial resum e estas correlacio-

E L C A R A C TER D E LOS A LD EANOS

131

ncs y hace m ás sencillo ver q u é variables van ju n tas. P or ejem ­ plo, el F acto r II (el factor d e productividad q u e se discute a co n tin u ació n ) co m bina las m edidas d e productividad, am or, crea­ tividad y energía en una variable. E l análisis factorial y la intercorrelación d e los rasgos nos perm iten considerar todos estos ras­ gos com o relacionados con una sola orientación subyacente q u e llam am os pro d u ctividad. L a decisión d e q u é n o m bre darle al fac­ to r n o se d eterm in a estadística sino teóricam ente. E n segundo lugar, el análisis factorial es útil para m ostrar q u e ciertos rasgos d e carácter están arraigados en d iferentes síndrom es. U n rasgo com o la sum isión p uede estar relacionado con diferentes orientaciones. L a sum isión tien e un significado cuando está arrai­ gada en el m asoquism o. T ie n e otro significado cu a n d o está arraiga­ da en la pasividad y la receptividad. E n el prim er caso, el indivi­ d u o tien e u na ard ien te necesidad d e som eterse a figuras poderosas. E n el segundo, se so m ete para q u e lo alim e n ten y lo cuidcn y porq u e no tie n e esperanza. E n tercer lugar, está el caso un ta n to d ife ren te en el cual nues­ tros criterios d e calificación no pudieron diferenciar lo b asta n te en tre lo q u e en realidad son dos rasgos diferentes. P or ejem plo, el análisis factorial m uestra q u e el “am o r" está relacionado por u n lado con u n sín drom e d e sobreprotccción (q u e tam bién incluía el m asoquism o) y por el o tro con la productividad. E n el prim er caso, indicaba el am or incondicional d e la m a d re p o r sus hijos desvalidos y d ep en dientes, un am or q u e no d u ra cu a n d o los h i­ jos se vuelven ind ependientes y tien en o p in ió n propia. E n el se­ g un d o caso, significa respeto, cuidado, conocim iento y responsa­ bilidad por u n a persona independiente. E n am bos casos, el am or es incondicional, pero en vista d e q u e no com enzam os con cri­ terios d e calificación de am or incondicional lim itados a los niños pequeños, la ten d encia fue calificar este rasgo com o tendencia al cariño. E l análisis factorial hace ver la d ife ren te significación del am o r d e acuerdo a sus raíces en distintos síndrom es d e carácter. D eb e en ten d erse q u e el análisis factorial n o describe au to m áti­ cam en te los síndrom es d e carácter más im p o rtan tes encontrados en el pueblo. M ás bien, resum e las relaciones en tre las variables. Para poder d elin ear m ejor los diferentes tipos d e individuos (m ás allá de las frecuencias d e las orientaciones d e ca rá cte r), seguire­ mos la co stu m b re d e m uchos analistas factoriales al in terp retar com binaciones d e los diferentes factores.

1*2

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O E l

s ig n if ic a d o

de las

las

c a l if ic a c io n e s

carcas

f a c t o r ia l e s

y

f a c t o r ia l e s

L os factores se d escriben p le n am en te en té rm in o s m atem áticos. Sin em bargo, p ara nu estro s propósitos es su ficien te con decir q u e los factores son nuevas variables q u e resum en las variables califi­ cadas según el cu estionario; el análisis factorial m u e stra cuáles están c e rc an am en te relacionadas e n tre sí.3 E stas relaciones p u ed e n ser positivas o negativas. P o r ejem plo, a u n cu a n d o la prod u ctiv id ad se h alla relacionada p o sitiv am e n te co n el am o r, con la destru c tiv id ad la relación q u e guard a es n egativa. Las significaciones psicológicas d e estas rela­ ciones n o se ex p lican a u to m á tic a m e n te por m e d io del análisis fac­ torial, pero d e b e n te n e r sen tid o según la teoría; luego los factores tien en q u e ser in terp reta d o s. E l análisis factorial q u e llevam os * Cf., para una exposición técnica del análisis factorial, J. P. Guilford Psychometric Methods, 25 ed. (Nueva York: McGraw-Hill, 1954). H. H. Harmon describe la rotación Varimax en su libro Modern Factor Analysis, 2* ed. (Chicago: University of Chicago Press, 1967), pp. 294-300. En términos semitécnicos, podemos decir que se efectuó un análisis fac­ torial de componentes principales en el campo de las variables. Este méto­ do extrae, en primer lugar, un factor que, de acuerdo con los criterios matemáticos, explica en lo posible la variancia de las variables. El residuo, la variancia que el primer factor deja sin explicar, se utiliza para extraer un segundo factor, continuando el proceso hasta que la variancia que queda es tan pequeña que no se puede ya explicar significativamente. En nuestro caso, abandonamos el análisis cuando la suma de los cuadrados de las car­ gas factoriales llegó a ser menor que 1. Estos seis factores, entonces, se rotaron según el criterio de Varimax, método que busca obtener una clari­ dad máxima de los factores por medio de criterios puramente formales. Exis­ ten muchas maneras de rotar los factores componentes principales. Puede optarse por hacer la rotación de tal modo que una determinada variable ten­ ga una carga alta de un factor, rotación que, naturalmente, altera las car­ gas de los demás factores y da lugar a un nuevo factor. Las rotaciones pueden hacerse de conformidad con los requisitos teóricos o bien con el fin de examinar las posibilidades de dimensiones ligeramente diferentes del aná­ lisis de los componentes principales. Dichas rotaciones empíricas pueden producir síndromes que tienen como centro una variable determinada, a la que el investigador considera especialmente significativa, o bien pueden ser un medio para interpretar el “espacio factorial” que permita explorar las posibilidades de diversos síndromes o tipos ideales. Como en efecto ocurrió, el método Varimax produjo factores teóricamen­ te significativos de acuerdo con los criterios matemáticos, de suerte que no fue necesario recurrir a la rotación empírica. La meta de la rotación Varimax es clarificar la estructura factorial empleando la variancia máxima de cada factor a la vez que se mantiene constante su carácter común. Lo que pro­ bablemente logra la rotación Varimax es poner de releive los síndromes de los tipos ideales en los que las variables especialmente fuertes dominan el factor.

E L C A R A C TER D E LOS A LD EA N O S

133

a cabo d io com o resultado seis factores q u e d e hecho p ueden enten d erse te ó ricam en te y q u e resum en los datos en form a im ­ portante.'* N o o b sta n te , sentim os q u e debiéram os hacer h incapié en el h ec h o d e q u e el análisis factorial n o p rueba q u e n uestra calificación es correcta. N o querem os causar la im presión d e q u e el análisis factorial envuelve m ágicam ente nuestra subjetiva califi­ cación d iagnóstica (co n su falibilidad h u m a n a ) en u n a capa d e precisión m a tem átic a al estilo d e las com putadoras. H em o s afirm ad o q u e un factor resum e las variables. E sto se hace en térm in o s d e las correlaciones e n tre las variables origina­ les según las calificam os y el nuevo resum en d e las variables q u e se llam a factor. E stas correlaciones se llam a n cargas (factoriales). C ad a variable o rasgo q u e en tre en el análisis te n d rá una carga positiva, u n a carga negativa, o u n a carga cero sobre cada uno de los factores. U n a variable o rasgo con carga alta (cerca d e =fc .30 e n este caso específico) se considera com o u n elem ento princi­ pal en el factor. Las variables con cargas d e ±: .20 a ±: .30 ta m ­ bién se consideran com o relacionadas en form a significativa pero secundaria al facto r. C u a n d o las cargas tie n e n un nivel d e ± .20 o h asta ± .15 son, estrictam en te h ab lan d o , significativas estadís­ ticam en te, pero m enos im portantes. L a decisión sobre si se les co n ­ sidera o n o im p o rtan tes d ep e n d e en gran p a rte d e su im portancia teórica. U n hallazgo d e grado bajo pero todavía significativo con un a expectación teórica d e alto grado es im p o rta n te y debiera en ­ tend erse ta n co m p letam en te com o sea posible. E sto es d iferente d e u n hallazgo estadístico de grado bajo co m b in ad o con una ex­ p ectación teórica d e grado b ajo q u e n o consideram os im p o rtan te. T o d a s las cargas factoriales aparecen en el cu ad ro 5.8. Así com o cada individuo tie n e u n a calificación en térm inos de cada variable original, así ta m b ié n tie n e u n a calificación (facto ­ rial) en cada factor. E stos conceptos se p u ed e n ilustrar en té rm i­ nos del F a c to r I. E l F actor I tien e cargas positivas q u e incluyen la edad d e m ás d e 20 años y los rasgos d e carácter q u e descri­ b en el aju stam ien to ad u lto a la cu ltu ra cam pesina. Las variables q u e tien en altas cargas negativas en el factor, al tom arse juntas, describen al ado lescente en térm inos d e edad y carácter. E l factor, ento n ces, presen ta síndrom es co n trastan tes definidos p o r sus al­ 4 ¿Por qué hubo sólo seis factores, y no más, ni menos? Cada uno de estos seis factores explicó más la variación que cualquiera de las variables originales, y por lo tanto satisfizo el criterio de la parsimonia científica. Los factores adicionales son posibles, pero explicarían individualmente menos va­ riación que cualquiera de las variables originales.

134

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

tas cargas negativas y positivas: la edad ad u lta en una dirección y la adolescencia en la otra * La figura 5.1 ilustra el concepto de las cargas factoriales y las calificaciones factoriales. Las cargas factoriales determ inan los sín­ drom es co n trastan tes d e la adolescencia y la edad ad u lta. La cali­ ficación factorial del individuo indica q u é lugar ocupa en térm inos d e esas dim ensiones. Si el individuo A tien e u n a calificación alta en el F acto r I, esto significa q u e se pensó q u e tenía los rasgos q u e caracterizan a u n cam pesino m aduro. P or otra parte, si el individuo B m u estra una calificación m uy baja en el F actor I, consideram os q u e tie n e los rasgos característicos del adolescente. Cargas do variables en el Factor I ADOUSCtNCIA -.78

I 1

-.47

narcisismo dominante

i ▼ solteros

'

-.38

0

+ .4 6

+ .6 6

amor condicional

menos da 20 ellos

+ .80

tiene hijos

casados

Calificaciones do los individuos en el Factor 1 •.2.5

(soltaros menoros. do 20 altos, narcisismo I como tipo do relación)

0

1.9 +

(casados, hilos. amor condicional como tipo do relacen)

U na calificación alta en el factor no necesariam ente significa que el individuo tien e todos los rasgos q u e están m uy cargados en el factor. Significa q u e tien e más de ellos q u e aquellos con califi­ caciones más bajas en el factor. P or ejem plo, puede m ostrar al­ gunos pero n o todos los rasgos asociados con la edad ad u lta y aú n así te n er u n a calificación alta en el factor. L a calificación * Matemáticamente, sería tan lógico hacer ya fuera el polo adolescente o el adulto la dirección positiva, pero psicológicamente es natural pensar en el desarrollo de la adolescencia a la edad adulta.

E L C A RA CTER D E LOS ALD EANOS

135

factorial del individuo es una calificación standard, calculada con m étodos m atem áticos, q u e representa el grado en q u e un individuo tien e el p atró n co m pleto de rasgos representados por este factor. L os

SEIS FA CTO RES

E l resultado del análisis factorial efectuado en las 63 variables del carácter, rasgos d e conducta, edad, sexo y estado civil d e todo el grupo d e aldeanos adultos, fueron seis factores. A estos facto­ res les dim os nom bres en térm inos d e las variables m ás im portan­ tes q u e son resum idas por el factor, com o se ve a continuación: F acto r I. A d u lte z versus adolescencia. E ste factor resum e los rasgos q ue están relacionados con la edad de los aldeanos e in­ dica la m an era en q u e cam bia el carácter con el desarrollo d e la juventud a la ed ad adulta. F actor II. Productividad versus im productividad. E ste factor re­ sum e los rasgos q u e están relacionados con la variable d e pro­ ductividad. F acto r I II. Explotatoriedad versus inexplotatoriedad. E ste fac­ to r resum e los rasgos arraigados en u n a orientación explotadora. F actor IV . T ip o s d e asim ilación acum ulativa versus receptivos. E ste factor indica m ás q u e nada q u e todos los aldeanos pueden ser separados en térm inos d e q u e su carácter sea básicam ente re­ ceptivo o acum ulativo. F acto r V . Papel sexual (m asculinidad versus fem inidad). E ste factor resum e aquellas variables q u e están correlacionadas signifi­ cativam ente con el sexo de los aldeanos. F acto r V I. C en trism o m aterno versus centrism o paterno. H e­ mos visto q u e casi todos los aldeanos están por lo m enos m ode­ radam en te fijados a la m adre. E ste factor contrasta la exclusiva fijación en la m a d re con la influencia del padre.

F a cto r I.

A d u l t e z v e r s u s a d o l e s c e n c ia

P or parte d e la edad ad u lta las cargas principales incluyen: estar casado, te n er hijos, am or condicional y u n a tendencia hacia el autoritarism o. E l tradicionalism o es una carga secundaria. P or p arte d e la adolescencia las cargas principales incluyen: ser adolescente (m enos d e 20 a ñ o s), ser soltero y narcisismo. Las cargas secundarias incluyen: fijación a la m adre, sum isión y re­ beldía pasiva.

Cuadro 5.8 C a r g a s r o t a d a s ( V a r im a x ) d e v a r ia b l e s d e c a r á c t e r : E d a d , s e x o y e s t a d o c iv il

Variable

1. Sexo: mase. = + fcm. = — Edad: 13-16 años 17-20 21-30 31-40 41-50 51-60 61-70 Más de 70 Solteros Casados Viudos Separados Unión libre C on hijos Sádico (dom.) Sádico Masoquista (dom.) Masoquista Destructivo (dom.)

2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19. 20.

I Adultez versus Adolescencia

- .0 6 - .4 2 - .3 8 .04 .22 .20 .22 .17 - .0 4 - .7 8 .66 .18 .00 - .0 0 .80 .11 .19 .04 .12 - .0 3

II Producti­ vidad versus Improduc­ tividad - .1 5 - .0 4 + .02 - .0 1 - .0 3 - .0 5 .11 - .0 1 .04 .07 - .0 1 - .1 0 —.00 - .0 1 - .0 3 - .0 8 - .1 5 - .0 5 - .1 0 - .2 1

III Explotatoriedad versus Inexplotatoriedad - .0 5 - .0 5 - .1 0 .03 - .0 8 .10 .09 .03 .04 - .0 0 .01 .08 .00 - .0 6 .04 .18 .22 - .0 7 - .1 2 .22

IV

Acumulativo versus Receptivo

- .2 8 - .0 1 - .0 4 - .1 4 .16 .10 .04 - .0 3 - .1 0 - .0 7 .02 .16 .00 .02 .10 - .0 0 .01 .06 .03 .24

V Masculinidad versus Feminidad .38 .00 .12 .04 - .0 6 - .0 7 - .0 6 .01 - .0 3 .05 .12 - .1 6 .00 - .1 3 - .0 9 .04 .07 - .5 7 - .5 4 - .1 1

VI Centrismo mai. versus Centrismo paterno - .0 2 - .0 4 .06 - .1 7 .08 .14 .02 - .0 3 - .0 3 - .1 3 .14 - .1 2 .00 .09 .10 .22 .08 .03 - .0 6 .12

Variable

21. 22. 23. 24. 25. 26. 27. 28. 29. 30. 31. 32. 33. 34. 35. 36. 37. 38. 39. 40. 41. 42. 43. 44.

Destructivo Narcisista I (doin.) Narcisista I Narcisista II (dom.) Narcisista II Consentidor (dom.) Consentidor Amor cond. (dom.) Amor condicional Cariñoso (dom.) Cariñoso Productividad Creatividad Sin interés Energía Receptivo (dom.) Receptivo Explotador (dom.) Explotador Acumulativo (dom .) Acumulativo Mercantilista (dom.) Mercantil Autoritario (dom.)

I ult AduUcz versus rsu Adolescencia - .0 9 - .4 7 - .3 4 —.02 - .0 2 -.0 1 .13 .45 .46 .01 .01 .17 .07 .00 .17 - .1 3 - .1 2 .00 .01 .14 .14 - .0 4 - .1 6 .28

Producti­ vidad versus Improduc­ tividad - .2 7 —.11 - .1 3 - .0 4 .07 .03 .03 .24 .13 .79 .79 .64 .63 -.2 1 .47 —.13 - .1 5 - .0 4 .03 .12 .04 .04 .11 - .2 2

III Explotatoriedad versus Inexplotatoriedad .29 —.12 - .2 6 .55 .57 .00 - .2 2 - .2 4 - .1 3 .06 .06 .03 .14 .15 .21 - .2 4 - .3 0 .52 .54 - .1 2 -x.15 - .0 5 - .0 4 .60

IV Acumulativo versus Receptivo .24 -.1 1 - .1 3 - .0 8 - .0 4 -.2 1 - .1 9 .12 .12 —.21 - .1 2 .10 .05 .13 .25 - .6 3 - .5 8 .02 .11 .64 .53 .07 - .0 5 - .0 6

V VI Xlasculini- Centrismo dad rnat. versus versus Centrismo Feminidad paterno - .0 5 .37 .42 —.01 - .0 7 -.0 5 .07 .09 .07 - .3 7 - .3 7 .07 .05 -.1 7 .07 .05 .02 .08 .07 —.14 - .1 8 .10 .04 .04

.14 .05 .06 -.1 1 - .1 1 - .0 9 - .2 3 - .1 6 - .1 7 .19 .19 - .1 8 - .0 2 .07 .06 .04 .02 - .0 1 .13 .01 .01 -.2 1 - .2 8 .05

Variable

45. 46. 47. 48. 49. 50. 51. 52. 53. 54. 5 5. 56. 57. 58. 59. 60. 61. 62.

Autoritario Tradicional (doni.) Tradicional Democrático (dom .) Democrático Sumiso (dom.) Sumiso Rebelde (dom.) Rebelde Rebelde pas. (dom.) Rebelde pasivo Revolucionario (dom.) Revolucionario Fijación a la madre Rebelión a la madre Fijación al padre Rebelión al padre Fijación a la madre versus padre 63. Depresión Sumas cuadradas

II Producti­ vidad versus Improduc­ tividad

III V ExplotatoAcumulativo Masculiniriedad dad versus versus versus InexplotatoReceptivo Feminidad riedad

.34 .26 .08 - .2 0 - .0 0 - .2 2 - .1 3 - .0 8 -.0 1 - .1 3 - .2 3 - .0 0 .06 - .2 8 .00 —.15 —.08

- .2 7 .38 .38 .35 .49 —.24 - .1 8 - .1 2 - .1 8 —.07 - .2 4 .00 .16 —.10 - .1 4 - .0 6 - .1 1

.44 -.0 1 - .2 5 .00 - .0 6 - .4 5 - .3 9 .10 .16 - .0 2 .05 - .0 0 .15 - .1 2 .03 -.0 1 .06

- .1 3 .16 .14 .09 - .0 1 - .2 7 - .2 1 .22 .15 .09 .12 - .0 0 - .0 7 - .1 7 .18 - .1 6 .02

- .1 2 .29 .30 .05 .20 - .2 9 - .2 4 .00 - .1 0 - .0 2 - .2 1 .00 -.0 1 - .0 2 -.1 1 - .1 7 —.11

.04 .03 .03 - .1 7 - .2 6 .06 .01 - .1 2 —.09 .10 .14 —.00 .04 .42 - .0 1 - .4 9 .13

.09 .14

- .0 6 - .2 0

- .0 8 .17

.02 .05

.12 - .0 8

.71 .12

3.77

3.81

3.08

2.47

2.13

1.72

I Adultez versus Adolescencia

IV

VI Centrismo mat. versus Centrismo paterno

E L C A R A C TER D E LOS A LD EANOS

139

A l resum ir y polarizar los rasgos asociados con la adolescencia en co n traste con los asociados con el casarse y te n e r una fam ilia, este factor presen ta una descripción d e los rasgos q u e tie n e en com ú n el ad u lto p rom edio versus los rasgos q u e tie n e en com ún el ad o lescen te p rom edio. C o m o se ha observado en general, en nuestro m aterial tam b ién , el narcisism o del adolescente d a paso a u n sentido d e m ayor relación y responsabilidad en la persona casada ad u lta, y la nueva relación e n tre los cónyuges debilita la in ten sid ad del lazo con la m adre. Es d e n o ta r q u e éste es el ú nico d e los seis factores con u n a carga alta d e edad, lo q u e su­ giere q u e los otros elem entos del carácter son m ás o m enos es­ tructurados p o r la adolescencia y q u e no ca m b ian después d u ra n te el curso no rm al d e los sucesos. R especto a esto, se d eb e decir q u e el F acto r I incluye narcisism o I (m ás q u e narcisism o extre­ m o ) y d e aq u í q u e se pueda disolver m ás fácilm ente al asum ir las responsabilidades fam iliares. E l F acto r I n o im plica q u e los adultos “ norm ales" se vuelvan m ás afectuosos q u e los adolescentes. E l am or condicional, según lo calificam os nosotros, im plica cuidado m aterial y afecto, pero con­ dicionado a la obediencia y al respeto por la autoridad tradicio­ nal. H ay tan pocos individuos am orosos e n tre los adolescentes com o en tre los ad u ltos. D e este m odo, la edad ad u lta en el pueblo im plica u n a rela­ ción m ás responsable y la adopción d e ac titu d es autoritarias tra­ dicionales en vez d e la sum isión y rebeldía d e la adolescencia.

F actor II.

P r o d u c t iv id a d v e r s u s im p r o d u c t iv id a d

Las cargas altas relacionadas con la productividad son: am or, crea­ tividad, energía d e em presa, au to rid ad tradicional y m odos de­ m ocráticos d e relación sociopolítica. L a única carga secundaria es el am o r condicional. E n el o tro polo, en relación con la im productividad, no hay cargas de m ás d e — .30. Pero las cargas secundarias d e — .20 a — .30 m u estran q u e la im productividad está relacionada con la depresión, falta d e interés, destructividad, autoritarism o, sum isión y rebeldía pasiva. E n el F acto r II n o hay sorpresas. R evela q u e los aldeanos pro­ ductivos son los q u e tien d en a m ostrar am o r o am or condicio­ nal, a ser creativos y laboriosos, m ientras q u e los aldeanos im ­ productivos son los m ás deprim idos y destructivos, sin interés en

140

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

las actividades del pueblo, en los asuntos culturales o hasta en sus propios hijos. A más d e esto, el factor indica q u e las a c titu ­ des sociopoliticas tienen sus raices en la productividad. Los aldea­ nos productivos com binan las actitudes tradicionales con las de­ m ocráticas. Son los q u e más respetan los derechos y deseos de los dem ás. E n el contexto d e una sociedad tradicional ellos proveen los cim ientos em ocionales para los ideales d e una com u­ nidad en la cual cada uno d e los jefes d e fam ilia participa en el proceso d e to m ar las decisiones. P or contraste, los aldeanos im productivos son individuos autoritarios q u e desprecian a los débiles, q u e tam bién son sumisos a n te el poder, a u n q u e tienden tam bién a ser pasivam ente rebeldes. Factor II PRODUCTIVIDAD productivo

amoroso laborioso creativo democrático

tradicional amor condicional Factor 1 EOAD ADULTA

ADOLESCENCIA

casado con hijo*

edad de 15 a 20

edad de 31 a 60 deprimido

lijado a la madre

autoritario

Indiferente

sumiso rebelde pasivo no Interesado destructivo IMPRODUCTIVIDAD F ic u x a

5 .2

Los adultos im productivos son autoritarios y deprim idos m ien­ tras q u e los adolescentes im productivos están fijados a la m adre,

EL C A R A C T E R D E LOS A LD EA N O S

141

son narcisistas y rebeldes sumisos. E n cam bio los adolescentes y ad ultos m ás productivos son sim ilares en tre sí en cu a n to a ca­ rácter. N o o b stan te, el ad u lto m o d e rad am e n te productivo tiene los rasgos q u e m ejor presentan las norm as culturales del pueblo (ver figura 5 .2 ). E l contraste e n tre los Factores I y I I señala u n a diferencia esencial en tre la m adurez definida por el envejecim iento y ajusta­ m ien to a la sociedad versus la m adurez definida p o r el desarrollo d e los poderes h u m anos únicos del individuo para producir y para am ar. Esperaríam os en contrar estos dos factores diferentes tam ­ bién en otTas sociedades, a u n q u e es probable q u e las variables específicas q u e form an el síndrom e del ajuste-adulto difieran se­ g ún varían las d em andas culturales y las estructuras sociales. E n toda cu ltu ra, el aju ste a las norm as d e la sociedad y a su m odo característico d e au toridad se pu ed e lograr sólo a costa del desarro­ llo ó p tim o d e los poderes hum anos del individuo. A justarse a la sociedad significa som eterse a aceptar las norm as; el aldeano ajus­ tado llega a ser lo q u e se espera q u e sea. Su singularidad, su iden­ tidad personal está sum ergida en la id en tid ad q u e su cultura le h a dado. E l in d ividuo productivo, p o r otra p arte, se vuelve m ás y más individualizado. Sus ideas, com o podem os ver en los ejem ­ plos d e respuestas productivas al cuestionario d el A péndice A, no son clisés culturales sino q u e están basados en su propia experien­ cia y sus poderes d e raciocinio.

F actor

III.

E x p l o t a t o r ie d a d v e r s u s i n e x p l o t a t o r ie d a d

E ste factor fu e u n o d e los q u e nos dio m ás trabajo nom brar. El con traste en tre la explotatoriedad y la inexplotatoriedad parece ser la m ejo r descripción general del factor, a u n q u e u n análisis cuidadoso d e las variables m uestra diferentes clases d e explota­ toriedad y d e inexplotatoriedad. Las cargas principales relativas al m odo explotador incluyen el auto ritarism o y el narcisism o extrem o. Las cargas secundarias in­ cluyen el sadism o y la destructividad. Las cargas principales por parte d e la inexplotatoriedad inclu­ yen la sum isión y la receptividad. Las cargas secundarias incluyen el tradicionalism o, la responsabilidad, el co n sen tim ien to y el n ar­ cisismo I. E stas cargas tien en sentido sólo cuando se les considera en relación con la productividad al com binar los Factores II y III com o se m uestra en la figura 5.3 la cual ayuda a diferenciar las

142

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O Factor II PRODUCTIVIDAD laborioso creativo

amoroso productivo democrático tradicional amoroso condicional

Factor III MEXPIOTATORIEOAO

EXP10TAT0RIE0AD consentido

extremadamente narcisista explotador

deprimido sádico

indiferente

autoritario

receptivo

no Interesado

sumiso

destructivo

IMPRODUCTIVIDAD

F icura 5.3

variaciones m ás positivas y m ás negativas d e los aldeanos explota­ dores y n o explotadores. E l ald ean o im productivo-explotador es au to rita rio y sádico y (o n o ) destructivo. A quellos q u e tienen u n a orientación autoritariacxplotadora sádica o destructiva constituyen ap roxim adam ente del 10 al 15 % d e la población. H em os visto q u e 6 % d e los al­ deanos son en fo rm a d o m in an te sádicos y 5 % son d o m in an te­ m e n te destructivos. E l 16 % d e la población es autoritaria en for­ m a d o m in an te . L a form a en q u e el aldeano autoriario-cxplotador percibe la vida se p u ed e definir com o u n a sensación d e vivir en la selva d o n d e se d eb e co m er a los dem ás para evitar q u e se lo com an. E sta sensación está expresada sim bólicam ente en las respuestas d e estos individuos a la prueba d e R orschach. A m enudo ven im ágenes d e feroces anim ales carnívoros com binadas con figuras débiles destruidas (ver A péndice B ).

E L C A R A C TER D E LOS ALDEANOS

143

La im agen d el m u n d o del autoritario-explotador corresponde a su experiencia, y su percepción d e los m otivos d e los dem ás justifica a n te él su propia explotatoriedad y destructividad. Al m ism o tiem p o , d ad o su carácter, los dem ás le tem en con justa razón y d e este m o d o co n firm an sus creencias. C u a n d o a este sín d ro m e se le a ñ a d e un narcisism o in ten so , describe a u n in d i­ viduo co n u n a ilusión d e poder y grandiosidad, a pesar d e que com o cam pesino p o b re está m ás b ien indefenso y a m erced d e las fuerzas d e la n aturaleza y la sociedad sobre las q u e no tien e contro l. M ás aú n , su narcisism o p u ed e te n e r la función d e evitar q u e se e n fre n te a sus verdaderas m otivaciones y d ejarle creer q u e sus actividades son m otivadas p o r valores conscientes m ás benig­ nos. N o o b sta n te , debem os te n er p resen te q u e en el pueblo cam ­ pesino, com o en la m ayoría d e las sociedades, h asta la g en te más explotadora desea creer q u e su co n d u c ta tie n e la in ten ció n d e b e­ neficiar a los d em ás o q u e a u n en su m ayor destructividad, es sim p lem e n te au to d efen sa. Los padres m ás autoritarios y sádicos en el p u eb lo creen q u e las palizas están dirigidas a “q u itarle lo m alo al n iñ o ” o a m o stra rle la diferencia e n tre el bien y el m al, y se neg arían a sí m ism os y a los dem ás, q u e gozaban co n las palizas, q u e el castigar al n iñ o les hacía sentirse poderosos, m enos deprim idos y m ás satisfechos. L o q u e en c o n tram o s es q u e los individuos m ás au toritarios y explotadores son ta m b ié n los más narcisistas. E l ser au to rita rio n o garantiza el lograr d o m in ar a los dem ás. M uch o s con esta estru c tu ra d e ca rácter se e n c u e n tra n co n sta n te­ m e n te frustrados en sus esfuerzos au to ritario s; esto a m e n u d o lleva a u n a co n d u c ta v io lenta. A quellos h om b res q u e fueron anotados e n u na lista d e individuos violentos, conocidos por sus pleitos con cuchillo o pistola, son explotadores típ ic a m e n te im productivos. E l h o m b re au to ritario -explotador ataca si se s ien te am enazado, si se d esafía su p ro p ia im agen narcisista y d eb e h u m illa r o d estru ir al o tro para m a n te n e r su autorrespeto. Las m ujeres, al igual q u e los hom bres, tien en rasgos d e carác­ te r auto ritario -ex p lo tador. T a les m ujeres aco b ard an a sus m aridos, los ridiculizan cu a n d o m uestran d eb ilid ad y los apocan h asta la desesperación y el alcoholism o (ver c a p ítu lo V I I I ) . P ara las m u ­ jeres u na calificación alta en el F acto r III se correlaciona con la calificación p o r observadores-participantes d e m ujeres q u e se pelean e n tre sí en las calles del pueblo, ya sea con los puños o con pala­ bras, para ver q u ié n p u ed e insultar a la o tra a tal grado q u e se sienta dem asiad o avergonzada o m u d a para co n tin u ar. N o hay

144

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

lím ites para la ferocidad d e estos duelos verbales. Las m ujeres reúnen todos los chism es m alignos q u e pueden en contrar acerca d e las otras m ujeres y sus esposos y fam ilias p ara lanzárselos en­ tre sí públicam en te. E n co n traste con estos sádicos im productivos, la orientación productiva-cxplotadora describe esencialm ente a u n pequeño grupo com o d e diez ho m bres q u e son em presarios m odernos. Son duros, vigorosos e innovadores, los prim eros en com prar tractores que ren tan a otros, los prim eros en utilizar en form a intensiva los nuevos m étodos d e labranza, en re n ta r nuevas tierras para q u e otros las cultiven bajo sus órdenes, los q u e tien en más proba­ bilidades d e convertirse en interm ediarios, haciéndose cargo de este m odo d e u n papel q u e solía pertenecer básicam ente a los em presarios urbanos. La p regunta q u e se presenta es si este g ru p o de explotadores es realm en te p ro ductivo o si el grupo es sencillam ente m ás hábil, intelig en te y laborioso q u e los otros individuos explotadores. D e hecho, estos sujetos a m enudo explotan las debilidades y necesida­ des desesperadas d e los dem ás. A veces venden servicios para aho rrar trab ajo q u e los otros no necesitan ni p ueden solventar. Pagan los salarios m ás bajos q u e les son posibles y con frecuencia cobran más d e lo q u e es justo por sus servicios. P restan dinero con intereses m u y altos. Al contrario del cam pesino tradicional, n o son form ales n i respetan a los dem ás. M ás bien, utilizan a los otros com o objetos d e ganancia personal. E n co n traste con el explotador im productivo estos em presarios, sin em bargo, n o d o m in an sim plem ente p o r la fuerza y la extor­ sión. E l co n cep to d e individuo productivo-explotador im plica a alguien q u e construye algo q u e es u n a respuesta im aginativa a n u e­ vas o portunidades q u e la m ayoría no utiliza. E sto es precisam en­ te lo q u e sucede en la actualidad d o n d e h ay oportunidades de ad o p tar nuevos m étodos y d e usar nueva tecnología agrícola. E n el pueblo tradicional del pasado, tales em presarios p robablem ente hub ieran ten id o m enos posibilidades productivas q u e las q u e exis­ ten hoy en día. E n la sociedad cam biante, en desarrollo, el em presario es el h o m b re nuevo al q u e se pu ed e considerar “ progresista" en el p u e­ blo. Pero él sólo es esto en una d eterm inada perspectiva his­ tórica d e au m en to d e la diferencia de clases en el pueblo y d e la destrucción d e su estructura tradicional. Los em presarios explo­ tadores se en c u en tran en tre los aldeanos m ás enajenados. A pesar d e su éxito m aterial, hem os com probado q u e parecen gozar la

E L C A R A C T E R D E LOS A LD EA N O S

145

vida m enos q u e los dem ás. N o les gustan las fiestas, no les in­ teresa el bien estar d e los otros a m enos q u e les rinda ganancias. E nco n tram o s sólo u n individuo explotador con un rasgo am oroso. L a m ayoría d e estos hom bres tien e u n influjo destructivo en sus hijos, sus esposas y otras gentes en el pueblo. R esum iendo, el sín d ro m e im productivo-cxplotador caracteriza a los hom bres y m ujeres m ás violentos y destructivos. E l síndrom e productivo-explotador caracteriza a los “hom bres nuevos” q u e por su carácter son com o los barones ladrones en pequeño. E n el lado n o explotador del F acto r I II, ta m b ié n se pueden distinguir dos tipos en relación a su productividad: los cam pe­ sinos más productivos, tradicionales y responsables y los im produc­ tivos, pasivos, sum isos y receptivos. Los aldeanos pasivo-receptivos se som eten a la explotación no n ecesariam ente porque sean m a­ soquistas, sino p o rq u e se sienten indefensos y h a n desarrollado una indiferencia p ro tectora hacia la vida. E l aldeano pasivo-sumiso ha perdido la esperanza, en p a rte porque le faltan la independencia y energía para buscarle u n a alternativa a su m odo d e vivir, pero tam b ién p o rq u e esa alternativa le p u ed e ser casi im posible de encontrar. E l cam p esin o productivo-no-cxplotador es tradicional y respon­ sable. A la m ayoría d e los aldeanos más productivos tradicionalesno-explotadorcs los caracteriza la orientación acum ulativa. Para dichos individuos, los valores tradicionales chocan ahora con aque­ llos in h eren tes a la nueva econom ía basada en el dinero, y están dispuestos a seguir a los nuevos em presarios a b a n d o n an d o m uchas d e sus form as tradicionales, com o las costosas fiestas, para obte­ n e r u na m ayor g an ancia y m odernización (ver ca p ítu lo V I). (D ebe señalarse q u e esta a c titu d , au n q u e es eco n ó m icam en te ú til, con­ tribuye a la d estrucción final d e lo q u e q ueda d e los valores tradicionales del cam pesino q ue, en este caso, n o es dem asiado.) A este respecto vem os q u e el análisis factorial sugiere q u e al­ gunos d e los rasgos q u e calificam os deben in terp reta rse d e form a d istin ta según el síndrom e en el q u e se enc u en tren . E sto se p u e­ de d educir por ejem plo, d e las cargas en los diferentes factores de narcisism o I, au to rita rism o y sum isión. E l análisis factorial indica q u e nuestra calificación del narcisis­ m o I com o indiferencia no distinguía en tre u n narcisism o adoles­ ce n te “ n o rm a l” y u n a indiferencia m ás p ro fu n d a q u e no se d i­ suelve n o rm a lm e n te con el m atrim onio. H ay q u e to m ar en cuen­ ta dos posibilidades q u e n o son m u tu a m e n te excluyentcs. U na es q u e tenem os razón al expresar el narcisism o m e d ian te grados,

146

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

y q u e lo q u e llam am os narcisism o I incluye u n a gam a d e grados. P o r ejem plo, si concebim os una escala d e 0 (ausencia d e narcisis­ m o) a 100 (narcisism o p sicó tico ), lo q u e llam am os narcisism o I pod ría incluir el rango de, digam os, 20 a 60. La o tra posibilidad es q u e el narcisism o asociado con la sum isión y la receptividad (F acto r I I I ) n o es, d e hecho, indiferencia narcisista sino falta de interés b asada en la desesperanza d e los individuos q u e h an sido aplastados y q u e n o p u ed e n esperar n ada d e la vida e n el futuro. E l au to ritarism o tie n e elevadas cargas en los F actores I, I I y II I . E n los F acto res II y III, el au to rita rism o está arraigado en el carácter sádico. E sto encaja con la form ulación teórica de F ro m m (1941) d el au to rita rio com o u n ind iv id u o sádico, explota­ d o r q u e m anifiesta estos rasgos d e ca rácter en la esfera sociopolítica ta n to com o en sus relaciones fam iliares ín tim a s. Sin em bar­ go, el F acto r I describe a u n ald ean o a d u lto responsable, bien ajustad o , razo n a b lem en te sano q u e g e n e ra lm e n te no es explotador o sádico. A q u í m anejam os u n a clase d ife re n te d e autoritarism o q u e tie n e q u e ver con la aceptación d e u n a estructura social jerárquica, con el conservadurism o y con u n a fu erte reacción a la desviación del s ta tu qu o . A u n q u e te ó ricam en te distinguim os en ­ tre el au to rita rism o sadom asoquista y el “ tradicional”, el an á li­ sis factorial m u estra q u e esta diferencia teórica n o qu ed ó m u y clara. E n c o n tram o s q u e un tipo d e a c titu d tradicional es au to ri­ taria en el sen tid o d e q u e apoya una estru c tu ra jerárquica, m ien ­ tras q u e o tro tip o d e tradicionalism o se com bina con u n a a c titu d d em o crática. A m bas actitudes sociopolíticas son d istin tas del a u to ­ ritarism o sádico y explotador. La a c titu d dem ocrática tradicional se acerca al co n c ep to d e “au to rid ad racional" q u e F ro m m (1947) ha distin g u id o d e la “au to rid ad irracional” autoritaria-sádica. L a sum isión, ta m b ié n , tie n e un significado d ife ren te en cu a n to a la dep en d en cia del ad o lescen te (F a c to r I ) , al m asoquism o (F a c ­ tores II y V ) y la receptividad (F acto res I I I y I V ) . H em os visto q u e 79 % d e los aldeanos calificaron com o sum isos. T a l ac­ titu d p rev alen te p u e d e considerarse v irtu a lm e n te com o u n p atró n cultu ral, p ero parecen h ab e r diferentes grados d e sum isión de acuerd o al sistem a to ta l del carácter en el q u e se en c u en tra la sum isión. L a su m isión m ás p ro fu n d am en te asentada y probable­ m e n te la m ás difícil d e cam biar, es aquella conectada con el m a­ soquism o. E n cam bio, para los adolescentes u n a cierta sum isión com b in ad a co n rebeldía es parte d e su dep en d en cia d e los pa­ dres, y n o rm a lm e n te se debilita cu a n d o el ind iv id u o se casa y tien e hijos.

E L C A R A C T E R D E LO S A L D E A N O S

147

E n la tercera form a del carácter receptivo, el significado de su­ misión es tam bién algo distinto. Es el resultado ta n to d e la orien­ tación receptiva com o de la desesperanza del cam pesino receptivo debido a su experiencia de ser aplastado por la vida. Es posible q u e esta ac titu d sum isa pudiera cam biar si las condiciones socio­ económicas d e la vida proveyeran un fu tu ro m ejor y alentaran la esperanza y la iniciativa. Estos tres tipos d e carácter sumiso —arraigados en el masoquis­ mo, la dependencia adolescente y la receptividad pasiva— son todos diferentes d e la conducta sum isa q u e hasta muchos de los aldeanos más independientes m anifiestan a n te las autoridades po­ derosas. Para estos individuos la sum isión es sim plem ente una táctica para arreglárselas en la vida, para agradar a la gente po­ derosa y peligrosa y evitar su ira o asegurar sus favores (las diferen­ tes raíces d e la sum isión en los aldeanos aparecen resumidas en la figura 5.4). CONDUCTA:

CARACTER:

idealización del poder

F actor IV .

improductivoreceptivo

fijación al padre en la adolescencia

productivoacumulativo tradicional

dependencia pasiva desesperanzada

dependencia normal

estratega para agradar

M o d o d e a s im il a c ió n a c u m u l a t iv o VERSUS R E C E PT IV O

El contraste en tre las orientaciones acum ulativa y receptiva que son las cargas principales d e este factor es un elem ento clave para com prender el carácter d e esta población cam pesina y quizá el

148

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

carácter cam pesino en general. H em os visto q u e 86 % d e los al­ deanos son o acum ulativos o receptivos en su m odo d om inante de asim ilación (v er cuadro 5.1). E n cam bio, sólo 1 0 % d e los aldeanos son explotadores dom inantes. La orientación acum ulativa es la única carga principal en un lado del factor. l a s cargas secundarias d e este lado incluyen: energía, rebeldía activa, destructividad y el sexo fem enino. Las cargas secundarias tam bién indican q u e el m odo acum ulativo está relacionado con la independencia de los padres, la rebeldía con la m adre y la orien tación tradicional hacia la autoridad. La orientación receptiva es la única carga principal en el otro lado del factor. Las cargas secundarias relacionadas con la recep­ tividad incluyen sum isión, consentim iento y dependencia d e los padres. U n a carga secundaria tam bién indica q u e la orientación receptiva positiva tien d e a ser m ás afectuosa q u e la orientación acum ulativa positiva. A lgunas razones d e por q u é las m ujeres son m ás acum ulativas y los hom bres m ás receptivos se estudiarán en el capítulo V II. Para com prender las otras cargas, se d eb e analizar el F actor IV en relación al F acto r II. C u an d o se hace esto, com o en la figura 5.5, podem os d iferenciar los aspectos negativos y positivos de las orientaciones acu m ulativa y receptiva. A quellos con o rientación acum ulativa positiva tienden a ser los m ás in d ependientes, laboriosos y tradicionales en tre los aldeanos. E studiarem os p o r q u é es así al final d e este capítulo. T eórica­ m e n te esperaríam os q u e el carácter acum ulativo fuera más in d e­ p en d ien te y a u tó n o m o q u e el carácter receptivo por las razones que se señalaron en el capítulo IV . Los aldeanos d e carácter acum ulativo negativo tienden a encajar en el concepto de F reud d e sadism o anal. Su rebeldía describe la obstinación q u e F reud (1908) adscribió al carácter anal. Su tendencia a la destructivi­ dad tam bién concuerda con la teoría d e F ro m m (1964) d e la destructividad necrófila arraigada en una orientación acum ulativa regresiva en extrem o. Según la teoría del carácter descrita en el ca p ítu lo IV , los in­ dividuos con u n a orientación receptiva positiva tien d en a ser respon­ sivos, sensibles y tiernos. Se aviene a esta teoría el q u e los al­ deanos m ás productivos-receptivos se inclinan a te n er por lo m e­ nos u n rasgo am oroso secundario. Los aldeanos m oderadam ente productivos-receptivos tienden a ser consentidores; ceden para re­ cibir afecto. A dem ás, tienden a d ep en d er ta n to de sus m adres com o d e sus padres.

E L C A R A C TER D E LOS ALD EANOS

149

P or contraste, el carácter negativo receptivo encaja en la con­ cepción “clásica” psicoanalitica del individuo receptivo, sumiso, con fijación m aterna. Consideram os teóricam ente significativo que un individuo receptivo tienda a ser más productivo si es depen­ dien te del padre, m ientras que es más probable que la extrem a F*ctara p la n te a r esta p reg u n ta: ¿C uáles son las influencias decisivas q u e h a n form ado estos diversos tipos d e carácter? H em o s d istin g u id o tres tipos principales: prim ero, el carácter im productivo-receptivo, q u e es el m ás frecuente; segundo, el ca­ rácter p ro ductivo-acum ulativo; y tercero, el carácter explotador (que está co m p u esto d e dos tipos m ás reducidos en núm ero, el productivo-explotador y el im productivo-explotador). Al resum ir los ti­ pos principales, hem os dejado d e lado algunas diferencias im por­ ta n tes e n tre el h o m b re y la m ujer, las q u e se analizarán en el ca p ítu lo V I I . 1. E l carácter im productivo-receptivo La o rien tació n im productiva-receptiva tie n e sus raíces en la his­ toria d e la estru ctu ra feudal d e la sociedad m exicana com o u n todo. A u n an tes d e la C onquista, la sociedad azteca estaba or­ ganizada bajo u n sistem a feudal. D espués d e la C o n q u ista , se organizó el sistem a d e las haciendas según lo q u e se podría llam ar un sistem a feu d al m odificado en el cual los peones eran asignados a sus puestos d e p o r vida, dep en d ien tes p o r com pleto d e sus am os, sin posibilidad d e cam biar ni d e im agin ar cam bio alguno en su posición. L o q u e hacía “sem ifeudales” a las haciendas era el hech o d e q u e el peón no tenía derecho a lg u n o y q u e el d u eñ o d e la hacienda, a diferencia del am o m edieval, no tenía obligaciones. N o o b stan te, existen elem entos sociopsicológicos claves del siste­ m a feudal q u e caracterizan a la estru ctu ra sociopolítica d e M éxi­ co d e arriba a ab ajo. La estructura feudal im plica q u e el indivi­

152

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

d ú o d e cu alq u ier nivel social d e p e n d e d e u n superior en el si­ g u ie n te nivel y q u e hay u n a jerarquía d e dependencias d e abajo a arriba- L a seguridad y el progreso individual no se ganan ori­ g in a lm e n te so b re la base d e los logros y la com petencia, com o en u na sociedad m oderna, sino m ás bien sobre la base d e u n a le altad ab so lu ta al superior a cam bio d e la esperanza d e que el superior le h ará favores al individuo y lo protegerá. E n efec­ to, el in ferio r e n la sociedad m exicana no considera lo q u e re­ cibe com o algo a lo q u e tie n e derecho sino m ás bien com o favores o generosidad d e p a rte d e su superior. H em os observado en los días d e p ag o e n la aldea q u e los hom bres receptivos q u e trabajan com o jornaleros llegan som brero en m a n o a m endigar, por así d e­ cirlo, el salario q u e h a n ganado. E n u n sistem a feudal, el infe­ rior tien d e a m irar a su patrón superior com o el único q u e le puede d ar o q u itar, q u e lo alim enta o lo m a n tie n e. U n o d e los esfuerzos principales del in ferior es ganarse el favor del p atró n agradándolo. E sto refuerza la o rientación receptiva q u e encontram os no sólo en tre los ald ean o s sino en todo M éxico. E l burgués m exicano ad o p ta la m ism a ac titu d hacia el funcionario g u bernam ental q u e está arrib a d e él, y así h asta llegar al P residente. La esperanza siem p re es q u e los d e arriba p u ed e n beneficiarnos, y la energía se dedica n o ta n to a los propios proyectos com o a tra ta r d e m ani­ pular al superior. Pero sería erróneo pensar q u e esta a c titu d receptiva del cam ­ pesino o del b urgués es solam ente u n a a c titu d calculadora y fría. T a m b ié n tie n e to n alidades afectivas, y a m e n u d o im plica un ca­ lor g en u in o . D ebiera señalarse q u e la diferencia en tre la sociedad indu strial m o d ern a y la sociedad sem ifcudal tien e repercusiones im p o rtan tes e n la form ación d e los rasgos d e personalidad. E n una sociedad in d u strial el éxito d e p e n d e básicam ente d e los lo ­ gros y la com p eten cia, la sim patía es sólo u n factor secundario. E n la sociedad sem ifeudal, el ser sim pático o com placer a la au to ­ ridad es u n facto r im p o rtan te para te n e r éxito y hasta para con­ tin u a r en el m ism o status, m ientras q u e los logros y la com peten­ cia son secundarios. Así tenem os q u e en u n a sociedad industrial m o d ern a la am istad general es im p o rta n te pero no siem pre nece­ saria p ara conservar el trabajo y m ejorar, siem pre y cuando se d e­ m u e stre co m p eten cia; una cierta ca n tid ad d e am istad indiferente es g en e ra lm e n te su ficiente para evitar to d a p u g n a con el jefe. E n la sociedad sem ifeudal, se necesita conocer m uy bien a la otra perso n a para lograr q u e se in clin e a favor nuestro. E sto no sig­ nifica m e ram en te q u e se pu ed e ad u lar al p atró n , pues le p uede m o­

E L CA R A C TER D E LO S ALD EANOS

153

lestar la adulación obvia; más bien, se deben conocer ta n bien sus m ás ligeras reacciones y rasgos de personalidad q u e se pueda decir y hacer precisam en te lo que, to m an d o en cuenta su personalidad, cree u na im presión favorable. C om o consecuencia secundaria, se encu en tra ta n to en el cam pesino m exicano com o en el m iem bro de la clase m edia, un grado extraordinario d e tacto y sensibilidad a n te la com unicación no verbal q u e rara vez existe en u n a so­ ciedad in d u strial. D ad a su estru ctu ra casi feudal, es lógico esperar q u e los cam ­ pesinos del ú ltim o lugar de la jerarquía sean individuos rcceptivo-sumisos. La especial estructura m exicana tien e tam bién otro elem ento clave q u e es decisivo en la form ación del carácter receptivo: la fijación m a tern a. La fijación a la m a d re es p a rte del carácter social, ta n to q u e podem os considerar al pueblo (y la m eseta cen­ tral d e M éxico) com o una sociedad ap a re n tem en te patriarcal o centrad a en el p ad re pero q u e d e h echo está cm ocionalm enté cen­ trad a en la m adre. Se necesitan algunas aseveraciones teóricas generales para po d er aclarar este p u n to . Principiarem os con la suposición d e q u e h ay sociedades e individuos centrados en el pa­ d re y otros en la m adre. E l decir ce n trad o en el padre o en la m adre significa q u e el principal vínculo em ocional es con el p ad re o con la m adre. D e n ­ tro d e la personalidad centrada en el p ad re o en la m adre, hay diferencias d e grado significativo q u e van desde u n lazo em ocional con u n o d e los padres q u e excluye al otro, hasta el vínculo con u n o d e los padres q u e coexiste con o tro vínculo con el otro p adre, a u n q u e m ás débil. D esde el p u n to d e vista dinám ico, este lazo n o tie n e q u e ser positivo; un n iñ o está tan atad o a su m adre ta n to si su apego a ella es extrem o com o si su ac titu d hacia ella es d e od io y rebeldía. Lo m ism o, por supuesto, tam bién vale para el vínculo al padre. E sta distinción en tre los individuos y las cu ltu ras centradas en el p ad re y en la m adre se ob tien e del m aterial clínico observado en la terapia psicoanalítica, al igual q u e del estudio d e las culturas. N os causó sum a im presión la obra de B achofen sobre los estudios m atriarcales y patriarcales. A u n q u e sus hipótesis n o son correctas en lo q u e se refiere al plan evolu­ tivo exacto y a su universalidad, no se p u ed e eludir el hecho de q u e no sólo los d atos antropológicos, sino especialm ente el a n á ­ lisis crítico del m ito, dem uestran q u e la idea fundam ental de B achofen y M organ d e distinguir e n tre las sociedades regidas por las m adres y el p rincipio m aternal (sociedades m atriarcales) y las

154

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

sociedades regidas por los padres y el principio paternal (socieda­ des patriarcales) es correcta.* Ser conscientes del hecho de que la mayoría de los antropólo­ gos n o creen en el análisis de B achofen, en realidad apenas si lo tom an en serio, n o altera nuestra convicción. N uestro concepto d e las sociedades y personalidades “centradas en la m adre” y “cen­ tradas en el pad re” debiera facilitar la superación de las dificul­ tades para acep tar la cuestión principal. Si hablam os de sistemas centrados en la m adre y en el padre, podem os d ejar fuera el discutible problem a de la dom inación so­ cial y política según está supuesto en el concepto de m atriarcado y patriarcado ( gobierno del padre y la m a d re). A ún más, el con­ cepto d e sistem as centrados en el padre o la m adre tiene la ven­ taja d e q u e p u ed e dem ostrarse con a b u n d a n te m aterial clínico, según creemos, tam bién en relación al carácter social. D ebem os explicar lo que se quiere decir con los principios pa­ ternales y m aternales a los que nos acabam os de referir. Básica­ m en te estos son los principios establecidos por Bachofcn, algo m ás desarrollados con nuestros datos clínicos y sociales. E n resu­ m en, el principio m aterno es el am or incondicional, la abnegación, la igualdad natu ral de los niños, la prevalencia de la ley natural por encim a de la ley hecha por el hom bre y d e grupos n atu ­ rales com o la fam ilia o la tribu por encim a de los grupos hechos por el h om bre com o el Estado. E l am o r d e la m adre es incondicional. Ésta es una necesidad biológica, puesto q u e su interés y su am or no pueden depender • Quizás estaríamos menos dispuestos a sostener estas convicciones en un asunto antropológico en el cual los antropólogos son obviamente más com­ petentes que nosotros de no ser por que estamos profundamente impresio­ nados por la tremenda inclinación emocional que existe respecto a este pun­ to. Parece ser que hasta en una forma relativamente moderada de pa­ triarcado, como lo es la de Estados Unidos, los hombres y mujeres encuen­ tran muy difícil creer que el papel de los sexos pudiera ser exactamente lo opuesto a lo que la sociedad patriarcal supone como natural. Consciente­ mente, por supuesto, no hay prejuicio, pero como todos los prejuicios, la reacción inconsciente es bastante diferente de la consciente. Uno de los ejem­ plos más drásticos de la fuerza de esa inclinación se puede ver en la teoría de Freud sobre la mujer. Toda su idea de que libido es masculina y de que la mitad de la ra/a humana es una edición mutilada de la otra, es absurda, y este absurdo sólo se puede entender si uno toma en consideración la fucr/a de la inclinación patriarcal de Freud (cf. la discusión sobre este punto en E. Fromm: La misión de Sigmund Freud, México: Fondo de Cultura Económica, 1960). El prejuicio patriarcal de Freud aparece tam­ bién en otro punto. A causa de la devaluación de la mujer, Freud no vio

E L C A R A C TER D E LOS ALD EANOS

155

d e q u e el b ebé la com plazca. P or q u e este am or es incondicio­ nal, tam poco p u ed e controlarse o adquirirse; su ausencia produce una sensación d e estar perdido y d e desesperación total puesto q ue la m adre am a a sus hijos porque son sus hijos, y no porque sean buenos, obedientes, o satisfagan sus deseos y órdenes; el am or d e la m ad re se basa en la igualdad.7 E l principio p aterno se basa en el am or condicional, q u e de­ pen d e d e la obediencia y del com portam iento, del pensam iento abstracto, la estructura jerárquica, la justicia, la ley y el orden. La naturaleza del am or paterno consiste en q u e plantea exi­ gencias, establece principios y leyes y q u e su am or por el hijo d epende d e la obediencia d e éste a sus exigencias. Prefiere al hijo q u e m ás se le parece, al q u e es m ás obediente y al q u e está m ejor capacitado para ser su sucesor, com o heredero d e todas sus posesiones. C o m o consecuencia, la sociedad patriarcal es jerárqui­ ca; la igualdad d e los herm anos cede a n te la com petencia y la lucha m u tu a. C o m o resultado, el am or paterno puede conquistarse haciendo lo q u e el pad re quiere, a diferencia del am or m aterno q u e no se obtiene con nada, puesto que está ahí. E l lactante, en verdad, es am ado por su m adre no porque la com plazca, sino porque es su hijo, y esta experiencia d e am or incondicional tiene un carác­ ter eufórico q u e perm anece com o un anhelo profundo, que casi no se puede erradicar de la m ente. Si se pierde el am or del pa­ dre 110 es u na tragedia tan grave, porque se puede recuperar, pero el hecho de un vínculo primario del nirto y de la ñifla a la madre hasta diez artos antes de su muerte. Aunque es abrumadora la evidencia de un lazo nogenital profundo e intenso (en lenguaje freudiano "preedípico” ) con la madre; prácticamente todos los otros analistas siguieron a Freud en este error (cf. el excelente trabajo de John Bowlby, "The Nature of the Child's tic to his Mother”, T h e International Journal o f Psychoaitalysis, 34, 1958, pp. 350-73). A causa de este error en la evaluación del papel primario de la madre, el valioso trabajo de ). J. Bachofen fue casi totalmente ignorado por los psicoanalistas. Desde principios de los artos 30 Fromm ha sertalado el trabajo de Bachofen como una gran contribución para la comprensión del papel primario del lazo del nirto con la madre. El trabajo de Bachofen se tradujo parcialmente por primera vez al inglés en 1967 como M y th , Religión and M o th e r R ig th (Princeton: Princeton University Press, 1967). Los pri­ meros trabajos de Fromm sobre la importancia social y psicológica del "de­ recho materno” (1934) y sobre el complejo de Edipo y el mito de Edipo (1954) se han vuelto a publicar en L a crisis del psicoanálisis (Buenos Aires: Paidós. 1971). * Cf. Fromm (1956).

156

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

tam bién le falta el carácter eufórico del am or m aterno porque siem pre es condicional y es más b ien una recom pensa q u e un privilegio.8 Los principios centrados en la m a d re y el padre, se m anifies­ tan respectivam ente, en la vida fam iliar y en la vida religiosa. E n una estru ctu ra fam iliar centrada en la m adre, la ligazón es m ás o m enos exclusiva de la m adre. E lla es tam bién quien dom ina a la fam ilia, a u n q u e las apariencias m uestren una fachada de cen­ trism o en el padre. E n la religión el papel d e la V irgen junto con la del N iñ o Jesús es relativam ente acentuado respecto del papel relativ am en te inacentuado d e D ios P adre y C risto el h o m ­ b re a d u lto . H ay q u e señalar, sin em bargo, q u e existen culturas centradas en el padre relativam ente enteras com o las de A lem a­ nia y el sur d e Italia (au n q u e aq u í con rasgos m atem os ac en tu a­ dos m ezclados co n el sistem a p atriarca l), m ientras que hay otras sociedades en las cuales el sistem a d e centrism o paterno existe pero es m in a d o por fuertes elem entos centrados en la m adre en ve z de estar m ezclado con ellos. E l m ezclar los dos elem entos im plicaría estabilidad; si el p rin ­ cipio m atriarcal y el patriarcal estuvieran unidos la abnegación y la justicia, el ord en y la igualdad, la em oción y el intelecto, la ley n atu ral y la hecha por el hom bre, dejarían d e ser contrarios, polos m u tu a m e n te cxcluyentes. A doptarían cualidades q u e perm i­ ten a cada polo m ezclarse con su contrario. Pero si los dos se separan cada lado cam bia; la abnegación se vuelve consentim ien­ to, la justicia dureza, el orden inercia, la igualdad igualación, la 8 La religión cristiana y la judía fueron ambas esencialmente patriarcales, aunque en la forma católica romana del cristianismo los elementos matriar­ cales se manifiestan mucho más en la figura de la Virgen y de la madre Iglesia. El Protestantismo de Lutcro, aunque llegó a ser la base para el tipo más patriarcal de religión en Europa Septentrional, en su forma original fue un retorno al deseo del amor incondicional de la madre, el cual no se puede obtener ni necesita obtenerse con buenas obras. Paradójicamente, el concep­ to católico romano que Lutcro atacó, estaba arraigado, hasta cierto grado, más en el concepto patriarcal del amor por su interés en las buenas obras como factor contribuyente a la gracia de Dios. Lutero, por otra parte, no quería saber nada de este “factor contribuyente”; lo que le interesaba era el amor incondicional sin la contaminación de la necesidad del hombre de merecerlo o de probar nada. Sin embargo, en el desarrollo posterior el pro­ testantismo se volvió más y más patriarcal y el catolicismo romano conser­ vó la mezcla entre los principios patriarcales y matriarcales. Se puede su­ poner que es precisamente a esta mezcla a la que el catolicismo debe su gran atractivo, porque sintetiza dos principios y satisface dos deseos básicos en los corazones.

EL C A R A C TER D E LOS ALD EANOS

157

em oción necedad, el intelecto abstracción, la ley n atu ral anarquía y la ley hech a p o r el hom bre regla autócrata. E n M éxico encontram os q u e el principio p atern o está m inado y en guerra con el principio m atern o . Es, en apariencia, una estricta sociedad centrada en el padre. P o r ley y co stu m b re el ho m b re gobierna; a las m ujeres se las ve com o inferiores y más débiles. P ero tam b ién es evidente q u e entretejido con esta es­ tru ctu ra partiarcal existe un sistem a m atriarcal. Se m anifiesta de diferentes form as; antes q u e nada, en el sistem a fam iliar la liga­ zón principal, se establece, sin q u e im p o rte la edad del individuo, con la m adre. C o m o m uestran nuestros datos, hay diferencias en el grado d e ligazón pero hay relativam ente pocos casos en los q u e u n h ijo o u n a hija esté más atad o al padre q u e a la m adre. La m ayoría está más atada a la m adre. O fen d er o lastim ar a la m ad re es quizá el crim en más real y severo, a u n q u e no en tér­ m inos legales ni en cu a n to a lo q u e los aldeanos co nscientem ente piensen del crim en. E l p redom inio del elem ento m aternal tam bién se p uede ver en la estru ctu ra religiosa del catolicism o rom ano m exicano. M ientras q u e su teología es, por supuesto, igual a la d e la Iglesia en general, se acen tú a y hace hincapié con fuerza el lado m atriarcal. El m u n d o religioso está regido por la V irgen, la m adre m isericordio­ sa to d a ayuda y to d a perdón, m ientras q u e D ios y h asta C risto m artirizado to m an el segundo lugar en los sentim ientos d e la gen­ te. N o es exagerado decir q u e para el cam pesino m exicano la V ir­ gen d e G u ad alu p e (y m uchas otras V írgenes d e im portancia lo­ cal) está en el cen tro de la creencia religiosa. H asta aq u í, hem os descrito una m ezcla en tre los elem entos del centrism o en la m adre y en el p ad re en la estructura m exicana, q u e se asem ejan en m uchas form as a la estructura religiosa del sur d e Italia; el caso italiano refleja u n a síntesis constructiva ca­ racterística d e la religión católica romana.® Sin em bargo, el sistem a patriarcal en M éxico no está produc­ tiv am e n te sin tetizado con elem entos m atriarcales; es en sí débil 0 La religión católica, aparte de su obvio principio patriarcal (jerarquía, dominio masculino, deber, etc.), ha incorporado el principio matriarcal en la idea de la Madre Iglesia, en el papel de la Virgen Madre, y en el sacerdote célibe que puede funcionar como padre tanto como madre. (Esto es verdad especialmente en la imagen del Papa como un padre justo y una madre justa que todo perdona.) En la religión judía el elemento materno es menos obvio pero discemiblc. El protestantismo parece ser la forma más patriarcal del cristianismo.

158

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

y m uestra sín to m as d e desintegración. M uchos m exicanos se sien­ ten inseguros, tem erosos d e sus m ujeres, y en vez d e llevar las riendas d ep e n d en d e sus esposas. E sto resultó especialm ente cier­ to en los ho m b res receptivos, según verem os en los capítulos V I I y V III. L a ineficacia m asculina ta m b ié n se observa en los m u ­ chos casos d e ho m bres q u e ab a n d o n an a sus fam ilias, an d a n d o d e a q u í para allá o em borrachándose, o haciendo am bas cosas. Al contrario, la m a d re m exicana cuida a sus hijos con toda respon­ sabilidad y realism o, casi nunca b ebe o se p erm ite cosas q u e p u ­ dieran in terferir con sus obligaciones. D e todos m odos parece correcto decir q u e el pueblo presenta una fachada patriarcal gran parte d e la cual, sin em bargo, está m in ad a p o r elem entos m atriarcales. T a l situación com o verem os en capítulos posteriores, causa m ucho antagonism o en tre los se­ xos y tien e consecuencias sociales y económ icas im portantes. C u a n ­ do los principios patriarcales y los m atriarcales chocan en vez d e mezclarse, se p u ed e esperar q u e la b atalla e n tre los sexos se in ­ tensifique; nuestros datos m uestran q u e esto es cierto, lo cual no excluye el h ech o d e q u e tam bién se p u ed e n encontrar elem entos positivos q u e son el resultado d e la m ezcla de los dos p rin ­ cipios. La in terrclació n en tre el sistem a d e haciendas, el principio m a­ triarcal y la form ación del carácter receptivo en el presente se p u ed e rastrear h istóricam ente en M éxico hasta la C onquista Es­ pañola. Los españoles destruyeron la sociedad patriarcal azteca, y al hacerlo, dejaron a los indios, especialm ente en las hacien­ das, im p o ten tes para defender a sus m ujeres. Los conquistadores españoles to m aro n a las indias com o esposas o concubinas, y los hijos d e esta u n ió n fueron los m estizos. C o m o peón dep e n d ien te en la hacien d a, al m estizo le faltaba au toridad patriarcal verdade­ ra, y los am os d e las haciendas se apropiaron sus m ujeres a vo­ lu n tad . N o nos referim os al hecho d e q u e el peón no hubiera logrado d efen d er a sus m ujeres, si lo hubiera in ten ta d o sino a q u e estaba en u n a posición d e tal im potencia q u e no podía n i si­ quiera atreverse a levantar la m ano co n tra los am os españoles y los hacendados. Bajo tal im potencia cualquier h o m b re resulta afectad o p ro fu n d am en te. L e com unica u n a sensación d e castra­ ción, d e falta d e hom bría y pro fu n d a vergüenza. E s claro, q u e un sistem a patriarcal se derrum ba si sus hom bres se ven afectados total o p arcialm en te por este tip o d e im potencia, no en el sen­ tid o fisiológico d e n o funcionar sexualm ente, sino im potencia en el sentido m ás extenso del papel m asculino tradicional, es decir,

E L C A RA CTER D E LO S ALD EANOS

159

q ue el m acho no es capaz de defender a sus m ujeres. T al co n ­ dicionam iento hace que el hom bre se sienta hum illado, te ndiendo a volverse sum iso an te las m ujeres, porqu e tem e su desprecio. Es im probable q u e los hijos acepten las pretensiones patriarcales del padre; más bien , retienen su vínculo prim ario con la m adre. E n u na situación d o n d e los hom bres se h an sentido im potentes para llen ar el papel del m acho, se refuerza la im agen de la m adre com o la única persona q ue am a incondicionalm ente y la q u e siem pre dará la sensación d e ser poderosa, por lo m enos m ientras el hijo c o n tin ú e siendo em ocionalm ente un niño. E n teoría esperaríam os q u e la orientación receptiva-sum isa en los hom bres desem bocaría en un potencial sádico fuerte a u n q u e gen eralm en te reprim ido, que los hom bres sentirían que la masculinidad d estruida se podría solucionar sólo si ellos pudieran dem os­ trar q u e podían m atar, que podían usar arm as, que podían des­ truir.10 E sto podría explicar una causa para la cualidad extrem a­ d am en te violenta y sedienta d e sangre de las guerras civiles m exi­ canas. La revolución en M orelos, encabezada por E m iliano Z apa­ ta, al principio fue una lucha lim itada d e los cam pesinos terrate­ nientes libres para retener su propiedad contra ías haciendas en desarrollo. C o m o escribe W o m ack (1 9 6 9 ), en 1911 Z apata y sus jefes rara vez reclu taban peones “los cuales de todos m odos p re­ ferían su seguridad garantizada, y en nin g ú n lado evidente exci­ taron a estos peones dependientes a levantarse y apoderarse d e las plantaciones en las que trab ajab an ” , (p. 87.) Sin em bargo, una vez q u e las haciendas fueron destruidas, los expeones entraron en la guerra literalm ente con una sed d e venganza y sangre. Se creería q u e puesto que la seguridad del peón receptivo radica en q u e se le alim en te, se deprim iría o se pondría furioso sólo cuando se cortara su fu en te d e abastecim iento. E ntonces una vez q u e h u b o perdido su seguridad y el m iedo a sus amos, el potencial para el sadism o q u edó libre y se volvió violento y vengativo. E n los capítulos que siguen verem os q u e en la actualidad los aldeanos receptivos son aquellos a los q u e más les falta el p rin ­ cipio patern o . Son los aldeanos q u e tienen m ás probabilidades de caer en las relaciones d e dependencia d e tip o feudal; y es proba­ ble q u e su violencia reprim ida surja cuando beben. 10 Aunque la calificación del cuestionario no muestra esta relación entre la receptividad y las tendencias sádicas excepto en el caso de los alcohóli­ cos (capítulo V III), es probable que las respuestas al Rorschach den una medida más fina del sadismo reprimido.

160

2.

SO C IO P SIC O A N A L ISIS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

E l tipo productivo-acumulativo

D e la reflexión sobre la naturaleza casi feudal de la sociedad mexicana y d e la ligazón a la m adre se debiera esperar que to­ dos los campesinos sean im productivos receptivos. La realidad, sin embargo, es q ue una buena m inoría en el pueblo es productiva-acumulativa. T reinta por ciento de los aldeanos (22 % de los hom bres y 39 % de las mujeres) es predom inantem ente acum ulati­ vo. H em os visto que en general los aldeanos acumulativos, espe­ cialm ente los hombres, tienden a ser más productivos c indepen­ dientes q u e los aldeanos receptivos. Podemos explicar la presencia del tipo productivo-acumulativo por la influencia específica del m odo d e producción campesino, el cual a veces demuestra ser más fuerte que la influencia feudal general, pero sólo cuando el campesino tiene su propio pedazo de tierra. Para el campesino independiente que tiene tierra su m odo de producción favorece la orientación acum ulativa o, en otras pala­ bras, la orientación acumulativa es adaptable a su modo de pro­ ducción, y esto por las siguientes razones: 1. E l campesino puede contar con un pequeño excedente cuando mucho, y las condiciones naturales esenciales para su producción —buen tiem po, ausencia de plagas o insectos— son inciertas. Su medio am biente, a diferencia del d e los trópicos, le provee de pocos frutos o animales de caza. G uardar parte de la cosecha para com ida y semilla, acum ular en vez de consumir, ha sido necesario desde los comienzos de la agricultura. La tacañería del campesino es razonable, ya que es m uy difícil surtir el abasteci­ m iento logrado a base de trabajo lento y duro y buena suerte. 2. El campesino generalm ente trabaja una pequeña parcela in­ dividual. A diferencia de muchos cazadores y pescadores en altamar, él trabaja solo, plantando, cam inando detrás del arado, des­ yerbando y cosechando. T iene que ser independiente y confiar en sí mismo. 3. La actitud conservadora del campesino se basa en su expe­ riencia d e q u e los métodos nuevos para ahorrar tiem po por lo general no son mejores que los viejos métodos. C on recursos limitados, los viejos métodos funcionan casi tan bien como la m a­ quinaria nueva, y ¿para qué querría ahorrar tiempo, la única cosa qu e tiene en abundancia? Lo que es más, para quien existe casi al nivel de subsistencia, es dem asiado arriesgado experim entar con

EL C A R A C TER D E LOS ALDEANOS

161

las cosechas. U na sociedad con recursos lim itados q u e no se pue­ den au m en tar engendra el sen tim ien to de que lo único q u e hay es para repartir y q u e todo ha sido dividido, y q u e a causa de esto es probable q u e la ganancia d e uno sea la pérdida d e otro. Así, el cam pesino cauteloso, conservador, ha tenido poca razón para p o n er en d u d a su desconfianza hacia los cam bios o desarrollo económ ico, y los valores de la sociedad cam pesina refuerzan sus sentim ientos. 4. E l trabajo del cam pesino es repetitivo. Surco tras surco el pequeño agricultor ordena sus tierras, y debe poner atención a cada sem illa, cada planta; debe ser m etódico y ordenado. 5. E l cam pesino no puede acelerar el crecim iento de sus siem ­ bras. D eb e esperar a q u e el proceso natural se lleve a cabo. D ebe ser paciente. 6. C u a n d o vende sus productos, el cam pesino se encuentra con u n m ercado incierto que no p uede controlar y con los interm edia­ rios q u e buscan ganar el m áxim o a sus costillas. D ebe ser suspicaz. D adas estas condiciones, el cam pesino acum ulativo se siente más seguro más preparado para las incertidum bres d e la naturaleza y del m ercado, con m enos probabilidades de sentir q u e los dem ás le h an fallado, m enos desconcertado, frustrado y obstruido q u e el cam pesino receptivo. Su m ayor independencia y desconfianza en ­ cajan m ás en la realidad cam pesina que la necesidad q u e tiene d e los dem ás el individuo receptivo y la abierta confianza de éste, y actúa en form as q u e tien en más probabilidades d e alcan­ zar u n éxito m aterial. Estas m ism as condiciones d e trab ajo exis­ ten en las sociedades cam pesinas en to d o el m u n d o (según Foster [1967] con excepción del sureste de A sia), y form an el m ism o carácter cam pesino en el sur d e E uropa, la India, el C ercano O rien te, Latinoam érica y otros lugares. F oster (1967) describe al cam pesino libre com o individualista, suspicaz, obstinado, tacaño, tenaz; en breve, con los rasgos que están arraigados en la orientación acum ulativa. Sus conclusiones se basan en un exam en d e las ideas del cam pesino y su m anera de ver el m undo. P or esto es más im presionante que, aplicando m uy diferentes m étodos basados en la teoría psicoanalítica, llegue­ mos a la m ism a conclusión. N uestro estudio va todavía m ás ade­ la n te al dem o strar em píricam ente en el capítulo V I q u e la orien­ tación acum ulativa, com parada con la orientación receptiva, da al cam pesino u n a m ejor base psicológica para el cultivo independien­ te del cam po.

162

S O C IO P S IC O A N Á L 1S IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

D ebem os señalar, sin em bargo, q u e este resultado, a u n q u e e n ­ caja en las descripciones sobre los cam pesinos en otras partes del m u n d o , fue un hallazgo q u e no nos esperábam os cuando com en­ zam os nuestro estudio. H abíam os ac ep tad o el estereotipo d e que todos los cam pesinos m exicanos eran pasivos y receptivos, y al principio nos sorprendim os al descubrir q u e una considerable m i­ noría d e ellos es caracterológicam ente igual q u e los cam pesinos griegos, italianos o españoles, y q u e el cam pesino receptivo, al cual m u ch a gen te aún en M éxico consideraba com o el único tipo, representa u na alternativa q u e no se ad a p ta tan bien. A dem ás, los factores q u e m inaron el principio patriarcal para el peón d e hacienda, y llevaron al dom inio em ocional d e la m a­ dre, son m enos fuertes o están ausentes en el caso d e los aldeanos libres. D o n d e estos perm anecieron aislados del dom inio d e la hacienda, los hom bres pudieron proteger a sus m ujeres y presen­ ta r a sus hijos u n m odelo d e efectividad m asculina. E n la al­ dea, ac tu alm en te , los cam pesinos productivos-acum ulativos están m enos ligados a sus m adres q u e los hom bres receptivos y pueden m a n ten er m ejor el papel patriarcal. Al com enzar a descubrir q u e un b u en porcentaje d e los al­ deanos era p red o m in an tem en te acum ulativo, y al form ular la re­ lación en tre el carácter productivo-acum ulativo y la agricultura tradicional cam pesina, nos hicim os la pregunta d e por q u é la m a­ yoría de los aldeanos se volvieron receptivos y unos cuantos ac u m u ­ lativos. P ensam os q u e u n factor im p o rtan te serían los diferentes anteced en tes prerrevolucionarios de los aldeanos. Llegam os a la hipótesis d e que, en general, los cam pesinos receptivos venían de las haciendas, m ientras q u e los cam pesinos productivos-acum ula­ tivos venían d e las aldeas libres. E sta hipótesis se desarrolló d e­ m asiado ta rd e para incluir preguntas en el cuestionario sobre los antecedentes prerrevolucionarios. P udim os verificar, sin em bargo, en qu in ce fam ilias (5 d e aldeas libres y 10 de las haciendas) y encontram os q u e la hipótesis en general tenía buenas bases. E n efecto, aquellos hom bres m ayores q u e vivían en la aldea cuando ésta era h acien d a son típicam ente receptivos. E n cam bio, h ay un grupo d e fam ilias q u e em igraron de u n a aldea libre, d e un estado cercano, las cuales, en su totalidad, están gobernadas p o r h o m ­ bres típ ica m en te productivos-acum ulativos. Se p la n tea la p regunta de por q u é encontram os en nuestro m a­ te rial q u e la orientación acum ulativa está más frecuentem ente m ez­ clada con la productividad y la orientación receptiva q u e con la im p ro d u ctiv id ad . E sto no parece ser el caso en las poblaciones

E L C A R A C T E R D E L O S A LD EA N O S

163

de todas las sociedades. Los datos clínicos sugieren q u e hay m u ­ chos caracteres productivos-acumulativos entre los tenderos, conta­ dores, bibliotecarios e ingenieros y, por otra parte, muchos carac­ teres productivos rcccptivos entre los artistas, artesanos, médicos, em pleados e intelectuales. Suponem os que si las orientaciones acum ulativa o receptiva, respectivam ente, son las mejores —o ade­ cuadas— bases del carácter para el ejercicio de una cierta ocupa­ ción o profesión, tendrán una m ayor afinidad con la producti­ vidad q u e u na orientación q u e es menos capaz de perm itir el ejercicio exitoso de un tipo especial d e ocupación. E n relación a la agricultura tradicional independiente, el trabajo exitoso exige actitudes q u e están basadas en un cierto grado de productividad, tries com o cierta iniciativa, interés, im aginación, respuesta a las condiciones climatológicas y al m ercado. C uando un individuo acum ulativo tiene tierra y la posibilidad de ejercitar su iniciativa independiente, sus cualidades productivas tienden a ser estim ula­ das y reforzadas por su tipo de trabajo.11 Éste n o es el caso del aldeano receptivo. A un cuando tiene tierra, el aldeano receptivo tiende a cacr en las relaciones depen­ dientes y a perder control sobre su propiedad. Los requisitos del trabajo cam pesino no llam an su atenció n y no se llevan con su carácter. D e aquí que su trabajo no le estim ule ni refuerce las tendencias productivo-rcccptivas. A dem ás, la cultura d e la aldea ha perdido su riqueza cultural, y por esto, virtualm ente no hay ningún estím ulo q ue conduzca al desarrollo de los rasgos produc­ tivos en el campesino receptivo. Productividad en la sociedad campesina.- Hacem os una pausa aquí para preguntam os: ¿cuán productivos son los aldeanos productivo-acum ulativos que hem os estudiado? Al principio de este capítulo dijimos q ue a ninguno d e los aldeanos se le podía califi­ car con el nivel más alto de productividad, y señalamos q u e el autoritarism o tradicional, el m iedo a la expresión individual y la falta d e estím ulos culturales eran factores q u e lim itaban la pro­ ductividad en la sociedad del pueblo. Los factores socioculturales que estim ulan la productividad nos parecen más débiles en la aldea q u e en algunas otras socieda­ des campesinas, tanto en el presente com o en el pasado. Si se 11 Esto es especialmente cierto en los hombres que están más metidos en el trabajo agtícola. En el caso de las mujeres, en donde menos indivi­ duos son productivos, intervienen otros factores que tienen que ver con el trabajo de la mujer en la familia y su crianza diferencial. Lo que se ana­ lizará en el capítulo VII.

164

S O C IO P SIC O A N A L ISIS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

com para la cultura de la aldea —su falta de fiestas, bailes, m ú­ sica y artes m anuales— con la cultura del campesino yugoslavo, griego o ruso, entonces la aldea parece ser una sociedad campesina muy deteriorada, similar a la descripción de Banficld (1958) de los campesinos en el Sur de Italia. Hasta T zintzuntzan, a la que, según Foster (1967), le faltan estím ulos culturales, posee una tradición d e alfarería y diserto; y los campesinos del cercano Tepoztlán, según los describen R cdficld (1930) y Lcwis (1951), con­ servan aún las antiguas danzas y la música tradicional. Si se com para a la sociedad de la aldea con la del campesino medieval, vemos q ue el contraste es aún mayor. Según lo que dicen Som bart, Taw ney y M . W eber, la sociedad del campesino medieval está m ucho más centrada en la vida que la sociedad aldeana actual centrada en lo m aterial, la cual está principalm en­ te orientada hacia la ganancia m onetaria. E l ideal, en la Edad M edia católica, era, según escribe T aw ­ ney (1926), “que los intereses económicos están subordinados al verdadero m eollo de la vida, la salvación, y que la conducta eco­ nómica es u n aspecto de la conducta personal, sobre la cual, como en otras partes de ella, rigen las reglas de la m oralidad” (p . 31). E n la sociedad campesina m edieval, los mejores motivos económ i­ cos eran sospechosos, al contrario d e la sociedad de la 3ldca, don­ de éstos valores determ inan la distribución de las prioridades y eclipsan los valores de caridad y salvación personal. E n la socie­ dad medieval y entre los cam pesinos mayas descritos por Rcdfield, el trabajo tiene la finalidad de ser cspiritualm ente satisfac­ torio. E n la aldea, se considera al trabajo, a excepción hecha de los individuos más productivos, com o un mal necesario y como una forma de obtener ganancias. El arte, el folklore y las artesanías ta n to de los mayas com o del campesino medieval sugieren un nivel más alto de producti­ vidad y un mayor goce de la vida q u e en la aldea q u e hemos estudiado. M ientras q u e nuestra calificación de la productividad determ i­ na cuáles aldeanos son m ás o menos productivos que el aldeano prom edio, no tenemos datos com parables sobre los individuos en otras sociedades. Para poder contestar a la cuestión de cuán pro­ ductivos son los aldeanos productivos-acumulativos. estamos lim i­ tados a la com paración basada en las impresiones d e los aldeanos con las descripciones de otros campesinos, y a la cultura del pue­ blo con otras culturas campesinas. N uestro pu n to de vista teórico es que, m ientras que el tipo de

E L C A R A C T E R D E L O S A LD E A N O S

165

producción cam pesina favorece y en gran m edida determ ina el carácter acum ulativo, el grado d e productividad varía de acuerdo al estím ulo cultural en una sociedad cam pesina. E n el grado en q u e la cultura esté orientada a la vida, al placer, a los valores h u ­ m anísticos, al arte, al juego y a la celebración, más q u e a la ga­ nancia personal y la sim ple supervivencia, habrá más individuos productivos. En el pueblo se acentúa la ganancia m aterial y el esfuerzo por lograr un nivel m ás alto de consum o, el alim entar apetitos mellados por el atractivo de nuevos productos y del n u e­ vo estilo de vida en la sociedad industrial m oderna. E n vez de las celebraciones y fiestas coloridas, los placeres de la vida, en la m ayoría de los pueblos, consisten ahora en beber, ver televisión, y “an d a r por a h í”, o no hacer nada. E n verdad, uno puede pre­ g u n ta r por q ué los cam pesinos acum ulativos son aú n m ode­ rad am en te productivos. La respuesta, com o dijimos, es q u e el trabajo agrícola, en sí, p erm ite un cierto grado d e actividad y creatividad, en contraste, por ejem plo, con la repetición m ecá­ nica m uerta de una linca de ensam blaje. El cam pesino puede decidir por sí mism o q u é sem brar, y al cuidar de sus plantas o anim ales, debe responder a la vida y a la naturaleza. Los aldea­ nos más productivos reconocen esto, y agradecen la oportunidad que su trabajo les da de una responsividad activa. Según lo ex­ presó u n aldeano “am or es respetar todo lo hum ano. Es un sen tim ien to q ue u no puede te n er hasta hacia una planta. Yo trabajo mi tierra con am or porque mis hijos y yo vivimos de las plan tas” . O , com o o tro aldeano dijo “hasta para criar un anim al, uno debe am ar” . D adas estas características del pueblo, al revés de otras socie­ dades cam pesinas, tam bién debem os preguntar: ¿C uán represen­ tativo es éste de otros pueblos mexicanos? Es claro q u e no es representativo de los pueblos del N o rte de M éxico, donde los ranchos son m ucho más grandes y el modo de producción es más característico d e la agricultura industrial. T am poco es representa­ tivo d e los pueblos tribales, especialm ente los del Sur, q u e son relativam ente independientes d e la sociedad urbana. Según in ter­ pretam os las pruebas q u e abonan los inform es de los antropólo­ gos, el pueblo es, en muchos aspectos, representativo d e los que existen en la meseta central d e México. Sin em bargo, al com pa­ rarlo con otros, hay cuatro variables q u e se deben tom ar en con­ sideración com o diferencias probables en los niveles de producti­ vidad y en la proporción de individuos acum ulativos respecto de los receptivos.

166

S O C IO P SIC O A N A L ISIS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

1. La presencia o ausencia de las tradiciones culturales es un fac­ tor q u e puede influir en el nivel de productividad en los pueblos mexicanos. Escogimos uno sin tradición. Al igual que m uchos de los d e M orelos, este fue prácticam ente destruido d u ran te la re­ volución d e 1910-1920, y después se volvió a poblar con muchos inm igrantes. Sin em bargo, nuestras pruebas indican que los aldeanos más pro­ ductivos n o son n otablem ente distintos a los habitantes más pro­ ductivos d e o tro pueblo de la meseta central que sí tiene una tradición cultural. M accoby aplicó el Rorschach a 30 individuos escogidos p o r Foster en T z intzuntzan. Algunos eran los alfareros más creativos de ahí. Su im presión fue que, aunque un porcen­ taje más alto d e Tzintzunzcíios puede tener caracteres producti­ vos-acumulativos, estos individuos productivos son parecidos a los aldeanos más productivos que estudiam os. 2. El legado de la hacienda, d e scmicsclavitud y de im potencia m asculina, fue un factor im portante en el modclajc del carácter receptivo. Teóricam ente, esperaríamos que las aldeas que han sido libres du ran te siglos tendrían un porcentaje m enor d e individuos receptivos q ue aquellas con un historial de dom inio haccndatario. 3. El porcentaje de aldeanos sin tierra versus el porcentaje de terratenientes es tam bién una variable q u e puede influir en el carácter social. N uestros datos indican que el pueblo no difiere significativam ente en este aspecto de los otros pueblos de la m e­ seta central. 4. El alcance de la influencia de la ciudad es un factor que probablem ente influye en la proporción en que se adoptan los nuevos valores y el efecto de los nuevos productos. E l pueblo estudiado está com unicado con ciudades cercanas por carreteras bastan te buenas y un servicio regular de camiones. E stá lo sufi­ ciente cerca com o para tener televisión. Además, la accesibilidad, el clim a y la belleza del pueblo h an atraído a algunas personas ricas d e la ciudad de M éxico, que han construido residencias para pasar el fin d e semana. Estas influencias de la ciudad son causa d e una fuerte presión contra los valores tradicionales y respaldan los valores materiales. Así, por su falta de tradiciones, sus antecedentes hacendarios y su com pleta exposición a las influencias urbanas, los “factores negativos” q ue se encuentran en m uchos otros pueblos mexicanos, pueden estar intensificados en este que estudiamos. Sin em bargo, los datos indican q u e los tipos d e carácter que se encontraron en él son característicos d e otros pueblos campesinos de la mese­

E L C A R A C TER D E LOS ALDEANOS

167

ta central. C o m o veremos en el capítulo V III, la prevalencia del alcoholism o en el pueblo no difiere en form a significativa d e los cálculos generales sobre esta región d e M éxico. Para poder de­ term inar el grado en el q u e cualquiera de estas variables produce un cam bio im portante en el carácter de los aldeanos mexicanos, se necesitaría u n estudio más extenso de sus diferentes tipos. 3. L o s tipos de carácter explotador A u n q u e sólo el 10 % de la población es d o m in an te m en te ex­ plotador, este porcentaje aum enta al 25 % cuando tom am os en cuenta el núm ero total d e aldeanos q u e tienen rasgos explotado­ res d om inantes o secundarios. H em os diferenciado dos tipos d e aldeanos explotadores: los em ­ presarios productivo-explotadores y los individuos im productivocxplotadorcs. E l síndrom e explotador-productivo tam bién caracteriza a un porcentaje d e los aldeanos con carácter destructivo. Los hom bres tien en más probabilidades de m eterse en pleitos a cuchillo o con pistolas; las m ujeres son las chismosas más maliciosas. Esperaría­ mos enco n trar u n pequeño porcentaje de personas destructivas en cualquier sociedad, especialm ente en una donde la oportunidad para el desarrollo individual está tan lim itada. E n realidad, dada la extrem a pobreza d e los aldeanos, uno podría esperar q u e m u­ chos m ás aldeanos estuvieran am argados y fueran explotadores y destructivos. Es asom broso q u e el porcentaje de individuos alta­ m e n te narcisistas, sádicos y destructivos sea tan pequeño com o es. El síndrom e explotador-acum ulativo tam bién caracteriza a un p eq ueño porcentaje de aldeanos, no m ás de 15 individuos, pero entre ellos se encuentran los hom bres más poderosos y ricos del pueblo. A pesar del reducido núm ero d e individuos d e este tipo, éste es socialm ente im portante. Los aldeanos productivo-explotadores son los em presarios m o­ dernos q ue h an sido los prim eros en explotar las nuevas opor­ tunidades del capitalism o. E n el pasado, siem pre existieron unos cuantos aldeanos em prendedores, tales com o los arrieros q u e tras­ portaban m ercancía en tre el pueblo y las ciudades. E n los últim os años, h an ingresado a la cultura del pueblo nuevos factores que favorecen las actividades em presariales, incluyendo los siguientes: 1. Los valores de la sociedad capitalista —de la acum ulación m a­ terial y el mayor uso de los recursos, del desarrollo económ ico de

168

SO C IO P SIC O A N A L ISIS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

la empresa privada— se han disem inado cada vez más a través de los medios d e com unicación masiva y a través de la experiencia que muchos han tenido al trabajar en Estados Unidos como bra­ ceros. Los empresarios son los aldeanos que han adoptado más fervientem ente los valores "progresistas” del desarrollo m aterial en vez de gastar el dinero en fiestas. Estos valores intensifican las diferencias de clase en el pueblo y trabajan para destruir la es­ tructura tradicional, ayudando así al empresario a dom inar al pue­ blo económica, política e ideológicamente. 2. Al empresario 1c ayuda la nueva tecnología agrícola que per­ m ite q ue el individuo con algún capital acum ule m ás capital. 3. Algunos empresarios del pueblo tam bién han com enzado a sacar provecho de las oportunidades que les ofrece el turism o para establecer pequeños restaurantes o para dar servicio a los turis­ tas de la ciudad de México. T odo esto ha com enzado a suceder desde los años en que com enzó el estudio. Hemos dicho que los actos de los nuevos empresarios en el pueblo tienen un efecto, en gran medida, destructivo. Así respal­ dan las estructuras d e dom inio que sojuzgan a otros coterráneos; se aprovechan de los aldeanos improductivos-rcceptivos, la mayo­ ría de los cuales llega a ser económ icam ente dependiente de ellos; y h an ayudado a destruir las fiestas. Al establecer la agricultura en gran escala, el empresario derriba el sistema ejidal y justifica esto en términos de una mayor eficiencia y productividad. Pero él tiende a recrear los valores de la hacienda, a asum ir el papel de un hacendado en pequeña escala, aunque pueda aum entar la producción actual de bienes agrícolas. U no debiera preguntar, aún en términos económicos, si no tiene un efecto negativo de gran alcance, com parado con otras formas posibles de edificar el sis­ tem a económico. El síndrom e explotador-productivo caracteriza al “hom bre nue­ vo” . E n la sociedad medieval los valores hum anísticos de la Iglesia trataron de m antener a esos hom bres bajo control porque prefe­ rían la ganancia m aterial a los valores religiosos. E n la sociedad m oderna, la gente se inclina a disculpar a tales empresarios argu­ yendo q u e ayudan a la economía y que saben servirse de las nue­ vas oportunidades. E n posteriores capítulos exploraremos la relación del carácter social con las variables socioeconómicas y culturales. E n este pun­ to podemos resumir nuestro hallazgo sobre el carácter social en relación a la teoría en térm inos de la Fig. 5.6. C ada tipo prin­ cipal d e carácter está m oldeado por, y se adapta a las condiciones

E L C A R A C T E R D E LOS ALD EANOS

169

socioeconómicas distintivas. El carácter receptivo se form ó bajo las condiciones d e la hacienda. El carácter productivo-acum ulativo se adapta a la agricultura tradicional en pequeña escala. El carácter productivo-cxplotador se adapta a la nueva sociedad industrializadora y al capitalism o. Pero, secundariam ente, los valo­ res d e cada tipo racionalizan el carácter y tam bién respaldan el sistem a económ ico al cual se adapta el carácter. ( E n la Fig. 5.6 indicam os esta ten dencia secundaria con líneas p u n te ad as.) Los valores, la ideología del aldeano receptivo son fatalistas y su­ misos con tendencia a idealizar ta n to a la au to rid ad com o a la m adre. Estos valores respaldaron el sistem a d e las haciendas. fatalismo tiestas sumisión idealización de la auto­ ridad Catolicismo orientado ha­ cia la Vir-

independencia formalidad responsabilidad reciprocidad limitación de ga­ nancia autoridad tradi­ cional creación de deci­ siones democrá­ ticas patriarcado

progreso cambio creación de nuevas oportunidades movilidad individualismo

I I

I

receptivO'pasivo centrado en la madre

íi BASE SOCIO­ ECONOMICA

trabajo como peones importancia mas-

productivoacumuiativO autoridad tradicional

Ü

aldea libre agricultura indepen­ diente estructura patriar­ cal

I I t

productivo e»plotador

í

capitalismo oportunidades empre­ sariales, uso del capital para inversiones préstamo, compra, venta y servicios

F i c u r a 5.6

E l cam pesino productivo-acum ulador valora la independencia, la responsabilidad, las relaciones tradicionales d e respeto, y el patriar­ cado, todas las cuales respaldan la organización social del pueblo libre. Los aldeanos productivo-explotadorcs a d o p tan los valores del progreso p o r m edio d e las escuelas y la nueva tecnología y m o­ vilidad social q u e respaldan al nuevo sistem a industrial.

V I. CARACTER Y VARIABLES CULTU RA LES Y SO C IO EC O N Ó M ICA S E n e l capítulo I, sugerim os q u e el carácter social se ad ap ta a las condiciones d e vida y, particularm ente, al m odo d e produc­ ción com partido por un grupo, clase o nación. D e acuerdo con la teoría, los individuos desarrollan la estructura de carácter que les hace querer desem peñar lo q u e les pide su tipo d e trabajo. H ab ien do ya dejado establecidos los datos sobre el carácter social d e la población d e la aldea, podem os estudiar su relación con las variables socioeconómicas para d e este m odo ver si nuestros da­ tos apoyan esta hipótesis. N ecesitam os estudiar dos asuntos principales. E l prim ero es ver si existen pruebas d e q u e un carácter específico es adaptable y si aquellos aldeanos con carácter adaptable tienen m ás éxito y son m ás prósperos que aquellos q u e no lo tienen. Los datos más term in an tes respecto de este asu n to dem uestran q u e los ejidata­ rios con carácter productivo-acum ulativo tienen más éxito com o pequeños terratenientes independientes que los im productivo-receptivos. E l segundo asu n to q u e surge d e nuestra teoría es si el modo de producción es un factor decisivo para la form ación del carác­ ter ad ap tab le. Si en tre aquellos aldeanos que recibieron tierra ejidal después d e la R evolución se incluían ex-peones receptivos al igual q u e campesinos libres típicam ente acum ulativos, ¿tuvie­ ron éxito los nuevos requisitos del trabajo cam pesino libre en cam biar el carácter de los individuos receptivos que se convirtieron en ejidatarios? C o m en zan d o con la segunda pregunta, una de las form as de dar­ le respuesta nos está vedada, puesto q u e necesitaríam os com parar el carácter d e los cam pesinos antes d e q u e recibieran tierras con el ca­ rácter q u e ad optaron después d e q u e dedicaron años a trabajar la tierra com o ejidatarios. Sin em bargo, podem os in te n ta r respon­ der a la cuestión com parando el carácter actual d e los cam pesi­ nos terratenientes, o sea, los ejidatarios, con el de aquellos q u e no tien en tierra. ¿T iene el hecho d e ser ejidatario alguna im p o rtan ­ cia en térm inos d e carácter? La respuesta es no. N uestros datos n o arrojan ninguna correlación significativa entre el carácter y el p ertenecer a la clase d e los ejidatiros versus la d e los no ejidata­ rios. U n 50 % ta n to de los ejidatarios com o de los no ejidatarios [171]

172

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

que son jefes de familia son dom inantem ente receptivos y apro­ xim adam ente 30 % de am bos grupos son d o m inantem ente acum u­ lativos. A ún más, no hay diferencias significativas respecto a ninguna de las otras variables d e carácter. E ste hallazgo exige una explicación. ¿Por qué no desarrollaron rasgos acum ulativos todos los ejidatarios receptivos si éstos son en realidad los q u e m ejor se ad ap tan al trabajo cam pesino libre? Según nuestro p u n to de vista teórico, se podría esperar q u e el cam bio radical en las condiciones d e vida después d e la Revolu­ ción, especialm ente el donativo d e tierra ejidal a los campesinos, hubiera provocado un cam bio d e carácter por lo menos en un por­ cen taje significativo de los nuevos ejidatarios. ¿Por q u é no parece éste ser el caso? Por supuesto, es posible q u e los porcentajes d e aldeanos acum u­ lativos ta n to ejidatarios com o no ejidatarios aum entaran en los años siguientes a la Revolución, esto es, que las condiciones posrevolucionarias au m entaran las tendencias acum ulativas a tiravés d e la población. Sin em bargo, au n q u e esto fuera así, todavía se podría esperar un efecto diferencial, q u e un porcentaje m ayor de los ejidatarios se hubiera vuelto acum ulativo, especialm ente aq u e­ llos nacidos después de la Revolución. Q u e esto no ocurre en esta form a resulta, creemos, del hecho de q u e después d e la Revolución las condiciones d e vida no se m odificaron tan radicalm ente com o para traer com o consecuencia un cam bio d e carácter en m uchos campesinos. Esta conclusión se basa tom ando en cuenta los dos factores principales q u e in­ fluyen en la orientación im productivo-rcceptiva, ninguno de los cuales desapareció después de la Revolución. 1 ) C iertas estructuras feudales continuaron funcionando y ofre­ cieron al ejidatario receptivo la posibilidad de cscoger un tipo de producción q u e proveyera mayor seguridad a costa ta n to d e la libertad individual com o de una mayor ganancia. El efecto de este factor se analizará en las páginas siguientes. 2) La dependen­ cia d e la figura m aterna en m uchos hom bres se intensifica por el conflicto en tre las tendencias patriarcales y matriarcales d e la so­ ciedad. Los efectos de este factor psico-social se explorarán en los capítulos V II, V III y IX . 3) A demás de estas dos conside­ raciones. se debe tom ar en cuenta o tro factor esencial a toda la teoría. La adaptación al m odo de producción no es asunto d e una o posiblem ente dos generaciones. E l viejo tipo de producción ha form ado el carácter de los padres, sus sistemas d e valores, ideolo­ gía y prácticas educativas las cuales continúan existiendo y ejer­

VAR IA BLES C U L T U R A L E S Y S O C IO E C O N Ó M IC A S

173

cen su influencia m ientras los nuevos m étodos d e producción es­ tán ya operando. E l pasado pone un sello en el presente con el hecho de q ue el carácter del individuo se form a a través de los patrones establecidos; sólo por m edio de un proceso m ucho más largo debilitan las nuevas condiciones económicas a la antigua estructura de carácter y reducen la im portancia de la estructura tradicional de valores, de m odo que la nueva práctica económica pueda ejercer su influencia total en el desarrollo del carácter de la nueva generación. A quí tratam os con un fenóm eno im portan­ te: un retraso entre el cam bio socioeconómico y los cambios del sistem a tradicional y su carácter correspondiente. Los teóricos marxistas y los economistas m odernos no han tom ado en cuenta la naturaleza d e este retraso y por eso con frecuencia han creído que los cambios económicos desem bocarían inm ediatam ente en cambios de personalidad. Sólo el estudio de la función interm edia­ ria del carácter social puede m ostrar que, au nque a la larga las condiciones económicas cam biantes traen cambios en la personali­ dad, este proceso se hace lento por la im portancia de la estructura del carácter tradicional q u e aún existe. H asta donde se puede ven­ cer este retraso con lo que se podría llam ar una revolución cultu­ ral, es decir, el cambio revolucionario radical de todos los valores y tradiciones familiares, y por el efecto del en fren tam ien to en­ tre los nuevos valores y el carácter tradicional, es una pregunta político-psicológica de tal im portancia que no se puede responder en base a nuestro m aterial.

El

c a r á c t e r y e l m o d o d e p ro d u c c ió n

La correlación del carácter con la medida general de la prosperi­ dad relativa, la escala socioeconómica ( e s e ) , proveé evidencia de q u e el carácter productivo-acum ulativo se adapta más q u e la orien­ tación receptiva para la agricultura campesina libre. Para los ejida­ tarios (más adelante discutirem os a los no-ejidatarios) la e s e está co­ rrelacionada positivam ente con la productividad (r = .42, p < .01) y con la orientación acum ulativa dom inante (r = .31, p < .05). Por contraste, la e s e está correlacionada negativam ente con la orientación receptiva d o m in an te (r = — .52, p < . 01) y con las tendencias receptivas ( r = — .43, p < . 0 1 ). E n otras palabras, los ejidatarios productivo-acum ulativos son significativam ente más prósperos q ue los ejidatarios receptivos. (V er cuadro 6.1.)

174

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

C uadro 6.1 C o r r e l a c i o n e s d e p r o d u c t o -m o m e n t o d e l a e s c a l a SOCIOECONÓMICA CON LOS RASGOS DE CARÁCTER PARA EJIDATARIOS Y NO EJIDATARIOS

Rasgo de carácter

Ejidatarios (N = 48)

N o ejidatarios ( N = 73)

Productividad Receptivo dom inante Receptivo Explotador dom inante Explotador Acumulativo dom inante A cumulativo

.42** - .5 2 * * - .4 3 * * .07 .02 .31* .21

.46** —.39** - .4 2 * * - .0 8 .14 .48** .22*

• Significativo al nivel del 5 %. ** Significativo al nivel del 1 %. P u ed e no parecer so rp ren d en te q u e los ejidatarios ac u m u la ti­ vos se vuelvan m ás ricos q u e los receptivos, puesto q u e se p reocu­ p an m ás p o r el d in ero y es m ás p ro b ab le q u e se aferren a lo q u e tien en . P ero esto por n in g ú n m otivo es ta n sim ple com o parece. E l “av aro ” p u ed e ahorrar dinero o bienes m ateriales pero, según la leyenda piadosa, nadie se vuelve rico sim p lem e n te p o r ac u m u lar (h ab lam o s aq u í, p o r supuesto, d e la acum ulación en sí y n o de la inversión d e los ahorros com o c a p ita l). E l avaro p u e d e estar u n poco p o r encim a del q u e gasta to d o lo q u e o b tien e, pero no te n d rá éxito com o cam pesino n i en cualquier o tra ocupación. E l éxito en la ag ricu ltura tradicional exige actitudes basadas en u n grado d e p ro d uctividad, tales com o, u n a cierta iniciativa, interés, im aginación y la capacidad d e responder a las condiciones n a tu ­ rales y a las necesidades d el m ercado. E s precisam ente esta m ez­ cla e n tre la acu m u lación y la prod u ctiv id ad la q u e encontram os com o u n a ten d en cia m arcada en el carácter d e aquellos d edica­ dos al tra b ajo agrícola. P ara los jefes d e fam ilia, existe u n a corre­ lación positiva-significativa e n tre la pro d u ctiv id ad y la orientación acu m u lativ a d o m in a n te ( r = .35, p < .01) y u n a correlación n e ­ gativa-significativa e n tre la p ro d u ctiv id a d y la orientación recep ti­ va d o m in a n te (r = — .41, p < .0 1 ). E n el ca p ítu lo an terio r expusim os las razones por las q u e la o rien tació n acu m u lativa facilita el feliz ejercicio del tra b ajo del cam p esin o lib re y tradicional, y p o r q u é el carácter del cam pesi­

V A R IA B LE S C U L T U R A L E S Y S O C IO E C O N Ó M IC A S

175

no acum ulativo tiende a ser más productivo en esta sociedad específica. Señalam os que, d o n d e la orientación acum ulativa es la m ejor, o por lo m enos, una base adecuada del carácter para el ejercicio d e un cierto m odo d e producción, ésta te n d rá una mayor afinidad con la productividad que una orientación q u e es m enos capaz d e perm itir el ejercicio feliz d e la ocupación es­ pecífica. N uestra observación' d e los aldeanos se aviene bien con estos hallazgos. Los ejidatarios productivo-acum ulativos están alertas a las formas d e au m entar al m áxim o las ganancias m ateriales de su trabajo. Se m antienen inform ados d e los precios del m ercado y tratan de averiguar qué cosechas escasearán en el fu tu ro y exi­ girán u na ganancia mayor. E stán dispuestos a trabajar m ucho más q u e los ejidatarios receptivos. E l cam pesino productivo-acum ulativo (o su esposa) pu ed e tam ­ bién com plem entar los ingresos abriendo una tienda cuando han reunido suficiente capital; adem ás se siente satisfacción d e tener com ida y toda clase d e m ercancías al alcance d e la m ano en caso d e q u e se necesiten. U nos cuantos aldeanos alm acenan m aíz u otros alim entos para su consum o particular, pero m uchos venden sus cosechas y com pran lo que es d e prim era necesidad en alguna de estas pequeñas tiendas. (Los tenderos son m uy conservadores al alm acenar su m ercancía. P arece ser que venden sólo lo que ellos m ism os pueden utilizar, y no se interesan por las novedades que se puedan o no vender. Si alm acenan dos marcas d e cigarri­ llos o d e latería y se acaba la reserva d e uno, la m ayoría d e los tenderos no vuelve a surtir la m arca q u e se vendió m ejor. M ás bien, se esperan hasta q u e la marca m enos popular se h a ven­ dido en su to talid ad.) Para los hom bres, el poseer una tienda o can tin a se correlaciona significativam ente con la orientación productivo-acum ulativa. La correlación con la acum ulación es r = .36 ( p < .01); con la productividad, r = .23 (p < .01). Sin em bargo, la diferencia más decisiva en tre el ejidatario productivo-acum ulati­ vo y el receptivo está en sus m odos d e agricultura, el tipo de cosechas q ue siem bran, y las relaciones sociales q u e tienen que ver con las decisiones que tom an sobre lo que hay que plantar. U n a decisión clave para el ejidatario im plica el grado en el qu e él se dedicará y em pleará su tierra en la producción de la caña d e azúcar. La caña es m ucho m enos provechosa q u e otras cosechas, especialm ente la del arroz, pues tarda 14 meses en m a d u ­ rar, m ientras q ue el arroz da u n a cosecha en siete meses durante la época de lluvias, dejando libres los cam pos para la siem bra de

176

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

m aíz, jito m ate u otras legum bres d u ra n te la época seca. L o q u e es m ás, en 1960, después d e pagar los gastos d e siem bra, des­ hierba, cosecha y h asta del seguro, el arroz d ejó al ejidatario una ganancia d e 3 000 a 5 000 pesos por hectárea, m ientras q u e la gan an cia prom edio con la carta, q u e ocupó la tierra d u ra n te más tiem po, fu e d e unos 500 pesos por hectárea después del prim er arto d e siem bra. O tras cosechas, tales com o el m a íz y el tom ate, d iero n p o r lo m enos dos o tres veces más d e lo q u e se ganó con la carta, a u n q u e el precio d e las legum bres flu c tu ó m ucho más q u e el precio d e la carta o del arroz. ¿Por qué, entonces, h ab ría u n ejidatario d e p la n ta r carta en vez d e algo más provechoso? La aldea está en tierra q u e es ideal para la carta; an tes d e la R evolución la hacienda p la n tab a carta a lo largo del valle. E n la ac tu alid ad , el ingenio h a to m a d o el lugar d e la h acienda, p ero en general no necesita forzar al ejidatario a p la n ta r carta, a u n q u e en lo q u e respecta a p a rte d e su tierra pu ed e hacerlo legal m e n te puesto q u e el gobierno considera la carta com o u n a im p o rtan te cosecha d e exportación. E n vez d e forzar la producción d e carta, el ingenio tra ta d e estim ularla ofreciendo beneficios especiales. A quellos ejidatarios q u e p la n ta n caña en un m in im o d e u n tercio (siem p re y cuando sea una hectárea o m á s) d e su tierra pueden hacerse m iem bros d e la cooperativa d e productores d e azúcar. C o m o m iem bros reciben aten ció n m édica gratu ita, seguro d e vida, la posibilidad d e becas para enviar a sus hijos a escuelas técnicas o profesionales y em pleos p ara sus pa­ rientes. A ún m ás, la refinería m inim iza la c a n tid a d d e trabajo para el agricultor; el ingenio envía tractores p ara ara r la parcela, p lan ta las sem illas y 14 m eses después envía jornaleros a quem ar las h o jas y co rtar la zafra (a l igual q u e las hacien d as em pleaban trabajadores transitorios con el m ism o propósito a n te s d e la R e­ vo lu c ió n ). T o d o s estos gastos se deducen a n te s d e q u e el ejidatario reciba su paga. E n tre arar y cosechar, el cultivo d e la caña es m u c h o m ás sencillo q u e trabajar en otras cosechas. La sem illa necesita sólo unos cu a n to s beneficios (fertilizacio n es), y se le necesita fertilizar d e nuevo sólo una vez cu a n d o la p la n ta sale. D u ra n te la época seca, se le riega una vez por sem ana, por m edio d e los m anantiales in tern o s y d e los arroyos q u e surcan el pue­ blo. L a densidad d e la p la n ta expulsa la m ayoría d e las hier­ bas, y su dureza hace q u e los insecticidas sean innecesarios. Si se fertiliza, la caña crecerá d e los m ism os tallos el sig u ien te año, requiriendo aú n m enos trabajo. (L a caña a veces s e p u e d e cortar d u ra n te diez añ o s seguidos.)

V A R IA B L E S C U L T U R A L E S Y S O C IO E C O N Ó M IC A S

177

P o r o tra parte, el arroz exige u n trabajo cada vez m ás pesado. L as espigas d eben plantarse cuidadosam ente, y el agricultor debe agacharse m ientras está parado en el agua fría. Es necesario le­ v an tar bordes alrededor del cam po para q u e el agua no se pier­ da, y d eben cuidarse co n sta n tem en te para evitar las fugas o la erosión. A ún cu ando el ejidatario co n trate jornaleros para que le ayuden con el trabajo m ás pesado, él d eb e vigilar el abasto d e agua y los bordes. D eb e cuidarse d e los pájaros y las plagas, y rociar ías p lantas para protegerlas d e las enferm edades q u e las p ueden destruir. H asta hace poco, el ejidatario tenía q u e arries­ garse a perder toda su inversión si una helada rep en tin a, una tem ­ porada m u y fría o las fuertes lluvias le arruinaban la cosecha. Es sólo recien tem en te cuando el B anco E jidal h a in stitu id o protec­ ción para el p roductor d e arroz asegurando la cosecha en aproxi­ m a d am en te 14 pesos por tarea. P ero siguen existiendo los ries­ gos d e pérdida parcial a causa d e los pájaros, insectos o enfer­ m edades. Estos m ism os riesgos son aú n m ás grandes con otras cosechas (tales com o tom ates, cebollas, m elones, e tc .) las cuales tam b ién son m ás beneficiosas q u e la caña pero q u e tam bién re­ q uieren más trabajo, más cu id ad o y m ás protección co n tra los elem entos naturales. V ista la m ucho m ayor ganancia del arroz o las hortalizas en con traste con la ganancia d e la caña, el ejidatario p u e d e decidir sem brar u n m ín im o d e caña para asegurarse los beneficios del ingenio, m ientras q u e p la n ta en el resto d e su tierra siem bras que paguen m ejor. Sólo d e este m odo p uede esperar au m e n ta r sus ganancias y al m ism o tiem p o disfrutar d e los servicios de la co­ operativa azucarera. E l cjidatario q u e exclusivam ente p la n ta caña recibe los m ism os servicios del ingenio y sacrifica su nivel d e vida por u n mayor sen tim ie n to d e seguridad y una m enor necesidad d e trabajar. Lo q u e es m ás, el ejidatario productivo-acum ulativo dice q u e sien te vergüenza cu a n d o no está trab ajan d o , y prefiere un trabajo q u e le exija m ás, especialm ente si ta m b ié n le va a d ar más ganancias. C onsidera q u e la caña es cosecha d e h o m ­ bres flojos. P or co ntraste, al ejidatario receptivo le atra e sem brar caña po rq u e le gusta te n er m ás tiem p o para pasear alrededor de la plaza, beber, chism ear y “ descansar”, actividades q u e el cam ­ pesino acum ulativo consideraría com o “ no hacer n a d a ” . E l estudio p u d o d eterm in ar el porcentaje exacto d e tierra ocu­ pada con caña d e 40 ejidatarios. E l 25 % tenía caña p la n tad a de cero a 25 % d e sus parcelas; o tro 25 % tenía caña d e un cuarto a la m itad d e sus tierras; 32 % p la n tó caña en un 50 % a 75 %

178

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

de su ti a r a y 18 % pla n tó caña en un 75 a 100 % de su tierra. Se elaboró una escala del uno al cuatro basada en el porcentaje de tierra ocupada con caña. U na calificación d e uno significa q u e el ejidatario sem bró caña en la cuarta parte d e su tierra o m enos; dos d e calificación significa que había caña en 25 a 50 % d e la tierra; tres d e calificación significa caña en 50 a 75 % de la tierra; y cuatro q ue la caña ocupa de 75 a 100 % de su parcela. (V er cuadro 6.2.) E sta escala se correlacionó con las variables socioeconómicas y los factores d e carácter. A ntes de discutir las relaciones entre la producción d e caña y el carácter, podríamos decir q u e en tre más tierra cultive un ejidatario, m enor será el porcentaje q u e se dedique a la caña (r = —.39, p < .05). Esta correlación se puede explicar d e dos form as: U no, el ejidatario con una parcela pequeña debe em plear un mayor porcentaje para caña y así cubrir el m ínim o de una hectárea y poder calificar com o m iem bro en la cooperativa d e los azucare­ ros, m ientras q u e el ejidatario con más de tres hectáreas puede sem brar caña en un porcentaje m enor de su tierra, digamos un tercio, y aun calificar para la m em bresía. O tra explicación es que el ejidatario q ue siem bra con caña un alto porcentaje d e su tierra rara vez obtiene las suficientes ganancias para ren tar o com prar m ás tierra; en tre m ás caña plante, m enores serán sus probabili­ dades d e tener tierra. Cuadro 6 2 S ie m b r a d e caña d e a zú ca r

Escala de califica­ ción de la caña

Porcentaje de tierra con caña

Porcentaje de ejidata­ rios con califica­ ción (N = 40)

1 2 3 4

0-25 26-50 51-75 76-100

25 25 32 18 Too

E stas dos explicaciones no son m u tu am e n te excluyentcs. La pregunta es si quienes son exclusivam ente cañeros com enzaron con parcelas más pequeñas que los otros. D e hecho, no hay co­ rrelación en tre la escala cañera y el tam año original de las par­

V A R IA B L E S C U L T U R A L E S Y S O C IO E C O N Ó M IC A S

179

celas. Los cañeros en exclusiva son gente q u e o h a perdido par­ te d é su tierra o no ha a u m en tad o sus posesiones, m ientras que los aldeanos q u e siem bran cosechas más beneficiosas h a n adqui­ rido en general más tierra a través de los años. C o m o discutire­ m os más am p lia m en te e n el capítulo V III, aquellos q u e plantan exclusivam ente caña son generalm ente hom bres im productivoreceptivos, q u e se h an vuelto alcohólicos y que, en form a gradual han perdido la posesión d e sus tierras aú n cuando la siem bra de cañ a exige un trab ajo m ínim o. P o r o tra parte, aquellos q u e plan­ tan caña en sólo un p equeño porcentaje d e tierra es probable q u e sean individuos q u e trabajan con m ayor ah ín co y q u e se preocupan m ás p o r la ganancia y la acum ulación. L a escala ca­ ñera está n egativam ente correlacionada con la ca n tid ad d e tierra q u e él cam pesino ren ta para au m e n ta r su parcela ( r = — .42, p < .0 5 ). C o m o sería de esperarse, la escala cañera está tam bién correlacionada en form a negativa con la e s e (r = — .37, p < .05) en el grupo d e 40 cam pesinos. ¿C uál es la relación e n tre la siem bra d e caña y el carácter? C om o podríam os esperar d e nuestros hallazgos acerca del carác­ ter y la acum ulación m aterial, el cam pesino productivo-acum ulativo trabaja en u na form a q u e le dé ganancias m áxim as. M ientras q u e el cam pesino pasivo-receptivo no lo hace así. E l ejidatario q u e p lan ta caña exclusivam ente evita el trab ajo pesado y los ries­ gos, p ero a costa d e la ganancia. Su c o m p o rtam ien to im plica una actitu d d iferen te hacia el trabajo y una estructura de carácter d istin ta de la del ejidatario q u e p lan ta un m ínim o d e caña y u ti­ liza el resto d e su tierra para siem bras m ás beneficiosas. La co­ rrelación en tre la productividad y el porcentaje d e caña sem brada es r = — .36 ( p < 0 .5 ), y la correlación en tre el facto r receptivoacum ulativo y la escala cañera es r = — .39 (p < .0 5 ), lo que significa q ue el cam pesino productivo-acum ulativo tien d e a plan­ tar u n m ín im o y el cam pesino im productivo-receptivo un m áxi­ m o d e su tierra con caña d e azúcar. Al com prender q u e el carácter es un factor d e term in an te en la elección d e cosechas d e los aldeanos, tenem os u n a idea más clara d e cóm o las diferencias en la e s e en tre los terraten ien tes son influidas p o r el carácter. V eam os más de cerca a los cañeros receptivo-im productivos. Es de n o ta r q u e p la n tar un m ayor por­ centaje de caña está ta m b ié n correlacionado significativam ente con la exclusiva ligazón con la m adre (factor V I : r = .35, p < .05). L o q u e es m ás, los cañeros tien d en a ser más sum isos ( r = .34, p < .0 5 ). Al sem brar caña u n cam pesino dem uestra ser recepti-

180

SO C IO PSICO A N A LISIS D E L C A M PE SIN O M EX IC A N O

vo, improductivo, sumiso y orientado a la madre. Este síndrome nos sugiere que la decisión de plantar caña no se debe simple­ m ente al deseo de evitar un trabajo cansado, sino que aquellos ejidatarios que buscan la protección maternal se sienten atraídos por los ofrecimientos de seguridad del ingenio, aunque pierden la oportunidad de obtener ganancias materiales y coartan su indepen­ dencia. Tienen la estructura de carácter que hubiera encajado con el tipo de trabajo del peón en la hacienda, aunque al susti­ tuir el ingenio por la m adre estos campesinos no son tan distin­ tos de los individuos que en la sociedad industrial moderna se vuelven dependientes del gobierno, de las grandes industrias, o de la burocracia para que se les provea de un ingreso constante, seguro de vida y pensión por jubilación a cambio de su indepen­ dencia. Una organización poderosa tiene un atractivo irresistible para aquellos que siguen siendo emocional m ente niños en busca de que los consientan. Los cañeros pasivos, receptivos, no están orientados ni hacia la agricultura independiente ni hacia la producción capitalista en don d e la m eta es ganar al máximo y trabajar con ahínco por la ga­ nancia material. El cañero, al igual que el peón tradicional se preocupa menos por la ganancia que por hacer un esfuerzo m í­ nimo. Hay una anécdota que se cuenta en México sobre el tra­ bajador por el desarrollo de la comunidad que encuentra a un campesino descansando junto a un lago. El trabajador por el desa­ rrollo d e la com unidad, representante de la sociedad industrial moderna, se asombra ante tal exhibición de inutilidad y le pre­ gunta al hom bre por qué no, al menos, se ata al dedo gordo del pie un cordón con un anzuelo en la punta y lo deja caer en el agua. “¿Por qué? —pregunta el campesino—, bueno, pues podrías atrapar un pez y tener algo qué comer." ‘T e n g o lo suficiente para comer ahora —dice el campesino.” “Bien, entonces —dice el hom­ bre m oderno—, ponte cordones y anzuelos en todos los dedos de tus pies. Entonces puedes atrapar suficientes peces para comprar un bote. Entonces podrás verdaderamente dedicarte a los nego­ cios y quizás atrapar suficientes peces para abrir una empacadora. Entonces te puedes volver rico /' “Y, ¿entonces qué? —pregunta el campesino—. ¿Cómo que entonces qué? Entonces puedes des­ cansar, n o hacer nada.” “Y, ¿qué crees que estoy haciendo ahora?”, le contestó el campesino. Esta anécdota toca un punto muy im portante que debe quedar muy claro. El cuento nos habla de un campesino feliz, satisfe­ cho, que es probablem ente de carácter receptivo más que trabaja­

V A R IA B LE S C U L T U R A L E S Y S O C IO E C O N Ó M IC A S

181

dor esforzado y produetivo-aeum ulativo según nuestra clasifica­ ción. H asta ahora, hem os prestado poca atención al problem a de la felicidad del cam pesino. D e hecho, hem os hecho hincapié so­ bre las ventajas económ icas de la orientación productiva, pero he­ m os dicho poco del factor subjetivo de la satisfacción. Para poder com prender m ejor este problem a, debem os te n er presente el he­ cho im portante, m encionado en el capitulo V , d e q u e el pueblo es u n desierto cultural y espiritual. Los valores q u e existían para el cam pesino prccapitalista y los cuales T aw ney ha descrito en for­ m a tan precisa, h an desaparecido casi to talm en te po rq u e están e n ab ierta contradicción con el espíritu de una sociedad en pro­ ceso d e industrialización. La conversación am istosa, sin propósito defin id o , la fiesta, el sentarse a n o hacer nada y la sabrosa ocio­ sidad, las cuales, en una sociedad con valores y tradiciones precapitalistas eran subjetivam ente m uy satisfactorias van perdiendo ráp id am en te su lugar d en tro de la aldea m exicana del siglo xx. E sto es así porque tales valores y tradiciones 110 pueden crecer a m enos q u e estén arraigadas en el espíritu de la cultura total; lo q u e es m ás, los cam pesinos económ icam ente exitosos, q u e son del tipo produetivo-aeum ulativo, y los cuales dom inan a la aldea, han recortado los gastos para las fiestas y otras form as d e diversio­ nes “no económ icas". Así, al cam pesino receptivo no se le deja nada, excepto el en tretenim iento barato del radio, la televisión, el cin e y las tiras cóm icas. El fácil acceso al licor (prom ovido activa­ m e n te p o r las industrias q u e producen bebidas alcohólicas) es tod o lo q u e le queda para ocupar su tiem po libre. E l panoram a d e la “bu en a vida” presentado por la televisión y el radio au m en ­ ta aún más la sensación d e la inutilidad de una vida sin sentido y hacen crecer la sensación de derrota y desesperanza del cam pe­ sino receptivo. (E s interesante ver que la única form a productiva d e diversión en la actualidad son los deportes, los cuales no están arraigados en una orientación receptiva.) H em os podido observar que aldeas en las cuales sigue viva una tradición cultural más rica (tales com o T c p o ztlán o Tzintz u n tz a n ) prob ab lem ente tienen u n porcentaje algo m ayor de caracteres productivo-receptivos, y podem os legítim am ente supo­ ner q u e una cultura com o la sociedad medieval, en d o n d e el hom b re y la vida son las m etas prevalentcs, a u n q u e no crean la base caractcrológica para un esfuerzo duro e im placable n i un gran individualism o, ofrecen la posibilidad d e q u e se desarrolle la orientación productivo-receptiva. T a n to en el caso d e la aldea actual com o en el caso de una aldea en una cultura integrada y

182

S O C IO PSIC O A N A LISIS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

hum anam ente rica, la productividad se desarrolla cuando la reali­ dad económica y cultural perm ite y estimula la clase de actividad q u e es la esencia de la productividad. Regresando al campesino de nuestra aldea, aunque muchos es­ tán caractcrológicamentc m otivados para el trabajo difícil tienen pocos placeres. La vida se ve com o una lucha por m antenerse a flote. Al orientarse más y más hacia lo mercantil, hacia las ganancias y al beneficio m aterial, los campesinos productivo-acumulativos son influidos cada vez más por la nueva clase de em ­ presarios para q u e dejen sus fiestas tradicionales, las cuales son un desperdicio de dinero, para que trabajen más para comprar más bienes de consum o y para que den educación escolar a sus hijos, d e m odo q ue éstos puedan abandonar la aldea. M ientras q u e los cañeros se aferran a un tipo de vida que los hace más y más vulnerables a la explotación, los campesinos productivo-acum ulativos haccn cuanto les es posible para colarse dentro de la sociedad moderna. U na com binación de factores, incluyendo los valores d e la sociedad industrial, las presiones de los nuevos em ­ presarios, los precios que van en aum ento y las nuevas dem andas d e consumo, todas favorecen la tendencia hacia las cosechas de venta asegurada, la inversión de capital y el status en términos d e ingresos. Pero las limitaciones de su éxito económico son ta­ les q ue la gran mayoría de los campesinos productivo-acumulativos nunca puede ganar lo suficiente para considerarse exitosos en térm inos de la economía citadina, y ni siquiera en términos de los nuevos empresarios de la aldea. T odo lo que tienen es trabajo difícil, poca recompensa, y el riesgo constante de ser aplastados por fuerzas q u e no pueden prever ni controlar. D eben verse a sí mismos como subdesarrollados an te los ojos del m undo industrial.

E

l

NO EjrDATARIO

A unque la orientación productivo-acumulativa es la que mejor se adapta al q idatario, lo cual se observa en su mayor éxito m a­ terial, para el no ejidatario es aún más im portante poseerla si es q u e quiere librarse de su condición de peón. Puesto que comienza sin capital, debe acum ular una gran cantidad para alcanzar el nivel en que com ienzan la mayoría de los ejidatarios. Y aunque unos cuantos cjidatarios receptivos pueden llegar a ser relativa­ m ente prósperos dejando que otros —por ejemplo, una esposa as­ tu ta— adm inistren su propiedad, es más probable que el no ejida-

V A R IA B LE S C U L T U R A L E S Y S O C IO E C O N O M IC A S

183

tario receptivo se vuelva dep en d ien te d e uno d e los terratenientes más ricos o de una m ujer q u e lo m antenga (esposa o m a d re). A pesar d e q ue los ejidatarios son en general m ucho más prós­ peros q ue los n o ejidatarios (ver cuad ro 6 .3 ), el cuadro 6.1 m uestra q ue la orientación productivo-acum ulativa está correla­ cionada significativam ente con la e s e ta n to para los ejidatarios com o para los no ejidatarios. Sin em bargo, la orientación acum u­ lativa es más crítica para la prosperidad de los no ejidatarios. A u n jornalero receptivo le faltan los rasgos q u e lo harían tra tar de acu m u lar capital, o com prar o ren tar tierras. P ara el no ejida­ tario la correlación en tre la e s e y la orientación acum ulativa d o m in an te es r = < .48, significativo al nivel del 1 % . Ya hem os visto q u e para los ejidatarios esta correlación au n q u e m enor tam bién es significativa (r = .31, p < .05). E sto se debe a q u e el alcance d e la distribución d e ingresos es más reducido para el ejidatario el cual, puesto q u e posee tierra, pu ed e ser relati­ v am en te próspero au n sin la estructura óptim a de carácter. Pero sería u n error suponer q u e au n con una orientación productivaacum ulativa el no ejidatario tiene garantizado el éxito. P odrá, de hecho, verse obstruido por su pobreza e incapacidad para encon­ trar capital. Sin em bargo, si tien e un padre próspero q u e le ayu­ d e en el com ienzo o si pu ed e acum ular algún capital en Estados U nidos, es probable que lo au m en te. E sto tam bién sucede con el p eq u eñ o grupo de em presarios explotadores quienes probable­ m en te com ienzan apoderándose d e la tierra d e ejidatarios recep­ tivos y alcohólicos y después invierten el excedente d e su capital en m aquinaria agrícola, la cual alquilan, o en un cam ión q u e les pued e d ar ingresos com o interm ediarios. La estructura del carácter pasivo-receptivo no se ad a p ta bien ni a los ejidatarios ni a los n o ejidatarios, y las correlaciones ne­ gativas en tre la receptividad y la e s e son alta m e n te significan­ tes. Para el ejidatario la correlación entre la receptividad dom i­ n a n te y la e s e es r = — .52 (p < .01); para el no ejidatario r = — .39 (p < .01). La correlación en tre la receptividad, ya sea d o m in an te o secundaria, y la e s e para los ejidatarios es r = — .43 (p < .01); para los n o ejidatarios r es m enos .42 (P < -01). U n a form a d e q u e un q id a ta rio pueda acum ular capital es buscando trabajo com o bracero en Estados U nidos. E sto se po­ día hacer más fácilm ente en el pasado, antes d e q u e el gobierno d e Estados U nidos estableciera leyes contra la im portación de jornaleros mexicanos por tem porada. Sin em bargo, algunos de los

184

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

aldeanos h an po d ido o b te n e r contratos com o trabajadores semicalificados en esc país. E sta fo rm a d e ganar capital fue utilizada ta n to p o r los n o ejidatarios productivo-acum ulativos com o por los productivo-explotativos. (L a correlación en tre la productividad y tra b ajar en Estados U n id o s es r = .35 significativo al nivel del 1 % .) E l cam pesino p roductivo-acum ulativo q u e o b tie n e algún capi­ tal en Estados U nidos tie n e después más probabilidades d e au ­ m e n ta r sus tierras o d e ab rir u n a pequeña tienda, o am bas cosas. Los ejidatarios productivo-explotativos o los em presarios no eji­ datarios ren tan tierra, pero ta m b ié n es probable q u e ofrezcan nuevos servicios a los otros agricultores, tales com o re n ta d e ca­ m iones y tractores. A u n q u e n o h ay suficientes casos para una correlación confiable d e p ro d u cto-m om ento, podem os inform ar q u e todos los hom bres q u e p resta n estos servicios tien en carácter productivo-explotativo. La d iferen cia en tre estos hom bres y los q u e em igran a la ciudad p a re c e confirm ar q u e el ir a Estados U nidos com o bracero es, en té rm in o s psicológicos, la m ás arries­ gada y más am biciosa d e las dos decisiones.1

C la se y carácter

Si la posición d e una clase s e d eterm in ara ú n ic am en te en base al facto r económ ico, sería d e esperar q u e todos los ejidatarios

1 De 1960 a 1965, 21 jóvenes dejaron la aldea para trabajar en la ciu­ dad, porque habían oído hablar de las oportunidades que ésta ofrece. Algunos regresaron más tarde, pero la mayoría se quedó en la ciudad y a menudo visitan a sus familiares durante los fines de semana o los días de fiesta. Según nuestros datos, los jóvenes, tanto hombres como mujeres, que dejan la aldea para trabajar en las ciudades cercanas no presentan una diferencia caracterológica significativa respecto a los otros. Esto es un poco descon­ certante, puesto que se podría esperar un interés mucho mayor, un cierto espíritu de aventura, etc. en este grupo y llegamos a la conclusión de que hay dos factores que pueden explicar la situación: I) Que ir a la ciudad no está tan determinado por la imaginación y el interés como por las oportu­ nidades (un amigo, un pariente, etc.) y 2) que es posible que varios de los que se quedan en el pueblo sean los más productivo-acumulativos y que se interesan por el trabajo agrícola y la independencia, mientras que algunas personas improductivas quizá vayan a la ciudad porque esperan en forma poco realista que el pariente o amigo en quien confían se hará “cargo de ellos", si ambas tendencias opuestas fueran operantes, la evaluación estadística de la muestra, que de todos modos es peauefia, no señalaría ninguna tendencia clara. Para poder averiguar más sobre lo que los motiva, se tendría que va­ lorar la orientación de carácter de cada individuo en este grupo.

VARIA BLES C U L T U R A L E S

y

S O C IO E C O N O M IC A S

185

fueran más ricos que los no ejidatarios. La clase más rica estaría com puesta de aquellos q u e tienen tierra, y la clase más pobre es­ taría com puesta por la que no la tienen. O bviam ente el factor económico es la determ inante más im portante del status socio­ económico, y d ser m iem bro de la clase cjidataria generalm ente es señal de una relativa riqueza en el pueblo. E n el capítulo III inform amos que dos tercios de los no ejidatarios pertenecen a la d a s e más baj3, com parados con sólo 6 % d e los ejidatarios. En relación a la clase más alta, las cifras prácticam ente se invierten: 52 % de los ejidatarios com parado con sólo 5 % de los no q'idatarios está en este nivel. A ún más, se dem ostró q u e un cjidatario que trabaja su propia tierra prácticam ente tiene asegurado el alcanzar la pu nta d e la pirám ide económ ica. D iciéndolo de o tro modo 89 % d e la clase más alta está com puesta d e ejidata­ rios, y 11 % de no ejidatarios. La clase media está dividida equi­ tativam ente entre ejidatarios y no ejidatarios. P or contraste, 94 % d e la clase más baja está com puesta d e no ejidatarios y sólo 6 % de ejidatarios (ver cuadro 6 .3 ). Cuadro 6 3 C o m p o s i c i ó n d f, l a s c l a s e s s o c i a l e s

(en porcentajes) Clase baja Clase media Clase alta (N = 65) (N = S3) ( N = H ) Porcentaje de ejidatarios Porcentaje de no ejidatarios

6 94

50 50

89 11

100

100

100

Sin embargo, nuestros datos han m ostrado q u e la relativa rique­ za dentro d e las clases no cjidataria y cjidataria depende del ca­ rácter y que el carácter a veces lleva a un cambio en la posición socioeconómica. Los pocos ejidatarios en la clase más baja son hom bres im productivos rcccptivos y los no ejidatarios en la clase más alta son hombres acum ulativo-productivos o productivo-cxplotativos que han aprovechado las nuevas oportunidades de acum u­ lar capital. I-a relación en tre la e s e y el carácter tam bién se puede presen­ tar en términos de porcentajes según se ve en el cuadro 6.4. De los hombres en la clase más baja, 54 % son d o m inantem ente re*

1 86

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

ceptivos y sólo 2 4 % son d o m in an te m en te acum ulativos. T o­ dos los hom bres receptivos, con excepción d e dos d e los hom ­ bres acum ulativos en esta clase, tien en orientaciones no pro­ ductivas; los únicos m iem bros productivo-acum ulativos d e la clase m ás baja son los jornaleros cuyo carácter n o ha supe­ rado su falta d e capital. E l o tro 22 % de la clase m ás baja está com puesto p o r hom bres im productivos explotativos, todos ellos jornaleros. C uadro 6.4 C a r á c t e r y c l a s e s o c io e c o n ó m ic a m a s c u l in o s

(N =

M odo dom inante de asimilación Pasivo-receptivo (N = 55) Improductivo-explotador (N = 14) Productivo-explotador (empresario) ( N = 11) M oderado a bajo o productivo-acumulador (N = 25) Productivo-acumulador (N = 16) T otal

pa ra

je f e s

de

f a m il ia

122) Clase socioeconómica Baja M edia Altá 24 9

23 3

8 2

1

3

1

11 1

8 7

/ 8

46

44

32

E n la clase m edia 5 4 % d e los hom bres son receptivos, y casi todos estos hom bres son ejidatarios q u e plan tan caña. E l 34 % de la clase m edia es acum ulativo, la m ayoría d e este grupo está for­ m ad a por n o ejidatarios productivo-acum ulativos q u e h a n m ejo­ rado su posición original d e clase. E l 14 % d e la clase m edia está com puesto d e hom bres explotativos (7 % productivo y 7 % im ­ productivo). E ste grupo incluye a unos cuantos no ejidatarios q u e son em presarios que van en ascenso y a unos cuantos ejida­ tarios im productivos-explotativos con tendencias receptivas que son p lantadores de caña. E n la clase alta, sólo 25 % d e los hom bres son receptivos, y to­ dos ellos son ejidatarios cuya posición d e clase está sostenida por esposas q u e se encargan d e u n a tien d a o q u e ayudan a adm inis­ tra r la tierra. E l 47 % de la clase alta está com puesto de hom bres acum ulativos, casi todos ellos ejidatarios; 2 8 % de la clase más

V A R IA B L E S C U L T U R A L E S Y S O C IO E C O N Ó M IC A S

187

a lta está co m puesto d e hom bres explotativos (7 d e 9 son productivo-explotativos). D e los 5 no ejidatarios en la clase m ás alta 2 tien en carácter productivo-acum ulativo y 3 tien en carácter em ­ presarial. E l c a r á c t e r d e l a s m u j e r e s y l a s v a r ia b l e s s o c io e c o n ó m ic a s

C o m o en el caso d e los hom bres, el carácter d e las esposas está ta m b ié n diferen cialm ente relacionado co n la clase socioeconóm i­ ca. A u n q u e u n a m ayoría d e esposas son acum ulativas (p o r razones q u e se d iscu tirán más a m p lia m e n te en el capítulo V I I ) el por­ ce n taje d e esposas acum ulativas en las dos clases altas es m ayor q u e el d e la clase más baja (ver cu ad ro 6 .5 ). P or co n traste, la m a­ yoría d e las esposas receptivas se en c u en tra en la clase m ás baja. La e s e para las esposas está correlacionada significativam ente con la p ro ductividad (r = .30, p < .01) y con el factor d e cxplotatividad ( r = .27, p < .0 1 ). L a correlación con la productividad resulta del h echo d e q u e los esposos y las esposas en general com ­ parten el m ism o nivel d e p roductividad.2 L a correlación con la explotatividad en p a rte refleja la situación en la q u e u n ejidatario rcceptivo-im productivo está d o m in ad o p o r u n a esposa exp lo tativ a, la cual es responsable d e elevar el nivel económ ico de la fam ilia. C uadro 6.5 M

o d o d o m in a n t e d e a s im il a c ió n

(N = (en porcentajes)

PARA LAS ESPOSAS

M odo de asimilación Explotador Receptivo Acumulativo

y c l a s e s o c ia l

102)

Baja

Clase social Media

Alta

13 40 47

13 22 65

28 8 64

100

100

100

2 Los hombres y las mujeres productivos tienen más probabilidades de casarse entre sí, en tanto que los improductivos también se buscan unos a otros. La correlación de producto-momento para la productividad de 102 «Posos y esposas es r = .45 (p < .01). Una discusión más amplia de las reladoncs entre los sexos se puede encontrar en los capítulos VII y VIII.

188

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

Los hom bres receptivos en la clase alta deben su posición eco­ nóm ica a las esposas q u e se encargan d e una tienda o q u e pres­ tan dinero con intereses. (M ientras q u e tal sociedad es económ i­ cam ente benéfica, a m enudo trae com o resultado q u e el hom bre se vuelva alcohólico, según se discutirá en el capítulo V III .) Hay una correlación significativa entre el adm inistrar una tienda o cantina y la orientación explotativa en las m ujeres (r = .26, p < .01). (Los hom bres que se encargan d e estas actividades tienen más probabilidades de tener una orientación productivoacum ulativa.) Por contraste, las esposas productivo-acum ulativas tienden a buscar dinero extra trabajando com o costureras, actividad ésta que es más creadora. La correlación entre coser para obtener ga­ nancia y la productividad es r = .27 (p < .01); entre coser para obtener ganancia y la orientación acum ulativa, la correlación es r = .21 ( p < .05). Algunas d e las m ujeres casadas o solteras se dedican a otras ocupaciones para obtener ingresos, pero estos no se correlacio­ naron significativam ente con el carácter. U na m ujer puede tra­ bajar como sirvienta o hasta hacer el trabajo de un hom bre en los campos (ver capítulo I I I ) , pero éstas ocupaciones generalm en­ te están determ inadas por la necesidad económ ica o la oportuni­ dad, o por am bas. U na cjidataria q u e esté más o menos bien económ icam ente puede trabajar en el cam po supervisando a sus jornaleros. U na m ujer más pobre puede trabajar en los campos o lavar ropa ajena porque no tiene otra form a de ganar dinero para alim entar a sus hijos.

C a r á c t e r y e d u c a c ió n

U no de los desconcertantes pero im portantes hallazgos de nues­ tro estudio, fue q u e se encontró que ni la educación ni el saber leer y escribir estaban correlacionados con el éxito m aterial en la aldea. E sto en realidad no debería sorprendernos, si se con­ sidera el hecho d e que el campesino que lee y escribe y que ha tenido más años de escuela no está m ejor capacitado para el tra­ bajo agrícola en pequeña escala. Leer y escribir no son im portan­ tes para su trabajo. Sería distinto si el tipo de producción agrícola cambiara. A prender nuevos métodos y la com unicación con los especialistas podría obligar al cam pesino a utilizar en forma activa su capacidad para leer y escribir. E n la actualidad, a la escuela

VAR IA BLES C U L T U R A L E S Y S O C IO E C O N Ó M IC A S

189

asisten más bien los hijos de los campesinos más ricos que ven la educación com o una calzada para que sus hijos dejen la aldea y se capaciten para el trabajo no agrícola. Los hijos d e los cam­ pesinos más ricos han recibido significativam ente más educación escolar que los niños más pobres y, en algunos casos, han llegado a convertirse en maestros de escuela y hasta en profesionales. Se ha visto q ue aquellos q u e más respaldan la escuela y que dirigen los comités escolares son los nuevos empresarios (productivo-explotativos) que quieren que sus hijos se preparen para un trabajo bien rem unerado en la sociedad moderna. Excepto en lo q ue se refiere al reforzam iento de los patrones de autoridad (ver capítulo IX ), la educación escolar marca m uy poca diferencia en el desarrollo del carácter. H ay sólo una correlación significativa entre los años de educación escolar y el carácter: las mujeres que h an tenido más educación escolar son significa­ tivam ente más productivas ( r = .21, p < .01). Esto probablem en­ te no es el resultado de la educación escolar, sino más bien indica que las niñas más productivas continúan estudiando. E n general, los aldeanos, aun los más ricos, prefieren educar a los niños y m antener a las niñas en casa. Las niñas que sienten especial interés por el estudio, tienen más probabilidades d e lograr que los padres les perm itan continuar asistiendo a la escuela, y tie­ nen más probabilidades de tener éxito si los padres tienen el dinero para pagar los libros y los gastos de la escuela. Para las niñas, el que se les perm ita estudiar significa una mayor libertad sobre la esclavitud dentro de la casa, y las niñas más independien­ tes son las q ue buscan un cam ino que las saque de la servidum bre tradicional femenina. C a r á c t e r y a c t iv id a d e s r e l ig io s a s y c u l t u r a l e s

Los aldeanos más productivos buscan el poco estím ulo cultural qu e aún queda en la aldea. La evidencia sugiere que, entre otras cosas, la productividad m ide la respuesta del individuo a tales estímulos. Para los hom bres productivos la Iglesia ofrece una fuen­ te d e estímulo cultural, de esperanza, y una afirm ación de los valores morales q u e acentúa la responsabilidad. H ay una correla­ ción significativa entre ir a misa y la productividad ( r = .26, p < .01). Los hom bres productivos tam bién tienden a citar las enseñanzas religiosas. Para las mujeres no hay correlaciones significativas entre la pro­ ductividad, ir a misa, y la expresión de la ideología religiosa en la

190

SO C IO PSIC O A N A LISIS D E L C A M PE SIN O M E X IC A N O

entrevista. Esto coincide con nuestra observación de que la religión cum ple una función distinta para las mujeres y los hombres. Ir a la iglesia es una actividad fem enina más convencional (especial­ m ente para las mujeres de las familias más ricas) y no parece estar determ inada en forma significativa por el carácter. Esto encaja con el hecho de que, según señalamos en el capítulo III, un mayor porcentaje d e mujeres que de hombres va a misa. C uando comenzamos el estudio nos preguntamos si los aldea­ nos responderían a estímulos más culturales si se les ofrecieran. Para responder a la pregunta trajimos estímulos experimentales; éstos incluían el coro de la Universidad Nacional de México, bai­ larínes y cantantes folklóricos. La señora M arta Salinas organizó un grupo de lecturas en donde cada semana aquellos que estaban interesados podían venir y escuchar cuentos de hadas y novelas especialm ente sobre México y sobre campesinos en otras partes del m undo. Un grupo de 20 mujeres y 2 hombres asistieron con regularidad a las lecturas. Gozaron especialmente con una novela acerca d e los campesinos de la región durante la Revolución Mexi­ cana d e 1910, al igual que con los cuentos de hadas de C rim m y las historias de Tolstoi sobre campesinos rusos. F ue de notarse que se identificaran con las actitudes, temores y esfuerzos del campesino europeo. Aún más, durante los tres primeros años del estudio también se les exhibieron películas con regularidad. Al principio la idea era lograr comentarios y discusiones acerca de las películas, algunas de las cuales eran de largo m etraje y otras sobre viajes, películas sobre agricultura y películas educativas sobre salud c higiene. El doctor Alfonso Millán, quien escogió y exhibió las películas y que dirigió estas discusiones, encontró que muchos aldeanos eran reacios a asistir a la exhibición cuando no pagaban por ella. Sin embargo, cuando se les anim aba a com entar las películas, sus opiniones eran sensitivas y perceptivas. A cada aldeano se le calificaba en relación a su participación en las actividades culturales introducidas por el estudio. El 30 % de los aldeanos participaron en una u otra ocasión mientras que el 7 0 % nunca participó (6 4 % de los hombres y 75 % de las mujeres [ver cuadro 6.6]). Se construyó una escala que representa la frecuencia de la asistencia y que va del 1 al 4 (frecuente, oca­ sional, infrecuente y ausencia), para la correlación con las variables de carácter. E n cuanto a los hombres, hubo una correlación significativa en­ tre la productividad y la participación cultural ( r = .30, p < .01). D e hecho, la asistencia a misa y a los sucesos culturales están

V A R IA B LE S C U L T U R A L E S Y S O C IO E C O N Ó M IC A S

191

C uadro 6.6 P a r t ic ip a c ió n e n l a s a c t iv id a d e s c u l t u r a l e s l l e v a d a s a L A A LD EA P O R E L ESTUDIO

(en porcentajes) participación A sistencia frecuente A sistencia ocasional A sistencia infrecuente A usencia

Porcentaje de Porcentaje de Porcentaje hombres mujeres total ( N = 196) (N = 200) (N = 396 *) 6 15 14 64

6 13 5 75

6 14 10 70

99

99

100

• No hubo información sobre 13 hombres y 8 mujeres. significativam ente correlacionados en los hom bres (r= .4 3 , />0 40 51 79 64 45 32

23 27 36 62 49 30 19

X' diferencia no significativa 8.74 • 8.72 * 14.08 * 9.21 • 10.80 • 8.14 •

• Significativo a nivel del 1 %.

Los resultados muestran que, en general, los hom bres más q u e las m ujeres (cuadro 7.1) son dom inantem ente receptivos (5 1 % a 3 6 % ) ; con tendencias receptivas ( 7 9 % a 6 2 % ) ; tip o narci* sista I ( 4 0 % a 27% ); tradicional ( 6 4 % a 4 9 % ) ; y dem ocrático (4 5 % a 3 0 % ) . Tam bién tienden a ser más indulgentes ( 3 2 % 3 1 9 % ) y a manifestar las tendencias sádicas algo más que las mujeres ( 3 0 % a 2 3 % ) , a u n q u e la diferencia no es estadística­ m en te significante. P or otra parte, más mujeres (cuadro 7.2) tienen carácter acu­ mulativo dom inante ( 3 9 % a 2 2 % ); tendencias acum ulativas (6 5 % a 4 6 % ) ; tendencias masoquistas ( 4 0 % a 1 8 % ); ten d en ­ cias rebeldes activas (45 % a 32 % ); y tendencias rebeldes pasivas ( 2 0 % a 8 % ) . Más m ujeres son tam bién cariñosas condicionalm en te ( 6 3 % a 5 5 % ), pero no al grado de ser estadísticam ente [195]

196

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

C uadro 7.2 R a sg o s d e c a r á c t e r q u e d is t in c u e n

a

las

aldeanas

D E L O S ALDEANOS

Rasgos

Porcentaje Porcentaje de hombres de mujeres (N = 200) (N = 206)

Tendencias masoquistas Amor condicional (cuidado material) Acumulativo dominante Acumulativo Tendencias rebeldes Tendencias rebeldes pasivas

18

40

55 22 46 32 8

65 39 65 45 20

Xa 22.44 * diferencia no significativa 13.81 * 14.49 • 8.37 * 12.21 *

• Significativo a nivel del 1 % .

significante. Podríam os señalar aq u í que, au n q u e no hay diferencia en el po rcen taje d e hom bres y m ujeres q u e son cariñosos o sum i­ sos, en el análisis factorial el am or y la sumisión son parte de un síndrom e fem enino cuando se com binan con m asoquism o y re­ beldía. Las condiciones q u e influyen en la form ación d el carácter de los hom bres y m ujeres se discutirán más am pliam ente en el capí­ tu lo IX. B aste decir aquí q u e es probable que los aldeanos m ani­ fiesten las actitudes tradicionales del patriarcado q u e otorga a los hom bres el d erecho a gobernar a las m ujeres, con responsabilidad pero firm em en te. Las m ujeres n o debieran tener los mism os dere­ chos q u e los hom bres, dice la m ayoría de los aldeanos, porque el m arido d ebe ser com o un nuevo padre que protege a su esposa. Para apoyar los valores tradicionales, citan el p u n to d e vista patriarcal d e la Biblia, la cual dice q u e Dios dio a los hom bres el derecho a m an d ar sobre las m ujeres cuando le dijo a Eva que A dán se enseñorearía sobre ella. El narcisism o característico del aldeano (q u e parece estar rela­ cionado con esta a c titu d d e superioridad hacia las m ujeres) im plica u n cierto aislam iento y auto-protección. N uestros resultados tien­ d en a co n firm ar el cuadro, que h a sido descrito con ta n ta elocuen­ cia p o r O ctav io Paz {1959), d e la resistencia del m exicano a ser tocado, a ser ab ierto y vulnerable. Sugiere adem ás q u e la cualidad “herm ética" del m exicano ha surgido com o una defensa contra la h u m illación d e la C onquista Española y más especialm ente del

E L SEXO Y E L C A R A C T E R

197

socavam iento del patriarcado, u n asu n to q u e se discutirá m ás de­ tallad am en te después. P ara el mexicano, según O ctavio Paz, el ser abierto es ser ab ierto por la fuerza y volverse indefenso com o la m ujer “inferior” . C er­ cado p o r sus defensas el mexicano, Paz dice, “ no trasciende su soledad. Al contrario, se encierra en e l l a . . . oscilamos en tre la en­ trega y la reserva, en tre d grito y el silencio, en tre la fiesta y el velorio, sin entregarnos jamás” .1 Para com prender por qué m ás m ujeres q u e hom bres son ac u m u ­ lativas, se d eb e ver este rasgo com o una parte d e síndrom es dis­ tintos, q u e responden a condiciones sociales distintas. C o m o h e­ mos señalado en el capítulo V , los hom bres acum ulativos tienden a ser m ás productivos que las m ujeres acum ulativas; 48 % d e los hom bres d o m in an te m en te acum ulativos com parados con 21 % de las m ujeres dom inantem ente acum ulativas son de una producti­ vidad m u y alta. E n los liombrcs, dado su tipo d e producción, la orientación acum ulativa es afín a la productividad. E s claro que este no es el caso en las mujeres. E l h echo de q u e en las m ujeres las tendencias im productivasacum ulativas, com binadas con la sum isión, m asoquism o y /o re­ beldía, son más frecuentes q u e en los hom bres se p u ed e com ­ p ren d er en cu a n to a la función q u e la cu ltu ra ofrece a las m uje­ res, la cual es en m uchos aspectos d ife ren te a la del h o m b re en térm inos d e trabajo y relaciones sociales. Se espera q u e las m u ­ jeres se traten a sí mismas com o propiedad perteneciente a los hom bres. Se supone q u e deben acum ular, por así decirlo, ta n to su virginidad com o su amor, g uardando la prim era para su m a­ rido y el segundo para sus hijos. Los rasgos fem eninos m ás ad ­ m irados son la abnegación, el sufrir sin quejarse, un feroz am or m aternal, la m odestia y la sumisión. E ste tipo d e síndrom e ac u m u ­ lativo está reforzado no sólo por las actitudes hacia la sexualidad y el am or, sino tam bién por el trabajo para el cual se entrena a la m ujer. Esencialm ente se le confina a la casa la cual se es­ pera q u e m an ten g a lim pia y en orden. Lavar y b arrer le llevan m ás tiem p o q u e cocinar. La m ayoría d e las esposas tien en un presupuesto lim itado q u e generalm ente es provisto por el h o m ­ b re y el cual la m ujer no puede au m en tar con su propio tra b a­ jo (a m enos q u e se emplee fuera del ho g ar). C o n frecuencia debe p edir su m isam ente dinero a su m arido. Las tradiciones cul­ turales tam b ién acentúan la sum isión fem enina, la dependencia 1 P az (1 9 5 9 ) , p. 58.

198

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

y la inferioridad. A un al nacer las niñas son m enos valoradas. (L a partera llega a cobrar el doble si el p ro d u cto es un n iñ o .) C o n fo rm e crecen los hijos, a los niños se les protege, se les con­ sien te más, y se les d a más libertad para vagar por las calles del pueblo y jugar, m ientras q u e desde los seis años o antes sus herm anas ya hacen la lim pieza o cuidan d e sus herm anos m ás pequeños. A u n q u e ta n to los niños com o las niñas deben obede­ cer ciegam ente a sus padres, se espera q u e las niñas sean m ás m odestas, sacrificadas y que se preocupen m ás por la lim pieza y el orden. L o q ue es más, el folklore expresa el tem a de la fuerza del m acho y la deb ilidad d e la hem bra, la necesidad d e q u e la m u­ jer se proteja, q ue se encierre. H em os observado q u e en los juegos d e las niñas d e 8 a 12 años, el tem a d o m in an te es la defensa contra el ataq u e d e la figura del m acho scxualm cntc destructivo q uien trata d e p en e trar el anillo d e solidaridad d e la hem bra para posesionarse d e la pura c inocente joven, com o en D oña Blanca o L a m onjita. M uchos d e estos juegos pueden ser descendientes d e los bailes circulares europeos q u e ritualizaban el tem a del m a­ trim onio por cap tura. E n algunos, com o Naranja dulce, el sig­ nificado expresa la idea d e que una m uchacha q u e se abre y cede an te los hom bres será abandonada y se le dejará m orir. La canción va así: Naranja dulce, limón partido D am e un abrazo que yo te pido Si fueran falsos mis juramentos E n poco tiempo me olvidarás Toca la marcha, mi pecho llora Adiós señora, yo ya me voy Naranja dulce, limón celeste D ile a María que no se acueste Pero María ya se acostó V ino la muerte y se la llevó. C om o es d e esperarse, teóricam ente, las m ujeres tam bién tie­ nen tendencias rebeldes q u e se pueden in terp reta r com o obstina­ ción arraigada en la orientación acum ulativa y com o resentim ien­ to reactivo co n tra lo q u e se exige de ellas. H o m b r e s y m u j e r e s p r o d u c t iv o s e

im p r o d u c t iv o s

E n el capítulo V I discutim os el hecho d e q u e los hom bres más productivos tien d en a ser acum ulativos m ientras q u e los im produc- I

EL SEXO Y EL CARACTER

199

tivos tienden a ser receptivos. M ientras q u e los h om bres produc­ tivos son responsables y tradicionales ta n to com o independientes, los hombres im productivos son sum isos-dependientes (receptivos y con fijación m a te rn a ) y tien en tendencias sado-m asoquistas. Tam bién h ay diferencias en tre las m ujeres m ás productivas vs. las más im productivas (ver cuadro 7 .3 ). C uadro 7.3 La p ro d u c tiv id a d c o r r e l a c i o n a d a c o n a q u e l l o s ra s c o s DE CARÁCTER QUE DIFERENCIAN A LOS SEXOS

Rasgo Tendencias sádicas Tendencias masoquistas Narcisismo I dom inante Amor condicional dom inante (cuida­ do material) Tendencias al consentim iento Receptivo dom inante Receptivo Acumulativo dom inante Acumulativo* ** Autoridad tradicional Democrático Sumiso Tendencias rebeldes Tendencias rebeldes pasivas Fijación materna

Hom bres (N = 200)

Mujeres (N = 206)

- .2 5 * * - .1 7 * - .1 2

.00 .04 - .1 5

.40** - .0 2 - .3 3 * * -.3 0 * * .35** .32** .29** .31** - .3 1 * * - .1 2 - .2 1 * * - .2 4 * *

.18** .02 - .0 6 -.1 7 * .06 - .0 1 .24** .31** -.1 1 - .1 8 * * -.2 7 * * - .1 9 * *

• Significante a nivel de 5 % . * * Significante a nivel de 1 % . Sólo para los jefes d e familia, estas correlaciones son ligeramente diferentes a las presentadas en el capítulo V I.

E s probable q u e las m ujeres productivas sean significativam en­ te más afectuosas y generosas (am or condicional) y tradicionales-democráticas q u e las m ujeres im productivas, quienes tienden a ser más rebeldes y fijadas a la m adre. N o o b stan te, a u n q u e los hom bres se polarizan en dos diferentes tipos d e carácter social - - e l productivo-acum ulativo (in d e p en d ien te y responsable) vs. el im productivo-receptivo (d ep en d ien te e irresponsable)— el carác­ te r social d e las m ujeres no está polarizado. M ás b ie n , hay un

200

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

tipo d o m in an te d e carácter fem enino el cual es un síndrom e de los rasgos acum ulativos sumisos y responsables. Su aspecto posi­ tivo (productivo) tiene la calidad del am or m aternal y del tra­ dicionalism o al igual q u e una mayor independencia. S u aspecto negativo (im productivo) tien e la calidad d e lo pasivo, obstina­ ción, y un tipo de centrism o m aterno que, com o verem os, au nque no im plica irresponsabilidad hacia los hijos, sí im plica un rechazo a los hom bres. D e aquí q u e m ientras los hom bres im productivos tien d en a ser receptivos, básicam ente "suaves", y sólo superficial­ m e n te masculinos, las m ujeres im productivas tienden a ser duras e inflexibles y ferozm ente protectoras de lo q u e consideran parte d e sí m ism as, lo cual incluye a sus hijos. M ientras q u e la m u­ jer productiva tiende a levantar un hogar acogedor, la m ujer im ­ productiva construye una fortaleza psicológica q u e excluye a todo aquel q ue no es parte de ella mism a.

La

re la c ió n

e n tre

h o m b re s y

m u je re s

Al estudiar las relaciones en tre los sexos, es im p o rtan te tom ar en cu en ta las diferentes form as en q u e los dos tipos d e hom bres —acum ulativo y receptivo— se relacionan con las m ujeres. Señalam os en el capítulo V I que es probable q u e los esposos y esposas tengan el m ism o nivel de productividad. E sto tam bién es cierto respecto a la parejas más jóvenes y a las más grandes, lo q u e sugiere q u e el nivel de productividad es un factor de peso para la elección del com pañero y no q u e sea el resultado de q u e dos personas vivan juntas, lo cual no d eb e sorprendernos. Los individuos más productivos com parten una ac titu d responsa­ ble, m ás independiente, m ientras q u e es más probable q u e los im productivos se “enam oren” sobre la base de un vínculo simbió­ tico, sado-masoquista. E n las familias dirigidas por hom bres productivos hay dignidad y preocupación por cum plir con las obligaciones, por ser form al y cum plido. Las esposas son m odestas y sumisas, p ero protecto­ ras y cariñosas, especialm ente con los hijos pequeños. Asom bra la form alidad más bien fría q u e se guarda en tre los m iem bros d e la fam ilia, aún entre, m arido y m ujer. E l patriarca del pueblo es suspicaz, cauteloso, posesivo con sus cosas, lo cual incluye a su m ujer y a su familia. Podrá serle infiel a su m ujer, pero no siente q u e la ha traicionado, m ientras m antenga a la fam ilia. E n algu­ nos casos, los hom bres m ás ricos pueden llegar a te n er una se-

EL SEXO Y EL CARACTER

201

gunda familia, casa chica con una esposa en unión libre. Prevalece el doble standard. Considera que su obligación hacia su esposa es darle atención m aterial y protección en forma responsable, pero no un am or profundo. D e hecho, hay m uy pocas fam ilias en el pueblo do n d e los esposos y las esposas sean com pañeros cariño­ sos. Los otros aldeanos observan a estas familias cariñosas y las consideran notables, dignas d e adm iración, pero excepcionales. E sto d e ningún m odo es privativo d e los campesinos mexicanos. Tliom as y Znaniccki (1958), por ejem plo, dicen q u e los cam pe­ sinos polacos sienten q u e la relación ideal en tre los sexos es la del dom inio tradicional de un h o m bre firm e y responsable y que el m atrim onio tiene la finalidad d e form ar una unidad económ i­ ca viable. PRODUCTIVO •mor •mor condicional: responsable (cuidado material)

tradicionaldemocrático

tradicionaldemocfAlico acumulativo

•mor condicional: responsable (cuidado material)

narcisismo 1

tendencias sado-masoquistas sumiso

sumiso-dependiente lijado a la madre

rebelde fijado a la madre

HOMBRE

“U,E*

tendencias sado masoquistas receptivo

IMPRODUCTIVO F ic u ra

7 .1

(Basada en el cuadro 7.3)

¿C uál es la relación entre maridos y m ujeres im productivos en contraste con aquella entre parejas productivas? U na m edida pre­ sente en esta relación es la del dom inio de la fam ilia. In depen­ dien te del cuestionario proycctivo los doctores T h eo d o re Schw artz y Lola R om anucci Schw artz sacaron una evaluación de conducta del 68 % d e las familias com puestas de m arido y m ujer (86 de

202

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

las 127 fam ilias) en cuanto a quién era el individuo dom inante y q uién era más sumiso, es decir, quién tom aba las decisiones en cu anto al dinero, la educación d e los hijos, to m ar partido en los problem as del pueblo, participar en los proyectos del mismo, etc. Esta m uestra fue representativa de la población entera ta n ­ to en térm inos d e clase social com o d e carácter. Los resultados m uestran q u e aproxim adam ente 2 /3 d e los m a­ ridos ( 6 6 % ) son dom inantes. Pero hay q u e tom ar esta cifra con b astan te escepticismo. E n algunos casos incluye hom bres cuyas esposas les dejan aparecer com o dom inantes, pero q u e en privado dom inan o hasta sabotean a sus maridos.2 Estos resultados m uestran q u e m ientras la mayoría d e los m a­ ridos parecen ajustarse al m odelo patriarcal, una buena minoría de familias contradice los valores oficiales d e la cultura. Si tam ­ bién tom am os en cuenta q u e 20 % d e todas las fam ilias son go­ bernadas por m ujeres sin m arido, podem os calcular q u e por lo m enos 4 8 % d e las fam ilias son dom inadas por m ujeres más que por hom bres. E sto contrasta sorprendentem ente con el ideal de patriarcado. T am bién contrasta con la idea oficial d e q u e las m ujeres son p o r naturaleza inferiores y no debieran tener los mism os derechos q u e los hom bres, lo cual fue confirm ado por 8 0 % d e las mujeres al responder al cuestionario. ¿Cuáles hom bres son dom inantes? y ¿Cuáles son dom inados por sus esposas? Al correlacionar el dom inio con las m edidas de ca­ rácter y conducta (cuadro 7.4) se puede ver que 8 8 % de los hom bres con orientación acum ulativa (los hom bres más produc­ tivos) son dom inantes com parados con sólo el 54 % d e los hom ­ bres con orientación receptiva. Estas diferencias son estadísticam en­ te significativas. Están d e acuerdo con las expectativas teóricas de que es más probable q u e los hom bres receptivos sean dom inados por las mujeres, especialm ente por aquellas q u e son acum ulativas, * Este hecho se menciona en el chiste del cacique del pueblo que quería averiguar si eran los hombres o las mujeres quienes manejaban los asuntos en su pueblo. Le pidió a un ayudante que fuera de casa en casa y donde encontrara un hombre a cargo dejara un caballo com o regalo, pero si la mujer manejaba la familia se le regalaría un pollo. El pobre hombre se encontró regalando únicam ente pollos, hasta que, por fin, llegó a una casa gobernada por un hombro granac y rudo. Preguntó: "¿Quién manda aquí? — y el hombre respondió— , Yo” . Una mujercita salió y tímidamente confir­ mó esto. Muy contento el ayudante dejó un caballo, mas cuando se alejaba, el hombre corrió tras él y le dijo, “M e dio un caballo café, pero mi mujer quiere uno blanco.” “ Muy bien — dijo el ayudante con tristeza— , aquí está su pollo” .

¡

C uadro 7 A D o m in io

m a s c u l in o e n r e l a c ió n a la s v a r ia b l e s

PSICOLÓGICAS Y ECONÓMICAS

Rasgos Productividad moderada a alta Productividad baja Receptivo dominante Acumulativo dominante Fijación materna intensa Fijación materna moderada o ninguna Machismo alto Machismo bajo Violento (medida de conducta) No violento Alcohólico Bebedor fuerte Bebedor moderado Abstemio Clase económica baja Clase económica media Clase económica alta • Significativa a nivel del 5 % . • • Significativa a nivel del 1 % .

Número de ma­ ridos con rasgo

Porcentaje que domina a la esposa

44 42 50 17 47 40 41 45 25 62 26 16 52 52 26 35 22

75 57 54 88 55 80 59 77 56 71 25 69 72 94 58 67 77

Correlación de producto-momento entre el dominio y: Productividad

=

.28**

Carácter receptivo Carácter acumulativo Fijación materna

= -.5 5 * * = .27* = -.2 5 *

Machismo

= - .1 2

Violencia

= - .1 2

Escala de alcoholismo

= -.4 1 * *

Escala socio-económica =

.28*

204

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

¿Q ué es lo q u e hace q u e los hom bres productivos-acumulativos dom inen? La evidencia es q u e son más estrictos, m enos de­ pendientes, menos temerosos de las mujeres y tienen m ás éxito económ ico. U n factor im p o rtan te en el dom inio es tam bién el grado en q u e los hom bres están fijados a sus m adres. D e aquellos hom bres q u e continúan fijados a sus madres intensam ente, 55 % son dom inantes, m ientras q u e 8 0 % que no m uestran extrem a fijación m aterna son dom inantes. Los hom bres q ue son productivos y acumulativos, m enos de­ p en d ien tes y temerosos de las m ujeres, pueden así ajustarse al papel patriarcal. Estos hom bres n o entran en el patrón del machism o. Beben menos que el prom edio (ver capítulo V I I I ) y hay m enos probabilidades de q u e sean agresivos. Estos datos tam bién apoyan el descubrim iento de q u e el papel patriarcal es diferente al del m achism o sádico, el cual general­ m e n te es u n a com pensación com pulsiva d e los sentim ientos de debilidad y dependencia d e las m ujeres. E sto se confirm a con el asom broso hecho de q u e sólo 59 % de los maridos q u e califi­ caron alto en m achism o dom inan a sus esposas com parado con 77 % q u e calificaron bajo en m achism o. A parte de esto, supo­ nem os q ue un gran porcentaje d e esposas de hom bres del tipo m acho hacen creer q u e él dom ina a la familia, porque saben que necesita estar convencido d e esto para poder funcionar bien o, por lo m enos, sin dem asiada violencia. M uchas d e las m ujeres en ­ trevistadas dijeron que en su opinión el machismo es una expre­ sión d e debilidad c inm adurez. H ay buenas razones para creer q u e estas m ujeres nunca revelarían este conocim iento “secreto” a sus maridos. T am bién hem os n otado en el pueblo que tales hom ­ bres dom inan a sus esposas por la fuerza m ientras son jóvenes y fuertes, pero conform e envejecen, la m ujer se hace cargo d e la fam ilia gradualm ente. E ste m ism o proceso lo observó Lewis (1951) en T cp o ztlán . O ctavio Paz h a sugerido u n a raíz diferente del sadism o en el m acho mexicano. Escribe q u e este sadismo “se inicia com o ven­ ganza a n te el herm etism o fem enino o com o tentativa desespera­ da para o b te n er una respuesta d e un cuerpo que tem em os to tal­ m e n te insensible” .* ¿C óm o apoyan nuestros datos esta hipótesis? P arece ser, por los inform es de la doctora Lola Rom ánucci Schw artz sobre sus conversaciones con mujeres del pueblo, que su actitud no es m uy diferen te d e la d e las m ujeres victorianas. E l goce sexual en las J P az (1 9 5 9 ) , p. 60.

EL SEXO Y E L CARACTER

205

m ujeres se considera innatural o indecente. Las m ujeres del pue­ blo consideran el acto sexual com o algo en que son "usadas" por el hom bre. A unque esto no necesariam ente prueba q u e las m u­ jeres q u e opinan así no gocen sexualm ente (aun cuando pueden ocultarlo o sentirse avergonzadas por gozar de las relaciones sexua­ les), n o ob stan te tiende a confirm ar lo dicho por Paz. Por lo q u e se refiere al sadism o masculino, nuestros datos no parecen apoyar la afirm ación general de Paz la cual parece in­ dicar q u e todos los hom bres m exicanos son sádicos. Según nues­ tros datos, sólo 30 % de los hom bres tienen tendencias sádicas. Sin em bargo pu ed e no haber ta n ta diferencia como parece. P or un lado, n uestra calificación puede haber subestimado la prevalencia del sadismo en los hom bres (ver Apéndice B ); por otro, la de O ctavio P az no es una afirm ación estadística q u e pretenda ajus­ tarse a todos los hom bres. E n cuanto a las causas d e la extensa frigidez fem enina, no teniendo datos detallados sobre la conduc­ ta sexual, sólo podem os especular. U na razón es indudablem ente el p atrón cultural represivo; otra pudiera estar relacionada con la prevalencia d e la orientación acum ulativa del carácter en las m u ­ jeres. La condición psicológica más im portante para el orgasmo fem enino es q u e la m ujer se suelte y se abra. E sto es difícil para el carácter acum ulativo cuya seguridad se basa en estar cerrado, en una posición autosuficiente tip o fortaleza.4 8

El

reto

a l p a t r ia r c a d o

A quí aparece la pregunta crítica, ¿por qué, precisam ente en una sociedad d e valores patriarcales q u e inculca en sus m ujeres la idea de inferioridad es q u e hay tantos hom bres dominados por ellas? E n el capítulo V III describiremos detalladam ente cuántos de los hom bres con carácter receptivo son aplastados por su pobreza y p o r su debilidad a n te las m ujeres y se vuelven alcohólicos. N o obstante, este proceso no se pu ed e com prender com pletam ente * Estas consideraciones desarrollan aún más una serie de ideas expresadas por Fromm (1 9 6 3 ) en el capítulo “Sexo y carácter”. 5 Se podría preguntar por qué los hombres acumulativos no son impoten­ tes, si las mujeres acumulativas tienden a ser frígidas. Aparte del hecho de que el funcionamiento fisiológico masculino parece mejor asegurado con ­ tra el fracaso por mecanismos fisiológicos poderosos, debiera hacerse hincapié en oue el acto de la penetración n o es el de abrirse. Por lo tanto sólo el hombre acumulativo en extremo que no quiere dar iu semen es el que puede llegar a ser impotente.

20 6

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

sin to m ar e n cu en ta el co n traste en tre los valores culturales del patriarcado y la realidad d e una poderosa tendencia m atriarcal. H em o s d ic h o en el capítulo V q u e consideram os la cu ltu ra del p ueb lo com o un sistem a patriarcal roto, en contraste con el d e las sociedades cam pesinas españolas o las del sur d e Italia o la de las aztecas antes d e la C o n q u ista caracterizadas p o r el dom inio m ascu lin o absoluto. Los italianos del sur, igual q u e los aztecas antes d e la C o n ­ qu ista (Soustelle, 1964) tra tab an con dureza a la m u jer infiel. E n el pu eb lo , a u n q u e m ás m ujeres aú n le son fieles a sus m aridos q u e viceversa, h ay unos cuantos casos en q u e las m ujeres engañan ab ie rta m e n te a sus m aridos, los cuales rara vez se in dignan, ya sea p o rq u e te m en a sus esposas o porque no p ueden esperar a p o ­ yo d e la sociedad. M ien tras q u e en otras sociedades, Japón por ejem plo, los valo­ res patriarcales tienen tal fuerza q u e una esposa h ará lo im posi­ b le p o r hacer creer a los dem ás q u e un m arido débil es fuerte, p o rq u e su prestigio d ep en d e d e q u e se crea q u e su m arido dom ina a la fam ilia, d e n in g ú n m odo es este el caso en el pueblo. Si una m u jer sim ula condescender a n te u n h o m b re débil y a c ep tar los valores patriarcales, es porque com prende q u e él es com o un niño al q u e se p u ed e m anejar m ejor alim e n tan d o su narcisism o o pro­ tegien d o su sensibilidad.® Sin em bargo, algunas m ujeres no ocul­ ta n su desprecio p or los h om bres receptivos, dependientes, espe­ cialm en te cu ando el h o m b re es u n fracaso en lo económ ico. Al estu d iar los factores q u e d eterm in an si el h o m b re en el p ueb lo gob ern ará a su fam ilia, es difícil separar el carácter de la posición económ ica. A m bos factores son im portantes y, com o hem o s visto en el capítulo V I, están intcrcorrelacionados. E n tre m ás alto se en c u en tre el h o m b re en cu a n to a posición económ ica m ás probabilidades hay d e q u e m a n ten g a la au to rid ad tradicio­ n al del m ach o (cu adro 7 .4 ). D e los hom bres de clase alta, 77 % gobierna su casa, com parado con 67 % en la clase m edia y 58 % en la clase m ás baja. E n cada clase los hom bres con carácter recep­ tivo, los dep en d ien tes y los fijados a la m adre, son los q u e tienen m ás probabilidades de q u e la esposa los dom ine. P ero el resul­ tado d e la debilidad m asculina es m ás a m e n u d o u n a derrota to tal en las clases más bajas, d o n d e el h o m b re no tien e o tra arm a • Por ejem plo, a la pregunta 42 un hombre respondió que una mujer "de­ biera ser muy buena con su marido, cuidar el honor de él, su trabajo pero especialm ente su honor. Si la mujer n o cuida e l honor del hombre, en ton ­ ces ¿1 n o es nada” .

El S E X O Y E L C A R A C T E R

207

q u e la fuerza b ru ta contra u n a esposa q u e lo desprecia. Los h o m ­ bres m ás prósperos, aun cuando están dom inados por sus m uje­ res, siguen jugando un papel im p o rta n te com o trabajadores en la fam ilia. P ero en las familias m ás pobres la esposa p u ed e tra b a­ jar, y u n h o m b re derrotado p u e d e sentirse tam bién económ ica­ m e n te in ú til y puede acabar por a b a n d o n a r la casa. E n la hacienda el peón se sentía im potente en cu a n to a su papel m asculino po rq u e no podía defender a su m u jer del am o. E n las clases m ás bajas, los ho m b res dd pueblo sien ten una im potencia parecida porq u e no p u ed en sostener a sus fam ilias. A veces la esposa p u e­ d e ab a n d o n ar a u n hombre así y regresar a casa d e su m adre. E n otros casos la m u jer sim plem ente le dirá al h o m b re q u e se vaya, dan d o com o excusa que él exige dem asiado sin d ar n ad a a cam ­ bio o q u e es u n mal ejem plo para los hijos d e ella (algunos d e los cuales p u ed en s e rd resultado d e uniones libres an te rio re s).7 U n a ald ean a d e la clase m ás baja vive sin m arido y p reg u n tó : “¿P or q u é d eb o te ñ o m arido? N o sería m ás q u e o tro niño, q u e cuid ar y ya tengo bastante m a n te n ie n d o a m i fam ilia.” O tra, q u e ha te n id o una serie d e m aridos dijo, “ M ire, yo soy todo, p ad re y m ad re p o rq u e el padre es un borracho. N u n ca se ocupa d e ellos. E n todo soy m ad re y padre po rq u e el p ad re es bebedor.” D espués adm itió q u e los hijos no obedecen a su m arido, y él a su vez les pega. “ N o m e gusta la form a en q u e los educa —dijo—, sólo sabe pegarles y p o r eso ellos no lo obedecen ni lo q u ie ren .” Su solución fue co rrer al m arido. “ Y a hem os h ab lad o —dijo— y le dije q ue te n ía q u e dejarnos. H em os llegado a una decisión. H e decidido q u e nos deje.” E sta m ujer, com o m uchas otras q u e viven sin m arido, se m antiene lavando ropa, a veces vendiendo, y a veces h acien d o el trabajo d e u n jornalero en el cam po. V arios au to res mexicanos, algunos d e ellos psicoanalistas, h an escrito sobre el intenso problem a en tre los sexos en M éxico y su efecto patogénico en el carácter. E stos autores, incluyendo a A ni­ ceto A ra m o n i (1961), F rancisco G onzález P ineda (1961) y S an­ tiago R am írez (1959). señalan q u e m uchas fam ilias en M éxico no tien en padre, y fes hijos son criados sólo por m ujeres. E stas m ujeres o h a n sido abandonadas por sus m aridos o lian corrido a los hom bres incapaces d e m a n te n e r a la fam ilia. Los hom bres, a 7 Este patrón n o se limita a los pueblos mexicanos. Se encuentra entre las familias más pobres en Estados U nidos, especialm ente entre los negros pero también entre los «migrantes rurales blancos a las áreas urbanas, donde se forman familias “matriarcales” por la deserción de los hombres cuya pro­ pia estim a ha sido aplastada por el fracaso económ ico.

20 8

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

su vez, tra ta n d e reafirm ar su m asculinidad por la fuerza b ru ta c o n tra esposas q u e son a p a re n te m e n te sum isas pero q u e e n reali­ dad se cierran, g u ardando su am o r para sus m adres e hijos, y son pasiv am en te rebeldes a n te el do m in io y la indiferencia m asculinos. U n facto r im p o rta n te en este cu ad ro p u ed e ser el h ec h o de q u e en m uchos casos los h om bres no son ta n sum isos y débiles cu a n d o se casan, sino q u e sus m ujeres los vuelven m ás. Las m u ­ jeres m asoquistas p o d rían , com o dice A ram oni, q u erer som eterse a h o m b res fuertes y au to rita rio s. P ero si en vez d e en c o n trar fuerza e n c u en tran receptividad y sum isión detrás d e la im agen q u e en la n iñ e z se form aron d el h o m b re poderoso y rapaz, a m e­ n u d o son desafiantes y rencorosas, y p ueden llegar a ridiculizar al h o m b re enfu reciéndolo y volviéndolo im potente." 9 En su capitulo "Sexo y carácter” From m (1 9 6 3 ) sugiere que las armas que hombres y mujeres usan una contra otro son determinadas en parte por sus vulnerabilidades biológicas. “ La posición del hombre es vulnerable en tanto tenga que probar algo, esto es, en tanto pueda fallar potcncialm ente. Para él, el coito tiene siempre la apariencia d e una prueba, de un exam en.” “La vulnerabilidad de la mujer, por otra parte, yace en su dependencia del hombre; el elem ento de inseguridad relacionado con su función sexual está no en fallar sino en ‘quedarse sola’, en quedar frustrada, en n o tener com ­ p leto control sobre el proceso que lleva a la satisfacción sexual.” La primera defensa del hombre contra su vulnerabilidad es el poder, ya sea la fuerza física o el prestigio. Pero su deseo d e invulnerabilidad lo hace sensible a las burlas de la mujer, y “el m iedo del hombre a perder su vida puede ser m e­ nos grande que su m iedo al ridículo” . Para protegerse del ridículo, d e ser hun did o y sim bólicam ente castrado, el hombre puede tratar d e dominar a la mujer pues "Si ella le tem e — si tem e ser muerta, golpeada, o pasar hambre— ella no lo puede ridiculizar.” En el pueblo el choque entre los sexos saca a lucir estas armas. Los hombres, cuando se les hum illa, recurren a la fuerza y después al abandono, mientras que las mujeres son m uy hábiles en el destructivo arte del ridículo el cual pueden usar unas contra otras al igual que contra los hombres. Es interesante ver que en un juego d e niñas, Matarili, la finalidad es ridiculizar y avergonzar a una persona hasta que no lo puede tolerar y tien e que unirse al líder. E l juego continúa hasta que todas las ninas se han unido al líder, el agresor. H ay casos en los que los sueños reflejan conflictos violentos entre los hombres y las mujeres, en los cuales uno tiene m iedo del otro. U na mujer que ha estado en guerra con su marido durante años dijo al entrevistador: "H ace un mes soñé que él llegaba borracho, que sacaba una pistola y m e disparaba y que en vez de ir a casa de m i padre, a quejarme con él, iba a la ayudantía. Llegué bañada en sangre. E ntonces le dije al juez: ‘M ire lo que m e hizo. V engo a enseñarle para que sepa lo que es. Ahora ya está avisado d e que si algo le pasa a él o yo le hago algo algún día, ya sabe por q u é.’ M e disparó en el pecho. M e desperté llena d e m iedo y com encé a pensar. Creo que soñ é eso porque él m e ha am enazado d e que cualquier día él podría hacer algo. H ace veinte días cu an do estaba borracho, m e dijo que durante tres n oches había soñado que lo estrangulaba con las manos.”

V III. A L C O H O L IS M O E l a l c o h o l i s m o es un problem a grave para el pueblo. La bebida tiene q u e ver con la mayoría d e los pleitos y asesinatos,1 pues aquellos q ue beben descuidan fam ilia y trabajo. Los alcohólicos, ¡neluvendo al 18 % de la población masculina d e más d e 20 años, abandonan sus obligaciones com o agricultores, esposos, padres y miembros de la com unidad. Al abandonar su tierra, al rentarla o al venderla, y al beberse las ganancias, el alcohólico daña al sistema cjidal q u e se estableció para librarlo d e la explotación. E n otras palabras, el alcoholism o no sólo trae com o consecuencia violencia y familias destruidas, sino que tam bién m ina las insti­ tuciones q ue podrían m ejorar la vida del aldeano. A ntes de investigar las causas del alcoholismo en el pueblo, es­ tudiarem os el alcoholism o en éste en com paración con el del país en conjunto. H ablando d e alcoholism o y violencia, la aldea consta en los archivos del m unicipio com o algo menos problem ática y menos alcohólica q u e sus vecinas. Es difícil calcular con precisión el grado d e alcoholismo. Sin em bargo, los cálculos disponibles indi­ can q u e el estado de M orolos, en donde está situada la aldea, está considerado com o uno d e los estados con más alcoholism o. ¿Cóm o se calcula la prcvalencia del alcoholismo? H ay tres métodos diferentes com únm ente utilizados por los investigadores: el consum o de alcohol per capita, la fórm ula Jellinck basada en el núm ero d e m uertes por cirrosis hepática,2 y los estudios de cam po por m edio d e entrevistas. E n la aldea utilizamos solam ente el m étodo de estudio de cam po porque lo consideramos el más con­ fiable. Esta fue tam bién la opinión del Seminario Latinoam eri­ cano sobre A lcoholismo patrocinado por la O ficina Sanitaria Panam ericana d e la O rganización M undial de la Salud en V iña del M ar, C hile en 1960.3 Los participantes llegaron a la conclu1 Según un informe del doctor Miguel Silva Martínez, la venta de bebi­ das alcohólicas y la tasa de crímenes están correlacionadas en forma muy alta por todo el país. En la ciudad de México, 66 % de los actos de vio­ lencia, incluyendo peleas y accidentes, se dan entre gente que ha estado bebiendo. Yease “El alcohol en la salud individual y colectiva”. Higiene, 2: 70-85, 196?. : Para una descripción de la fórmula Jellinck y su aplicación, véase Jcllinek (1960). 3 Seminario Ijctinoamcricano sobre Alcoholismo, Informe Final, Oficina Sanitaria Panamericana, Oficina Regional de la Organización Mundial de

210

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

sión d e q ue los cálculos sobre el alcoholism o basados en el con- I sum o d e alcohol p er capita proporcionan sólo una burda compara* I ción. A ntes q u e nada, reúnen sin distinción tipos no equivalentes 1 d e bebidas, siendo un hecho q u e el licor produce efectos alcohóli- 1 eos más fuertes q u e la cerveza o el vino. Segundo, no incluyen d alcohol n o registrado, com o el aguardiente de caña destilado en casas particulares o el pulque, q u e form an un gran porcentaje d e lo q u e beben los alcohólicos en los pueblos d e cam pesinos o de indios. E n realidad, a u n q u e la mayoría de los aldeanos com ienza beb iendo cerveza, los alcohólicos term inan bebiendo alcohol puro . de caña q u e es más fuerte y más barato (aprox. 50 centavos los 50 m i.) y el cual no está registrado. A veces el alcohol se mezcla con C oca-C ola y se le llam a tcporocha. T e n ien d o presente este problem a de la exactitud, se puede señalar que el estado de Morclos ocupa el tercer lugar en el consum o de alcohol per capita en M éxico, sobrepasado sólo por los vecinos estados d e M éxico y Pue­ bla.4 N o tenem os cifras sobre el consum o per capita d e alcohol en la aldea. El sem inario sobre alcoholism o tam bién llegó a la co n c lu sió n ] d e q u e aun cu ando la fórm ula Jcllinck era la m ejor form a de calcular indirectam ente la prcvalcncia del alcoholism o, tendía a subestim ar el núm ero d e alcohólicos. E sto es po rq u e el m étodo ] sup o n e q u e se pueden reunir datos confiables d e las autopsias, j factor con el q ue no se pu ed e co n tar en las sociedades cam pesi­ nas. D e hecho, se inform ó q u e en C h ile los cálculos d e prcva­ lcncia basados en la fórm ula d e Jellinck fueron consistentem ente m enores q u e los basados en estudios de cam po.5 A dem ás, la fórm ula en sí tien e un p u n to débil; supone que el porcentaje de casos d e cirrosis q u e son fatales no varía d e una cultura a otra, u na suposición q ue el S em inario sobre A lcoholism o n o aceptó. El inform e señala q u e “la desnutrición en los países latinoam erica­ nos p u ed e ser la causa q u e produce variaciones en los factores í q u e form an la ecuación Jcllinek, y q u e las m uertes por cirrosis p u eden deberse a una etiología d e desnutrición m ás q u e a un al­ coholism o extrem o”. la Salud, con la colaboración del Servido Nacional de Salud y el auspi­ cio de la Universidad de Chile y el Colegio Médico de Chile, Santiago, ; Chile, 1961. 4 Cf. Miguel Silva Martínez, "El alcohol en la salud individual y colec­ tiva”, p. 75. 4 Seminario, p. 68. En un estudio llevado a cabo en Chile en 1958, la fórmula Jellinck dio un cálculo de 3.4 % mientras que el estudio con entre­ vistas indicó un porcentaje de 5.1.

A L C O H O L IS M O

211

Según el inform e de la O rganización Sanitaria P anam ericana en 1960, la prevalencia del alcoholism o en tre los adultos d e 20 años o más en M éxico, basada en la fórm ula Jellinek, es d e cerca d e 3.5 %> cua* 48 cas* ^a m *sm a clue k de C hile pero inferior a la d e Estados U nidos (4 .5 % ) o F rancia ( 5 .2 % ) . A u n q u e no te n e m o s cálculos basados en la fórm ula para las diferentes zonas de M éxico, tan to las cifras sobre el consum o de alcohol per capita y nuestra propia observación indican q u e el alcoholism o es más p r e v a l e n te en el área en la m eseta central cercana a la ciudad de M éxico q ue en la mayoría de las otras partes del país. T en ien d o presente los problem as d e la exactitud, es im p o rtan te señalar una vez más que la fórm ula Jellinck dio un cálculo aproxi­ m ado del alcoholism o m asculino en la ciudad d e M éxico que era superior al prom edio nacional y tam bién parecido al q u e se en­ contró en el pueblo utilizando el m étodo de la observación de cam po. U sando la ecuación Jellinek, Silva M artínez (1963) calcu­ ló q u e 8.7 % de la población m ayor d e 20 años en la ciudad de México es alcohólica. P uesto que la O rganización Sanitaria P an ­ am ericana calcula la proporción del alcoholism o en tre hom bres y mujeres en México com o d e 5.3 a 1,* el cálculo basado en la fórm ula Jellinek sería de q u e aproxim adam ente 15 % d e los h o m ­ bres adultos en México son alcohólicos. A unque la fórm ula Jelli­ nck nunca se utilizó en la aldea, encontram os por observación q u e 18 % d e los hom bres d e 20 años o más son alcohólicos. N uestros datos se basan en la observación de los partícipes, no en entrevistas. C onsideram os q u e hasta la mayoría d e los estu­ dios de cam po corren el riesgo d e subestim ar el problem a, puesto que se basan únicam ente en entrevistas. A pesar de q u e los aldea­ nos, al contestar las preguntas de la entrevista, fueron francos sobre muchos detalles íntim os d e sus vidas, los alcohólicos te n ­ dían a subestim ar o tergiversar sus hábitos sobre la bebida. La experiencia clínica confirm a la im presión de que los alcohólicos consciente o inconscientem ente distorsionan el alcance d e lo que beben. N uestras clasificaciones del alcoholism o en cuanto a h á­ bitos d e bebida fueron más exhaustivas q u e los estudios basados en cálculos y u n a com paración válida de la prevalencia en otras áreas exigiría métodos y tipos d e control equivalentes. Al definir el grado d e alcoholism o, se pueden enfatizar ya sean ^,n Cmbarg°' C1 informe señala que los estudios d e cam po C hile muestran una proporción m ucho más alta de alcohólicos hombres de mujeres que la que indica el estudio d e muertes por cirrosis. E l caso POdria ser el mismo en México.

212

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

los aspectos fisiológicos d e la enferm edad o sus resultados socia­ les. P u esto q u e este estudio se centra en la patología social, los efectos sociales d e la bebida son prim arios. El grado d e alcoho­ lism o se determ in ó por el alcance del fracaso, debido al frecuente beber, para enfrentarse a las obligaciones sociales. Esta definición no tom a en cu en ta la cantidad d e alcohol consum ido ni el daño a la salud del bebedor. A un así, está de acuerdo con la cuidado­ sam e n te analizada definición d e K cllcr (1962) del alcoholism o com o “u n a enferm edad crónica m anifestada por la frecuencia en el beber q u e llega a causar lesión en la salud del bebedor o en su fun cio n am ien to social o económ ico".7 A unque la definición opcracional usada en este estudio está basada en el funcionam iento social y económ ico, todos los aldeanos, cuya salud se ha deterio­ rado d ebido a la bebida, están incluidos en la clasificación del alcoholism o. Se dividió a los hom bres del p ueblo en cinco categorías: alcohó­ licos, bebedores en exceso, bebedores m oderados, abstem ios y ex-bebedores* Los “alcohólicos’' se definen por el hecho d e q u e pierden varios días de trabajo a la sem ana a causa d e la bebida. (T a m b ié n es un hecho q u e estos hom bres beben cada vez que tien en o p ortunidad.) Basándonos en nuestras observaciones, que fueron confirm adas en entrevistas con aldeanos m ayores inclu­ yendo al du eñ o d e una cantina, a 50 hom bres o sea 14.4 % d e los aldeanos hom bres de 16 años o más se les consideró alcohólicos. Los “bebedores en exceso" difieren de los alcohólicos sólo en grado. B eber excesivam ente d u ran te el fin d e sem ana n o se con­ sidera anorm al en la aldea, pero el bebedor en exceso se excede d e la norm a cultural al perder los lunes y a veces otros días de trabajo a causa d e la bebida. A veintisiete hom bres, 1 3 % d e los hom b res d e más de 16 años se les consideró bebedores en exceso. Los “bebedores m oderados", q u e incluyen a 109 (47 % ) h o m ­ bres, son aldeanos cuya afición por la bebida no entra en conflic­ to co n sus obligaciones. Suelen beber cerveza o bran d y (pocos aldeanos beben te q u ila ), y n unca beben alcohol puro d e caña. E l b eb ed o r m oderado puede em borracharse ocasionalm ente d u ran te el fin d e sem ana o en una reunión fam iliar o fiesta, pero general­ m e n te se d etien e después d e u n o o dos tragos. Los “abstem ios"

T Mark Kcllcr, “T he Dcfinition o í AlcohoKsm and thc Estim ation of its Prcvalcnce'', en el libro de David Pittm an y Charles E. Snyder (1 9 6 2 ) . • N o se descubrieron mujeres alcohólicas en la aldea. Las primeras cua­ tro categorías corresponden a las sugeridas por el Seminario Latinoamericano sobre Alcoholism o.

213

A L C O H O L IS M O

incluyendo a 34 ( 1 6 % ) hom bres, jam ás beben licor. La categoría final, la d e los “cx-bebedorcs”, incluyendo 8 personas o sea 4 % d e los hom bres adultos, está form ada por hom bres q u e eran o alcohólicos o bebedores en exceso pero q u e dejaron d e beber. E sta categoría es dem asiado pequeña para hacer com paraciones esta­ dísticas d e im portancia, pero será útil para ilustrar la im portancia d e los factores psicológicos. E n prom edio los alcohólicos y los bebedores en exceso son m a­ yores q u e los bebedores m oderados y los abstem ios (cuadro 8 .1 ). D e los alcohólicos, 6 0 % tien e m ás d e 40 años, com parado con 34 % d e los bebedores en exceso, 24 % d e los abstem ios y sólo 16 % d e los bebedores m oderados. E n realidad, d e la pobla­ ción m asculina mayor d e 40 años, 32 % son alcohólicos y 16 % beben m ucho, d e m odo q u e casi la m itad d e los hom bres m ayo­ res padecen problem as d e alcoholism o. Estos datos reflejan la observación d e q u e m uchos aldeanos se vuelven alcohólicos o bebedores en exceso pasada su juventud y q u e la m ayoría d e los jóvenes com ienza com o bebedores m oderados.

C uadro 8.1 E d a d d e l o s a l c o h ó l ic o s c o m p a r a d a

con

otros

g ru po s

(en porcentajes)

Edad

16-30 30-40 40-50 50-60 60-70 4-

Bebedores Total de Alcohó- Bebedores modera­ Abstemios población licos en exceso dos (N = 54) masculhta (N = 30) (N = 27) ( N = 109) (N = 209) 27 13 33 20 7

33 33 8 22 4

70 14 2 11 3

53 25 12 6 6

54 19 10 12 5

100

100

100

100

100

Correlación: Alcoholismo y edad r = .29, p < .01.

N o existe u n a diferencia significativa en el estado civil d e los alcohólicos, bebedores en exceso y abstem ios, pred o m in an d o en los tres grupos los hom bres casados. U n porcentaje m ás alto de

214

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

bebedores m oderados no está casado, lo q u e refleja la predom i­ nan cia d e hom bres jóvenes e n este grupo (cuadro 8 .2 ). Cuadro 8 2 E st a d o c iv il

(en porcentajes)

Estado civil

Solteros U nión libre Casados (por la iglesia o lo ci­ vil) V iudos o divor­ ciados

.. , . „ . . Bebedores T otal de AIcohó- Bebedores modera. Abstemios población dos ( N = J 4 ) masculina (N = 3 0 ) ( N = 2 7 ) (N —107) (N = 2 0 9 ) 27 6

18 4

37 23

23 12

29 15

60

78

27

62

48

7

0

13

3

8

J00

100

100

100

100

¿Q u é es lo q u e causa el alcoholism o en la aldea? C om o se ha visto en m uchos estudios, no es posible seleccionar u n solo rasgo q u e in variablem ente cause alcoholism o. M ás bien, com o sugirió Jellinck (1960), existen "vulnerabilidades”, sociales y psicológicas q u e au m en tan la probabilidad d e que se beba en exceso. Estos factores tienen, sin em bargo, d iferente peso en las diferentes cul­ turas. E n casos extrem os un factor p uede te n er ta n to peso que h asta u na m uy p equeña vulnerabilidad en otro factor tenderá a p roducir alcoholism o. L a vulnerabilidad en la aldea, com o en otras sociedades, es u n a com binación de factores culturales, psico­ lógicos, y socioeconómicos. H em os distinguido cuatro tipos de vulnerabilidad: I ) V ulnera­ b ilid ad cultural, esta incluye a las instituciones q u e estim ulan la bebida y las actividades culturales q u e im plican beber. T am bién incluye el grado de estím ulo cultural, puesto que d o n d e hay poco q u e b eb er se convierte en u n a actividad pausada y m ás atrayente. 2 ) V u lnerabilidad psicológica, es la m otivación psicológica, y la m ás inconsciente, q u e caracteriza al alcohólico. 3 ) V ulnerabili­ d ad psicosocial, son los patrones y conflictos intcrpersonales, es-

A L C O H O L IS M O

215

pecialm cntc en tre los sexos, q u e refuerzan o disparan el impulso de beber. 4 ) V ulnerabilidad económ ica, son las presiones econó­ micas q u e afectan la estructura del carácter y au m en tan la posi­ bilidad del alcoholismo.

V u l n e r a b il id a d c u l t u r a l

A unque hay u n patrón cultural para beber asociado con sucesos especiales tales com o fiestas, jaripeos, bailes y bodas, no existe un p atrón aceptado para la em briaguez. Casi sin excepción los aldeanos consideran la bebida com o un vicio dañino. H asta los al­ cohólicos aseveran que el alcohol es un gran peligro para la salud y susceptible de llevar a la violencia y enem istad en tre amigos. U n aldeano q ue rara vez bebe resumió el sentir de la m ayoría: “E l vicio de beber hace que un hom bre pierda su oportunidad de ganar dinero para la fam ilia. Si es obrero, no gana dinero. D aña su cuerpo y a su fam ilia. Si es campesino, es lo mism o, y tam bién descuida sus siem bras.” C o n todo, este hom bre añade q u e la bebida le hace sentir felicidad, un gran placer, y el deseo d e co­ m unicarse con los dem ás. Algunos de los alcohólicos dicen que la bebida es la única cosa q u e les proporciona la alegría d e estar vivos, el deseo de cantar y gritar. Los atractivos de la bebida aum entan por lo aburrido d e la vida en el pueblo y la casi total falta d e actividades culturales, q u e no sean escuchar pasivam ente el radio o ver televisión. E n el pueblo hay seis cantinas, y cuando por la tarde los hom bres se reúnen en la plaza, a m enudo se sienten atraídos a la cantina a falta de algo m ejor q u e hacer. P ara m uchos aldeanos, beber es la activi­ dad más atrayente que puede ofrecer el pueblo. Los q u e n o beben, los abstem ios, se encuentran en tre los cam ­ pesinos q u e han rechazado los patrones culturales tradicionales. Ellos apoyan las nuevas actividades recreativas im portadas de la ciudad. M uchos d e ellos juegan con el equipo local de basketbol o lo hicieron cuando jóvenes; el equipo lo form ó hace 25 años un m aestro progresista q u e con un grupo de aldeanos hizo cam ­ paña contra los jaripeos y las fiestas que según ellos estim ulaban la bebida y eran un desperdicio de dinero. Los abstem ios son los aldeanos q ue prefieren los deportes m odernos com o el basketbol y el fútbol en vez de las corridas de toros. Su concepto de la hom bría n o es la im agen del “m acho” que bebe m ucho, y que es irritable y violento, sino el atleta disciplinado y bien en tre­

2 16

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

n ad o o el exitoso h o m bre d e negocios. D e este m odo, no sólo rechazan las formas tradicionales de diversión, sino q u e tam bién buscan nuevas form as de estím ulo cultural ta n to para hacer sus vidas más interesantes y m enos m onótonas com o para estar más en co n tacto con el m u n d o citadino. C uan d o nuestro proyecto les llevó cine, actuaciones m usicales y lecturas a la aldea, 60 % de los abstem ios, 36 % d e los bebedores m oderados, 27 % d e los bebedores en exceso, y sólo 7 % de los alcohólicos asistieron por lo m enos a u n o de estos acontecim ientos. (V er cu ad ro 8.3.) La x* d e alcohólicos versus abstem ios es 20.1, significativa al nivel del 1 % . N o hay correlación significativa en tre la edad y la asistencia (r = .0 6 ), lo que m uestra q u e la diferencia no se d eb e a la m enor edad d e los abstem ios. La diferencia tam poco se d ebe al nivel d e educación, puesto q u e aproxim adam ente la m itad ta n to de alcohólicos com o d e abstem ios no ha asistido a la escuela. (C u a ­ d ro 8.3.) C uadro 8.3 N i v e l d e e d u c a c ió n

(en porcentajes)

Nivel

Sin escuela 1*6 años de primaria Term inó la primaria

Alcohó­ licos ( N = 28)

Total de Bebedores Bebedores población en exceso moderados Abstemios masculina ( N = 26) (N = 97) (N = 34) (N = 1 9 3 )

50

35

15

44

29

43

61

64

35

55

7

4

21

21

16

100

100

100

100 r

Correlación: Alcoholism o y educación Edad y educación

— .15 — .18

100 Probabilidad insignificante .05

T a m b ié n h ay u na clara relación en tre la asistencia a la iglesia y la sobriedad; 67 % d e los alcohólicos com parado con sólo 18 % de los abstem ios nunca van a misa (xa = 15.2, p < .01). (V er c u a d ro 8.4.) N o es que los alcohólicos no se consideren buenos católicos. Posiblem ente, m uchos d e ellos tratan d e evitar las pré­ dicas del cura. Pero en general no participan en actividades no

ALCOHOLISMO

217

Cuadro 8A A s is t e n c ia

a

m is a

y

a

eventos

culturales

(en porcentajes) Asistencia a la iglesia

Asistencia

R e cu la r o fr ecu en te I n fre cu en te N unca

Alcohó­ licos

Bebedores en exceso

(N = 3 0 )

( N = 26)

6

Bebedores Abstemios moderados < N = 3 3 ) (ÍST =107)

Total de población masculina (N = 2 0 4 )

34 26 40

27 67

27 19 54

37 27 36

49 33 18

100

100

100

100

100

r

Probabilidad .01

Correlación: Alcoholism o y asistencia a la iglesia Asistencia y edad

— .32 — .04

¡insignificante

A s is t e n c ia AL CINE, CONCIERTOS Y LECTURAS

Asistencia

licos

Bebedores Bebedores en exceso moderados

T otal de población Abstem ios masculina ( N = 196)

¡•'recuente u ocasion al I n fr e c u e n te N unca

7 0 93

23 4 73

19 17 64

100

100

100

36 24 40

100 r

Correlación: Alcoholismo y asistencia Asistencia y edad

—.32 —.06

21 14 64

100 Probabilidad

.01 insignificante

fijación m aterna, narcisism o, im pulsos extrem adam ente agresivos com o única fu en te d e d iv e rsió n .0 Los únicos alcohólicos que 9 La falta de interés en los estímulos culturales también caracteriza a los alcohólicos de otras partes del mundo. Jellinek (1960) dice del alcohólico í u í z o que es un "hedonista primitivo”, una persona “con un campo de in-

218

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

tienen intereses ajenos a las cantinas son m iem bros d e la banda del pueblo, cuyos servicios se pagan tra d icio n alm c n tc con tragos. Y, com o hem os señalado, el interés por la b an d a ha dism inuido en el lugar. V u l n e r a b il id a d

p s ic o l ó g ic a

Los estudios clínicos d e alcohólicos en E stados U nidos h an pro­ ducido u na concordancia esencial en cu an to a los rasgos psicológi­ cos q u e caracterizan al alcohólico. C o m o lo resum ieron Zw erling y R o scn b au m , éstos incluyen: dependencia oral-receptiva, profunda fijación m atern a, narcisism o, im pulsos ex trem ad a m en te agresivos y el deseo d e h u ir d e la angustia d e la soledad.10 M as no se puede decir q u e estos rasgos constituyan un “carácter alcohólico”, puesto que tam bién caracterizan a personas q u e no se vuelven alcohólicas sino q u e desarrollan otras alteraciones graves d e la personalidad. Lo q u e parecen rep resentar estos rasgos del carácter es u n síndrom e de vulnerabilidad psicológica q u e encaja con la m ayoría pero no con todos los alcohólicos del pueblo. La descripción d e K n ig h t (1937) de este síndrom e del carácter en térm inos freudianos es la q u e g en eralm en te se cita com o la interpretación psicoanalítica del alcoholism o. Según K night, las experiencias del alcohólico en su niñez con una m adre caracterís­ ticam en te sobreprotectora h an producido dem andas excesivas de con sentim iento. La decepción y la frustración d e estas necesidades orales desbocan la ira, pero el individuo se sien te culpable por sus im pulsos hostiles y se castiga en form a m asoquista. N ecesita q u e se le consienta d e m o d o excesivo para apaciguar su culpabi­ lidad, estim u lan d o así u n círculo vicioso. E l alcohol apaga la ira y la decepción y es un su stitu to sim bólico del afecto. Pero tam ­ bién sirve para vejar a aquellos q u e le niegan cariño y resulta en una degradación m asoquista.. N uestros hallazgos sugieren que la a c titu d consentidora d e las tereses extrem adam ente estrecho y una verdadera incapacidad para interesarse en algo más que no sea ól m ism o y un estrecho círculo a su alrededor. T am ­ bién existe, generalmente, una incapacidad para responder en forma adecuada a los más delicados estím ulos de la vida. La estrechez de los intereses cons­ tituye una vulnerabilidad psicológica que es el origen del ‘simple hábito’ de beber grandes cantidades” , p. 387. jo p 3ra una revisión de los estudios clínicos sobre alcoholism o, cf. Israel Zwerling y M ilton Rosenbaum , "Alcoholic Addíction and Pcrsonality” , en Silvano Arieti (e d ) , A m erican lla n d b o o k o f Psychiatry (N ueva York: Basic Books, 1 9 59).

A L C O H O L IS M O

219

m adres con sus hijos (véase d capítulo V I I ) p u e d e servir para explicar por q u é la vulnerabilidad m asculina al alcoholism o es m a­ yor q u e Ia vulnerabilidad fem enina. N o o b stan te, n uestra interpre­ t a c i ó n dinám ica del alcoholism o es distin ta a la d e K night. A ún más, nuestros d atos señalan la im portancia d e factores psicosociales diferentes d e la frustración d e las necesidades receptivas. L o s alcohólicos en el pueblo no h an d icho q u e se sien tan cul­ pables acerca d e sus im pulsos agrcsivo-hostiles, a u n q u e com o vere­ mos, éstos p o r lo general son fuertes. E llos m ás bien expresan te m o r de q ue su ira haga q u e las otras personas los aban d o n en y s e rehúsen a satisfacer sus necesidades receptivas. A lgunos de los alcohólicos ad m ite n con franqueza q u e la bebida les acarrea discusiones o pleitos con sus esposas lo cual es peligroso porque entonces la esposa se niega a alim entarlo. O tros dicen q u e tem en b eb er porque sus am igos los esquivan cuando se vuelven hostiles. Basándonos en nu estro m aterial, interpretam os la renovada nece­ sidad d e beber n o com o una form a d e apaciguar la culpabilidad, sino com o un m odo d e producir una satisfacción sim bólica d e las necesidades del alcohólico d e sentirse co m p letam en te b ie n y d e ex­ p erim en tar una sensación de potencia. E l alcohólico quiere sentir que es in d ep en d ien te de los dem ás, especialm ente d e las m ujeres. E l segundo p u n to es q u e a u n q u e algunos d e los alcohólicos b eb en cuando se frustran sus necesidades receptivas, esta interpre­ tación se ha generalizado dem asiado. Para m uchos alcohólicos del p ueblo el im pulso d e beber está d eterm in ad o p rin c ip alm en te por la frustración d e su sentido d e h om bría. E stos alcohólicos son los hom bres q u e sólo com ienzan a beber después d e casarse, cuando son algo mayores. A pesar d e q u e com parten los rasgos pasivoreceptivos del alcohólico más fijado en la m adre, sus necesidades de co n sen tim ien to no son en sí su ficien tem en te grandes para pro­ vocar alcoholism o. C a r á c t e r r e c e p t iv o

N uestro estudio dem uestra la conexión en tre u n a orientación re­ ceptiva del carácter y la vulnerabilidad al alcoholism o. A unque "9 % de los ho m b res tienen tendencias receptivas y 57 % son d o m in an te m en te receptivos (ver cuadro 8 .5 ), esta orientación es más característica d e los alcohólicos y bebedores fuertes. M ás del SO % de los alcohólicos, 60 % d e los bebedores fuertes, 47 % de los bebedores m oderados y sólo 37 % d e los abstem ios fueron ca­ lificados com o d o m in an te m en te receptivos en su tipo d e asimila-

Cuadro 8.5 A l c o h o l is m o

y c a r á c te r

(Porcentaje calificado como presencia del rasgo) Rasgo

Alcohólicos (N = 2 8)

Bebedores en exceso (N = 25)

Bebedores moderados (N = 107)

43 82 93 11 18 67 63

36 60 84 16 48 68 60

17 47 78 22 46 36 31

Sádico Receptivo dominante Receptivo Acumulativo dominante Acumulativo Agresivo Machismo fuerte * Significativo al nivel del 5 % . ** Significativo al nivel del 1 % .

Total de po­ Abstemios blación mascu­ (N = 30) lina (N = 208) 27 37 70 37 60 27 35

30 51 79 22 45 43 39

r .17* .19»* .08 -.19** -.26** .28** .25

A L C O H O L IS M O

221

ción .11 La com paración entre los alcohólicos y los abstem ios pro­ duce u n a x2 d e 12.3 significante a nivel del uno por ciento. La orientación pasiva-reccptiva d e los alcohólicos ta m b ié n se pu ed e in ferir d e sus respuestas a la pregunta d e la entrevista: “ ¿Cuáles son las fuerzas que d eterm in an el destino del hom bre?” D e los alcohólicos, 68 % vio al h o m b re com o un ser pasivo de­ p en d ien te d e la voluntad de D ios o d e accidentes del nacim iento. D e los abstem ios, 45 % adoptó esta ac titu d , m ientras q u e más d e la m itad op in ó q u e la decisión y la energía del h o m b re son factores q u e d eterm in an su destino. La diferencia en tre alcohóli­ cos v abstem ios resulta de u n a xs de 4-6, significativa a nivel del 5 % . La persona receptiva también busca “ayudantes m ágicos’'. Si esto es así, es d e esperarse q u e el alcohólico recurra a los cu ran ­ deros en vez de al médico cuando está enferm o. El curandero, m ás q u e el m édico, probablem ente tom ará en serio los tem ores y depresiones del campesino y no le dirá q u e “ n o tie n e n a d a ’'. Es u na figura d e autoridad m ágica y m anifiesta preocupación hasta p o r aquellas dolencias q u e no parecen te n er bases físicas. A juzgar p o r las respuestas d e los aldeanos, 74 % d e los alcohó­ licos com parado con 39% d e los abstem ios busca la ayuda de los curanderos. (V e r cuadro 8.6.) La x2 d e esta diferencia es 8.4, significativa al nivel del 1 % . A u n q u e el recurrir a curande­ ros tam bién está correlacionado con la edad, 60 % d e los alcohóli­ cos m enores d e 40 años com parado con sólo 28 % d e los ab ste­ mios jóvenes utilizan al curandero.

M a c h is m o , n a r c is is m o y s a d is m o

El narcisism o del alcohólico d e la aldea se m anifiesta no sólo en su falta d e interés y actividad, sino tam bién en su necesidad de aparecer com o invulnerable, irresistible para las m ujeres, sin sen­ tim ientos, pero con todo siem pre capaz d e d efen d er su honor por la fuerza si fuera necesario. Estos rasgos según aparecen en las respuestas a la entrevista son la base para establecer una escala 11 D e los 208 hombres calificados por alcoholism o, a 199 se les había administrado el cuestionario interpretativo en la época llevó a cabo el análisis. Esto incluyó a 28 de los 30 alcohólicos, 27 bebedores fuertes, 107 de los 109 bebedores moderados, 30 abstem ios y a los 8 cx-bebcdores.

o sea 9 6 % en que se 26 de los de los 34

222

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

d e cu atro p u n to s sobre el “ m achism o”, incluyendo m achism o ex­ trem o , m achism o m arcado y poca o ninguna indicación de m a­ chism o. E l m achism o está correlacionado en form a inversa con las clasificaciones de responsabilidad, cooperación, satisfacción en el trab ajo y productividad. E stá relacionado en form a significa­ tiva co n la agresividad y la beligerancia. La correlación con la edad n o es significativa ( r = . 0 8 ) . D e los alcohólicos, al 6 3 % se le calificó com o m achista extrem ado o m arcado, com parado con 60 % d e los bebedores en exceso, 31 % d e los bebedores m o­ derados y 35 % d e los abstem ios. (V er cu ad ro 8.5.) L a corre­ lación del alcoholism o y del m achism o es r = .25, significativo al nivel del 1 % . Cuadro 8.6 E m pleo

de

curanderos

y

de

la

m e d ic in a

m oderna

(en porcentajes) Alcohó­ Bebedores Bebedores Total licos en exceso moderados Abstemios (N = 33) (N = 203) (N =29) (N = 26) (N = 107) M edicina moder­ na únicamente Em plea a ambos médicos y cu­ randeros Curanderos úni­ cam ente

24

39

66

61

54

59

46

28

27

36

6

12

10

------



_____

______

______

100

100

100

100

100

17

15

Correlación: Alcoholism o y em pleo de curanderos Edad y em pleo de curanderos

r

Probabilidad

.22 .39

.01 .01

El m achism o indica una ac titu d d e superioridad m asculina, un deseo d e controlar a las m ujeres y m antenerlas en u n a posición in­ ferior. E n u na parte d e la entrevista se preguntó si las m ujeres deb erían ten er los mism os derechos q u e los hom bres. D e los alcohólicos, 79 % dijo no com parado con 45 % d e los abstem ios. L a x2 d e la diferencia es 6.8, significativa al nivel del 1 % . E n

A L C O H O L IS M O

2 23

sus explicaciones de por q u é las m ujeres no deberían te n e r los m ism os derechos que los hom bres, los alcohólicos m anifestaron m ás u n te m o r a las mujeres q u e u n a convicción d e superioridad. In sin u aro n q u e a menos q u e los hom bres tengan u n a ventaja, las m ujeres p u eden llegar a controlarlos. D icho d e o tro m odo, el m achism o del alcohólico es la reacción d e su te m o r a las m uje­ res, u n a com pensación p o r su sen tim ie n to d e debilidad, d e p e n ­ den cia y pasividad. Si co ntrastam os el machismo d el alcohólico con la realidad d e sus relaciones con las mujeres, q u ed a p erfec tam en te claro q u e su a c titu d d e dureza es una fachada. C o m o vim os en el cap ítu lo 7, en tre los alcohólicos, a 15 d e los 20 hom bres casados ( 1 5 % ) se les juzgó com o dominados por sus esposas, m ientras q u e sólo uno d e 17 abstem ios ( 6 % ) era d o m in ad o p o r su m ujer. Los alcohóli­ cos solteros tam bién son sum isos a n te las m ujeres. A sí com o los alcohólicos casados están dom inados por sus esposas, los q u e son solteros son dependientes d e sus m adres. D e los alcohólicos, el 43 % d e los calificados presentó te n d e n ­ cias sádicas, comparado con 36 % d e los bebedores en exceso, 17 % d e los bebedores m oderados y 27 % d e los abstem ios. L a correlación en tre alcoholismo y sadism o es r = . 1 7 ( p < .0 1 ). Al igual q u e todos los im pulsos sádicos, los d e los alcohólicos están arraigados en el sentido d e im potencia q u e en ellos es e n ­ gen d rad o p o r la orientación pasivo-rcccptiva. Es p ro b ab le q u e este tip o d e sadism o sea m ás b ien débil porque choca con es­ fuerzos dependientes. A dem ás d e la satisfacción sádica específica, el estado d e em ­ briaguez da u n sentido de fuerza y satisfacción narcisista q u e está en co n traste drástico con el sen tim ie n to aburrido y a b a tid o d e la persona im productivo-reccptiva. Pasivo, aburrido y vacío, el al­ cohólico tra ta d e vencer los sen tim ie n to s d e im potencia d o m i­ nan d o a otros, especialm ente a las m ujeres d e quienes d epende, pues fuera d e sus fantasías, rara vez tien e éxito. N o o b s ta n te se le pued e hacer sen tir su im potencia y frustración con un in su lto bien dirigido. E s entonces cuando el alcohólico explotará, lanzando invectivas co n tra aquel que él s ien te q u e ha retado la realidad d e la figura del m acho. La m ayor p a rte d e la violencia en el pueblo, incluyendo el asesinato, se ha originado en arrebatos d e can tin a, a veces causados por un in su lto im aginario pero a m e n u d o por uno inten cio n al q u e se ve a u m e n ta d o por las propias dudas y por el te m o r d e acobardarse y q u ed a r expuesto com o un fraude, u n “d o n n a d ie ” .

224

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

La f i j a c i ó n m a t e r n a La dependencia o fijación en la m adre es congruente con el sín­ d ro m e d e carácter del individuo pasivo receptivo q u e n unca m a­ dura em ocionalm cntc. M ientras el individuo siga buscando el am o r incondicional d e la m adre, no se convertirá en un hom bre q u e produzca activ am en te, y la persistente fijación en la m adre le d ebilita a tal g rado q u e la labor d e desarrollar sus propios po­ deres se vuelve m ás difícil. Sólo unos cuantos d e los hom bres en la aldea no estaban in­ tensa o m o d erad am ente fijados en sus m adres. (V e r cuadro 8.7.) E sto refleja el lugar ccntral q u e ocupa la m adre en la sociedad cam pesina m exicana q u e hem os descrito anteriorm ente.

C uadro 8.7 F ija c ió n e n la m adrf.

(en porcentajes) Alcolió- Bebedores Bebedores Ahstemios líeos en exceso moderados /m — (N = 2 8 ) (N = 25) (N =107) ‘N - 30) ' " ^ 2 0 8 ) Fijación intensa Fijación moderada Independiente

57

44

56

55

51

59 4

48 8

42 2

60 7

46 4

100

100

100

100

lo ó

D e los alcohólicos, el 57 % fue calificado com o intensam ente fijado com parado con 44 % d e los bebedores en exceso, 5 6 % d e los bebedores m oderados y 33 % d e los abstem ios. Si bien los abstem ios difieren n o to riam e n te d e los otros grupos en el porcen­ taje bajo d e fijación intensa en la m adre, la asociación en tre el alcoholism o y la fijación m aterna no es tan gran d e com o la evi­ dencia clínica nos pudiera hacer creer. A dem ás, los bebedores m o ­ derados están tan in ten sam e n te fijados com o los alcohólicos. Para explicar esta discrepancia en tre la teoría y los datos es necesario referirnos a los dos tipos diferentes d e alcohólicos y bebedores en exceso.

A L C O H O L IS M O

225

Los aldeanos m ás vulnerables psicológicam ente al alcoholism o son aquellos con rasgos d e carácter pasivo-receptivo, com pensa­ dos con narcisismo y m achism o, y q u e están in ten sam e n te fijados en sus madres. E stos aldeanos por lo general no se casan, sino qu e perm anecen co n sus m adres relacionándose a veces, inestable y brevem ente, con otras mujeres. Sin em bargo, hay o tro tipo de alcohólico q u e com ienza a beber cuando ya es m ayor, después d e q ue se ha casado. E stos son hom bres cuya vulnerabilidad psi­ cológica por lo q u e se refiere a la m adre no es m uy grande, p a o cuando intervinen otros factores, especialm ente conflictos con la esposa, se refugian en el alcoholismo. U na indicación d e la m u ­ cho m ayor ind ep en dencia d e los alcohólicos solteros se descubre al com parar la fijación m aterna de los bebedores casados versus la d e los solteros. D e los 10 alcohólicos s o lta o s 8 están in ten sam en ­ te fijados en la m adre, m ientras que d e los 16 alcohólicos casados sólo a 7 se les calificó com o intensam ente fijados en la m adre. D e m odo parecido, de los bebedores en exceso solteros, 5 d e 6 tienen fijación m atern a in tensa, a la vez que en el grupo d e los casados la proporción es ú n ic am en te de 6 en 19. Si unim os a los alcohó­ licos y a los bebedores en exceso, 81 % d e los solteros tienen fijación intensa en la m adre comparado con 37 % d e los casa­ dos, o b ten ien d o u na x2 d e 8.6 significativa al nivel del 1 % .,a

L O S ABSTEMIOS

I-a resistencia d e los abstem ios al alcohol requiere ser explica­ da. E l abstem io se aleja ta n to de lo q u e es com ún en el pueblo com o el alcohólico. H asta este m om ento, al abstem io se le ha descrito p rin cip alm en te en contraste con el alcohólico. E l abste­ mio responde más al estím ulo cultural, y rechaza aquellas activi­ dades q u e refuerzan el h áb ito de beber. P sicológicam ente, es m enos receptivo, m enos m acho, menos sádico y m enos fijado en la m adre. D escribiendo al abstemio en una form a m ás positiva, direm os q u e la estructura subyacente d e un carácter es del tipo pro d u ctiv o acu m u lativo. La calificación m edia de los abstemios en la escala d e produc­ tividad es 4, lo q u e indica interés y actividad m oderados; para los 12 Entre los abstem ios las proporcioocs de solteros y casados con fijación intensa en la madre son iguales, aproximadamente un tercio, lo que sirve com o regulador para indicar que la menor fijación de los bebedores casados n o es resultado del m atrimonio p er se.

22 6

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

bebedores m oderados, la m edia tam bién es 4; para los bebedores en exceso la m edia es 3, lo q u e indica interés m oderado con pre­ dom inancia d e rasgos im productivos, y para los alcohólicos la m edia es 2 q u e señala al individuo inactivo, im productivo. La co­ rrelación en tre el alcoholism o y la productividad es r = — .30, significativa al nivel del 1 % . Los abstem ios tam bién se caracterizan por su afán en el orden, tien d en a ser conservadores, ahorran y se preocupan p o r la lim ­ pieza, rasgos q u e se e n c u en tran ausentes en el alcohólico. M ientras q u e el alcohólico busca seguridad haciendo q u e otros lo alim en­ te n , el abstem io busca co n strair una pared protectora alrededor d e sí m ism o y d e sus pertenencias. E l tipo de asim ilación acum u­ lativa del abstem io le hace sentirse m enos d ep e n d ien te d e los de­ m ás, p u esto q u e se protege d e la angustia acum ulando provisio­ nes al igual q u e personas. E l 37 % de los abstem ios es d o m in an te acum ulativo, com parado con 22 % de los bebedores m oderados, 16 % d e los bebedores en exceso y 11 % d e los alcohólicos. La correlación en tre el alcoho­ lism o y la orientación acum ulativa d o m in an te es — .20, significa­ tiva al nivel del 1 % . D e los abstem ios, 60 % tie n e tendencias acum ulativas, com pa­ rad o con 46 % d e los bebedores m oderados, 48 % d e los bebedo­ res en exceso y sólo 18 % d e los alcohólicos. L a diferencia en tre alcohólicos y abstem ios se pu ed e expresar en u n a x2 d e 10.7, sig­ nificativa al nivel del 1 % . La correlación en tre el alcoholism o y el rasgo acum ulativo es r = — .26, significativa al nivel del 1 % .

V u l n e r a b il id a d

p s ic o s o c ia l

: el

p a t r ia r c a d o

m in a d o

¿Q u é es lo q u e hace a los hom bres en esta sociedad tan vulnera­ bles al alcoholism o? Las condiciones d e vida en el pueblo, el ab u rrim ien to del trab ajo y la aridez cultural n o son diferentes a las d e aquellas sociedades cam pesinas en d o n d e el alcoholism o n o es u n problem a grave, por ejem plo, en el sur d e Italia.13 Si bien beber es p arte tradicional d e las fiestas, en otras sociedades tam b ién se b eb e en form a festiva pero sin alcoholism o. Lo que 13 Para una descripción de un pueblo en el sur de Italia ver Edward C . Banfield (1 9 5 8 ) . Él señala que hay pocos casos de jefes de familia que son bebedores (p . 5 7 ). D anillo D olci ha com entado que cuando hay un alcohóli­ co en Sicilia, éste generalmente es un hombre dom inado por su mujer, pero q ue son casos excepcionales. (C om unicación personal.)

A L C O H O L IS M O

227

es m ás, los aldeanos no aprueban el beber en exceso y lo conside­ ran una enferm edad. T am p o co se explica el alcoholism o por la propaganda d e la industria del alcohol, puesto q u e no es ta n in­ tensa com o para hacer q u e la g en te beba si n o se les obliga a ello. E n dos tipos distintos d e sociedades prim itivas no existe el al­ coholism o m asculino, porque es psicológicam ente innecesario o es reprim ido p o r la fuerza. Éstas, según la evidencia presentada p or Field, son sociedades caracterizadas por una fuerte estructura social ya sea “ m atriarcal’' o “patriarcal”, según se definen por la residencia patrilocal o m atrilocal y el poder económ ico y polí­ tico.14 ¿Por q u é n o había d e existir el alcoholism o en am bos tipos? La respuesta general pu ed e ser q u e en casos de un claro m atriar­ cado o patriarcado, respectivam ente, no existe una guerra m ani­ fiesta en tre los sexos, d e m odo q u e no hay razón para q u e un sexo m in e al otro; por el contrario, am bos sexos se sienten rela­ tivam en te seguros y d e aq u í q u e no haya necesidad d e evadirse por m edio del alcoholism o. L o q u e es m ás, en una sociedad m atriarcal d o n d e no existe un ideal d e d o m inio m asculino los hom bres no sentirían la necesi­ d ad d e do m in ar a las m ujeres y mostrarles los rasgos del m a­ chism o, a la vez q ue en una sociedad patriarcal tam bién parecen existir buenas razones para la ausencia del alcoholism o.15 P rim e­ ro, b eber m ina la disciplina, el respeto y el orden q u e son caracte­ rísticos d e las sociedades patriarcales tradicionales, tales com o las sociedades cam pesinas en la zona del M editerráneo, y q u e de hecho son los ideales form ulados por la sociedad cam pesina m e­ xicana. Segundo, en u n nivel psicológico más profundo, el im ­ pulso d e b eb er y la euforia alcohólica expresan u n deseo p o r la m ad re q u e d ebe ser aniquilado en una sociedad patriarcal. A continuación dam os algunos ejem plos d e sociedades patriar­ cales q u e insisten en elim inar el alcoholism o. Los mayores d e los B an tu Tiriki, u n a sociedad patriarcal, sólo perm iten a los h o m ­ bres iniciados beber en las reuniones m asculinas, y hay castigos severos p o r em briaguez y com portam iento desordenado.1* E n la 14 C f. Pcter B. Ficld, “A N ew Cross-Cultural Study o f Drunkcnncss", en Pittman y Snyder, cds. (1 9 6 2 ) , pp. 6-22.

d e sociedades lim pias y sin mezcla? La respuesta general a esta ,s Bachofen ha señalado que la sociedad matriarcal madura es monógama y bien estabilizada. Aunque infiltrada por los principios matriarcales, no es una en la cual los hombres sean dominados por las mujeres. 14 NValtcr I!. Sangree, “T he Social Functions o f Drinking in Bantu Tiriki”, en Pittman y Snyder, cds. (1 9 6 2 ) , pp. 48*75.

228

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

fu e rte m e n te patriarcal sociedad azteca, so lam en te los ancianos o los guerreros cap tu rados y a p u n to d e ser sacrificados podian em ­ borracharse. D e o tro m odo, la em briaguez repetida se castigaba con la m u e rte.11 Se p u ed e in terp reta r q u e el sim bolism o azteca veía el alcoholism o com o u n a fijación en la m adre. E n el C ódigo F qérv ary -M ay er, M ayahuel, la diosa d el pu lq u e, está represen­ ta d a com o u n a m u jer d e n tro d e un m aguey, a m a m a n ta n d o a un n iñ o .1" N u estra hipótesis es q u e el colapso d e la estru c tu ra patriarcal hac e al h o m b re v u lnerable al alcoholism o y en M éxico la C o n ­ q u ista E spañola d eb ilitó esta estru ctu ra. A u n q u e se aferró al ideal d e do m in io m asculino, en realidad el h o m b re indio, y más ta rd e el m estizo, p erdió su papel d o m in a n te política, económ ica y psicoscxualm cntc. L a C o n q u ista ta m b ié n arrasó co n el sistem a religioso legal d e los aztecas, q u e era lo q u e m a n te n ía el alcoho­ lism o b ajo co n tro l. Al final d e su e stu d io sobre la C onquista, C h arles G ib so n escribe, “ Lo q u e hem os estu d iad o es la d esin te­ gración d e u n im perio y una civilización nativos. P rim ero se d c m im b ó el im p erio y la civilización se frag m en tó en co m u n i­ dades in d iv id u a le s .. . U n a d e las respuestas individuales m ás te m ­ p ran a y persistente, era la b ebida. Si hem os d e creer en nuestras fuen tes d e in form ación, pocos pueblos en la to ta lid a d d e la his­ toria eran m ás propensos a la em briaguez q u e los indios d e la C o lo n ia E sp añ o la.” lp E n c o n tram o s u n a im p o rta n te corroboración a nuestra teoría en el estu d io tran scultural d e F ield (1962) sobre la em briaguez en las sociedades prim itivas, en d o n d e se dem u estra la relación e n ­ tr e la sobriedad y la estru c tu ra social. F ield m u e stra q u e n o hay u n a relación co n g ru en te e n tre la em briaguez y las m edidas de angu stia, agresión, problem as sexuales, oralidad o cualquiera d e los otro s rasgos q u e co nform an la vulnerabilidad psicológica. £1 lle­ ga a la conclusión de q u e “la em briaguez a u m e n ta n o to riam e n te si la au to rid ad del h o m b re en la fam ilia se ve d ism inuida o debi­ litad a, y si la fam ilia nuelear está m enos integrada en las cstruc,T C f. Jacqucs Soustcllc (1 9 6 4 ) , p. 64. Soustcllc cita a Sahagún. *• O sw aldo C oncalvcs d e Lima (1 9 5 6 ) , p . 130. 19 C f. Charles C ihson, T h e Az te c s u n d er Spa n ish R ule, (Stanford: Stanford Univcrsity Press, 1 9 6 4 ), [L os aztecas bajo e l d o m in io español f1 5191810). (M éxico: Siglo X X I, 1 9 6 7 )), p. 4 0 9 . Para una discusión m is amplia sobre el socavam iento del patriarcado m exicano d ebido a b C onquista y a los problemas del mestizaje, véase A niceto Aramoni (1 9 6 1 ) , O ctavio Paz, (1 9 5 9 ) y Santiago Ramírez (1 9 6 0 ) .

A L C O H O L IS M O

229

turas más grandes d e la fam ilia a través de la residencia bilocal o ncolocal” .20 La hipótesis sobre el papel de la estructura patriarcal socavada ayuda a explicar ta n to las diferencias en tre las sociedades como cí aum ento d e la vulnerabilidad individual d en tro d e la aldea. La econom ía del campesino m exicano es sim ilar a la d e los pueblos en el sur d e Italia. A m bas sociedades com parten m uchas carac­ terísticas psicológicas. La diferencia principal se encuentra en el hecho d e q ue el alcoholism o en el sur de Italia juega un papel m enor, y en el hecho de q u e los hom bres rara vez abandonan a sus familias. N uestra hipótesis es q u e la razón d e esta diferencia se encuentra en el hecho d e q u e Italia ha vivido siglos d e un do­ m inio patriarcal sin m ella, m ientras que el patriarcado mexicano ha sido socavado. E n este contexto, podem os distinguir entre dos tipos de alcohó­ licos. U no trata d e vivir d e acuerdo a la idea patriarcal, pero es vencido por una esposa, en parte porque es receptivo y depen­ diente. E l otro pertenece esencialm ente a la subcultura "m atriar­ cal”; él se centra en el m u n d o dirigido por las m ujeres y es más dependiente q u e los otros hom bres. A m bos tipos tienen en co­ m ú n su debilidad en relación a las m ujeres. A m bos sustituyen con agresividad sádica la independencia y la hombría.** E l prim er tipo d e alcohólico trata de continuar el ideal patriar­ cal pero está mal equipado para la batalla en tre los sexos. A ctúa en forma ruda y agresiva pero por d entro le falta autoridad. Si tiene la poca fortuna d e casarse con una m ujer sádica o destruc­ tiva, es fácilm ente dom inado y se le hace sentir im p o ten te y de­ notad o . Su im pulso de beber se fortalece por su deseo d e salir de la casa a beber valor artificial, y recuperar la alegría de vivir. A veces un alcohólico sólo tendrá el valor de golpear a su esposa cuando está borracho, lo q u e parece ser el caso en la descrip20 Ficld, "A N ew Cross-Cultural Study of Drunkcnness” , p. 60. 21 Se puede observar evidencia indirecta de la falta de hombría o fuerza "paternal ’, del alcohólico en las respuestas de éstos y de los abstemios a la tarjeta IV del Rorschach, la cual ha sido descrita por varios investigado­ res corno la “ figura paterna", esto es, el símbolo del poder y la autoridad paterna. D e los abstemios, 74 % ven figuras integradas de fuerza y firme­ za (m onos, hombres, elefantes, osos, e tc .), comparado con 2 9 % de los alcohólicos. Las figuras de los alcohólicos son esqueletos, pulmones, un pollo muerto, una espina y símbolos de podredumbre y d en ota. La x* de la diferencia es 4.29, significativa al nivel del 5 %. Esta diferencia no se debe a una tendencia general de los alcohólicos de percibir figuras destruidas, puesto que n o existe diferencia entre los dos p u p os en cuanto a otras tarjetas.

23 0

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

ción de B unzel (1940) sobre la bebida en C h ichicastenango y C h o m u la. L a com paración en tre los rasgos d e carácter de las esposas de alcohólicos y las esposas d e abstem ios apoya esta in terp reta­ ción . E l tip o d o m in an te d e relación d e dos terceras partes de las esposas d e los alcohólicos, y 6 0 % d e las esposas d e bebe­ dores en exceso es o sado-m asoquista o destructiva, com parada con sólo 3 0 % d e las esposas d e los abstem ios. L a */3 q u e com ­ para a alcohólicos y abstem ios es 4.45, significativa al nivel del 5 % . O tra form a d e expresar los rasgos de carácter d e las esposas es en térm inos d e la proporción d e éstas cuyo m odo d o m in an te de relación con el esposo e hijos es la aten ció n m aterial y afecto (am or co n d icio n al). D e las esposas d e alcohólicos, al 2 7 % se le calificó con relación d o m in an te d e esta form a, com parado con 36 % de las esposas d e bebedores en exceso, y 60 % d e las esposas d e abstem ios. E l porcentaje cuyo m odo d o m in a n te d e relación es el am o r condicional (atención m aterial) es aú n m ayor en tre las esposas d e aquellos aldeanos q u e son cx*alcoliólicos. D e los seis ex bebedores q u e están casados, ninguno tie n e u n a esposa q u e sea d o m in an te m en te sado-m asoquista o destructiva. U n o d e estos hom bres dejó d e b eb e r después de casarse con u n a m ujer m aternal y ap acible y diez años m ayor q u e él. E n o tro caso, u n alcohólico se divorció d e su esposa, q u e era generalm ente considerada com o una m u jer sádica y m aliciosa, y se volvió a casar, tam b ién , con una m u jer m ayor q u e él. A u n q u e el núm ero d e casos es reducido, pa­ rece ser q u e a p esar d e la vulnerabilidad psicológica, si u n h o m bre tie n e u na esposa q u e lo consiente y q u e n o ataca su sentido de hom b ría n o hay p robabilidades d e q u e se vuelva alcohólico. E l segundo tip o , el alcohólico “ m atriarcal”, se caracteriza por la m ás intensa fijación en la m adre. P erm anece soltero y d epen­ d ie n te d e u na m a d re q u e odia a los hom bres fuertes y lo trata em ocio n alm cn tc com o n iñ o . Estas m adres h a n criado a sus hijos por sí m ism as. E llas ta m b ié n p ueden h ab e r sido educadas en fam ilias sin padre. C o n sus hijos, ellas son consentidoras y sádi­ cas, sobreprotectoras, y n o toleran la independencia o la desobe­ diencia. D efien d en con fiereza a sus hijos del m u n d o exterior, pero aplastan la iniciativa y la autoconfianza. E llas exigen lealtad incondicional pro hibiéndoles a sus hijos q u e ten g an cualquier relación con otras m ujeres, y destruyendo cualquier relación q u e se p udiera presentar. C o n s ta n te m e n te se q u ejan d e te n er q u e ali­ m e n ta r y cu id ar a los hijos mayores, pero sólo están satisfechas cuan d o estos ho m b res se q u ed a n en casa con ellas. D e este m odo,

A L C O H O L IS M O

231

ellas apagan la h o m b ría d e sus hijos, y sin em bargo co n stan te­ m e n te frustran los anhelos receptivos q u e h a n estim ulado. Estos hom b res b eb en para te n er la ilusión d e poder y para sentir que p ueden satisfacer independientem ente sus anhelos receptivos.

V U LN ER A B ILED A D E C O N Ó M IC A

H istóricam ente, la bebida sirvió a los intereses d e la hacienda, la cual estim ulaba el alcoholism o haciendo q u e el licor fuera barato para el peón y d eján d o lo correr liberalm cnte e n las fiestas. Ésta era o tra form a d e m a n te n e r al peón pasivo y dócil. E l espectro d e las variables económ icas relacionadas con el alcoholism o del pueblo en la ac tu alid ad varía de las presiones d e la industria del alcohol a la influencia d e la dase social y form as d e trabajo sobre la disposición a b eb e r del individuo. E l principal in terés d e la industria del alcohol es reforzar aque­ llos p atrones culturales q u e están tradicionalm ente asociados con la bebida. E n su p u blicidad, las cervecerías especialm ente, se identifican con corridas d e toros y fiestas al p a tro cin ar la tras­ misión d e las corridas y, a veces, pagando m ariachis para alegrar las fiestas. Las cervecerías tam bién prestan d inero para establecer cantinas y p u eden ayudar a hacerlas m ás atrayentes presta n d o ta m ­ bién d in ero para co m p rar sinfonolas. D e este m odo, los esfuerzos de las cervecerías y d e los dueños de cantinas tien en éxito al colo­ rear la atm ósfera en q u e se b eb e con una ilusión d e excitación y alegría q u e falta en otra s actividades del pueblo. ¿C uál es el efecto q u e tie n e la propia situación económ ica del aldeano en sus h ábitos d e beber? La clase socioeconóm ica y el alcoholismo n o están relaciona­ dos de u n m o d o sim ple. L a finalidad d e la discusión q u e se pre­ senta a con tin u ación será la d e piesentar posibles relaciones al am paro d e la evidencia, m ás q u e tratar de llegar a conclusiones definitivas. C om enzarem os to m an d o en cuenta la relación del alcoholism o con la riqueza m aterial ( e s e ) en forma separada para los ejidatarios y los n o cjidatarios, p u esto que ellos están sujetos a dife­ rentes presiones y tie n e n diferentes o p o rtunidades d e percibir un ingreso. Para los jornaleros y los no cjidatarios, el alcoholism o está d ire ctam en te relacionado con la pobreza; en tre ellos, 85 % de los alcohólicos cae d e n tro d e la clase baja, com parado con 47 % d e los bebedores en exceso, 30 % d e los bebedores m ode­

232

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

rados, y 32 % d e los abstem ios. N in g u n o d e los alcohólicos, y sólo u n bebedor en exceso, com parado con el 27 % d e los bebe­ dores m oderados y 20 % de los abstem ios, pertenecen a la clase alta. Además, el p o rcen taje de alcohólicos ( 1 4 % ) d e clase m e­ dia, es m enor q u e el porcentaje de bebedores en exceso ( 4 7 % ) , bebedores m oderados ( 4 3 % ) y abstem ios ( 4 8 % ) . Las estadís­ ticas correspondientes aparecen en el cuadro 8.8. Estas cifras m uestran que, prácticam ente, todos los no ejidatarios alcohóli­ cos apenas tien en para vivir. Los bebedores en exceso están algo mejor, pero son m ás pobres q u e los bebedores m oderados y los abstemios, quienes son parecidos en cu a n to a riqueza. Estas estadísticas suscitan preguntas im portantes. ¿Lleva la pobreza extrema a un au m en to en la bebida? ¿E m pobrece la be­ bida al no cjidatario?, o ¿Acaso la m ism a receptividad pasiva que lleva a la bebida lleva ta m b ié n a la pobreza? El atractivo de la em briaguez au m en ta p o r el tedio d e la vida campesina, y m ás aú n por la desesperanza d e los individuos que n o tienen otra form a d e m ejorar su vida. P ero d en tro del con­ texto de la pobreza generalizada, a algunos individuos les atrae inás el alcohol q u e a otros. E l hecho d e q u e sean ligeram ente más pobres n o es una explicación convincente d e sus hábitos de beber. Todos, con excepción del tercio m ás rico d e la población, viven en u n nivel m ín im o d e subsistencia, y los m enos pobres podrían preferir la com parativa alegría d e la cantina ta n to com o los más pobres. Y a hem os visto q u e la m ayoría d e los jornaleros está en la clase baja. E n realidad, hasta el no ejidatario m ás so­ brio puede estar en la clase más baja, a m enos q u e sea afortunado y esté orientado hacia el trabajo duro y la acum ulación (carácter productivo a c u m u lativ o ). E n tre los ejidatarios, la pobreza pare­ cería ir en contra del alcoholism o, puesto q u e el jornalero debe trabajar para sobrevivir. E s más probable q u e la excesiva pobreza del jornalero alcohólico refleje el h echo d e q u e su carácter y desesperanza derro tan al factor económ ico. E sta conclusión está apoyada por el co n traste con el ejidatario, cuya situación eco­ nómica es la opuesta. D e m om ento p arece so rp ren d en te descubrir q u e hay un por­ centaje más alto d e alcohólicos en tre los ejidatarios q u e en tre los no ejidatarios. C o m o se ve en el cu ad ro 8.9, hay tres veces más alcohólicos en tre los ejidatarios que en tre los no ejidatarios. A de­ más, más de la m itad d e los alcohólicos ( 5 3 % ) son ejidatarios, comparado con 37 % d e los bebedores en exceso, 20 % d e los bebedores m oderados y 20 % de los abstem ios. 'l om ando en

Cuadro 8.8 Cu se

socioeconóm ica y a lc o h o lism o : comparación

ENTRE EJIDATARIOS Y NO EJIDATARIOS

(en porcentajes) Alcohólicos

Bebedores en exceso Bebedores moderados

Noejid. Ejid. Noejid. Ejid. (N = M ) (N = 10) ( N = l7) (N = 21)

M stemios

N o ej id. Ejid. (N = 8 9) (N = 7)

Tola/ de hombres

eermó mic¡¡

E/id. (N=16¡

Noejid. Ejid. Noejid. (N = 2S) (N =54) (N = H 9)

Baja

25

86

0

47

0

30

0

32

Media

56

14

30

47

43

43

0

48

41

41

Alta

19

0

70

6

57

27

100

20

52

22

100

100

J00

100

100

100

100

100

100

100

37

234

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

cuenta la m ayor seguridad económ ica del ejidatario, es desconcer­ ta n te que él resultara ser m ás vulnerable al alcoholism o. Sin em ­ bargo, este sorprendente cu ad ro cam bia un poco si exam inam os la relación en tre d alcoholism o y la posición económ ica dentro d e la clase ejidataria q u e resulta ser la m ism a q u e se observó para el n o ejidatario, au nque el ejidatario m a n tie n e, en prom edio, un nivel socioeconómico m ás alto . C o m o se ve en el cu a d ro 8.8 los únicos ejidatarios q u e caen d en tro d e la clase m ás baja son al­ cohólicos, y aun entre los ejidatarios alcohólicos sólo 25 % (com ­ parado con 8 5 % de los no ejidatarios alcohólicos) se encuentra en esta categoría. P o r o tra p arte, los bebedores en exceso que son ejidatarios n o parecen sufrir eco n ó m icam en te en lo absoluto, puesto q u e 70 % califica en la clase m ás a lta y n in g u n o en la clase más baja. En realidad, con excepción d e los ejidatarios al­ cohólicos, nin g u n o d e los otros ejidatarios cae d e n tro d e la clase m ás baja. C uadro 8.9 P o r c e n t a je d e a l c o h ó l ic o s e n t r e e jid a t a r io s y N a e jid a t a r io s

Ejidatarios (N = 54 ) Alcohólicos Bebedores en exceso Bebedores moderados Abstemios y ex-bebedores

No-ejidatarios (N = 1 4 9 )

28 17 36 19

9 12 58 21

100

100

Aquí nos enfrentam os a dos preguntas: i ) ¿P or q u é está el hecho socioeconómico d e ser ejidatario positivam ente correlacionado con el alcoholismo más alto , cu a n d o más bien podríam os esperar lo contrario, to m an d o en cu e n ta la afinidad general e n tre la pobre­ za y d alcoholism o? 2 ) ¿P or q u é es la diferencia socioeconóm ica en tre los alcohólicos y los bebedores en exceso ta n m arcada para los ejidatarios cuando no lo fue ta n to e n tre los jornaleros? L a respuesta a am bas preguntas sugiere la gran im portancia d e la diferencia en tre la categoría de riqueza-pobreza a diferen­ cia d e la del tip o de producción.

A LC O H O LISM O

235

L a diferencia m ás im p o rtan te es que el jornalero tie n e q u e tra­ bajar para n o m orirse d e hambre, m ientras q u e el ejidatario, en general, n o se en c o n trará en esta situación a u n q u e tra b aje poco, puesto q u e en este caso el ingenio se encargará d e hac er p o r él el trab ajo d e siem bra y cosecha (ver pág. 176). E s to significa q u e el castigo económ ico por alcoholismo y especialm ente por beber en exceso, es notoriam ente más g ran d e p ara el jornalero q u e para el cjid atario. D e aquí que la vulnerabilidad económ ica del cjidatario es m ayor q u e la del jornalero.3* E l tip o específico de producción explica tam bién la m arcada diferencia económ ica en tre los ejidatarios q u e so n alcohólicos y aquellos q u e son bebe­ dores en exceso. U n a vez q u e el cjidatario se vuelve alcohólico p u e d e estar tan desorganizado q u e no llegue a estar capacitado para tra b ajar ni siquiera la m itad del añ o . Puede endeudarse y verse forzado a ren tar o v ender su tierra, au n q u e esto es c o n tra la ley. D e hecho, d e los 16 alcohólicos q u e son ejidatarios, 8 re n ta n to d a o p a rte de su tierra a o tro s y los 8 restantes siem bran ca ñ a exclusivam ente. Por o tra p arte, los bebedores en exceso, q u e g en e ra lm e n te no trab ajan los fines d e sem a n a y los lunes, n o se e n c u en tran , d e n in ­ gún m odo, im p o sibilitados en forma parecida. Ellos todavía pue­ den hacerse cargo d e su parcela sin dificultad. E xiste o tro facto r q u e hace vulnerable al cjid atario : él tiene más tiem p o lib re q u e el jornalero. E ste tiem p o libre a u m e n ta la ten tació n d e beb er, a m enos que el cjidatario esté fuertem en te m otivado a o cu p ar su tiem p o en una form a ec o n ó m ica m en te m ás productiva. (L a p osibilidad de que él pasara su tiem p o libre en una form a m ás productiva hum anam ente q u ed a b a s ta n te exclui­ da p o r la pobreza cu ltu ral d e la aldea, según hem os d icho an tes.) E sto nos lleva a o tro factor que está relacionado con el carác­ ter b ebedor, esto es, el tip o de cosecha q u e el ejid atario cultiva. R ecordando la discusión del capítulo 6, en c o n tram o s q u e el al­ cance del tiem p o lib re del ejidatario varía con el tipo d e cosecha q u e siem bra, y con la form a en que em plea el tiem p o q u e no 12 Una analogía interesante es la observación clínica d e que entre los al­ cohólicos norteamericanos de las clases media y alta parece haber un por­ centaje relativamente más alto d e aquellos que tienen madres con suficientes ingresos y disposición para m antener a sus hijos cuando están incapacitados y n o pueden trabajar, a m enu d o por el resto de su vida. Parece ser que la capacidad y disposición de la madre en cuanto al respaldo material cons­ tituye n o sólo un factor psicológico, sino también un aum en to de la vulne­ rabilidad económ ica.

236

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

dedica a su ejido. A lgunas cosechas, tales com o el arro z y las hortalizas exigen u n a gran ca n tid ad d e tiem p o y cuidado. E n co n traste, la cañ a d e azúcar requiere m u c h o m enos trabajo, pero las ganancias son sólo una d écim a p a rte m ayores q u e las d e una cosecha eq u iv alen te d e arroz. Sin em bargo, la cosecha en sí no d eterm in a la c a n tid a d de tiem p o libre. U n ejidatario p u e d e p lan­ ta r caña p o rq u e q u ie re d ed icar m ás tiem p o a la cría d e anim ales o b ien p ara tra b ajar en cosas q u e le interesan m ás q u e la agri­ cu ltu ra. E n c o n tram o s q u e las decisiones en cu a n to a q u é p la n ta r y cóm o em p lear el tiem p o libre son esencialm ente funciones del carácter. Los ejidatarios pasivo-receptivos y fijados en la m a d re q uedan satisfechos con sólo p la n ta r caña, m ientras q u e el cam pesino p rod u ctivo -acu m u lativo siem bra sólo el m ín im o necesario para ser m iem b ro d e la cooperativa. D e este m odo, resulta q u e el ejidatario con m ás tiem p o libre p ro b ab lem en te será justo el tip o d e persona q u e no necesita de e ste tiem p o y q u e, seguram ente, vagando alrededor d e la plaza se verá atraíd o h acia una c a n tin a . A l p la n ta r s o lam en te caña, él tie n e q u e tra b ajar m enos d e m edio año. Si le fa lta n otras ocupa­ ciones o intereses económ icos, lo cual es pro b ab le en u n a persona q u e lim ita su siem bra a la caña, estará ocioso la m ayor p a rte del tiem p o . P u esto q u e los m ism os rasgos d e carácter q u e lo hacen ocioso ta m b ié n lo hacen v u ln e rab le al alcoholism o, es lógico su p o n er q u e la prevalcncia del alcoholism o sería m ayor en tre estos ejidatarios q u e ú n ic a m e n te p la n ta n caña y q u e n o tienen o tro in terés q u e beber. ¿C u ál es la diferencia en el cultivo d e las cosechas e n tre los diversos tipos d e bebedores? E l p atró n d e trab ajo d e los bebe­ dores en exceso d ifiere del d e los alcohólicos: d e los 10 cjidatarios q u e son beb ed ores en exceso, sólo u n o ren ta tierra a otros, y sólo u n o p la n ta caña exclusivam ente. Los otros bebedores en exceso tra b ajan en sus ejidos cu a n d o no están b eb ien d o , lo cual explica su pro sp eridad. Así, d esd e el p u n to d e vista económ ico, b e b e r en exceso, a diferencia del alcoholism o, no im plica para el ejidatario u n a desviación significativa d e las norm as culturales. D e los 21 ejidatarios q u e son bebedores m oderados, sólo uno p la n ta cañ a exclusivam ente. D e los 7 abstem ios q u e son ejidata­ rios, dos siem b ran sólo caña, pero am bos em plean el tiem p o que así o b tien en en o tras actividades económ icas. A h o ra q u ed a claro por q u é el ejidatario es m ás vu ln e rab le al alcoholism o. N o es p o rq u e su estructura d e ca rá cte r sea diferen­

A L C O H O L IS M O

257

te de la del n o cjidatario, sino porque el sistem a económ ico ofre­ ce un cebo q u e atra e especialm ente a aquellos ejidatarios q u e son psicológicamente más vulnerables al alcoholism o. É ste es el ccbo d e lim itar la siem bra a la caña, y la tram pa para los hom bres que no tienen más intereses fuera de la bebida es la ociosidad. U na vez q u e ya no tienen q u e trabajar, estos hom bres están perdidos, puesto q u e no son forzados a acum ular y no tienen la capacidad o d estím ulo cultural para desarrollar actividades productivas. El no cjidatario con la m ism a vulnerabilidad psicológica no tiene esta tentación. Su vulnerabilidad psicológica d ebe ser m ás fuer­ te, si es q u e ha d e convertirse en alcohólico, puesto q u e com ún­ m ente él n o tien e ta n to tiem po de ocio y quizá porque los ries­ gos económicos a los q u e se enfrenta son mayores si n o busca trabajo todos los días. En resum en, el alcoholism o en la aldea es una enferm edad extendida q ue refleja la patología d e la sociedad y es, en sí mis­ ma, una razón para la violencia, el abandono d e las fam ilias, el estancam iento económ ico y el socavam iento del sistem a cjidal. D e los hom bres mayores de 16 años, más d e una cuarta parte son alcohólicos o bebedores en exceso. D e aquellos d e 40 años o más, casi la m itad bebe. Las raíces del alcoholism o h a n de en­ contrarse en la estructura del carácter, en los patrones culturales y en la vulnerabilidad psicosocial d e toda la sociedad. Los rasgos de carácter q u e hacen a un hom bre más vulnerable al alcoholism o son la receptividad, la fijación en la m adre y el narcisism o, com ­ binados con agresividad y sadism o. Según la fuerza d e la fijación en la m adre hay dos tipos d e alcohólico, uno q u e bebe para m an­ tener simbólica c in d ependientem ente los lazos ‘‘sim bióticos’' con la m adre, y otro q u e bebe para reparar la m altrecha im agen de la fuerza m asculina y del poder patriarcal. Lo que am bos tipos tie­ nen en com ún es: I ) U n a im posibilidad para co n tin u ar la tradi­ ción patriarcal debido a su receptividad y pasividad, su m iedo a las m ujeres, m ezclado con su resignación a n te la desesperanza de la vida cam pesina y 2 ) , el h echo de que ellos n o están caractcrológicam cntc orientados hacia la ética de la acum ulación m a­ terial. E n una sociedad d o n d e los dem ás se vuelven cada vez más orientados hacia la ganancia y se oponen al placer “ in ú til”, es probable q u e el individuo alcohólico se sienta aún más desespe­ ranzado y m ás fracasado a n te los ojos d e su m undo. Significati­ vam ente, los aldeanos q u e no beben han rechazado los patrones culturales tradicionales a favor d e la nueva ética del progreso m a­ terial y h a n luchado contra el tedio a través del basketbol y

2 58

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

del fú tb o l, en las actividades culturales q u e los a tra e n a la socie­ d ad m o d ern a y en su trabajo. E stos hom bres ta m b ié n lian recha­ z a d o el p a tró n del m achism o, con sus im plicaciones d e bebida y violencia, a favor d e u n a im agen de h o m b ría basada en la h ab i­ lidad y la g an an cia m ás q u e en la agresión.

IX . LA F O R M A C IÓ N D E L C A R A C T E R E N LA N IÑ E Z ¿C ó m o se desarrolla el carácter del aldeano d esde q u e nace hasta q u e se vuelve ad u lto? ¿C u á n d o ocurren los cam bios fundam enta­ les y cuáles son los factores q u e influyen en la form ación del carácter? N u estras pruebas hasta ahora d em u estran q u e hay un cam bio después d e los 15 o 16 años d e edad, e n tre el final de la adolescencia y el principio d e la m adurez, cu a n d o en el curso norm al d e aco n tecim ientos se debilita el lazo d e unión del hijo con su m adre y el ald ean o , o la aldeana, se vuelve m enos narcisista y más responsable. Sin em bargo, el m odo d e asim ilación, el grado de p ro ductividad y los m ás hondos m odos d e relacionarse ya han sido form ados p o r la adolescencia. E n el pueblo, las condiciones d e vida y las exigencias en el niño para ad a p tarse varían según las diferentes edades. Esto se debe a la com binación del desarrollo propio del n iñ o , su concien­ cia y capacidad cam biantes, y la expectación cultural d e cóm o un niño d eb e com portarse. Las dem andas d e ad a p tació n se modifi­ can p o r la form ación del carácter d e los padres y por su dase socioeconóm ica. L a m ayoría d e los aldeanos afirm a q u e ellos educan a sus niños d e la m ism a m anera q u e ellos fueron educa­ dos, pero in terp reta n los patrones culturales en térm inos d e orien­ taciones d e su pro pio carácter. A dem ás, la clase social d e la fa­ m ilia es tam b ién u n factor im portante. C o m o verem os, el dim a psicológico en las fam ilias m ás pobres es dife ren te al d e las fami­ lias m ás ricas. H em os distin g u ido tres etapas distintas en q u e el pueblerino en crecim iento s ien te diferentes presiones para adaptarse. Los mism os h ab itan tes reconocen estas diferentes etapas y las expli­ can en térm inos del desarrollo n atu ral del n iñ o . E l prim er pe­ riodo es la infancia en la q u e se refieren al recién nacido como nene. D u ra n te la segunda etap a, ap roxim adam ente d e los dos a los seis años, el p eq u e ñ o es un n iñ o o una n iñ a . E l tercer periodo dura d e los seis o siete años, cuando al n iñ o y a la niña se les llam a m u ch ach o o m u ch ach a, h asta poco después d e la pubertad, cu a n d o el joven y la señorita em piezan a prepararse para el matri­ m onio y las nuevas responsabilidades. (L a adolescencia n o es una etapa separada, excepto para algunos d e los pobladores m ás ricos q u e p u ed en costear la asistencia a escuelas en u n a ciudad cerca­ n a.) Al describir estas tres etapas, indicarem os cóm o el carácter [2391

240

S O C IO P S IC O A N A L IS 1 S D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

d e los padres y su clase social m odifican las condiciones d e vida para el n iñ o d e pueblo.

La in fa n c ia L a in fan cia es la única época en q u e las necesidades del n iñ o se atien d en ráp id am en te, con celo e indulgencia y cuando el in d i­ viduo es el ce n tro d e la atención cariñosa d e todos los m iem bros d e la fam ilia. Es la etap a en q u e se forja un fu erte vínculo en tre la m a d re y el n iñ o en todas las fam ilias. Las m adres d e pueblo afirm an q u e qu ieren m ás a sus niños cuando éstos tienen d e seis meses a u n a ñ o d e edad p o rq u e son m uy “ b o n ito s" y “graciosos” . A lgunas ad m ite n q u e la causa, q u e a nosotros nos parece la más p ertin en te, es q u e en los prim eros dos años el n iñ o es to talm en te dep e n d ien te y dócil. Las m adres em piezan a sen tir la am bivalen­ cia cu an d o sus niños em piezan a ac tu ar en form a independiente. E l carácter d e la m a d re es un factor decisivo en el desarrollo d u ra n te esta etap a. A lgunas m adres fuerzan a sus hijos a m a n ­ te n e r u n lazo sim b iótico m ás allá de la etap a en q u e la simbiosis es b io ló g icam en te necesaria. C asi todas las m ujeres crían a sus bebés desde el tercer día de nacidos; h asta q u e la le ch e no sale con fuerza, los niños son ali­ m en tad o s con té endulzado. Se les a m am an ta cuando lo piden: la prim era respuesta a casi to d o llan to es ofrecer el pecho, ya sea com o alim en tació n o com o calm ante. Las m ujeres arrullan a sus recién nacidos, algunas veces en sus brazos, frecu e n tem en te en u n rebozo. E l rebozo es una p a rte esencial en el vestido d e la m u jer (ú n ic am en te algunas de las m ujeres m ás ricas salen a la calle aho ra sin reb o zo ); es u n chal especialm ente tejido, aproxim ada­ m e n te de .60 p o r 1.80 m ., co n flecos largos y delicados am arrados en las dos orillas, y se utiliza para taparse la cabeza, para calen­ tarse, com o ad o rn o, para cargar o esconder bienes, pero lo más im p o rtan te, para cargar infantes. A los bebés se les carga en él; du erm en en él cu a n d o están fuera de casa, es cu n a o ham aca; y se les am am an ta en él (en cuyo caso se tapa ta n to la cabeza del niño com o el p echo d e la m a d re ). C o n el rebozo los bebés p ueden ser am arrados a la espalda d é la m adre, pero m ás frecu e n tem en te los sostienen e n fren te en u n a posición un poco levantada, cerca del corazón. U n a m a d re d eb e te n er m ás cuidado d e su dicta y ac ti­ vidades d u ra n te la crianza q u e d u ra n te el em barazo. D eb e evitar

LA F O R M A C IÓ N D E L C A R A C T E R E N LA N I Ñ E Z

241

frutas agrias y nueces y no d ebe salir cuando hace m ucho sol, por m iedo a q u e el calor seque su leche. A proxim adam ente a los seis meses se co m plem enta la dicta del in fa n te con ato le y soda, luego con caldos y después con alimentos sem¡sólidos tales com o tortillas suavizadas, pastas o arroz. Cuando ya p u eden agarrar bien y tienen suficientes d ie n tes para masticar, se les d an tortillas o cualquier otro sólido suave com o frijoles, que form an una p arte regular en la dicta de los adultos. Siem pre se les alim en ta cuando lo piden, pues d u ra n te su infancia se hace muy poco esfuerzo por acostum brar a los niños a seguir el horario de com ida d e los adultos. La mayoría d e los bebes son am am antados d u ra n te un año o añ o y m edio; d e otros se ha sabido que co ntinúan siendo am aman­ tados hasta los tres años, a u n q u e esta no es u n a costum bre apro­ bada. Para el final del prim er añ o se espera q u e la m adre ya está em barazada d e nuevo y dejará la crianza para proteger la leche del nuevo bebé. A m enudo las m adres d estetan a la criatura dejándola llorar dos o tres noches. O tra form a com ún d e d estetarlo es man­ dan d o al bebe a casa d e su abuela por unos días. Él ya está acos­ tum b rad o a la casa de ésta, ya q u e la ha visitado a m enudo, lo único nuevo es la ausencia d e su m adre y su leche. A quí se le trata m uy dulcem ente, se le consiente, se le apapacha y calm a cariñosa­ m ente, hasta q u e ap a re n tem en te olvida su necesidad del pccho. Después d e unos cuantos días regresa con su m adre, quien tam­ bién consiente y chiquea a su ahora n iñ o chipi!. O tra forma más antigua d e destetar es la d e u ntarse el pccho con alguna sustancia d e m al sabor o con chile, y después dejar m am ar al niño para q u e se d é cu en ta de q u e ya no le gusta. E sta costum bre existe entre m uchos grupos M csoam cricanos, pero no es la preferida por las m adres m ás productivas. E n tre las fam ilias más pobres, las m adres tratan d e darle el pccho al niño lo m ás q u e puedan, por­ q ue no pueden costear la leche. E n tre las fam ilias m ás acomo­ dadas, las m adres aceptan m ás pro n to la necesidad d e destetar. A lgunas personas in terp reta n al prim er llan to del niño como el prim er signo verdadero d e vida, otros consideran q u e ésta empieza con el prim er m ovim iento en la m atriz, y unos cuantos, siguiendo el convencional dogm a católico, consideran el m om ento d e la con­ cepción com o el principio d e la vida. U na anciana, descendiente d e peones d e la hacienda, dijo: “ El llan to d e un n en e muestra tod o el sufrim iento en el m u ndo; está vivo desde el m om ento en q u e nace y tien e conocim iento después d e un añ o .” D espués d e este prim er grito, no se alienta el llanto. T a n pronto

242

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

com o el n iñ o llora se le ofrece el pecho; para los niños q u e h an sido destetados, u n chupón es el sustituto. A los infantes llorones tam bién se les m im a y se les m ece en su cuna o ham aca, se les hace brincar en u n rebozo o se les distrae y la causa d e sus quejas se atien d e ta n p ro n to com o es posible. La m ayoría d e los nenes parecen estar callados y serios la mayor parte del tiem p o q u e están despiertos. Ya sea q u e estén en un rebozo, ham aca o en u n huacal en el suelo cerca d e su m adre, los niños parecen relativam ente inm óviles, pero siguen aten tam en te to d o lo q u e pasa a su alrededor. A u n q u e al parecer son pasivos, la fam ilia estim ula su desarrollo m otriz y em piezan a cam inar a la edad d e u n año aproxim adam ente. Al final d e esta prim era etapa d e la niñez, casi todos los niños parecen contentos, activos y alertas. Basándonos en pruebas d e desarrollo, descubrim os que califican tan a lto o m ás q u e las nor­ m as de Estados U n idos.1 L a te m p r a n a n iñ e z

D e los 2 a los 6 años, se espera q u e el niño se vuelva más indepen­ d ie n te y que, cosas q u e antes hacía la m adre las haga ahora por sí m ism o. Los niños aprenden principalm ente por im itación y em pujados por la m adre (q u e dirá, por ejem plo: “Ya estás bastan te gran d e para usar u na cu c h a ra " ). Los niños tam bién aprenden a defecar y orinar en los lugares apropiados, a m enudo observando a los herm anos m ayores. Se espera q u e el niño aprenda gradual­ m e n te a lim piarse y a jugar solo. T am b ié n se espera que aprenda a obedecer órdenes sencillas y a diferenciar en tre lo q u e es suyo y lo q u e n o es, a u n q u e generalm ente se le perm ite jugar con las cosas d e sus herm anos mayores, y a u n q u e d en tro de la fam ilia, los individuos co m parten librem ente sus propiedades. Las fam ilias del pueblo no se preocupan por el com portam iento sexual del niño. Los niños pueden andar d e un lado para o tro sin ropa y nad ie lo n o ta . E l en tren am ien to para usar el inodoro no se observa estrictam en te ni se le carga d e em oción. A la m asturba­ ción gen eralm en te no se le hace caso, excepto por algunas m adres 1 Los resultados de las pruebas de desarrollo junto con una versión anterior d e los descubrimientos en los niños, se encuentran en el informe final de N . M odiano y M . M accoby, C ultural and Sociological Factors R clating to Ix a m in g D c vclo p m e n t, Proyecto N o . 6-8636, Subsidio N o. O EC -1-7-06S6560191, Departamento de Salubridad, Educación y Bienestar de Estados Unidos, O ficina d e Educación, Sección de Investigación, 1967.

LA F O R M A C IÓ N D E L C A R A C T E R E N LA N IÑ E Z

243

extrem adam ente destructivas que am enazan al niño con castrarlo. El cuerpo del niñ o es suyo, y la mayoría d e los aldeanos no les niegan a los niños el placer que puedan encontrar m ientras que no sea a costa d e otro. Es más, com o en la m ayoría d e las familias todos duerm en en el m ism o cuarto, los niños aprenden a tom ar la sexualidad com o algo com ún. A unque los padres no se dem ues­ tren m u tu am e n te su afecto en forma abierta, sí besan y abrazan al niño y lo acarician hasta que se duerm e. A unque el cuidado del niño de dos años se deja más en manos d e sus herm anos mayores y tías jóvenes, la m adre todavía lo vi­ gila de ccrca. A la edad de 4 o 5 años, a los niños se les puede m andar por encargos a la tienda o a casa d e sus abuelos, pero no se les perm ite alejarse a jugar. La norm a cultural hace hincapié en la perm anencia ju n to a la m adre. Sin em bargo, la calidad de la relación en tre la m adre y el niño depende sobre todo en el carácter de la m adre. Las m adres productivas estim ulan más el sentido de autonom ía del n iñ o enseñándolo a cuidarse solo y enviándolo por m andados. (H ay m uy poca diferencia en la form a en que se trata a los niños y a las niñas a esta edad, excepto q u e m uchas m adres consienten más a los niños y son m ás estrictas con las niñas.) Las m adres sim bióticas im productivas se vuelven ansiosas si el niño se separa de ellas o parece dem asiado independiente. Algunas m adres se aseguran d e que el niño se qu ed e cerca de ellas asustándole con visiones de extraños, fantasm as o diablos q u e se los robarán si se van lejos d e su casa, o con anim ales sal­ vajes tales com o el gato, el coyote o el cocodrilo q u e se los co­ m erán. Esto pu ed e explicar por q u é algunos niños d e 6 a 8 años de edad expresan m iedo a q u e se los com an cuando se les aplica el c a t ( C hildren's Apperception T e s t). Pero lo m ás im p o rtan te probablem ente es q u e los niños tienen un m iedo m uy arraigado d e la m adre com o destructora —no com o donadora d e vida—, m iedo q u e a m enudo encuentra expresión tam bién en los sueños d e los adultos en los q u e la m adre destruc­ tora se simboliza com o cocodrilo, león, tigre y serpiente, anim ales q u e atacan rápidam ente y son m ortales y hacia los cuales el indi­ viduo se siente to talm en te indefenso. E l niñ o em pieza a sentir que aum enta el interés cultural de obe­ diencia a partir de los 2 años. El niño de dos años encuentra que la gente m uestra un poco d e molestia si él es testarudo o se sale un poco de orden. A unque a los niños se les p erm ite expresar su dis­ gusto con berrinches y su tristeza con llanto, se d an cuenta de que los adultos cada vez se conm ueven menos a n te estas manifes-

244

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

tacioncs. Los padres son diestros en distraer al niño cuando está enojado o llorando. Si esto no sirve, al niño se le puede dejar solo. Enojarse con los padres no está perm itido. A un los padres más productivos responden con la am enaza d e darles de nalgadas, lo q u e generalm ente es suficiente. Si esto falla, se le puede dar un fuerte m anazo al niño. Los padres productivos, sin em bargo, se concentran más en com ­ prender q u é es lo q u e molesta al niño y hacer todo lo q u e puedan para ayudarlo. D istinguen entre verdaderos dolores que necesitan atenderse y berrinches o juegos para llam ar la atención. Los padres im productivos tien den más a castigar cualquier desobediencia. A esta edad, d e los 2 a los 6 años, los niños em piezan a aprender tretas para agradar a las autoridades. E l chism e es frecuente, com o lo es el quejarse, y los niños aprenden a defenderse d e sus herm a­ nos mayores am enazando con acusarlos con los padres. M ás ade­ lante, los niños usan la mism a técnica con sus m aestros de escuela. Los pleitos con los herm anos mayores tienden a acabarse pronto por la am enaza d e q u e los padres castigarán al niño mayor. A len­ tan d o el chism e, los padres deshacen la posibilidad de q u e los niños se un an en contra d e la autoridad, y tratan d e asegurarse que la relación jerárquica dependiente de la autoridad continúe siendo m ás im p o rtan te q u e los lazos de unión en tre iguales. El resultado es el fortalecim iento d e las actitudes autoritarias tradicionales. D e los 2 a los 6 años, los padres creen q u e la obediencia no es difícil de asegurar. A unque los niños pueden ser necios, nunca du d an del derecho fundam ental de la autoridad de los adultos. Pero los padres tien en m ucho cuidado d e no hacer algo que pueda alen tar la falta de respeto. M enos del 4 % d e los padres en tre ­ vistados cree q u e el padre debe ser consentidor con sus niños, m ientras q u e el 7 0 % siente q u e lo ideal es ser seco. E l resto, incluyendo a los padres más productivos (26 % ) , pensaron que no se debe ser ni m uy estricto ni m uy consentidor. C uando les pre­ guntam os a los padres cóm o se portaban en realidad con los niños, únicam ente u n 5 4 % se consideraron estrictos, m ientras que un 10 % se consideró benigno y 35 % ni u n o ni otro. A pesar de que ser estricto es lo ideal, observamos q u e el verdadero porcentaje d e padres consentidores está más cerca del 25 % entrevistado q u e ten ía cierta tendencia a consentir. ¿Por q u é hay diferencia entre la conducta ideal y la ordinaria? La contestación es que la mayoría d e los padres tratan de seguir el ideal d e la autoridad tradicional fuerte heredada de sus padres y generalm ente aceptada por la cultura, y los padres consentidores a m enudo sienten que

LA F O R M A C IÓ N D E L C A R A C T E R E N LA N IÑ E Z

245

están fallando al no seguir la norm a correcta de conducta y g en e­ ralm en te lo niegan. Así q u e algunos padres con tendencias a con­ sentir n o se p erm ite n expresar estas tendencias en su com porta­ m iento. L a m ayoría d e ios padres controla el im pulso d e jugar con los niños, p o rq u e cree q u e el niño no respetará al p adre q u e d em uestre tal ligereza. Ú n icam en te el 35 % , los padres m ás pro­ ductivos, juegan con sus hijos m enores d e 6 años, a u n q u e la m a­ yoría disfruta al jugar con los niños. Para cu a n d o tie n e 6 años, el niño com ún y corriente del pueblo ha ap ren d id o q u e se le dejará q u e juegue solo y q u e será protegido por su fam ilia, siem pre y cuando se qu ed e cerca d e su casa y no estorbe a los padres. S u adaptación ha sido en gran m edida la de adquirir conocim ientos sociales y controlar su propio cuerpo; a los 2 o 3 años ya h a aprendido a ir al baño; a los 4 se viste solo y a los 6 se baña solo. E l prom edio d e los niños pueblerinos d e 5 o 6 años m anifiesta u na ac titu d autoafirm ativa b asta n te independien­ te a n te los otros niños. Ú n icam en te cuando la m a d re es im produc­ tiva y sim biótica en extrem o es q u e el n iñ o sien te un m iedo pro­ fundo d e ap a rtarse d e su lado, m iedo q u e ella le ha in fundido. Por otro lado, los niños de padres productivos son m ás activos y sienten más co nfianza en sí m ism os q u e otros niños a esta edad. A pesar d e las exigencias acerca d e la obediencia, las cuales son relativam ente pocas a esta edad, y a pesar d e la desnutrición y d e los parásitos intestinales q u e ta n to ab u n d a n e n tre las fam ilias más pobres, la m ayoría d e los chicos d e 5 o 6 años parecen asom brosa­ m en te co n ten to s, a u n q u e reservados. C u a n d o un extraño les habla d en tro de su casa, contestarán m ás bien con confianza. Pasan la m ayor p a rte del tiem p o jugando solos, o en com pañía d e un her­ m ano u n poco m ayor. T odos, excepto las fam ilias más pobres, les dan uno o dos juguetes, d e m an u factu ra com ercial y generalm ente de plástico b arato : carritos, m uñecas o trenes, los cuales usan una y otra vez. Ellos com plem entan estos juguetes con latas, cucharas viejas, palos, piedras y otros objetos q u e en c u en tran tirados en su patio. Sus juegos rara vez son im aginativos, sino q u e com binan la im itación d e las actividades d e los adultos con el ver q u é se puede haccr con sus juguetes. A diferencia d e los niños n o rte ­ am ericanos, ellos n o crean m undos im aginarios d e castillos, batallas o m onstruos. M ás bien se q uedan cerca d e la realidad concreta, com o si exam inaran su propio m u n d o hasta el más m ín im o detalle. (H em os en c o n trad o q u e describen las tarjetas del c a t en detalles concretos, en vez d e in v en tar cu entos.) C u a n d o n o están jugando,

246

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

parecen observar q u é es lo q u e pasa alrededor d e ellos con consi­ derab le interés y aten ció n . P ara aquellos niños q u e observam os h asta los 6 o 7 años, las orientaciones d o m in an te s no estaban establecidas aú n . Los niños todavía ten ían gran flexibilidad y practicaban sistem as diferentes. E sto se h a sacado d e las respuestas d e seis niños y ocho niñas d e esta edad a quienes se les adm inistraron las pruebas c a t y Ror­ schach. N o hab ía patrones claros en las respuestas q u e indicaran u na estru ctu ra cristalizada d e carácter. Sin em bargo, algunos de los niños d e esta edad tien en fuertes tendencias sim bióticas, las cuales resistirán las exigencias d e adap­ tació n q u e se le hacen al n iñ o en la siguiente etapa. (E n térm inos freudianos, se diría q u e para algunos niños la libido se ha fijado d e tal m odo q u e es p ro b ab le q u e haya una regresión a m edida que las presiones para adaptarse sean más fuertes a los seis o siete años.)

D

e

la

n iñ e z

m e d ia

a

la

a d o le s c e n c ia

A pro x im ad am en te a los 6 o 7 años el n iñ o em pieza a desarrollar u n sen tid o del yo. Al llenar los requisitos d e la cu ltu ra tam bién se preocupa p o r sus crecientes necesidades d e potencia y au to d eter­ m in ació n q u e van en a u m en to . E rik E rikson h a observado que d u ra n te este p eriodo el n iñ o tra ta de desarrollar un nuevo sentido d e iniciativa.2 Jean P iaget h a dem ostrado q u e los niños d e esta edad em piezan a p ensar por sí m ism os y a d u d a r d e la autoridad d e los adultos.* A lrededor d e los seis años en las niñas y d e los siete en los niños, u n a com binación d e las dem andas in tern as y externas m arca u n a nueva etap a en el desarrollo. E l niño relativam ente saludable es b asta n te flexible para adaptarse sin perder su lib erta d a los cam ­ bios y al desarrollo posteriores. Sin em bargo, los niños a quienes m adres sádicas o sim bióticas h an vuelto asustadizos o dependien­ tes en exceso, seg u ram en te responderán a estas nuevas presiones d e u n m o d o rígido, regresivo y patológico. Las m adres nos h a n com entado q u e a esta edad el n iñ o deja d e ser relativ am en te dócil y obediente para convertirse en una persona q u e piensa por sí m ism a. A ntes d e los 6 años, los niños po d rán ser tercos, pero ahora critican a los padres y la desobedien­ cia tien e u n nuevo significado. M ientras q u e antes d e esta edad 2 V er Erikson (1 9 6 3 ) , p. 225. » V er Piaget (1 9 5 5 , 1 9 6 7 ).

LA F O R M A C IÓ N D E L C A R A C T E R E N LA N IÑ E Z

247

las respuestas a los padres se lim itan básicam ente a un sí o un no, ahora existe un nuevo sentido del yo y de las alternativas. E l niño de 6 o 7 años puede sugerir hacer las cosas en form a distinta, siendo capaz d e señalar q u e los padres no cum plen sus amenazas o q u e siguen sus propias reglas. H ace preguntas y quiere saber por q ué se hacen las cosas. Algunos padres creen q u e los niños de esta edad pro n to se vuelven malos, desobedientes y tercos. Los comentarios d e padres más productivos dem uestran una compren­ sión más profunda. H ablando d e su hijo, una m adre nos dijo que “cambió a los siete años porque em pezó a pensar por sí mismo". O tro dijo q u e su hija “em pezó a pensar” a esta edad.4 Para los aldeanos, este nuevo desarrollo es am enazador. M ientras que la terquedad en un niño pequeño puede ser considerada risi­ ble, en esta nueva etapa se tom a más seriam ente. La respuesta cultural general al niño preguntón es doble; la desobediencia se castiga más severam ente, y se pone a trabajar al niño para que su nueva iniciativa pueda ser moldeada por los cam inos de la adap­ tación. La escuda tam bién aparece en este m om ento, pero no tiene la im portancia q u e se le da en Estados U nidos com o agencia socializante. Excepto en las familias más ricas, los padres no con­ sideran im p o rtan te averiguar qué tan bien trabajan los niños en la escuela, ni a los niños les im portan vitalm ente las calificaciones o el progreso. A un cuando se sienten orgullosos cuando el niño sale bien, es com ún que repitan años y este fracaso no se considera muy vergonzoso, si bien los padres seguram ente m ostrarán su desa­ probación o enojo y acusarán al niño de flojear. V isto q u e la es­ cuela sí sirve com o una función socializante, refuerza el interés cultural por la obediencia estricta. N o se espera q u e los niños sean originales, im aginativos o que razonen por sí mismos, más bien se espera q u e repitan exactam ente lo que les dice la maestra y que memoricen las lecciones. E n el salón d e clase el niño que no obedece es puesto en ridículo o se le deja sin recreo. C uando la maestra sale, los niños son más activos y juguetones. E n casa, 4 Las investigaciones de Piaeet demuestran que a esta edad el niño sí em ­ pieza a pensar por sí mismo. Escribe (1 9 6 7 ) que “alrededor de los siete artos el nirto está capacitado para poder cooperar porque ya n o confunde su propio punto de vista con el de otros” , p. >9. También, véase Shcldon II. W h ite, “Evidence for a Hicrarchial Arrangcmcnt of Lcaming Process", en Advances «n C h ild D cvelopm ent and Behavior, Lewis P. Upsitt y Charles C . Spiker, cds. (Nueva York: Academic Press, 1 9 55). W h ite resume los datos que prueban que los nirtos de 5 a 6 artos empiezan a aprender nuevos modos usando el pensamiento abstracto y la lógica en contraste con el aprendizaje por asocia­ ción de los nirtos más pequeños.

248

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

el exigir obediencia depende m ucho del carácter d e los padres. U na bu en a m inoría d e los padres (40 % ) son abiertam en te autori­ tarios en su trato d e los niños en esta edad. Ellos creen q u e a un niñ o d eso b ed ien te se le debe pegár y enseñarle a q u e les tenga m iedo. L a m ayoría d e los aldeanos prefiere d ar consejos, usar la razón, pero le d arán d e nalgadas al niño si esto no funciona. U nicam en te el 27 % d e los aldeanos m ás productivos afirm aron q u e era m alo golpear al niño. D e hecho, los padres producti­ vos gen eralm en te pueden hacerse respetar y obedecer sin usar la fuerza.4 A esta edad, d e los 6 o 7 años en adelante, la m ayoría d e los padres tien en com o política no sólo castigar la desobediencia (q u e es el único co m p o rtam ien to q u e 'ie m p re se ca stig a), sino tam poco m ostrar placer cu ando el niño hace algo bien. (P u ed en hablar bien del niñ o en presencia d e otros, pcTO no alaban al niño directa­ m e n te.) E l p atró n cultural es castigar con frecuencia pero prem iar lo m enos posible. U na m adre describe así su ac titu d hacia su hijo d e 8 años: “ Yo digo q u e es im p o rtan te q u e ellos obedezcan inm e­ dia tam en te. Si hace las cosas inm ediatam ente, yo pienso para m í m ism a q u e es u n n iñ o m uy inteligente, pero no digo nada. Si no in c obedece en tonces tengo q u e enojarm e, porque únicam ente obedecerá si m e ve enojada. N o le pego m u c h o .. . A lgunas veces después m e siento m al. Lo siento pero no se lo digo, porque si no se diría: ‘N o es ta n serio si ella m e pega y después se arrepiente'.” Los padres en el pueblo piensan m uy seriam ente acerca d e la obediencia, y piensan q u e el ser juguetones o dem ostrar entusias­ m o acerca del n iñ o a esta edad dism inuiría el respeto. Les pre­ gun tam o s a los padres cóm o reaccionan cuando el niño trac a casa buenas y m alas calificaciones d e la escuela. C o m o respuesta a las buenas calificaciones, el 8 0 % d e los padres se sentirían con­ tentos, pero n o dirían nada al niño; el 15 % , los padres m ás pro­ ductivos y cariñosos, dice q u e ellos dejarían ver su gusto; 5 % de­ clara q u e n o les im portaría una u otra cosa. E n respuesta a las m alas calificaciones, ú nicam ente el 15 % —otra vez los más pro­ ductivos— dice q u e tratarían d e saber q u é es lo q u e está mal ha­ b lan d o con la m aestra o tratarían d e ayudar al niño a m ejorar. * Se puede ver aquí que la preocupación extrema sobre si se debe o no golpear al nifio es sintom ática de la orientación conductista en Estados U ni­ dos. En efecto, algunos de los padres m is crueles y sádicos n o les pegan, sino que los amenazan con abandonarlos s í n o obedecen. Por otro lado, un padre productivo puede pegarle al nifto ocasionalm ente sin provocar odio o resenti­ m iento en ¿I.

LA F O R M A C IÓ N D E L C A R A C T E R E N L A N I Ñ E Z

249

E l resto se en o jaría con el n iñ o o se desilusionaría. E l 30 por cien to dice q u e castigaría al niño, ya fuera pegándole o q u itán d o le privilegios. Al m ism o tiem p o que se hace q u e los niños obedezcan por la fuerza, tam b ién se le* pone a trabajar, no n ada m ás en la escuela, sino com o ay u d an tes d e sus padres; las niñas d eb e n ap ren d er a cocinar, cu id ar d e los bebés, lim piar la casa, lavar y planchar, coser, rem endar, b o rd ar y aiidar de las p la n tas d e la casa, cocina, jar­ dín y de los pequeño» anim ales dom ésticos. Los niños se levantan a las 6 d e la m añ an a para ir a los cam pos co n sus papás antes d e q u e em piece la escuela. Ellos em piezan a a p ren d e r el a rte d e cul­ tivar la caña d e azúcar, arroz, m aíz y otras plantas; el uso y cuidado d e h erram ien tas d e trabajo tales com o el m a c h e te y la hoz; el cuidado d e los animiles; el cultivo d e la fru ta ; y la aplicación d e fertilizantes e insecticidas. T a m b ié n ap ren d e n algo sobre la construcción y cuidado d e las casas. Se espera q u e el niáo aprenda, con m uy pocas preguntas, obser­ vando cuidadosam ente e im itando al padre. A unque, com o lo hem os señalado, los padres no recom pensan al n iñ o cuando éste dom ina u n n u ev o oficio, g en eralm en te son b a sta n te pacientes cuando dejan q u e el liño se to m e su tiem po en aprenderlo. U na vez q ue el n iñ o sabe hacer algo, los padres p u ed e n castigarlo si n o lo hace b ie n . D u ran te esta etapa de la niñez, las diferencias en los papeles sexuales se a c e n tú a n 10 nada m ás en el trabajo, sino ta m b ié n en el juego y en el descanso. H em os señalado en los capítulos 7 y 8 q u e a los n iñ o s se les da m ás libertad d e vagar lejos d e su casa y jugar, m ien tras que los padres son m ás estrictos y protegen m ás a sus hijas. A esta edad, los niños y las niñas em piezan a jugar en grupos separados. En los juegos d e las niñas, especialm ente de los 8 años a la pubertad, se h ac e h incapié en los juegos q u e sim ­ b ólicam en te rcp rcscnbn la am enaza del m acho predatorio contra la pura e in d efen sa hembra (ver el capítulo V I I ) . D u ra n te este m ism o p eriodo los niios practican juegos de destreza y d e perso­ naje central, q u e son de dos tipos sim bólicos. E n estos juegos —roña, escondidillas y “cuero q u em ad o ”— se p u e d e d ar q u e el personaje ce n tral n o tmga n inguna au toridad y sea perseguido por el grupo, o q u e tenga perm iso total d e castigar a los otros q a e deben tra tar d e escapar. Si com param os la estructura d e los juegos pueblerinos d e perso­ naje central co n aquellos q u e juegan los niños en las sociedades industrializadas occidentales, encontram os q u e en E stados U nidos,

250

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

Inglaterra o A ustralia, el contenido sim bólico d e los juegos d e este tip o enseña al n iñ o q u e el personaje central, o sea la autoridad, p u ed e ser q u itad o si los niños son capaces d e cooperar unos con otros. Para los niños en esta sociedad, los juegos d e personaje central tien en la función de disolver la sum isión infantil a la au ­ toridad ad u lta y d e reforzar la ética d e la igualdad y reciprocidad. E n u na etap a m ás avanzada d e la niñez y en la adolescencia m uchos juegos, com o el fútbol, tienen la función d e acoplar a los niños a su fu nción social y d e desarrollar u n a a c titu d com petitiva d e eficiencia y trabajo d e equipo.6 E n los juegos del pueblo, el n iñ o n o ap ren d e esta actitud; más bien se refuerza la idea d e autoridad tradicional d e los padres y del grupo. Al individuo se le enseña a ser débil cuando está solo, fu erte cu a n d o p u ed e usar la fuerza o es p a rte del grupo. E n el juego del cu ero q uem ado, se esconde un cin tu ró n y el q u e lo en ­ cu en tra corretea a los dem ás, q u e huyen a la base; el q u e tien e el cin tu ró n p u ed e pegarles a todos los q u e no h an llegado al res­ guardo d e la base. La m oraleja es q u e la autoridad es irracional y castigadora, n o se p uede razonar con ella ni se le pu ed e vencer. L a m ejor estrategia es alejarse cu a n to sea posible d e ella, a m enos q u e u n o p u ed a unirse a su bando. E n la versión d e las escondi­ dillas q ue se juegan en el pueblo, el personaje cen tral es perseguido y cazado por los otros. La m oraleja es q u e no se tolera descarriado, sino q u e d eb e u n irse al consenso. E n m uchos juegos los niños expresan la am bivalencia hacia la auto rid ad q u e m ás ta rd e se pu ed e ver en sus actitudes políticas. E n estos juegos to d a au toridad es considerada irracional y explo­ tadora. C o m o ad ultos, algunos hom bres rehúsan posiciones de m a n d o p o rq u e n o desean ser antipáticos ni q u e se desconfíe d e ellos. A u n q u e la autoridad d e los padres es considerada nece­ saria para p o d er deshacerse de la “m aldad" del n iñ o no se consi­ dera correcto el d isfru ta r ejerciendo poder sobre los otros. E ncon­ tram os q u e los n iños mayores m ás hábiles se rehusaban a ser capitanes del e q u ip o d e fútbol a ser presidentes del club de niños q u e fu e iniciado p o r el estudio (véase capítulo X ) , a u n q u e hicie­ ran m ás d e lo q u e les correspondía en el juego y el trabajo. (E n contraste, unas cu antas d e las m uchachas están ansiosas d e aceptar posiciones d e au to ridad y llegan a pelearse por ver quién es la cap itan a del eq u ip o d e volibol.) * Para un anilisis m is detallado del papel del juego en la formación del carácter social, véase M . M accoby, N . M odino, y P. Lander (1 9 6 4 ) .

LA F O R M A C IÓ N D E L C A R A C T E R E N LA N IÑ E Z

El

f in a l

de la

251

n iñ e z

Al valorar el rendim iento de los niños del pueblo, debem os tener presente q u e a pesar d e los aspectos negativos d e su educación, tam bién hay elem entos positivos que pueden com pararse con las prácticas en Estados U nidos. La cultura del pueblo no presiona a los niños a hacer más de lo que pueden, aunque por otro lado hay poco estím ulo para el desarrollo intelectual o d e las habilidades creativas. A unque no se hace ningún esfuerzo para desarrollar la cooperación, tam poco se da ta n ta im portancia a la com petencia con otros. Los niños n o encuentran necesario reprim ir sus senti­ mientos sexuales, avergonzarse de sus funciones corporales, aunque la cultura n o valoriza la sensualidad y, com o hem os visto, las reíad o n es entre los sexos se caracterizan por su hostilidad. Es más, aun q u e al niño se le obliga a ser obediente y sumiso con los padres, no se hace ningún esfuerzo para m anipular sus sentim ientos. Los padres no les dicen a los niños que el que se sientan enojados por tener q ue obedecer es malo, ni tam poco obligan al niño a expresar am or cuando no lo siente. A m enudo va im plicita una claia dis­ tinción en tre el com portam iento social correcto y los sentim ientos y los impulsos q u e son propios del niño. M ientras q u e la cultura del pueblo está em pobrecida en cuanto a q ue no estim ula ni desarrolla los poderes creativos del niño, las actitudes tradicionales autoritarias no siem pre traen com o resultado el aplastar su sentido del yo. E l grado en q u e el niño puede m an­ tener el sentido del yo depende de: 1) el grado de sadismo o inti­ midación q u e tenga q u e soportar; 2) su fuerza interior y habilidad para soportar las dem andas autoritarias; y 3) q u e el niño se sienta o no querido por sus padres y sienta que m ientras ellos exigen una obediencia formal, no dejan de quererlo cuando es independiente. D e hecho, cuando el niño siente que sus padres lo quieren, podrá someterse a la autoridad tradicional y todavía m antener un fuerte sentido del yo. Para los 13 o 14 años el proceso de adaptación —a los padres y a los requisitos de trabajo— ha resultado en la formación del m odo d e asim ilación del niño, en el grado d e productividad y en el grado d e sumisión. Algunas tendencias del carácter que consideramos tenían el mis­ m o significado para los adultos que para los niños, podían ser calificadas con confianza, tom ando las respuestas proyectivas. Por otro lado, hubo tendencias de carácter que n o consideramos com ­ parables para los niños y los adultos respectivam ente. Los niños

252

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

a ú n parecían estar experim entando con d iferentes m odos d e rela­ ción, y las respuestas a las pruebas n o parecían lo suficientem ente establecidas para calificarlas con confianza. A sí pues, decidim os n o calificar estas tendencias dinám icas en los niños. ¿C ó m o se com para el carácter d e los niños con el d e los a d u l­ tos? Para co n testar esta p regunta, adm inistram os pruebas proycctivas, in cluyendo el c a t , tarjetas del t a t , el R orschach, al igual q u e preguntas d e en tre v ista / Se escogió al azar u n a m uestra básica de 50 niños — 5 niños y 5 niñas d e 6 a 7 años, 8 años, 9 años, 10 años y 11 años—. M ás tard e, se agregaron algunos niños a la m uestra. Las dificultades para en co n trar niños y las lim itaciones de tiem p o nos llevaron a decidir au m e n ta r la m uestra a costa del azar. L a m uestra final incluía 16 niños (6 niños y 10 n iñ a s) d e 6 a 7 años d e edad; 14 niños (6 niños y 8 n iñ a s) d e S a 10 años; 28 niños (12 y 16 n iñ as) d e 10 a 12 años; y 52 adolescentes (22 m uchach 30 m uch ach as) d e 13 a 17 años d e edad. Así pues, había 110 niños (46 niños y 64 n iñ a s ), incluidos en la m uestra, la m itad d e la población d e los niños d en tro d e estas edades. D e éstos, encon­ tram os q u e podíam os calificar 92 casos con confianza. Las respuestas a la pru eb a interpretativa fueron calificadas en térm inos d e m o d o d e asim ilación, d e una escala d e productividad, d e apego a la m a d re y al padre, d e la calidad d e agresividad y de las actitu d es d e au toafirm ación en contraste con las pasivo-sumisas. D e nuevo, u n o d e nosotros calificó to d o (M a c c o b y ). Las pruebas fueron calificadas “a ciegas” en el sen tid o d e q u e los nom bres de los niños estab an ocultos. A dem ás, el q u e calificó no adm inistró n in g u n a d e las pruebas. T a m b ié n calificam os los siguientes tem as com o expresados en los cuentos dados por los n iñ o s: la expresión d e h ostilidad y en co n tra d e q uién estaba dirigida (p ad re, m adre, herm anos m ayores, u n o m ism o, hom bres, m ujeres y otros en gene­ ra l); el m iedo del n iñ o (d añ o físico, h am bre, ab a ndono, ser co­ m ido, ridiculizado, pérdida d e posesiones, pérdida d e la integridad, m ied o sexual, m ied o al padre o a la m a d re ); y la im agen del niño sobre la m a d re (com o cariñosa, ú n ic am en te responsable o re­ c h a z a n te ). P ara com parar a los niños m ás jóvenes con los m ás grandes, y a niños con ad u lto s, el m étodo ideal sería un estudio progre­ sivo lo n g itu d in al. E sc e stu d io indicaría cu á n d o en el curso norT Las pruebas tam bién fueron administradas para el desarrollo cognoscitivo, incluyendo el desarrollo d e conceptos de juicio moral. E stos resultados se encuentran en M accoby y M odiano (1 9 6 6 , 1 9 6 9 ).

LA F O R M A C IÓ N D E L C A R A C T E R E N LA N IÑ E Z

2>3

nial del desarrollo las tendencias dinám icas se afirm an y si per­ m anecerán así o no. C om o faltaban datos longitudinales, nues­ tra alternativa fue com parar las distribuciones d e las orientaciones a diferentes edades y considerar los cam bios significativos en estas distribuciones com o indicaciones del desarrollo norm al o posible­ m en te com o cam bios en el carácter social debido a cam bios es­ pecíficos en la sociedad. Ya hem os dem ostrado q u e de la adoles­ cencia a la m adurez y la vejez, la distribución d e los m odos de asimilación, grados de productividad y m odos d e relación (otro q u e el narcisism o) perm anecerían invariables. Así pues, si pode­ mos encontrar las m ism as distribuciones en la niñez, particular­ m en te en el m odo d e asim ilación, se añade más evidencia para sostener nuestro p u n to d e vista teórico d e q u e una vez q u e el núcleo d e carácter ha sido form ado en la niñez perm anece más o menos fijo p o r toda la vida a m enos q u e se presenten nuevas circunstancias q u e m ovilicen lo q u e en un tiem po fueron úni­ cam ente orientaciones potenciales. Los datos en el cuadro 9.1 presentan un cuadro sorprendente. E n contraste a lo q u e uno podría esperar, el proceso de educación ta n to en la casa com o en la escuela tien d e a debilitar m ás que a reforzar el carácter del niño. D e los 6 a los 16 años aum enta el predom inio d e la sum isión, la receptividad y de la capacidad de dejarse explotar. A unque el porcentaje d e niños altam en te productivos no cam­ bia después de los 6 años (posiblem ente porque están protegidos por una constitución física favorable), una gran cantidad de los niños más grandes están caracterizados por rasgos im producti­ vos (cu ad ro 9 .2 ). Si consideram os la productividad com o una m edida d e la capacidad del niño para adaptarse a nuevas situa­ ciones, esto significa q u e los niños más pequeños son más ellos m ism os y q u e podrían responder m ás rápidam ente a nuevas con­ diciones favorables. M ás ta rd e los estím ulos deberán ser más fuer­ tes. A los 6 años, los niños de pueblo son más activos y autoafirmativos q u e a los 13 o 14 años. D e los 7 a los 13 años, el proceso de adaptación dinám ica y sum isión causa un au m en to en la hos­ tilidad la que, au n q u e a m enudo es suprim ida en la conducta, se expresa cada vez más en los cuentos proycctivos e im ágenes Rors­ chach d e niños mayores. Los niños tam bién se h an vuelto más miedosos d u ran te esta etapa. M ientras parece q u e dism inuye el tem or a ser com ido, el tem or a la m adre puede ser transform a­ do años más tard e en m iedo a ser abandonado y ridiculizado si uno n o se conform a. Estos nuevos tem ores reflejan los métodos

254

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

Cuadro 9.1 T

e n d e n c ia s d e e d a d e n ra sco s d e p e r s o n a l id a d y c a r a c t e r ís t ic a s

6 Y LOS 16 AÑOS (Correlaciones significantes) N = 96

entre

LOS

r (edad)

Rasgos

.18* .18* - .1 5 - .2 0 * .23* - .2 3 * .41**

Orientación receptiva Orientación explotadora Orientación acumulativa Productividad Sumisión Autoafirmación Hostilidad Generalizada Temores

.36** -.3 0 * * .49** .24** .38** .15 .25** .20*

Abandono Ser comido Ser ridiculizado Pérdida de integridad Temores sexuales Tem or del padre Tem or a la madre Intensidad general de temor p - . 05. ¿ > = . 01. C uadro 9.2 C o m p a r a c ió n

d e l c a r á c te r e n t r e s edades

(Porcentaje de rasgos) Rasgos A ltamente pro­ ductivo Bajo productivo Receptivo Explotador Acumulativo Destructivo Sumiso

6-12 (N = 44)

Variante de edad 13-16 (N = 52)

Después de los 16 (N = 415)

27 27 55 64 61 23 71

26 32 73 69 54 23 89

26 40 71 26 55 24 79

L A F O R M A C IO N D E L C A R A C T E R E N L A N I Ñ E Z

255

q u e los padres h an usado en niños m ás grandes para reforzar la obediencia. Los niños y niñas m ayores ta m b ié n em piezan a te ­ m er el sexo y la in tim id ad . A ún m ás, observam os q u e au m en ta un tem or directo a los padres, especialm ente a la m adre, a quien la m ayoría d e los niños ve como más peligrosa y potencialm ente destructiva q u e el padre. N uevos descubrim ientos concucrdan con el p u n to d e vista freudiano en cu a n to a q u e un desarrollo saludable requiere indepen­ dencia d e la m a d re y, en el caso d e los niños, aceptar al padre com o m odelo positivo d e identificación. C o m o verem os, aquellos niños q u e m an tien en u n a honda simbiosis em ocional con la m a­ d re son los q u e desarrollan estructuras d e carácter patológicas y m al adaptadas.

C

o m p a r a c ió n d e l c a r á c te r d e l o s n iñ o s y

lo s adultos

E l cuadro 9.2 com para los porcentajes d e individuos con los d i­ versos m odos d e asim ilación y con rasgos destructivos y d e su­ misión en tres diferentes grupos de edades: de 6 a 12, 13 a 16 y más d e 16 años. Estas com paraciones dem uestran lo siguiente: 1. El p o rcen taje d e individuos alta m e n te productivos perm ane­ ce co n stan te desde los 6 años hasta la a d u ltez en un poco más del 25 % de la población. El porcentaje d e individuos im produc­ tivos au m en ta del 27 % d e los 6 a los 12 años, 32 % en la ad o ­ lescencia y al 40 % en la edad ad u lta. El p o rcen taje d e indivi­ duos de rasgos destructivos perm anece co n sta n te d e los 6 a los 12 años h asta la m ad urez en el 23 % aproxim adam ente. 2. El po rcen taje d e individuos d e rasgos receptivos au m en ta d e los 6 a los 12 años (55 % ) hasta los 16 ( 7 3 % ) , para m a n te­ nerse co n sta n te d u ra n te la adultez (71 % ) . 3. E l po rcen taje d e los individuos acum ulativos dism inuye un poco, a u n q u e n o significativam ente, d e los 6 a los 12 (61 % ) has­ ta la edad d e 13 a 16 años ( 5 4 % ) , y luego perm anece constante en la edad ad u lta ( 5 5 % ) . 4. I,a diferencia más sorprendente en tre el carácter del adulto y el del n iñ o reside en el porcentaje correspondiente a las te n ­ dencias explotadoras. M ientras q u e el 64 % d e los chicos d e los 6 a los 12 años y el 6 9 % de los 13 a los 16 m uestra rasgos ex­ plotadores, ú n icam ente el 26 % de los adultos tuvieron te n d en ­ cias explotadoras. ¿Por q u é son m ás explotadores los niños? H ay dos explicaciones

2 56

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

posibles. L a prim era es q u e la im potencia y frustración mayores q u e sufre el n iñ o pueden engendrar en él esas tendencias. Se­ gún esta explicación, en la m edida en q u e crece el chico y, al separarse d e su fam ilia, dism inuye su im potencia, sus tendencias explotadoras te n d erán a ser rem plazadas o a agotarse. La segunda explicación es q u e la sociedad cam bia al m ism o tiem p o q u e los nuevos em presarios explotadores conquistan posiciones d e poder, acum ulando capital y aprovechándose d e las nuevas op o rtu n id ades tecnológicas. C o n fo rm e éstos suben a la cim a d e la sociedad, se vuelven cada vez m ás el m odelo d e los jóvenes,8 quienes aceptan cada vez m ás el valor q u e los prim eros le d an al progreso y a la utilización d e los recursos. Así, com probando el éxito del em presario e im presionados por su prestigio y poder, los jóvenes pueden llegar a rechazar el ejem plo d e sus p adres in clinándose por el nuevo m odelo. E ste proceso m odelador no cam bia el carácter, sino m ás bien el com portam icnto. Sin em bargo, puesto q u e en el carácter d e los niños se da una buena dosis d e explotatoriedad, el m odelo pu ed e servir para m an­ tener viva esta ten dencia en oposición al pasado, cuando los po­ bladores m odelo no eran explotadores.

F

a c t o r e s c a r a c t é r ic o s e n l a n i ñ e z

Al igual q u e en la calificación del carácter d e los adultos, está­ bam os interesados en descubrir las variables d e los síndrom es de la personalidad relativas a los niños. E n este caso, los factores se sacaron u sando el m étodo d e análisis M cQ u itty .9 Para los 8 Para una verificación relativa a las variables que determinan la elcc* ¡ ción de m odelo por el niño, incluyendo el éxito, cf. Albert Bandura, “Social-Lcarning T hcory o f Idcntificatory Processcs”, en D . A. Coslin (e d .) , H a n d b o o k o f Socialization T h e o fy and R esearch (C hicago: Rand McNal* ly, 1 9 6 8 ). Puede decirse que numerosos factores contribuyen actualmente a alim en­ tar los rasgos explotadores, pero hay que tener en cuenta que en la cultura tradicional existen patrones de conducta y ritos que frenan el comporta-1 m iento explotador, por ejem plo, las presiones para no vestir en forma d ife­ rente a los demás o los ritos en contra de la envidia (cf. Foster, 1 9 67). 9 C f. M cQ uitty (1 9 6 1 ) . Analizando las variables de carácter, liem os ex­ perimentado con distinto tipo de análisis de factores. E l m étodo de M cQ uit­ ty es más sencillo que el m étodo Varimax mencionado en el capítulo V , y los resultados son similares. En terrenos teóricos hubiéramos p referido: emplear sus m étodos más avanzados de análisis de tip o por ejemplo (M c ­ Q uitty, 1 9 6 8 ), pero en la época en q ue estábamos analizando los datos,

j

i ■

l : ] ]

i

LA F O R M A C IÓ N D E L C A R A C T E R E N I-A N IÑ E Z

257

propósitos d e este análisis de factores, tam bién añadim os las m e­ didas de personalidad de 24 adolescentes (9 niños y 15 niñas) en­ tre los 14 y los 17 años, a nuestro ejem plo d e 86 niños de los 6 a los 13 años. O cho síndromes surgieron de este análisis.10 U no era característico de los niños de 6 años únicam ente, e in­ cluía el tem or de ser comido, hostilidad extrema a los herm anos mayores rivales, y la aceptación d e la autoridad del adulto sin preguntar. Este síndrom e caracterizaba al niño q u e todavía no ha em pezado a pensar por sí mismo, que está todavía en lo que Piagct llama la “etapa de egocentrism o” del desarrollo. Los otros factores representaban resultados dinámicos de lo que se exige de los niños después d e los 6 años. D e éstos otro siete factores, cuatro representan orientaciones im productivas, todas significativam ente correlacionadas en tre sí. U no representa u n síndrom e de rasgos que era com ún a todas las orientaciones no productivas. Dos representan orientaciones pro­ ductivas q u e tam bién están correlacionadas de m odo significativo. Las orientaciones improductivas incluyen: E l síndrom e receptivo: Estos niños son receptivos, dependien­ tes y no agresivos. Su adaptación es la sumisión a costa de la iniciativa y la independencia. E sto corresponde al tipo de adulto improductivo-rcceptivo. E l síndrom e autoritario-destructivo: E ste síndrom e representa la psicopatología más extrema encontrada en el pueblo. Las ac­ titudes autoritarias están com binadas con la hostilidad extrema y la destructividad m aligna (nccTofilia). M uchas respuestas a la prueba R orschach de estos niños fueron im ágenes de deterioro y muerte. estos métodos no hablan sido completamente terminados. La ventaja de es­ tos métodos más nuevos es que éstos aíslan los tipos de individuos en vez de resumir las vanantes en factores. Así, que puede determinarse el porcen­ taje de individuos que son similares entre sí en términos de un síndrome de rasgos. Además, el método nos permite distinguir cuáles rasgos son más importantes a un síndrome sea que estén presentes o ausentes. Creemos ue los métodos de M cQ uitty contribuyen significativamente a las posibili3des de emplear técnicas estadísticas cuantitativas para el estudio del ca­ rácter social, porque han sido diseñadas para la mejor comprensión de los tipos de individuos más que para los tipos de rasgos. 10 Estos síndromes parecen más ricos en contenido que los factores de adultos mencionados en el capítulo V . Esto es porque incluyen más variaWes (por ejemplo, tipos de temores, objetos de hostilidad). En la anterior calificación del carácter de los adultos, limitamos las variables a los m o­ dos que comprenden el carácter nuclear.

3

258

S O C IO P S IC O A N Á L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

Las respuestas proyectivas tam bién indicaban grandes am bicio­ nes d e prestigio, d in e ro y poder, caracterizando u n narcisism o ex­ trem o. Al m ism o tiem p o , los niños expresaban agudos tem ores de inan ició n y ab a n d o n o , com binados con u n a fijación regresiva a la m ad re, q u ie n era vista com o m ás poderosa y destructiva q u e el pad re. E s te sín d ro m e representa un carácter patoló­ gico y n o a d a p tab le , causado por u n a fijación intensa en una m a d re d estru ctiv a. C o rresponde al a d u lto im productivo, narcisis­ ta y d estructivo. E l sín d ro m e explotador-rebelde: M ien tras q u e este síndrom e tien e elem en to s com unes con el d e la orientación destructiva, es m enos patológico. C aracteriza al ‘lo b o solitario” , q u e es explo­ tador, d ep red ad o r y rebelde. La solución d e ad a p tació n del lobo solitario es robar lo q u e puede, tra ta r d e incorporar y usar a los dem ás. E n la b ase d e sus rasgos d e carácter, está el tem or in te n ­ so, esp ecialm en te a la m adre, a q u ie n se ve com o destructiva y ca stran te. P ero an tes q u e som eterse a ella, el lobo solitario se rebela y tra ta d e valerse por sí m ism o. Si este síndrom e está com ­ b in a d o con rasgos m ás productivos, se convierte en el del em ­ presario in d e p en d ien te. E l sín d ro m e sum iso-insinuante: E ste síndrom e describe niños q u e se ad a p tan p o r m edio d e u n tip o especial d e sum isión insi­ n u an te. A lred ed o r del 1 0 % d e los niños tien en esta ac titu d , q u e parece ser u n nuevo desarrollo en el pueblo, ya q u e su predom inio es despreciable en la población a d u lta. E s sim ilar a la descripción i d e F ro m m d e la orien tació n d e m ercadeo y es característica d e los niños q u e están o rientados hacia el m u n d o m o d e rn o y q u e en c u en tran m odelos en la T V y el cinc. Al tra ta r ta n to d e agra­ d ar a otros, estos niños ta m b ié n tien en m iedo d e sen tir sus pro­ pios im pulsos d e autoexpresión y resienten a aquellos a quienes tra ta n d e agradar. E n sus contestaciones al Rorschach expresan ang u stia relacionada con la integridad. P arece q u e ellos sienten q u e sacrifican su integridad al volverse a sí m ism os en paquetes atractivos. E s n o ta b le q u e las cuatro orientaciones im productivas estén sig­ nificativ am e n te correlacionadas con u n síndrom e d e rasgos q u e indica rechazo al padre. E ste síndrom e incluye tem or al padre, rechazo a la influ encia d el padre, rebelión co n tra el padre, hos­ tilid ad al p ad re c identificación con la m adre. P ara los niños, este sín d ro m e ta m b ié n im plica sen tim ien to s intensos d e m enosprecio j a sí m ism o, y d e te m o r a ser ridiculizado. R echazando al padre e id en tificán d o se con la m adre, los niños traicionan su propio sexo.

LA F O R M A C IÓ N D E L C A R A C T E R E N LA N IÑ E Z

259

Su tem or al ridículo refleja un sentim iento de vergüenza interior, y temor a q ue otros lo vean com o femenino. E n contraste con los resultados im productivos de adaptación durante la niñez, existen dos orientaciones productivas. Una es el síndrome dcmocrático-afirmativo, que implica una autoafirmación fuerte. La otra es la orientación productivo-acumulativa, que incluye un fuerte lazo al padre y la percepción del niño de la m adre como amorosa. Los niños caracterizados con este síndrom e expresan el modo productivo-acumulativo que es el más adaptable a la situación campesina, pero a la vez el más abierto a los es­ tímulos culturales."

C o r r e l a c io n e s

d e l o s c a r a c t e r e s d e l o s p a d r e s y e l n iñ o

Las calificaciones factor de los niños fueron correlacionadas con las calificaciones de sus padres en los factores adultos. E ncon­ tramos que todas las orientaciones improductivas estaban corre­ lacionadas en forma significativa con el carácter de la madre, mientras que sólo cxccpcionalmentc con el del padre. E l rasgo clave de carácter era el centralism o m aterno de la propia madre. Esas madres inm aduras que perm anecen intensam ente fijadas a su propia m adre tienden a m antener a sus hijos débiles y depen­ dientes de ellas, desalentando su independencia y crecimiento. Ya sea que estas madres simbióticas dañen a sus niños consintién­ dolos o asustándolos hasta volverlos sumisos, acabarán siem pre por destruir la capacidad del niño para adaptarse activam ente al m undo fuera de la madre. Pudimos descubrir ciertas relaciones entre el carácter de los padres y el tipo específico de rasgos im ­ productivos q u e se presentan. E n el caso de los niños receptivos, a menudo se encuentra una constelación familiar especial. A un­ que la .m adre es simbiótica, tam bién tiende a ser cariñosa con los niños m uy pequeños. M ás aún, nuestros datos dem uestran que el padre del niño receptivo puede ser tam bién pasivo y re­ ceptivo y tener una orientación amorosa condicional, lo que indi11 La productividad está también correlacionada significativamente con el C. I., según se midió con las Matrices Progresivas de Ravcn (r = .56, P < .01). Esta prueba de Ravcn mide los poderes de concentración del niño y su habilidad para razonar, I o í cuales son aspectos de la inteligencia campesina productiva. 1.a productividad no está correlacionada significati­ vamente con las calificaciones en la prueba de C . I., de Stanford-Binct. la eual mide el tipo verbal abstracto de inteligencia no desarrollada, general­ mente, en el aldeano (C f. Maccoby y Modiano, 1969).

26 0

S O C IO P S IC O A N A L IS 1S D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

ca u n a cierta ca n tid ad d e responsabilidad m aterial y afecto. E n cam bio, las correlaciones significativas positivas indican q u e cuan­ do el p ad re es extrem adam ente im productivo e irresponsable y la m ad re sim biótica, el carácter del n iñ o más bien puede ser a u to ­ ritario o explotador. E n co n traste co n los padres im productivos, los productivos in­ fluyen en el desarrollo d e los rasgos productivos d e sus hijos. E l sín d ro m e dem ocrático autoafirm ativo está correlacionado en for­ m a significativa co n la presencia d e un padre productivo (F acto r II ) y una m a d re responsable (F actor I ) . E l factor acum ulativoproductivo está correlacionado d e m odo n o ta b le con una m adre q u e es cariñosa y productiva (F acto r II ) y u n padre acum ulativoproductivo q u e ta m b ié n tien e éxito económ icam ente. E stas co­ rrelaciones son m ás altas para los niños q u e para las niñas (véase cu ad ro 9 .3 ). (E s d e n o ta r que el n iñ o q u e percibe a la m adre com o cariñosa en sus historias proyectivas dadas en el t a t está correlacionado significativam ente con nuestra calificación d e la m a d re en la entrevista proyectiva.)

C

o r r e l a c io n e s d e l o s c a r a c t e r e s d e l o s pa d r e s

Y LOS H IJO S ADULTOS

D e la población ad u lta calificada en cu a n to a carácter, 146 in d i­ viduos (76 ho m b res y 70 m ujeres) aú n ten ían padres, así q u e en estos casos se p o d ría n correlacionar los factores d e carácter de los padres y d e los hijos grandes. Al hacer estas correlaciones, h em os separado a los hom bres y a las m ujeres y hem os hecho correlaciones separadas para 53 individuos (32 hijos y 21 hijas) d e hogares sin padre. L os resultados confirm an básicam ente el p atró n presentado para niños y adolescentes. Los individuos productivos pueden te n e r padres q u e son cariñosos, productivos y con éxito económ i­ co. Lo más pro b able es q u e los niños no productivos tengan pa­ dres im productivos. C onsiderem os en form a separada las corre­ laciones para los hijos y las hijas.

P adres

e h ij o s crandes

H ay correlaciones positivas en tre los factores d e carácter d e los hom bres jóvenes y los m ism os rasgos en el d e sus padres (cuadro

Cuadro 9 3 F a c t o k h s c a k a c t k r i c o s d e l n iS o (e d a d es 6 -1 6 )

C orrelacionados c o n los factores caractéricos d e los padres (N = 92)

Factores de los padres A ladres ( N = 10)

Factores del niño Receptivo

R espon sabilidad d e la m adre (F actor I )

- .1 5

Destructivo autoritario

Explotador

Sumiso

- .0 5

-.0 1

.05

- .0 3

-.0 5

- .0 7

P rod u ctivid ad d e la inadre (F a c to r 11)

.1 0

F ijacion es m aternas (F actor I V )

.2 6 * •

.20*

.2 6 * *

.0 8

-.0 9

.0 8

-.0 2

- .1 4

-.1 9

- .1 1

.0 0

-.0 4

-.0 6

.2 0 *

.3 0 * *

Autoafirmativo

Acumulativo productivo

.24*

.11

.0 7

.1 9

.0 5

- .0 4

- .0 9

- .0 2

Padres ( N = 8 3 ) R esp on sab ilid ad d el padre (F a c to r I ) P rod u ctivid ad d el padre (F actor I I ) M o d o a cu m u lativo d el padre (F actor I V )

•Significativo al nivel del 5 % . • • Significativo al nivel del 1 % .

.0 5

.2 3 *

.1 2

.1 5

.2 1 *

262

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X I C A N O

9 .4 ). L a co rrelación m ás a lta m u e stra q u e los padres y los hijos está n en té rm in o s iguales en el facto r reccptivo-acum ulativo. La correlación del papel sexual es ta m b ié n n o ta b le m e n te alta. C o n la excepción d el F a c to r I (el facto r del ad o lescen te c o n tra el facto r del a d u lto ) las o tras correlaciones, a u n q u e n o son significa­ tivas, sí in d ican u n a n o rm a positiva co n sisten te. Las correlaciones d e los factores del ca rá cte r d e los p adres con aquellas d e los hijos ad u lto s resp ald an el d escu b rim ien to d e q u e el h o m b re joven productiv o -acu m u lativ o con seguridad tie n e u n p ad re productivoac u m u lativ o y u n a m a d re productivo-cariñosa. M ás a ú n , este p a d re seg u ram en te está e n tre los cam pesinos m ás ricos. La co­ rrelació n e n tre la p ro d u ctiv id a d d e los hijos y el alto nivel socio­ econ ó m ico d e sus padres es r = .41, q u e es significativa a ni­ vel del 1% . C uadro 9.4 C

o r r e l a c io n e s p o s it iv a s e n t r e e l c a r á c t e r d e l o s h i j o s

GRANDES Y LOS PADRES

Factor

E dad adulta Productividad Explota toriedad Acumulativo-receptivo Papel sexual Fijación d e la m adre

Padre-hijo r ( N = 45)

Madre-hijo r ( N = 45)

Madre-hijo familias sin padre r ( N = 32)

_

_

_

.23 .26

.18 .21

.55 **

.41 ** .31 ♦

— —

.23 .31 *

.26

.3 4 *

.36 *



• Significativo a nivel d el 5 % . • • Significativo a nivel d el 1 % .

E n cam bio, el hijo im p ro d u ctiv o seg u ram en te crecerá en u n a fam ilia q u e su fre pobreza extrem a, con p a d re receptivo-im produ ctiv o y u n a m a d re q u e lo conservará d e p e n d ie n te en relación a ella. E sto s resu ltad o s p e rm ite n varias explicaciones teóricas:

LA F O R M A C IÓ N D E L C A R A C T E R E N LA N IÑ E Z

263

1. Q u e los niños hereden cualidades productivas d e sus padres.1* 2. Q u e los niños to m an com o modelos a los padres producti­ vos y con éxito. 3. Q u e los niños son estim ados y responden a la atm ósfera productiva en sus familias, se vuelven más productivos ellos mismos. M ientras q u e nuestros datos n o nos perm iten decidir acerca de la im portancia relativa d e las tres explicaciones, un elem ento ulterior debe tenerse presente: adem ás d e estas tres posibilidades, otra —el factor económ ico— es tam bién d e considerable im por­ tancia. H em os ap ren d id o q u e un asu n to decisivo para el des­ arrollo del carácter en el pueblo es q u e el n iñ o está centrado en la m adre o en el padre. M ientras el estar centrado en el padre está correlacionado de m odo im p o rtan te con el grado d e produc­ tividad d e los padres, el nivel económ ico d el padre es de igual peso (para las niñas igual q u e para los n iñ o s ). (V éase el cua­ dro 9.5.) Cuadro 9.5 La

p r o d u c t iv id a d d e l o s h i j o s c r a n d e s y l a o r i e n t a c i ó n m a d r e -p a d r e

c o r r e l a c io n a d a

con

el

carácter

Y LA CLASE SOCIAL DE LOS PADRES

( N = 45) H ijo s P a d res

Productividad del padre Fijación del padre hacia la madre Nivel socioeconómico del padre Productividad de la madre Fijación de la madre hacia la madre

P r o d u c tiv id a d (F a c to r I I ) .2 3 —

.41 ** .1 8 - .1 8

F ija c ió n h a cia la m a d r e ( F a c to r V I ) — .3 6 * .2 6 - . 4 9 ** -.1 7 .3 4 *

* Significativo al nivel del 5 % . ** Significativo al nivel del 1 % .

12 C om o se señaló en los capítulos V I y V II, hombres productivos gene­ ralmente están casados con madres productivas.

264

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

A q u í surge u na p reg u n ta inuy im p o rta n te . ¿E n cu á n to se debe la in fluencia del p ad re a su nivel económ ico y e n cu á n to se debe a su carácter? Sabem os q u e los hom bres más ricos generalm ente son ho m b res m ás productivos en esta población. U na clave im ­ p o rta n te para co n testar esta pregunta es q u e cuando la producti­ vidad del p ad re se saca d e la correlación en tre el centrism o m a tern o y el nivel económ ico, la clase está todavía correlacionada en form a significativa con el centrism o en el padre fren te al centrism o en la m a d re. E sto significa q u e a u n e n tre hijos d e h o m ­ bres m enos productivos, el alto nivel socioeconóm ico del padre es u n factor para atraer al hijo lejos d e la m a d re (m ien tras q u e en las fam ilias m ás pobres aú n un p ad re productivo frecu e n tem en te falla al tra ta r d e atraer al hijo lejos d e la m a d re ).13 E sto n o se p resentaría si la fuerza d e la liga con la m adre fue­ ra d eterm in ad a b ásicam ente por los factores psicosexuales, y si el resultado del C o m p lejo d e E dipo dependiera p rin c ip alm en te d e la inten sid ad d e u n a catéxis libidinosa. N uestros descubrim ientos n o están de ac u erd o con la posición principal d e F reu d , q u e hace h in c ap ié en el te m o r a ser castrados co m o el factor decisivo para q u e el n iñ o ren u n cie a su prim era liga con la m adre. N uestra o pin ió n es q u e el ro m per con el lazo prim ario, unión con la m adre, el cual es necesario si el n iñ o h a de convertirse en h o m b re, d ep e n ­ d e m ás d e los factores socioeconóm icos q u e d e los psicosexuales. C u a n d o el p ad re n o tien e éxito en su ad ap tació n a la sociedad, represen ta u n m o d elo d e fracaso. N o h a sido un proveedor para la fam ilia, y n o p u e d e vivir su papel com o patriarca. E n este caso, la m a d re se vuelve la persona d o m in a n te en la fam ilia, m ien­ tras q u e al p ad re se le desm oraliza y h u m illa . E n estas condicio­ nes, sería casi im posible para un n iñ o liberarse d e una m a d re que 110 deseaba ren u n ciar a su poder sobre él. ¿P or q u é ha d e dejar la seguridad d e la protección d e una m a d re para volverse com o un p ad re q u e h a sido aplastado por el fracaso? M ás aú n , se d eb e te n e r cuidado en n o p o n er dem asiado interés en la explicación d e la form ación del carácter basada ú nicam ente en la id en tificació n o en el m odelaje. C u a n d o se explica el des­ arro llo del ca rá cte r d e u n niño, es so lam en te en térm inos de iden tificació n con el padre, se ignora la p a rte representada por la ad a p tació n activa d el n iñ o en su m edio. T a m b ié n , im plica q u e u n niñ o sin p ad re sería incapaz d e desarrollar rasgos m asculinos 13 La correlación entre La fijación con la madre para los hijos y la produc tividad del padre es r = —.3 6 ( p < .0 1 ) . Aun si se saca el nivel socio­ económ ico del padre, la correlación todavía signicativa es r = —.26 (p < .05).

L A F O R M A C IÓ N D E L C A R A C T E R E N L A N IÑ E Z

265

productivos a m enos q u e encontrara un p ad re su b stitu to como modelo, lo q u e n o es así. E n contram os (cu ad ro 9.4) que en los hogares sin padres la productividad d e la m a d re y su falta de sim­ biosis vis-á-vis con el niño son los factores clave en el desarrollo d e rasgos d e carácter productivo en los niños. E n este caso, el nivel socioeconóm ico d e la m adre no tom a p a rte en la ecuación. Los resultados in d ican q u e au n cuando no h ay padre, si la madre es productiva, lo más probable es q u e el hijo desarrolle una estruc­ tura d e carácter más productiva q u e si tuviera un padre de carác­ ter im productivo. P or o tro lado, si su m adre es simbiótica e im productiva, u n p ad re productivo con éxito (incluso un padre im productivo, pero con éxito) frecu e n tem en te pu ed e ayudarlo a lograr la indep en d encia d e ella. R esum am os a la lu z d e nuestros descubrim ientos las razones por las q u e algunos niños se vuelven productivo-acum ulativos y otros pasivo-rcceptívos. Los niños productivos seguram ente fue­ ron estim ulados p or padres q u e los apoyaban; su p ad re es acumulativo-productivo con éxito y su m a d re productiva; n o ha sido aplastado ni asu stado ni m im ado para lograr su sum isión. Así pues, él p u ed e reaccionar activam ente a n te el m u n d o real. De este m odo, p ro b ab lem en te desarrollará la orientación productivaacum ulativa q u e m ejor se acom ode a las condiciones socioeconó­ micas de su sociedad. E n co n traste con esto, el niño receptivo con padres improductivo-receptivos y sin éxito n o p uede rom per los lazos de depen­ dencia hacia u n a m a d re sim biótica. A u n q u e em ocional mente rechaza a su p ad re receptivo com o m odelo, se vuelve exactam ente com o él, p o rq u e n o p uede independizarse d e la m adre. E ste re­ sultado p u ed e ser m ás regresivo y patológico en el caso d e una fijación intensa hacia u n a m adre destructiva. A u n q u e los niños g en eralm en te están atados a la m adre hasta los 5 o 6 años (y, en el pueblo, hasta el ca sam ien to ), en el des­ arrollo norm al en la m ayoría d e las culturas, la función del padre es ayudar al n iñ o a co rtar este lazo. E l p adre ayuda ofreciéndose a sí m ism o com o guía y auxilio, atrayendo al n iñ o hacia la vida de una sociedad m ás grande. E n parte hace eso ac tuando como m odelo, pero ta m b ié n ofreciendo a su hijo la posibilidad d e un lazo afectuoso con él q u e diluye o rem plaza el lazo afectuoso anterior con la m adre.14 La clase social p uede ser un factor de­ 14 Esta hipótesis difiere esencialm ente d e la de Freud de que el niño deja su amor incestuoso por la madre porque tem e al padre y entonces se hace com o el padre, interiorizándole com o superyó.

266

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

cisivo p ara d e te rm in a r este resultado. Los n iñ o s m ás pobres n o tien en esperanzas d e llegar a ser algo m ás q u e peones; se sien ten despreciados, inferiores a los niños m ás ricos; los te n d ero s se re h ú ­ san a darles c ré d ito cu a n d o la m a d re los envía p o r algo. Su m u n ­ d o , a ú n m ás q u e el d e otros aldeanos, es u n o d e suspicacia y hos­ tilid a d ; ú n ic a m e n te se sien ten “a g u sto ” d e n tro d e la fam ilia y cerca d e la m ad re.

Los PADRES

Y LAS H IJA S GRANDES

A ún n o se h a d iscu tid o la relación e n tre el ca rá cte r d e las hijas gran d es y el d e los padres; es m ás, este sigue u n p atró n sim ilar al d e los n iños, a u n q u e h ay algunas d iferencias im p o rtan tes. C o m o co n los hijos, la p ro d u ctiv id a d d e las hijas g ran d es está correlacio­ n ad a sig n ificativ am e n te a la existencia d e padres productivo-cari­ ñosos (c u a d ro 9 .6 ) ; a u n q u e la p ro d u ctiv id a d d e la m a d re p arece ser a ú n m ás im p o rta n te para la h ija q u e p ara el h ijo . Así com o el h ijo tie n d e a d esarrollar el tip o ac u m u lativ o o receptivo d e su p ad re, el m o d o d e asim ilación d e la h ija seg u ram en te será el d e su m ad re. C uadro 9.6 C

o r r e l a c io n e s

p o s it iv a s e n t r e e i . c a r á c t e r d e l a s

in jA S

GRANDES Y E L DE LOS PADRES

Factor

Edad adulta Productividad Explota toriedad Acumulativo-reccptivo Papel sexual Fijación hacia la m adre

Padre-hija (N = 55)

Madre-hija (N = 55)

\ladre-hija ( familias sin padre) (N = 22)

_

_

_

.28 * —

.49 • • —

.30 —

— - . 3 4 *•

.32 * —

— —



.32 *

.54 •*

• S ignificativo en un nivel del 5 % . • • S ignificativo en un nivel del 1 % . D e h ech o, y según nuestras observaciones, es m ás frecuente que los senti­ m ientos inconscientes d e culpa sean producidos por las am enazas de la m a­ dre y n o por las del padre.

LA F O R M A C IÓ N D E L C A R A C T E R E N LA N IÑ E Z

267

T a n to el carácter del padre com o su nivel socioeconómico in­ fluyen en el desarrollo d e un factor en el carácter de su hija. C u an d o los padres tienen rasgos acum ulativos (F acto r I V ) , rasgos masculinos (F acto r V ) , y tienen éxito económ icam ente, la fija­ ción de las hijas hacia la m adre es m enor. P or otro lado, cuando los padres son rcceptivos-sumisos, fem eninos, y h an fracasado en lo económ ico, se refuerza la fijación d e la hija hacia la m adre (véase el cu ad ro 9 .7 ). E sto nos lleva hacia un círculo vicioso en el cual las niñas crecerán para convertirse en m adres no productivas-posesivas q u e odian a los hom bres. Cuadro 9.7 P r o d u c t i v i d a d d e l a s h i j a s y l a o r i e n t a c i ó n m a d r e -p a d r e

CORRELACIONADA CON EL CARÁCTER Y LA CLASE SOCIAL DE LOS PADRES

(N = 55) Hijas Padres

Productividad del padre Fijación del padre hacia su madre Nivel socioeconómico del padre Orientación acumulativa-receptiva del padre Papel sexual del padre Productividad de la madre Fijación de la madre hacia su madre

Productividad (Factor V I)

Fijación en la madre (Factor II)

.28 * —



.22

- .2 7 *



- . 4 6 ** - . 3 4 ** —



.49 ** —

.32 *

* Significativo al nivel del 5 %. * • Significativo al nivel del 1 % .

Tam bién debem os notar que, en el otro extrem o, las niñas en­ cuentran difícil separarse d e un padre posesivo, especialm ente cuando éste es relativam ente rico. Algunas m uchachas en esta situación nunca se casan, m ientras q u e otras encuentran necesa­ rio h u ir con el novio. E n esos casos, el padre posesivo, a m enudo furioso, se rehúsa a volverle a hablar a su hija. E n las familias sin padre, la fuerza de la fijación de la hija ha­ cia la m adre d epende más q u e nada d e la fijación m aterna hacia

268

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

su p ro p ia m a d re (ten d en cias sim b ió tic as). Sin em bargo, los fac­ tores socioeconóm icos ta m b ié n tien en u n papel decisivo en el desarrollo d e los rasgos productivos en las niñas. L a correlación e n tre el nivel socioeconóm ico d e la m a d re y la productividad de su hija es r = .73 significativo a nivel d el 1 % ; la razón d e esto n o es difícil d e e n c o n tra r en el pu eb lo . E n las pocas fam ilias encabezadas p o r m ujeres d o n d e el ingreso es suficiente, las m a­ dres p ro ductivas a lie n ta n a sus hijas a desenvolverse por sí m is­ m as, y a seguir en la escuela ta n to c o m o sea posible. N o las obligan a tra b ajar a los 6 o 7 años d e edad, n i a esperar una vida d e servidum bre. Los d escu b rim ientos presentados en este cap ítu lo señalan h a ­ cia u n e lem en to im p o rta n te en el proceso d e am pliación d e la diferencia d e clases en el pueblo. M ien tras q u e hem os visto (en el cap ítu lo V I ) q u e p o r razones económ icas la brecha e n tre los aldean o s m ás pobres y los m ás ricos se hace m ás grande, los d ato s ofrecidos e n este ca p ítu lo d em u estran q u e este proceso se in te n ­ sifica p o r el facto r psicológico. V em o s q u e los padres pro d u cti­ vos (y eso in clu y e en gran m an era a los padres m ás ricos) tien en niño s m ás p roductivos, m ientras q u e padres im productivos (y eso incluye e n gran m anera a los padres m ás pobres) tien en hijos im p ro d u ctiv o s. Y p u esto q u e estos niños, d e acuerdo con el m is­ m o proceso, a su vez te n d rán m ás niños productivos c im produc­ tivos, resp ectiv am ente, la h en d id u ra social a u m e n ta rá ta n to p o r razones psicológicas com o por razones económ icas.

X . P O S IB IL ID A D E S P A R A E L C A M B IO : C A R A C T E R Y C O O P E R A C IÓ N son las posibilidades para el futuro del pueblo? L o m ás factible, si las condiciones sociales y económ icas perm anecen igual, es q u e co n tin u ará la tendencia ac tu al. Los nuevos em presarios consolidarán m ás su control sobre el pueblo. Los cjidatarios d e ­ penderán d e ellos cada vez más com o líderes políticos e in term e­ diarios. Los q u e n o tienen tierras se irán a las ciudades o, puesto que los buenos trabajos son escasos y no están calificados para ellos, m uchos co n tinuarán trabajando com o jornaleros. Si las condiciones perm anecen iguales, esto significará q u e la mayoría de los aldeanos pasará su vida en la pobreza y q u e no habrá nin g ú n alivio para su desesperanza y alcoholism o. Los ex­ pertos h an h echo varias sugerencias concernientes al m ejoram ien­ to d e la situación d e los aldeanos en A m érica L atina y en todo el m undo. A la lu z d e nuestros descubrim ientos, considerarem os tres d e esas proposiciones. 1. F recu en tem e n te se h a propuesto q u e se le d e conocim ientos técnicos al cam pesino para q u e use m ás m étodos agrícolas m o­ dernos y ap ren d a nuevos oficios (p o r ejem plo artesanía, cría de aves) q u e au m en tará n su ingreso. T a l e n tren am ien to es frecuen­ te m en te valioso, especialm ente para los cam pesinos q u e tienen tierras más grandes y algo d e capital; sin em bargo, ésta es una solución lim itada. L 3 nueva tecnología exige diferentes actitudes d e p arte del cam pesino, com o hem os observado en el capítulo I. Para q u e tenga la m ínim a efectividad, el adiestram iento técnico debe ser com binado con un cam bio en la estructura del carácter del cam pesino. Esc cam bio podría lograrse hasta cierto p u n to a través d e m é­ todos d e instrucción co m p letam en te diferentes. (U n program a m uy ingenioso e im presionante para la educación del cam pesino y q u e n o n ad a m ás transm ite conocim ientos, sino q u e afecta a toda la personalidad es el de Freire,1 q uien experim entó su pro­ gram a d e alfabetización d e adultos con cam pesinos y trabajadores urbanos prim ero en Brasil y después en C h ile. E l m étodo de F reiré p u ed e aplicarse ta n to a la educación d e los niños com o a la de los ad u lto s. P ero hasta ahora sólo h ay unos cuantos grupos ¿C u á les

1 Paulo Freiré, E d u c a d o t C on scien tizne J o (C uerna vaca: no No 25, 1 9 6 8 ). [2 6 9 ]

c id o c .

Cuader­

27 0

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

que h a n ex p erim entado con ella en esta form a.) E n lo q u e se refiere al sistem a d e escuelas rurales en M éxico, está organizado con m aestros m u y tradicionalistas, y a m enos q u e se pudiera traer un n úm ero su ficiente d e m aestros q u e sepan cóm o estim ular el interés y la actividad, no p u ed e pasar gran cosa.2 O tro m odo de influ ir el carácter sería cam biar el sistem a socioeconóm ico tradi­ cional del p u eb lo hacia una cantidad m ayor d e iniciativa y coope­ ración, pero ésta tam bién es una m e ta rem ota dada las circuns­ tancias. M ás aú n , u n o podría pensar en un program a integrado d e es­ tím u lo cu ltu ral. Se hicieron intentos en este sentido d u ra n te el régim en d e Lázaro C árdenas, pero se apagaron posteriorm ente. A pesar d e eso, com o señalarem os m ás ta rd e en este capítulo, p en ­ sam os q u e a u n q u e las dificultades son grandes, el esfuerzo serio en cu a n to al cam po de la educación, el estím ulo cultural y los m étodos cooperativos ten d rían un efecto significativo si se llega­ ra a las raíces y se les integrara a un nuevo sistem a d e vida. D avid M cC lelland (1961) sugirió o tro m odo d e cam biar las arraigadas ac titu d es em ocionales del cam pesino, él propone un m éto d o para e n tren ar a los aldeanos a te n e r una “necesidad d e realización" m ás alta; y sugiere q u e los individuos con esta ncce- i sidad seg u ram en te se volverán em presarios q u e ad o p tarán y lleva­ rán ad e lan te nuevos m étodos y crearán nuevas industrias. Pero los hechos indican q u e los em presarios no resuelven el problem a económ ico del pueblo. U nos cuantos em presarios han prosperado, pero estos no elevan el nivel económ ico general. Es m ás, su p rosperidad la logran a costa d e otros. C o m o les faltan los recursos para la actividad económ ica en gran escala, se vuelven interm ediarios, prestam istas y tenderos; y a u n q u e ellos p ueden em plear a otros com o jornaleros, el resultado será u n au m en to de la d ep end en cia y la im potencia d e los q u e no tien en tierras. Así pues, nos parece q u e los cam bios en las actitudes del cam ­ pesino dirigidos a convertir a más d e ellos en em presarios en pe­ queñ a escala en d u rece la estructura d e u n a nueva clase y au m en ­ ta la miseria d e la m ayoría. L a pregunta a considerar más ad e lan te en este cap ítu lo es si las actitudes del cam pesino se pueden cam* Queremos remitir al lector a las obras de Ivan Illich sobre el problema de la enseñanza obligatoria en América Latina. Él duda de la validez de la tendencia moderna hacia una enseñanza más amplia como conducente hacia una estructura de carácter más enajenada y automatizada. Véase Everett. Reimer e Ivan Illich, Alternativas in Education, 1968-69, Cuaderno N 9 1001 (Cucmavaca: c i d o c , 1970).

PO SIB ILID A D ES PARA E L C A M B IO

271

biar de m odo que favorezca tanto el desarrollo económico como los valores centrados en la vida. 2. Albcrt O . Hirschman (1967), un economista que se especia­ liza en problemas de desarrollo, advierte que los nuevos progra­ mas deben tom ar en cuenta las actitudes cognoscitivas del cam ­ pesino que frecuentem ente obstruyen el desarrollo económico. Él sugiere que los proyectos de desarrollo sean de dos tipos: aquellos que "tom an los rasgos” y los que “crean los rasgos” . Un proyecto para “tom ar rasgos” se construye tom ando en cuenta los rasgos existentes y no exige cambio alguno en el cam­ pesino, m ientras que un proyecto que “crea rasgos” es uno que pide q ue el campesino desarrolle nuevas actitudes. Esto requiere más de él que lo q u e pide su trabajo nonnal. Al responder a las demandas de u n trabajo opresivo, un individuo debe desarrollar nuevas cualidades para poder m antener el proyecto. Estamos de acuerdo con Hirschman en que los proyectos que “crean rasgos” son deseables. Sin embargo, queremos hacer, h in ­ capié que es im portante ser consciente de cuáles cantidades uno quiere crear, aquellas del agricultor m oderno tipo empresario o las del tipo productivo-coopcrativo. C om o se puede ver en nuestra discusión en general, no pensamos que todos los rasgos psicológicos que sirven para apresurar el proceso de desarrollo económico sean deseables desde el punto de vista hum ano. 3. Por sí solos los programas de educación, que tom an rasgos y que crean rasgos dejan ciertos problemas sin resolver. Aun si el campesino fuera a aum entar su capacidad de ganancia en cierto modo ¿1 todavía seguiría siendo económ icam ente im potente en relación a la ciudad, a menos que fuera capaz d e cooperar con otros campesinos al com prar y vender. U n m ovim iento de coope­ rativa que llena este requisito se ha em pezado en México bajo la dirección d e la c o n a s u p o y ha sido logrado en otros países tales como en Suecia en una forma más extensa y sistemática.* Sin embargo, se necesitaría un movim iento cooperativo más fuerte, para prevenir la tendencia en este y otros pueblos hacia una nueva estratificación de clase para proteger del empresario * Un cjeinplo de un proyecto que a c á rasgos y que también ha aumen­ tado la cooperación campesina y su poder económico y político es el de Danilo Dolci de Sicilia. Un aspecto del programa es la construcción de una presa la cual requiere menos conocimientos prácticos y nuevas cualidades de parte de los campesinos. Dolci ha encontrado que no sólo se necesita entrenar a los aldeanos técnicamente, sino también hacerles notar su pasi­ vidad, fatalismo y sumisión antes de que cambien sus actitudes y hábitos de trabajo.

272

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

al pequeño cam pesino independiente. U na organización coope­ rativa tal com o los kibbutz israelíes, o algunos d e los ejidos coope­ rativos desarrollados en el área d e La Lagunilla p erm ite una mayor diferenciación del trabajo, un nivel tecnológico más elevado y un trabajo m ejor rem unerado para los cam pesinos sin tierras. Para organizar este tipo d e ejido cooperativo en gran escala se necesi­ tan cam bios ta n to en el sistem a com o en la ayuda del gobierno q u e tendría q u e com prar o expropiar las tierras para estos proyec­ tos y d ar consejo técnico. Al to m ar en cuenta esta tercera alternativa, sobre fuerte m ovi­ m ien to cooperativo, debem os te n er en m e n te el hecho d e q u e los cam pesinos en to d o el m undo son extrem adam ente individualis­ tas y suspicaces. C uan d o las cooperativas son presentadas por agencias externas casi siem pre fallan, a u n cuando éstas prom eten mayores ganancias al cam pesino, más poder en el m ercado y más entren am ien to técnico. Los kibbutz com prenden una clase espe­ cial, ya q u e n o fueron fundados por cam pesinos, sino por intelec­ tuales urbanos motivados por los ideales del socialismo, los cuales se lanzaron a la creación d e una com unidad agrícola que au m en ­ taría n o el ingreso sino la calidad en la vida de sus m iem bros. C o n ­ trastando con esto, se han registrado fracasos en los proyectos para la cooperativa cam pesina en América L atina, Italia, la India, así com o en m uchos países com unistas.4 Pero la pregunta es si el cam pesinado rechazará inevitablem ente los proyectos cooperativos o si su éxito dep ende d e m étodos m ás adecuados de introduc­ ción y estructura. E n este capítulo estudiarem os la ac titu d del aldeano hacia las actividades cooperativas en cuanto se refiere al carácter. D espués inform arem os sobre los experim entos q u e dem uestran la forma d e desarrollar los proyectos cooperativos y las actitudes coope­ rativas. C o o p e r a c ió n

e n la aldea

E n los últim os años la aldea ha organizado esporádicam ente em ­ presas d e cooperativa q u e han durado poco tiem po. U na tienda cooperativa prosperó m ientras fue sostenida por unos maestros rurales decididos y respetados. U na cooperativa de cultivadores d e arroz q u e prom etía a los cjidatarios ganancias m ás elevadas, así com o protección contra pérdidas, se vino abajo cuando los m iem ­ 4 Yugoslavia c$ una excepción notable (ver abajo).

P O S IB IL ID A D E S PARA E L C A M B IO

273

bros individuales com enzaron a sospechar q u e serían engañados p or los o tro s y q u e no recibirían su parte correspondiente. E n am bos casos estas cooperativas beneficiaron a un gran grupo de cam pesinos a costa de los em presarios cuyas ganancias se vieron am enazadas p o r los proyectos. A quellos q u e pueden p erd er con la cooperativa tien en la tendencia natural d e jugar con la sospecha y el tem o r d e los cam pesinos de q u e las cooperativas les engaña­ rán y q u e los ideales d e las cooperativas esconden las nuevas for­ m as d e do m in io d e los fuereños. Los proyectos para obras públicas m ás q u e las em presas coope­ rativas son el tip o d e actividad en el cual los cam pesinos sí tra­ bajan ju n to s con éxito. Los cabecillas d e pueblo, todos ellos cam ­ pesinos ricos, h a n organizado m ovim ientos para traer electricidad y tu b ería d e agua p o tab le al pueblo. C o m o ya lo hem os descrito, estos “ m od ern o s" em presarios, orientados hacia la econom ía m er­ cantil y alejados d e las prácticas tradicionales tuvieron éxito cuan­ do suspendieron las fiestas más costosas y recaudaron dinero para construir u n a escuela. Para la m ayoría d e los aldeanos el con­ cepto “cooperar” significa contribuir con dinero para esos trabafos públicos y si n o son lo suficientem ente ricos ofrecen su ayuda para lim piar zanjas o arreglar las faenas, siem pre con la esperanza d e q u e las au to rid ades o algún padrino rico q u e quiera ser gober­ n ad o r tam b ién “ cooperara” a cam bio d e la g ratitu d del pueblo y el apoyo político. F oster (1967) in sinúa que, tradicionalm ente, el cam pesino más rico gasta p a rte d e su dinero en fiestas, bandas d e m úsica, misas en la iglesia y com ida para otros d e los q u e se espera m uestren el respeto d eb id o a una persona tan generosa; d e este m odo el rico tam b ién tra ta d e evitar la envidia del pobre. E n el pueblo q u e hem os estudiado estas prácticas tradicionales están cediendo el paso a las prácticas más m odernas, pero los m étodos para ga­ n ar el respeto y ev itar la envidia d e los dem ás son los m ism os. Ya qu e los cam pesinos m ás ricos consideran q u e tiran el dinero si lo gastan en fiestas y fuegos pirotécnicos, prefieren gastarlo en la construcción d e u n a nueva carretera q u e traerá m ás turistas y resi­ dentes d e fin d e sem ana y q u e dejarán d inero en el pueblo, o lo gastan en u n a nueva escuela q u e dará a sus hijos la o p o rtu n id ad d e m ejorar. Al apoyar estos nuevos planes para obras públicas, ellos hacen h in c ap ié en su propia ac titu d “cooperativa” pública para hacer n o ta r q u e están usando su riqueza para beneficio d e la com u n id ad . A n te los visitantes dicen q u e su deseo es q u e el p u e ­ blo fuera m ás h o n e sta m e n te cooperativo en vez d e ser tafi egoísta

274

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

y dividido. Es m ás, ellos justifican su espíritu de guía organizando a los otros sólo en proyectos que les prom eten ganancias propias, y son los prim eros en retirarse de las cooperativas institucionalizadas. T a m b ié n tra tan d e suavizar la envidia d e los pobres al exhibir p úb licam en te q u e “cooperan” más q u e los otros. É ste es o tro ejem plo d e cu án engañoso sería juzgar el carácter sobre la base d e los ideales expresados. La m ayoría d e los aldeanos afirm ará q u e favorece la cooperación, y puede citar la ideología cooperativa d e la Revolución M exicana, pero su carácter y sus acciones con­ trastan ag u d am en te con esta ideología. U na excepción n o tab le a la falta d e actividad cooperativa es q u e los aldeanos se unirán para oponerse a un enem igo com ún. H an trabajado ju ntos en contra de un pueblo vecino peleando por los derechos sobre el agua. Y un grupo de aldeanos se orga­ nizó para lu ch ar contra un cjidatario q u e tratab a de usar para sí m ism o lo q u e ellos consideraban tierra com unal. Pero estos gru­ pos cooperativos se disolvieron ta n pro n to term in ó la lucha.

A c t it u d e s

a n t ic o o p e r a t iv a s

A u n q u e los pocos em presarios probablem ente se opondrán a cual­ quier esfuerzo cooperativo que pueda lim itar su propia o p ortuni­ dad de hacer dinero (u n a unión d e crédito les haría la com peten­ cia al prestar dinero, una cooperativa de com pra o venta lim itaría sus actividades com o interm ediarios), esto n o explica el por qué m uchos de los cam pesinos tradicionales 110 explotadores se oponen a las cooperativas. Llegam os a la conclusión de q u e la renuencia d e estos aldea­ nos a esforzarse en m antener a flote una cooperativa, aun cuando les p ro m eten ganancias m ateriales está influida en gran parte por las actitu d es enraizadas en el carácter acum ulativo y en la orientación sociopolítica tradicional. E stas actitudes deben to ­ m arse en cu en ta en cualquier tipo d e planeación d e cooperativa. Prim ero los cam pesinos desconfían el u n o del o tro y tienen m iedo d e q u e sus com pañeros aldeanos y los fuereños los roben si ven la o p o rtu n idad. Algunas veces estas sospechas h an sido justificadas, pero au n cuando no lo fueran, esta desconfianza in ­ tensa y el tem o r a q u e les roben se pueden com prender en tér­ m inos del sín d ro m e del carácter acum ulativo. E l sistem a de se­ guridad del individuo acum ulativo se basa en protegerse a sí m ism o y a sus posesiones. Su tem or es q u e otros se llevarán lo

P O S IB IL ID A D E S PA R A E L C A M B IO

275

qu e él posee, y está constantem ente al acecho de ladrones. U n pequeño in cidente o prueba d e deshonestidad que podría parecerle sin im portancia a otro tipo de persona es suficiente para convencerlo d e q u e sus tem ores son justificados. La voluntad del cam pesino para trabajar en grupo en proyec­ tos d e obras públicas contradice lo anterior sólo aparentem ente. E l individuo acum ulativo puede contribuir con cantidades peque­ ñas para obras públicas arriesgándose a q u e lo roben, porque es una cantidad pequeña, y el asu n to se hace de un golpe. M ás aún, el n o participar en las obras públicas m arcaría al aldeano com o per­ sona egoísta y dañaría su posición a n te los otros. E n contraste con el cam pesino productivoacum ulativo, el al­ deano pasivo-receptivo puede perm anecer en una cooperativa con la esperanza de q u e otros le darán algo, pero es dem asiado irres­ ponsable e inactivo com o para contribuir a la aventura. H ay q u e m encionar al com parar a los 14 hom bres q u e prim ero se opusie­ ron a la cooperativa del arroz con aquellos que perm anecieron en ella, q u e los q u e prim ero se retiraron fueron los d e carácter productivo-acum ulativo, m ientras que los q u e se quedaron eran ejidatarios pasivos-receptivos. Segundo, el cam pesino acum ulativo tiene un fuerte sentido d e propiedad privada y siente que depende sólo de sí m ism o para ganarse la vida. Es difícil para él tom ar parte en una cooperativa que parece am enazar su seguridad al controlar la propiedad pri­ vada. Los seguidores originales de Zapata estaban dispuestos a m orir antes q u e perder su tierra. Para el individuo acum ulativo, su propiedad es p arte d e él mism o. E n tre más propiedad tenga, se siente más hom bre. E sto no significa, sin em bargo, que no sea posible organizar cooperativas que respeten el deseo del cam pe­ sino sobre la propiedad privada, d e las cuales se puede separar si no le conviene quedarse.5 5 Uno de nosotros (M accoby) visitó una cooperativa campesina de este tipo en Yugoslavia donde los individuos mantenían la posesión legal de sus terrenos pero trabajaban juntos en una cooperativa en la cual compraban semilla y vendían sus productos com o unidad, dividían el trabajo de acuerdo con los diferentes oficios (v.g. chofer de tractor, albaflil, experto en avi­ cultura, etc.) y percibían ganancias en términos de trabajo diferencial y de la cantidad de tierra contribuida a la cooperativa. Aunque las decisiones las tomaba una junta de gerentes de acuerdo con las necesidades de la agricultu­ ra científica, los miembros de la cooperativa con su voto podian remplazar a los gerentes en cualquier m om ento. Los campesinos comprobaron que ganaban más perteneciendo a la cooperativa que manteniéndose independien, tes. Sin embargo, a algunos de los campesinos se les permitió solicitar una roembresía limitada en la cooperativa con el propósito de comprar semilla

27 6

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

T ercero, hem os observado q u e al cam pesino productivo-acum ulativo n o le gusta recibir órdenes y al m ism o tiem po es infeliz d an d o órdenes a otros. E l prim er rasgo se relaciona con la nece­ sidad com pulsiva d e independencia y la obstinación q u e es parte del carácter acum ulativo. E l segundo rasgo se relaciona con el tem o r d e la persona productivo-acum ulativa de tener q u e corres­ ponder. S iente q u e si le pide algo a o tra persona entonces él le d eb e algo a esa persona. E n un proyecto d e cooperativa com ple­ ja, las tareas d eb en ser distribuidas y alguien d eb e ser responsable d e q u e se lleven a cabo. M uchos cam pesinos con capacidad para el liderato y q u e tam bién son responsables, se niegan a exigir a otros esa disciplina, porque no quieren sentirse obligados, y ta m ­ bién p o rq u e ca p tan el disgusto q u e otros sienten al tom ar órde­ nes. Y según lo ven ellos, ¿por q u é h a n d e buscarse la enem istad de los otros por u n proyecto que, en cualquier caso, tien e pocas probabilidades d e éxito? E n el pueblo los cam pesinos m ás productivos algunas veces acep tan posiciones d e responsabilidad pero la m ayoría no quieren q u e los to m en com o "líderes”, pues esta es una palabra con un fuerte sentido negativo en to d o M éxico, pues sugiere a los jefes explotadores. Son conscientes d e q u e los aldeanos desconfían de todos los líderes y sospechan q u e éstos utilizan su posición para sacarle a los otros lo q u e pueden. D e hecho, aquellos q u e h an acep tad o puestos com o dirigentes se quejan q u e siem pre acaban por ganarse enem istades. A lgunos aldeanos se rehúsan a aceptar puestos en el gobierno del pueblo, y hasta se dio el caso d e un aldean o q u e se enferm ó d e un dolor d e espalda psicosomático cuan d o lo escogieron com o com isario ejidal. C onscientem ente, él consideraba q u e n o podía rehusar la responsabilidad. E l m al, q u e le p erm itía evitar tom ar posesión, se resistía a las curaciones y a las m edicinas h asta q u e escogieron o tro h o m b re en su lugar. E l aldean o ren u en te, n o teniendo q u e escoger en tre el deber y el de­ seo d e evitar problem as, m ejoró poco después* C u an d o el ald eano llega a aceptar el puesto de dirigente, casi nun ca tra ta d e forzar a los otros a cu m p lir con sus obligaciones legales. A u n q u e p o r ley todos los jefes d e fam ilia deben asistir a las asam bleas convocadas por el ay u d a n te o pagar una m u lta por y vender productos solam ente, mientras trabajaban su tierra ellos solos. D e este m odo los yugoslavos hicieron notar que al cam pesino no se le forzaba

a unirse a la cooperativa, y podía esperar hasta estar convencido de que la membresía com pleta sería benéfica para él. • Foster (1 9 6 7 ) informa de un caso similar en T antzu ntzan .

PO SIB IL ID A D E S PARA E L C A M B IO

277

ausencia, las autoridades nunca tratan de cobrar las m ultas. Si el aldeano se rehúsa a ‘‘cooperar’' en un proyecto, se le puede pedir que contribuya una o dos veces, pero se expresa una fuerte oposi­ ción, se respeta su negativa a cooperar. La floja estructura polí­ tica del pueblo perm ite al individuo rehusarse a seguir a la mayoría m ientras su com portam iento no im plique un ataque contra esta (ver capítulo I I I ) . A unque este tipo de estructura política evita conflictos, tam bién reduce al m ínimo la posibilidad de organizar a los aldeanos para m uchas clases de actividades en cooperativa. D e vez en cuando, un individuo carismático, como aquellos pro­ fesores de escuela que a finales de la década de los años 30 organi­ zaron la tienda en cooperativa y otras actividades de este tipo, se animará y estimulará a los aldeanos para que olviden sus temores y trabajen juntos, pero el espíritu cooperativo duró m ientras los maestros perm anecieron ahí; no era posible institucionalizar su carisma. Siempre existe el peligro de que un proyecto en cooperativa introducido por autoridades fuereñas, quienes traen consigo el m ando, pueda ser tratado com o una institución semi-feudal que espera sumisión an te los nuevos patrones, a cambio de favores. Cualquiera q u e trate, com o nosotros lo hicimos, d e crear proyec­ tos cooperativos se topa con la intención d e los campesinos de colocarlos en la categoría de hipócritas “fabricantes del bien" que buscan adm iración o respaldo político. Y si el fuereño no quiere esto, los aldeanos piensan que busca explotarlos de uno u otro modo. Es engañosam ente fácil caer en el papel de patrón am or­ tiguado por la adulación del pueblo y por la sensación d e que sólo d e este modo se puede hacer algo. C on frecuencia las autoridades fuereñas se convencen d e que sus proyectos beneficiarán al campesino y se engañan ante lo que parece aceptación sumisa del nuevo plan; pero esta “sum i­ sión” generalm ente es un modo de evitar conflictos, y los cam pe­ sinos no tienen la m enor intención de llevar a cabo el plan. Al no tomar en cuenta en sus planes la suspicacia del campesino, las autoridades no hacen caso de la necesidad de construir condicio­ nes que den seguridad a los individuos acumulativos. Estas con­ diciones exigirían un conocim iento de las actitudes de los cam pe­ sinos al igual q ue paciencia e ingenio para cambiarlos. M uchos proyectos bien intencionados se construyen sobre cimientos tem ­ blorosos y pueden durar el tiem po que las autoridades fuereñas permanezcan ahí, y m ientras el campesino piense que vale la pena agradarlos a cam bio d e los beneficios. Pero tan pronto como las

278

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

autoridades se van, m uchos cam pesinos se esconden autom ática­ m e n te detrás d e sus paredes.7

P o s ib il id a d e s

d e l o g r a r c o o p e r a c ió n

Sin em bargo, los proyectos d e cooperativa bien estructurados po­ drían ser ventajosos y beneficiar a la aldea entera. Las coopera­ tivas para com prar y vender darían a los campesinos más poder co n tra los m ercados y los interm ediarios; las cooperativas basadas en la división del trabajo perm itirían especializar individuos con talentos para algo más q u e la agricultura, por ejem plo: albañiles, m ecánicos y artesanos, los cuales podrían desarrollar sus habilida­ des y podrían o p ta r por algo m ás q u e trabajar grandes ranchos bajo el control d e em presarios. A quí preguntam os si la estructura y ac titu d del cam pesino son obstáculos insuperables en la cons­ trucción d e proyectos institucionalizados d e cooperativa. N uestro estudio n o p u ed e dar una respuesta definitiva a esta pregunta, pero an tes d e referirnos a nuestra propia evidencia experim ental, querem os dar dos ejem plos q u e m uestran q u e la sospecha y el individualism o del cam pesino pueden ser superados en gran parte, si u n proyecto está bien organizado. E l program a c o n a su p o del gobierno mexicano es ejem plo d e un proyecto q u e ha tenido éxito porque h a tom ado en cu en ta la suspicacia del aldeano. A de­ m ás d e estos experim entos, el orfanatorio N uestros pequeños her­ m anos es ejem plo de otra posibilidad para cam biar el carácter del ald ean o organizando una com unidad con base en los principios d e cooperativa y orien tad o hacia la vida. N uestra propia expe­ riencia con un clu b d e m uchachos sugiere la posibilidad d e alcan­ zar niveles más altos de cooperación en una aldea com o ésta, edu­ cando al cam pesino a darse cuenta d e las actitudes irracionales q u e lleva d en tro de sí, especialm ente aquellas que tienen q u e ver con la auto rid ad tradicional. E l program a d e la c o n a s u p o (C o m p a ñ ía N acional d e Subsisten­ cia P o p u lar) q u e hasta hace poco era dirigida por el profesor C arlos H an k G onzález, tiene dos m etas principales. La prim era es g arantizar al cam pesino un precio justo para su cosecha y, la T Foster (1 9 6 7 ) , al comentar sobre el fracaso de los proyectos para el desarrollo d e la comunidad en T zintzuntzan, describe dicho proyecto y cul­ pa a las estructuras burocráticas de las agendas de desarrollo com unal por exigir un nivel de cooperación que choca con la personalidad del cam pesino.

P O SIB ILID A D ES P A R A E L C A M B IO

279

s e g u n d a , e s p o n e r a l a l c a n c e d e l c a m p e s i n o y d e lo s t r a b a j a d o r e s d e la c i u d a d l a s m e rc a n c ía s a l p r e c i o m á s b a j o p o s i b le , l o c u a l s e h a c e a tra v é s d e u n a re d d e tie n d a s d e la c o n a su po q u e v e n d e n a m e n o r p r e c i o q u e lo s c o m e r c i a n t e s p a r ti c u la r e s y a ú n s a c a u n a p e q u e ñ a g a n a n c ia .

La c o n a s u p o y las agencias q u e la precedieron em pezaron ofre­ ciéndose a com prar la cosecha del cam pesino (m aíz, grano, arroz, frijol, e tc.) a u n precio garantizado pagando en efectivo y evitando todos los procedimientos burocráticos. E l precio generalm ente m ás alto q ue el q u e los com pradores particulares pagarían. E l pre­ cio fu e fijado para proteger al cam pesino d e los especuladores y explotadores y alentar la siem bra d e cosechas q u e eran necesarias ya sea para el consumo nacional o para ser exportadas por el gobierno. Se esperaba que la c o n a s u p o daría un precio m ínim o q u e protegería al campesino, pero q u e no afectaría la posibilidad de q u e los com pradores ofrecieran un precio más alto. Si hubiera u na sobreproducción de determ inadas cosechas, el gobierno alm a­ cenaría o exportaría el sobrante. P ro n to se descubrió, sin em bargo, q u e m uchos cam pesinos no podían tran sp o rtar sus productos a los centros de la c o n a s u p o . Ix>s especuladores con cam iones propios todavía sacaban ventaja del p eq ueño agricultor, com prando su cosecha a precios bajos y tran sp o rtán d o la a los centros d e la c o n a s u p o . A s í , el especulador ganaba pero el campesino com ún no. La c o n a s u p o estaba dis­ puesta a enviar camiones a los pueblos, pero se encontraron con el problem a d e q u e la mayoría d e estos pueblos no tienen facilidades de alm acen am ien to y que los cam pesinos no querían alm acenar su grano en u n a bodega com ún, p o r te m o r a q u e se les estafara d e su parte correspondiente. La respuesta d e la o o n a s u p o fue ingeniosa c im aginativa. Se d i­ señó u n silo en form a de cono basado en un m odelo colonial. Era barato co nstruirlo con ladrillos o piedras d e la localidad, sencillo y bonito, y sum am ente práctico para proteger el grano contra a n i­ m ales y h u m e d ad . (La forma de cono resolvió el problem a d e los m ateriales para techos que a m e n u d o no son durables y se desin­ tegran d u ra n te la época de lluvias.) Ju n to con la oferta d e un préstam o para la construcción d e un silo cooperativo, la o o n a s u p o propuso u n sistem a qne protegía los derechos d e propiedad in d i­ vidual, d em o stran d o una form a de o b ten er una ganancia m ayor, y ofrecía protección contra robo. E l pueblo escogería a un cam p e­ sino q ue actuaría como representante de la c o n a s u p o , para hacerse cargo d e pesar el maíz, el grano, o lo q u e el pueblo cosechara.

280

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

P rim ero se le enviaría a u n a escuela d e la c o n a s u p o para en tre ­ n arlo sobre los m étodos para juzgar la calidad d e un producto. E l peso y la calidad se archivarían y u n a copia sería para el cam pesino. E ste em p lead o ( y la c o n a s u p o ofreció en tren ar a cualquier cam ­ pesino interesado en ap ren d er) estaba sujeto a ser despedido por la asam b lea del p ueblo en cualquier m o m en to . M ás aú n , repre­ sen tan tes d e la c o n a s u p o visitarían la aldea periódicam ente para revisar la operación. C o m o u n m o d o d e garantizar al cam pesino q u e ganaría ven­ dien d o su p ro d u cto a la c o n a s u p o , se le dijo al pueblo q u e podían qued arse con el d inero prestado para la construcción del silo, si en realidad ellos no se beneficiaban con este sistem a después d e la prim era cosecha. F in alm en te, y com o una d ram ática m edida contra robo, los silos fueron sellados con tres diferentes chapas y al pueblo se le dijo q u e escogiera hom bres para g uardar las distintas llaves. Así pues, los silos sólo podrían ser abiertos en presencia de los tres. L a m a­ yor p a rte d e los aldeanos estaba convencida de q u e a u n q u e un h o m b re po d ría ser deshonesto, y dos tal vez se unieran, sería poco factible q u e los tres conspiraran p ara robar al resto del pueblo ya q u e eso exigiría dem asiada cooperación. É ste fue u n m odo ingenioso d e to m ar rasgos, utilizando la suspicacia de los cam pe­ sinos para in fu n d ir confianza. E l prim er paso para in stitu ir el sistem a d e la c o n a s u p o en un pueblo, es q u e u n rep resen tan te h ab le a n te cualquier asam blea y les explique el program a. D e ser posible se invite a los cam ­ pesinos a visitar otros pueblos d o n d e el sistem a está ya establecido. E l rep resen tan te d e la c o n a s u p o califica la reacción del pueblo, ya sea q u e esté "m u y interesado", “ m o d erad am en te interesado” o “sin in terés” . Se continúa con los trám ites ú n ic am en te cuando el p ueblo está m u y interesado, pero cada vez más pueblos, q u e por sí solos h a n estudiado el éxito del sistem a y las ganancias q u e o b tien en los p articipantes, h a n p edido ayuda para construir un silo e in stitu ir el sistem a c o n a s u p o . A l in stitu ir las condiciones q u e vencen la desconfianza d e los cam pesinos, la c o n a s u p o ha tenido éxito creando u n sistem a m íni­ m o d e cooperación con beneficios claram en te dem ostrables para los cam pesinos y d e protección co n tra el tem or d e ser estafados. E n vez d e atacar el carácter ac um ulativo o a las autoridades tra d i­ cionales, les d a o p o rtu n id ad a aquellos q u e tienen ese carácter d e organizarse d e m o d o más efectivo; en otras palabras, n o cam ­ bia el carácter sin o el co m p o rtam ien to . Q u e los rasgos negativos

P O SIB IL ID A D E S P A R A E L C A M B IO

281

del carácter del campesino, tales com o la desconfianza extrem ada y el egoísmo, pueden ser cam biados por m edio de una reorganiza­ ción radical d e las condiciones sociales y culturales, se dem ues­ tra en u n a com unidad de huérfanos bajo la dirección del Padre W illiam W asson en C ucm avaca, M orclos, llam ada “N uestros pequeños herm anos y herm anas” . Alrededor d e 1954, el P adre W asson abrió un hogar para huér­ fanos, algunos d e ellos adolescentes con antecedentes penales. E ste hogar se desarrolló hasta construirse una institución, o m ejor dicho, u na com unidad, que ahora abarca ccrca de 1 000 niños y niñas de los tres años hasta ccrca d e los 20 años, y q u e viven en C ucm avaca o en una sucursal de la institución en la ciudad de México. Los niños y las niñas provienen de las clases m ás pobres, de familias en q ue se ha m uerto la m adre, y en las cuales, en aproxim adam ente el 80 % de los casos el padre ha abandonado a sus hijos. 'lo m a n d o en cuenta estas condiciones, uno esperaría m uchas dificultades respecto a la conducta —ya sea dcstructibilidad o problem as sexuales—, ya q u e éstas son com unes en tre los niños y los adolescentes pobres en M éxico, al igual q u e en m u ­ chos otros países. P ero contradiciendo lo que se esperaba, no existen grandes problem as d e conducta entre estos niños. Casi no hay casos d e violencia en el sentido d e que no hay serios ata­ ques físicos, ya sea en contra d e o tro m iem bro d e la com unidad, maestros o fuereños, ni hay serios problem as sexuales, a pesar del hecho d e q u e los dorm itorios d e los niños no están lejos d e los de las niñas, y el tipo d e supervisión es tal que encuentros secretos no serían imposibles. Sin em bargo, lo que es sorprendente no es sólo la ausencia d e grandes problem as de conducta, sino la presen­ cia d e un espíritu de cooperación y responsabilidad m utuas. Los niños y las niñas se sienten com o m iem bros d e la “fam ilia” y se sienten orgullosos de serlo, a u n q u e esa fam ilia no se basa en el lazo de sangre com ún y es tan grande q u e excede los lím ites de lo q ue se podría llam ar una fam ilia extendida. A ctualm ente es una com unidad con valores centrados en la vida, caracterizada por un espíritu d e cooperación y responsabilidad. Lo q ue sigue es nada más un ejem plo de este espíritu. “ D e vez en cuando los benefactores escriben y piden a los m uchachos que recen por ellos o por otra persona con problem as o gravem ente enferm a. E l rezo tom a una forma especial para los m uchachos: en vez d e hincarse a rezar, hacen un acto especial d e bondad. Algu­ nas veces esto tom a la forma d e ayudar a un am igo o a un extraño, ofreciéndose voluntariam ente a lim piar algún lugar, o cualquier

282

S O C IO P S IC O A N Á L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

cosita q u e tom a poco tiem po extra y consideración.” * Es más, aún ap arte del carácter católico de la institución (aunque las acti­ vidades religiosas del niño no son controladas y no se ejerce n in ­ guna presión para hacerlo ir a misa y a confesar), la personalidad del director expresa su am or sincero por los niños y su prójim o, y hace creíbles sus enseñanzas —enseñanzas concentradas en el m an­ dam iento d e am ar al prójim o, y en m ostrar la m aldad de la envidia y el egoísmo. Es interesante estudiar las condiciones bajo las cuales los niños y las niñas q u e vienen d e una estirpe cam pesina no diferente a la de la gente q u e estudiam os en el pueblo pudieron cam biar sus actitudes en áreas necesarias, especialm ente en aquellas sobre la cooperación com o contraria a la envidia y suspicacia. A continua­ ción, están los principios más im portantes que, nos parece, son los responsables de h aber hecho posible este cam bio. 1. E l principio de aceptación incondicional. N ingún niño, una vez q u e h a sido aceptado en la com unidad, es jamás expulsado, por la razón q u e sea. N o hay nada q u e el n iñ o o el adolescente pueda hacer q u e lo lleve a la expulsión. E ste principio se lleva tan lejos q ue au n cu ando han term inado la secundaria (la institución tien e su secundaria propia, que es, de hecho, una de las mejores d e la reg ió n ), n o se les obliga a dejar la com unidad, pero pueden ir a la universidad siem pre y cuando dediquen ta n to tiem po com o les perm itan sus estudios a trabajar en la com unidad. A unque no estudien, no hay lím ite d e tiem po fijado por el cual sean obligados a d ejar la com unidad. E sta situación expresa el principio de am or m aternal el cual es incondicional y nunca excluye un niño, sin im portar lo q u e haya hecho. Los niños tam poco se d an en ad o p ­ ción, a pesar d e la presión que existe en este sentido. 2. E ste principio m aternal de aceptación incondicional está balanceado por el principio paternal q u e exige del niño respeto a los derechos de otros y C um plim iento de sus obligaciones en la co m unidad de acuerdo con su edad. Y ¿qué se hace para reforzar la obediencia a esta dem anda en los casos en q u e los niños la violen o se burlen d e ella? C ierto es que se usan formas ligeras de castigo, p rin cipalm ente se les quitan ciertos privilegios o les dan nalgadas; pero estas m edidas disciplinarias son tan suaves que ciertam ente no servirían para desalentar los fuertes im pulsos des­ tructivos o antisociales. E l hecho es q u e esos im pulsos casi nunca se m anifiestan, y p o r lo ta n to no hay necesidad d e m edidas discipli-

• Esto, com o la siguiente cita, es de una com unicación especial de la Sra. Robert C onti, esposa del ex Director del grupo de adolescentes.

P O S IB IL ID A D E S PA R A E L C A M B IO

285

n a n a s m á s e s t r i c ta s . Es m á s , la s m e d i d a s d i s c i p l in a r i a s SQn , tiv a m e n tc d e p o c a im p o rta n c ia p a ra e l c o n tro l d e l c o m P o fta m ic n to e n c o m p a r a c ió n c o n l o q u e l a i n s t i t u c i ó n p r o d u c e ; u n a ^ t r n As fc r a d e s o l id a r i d a d y r e a l i s m o , c o n la a u s c n c i a d e a m e n a z a s (, r t t a l / l t | .• Ayudarlo a conseguir com ida y un trabajo. M ientras q u e en 1966 los necrofílicos indicaron q u e se debía castigar al hom bre, para 1968 casi todos los am ericanos dijeron que se debía ayudar al pobre h om bre a encontrar un trabajo.

300

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

E s t e c a m b io p a r e c e im p lic a r u n n u e v o c o n s e n s o n a c io n a l e n re la ­ c ió n a la g e n te p o b re .

3. C u alq u ier pregunta en especial (com o cualquier co m p o rta m ien to en especial) puede significar algo d ife ren te para un in d i­ viduo (o g ru p o so cial). Por ejem plo, encontram os q u e en tre los am ericanos blancos una indicación d e nccrofilia era la m ayor c a n ­ tidad d e veces al añ o q u e creían q u e uno debía visitar el ce m en ­ terio d o n d e están enterrados los seres am ados. Sin em bargo, entre los negros d e Ila rle m , N ueva York, a algunos individuos biofílicos les g u staba visitar el cem enterio a m enudo, no p o rq u e les atrajera la m u erte, sino porque en el cem enterio, en contraste con los barrios bajos, u n o puede ver árboles, pasto y flores. P ara estu d iar cualquier orientación d e carácter con preguntas prccodificadas, es necesario te n er suficientes reactivos para ob te n er u n a ten d en cia clara, d e m odo q u e u n o o dos reactivos q u e p uedan te n er u n significado idiosincrático para un individuo no hagan m ucha diferencia en la m edida total. Es m ás, uno d ebe dem ostrar por m edio d e intcrcorrelaciones y /o análisis factoriales q u e en rea­ lidad las diferentes preguntas m iden la m ism a tendencia subya­ ce n te del carácter. E s claro q u e las preguntas precodificadas no tienen la ventaja del cu estio n ario in terpretativo y del R orschach, en q u e u n o no p ued e descu b rir las nuevas tendencias d e carácter porque term ina u n o con respuestas relativas ú n ic am en te a las tendencias q u e se escudriñan con las preguntas. T a m b ié n hay o tro peligro en el uso d e preguntas prccodificadas, y es q u e al respondedor inteligente le p ued e ser m ás fácil sentir lo q u e sería u n a “b u en a” respuesta y, d e este m odo, estaría influido p o r el deseo de m ostrar su m ejor lado. A u n q u e esto tam bién es u n peligro e n el cuestionario in te r­ pretativ o ( y m enos en el R orschach) com o se requieren respuestas esp ontáneas y sin estructura es m ás difícil q u e el d em an d ad o con­ trole sus respuestas. E l individuo n o tien e varias posibilidades d elan te d e él para contestar el cuestionario interpretativo, com o con las p reg u n tas precodificadas, sino q u e d eb e form ar su res­ puesta to tal p o r sí m ism o. A p e s a r d e t o d a s e s t a s c o n s i d e r a c io n e s , c r e e m o s q u e la s p r e g u n ­ ta s p re c o d ific a d a s s o n ú tile s p a r a m u c h o s tip o s d e in v e s tig a c io n e s s o c io p s ic o ló g ic a s. E l re q u is ito e s e n c ia l e s q u e , c o m o el c u e s tio n a rio i n t e r p r e t a t i v o , la f o r m u l a c i ó n d e l a s p r e g u n t a s p r c c o d i f i c a d a s d e b e b a s a r s e e n e x p e c t a c io n e s t e ó r i c a s , q u e e s p e r a r q u e s u r j a u n a t e o r í a d e la s r e s p u e s t a s . E n la f o r m u l a c i ó n d e l a s p r e g u n t a s p r c c o d i f i c a d a s , u n a estra­

C O N C L U S IO N E S

301

tegia p rom etedora para la investigación del carácter social sería estudiar in ten sam e n te a unos cuantos individuos clave y, basándose en esto, fo rm u lar preguntas proyectivas para usarse con una p obla­ ción grande. Las preguntas prccodificadas serían construidas para escudriñar las tendencias q u e se hubieran considerado d e im p o rtan ­ cia para d eterm in ar las actitudes y el com portam iento d e los indivi­ duos clave q u e se estudiaran a fondo anteriorm ente. P o r ejem plo, en el presen te estudio, podríam os h ab e r escogido un pequeño grupo d e ejidatarios con m ucho éxito y extrem adam ente desafortu­ nados y sobre la base de estudiarlos in ten sam e n te y trazar pre­ guntas prccodificadas para buscar específicam ente las orientaciones acum ulativas y receptivas. El m éto d o d e las preguntas precodificadas facilitaría el estudio d e tendencias dinám icas en poblaciones grandes. Sin em bargo, requeriría el m ism o conocim iento teórico, sensibilidad clínica, y com prensión d e los factores socioeconóm icos q u e los otros dos m étodos. Pero ú n icam ente los q u e form ulen las preguntas p rcco­ dificadas necesitan este conocim iento, y no la g e n te q u e califique; éste no sería el caso con el cuestionario interpretativo y el Rors­ chach. Llegam os a la conclusión de q u e el m étodo ideal sería una co m ­ binación del cuestionario interpretativo y el Rorschach; la segunda elección sería la aplicación del cuestionario interpretativo única­ m ente; y la tercera, el m étodo d e un cuestionario precodificado.

La

te o r ía d e l c a r á c te r s o c ia l

Se llevó a cabo el estudio en un esfuerzo p ara probar la teoría del carácter social. E sta teoría postula q u e en el proceso social se estructuraliza la energía hu m a n a en rasgos d e carácter com u­ nes en la m ayoría d e los m iem bros d e una clase y /o d e toda la sociedad; el carácter social los m otiva a com portarse de tal m odo que cum p lan con sus funciones socioeconóm icas con un m áxim o de energía y u n a fricción m ínim a. E l carácter social es el resul­ tado d e la ad aptación de la n aturaleza h u m a n a a las condiciones socioeconómicas y tien d e a estabilizar y m a n te n e r estas condicio­ nes en segundo lugar. E n el caso del p ueblo encontram os q u e esta teoría se confirm a. N uestros dato s d em uestran tres tipos principales de carácter social “"■el productivo-acum ulativo, el no productivo-receptivo y el productivo-explotador— q u e son adaptaciones a d istin tas condiciones

302

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

socioeconóm icas: la del propietario libre, la del jornalero sin tie­ rra y el n u ev o tip o de em presario. T a m b ié n descubrim os que el carácter del individuo afecta a su vez su co m p o rtam ien to y el resu ltad o d e éste d en tro del m arco d e trabajo d e su situación socioeconóm ica. A quellos individuos cuyo carácter coincide con la fu nción d e su clase tien d en a te n e r más éxito, siem pre y cuan­ do esta función p erm ita o b je tiv a m en te la posibilidad d e u n éxito económ ico. Los tipos productivo-acum ulativo y productivo-explotado r son u n ejem plo d e esto. P o r otro lado, cuando la situación económ ica d e u n a clase no provee la base para el éxito económ i­ co, com o en el caso del jornalero sin tierra, ú n ic am en te los in­ dividuos excepcionales q u e tien en carácter dife ren te al carácter social d e su clase pueden escapar d e la extrem a pobreza y la depen d en cia hacia la clase d e propietarios con tierra o con d in e­ ro. Se dem o stró la influencia del carácter en la actividad económ i­ ca en el h echo d e q u e en tre los terratenientes es u n a función del carácter escoger las cosechas; es m ás, el alcoholism o depende m uch o del carácter individual. Los dos factores, el escoger la cosecha y el alcoholism o, a su vez, contribuyen g ran d em en te a a u m e n ta r la división de clases en el pueblo. Los tres tipos principales d e carácter m encionados arriba se deben d e en ten d er ú n ic am en te com o síndrom es en los cuales otros elem entos juegan u n papel im p o rtan te, especialm ente el tipo de relación con otros (am or, sadom asoquism o, destructividad y nar­ cisism o) y la relación con el p ad re y la m adre respectivam ente (ccntrism o en la m adre y el p a d re ). Ú n icam en te en térm inos de síndrom es com pletos p u ed e u n o apreciar la influencia recíproca del carácter, las condiciones socioeconóm icas y las tradiciones culturales. M ien tras q u e estos descubrim ientos h an confirm ado la teoría del carácter social, nuestro estudio nos ha guiado a nuevas per­ cepciones d en tro d e la d in ám ica del cam bio social. P rim ero de­ m uestra q u e el carácter es u n o d e los elem entos q u e contribuyen a en san ch ar la brecha e n tre los aldeanos m ás pobres y los más ricos. E sto sucede de dos m aneras: 1. E l p ropietario con un carácter productivo-acum ulativo se vuelve más rico, m ientras q u e el cam pesino alcohólico sin tierra —y h asta algunos te rraten ien te s alcohólicos— con carácter 110 productivo-receptivo caen al fo n d o d e la pirám ide económ ica. 2. G en eralm en te, la g e n te se casa con un com pañero con una estru ctu ra sim ilar d e carácter; com o resultado, los hijos de los m atrim o n io s productivos y en general más ricos tien d en a su vez

C O N C L U S IO N E S

303

a ser productivos, m ientras q u e lo op u esto sucede con los hijos d e los m atrim o n io s no productivos y en general m ás pobres. Así pues, la élite y las clases m ás pobres se p erpetúan y se separan ta n to p o r m otivos característicos com o por razones q u e residen e n los recursos m ateriales d e q u e disponen. E n segundo lugar, nuestro estudio d em uestra q u e las nuevas oportu n id ad es económ icas tien d en a a traer a individuos con una estru ctu ra d e carácter q u e en el pasado era d e un tip o desviado con u n a función social lim itad a. Estos son los cam pesinos con carácter productivo-explotador. C o n seguridad, en el pasado ta m ­ bién h u b o aldeanos q u e tra taro n d e usar a otros o tra ta ro n de intro d u cir nuevos servicios. P ero se les veía con sospecha, o 110 se les q uería, y su papel social y sus actividades económ icas es­ ta b an lim itadas estrictam en te d e n tro d e la sociedad agraria precapitalista. A hora la econom ía ca pitalista abre posibilidades m ucho más grandes para estos hom bres, perm itiéndoles te n e r bienes ca­ pitales y usar las facilidades d e la econom ía m oderna. E l h echo d e q u e su prestigio a u m e n ta es m ás im p o rta n te que esto: en vez d e q u e se sospeche d e ellos o no se les q u iera, se vuel­ ven modelos, n o p o r lo q u e hac en por el pueblo, sino po rq u e el cine, la televisión, el radio y otros m edios de com unicación masiva los hacen así. E l em presario valeroso individualista se vuelve sím ­ bolo del progreso, d e la vida m ejor y m ás reluciente, q u e el aldeano ve ú n icam en te en la p antalla. P ero los em presarios n o son d e n in ­ gún m o d o ú n ic am en te sím bolos. T o m a n la d elan tera para pro­ m over estos cam bios en la vida del p ueblo y sus instituciones que destruyen la cu ltu ra tradicional y la rem plaza con el principio m od ern o del propósito racional. L o q u e acabam os d e describir nos lleva a u n a hipótesis acerca del papel del carácter en el proceso del cam bio social. E sta h i­ pótesis es u na respuesta a la p reg u n ta d e cóm o es posible u n cam ­ bio social si n o pensam os ú n ic am en te en térm inos d e m áquinas, técnicas de producción, instituciones políticas y descubrim ientos científicos, sino tam bién en térm inos d e seres h um anos q u e tienen que fu n cio n ar bajo estas condiciones. C reem os q u e un principio c e n tral en el proceso del cam bio so­ cial es lo q u e se pu ede llam a r “selección social” . ¿C uál es la n aturaleza d e la selección social? E n u n a sociedad (o clase relativ am ente estable con sus caracteres sociales típicos), siem pre h ab rá caracteres desviados q u e no tienen éxito y hasta desadaptados bajo las condiciones tradicionales. Sin em bargo, en proceso del cam bio socioeconóm ico, se desarrollan nuevas in-

304

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

clinacioncs para las que el carácter tradicional no está bien adap­ tado, m ien tras q u e cierto tipo d e carácter desviado antiguam ente pued e hacer uso ó ptim o d e las nuevas condiciones. C o m o resul­ tado, los “exdesviados” se vuelven los individuos con más éxito y dirigentes d e su sociedad o clase. A dquieren el poder para cam ­ biar leyes, sistem as educativos, e instituciones de m odo q u e faci­ lite el desarrollo de las nuevas inclinaciones e influya en la for­ m ación del carácter d e las siguientes generaciones. Así pues, la estru ctu ra del carácter es el factor selectivo que guía a la a d a p ­ tación exitosa d e una parte d e la población y el fracaso social y la debilitación d e la otra. E l sector “superior” tendrá la ven­ taja d e m ás riqueza, m ejor salud y m ejor educación, m ientras q u e para el sector “vencido” será verdad lo contrario. La estabilidad d e tales clases caracterológicas será, por supuesto, ta n to más g rande en tre m ás larga sea la etapa de estabilidad social. Pero sin im p o rtar cuán larga sea, la evidencia histórica dem uestra q u e n u n ca desaparecen co m p letam en te los desviados y las perso­ nalidades con rasgos secundarios y así los cam bios sociales siem ­ p re en co n trarán individuos y grupos q u e puedan servir com o nú­ cleo para u n nuevo carácter social. Plasta ahora, nuestra descripción no hace com pleta justicia a la com plejidad del proceso d e la selección social. Parecería ser su­ ficiente en el caso donde un pequeño grupo se vuelve dictador de u na población com pleta, im poniendo nuevas leyes c in stitu ­ ciones: después d e una o dos generaciones habrían surgido hom ­ bres nuevos cuyos caracteres h a n sido m oldeados por estos nue­ vos arreglos. Sin em bargo, éste es un caso m eram ente hipotético. E n realidad, ni u n a élite dictatorial dotada podría perm anecer en el po d er sin una base social y psicológica en una parte conside­ rable d e la población. Lo q u e sucede en realidad es q u e los cxdesviados tien en éxito polarizando a toda la sociedad, y en atraer, si no a la m ayoría, por lo m enos a una masa crítica d e la po­ blación; d e este m odo au m en ta la popularidad d e su posición d o m in an te. Para p o d er com prender este proceso en su totalidad, uno debe to m ar en cu en ta el hecho d e q u e ap a rte de los desviados extre­ m istas q u e form an una pequeña m inoría, hay m inorías mayores cuyo carácter social es diferente al d e la mayoría, pero no lo suficiente para im pedirles funcionar en su sociedad. Se puede decir q u e tien en “ rasgos secundarios d e carácter”, q u e están la­ ten tes m ien tras n o cam bie la estructura social, pero q u e se ac­

C O N C L U S IO N E S

305

tivan cu an d o nuevas condiciones socioeconóm icas los atraen y los m ovilizan. U n ejem plo sencillo d e esto es una sociedad agrícola prim itiva q u e se dedica a una form a d e vida pacífica y coopera­ tiva. Seguram ente serán un fracaso en esta sociedad los indivi­ duos cuyo carácter es destructivo y suspicaz, porque no pueden funcionar bajo estas condiciones. M uchos otros con tendencias destructivas secundarias, es decir, con una m ezcla m ayor de ras­ gos hostiles q u e la m ayoría —pero no lo su ficientem ente fuerte para im pedir q u e funcionen— te n d erán a en co n trar m ás dificul­ tades para ad ap tarse a las condiciones socioeconóm icas y a tener m enos éxito q u e la m ayoría.4 P erm ítasenos asum ir, sin em bargo, que a través d e cam bios en las condiciones externas no p u d o fun­ cionar m ás el sistem a cooperativo pacífico. La tribu p uede en­ tonces ser forzada a organizarse para la guerra en contra d e otras tribus invasoras, o la escasez d e tierra p u d o haber llevado a la com petencia y a la hostilidad en tre sí a los m iem bros d e la so­ ciedad. E n tal caso, los desviados anteriores se pueden convertir en los nuevos dirigentes, la m inoría con rasgos secundarios se puede convertir en sus seguidores m ás exitosos, m ientras q u e aq u e­ llos q u e ten ían el carácter social más parecido al anterior pueden ahora desem peñar el papel d e los antiguos desviados y convertirse en una m inoría q u e representa los rasgos secundarios. M ien tras q u e este ejem plo se com puso para ilustrar el proceso de selección social en su form a m ás sim ple, h a y bastantes ejem ­ plos em píricos específicos que, a u n q u e más com plejos, dem uestran el mism o proceso. U n ejem plo es la nueva clase m ercantil q u e se desarrolló en E uropa y N orteam érica d e los siglos xvn y x v iii en ad elan te. E sta clase se caracterizaba por una ac titu d acum ulativa-productiva. Se ad a p tó a la necesidad d e acum ulación d e ca­ pital (m ás q u e el c o n su m o ), industriosidad personal, sobriedad, un em puje obsesivo para el tra b ajo y la ausencia de com pasión.9 4 La razón para creer que la mayoría com parte el carácter social típico, que sólo una pequeña minoría (divergente) tiene una estructura de carácter totalmente diferente y que una mayoría superior tiene diferentes rasgos de carácter secundarios, yace el concepto m ism o de “carácter social” . Por generaciones el carácter de la mayoría se adapta a sus funciones sociales, pero por constitución y factores individuales, una pequeña minoría no está modelada por las necesidades sociales en lo absoluto. En el caso d e m u­ chos otros, aunque todavía una minoría, la adaptación de carácter no ha sido completamente establecida sólo a causa de estos factores idiosincráticos de la constitución y la experiencia individual. 5 C f., la lista de virtudes de Benjamín Franklin: moderación, silencio, orden, decisión, parsimonia, actividad, sinceridad, justicia, limpieza, rapidez.

306

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

Ú n ic a m e n te aquellos q u e co m p artieran todos, o por lo m enos al­ gunos elem en to s d e este sín d ro m e d e carácter “obsesivo-acum ulativo-productivo” podrían te n er éxito bajo las nuevas condiciones del capitalism o en desarrollo. E l m ism o carácter social n o po d ría ser a d a p ta b le al artesano m edieval cuyo carácter nació d e la form a d e pro d u cció n prccapitalista en la q u e sobresalía, no el ah o rro ni el trab ajo obsesivo, sino u n a te n d en cia para disfrutar la vida, in­ cluy en d o el trabajo. C o n las nuevas o p ortunidades económ icas, se co nvirtieron en un grupo con éxito aquellos cuyo carácter te­ nía m ás o m enos u n a m ezcla d e rasgos obsesivos acum ulativos, p o rq u e su carácter se aju stab a a las nuevas circunstancias. A hora se reconoce a m p lia m en te q u e este proceso de ad ap tació n fue m e­ diad o p o r la ideología P ro te sta n te .6 L utero, la figura clave para efec tu ar la transición d e la ideología C atólica a la P ro testa n te, se p u e d e caracterizar com o rep resen tan te del carácter desviado rad icalm en te : obsesivo, ac u m u lativ o (a n a l), ce ntrado en el padre, sin a m o r y aislado.7 A u n q u e m edieval en su p u n to d e vista, él m arcó el p en sam ien to P ro te s ta n te con su personalidad, y así, se con v irtió en el precursor in d irecto d el surgim iento del nu ev o ca­ rácter acu m u lativ o . D el m ism o m o d o q u e el ca rá cte r desviado y la “ m inoría con rasgos secundarios d e carácter” se elevaron a una posición d o m i­ n a n te , aquellos q u e representaron m ás co m p letam en te el carácter social trad icio n al tuvieron m enos éxito bajo las nuevas condiciones sociales, y los tipos m ás puros del viejo carácter d o m in a n te se con v irtiero n en los nuevos desviados. Se p uede en c o n trar el m is­ m o proceso d e selección social en el cam bio q u e ocurrió d e pe­ queñ o s h o m b res d e negocios in d e p en d ien tes del siglo x ix al em ­ presario ad m in istrativo en las grandes organizaciones tecnológicas d e hoy. E l nuevo ad m in istrativ o con éxito no es acum ulativo ni au to rita rio , más b ien tie n d e a ser flexible, o rie n tad o hacia el equip o , alejado, tra ta la vida com o u n juego a lta m e n te co m p eti­ tivo, y está listo para dar su co m p leta lealtad a cualquier orga-

castidad (m ás tarde se añadió humildad); pero característicamente la caridad, el amor, o la bondad n o son siquiera m encionados. C f. From m, “ Psychoanalitic Characterology and its significance for Social Psychology” (1 9 3 2 ) . traducido al inglés en T h e Crisis o f Psychoanalysis (N ueva York: H olt, Rinehart & W in ston , 19 7 0 ) [La crisis d el psicoaiíálisis (B uenos Aires: Paidós, 1 9 7 1 )]. 9 C f. M ax W cber, L a ética p r o testa n te y e l espíritu del capitalism o, y From m (1 9 4 1 ) . 7 C f. el conciso análisis del carácter d e Lutero en Fromm (1 9 4 1 ) , y el más am plio y detallado análisis en Erikson Y o u n g M a n L u th e r (N ueva York: W . W . N orton , 1 9 5 8 ).

C O N C L U S IO N E S

307

nización (eq u ip o ) para la q u e trabaje. A quellos hom bres q u e tu ­ vieron m ás éxito en los negocios h ac e cien años, p ro b ab lem en te no ten d rían éxito ahora y viceversa. E l proceso d e selección social p u ed e presentarse en form as evo­ lutivas o ser causado por revoluciones políticas. Las revoluciones pueden acelerar el proceso d e selección social, pero no llevarán a cam bios duraderos a m enos q u e las nuevas condiciones socioeco­ nóm icas se h ayan desarrollado lo suficiente para atraer a la “m i­ noría caracterológica" latente. Se p u e d e en c o n trar un proceso si­ m ilar en el quasi-revolucionario régim en N azi, q u e polarizó a la población y atrajo a los tipos d e carácter q u e ya h ab ían sido des­ cartados socialm ente. U n p equeño g ru p o d e g en te in ten sam e n te sádica y destructiva atrajo a un g ru p o más gran d e en quienes los rasgos destructivos eran tendencias secundarias. U n a vez q u e Hitler estuvo cerca d e tom ar el poder (suceso q u e fu e posible gra­ cias a u n n ú m ero de industriales q u e pensaron q u e él sería un instru m en to ú til para com batir el com unism o y au m e n ta r las ga­ nancias con u n rearm am ento a gran escala, a u n q u e n o les gus­ taba su ideología y personalidad v u lg a r), esta m inoría, (reclu tad a en tre la clase m edia baja esencialm ente) fue agrandada por un sector aú n m ás grande q u e tenía la suficiente m ezcla N azi en su carácter com o para que las o p o rtu n id ad es y el te m o r los hicieran partidarios tibios. E l p u n to d e desunión se presentó d o n d e la ausencia d e la mezcla destructiva no hacía posible q u e la g en te se uniera a los N azis ni por el o p o rtu n ism o n i por el tem or. A que­ llos con carácter dcm ocrático-revolucionario se opusieron al régi­ m en y se convirtieron en com batientes activos en su co n tra.8 A u n q u e hem os visto q u e en el proceso d e la selección social el carácter social es un elem ento dinám ico q u e facilita el cam bio social, ta m b ié n debemos afirm ar q u e el carácter social p u e d e ser un facto r q u e retrase el cam bio social ya q u e es responsable del “ rezago" en tre el cambio económ ico y la ad ap tació n h u m a ­ na a él. 8 Existen, desde luego, muchos casos individuales que n o encajan en este esquema general. U n buen ejem plo d e esto es el M inistro de Producción de Armamentos d e Ilitler, Albcrt Spcer, quien, sin un carácter con mezcla destructiva, se convirtió en dirigente Nazi, en parte por la tentación de un extraordinario éxito y en parte por sus vínculos em ocionales hacia H itler, cuya relación con Spcer, era tal vez la única relativamente humana que tuvo con hombre alguno. C f. la autobiografía de Speer, E rinnerungen (Propylan Ver'ag. 1 9 6 9 ). Estas memorias dan m uchos ejem plos que revelan el carácter necrófilo de H itler. La diferencia básica de carácter puede verse cuando Spcer, arriesgando su vida, saboteó las órdenes de Hitler para un plan de acción rápida por tierra al tiem po que las tropas aliadas invadían Alem ania.

308

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

El carácter social se form a por las condiciones socioeconóm icas q u e h an existido a través d e los siglos y q u e resultan en la form a­ ción d e ideologías, costum bres y m étodos para criar niños. Esta tradición cultural d eterm in a el carácter de los padres, d e m odo q u e aú n cu ando la cultura tradicional no encaje, ya en las condi­ ciones económ icas cam biadas, los niños —por m edio del carácter social tradicional de sus padres, y los viejos m étodos educativos, ideologías y valores— todavía están determ inados p o r el pasado. A u n q u e adquieran los conocim ientos necesarios para ser efecti­ vos en u na econom ía cam biada a través de un sistem a escolar, su carácter tradicional se in terp o n e en su cam ino. E n el caso de la sociedad cam pesina no se p ueden aprender la p u n tu alid ad , dis­ ciplina, racionalidad, el arriesgarse, la satisfacción a través del tra­ b ajo y el ingreso com o m etas en sí mismos. Son elem entos de un nuevo carácter social q u e le llevaron a E uropa aproxim ada­ m e n te 300 años en desarrollar. N o querem os decir q u e tales cam ­ bios se lleven ta n to tiem po si en vez de dejarse a un proceso ciego d e cam bio histórico se planean inteligentem ente, pero sí querem os subrayar q u e la falta de com prensión a este rezago caracterológicam cnte condicional es u n o de los factores q u e pasó por alto la teoría m arxista, y esto llevó a la consideración super o ptim ista d e q u e las condiciones cam biadas producirían in m e­ d ia ta m e n te u n h o m bre cam biado. Sin em bargo, este principio general d e “rezago" necesita un requisito im p o rtan te. P arece q u e se contradice por el h echo de q u e el carácter acum ulativo q u e prevaleció en la clase m edia euro­ pea y am ericana hasta aproxim adam ente 1930, ha cam biado drás­ ticam en te hacia u n carácter d e consum o en sólo una generación. E n este caso la influencia d e las condiciones económ icas en el carácter fue prácticam ente instantánea. ¿Por q u é pasó esto? E l elem en to más im p o rta n te para hacer posible este cam bio ráp id o parece ser la posibilidad sin precedente d e in flu ir en el carácter del h o m b re a través d e los nuevos m edios d e com uni­ cación. E stos m edios no atraen al intelecto, pero tien en un po­ d er sugerente p o r su habilidad para poner a las audiencias en u n estado de ánim o pasivo rep itie n d o el mism o tem a sin fin y así, crean d o u n a situación q u e se parece en m uchas form as al proced im ien to hip nótico. N u n ca an tes había sido posible alcanzar y p en etrar en gen te de todas las edades d e un m o d o tan efecti­ vo com o p o r el m edio d e la electrónica, el cual no requería es­ fuerzo activo por parte del individuo y satisfacía su deseo de diversión sin esfuerzo. O tros elem entos q u e ayudaron a cam biar

C O N C L U S IO N E S

309

el carácter rápidam ente fueron la nueva abundancia de bienes de consum o, la publicidad y las com pras a plazos, es decir, un siste­ ma constante e insistente de tentación y seducción. ¿N o nos lleva esto a esperar q u e a través del uso d e estos nue­ vos m étodos de comunicación masiva se podría lograr el progreso caractcrológico tan fácilmente com o la regresión? Es im posible responder con certeza a esta pregunta, pero algunas considera­ ciones nos conducen al escepticismo. A ntes que nada, la com u­ nicación masiva está en manos d e empresas privadas, las q u e a su vez representan el espíritu prevaleciente de una sociedad en a­ jenada, y que, con el fin d e au m en tar la ganancia, apelan al statu quo caractcrológico. N o es m enos im portante el hecho de q u e parece ser m ucho más fácil producir cambios de carácter para em peorar q ue para mejorar. Es m ucho más difícil estim ular el desarrollo d e un carácter productivo, h um anam ente m aduro, en­ contrar m étodos q u e atraigan a la actividad, la razón y la inde­ pendencia d e los individuos, y q u e ayudan a sobreponerse a la inercia y a la pereza emocional. Tales métodos se pueden idear y aplicar únicam ente en las sociedades cuyo único fin sea el desarrollo com pleto del hombre, y no donde el hom bre se ha con­ vertido en u n instrum ento para alcanzar el m áxim o desarrollo del Producto N acional Bruto. U na vez q ue este fin está presente y es efectivo, los nuevos medios d e com unicación pueden acelerar el proceso del cam bio de carácter, siem pre y cuando se transform en radicalm ente los m étodos para q u e motiven y estim ulen, y no q u e enajenen a sus audiencias desde sus más hondos recursos de productividad, así ha­ ciéndolos pasivos. Pero éste es un m edio peligroso porque su n a tu ­ raleza apela más a las actitudes receptivas q u e a las productivas.

P e r s p e c t iv a

A pesar d e q u e económ icam ente apenas participa en la nueva estructura, la m entalidad del cam pesino está profundam ente in­ fluida p o r el proceso de industrialización, por la enajenación, el ham bre d e comodidades y por los nuevos valores de la so­ ciedad industrial. Lo que descubrim os en el pueblo, com o en m uchas sociedades campesinas alrededor del m undo, es la m ar­ cha triunfal del espíritu del industrialism o tecnológico q u e destru­ ye todos los valores tradicionales y los reem plaza únicam ente con un vago deseo por la buena vida q u e representa la ciudad. Las

310

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

películas baratas rem plazan las alegres fiestas, la televisión rem ­ plaza al te a tro aficionado, el radio rem plaza a la b anda local, y u na plaza d e c e m e n to rem plaza a una d e p asto con árboles y flo­ res. E l cam pesino está en doble desventaja: h a perdido su propia cu ltu ra y n o gana las ventajas m ateriales d e la población más o p u le n ta d e la ciu dad.9 N o sólo es p o b re m aterialm ente, sino q u e se le h ac e sen tir retrasado h u m a n a m e n te , “subdesarrollado” . Sueña con la b u en a vida para sus hijos, pero sólo pocos llegan a lograrlo. Y si lo logran, ¿es acaso la b u en a vida? T odos los es­ fuerzos para “ m ejorar” al cam pesino, h aciéndolo q u e se ad a p te • Nuestras conclusiones están esencialm ente d e acuerdo con el análisis d R odolfo Stavcnhagen, “Scven Erroneous T heses A bout Latin America” , N e w U niversity T hougfct, V o l. 4 , N ú m . 4 , Invierno 1 9 6 6 /6 7 ) . Al refutar la tesis de que “el progreso en Latinoamérica llegará por m edio de la extensión de los productos industriales h ad a las áreas retrasadas, arcaicas y tradicionales", Stavcnhagen escribe lo siguiente: A. Aunque es cierto que un gran núm ero de bienes de consum o han sido distribuidos en áreas n o desarrolladas en los ú ltim os años, esto n o implica autom áticam ente el desarrollo de estas áreas, si por desarrollo queremos decir un aum ento en la producción total de bienes y servicios por cabeza, y en el beneficio social general. A m enudo esta difusión de productos n o es nada más que la difusión de la cultura de la miseria dentro de las áreas rurales retrasadas, ya q ue no incluye cam bios institucionales básicos. B. La propagación d e bienes industriales manufacturados dentro d e las zo­ nas retrasadas, a m enudo desplaza a las florecientes industrias o m anufactu­ reras locales y, por lo tanto, destruye la base productiva para una parte im ­ portante de la población, provocando lo que se conoce com o proletarización rural, un éxodo rural y un estancam iento económ ico en estas áreas. C . E ste m ism o proceso de difusión ha contribuido al desarrollo de una clase de com erciantes, usureros, intermediarios, m onopolistas y prestamistas en las áreas rurales atrasadas, en cuyas manos se concentra una parte cre­ ciente del ingreso d e la región; y quienes lejos d e constituir un elem ento de progreso representan un obstáculo para el uso productivo del capital y del desarrollo en general. D . La "difusión” a m enudo no es más que la extensión dentro de las áreas rurales de los m onopolios y m onopsonios, con consecuencias negativas para un desarrollo balanceado y armonioso. E . El proceso d e difusión del capital ha sido llevado de las áreas atrasa­ das a las modernas. La constante descapitalización d e las áreas subdesarroliadas en la América Latina acompaña la em igración de la parte mejor entrenada de la población fuera de las zonas atrasadas: jóvenes con un poco d e educación que están en busca de mejores oportunidades en otras áreas. N o es la presencia o ausencia de mercancías hechas en serie, sino este aban­ d ono desfavorable de las zonas atrasadas la que determina el nivel del desarro­ llo o subdesarrollo de estas áreas. F. E ste proceso de "difusión” al cual se le atribuyen tantos resultados benéficos, ha estado sucediendo en la América Latina por más de 4 0 0 años — y aparte de ciertos puntos céntricos dinám icos de crecim iento, el conti­ nente está todavía tan subdesarrollado com o siempre (p p . 2 9 -3 0 ).

C O N C L U S IO N E S

m ejor a la vida d e la ciudad, ú n ic am en te fortalecen la privación hum an a, sin darle m ás q ue, cuando m ucho, la creencia en un pa­ raíso d e co n su m o al q u e quizá algún día entren sus nietos. ¿H ay algún m o d o d e salir d e este dilem a? Cualquier esfuerzo para responder a esta preg u n ta trascendería el alcance d e nuestro estudio. Sin em bargo, creem os q u e el fu tu ro del cam pesino de­ pende, en tre otros factores, d e una m ejor com prensión d e su ca­ rácter y d e un m ejo r co n o cim ien to d e sus necesidades y ansiedades conform e afectan su situación económ ica. Esperam os q u e este es­ tudio estim u le a otros a co n tin u ar con la investigación del carác­ ter y las condiciones económ icas.

A p é n d ic e A

E L C U E S T IO N A R IO I N T E R P R E T A T IV O Y E J E M P L O S D E C A L IF IC A C IÓ N

E n e s t e ap é n d ice reproducim os el cuestionario interpretativo q u e se usó en el estu d io .1 D espués citam os ejem plos d e las respuestas qu e expresan las d iferentes orientaciones. E ncontram os q u e ésta no es u n a tarca sencilla, pues en m uchos casos es difícil d a r con un a respuesta sim ple q u e exprese co n v in cen te m en te u n rasgo u orien tació n particular. El lector recordará q u e nuestro m é to d o era calificar cada rasgo después d e q u e se leía el cuestionario com - 1 pleto. P o r consiguiente, la in terp reta ció n d e cada respuesta está influ id a p o r todas las otras respuestas. E n la práctica, el q u e ca- ] lifica en c u en tra a m e n u d o q u e cu a lq u ier respuesta particular pue- j de reflejar m ás d e u n a orientación, o p u ed e ser u n a respuesta ideológica. La decisión final para la calificación d ep e n d e d e la evaluación d e la evidencia total.

El

c u e s t io n a r io in t e r p r e t a t iv o

F ech a: S itu a ció n Q u ién estuvo presente Lugar P u n tu alid ad D ato s generales 1. N o m b re. 2. E d ad . 3. ¿ D ó n d e nació? ¿ D ó n d e nacieron sus padres? ¿E n q u é a ñ o y a q u é edad llegó usted al pueblo? 4. E sta d o civil. 5. ¿Sabe u sted leer y escribir? ¿Q u é instru cció n escolar recibió usted? 1 La num eración de las preguntas n o es consecutiva, porque algunas de las preguntas originales se retiraron durante el estudio. 312

C U E S T IO N A R IO IN T E R P R E T A T IV O

6. ¿C óm o está com puesta su familia? (E l g ru p o q u e vive ju n to ahora.) C uestionario 7 . a) ¿V ive a ú n su m adre? a) ¿V ive aú n su padre? b ) ¿Q u é e d a d tiene? b) ¿Q u é edad tiene? c) ¿D ó n d e vive? c) ¿D ó n d e vive? 8. a) ¿C o n q u é frecuencia ve usted a su m a d re ah o ra (o su sus­ titu to ) ? b ) ¿E n q u é casos ha pedido su consejo d u ra n te el ú ltim o año? c) ¿A ctuaría u sted contra su deseo? d) ¿E n q u é ocasiones ha hecho eso? (E n seguida, se repite la p reg u n ta con relación al padre.) 9 a) ¿C u án to s herm anos (o m edios h erm anos, etc .) y h erm a­ nas (o m edias herm anas, etc.) tu v o usted? b) ¿D ó n d e se encuentra entre ellos? (Es el m ayor, m enor, etc.) 10. a) ¿ C u a n d o está en apuros, a q u ié n p id e ayuda (económ ica y m o ra l)? b ) ¿P or qué? 12. a) H aga u n a breve descripción d e su m a d re ( o s u stitu to ) com o u sted la ve. b) H aga u n a b rev e descripción d e su p ad re (o s u stitu to ) ta m b ié n . 13. a) ¿C ó m o se com portaba su m a d re (o s u stitu to ) cu a n d o era u sted n iño? (¿L o consolaba cu a n d o te n ía dificultades, lo castigaba cu a n d o hacía algún m al?) b ) ¿Y su p ad re, cóm o se com portaba? 14. ¿C óm o p ien sa usted que debe ser u n a b u en a m adre? 15. a) ¿C ree u sted q u e su esposa (o esposo) es u n a b u e n a m a ­ d re (o u n b u e n padre)? b) ¿P o r q u é sí o por qué no? c) ¿C ree u sted q u e es un buen p a d re (o u n a b uena m a d re )? d) ¿P or q u é sí o p o r q u é no? 16. a) ¿ C u a n d o era usted niño, tem ía m ás el en o jo d e su p adre o el d e su m adre? b ) ¿Piensa u sted q u e es deseable q u e los niños te n g an te­ m o r a los padres? 18. a) ¿Q u é piensa usted d e los castigos corporales para educar a los niños? b ) ¿Pega u sted a sus hijos?

314

SO C IO PSIC O A N A LISIS D E L C A M P E S IN O M EX IC A N O

c) ¿Sangran cuando les pcg3? d) ¿Su esposa (o esposo) es más dura que usted para cas­ tigarlos? 19. a) ¿Si pudiera usted escoger, qué ocupación o profesión le gustaría para usted? b) ¿Por qué? c) ¿Para sus hijos? d) ¿Por qué? e) ¿Quién piensa que debe decidir en estos casos? f) ¿Por qué? 20. ¿En q u é trabaja y en qué consiste el trabajo? 21. a) ¿Q ué es lo que más le gusta de él? b) ¿Y lo q ue menos le gusta? 22. a) ¿Además del trabajo, qué otras labores realiza usted? b) ¿Y cóm o emplea su tiem po libre? 23. ¿Si dispusiera de tiempo, qué es lo que más le gustaría hacer y por qué? 24. ¿Si tuviera usted oportunidad, qué cosa le gustaría saber o estudiar? 2>. a) ¿Cuál es la diversión que más le gusta? b) ¿Por qué? 26. a) ¿Q ué película le ha gustado más? b) ¿Por qué? 27. a) ¿Q ué cuentos o historietas le han gustado más? b) ¿Por qué? 28. a) ¿Q ué trabajo en com ún ha hecho con otros en el pueblo? b) ¿Q ué le gustaría realizar o hacer? 29. ¿Q ué otras oportunidades, además de las actuales, debería ofrecer el pueblo? 38. Si fuera necesario crear una nueva industria, por ejemplo un estanque grande de peces o una granja avícola, ¿cómo prefe­ riría usted hacerlo: en forma individual o en forma colectiva? 30. ¿En q u é encuentra usted las mayores satisfacciones? (E n el trabajo, en la vida familiar, en las diversiones, en el descanso.) 31. a) ¿Cada cuándo toma usted trago, y de las veces que toma, cuántas se emborracha? b ) ¿Y su marido? 33. ¿Qué efectos tiene el trago sobre usted? (Se vuelve pclconcro, se pone demasiado triste, le dan lagunas, hace cosas absur­ das, se siente incapaz, se acobarda.) 36. ¿Cuál es en su concepto el mayor perjuicio del trago?

C U E S T IO N A R IO IN T E R P R E T A T IV O

315

39. a) ¿Cuál es )a situación más dolorosa que recuerda haber pa­ sado en su vida? b) ¿Y cuál la más embarazosa? 40. ¿Que experiencia de su vida ha sido más feliz? 41- ¿Qu¿ defender un hom bre com o su honor? 42. a) ¿Cuáles son las cualidades o virtudes que un hom bre debe tener? b) ¿Y las de una mujer? 43. ¿Q ué piensa del machismo? (Se deberá inducir al entrevista­ do a dar una respuesta am plia.) 44. a) ¿Q ué personaje o personajes, presentes o pasados, admira usted más? b ) ¿Y por qué? 4>. a) ¿Qué opina usted de Pancho Villa? b) ¿De Cuauhtémoc? c) ¿D e Jorge Negrctc? d) ¿De Em iliano Zapata? 46. a) ¿Qué debe hacer el hom bre cuando lo engaña la mujer? b) ¿Y q u é debe hacer la m ujer cuando el hom bre la engaña? 47. á) ¿Deben tener las mujeres los mismos derechos que los hombres? b) ¿Por qué sí o por qué no? 48. a) ¿Cuáles considera los peores crímenes que una persona puede cometer? b) ¿Por qué? 49. ¿Cuáles son las fuerzas que determ inan el destino del hom ­ bre? (N acim iento, circunstancias, etc.) 50. a) ¿Cree usted que llegará el día en que la hum anidad haya abolido las guerras? b) ¿Por qué? c) ¿La pobreza? d) ¿Por qué? e) ¿La corrupción? f) ¿Por qué? 51. ¿Qué cree usted que es el amor? (Q ue dé su opinión en sus propias palabras y sin limitaciones.) 52. a) ¿D e qué manera expresa un padre su amor? (C on respecto a los hijos.) b) ¿Y una madre? 55. ¿Cómo entiende usted el m andato: “Amarás a tu prójimo com o a ti mismo”? 56. a) ¿Es usted celoso?

316

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

¿En q ué condiciones lo es? c) D é ejemplos. 57. a) ¿Cree q u e hay remedios o am uletos o cualquier otra cosa q ue hagan a alguien más am ado o am able? (¿Cuáles son? ) b ) ¿Los ha usado? 58. a) ¿Q ué cosas tiene que sacrificar por causa d e sus hijos? b ) ¿Q ué haría usted si no tuviera hijos? 59. a) ¿Cuál fue la últim a ocasión en q u e sus hijos le hicieron perder la paciencia? b ) ¿Le hacen sufrir m ucho sus hijos? c) ¿Cómo? 60. ¿En qué ocasiones se siente más contento con sus hijos? (A m ­ pliar la respuesta para saber en qué consiste el placer con los hijos.) 61. a) ¿Q ué hace usted cuando sus hijos lloran porque les pega ron otros niños? b ) ¿Y porque se lastimaron? 62. ¿C uando su hijo llora porque le ha pegado o regañado, qué hace usted? 64. a) ¿Q ué es lo m ejor para educar a los hijos, ser seca o con­ sentidora? b ) ¿Cóm o es usted? 67. a) ¿Q ué clase d e juegos realiza usted con sus hijos? b ) ¿Q ué cuentos o historietas les cuenta? c) ¿Les hace su ropa? 68. a) ¿Progresan sus hijos en la escuela? b ) ¿Les ayuda usted en sus tarcas? c) ¿Q ué dicen los maestros acerca de sus hijos? 69. a) ¿Cuál es su reacción an te las calificaciones buenas d e sus hijos? b ) ¿Y an te las calificaciones malas? 70. ¿Cóm o es cada uno de sus hijos? (Se deberá orientar a la per­ sona hacia una respuesta lo más com pleta posible.) 71. a) ¿A q u é hijo prefiere? b ) ¿Por qué? c) ¿Cuál necesita más su ayuda? d) ¿Por qué? 73. ¿Q ué malas costum bres tienen sus hijos? (Se deberá ayudar a entender la pregunta, especificando factores de m entira, robo, conducta destructiva y malos hábitos sexuales.) b)

C U E S T IO N A R IO IN T E R P R E T A T IV O

317

b) ¿Cóm o se explica usted esos defectos? c) ¿C óm o los corrige usted? 74. a) ¿D e q ué m anera castiga usted a sus hijos cuando éstos se enojan co n tra usted? b) ¿Y cu ando se ponen tercos, q u é hace? 76. ¿Q ué hace cu ando los niños no quieren com er lo q u e usted les da? 77. ¿Q ué es lo q u e más le disgusta en sus niños? 78. a) ¿Q ué hace usted si alguno d e sus hijos pierde dinero o rom pe u n objeto de valor? b) ¿Si u n n iñ o se orina en la cam a, es por enferm edad o por m aña? 79. ¿Con q u é aco stum bra am enazar o asustar a sus niños? (La policía, el coco, D ios, el diablo, etc.) 80. ¿Q ué haría si su hija se hubiera casado en co n tra d e la volun­ tad d e usted? Preguntas para to d o s los sujetos 81. ¿Para q u é cree q u e hem os venido al m undo? 82. ¿Para usted cuál es el peor d e los vicios? 83. a) ¿Se siente superior o inferior a los dem ás? b) ¿Y en q u é aspectos? C uentos l 9 La m adre se en c u en tra enferm a y el niño es enviado a com ­ prar la com ida para toda la fam ilia. Por an d a r jugando pierde el dinero y ya no p u ed e ad q u irir los alim entos (o tira la com ida al regresar a su casa, por volver ju g a n d o ). ¿Q ué hizo la madre? 2° U n niñ o gustaba m ucho de p in tar pero su p ad re no le com ­ praba pinturas. U n día le dieron para com prar u n libro d e texto que necesitaba para estudiar y él com pró pinturas e n lugar de ad­ quirir el libro d e texto. ¿Q ué hizo su padre? 3? V arios m ilitares arm ados, borrachos, m anosean o acarician a la esposa d e un agricultor q u e pasa con él del brazo frente a una cantina. ¿Q ué piensa usted? ¿Q ué siente usted? ¿Q ué hizo el esposo? ¿Q u é sintió la m ujer? 49 U n joven se casa con una m ujer que su m a d re desaprueba y tiene q u e irse a vivir m u y lejos d e la población en d o n d e vive su niadre. E stá en ferm a con el disgusto y fin alm en te m uere. ¿Q ué piensa usted d e ello? ¿Q ué sintió el hijo? ¿Q ué la esposa?

513

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

59 R oban u na iglesia (tem plo) del pueblo, las joyas de la vir­ gen y el santísim o. ¿Q ué sintieron e hicieron el p adre y la madre del ladrón cuando ellos descubrieron q u e el hijo fue quien lo hizo y q u e ellos son los únicos sabedores del hecho? 69 U n agricultor va a la ciudad a com prar una m edicina cara y urgente para u n hijo q u e está m uy grave. Se encuentra un am i­ go y se em borracha con él, se va de parranda con m ujeres y se gasta to d o el dinero. C uan d o regresa a su casa, veinticuatro horas después, su hijo h a m uerto. ¿Q ué piensa usted d e esto?, ¿cómo se sintió el padre?, ¿cómo se sentiría la m adre del muchacho?, ¿cómo el am igo q u e lo acom pañó en la borrachera? Im presión general 1. D uración d e la entrevista. 2. A ctitudes y conducta: a) Cooperación. b) H ostilidad, am abilidad, etc. c) Sinceridad. d) C o m p o rtam ien to hacia otros presentes. e) O tros factores en la relación con el entrevistador 3. Observaciones sobre el m edio am biente: 4. Inteligencia. 5. Impresión clínica (m e n tal y física). 6. O tras observaciones. E n la parte final del cuestionario, el entrevistador anotó en el lugar destinado a ello su duración y escribió sus impresiones acer­ ca d e la actitud y la conducta del sujeto. T a m b ié n registró sus observaciones sobre las condiciones m entales y físicas q u e pudie­ ron h aber afectado las contestaciones dadas.

E

j e m p l o s d e c a l if ic a c ió n

A. M o d o d e asim ilación

1. La orientación productiva. Las respuestas que m ejor tipifi can a los aldeanos más productivos son sus opiniones sobre el am or (P regunta 5 1 ). H e aquí unos ejemplos: “ H ay m uchas clases d e am or: por una planta, por la tierra. Lo prim ero es el am or a D ios. Lo segundo, al padre o a la m adre. A m or es am ar a u na m ujer, el am or q u e crece y se desarrolla en los hijos. U n o tiene m uchos am o res/’

C U E S T IO N A R IO IN T E R P R E T A T IV O

319

“A m or es respetar to d o lo q u e es hum ano. Es u n sentim iento que se puede ten er hasta por una planta. Y o trabajo m i tierrita con am or porque m is hijos y yo vivimos de la p la n ta.” “Es la n aturaleza q u e está en uno m ism o, q u e nos p erm ite vivir en el m u n d o .” “Es necesario, porque vivir sin am ar a alguien es com o n o vivir.” “Se pu ed e in terp reta r el am or d e diferentes m aneras. U na persona puede am ar un terrenito en el q u e h a puesto el trabajo de casi toda su vida. T am b ié n pu ed e ser el am or por la fam ilia de uno, por el trabajo, por todas las cosas q u e hace uno con sacrifi­ cios y siente verdadero am or. Y o creo, pues, q u e el am or es todo lo q ue logro con sacrificio, un sentim iento q u e nace d e lo m ás profundo del alm a.” “El am or es algo m uy sagrado, porque sin am or n o existiría el m u n d o q u e pudiéram os tener si nos am ásem os unos a otros, porque, au n q u e existe la am istad, no es suficiente. H ay q u e am ar. Em pezando por el am or a los padres, al novio, el am or al m ari­ do, a los hijos, el am or a una buena am istad. H asta para criar a u n anim al h ay q u e am ar. N o tien e com paración, porque la gente se p uede suicidar si no conoce el am or. E l am or d e un padre es eterno. U no conserva el am or a los am igos au n cuando están lejos. H ay q u e te n er tam bién am or a D ios, porque Dios nos envía am or en form a d e com prensión.” U n hom b re am oroso dijo que si una esposa traiciona a su esposo, "si la am a, él d eb e estudiar la causa de esto y tra ta r d e cam biar su manera de ver las cosas” . Los hom bres am orosos tam bién tienen una actitu d más dem ocrática hacia las m ujeres. U no d e ellos dijo: “Las m ujeres d eben te n er los mismos derechos, porque sien­ ten lo mism o q u e uno. A dem ás son nuestras com pañeras en la vida.” O tro más dijo: “T a m b ié n son seres h um anos, tienen los mismos sentim ientos q u e los hom bres. C u an d o uno se casa, el sacerdote dice, ‘T e doy una m ujer, no u n a esclava.’ ” E n estas respuestas los aldeanos tam bién expresaron m ás since­ ridad, interés y actividad d e la q u e la m ayoría dio en sus otras respuestas. D ebem os an o tar a q u í que los conceptos del am or de los aldeanos en general nos parecen genuinos y q u e lo sienten m uy profu n d am en te. Al contrario d e las respuestas q u e hem os reci­ bido d e sujetos en la ciudad d e M éxico o d e norteam ericanos de la ciudad, las respuestas d e los aldeanos no son repeticiones d e lo que h an leído u oído, ni tentativas para d ar ‘l a respuesta correc­ ta ’', pero prácticam ente en todos los casos expresan la experiencia del individuo.

320

SO C IO PSIC O A N A LISIS D E L C A M PE SIN O M EX IC A N O

M uchos de los aldeanos, que no saben leer ni escribir, tienen una “educación em ocional” que da a sus palabras una calidad poética y hace por contraste que las frases del hombre de la ciu dad suenen vacías y convencionales. Hasta los individuos impro­ ductivos expresan a m enudo una comprensión profunda de sí mismos y de los dem ás cuando hablan del am or, tal como el joven que dijo: “A unque uno sienta que ama a una m uchacha, nunca puede estar seguro de que le pongan la atención suficiente. El am or hace muchas cosas. Hasta se roba para complacer a la muchacha que lo ha atrapado a uno. Se com eten muchas barba­ ridades por amor, y la ilusión nunca se acaba. D urante toda la vida, uno ve algunas cosas buenas, pero más que nada se hacen ilusiones dentro de uno y no pasan de ahí.” Puede parecer sorprendente encontrar tantas respuestas pro­ ductivas a la pregunta sobre lo que el am or es, cuando en reali­ dad hay tan pocos individuos amorosos en esta población. Pero debe considerarse que para una persona una cosa es sentir y ex­ presar el am or en sus relaciones reales y otra el sentir o “saber” lo que es el amor; lo que ella desea por encima de todo es ser am ada y amar. A unque estas personas no am an activam ente, el am or no se ha enajenado por completo, como es el caso con las poblaciones más “desarrolladas" de la ciudad. Aun en sus fanta­ sías sobre el amor, los aldeanos expresan lo que ellos de verdad sienten que es, o podría ser. 2. La orientación receptiva. U n concepto del am or a menudo sostenido por los aldeanos improductivo-receptivos refleja el sen tim icnto de que todas las cosas buenas de la vida están fuera de uno mismo, más allá del alcance; que se debe esperar pasivamen­ te la experiencia de la felicidad o amor, y estar agradecido si llega pero sin poder hacer nada para retenerla. Para estas personas re­ ceptivas, la alegría existe sólo mom entáneam ente, si acaso existe. Puede ser no más que un • sueño, una promesa que nunca se materializa, pero que pronto se amarga convirtiéndose en desilu­ sión. Para una mujer abandonada, el am or se ha vuelto “violen­ cia, 110 m is eso. La llena a una por un mom ento y después no se tiene nada. Com o nunca m e ha hecho sentir feliz por mucho tiempo, creo que esa cosa del am or no existe. Puesto que el pa dre de mis niños m e abandonó, no creo que haya am or” . E n una muchacha joven y receptiva, el concepto de am or refleja imágenes orales: “El am or es una cosa bonita. Bcbicndoselo uno se siente bien. N o teniéndolo, no hay fe; una no puede hacer nada."

C U E S T IO N A R IO IN T E R P R E T A T IV O

321

Para o tro h o m bre joven, m oderadam ente productivo, el am or esencialm ente es ser am ado por las m ujeres: “ El am or es el am or de las m ujeres, n o se pu ed e tener algo m ejor. ¿D ígam e q u e se puede ten er q u e sea m ejor q u e el am or de las m ujeres? ¿Q ué nías pu ed e am ar uno? Sólo a los hijos. A la m ujer q u e nos am a, claro q ue uno le tiene afecto, la am a.” (E l “claro” es la palabra clave en esta oración, ya q u e vuelve trivial lo q u e sigue.) Los individuos receptivos no dem uestran esta cualidad única­ m en te en cuanto al am or, sino q u e tam bién a m e n u d o se refie­ ren a su satisfacción de o b te n er com ida y a sus frustraciones en térm inos d e vacío interior. U n hom bre m o deradam ente im productivo-rcccptivo describió un trabajo q u e tuvo a los 13 años. Su respuesta expresa g ratitu d por­ que se le am ó y se le alim entó, y por el placer d e no te n er que trabajar. “El p atrón m e quiso com o a un hijo, no com o a un criado, y confiaba en mí. M e com praba fruta. C om ía lo q u e quería. M e traía mis zapatos, m i ropita, m i som brero. C om ía h asta llenar­ me. Y lo único q u e tenía q u e hacer era quedarm e en la casa y cuidar los anim ales. N o m e tenía q u e preocupar por nada.” A hora, a los 37 años, este h om bre todavía trabaja para otros, pero desea tener su propiedad, “porque a u n q u e el agricultor no ve los resultados de su trabajo inm ediatam ente, después cuando hay fruta, uno puede lib rem e n te ir a coger una m azorca d e m aíz o u n a calabaza para com er” . Para él, al igual q u e para otros aldeanos im productivo-receptivos, el tiem po libre es “descansar en la casa un rato y después salir a pascar y p laticar con los am igos” . U na actividad com ún es b eber: “C u an d o tom o en una reunión d e am igos, m e siento lleno d e gusto; siento el im pulso d e seguir to m an d o y d e pagar­ les otra cerveza.” Es n o tab le q u e el aldeano receptivo pueda expresar valores que contrastan con su propio carácter. E l hom bre q u e bebe dem asia­ do, se m e te en pleitos y le fascina hablar, adm ira a esos hom bres qu e n unca se em borrachan, nu n ca hacen escándalos y no hablan dem asiado” . U n ejem plo raro de una persona productivo-receptiva en el pueblo es u na m ujer, joven, recién casada cuyas respuestas expre­ san generosidad y lealtad, pero tam bién preocupación por m an­ te n er su dignidad. La clase de trabajo q u e más le gustaría es “ser cocinera en un restau ran te". Le agrada cocinar en casa y preparar los platillos que

322

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

le gustan a su m arido. Es m ás, ella se ofreció d e voluntaria para trab ajar en el program a d e desayunos patrocinados por la oficina de B ienestar R u ral, d o n d e disfrutaba “preparando y sirviendo desayunos a los n iñ os pequeños” . Y agrega: “ Si tuviera la prepa­ ración, sería feliz tra b ajan d o com o enferm era” . E sta joven m u jer d ejó a su prim er esposo po rq u e era dem asia­ d o posesivo. E lla afirm ó “q u e se sentía com o en una prisión, y qu e au n q u e la jaula sea d e oro, no deja d e ser prisión” . La expe rie n d a m ás feliz d e su vida fue su segundo m a trim o n io (P reg u n ­ ta 4 0 ), la sensación q u e tien e de q u e n o ha fracasado, el q u e su esposo n o pelee con ella, q u e hay arm onía y q u e él la cuide. Ella cree q u e “el am o r es el cuidado y la fe q u e uno p o n e en una p lan­ ta o u n a criatu ra” . Es d e n o ta r q u e ella expresa m uchos d e los valores del p atriar­ cado, d e sum isión y obediencia al hom bre. E lla d ic e (P reg u n ­ ta 4 7 ) : “ La m u jer n o debería te n e r los m ism os derechos q u e el hom b re, po rq u e el h o m b re da las órdenes y la m u jer está para obedecerlas.” A u n q u e su carácter y su co n d u cta indican q u e en realidad es más in d e p en d ien te d e lo q u e se inferiría si se juzgara ú n ic am en te sobre la base d e los valores conscientes. 3. L a orientación acum ulativa. Los individuos acum ulativos tien d en a “alm acen ar” el am or com o si fuera u n a ca n tid ad valio­ sa y lim itad a q u e se d ebe d ar ú n ic am en te a aquellos q u e se lo m erecen o tien en u n derecho especial. Es m ás, el individuo acu­ m ulativo g en e ra lm e n te tra ta d e poseer a q u ie n quiere. Los si­ g uientes son co n cep tos del am o r expresados p o r aldeanos ac u m u ­ lativos: "Y o creo q u e [el am or] está com puesto d e form as diferentes, al trabajo, a u na m ujer, al dinero; para ser más exacto es un sen ti­ m ien to . N o e n tien d o m ás q u e eso y q u e todo lo q u e es bueno para u n o es am o r: el am igo, el com padre.” E ste h o m b re productivo-acum ulativo es reservado y form al. C o m o m uchos otros in ­ dividuos acum ulativos, convierte el am or en un afecto m ás m e­ d id o y dilu id o , y p o n e el am o r al d in e ro en la m ism a categoría q u e el am or a la g ente. “ A m or es lo q u e u n o sien te por todas las cosas q u e u n o am a y q u e le p erten ecen, com o la tierra q u e nos da com ida y otras cosas com o esa.” A quí un a vez m ás se iguala el am or con la posesión, com o en el siguiente ejem plo: “A m or es cu an d o u n o tien e a sus hijos con u n o , en el hogar y no se van.” Poseer a sus hijos es el am or para esta m adre.

C U E S T IO N A R I O IN T E R P R E T A T IV O

323

“E l cariño q u e pu ed o d ar 110 es m ucho, y se lo doy a los hijos q ue son buenos conm igo.” A quí el am o r es p ro rrateado por una m adre im productivo-acum ulativa com o una porción lim itada de dinero para aquellos q u e se lo h an ganado. “ Una m ujer se d eb e respetar a sí m ism a para 110 ser com o las flores. . . Los jóvenes son com o las m ariposas q u e buscan flores con miel. C u a n d o se ch u p a n la m iel se van y u n a m ujer n o debedejar que se pierda su m iel. E ntonces los hom bres buscarán otra. D e cualquier form a, los h om bres quieren m ás a la tierra q u e a sus mujeres. Las m ujeres a m a n m ás a sus padres, po rq u e perm a­ necen con ellos m ientras los hom bres se van.” E sta m ujer per­ m anece sin casarse y se está convirtiendo en una solterona, guar­ dando su am o r com o si fuera m iel. E lla ve a todos los hom bres com o explotadores, lo q u e justifica (racionaliza) aú n m ás su pro­ pia actitu d acu m u lativa para consigo m ism a. Los valores positivos del individuo acum ulativo son los más característicos en las sociedades cam pesinas en Latinoam érica y Europa. Los hom bres y las m ujeres acum ulativos afirm an en la en tre­ vista q u e adm iran cualidades tales com o la form alidad (falta de in tim id ad ), el trab ajo duro, el ahorro, la lim pieza, la eficiencia, el respeto a la ley, las tradiciones y las obligaciones. U n h o m b re o una m ujer virtuosos es q uien nada debe a nadie, q u e es autosuficiente e in d e p en d ien te, q u e no se consiente a sí m ism o o cae víctim a de los vicios, com o la bebida. (Es característico d e la orien­ tación acum ulativa q u e los ideales frecu e n tem en te se expresen en form a negativa m ás q u e en form a positiva.) Para poder distin guir e n tre los individuos q u e n ad a m ás repiten los valores acum ulativos convencionales del cam pesino y aquéllos cuyos valores están arraigados en su carácter, el calificador siem pre d ebe considerar la to talid ad d e las respuestas al cuestionario. U na persona receptiva p u ed e rep etir los ideales acum ulativos, pero lo pued e hacer sin convicción, y puede haber contradicciones en tre sus valores conscientes, por ejem plo, la “in d ep en d en cia”, y sus necesidades dinám icas, por ejem plo, hacia el auxiliador mágico o “bu en p atró n ” . Es m ás, los individuos acum ulativos m anifiestan su orientación con frases acerca d e lo q u e los satisface m ás, lo q u e los avergüenza y lo q u e los entristece; los im productivo-acum ulativos expresan co n frecuencia su m ayor satisfacción no en cual­ quier actividad concreta, sino bajo la form a d e te n er todas sus posesiones v /o su fam ilia a salvo y seguros, com o si estuvieran resguardadas en tre paredes. S u sensación m ás intensa d e vergüen­

324

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

za o tristeza com prende el perder sus bienes, quedándose con la s m anos vacías. La satisfacción para los cam pesinos productivoacum ulativos se encuentra en el trabajo activo. Ellos se avergüen­ zan cuando sienten que perdieron sus valores o fracasaron en cum plir con sus obligaciones. Las cualidades positivas del individuo acum ulativo están expre­ sadas en las respuestas q u e afirm an la independencia, la paciencia, la dedicación y el interés en guardar y construir. U n agricultor productivo-acum ulativo afirm ó q u e lo que m ás le gusta de su tra­ bajo es “aquello q u e necesita cuidado, lo que es bonito y da feli­ cidad, cultivar una planta, ver que uno produce algo". O tro ho m b re productivo-acum ulativo pasa su tiem po libre en los de­ portes, “ porque en los deportes no hay vicios o apuestas, donde se pueda perder dinero” . Las m ujeres productivo-acum ulativas a m enudo cosen para sacar dinero extra, pero al mism o tiem po dis­ frutan haciendo costura fina. Al contrario, los rasgos acum ulativos negativos se m anifiestan en los aldeanos q ue trabajan nada más para hacer dinero ( ‘l o que disfruto más es cosechar, especialm ente cuando voy a tener una buena ganancia") o en aquellos aún más im productivos cuyo ideal es ser dueños d e una tienda y hacer dinero sin m ucho trabajo, pasando su tiem po libre descansando para “ no gastar” la energía lim itada. Las mujeres im productivo-acumulativas prefieren lavar y plan ch ar (lim pieza y ord en ) antes que cocinar. C ontrastando con las mujeres productivo-rcceptivas que disfrutan cocinando, una esposa acum ulativa afirma (P regunta 2 1 ): “Lo que m ás m e dis­ gusta es la cocina, estar cerca del fuego siem pre, cuidando q u e las cosas no se derram en y ensuciándom e." A otra m ujer acum ulativa le gustaría poseer una tiendita “porque es un buen negocio, es limpio, y uno gana dinero". E n general, el individuo acum ulativo presenta una especial afi­ nidad hacia los códigos y máxim as m oralistas, lo cual refleja su interés por el orden y la corrección. M ás que los individuos recep­ tivos o explotadores, el individuo acum ulativo es rígido y duro en sus juicios al declarar los valores que sostienen su form a de asim ila­ ción. Para él la intim idad es una am enaza, y defiende fuertem ente los valores q ue lo protegen d e las dem andas d e los otros y del m u n d o . N o ve con buenos ojos a aquellos q u e am enazan sus bienes o su privada, y m uchos campesinos con rasgos acum ulativos ven el robo, el tom ar “aquello por lo que uno no ha trabajado, q u e pertenece a otro", com o el peor de todos los crím enes, inclu­ sive el asesinato. Hasta el adulterio es considerado por el acum u­

C U E S T IO N A R IO IN T E R P R E T A T IV O

325

lativo com o un crim en contra la propiedad ya q u e esto implica tom ar la m ujer q ue pertenece a otro. E n form a sim ilar, el asesi­ nato es descrito com o “q u itar una vida q u e uno no ha d ad o ’'. E l carácter im productivo-acum ulativo puede distinguirse particu­ larm ente por su moralism o, su rigidez y a m enudo por su desprecio hacia aquellos q ue son débiles y "m im ados’'. Estos individuos pueden recalcar q ue el h o m bre form a su propio destino para no sentir q ue les deben algo a aquellos que h an fracasado. 4. La orientación explotadora. E l individuo explotador se preocupa más por conseguir cosas de los otros sin dar nada a cambio. E l alto valor q u e le otorga a la persona q u e da y ayuda algunas veces lo hace parecerse al receptivo. Pero la diferencia es que, m ientras q u e el individuo receptivo valoriza tam bién la sum i­ sión, la lealtad y el afecto, el individuo explotador aprecia, ya sea la astucia, “inteligencia” , y la am bición o fuerza com o formas de asegurar lo q ue quiere. U n cam pesino m oderadam ente productivoexplotador dice (P regunta 4 2 ) : “Lo q u e yo entiendo por cuali­ dades es m uy am plio, un gran conocim iento en diversos campos y las virtudes salen de ahí, ser tan experto com o sea posible.” Las cualidades deseadas en los otros se basan en su utilidad m aterial para el individuo explotador. E l mism o cam pesino, hab lan d o de las cualidades o virtudes que una m ujer debe tener, dice: “N o ten ­ drá razón alguna para ser educada si esto no le es útil al esposo.” Los hom bres explotadores ven el am or generalm ente sólo com o sexo, haciendo uso d e la otra persona. D esconfían del am or, no quieren cacr en sus redes, tem en a su vez ser usados. U n hom bre más sincero q ue la m ayoría habla abiertam ente de sus motivos ex­ plotadores, en los cuales característicam ente incluye a todos los hom bres: “N o creo que un h o m bre am e a una m ujer sólo porque la am a. E n prim er lugar, debem os obligarla a hacer el trabajo d e la casa y, en segundo, ella nos va a servir y a aliviar las tensiones (sexuales) de nuestra naturaleza.” E l explotador im productivo urde la forma de sacarles algo a los dem ás con el m ínim o esfuerzo. A mbiciona el éxito, pero en reali­ dad n o produce nada. E n contestación a la P regunta 19, varios hom bres im productivo-explotadores soñaron en ser burócratas o abogados, porque piensan q u e así se podrían hacer ricos a costa de los dem ás. Los q u e tienen am biciones más m odestas piensan en el com ercio en pequeña escala, com prando barato y vendiendo caro, a u n q u e a m uchos les falta el interés para aten d er la tienda, lo cual atrae más a la persona acum ulativa. Los explotadores a m enudo expresan grandes am biciones respecto de sus hijos. P ue­

326

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

den racionalizar estos deseos no realistas diciendo q u e sería bueno para los niños, h asta “ ú til’' para el progreso de la nación, pero ellos esperan sacar beneficio del éxito d e los hijos. G eneralm ente, encontram os las tendencias explotadoras m ezcla­ das con las d e otras orientaciones. E n m uchos casos, una orienta­ ción receptiva hacia la m adre se m ezcla con una orientación explo­ tadora hacia otras m ujeres com o en este sujeto: "Q uién sabe. El m ism o cariño te jala. E l am or por una m adre es un afecto sincero, uno se siente am ado. P or la esposa de uno, ya es ventaja para uno sentir cariño, au n q u e no com o el q u e uno tien e por los padres.” E n otros casos, las tendencias explotadoras están mezcladas con la orientación acum ulativa. U n hom bre explotador-acum ulativo considera a las m ujeres com o una propiedad q u e d eb e ser cuidada y explotada. Y describió a la m ujer ideal com o sigue: “Ella d ebe ser honorable, am ar a su esposo y no engañarlo. D eb e trabajar duro.” C ree q ue los soldados del C u en to 3 estaban equivocados al tratar m al a las mujeres, "p orque ella no era su m ujer, así q u e no tenían derecho a disponer d e ella” . Los rasgos más productivo-explotadores se descubren, general­ m en te, en el interés del individuo en desarrollar nuevos recursos y en su iniciativa. Estos hom bres, característicam ente, hablan de “utilización” d e recursos y d e progreso, de usar nuevos métodos para au m en tar su ganancia. E n cam bio, los hom bres im productivos-explotadorcs valorizan la fuerza y la sagacidad para conseguir lo q u e quieren de los dem ás. Para ellos, trabajar d u ram en te im ­ plica dejarse usar y q u e lo hagan “ pendejo” . B. M o d o de relacionarse 1. Sadismo. Las tendencias sádicas suelen estar tan reprim idas o racionalizadas q ue a m enudo es extrem adam ente difícil interpre­ tarlas. G en eralm ente se com binan con una actitud autoritaria hacia los niños. U na clara indicación d e sadismo es el entusiasm o de los padres an te el castigo físico, el gran placer q u e él o ella expresan cuando describen cóm o se debe castigar a un niño. Al co n testar al C u en to 1, una m ujer sádica declaró: “ D esde luego que un o d ebe azotarlo por su distracción, hacerlo sentir el dolor y él no lo hará otra vez.” Las tendencias sádicas a m enudo se expresan en la clase d e am e­ nazas q u e se hacen a los niños desobedientes. A unque la mayoría d e los campesinos am enaza a los niños, es más probable que los

C U E S T IO N A R IO IN T E R P R E T A T IV O

327

sádicos les digan a sus hijos q u e el cocodrilo o el gato m ontés se los com erá si ellos no se p o rta n bien. Aquellos con tendencias sádicas pueden, asim ismo, describir con placer incidentes en los que asustaron a otros, o los hum illaron. Las tendencias sádicas p ueden tam bién expresarse al describir las películas o cuentos q u e m ás se han disfrutado. P o r ejem ­ plo, u n cam pesino dijo q u e su película favorita era aquella en la que un ho m b re “ trata d e forzar a una m ujer y dom inarla, porque ella se cree la d u e ñ a . . . E sta tram a es m uy interesante. Al final él la convence por la fuerza y le hace saber quién es el verdadero dueño". Al describir el “peor crim en q u e una persona pu ed e com eter” (P regunta 4 8 ), las tendencias sádicas se expresan cuando el indi­ viduo lucubra sobre el crim en, m ostrando su fascinación por los detalles de violencia. O tal vez exprese su necesidad d e controlar sus impulsos sádicos com o en el caso de un h om bre q u e declaró: “N o es bu en o d erram ar sangre sólo porque uno tenga ganas.” O tras respuestas del m ism o individuo m uestran preocupación de que sus tendencias sádicas lo m etan en dificultades. 2. M asoquism o. La orientación m asoquista es tradicionalm cntc considerada norm al por las m ujeres tocante a los hom bres. P or esta razón la mayoría d e ellas se pronunciaron por una ideología m asoquista. D eclararon q u e las m ujeres deben obedecer a los hom bres, q u e ellas deben cu m p lir con sus obligaciones a u n q u e el hom bre las traicione. U na m ujer contestó a la P regunta 47: “ N o podem os te n er la m ism a libertad q u e tiene un hom bre, porque sólo él es du eñ o de él m ism o y de su libertad.” H ay diferencias, sin em bargo, en tre las m ujeres cuyas expresiones masoquistas están arraigadas en la estructura d e su carácter y aque­ llas q u e m eram ente repiten fórm ulas. Lo q u e es m ás, m uchas mujeres m anifiestan conflicto en tre las tendencias m asoquistas y la autoafirm ación, y algunas rechazan el papel sumiso-m asoquista. U na m u jer con fuertes tendencias m asoquistas dijo (P reg u n ­ ta 4 6 a ) : “ E l esposo d eb e golpear a la esposa. La m ujer debe sufrir. E lla d ebe ‘aguantarse’. E l h om bre es libre para hacer lo que quiera, pero la m ujer jno!” . E n contestación al C u e n to 3, ella tam bién expresó tendencias destructivas. E l esposo “d eb e m atar a aquellos q u e h an ofendido a su esposa” . Ella adm itió en la en ­ trevista q u e su esposo a veces la golpea, pero ella interpretó esto com o prueba d e am or. Se en co n tró q u e el m odo m asoquista d e relacionarse con los hijos era m ás característico d e las m adres. La m adre m asoquista

32$

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

soporta la pena y el sufrim iento com o una virtud, siem pre y cuando sus hijos perm anezcan "pegados” a ella. C om o en el caso del sá­ dico, las relaciones íntim as funcionan com o ligas simbióticas, pero los masoquistas retienen a los otros som etiéndose a ellos, sufrien­ d o indignidades, pidiendo de hecho ser usados com o trapeador. U na m adre m asoquista describió el am or m aterno com o sigue: "La m adre, el am or q u e les tiene a sus hijos, consiste en que entre más le hacen a una m ás los apacigua siem pre. A un cuando el hijo insulte a su m adre, una n o le dice nada.” Algunos masoquis­ tas sienten q ue otros debieran apreciarlos por sus sufrim ientos y sacrificios. Aquí el m asoquism o se com bina con una orientación narcisista para producir el "com plejo d e m ártir” . M ientras q ue el sádico am enaza con la fuerza, el masoquista con frecuencia am enaza explotando la culpabilidad del niño y su tem or d e perder al padre. Los masoquistas dicen q u e ellos algunas veces responden a la desobediencia del niño sufriendo o enfer­ m ándose. Las preguntas >8 y 5 9 b dicen: "¿Q ué cosas tiene que sacrificar por causa de sus hijos?” y "¿L e hacen sufrir m ucho sus hijos?” A unque los m asoquistas tendían a contestar estas preguntas como era d e esperar, acentuando sus sufrim ientos y sacrificios, es im por­ ta n te q u e el calificador separe el m asoquism o d e los verdaderos sacrificios y sufrim ientos d e la m adre en un pueblo mexicano. En las familias pobres, las m adres cariñosas se olvidan a sí mismas para poder alim entar a sus niños, y la falta d e cuidado médico y de alim ento causa sufrim iento extrem ado. La diferencia entre la m adre cariñosa y la m adre m asoquista está en la m otivación del sufrim iento y el uso q u e se hace de ella para m antener una unión simbiótica dependiente con los hijos. E sto sólo se puede determ i­ nar por el contexto d e la totalidad d e las respuestas; aun así, hay un núm ero d e mujeres mexicanas q u e com binan el masoquism o con el verdadero am or. O tras contestaciones q u e indicaron tendencias m asoquistas fue­ ron las respuestas a las preguntas acerca de las películas y los cuentos que más habían disfrutado, o las figuras históricas más adm iradas. Las películas o cuentos religiosos atraen algunas ve­ ces a las mujeres m asoquistas, especialm ente las q u e tratan la pasión o el sufrim iento y el m artirio d e los santos. A estas mujeres no les interesan las convicciones del m ártir sino más bien la capaci­ dad para sufrir com o prueba de beatitud. C uando el elem ento de destructividad es fuerte, se expresará com o un interés intenso por las heridas, la m uerte y la falta de interés por lo que es alegre.

C U E S T IO N A R I O IN T E R P R E T A T IV O

329

Los individuos con tendencias m asoquistas algunas veces expre­ saron u na adm iración p articu lar p o r C u au h tém o c , el cual no reveló g j e s c o n d i t e d e l tesoro azteca, a u n q u e lo to rtu raro n hasta m orir v le quem aron los pies. T a n to los sádicos com o los m asoquistas dem ostraron su interés especial en la historia rep itien d o los detalles con gusto. 3. D estructividad.- G e n eralm en te el sadism o al igual q u e la destructividad, se disfraza com o racionalización. M ien tras que el fin del sádico es hacer sen tir a los hijos su poder, el padre destructivo m a ta to d o im pulso d e vida en sus hijos e n aras del orden. Los padres con u n a fuerte tendencia d estructiva castigan el com portam iento sexual, el desarreglo y las travesuras. E n otras palabras, lo q u e más les disguta a estos padres (P re g u n ta 77) es lo q ue está m ás vivo en el n iño. La razón q u e d a n para esta actitud es q u e se d ebe hac er lo posible para asegurarse d e q u e el niñ o n o se vuelva u n a persona inm oral. E n relación con los niños, la orientación destructiva se descubre ta n to en lo q u e n o se expresa com o en lo q u e se expresa. A las respuestas del individuo destructivo les falta la sim patía y la co m ­ pasión. M ien tras q u e el sádico siente un placer lujurioso en cas­ tigar y controlar, la persona destructiva, cuando m u ch o , sien te una fría satisfacción. M ás q u e pegarle a un niño, un p ad re destructivo aísla o corta fríam ente las relaciones con el hijo q u e le causa dis­ gusto. E stas am enazas d e castigos son más aterradoras q u e las golpizas, y u n niñ o se p u ed e asustar más por una m irada fría del padre d estructivo q u e por la posibilidad d e una tu n d a. A lgunos padres con tendencias destructivas parecen te n e r idea­ les dem ocráticos. P or ejem plo, pueden decir q u e a los niños se les d ebe perm itir decidir su propio fu tu ro . P ero u n análisis cuidadoso a la luz d e otras respuestas d em uestra q u e tal ac titu d ap a re n te­ m e n te dem ocrática refleja la indiferencia, falta d e com prensión acerca del niño, o la certeza d e q u e el padre h a te n id o tal éxito en m oldear a su n iñ o q u e ya no es necesario usar la fuerza. Sin em bargo, la destructividad g en eralm en te se com bina con el autori­ tarism o y el sadism o. T a les padres destructivo-autoritarios sienten desprecio p o r la debilidad d e los hijos. C o m o respuesta a las Pre­ g untas 61 y 62, ellos m ostraron disgusto cuando sus niños lloraban Por el castigo o p o r los pleitos con los otros niños.

A lg u n a s v ec es la d e s tr u c tiv id a d s e e x p re sa c o n u n a n e g a tiv a d e • Recordamos al lector que los análisis se hicieron ante? de que Fromm desarrollara su teoría sobre la necrofilia. C f. Fromm (19641 v Maccobv (1 9 6 9 ) . •

3 30

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

m asiado fuerte. U na m u jer con im pulsos destructivos reprim idos tra tó d e d ar la im presión d e ser una m adre responsable y cariñosa. E lla describió con detalles cóm o sufrió y se sacrificó por sus hijos. Sin em bargo, cu a n d o declaró q u e el peor d e los crím enes era “ M a ta r a los propios h ijo s", interpretam os esta respuesta com o u n a indicación d e q u e ella se estaba protegiendo co n tra senti­ m ien to s hostiles hacia sus hijos. E l m é to d o convencional de cali­ ficación podría considerar esta respuesta com o o tra prueba de su preocupación por sus hijos, pero p sicoanalíticam cnte u n o se pre­ gu n ta por q u é la idea del infanticidio llega a la m e n te d e una m u jer q u e a p a re n te m e n te am a a sus hijos ta n to , especialm ente cu a n d o ésta es u na respuesta q u e rara vez se en c u e n tra en el p u e­ blo. E n efecto, prevenidos por estas contradicciones, investigam os y descubrim os q u e esta m u jer a m e n u d o descuidaba a sus hijos, deján d o lo s sin co m er, m ientras q u e ella dilapidaba el d in e ro en com p rarse alhajas d e to d o tip o , una cosa su m a m e n te extraña en el pueblo. E l h o m b re d estructivo rara vez d em uestra la necesidad de dep en d en cia en su relación con las m ujeres q u e se en c u en tra en m uch o s sádicos. E n c u a n to a la traición d e la m ujer, declaró a griam en te u n h o m b re d estru ctiv o : “L o q u e se d eb e hacer es m an­ d arla fuera d e este m u n d o . U no d ebe m atarla po rq u e su traición n o tie n e p erd ó n ." L a m ujer, por o tro lado, “d ebe conform arse con su suerte". E l gozo q u e u na persona d estructiva sien te con las desventuras d e los dem ás g en e ra lm e n te se escapa, a u n q u e tal satisfacción pueda estar escondida p o r racionalizaciones ac en tu an d o una m oralidad e stricta, el o rd en o la necesidad económ ica; p o r ejem plo, “ R ecibió lo q u e se m erecía", “ D ios lo castigó", “Los m ejores d eb e n vivir” . Se sien te más indig nado a n te “crím enes” tales com o la suciedad, la beb id a y el robo (a u n q u e sea el ro b ar a lim e n to para m antenerse co n v id a ), q u e acerca d e aquellos crím enes q u e destruyen la vida o q u e el d e la calu m nia, q u e es sinónim o d e d estructividad m o ­ ral. E l ideal d e la persona destructiva sobre la justicia abstracta es aú n m ás im p o rta n te q u e sus lazos em ocionales con aquellos m ás cercanos a él. C o m o respuesta al C u e n to 5, los padres des­ tructivos fueron los únicos q u e dijeron q u e si h u b ie ran descubierto q u e su hijo había ro b ad o a la iglesia lo h u b ieran en tregado a las autoridades. E n co ntraste, el sádico hubiera golpeado al culpable, pero hu b iera q u erid o m a n te n e rlo a su lado. Las ten dencias destructivas surgen tam bién en la respuesta al C u e n to 6, q u e describe cóm o u n agricultor va a la ciudad a com ­

C U E S T IO N A R IO IN T E R P R E T A T IV O

331

prar una medicina que su hijo enfermo necesita urgentem ente. Se encuentra con un amigo y gasta todo el dinero en m ujeres y bebida. A su regreso, el agricultor encuentra m uerto a su hijo. Prácticam ente, todos los aldeanos pensaron que el cam pesino sen­ tiría un gran rem ordim iento y su m ujer gran tristeza. Sin em bargo, los individuos destructivos aclararon que ¿por qué habría el amigo de sentir algo si no era su propio hijo? Después de todo é l se divir­ tió. Cinism o com o éste an te una tragedia significa falta d e interés en la vida y, algunas veces, satisfacción al com probar q u e en ge­ neral el hom bre es destructivo. Los individuos destructivos dijeron que se merecía la tragedia, que era la recompensa por su mala conducta. Se encuentran características similares en aquellos que piensan menos acerca de la tristeza de la m adre en e l cuento que acerca de los im pulsos d e venganza que pueda te n er e n contra de su marido. 4. Narcisismo. El narcisismo d e grado bajo (narcisism o I) gene­ ralm ente significa indiferencia, pero sin destructividad. Com o orientación dom inante, el narcisismo I es más com ún e n tre los que no están casados ni tienen hijos. A m enudo esta orientación no se puede calificar en térm inos de una afirm ación particular, sino más bien como una falta general de relación y responsabilidad profundas. C om o el análisis factorial reveló, hay dife ren tes tipos de narcisismo I. Los jóvenes pueden expresar narcisism o en su falta d e compasión com binado con la preocupación excesiva sobre sus propias sensibilidades y quejas acerca de sus padres q u e no los “com prenden” . A m enudo expresan su gusto por películas dul­ zonas, llenas d e sentim entalism o y con finales felices. S u atrac­ ción hacia lo sentim ental les sirve de concha para protegerse de sentim ientos más profundos. Los individuos a quienes m á s adm i­ ran son cantantes populares y estrellas de cinc q u e llev an una vida excitante. E n gente d e edad, un grado bajo de narcisismo puede s e r expre­ sado preocupándose dem asiado acerca de su enferm edad y funcio­ nam iento del cuerpo para excluir intereses más productivos. E n relación al sexo opuesto, el narcisista de grado bajo general­ m ente se preocupa más por su imagen y la opinión p ú b lica que acerca de perder a su esposa. Lo que él teme es enredarse dem a­ siado, ya sea con gente o con “dificultades” . U n ejem plo es la siguiente contestación de un h o m b re a la Pregunta 46: “C reo que un hom bre debe dejarla, p o rq u e él no puede hacer nada. C om o dice el dicho, m átala o d éjala, pero m ejor déjala y evita dificultades.”

332

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

N arcisism o extrem o ( I I ) . Las personas con esta orientación de carácter, al relatar sus relaciones con el sexo opuesto, por lo gene­ ral p resentan u n a im agen m ás im presionante d e sí m ism as. El sim ple respeto y la aprobación pública no les basta. Ellos deben verse a sí mism os superiores y convencer a los otros d e ello. D ep en ­ d ie n d o d e los otros m odos com binados con el narcisism o extrem o, la im agen pu ed e ser d e poder, destructividad (el m a c h o ), d e am or, sufrim iento o san tidad. E n contestación a la P regunta 46, la preocupación del narcisista era d e m a n ten er su im agen. “ U no no d eb e golpearla, uno debe tom arlo com o ho m bre, pero eso sí, uno d eb e dejarla, n unca volver a tom arla, para q u e ella vea q u e uno es un h o m b re ." (P o r supues­ to, esto podría ser una expresión de un sentido d e debilidad más q u e d e narcisism o fu erte.) Las m ujeres, tam b ién , deben preocu­ parse acerca d e su im agen, pero de un género m u y d istin to . “Si ella es m uy m ujer, d eb e aguantarse y resignarse. Si n o lo es, en ­ tonces ella d eb e dejarlo." Igual q u e con el narcisism o I no hay preocupación acerca d e la relación individual en sí, e n cu a n to a com p ren d er q u e h a causado el rom pim iento y el tra ta r d e e n ­ m endarlo. Se en cu en tran dos tipos d e narcisistas m asculinos. U n o es el m acho sádico-destructivo con su im agen d e invulnerabilidad. E l se­ g u n d o es el tipo d e h o m b re q u e se ve a sí m ism o com o m oral­ m e n te superior a los otros. U n ejem plo del ú ltim o es el h o m bre q u e co n testó a la P regun­ ta 46 com o sigue: “ El h o m b re d eb e estar preparado para ser un a d u lto y ser capaz de afro n tar la situación difícil com o ésta. Él d eb e proceder, llegado el m o m en to , en una form a juiciosa, sereno y en cuanto sea posible, con n o bleza. Es m uy crudo m a tar a una m ujer por infidelidad, es cru d o ta m b ié n golpearla y m a ltra tarla , a u n q u e no haya ninguna excusa q u e justifique la traición. Lo m ás no b le sería correr a la m u jer de la casa con todo el cu id ad o posible y sin siquiera tocarla. Su castigo sería perder su fam ilia y su m arido." A u n q u e pocos cam pesinos ad m ite n q u e se consideran m ejor que otros, los narcisistas extrem os ponen en claro con sus respuestas q u e los otros son inferiores al no poder Cum plir con sus obliga­ ciones, a causa d e sus vicios y de su falta de h o nor. E n otras palabras, ellos se elevan rebajando a los dem ás. U n narcisista in telig en te dijo: “ Son gente m uy pobre, m ás pobre q u e yo. H ay m uchos q u e n o encuentran significado en su vida y se salen a tom ar, a to m ar y pasar el tiem po con m ujeres y amigos.

C U E S T IO N A R IO IN T E R P R E T A T IV O

333

Yo n o necesito d e eso.” Lo q u e dice es correcto, pero su motivo en ésta y otras respuestas es dem ostrar su superioridad. G eneralm ente, el cuestionario del narcisista extrem o n o es difí­ cil d e calificar, ya q u e éste acoge la oportunidad d e serm onear al exam inador, de exponer teorías y de con tar la historia d e su vida en forma m uy detallada. C o m o respuesta al C u e n to 3, el narcisism o surgió com o desapro­ bación m oral d e todos los afectados, d e los soldados ta n to com o de la m ujer q ue fue atacada. “ E l esposo, si era h o m b re, fuerte y con u n poco de cultura y u n espíritu d e dignidad se pondría a la defensa d e su co m pañera. La m ujer debería sentir vergüenza por poner a su esposo en tal situación.” Esta respuesta im plica q u e es culpa d e la m ujer. 5. C on sen tim iento. C o m o lo dem uestra el análisis factorial en el capítulo V , el co n sen tim ien to está arraigado básicam ente en una orientación receptivo-pasiva, pero sin patología severa, y algunas veces se com bina con expresiones d e am or verdadero. G eneral­ m en te está presente un elem en to d e am or condicional d e d ar para poder ser am ado. El consentim iento com o lo calificam os, se ex­ presa en las relaciones de padres a hijos. E l pad re consentidor hace hincapié en dar y perdonar, sin m ani­ festar nin g ú n interés en si lo q u e el niño necesita es o no q u e lo consientan. El “am o r”, o el d ar, está lim itado ú n ic am en te por la intención del dador, pero el padre consentidor necesita ser am a­ do a cam bio, y g en eralm ente se siente triste o deprim ido si no se aprecian sus regalos. M uchas respuestas consentidoras descubren una receptividad pasiva y tem o r de enojar al niño al no darle lo q u e quiere o por tratarlo con firm eza. Por ejem plo, un padre consentidor creía que los niños n o deben tem er a sus padres porque “los niños deben ser felices con sus padres para q u e un día no vayan a decir a sus amigos en la calle q u e u n o los trataba m al y les pegaba” . Al responder al C u en to I, la contestación del p adre consentidor consistía g eneralm ente en darle más dinero al niño. C o n frecuen­ cia, estas respuestas d em uestran una ac titu d pasiva y d e laissez faire hacia el niño. La índole d e la respuesta se aclara si la com ­ param os con la d e los padres activam ente cariñosos q u e contestan an te lo am biguo d e la pregunta distinguiendo si el n iñ o es dem a­ siado p eq ueño para ser responsable o lo suficientem ente grande para en ten d er m ejor. Si el n iñ o es dem asiado chico, el padre cariñoso culpa al p adre del cu e n to por pedir m ás d e lo q u e el hijo p u ed e hacer. Si el n iñ o es m ás grande, el p ad re cariñoso

334

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

considera q ue se le debe hacer ver su irresponsabilidad y las con­ secuencias d e su pérdida, a u n q u e no se le d ebe castigar. -Los padres cariñosos no usan la fuerza, pero creen q u e los padres deben ed u ­ car a sus hijos. Al con testar al C u e n to 2, el padre consentidor interpreta las acciones del niño generalm ente com o rebeldía o capricho que se d eb e perdonar, m ientras q u e el padre am oroso está consciente del interés del niñ o p or la p in tu ra y trata de apoyar el in te n to de éste para desarrollar sus habilidades artísticas. U n padre am o­ roso expresó su tristeza d e q u e por la falta d e confianza en sus padres el niñ o no pidiera las pinturas q u e obviam ente necesitaba. O tro dice: “ H ay q u e felicitarse d e q u e llene d e color su cuaderno.” C o n frecuencia los padres consentidores idealizan a los hijos y niegan q u e tengan defectos. Prefieren no ver la penosa realidad y así evitan disgustos con sus hijos. Al describir cóm o un p adre o una m adre d eb e dem ostrar su am or, u n aldeano consentidor dice q u e el padre expresa su am or “co n sintiendo y m im ando” . O tro dice: “A fecto y com pasión. El p ad re q u e es b u en o consiente y cuida a los niños y es igual que una m adre.” O tro padre cariñoso-consentidor afirm a q u e una bue­ na m ad re “atien d e a sus hijos con gusto y no los regaña” . O tro dice q u e la m adre expresa su am or “acariciando, cediendo ocasio­ nalm en te, consintiendo y dándoles lo q u e quieren” . La clave para distinguir estas respuestas del am or más productivo es la necesidad del p ad re consentidor, vista a través de la entrevista, d e com prar afecto, ta n to com o su pasividad y falta de com prensión a n te las necesidades individuales del niño. 6. A m or condicional (cu id ad o m a terial). El am or condicional es m ás u na categoría d e co nducta q u e una categoría dinám ica, pero la separam os porque se encuentra con m ucha frecuencia en el pueblo, especialm ente en las relaciones d e los padres con los hijos. G en eralm en te está incrustada en una com binación d e pro­ ductividad m oderada, tradicionalism o e interés por conservar la vida (p ro ductivo-acum ulativo). El am o r condicional im plica un cuidado m aterial y un lim itado interés afectuoso hacia los hijos en el sentido de q u e el padre se interesa exclusivam ente por el bienestar m aterial del niño. Por el lado negativo, n o hay pro fu n d o interés en el n iñ o com o indi­ viduo n i conocim iento de su carácter o sentim ientos. E l padre responsable n o es necesariam ente cariñoso. La responsabilidad en térm inos de cuidado m aterial n o supone el aliento productivo n i la com prensión. E n contraste con los padres cariñosos o con-

C U E S T IO N A R I O IN T E R P R E T A T IV O

sentidorcs, gen eralm ente estos padres hacen d e su afecto un prem io por el buen co m p o rtam iento. E l am or condicional con frecuencia se com bina con u n o u otro m odo d e relacionarse. U n p ad re puede dem ostrar responsabilidad, cuidado y afecto p o rq u e sus hijos lo obedecen, p o rq u e lo quieren, porque se quedan con él, o porque son “suyos” . Las respuestas q u e in d ican este m odo d e relación frecuente­ m en te se d an a preguntas q u e indagan la idea d e u n b u en padre o la form a en q u e u n p ad re d eb e dem ostrar su am o r. A lgunos aldeanos acen tú an el cuidado m aterial y la responsabilidad com o equivalente al am or. “ El p adre dem uestra su am o r trabajando duro con el fin in m ed ia to d e q u e sus hijos vivan b ie n ” , declaró un padre. O tro más dijo q u e las m adres am an a los hijos “ cu id án ­ dolos, alim entándolos, lim piándolos, enseñándolos a com portarse” . A m enudo u n padre responsable dirá algo com o esto: “ M e con­ sidero u n b u en padre p o rq u e trabajo duro, traigo com ida a la casa, les com pro ropa a todos y veo q u e no les falte n ad a de lo q ue necesitan.” O u n a m a d re responsable d irá : “ Y o creo que soy u na bu en a m adre p o rq u e los cuido, satisfago sus necesidades, los m an ten g o lim pios y tra to d e ponerlos en el m e jo r cam ino [en la vida].” U n h o m b re responsable, con u n a ac titu d más cariñosa q u e el prom edio, al con testar a la P reg u n ta 14 describió su idea d e una buena m adre com o aquella “ q u e se lleva bien con sus hijos, q u e da buenos consejos y les pega cu a n d o n o quieren e n ten d er. Se preocupa p o r ate n d e r a sus hijos en las com idas.” A la P reg u n ta 15, él c o n testó : “ Yo diría q u e soy b u en padre. P o r ser m is hijos, los quiero, los cuido y no los m a ltra to . T rab ajo para q u e no les falte n ad a para com er, vestir o calzarse.” El m o d o de relación e n tre los sexos caracterizado por el am or condicional y el cu idado m aterial con frecuencia se com bina con el tradicionalism o. E l afecto, el cuidado y el respeto dependen de la ad aptación a los papeles tradicionales. El h o m b re d eb e satis­ facer las necesidades d e su fam ilia y protegerla m ien tra s q u e la m ujer d ebe cum plir con sus quehaceres y no d eb e esperar la m ism a libertad q u e tiene su esposo. R espondiendo a la P reg u n ta 42, un hom b re tradicional responsable dijo: “ U n h o m b re d eb e respetar a D ios y a la au to rid ad . D eb e cum plir con sus obligaciones. U na m ujer d eb e ser respetuosa y trabajadora.” E n form a sim ilar, otro h o m b re dijo: “E l h o m b re d ebe cum plir con sus obligaciones, sus deberes hacia la casa. La m u jer tam bién debe cu m p lir con su tra­ bajo. D eb e ser leal a su esposo y sus hijos. D eb e ser h o norable.”

336

SO C IO P S1C O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

Pero las mujeres no pueden tener los m ism os derechos que el hom bre, “porque n o respetarían a los hom bres”. Para este aldeano el rom pim iento de una relación no es un asunto de indiferencia o de orgullo lastim ado sim plem ente. Algunas veces el am or condi­ cional se acom paña de hondos sentim ientos. P or ejem plo, un esposo norm alm ente calm ado y responsable dijo, “si la m ujer trai­ ciona al hom bre, si es realm ente una mala m ujer, entonces la debe dejar, pero con tristeza” . T a m b ié n las m ujeres pueden ver las relaciones en tre los sexos de una manera más bien fría pero responsable, tal com o una que dijo: “ U n hom bre debe ser sobrio, juicioso, trabajador y responsa­ ble. La m ujer d ebe ser cuidadosa, no perder su tiem po en la calle, debe ver por su casa y su familia. N o debe tener vicios y d ebe cuidar por el bienestar de su familia.” 7. Amor. Al principio d e este capítulo citam os ejem plos del am or com o expresión d e la orientación productiva en general. A gregaremos aquí algunas expresiones de cariño de los padres hacia los hijos. Por ejem plo, un cam pesino cariñoso pudo describir a sus hijos sin idealizarlos o hacerlos m enos. “M . era dócil cuando pequeño, con un carácter q u e lo hacía m anejable. H ay cierta edad en los niños cuando vienen cam bios que los transform an por com pleto, en p arte por su edad y en parte por el cam bio en sus vidas cuando están lejos del pueblo y fuera del control fam iliar. E n el contacto con otras personas sufren cam bios, un cierto tirón hacia las cosas q u e son más malas que correctas. M . no evitó el q u e lo afectara este tirón pero suavizó estos hábitos cuando se convirtió en padre d e fam ilia. Su desorientación no fue muy grande, pero no pudo evitar sentirla. A hora q u e es un adulto, su problem a es q u e se irrita con fa c ilid a d .. . F uera de eso, creo que es un buen hijo y herm ano. V eo que m erece el afecto y estim ación, aun de los que n o son d e su familia. T ie n e buenos amigos y nunca m e ha dado m otivo para reprocharlo ni com o hijo ni com o c iu d a d a n o .. . P. es parecido a M ., es notable por su sensibilidad y llora fácilm ente. T ien e cualidades d e nobleza, es am oroso y afectuoso con sus pa­ dres. . . Q uizá tien e predisposición al sen tim en talism o .. . E n mi hija B. encontram os cierta deferencia, docilidad, una m ayor ten­ dencia a ser o b e d ie n te .. . Ella tiene m enos facilidad para apren­ d er y enten d er lo q ue se le enseña. C reo q u e su capacidad para apren d er es lim itada. Su herm ano L. es m oreno y perezoso, bri­ bón . . . etc.” La com prensión e interés por el niño com binado con realismo

c u e s t io n a r io

in t e r p r e t a t iv o

337

es la base d e los padres am orosos para criar a los hijos. M ad re y padre respetan al niño y, a diferencia d e los padres consentidores, t a m b i é n se respetan a sí mism os. Al usar castigos físicos un padre dice: “Yo creo q u e es m alo golpear a los hijos para poder educar­ los, va que esto brutaliza sus sentim ientos. E l único resultado es q u é se hacen más ta c o s y le pierden el respeto a sus padres. T e n e ­ m os boca para hacerlos com prender con consejos. Ú nicam ente si no en tien d en en esta forma debe uno d e darles d e nalgadas, pero eso sería una rara excepción." Y otro declara: “ L o im p o rtan te es q u e no tem an a sus padres. Al contrario, ellos deben am arlos y ten er afecto y confianza en ellos.” U n padre cariñoso puede nalguear y reprender a sus hijos, pero no disfruta haciéndolo, no desea hacer al hijo tem eroso y ciega­ m en te obediente. U na m adre dijo: “C reo q u e corregirlos y gol­ pearlos dem asiado hace peores a los h ijo s .. . Ila y cosas q u e son im portantes y es necesario nalguear a los hijos. C u a n d o pego hay una razón, sin razón, no. N o m e g u s .' golpearlos sólo por gol­ pear. . . La vida enseña m ucho y uno aprende por la experiencia. D icen q u e las energías se pierden con los niños, pero yo digo que las energías no se acaban, sino más bien llega la reflexión y antes de ac tu ar uno lo piensa cuidadosam ente.” Ella dijo q u e se con­ sidera una buena m adre, “porque el am or que siento por m i familia es profundo, po rq u e aunque regaño y castigo, en el fondo d e mi alm a los am o y no soy m ala con ellos” . Esta respuesta desm iente la igualación del am or condicional con el cuidado m aterial. Esta m adre cariñosa tam bién m uy responsable en térm inos m ateriales, pero su preocupación m aterial no es lo q u e ella considera com o prueba d e su am or. ¿C óm o respondieron los padres cariñosos a los C u en to s 1, 2 y 5? C o n respecto al niño que pierde el dinero d e la com ida por detenerse a jugar, un campesino dijo: “F u e culpa d e la m adre por enviar a u n niño tan chico al m andado. D ebió de haber en­ con trad o a u n a vecina que la ayudara.” U n padre dijo: “ Si la m ad re fuera com prensiva, con seguridad haría com prender al niño la pérdida y su descuido, explicarle el hecho y, si ella no está m uy enferm a, hará todo lo posible por conseguir más dinero y com ida para la fam ilia.” D ebe tenerse presente q u e en el pueblo la pér­ dida del dinero para la comida p uede ser extrem adam ente seria y es d e dudarse q ue una persona cariñosa no vea la im portancia d e hacer com prender al niño la gravedad d e la pérdida. A ún más, podem os n otar q ue m ientras algunas d e estas reacciones cariñosas pueden ser clisés d entro de círculos progresistas d e E stados U ni­

338

S O C IO P S IC O A N A L 1S IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

dos, para los padres del pueblo son co m p letam en te genuinas y no están influidas por las opiniones generales. E n contestación al C u e n to 5, q u e se refiere al hijo q u e roba las joyas d e la iglesia, los padres am orosos consideran generalm ente q u e los padres del n iñ o se sentirán avergonzados, ofendidos y /o tristes por el d elito. Su preocupación, sin em bargo, es por el hijo y n o p o r la opinión pública. P ara la cultura del pueblo, robar es el peo r d e los crím enes, y para los católicos creyentes, un pecado en contra d e la iglesia sería especialm ente doloroso. Al cam pe­ sino n o am oroso no le preocupa ta n to descubrir q u e su hijo es un ladrón sino lo q u e la g en te dirá. La form a en q u e los padres cariñosos describen su com porta­ m ie n to para con sus hijos expresa respeto por los sentim ientos del hijo y el deseo d e estim ularlo antes q u e de controlarlo. N o obs­ ta n te , la a c titu d cariñosa se ve m odificada por los patrones cul­ turales. Ú n icam en te los padres m ás cariñosos juegan con sus hijos mayores. H ay m ucho juego y m im os para los infantes, pero los padres sienten q u e un n iñ o m ayor (d e más d e 5 añ o s) le perderá el respeto a u n p adre juguetón. Al respecto, una m adre cariñosa dijo : “ N o m e gusta jugar con ellos porque no quiero q u e m e pier­ dan el respeto, p o rq u e se vuelven entrom etidos y u n o n o está siem pre d e hu m o r para ag u a n tarlo ." Sin em bargo, es m ás probable qu e el p ad re cariñoso relate a sus hijos “cuentos e historias sen­ cillas para q u e ellos p u ed a n aprender algo de la vida” , pero la brecha en tre padres e hijos en una sociedad d e cam pesinos es m uy grande, y la influencia d e la autoridad tradicional es fuerte. C.

M o dos sociopolíticos

1. A utoritarism o y tradicionalism o. La orientación autoritaria pu ed e expresarse en el deseo del p adre de q u e el n iñ o obedezca sin p reg u n tar y, m ás p ro fu n d am en te, en el deseo d e q u e el niño le tem a. “ El tem o r es necesario para saber respetar”, es lo que dicen u n a y otra vez los q u e tienen carácter autoritario. Sostienen q u e el respeto y la obediencia son las virtudes m ás grandes q u e un n iñ o p u ed e aprender, y q u e el n iñ o q u e desobedece d ebe ser cas­ tigado. Al niñ o “b u en o ” se les describe com o o b ed ien te y al niño “ m alo ” com o rebelde. La llave d e la o rientación autoritaria es la descripción q u e el au to ritario hace d e sus hijos, d e sus virtudes y sus faltas. G en eral­ m e n te, el pad re au to ritario describe a sus hijos d esde el p u n to de vista d e su obediencia o desobediencia. O tros rasgos q u e los carac­ tericen n o se m encionan.

C U E S T IO N A R IO IN T E R P R E T A T IV O

339

El autoritario no puede soportar a un niño libre, al q u e es inde­ pendiente d e él. T al vez racionalice y crea que las palizas son buenas para el niño, "p orque si no se pega a los niños, ellos harán lo que quieran”, o “ellos no crecerían derechos” . U n campesino, con mayor conciencia d e q u e el castigo corporal atien d e más a la satisfacción del padre, que al niño, dijo: “C reo que es bueno que los niños conozcan la dureza para q u e hagan lo q u e uno les dice y tengan respeto por un o .” E n sus respuestas a la P regunta 44, los individuos autoritarios adm iraban a las personas q u e tenían poder sobre otros, a hom bres qu e eran temidos. A unque el autoritario hable de los ideales de la Revolución M exicana, no hace distinción entre P an ch o V illa, que fue un caudillo de la Revolución, cruel y vanidoso, y Em iliano Zapata, q ue peleó por los derechos de los campesinos libres. E l au ­ toritario adm ira el hecho de que am bos tenían poder y ganaron batallas. Esto está en contraposición con el individuo dem ocrático cuya adm iración se basa en el aprecio d e las cualidades más q u e de la fuerza, tal com o un cam pesino q u e dijo: “V illa se diferencia de Zapata d e varias m aneras, por el im pulso fundam ental para robar, los actos de violencia que no ocurrieron con Z a p a ta . . . Ambos murieron trágicam ente, pero Z apata m urió lleno d e ideales, m ien­ tras q u e Villa m urió en su hacienda a la m itad de una transacción de n eg o cio s.. . con un ideal hecho pedazos.” U na m ujer autoritaria sum isa disfrutaba con la historia d e Aladin o porque “ hablaba d e m uchos hom bres im portantes y podero­ sos” . A dm iraba a C uauhtém oc porque era “el je fe d e los indios” . A otra m ujer autoritaria le gustaba Bcn H ur porque “era poderoso y había triunfado”. Los campesinos tam bién expresaron su autoritarism o con adm i­ ración hacia el rico y poderoso, y justificaron la desigualdad, atri­ buyendo u n m érito más grande a los fuertes. La pobreza no puede acabar porque “si todos fuéram os ricos —dijo un cam pesino au to ri­ tario— n o habría nadie que trabajara y ni siquiera alguien a quién pedirle u n favor” . Esta respuesta es, tam bién, una expresión de dependencia. E n efecto, dice: “Es bueno ser pobre, porque sola­ m en te entonces uno puede disfrutar de la dependencia.” La orientación autoritaria caracteriza a algunas de las relaciones de los hom bres con las m ujeres. El m acho autoritario siente que la m ujer debiera estar subordinada al hom bre. “ U na m ujer debe respetar prim ero a sus padres y luego a su esposo, o sea a aquellos q ue tienen el derecho de m andarla”, contestó un cam pesino a la

340

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

P reg u n ta 42. O tro m ás dijo: “E lla debiera ser respetuosa y obe­ d ie n te y conocer su lugar." E s m uy im p o rtan te distinguir en tre el individuo autoritario que desprecia a las m ujeres por “débiles”, “sin capacidad", “ inferiores p o r nacim ien to ”, y el q u e te m e q u e su función tradicional se vea socavada si las m ujeres tien en los m ism os derechos q u e los hom ­ bres. E l au to ritario enfatiza la superioridad in h e ren te a los fuertes y la im potencia d e los débiles m ientras q u e el cam pesino tradi­ cional recalca el respeto acostum brado y se siente avergonzado si n o cum p le con su papel tradicional. E l p u n to d e vista tradicional es patriarcal, y los aldeanos por lo com ú n repiten fórm ulas tales com o: “ E l h o m bre debiera m andar y te n e r el respeto de la casa”, “ E l m arido tom a el lugar del padre y d ebe ser la cabeza de la casa", “ La Biblia dice D ios y h o m bre y n o D ios y m ujer". E l proclam ar alguna d e estas fórm ulas no indica en sí u n au toritarism o, puesto que las norm as culturales favorecen u n a relación d e tipo autoritario del h o m b re hacia la m u jer. Se deben d istinguir tres tipos d e respuestas. U n o es la acep­ tació n convencional del ideal patriarcal sin autoritarism o o sadismo personal; otro es el rechazo activo d e este ideal, del dom inio d e los hom b res sobre las m ujeres, q u e caracteriza a los aldeanos más dem ocráticos o a las m ujeres m ás rebeldes; y el tercero es el espe­ cial placer auto ritario sádico d e ejercer poder sobre las m ujeres al igual q u e sobre otros hom bres. El au toritario tradicional difiere del autoritario sádico en que el p ad re exige respeto y obediencia pero no quiere q u e el n iñ o le tem a. M ás bien el p ad re espera respeto y obediencia porque tal es el ideal cultural. El q u e el n iñ o no presentara este respeto y obediencia im plicaría q u e el p ad re vale m enos q u e el padre pro­ m edio, y q u e no es digno d e lo q u e se les debe a los padres en el pueblo. Al calificar los cuestionarios nos encontram os con q u e algunos individuos com binaban una orientación tradicional con una acti­ tu d dem ocrática, m ientras q u e otros com binaban el tradiciona­ lism o con u n auto ritarism o sado-m asoquista. U n ejem plo de lo ú ltim o : u n h o m b re d e carácter acum ulativo responsable dijo que un b u en padre debiera, “cu m p lir con sus obligaciones para con sus hijos, am arlos, m antenerlos lim pios y velar por ellos. Él de­ biera corregir la conducta d e su esposa desde el prim er día de m a­ trim o n io , con m ano fuerte. D ebiera guiar a sus hijos por el buen cam ino, pues am arlos es disciplinarlos desde chicos a trabajar, a ganarse la vida, y no a vagar por las calles; el p ad re d eb e estar

C U E S T IO N A R IO IN T E R P R E T A T IV O

341

a le rta " . A la Pregunta 16 contestó que "el m iedo sirve para que

los hijos respeten a su padre; es conveniente q u e lo sientan, po­ quito pero suficiente". Al contrario, un aldeano dcm ocrático-tradicional afirm ó q u e un niño debe respetar a su padre "porque él [el padre] lo respeta y se preocupa por él”. Su respuesta sobre cóm o debe actuar u n buen padre, fue la siguiente: “Si el A rquitecto del universo le m anda un hijo, tiem ble. Pues no puede saber si su alm a será buena o m ala. T o d o lo q u e puede hacerse es ser un padre cariñoso que lo proteja hasta q u e cum pla doce años. D e los doce hasta que cum pla veinte años, debe ser su maestro; y d e los veinte en adelante, su amigo.” 2. Sumisión. Al expresar una opinión sobre si la hum anidad llegará a abolir la guerra, la pobreza y la corrupción, la mayoría de los aldeanos m uestra desesperanza y fatalismo acerca del futuro. Esta sumisión tradicional del cam pesino se basa en la sensación de im potencia para cam biar los hcchos. U no de estos aldeanos dijo: “C uando ya no haya guerras, será porque ha llegado el fin del m undo. Es com o con la pobreza, nuestra pobreza term ina cuando morimos. Es entonces cuando todo term ina: la pobreza, la vani­ dad y el orgullo.” O tro aldeano com entó acerca de la corrupción: "N unca term inará; sólo Dios lo decide; nadie puede acabar con ella.” Las respuestas individuales com o éstas expresan la sumisión tradicional del campesino an te la N aturaleza y la voluntad de Dios.1 La influencia ideológica com ún en la enseñanza religiosa, según la recibe el cam pesino mexicano, refuerza esta ac titu d fa­ talista. Tam bién existe la sumisión tradicional de los jóvenes a los vie­ jos, de las m ujeres a los hom bres y de los pobres a los ricos, la cual no necesariam ente indica m asoquism o o autoritarism o. U n joven con orientación tradicional dijo: "A unque no tengo razón para sentir vergüenza, siento que soy menos q u e los dem ás porque soy más pobre y más joven q u e los mayores, y porque no puedo contradecir lo que dicen.” A veces, la sum isión refleja una com binación de tradicionalism o y resignación a n te la realidad. Algunas mujeres que, caractero«tó cam en te, n o son masoquistas pueden decir que toleran las infi­ delidades del m arido por necesidad, pero sin ninguna satisfacción de sufrim iento, ni porque se encuentre seguridad en la relación Simbiótica con una figura poderosa. "Bueno, la m ujer aquí en ,

responder a la Pregunta 50, 8 6 % de los aldeanos piensa que siempre abra pobreza en el pueblo y 78 % piensa que siempre habrá corrupción.

342

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

M éxico, d eb e dejar pasar las cosas", dijo una esposa. “ U n a debe acep tarlo , fingir q ue n o se d a cu e n ta. ¿Q ué caso tien e que irse con el m o n tó n d e hijos, después q uién la m an tien e a u n a?” O tra m ujer dio una respuesta parecida a la P regunta 46 b : “ Si la m u jer se lleva bien con su m arido y no pelean, ella n o debiera deshacer el hogar. E lla n o debiera irse, pues algún día él se puede can sar d e su am an te y dejarla cu a n d o le pase la borrachera d e su am o r p o r ella.” O tra respuesta típica es é sta : “ P u esto q u e el h o m b re siem pre lia te n id o m ás lib ertad , creo q u e lo único q u e la m ujer p u ed e hacer es ganarse la vo lu ntad del h o m b re para q u e deje d e ofenderla. Si el h o m b re cu m ple con sus obligaciones económ icas, la m ujer d eb e h ac er to d o lo posible para ganarse su cariño y atraerlo para q u e no siga en g añ ándola.” L a sum isión tam bién p u e d e radicar en la dependencia, en la o rien tació n pasivo-receptiva o en las fijaciones hacia los padres (ver a c o n tin u a c ió n ). U n h o m b re sum iso-receptivo dijo (en respuesta a la p reg u n ta 4 6 a ): " C u a n d o u n a m u jer lo traiciona, si la necesita, u n h o m b re d eb e rogarle q u e cam bie su m odo d e pensar.” O tro dijo : “Y , ¿para q u é enojarse?, luego ella no m e da d e com er.” 3. L a orientación dem ocrática. El ideal de igualdad q u e com ­ p arten m uchos aldeanos se asienta en u n a orientación dem ocrá­ tica a u tén tica, p u esto q u e n o responden al p atró n cu ltu ral. Por esto u n ald ean o dijo: “ U n o n o pu ed e ser ni superior ni infe­ rio r a los otros. S iento q u e soy igual a los dem ás, p o rq u e todos som os h u m an o s y sentirnos igual.” U na m ujer expresó: “ N o m e sien to superior a n adie. Sí, sé quien soy, u n a m u jer com o cual­ q u ie r o tra. C reo q u e a u n q u e tuviera m u cho, sería la m ism a.” A lgunos aldeanos m anifiestan u n respeto tradicional por las au­ toridades q u e h an “ trabajado por el bien d e los dem ás” colocando en esta categoría a Z apata, B en ito Juárez, Lázaro C árdenas y al­ g unos otros. Sin em bargo, algunos aldeanos repiten las fórm u­ las convencionales, a u n q u e añaden algún com entario personal que p u ed e expresar su m odo d e relación sociopolítica particular. U no d e los aldeanos dem ocráticos expresa su adm iración por Zapata e n térm inos q u e dejan ver su disgusto con la explotación. “ F u e un h o m b re q u e hizo m ucho por el b ienestar de los ciudadanos; por él tenem os todos nuestra lib erta d y nuestra tierra. D e n o ser p o r él, seguiríam os bajo el látigo d e los hacendados. A lgunos de los viejos m e h an dicho q u e en esos tiem pos azotaban a los cam ­ pesinos q u e cargaban la caña en las haciendas.” L a o rientación dem ocrática ta m b ié n se p uede m anifestar en

C U E S T IO N A R IO IN T E R P R E T A T IV O

345

las expresiones acerca d e las relaciones en tre hom bres y m ujeres, com o se h a m encionado e n los ejem plos con que ilustram os a n te ­ riorm ente el am or. D . Fijaciones a los padres H em os definido fijación com o la situación d e estar a ta d o emocionalm ente a la m adre o al p ad re de tal m odo q u e el indivi­ d uo co n tin ú a buscando en los padres la solución a problem as q u e un adulto debiera resolver por sí solo. La presencia d e esta idea­ lización p uede ser obvia y m anifestarse en la idealización del p a­ dre o m adre; o bien p uede estar fu ertem en te reprim ida y p u ed e haber u n a form ación reactiva y presentarse com o independencia. Al analizar las respuestas, encontram os relativam ente fácil cali­ ficar las fijaciones cuando los individuos describieron su co nducta dep en d ien te hacia los padres. P ero aquellos q u e creen ser in d e­ pendientes n o se d an cu e n ta h asta q u é grado buscan un su stitu to de la m adre o del p ad re en sus esposas y m aridos, o patrones, transfiriendo su ac titu d d ep e n d ien te a estos sustitutos. L os datos clínicos psicoanalíticos m u estran q u e las fijaciones intensas, es­ pecialm ente a la m adre, se p u ed e n esconder tras u n a co n d u c ta com pensatoria (form aciones reactiv as). A lgunos individuos con fijaciones m atern as profundas p ueden parecer en ex trem o in d e­ pendientes. Si esta independencia es com pensatoria, es probable que el in d ividuo se enoje o se rebele cada vez q u e sien ta q u e alguien tra ta de hacer las veces d e m adre con él o hacerlo d ep e n ­ diente. E stá dem asiado tem eroso d e q u e lo atrap e el do m in io m aterno. N uestro sistem a de calificación n o siem pre puede descubrir una fijación m atern a bien protegida e inconsciente, pero u n exam en cuidadoso g en eralm ente nos p erm ite distinguir en tre los esfuerzos com pensatorios y la verdadera independencia. N uestra teoría nos perm ite b uscar las señales m enos obvias d e las fijaciones, com o k s q u e aparecen en las respuestas a las cuentas proyectivas. U na fijación p atern a intensa rara vez está tan reprim ida com o la fi­ jación m atern a, ya q u e el individuo no siente q u e eso sea tan infan til e irracional. Seis d e las preguntas resultaron generalm ente útiles para lo­ grar respuestas q u e señalaran fijaciones fundam entales. Sin em ­ bargo, para calificar las fijaciones, al igual q u e para calificar otros rasgos, el diagnóstico se basó en el análisis total d e la entrevista y no en preguntas específicas.

344

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

L a prim era p regunta particu larm en te aplicable a las fijaciones a los padres es la n ú m . 8 : ¿C on q u é frecuencia ve usted a su m adre aho ra (o s u stitu to )? ¿E n q u é casos ha pedido su consejo d u ran te el ú ltim o año? ¿A ctuaría usted co n tra su deseo? ¿E n q u é ocasio­ nes h a h echo eso? Las m ism as preguntas se hacen luego con rclación al padre. L a segunda preg unta es la n ú m . 10: ¿C uando está en apuros, a quién p ide ayuda (económ ica y m o ral)? La tercera preg u nta es la n ú m . 12: a) Maga una breve descrip­ ción d e su m adre (o su stitu to com o usted la ve), b) H aga una breve descripción d e su p ad re (o su stitu to ) tam bién. L a cuarta p regunta es la n ú m . 13: a) ¿C óm o se com portaba su m a d re (o su stitu to ) cuando era usted niño? (¿L o consolaba cuan­ d o te n ía dificultades, lo castigaba cu a n d o hacía algún m a l? ), b ) ¿Y su padre, cóm o se com portaba? L a q u in ta p regunta es la n ú m . 14: ¿C óm o piensa usted q u e debe ser u n a buena madre? L a sexta preg u n ta es el C u e n to 4 q u e describe a un joven que se casa co n tra la v o lu n tad d e su m adre. “ Su m a d re se enferm a por cu lp a d e la separación y, fin alm en te, m ucre.” Al interrogado se le p regunta q u é opina d e esto, q u é cree q u e siente el hijo y la esposa. 1. F ijación m atern a intensa. E l individuo con fijación intensa a la m ad re o al p ad re nunca desobedecerá o ac tu ará contra los deseos d e sus padres. Las respuestas a la P regunta 8 a m enudo m an ifiestan q u e la persona con fijación intensa p uede racionali­ zar ésta d icien d o q u e quiere com placer a su padre o a su m adre. “N o , d o cto r —dijo u n a m u jer de 40 años—, yo n o iría en con­ tra d e su v o luntad o d e su carácter. M e gusta q u e ella esté co n tcn ta. T ra to d e ir d e acuerdo y en arm onía con ella.” U n h o m b re casado d e 27 años dijo q u e él nunca h a actuado en co n tra d e los deseos d e su m adre, “au n q u e no le h e d ad o gus­ to en las m etas q u e tiene d e q u e u n o progrese en la vida com o ella quiere. Las m ujeres en tien d en el m u n d o d e m anera q u e nos­ otros podam os progresar en la vida.” E n respuesta a la P regunta 10, los individuos in ten sam e n te fi­ jados dicen q u e cu a n d o están en apuros recurren al p ad re o a la m adre. U n soltero d e 28 años dijo: “T o d o lo q u e m e preocupa se lo cu e n to a m i m adre. E lla ve cóm o lo arregla. E lla ve dó n d e en c o n trar d inero y pagar, po rq u e yo ni siquiera pido un préstam o sin su perm iso.”

C U E S T IO N A R IO IN T E R P R E T A T IV O

345

Algunos individuos fijados dicen q u e ellos visitan a sus padres frecu en tem en te en busca d e consejo, y m encionan decisiones es­ pecíficas q u e sus padres h an to m ad o por ellos. U n soltero de 29 años afirm ó: “A m e n u d o pido consejo a m i m a d re sobre cosas q u e n o m e siento capaz de hacer y q u e tengo dudas. H e querido vender m i casa. Le pido q u e m e aconseje si sería b u en o que lo haga o no. Ella m e dice q u e n o la venda y no la h e vendido.” E n el caso d e las fijaciones m aternas intensas, la dependencia es a tal grado excesiva q u e la propia voluntad del individuo se paraliza. U n aldeano no ha visto a su m adre en cinco años. Es un h o m b re casado de casi 40, pero cuando se le preg u n tó si actua­ ría contra los deseos d e su m adre, dijo: “ N o, ¿cóm o p u ed e pensar eso? Todavía la quiero. N o h e podido ir do n d e ella está. N o ac­ tuaría en contra d e sus deseos porque, en prim er lugar es m i m adre y en segundo no p o d r í a M ientras vivió con su m adre, siguió sus consejos sobre los trabajos q u e debería to m ar y las chi­ cas con las q ue debería salir. A hora q u e se ha casado esta d epen­ dencia la ha transferido, en parte, a su m ujer, a la q u e tra ta com o si fuera la m adre, con el te m o r constan te d e q u e si la disgusta, ella le retirará la com ida y el afecto. A lgunos hom bres, esp ecialm ente los q u e no h an te n id o padre o q u e tuvieron u n o m uy débil, q uedan ta n fijados a la m adre q ue n o p u eden ab an d o n ar el hogar. U n joven d e 23 años respon­ dió a la P regunta 10: " E n to d o pido ayuda a m i m am á, porque ella es la única persona a la q u e le puedo pedir ayuda, y tengo suficiente confianza con ella. D esde aquella ocasión en q u e m e fui de la casa, cuando regresé, le juré a m i m adre q u e n u n ca m ás m e separaría d e ella. D esde entonces ella m e quiere con m ucha confianza y yo a ella ta m b ié n .” E n respuesta a las P reguntas 12 y 13, el individuo fijado idea­ liza al pad re o a la m adre, racionalizando o ignorando los aspec­ tos en ellos q u e choquen con la im agen idealizada. U n hom bre inten sam en te fijado d eb e justificar el hecho de q u e su m a d re es fría y seca. Explicó q u e si su m adre no fuera d ura, él se hubiera vuelto enojón, “com o todos los dem ás” . D ijo q u e “ una m adre sólo p u ed e ser bu ena cuando su hijo es bueno. Si el hijo es m alo, ella d eb e ser m ala. N o im p o rta si ella está hecha d e azúcar. Ella no pu ed e ser dulce si el h ijo es un vago. Es in teresan te señalar que el aldeano invirtió el co n cep to psicológico actual d e q u e los hijos son m alos por culpa d e la m adre. É l creía q u e la m adre era m ala por culpa del hijo.

M u c h o s in d iv id u o s fija d o s d is c u lp a n la s c u lp a s d e lo s p a d re s ,

546

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

y el individuo se siente com o un niño perverso que ha hecho enojar al padre. T oda la bondad del m undo se proyecta en el padre idealizado, y el hijo se culpa de toda la m aldad. E n general, los aldeanos intensam ente fijados describen a los pa­ dres con palabras vagas y laudatorias: buenos, nobles, amistosos, caritativos y rectos. Las descripciones de la forma en q u e el pa­ dre trataba al interrogado cuando era niño a m enudo chocan con la im agen idealizada, pero el individuo interpreta este conflicto culpándose por la dureza o frialdad del padre, aceptando de este m odo, sin criticar, la opinión del padre sobre sí m ism o, los otros y el m undo. Al responder al C u e n to 4, los individuos intensam ente atados a la m adre justifican el derecho d e ésta de decidir con quién debe casarse el hijo, a q uien censuran por abandonar a su m adre. “Hay m uchas esposas —dijo u n hom bre—, pero solam ente una m adre.” O tro dijo: “C reo que el m uchacho hizo m al al desobedecer a su m adre y él fue culpable de su m uerte. Sintió m ucha tristeza y arrep entim ien to por haber h echo lo que hizo. La esposa debe h ab er gozado puesto q u e no estim aba a su suegra.” 2. Fijación m aterna m oderada. A unque los individuos con fija­ ción m oderada n o m anifiestan una dependencia infantil a uno de los padres, les falta la libertad y el realismo del individuo que ha crecido ind ep endiente d e sus padres. M ás q u e ac tu ar como niñitos en relación a sus padres, los atados m oderadam ente a m enudo se presentan com o adolescentes q u e han logrado cierta independencia. U n ejem plo de esto es un aldeano de casi 60 años. Su anciana m adre vive con él y con su fam ilia, y aunque él puede describirla con cierto realismo y decidir las cosas por sí m ism o, aú n le preo­ cupa el enojo de su m adre. A la Pregunta 8, respondió: “Ahora no le pido consejo a m i m adre. Por el contrario, yo la aconsejo. C o m o no sabe leer, tra to de orientarla sobre cóm o debe com por­ tarse con los dem ás y con m i fam ilia. Pero yo nunca actuaría en contra de su voluntad, porque la respeto. Y nunca lo h e hecho.” M ás tarde, sobre o tro asunto, com entó que se sentía peor cuando su m ad re se enojaba con él q u e cuando su padre lo hacía, a pesar de q u e los castigos del padre eran más duros. “E l padre echa fuera su cólera cuando castiga, pero la m adre no. Ella sigue sin­ tiéndose enojada con uno y al m ism o tiem po uno siente rem ordi­ m ientos por el coraje de la m adre.”4 4 Es interesante notar que, además de indicar fijación, esta respuesta su-

C U E S T IO N A R IO IN T E R P R E T A T IV O

347

El conflicto en tre la fijación y la independencia se m anifiesta en la respuesta d e un aldeano al C u e n to 4. Al principio dijo que el hijo y su esposa “son responsables d e la m u e rte d e la m adre, por su desobediencia” . D espués expresó algo m uy dife ren te: “Pero creo q ue la m adre se po rtó m uy m al al oponerse al deseo de su hijo d e ten er una m ujer, ya q u e ella debió te n er presente que él no se iba a casar para darle gusto a la m adre. E l h ijo debe haber sentido tristeza al darse cuenta de que la m adre había m uerto. Igualm ente creo q u e la esposa d eb e haberse sentido arrepentida.” O tro h o m b re tam bién m anifestó más independencia q u e los individuos in ten sam ente fijados, au n q u e dijo q u e p id e el consejo de su m adre “cuando quiero to m ar una decisión” . P ero, actuaba contra su voluntad “en ocasiones cuando ella no dio su consen­ tim iento, com o cuando dejé el pueblo para trabajar en otras par­ tes” . T am b ién describió a su m adre con m ás realism o, diciendo qu e “ella era una persona corajuda, siem pre quería q u e las cosas se hicieran de prisa”. T e m ía m ás a su m adre q u e a su padre, un hom b re calm ado a quien estim aba más; aun así, justifica los gol­ pes de la prim era diciendo q u e eran por su b ien y q u e los hijos debieran tem er a los padres. El buscaría prim ero ayuda d e su m a­ dre “porque ella hace m ás cuando alguien le pid e algo” . Los adolescentes a veces m anifiestan rebeldía q u e se presenta com o u n in ten to d e superar el lazo con la m adre. E n el siguiente caso, u na m uchacha de 16 años m uestra un cierto grado de in­ dependencia. P id e consejo a su m adre “cuando voy m al en m is estudios o cu ando tengo un problem a que no pu ed o resolver sola. gierc que la madre castiga retirando su cariño, perm aneciendo resentida. Este tipo de castigo hacía a este hijo más infeliz que el castigo físico del padre. La respuesta también refleja una diferencia básica entre la angustia del niño ante el coraje de la madre y el m iedo ante la ira paterna. Com o se dijo antes, en los individuos con fijación materna, la angustia de opo­ nerse a la madre parece ser m ucho más intensa y de una calidad diferente que los sentimientos que brotan al oponerse al padre. Cuando el hijo se enfrenta a la madre, se siente im potente pues depende totalm ente de ella; también tem e a su propia ira, porque si él destruye a la madre, destruirá su fuente de vida. Sin embargo, hasta cuando un individuo está atado al padre, no siente la unidad simbiótica que un niño puede sentir con la ma­ dre. Es muy probable que tem a el poder del padre, pero es un tem or que se puede vencer oponiéndose al padre o escogiendo una figura sustituta cuyo amor uno pueda obtener haciendo lo que le gusta. Los extremos de regre­ sión que se pueden presentar en relación a la madre incluyen la regresión a un estado de simbiosis extrema, com o sucede a m enudo en algunas psi­ cosis. La regresión en relación al padre nunca llega a tal extremo.

348

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

T a m b ié n le pregunto cóm o debo arreglar la ropa d e m i papá, po rq u e cuando no lo hago bien, m e jala las orejas. N o, no debiera actu ar contra su voluntad. N o es correcto. Bueno, a veces me dice q u e n o sea respondona, pero yo soy m uy respondona. A ve­ ces tam bién m e dice q u e arregle la ropa y no lo hago.” 3. Fijación paterna intensa. L a fijación paterna intensa rara vez alcanza el grado d e dependencia q u e es característico d e los in­ ten sam en te fijados a la m adre, pero los aldeanos con fijación al padre sí m anifiestan te m o r a su disgusto, respeto exagerado por sus opiniones y tienden a justificarle todos sus actos. U n ho m b re casado y con hijos, m ayor d e 30 años, dijo q u e él busca la ayuda d e su padre “en prim er lugar, y en segundo la pide a aquellos amigos en quienes confía m ás. A m i padre, por­ que es a quien le tengo m ás confianza. A dem ás, m e saca d e pro­ blem as. V oy con mis am igos cuando creo que ellos m e pueden sacar del ap u ro q u e tengo.” O tro hom bre disculpó la dureza del padre culpándose: “ Él era m uy severo para corregirnos, m uy duro. Cada vez q u e le daba m o tivo m e pegaba. Pero siem pre hem os vivido en lucha constan­ te p o r la mejoría económ ica de la fam ilia, y nos tienen q u e obli­ gar a cooperar. C uan d o nos distraíam os jugando, él nos castiga­ ba.” E l pad re parece ser un hom bre q u e daba a sus hijos poca o ninguna libertad, y que los explotaba para su propio beneficio. Al hijo se le hizo sentir q u e hasta los juegos eran un delito contra el padre. 4. Fijación paterna m oderada. N o pocas veccs nos encontram os con q u e la fijación m oderada al padre servía para buscar ayuda d e él, o de otras figuras paternas, d u ran te el proceso d e tra tar de vencer una profunda unión con la m adre. P or ejem plo: U n joven inform ó q u e ve a su m adre todos los días, “pero pedir consejo, ¿por qué? Yo no pido consejos; uno mism o puede aconsejarse. Siem pre obedezco a m i m adre, puesto q u e es la m adre de uno, pero sólo viví con ella cuando era chico. A hora, de grande, no vivo con ella. Pero lo q u e la 'jefa' de la casa ordena es lo que uno hace” . D escribió a su m adre com o m odelo de sabiduría y virtud. A su padre, q ue m urió hace diez años, tam bién lo describió en for­ m a idealizada: “ E l era m ejor q u e cualquiera de los q u e están aqu í. D efendió su honor dondequiera que estaba. B uen traba­ jador, n o le gustaba el trago y nunca se em borrachó. C uando

C U E S T IO N A R I O IN T E R P R E T A T IV O

349

é ra m o s niños nos enseñó a trab ajar. N o nos dejaba ir a la escuela

en las tardes, po rq u e nos llevaba al cam po.” Sin em bargo, am bos padres lo golpeaban cu a n d o estab an enoja­ dos; su pad re lo golpeaba con u n palo. Pero él cree q u e es b u en o tem er a los padres, “ para q u e los hijos se enseñen a respetarlos” . H a sustituido a su p ad re con u n p atró n a q u ie n recurre cu a n d o tien e problem as. T a m b ié n busca a los ancianos del p u eb lo com o respaldo m asculino en su lu c h a p o r independizarse d e su m adre. A la P regunta 27, dice: “ M e gusta q u e los viejos m e c u e n ten acerca d e la R evolución, o del A rca d e N oé, o cóm o en los vie­ jos tiem pos en cen d ían el fuego con pedernales. E so es lo q u e m e gusta, po rq u e m e doy cu e n ta d e cosas q u e pasaron en los prim e­ ros tiem pos, y ta m b ié n después p o d ré contarles a m is hijos las m ism as cosas cu an d o los tenga.” M anifestó respeto p o r los m ayo­ res lo cual refleja u n a orien tació n patriarcal tradicional. A u n q u e se m a n tie n e m o d e rad am e n te a ta d o a la m adre, c o n scien tem en ­ te rechaza la influencia m a tern a y desea ser p a rte del grupo de los hom bres. La experiencia m ás triste d e su vida fue la m u e rte de su padre, “ puesto q u e era m i jefe” . A dm ira a los h o m bres que ayudan al pueblo, especialm ente a aquellos q u e a d o p ta n u n p a­ pel p atern al y en señan a los niños. N o o b stan te, su respuesta al cuen to 4 m o stró la fuerza d e su apego a la m ad re, a pesar d e su esfuerzo por in d ep endizarse d e ella. “ C reo q u e el h ijo fue cu lp ab le d e la m u e rte d e su m a d re por­ que, sabiendo q u e su m a d re n o quería a su novia, se casó con ella. Él s in tió feo y d eb e estar a rrep e n tid o d e h aberse casado. E lla sin tió feo p o rq u e la suegra n o la quería y ta m b ié n se sintió culp ab le por la m u e rte d e ella.” O tro joven m anifiesta u n a necesidad parecida d e e n c o n tra r ap o ­ yo en su p ad re para vencer la liga y el m iedo a su m adre. A la P reg u n ta 10 co n testó: “ R ecurro a m i p ap á en busca d e ayuda, porq u e creo q u e el p ap á p u e d e te n e r m ás p o d er q u e la m a d re para sacarm e de u n lío.” P ero perm anece a ta d o a la m a d re h asta el grado d e esperar q u e ella le resuelva su vida. U n a b u e n a m a­ dre, dijo, “d eb e h ac er o b edecer a sus hijos y darles bu en o s co n ­ sejos para q u e ellos no se vuelvan m alos.” 5. In d ep en d en cia. E jem p lo d e m u jer in d e p en d ien te es u n a ald ea­ na d e cerca d e 40 años. P u esto q u e creció en u n h o g ar sin p a­ dre, n o está atad a al padre; pero tam bién es in d e p e n d ie n te d e su m ad re a u n q u e es afectuosa con ella. E lla dijo: “ Soy b a s ta n te terca cuan d o hago lo q u e q uiero h acer, así q u e n o p id o perm iso. H e

350

SOCIOPSICOANAUSIS DEL CAMPESINO MEXICANO

actuado contra su voluntad en varias ocasiones.” Describió a su madre en forma realista. “Es bastante violenta de carácter. Bueno, también es bastante egoísta, aunque tiene buen corazón. D e re­ pente decidirá no hacer un favor, pero después encontrará modo de hacerlo.” Cuando era niña la entrevistada recibió malos tratos. “Mi mamá me consolaba a golpes, sí, a puros golpes, por cualquier cosita. Puesto que yo era la mayor, quería controlarme más. Con los demás fue diferente.” U n joven que es independiente de su madre, contestó del modo siguiente al Cuento 4: “Ellos sí fueron a verla. Se casaron, pero si sólo se hubieran ido y nada más, hubieran sido culpables. Pero le hablaron y después se casaron, y no fue culpa de ellos. Él debe haber estado triste. Ella también sintió tristeza, pero él más.” La capacidad de ver a los padres con claridad, sin idealizarlos ni culparlos por los propios problemas, es señal de independencia y madurez. Por ejemplo, uno de los ancianos del pueblo des­ cribe a su padre como sigue: “Él era un tipo especial. Era anal­ fabeta y le gustaba que mí madre le leyera historias y nove­ las. Era un hombre ‘sufrido’, prudente y callado. M e empezó a disgustar el ver este alto grado de prudencia. Influyó en mi espí­ ritu para hacer mí carácter más fuerte, porque me enojaba vei aplastados a los débiles.” D e niño, el trato de su padre era “afectuoso pero severo. Pero su severidad era más el resultado de la costumbre que de su ca­ rácter. Quería hacernos fuertes con la idea de que la letra con sangre entra’

A p é n d ic e B

C O N C O R D A N C IA D E C A L IF IC A C IÓ N Y E L U S O D E L R O R S C H A C H Y LA P R U E B A D E A P E R C E P C IÓ N T E M A T IC A (T A T ) Es r e l a t i v a m e n t e fácil haccr algunos diagnósticos. La evidencia y la expectación teórica encajan perfectam ente. E n otros casos, los datos lim itados perm iten diferentes interpretaciones, y el diagnosticador con más conocim iento teórico, experiencia y habilidad es más capaz d e interpretar un caso particular o calificar una prue­ ba interpretativa en térm inos d e carácter. E n la investigación psicológica, la precisión para calificar se confunde algunas veces con la concordancia en tre los calificado­ res o la "confiabilidad” d e la calificación. Esto im plicaría que si dos o m ás d ia g n o s tic a d o s expertos estuvieran de acuerdo en su diagnóstico seguram ente sería más preciso. N o hay razón para esperar q ue las concordancias contengan la verdad. C u atro d e cinco psicoanalistas (o cirujanos) pueden estar d e acuerdo en un diag­ nóstico, au n q u e p robablem ente el q u in to sea el único q u e esté en lo cierto. La idea d e q u e la concordancia d e la m ayoría o incluso la unanim idad respecto d e la “confiabilidad” d e la cali­ ficación indica la validez de ésta, parece ser u n a aplicación erró­ nea del ideal dem ocrático d e la ciencia, confundiendo el proce­ so político dem ocrático q u e revela la voluntad d e la mayoría con el proceso científico q u e busca descubrir la verdad. C u a n ­ do m ucho, la concordancia sugiere una probabilidad d e correc­ ción, pero hasta una m ayoría abrum adora de científicos puede, en verdad, estar equivocada. N o o b stan te, au n que considerem os que un calificador m uy bue­ no es m ejor q u e m uchos calificadores mediocres en concordancia total, em pleam os pruebas de concordancia a fin de dem ostrar la posibilidad de adiestrar estudiantes para calificar el cuestionario interpretativo. B a s ta n te diferente —y m ucho más im portante— es el análisis d e lo s resultados de pruebas diferentes que com paran la califica­ ción d e carácter del cuestionario con el diagnóstico d e carácter ^ e se basa en las respuestas a pruebas proycctivas: la del Rors­ c h a c h y la d e Apercepción T e m ática ( t a t ) . N uestro plan oriíp n a l era adm inistrar el Rorschach y e l t a t a todos los aldca[3511

352

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

nos q ue contestaran el cuestionario y basar cada diagnóstico o calificación en la inform ación de las tres mediciones. E sto nos habría dado más datos para el diagnóstico, pero no teníam os ni el tiem po ni el personal para lograr este fin, y por lo tanto de­ cidimos usar la m uestra de los Rorschach y los t a t com o medi­ das independientes del carácter para poder haccr pruebas de concordancia de calificación. Los rasgos de carácter individuales se pueden expresar d e m uchas m aneras diferentes, y nos interesaba explorar la utilidad del Rorschach y del t a t com parándolos con las preguntas estandarizadas com o un m edio para estudiar el ca­ rácter social. A d ie s t r a m i e n t o

de

los

c a l if ic a d o r e s

El adiestram iento básico para calificar se hizo d u ran te los semi­ narios, q ue duraron más de u n año.1 Para estos seminarios se escogieron uno o dos cuestionarios que cada participante habia calificado independientem ente. Se discutieron las calificaciones du ran te el seminario, presentando cada participante sus razones para su decisión, y el grupo generalm ente llegó a un consenso q u e se basaba en un estudio d e las consideraciones culturales y lingüísticas, así com o en la teoría psicoanalítica. C u an d o term inó el sem inario, los autores continuaron anali­ zando cuestionarios hasta q u e llegamos al pu n to de la concordan­ cia básica en 18 de 20 cuestionarios escogidos al azar. El criterio para la concordancia de los diagnósticos no fue que la entrevista se calificara exactam ente igual en térm inos de cada rasgo, sino qu e las dos calificaciones no se contradijeran. E n otras palabras, uno d e nosotros podía decidir q u e el modo d e relacionarse era por am o r condicional com binado con narcisismo I y m asoquis­ m o, m ientras q u e la otra calificación era am or condicional com ­ binado con narcisismo I y sadismo. Puesto que, teóricam ente, esperam os q ue el sádico tenga tendencias m asoquistas, las dos calificaciones no se contradicen. Sólo hay una discrepancia sobre cuál es más dom inante, el elem ento sádico o el elem ento maso­ quista en el sadomasoquism o. P or otro lado, si un calificador h3 encontrado am or en vez d e sadism o, hubiéram os considerado esto una discrepancia básica en tre las dos calificaciones. 1 El seminario fue dirigido por E. Fromm, y entre los participantes se encontraban M . Maccoby, F . Sánchez, doctor T . Schwart/, doctora L. Romamicci Schwart/, y más tarde el doctor I. C alvin.

USO D E L R O R SC H A C H

355

E n el proceso d e la depuración d e la calificación, quedam os satisfechos d e q ue casi siem pre es posible llegar a una califica­ ción óptim a d e u na entrevista y de que generalm ente los des­ acuerdos se debían a q u e un calificador no ponía la suficic.itc atención a las respuestas im portantes o no se concentraba lo necesario o a q ue su interpretación era errónea. C u a n d o el califi­ cador se concentra lo suficiente en el cuestionario com o un todo y en cada respuesta es probable q u e llegue a un diagnóstico pre­ ciso del carácter. D espués d e todo, esto no es d iferente d e lo que sucede en la interpretación psicoanalítica de un sueño o en un diagnóstico psiquiátrico. C uando quedam os satisfechos d e que se había logrado un sis­ tema d e calificación confiable, nos pusimos a adiestrar nuevos ca­ lificadores, para ver si lo*, m étodos se podrían enseñar a los es­ tudiantes.3 La m ejor form a d e adiestrar a un calificador es repasar sus calificaciones y analizar sus errores a la luz de la teoría. E ncon­ tramos q u e al principio los calificadores com eten errores caracte­ rísticos. U n calificador constantem ente interpretará el consenti­ m iento com o am or, porque todavía no ha com prendido la dife­ rencia q ue hay en tre am or m aduro, productivo, y el dar con el fin de ser am ado sin aten d er al verdadero bienestar del o tro. O tro calificador tom ará a todos los individuos dependientes com o re­ ceptivos, sin distinguir en tre el individuo explotador sim biótico y el verdaderam ente receptivo. Algunos com eten errores porque so concentran, sea en los aspectos positivos, sea en los aspectos negativos, de una orientación d e carácter y excluyen el otro as­ pecto. P or ejem plo, un calificador puede diagnosticar una orien­ tación im productivo-acum ulativa, pero no una productivo-acum ulativa. O tro puede interpretar m al un cuestionario porque expresa la existencia en él m ism o d e tendencias dinám icas que repri­ me. Así, pu ed e idealizar algunas tendencias o juzgar severam ente y exagerar rasgos en él mism o q u e le disgustan. C o m ú n m en te los calificadores pueden com prender sus errores cuando se les señalan las distinciones teóricas. A veces fue necesario q u e reconocieran en ellos mismos ciertos rasgos d e carácter para que pudieran verlos en otros. * Los nuevos calificadores, el doctor Isidro C alvin, psicólogo, y el doctor Raymundo Maclas, psiquiatra, estaban trabajando con el doctor Cuillermo Dávila en un estudio paralelo sobre trabajadores industríales y sus familias en la dudad de México. Para nosotros tenía mucha importancia adiestrar calificadores dignos de confianza, para que los resultados del estudio urba­ no fueran comparables a los 1lo a d o s a cabo en el pueblo.

354

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

D espués d e q u e se llegó a d eterm in ad o nivel d e com petencia, em pezam os a h ac er m edidas d e concordancia estadística para ca­ lificar rasgos específicos. Al calcular la concordancia d e rasgos de los m odos d e asim ilar y d e relacionarse, em pleam os tablas de con tin g en cia. Se calcularon las concordancias d e fijaciones hacia los p ad res y la escala d e productividad por m e d io d e correlacio­ nes d e p ro d u cto -m om ento. L as concordancias e n tre calificadores a u m e n tó d u ra n te el pro­ ceso d e e n tren am ien to . Sin em bargo, decidim os usar las últim as 6 0 entrevistas in d e p e n d ie n te m e n te calificadas p o r dos calificado­ res (M acco b y y G a lv á n ) com o la b ase para establecer m edidas d e con co rd an cia. C o m o se ve e n el cu a d ro B .l, el p o rcen taje real d e co ncordancia e n tre los calificadores acerca d e la presen­ cia o ausencia d e los m odos d e asim ilación, flu ctú a d e u n p orcen­ ta je b ajo d e 72 para el m o d o explotador a u n p o rcen taje alto d e 83 para el m o d o receptivo. L a concordancia es estad ísticam en ­ te significativa al nivel del 1 % p o r cada m odo. E sta co n c o rd a n ­ cia es relativ am en te alta para m ed id as d e c o n ta b ilid a d del califica­ d o r d e pruebas proycctivas. C o m o observam os a n te rio rm e n te , los porcen tajes d e F ro m m y M accoby fueron aú n m ás altos. La correlación p ro d u cto -m o m en to d e las m edidas d e p ro d u cti­ v idad para dos calificadores era d e .65 q u e ta m b ié n es significa­ tiva al nivel de 1 % p ara 60 casos. C u a d ro B .l C

a l i f i c a c i ó n d e l c u e s t i o n a r io

Concordancia entre dos calificadores: m odo de asimilación (N = 60) M odo

4-4-

+ -

-+

-----

X’

Porcentaje de concor­ dancia

Receptivo Explotador Acumulativo

38 13 29

6 9 6

4 8 6

12 30 19

21.03** 8.86** 20.78**

83 72 80

• • p es menor que .0 1. E l c u a d ro B.2 registra tablas d e contingencia p ara calificar el m o d o d e relación. E l p o rcen taje d e concordancia e n tre dos ca-

355

U SO D E L RORSC H A C H

lificadorcs sobre la presencia o ausencia del m odo d e relación fluctúa d e la más baja q u e es una concordancia d e 73 % acerca del am or condicional a la concordancia de 100 % sobre el narci­ sismo II. Sin em bargo, en el caso del narcisism o II y el m odo d e am ar, h u b o m u y pocos casos en que se expresaran estos m o ­ dos para perm itir pruebas estadísticas significativas. Los otros modos sí se prestan para hacer pruebas estadísticas significativas, m ostrando una concordancia im portante en tre los calificadores.

Cuadro B.2 C

a l if ic a c i ó n d e l c u e s t io n a r io

Concordancia entre dos calificadores: m odo de relación (N = 60)

M odo

-f-f

H—

- +

---

20 23 8 25 2 9 33 3

5 3 5 9 0 6 5 0

6 6 4 4 0 4 11 3

29 28 43 22 58 41 11 54

Sádico Masoquista Destructivo Narcisismo I Narcisismo II Amor consentidor Amor condicional Amor

Porcen­ taje de concor­ dancia

t 23.46 29.59 17.90 19.95

* * * *



17.32 * 9.67 * —

81 85 85 78 100 83 73 96

* p es menor que .01.

E l coeficiente producto-m om ento d e correlación para calificar la fijación a la m adre es de .87, tam bién significativo al nivel del 1 % . E sta concordancia es particularm ente alta po rq u e la califi­ cación de fijación a la m adre se hizo más fácil basándola en gran parte de las respuestas a preguntas particulares en el cuestionario. El coeficiente del producto-m om ento d e correlación para cali­ ficar la fijación al padre es d e .72, significativa ta m b ié n al nivel del 1 % . La correlación de concordancia producto-m om ento para la rebeldía contra la m adre fue .41, la rebeldía co n tra el padre fue d e .35. Estas correlaciones, aunque m ucho m ás bajas, son sig­ nificativas al nivel d e 1 % tam bién.

356

SO C IO PSIC O A N A LISIS D E L C A M PE SIN O M E X IC A N O C

a l if ic a c ió n d e l c a r á c t e r a p a r t ir d e l a s r e s p u e s t a s al

R orsch a ch

Se debe hacer una aclaración en lo que concierne a la forma en que el campesino mexicano contesta a las pruebas proyectivas. C om paradas con las respuestas de la mayoría de la gente en Esta­ dos Unidos, las respuestas de los campesinos al Rorschach y al t a t parecen escasas. A m enudo son menos ricas d e lo q u e uno esperaría al conocer al individuo o al leer sus respuestas al cues­ tionario. Sólo culturalm ente se puede com prender la razón de esto. E n una sociedad altam ente industrializada com o Estados Unidos, la mayoría de los individuos están preparados para resol­ ver pruebas psicológicas. E n efecto, se preocupan mucho de cau­ sar una impresión favorable, ya que han aprendido que un trabajo o el ingreso a la universidad depende de su desem peño en una prueba. El individuo en una sociedad industrial-corporativa res­ ponde tan to como es capaz para que se le juzgue bien. G eneral­ m ente sólo los individuos deprimidos o suspicaces, o los que esconden una patología subyacente (esquizofrenia paranoica, por ejem p lo ), retienen sus respuestas y dan lo que Rorschach llamó protocolos “coartados” . El campesino es diferente. E n la cultura campesina las prue­ bas no determ inan la posición de uno en la sociedad, el trabajo o el nivel económico. Aquellos que han asistido a la escuela del pueblo nada más están acostumbrados a pruebas donde deben repetir literalm ente las palabras del maestro, deletrear palabras o resolver problemas simples d e aritm ética. N o se espera que sean creativos o q u e piensen por sí mismos. A unque para muchos citadinos las manchas de tinta constituyen todo un desafío, las pruebas son un proceso familiar para ellos. Para el campesino las pruebas en sí son raras y pueden ser inquietantes. C om o otros investigadores también han observado, algunos campesinos pien­ san q ue hacer una prueba es contra la salud y se quejan de que “se m e calienta la cabeza” por nada.3 O tros se preocupan de * Cf. por ejemplo. Lewis (1 9 5 1 ), quien escribe sobre las actitudes de los niflos durante la aplicación del Rorschach así: "Los niños no disfrutaron con ser el centro de atracción durante la prue­ ba. Se mostraron tímidos, se sentían incómodos, y no estando acostumbra­ dos a hacer pruebas que les exigieran hablar mucho, pronto se cansaron con el esfuerzo de tener que expresarse por sí mismos. Es el sentir general en el pueblo que n o es bueno para una persona estudiar o pensar mucho, y mu­ chas preguntas eran una molestia. Una madre protestó ante la continuación

U SO D E L R O R SC H A C H

357

aue verán algo que ningún otro pueda ver. O tros más se aver­ güenzan de adm itir que ven imágenes anatóm icas o sexuales. Como resultado, la tendencia natural del campesino es contes­ tar tan poco como sea posible, especialm ente a un individuo a quien no conoce bien. El campesino tratará de term inar tan pronto como pueda en vez de tom ar la tarea como una oportu­ nidad d e divertirse —o un juego— que pudiera disfrutar si sintiera confianza en el q ue hacc la prueba. Diagnosticar o calificar el carácter partiendo de las respues­ tas al Rorschach es una tarca más difícil de enseñar que la inter­ pretación del cuestionario, porque éste exige una experiencia y conocimiento d e la prueba más allá de su conocim iento teórico y experiencia clínica. L3 interpretación del Rorschach se basa principalmente en el análisis de las localizaciones y la form a, el color, el m atiz y los determ inantes de m ovim iento de las respues­ tas. Las localizaciones, los determ inantes y la valuación de percep­ ción precisa o del realismo de la respuesta constituyen las variables que detectan distintos síndromes, los cuales son útiles para diag­ nósticos de neurosis o de psicosis. Rorschach (1942) en su trabajo original analizó también los patrones de los determ inantes en ra­ zón del nivel intelectual, tipo d e proceso de pensam iento, em oti­ vidad, excitabilidad, oposicionismo y otros rasgos. E n general Rorschach no analizó el contenido simbólico de las respuestas en términos d e fuerzas dinámicas; sin em bargo, después de la muerte d e Rorschach, se publicó un análisis suyo de un paciente bajo tratam iento psicoanalítico (Rorschach, 1942). Éste dem os­ traba las posibilidades de com binar el análisis formal (localiza­ ción, determ inantes, etc.) con un análisis sim bólico del movi­ miento y el color para detectar impulsos inconscientes y rasgos dinámicos d e carácter. Rorschach creía que los tipos de respuestas de color y de movimiento podrían dar idea de los “com plejos” in­ conscientes del individuo, pero consideraba de m enor utilidad el simbolismo de las respuestas de forma pura (sin color o movi­ m iento) en una interpretación de tal profundidad. Sin em bar­ go, adoptó una actitud flexible al respecto y señaló que “hay neuróticos cuyos 'complejos' se relacionan con las interpreta­ ciones de f o r m a ... U n ejemplo se encuentra e n las torres que w , Pruc^>a .basándose en que se le podía calentar la cabeza, esto es, que la \ t * ^ n*fto *** k ^fcntírf* P°r pensar mucho!" (p p . 50 7 1.) Maccoby te encontró o ta misma reacción cuando aplicó el Rorschach en **»:tzunt7.an. donde los individuos se preocuparon particularmente porque VCr^ n cosas que nadie m is en la aldea viera.

358

S O C IO P SIC O A N A L ISIS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

fueron consignadas com o respuestas de forma del p o lític o .. . las cuales proyectaban probablem ente deseos narcisistas” (p. 214). E n tre los muchos investigadores que han trabajado desde en­ tonces con la prueba de Rorschach, Ernest G . Schachtcl (1966) y Roy Schafcr (1954) han hecho contribuciones im portantes para el desarrollo d e las interpretaciones de carácter de acuerdo con la teoría psicoanalítica. Su trabajo, junto con el de Rorschach, ha servido d e base para el desarrollo de nuestros métodos de inter­ pretación de carácter de las respuestas al Rorschach. El m étodo de Schachtcl para analizar las respuestas al Rorschach tiene mucho en com ún con nuestro m étodo para interpretar el cuestionario. La m eta es colocarse uno dentro del individuo, sen­ tir qué ha determ inado su respuesta. Esto es igual al método “d e experiencia” descrito por From m en El lenguaje olvidado para com prender los sueños y el simbolismo. Schachtcl piensa que muchas de las respuestas al Rorschach, especialm ente aquellas con m ovim iento, expresan las formas que tiene el individuo de rela­ cionar y asimilar. C ontestando a las manchas de tinta no estruc­ turadas el individuo proyecta su propia actitud en el sentido de qu e él ve el m edio am biente en términos de su propia imagen. Schachtel escribe: “Supongamos que dos registros m uestran percepciones quinestésicas d e m ovimientos ‘orales’ tales como recibir, rogar, comer, pedir algo, pero que uno m uestra predom inancia de movimientos extensores y otro de m ovimientos flexores tales com o gente hin­ cándose, inclinando la cabeza, sentándose en cuclillas; entonces se puede llegar a la conclusión de que la persona que ve el gesto extensor oral podrá buscar más activam ente o pedir a otros ayuda, protección, sustento, m ientras q u e la persona que ve los movi­ m ientos flexores seguram ente se sentará resignadam ente a esperar tal ayuda. Pero no se puede decir de ninguna de estas dos perso­ nas q u e haya tenido una actitud activa. La actitud básica de am­ bas es depender d e oítos, difieren sólo en b forma en q u e esperan encontrar gratificación a sus necesidades dependientes. Todavía otra persona podrá ver gente agarrando cosas, anim ales o gente tratando de comer el mism o pedazo de alim ento y cada uno de ellos tratando d e coger la m ejor tajada, gente peleando por algo que quiere conseguir para sí mism a, o jalando algo de alguna otra persona, y así sucesivamente. Esta persona tal vez sea del tipo oral sádico agresivo y, dependiendo de otros factores de su regis­ tro, tam bién puede ser en su com portam iento evidente m uy aseverativo, com petitivo y agresivo. A un así, el pensar acerca de ella

USO D E L RO RSCH A CH

en términos de la dicotom ía a c tiv a pasivo, asevera tivo-sumiso, y describirlo com o una persona activa y aseverativa olvidaría contar la cualidad más esencial: que tam poco es una persona verdadera­ m ente activa, pero que su orientación básica hacia el m undo, de acuerdo con los tipos de actitudes d e F rom m , es explotadora, la cual, ‘com o la receptiva, tiene com o premisa básica el sentir que la fuente de to d o lo bueno está afuera’. . . y que 'el individuo n o puede producir ninguna cosa por sí m ism o’ ” (p . 209). La interpretación de una respuesta en cuanto indica una pro­ yección directa de actitudes d e carácter es un proceso com plica­ do. C ada respuesta debe entenderse en térm inos de una confi­ guración total d e respuestas. U na respuesta que significa una cosa dentro d e una estructura particular de personalidad significará algo bastante distinto en una personalidad diferente. N o sólo la estructura d e la personalidad, incluyendo tem peram ento, inteli­ gencia y carácter, da significados diferentes a respuestas similares, sino que los factores culturales intervienen tam bién en ello. Para poder interpretar una respuesta en función de la experiencia, el exam inador debe ser ca p a/ de ver a través de los ojos del exam ina­ do y captar el significado sim bólico de sus percepciones. Estos sig­ nificados varían en las diferentes culturas. Por ejem plo, en México los cuernos de u n toro pueden aludir a la corrida d e toros, a la bravura y dom inio de un anim al feroz por m edio d e la gracia y la habilidad artística. T am bién pueden aludir, sin em bargo, al esposo a quien su m ujer engaña o lo hace tonto, esto es, le “pone los cuernos” . A ún más, los cuernos son un signo de desafío que se puede utilizar en contra de la autoridad levantando el pul­ gar y el m eñique. N aturalm ente, el simbolismo más universal de los cuernos es el d e penetración agresiva y peligro. Para com ­ prender el significado de un sím bolo como se expresa en cual­ quier protocolo particular del Rorschach es necesario q u e uno mismo se sum erja en el m u n d o del individuo según se m uestra en las respuestas a las m anchas de tinta. C uando las respuestas no son proyecciones de actitudes de ca­ rácter, se pueden d eterm inar m ediante posibilidades. Sin in ten ­ tar agotar las posibles razones que originan una respuesta pode­ mos hacer una lista de los otros significados o determ inaciones del contenido de las percepciones. 1. Es m uy im portante no olvidar que las m anchas n o carecen to talm en te d e estructura para la percepción, sino que sugieren cier­ tas respuestas populares de im ágenes las cuales se perciben com ún­

360

SO C IO PSIC O A N A LISIS D E L C A M PE SIN O M E X IC A N O

m ente dentro de una cultura. M ientras más corriente sea el individuo, más tiende a ver lo que todos los otros ven. E n el caso de cualquier respuesta especifica la percepción corriente de una figura que es com ún ver bastante T>icn definida, puede determ i­ nar la respuesta, sin la intervención de las fuerzas del carácter. Sin embargo, el individuo que ve sólo las respuestas populares o la mayoría d e ellas es tan dependiente de los demás, tan falto de convicción e identidad, que tiene miedo de ver algo que los otros no ven fácilmente. Algunos campesinos también tratan de ver conscientem ente imágenes populares por la necesidad cultural de no ser diferente de los dem ás, de anti-individualismo. Pero en la mayoría d e los casos, estos individuos pueden ver de un modo más original cuando se les estimula a hacerlo. 2. Algunas respuestas al Rorschach son proyectivas en el sentido de q ue no se ven las propias actitudes en las manchas, sino más bien se percibe un m undo que justifica las actitudes de carácter propias. Por ejemplo, el individuo que es temeroso ve imágenes que asustan. El individuo que es explotador y canibalista ve una selva en la cual el perro se com e al perro y los fuertes destruyen a los débiles. Si el m undo es como él lo percibe, entonces su propio com portam iento ya no le es irracional. A m enudo la gente se inclina a experimentar su propia destructividad o sus esfuerzos regresivos como contestaciones racionales a realidades objetivas más que a impulsos irracionales y emociones. E ntre más distor­ siona el individuo la configuración objetiva de las manchas de tin ta para acomodarlas a sus propias necesidades, más podemos inferir que estos esfuerzos necesitan racionalizarse y defenderse. En el psicótico o esquizofrénico estas distorsiones son masivas, y el individuo puede tom ar un solo detalle de la mancha de tinta para “confabular” una mancha com pleta, “viéndola” com o algo que nadie puede ver. U n individuo menos perturbado no haría tales distorsiones. Él más bien tamizará y escogerá lo que él ve y para así interpretar sus percepciones y perm anecer dentro del campo de lo posible, pero en tal forma que su solución particular de la vida se justifique mientras que él se encierra a sí mismo de una experiencia que le resultará difícil asimilar. 3. Algunas de las configuraciones de las manchas de tinta del Rorschach a menudo sugieren determinados símbolos “universa­ les” en el sentido descrito en E l lenguaje olvidado.4 La res4 Fromm (1951) escribe: “El símbolo universal es aquel en el cual hay una relación intrínseca entre el símbolo y lo que ¿ste representa.. . Por ejem­ plo el símbolo del fuego. N os fascinamos con ciertas cualidades del fuego

USO D E L R O R SC H A C H

361

nuesta o percepción del individuo entonces representa sus senti­ m ientos profundos tocante a ese sím bolo. D iferentes analistas del Rorschach h an expresado la idea de que la lám ina 4 sugiére­ la im agen del padre en la niñez, una figura enorm e y poderosa. M ientras q ue esto es cierto en algunos casos, en otros esta im agen no se registrará, o será interpretada en form a m uy d istin ta. Según nuestra experiencia, cuando esta configuración sí se registra, por lo general tien e el significado d e poder, el cual pu ed e o no refe­ rirse al padre. E n m uchos casos, es la m adre y no el p ad re quien representa el poder, y la respuesta está condicionada por actitudes inconscientes hacia la m adre. Las respuestas a algunas d e las m anchas del R orschach estarán determ inadas únicam ente por factores individuales. Sin em b ar­ go, ciertas m anchas sugieren un tem a determ inado para m uchas personas. P or ejem plo la p a rte superior de la lám ina 6 sem eja un falo y las respuestas a esto a m enudo expresan sentim ientos hacia la sexualidad m asculina, incluyendo tem or, idolatría, in d i­ ferencia o im potencia. E n M éxico, liem os en contrado q u e la lámina 5 es a m enudo interpretada en relación a la im agen de la figura m aterna. E n los Estados U nidos y E uropa, esta lám ina se in terp reta co m ú nm ente com o m ariposa o com o m urciélago, pero en m uchos m exicanos la delicada figura que ven en el centro con las alas extendidas parece sugerir la protectora, envolvente y a veces sofocante figura m aterna. Los individuos con m adres destructivas pueden ver la figura de un anim al peligroso, com o lo hacen fre­ cuen tem en te en sus sueños, a u n q u e de m anera consciente ideali­ cen a la m adre. T al percepción pu ed e no indicar una proyección de tendencias características ni el deseo de ver el m u n d o d e una m anera q u e justifique los im pulsos, m ás bien, com o en m uchos en el hogar. Antes que nada, por su viveza. Cambia continuam ente, se mueve todo el tiem po y, sin embargo, hay constancia en é l . . . C uando usamos el fuego como símbolo, describimos la experiencia interna caracterizada por los mismos elem entos que notamos en la experiencia sensorial del fuego: la ca­ racterística de energía, ligereza, movim iento, gracia, algría, predominando en ,íe ?sa.c’^n algunas veces uno, otras veces otro de estos elem entos. Similar en algunas formas y diferente en otras es el sím bolo del agua del océano o del arroyo. Aquí, también encontramos la mezcla de cambio y permanencia, de m ovimiento constante y, sin embargo, de permanencia, rambién sentimos la cualidad de viveza, de continuidad y de energía. Pero ha>' una diferencia: mientras el fuego es caprichoso, rápido, excitante, el agua es tranquila, lenta y fija. El fuego tiene un elem ento de sorpresa; el agua un elem ento de prcdictibilidad. El agua simboliza también la cualidad de vida. Pero una vida 'm is densa’, 'más lenta’ v más reconfortante oue excitante”

Sado-m asoqu ism o U 8 D estru ctivo 20 N arcisism o I N arcisism o 11 2 Am or con d icion al (cuid ado m aterial) 20 0 Cnriilo



- +

--------

P o r c e n ta je d e concor­ d a n c ia

X*

3 6 3 2 2 2

9 1 3 2 3 0

11 18 11 18 5 26

1 .6 7 7 .0 3 10.74 1 4 .7 0 9 .3 5

* * * •

60 77 80 87 83 93

0 0

4 0

6 30

1 5 .0 0 * —

87 1 00



• p es menor que .01.

La correlación de producto-m om ento para la productividad se­ calificaron los dos analistas del Rorschach fue .67, la cual p a r a 3 0 casos es significativa a nivel del uno por ciento.

g ú n la

C a l if ic a c ió n d e l c a r á c t e r s e g ú n l a p r u e b a d e a p e r c e p c ió n

t e m á t ic a

U n m étodo final de explorar las posibilidades de calificar el ca­ rácter desde diferentes medidas, fue el análisis de las respuestas a la Prueba de Apercepción T em ática, que se aplicó a 66 aldeanos. Se adm inistraron de diez a veinte láminas a cada sujeto. Al p r i n c i p i o se utilizó el juego com pleto, pero por cuestiones de e c o n o m í a se decidió utilizar un núm ero m ínim o de lám inas.10 A los sujetos se les indicó que narraran historias en las cuales par­ t i c i p a r a n las figuras de la lám ina; se les pidió que contaran un c u e n t o con un com ienzo, una parte central y una final, y que d e s c r i b i e r a n lo q ue los personajes pensaban y sentían. C om o es de c o s t u m b r e al aplicar el t a t , a los aldeanos tam bién se les anim ó a que elaboraran historias dram áticas, a que usaran su im aginación. . 10 Cuando se utilizó la serie más corta, incluimos las láminas 1, 2, 3BM,

*. 6BM, 6G F (para mujeres), 8BM (para hombres), 8G F (para mujeres), 11, 12M (para hombres), 12F (para mujeres), 13M F, 15 y 16.

372

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

A pesar d e estas instrucciones, y a u n cu a n d o se repitieron, casi tod as las historias narradas fueron cortas y concretas. A diferen­ cia d e los sujetos del t a t e n E stados U nidos o en el M éxico ur­ ban o , el cam pesino se ce n tra en la realidad concreta d e sus sen­ tidos; n o se sien te cóm odo al narrar una historia im aginaria. M ás bien , d escribe lo q u e ve, fijándose en las expresiones faciales y las posiciones del cuerpo para d eterm in ar las em ociones expresa­ das en los dibujos. M ien tras q u e los individuos im aginativos de u n a sociedad industrial n arran historias en las cuales las personas vencen los obstáculos para lograr sus m etas o en las cuales pasan p o r cam bios im p o rtan tes en sus vidas, el cam pesino productivo es el q u e m u estra u n m arcado interés por los sen tim ien to s d e las personas q u e ve; este interés se refleja en sus respuestas al t a t . D e hech o , el t a t se podría utilizar com o u n a prueba d e “ in teli­ gencia e m o c io n a r', o sea d e la capacidad para percibir las expre­ siones y sen tim ien tos d e los otros y d e in terpretarlos desde el p u n to d e vista d e las relaciones interpersonales. Al calificar el carácter p artien d o d e los cuentos d e los aldeanos, se deb e, d e nuevo, pensar en el problem a q u e representa deter­ m in ar cu á n to d e lo q u e el individuo describe no es proyección, sin o percepción. L a proyección p u ed e com enzar cu a n d o a las fi­ guras se les atrib u yen m otivos o cuando el fu tu ro se proyecta, a u n q u e ta m b ié n en ese caso el cam pesino pu ed e describir sucesos reales q u e le h a n sucedido a él y a otros, o tem ores reales. C u a n d o el in d ividuo describe u n a situación q u e está claram ente disto rsio n ad a (cu an d o u n a figura m asculina es vista com o fem e­ n in a o u n rostro feo com o herm o so ) entonces sí se pu ed e asegurar q u e la respuesta está m otivada d inám icam ente. C o m o en el caso del R o rsch ach , tal distorsión se p u ed e d eterm in ar por la necesi­ d ad de ver a los o tros a la pro p ia im agen o por la necesidad de ver u n m u n d o q u e justifique las propias acciones. T a l distorsión es esp ecialm en te n o ta b le cu a n d o se cree q u e u n a figura repre­ sen ta a la m adre. P o r ejem plo, la m u jer em barazada d e la lám i­ na 2 es u n a m u jer q u e parece d ura, desdeñosa, orgullosa, arro­ g an te y h asta ho stil. Al igual q u e en m uchos de los grabados, hay upa gam a d e em ociones q u e la figura podría estar expresando, pero esta gam a es lim itad a, pues ver a la m ujer com o am istosa o cálida sería u n a distorsión. C u a n d o el individuo llega a ver esta figura com o u n a m a d re cálida q u e m uestra una preocupación cariñosa p o r su fam ilia, él expresa su idealización d e la m adre, im p lican d o u n a fijación intensa. T a l distorsión sería aú n m ás clara en relación a la lám in a 12F,

USO D E L R O R SC H A C H

373

don d e u na figura parecida a u n a b ruja habla en voz baja a una m ujer m ás joven. U na respuesta com ún en los aldeanos con fija­ ción m atern a es q u e la vieja es la m a d re o abuela q u e está dan d o buenos consejos sobre cóm o vivir bien, y q u e si la joven sigue los consejos, le irá bien en la vida; algunos llegan a decir q u e la vieja está triste p o rq u e la joven no quiere seguir sus consejos. La dis­ torsión p u ed e estar m otivada por la necesidad del individuo de justificar su dependencia viendo siem pre la figura m a tern a com o buena, d e m o d o q u e considera racional su lazo con la m adre. Si llegara a percibir q u e es cruel o m alvada, podría, rep en tin am en te , darse cu en ta d e lo irracional d e su dependencia. Es más probable que los aldeanos in dependientes vean a la vieja com o b ruja o h ec h i­ cera q u e está haciendo proposiciones groseras, la cual es u n a des­ cripción (y h ay otras m uchas posibles) que sí se ajusta al dibujo. A dem ás d e la distorsión, las variables d e carácter ta m b ié n se dejan ver en lo q u e satisface a la g e n te en las historias, en lo que le asusta, en los resultados d e sus acciones y en su criterio de la conducta correcta o incorrecta. E stas declaraciones se califican en form a parecida al cuestionario. E l individuo receptivo dice que el n iñ o en la lám ina 1 ap ren d erá a tocar el violín cuando encu en tre u n bu en m aestro q u e le pueda d ar sus conocim ientos, pero q ue ahora está desam parado y perdido. E l individuo explota­ dor ve los motivos de los otros com o explotadores, com o en la lám ina 4, d o n d e diría q u e la m u jer está tra tan d o d e conseguir algo del h o m b re y se justifica q u e él saque lo q u e pueda. Los cam ­ pesinos acum ulativos tam bién podrán ver am enazas por todas p ar­ tes, pero su solución es seguir el cam ino correcto y protegerse de “com prom isos” . U n cam pesino acum ulativo respondió a la lá m i­ na 1 ( n iñ o con v iolín) diciendo: “ ‘Si se p o rta b ie n ’ p u ed e te n er éxito en su vida, si tiene buenos pensam ientos. Su subsistencia depende d e eso.” E ste m ism o cam pesino ve la relación en tre el h om b re y la m u jer de la lám ina 4 com o dem asiado peligrosa; da p o r sen tad o q u e el h o m b re está en un prostíbulo y q u e estaría m ucho m ejor en cualquier otra p arte. “ E l h om bre está pensando cu el fu tu ro , en casarse, para poder te n e r una vida más económ ica y favorable.” El m o d o d e relación tam bién p u ed e revelarse en la a c titu d del individuo hacia las figuras o hacia la historia que narra. E l sádico se sien te excitado al describir la violencia; el m asoquista se interesa n*as por describir el sufrim iento. E l individuo destructivo m uestra desprecio p o r los débiles, una m oralidad rígida q u e no perm ite *a com pasión; el individuo in d iferen te puede describir el conflicto

374

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X I C A N O

o la trag ed ia sin p reocuparse por los dem ás, a m enos q u e se pueda id e n tificar con los grabados y c u e n te u n a historia personal. E l narcisista ex trem o ta m b ié n se re tra ta en cada historia, p e ro d e tal m o d o q u e la im agen q u e nos m u estra es grandiosa. E l sujeto resp o n sab le expresa su preo cu p ació n po r c u m p lir con las obliga­ ciones y p o r p ro cu rar c u id ad o m a terial. E l individuo cariñoso deja ver u n p ro fu n d o interés y com pasión po r los personajes. Así, una m u je r cariñosa p royecta su preo cu p ació n en la respuesta a la lá m in a 4: “ M e im ag in o q u e esta m u jer es la esposa de este h o m b re . N o sé si él está en ferm o o ebrio. E lla está m o rtific ad a p o rq u e él se va. P ien sa en seguirlo a d o n d e va p o rq u e él no q u ie re e n te n d e r. N o sé si su con d ició n se d eb e a la en ferm ed ad o a la pobreza, pero está desesperado. P ero, por fin, ella tra ta d e convencerlo y él se q u ed a . P o rq u e n o está b o rrach o , está desesperado. E lla le puede decir q u e van a tra b ajar ju n to s y a c o n tin u a r viviendo.” H em o s descrito la distorsión m o tiv ad a p o r la fijación m aterna in ten sa. U n a fijación m a te rn a m en o s in ten sa p u e d e no llevar a u n a d istorsión p erce p tu al, p ero los aldeanos c o m ú n m e n te la expresan e n sus respuestas a la lá m in a 6B M , q u e m u e stra a un joven, so m b rero en m an o , con u n a anciana q u e n o le da la cara. C asi todos los ald eanos ven estas dos figuras com o m a d re e hijo, la m a d re su frien d o a causa d e los problem as d e su hijo, ya sea p o rq u e n o h a te n id o éxito o es m alo, o p o rq u e la ha ab an d o n ad o . E n este caso, el d ib u jo se p resta al co n c ep to d e la m a d re cariñosa q u e sufre. L a in ten sid ad d e la fijación m a te rn a se expresa en el g rad o d e d ep en d en cia en la m a d re. P o r ejem plo: u n joven narra la h isto ria d e u n n iñ o q u e busca tra b ajo in fru c tu o sa m e n te y regresa con las m an o s vacías; pero u n a vez d e nuevo con la m ad re, se sien te b ie n . “ C o n la b e n d ic ió n d e su m adre, debiera te n e r m u ­ chos am igos y la ayuda d e D ios, q u e le d ará lo q u e n ecesita p3ra q u e su m a m á d eje d e sufrir.” E sta historia m u e stra u n a d ep e n ­ d en cia irracio n al in ten sa respecto d e la m adre. O tra s historias co n tad as acerca d e la lám ina 6B M p u ed e n diferir en la in ten sid ad del s e n tim ie n to expresado. Según sea el individuo q u e cu e n ta la historia, ta m b ié n se p u ed e n expresar otra s actitudes d e carácter. P o r ejem plo, u n a m a d re m asoquista c o n tó u n a his­ to ria sim ilar, p ero h izo h in c ap ié en el su frim ien to d e la m adre. E s in teresan te h ac er n o ta r q u e en E stad o s U n id o s, la lám i­ n a 6B M con frecuencia sugiere la idea del joven q u e tra e m alas n oticias sobre la m u e rte del esposo o h ijo d e la m u jer. Estas h istorias g en e ra lm e n te se in te rp re ta n com o expresiones d e la ver­

U SO D E L R O R S C H A C H

375

sión freudiana del tem a de E dipo. E n el pueblo, las historias rara vez se refieren a alguien distinto d e la m adre y el hijo, y en vez de que el hijo sustituya al padre o triunfe sobre un herm ano, los temas de las historias masculinas expresan el conflicto en tre la independencia y la fijación m aterna profunda. Si el hijo abandona a la m adre, él podrá m adurar, independizarse, pero pierde el am or incondicional d e la m adre y la ilusión de una seguridad com pleta. Si se queda con la m adre, se siente protegido, pero a costa de su propia fuerza y hom bría. E ste conflicto no se circunscribe a los hom bres del pueblo; las mujeres a m enudo expresan el mism o con­ flicto entre la dependencia m aterna y la independencia.

C o ncordancia e n t r e e l cuicstionario y e l t a t

Los 66 t a t y cuestionarios q u e se usaron para probar la concor­ dancia fueron calificados por la mism a persona. Los t a t fueron calificados un año después que los cuestionarios. Los resultados de la concordancia respecto al m odo de asimilación (cuadro B.7 ) m uestran un acuerdo significativo en la calificación de los modos explotador y acum ulativo, pero n o del receptivo. E n el 36 % de los casos, el calificador diagnosticó receptividad de acuerdo con los cuestionarios pero no con el t a t de la mism a persona. N os es im posible explicar a q u é se debió esto. La m ejor explicación sur­ gida al revisar la calificación es que el calificador del t a t sólo calificó una orientación receptiva dom inante, considerando que las tendencias receptivas estaban presentes en casi todos los casos. Cuadro B.7 C o n c o r d a n c ia

en t r e

m o d o

e l

d e

c u e s t io n a r io

y

e l

t a t

:

a s im il a c ió n

(N = 66) .Modo

+ +

+ “

- +

------

Receptivo Explotador Acumulativo

16 18 18

24 8 9

6 17 16

23 23 23

* p

es m e n o r q u e

.0 5 .

■r2.03 4.52 * 4.20 *

Porcentaje de concor­ dancia >5 62 62

376

S O C IO P S IC O A N A L IS IS D E L C A M P E S IN O M E X IC A N O

La concordancia en la calificación d e la productividad fue alta. La correlación pro ducto-m om ento o ntre el cuestionario y la califi­ cación del t a t fu e .72, la cual es significativa a nivel del u n o por ciento. H u b o u n a concordancia significativa en la calificación del m a­ soquism o, la d estructividad, el narcisism o extrem o ( I I ) , el con­ s en tim ie n to y el am or (cu ad ro B.8 ). C uadro B .S C o n c o r d a n cia e n t r e e l c u e s t io n a r io y e l t a t : M O D O D E R E L A C IÓ N

M odo Sádico Masoquista Destructivo Narcisismo I Narcisismo II Narcisismo I y II Consentim iento Amor condicional Cariño

+ + 8 18 14 10 11 33 5 19 9

+ —

— f

-------

y-

Porcentaje de concor­ dancia

3 4 16 8 12 8 7 23 3

30 16 5 21 4 12 5 9 2

25 28 31 27 39 13 49 15 52

1.24 12.13* 8.58 * .73 12.67 * 7.56 * 8.02 * .37 35.93 *

50 70 68 56 76 70 82 51 92

v fi es menor que .01.

La concordancia fue baja en la calificación del sadism o, el narci­ sism o I (in d iferen cia) y el am or condicional (cu id ad o m a terial). E n el caso del sadism o, es más fácil q u e el calificador lo diagnos­ tiq u e en el t a t q u e en el cuestionario. P uesto q u e la calificación del R orschach ta m b ié n indicó m ás sadism o q u e la calificación del cuestionario, es probable q u e el cuestionario sea m enos sensible q u e las otras m edidas proyectivas para diagnosticar sadism o. E n el caso del narcisism o I, encontram os q u e la m ayor desavenencia fue sobre si era o n o narcisism o extrem o. Si buscam os la concordan­ cia e n tre la calificación del narcisism o q u e da el cuestionario y el t a t , hay, d esco n tan d o las distinciones en tre el narcisism o extre­ m o o el m en o r, una concordancia estadísticam ente significativa en tre las dos m edidas. E n el caso del am or condicional, vimos que era difícil calificar e n base a las respuestas al t a t porque éste es esen cialm en te co n ductista más q u e dinám ico.

U SO D E L R O R SCH ACH

¿77

K o m e d im o s la c o n c o rd a n c ia e n t r e la c a lific a c ió n d e la s fija ­ ciones h a c ia lo s p a d re s e n e l t a t y e l c u e s tio n a rio , p u e s to q u e n o pudim os d is tin g u ir c o n c e rte z a e n t r e la fija c ió n in te n s a y la m o ­ derada e n e l t a t . L a s lá m in a s d e l t a t , e s p e c ia lm e n te la 2, 6G F ,

6 B M y 12, su g irie ro n te m a s d e d e p e n d e n c ia re s p e c to d e la m a d re a casi todos lo s a ld e a n o s . E n re s u m e n , la c o n c o rd a n c ia s ig n ific a tiv a a l c a lific a r e l c a r á c te r con b a s e e n e l c u e s tio n a rio , e n e l R o r s c h a c h y e n e l t a t e s o tr a evidencia q u e c o n f ir m a la e x a c titu d d e la c a lific a c ió n d e l c u e s tio ­ nario y e l p o d e r d e la te o ría p a ra in te r p r e ta r e l m a te ria l p ro y e c tiv o con d if e re n te s p r u e b a s .