Siete aproximaciones a Walter Benjamin
 9789588454238

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SIETE APROXIMACrONES A WALTER BENJAMIN

Bolívar Echeverría

Ediciones

desde abajo

Siete aproximaciones a Walter Benjamin Bolívar Echeverría 1 era reimpresión, diciembre 2015

Ediciones desde abajo Primera edición 201O ISBN 978-958-8454-23-8 Diseño y diagramación: Difundir Ltda. Transv: 22 A Nº 53D-42 Int 102, telf: 345 1808 - 2 1 7 8992 Bogotá D. C., Colombia El conocimiento es un bien de la humanidad. Todos los seres humanos deben acceder al saber, cultivarlo es responsabilidad de todos. Se permite la copia, de uno o más artículos completos de esta obra o del conjunto de la edición, en cualquier formato, mecánico o digital, siempre y cuando no se modifique el contenido de los textos, se respete su autoría y esta nota se mantenga.

Índice

Prefacio

........................... ..............................................•............................

7

Carlos Antonio Aguirre Rojas 1. Benjamin: mesianismo y utopía ..................................................... ... 25 2. Un concepto de •modernidad''

.

............................................. .......

....

51

. . 51 A. La novedad de lo moderno B. La modernidad y el 'desafío' de la 'neotécnica' .......................... 56 ............................

C. L a modernidad, el capitalismo y Europa

.......

.....................

. D. La esencia de la modernidad y la modernidad "realmente existente• ...... ...........................

...

63

.....

67

3. El ángel de la historia y el materialismo histórico .................... 71 4. Deambular Walter Benjamín y la cotidianidad moderna S. El autor como productor 6. Arte y utopía

......................

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........................................•..•........................

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.. .

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7. Una lección sobre Walter Benjamín

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....... ...................

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85 95 99

117

PREFACIO

El intinerario intelectual de Bolívar Echeverría

El 5 de junio de 2010, Bolívar Vinicio Echeverría Andrade, miembro de nuestro Comité Científico Internacional y activo impulsor, desde los orígenes, del proyecto de nuestra revista Contrahistorias, dejó de existir en la capital de México. Y con

su triste deceso, advenido súbita e inesperadamente, se inte­ rrumpe de tajo el trabajo del intelectual latinoamericano más penetrante y agudo de las ciencias sociales del subcontinente de las últimas cuatro décadas. Porque, como buen hijo de la generación del 68 latinoame­ ricano, que además fue alimentado por las mejores tradiciones críticas de la Escuela de Frankfurt, Bolívar Echeverría supo expresar mejor que nadie los itinerarios complejos que, en el campo de la teoría y la filosofía, recorrió el pensamiento crí­ tico latinoamericano posterior a la revolución cultural mun­ dial de 1968. Y así, combatiendo a la vez por hacer aflorar y mantener vigente en el campo teórico la vena más radical del marxismo latinoamericano post-68, y también por propiciar, en los hechos, un nuevo v ínculo de esta reflexión teórico-críti­ ca con los nuevos y emergentes sujetos y movimientos sociales latinoamericanos, durante más de ocho lustros Echeverría fue desplegando tanto su trabajo como profesor de múltiples gene­ raciones de economistas, filósofos y científicos sociales, como la redacción de sus brillantes e incisivos ensayos de análisis,

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Bolrvar Echeverrfa

junto a su participación en los comités de algunas revistas im­ portantes, y a su permanente atención y el estudio de los su­ cesos y situaciones políticas de México y América Latina y el mundo. Siguiendo un periplo muy común entre los jóvenes de esa generación del 68, Bolívar inicia también su trayectoria políti­ ca desde una militancia práctica radical que habrá de marcar­ lo para toda la vida, determinando en gran medida su itinera­ rio práctico y personal. Pues, luego de esa militancia radical, Y como fruto de los profundos cambios políticos y sociales de la situación mundial posterior a 1968, Bolívar continuará, dan­ do un p aso importante hacia la reflexión teórica fuerte, la que no obstante será vista todo el tiempo como forzado "refugio en su gabinete de trabajo", refugio que, emulando la experiencia similar del propio Marx, esperará constantemente las condi­ ciones para "volver a la práctica", para reivindicar nuevamen­ te a esa praxis, clara síntesis de la teoría y la práctica. Paso forzado a la teoría, que, al tiempo que intenta tender puentes constantes hacia los nuevos sujetos y movimientos sociales de México y de América Latina, analiza y diagnostica críti­ camente y con cuidado los principales procesos evolutivos del capitalismo mundial. Todo, con el claro y explícito objetivo de mantener, bajo cualquier circunstancia, esa radicalidad anti­ capitalista que desde los dorados años 60 del siglo XX define sus acciones y tareas, en la teoría, en la práctica y en su vida personal toda. Al asumir como su horizonte teórico general el del conjunto de la obra de Marx, leído y recuperado desde las claves aporta­ das por la Escuela de Frankfurt, Echeverría mantendrá, a lo largo de su vida y en el vasto conjunto de sus intervenciones, la postura de desconfiar siempre, y confrontar sistemáticamente los discursos dominantes y las más diversas realidades capi­ talistas circundantes, para oponerles las armas del discurso crítico marxista, la intransigencia y la suspicacia personales frente a tales formas prácticas del mundo capitalista. Por eso, Bolívar ha sido siempre implacable ante las expre­ siones diversas de la ideología dominante, pero también fren­ te al marxismo vulgar o socialdemócrata o funcionalista, que

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de marxista no tiene más que el falso nombre. E igualmente, y en congruencia con tal postura teórica de crítica radical, el autor de El discurso crítico de Marx fue durante su vida, en el plano de las relaciones personales, un hombre profundamente irónico y vigilante, que a la vez que disolvía las ilusiones y las mitologías más arraigadas de las relaciones personales, pro­ ponía, esbozaba y se esforzaba por descubrir dentro de estas últimas los gérmenes y las formas de su posible configuración distinta, no opresiva y sí anticapitalista. Esa radicalidad total en la teoría y la vida personal expli­ can la densidad excepcional de sus escritos, el alto grado de complejidad de sus razonamientos y argumentos, y también la enorme riqueza de lo que significó siempre la relación personal y la convivencia directa con Bolívar Echeverría. Y si Bolívar fue, en la vida y en la teoría, a semejanza de Walter Benjamín, con el que tanto se identificó, un verdadero y permanente marginal, un genuino y claro hors la loi, eso no le impidió cosechar centenas y miles de admirados estudian­ tes, igual que de lectores y seguidores de sus obras, a la vez que el respeto y también el reconocimiento de prácticamente todos los colegas e intelectuales inteligentes que tuvieron la fortuna de conocerlo de manera personal, y de poder dialogar intelectualmente con él. Y aunque Bolívar, igual que Fernand Braudel, llegó a quejarse alguna vez de ser comprendido poco en cuanto a sus trabajos, bromeando acerca de que él -igual que Emmanuel Kant- escribía más para las generaciones posteriores que pa­ ra sus contemporáneos, el impacto de sus libros y sus artículos sobre todos sus lectores ha sido siempre y sin embargo enor­ me, profundo y definitivo. Al erigirse en representante central del pensamiento crí­ tico latinoamericano posterior a 1968, y al encarnar en sus textos y su magisterio una de las vertientes más radicales e incisivas del pensamiento crítico, Echeverría Andrade cons­ truye un legado intelectual que, en las diversas aéreas que aborda, compite ventajosamente con los desarrollos más avan­ zados que en el mundo se han producido en estas últimas cua­ tro décadas.

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Bollvar Echeverrla

Revisemos, aunque sea muy brevemente, algunos de los elementos principales de esta rica y compleja herencia intelec­ tual de Bolívar Echeverría. ***

Como muchos otros jóvenes de su generación, nacido en

1941, Bolívar Echeverría vive también intensamente esa dé­ cada excepcional de los 60 del siglo XX, década que envuelve y le da sentido al simbólico año 1968 y la revolución cultural mundial que éste representa. Por eso, primero en Ecuador y luego, y sobre todo en Alemania, Bolívar inicia su traye ctoria política general con una intensa militancia política práctica, que no sólo marcará para siempre esa radicalidad vital y teó­ rica que lo caracterizó permanentemente sino que asimismo definirá sus primeras y decisivas elecciones, igualmente políti­ cas, teóricas y existenciales. En ese complejo clima del 68 alemán (que allí inicia desde

1964 y que alcanza su cúspide hacia 1967), Bolívar cultivará su predilección por la Escuela de Frankfurt, pero también su admiración y la defensa del proyecto de la revolución latinoa­ mericana, impulsado y defendido por el Che Guevara, junto a su identificación de los temas teóricos que, siendo parte del de­ bate teórico internacional, constituyen en su opinión premisas indispensables de la eventual renovación del marxismo latino­ americano de aquellos tiempos. Porque Bolívar, a la vez que completa su formación marxis­ ta en general y su dominio pericial de los aportes de la Escue­ la de Frankfurt en particular, continúa preocupado y atento a las condiciones y situaciones de su país y su semicontinente de origen, de Ecuador y de América Latina. Y es precisamente por el diagnóstico que él hace de su país, en el segundo lustro de los años 60, y por la visión que tiene de América Latina en esos mismos años, que Bolívar decide regresar a México en lu­ gar de ir a su patria, para desplegar desde aquí el conjunto de su actividad política e intelectual. Así, y después del asesinato del Che en Bolivia -y de lo que esto representó para los posibles derroteros futuros de la

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revolución socialista en América Latina-, y de las sucesivas derrotas políticas de los distintos movimientos del 68 en toda América Latina (y en el mundo entero), Bolívar se siente forza­ do a 'replegarse' en el campo de la teoría, aunque concibiendo este repliegue sólo como algo no definitivo, y que deberá durar exclusivamente hasta el momento en que sea posible volver a reconectar directamente teoría y práctica, y volver a interve­ nir activamente dentro de esta última. Sin embargo, y al igual que a tantos otros soixante-hui­ tards latinoamericanos, ese camino de retorno a la práctica no será para Bolívar ni inmediato ni evidente, y ello durante va­ rios lustros, lo que prolongará, en contra de la voluntad de esos mismos sesentayocheros y también de Bolívar Echeverría, ese repliegue en los campos de la reflexión teórica y el trabajo filo­ sófico en general, aspecto que, en su caso, será ocasión de una producción teórica de primer nivel internacional, y de un per­ manente e influyente magisterio de más de cuatro décadas. Porque en este horizonte general de interrogación sobre los posibles caminos de la revolución comunista en América La­ tina nace, en nuestra opinión, el primer tema fuerte aborda­ do por Echeverría, el de la relectura crítica de los tres tomos de El capital de Marx. Pues, frente a los debates entonces en boga de la teoría de la dependencia latinoamericana, que in­ tenta explicar la peculiaridad del capitalismo latinoamericano en sus cinco siglos de existencia y sus principales rasgos de­ finitorios entonces vigentes, Bolívar concibe que es necesaria una nueva y más profunda relectura y una reinterpretación del texto central del discurso crítico de Marx, la que, al entre­ garnos las claves esenciales de la definición general del modo de producción capitalista, permitirá en consecuencia entender y explicar inteligentemente esa historia y esa situación actua­ les del capitalismo de nuestra América Latina. Por eso, y de manera explícita y persistente, Bolívar in­ sistirá en sus legendarios Seminarios de El capital de los 70 y los 80, en la tesis de que el marxismo en su conjunto no es otra cosa que "el momento teórico de la revolución comunis­ ta en ascenso", tesis que, proyectada a la América Latina de la séptima y la octava décadas del siglo XX, está intentando

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Bolfvar Echeverrla

forjar, a través de la reinterpretación de El capital llevada a cabo por Bolívar, el correlativo "momento teórico" de la enton­ ces anhelada y proyectada revolución comunista en América Latina. Y si El capital, como afirma también Bolívar, es cla­ ve del entero corpus del marxismo original, su relectura y su reinterpretación críticas en América Latina serán también la base y el punto de partida de la renovación y el aggiornamento del marxismo latinoamericano de esos tiempos. Hace falta comparar el complejo, elaborado y sofisticado es­ quema del argumento general de El capital construido por Bo­ lívar, con las equivalentes relecturas o reinterpretaciones pro­ puestas en esos mismos años, por ejemplo por Luis Althusser, por Jindrich Zeleny o por Roman Rosdolski, para medir, ya desde los 70, la enorme estatura intelectual del autor de Las ilusiones de la modernidad. Porque, apoyándose, en las cate­ gorías hegelianas de apariencia, esencia y realidad, y recupe­ rando con las herramientas de Martín Heidegger y la Escuela de Frankfurt la central contradicción entre la lógica del valor de uso y la lógica del valor, Bolívar puede simultáneamente confrontarse con el marxismo neokantiano y antihumanista de Althusser, a la vez que prolonga, enriquece y en parte supe­ ra la rica relectura de Rosdolski de los Grundrisse marxianos y del propio texto de El capital. Entonces, más allá del problema de una más limitada di­ fusión internacional, debida a simples e injustas razones lin­ güísticas, Bolívar produce en los 70 y los 80 una reinterpre­ tación de El capital comparable, y en nuestra opinión hasta hoy superior, a las otras reinterpretaciones del crucial libro marxiano, reinterpretaciones que, como es bien sabido, son uno de los ejes principales de la renovación completa que, en el planeta entero, vivió el marxismo como fruto de la ya evocada revolución cultural mundial de 1968. Esquema de reinterpretación de El capital, de la original factura de Bolívar Echeverría, que se plasma en su primer li­ bro, el brillante texto de El discurso crítico de Marx, que aún hoy sigue siendo una de las mejores entradas e introducciones al vasto y complejo conjunto de los aportes de Marx y el mar­ xismo original, aportes que hoy, en 2010, y entre muchas otras

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razones, también por causa de la catastrófica crisis económica mundial de finales de 2008, comienzan a cobrar cada día más y más fuerza y vigencia para la adecuada explicación del mun­ do actual. Y si El capital es ese eje nuclear del entero corpus marxis­ ta, es lógico que Echeverría, como tantos otros grandes mar­ xistas de la época, se mueva naturalmente desde la relectura de los tres tomos de la crítica marxiana de la economía políti­ ca, hacia una reinterpretación más global y abarcativa de otros temas generales y centrales del original legado marxista. Pero no con la absurda pretensión, atribuida por lectores superfi­ ciales y apresurados de sus trabajos, de "colmar las lagunas de la teoría de Marx" o de desarrollar por su cuenta nuevas teorías equiparables a las de Marx, sino más bien y más seria­ mente de resaltar en forma explícita ciertos aportes cruciales de Marx, profundizándolos con las herramientas de la teoría crítica del siglo XX, y proyectándolos, en sus consecuencias principales, hacia el mundo y la América Latina de su época. Y, como veremos más adelante, de todo ese vasto cuerpo del complejo y rico legado del marxismo original Bolívar elegirá profundizar, de un lado, en la teoría de la forma natural de la reproducción social y de la lógica y el mundo del valor de uso, y, del otro, en la caracterización global de lo que es la moderni­ dad en general y la modernidad capitalista en particular. Pero antes vale la pen� subrayar que, al mismo tiempo que estructura y difunde esa nueva interpretación de El capital, Bolívar impulsa la publicación y la republicación de las obras de Rosa Luxemburgo en México, mientras participa también en el comité de la revista Cuadernos Políticos y en organiza­ ciones que, autoasumiéndose como posibles embriones de "el" Partido de la Clase Obrera, van decayendo lentamente duran­ te los años de la rica pero difícil coyuntura política de 1968 a 1989-1994. Así, y haciendo evidente que para él mismo su trabajo teórico no pretende ser más que el "momento teórico" de un siempre buscado y perseguido proceso social de transforma­ ción real de las sociedades latinoamericanas, Bolívar continúa atento a los debates políticos de su tiempo, viviendo intensa-

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Bolívar Echeverría

mente la discusión que en América Latina se dio en aquellos años respecto de cuál era la forma adecuada y pertinente de la organización revolucionaria de los pueblos latinoamericanos, y de cómo articular la acción de las masas populares (la "es­ pontaneidad revolucionaria de las masas") con el trabajo teó­ rico consciente de tales organizaciones revolucionarias (enton­ ces identificadas aún en su inmensa mayoría con la figura del Partido de la Clase Obrera). Es interesante, a la distancia de 30 años, observar cómo Bolívar propone ya, desde el rescate de la obra luxemburguia­ na, superar la falsa antítesis entre "leninismo" y "luxembur­ guismo", por vía no de la oposición sino de la búsqueda de las formas de una síntesis nueva entre la acción de las clases po­ pulares y el trabajo político de las organizaciones revoluciona­ rias, síntesis que después del 1° de enero de 1994 se afirmará ampliamente como la vía principal de los nuevos movimientos antisistémicos de toda América Latina . Al mismo tiempo, y manteniendo ciertos vínculos con los movimientos mexicanos de independencia obrera y sindical de los años 70, Bolívar participa en la fundación y la historia de Cuadernos Políticos, sin duda la principal revista de cien­ cias sociales de América Latina en los 70 y los 80. Y será a Echeverría a quien corresponda, en los tres lustros de vida de la publicación, alimentar su 'parte' o dimensión teórica para recuperar allí, desde los debates sobre la reconstrucción del materialismo histórico, la caracterización del socialismo real, existente, o la posible crisis del capitalismo mundial, hasta las contribuciones de Antonio Gramsci, el análisis de los nuevos procesos de trabajo y las nuevas tecnologías capitalistas, o la discusión sobre el problema nacional, entre otros temas fun­ damentales. Y así, ayudando a difundir en México y América Latina, en escala amplia y masiva, a autores como Georges Simmel, Jean-Paul Sartre y Fernand Braudel, Bolívar busca ensanchar y enriquecer los referentes teóricos de las nuevas izquierdas latinoamericanas, nacidas como resultado del gran viraje mundial de la revolución de 1968. Entonces, será en medio de esa actividad de impulso y construcción de un proyecto editorial crítico y radical, de vin-

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culación y luego desencanto con ciertas organizaciones polí­ ticas y ciertos sindicatos de la época, y de toma de posición respecto de los profundos cambios que entonces viven los movimientos de izquierda y sus organizaciones diversas, en México, en América Latina y el mundo, que Bolívar avance desde su reinterpretación y la relectura de El capital, hacia una doble tematización, primero de la teoría marxista de la forma natural y del valor de uso, y después de la explicación marxiana de la esencia de la modernidad capitalista en cuan­ to tal, dos áreas también centrales del corpus teórico de Marx que se plasman en los libros de Bolívar Echeverría Valor de uso y utopía, primero, y luego Las ilusiones de la moderni­ dad, contribuciones fuertes y una vez más de primer nivel in­ ternacional a esos específicos campos temáticos del horizonte general del marxismo, que se derivan directamente, además, de su constante preocupación por aportar elementos teóricos indispensables para transformar radicalmente y de modo práctico concreto, el capitalismo latinoamericano y el capita­ lismo mundial. Si con la relectura propuesta de El capital, los marxistas latinoamericanos tienen armas para comprender mejor, diag­ nosticar y confrontar el capitalismo de América Latina, cobra vigencia la pregunta ¿desde qué horizonte o plataforma se po­ drá confrontar eficazmente y de modo genuina y radicalmente anticapitalista el capitalismo mundial y del semicontinente? Y la respuesta de Bolívar es, desde el vasto mundo y desde la diversa lógica del valor de uso, desde la toma de partido por la forma natural frente a la forma de valor, desde las figuras reales de la civilización y de la comunidad frente a la frágil y opresiva forma 'nación' del capitalismo, desde los códigos de la real generación cotidiana de las formas culturales ante los pa­ rasitarios códigos de la cultura capitalista dominante, y desde la reasunción de la intrínseca socialidad 'política' de las comu­ nidades humanas frente a la perversión capitalista de lo "polí­ tico" y de la "política". Es decir, desde la restitución de la sujetidad central a las comunidades humanas, y desde el rescate y la revaloración de las múltiples formas de manifestación de esa "forma natural

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Bollvdr Ech verrla

dt' la rl'produl'ción socjal", que en su complejo conjunto con­ fi�urun l'l vaAto univ •rso de l o que Echeverría incluye en su ph1rifud•t.ica y v o s ta tematización de la teoría del valor de uso, t 'orín d • In lógica d

1 valor de uso y del amplio universo que

nb:a rcA. que. habiéndose hecho explícita en el bril lante ensayo

El ualor de uso: ontología y semiótica -concebido por su autor como uno d nwnto

e

sus más logrados textos-, será al tiempo argu­

hi lo conductor explicativo, presente en prácticamente

t.odA In obra de Bol ív a r Pues desde su relectura de El capital .

) hnsta su i nconc luso proyecto de elaborar una nueva teoría de l a cultura, pasando por su teorización sobre la modernidad

b�rroca l atinoamericana o sobre la modernidad capitalista en

genera l. esa lógica del valor de uso y de la forma natural es­ tá siempre presente c01no herramienta crítica y como horizon­ te heurístico de todos los análisis y teoremas producidos por Echeverría. Ello explica, entre otras cosas, la singular densi­ dad y la riqueza del ensayo, bautizado primero como La forma natural de la reproducción social, y más adelante como El va­ lor de uso: ontología y semiótica. Y basta una vez más repasar con cuidado las notas de pie

de página de este artículo, para volver a medir la estatura in­ telectual del autor: en esta explicitación de la clave maestra del niarxismo genuinamente crítico, Bolívar echa mano de una extraordinaria lista de autores que incluye a Hegel, Foucault, Heidegger o Levi-Strauss, además de Jakobson, Trubetzkoy, Benja1nin, Benveniste o Roland Barthes, pero también Bau­ drillard, Saussure, Hjelmslev, Cailloix, Malinowsky, Sartre, Leroi-Gourhan, Lukacs o Bataille, entre muchos más. Y no se trata de simples referencias accesorias sino de una real y com­ pleja recuperación de los elementos que estos autores aportan, para esa explicitación y profundización de la teoría marxista de la forma natural o del valor de uso, tematización que, si en este ensayo alcanza su más acabada formalización teórica, reaparece con reiteración en prácticamente todo el legado inte­ lectual del autor del libro Vuelta de siglo. Tal teoría de la forma natural o del valor de uso se conec­ ta directamente con la reflexión paralela y acuciosa, por parte de Bolívar, sobre la modernidad en general y la modernidad

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capitalista en particular. Porque luego de diagnosticar al capi­ talismo latinoamericano y mundial, y luego de criticarlo radi­ calmente desde la lógica anticapitalista del mundo de la forma natural, hace falta también preguntarse qué proponer como alternativa. Por tanto, con qué habremos de sustituirlo una vez que haya sido derrotado. Y la respuesta de Bolívar es que lo reemplazaremos con una mo dernidad no capitalista, que, rescatando los avances reales que la humanidad ha concreta­ do en los últimos cinco siglos de existencia, desecha al mismo tiempo su marca y su deformación capitalista, cada vez más ubicua e invasora. Por eso, para Bolívar se vuelve relevante explorar con cuidado cuáles son los trazos definitorios de la modernidad en general y cuál el vínculo de esta modernidad

con el capitalismo, para estable cer el retrato completo de la modernidad capitalista que aún padecemos en el planeta, pero también y sobre todo para hallar las pistas en el mundo actual de la posible construcción de una modernidad alternativa, no capitalista y no sometida una vez más a la devastadora lógica de la forma de valor. De este modo, Echeverría sintetizará dentro de "Moderni­ dad y capitalismo (15 tesis)", del libro Las ilusiones de la mo­ dernidad -su ensayo más largo, si exceptuamos otro incluido

en La modernidad de lo barroco--, buena parte de las líneas de investigación y los problemas que aborda en los 20 años an­ teriores, pero también buena cantidad de las pistas y los te­ mas que desarrollará en los cuatro lustros posteriores a las sucesivas versiones de este texto. Con lo cual, además de con­ densar en este largo artículo buena parte de los resultados de sus investigaciones, Bolívar nos entregará además el esbozo general de una teoría de la modernidad capitalista, que una vez más compite sin desventaja con otros importantes esfuer­ zos o claves de desciframiento de la mo dernidad capitalista, como los que en su momento han ensayado autores como Wer­ ner Sombart, Max Weber o Norbert Elías, pero también, y des­ de otros horizontes y posteriormente, Fernand Braudel, Michel Foucault e lmmanuel Wallerstein. Y si bien Bolívar se limita a trazar sólo los contornos generales de este fresco global de la esencia de la modernidad capitalista, sus tesis de caracteriza-

[ 17 1

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I X e n t re lo

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com nt ari t a

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cr yeron est ar a fect a do por la "cond ición po moderna"­ se debe, sin d u d a , al hecho de que e l la i n t roduce al lector en el tema más desa fia nte d l conj u nt o de la Te is en el plano de lo que se conoce como "fi lo o fía d l a h istoria", el de la crítica de la idea de progreso. Mi intención en estas páginas e

comentar en torno

a la situación teórico-política a la q ue r sponde la crítica de Benjamín a la idea de progreso; en torno a la ubicación de esta crítica dentro del decurso dramático que le otorga concreción y sentido. La crítica de Benjamín a la idea de progreso es, sin duda, una audaz y sugerente aproximación teórica, y bastaría tratarla como tal para que su importan­ cia en la discusión contemporánea saliera a relucir. Pero la pretensión de su autor va más allá de considerarla única­ mente como

un

tour de force teórico; él la entiende como inter­

vención, tal vez enrevesada pero sí directa, en la historia política, como un involucramiento en la autorreproducción del principal de los agentes de esa historia que para él era el movimiento socialista, la izquierda revolucionaria. La tran sformación teórica que él quisiera a lc a n za r c o n s u crítica a l a idea de progreso n o e s u n a transfor-

[ 76

51 "t

a ·iún d •nl r

aprox1muc1on s a Walter BenJam1n

r ía como ca mpo de t eorema i n l )1 1 1 i i n d i C r " n t e ino la t ra n formación de u n a con­ f l g u ra · i ' n u n -'pi o d i o h i s t órico conc reto de ese c a mpo l ' ri n s i t u i do pr c i s a m nte por la presencia de �� ' p r l o i a l i ta r voluci ona rio en el ca mpo de la t ría. t ra t a d la t r a n for m ación d e a l go que, p a ra q u i ne h a bl a n a ho ra "d spués de la posmodernid ad'', r u l ta d i fíc i l d r conocer e identi fica r, pero que para ' l Y u co n t 1nporá neos era evidente y esencia l : el "mat riali mo h i stór ico". n

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A n adie tendría por qué i mportarle hoy la crisis del " m ate r i a l ismo h i stórico" si éste no fuese más que aque­ llo que se e ntendió formal u oficial mente bajo ese nombre du ra nte los 100 a ños que van del decenio de 1 8 8 0 , y el co1nien zo de l a obra de Karl Kautsky, al decenio de 1980, y el fi na l de l a obra de Lou is Althusser, si no fuera más que eso que, j u nto y a medias con la dialéctica materia­ lista, se conoció como "marxismo", y que fue efectiva men­ te el m a r x ismo ta nto de la Segunda I nternaciona l como del "socia lismo real". De i nterés actual debiera ser, en ca mbio, todo lo que tiene que ver con aquello que se pu­ diera llamar "materialismo histórico" informal o a ntiofi­ cial, y que es j ustamente aquella con figuración teórica o discursiva c uya crisis quisiera superar Benjamín con su crítica de l a idea de progreso. La radicalidad del plantea­ miento b e njaminiano de la situación crítica del "materia­ lismo histórico" habla de u n a definición de este discur­ so que rebasa esencialmente la definición del m ismo que suele invocarse corrientemente. La defi nición que B e nj am í n tiene del mater i a l is mo h i stórico sólo adquiere su verdadero perfil después que el lector descifr a esa otra alegoría que sus Tesis l e ofre­ cen y que se encuentra e n la primera de ellas, l a ale­ goría del autómata j u gador de aj e drez, a l e goría que a pri mera v ista resulta extraña y enigmática, y que, a medida que se busca más en ella, resulta ser u n a verda­ dera provocación.

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Anónimo. Autómulu j u gudo r de a1cdrez

El "materialismo histórico" sería, según esta alego­ ría, un seudoautómata: un enano corcovado, que es maes­ tro invencible en el juego de aj edrez pero que actúa en los salones bajo el disfraz de un muñeco automático en traje de turco. Y las claves que entrega Benj a m i n son las siguientes: el juego de aj edrez es la filosofía; el ena­ no experto en aj edrez es la teología ; el muñeco turco es la apariencia científico-política que debe ostentar el ma­ terialismo histórico 'profundo'. Este .. material ismo histórico" informal , 'profundo', el discurso revolucio nario de los trabaj adores, es el ver­ dadero autor de aquello que le confiere al materia lismo hi� tórico visible una superio ridad respect o de cualqu ier otra t oría, cuand o se trata de descifrar el mundo de

( 11 )

Siete apro imac1ones a Walter BenJamrn

Ja mod rn idad. É l es el verdadero inventor de esa ex­ pl icación imbatible del modo de producción capitalista q u e es la "crítica de la economía política". Sin embargo, pa ra competir en el

establishment de la teoría, ese mate­

ria lismo histórico profundo debe adoptar l a apariencia de un discurso i lustrado, cientifista. Sólo bajo el disfr a z d e u n a "ciencia materialista histórica" s e puede poner en consonancia con el espíritu de los tiempos. Debe fi n ­ g i r porque, d e otro modo, n o pudiera dej arse ver; porque su presencia verdadera es de otro orden: está "fuera de lugar", como l a figura de u n enano en la elegante socie­ dad de los nor m a les. E s un discurso utópico-mesiánico "que no puede decir su nombre"; es una "teología", dice Benj a m í n , que no tiene cabida en el salón de la filosofía modern a . La a legorí a del autómata jugador de ajedrez presen­ ta al m aterialismo histórico como u n a criptoteología. I mplica así , por decir lo menos, una. abierta provocación, pues hay que tener en cuenta que aquello que pretende ofrecer es l a representación simbólica de u n a doctri n a educada e n e l m aterialismo y el jacobinismo más impla­ cables, en u n a tradición discursiva antiteológica por ex­ celencia. ¿Qué pretende Benjamín con esta provocación? ¿Qué es lo que quiere que se entienda por "teología"? Las Tesis de Benjamín no pretenden que el materia­ lismo histórico abandone su disfraz de autómata, puesto que su empleo obedece, sin duda, a u n a necesidad, a u n a imposición i neludible de los tiempos. L a discursividad cientifista parece ser condición ineludible de la validez del discurso raciona l en u n a época cuya misión consiste todavía en el desarrollo de la estructura técnico-científi­ ca de los medios de producción ; estructura que no puede afirmarse si no es como negación de la estructura técni­ co-mágic a de los mismos. Lo que ellas proponen es que la teoría de la revolución evite caer en su propia trampa; que no se crea su propia ficción , y no se identifique sólo con la mitad v isible del autómata e n que debe encarnar: con el títere vestido de turco; con el "muñeco cientifista". Lo

[ 79 1

Boll ar Echev rrla

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q u i i ran i rnped i r e s que e l materialis mo his­ u propio secreto, esa identidad profunda a ) v id

=> l l a

qu n

la q u t a bl

la hi tor ia adj ud ica por ahora la figura i mpresen­ de u n "ena no teológico".

Por Jo dem ás, pien so que, cuando habla de la "teolo­ g í a" como la fuente secreta de la efectiv idad explicativa d 1 material ismo histórico, Benjamín no pred ica el r e ­ t orno a n in g u na doctrina teológica, sea ésta judeocris­ t iana o de cualquier otra filiación. Por "teología", Ben­ jarnin no parece entender un tratado sobre Dios sino u n deter m i nado uso del discurso que persigue una explica­ ción racional de los aconteceres del mu ndo; u n uso que no requiere partir de la anulación del azar sino que, por el contrario, r econoce en él el fu ndamento contingente de la necesidad y el orden que son su horizonte de in­ teligibilidad . Un uso del discurso racional que es capaz de reconocer a lo otro como suj eto; de no vaciarlo y em­ pobrecerlo r educiéndolo a mero obj eto (naturaleza), a mero cúmulo de recursos naturales siempre renovables que están ahí 'gratis', a disposición del hombre, el suj eto por excelencia, que parte del "misticismo materialista" propio de un trabajo humano "que no explota a la Natu­ raleza sino que es capaz de despertar en ella las crea­ ciones que dormitan en su seno" -como el trabaj o del es­ cultor, que sólo saca del bloque de piedra la figura que ya estaba escondida en él. Un uso del discurso racional que es capaz de incluir una noción profana, no religiosa o eclesial, de "lo milagroso" o "lo divino", y según el cual el sentido de la obra humana se funda en la concordan­ cia y la identificación entre la expresividad espontánea de lo otro y la expresividad propiamente humana. Esta definición de "teología" la sugiere Benjamin claramente cuando ubica el punto central de la diferen­ cia entre el materialismo histórico 'profundo' y el mate­ rialismo histórico de la S egunda Internacional o de "la

s cx:ial-democracia", como prefiere llamarlo Benjamin, si­

guiendo en esto al filósofo Karl Korsch. El punto clave de esa divergencia está, según él, en la manera de p ercibir

[ 80 1

Siete aprox1mac1ones a Walter Ben¡amin

concebí r el tiempo histórico o, dicho con más fuerza, n Ja resist e ncia o la claudicación a nte las fuerzas que con triñen a los i ndividuos modernos a experi menta r el flujo temporal como el vehículo del progreso, como la vía por la que la vida adelanta en la línea conti nua de la su­ cesión de los vencedores en el ejercicio del dom i n io . Para Benja m i n , la diferencia esencial entre e l ma­ terialism o histórico oficial o social-de mócrata, y el ma­ terialism o histórico 'profundo' o revoluci on ario, está e n que allí donde e l pri mero expresa a l trabajador moder no e n lo que tiene de 'con formista', es decir, de aquiescente Y sometid o a l continuum del progres o de las fuerzas pro ­ ductiva s capital istas, el segundo, e n cambio , expresa a ese mism o trabajador pero e n lo que tiene de compro­ metido con la ruptura de ese continuum. El á ngel de la historia es un á n gel rebelde que se vuelve para mirar hacia atrás y le da la espalda al futuro, resistiénd ose al soplo huracanado del progreso. La continuidad histórica es la p ersistencia de ese soplo, al que Benjamín identi­ fica como uno que viene del paraíso, como el vehículo de la complicidad que mantiene el D ios de la legitimación p olítica con las clases triunfadoras que se suceden en l a detentación del domi nio sobre la sociedad. C omo quedó indicado al principio, la crítica benja­ miniana de la idea de progreso sólo adquiere su sentido pleno si se la considera como crítica del progresismo pro­ y

pio del materialismo histórico "social-demócrata". Benjamín pone en tela de juicio la idea de que existe un sujeto, la hu manidad; un sujeto que no sólo progre­ saría sin fin sino que lo haría de manera indetenible. Pero su crítica va m á s al fondo; atañe a la noción mis­ ma de tiempo histórico que le da sustento a esta idea de progreso: la peculiar noción moderna del tiempo como "espacio temporal'', como ámbito homogéneo y vacío e n el cual "tienen lugar" los acontecimientos. Para el á n ge l de la historia, en cambio, el tiempo de lo que acontece n o e s algo que sólo rodee a l aconteci­ miento y s e a exterior a él; el tiempo es asimismo una di-

[ 81 J

Bolívar E c heverrla ------

1n

n ión d l propio aconteci m iento; es siempre un tiempo

pl no, un

jetztzeil o ''tiempo de la actualización momentá­

nea", que se constituye por lo que acontece en él. En la alegoría del ángel de la historia, el tiempo del ángel está lleno; lo que lo col ma es la catástrofe, que él rnira con sus oj os espantados y experi menta con sus alas impotentes. Pero no sólo eso; lo colma también su propia resistencia mesiánica a esa catástrofe; la torsión de su cuerpo, que rompe con la corriente del viento del progre­ so y pretende redimir al pasado, remediar la devasta­ ción que hace de él una acumulación de escombros . La 'teología' escondida del materialismo histórico se­ ría así la capacidad que tiene este discurso de percibir el contenido o la plenitud mesiánica del tiempo históri­ co allí donde ésta se vuelve actual , es decir, exigente; allí donde se establece el "instante del peligro", es decir, donde el acontecer está por decidirse en el sentido de la claudicación o en el de la resistencia o la rebeldía ante el triunfo de los dominadores. 1] Las Tesis de Benjamín -como sucedió también, di­ cho sea de paso, con las Diez tesis sobre el marxismo de hoy, que escribió Karl Rorsch en 1950- pasaron inadvertidas para la opinión pública de izquierda, pese a que era ella la principal destinataria de su mensaje. Ahora, después que la ineluctabilidad del continuum capitalista se ha cansado de autofestejarse sobre la tumba del "socialismo real", la actitud política de la izquierda parece buscar nuevas formas de manifestación. La redefinición de lo que es o lo que puede ser la izquierda quedara seriamen­ te disminuida si dejara pasar la oportunidad de captar y aprovechar la crítica radical a la vieja izquierda que estas Tesis de Benjamín esbozaron hace ya 60 años. 2] La crítica de la idea de progreso , que se i nicia con la alegoría del ángel de la historia en las Tesis de Ben­ jamín , i mpresiona sobre todo por la aseveración de que el viento del progreso es de devastación, de que su paso por el mundo es una sola catástrofe. Muchos consideran esta radicalidad del planteamiento crítico de Benjamin

[ 82 )

Siete ap rox1mac1ones a Wal er Ben¡am 1 n

fruto de una pérdida del "sent ido de rea lidad", Y a í re ulta ser, s i n duda, vistas las cosas desde la pers­ P c t iva del ethos realista que prevalece en la modernid a d capita li sta . Pero es u n planteamiento q u e s e puede ver también como resu ltado de una sintonía alcanzada por Benjamin, en las condiciones muy e speciales de su vi­ da -como j udío y comun ista-, con un nivel efectiva men­ te catastrófico de la realidad; un pla no del escenario d e l a vida moderna que a comienzos de l a segunda guerra mundial no podía ser evidente para todos, pero que hoy se ha v uelto m á s bien inocultable. Hay un libro recient e , de C a rl A mery, q u e lleva el título d e Hitler como precur­ sor. Su autor a fi r m a allí que el acontecimiento histórico que debiera ser tenido por el verdadero comienzo del si­ glo X X I , el que marca su sentido, es el acontecimiento que conocemos con el nombre de Auschwitz. De ser así, la ra­ dic a lidad de la crítica benja miniana del progreso fuera u n a radicalidad que simplemente se había adelantado a su tiempo. m

[ 83 1

4. D EAM B U LAR 7

Walter Benjamin y la cotidianidad moderna Les m,eu bles son t vastes, curieux, bizarres, armés des serru res et de secrets comme des ames raffinées. Baudelaire

1. Tematizar expresamente la vida "de todos los días" re­ quiere de un modo u otro la presencia de un ánimo reivindi­ cativo o al menos de una preocupación por corregir un viejo descuido del discurso reflexivo -histórico, sociológico- sobre la vida social. Pasa necesariamente por una afirmación en­ fática de la vida cotidiana frente a la vida "de los días espe­ ciales"; por un reconocim iento de que la densidad histórica de lo que acontece en los días 'comunes' no es menor -que es tal vez incluso más determinante- que la de los "momentos de inflexión" que tuvieran lugar en los días espectaculares, tenidos generalmente por "días que hacen historia". La necesidad de reivindicar como tema del discurso re­ flexivo la vida cotidiana sólo aparece históricamente cuando el prestigio de lo que acontece en los grandes días disminuye o se opaca, y cuando, por tanto, vencido el deslumbramien­ to, el conjunto de los sucesos nimios de los días ordinarios puede mostrar su luz tranquila pero implacable. La vida durante los días "especialmente cargados de historia" -días brillantes, extraordinarios, únicos- es la que pertenece a la dimensión o al plano que se pudiera 7

Publicado en la revista Diálectica, número 2 1 , Puebla, 1997.

[ 85 1

Boli ar Eche erria

l l a m a r 'p lít ico' de la sociedad civil, es decir, a la dimen­ .

propia de ésta en tanto que colectividad cuya t iv i d ad gira en torno a la disputa violenta del poder pú­

H n

a

qu

bl ico. Durante los días comunes y corrientes, en cambio, d ías opacos, ordinarios, interminablemente repetidos, la ociedad civil vive, en tanto que "sociedad de civilización", en

el plano básico de su actividad, allí donde ésta se con­

tenta con reproducir calladamente el cuerpo y el espíritu de la colectividad, y se mueve en torno al trabajo y el dis­ frute de los bienes producidos, allí donde la disputa por el poder público sólo puede actualizarse si se traduce a los términos relativamente pacíficos de la competencia inte­ rindividual. En los tiempos de la restauración posnapoleónica, épo­ ca de consolidación de la modernidad capitalista, la socie­ dad europea comenzó a percibir que las grandes acciones políticas -resultado de grandes decisiones tomadas por los grandes hombres en los grandes días- eran burladas siste­ máticamente cuando no obedecen los lineamientos de una acción que no era suya sino "propia de las cosas mismas", que las rebasaba, que se generaba al margen de ellas, en la vida económica y sus fundamentos profundos, y que se manifestaba sor damente en el comportamiento anóni­ mo de los diferentes sectores y clases de su propio cuerpo. Sólo entonces, en esa primera época de decadencia de la política moderna -actividad poco omnipotente-, la fuerza gravitacional de lo que ella vive día a día en su plano pro­ piamente civilizatorio comenzó a mostrar su verdadera magnitud y también a perfilarse en su especificidad den­ tro de la temática del discurso reflexivo.

2. Siempre ha existido una frontera entre el conjunto de actividades y cosas que se viven como rutinarias y el de aquellas otras que se viven como extraordinarias. Desde que existe de manera propia, la sociedad humana ha sabi­ do organizar el gasto de su energía corporal y espiritual,

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51

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pro 1maoo nes a Walte r Ben¡a min

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t a l 1na n ra que la parte princip al del mismo, la de or­

)n

d i r c t a mente (re-)pro ductivo , conviva en armoní a con

ot ra . m nor que está destinada a 'perders e' en cierta 'de s ­

v í a ión : en la realiza ción d e determ inadas activid ades n o

t ricta mente (re-)produ ctivas, que rompen incluso con el indispen sable telos pragmáti co para la superviv encia de la comunidad. A la dimensión ordinaria, mecánicamen ­ te repetitiva de su actividad, el ser humano ha debido añ ad ir otra, excepcional, que la interrumpe y perturba, e

que no le deja olvidar que la necesidad a la que él obe ­ dece e s de orden arti ficial y no natural, que e s u n a nece ­ sidad puesta por él mismo, contingente, y no una simple prolongación de la necesidad que impera en la naturaleza. I ncluso e n las sociedades en las que casi todo el tiempo cotidiano está absorbido por el proceso de trabajo y en las que é st e c onsiste en la repetición incesante de una misma o peración sobre un mismo conjunto instrumental durante e staciones enteras del año, tal proceso de trabajo se confi­ gura de modo p eculiar mediante incrustaciones de gestos, acciones y palabras 'inútiles', a través de la inclusión, den­ tro de la monotonía de su transcurso, de un sinnúmero de ocasiones que la interrumpen: momentos de escape lúdic o , d e ritualización festiva o d e dramatización estétic a . No siempre, sin embargo, l a frontera entre la dimen­ sión rutinaria y la extraordinaria de la vida cotidiana s e ha mostrado en l a historia e n forma nítida. Es m á s , hasta a ntes de la época moderna, ella fue una frontera difusa, imprecisa, a veces imperceptible. Los grandes momen­ tos dedicados a los juegos, a las fiestas y el arte tenían sus réplicas mínimas que les p ermitían introducirse e n el tiempo mayor, dedicado al trabaj o y el consumo ruti­ narios, aprovechar sus porosidades y confundirse con él en calidad de meras refuncionalizaciones del mismo. La tematización de la vida cotidiana por el discurso reflexi­ vo sobre lo social sólo aparece cuando su conflictualidad inherente se vuelve manifiesta; es decir, cuando, e n el mundo de la vida, la contradicción entre el conjunt o de l a s cosas que s e viven automáticamente y el de l a s que exigen

[ 87 1

Bolívar Echeverrla

creatividad ha dejado ya de poder ser resuelta o neutrali­ zada de la manera como lo era en las sociedades ajenas a la modernidad capitalista, y cuando, por tanto, la frontera o el límite entre ambos conjuntos de cosas adquiere una nitidez y una precisión antes desconocidas. Este deslinde claro entre las dos dimensiones de la cotidianidad -des­ linde que expone el conflicto esencial que la habita- tiene lugar sólo cuando el modo capitalista de la reproducción de la riqueza social llega a imponer sus exigencias sobre la organización práctica de la vida productiva y consun­ tiva. Entre estas exigencias, una de las principales es la de que el segmento de la jornada de trabajo durante el cual la población trabajadora es propiamente productora de plusvalor se oponga excluyentemente a aquel otro en el que ella es improductiva para la valorización por estar dedicada a restaurar su fuerza de trabajo.

3. Walter Benjamin ofrece en su obra innumerables cla­ ves para descifrar el mundo moderno, vías de acceso difí­ ciles pero iluminadoras a los secretos que lo vuelven enig­ mático; explicaciones que él descubre como de paso en el tratamiento de otros temas menos sistemáticos8, que ex­ plora despreocupadamente en sus primeros trechos y que asocia unas con otras en un tejido impreciso pero deslum­ brante. Una de estas claves es la que abre para nosotros el secreto de la cotidianidad moderna. Esbozada una y otra vez en los escritos del último decenio de su vida, se en­ cuentra sobre todo en el inmenso manuscrito que comenzó a preparar en 1927, que dejó inacabado y que fue publicado 8

La crítica literaria del romanticismo alemán, el origen del drama trági­ co en Alemania, la presencia alegórica de la modernidad en los pasajes comerciales de la ciudad de París, "capital del siglo XIX", son los temas de sus escritos mayores. Sus numerosos ensayos prefieren también los te­ mas concretos: la literatura de Goethe, la poesía de Baudelaire, el teatro de Brecht . . . Pocos son los que se deciden por algún asunto sistemático: la reproductibilidad técnica de las obras de arte, la sustancia teológica del lenguaje humano, el concepto de la historia . . .

i

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Siete aprox1mac1ones a Walter BenJ amin

en 1 983, el manuscrito conocido como Das Passa ­ gen - Werk [ La obra sobre los pasajes]. Se trata de una idea que aparece en torno a la descripción del sentido alegórico que posee la figura del fianeur -del hombre para el que 'callejear' es la actividad más genuina de su vida- como figura que personifica hasta la exageración un aspecto es­ pecífico de la humanidad modern a9• Sin los pasajes, dice Benjamín, la fianerie, el vagabun­ deo por las calles, no hubiera desarrollado plena mente su significado. ap _.na

"Esos pasajes, i nvención reciente del lujo industrial, son corredores techados de vidrio, enlosados de mármol, que avanzan a través de bloques enteros de edificios cu­ yos propietarios se han unido solidariamente para este género de especulación. A ambos lados del pasaje, que recibe su luz de arriba, se alinean las tiendas más ele­ gantes, de modo que un pasaje así es una ciudad, u n mundo en miniatura"1º.

E sta cita de una Cuide illustré de Paris, de 1852, le sirve a Benjamín para introducirnos en la perspectiva des­ de la que elige mirar el mundo moderno cuando toma a la figura del flaneur como el enigma por descifrar. E s clara­ mente la perspectiva del consumo y, más aun, del consu­ mo suntuario. Si hay un lujo en la moderna sociedad de masas, éste se encuentra en el disfrute de todo aquello que se vive en una fracción peculiar de la longitud total 9

"El fianeur" se intitula el segundo de los tres capítulos -los otros, "a bohe­ mia" y "lo moderno"- de un libro que debía ser una especie de "modelo en miniatura" de la gran obra sobre los pasajes de París, libro que tampoco vio la luz: "El París del Segundo Imperio en Baudelaire". Retrabajado, ese capítulo dio lugar al ensayo Sobre algunos motivos en Baudelaire (publi­ cado en

1940 en la famosa Zeitschrift zur Sozialforschung, de Horkheimer

y Adorno}, el mismo que junto al exposé inicial de la obra, llamado París, la capital del siglo XIX

(1936), contiene las formulaciones más acabadas

de las ideas de Benjamín sobre la modernidad (cfr. el Posfacio de Rolf Tie­ demann a: W. Benjamín, Charles Baudelaire, ein Lyriker im Zeitalter des Hochkapitalismus, Suhrkarnp, Frankfurt a. M.

10

1969).

Walter Benjamin, Das Passagen-Werk, Suhrkamp, Frankfurt a. M., p.

[ 89 1

62.

Bollvar Ec heverrra

d l día natural, en aquella que no le pertenece a l a j or­ nada de trabajo pero tampoco al tiempo programado para la reproducción física y/o intelectual de la fuerza de trabajo; en aquel "tiempo perdido" que, por mínimo que sea, es reclamado insistentemente por tantas oportunidades de participación en juegos, fiestas o experiencias estéticas que vende en oferta la industria moderna de la diversión y el esparcimiento. Benja­ mín parece creer que la perspectiva de aproximación más fa­ vorable para encontrar la clave del enigma de la vida moderna -vida vivida día a día por cada uno de los individuos sociales­ es la que se abre a través de ese lapso en el que tiene lugar el proceso moderno de disfrute improductivo y a través del es­ cenario donde ese lapso transcurre. El pasaje es el mundo al que pertenece el flaneur, y el pasaje es un centro comercial, un "templo de la mercancía": el escenario fascinante sobre el cual las cosas de la vida moderna se ofrecen, deseosas de realizar en el acto del intercambio el valor económico que las justifica, a costa del sacrificio de su "valor de uso". "La calle se convierte en habitación para el flaneur, que se siente en casa entre los frentes de los grandes edifi­ cios, así como el burgués entre las cuatro paredes de su casa. Los brillosos letreros en hierro esmaltado de los negocios son para él adornos de pared tan buenos o me­ jores que las pinturas al óleo en la sala del burgués; los muros son los pupitres sobre los que apoya su libreta de apuntes; los kioscos de periódicos son sus bibliotecas y las terrazas de los cafés son balcones desde los que él, después de la jornada de trabajo, mira con desdén su vida doméstica"1 1 • 4. Lo difícil y penetrante de la visión de Benjamín está en la delimitación peculiar que hace del referente real a partir del que debiera ser posible trazar la descripción de lo que se 11

Walter Benjamin, "Das París des Second Empire bei Baudelaire", en:

Charles Baudelaire, ein Lyriker im Zeitalter des Hochkapitalismus, Suhr­ kamp, Frankfurt a. M. 1969, p. 37.

[ 90 ]

Siete aprox imacio nes a Walte r Ben1a min

vive en esa fracción del tiempo, en ese escenario de la vida cotidi ana. Sin embargo, ese referente real no es un hombre moderno instalado en el disfrute creativo, o sea, en el con­ sumo improductivo de objetos de lujo, sino paradójicam ente el flaneur callejeando como sonámbulo en el mundo de las mercanc ías que se ofrecen en el pasaje. ¿Por qué? Porque, en verdad, mirado con atención, también aquello que se vi­ ve en el tiempo exterior al tiempo directa o indirectamen­ te productivo está invadido e intervenido por la 'lógica' del productivismo capitalista. Gastar algo más que el tiempo es, en todo caso, gastar dinero, lo que necesariamente im­ plica mermar el ahorro y afectar así de modo negativo el proceso de reproducción de la riqueza personal : el valor eco­ nómico de la cosa disfrutada viene a distorsionar y a dañar el valor de uso de la misma. Incluso, si la riqueza es abun­ dante o excedente, como en el caso excepcional del burgués capitalista, y un gasto improductivo fuera négligeable, tam­ bién en ese caso el disfrute puro del valor de uso se vuelve imposible; la prepotencia de su valor desproporcionadamen­ te grande, que por comparación rebaja de categoría las for­ tunas privadas normales y hace del consumo suntuario un consumo excluyente, termina por carcomer y vaciar el valor de uso de los objetos de lujo, que sólo puede ser tal dentro de la medida normal . El escenario del pasaje le impone al flaneur un ritmo adormecedor12, ritmo que, mediante el te­ dio (ennui) -ese "índice de la participación en el sueño de la colectividad"13 lleva al embotamiento, a una indiferencia básica ante la diversidad cualitativa del mundo. La indife­ rencia es el estado de ánimo correspondiente al estrato más elemental de la experiencia cotidiana moderna: el de la vi­ gencia infinitamente repetida de un denominador común , de una equiparabilidad universal de todo valor de uso con cualquier otro. Marx hubiera p odido decir que el flaneur es el propie­ tario de una mercancía cuyo valor económico es indefini12

Passagen-Werk, pp.

161-162.

13 "El tedio comenzó a ser sentido como una epidemia colectiva en los años 40 [del siglo XIX]" (Passagen-Werk, p. 165).

[ 91 1

Bolivar Echeverría

da mente dubitativo, permanece suspendido en l a indeci­ sión acerca de en cuál de los valores de uso de las otras mercancías va a realizarse, m anifestarse o tomar cuerpo. Por esta razón , el mundo de los p a s ajes es estructuralmen­ te a mbivalente, así como su sentido es a mbiguo: "La ambivalencia es la manifestación icónica de la dialéctica, la ley de la dialéctica, en reposo. Este re­ poso es utopía, y la imagen dialéctica es por lo tanto una imagen onírica. Tal imagen es la que ofrece la mercancía en cuanto tal: como fetiche. Tal imagen ofrecen los pasajes, que lo mismo son casa que ca­ lle. Tal imagen ofrece la puta, que es vendedora y mercancía al mismo tiernpo"14• ''Al fianeur, la ciudad se le presenta descompuesta en sus dos polos dialé­ cticos. Se abre ante él como paisaje, pero lo encierra también, corno recámara"15. Sólo el precio de las mercancías, su valor de cambio ex­ presado en d inero, detiene el vaivén dubitativo del fianeur, su incapacidad de decidir si el pasaj e es el paraíso del va­ lor de uso o el imperio del valor económico, si es íntimo como u n a alcoba o p úblico como el paisaje. "De hecho, el significado de la mercancía es su precio; no tiene otro, en tanto que mercancía. Por esta razón, aquí, en la mercancía, la mentalidad alegórica está en su elemento. Es la mentalidad del fianeur, de quien ha entrado en empatía con el alma de la mercancía, de quien identifica a través de la etiqueta del precio -la credencial de entrada de la mercancía en el mercado­ el objeto de sus elucubraciones, el significado"l6.

14

15

16

Walter Benjamin, ''Paris, die Hauptstadt des XIX. Jahrhunder ts", en: Ruminationen, ausgewdhlten Schriften, Suhrkamp. Frankfurt a. M. 1977, p. 1 80. Passagen -Werk, p. 525.

Passagen- Werk,

p. 466.

[ 92 1

Sr te aprox1mac1ones a Walter Ben¡am1n

de Ja cotidianidad modern a, descifrado desde la p =-rsp ctiva del fianeur, revela así el profundo pesimism o polí­ t ico que Ja forma capitalista de la organización económica re­ produce incesantemente en la modernidad. El

c ret o

"Que la vida en toda su pluralidad cualitativa, en la inagotable riqueza de sus variaciones, sólo flore­ ce entre los adoquines grises y con el trasfondo del despotismo: esta era la secreta convicción política que compartían [los portavoces de la mentalidad del /laneur]"17• Pero la paz que el precio de las mercancías introduce en la inquietud de la ambivalencia es sólo una paz aparente: "El mundo en el que la significación posible [del va­ lor del que es propietario] lo hace sentirse en casa no es un mundo más amigable . Un infierno está desatado en el alma de la mercancía [ .. .]"1 8 . La clave que Walter Benjamín nos ofrece para desci­ frar el secreto de la cotidianidad moderna se encuentra en esta descripción de lo peculiar del conflicto que habita en el trato más 'natural' del hombre con el mundo. El mun­ do moderno es el "mundo de las mercancías", mundo que -perversamente- abre y prohíbe al mismo tiempo, en u n solo gesto, el acceso del ser humano a toda la riqueza que el trabajo ha sabido sacar de la Naturaleza. En él, el pla­ cer hedonista es a un mismo tiempo lo más preciado y lo más impedido, lo más exaltado y lo más postergado. En la nitidez que separa en la cotidianidad moderna el tiempo de la rutina productiva del tiempo de la ruptura creativa, Benjamín percibe la vigencia de un sacrificio que marca inconfundiblemente todo lo que acontece en la vida social. El sacrificio que consiste en una sacralización represiva del consumo en tanto que disfrute puro. Sorprendido y

17 18

Charles Baudelaire . , p. 37. Das Passagen-Werk, p . 466. ..

[ 93 J

Bohvar Eche errla

por todo lo que en el mundo moderno es prome­ a d abu ndancia y libertad, Benjamín es también el gran d s nea nt ado de la modernidad capitalista, el que es capaz d 1 er la voluntad utópica que la etiqueta del precio pre­ t nd e acallar en el valor de uso de las merca ncías. C omo d ic e Ernst F ischer: Reconocer en medio de su esplendor el carácter de ruinas

fa .-- i nad .

que tienen los monumentos de la burguesía; ver fantasmas en el mundo moderno; percibir la vaciedad del desierto en medio del ajetreo del mercado [. . .] este es el amargo talento de Benja­ m in [ . . . ] Tiene 'ma lojo' para los detalles nimios que comprome­ ten amenazadoramente al todo, para la imperceptible decolo­ ración de la piel que anuncia la descomposición del organismo. Pero tiene en cambio " buen ojo" para aquellos procesos mole­ culares, aquellas alteraciones i mperceptibles que preceden a las grandes transformaciones sociales19.

19

Ern�t Fischer, "Ein Geisterseher in der Burgerwelt", en: Th. W. Adorno et

al., Uber Walter Benjamín, Suhrkamp, Frankfurt a. M.

[ 94 ]

1968, pp. 129-130.

5 . E L AUTOR CO MO PRODUCTOR

Antecedente directo de su famoso ensayo sobre la obra de arte (La obra de arte en la época de su reproductibilidad

técnica), el presente texto fue leído por Benjamin el 27 de abril de 1 9 34 en el Instituto para el Estudio del Fascis­ mo que los emigrantes alemanes, expulsados por la per­ secución nacional-socialista, habían fundado en París. Entre los muchos aspectos notables que ofrece esta conferencia se destaca de manera especial uno que tiene que ver con la vocación de su autor, la de crítico de la li­ teratura y el arte. Benjamín, hombre cercano al proceso de producción de tantos literatos y artistas con los que mantenía lazos de amistad, llama a sus interlocutores -intelectuales políticos de izquierda- a depositar tod a l a confianza en la espontaneidad del carácter revoluciona­ rio de la producción artística. Según él, la "alta calidad" de una obra de arte es garantía suficiente de ese carác­ ter. Aunque hay que añadir que, para él, la c alidad s e mide de acuerdo a u n criterio muy especial: l a capacidad que muestra una obra de arte para dar cuenta de los pro­ blemas técnicos que la historia de su oficio, como un pro­ ceso conectado íntima mente con el devenir del conj unto de la sociedad, le plantea en general, y particularmente en el caso de una tecnología y una sociedad modernas, enfrentadas a la i n minencia de un cambio radical. Benj a mín se hace portavoz del 'vanguardismo' revo­ lucionario más radical. Según él, la afirmación revolu­ cionaria en la obra de arte, si no es ella endógena, es decir, si no resulta de su consistencia misma y del modo como la técnica es empleada en su producción -y no es solamente una traducción o transposición, por más bri­ llante que sea, del discurso político al lenguaj e artísti-

. . . . ..

. .

[ 95 ]

Bolrvar Ec heverría

Y u l t a una toma de pos1c1on falsa e inofe nsiv a, Si el d 1 todo cont raproducente e inclu so reac ciona ria. ue Uli ·es de Joyce es una obra revolucion aria no es porq n el la esté cifrado un mens aje procomu nista sino por­ que es una obra literaria cuya const rucci ón va con la re­ voluci ón, está dentro de ella, dado que 'refun cional iza' en ·

-.

r

sentido 'democrático' la relación entre narrador Y lector consagrada por la técnica narrativa de los grandes nove­ l is tas del siglo X I X . La falta de actualidad de esta conferencia p a rece evidente. S e trata de una exposición dirigida a escri­ tores, artistas e intelectuales a quienes, por lo que se desprende de la lectura, parece importarles el pertene­ cer o no al bando de la izquierda, el ser o no considera­ dos 'revolucionarios'; una especie de interlocutores que no existe ya o de la que quedan sólo unos cuantos ejem­ plares dispersos, afectados por los estragos de la extem­ p oraneidad y el aislamiento. La lectura de su texto 70 años después que fuera escuchado en París resulta, sin duda, extraña. Sobre todo porque lleva al lector a sor­ prender a la utopía en el momento mismo en que ella cree realizarse. Es un texto que documenta la presencia de una corriente histórica bastante poderosa en la vida social en el momento en que se enfrentaba, con notables posibilidades de éxito, a la organización capitalista del mundo moderno, presencia que, al hacer falta en nues­ tros días, parece extender -en medio de la añoran z a si se quiere- una vaciedad de sentido actual sobre todo lo que se hizo y se pensó entonces. Cabe, sin embargo, preguntarse: ¿La actualidad de textos como este de Benjamin se agota en verdad con su pertenencia a la figura concreta del discurso público que prevalecía cuando fue escrito; a la coyuntura histórica del enfrentamiento entre revolución y contrarrevolución en la Europa de los primeros decenios del siglo XX? ¿ E n verdad s e h a n vuelto vacías sus afirmaciones en u n a si­ tuación discursiva tan diferente de la de entonces, como es la actual?

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Siete aproximaoones a Walter Beniam in

Del conjunto de problemas estéticos y artísticos propios de las 'vanguardias' de finales del siglo X I X y comienzos del X X puede decirse lo que Theodor W. Adorno solía decir de la filosofía: que, aunque alguna vez pudo parecer u n mo­ do de reflexión superado por el progreso de la vida real, sigue sin embargo actual porque el instante de su realiza­ ción adecuada dentro de esa vida llegó pero pasó sin que fuera aprovechado. E n efecto, el hecho de que la izquierda no tenga hoy la presencia de entonces en el escenario de la política, y de que, por tanto, a los literatos, artistas e intelectuales les pueda tener sin cuidado una hipotética militancia revolucionaria no implica necesariamente que la actitud de izquierda h aya dejado de ser necesaria; ha­ ya sido superada por la integración en el funcionamiento de lo establecido, y que, por ejemplo, los artistas, los pro­ ductores de oportunidades públicas de experiencia esté­ tica, hayan superado su disfuncionalidad respecto de lo establecido, y perdido la capacidad de sentir que el campo de sus p osibilidades de acción les está siendo achicado y maleado sistemáticamente por el funcionamiento omnia­ barcante de la industria cultural. Bien puede ser, por el contrario, que estemos viviendo la gestación de un nuevo escenario de realización de lo político, dentro del cual la izquierda, como resistencia y rebelión frente a la moderni­ dad capitalista, podrá hacerse visible, y en el que puedan recobrar su validez los sueños vanguardistas de una rela­ ción liberada entre el arte y la vida.

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6 . ARTE Y UTOPÍA 20

] sin empadronar el espíritu en nin gun a consigna política propia ni extraña , suscitar, no ya nuevos tonos políticos en la vida sino nuevas cuerdas que den esos tonos.

[

. . .

César Va llejo

E l ensayo sobre la obra de arte es un unicum dentro de la obra de Walter Benjamin; ocupa en ella, j u nto a l ma­ nuscrito inacabado de las Tesis sobre el materialismo his­

tórico, un lugar de excepción; es la obra de u n milit ante político, de aquel que él había rehuido ser a lo largo de s u vida, convencido de que, en la dimensión discu rsiva, lo político se j uega -y de manera a veces incluso más deci­ siva- en escenarios aparentemente ajenos al de la política propiamente dicha. Pero no sólo es excepcional dentro de la obra de Benjamin sino también dentro de los dos á m ­ bitos discu rsivos a los que está dirigido: e l de la teoría política marxista, por u n lado, y el de la teoría y la his­ toria del arte, por otro. Ni en u n campo de teorización ni en el otro sus cultivadores han sabido bien dónde ubica r los temas que se abordan en este escrito. S e trata, por lo de­ más, de u n a excepcionalidad perfectamente comprensible si se tiene en cuenta la extrema sensibilidad de s u autor y l a radicalidad de l a crisis personal e n l a que él s e e ncontra­ ba. El momento en que Benj a min escribe este ensayo es él mismo excepcional; trae consigo un punto de i nflexió n his ­ tórica como pocos en la historia modern a . E l destino de 20

Presentación a: La obra de arte en la época de su reproducti bilidad técnica · , , · · 1taca, Mex1co, · 2003, pp. 9-30. Wa lter B en1amm,

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Bolívar Echeverría

l a h i toria

mundial se decidía entonces en Europa y, den­ t ro de el la, Alemania era el lugar de la encrucijada . Conte­ n í a el instante y el punto precisos en los que la vida de las sociedades europeas debía decidirse, en palabras de Rosa Luxemburgo entre el "salto al comunismo" o la "caída en la barbarie". En 1936 podía pensarse todavía, como lo hacía la mayoría de la gente de izquierda, que los dados estaban en el aire, que era igualmente posible que el régimen nazi fra­ casara -abriéndoles las puertas a una rebelión proleta ria Y a la revolución anticapitalista- o se consolidara, se volviese irreversible, completara su programa contrarrevolucionario y hundiera así la historia en la catástrofe. El Walter Benjamín que había existido hasta entonces, el autor que había publicado hacía poco un libro insupera­ ble sobre lo barroco, Ursprung des deutschen Trauerspi els, Y que tenía en preparación una obra omniabarcante sobre la historia profunda del siglo XIX, cuyo primer borrador (el úni­ co que quedó luego de su suicidio en 1940) conocemos aho­ ra como "la obra de los pasajes", no podía seguir existiendo; su vida se había interrumpido definitivamente. Su persona, como presencia perfectamente identificada en el orbe cultu­ ral, con una obra que se insertaba como elemento insusti­ tuible en el sutil mecanismo de la vida discursiva europea, se desvanecía junto con la liquidación de ese orbe. Perseguido primero por 'judío' y después por 'bolchevique'; privado de to­ do recurso privado o público para defenderse en "tiempos de penuria", había sido convertido de la noche a la mañana en un paria, en un proletario cuya capacidad de trabajo ya no era aceptada por la sociedad, ni siquiera con el valor apenas probable de una fuerza de reserva. La disposición a interiori­ zar la situación límite en la que se había encerrado la histo­ ria moderna era en su persona mucho más marcada que en ningún otro intelectual de izquierda en la Alemania de los años 30. Exiliado en París, donde muchos de los escritores y artistas alemanes expulsados por la persecución nazi inten­ tan continuar su actividad y apoyarse mutuamente, Benja­ min se mantiene, sin embargo, distanciado de ellos. Aunque le parece importante seguir en contacto con los intelectuales

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1mac1one s a Walter Ben J a m1n

mu n i ta en cuyo Instituto para el estudio del fascismo d i t a u na conferencia en abril de 1934 -''El autor como pro­ ,

ductor"- , donde adelanta algunas ideas de su ensayo sobre l a obra de arte, tiene una impresión completa mente negativa de la idea que prevalece entre ellos acerca de la relación entre creación artística y compromiso revoluciona rio: mientras el partido desprecia la consistencia cualitativa de la obra inte­ lectual Y artística de vanguardia, y se interesa exclusivamente en el valor de propaganda que ella puede tener en el escena­ rio de la política, los autores de esa obra, los "intelectuales burgueses", por su lado, no ven en su acercamiento a los comu­ nistas otra cosa que la oportunidad de dotar a sus personas de la posición "políticamente correcta" que no son capaces de distinguir en sus propias obras. Se trata de un desencuen­ tro que Benjamín mira críticamente, un episodio que tiene la oportunidad de presenciar en junio del año siguiente, du­ rante el "Congreso de los escritores antifascistas para el res­ cate de la cultura". En él, el novelista austriaco Robert Musil pudo ironizar sobre la politización del arte entendida como compromiso con la política de los partidos políticos: la polí­ tica puede "concernir a todos -dijo- como también concierne a todos la higiene", pero no debe pedírsenos que desarrollemos por ella una pasión especial . El ensayo sobre la obra de arte tiene su motivación inmediata en la necesidad de plantear en u n plano esencial esta relación entre el arte de vanguardia y la revolución política . A l mismo tiempo, le sirve a su autor como tabla de salvación; forma parte de un intento desesperado de sobre­ vivir rehaciéndose como otro a través de una fidelidad a u n "sí mismo" que s e había vuelto i mposible. L a redacción de este ensayo e s una manera de continuar el trabajo sobre París, capital del siglo XIX o la "obra de los pasajes" en con­ diciones completamente diferentes de aquellas en las que fue concebido originalmente. En su carta a Horkheimer, del 1 8 de septiembre de 1935, Benjamín explica el sentido de su ensayo: "En esta ocasión se trata de señalar, dentro del presente, el punto exacto al que se referirá mi' construcción histórica como a s u punto de fuga [. . .] El destino del arte

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Boh ar Echevema

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l 'Í glo X I X [ . J tiene algo qué decirnos [ . . .] porque está nt n ido n el tictac de un reloj cuya hora sólo alcanza a 'Ona r en n u estros oídos. Con esto quiero decir que la hora d i iva del arte ha sonado para nosotros, hora cuya rúbri. .

·

he fijado en una serie de consideraciones provisionales [ ] Estas consideraciones hacen el intento de darle a la teo­ ría del arte una forma verdaderamente contemporánea, Y esto desde dentro, evitando toda relación no mediada con la política" (W. Benj a mín, 1 9 9 1 , p . 953). a

. . .

Benjamín está convencido de que en su tiempo ha sonado la "hora decisiva del arte". En coincidencia plena con la cita de Va léry, que pone como epígrafe de su ensayo, piensa que en la "industria de lo bello" tienen lugar cambios radicales que son resultado de las conquistas de la técnica moderna; que no sólo el material, los procedimientos de las artes, sino también la invención artística y el concepto mismo de arte es­ tán en plena transformación. Pero, más allá de Valéry, piensa que estos cambios radicales en la consistencia misma del arte tienen que ver, en igual medida que con las "conquistas de la téc­ nica", con una reconfiguración profunda del mundo social21• Según Benj a m ín, en su é poca el arte se encuentra en e l i nstante crucial de una metamorfosis. Se trata de una transformación esencial que lo lleva, de ser un "arte aurá­ tico", en el que predomina un "valor para el culto", a conver­ tirse en u n arte plena mente profano, en el que predomina, en cambio, un "valor para la exhibición" o "para l a experien­ cia". En todos los tipos de obras de arte que ha conocido l a h istoria, sería posible distinguir dos polos de presencia contrapuestos que compiten en la determinación del v alor que la obra tiene para quienes la producen y la consumen . D e acuerdo con el primero de ellos, l a obra vale como testi­ go o documento vivo, dentro de u n acto r itual, de u n acon­ tecimiento mágico de lo sobrenatural y sobrehumano; de acuerdo con el segundo, la obra vale como u n factor que desata una experiencia profana: la experiencia estética de

21

"La intención de Benjamín apunta hacia u n estado de cosas en el que las experiencias esotéricas de la felicidad se hayan vuelto pú­ blicas y universales" (Habermas,

1972, p. 199).

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aproximaciones a Walter Ben1 am1n

l a b 1 1 z a . egú n Benj amí n, esta experiencia esté tica de la obj t i v idad del objeto artístico no deriva en modo alguno d l a v ivencia mág ica - de la aceptación de lo sobre natural :. n lo n a t u r a l de lo sobrehumano en lo humano- sino que e independiente de ella. Aparte de la objetividad de culto, h ay en el objeto artístico como tal una obj etividad que le es propia y especí fica. A la inversa de Hegel, para quien el arte 'muere' si es priva­ do de su altísimo encargo metafísico -ser la figura más aca­ ,

bada del espíritu (Hegel, 1956, p. 139)-, para Benjamín el arte sólo comienza a ser tal una vez que se emancipa de su aura metafísica22• Sin embargo, en el texto de este ensayo se puede rastrear una idea singular y trágica de lo que ha sido y tiende a ser el destino del arte en el devenir de la historia. Pareciera que, para Benjamín, la consistencia propiamente artística de la obra humana ha sido siempre un fenómeno parasitario que, pese a su autonomía, nunca ha tenido, y tal vez nunca podrá tener, una existencia independiente; que el arte apareció atado al "valor para el culto" de la obra preci­ samente cuando comenzaba la decadencia o la descomposi, ción de ese valor y que, sirviendo de puente fugaz entre dos épocas extremas, comienza a desvanecerse como arte inde­ pendiente o emancipado, sometido ahora a un "valor para la exhibición" o a la experiencia que se encuentra recientemen­ te formándose y que corresponde a una figura futura de la obra , apenas sugerida en el presente. El status de la obra de arte emancipada sería así un status transitorio; estaría en­ tre el status arcaico de sometida a la obra de culto y el status futuro de integrada en la obra de disfrute cotidiano23• 22

Eva Geulen (2002, pp. 88 ss.) examina con agudeza la presencia en este en­ sayo de la idea hegeliana de la "muerte del arte". Véase también Eco, 2002, pp. 261 ss; Gadamer, 1989, pp. 63 ss.

23

Brecht especula acerca de

un

tipo desconocido de obra de arte que aparecerá

probablemente cuando el mercado deje de ser la instancia que determina la validez social de los objetos. Entre tanto, mientras esto aún no sucede, aque­ llo que se produce y se consume como mercancía, en lugar del antiguo tipo de obras de arte, sería algo que podemos llamar simplemente una 'cosa'. De esa 'cosa', cuando su consistencia se desvanezca junto con la centralidad determi­ nante del mercado, en la nueva obra de arte que podrá aparecer no quedará, según él, ni el recuerdo. Ya antes de él, Flaubert (en una carta a Louise Co-

[ 1 03 J

Bolivar Echeverria

.)gún B nj a m i n , en los comienzos del arte occidental Ju r p "au ra'',

do

a

,

el po]o dom ina nte en las obras de arte fue el del

el "valor para el cu lto". Pero este hecho ha cambia­

lo largo de la hi storia. El "valor para la exh ibición"

ha ido venciendo ese domin io, de modo ta l que ya p a ra la segunda mitad del siglo X I X es posible hablar de una deca­ dencia del "aura" o "valor para el cu lto" de la obra de arte, y de un ascenso concomita nte del dominio en ella de ese "valor para la exhibición" o para la experiencia estética. ¿Qué caracteriza esencialmente a la obra de arte dotada de "aura"?2 .i . Como la aureola o el nimbo que rodea las imá­ genes de los santos católicos, o el "contorno ornamental que en­ vuelve las cosas como en un estuche en las últimas pintu­ ras de Van Gogh", el aura de las obras de arte trae también consigo una especie de

V-effekto "efecto de extrañamiento" -di­

ferente del descrito por Brecht- que se despierta en quien las contempla cua ndo percibe cómo en ellas una objetividad metafísica se sobrepone o sustituye a la objetividad mera­ mente física de su presencia material. En virtud del aura -que las obras de arte pueden compartir con determi nados hechos naturales-, esta presencia, que sería lo cercano en ella, lo fam i l iar, revela ser sólo la apariencia consoladora que ha adquirido lo lejano, lo extraordinario. Aura es, dice Ben­ jamín, apoyándose en la definición que da de ella Ludwig Klages

( Wiggershaus, p . 224), "el aparecimiento único de

una lejanía, por cercana que pueda estar". El aura de una obra humana consiste en el carácter irre­ petible y perenne de su u n icidad o singularidad, carácter que proviene del hecho de que lo valioso en ella reside en que fue el lugar en el cual, en un momento único, aconteció una epifanía o revelación de lo sobrenatural que perdura metonímicamente en ella y a la que es posible acercarse mediante un ritual determinado. Por esta razón, la obra de arte aurática, en l a que prevalece el "valor para el culto", let) especulaba también: "a belleza llegará tal vez a convertirse en un senti­ miento inútil para la humanidad, y el Arte ocupará entonces (abriéndose un espacio en el quadrivium un lugar intermedio entre el álgebra y la música". 24

Un examen minucioso del concepto de "aura" en Benjamin se encuentra en Furnkiis, 2000; di. ta mbién Weber. 1974, pp. 94 ss.

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