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Spanish Pages 444 [443] Year 2008
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1. Sembrando Ideales. Anarquistas españoles en Cuba (1902-1925). Amparo Sánchez Cobos.
La independencia de Cuba en 1898 ofreció una oportunidad para los anarquistas españoles que estaban siendo perseguidos y represaliados en España desde las últimas décadas del siglo XIX. Otros vieron en la Isla recién emancipada un lugar donde asentarse y continuar con sus labores de proselitismo y difusión del ideal libertario. Poco tiempo después, el ambiente de apertura y modernización que inauguró la república y el crecimiento económico que la acompañó abrieron las puertas a la inmigración, y en mayor medida a aquella procedente de la Península. Todo esto, unido al avance de las comunicaciones, propició no sólo que los ácratas españoles tuvieran fácil acceso a la antigua colonia, sino también que pudieran llevar a cabo su labor entre los trabajadores. Fueron estos hombres quienes promovieron, con la ayuda de los ácratas cubanos, la fundación de grupos y organizaciones que pusieron en marcha actividades diversas con miras a conseguir la difusión del ideal libertario, aumentando y consolidando la comunidad ácrata hasta tal punto que, durante las tres primeras décadas del siglo XX, se convirtió en claramente mayoritaria entre los sectores laborales y en la promotora de la organización de la clase obrera. Esta es la historia de aquellos anarquistas españoles que llegaron a la mayor de las Antillas con el objetivo de formar e integrar a la incipiente clase trabajadora en un proceso propio de organización y preparación ideológica, que ellos consideraban previo a la revolución social.
ISBN 978-84-00-08699-2
9 788400 086992
Anarquistas españoles en Cuba (1902-1925)
Títulos publicados
Sembrando Ideales
Amparo Sánchez Cobos
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Sembrando Ideales Anarquistas españoles en Cuba (1902-1925) Amparo Sánchez Cobos
1 C S IC
COLECCIÓN UNIVERSOS AMERICANOS CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS
Amparo Sánchez Cobos Es licenciada en Geografía e Historia por la Universidad Nacional de Educación a Distancia y Doctora en Historia por la Universidad Jaume I de Castellón. Entre los años 2002 y 2006 fue becaria predoctoral del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y actualmente es investigadora contratada por la Universidad Jaume I y miembro del grupo de investigación Historia Social Comparada de dicha universidad. Su tesis doctoral ha tenido por objeto el estudio de la evolución del anarquismo en Cuba durante las tres primeras décadas del siglo XX, centrándose principalmente en la contribución de los emigrados españoles en ese proceso. Es autora de varios artículos, entre ellos “Una educación alternativa. Las escuelas racionalistas en cuba, 1902-1925”, en Josef Opatrn´y (ed.), Nación y cultura nacional en el caribe hispano, Praga, Ed. Karolinum, 2006, e “Hispanofobia en tiempos de paz. Animadversión hacia ‘lo español’ y su reflejo en las relaciones diplomáticas entre España y Cuba, 1911-1912” (op. cit., n.º 15, Puerto Rico, 2003); además ha participado en varios congresos internacionales relacionados con la historia del Caribe.
Sembrando Ideales Anarquistas españoles en Cuba (1902-1925)
COLECCIÓN UNIVERSOS AMERICANOS, 1
Directora Berta Ares Queija (EEHA-CSIC, Sevilla) Secretario Salvador Bernabéu Albert (EEHA-CSIC, Sevilla) Comité Editorial Antonio Garrido Aranda (Univ. de Córdoba, Córdoba) Josep María Fradera (Univ. Pompeu Fabra, Barcelona) Ricardo González Leandri (CCHS-CSIC, Madrid) Consuelo Naranjo Orovio (CCHS-CSIC, Madrid) Núria Sala i Vilas (Univ. de Girona, Girona) Consejo Asesor Pilar Cagiao Vila (Univ. de Santiago, Santiago de Compostela) Juan Carlos Estenssoro (Univ. de Lille, Lille) Pilar Gonzalbo Aizpuru (El Colegio de México, México DF) Libia González (Univ. de Puerto Rico, Puerto Rico) Pilar González Bernaldo (Univ. París VII, París) José Hidalgo Lehuedé (Univ. de Chile, Santiago de Chile) Natalia Majluf (Museo de Arte, Lima) Alfredo Moreno Cebrián (CCHS-CSIC, Madrid) Josef Opatrný (Univ. Carolina de Praga, Praga) José María Portillo (Univ. del País Vasco, País Vasco) Julio Premat (Univ. París VIII, París) Ana María Presta (Univ. de Buenos Aires, Buenos Aires) Gabriela Ramos Cárdenas (Univ. de Cambridge, Cambridge) Juan Suriano (Univ. de Buenos Aires, Buenos Aires) Willian B. Taylor (Univ. of California, Berkeley) David J. Weber (Southern Methodist University, Dallas)
AMPARO SÁNCHEZ COBOS
Sembrando Ideales Anarquistas españoles en Cuba (1902-1925)
CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS SEVILLA, 2008
Reservados todos los derechos por la legislación en materia de Propiedad Intelectual. Ni la totalidad ni parte de este libro, incluido el diseño de la cubierta, puede reproducirse, almacenarse o transmitirse en manera alguna por medio ya sea electrónico, químico, óptico, informático, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo por escrito de la editorial. Las noticias, asertos y opiniones contenidos en esta obra son de la exclusiva responsabilidad del autor o autores. La editorial, por su parte, sólo se hace responsable del interés científico de sus publicaciones.
Catálogo general de publicaciones oficiales http://www.060.es
© CSIC © Amparo Sánchez Cobos
Imagen de cubierta: Marcelo Pogolotti (1902-1988), Trabajadores (1936, detalle)
Edición al cuidado de Berta Ares Queija Diseño y maquetación: Juan Gallardo NIPO: 472-08-036-5 ISBN: 978-84-00-08699-2 Depósito Legal: M. 39648-2008 Impresión: Gráficas/85, S.A. 28031 Madrid Impreso en España - Printed in Spain
A la memoria de mi padre, Francisco Sánchez y para mi madre, Luisa Cobos
REMEDIO EFICAZ Coces, relinchos, tiros, bofetadas, Gritos, silbidos, palos y pedradas… Y en tanto el pobre Liborio, que nunca se mete en nada, mira con faz asombrada, el político jolgorio. Y yo a Kropotkin leyendo y con Malato pensando me parece que estoy dando, en el clavo y voy cayendo en que el lío que hay aquí, es sólo cuestión de panza y que la única esperanza, de que se arregle es así: El día que no exista ese Tesoro que Nacional, por burla denominan, y al que con ansia avariciosa miran, los Sacerdotes del Becerro de Oro, juro, por Dios se acaba la pelea, e iremos todos a arrancar boniatos sin sombrero, ni saco, ni zapatos sin gobierno, sin amo y sin libres, que aquí lo mismo que en la inculta Arabia, «Matando el perro se acabó la rabia». Ramón Castaño ¡Tierra!, 30 de julio de 1914
Índice Prólogo.........................................................................................
14
Agradecimientos ..........................................................................
23
Introducción .................................................................................
27
CAPÍTULO I.–SEMBRADORES DE IDEALES EN TIERRA LOZANA ................
47
1.–La atracción de la Isla de Cuba ..............................................
51
2.–De las salidas de los ácratas de la Península ..........................
70
3.–Perfil sociopolítico del emigrado español en la Isla...............
88
CAPÍTULO II.–ANTECEDENTES: LAS PRIMERAS SEMILLAS........................
99
1.–Los orígenes del “Ideal” en la Perla de las Antillas ...............
99
2.–El anarquismo ante la última guerra de independencia cubana
115
3.–La primera intervención norteamericana y las nuevas opciones políticas ...........................................................................
128
4.–Reorganización ácrata en los primeros años de “independencia” .........................................................................................
148
CAPÍTULO III.–PRIMERA DÉCADA REPUBLICANA: LA SIEMBRA ................
169
1.–Los grupos anarquistas y la propaganda.................................
170
2.–El discurso anarquista y la prensa libertaria en Cuba ............
182
3.–La necesidad de propagar el “Ideal”: las excursiones de propaganda ..................................................................................
213
11
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4.–La educación y la promoción cultural ....................................
228
5.–La intervención de los anarquistas españoles en las huelgas del período .............................................................................
243
CAPÍTULO IV.–SEGUNDA DÉCADA REPUBLICANA: LA RECOGIDA DE FRUTOS .........................................................................................
253
1.–Los ácratas españoles y la apuesta sindicalista revolucionaria
258
2.–La Primera Guerra Mundial: la generalización de los conflictos laborales y la lucha sindical .......................................
281
3.–El reflejo de la Revolución Rusa en Cuba .............................
306
4.–La reorganización sindicalista durante el gobierno de Zayas.
320
CAPÍTULO V.–DE LA VIGILANCIA Y EL CONTROL SOCIAL A LAS SALIDAS FORZADAS DE LA ISLA...................................................................
333
1.–La vigilancia de los diplomáticos españoles ..........................
334
2.–El control de las autoridades republicanas .............................
346
3.–Las expulsiones de los emigrados españoles..........................
358
EPÍLOGO.–EL BROTE SOCIALISTA DURANTE EL GOBIERNO DE MACHADO
379
FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA ....................................................................
393
ANEXO DOCUMENTAL ...........................................................................
419
Relación de anarquistas españoles en Cuba (1912-1913) ..........
419
Semblanzas biográficas................................................................
423
Grupos anarquistas en Cuba (1903-1914) ...................................
438
Periódicos anarquistas editados en Cuba (1902-1914) ...............
440
12
Índice de cuadros, gráficos, mapas e ilustraciones Cuadros: Cuadro 1.–Producción azucarera e inmigración española...........
61
Cuadro 2.–Suspensión de las garantías constitucionales en Cataluña (1875-1923) ...................................................................
83
Cuadro 3.–Grupos anarquistas en Cuba (1903-1913) ................
172
Gráficos: Gráfico 1.–Emigración española a Cuba (1902-1930) ................
52
Gráfico 2.–Inmigración en Cuba (1902-1931) ............................
60
Gráfico 3.–Anarquistas españoles en Cuba según la región de procedencia ............................................................................
90
Gráfico 4.–Anarquistas españoles en Cuba. Grupos de edad......
92
Gráfico 5.–Anarquistas españoles en Cuba. Estado civil ...........
93
Gráfico 6.–Anarquistas españoles en Cuba según su profesión .
94
Gráfico 7.–Anarquistas españoles en Cuba con instrucción ......
97
Gráfico 8.–Grupos anarquistas por provincias (1903-1913) ......
178
Gráfico 9.–Cronología de las expulsiones ...................................
374
Mapas: Mapa 1.–La Isla de Cuba a comienzos del siglo XX ..................
28
Mapa 2.–Grupos anarquistas en Cuba (1902-1913) ....................
173
Mapa 3.–Suscripciones de ¡Tierra! (1904)..................................
190
13
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Mapa 4.–Itinerario de la primera excursión de propaganda........
216
Mapa 5.–Geografía de la conflictividad social (1902-1913) ......
243
Ilustraciones: Ilustración 1.–Familia y familia...................................................
45
Ilustración 2.–La calle Obispo de La Habana, principal punto de comercio de la ciudad, a comienzos del siglo XX ................
59
Ilustración 3.–Anarquistas españoles en Cuba ............................
88
Ilustración 4.–El lector en una fábrica de tabaco ........................
113
Ilustración 5.–Comunicado del Grupo Montjuich a los obreros de La Habana148 ...................................................................
155
Ilustración 6.–Enrico Malatesta y Enrique Creci .......................
160
Ilustración 7.–Contra los socialistas ............................................
208
Ilustración 8.–Cartel homenaje al pedagogo catalán Francisco Ferrer i Guardia .....................................................................
236
Ilustración 9.–Boycott a la Panadera Industrial...........................
294
Ilustración 10.–La idea en marcha...............................................
332
Ilustración 11.–Expulsión del cónsul español en La Habana, Cristóbal Fernández Vallín ....................................................
342
Ilustración 12.–Transporte de los diez anarquistas españoles expulsados el 25 de septiembre de 1911 en el Vapor Frankenwald con destino a Vigo ..................................................
360
Ilustración 13.–Inmigrante español acusado de germanófilo y expulsado de Cuba en el contexto de la Primera Guerra Mundial..................................................................................
366
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Prólogo UN MODO DISTINTO DE HACER LAS AMÉRICAS: LA DERIVA DEL ANARQUISTA ESPAÑOL EN CUBA Y LA FORTUNA DEL OBRERISMO CUBANO
El cómo y el porqué, después de cuatro siglos de colonización y de varias guerras por la independencia, especialmente dramática la última, Cuba se convirtió en destino preferente de la emigración española, nada más producirse el abandono de la posesión y en las décadas siguientes, tuvo menos que ver con una querencia no correspondida o con la fuerza de la inercia, sin duda presentes, que con las condiciones en que la nueva clase dominante asumió el destino de su país mediante un largo proceso de transferencia de la soberanía. La existencia de una amplia colonia de población española en la isla y los lazos de familia y paisanaje difícilmente hubieran resistido un rápido traspaso del poder en el 98, de las autoridades de la metrópoli –el gobierno autónomo no contó a estos efectos– a las fuerzas libertadoras. Como mínimo, se hubieran disputado los empleos y las concesiones y, con seguridad, el sector social que había dado respaldo al ejército vencido hubiera perdido preponderancia y hasta presencia en la vida pública, al menos por un par de décadas, de haber continuado habitando en la isla. Es lo que había sucedido en la práctica totalidad de los países americanos después de alcanzar sus respectivas independencias, de 1810 a 1824: la decidida criollización de la vida social y económica. Y donde se había conservado el status quo precedente, caso de México, los españoles no tardaron en convertirse en una pieza más del juego político interno, mas, vulnerable en extremo por su procedencia, debió sufrir la persecución de los conspiradores conspicuos y derrotados que a menudo conducía a la expulsión. 15
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Nada de eso sucedió en Cuba. Antes al contrario, la emigración española después del 98 se convirtió en un factor de estabilidad social y étnica, y hasta cierto punto política, por lo tanto, en una inmigración deseada por las capas hegemónicas y bien vista por las autoridades norteamericanas que habían suscrito el Tratado de París y habían aceptado las cláusulas que garantizaban los bienes y derechos de los españoles que desearan permanecer en la isla. Después de 1902 la tendencia a la recepción de inmigración española fue en aumento, hasta 1920, y los inmigrantes peninsulares fueron, en términos generales, bien acogidos por la sociedad receptora. Es cierto que las sociedades obreras –los gremios– de cariz más nacionalista, vinculados primero al Partido Nacional y después a los liberales, los miraron con recelo, dentro de una defensa de las prácticas protectoras del trabajo nativo cuando denunciaban la preferencia de las empresas cuyos propietarios eran españoles a contratar y promover en los puestos a sus paisanos; era como consagrar el orden laboral de la colonia. Pero esto formaba parte tanto de la competencia por los empleos como de una versión de la rivalidad mal resuelta entre antiguo colonizado y contingente de ocupación social de la antigua potencia colonial. La alternativa consistía en la inmigración negra del Caribe, los haitianos y jamaicanos, que cuando al final cobre virtualidad conformará un sector marginado y hasta autoexcluido, por lo tanto definitivamente alejado del debate sobre la construcción nacional y el papel que en ésta correspondía al pasado, a las luchas entre criollos y peninsulares, a la diferenciación entre colonizados y colonizadores, la mayoría de estos últimos más pobres que muchos de los naturales del país. Después de la elección presidencial y mientras llegaba la fecha de transmisión de poderes, el gobierno interventor mantuvo una febril actividad legislativa utilizando el instrumento del que hasta entonces se había servido, las órdenes militares, hasta una treintena en mayo de 1902. Que en los días previos al cese de sus funciones varias de ellas, acompañadas de Circulares, estuvieran destinadas al tema migratorio –y al económico– no deja de resultar sorprendente porque demuestra que existía voluntad de uniformar esas regulaciones con las vigentes en los Estados Unidos, sin aguardar a que el Congreso cubano entrara en funciones. La Orden No. 155, de 15 de mayo, agrupaba la normativa anterior y establecía las condiciones que debían reunir los inmigrantes, excluyendo a los asiáticos y a los que 16
SEMBRANDO IDEALES. ANARQUISTAS ESPAÑOLES EN CUBA (1902-1925)
llegaran contratados, a los enfermos mentales y a los indigentes, a las prostitutas y a los convictos de delitos comunes y políticos, dándose preferencia a los oficios de los que hubiera demanda en la isla. En unas cuantas normas se resumía medio siglo de política migratoria norteamericana. La República redactó su primera ley sobre el tema en 1905 y no la publicó hasta un año más tarde. Quizá porque se consideraba una cuestión resuelta, suficientemente atada. Pero Cuba carecía de los braceros suficientes para chapear los campos en tiempo de zafra y mantenía una baja demografía en relación a las posibilidades económicas que se abrieron con la entrada en vigor de la Ley de Relaciones Comerciales. Así que la cuestión se volvió recurrente hasta que se impuso la lógica de la producción masiva, masiva de verdad: a escala del siglo XX; más todavía cuando debió suplirse la oferta mundial de los países en guerra, que arrinconó las tesis del inmigrante ideal, materia de intelectuales, por el inmigrante necesario, cambio oportunamente complementado por una profunda reorganización de las fuerzas armadas y de orden público y la compulsión periódica que sin agradecerles los servicios prestados devolvía a los antillanos a sus islas de procedencia hasta la siguiente zafra. Mientras tanto, el perfil hispano del trabajador desembarcado en los puertos de Cuba cumplió a la perfección el papel buscado, de una población fácil de integrar y subordinada a la hegemonía de las clases dominantes cubanas, clase media y burguesía agroindustrial azucarera, en cuyas manos quedó la dirección de la república. Bajo la orientación de las primeras, socialmente conservadoras, de manera incluso llamativa habida cuenta de su paso por el Ejército Libertador, se consumó la fusión de cuadros ideológicos pertenecientes al ideal independentista y de nociones específicas de la cultura política del autonomismo, en particular una percepción elitista de las relaciones políticas y una desconfianza hacia el ejercicio pleno de la soberanía que buscó en la protección exterior la consagración del orden recibido. Es obvio que el nuevo inmigrante español, bien recibido por el mercado laboral como lo demuestra la entrada de casi un millón de “gallegos” -muchos de ida y vuelta, y vuelta a ir-, gozó de la aprobación de los gobernantes, que reconocían en ellos una fuerza laboral precisa por los oficios que aportaba y su naturaleza emprendedora, a la vez que en términos generales se mostraba dócil en país extranjero, evitándose problemas, influyente acaso, pero ajena a las parcialidades partidistas al 17
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carecer de derecho de sufragio o, en su caso, los mejor tratados por la fortuna siempre bien avenidos con quienes mandaban. Otra cosa serían sus hijos. Jordi Maluquer y Consuelo Naranjo han proporcionado información precisa sobre el flujo migratorio español a la isla. Naranjo, junto con Armando García, ha situado el proceso selectivo de extranjeros en las coordenadas de la etnicidad y la construcción nacional propiciada por las elites políticas y culturales. Imilcy Balboa ha situado la cuestión en el debate de las necesidades laborales en pugna con los prejuicios raciales. Gloria García y Fe Iglesias han mantenido una ruta similar, haciéndose eco de los estudios demográficos del gran maestro que fue Juan Pérez de la Riva y de su tesis acerca de la sustracción generacional con motivo de la guerra. En ese caudal de inmigrantes deseados se introdujo un contingente de refugiados que poseía características diferenciadas. Su salida de España no obedecía principalmente a la necesidad de prosperar, de encontrar trabajo regular y mejor retribuido, huyendo de la miseria que dejaban atrás. Eran medianamente cultos en comparación con la media laboral y disponían de experiencia cualificada en los oficios más variados. Llegaban a Cuba unas veces huyendo de la persecución y otras, animados de espíritu misional, de una naturaleza muy distinta a la de los evangelizadores del pasado pero con igual afán de sacrificio. De todo ello trata la presente obra. La buena nueva que anunciaban, la nueva Jerusalén, era una sociedad de personas libres, sin explotadores ni explotados, sin gobierno impuesto ni coerción, una sociedad autogobernada mediante una federación de las entidades laborales, pues el trabajo dignamente realizado y retribuido era la única y legítima fuente de sostenimiento. Eran anarquistas de todas las tendencias ácratas conocidas y anarcosindicalistas. En cualquier caso, rompían el molde del inmigrante sumiso que desea hacer las Américas y evita los conflictos ante el riesgo de ser deportado y perder lo mucho o lo poco que hubiera adelantado. El libro de Amparo Sánchez Cobos que presentamos, Sembrando ideales. Anarquistas españoles en Cuba (1902-1925), en su origen una ambiciosa, sugerente, fundamentada e innovadora tesis doctoral que tuve la satisfacción de codirigir con mi colega y amiga la Dra. Consuelo Naranjo, realiza una importante contribución al tema de los emigrados anarquistas de procedencia española, resuelve no pocas cuestiones sobre la naturaleza 18
SEMBRANDO IDEALES. ANARQUISTAS ESPAÑOLES EN CUBA (1902-1925)
y dimensión del anarquismo y el obrerismo en Cuba y plantea otras que demandan una ampliación de la perspectiva para llevarla al ámbito regional latinoamericano. Durante cuatro años la autora se ha integrado en el grupo de Historia Social Comparada de la Univesitat Jaume I, que era y es una Unidad Asociada del CSIC a través de su vinculación al Instituto de Historia, la institución que le facilitó la beca predoctoral para realizar su investigación. Estamos ante una buena muestra de cómo la cooperación bien planeada rinde mejores resultados que esa competencia tan habitual en nuestro medio, donde es tan frecuente la pretensión de cotos vedados, en cuanto a temas y no sólo a éstos, y de reconocimiento de primacías. Cuba había tenido anarquistas antes y con cierta relevancia en el movimiento asociativo habanero, materia de estudio de Joan Casanovas, pero el vendaval de la guerra los había disminuido. Los subsistentes y los llegados trabajaron con ahínco y levantaron un entramado societario, sindical y cultural relevante en medio de un movimiento obrero incipiente, débil en su conjunto aunque con presencia creciente en las principales áreas urbanas. También desde hace tiempo sabíamos de la presencia de anarquistas españoles en la Cuba republicana y de los problemas que tuvieron con otras corrientes de trabajadores, que los veían antes como españoles que como sindicalistas. La historiografía, sin embargo, tendía a subestimar su importancia y en ocasiones, en el marco de tesis rígidas, simplificaba su presencia como una distracción infantil de las posiciones revolucionarias, una corriente pequeñoburguesa en el fondo, antinacional en la precisa coyuntura de la construcción de la identidad cubana, justo cuando se confirmaban los designios neocoloniales, un refugio, por último, de españoles casi, casi, ventajistas, que dividían a los trabajadores y los alejaban de sus verdaderos objetivos. Aludo a determinada historiografía que en realidad poco tiene de histórica y a autores que son expresión de la literatura y la ideología militante de otras épocas, escasamente profesionalizada en el quehacer del historiador, o peor aún, que han ejercido la profesión de funcionario, obedientes del dictado más gris y menos creativo elaborado en el departamento de pensamiento de alguna instancia nebulosa. Hay también una historia anarquista militante que invierte los términos y tiende a confundir los deseos con la realidad. Una y otra, útiles a veces por los datos que exhuman, tienen muy poco que ver con la historia social o específicamente con la historia del trabajo y de los trabajadores en cualquiera de los 19
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países en los que nos detengamos, pues aludimos a una planta bastante común, al menos para una época de la historiografía que hizo crisis en los años setenta del siglo XX. El libro de Amparo Sánchez, investigadora que un día emigró de una profesión a otra, la que le trajo a los ámbitos universitarios en los que descubrió otro horizonte y lo que cuesta ejercer la independencia personal, indaga en las características del emigrado, migrante político o ideológico, gentes desprendidas que demostraron que hubo una manera diferente de “cruzar el charco” y abrirse camino en la vida sin afán de fortuna o de mera supervivencia. Nos ofrece una semblanza de aquellos que crearon escuelas y editaron periódicos, enseñaron doctrinas emancipadoras y empeñaron su tiempo y su seguridad organizando círculos y sociedades, practicando la solidaridad y denunciando una explotación laboral que en nada se diferenciaba de la vigente en la época colonial; hicieron pedagogía liberadora y desvelaron en fecha temprana las relaciones de clase sobre la que se asentaba la nueva nación. El recorrido por los itinerarios vital, sindical y propagandístico de estos anarquistas en tierras cubanas, semejantes y diferentes por tantos motivos al de los trabajadores naturales del país, nos introduce en el mundo de las solidaridades trasatlánticas, portadoras de ideas y experiencias, receptoras de vivencias locales, nos habla de sus esperanzas y aciertos, también de sus insuficiencias, de las que la menor no fue cierta ceguera ante la cuestión racial, oculta por la igualdad futura preconizada, y el submundo de los braceros antillanos; nos aproxima con más exactitud a las complejas relaciones obreras de las primeras décadas republicanas, en las que bulle un reformismo nacionalista, un socialismo que no acaba de fraguar y un movimiento libertario en el que los españoles desempeñan un papel importante aunque compartido, coherente con la concentración inmigrante hispana en las grandes ciudades, donde por ejemplo, caso de La Habana, llegan a representar por encima del 20% de la población. Ese movimiento que contribuyeron a crear poseerá un potencial revolucionario que sobrevive a las expulsiones de los líderes extranjeros para desembocar, sacrificando la ideología originaria, en el incipiente comunismo cubano, en un proceso similar al que llevó del sindicalismo revolucionario de la CGT al Partido Comunista Francés o a algunos dirigentes de la CNT española a la Tercera Internacional. Obviar las continuidades que subyacen en las rupturas sería un ejercicio escasamente dialéctico; entender los 20
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pasos dados como una simple evolución, o una superación, nos remite a la linealidad teleológica que prescinde de la acción de los sujetos y de la experiencia social, de la historia realmente acontecida y de la huella que dejaron los ideales y las luchas, la palabra y el ejemplo, los errores manifiestos y los aciertos luminosos. Son algo más de dos décadas del obrerismo cubano las que emergen en el libro que el lector tiene en sus manos y suscitan innumerables cuestiones, de las que en sus páginas la autora ofrece buen número de pistas, sugerencias y respuestas. Bienvenido sea. JOSÉ A. PIQUERAS Universitat Jaume I Historia Social Comparada/ Unidad Asociada CSIC
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Agradecimientos Este libro es fruto de la tesis doctoral que defendí en la Universidad Jaume I de Castellón en febrero de 2007 con el título Anarquismo e inmigración. Españoles en la organización de los trabajadores de Cuba (19021925). La realización de la tesis fue posible gracias a la beca predoctoral concedida por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas que me permitió integrarme en la Unidad Asociada Historia Social Comparada de esa universidad. Al mismo tiempo, el trabajo fue realizado en el marco de los Proyectos de Investigación BHA 2002-02031, MCyT “Renovación y crisis de las relaciones coloniales hispano-cubanas”, GV “Sociedades agrarias, liberalismo y cultura política. Perspectivas comparadas en las España del siglo XIX” y GV 06/074 “Relaciones de propiedad y sistema colonial. España y Cuba, siglo XIX”. Mi mayor deuda será siempre con mi director de tesis, José Antonio Piqueras Arenas, que confió en mí para optar a esa beca y de quien desde entonces aprendo cada día. Durante estos últimos años, en los que he tenido el honor de compartir con él trabajo y sobre todo amistad, he sido testigo y beneficiaria de su generosidad y dedicación. Estos primeros agradecimientos quiero hacerlos extensibles también a la codirectora de ese estudio, Consuelo Naranjo Orovio, quien me apoyó durante mi estancia en Madrid y cuya ayuda ha continuado en la distancia. A los dos gracias por el camino recorrido hasta ahora y por el que espero que aún nos quede por recorrer. Debo agradecer también al resto de colegas que han hecho más fácil mi trabajo durante estos últimos años. En Castellón, a todos los compañeros que me demostraron su aliento y confianza. A Imilcy Balboa, insustituible compañera de despacho, amiga y consejera. A Edgardo Falcón, por su impagable generosidad, que ha ido más allá del plano profesional. A los compañeros de proyecto, Vicent Sanz y Emma Vidal, por atender siempre 23
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a mis constantes demandas. A los inolvidables Lisette Rivera y Martín Pérez, por las interesantes conversaciones. A Patxi Guerrero y Josep M.ª Pons por su apoyo y amistad. También a Enrique Montón por su ayuda técnica. La consulta bibliográfica y el acopio documental me ha llevado por diferentes tierras. En Madrid conté igualmente con la ayuda de los compañeros del departamento de Historia de América del CSIC, que me acogieron desde el principio como a un miembro más. Gracias especialmente a Miguel Ángel Puig-Samper por el apoyo burocrático. A Asunción Merino, Miriam Galante y a la ocasional Andrea Pasquare, por el ánimo y la compañía. El personal del Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores de Madrid, y en especial su jefa de sala, Pilar Casado, hicieron más cómodo mi inicio en la investigación. También en Barcelona pude contar con la hospitalidad de Encarna del Cura, y la ayuda profesional de Pere Gabriel, dos complementos importantes que hicieron más fructíferas aún las semanas de trabajo. Al personal del Archivo Municipal de la Ciudad, del Ateneo Enciclopédico Popular y de la Biblioteca Arús, una mención por su amable atención. La estancia en Cuba me dio la oportunidad de conocer a mi “familia del otro lado del Atlántico”. He de agradecer a la Universidad Jaume I la concesión de la Beca de Movilidad que me permitió realizar el viaje a la mayor de las Antillas, donde tuve el placer de conocer y compartir experiencias y conocimientos con Reinaldo Funes, Marial Iglesias, Gloria García y tantos otros profesionales, pero sobre todo amigos. En la Universidad de La Habana he de mencionar especialmente a Lourdes y Juana, de la sección Libros Raros, por su inestimable ayuda. En el Archivo Nacional de Cuba conté con el apoyo incondicional de todo el personal, además de la amistad en especial de Marisol Mesa y Patria Cok. En el Instituto de Historia de Cuba la ayuda de Yolanda Díaz resultó fundamental. No puedo dejar de nombrar a la familia Navarro, sobre todo a Ney, mi “mami cubana”, a quienes estaré eternamente agradecida por hacerme sentir como una más. Gracias a otra de las Becas de Movilidad que me concedió la Universidad Jaume I pude realizar otra estancia en Estados Unidos. Mi deuda en el país norteamericano comienza en la Universidad de New York, donde Ada Ferrer y Andrew H. Lee, me brindaron su impagable ayuda. 24
SEMBRANDO IDEALES. ANARQUISTAS ESPAÑOLES EN CUBA (1902-1925)
También en Columbia University, Nancy Regal y José Moya atendieron mis peticiones. En Washington, el personal de The Library of Congress, así como el de los National Archives, fueron de gran ayuda. La estancia en la capital estadounidense no hubiera sido igual sin Mabel Morales y Vanni Pettiná. Aquí he de agradecer igualmente a Joan Casanovas Codina por toda la información que me brindó sobre los archivos del país norteamericano y la rapidez con que resolvió mis dudas previas al viaje. Un recuerdo también para el personal del International Instituut voor Social Geschiedenis, de Ámsterdam, en especial a Marcel van der Linden. Asimismo, gracias a Ricardo y Esther Iglesias por su hospitalidad. A Loredana Giolitto, colega y apoyo en todo este tiempo pero, sobre todo, compañera de fatigas en el difícil, aunque placentero, camino de la investigación. De igual modo, he de hacer una mención muy especial a mi familia por la distancia que tantas veces nos ha separado. Gracias a Marisa y a Javi por su hospitalidad durante los meses que estuve trabajando en Madrid; a Rocío y a mi “cuñaín” Manolito, por el apoyo técnico tan oportuno; pero, sobre todo, a mis padres, porque siempre me apoyaron en mis decisiones aun a sabiendas de que, la mayoría de las veces, suponían estar lejos de ellos.
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Introducción “Ese día estallará la revolución universal y el actual orden de cosas basado en la propiedad, la explotación, la dominación y el principio de autoridad burguesa y doctrinaria desaparecerá; no quedará piedra sobre piedra, primero en Europa y luego en el resto del mundo”. Eduardo Mendoza La ciudad de los prodigios
A comienzos de la década de 1920 el jurista andaluz Juan Díaz del Moral escribió: “la proyección más intensa y más interesante del anarquismo peninsular es hacia el Continente americano; no existe, probablemente, sector ninguno de la sociedad española que sostenga relaciones más extensas ni más cordiales con los hombres del nuevo continente...”.1 Esa apreciación se convirtió en una preocupación para los diplomáticos españoles destinados en Cuba tras la emancipación. De hecho, en enero de 1913, el cónsul en la capital cubana alertaba, en un informe dirigido al Ministerio de la Gobernación en Madrid, sobre la creciente presencia de anarquistas españoles en toda la Isla que “como se ven acosados por las policías europeas, donde son perseguidos de cerca, han escogido como sitio estratégico La Habana para despistar”.2 Las palabras del cónsul son un indicativo de cómo en la mayor de las Antillas, si bien el predominio ácrata anunciado por el notario cordobés comenzó en las dos últimas décadas del siglo XIX, los primeros años del 1 Díaz del Moral, 1984, 178. 2 “Copia del informe reservado enviado el 27 de enero de 1913 por el cónsul español Julián María del Arroyo desde la Legación de España en La Habana al Ministerio de la Gobernación en Madrid en el que se da cuenta del desarrollo del anarquismo en la Isla”. Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores, Madrid, (en adelante AMAE), Fondo Política Interior Cuba, Serie Orden Público, Subserie Anarquismo, Expedientes P=M=O. Leg. H 2757, siglo XX.
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siglo XX resultaron fundamentales tanto para la reorganización, como para el crecimiento de esta corriente de pensamiento que, de hecho, alcanzó su máxima expresión durante las dos primeras décadas de la República. En ese sentido, la última guerra de independencia marcó un punto de inflexión. Tras ella, la Isla se convirtió, ante los ojos de los ácratas, en un escenario –el último en el continente americano quizás– donde la probabilidad de materializar la proyectada “revolución social” era más que factible. Por lo que a partir de entonces ese objetivo se convirtió en el motor que guiaría y daría impulso a la actuación de los anarquistas y que al mismo tiempo serviría de reclamo para la llegada de otros ácratas procedentes del exterior.
Mapa 1. La Isla de Cuba a comienzos del siglo XX.
Para entonces, además, Cuba constituía una particularidad dentro del resto de países americanos con presencia anarquista donde, desde finales del ochocientos, los distintos gobiernos estaban poniendo en marcha mecanismos de control social que afectarían directamente a las actividades de los ácratas y sobre todo de los emigrados extranjeros.3 Esta circunstancia 3 En concreto, las medidas para frenar el avance del anarquismo en América Latina se pusieron en marcha ya a finales del siglo XIX. Destacan en ese sentido una primera conferencia celebrada en Washington en 1889 que se continuó con la Segunda Reunión Panamericana de México de 1902, asamblea que tuvo por objeto la elaboración de un Tratado de Extradición y Protección contra el anarquismo al que no se adhirió Cuba. A partir de entonces se aprobaron medidas concretas en algunos países como la Ley de Residencia del año 1902 aprobada por el gobierno argentino, la ley represiva y antiliberal brasileña planteada por el Senador Gordo o la Ley 72 de 11 de junio de 1904 sobre inmigración general aprobada en Panamá, que en su artículo 5 prohibía la inmigración de anarquistas. Más información sobre esta cuestión en Viñas (dir.), 1983, 38-41. El Tratado de Extradición y Protección contra el anarquismo en Archivo de la Secretaría de Relaciones Exteriores, México DF –en adelante AHSRE–, Serie Legajos Encuadernados (LE), 158, 52 ff.
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vino a coincidir precisamente con el momento en que muchos anarquistas españoles estaban abandonando la Península debido al ambiente represivo inaugurado a finales del siglo XIX, recrudecido con los sucesos que dieron lugar al conocido como Proceso de Montjuich. En este libro nos proponemos analizar el desarrollo del anarquismo en Cuba después de la independencia, centrándonos en señalar el aporte de los anarquistas españoles a ese desarrollo, así como su contribución a la organización de la clase trabajadora. Para ello hemos enmarcado la cuestión en las primeras décadas republicanas llegando hasta 1925, año de creación del Partido Comunista de Cuba. ¿Por qué escoger las tres primeras décadas de República en Cuba? La elección de ese período no es caprichosa. Si bien la presencia de anarquistas en la Isla, y entre ellos de emigrados españoles, no es exclusiva de esa etapa –de hecho, para introducir al lector en la temática propuesta nuestro estudio arranca de las últimas décadas del siglo XIX, por ser el momento en que se establece el puente entre los ácratas de la Península y la colonia–, sin embargo, hemos privilegiado la etapa de la historia de Cuba en que, como hemos avanzado, el crecimiento y la repercusión del anarquismo fueron mayores. Esta circunstancia está suficientemente probada a través de las distintas fuentes que nos han dejado testimonio sobre ese fenómeno, no sólo las obreras y las propias del anarquismo, sino y más importante, las ajenas al movimiento libertario, tales como los cónsules y diplomáticos españoles, los representantes del gobierno norteamericano, las propias autoridades republicanas cubanas o la prensa burguesa, además de observadores coetáneos. En todos los casos coinciden en destacar el crecimiento del anarquismo en la Isla vinculando el fenómeno a la llegada y a la labor de anarquistas españoles. Sin embargo, es importante señalar que el grupo de emigrados objeto de nuestra investigación supone una minoría, desde el punto de vista cuantitativo, en comparación con el total de inmigrantes que durante el mismo período se instalaron en la mayor de las Antillas. Por tanto, teniendo en cuenta que la mayoría de esos inmigrantes entraron en contacto con el anarquismo en la Isla, una de las cuestiones que abordaremos será verificar cuáles fueron los factores que contribuyeron a que buena parte de ellos, junto a muchos trabajadores cubanos, se adhirieran al proyecto propuesto por los 29
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anarquistas; al mismo tiempo analizaremos en qué consistió ese proyecto y cómo se materializó en la práctica; todo lo cual nos ayudará a entender cómo el anarquismo se convirtió en una de las principales opciones para los sectores subalternos de la Isla. El punto de partida resultó difícil. La situación de desorganización en que les había dejado la última contienda independentista cubana haría necesaria una intensa labor. Sin duda esta circunstancia sirvió también de acicate para que algunos ácratas, caso del español Adrián del Valle, entre muchos otros, decidieran asentarse en la mayor de las Antillas. Al mismo tiempo, el cambio político que llegó con la “independencia” creó unas condiciones que los ácratas supieron capitalizar en beneficio propio. En principio, encontramos a comienzos del siglo XX en Cuba una nación en construcción y un escenario plagado de cambios visibles en distintos aspectos. Así, desde el punto de vista político –en ese aspecto Cuba compartió los rasgos fundamentales de otras sociedades latinoamericanas– la construcción del Estado liberal y el nacimiento de un sistema republicano democrático daría paso a un corpus legislativo gracias al cual los anarquistas pudieron reorganizarse en grupos y llevar a cabo sus actividades, siempre que éstas no amenazaran el orden social establecido. En el mismo sentido, la falta de medidas implementadas por los distintos gobiernos tendentes a solucionar la situación de los sectores más desfavorecidos de la sociedad, así como el hecho de que el resto de tendencias políticas –partidos obreros socialistas y organizaciones obreras nacionalistas– tampoco cubrieran ese déficit, dejó abierto un espacio donde el socialismo revolucionario fue adquiriendo mayor presencia, encontrando con ello el apoyo creciente de los trabajadores y los sectores populares. En el mismo sentido, otro de los factores que contribuyeron al arraigo y crecimiento del anarquismo en el período escogido está directamente relacionado con la cuestión socioeconómica. Al convertirse Cuba en un país productor de materias primas tras su emancipación, el desarrollo industrial se produjo directamente vinculado a la industria azucarera en su fase de transformación, así como a la exportación de dulce. De forma paralela a la expansión de esta industria, se produjo el desarrollo de otros sectores productivos, entre los que sobresalieron las industrias menores –fundiciones de metales, elaboración de subproductos derivados de la caña de azúcar como licores, alcoholes o aguardientes, ropa y calzado, cervezas y 30
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licores, transformación de alimentos, etc.–, la tabacalera y cigarrera y el comercio. Todo este desarrollo tuvo su reflejo en el despegue del proceso urbanizador. Los distintos gobiernos se ocuparon de garantizar las inversiones de capital en la construcción y reconstrucción de infraestructuras, tanto en las ciudades, a través de la realización de obras de ingeniería municipal –alcantarillado, pavimentación, abasto de agua, edificios públicos, etc.–, como en el campo, en el que las mayores atenciones se centraron en la construcción de ferrocarriles y de centrales azucareras; todo lo cual se complementó con las obras para la mejora de los puertos, puntos principales de conexión con el exterior. Uno de los lugares donde más se pudieron observar las transformaciones económicas fue en las ciudades y sobre todo en La Habana, donde, en pocos años, cambió de forma considerable la imagen física de la ciudad. Este característico crecimiento demandó un tipo específico de trabajador. Además de los jornaleros y los trabajadores del campo –empleados en la industria azucarera–, el resto de sectores productivos eran cubiertos por artesanos y trabajadores de oficios especializados, entre ellos tipógrafos, barberos, zapateros, albañiles, carpinteros, pintores y un largo etcétera, así como del sector servicios –comercio en su mayor parte– y de profesiones liberales que completaban el panorama productivo urbano y semiurbano. En ese sentido, los actores que forman parte del escenario propuesto y que son el objeto de nuestra observación son un grupo de trabajadores manufactureros y de oficios variados que, en un principio, se encuentran radicados principalmente en la ciudad de La Habana y que poco a poco, irán incrementando su presencia en el resto de ciudades y poblaciones de la Isla. En menor medida, se trata de trabajadores del campo. Todas esas categorías profesionales coincidían con los grupos profesionales que, desde las últimas décadas del siglo XIX, se estaban federando en España para crear asociaciones obreras con un marcado carácter anarquista y en la mayor de las Antillas se convirtieron en el caldo de cultivo para el crecimiento del ideal libertario. Pero, sin duda, la propia acción anarquista se convirtió en uno de los principales reclamos para los sectores subalternos. Desde comienzos del siglo XX los líderes de estos sectores hicieron hincapié en reforzar aquellos aspectos que habían puesto en práctica durante las últimas décadas del 31
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siglo XIX, demostrando a los trabajadores la funcionalidad de su estrategia, al tiempo que fueron complementándola y reforzándola con nuevas prácticas. En ese sentido, a lo largo de la etapa propuesta privilegiaron las estructuras organizativas federativas, así como la organización sindical y la lucha por obtener demandas parciales inmediatas –la jornada de ocho horas y el aumento de los salarios, junto con el pago en moneda americana, fueron las reivindicaciones más frecuentes–, siempre abogando por organizar la huelga general revolucionaria que acabara con el “orden burgués”. Al mismo tiempo, la estrategia anarquista en la práctica se basó en impedir la intermediación del Estado o de cualquier tipo de organismo representante de los trabajadores; fieles a sus principios anti Estado y anti gobierno, defendieron la negociación directa entre los trabajadores y los productores. Asimismo, al tratarse en su mayor parte de obreros manufactureros y de oficio, de los que dependía en cierta medida el producto final de su trabajo, les confería una mayor capacidad de presión a la hora de negociar con los patronos. Todo ello supuso que a la larga fuesen adquiriendo un marcado carácter anarcosindicalista, que se fue acentuando durante la segunda década republicana. De esa forma, y sin abandonar su objetivo milenarista de materializar la revolución social, los anarquistas ofrecieron a esos sectores una posibilidad de revertir su situación a corto y medio plazo. Todo lo anterior se completaba con la puesta en marcha de actividades variadas organizadas por los componentes de los distintos grupos que se fueron creando a lo largo de la etapa propuesta y que tenían el objetivo de difundir el ideal libertario, aumentando y consolidando con ello la comunidad ácrata. Entre ellas destacaron la edición y distribución de periódicos y publicaciones libertarias, la realización de excursiones de propaganda para difundir el “Ideal” por toda la Isla, la creación de escuelas alternativas a la oficial que siguieron los métodos pedagógicos racionalistas y, por supuesto, la participación directa en los conflictos laborales protagonizados por los trabajadores. Al mismo tiempo, el proyecto ácrata intentaba trascender el marco laboral para integrar tanto a los trabajadores como a su familia, ofreciéndoles algunas alternativas que sustituyeran a las tabernas y otros lugares públicos, donde estos sectores pudieran informarse, educarse o divertirse. En todos estos ambientes lanzaron un mensaje unificador e igualitario, totalmente al margen de las distinciones frecuentes en otros sectores obreros, de manera que crearon un nuevo marco y unos espacios 32
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propios que funcionaron como órganos de sociabilidad, donde sus integrantes se encontraban unidos por una cultura política propia y enfrentada al sistema socio-cultual vigente, en la que se resaltaban valores como la razón, en contra del oscurantismo heredado de la época colonial, la fe en el progreso y la ciencia o el reconocimiento de los derechos y libertades del hombre, al tiempo que consideraban imprescindible la instrucción para el obrero y se declaraban por encima de cuestiones de raza, nacionalidad o color de la piel. El hecho de que buena parte de los interpelados fueran mano de obra inmigrante supone que estemos hablando de un grupo de desarraigados en una sociedad extraña y cambiante como era la cubana de principios del siglo XX, donde se estaban construyendo una identidad y una “cultura nacional” por oposición a todo lo anterior y donde los sectores más criticados eran el español, antiguo “opresor”, y el americano, nuevo “dominador”. En ese sentido, las organizaciones ácratas ofrecían también a los recién llegados la posibilidad de superar esa situación. De ese modo, la propuesta de los anarquistas en Cuba –en la cual desempeñaron un papel determinante los emigrados españoles– trascendió los planteamientos meramente organizativos para ofrecer a los sectores subalternos nuevas posibilidades de conseguir el objetivo de la sociedad igualitaria y mediante la organización de clase que defendían, combinada con la acción sindical –alcanzar acuerdos a través de la presión–, dotaron de potencial revolucionario a una sociedad donde el peso de la inmigración era importante y que estaba habituada a formas coactivas de trabajo. No hemos de olvidar que hasta 1886 estuvo vigente el sistema esclavista. A finales de la segunda década republicana la situación cambió. Entre los años 1915 y 1920 la inmensa mayoría de los anarquistas españoles fueron expulsados de la Isla. La generalización de los conflictos y movimientos huelguísticos, en los que los ácratas tuvieron un especial protagonismo, y la repercusión de la Revolución rusa de 1917, a lo que no debió resultar ajeno el hecho de que para entonces las generaciones de cubanos nacidos después de la emancipación alcanzaban la edad laboral, motivaron a las autoridades republicanas a limpiar la Isla de “extranjeros perniciosos”. El resultado fue que para comienzos de la década de 1920 todos aquellos emigrados españoles que se habían destacado durante los años anteriores ya estaban fuera de la Isla. Sin embargo, lejos de acabar con el anar33
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quismo en Cuba, las organizaciones anarcosindicalistas seguirían en marcha. La estela de los expulsados sería seguida y sus empresas continuadas por aquellos anarcosindicalistas cubanos, como Alfredo López o Antonio Penichet, que habían trabajado junto a ellos en la difusión de la ideología libertaria. De modo que la consolidación de las propuestas de organización anarcosindicalista se llevó a término con la fundación en 1921 de la Federación Obrera de La Habana –FOH–, que tendría su continuidad cuatro años después en la Confederación Nacional de Obreros de Cuba –CNOC–, organizada en 1925. Precisamente 1925 sería un año decisivo para la organización de los trabajadores. Nuevas opciones se abrían en su horizonte con la creación del Partido Comunista de Cuba –PCC–. No obstante, las organizaciones anarcosindicalistas aún conservarían su protagonismo, al menos hasta los primeros años de la década de 1930. Antes de seguir adelante queremos hacer un inciso para matizar algunos de los términos utilizados en nuestra investigación. En primer lugar, nosotros participamos del concepto clásico revisado por Edward P. Thompson por el que la “clase” es vista como “una formación social y cultural que surge de procesos que sólo pueden estudiarse mientras se resuelven por sí mismos a lo largo de un período histórico considerable”. En ese sentido, nuestro estudio se encuentra inmerso en el proceso de formación de la clase trabajadora en Cuba, donde los anarquistas desempeñaron su papel al ofrecer a los trabajadores elementos para conformar una identidad común y enfrentada a la clase burguesa “opresora”. Este aspecto resultó fundamental para muchos de aquellos inmigrantes peninsulares en parte excluidos del sistema si no se naturalizaban cubanos. Asimismo, en el concepto “thompsoniano” quedan incluidos distintos sectores sociales además de los trabajadores, como las mujeres o los niños, y en nuestro caso también aquellos grupos que en la sociedad cubana aparecen como los más marginales: la población de color. En ese mismo sentido debemos entender el espíritu internacionalista ácrata y su concepto de solidaridad humana.4 Del mismo modo, esta es la historia de aquellos “promotores” o “intelectuales colectivos” que llegaron a la mayor de las Antillas con el objetivo de formar e integrar a la incipiente clase trabajadora en un proceso pro4 Thompson, 1989, XVI.
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pio de organización y preparación ideológica que consideraban previo a la “revolución social”. Encontramos entre ellos a periodistas y otros profesionales, en la mayoría de los casos de escasa cualificación, pero que tenían una visión propia del mundo y que, a través de sus actividades, transmitieron una crítica política que pretendía dirigir a las capas emergentes en la nueva sociedad cubana hacia la formación de una nueva clase. En ese sentido, nuestros protagonistas nos recuerdan al “intelectual orgánico gramsciano”.5 Hemos de advertir que, aunque no sean el objeto principal de nuestro estudio, junto a los emigrados españoles aparecen constantemente anarquistas cubanos, lo que demuestra, en parte, que el crecimiento del anarquismo en la etapa escogida no fue debido exclusivamente a la actuación de los peninsulares, como mantiene buena parte de la historiografía que se ha centrado en el estudio del movimiento obrero en Cuba. El hecho de que muchos de ellos procedieran de España hace necesaria una clasificación diferente del resto de inmigrantes. Precisamente las razones que les llevaron a la Isla y que les convirtieron en promotores les diferencian del resto de peninsulares que, en el mismo período, se instalaron en la mayor de las Antillas. En muchos de los casos manejados, los anarquistas abandonaron la Península huyendo de la situación política, convirtiéndose, de ese medio, en uno de los grupos que forman parte de la emigración definida como “marginal”.6 Por ello, hemos creído importante establecer la diferencia entre estos dos conceptos: emigrante y emigrado que, aparentemente, tienen igual significado. El primero define a aquella “persona que por motivos no políticos abandona su país para residir en otro”. Emigrado, por el contrario, se refiere a la “persona que reside fuera de su patria obligado por causas políticas”. De igual forma ocurre con la 5 Para Antonio Gramsci, las capas emergentes en una nueva sociedad que tienden a constituirse en clase generan sus propios intelectuales. De modo que en términos generales, el término “intelectual orgánico” se puede aplicar a “aquellos formadores de masas de hombres que dirigen su actividad profesional a divulgar su ideología, pero superando la faceta de meros oradores para convertirse en constructores, persuasores y organizadores, y que se circunscriben dentro de un proceso histórico definido y son creados dentro de ese proceso en el seno de las propias clases sociales a las que pertenecen”. Sobre este concepto, véase Gramsci, 1974, 388-396. 6 La emigración marginal es aquella que se produce clandestinamente y que está protagonizada por tres tipos de migrantes: los que abandonan su país por causas políticas –sobre todo motivadas por las represiones oficiales contra algunos sectores de la población–, los jóvenes que se marchan para evitar cumplir con el servicio militar y los que por alguna razón concreta no pueden conseguir un pasaporte para emigrar libremente. De Mateo Avilés, 1993.
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entrada inmigrado, que se refiere a aquellos emigrados una vez establecidos en los países de destino, y que se diferencia del inmigrante no político. Sin embargo, es conveniente advertir también que no sólo llegaron a la Isla anarquistas expulsados por factores políticos, sino que, en otros casos, decidieron abandonar voluntariamente la Península con la intención de establecerse en la mayor de las Antillas y continuar las labores de proselitismo y difusión del ideal libertario; algunos, incluso, llegaron en respuesta a las solicitudes de ayuda de los propios ácratas asentados allí. ¿Por qué centrar en este momento nuestra atención en la revisión del anarquismo en Cuba? El estudio de la emigración política europea a América no es nuevo. Como ya hemos avanzado más arriba, desde que a mediados del siglo XIX se estableciera el puente entre las clases trabajadoras de los dos lados del Atlántico, el fenómeno suscitó el suficiente interés como para que observadores coetáneos hicieran referencia en sus obras. Autores actuales, entre ellos Antonio M. Bernal, destacan la participación e influencia significativa que este tipo de emigrados, entre ellos los españoles, ejercieron en los países que eligieron como destino, por cuanto contribuyeron de forma decisiva a la configuración de las vanguardias obreristas, políticas e incluso intelectuales en las repúblicas americanas.7 No obstante, siguiendo igualmente a este autor, hay que tener en cuenta que la importancia de este sector de la emigración española no puede ser evaluada en términos cuantitativos, por el escaso número que la integraba dentro de la corriente migratoria que se dirigió a América en esos años. Su trascendencia habría que valorarla cualitativamente, en base a su contribución a la organización de las clases trabajadoras del continente. Y aún cuando la tendencia general de la historiografía tiende a minimizar el aporte teórico que los socialistas y anarquistas españoles ejercieron en América, existe consenso en reconocer como fundamental su influencia en el aspecto organizativo y su participación en la fundación de editoriales, así como en la creación de publicaciones y bibliotecas que ayudaran a mejorar la formación de los obreros americanos. Y ello fue debido, en parte, a que los emigrados españoles no quedaron al margen de los problemas que afectaban a las clases trabajadoras en los lugares donde se establecieron, principalmente durante las primeras décadas del siglo XX, cuando se estaban confi7 Bernal, 1988, 160-162. La importancia de este tipo de emigración la señala este autor en 1992, 310-330.
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gurando las opciones del sindicalismo revolucionario, el anarcosindicalismo y el sindicalismo puro como alternativas a los nacientes partidos políticos obreros. Al propio tiempo, el tema escogido se antoja de actualidad, pues se enmarca en las últimas tendencias que abogan por las investigaciones en historia comparada –en nuestro caso, España-Cuba–, así como en las nuevas corrientes historiográficas que se están ocupando del análisis de los trabajadores fuera de Europa y Estados Unidos, concretamente en América Latina.8 De ese modo, la emigración política adquiere suficiente relevancia por sí sola. Sin embargo, puede sorprender plantear su estudio precisamente para Cuba, si tenemos en cuenta la cantidad de trabajos que en los últimos años se han presentado tanto sobre inmigración en la Isla, como sobre movimiento obrero. A pesar de ello, aún son escasos aquellos que relacionan ambas cuestiones en ese escenario. En principio, son muy pocos los autores que antes de la revolución de 1959 se centraron en la organización de la clase trabajadora en la mayor de las Antillas y en el papel que en ese sentido desempeñó el anarquismo. En este caso debemos destacar la obra de Carlos Loveira, escritor coetáneo que nos ofrece la visión de un socialista y reformista vinculado a la American Federation of Labor –AFL– norteamericana, pero que en su juventud fue anarquista. Tanto en sus novelas como en su obra autobiográfica, De los 26 a los 35. Lecciones de la experiencia en la lucha obrera (1908-1917), coincide en señalar la presencia notoria de ácratas entre los trabajadores de Cuba, aunque ofrece una interpretación negativa de su actuación al apartar al obrero de la política. En el mismo sentido está escrita la obra de otro exanarquista español, aunque naturalizado cubano, Hilario Alonso, quien tras destacar por su actuación reivindicativa y radical en las primeras décadas del siglo XX, a finales de 1920 se vinculó igualmente a la AFL. En la obra El problema social en Cuba, que dedica al dictador Gerardo Machado, Alonso hace una dura crítica contra todos los extranjeros, incluidos los anarquistas, que desde comienzos de la República no supieron interpretar adecuadamente la realidad sociolaboral de la Isla, trasladando la experien8 Sobre esta cuestión, véase Van der Linden, 2005, 345-369.
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cia adquirida en sus países de origen, a la problemática cubana sin dar una respuesta diferente y adecuada.9 En sentido opuesto, podemos destacar las obras de otros autores coetáneos también, y que a la vez fueron destacados activistas ácratas, que inauguraron una línea autocomplaciente y apologética del anarquismo en la Isla, tales como Adrián del Valle o Antonio Penichet.10 La historiografía posterior a la década de 1930 se centró en el estudio de las clases burguesas, lo que explicaría el vacío sobre la temática propuesta. No obstante, si bien la situación cambiaría después de 1959, sin embargo, las investigaciones que se han llevado a cabo sobre el movimiento obrero en Cuba, numerosas en las últimas décadas del siglo XX, han estado marcadas por el triunfo de la revolución socialista, un hecho que tuvo efectos tanto positivos como negativos en lo que a la historiografía se refiere. Por una parte, rescató el interés por afrontar el estudio de las clases trabajadoras, de suerte que hoy día disponemos de multitud de trabajos que se realizaron en su mayoría en las décadas de 1980 y 1990 en la propia Isla. Pero, al mismo tiempo, inauguró una corriente de análisis marcada por unos objetivos claramente definidos de antemano. Los vínculos que se crearon entre Cuba y la URSS a raíz de la revolución condicionaron un tipo específico de lectura y un análisis del movimiento obrero que seguía la pauta de la antigua Unión Soviética, lo que se tradujo en una línea de interpretación que privilegia la orientación marxista haciendo al mismo tiempo una aprehensión selectiva de las teorías de Lenin. En ese sentido se debe entender el tratamiento que se le ha dado al anarquismo en Cuba. El punto de partida de esta corriente historiográfica lo marcan los trabajos de José Rivero Muñiz, realizados principalmente en la década de 1960. Con un marcado estilo positivista, están centrados principalmente en recoger la evolución de la respuesta ofrecida por los trabajadores a las condiciones a que les sometía el proceso productivo. Si bien esta obra pionera en algunos momentos adolece de un análisis histórico contrastado, no por ello deja de tener valor desde el punto de vista documental, por cuanto recoge información recopilada de gran parte de la prensa obrera que tuvo 9 Loveira, 1917. De este autor véase también, 1980. Alonso, 1928. 10 Ejemplos de esta línea de interpretación, en Penichet, 1918 y 1922; y del Valle, 1907 y 1924.
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al alcance en su momento y que hoy en día está desaparecida. Asimismo, a este autor le debemos la conservación de algunos de los documentos que de no haber sido rescatados por él en sus apéndices, probablemente se habrían perdido.11 Siguiendo en gran medida los trabajos de Rivero Muñiz, la mayoría de la copiosa historiografía realizada fundamentalmente en Cuba en las dos últimas décadas del siglo XX ha estudiado a los trabajadores en su relación con el movimiento obrero, centrándose en destacar sus avances organizativos, sus luchas y proyecciones políticas, así como sus tendencias ideológicas.12 Orientada principalmente por un objetivo teleológico: la búsqueda de las raíces históricas de la revolución cubana, y en determinar el papel que los trabajadores desempeñaron en la construcción de la nación, enfatiza los “desvíos ideológicos” de los anarquistas quienes, empeñados en mantener sus luchas en el marco estrictamente económico, desviaron la atención de los trabajadores de la política, lo que les llevó a desvincularse de los “problemas trascendentales” de carácter nacional, siendo el principal de ellos, en palabras de Fabio Grobart, “la lucha por la liberación de nuestra patria”.13 Guiada al propio tiempo por una intención en cierto sentido maniqueísta, esta línea de interpretación considera mínima la repercusión que el anarquismo tuvo en el desarrollo del movimiento obrero cubano, y la mayoría de los autores coinciden en calificarla de perniciosa por cuanto, por culpa de su antipoliticismo y su carácter antiestado, sus defensores desvincularon a los trabajadores de la construcción de la nación y la identidad cubanas, al menos hasta que la corriente marxista se afianzó en la Isla tras la creación del Partido Comunista de Cuba. Idea, esta última, que trasladan a los inmigrados españoles por ser, según su interpretación, los principales portadores y difusores de esta corriente de pensamiento en la Isla. De ese modo, sostienen que el anarquismo en Cuba se debió únicamente a la presencia de inmigrantes procedentes de la Península. Y en relación con esta idea tienden a definir el anarquismo cubano como una transposición del movimiento obrero español, sin tener en cuenta la situación y la realidad
11 De las obras de este autor podemos destacar 1962a, 1961a; o 1962b, entre otras. 12 En esa línea está planteada, por ejemplo, la obra recopilatoria editada por el Instituto de Historia del Movimiento Comunista y de la Revolución Socialista en Cuba, 1985. 13 Grobart, 1949, 939-958.
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socioeconómica de la Isla, cuyo resultado fue lo que han denominado “españolización del movimiento obrero cubano”.14 Junto a este tipo de orientaciones –más dogmáticas o doctrinarias– destacan, al mismo tiempo, otra serie de obras, también realizadas por autores cubanos, que nos ofrecen un análisis menos crítico con los ácratas, y entre ellos con los emigrados españoles, aunque siempre inmerso en ese discurso oficial. Para ellos el anarquismo, a pesar de su “desvío ideológico” y de sus “serias limitaciones”, fue la corriente más combativa de que se sirvieron los trabajadores en la Isla, al menos hasta la creación del PCC, y las luchas que dirigieron tuvieron alguna efectividad cuando los distintos gobiernos organizaron la política represiva contra ellos, lo cual se tradujo en el crecimiento de sus organizaciones y en la presencia creciente de anarquistas en Cuba.15 En relación con estas críticas resultan significativos otros estudios en los que algunos de estos mismos autores se centran en revalorizar el papel desempeñado por ciertos líderes obreros cubanos aún “a pesar de su adscripción al anarcosindicalismo”.16 De ese modo, la mayoría de los trabajos realizados hasta el momento se han ocupado del estudio de los trabajadores en Cuba desde un enfoque global; en pocos casos encontramos el anarquismo como tema central. Disponemos de algunas contribuciones, principalmente artículos, la gran mayoría realizados por investigadores de fuera de la Isla, que abordan la cuestión de una manera general, relacionando igualmente el crecimiento de esta corriente de pensamiento con la llegada de inmigrantes.17 Mención aparte merecen los trabajos realizados por Frank Fernández, en especial el titulado El anarquismo en Cuba. Aunque, como el propio autor indica, se trata de una “breve y condensada reseña de la influencia que dentro del pueblo cubano han tenido las ideas libertarias”, y con algunos errores en los datos ofrecidos, que en gran medida podrían deberse a que el 14 Véanse sobre el particular, entre otras, las obras de Padrón, 1980, sobre todo las pp. 8 a 18; Cantón Navarro, 1980-1981, 3-39; o Mendoza, 1985. 15 Sobre este tipo de interpretación destacan las obras de Cabrera, 1969 ó 1985a; Dumoulin, 1980; y del Toro, 1969. 16 Sirva de ejemplo Cabrera, 1985b. Resulta significativo que en algunos casos esta autora recurra a las notas recopiladas al final de los capítulos para hacer comentarios alusivos a las que considera influencias positivas de los ácratas sobre el movimiento obrero cubano. Véase, por ejemplo, la nota número 5 recogida en la página 22. 17 Sobre este tema destacan los artículos de Losada, 1995, 147-164; Naranjo Orovio, 1991; Cabrera, 1993, 97-105; y Peláez. Agradezco a esta autora la consulta del original.
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autor utiliza testimonios orales, seguramente no contrastados, esta obra supone un primer intento de un historiador cubano por rescatar la imagen del anarquismo en la Isla, principalmente frente a los estudios reseñados.18 Asimismo resultan exiguos los estudios sobre las causas que coadyuvaron a que el anarquismo cuajara entre los trabajadores de Cuba a finales del siglo XIX y que en buena medida permanecerían vigentes para asegurar su crecimiento y afianzamiento tras la emancipación. ¿Se debe considerar esta realidad como la consecuencia directa de la llegada de anarquistas procedentes de España, como sostienen gran parte de los autores que se han ocupado del tema, o por el contrario prevalecieron otras circunstancias que orientaron a los trabajadores hacia esta corriente de pensamiento? Justificar este crecimiento únicamente con la llegada de ácratas españoles sería erróneo por el escaso número que suponían en comparación con el resto de la inmigración española; como veremos a continuación, la mayor parte de los inmigrantes procedentes de la Península lo hacían de zonas donde no habían tenido oportunidad de entrar en contacto con el Ideal libertario. En relación con esta última cuestión, tradicionalmente, los trabajos sobre la organización de la clase trabajadora en América Latina se centraron en privilegiar el análisis de las estructuras socieconómicas para dar una explicación al surgimiento del movimiento obrero, así como a la toma de conciencia de clase, coincidiendo en la mayoría de los casos en que el avance de la clase obrera, sobre todo durante el siglo XIX, así como sus distintas manifestaciones, fueron motivados exclusivamente por la influencia recibida del exterior.19 Y relacionado directamente con este argumento, algunos autores justificaban el crecimiento del anarquismo en América Latina en el hecho de que esos inmigrantes europeos, sobre todo españoles e italianos, provenían de un ambiente artesanal o campesino y encontraban en las poco desarrolladas sociedades iberoamericanas el ambiente propicio para mantener los lazos con sus regiones de origen. Este sería el caldo de 18 Fernández, 2000. La cita aparece en la página 21. La interpretación apologética de este escritor e historiador cubano se entiende porque se trata de un veterano militante anarquista, miembro en la actualidad del Movimiento Libertario Cubano en el Exilio (MLCE). Uno de los errores que sostiene en ese libro es que el periódico ácrata ¡Tierra!, dirigido por Abelardo Saavedra, fue uno de los principales voceros de la conocida como huelga del alcantarillado ocurrida en La Habana en el año 1899. Como veremos a continuación, ni el semanario habanero existía aún en ese año, ni el anarquista español fue nunca su director. Esta afirmación puede verse en la página 49. 19 Véanse, entre otros, González Casanova (coord.), 1984; Rama, 1976 o Melgar Bao, 1988.
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cultivo para la ideología libertaria, a diferencia de aquellos países donde existía un incipiente proletariado industrial que encajaba mejor con la ideología socialista.20 Las revisiones llevadas a cabo por otros autores en los últimos años están demostrando el peso que ejerció la propia iniciativa de los trabajadores iberoamericanos a la hora de afrontar la mejora de sus condiciones de vida y trabajo.21 Algunos de ellos están rescatando la idea de la existencia de unas raíces forjadas a mediados del siglo XIX, vinculadas a los movimientos republicanos más radicales que después enlazarían con las propuestas anarquistas.22 Éstas y otras interpretaciones están recogidas en las investigaciones de Joan Casanovas Codina. En ¡O pan o plomo! Los trabajadores urbanos y el colonialismo español en Cuba, 1850-1898, se analiza, en palabras del propio autor, “la historia de las clases populares urbanas en Cuba durante la segunda mitad del siglo XIX, en el contexto de la transición del trabajo esclavo al libre y de los vaivenes de la política colonial”. Asumiendo la influencia que se recibió del exterior, en este caso de España, lógica si tenemos en cuenta que en el período señalado Cuba aún era una colonia española, el autor demuestra cómo los trabajadores, y entre ellos los anarquistas, dieron una respuesta propia y adecuada al contexto en el que estaban inmersos, que en muchos casos supuso romper con las líneas directrices marcadas desde la Península. Al mismo tiempo pone de manifiesto los orígenes de estos primeros líderes anarquistas, en su mayoría criollos, en el republicanismo más radical, así como la adecuación posterior entre las propuestas ofrecidas por los ácratas y las necesidades de los trabajadores.23 20 Este tipo de interpretación se ha dado sobre todo para el caso argentino donde destacan, entre otros, Godio, 1972; y Oved, 1978. 21 Sirva de ejemplo Lida (coord.), 1998, 67-119, donde se examina la irrupción del capitalismo en tres países de América Latina –México, Chile y Cuba– y la respuesta de las clases trabajadoras, concretamente de los artesanos urbanos durante el siglo XIX, principales actores sociales del mundo del trabajo que encabezaron la protesta urbana y continuaron organizándose en estructuras de base gremial. 22 Pioneros en esta línea de interpretación son también los trabajos de Clara E. Lida sobre el movimiento obrero español; véase, por ejemplo, 1972b, 169-230. Otro de los autores que nos dejó testimonio de los lazos entre el republicanismo más radical y el anarquismo en los orígenes del movimiento obrero español fue Anselmo Lorenzo, véase 1974, 31-44. Para el movimiento obrero surgido en Estados Unidos, esta línea de interpretación la sostienen, entre otros, Salerno, 1989, y Gabaccia, 1988. 23 Casanovas Codina, 2000. La cita aparece en la página 1.
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Precisamente, en relación con esta última cuestión encontramos aún escasas investigaciones que se ocupen del anarquismo en Cuba como un proyecto político y cultural diferente al oficial y ofrecido a los trabajadores y sectores más desfavorecidos como modelo a partir del cual afrontar la mejora de sus condiciones de vida y trabajo. En ese sentido, una de las interpretaciones más recientes nos la ofrece la obra de Kirwin Shaffer, Anarchism and countercultural politics in early Twentieth-Century Cuba. En ella el autor aúna la teoría y la práctica del anarquismo durante las tres primeras décadas del siglo XX, demostrando no sólo que los anarquistas hicieron su propia interpretación y crítica de la realidad, sino que pusieron en marcha todas las armas de que disponían para luchar en contra de la cultura hegemónica que imponía que la nueva Cuba nacida de la emancipación debía ser una república cristiana y capitalista. La contraculturalidad la encuentra el autor no sólo en ese enfrentamiento en contra del modelo establecido, sino también en que los anarquistas ofrecieron un proyecto totalmente diferente al resto de los defendidos por otras corrientes de pensamiento. Así, por ejemplo, si bien socialistas o feministas cuestionaron algunos aspectos del sistema vigente, en realidad los movimientos que pusieron en práctica estuvieron siempre enmarcados dentro de la legalidad. Este tipo de enfoque sigue las corrientes anglosajonas que contraponen conceptos como “cultura hegemónica” –estatal– y “movimientos de resistencia contrahegemónica”.24 A pesar de que se trata de un modelo trasgresor y contrapuesto al vigente, para nosotros el proyecto ofrecido por los anarquistas en Cuba tuvo muchos puntos de coincidencia con el resto de corrientes ideológicas que también tuvieron como objeto de reflexión a los trabajadores. Es por ello que preferimos darle un matiz diferente a nuestro estudio en consonancia con otros enfoques que sobre el anarquismo se están llevando a cabo en los últimos años para los que la actuación de sus seguidores fue más allá de la mera participación en las luchas obreras, por lo que es estudiado como un proyecto político, educativo y cultural alternativo para los trabajadores y sectores más desfavorecidos de la sociedad.25 En nuestro caso, precisa24 Shaffer, 2005. En esta línea de interpretación destacan, entre otros, Milton Yinger, 1982, o Gledhill, 2000. 25 Sirva como ejemplo el libro de Suriano, 2001, cuya lectura ha resultado fundamental para nuestra tesis.
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mente el haber elegido como objeto de estudio a los emigrados españoles le ha dado un mayor realce a la labor “difusionista” en detrimento de otros argumentos que privilegiaran en mayor medida los elementos autóctonos. Teniendo en cuenta todo lo anterior, la importancia del tema nos parece que radica, por tanto, en que en las primeras décadas del siglo XX el anarquismo en Cuba se convirtió en la única tendencia política de izquierda que ofreció a los trabajadores y sectores subalternos una alternativa de mejora global, viable y alcanzable de una forma más inmediata. Al propio tiempo, la eficacia de las propuestas que pusieron en marcha se demuestra en el hecho de que algunas de ellas fueron retomadas de alguna manera tras la revolución de 1959, entre ellas la alfabetización de las clases populares o la reivindicación y revalorización del papel de la mujer en la sociedad. Y para que todo ello fuera posible, anarquistas españoles como Abelardo Saavedra, Sebastián Aguiar, Domingo Germinal, Adrián del Valle, Vicente Lípiz o Pedro Irazoqui, entre muchos otros, trabajaron, lucharon y la mayoría de las veces sufrieron la represión de las autoridades, no sólo españolas, sino de la propia Isla. Ellos por sí solos constituyen un motivo suficiente para afrontar el estudio de la emigración política.
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Ilustración 1. Familia y familia (La Revista Blanca)
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Capítulo I SEMBRADORES DE IDEALES EN TIERRA LOZANA “A cada represión gubernamental española se produce un éxodo de militantes hacia las Repúblicas del Nuevo Mundo, y las persecuciones en una de éstas originan corrientes inmigratorias en las demás y en la Península”. JUAN DÍAZ DEL MORAL Historia de las agitaciones campesinas andaluzas
La Isla de Cuba se convirtió en uno de los principales destinos de los anarquistas españoles desde que, a mediados del siglo XIX, quedara establecida la conexión entre los trabajadores europeos y americanos gracias a la corriente migratoria que unió ambos continentes en lo que se ha denominado “emigración en masa”.1 Un conjunto de factores –unos comunes a todos los emigrantes y otros particulares de los anarquistas– crearon un ambiente favorable y nos ayudan a explicar el porqué de esta elección, así como su inserción en la sociedad cubana. En líneas generales, los ácratas se iban a beneficiar de las ventajas de las que disfrutaban el resto de emigrantes. En principio, el fenómeno migratorio se vio beneficiado por el vertiginoso desarrollo de los medios de comunicación, principalmente desde que a partir de la segunda mitad del siglo XIX la revolución tecnológica propició la sustitución de los antiguos 1 Se conoce así no sólo en referencia al número de personas que abandonaron Europa, sino también a su continuidad en el tiempo, y respondió principalmente a la repercusión que tuvo la revolución industrial en el Viejo Continente. Se desarrolló entre la segunda mitad del siglo XIX y las tres primeras décadas del XX. Sobre la repercusión de este proceso en Europa, véase Hobsbawm, 1989. Las causas que motivaron la salida de españoles hacia América, en Sánchez Alonso, 1995.
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veleros, lentos e inseguros, por los nuevos barcos impulsados a vapor, que disminuían considerablemente los riesgos y el tiempo de las travesías. Además los buques de línea abarataron el precio de los pasajes y la emigración se tornó más asequible. Al mismo tiempo, ésta fue una migración libre, permitida e incluso dirigida desde los Estados. Europa en esos años se hallaba inmersa en una etapa de crecimiento demográfico, a lo que se sumaba la crisis agraria de finales de siglo, que afectó en mayor medida a los países situados más al sur. Para canalizar la salida del excedente de población y evitar que el descontento derivara en movimientos sociales, los propios gobiernos alentaron el trasvase de población, publicitándolo tanto en los países emisores como en los receptores. En ese sentido, ninguna traba jurídica dificultó la salida ni la entrada de los emigrantes.2 En España el impulso oficial dado a la emigración comenzó con la liberación de las leyes al respecto –reales órdenes de 1853, 1865 ó 1873– y el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con las nuevas repúblicas americanas nacidas de la emancipación, y continuó a principios del siglo XX con la Real Orden de 8 de abril de 1903, que suprimió la necesidad de pasaporte y permitió la expedición de pasajes con la sola exhibición de la cédula personal; a la que siguieron la Real Orden Circular del Ministerio de la Gobernación sobre requisitos para trasladarse a Cuba y Puerto Rico y la Orden de 4 de noviembre de 1904 sobre migración de menores, acrecentando con ello la política intervencionista de impulso a la corriente migratoria. De hecho, a medida que crecía la emigración exterior española aumentaba también el interés de los poderes públicos por controlar los movimientos migratorios. El 21 de diciembre de 1907 el Ministerio de Gobernación promulgó la primera Ley Española de Emigración, que el 30 de abril del año siguiente fue complementada con el Reglamento provisional; con el mismo objetivo se creaba el Consejo Superior de Emigración, que pasaba a depender directamente de ese Ministerio y que junto al Negociado de Emigración y a las Juntas de Emigración fueron los organismos encargados de regular el fenómeno. A partir de entonces los españoles tenían plena libertad para emigrar a América, Asia u Oceanía, salvo algu2 Sobre la crisis que afectó a Europa durante el siglo XIX, véase Garrabou, 1988.
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nas excepciones, como aquellas personas sujetas a servicio militar activo o las sometidas a proceso judicial, en determinados casos los menores de edad, los jóvenes que no hubieran cumplido el servicio militar, así como los de primera y segunda reserva; al mismo tiempo, podían obtener subvenciones para el pago del pasaje.3 Además de estos factores, otros mecanismos se ponían en funcionamiento para facilitar el acceso a la información necesaria para emigrar. La captación del posible emigrante empezaba en los pueblos y ciudades a partir de los llamados “ganchos”, personajes que se dedicaban a informar de las ventajosas condiciones de vida que se adquirían a la llegada a América. Después, los agentes de emigración, que en muchos casos coincidían con algunas compañías navieras que comunicaban España con el nuevo continente, o en su defecto trabajaban para ellas, se encargaban del transporte del viajero. A todo ello se sumaban los carteles y anuncios publicitarios recogidos en la prensa y que propagaban las “maravillas” del territorio americano. Las lecturas públicas, comunes entre los obreros españoles de la segunda mitad del siglo XIX, ayudaban a paliar el alto índice de analfabetismo existente en la sociedad española, que podía, de ese modo, conocer todas esas noticias.4 El contrapunto a esta situación se encontraba al otro lado del Atlántico. Al mismo tiempo que en Europa se producía el excedente de población, en los países americanos campo y ciudad estaban reclamando mano de obra extra que la población nativa no era capaz de cubrir. Para facilitar su llegada, muchos gobiernos americanos pusieron en marcha políticas de ayudas y subsidios con el fin de atraer inmigrantes a sus Estados. De esa forma, durante esos años la poco poblada América se vio favorecida por el trasvase de población. Los europeos recién llegados encontraban trabajo a veces antes de salir del puerto, estableciéndose en la ciudad; otros, por el contrario, llegaban a ella tras una primera etapa de trabajo en el agro con lo que muchos de los campesinos y jornaleros que abandonaron Europa entonces dieron el salto del campo a la ciudad en el Nuevo Continente. Varias fueron las razones que se conjugaron para dirigir el destino de los peninsulares. A las mencionadas políticas dirigidas desde el gobierno 3 Estas medidas, en Yáñez Gallardo, 1994, 27-33, y Pérez Acevedo, 2004, 27-45. (Agradezco al autor la consulta del original). 4 De Mateo Avilés, 1993, 100-102.
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se unieron las afinidades culturales y sociales determinadas por las realidades históricas nacidas del pasado colonial, así como por la lengua común. Entre los factores de atracción que atrajeron a la población española a América resultó asimismo importante el papel que desempeñaron los precursores ya asentados con anterioridad en los distintos lugares de destino. Los paisanos o familiares establecidos en los países latinoamericanos demandaban peninsulares, sobre todo parientes o amigos, para trabajar en los negocios familiares. De igual forma, las asociaciones españolas se encargaban de la búsqueda de empleo y de la ayuda inmediata para los recién llegados.5 Los pioneros en la formación de cadenas migratorias en Cuba y Puerto Rico fueron los canarios ya desde el siglo XVII, una costumbre que continuaron los catalanes a partir del establecimiento de relaciones comerciales con las Antillas desde finales del siglo XVIII. Durante los siglos siguientes los emigrantes establecidos continuaron atrayendo a peninsulares ofreciéndoles trabajo y reclamándoles a través de cartas.6 La conjunción de todos estos factores hizo que España se convirtiera en uno de los principales países emisores dentro del conjunto europeo, al menos hasta la década de 1920, hasta que la Primera Guerra Mundial marcó el final de la fase libre y espontánea de las migraciones europeas. A partir de entonces, ésta fue sustituida por una nueva etapa de recepción planificada, en la que los diferentes Estados, tanto europeos como americanos, admitían inmigrantes basándose exclusivamente en la concordancia con su crecimiento económico y su descenso demográfico, y no ya como respuesta a una necesidad de poblamiento. En esa nueva etapa el emigrante sería aceptado por su capacidad de trabajo y como mano de obra transitoria y libre de cargas familiares. Por su parte, desde finales del siglo XIX la mayor de las Antillas recibió de la Península importantes contingentes migratorios, que terminaron por dejar su impronta en la sociedad cubana. Veamos cuáles fueron los fac5 “La emigración en cadena” ha sido definida como el “movimiento en que los presuntos emigrantes se enteran de oportunidades, son provistos de medios de transporte y tienen su alojamiento y empleo inicial arreglado por medio de relaciones sociales directas con migrantes anteriores”. MacDonald y MacDonald, 1964, 82-97. 6 Sobre la inmigración canaria en Cuba, véase Castillo Meléndez, 1983 y Macías Hernández, 1992; las cadenas migratorias organizadas por los catalanes, en Sonesson, 1995 y Yáñez Gallardo, 1996.
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tores que, de forma general, convirtieron a la Isla caribeña en un destino atractivo para el conjunto de los emigrantes, para más adelante verificar cuáles influyeron de forma particular en los anarquistas. LA ATRACCIÓN DE LA ISLA DE CUBA A pesar de la derrota de España en la guerra de independencia de 1895-1898, la corriente emigratoria que estaba en marcha entre la metrópoli y la colonia desde las décadas finales del siglo XIX no sólo continuó a comienzos del XX sino que, al menos durante los veinte primeros años, superó las anteriores dimensiones. Si tomamos en consideración las cifras y estadísticas de inmigración, confeccionadas tanto por el gobierno interventor estadounidense en la Isla, como por las autoridades republicanas, conformadas por los distintos censos y los informes elaborados por la Secretaría de Hacienda de la República de Cuba –SHRC–, junto con las de emigración españolas preparadas por el Instituto General de Estadística –IGE– desde los primeros años del siglo XX, que a su vez se completaron con las del Consejo Superior de Emigración desde el año 1909, podemos comprobar las distintas etapas de afluencia de españoles a la mayor de las Antillas (Gráfico 1).7 A partir del año 1902 las estadísticas oficiales españolas se pueden contraponer y completar con las cubanas, de modo que se han podido elaborar montos corregidos que nos aproximan a la realidad del fenómeno. Según estas cifras, entre 1902 y 1933 casi un 10% de la población en Cuba estaba formada por ciudadanos españoles. Tomando el período en su conjunto la entrada de peninsulares en la Isla se cuenta en torno a 800.000, con un promedio anual de más de 25.000.8
7 La Dirección General del Instituto Geográfico y Estadístico registró a partir de 1882 en sus listas todas las entradas y salidas por los puertos españoles con destino al extranjero y provincias de ultramar. Entre 1880 y 1911 las series publicadas se denominan “Estadística de Emigración e Inmigración en España”; para el período de 1912 a 1922 “Estadística de Pasajeros por Mar”; y de 1923 a 1956 “Estadística del movimiento de buques y pasajeros por mar”. La serie cubana utilizada es “Inmigración y movimiento de pasajeros”, publicada por la Secretaría de Hacienda de la República de Cuba desde 1903. 8 Los datos proceden de Maluquer de Motes, 1992, 112. Estudios generales de la cuestión en Naranjo Orovio, 1992b; y Losada, 1998.
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Gráfico 1. EMIGRACIÓN ESPAÑOLA A CUBA (1902-1930)
Fuente: Elaboración propia. Datos tomados de Yáñez Gallardo, 1994, 49-50.
Como podemos observar en la gráfica, si bien en líneas generales la corriente migratoria peninsular creció durante toda la etapa, se vivieron algunos momentos puntuales en que disminuyó. Estos descensos fueron debidos, no sólo a los factores relacionados con la realidad española, sino que se conjugaron con distintas coyunturas cubanas. Así, se registró un descenso en el año 1885, provocado por la epidemia de cólera; y otro durante la epidemia de gripe que afectó a la población española entre 1917 y 1918, que incrementó considerablemente las tasas de mortalidad; también descendió la emigración en los años que duró la Primera Guerra Mundial debido al auge económico experimentado en la Península, o a la elección de Francia como destino alternativo. La inseguridad de la navegación atlántica en esa etapa, unida a las necesidades de mano de obra que la guerra había creado en Europa, hicieron que la corriente migratoria reorientara su dirección, sobre todo hacia el país vecino y a las zonas industriales españolas en constante crecimiento. Al mismo tiempo, la caída sufrida tras el primer lustro del siglo XX estaría directamente relacionada con el alzamiento que protagonizaron en 52
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Cuba los miembros del partido liberal tras el intento de reelección encabezado por el primer presidente de la República, Tomás Estrada Palma; estos sucesos provocaron la segunda intervención militar norteamericana entre 1906 y 1909. A partir de entonces la entrada de peninsulares seguiría creciendo hasta que se produjo la sublevación de los integrantes del Partido Independiente de Color en mayo de 1912. También contribuyó a rebajar las tasas de inmigración española en Cuba la llegada de población antillana y asiática que, en los cuatro años que duró la Primera Guerra Mundial, superó a las entradas de peninsulares. Después, en la década de 1920, salvo la momentánea recuperación económica vivida en el año 1922, la crisis provocó el descenso continuado de la entrada de inmigrantes españoles, que terminó con el retorno a la Península de la mayor parte de ellos.9 Salvando las mencionadas fluctuaciones, la realidad que nos reflejan estos datos nos lleva a reflexionar acerca de este fenómeno. Todo este aumento inmigratorio en Cuba, además del hecho de que se tratase en su mayor parte de inmigración española, ¿a qué se debió? Dicho de otro modo, ¿cuáles fueron los factores que motivaron el asentamiento de españoles tras la emancipación? Si tenemos en cuenta las distintas fuentes que nos hablan sobre el fenómeno inmigratorio en la Isla en las primeras décadas del siglo XX, dos circunstancias aparecen como preponderantes: a) la cuestión económica, y b) las políticas impulsadas por el gobierno. El crecimiento económico En las primeras décadas del siglo XX Cuba se convirtió en un país relativamente moderno. Los distintos sectores de su economía conocieron un desarrollo sin parangón hasta entonces fruto de las inversiones extranjeras que se vieron reforzadas por los propios capitales internos. Sin embargo, la Isla tenía reservado un papel específico en el entramado económico mundial como país productor de materias primas, lo que iba a determinar un deficiente desarrollo industrial propio de los países menos desarrollados. De hecho, no encontramos en la Isla grandes industrias o poderosas 9 Las causas que provocaron la salida de emigrantes de la Península en esa etapa, en Naranjo Orovio, 1993, 120-121.
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fábricas donde se hubiera necesitado un proletariado industrial numeroso; por el contrario, la principal industria se desarrolló únicamente en la fase de transformación de la caña, directamente vinculada a la exportación de dulce. La industria del dulce fue el principal rubro de la economía cubana. El azúcar se había convertido en el pilar básico de la economía desde que, a fines del siglo XVIII, Cuba pasó a ser uno de los principales exportadores de este producto a escala mundial, tras el colapso que la rebelión de los esclavos de 1791 provocó en la producción azucarera de Saint-Domingue. Inmerso en un contexto de creciente expansión de la demanda internacional, a partir de entonces, el gobierno colonial orientó sus esfuerzos a sentar las bases de la plantación azucarera. Sus políticas estuvieron dirigidas a garantizar la disponibilidad de tierras por lo que el resto de cultivos, así como los bosques, fueron arrasados para sembrar caña.10 Estas medidas, unidas al capital interior existente en la Isla y a la labor de acumulación y reinversión llevada a cabo por los criollos cubanos, comportaron la reestructuración del sistema productivo y económico de la mayor de las Antillas.11 Sin embargo, este proceso se vio interrumpido en 1895 con el estallido de una nueva guerra por la independencia que llegó a todos los rincones del país, desde Oriente a Occidente. Durante los tres años que duró el conflicto la Isla quedó devastada; a los destrozos provocados por los ejércitos en pugna, la incorporación de los campesinos a la lucha o los escasos cultivos puestos en marcha y dedicados únicamente a la subsistencia familiar se unía la repercusión que tuvo la reconcentración de población decretada por las autoridades coloniales y llevada a cabo por el capitán general Valeriano Weyler.12 En el campo los propios efectos de la guerra –destrucción de las plantaciones y merma de la población– deterioraron considerablemente las riquezas básicas del país, sobre todo aquellos sectores vinculados a la caña 10 El impacto del azúcar en los bosques, en Funes, 2004. 11 Sobre el desarrollo económico de la Isla durante el siglo XIX, ver Le Riverend, 1971, 295-545; Piqueras, 2003a; y Santamaría García, 2001. 12 Una serie de decretos de febrero de 1896 establecían la obligación de la población rural cubana de abandonar sus heredades y refugiarse en las ciudades cercanas, de modo que la producción rural –tierras y animales– quedó arruinada. Le Riverend, 1971, 563. Para ampliar la información sobre esta cuestión, véase Pérez Guzmán, 1992.
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de azúcar, el tabaco y la ganadería, dejando a la población en condiciones muy adversas. Eran escasas también las industrias enclavadas en las zonas rurales que se reducían casi exclusivamente a los centrales azucareros, al igual que pocas fueron las minas que quedaron en explotación.13 Aunque, según Fe Iglesias, los grandes centrales sufrieron afectaciones parciales y fueron destruidos los menos eficientes, circunstancia que favoreció el proceso de concentración, su recuperación fue lenta debido a la escasez de materia prima tras el abandono de los campos y la ruina de los colonos. Las mayores consecuencias se sintieron en los cultivos menores, donde la devastación fue casi general.14 En los casi tres años que duró la intervención estadounidense se procedió a la reconstrucción económica y social del país con un objetivo prioritario: la expansión de la industria azucarera y la penetración del capital norteamericano a través de ella. Para ello, el Gobierno Interventor aprobó varias ordenanzas. La que mayor repercusión tuvo fue la Orden Militar 62, de 5 de marzo de 1902, que liberalizó la propiedad de la tierra al regular el deslinde y división de las haciendas, hatos y corrales –fueran comuneros o no–, una cuestión primordial hasta entonces porque constituía una seria traba para la expansión de la agricultura y la ganadería comerciales en algunas regiones del país.15 La conjunción de los intereses norteamericanos y los de las elites que ascendieron al poder durante la intervención, que en definitiva gobernaron junto a aquellos en lo que Michael Zeuske define como la “transición pactada”,16 darían paso al establecimiento de la República, con Estrada Palma como Presidente, oficializado con el cambio de bandera en la Fortaleza del Morro el 20 de mayo del año 1902. A partir de entonces se abriría una nue13 El censo de 1899 refiere la cifra de 854 mineros y cavadores en las canteras de toda la Isla. Lamentablemente no ofrece datos sobre el número de trabajadores industriales ocupados en los ingenios azucareros. Por su parte la ganadería estaba basada en la cría extensiva y utilizaba muy poca fuerza de trabajo asalariada, en concreto el censo habla de 489 ganaderos. Ver tablas de población del Informe sobre el Censo de Cuba, 1899, 448-515. 14 Sobre las consecuencias económicas y demográficas de la guerra, véase Iglesias, 1998, 191217; y Pérez de la Riva, 1979, 7-44. La incidencia de la guerra en el mercado de trabajo, en Balboa, 2000, 241-256. 15 “Orden Militar n. 62. Sobre el deslinde y división de haciendas, hatos y corrales”, La Habana, 5 de marzo de 1902, en Pichardo, 1969, tomo II, 181-198. Un análisis pormenorizado de la incidencia de esta ley en las transformaciones agrarias durante el período, en Balboa, 2004, 123-154. 16 Zeuske, 1996, 131-147.
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va etapa para la recién estrenada nación que, sin embargo, se vería mediatizada por la “tutela” extranjera. Durante las dos primeras décadas de República los distintos gobiernos alentaron el crecimiento de la industria azucarera que alcanzó sus máximas producciones durante los años en los que se libró la Primera Guerra Mundial en Europa. La destrucción de los cultivos de remolacha azucarera europeos convirtió a Cuba en el principal proveedor mundial de dulce para los países en litigio con lo que la producción aumentó considerablemente al elevarse el precio del azúcar. Esta situación se mantendría hasta la crisis que sobrevino en los primeros años de la década de 1920 como consecuencia de la recuperación de la producción europea de dulce. Además de la azucarera, durante la etapa analizada otros sectores económicos se beneficiaron de las economías de escala que esta industria generaba, al tiempo que la modernización que comportó este crecimiento estimuló el desarrollo paralelo de otros sectores productivos, así como del sector terciario y comercial. El resto de sectores de la economía que completaban el panorama productor de la Isla estaba formado principalmente por las manufacturas e industrias menores, las industrias tabacalera y cigarrera y los comerciantes. Si bien entre los sectores productivos cubanos se encontraba también la minería, tuvo una importancia relativa únicamente en algunas regiones, principalmente Pinar del Río y la provincia de Oriente.17 En cuanto al primero de los sectores productivos señalados, además de los artesanos propiamente dichos, cabe mencionar una serie de industrias a las que Julio Le Riverend calificó de “menores”, cuyo crecimiento estuvo motivado por los enlaces de producción y consumo alentados en mayor o menor medida por la primera industria del país. Se trata de un conjunto muy diversificado de manufacturas que estuvieron orientadas a abastecer el mercado interno cubano. Algunas estaban directamente relacionadas con la producción de dulce, como las fundiciones de metales, o la elaboración de subproductos derivados de la caña de azúcar como licores, alcoholes y aguardientes. Otras, relacionadas menos directamente con el azúcar, eran las pequeñas industrias que se beneficiaban de la circulación de capital que este 17 Un informe detallado sobre esta cuestión fue elaborado por las autoridades norteamericanas en 1902 con el objetivo de evaluar las posibilidades de desarrollo “autónomo” de la Isla y su proyección de futuro. Clark, 1902, 663-793.
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sistema productivo propiciaba y que nacieron para satisfacer un mercado en expansión; tales como las dedicadas a la fabricación de ropa y calzado, elaboración de cerveza, transformación de alimentos o las empresas asociadas a la construcción, así como otras menos relevantes pero no menos necesarias, como la producción de fósforos o la industria jabonera.18 Por otra parte, la penetración del capital foráneo había favorecido también el crecimiento de la industria tabacalera desde la segunda mitad del siglo XIX. Nuevos mercados se abrieron desde entonces para el tabaco cubano, tanto en Europa como en Estados Unidos y, aunque el siglo XX marcó el ocaso de la segunda industria nacional, en las dos primeras décadas republicanas todavía conoció un gran desarrollo. No obstante, el tabaco fino fue paulatinamente sustituido por el cigarro en los mercados internacionales, con lo que las exportaciones de tabaco en rama superaron a las de puros en esos años. Al mismo tiempo hay que resaltar el peso de la pequeña producción doméstica constituida por “chinchales” y torcedores particulares que rivalizaban con los grandes trusts internacionales y abastecían en su mayor parte al mercado nacional.19 Por último, el sector comercial cubano continuó el desarrollo y las tendencias marcadas durante la etapa colonial. El azúcar siguió siendo el principal producto de exportación, pero no sólo el dulce fue objeto de comercio en la Cuba de principios de siglo, el desarrollo de la industria azucarera impulsó tanto las importaciones como las exportaciones de productos variados relacionados o no con esta industria. Por su parte, la burguesía comercial española permaneció en su mayor parte en la Isla y adecuó sus antiguos negocios, contribuyendo al desarrollo de la economía. Fue durante esta etapa cuando los hijos de españoles nacidos en la Isla aunaron en una sola figura al comerciante –español en época colonial– y al hacendado –cubano en el mismo período– que hasta entonces habían conformado sectores diferentes.20 Todo este crecimiento tuvo su reflejo igualmente en el avance de la urbanización y en el desarrollo del sector servicios. El proceso urbanizador 18 Un excelente estudio sobre las manufacturas e industrias menores en Cuba, en Marqués Dolz, 2002. 19 Para mayor información sobre la industria tabacalera, Stubbs, 1989. 20 Aunque se trata de una división muy general, fue el denominador común desde finales del siglo XIX. Sobre este tema, ver García Álvarez, 1990.
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fue iniciado y alentado por las autoridades interventoras norteamericanas y continuado por los gobiernos republicanos que, a partir de 1902, se ocuparon de garantizar las inversiones de capital. Para ello pusieron en marcha políticas de construcción y reconstrucción de infraestructuras, no sólo en el campo, en el que las mayores atenciones se centraron en la construcción de ferrocarriles y de centrales azucareros, todo lo cual se complementó con las obras de mejora de los puertos, puntos principales de conexión con el exterior; sino también en las ciudades, a través de la realización de obras de ingeniería municipal –alcantarillado, pavimentación, abasto de agua, edificios públicos, etc.–.21 Donde mejor se puede verificar la recuperación y el crecimiento económico tras la última guerra de independencia fue en la capital cubana. En La Habana era donde subsistía el mayor número de obreros al finalizar el conflicto, circunstancia que fue fruto, en parte, de la reconcentración llevada a cabo por el general Weyler, pero a lo que se sumaron, asimismo, otros factores. Siguiendo a Rivero Muñiz, por un lado, las existencias de tabaco en rama en los almacenes donde se guardaba la producción de cuatro y seis años, y el hecho de que la principal zona productora de materia prima –las provincias de Pinar del Río y La Habana– fuese propiedad de coroneles y altos mandatarios de los batallones de Voluntarios aseguraba la producción de las industrias tabacaleras habaneras. Por otra parte, en el Antiguo Arsenal de la capital trabajaban un pequeño grupo de obreros –principalmente trabajadores de las fraguas y carpinteros– dedicados a la reparación de las pequeñas embarcaciones ocupadas en distintas labores en el puerto: goletas, lanchas, botes y guadaños. Este sector empleaba igualmente a obreros encargados de las operaciones de carga y descarga de mercancías. Además subsistían en la capital cubana otros grupos de trabajadores, asimismo poco numerosos, formados por los empleados en los trenes de lavado en las empresas de transporte, los fabricantes de sombreros de pajilla, panaderos, servicio doméstico, vendedores en las tiendas de ropa y calzado, víveres, cafés, fondas y bodegas, ferreterías y casas de cambio.22 A 21 Sobre las obras públicas realizadas durante los primeros años republicanos, véase el Censo de la República de Cuba, 1907, Oficina 1908, 67-94. En el elaborado para el año 1919 se recogen las principales obras públicas alentadas en toda la Isla por los gobiernos de José Miguel Gómez y Mario García Menocal. Censo de la República de Cuba. Año de 1919, 1920, 176-204. 22 Rivero Muñiz, 1961a, 8-11.
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estos factores hemos de añadir que La Habana era la capital administrativa y comercial, lo que supuso que se convirtiera en el primer centro económico y financiero.
Ilustración 2. La calle Obispo de La Habana, principal punto de comercio de la ciudad, a comienzos del siglo XX. (Gonzalo de Quesada, Cuba, 1905).
La recuperación de la ciudad fue rápida. En el año 1905 Gonzalo de Quesada, de viaje en la Isla, escribía: “La Habana es hoy lo que los americanos generalmente llaman una ‘ciudad ocupada’. La primera impresión que uno tiene cuando ha puesto un pie en La Habana es que ha llegado a uno de los grandes centros de comercio e industria americanos o europeos”. Testimonios como el de este norteamericano se repiten en los distintos libros de viajeros que visitaron Cuba en las mismas fechas.23 En esos años La Habana era ante todo una ciudad comercial. Por un lado, se trataba del principal punto distribuidor de la Isla gracias a su puerto, el mayor no sólo por sus dimensiones, sino por el volumen de entrada y sali23 De Quesada, 1905, 45. Otros ejemplos, en Ewart, 1919; Gardner Robinson, 1915, o Lloyd, 1913.
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da de mercancías. Del otro, era, además, el mayor mercado de consumo, lo cual provocó que en poco tiempo se convirtiera en una ciudad moderna. Pero sin duda, el cambio más importante operado durante esos años en la capital cubana está directamente relacionado con el crecimiento de la población. Las estadísticas nos hablan de la preponderancia de la ciudad en cuanto a número de habitantes. Si en 1899 la ciudad cobijaba a 328.947 almas, en apenas ocho años ya ascendían a 401.629, y en 1919 alcanzaban la cifra de 536.115. Es decir, en tan sólo dos décadas la población de la ciudad aumentó algo más de un 60%. Esta misma circunstancia se repite para la población total de la Isla que en 1899 era de 1.572.797 habitantes y según el censo de 1907 había ascendido a 2.048.980, o lo que es lo mismo, había crecido un 30.3%, y según el de 1919 a 2.889.004, con un incremento del 41%. Si tenemos en cuenta lo observado por Pérez de la Riva sobre la generación perdida, ese incremento fue debido, en buena medida, a la afluencia de inmigrantes atraídos por el crecimiento económico mencionado.24 Siguiendo con la interpretación de las cifras, podemos constatar, además, el peso de la emigración española en todo este crecimiento. Evaluada en términos cuantitativos y tomando como referencia el período escogido en su conjunto, la inmigración española que llegó a Cuba durante el primer tercio del siglo XX sobrepasó de forma evidente al resto de inmigrantes, tanto europeos como asiáticos y antillanos. (Gráfico 2). Gráfico 2. INMIGRACIÓN EN CUBA (1902-1931)
Fuente: Elaboración propia. Datos tomados de Maluquer de Motes, 1994, 140. 24 Informe sobre el Censo de Cuba, 1899, 77 y 82; Censo de la República de Cuba, 1908, 189 y 196; y Censo de la República de Cuba,1920, 288 y 387.
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Entonces, ¿por qué precisamente sobresale la inmigración española? La respuesta la encontramos nuevamente relacionada con la principal industria del país. El azúcar cubano y las políticas de fomento de la inmigración Como también demuestran las cifras, uno de los principales factores que mayor impulso dio a la llegada de mano de obra inmigrante a Cuba fue, sin duda, el crecimiento de la industria azucarera. La siguiente tabla recoge las cifras de la producción azucarera cubana, medida en toneladas métricas, comparada con el número de inmigrantes llegados de la Península entre las décadas finales del siglo XIX y el primer tercio del XX: Cuadro 1 PRODUCCIÓN AZUCARERA E INMIGRACIÓN ESPAÑOLA Años
Producción azúcar (Tm)
1880-89 1890-99 1900-09 1910-19 1920-29
6.273.863 6.633.371 10.454.067 27.251.444 44.910.430
Inmigración española 117.516* 170.877 192.545 316.641 313.105
* Cifras a partir de 1882. Fuente: Elaboración propia. Datos tomados de Moreno Fraginals, 1978, t. III, 37-39, para la producción azucarera, e Instituto Geográfico y Estadístico Español para las cifras de inmigración española.
Sin embargo, proveer de mano de obra a esta industria no fue una tarea sencilla. Como advertía el Cónsul español en La Habana en 1904: “La cuestión económica reviste también gravísima importancia, empezada la zafra bajo halagüeños auspicios, notase (sic) la escasez de brazos para las faenas del campo, escasez que, de no remediarse, producirá pérdidas de conside-
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ración por la mucha caña que quedará sin cortar. Para conjurar este peligro tratase (sic) por todos los medios de fomentar la inmigración de braceros”.25
El problema no era nuevo. La necesidad de encontrar “brazos para el azúcar” era una cuestión vigente desde la época colonial.26 Desde que a finales del siglo XVIII la industria azucarera se convirtiera en el principal exponente de la economía cubana, su rentabilidad estuvo asociada a la disponibilidad de mano de obra esclava, que se convirtió, durante el siglo XIX, en la “cuestión social” más acuciante del período. Al mismo tiempo, conseguir mano de obra de este tipo resultó cada vez más complicado. La supresión oficial de la trata el 30 de mayo de 1820 –tras el acuerdo entre España e Inglaterra–, si bien en la práctica no se cumplió, encareció el precio del esclavo. A lo anterior habría que añadir el omnipresente fantasma de la revolución haitiana, que cobró vida con los resultados del censo de 1827. En ese año por primera vez el conjunto de la población “de color” –libres y esclavos– totalizaba el 56% y sobrepasaba a la blanca con el 44% del total de la Isla.27 El “miedo al negro” dio un nuevo impulso a los proyectos alternativos para proveerse de mano de obra que, desde fines del siglo XVIII, venían desarrollando los gobiernos ilustrados de la Isla y que apelaban a la colonización blanca, que hasta entonces estaba compuesta en mayor medida por canarios.28 No obstante, esta vía no alcanzó los resultados espera25 “Carta del cónsul de España en La Habana al Ministro de Estado español de 22 de diciembre de 1904”, AMAE, Fondo Cuba, Serie Correspondencia, Subserie Embajadas y Legaciones, Leg. H 1430, 1902-1910. 26 Por ello, a pesar de que nuestro período de análisis se centra en las primeras décadas del siglo XX, creemos conveniente hacer una regresión en el tiempo que nos ofrezca una panorámica de los antecedentes de esta cuestión y así comprobar de qué forma las políticas para el fomento de la inmigración que los gobiernos y sectores productivos impulsaron después de la guerra de independencia obedecieron a similares intereses. 27 El cumplimiento del acuerdo se vio mediatizado por el “pacto” no escrito entre Fernando VII y los productores cubanos; de hecho la trata apenas fue perseguida por España y entre 1820 y 1867, en que cesó el comercio de esclavos, fueron introducidos en la Isla más de 400.000 africanos. TorresCuevas, 1994, 272. Sobre la entrada de esclavos en estos años, ver además Pérez de la Riva, 1976a, 95140. Las implicaciones del comercio clandestino, en Piqueras y Sebastiá, 1991, 251-263. El total de población en Cuadro Estadístico de la fiel isla de Cuba, correspondiente al año de 1827; formado por una comisión de jefes y oficiales de orden bajo la dirección de Francisco Dioniso Vives, precedido de una descripción histórica, física, geográfica y acompañada de cuantas notas son conducentes para la ilustración del cuadro, 1829. 28 Los proyectos de colonización blanca, en Naranjo y García, 1996d.
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dos, entre otros motivos por la práctica social vigente en las plantaciones que despreciaba el trabajo en el campo como una “labor de negros” y la oposición de los hacendados, que preferían a los esclavos, cuyos resultados productivos eran patentes, a hipotéticos ensayos con individuos de raza blanca.29 El esclavo constituyó la solución más viable a corto plazo para los hacendados cubanos, que no renunciaron a otras vías como la inmigración asiática o la propia insistencia en revivir la esclavitud africana, mediante contratas. En todo caso la inmigración, más que en el número, debía responder a determinadas condiciones que garantizaran la inserción de los inmigrantes en el mercado de fuerza de trabajo y la subordinación al ingenio.30 A principios de la década de 1870 se inició la apertura del proceso abolicionista a partir de la aprobación de la Ley Moret (1870) y las medidas tomadas durante la guerra de los Diez Años entre los independentistas. Desde entonces los hacendados comprendieron que la esclavitud tenía los días contados, como en efecto se estableció en 1880 con la Ley de Abolición. Durante esas décadas continuaron con los ensayos que ponderaron la inmigración estacional como solución a las nuevas condiciones de producción a partir del proceso de concentración de la producción y la expansión del azúcar a las regiones más orientales de la Isla. La corriente migratoria estuvo integrada sobre todo por españoles que venían en época de zafra y retornaban al terminar el período de cosecha.31 La última guerra de independencia no hizo sino agravar el problema. El coste poblacional que supuso la guerra, en lo que Pérez de la Riva denominó “la generación perdida”, unido al crecimiento continuo que a partir de entonces vivió la industria azucarera, fueron convirtiendo en una necesidad urgente la entrada de contingentes de trabajadores en la Isla.32 Al igual que había ocurrido durante la etapa colonial, el tema migratorio se convirtió en uno de los principales puntos de mira, primero para las autori29 La entrada de africanos en estos años se sitúa en unos 310.365 frente a los 174.115 individuos de raza blanca. Véase Pérez de la Riva, 1979, 3-47. 30 Sobre las diferentes opciones de integración de mano de obra en los ingenios, véanse, por ejemplo, Pérez de la Riva, 1976b, 25-30 y del mismo autor, 1975, 469-507; o Suárez Argudín, 1865. 31 Una de las últimas aportaciones sobre la temática en Piqueras (comp.), 2002. 32 A fines de 1898 uno de los agentes americanos, Robert Percival Porter, estimaba la población de la Isla en un millón doscientos mil habitantes. “Report of Comercial and Industrial condiction of the Island of Cuba. Washington, Govt. Print. off, 1899”, citado en Pérez de la Riva, 1979, 21.
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dades norteamericanas que gobernaron el país durante algo más de tres años después de la guerra, y a partir de 1902 para las republicanas, al constituir un factor primordial para el crecimiento y expansión del dulce.33 La solución estaba en la aceleración de la inmigración. Sin embargo, no servía cualquier tipo de inmigración. Las autoridades interventoras pusieron en marcha políticas inmigratorias e higienistas restrictivas, que tendrían como principal misión supervisar la entrada de los inmigrantes, siguiendo el modelo vigente en Estados Unidos. En ese sentido, en el año 1900 se creaba el campamento de Triscornia –similar a los de Nueva York y la Isla de Ely, puntos obligados de entrada de la inmigración legal en el país– donde debían ingresar los emigrantes a su llegada como una medida de protección ante el posible contagio de enfermedades, al tiempo que se garantizaba la entrada de población blanca. Al parecer, Triscornia se asemejaría a un “campo de concentración”, donde los inmigrantes estaban sometidos a la arbitrariedad de sus administradores; como expone Miguel Barnet en su novela Gallego, “Triscornia fue un campo de reubicación carente de recursos y facilidades. Ahí se enviaba a los viajeros procedentes de todas partes del mundo. Particularmente cruel y abusivo fue el trato que siempre se le dio allí a los emigrantes españoles, asiáticos y judíos. Triscornia fue un antro de delincuencia y corrupción. Sus administradores hicieron fortunas con el negocio de los permisos de entrada al país. Triscornia es parte de la leyenda negra de la inmigración a Cuba” .34 Dos años después, el 15 de mayo de 1902, cuando faltaban quince días para la constitución de la República, el Gobernador Militar de Cuba, Leonard Wood, aprobó la Orden Militar número 155, por la que se prohibía la importación de mano de obra contratada en general y de chinos en particular, con lo que se favorecía directamente la llegada de peninsulares no contratados. Al mismo tiempo, esta orden prohibía la entrada a idiotas, dementes, enfermos graves y contagiosos, al igual que a criminales, prostitutas, mendigos y a todos aquellos que pudieran representar una carga para el Estado.35 33 En 1899 comenzaba la entrada masiva de capital norteamericano en la economía cubana con la fundación de la Cuban American Sugar Co., al tiempo que empezaban a operar también en la Isla la Cuban Sugar Sales y la American Sugar Refining Co., entre otras compañías estadounidenses. García Álvarez, 1996, 195-210. 34 Barnet, 2002, 45. Otros comentarios sobre Triscornia, en Naranjo Orovio, 1988, 83-93. 35 La Orden Militar n. 155, de 15 de mayo de 1902, en Pichardo, 1969, tomo II, 199-201.
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En realidad, la cuestión de la inmigración no varió con la llegada de la República. Los problemas a los que se enfrentarían los nuevos gobiernos serían los mismos que en la época colonial: la necesidad de proveerse de “brazos para el azúcar” que, además, debían ser baratos para garantizar la rentabilidad de la industria. A lo que se unió el hecho de que en los primeros años republicanos la población y los recursos de Cuba continuaban siendo reducidos, consecuencia aún de la guerra de independencia, por lo que el fomento de la inmigración continuó siendo uno de los objetivos principales de las nuevas autoridades. Durante los tres primeros años de República la falta de brazos supuso que se dejara sin cortar parte de las cosechas de caña de algunos centrales azucareros. El representante del Central San Sebastián, de Morón, en la provincia de Santiago de Cuba, escribió una carta el 30 de junio de 1904 a la Liga Agraria avisando del problema: “estimo son unos mil sacos que se han dejado de hacer por causa casi absoluta de braceros y por esta misma necesidad, se ha prolongado la zafra más del tiempo necesario”. Éste es sólo un ejemplo de la cantidad de misivas recibidas en los mismos términos.36 Para paliar el problema los productores solicitaron del Estado la financiación de los proyectos migratorios. A partir de entonces, se generalizaron en la sociedad cubana –el Parlamento, la prensa, las asociaciones, etc.–, los debates acerca del tipo de inmigración más conveniente. Las alternativas serían, por una parte, los braceros contratados para los períodos específicos de trabajo, y de la otra, el asentamiento de familias de campesinos. En la práctica, las propuestas para el fomento de la inmigración fueron distintas según la clase social que las defendiera; así, los grandes terratenientes norteamericanos y cubanos y los hacendados de la región oriental preferían un tipo de inmigración temporal que se ajustara a la estacionalidad propia de la oferta de trabajo de la industria cañera; otros sectores, integrados sobre todo por la clase media occidental, a los que se sumaban intelectuales y médicos, apoyaban preferentemente la inmigración blanca y por familias que se asentase de forma definitiva en el país. Sin entrar en el debate sobre cuál de ellas fue preponderante y a la vista de las estadísticas, la realidad fue que en el primer ter-
36 Estas cartas, en Archivo del Círculo de Hacendados y Agricultores de la Isla de Cuba –en adelante ACHA–, Leg. 20.
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cio del siglo XX se favoreció principalmente la entrada de inmigración procedente de la Península.37 El Decreto de 6 de noviembre de 1905 reconoció a la Liga Agraria, integrada por hacendados, colonos y vegueros, como el organismo que a partir de entonces se encargaría de todo lo relacionado con la inmigración. Esta institución defendió la inmigración constituida por colonos blancos acompañados por su familia que se asentaran definitivamente en la Isla. Al año siguiente, el 11 de julio de 1906, el gobierno aprobó la Ley de Inmigración y Colonización, por la cual se incentivaba la llegada de mano de obra europea en general y española en particular a partir de la concesión de un crédito de 1.000.000 de pesos para el pago de los pasajes. El destino de los inmigrantes sería la colonización de terrenos cedidos por los propietarios.38 Durante ese año se generalizaron las peticiones de particulares para hacer efectiva la entrada en la Isla de familias de colonos con destino al trabajo agrícola. Un ejemplo lo constituyó el proyecto presentado por la United Fruit Company en el que solicitaban braceros canarios.39 Otra propuesta de ese tipo fue la del futuro presidente de la República, Mario García Menocal, que solicitaba la llegada de setenta y cinco familias españolas que se asentarían en los centrales Delicias, Chaparra y San Manuel; al mismo tiempo, el presidente de la compañía azucarera El Lugareño pedía otros doscientos cincuenta inmigrantes; al igual que trece dueños de ingenios que demandaban quinientas familias de colonos; una petición similar hicieron 37 Al respecto Naranjo Orovio, 1992b, sostiene que aunque no se negaba la necesidad de mano de obra estacional, el fomento de un tipo específico de inmigrante-colono, blanco, que a veces llegaba a la Isla con su familia y que se asentaría de manera definitiva en ella, era el deseado durante la primera década del siglo XX. Al propio tiempo, los intelectuales y reformistas cubanos se postularon en su mayor parte a favor de la inmigración blanca; de este modo el color de la piel determinaría las políticas inmigratorias durante la época republicana. Por otra parte, Balboa Navarro, 2000, 241-256, aborda el problema desde una perspectiva económica, dando prioridad a la necesidad de mano de obra abundante que rebajara los costes de producción y diferenciando los proyectos de la práctica, y concluye sobre la continuidad entre la colonia y la república en cuanto al problema migratorio. Para Pérez de la Riva, 1979, las políticas de inmigración puestas en marcha desde comienzos de la república –la base de toda la legislación republicana en la materia fue la Orden Militar n. 155 de 15 de mayo de 1902– contribuyeron a debilitar el sentimiento nacional y coadyuvaron a favorecer los intereses de los latifundistas, tanto americanos como insulares, fomentando la solución más favorable a sus intereses, la inmigración golondrina, en lugar de potenciar la creación de “fuentes pioneras”, es decir, una inmigración de asentamiento por familias completas y con reparto de tierras como se había dado en Canadá y Estados Unidos y, en menor medida, en Australia, Argentina y Brasil. 38 Ley de Inmigración y colonización en Pichardo, 1969, t. II, 273-276. 39 Sobre el particular, véase Zanetti y García, 1976.
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cinco propietarios, dueños de ingenios azucareros y de minas, que requerían autorización para importar dos mil quinientos sesenta braceros.40 A partir de entonces, el crecimiento de la producción azucarera y la correspondiente necesidad de mano de obra –durante los años 1906 y 1907 nuevamente se quedaron sin moler 100.000 y 200.000 toneladas respectivamente– propiciaron la liberación de las leyes inmigratorias por parte del gobierno cubano y la concesión de nuevos créditos para la introducción de colonos. Precisamente en ese año se produjo un descenso en la entrada de inmigrantes provocado por la crisis política vivida tras el alzamiento de los liberales en contra de la reelección del presidente Tomás Estrada Palma, a lo que se unía el desvío hacia Argentina de la corriente emigratoria española que estaba en marcha desde los años anteriores y el fin de la crisis finisecular en Europa (1890-1905). La segunda intervención norteamericana entre 1906 y 1909 continuó dando prioridad a la inmigración blanca. Y después, el recién estrenado gobierno de José Miguel Gómez aprobaba el decreto 743 de 20 de agosto de 1910, en el que se recogía el “Reglamento para la ejecución de la ley de inmigración, colonización y trabajo”, que autorizaba a los productores azucareros a importar directamente “colonos inmigrantes”. Para hacer más atractiva la propuesta de asentamiento algunos hacendados ofrecían la propiedad de la tierra a los tres años de encontrarse trabajando en ella. Todas esas medidas se complementaron con las visitas de representantes cubanos a algunas provincias españolas –principalmente Canarias y Galicia– que viajaron con la intención de fomentar la emigración a Cuba. En un proyecto elaborado en 1911 por Antonio Masferrer se decía que los canarios eran los colonos más apropiados para el trabajo en el campo por ser los que mejor se adaptaban a él, mientras que los gallegos eran más adecuados para el trabajo en ferrocarriles, caminos, etc.41 Al año siguiente se creaba en La Habana la Asociación para el Fomento de la Inmigración, compuesta por hacendados, banqueros, fabricantes y comerciantes. Esta sociedad se encargó del asentamiento definitivo de familias en tierras particulares pertenecientes a los hacendados; no obstante, reconocía la necesidad paralela de la emigración fundamental40 Estos ejemplos, en Balboa Navarro, 2000, 254-255. 41 Sobre este asunto, véase Naranjo Orovio, 1992b, 749-794. Sobre la emigración gallega a Cuba después de la emancipación, véase Vidal, 2005.
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mente masculina con billete de vuelta –emigración golondrina–, cuyo pasaje debía ser costeado por el Estado. Este último tipo de inmigración fue cada vez más solicitado a partir de entonces. Con la consolidación de la industria azucarera que se había producido durante las dos primeras décadas de República, los hacendados comenzaron a demandar brazos únicamente para la zafra, según recogía la Junta Directiva de la Asociación de Fomento de la Inmigración en un informe elaborado en enero de 1913: “según se va incrementando la potencia industrial de Cuba, se va haciendo cada año más necesario el fomento de la inmigración trashumante de jornaleros...”.42 Desde entonces se produjo el aumento de la entrada de mano de obra estacional, compuesta primordialmente por inmigrantes antillanos –jamaiquinos y haitianos–, que vinieron a sustituir a los canarios, principal componente de la emigración golondrina hasta ese momento. La elección como presidente de la República del hacendado y conservador Mario García Menocal contribuyó a alentar estas medidas. En los ocho años en que se mantuvo en la presidencia se produjo el mayor número de entradas de inmigrantes jamaiquinos y haitianos –más de 81.000 y 190.000 respectivamente–. Al mismo tiempo, la demanda de mano de obra fue tan acuciante durante los de la Primera Guerra Mundial –recordemos que fueron los años de máxima producción de dulce– que se permitió, incluso, la entrada de la hasta entonces denostada inmigración china.43 El interés económico de este tipo de inmigrantes resultó evidente por tratarse de una mano de obra más barata y menos problemática: a diferencia de los inmigrantes españoles, los antillanos y asiáticos no hablaban la misma lengua y tenían dificultades para integrarse, por lo que resultaban más sumisos y fáciles de manejar.44 Esta circunstancia fue suficiente para apagar las voces que se alzaban en contra de la inmigración “no blanca”. En el 42 Informe de la Junta Directiva de la Asociación de Fomento de la Inmigración, La Habana, enero de 1913, 6. Sobre el particular, véase también Losada, 1998, 86. 43 Los intelectuales cubanos manejaron en las primeras décadas del siglo XX el discurso racista en contra de estos contingentes de población –antillanos y asiáticos– considerándolos portadores de vicios y plagas. Naranjo Orovio, 1996a, 157. Más información sobre el particular, en Naranjo y García, 1996d. Sobre la polémica suscitada entre la Secretaría de Sanidad y Beneficencia y la Secretaría de Hacienda entre 1909 y 1914, acerca de la conveniencia o no de la inmigración asiática, véanse los informes recogidos en el Archivo Nacional de Cuba –a partir de ahora ANC–, Fondo Secretaría de la Presidencia, cajas 121 y 122. 44 Sobre los beneficios de este tipo de mano de obra, véase Ibarra, 1983.
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debate acerca del trabajador más conveniente se mantuvo en uso el discurso del blanqueamiento, heredero del “miedo al negro”, vigente desde el siglo XIX. Pero a comienzos del XX, ese temor se mezcló con el intento de definir la nacionalidad cubana que se habría de construir por oposición a la población de color, en la que se incluían los negros, los asiáticos y los antillanos. Las teorías científicas, biológicas, antropológicas y médicas se pusieron al servicio de esta idea, justificando con ello la necesidad de la inmigración europea, principalmente española, en detrimento de la anterior.45 Poco después, estas posturas se reforzaron tras el movimiento armado iniciado en 1912 por los integrantes del Partido de los Independientes de Color, que se alzaron en contra de la discriminación y marginación de la población negra por el incumplimiento de las promesas electorales. A pesar de todo, los intereses económicos estuvieron por encima de todas esas medidas restrictivas y así, en 1917, la nueva Ley de Inmigración, que permitió la entrada de braceros y trabajadores para las faenas tanto agrícolas como industriales, supuso la liberalización del mercado inmigratorio. Esta apertura se tradujo en un aumento considerable de esa “mano de obra más rentable”; circunstancia que se vio directamente reflejada en las estadísticas, sobre todo entre 1917 y 1921, momento en el que las cifras de inmigrantes jamaiquinos y haitianos superaron, por primera vez, a las de los españoles. Si hasta el año 1916 la inmigración española llegó a representar el 74% del total de la inmigración registrada en Cuba, entre 1917 y 1921 ese porcentaje descendió hasta el 26,88% en beneficio de la inmigración antillana.46 Sin duda los anteriores factores, comunes a todos los emigrantes, debieron influir igualmente en los anarquistas a la hora de elegir la Isla de Cuba como destino. En su caso a ellos se unía la existencia de un incipiente movimiento obrero que les ofrecía la posibilidad de continuar con sus actividades en una recién estrenada república donde, además los gobiernos no tenían aún organizados sistemas de vigilancia y formas de represión como los que se estaban poniendo en marcha en Europa. Como advertía el cónsul español en La Habana, “con tanta comunicación marítima y a puntos tan cercanos unos de otros, cambian de papeles, de billetes y de itine45 Sobre el particular, véase Naranjo y García, 1998, 437-449. 46 Ibídem, 443.
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rario, despistando a la escasa y poco práctica policía que aquí les vigila”.47 La particularidad de estos emigrados no estaba en el hecho de haber abandonado España, sino en las causas que habían motivado su salida. DE LAS SALIDAS DE LOS ÁCRATAS DE LA PENÍNSULA Las dos últimas décadas del siglo XIX fueron especialmente virulentas en la Península en lo que a conflictos sociales se refiere, circunstancia que repercutió enormemente en las organizaciones de trabajadores. En respuesta al espectacular ascenso de la violencia vivido durante esa etapa, el gobierno encabezó una cruenta persecución sobre los obreros, en especial sobre catalanes y andaluces, que fue secundada por los patronos mediante el despido. A grandes rasgos, ese divorcio entre el Estado y la sociedad fue generando un clima de efervescencia social que conoció dos momentos álgidos de acción-represión-contestación: el primero se produjo durante las dos últimas décadas del siglo XIX y el segundo en los años finales de la década de 1910. Al propio tiempo y como una de sus consecuencias, todos esos acontecimientos provocaron salidas constantes, clandestinas o forzadas, de muchos de los trabajadores de la Península, aunque en ocasiones algunos de ellos, imbuidos por el espíritu internacionalista nacido de la Primera Internacional, se expatriaron por iniciativa propia con la intención de organizar a la clase trabajadora del resto del mundo. Estas escapadas, como veremos ejemplificado en el caso de los ácratas que se establecieron en Cuba, fueron más numerosas precisamente durante las dos etapas mencionadas. Revolucionarios de finales del siglo XIX Sin duda las experiencias vividas durante el Sexenio Revolucionario (1868-1874), entre las que destacó el movimiento federalista y cantonal, 47 “Copia del informe reservado enviado el 27 de enero de 1913 por el cónsul español Julián María del Arroyo desde la Legación de España en La Habana al Ministerio de la Gobernación en Madrid en el que se da cuenta del desarrollo del anarquismo en la Isla”. AMAE, Fondo Política Interior Cuba, Serie Orden Público, Subserie Anarquismo, Expedientes P=M=O. Leg. H 2757, siglo XX.
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motivaron la dureza del gobierno en el trato hacia los grupos obreros nacidos al amparo de la Primera Internacional. En los años de la Restauración es posible observar con mayor nitidez el comienzo de un período de “estricto control” sobre los sectores obreros. Con la ley de 11 de enero de 1874 quedó legalizada la etapa represiva, y por ella el socialismo, pero sobre todo el anarquismo, quedaron prohibidos en España, y sus seguidores serían perseguidos y condenados al ostracismo, además de clausurarse los centros obreros. Al poner en práctica esta ley, unos 2.000 trabajadores fueron deportados a la Isla Corregidor, situada en el Pacífico. En ese año el líder del socialismo malagueño, Rafael Salinas Sánchez, se vio obligado a abandonar Málaga y establecerse por dos años en Cuba donde trabajaría en la construcción del ferrocarril antes de volver a España en 1876.48 Fue a partir de entonces cuando los internacionalistas más radicales comenzaron a tomar represalias contra el sistema y a poner en práctica la denominada “propaganda por el hecho” o “propaganda por la acción”. Se sucedieron numerosos atentados contra la vida del monarca Alfonso XII –el 25 de octubre de 1878 Juan Oliva intentó asesinar al rey español, y dos años después, el 30 de diciembre de 1880, lo intentaba de nuevo Francisco Otero–; así como actos contra las propiedades, quemas de cortijos y cosechas –en esos años las tierras del duque de Alba fueron incendiadas– y otra serie de actuaciones contra los que se acusaba de la explotación y miseria de los trabajadores. En esta primera etapa de conflictos sociales, los que mayor repercusión tuvieron, no sólo porque parecieron acabar con el movimiento obrero organizado, sino porque obligaron a nuevas salidas forzadas de trabajadores de la Península, que marcharon primero de forma clandestina y en un segundo momento por decreto oficial, fueron los sucesos conocidos como “Mano Negra” en Andalucía, en el año 1883 y, en la década siguiente, el juicio seguido en Barcelona contra los que habían sido acusados del atentado de la Calle Cambios Nuevos de 1896, que dio lugar al conocido Proceso de Montjuich. En el sur de la Península la situación era desesperada para la mayoría de los habitantes del campo. El denominador común de todos los levantamientos andaluces fue la falta de tierras, así como el deseo de que no hubie48 De Mateo Avilés, 1993, 209-213.
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se ricos y pobres, sino que todos fuesen iguales y tuviesen su propia tierra. A ello se añadían unas pésimas condiciones laborales que les condenaban a jornadas de trabajo de sol a sol, recompensadas con unos salarios ínfimos y con un trato en muchas ocasiones despótico y vejatorio por parte de patrones y capataces. También contribuyó a agravar esta situación el hecho de que las autoridades locales se mostraran siempre de parte del “amo terrateniente”, de los políticos y de los caciques, con lo que la situación de los pequeños propietarios no era mejor que la de los jornaleros, de hecho se sumaban a las revueltas con ellos. En ese ambiente prendió con fuerza el anarquismo internacionalista, sobre todo entre campesinos y jornaleros pobres, al igual que entre los escasos obreros industriales existentes. En pocos años algunos grupos más radicales, que estaban vinculados a las nuevas corrientes defensoras de la “acción directa”, abandonaron la Federación de Trabajadores de la Región Española y protagonizaron varios sucesos violentos.49 Entre ellos, destacaron por su radicalidad y porque crearon una fuerte alarma social, las actividades llevadas a cabo por la organización secreta conocida como “Mano Negra”, fundada en 1874 en Jerez de la Frontera, que incluyeron la quema de cosechas y otros atropellos. Tras la muerte de un jornalero en 1883, Bartolomé Gayo, apodado el “Blanco de Benocaz”, la Guardia Civil inició las investigaciones para descubrir a los culpables. Una vez más la mano dura caracterizó la actuación de este cuerpo, actuación que fue acompañada de irregularidades judiciales y policiales cometidas por la aportación de pruebas poco contrastadas y la evidencia del empleo de la tortura en los interrogatorios, hechos todos que avalaron la tesis de si no fueron unos sucesos promovidos en realidad por las autoridades para justificar con ello una violenta represión sobre el campesinado andaluz que acabara con el crecimiento del anarquismo en la región.50 El resultado inmediato fueron siete condenas a muerte, ocho condenados a diecisiete años de cárcel y uno absuelto. Poco después, a principios 49 Para una mayor información sobre las desigualdades sociales en Andalucía, véase Maurice, 1990, 60-99. 50 La historiadora argentina Clara E. Lida es una de las defensoras de la instrumentalización del suceso por parte del gobierno. Para ella resultaba verdaderamente extraño que esta organización pudiera contar con tantos seguidores –fueron centenares los detenidos y encarcelados– si se trataba de una sociedad secreta. Véase Lida, 1972a, 17.
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de 1889, las familias de los ajusticiados –unas cincuenta personas– se veían obligados a embarcar en el puerto de Cádiz en el Vapor alemán “Ohio” con destino a Buenos Aires.51 A partir de entonces la emigración política española a América sería un fenómeno intermitente, pero que no cesaría hasta bien entrado el siglo XX. También en Andalucía, en la noche del 8 de enero de 1892 entre 500 y 600 campesinos iniciaron una marcha sobre la ciudad de Jerez con la intención de liberar a unos compañeros que se encontraban presos, pero cometieron el error de pensar que el Ejército de la ciudad se les uniría, solidarizándose con su causa. Como era de esperar, éste ayudó a la policía hasta lograr su rechazo. De nuevo la represión se extendió al conjunto de los trabajadores y las autoridades llegaron a acusar al líder gaditano Fermín Salvochea, que en esos momentos estaba cumpliendo condena en Cádiz, de haber sido el inductor de la marcha sobre Jerez, delito por el que se le condenó a doce años de prisión y trabajos forzados. Además de varias sentencias de este tipo, que se firmaron para otros muchos compañeros, cuatro trabajadores –Antonio Zarzuela Granja, José Fernández Lamela, Manuel Fernández Reina y Manuel Silva Leal– fueron condenados a muerte, sentencia que se cumplió poco después, pues se les había negado de antemano el indulto.52 Sin embargo, la nueva oleada represiva que se inició en Jerez obtuvo el efecto contrario al deseado por las autoridades. En vez de acabar con los problemas en la zona, los cuatro ejecutados pronto fueron convertidos en los “mártires de Jerez”, poniendo en marcha la reorganización de los grupos obreros alentada desde la prensa y exhortando a la venganza en algunos casos. Un artículo de La Tramontana lo resaltaba de este modo: “Después de las persecuciones obreras de principios de la década de 1890 es hora de que los obreros dejen el miedo atrás y se reorganicen ‘en sociedades de oficio, grupos de propaganda, casinos, ateneos, escuelas laicas y todo lo que ayude a vivir la vida moderna del progreso y la civilización, eleve el nivel intelectual de los individuos y nos prepare a todos para poder aprovecharnos para futuros acontecimientos encaminándolos a realizar la transformación ya indicada desde hace tiempo por la sociología de fundar la socie51 De Mateo Avilés, 1993, 213. 52 El Productor. Periódico anarquista, Barcelona, 11 de febrero de 1892.
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dad bajo la base del trabajo y el saber humano, única fuente de riqueza y de justicia que puede llevarnos a la paz haciéndonos a todos iguales en los derechos y en los deberes en todo y para todo...’” .53
Barcelona conoció, también en las últimas décadas del siglo XIX, la agudización de los conflictos sociales, que en muchos casos acababan con explosiones de petardos en distintos lugares, principalmente en las fábricas de la ciudad. En otras ocasiones los actos terroristas eran más cruentos: el 24 de septiembre de 1893 el anarquista Paulino Pallás intentó asesinar al general Martínez Campos; ese mismo año otro atentado anarquista dejaba quince muertos y más de cincuenta heridos al ser arrojadas dos bombas en el Teatro El Liceo cuando se inauguraba la temporada de ópera. La represión fue especialmente violenta en la ciudad condal tras esos atentados. Paulino Pallás fue juzgado ante un Consejo de Guerra y condenado a muerte, sentencia que se llevó a cabo el 6 de octubre de 1893. Tres días después del atentado del Liceo se suspendían las garantías constitucionales en Barcelona e inmediatamente comenzaban las detenciones de todos los anarquistas, fueran sospechosos o no. Se imponía entonces “la paz del miedo y la cárcel”. El atentado del Liceo acabó con la condena a muerte y ejecución de seis de los detenidos y la cadena perpetua para otros cuatro anarquistas. Algunos ácratas italianos que se encontraban por entonces en la ciudad se hicieron eco de la situación y se declararon escépticos respecto del futuro que les esperaba a los anarquistas: “En España se ha desatado el huracán reaccionario con tal fuerza que de seguro ha de barrernos a todos, llevándonos no sé dónde...”.54 En 1894 se promulgó la primera ley para la represión del terrorismo que condenaba los atentados por medio de explosivos, su fabricación y venta, e incluía la conspiración, amenaza y todo tipo de asociaciones relacionadas con estos delitos.55 Pero si el miedo se impuso entre los trabajadores barceloneses durante el año 1895, la justificación para una nueva oleada represiva oficial no 53 “¡A Reorganizarse!”. La Tramontana, Barcelona, 1 de febrero de 1895, año XV, núm. 646, 2. 54 Carta que escribe Asdrubale Cordone a un tal Epifane, reproducida en Sempau, 1900, 132133. 55 Hasta la promulgación de esta ley el gobierno había encargado a los gobernadores civiles la confección de listas de sospechosos, periódicos, asociaciones, reuniones, etc. Después de los atentados de 1893 aparecieron las leyes específicas contra delitos anarquistas. Núñez Florencio, 1983, 88-89.
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tardaría en llegar. Durante la procesión del Corpus Christi, el día 7 de junio de 1896, estalló una bomba cuando la comitiva pasaba por la calle Cambios Nuevos de Barcelona, dejando seis personas muertas y cuarenta y dos heridos. Al día siguiente volvían a suspenderse las garantías constitucionales y se desataba una represión más cruenta aún, que de nuevo tenía por objetivo acabar con el anarquismo en la ciudad. Precisamente ese mismo año Cánovas del Castillo presentó un proyecto de ley para la represión del anarquismo, que en el fondo apuntaba a todas las organizaciones obreras; el nuevo texto endurecía las penas con respecto al del año 1894, tanto para los autores materiales como para los cómplices y encubridores, y su jurisdicción ya no era la ordinaria, como ocurría con la anterior legislación, sino la militar. Asimismo, se recogía la aplicación de castigos para los dinamiteros y sanciones para quienes tuvieran determinadas ideas, así como restricciones a la libertad de imprenta y la abolición de los derechos de asociación y reunión. Esta ley fue votada y aprobada para un período de tres años prorrogables, y para ponerla en práctica el mismo año 1896 se organizó un cuerpo especial de Policía Judicial. A partir de entonces sería aplicada de forma rigurosa, aunque con la muerte de su promotor al año siguiente caería en desuso.56 La dureza de la represión afectó a cerca de 400 detenidos que abarrotaron las cárceles del Castillo de Montjuich. Cinco anarquistas fueron ejecutados y otros muchos sufrieron distintas condenas o fueron deportados tras el proceso que se llevó a cabo para juzgar a los sospechosos, conocido como Proceso de Montjuich. Sin embargo, este suceso tuvo otras repercusiones que hicieron variar de actitud a las autoridades: por un lado, la condena internacional y la posterior revisión del juicio que promovieron los comités obreros formados en varias ciudades europeas, principalmente de Inglaterra y Francia; del otro, la campaña de desprestigio a que fue sometido el gobierno español por la situación en que se encontraban los presos y los métodos utilizados en los interrogatorios, que volvieron a ser difundidos en la prensa con el apelativo de “inquisitorial”.57 56 La legislación española de fin de siglo sobre represión contra el socialismo y el anarquismo en Archivo Histórico Nacional –en adelante AHN–, Fondo Ministerio del Interior-A, leg. 2, exp. 17. 57 Las sospechas de que hubiera sido un atentado planeado de nuevo por las autoridades para justificar otra oleada de represión contra los trabajadores –la bomba cayó en la parte trasera de la comitiva donde sólo había gente del pueblo y no al comienzo donde iban colocados los representantes del cle-
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Estas actuaciones forzaron la revisión del proceso y muchos de los condenados a prisión en la colonia española del Sahara Occidental, conocida como Río de Oro, vieron conmutada su pena si abandonaban el país inmediatamente. No obstante, para ello debían cumplir dos requisitos: costearse ellos mismos el viaje y que el país receptor permitiese su entrada. De manera que en esta ocasión la salida de emigrados de la Península fue forzada por las autoridades, no se produjo de forma clandestina como había ocurrido hasta entonces. De esa forma llegaron a Cuba a comienzos de siglo algunos de los anarquistas españoles que alcanzarían mayor renombre. Como por ejemplo el catalán Rafael Cusidó i Baró, que había sido condenado a prisión en Montjuich bajo la acusación de haber asistido a las sesiones públicas y secretas que los ácratas de Barcelona celebraban regularmente en algunos lugares de la ciudad, entre ellos el café de la Esperanza, del barrio de Gracia. Según el testimonio de Luis Más, uno de los anarquistas fusilados en el proceso que siguió al atentado de 1896, Cusidó estuvo con él en ese café recogiendo fondos para adquirir explosivos. Por estos cargos fue condenado a la pena de veinte años de cadena temporal.58 Otros emigrados que marcharon a Cuba en esa misma coyuntura fueron el también catalán Juan Casanova y Villa del Prat, vinculado igualmente a las actividades de los ácratas de la ciudad condal; Juan Ascón Sistere, de Barcelona, y Serafín Castrillón Mouriz, de Coruña, que estaban encarcelados en el castillo barcelonés acusados de haber lazando una bomba en la calle San Fernando, próxima al ayuntamiento de la misma ciudad; o el también barcelonés Bartolomé Berenguer y Montolín, que había estado preso antes en Francia por haberse visto involucrado en una reyerta que se organizó en Marsella durante uno de los mítines que se celebraron a favor de la independencia de la mayor de las Antillas, presidido por el líder
ro y del ejército– unidas a los testimonios sobre las torturas, la desmedida actuación de la policía y la arbitrariedad en la obtención de las pruebas, provocaron la revisión del Proceso en los últimos años del siglo. Sobre este tema, ver Abelló Güell, 1992, 47-60. 58 Cusidó aparece como firmante, junto con otros presos encarcelados por el mismo motivo, de una carta que enviaron al Ministro de la Guerra el 24 de noviembre de 1896 y que fue publicada en el número 256 de La Publicidad de Barcelona. La citada carta en Sempau, 1900, 302-307, y el consejo de guerra y la sentencia en las páginas 314-340 de la misma obra. Más información sobre este anarquista, en ¡Tierra!, 5 de octubre de 1912, año XI, n. 469, 4.
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de esa causa en Francia, Ramón Emeterio Betances; a su regreso a España, Berenguer fue detenido y encarcelado también en la prisión barcelonesa.59 A pesar del abandono de muchos de los anarquistas de la ciudad catalana, los sucesos de Montjuich fueron “vengados” con dos nuevos atentados antes de que acabara el siglo: en 1897 el anarquista italiano Michele Angiolillo acababa con la vida del presidente del gobierno español Antonio Cánovas del Castillo cuando éste se encontraba en el balneario de Santa Águeda, en Guipúzcoa; un mes después, el 4 de septiembre, el abogado y periodista Ramón Sempau disparó en pleno centro de Barcelona contra dos miembros de la policía judicial que habían estado implicados en el proceso, Portas y Teixidor, aunque sólo llegó a causarles heridas. Ambos atentados, según declararon los autores, respondían a la arbitrariedad con que se había llevado a cabo el proceso de Montjuich. Angiolillo fue ejecutado a garrote vil el 20 de agosto de ese mismo año; por su parte, Sempau, condenado por un consejo de guerra, al final fue juzgado por la justicia ordinaria –al parecer mediaron influencias y ciertas irregularidades– y fue declarado inocente y absuelto. A la muerte de Cánovas el gobierno liberal encabezado por Sagasta decretó la libertad de los 50 presos que aún seguían recluidos en el Castillo de Montjuich. Salieron de prisión el día 3 de noviembre de 1897; algunos de ellos habían permanecido encarcelados 17 meses sin haber sido interrogados por juez alguno ni civil ni militar.60 Las etapas de acción-represión-contestación se sucedieron igualmente a lo largo de los primeros años del siglo XX, aunque entonces en el movimiento obrero español se estaban produciendo cambios que llevaron a los anarquistas a utilizar otros métodos de lucha. Pedagogos de principios de siglo XX Si la represión y el exilio de finales del siglo XIX parecía que habían acabado con las organizaciones de trabajadores y entre ellas con las anarquistas –en 1896 se disuelve el Pacto de Unión y Solidaridad; a principios 59 Sobre estos y otros emigrados españoles en Cuba, véase nuestro apéndice documental. 60 Los excesos cometidos por la policía de Barcelona en el encarcelamiento de anarquistas con motivo del Proceso de Montjuich, en Sempau, 1900, 284-395.
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de siglo XX la Organización Anarquista de la Región Española pasa por un momento complicado ya que muchos trabajadores comienzan a abandonar las organizaciones libertarias–61 a partir de 1900 se produce un arraigo del anarquismo entre intelectuales como Fernando Tárrida del Mármol o Ricardo Mella quienes, desde la Revista Social fundada en 1896, se convierten en los nuevos portavoces libertarios dentro del mundo universitario, de las artes y de las ciencias. También atrae el “Ideal” a novelistas como Pío Baroja o a artistas como el joven Pablo Picasso. Desde esos ambientes se comenzó a hacer hincapié en la necesidad de extender la educación entre los trabajadores para lograr los objetivos que habían perseguido los anarquistas de base a finales del siglo anterior. Como consecuencia de las nuevas propuestas, en los primeros años del siglo XX se produjo la difusión de las escuelas libertarias y de los nuevos proyectos pedagógicos en aquellas regiones en que el anarquismo mantuvo cierta influencia. En 1901 Francisco Ferrer i Guardia había fundado la Escuela Moderna en Barcelona. Ferrer y su Escuela Racionalista comenzaron por ejercer una notable influencia en la ciudad condal y desde entonces su proyecto se difundiría fuera de Cataluña e incluso fuera de España. Durante los años siguientes cincuenta escuelas modernas se organizaban en otras ciudades españolas. Este proyecto había surgido en medio de un panorama educativo dominado por una Iglesia “reaccionaria”, que reproducía un modelo escolar monárquico “decadente”; asimismo, Ferrer pretendía ofrecer un método educativo con el que superar el modelo burgués de enseñanza institucionalizado en la III República francesa, que había impuesto una escuela laica y neutral, con intención de ser universal pero que, en realidad, encerraba un afán de “perpetuar la ideología burguesa y reproducir sus privilegios económicos e ideológicos”.
61 El Pacto de Unión y Solidaridad de la Región Española fue fundado en 1888 por anarquistas sindicalistas catalanes bajo las influencias del anarquismo colectivista y del sindicalismo militante, que se anticiparon a la disolución de la Federación de Trabajadores y centraron sus energías en la lucha económica. Por su parte la OARE se había fundado en el mismo año por varios grupos libertarios de tendencia anarco-comunista. Paniagua, 1989, 59-60. Más información sobre esta cuestión, en Abad de Santillán, 1962, 372-395.
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El método “ferreriano” encontró gran aceptación entre los anarquistas, pues recogía algunos de los principios que conformaban su corpus teórico: a) laicismo: característica necesaria para marcar la diferencia con la enseñanza religiosa, pero también con la política; b) racionalismo; c) antiautoritarismo y antiestatismo; d) igualitarismo: se quería acabar con las discriminaciones tanto de sexo como de clase; e) respeto a la personalidad del alumno: se partía del conocimiento previo y práctico del educando descartando el memorismo y el carácter competitivo de la escuela tradicional; f) formación integral que superase la división entre trabajo manual e intelectual; g) influido por las teorías higienistas y darwinistas de su tiempo, Ferrer le dio una gran importancia al desarrollo físico, así como al juego infantil que tendría su continuación directa en el trabajo manual.62 Al mismo tiempo, el pedagogo catalán financió la formación de una editorial en la que se publicaban pequeños libros de divulgación, que salían al mercado con precios asequibles y se distribuían también por toda España. A través de ellos se aseguraba la propagación de las ideas libertarias entre campesinos, braceros y obreros en general. En su tarea, Ferrer se rodeó de intelectuales libertarios de viejo cuño como Anselmo Lorenzo. Toda esta nueva labor pedagógica, libertaria y laica, irritó sobre manera al clero español, que había acaparado la enseñanza en España hasta entonces. Por ello, desde el primer momento aprovecharon cualquier oportunidad para denunciar a las escuelas racionalistas y desprestigiar a su fundador. Como cuando el 31 de mayo de 1906 un miembro de la Escuela Moderna, Mateo Morral, atentó contra los reyes de España, Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battemberg, cuando salían de celebrar su boda. La Iglesia aprovechó para acusar a Ferrer y a la Escuela Moderna de colaborar con la acción terrorista, y el pedagogo de Alella fue recluido en prisión mientras la policía decía estar buscando pruebas de esa complicidad. Finalmente, la revisión del caso en los tribunales civiles probó la inocencia de Ferrer que fue liberado de la cárcel; aunque a partir de entonces ya no volvería a abrir la Escuela Moderna de Barcelona. Sin embargo, poco después su obra sería continuada en América, y por supuesto en Cuba, como veremos a continuación. 62 Más información sobre el proyecto metodológico de Ferrer i Guardia, en Monés, Solà y Lázaro, 1977. Sobre el desarrollo de las escuelas modernas en España, véase Solà, 1978, y Lázaro, 1992.
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El hecho de que desde comienzos de siglo los ácratas centraran sus actividades principalmente en la educación no quiere decir que el anarquismo hubiera abandonado sus tareas prioritarias: la impugnación del sistema capitalista y la construcción de un movimiento revolucionario. En los primeros años del siglo XX las teorías sindicalistas que llegaban de Francia iban adquiriendo popularidad. Para el sindicalismo una organización económica de trabajadores –un sindicato revolucionario y no un partido político– podía ser capaz de tomar el control de la sociedad por medio de la huelga general.63 Fueron años de relativa calma que sólo se vieron interrumpidos por dos conflictos localizados de nuevo en Cataluña y Andalucía respectivamente, como consecuencia directa del impacto de la guerra de 1898 y de la crisis económica que desde principios de siglo se vivía en España. La huelga general de 1902 en Barcelona y los sucesos ocurridos en el pueblo gaditano de Alcalá del Valle, al año siguiente, constituyeron los dos puntos álgidos de actuación unida de los trabajadores en un período caracterizado por el declive de las sociedades obreras. En Barcelona las consecuencias de la pérdida del mercado colonial inauguraron un período crítico para la industria catalana, en mayor medida para el sector textil algodonero. Entre 1899 y 1901 se produjo el primer movimiento huelguístico en las cuencas del Ter y del Freser, cuyo fracaso inauguró el ocaso del protagonismo de las sociedades obreras del textil y la 63 Los orígenes del sindicalismo habría que buscarlos en las Bolsas de Trabajo francesas, que desde las últimas décadas del siglo XIX reunían a trabajadores de diferentes ramas productivas para controlar las ofertas de trabajo y se estaban convirtiendo en centros de discusión y educación. En 1902 se fusionaron para formar la Confederación General del Trabajo (CGT). Esta organización, potente y autónoma de los partidos políticos, se convirtió en la expresión del nuevo sindicalismo, a partir del cual, y a través de la acción directa y la huelga general, sería posible dirigir la plataforma revolucionaria y lograr la pretendida transformación de la sociedad, donde los sindicatos controlarían la producción y la distribución. En la Carta de Amiens de 1906 quedaron ratificados los principios sindicalistas. Esta corriente se desarrolló en Cataluña en la primera década del siglo XX. El sindicato de oficio se convirtió en el heredero directo de las sociedades de resistencia. Significaba en realidad la culminación del proceso de revisión iniciado en Barcelona entre 1904 y 1910. Así, la creación en 1906 de Solidaridad Obrera comportó asumir las nuevas doctrinas francesas uniéndolas a la tradición asociativa catalana. La estructura organizativa del sindicato quedó basada en dos órganos principales de control y gestión: las asociaciones de trabajadores, organizadas por oficios y con la misión de ocuparse de las reivindicaciones de los trabajadores antes del triunfo de la revolución; y los consejos laborales, organizados geográficamente y encargados de la educación, la propaganda y la promoción de la solidaridad entre las asociaciones de trabajadores locales en la primera etapa de la revolución. Más información sobre esta cuestión, en Paniagua, 1992, 63-67.
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desarticulación de sus asociaciones. A partir de entonces el liderazgo obrero fue asumido por las sociedades del metal. La huelga general que tuvo lugar entre el 17 y el 24 de febrero de 1902 comenzó por la solidaridad de los sectores trabajadores de la ciudad con los compañeros metalúrgicos que habían abandonado sus puestos de trabajo desde el mes de diciembre del año anterior. El paro general no consiguió sus objetivos debido al frente común que presentó la patronal catalana, que combinó plataformas negociadoras con recursos represivos tanto privados, entre los que destacó el somatén, como públicos, personalizados en el Capitán General con el cual se encontraban en total connivencia. Toda esta estrategia de defensa fue organizada para suplir a un gobierno central que no defendía sus intereses ante un movimiento obrero cada vez más organizado. La represión que siguió a la huelga contribuyó al desaliento entre los trabajadores de la ciudad condal y su fracaso fue oportunamente aprovechado por las nuevas corrientes republicanas que estaban surgiendo en Cataluña, también a principios de siglo, encabezadas por el demagogo Lerroux.64 Nuevos conflictos surgieron en Andalucía el 1 de agosto del año siguiente. En Alcalá del Valle los trabajadores organizaron una manifestación para pedir la libertad de varios compañeros que se encontraban presos; el acto desembocó en violentos enfrentamientos con la guardia civil, que respondió con dureza contra los obreros con el resultado de un manifestante muerto y muchos otros heridos. La represión fue tan dura que se volvieron a difundir las acusaciones a las autoridades por el uso de métodos “inquisitoriales”, incluso en periódicos apartados de los sectores obreros como El País, que denunció que las autoridades habían llegado de nuevo a los “malos tratos”. Todo ello fue motivo para reabrir una investigación judicial en un intento de repetir la experiencia de Montjuich, que sin embargo acabó negando, a finales de 1904, la realidad de tales acusaciones. De nuevo acontecimientos como éstos volvían a provocar las salidas de anarquistas de España, una situación que alcanzaba incluso a los propios familiares de los expatriados. Ese fue el caso de Ana Cabello, compañera de uno de los implicados en los sucesos de Alcalá del Valle y madre de un
64 Sobre esta huelga véase Ramos y Bengochea, 1989, 77-95. Sobre el crecimiento del republicanismo y la figura de Lerroux, Álvarez Junco, 1990.
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niño, que tuvo que emigrar a Argentina impelida por las condiciones de desamparo en que quedó tras el encarcelamiento de su pareja. “Cuando leáis mi doloroso adiós, hermanos míos, sumida en la bodega del barco iré como piltrafa humana”. Éstas eran las palabras que escribía Ana y que el autor de un artículo publicado en la revista Tierra y Libertad, José Sánchez Rosa, enviaba desde Aznalcóllar, en Andalucía. Sánchez utilizaba la “desgracia” de Ana para apelar a la solidaridad de los trabajadores, sobre todo de los anarquistas, en el sostenimiento de los compañeros presos y sus familias, para evitar que se vieran abocados a abandonar sus hogares. El colaborador de Tierra y Libertad se hacía eco, igualmente, de la miseria en que se encontraban la mayoría de los obreros españoles, sometidos además a la ley del terror que encarcelaba a los que se atrevían a reivindicar sus derechos, y denunciaba que se trataba de trabajadores que en muchos casos no tenían otra salida que la emigración.65 Llamamientos de este tipo se hicieron incluso desde Cuba, donde el Gremio de Dependientes de Cafés de La Habana, de la mano de su presidente, el español aunque naturalizado cubano Aquilino López convocó a todas las organizaciones obreras, a “aquellas personas que sienten los dolores ajenos como los propios”, así como a la prensa obrera “sin distinción de escuela”, a una “junta extraordinaria de protesta por los atropellos y martirios” cometidos por las autoridades españolas en Alcalá del Valle.66 A partir de entonces la situación no cambió para los trabajadores. El gobierno continuó haciendo uso de la suspensión de las garantías constitucionales, ya no sólo para asuntos terroristas, sino para todos aquellos conflictos que atentaran contra los intereses del capital, como ocurrió, por ejemplo, durante la mencionada huelga de Barcelona de 1902. La siguiente tabla recoge la suspensión de las garantías constitucionales en Cataluña durante la Restauración, hasta la dictadura de Primo de Rivera. En ella vemos cómo la última década del siglo XIX y la primera del 65 Pero el autor del artículo iba más allá en sus críticas. Sabiendo que el alcohol, el tabaco y el juego retraían importantes cantidades del sueldo de los obreros españoles, les proponía que dejaran esos vicios y, en su lugar los cinco céntimos semanales que como media les destinaban fueran invertidos en la solidaridad con los compañeros en apuros. José Sánchez estuvo preso diez años aproximadamente tras los sucesos de Jerez y había vivido en primera persona las necesidades de los reos y sus familias. Tierra y Libertad, Barcelona 19 de noviembre de 1908, época III, año V, n. 12, 2. 66 “Gremio de Dependientes de Cafés de La Habana. Habana, 26 de marzo de 1904”, Instituto de Historia de Cuba –en adelante IHC–, Fondo Museo del Obrero, Sig. 10.3/178/6/15.
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XX fueron los años de mayores conflictos sociales en esa región. La dureza de la actuación gubernamental se puede verificar también para el mismo período en el resto de la Península, durante el cual estuvieron suspendidas las garantías constitucionales durante 6.622 días, lo que representaba un 37,22% de días sin garantías de un total de 17.788 días de mandato.67 Cuadro 2 SUSPENSIÓN DE LAS GARANTÍAS CONSTITUCIONALES EN CATALUÑA (1875-1923) Años
Total días
%
1875-1879 1880-1889 1890-1899 1900-1909 1910-1919 1920-1923
741 66 1.361 1.185 660 896
40,60 1,80 37,28 32,46 18,00 61,36
17.788
4.909
27,60
Fuente: Estimaciones propias basadas en los datos tomados de González Calleja, 1998, 411.
Al mismo tiempo, también desde principios del siglo XX se pusieron en práctica medidas para intentar mejorar el funcionamiento de la policía, entre las que destacaron un Proyecto de Reglamento para una Ronda volante de vigilancia que data de marzo de 1903, un Real Decreto reglamentando la policía gubernativa, o un Proyecto de Reglamento Orgánico de policía especial para la vigilancia del anarquista de diciembre de 1903. Aunque todos estos intentos tuvieron una escasa incidencia en la práctica, pues no dispusieron de los medios económicos necesarios ni llegaron a alcanzar una buena organización, lo cual obligó a poner en marcha nuevos ensayos, como la creación de un cuerpo especial de policía a partir de los esfuerzos conjuntos del Ayuntamiento de Barcelona y de la Diputación Provincial. 67 Sobre la suspensión de las garantías constitucionales en todo el territorio nacional durante el período de la Restauración, véase el cuadro de González Calleja, 2000, 289-299.
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Para dirigirlo se contrató a un detective británico traído de Scotland Yard, Charles Arrow, que no hablaba español ni catalán. En poco tiempo –a partir de 1907– el nuevo cuerpo de policía resultó ser un gran fracaso.68 Mayor trascendencia tuvo la llamada Ley de jurisdicciones, presentada por el Gobierno Moret a finales de 1905, que también condenó a la emigración clandestina a muchos líderes obreros, sobre todo a los que defendían el anarquismo desde la prensa. El desencadenante de esta ley fue una caricatura publicada en la revista catalanista ¡Cu-cut! el 25 de noviembre de 1905, que inició una fuerte campaña de prensa posterior dirigida contra el ejército. Todo ello llevó al gobierno central a un distanciamiento en las relaciones con los regionalistas y a la aprobación de este texto, confirmando el afianzamiento de las posiciones de los militares en la esfera política española de principios del siglo XX. La ley de jurisdicciones colocó bajo competencia militar toda ofensa a la Patria, al honor a las Fuerzas Armadas y a sus símbolos.69 Huyendo de esta ley llegó a Cuba el ácrata español Francisco González Sola, después de haber sido procesado tres veces por ataques al ejército.70 Ese ambiente de nuevas persecuciones y control policial volvía a provocar otra etapa de respuesta caracterizada por la colocación indiscriminada de bombas, que no cesaría hasta finales de la primera década del siglo XX. Sin embargo, esta nueva fase terrorista poco tiene en común con la que se desarrolló hasta finales de la centuria anterior. Ahora se trataba de atentados que no tenían un objetivo concreto, eran artefactos que estallaban en cualquier lugar, en las calles, en los mercados..., sin que parecieran importar las víctimas. Además, por lo general, eran actos no reivindicados –en muy pocas ocasiones se atrapaba a los autores– y eran automáticamente condenados por todos los sectores, incluidos los anarquistas más radicales.71 68 Para mayor información sobre la cuestión, véase Núñez Florencio, 1983, 99-103. 69 Sobre el particular, ver Álvaro Dueñas, 1989, 265-283. 70 Más información sobre este emigrado español en nuestro apéndice documental. 71 Este tipo de terrorismo se desarrolló principalmente entre 1904 y el final de la década, alcanzando su punto culminante en 1907. Por todas esas características y por el descubrimiento de los servicios que el confidente Joan Rull y su familia prestaron en ese sentido para la policía, durante esos años, es común y aceptada la tesis de que fueron promovidos por la propia policía barcelonesa para provocar nuevas oleadas represivas que acabaran definitivamente con el movimiento obrero en la ciudad. Sobre este confidente y los interrogantes que surgieron en el juicio que se promovió contra él, véase Ullmann, 1972, 178-188.
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Tras la adhesión masiva de trabajadores al republicanismo defendido por Lerroux, a lo que se unió el ambiente viciado en Barcelona por los atentados y las bombas, las asociaciones sindicalistas se encontraron en estado ruinoso: muchos sindicatos –como ya se les llamaba entonces– se dispersaron, pasaron a la clandestinidad o simplemente desaparecieron, y no fue hasta el año 1907 cuando el movimiento obrero en Barcelona pudo celebrar un congreso local. En junio de ese año representantes de los obreros metalúrgicos, tipógrafos, panaderos, pintores y tenderos formaron una comisión que se reunió en la Secretaría General del Sindicato de Tenderos para conformar una federación municipal, que se llamaría Solidaridad Obrera y que en 1908 se transformaría en federación regional, abarcando a 112 sindicatos de trabajadores de toda Cataluña y llegando a tener unos 25.000 afiliados.72 Desde el principio esta asociación estuvo pretendida por anarquistas y socialistas que la convirtieron en su campo de batalla hasta que, tras una primera etapa de dirección socialista, los anarquistas de Solidaridad Obrera consiguieron que la organización cayera bajo influencia anarcosindicalista y pudieron celebrar un congreso el 13 de junio de 1909, en el que se aprobó la huelga general como táctica de lucha, siempre “dependiendo de las circunstancias”. Los conflictos que tuvieron lugar durante ese año en Barcelona recordaron a los que se dieron entre obreros y patronos de la industria textil a principios de siglo y que provocaron la huelga general de 1902. Cierre de una fábrica, despidos, anuncios de bajada de salarios..., ese era el ambiente que se vivía en la ciudad condal cuando el gobierno de Maura anunció, el 11 de junio de 1909, que los reservistas debían incorporarse al servicio militar en Marruecos. Entre los reservistas se hallaban muchos obreros catalanes. Pero para los trabajadores españoles la defensa del colonialismo que unos pocos habían comenzado en el norte de África, unido al hecho de que los que podían pagar se libraban del servicio, provocó protestas generalizadas, tanto de socialistas como de lerrouxistas y anarquistas, y sobre todo de las mujeres de la ciudad condal, logrando que las manifestaciones se extendieran del puerto al ferrocarril y a otros puertos vecinos, donde también se embarcarían reservistas. El 21 de julio El Poble Català llamaba a la 72 Datos tomados de Bookchin, 2000, 200. Un estudio más amplio sobre Solidaridad Obrera en Cuadrat, 1976, 157-285.
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huelga general en toda España. Se formó un comité de huelga en dos días y entre el 26 de julio y el 1 de agosto Barcelona vivió una insurrección a gran escala, los revolucionarios tomaron las calles ante el desplome del gobierno civil en la ciudad. Las líneas férreas fueron dinamitadas, de modo que la ciudad quedó aislada, hecho que, en realidad, significó la muerte de la insurrección. El gobierno central malinterpretó el aislamiento y difundió la imagen de que la insurrección obedecía a una táctica exclusivamente autonomista, de ahí que los trabajadores catalanes no tuvieran ningún apoyo de los obreros del exterior. La insurrección en Barcelona llegó a su fin cuando fue tomado por las autoridades el pueblo de Horta, el último bastión de la resistencia. El resultado fue de nuevo una feroz represión oficial, que acabó con 1.725 personas acusadas por los tribunales militares y 214 que lograron escapar a la persecución del ejército y nunca pudieron capturarlas. Entre todos los detenidos, 450 fueron juzgados y condenados a las más variadas penas de prisión, de los cuales 17 acabaron condenados a muerte y finalmente ejecutaron a cinco.73 Las ejecuciones no respondieron a ninguna pena en concreto sino que fueron elegidas por los militares por cada uno de los incidentes importantes acaecidos durante la insurrección. Asimismo la elección de las víctimas fue arbitraria. Uno de los ejecutados fue Francisco Ferrer i Guardia, que ni siquiera se encontraba en Barcelona cuando se produjeron los hechos. Nuevamente las irregularidades en el proceso contra los inculpados presidieron las sesiones, aportando falsos testigos, incluso muchos prisioneros acusados de graves delitos tuvieron la oportunidad de rebajar sus penas acusando a Ferrer.74 Como resultado de todo el proceso, el pedagogo catalán fue fusilado en el Castillo de Montjuich el 13 de octubre de 1909, no sin antes haber provocado multitud de manifestaciones en toda Europa, que intentaron hasta el último momento evitar la ejecución. Después de consumada la pena las manifestaciones se repitieron también en América, esa vez en protesta por el asesinato del pedagogo de Alella.75 73 Sobre los sucesos de la Semana Trágica, ver Ullmann, 1972, o Romero Maura, 1975, entre otros. 74 Más información sobre el Caso Ferrer, en De Cambra Bassols, 1981. 75 Sobre la repercusión del caso Ferrer en Europa, véase Robert, 1992, 61-82. Sus ecos en América pueden verse en los continuos reportes que los diplomáticos españoles enviaban al Ministerio de Gobernación en Madrid, existentes en AMAE, Fondo Política Interior, Serie Orden Público, Parte General, Leg. H 2752, 1909-1911.
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Después de esos sucesos los anarquistas fueron sometidos a mayor vigilancia y uno de los puntos de mira del gobierno fue la prensa libertaria. Muchas publicaciones fueron clausuradas y los directores, e incluso muchos de los redactores, enjuiciados y en algunos casos condenados a cumplir condena por delitos de imprenta. En ese caso se encontró el anarquista José Grau y Guardia, colaborador de los periódicos ácratas Espartaco, Tramontana y Tierra Libre, y de la revista Tierra y Libertad tras su reaparición durante el gobierno de Maura. Después de los sucesos de la Semana Trágica en Barcelona y el posterior proceso instruido contra Ferrer i Guardia, Grau siguió colaborando en la prensa ácrata, por lo que se instruyeron contra él doce procesos por delitos de imprenta. En uno de ellos, incoado por haber publicado una poesía –que no era suya– referente al fusilamiento del pedagogo catalán, fue sometido a Consejo de guerra y condenado a seis años de prisión. Para evitar cumplir la pena escapó a Francia, donde vivió primero en Cerbere y después en Burdeos, hasta que su compañero V. García, asiduo colaborador desde el país galo de algunos periódicos anarquistas como Tierra y Libertad de Barcelona o ¡Tierra! de La Habana, consiguió reunir los 200 francos que costaba el pasaje a Cuba gracias a una campaña de recaudación que inició en el periódico barcelonés y entre los ácratas de la Isla. En un artículo publicado sobre su expulsión se daban los siguientes datos biográficos sobre José Grau: “Ha vivido en Londres, París, Berlín y en parte de la América del Sur. No se impresiona por nada y parece ser uno de los más rabiosos sostenedores de las doctrinas anarquistas. Pregona que el obrero de Cuba es el que tiene más recursos; pero que vive con cien años de atraso. Hablando con nosotros –los periodistas– nos decía que había necesidad de organizar aquí el elemento anarquista en forma tal que en cualquier momento se pudiera contar con un grupo de fuerza positiva y de acción”. Grau permaneció en Cuba donde dirigió el periódico ácrata Vía Libre hasta que fue expulsado de la Isla el año 1911.76 76 Información sobre este emigrado español, en La discusión, martes 26 de septiembre de 1911. “Lista de los expulsados de esta Isla el 25 de septiembre de 1911”. AMAE, Fondo Política Exterior, Serie Cuba, Leg. H 2351, 1904-1913; Tierra y Libertad, Barcelona, 2 de noviembre de 1910, año VII, época IV, n. 35, 3; Tierra y Libertad, Barcelona, 7 de noviembre de 1910, año VII, época IV, n. 40, 3 y Tierra y Libertad, Barcelona, 20 de noviembre de 1912, año IX, época IV, n. 136, 3.
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Abelardo Saavedra Toro
Sebastián Aguiar Mateo
Juan Tur y Tur
Domingo Germinal
Juan Jerez Rodríguez
José Grau i Guardia
Franciso González Sola
Serafín Castrillón Mouriz
Ilustración 3. Anarquistas españoles en Cuba.
De esa forma quedaron establecidos los vínculos entre los anarquistas españoles y los trabajadores cubanos desde finales del siglo XIX. Pero, ¿quiénes eran los emigrados españoles que se establecieron en Cuba? Es decir, ¿de qué tipo de trabajadores estamos hablando? Para responder a esta pregunta estableceremos el perfil sociopolítico de los componentes de este grupo y lo compararemos con el del resto de emigrantes, con el fin de determinar las características que les convirtieron en los “intelectuales orgánicos” de su grupo, papel que les permitiría ejercer influencia en un sector en crecimiento en la nueva sociedad cubana: los trabajadores.
PERFIL SOCIOPOLÍTICO DEL EMIGRADO ESPAÑOL EN LA ISLA Retomamos aquí la utilización de los dos conceptos a los que hacíamos referencia en el inicio de este estudio que, lejos de expresar una mera diferenciación semántica, ayudan a advertir en toda su dimensión las características de la emigración española. Nos referimos a emigrante y emigra88
SEMBRANDO IDEALES. ANARQUISTAS ESPAÑOLES EN CUBA (1902-1925)
do. La comparación entre estos dos contingentes migratorios nos ayudará a establecer las particularidades de los segundos. Antes de continuar hemos de hacer una salvedad. El hecho de que estemos hablando de salidas clandestinas dificulta la labor de recuperación de este tipo de emigración. Esta circunstancia hace que tengamos que recurrir a la reconstrucción de las actuaciones de algunos de esos emigrados para establecer pautas generales de comportamiento. Al mismo tiempo, hemos de tratar con precaución la información existente sobre los líderes obreros ya que, en muchos casos, sus antecedentes penales están elaborados a partir de los informes policiales existentes y en no pocas ocasiones esos informes eran falseados, e incluso inventados, para poder justificar y llevar a cabo las persecuciones. Como hemos avanzado, las desigualdades sociales en España provocaron la salida libre de emigrantes en busca de un futuro mejor, pero también coadyuvaron a la marcha forzada de emigrados. En su éxodo de la Península, los emigrados políticos se beneficiaban del ejemplo de los emigrantes que les precedieron, así como del resto de ventajas de que disfrutaba el grueso de la emigración: fácil acceso a la información, a los puertos de embarque, el ejemplo de sus conciudadanos, entre otros factores que facilitaban la toma de decisión a la hora de abandonar España. Sin embargo, para este contingente de expatriados los datos resultan algo distintos al compararlos con el grueso de la emigración libre.77 En primer lugar, hemos de destacar que las principales zonas de emisión de anarquistas difieren en parte de las zonas de procedencia de los que emigraban libremente. Los anarquistas que llegaron a Cuba desde finales del siglo XIX procedían, en la mayoría de los casos, de regiones donde el credo libertario había arraigado con fuerza durante las décadas anteriores. Por ello, una de las que tiene un bajo porcentaje de emigración general, como Cataluña, fue, sin embargo, la principal emisora de anarquistas hacia la mayor de las Antillas durante los primeros años del siglo XX. En el mismo sentido, el número de emigrados que procedían del sur de España, especialmente de Andalucía, representaba un porcentaje mayor con respecto a los que partían libremente (gráfico 3). La razón de esas diferencias la encontramos en la ya mencionada represión gubernamental ejercida 77 Un estudio general sobre la emigración española a Cuba, en Naranjo Orovio, 1992b, 749-794.
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sobre los trabajadores en la Península, que como hemos visto fue más aguda en esas dos regiones. Gráfico 3. ANARQUISTAS ESPAÑOLES EN CUBA SEGÚN LA REGIÓN DE PROCEDENCIA
3500,0% 3000,0% 2500,0% 2000,0% 1500,0% 1000,0% 500,0% 0,0% 8,9% 13,3% 6,7% 5,5% 29% 21,1% 3,31% 5,5% 6,7% Regiones: Andalucía, Asturias, Canarias, Cast.León, Cataluña, Galicia, P. Vasco, P. Valenciá, Otras Fuente: Elaboración propia a partir de las listas de anarquistas españoles reconocidos por el gobierno cubano en 1912 y 1913. AMAE “Lista de los expulsados de esta Isla el 25 de septiembre de 1911”; Fondo Política Exterior, Serie Cuba, Leg. H 2351, 1904-1913; “Relación de anarquistas más peligrosos que residen en Cuba y a los que la policía considera acreedores a un castigo ejemplar”, de 27 de agosto de 1912; “Relación de anarquistas conocidos en Cuba”, de 9 de septiembre de 1913; Fondo Política Interior Cuba, Serie Orden Público, Leg. H 2753, 1911-1919; e “Informe confidencial de la Policía Secreta de La Habana sobre las personas que componen la redacción del semanario anarquista ¡Tierra!”. Fondo Política Interior, Serie Orden Público, leg. H 2753, 1911-1919.
Según podemos constatar en la representación anterior, sobresalen los anarquistas procedentes de Cataluña, con casi un 30% del total; les siguen los gallegos, con poco más del 20%, y detrás encontramos a asturianos con aproximadamente un 13% y andaluces con casi un 9%. Los canarios no alcanzan el 7% y por detrás quedan castellano-leoneses, vascos y valencianos, que no llegan a representar un 6 % en cada caso. La categoría “otras” engloba regiones muy variadas como Murcia, Aragón, Madrid o Baleares.78 78 Se trata de zonas englobadas en dos de las tres categorías que César Yáñez Gallardo establece para clasificar las regiones españolas según la intensidad de las salidas de emigrantes hacia América
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SEMBRANDO IDEALES. ANARQUISTAS ESPAÑOLES EN CUBA (1902-1925)
En segundo término, respecto de las características de este tipo de emigrados, destacaremos su sexo, edad, estado civil, profesión, así como su nivel de instrucción, comparadas con el grueso de la emigración a América. En términos generales, a Cuba llegaban en su mayoría varones jóvenes, solteros y en edad de trabajar, generalmente con un alto índice de menores de 20 años; además se trataba de un contingente con altas tasas de alfabetización, si las comparamos con el resto de la población española. Sin embargo, los anarquistas llegados de la Península no respondían a este perfil general. En la siguiente gráfica hemos utilizado grupos de edad diferentes de los que usualmente se emplean para determinar la capacidad laboral de una población concreta –hasta 14 años, entre 14 y 65 y de 65 en adelante–. Nuestra tipología adopta intervalos de diez años, que los reducen y multiplican las categorías empleadas y nos permiten obtener un perfil más definido de los emigrados, que se pueda relacionar con su grado de madurez y la correspondencia de éste con su experiencia política. En los datos obtenidos podemos comprobar cómo destacan sobre el resto los trabajadores comprendidos entre 26 y 45 años, lo cual difiere –como hemos apuntado– de las tendencias generales observadas. Se trata de hombres que habían nacido en las décadas finales del siglo XIX y, por ende, habían vivido en la Península los momentos en que el anarquismo fue adquiriendo arraigo. Y, precisamente, su participación activa y/o vinculación a estas actividades fue el desencadenante de su salida forzada.
entre las décadas finales del siglo XIX y las primeras del XX. Por un lado, existen regiones con niveles intermedios de emigración: entre las que destacan Baleares, Castilla-León, País Vasco y Cataluña; y del otro, regiones con altos niveles migratorios: Galicia, Asturias, Cantabria y Canarias. La última categoría incluye zonas con bajos índices de emigración como Castilla-La Mancha, Extremadura y Murcia, principalmente, y otras con unos niveles ligeramente superiores, entre ellas Aragón, La Rioja, Navarra, Valencia, Madrid y Andalucía. Esta última región alcanzó niveles altos en algunos períodos concretos, como en 1889 por efecto de las reclutas de emigrantes que hicieron los agentes de inmigración argentinos, especialmente en las provincias de Málaga y Cádiz, o entre 1911 y 1913. Hay que tener en cuenta que la emigración andaluza estaba más diversificada por estar también orientada al norte de África, sobre todo a Argelia. Yáñez Gallardo, 1996, 236-241.
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Gráfico 4. ANARQUISTAS ESPAÑOLES EN CUBA. GRUPOS DE EDAD
Fuente: Elaboración propia a partir de las listas de anarquistas españoles reconocidos por el gobierno cubano en 1912 y 1913. Las edades están calculadas para el año 1913. AMAE “Lista de los expulsados de esta Isla el 25 de septiembre de 1911”; Fondo Política Exterior, Serie Cuba, Leg. H 2351, 1904-1913; “Relación de anarquistas más peligrosos que residen en Cuba y a los que la policía considera acreedores a un castigo ejemplar”, de 27 de agosto de 1912; “Relación de anarquistas conocidos en Cuba”, de 9 de septiembre de 1913; Fondo Política Interior Cuba, Serie Orden Público, Leg. H 2753, 1911-1919; e “Informe confidencial de la Policía Secreta de La Habana sobre las personas que componen la redacción del semanario anarquista”. Fondo Política Interior, Serie Orden Público, leg. H 2753, 1911-1919.
Hemos omitido hacer los cálculos del índice de masculinidad porque todos los emigrados que componen las listas elaboradas por la Policía Secreta cubana son hombres. No aparecen en ellas anarquistas de sexo femenino. Esto no quiere decir que no hubiera mujeres ácratas, sobre todo si tenemos en cuenta que un alto porcentaje de estos emigrados, un 46%, estaba casado. Sí se refleja en las listas, en alguna ocasión, el nombre de las esposas de algunos de ellos, aunque en muy pocos casos se menciona que estuvieran comprometidas con esta ideología. Precisamente, el estado civil del grupo de emigrados fue otra de sus características distintivas. Dada su edad predominante –entre 25 y 45 años– resulta lógico que una parte importante hubieran formado una familia en la Península (Gráfico 5). Por ello la cifra de anarquistas que aparecen como casados difiere enormemente de la tendencia general del grueso de la emi92
SEMBRANDO IDEALES. ANARQUISTAS ESPAÑOLES EN CUBA (1902-1925)
gración española a Cuba, en la que el mayor porcentaje correspondía a hombres solteros –la mayoría de las veces esta cifra oscilaba entre un 70 y un 75%, alcanzándose el máximo en 1920 cuando un 90% de los inmigrantes españoles no eran casados–. En algunas ocasiones, estos emigrados viajaban con sus familias, por lo que, al ser expulsados de la Isla, se vieron forzados a abandonarlas, como ocurrió con el gaditano Abelardo Saavedra. Gráfico 5. ANARQUISTAS ESPAÑOLES EN CUBA. ESTADO CIVIL
Fuente: Elaboración propia a partir de las listas de anarquistas españoles reconocidos por el gobierno cubano en 1912 y 1913. AMAE “Lista de los expulsados de esta Isla el 25 de septiembre de 1911”; Fondo Política Exterior, Serie Cuba, Leg. H 2351, 1904-1913; “Relación de anarquistas más peligrosos que residen en Cuba y a los que la policía considera acreedores a un castigo ejemplar”, de 27 de agosto de 1912; “Relación de anarquistas conocidos en Cuba”, de 9 de septiembre de 1913; Fondo Política Interior Cuba, Serie Orden Público, Leg. H 2753, 1911-1919; e “Informe confidencial de la Policía Secreta de La Habana sobre las personas que componen la redacción del semanario anarquista ¡Tierra!”. Fondo Política Interior, Serie Orden Público, leg. H 2753, 1911-1919.
Otro rasgo de especial interés para establecer el perfil de los emigrados políticos fue su profesión. En este caso nuestra muestra abarca una tipología de oficios muy variada, en la que el último rango, calificado como “otras”, engloba distintas profesiones minoritarias y muy distintas. Si para el grueso de la emigración española general destacó por encima del resto el grupo de los jornaleros –en el caso particular de Cuba este predominio estuvo acompañado del crecimiento continuo de las profesiones liberales, aunque nunca llegaron a ser preponderantes–, nuevamente la comparación de los datos referidos a la emigración española general en 93
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Cuba con los obtenidos en nuestra gráfica corrobora la particularidad de los emigrados políticos. Gráfico 6. ANARQUISTAS ESPAÑOLES EN CUBA SEGÚN SU PROFESIÓN
Fuente: Elaboración propia a partir de las listas de anarquistas españoles reconocidos por el gobierno cubano en 1912 y 1913. Las profesiones se refieren a las que declaraban los anarquistas y que seguramente coincidían con las que ejercían en la Península. AMAE “Lista de los expulsados de esta Isla el 25 de septiembre de 1911”; Fondo Política Exterior, Serie Cuba, Leg. H 2351, 1904-1913; “Relación de anarquistas más peligrosos que residen en Cuba y a los que la policía considera acreedores a un castigo ejemplar”, de 27 de agosto de 1912; “Relación de anarquistas conocidos en Cuba”, de 9 de septiembre de 1913; Fondo Política Interior Cuba, Serie Orden Público, Leg. H 2753, 1911-1919; e “Informe confidencial de la Policía Secreta de La Habana sobre las personas que componen la redacción del semanario anarquista ¡Tierra!”. Fondo Política Interior, Serie Orden Público, leg. H 2753, 1911-1919.
Como podemos observar, poco más del 5% de los anarquistas reconocidos en la Isla tenían la categoría de jornaleros antes de abandonar la Península, porcentaje que respondería al número de inmigrados que ejercían realmente esta profesión. Lo más común entre los expatriados eran los trabajadores de oficios variados. Entre ellos destacaban los empleos relacionados con la construcción, que se dividían entre albañiles, carpinteros y pintores y suponían casi un 30% del total; les seguían las profesiones medias y del sector servicios, tales como dependientes, con más del 16%, y los tipó94
SEMBRANDO IDEALES. ANARQUISTAS ESPAÑOLES EN CUBA (1902-1925)
grafos con casi un 6%, lo que supone algo más de un 22% del total. Detrás, con poco más del 4% cada una, barberos, tabaqueros y zapateros. Por último, la categoría “otras” incluye ocupaciones muy diversas en las que igualmente destacan las profesiones medias y del sector servicios: médicos, fotógrafos, fundidores, cocheros, maestros, mecánicos, panaderos, químicos, veterinarios, pescadores, sastres y tejedores. En nuestra gráfica les corresponde un alto porcentaje, casi un 29%, no obstante no es comparable con el resto de montos por tratarse de un grupo muy heterogéneo. Aplicando la clasificación profesional que las estadísticas del IGE establecían, entre los obreros ácratas españoles encontramos las siguientes. Dentro de los trabajadores pertenecientes a la categoría de “industriales y artesanos” se distinguían dos grupos: el primero englobaba a los trabajadores del ramo de la construcción, como hemos visto el sector más numeroso, que se ocuparon de la reconstrucción después de la guerra de independencia. Las diversas obras civiles que se emprendieron durante esos años requirieron un buen número de albañiles, peones y carpinteros, tanto en las ciudades, donde el avance de la urbanización fue acelerado por los distintos gobiernos, como en el campo, donde la reconstrucción de los ingenios destruidos en la contienda, así como la edificación de nuevos centrales azucareros dio trabajo a muchos campesinos que también se empleaban en la siembra de los cañaverales. Todo lo cual se completó con la continuación de la red de ferrocarriles que desde finales del siglo XIX conectaba los distintos puntos de la Isla, así como de los puertos, principales puntos de embarque de mercancías de exportación; unas mejoras que constituyeron el principal soporte para el incipiente crecimiento económico cubano, acercando el azúcar a los principales mercados extranjeros. El segundo grupo estaba compuesto por aquellos artesanos y trabajadores en posesión de un oficio que se establecían de forma independiente en las ciudades y poblaciones cubanas, como era el caso de los tipógrafos, panaderos, sastres, tejedores, cocheros, mecánicos o zapateros. Lo mismo sucedía con los trabajadores de profesiones liberales entre los que se encontraban médicos, veterinarios, químicos o maestros. De entre todos estos oficios, los tipógrafos tenían una característica que iba a resultar fundamental porque, a la vez que trabajaban en la manufactura, adquirían una formación a través de la lectura que les capacitaría para ocupar una posición sobresaliente entre sus compañeros. 95
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Por último, los trabajadores del sector servicios –la mayoría, empleados del comercio– ocupaban un alto porcentaje entre los ácratas españoles en Cuba y desempeñaban en su mayor parte estos puestos de trabajo en las ciudades cubanas, sobre todo en La Habana.79 Tratando la información profesional en conjunto, podemos constatar cómo todas estas categorías revelan que los principales destinos de los ácratas españoles serían las ciudades, así como las poblaciones y los hinterlands de los ingenios azucareros. En ellos, aparte de las fábricas para el refinado y elaboración del dulce, en muchos casos se desarrollaban industrias secundarias y otros servicios complementarios con los que se completaba la fase agrícola, sectores productivos que demandaban igualmente trabajadores cualificados y del sector servicios.80 Por último, hemos querido destacar el nivel de alfabetización de los emigrados porque es una característica primordial en un grupo de individuos que ejercieron una labor de adoctrinamiento y proselitismo en los países de acogida. Al comparar los datos obtenidos en nuestra gráfica con los índices generales de alfabetización, un 52% de anarquistas con instrucción es un porcentaje considerable si se tienen en cuenta los índices de analfabetismo existes en la Península.81 Además, es probable que el porcentaje de anarquistas alfabetizados fuera mayor dada la importancia que los ácratas concedían a la “educación”. El hecho de que no aparezcan en las listas de la policía como instruidos no implica necesariamente que fueran analfabetos.
79 Todas estas categorías coincidían con los grupos profesionales que, desde las décadas anteriores, se federaban en España para crear asociaciones obreras con un marcado carácter anarquista. Los obreros metalúrgicos, tipógrafos, textiles, de la construcción, pintores, panaderos y tenderos, entre otros, eran quienes formaban parte de las federaciones anarquistas españolas. Ya los primeros grupos ácratas que se organizaron estaban compuestos por trabajadores de oficios entre los que destacaron los impresores, pintores y zapateros. 80 Igualmente estos datos se pueden relacionar directamente con la propia estructura ocupacional de las regiones españolas de procedencia. Ya hemos visto en el epígrafe anterior cómo la mayor parte de estos emigrados procedían de Cataluña, una de las regiones españolas más industrializadas. 81 En España a comienzos del siglo XX un 56,8% de la población española era analfabeta. Véase esta información en Piqueras, 1988, 180-186.
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Gráfico 7. ANARQUISTAS ESPAÑOLES EN CUBA CON INSTRUCCIÓN
Fuente: Elaboración propia a partir de las listas de anarquistas españoles reconocidos por el gobierno cubano en 1912 y 1913. AMAE “Lista de los expulsados de esta Isla el 25 de septiembre de 1911”; Fondo Política Exterior, Serie Cuba, Leg. H 2351, 1904-1913; “Relación de anarquistas más peligrosos que residen en Cuba y a los que la policía considera acreedores a un castigo ejemplar”, de 27 de agosto de 1912; “Relación de anarquistas conocidos en Cuba”, de 9 de septiembre de 1913; Fondo Política Interior Cuba, Serie Orden Público, Leg. H 2753, 1911-1919; e “Informe confidencial de la Policía Secreta de La Habana sobre las personas que componen la redacción del semanario anarquista ¡Tierra!”. Fondo Política Interior, Serie Orden Público, leg. H 2753, 1911-1919.
En conjunto, la interpretación de los gráficos anteriores, así como la comparación con el grueso de la emigración española en general, nos ayuda a definir el tipo de emigrados políticos que llegaron procedentes de España y se establecieron en Cuba durante las dos primeras décadas del siglo XX. A diferencia de la tendencia general –los emigrantes que llegaban a la mayor de las Antillas eran en su mayoría varones jóvenes, solteros y en edad de trabajar–, los datos obtenidos para la emigración política –sobre todo la edad y el nivel de instrucción– nos sugieren que se trataría de personas que habían alcanzado un alto nivel de madurez política en España, lo que demostrarían en las distintas actividades que emprendieron en la Isla. En muchos casos fueron individuos que destacaron en tareas relacionadas con la difusión del anarquismo, para lo cual necesitaban de una concienciación política e ideológica y un nivel de experiencia previos, que se completaba con una formación suficiente como para integrarse en las redacciones de las publicaciones ácratas. La dedicación profesional también fue decisiva por ser el factor que propició que estos emigrados se distribuyeran por los diferentes sectores productivos de la Isla. No menos 97
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importante fue su experiencia previa vivida en España que, como hemos visto, en su caso estaba estrechamente vinculada con el contexto de represión previo a su exilio, todo lo cual, unido a su grado de formación, favorecería su incidencia en los trabajadores cubanos, así como su eficacia en la transmisión de la doctrina ácrata. Si bien el aporte de estos emigrados no se puede evaluar desde el punto de vista teórico, sin embargo, adquieren especial relevancia desde el punto de vista práctico, porque fueron capaces de impeler a la acción no sólo a los militantes anarquistas de base, sino también a muchos otros trabajadores que se sintieron atraídos por el mensaje que transmitían y el proyecto que proponían. Por todo ello, la valoración de este tipo de emigración –al igual que ocurría con la emigración general– resulta positiva, al tratarse de un sector de población en edad productiva y con la formación necesaria adquirida en el país de origen, lo que contribuyó de forma directa al desarrollo económico de la mayor de las Antillas. Pero además porque las actividades a las que se dedicaron los emigrados, en la mayoría de los casos combinándolas con sus trabajos, las que a su vez les convirtieron en los “intelectuales orgánicos” de su grupo, incidieron de una forma directa en la vida de los trabajadores de la Isla, tanto nativos como extranjeros, como veremos a continuación.
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Capítulo II ANTECEDENTES: LAS PRIMERAS SEMILLAS A medida que se deslindaban los principios nacidos de la Primera Internacional en Europa y se conformaba el corpus doctrinario anarquista, se producía el traslado de estas ideas a los países americanos y, entre ellos, a Cuba. Esta conexión se mantuvo desde las décadas finales del siglo XIX a través de dos tipos de influencias: en un primer momento, gracias a la llegada a la Isla, tanto de líderes anarquistas, como de prensa y publicaciones libertarias, editadas principalmente en España. Después, a partir del asentamiento de aquellos emigrados españoles que fueron abandonando la Península de forma clandestina o forzada, así como de aquellos otros que decidieron instalarse en Cuba por voluntad propia. En todo este proceso resultaría fundamental el hecho de que esta influencia se produjera precisamente en el momento en el que estaban naciendo las organizaciones obreras en la mayor de las Antillas, por lo que los recién llegados encontraron un ambiente favorable, tanto para su instalación, como para la labor que posteriormente llevaron a cabo. A todo ello se sumaron unas condiciones internas específicas en la propia Isla que favorecieron el crecimiento del ideal y conectaron con la propuesta libertaria. LOS ORÍGENES DEL “IDEAL” EN LA PERLA DE LAS ANTILLAS Las asociaciones formadas por sectores subalternos en Cuba no eran un fenómeno totalmente nuevo en el siglo XIX. Los antecedentes del asociacionismo popular se encuentran en los Cabildos de nación, asociaciones de esclavos de color de una misma etnia o tribu que se reunían con la finalidad de celebrar sus fiestas. Fueron creados en época colonial con la inten99
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ción de fomentar la diferenciación étnica y tribal que evitase la unidad de los esclavos, un grupo social cada vez más numeroso que representaba un potencial peligro para las autoridades coloniales. Con el tiempo, algunas de estas asociaciones culturales devinieron en sociedades de socorros mutuos.1 Durante el siglo XIX se extendieron entre el colectivo hispano de la Isla sociedades –la primera data de 1841– que perseguían el sostenimiento de sus miembros, con unos objetivos claros basados en la beneficencia, el mutualismo, la asistencia médica, el recreo o la instrucción. Se trataba de asociaciones segregadas racialmente, generalmente de artesanos blancos, y circunscritas a pequeñas poblaciones o barrios de la ciudad. Al igual que estaba ocurriendo en la Península, este tipo de asociacionismo mutualista comenzó a generalizarse a medida que se producía la disolución del Antiguo Régimen y, en lo que respecta a las asociaciones de trabajadores, este hecho tuvo comienzo en 1836 con la abolición del sistema gremial.2 A partir de entonces, Cuba vivió una reestructuración en sus sistemas productivo y económico fruto del desarrollo del capital financiero y los avances tecnológicos. Hacia la década de 1870 el sistema esclavista entró en decadencia y el paso de esclavos a asalariados constituyó el cambio más importante de tipo social y político producido en la Isla en la segunda mitad del siglo. En el nuevo contexto, para rebajar los costes de producción se debían adaptar las modalidades de producción a las nuevas formas jurídicas, sin que ello significara la depreciación del beneficio que les reportaban sus actividades. Por ello la esclavitud, que era el modelo de relación laboral que más beneficiaba a la elite socioeconómica cubana, sirvió de referencia para establecer las condiciones laborales de los trabajadores sujetos a contrata.3 El sector tabacalero constituía entonces la única industria cubana capaz de aglutinar en su seno a las asociaciones de obreros –la azucarera estaba muy dispersa y relegada al campo, lo que dificultaba la organización de los trabajadores del dulce–. Además, era un sector productivo concen1 Fernández Robaina, 1990, 6-7. 2 Sobre el nacimiento de las organizaciones mutualistas en Cuba, véase Guerra López, 2002, 88103. Para ampliar la información sobre los orígenes del asociacionismo subalterno o popular en España, ver Castillo (ed.), 1994. 3 Sobre las estrategias adoptadas por los productores en Cuba para adaptarse a las nuevas relaciones sociolaborales, véase Casanovas Codina, 2000, 67-74.
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trado en La Habana y algunas poblaciones aledañas, en el que se produjeron importantes cambios a finales del siglo XIX motivados por la concentración de la producción en el sector exportador y la penetración de capital foráneo. Esto provocó la aparición de fábricas y la especialización de los trabajadores manuales. Así, los encargados de la escogida, el despalillo y la mezcla de la rama se fueron especializando en oficios como el de tabaquero de primera y el escogedor de tabacos. También se convirtieron en oficio las labores de anillado y fileteado, o el “bonche de la tripa”, que constituyó una nueva categoría de trabajo poco cualificado. Igualmente la figura del aprendiz se generalizó desde mitad de siglo, cuando la Sociedad Económica de Amigos del País fundó una escuela de aprendices. Al mismo tiempo, frente a las fábricas de tabaco que surgían vinculadas al capital extranjero, continuaban activas las pequeñas producciones domésticas constituidas por chinchales y torcedores independientes que rivalizaban con los trusts en el abastecimiento del mercado interno. En ese contexto, fueron surgiendo entre los obreros tabaqueros asociaciones destinadas a la ayuda de sus miembros, que comenzaron siendo sociedades de socorros mutuos organizadas tras la crisis que sacudió al sector a mediados de 1850, cuando aumentaron las tarifas arancelarias norteamericanas y dejaron sin trabajo a una tercera parte de los tabaqueros cubanos. Estas primeras agrupaciones obreras fueron exclusivamente para hombres blancos y en general para trabajadores cualificados que nacieron en el seno de un emergente movimiento reformista, moderado y alejado de cualquier radicalismo, liderado por el asturiano Saturnino Martínez. Llegado muy joven a Cuba, Martínez trabajó como tabaquero y entró a formar parte de la Sociedad Económica de Amigos del País. En 1865 fundó el periódico La Aurora: Periódico semanal dedicado a los artesanos. La Aurora fue la primera publicación obrera en Cuba, que se editó hasta avanzado el año 1868, desde donde el asturiano abogaba por la instrucción y la mejora de las condiciones del obrero, para que con ello lograran un mayor respeto por parte de los patronos. Martínez no proponía cambios radicales; su programa consistía en alcanzar mejoras para los trabajadores en el seno del sistema colonial. Para ello, su propuesta giraba en torno a dos principios: a) la colaboración directa con las autoridades para resolver los problemas que afectaban a los trabajadores, sin cuestionar, por tanto, el poder establecido; y b) la solución de los conflictos sociales de forma gradual y 101
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dentro del marco institucional, a través de la aprobación de un corpus legislativo adecuado. Esta postura se entiende porque Saturnino Martínez formaba parte de la comunidad de españoles acomodados y, entre ellos, de aquellos asturianos que apoyaron al gobierno colonial en las guerras de emancipación para asegurar el mantenimiento de sus posiciones. Por ello, tras la Guerra de los Diez Años, con el auge que comenzaron a tener las ideas anarquistas, el líder de los tabaqueros se retiró de la escena pública y gremial.4 Hasta entonces, con el apoyo reformista, el artesanado movilizó a los trabajadores urbanos, sobre todo a los obreros tabaqueros, para luchar por la mejora de las condiciones laborales y la transformación del sistema colonial. Las dos primeras huelgas industriales del siglo XIX fueron proclamadas en agosto de 1865 en dos fábricas de tabaco, la de Hija de Cabañas y Carvajal y la de El Fígaro, aprovechando la política de movilización obrera que predicaba el reformismo. Ambos paros respondieron a la intención de los fabricantes de rebajar los jornales de los trabajadores a pesar del aumento que se había manifestado en las exportaciones desde 1860, pero en el fondo de la cuestión se hallaba “el derecho de los trabajadores a la negociación colectiva”.5 Estas primeras manifestaciones obreras lograron sobrevivir a la Guerra de los Diez Años para retornar con fuerza tras la Paz del Zanjón. Si bien el conflicto supuso un freno para su desarrollo, tanto por la política represiva que las autoridades coloniales pusieron en práctica, como por la emigración forzosa a que se vieron abocados muchos de los obreros tabaqueros que marcharon a Estados Unidos y a México principalmente; sin embargo, en el contexto de la guerra, y sobre todo después de finalizada, surgieron gremios en defensa de los intereses de los trabajadores pertenecientes a los oficios cualificados y mejor pagados. El primero de ellos fue el Gremio de Escogedores, fundado en el año 1872. Posteriormente, y aprovechando las reformas políticas que siguieron a dicho Tratado de Paz y la decadencia del aparato represivo colonial, se crearon asociaciones similares en otros oficios de la industria, como la Unión de Rezagadores de 1880 o el Gremio de Fileteadores de 1886, todos ellos radicados en la capital. También en los 4 Sobre la comunidad asturiana en Cuba y el apoyo que le prestaron al gobierno español durante las guerras de independencia, véase, Uría González y otros, 1994. 5 Casanovas Codina, 2000, 93.
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pueblos tabacaleros más importantes de los alrededores de La Habana se organizaron en las décadas finales del siglo XIX diferentes asociaciones de trabajadores, como el Gremio de Tabaqueros de Cienfuegos o el de Santa Clara, ambos de 1888.6 En ese mismo contexto el gobierno colonial no pudo evitar que llegara a Cuba la influencia de la AIT. Por miedo a que los soldados llegados de la Península introdujeran el socialismo en Cuba, las autoridades de la Isla iniciaron una campaña de desprestigio de esas ideas a través de la prensa que, paradójicamente, obtuvo un resultado contrario. Si los “horrores” de las propuestas de Marx y Bakunin provocaban terror entre las clases pudientes, por el contrario, encontraban afinidad entre los trabajadores.7 Todo ello provocó que desde el final de la guerra la conflictividad laboral aumentara constantemente, fortaleciéndose la capacidad negociadora de los trabajadores que pertenecían a las sociedades obreras emergentes que en la capital cubana ya se estaban extendiendo a otros sectores productivos además de los tabaqueros. En febrero de 1879 y en septiembre de 1881 los cocheros de alquiler de La Habana se declararon en huelga. En los años siguientes los paros alcanzaron a los tabaqueros, al sector del ferrocarril y a los sastres de la capital. Paulatinamente la situación se recrudeció sobre todo en el sector tabacalero. Entre 1880 y 1900 sólo en La Habana se desarrollaron 7 huelgas protagonizadas por los cocheros, 20 en el ramo del tabaco, 3 de trabajadores del puerto y otras tantas variadas protagonizadas por sastres, ferroviarios, toneleros, etc. Fuera de La Habana la conflictividad laboral alcanzaba a poblaciones como Matanzas, Guanabacoa, Cárdenas o Cienfuegos, entre otras.8 En la década siguiente, los efectos del cese de la trata de esclavos, más evidentes desde 1867, así como la abolición oficial de la esclavitud sancionada en 1886, motivaron la entrada continua de inmigrantes desde la Península, quienes conformarían el excedente de fuerza de trabajo que aten6 La diversificación de la industria tabacalera cubana y los inicios del asociacionismo de base gremial, como se conoce en Cuba al asociacionismo corporativo o de oficio, en Stubbs, 1989, 99-138. Un buen estudio sobre las reformas que siguieron a la guerra de 1868-1878, en Roldán de Montaud, 2000. 7 Sobre la censura en la prensa y las diferentes etapas de represión en Cuba durante el período colonial, véase Casanovas Codina, 2003, 13-42. 8 Una relación de las principales huelgas llevadas a cabo en Cuba entre 1879 y 1900, en Instituto de Historia del Movimiento Comunista y de la Revolución Socialista en Cuba, 1981, 88-91.
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dería la demanda de brazos y abarataría los costes de producción. Con ellos llegaban también a la colonia folletos y publicaciones impresas, principalmente en España, que defendían las ideas socialistas con una marcada influencia anarcosindicalista. Los nuevos lazos establecidos entre España y su colonia, así como el contexto social y político surgido de la Paz del Zanjón, contribuyeron a que, a partir de la década de 1880, comenzaran a predicarse abiertamente las ideas ácratas vinculadas estrechamente con el anarquismo español, principalmente con el catalán.9 Desde entonces la difusión de esta ideología en Cuba se haría a través de dos estrategias fundamentales: la primera, encaminada a favorecer la organización de los trabajadores, lo cual se conseguiría a partir de la creación de nuevas organizaciones obreras, o bien de la reorientación de las existentes; y la segunda, vinculada a su difusión, a partir de la edición y distribución de publicaciones de inspiración libertaria; dos actividades en las que destacaron los ácratas extranjeros. No obstante, como ha demostrado Joan Casanovas, la influencia externa no fue ni la única ni la principal causa del arraigo del anarquismo en la Isla. En esos primeros años, los propagandistas más populares e intelectualmente más preparados eran criollos. Destacaron, entre otros, Enrique Roig San Martín, Enrique Creci y Enrique Messonier. Exceptuando los líderes ácratas llegados de la Península, lo más frecuente fue que los inmigrantes españoles se contagiaran allí del ideal libertario, circunstancia que, como veremos a continuación, se mantuvo también como una constante tras la emancipación de la mayor de las Antillas.10 Al igual que había ocurrido en las décadas de 1860 y 1870 en la Península, y a diferencia de los líderes obreros reformistas que como Saturnino Martínez pertenecieron en un primer momento a la masonería, Roig, Messonier o el español Valeriano Rodríguez, entre otros líderes anarquistas, aparecen en sus orígenes vinculados a los grupos republicanos más 9 Recordemos que Cataluña era la región española, junto con Valencia y Andalucía, donde el anarquismo estaba prendiendo con más fuerza y, precisamente, era también la zona de la Península que mayores vínculos comerciales mantenía con Cuba. Esta conexión perduraría después de la independencia y, como hemos visto, la llegada de anarquistas desde Cataluña se mantendría en las primeras décadas del siglo XX. 10 Casanovas Codina, 2000, 14. La mayor parte de las ideas expuestas en este epígrafe respecto de los factores que en las décadas finales del siglo XIX favorecieron el arraigo y crecimiento del anarquismo entre los trabajadores de Cuba están extraídas principalmente de este texto. Para nosotros han resultados fundamentales los capítulos 6, 7 y 8.
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radicales. Sin embargo, a pesar de que el socialismo de base marxista se difundió en Cuba igualmente durante la década de 1870 a través de la publicación de las teorías de Marx en la prensa de la Isla, la creencia en el seno de las organizaciones obreras de que la organización de un partido obrero sólo serviría para dividir a la clase trabajadora frustró el intento de creación de un partido republicano-socialista en el año 1881, lo cual incidiría directamente en el arraigo del anarquismo por cuanto para entonces la “inoperancia” que algunos de los sectores de los trabajadores advertían en las propuestas reformistas les estaba orientando hacia posturas más radicales y funcionales. Como veremos más adelante también, este sentimiento seguiría vigente tras la última guerra de independencia, lo que mermó, entre otras razones, la capacidad del prosperar de los distintos partidos socialistas que fueron naciendo.11 Ya en 1879 se conformó en La Habana la Junta Central de Artesanos, conocida después como Junta Central de Trabajadores, bajo la dirección del tipógrafo y tabaquero asturiano Valeriano Rodríguez. Este inmigrante había llegado a Cuba procedente de Nueva York, donde había trabajado durante la década de 1870. Se instaló en La Habana tras la Guerra de los Diez Años y entró a formar parte de las organizaciones obreras más importantes, llegando a ser presidente del Gremio de Obreros y del Centro de Artesanos. Murió en enero de 1883 y fue sustituido en la presidencia de este último por el cubano Enrique Messonier Álvarez.12 De clara inspiración anarquista, en la Junta se agrupaban las sociedades obreras existentes en La Habana, tanto de carácter mutualista y benéfico, como las que luchaban por una mejora en la situación económica de los trabajadores. En 1882 Enrique Roig San Martín fundó el Centro de Instrucción y Recreo de Artesanos en Santiago de las Vegas, provincia de La Habana, sociedad que se convirtió en núcleo difusor y propagandista de las ideas anarquistas y en el principal detractor del reformismo en Cuba a partir de la edición desde el año siguiente del periódico El Obrero.13 Desde entonces y hasta su muerte, ocurrida en 1889, este tabaquero criollo –de padre
11 Los vínculos de los líderes cubanos con el republicanismo radical y el fracaso del partido republicano socialista en Cuba, en Ibídem, 173-179. 12 Sobre Valeriano Rodríguez, véase Estrada Morales, 1892. 13 Toro González, 1969, 48.
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cubano y madre mexicana– se convertiría en uno de los máximos exponentes del anarquismo en la mayor de las Antillas.14 Al mismo tiempo, comenzaron a publicarse otros periódicos de esta tendencia, entre los que destacaban El Obrero de Cienfuegos, representante de la Sociedad Tipográfica y órgano oficial de la sociedad El Artesano y del Gremio de Tabaqueros, que fue impreso a partir de 1884 y dirigido por el tipógrafo cubano Pablo L. Rosseau; o El Artesano, que empezó a editarse en La Habana en 1885 a instancias del líder de los tipógrafos, Eduardo Pineda. Pero, sin duda, el periódico ácrata de mayor difusión en Cuba en esos años fue El Productor: Semanario consagrado a la defensa de los intereses económico-sociales de la clase obrera. Fue fundado en 1887 por Enrique Roig San Martín, quien lo dirigió hasta su muerte. En él se reproducían los trabajos de su homónimo editado en Barcelona y se criticaban las condiciones de vida y de trabajo de los obreros cubanos, así como la opresión a que estaban sometidos y, al mismo tiempo, se abogaba por la formación de una conciencia internacionalista entre los trabajadores. De España se recibían los principios expuestos en el Segundo Congreso Obrero Regional de la Federación de Trabajadores de la Región Obrera Española, celebrado el 24 de septiembre de 1882 en Sevilla. La propaganda lanzada en ese congreso y otra serie de folletos relativos al anarquismo y la revolución llegaron a Cuba a través del semanario español La Tramontana, publicación ácrata dirigida por el catalán José Llunás, que se enviaba a La Habana y que tenía como destino el Centro de Instrucción y Recreo de Artesanos de Santiago de las Vegas, que ese mismo año había fundado Enrique Roig San Martín. Desde allí se distribuían al resto de poblaciones tabaqueras próximas, tales como San Antonio de los Baños, Alquízar y Batabanó.15 Otros difusores del anarquismo llegaban igualmente desde la Península. El periódico La Razón, en su edición de 25 de noviembre de 1883, daba cuenta de la estancia en la Isla de un anarquista catalán, de Granollers, de oficio molinero, que de camino a México hizo escala en La Habana y
14 Sobre el líder obrero cubano y el periódico El Productor, véase Pérez Chávez, 1965, 41-77. 15 Instituto de Historia del Movimiento Comunista y de la Revolución Socialista en Cuba, 1985, 45-49.
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dejó periódicos anarquistas publicados en Barcelona, como la Crónica de los Trabajadores de la Región española.16 Al año siguiente arribaba a Cuba otro catalán, Valero Bardejí, anarquista que huía de la represión del gobierno. Éste, poco después de su llegada, estableció contacto con Enrique Messonier y participó en la organización de pequeños grupos ácratas clandestinos –de unos 19 miembros–, creados a imagen de los que se organizaban en la Península desde 1868, que se reunían cada vez en lugares distintos para evitar ser descubiertos por las autoridades coloniales.17 Paralelamente a la fundación de periódicos se organizaban en la Isla nuevas asociaciones obreras que se apoyaban en los principios ácratas. Desde la Junta Central de Artesanos y las páginas de El Productor se estaba fomentando la creación de gremios y se aconsejaba la unión de los trabajadores, todo ello con el fin de reorientar y aglutinar a los obreros en un ideario y unos objetivos comunes, centrados en la doctrina libertaria. En 1885 se fundaba el Círculo de Trabajadores de La Habana, que nacía con la intención de facilitar un espacio donde los obreros recibieran instrucción a partir de la creación de escuelas laicas, bibliotecas, etc. Entre los propósitos del Círculo se encontraba también el de inculcar a los obreros el deseo de organizarse, alejándolos de la política y acabando con toda noción de raza, nacionalidad y jerarquía, al tiempo que extender en Cuba los principios del anarco-colectivismo español.18 Una comisión integrada por cuatro de los miembros anarquistas del Círculo comenzó una gira por toda la Isla para fomentar entre los trabajadores la creación de sociedades obreras unitarias semejantes a la de la capital. Al propio tiempo, alentaron la creación de grupos secretos al estilo de los que desde años anteriores estaban naciendo en España. Entre los promotores del Círculo de Trabajadores destacaron, al lado de los líderes anarquistas cubanos Pedro Rodríguez, Enrique Messonier y Enrique Creci, los españoles Gervasio García Purón, Maximino Fernández y Eduardo González Bobés.
16 Casanovas Codina, 2000, 171. 17 Instituto de Historia del Movimiento Comunista y de la Revolución Socialista en Cuba, 1985, 55. 18 El Manifiesto-Programa del Círculo de Trabajadores de La Habana, en Instituto de Historia del Movimiento Comunista y de la Revolución Socialista en Cuba, 1981, 49-52.
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Maximino Fernández nació en Asturias y emigró a Cuba donde entró en contacto con las ideas libertarias. Fue presidente de la Junta Central de Artesanos y después secretario del Círculo de Trabajadores. Tomó parte en numerosas huelgas y en el Congreso Obrero que se llevó a cabo en 1892. Tras la guerra de 1898 abandonó sus ideas y se retiró de las luchas obreras. Muy parecidos fueron los comienzos de Eduardo González Bobés. También asturiano, llegó a Cuba para trabajar en la fábrica de tabaco Flor de Cuba donde, al igual que su compañero, entró en contacto con las ideas anarquistas. Del mismo modo, participó en el Congreso de 1892 y en el período republicano abandonó estas ideas para entrar a formar parte de la política del momento. Estos ejemplos nos ilustran y corroboran lo sostenido con anterioridad sobre un hecho que fue bastante común en la Cuba de la década de 1880 y que veremos repetido a partir de entonces: la mayor parte de los inmigrantes españoles que llegaron a partir de entonces a la mayor de las Antillas se contagiaron allí de las ideas libertarias. Otro español, el anarquista y tabaquero, asimismo asturiano, Gervasio García Purón, que ya había colaborado con Enrique Roig San Martín en Santiago de las Vegas, integraba igualmente la directiva del Círculo de Trabajadores. En noviembre de 1887 se organizó el llamado Primer Congreso Obrero al que asistieron varios gremios y asociaciones obreras, fundamentalmente de la capital. Con el fin primordial de conseguir la unión y organización de toda la comunidad obrera de la Isla, en él se llegó a una serie de acuerdos de una clara influencia anarquista, entre los que destacaban la organización federativa según el modelo de la Federación Regional Española de tendencia bakuninista, la neutralidad en materia política y religiosa y la necesidad de alcanzar la emancipación económico-social para la clase trabajadora.19 Dos años después, en 1889, Enrique Roig San Martín publicaba su artículo “¡O pan o plomo!” en El Productor del 23 de junio, donde hacía un llamamiento a los obreros cubanos a solucionar su situación de explotados, guiados por la ideología socialista. En esos años al anarquismo en Cuba, como en Europa, se le conocía como “socialismo revolucionario”, 19 El dictamen del Congreso Obrero de 1887, en Ibídem, 53-59.
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término que había surgido después de la Comuna de París de 1871 para denominar a los internacionalistas más radicales. También participaron los ácratas en el Congreso Regional Obrero que se celebró en La Habana en 1892. Las sesiones comenzaron en el local del Centro Gallego el día 16 de enero, con la asistencia de delegados de cinco provincias cubanas excepto de Oriente, y fue suspendido por las autoridades coloniales cuatro días después de su apertura. Las cinco sesiones que pudieron celebrarse fueron presididas por el español Maximino Fernández, quien había sustituido en el liderazgo de los obreros al fallecido Enrique Roig San Martín. Entre sus reivindicaciones se encontraban la jornada laboral de ocho horas, la defensa del socialismo revolucionario, el modelo federativo para la organización de la clase obrera, el individualismo como forma de lucha y la independencia de Cuba. Además, aunque no se pudieron tratar a fondo por la suspensión de las sesiones, se incluían entre las discusiones el trabajo femenino, la protección de la infancia y la discriminación racial.20 En este Congreso se materializó la división definitiva entre el anarquismo cubano y el español. Sobre el tipo de organización más conveniente, tema que fue discutido en la tercera sesión, el presidente Maximino Fernández, enfrentándose a la mayoría de los dirigentes del Círculo de Trabajadores, era partidario de seguir el modelo federativo establecido en la Península años antes por la extinguida Federación de Trabajadores de la Región Española. Por el contrario, Enrique Creci y Enrique Messonier, apoyados por algunos compañeros, entre ellos Eduardo González Bobés, Sandalio Romaelle, Ramón Villamil y Cristóbal Fuentes, preferían seguir el modelo propuesto por la Organización Anarquista de la Región Española (OARE) establecida desde 1888 también en la Península, durante el Congreso Regional que se celebró en Valencia para sustituir a la extinta FTRE. En la nueva organización se pretendía dar cabida tanto a los partidarios del anarcocolectivismo, como a los anarcocomunistas. Según ese modelo, proponían crear una red de grupos anarquistas por toda la Isla vinculados entre sí a través de sindicatos y de centros culturales, a partir de los cuales poner 20 Como veremos en el siguiente epígrafe, la dureza y represión que las autoridades coloniales ejercieron sobre los trabajadores ayudó a reorientar la primigenia postura anarquista acerca de la independencia de la mayor de las Antillas. El Manifiesto del Congreso Obrero de 1892, en Ibídem, 75-85.
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en práctica tácticas de “propaganda por el hecho” y continuar la labor revolucionaria. La posición de Fernández salió vencedora y a ello ayudaron dos razones principales. Por un lado, a diferencia de lo que ocurría en España, no era necesario en la Isla encontrar un consenso entre anarco-colectivistas y anarco-comunistas que habrían necesitado de una organización como la OARE para dar cabida a las nuevas tendencias ácratas favorables al uso de la “propaganda por el hecho”. En realidad, en Cuba en los últimos años de la década de 1890 no se hacía “distinción de comunistas ni colectivistas, basta que el que desee formar parte en él (los grupos ácratas formados) profese el principio que creemos fundamental, nos basta que sea anarquista para que tenga en él cabida. No es porque no demos importancia a la parte económica, sino porque juzgamos prematuro y fuera de lugar el dogmatizar sobre ella, tanto más si ello ha de ser causa de desunión y antipatía entre individuos que anhelan llegar a un mismo fin”.21 Por otro lado, la separación existente entre los trabajadores urbanos y rurales, mantenía separado del movimiento obrero al sector en el que más influencia podría haber tenido la corriente anarco-comunista, el bracero del campo. El aumento de la conflictividad laboral provocaba a partir de la década de 1890 el recrudecimiento de la represión gubernamental contra el movimiento obrero, de la que el General Polavieja sería el mayor exponente, y que acabaría con la desaparición del Círculo de Trabajadores, de la Alianza Obrera y de numerosos gremios de toda la Isla. Esta última organización había surgido después de la oleada de huelgas que tuvo lugar en el sector tabacalero durante el año 1887. Seguía las orientaciones del grupo de anarquistas que formaban El Productor, Enrique Creci, Enrique Messonier y Enrique Roig San Martín, y defendía la creación de una sola federación de trabajadores –la anhelada Federación de Trabajadores de la Región Cubana– que agrupara a todos los tabaqueros independientemente de su ideología. Varios peninsulares formaban también parte de la Alianza, entre ellos José González Aguirre y Cristóbal Fuentes.22
21 Así se exponía a El Productor de Barcelona en una “Carta de Cuba” enviada desde la Isla en febrero de 1889. El Productor, Barcelona, 22 de marzo de 1889, n. 136, 2. 22 Para contrarrestar el auge de la Alianza, la Unión de Fabricantes de Tabaco creó un sindicato, la Unión Obrera. Las anteriores ideas, en Casanovas Codina, 2000, 256-257.
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No obstante este ambiente represivo, los obreros de La Habana pudieron fundar, tras el cierre del Círculo de Trabajadores, una nueva organización obrera en 1893 conocida como Sociedad General de Trabajadores, liderada por el anarquista y ex dirigente del Círculo Sandalio Romaelle. A finales de ese año llegaba a Cuba Pedro Esteve, anarquista y uno de los líderes obreros españoles más comprometidos. Había sido director de El Productor de Barcelona en 1888. Cuatro años después llevó a cabo, junto con Enrico Malatesta, una intensa campaña de propaganda de las ideas ácratas por toda España, por lo que fue perseguido y tuvo que escapar a Nueva York. Allí formó parte de la redacción de El Despertar, periódico editado por los ácratas tabaqueros cubanos desde el que pudo entrar en contacto con la realidad laboral de la Isla. En la Conferencia de Chicago celebrada en 1893, Esteve fue escogido para representar a los anarquistas de España y Cuba y viajó a esta última para informar de los acuerdos tomados. Durante los cuatro meses que permaneció en la mayor de las Antillas dio conferencias en centros obreros de La Habana y entró en contacto con los líderes anarquistas más destacados. La persecución policial que a inicios de 1894 emprendieron las autoridades coloniales le obligó a escapar hacia Florida. Desde entonces, Esteve, como sostiene Joan Casanovas, simbolizó el puente de enlace entre el anarquismo español, cubano y norteamericano.23 Precisamente los vínculos entre los trabajadores de Cuba y Estados Unidos se estrecharon durante la década de 1890 a través de los emigrantes, tanto criollos como españoles, asentados en el país norteamericano. Desde comienzos de ese año el desempleo masivo que afectó a la industria tabacalera cubana obligó a muchos de los obreros a emigrar al sur de Estados Unidos, en su mayoría a Tampa, Cayo Hueso, Florida y en algunos casos a Nueva York. Allí se habían establecido desde mediados de siglo muchos otros tabaqueros, que habían llegado procedentes de Cuba tras la subida de aranceles decretada por las autoridades coloniales, que dejó en clara desventaja al producto cubano en el mercado de exportación. Como veremos a continuación, estas comunidades resultarían fundamentales durante la última guerra de independencia. 23 Sobre este líder obrero, véase Casanovas Codina, 1992, 18-22; y para ver los acuerdos tomados en la Conferencia de Chicago, Esteve, 1900.
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Asimismo, la represión emprendida por el gobernador Camilo Polavieja hizo virar a los trabajadores hacia posiciones separatistas, por ello, como veremos también, durante la guerra de independencia de 1895 a 1898, igualmente la mayor parte de los anarquistas apoyaron al Ejército Libertador. Hasta entonces el nacimiento de las organizaciones obreras en Cuba estuvo vinculado exclusivamente al sector urbano. La realidad del sector manufacturero y el sistema esclavista, con sus posteriores reminiscencias en el agro, impidieron su expansión a las zonas rurales. Tanto la esclavitud como el patronato puesto en marcha tras su abolición, unido al sistema represivo creado por las autoridades para controlarlo, privaron a los trabajadores del campo del contacto con sus compañeros de la ciudad, así como de la llegada de las publicaciones procedentes del exterior. Por ello, el conocimiento de este tipo de ideas a través de la lectura de folletos, periódicos y libros quedó relegado a los sectores obreros de las ciudades, y sobre todo a los tabaqueros, donde era habitual la figura del lector, y también a los trabajadores del sector gráfico que comenzaban a organizarse de la mano de los anarcosindicalistas. Asimismo, los obreros de los muelles conocieron los acontecimientos e ideologías internacionales por las tripulaciones de los barcos.24 Pero, si bien relegado a la ciudad, el anarquismo prendió con fuerza entre los obreros a finales del siglo XIX y desde entonces rivalizó con el reformismo para atraer a su causa a los trabajadores de la Isla.25 Cabe entonces preguntarse por qué si esta corriente de pensamiento no fue la única, sin embargo pasó a liderar las principales luchas obreras y fue capaz de sustituir al reformismo vigente con anterioridad entre los trabajadores. Varios fueron los factores que se conjugaron para ayudarla a prosperar entre los obreros de Cuba.
24 “La lectura de folletos y de todo tipo de publicaciones empezó en las tabaquerías cubanas y en su influencia, posiblemente, tuvieron parte los trabajadores españoles porque ésta era una práctica usual en las industrias de la Península”. Toro González, 1969, 43. Sobre este tema, véase también Rivero Muñiz, 1951, 185-258. 25 Sobre las diferencias entre anarquismo y reformismo durante la época colonial, véase Casanovas Codina, 2000, 179-183.
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Ilustración 4. El lector en una fábrica de tabaco. (Reginald Lloyd, Impresiones de la República de Cuba en el Siglo Veinte).
En primer lugar, debió resultar fundamental el propio carácter del reformismo. Al contrario que las anarquistas, las propuestas reformistas no debieron resultar atractivas para amplios sectores de los trabajadores por varias razones: a) La mayoría de los integrantes de los gremios y organizaciones reformistas eran peninsulares, con lo que, generalmente, ni en sus discursos ofrecían integración al resto de trabajadores, ni sus propuestas tendían a acabar con los privilegios que este tipo de mano de obra disfrutaba, principalmente dentro de la industria tabacalera. b) En el mismo sentido, defendían la separación expresa de los distintos gremios u oficios dentro de un mismo sector productivo, lo que se traducía en una falta de solidaridad manifiesta y favorecía el mantenimiento de las desigualdades entre los miembros de cada uno de ellos y, por ende, la discriminación de los menos cualificados.
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c) Por otra parte, los métodos de lucha propuestos por los reformistas, basados en la negociación directa entre los representantes de los gremios con los de los patronos, a través de la formación de jurados mixtos, cuyos acuerdos debían ser respetados, en muchos casos no convenían a esa mayoría de trabajadores. d) Relacionado directamente con esta cuestión, buena parte de las propuestas encabezadas por los líderes reformistas no resultaban tampoco atractivas para esos sectores que buscaban medidas tanto sociales como económicas más radicales.
En ese sendito, la propia actuación en la práctica reforzó la separación entre los dos sectores de los trabajadores. En algunas ocasiones los líderes reformistas no apoyaron las iniciativas encabezadas por algunos sectores de los obreros, como ocurrió, por ejemplo, en la huelga de torcedores de 1886 cuyo fracaso se atribuyó a Saturnino Martínez, que entonces era presidente del gremio de tabaqueros. El movimiento huelguístico estalló a mediados de julio de 1886 en varias fábricas de tabaco de Santiago de las Vegas y originó otras huelgas en las empresas que trabajaban con hoja de Partido. La principal demanda de los trabajadores era cobrar iguales salarios que los que laboraban con hoja de Vuelta Abajo porque, aunque ese tabaco se vendía a mayor precio, el trabajo de elaboración era el mismo para ambas clases. La extensión del conflicto a las poblaciones cercanas –La Habana, Guanabacoa, Bejucal, San Antonio de los Baños y muchas otras– provocó la intervención del Gremio de Obreros. A pesar del éxito inicial conseguido por los trabajadores, que llevó a incrementar los salarios de los obreros de Vuelta Abajo y a equiparar el jornal de los de Partido, el cierre patronal convocado por la Unión de Fabricantes de Tabaco llevó a entrar en las negociaciones al Presidente del Gremio de Tabaqueros y a aceptar las condiciones de la UFT, recomendando a los huelguistas a abandonar el paro. A partir de entonces, y propiciado en gran medida por este relativo fracaso del reformismo, el anarquismo encabezaría cada vez con más frecuencia la reorganización sindical de los trabajadores cubanos.26 A todo ello contribuyó el hecho de que Martínez predicó, desde La Aurora y otros periódicos que dirigió, la fraternidad entre los obreros y patronos y llegó a ponerse en contra de la lucha de Cuba por su independencia nacional. 26 Sobre esta huelga, ver Casanovas Codina, 2000, 205-207.
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Por su parte, el anarquismo, movido por el internacionalismo que defendía, difundió un mensaje por el que acogía en su seno a todos los grupos sociales existentes en la Cuba colonial, sin hacer distinción alguna de color de piel, raza, creencia, etc. Esta máxima cobró importancia principalmente entre la población negra, sobre todo tras la abolición de la esclavitud en 1886, así como entre los obreros de los oficios menos cualificados y, por ende, peor pagados y excluidos de las organizaciones para españoles blancos vinculadas al reformismo. En el mismo sentido, el anarquismo pretendía aglutinar a todas las tendencias ácratas que ya a finales del siglo estaban disputando la supremacía entre sí. Y del mismo modo, interpeló a trabajadores que tenían una actitud muy diferente ante la emancipación, desde los que eran partidarios del dominio español –entre ellos la gran mayoría de los peninsulares– hasta los que aspiraban a que Cuba fuese independiente. Todos estos factores, unidos a las difíciles condiciones laborales impuestas por el gobierno colonial a finales del siglo XIX, impelieron a los trabajadores hacia formas de lucha más radicales y capaces de ofrecer al conjunto de los trabajadores resultados más inmediatos, caso del anarquismo. A su discurso integrador, se sumó la participación activa de los anarquistas en los movimientos huelguísticos, que incluso les llevó a apoyar las huelgas protagonizadas por las mujeres trabajadoras, principalmente iniciadas en el sector tabacalero –despalilladoras, cigarreras, etc.–, lo cual, aunque más que como un apoyo de clase se deba entender como un rasgo de paternalismo propio de una sociedad machista como era la cubana de finales de siglo XIX, no deja de ser significativo y está relacionado con la política integradora anarquista. A la altura de 1895 sobresale, sin duda, otro factor que, al parecer, resultó igualmente importante para afirmar la ideología anarquista entre los trabajadores de la Isla. Nos referimos concretamente al apoyo que sus defensores prestaron a la corriente emancipadora durante la última guerra de independencia desarrollada entre 1895 y 1898. EL ANARQUISMO ANTE LA ÚLTIMA GUERRA DE INDEPENDENCIA CUBANA La perspectiva de tener que definirse ante un nuevo conflicto por la emancipación estaba presente entre los anarquistas, pues a finales del siglo XIX la posibilidad de que estallara otra guerra de independencia en Cuba 115
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era más que probable. Esta percepción, que permanecía latente en la sociedad desde las anteriores guerras de emancipación, se agudizó a partir de la década de 1890. Precisamente en el año 1892 Martí fundó en Estados Unidos el Partido Revolucionario Cubano, desde el que empezó a hacer campaña por la independencia de la Isla. A juzgar por la documentación manejada se puede decir que, en líneas generales, los anarquistas apoyaron la guerra de independencia, aunque es verdad que esta cuestión no estuvo exenta de polémicas y matizaciones. Ante este soporte, y teniendo en cuenta el corpus documental anarquista, nos surgen al menos un par de preguntas como punto de partida para analizar la cuestión: la primera de ellas iría encaminada a averiguar cuándo y de dónde partió la iniciativa de apoyar una causa política; y relacionada directamente con esta interrogante, en segundo término y más importante, nos interesa comprender ¿por qué los seguidores de una corriente de pensamiento que se había declarado tajantemente antimilitarista apoyarían una guerra? La primera manifestación de apoyo a la causa emancipadora que hemos encontrado data del año 1892 y surgió entre los ácratas de la propia Isla. Después, nos llaman la atención las paulatinas adhesiones que se produjeron en los años posteriores, tanto a uno como a otro lado del Atlántico. Los anarquistas en Cuba, motivados probablemente por el recrudecimiento de la represión que el General Polavieja ejerció sobre los trabajadores, uno de cuyos reflejos fue el cierre del Congreso Regional Obrero de 1892 antes de que acabasen sus sesiones, empezaron a valorar la actitud que habrían de mantener en el caso de que estallara el conflicto. Es precisamente en ese año cuando encontramos un cambio en las filas ácratas respecto de esta cuestión. A diferencia del anterior Congreso Obrero, celebrado en el año 1887, en el que se había decretado ratificar la neutralidad del anarquismo en materia política, lo cual incluía mantenerse al margen de la cuestión colonial, el de 1892 se declaró favorable al movimiento separatista. Es probable que este viraje respondiera no sólo a la señalada actuación de las autoridades coloniales, sino también a la petición de acercamiento de todos los trabajadores que proponía Martí desde el exilio. Una llamada que, a su vez, estaba en consonancia con la máxima anarquista recogida en los acuerdos del congreso por la que:
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“la masa trabajadora de Cuba no puede venir a ser un obstáculo para el triunfo de las aspiraciones de emancipación de este pueblo, por cuanto sería absurdo que el hombre que aspira a su libertad individual se opusiera a la libertad colectiva de un pueblo, aunque la libertad a que ese pueblo aspire sea esa libertad relativa que consiste en emanciparse de la tutela de otro pueblo”.27
El apoyo a esta causa fue prácticamente unánime entre los anarquistas residentes en la Isla, tanto los procedentes de la Península como los criollos. El catalán Pedro Esteve, otro de sus entusiastas defensores, fue testigo, durante los meses que permaneció en Cuba –desde finales del año 1893 a comienzos de 1894– del espíritu de unión demostrado por los ácratas en apoyo de la independencia. Según reconocía este anarquista catalán, la situación era muy diferente en Estados Unidos donde las relaciones entre las comunidades española y cubana a veces llegaban incluso a demostrar actitudes xenófobas, por cuanto “el elemento cubano separatista había llegado a impedir la entrada de los peninsulares, no sólo en muchas fábricas, sí que también en algunos pueblos”. En la memoria que escribió en el año 1900, se felicitaba por la situación que vio en Cuba con las siguientes palabras: “rebosaba el gozo hasta por mis poros al contemplar en Habana esfumadas, disipadas por completo estas cuestiones ante las luchas del trabajo, y marivillábame (sic) casi el que un cubano, el malogrado Creci, fuese el que me recomendara me abstuviera de demostrar tanto mis simpatías por la independencia de Cuba, por temor que vieran en mi a un insurrecto más que al anarquista”.28
A partir del año 1894, la emancipación de la mayor de las Antillas acaparó la atención de los anarquistas de fuera de la Isla, por cuanto parecía que la posibilidad de llevar a cabo un cambio social y político era más factible si Cuba se veía libre de la opresión de una potencia externa. En el primer país donde encontramos voces de apoyo es en Estados Unidos. Esto no resulta extraño si tenemos en cuenta que, como hemos avanzado con anterioridad, las conexiones entre los trabajadores de ambos 27 El Manifiesto del Congreso Obrero de 1892 fue publicado en El Trabajo, órgano oficial de la Junta Central de Trabajadores de la Región Cubana, año II, n. 12, de 27 de marzo de 1892; reproducido en Instituto de Historia del Movimiento Comunista y de la Revolución Socialista en Cuba, 1981, 75-85. 28 Esteve, 1900, 79-80.
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países databan de tiempo atrás. Recordemos que muchos tabaqueros se habían establecido allí desde que la industria tabacalera cubana entrara en crisis en el año 1857 y, sobre todo, después del recrudecimiento de ésta en la década de 1890. Los manufactureros de Tampa y Cayo Hueso, principalmente, se lanzaron a la formación de clubes, centros de recreo y escuelas, así como de gremios, que mantuvieron contacto constante con las organizaciones obreras de la Isla. Al mismo tiempo, estas organizaciones se destacaron por sus posiciones abiertamente contrarias al gobierno colonial. Todo ello propició que durante la guerra de independencia de 1895 a 1898 esas agrupaciones apoyaran al Partido Revolucionario Cubano, fundado por José Martí, recaudando fondos, armas, provisiones, así como hombres que salieron en las expediciones para luchar a favor de la causa independentista.29 Algunas de estas organizaciones tuvieron un marcado carácter anarquista, entre las que destacaron los grupos conocidos como “Enrique Roig San Martín” y “Fermín Salvochea”. En el periódico Patria los seguidores de Martí se felicitaban por la formación de clubes como este último, organizado en “Martí City, ciudad donde viven en la amistad del trabajo cubanos y españoles”, recordando, al mismo tiempo, al líder anarquista gaditano, del que habían tomado el nombre, como un filántropo cuya vida se dirimía entre la libertad y la cárcel, luchando por los derechos de los más necesitados. Resaltaban, además, que Salvochea, mientras estuvo en prisión, “enseñaba a los cubanos negros a leer”.30 Durante la guerra, estas conexiones siguieron vigentes a través de las actuaciones de algunos líderes cubanos como Enrique Messonier o Enrique Creci. Este último se destacó activamente en apoyo de la independencia de Cuba. En un principio en la propia Isla, donde permaneció hasta comienzos del año 1895. Allí publicó la revista Archivo Social, desde la cual defendía la independencia y solicitaba apoyo para la próxima guerra. Después se marchó a Estados Unidos para continuar recabando ayuda para la causa y lograr adhesiones entre los trabajadores allí instalados. En Tampa se reunió 29 Sobre las causas de la emigración de tabaqueros a Estados Unidos, véase Stubbs, 1989, 27-30. Sobre el apoyo de los tabaqueros emigrados durante la guerra de independencia y los contactos con el Partido Revolucionario Cubano, Castañeda, 1946, y Estrade, 2000a, 271-308. 30 “Dos justicias”, Patria, New York, 2 de octubre de 1894.
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con los anarquistas más destacados, entre ellos el español Luis Barcia, y les expuso sus intenciones: “Voy a la revolución –decía–. Lucharé por la independencia y tan pronto como se consiga ésta, antes de que se constituya definitivamente la República cubana sobre las ruinas de la colonia, habrá terminado mi misión, y separándome de las filas del ejército que hasta entonces habrá sido revolucionario, entraré de nuevo en la plenitud de mi vida de anarquista, continuando la lucha franca por el Ideal”.31
Creci volvió a Cuba con la expedición de Collazo para luchar por la independencia y al poco tiempo de llegar enfermó y encontró la muerte mientras estaba convaleciente. A partir de entonces se convertiría en otro de los “héroes de la independencia”.32 Sus palabras resumen la estrategia que permanecería entre los anarquistas a partir de entonces: era necesario, en primer lugar, liberar la Isla del “opresor” y, en segundo término, cuando ésto fuera un hecho, trabajar por implantar el Ideal libertario entre los trabajadores. Similares planteamientos defendieron los anarquistas de la Florida a través de las páginas del semanario El Esclavo. Periódico Obrero Semanal, editado en Tampa. Destacan sus artículos publicados desde mediados del año 1894, donde animaban a los trabajadores a encender la mecha de la revolución por la independencia enarbolando la bandera roja: “¡Anarquistas!, en Cuba hemos de ser los protagonistas –sostenían–. ¡Nuestra llama ha de iluminar el mundo!”.33 Una vez comenzada la guerra, continuaron sus arengas a favor de la causa a través de la gran cantidad de artículos que publicaron, sobre todo a lo largo del año 1895. Con la misma intención se trasladó a Cuba, poco antes de estallar el conflicto, otro ácrata español, el catalán Adrián del Valle, procedente también del país norteamericano. Llegó con la misión de establecer contactos con algunos conspiradores en apoyo de la revolución; no obstante, la vigilancia a que le sometieron las autoridades españolas le obligó a regresar a 31 Testimonio de Luis Barcia publicado en “Algo sobre Creci”, Nuevo Ideal, 21 de diciembre de 1899. 32 Sobre la vida de este líder obrero, véase Cabrera, 1979, 121-150. 33 “En Cuba”, El Esclavo, 27 de febrero de 1895.
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Estados Unidos. Allí fundó el periódico El Rebelde y colaboró en otras publicaciones en defensa de la emancipación cubana. De esa forma, en los primeros momentos previos a la guerra, parece que fueron los anarquistas de Cuba, así como los emigrados en Estados Unidos, los que comenzaron a buscar apoyos a la causa emancipadora fuera de las fronteras de la propia Isla. Después, una vez estallado el conflicto, el posicionamiento a favor de un hecho de naturaleza principalmente política y militar necesitaría, entre los anarquistas de otros países, de una justificación sólida sobre la que asentarse. Si tenemos en cuenta que en el corpus doctrinario anarquista se mantuvo una férrea posición antiestatista, antipoliticista y antimilitarista, y por ende antipatriótica, un conflicto de esas características debería haberlos mantenido al margen por cuanto toda lucha política, y la independentista también lo era, tiene como fin mantener una forma de estado que para ellos no era otra cosa que una forma de opresión. Sin embargo, esta firmeza no era sostenida cuando se trataba de los pueblos oprimidos o bajo la tutela de otras naciones. Ya años antes Bakunin se había mostrado favorable a la emancipación del pueblo polaco y, siguiendo su línea, a partir de 1895 la cuestión colonial, concretada en la independencia de la mayor de las Antillas, acaparó la atención de algunos de los más significados anarquistas contemporáneos. Pero, al mismo tiempo, ¿qué suponía la guerra para Cuba? Si reflexionamos acerca de cómo verían entonces los anarquistas el futuro para la mayor de las Antillas, y teniendo en cuenta que la guerra había de tener un desenlace determinado, podemos encontrar otros argumentos que justificarían esa postura. Quizás pensaran los ácratas que lo más probable fuera que el pueblo de Cuba saliera vencedor, y si eso era así, ¿no podría ser la Isla un buen laboratorio en el que experimentar?, es decir, ¿la nueva situación que se crearía tras la independencia no sería un buen punto de partida para que los anarquistas llevaran a cabo su revolución social? Como sostenían los redactores de El Despertar de New York: “la revolución, al menos así lo esperanzamos, se producirá durante la guerra, si esta dura mucho o, tras de ella, si España pierde en la contienda”´.34 34 “Cuestión de procedimientos”, El Despertar, New York, 10 de diciembre de 1895.
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Precisamente, una vez que estalló el conflicto, el futuro de la Isla se convirtió en el motivo de fricción entre los anarquistas que se hallaban fuera de Cuba. A pesar de los primeros apoyos recibidos de algunos sectores en Estados Unidos, esta cuestión despertó entre otros grupos de ese país algunas posturas encontradas. Un sector más vinculado a los anarquistas europeos, entre ellos a los españoles, se convirtió en detractor de la independencia si detrás de ella se escondía únicamente una intención patriótica. En ese sentido, El Despertar, en torno al cual se aglutinaban sus miembros, matizaba su postura, alertando al mismo tiempo sobre el peligro que constituiría conseguir la independencia para después centrar todos los esfuerzos en construir una patria que significase únicamente el relevo de unos políticos por otros, sin tener como principal objetivo un cambio social. La única razón viable que esos anarquistas esgrimían en apoyo de la independencia era para, una vez que los cubanos hubieran conseguido librarse del dominio del “opresor”, poder llevar a cabo con más facilidad un cambio que permitiera trabajar, a partir de entonces, por conseguir la “verdadera” revolución. Por ello, nada más conocerse la noticia del estallido de la guerra advertían de lo que debía significar la revolución: “Esfuércese el elemento trabajador separatista –escribían– en dar carácter socialista a la rebelión. No olviden que la independencia sólo se alcanza mediante la emancipación de toda tutela económica, y proclamen la igualdad social”.35 Escritos en ese sentido obligaron a Enrique Creci a reafirmar la posición de los ácratas que estaban luchando dentro de la Isla a favor de la emancipación, justificándola en la necesidad de hacer un frente común en contra del dominio español, como paso previo para alcanzar esos objetivos. Del mismo modo que los norteamericanos, los ácratas que se encontraban en Europa dejaron su postura definida ante una guerra que tenía claras implicaciones patrióticas. No faltaron quienes, fieles a la vieja línea antibelicista de la Primera Internacional, se declararon neutrales, pero en su mayor parte prevalecieron las posturas en defensa de la libertad de los pueblos oprimidos. Uno de los primeros focos europeos que mostraron su adhesión a la emancipación de la mayor de las Antillas estuvo concentrado en la capital 35 “Última hora”, El Despertar, 28 de febrero de 1895. Para profundizar sobre la opinión de este sector de los anarquistas de Estados Unidos, véanse los artículos de este periódico de Nueva York titulados “Cuestión de procedimientos”, publicados a lo largo del año 1895.
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francesa. El Comité Francés de Cuba Libre fue formado en París por el puertorriqueño Ramón Emeterio Betances en el año 1895. Según el historiador Paul Estrade, las primeras noticias que se tienen sobre su fundación son de entonces, a pesar de que, ya desde los años anteriores, Betances había mantenido contactos con José Martí, quien le había pedido que formara en Francia un grupo que actuase de colaborador del Partido Revolucionario Cubano. Con el comité francés colaboraron algunos ácratas conocidos como Carlos Malato, Octave Mirabeau, Achille Steens, Elisée y Eli Reclus, Louise Michelle, Léopold Lacour, Jean Grave, Paul Adam o Sébastien Faures. Según el testimonio del italiano Orestes Ferrara, quien estuvo vinculado al anarquismo en Europa y después se unió a las filas del Ejército Libertador durante la guerra llegando al grado de coronel, Faures “trataba de la Revolución Cubana en sus discursos de la Sala Wagram en París, poniéndola como un ejemplo vivo de reivindicaciones populares”.36 En España el estallido de la guerra acaparó igualmente la atención anarquista, en este caso como una respuesta a la actuación de las autoridades, tanto en la Península como en Cuba. La dureza que éstas demostraron contra los trabajadores a finales de siglo, de la que el citado Proceso de Montjuich fue una de sus máximas expresiones, así como el proceso de reconcentración de población llevado a cabo por el general Valeriano Weyler en la mayor de las Antillas, levantaron una dura crítica por parte de los sectores favorables a la independencia, entre los que destacaron algunos líderes como el mencionado Fermín Salvochea o Pedro Vallina. De hecho, la actuación de las autoridades españolas provocó la reacción de algunos ácratas y su resultado fueron dos atentados perpetrados contra las dos máximas figuras del gobierno en España y en la Isla. Si bien el intento de asesinato contra Weyler en Cuba resultó fallido –el 28 de abril de 1896 un separatista cubano colocó una bomba en el palacio del Capitán General, que había sido fabricada por Ceferino Vega, un anarquista asturiano–, no ocurrió así con la acción llevada a cabo por el italiano Michele Angiolillo que, como hemos visto, acabó con la vida del jefe del gobierno en 1897. 36 Muchos de esos ácratas fueron los que años después, con motivo de la Primera Guerra Mundial, firmaron el Manifiesto de los dieciséis, publicado en Le Temps Nouveaux, en el que se manifestaban duramente sobre la posición que Alemania representaba en la guerra. Más información sobre Betances y el Comité Francés de Cuba Libre, en Rama, 1980, y Estrade, 1984. El testimonio de Orestes Ferrara en 1942, 46.
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Algunos autores, entre ellos Frank Fernández, sostienen que hubo conexión entre el líder de la independencia en la capital francesa y el magnicida italiano, que habría visitado a Betances en julio de 1897 para solicitar que financiara su viaje al balneario de Santa Águeda. Sin embargo, no existe documentación al respecto que lo pruebe y la teoría sólo se sustenta en los testimonios de algunos contemporáneos como el del mencionado Orestes Ferrara, quien sostiene que nunca Betances negó “la parte que desempeñó en la dolorosa escena de Santa Águeda... No había ideado ni promovido –decía– pero no negaba los contactos tenidos y las facilidades que había dado para la realización del triste suceso”. En realidad, del testimonio que dejó plasmado el italiano sólo se pueden entresacar algunas conjeturas. En lo que, según Ferrara, Betances influyó decididamente fue en el cambio de objetivos. Al parecer, la primera intención de Angiolillo era asesinar a la reina regente o a su hijo, el futuro rey Alfonso XIII. Sin embargo, el puertorriqueño era partidario de encontrar otro candidato cuya muerte tuviera mayor repercusión. “El nombre de Cánovas salió en la conversación”, mantiene Ferrara, y de ese modo parece que Angiolillo cambió de víctima propiciatoria. Por otra parte, parece también que, si bien Angiolillo le pidió el dinero a Betances para viajar a España, no quería que se conociese su benefactor, ni que le pusiese en contacto con personas en la Península que le pudieran ayudar, “él iría solo, corriendo todos los peligros”. A pesar de que el puertorriqueño intentó persuadir a Angiolillo de que abandonara su empresa y se desvinculó de todo aquello que hiciera el magnicida italiano, Ferrara sostiene también que la contribución al viaje la hizo al día siguiente a través de un envío anónimo de quinientos francos, cantidad que Angiolillo le había pedido el día anterior. Según las últimas revisiones de algunos historiadores que se han ocupado del caso, entre ellos Paul Estrade y Félix Ojeda, parece poco probable que Betances costeara el viaje de Angiolillo, no sólo porque las únicas fuentes que sostienen esta teoría son orales, sino porque ningún apunte referido a ello aparece ni entre la contabilidad ni en los libros de cuentas del Comité Francés de Cuba Libre, y éso resulta muy extraño en un hombre tan meticuloso como era Betances.37 37 Sobre el atentado de Angiolillo y las conexiones de éste con Betances, véase Fernández, 1994. El relato sobre la entrevista de Angiolillo y Betances, en Ferrara, 1942, 50-52. La revisión de esta cuestión, en Estrade y Ojeda, 2000b, 75-82.
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Cierto o no este apoyo, lo realmente determinante del asesinato de Cánovas fue el cambio del gobierno español hacia la cuestión de la independencia de Cuba. Tras el magnicidio, comenzó una etapa de gobierno liberal de la mano de Sagasta que supuso, primero, la retirada del apoyo a la política que estaba llevando a cabo Weyler en la mayor de las Antillas, y después, un reforzamiento del autonomismo mediante la pretendida extensión de la Constitución de 1876 a las colonias del Caribe, dotándolas al mismo tiempo de soberanía para regir los asuntos internos dentro de ese marco. Los autonomistas de la Isla, ante la desmoralización que estaba causando la guerra, comenzaron a acercar sus posturas a las de los independentistas guiados por Máximo Gómez, al tiempo que la posibilidad de una próxima intervención norteamericana era cada vez más evidente. Poco después, la voladura del Maine precipitó unos acontecimientos a esas alturas inevitables.38 Precisamente en la Península, uno de los focos desde donde mayor campaña se hizo a favor de la emancipación cubana lo encontramos en el norte, alrededor del diario ácrata El Corsario, de la Coruña, desde el cual sus editores se mostraron claramente favorables a esta causa, utilizando los clásicos argumentos anarquistas contra la participación de los “desheredados de la sociedad” en las guerras coloniales, porque eran siempre los que daban su vida por defender los intereses de los únicos verdaderamente interesados en mantener las colonias, los burgueses, cuyos hijos, curiosamente, nunca iban a defenderlos.39 No obstante, el diario coruñés matizó su postura en defensa de la independencia de la mayor de las Antillas, siempre que como principal objetivo estuviera “expulsar al opresor y comenzar la revolución”. En ese sentido, sus redactores, al igual que los ácratas de Estados Unidos, se mostraron decididamente en contra de cualquier fin patriótico. También en Cataluña los anarquistas apoyaron en mayor número la independencia cubana, puesto que compartían sentimientos similares esgrimidos en contra de la dominación del gobierno español. Incluso, desde algunos sectores más radicales se hizo decidida apología de la violencia 38 Sobre esta cuestión, véase Elorza y Hernández Sandoica, 1998. 39 Estos argumentos se repetirían años después en la guerra de Marruecos. Un ejemplo de esta posición, en “No lloréis, madres, no lloréis!, El Corsario, 14 de marzo de 1895. Más información sobre la posición de los anarquistas españoles con respecto a las guerras coloniales, en Álvarez Junco, 1991, 260-265.
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para luchar contra los “tiranos” dominadores, lo cual no resulta extraño si tenemos en cuenta el uso de la “propaganda por hecho” en la Cataluña de finales de siglo. Así lo recomendada un anarquista catalán que, bajo el seudónimo de XX, escribió en las páginas de El Esclavo de Tampa lo siguiente: “Como anarquistas que somos debemos estar en perpetua guerra con el autoritarismo hasta conseguir su destrucción y aniquilamiento; y debemos, asimismo, valernos de todas las armas, cuanto más ofensivas y destructoras mejor, con el fin de que nuestra tarea sea laboriosa y de excelente resultado. El veneno en cualquier forma; el cloroformo para paralizar la acción del enemigo; los corrosivos, todos; el petróleo; la tea; el puñal; todo, todo es útil y necesario; pero recomendamos muy especialmente a nuestros compañeros de lucha, hagan cuantos sacrificios puedan por obtener y ser prácticos, el agente que ha de salvar a la humanidad doliente: la dinamita”.40
No obstante, entre los ácratas de Cataluña encontramos algunas posiciones que se acercaban más a la defensa del patriotismo en sí, como la defendida por Fernando Tárrida del Mármol, expuesta en las páginas de la Revue Blanche de París entre 1896 y 1898, donde se expresaba claramente a favor de la independencia de Cuba, aunque, más que como un anarquista deseoso de que tras ella se pudiera lograr con mayor facilidad la revolución social, como un detractor del gobierno español.41 Entre los objetivos marcados a corto plazo por los anarquistas aparecía como prioritaria la mejora de las condiciones económicas de los más desfavorecidos, un paso previo y considerado necesario para preparar a las masas para la posterior revolución social. Esta fue otra de las justificaciones que algunos ácratas esgrimieron para apoyar la emancipación de Cuba. Así, en el año 1897, Jean Grave resumía su opinión acerca de la independencia en una carta que envió a Betances, en la que expresaba que, considerando como secundaria la lucha política para los trabajadores, pues “es sobre todo contra la explotación económica que nosotros queremos orientar todos nuestros esfuerzos”, sin embargo, “sabemos que la evolución humana no se logra sino por etapas”, por lo que cuando los trabajadores cubanos logren librarse de la dominación española, se darán cuenta de que 40 El Esclavo, 29 de mayo de 1895. 41 Éstas y las anteriores ideas sobre la posición en Cataluña respecto de la guerra de independencia cubana han sido extraídas de Olivé y Abelló, 1984, 257-281.
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la libertad política es el primer paso para avanzar en la lucha económica; es por eso que Cuba debe librarse de sus “amos feroces e implacables que, en pleno siglo XIX, han establecido la tortura contra los defensores de la libertad anarquista de Barcelona”, al igual que han tratado a los soldados de la libertad cubana.42 Otros teóricos como Pedro Kropotkin, desde Londres, y Emma Goldman, en Estados Unidos, mantuvieron una actitud neutral ante la guerra de independencia cubana. Si bien pensaban que era una buena oportunidad para acabar con el sistema colonial, sin embargo, no eran tan optimistas sobre el hecho de que los anarquistas de Cuba lograran neutralizar a los sectores nacionalistas emergentes. “Había cantidad de personas crédulas –escribía Goldman refiriéndose a aquellos que apoyaban la emancipación de Cuba en Estados Unidos–, no sólo en el país en general, sino también en las filas liberales, los cuales creían en el llamamiento. No pude unirme a ellos. Estaba segura de que nadie, a nivel individual o estatal, que participara en la esclavitud y la explotación en su propia casa, tenía la integridad o el deseo de liberar a las gentes de otras tierras. Por lo tanto, mi conferencia más importante a la que asistieron más personas, fue sobre el Patriotismo y la Guerra”.43 Toda esa justificación en el plano discursivo propició que al estallar la guerra en 1895 los anarquistas colaboraran igualmente en la práctica con el bando separatista. Una colaboración que se materializó de diferentes maneras: algunos se alistaron en las filas del Ejército Libertador, como el italiano José Pennino; otros hicieron circular octavillas y periódicos entre los soldados españoles –uno de los más repartidos fue el El Corsario de la Coruña–, haciendo campaña para que se unieran a los que defendían la emancipación o para que, al menos, no lucharan en su contra; asimismo colocaron bombas en lugares estratégicos de la capital cubana, como tuberías de gas, puentes, etc.; o fabricaron el artefacto que Armando André colocó en el Palacio del Capitán General para asesinar a Valeriano Weyler.44 42 “Carta dirigida al mismo –se refiere a Betances– por Jean Grave, año 1897”, ANC, Fondo Academia de la Historia, Archivo Figarola-Caneda, Leg. 414, exp. 165. 43 Goldman, 1996, 259. Más información sobre esta cuestión, en Fernández, 2000, 45. 44 La información sobre los vínculos de Pennino con el Ejército Libertador la envió el cónsul español en La Habana, Pablo Soler, al Ministro de Estado con motivo de las actuaciones que llevaron a cabo en protesta por la ejecución de Ferrer i Guardia en el año 1909. “Carta personal enviada por el
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Por su parte, la última guerra de independencia cubana tuvo dos consecuencias inmediatas para el anarquismo: por un lado, obligó a marcharse de la Isla o condenó a la cárcel a la mayor parte de sus principales líderes, entre ellos los más populares. Muchos de ellos, la mayoría tabaqueros, se exiliaron principalmente en Estados Unidos, donde continuaron colaborando por la independencia con el Partido Revolucionario martiano. Otros fueron deportados a España, el norte de África y la Isla de Fernando Póo, caso, por ejemplo, de Manuel Martínez Miranda o Manuel Fojaco Menéndez, alias Piquera.45 Algunos incluso perdieron la vida, como Enrique Creci, que fue asesinado por los soldados españoles cuando asaltaron el hospital donde estaba ingresado en 1897. Al mismo tiempo, durante los años de guerra se asistió a la desaparición paulatina de las organizaciones creadas en los años anteriores, motivada no sólo por el propio conflicto, sino también por la represión que ejercieron las autoridades coloniales, especialmente dura tras el intento de asesinato de Weyler: se prohibió la lectura en los talleres de tabaco y la Sociedad General de Trabajadores tuvo que cerrar. De hecho, muy pocas organizaciones obreras sobrevivieron a la guerra, entre ellas la Sociedad de Escogedores de Tabaco, la Sociedad de Fileteadores y la Unión de Rezagadores, que estaban constituidas y dirigidas principalmente por españoles.46 A pesar de ello, y a tenor del mencionado apoyo a la cuestión independentista prestado por los ácratas, así como por las mencionadas justificaciones que esgrimieron para ello, podemos conjeturar que para los anarquistas la Isla caribeña se convirtió a partir de entonces en un lugar idóneo donde intentar llevar a cabo los ideales libertarios. Por lo cual, la vuelta a cónsul español en La Habana al Ministro de Estado. La Habana, 1 de noviembre de 1909, AMAE, Fondo Correspondencia, Serie Cuba, Subserie Embajadas y Legaciones, Leg. H 1430, 1902-1910. Más información sobre la colaboración práctica de los anarquistas en la guerra de independencia, en Casanovas Codina, 2000, 261-270. El reparto del diario ácrata El Corsario lo reconocía “Plural de Veterano”, en el artículo “Lo que va de ayer a hoy” que publicaría en ¡Tierra! de La Habana del 10 de febrero de 1912. 45 Manuel Martínez Miranda volvería a Cuba a comienzos del año 1899, después del indulto concedido por el gobierno español. En las páginas del semanario ácrata Nuevo Ideal dejó testimonio del apresamiento y traslado, así como de su estancia en las prisiones africanas. Véanse los artículos titulados “Memorias de un deportado. De La Habana a Fernando Póo”, Nuevo Ideal de los días 12, 19 y 26 de enero de 1900. 46 Instituto de Historia del Movimiento Comunista y de la Revolución. Socialista en Cuba, 1985, 126.
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la Isla de los anarquistas y trabajadores exiliados a partir del año 1899 se convertiría en un requisito primordial para comenzar a reorganizar a los obreros y retomar las actividades tendentes a superar las consecuencias de la guerra. Del mismo modo, en los años siguientes, la perla de las Antillas reuniría otros elementos que la convirtieron en un escenario favorable donde difundir la ideología libertaria, de forma que se convirtió en destino de muchos de los ácratas que abandonaron a partir de entonces la Península de manera forzada o clandestina, junto con aquellos otros que decidieron asentarse en ella aprovechando precisamente estas condiciones. No obstante, hemos de tener en cuenta también que en ese contexto los anarquistas no fueron los únicos que pretendían llevar adelante sus objetivos en la recién emancipada “perla de las Antillas”. A partir de entonces, emergieron entre distintos sectores de la sociedad cubana otros grupos que asumirían la independencia asimismo como un punto de partida, pero, en su caso, para orientar la construcción de la futura nación cubana. LA PRIMERA INTERVENCIÓN NORTEAMERICANA Y LAS NUEVAS OPCIONES POLÍTICAS
La etapa que se abría tras la guerra de independencia resultaría fundamental para la mayor de las Antillas, por cuanto en ella se sentarían las bases del futuro régimen político y de la nación en ciernes. No obstante, este proceso estuvo mediatizado por la actuación de los representantes de Estados Unidos. El primer gobierno interventor inició su andadura el día 1 de enero de 1899 de la mano del general John R. Brooke. Comenzaba entonces un período de transición hacia la República en el que las autoridades norteamericanas, contando con el beneplácito de las élites locales de poder, se encargarían de crear aquellos mecanismos de control que les aseguraran el dominio político y económico, sin tener la necesidad de ocupar militarmente la Isla de forma permanente.47 La prioridad en ese momento era 47 Sobre la colaboración de las elites cubanas con las autoridades norteamericanas, véase Zeuske, 1996, 131-147. Para profundizar sobre la reorganización política después de la guerra de independencia, véanse, entre otros, Ibarra, 1992, y Le Riverend, 1975.
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reorganizar política y administrativamente el país para, de ese modo, garantizar el desarrollo económico. Para lo cual era necesario proteger, según explicaba el gobernador general, “eficazmente el ejercicio de todos los derechos civiles y religiosos..., valerse de la administración civil, aunque ésta esté bajo un poder militar, en el interés y bien del pueblo de Cuba, y de todos los que tengan derechos y propiedades”.48 Con estos objetivos, las nuevas autoridades comenzaron por eliminar todos los resortes de poder que después de la guerra mantenían los grupos revolucionarios, entre ellos el Partido Revolucionario Cubano, la Asamblea Constituyente y el Ejército Mambí, que les pudieran suponer algún obstáculo. Una de las primeras medidas administrativas de este gabinete fue la creación de cuatro Departamentos “para la buena organización del servicio civil”: Estado y Gobernación, Hacienda, Justicia e Instrucción Pública, y Agricultura, Comercio y Obras Públicas. Y con esta estructura organizada, el siguiente paso sería resolver dos de las cuestiones consideradas primordiales, sobre las que se construiría el nuevo estado: una constitución y una enmienda en la que quedaron fijadas las bases sobre las que, a partir de entonces, se regularían las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos. El texto constitucional quedó firmado el 21 de febrero de 1901; en su redacción se había distinguido un grupo de liberales –que desde entonces serían las principales voces del independentismo– constituido por Manuel Sanguily, Juan Gualberto Gómez y Salvador Cisneros Betancourt, entre otros. Según esta constitución, el futuro de la Isla quedaba garantizado en la formación de un gobierno republicano democrático. La segunda cuestión, la de las relaciones con Estados Unidos, se solucionó una vez que estuvo aprobado el texto constitucional. Se introdujo una enmienda en la ley de presupuestos del Ejército norteamericano, práctica conocida coloquialmente como “rider” en EE.UU. y “percha” en Cuba, elaborada por Elihu Root y propuesta por el senador Platt, que fue aprobada el día 2 de marzo de 1901. En ella se establecía, entre otras cosas, que el gobierno de Estados Unidos podría intervenir en los asuntos internos de Cuba para preservar “la conservación de la independencia cubana y el man48 “Proclama dirigida el 1 de enero de 1899 por el General John R. Brooke: Al pueblo de Cuba”, en Martínez Ortiz, 1929, 25.
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tenimiento de un gobierno adecuado para la protección de vidas, propiedad y libertad individual”. La aprobación de esta medida se convirtió en una condición imprescindible para que cesara la intervención militar en la Isla. Tras tres meses de deliberaciones, el 12 de junio de 1901 fue aprobada la Enmienda Platt como un apéndice constitucional, dejando de ese modo sentadas las bases de las futuras intervenciones del vecino país norteamericano en los asuntos internos de la mayor de las Antillas, lo que supuso que, a partir de entonces, el temor a que se produjesen nuevas intromisiones de ese tipo jalonaría en buena mediada la actuación de las autoridades cubanas.49 Entre toda esta reorganización política e institucional el gobierno de Brooke no podía olvidar a la fuerza de trabajo, que se preveía iría paulatinamente en aumento y que propiciaría la reconstrucción del país. No obstante, en un primer momento, y al contrario de lo que había ocurrido con el resto de instituciones, no dispusieron la creación de ningún departamento específico que se ocupara de la cuestión laboral. A partir de entonces continuarían vigentes los códigos civiles y militares españoles que, según la nueva administración lo creyese conveniente, se irían modificando “en interés de un buen gobierno”.50 En ese sentido, comenzaron por restablecer la Ley de Asociaciones que había sido aprobada por el gobierno español en el año 1888 y había quedado suspendida durante la guerra. En ella se autorizaba la creación y el funcionamiento de las organizaciones obreras.51 Y dos años después, la Constitución de 1901 le dio un nuevo impulso legal a la reorganización de los trabajadores al reconocer una serie de derechos de expresión política, ampliando el de asociación con el de reunión; como recoge en su artículo 18: “Todos los habitantes de la República tienen el 49 Dos años después de firmada la Enmienda Platt, el gobierno de los Estados Unidos volvió a estrechar los vínculos entre las dos naciones, esta vez en el plano económico, a través del Tratado de Reciprocidad Comercial, que se puso en vigor en la República el día 27 de diciembre de 1903. La Constitución de la República de Cuba, la Enmienda Platt y el Tratado de Reciprocidad Comercial firmado entre Estados Unidos y Cuba, en Pichardo, 1969, t. II, 74-101, 118-120 y 212-217, respectivamente. Un estudio pormenorizado sobre la Enmienda Platt en López e Ibarra, 1995, 55-66. 50 “Proclama dirigida el 1 de enero de 1899 por el General John R. Brooke: Al pueblo de Cuba”, en Martínez Ortiz, 1929, 25. Sobre la legislación durante la época colonial, véase Roldán de Montaud, 2000. 51 El Real Decreto de 13 de junio de 1888, en el que quedaba establecida esta ley en España, fue comunicado a Cuba por Real Orden el 19 de junio; no obstante, no fue promulgada en la Isla hasta el día 10 de julio de ese mismo año. Más información sobre esta ley, en García Morales, 1888.
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derecho de reunirse pacíficamente y sin armas y el de asociarse para todos los fines de la vida pública”. Este ambiente propició el crecimiento paulatino de círculos de trabajadores, centros obreros y gremios, fundamentalmente entre los sectores productivos que contaban con más asalariados; éstos eran los tabaqueros, estibadores, panaderos, tipógrafos, albañiles y carpinteros, sastres, toneleros y ferroviarios, no sólo de la capital, sino también de las poblaciones y provincias limítrofes.52 Una de las organizaciones que tuvo mayor peso en este período fue la Liga General de Trabajadores Cubanos, fundada el 1 de septiembre de 1899 por el ex anarquista cubano Enrique Messonier. La mayor parte de sus fundadores e integrantes eran tabaqueros, aunque también tuvo representación de otros sectores productivos como los tipógrafos, panaderos, sastres, albañiles, barberos, etc. Asimismo, contó con el apoyo y la presencia de trabajadores procedentes de la emigración, que habían formado parte de los clubes patrióticos de ideología martiana organizados durante la guerra de independencia en Estados Unidos. Pedro A. Navarro fue designado secretario y en su fundación colaboraron Ambrosio Borges, Feliciano Prieto, Francisco Cabal Flores, Saturnino Escoto Carrión, Antonio S. Acosta, Ramón Rivera, Pablo García y José Hernández, algunos de ellos miembros del partido socialista que, como veremos a continuación, había fundado Diego Vicente Tejera.53 Precisamente sus componentes nos ayudan a entender la orientación ideológica que tuvo la Liga. Enrique Messonier representa a muchos de los antiguos líderes obreros que, a finales del siglo XIX, se vincularon al anarquismo en un intento por conseguir la mejora de las condiciones de vida y de trabajo de los sectores subalternos de la sociedad, pero que después de la independencia abandonaron la vía socialista revolucionaria y se integraron en las nuevas propuestas nacionalistas que empezaban a surgir. En realidad ese cambio de orientación se verificó nada más estallar la guerra de 52 Si bien no existen estadísticas completas sobre el número de organizaciones que se fundaron en esos años en Cuba, en los registros del Gobierno civil de 1899 a 1907 se recoge la creación en la provincia de La Habana de 136 gremios, 43 en la de Matanzas, 48 en Santa Clara y otros 40 en la provincia de Oriente. Además en La Habana se constituyeron 8 cooperativas obreras, 2 centros de artesanos, 1 grupo de asociaciones de oficios varios y la Liga General de Trabajadores. Datos tomados de Instituto de Historia del Movimiento Comunista y de la Revolución Socialista en Cuba, 1985, 126-127. 53 Rivero Muñiz, 1961a, 91.
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independencia, cuando se vincularon al Partido Revolucionario Cubano y al proyecto nacionalista de José Martí.54 Si bien hemos visto que los anarquistas también mantuvieron conexiones con el PRC, Martí fue muy crítico con esta ideología, a la que consideraba factor de división en el seno de los trabajadores y un obstáculo para el afianzamiento de la democracia por su rechazo a la participación del obrero en la política. De hecho, la independencia de Cuba fue el único lazo de unión entre los dos sectores.55 A diferencia del mencionado proyecto anarquista, para estos sectores el futuro de Cuba independiente estaba en hacer realidad la “república martiana”, en conformar la nueva patria cubana basada en los principios republicanos y democráticos. En ese sentido debemos entender el abandono de la perspectiva revolucionaria que proponía el anarquismo, así como la desvinculación de esta corriente de pensamiento, no sólo de cubanos como Messonier, sino también de algunos españoles que tras la guerra permanecieron en la Isla, caso del asturiano Eduardo González Bobés, cuya pretensión sería seguir conservando su posición, si no mejorarla, al integrarse en el nuevo juego político.56 En consonancia con esta reorientación reformista –las nuevas opciones que se abrían ante los trabajadores pasaban por conseguir reformas dentro del nuevo marco institucional– y “nacionalista”, el programa de la Liga General de Trabajadores Cubanos estuvo centrado en defender los intereses del obrero cubano, para lo cual resultaba fundamental contraatacar el “virus del proteccionismo extranjero”, lo que significaba concentrarse en luchar por las condiciones del trabajador cubano frente al “monopolio” que desde época colonial ejercía la mano de obra extranjera. La primera de sus cláusulas resumía esta cuestión: “Que los obreros cubanos en general disfruten de las propias ventajas y garantías que los extranjeros empleados en las distintas industrias del país”.57 54 En una carta que José Martí envió a Messonier, el líder de la independencia cubana se refería a él como “un buen amigo al que tendría en cuenta en su opinión”. Martí, 1975, vol. 3, 240. 55 Un ejemplo sobre la opinión de Martí sobre los anarquistas puede verse en su artículo que fue publicado en el periódico La Nación, de Buenos Aires, el 21 de octubre de 1886. Más información sobre esta cuestión, en Estrade, 2000a, 307-349. 56 Messonier mantuvo contactos con los integrantes del Partido Nacional Cubano, fundado a finales de marzo de 1899 para llegar a una fusión con la Liga. También González Bobés se vinculó a la política durante la República. Sobre el ideal martiano, véase de Armas Delamarter-Scott, 1994, 261-277. 57 Programa de la Liga General de Trabajadores Cubanos, en Pichardo, 1969, 37-38.
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Este objetivo se puso en práctica en la industria tabacalera. La Liga se concentró en que los obreros tabaqueros cubanos consiguieran acceder a los puestos de mayor prestigio en las fábricas de tabaco, hasta entonces reservados a los obreros de origen español y, al mismo tiempo, que los aprendices nativos tuvieran la posibilidad de competir en las mismas condiciones que aquellos, superando de ese modo una costumbre colonial. Y parece que se consiguió, al menos a medio plazo, a juzgar por las cifras existentes sobre la proporción de extranjeros por el total de empleados del tabaco: si para el año 1899 era de 1 por cada 5, para el año 1907 había descendido a 1 por cada 15 y para 1943 a 1 por cada 50.58 Pero además, esos objetivos tuvieron al menos una consecuencia inmediata para la clase obrera de Cuba. Provocaron la división en el seno de los trabajadores principalmente en dos sectores que, en algunos casos, aparecerían incluso enfrentados: por una parte estaban los partidarios de seguir adelante con medidas de ese tipo, formados por los sectores nacionalistas emergentes, y de la otra, aparecían los anarquistas, que en líneas generales se declaraban por encima de cualquier tipo de diferenciación, entre ellos había tanto cubanos como españoles. Unas de las primeras manifestaciones de esta división la encontramos ya a finales de marzo de 1899. Enrique Caraballo, Miguel Sánchez y otros veinticinco tabaqueros de la fábrica Henry Clay dirigieron una carta al presidente del trust tabacalero, Gustavo Bock, en la cual solicitaban que cesara a los encargados y capataces españoles que tenía trabajando en sus tabaquerías y los reemplazara por trabajadores cubanos. La negativa del empresario no dejó zanjada esta cuestión, que se retomaría a partir de entonces.59 En respuesta a los tabaqueros de la Henry Clay la Liga Obrera publicó un manifiesto el día 15 de abril en el que, si bien reconocían como “justas” las apreciaciones de los trabajadores de esa fábrica acerca de la igualdad de oportunidades para los obreros cubanos y extranjeros, no estaban “absolutamente de acuerdo con ella”, pues consideraban que eran necesarias también otras medidas no menos justas y que en esos momentos estaban “sobre el tapete”, como por ejemplo la demanda del pago en moneda americana y no en española, sin la resolución de las cuales entendían que 58 Más información sobre la división en la industria tabacalera antes y después de la independencia, en Stubbs, 1989, 79-138. 59 El nuevo País, 24 de marzo de 1899.
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“no puede llegarse a formar una sociedad entre todos los trabajadores del ramo del Tabaco, para defensa de sus propios intereses”.60 Esta “muralla china”, como denominó el anarquista español Luis Barcia a la escisión producida entre los trabajadores, resultaría en algunos momentos un obstáculo para la solución de las empresas puestas en marcha por ellos.61 Lo cual adquiere mayor importancia si tenemos en cuenta que esa fractura no es exclusiva de este primer período de gobierno de intervención norteamericano, sino que permanecería vigente al menos a lo largo de las tres primeras décadas de República. Pero, además, el enfrentamiento entre esos dos sectores de la clase obrera determinó igualmente el tipo de organización que a partir de entonces prevaleció en la industria tabacalera. De ser el sector más radical durante las décadas finales del siglo XIX, precisamente cuando entre sus filas se encontraban la mayoría de anarquistas, pasó a destacarse por un activismo moderado y reformista al vincularse a la Liga. Esto se explica porque, si bien después de la guerra los puestos de encargados, capataces y otros cargos de confianza seguían ocupados por los mismos que los habían ostentado hasta entonces, que eran casi todos españoles, la influencia de Enrique Messonier y los demás miembros de la Liga fue importante. Y seguramente la posibilidad de que perdieran sus puestos a favor de los obreros nativos les llevaría a desvincularse de las organizaciones obreras más radicales, y principalmente de las anarquistas, sobre todo porque el anarquismo era para esos sectores nacionalistas sinónimo de español.62 Este ambiente prevalecería a lo largo de los primeros años republicanos. La división abierta no se cerraría y los obreros tabaqueros seguirían sin jugar un papel importante en el incipiente movimiento obrero, mientras que los anarquistas continuarían intentando dirigirlos y preguntándose por qué permanecían impasibles mientras el resto de sectores se organizaban para defender sus derechos.63 60 “A los compañeros del ramo del tabaco en general y a los compañeros firmantes de la proposición Henry Clay en particular. Circular n. 20 de la Liga Obrera”, IHC, Fondo Museo del Obrero, Registro General, Fichero n. 3, Sección: Organización de trabajadores, Sig. 10.3/178/4/1. 61 “La muralla china”, Nuevo Ideal, 29 de abril de 1899. 62 Una panorámica de la situación en las fábricas de tabaco después de la guerra de independencia, en Rivero Muñiz, 1965, 316-346. 63 Un ejemplo de la situación en esa industria vista por los anarquistas, en “¿Y los tabaqueros?”, Nuevo Ideal, 11 de febrero de 1899.
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Además de la vía “nacionalista”, en este primer período interventor surgieron entre las filas de los trabajadores otras propuestas que tenían, entre otros objetivos, el de incluir a ese sector dentro del marco institucional y dotarle de representación en la futura nación. Destacó, en ese sentido, la formación de partidos obreros de orientación socialista, también promovidos por los reformistas. Intentos y fracasos del socialismo Las primeras experiencias socialistas fueron puestas en marcha nada más terminar la guerra de independencia y uno de sus primeros promotores fue el tabaquero Diego Vicente Tejera, uno de los líderes obreros que se había exiliado en Estados Unidos durante el conflicto bélico. Su proyecto, sobre poner en marcha en Cuba un partido político obrero inscrito en el marco doctrinario socialista, lo había elaborado durante la segunda mitad del siglo XIX y estaba directamente relacionado con las corrientes ideológicas europeas y americanas con las que había entrado en contacto en sus viajes por distintos países, entre ellos Francia, España y Estados Unidos.64 De hecho, ya lo había anunciado en las distintas conferencias que dio a los trabajadores en el exilio: “urge, amigos míos, que sacudamos la apatía y nos apresuremos a organizar de algún modo los elementos socialistas dispersos en la emigración, núcleos del gran partido que se formará mañana en la nueva patria, a tiempo oportuno para presentarse y hacerse admitir como factor en la gran obra de la constitución de nuestra nacionalidad”.65 Para comprender la doctrina de este líder socialista analizaremos algunos de esos discursos, así como los programas que conformaron las bases de sus partidos obreros, en los que dejó expresado no sólo las distintas líneas de su pensamiento, sino también la evolución que sufrió a lo largo de esta etapa.66 Influenciado por la corriente socialdemócrata vigente en Europa desde finales del siglo XIX, Tejera consideraba imprescindible que ningún ciu64 La vida de este líder cubano, en Tejera, 1981. Su pensamiento político y los ensayos que puso en práctica, en Abreu y Cabrera, 1988. 65 Tejera, 1921, 189-203. 66 Los discursos que impartió en Estados Unidos están recogidos en Tejera, 1899. Comentarios sobre el proyecto de este líder obrero los han esbozado autores como Rivero Muñiz, 1962a, 28-33, y Cabrera, 1985a, 9-11.
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dadano quedara excluido del sistema que surgiría en la nueva nación nacida de la independencia, y para ello, los trabajadores debían contar con un partido político que les representase en el nuevo régimen. Así, la mejora de sus condiciones de vida se lograría a través de la integración de esa organización en el futuro juego político republicano a imagen de los partidos socialistas europeos. Aquí nos permitiremos una pequeña digresión y avanzaremos entre paréntesis que, a juzgar por sus ideas, nos parece que el corpus doctrinario de Tejera estuvo directamente relacionado con el posibilismo francés surgido en las últimas décadas del siglo XIX, aunque, como veremos al analizar su proyecto sobre la “sociedad ideal” que habría que construir una vez que los trabajadores consiguieran el poder, al mismo tiempo las ideas de este líder, al menos en un primer momento, parecen tener relación igualmente con los programas de los socialistas utópicos.67 Para Tejera la formación de este partido debía hacerse antes de que se conformase el nuevo régimen independiente. Se necesitaba un proceso previo en el que los miembros del partido formarían clubes o asociaciones afines, que se integrarían dentro de las distintas ramas de la producción y conseguirían información sobre cuáles eran las demandas de los obreros, las condiciones del trabajo y los posibles abusos que se cometían, de manera que, a partir de estos informes, el partido pudiera preparar una “base sólida y científica sobre la que levantar las reclamaciones que hubiese de producir ante las cámaras”. Teniendo en cuenta esta idea, la etapa de interven67 El período de prosperidad económica que se abría desde finales del siglo XIX disipó la idea de un posible hundimiento del sistema capitalista a corto plazo. En ese contexto se produjo la revisión de las tesis marxistas que llevaría a los socialistas europeos a abandonar la voluntad revolucionaria y la conciencia de clase para centrarse en conseguir la reforma del sistema capitalista sin cuestionarlo. A partir de entonces, los partidos socialistas se centrarían en la defensa de los intereses materiales de los trabajadores y en resolver los problemas de su organización. En ese marco surgió en Francia la corriente posibilista, también conocida como reformista u oportunista por las alianzas que llevó a cabo para conseguir votos. Esta tendencia nació concretamente en 1882, año en que desapareció el Partido Obrero de Francia en el Congreso de Saint-Etienne y la corriente socialista se escindió en dos, el guesdismo –corriente marxista de izquierda– y el posibilismo, denominado así porque proponían limitar la lucha de los obreros en el marco de “lo posible”. Sus integrantes eran republicanos que negaban las tácticas revolucionarias del proletariado y, preocupados por conseguir realizaciones inmediatas –al contrario que los milenaristas, no creían en un futuro Apocalipsis–, le concedían una importancia capital al voto, sobre todo en el marco municipal, donde pensaban que los trabajadores podían encontrar más representación. Sobre el particular, véase Droz (dir.), 1979, t. II, 135-239. Sin duda, Diego Vicente Tejera estuvo en contacto con estas ideas durante su estancia en Europa y Estados Unidos, en las décadas finales del siglo XIX.
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ción norteamericana, en la que se estaba organizando el futuro político de la Isla, jugaría, para Tejera, un papel fundamental. Tras ese proceso, y una vez conformada la República, el partido contaría con suficiente representación parlamentaria, gracias a lo cual, a partir de entonces, podría dedicarse a trabajar por conseguir sus objetivos. Esto lo conseguirían en dos etapas: en una primera, se dedicarían a solucionar las demandas momentáneas y urgentes “capaces de modificar un tanto las condiciones del trabajo”, elevando propuestas de ley a la cámara. En una segunda etapa, una vez conseguido el apoyo del conjunto de los trabajadores, estarían en condiciones de dar a la sociedad “su forma definitiva, el estado de justicia, de igualdad y de amor en que habremos de vivir”. Las medidas inmediatas que este líder obrero señalaba coincidían con las que recogían los programas reformistas: a) reglamentación sobre el trabajo de mujeres y niños; b) limitación de la jornada laboral diaria; c) fijación del salario mínimo; d) higiene y seguridad en el lugar de trabajo; e) indemnización en el caso de enfermedad; y f) seguro para la vejez. Estas demandas se repitieron en los distintos programas confeccionados por Tejera. Antes de proseguir con el relato de su programa ideal, hemos de matizar la posición de Tejera respecto de la jornada laboral, en aras de seguir posicionando ideológicamente a este líder cubano. En su discurso “Un sistema socialista práctico”, Tejera renuncia a la jornada laboral de ocho horas –una de las máximas aspiraciones de los trabajadores, no sólo en Cuba sino en todo el mundo, desde las décadas finales del siglo XIX– porque, según sus palabras, “el número de horas diarias de labor no puede ser el mismo para todas las industrias y ocupaciones, ya que algunas sufrirían daño real con reducciones de tiempo que otras soportarían sin prejuicio, y ya que, también, unos oficios son más penosos que otros y debemos en justicia procurar mayor alivio a los que fatiguen más”. Sin embargo, cabe preguntarse quiénes sufrirían ese “daño real” con la imposición de la jornada laboral de ocho horas mediante ley, ¿las industrias?, como recoge Tejera, ¿o serían más bien los empresarios? Siguiendo a Lenin, nos parece que esta concesión hecha en base a las necesidades del productor acerca a este socialista al oportunismo más “palmario”.68 68 Según el líder ruso, es oportunista aquel que “ha dejado la jornada de ocho horas, que teóricamente es factible como reforma”. Sobre esta cuestión, véase Ilich, 1913.
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Por otro lado, para Tejera las leyes debían presentarse a la cámara “por medio de proposiciones serias y meditadas, fruto concreto de un vasto estudio preliminar de cada caso, y en las cuales haya tanta justicia como ciencia”. Este parece ser uno de los rasgos que avala la teoría sobre el posibilismo del líder tabaquero, puesto que los teóricos franceses fueron, en palabras de Madeleine Rebérioux, “defensores de un trabajo serio, en profundidad, de reformas graduales, grandes lectores y observadores pacientes de la realidad social, consideran científico el estudio positivista de los hechos sociales, y su vocabulario, que rechaza la violencia, se impregna con facilidad de términos sociológicos, legalistas y administrativos”.69 Asimismo, tanto la inmediatez con que juzgaba necesarias estas medidas, como la diferencia que encontramos con las líneas directrices marcadas por la II Internacional, nos sugieren la proximidad de Tejera a esa corriente francesa.70 Al mismo tiempo, este líder obrero se desmarcaba de otras tendencias socialistas, como por ejemplo de los anarquistas, pues consideraba que los acuerdos privados entre patronos y obreros, que fueron frecuentes en Cuba en las últimas décadas de la colonia, “no darían seguridad verdadera ni tranquilidad al trabajador” puesto que resultaban eficaces únicamente para determinados sectores de los trabajadores y, en la mayoría de los casos, no eran definitivos ya que obedecían a coyunturas y momentos específicos. Pero, ¿cómo veía Tejera el futuro de Cuba emancipada? Como advirtió él mismo en la conferencia de 1897, todas sus ideas sobre la construcción de la futura nación cubana estaban en relación directa con el sistema que había diseñado unos años antes, precisamente en París, sobre la conformación de la sociedad “perfecta”, en la que sus integrantes alcanzarían el mayor grado de satisfacción posible. En ese año parecía más que probable para el líder cubano que la mayor de las Antillas se libraría del dominio de España y, por ello, proponía que el partido se lanzaría, una vez conseguidas las mejoras inmediatas, a intentar “hallar e imponer el modo de distribuir equitativamente la riqueza excepcional de nuestra Isla, aunque para alcanzarlo tenga que reconstruir la sociedad cubana sobre una base enteramente nueva”. A continuación analizaremos ese proyecto de futuro, 69 Droz (dir.), 1979, t. II, 159. 70 Ibídem, 10-12.
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puesto que es donde encontramos que el pensamiento de Tejera se puede considerar, junto a las filiaciones anteriores, próximo a una utopía.71 Para reorganizar la sociedad tras la guerra, el líder socialista partía de su propia lectura sobre la realidad en Cuba: ausencia de grandes terratenientes, abundancia de tierra, escasa población e inexistencia de fuertes capitales industriales y de monopolios que acaparasen el trabajo y el capital nacionales. Tampoco existían en la Isla “clases superiores que con miras políticas se opongan a la completa emancipación y al desarrollo de la personalidad del pueblo”. Al igual que los socialistas utópicos, Tejera confiaba en la bondad del “cubano” que, una vez alcanzada la emancipación de la metrópoli, hallaría el camino de la equidad y la justicia y sería capaz de formar una sociedad de iguales erradicando de Cuba los abusos que el capital “tiende por naturaleza a cometer en torno suyo”. Pero, ¿quién era ese “cubano” de finales del siglo XIX? Al propio tiempo, en estas apreciaciones nos parece que Tejera, al quedarse constreñido a la mayor de las Antillas, no tenía en cuenta la posición que, tras la independencia, le correspondería ocupar a Cuba en el entramado económico internacional. El objetivo principal de su programa de ordenación de la sociedad ideal consistía, utilizando las palabras del socialista cubano, en buscar el modo de “emancipar al obrero sin destruir al ciudadano”. Esto suponía crear una sociedad basada en los principios del estado liberal moderno, pero en la que se alcanzara “el ideal de justicia, por la simple limitación de la riqueza, obtenida de una manera sumamente práctica”. Es decir, no se suprimiría la propiedad privada, ni se terminaría con las desigualdades sociales y económicas –principales fines del socialismo–, sino que se buscaría el reparto de la plusvalía –punto en el que también se aparta de los socialistas revolucionarios por cuanto no elimina este concepto de su socie71 El concepto de utopía implica tanto una crítica, en este caso de la sociedad insatisfactoria, injusta y opresora, como un cambio social que provendría de suprimir o civilizar la sociedad, según las distintas definiciones de socialismo. En la teoría, los socialistas utópicos se centraron en dibujar la imagen de un mundo “perfecto”, pero sin determinar los procedimientos que lo harían realidad. Al mismo tiempo, depositaban sus esperanzas en el hombre por naturaleza bondadoso, sociable y solidario, que se veía abocado al impulso competitivo, a la posesión y al lucro, así como a otros “vicios” incubados en la sociedad capitalista. Apelando a estos sentimientos innatos, los utopistas consideraban que los privilegiados, a costa de los cuales se igualaría la sociedad, accederían sin oponer resistencia al reparto de sus riquezas en bien de los desfavorecidos. Sobre esta cuestión, véase De Cabo, 1987, 8-21. Las diferencias del socialismo utópico con el socialismo marxista, en Engels, 1969.
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dad, sino que únicamente lo limita– entre los miembros de la comunidad, garantizando un máximo de riqueza. Para alcanzar este objetivo, el punto de partida era la limitación de la acumulación de capital a partir del cumplimiento de la siguiente ley fundamental: “Así como la sociedad exige a cada uno de sus miembros el abandono de una parte de la libertad natural en provecho de la comunidad, así también exige que, más allá del estado de opulencia, no le sea permitido a nadie acumular y poseer”. De esa forma, Tejera proponía que una determinada parte de la plusvalía no debería ser acumulada en perjuicio de los demás, sino que habría que repartirla. Para ello, dividía la sociedad ideal en cinco estados sociales, que no serían clases, sino fracciones que servirían únicamente para dividir metodológicamente a la sociedad: el estado de miseria, el de pobreza, el de holgura, el de riqueza y el de opulencia. Miserable consideraba Tejera a aquel que “carece de recursos para satisfacer las necesidades naturales”; pobre al que “no tiene sino lo estrictamente indispensable para la satisfacción de esas necesidades”; por su parte, es holgado “el que posee dos veces más de lo preciso para vivir”, rico el que “cuenta con tres veces más de lo que la vida natural exige”, y opulento “el que recibe cuatro veces más de lo que gana el pobre”. De manera que alcanzar el “Bien Común” para todos los individuos de la colectividad implicaría, por tanto, reinvertir la riqueza excedente que se generaría al pasar el umbral de la opulencia entre los estadios sociales precedentes. El reparto comenzaría por proveer de lo necesario para vivir a aquellos que no pueden salir del estado de miseria, porque su “apatía o pereza incorregibles, o sus vicios incurables” se lo impiden. Esta última apreciación de Tejera nos parece bastante pesimista –los calificativos utilizados por este líder “socialista” no admiten solución, además, al parecer asume que este sector de la sociedad es un producto propio y, por ende, no se impone acabar con él–, a la vez que peyorativa, propia de una persona influenciada por el naturalismo de finales del siglo XIX.72 72 El naturalismo fue un movimiento nacido en las décadas finales del siglo XIX en Francia en torno al escritor Émile Zola, cuyo objetivo era reproducir la realidad con una objetividad perfecta en todos sus aspectos, tanto los más sublimes como los más vulgares. Una de las hipótesis que sostienen los naturalistas es que la sociedad es un mecanismo de atropello y embrutecimiento del individuo que deteriora y distorsiona las estructuras sociales. En consonancia con esta tesis, en la mayoría de los escritos naturalistas lo que se intenta es reflejar que la condición humana está mediatizada por varios factores: la herencia genética, las taras sociales (alcoholismo, prostitución, pobreza, violencia) y el entorno
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Una vez solucionada la situación del primer estadio, nivelar la riqueza en la “sociedad ideal” suponía repartir la plusvalía obtenida entre el resto partiendo del estado de pobreza y calculando, en primer lugar, lo que le corresponde a cada individuo que pertenezca a cada estado, siempre teniendo en cuenta el tope de opulencia previamente fijado. El cálculo se haría del siguiente modo: en principio se fijan los precios de la habitación “higiénica”; después, el precio de la “ropa indispensable para la decencia”, y en tercer lugar, el precio de la alimentación “suficiente y sana”. Por último, a la suma de estos tres elementos, se añadiría un tercio más para casos de enfermedad e imprevistos y el “monto de la contribución debida al Estado en esa categoría”. La suma resultante sería el estado de pobreza, punto de partida para calcular los demás estados. No obstante, estas sumas se harían para cada individuo aislado, en el caso de pertenecer a una familia, los cálculos serían los mismos pero descontando los gastos comunes; que sólo se abonan una vez. En resumen, Tejera proponía un sistema social que respetaba la propiedad individual y no censuraba la riqueza, aunque ésta debía ser “moderada”. A diferencia del comunismo y de algunas escuelas socialistas, su proyecto salvaba “el arte y el lujo, flores exquisitas de la civilización”. Al mismo tiempo, su proyección teórica no tenía ningún inconveniente de tipo ideológico con vertientes distintas a su ideario; por el contrario, su proyecto de futuro se amoldaba a cualquier forma de gobierno, principalmente a la republicana, adaptándose igualmente a cualquier nivel de riqueza, pues se partía del nivel de pobreza propio de cada país. El gran logro que veía el líder tabaquero en su proyecto sería alcanzar, siempre respetando las grandes conquistas de la “Gran Revolución” –parece que daba como segura la independencia de Cuba–, la completa emancipación de los trabajadores. Tejera aprovechó el impulso de reorganización política que se vivió a partir de 1899 para poner en marcha su proyecto, para lo cual se rodeó de algunos líderes reformistas, entre ellos Antonio Feo, José F. Hernández, Manuel Martínez, Francisco Núñez, Alfredo Frigola y Ambrosio Borges. El Partido Socialista Cubano nació el 19 de febrero de 1899 con la misión social y material en que se desarrolla e inserta el individuo, lo que se conoce en filosofía como Determinismo. En ese sentido, el naturalismo es pesimista y ateo, pues afirma que es imposible escapar de las condiciones sociales que guían nuestro sendero en la vida, sin que podamos hacer nada por impedirlo. Más información sobre esta cuestión, en Zola, 1989.
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de integrarse dentro del nuevo régimen que nacería de la independencia, superando así las tendencias que abogaban por separar al trabajador del juego político. En ese sentido, reconocía como indispensable la inserción en la nueva nación de todos los ciudadanos sin exclusión, reconociendo como el régimen político más idóneo la república, donde todos los ciudadanos eligieran a sus representantes a través del sufragio universal.73 En el manifiesto que el Partido Socialista de Cuba lanzó “Al pueblo de Cuba” el 29 de marzo de 1899 se recogían los principales intereses de esa formación política. Con el eclecticismo que caracterizaba al pensamiento de Tejera, el partido socialista se formaba con la intención de que los trabajadores se encontraran organizados una vez que se proclamase la república. Sí, se fijaban unos objetivos inmediatos e indiscutibles en los que se empezaría a trabajar, que coincidían con las necesidades que Tejera había señalado en las conferencias que dio en EE.UU.74 En realidad, el nuevo partido obrero gozó de escaso apoyo popular, lo que le llevó a desaparecer apenas cinco meses después de su fundación –fue disuelto el 27 de julio de 1899–. Varias son las razones que se conjugaron para ello. El historiador cubano José Rivero Muñiz, a quien debemos la recuperación de la documentación que sobre este partido ha llegado hasta nosotros, destaca algunas de ellas: en primer lugar, la carencia de una dirección eficiente –para este autor, Tejera era más un literato que un político– y de un número de seguidores suficiente. En segundo término, parece que la prensa tampoco le prestó su apoyo. En ese sentido, destacaron las críticas vertidas desde las publicaciones libertarias. Sirva de ejemplo el siguiente comentario publicado en Nuevo Ideal en relación al primer manifiesto difundido por el Partido Socialista de Cuba: “De todos los manifiestos que hemos leído ya algunos meses, éste del Partido Socialista es el que nos parece adolece de menos idealismos y requiebros platónicos, a pesar del alarde final de fuerza dulce y generosa”.75 Asimismo, según Rivero 73 El primer Manifiesto lanzado a los trabajadores sobre la creación del partido en El Cubano, La Habana, 18 de febrero de 1899, y el programa del Partido Obrero Cubano en El Cubano, La Habana, 21 de febrero de 1899. Reproducidos ambos en Rivero Muñiz, 1962a, 95-99. 74 Aunque este manifiesto no estaba firmado, las ideas en él expuestas, así como el discurso expositivo, hablan de la mano de Tejera en la redacción del documento. Partido Socialista Cubano, “Al pueblo de Cuba”, impreso en hoja suelta y distribuido en La Habana, el 29 de marzo de 1899. Ibídem, 99-104. 75 “Partido Socialista Cubano”, Nuevo Ideal, 15 de abril de 1899.
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Muñiz, el contexto político en el que surgió esta organización no resultó el más favorable para su proyecto, y ésta parece ser una de las razones que más influyeron en su desaparición. De hecho, poco después de su nacimiento, el partido socialista hubo de enfrentar las críticas de aquellos sectores que deseaban organizar un partido nacional que contrarrestara los, cada vez más presentes, intereses de EE.UU. Entre los que enarbolaban la bandera de la “estrella unitaria” se encontraba el periódico Patria, diario político fundado por la Junta Patriótica de La Habana en febrero de 1899, dirigido por Enrique José Varona. En él, el propio Varona escribió una serie de editoriales en los que tachaba de “inoportuna, antipatriótica y perjudicial” la creación de un partido donde se pusieran en juego los intereses de una clase en particular, en este caso los trabajadores, poniendo directamente en peligro a la nueva nación que habría de surgir en un futuro próximo; según él y sus colaboradores, “lo consideraríamos una de las mayores calamidades que pudieran caer sobre Cuba... Nuestra situación, tal como nosotros la vemos, exige la inmediata concentración de todas las fuerzas sociales de Cuba, para resistir a la enorme presión de los intereses que se están conformando en torno nuestro”.76 Las palabras de Varona nos parecen una clara alusión al enfrentamiento que a partir de 1899 surgió entre los defensores de la construcción de la nación y los partidarios de llevar a cabo una política de clase. Hay que tener en cuenta que la Paz de París, que puso fin a la guerra de independencia, se negoció entre españoles y norteamericanos, completamente al margen de los representantes cubanos; además, las autoridades interventoras contaron con la colaboración de las elites de poder, razones por las que parece probable que esos sectores de corte “nacionalista” vieran en la política de clase que proponía Tejera una amenaza para su proyecto. La campaña de Varona tuvo su efecto inmediato. Los editoriales de Patria hicieron reconocer a Tejera la necesidad de sacrificar el partido socialista para concentrarse en conseguir la soberanía. Según declaraba en ese mismo periódico: “la razón que explica mejor nuestro fracaso es precisamente por no tener aún la independencia, no hay ambiente en Cuba más 76 Las razones que Rivero Muñiz esgrime para justificar el fracaso del Partido Socialista Cubano, así como el primer editorial de Patria, de 1 de abril de 1899 y otros artículos en el mismo sentido, en 1962a, 66-79 y 106-114, respectivamente.
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que para la agrupación que trate exclusivamente de obtenerla”.77 Precisamente con ese fin, antiguos libertadores, ayudados por algunos profesionales, habían creado a finales de marzo del mismo año 1899 el Partido Nacional Cubano. Sin eludir las posibles conjeturas que el autor cubano esgrime, a nosotros nos interesa destacar otras razones que debieron restarle igualmente apoyos al partido socialista. Si, por una parte, en el plano teórico su proyecto debió resultar poco atractivo para los trabajadores, al mismo tiempo, esta circunstancia no se vio subsanada en la práctica, puesto que los miembros del partido, cumpliendo sus preceptos, se mantuvieron al margen de los movimientos laborales que encabezaron durante ese año. Si tenemos en cuenta el manifiesto con el que se presentó la nueva formación política, donde quedaron establecidas sus principales líneas de actuación, el Partido Socialista nacía sustentado en promesas que deberían cumplirse en un plazo largo, una vez el nuevo régimen político estuviera conformado y el partido hubiera logrado el apoyo necesario como para colocar a sus representantes en el Parlamento. Como ellos mismos advertían, “así irá el Partido Socialista formulando y desarrollando poco a poco y meditadamente su vastísimo programa, y armado de él concurrirá a la lucha legal de los partidos, y arrancando del sufragio universal, aspirará a subir hasta el gobierno”. Sin embargo, ¿resultaba ésta una opción funcional para resolver los problemas de los trabajadores en esos momentos? En relación con esta cuestión, seguramente, tampoco favorecería al Partido Socialista que desechase, aunque fuese indirectamente, los métodos que hasta entonces estaban ofreciendo resultados inmediatos en los conflictos protagonizados por los obreros: “[el partido] no empleará más medios que la propaganda, la discusión y la fuerza moral de las inmensas masas que moverá y dirigirá, esto es, la palabra libre, la pluma libre y el voto en el parlamento”. A pesar de este primer fracaso, Tejera volvió a poner en marcha una segunda organización socialista en Cuba. El Partido Popular fue fundado en el año 1900 y entonces el líder cubano intentó evitar algunos de los errores que habían condenado al Partido Socialista. Para ello elaboró, junto con algunos de sus antiguos compañeros, un completo programa en el que que77 “A mis correligionarios”, artículo firmado por Diego Vicente Tejera, reproducido en Patria, del 27 de julio de 1899.
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daron recogidos y definidos en 19 artículos los objetivos y aspiraciones de la nueva formación política.78 Como punto de partida, nos llama la atención que en este nuevo manifiesto Tejera reformó su discurso para interpelar a todos los sectores posibles dentro de la clase trabajadora, esgrimiendo una doctrina con un neto corte liberal, menos pesimista. Según el nuevo programa, el Partido Popular trabajaría por conseguir que Cuba llegara a ser una “nación independiente y soberana”, con un gobierno republicano y “esencialmente democrático”, elegido mediante sufragio universal. Ofrecía de ese modo otra posibilidad para los defensores de la construcción de la nación cubana. Al propio tiempo, Tejera reconocía la idoneidad de que fuera un estado laico que garantizase, entre otras cosas, la enseñanza elemental obligatoria y gratuita, así como la libertad de conciencia y culto; no obstante, acorde igualmente con la moral católica e intentando trascender el marco exclusivo de los trabajadores, abogaría por lograr la erradicación de aquellos vicios “que hoy corrompen nuestra sociedad, especialmente la prostitución de menores y el juego”, así como la rehabilitación de los presos “que les permitan emprender una vida honrada y ser miembro útil de la sociedad” o la erradicación de la mendicidad, “para lo cual se abrirán asilos que recojan a los desvalidos del cuerpo social”. Con esta apertura intentaba captar tanto a los que demandaban un estado laico, como a los sectores moderados que seguían vinculados a la Iglesia, muy arraigada en la sociedad cubana desde la época colonial. La mecánica de trabajo a seguir en la práctica coincidía con la que había planteado para la anterior formación política, es decir, conseguir, mediante el posicionamiento de sus representantes en las Cámaras, las reformas sociales y laborales necesarias para acabar con los endémicos problemas de los trabajadores. En este caso, resaltaba también las mismas cuestiones que habían formado parte de sus anteriores proyectos: el trabajo de la mujer y el niño, los seguros y prestaciones por accidentes o muerte del trabajador, la fijación de un salario mínimo, etc. Como sus principales sostenedores en el juego político serían los trabajadores y sectores populares con derecho de voto, en el artículo 16 recogían exactamente el grupo en el que se centrarían sus actividades parlamentarias: el partido 78 Las siguientes ideas están extractadas del Programa del Partido Popular, impreso en hoja suelta difundida en La Habana el 7 de noviembre de 1900. Recogido en José Rivero Muñiz, 1962a, 117-121.
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“abogará porque el Estado reparta tierras entre los campesinos y construya barrios de casas para obreros en las ciudades”. A ellos también se iban a encaminar el resto de propuestas del programa. Por otra parte, el método práctico planteado no abandonaría la vía institucional puesto que su intención era garantizar el orden social establecido y “conservar la buena armonía entre el Capital y el Trabajo”. No obstante, en consonancia con su orientación socialista, en el programa aparecían igualmente definidas las formas de organización y las estrategias que los trabajadores deberían desplegar para ir “sustrayéndose al poder del capital”. En primer lugar, el Partido trabajaría por favorecer la unión y cooperación de los trabajadores a partir de la formación de gremios (sociedades de oficio), una medida que sería complementada con la creación de la Caja de Ahorros, en la que se trabajaría por obtener la concurrencia del Estado. Una vez organizados, se reconocía como táctica complementaria a la gestión parlamentaria, el derecho a la huelga, tanto parcial como general, “que es el medio más natural de defensa que tiene el trabajador manual ante las demasías del capitalista” y, aunque no lo hacía de forma explícita, el partido se desvinculaba de otros métodos de reivindicación más violentos –lo cual significaba una crítica a los anarquistas– al condenar el uso de la violencia en su artículo 18, por cuanto “no quiere adoptar otro medio de defensa contra los abusos de que son víctimas a menudo los trabajadores”. Teniendo en cuenta las ideas anteriormente esbozadas, al parecer Tejera estaba modificando su, ya de por sí, pensamiento ecléctico. Si en 1900 ya no aparece el determinismo pesimista que se vislumbraba en su programa sobre la “sociedad ideal”, además nos parece que Tejera se aleja del socialismo para acercarse a un reformismo muy moderado, próximo quizás al laborismo británico.79 ¿Respondía este viraje de Tejera a una 79 El laborismo fue una tendencia surgida en Inglaterra a finales del siglo XIX que respondió al modelo de socialismo inglés. Aunó en su seno, además de a los trade-unionistas, a tres organizaciones diferentes: la Sociedad Fabiana, creada en la década de 1890, defensores de un socialismo pragmático por lo que sólo se preocupaban de las cuestiones que se podían tomar en Gran Bretaña, al tiempo que se mostraban partidarios de la administración colectiva de los servicios locales; la Federación Social Democrática, fundada en 1881, más combativa por su fuerte influencia marxista; y el Partido Laborista independiente constituido en 1893, que ocupó un lugar intermedio entre el marxismo y el tradeunionismo poco combativo. Estas tres organizaciones decidieron crear en 1899 el Comité de Representación del Trabajo y vincularse al Partido Liberal con la intención de obtener, para los candidatos del trabajo, encuentros en las circunscripciones electorales con los candidatos conservadores. Este fue el antecedente del Partido Laborista que se formó en 1906. Sobre esta cuestión, véase Bobbio y otros, 1994.
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intención de formar un partido más acorde con los planteamientos de los sectores que abogaban por la construcción de la nación cubana? Parece que sí puesto que el líder de los tabaqueros incluyó, en la misma hoja suelta donde se imprimían las bases del nuevo partido, un manifiesto “Al pueblo cubano” donde reiteraba la necesidad de que fuera el propio “pueblo trabajador” el que se uniera en un esfuerzo común por luchar contra un gobierno sometido a la tutela extranjera, sobre todo en esos momentos en que los grupos que estaban negociando con las autoridades norteamericanas el trasvase de soberanía “parecen residuos de la descomposición de la colonia: lacia organización de incontenibles apetitos bajo la sagrada bandera de la patria”. A pesar de todos los esfuerzos por afianzar sus bases y por dirigir su interpelación al conjunto de los trabajadores, el Partido Popular corrió la misma suerte que su antecesor, desapareciendo tan sólo unos meses después de su nacimiento. Tras este nuevo fracaso, el líder de los tabaqueros ingresó en las filas del Partido Nacional Cubano. Las dos empresas frustradas de Tejera nos llevan a interrogarnos sobre si, a la altura de 1899-1900, los trabajadores estaban dispuestos a dejar su futuro en manos de una organización política sin precedentes y sin una proyección de futuro clara y garantizada. Pero además, en relación con esta cuestión, nos surge otro interrogante: ¿por qué iban a dejar de apostar estos sectores por unos métodos que habían dado resultados positivos a corto y medio plazo en muchas de las empresas puestas en marcha hasta entonces? Estas cuestiones quedaron contestadas por los propios trabajadores de la Isla en los conflictos que estallaron, tanto en La Habana como en otras localidades, nada más terminar la guerra de independencia. Entre ellos, el que mayor participación obrera tuvo fue la huelga encabezada en el verano de 1899 por los obreros de la construcción de la capital cubana. Veamos entonces cuáles fueron las actividades desplegadas por los anarquistas en el primer período interventor.80
80 No es nuestra intención en este estudio analizar la actuación de los anarquistas en Cuba con relación al desarrollo del movimiento obrero. Por ello, a partir de ahora sólo resaltaremos aquellos conflictos protagonizados por los trabajadores en los distintos períodos en los que se vieron involucrados los anarquistas y que nos ayuden a apoyar nuestras hipótesis. Para ampliar la información sobre las huelgas durante el primer gobierno interventor, ver Rivero Muñiz, 1961a.
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REORGANIZACIÓN ÁCRATA EN LOS PRIMEROS AÑOS DE INDEPENDENCIA Acabada la última guerra de independencia el futuro para los anarquistas se preveía difícil, a medida que las autoridades interventoras iban reorganizando el país. Precisamente, el primer obstáculo que veían era la nueva dominación extranjera: “La situación en Cuba es muy distinta –decían en El Despertar de New York–, resulta casi el reverso de España. Se trata de un pueblo que cuando se creía a punto de regirse a su gusto, cuando soñaba haberse sacudido todo extraño dominio, toda vergonzosa tutela, vése amenazado de perderlo todo, su personalidad, sus costumbres, su lengua”. Pero precisamente también porque tras la guerra la situación de dominio no había cambiado realmente, era más necesaria su intervención: “Nuestra propaganda ha de serle también saludable en extremo –añadían–, puede abrirle los ojos a la razón, puede ponerle en condiciones de luchar por la libertad verdadera, por su real emancipación”.81 La etapa de la primera intervención norteamericana resultaría fundamental para la reorganización anarquista posterior. Por un lado, porque puso de manifiesto las principales cuestiones que estarían vigentes a partir de entonces, así como los nuevos obstáculos a los que los anarquistas tendrían que enfrentarse; el principal sería, sin duda, la mencionada división que se abrió en el seno de los trabajadores. Del otro, porque darían impulso a los métodos prácticos utilizados durante los últimos años del siglo XIX, al tiempo que pondrían en marcha nuevos ensayos que tendrían continuidad a lo largo de las primeras décadas republicanas. Los grupos y las organizaciones anarquistas resurgieron tras la guerra de independencia y, del mismo modo que el resto de formaciones, centraron sus esfuerzos en afianzar su posicionamiento entre los trabajadores. No obstante, en estos primeros momentos la presencia de los anarquistas en la Isla era minoritaria, consecuencia directa de la guerra. Como hemos visto, a la altura de 1898 la mayoría de los líderes ácratas o bien se hallaban fuera del país o bien se habían desvinculado de la ideología libertaria, caso de la mayor parte de los líderes de origen español que habían destacado durante la colonia, como Maximino Fernández, Eduardo González Bobés, José González Aguirre, Gervasio García Purón o Santiago Romaelle, que aban81 “Lo que hay que hacer”, El Despertar, 30 de septiembre de 1898.
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donaron las organizaciones anarquistas, unos para desaparecer de la escena pública y otros para engrosar las filas de los nuevos partidos republicanos. Del resto, muchos habían sido deportados o se encontraban en el exilio, de donde no regresaron. Precisamente el regreso fue un problema para todos aquellos que habían emigrado a Estados Unidos y México durante la guerra y que, acabada ésta, deseaban regresar pero no disponían de recursos para pagar el viaje. Por ello en el mes de octubre de 1898, a los pocos meses de finalizar el conflicto, se organizó en La Habana un Comité Central de Auxilios para los emigrados en Tampa y Cayo Hueso, que tenía como principal objetivo recaudar fondos con los que pagar los pasajes de las familias que desearan retornar a Cuba.82 Y gracias a esta iniciativa regresaron de Estados Unidos algunos ácratas cubanos como Francisco Barral, José García, Aurelio Menéndez, Ramón Rivera o Arturo Juvanet, ayudados también por aquellos que habían permanecido en la Isla durante el conflicto, como Feliciano Prieto o Manuel Cendoya. Junto a ellos, llegaban igualmente otros anarquistas destacados, en este caso españoles. Uno de ellos fue el catalán Adrián del Valle, quien, como hemos visto, había visitado Cuba durante la guerra para buscar apoyos a la causa independentista. Del Valle era un viejo conocido anarquista. En España había formado parte del grupo Benevento de Barcelona y se había destacado como periodista colaborando en el periódico El Productor. En 1892 emigró a Estados Unidos, junto con el también anarquista catalán Pedro Esteve y el cubano Campos. Allí participó en distintas publicaciones libertarias como El Despertar y Cultura Obrera, ambas editadas en Nueva York, o El Esclavo de Tampa. Desde que se instaló en la mayor de las Antillas nada más acabar la guerra, continuó colaborando activamente en la prensa anarquista, tanto de Cuba como del resto de países, entre ellos la española, firmando algunos de sus escritos con el seudónimo de Palmiro de Lidia. Fue, además, un gran defensor del naturismo y permaneció en la Isla hasta su muerte, ocurrida en 1945.83 Otro de los emigrados españoles que llegó a Cuba entonces, procedente igualmente de Estados Unidos, fue Luis Barcia, que también era 82 Instituto de Historia del Movimiento Comunista y de la Revolución Socialista en Cuba, 1985, 102. Más información sobre esta cuestión, en Balboa, 2003, 183-184. 83 Más información sobre este ácrata, en Peláez Groba.
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conocido en el país norteamericano por sus colaboraciones en la prensa ácrata. A partir de entonces, el refuerzo continuaría llegando del exterior, principalmente de España, y –como tendremos ocasión de comprobar–, esta corriente se mantuvo vigente al menos durante las dos primeras décadas de la República. Recordemos, por ejemplo, como a comienzos del año 1900 algunos de los indultados en el Proceso de Montjuich escogieron la mayor de las Antillas para establecerse. En esta elección tuvieron mucho que ver también los propios anarquistas de la Isla. Tras conocerse en La Habana la obligación impuesta por las autoridades españolas de abandonar la Península a los inculpados, se organizó una suscripción a través del periódico ácrata Nuevo Ideal para ayudar a aquellos que escogieran América como destino. A Cuba llegaron en ese año Juan Casanovas, Rafael Cusidó, Antonio Costas, Domingo Mir y Lorenzo Serra.84 Al propio tiempo, toda esa labor de reorganización de las asociaciones de trabajadores, y entre ellas de los grupos anarquistas, fue propiciada en buena medida por el ambiente de “legalidad” que inauguró la reordenación política y jurídica iniciada por las autoridades interventoras y que después sería continuada por los gobiernos republicanos. En términos generales, mientras sus actividades no amenazaran el orden social establecido, tendrían asegurado su crecimiento. Sin embargo, a diferencia del resto de sectores, la nueva situación política que llegó con la independencia no iba a influir en las prioridades de los ácratas. Sus objetivos, así como su lógica de acción, seguían siendo los mismos que en época colonial. La guerra, como hemos visto, no había cambiado su objetivo primigenio: conseguir las condiciones necesarias que les permitieran llevar a término la revolución social. De manera que una de las pocas constantes que encontramos entre toda la reorganización que se estaba llevando a cabo durante esta etapa es precisamente el anarquismo. Conscientes, a nuestro entender, de la nueva realidad que se abría ante los trabajadores en este período, los ácratas se centraron, en un primer momento, en conseguir suficiente presencia en las sociedades que se fueran organizando en los distintos sectores productivos, para asegurarse el crecimiento de la ideología libertaria de cara al futuro. El modelo a seguir 84 “Solidaridad para las víctimas de la Inquisición española”, Nuevo Ideal, 23 de mayo de 1900.
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seguía siendo la extinguida Federación Regional Española, a la que se llegaría tras una etapa previa de creación de sociedades de oficio o gremios, como seguían denominando en Cuba a las organizaciones de trabajadores por ramas productivas o por oficios. Como reconocían en Nuevo Ideal, “la organización de los trabajadores en sociedades de resistencia –o gremios, como aquí se les llama– es de suma utilidad para la clase trabajadora”. En estas sociedades, sostenían, el obrero aprende a reconocer los intereses de su clase al enfrentarse a la clase burguesa y se da cuenta del valor de la solidaridad. Por tanto, una vez que las sociedades de resistencia estuvieran organizadas, la misión de los ácratas radicaría en orientarlas hacia la formación de Federaciones de Oficio y Federaciones Regionales, guiadas por el principio de que “la unión hace la fuerza”. Y como colofón de esta reorganización, “sería conveniente la organización de una Federación Regional que abrazara a todas la federaciones de oficio”.85 Pero a la altura de 1899 quedaba un largo camino por recorrer hasta llegar a cumplir ese objetivo. La mayor parte de las formaciones obreras se habían deshecho durante la guerra de independencia y poco a poco estaban surgiendo nuevos gremios en distintos sectores como los albañiles, zapateros, estibadores, lancheros, cocheros, carretoneros, tipógrafos, barberos, dependientes, cocineros, etc., todos oficios y sectores productivos que estaban creciendo con rapidez en la ciudad de La Habana. También estaban surgiendo este tipo de asociaciones en algunas localidades fuera de la capital, principalmente en Regla, así como en las de otras provincias con importante presencia obrera, como Villa Clara, Sancti Spíritus, Cienfuegos o Pinar del Río.86 Una conocida organización había sobrevivido a la guerra: la Sociedad de Dependientes de Restaurantes, Hoteles y Fondas, que había sido creada en el año 1890 y tenía una clara adscripción anarquista. A partir de entonces el gremio de dependientes se destacaría por su decidido activismo. Con similar orientación nació en ese mismo año 1899 la Confederación Tipográfica de La Habana, otro de los sectores que sería reducto de anarquistas. Ya en los últimos años de colonia había contado entre sus filas con ácratas 85 Estas ideas en “Los gremios” y “Los gremios. Necesidad de una Federación”, Nuevo Ideal de los días 30 de junio y 7 de julio de 1899. 86 Nuevo Ideal dio cumplida información sobre la creación de estas asociaciones en su “Directorio Obrero”, de los días 7, 14, 21 y 28 de junio, y 12, 20 y 27 de julio de 1900.
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destacados, como Enrique Creci o Pedro Merino, y durante la guerra la casa del anarcosindicalista Manuel Comas Seguí, en La Habana, se convirtió en un centro de reunión y apoyo para aquellos jóvenes que llegaban del interior, caso del que años después sería un líder ácrata destacado, Antonio Penichet, llegado de Güines durante la reconcentración, que aprendió el oficio de linotipista junto a ese anarquista.87 En la formación de la Confederación tomó parte el anarcosindicalista español Francisco Villamisar, junto a Antonio Valdés Goiburo y Miguel Cruz Castro. Tras la huelga de albañiles de ese año, a la que apoyó activamente el sector gráfico, y como consecuencia de la actividad organizativa que desarrollaron sus líderes, fueron surgiendo otros gremios en ese sector, como el Gremio de Encuadernadores de La Habana, organizado en febrero de 1900, el Gremio de Estampadores y Litógrafos, fundado en agosto de 1901, o el Gremio de Auxiliares Litógrafos, que nació en septiembre de ese mismo año. Asimismo, en julio de 1901 se creó una sección de Socorros Mutuos anexa a la Confederación Tipográfica, cuyo director fue Antonio Valdés, y que surgió con el objetivo de socorrer a los miembros de la Confederación ante cualquier eventualidad.88 De la misma forma, nada más finalizar la guerra de independencia, un grupo de anarquistas reorganizó la Sociedad General de Trabajadores, que había dejado de reunirse en los meses anteriores. Aunque esta organización tuvo una vida breve, pues desapareció dos años después, sirvió para mantener asegurada en esos primeros momentos tanto la propaganda y la difusión del ideal libertario como el contacto con los grupos ácratas de fuera de la Isla, otra de las funciones consideradas básicas por los anarquistas. Precisamente, recuperar las redes y la conexión con el exterior fue uno de los objetivos de la Sociedad. Para ello, el cubano César García junto con los españoles José Guardiola y Benigno Santos se encargaron de reorganizar desde la Sociedad la distribución de los folletos y revistas revolucionarios que se editaban en Barcelona.89 También a finales del año 1899 se fundó en La Habana el Centro General de Obreros. Guiado por el espíritu internacionalista propio de los anarquistas, sus creadores anunciaban que en él tendrían cabida todas las 87 Cabrera, 1985b, 20. 88 López, Calvo y Fernández, 1991, 30-34. 89 La Sociedad General de Trabajadores desapareció en el año 1902. Rivero Muñiz, 1961a, 33.
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sociedades de resistencia y de oficio de la Isla, “sin distinción de creencias políticas, económicas y religiosas”.90 Imbuida del mismo espíritu nació la Sociedad de Torcedores de Tabaco en el mes de marzo del año 1900. Su organización había sido propuesta por un grupo de obreros de La Habana, convencidos de que era necesaria una asociación de todos los obreros tabaqueros por ser “el medio que tenemos los trabajadores para moderar la desmedida ambición del capital”. En la reunión celebrada en los Salones del Centro General de Obreros expusieron las bases sobre las que se regiría la federación: 1ª. Esta sociedad estará identificada con las aspiraciones del país cubano, así como con toda causa noble y justa en los asuntos del trabajo. 2ª. Podrán pertenecer a ella todos los torcedores de tabaco sin distinción de razas, ni nacionalidad, que se hallen dispuestos a defender los intereses colectivos del trabajo. 3ª. En el seno de esta sociedad sólo se tratarán los asuntos que se relacionen con el trabajo. 4ª. Los individuos que pertenezcan a esta asociación podrán, fuera de ella, individualmente, pertenecer al partido político, religioso o social que tengan por conveniente, sin mezclar para nada en ellos el nombre de esta sociedad. 5ª. Una vez unificados los tabaqueros de La Habana para la defensa de sus intereses comenzarán los trabajos para llegar a la federación con los de otras localidades de la Isla y del extranjero, como medio de hacer frente a los trusts que amenazan sumirnos en un grado tal de miseria que haría imposible la vida.
Entre los firmantes del manifiesto donde se publicaron estas bases reconocemos al menos a dos destacados anarquistas, el cubano Feliciano Prieto y el español Sebastián Aguiar.91 Como complemento a la organización de asociaciones de trabajadores donde tuvieran una presencia garantizada, los anarquistas crearon sus propios grupos a partir de los cuales podrían poner en marcha sus actividades. Conscientes de que su organización era fundamental para garantizar la pro90 “Movimiento obrero”, Nuevo Ideal, 21 de diciembre de 1899. 91 “A los tabaqueros. La Habana, 6 de marzo de 1900, IHC, Fondo Museo del Obrero, Registro General, Fichero n. 3, Sección: Organización de Trabajadores, Sig. 10.3/178/11/3. La información sobre la organización de la Sociedad de Torcedores de Tabaco de La Habana se publicó en “Movimiento obrero. Isla de Cuba”, Nuevo Ideal, 22 de marzo de 1899.
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paganda y la difusión de su mensaje, el grupo se convertía así en un arma fundamental en la praxis. Y para ser fieles a sus concepciones individualistas, era necesario que estos organismos tuvieran asegurada su independencia, así como la libertad de acción de sus integrantes. Pero, al mismo tiempo, para garantizar su eficacia, era recomendable también que actuaran en coordinación, de ahí que la fórmula escogida en estos momentos fuera la creación de células ácratas independientes, aunque conectadas entre sí. En estos primeros años destacaron dos grupos: el que formó Adrián del Valle, conocido como Nuevo Ideal, editor del periódico del mismo nombre, y el que surgió con el característico nombre de Montjuich, ambos radicados en La Habana. Este último estaba en íntima conexión con los acontecimientos que estaban ocurriendo en España; por ello, a mitad del año 1901 lanzaron un manifiesto “A los obreros de Cuba” para protestar por los atropellos que sufrían los trabajadores en Andalucía, Cataluña y Galicia, a la vez que convocaban a un mitin el día 28 de julio para denunciar esos crímenes.92 La conexión con el exterior les servía igualmente para comenzar campañas de solidaridad y reforzar su mensaje con ejemplos cercanos y experiencias que les eran comunes. En ese sentido, la realidad de los trabajadores en la Península fue una de las más difundidas. Además, la labor de los grupos incluiría distintas prácticas, dependiendo de la coyuntura específica a la que se enfrentaran. En esta etapa de reorganización los líderes anarquistas pusieron el énfasis en demostrar que sus métodos seguían siendo los más efectivos; por ello, redefinieron su estrategia en dos sentidos: a) la búsqueda de prosélitos entre los sectores populares; y b) la concienciación de esos seguidores. En ese sentido, la difusión y la propaganda del Ideal libertario, junto a su aplicación práctica, incluirían dos actividades principales: la creación y distribución de periódicos, y la realización de charlas, mítines y conferencias. A veces, para obtener mayor eficacia en estas últimas actividades se apoyaron en personalidades de renombre internacional que reforzasen sus posiciones. Hemos de señalar que en esta etapa la actuación en la práctica resultaba bastante complicada, por cuanto la guerra de independencia había dejado a la población de la Isla en un estado de postración total, por 92 “El Grupo Montjuich a los obreros de La Habana”, 26 de julio de 1901, IHC, Fondo Museo del Obrero, Registro General, Fichero n. 3, Sección: Organización de trabajadores, Sig. 10.3/178/6/45.
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lo cual a los anarquistas, dependientes de la solidaridad, les resultaba más difícil encontrar financiación para llevar a cabo sus empresas.
Ilustración 5. Comunicado del Grupo Montjuich a los obreros de La Habana. Habana, 26 de junio de 1901. (Instituto de Historia de Cuba, Fondo Museo del Obrero).
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Como habían podido comprobar los anarquistas durante las décadas finales del siglo XIX, la prensa era uno de los mejores medios de difusión de sus ideas y de las empresas que ponían en marcha. Es por ello que los grupos anarquistas comenzaron su labor de propaganda en este período editando folletos y periódicos, así como distribuyendo aquellas publicaciones que llegaban del exterior, como hemos visto que hacía la Sociedad General de Trabajadores. En ese sentido, el periódico Nuevo Ideal jugaría en esta etapa un papel preponderante, convirtiéndose en uno de los primeros portavoces anarquistas. Fundado por Adrián del Valle junto a los también anarquistas Manuel Ponce, Manuel Martínez Miranda y Jovino Villar, su primer número salió a la calle el día 25 de enero del año 1899. En su declaración de intenciones dejaron claramente definidos sus objetivos: “A recordar a los trabajadores ese criterio de unión, solidaridad y apoyo mutuo venimos nosotros, seguros de ser oídos; como también venimos a decirle al trabajador ahora que la pasión política no tiene ya ocasión de exaltar los ánimos, que antes que cubano, que antes que español, es un ser humano que por dignidad y por deber, tiene que defender su trabajo”. Al mismo tiempo fijaban su adscripción política: “Y venimos todavía a más que a eso: venimos a propagar, con la constancia que presta una convicción arraigada, el nuevo ideal libertario que aspira a la emancipación de todos los trabajadores”.93 A partir de entonces el semanario habanero destacó por su análisis de la realidad cubana. Y en este aspecto resultan especialmente significativas sus duras críticas a lo que realmente había supuesto la guerra de independencia y a lo que consideraban una nueva “dominación” sobre la Isla. Una serie de editoriales firmados por Palmiro de Lidia abrieron una línea cuyo principal objetivo fue denunciar la presencia norteamericana y la reorganización que de forma interesada estaban promoviendo los gobiernos de intervención militar, al tiempo que sostenían que la verdadera independencia de la Isla no se lograría hasta que no se librasen de esos nuevos dominadores. Ante ese panorama, para el ácrata español el futuro de los trabajadores pasaba por organizarse como clase y luchar por sus derechos y su mejora económica, pero alejándose de la política al uso.94 93 “A lo que venimos”, Nuevo Ideal, 25 de enero de 1899. 94 Sirvan como ejemplo de esta cuestión los artículos titulados, “La independencia de Cuba y la cuestión política”, publicados en Nuevo Ideal de los días 25 de febrero y 11 de marzo de 1899. Para ampliar la información sobre esta cuestión, véase Shaffer, 2005, 45-49.
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Precisamente, los redactores de Nuevo Ideal orientaron igualmente sus diatribas a la participación del trabajador en política, una cuestión que adquirió especial importancia en esta etapa porque se estaban abriendo ante ellos nuevas posibilidades de inclusión que durante la colonia estaban reservadas tan sólo a algunos sectores de la sociedad, como el derecho de voto y la representación ante las cámaras, así como nuevas formas de representación política a través de los nacientes partidos, entre ellos los obreros. No en vano en esos meses se estaba proyectando el mencionado Partido Socialista de Cuba de lo que el Memorándum Tipográfico daba cumplida información, felicitándose al propio tiempo porque gracias a la participación de los trabajadores en la política habían contribuido a la emancipación de la Isla. Palmiro de Lidia contestaba al periódico socialista desde Nuevo Ideal: “¿Puede decirnos ahora el Memorándum en virtud de qué lógica deduce que si hoy se oye el grito de Cuba libre es porque los obreros cubanos hicieron política? Si el obrero cubano hubiera hecho política todavía seguiría bajo la dominación española, sin haber logrado siquiera el goce de unas reformas de verdad; y si hoy por todas partes se suspira abiertamente por la libertad de Cuba, se debe a que el obrero cubano abrazó con entusiasmo la causa de la revolución, la causa libertadora de los pueblos e impulsadora del progreso, la causa que si hoy ha servido para libertarnos de la dominación española, servirá mañana para emanciparnos de la explotación burguesa”.95
Como había ocurrido durante la colonia, en el período analizado, reformismo y anarquismo continuaron rivalizando para asumir la reorganización y dirigir las actuaciones de los trabajadores. Los socialistas reconocían el enfrentamiento con los anarquistas ya a comienzos de febrero de 1899 en el periódico El Cubano, dirigido por Felipe González Sarraín –uno de los impulsores, junto con Tejera, del Partido Socialista Cubano–: “..entre las clases trabajadoras existen elementos disolventes, que germinan en su seno..., hombres que con el calificativo de anarquistas, aparecen en toda manifestación del trabajo, oponiéndose a toda manifestación noble y grande, divorciados del sentimiento público y enemistados con toda la humanidad...”.96 95 “La independencia de Cuba y la cuestión política”, Nuevo Ideal, 11 de marzo de 1899. 96 “Los obreros”, El Cubano, 11 de febrero de 1899.
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Relacionada directamente con estas cuestiones, otra línea de pensamiento que inauguró el nuevo semanario anarquista se dirigió a contrarrestar la mencionada división que cada día se hacía más notable entre los trabajadores, enfrentando a nativos y españoles, y beneficiando con ello, según su interpretación, al único enemigo que tenía la clase trabajadora: la burguesía. Uno de los máximos defensores de esta postura –que continuaría años después en la prensa anarquista nacida durante la República– fue el español Luis Barcia. A ese respecto decía en el primer número de Nuevo Ideal: “¡Obreros cubanos y españoles! Echad a un lado pasadas pendencias, y juntos, cual miembros de una clase oprimida y explotada, marchemos todos a la conquista de nuestra emancipación económica y política; marchemos juntos, que una es nuestra causa y uno también nuestro enemigo: la burguesía, sea cualquiera su nación y su filiación política”.97 Pero esta escisión era algo más que una división de clase. Escondía el enfrentamiento entre nacionalistas-reformistas cubanos y anarquistas peninsulares. Como hemos avanzado, en esta etapa surgieron en distintos sectores nacionalistas voces que anteponían la construcción de la nación cubana a los intereses de clase, al tiempo que esgrimían un cierto “sentimiento antiespañol” especialmente visible en la industria tabacalera. De hecho, la construcción de la nacionalidad se convirtió en esta etapa en uno de los mayores obstáculos a los que se enfrentaría el anarquismo, autoexcluido de antemano del nuevo sistema político por sus ideales antiestatistas y antipoliticistas. Al propio tiempo, como hemos visto, era frecuente la identificación de anarquismo con los emigrados españoles. Esta interpretación tuvo su origen en el liderazgo que entre los anarquistas ostentaron algunos peninsulares; sin embargo, al parecer podría tratarse de una visión interesada de los dirigentes de esos sectores, puesto que fueron muchos los cubanos que compartieron liderazgo con los anarquistas procedentes de la Península. A partir de entonces, y a pesar del retraimiento de la Liga General de Trabajadores Cubanos –como veremos debido en parte a su actuación durante la huelga general de finales de 1899– el sentimiento “antiespañol” se reproduciría en el seno de muchas de las organizaciones obreras. Las acusaciones de que los trabajadores peninsulares usurpaban el lugar que le 97 “Marchemos”, Nuevo Ideal, 25 de enero de 1899.
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correspondía al obrero nativo se generalizaron y se convirtieron en el tema central de su discurso. Esta actitud se explica igualmente si tenemos en cuenta dos circunstancias que se unieron en esta etapa: por un lado, aún tardarían en superarse las consecuencias de la guerra de independencia y las herencias de la sociedad colonial y, al mismo tiempo, comenzaron a llegar a la Isla grandes contingentes de trabajadores extranjeros, principalmente procedentes de la Península, que complicarían la ya de por sí difícil situación laboral.98 Siguiendo con el relato de las actividades de los anarquistas en la práctica, como complemento a la prensa, los grupos organizados en este período incorporaron otras actividades de propaganda, con la intención de ampliar el marco de sus prosélitos. En ese sentido, destacaron las conferencias y mítines organizados en distintos lugares de la capital, por lo general en lugares públicos y céntricos, o en asociaciones de trabajadores. En el año 1900 esas actividades incluyeron la visita de uno de los grandes teóricos anarquistas, conocido a nivel internacional. El italiano Enrico Malatesta llegó a la Isla procedente de Patterson, New Jersey, en Estados Unidos, a finales del mes de febrero. El promotor del viaje fue el grupo que editaba el semanario Nuevo Ideal y sobre todo su director, Adrián del Valle. Malatesta dio varias conferencias en el Centro General de Obreros de La Habana y en el pueblo de Regla, a las que asistió numeroso público. Además de las charlas incluyó algunos artículos en el semanario habanero. Toda esta actividad suscitó el recelo de las autoridades, que decidieron llamar la atención del propagandista italiano advirtiéndole de que le estaban vigilando y que en sus discursos no podía mencionar la palabra anarquía. A pesar de las gestiones que del Valle hizo con el gobernador civil, el general Emilio Núñez, la prohibición no fue levantada y Malatesta regresó a Estados Unidos a finales del mes de marzo.99 Las actividades prácticas de los anarquistas tuvieron su mayor repercusión en esta etapa en relación con el movimiento obrero. Esto fue debido en parte a que siguieron utilizando tácticas de impacto que resultaran 98 Sobre las relaciones entre cubanos y españoles después de la independencia, véase García Álvarez y Naranjo Orovio, 1998, 100-129. 99 Las conferencias y artículos de Malatesta aparecieron publicados en “Conferencias Malatesta”, “Malatesta a los trabajadores cubanos”, y “Segunda Conferencia Malatesta. Civilización y Libertad”, Nuevo Ideal de los días 9, 22 y 29, de marzo y 6 de abril, respectivamente.
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funcionales a corto plazo para los trabajadores. Partidarios de la huelga general, una táctica de lucha cada vez más extendida en Europa y Estados Unidos y la única que utilizaban en Cuba, según manifestaban en Nuevo Ideal,100 la complementaron con otro recurso también clásico, consistente en convertir en mártires a los anarquistas represaliados o fallecidos en la lucha por el Ideal y utilizarlos como modelo a seguir. En este período, los ácratas de Cuba disponían de más de un “héroe” que había dado su vida durante la guerra de independencia, pero el que más popularidad tuvo, por su decidido apoyo a la emancipación, fue Enrique Creci.
Ilustración 6. Enrico Malatesta y Enrique Creci. (Nuevo Ideal)
Este tipo de actividades se entienden si tenemos en cuenta que, durante la primera intervención norteamericana, la presencia anarquista en Cuba fue minoritaria y los rivales a los que se enfrentaban habían crecido en número. Por ello, resulta lógico pensar que las acciones que llevaran a cabo los ácratas debían intentar capitalizar al máximo las distintas coyunturas. Eso parece que hicieron, por ejemplo, a mediados de 1899 en uno de los primeros conflictos protagonizados por los trabajadores, la conocida como huelga de albañiles, que fue el movimiento que mayor resonancia tuvo en el primer período interventor. Se trata de una huelga que estuvo organizada por los trabajadores de la construcción entre el 20 de agosto y el 29 de septiembre de 1899. Al principio contó con el apoyo de unos cuatro mil trabajadores, que se unieron para reclamar a los ingenieros y arquitectos la jornada laboral de ocho horas, así como aumento en los salarios de operarios y ayudantes –de 1,5 a .
100 “Medios de lucha. Boycottage”, Nuevo Ideal, 27 de julio de 1900.
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2 pesos para los primeros, y de 1 a 1,5 pesos para los segundos–, y que los pagos de los jornales se hiciesen en moneda americana. Sin embargo, en poco tiempo adquiriría mayores dimensiones debido a la participación de los anarquistas, así como al concurso de la Liga General de Trabajadores Cubanos, dos sectores que acabaron enfrentados al intentar dirigir el movimiento hacia fines diferentes. Resulta significativo que junto a las ya clásicas demandas por aumento de sueldo y rebaja de jornada laboral diaria, los albañiles reclamasen el pago del salario en moneda americana. Sin embargo, era una demanda lógica ya que el gobierno interventor estaba tomando las medidas oportunas para unificar las distintas monedas que todavía estaban en circulación, entre ellas las españolas y francesas. Recordemos que la unificación de pesos y medidas, así como de monedas, es uno de los requisitos necesarios para llevar a cabo la construcción de un estado liberal.101 Además, hemos de advertir que en un principio, entre las peticiones de los trabajadores de la construcción no aparecía ninguna que se refiriese específicamente a la situación del obrero nativo. A mediados de septiembre un grupo de trabajadores pertenecientes a distintos gremios, entre los que se encontraban algunos anarquistas, se reunió para determinar qué debían hacer para apoyar a los albañiles en paro. Acordaron declarar la huelga general y redactaron un manifiesto para informar a los trabajadores. Entre sus firmantes se encontraba el ácrata Juan Tenorio Fernández, asturiano, de profesión tabaquero. El día 21 circuló el manifiesto por toda La Habana; en él se hacían referencias al anarquismo; se ponía el ejemplo de los “7 mártires de Chicago” y se completa con alusiones a la “bandera roja”: “Desde que en Chicago 7 mártires ofrecieron sus vidas cuando enarbolaron la bandera roja que infunde alientos a todos los trabajadores, nosotros también debemos izar en este país la misma enseña por la que murieron tantos queridos y nobles compañeros” .102 Tres días después, los propios firmantes del manifiesto convocaron a un mitin en el que participaron como oradores, entre otros, los anarquistas Juan Aller y el mencionado Juan Tenorio Fernández. En él se acordó que 101 El decreto del Presidente McKinley sobre la imposición de la moneda norteamericana y la cotización del resto de monedas en circulación, en Pichardo, 1969, t. II, 15-16. Más información sobre esta cuestión, en Piqueras, 2006, 177-189. 102 El Manifiesto “A los trabajadores de La Habana” aparece recogido en Rivero Muñiz, 1961a, 115-117.
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prestarían apoyo pecuniario a los trabajadores en paro. Los elegidos para formar el comité de huelga serían los ácratas Francisco de Armas, César García, Simón Camacho, Serafín del Busto, José González Pintado y los propios Tenorio y Aller. Al mismo tiempo, los anarquistas propusieron convertir el paro iniciado por un sector, en una “huelga general” en la que la mayor consigna sería la mítica jornada de ocho horas. A raíz de estas manifestaciones los albañiles fueron paulatinamente apoyados en su empresa por diversos sectores obreros, tanto de la capital como de sus alrededores, entre los que destacaban panaderos, cocheros, tabaqueros de algunas fábricas, tipógrafos, cosecheros, vendedores de periódicos, dependientes de comercio, carretoneros y fogoneros del ferrocarril urbano; en todos ellos se encontraban representadas las diversas tendencias ideológicas, tanto la Liga y los reformistas como los anarquistas. Los periódicos de la época, entre ellos La Discusión, La Lucha y Patria, recogían cifras que rondan los 15.000 trabajadores en apoyo de sus compañeros en paro.103 La posibilidad de que este paro tomara dimensiones descontroladas motivó la intervención del gobernador militar de La Habana, el general William Ludlow. Sus primeras palabras fueron de advertencia para todos aquellos que con sus acciones pusieran en peligro la estabilidad del estado: “el orden se mantendrá, reprimiéndose enérgicamente toda violencia y tumulto”. El punto de mira de las autoridades interventoras quedó fijado en los líderes del conflicto, que eran considerados personas “sediciosas e indignas”, según ellas, vinculados al anarquismo y, por ende, enemigos de la sociedad, de las leyes y de los derechos ajenos.104 Por ello, escribió al alcalde de La Habana solicitándole el arresto de estos cabecillas, e inmediatamente varios obreros fueron encarcelados, entre ellos los firmantes del manifiesto. En una segunda misiva, en este caso enviada al gobernador de la provincia, Ludlow negaba la autorización para la realización de cualquier tipo de manifestación pública.
103 Estos datos aparecen referidos, en Instituto de Historia del Movimiento Comunista y de la Revolución Socialista en Cuba, 1985, 130-132. 104 La Proclama del General Ludlow contra las huelgas obreras, “Al Pueblo de La Habana”, en Instituto de Historia del Movimiento Comunista y de la Revolución Socialista en Cuba, 1981, t. I, 173-176.
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Por otra parte, el internacionalismo anarquista resumido en esa alusión a la bandera roja entraba en contradicción directa con los intereses de la “nación en ciernes”, defendida por algunos sectores, entre ellos la recién creada Liga General de Trabajadores Cubanos, que aprovechó igualmente la oportunidad para dejar definidos sus propósitos en el conflicto. Ante la radicalidad que tomaron los acontecimientos, sus representantes se desmarcaron del movimiento huelguístico; por ello, cuando apareció en La Habana un pasquín que llamaba a los huelguistas “enemigos del orden y de la patria”, los trabajadores lo relacionaron directamente con los dirigentes de la Liga. Esta actitud de la Liga resulta lógica si tenemos en cuenta que ante un conflicto de estas características habían mantenido que actuarían siempre de forma “conciliadora y justiciera”, pues entre sus objetivos no había ninguna intención revolucionaria y sus intereses “nacionales” estaban por encima de cualquier otro propósito. En el punto número cinco de las bases aprobadas para su creación se declaraban “preparados a la defensa contra todo elemento nocivo que por algún medio pretenda obstaculizar la buena marcha de la República Cubana”. Fieles a esos principios, a partir de entonces la Liga y su principal órgano de difusión, el periódico ¡Alerta!, iniciaron una campaña orientada por ese punto quinto, que tendría como uno de sus objetivos principales la neutralización de los elementos extranjeros, principalmente los trabajadores españoles, pues –según ellos– mantenían viva la discriminación de los obreros nativos. Al parecer, las amenazas de comenzar una cruenta represión por parte de las autoridades, así como las presiones que recibieron los líderes encarcelados (Juan Aller, Juan Tenorio Fernández, Francisco de Armas López, Serafín Busto, José González Pintado, Agustín Oliva, Baudilio Mares, José A. García y Evaristo Estenoz), unido a la promesa de que serían liberados si se retractaban públicamente de sus posicionamientos, les llevaron a firmar un documento en el que pedían a sus compañeros que abandonaran el paro. Realmente la huelga estaba condenada de antemano por la mala organización y la falta de apoyo por parte de todas las organizaciones obreras que una huelga de este tipo necesita. Nuevo Ideal señalaba el fracaso del movimiento en ese sentido: falta de verdadera organización, advertida no en la dirección del paro, sino en la carencia de organización en muchos ofi163
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cios, “huérfanos de todo lazo de unión y solidaridad entre los que a ellos se dedican”; el hecho de que muchas de las organizaciones, a pesar de haber aprobado la huelga, no fueron a ella; la negativa de los tabaqueros de secundar el paro; y “la propaganda malsana de ciertos elementos que para desvirtuar y entorpecer el movimiento no han vacilado ante la calumnia y la difamación, atribuyéndole móviles ocultos para obstaculizar la marcha política del país”; en esta última aseveración se referían a los sectores nacionalistas que estaban abogando por la conciliación de clases en bien de la construcción de la nación cubana.105 El repliegue de los líderes de la huelga general, junto a la represión esgrimida por el gobierno Ludlow y a la escisión que se produjo en el seno de los trabajadores, ya que los seguidores de la Liga se centraron en defender exclusivamente la posición del obrero nativo, dejando de lado al resto de huelguistas que defendían la mejora de las condiciones de los trabajadores en general, provocaron el “fracaso relativo” de lo que, para algunos autores, pudo ser la primera “huelga general” en Cuba. Precisamente, esta postura le costó a la Liga su casi desaparición, ya que el 90% de sus miembros abandonaron sus filas tras la huelga. A partir de entonces pasó a ser un organismo de escaso poder, quedando reducida su presencia a unos pocos centros de tabaquería donde su líder, Enrique Messonier, aún conservaba gran influencia. Dos años después, durante la huelga de aprendices de octubre de 1902, y bajo la presidencia de José Rivas, volvería a tomar protagonismo; sin embargo, nunca alcanzaría un peso importante fuera del sector tabacalero. Hemos entrecomillado las palabras huelga general y relativo fracaso porque creemos que merecen una matización. En cuanto a la primera cuestión, la opinión sobre el carácter del paro de 1899 no es unánime entre los distintos autores que han estudiado el tema. Quien mayor información recoge sobre este movimiento es el historiador cubano José Rivero Muñiz y, si bien en sus epígrafes habla de huelga general, acaba reconociendo que nunca llegó a alcanzar el suficiente apoyo para serlo. Dos razones esgrime para ello: de una parte, quizás los representantes de los gremios, que en principio habían apoyado la proposición, en realidad no tenían el peso suficiente como para hacer que sus representados aceptasen su decisión. También le 105 “Consideraciones. Después de la huelga”, Nuevo Ideal, 6 de octubre de 1899.
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parece que pudo influir el hecho de que comenzara a circular, entre los sectores nacionalistas, la opinión de que se trataba de un movimiento orquestado por los anarquistas. En ese sentido parece que pudo ser decisivo el enfrentamiento surgido entre los integrantes de la Liga General de Trabajadores Cubanos y los promotores del manifiesto que llamaba a la huelga general, para que algunas organizaciones se abstuvieran de apoyar el paro, como ocurrió entre la mayoría de gremios del sector tabacalero, donde la presencia de la Liga era considerable. En el mismo sentido debieron influir las presiones que ejerció la policía sobre algunos sectores para que se abstuvieran o abandonaran su decisión de apoyar la huelga general, caso del Gremio de Fogoneros del Ferrocarril Urbano que, dos días después de suspender el transporte en la cuidad, volvieron a reanudarlo.106 Por otro lado, no se puede decir que se tratase de un fracaso rotundo. Si bien el día 28 de septiembre la mayoría de los trabajadores comenzaron a retornar a sus empleos, algunos de obreros de La Habana consiguieron ver una de sus demandas atendida, al menos en parte, en algunos sectores productivos. Las autoridades interventoras recomendaron a los representantes municipales que en sus respectivas localidades modificaran la jornada laboral –que consistía en no menos de doce horas diarias– en los establecimientos que trabajaban de cara al público. A partir de entonces, se empezarían a imponer jornadas de nueve o diez horas en ese sector. Al mismo tiempo, algunos albañiles lograron que sus capataces aceptaran la jornada de ocho horas, lo que les convirtió en el primer sector productivo que en Cuba logró alcanzar esa demanda. Poco después de acabado este conflicto, los anarquistas volvían a ser los protagonistas en las calles de La Habana. El día 19 de noviembre de 1899 una gran manifestación, formada tanto por anarquistas como por veteranos de la guerra de independencia, acompañaba los restos del que había ascendido de capitán del Ejército Libertador a “héroe” y “mártir”: el tabaquero, tipógrafo y anarquista Enrique Creci. Según recogía Nuevo Ideal, sus restos fueron llevados a la capital cubana después de acordarse en Asamblea Magna celebrada en el Centro General de Obreros, que la Confederación Tipográfica correría con los gastos. Antes había sido home106 Entre los autores que reconocen que se trató de una huelga general destacan Mendoza, 1985, 106, e Instituto de Historia del Movimiento Comunista y de la Revolución Socialista en Cuba, 1981, 171-172.
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najeado por los trabajadores de Cuevitas, donde el anarquista fue inhumado al morir, y de Colón. Al entierro acudieron millares de personas en representación de distintos gremios, lo que originó el recelo de la policía. La prohibición de que el orador propuesto, el Dr. Falcó, hablara en representación del Centro General de Obreros sobre el líder homenajeado provocó un encontronazo con la policía que cargó contra los manifestantes, entre los que se encontraban numerosas mujeres y niños. Como solía ocurrir con este tipo de reacción de las autoridades, el incidente sirvió para ensalzar aún más la figura de este líder de la independencia y, con ello, al anarquismo en sí. Desde las páginas de Nuevo Ideal se culpaba no sólo a la policía que había usado la fuerza para intentar disolver el acto, sino a aquellos que habían actuado desde bambalinas y amparándose en el “patriotismo para cometer las más grandes infamias”, lo que parece una clara alusión a los integrantes de la Liga General de Trabajadores Cubanos y a los sectores nacionalistas.107 Por todo lo analizado con anterioridad, parece que la primera etapa interventora significó para el anarquismo en Cuba un puente de enlace entre dos períodos de la historia de la Isla en los que, si bien las condiciones políticas fueron en cierto sentido muy diferentes, las socioeconómicas no cambiaron de forma considerable. Al parecer los ácratas supieron reconocer este hecho y vislumbrar que de su actuación en este período dependería su posición en la futura nación que se estaba gestando. A su vez, esta continuidad parecía más complicada por las cuestiones anteriormente señaladas y porque el nuevo régimen político ofrecía a los trabajadores instrumentos de inserción y representación que antes no tenían. La corta vida de las empresas que pusieron en marcha, tanto los periódicos –Nuevo Ideal dejó de editarse a comienzos de la República– como las agrupaciones obreras –la Sociedad General de Trabajadores también cerró sus puertas durante 1902–, así como la necesidad de pedir apoyo al exterior, o las diferentes tácticas de impacto puestas en práctica avalan la teoría de que los anarquistas fueron minoritarios en este período. Ya a mediados del año 1900 Palmiro de Lidia llamaba a la juventud a la participación a través 107 La información sobre este líder obrero y su actuación durante la guerra de independencia, así como sobre los actos en conmemoración de su muerte, en “Enrique Creci”, “Profanación y despotismo”, “Enrique Creci. Impresiones y recuerdos” y “Algo sobre Creci”, Nuevo Ideal de los días 16 y 23 de noviembre y 21 de diciembre de 1899, respectivamente. Para ampliar la cuestión, véase Rivero Muñiz, 1961a, 159-160.
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de las páginas de Nuevo Ideal, una cooperación que consideraban imprescindible para propagar la ideología libertaria en Cuba.108 No obstante, a pesar de la oposición encontrada –algo que le confiere al período cierta singularidad respecto de la etapa colonial–, el fracaso de las organizaciones obreras de signo socialista y, en buena medida, la falta de apoyo que los trabajadores prestaron a los nacientes partidos burgueses, coadyuvaron para que el anarquismo arraigara en la mayor de las Antillas. A todo lo cual se uniría el hecho de que la ideología libertaria fuera mejor conocida por los trabajadores pues la avalaba la trayectoria anterior, cuando había demostrado que sus métodos resultaban funcionales en la mayoría de los casos; a esta última presunción debieron responder, sin duda, las continuas adhesiones mostradas por distintos gremios y organizaciones a la petición de convertir el paro iniciado por los obreros de la construcción en una huelga general durante el año 1899. A su favor tendrían también los anarquistas la llegada continua de inmigración que quedaría excluida del nuevo sistema político si no se naturalizaban cubanos. De su parte quedaba entonces ofrecer un proyecto que resultase atractivo y funcional a los sectores que querían representar. Veamos de dónde partieron las iniciativas y cuáles fueron las prácticas desarrolladas en la nueva etapa republicana.
108 “Gente nueva. A la juventud cubana”, Nuevo Ideal, 28 de junio de 1900.
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Capítulo III PRIMERA DÉCADA REPUBLICANA: LA SIEMBRA “¡Adelante, sembradores del ideal, que en tierra lozana arrojáis vuestro fruto!”.1
La modernidad que había ido penetrando en Cuba después de la guerra de independencia introdujo en la Isla nuevos actores sociales y una reordenación del espacio público. Unos de esos actores, los trabajadores, veían ampliadas sus opciones de representación en el nuevo juego político republicano. Por su parte, el carácter antipolítico de los anarquistas les llevó a autoexcluirse del sistema parlamentario y electoral que inauguró la República. En su afán por modificar el sistema social vigente y eliminar definitivamente las desigualdades que generaba –a partir de la desaparición de las clases sociales y del Estado que las sustentaba– defendieron otras formas de hacer política, más espontáneas, como la huelga general y las tácticas de lucha complementaria que fueron introduciendo en la práctica. Como complemento, recortarían en ese espacio unas prácticas sociales y culturales, así como un discurso apropiado, que otorgara a los sectores populares una identidad propia. De ese modo, a lo largo de la primera década republicana el proyecto anarquista incluyó diversas actividades para atraer a los trabajadores a su esfera y alejarles no sólo de la política republicana, sino también de la influencia de la Iglesia, la escuela pública o la prensa burguesa.
1 “Desde La Habana”. Tierra y Libertad, Barcelona, 22 de agosto de 1907, época II, año IV, n. 33, 3.
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LOS GRUPOS ANARQUISTAS Y LA PROPAGANDA En los primeros años republicanos el crecimiento económico y la llegada continua de mano de obra del exterior provocaron el incremento del elemento trabajador. La reorganización de los ácratas siguió siendo un factor indispensable para aprovechar esta coyuntura, así como para conseguir la propagación de los principios libertarios. Para garantizar ambos objetivos continuaron fomentando la fundación de pequeños grupos integrados por militantes de distintos sectores productivos. A diferencia de los gremios o sociedades de resistencia, destinados únicamente a la defensa de los intereses de los trabajadores asociados, el grupo o círculo anarquista intentaba trascender el marco laboral para integrar tanto a los trabajadores, independientemente de cual fuera su oficio, como a su familia, ofreciéndoles un espacio diferente a las tabernas y otros lugares públicos donde éstos pudieran informarse, educarse o divertirse. De esa forma, “los grupos podrían suplantar con ventaja las sociedades de socorro mutuo, las agencias de información o colocación para el trabajo y también los lugares de reunión disponiendo de locales donde poder leer, discutir y aún divertirse placenteramente”.2 Pero los anarquistas dieron en esta etapa un paso más allá. Además de procurar el bienestar de sus integrantes, el grupo tenía reservadas otras funciones centradas principalmente en la difusión de los principios ácratas. En primer lugar, funcionaría como promotor de las publicaciones libertarias dando entrada directamente a sus integrantes en la redacción: “Cada grupo sería, por ende, un sostenedor moral y material de nuestras publicaciones, no sólo facilitando su introducción entre el pueblo trabajador, si no que también estudiando e indicando las reformas que en ellas podrían introducirse, corrigiendo los errores que se hubiesen cometido y, sobre todo, sirviendo de vehículo transmisor del sentimiento popular”. Asimismo, tendrían la misión de promover la propaganda fuera de su radio de acción, así como de contribuir a la instrucción de los trabajadores y de sus familias a partir de la creación de centros adecuados para ello; como los propios anarquistas reconocían, “además estos grupos deberían 2 Éstas y las siguientes expresiones han sido extraídas del artículo “Los grupos anarquistas”, publicado en la portada de ¡Tierra!, de 11 de julio de 1903.
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ser los promotores de conferencias, los iniciadores de instituciones populares educativas”. No se olvidaban tampoco de la práctica reivindicativa y por ello otro de los objetivos de sus agrupaciones sería ejercer de promotores de la acción conjunta de los trabajadores en defensa de sus condiciones, tanto laborales como sociales, “y si no todos, los numerosos al menos, podrían publicar folletos, manifiestos, números conmemorativos en una fecha dada y de un determinado acto”. Visto así parecería que los grupos libertarios conformaban una estructura jerárquica y organizada, encargada de dirigir al resto de la comunidad ácrata; sin embargo, para distanciarse de los “socialistas autoritarios”, como denominaban a los seguidores de Marx, los anarquistas hicieron especial hincapié en asegurar la independencia de sus integrantes. Basándose en el principio de libertad individual que defendían, los ácratas creían necesaria no sólo la inclusión, sino también la participación de todos en los proyectos impelidos por el grupo, pues “creemos que el bien general sólo puede resultar de la buena labor de cada uno”. El objetivo final era llegar a conformar una Federación de Grupos Ácratas independientes entre sí, pero conectados y coordinados gracias a que cada uno tendría un representante en la Federación. Si bien este objetivo no llegó a conseguirse, a pesar de que en el Congreso anarquista celebrado en Cruces en el año 1912 se sentasen las bases para ello, el crecimiento del número de grupos ácratas en los primeros años republicanos evidencia el peso que los anarquistas fueron consiguiendo a lo largo de esta etapa como resultado de sus iniciativas (Cuadro 3). Si bien desde comienzos de la República podemos rastrear la aparición de grupos ácratas en su mayor parte en la ciudad de La Habana, en poco más de una década comenzaron a generalizarse fuera de la capital y de sus alrededores, gracias a las actividades de expansión que sus miembros pusieron en marcha (Mapa 2). Y aunque, como hemos visto, se trataba de formaciones independientes entre sí, en la práctica mantuvieron estrechos vínculos y estuvieron unidos por una estrategia común: neutralizar a sus principales enemigos encabezados por el Estado y los burgueses, y ofrecer alternativas educativas y formativas a los trabajadores y a los sectores subalternos. En ese sentido, la aparición del periódico ¡Tierra!, editado en La Habana, jugaría un importante papel a partir del primer año de 171
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República, pues pronto se convirtió en el nexo de unión entre los grupos que se iban formando, articulando una especie de red a partir de la cual organizaron distintas actividades y coordinaron su acción, al tiempo que el semanario les daba publicidad y alentaba el nacimiento de otros nuevos. Cuadro 3 GRUPOS ANARQUISTAS EN CUBA (1903-1913) Año
Número de grupos
1903 1904 1906 1907 1908 1909 1911 1912 1913
3 2 2 6 10 11 2 6 29
Fuente: Elaboración propia. Datos tomados del periódico ¡Tierra! y de “Relación de los grupos anarquistas de que se tiene conocimiento existen en diversos pueblos del interior de la República y se entienden con el centro de La Habana representado por los componentes del semanario ¡Tierra!”, AMAE, Fondo Política Interior Cuba, Serie Orden Público, Leg. H 2753, 1911-1919.
Entre 1902 y 1907 se produjo el crecimiento de estas organizaciones principalmente en la capital cubana y en las provincias limítrofes del norte de la Isla. Únicamente encontramos una al sur, en Santiago de Cuba, que se organizó en 1907. En total, en esos primeros años nacieron 7 grupos en La Habana (Solidaridad Internacional, Redención Social, Verdad, Centro Naturista, 24 de Noviembre, Tierra y Aurora), 1 en Remate de Guanes, en la provincia de Pinar del Río (Rojo), 1 en Santiago de las Vegas (Vía Libre), 1 en Mayarí (Eliseo Reclus), 1 en Matanzas (Ilustración Social), 1 en Cárdenas (El Porvenir Libertario) y 1 en Santiago de Cuba (Libertad). Por lo general, se trataba de agrupaciones que solían tener una vida fugaz debido a las dificultades que tenían para sobrevivir. Sin embargo, entre ellas sobresalieron tres que, tanto por las actividades que impulsaron 172
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como por los anarquistas que las integraron, lograron tener una vida más dilatada: en La Habana, el grupo 24 de Noviembre, al frente del cual estuvo el español Sebastián Aguiar y Mateo, destacó por hacerse cargo de la redacción de ¡Tierra! a partir de 1908, así como por las actividades que encabezaron sus miembros para la propaganda de los ideales anarquistas. También Vía Libre, de Santiago de las Vegas, sobresalió por sus actividades y estuvo encabezado por el ácrata cubano Marcelo Salinas. Igual ocurrió en Matanzas, donde al frente de Ilustración Social estaban el español Vicente Lípiz San Miguel y su compañera Emilia Rodríguez.
Mapa 2. Grupos anarquistas en Cuba (1902-1913)
A partir de 1908 se produjo un crecimiento de estas asociaciones que se puede considerar paralelo a dos fenómenos: por una parte, al aumento de los conflictos sociales y, de la otra, a las actividades de difusión que llevaron a cabo los anarquistas por toda la Isla. Así, en ese año encontramos 4 grupos nuevos en La Habana (Los Desheredados, Aladin, Bakounine y Germinal), 2 en Regla (Rebelión y Educación del Porvenir), 1 en Placetas (El Alba), 1 en Guanabacoa (Los Sin Patria), 1 en Remedios (Amor) y 1 en Sagua la Grande (Germinal); todas ellos en un radio de acción cercano a la capital cubana. Durante 1909 continuó el crecimiento en esas mismas zonas con la organización de otras 4 agrupaciones en La Habana (Luisa Michel, Luz, Los Ácratas y Espontáneo), 1 en Regla (Juventud Libertaria), 1 en Güira de 173
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Melena (Luz y Vida), 2 en Matanzas (Verdad y Flores Rojas), 1 en Santa Isabel de Nipe (Los Sin Patria) y 1 en Cienfuegos (13 de octubre). Al mismo tiempo, observamos a partir de esos años una mayor presencia de anarquistas españoles entre sus integrantes. Circunstancia que también fue señalada por el capitán John W. Furlong, Jefe de la Military Information Division en Cuba, que en 1907 advertía que “los trabajadores españoles siempre se unen a las huelgas en Cuba y generalmente resultan ser anarquistas”.3 Destacaron, entre otros, Abelardo Saavedra, al frente del grupo Rebelión de Regla; el mencionado Sebastián Aguiar Mateo, integrante de la organización 24 de Noviembre de La Habana; Juan Búa Palacios, miembro del grupo Bakounine, también de la capital; Paulino Ferreiro, que perteneció primero a Los Ácratas de La Habana y después a Acción Directa de Manzanillo; en esta última organización también sobresalieron Domingo Germinal, Inocencio Franco y Pedro Irazoqui; Dionisio García perteneció al grupo Soledad Villafranca, de Matanzas, y el mencionado Vicente Lípiz San Miguel a la agrupación Ilustración Social, también de esta última localidad. Por lo general, todos tuvieron una actuación destacada tanto en la organización de conferencias, mítines y excursiones sociológicas, como en la colaboración en la prensa como articulistas o corresponsales, lo que provocó que sus movimientos fueran continuamente observados por los diplomáticos españoles y por las autoridades norteamericanas durante la segunda intervención militar en la Isla (1906-1909). Precisamente las actividades que llevaron a cabo los anarquistas en los años a que hacemos referencia, entre las que destacaron, como veremos a continuación, las excursiones de propaganda organizadas por las principales localidades de la Isla, propiciaron el crecimiento de los grupos ácratas fuera de La Habana y sus alrededores. De hecho, entre los años 1911 y 1913 es cuando encontramos mayor número de organizaciones anarquistas en provincias alejadas de la capital cubana. Así, a comienzos de 1911 nació Luz Preclara en Surgidero de Batabanó, provincia de La Habana y Verdad en Remedios, de Santa Clara; en 1912 no se formó ningún grupo en la capital y sólo dos en la provincia de La Habana, 1 en Surgidero de Batabanó (Sin 3 “Memorandum for the Chief of Staff”, 28 de diciembre de 1907, National Archives and Records Administration, Washington, –en adelante NARA–, Records of the Provisional Government of Cuba, 1906-1909, Record Group (RG) 199, Document 214 “Reports relating to the presence of Spanish anarchists among labour groups in Cuba”, 1.
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Dios ni Patria) y 1 en Marianao (Centro Instructivo); por el contrario, se conformaron 1 en Santa Clara (Por-regeneración), 1 en Matanzas (Soledad Villafranca), 1 en Ranchuelo (Acción Libre), y 1 en Manzanillo (Acción Directa). Al año siguiente se produjo un crecimiento vertiginoso de estas organizaciones: nacieron 10 en la capital (La Alarma, Acción Directa, Rebelión, El Naturista, Luz, Regeneración Humana, Fructidor, Ácrata, Los Volverán y Fuerza Consciente), 1 en Bejucal (La Trinchera), 1 en Santiago de Cuba (Los Perniciosos) y 5 más en el resto de la provincia de Oriente (Acción Directa, Aseo Intelectual, Emancipación, Los Iconoclastas y Abajo la Tiranía), 4 en Camagüey (El Trabajo, Rebelión Consciente, Verdad y Conciencia Libertaria), 2 en Jatibonico (Rebelión y Rebeldía Consciente), 3 en Santa Clara (Liga Agraria, Padres de familia y Los Hijos del Trabajo), 1 en Banes (Rompe cadenas), 1 en Cienfuegos (Abajo los tiranos), y 1 en Mayarí (Los Comunistas). Resultan significativos los nombres elegidos por los anarquistas para sus grupos, característica que nos ayuda a conocer un poco más a los protagonistas de nuestra historia. A diferencia de los socialistas –en los partidos obreros de signo socialista no encontramos metáforas ni nombres alusivos de ningún tipo–, para los anarquistas elegir el nombre de sus grupos no era un hecho sin importancia. Se trataba de una carta de presentación ante los sectores a los que pretendían representar, por lo que el calificativo elegido estaba dotado de una notable carga simbólica destinada a no dejar impasible al interlocutor. Por lo general, el nombre cumplía, además, una doble misión: por una parte, servía para identificarles con una doctrina claramente definida de antemano; en ese sentido, destacan los nombres relacionados directamente con la ideología libertaria como Ácratas o Conciencia Libertaria. De la otra, al mismo tiempo les diferenciaba del mundo que les rodeaba, que aparecía a su vez cargado de símbolos igualmente identificativos, alusivos a estructuras o instituciones que, por otra parte, los anarquistas querían cambiar o destruir, un mundo que generalmente era identificado con la sociedad burguesa y capitalista; así, destacan nombres como El Porvenir Libertario, Emancipación o Redención Social. En el mismo sentido, sobresalen aquellos nombres ideados en oposición a conceptos propios de la sociedad burguesa como patria, nación o religión; encontramos en Cuba grupos denominados Los Sin Patria o Sin 175
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Dios ni Patria, así como otros que se definían como los excluidos de esa sociedad, entre ellos, Los Desheredados o Los Perniciosos. Por oposición, a veces ellos mismos se autodefinían con nombres que resaltaban cualidades en relación con el “Ideal”, como Juventud Libertaria, Padres de Familia o Los Hijos del Trabajo. E, incluso, idearon nombres que eran una secularización de los principios cristianos como Luz y Vida o Luz Preclara. Sobresalen también nombres que aluden a los principios libertarios como Verdad o Rojo, y a la concienciación, como Fuerza Consciente o Rebeldía Consciente; así como a las estrategias y tácticas propuestas por esta corriente de pensamiento, como Acción Directa o Solidaridad Internacional, algunos de los cuales aludían claramente a la destrucción o eliminación de algunas de las trabas que les imponía la sociedad burguesa, como Abajo la Tiranía, Rompe Cadenas o Rebelión. Relacionados con esta última idea, destacan nombres que se referían a la educación de las masas para prepararlas para la sociedad futura, tales como Ilustración Social o Educación del Porvenir. Precisamente la sociedad futura prevista por el imaginario ácrata fue la fuente de inspiración para muchos de los nombres de grupos cubanos, entre ellos, Amor, Aurora, El Alba, Luz, Tierra, Centro Naturista o Flores Rojas. Elegían nombres que evocaban la naturaleza, la vuelta del hombre a la vida en estado natural, en equilibrio, cuando aún era “bueno” por naturaleza y no estaba corrompido por la sociedad. Asimismo se referían a la liberación y a la claridad que suponía la sociedad futura proyectada por los anarquistas, así como a la verdad pregonada por el anarquismo. En relación con esta temática, no faltan tampoco los apelativos que recuerdan los meses del calendario thermidoriano, como Germinal o Fructidor, en clara alusión a la los principios de igualdad y libertad institucionalizados en la revolución francesa. Y relacionados con esos principios y en oposición al “autoritarismo” de los socialistas seguidores de Marx, elegían nombres como Vía Libre, Libertad o Acción Libre. Por último, destacan aquellos nombres que recuerdan fechas históricas, por lo general relacionadas con los mártires que habían dado su vida por la causa libertaria; en ese caso destacan los grupos 24 de Noviembre, fecha que conmemoraba la huelga de aprendices del año 1902, o 13 de Octubre, en memoria de Francisco Ferrer i Guardia pues fue la fecha de su ejecución y de su conversión en “mártir de la Idea”. También sobresalen los 176
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elegidos en homenaje y recuerdo de los grandes teóricos del anarquismo, como Eliseo Reclus o Bakounine, y aquellos que adoptaban los nombres de mujeres célebres, como Luisa Michel, y de aquellas no tan célebres pero que de algún modo sufrían la represión gubernamental, como Soledad Villafranca, la compañera del pedagogo catalán. La elección de este tipo de nombres no fue un rasgo único de los anarquistas de Cuba, lo encontramos en el resto de países donde prendió el anarquismo. Lo que sí nos parece característico de la mayor de las Antillas es la falta de nombres relacionados con el uso de la violencia que, por otro lado, sí eran frecuentes en países como España o Argentina, donde abundaban los grupos denominados La Revancha, La Venganza o Los Dinamiteros, e incluso los conocidos con el nombre de terroristas y “expropiadores” populares como Bomba Pallás, Ravachol o Bresci. Esta carencia hay que relacionarla con la falta de medidas de este tipo en Cuba.4 Teniendo en cuenta el período elegido en su conjunto, donde mayor presencia anarquista podemos encontrar, según el número total de grupos conformados, es en primer lugar en el norte de la Isla, seguido directamente de la provincia Oriental (Gráfico 8); aunque, sin duda, fue la provincia de La Habana y principalmente la capital cubana el lugar de predominio ácrata. Esta circunstancia resulta lógica porque, como hemos visto, en La Habana la presencia de trabajadores era mayoritaria. Éstos se distribuían por distintos barrios, con lo que los grupos se organizaron en toda la ciudad, como en el barrio de Jesús María, donde la presencia de obreros de la construcción fue notable, también en el Vedado, el Cerro o el Poblado de Puentes Grandes. Entre todos, el foco propagandístico que mayor influjo ejerció en toda la Isla en el período señalado fue el grupo formado alrededor del semanario ¡Tierra!, y su importancia hará que sea tratado por separado. Fuera de la ciudad, se organizaron grupos en las zonas limítrofes donde predominaban los trabajadores de distintos ramos. Por ejemplo en Regla, donde sobresalían los obreros portuarios; o en Santiago de las Vegas, Guanabacoa, Güira de Melena o Surgidero de Batabanó, zonas tabaqueras por excelencia.
4 Más información sobre esta cuestión, en Suriano, 2001, 41-45.
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Paralelamente al desarrollo de los grupos ácratas en la capital cubana, el crecimiento económico y el avance de la industria azucarera propiciaron el progreso de otras ciudades de menor envergadura, donde también encontramos numerosas organizaciones de este tipo. La segunda provincia en número de grupos ácratas fue Oriente, donde los hallamos en ciudades portuarias, entre las que sobresale la capital, Santiago de Cuba, así como en centros directamente vinculados a la industria del dulce, de los que Manzanillo fue uno de los más relevantes, por ser una de las zonas donde más organización obrera existía, después de La Habana. Gráfico 8. GRUPOS ANARQUISTAS POR PROVINCIAS (1903-1913)
Fuente: Elaboración propia. Datos tomados del periódico ¡Tierra! y de “Relación de los grupos anarquistas de que se tiene conocimiento existen en diversos pueblos del interior de la República y se entienden con el centro de La Habana representado por los componentes del semanario ¡Tierra!”, AMAE, Fondo Política Interior Cuba, Serie Orden Público, Leg. H 2753, 1911-1919.
Precisamente en esa localidad un grupo de ácratas de distintas nacionalidades –franceses, españoles, italianos, portugueses y, por supuesto, cubanos– conformaron una organización denominada Acción Directa. En ella, los españoles Domingo Germinal, Pedro Irazoqui, Paulino Ferreiro del Monte e Inocencio Franco destacaron por la intensa actividad proselitista que llevaron a cabo no sólo en la provincia, donde fueron frecuentes sus conferencias y mítines de propaganda, sino también en otras partes de la Isla a través de su asidua participación en el semanario ¡Tierra! como redactores y colaboradores. La radicalidad de las ideas vertidas por los componentes de este grupo se puede observar tanto en los informes del 178
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diplomático español, como en los propios artículos publicados en el semanario habanero.5 Esta zona no carecía de importancia por tratarse de un centro azucarero donde existían a comienzos de la segunda década republicana más de veinte ingenios, así como las explotaciones mineras más importantes de la Isla. Según Inocencio Franco, “Manzanillo era la región de Cuba donde el elemento obrero era más progresista. Existen allí grandes aserraderos y talleres de madera, donde se emplean unos 400 hombres; hay una fábrica de dulces, otra de hielo, una planta eléctrica, dos varaderos, tres fundiciones, varios talleres de carpintería y maquinaria; lugares donde todos los trabajadores están asociados y trabajan ocho horas”.6 Por su parte, el cónsul español en Santiago de Cuba reconocía la preponderancia de la mano de obra española en la zona, “siendo el 80% de los obreros que trabajan en ellos oriundos de la Península, puede V.E. comprender la activa propaganda anarquista que se realiza entre dicho elemento”.7 En las zonas mineras del sur de la Isla también se formaron grupos anarquistas donde igualmente sobresalieron los emigrados españoles; tal fue el caso de las minas de Ocaña, en Firmeza, donde los hermanos españoles Marcelino y Manuel Baranga formaron la organización Abajo la Tiranía.8 Otra de las provincias donde la presencia ácrata fue relevante fue Santa Clara, y dentro de ella destacó principalmente Cruces, otra de las zonas azucareras más importantes de Cuba. Allí el gaditano Abelardo Saavedra fue el encargado de difundir las teorías libertarias.9 La importan5 Algunos ejemplos en “Rápidas. Al tísico”, ¡Tierra!, 7 de diciembre de 1912, artículo escrito por Domingo Germinal; o “Contrastes”, ¡Tierra!, 14 de diciembre de 1912, de Pedro Irazoqui; la opinión del diplomático español en “El cónsul español informa sobre el movimiento anarquista en Camagüey”, Santiago de Cuba, 24 de octubre de 1913, AMAE, Fondo Política Interior, Serie Orden Público, Leg. H 2753, 1911-1919. 6 “De Manzanillo”, ¡Tierra!, 27 julio 1912. 7 “El cónsul de España informa sobre el movimiento anarquista al Ministro de Estado”, Santiago de Cuba, 18 de julio de 1913, AMAE, Fondo Política Interior, Serie Orden Público, Leg. H 2753, 19111919. 8 “El cónsul de España informa al Ministro de Estado de la medida adoptada por una compañía minera para contrarrestar la propaganda anarquista”, Santiago de Cuba, 14 de agosto de 1913, AMAE, Fondo Política Interior, Serie Orden Público, Leg. H 2753, 1911-1919. 9 “El cónsul informa al Ministro de Estado sobre el movimiento anarquista en esta demarcación consular”, Cienfuegos, 12 de agosto de 1913, AMAE, Fondo Política Interior, Serie Orden Público, Leg. H 2753, 1911-1919.
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cia de esta figura en la zona la destacaba el cubano Felipe Zapata, después de hacer un recorrido por la localidad a la que consideraba “la capital del anarquismo en Cuba gracias a Saavedra”. Allí, según este autor, los discursos, venta de obras y folletos e información anarquista eran continuos y el principal impulsor era el ácrata español.10 Algunos de los grupos que se formaron en esta etapa tuvieron una orientación específica, como el Centro Naturista de La Habana, organizado en noviembre de 1904.11 Las propuestas naturistas llegaron a Cuba a comienzos del siglo XX de la mano de españoles como José Guardiola, que se convirtió en uno de los mayores defensores de la apuesta por un estilo de vida saludable. La mayor difusión del naturismo en Cuba la encontramos a partir de 1912, con la fundación de la Institución Naturista Cubana Pro-Vida y la creación de la revista Pro Vida, dirigida por Tirso J. Urdanivia Alcalá y el español, aunque naturalizado cubano, Aquilino López. En ella fue constante la colaboración del también peninsular ya mencionado, Adrián del Valle, cuyos escritos en defensa del naturismo conectaban esta tendencia con los ideales ácratas de emancipación social del hombre. El despegue de esta corriente se dio entre 1915 –con la creación de la Asociación Naturista de Cuba– y 1917, cuando empezaron a organizarse ramas de esta asociación en distintas localidades de la Isla. En este período Aquilino López abrió un restaurante vegetariano en La Habana donde se reunían frecuentemente los anarquistas y donde trabajó como empleado otro ácrata español, Hilario Alonso. No obstante, la defensa del naturismo no fue completa entre todos los ácratas de la Isla. Surgieron ciertas fracciones que se manifestaron en contra de lo que denominaban “el sector comercial del naturismo”, aquellos que se lucraban vendiendo productos naturales “como cualquier burgués”. Entre ellos, uno de los más denostados fue José Guardiola, quien fue objeto de duras críticas reflejadas en la prensa ácrata.12 En el mismo sentido que las organizaciones naturistas, se distinguen también aquellas que se crearon para fomentar las actividades culturales y 10 Zapata, 1951, 64-65. 11 “Notas obreras. Una nueva agrupación”, ¡Tierra!, 26 de noviembre de 1904. 12 Sobre los vínculos del anarconaturismo español y cubano, véase Masjuán, 2000, 458-460. Más información sobre el naturismo en Cuba y las distintas disputas entre los ácratas de La Habana, en Shaffer, 2005, 107-161.
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educativas. Una de las primeras fue la Sociedad Varia, reorganizada el 20 de junio de 1904, pues ya estaba funcionando en los años anteriores. A partir de entonces su comité directivo estuvo formado por anarquistas cubanos y españoles: su secretario del Interior era el tipógrafo peninsular Francisco Villamisar; como Secretario del Exterior fue elegido el cubano Celestino Silva; el Tesorero fue el también español José Guardiola, y entre los vocales estaban los peninsulares Domingo Mir y Sebastián Aguiar, junto a los cubanos Enrique Gros, Enrique Martínez, Alfredo Sánchez y Juan A. Bousquiet.13 Formada por aquellas sociedades de oficios que no estaban organizadas en sus respectivos ramos, o por aquellas que el reducido número de sus afiliados no justificaba una agrupación propia, la Sociedad Varia se destacó por organizar frecuentemente veladas artísticas que incluían diversas actividades, todas con el objetivo principal de propagar los principios libertarios: se difundían discursos políticos y lecturas de trabajos literarios, que se intercalaban con la interpretación de fragmentos musicales o la declamación de poesías y de himnos ácratas y con la representación de obras de teatro que, por lo general, solían ser funciones costumbristas que gozaban del favor del público popular y obrero. Entre las que más se representaron encontramos el drama Juan José, del autor español Joaquín Dicenta, así como el cuadro dramático en un acto titulado Fin de fiesta, escrito por Palmiro de Lidia (recuérdese que era seudónimo de Adrián del Valle), donde el autor pretendía ofrecer al público una representación de los dramas reales de la vida a la vez que convertirse en tribuna de los ideales libertarios. También en el ámbito cultural y educativo sobresalieron aquellos grupos organizados principalmente para el fomento de la instrucción de las clases populares; no obstante, la importancia de la cuestión hará que sea tratada individualmente. En términos generales, las organizaciones ácratas funcionaron bien de forma individual, o bien agrupadas por afinidad doctrinaria, y siempre actuaron orientadas por objetivos comunes, poniendo en marcha distintas actividades para cumplirlos. En un principio, comenzaron por asegurar la difusión del discurso libertario a través de la creación de periódicos y revis13 No disponemos de información exacta sobre el momento en que se organizó la Sociedad Varia, pero sabemos que ya a comienzos de la República estaba en marcha. Un ejemplo de las veladas organizadas por esta agrupación en “Programa”, ¡Tierra!, 1 de noviembre de 1902.
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tas, así como de la divulgación de folletos ideológicos. Después se dieron cuenta de que era necesario salir del espacio urbano y de la ciudad de La Habana si querían extender el “Ideal” entre sus compañeros del campo, donde el desarrollo económico estaba propiciando el crecimiento de la mano de obra y de los sectores subalternos; para ello organizaron excursiones de propaganda por toda la Isla que fueron complementadas con mítines y conferencias. Simultáneamente, ofrecieron a esos sectores la posibilidad de acceder a una educación alternativa a la oficial y para ello crearon centros donde impartían clases, organizaban actividades culturales y de ocio y ponían a la disposición de sus integrantes todos los elementos necesarios para formarles en la conciencia libertaria. Todo lo cual lo complementaron con su implicación directa en las huelgas y reivindicaciones de los trabajadores. Todas estas actividades forman parte del mencionado proyecto integral anarquista que intentaba abarcar todos los aspectos de la vida con la intención de ofrecer, no sólo a los trabajadores sino a sus familias y a todos los sectores subalternos de la sociedad, unos espacios alternativos donde se perfilase una identidad común y totalmente al margen de cuestiones como raza, nacionalidad o color de la piel. Veamos, entonces, esas actividades implementadas por los grupos anarquistas en la primera década de República, comenzando por una de las primeras y de mayor relevancia: la prensa. EL DISCURSO ANARQUISTA Y LA PRENSA LIBERTARIA EN CUBA “El periódico anarquista sirve de órgano de comunicación entre todos los profesos y aún entre todos los obreros de habla castellana. Para suscribirse a un periódico y pagar, para anunciar la creación y dirección de los grupos, para averiguar el paradero de una amigo o de un deudo, para avisar del cambio de domicilio…, el obrero se sirve de su periódico, gracias a la difusión en todos los países donde se habla español”.14
Los anarquistas habían comprobado durante las últimas décadas del siglo XIX que la difusión de los principios libertarios y la propagación de 14 Díaz del Moral, 1979, 179.
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su mensaje entre los trabajadores resultaba imprescindible para moverles a la acción puesto que las condiciones de explotación eran patentes. Como hemos visto, a comienzos del siglo XX este mensaje adquirió una doble dirección, más allá de concienciar a los trabajadores en la lucha por la mejora de sus condiciones económicas, buscaba involucrarlos en un proyecto de vida diferente y alternativo al existente, alejado de los “prejuicios” religiosos y patrióticos impuestos por la política y la cultura republicanas. La prensa se convirtió en esta etapa en uno de los motores principales de las actividades de los anarquistas y en un elemento imprescindible para difundir ese mensaje, tanto que se puede decir que el crecimiento de esta corriente de pensamiento en Cuba estuvo íntimamente ligado al desarrollo y la difusión de la literatura libertaria. Durante la primera década republicana se conjugaron una serie de factores, tanto políticos como sociales y culturales, que propiciaron el desarrollo y el crecimiento de la prensa en general, y en particular de las publicaciones periódicas ácratas. En primer lugar, el mercado de los “posibles lectores” fue aumentando a un ritmo creciente gracias a la llegada constante de inmigrantes que, como hemos visto, eran en su mayor parte trabajadores y principalmente españoles. Esto les convertía en consumidores en potencia de prensa obrera, pues si tenemos en cuenta las mencionadas tasas de alfabetización la gran mayoría sabían leer y escribir. Como exponía el cónsul español en Santiago de Cuba, advirtiendo del desarrollo del anarquismo en la provincia de Oriente, “el mejor dato es ver los folletos libertarios que se venden en estos centros los días de pago”.15 De hecho, la difusión de la prensa libertaria se convirtió en un problema para el diplomático español, por lo que decidió pedir a la compañía que explotaba las minas de Ocaña, en Firmeza, la Jaraguá Iron Cº, que para contrarrestar su influencia inscribiera en las diversas fondas donde residían sus trabajadores cinco de los diarios españoles de mayor circulación.16 Las presiones del cónsul encaminadas a acabar con la difusión de la prensa ácrata en la zona debieron continuar 15 “El cónsul de España informa sobre el movimiento anarquista al Ministro de Estado”, Santiago de Cuba, 18 de julio de 1913, AMAE, Fondo Política Interior, Serie Orden Público, leg. H 2753, 19111919. 16 “El cónsul de España informa al Ministro de Estado de la medida adoptada por una compañía minera para contrarrestar la propaganda anarquista”, Santiago de Cuba, 14 de agosto de 1913, AMAE, Fondo Política Interior, Serie Orden Público, leg. H 2753, 1911-1919.
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pues, poco tiempo después, el semanario ¡Tierra! de La Habana recibía una carta de uno de los trabajadores de la compañía, Francisco V. Arce, denunciando las pésimas condiciones en que trabajaban y las arbitrariedades que contra ellos se cometían, una de las últimas había sido el despido de los principales suscriptores de periódicos anarquistas en las minas, los hermanos españoles Marcelino y Manuel Baranga, junto con otros ocho obreros más cuyo “delito” era leer ese tipo de publicaciones.17 Hablar de cuota de mercado y de número de trabajadores que leían prensa anarquista en Cuba resulta una tarea complicada por cuanto no existen estudios que hagan referencia al desarrollo de la prensa obrera e ideológica en la Isla. La única forma posible hasta el momento de saber en qué medida se leía la prensa anarquista es tomando como referencia las estimaciones hechas por los propios periódicos basadas en el número de suscriptores, como veremos a continuación en el caso de ¡Tierra!18 También contribuyó al impulso de la prensa libertaria el hecho de que este tipo de publicaciones se convirtieran para los recién llegados en un elemento integrador en la realidad de la sociedad cubana. Por una parte, servía para transmitir mensajes destinados a los trabajadores en general, e incluso a personas en particular, de hecho son frecuentes los anuncios breves enviados por la familia de algún inmigrante al que se deseaba localizar.19 De la otra, los escritores anarquistas, fieles a su propia interpretación de la realidad, les informaban de la vida que les esperaba en la Isla, desmintiendo esa idea preconcebida por la que parecía que tenían por delante un futuro prometedor, y ofreciéndoles, al mismo tiempo, la posibilidad de cambiar su situación a corto plazo. Eran frecuentes las advertencias del siguiente estilo: “Nosotros [...], llamamos la atención a los desgraciados. No crean que en Cuba hay escasez de brazos para el trabajo, lo que hay es infinidad de obreros de todos los ramos buscando por todos los medios ocupación y no la encuentran debido a que la maquinaria se va extendiendo cada vez más a todas las industrias y también a que cada día más van utilizando los brazos 17 “Por nuestros derechos”, ¡Tierra!, 22 de agosto de 1913. 18 Un estudio sobre esta cuestión en la prensa en general en Europa en Bordería, Martínez y Laguna, 1996. 19 Un ejemplo de este tipo de noticias en “Importante”, ¡Tierra!, 31 de enero de 1903.
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de nuestras esposas e hijas, no con el fin de protegerlas, sino con el propósito premeditado de explotarlas con más facilidad que a los hombres”20.
Otro de los factores que favoreció la generalización de la prensa libertaria fue el crecimiento de la alfabetización, impulsada no sólo por los planes del gobierno republicano, sino también por la importancia que le dieron los anarquistas a la formación y a la educación de los trabajadores y sus familias, como veremos más adelante. De hecho, gracias a los proyectos educativos promovidos por los ácratas durante esta etapa, se conformó un campo alternativo de lectura para los sectores subalternos cuya máxima expresión fueron los Centros de Estudios Sociales, donde esos sectores tenían acceso a la prensa libertaria. Estas instituciones vinieron a sustituir a la clásica lectura en los lugares de trabajo, generalizada durante las últimas décadas del siglo XIX sobre todo en las tabaquerías, pues después de la emancipación de Cuba en este sector dejaron de tener presencia mayoritaria los anarquistas, lo que supuso que en la mayor parte de los talleres los capataces e incluso los propios trabajadores impidieran la lectura de aquellos periódicos que, como los libertarios, difundían un discurso incendiario en contra de la recién estrenada “nación cubana”. De ese modo, a diferencia de la época colonial, cuando un trabajador leía en voz alta la prensa, en muchos casos los periódicos anarquistas, para todos los laborantes, en ese período la lectura de ese tipo de publicaciones respondió más bien a la iniciativa particular; los trabajadores interesados en leerlas o bien debían comprarlas o acudir a algún lugar como los mencionados Centros de Estudios Sociales.21 Paradójicamente, al desarrollo y difusión de la prensa libertaria contribuyó igualmente el contexto político republicano. La libertad de expresión fue un factor imprescindible para que los ácratas pudieran manifestar libremente aquellas ideas que las propias autoridades consideraban “perniciosas”. El artículo 25 de la Constitución de 1901 recogía que: “Toda persona podrá libremente y sin sujeción a censura, emitir su pensamiento, de palabra o por escrito, por medio de la imprenta o por cualquier otro procedimiento; sin perjuicio de las responsabilidades que impongan las leyes, 20 “La inmigración”, ¡Tierra!, 25 de junio de 1904. 21 Fueron frecuentes los escritos de algunos trabajadores de las tabaquerías a la prensa libertaria para denunciar este tipo de situación. Sobre este tema puede verse como ejemplo, “La lectura en las tabaquerías”, ¡Tierra!, 27 de octubre de 1906. Más información sobre esta cuestión, en Rivero Muñiz, 1951.
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cuando por alguno de aquellos medios se atente contra la honra de las personas, el orden social o la tranquilidad pública”.22 Este factor no carece de importancia si tenemos en cuenta que el discurso lanzado desde la prensa libertaria estuvo dirigido constantemente a denostar las estructuras burguesas y a denunciar la “frustración” que había significado la conformación de la República para muchos de aquellos que habían dado su vida por la independencia de la Isla. De hecho, en los periódicos ácratas encontramos frecuentes artículos en los que se señala que tras la guerra no se cumplieron las expectativas de muchos sectores de la sociedad, entre ellos los más desfavorecidos: para ellos, la “traición” comenzó durante la primera intervención norteamericana con la firma del Tratado de París en 1898 entre Estados Unidos y España, totalmente al margen de Cuba, y los posteriores lineamientos seguidos por la administración interventora para asegurarse la subordinación de la economía de la Isla, que contaron con el beneplácito y la intermediación de aquellos sectores de la sociedad cubana que compartían intereses económicos con el vecino del norte, entre los que se encontraban los grandes terratenientes, la gran burguesía azucarera y la alta burguesía comercial. Todos estos hechos contribuyeron a aumentar esa sensación de que se frustraba el ideal martiano de formar una “república de mayoría popular” y de que la situación para muchos sectores sociales no iba a variar. A partir de entonces en el discurso de los anarquistas fue constante la apelación a los costes de la emancipación cubana –vidas, materiales, etc.–, la traición implícita en las promesas hechas a los trabajadores para que luchasen por ella y las esperanzas truncadas por la nueva realidad, exposiciones todas que pueden resumirse en la siguiente frase: “Fíjate pueblo cubano para lo que fuiste a derramar tu sangre por esas maniguas al grito de libertad, justicia y mejor bienestar para todos”.23 No obstante, hemos de advertir que esta sensación de frustración fue común en otros sectores además de los anarquistas, entre ellos los nacionalistas emergentes, lo que avala la tesis de que los ácratas no quedaron al margen de la realidad sociopolítica de la Isla. A pesar de ese ambiente de “libertad” que nació con la República, la prensa libertaria se enfrentó a distintos obstáculos que amenazaban cons22 La Constitución de la República de Cuba, en Pichardo, 1969, t. II, 74-101. 23 “Consolador contraste”, ¡Tierra!, 7 marzo 1903. Sobre el discurso anarquista lanzado contra los políticos republicanos, véase Shaffer, 2005, 39-59.
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tantemente su existencia; hubo momentos en que algunos de sus redactores y colaboradores fueron víctimas de la represión ejercida por el gobierno, debida, en la mayor parte de los casos, a los conflictos protagonizados por los trabajadores, de los que las autoridades culpaban frecuentemente a esas publicaciones como instigadoras. Así, por ejemplo, uno de los colaboradores de ¡Tierra!, el español José García, junto con el corresponsal en Cienfuegos Juan Montalvo, fueron detenidos por sus manifestaciones pidiendo el esclarecimiento de los crímenes de los trabajadores Casañas y Montero. Años después, en 1913, el director del mismo periódico, Sebastián Aguiar, junto a los cronistas Isidoro Lois, Rafael Hevia y Antonio Rodríguez, fueron procesados por “provocación a la sedición” en dos de los artículos publicados; al ser considerado un delito menor no se les llegó a encarcelar pero tuvieron que pagar una fianza de mil pesetas cada uno. En otras ocasiones, las autoridades secuestraban algunas de las ediciones por culpa de algún artículo o contenido considerado “pernicioso” o trasgresor, y a veces llegaban incluso a clausurar el periódico temporalmente hasta que se resolviera la causa. La mayor de las expresiones en ese sentido fue la clausura de ¡Tierra! en 1915 por haber difundido injurias contra el presidente de la República.24 Sin embargo, a pesar de los secuestros, las clausuras y las repercusiones que sobre los directores y redactores tenía la represión gubernamental –cárcel, deportaciones, etc.–, así como a las dificultades financieras que estas acciones acarreaban, entre ellas la peor era el desmantelamiento de las listas de suscriptores, la realidad fue que los anarquistas lograron mantener vivas sus publicaciones. Entre 1902, año del nacimiento de la República, y 1913, finalizado ya el gobierno de José Miguel Gómez, vieron la luz varias publicaciones libertarias en distintas localidades de la Isla. La mayoría de ellas salían semanalmente –pocas eran quincenales–, y por lo general tuvieron un carácter fugaz, conformando tiradas muy limitadas –el principal obstáculo para estas publicaciones no fue el gobierno sino sus propias dificultades de financiación–; sólo una, el semanario ¡Tierra!, logró trascender la primera década republicana y se convirtió en el único 24 La condena contra José García, en “La infamia aumenta”, ¡Tierra!, 26 de septiembre de 1903; y contra Juan Montalvo, en “Siguen los atropellos”, ¡Tierra!, 03 de octubre de 1903. El caso contra Aguiar y el resto, en “Sin comentarios”, ¡Tierra!, 16 de mayo de 1913 y la causa, en ANC, Fondo Audiencia de La Habana, Leg. 533, Exp. 14. En cuanto a la clausura del semanario habanero, véase ANC, Fondo Audiencia de La Habana, Leg. 718, Exp. 2.
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periódico ácrata con una tirada que se mantuvo regular a lo largo de todo el período. Nació el mismo año que la República y, a través de sus casi trece años de experiencia, funcionó como elemento vertebrador para los grupos y publicaciones ácratas del resto de la Isla. El hecho de que fuera un periódico editado en La Habana ayuda a comprender su éxito, como reconocían Martínez Fortún y José Andrés, “la vida de los periódicos del interior se hace cada día más difícil por múltiples causas: la poca ayuda e importancia que da el vecindario al periódico local, la carestía del papel y de la mano de obra, la falta de los ideales políticos entre las clases populares que existían antes de la guerra del 95, la poca seriedad de algunas publicaciones y el estupendo desarrollo de la prensa capitalina que como pulpo estrangulador ahoga a la prensa provinciana”.25 En 1903 salía a la calle en Santa Clara ¡Rebelión!, y en 1904 aparecieron tres periódicos libertarios más en La Habana: Germinal, Verdad y el naturalista Natura –portavoz de la recién creada Asociación Naturista de La Habana–, y dos en Cienfuegos, Bandera Roja y Luzbel. En 1907 los anarquistas de Regla, dirigidos por Abelardo Saavedra, fundaron el semanario Rebelión; tres años después el propio Saavedra inauguró un homónimo suyo en Cruces, donde se había trasladado a vivir el año anterior. En 1911 los ácratas de La Habana lograron sacar a la luz cuatro periódicos, La Batalla, El Radical Obrero, Vía Libre y el portavoz de los cocineros, dependientes de cafés, fondas, restaurantes, hoteles y obreros de la Isla, El Dependiente; todos, excepto este último, de escasa tirada y pervivencia. Al año siguiente nacían Cultura Obrera y El Radical, también en la capital cubana, el último estuvo dirigido por Adrián del Valle. En 1913 salía a la calle El Trabajo, en Camagüey. Reconstruir la trayectoria de este tipo de publicaciones en Cuba resulta complicado, pues, por lo general, los distintos autores que nos han dejado testimonio de la prensa de la época –burgueses primero, marxistas después– han tendido a omitirlas en sus relaciones, o a calificarlas de forma despectiva, obviando su repercusión; tal es el caso de José Rivero Muñiz que se refiere a ¡Tierra! como “periodicucho”.26 A pesar de ello, las propias publicaciones que aún se conservan sirven para que nosotros podamos 25 Fortún y Foyo y Andrés, 1929, 78. 26 Rivero Muñiz, 1961a, 119. Sobre la prensa de la época, véanse, entre otros, La prensa en Cuba, 1927; o Gonzáles Rodríguez, 1932.
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revertir esa situación y en ese sentido disponemos de uno de los periódicos ácratas más importantes del período escogido. ¡Tierra! Periódico semanal, salía por primera vez a la calle el día 5 de julio de 1902 y, aunque con algunas interrupciones debidas unas veces a las dificultades en la financiación y otras a los secuestros efectuados por el gobierno, o a las causas criminales que se le imputaron, no dejó de editarse hasta comienzos de 1915, lo cual hizo de él una de las principales tribunas de expresión de los anarquistas de Cuba para esa etapa. Como reconocía el escritor reformista Carlos Loveira, ¡Tierra! se convirtió en una “publicación renombradísima en el movimiento obrero revolucionario de todos los idiomas, razas y países”.27 En su fundación participaron, junto con varios cubanos, los catalanes Pedro Soteras y el mencionado Rafael Cusidó i Baró. Sus propios impulsores lo definían como un periódico “verdaderamente obrero que sin exclusivismos ni limitaciones, viniera a consagrarse a la defensa de la clase trabajadora en general”, y que hacía tiempo se necesitaba en Cuba, no sólo en La Habana, sino en toda la Isla. En el primer número sus redactores fijaban su objetivo principal: “enarbolar la bandera del socialismo revolucionario”, al tiempo que señalaban que trabajarían por resolver las divisiones que existían entre los trabajadores, fundadas en preocupaciones de nacionalidades y razas; para ello, procurarían despertar en ellos el “espíritu de clase” y el “sentimiento de rebeldía” necesario para lograr la unión de todos los trabajadores de Cuba.28 Durante la primera década republicana el semanario aumentó su tirada gracias a la expansión que tuvo fuera de la capital cubana. Nada más nacer se vendía en tres librerías de La Habana, La Única, La Bohemia y la Pluma de Oro, y dos años después había llegado a numerosas localidades donde tenía abiertas suscripciones. Algunos de estos lugares estaban bastante alejados de la capital: Camajuaní, Cruces, Colón, Cienfuegos, Puerto Príncipe, Veracruz, Pinar del Río, Placetas, Holguín, Alquízar, San Antonio de los Baños, Esperanza, Matanzas, Güira de Melena, Santa Clara, Cárde27 Loveira, 1917, 78. 28 “A los trabajadores de la Isla de Cuba”, ¡Tierra!, 5 de julio de 1902. Este artículo estaba firmado con el seudónimo de Justo Derecho; fue muy frecuente en ¡Tierra! el uso de seudónimos para firmar los editoriales, otras veces simplemente no aparecían rubricados o se hacía responsable a todo el grupo editor.
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nas, Santa Isabel de las Lajas, Camagüey, Batabanó, Rodas, Paso Real de Guane, Amarillas, Santiago de Cuba, Vereda Nueva, Guanabacoa, Candelaria, Sancti Spíritus, Villa del Cobre, Babineyes, Regla, Manacas, Artemisa, Santo Domingo (Santa Clara) y La Quinta. (He aquí la geografía del movimiento libertario en Cuba). Además, también desde sus primeros años, se organizó una red de suscripciones y ventas que excedía las propias fronteras de la Isla; ¡Tierra! se mandaba a distintas localidades de países como España –Barcelona, Jerez de la Frontera, La Línea–, Inglaterra –Dowlais–, México –Veracruz, Mérida de Yucatán– o Estados Unidos –Tampa, Key West, San Francisco de California (sic)–. Al parecer estas redes no funcionaban de forma continua, lo que hacía que no todas las semanas se ingresaran honorarios en concepto de ventas en todos los lugares donde tenían abiertas suscripciones. Más bien parece que fuera una venta intermitente; de hecho, en muchas ocasiones los redactores se veían obligados a llamar la atención de los suscriptores que no habían abonado sus deudas porque peligraba la próxima edición del periódico.
Mapa 3. Suscripciones de ¡Tierra! (1904)
Aunque el precio por ejemplar suelto era de 3 centavos y el paquete de 50 ejemplares se vendía a 50 centavos, las mayores ventas se obtenían por suscripción. En poco más de cinco años ¡Tierra! logró tener una tirada de 2.000 ejemplares, una cifra que si bien puede parecer exigua, sobre todo si se compara con las ventas de periódicos comerciales burgueses, como El 190
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Diario de la Marina o La Lucha, sin embargo, resulta muy significativa ya que se trata de un semanario que logró ser editado durante más de trece años –algo excepcional si tenemos en cuenta la fugacidad de las publicaciones libertarias– y para un público principalmente obrero, a todo lo cual hemos de añadir el hecho de que, como expone Lily Litvak, este tipo de periódicos pasaban por varias manos o eran leídos en grupos o en lugares públicos como los Centros de Estudios Sociales, factores que no favorecían el crecimiento de sus ediciones. Pero, además, la tirada de ¡Tierra! adquiere mayor relevancia si la comparamos con el número de ejemplares de periódicos similares que se vendían en otros países con presencia de anarquistas, como por ejemplo en Argentina, país que superaba tanto en número de habitantes, como en arraigo del anarquismo, a la mayor de las Antillas. El periódico ácrata de mayor difusión a comienzos del siglo XX, La Protesta, tenía una tirada que oscilaba entre 8.000 y 10.000 ejemplares. El resto de prensa obrera vendía como máximo entre 2.000 y 3.000 números.29 Además de ser un periódico dirigido a los trabajadores, ¡Tierra! estaba hecho por trabajadores. Entre sus redactores y directores encontramos a obreros de distintos oficios que vivían del producto de su trabajo y participaban de forma altruista en la edición del semanario. Según reconocían sus propios promotores, a diferencia de otros órganos de difusión, ¡Tierra! no se publicaba con afán de lucro y para su sostenimiento era imprescindible la solidaridad; sus redactores debían sacrificar en muchos casos su tiempo libre para sacarlo a la calle: en él trabajaban de 7 a 11 de la noche los días de diario y de 9 a 11 de la mañana los domingos y festivos; el resto del tiempo tenían que trabajar en sus respectivos oficios para poder mantenerse.30 Su primer director, Feliciano Prieto, era un cubano de oficio tabaquero; otro de ellos, el español Sebastián Aguiar y Mateo era carpintero; entre sus redactores hubo a lo largo de la etapa muchos tabaqueros pero también albañiles, jornaleros, dependientes de comercio o zapateros, así como profesionales cualificados como químicos, y también, como no, periodistas. Otro de los factores que le conceden importancia al semanario habanero fue que desde su primer año de vida funcionó como órgano vertebra29 La tirada de ejemplares puede verse en “Biblioteca de ¡Tierra!”, ¡Tierra!, 19 de enero de 1907. Litvak, 1995, 215-236. La referencia a la difusión de la prensa anarquista en Argentina, en Suriano, 2001, 185-189. 30 “A nuestros simpatizadores”, ¡Tierra!, 28 de mayo de 1904.
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dor a partir del cual se organizaron otros grupos y periódicos anarquistas, no sólo en la capital cubana sino también en otras provincias, e incluso en otros países, desde donde mantuvieron contacto directo y constante con él, en la mayoría de los casos a través de sus colaboradores y delegados. Al mismo tiempo, sirvió para mantener informados a sus lectores sobre los avances del movimiento obrero internacional a través de sus corresponsales en Europa, entre los que destacó por su asiduidad Vicente García, un anarquista español que escribió para la prensa obrera en general, primero desde Inglaterra y después desde Francia.31 Igualmente, desde ¡Tierra! se difundían los avances del “Ideal” en Cuba mediante el envío de ejemplares a los correligionarios de otros países que lo solicitaban, como fue el caso del reconocido anarquista y uno de los mayores recopiladores de prensa obrera, Max Nettlau. Con el mismo objetivo se estableció un intercambio con otros periódicos homólogos de distintos puntos de Europa y América, como El Despertar, La Question Sociale y Germinal de Patterson, Nueva York; Tierra y Libertad, El Porvenir del Obrero, La Revista Blanca, El Corsario y El Proletario de distintas ciudades españolas, o Les Temps Nouveaux de París, entre otros.32 En cuanto a su línea editorial, ¡Tierra! siguió la estela del resto de publicaciones ácratas. El carácter doctrinario que sus directores y redactores les imponían les separaba radicalmente de la prensa comercial y de noticias al uso, no sólo por sus contenidos sino también por las secciones en que se dividían los números. No obstante, tampoco se puede calificar este tipo de publicaciones como “prensa obrera”, pues no se dedicaba a recoger información estrictamente gremial y laboral; su principal objetivo era, en palabras de Juan Suriano, “la emancipación universal y, como tal, 31 Vicente García había nacido el 18 de julio de 1866 en Para la Cuesta, provincia de Burgos. A la edad de doce años se trasladó a Bilbao a trabajar y allí entró en contacto con la ideología ácrata y empezó a editar periódicos libertarios que le costaron algunas condenas. También fue profesor de una escuela laica hasta que se expatrió voluntariamente a Inglaterra para que sus hijas aprendieran inglés. Desde Dowlais, en el sur de Gales, escribió como colaborador en casi toda la prensa obrera escrita en español. En 1906 fue a Burdeos también motivado por la formación de sus hijas, y allí continuó su labor de corresponsal hasta que fue expulsado por el gobierno galo y volvió a Inglaterra. Este “autodidacta incansable”, como le llamó Soledad Gustavo, murió el 24 de octubre de 1930. Sobre la vida de este ácrata español, véase “Vicente García ha muerto”, La Revista Blanca, Barcelona, 15 de noviembre de 1930, 285-286. 32 Ya a comienzos de 1902 se organizaron estas redes, según se recoge en “Notas varias”, ¡Tierra!, 18 de octubre de 1902.
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privilegiaban la difusión de los grandes contenidos libertarios doctrinarios”.33 Si ¡Tierra! estuvo dirigido a los trabajadores y sus principales lectores fueron trabajadores, sin embargo, sus redactores centraron su estrategia en la propagación de la teoría anarquista. Por lo general, la línea doctrinal del periódico dio prioridad a la difusión de la interpretación libertaria acerca de cuestiones como la política, el Estado, el capitalismo, el militarismo o la religión, entre otras, sin abandonar nunca su concepción milenarista sobre la Sociedad Futura a la que se llegaría mediante la Revolución Social. No obstante, eso no quiere decir que desatendieran los acontecimientos relativos a la sociedad cubana, sino que, por lo general, éstos fueron utilizados desde un punto de vista igualmente doctrinario; por ejemplo, fue bastante común que, con el objetivo de mediatizar al lector, escribieran contra la participación electoral de los trabajadores poniendo de relieve sus concepciones antipolítica y antiestado, aprovechando para advertir de la “traición” que suponía la República cubana. Estos temas ocupaban generalmente las dos primeras páginas. La primera plana estuvo reservada a artículos y espacios de carácter doctrinario que solían aparecer a veces sin firmar y otras veces firmados con seudónimos. Algunos de ellos eran reproducción de artículos o fragmentos de alguna de las obras escritas por los principales teóricos anarquistas. Su principal objetivo era atraer al público lector para así moverle a la acción y por ello solían utilizar un lenguaje emotivo, haciendo énfasis en aquellos contenidos que querían resaltar. Con el mismo fin insertaban frecuentemente frases cortas y lapidarias o versos breves que funcionaban como pequeños eslóganes. También ocupaban las primeras páginas las grandes efemérides referidas al mundo obrero, tanto internacionales como nacionales; entre todas, los ácratas de ¡Tierra! destacaron la Comuna de París de 1870, los Mártires de Chicago, que dieron lugar a la celebración del Primero de Mayo, o el Proceso de Montjuïc; y desde 1903 fue frecuente la alusión a la huelga de aprendices de noviembre de 1902 o a la Revolución mexicana. Al mismo tiempo, dedicaban estos espacios a denostar la celebración de aquellas efemérides burguesas, como la fiesta del 20 de mayo en honor al nacimiento de la República.
33 Suriano, 2001, 189. Las siguientes ideas siguen el esquema planteado por este autor en las páginas 179 a 210.
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La realidad cubana también ocupó las dos primeras páginas de ¡Tierra!, sobre todo cuando referían algún hecho de importancia que podía ilustrar los principios teóricos ácratas e impeler a la acción a los lectores. Una de las noticias más relevantes del período escogido fue el asesinato de los trabajadores Amado Casañas y Manuel Montero. Este homicidio, que quedó sin resolver, fue otra de las consecuencias de la huelga general de noviembre de 1902. Casañas y Montero eran obreros azucareros de Cruces que se habían destacado al apoyar a sus compañeros de la capital en paro y que, al parecer, fueron asesinados por el destacamento de la Guardia Rural que dirigía el teniente José María Iglesias cumpliendo una orden dada por el gobernador general de la provincia, el liberal, que después sería presidente de la República, José Miguel Gómez. Este oficial, lejos de ser reprendido por los hechos, fue premiado con un ascenso, lo que provocó el comienzo de una activa campaña en pro del esclarecimiento del asesinato de los que pasaron a ser los “primeros mártires obreros de la República”. Las diatribas lanzadas desde ¡Tierra! acusaban a las nuevas autoridades de ser aun peores que las coloniales pues “la Guardia Civil hacía desaparecer a los hombres en la oscuridad de la noche y en las soledades de los campos; pero en este reinado de la República plattista, la Guardia Rural hace desaparecer a los hombres en pleno día y a la vista casi de la gente”.34 Todo el editorial, escrito por el español Luis Barcia y publicado en el número del 18 de abril de 1903, está plagado de alusiones a la subordinación de las autoridades republicanas a los intereses de Estados Unidos, lo cual le sirve al autor para protestar por los atropellos que en su nombre cometía el gobierno contra los trabajadores, así como para incitar a la participación de todos en la huelga general planeada para el próximo primero de mayo, en la que también se pediría la liberación de los compañeros que aún estaban presos con motivo de la huelga del año anterior. Otros editoriales sobre el caso servían igualmente como excusa para organizar mítines y manifestaciones de protesta donde difundir los principios libertarios y denunciar las actuaciones de las autoridades republicanas.35 La tercera página del semanario habanero solía reproducir noticias referentes al mundo del trabajo, funcionando gran parte de las veces como 34 “¡Arriba!”, ¡Tierra!, 18 de abril de 1903. 35 Sirva como ejemplo “El asesinato de Joaquín Casañas y A. Montero”, ¡Tierra!, 5 de septiembre de 1903.
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tribuna de denuncia social donde los propios obreros, o los corresponsales y suscriptores, escribían pequeños artículos censurando las condiciones de trabajo y los “abusos” que se cometían en determinadas empresas o sectores productivos, así como la situación de los trabajadores en el campo, la actuación represiva de policías y guardas rurales, o la falta de empleo, una cuestión esta última que casi siempre iba relacionada con las políticas implementadas por el gobierno para el fomento de la inmigración, criticando que éstas tenían como único objetivo rebajar los costes de la mano de obra. También solían publicar en esta página cuestiones sobre la organización gremial, las reuniones o veladas organizadas por los distintos gremios –recordemos que así eran conocidas en Cuba las sociedades de oficio–, o las huelgas que estas asociaciones tenían en marcha. Generalmente, este tipo de noticias, englobadas en la mayoría de los casos bajo el epígrafe de “Notas Obreras”, no provenían del grupo de editores, sino de los propios lectores del periódico quienes enviaban las crónicas del sector productivo en el que trabajaban, o de la situación de los empleados de determinados talleres o empresas. A veces, el exceso de artículos enviados a la redacción obligaba al equipo editor a poner anuncios disculpándose por no poder publicarlas todas y emplazando a los lectores para el próximo número; otras veces hacían un llamamiento a estos colaboradores para que enviaran “artículos cortos, concisos y no largos y retóricos”.36 Esta colaboración del propio lector en la redacción del periódico propició la formación de una cultura proletaria y popular propia, promovida por este tipo de publicaciones, lo cual indirectamente contribuía a su difusión. Los redactores de ¡Tierra! no olvidaron incluir en la tercera página las informaciones que recibían de los colaboradores en el extranjero sobre los acontecimientos relacionados con el avance del “Ideal”. Destacó por su asiduidad el mencionado Vicente García, que tuvo a su cargo las secciones “Crónica Internacional” o “Crónicas de España”. En la última página –la cuarta– insertaban noticias breves y de temática muy variada, por lo general vinculadas al mundo de la cultura. Era frecuente la publicación de cuentos cortos que siempre tenían un carácter doc-
36 “Misceláneas”, ¡Tierra!, 16 de enero de 1904.
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trinal –en este sentido destacan los escritos del español Joaquín Dicenta, que eran un reflejo del contexto social de la época– o publicaciones por entregas de obras escritas por los principales teóricos anarquistas; entre ellos, los más reproducidos fueron Emile Zola, Enrico Malatesta o Jean Grave. También incluían reseñas bibliográficas, noticias variadas sobre el avance cultural en la Isla e información sobre las veladas artísticas organizadas por distintas asociaciones. La cuarta página asimismo contenía información sobre las causas solidarias que los ácratas mantenían abiertas y que incluían suscripciones muy diversas: para los compañeros presos, para el mantenimiento de sus familias, para cualquier tipo de actividad que se quería poner en marcha, para el propio sostenimiento del periódico, etc. Al mismo tiempo, ¡Tierra! cumplió una función social publicando noticias puntuales sobre el paradero de algún trabajador o inmigrante al que alguien intentaba localizar, así como cartas o notas para determinados compañeros. También en esta página encontramos noticias sobre el avance del anarquismo en la Isla con la publicación del nacimiento de nuevos grupos ácratas o de otras publicaciones libertarias. Atendiendo a la línea editorial, así como a los distintos contenidos que los redactores priorizaron en cada momento, encontramos dos etapas diferentes en la evolución de ¡Tierra!: la primera abarca desde 1902 a 1908 y la segunda desde entonces hasta la desaparición del periódico en 1915. Los primeros años estuvieron protagonizados por componentes que en su mayoría eran cubanos (Juan Aller, Arturo Juvanet, Bernabé Ugarte, Oscar Martínez, Andrés Castillo y Manuel Martínez Abello), muchos de ellos eran tabaqueros que procedían de la Sociedad de Torcedores; de los miembros del equipo de redacción únicamente los mencionados Soteras y Cusidó eran españoles; no obstante, entre los colaboradores asiduos destacó también en esta etapa otro peninsular, el nombrado Luis Barcia.37 Tanto Manuel Martínez Abello como Luis Barcia tenían experiencia en este tipo de empresas, durante su estancia en Estados Unidos a finales del siglo XIX formaron parte de la redacción del periódico ácrata El Despertar de New York.
37 “Insinuaciones estúpidas”, ¡Tierra!, 27 de septiembre de 1902.
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Uno de los primeros objetivos marcados por el equipo de ¡Tierra! fue reflejar y atender las principales necesidades de los trabajadores de Cuba.38 Y en ese sentido, una de sus primeras intenciones fue llamar la atención sobre la “necesaria reorganización” del elemento trabajador, desorganizado después de la última guerra de independencia y dividido entre nativos y españoles desde la primera intervención norteamericana. A esta tarea se lanzaron desde los primeros meses de la creación del semanario. Si, según la opinión de Luis Barcia, expresada en el editorial publicado en la primera plana del número del 27 de diciembre de 1902, el problema del obrero de Cuba radicaba “en la enervadora apatía de muchos trabajadores, en las divisiones que existen entre nosotros por preocupaciones de nacionalidad o de raza y en un sinnúmero de pequeñeces que nos mantienen en continua y agitada lucha”, se hacía necesario “despertar el espíritu de clase” entre los obreros e “infiltrar en sus pechos el sentido de la rebeldía” para llegar a establecer “la necesaria unión” a partir de la cual poder afrontar la lucha, pues a la “coalición burguesa y gubernamental, hay que oponer la solidaridad internacional de los trabajadores”. Según el tratamiento que le da Barcia al tema de la división en el seno de los trabajadores, la cuestión aparece como un problema estructural importante con unas raíces en los años anteriores. La solución propuesta radicaba en la formación de una potente organización en la que se aunaran y combinaran todas las fuerzas proletarias de la Isla para, una vez conseguida su unificación y siguiendo el principio internacionalista que llamaba a la unión de todos los proletarios del mundo, ponerse en relación con las organizaciones obreras del resto de países y principalmente con las de Estados Unidos.39 Al miso tiempo, en este artículo Barcia aborda nuevamente, como ya lo había hecho al tratar el asesinato de Casañas y Montero, otra de las cuestiones palpitantes en la sociedad cubana y constantemente tratada en el semanario habanero: la injerencia que estaban ejerciendo los Estados Unidos sobre el gobierno de la Isla a partir de la firma del Tratado de Reciprocidad y del establecimiento de la Enmienda Platt. En ese sentido, 38 No vamos a entrar a desarrollar los editoriales que sobre los principios doctrinarios anarquistas publicaron los redactores de ¡Tierra!, pues coincidían con los que aparecían en el resto de la prensa ácrata y ese tema ha sido objeto de otros estudios. Nosotros nos detendremos en distinguir el análisis que el equipo editor del semanario habanero hizo sobre los diferentes temas que, si bien tenían que ver directamente con los postulados ácratas, al propio tiempo, estaban vinculados a la realidad cubana. 39 “El Cristo del patriotismo”, ¡Tierra!, 27 de diciembre de 1902.
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argumenta que las autoridades republicanas, explotando el miedo a la intervención del poderoso vecino del norte, apelaban constantemente a la sumisión de los trabajadores que debían supeditar sus intereses a la salvaguarda de la patria; el autor también aprovecha el artículo para denunciar la verdadera intención de los nuevos políticos: ocupar un puesto en la administración pública. La unión de todos los trabajadores fue un objetivo que estuvo por encima incluso del ya clásico enfrentamiento con los socialistas. En esos momentos, la organización requería el esfuerzo de todos los obreros, fuesen de la orientación política que fuesen, por lo que en muchos de los artículos del semanario habanero se abogaba por la colaboración con ellos. Así, en la tercera entrega de los artículos firmados con el seudónimo de Justo Derecho y titulados “El movimiento obrero en Cuba”, se decía que “si bien es cierto que entre ambas tendencias socialistas existen diferencias esenciales, no son éstas tantas y de importancia tal que justifiquen la división que existe entre sus sustentadores; y que hay entre ambas escuelas tantos y tales puntos de contacto, que nada tiene de absurdo pretender evitar que esta división se establezca entre nosotros, siendo perfectamente posible mantenernos unidos en una aspiración común: encauzar el movimiento obrero hacia la destrucción del sistema capitalista, la expropiación y la socialización de la riqueza, tendencia principal de las dos escuelas socialistas”.40 Este espíritu se puso en práctica durante la huelga de aprendices de 1902 en que los anarquistas se unieron a la Liga General de Trabajadores Cubanos y a la Sociedad de Torcedores en defensa de los tabaqueros en paro. A partir de entonces y hasta mitad de 1903, escribieron algunos artículos apoyando la unión de los todos los trabajadores “sin distinción” para luchar por sus intereses. Directamente relacionado con esta cuestión aparece otro de los objetivos defendidos en ¡Tierra! desde sus comienzos, la huelga general revolucionaria como principal método de lucha para los trabajadores. Analizando el desarrollo industrial, así como la realidad del mercado laboral cubano, los redactores de ¡Tierra! apelaron al uso de este recurso como una necesidad urgente antes de que la fabricación e introducción de máquinas sustituyera en su mayor parte al trabajador manual “competente” y lo 40 ¡Tierra!, 17 de enero de 1903.
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convirtiera en “autómata” acabando con su potencial.41 La fuerza de los trabajadores de la Isla radicaba tanto en su número como en el hecho de que en algunos sectores aún persistían obreros manufactureros de los cuales dependía directamente el producto elaborado, por ello podían presionar con mayor solidez ante los productores. Por el contrario, la existencia de grandes fábricas e industrias generaba una masa proletaria numerosa que no necesitaba de ningún tipo de formación, por lo que la capacidad de negociación del elemento trabajador era menor, encajando mejor con las teorías socialistas. Convencidos de esta realidad, los ácratas encabezaron muchos de los movimientos huelguísticos de la primera década republicana abogando siempre por la huelga general.42 En los primeros meses de 1903, según la historiadora Olga Cabrera, comenzó una segunda etapa en la que el periódico pasó a estar “controlado” por el español Rafael Cusidó y dirigido por Porfirio Garro hasta 1905 en que le sustituyó Julio Valdés. A partir de entonces le dieron una orientación “sectaria”, según las palabras de Cabrera, pues sus principales representantes eran españoles que acabaron con el espíritu unitario vigente hasta entonces, lo que les llevó a un enfrentamiento directo con los reformistas y socialistas.43 Sin embargo, nosotros no hemos encontrado ninguna evidencia que respalde esa aseveración. En primer lugar, ni Garro ni Valdés parece que fueran españoles, pues no aparecen en los informes que elaboró la Policía Secreta Cubana, ni en las listas que tenían los diplomáticos españoles. Si bien es cierto que hubo una etapa en que la presencia de peninsulares en el equipo del semanario fue mayoritaria, eso no se produjo hasta unos años después. Parece que esta reorientación respondiera a los acontecimientos vividos en los primeros meses de ese año, más que a un cambio en la composición de la redacción, de hecho encontramos los mismos colaboradores que hasta entonces y los contenidos del periódico continúan básicamente la línea marcada. 41 La defensa de la huelga general aparece en el editorial “Trabajadores, a la huelga general”, ¡Tierra!, 22 de noviembre de 1902; este artículo aparece sin firmar, sin embargo, en el editorial “Urgencia de la huelga general”, publicado en el número del 13 de junio de 1903, apelaron a un reconocido ácrata, Tárrida del Mármol, para avalar su teoría. 42 La defensa del oficio acompañó el discurso de los artesanos en Europa desde la irrupción de la revolución industrial. Sobre esta cuestión, véase Sanz y Piqueras (eds.), 2005, 13-20. 43 Para esta autora “la actuación un tanto sectaria y de cierta tendencia españolizante que en este breve período siguió ¡Tierra!, controlado por españoles, contribuyó al alejamiento de muchos bienintencionados de las prédicas anarcosindicalistas”, Cabrera, 1985a, 67.
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En segundo lugar, si desde comienzos de 1903 cambió la anterior postura sobre la colaboración con los socialistas, este viraje se produjo cuando algunos sectores representantes de los trabajadores no apoyaron la celebración de una huelga general proyectada para el primero de mayo con el fin de protestar por los encarcelamientos de los obreros que habían participado en la huelga de noviembre de 1902, así como por el crimen de Cruces. De hecho, la huelga se frustró porque los líderes obreros reformistas representados por Ramón Rivera, Fernando Guerra y Francisco Cabal Flores, manifestaron sus esperanzas de que ciertos políticos, entre ellos Morúa Delgado y Cristóbal la Guardia, abogaran para solucionar los asesinatos de Casañas y Montero. A partir de entonces comenzó una dura crítica desde ¡Tierra! contra aquellos sectores y sus órganos representativos. Así, el socialista Memorándum Tipográfico fue acusado de privilegiar la política antes que los intereses de los obreros; también El Reconcentrado, publicación que se había mostrado favorable a los trabajadores, pero que cambió tras el encarcelamiento de dos de sus redactores por apoyar la huelga general de noviembre de 1902, pasó a convertirse en “un vocero político y burgués más”. Pero el periódico que recibió las mayores críticas por parte del semanario anarquista fue ¡Alerta!, acusado de querer dividir a los trabajadores enfrentando a los nativos con los extranjeros, especialmente contra los españoles, y de acabar con las empresas puestas en marcha por los obreros al solicitar la colaboración de las autoridades.44 También acusaban a estos sectores, y entre ellos a ¡Alerta!, de “patrioteros” pues siempre que los trabajadores se unían para poner en marcha alguna empresa reivindicando mejoras, apelaban al peligro que corría la “Patria” y hacían propaganda para que cesaran en sus intenciones.45 Precisamente, la división de los trabajadores y la situación de los obreros españoles enfrentó a ¡Tierra! con los integrantes de la Liga General de Trabajadores cubanos, los cuales, a través de ¡Alerta!, les acusaron constantemente de ser un grupo de anarquistas llegados de la Península con la única intención de separar a los obreros de Cuba y luchar únicamente por mejorar las condiciones de sus compatriotas. Esto provocó en más de una 44 Algunas de estas acusaciones, en “Contra la palinodia”, ¡Tierra!, 28 de marzo de 1903, “¿Ha habido merengue?”, ¡Tierra!, 18 de abril de 1903, y “A los obreros traidores”, ¡Tierra!, 25 de abril de 1903. 45 Precisamente durante el año 1903 abundan los artículos en ese sentido, véase, por ejemplo, “¡Oh, la Patria!, ¡Tierra!, 16 de mayo de 1903.
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ocasión la publicación de los nombres de los componentes del equipo de redacción del semanario habanero para demostrar que la presencia española no era mayoritaria.46 La división entre obreros nativos y españoles, que como hemos visto comenzó después de la guerra de independencia, se agudizó tras el fracaso de la huelga de noviembre de 1902. A partir de entonces, esta cuestión permanecería debilitando la fuerza de los trabajadores. En lo que sí estamos de acuerdo con la historiadora cubana es en que a partir de entonces se produjo una orientación más radical de algunos de los temas abordados en el periódico. Sin abandonar los anteriores objetivos, abundan entre 1903 y 1904 los artículos haciendo apología de la violencia –que, por otra parte, no era un tema nuevo sino que aparece durante el primer año de vida del periódico– y denunciando la represión que siempre ejercía el gobierno cubano en contra de los anarquistas. Teniendo en cuenta el contenido de sus artículos, no descartamos que esa radicalización fuera una influencia de Rafael Cusidó, el cual, además, había estado vinculado en España a grupos que defendían el uso de métodos violentos.47 No obstante, esta actitud podría tener su base nuevamente en las repercusiones de la huelga de los aprendices de 1902 pues, meses después de finalizado el conflicto, aún seguían encarcelados algunos de los anarquistas que habían apoyado a los tabaqueros en paro, como los españoles Francisco Ros Planas y Sebastián Aguiar Mateo. Este caso se convirtió en otra de las excusas utilizadas por los ácratas de ¡Tierra! para zaherir al gobierno republicano, pues el abogado defensor pidió la libertad provisional para los reos, la cual ya habían conseguido otros de los procesados, sin embargo, el juez la denegó sin dar ninguna razón concreta, aún cuando a la petición del abogado se unió la del propio fiscal. ¿A qué podría responder la actitud mantenida por las autoridades? ¿Querían utilizar el caso como ejemplo para demostrar que podían garantizar el orden público? Para los anarquistas esa explicación era la más convincente pues una vez más aparecen en sus escritos el peligro de la Patria y la posibilidad de la tan temida intervención norteamericana.48 46 Un ejemplo sobre este enfrentamiento en “Insinuaciones estúpidas”, ¡Tierra!, 27 de septiembre de 1902. 47 El editorial “Perseguidos”, publicado en ¡Tierra! del 7 de marzo de 1903 y escrito por Rafael Cusidó, aunque firmado bajo su seudónimo, Rojo Bueno, era una advertencia a las autoridades cubanas si continuaban con la persecución que habían comenzado contra los sectores populares. 48 El caso de Ros y Aguiar en “La infamia aumenta”, ¡Tierra!, 23 de mayo de 1903.
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Continuando con los temas abordados en las páginas del semanario habanero, las cuestiones relacionadas con el mundo del trabajo en la Isla ocuparon su atención también desde fecha temprana. Sus redactores se quejaban de que el nuevo sistema gremial organizado tras la guerra actuaba, en la mayoría de los casos, al servicio de las autoridades, explotando la mencionada división entre cubanos y extranjeros y controlando el acceso de los obreros a los puestos trabajo. Así, por ejemplo, los dirigentes del Gremio Mutuo de Cienfuegos seleccionaban el ingreso de los miembros en la organización y, al mismo tiempo, vetaban el trabajo en la zona a los no afiliados en aras de no favorecer ningún movimiento que pudiera poner en peligro el sistema –el máximo temor era a la huelga–.49 En otros casos, los ácratas de ¡Tierra! denunciaban que estas asociaciones fomentaban la discriminación racial, como ocurría en Regla, donde el gremio de los trabajadores de limpieza negaba el acceso a los negros. Lo cual debía constituir un verdadero atrevimiento teniendo en cuenta que en esa localidad la mayor parte de la población era de color.50 Como contrapartida, los anarquistas de ¡Tierra! defendieron la creación de asociaciones de trabajadores donde no hubiera ningún tipo de división entre sus integrantes. Según su criterio, ni siquiera se debía pagar a los que formaran parte de la dirección porque “con los sueldos se fomentan intereses privados en oposición a los comunes del proletariado”, como ocurría en el Gremio de Bahía, donde acusaban a los directivos de pactar con las autoridades en su propio beneficio y perjudicando los intereses de los trabajadores, valiéndose de la situación de superioridad en la que les colocaban los sueldos que cobraban. Al propio tiempo, aprovechaban para manifestarse en contra de que estos organismos tuvieran cualquier tipo de relación con la administración pública; por eso, cuando en noviembre de 1903 se constituyó el Gremio de Braceros y Marinos de Casilda y entre sus primeros acuerdos saludaron a las autoridades, los anarquistas de ¡Tierra! lo consideraron un ultraje para los trabajadores porque, además, figuraba entre sus presidentes de honor José Miguel Gómez, el “perseguidor de los obreros, el tirano e intolerante gobernador de las Villas”. En el mismo sentido, denunciaban a aquellos que se dejaban seducir por los cargos, como 49 “Desde Cienfuegos”, ¡Tierra!, 22 de agosto de 1903; y “Notas obreras”, ¡Tierra!, 14 de mayo de 1904. 50 “Ecos de Regla”, ¡Tierra!, 22 de agosto de 1903.
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por ejemplo Pedro Roca y Octavio Fuentes, presidente y secretario respectivamente del gremio de Estibadores, que también ponían la organización al servicio de las autoridades.51 La colaboración de estos dirigentes obreros con las autoridades es un reflejo de cómo el discurso político liberal era atractivo para algunos gremios, lo cual demuestra también que esas organizaciones obreras estaban compuestas por trabajadores que tenían capacidad de elección y esperaban que las nuevas tendencias políticas liberales representarían sus intereses. Al mismo tiempo, es un ejemplo de la incorporación de dirigentes laborales a los sectores del Partido Liberal más proclives al populismo de José Miguel Gómez. La diversidad de tendencias en el seno del anarquismo, manifestada a comienzos del siglo XX, fue asimismo objeto de la atención del semanario habanero. Sus escritos defienden los principios comunistas por encima de los individualistas, abogando por la creación de una Federación de Grupos Anarquistas independientes entre sí, pero coordinados en su actividad, lo que les llevaría al triunfo de la revolución. En una serie de editoriales que comenzaron el 12 de diciembre de 1903 y acabaron el 20 de febrero de 1904, los ácratas de ¡Tierra! se manifestaron adscritos a esta tendencia al dar respuesta a nueve preguntas que desde el periódico Le Libertaire de París había planteado Juan Maristán. Con esta iniciativa el diario francés pretendía contribuir a superar la confusión de principios que se estaba viviendo en el seno del anarquismo y que había nacido de los distintos congresos organizados hasta entonces: individualismo propiamente dicho, individualismo libertario, naturismo, reformismo, socialismo libertario y cristianismo anarquista.52 Defensores de la doctrina de Kropotkin, según la cual se deberían colectivizar no sólo los medios de producción, sino también los bienes obtenidos, la formación básica de la sociedad futura sería la comuna autosuficiente, donde se acabaría con la clásica diferenciación entre campo y ciudad, así como con la división del trabajo establecida y que venía siendo 51 En contra del pago a los dirigentes obreros, véase “Práctica, no teorías”, ¡Tierra!, 29 de agosto de 1903. “Correspondencias. Desde Regla”, ¡Tierra!, 7 may 1904. Una crítica sobre los privilegios en el seno de las sociedades obreras en “¡Tierra!, 30 de enero de 1904. El saludo a las autoridades en “Candidez increíble”, ¡Tierra!, 17 de octubre de 1903. 52 “Manifiesto a los anarquistas de todos los países”, ¡Tierra!, 5 diciembre de 1903.
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teorizada desde Adam Smith; al mismo tiempo, los principios que guiarían a los hombres en la “sociedad ideal” serían los que definirían la nueva moral, es decir, los de libertad, solidaridad y justicia, que acabarían directamente con los instintos destructivos que forman parte de la naturaleza humana. No obstante, los ácratas de ¡Tierra! no definían la estructura de la nueva sociedad, sino únicamente los principios que habrían de regirla: “Ella será igualitaria, tendrá la propiedad en común, o sea, para ser aprovechada por todos, será atea y las uniones entre hombres y mujeres basadas sobre el amor libre; ella pedirá a todos lo que puedan dar y dará a todos lo que puedan necesitar... Nuestra sociedad futura debe ser de paz y amor...Por falta de antagonismo no habrá crímenes, no habrá luchas. La mujer, no siendo cosa, podrá amar y ser amada libremente. Las grandes concentraciones de hombres que responden a necesidades industriales y comerciales capitalistas no permanecerán”.53
Para llegar al establecimiento de este nuevo orden social habría que pasar de forma paulatina de la sociedad burguesa a la anárquica. Si la eliminación del estado coercitivo se podía llevar a cabo de forma radical, no ocurría lo mismo con la formación de la sociedad anárquica. Para llegar a ella habría que promover cambios sucesivos que acabasen con sus vicios, entre ellos, por ejemplo, la organización de la producción y el trabajo vigentes, “así, a nuestro entender, podremos tener un período de tiempo de trabajo en las grandes fábricas o talleres esperando que la electricidad a domicilio, bien repartida, pueda facilitar el trabajo por separado o en pequeñas agrupaciones”.54 En cuanto a los medios y reformas necesarios para conseguir la formación de la sociedad anárquica defendían igualmente postulados anarcocomunistas. Las tácticas para lograrlo, ya fueran políticas o económicas, no eran definitivas, pudiendo variar de unos contextos a otros. Con respecto a las primeras, defendían el uso de la “propaganda por el hecho” y del terrorismo individual “justificado”, siempre que se “manifieste claramente la razón de su acto para que la masa lo comprenda y para que de su generoso sacrificio no resulte una contrapropaganda”, porque los actos de violencia personal –como los llevados a cabo por Czolgoz, Bresci, Caserio o Angio53 “La sociedad futura”, ¡Tierra!, 19 de diciembre de 1903. El subrayado es nuestro. 54 “Transformaciones sucesivas de la sociedad futura”, ¡Tierra!, 2 de enero de 1904.
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lillo, en sus atentados contra personalidades americanas y europeas– “animan a la población más humilde a la lucha”. Con respecto a las medidas económicas, también se mostraron partidarios de los métodos revolucionarios colectivos, en este caso el recurso de la huelga general aparecía como “uno de los mejores medios de propaganda”, pues “una continua propaganda, una agitación revolucionaria y una fuerte organización obrera nos parecen los mejores medios para apresurar el triunfo de nuestro ideal”.55 Hemos de advertir que, si durante esta etapa los ácratas de ¡Tierra! difundieron un discurso apologético del uso de la violencia, justificado en el hecho de que a la violencia burguesa había que responder con violencia, siempre hubo una larga distancia entre la teoría y la práctica; en realidad, en todo el período propuesto, los anarquistas no protagonizaron actos de esa naturaleza, sólo aplaudieron hechos puntuales como la Revolución Rusa de 1905 o los atentados orquestados en España, exaltando a figuras como Mateo Morral o Manuel Pardiñas, en sus atentados contra Alfonso XIII y Canalejas.56 Una circunstancia que fue advertida igualmente por el cónsul español en La Habana: “No se conoce –decía– entre los elementos anarquistas ningún exaltado, aunque en la agrupación existen bastantes que suelen declararse partidarios del empleo de procedimientos extremos; pero el elemento predominante es el teórico”.57 Defensores de la colaboración entre las distintas tendencias anarquistas existentes, los redactores de ¡Tierra! consideraban que las diferencias entre “socialistas-anarquistas, individualistas-anarquistas, libertarios, amorfistas y ácratas” no eran insalvables puesto que coincidían en todas ellas no sólo los fines –conseguir el “porvenir social”, así como “la completa libertad”–, sino también los medios revolucionarios –“todos aceptan la acción como indispensable para vencer”–. Todo lo contrario opinaban respecto de “naturistas, anarquistas-cristianos y reformistas”, puesto que ni el contrato al estilo “rousseauniano” que defendían los naturistas, por el que los hombres volverían a su estado natural, ni la convicción cristiana de 55 “Medios de consecución”, ¡Tierra!, 9 de enero de 1904. 56 Sobre esta cuestión pueden verse, entre otros, el artículo “Libertad y violencia”, ¡Tierra!, 5 de enero de 1907, donde dan la siguiente definición de violencia: “La violencia es el medio de que se valen los pueblos para lograr la libertad, es el útil que pone al esclavo en posesión de sus derechos”. 57 “El cónsul de España informa sobre la propaganda anarquista”, La Habana, 7 de agosto de 1913, AMAE, Fondo Política Interior, Serie Orden Público, Expedientes P=M=O, Subserie Anarquismo, Leg, H 2757, siglo XX.
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que una “ley de amor domine el mundo”, ni tampoco la creencia reformista de que “la sociedad humana tiene leyes que siguen movimientos matemáticos con eterna tranquilidad” tenían nada que ver con los postulados revolucionarios. Y a pesar de la diversidad señalada, los redactores de ¡Tierra! se mostraban optimistas respecto del futuro del ideal libertario, por cuanto ya no existían verdaderas diferencias en el seno del anarquismo y, según su opinión, “esto ha sucedido porque todas las escuelas han confirmado el carácter libertario y revolucionario de la anarquía”.58 No obstante esta predisposición manifiesta que a comienzos del año 1904 la posibilidad de colaboración entre socialistas y anarquistas, en otro tiempo unidos, era un imposible para los redactores de ¡Tierra! Según advertían, “entre nosotros y los socialistas hoy existe casi la misma diferencia que hay entre los burgueses y nosotros”, al tiempo que denunciaban su ansia de conquistar el poder, su autoritarismo y su inserción en el régimen político burgués, reconociendo que les separaba su defensa de “la participación de los trabajadores en la política” y “el aborrecimiento de toda energía, de toda fuerza y también, digámoslo, de toda violencia” que demostraban.59 A medida que avanza la primera década republicana encontramos mayor presencia de españoles entre los componentes del grupo editor de ¡Tierra! y con ellos parece que reorientaron sus pasos, guiados por las nuevas disposiciones que se estaban ensayando en Europa. ¡Tierra! se declaró seguidor de las medidas aprobadas en el Congreso Obrero de Amiens de 1906, donde quedaron establecidos los principios sindicalistas, que después fueron ratificados en Ámsterdam al año siguiente.60 El sindicalismo revolucionario implicaba centrarse únicamente en la lucha económica y desvincularse de toda acción parlamentaria, lo cual incluía una apertura del 58 “Escuelas”, ¡Tierra!, 16 de enero de 1904. 59 “Entre las fracciones socialistas”, ¡Tierra!, 23 de enero de 1904. 60 ¡Tierra! informó sobre la celebración del Congreso de Ámsterdam y reprodujo la circular lanzada por el comité organizador en su artículo “Congreso Obrero Libertario Comunista Internacional”, ¡Tierra!, 16 de febrero de 1907; también publicó el llamamiento a la representación cubana en el congreso en “Congreso Anarquista. A los grupos”, ¡Tierra!, 22 de junio de 1907. En principio estaba previsto que el cubano afincado en Londres, Fernando Tárrida del Mármol, acudiera a Ámsterdam en representación de España y Cuba; sin embargo, no puso asistir. No obstante, escribió al semanario habanero informando de los principales puntos tratados y de la organización en la capital inglesa de la Oficina Internacional de Correspondencia, donde el representante de los latinos fue Malatesta. “Los congresos de Ámsterdam. La Oficina Internacional Anarquista”, ¡Tierra!, 26 de octubre de 1907.
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anarquismo a la acción de masas y a la alianza con otras organizaciones obreras, incluidas las socialistas. La estructura organizativa del sindicato estaría basada en la formación de asociaciones de trabajadores agrupados por oficios –en sustitución de las sociedades de resistencia– que serían las encargadas de las reivindicaciones laborales. Al mismo tiempo, quedó ratificado el uso de la huelga general revolucionaria como medio para conseguir la mejora efectiva de las condiciones de los obreros, concentradas, principalmente, en la reducción de la jornada laboral y el aumento de los salarios.61 Parece que entre 1906 y 1907 se produce una etapa de transición y reorganización en la redacción del semanario habanero. En esos años las tensiones producidas entre los integrantes del grupo llegaron incluso a poner en peligro la propia vida del periódico, y provocaron a mitad de 1908 un cese del cuadro editor que fue sustituido por el grupo “24 de Noviembre”.62 El nuevo equipo estaba formado por jóvenes, como ellos mismos se autodenominaban, con ganas de superar las luchas intestinas que habían llevado casi a la ruina al periódico y que habían provocado la sustitución del director y los antiguos redactores. A partir de entonces, el catalán Rafael Cusidó abandonó la militancia anarquista y se dedicó a la explotación de un pequeño negocio de carpintería. Años después, en 1912, se encontraba afiliado al Partido Conservador, lo que le valió duras críticas de sus ex compañeros de ¡Tierra!63 En esta nueva etapa la dirección del periódico estuvo en manos del canario Sebastián Aguiar y Mateo hasta que en 1911 fue expulsado de la Isla por “extranjero pernicioso”, entonces le sustituyó otro español, José Pujal, hasta que Aguiar pudo regresar a mitad del año siguiente alegando su condición de naturalizado cubano.64
61 Sobre el sindicalismo revolucionario y el Congreso Obrero de Amiens, véase Monatte, 1977, 81-86. 62 “A los compañeros”, ¡Tierra!, Suplemento al n. 277, 20 de agosto de 1908. 63 Las críticas a Cusidó aparecieron publicadas en “Un fariseo y un Judas desenmascarados”, ¡Tierra!, 5 de octubre de 1912. 64 La vuelta de Aguiar a la dirección del semanario habanero fue explicada en “Importante”, ¡Tierra!, 20 de julio de 1912.
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Ilustración 7. Contra los socialistas.65
Sin abandonar la organización y la acción sindical, el nuevo equipo editor trabajaría por la expansión del “Ideal” fuera de la capital cubana y 65 La crítica a la colaboración de los socialistas en la “política burguesa” no fue exclusiva del semanario ¡Tierra! de La Habana. La caricatura fue publicada en La Voz del Dependiente, 30 de julio de 1910.
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por impulsar los proyectos culturales y educativos. Uno de los principales objetivos fue llevar el periódico a todos aquellos pueblos del interior donde no se conocía y así difundir ante todos los anarquistas de la Isla los principios establecidos en el Congreso de Ámsterdam del año anterior, erigiéndose, al mismo tiempo, en enlace entre todos los grupos ácratas: “¡Tierra! en su nueva época será órgano de los grupos libertarios de Cuba y estará en constante comunicación para los asuntos que a nuestro ideal se refieran, así como también las iniciativas que surgieran, bien del grupo editor ‘24 de noviembre’ o de otro cualquier grupo; no se llevarán a la práctica sin consultarlos antes con los demás grupos. Este será un principio de Federación Anarquista en Cuba bajo la base acordada en el Congreso de Ámsterdam en 1907. Ponemos a consideración de los grupos la circular de la Internacional comenzando así nuestra obra”.66
Acorde con ese principio federalista, a partir de entonces comienza a hablarse en las páginas del semanario habanero de organizar un congreso obrero. La falta de conexión entre las distintas organizaciones obreras de la Isla, así como la diversidad de tendencias políticas existente entre los trabajadores, les llevó a difundir la necesidad de organizarse por encima de otros intereses que no fueran la mejora de sus condiciones, pues consideraban que “es hora ya de que se sienta un principio común de aspiraciones, para de este principio de todos aceptado, partan las organizaciones obreras de oficios, y salgan de este maremagnum (sic) en que se hallan sumidas..., siendo esto la principal causa del estado raquítico en que vegetan y la completa falta de solidaridad entre ellas. Es necesario porque hay que acabar con todos esos maestricos (sic) que cada uno implanta su librico (sic) con gran perjuicio de la causa de los trabajadores”.67 No obstante, otras actividades previas y no menos necesarias como la propagación del Ideal fuera de La Habana, o la reconocida necesidad de unión, pospusieron la realización del congreso hasta 1912. En 1909 se produjo una nueva reestructuración de la redacción de ¡Tierra! debido al abandono de algunos de sus antiguos redactores por “motivos laborales”. A partir de este año la presencia española en el periódico fue mayoritaria. Según los informes que la Policía Secreta cubana 66 “A los grupos”, ¡Tierra!, 24 de octubre de 1908. 67 “Congreso Obrero”, ¡Tierra!, 5 de septiembre de 1908.
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envió al cónsul español en La Habana, los miembros que componían la redacción y administración de ¡Tierra! hasta 1913 fueron: Director:
Sebastián Aguiar y Mateo, español procedente de Canarias, naturalizado cubano y de oficio carpintero. Administrador: Domingo Mir Durich, español de Lérida, empleado del Departamento de Obras Públicas. Redactores: Miguel Lozano Ariza, cubano de la provincia Habana, tabaquero. Joaquín Lucena, cubano, albañil. Juan Tur y Tur, español procedente de Mallorca y jornalero. Juan Tenorio Fernández, español de Asturias, de oficio tabaquero. Claudio Hernández Díaz, cubano de La Habana, periodista. Paulino Ferreiro del Monte, español de Coruña, químico. Gregorio Hernández, español, dependiente de comercio. Juan Francisco Moncaleano, colombiano, maestro. Juan Búa Palacios, español y zapatero. Marcelo Salinas, cubano de Batabanó, de oficio tabaquero.68
Los nuevos integrantes del grupo editor, al igual que habían hecho los anteriores equipos, empezaron por definir sus propósitos en lo que se refería a los métodos de lucha y a la orientación ideológica del periódico. Alejados de todo radicalismo, ¡Tierra! haría “propaganda netamente anarquista, en sentido enérgico sí, pero culto, razonado, sincero”, al tiempo que trabajarían por propagar el Ideal libertario para que fuera conocido “de todos los elementos y especialmente de los trabajadores”, así como por difundir las teorías sindicalistas básicas para organizar la sociedad futura considerada como “la organización libre de los trabajadores en Sindicatos, Federaciones y Confederaciones”, y los principios del racionalismo como motor de la educación de los sectores subalternos. Igualmente abogaban por la unión y la cooperación de todos aquellos que profesaban el mismo Ideal, declarándose totalmente al margen de “toda discordia pueril o errónea entre compañeros”.69 68 “Informe confidencial de la Policía Secreta de La Habana sobre las personas que componen la redacción del semanario anarquista ¡Tierra!”. AMAE, Fondo Política Interior, Serie Orden Público, leg. H 2753, 1911-1919. 69 “A los compañeros”, ¡Tierra!, 17 de julio de 1909.
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La orientación sindicalista significó una nueva apertura que llevaría a los anarquistas a colaborar con los socialistas en las empresas que podían resultar beneficiosas para los trabajadores. Así, el primero de mayo de 1909 celebraron juntos esa efeméride en el Campo de Marte y Belona y, como veremos más adelante, actuaron unidos en algunas de las huelgas del período. No obstante, al parecer este acercamiento estuvo relacionado igualmente con la presencia de líderes españoles en el Partido Socialista de la Isla de Cuba. A comienzos de la República un entendimiento entre ambas tendencias había sido imposible, no sólo por la actitud mantenida por los ácratas sino porque, tanto el Partido Obrero fundado en 1904 como su sucesor, el Partido Obrero Socialista que nació al año siguiente, se vincularon al nacionalismo y centraron su objetivo en garantizar el empleo del obrero nativo frente al extranjero. A partir del año 1906 encontramos una predisposición a la colaboración cuando se fusionan la Agrupación Socialista Internacional, organizada el año anterior principalmente por obreros españoles, y el Partido Obrero Socialista, creando el Partido Socialista de la Isla de Cuba. Desde entonces, y hasta la expulsión en el año 1911 de sus principales líderes, los españoles Francisco Vieytes y Severino Chacón, anarquistas y socialistas acercarían posturas en defensa de los trabajadores. La deportación de estos “extranjeros perniciosos” supuso, en cambio, que los reformistas volvieran a retomar la directiva del partido socialista reorientando sus políticas hacia la conciliación de las clases a través de la negociación pacífica y de la intermediación del Estado.70 Precisamente esta pretensión de incluir al trabajador en la política fue uno de los motivos centrales de las críticas que los ácratas dirigieron en contra de los socialistas; ejemplos de esa opinión aparecen continuamente en las páginas de ¡Tierra!, sobre todo durante los períodos electorales. En 1912, los anarquistas volvían a manifestar en ¡Tierra! su antipoliticismo ante la sublevación que protagonizaron los componentes de la Agrupación Independiente de Color. Esta asociación había sido fundada en el año 1908 para representar los intereses de los negros en la nueva nación, pues opinaban que “la raza negra no debe esperar de los partidos el mejoramiento a que es acreedora por los servicios que ha prestado y que continúa prestando a los intereses nacionales”. Dos años después de su creación, un 70 Para ampliar la información sobre esta cuestión, véase Sánchez Cobos, 2006a, 69-86.
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mulato, Martín Morúa Delgado, que era contrario a la segregación racial, presentó en la Cámara de Representantes una Enmienda al artículo 17 de la Ley Electoral en la que se pedía la prohibición de la existencia en Cuba de asociaciones políticas que estuvieran formadas por una sola clase o color de piel. La ley, aprobada por el gobierno de José Miguel Gómez, provocó una intensa lucha de los Independientes de Color para forzar su derogación, que acabó con la insurrección que en mayo de 1912 protagonizaron en la provincia de Oriente a la que el gobierno respondió con una violenta represión de la que resultaron muertos sus máximos cabecillas, Evaristo Estenoz y Pedro Ivonet, así como más de 3.000 hombres de color.71 Respecto de este levantamiento, ¡Tierra! se declaraba una vez más por encima de las luchas políticas, recriminando a su vez la actuación de los Independientes de Color pues, según opinaban sus redactores, obedecía a una causa puramente política de unos cuantos obreros destacados en la Administración y que con ello se alejaban del verdadero propósito por el que había que luchar, la mejora económica de los trabajadores de Cuba, tanto blancos como negros. “Ivonet y Estenoz se nos parecen –escribían– como dos políticos despechados que para fines bastardos no han vacilado en sacrificar inútilmente las vidas de muchos hombres ilusos de sus razas”. Y como ya era habitual en su discurso, se declaraban por encima de razas, nacionalidades o color de piel, pues consideraban esas divisiones creadas únicamente por conveniencia de los burgueses que, sin embargo, desparecerían en la nueva organización que surgiría de la revolución: “Grande es el número de anarquistas negros y blancos de los que somos en Cuba. Y nuestra propaganda ha sido y es dirigida a desarraigar entre los hombres toda índole de privilegios que les separa en clases, nacionalidades y en razas”. Para acabar con la diferencia racial en Cuba, el articulista de ¡Tierra!, Justo Blanco, proponía una solución salomónica: “Un decreto ordenando que todos los cubanos blancos, incluso José Miguel Gómez y Monteagudo, saquen la partida de bautismo de sus respectivas abuelitas”.72
71 La Enmienda de Morúa Delgado, en Pichardo, 1969, t. II, 364. Para ampliar la información sobre la cuestión racial en Cuba, véase Helg, 1995, y Fermoselle, 1998. 72 La insurrección de los independientes de color fue tratada en “Comentando”, ¡Tierra!, 1 junio de 1912; “A los trabajadores de color”, ¡Tierra!, 8 de junio de 1912; “La guerra” y “Negros y blancos”, ¡Tierra!, 15 de junio de 1912.
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Teniendo en cuenta esta interpretación y los argumentos expuestos, parece que los anarquistas de ¡Tierra! demostraron no entender la verdadera dimensión del problema racial en la mayor de las Antillas. Si tenemos en cuenta que en sus discursos apelaron constantemente al conjunto de los desheredados de la sociedad, el tratamiento de esta cuestión no aparece tratado de una forma relevante ni adecuada, sino de forma soslayada o tangencial, englobando a los negros con el resto de sectores populares y sin tener en cuenta que, además de pertenecer a los estratos más pobres de la sociedad, eran discriminados por el color de su piel. En un análisis equitativo, deberían haberle concedido mayor atención, al igual que hicieron con la discriminación que en algunos casos sufrían los inmigrantes, entre ellos los españoles. Además, es significativo que recurrieran a zanjar la cuestión utilizando el tópico de la ascendencia africana de todos los cubanos, cosa que no era del todo cierta. Al margen de las cuestiones ideológicas, sin duda, una de las aportaciones del semanario habanero durante la primera década republicana fue el impulso que dio a determinadas actividades que resultaron fundamentales, tanto para exportar el “Ideal” de la ciudad al campo como para fomentar la educación entre los sectores subalternos y acabar con las divisiones mencionadas. Precisamente en estas empresas tuvieron un peso importante los emigrados españoles; por ello, a partir de aquí analizaremos la evolución del anarquismo en la Isla, así como la del propio periódico anarquista, a través de estas prácticas. LA NECESIDAD DE PROPAGAR EL “IDEAL”: LAS EXCURSIONES DE PROPAGANDA La propaganda hablada será de grandes beneficios para el Ideal pues por estos lugares existen infinidad de personas deseosas de conocer la anarquía por boca de sus mismos defensores.73
Si la organización de los trabajadores fue una de las principales inquietudes de los anarquistas en Cuba, sin duda vieron una necesidad complementaria el llevar la ideología libertaria a todos los rincones de la Isla para 73 “La excursión de propaganda”, ¡Tierra!, 22 de diciembre de 1906.
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conseguir aumentar el potencial de ese sector y con ello tener más posibilidades de alcanzar sus objetivos. La propaganda se convirtió de ese modo en un elemento esencial. Además, desde finales del siglo anterior las organizaciones de trabajadores se reducían prácticamente a la ciudad de La Habana y las poblaciones aledañas. Del mismo modo, las asociaciones anarquistas estaban centradas casi exclusivamente en la capital. Por ello, a los pocos años de comenzada la República, decidieron orientar su accionar hacia la propagación de la semilla libertaria entre los trabajadores del campo. Como hemos visto, el espectacular avance del azúcar, sobre todo en la región oriental de la Isla, así como los eslabonamientos productivos generados por esta industria, estaban provocando el crecimiento continuado de la mano de obra en otras localidades además de La Habana. Al mismo tiempo, las “míseras” condiciones de vida que los jornaleros soportaban en los centrales, como asiduamente les informaban los corresponsales de ¡Tierra! y el resto de publicaciones, estaban creando el caldo de cultivo propicio para el crecimiento del ideario anarquista. Los ácratas eran conscientes de que tenían que trabajar en ese sentido; como ellos mismos advertían, “a los que dicen que el campo obrero no está preparado para la siembra de los ideales anárquicos, demostrémosles que de ello estamos enterados y que sabemos esperar... andando”.74 Una de las medidas propuestas para llevar el ideal a todos los rincones de la Isla fueron las excursiones de carácter societario o conferencias sociológicas.75 Se trataba de salidas a larga distancia, que tenían como principal objetivo la propaganda, y eran prácticas que se realizaban en España desde finales del sigo XIX cuando los anarquistas denominados “Apóstoles de la Idea” recorrieron los pueblos del sur de la Península, principalmente de Andalucía, con libros, folletos y periódicos como único equipaje, y con la misión de difundir sus principios ideológicos y organizar a los campesinos en sociedades de resistencia. Esta actividad se retomó a comienzos del 74 “La excursión de propaganda”, ¡Tierra!, 18 de agosto de 1906. 75 El hecho de que se refieran a este tipo de actividades como “sociológicas” sugiere que la ideología libertaria estaba en consonancia con las corrientes ideológicas dominantes a finales del siglo XIX. El anarquismo como corriente de pensamiento compartió la creencia en la ciencia y la fe en la razón como principios básicos, e interpretó la sociología como una ciencia que proporcionaría las herramientas necesarias para poder vivir mejor en la sociedad, contrarrestando las “influencias nocivas” del ordenamiento capitalista y burgués. En ese sentido debemos interpretar la realización de las excursiones sociológicas y la fundación de Centros de Estudios Sociales.
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siglo XX a partir de la organización de excursiones de grupos de propagandistas y uno de los primeros, que recorrió casi toda la Península, se organizó en el año 1904 a iniciativa del periódico Tierra y Libertad impreso en Barcelona.76 También en Cuba el grupo Tierra de La Habana, editor del semanario del mismo nombre, fue el primero que propuso en 1906 realizar una de estas excursiones por toda la Isla. A partir de entonces comenzaron una intensa campaña desde las páginas de ¡Tierra! para darle difusión a la idea con la intención de que el mayor número posible de localidades solicitasen formar parte del itinerario. Los preparativos mantuvieron a los integrantes del grupo trabajando durante varios meses, pues en principio estaba previsto que se realizase en el verano de ese año. La organización de un evento de esas características requería la coordinación de todos los grupos de las ciudades donde intervendrían los excursionistas pues los fondos que se estaban reuniendo eran escasos y se debían evitar “gastos inútiles y tiempo perdido”. Era prioritario que estos grupos se encargaran de garantizar tanto la divulgación de la excursión, como de organizar todo lo necesario para cuando llegaran los excursionistas, pues el dinero recaudado para realizarla sería repartido en cuatro partes iguales, una que quedaría de reserva y las otras tres para cada uno de los excursionistas. La parte destinada a imprevistos se entregaría a sus familias al acabar la excursión en el caso de que no hubiera sido necesario gastarla.77 Para la primera salida se designaron tres viajeros, de los cuales dos serían de La Habana, los cubanos Manuel Martínez Abello y Juan Aller, y el tercero sería alguien venido de fuera. La comisión encargada de organizar la excursión escribió a España solicitando colaboración y el elegido para formar parte del trío fue el gaditano Abelardo Saavedra, que pertenecía al grupo ácrata 4 de mayo de Madrid. Saavedra llegó a Cuba en el mes de abril, unos días antes de que diera comienzo la excursión. El itinerario propuesto (Mapa 4) abarcaba prácticamente la totalidad de la Isla, recorriendo las principales ciudades y poblaciones de todas las provincias, excepto de Pinar del Río. El primer mitin se llevó a cabo el 76 “Una excursión de propaganda”, La Revista Blanca, suplemento al n. 169, Barcelona, 15 de mayo de 1930. 77 “La excursión de propaganda”, ¡Tierra!, 11 de agosto de 1906.
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sábado 27 de abril en los altos de Marte y Belona, en la ciudad de La Habana, y en él actuaron como oradores Jovino Villar, que presidía el evento, Manuel Martínez Abello, Juan Aller, Aurelio Menéndez y Abelardo Saavedra. Al día siguiente los oradores se trasladaron a Guanabacoa donde tenían organizado el segundo mitin. Allí destacaron nuevamente en la tribuna Manuel Martínez Abello, Juan Aller, Aurelio Menéndez y Abelardo Saavedra.
Mapa 4. Itinerario de la primera excursión de propaganda.
Una vez terminada la velada en Guanabacoa, Abelardo Saavedra, junto con otro de los asistentes, el también español Marcial Lores García, fueron detenidos por la Policía y llevados al vivaque, acusados de haber violado la orden militar n.º 155 sobre inmigración del año 1902.78 De allí fueron trasladados al campamento de Triscornia, en espera de ser deportados a la Península. Su delito consistía en haber llegado a la Isla con un pasaje pagado por las autoridades españolas, según había comunicado el cónsul cubano en la Coruña al departamento de Estado. Sin embargo, esa acusación no pudo ser demostrada. Marcial Lores presentó un documento firmado por el capitán del Allemania –vapor en el que habían llegado a La Habana los dos prisioneros procedentes de La Coruña– en el que informaba que se había pagado el pasaje trabajando como asistente de cocina durante el trayecto. En cuanto a Saavedra, había llegado a la Isla con un pasaje de tercera clase, 78 “¡Tierra! y la Excursión”, ¡Tierra!, 30 de abril de 1907.
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según quedaba recogido en la lista de pasajeros, aunque no se podía probar de donde había obtenido el dinero para comprarlo. Además, según el general de prisiones, García Vélez, la única prueba de que disponían para inculparlos era la carta del cónsul cubano, por lo que no encontraba “suficientes motivos para encarcelar a Marcial Lores García y Abelardo Saavedra”. El gobernador militar norteamericano, tras revisar los informes enviados por el general de prisiones, decidió poner en libertad a los dos españoles después de haber estado retenidos treinta y cuatro días en prisión.79 Desde entonces, el gaditano estuvo vigilado por las autoridades republicanas y estuvieron a punto de expulsarle nuevamente en 1908, acusado de lanzar injurias en la prensa contra el presidente mexicano Porfirio Díaz. A pesar de que Saavedra no pudo continuar el recorrido de la excursión de propaganda como estaba previsto, el suceso protagonizado por los dos españoles sirvió para dar propaganda al proyecto y a partir de entonces, al parecer, los mítines ácratas estuvieron más frecuentados. Como reconocían en ¡Tierra!, “Nunca vi el local de redacción de este periódico tan concurrido como en estos días que han transcurrido desde la escandalosa y arbitraria detención de Lores y Saavedra, y hasta puedo decir que las pequeñas desavenencias que existían entre los compañeros han desaparecido haciéndose todos solidarios de una misma causa”.80 De hecho la excursión continuó y a Saavedra lo sustituyó otro español, José García. De Guanabacoa salieron hacia Puentes Grandes y después a Cárdenas, donde dieron un par de conferencias. Del norte de la Isla partieron hacia el sur, a Santiago de Cuba, donde ofrecieron varios “mítines, veladas y conversaciones”. Después de cinco días en la capital de la provincia oriental se marcharon a Camagüey, donde el sábado 11 de mayo se encontraron en el Círculo de Trabajadores con un “buen número de oyentes” que al principio se mostraron contrarios al anarquismo, pues “tenían un concepto formado de los anarquistas que ni por asomo deseaban nada que no fuera de esa política jesuítica-gubernamental”. Dos días después se encontraban en Sancti-Spíritus donde, a diferencia de la localidad anterior, 79 “Violation of inmigration law by two spaniards”, carta enviada por el Inspector General de Prisiones, Penitenciarias e Instituciones de Caridad, General García Vélez, al Gobernador Provisional de Cuba, 2 de mayo de 1907, NARA, R.G. 199, Doc. 118. 80 “A,los trabajadores de Cuba”, ¡Tierra!, 4 de mayo de 1907.
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encontraron el local del teatro “de bote en bote”, con una destacada asistencia de mujeres. Las siguientes paradas fueron en Lajas, Cienfuegos, Cruces y Santa Clara, para después dirigirse a Esperanza, Santo Domingo, Colón –donde, según el corresponsal de ¡Tierra!, hubo una asistencia multitudinaria con más de dos mil personas–, y Matanzas, donde organizaron cuatro mítines que también estuvieron muy concurridos, según informó “un concurrente” al semanario habanero; en esta localidad se unió de nuevo Abelardo Saavedra, en libertad desde el día 30 de mayo. La primera gira de propaganda continuó con un “concurridísimo” mitin en la Plaza del Mercado de Regla, de nuevo en la provincia de La Habana, el domingo 9 de junio. Las últimas poblaciones que visitaron los oradores fueron Manacas, por segunda vez Puentes Grandes, Limonar, Jovellanos y Managua, antes de regresar a la capital. Se puede decir que los primeros éxitos de esta gira se cosecharon en Matanzas donde, tan sólo seis días después de que se marcharan los excursionistas, se organizaron varios mítines en distintos lugares de la población promovidos por el grupo Ilustración Social, que aprovechó para lanzar un llamamiento al resto de grupos de la Isla para unirse en la propaganda del Ideal. Después, el domingo 18 de agosto los excursionistas, a los que se unió Sebastián Aguiar, se trasladaron a Santiago de Las Vegas reclamados por los trabajadores de esa localidad, pues les había quedado pendiente en la primera expedición. Precisamente en el mes de agosto se estaba planeando la segunda salida a petición de los compañeros de Cienfuegos, a los que se unieron otros pueblos como Manacas, Santa Clara, Cruces y Santiago de Cuba. Para esta nueva excursión se había designado nuevamente a Abelardo Saavedra y a Aurelio Menéndez, a los que les acompañaría un compañero de color, algo que los propios ácratas consideraban de mucha importancia y necesario para “esplicar –sic– a la concurrencia su sentir y pensar en lo que al ideal se refiere”.81 Hemos querido referir con detalle el itinerario que siguieron los excursionistas en esta primera salida porque nos parece que se pueden extraer algunas ideas de interés. En primer lugar, es un reflejo más de la reorganiza81 Toda la información sobre la primera excursión de propaganda la hemos obtenido de los artículos denominados “La excursión de propaganda”, publicados en ¡Tierra!, de los días 18 de mayo, 12 y 22 de junio, 24 de agosto y 21 de septiembre de 1907.
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ción que se estaba llevando a cabo tras la guerra de independencia. Uno de los principales objetivos de la excursión fue crear nuevos grupos ácratas en aquellos lugares donde aún no existían y, si para los primeros años republicanos su radio de acción estuvo centrado en La Habana y alrededores, después de 1907 podemos comprobar su crecimiento en otras provincias, entre ellas Matanzas, Cárdenas o Santiago de Cuba. Al mismo tiempo, el crecimiento paulatino de estas asociaciones podría tomarse como un éxito de esta primera salida pues encontramos grupos ácratas incluso en lugares donde hasta entonces el anarquismo era denostado, caso de Camagüey, donde ya en 1913 se habían organizado seis grupos en la provincia. En segundo término, a la vista del itinerario seguido podemos verificar nuevamente la presencia anarquista en aquellas provincias donde existía un incipiente desarrollo industrial, manufacturero y agrario, que ofrecía el caldo de cultivo para la expansión de la doctrina libertaria: además de la capital, localidades como Matanzas, Cárdenas, Cienfuegos, Sagua la Grande, Santiago de Cuba o Manzanillo vivieron un crecimiento en ese sentido en las primeras décadas del siglo XX; por el contrario, Pinar del Río, formada básicamente por un campesinado disperso, inmerso en sus pequeñas explotaciones de tabaco, no captó la atención de los excursionistas. En última instancia, esta excursión nos habla también sobre la mencionada conexión existente entre estos grupos, así como entre los anarquistas en general. Como hemos visto, durante la primera década republicana se fue formando una red de grupos independientes pero coordinados entre sí, donde el periódico ¡Tierra! ejerció una función aglutinadora y donde resaltaron algunas figuras carismáticas, entre ellas los ácratas españoles. El testimonio de algunos contemporáneos avala esta idea. Por ejemplo, la importancia de la colaboración del semanario habanero en las actividades propagandísticas fue advertida por el cónsul español en Santiago de Cuba con las siguientes palabras: “la revista ¡Tierra! de La Habana envía con frecuencia redactores o colaboradores para que mediante unas conferencias llamadas ‘sociológicas’ propaguen incluso la destrucción de los instrumentos de trabajo, o sea lo que los franceses califican como ‘sabotage’”.82 Por su parte, la preponderancia de algunos peninsulares la señala82 “El cónsul informa sobre el movimiento anarquista al Ministro de Estado”, Santiago de Cuba, 18 de julio de 1913, AMAE, Fondo Política Interior, Serie Orden Público, leg. H 2753, 1911-1919.
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ba el reformista cubano Carlos Loveira durante la huelga organizada, en 1911, en Sagua la Grande por la sucursal n.º 5 de la Liga Cubana de Empleados de Ferrocarriles, desde donde se pidió la colaboración de oradores de los periódicos ¡Tierra! de La Habana y Rebelión de Cruces: “El tren que viene de Cienfuegos a Sagua la Grande cada tarde y que combina en Santo Domingo con el que procede de La Habana, nos trajo a un grupo de tribunos obreros de gran cartel, entre los cuales sobresalían, por su bien merecida fama, los anarquistas, trabajadores manuales que dominaban el arte de hablar en público con perfección que les envidiaban muchos prohombres de la política y no pocos parlaembaldes de logias y casinos: Abelardo Saavedra y Francisco Sola”.
La fama del gaditano español, que ya había advertido Felipe Zapata, la corrobora Loveira: “En el mitin peroramos los más habituales a usar las palabras en público. La nota saliente de aquel fue el discurso de Saavedra, de quien puedo decir, en adición a los elogios ya escritos, que es el prototipo del orador obrero en lo que se relaciona con el empleo de un lenguaje de los trabajadores por la sencillez de frases y conceptos y el acento de sinceridad preciso para conmover y sugestionar al pueblo. Andaluz de los que no tienen que forzar el chiste, brotan espontáneamente, en las producciones oratorias de Saavedra, retruécanos, anécdotas y chascarrillos plenos de gracia y originalidad”.83
Sin embargo, puede parecer extraño que únicamente la propaganda de los propios ácratas resultara suficiente como para que se produjera el mencionado crecimiento de esta corriente de pensamiento en relativamente pocos años. Se hace necesaria la combinación de esta práctica con algún otro factor que facilitara ese fenómeno; en este caso, nuevamente las palabras del cónsul español en Santiago de Cuba nos ofrecen la interpretación oficial acerca de uno de los factores que pueden justificar el crecimiento y la expansión del anarquismo en Cuba: “Las condiciones en que se desenvuelve la vida del trabajador en la Isla de Cuba, desprovisto de leyes sociales que regulen su existencia y huérfano de 83 Loveira, 1917, 44.
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toda protección por parte de las autoridades, constituye terreno abonado para la propaganda ácrata” .84
De hecho éste parece ser uno de los factores que favorecieron el crecimiento del anarquismo en los primeros años republicanos. Al carecer de una política social alentada desde el gobierno, los trabajadores debían velar por sus propios intereses y fue precisamente en este espacio no ocupado por el resto de formaciones políticas, donde el socialismo revolucionario fue adquiriendo mayor presencia, encontrando con ello el apoyo creciente de los trabajadores y los sectores populares. Además, hemos de recordar que en esta etapa los ácratas no aplicaron métodos innovadores pues, a diferencia de los socialistas y de las incipientes organizaciones obreras nacionalistas, los anarquistas habían alcanzado una presencia considerable entre estos sectores desde las últimas décadas del siglo XIX, durante las cuales habían ido delimitando los trazos fundamentales de su corpus teórico, así como sus principales tácticas de lucha en la práctica.85 Paulatinamente los excursionistas de la capital fueron sustituidos por los miembros de los nuevos grupos en las labores de propaganda. Las excursiones a larga distancia se complementaron con la organización de conferencias sociológicas y mítines organizados por los ácratas locales donde generalmente actuaban también como oradores. Con ello rebajaban los costes de desplazamiento y se ahorraban los de alojamiento. Así, por ejemplo, en Santiago de Cuba, segunda provincia en importancia en cuanto a la presencia de organizaciones anarquistas, el grupo Acción Directa se destacó por asumir ese papel, y dentro de él los españoles Inocencio Franco, Paulino Ferreiro, Agustín Zamorano, Domingo Germinal y Pedro Irazoqui, junto con el cubano Isidoro Lois, realizaron frecuentes salidas por la provincia, llegando incluso hasta Puerto Príncipe.86 A comienzos del año 1912 toda esta labor de proselitismo y propaganda culminó con la organización de un Congreso Obrero en la localidad de Cruces. Su organización había sido una idea defendida por Abelardo Saa84 “El cónsul informa sobre el movimiento anarquista al Ministro de Estado”, Santiago de Cuba, 18 de julio de 1913, AMAE, Fondo Política Interior, Serie Orden Público, leg. H 2753, 1911-1919. 85 Más información sobre los factores que coadyuvaron al desarrollo del anarquismo en Cuba en Sánchez Cobos, 2006c. 86 “El cónsul informa sobre el movimiento anarquista al Ministro de Estado”, Santiago de Cuba, 18 de julio de 1913, AMAE, Fondo Política Interior, Serie Orden Público, leg. H 2753, 1911-1919.
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vedra después de que constituyera, en el verano de 1911, el Centro Obrero en esa localidad, pero su expulsión de la Isla en septiembre de ese año truncó sus expectativas. No obstante, su compañera Enriqueta, junto con la también anarquista Emilia Rodríguez, se encargó de llevarlo adelante. La cada vez mayor presencia de activistas fuera de la capital cubana, al igual que la celebración del mayor evento obrero en Cruces, se podría tomar como un reflejo más de la preponderancia que fueron adquiriendo los anarquistas en otras zonas, así como de quiénes eran los trabajadores que en Cuba estaban encabezando y apoyando este tipo de iniciativas. Cruces era uno de los centros azucareros más importantes de la Isla y, al mismo tiempo, alrededor de la industria del dulce habían ido creciendo otras industrias, por lo general manufactureras, así como actividades del sector terciario y del transporte, que daban servicio a una población en aumento que solía residir en la localidad, en vez de en los centrales azucareros. Mecánicos, paileros, fundidores, maquinistas, herreros, estibadores y trabajadores del puerto en general, obreros del ferrocarril y del transporte y jornaleros de los ingenios eran quienes formaban parte del Centro Obrero de Cruces.87 Como en el resto de actividades organizadas por los anarquistas en el período analizado, el periódico ¡Tierra! se destacó por realizar una intensa campaña de divulgación del congreso que comenzó el día 6 de enero de 1912, llamando a todos los trabajadores a que participaran en su organización.88 Rápidamente la iniciativa de los obreros de Cruces fue encontrando apoyo y el 13 de enero el semanario habanero publicaba las primeras adhesiones: El Centro de Estudios Sociales del Cerro, la Unión de Marineros y Fogoneros, La Liga Racionalista de Cuba, el Gremio de Albañiles, el Gremio de Panaderos, la Asociación de Dependientes de Cafés y los grupos editores de los periódicos ¡Tierra! y El Dependiente. Todas estas organizaciones nombraron además una comisión de propaganda.89 En las bases publicadas el día 20 de enero, Juan Duarte, como presidente del Centro Obrero de Cruces, exponía los principales objetivos del Congreso: la finalidad del evento sería definir “las nuevas orientaciones de 87 Sobre el desarrollo industrial en esta zona, véase Dumoulin, 1980, 58-63. 88 “Zarpazos en el vacío”, ¡Tierra!, 6 de enero de 1912. 89 “¡Arriba obreros del mundo! Hagamos justicia”, ¡Tierra!, 13 de enero de 1912. También el periódico La Discusión dejó testimonio de la gran aceptación que había causado entre los trabajadores la iniciativa de los obreros de Cruces en “Movimiento obrero-socialista-anarquista”, del día 1 de febrero de 1912.
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táctica y tendencia eficaces” para conseguir los objetivos que se persiguen; para ello pedía la colaboración “espontánea y común de los obreros de Cuba… sin excepciones…, lo mismo si están constituidos en agrupaciones legalmente organizadas o en núcleos de afinidad”.90 Uno de los integrantes del Centro Obrero de Cruces, José Pujal, propuso que la mujer estuviera representada en el Congreso, idea que fue recibida con entusiasmo, de hecho se nombró como presidenta de la primera sesión a Emilia Rodríguez. En el semanario habanero se recibieron cartas pidiendo la asistencia de las féminas a las sesiones para que manifestaran sus opiniones. Una de ellas la envió Ana Rodríguez de García desde Real Campiña, donde animaba a sus compañeras ya que ella no podía asistir por no tener con quien dejar a sus cuatro hijos.91 Esta cuestión había estado siempre presente en la propaganda ácrata, así como en las páginas de ¡Tierra! No en vano el anarquismo fue una de las primeras corrientes de pensamiento que se ocupó de revisar el papel de la mujer en la sociedad. Conscientes de su inferioridad en la sociedad capitalista, donde tenían reservados unos papeles de subordinación tanto dentro de la casa, al ser un objeto sexual y laboral al servicio del marido y de los hijos, como a nivel cultural e ideológico, por cuanto la hegemonía pertenecía al hombre, las teorías ácratas revolucionarias, antijerárquicas e igualitarias, contenían en su fondo la igualdad de sexos y la necesidad de liberación de la mujer. El mensaje que lanzaron los ácratas en Cuba fue en dos direcciones: por un lado, para denunciar su posición y rescatar la importancia de la mujer como trabajadora con el mismo valor que el hombre; y del otro, para animar a las féminas a unirse a la causa libertaria. Revalorizaron así el papel de la mujer convirtiéndola en una “compañera” de la que además dependía la educación de los hijos en la idea revolucionaria. Sin embargo, a pesar de esta labor de propaganda, en realidad fue mínima la participación y la presencia de las mujeres en la práctica. Pocas son las que encontramos en Cuba trabajando por el Ideal, lo cual destaca aún más el papel de la activista Emilia Rodríguez.92 90 “El Centro Obrero de Cruces. A todos los trabajadores de Cuba”, ¡Tierra!, 20 de enero de 1912. Estas bases pueden verse en nuestro apéndice documental. 91 “El Congreso Obrero”, ¡Tierra!, 10 de febrero de 1912. 92 Un ejemplo del discurso ácrata sobre la mujer en “A la mujer moderna”, ¡Tierra!, 10 de febrero de 1912. Más información sobre la posición de la mujer anarquista en Cuba durante la República en Shaffer, 2005, 208-222.
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La inclusión expresa de la mujer en el Congreso Obrero de 1912 es la culminación de una campaña dirigida por los anarquistas para conseguir la unión de las mujeres en la práctica, que coincidió, además, con una serie de conferencias que dio en La Habana la librepensadora española Belén de Sárraga, quien se encontraba de gira por América Latina y había llegado a Cuba a comienzos del mes de enero, precisamente cuando se estaba preparando el evento.93 ¡Tierra! dio una amplia información sobre las conferencias de la que definieron como “distinguida huésped y notable oradora”, “encarnación y verbo del librepensamiento de Hispanoamérica”. La mujer “madre, trabajadora y educadora” que presentó Belén de Sárraga enlazaba perfectamente con la ideología anarquista y con el discurso vertido en el semanario habanero sobre esa cuestión. En la primera conferencia, que dio el miércoles 24 de enero en el Ateneo y Círculo de La Habana, presentó a la mujer como “la encargada de libertar a la humanidad, haciendo de sus hijos, por medio de una educación despojada de prejuicios, hombres dignos y capacitados para integrar una sociedad perfecta”. Las siguientes conferencias las dio en el Teatro Polyteama. En ellas incidió en el tema de la educación racionalista de la mujer, por lo que fue invitada a participar en una de las veladas que organizó la Agrupación Racionalista Ferrer y en la que la librepensadora española se manifestó acerca de la importancia y del significado del modelo pedagógico de Ferrer i Guardia. Otro de los temas que introdujo en sus conferencias fue el papel jugado por la Iglesia Católica en la manipulación de la vida de las mujeres en Cuba durante la colonia y en relación con él, Sárraga hizo hincapié en que debía ser el hombre el que tenía que “arrancar de las garras de la Iglesia a su esposa y a su hija”.94 93 Belén de Sárraga fue una librepensadora vallisoletana, defensora del republicanismo federal y de la mejora de la situación de las mujeres. En su pensamiento se mezclaban elementos muy variados propios de la reordenación ideológica de fines del siglo XIX: anticlericalismo, pacifismo, racionalismo, obrerismo, regeneracionismo…, de los que Sárraga se convirtió en una férrea defensora a través de su activismo incansable que la llevó no sólo por toda España, sino también por Hispanoamérica –entre 1099 y 1931– debido a los vínculos que mantuvo con la masonería de algunos países como Argentina, Chile, Uruguay o Cuba. En sus viajes abogó intensamente por la lucha por la igualdad de las mujeres, el laicismo y la educación de los sectores populares, lugares comunes transitados también por los anarquistas, lo que explica las conexiones entre ambas tendencias. Más información sobre esta librepensadora española, en Martínez, Pastor, Pascua y Tavera, 2000, 681-685. El papel de esta librepensadora en América, en Pérez Ledesma, 2005, 387-420. 94 El papel de la mujer burguesa, sumisa, relegada y refugiada en la religión aparece claramente reflejado en la novela Los Ciegos de Carlos Loveira, concretamente en el personaje de Benigna, la
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A pesar de las críticas que recibió de los sectores más conservadores de la sociedad cubana, entre ellos del Diario de la Marina, las conferencias de Sárraga acabaron levantando gran expectación entre la intelectualidad cubana, y acudieron a oírla hombres de la vida pública como Raimundo Cabrera, Fernando Ortiz u Orestes Ferrara, así como mujeres conocidas como Rosalía Abreu, Lola Rodríguez de Tió y las hermanas Lola y Dulce María Borrero. Además, la prensa de la Habana se hizo eco de sus palabras.95 Precisamente en ese año también el movimiento sufragista estaba cuajando entre las damas distinguidas de la sociedad cubana y pocos meses después nacerían las primeras asociaciones de ese tipo: el Partido Popular Feminista, el Partido de Sufragistas Cubanas y el Partido Nacional Feminista, en el que se integrarían algunas de las mencionadas. Además, a partir de entonces se asiste en Cuba a un avance en cuanto a la institucionalización de los derechos de la mujer de lo que son ejemplos la Ley concediendo a la mujer la patria potestad sobre sus hijos aunque contraiga segundas nupcias y la libre disposición de sus bienes, aprobada en 1917, así como la Ley del Divorcio del año siguiente.96 A su vez, todas estas experiencias contrastan con la situación real de las mujeres en España, donde hasta la Segunda República no encontramos avances legislativos y prácticos a su favor. Al mismo tiempo, a pesar de que el discurso ácrata iba dirigido en el mismo sentido, en la mayor parte de los casos fue común la distancia entre la teoría y la práctica entre los afiliados anarquistas españoles.97 esposa legítima de un acomodado burgués que transigió con la familia que había formado su marido con su amante por conservar su posición en la sociedad y que, como decía su hermano, “no ha sabido vivir fuera de los prejuicios sociales y morales a que la alta sociedad católica y puritana cubana, y las hábiles maquinaciones de un cura jesuita, el padre Zorrínez, le han sometido”. 95 Belén de Sárraga permaneció en La Habana hasta el 10 de marzo de 1912. La información sobre su estancia en Cuba, en los artículos de ¡Tierra! titulados “Belén de Sárraga”, de los días 27 de enero y 3 de febrero, “Conferencias-Sárraga”, de 10 de febrero y “Agrupación Racionalista Ferrer”, de 17 de febrero. 96 Pocos son los estudios sobre la mujer en Cuba que existen hasta el momento. Sobre las trabajadoras en el siglo XIX, véase Casanovas Codina, 2001, 177-193. Sobre el avance del feminismo en Cuba, véase González Pagés, 2003. La Ley concediendo a la madre la patria potestad sobre sus hijos aunque contraiga segundas nupcias y la libre administración de sus bienes, y la Ley del Divorcio, en Pichardo, 1969, t. II, 411-416. 97 La mujer en la historia de España contemporánea, en Nash, 1983. Los avances producidos durante la Segunda República, en Núñez Pérez, 1986. Y el tratamiento de la mujer en la corriente anarquista en España, en Nash, 1981.
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Las sesiones del Congreso Obrero de Cruces comenzaron el día 24 de febrero y se celebraron en el Teatro Martí. En la mesa inaugural se encontraban, además de Emilia Rodríguez, Juan Duarte y Ceferino Coto, por el Centro Obrero de Cruces, Gregorio Campos, de La Habana y Jesús Iglesias, de Isabela de Sagua. Además, 22 delegaciones de las provincias de Matanzas, Las Villas y La Habana estaban representadas, y a ellas se adhirieron otras 9 compuestas tanto por organizaciones obreras como por grupos ácratas de esas mismas provincias, así como de Oriente, y un buen número de trabajadores a título particular, entre ellos varios presos. Tanto los temas tratados como las cláusulas aprobadas en el congreso nos están hablando de una fuerte apuesta por el sindicalismo revolucionario, al tiempo que se abogaba por una inclusión en el sistema vigente. Por una parte, se aprobó la formación de la Federación Nacional del Trabajo, cuyo máximo logro sería materializar la unidad de todos los trabajadores de la Isla, tanto de la ciudad como del campo; no obstante, esta agrupación se organizaría de acuerdo a la legislación vigente para garantizar su inclusión en el marco jurídico. De la otra, se trabajaría por la educación de los sectores populares, así como por la difusión de los principios racionalistas. En cuanto a las medidas económicas, que pasarían a formar parte de los principales objetivos de la Federación, también procurarían obtenerse en el marco de la legislación; así se trabajaría por conseguir de la Administración una Ley de Accidentes del Trabajo, así como por lograr la generalización de la jornada de ocho horas y que el estado garantizara el salario mínimo en 1,50$ moneda americana.98 ¿Qué podía significar esta apertura por parte de los anarquistas que les llevaba a abandonar la lucha social para centrarse en conseguir únicamente medidas económicas? ¿Se puede tomar como el abandono de la idea nacida de la independencia por la que en Cuba se podría llevar a término la revolución frustrada en otros países? Después de trece años, por primera vez encontramos entre las propuestas anarquistas la apelación a la labor del Estado. Probablemente incidió en esta postura el hecho de que el congreso nacía imbuido del espíritu sindicalista por el que se incluía en su seno a representantes de todas las tendencias políticas, siempre que no lo hicieran en representación de ningún partido, porque la cohesión de los trabajado98 “El Congreso Obrero de Cruces. Despertar Obrero”, ¡Tierra!, 2 de marzo de 1912.
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res era imprescindible para superar las posibles diferencias que pudieran entorpecer la lucha contra el enemigo común. En el seno del congreso estaban representados tanto anarquistas como socialistas. Tampoco debió resultar ajeno el hecho de que precisamente unos meses antes se había constituido en España la Confederación Nacional del Trabajo bajo similares bases. Por la trayectoria que siguieron después, parece que la influencia de esta corriente de pensamiento les llevó a trabajar dentro de los márgenes que su aceptación imponía. Volveremos sobre esta cuestión en el capítulo siguiente.99 La radicalidad de los sucesos que estaban protagonizando los Independientes de color a comienzos del año 1912, y probablemente la envergadura del congreso obrero, así como el hecho de que se hubiera organizado en una de las zonas azucareras más importantes de la Isla con el concurso de muchos de los trabajadores del campo –a sus sesiones asistieron delegados de varios centrales azucareros de la zona–, llevó al gobierno de José Miguel Gómez a aprobar un decreto en el que se prohibía la “celebración de manifestaciones públicas por los independientes de color, socialistas y anarquistas”.100 El congreso fue clausurado en la tarde del día 25 de febrero con el propósito de redactar el reglamento de la proyectada Federación, para lo cual se nombró una comisión compuesta por cuatro compañeros, dos del Centro Obrero de Cruces y dos de Santa Clara. También se aprobó la organización de un segundo congreso durante el mes de julio de ese mismo año. Si bien esta segunda propuesta no llegó a materializarse, parece que en Cruces quedaron sentadas las bases de la futura organización obrera en la Isla. Como reconocía Rafael Hevia en el mitin que organizaron en Ciego de Ávila, el 9 de agosto de 1912: “podemos augurar un éxito, pues hemos sembrado la idea y cosecharemos sus frutos”.101 En estos primeros años de República los anarquistas no sólo reconocieron la necesidad de la propaganda, como advertía el corresponsal de ¡Tierra! en Esperanza, “el pueblo lo que necesita es educadores y propagandistas”.102 Y precisamente la instrucción de los que denominaban “des99 100 101 102
Sobre esta cuestión, véase Cuadrat, 1976. “Otra iniquidad”, ¡Tierra!, 2 de marzo de 1912. “Crónica de Ciego de Ávila”, ¡Tierra!, 17 de agosto de 1912. “La excursión de propaganda”, ¡Tierra!, 12 de junio de 1907.
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heredados de la sociedad” fue otro de los temas que trataron, tanto en las excursiones de propaganda como en los mítines y conferencias sociológicas; de tal forma que se convirtió en otro de sus principales objetivos, en el que podemos comprobar igualmente la colaboración estrecha de los emigrados españoles. LA EDUCACIÓN Y LA PROMOCIÓN CULTURAL En efecto, la educación de los sectores populares fue otro de los aspectos en que los anarquistas hicieron especial hincapié. Ya desde comienzos del siglo XX podemos encontrar en el discurso que difundían una predisposición para afrontar la alfabetización de los más desfavorecidos de la sociedad partiendo de la aplicación de un método educativo propio. Frecuentemente denunciaban los problemas que padecía el sistema de enseñanza vigente, que comenzaban por la falta de formación que sufrían los trabajadores y sus hijos y continuaban por los métodos pedagógicos aplicados en las escuelas públicas. A pesar de que la República trajo consigo la enseñanza primaria gratuita,103 lo normal era que el niño –según argumentaban los ácratas– sólo acudiera a la escuela como máximo hasta los catorce años –aunque era habitual que los hijos de los trabajadores la abandonaran antes de esa edad–, pues sus padres los sacaban del colegio para que aprendieran un oficio. Si tomamos como referencia el censo del año 1907, en el que aparecen los datos de la Escuela Pública en Cuba referidos a diciembre de 1906, podemos comprobar que las quejas recogidas por los anarquistas se acercaban bastante a la realidad. Del total de niños existentes en la Isla en ese año, 336.524, los alumnos matriculados eran 122.214, es decir, poco más del 36% de los que estaban en edad escolar –que el censo recoge entre 6 y 18 años–. No obstante, hay que tener en cuenta que de ese tanto por ciento no todos acudían asiduamente a la escuela, sino que el promedio de asis103 El artículo 31 de la Constitución cubana de 1901 establecía que la enseñanza primaria y secundaria, así como la de Artes y Oficios, eran obligatorias, gratuitas y estaban a cargo del Estado. No obstante, también permitía la enseñanza privada de cualquier arte, ciencia y profesión, así como la fundación y el sostenimiento de cualquier tipo de establecimiento de enseñanza y educación, siempre que la homologación de los títulos se hiciera por el Estado, que era quien determinaba los requisitos necesarios para obtenerlos.
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tencia diaria era de 96.301 alumnos. Sin embargo, estas cifras adquieren un valor distinto si se comparan con las de otros países. Así el 36% de niños matriculados en Cuba a la altura de 1907 representaban el doble de niños que aparecían matriculados en el Censo de 1899. Esa cifra en España no se alcanzaría hasta la década de 1930. Al mismo tiempo, la asistencia a la escuela señalada para el caso cubano superaba también la media de Estados Unidos. Pero, sin duda, el dato más significativo sería el avance observado en la escolarización de la población negra y mulata, similar a la de la población blanca.104 Tampoco el trabajador tenía acceso a la enseñanza secundaria o a una instrucción mínima, ya que su jornada laboral excedía normalmente de las diez horas diarias, por lo que después del trabajo, según manifestaban los anarquistas, dedicaban el tiempo libre a resarcirse o evadirse de su realidad por medio de la bebida, el juego o la prostitución.105 Asimismo, los anarquistas denunciaban los “vicios” del sistema de enseñanza instaurado con la República, que tendía a perpetuar “las modalidades adquiridas por la raza, por la familia y por el individuo”, fomentando en el niño una admiración por todo lo “nacional, un amor y veneración excesivos a la patria y sobre todo un odio a muerte al que no haya nacido en ella”, valores sin duda justificados en el contexto del nacimiento de una nación, pero que los anarquistas reprobaban como contrarios a la fraternidad humana y a los intereses obreros.106 Para revertir esa situación, creían imprescindible la formación, tanto para el niño como para el trabajador, por ser “la vía más directa para conducir a la humanidad al campo de la felicidad y la única que emancipará al hombre de la explotación por el hombre”. Fieles a los principios en contra del Estado, la política, la patria, el militarismo, el capital y la religión, se imponía, a su juicio, la creación de centros de educación donde “competentes pedagogos” aplicaran “métodos de enseñanza modernos libres de todo prejuicio, tanto político como religioso”.107 104 Los datos están tomados del Censo de la República de Cuba, 1907, 148-150. Sobre los problemas del sistema de enseñanza en Cuba en las dos primeras décadas de República, véase Guerra, 1921, 89-105. La comparación con España y Estados Unidos, en Piqueras, 2005, 341-342. 105 “Nuestra educación intelectual”, ¡Tierra!, 15 de noviembre de 1903. A partir de este año se generalizaron discursos de este tipo en el semanario ácrata. 106 Más información sobre esta cuestión en Shaffer, 2005, 170-173. 107 Las anteriores apreciaciones han sido tomadas de “La educación de la niñez”, ¡Tierra!, 4 de febrero de 1905.
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Las primeras asociaciones que crearon para el fomento de la cultura y la educación –sin olvidar la labor propagandística– fueron los centros de estudios sociales. En ellos existían bibliotecas, mesas de estudio compuestas por prensa, libros y documentación variada, y sus miembros organizaban jornadas y actividades lúdicas y culturales. Estas organizaciones respondían a los mencionados proyectos integrales en los que se aunaban política y cultura en un mismo centro o círculo obrero, a través de los cuales ofrecían distintas posibilidades de adoctrinamiento, tanto políticas como culturales, desde la edición de periódicos y folletos o la organización de conferencias, cursos o grupos de estudio, hasta la realización de actividades recreativas diversas como representaciones teatrales, declamaciones, cantos revolucionarios, etc.108 Ya en el año 1903 se organizaba en Guanabacoa uno de estos centros donde “desaparece ese estúpido odio de color o nacionalidad, sustituyéndose por el amor y la fraternidad, bases de una nueva y próxima organización social resultante de nuestra completa emancipación”.109 Desde su creación ¡Tierra! se convirtió en uno de los principales defensores de la alfabetización de las clases populares mediante la aplicación de métodos propios. Durante los años 1905 y 1906 vemos a través de sus artículos que esas ideas sobre la creación de un sistema educativo alternativo aparecían con más posibilidades de materializarse en la práctica. Por una parte, creían factible, desde el punto de vista económico, organizar “escuelas de barrio” aprovechando los locales de los centros obreros, que funcionarían como un colegio para niños por el día y para los trabajadores por la noche y donde los miembros más preparados estaban dispuestos a ofrecer instrucción de forma desinteresada, al menos para enseñar los conocimientos más básicos.110 Al mismo tiempo, manifestaban haber encontrado ese modelo educativo y comenzaron a difundir sus beneficios. Se trataba del método pedagógico que estaba funcionando en España desde los
108 Esta propuesta anarquista quería ofrecer un modelo político y cultural alternativo y, en ese sentido, se puede entender la elección del método pedagógico de Ferrer i Guardia por los anarquistas. Sobre los círculos obreros anarquistas y los espacios de sociabilidad que crearon, véase Morales, 20012002, 161-295. 109 Estos comentarios y las bases de este centro de estudios sociales, en “Centro de Estudios Sociales”, ¡Tierra!, 15 de agosto de 1903. 110 “Enseñanza libre”, ¡Tierra!, 4 de agosto de 1906.
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años anteriores en las Escuelas Modernas fundadas por el catalán Francisco Ferrer i Guardia.111 Precisamente en los años a los que hacemos referencia, mediada la primera década del siglo, llegaron a Cuba algunos emigrados españoles que se encargarían de difundir este método a la vez que fomentaron la creación de escuelas modernas. Uno de sus primeros promotores fue Francisco González Sola, un anarquista de Granada, de profesión tipógrafo que, como hemos avanzado con anterioridad, llegó a Cuba de forma clandestina después de ser aprobada la Ley de Jurisdicciones en España. El dinero para el pasaje lo consiguió gracias a una suscripción que hicieron los obreros del pueblo cubano de Regla y llegó con la misión de propagar las ideas racionalistas en toda la Isla. Es posible que esa suscripción se iniciara en 1905, ya que en ¡Tierra! del día 4 de febrero Manuel Martínez pidió colaboración para “sufragar los gastos de viaje a un compañero antimilitarista de España”, a la que contestaron, entre otros, los emigrados españoles que habían llegado a Cuba en los años anteriores, como Domingo Mir Durich, José Guardiola, Sebastián Aguiar y Rafael Cusidó, así como otros anarquistas cubanos como Juan Martínez o José Fueyo. Sola también participó en la actividades de propaganda organizadas por toda la Isla y fue jefe de redacción del periódico ¡Tierra!112 Regla se convirtió en uno de los principales centros de difusión del racionalismo en Cuba. En 1906 dependientes cualificados, junto con los integrantes del Gremio de Calafates, organizaron un Centro de Estudios Sociales donde el canario Roberto Carballo destacó por demostrar su apoyo a Ferrer y a su proyecto.113 Este Centro dio un paso decisivo en ese sentido cuando en el mes de octubre de 1908 fundó la Sección Cubana de la Liga Internacional para la Educación Racional de la Infancia. Según quedaba recogido en el tercer acuerdo tomado en esa reunión: “El objeto que 111 A partir de entonces, ¡Tierra! empezó una campaña de difusión del método de Ferrer i Guardia. En 1907 informaba de que tenían a la venta el número extraordinario de Humanidad Nueva, dedicado a Ferrer i Guardia y a sus escuelas modernas fundadas por toda España, donde colaboraban ácratas reconocidos como Jean Grave, Carlos Malato, Soledad Gustavo, Federico Urales o Anselmo Lorenzo, “Por la verdad”, ¡Tierra!, 29 de junio de 1907. 112 “Relación de anarquistas conocidos en Cuba”, AMAE, Fondo Política Interior Cuba, Serie Orden Público, Leg. H 2753, 1911-1919. 113 Carballo era un calafate que había llegado a Cuba en 1875. Más información sobre esta cuestión, en Shaffer, 2005, 178.
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esta Liga persigue es crear escuelas racionalistas en toda la Isla; de ayudar a todos los grupos que no cuenten con recursos para abrir una escuela en la localidad, que se cuente con recursos para sostenerla; y de proteger a las escuelas que funcionen y defender la enseñanza y sus propagadores de todo percance en la propaganda”. El funcionamiento de esa institución quedaría garantizado por medio de la creación de grupos adheridos en las distintas localidades, los cuales tendrían un único delegado representante de la Liga, que estaría encargado de recaudar los 20 centavos que debía pagar cada miembro y enviarlos a la Secretaría en La Habana. Del total de las recaudaciones, la Sección Cubana se encargaría de enviar 10 centavos anuales por cada socio al Comité de Dirección e Iniciativa de la Liga Internacional que tenía sede en París.114 Con la misión expresa de organizar escuelas racionalistas por toda la Isla se organizó en 1908 en Regla el grupo Educación del Porvenir, que quedó domiciliado en el Centro de Estudios Sociales. Su primera actuación se centró en formar la primera Escuela Moderna en el mismo local del CES ya a finales de ese año. El profesor encargado de ella fue el ácrata valenciano Miguel Martínez, quien acababa de llegar a Cuba para cumplir la misión encomendada por el propio Ferrer de organizar una escuela en esa localidad. Desde entonces Martínez colaboró en el semanario habanero difundiendo y defendiendo las ideas racionalistas y su implantación en la Isla, lo que le convertiría en uno de los principales propagadores de esta escuela tras ser elegido Delegado de la Liga Internacional para la Educación Racional de la Infancia en Cuba.115 Los años 1908 y 1909 parecen marcar un punto de inflexión en la difusión del modelo “ferreriano” en Cuba. A partir de entonces comenzó una campaña de propaganda de las ideas racionalistas, materializada a través de la organización de mítines, excursiones sociológicas y charlas, que tenían como objetivo la divulgación de los beneficios del proyecto de Ferrer i Guardia para después llevarlo a la práctica mediante la creación de escuelas 114 Los acuerdos tomados en esa reunión fueron publicados en “Liga Racionalista”, ¡Tierra!, 31 de octubre de 1908. 115 La creación del grupo Educación del Porvenir y sus propósitos fueron difundidos en el “Manifiesto. A los trabajadores que tengan hijos y a todos los amantes de la Instrucción”, Instituto Internacional de Historia Social de Ámsterdam –en adelante ISSG–, microfilm 5252. La creación de la escuela de Regla, en “Escuela racionalista”, ¡Tierra!, 28 de noviembre de 1908 y “Notas varias”, ¡Tierra!, 21 de marzo de 1913.
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modernas en toda la Isla, siguiendo los acuerdos tomados por la Sección Cubana de la Liga Internacional. Dos de sus principales promotores fueron los mencionados Francisco González Sola y Abelardo Saavedra Toro.116 Con estas palabras era reconocida esta influencia por el grupo anarquista “4 de mayo” de La Habana en carta al periódico Tierra y Libertad de Barcelona: “Se está verificando en esta una intensa campaña de propaganda racionalista. Se han celebrado ya varias conferencias por los compañeros Sola y Saavedra, con excelente éxito. Dichos actos celébranse en locales obreros y en los Centros Regionales. Dicha campaña iniciada por el grupo ‘Los Viejos’ ha sido secundada después, con entusiasmo, por los grupos, periódicos y por la Sección en Cuba de la Liga Internacional Racionalista”.117
No obstante la participación española, la difusión del racionalismo en la mayor de las Antillas contó igualmente con la colaboración de los anarquistas cubanos. El Comité de dirección e iniciativa de la Sección Cubana de la Liga Internacional para la Educación Racional de la Infancia estaba formado en 1909 por ácratas de las dos nacionalidades.118 A partir de 1909, la Escuela Moderna recibió un mayor impulso después de que el pedagogo catalán fuera fusilado en el mes de octubre, como consecuencia de los sucesos de la conocida como Semana Trágica, ocurridos en Barcelona. La oleada de protestas que siguió a este crimen se pudo sentir también en Cuba. Como tantas veces habían sostenido los anarquistas acerca de las represiones y sus consecuencias, y en palabras de los propios ácratas de Cuba, “aún cuando por la fuerza bruta se hace desaparecer a los hombres de ideas generosas la propagada adquiere mayor fuerza, se 116 Para aproximarnos más a la importancia que estos emigrados le otorgaron a la difusión de los principios racionalistas, viables de ser aplicados en Cuba, podemos remitirnos también al artículo enviado por la Liga Internacional para la Educación de la Infancia de La Habana a El Trabajo, periódico obrero bimensual, de Sabadell, publicado en su edición de 30 de junio de 1909, donde se pide la colaboración de los Centros Regionales, Círculos o Centros Obreros de cualquier clase que les prestasen sus locales para la celebración de sus mítines. 117 “Desde La Habana. ¡¡Oh, la República!!”. Tierra y Libertad, Barcelona, 22 de julio de 1909, época 3.ª, año V, núm. 36, 4. 118 Dirección: M. Martínez; Tesorero: J. Vertua; Vocales: F. González, A. Silva, B. Castro, R. Barberá, F. Mena, J. Núñez, J. Alarcón, B. González, G. Hernández, B. Berenguer y M. Hermida; Secretario: J. Lucena. “Liga Internacional para la Educación Racional de la Infancia”, ¡Tierra!, 13 de marzo de 1909.
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vigoriza y el resultado de ellas se palpa en menos espacio de tiempo..., las ideas germinan con el martirio de sus defensores... El Racionalismo ya tiene un mártir”.119 La información sobre la repercusión de este suceso en la mayor de las Antillas varía según las fuentes consultadas. Si para los diplomáticos españoles, así como para la prensa española de la Isla, la asistencia a los diferentes actos que se organizaron en protesta por la ejecución del pedagogo de Alella, tanto en la ciudad de La Habana como en otras poblaciones de la Isla, fue poco numerosa y centrada en lanzar injurias contra las autoridades de la Península; por su parte, la prensa cubana daba cumplida información sobre las distintas manifestaciones, calificándolas de numerosas en la mayor parte de los casos, donde se podía comprobar cómo los trabajadores procedentes de la Península, junto con los cubanos, actuaban unidos bajo la misma consigna.120 Así, La Lucha hablaba de “multitud apiñada” la que asistió a uno de los actos más significativos, la manifestación organizada por los obreros de la capital cubana el domingo 17 de octubre de 1909, donde actuaron como oradores Abelardo Saavedra, Emilia Rodríguez y Francisco González Sola, que hablaron en nombre de la comunidad ácrata. También destacaron Justo Ruiz de la Peña, representante del Partido Republicano Español, José Pennino, por los republicanos italianos, José Miró Argenter, catalán que fue General del Ejército Libertador, Benigno Miranda, en representación de los socialistas, Eusebio Hernández y Darío Castillo, por los estudiantes de la Universidad y el profesor de la escuela racionalista de Regla, Miguel Martínez. Al mitin asistió también una representación de Santiago de las Vegas, que portaba una bandera roja donde se podía leer “Venganza”. En él se tomaron tres acuerdos: el primero consistía en boicotear todos los productos españoles, así como a aquellos que comer119 Liga Internacional Racionalista. Sección Cuba”, ¡Tierra!, 16 de octubre de 1909. 120 Un ejemplo que resume la opinión de los cónsules, en “Telegrama enviado por el Ministro de España en La Habana al Ministro de Estado, Habana, 18 de octubre de 1909”, AMAE, Fondo Correspondencia, Serie Cuba, Subserie Embajadas y Legaciones, Leg. H 1430, fechas 1902-1910; la reacción y las apreciaciones de la prensa española en Cuba, en los artículos “Una manifestación” y “Un mitin y una manifestación” del Diario de la Marina, de 16 y 18 de octubre de 1909, respectivamente, así como en “El Escándalo de ayer” y “La manifestación de ayer”, del Diario Español, de 16 y 18 octubre de 1909, respectivamente; y la opinión de los diarios cubanos sobre esta cuestión, entre ellos La Lucha y, sobre todo La Discusión, que es el que más noticias reproduce sobre esos actos –dos publicaciones que estaban totalmente al margen del anarquismo– en La Discusión de la segunda quincena del mes de octubre de 1909 y “El mitin de los obreros”, La Lucha, de 18 de octubre de 1909.
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ciaban con la Península; el segundo, en pedir al alcalde que devolviera la condecoración que le dio el gobierno español; y el tercero, en construir una casa escuela que llevaría el nombre del mártir racionalista, en cuyo frente se colocaría una lápida con la siguiente inscripción: “A Francisco Ferrer, el pueblo de Cuba”. El coste de la obra sería sufragado por suscripción popular.121 Por su parte, la Sección Cubana de la Liga Internacional para la Educación Racional de la Infancia constituyó un comité formado por representantes de diferentes asociaciones, entre ellos G. Limiñana, del Partido Republicano; Sebastián Aguiar, por la Liga Racionalista; Severino Chacón, por la Agrupación Socialista de La Habana; y E. Bajo, por el gremio de Sastres; que acordó “realizar cuantos trabajos sean necesarios a fin de llevar a cabo la iniciativa de la Escuela Moderna a la memoria de Ferrer”, así como abrir suscripciones en el periódico El Mundo y pedir la colaboración necesaria en Centros, Sociedades, Tabaquerías, etc., para hacer realidad esta empresa.122 Todas las iniciativas mencionadas implicaron que el método de Ferrer fuera llevado a la práctica en Cuba. Desde el año 1909 se formaron en distintas localidades agrupaciones que constituían el primer paso para la puesta en marcha del proyecto “ferreriano” y que en algunos casos se ocupaban únicamente de la propaganda y en otros lograban organizar centros educativos. En Cienfuegos se creó el grupo denominado 13 de octubre, fecha en que fue fusilado Ferrer i Guardia.123 En el mes de mayo de 1909 Miguel Martínez dejó su puesto de profesor de la escuela de Regla para organizar, junto con el grupo ácrata Redención Social, una escuela nocturna en Marianao, al oeste de La Habana. Martínez renunció igualmente a la secretaría de la Liga y fue sustituido por otro español, Sebastián Aguiar.124
121 Más información sobre esta noticia, en “La manifestación de ayer. Protesta ordenada e imponente de los obreros, estudiantes y republicanos españoles”, La Discusión, 18 de octubre de 1909, 1 y 12; y “El mitin de los obreros”, La Lucha, 18 de octubre de 1909. 122 “Liga Internacional para la Educación Racional de la Infancia. Sección Cuba”, ¡Tierra!, 13 de noviembre de 1909. Resulta interesante el apoyo de los representantes del Partido Republicano Español en los actos pro Ferrer. ¿Se puede hablar entonces de la existencia de una comunidad democrática radical en Cuba formada por miembros de la colonia española integrantes del partido lerrouxista, al igual que hubo miembros de partidos regionales gallegos? 123 “Notas diversas”, ¡Tierra!, 20 de noviembre de 1909. 124 “Liga Internacional para la educación racional de la infancia”, ¡Tierra!, 13 de marzo de 1909.
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Ilustración 8. Cartel homenaje al pedagogo catalán Francisco Ferrer i Guardia. (El Dependiente, 13 de octubre de 1915).
En 1910 un grupo de anarquistas fundó la Escuela de Enseñanza Mutua en la calle 29 y F del barrio de El Vedado; este centro subsistió dos 236
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años, a pesar de que sus relaciones con la Liga fueron casi inexistentes pues su tesorero era el español José Guardiola, quien, como hemos visto, no gozaba de la simpatía de otros anarquistas, entre ellos de Abelardo Saavedra, ni de los componentes de la Liga.125 A comienzos del año siguiente el grupo la Sociedad Racionalista organizó un centro educativo en Sagua la Grande donde recibieron instrucción unos treinta estudiantes.126 También en 1911 nació el Centro de Estudios Sociales de Surgidero de Batabanó, denominado Luz Preclara, con la intención de “difundir los principios del racionalismo”.127 Otra de las localidades donde se fundó una escuela moderna fue en Cruces, en la provincia de Santa Clara, gracias a la colaboración de los anarquistas de dicho pueblo que recibieron la ayuda de los compañeros de Cienfuegos de Rodas, Ranchuelo y de los ingenios de aquella comarca.128 En la provincia de Pinar del Río, Ricardo Vera y Tomás Echeverría fundaron un centro educativo para campesinos analfabetos y para un grupo de noventa niños que vivían en el Corralito.129 En Matanzas el grupo Soledad Villafranca, nombre de la compañera sentimental del “mártir” catalán, logró establecer una escuela moderna donde trabajó como profesor el español Dionisio García Martínez.130 Asimismo en Manzanillo, la organización Acción Directa fundó otro de estos centros donde ejercieron los profesores Julia Linzucín y el asturiano Juan Tenorio Fernández.131 Con el grupo de Manzanillo se confederó el que se organizó en Santiago de Cuba, llamado Los Perniciosos, cuyo objetivo, según declararon sus integrantes, era luchar por abrir una Escuela Moderna en la zona y para ello empezarían “por hacer conciencia” regalando folletos y periódicos.132 125 Shaffer, 2005, 181. 126 La Voz del Dependiente, 20 de enero de 1911. 127 “Primera etapa”, ¡Tierra!, 3 de febrero de 1912. 128 “Carta enviada por el cónsul español en La Habana al Ministro de Gobernación en Madrid el 7 de agosto de 1913 sobre la propaganda anarquista”. AMAE, Fondo Política Interior Cuba, Serie Orden Público, Subserie Anarquismo. Expedientes P=M=O. Leg. H 2757, siglo XX. 129 Shaffer, 2005, 179. 130 “Relación de anarquistas conocidos en Cuba”, 9 de septiembre de 1913, AMAE, Fondo Política Interior Cuba, Serie Orden Público, Leg. H 2753, 1911-1919 y Tierra y Libertad, Barcelona, 4 de septiembre de 1912, época, 4.ª, año IX, núm. 125, 3. 131 “Relación de anarquistas conocidos en Cuba”, 9 de septiembre de 1913, AMAE, Fondo Política Interior Cuba, Serie Orden Público, Leg. H 2753, 1911-1919. 132 “Nuevo Grupo”, ¡Tierra!, 9 de mayo de 1913.
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En 1912 miembros de ¡Tierra!, junto con los anarquistas españoles Juan Tenorio Fernández, Juan Búa Palacios y Paulino Ferreiro del Monte, fundaron en el barrio del Cerro, de La Habana, una nueva asociación, la Agrupación Racionalista Ferrer.133 Esta institución organizaba frecuentemente veladas que tenían como objetivo definir el valor de la “acción educativa y del proyecto encarnado en la escuela moderna”. Poco después de su fundación, el día 18 de febrero de 1912, constituyó su primer centro en el número 9 de la calle Santa Emilia, en el barrio de Jesús del Monte de la capital cubana.134 Allí ejerció como profesor el anarquista colombiano Juan Francisco Moncaleano, que se había establecido en Cuba en 1911 tras ser expulsado de su país por sus ataques a las autoridades. Desde su llegada se vinculó a ¡Tierra! y participó en las conferencias organizadas para difundir las ideas anarquistas. Su compañera Blanca también fue profesora de esa escuela, donde además asistían sus tres hijos junto a otros cuarenta chicos y chicas.135 A principios del año siguiente Moncaleano abandonó la Isla y se marchó a México con la intención de formar una escuela racionalista en Yucatán; el centro de Jesús del Monte se trasladó entonces al número 82 de la calle Oficios, en el mismo local donde estaba establecida la Bolsa de Trabajo, y a su cargo estuvo el anarquista español Vicente Ferrer. A pesar de los esfuerzos de Blanca Moncaleano por sostenerlo, que incluyeron un proyecto de escuela de verano para recaudar fondos, la realidad fue que la escuela del Cerro no logró superar ese curso.136 Recuperar la historia del racionalismo en Cuba, así como los proyectos educativos que se materializaron en la práctica, nos da la oportunidad 133 “Velada Racionalista”, ¡Tierra!, 23 marzo de 1912. El reglamento interno de esta agrupación, donde quedaban recogidas tanto las funciones del profesor como las de los padres, así como la información referente a las inscripciones de los alumnos, fue registrado el 9 de febrero de 1912 y publicado en “Agrupación Racionalista Ferrer”, ¡Tierra!, 9 de marzo de 1912. 134 La información sobre la creación de esta escuela la difundió la Agrupación Racionalista Ferrer en “Tal cual viene”, ¡Tierra!, 16 de marzo de 1912. 135 “A Gobernación y a los agentes diplomáticos y consulares en cuya residencia pueden averiguar la certeza de los informes y ampliar éstos. La Habana, 16 de diciembre de 1912”, AMAE, Fondo Política Interior Cuba, Serie Orden Público, Subserie Anarquismo. Expedientes P=M=O. Leg. H 2757, siglo XX; y ¡Tierra!, de los días 23 de marzo, 2 , 21 y 30 de septiembre, y 7 de diciembre de 1912. 136 “Carta reservada enviada por el cónsul de España en La Habana al Ministro de Gobernación en Madrid el 27 de enero de 1913 sobre anarquismo” y “Carta enviada por el cónsul español en La Habana al Ministro de Gobernación en Madrid el 7 de agosto de 1913 sobre la propaganda anarquista”. AMAE, Fondo Política Interior Cuba, Serie Orden Público, Subserie Anarquismo. Expedientes P=M=O. Leg. H 2757, siglo XX. El proyecto de escuela de verano en “Escuela racionalista de Jesús del Monte”, ¡Tierra!, 8 de junio de 1912.
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nuevamente de extraer algunas conclusiones de interés para nuestro objeto de estudio. Por una parte, se trata de otro de los ejemplos que corroboran tanto la presencia como el peso de los grupos anarquistas en aquellos centros obreros y económicos más relevantes del país –se fundaron escuelas en La Habana, Manzanillo, Cruces, Matanzas o Sagua la Grande–. Y de la otra, evidencia el peso que en esta empresa tuvieron los emigrados españoles. A juzgar por la información que nos dan las distintas fuentes, parece que a partir de 1913 comenzó el declive de la obra de Ferrer i Guardia en Cuba. A pesar de todos los esfuerzos desplegados por los anarquistas, tanto los centros educativos como las organizaciones racionalistas empezaron a tener dificultades para subsistir, de modo que en el mes de mayo de ese año sólo quedaba en funcionamiento la escuela del Centro de Estudios Sociales del Cerro. No obstante, su futuro no era muy halagüeño, pues como los propios anarquistas reconocían vivía “vegetando”; de hecho, al año siguiente tuvieron que cerrarla junto al propio Centro de Estudios Sociales.137 Uno de los principales problemas de estos centros derivaba de la forma en que se mantenían. Las únicas fuentes de financiación de que disponían los anarquistas eran las suscripciones que normalmente abrían en los periódicos ácratas, las recolectas hechas en las distintas veladas, mítines y conferencias organizados para difundir estos principios, así como la colaboración de los miembros, tanto de las asociaciones racionalistas como de las propias escuelas modernas. En consonancia con su principio de igualitarismo, por el que en sus escuelas no habría discriminación de clase, Ferrer había dejado establecido un sistema de pago equivalente a las posibilidades familiares del alumno, con el objetivo de que sus centros fueran financiados en su mayor parte por los más pudientes; pero la realidad fue que a las escuelas modernas asistían los hijos de las clases más desfavorecidas.138 Por tanto, los posibles contribuyentes solían ser, por lo general, trabajadores que dependían únicamente de su salario para subsistir y éste no 137 “Trabajadores, a cumplir con vuestro deber”, ¡Tierra!, 23 de mayo de 1913. A comienzos del año 1915 hicieron un llamamiento desde el semanario habanero pidiendo la colaboración de todos para resucitar el CES del Cerro en “A los anarquistas”, ¡Tierra!, 14 de enero de 1915. 138 Más información sobre el sostenimiento de las escuelas modernas, en Monés, Solà y Lázaro, 1977, 49-52.
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siempre estaba garantizado y tampoco dejaba mucho margen para gastos extras. Si tomamos como ejemplo el trabajo que presentó uno de los asistentes al Congreso Nacional Obrero organizado en 1914, Gálvez Otero, en el que se propuso hacer una panorámica de los problemas y las necesidades de los trabajadores con la intención de buscar posibles soluciones, el sueldo que cobraba un operario medio de un taller era de unos 60 pesos al mes. Teniendo en cuenta que lo normal era que mantuviera a una familia de 4 miembros y que gastaba en torno a 12 pesos para pagar el alquiler del cuarto, más 37,5 por comida –lo que suponía 1,25 pesos al día– el total de gastos fijos rondaba los 49,5 pesos, lo que significaba que para el resto de gastos –lavado, imprevistos, ropa y calzado, etc.– de toda la familia le quedaban únicamente 10,5 pesos.139 Ante ese panorama, ¿qué posibilidades le quedaban para ser solidario con las causas anarquistas? De ese modo, por falta de medios económicos se vieron obligados a clausurar muchos de los centros que tenían en marcha, como ocurrió con la escuela racionalista creada en Cruces, que tuvieron que cerrarla en varias ocasiones, según informaba el cónsul español en la provincia.140 La escasez de medios se notaba igualmente en el aspecto de los edificios que albergaban esos centros. En este caso, también las palabras del cónsul español en La Habana advertían sobre esta circunstancia: “...A juzgar por las apariencias y por el pobrísimo aspecto que presentan las casas donde están instalados estos círculos, deben contar con escasos recursos.141 Otro ejemplo sobre cómo era la situación de estas instituciones lo encontramos en la petición de ayuda que publicó el Comité del Centro de Estudios Sociales del Cerro en 1913: “...vivimos en casa ajena y el alquiler nos cuesta caro, nos hace falta material necesario y no disponemos de los fondos necesarios, necesitamos un buen profesor y es necesario poderle asignar un sueldo con que pueda atender sus necesidades más perentorias; y claro está que mal podemos resolver esa difícil situación, el corto número de compañeros que componemos este Centro de Estudios Sociales; hace falta, pues, que se nos ayude moral y materialmente, que no se nos aban139 Memoria de los trabajos presentados al Congreso Nacional Obrero, 1915, 172-179. 140 “Carta enviada por el cónsul español en La Habana al Ministro de Gobernación en Madrid el 7 de agosto de 1913 sobre la propaganda anarquista”. AMAE, Fondo Política Interior Cuba, Serie Orden Público, Subserie Anarquismo. Expedientes P=M=O. Leg. H 2757, siglo XX. 141 Ibídem.
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done a nuestras propias fuerzas, pues que los trabajadores hemos de concentrarlas y unificarlas para llevar algo a la práctica”.142 En estas palabras vemos ejemplificada también la desunión existente entre los propios trabajadores. En un mitin organizado en ese año en Manzanillo se ofrecía una posible solución para los problemas que afectaban a sus centros educativos, que consistía en lograr la unión de los distintos “gremios” en una federación que ocupase un lugar único en el que se coordinasen esfuerzos solidarios para llevar adelante actividades en bien común, a partir de las cuales mantener e, incluso, crear bibliotecas y escuelas racionalistas, celebrar conferencias sociológicas, etc.143 Esta organización no se lograría hasta la década siguiente, cuando se creó la Federación Obrera de La Habana que, como veremos, retomó los proyectos educativos de Ferrer i Guardia. Tampoco debieron ayudar al sostenimiento de estos centros las polémicas que surgieron entre los propios promotores del racionalismo. Éstas se manifestaron casi desde el nacimiento de la primera escuela en Regla, en este caso por la elección del profesor Juan Pérez, y se mantuvieron en el tiempo llegando incluso a provocar el cierre de esta escuela en 1910. En otros casos las disputas por la distribución de los fondos destinados a mantener la obra de Ferrer motivaron el enfrentamiento y la posterior ruptura de los periódicos ¡Tierra! y La Voz del Dependiente, así como del semanario habanero con la Liga.144 No obstante, hubo otros factores que coadyuvaron igualmente a la decadencia del racionalismo en Cuba. Parece que también influyó el hecho de que sus principales promotores tuvieran que abandonar la Isla. Como veremos más adelante, entre 1911 y 1915, Abelardo Saavedra, Juan Tenorio Fernández, Francisco González Sola o Dionisio García fueron expulsados por ser considerados “extranjeros perniciosos”; por su parte el colombiano Juan Francisco Moncaleano se marchó en 1912. Si bien estos primeros ensayos fracasaron, el legado de estos hombres permaneció vigente entre los anarquistas a partir de entonces y prueba de ello es que, como hemos avanzado, estas medidas fueron retomadas por la 142 “Pro Racionalismo. A los amantes de la enseñanza racional”, ¡Tierra!, 28 de febrero de 1913. 143 “Mitin de propaganda. Al pueblo de Manzanillo y a los trabajadores en general”, ¡Tierra!, 4 de abril de 1913. 144 Más información sobre esta cuestión, en Shaffer, 2005, 179-182.
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Federación Obrera de La Habana en 1921, momento en que la situación económica y organizativa resultó más favorable. Al mismo tiempo, su importancia radica en que se trata de los primeros intentos de alfabetización de las clases populares en Cuba, experiencias que serían retomadas tras la revolución de 1959. Antes de cerrar este tema, no podemos eludir otra cuestión que nos parece que, en buena medida, debió de restar asistencia a las Escuelas Modernas y que enlaza con los argumentos ya sostenidos con respecto a la insurrección de los Independientes de Color: la falta de políticas específicas para atraer a la población negra a las escuelas. Como hemos visto, a pesar de que los anarquistas difundieron un mensaje integrador al declararse por encima de cuestiones como la nacionalidad, la raza o el color de la piel, la realidad fue que soslayaron la cuestión racial. Las escuelas racionalistas, apelando a la igualdad, no llevaron a cabo ningún tipo de política específica que intentara atraer a sus centros a aquellos sectores que eran los más desfavorecidos de la sociedad, y esta cuestión reviste gran importancia en Cuba, donde una porción importante era población de color. ¿Se trató de una lectura sesgada de la realidad política y social cubana hecha por anarquistas extranjeros?, o por el contrario, ¿estaban intentando llevar hasta las últimas consecuencias el internacionalismo que defendían? En realidad, como hemos visto, los ácratas en Cuba mantuvieron la misma actitud cuando en 1912 se produjo la insurrección de los miembros del Partido Independiente de Color. Si bien se manifestaron en contra de la actuación de las autoridades, pues consideraban que una represión tan cruenta no estaba justificada, al tiempo que acusaban a la prensa burguesa de fomentar el odio al negro, sin embargo, reprochaban la actitud de los dirigentes sublevados pues entendían que únicamente buscaban hacerse un lugar en el juego político. Argumentaban que negros y blancos eran iguales tanto humana como físicamente, que por suerte no existían esas diferencias raciales que la enseñanza religiosa había mantenido durante siglos y que la educación racial enseñaba al niño, desde las distintas disciplinas, antropología, psicología, étnica y fisiología, “en el buen sentido, en la sana razón” que todos los hombres son iguales.145
145 “¿Racismo…?”, ¡Tierra! 22 de junio de 1912.
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LA INTERVENCIÓN DE LOS ANARQUISTAS ESPAÑOLES EN LAS HUELGAS DEL PERÍODO
Otros de los factores que corrobora el crecimiento del anarquismo en los primeros años republicanos son las manifestaciones, huelgas y conflictos que sostuvieron los trabajadores, donde, por lo general se destacaron los ácratas, convirtiéndose así en el objetivo de la represión de las autoridades. Por ello, para terminar este capítulo examinaremos su actuación en los movimientos reivindicativos que se desarrollaron a lo largo del período propuesto y, dentro de ésta, destacaremos la presencia de los emigrados procedentes de la Península. La geografía de la conflictividad ilustra nuevamente la expansión del movimiento libertario (Mapa 5).146
Mapa 5. Geografía de la conflictividad social (1902-1913).
El primer movimiento que tuvo una repercusión importante en la República fue la conocida como huelga de los aprendices, protagonizada por los obreros del sector tabacalero en noviembre de 1902. Empezó en los talleres de la fábrica Cabañas perteneciente al trust estadounidense Havana Commercial Company. Las peticiones de los trabajadores se centraron en conseguir tres reivindicaciones principales: equiparar los sueldos en todas las fábricas del trust al nivel de la que más pagaba, la mejora de materiales y la admisión de aprendices cubanos en las tareas de escogido y rezagado. 146 Como hemos advertido con anterioridad, no nos detendremos en analizar estos conflictos, pues esto ha sido objeto de otras investigaciones que sobre el tema nos han precedido. A nosotros nos interesa destacar aquellos que nos parecen más significativos y que ilustran nuestro objeto de estudio. Para ampliar la información en este período, se pueden consultar, entre otros, Cabrera, 1985a, 881-155; Instituto de Historia del Movimiento Comunista y de la Revolución Socialista de Cuba, 1985, 143-177; o Rivero Muñiz, 1962b.
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El paro comenzó el día 12 tras formarse un comité de huelga por representantes de los distintos talleres, donde el anarquista cubano Feliciano Prieto fue el principal dirigente. También se destacaron en esta huelga significados obreros tabaqueros como Manuel Cendoya, Saturnino Escoto Carrión, Julián González, José F. Hernández o Federico Corbett, junto a los ácratas Arturo Juvanet, Manuel Martínez Abello y el español Adrián del Valle, los tres últimos colaboradores de ¡Tierra! desde donde participaron activamente incitando a la organización de todos los trabajadores en apoyo de sus compañeros en paro. Cuando los huelguistas intentaron extender la huelga a otras fábricas, las fuerzas del orden arrestaron a sus dirigentes más radicales. La represión provocó que se sumaran a ella no sólo otras fábricas, sino también los trabajadores de otros sectores productivos como los tranviarios o los panaderos e incluso de otras provincias como los obreros del campo en Camajuaní o Cruces. La posibilidad de que se paralizara la economía de La Habana llevó al Secretario de Gobernación, Diego Tamayo, a iniciar una cruenta represión que acabó con el resultado de cinco muertos y numerosos heridos en la capital y con dos muertos, los trabajadores azucareros Amado Casañas y Manuel Montero, en Cruces. La entrevista que mantuvieron con Máximo Gómez, Manuel Sanguily y Juan Gualberto Gómez, en representación de los huelguistas, resultó un fracaso pues, como recoge José Rivero Muñiz, “el jefe máximo de las tropas revolucionarias no simpatizaba con los huelguistas, a los que calificaba de gente perturbadora, enemiga del orden público e influenciada por los anarquistas españoles cuyo propósito era obstaculizar el establecimiento de la República”; al mismo tiempo, Gómez amenazó con usar la fuerza para acabar con los ácratas, si era necesario.147 De hecho, una vez acabada la huelga, los principales dirigentes obreros fueron encarcelados, entre ellos Manuel Martínez Abello y Arturo Juvanet, acusados de haber publicado artículos en ¡Tierra! llamando a los trabajadores a unirse en una huelga general, así como Augusto Hernández Trujillo, administrador del periódico El Reconcentrado; otros, caso de Feliciano Prieto, después de salir de la cárcel, se vieron obligados a emigrar al no poder encontrar trabajo.148 147 Rivero Muñiz, 1961b, 281-330. 148 El artículo de Martínez Abello, “Trabajadores a la huelga general”, aparece en ¡Tierra! de 22 de noviembre de 1902. La información sobre su encarcelamiento en “Martínez Abello”, ¡Tierra!, 28 de
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Otra de las consecuencias de esta huelga fue que la división que había nacido en 1899 entre los trabajadores del sector tabacalero –nativos y extranjeros– se profundizó aún más. Al mismo tiempo, se produjo la desmoralización de los dirigentes de las organizaciones obreras –no así ocurrió entre los anarquistas que siguieron trabajando por la organización–, lo que llevó a un retraimiento en los movimientos reivindicativos de importancia hasta el año 1906. Ese año, los obreros de los tranvías de La Habana iniciaron un paro con el propósito de aumentar sus salarios y mejorar sus condiciones laborales. Buscaron el apoyo de otros sectores para provocar una huelga general. Sin embargo, en este movimiento los propios trabajadores del sector estuvieron divididos entre aquellos que abandonaron el paro y firmaron los contratos con la Empresa Eléctrica y aquellos más radicales alentados por los ácratas Sebastián Aguiar y Manuel Martínez, que abogaban por continuar. A este hecho se sumó la actuación represiva demostrada por las autoridades, lo que llevó al fracaso de la huelga.149 Al año siguiente comenzó un paro entre los trabajadores de las tabacaleras reclamando mejores materiales con los que trabajar, lo que se traduciría directamente en un aumento del jornal, y advertían que si no conseguían sus demandas iniciarían una huelga exigiendo el pago de sus salarios en moneda americana, lo cual significaría un aumento de un 10%. En el mes de febrero Manuel Cendoya, Feliciano Prieto, Domingo Aragón, Emilio Sánchez y otros tabaqueros se declararon en huelga en la fábrica de Cabañas y Carvajal y en pocos días el paro se había extendido al resto de fábricas del trust inglés-norteamericano. En el mes de abril se unieron los trabajadores de los talleres independientes; además, los huelguistas contaron con nuevos apoyos imprescindibles para sostener el paro: un importante almacenista concedió un crédito al comité de huelga, los propietarios de las casas de los huelguistas aplazaron el pago de los alquileres, los médicos y las farmacias les atendieron de forma gratuita, y desde Estados Unidos se recibió dinero recaudado entre los trabajadores solidarizados con la causa de sus compañeros cubanos. Hay que destacar también el apoyo febrero de 1903. Lo que este anarquista escribió desde la cárcel sobre su encarcelamiento y el de sus compañeros, en “Martínez Abello”, ¡Tierra!, 28 de febrero de 1903, y “Arrepentimiento”, ¡Tierra!, 7 de marzo de 1903. También Feliciano Prieto informó sobre la dificultad para encontrar trabajo y la necesidad de emigrar en “El pacto del hambre”, ¡Tierra!, 20 de junio de 1903. 149 “La huelga del eléctrico”, La Discusión, 2 de abril de 1906.
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que desde el periódico socialista La Voz Obrera se prestó a favor del movimiento, llamando a la solidaridad de todos los trabajadores para ayudar al mantenimiento de sus compañeros y el de sus familias; asimismo, el anarquista español Vicente Lípiz organizó en Matanzas un comité de ayuda a los huelguistas habaneros. Todo ello permitió que los trabajadores mantuvieran el paro y el presidente del trust, Gustavo Bock, al ver que se acercaba la fecha de mayor demanda del mercado tabacalero –el mes de julio– tuvo que acceder a las demandas de los huelguistas. En esta ocasión las autoridades norteamericanas, nuevamente al frente del gobierno desde el año anterior, no tuvieron que intervenir pues los acontecimientos se desarrollaron de manera pacífica. No ocurrió lo mismo con la huelga que se organizó también en 1907 entre los empleados de los Ferrocarriles Unidos de Cárdenas. En este caso las demandas estaban centradas en alcanzar la jornada de ocho horas y el pago de los salarios en moneda americana. En este paro destacó nuevamente Vicente Lípiz y en La Habana se constituyó un comité de huelga en apoyo de los compañeros de Matanzas, formado por los trabajadores tabaqueros Emilio Sánchez y Feliciano Prieto. El Coronel de Infantería O. J. Sweet reconocía en su informe, enviado al Ayudante General del Ejército de Pacificación en La Habana, que buena parte de la agitación en la zona era debida a la presencia de “anarquistas extranjeros, que ocasionalmente se destacan en las reuniones y protagonizan discursos remarcando sus ideas socialistas y anarquistas”. El gobierno interventor prestó su apoyo a la compañía, organizó la llegada de rompehuelgas desde Estados Unidos obligando a los huelguistas a volver al trabajo, aunque muchos de ellos perdieron el empleo, entre ellos los principales dirigentes. Por su parte, Vicente Lípiz pasó quince días en prisión.150 Simultáneamente a la huelga de ferrocarriles, los obreros de la construcción iniciaron otro paro en La Habana. El movimiento fue organizado por la Unión de Albañiles y Ayudantes para protestar por las pésimas condiciones laborales que soportaban y por las jornadas que a veces llegaban hasta las 14 horas diarias. Nuevamente las autoridades norteamericanas siguieron con atención los pasos de los huelguistas y reconocían que los tra150 La interpretación de la huelga por parte de las autoridades norteamericanas en “Memorandum for the Chief of Staff”, Matanzas, 30 de septiembre de 1907 y “Headquarters, Matanzas, Cuba. Office of the Comander Officer”, Matanzas, 30 de septiembre de 1907, NARA, RG 199, Docs. 195 y 196, “Railroad strike” y Strikes”, respectivamente.
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bajadores más violentos eran los anarquistas, que no pasaban de un millar y que frecuentemente eran aleccionados por extranjeros que les animan a continuar con el cese de las actividades.151 Sin duda, se trata de una visión interesada del gobierno norteamericano que, por otro lado, viene a confirmar que el liderazgo de los españoles fue importante pero además que, a diferencia de lo que sostenían los nacionalistas, no era con el único objetivo de defender los intereses de los obreros peninsulares buscando asegurarles los mejores puestos de trabajo, sino, por el contrario, actuaban en calidad de trabajadores del mundo –concepto internacionalista–, como revolucionarios autoproclamados representantes de la comunidad trabajadora internacional, que luchaban por mejorar la situación de los obreros en general. En esta huelga Abelardo Saavedra intentó vincular el paro de los trabajadores del ferrocarril con el de los albañiles, pero no lo consiguió, en parte debido a la actuación de las autoridades interventoras que acabaron con los dos conflictos. A comienzos del año 1908 Saavedra era procesado por haber lanzado injurias en ¡Tierra! contra el dictador mexicano Porfirio Díaz, aunque más bien parece que pesara más su vinculación con las huelgas anteriores. Como había ocurrido el año anterior, el ácrata andaluz logró evitar la expulsión de la Isla.152 En agosto de 1908 estalló la huelga del Central Jagüeyal, ingenio situado en la provincia de Ciego de Ávila. El motivo fue que hacía varios meses que los obreros no cobraban el jornal y además que el pago se hacía en vales que sólo se podían utilizar en la bodega del propio ingenio, lo que daba lugar a multitud de abusos por parte del bodeguero. Conocida como pago en vales, ésta era una práctica habitual en los ingenios desde comienzos de la República, y las frecuentes protestas que acarreó dieron lugar a la aprobación de la Ley Arteaga en el año 1909 prohibiendo el pago en ese tipo de “moneda”. La huelga del Jagüeyal acabó tras la represión llevada a cabo por la Guardia Rural. Como era habitual en estos casos sus principales dirigentes pasaron cinco meses en prisión; para ellos se abrió una suscripción en ¡Tierra! y un abogado de La Habana se ofreció a defenderlos de forma gratuita.153 151 “Memorandum for the Chief of Staff, John W. Furlong”, 23 y 26 de diciembre de 1907, NARA, RG 199, Doc. 196, “Strikes”. 152 ANC, Fondo Audiencia de La Habana, leg. 692, Exp. 9. 153 “Ecos proletarios”, ¡Tierra!, 5 de septiembre de 1908 y “La huelga de Jagüeyal”, ¡Tierra!, 7 de noviembre de 1908.
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Entre los años de 1909 y 1913 se produjo una radicalización en las acciones protagonizadas por los trabajadores. En el mes de mayo de 1909 estalló, por primera vez en La Habana, un conflicto protagonizado principalmente por mujeres, la mayor parte de las cuales eran de color. Las planchadoras, cansadas de tanta “miseria y explotación”, organizaron varios mítines para preparar la huelga que fueron presididos por Justa Martínez, ácrata y presidenta del gremio de planchadoras, donde participaron también algunos anarquistas, entre ellos el español Serafín Castrillón y Mouriz. Tras el que se realizó en el Teatro Martí los asistentes atacaron distintos talleres de lavado de La Habana, que acabaron con el arresto de 22 mujeres y 4 hombres, entre ellos los españoles Francisco Riestra Iglesias, Francisco Herrero Cotillas y el propio Castrillón. Se abrió causa judicial contra todos ellos, acusados de “coligación para alterar el precio del trabajo”, y ¡Tierra! presentó la huelga como un conflicto racial pues todas las encarceladas eran de color menos una, la presidenta Justa Martínez, que fue liberada antes que el resto. Esta circunstancia es un indicativo del grado de actividad sindical; el hecho de que la única mujer blanca fuera la presidenta del gremio sugiere que el liderazgo se asignaba a los blancos, porque se suponía que tenían una mayor experiencia organizativa que la de los negros. Teniendo en cuenta que ninguno de los procesados tenía antecedentes penales y que la ley recogía como “menor” el delito por el que se les acusaba, el resto fueron puestos en libertad después de casi dos meses en prisión.154 Serafín Castrillón fue expulsado de la Isla, junto con otros diez españoles más, dos años después por “extranjero pernicioso”.155 En 1911 se generalizaron las manifestaciones obreras, no sólo en La Habana sino en otras provincias. En Sagua la Grande existía desde 1909 la Liga Cubana de Empleados de Ferrocarriles, fundada por Carlos Loveira para mediar entre los trabajadores y la compañía inglesa, Cuban Central. La empresa, para contrarrestar el peso de esta organización, decidió cesar a sus máximos dirigentes en el mes de mayo de 1911. Los obreros reaccionaron proclamando una huelga que en poco tiempo se convirtió en gene154 Información detallada de los asaltos a los talleres de lavado en “Los tumultos de ayer”, La Discusión, 23 de mayo de 1909; la opinión de ¡Tierra! en “La huelga de planchadoras”, ¡Tierra!, 5 de junio de 1909. La causa judicial en ANC, Fondo Audiencia de La Habana, Leg. 226, Exp. 1. 155 “Lista de los expulsados de esta Isla el 25 de septiembre de 1911”. AMAE, Fondo Política Exterior, Serie Cuba, Leg. H 2351, 1904-1913.
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ral, pues panaderos, tipógrafos, motoristas y empleados de comercio se sumaron al paro en la localidad, al que se adhirieron también trabajadores de Cienfuegos, Cifuentes y Damují. Los periódicos ácratas ¡Tierra! de La Habana y Rebelión de Cruces demostraron igualmente su adhesión y de esta última localidad llegaron Abelardo Saavedra y Francisco González Sola, reclamados por los miembros del comité de huelga para intervenir en sus reuniones. El anarquista gaditano recomendó en uno de sus discursos el uso de cualquier método para presionar a la compañía aconsejando “que se fume ahora más que nunca puros, cigarrillos y pipas en todas partes y en cada momento. El tabaco sirve para olvidar las injusticias y miserias de la vida. Además, cualquiera sin querer, al tirar un fósforo… de casualidad… incendia un almacén, un depósito de combustible”.156 La radicalidad que fueron adquiriendo los acontecimientos hizo que el propio Secretario de Gobernación se personara en la zona para garantizar la seguridad de la compañía inglesa, para lo cual empleó a la Guardia Rural y al Ejército. Un intento fallido de negociación con el gobierno obligó a Gerardo Machado a decretar la Ley Marcial, la censura y la prohibición de asociación no sólo en Sagua, sino en el resto de poblaciones cercanas donde se secundaban las peticiones de los huelguistas. Las presiones y, según Loveira, la traición del Secretario de Gobernación hicieron que los cinco obreros despedidos por estar inscritos en la Liga negociaran un empleo en obras públicas para que acabara la huelga. También en el año 1911 los trabajadores del alcantarillado de La Habana protagonizaron uno de los mayores conflictos del sector. Las pésimas condiciones laborales –la falta de higiene provocó una epidemia de fiebre tifoidea e incluso algunos casos de peste bubónica; la inseguridad causaba numerosos accidentes, etc.–, así como la explotación que sufrían los casi dos mil trabajadores, en su mayoría procedentes de la Península, crearon el caldo de cultivo para que estallara la huelga en demanda de un aumento salarial –1,50$ de jornal por día y 50 centavos por horas extraordinarias– y una mejora en las condiciones de trabajo, con un máximo de 10 horas diarias. Los huelguistas recibieron el apoyo de la Agrupación Socialista de La Habana, donde militaban gran cantidad de españoles, entre ellos sus principales dirigentes, Francisco Vieytes y Severino Chacón, que se pusieron al 156 Loveira, 1917, 48.
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frente del comité de huelga. A pesar de que desde el principio los huelguistas declararon que se trataba de un movimiento pacífico, las continuas provocaciones que recibían de las fuerzas del orden encargadas de vigilar el paro –según recogía La Lucha los obreros sufrían agresiones de los policías que al ser respondidas les daban la excusa para encarcelarlos–157 forzaron la reacción de los trabajadores en huelga, por lo que muchos de ellos acabaron en prisión. Algunos de ellos confiaban en el arbitraje de Machado –entre ellos los integrantes de la Federación de Trabajadores Cubanos dirigida por Francisco Cabal Flores–, lo que unido al uso de rompehuelgas y a la represión ejercida desde un gobierno centrado en asegurar los intereses de la compañía inglesa provocaron el fracaso del paro. El gobierno decidió expulsar a Vieytes y Chacón sin iniciar siquiera causas contra ellos. Los dos españoles abandonaban la Isla, junto con Abelardo Saavedra, acusados de ser “extranjeros perniciosos” el 21 de agosto de 1911 en el Vapor Alfonso XIII con destino a La Coruña.158 A comienzos del año siguiente estalló en Manzanillo otra huelga entre los obreros del Central Niquero, abanderada por el socialista español Agustín Martín Veloz. Martinillo, como era conocido popularmente, tenía gran influencia en la zona desde que a comienzos del siglo XX organizó la Confederación de Gremios Obreros. Después, en las elecciones municipales de 1908 el Partido Socialista que lideraba obtuvo dos actas de concejal. La huelga de Niquero adquirió gran importancia porque llegó a afectar a unos 600 trabajadores. Sus peticiones estaban centradas en conseguir las principales demandas laborales: jornada laboral de ocho horas diarias, aumento de los salarios y mejores condiciones de trabajo, aunque daban un paso más allá solidarizándose también con los colonos, según quedaba recogido en la reclamación n.º 7: “Avisar con un año de anticipación a los arrendatarios cuyos terrenos deben ser abandonados por estos, indemnizándoles mediante peritos de ambas partes, los frutos y demás valores que fuesen propiedad del arrendatario. Si la finca se arrendara en grandes lotes o vendiera los terrenos hoy arrendados, los nuevos propietarios contraerían la misma obligación”. Seguramente la posibilidad de que se unieran los trabajadores del campo provocó la reacción del gobierno, que nuevamente se 157 La Lucha, 14 de junio de 1911. 158 “El Cónsul de España informa al Ministro de Estado sobre movimiento anarquista”, AMAE, Fondo Política Interior, Serie Orden Público, leg. H 2753, 1911-1919.
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destacó por reprimir con fuerza a los huelguistas para proteger los intereses de la compañía norteamericana New Niquero Sugar Company. Martinillo y algunos de los huelguistas fueron encarcelados.159 La huelga de Niquero nos ofrece uno de los primeros ejemplos de la lucha sindical que se generalizaría en la Isla a partir de entonces. A pesar de que el Partido Socialista se declaraba por encima de estas acciones y se vinculaba únicamente al sistema electoral, apoyó el movimiento por su carácter pacífico. Del mismo modo, los anarquistas se mostraron solidarios con sus compañeros en paro y con el propio Martín, que fue víctima de una intensa campaña de desprestigio por parte de la prensa.160 1913 se iniciaba con una huelga entre los obreros de la bahía de Caibarién, provincia de Santa Clara. Estalló en el mes de febrero y pronto alcanzó las dimensiones de un gran movimiento de solidaridad demostrado por todos los trabajadores de la población, por lo que 54 huelguistas fueron encarcelados. La presión que ejercieron las fuerzas de orden público, así como la libertad de los obreros presos, acabaron con el movimiento. No obstante, las consecuencias las sufrieron los representantes de ¡Tierra!; su director, el español Sebastián Aguiar y Mateo, y los colaboradores cubanos Isidoro Lois Manso y Rafael Hevia García fueron procesados por un delito de “injurias a la autoridad y provocación a la sedición” por dos artículos publicados en el semanario ácrata, uno titulado “La huelga general se impone” e inserto en el número del 28 de marzo de 1913 y otro con el título “Por nuestros camaradas de Caibarién”, por los que se les acusaba de verter injurias contra el Juez Municipal de la localidad, José García, e incitar a los trabajadores a reunirse para pedir la absolución de los 54 camaradas presos tras la huelga, recomendando que si esto no se conseguía “se empuñe la tea”. Tras el juicio oral llevado a cabo el día 1 de diciembre de ese año, Sebastián Aguiar fue liberado de los cargos y condenado únicamente a pagar un tercio de las costas del juicio; Isidoro Lois fue condenado a 60 días 159 La constitución de la Confederación de los Gremios Obreros de Manzanillo, liderada por Agustín Martín Veloz y su adhesión a la doctrina socialista, en los distintos informes recogidos en IHC, Fondo Primer Partido Marxista-Leninista, Movimiento 26 de julio y otros. Más información sobre este líder obrero, en Peláez, 11-14. Las peticiones de los huelguistas fueron publicadas en El Socialista, 13 de febrero de 1912. 160 La opinión de los anarquistas de ¡Tierra!, en “El gobierno y la huelga de Niquero”, ¡Tierra!, 10 de febrero de 1912; la solidaridad con el “digno camarada” Martinillo en “Nuevos tanteos policíacos. ¿Qué se pretende?”, ¡Tierra!, 16 de marzo de 1912.
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de prisión y Rafael Hevia a cumplir cuatro meses y un día también de arresto mayor. Este último fue encarcelado en La Habana, no así Isidoro Lois, que desapareció de su domicilio de Remedios y no pudo hallársele ni en Matanzas ni en Cienfuegos, donde se le perdió la pista. Al no poder encontrarle, el 9 de noviembre de 1914 se suspendió la causa que pesaba contra él hasta que se presentara por su cuenta en el juzgado o fuera capturado. Lois no logró ver derogado su delito hasta el 22 de marzo del año 1927, cuando el juzgado de La Habana le acogió a la Ley de Amnistía aprobada el 5 de junio de 1924.161 De ese modo, para el año 1913 los trabajadores de Cuba habían logrado reunir unas condiciones que facilitarían su actuación en los años siguientes y se convertirían en su mayor potencial: organización, cohesión y nuevas tácticas de lucha vinculadas al sindicalismo revolucionario,162 a lo que se uniría el crecimiento de la mano de obra en toda la Isla, en buena medida procedente de la Península.
161 Esta causa en ANC, Fondo Audiencia de La Habana, Leg. 223, Exp. 1. 162 Los orígenes del sindicalismo se encuentran en las Bolsas de Trabajo francesas, que desde las últimas décadas del siglo XIX reunían a trabajadores de diferentes ramas productivas para controlar las ofertas de trabajo y se estaban convirtiendo en centros de discusión y educación. En 1902 se fusionaron para formar la Confederación General del Trabajo (CGT). Esta organización, potente y autónoma de los partidos políticos, se convirtió en la expresión del nuevo sindicalismo, a partir del cual, y a través de la acción directa y la huelga general, sería posible dirigir la plataforma revolucionaria y lograr la pretendida transformación de la sociedad, donde los sindicatos controlarían la producción y la distribución. En la Carta de Amiens de 1906 quedaron ratificados estos principios. Esta corriente se desarrolló en Cataluña en la primera década del siglo XX. El sindicato de oficio se convirtió en el heredero directo de las sociedades de resistencia y la creación en 1906 de Solidaridad Obrera comportó asumir las nuevas doctrinas francesas uniéndolas a la tradición asociativa catalana. A partir de entonces las corrientes libertarias que privilegiaron la actividad gremial fueron denominadas generalmente como anarcosindicalistas. Precisamente en ese sentido hemos de tomar el término sindicalismo revolucionario difundido por los anarquistas en Cuba.
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Capítulo IV SEGUNDA DÉCADA REPUBLICANA: LA RECOGIDA DE FRUTOS La etapa escogida para este capítulo acoge los años presidenciales quizás más controvertidos de todo el período analizado, al menos desde el punto de vista laboral. Los ocho años que duró la presidencia del conservador Mario García Menocal –de mayo de 1913 a mayo de 1921– resultaron ser los de mayor crecimiento económico vivido hasta entonces en la mayor de las Antillas, fenómeno especialmente visible entre 1915 y 1919, pero también los de mayor descontento social. Después, la crisis iniciada en 1921 y la llegada al gobierno del liberal Alfredo Zayas Alfonso abrió una etapa, hasta 1924, que resultó bastante propicia para la organización obrera.1 Factor primordial en el mencionado crecimiento fue el paulatino desarrollo del principal rubro productivo cubano: la industria azucarera. Las cifras estadísticas lo muestran claramente. Si, como sostiene Antonio Santamaría, para el año 1913 se producía en Europa el 43% de la producción mundial de dulce, seis años después ese porcentaje había descendido hasta el 19%. En el ínterin Cuba se convirtió en el proveedor de azúcar para los países europeos, elevando su producción del 13 al 23%.2 Esta caída de la producción europea y el espectacular desarrollo de la cubana que la acompañó están a su vez relacionados directamente con la coyuntura política internacional. Durante la Primera Guerra Mundial, con el paro y destrucción de la cosecha europea de azúcar, aumentaron considera1 Las siguientes cuestiones se pueden ampliar en Le Riverend, 1975 y Pérez, 1986. 2 El examen de la industria azucarera en esos años, en Santamaría, 2001, 33-101. Las cifras referidas aparecen en la página 44.
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blemente los precios del dulce y Estados Unidos se convirtió en el principal proveedor para los países en guerra. Los centrales azucareros cubanos incrementaron paulatinamente su producción para garantizar el mercado, con lo que Cuba pasó a ser en esta etapa uno de los principales países exportadores de dulce. Pero, al mismo tiempo, la concentración de las inversiones en la industria azucarera, necesarias para garantizar ese aumento de producción, significó la decadencia de otras industrias, como por ejemplo la tabacalera, que ya estaba en crisis en los años anteriores. A su vez, las importaciones se vincularon aún más a Estados Unidos, convirtiéndose Cuba en mercado para los productos procedentes del vecino país norteamericano. Los precios de los artículos de primera necesidad subieron en esa coyuntura hasta prácticamente quintuplicar su valor, porque los especuladores manipularon el mercado originando una escasez que no era real –fue incluso frecuente la tirada al mar de parte de la mercancía de importación para provocar esa situación de falsa “escasez”–; también los rentistas aprovecharon para aumentar el precio de los alquileres de las viviendas, que alcanzaron cotas hasta entonces no conocidas. Pero la subida de precios no se vio acompañada del correspondiente aumento de los salarios, lo cual supuso que al crecimiento económico y el consecuente enriquecimiento de los productores no le acompañara la prosperidad de los sectores populares. Por el contrario, si la vida de los trabajadores seguía siendo mísera –resumida en largas jornadas diarias, bajos salarios, penosas condiciones laborales, etc.– la continua subida de precios acrecentó aún más los niveles de miseria. Como recogía Solidaridad a comienzos del año 1919: “Cuando los albañiles y ayudantes ganaban 2,40$ y 1,25$ respectivamente, la libra de arroz costaba 4 centavos, la manteca 15 centavos libra, la carne 20 centavos libra, la botella de aceite 28 centavos, el tasajo 18 centavos, los zapatos de 3$ se compraban de primera y las alpargatas con 20 centavos. Hoy vale la libra de arroz 23 centavos, la manteca 38 centavos, la carne 40 centavos libra, la botella de aceite 1,50$, el tasajo 1,00$ libra, los zapatos 10$ y las alpargatas “que se hacen en Cuba” 55 y 60 centavos. Como veis han subido los víveres un 150 por cien, sin contar que el cuarto que nos costaba 6$, hoy cuesta 12 y 14 pesos”.3 3 “Cal y coco”, Solidaridad, Suplemento del 16 de enero de 1919.
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Para atajar esta situación e intentar encontrar la fórmula de asegurar que la subida de precios se equiparara a la de los salarios, se celebró un Congreso Nacional los días 17 y 18 de junio del año 1917 y de él nació el Comité Nacional Pro-Subsistencias. Al mismo tiempo, las autoridades republicanas aprobaron la Ley de Subsistencias, medida que fue acompañada, a su vez, de la creación de la Secretaría de Subsistencias organizada para hacer cumplir la ley. Pero estos organismos resultaron ineficaces e incluso fueron acusados de ser los causantes de la situación pues, como sostenían los editores de Germinal, fomentaban el agiotaje y, además, decían, se dejaban sobornar por los comerciantes para que ocultasen la realidad, garantizando el almacenaje o desaparición de los artículos que, como advertía también la prensa burguesa, llegaban continuamente en barcos a los muelles cubanos con todo tipo de mercancías.4 En este contexto –máxima producción azucarera y miseria de los sectores más desfavorecidos de la sociedad– los trabajadores aprovecharon para presionar a los productores por la mejora de sus condiciones laborales. Por primera vez en Cuba se generalizaron los movimientos huelguísticos en el campo, que fueron especialmente frecuentes entre 1917 y 1919, y las huelgas mantenidas en La Habana y otras localidades alcanzaron un grado de organización y de apoyo desconocido hasta entonces. Una circunstancia que a su vez estuvo estrechamente relacionada con el nivel de sindicación logrado en esos años. Los trabajadores aprovecharon la coyuntura de incremento de mano de obra que requería el aumento de producción para avanzar en su organización. A partir de entonces, crecieron las asociaciones anarcosindicalistas y los obreros fueron poniendo en práctica los nuevos métodos revolucionarios propios de ese medio de lucha. Similares protestas por la falta de subsistencias se dieron también entre los trabajadores españoles durante los años de la Primera Guerra Mundial, que desembocaron en los acuerdos sindicales de finales de 1916 entre las dos centrales, CNT y UGT, lo cual fue el preludio de la huelga general del año 1917 y del conocido como “trienio bolchevique” de 19181920. De hecho, el fenómeno de aumento de la conflictividad laboral que se vivió en Cuba en esa etapa reproduce el modelo general internacional. Según el esquema propuesto por Ernesto Screpanti, en líneas generales, los 4 “Notas subversivas”, Germinal, (fecha ilegible) de 1919.
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movimientos huelguísticos siguen los ciclos ondulatorios económicos, por lo que aumentan en los períodos de crecimiento y, en mayor medida, en los picos de ese crecimiento. Así, la gran oleada huelguística en la mayor de las Antillas se produjo entre 1917 y 1919, con mayor intensidad en este último año. Al mismo tiempo, se cumplen el resto de premisas comunes también al resto de países en el mismo período: la radicalidad laboral va unida a las expresiones anticapitalistas superando así las propuestas reivindicativas inmediatas y locales adquiriendo, por tanto, un matiz revolucionario, algo en lo que sin duda influyó también el triunfo de la Revolución en Rusia. Esta situación estuvo favorecida en gran medida por la presencia entre los trabajadores de representantes de las vanguardias obreras, en este caso principalmente anarquistas y socialistas vinculados al sindicalismo revolucionario y partidarios de aplicar sus métodos de lucha en Cuba. Estos activistas habían creado durante los años anteriores las organizaciones obreras, así como los grupos que, a partir de entonces serían especialmente críticos con los fundamentos del orden social establecido, lo que se tradujo en un discurso eminentemente anticapitalista al tiempo que internacionalista, por lo que las reivindicaciones esgrimidas desbordaron las fronteras nacionales, apelando a la cooperación internacional. Siguiendo el modelo señalado, el reflujo que se produjo en la actividad reivindicativa después del año 1920 estaría directamente relacionado con la crisis económica que produjo la contracción de la demanda internacional de azúcar, al tiempo que el señalado rebrote producido en el año 1924 podría ser considerado como un revival producido por las condiciones específicas del campo cubano, así como por la actuación de un líder obrero destacado, el cubano Enrique Varona González.5 En la penetración y aplicación de los principios del sindicalismo revolucionario no fueron ajenos los anarquistas. Continuadores de las actividades iniciadas en la etapa anterior, desde el año 1913 mantuvieron su objetivo de agrupar y dirigir a la clase trabajadora en un proyecto común. Para ello siguieron fomentando la fundación de grupos afines en toda la Isla pero, al mismo tiempo, entraron a formar parte de las organizaciones sindicalistas que iban surgiendo y en sus periódicos continuaron con las labores de difusión de esta doctrina. Así, los conflictos que surgieron en esta etapa tuvieron un carácter marcadamente reivindicativo y fueron dirigidos 5 El modelo propuesto por este autor italiano puede verse en Escrepanti, 1989, 51-75.
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en su mayor parte por los anarquistas que les dieron el sentido revolucionario que inspiraban sus actuaciones. Al mismo tiempo, algunos sectores reformistas se mostraron partidarios de la acción sindical, tal y como se entendería a partir de entonces. Esta presión obrera fue contestada por el gobierno mediante la puesta en práctica de medidas represivas. Los cuatro años de reelección de Menocal se caracterizaron por un creciente autoritarismo. La necesidad de salvaguardar los intereses de los productores azucareros, en su mayor parte los de las empresas norteamericanas, asegurando la exportación del dulce –en definitiva Menocal era un hacendado más, había sido administrador del Central Chaparra antes de ser elegido presidente–, orientó la política interior de su gobierno hacia la preservación del orden establecido a cualquier precio. Para ello no dudó en emplear la mano dura contra todos aquellos que se consideraban “enemigos”, entre ellos, los trabajadores, los que en esos años y debido a la mencionada situación que soportaban elevaron los niveles de conflictividad social. Comenzó entonces una oleada continua de represión, expulsiones de “extranjeros perniciosos”, encarcelamientos y grandes procesos judiciales contra los principales líderes obreros y, como había ocurrido en otras ocasiones, los más afectados fueron los anarquistas –esta cuestión será objeto de nuestro último capítulo–. Al concluir la contienda europea, con la contracción de la demanda azucarera los productores cubanos se quedaron sin mercados donde colocar la sobreproducción de dulce, a lo que se sumó la caída de los precios –por debajo de los 10 centavos promedio– debido a la recuperación de las plantaciones de remolacha en Europa, todo lo cual desembocó en la crisis financiera de 1920 a 1921, último año del gobierno Menocal. Con el nuevo presidente, Zayas Alfonso, se iniciaba un proceso aperturista propio de un gobierno liberal, en el que, si bien continuó la crisis económica, los trabajadores pudieron consolidar su organización bajo los principios del anarcosindicalismo –la Federación Obrera de La Habana y la Confederación Nacional de Obreros de Cuba fueron sus máximas expresiones– culminando así un proceso iniciado en la década anterior. No podemos olvidar en la etapa propuesta la repercusión que tuvo el triunfo de la revolución de 1917 en Rusia. Dos consecuencias principales se pueden extraer del fenómeno bolchevique. La primera, el surgimiento de grupos comunistas por primera vez en la Isla, que tendrían como colofón la 257
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creación del Partido Comunista de Cuba en el año 1925. La segunda estaría directamente relacionada con la última cuestión señalada; sin duda, la euforia que se vivió en los primeros momentos de la revolución entre los trabajadores de todo el mundo y, por supuesto de Cuba, se tradujo en un incremento del espíritu revolucionario, lo que favoreció el crecimiento de las organizaciones sindicales. LOS ÁCRATAS ESPAÑOLES Y LA APUESTA SINDICALISTA REVOLUCIONARIA ¿Será Cuba el nuevo departamento industrial?, se preguntaba José Gallart desde Estados Unidos en una carta que envió al periódico ¡Tierra! de La Habana a mitad del año 1913. La pregunta estaba originada por los avances del anarcosindicalismo que se estaban produciendo en la Isla puesto que, si bien la penetración de esa doctrina ideológica se había producido en los años anteriores, 1913 parece marcar un punto de inflexión en la organización obrera cubana.6 Retomamos aquí los principales puntos planteados en el Congreso Obrero de Cruces del año 1912. No sólo el fin primordial del congreso –dotar de contenido a las nacientes organizaciones de trabajadores, tanto desde el punto de vista ideológico como organizativo, estratégico y práctico–, sino también los principios que en él se aprobaron, recogían, aunque es verdad que aún muy someramente, los postulados sindicalistas revolucionarios: unión y solidaridad de los trabajadores, organización de una federación de ámbito nacional, formación y educación de los trabajadores, participación de todos sin excepción, “tanto a los que estuvieran constituidos en agrupaciones legalmente organizadas o en núcleos de afinidad”, al tiempo que se daba importancia al trabajo de la mujer y del niño. Según estos principios, se proyectaba organizar en Cuba una Federación de sociedades de resistencia todavía bastante moderada, donde no aparecen alusiones al ideal revolucionario anarquista. Todo lo cual viene a suponer, para esa fecha, en palabras de Antonio Bar, para una situación similar, “una concepción moderna y amplia de la acción obrera que excluía cualquier tipo de sectarismo” y que incluía ya algunas de las reivindicaciones que constituían una preocupación genérica del sindicalismo revolucio6 “Algunos puntos”, ¡Tierra!, 9 de mayo de 1913.
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nario, como las clásicas demandas sobre el establecimiento de la jornada máxima laboral o la regulación del trabajo de mujeres y niños, así como la novedosa conveniencia de establecer un salario mínimo.7 A partir de entonces, la apuesta por el sindicalismo entre los trabajadores y, sobre todo entre los anarquistas, fue decidida. Algunas de las asociaciones que se formaron lo hicieron con la misión expresa de propagar esa corriente de pensamiento; así, por ejemplo, el grupo La Alarma, organizado en La Habana a comienzos del año 1913, anunciaba su aparición para “propagar el sindicalismo por todos los medios a nuestro alcance”.8 Del mismo modo, en los distintos mítines de propaganda que organizaron los ácratas en diferentes ciudades de la Isla, se iban dando cuenta de los avances del sindicalismo en Europa y Estados Unidos a la vez que se informaba de sus principales postulados. En el mes de abril se organizó uno en Manzanillo, en el que se tratarían cuatro temas principales: las bases del sindicalismo, los medios de lucha contra el capital, las ventajas del sindicalismo y la enseñanza racionalista. En el “Manifiesto al pueblo de Manzanillo y a los trabajadores en general”, lanzado para dar difusión al acto, la comisión organizadora avanzaba algunos de los argumentos que aconsejaban la organización de los trabajadores bajo los principios del sindicalismo revolucionario y que serían habituales a partir de entonces. Con respecto a la división existente en el seno de los trabajadores, el documento llamaba a la unión de todos los obreros en bien común, dejando a un lado las diferencias ideológicas, de procedencia o de color de piel, viejas rencillas que fomentaban la desunión de los trabajadores: “Las diferencias de raza, de nación, la política –decían– son agentes secundarios; debemos de pensar que españoles, nativos, blancos, negros, socialistas, conservadores y liberales, todos somos obreros y todos sufrimos la misma explotación por parte del burgués”. 9 En el mismo sentido se expresaba el español Pedro Irazoqui cuando criticaba “el sentimiento patrio” imperante entre algunos sectores obreros de Cuba, “absurdo e inhumano” puesto que “el obrero no tiene patria porque no tiene un pedazo de tierra que sea suyo”. La solidaridad, la sindica7 Bar, 1981, 113. 8 “Nuevo grupo”, ¡Tierra!, 11 de enero de 1913. 9 El manifiesto de Manzanillo fue reproducido por ¡Tierra! en el artículo titulado “Mitin de propaganda”, ¡Tierra!, 4 de abril de 1913.
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ción y la federación se establecían en el manifiesto de Manzanillo como la solución a la situación en que se encontraba la clase trabajadora. Pedro Irazoqui se convirtió en uno de los principales defensores de esta corriente de pensamiento demostrando tener un profundo conocimiento de ella, según escribiera Isidoro Lois en la crónica que informaba sobre una de las conferencias que el español dio en Santiago de Cuba, en la que también otro peninsular, Domingo Germinal, defendió los principios sindicalistas desde la tribuna aunque, en este caso, sus discursos se destacaron por tener un tono más “violento y demoledor”.10 Precisamente el grupo Acción Directa de Manzanillo, que hemos visto estaba formado por estos españoles, entre otros, destacó por ser el promotor de la expansión de las nuevas teorías en las provincias orientales, al menos en estos primeros momentos. En el mes de mayo de 1913 organizaron una excursión de propaganda, que les llevó de Jatibonico a Ciego de Ávila y Caibarién, con ese objetivo. Al ser el “Sindicalismo una forma de organización completamente nueva en Cuba –argumentaba Irazoqui al escribir los detalles de la excursión– tratamos de ser extensos y explicar con toda clase de detalles el funcionamiento y manera de ser de las sociedades sindicalistas en el extranjero”.11 Parece que el llamamiento de los excursionistas de Manzanillo tuvo efecto en poco tiempo, pues el 28 de julio, apenas dos meses después, el Grupo Rebeldía Consciente de Jatibonico lanzaba un nuevo manifiesto “A los trabajadores en general”, en el que los exhortaba a imitar a los compañeros de Ciego de Ávila en la “lucha por el mejoramiento colectivo y la total emancipación del régimen del salario”, constituyendo Sindicatos Obreros. La intención de los ácratas de Jatibonico era facilitar la expansión del documento fuera de las fronteras de la provincia de Camagüey, por lo que se lo enviaron a ¡Tierra! Según manifestaba el consejo de redacción del periódico, habían recibido dos paquetes de dicho manifiesto para que ellos mismos decidieran su expansión, o bien repartiéndolo directamente o bien publicándolo en sus páginas; ante un asunto que consideraban de “capital interés”, los promotores del semanario habanero optaron por su publicación pues así tendría mayor difusión entre los trabajadores.12 10 “De Santiago de Cuba. Una conferencia”, ¡Tierra!, 9 de mayo de 1913. 11 “De Ciego de Ávila. Nuestra excursión”, ¡Tierra!, 30 de mayo de 1913. 12 “A los trabajadores en general”, ¡Tierra!, 8 de agosto de 1913.
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De hecho ¡Tierra! se destacó por ser otro de los paladines de las nuevas tendencias ideológicas. Sus redactores y colaboradores –entre ellos figuraba el mencionado Irazoqui– se sumaron a estas iniciativas y realizaron una intensa campaña de propagación de los principios sindicalistas, campaña que incluyó tanto traducciones de textos de ideólogos reconocidos o escritos de otros periódicos europeos, como artículos de los propios redactores y colaboradores del rotativo, así como una amplia difusión de los actos que en ese sentido tenían lugar en la Isla. Nosotros resaltaremos principalmente las ideas expresadas por los articulistas del semanario habanero puesto que no es nuestro objetivo analizar el sindicalismo en sí, sino la apuesta e interpretación que de él hicieron los ácratas en Cuba. “Dadas las condiciones en que están los trabajadores, lo mismo en Cuba que en todas partes, todos debemos de tener una base: la lucha de clases. Todos un medio: la acción directa. Todos una potencia: la solidaridad. Todos un fin: la abolición del capital y del Estado para encargarnos nosotros de regularizar la producción y el consumo”. “Unión, consciencia y acción directa, estos son los medios y las nuevas tácticas que tenemos que emplear los trabajadores en nuestras luchas contra el capital”, escribían en el semanario habanero, resumiendo de ese modo las directrices principales del sindicalismo revolucionario que defendían.13 Comenzaban, por tanto, reconociendo la lucha de clases como la base de la organización social –principio por otra parte adoptado de la teoría marxista–, una lucha que únicamente se podía medir en términos económicos entre las clases burguesa y trabajadora. Según esta interpretación, el Estado carece de función alguna o, en el peor de los casos, funciona como el garante del orden burgués y por ende en contra de los obreros. La república parlamentaria aparece así como algo inservible y enfrentado a los más desfavorecidos, por lo que uno de sus propósitos –del sindicalismo revolucionario en definitiva– sería la propaganda en contra de la participación electoral de los trabajadores. Para defender esta idea se apoyaban en la experiencia europea de los años anteriores. El 15 de junio de ese año reproducían en ¡Tierra! un artículo de Piotr Kropotkin en el que el ácrata ruso defendía este medio de 13 Las anteriores ideas en “De la lucha de clases” y “Una huelga”, ¡Tierra!, de los días 16 de abril de 1914 y 11 de enero de 1913, respectivamente. En cursiva en el original.
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lucha como el más adecuado para combatir la opción parlamentaria representada por los socialistas autoritarios; ponía el ejemplo de los obreros franceses y alemanes quienes, cumpliendo la máxima internacionalista de “la emancipación de los trabajadores ha de ser obra de los trabajadores mismos”, se organizaban en sindicatos de oficio tras darse cuenta “de que han equivocado el camino al permitir a los políticos socialistas que invadan sus organizaciones profesionales y las conviertan en un instrumento de lucha parlamentaria”. Por el contrario, el sindicalismo revolucionario había abrazado, en palabras de Pedro Irazoqui, “los principios fundamentales de la Internacional…, colocando al trabajador en su verdadero terreno, en el económico, apartándole del campo de la política para evitarle fracasos como los sucedidos con Bebel, Briand, Millerand, Viviani, etc., socialistas en apariencia y burgueses en el fondo”.14 La experiencia propia también les aconsejaba seguir el ejemplo de los europeos, dado que los logros conseguidos en el Parlamento –aducían– no implicaban en la mayor parte de los casos su respeto y cumplimiento. Según esta interpretación, aquellas leyes aprobadas por el Estado pero que entraban en contradicción con los intereses de las clases productoras no pasaban de la teoría. Eso era precisamente lo que ocurría con dos de las “conquistas” que en 1909 habían causado el regocijo de muchos trabajadores en la Isla: la prohibición de pagar los salarios en vales o fichas y la Ley de Cierre. Ambas normativas –sostenían– eran violentadas tan sólo tres años después de su concesión. La primera de ellas no era respetada prácticamente en ninguno de los ingenios de la Isla, donde los patronos contaban con el apoyo de las propias autoridades locales. Con respecto a la segunda, a pesar de que los comercios se cerraban a la hora señalada, en realidad los empleados se quedaban trabajando en los establecimientos hasta que los dueños querían.15 Pero si la acción parlamentaria era ineficaz, no resultaba igual con el principio de acción directa, uno de los máximos postulados del sindicalismo revolucionario que los ácratas defendieron en las páginas del semanario habanero, según el cual la confrontación en las relaciones económicas 14 Las críticas contra los políticos europeos aparecen en “Sindicalismo y parlamentarismo”, ¡Tierra!, 15 de junio de 1912 y “Táctica sindical”, ¡Tierra!,13 de junio de 1913, respectivamente. 15 “Comentando”, ¡Tierra!, 15 de junio de 1912.
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debía darse únicamente entre el sindicato y la burguesía. Lo cual suponía, por tanto, que las reivindicaciones de los trabajadores debían ser arrancadas a los productores negociando directamente con ellos, sin que el Estado ni ningún otro tipo de organismo actuaran de mediadores.16 De esa forma, la acción directa implicaba dar preponderancia a la práctica por encima de las cuestiones ideológicas y, por ende, las directrices tácticas y estratégicas adquirían, en el caso de que resultara fallida la negociación directa –como era lo más habitual–, un papel relevante. Una de las más eficaces, a juicio de los ácratas, era la ya clásica huelga general revolucionaria, que atacaba de lleno a los cimientos de la sociedad burguesa, el sistema económico, convirtiéndose así en una de las armas más poderosas de los obreros. Pero la eficacia de esta arma residía, según ellos, en la unión y solidaridad de todos los trabajadores: “Si hubieran los trabajadores estado sindicados en grupos y ésos federados, al atropello inaudito de los gobernantes hubieran respondido, no con la protesta, que es sinónimo de impotencia, sino con nuestra más eficaz arma”, sostenían los redactores de ¡Tierra! refiriéndose al arresto de cincuenta y cuatro trabajadores por protestar por los sucesos de Caibarién.17 La unión de todas las fuerzas obreras de la Isla aumentaría considerablemente su potencial reivindicativo. Así, los integrantes del grupo 16 de octubre de La Habana, añadían, como otra de las razones que aconsejaba la implantación del sindicalismo revolucionario, la organización de grandes y poderosas agrupaciones por industrias que “encierren en un solo haz a trabajadores de diferentes oficios”.18 Teniendo en cuenta los anteriores argumentos, ¿qué podía significar la organización de los trabajadores de Cuba bajo los postulados sindicalistas revolucionarios? La organización sindicalista revolucionaria podría suponer, en definitiva, conseguir al fin la tantas veces reivindicada “unión de todos los trabajadores bajo un fin común –objetivo a partir del cual todos los demás eran más fácilmente alcanzables– pues la organización en sindicatos 16 La definición de “acción directa” según la interpretación de los sindicalistas revolucionarios, en Piqueras, 1992, 92. 17 “El único camino”, ¡Tierra!, 28 de febrero de 1913. En el anterior capítulo tratamos sobre lo ocurrido en esta población de la provincia de Las Villas. 18 “Gran Mitin Sindicalista en el Puente de Hierro de Puentes Grandes el lunes 24 del actual a las ocho p.m.”, ¡Tierra!, 21 de noviembre de 1913.
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de industria, para ellos, acabaría con los “gremios” y asociaciones de resistencia, a su juicio, principal foco de separación de la clase trabajadora. Y he aquí otro de los puntos de crítica para los anarquistas partidarios del sindicalismo revolucionario: la organización obrera en “gremios”. La asociación por oficios no sólo divide a los trabajadores, sostenían, sino que, en muchos casos, los enfrenta por intereses similares, sobre todo cuando su dirección corre a cargo de líderes reformistas partidarios de apoyarse en los partidos políticos republicanos. Como manifestaba “un Criollito de Cuba”, desde Santiago, el gremio –hablando del Gremio de Estivadores (sic) de la ciudad– “está fundado, no como una colectividad obrera, sino como un centro político; y nada extraño cuando ha sido formado por «cubanos patriotas»”.19 En las palabras anteriores se encierra otra de las clásicas cuestiones tratadas por los ácratas que estaba directamente relacionada con las anteriores: las exclusiones hechas en base a la nacionalidad. Desde que la brecha se había abierto a comienzos de 1899 era habitual que en muchas de esas asociaciones se tuviera preferencia por el obrero nativo e incluso se vetase expresamente el ingreso a todo aquel que no fuera ciudadano cubano. Esto ahondaba en la división existente en el seno de la clase obrera, lo que se convertía, según la visión de los anarquistas, en una de las principales armas de que disponía la clase burguesa para neutralizar la fuerza de los trabajadores. Asimismo, criticaban a los gremios por ofrecer en sus locales la consumición de bebidas alcohólicas y promover otros vicios como el juego, práctica que era también bastante frecuente y que, a juicio de los anarquistas, contribuía a fomentar la vagancia y la ignorancia entre los obreros. De ahí su constante apelación a la instrucción y a la organización de centros de lectura que los sustituyesen. Frente a estas “instituciones anacrónicas”, los ácratas privilegiaban la agrupación en federaciones y sindicatos de la misma industria e incluso de la misma rama industrial, pues estas organizaciones mantendrían unidos a los trabajadores en un objetivo común. Al mismo tiempo, partiendo del principio de que la unión hace la fuerza y guiados por la solidaridad que les imponía la condición de explotados, sostenían, podrían combatir con mayor 19 “Cómo están los gremios en Santiago de Cuba”, ¡Tierra!, 22 de agosto de 1913.
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vigor contra su principal enemigo: la clase burguesa. No obstante, el sindicato no aparece en el discurso ácrata como una entidad autoritaria que impusiera sus directrices a las organizaciones agrupadas en su seno. Por el contrario, sería el “faro” que guiaría sus actuaciones bajo unos principios comúnmente aceptados por todos, pero siempre respetando la autonomía y libertad individual de cada una de ellas. Las anteriores cuestiones planteadas por los ácratas de ¡Tierra! durante los años 1912 a 1914, en las que defendían la implantación del sindicalismo revolucionario tanto a nivel ideológico y organizativo como, y principalmente, en lo referente a la práctica, no eran nuevas en el discurso ácrata. Por el contrario, hemos visto que en su mayoría reaparecieron después de la emancipación de la Isla y se generalizaron a comienzos de la República. Desde entonces, los ácratas se habían caracterizado por el uso de métodos de lucha pacíficos, así como por la unión y colaboración con los seguidores de otras tendencias políticas –principalmente los socialistas– en bien de la clase trabajadora. De hecho, el anarquismo individualista, o puro, como a veces se le denomina, partidario de la agrupación de individuos con aspiraciones e intereses comunes, y defensores de los mismos métodos de lucha y procedimientos prácticos, pero que rechazaba la colaboración con otras tendencias ideológicas, nunca llegó a proliferar en Cuba. Ello favoreció que la teoría sindicalista defendida por los ácratas en este período enlazara perfectamente con el tipo de anarquismo imperante hasta entonces en la Isla. No obstante las coincidencias señaladas, en el año 1913 la novedad radicaba en el tipo de organización planteada: la superación de la articulación en gremios de oficios y su sustitución por grandes y poderosas asociaciones agrupadas por industrias. El sindicato aparece entonces como el medio de lucha idóneo para resolver las cuestiones planteadas en el seno de los trabajadores. Carácter novedoso tiene, igualmente, la crítica contra otra de las prácticas fomentadas por los gremios, calificada de “adormidera” por los anarquistas: la organización de cooperativas y mutualidades que proporcionaban al trabajador un clima de seguridad y tranquilidad que no hacía sino acabar con su espíritu reivindicativo y revolucionario.20 El sindicalismo 20 “Como están los gremios en Santiago de Cuba”, ¡Tierra!, 28 de febrero de 1913.
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revolucionario superaba así a las viejas sociedades de resistencia que basaban toda su fuerza en la capacidad que tenían las organizaciones obreras de sobrevivir durante los enfrentamientos contra los patronos gracias a los medios, fundamentalmente económicos, reunidos con anterioridad en las cajas resistencia, cooperativas, mutualidades, etc. Por el contrario, los ácratas basaban la efectividad de los trabajadores en la lucha contra los burgueses en su capacidad combativa y era, precisamente, en esa apreciación donde el sindicalismo se alejaba de la modalidad calificada como “sindicalismo a base múltiple” para convertirse en un sindicalismo de corte revolucionario.21 Asimismo, y a diferencia del Congreso Obrero de 1912, el matiz revolucionario aparece expresamente reflejado en el discurso ácrata recogido en los artículos de ¡Tierra! de los años 1913 y 1914. En muchos de ellos sus redactores utilizaban un tono amenazante en sus diatribas contra el gobierno y el orden social: “De esta nueva organización depende nuestra emancipación y el porvenir de nuestros hijos. Así lograremos preparar la huelga mundial revolucionaria que dará al traste con la actual sociedad del privilegio y la usura”. Y de ese modo, el sindicalismo revolucionario representaba también la “Revolución Social que se acerca a pasos de gigante”.22 Al propio tiempo, parecían conocer la aplicación de la teoría sindicalista en Europa. En algunos países –sostenían– los sindicalistas trataban únicamente de organizar a los trabajadores fuera de todo partido político para centrase en la lucha por la desaparición del “salario y del patronato”. Eso suponía, sin embargo, no combatir directamente a la política y a los partidos políticos, aceptando el Estado “puesto que no se le combate”. En ese sentido se dirigía, por ejemplo, la crítica de Pedro Irazoqui contra los principios sindicalistas de la Confederación General del Trabajo en Francia: “Los estatutos de CGT contienen, según Tcherkesoff, las aspiraciones fundamentales del socialismo sin distinción de escuela ni partido y cualquier miembro de un partido socialista ya sea demócrata o cualquier otra cosa, puede aceptarlos por entero”. Sin embargo, preguntaba, “¿la desaparición del salario y de la explotación patronal puede constituir la eman21 Sobre el significado del “sindicalismo a base múltiple”, véase Bar, 1981, 126. 22 Las anteriores ideas están recogidas en “Gran mitin sindicalista en el puente de hierro de Puentes Grandes el lunes 24 del actual a las ocho p.m.”, ¡Tierra!, 21 de noviembre de 1913 y “No hacen falta brazos”, ¡Tierra!, 11 de enero de 1913, respectivamente.
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cipación de los trabajadores?” Según el español no, si antes no se eliminaba al Estado, por ello decía, “el Sindicalismo revolucionario hace ver al trabajador que su emancipación final ha de salir de su esfuerzo propio y no de las urnas electorales”.23 No obstante, la revolución para los ácratas de ¡Tierra! no le serviría a los trabajadores para alcanzar el poder –apreciación que les separaba de los seguidores de Marx– ya que “la clase trabajadora no debe aspirar a conquistar el poder”, sino simplemente les ayudaría a lograr la emancipación de la sociedad presente y, una vez materializada la revolución social, “no acatar nueva autoridad y regirse libremente disfrutando en común de los goces de la vida”, consideración que constituía una clara referencia al comunismo libertario.24 En ese sentido, Pero Irazoqui daba un paso más en su discurso a favor del sindicalismo revolucionario y admitía este fin último: “al reconocer como fin el comunismo, prepara al trabajador para la adquisición y disfrute de la riqueza social debida y creada por el esfuerzo común de la masa proletaria”.25 No podían olvidar los propagadores del sindicalismo revolucionario en Cuba la tantas veces recomendada educación de las clases trabajadoras. El racionalismo aparece nuevamente en su discurso, pues encajaba igualmente con la nueva corriente de pensamiento. Los sindicalistas revolucionarios consideraban necesario incidir en la instrucción de los trabajadores y de la infancia, y por supuesto de la mujer, mediante la creación de escuelas racionalistas que les preparasen para la revolución. De esa forma, entre los años 1913-1915, los anarquistas fueron adaptando a la nueva corriente ideológica y práctica todo el bagaje que les era propio, lo que supondría que, a la larga, el sindicalismo revolucionario en Cuba tomase carácter de anarcosindicalismo. ¿Tuvo algo que ver en este hecho lo que estaba ocurriendo en España? Si tenemos en cuenta que, como hemos visto, muchos de sus defensores procedían de la Península, así como que parecían estar informados del avance del sindicalismo en Europa, no parece desacertado pensar que conocieran los pasos que en ese sentido estaban dando los anarquistas españoles para orientar a la 23 “Táctica sindical”, ¡Tierra!, 13 de junio de 1913. 24 “De la lucha de clases”, ¡Tierra!, 2 de julio de 1914. 25 “Táctica sindical”, ¡Tierra!, 13 de junio de 1913.
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Confederación Nacional del Trabajo –organizada en 1911– hacia el anarcosindicalismo.26 La apuesta por los principios sindicalistas revolucionarios y su implantación en la Isla se ratificó en la Asamblea General que celebraron el 29 de mayo de 1913 los delegados de distintas colectividades obreras. En ella se hallaban representados Canteros, Dependientes de la Internacional, Sastres, Albañiles, Carpinteros, Partido Socialista Cubano, Centro de Estudios Sociales del Cerro, La Mundial, Centro Instructivo de La Ceiba, Unión de Cocineros, Dependientes de Almacén, Dependientes de Cafés, Panaderos, Federación de Zapateros, Dependientes de Restaurantes, El Grupo Regeneración Humana y los periódicos ¡Tierra!, El Socialista y El Dependiente. El objetivo de la reunión no era otro que discutir sobre el mejor medio de poner en marcha en Cuba el “Sindicalismo Revolucionario Europeo”. Los acuerdos tomados fueron los siguientes: 1. Que se procure por todos los medios de domiciliar a todas las entidades en un solo domicilio y hacer la organización por industrias. (Se estaban sentando las bases de lo que después sería el Centro Obrero de la calle Egido, número 2, creado a principios del año 1917). 2. Nombrar una Comisión de cuatro compañeros que estudien el mejor medio de esta organización y concurrir a las juntas generales de las colectividades donde darán a conocer el Sindicalismo moderno, así como organizar actos públicos con el mismo fin. 3. Que estos acuerdos se comuniquen a las Corporaciones Obreras para que ellas entre sí las discutan y den su conformidad.
La comisión elegida por votación quedó formada por el ácrata español Aquilino López, elegido con mayoría de votos, al que siguieron, por orden de elección, José A. Cruz, Miguel Lozano y Joaquín Lucena; y, por si alguno de ellos llegara a renunciar, quedaban como suplentes Emiliano Bajo, el también ácrata español Sebastián Aguiar, Francisco Cabral, Hilario
26 Tras la creación de la CNT en 1911 y hasta la confirmación de la orientación anarcosindicalista en el Congreso que la confederación organizó en el Teatro de la Comedia de Madrid en el año 1919, los anarquistas trabajaron para anular a aquellos que querían que tuviera un carácter neutro. Sobre este congreso y los debates que suscitó, véase Memoria del Congreso celebrado en el Teatro de la Comedia de Madrid, los días 10 al 18 de diciembre de 1919, 1948. El predominio anarquista en la CNT, en Cucó Giner, 1970, 181-202.
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Alonso –otro anarquista procedente de la Península– y por último Pedro Adeja.27 De esa forma, la semilla sindicalista quedaba sembrada desde entonces en Cuba. Pero, ¿la apuesta por el sindicalismo revolucionario significó el abandono de las labores de proselitismo y de organización anarquista propiamente dicha? Todo lo contrario, la falta de organización existente entre los trabajadores de algunos lugares de la Isla, sobre todo en el campo, imponía seguir trabajando en la línea marcada en los años anteriores. De hecho, los defensores de esta doctrina en Cuba no consideraron la táctica sindical como la única arma válida para la liberación de la clase oprimida, sino que se trataba de un medio más de lucha complementario y no excluyente de los ya clásicos métodos anarquistas. Esta preferencia les acercaba también a los anarcosindicalistas españoles separándoles algo más de los sindicalistas franceses. Y así lo demostraron precisamente en 1913 ante el procesamiento de los obreros Evaristo Vázquez y Eduardo Estévez, dos acontecimientos que mantuvieron su atención durante todo el año, e incluso llegaron a suscitar la de la comunidad proletaria internacional. El anarquista español Evaristo Vázquez fue detenido y procesado por asesinar a los dueños de la finca “Salvador”, situada en la provincia de Camagüey. Según la propia versión ácrata, Vázquez mató a los hermanos Pedro Mari y Julio Aguirrogaviria porque se negaron a abonarle los trabajos de desmonte que estaba realizando en su finca desde hacía seis meses, para los que el español había tenido que contratar a varios compañeros y a los que no podía pagar el jornal. Cuando los dueños de la finca amenazaron con pagarle “con cinco píldoras [que tenían] en su revólver para sus acreedores”, Vázquez fue a buscar su escopeta de caza y regresó para matarlos.28 Por su parte, Eduardo Estévez estaba preso en Holguín acusado de asesinar al sobrestante del Ferrocarril de Cuba, el ciudadano norteamericano Mr. Dumbell, al parecer, en defensa propia. Siguiendo también la versión publicada en las páginas de ¡Tierra!, este capataz, que según los testi27 La reunión y los acuerdos tomados fueron hechos públicos en “Acuerdo importante”, ¡Tierra!, 6 de junio de 1913. 28 La versión ácrata sobre el caso Evaristo Vázquez en “Campaña de justicia. Otro caso Aldamas. ¡Al mundo! ¡A los anarquistas!” y “Campaña de justicia. Pro-Evaristo Vázquez”, ¡Tierra!, de los días 13 y 27 de junio, respectivamente.
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gos estaba borracho, viajaba junto a otros cinco trabajadores, entre ellos el procesado, en una “cigüeña de mano” (sistema de transporte adecuado a las vías del ferrocarril que se acciona mediante la fuerza física) cuando paró la máquina y sacó un revólver amenazando con matarles si no se daban más prisa. Los obreros comenzaron a huir y el capataz les disparó hiriendo en un brazo a Estévez, el cual, tras forcejear con él en el suelo logró arrebatarle el arma y le pegó un tiro hiriéndole de muerte.29 Inmediatamente los anarquistas convirtieron estos dos hechos en la gran causa de los trabajadores y a sus protagonistas en héroes justicieros, al tiempo que organizaron una campaña de solidaridad destinada a recaudar fondos para atender las necesidades de los dos reos, así como asegurar su defensa. Una de las primeras muestras en ese sentido fue la del Sindicato Obrero de Ciego de Ávila. Sus integrantes redactaron y difundieron en la prensa anarquista un manifiesto en el que solicitaban el concurso de todos los obreros de la Isla, al tiempo que convertían a Estévez y Vázquez en mártires de los trabajadores. Sin erigirse en defensores del uso de la violencia, sin embargo, manifestaban apoyar ese tipo de actos necesarios para hacer justicia: “somos contrarios y enemigos al crimen –exponían–, pero cuando la muerte de un hombre o dos representa la tranquilidad, descanso y vida de centenares de personas, simpatizamos con él y le llamamos en lugar de crimen, una mano justiciera”. Este manifiesto lo firmaron más de mil personas.30 Pronto se unieron a esta campaña trabajadores del resto de la Isla, como los de Carreño, que convirtieron también a los procesados en “justicieros que habían aplicado la justicia catalana”, lo cual parece una evidencia más de que conocían las luchas de los trabajadores en España. Destaca en este caso que entre las quince firmas que avalaban la campaña figura la de una mujer, Aurora Rodríguez, hecho que confirma la presencia cada vez más relevante que las féminas iban adquiriendo en la escena reivindicativa y anarquista.31
29 Relación de los hechos del asesinato de Estévez en “Atentado a un sobrestante del F.C. de Cuba” y “Más datos sobre el caso Estévez”, en ¡Tierra! de los días 23 de mayo y 4 de julio de 1913, por ese orden. 30 “Campaña de justicia. Pro-Evaristo Vázquez”, ¡Tierra!, 27 de junio de 1913. 31 “Campaña de justicia. Pro Evaristo Vázquez y Eduardo Estévez. Asesinos, No. Justicieros, Sí”, ¡Tierra!, 4 de julio de 1913.
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Varios actos fueron convocados también para pedir la liberación de los dos presos, algunos de los cuales fueron cancelados por las autoridades, como el que había organizado el Centro de Estudios Sociales del Cerro para el domingo 13 de julio. Otros, sin embargo, no pudieron impedir que se llevasen a cabo, como el mitin que se celebró el día 29 de julio en los altos del Café Marte y Belona, presidido por Hilario Alonso, en el que actuaron de oradores, además de este anarquista español y miembro de la Unión de Dependientes de Almacenes, Miguel Lozano por el CES del Cerro, Joaquín Lucena por el Gremio de Albañiles y Ayudantes, José Vázquez por el Gremio de Marmolistas, R. Miquel por el Sindicato Obrero de Ciego de Ávila, así como Rafael Serra que a título personal hizo un resumen del caso. Ese mismo mes se organizó en La Habana un Comité de campaña “integrado por un Delegado de cada gremio o colectividad obrera”.32 También fuera de Cuba hubo muestras de solidaridad con el caso Vázquez-Estévez, principalmente en Panamá y Estados Unidos. En este último país estaba reciente un caso similar, el de Francisco Aldamas, obrero que actuando al parecer “en defensa de su dignidad vejada”, había matado a dos policías que supuestamente le habían agredido. Este caso captó la atención de los ácratas de Cuba que mostraron su adhesión al “justiciero” norteamericano. Reconociendo que los problemas a los que se enfrentaba la clase trabajadora eran similares en todos los países capitalistas, con el mismo fin, el grupo ácrata Rebelión de Boston tradujo los artículos de ¡Tierra! referentes al caso Estévez-Vázquez para difundirlos entre los trabajadores del país norteamericano, al tiempo que se entrevistaron con los directores de algunos periódicos anarquistas, como Luigi Galbani de Cronica Subversiva, y F. Guadagni de L´Azione. Asimismo organizaron en esa ciudad norteamericana un Comité Internacional que “hará una labor de agitación en los Estados Unidos y, caso de no ser oída la voz del pueblo, hará sentir la fuerza de su acción en los productos de Cuba con el boicott”.33 32 “Campaña de justicia. Pro Evaristo Vázquez y Eduardo Estévez”, ¡Tierra!, 1 de agosto de 1913. 33 Sobre la campaña de adhesión al caso Aldamas en Cuba, véanse los artículos “Pro-Aldamas”, “Preámbulo” y “Pro-Aldamas”, en ¡Tierra! de los días 23 de noviembre, 7 y 14 de diciembre de 1912, respectivamente. Y sobre las expresiones de solidaridad con el caso Vázquez-Estévez en Estados Unidos, “Campaña de Justicia. Otro caso Aldamas. ¡Al mundo! ¡A los anarquistas!”, “No es asesino! ¡No!” y “Justicia y solidaridad. Desde Boston”, en ¡Tierra! de los días 13 y 27 de junio de 1913 y 22 de enero de 1914, en ese orden.
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El Fiscal que instruía la causa de Evaristo Vázquez pidió cadena perpetua y una indemnización de cinco mil pesetas para cada uno de los herederos de las víctimas. Para protestar por ello dos de los integrantes del Sindicato Obrero de Ciego de Ávila firmaron un manifiesto “en el cual se hacían supuestas injurias al fiscal”, por lo que fueron encarcelados.34 Otro acto de rechazo fue organizado el día 16 de octubre en Camagüey al que acudieron los anarquistas integrantes del grupo Acción Directa de Manzanillo. Varios de los asistentes fueron arrestados por “desorden público” y condenados a seis meses de cárcel, entre ellos los españoles Pedro Irazoqui, Domingo Germinal, Demetrio Ayllón, Inocencio Franco, Florencio Gómez y Franciso Morales.35 Si bien este episodio acabó con un fracaso para los trabajadores, los esfuerzos que llevaron a cabo hasta entonces no fueron en vano; seguramente el notable crecimiento de grupos ácratas a lo largo de toda la Isla que se produjo durante el año 1913 es una prueba de sus avances –véase el cuadro 3–. Al año siguiente la organización de grupos anarquistas continuó en toda la Isla y resultó destacable en las provincias orientales: surgieron 7 nuevas organizaciones en La Habana (XVI de Octubre, Redención y Luz, Cosmos, Fiat Lux, Voluntad, Solidaridad Internacional y En Acción), 2 en San Antonio de los Baños (Los investigadores y El Cauterio), 1 en Santiago de Las Vegas (Vía Libre), 1 en Regla (Siglo XX), 1 en Cruces (Vía Libre), 1 en Orange (Los Alamitos), 1 en Falcón (El Rayo), 1 en Ciego de Ávila (Armonía), 1 en Yaguajay (Luz y Amor), 1 en Ranchuelo (Acción Libertaria), 1 en Camajuaní (Los previsores del porvenir) y 1 en Manzanillo (Ultra Violeta). Al parecer, las actividades comenzadas durante la etapa anterior empezaban a dar sus frutos. Pero no menos importancia debió tener el hecho de que en el año 1913 los ácratas de la región oriental fueron adquiriendo mayor protagonismo en el liderazgo de esas actividades, funcionando como un complemento para los grupos de La Habana. Encontramos a partir de este año que gran parte de los mítines, conferencias y excursiones sociológicas tuvieron su origen alrededor de Santiago de Cuba y los dis34 “Campaña de justicia. Pro Evaristo Vázquez y Eduardo Estévez. ¡Por la verdad y la justicia”, ¡Tierra!, 25 de julio de 1913. 35 “El cónsul de España informa sobre el movimiento anarquista en Camagüey. Santiago de Cuba, 24 de octubre de 1913”, AMAE, Fondo Política Interior, Serie Orden Público, Leg. H 2753, 1911-1919 y “Sobre las víctimas”, ¡Tierra!, 2 de julio de 1914.
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cursos y recorridos propuestos tenían como objetivo extender los principios ácratas entre los trabajadores de las provincias cercanas. Destacó en ese sentido el grupo Acción Directa de Manzanillo, al frente del cual hemos visto que estaban los españoles Agustín Zamorano, Domingo Germinal y Pedro Irazoqui, entre otros, a los que se unió, precisamente en marzo de ese año, el cubano Isidoro Lois procedente de Remedios. La importancia de este grupo radica también en que, a partir de entonces, sus integrantes se convirtieron en los principales colaboradores del equipo de redacción del semanario habanero ¡Tierra! Esto fue debido a que, para entonces, muchos de sus antiguos redactores y colaboradores o bien habían sido expulsados de la Isla, como ocurrió con el director Sebastián Aguiar y con el asiduo colaborador Abelardo Saavedra, o bien tenían problemas con la justicia por sus actividades de propaganda libertaria, caso de los cubanos Rafael Hevia y Marcelo Salinas. El primero de ellos fue condenado a prisión y cumplió condena en más de una ocasión. Por su parte Salinas, al saberse objetivo de las autoridades, decidió abandonar Santiago de las Vegas, donde residía a finales del año 1911 y se marchó con destino a New Orleans, Estados Unidos. De allí pasó a New York con la intención de recaudar fondos con los que viajar a Argentina o, en su defecto, regresar a Cuba nuevamente. De la “gran manzana” salió para Massachussets cuando las autoridades norteamericanas emitieron una orden de arresto y deportación contra él. Fue expulsado del país norteamericano a comienzos de 1913 y regresó a Cuba.36 A partir del año 1914 los anarquistas retomaron la idea de formar una federación de grupos ácratas según se había propuesto en el Congreso de Cruces del año 1912. Con ese objetivo, el grupo Cosmos de La Habana lanzaba en el mes de julio un aviso donde animaba a las demás sociedades ácratas de la Isla a unirse a su iniciativa de crear la Federación Regional de los Grupos Anarquistas de Cuba, agrupación que se dedicaría “exclusivamente a propagar el ideal anarquista, sin eufemismos ni alteraciones”.37 36 Parece que Salinas era un viejo conocido de la policía secreta norteamericana. Según los informes que tenían había residido en ese país, junto con el anarquista español Manuel Pardiñas, durante el año 1912. Por sus actividades de propaganda anarquista recomendaban a las autoridades cubanas que lo vigilaran si regresaba a Cuba. Varios informes sobre el ácrata cubano en “Anarchists, Marcelo Salinas”, NARA, RG 84, Exp. 855, 1913. La vuelta de Salinas a Cuba fue publicada en “El anarquista Salinas en La Habana”, La Discusión, 8 de febrero de 1913. 37 “Nuevo grupo”, ¡Tierra!, 2 de julio de 1914.
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Las adhesiones no se hicieron esperar y ya a comienzos de septiembre de ese mismo año reconocían que eran veintidós los grupos que formaban parte de la Federación. Por falta de algunos números del periódico ¡Tierra!, donde se publicaban las incorporaciones, nosotros sólo hemos podido recabar información de los quince siguientes: Cosmos de La Habana, Fiat Lux de La Habana, Verdad de Remedios, Ultra Violeta de Manzanillo, Siglo XX de Regla, Voluntad de La Habana, Lux de La Habana, Armonía de Ciego de Ávila, Vía Libre de Santiago de las Vegas, Luz y Amor de Yaguajay, Vía Libre de Cruces, Acción Libertaria de Ranchuelo, Voluntad de La Habana, El Rayo de Falcón y Los Previsores del Porvenir de Camajuaní.38 La rapidez de la respuesta de estas asociaciones y su adhesión al proyecto federativo del grupo Cosmos es un reflejo más de la solidez que iba alcanzando la organización anarquista en Cuba, así como de la conexión que existía entre los distintos grupos de la Isla. Al mismo tiempo, su procedencia regional mantiene la señalada geografía del anarquismo en Cuba (véanse los mapas 3, 4 y 5). Pero, además, su proposición orgánica recuerda la orientación seguida por las asociaciones anarquistas de finales del siglo XIX en la Isla y en España –según hemos visto en el capítulo I– organizadas a imagen de la Alianza Internacional de la Democracia Socialista, creada por Bakunin, con el objetivo principal de, en palabras de Clara Lida, “establecer una sólida red secreta formada por correligionarios disciplinados e ideológicamente avanzados que actuaran de base ideológica permanente”. Idea que fue continuada en la Península unos años después en la Federación Regional Española.39 Seguramente, el crecimiento de grupos ácratas observado en toda la Isla aconsejaba la creación de una organización que controlase y coordinase las actuaciones de todos a través de la formación de grupos reducidos compuestos, por un lado, de activistas propagandistas autónomos encargados de la difusión de la doctrina, y del otro, de aquellos dirigentes o cuadros sindicales que tenían experiencias previas en la práctica y la organización sindical quienes, desde su puesto en los sindicatos, dictarían las líneas a seguir para el resto de las masas activistas, lo que se conoce con el nombre de “entrismo” en distinción al “frente de masas”. 38 “Federación anarquista de Cuba”, ¡Tierra!, 3 de septiembre de 1914. 39 Lida, 1972b, 130.
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Pero, esta iniciativa, ¿podría tener, al mismo tiempo, otro propósito? ¿Quizás alcanzar una presencia notable dentro de las futuras organizaciones sindicales para asegurarles una orientación revolucionaria y afianzar sus líneas de actuación dentro del comunismo libertario? De hecho, en la proposición del grupo Cosmos se fijaron dos objetivos principales para la futura Federación: dirigir a los trabajadores hacia la “causa emancipadora” y “encauzar la propaganda”, o lo que era lo mismo, verificar que las organizaciones sindicales incipientes no se alejasen de los postulados ácratas.40 Esa estrategia, sin duda, aseguraría una orientación anarcosindicalista a las futuras organizaciones obreras, separándose así del sindicalismo francés, algo similar también a lo que estaba sucediendo en España en el seno de la CNT.41 Este empeño se explica porque a la altura del año 1914 la posibilidad de que los incipientes sindicatos desviaran su orientación hacia posturas reformistas, defensoras de la colaboración con las autoridades, parecía más que probable si tenemos en cuenta la presencia entre los obreros y en algunas de sus organizaciones de líderes de esta tendencia. Pero, además, siendo el sindicalismo revolucionario una ideología que solicitaba la colaboración de todos los trabajadores, independientemente de su filiación política, siempre y cuando los organismos sindicales no fueran utilizados como un campo de batalla ideológico –en ese mismo espíritu se había definido el congreso de Cruces y la presencia del Partido Socialista de Cuba en la Asamblea del año anterior demuestra la predisposición existente en ese sentido– parecía bastante probable que aparecieran rivalidades con el resto de tendencias, principalmente socialistas y reformistas. Precisamente estos últimos estaban proyectando desde comienzos de ese año la organización de un congreso obrero que, de tener éxito, podría afianzar su posición en el seno de las organizaciones obreras. El Congreso Nacional Obrero se celebró los días 28, 29 y 30 de agosto en el Teatro Politeama, organizado por la Asociación Cubana para la Protección Legal del Trabajo. Esta asociación la habían creado un grupo de reformistas, en su mayoría profesionales, con el objetivo principal de “que los poderes públicos dicten leyes y resoluciones que protejan a las clases trabajadoras” 40 “Nuevo grupo”, ¡Tierra!, 2 de julio de 1914. 41 Sobre la influencia ejercida por los “activistas propagandistas” en España, véase Gabriel, 2002, 105-145.
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y para ello la Asociación actuaría “por todos los medios lícitos de estudio, propaganda, estímulo y fiscalización”.42 En ese sentido, una de sus primeras medidas fue la organización del evento. Tanto el congreso, como la creación de esta sociedad, no eran propuestas originales, sino que continuaban la tradición reformista iniciada en el siglo XIX, al tiempo que seguían la línea de los proyectos que desde comienzos del XX estaban en marcha en otros países, donde se estaba discutiendo la mejor forma de asegurar el avance del capitalismo. Entre 1907 y 1912, en Hispanoamérica los Estados crearon Departamentos Nacionales de Trabajo con el objetivo de garantizar la reproducción de las fuerzas de trabajo y su producto interno. El propio Menocal había organizado en diciembre de 1913 una Comisión de Asuntos Sociales, que dependía de la Secretaría de Justicia y que se adhería a la Asociación Internacional para la Protección Legal de los Trabajadores con sede en Suiza.43 Según las cifras oficiales, a las sesiones del congreso asistieron unos 1.200 delegados en representación de unos 650.000 trabajadores. Sin embargo, estas cifras parecen exageradas a tenor del nivel de organización existente en la Isla, pues para ese año aún permanecían grandes contingentes de trabajadores sin agruparse, sobre todo allí donde la mano de obra era más abundante: el campo. Los integrantes de la comisión organizadora44 realizaron una intensa campaña de propaganda y consiguieron financiación de las instituciones: el Ayuntamiento de La Habana les concedió una subvención de 7.000$ y el 42 Su presidente, Juan Antiga, era médico y escritor y su secretario de actas era el doctor Antonio Alemán; además, entre sus fundadores había otros doctores, como Ricardo R. Cáceres y Carlos de la Cruz. Sobre esta organización, véase Tellería, 1984, 55-58. 43 En un intento de institucionalizar las relaciones entre patronos y obreros, así como de “llevar a cabo la revolución desde arriba”, el gobierno de Maura creó en 1904 en España el Instituto de Reformas Sociales; con objetivos similares nació en 1907 en Argentina el Departamento Nacional del Trabajo. Más información sobre esta cuestión, en Palacio Morea, 1988; y Cordone, 1988, 11-15. 44 La comisión organizadora del congreso estaba formada por Pedro Roca –estibador y representante de los trabajadores del puerto–, como Presidente, Claudio Pinazo, Secretario y los vocales Juan Antiga, Antonio Castells, Domingo Salazar, Jorge Berea, José Fabián Pando, Esteban Peña, Sebastián Monagas, José del Carmen Povea y Julián González. Como Abogado Consultor había sido designado el doctor Francisco Carrera Jústiz. Este último era un importante jurista especializado en derecho municipal, que participó en la confección de la Ley Orgánica del Poder Ejecutivo que entró en vigor el 28 de enero de 1909, inmediatamente después de la retirada de las autoridades interventoras norteamericanas; después fue presidente de la Comisión de Asuntos Sociales y de la Asociación Cubana para la Protección Legal del Trabajo. Tellería, 1984, 57.
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Poder Legislativo aprobó un donativo de 10.000$. Estas cantidades chocaban, a ojos de los anarquistas, con la miseria en que vivían los trabajadores. El mismo día que comenzaron sus sesiones los obreros de La Habana protagonizaron una movilización conocida como la “manifestación del hambre”, por lo que algunos sectores se opusieron a la realización de un evento que consideraban “demagógico”, organizado por los “colaboracionistas” reformistas. Los anarquistas fueron más duros en sus críticas calificándolo de “comedia cómico-bufa-burlesca en tres actos”.45 Uno de los principales objetivos del congreso sería “poner a estudio los problemas y las necesidades de los trabajadores para discurrir las soluciones adecuadas, demandando, como consecuencia, en bien de las clases obreras, las medidas correspondientes, del Estado, de la Provincia, o del Municipio; a más de sugerir, a esos fines, las iniciativas de la acción particular, que se estimaren oportunas”. En ese sentido, destacaron propuestas de claro corte reformista como el cooperativismo, la reforma arancelaria, el problema de la inmigración, la necesidad de instaurar la instrucción en los talleres, la regulación del peso de los sacos de azúcar, la atención a la agricultura, los seguros de obreros, la protección a la industria nacional o la salvaguarda del trabajo de la mujer. Esta última cuestión fue planteada desde un punto de vista jurídico: se aprobó la propuesta presentada por el doctor Antonio Alemán Ruiz de abogar por la equiparación de las condiciones de vida de la mujer con las del hombre, tanto en el derecho público como en el derecho privado, así como la protección mediante ley de la mujer trabajadora, condenando públicamente el olvido con “que los legisladores cubanos han visto ese importantísimo problema de nuestra vida nacional”. Los tres trabajos premiados se pueden enmarcar igualmente dentro de las medidas típicamente reformistas. El que obtuvo el primer premio, presentado por la Sociedad de Resistencia La Corona, formada por los torcedores de tabaco de esa fábrica, trataba sobre la carestía de la vida y el remedio para atenuarla, sobre las sociedades de resistencia en Cuba y la necesidad de reorganizarlas, así como sobre las cooperativas de consumo en Bélgica, España e Inglaterra y la oportunidad de implantarlas también en la Isla. El segundo premio fue para el trabajo presentado por Gálvez Otero, tipógrafo de La Habana, que señalaba la falta de leyes sociales y 45 “El titulado congreso obrero”, ¡Tierra!, 3 de septiembre de 1914.
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pedía la jornada de ocho horas y el pago de los salarios semanalmente. Por último, el delegado de Guantánamo, Luis Fabregat, obtuvo el tercer premio por su trabajo en demanda de la protección estatal de la riqueza agrícola, el reparto de tierras, así como la “cubanización” de las mismas. En este último sentido sobresalieron otros trabajos elaborados por socialistas como Ramón Rivera y Domingo Aragón, que abogaban por regular la inmigración y asegurar, mediante medidas legales, el predominio en los puestos de trabajo del obrero cubano. Medidas todas ellas conectadas igualmente con los ideales nacionalistas.46 Las repercusiones del Congreso fueron mínimas y los trabajadores no vieron mejorada su situación; prueba de ello fue el crecimiento, a partir de entonces, de los movimientos huelguísticos que, como veremos a continuación, se generalizaron durante la expansión económica que se vivió en la Isla tras el estallido de la Primera Guerra Mundial. Además, los patrocinadores del congreso aprovecharon para dar el salto a la política y, tras acabar las reuniones, crearon el Partido Democrático Social que fue formado con una junta directiva similar a la que había organizado el Congreso, dando con ello nuevos motivos de crítica a los sectores más radicales.47 Este “aborto de la socialdemocracia criolla”, como lo denominó el historiador cubano Carlos del Toro, no superó la fase de su planificación. Con él sus líderes pretendían canalizar las demandas de los trabajadores a través de reformas parlamentarias progresivas, por lo que parece más bien un intento de sus fundadores de crear un partido que acogiera en su seno a los trabajadores y evitar así que se vinculasen al anarquismo o a los partidos obreros socialistas de base marxista.48 46 Los principales trabajos presentados al Congreso Obrero de 1914, en Memoria de los trabajos presentados al Congreso Nacional Obrero, 1915. 47 El presidente del nuevo partido fue Francisco Carrera Jústiz, el Secretario General Antonio Castells y en los demás cargos aparecían Pedro Roca, Liborio Vega, Arturo Valdés, Ramón Rivera, Juan Antiga, Claudio Pinazo y José del Carmen Poveda, entre otros. Tellería, 1984, 75. 48 La Socialdemocracia es una teoría y doctrina política que aboga por una transición pacífica desde la economía capitalista de mercado hacia el socialismo usando los canales políticos propios de las democracias liberales, es decir, el parlamentarismo. Nació y evolucionó a partir del socialismo del siglo XIX, recogiendo las aportaciones de Karl Marx y Friedrich Engels; compartía por tanto sus raíces ideológicas con el comunismo, pero repudiaba el uso subversivo de la violencia política que implicaría una revolución en el sentido marxista del término. Debido a esto, para los comunistas, la socialdemocracia es una forma de revisionismo, dado que renuncia a uno de los pilares básicos del marxismo: la lucha de clases. Su programa mínimo se basaba en la consecución de la jornada de 8 horas, la seguridad en el empleo y la formación de comités de fábricas. Más información sobre esta cuestión, en
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Mientras se preparaba este congreso los anarquistas proyectaron realizar un evento paralelo, que acabó siendo una Asamblea celebrada en el Centro Asturiano de La Habana el día 28 de julio, a la que asistieron veintidós grupos y treinta y dos sociedades, entre ellos algunos anarcosindicalistas cubanos que empezaban a destacar, como Alfredo López y Antonio Penichet. La Asamblea se denominó Nacional o Americana pues en ella estaban representados los trabajadores de Tampa y Key West. Entre los firmantes aparecen dos anarquistas españoles, Juan Tur y Sebastián Aguiar, junto a los cubanos Leovigildo González, Rafael Serra, Ángel Arias y Ricardo Rovira. Después de declarar que su principal cometido era “la liquidación del sistema social burgués imperante”, desaconsejaron la injerencia de los políticos en las cuestiones obreras y recomendaron a los trabajadores que no apoyaran de ninguna manera “los propósitos de los politicastros o cameladores”: “los problemas económicos de índole puramente obrera tendrán que ser tratados y resueltos, incuestionablemente, por los mismos trabajadores, sin interferencias extrañas de ninguna clase”. De ahí se comprende que tanto el congreso de 1914, como los vínculos de algunos socialistas con las autoridades republicanas, se convirtieran en uno de los principales reproches de los anarquistas.49 Estos vínculos, así como la actuación de los socialistas venían siendo denunciados desde los meses anteriores a través de las páginas de ¡Tierra! en las que, al propio tiempo, los anarquistas se defendían de las acusaciones vertidas contra ellos desde esos sectores. Llamaban a su principal portavoz, el periódico El Socialista, “órgano oficioso de la Comisión de Asuntos Sociales” y le acusaban de continuar fomentando la división de la clase trabajadora tildándoles a ellos de españolistas: “Ayer los de la Liga, hoy los de El Socialista, cuando tienen que controvertir con nosotros, en vez de combatirnos con razones, su argumento supremo y decisivo es gritar hasta desDroz, 1979, t. II, 23-75. Sin embargo, no estamos de acuerdo con el historiador cubano en clasificar a los integrantes del nuevo partido como socialdemócratas pues, por su trayectoria, más bien parecen liberales reformistas cercanos al laborismo británico en sus orígenes, cuando a finales del siglo XIX las tres tendencias que después formaría el Partido Laborista se unificaron en el Comité de Representación del Trabajo y se vincularon al Partido Liberal para trabajar por obtener reformas laborales principalmente en el marco local. Más información sobre el Partido Democrático Social cubano, en Toro, 1969, 124-130. La afirmación de este autor, en las páginas 76-77 y los vínculos de sus integrantes a la socialdemocracia en 130-137. 49 “Asamblea Nacional Obrera”, ¡Tierra!, 30 de julio de 1914. Más información sobre esta cuestión, en Cabrera, 1985a, 28-29.
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gañitarse: sois españoles o españolizantes, sois extranjeros que odiáis al cubano, sois los sostenedores de los privilegios de la Colonia…, etc., etc., y poco falta para que añadan que somos próximos parientes de Weyler”.50 Ésta parece una clara alusión a algunos organizadores del congreso, como Ramón Rivera, que había sido miembro de la Liga General de Trabajadores Cubanos, después del Partido Obrero Socialista de la Isla de Cuba organizado en 1904 y director de su órgano de expresión, La Voz Obrera, y que en 1914 formó parte tanto de la comisión organizadora del congreso como del Partido Democrático Social.51 Asimismo, los ácratas insistían en la necesidad de que los trabajadores fuesen quienes trabajasen por la mejora de sus condiciones: “Hay que convencerse de que nuestra mísera situación no la pueden mejorar ni los políticos llamados socialistas, ni la Comisión de Asuntos Sociales, ni los «vivos» que proyectan celebrar un «congreso obrero» y se reúnen con la intervención de abogados consultores –se referían a Carrera Jústiz–; ni los gobernantes, ni ninguno que se titule redentor que no desplegue (sic) sus energías desde el campo trabajador”.52 Por ello, en la reunión de julio los anarquistas volvieron a pronunciarse a favor de la superación gremial y la creación de grandes asociaciones de resistencia con una estructura más moderna. Ratificaban así la idea que venían sosteniendo meses atrás: la implantación en Cuba de las organizaciones sindicalistas revolucionarias era necesaria porque en tantos años de República no se habían conseguido mejoras reales para los sectores más desfavorecidos de la sociedad, lo cual obligaba a los trabajadores a buscar la solución a sus problemas por otros medios. Por tanto, había que dar un paso más. Como escribía José Vázquez en ¡Tierra!, “no sólo hay que hablar de Sindicalismo sino que, si se quiere ver sus frutos, hay que practicarlo, hay que vivirlo”.53 Había que formar organizaciones que hicieran de esos principios su principal objetivo y aplicaran en la práctica las tácticas que este medio de lucha proponía. En ese sentido, sostenía Pedro Irazoqui, el sindicalismo revolucionario aplica “todos cuantos medios sean necesarios para vencer a su rival, y así vemos que aconseja 50 51 52 53
“Otro rato a los socialistas”, ¡Tierra!, 16 de abril de 1914. Sobre este líder obrero, véase Toro, 1969, 136. “De la lucha de clases”, ¡Tierra!, 16 de abril de 1914. “De la lucha de clases”, ¡Tierra!, 2 de julio de 1914.
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el boicot, el sabotaje, la huelga, y de hecho pone en práctica y hace uso de toda clase de armas e incluso la expropiación”.54 Veamos entonces cómo se materializó la aplicación en la práctica del sindicalismo revolucionario en Cuba a partir de entonces y qué papel desempeñaron en ello los anarquistas. LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL: LA GENERALIZACIÓN DE LOS CONFLICTOS LABORALES Y LA LUCHA SINDICAL
Si la difusión del sindicalismo revolucionario como teoría social se produjo en Cuba entre los años 1913 y 1915, el desarrollo del sindicalismo orgánico como práctica del mismo se manifestó a partir de entonces, coincidiendo con el período de máxima conflictividad social y de mayor aumento de la comunidad trabajadora. Esto se tradujo, a su vez, en el crecimiento de los sindicatos y la extensión de las federaciones obreras, así como en la aplicación práctica de las tácticas de lucha que esta corriente de pensamiento proponía. Al mismo tiempo, a partir de entonces veremos desaparecer de la escena reivindicativa a los anarquistas españoles. Las expulsiones de “extranjeros perniciosos” se generalizaron durante el segundo mandato de Menocal y los primeros en abandonar la Isla serían precisamente aquellos activistas más significados. El 15 de enero de 1915 salían en el Vapor Balbaneda de la Compañía Pinillos con destino a Cádiz Abelardo Saavedra, que había regresado a la Isla dos años antes, Juan Tur y Tur, Pedro Marín, Juan Tenorio Fernández y Vicente Lípiz San Miguel. Seis días después era expulsado también Domingo Germinal con destino a Santander.55 No obstante, la desaparición de estos líderes no significó el ocaso del anarquismo. Antes bien, tras su expulsión vemos entrar en escena a nuevos dirigentes, en su mayoría cubanos como Alfredo López o Antonio Penichet, que habían estado en contacto con el Ideal y con los propios emigrados en los años anteriores, en la mayor parte de los casos a través de su inserción en las organizaciones obreras adscritas al anarcosindicalismo. Serían esos nue54 “Táctica sindical”, ¡Tierra!, 13 de junio de 1913. 55 “Telegrama fechado en La Habana el 22 de enero de 1915. El Ministro de España al Ministro de Estado”, AMAE, Fondo Política Interior Cuba, Serie Orden Público, Leg. H 2753, 1911-1919. El tema de las expulsiones de españoles de la Isla será analizado en profundidad en el capítulo siguiente.
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vos activistas los que recogerían el testigo de los anarquistas españoles y se beneficiarían de su experiencia, garantizando el relevo en el liderazgo ácrata. Pero con este proceso se produjo asimismo un cambio en el actuar de los anarquistas en Cuba. Más que como propagadores, López y el resto se caracterizaron principalmente por ser los cuadros sindicales destacados en la dirección de los sindicatos que fueron naciendo en esos años, así como en las actividades prácticas, crecientes también a medida que iba aumentando la conflictividad laboral. Al mismo tiempo, priorizaron la organización de todos los trabajadores de la Isla por encima del resto de principios ácratas, aunque eso significase, como veremos más adelante, abandonar el espíritu revolucionario y subordinar el papel del sindicato al de un partido político.56 El análisis de la conflictividad obrera de la etapa señalada nos ayudará a verificar el desarrollo y la implantación del sindicalismo en Cuba, así como a descubrir quiénes fueron sus principales defensores. No obstante, como viene siendo habitual, resaltaremos únicamente aquellos acontecimientos que nos ayuden a alcanzar nuestro objetivo.57 Durante el año 1915 encontramos escasas manifestaciones obreras. La que mayor repercusión tuvo fue la huelga de Guantánamo. A comienzos del mes de febrero los maquinistas y fogoneros de los ferrocarriles de Guantánamo, Caimanera y Jamaica se declararon en huelga y en seguida fueron secundados por los dependientes de comercio y los obreros de los centrales azucareros. Sus demandas ampliaban el clásico aumento en los jornales con dos propuestas de claro matiz sindical: por una parte, el reconocimiento de su sociedad, La Unión de Trabajadores, para que a partir de entonces fuera la encargada de gestionar la mano de obra necesaria, tanto en tiempo de zafra como en el denominado “tiempo muerto”; y de la otra, con la seguridad de que la administración de los centrales no pudiese despedir a ningún trabajador sin una causa justificada. 56 Un proceso similar se vivió en el seno de la FORA –de base principalmente anarquista hasta 1915– y de los sindicalistas revolucionarios argentinos. En los primeros años de la década de 1920 los “elementos nuevos”, como los denominó Abad de Santillán, se destacaron por un creciente aperturismo que les llevó a fusionarse con sindicalistas de otras tendencias en la Unión Sindical Argentina y a dejar de lado el principio revolucionario. Más información sobre esta cuestión, en Abad de Santillán, 1971. 57 Una panorámica general sobre los acontecimientos protagonizados por los trabajadores en el período señalado, en Cabrera, 1985a, 169-239. Para ampliar la información sobre los conflictos laborales en el campo, véase Dumoulin, 1980.
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Si al principio el paro se desarrolló pacíficamente, pronto empezaron a surgir problemas porque hubo obreros que no pararon en sus labores y los huelguistas comenzaron a visitar los centrales para solicitar su apoyo. Las fuerzas del orden estuvieron presentes en todo momento en la localidad y protagonizaron algunos disturbios con los huelguistas. Por su parte los hacendados, en vista de que peligraban los trabajos de la zafra, accedieron a aceptar parte de las demandas, pero los obreros no estuvieron de acuerdo y continuaron el paro. La huelga fracasó, al parecer, por la mala organización, según informaba el corresponsal del diario La Discusión en la provincia de Oriente, “mientras unos ingenios estaban parados, otros molían sin interrupción”. El gobierno aprovechó para culpar a los anarquistas de ser los causantes de los conflictos obreros y señaló entre ellos a los españoles: “No deja de haber quien asegura –decía La Discusión– que la huelga ocurrida en Guantánamo no es más que consecuencia de los trabajos del famoso agitador español Domingo Germinal que trabajaba en el central Soledad” . De hecho éste fue un motivo suficiente para que el gobierno decretase la expulsión del emigrado español.58 Si tenemos en cuenta lo difundido por La Discusión parece que, a comienzos del año 1915, las labores de propaganda llevadas a cabo por los anarquistas en los años anteriores seguían dando sus frutos. Además ese mismo periódico daba cuenta frecuentemente del avance del ideal ácrata en la región oriental. Según su corresponsal, las investigaciones de la policía secreta cubana habían revelado que en las minas de Siboney, Firmeza, Daiquirí y El Cobre, el periódico ¡Tierra! de La Habana se vendía “como pan caliente” entre los obreros y que la propaganda anarquista estaba alcanzando tal magnitud que en Daiquirí el español Pedro Rodríguez había sido despedido por propagador de esas ideas. Además, según esta fuente, en Santiago de Cuba eran frecuentes las reuniones de grupos ácratas y muchos de sus miembros eran peninsulares encargados de las labores de propaganda; aunque en ese cometido, como también advertía el corresponsal de la Discusión, no faltaban cubanos que les ayudaran. Así, por ejemplo, la hoja 58 La Discusión siguió con atención el desarrollo de la huelga de Guantánamo, las crónicas de su corresponsal aparecen en “La huelga de Guantánamo”, “Se espera solucionar la huelga de Guantánamo”, “La huelga en Guantánamo”, “Se agrava la situación en Guantánamo” y “El origen de las huelgas en Guantánamo”, de los días 12, 15 y 18 de febrero y 4 de marzo de 1915.
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que circuló por la ciudad, titulada “El Ideal anarquista para todos y para nadie”, había sido editada y distribuida por el grupo Luz y Vida, formado por ácratas cubanos como Juan Serret, dependiente de uno de los comercios de la ciudad.59 A pesar de la escasa organización existente hasta entonces entre los trabajadores del campo, factor que hacía que la mayoría de las empresas emprendidas por los obreros no tuvieran éxito, como había ocurrido en Guantánamo, a comienzos del año 1915 ya se empezaban a notar, sin embargo, los primeros avances en ese sentido, tarea en la que estaban teniendo mucho que ver los anarquistas y que explicaría el seguimiento que dos años después –como veremos a continuación– tendría la huelga declarada en los centrales de la provincia de Matanzas. Una muestra de ello fue el manifiesto que en relación con la huelga de Guantánamo repartieron los anarquistas en Cruces, en el que, en tono amenazante, esgrimiendo el “ojo por ojo diente por diente”, llamaban a los obreros a la organización para reclamar la jornada laboral de ocho horas, así como un aumento en el salario del veinticinco por ciento que cubriera el incremento en el coste de los productos de primera necesidad. El manifiesto de Cruces titulado “Trabajadores: leed, meditad y obrad” fue publicado íntegro por La Discusión en su edición del día 10 de febrero de 1915. En esta crónica las palabras del corresponsal del diario habanero nos sirven nuevamente para ilustrar esta idea; al parecer, señalaba, los ácratas de la zona estaban en conexión con los de la región oriental, lo que había comprobado la guardia rural de Cruces al intervenir un paquete “con impresos de propaganda anarquista que venía de Santiago de Cuba dirigido al señor Benigno Pérez”. 60 Seguramente estas evidencias están detrás de la oleada de represión que a partir de entonces llevó a cabo el gobierno de Mario Menocal, que en 1915 acabó prácticamente con los conflictos protagonizados por los trabajadores, al tiempo que paralizó toda la labor organizativa durante ese año y el siguiente. La desaparición de ¡Tierra! y las expulsiones de Saavedra y el resto son algunos de los ejemplos de esta situación. Sin embargo, en 1917 encontramos un recrudecimiento de los conflictos laborales en la Isla, que fue especialmente visible en el campo. Los 59 Estas crónicas en “Ácratas en Santiago. Ocupación de hojas clandestinas” y “El anarquismo se manifiesta activo en Oriente”, La Discusión de los días 5 y 8 de febrero de 1915, respectivamente. 60 “Propaganda anarquista”, La Discusión, 10 de febrero de 1915.
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sectores más afectados por los paros obreros fueron los transportes –ferrocarril y portuarios–, así como la industria azucarera, precisamente aquéllos que tenían mayor peso en una economía en plena producción y exportación de dulce como la de este período. Esta circunstancia motivó que, al mismo tiempo, el agravamiento de la cuestión social fuera respondido por las autoridades con más oleadas represivas, que volvieron a traducirse en nuevas y masivas expulsiones de “extranjeros perniciosos de la Isla” –durante ese año fueron deportados 22 líderes anarquistas–, contribuyendo de ese modo al mencionado aislamiento de la escena sindical de los ácratas españoles y al correspondiente afianzamiento de otros líderes nativos. A esas alturas destacaban, entre todos, los tipógrafos Alfredo López y Antonio Penichet. Estos dos anarcosindicalistas pertenecían a la Asociación de Tipógrafos en General, que se había creado en el año 1913 como organización continuadora de la Confederación Tipográfica de La Habana, desaparecida dos años antes. Aún en 1913 se trataba de una organización gremial en la que había representantes tanto de los sectores reformistas como de los anarquistas, pero tenía el objetivo de unir en su seno a todos los trabajadores de la industria gráfica. A partir de entonces, el anarcosindicalismo adquirió cada vez más preponderancia. En el mes de noviembre fundaron el que sería su principal órgano de expresión, el periódico Memorándum Tipográfico. En 1917 la Asociación de Tipógrafos en General aparecía bastante organizada integrando a los siguientes ramos: cajistas, maquinistas, linotipistas, rayadores, encuadernadores, monotipistas y similares. Para entonces los anarcosindicalistas eran la tendencia mayoritaria, lo que motivó que el gráfico se destacara por ser un sector muy combativo al apoyar y liderar los movimientos huelguísticos. Fue una de las organizaciones que se instalaron en el Centro Obrero de Egido, número 2, tras su creación a comienzos de ese año.61 Desde 1917, el avance del sindicalismo revolucionario se puede comprobar en la organización paulatina de sindicatos obreros, el nacimiento de nuevos periódicos ácratas, así como el renacimiento de otros que tiempo 61 Alfredo López había nacido en Sagua la Grande, provincia de Las Villas, en 1894. Era hijo de una relación extramatrimonial del español Luis Felipe López y la mestiza Julia Arencibia. Llegó a La Habana hacia 1910, donde empezó a trabajar en la Imprenta La Mercantil. Allí conoció a Antonio Penichet, quien probablemente le puso en contacto con la ideología libertaria. Más información sobre el líder de los tipógrafos, en Cabrera, 1985b. Sobre la organización de los obreros del sector, en López, Calvo y Fernández, 1991.
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atrás habían tenido que dejar de editarse –que continuaron siendo el principal elemento propagador de la organización sindicalista revolucionaria– y en la aplicación práctica de las tácticas de lucha sindicalistas. Así, en ese mismo año los trabajadores de la construcción, que habían salido dañados de las huelgas de 1907 y 1911, se reorganizaron en el Sindicato del Ramo de Construcción. Los obreros portuarios, por su parte, constituyeron la Federación de Bahía. Pero donde más se notó el crecimiento de la organización sindicalista, seguramente por la desorganización que la caracterizaba hasta entonces, fue en el campo. A mitad de 1917 estalló una huelga en Cruces, que pronto se extendió a las localidades limítrofes. En esta población se concentraban un buen número de centrales azucareros y, además, tenía una tradición organizativa mayor que otras zonas del agro debido, en buena medida, a que la mayor parte de los obreros vivían en el pueblo, pero, sin duda también, a que estaban bien comunicados por el ferrocarril que unía Cruces con Cienfuegos, Sagua y Yaguajay, así como con las zonas azucareras de Camagüey y Matanzas. Esta circunstancia había favorecido la llegada a la población de excursionistas y propagandistas ácratas, lo que a su vez había supuesto el arraigo de esta doctrina en la zona, hecho en el que desempeñó, además, un importante papel, como hemos visto, Abelardo Saavedra. El conflicto comenzó cuando en el mes de septiembre la Asociación de Mecánicos, Maquinistas, Herreros, Ayudantes y sus Anexos, federados de Cienfuegos, principal puerto de la región, junto con los socialistas de esa localidad, lanzaron un manifiesto donde pedían el apoyo de los trabajadores de las ciudades para conseguir la mejora de las condiciones de sus compañeros del agro. El documento estaba dirigido al gobierno y a la prensa en general y su petición era planteada como una demanda nacional, fuera de cualquier localismo. Esta forma de presentación significaba que la Federación desechaba cualquier tipo de negociación directa con los patronos, que era la forma de lucha clásica utilizada por los anarquistas. Este hecho se explica porque ambas organizaciones tenían un marcado carácter reformista. La primera no era nueva, el gremio de mecánicos existía desde hacía casi treinta años, pero en 1917, su nuevo presidente, el reformista Vicente Martínez, había convertido la asociación gremial en “la Federación”, como era conocida popularmente, verdadero sindicato industrial. Los socialistas, por su parte, liderados por el segundo maquinista del Central Hormiguero, Ma286
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riano Gessa, estaban igualmente influidos por el reformismo, aunque en su programa mantenían elementos combativos, influencia directa del anarcosindicalismo predominante en la zona.62 Sin embargo, lo que empezó como una simple petición de apoyo fue aprovechado por los trabajadores de los centrales de Cruces, que pararon sus labores en demanda de la jornada de ocho horas. A partir de entonces la situación alcanzó tal extensión –la prensa local hablaba de unos dos mil trabajadores en huelga– que las autoridades se vieron impelidas a intervenir.63 Comenzaron los encarcelamientos de todos los directivos de las organizaciones obreras de la zona, y Montalvo, el Secretario de Gobernación, anunció que expulsaría de la Isla a todos los extranjeros que participaran en la huelga, por lo que muchos de los dirigentes españoles fueron sustituidos por cubanos para intentar evitar la deportación. Las medidas represivas provocaron el efecto contrario al deseado, extendiendo el movimiento huelguístico a los centrales azucareros de Las Villas, a los que pronto se unieron los albañiles de Cienfuegos, los carretoneros de Vueltas, los conductores de Rodas y muchos otros trabajadores de las localidades vecinas. Sin duda, las pésimas condiciones de trabajo que soportaban estos sectores contribuyeron a extender el paro que, a esas alturas, amenazaba con afectar a la provincia de Oriente. Se temía que el movimiento se convirtiera en huelga general, lo que resultaría catastrófico para la producción azucarera; al mismo tiempo, una gran parte de los obreros en huelga eran los mecánicos, obreros cualificados muy demandados en el momento de mayor construcción de centrales que había conocido la Isla. Los líderes reformistas solicitaron la intervención de las autoridades en la solución del conflicto. La negativa del gobierno a aceptar las ocho horas de jornada laboral –mantener los niveles de producción exigidos entonces suponía que los centrales debían trabajar veinticuatro horas al día, por lo que los turnos debían seguir siendo de doce horas– y el agotamiento de los huelguistas hizo fracasar el paro. Terminaba así una huelga que había durado desde el primero de octubre hasta el 20 de noviembre y que afectó a alrededor de cincuenta centrales de toda la zona. No obstante el fracaso, este movimiento marcó un punto de inflexión en el agro cubano pues había 62 Más información sobre el movimiento organizativo en Cruces y Cienfuegos, en Dumoulin, 1980, 58-63. 63 Véase El Día, de 5 de octubre de 1917 y Diario de la Marina, de 6 de octubre de 1917.
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demostrado el potencial que tenían los obreros si actuaban unidos, dando entrada, a la vez, a las organizaciones sindicalistas entre los trabajadores; no en vano una de sus demandas, además de la jornada laboral de ocho horas, fue el derecho a la sindicación de los trabajadores del campo.64 A partir del año 1917 fueron surgiendo nuevas organizaciones sindicalistas entre los trabajadores de los distintos sectores productivos. En agosto, por ejemplo, nacía el Sindicato Obrero de la Industria Fabril. De clara adscripción anarcosindicalista, estuvo integrado por obreros de diferentes industrias como dulces, refrescos, cerveza o jabones, entre otras. Al año siguiente fue organizado el Sindicato de los obreros de la Industria del Chocolate, Galleticas, Confituras y demás Similares, que también se destacó por tener un claro matiz revolucionario. Fue designado como Secretario General Román Rouco y entre los integrantes de la directiva se encontraba Teresa Barroso. Es de destacar el papel preponderante que alcanzó la mujer en esta asociación, lo cual resulta lógico pues se trataba de un gremio donde la mano de obra femenina era numerosa. Fueron constantes los llamamientos para que las obreras asistieran y participaran en todos los actos y proyectos que organizaban.65 A los pocos meses de su fundación comenzaron a publicar el periódico Voz Rebelde. Periódico mensual. Órgano Oficial de la Unión de Obreros de la Industria de Chocolates, Galleticas, Confituras y demás similares. En su primer número declaraban que su principal fin sería contribuir a conseguir “el derrumbe del actual odioso sistema; el desplome formidable del maldito régimen, que tantas tristezas ha proporcionado a la Humanidad”.66 Antonio Penichet fue uno de sus redactores. Para recalcar el papel que esta asociación le quería dar a la mujer, una de sus secciones fue denominada “Aliento Femenino” y fue escrita por una asociada que se impuso la misión de alentar a sus compañeras a que luchasen al lado de los obreros “hasta conseguir el triunfo completo del ideal más santo, el de la libertad”. A partir de entonces la mujer aparece de forma expresa en este semanario. En uno de sus artículos, titulado precisamente “La mujer”, se ensalza el potencial que ésta adquiere al ser instruida y educada en el nuevo sistema de lucha, ya que se convierte en un valioso aliado 64 Sobre esta idea ver también Dumoulin, 1981, 3-67. 65 Las Bases Fundamentales del Sindicato de la Industria de Chocolate, Galleticas, Confituras y demás similares, en ANC, Fondo Audiencia de La Habana, Leg. 218, Exp. 1. 66 “¡Voz Rebelde!”, Voz Rebelde, 1 de mayo de 1919. En negrita en el original.
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del obrero; sin embargo, mientras permanezca como hasta entonces, víctima de las mayores explotaciones y vejámenes, “mientras su debilidad sea empleada por hombres sin conciencia para su explotación, la mujer no dará los productos que tan necesarios son”.67 Este tipo de discurso enlazaba directamente con el que los anarquistas llevaban difundiendo desde comienzos de la República. Otra de las organizaciones que dieron especial importancia al papel de la mujer en su seno fue la Federación de Empleados de la Industria y el Comercio. Según argumentaban en el Manifiesto que daba propaganda a una de sus Asambleas que celebraron el día 7 de enero de 1919, porque “las damas y damitas empleadas son el exquisito estímulo de nuestra asociación”. En ese documento informaban también de que ya tenían federados al 60% de los empleados del sector: “oficinistas de todas la clases, mecanógrafos, taquígrafos, tenedores de libros, corresponsales, archiveros y auxiliares de todas clases y categorías”.68 También a finales del año 1918 los trabajadores de la construcción aprobaron un reglamento que convertía a la organización que se había creado casi dos años antes, el Sindicato del Ramo de Construcción, en el Sindicato General de Obreros del Ramo de Construcción, verdadera organización sindical de ámbito nacional que agrupaba a asociaciones de diferentes oficios. Entre sus fundadores estuvo el español Vicente Santamaría Valdivieso. Poco después de su reorganización comenzaron a editar el periódico Solidaridad, de tirada semanal. Este sindicato destacó a partir de entonces por su activa participación en las causas obreras y en las celebraciones del primero de mayo.69 Otra de las asociaciones de corte sindical que se organizó en ese año fue obra de los torcedores de tabaco. La denominada Sociedad de Torcedores de las Provincias de La Habana y Pinar del Río estuvo dirigida por José Bravo, pero, a diferencia de las anteriores, se caracterizó por tener un marcado carácter reformista. En el discurso que difundieron a través de su principal órgano de expresión, el Boletín del Torcedor. Periódico quince67 Las anteriores ideas aparecen recogidas en “Aliento Femenino” y “La mujer”, Voz Rebelde, 1 de mayo de 1919. 68 El “Manifiesto a los empleados de la Industria y el Comercio” en ANC, Fondo Audiencia de La Habana, Leg. 218, Exp. 1. 69 Peláez Groba, 64-65.
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nal. Órgano Oficial de la Sociedad de Torcedores de la ciudad de La Habana –su director fue José Bravo y su administrador el socialista José Barreiro– aparecen referencias a los principios del denominado “sindicalismo a base múltiple”. Por ejemplo, con respecto a las tácticas de lucha a utilizar por los trabajadores, sostenían que la principal baza que podían jugar los miembros de su organización era “de resistencia”, porque los principios revolucionarios no harían sino acabar con sus firmes aspiraciones de mejoramiento de la clase trabajadora dentro del orden establecido: “Nuestro problema siempre ha sido y es de resistencia… Tenemos el firme convencimiento de que nuestros asociados harán buena con su actitud en estos momentos la historia de abnegación y sacrificios soportados por tal de no hacer rodar por tierra sus aspiraciones… Un movimiento general de todos los trabajadores traería una precipitación en la solución, en la que muy bien pudieran peligrar nuestros intereses”. En ese mismo sentido, con respecto de la huelga que mantuvieron los cajoneros al año siguiente, si bien decidieron apoyar a los compañeros en paro estableciendo el boicot a la empresa tabacalera y, si era necesario, organizarían un Comité de Auxilio para ayudarles a resistir en su movimiento, reconocieron que no consideraban oportuno declarar la huelga general: “Estudiando el problema de las huelgas generales, encontramos en primer término las dos fases que presentan. En primer lugar, para un seguro triunfo, ninguna huelga general de todos los oficios debe durar más de 24 horas. En segundo lugar, pasado ese tiempo, la huelga general la informa un principio revolucionario, el que, vista la situación geográfica, económica y política de este país, puede provocar la intromisión de elementos extraños, esto por una parte, y por otra, colocados en tales extremos, pudiera venir la injerencia del gobierno”.70 En esta última afirmación aparecen claras alusiones a las recurrentes amenazas de intervención norteamericana. En realidad los temores del portavoz de la Sociedad de Torcedores estaban justificados pues, desde que la huelga que protagonizaron los obreros azucareros a finales del año anterior amenazara la producción de dulce, tropas de marines estadounidenses se habían establecido en las provincias de Oriente y Camagüey con la excusa de que el buen clima de Cuba resultaba idóneo 70 Ésta y las anteriores ideas en “Nuestro principio”, Boletín del Torcedor, 22 de abril de 1919. En esta publicación colaboraron conocidos socialistas, como el veterano líder Carlos Baliño o el canario José M. Pérez Pérez, ambos miembros del Partido Comunista de Cuba fundado en 1925.
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para su entrenamiento y, poco después, habían amenazado con intervenir si no finalizaba el paro que mantenían los portuarios de La Habana.71 La misma postura conservadora mantuvieron durante la huelga que declararon los trabajadores del ferrocarril a finales del año 1918. El Comité de la Sociedad de Torcedores llamaba a la solidaridad de los tabaqueros con los obreros en paro pero, al mismo tiempo, les recomendaba que de momento no tomaran ningún tipo de medida hasta tanto el comité no determinara el camino a seguir “en vista de los acontecimientos que se deriven del presente conflicto”.72 No obstante, la Sociedad de Torcedores no fue la única organización que se declaró afín al sindicalismo reformista. En el año 1917 se reorganizó el Comité Central de Reformas Nacionales, que había nacido en el año 1915 “para obtener beneficios para los que trabajan y sufren sin quejarse pretericiones e indiferencias no merecidas” y había sido suspendido durante el anterior período electoral –noviembre de 1916– “por aconsejarlo así el carácter no político del mismo”. En la nueva etapa que se abría a partir de su renacimiento manifestaban contar con el apoyo de “hombres cívicos” para trabajar por lograr “el abaratamiento de las subsistencias y de la vivienda”. El manifiesto que lanzaron para recabar el concurso de todos los trabajadores para su causa nos ofrece otro claro ejemplo de sindicalismo reformista o “a base múltiple”: “Esperamos que el pueblo trabajador, consciente, cívico y digno…, secunde, apoye vigorosamente nuestra labor en pro del cooperativismo para lograr que los municipios todos de esta república…, imitando a las municipalidades de la libre Inglaterra, de Francia, de Suiza, de Bélgica y de otros países establezcan panaderías y expendios de víveres y medicinas, así como casillas reguladoras de carne y pescado, remedio de probada eficacia para destruir el agiotaje comercial de los trusts vergonzantes o disfrazados que aquí existen, sin perjuicio de pedir se dicten disposiciones que urgentemente exigen las míseras condiciones económicas en que vivimos”.73 71 Dumoulin, 1980, 101. 72 “Sociedad de Torcedores de la provincia de La Habana y Pinar del Río. Manifiesto a los asociados en general”, ANC, Fondo Audiencia de La Habana, Leg. 218, Exp. 1. 73 “Ante todo nada de política. Comité Central de Reformas Nacionales”, La Habana, agosto de 1917, en ANC, Fondo Especial, Leg. 9, Exp. 125. El documento aparece firmado por G. Carrocera y W. Peña, Presidente y Secretario del Comité Central, respectivamente; y S. Rosado y José García Ramos, representantes con los mismos cargos por los nuevos organismos.
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Otras organizaciones sindicales que surgieron entonces fueron el Sindicato Obrero del Ramo de Ebanistería, la Federación de Inquilinos, la Unión de Chauffeurs de Cuba o el Sindicato de Elaboradores de Madera. Este último fue además el editor del semanario sindicalista Vía Libre. A través de sus páginas llamaron a la unión a todos los trabajadores que en general trabajaban con madera, “desde el que al rudo golpe del hacha en el monte tumba el árbol –decían– hasta el que le da el último retoque de perfección al lujoso mueble o a la vistosa puerta de chalets (sic) y palacios”.74 Además de la organización sindical, la adopción y el arraigo del sindicalismo revolucionario en Cuba supuso también la ampliación de las habituales tácticas de lucha, con las que defendía esta corriente de pensamiento. Las tácticas “tipo”, como las denomina Antonio Bar, eran cinco: por una parte la huelga, el boicot, el label y el sabotaje, cuatro armas que serían utilizadas como mecanismos de presión de cara a obtener mejoras inmediatas de los patronos; y de la otra, la huelga general revolucionaria que serviría, además, para llevar a término la revolución social.75 Precisamente a partir del año 1917 vemos que comenzaron a ponerse en práctica con asiduidad esos nuevos métodos de lucha. Una de sus primeras expresiones la encontramos en el mes de septiembre, cuando los obreros de la fábrica de cerveza La Polar, de La Habana, solicitaron a los administradores de la empresa la jornada laboral de ocho horas, así como el pago doble de las horas extraordinarias y de los días festivos. Ante la negativa de la empresa a conceder esas demandas, los trabajadores inicia74 “La Unión”, Vía Libre, 17 de enero de 1919. 75 El clásico recurso de la huelga se convirtió para el sindicalismo en la principal arma de combate. Novedosas, sin embargo, eran en este período el boicot y su complementario label. El primero significaba declararle el vacío al patrono y se aplicaba no sólo contra los productos que éste fabricaba o los servicios que ofrecía, sino que, por lo general, se extendía a cualquier otra empresa que mantuviese contactos comerciales con la afectada. Para ser eficaz requería de la solidaridad del conjunto de los sectores más desfavorecidos, trascendiendo en ese sentido el marco de los trabajadores. A veces, incluso, se llegaba a plantear la prohibición de que los trabajadores entrasen a trabajar en la compañía boicoteada. El label, por su parte, suponía la acción contraria al boicot y se declaraba para premiar a alguna empresa por haber accedido a las peticiones de sus trabajadores. Nosotros no hemos encontrado ningún ejemplo del uso de esta táctica en Cuba. Por último, el sabotaje era también una de las armas más antiguas utilizadas por los trabajadores y se aplicaba a todas aquellas actividades que afectaban al proceso productivo de un determinado producto. Más información sobre estas cuestiones en Bar, 1981, 80-99.
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ron un paro para el que solicitaron la colaboración de todos los trabajadores de la Isla declarándole además el boicot a esa bebida.76 Desde entonces, el boicot se convirtió en un recurso de presión frecuentemente utilizado por los trabajadores de Cuba, demostrando, por lo general, la solidaridad existente entre los obreros de los distintos sectores productivos. En los manifiestos y pasquines que repartían para informar a sus asociados de cualquier acuerdo aprovechaban para solicitar el apoyo de los trabajadores a un boicot formulado de antemano. Uno de los que más apoyo recabó fue el que declararon los obreros de la empresa fabricante de la bebida Ironbeer. El motivo que lo provocó fue que, después de acordadas las ocho horas de jornada laboral, el dueño, el Sr. Rabanol, estaba forzando a los obreros a que trabajaran once horas diarias. En solidaridad con los compañeros de la Ironbeer, la Unión de Obreros de la Industria de Chocolates, Galleticas, Confituras y demás Similares, anunciaba a sus miembros que “hemos hecho nuestro el boicot que el Sindicato de la Industria Fabril ha declarado al Ironbeer” .77 En las manifestaciones de solidaridad con estas causas puede verse cómo los trabajadores demostraban ser conscientes de la eficacia de esta táctica sindical. Así, por ejemplo, lo expresaban los dirigentes del Sindicato Obrero de la Industria Fabril en el manifiesto que lanzaron en apoyo del boicot declarado a la Ironbeer, “debemos responder a este llamamiento que una Colectividad hermana nos hace, llamamiento de solidaridad en el cual podremos ejercer la temida arma del Boycott (sic)”.78 Aparecían también convencidos de su propio potencial –no en vano eran parte de los consumidores de los productos que boicoteaban– amenazado con que no pararían hasta conseguir sus propósitos; como sostenían los obreros de la industria panadera ante el boicot declarado a La Panadería Industrial que se había negado a emplear a los obreros agremiados, “no 76 Las peticiones de los trabajadores en “A los trabajadores de la industria cervecera. Puentes Grandes, 5 de septiembre de 1917”, IHC, Fondo Museo del Obrero, Signatura RG 40.37/75, 1917 y el establecimiento del boicot en “Al pueblo trabajador. A las sociedades obreras”, IHC, Fondo Museo del Obrero, Signatura RG 40.38/75, 1917. 77 “Boicot al Ironber (sic) Boicot. Unión de Obreros de la Industria de Chocolates, Galleticas, Confituras y demás Similares. Convocatoria”, La Habana, 30 de diciembre de 1918, en ANC, Fondo Audiencia de La Habana, Leg. 218, Exp. 1. 78 “Sindicato Obrero de la Industria Fabril. Circular a los trabajadores en general”, ANC, Fondo Audiencia de La Habana, Leg. 218, Exp. 1.
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levantaremos el boycot (sic) a esta casa hasta que no se expulse a todos los rompe-huelgas y acepte nuestras peticiones”.79
Ilustración 9. Boycott a la Panadera Industrial. 79 “Manifiesto a los trabajadores en general y en particular a las colectividades hermanas. Salud”, en ANC, Fondo Audiencia de La Habana, Leg. 218, Exp. 1.
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Con frecuencia combinaban distintas tácticas a la vez para intensificar la presión. Por ejemplo, cuando el dueño de la fábrica de dulces El Sol y la Victoria rebajó a uno de los delegados de la Unión de Obreros de la Industria de Chocolates, Galleticas, Confituras y demás Similares por hacer propaganda entre los trabajadores, la organización comenzó una huelga en la fábrica declarando, a su vez, el boicot a sus productos y extendiéndolo a aquellas bodegas que vendían los dulces que elaboraba e, incluso, ampliaron la huelga a aquellas empresas que suministraban materia prima a la boicoteada.80 A medida que los trabajadores se daban cuenta del potencial que adquirían cuando actuaban unidos, fueron declarando algunas huelgas generales. Como la que protagonizaron a finales del año 1918 los obreros del puerto de La Habana que provocó las mencionadas amenazas de intervención norteamericana. Descontentos de su situación laboral, aprovecharon la presión que suponía parar la exportación de dulce en esos momentos para reivindicar mejoras en el sector. Desde sus comienzos la Federación de Bahía había actuado al servicio de las autoridades que habían asegurado esta colaboración colocando al frente de la organización a dirigentes de su confianza. En ese momento Gervasio Sierra presidía la Federación pero sus negociaciones no pudieron evitar el paro. El gobierno de Menocal puso al frente de las labores de carga y descarga de mercancías a presidiarios vigilados por las fuerzas del Ejército y a la Bahía de La Habana llegaron varios buques de guerra norteamericanos dispuestos a intervenir. Incluso el propio Sierra, junto con otros líderes portuarios, fue encarcelado como una medida más de presión. Sin embargo, la huelga fue inmediatamente apoyada por los trabajadores de otros sectores productivos: tranviarios, ferroviarios, tipógrafos…, y el día 12 de noviembre se creó un Comité de Huelga General presidido por el dirigente de los Torcedores, José Bravo. Ante tal despliegue de solidaridad, los obreros portuarios consiguieron sus demandas: aumento en el salario, libertad de los dirigentes presos y su mayor reivindicación, el contrato colectivo de trabajo, lo cual significaba un reconocimiento a la organización sindical del sector.81 80 “Unión de Obreros de la Industria de Chocolates, Galleticas, Confituras y demás Similares. Manifiesto a los obreros en general”, ANC, Fondo Audiencia de La Habana, Leg. 218, Exp. 1. 81 La actuación del comité formado para tratar sobre la huelga de Bahía con los representantes del gobierno se dio a conocer en “Comité Circunstancial de las Organizaciones Obreras. Manifiesto”, en ANC, Fondo Audiencia de La Habana, Leg. 218, Exp. 1.
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Pocos meses después, el 17 de mayo de 1919, nacía la Federación de Bahía de La Habana, tras una reunión de los representantes de los gremios del sector que se celebró en el local del Gremio de Braceros de los Almacenes de Regla y sus anexos. Las organizaciones integrantes fueron: Gremio de Estibadores y Jornaleros de la Bahía de La Habana, Gremio de Lancheros y sus Anexos de la Bahía de La Habana, Gremio de Braceros y sus Anexos de Almacenes de Regla, Unión de Chalaneros de la Bahía de La Habana, Gremio de Carpinteros de Rivera de Regla, Gremio de Calafates de Regla y Unión de Dependientes de Almacenes al por mayor. Si bien en el seno de la nueva organización siguieron presentes los reformistas, a partir de entonces se destacó por tener un marcado carácter anarcosindicalista.82 Al mes siguiente comenzó entre los trabajadores del ferrocarril de las provincias de Camagüey y Oriente otro paro que contó con el apoyo de sus compañeros de los Ferrocarriles Unidos y del Oeste, así como con el del resto de organizaciones sindicales existentes en la Isla que formaron el Primer Comité Circunstancial de la Huelga General. En previsión de las más que probables represiones gubernamentales, se organizaron otros “comités circunstanciales” que sustituirían a los miembros que fueran encarcelados con el fin de no descabezar el movimiento. Las peticiones de los huelguistas incluían la eliminación de la ley de Servicio militar obligatorio –una petición nueva y oportuna si tenemos en cuenta que el gobierno podría movilizar a ciudadanos cubanos para participar en la Primera Guerra Mundial–, así como el típico incremento en los salarios necesario para resistir los aumentos de los precios de los artículos de primera necesidad y de los alquileres. A pesar de las presiones del gobierno –nuevas expulsiones de trabajadores del país, encarcelamientos, procesos judiciales, etc.– la organización de los huelguistas obligó a la empresa de ferrocarril a satisfacer sus demandas. Los obreros volvieron a sus puestos a los pocos días de comenzada la huelga –el 12 de diciembre–, a pesar también de que la empresa sostenía que “jamás en la historia de los ferrocarriles de Cuba han sido hechas demandas tan enormes e injustas a una compañía ferroviaria como fueron 82 Las Actas de la Federación de Bahía de La Habana desde su fundación hasta 1929, en IHC, Fondo Museo del Obrero, Sig. E-11-6-2-200/63.
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sometidas por el Comité”.83 Una claudicación de este tipo era nueva y debió responder a las manifestaciones de solidaridad demostradas por los obreros de los distintos sectores productivos, así como a las nuevas tácticas de lucha empleadas; aunque, seguramente, también coadyuvó al éxito de los obreros del ferrocarril el hecho de que los principales paros en ese año afectaron a los dos sectores de los que dependía la exportación de dulce que aumentaba progresivamente en cada zafra. Siguiendo con la implantación de los métodos de lucha sindicalistas en la práctica, la experiencia sindical la podemos verificar también en el tipo de demandas que esgrimieron los trabajadores en los distintos conflictos que ponían en marcha. Sin abandonar las clásicas peticiones de orden económico –aumentos de salario o reducción de la jornada laboral, etc.–, en algunos casos, los paros estaban justificados en causas de tipo político como, por ejemplo, las “injustas” rebajas de compañeros, lo que serían “despidos improcedentes”, utilizando un lenguaje actual. Así, los trabajadores del Sindicato de Chocolates, Galleticas Confituras y demás Similares, lograron, tras declararse en huelga, que la Fábrica de Chocolate Baguer readmitiese en el trabajo al delegado de la organización “que había sido despedido por reclamar sus derechos y exigir que todo el personal de la fábrica se organizase”.84 También en la fábrica de chocolate La Estrella fueron cesados veinticinco trabajadores por negarse a trabajar de noche por “retribución sencilla”, como explicaba el sindicato. Inmediatamente recurrieron a esta asociación para que tomara cartas en el asunto. Cuatro de sus miembros, junto con otros dos pertenecientes al Ramo de Obreros Ebanistas, formaron una comisión encargada de entrevistarse con el administrador de la empresa. Su petición era “o reposición completa de los compañeros o huelga general en la fábrica”. Enseguida encontraron el apoyo de los trabajadores de otras organizaciones, entre ellos del Ramo de la Construcción, el de Escoberos, de Joyería, cuyos representantes pasaron a formar parte también de la comisión negociadora. El administrador de la fábrica accedió a readmitir a los despedidos garantizando su permanencia en la empresa.85 83 “Compañía del Ferrocarril de Cuba”, Camagüey 3 de diciembre de 1918, en ANC, Fondo Especial, Leg. 9, Exp. 3. 84 “Chocolate, galletitas y Confituras”, Vía Libre, 17 de enero de 1919. 85 “Unión de Obreros de la Industria de Chocolates, Galleticas, Confituras y demás Similares. Manifiesto”, año 1919. ANC, Fondo Audiencia de La Habana, Leg. 218, Exp. 1.
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Si hasta entonces hemos visto un aumento continuado de la conflictividad laboral, acompañado de frecuentes expresiones de solidaridad entre los trabajadores de los distintos sectores productivos, que se tradujeron en muchos casos en el éxito de las empresas puestas en marcha, 1919 aparece como el año de máxima expresión de estas empresas, así como de avance del sindicalismo revolucionario en Cuba. Seguramente esas experiencias crearon un clima satisfactorio para animarles a lanzar sus reivindicaciones. Aunque tampoco debió resultar ajeno el triunfo de la revolución en Rusia, como veremos a continuación. En el mes de marzo estalló uno de los conflictos que mayor repercusión tuvo, no sólo por su duración, sino, y sobre todo, por la demostración de solidaridad ofrecida por los trabajadores de todo el país. Los obreros de la construcción se declararon en paro en demanda de un aumento salarial y del reconocimiento de su sindicato. Inmediatamente se sumaron a los huelguistas los trabajadores del resto de sectores productivos: ferrocarriles, portuarios, tabacaleros, así como los trabajadores del recién estrenado Sindicato de Obreros de las Industrias del Chocolates, Galleticas, Confituras y demás Similares. Al día siguiente los trabajadores del Central Caracas de Cruces también se declararon en huelga y se decretó un paro en el sector ferroviario que se extendió hasta Santiago de Cuba, paralizando las labores en muchos centrales de Las Villas y Camagüey. Asimismo ocurrió en la provincia de La Habana donde hubo manifestaciones de apoyo en poblaciones como Santiago de las Vegas o San Antonio de los Baños. La extensión de la huelga estaba directamente relacionada con el paulatino aumento del coste de la vida y, sobre todo, con la anómala situación que lo estaba provocando, a lo que se unió la propia actuación de los huelguistas. El Comité de huelga puso en marcha un importante aparato propagandístico tendente a lograr más adhesiones. El movimiento alcanzó tales dimensiones que las autoridades comenzaron una tenaz persecución contra los huelguistas que acabó con la suspensión de las garantías constitucionales, el encarcelamiento de los principales líderes obreros, el registro y la clausura de sus centros, entre ellos el Centro Obrero situado en la calle Egido, así como el allanamiento de muchos de los hogares de los detenidos, con la consiguiente requisa de algunos de los objetos encontrados. Estos hechos provocaron manifestaciones de protesta por parte de los tra298
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bajadores, así como peticiones del restablecimiento del derecho de reunión y la libertad de los trabajadores presos.86 Tales manifestaciones son un reflejo más del grado de organización y solidaridad que estaban alcanzando los trabajadores de la Isla. El comité obrero formado para la celebración del primero de mayo de ese año los felicitaba por la demostración que habían dado, no sólo en la capital cubana, sino en toda la Isla –en el manifiesto lanzado por el Comité Obrero se refieren más de cuarenta localidades de las seis provincias–. En el mismo sentido, Germinal anunciaba que nunca se habían visto los salones del Centro Obrero de Egido tan concurridos como entonces: “Ello demuestra que aunque no completamente solidificadas las mejoras alcanzadas por los últimos movimientos, hay una inteligencia espiritual entre todos y que los lazos profundos de la solidaridad se estrechan a medida que los trabajadores se dan cuenta de ello”.87 En relación con esta cuestión, parece también que para el año 1919 las represiones llevadas a cabo por las autoridades reforzaron la unión entre los obreros cubanos y los extranjeros. Un ejemplo de ello fueron las continuas muestras en contra de las expulsiones de “extranjeros perniciosos” que estaba decretando el gobierno Menocal, como la que dieron los trabajadores de la Fábrica de cerveza La Polar; decían acerca de las deportaciones: “las expulsiones, si las hay, vendrán a sellar más fuertemente aún, la unión entre los obreros españoles y los obreros cubanos, dando ocasión para que nuestros hermanos de la Península Ibérica conozcan los ruines procedimientos que en esta tierra se usan contra los trabajadores”.88 Otros ejemplos en ese sentido son algunos manifiestos que circularon por La Habana en los que se decían frases como: “el paro general no es pues un movimiento político, sino de protesta contra las iniquidades del régimen social existente… Esta lucha durará hasta tanto se restablezca el derecho y la justicia, representada por la libertad de los presos y la no expulsión de los compañeros”. Algunos de ellos advertían que la represión no acabaría con sus iniciativas: “Nada importa que nos encarcelen a los que somos cubanos, 86 Un ejemplo de ellas en “Gremio Unido de Bahía de La Habana. Nuestra protesta. A las Autoridades y a los trabajadores en general”, IHC, Fondo Museo del Obrero, Sig. RG 40.40/75. 87 “El problema social en Cuba”, Germinal, (fecha ilegible) de 1919. 88 “Al pueblo trabajador. A las Sociedades Obreras”, IHC, Fondo Museo del Obrero, Sig. RG 40.38/75.
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que deporten a los extranjeros; mientras quede uno de nosotros amante de la libertad y el derecho será el que lleve triunfante y tremolando siempre el estandarte rojo y cuando no haya nadie de nosotros, nos seguirán nuestras hijas, nuestras madres y nuestras esposas”, decía un pasquín que circuló por La Habana en 1919.89 Al mismo tiempo, el carácter anarcosindicalista que predominaba en muchos de ellos se hacía visible en las continuas alusiones al triunfo de la revolución, muchas de las cuales tenían un tono amenazante. Así, por ejemplo, en otro “Manifiesto a todos los obreros en general” que se repartió también en La Habana, llamando a la unión de todos los trabajadores a la emancipación, decían: “cuando llegue el momento que los clarines anuncien la hora de la libertad, la hora de las venganzas, entonces nos tocará a nosotros prender, matar y espulsar (sic)”.90 El carácter anarquista del movimiento iniciado el mes de marzo fue ratificado cuando el comité de huelga rechazó la proposición de arbitraje formulada por el ex presidente José Miguel Gómez para intentar hallar una solución al conflicto. Los principales líderes de la huelga fueron encarcelados, entre ellos Antonio Penichet y Alfredo López, y pasaron en prisión hasta el mes de julio, en que fueron puestos en libertad gracias a la Ley de Amnistía otorgada por el gobierno Menocal el día 31. Al mismo tiempo, se decretaron nuevas y masivas expulsiones de anarquistas españoles de la Isla. Como era habitual, la represión no consiguió acabar con los conflictos obreros. Por el contrario, como las condiciones de vida de los sectores populares no mejoraban, la conflictividad se recrudeció. Precisamente los trabajadores de las zonas rurales fueron unos de los más perjudicados por las subidas de precios, por lo que nuevos paros fueron declarados en el campo. Los centrales de Camagüey se vieron afectados en el mes de noviembre del año 1919. Los obreros protestaban por las míseras condiciones de trabajo y estas protestas fueron contestadas por el gobierno con más expulsiones, prisiones e incluso muertes. Pronto surgieron voces en apoyo de los trabaja89 Estas ideas en “Comité Solidario de las Organizaciones Obreras. Manifiesto, La Habana, 25 de mayo de 1919”, en IHC, Fondo Museo del Obrero, Sig. RG 40.45/75, y el “Manifiesto a todos los obreros en general”, que circuló por La Habana a comienzos del año 1919, en ANC, Fondo Audiencia de La Habana, Leg. 218, Exp. 1. 90 “Manifiesto a todos los obreros en general”, ANC, Fondo Audiencia de La Habana. Leg. 218, Exp. 1.
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dores en huelga. En Santiago de las Vegas, por ejemplo, circuló un manifiesto titulado “A los campesinos y jornaleros” en el que los obreros de las provincias de Pinar del Río y La Habana habían acordado ir a la huelga general en solidaridad con sus compañeros de Camagüey. Hacía pocos meses que en esa población se había formado un Sindicato de campesinos que, como anunció Germinal, “viene a luchar por su emancipación social”.91 La huelga se extendió a Cruces en el mes de diciembre. Este desarrollo orgánico evidencia el avance del sindicalismo revolucionario en el agro cubano, visible igualmente en las nuevas demandas que esgrimían los trabajadores. Así, cuando en mayo de ese año fue despedido el delegado sindical en el Central Caracas –según argumentaban en Nueva Aurora, como una medida de los hacendados para frenar el “engrandecimiento del Sindicato que los obreros metalúrgicos de aquella jurisdicción han constituido recientemente”–, la organización decidió ir a la huelga. Pronto surgieron múltiples adhesiones y se preveía que si era necesario, el movimiento se propagaría. Respecto de la actuación de las autoridades, añadían desde las páginas del periódico anarquista, “como siempre, se han puesto de parte del capital, y la persecución y las prisiones comenzaron como siempre”.92 Precisamente, la propaganda por la organización de los trabajadores del campo bajo los principios del sindicalismo revolucionario continuó siendo una de las principales empresas acometidas, tanto por los grupos ácratas, como por la prensa libertaria en este período. Así, por ejemplo, en 1919 en San Antonio de los Baños el grupo ácrata Brazo y Cerebro anunciaba que “había emprendido una labor de propaganda entre el elemento campesino”.93 En el mismo sentido, Eladio Pérez, redactor de Germinal, reconocía que uno de los mayores problemas del agro cubano era que los campesinos que trabajaban la tierra no solían ser sus dueños y que, por tanto, debían pagar altas rentas, aunque se perdiera la cosecha, para satisfacer los “abusos” de los rentistas. Por ello, al campesino no le queda más que para sobrevivir y alimentar de mala manera a su familia, con lo que no puede pensar en aplicar los adelantos técnicos y mecánicos que estimularían el
91 “Salud, compañeros”, Germinal, (fecha ilegible) de 1919. 92 “Del interior”, Nueva Aurora, 12 de mayo de 1919. 93 “Vida anarquista”, Nueva Aurora, 12 de mayo de 1919.
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crecimiento de las fincas agrícolas. La solución a este problema residía, según Pérez, en formar una Federación de todos los campesinos de la República para “disfrutar de los adelantos que la ciencia moderna ha puesto en manos de la humanidad civilizada”.94 En los dos casos señalados el término campesino se refiere al colono –distinto de los braceros como cortadores de caña–, una figura que a esas alturas –y ya desde la colonia– o bien eran arrendatarios o bien administradores de las tierras del central, pero no propietarios (aunque en realidad existían propietarios colonos, esta figura no estaba comprendida en la voz utilizada por los anarquistas). Debían pagarle la renta al central, el denominado “arrobaje”, que era la “proporción de azúcar con la que el central retribuía cada 100 kilogramos de caña entregadas a moler”, por lo que, generalmente los rendimientos obtenidos por cosecha no les dejaban margen para invertir en mejoras técnicas. Al propio tiempo, para aumentar los rendimientos agrarios, el central debía imponer unas condiciones bastante duras a los jornaleros-braceros. El hecho de que los cortadores de caña fueran trabajadores “temporeros” –durante el denominado “tiempo muerto” solían desempeñar otros trabajos e incluso emigraban hacia otros lugares– llevó a los anarquistas a centrarse en la organización del colono.95 A su vez, las proposiciones de organización de los trabajadores del agro como las señaladas estaban en consonancia con las medidas que desde unos años antes estaban tomando los campesinos en España. En el congreso celebrado en Córdoba del 17 al 20 de abril de 1913 se creó la Federación Nacional de Obreros Agricultores –FNOA–, que en pocos años adquirió un marcado carácter anarcosindicalista. La máxima de esta organización quedaba resumida en la frase “la tierra para los que la trabajan” y uno de los argumentos que sostenían para justificarla era precisamente el adecuado aprovechamiento de la tierra.96 Al parecer los anarquistas seguían informados de los avances que del sindicalismo revolucionario se producían en la Península. En mayo de ese año, Nueva Aurora reproducía un artículo enviado desde Barcelona donde 94 “El campesino de Cuba”, Germinal, (ilegible) de 1919. 95 Ramiro Guerra, que sería Ministro de la Presidencia con Machado, fue el portavoz de los colonos y su libro, Azúcar y población en las Antillas, es un reflejo de las duras condiciones de supeditación de los colonos al central. Más información sobre la figura de los colonos en Cuba, en Piqueras, 2003a, 195-205. 96 Sobre esta cuestión, véase Díaz del Moral, 1979, 243-249.
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se daban los pormenores de la huelga general que había mantenido paralizados los servicios de agua, gas, luz y energía motriz en la ciudad condal por cuarenta y dos días, tras declararse en paro los trabajadores del sector porque la empresa La Canadiense había despedido a ocho de sus obreros que estaban realizando labores de propaganda de ese medio de lucha entre sus compañeros.97 Nuevas expresiones de descontento siguieron produciéndose a finales de 1919. El día 28 de noviembre las mujeres organizaron una manifestación en la ciudad de La Habana pidiendo la rebaja del 50% en los precios de los artículos de primera necesidad y en los alquileres. La manifestación pacífica fue contestada por la policía con violencia; numerosas personas resultaron heridas y un trabajador, Luis Díaz Blanco, padre de cuatro hijos, resultó muerto. Como había ocurrido en otras ocasiones, los supuestos culpables de este asesinato fueron puestos en libertad, demostrando las autoridades la complicidad con los asesinos. Al entierro de Díaz acudieron representantes de los trabajadores y de las colectividades obreras, así como grupos organizados por Alfredo López dispuestos esta vez a responder a la violencia con violencia. Cuando la policía atacó la manifestación los obreros se enfrentaron a las fuerzas del orden y del enfrentamiento resultaron dos policías muertos y varios heridos. Como consecuencia comenzó una dura represión, el ejército y la policía fueron acuartelados y las redacciones de los periódicos ocupadas imponiéndose una férrea censura. Pero algo más surgió de estos acontecimientos, a partir de entonces el representante de los tipógrafos, Alfredo López, aparecía ante los trabajadores como uno de los líderes obreros más destacados y su actuación sería definitiva, como veremos más adelante, para garantizar tanto la consolidación, como la reorientación ideológica del sindicalismo en Cuba. Esto se explica, asimismo, porque a esas alturas ya habían quedado claras las ventajas del liderazgo de los obreros nativos. A diferencia de los españoles, no podían ser expulsados del país y, al no poder retenerles en la cárcel por causa de su activismo –en los procesos judiciales revisados, que veremos más detenidamente en el próximo capítulo, mientras a los españoles se les decretaba orden de deportación, a los líderes nativos se les 97 “Crónica del Extranjero”, Nueva Aurora, 24 de mayo de 1919. Sobre esta cuestión, véase Pradas Baena, 2003, 53-59.
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ponía en libertad o simplemente se sobreseían sus casos por no constituir delitos punibles de facto–, con ellos al frente no se descabezaban las organizaciones y, por ende, se aseguraba la continuidad al movimiento obrero. Al mismo tiempo, la identificación nacional también se traducía en posibles adhesiones, sobre todo de aquellos obreros captados por la ideología nacionalista, lo que alimentaba la fuerza de las organizaciones. En todo este proceso de desarrollo del sindicalismo revolucionario los periódicos libertarios desempeñaron un papel destacado. Este tipo de publicaciones se convirtieron en uno de los cauces más idóneos para darle soporte y publicidad a este medio de lucha. Además de anunciar los conflictos en que se encontraban envueltos los trabajadores de los distintos sectores productivos, ellos mismos les declaraban su apoyo e incitaban al resto de la comunidad proletaria a imitar esas iniciativas. Así, por ejemplo, el semanario Germinal se convirtió en uno de los abanderados del mencionado boicot al Iron Beer.98 En muchos casos, como en el ejemplo referido, estos anuncios aparecían en la primera plana. El año 1919 también fue decisivo para la prensa ácrata. Precisamente el semanario Germinal, que había dejado de editarse años antes, renacía entonces. El primer número del nuevo Germinal. Semanario Sociológico. Educación, Unión y Combate tiene fecha del día 7 de enero de 1919. En su saludo a los trabajadores, los editores dejaban clara su adscripción al anarquismo: se pronunciaban a favor del comunismo libertario y apelaban “a la posesión comunal de los medios de producción y naturales”, hablando de justicia social y declarándose por encima de razas: “Consideramos –decían– un asiático o un africano con las mismas altas cualidades naturales que un caucásico”; al mismo tiempo, manifestaban no creer en la democracia –se referían a la socialdemocracia europea puesta en jaque durante la Primera Guerra Mundial recién acabada– y se revelaban abiertamente antimilitaristas: “No creemos en democracias hipócritas mantenidas con cañones ni en paz disciplinando ejércitos”. Y, como no podía ser menos para un periódico anarquista, proclamaban la libertad de conciencia y se definían en contra de todo dogma.99 Pero en el mismo número se autoproclamaban defensores del sindicalismo revolucionario, luchando abiertamente contra aquellos que intentaran 98 Germinal, (fecha ilegible) de 1919. 99 “Nuestro saludo”, Germinal, 7 de enero de 1919.
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impedírselo; refiriéndose a los reformistas decían: “¿será extraviado de esta senda sindicalista el proletariado cubano por malsana influencia de seudosobreros de tendencias políticas?... Alerta estaremos para evitar ingerencias (sic) de los que creen que el obrero es aún campo abonable para sus fines partidistas”.100 Otro de los periódicos ácratas nacidos en este contexto fue Nueva Aurora. Periódico Libertario de Información, de doctrina y de combate. Su primer número salió a la calle el día 12 de mayo de 1919. En su saludo se declaraban también abiertamente anarquistas. Sus fines serían informar, adoctrinar y combatir, así como “difundir los principios, nuestros principios libertarios, comunistas-anarquistas”.101 A partir de entonces se convertiría en otro de los paladines del sindicalismo revolucionario. Estas publicaciones serían también las encargadas de definir los objetivos que debían fijarse las incipientes organizaciones sindicalistas: el principal sería alcanzar la revolución social que les llevaría a instaurar una nueva sociedad basada en los principios del comunismo libertario. En ese sentido Germinal se declaraba adalid de los principios sindicalistas revolucionarios: divulgará –decía– “las generosas ideas que tiendan a exteriorizar, enaltecer y propagar la constante aspiración de los trabajadores a su total emancipación; que luchará porque se convierta en realidad ese ideal de justicia de que los hombres reemplacen el egoísmo individual por la solidaridad colectiva; el interés y el bien de uno, por el interés y el bien de todos; la lucha por la existencia, por el apoyo mutuo; el gobierno de los hombres por la administración de las cosas; la propiedad individual por la posesión en común; y entrando estos principios dentro de las bases de la organización sindical”.102 En el mismo sentido, los representantes del Sindicato de Elaboradores de Madera se preguntaban en Vía Libre: ¿por qué queremos la unificación de todos los que en la madera trabajamos? Si los patronos se han organizado en una colectividad compuesta por industriales de carpinterías, ebanisterías, cajonerías, talleres de elaboración de madera, y almacenistas de madera, “para hacer frente a nuestra organización…, hemos de unirnos en una sola 100 “¿Se puede?”, Germinal, 7 de enero de 1919. 101 “Nuestro saludo. Nuestros fines”, Nueva Aurora, 12 de mayo de 1919. 102 “A las agrupaciones obreras en particular y a los trabajadores en general”, Germinal, (ilegible) de 1919.
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agrupación fuerte que rompa las cadenas de la esclavitud y acabe para siempre con el régimen de salarios”.103 Lo cual constituía una alusión al futuro régimen comunista en el sentido que siempre le dieron los anarquistas: posesión de los medios de producción así como del fruto del trabajo. Desde entonces quedaron sentadas las bases para lo que sería la consolidación de la organización sindicalista revolucionaria en Cuba, aunque, como veremos a continuación, en realidad las nacientes organizaciones tuvieron un carácter diferente al propuesto hasta entonces. Pero hubo otro factor, en este caso externo a la propia Isla que contribuyó de alguna manera a fomentar, no sólo la reorganización inicial en ese sentido, sino también la reorientación de las asociaciones de trabajadores: la revolución bolchevique.
EL REFLEJO DE LA REVOLUCIÓN RUSA EN CUBA Los ecos del triunfo de la Revolución en Rusia se sintieron en la mayor de las Antillas a partir del año 1918. Varios fueron los canales a través de los cuales se conocieron las noticias del avance bolchevique. Por una parte, la prensa obrera española que seguía arribando a la Isla fue decisiva en su transmisión, al igual que los folletos y artículos de periódicos que fueron enviados desde Argentina. En un segundo momento se estableció un puente informativo procedente de Francia, cuyos escritos sobre la cuestión eran distribuidos por la Biblioteca de La Antorcha, órgano del Partido Comunista Español, lo que hizo que en los primeros años Lenin fuera conocido en la Isla como Lenine.104 Según los diplomáticos norteamericanos, otra de las vías a través de las cuales llegaba a Cuba información sobre la revolución rusa giraba alrededor del anarquista cubano Juan Arévalo, que estaba en contacto constante con los grupos ácratas de varias ciudades norteamericanas, entre ellas New York, New Jersey, Massachussets y Los Ángeles, donde la presencia de anarquistas españoles era notable.105 103 “La Unión”, Vía Libre, 17 de enero de 1919. 104 Cabrera, 1985a, 204. 105 “Informe mensual sobre economía y condiciones políticas. Propaganda bolchevique. La Habana, 31 de enero de 1919”, NARA, RG 84, Class 1, Exp. 125.66.1919, Vol. 108.
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Desde el principio las autoridades republicanas trataron de detener su difusión. En ese sentido también la prensa, en este caso la burguesa, desempeñó un papel destacado al tratar de desviar y, en algunos casos, tergiversar la información, hablando de las “desagradables noticias” que llegaban del país de los zares. Así se expresaba La Discusión, deseando, además que “los bolcheviques sufrieran una derrota”, al tiempo que les acusaban de haber abandonado a los aliados en un momento de la guerra –se refieren a la Primera Guerra Mundial– en que Alemania se estaba haciendo fuerte en el frente oriental: “Ni siquiera el acicate de los ataques alemanes en el Báltico –sostenían– y su posible amenaza –aparte de que se consolidan en Polonia, Lituania y la Curlandia– al mismo corazón del solar ruso, hizo reaccionar a los radicales. Por el contrario, no satisfechos con una inacción militar –un armisticio tácito desde hace meses– se lanzaron a dominar la situación con la bandera ingrata, fea, deshonrosa, de una paz inmediata, aislada del ‘gran bloque aliado’, volviendo la espalda a los más solemnes pactos”. Por su parte, La Lucha sostenía que “la situación de Rusia es lamentable pero no crítica pues el resto del país no secunda la rebelión. Se ha comprobado que los maximalistas sólo dominan en Petrogrado”.106 Al mismo tiempo, destacados políticos y personalidades de la vida pública cubana se distinguieron por sus arengas en contra del fenómeno ruso. Como el eminente jurista y profesor de la Universidad de La Habana, Francisco Carrera Jústiz, quien recomendaba a los trabajadores de Cuba que resolvieran su situación por medio de los cauces legales que ofrecía el sistema vigente, apartándose de las teorías revolucionarias que no eran más que una “anarquía horrenda”. En el mismo sentido se expresaba el exanarquista italiano Orestes Ferrara, quien, tras destacarse como oficial del Ejército Libertador en la última guerra de independencia, abandonó sus ideas revolucionarias para vincularse a la política republicana; también el ingeniero y periodista Mario Guiral Moreno, funcionario de la Secretaría de Agricultura. Este último, además dejaba entrever, en su folleto “Dictadura del proletariado”, el miedo que entre las clases pudientes había causado este fenómeno. Sin embargo, no faltaron entre la intelectualidad cubana figuras que entendieron en otros términos lo que significaba el triunfo bolchevique y 106 La Discusión, 8 y 9 de noviembre de 1917, y La Lucha, 9 de noviembre de 1917. Más información sobre esta cuestión, en Dumpierrre, 1977, 31-41.
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defendieron los principios que se estaban aplicando en el gran país de los zares. En este caso destacaron Emilio Roig de Leuchsenring o Miguel Ángel Carbonell, ambos juristas y vinculados al nacionalismo y a la fundación, junto a Manuel Sanguily y otros exveteranos de las guerras de independencia, del Partido Nacionalista en el año 1917, que si bien entendían la necesidad de las mejoras sociales producidas por la revolución en el país de los zares, no defendían su realización en Cuba a través de la vía revolucionaria, sino por los cauces legales abiertos por la nueva nación republicana.107 Las mencionadas manipulaciones llevaron a Antonio Penichet a denunciar, a través de las páginas de Vía Libre, la censura impuesta en la Isla tanto por las autoridades como por la prensa burguesa, para evitar la “información que provenía del extranjero acerca de los avances de los bolshevikes (sic). ¿No es un verdadero volcán lo que agita el mundo? –decía– ¿No es la idea bolsewikista (sic) la fe que en todas partes se manifiesta? Entonces, ¿por qué se nos pone ridículamente a dieta no queriéndonos dar noticia?” Según este anarcosindicalista, ya en 1919 el ambiente de euforia revolucionaria reinante en todo el mundo hacía tambalear las estructuras vigentes; el fenómeno era imparable en países como España, “donde – sostenía– ya muere el espíritu regionalista y se abre paso el espíritu libertario”. Por ello, advertía del efecto contrario que causaban esas maniobras: “tienen que darse cuenta los capitalistas y los gobernantes que ya no es posible contener a los pueblos y que mientras más traten de desfigurar los hechos, más se agrandarán, y más claros se verán por los que en ellos tienen puesta su atención”.108 En el mismo sentido estaba escrito el editorial de Vía Libre del día 17 de enero de 1919 en el que respondían a un diario burgués –no revelaban cuál, aunque sí le tildaban de ser “quizás el más reaccionario”– cuya ver107 Las diferencias entre estos autores respecto de la revolución rusa, en Carrera Jústiz, 1919, 318335; Orestes Ferrara, “Ni bolchevismo ni reacción”, Heraldo de Cuba, 22 de abril de 1919; Roig de Leuchsenring, 1917, 14-19; o Carbonell, 1920. Más información sobre esta cuestión, en Zorina, capítulo IV, sin paginar. (Agradezco al Instituto la consulta del original). Información biográfica sobre estas personalidades, en Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias de Cuba, 1980. Y sobre la fundación del Partido Nacionalista, Ibarra, 1992, 372-374. 108 Estas aseveraciones en “A dieta”, Vía Libre, 16 de mayo de 1919. Otros ejemplos de la denuncia de los ácratas sobre la censura oficial y la manipulación de la prensa burguesa se pueden ver en los artículos “Bosheviquismo (sic)”, “El 1º de mayo” y “A nuestro colega Heraldo de Cuba”, en Solidaridad de los días 30 de abril y 16 y 17 de mayo de 1919, respectivamente.
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sión de los hechos ocurridos en Rusia era “interesada” y contrastaba con las versiones que se daban en otros lugares, como por ejemplo, en La Publicidad de Barcelona. “Dice –ese diario– que el populacho en Rusia asalta las tiendas y, cuando no las hay, se muere de hambre; contradice de nuevo con las noticias cablegráficas de Europa publicadas por toda la prensa diaria en que afirmaban que los únicos que lograban dominar la situación de escasez de alimentos eran los bolshevistas (sic)”. Además, añadía el editorial de Vía Libre, el articulista de ese periódico vierte acusaciones contra la revolución tales como “el bolchevismo dice el señor de las sensaciones, no es la Libertad; es el rencor, el odio, la venganza de los que en la vida no tienen nada, ni intereses, ni decoro, contra los que tienen algo aunque sea muy poca de esas cosas que ellos niegan: Patria, religión, propiedad, inteligencia, aptitudes y honor”.109 Fueron las publicaciones anarquistas de la Isla las que en los primeros momentos –al menos hasta que comenzaron las depuraciones en la URSS que alcanzaron a los ácratas– llevaron a cabo una intensa labor de difusión de los acontecimientos que estaban ocurriendo en la Rusia soviética, así como de las conquistas que estaban consiguiendo los trabajadores bolcheviques. Destacaron en esa misión periódicos como Germinal, Vía Libre, Fiat Lux, La Voz Rebelde, Solidaridad o el naturista Labor Sana. Al mismo tiempo, aprovechaban la divulgación de esas noticias para lanzar mensajes a los obreros de Cuba incitándoles a que imitasen el comportamiento de los trabajadores rusos y de otras partes de Europa y América que ya se habían trazado ese fin. “¡Trabajadores de Cuba! – mantenía M. Zenítram en Vía Libre– los hombres libres que hasta hoy han sido mofados, perseguidos y expulsados de todas partes por los inquisidores modernos, se han lanzado a la revolución secundados por sus hermanos los soldados y esperan nuestro concurso porque el triunfo alcanzado ya por el pueblo ruso, alemán, austriaco, no tardará en ser muy breve el triunfo definitivo de todos los oprimidos”.110 Para los anarquistas el triunfo de la Revolución en Rusia marcó un hito en la historia del proletariado mundial. A partir de entonces, la tantas veces 109 “Sensaciones”, Vía Libre, 17 de enero de 1919. En cursiva en el original. 110 “Hacia el porvenir”, Vía Libre, 17 de enero de 1919. Es de destacar que el seudónimo M. Zenítram, formado por el apellido Martínez al revés, ya aparece en artículos de ¡Tierra! desde que empezara a editarse en 1902.
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proyectada revolución ya no era algo inalcanzable, utópico.111 Y este entusiasmo empezó a manifestarse también en otros sectores de los trabajadores de Cuba. Como recogían los representantes de la “Unión de Obreros de la Industria de Chocolates, Galleticas, Confituras y demás Similares en su “Manifiesto a los obreros en general”: “De todos es sabido la intransigencia patronal, todos conocéis la fuerza que estos explotadores quieren ejercer sobre las clases proletarias para obligarlas a doblar la cerviz, para humillarlas, para hacerse besar, las plantas de los pies con el servilismo denigrantes, intentona ineficaz e impracticable hoy que ya soplan vientos libertarios de la Rusia redentora”.112
Algunas organizaciones llegaron, incluso, a recabar fondos para enviarlos al pueblo ruso que sufría las consecuencias, no sólo de su participación en la Primera Guerra Mundial, sino también las de sus propios problemas internos –recuérdese que desde el año 1918 había estallado una guerra civil que puso en jaque a los bolcheviques hasta 1921–, que se agravaron cuando las potencias europeas le declararon el bloqueo. Así, por ejemplo, un grupo de ácratas de La Habana decidió imprimir un “cupón de afiliación a Rusia” donde, además de identificarse con nombre y apellidos, así como lugar de residencia, los suscritos donaban dos centavos que serían enviados a Rusia en apoyo de la causa revolucionaria.113 Puede parecer paradójica esta actitud de los anarquistas hacia lo que significó el triunfo de la idea marxista de la dictadura del proletariado, que había sido tan criticada por entrar en contradicción directa con sus posturas anti Estado. Sin embargo, este entusiasmo revolucionario y la celebración de los éxitos de los socialistas rusos se entiende porque el análisis que los ácratas hicieron en estos momentos del fenómeno bolchevique adolecía, por una parte, de una carencia evidente de información objetiva, y de la otra, de una falta de comprensión de los verdaderos cambios que se estaban operando en el país soviético. No obstante, este hecho no es particular de Cuba, sino que fue común entre los anarquistas europeos y, por supues111 Sobre la repercusión que la Revolución Rusa tuvo entre los anarquistas, véase Meaker, 1978, 145 en adelante. 112 “Unión de Obreros de la Industria de Chocolates, Galleticas, Confituras y demás Similares. Manifiesto a los obreros en general”, ANC, Fondo Audiencia de La Habana, Leg. 218, Exp. 1. 113 Zorina, cap. IV, (sin paginar).
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to, entre los españoles. El hecho de que las publicaciones ácratas españolas fueran distribuidas en la Isla explicaría en buena medida el paralelismo existente entre los discursos que aparecen en periódicos españoles, como Tierra y Libertad o Solidaridad Obrera, con los argumentos que a favor de la revolución rusa encontramos en Germinal, Nueva Aurora o Solidaridad de Cuba.114 La euforia revolucionaria se dejó sentir con más intensidad en la Isla en 1919, año de mayor conflictividad obrera de toda la etapa propuesta. Sin duda estas noticias influyeron en el ánimo de los trabajadores volviéndoles más combativos, a lo que se unía la angustiosa situación que sufrían con la continua subida de los precios que no se veía acompañada de mejoras salariales. Como reconocían las autoridades consulares norteamericanas en Santiago de Cuba, en ese año era cada vez más frecuente que la literatura bolchevique circulara entre los obreros lo que, unido a la escasez de harina existente, estaba contribuyendo a aumentar la agitación laboral.115 Desde los primeros meses aparecieron en la ciudad de La Habana pasquines, folletos, manifiestos y hasta pintadas en las paredes, que incitaban a los trabajadores a luchar por conseguir su emancipación siguiendo el ejemplo del pueblo ruso. Fue una organización anarquista, El Grupo Rojo de La Habana, la que asumió la publicación y difusión en ese mismo año de la Carta Magna o Constitución de la República Federal Socialista de los Soviets Rusos, preparada por la Comisión del Comité Central de los Soviets, donde se recogían los principios aprobados por la Rusia revolucionaria para organizar la nueva república.116 Este grupo se había constituido a comienzos de ese año y su primer objetivo fue la organización de la Federación de los Grupos Anarquistas para lo cual lanzó un llamamiento a las organizaciones ácratas, tanto del interior de la Isla como de la capital, para adherirse a ella. El hecho de que nuevamente se proponga la organiza114 En esos primeros momentos la prensa anarquista española difundió los éxitos de los socialistas rusos y en algunos casos lo llegaron a tomar como el éxito del comunismo libertario. Véase por ejemplo Tierra y Libertad de 7 de noviembre de 1917. Más información sobre el entusiasmo que causó entre las filas ácratas españolas la revolución rusa en los primeros años, en Forcadell, 1978, 257-264. 115 “Informe mensual sobre economía y condiciones políticas. Propaganda bolchevique. La Habana, 31 de enero de 1919”, NARA, RG 84, Class 1, Exp. 125.66.1919, Vol. 108. 116 Carta Magna o Constitución de la República Federal Socialista de los Soviets Rusos, Publicaciones del Grupo Rojo, La Habana, 1919. ANC, Fondo Audiencia de La Habana, Leg. 218, Exp. 1.
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ción de la Federación demuestra que la mencionada iniciativa del grupo Cosmos del año 1914 acabó truncándose a pesar de las adhesiones que recabó; seguramente no debió ser ajeno a este hecho la represión que el gobierno Menocal llevó a cabo sobre todo durante los años 1915 y 1916. A mitad de 1919 este proyecto se materializó en la Federación Anarquista de Cuba que nacía para “intensificar más y más nuestra propaganda y los medios de hacerla más efectiva.117 Ese mismo año, los tipógrafos propusieron la celebración del primero de mayo en el Teatro Payret de La Habana y fueron apoyados por las organizaciones obreras de toda la ciudad. El acto fue multitudinario. Solidaridad decía al respecto: “Si se quería una demostración de conciencia por parte de la masa trabajadora, la ha dado y muy cumplida el día Primero de Mayo”. El vocero de los trabajadores del ramo de la construcción recogía además la crónica del mitin donde añadía, “la masa se manifestó…, profundamente libertaria…, anhelante de un régimen donde los deberes estén en relación con los derechos, sin distinción de castas, sin distinción de clases”.118 El acto fue presidido por el tipógrafo y anarquista español Francisco Villamisar y como secretario actuó Alfredo López. Los asistentes mostraron su solidaridad con los revolucionarios de Rusia aprobando una resolución en contra del envío de tropas por parte de los países europeos en apoyo de los contrarrevolucionarios. Además, varios oradores dirigieron sus arengas a seguir el ejemplo de los trabajadores soviéticos, como Alejandro Barreiro, líder de los socialistas, quien dijo: “Fijemos la vista en Rusia e imitémosla. Es necesario sembrar la semilla del bolchevismo entre los obreros y soldados”. En el mismo sentido se expresaron Ángel Arias, dirigente cubano del ramo de la construcción, o Federico Sánchez, también cubano, presidente de la Unión de Barberos y director de Germinal, entre otros.119 A partir de entonces fue cada vez más frecuente que las organizaciones de trabajadores dirigieran su interpelación hacia las fuerzas del orden. 117 La creación del grupo ácrata y el manifiesto de petición de adhesión a su empresa fue publicado en “Vida anarquista”, Nueva Aurora, 12 de mayo de 1919. La organización de la Federación y la comunicación de sus objetivos en “Circular N. 1. Federación Anarquista de Cuba, La Habana, 18 de agosto de 1919”, IHC, Fondo Primer Partido Marxista-Leninista, Movimiento 26 de Julio y otros, Sig. 1/8:5/1.1/1-2. 118 “El 1º de mayo”, Solidaridad, 16 de mayo de 1919. 119 Sobre el papel que tuvieron los tipógrafos en la organización de los actos del primero de mayo de 1919, véase López, Calvo y Fernández, 1991, 63.
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Vigilantes, policías y soldados se convirtieron curiosamente en el objetivo de los obreros. Así, por ejemplo, con motivo de la huelga que había comenzado en marzo entre los trabajadores de la construcción y que pronto se convirtió en un paro general, los huelguistas repartieron entre estos cuerpos proclamas en las que les animaban a unirse a sus compañeros en paro. Llamaban así la atención de aquellos que, teniendo el mismo “origen humilde” que el resto de trabajadores, decían, lo único que hacían era cumplir las órdenes de los “explotadores” y actuar en contra de sus hermanos de clase. Este llamamiento resulta sorprendente no sólo por lo novedoso, sino porque en él los trabajadores reclamaban la cooperación de aquellos que siempre habían tenido como “enemigos”, algo que, sin duda, tenía que estar inspirado en el ejemplo ruso donde una parte importante de las fuerzas revolucionarias estuvo formada por miembros del ejército. Cambiaba así radicalmente la actitud mantenida hasta entonces, recomendando el acercamiento de los trabajadores a estos cuerpos de seguridad. Como exhortaba el Comité Solidario de las Organizaciones Obrerasm, formado tras el encarcelamiento y la expulsión de la isla de muchos de los líderes obreros implicados en la huelga general del mes de marzo de 1919, en un manifiesto en el que acababa diciendo: “Saludad a los soldados cuando con ellos os encontréis. Son nuestros hermanos!!”120 En otros se pedía la colaboración de estos cuerpos para que no ejercieran la represión contra los trabajadores: “¡Hermanos del Ejército y de la Policía! Acordaos que sois Trabajadores como nosotros. También en vuestro hogar se cierne la miseria… El día que os manden a escoltar Rompehuelgas, acordaos primero que todos sois cubanos”.121 En medio de ese ambiente salió a la calle la obra de Antonio Penichet, El soldado Rafael, un cuento didáctico en el que un campesino reclutado como soldado se negaba a reprimir a los trabajadores que se habían declarado en huelga y estaban asaltando los almacenes de víveres, “porque sus hermanos eran”.122 Precisamente, Antonio Penichet se convirtió en uno de los más acérrimos defensores de la Revolución Rusa en Cuba. Además de sus artículos escritos en periódicos anarquistas, destacaron sus libretos, folletos 120 “Comité Solidario de las Organizaciones Obreras. Manifiesto, La Habana, 25 de mayo de 1919”, en IHC, Fondo Museo del Obrero, Sig. RG 40.45/75. 121 “A nuestros Hermanos los Soldados del Ejército y Fuerzas de Policía”, IHC, Fondo Museo del Obrero, Sig. RG 40.63/75. 122 Penichet, 1919.
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e historias, publicados en La Habana entre los años 1918 y 1922, que se referían, directa o indirectamente, a este fenómeno. Si en El ambiente proletario, obra editada en 1918, recogía con entusiasmo los nuevos caminos que se abrían ante la clase trabajadora, al año siguiente, en el mencionado El Soldado Rafael ejemplificaba la experiencia rusa en la persona del campesino protagonista; pero fue en Alma Rebelde, de 1921, donde hizo una exposición pormenorizada de lo que había supuesto el triunfo bolchevique. Penichet se destacó igualmente como defensor de este fenómeno en la tribuna. En la misma línea seguida en El Soldado Rafael, se expresó, por ejemplo, en una conferencia que dio en enero de 1919 ante los trabajadores, sosteniendo que “el soldado ha surgido del pueblo, es sangre de nuestra sangre y con nosotros al pueblo tendrá que volver”.123 Pero no sólo los anarquistas mostraron su apoyo a la causa soviética. En un principio, también los socialistas que formaban parte de la Agrupación Socialista de La Habana reorganizada en 1918 demostraron el mismo entusiasmo, así como la misma confusión que los anarquistas. Sin embargo, su confianza en el sistema democrático y parlamentario les llevó a mantener posturas más conservadoras, en vez de defender a ultranza la revolución social. Eso motivó las críticas de los sectores ácratas, como la que recogía Antonio Rojo en el periódico libertario Nueva Aurora, en el artículo titulado “Paralelismo”, donde analizaba la actuación de socialistas y anarquistas ante la última huelga general sostenida por los trabajadores en Cuba: si a priori ambas tendencias se habían declarado “públicamente a favor del bolchevismo”, sin embargo, ante el cariz radical que iban tomando los acontecimientos, los socialistas decidieron desvincularse de los huelguistas, mientras los anarquistas permanecieron “inamovibles del lado de los trabajadores”. “¿Por qué la fracción socialista no se dispuso a luchar?” –se preguntaba Rojo–. Para este anarquista la razón estaba en que los líderes socialistas aspiraban a ocupar puestos en la Administración y no estaban dispuestos a poner en peligro ese fin: “Si el bolchevismo triunfara en Cuba, ¡adiós aspiraciones personales de algunos individuos!”, decía. Por ello, según el juicio del articulista de Nueva Aurora, eran los anarquistas los verdaderos continuadores de la revolución rusa en Cuba pues, siendo incluso 123 Penichet, 1918 y1921. Las palabras de Penichet fueron recogidas en el artículo “Movimiento Sindical. Conferencia”, publicado en Vía Libre del 17 de enero de 1919.
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más radicales que los propios rusos, en realidad luchaban por el mismo fin, la revolución.124 En estos primeros momentos, las diferencias teóricas entre el anarquismo y el socialismo de base marxista que se implantó en Rusia eran resueltas por los ácratas al aceptar la idea de una dictadura momentánea del proletariado necesaria para la consecución de la revolución social. En ese sentido, el propio Antonio Rojo, en el artículo mencionado, argumentaba –y en este caso se puede tomar como portavoz de la mayor parte de anarquistas por aquel entonces– que, una vez alcanzada la revolución, “en tal régimen de libertades no tardarían en extenderse las teorías anarquistas”. De ese modo, el bolchevismo constituía “el paso previo (no indispensable) a un régimen de igualdad y fraternidad humanas, del cual está ansiosa la humanidad”. Rojo acababa el artículo afirmando “lo que existe es un verdadero paralelismo entre los socialistas y los anarquistas de Cuba: los socialistas temen al bolchevismo, mientras que los anarquistas lo desean”. En el año 1920, durante el congreso que los torcedores organizaron en La Habana –que analizaremos a continuación–, los sectores anarcosindicalistas lograron desviar la petición de los reformistas de mandar una delegación de trabajadores cubanos a la Confederación Obrera Panamericana, adherida a la American Federation of Labor –AFL– que lideraba el reformista norteamericano Samuel Gompers y, en su lugar, acordaron “enviar un fraternal saludo a los hermanos que en Rusia han establecido la República Socialista del Soviet”. Sosteniendo, al mismo tiempo, que “Esta comisión considera a la Rusia Roja como faro de luz, como ejemplo, guía y estímulo para las maltratadas muchedumbres obreras ansiosas de redención y justicia, y junto con el testimonio de nuestra ardiente admiración y simpatía, enviamos a nuestros hermanos de Rusia el testimonio de nuestra solidaridad revolucionaria”.125 Sin embargo, a medida que se fueron conociendo con más precisión los hechos que ocurrían en la Rusia soviética, comenzaron a variar las iniciales posturas acerca de la revolución. Es el momento en que la Tercera Internacional, recién organizada, estableció los principios a partir de los cuales deberían regirse desde entonces los Partidos Comunistas en la práctica. También se trata de los años en que el nuevo estado ruso llevó a cabo 124 “Paralelismo”, Nueva Aurora, 12 de mayo de 1919. 125 Tellería, 1984, 102.
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la eliminación de todos los grupos opositores y contrarrevolucionarios que fueron surgiendo. Concretamente, en el Congreso celebrado en el año 1921 en Rusia se acusó a la oposición de “fraccionalismo” y se dio comienzo a las depuraciones. Uno de los sectores represaliados fueron los anarquistas. Todos estos acontecimientos abrieron una multiplicidad de frentes entre la comunidad trabajadora internacional. Las disputas giraron en torno a la conveniencia o no de un Estado de base proletaria –la dictadura del proletariado– y en reconocer la necesidad del partido y, por ende, la preponderancia de su papel como organizador de ese estado, por encima del sindicato. A partir de entonces, los distintos sectores se dividieron básicamente entre defensores y detractores del nuevo estado bolchevique. En ese sentido, los anarquistas veían en el partido y la dictadura del proletariado la principal amenaza para el anarcocomunismo y la sociedad libertaria futura. Por ello, destacados ideólogos como Jean Grave, Emma Goldman o Enrico Malatesta, entre otros, comenzaron a publicar sus críticas sobre la revolución rusa que rápidamente fueron traducidas en la prensa ácrata de todo el mundo. Sin embargo, esta postura no fue unánime entre las filas anarquistas. Por el contrario, otros de sus seguidores, muchos de ellos activistas conocidos, se desvincularon de la doctrina libertaria para pasarse a las filas del bolchevismo. Este paso lo dieron algunos anarquistas españoles significados como Hilario Arlandis, Andrés Nin o José García.126 Por su parte, muchos de los anarcosindicalistas o sindicalistas revolucionarios aceptaron la creación del partido y siguieron defendiendo la República soviética. La contradicción que suponía la dictadura del proletariado era menor para ellos, pues la aceptación del sindicato como estructura de la sociedad futura implicaba, de alguna forma, un dominio de clase, una especie de dictadura del proletariado, necesaria hasta que se consiguiese la total 126 En el pleno nacional de la CNT celebrado el 28 de abril de 1921, Hilario Arlandis, Andrés Nin, Joaquín Maurín, Jesús Ibáñez y el francés Gaston Leval –su nombre verdadero era Pierre R. Piller– fueron elegidos delegados para asistir al tercer congreso de la III Internacional y al congreso fundacional de la Internacional Sindical Roja (Profintern). Al año siguiente la CNT abandonó la III Internacional. Nin vivió durante un tiempo en Moscú, convirtiéndose a partir de entonces en un personaje clave de ambas internacionales. Allí perteneció al equipo de León Trotski y a partir de 1926 se unió a la Oposición de Izquierda dirigida por este líder ruso para oponerse al ascenso de Stalin dentro del Partido Comunista de la Unión Soviética, teniendo que abandonar la URSS en 1930. De vuelta en España perteneció al Partido Obrero de Unificación Marxista hasta su muerte en el año 1937. Más información sobre este líder obrero, en Zabala, 2005. Una interpretación del proceso de reorientación ideológica que se produjo en líderes obreros como Nin tras su viaje a la URSS, en Paniagua, 1974, 199-224.
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igualación de la sociedad. Esta actitud, adoptada en bien de la clase trabajadora, les llevó a colaborar en muchos casos con los socialistas marxistas, los cuales se lanzaron a partir de entonces a la creación de partidos comunistas. Estas revisiones llegaron también a la mayor de las Antillas, lo que explicaría la escisión que a partir de los años 1920-1921 se produjo en el seno de los trabajadores, así como que, al mismo tiempo, se fueran deslindando dos posiciones encontradas respecto del fenómeno ruso. Por una parte, los socialistas reformistas, socialdemócratas vinculados al Partido Socialista Obrero, continuaron con sus críticas a la Rusia soviética a través de su principal órgano de expresión, Acción Socialista, desde donde atacaban tanto a la revolución en sí como a las organizaciones de Cuba que la defendían. En el Partido Socialista Obrero, diferente de la Agrupación Socialista, eran admitidos todos aquellos trabajadores que no hubieran sido acusados de traición por sus compañeros o que no hubieran merecido la expulsión de algún gremio, así como los profesionales y empleados. Uno de sus integrantes fue Carlos Loveira. Algunos simpatizantes del socialismo reformista participaron a través de este partido en la política, aunque sólo se presentaron por el municipio de La Habana. Los obreros afines a estos órganos eran calificados como “amarillos” por los sindicalistas revolucionarios, que les reprochaban su defensa de la colaboración de clases. Al mismo tiempo, el otro sector de los socialistas, seguidores de la corriente marxista, se mostró como el firme defensor de la causa revolucionaria soviética. En el año 1921 la Agrupación Socialista de La Habana lanzó un manifiesto al que se adhirieron los miembros de la Agrupación Socialista de Guanabacoa, en el que pedían la colaboración de todos los trabajadores de Cuba en ayuda de los compañeros rusos: “Los obreros cubanos, que jamás han desmentido sus sentimientos de clase –decía el manifiesto–, responderán con la magnanimidad de su espíritu solidario, al clamor de los compañeros rusos, en estos momentos aciagos, en que parece que se quiere conocer si la Rusia Comunista, su revolución redentora, halla eco en todos los ámbitos de la tierra”. Una parte de los integrantes de este grupo, entre ellos Alejandro Barreiro y José Peña Vilaboa, se vincularon a los anarcosindicalistas liderados por Alfredo López y Antonio Penichet, participando en las organiza317
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ciones sindicalistas revolucionarias que se formarían a partir de entonces. Otra parte de sus miembros pronto tomaría un rumbo diferente. En 1922 publicaron su Declaración de Principios en la que figuraba como presidente de la agrupación el veterano líder socialista Carlos Baliño. En ellos aparece identificada como una organización revolucionaria, portavoz de la clase obrera, cuyo principal objetivo sería “transformar el régimen capitalista por una sociedad comunista”, para lo cual se adhería a los principios revolucionarios que sustentaba la Revolución Rusa, “que observará la táctica de la III Internacional” –decía el manifiesto–, condenando al mismo tiempo a la II Internacional por “traicionar los principios socialistas al comenzar la Guerra Europea, colaborando con la burguesía como su más fiel aliado”.127 Empezaba así el camino del comunismo en Cuba. En el mes de marzo del año siguiente el propio Carlos Baliño, junto con algunos de los integrantes de la Agrupación Socialista de La Habana, se separaron para formar la Agrupación Comunista de La Habana. Pronto surgieron otros grupos comunistas en Guanabacoa, San Antonio de Los Baños, Manzanillo y Guantánamo. Como veremos más adelante, la culminación de este proceso vendría dos años después con la formación del Partido Comunista de Cuba. También alrededor de 1921 se produjo la escisión en el seno de los ácratas de Cuba, propiciada en buena medida por las posturas mantenidas hacia los acontecimientos que se estaban produciendo en la Rusia soviética. Por una parte aparecen los anarquistas que abandonaron la euforia inicial y a partir de entonces se destacaron por sus críticas al nuevo estado ruso. Así ocurrió con algunas publicaciones ácratas como Cultura Obrera, que extendieron sus diatribas incluso a aquellos ácratas que le habían mostrado su apoyo. Esta línea minoritaria sería continuada por el renacido ¡Tierra! a partir de 1924.128 Por su parte, los anarcosindicalistas liderados por Antonio Penichet y Alfredo López, sin abandonar su orientación ideológica, abogaron a partir 127 El manifiesto “¡Obreros! ¡Solidaridad para la Rusia Comunista!” fue publicado en Justicia, 15 de octubre de 1921, y la “Declaración de principios de la Agrupación Socialista de La Habana”, en Instituto de Historia del Movimiento Comunista y de la Revolución Socialista en Cuba, 1981, 337-339 y 361-368, respectivamente. 128 Cabrera, 1985b, 93.
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de entonces por mantener el apoyo a la causa revolucionaria soviética en bien de la comunidad proletaria. En ese sentido, Penichet sostenía que mejor que combatir y criticar la Revolución sería más provechoso estudiarla e imitar las fecundas medidas que había puesto en marcha, como la educación de los niños; al mismo tiempo, mantenía que era preferible no acabar con el entusiasmo revolucionario que tras su triunfo había brotado entre los trabajadores.129 A partir de esta división –que se convertiría en enfrentamiento en el seno de los anarquistas a medida que los líderes anarcosindicalistas se vinculaban a los socialistas marxistas– comenzaría la reorientación del sindicalismo tal y como había sido planteado hasta entonces por los sindicalistas revolucionarios, lo cual suponía acabar con los objetivos marcados y defendidos por los anarquistas hasta entonces, y entre ellos por los emigrados españoles, que ponían por encima de todo la difusión y propagación de los principios libertarios, y cuyo fin primordial era materializar la sociedad libertaria futura. Pero, ¿por qué se produce este viraje? Como hemos avanzado y veremos a continuación, los nuevos líderes, nativos que habían tomado el testigo de los españoles tras su expulsión, se destacaron por tener sus propios criterios y prefirieron abandonar estos objetivos privilegiando la organización de la clase trabajadora en asociaciones sindicalistas, aunque ello significase la colaboración con los marxistas y con las nuevas organizaciones comunistas. Al mismo tiempo, esta actitud supuso la ruptura con los ácratas de la Península –los cuales, tras el Congreso de la Comedia de 1919 habían consolidado la CNT como una organización anarcosindicalista guiada por los principios revolucionarios–, acercándoles más a un socialismo revolucionario que al anarquismo propiamente dicho.130 Desde el año 1922 los periódicos Justicia, órgano de expresión de la Sociedad de Torcedores, y Nueva Luz, adscritos al anarcosindicalismo, se convirtieron en los nuevos paladines de la defensa de la revolución bolchevique. Fueron numerosas las noticias acerca de los escritos de Lenin y sobre 129 Cabrera, 1985a, 208. 130 El sistema social, denominado comunismo libertario, aprobado por los miembros de la CNT en 1919, establecía las siguientes bases: supresión total de la propiedad privada; eliminación del dinero y de la legislación vigente en el antiguo orden social, y organización de la sociedad a base de la libre federación de comunas, en las cuales el individuo gozaría de “libertad absoluta en todo lo que le concierne de modo exclusivo”. “Programa para la sociedad comunista libertaria, atribuido al Comité Nacional de la CNT”, Revista de Trabajo, n. 49-50, Madrid, 1975, 389-393.
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las normas y reglamentaciones afrontadas en Rusia para organizar el nuevo estado soviético que difundieron a través de sus páginas.131 Además, fue frecuente la colaboración en estas publicaciones de destacados comunistas como Carlos Baliño o Julio Antonio Mella, testimonio del acercamiento que en esos años se produjo entre los comunistas y los anarcosindicalistas. Veamos entonces qué orientación ideológica tomó el sindicalismo en Cuba en los primeros años de la tercera década republicana que le llevó a esta colaboración.
LA REORGANIZACIÓN SINDICALISTA DURANTE EL GOBIERNO DE ZAYAS La idea de formar una central sindical nacional en Cuba era uno de los objetivos propuestos por los sindicalistas revolucionarios –y entre ellos, como hemos visto, por los emigrados españoles– desde el Congreso Obrero de 1912, y durante 1919 parece que estaba a punto de consolidarse: “La intensa agitación que cuotidianamente (sic) se observa en el ambiente proletario nos da lugar a creer que muy pronto la tan esperada Confederación Obrera de Cuba se pondrá en marcha, quizás tan pronto como se resuelvan en forma viable, para todos, los enmadejados asuntos de los compañeros chauffeurs, los de los controladores y los del Crisol”, mantenían los redactores de Solidaridad en el mes de mayo.132 Si bien esta organización nacional aún tardaría un tiempo en materializarse, pues las condiciones de vida y la conflictividad laboral desviaron la atención de los trabajadores hacia otro lado, sin embargo, este objetivo no fue abandonado en ningún momento, como lo demuestran las organizaciones sindicalistas que fueron naciendo, así como la propia experiencia sindical. Todo ello a pesar de que a estas alturas la presencia de líderes anarquistas españoles en la Isla era mínima, pues durante los años 1918 y 1919 las expulsiones decretadas superaron las doscientas veinte, lo que supuso que, para entonces, no sólo los principales líderes ácratas, sino 131 Entre los muchos artículos que sobre esta cuestión publicó Justicia cabe destacar “Las leyes del trabajo de los soviets de Rusia”, de 4 y 15 de julio de 1922; “Política interna y externa del Estado Soviético”, de 11 de noviembre de 1922, y “Lenin. Los cinco años de la Revolución Rusa”, de 12 de febrero de 1923. Citado en Cabrera, 1985a, 211. 132 “En marcha”, Solidaridad, 17 de mayo de 1919.
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también buena parte de los activistas peninsulares de base estuvieran fuera de escena. Con respecto a la conflictividad laboral, desde comienzos de la tercera década republicana la crisis económica que provocó la caída continuada de las exportaciones de dulce no hizo sino agravar la situación de los obreros, quienes continuaron protagonizando expresiones de descontento.133 A comienzos de 1920 estaba pendiente la resolución de la huelga que se había iniciado entre los trabajadores de Bahía en diciembre del año anterior. El gobierno respondió al paro poniendo a trabajar a presos y miembros del ejército mientras que el comité de huelga recomendaba a los obreros aguantar, puesto que el trabajo de esos rompehuelgas sólo podía ser provisional por tratarse de unos trabajadores poco efectivos e inestables. A finales del mes de enero los obreros portuarios fueron apoyados por los trabajadores de otros sectores productivos de todo el país: en la ciudad de Cienfuegos mostraron su adhesión los albañiles y carpinteros y doce organizaciones obreras más, dejaron de funcionar los tranvías y hasta los teatros; los tabaqueros de Gibara, San Luis y Santiago de Cuba también se solidarizaron con los obreros de Bahía; lo mismo que los trabajadores del Ferrocarril del Norte, los de Matanzas Terminal y el Ferrocarril de Cuba. La necesidad de salvaguardar los intereses de las compañías extranjeras, principalmente las norteamericanas, llevó al gobierno a decretar una nueva suspensión de las garantías constitucionales y reprimir duramente a los huelguistas. Para comienzos de febrero el movimiento había fracasado. Desde principios de año también los tipógrafos de La Habana se habían declarado en huelga. Fueron liderados por Alfredo López, pues a finales del mes de mayo del año anterior el español Francisco Villamisar había sido expulsado de la Isla, junto con otros catorce peninsulares más, por su implicación en la huelga general declarada ese mes. Si bien por el mismo delito habían sido procesados también el propio López y Antonio Penichet, sin embargo habían sido amnistiados dos meses después. Las demandas planteadas por los tipógrafos eran la jornada de cuarenta y cuatro horas semanales, subida en los salarios y el reconocimiento de un delegado por los trabajadores. En poco más de dos meses los tipógrafos habían conse133 Para ampliar la información sobre los conflictos obreros entre 1920 y 1925, véase Cabrera, 1985a, 240-261.
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guido casi un 99% de participación en el paro por lo que la huelga acabó a comienzos de marzo con un rotundo triunfo.134 Tampoco el sector azucarero escapó a los conflictos laborales. Comenzaron en los ingenios de la región central propagándose rápidamente hacia Camagüey. Las demandas esgrimidas por los obreros del campo eran las clásicas: aumento en los salarios, jornada de ocho horas y la mejora en las condiciones de trabajo, junto al cada vez más habitual reconocimiento del derecho a la organización obrera. Las autoridades actuaron con dureza ante las expresiones obreras y se decretaron nuevas deportaciones de extranjeros de la Isla, a lo que los trabajadores respondieron quemando caña. Ante la gravedad de la situación, el gobierno nombró supervisores militares para vigilar los trabajos en el campo y se organizaron transportes privados por vías férreas públicas para asegurar la salida del dulce. Al mismo tiempo, en ese año se daban nuevos pasos en la organización sindicalista en Cuba. Finalizada la huelga de los tipógrafos, Alfredo López informó de sus intenciones de futuro: “ahora nos queda la ineludible misión de proceder a la reorganización de nuestra sociedad de tal manera que…, podamos agrupar, bajo la significativa bandera roja del proletariado…, a todos los elementos que trabajan en las seis ramas del arte tipográfico, constituyendo así el Sindicato Único de los Obreros del Ramo de la Imprenta… Y que estas ramas se rijan automáticamente, con sus secretarios de secciones cada una, nombrando de entre ellos varios delegados que formarán un Comité Ejecutivo Central”.135 Con el mismo objetivo nació entonces la Asociación de Escritores Obreros, en la que jugó un importante papel la Asociación de Tipógrafos y el propio Alfredo López. Esta nueva agrupación tenía sus orígenes en el Comité Conjunto de Colectividades Obreras organizado durante las huelgas de los años anteriores. En el mes de abril se organizó en La Habana un congreso obrero. La convocatoria partió de la Federación de Torcedores de las provincias de La Habana y Pinar del Río, “con el fin de discutir el mejor modo de resolver el problema de la carestía de la vida y el envío de una delegación a la Convención Pan-Americana de Obreros que se celebrará en la ciudad de México el día 12 de julio de 1920”. Sus sesiones comenzaron el día 14 bajo la presi134 Memorándum Tipográfico, abril de 1920. 135 Citado por Cabrera, 1985a, 230.
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dencia de José Bravo, Gualberto Gómez que fue elegido vicepresidente, los secretarios Alfredo López y Marcelo Salinas y los vocales Alejandro Barreiro, Antonio Penichet, Sabino Arbesu, Tomás Reina, José Ignacio Rabat y Alfredo Padrón.136 Estaban presentes, por tanto, representantes tanto de los sectores reformistas como de los anarcosindicalistas y socialistas, todos ellos cubanos, lo que marcaría el tipo de medidas aprobadas. El primer punto a tratar, la carestía de la vida, les llevó a desviarse momentáneamente de su principal objetivo, como ellos mismos reconocían en su manifiesto: “únicamente en el cambio total del presente régimen económico puede hallarse la solución a la misérrima condición de las clases proletarias y a ese fin dedicará sus esfuerzos todos; pero obligado a buscar medidas de orden inmediato que puedan obviar la angustiosa situación de las clases populares, presenta éstas como eficaces” y a continuación ofrecían una docena de medidas económicas en las que se reclamaba la actuación del Estado para que regulase los precios de los artículos y la importación de mercancías, así como para que ofreciese tierras tanto para el cultivo como para la construcción de viviendas para los obreros. Con respecto al segundo punto por el que se convocó el congreso, no sólo desecharon la idea propuesta por Bravo de enviar representación cubana a la COPA, sino que en su lugar mandaron un saludo a la Rusia soviética. Las otras dos proposiciones que fueron aprobadas tienen un marcado carácter anarcosindicalista: la organización de un Comité Pro Presos y Expulsados para auxiliar a las víctimas de la represión y la creación de una Confederación Nacional de Obreros. Esta última aún tardaría unos años en materializarse pero en 1921 nació la organización que se ocuparía de ello a partir de entonces: la Federación Obrera de La Habana. La idea de formar una federación local en la capital cubana partió de dieciocho colectividades obreras que se reunieron en el local obrero de la Sociedad de Torcedores el 26 de noviembre del año anterior. Habían elaborado un reglamento provisional que regularía el correcto funcionamiento de la federación y que se enviaría a todas las organizaciones obreras para su posterior discusión. Y, para entender de todos los asuntos que fueran surgiendo, se formó una comisión organizadora integra136 Información detallada sobre este congreso, en Tellería, 1984, 81-104.
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da por los socialistas Alejandro Barreiro y José Peña Vilaboa –Presidente y Secretario, respectivamente–, entre otros. En esta ocasión y, a diferencia del evento del mes de abril, algunas asociaciones reformistas, como la Sociedad de Resistencia de Torcedores de La Habana, no estuvieron presentes en las sesiones del nuevo congreso del que nacería la federación. De nuevo, uno de sus líderes más destacados fue Alfredo López, quien a partir de entonces se convertiría en el alma de la nueva organización. El reglamento de la Federación Obrera de La Habana (FOH) fue aprobado por el gobierno provincial el día 4 de octubre de 1921. Se consumaba así un proyecto de federación local que agruparía en su seno a todas las organizaciones obreras de La Habana que quisieran ingresar en ella. En el momento de su nacimiento agrupaba a 15 colectividades de distintos oficios: Cigarreros, Pintores, Metalúrgicos, Obreros de La Havana Electric, Panaderos, Tipógrafos, Elaboradores de Madera, Ramo de Construcción, Sastres, Dependientes de Café, Industria Fabril, La Mundial, Escoberos, Ebanistas y Zapateros. En abril del año siguiente las Colectividades federadas eran 19: Gremio de Panaderos, Gremio de Zapateros, Sindicato del Ramo de Sastrería, Sindicato Metalúrgico, Unión de Cigarrería en general, Sindicato de Escoberos, Asociación de Litógrafos y Similares, Unión de Vendedores de La Habana, Unión Obrera La Mundial, Sindicato de Marmolistas, Sindicato de la Industria Fabril, Sindicato de Obreros Ebanistas y Anexos, Sindicato de Elaboradores de Madera, Sociedad de Planchadores de La Habana, Gremio de Pintores, Tapiceros y Doradores, Unión de Obreros de La Havana Electric, Unión Internacional de Dulceros, Pasteleros y Similares, Asociación de Tipógrafos en general y Sindicato General de Obreros del Ramo de Construcción.137 Habían quedado expresamente excluidas en el congreso la Federación Obrera de Bahía, “por su conocida actuación impura y perjudicial para las clases trabajadoras”, alusión directa a su presidente, Gervasio Sierra, que había demostrado su colaboración con las autoridades en muchas ocasiones; la mencionada Sociedad de Resistencia de Torcedores, que decidió no 137 Las siguientes citas referentes a la formación de la Federación Obrera de La Habana han sido extraídas de la “Memoria, informes y acuerdos de la Federación Obrera de La Habana, La Habana, 1922”, en Instituto de Historia del Movimiento Comunista y de la Revolución Socialista de Cuba, 1981, 347-359.
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formar parte de la Federación Local “por ahora”, el Gremio de Despalilladoras de La Habana, en el mismo caso que la anterior y la Unión de Dependientes de Cafés, separada de la organización “por su actitud de desafío al acuerdo de la Federación declarando el boicott (sic) a la Cerveza Polar”, aunque seguramente influyó en esta exclusión el hecho de que se tratase de un sector vinculado al anarquismo más radical. La nueva organización se había creado para agrupar a todas las sociedades de resistencia –de oficio– o asociaciones obreras de la capital cubana aunque, según quedaba recogido en su reglamento, “no sólo sería un organismo de resistencia, sino también escuela y guía, educadora y constructiva, único medio de que los problemas puedan ser encauzados y dirigidos por serios y definidos principios”. Y estos principios no eran otros que los del sindicalismo revolucionario, que tenían como fin “el logro de aspiraciones emancipadoras”. El artículo primero del reglamento dejaba sentadas esas bases al declarar que “pertenecerán a ella todas las sociedades obreras de Resistencia que sustenten como principios la LUCHA DE CLASES, ACCIÓN DIRECTA, y rechacen colectivamente la ACCIÓN ELECTORAL”. Al mismo tiempo, sería respetada la autonomía o libertad de cada una de las organizaciones integrantes de la Federación en lo que al orden interno se refiere, las cuales “tendrán todas sus facultades de reclamar, declarar huelgas y decretar su fin; siempre que estas huelgas o fin de ellas no perjudiquen los principios de solidaridad”. No se restringía la pertenencia a la federación de ninguna organización en base a su orientación política, no obstante, su artículo 16 recogía la exclusión del Comité Federativo para “aquellos Delegados que militen en los Partidos políticos burgueses, o TENGAN ÍNTIMA RELACIÓN CON LOS PATRONOS”, clara alusión a los denominados “sindicatos amarillos”. La memoria, informes y acuerdos del congreso que dio nacimiento a la FOH no son muy explícitos acerca de su estructura orgánica, reflejando someramente los puntos acordados pero sin dar más detalles sobre los mismos. No obstante, gracias a ellos sabemos que la Federación fue organizada en el año 1921 con una estructura orgánica que, aunque mínima, agrupaba a las sociedades de resistencia pertenecientes a ella bajo un Comité Administrativo Federal, el cual estaba formado por un delegado de cada organización. Su primer Secretario General fue el socialista José Peña Vila325
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boa, para el cargo de Vicesecretario fue escogido Alfredo López y como Secretario Financiero salió elegido el también socialista, Alejandro Barreiro, actuando de Vicesecretario Eduardo Alpízar. Esta estructura la completaban un Comité de Propaganda, Huelga y Organización, formado por nueve compañeros más los dos secretarios que actuarían como asesores, así como una Comisión de Auxilios conformada por cinco compañeros más los dos secretarios que también tendrían a su cargo la asesoría. La FOH no sólo reconocía la acción directa como principal principio táctico, sino que su programa rechazaba explícitamente las cajas de resistencia, principal método de lucha para el “viejo societarismo”: “El Congreso declara como necesidad la supresión de las Cajas de Resistencia y Cooperativas por considerarlas como nocivas para los intereses de los trabajadores”. El resto de acuerdos tomados por la FOH en su primer congreso nos habla también de un sindicalismo de orientación revolucionaria y nos recuerda aquellos acuerdos de tipo reivindicativo aprobados en la CNT española:138 ●
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Establecer una cuota per cápita de 5 centavos mensuales para todos los federados, para sufragar los gastos de la Federación. Nombramiento de una comisión para que en el próximo congreso se presentara un amplio informe sobre la adopción de programas y medios de creación de Escuelas Modernas, Centros Obreros y Salas de Lectura, aunque se recomendaba a los trabajadores la necesidad de irlos fundando a nivel particular. Nombramiento de otra comisión –integrada por los anarquistas Arturo Juvanet y Antonio Penichet, entre otros– para estudiar la forma de creación y sostenimiento de un periódico que fuera la voz de la Federación y que viniera a completar su labor. Que la Comisión del Pleno de la Federación continuase la campaña de propaganda tendente a propiciar la constitución de la Federación Nacional de los Trabajadores de Cuba. Recomendación de la supresión del trabajo a destajo “por ser inmoral y perjudicial a la clase obrera”. Este tema era una gran preocupación para los sindicalistas revolucionarios ya que pensaban que este tipo de trabajo no sólo condenaba al obrero a la sobreexplotación sino que contribuía al aumento del paro.
138 Sobre los acuerdos tomados por los miembros de la CNT en el Congreso de la Comedia de 1919, véase Bar, 1981, 550-554.
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Otro de los temas que preocupaban sobremanera a esta corriente de pensamiento era la regulación del trabajo de la mujer y el niño. Para la primera pedían igualdad con respecto al hombre, que su labor “sea retribuida igual a la del hombre, no sólo por emplear el mismo tiempo, y sí por ser idénticas sus necesidades”. En cuanto a la labor del niño, teniendo en cuenta que no se podía prescindir del trabajo de los menores, pues eran en buena medida sostenedores de la entidad familiar proletaria, habría de “limitarse con relación a su edad y condiciones físicas”, aunque no se debería permitir que superara las seis horas, debiéndosele abonar la mitad del salario de un operario y “no permitiéndosele que lo empleen en labores antihigiénicas”. Se declaraba la necesidad de establecer y coordinar los boicots, dando cumplida información a las sociedades integrantes de la Federación. En sustitución de las denostadas cajas de resistencia permanentes, se acordó la constitución de un Comité de Auxilios organizado “cuando sea necesario” para atender las necesidades de los trabajadores que luchan por la causa obrera. Este comité no era más que la institucionalización de las suscripciones y colectas que desde siempre habían organizado los anarquistas para sostener sus distintas iniciativas, entre ellas el mantenimiento de los compañeros presos y sus familias.
Algunas de estas medidas se pusieron pronto en marcha. Así, por ejemplo, el día uno de mayo de 1922 salió a la calle el primer número del que, a partir de entonces, sería su principal órgano de expresión: El avance federativo. Otras retomaban aquellas prácticas introducidas por los emigrados españoles en las décadas anteriores. En ese sentido, destaca la creación, el cuatro de octubre de ese mismo año, de la escuela racionalista en el Centro Obrero de la calle Zulueta, número 37. Medida que fue continuada con la fundación de la Biblioteca del Centro Obrero. Ya lo había anunciado José Peña Vilaboa pocos meses antes: “El objetivo más primordial que tiene la Federación y que logrará muy pronto es la Educación Racionalista, fundamento de nuestra obra emancipadora”.139 La Escuela Moderna de Zulueta comenzó las clases el día 18 del mismo mes de octubre y entre los primeros niños matriculados estaban dos de los hijos de Alfredo López y otros dos de Alejandro Barreiro. Como profesor fue nombrado el español José Miguel Pérez, canario que había llegado a la Isla dos años antes y que participaría en la fundación de la Agrupación 139 Nueva Luz, La Habana, 17 de agosto de 1922, 2, y Toro, 1974b, 2.
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Comunista de La Habana al año siguiente, así como del Partido Comunista de Cuba en 1925, del que sería nombrado Secretario General; por este motivo fue expulsado tan sólo unos días después, el 31 de agosto de ese mismo año. En los momentos en los que Pérez estuvo enfermo le sustituyó el también líder comunista, Carlos Baliño. La escuela contaba a comienzos de 1923 con algo más de treinta niños matriculados. La participación de comunistas en estas actividades contrasta con la situación vivida en la Península donde en el Congreso de Zaragoza, celebrado en el año 1922, se materializó la ruptura definitiva entre los anarquistas y los comunistas en el seno de la CNT, a la vez que se ratificaba el carácter anarcosindicalista de la confederación. Al mismo tiempo, este aperturismo de la FOH fue propiciado por la mencionada reorientación que le dieron los anarcosindicalistas al sindicalismo tras el triunfo de la revolución rusa. A comienzos del año 1923, en el mismo Centro Obrero de Zulueta, los miembros de la FOH organizaron una escuela racionalista nocturna para adultos, que se ocuparía de la educación de los trabajadores y sus familias. Es de destacar que ya en el mes de marzo la matrícula en las clases diurnas era de 76 niños y por la noche estaban matriculados 72 obreros. En ese mismo año, la propaganda lanzada desde la FOH para que las organizaciones obreras imitaran esas iniciativas en toda la Isla pronto tuvo respuestas. El Sindicato de la Industria Fabril abría su propio centro educativo racionalista en Puentes Grandes, provincia de La Habana, al tiempo que otras escuelas modernas eran inauguradas en Banes, Oriente, y Cárdenas, en la provincia de Matanzas. La apuesta por el sindicalismo seguiría adelante a partir de entonces y culminaría con la creación de la proyectada central sindical nacional dos años después. Mientras tanto, en esos años no cesaron las huelgas y las expresiones de descontento de los trabajadores, pues la situación económica no hizo sino empeorar sus condiciones de vida. La crisis afectó de lleno a las empresas que, en algunos casos, optaron por decretar la libre contratación, lo cual significó un duro golpe para las organizaciones de trabajadores pues, en base a ella, podía ser contratada mano de obra que no estuviera afiliada, lo que a su vez rebajaba las condiciones de trabajo –salarios, jornadas laborales, etc.– porque en muchos casos eran contratados inmigrantes haitianos y jamaiquinos. Esta medida se convirtió en el motivo para que muchos obreros se declararan en huelga, como la que organizó el gremio de zapateros en 328
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1922 contra las empresas norteamericanas Consolidated Shoe Corporation y Sportin Shoe Mg. Co. Para contrarrestar acciones como ésa, los miembros de la FOH optaron por continuar la labor propagandística. Así, con el objetivo de conseguir la unión de todos los trabajadores de la Isla, entre ellos los del campo, retomaron otra de las prácticas defendidas por los emigrados españoles, la organización de nuevas excursiones de propaganda al agro, como la que en 1922 llevó a Antonio Penichet a Managua para advertir a los campesinos de la necesidad de materializar su organización. También en ese año la FOH mostró su solidaridad con los trabajadores de la fábrica de cerveza La Polar, que se declararon nuevamente en huelga para protestar por las rebajas de salarios y de empleados. Por su parte, el Sindicato de la Industria fabril declaró el boicot a esta bebida, lo que afectó seriamente a la empresa. A partir de entonces se llevaron a cabo una serie de maniobras que acabaron con el envenenamiento de la cerveza, al parecer por parte de los propios fabricantes, para culpar a los principales líderes del sindicato. Por ello fueron encarcelados durante más de dos años su presidente, el anarcosindicalista Ángel Arias, el secretario Eduardo Rivera, el tesorero Luis Quirós y el cochero de alquiler Antonio Castillo. En el juicio no se pudo demostrar la implicación de estos trabajadores en los hechos y finalmente fueron puestos en libertad.140 Al año siguiente los estudiantes, liderados por el joven Julio Antonio Mella, aparecieron en la escena reivindicativa y comenzaron un acercamiento a las organizaciones obreras mostrando su adhesión a las causas de los trabajadores, así como a la FOH, a la que ofrecieron su colaboración en las tareas educativas. Al mismo tiempo, nuevos movimientos huelguísticos evidenciaban el peso de esta organización, como por ejemplo, cuando los cigarreros, dirigidos por Alejandro Barreiro fueron a la huelga. La Federación apoyó a los tabaqueros declarándole el boicot al taller la Gloria Cubana. Esas muestras de solidaridad supusieron en gran medida el éxito de esta huelga. Solidaridad que también fue fundamental para los obreros de los centrales azucareros que se declararon en huelga a finales del año 1924. En la segunda quincena del mes de septiembre los trabajadores del Central Mo140 Más información sobre esta cuestión, en Toro, 1974c, 2.
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rón, en la provincia de Camagüey, decretaron un paro que rápidamente se extendió a los centrales vecinos. El máximo líder del movimiento fue el cubano Enrique Varona González, presidente de la Unión del Ferrocarril Norte de Cuba. Su principal demanda era el reconocimiento por parte de las empresas azucareras de su organización sindical. La respuesta inmediata de los patronos fue el despido de los delegados y el desalojo de las familias de los bateyes. Al mismo tiempo, en siete centrales de la provincia de Las Villas se paralizaron los trabajos de reparación para la próxima zafra, esgrimiendo la misma demanda que los compañeros de Camagüey. Mientras estos últimos lograron sus aspiraciones, los obreros de Camagüey toparon con la intransigencia de la Cuba Cane Corporation. Se constituyó entonces un Comité Conjunto de Huelga liderado por Varona y al paro se unieron los obreros del Ferrocarril Norte de Cuba y el Gremio de Braceros y Estibadores del Puerto de Tarafa, en la misma provincia. A finales del mes de octubre la Cuba Cane Corporation tuvo que reconocer a los gremios obreros para que sus trabajadores volvieran a reanudar sus labores. Sin embargo, la ola huelguística se extendió al mes siguiente a las provincias de Oriente, donde se declararon en huelga tres centrales, y nuevamente a Camagüey donde pararon otros nueve. En este caso se vieron afectados los intereses de la poderosa compañía norteamericana, la General Sugar Company. Ni las amenazas de intervención del embajador estadounidense, Enoch Crowder, ni la represión llevada a cabo por el presidente Zayas, que incluyó la expulsión de la Isla de numerosos trabajadores españoles acusados de bolcheviques, logró evitar la expansión del paro a 18 centrales más en la provincia de Oriente. Mientras, la FOH preparaba una huelga general que fue frenada por la negociación que Enrique Varona llevó a cabo con el Presidente Zayas, del que consiguió el compromiso de “lograr que en el Congreso se promulgara la legislación que resolviera definitivamente el reconocimiento de los delegados obreros en los centrales azucareros”.141 Es de destacar que durante esta huelga los obreros en paro pusieron en práctica nuevas tácticas de lucha como la huelga pasiva, sostenida por los trabajadores del ferrocarril, que consistía en retrasar lo máximo posible el movimiento de los convoyes aprovechando la ley que establecía que, des141 Toro, 1974d, 2.
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pués de catorce horas de trabajo, se podía parar la máquina durante otras diez para el descanso de los operarios. Esta táctica estaba precedida de su complementaria denominada “paso de jicotea”, para demorar la marcha de los trenes. También hubo varios atentados contra las vías y los trenes, sin que hubiera que lamentar víctimas.142 Como consecuencia de estos movimientos reivindicativos nacieron nuevas organizaciones sindicalistas tanto en la provincia de Camagüey, donde La Unión de Empleados del Ferrocarril Norte de Cuba decidió modificar su reglamento para dar entrada a los trabajadores de los centrales de la zona, organizando el Sindicato de Trabajadores de Camagüey; así como en la de Oriente, donde se crearon los gremios de los Centrales Chaparra y Delicias, la Unión de Obreros de la Industria Azucarera y la Delegación n.º 9 de la Hermandad Ferroviaria. La culminación de esta etapa de organización sindicalista en Cuba tendría lugar durante el año 1925 con la creación de la Central Nacional Obrera de Cuba (CNOC). Se recogería así el fruto sembrado por los anarquistas –con la participación de muchos españoles– en las dos décadas anteriores: la organización de los trabajadores en una asociación nacional bajo los principios sindicalistas. No obstante, el aperturismo promovido por los anarcosindicalistas daría una orientación ideológica diferente a la propuesta por los introductores de esta doctrina en la Isla. Pero también como consecuencia de esta oleada de huelgas el gobierno decretó nuevas expulsiones de españoles. Como veremos a continuación, la expulsión de “extranjeros perniciosos” fue uno de los mecanismos de represión utilizado por el gobierno, que no el único, generalizado desde el año 1915 y que a la altura de 1925 ya había afectado a la gran mayoría de anarquistas peninsulares y, sobre todo, a aquellos más significados, que habían liderado y dirigido los pasos del anarquismo hasta esos momentos. Si bien otros muchos trabajadores españoles se vieron afectados asimismo por estas medidas, a pesar de que sus vínculos con la ideología libertaria no fueron probados.
142 Testimonio de Manuel Álvarez Álvarez, recogido en Morales, 1989, 73.
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Ilustración 10. La idea en marcha. (El Dependiente).
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Capítulo V DE LA VIGILANCIA Y EL CONTROL SOCIAL A LAS SALIDAS FORZADAS DE LA ISLA Las expulsiones de “extranjeros perniciosos”, que afectaron principalmente a los emigrados españoles, no fueron una consecuencia directa del anarquismo. Si observamos el fenómeno en su conjunto, a lo largo de todo el período escogido para nuestra investigación, la presencia de anarquistas en Cuba data de finales del siglo XIX y tras la última guerra de independencia fue creciendo con mayor intensidad. Los distintos observadores del fenómeno nos han dejado testimonio de ello. Sin embargo, este tipo de medidas represivas se generalizaron a partir del año 1917. ¿Por qué entonces? ¿Por qué no antes si era un hecho probado y para las autoridades republicanas el crecimiento del anarquismo en la Isla estuvo relacionado con la presencia de emigrados españoles? Se hubiera acabo de raíz con un “posible problema”. Por ello, para entender el sentido de las deportaciones, empezaremos por analizar de qué forma fue comprendido el fenómeno por esos observadores. Las visiones que cada uno de ellos nos ofrecen sobre la actuación de los anarquistas en Cuba nos permiten tener una idea más aproximada de nuestro objeto de estudio. Por tanto, para cerrar nuestra investigación, una vez analizada la evolución que tras la emancipación de la Isla vivieron los anarquistas, así como las actividades que pusieron en práctica a lo largo de todo el período propuesto, lo que nos ha permitido comprobar cuáles fueron los factores que se conjugaron para favorecer su arraigo, veremos cuál fue la reacción y la interpretación que del mismo fenómeno dieron las autoridades, tanto las cubanas como los representantes del gobierno español en la Isla, lo cual nos permitirá introducir otros factores que también coadyuva333
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ron al crecimiento y el desarrollo de las actividades de estos grupos, así como, en un segundo momento, verificar las razones que llevaron a la salida de la mayor parte de los ácratas españoles, entre ellos los más significados, y al inicio del ocaso del anarquismo en la mayor de las Antillas. Este objetivo justifica un análisis de todo el período escogido en su conjunto. LA VIGILANCIA DE LOS DIPLOMÁTICOS ESPAÑOLES El seguimiento de los representantes del gobierno español en Cuba sobre los movimientos de los anarquistas comenzó nada más terminar la guerra de independencia. Este control estaba directamente relacionado con la actuación de algunos anarquistas, tanto en Europa como en la propia Península. Desde finales del siglo XIX el anarquismo se había convertido en el protagonista de actuaciones contra el Estado y en autor de proclamas subversivas y atentados, principalmente contra los soberanos y jefes de gobierno. El siglo XX comenzaba con prácticas de este tipo; por ejemplo, el 29 de julio de 1900 era asesinado el rey Humberto de Italia por el ácrata Gaetano Bresci y durante ese año también se producían los intentos fallidos contra el príncipe de Gales y el Shah de Persia. Al año siguiente, el terrorismo hacía su entrada en Estados Unidos. El día 6 de septiembre, el anarquista de origen polaco León Gzolgosz asesinó al presidente William McKinley, cuando éste se encontraba en Búfalo visitando la exposición Panamericana. En España el peligro de atentar contra la vida de la reina M.ª Cristina o de su hijo Alfonso XIII creció especialmente tras los mencionados sucesos de la Mano Negra en Andalucía o de Montjuich en Cataluña. Estos últimos sirvieron de excusa al anarquista italiano Michele Angiolillo Lombardi para asesinar al jefe de gobierno español, Antonio Cánovas del Castillo, en 1897. Por la misma razón el periodista y escritor catalán Ramón Sempau atentaba al año siguiente en Barcelona contra el “verdugo” del proceso.1 Para prevenir y combatir las acciones terroristas, los gobiernos europeos comenzaron a elaborar mecanismos de control a escala internacional 1 Más información sobre estas cuestiones y su repercusión en Cuba, Sánchez Cobos, 2003a, 223-233.
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que asegurasen la vigilancia de los sospechosos. El mejor ejemplo lo constituye la creación de la Policía Internacional conocida como Interpol. En España, el Ministro de Estado enviaba recomendaciones a sus representantes en Europa y Washington sobre cooperación internacional en un informe del año 1900, en el que se advertía sobre la conveniencia de intercambiar información, así como la necesidad de habilitar canales de colaboración entre las policías de los diferentes países y los agentes diplomáticos y consulares.2 Cuatro años después el Estado español se adhería al Protocolo de San Petersburgo firmado por Alemania, Austria-Hungría, Dinamarca, Rumania, Servia, Rusia, Suecia, Noruega, Turquía y Bulgaria, para regular entre las potencias signatarias la forma de expulsión y conducción de anarquistas, devolviéndolos al país de origen y estableciendo en cada una de ellos un bureau central de policía donde recibir y enviar las filiaciones de los anarquistas y dar cuenta de sus movimientos.3 Cuando el presidente McKinley fue asesinado, el Ministro español en Estados Unidos mostraba su esperanza de que este suceso marcase un punto de inflexión en la vigilancia del anarquismo, tanto en ese país como a nivel internacional.4 Sobre todo porque la organización de grupos ácratas en el país norteamericano era evidente desde finales del siglo XIX. Gaetano Bresci, el anarquista que había asesinado al Rey de Italia, había vivido allí largo tiempo. Formó parte del numeroso grupo de anarquistas que estaba organizándose en Paterson, en el Estado de New Yersey, en el que también se contaban muchos otros italianos y algunos españoles y cubanos que estaban empleados en las fábricas de tejidos de seda cercanas a esa ciudad y a New York. Si a comienzos del siglo XX eran numerosos los grupos anarquistas repartidos por todo el país, el de Paterson era uno de los principales. Estaba dirigido por el reconocido anarquista italiano Enrico Malatesta, 2 “Circular reservada enviada el 15 de agosto de 1900 por el Ministerio de Estado a los Representantes de España en Europa y Washington”, AMAE, Fondo Política Interior Cuba, Serie Orden Público, Legajo H 2751, 1900-1913. 3 “Carta de comunicación de adhesión al Protocolo de San Petersburgo” enviada al Embajador de Alemania por el Ministerio de la Gobernación el 15 de junio de 1904, AMAE, Fondo Política Interior Cuba, Serie Orden Público, Leg. H 2753, 1911-1919. 4 “El Ministro de S.M. confirma su telegrama de la fecha relativo al fallecimiento del presidente Mckinley. Washington, 14 de septiembre de 1901”, AMAE, Fondo Política Interior, Serie Orden Público, Subserie Anarquismo, Leg. H 2751, 1900-1913.
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quien contaba con el apoyo del español Pedro Esteve, que también era un viejo conocido de las autoridades de la Península.5 A pesar de estas evidencias, las conversaciones de los diplomáticos españoles con el Secretario de Estado estadounidense, que tuvieron lugar en el mes de octubre de ese año con el fin de habilitar los cauces de colaboración en la materia, no fueron eficaces pues toparon directamente con la legislación vigente. Por una parte, el gobierno norteamericano estaba limitado por las leyes federales por las que no se podía arrestar ni enjuiciar a nadie por muy sospechosas que fueran sus actividades, a menos que cometiera un delito penado por la ley. De la otra, las leyes federales propias de cada Estado hacían imposible articular una línea de colaboración a nivel de todo el país. A todo lo cual se unía el hecho de que no existieran expedientes personales o judiciales elaborados por la policía hasta ese momento. La única opción posible eran colaboraciones coyunturales e intercambio de información puntual con las policías de los distintos estados y a título individual.6 La relativa facilidad de que disponían los anarquistas en Estados Unidos la resumía el cónsul español en Washington con las siguientes palabras: “este país ha sido hasta ahora asilo tranquilo para los anarquistas. A él venían refugiándose de las persecuciones que decían sufrir en algunos países de Europa; aquí se reunían, aquí propagaban sus ideas y aquí preparaban con toda facilidad los atentados que habían de ejecutar en Europa. Eran aquí mirados con la mayor indiferencia y apenas si después de atentados como el del rey Humberto se oían algunas protestas contra la protección tácita que tales crímenes recibían de las leyes y de las costumbres del país. De las autoridades ningún auxilio había que esperar pues se escudaban en la inacción que las leyes les imponían, las cuales no permiten más que la persecución de crímenes positivos ejecutados dentro del país”.7 5 “El Ministro de S.M. confirma su telegrama de anteayer sobre movimientos anarquistas. Washington, 5 de agosto de 1900”, AMAE, Fondo Política Interior, Serie Orden Público, Subserie Anarquismo, Expedientes P=S=Z, Leg. H 2759, siglo XX. 6 “EL Ministro de S.M. contesta a la Real Orden Circular de 15 de agosto sobre anarquistas. Washington, 19 de octubre de 1900”, AMAE, Fondo Política Interior, Serie Orden Público, Subserie Anarquismo, Leg. H 2751, 1900-1913. 7 “El Ministro de S.M. confirma su telegrama de la fecha relativo al fallecimiento del Presidente de los Estados Unidos”, Washington, 14 de septiembre de 1901. AMAE, Fondo Política Interior, Orden Público, H 2751, 1900-1913.
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Ante ese panorama los cónsules españoles en EE.UU. establecieron sus propios canales para vigilar los movimientos de los anarquistas en el país norteamericano. En algunos casos se sirvieron de confidentes que, por lo general, eran antiguos anarquistas que continuaron infiltrados en los grupos ácratas. En otros casos contrataron los servicios de Agencias de detectives privados de reconocido prestigio, como la Agencia Burns que radicaba en Washington o su homóloga Pinkerton de Filadelfia.8 Las recomendaciones del Ministerio de la Gobernación sobre la vigilancia de los anarquistas llegaron igualmente a la mayor de las Antillas y las gestiones de los diplomáticos españoles en ese sentido son un fiel reflejo de estas políticas. En los continuos informes que los cónsules enviaron durante las dos primeras décadas del siglo XX se dio cumplida información de cómo el anarquismo iba creciendo en la Isla, alimentado por la llegada continua de inmigrados procedentes principalmente de España, así como del peligro potencial que representaban. Sin embargo, a pesar de esta evidencia, los representantes del gobierno español en la mayor de las Antillas se encontraron con dificultades similares a las de sus colegas de Estados Unidos. Al igual que en el país vecino, las leyes garantizaban tanto el asentamiento como la organización de los anarquistas en grupos, siempre y cuando sus actividades no amenazaran el orden establecido. Por ello, mientras los diplomáticos aparecen preocupados por el peligro que representaban estos grupos, en sus informes son frecuentes las referencias a la falta de cooperación mostrada por las autoridades cubanas ante sus requerimientos, al tiempo que se quejaban al Ministerio de la Gobernación de que con esa actitud estaban facilitando la reorganización de estos emigrados en Cuba, que llegaban con relativa facilidad gracias a la abundante conexión por barco existente con el resto de países, principalmente con España y Estados Unidos, convirtiendo de esa forma a la Isla en un escenario privilegiado donde continuar con sus actividades. Una situación similar se dio en toda América Latina. En las jóvenes repúblicas americanas la entrada y la salida, así como la comunicación con Europa, estaban garantizadas por las compañías marítimas, a lo que se unía la debilidad de los nuevos gobiernos que no tenían todavía organizados los mecanismos de 8 “El encargado de negocios de España confirma y amplia su telegrama de 30 de marzo último sobre Federico Alonso. Washington, 3 de abril de 1902”, AMAE, Fondo Política Interior, Serie Orden Público, Subserie Anarquismo, Expedientes A=B, Leg. H 2754, siglo XX.
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control y represión policiales a escala nacional. Pero además, las propias actuaciones de los ácratas en esos países –por lo general no llevaron a cabo actos subversivos ni atentados terroristas– favorecieron su permanencia hasta que se generalizaron las expulsiones. Factores todos –aunque no los únicos– que explican el establecimiento de los anarquistas en el Nuevo Continente.9 Entonces, ¿cuáles eran los motivos para que hubiera esta disparidad en referencia a las actividades de los anarquistas en Cuba? En realidad, el potencial peligro que advertían los cónsules estaba fundamentado en la posibilidad de que los grupos ácratas utilizaran la Isla como base de operaciones, desde donde preparar y dirigir actos terroristas contra las autoridades en la Península. Ciertamente las sospechas de los cónsules encontraron fundamento en más de una ocasión. Las primeras manifestaciones en ese sentido datan de principios del siglo XX. El 12 de enero de 1900, el Cónsul de España en Santiago de Cuba recibía la visita de un inmigrante español que decía llamarse Peregrino Fernández Rivero y estar afiliado a la “junta anarquista” de Buenos Aires. Contaba cómo el 28 de noviembre del año anterior se había celebrado una reunión ácrata en el pueblo mexicano de Rosas, donde se había decidido asesinar al Rey español Alfonso XIII así como al general Polavieja. Para cometer los magnicidios fueron designados tres de los asistentes a la reunión y Peregrino había sido escogido como suplente. Éste pensaba negarse a tales pretensiones pero, como tenía miedo de que sus compañeros tomaran represalias contra él, había decidido abandonar México y buscar en Cuba la ayuda de los diplomáticos españoles.10 Al año siguiente, el mismo Peregrino Fernández, que admitía ser de Sangenjo, de 39 años, soltero y de profesión marinero, se ponía en contacto con el alcalde de Santa Cruz del Sur, en la provincia de Oriente, para advertirle del peligro que corrían el Gobernador General norteamericano, Leonard Wood, y el General del Ejército Libertador cubano, Máximo Gómez. Según había podido averiguar Peregrino, en la ciudad de Santiago de Cuba, un grupo de cuatro españoles llamados Antonio Curfí, Antonio Se9 Otros factores que coadyuvaron en ese sentido pueden verse en Sánchez Cobos, 2006c. 10 Carta manuscrita enviada por Joaquín de Pereyra, Cónsul español en Santiago de Cuba el 15 de enero de 1900. AMAE, Fondo Política Interior Cuba, Serie Orden Público, Legajo H 2751, 19001913.
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guí, Leopoldo Gestar y José Padilla estaban orquestando un atentado contra ambos. El informador daba incluso los detalles de cómo llevarían a cabo los asesinatos. Para matar a Wood habían planeado que Antonio Curfí se presentaría ante él vestido de oficial americano, portando un rollo de papel donde llevaría escondido un revólver. Máximo Gómez, por su parte, sería envenenado “en una de las casas que más frecuenta en La Habana, de mucha confianza para él”, decía Fernández, pues los magnicidas estarían en contubernio con los empleados de la casa. Y si esta tentativa resultaba fallida, tenían preparada un arma de fuego también. En esta ocasión, al parecer, los presuntos terroristas no actuarían por iniciativa propia sino que seguían las órdenes que llegaban desde España de los verdaderos ideólogos de los atentados, el General Valeriano Weyler y el hijo de Don Carlos de Borbón, el infante don Jaime, quienes estaban buscando vengarse por la intromisión de Estados Unidos en la última guerra de independencia cubana. Como advertía Peregrino, “tan pronto murieran asesinados los generales Wood y Gómez se daría un grito en La Habana de ¡Venganza y muerte a los traidores!”.11 ¿Qué pretendía realmente Peregrino Fernández con estas dos historias, que al parecer eran más fantásticas que verdaderas? Por las dos confidencias parece que el ex anarquista estuviera buscando un lugar donde establecerse, pues tanto a los diplomáticos españoles como a las autoridades norteamericanas les pidió que le pagaran el pasaje, en el primer caso para España y en el segundo para Estados Unidos. Pero, además, parece también que estuviera intentando quedarse como confidente al servicio de las autoridades. Hacia principios de siglo XX el que antiguos anarquistas “arrepentidos” trabajaran de confidentes empezaba a ser una práctica común y bastante lucrativa para ellos.12 No obstante, ante las dudas que planteaban las denuncias de Peregrino Fernández, ni las autoridades españolas ni las norteamericanas accedieron a sus peticiones. Sin embargo, aunque los representantes del gobierno español mostraran sus reservas ante la veracidad de historias como la del gallego, testi11 “Peregrino Fernández. Santa Cruz del Sur, Cuba, 4 de abril de 1901”, NARA, RG 140, Doc. 1828. 12 Uno de los confidentes más conocidos, que trabajó al servicio de las autoridades de Barcelona en los primeros años del siglo XX, fue el ex anarquista Juan Rull. Más información sobre esta cuestión, en Núñez Florencio, 1983, 164-168.
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monios como ése sirvieron para sembrar la duda y la necesidad de continuar vigilando los movimientos de los anarquistas. Sobre todo porque a partir de entonces los diplomáticos españoles seguirían recibiendo visitas de ex anarquistas que les avisaban de supuestos complots orquestados para acabar con la vida del Rey o de algún representante de las autoridades españolas, como la que recibió el cónsul español en Washington a comienzos del año 1902 de un leonés llamado Federico Alonso.13 Los cónsules españoles en Cuba sintieron el peligro realmente cerca cuando a mitad del año 1903 su colega, el vice-cónsul italiano, sufrió un atentado frustrado en la propia Isla. Según informaba Joaquín M.ª Torroja, Ministro Plenipotenciario en La Habana, el homicida era un anarquista de la misma nacionalidad, Pietro Allinei Allamandi, jornalero de veinticinco años de edad, que había llegado procedente de New York, donde residía. Según este informe, Allinei había estado en contacto con los grupos anarquistas de Paterson, lo que hacía aumentar la preocupación del cónsul al ser tan evidentes las conexiones entre los grupos ácratas de ambos países.14 Los temores de los diplomáticos españoles en Cuba siguieron acrecentándose a lo largo de la primera década republicana, en buena medida relacionados con los acontecimientos que estaban sucediendo en la Península. Así, tras los sucesos de la conocida como Semana Trágica y el posterior proceso y ajusticiamiento de Francisco Ferrer i Guardia parecía que la temida venganza de los ácratas estaba cada vez más cercana. Como hemos visto, estos sucesos provocaron una oleada de protestas a nivel internacional que tuvieron sus ecos también en Cuba, no sólo entre los anarquistas, sino también entre representantes de otros sectores políticos. Con respecto a las manifestaciones que se organizaron en la Isla para protestar por el proceso de Ferrer, los diplomáticos repetían los argumentos esgrimidos hasta entonces. Por una parte, se quejaban de la actitud permisiva demostrada por el gobierno cubano, que se veía limitado por una legislación que calificaban de “extremadamente liberal” por la que no 13 La historia de Federico Alonso, que era similar a la de Peregrino Fernández y fue calificada de “absurda” por el diplomático español en Washington, puede verse en los informes titulados “El encargado de negocios de España en Washington confirma y amplia su telegrama sobre Federico Alonso”, de los días 3, 12 y 16 de abril de 1902, AMAE, Fondo Política Interior, Serie Orden Público, Subserie Anarquismo, Expedientes A=B, Leg. H 2754, siglo XX. 14 “Misión de España en Cuba. La Habana, 19 de junio de 1903”, AMAE, Fondo Política Interior, Serie Orden Público, Subserie Anarquismo, Expedientes A=B, Leg. H 2754, siglo XX.
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podía impedir este tipo de actos que en nada alteraban el orden público: “No tiene el gobierno de Cuba medios legales, dentro de las leyes vigentes, para evitar el que esas manifestaciones se celebren, si con ellas no se altera el orden público”, escribía el cónsul español en La Habana.15 De la otra, y a pesar de que en sus informes el diplomático minimizaba la repercusión que habían tenido tales actos, dejaba entrever, al mismo tiempo, el peso creciente que estaban alcanzando las incipientes organizaciones obreras cubanas, por lo que añadía: “adoptar actitudes más enérgicas hubiera sido con toda seguridad contraproducente pues habría levantado una nueva agitación y excitado otra vez los ánimos dando pretexto a nuevas injurias o ataques a los poderes públicos españoles”, algo que hubiera sido peligroso sobre todo teniendo en cuenta la activa participación de la comunidad española en estos actos, según advertía el ministro español.16 Pero algo más se puede entrever en las palabras del representante del gobierno español en La Habana, que estaría directamente relacionado con el tipo de relaciones existente entre los diplomáticos peninsulares y las autoridades republicanas. Una vez más, el cónsul se quejaba de que el gobierno no hacía caso de sus requerimientos, en esta ocasión había desoído sus solicitudes de que reprendiera a aquellos que habían injuriado a las autoridades españolas por la condena de Ferrer. Las referencias del cónsul, al igual que los informes y cartas enviadas al Ministerio de la Gobernación hasta entonces, estaban hechas en un tono exigente y despectivo contra las autoridades republicanas y sus órganos de gobierno, obviando la posición de los diplomáticos españoles en la Isla. Así por ejemplo se refería el cónsul español en Santiago de Cuba a la policía: “la policía de aquí está muy maleada, porque es todo menos policía, y no siendo ayudado por las autoridades locales sería muy fácil que por lucro hicieran causa común con los propagandistas”.17 Comentarios de este tipo se entienden si tenemos en cuenta que hacía relativamente poco tiempo que España había perdido su colonia y los diplo15 “El Ministro de S.M. da cuenta de las manifestaciones que han tenido lugar en esta República con motivo del fusilamiento de Ferrer”, La Habana, 23 de octubre de 1909, AMAE, Fondo Política Interior, Serie Orden Público, Parte General, Anarquismo, Leg. H 2752, 1909-1910. 16 “Carta enviada por el Ministro de S.M. en La Habana al Ministro de Estado en Madrid el 23 de octubre de 1909”. AMAE, Fondo Política Interior Cuba, Serie Orden Público. Parte General, Leg. H 2752, 1909-1910. 17 “Informe a la Real Orden n. 184 de 1913 sobre el anarquismo”. AMAE, Fondo Política Interior Cuba, Serie Orden Público, Leg. H 2753, 1911-1919.
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máticos debían aún estar reacomodándose en su nuevo papel de subordinados. Al propio tiempo, es un reflejo más de las relaciones existentes entre las dos comunidades en los primeros años de independencia. Los diplomáticos españoles seguirían con la misma actitud durante algún tiempo, lo que provocaría, dos años después, la destitución y el consiguiente regreso a la Península del Ministro Plenipotenciario de España en Cuba, Cristóbal Fernández Vallín, que sería sustituido por un hombre más prudente, Julián María del Arroyo, cuya actuación al frente de la Legación de La Habana relajaría las relaciones diplomáticas con la mayor de las Antillas y le serviría para salir de Cuba con todos los honores unos años después.18
Ilustración 11. Expulsión del cónsul español en La Habana, Cristóbal Fernández Vallín. (La Política Cómica). 18 Sobre las relaciones entre los diplomáticos españoles y las autoridades cubanas y el caso Fernández Vallín, véase Sánchez Cobos, 2003b.
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Ante la falta de cooperación, los diplomáticos españoles, al igual que estaban haciendo sus homólogos en Estados Unidos, organizaron sus propios mecanismos de vigilancia dentro de la Isla. Así, por ejemplo, contrataron los servicios de confidentes como los hermanos Sánchez, José y Miguel, antiguos anarquistas. Este último, conocido también por los alias Constant Leroy y V. Moreno, había sido íntimo amigo de Francisco Ferrer i Guardia, según los informes que habían recabado los diplomáticos, y marchó a Argentina con el encargo de organizar escuelas racionalistas por todo el país, para lo cual había recibido una importante cantidad de dinero que gastó en París, a donde realmente fue. Allí se casó con una joven y salió para América tras enterarse de que las autoridades galas lo buscaban por un delito de bigamia, pues en realidad ya estaba casado en España. La colaboración de los hermanos Sánchez con los diplomáticos españoles en Cuba acabó de repente, cuando a comienzos del año 1912 salió publicado un artículo en El País de Madrid, donde se relataban sus verdaderas actividades en la Isla y la historia de Constant Leroy en Francia. Los anarquistas de ¡Tierra! se hicieron eco de esa noticia y lanzaron inmediatamente una campaña difamatoria contra el excompañero, que abandonó la Isla con destino a México, según informaba el cónsul en La Habana.19 Hacia el año 1912 parece que las autoridades republicanas se mostraron más partidarias de cooperar con los diplomáticos españoles, informán19 Precisamente, ese mismo año 1913 Constant Leroy publicó un libro en México donde hablaba de sus relaciones con los diplomáticos de Cuba –curiosamente no mencionaba las razones que le llevaron a La Habana y de allí a México-, de los contactos que tuvo con Pardiñas y los grupos ácratas de Estados Unidos durante el año 1912 y de la implicación de éstos en el magnicidio de Canalejas, junto con los anarquistas residentes entonces en Londres, Malato, Malatesta, Schapiro y el español Lorenzo Portet quienes, según el testimonio de Leroy, estaban buscando un “español capaz de sacrificarse para extinguir tiranos”. En una segunda parte del libro, Leroy habla de sus relaciones con Francisco Ferrer i Guardia, al que califica de radical, capaz de todo por conseguir sus propósitos. En líneas generales, en este libro el autor incurre en multitud de errores, por no decir falsedades, que parecen intencionados, al tiempo que hace confesión y arrepentimiento de su pasado anarquista, justificándolo en el calor de la juventud. Este testimonio debe ser entendido por el momento y la posición en que se encontraba el exconfidente desde el año anterior. Leroy, 1913. La información sobre los confidentes hermanos Sánchez en “El Secretario encargado de la Legación da cuenta de la visita que le han hecho los anarquistas hermanos Sánchez. La Habana, 18 de febrero de 1912”, “El encargado de Negocios de España contesta a la Real Orden N.º 60 de 6 del corriente. La Habana, 29 de marzo de 1912”, “Al Excmo. Señor Ministro de Estado. El Ministro Plenipotenciario de S.M. Reservado. La Habana, 6 de junio de 1912”, “Desaparición del confidente anarquista J. Sánchez. La Habana, 17 de junio de 1912” y “Relativo a anarquista Sánchez. La Habana, 13 de noviembre de 1912”, AMAE, Fondo Política Interior, Serie Orden Público, Subserie Anarquismo, Expedientes P=M=O, Leg. H 2757, siglo XX. Las críticas de los anarquistas de Cuba en “Contra los infames”, ¡Tierra!, 18 de enero de 1913.
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doles oportunamente acerca de los movimientos de los súbditos procedentes de la Península. Aunque esta colaboración parece más bien una medida preventiva, motivada por el crecimiento y desarrollo que estaban alcanzando los grupos ácratas por toda la Isla, y no por el peligro que realmente representaban sus actividades. Como veremos a continuación, las políticas de control social del gobierno republicano fueron en ese sentido, al menos hasta el año 1917. Fue precisamente a partir de ese año cuando los representantes del gobierno español endurecieron la vigilancia sobre los anarquistas, sobre todo después de que averiguaran que el asesino del Presidente del Gobierno español, José Canalejas y Méndez, había vivido en la Isla poco antes de cometer el magnicidio. Manuel Pardiñas Sarrato residió en Cuba entre 1910 y 1911 y aunque los diplomáticos españoles quisieron relacionarlo con los grupos ácratas locales, en realidad, según los informes emitidos por la Policía Secreta cubana, no había ningún indicio para hacer tales aseveraciones: “No parece que Pardiñas ostensiblemente realizara propaganda de ideas ácratas, porque de resultar cierto, la policía hubiera tomado nota, como en otros casos, para la formación del expediente y la vigilancia del mismo”. Lo único que había averiguado la policía acerca de la estancia del magnicida en Cuba es que había residido en la habitación 16 de la Casa Peña Pobre, número 14 y que acudía diariamente a la de Águila 114, donde almorzaba y comía. Además, de acuerdo con el informe de la secreta, Pardiñas figuró como depositante de la Caja de Ahorros del Centro Asturiano entre el 12 de noviembre de 1910 y el 12 de abril de 1911 en que retiró los fondos existentes, al parecer porque pensaba abandonar la Isla, lo que hizo tres días después en el Vapor “Mascotte” como pasajero de tercera clase con destino a Tampa.20 Pardiñas estuvo residiendo en Estados Unidos hasta el momento de regresar a España para cometer el magnicidio. Allí, según la información que había podido reunir el Ministro Plenipotenciario en Washington, había trabajado de pintor ayudado por algunos de los anarquistas de la ciudad
20 “Reservado. Noticias del asesino Pardiñas. La Habana, 16 de noviembre de 1912”, AMAE, Fondo Política Interior Cuba, Serie Orden Público, Leg. H 2758.
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norteamericana sin embargo, no se distinguió tampoco por desarrollar actividades que tuvieran relación con la propaganda del Ideal.21 Precisamente el asesinato de Canalejas y el proceso contra Pardiñas provocaron nuevas manifestaciones de los anarquistas de Cuba en contra de las actuaciones del gobierno español en la Península, al igual que había ocurrido con el proceso de Ferrer i Guardia. A comienzos del año 1913 el Ministerio de la Gobernación en Madrid recibía el siguiente telegrama emitido desde el consulado de La Habana: “Los anarquistas izaron la bandera roja en el Centro de Estudios Sociales en prueba de regocijo por el asesinato del Señor Canalejas, haciendo públicas manifestaciones de simpatía al asesino Pardiñas; proyectan celebrar una velada en conmemoración del acontecimiento el domingo 17 del corriente”.22 A pesar de la colaboración que se estaba produciendo entre la policía y los diplomáticos españoles, de nuevo la pasividad mostrada por el Gobierno cubano ante las actividades de los anarquistas provocaba nuevas quejas de los cónsules. Por lo que, a comienzos del año 1913, el cónsul en La Habana continuaba la búsqueda de un candidato de confianza que trabajara de confidente para la Legación española, tanto en La Habana como en Tampa, pues los vínculos entre los grupos de ambas ciudades eran cada vez más estrechos, lo que estaba convirtiendo a la Isla en un paraíso para los anarquistas, que, decía: “tan vigilados y tan perseguidos como están en Europa, han tomado como punto estratégico estas Antillas y principalmente el puerto de la Habana, por la facilidad con que pueden escapar de sus perseguidores por el número considerable de buques que entran y salen de tantos puertos cercanos en los que la policía no es tan activa ni tan experta en esta clase de servicios como la Europea”.23 La posibilidad de que prepararan atentados desde la Isla en los que la figura del Rey español se alzaba como el principal objetivo se hizo más evidente cuando el cónsul en La Habana recibió, a mitad de año, el siguiente anónimo, en el que se denunciaban los abusos cometidos por la monarquía 21 “Informe de 28 de noviembre de 1912 del Cónsul de España en Washington acerca del supuesto complot anarquista de Pardiñas”, AMAE, Fondo Política Interior, Orden Público, Expediente P=R, Leg. H 2758, siglo XX. 22 “Telegramas informando sobre anarquistas. La Habana, 26 de enero de 1913”, AMAE, Fondo Política Interior, Serie Orden Público, Subserie Anarquismo, Expedientes A=B, Leg. H 2754, siglo XX. 23 “Muy reservado. Al Señor Ministro de Estado. La Habana, 26 de enero de 1913”, AMAE, Fondo Política Interior Cuba, Serie Orden Público, Leg. H 2753, 1911-1919.
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española contra los anarquistas y obreros de la Península en los años anteriores: “Diga a su Gobierno de España, pero sin demora alguna, que se abstenga en castigar al que se halla preso por el atentado del Rey, pues si se le castiga más que como un simple disparo, el Rey antes de medio año ha de pagar con la piel. La vida de Ferrer tiene de costar cara en España; tengan la seguridad que Alegret tiene compañeros que se encargarán de continuar la obra. Los estragos de Cullera y el asesinato de Ferrer fueron ordenados por Canalejas y el Rey y nada más justo que han de pagar los dos con la vida. Avísele señor cónsul pues de lo contrario el Rey la paga. Tres anarquistas”. 24
Pero si el peligro señalado por los diplomáticos españoles era tan evidente, ¿cómo se explica la actitud de las autoridades republicanas? Si era posible que los anarquistas planearan desde la Isla actos terroristas contra las autoridades en España, la realidad fue que sus actividades en Cuba en pocas ocasiones llegaron a representar un peligro real para el gobierno republicano y los grupos de poder, al menos durante los primeros años de República, razón por la cual, las autoridades cubanas desestimaron las advertencias de los diplomáticos españoles y sólo actuaron en casos puntuales, como hemos visto a lo largo de la investigación. Esa aparente “debilidad”, manifestada por los cónsules, que hacía que los anarquistas “gozaran de libertad” en la Isla para llevar a cabo sus actividades, no era tal, la actuación de las autoridades respondió al papel que asumió dentro del nuevo Estado liberal. EL CONTROL DE LAS AUTORIDADES REPUBLICANAS Desde comienzos del siglo XX, el paulatino crecimiento de la economía cubana y la orientación principalmente agro exportadora que tuvo, así como la creciente presencia de compañías de inversión extranjeras, sobre todo norteamericanas, introdujeron en la sociedad poscolonial de la mayor de las Antillas nuevos actores y nuevas relaciones sociales que habrían de articularse en el incipiente estado liberal. Objetivo primordial para el 24 Anónimo manuscrito recibido por el cónsul de España en La Habana el 19 de julio de 1913. AMAE, Fondo Política Interior Cuba, Serie Orden Público, Leg. H 2753, 1911-1919.
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gobierno, primero para las autoridades interventoras y después para las republicanas cubanas, sería asegurar el orden interno que facilitara la reproducción de las fuerzas productivas y el desarrollo de la industria azucarera, así como su expansión hacia las tierras orientales. Al mismo tiempo, como hemos visto, los trabajadores, que vivieron un crecimiento paralelo a lo largo de todo el período señalado, pero que no vieron solucionados sus problemas, endémicos ya, sino que por el contrario se fueron agravando paulatinamente, fueron articulando sus propios espacios –grupos, periódicos, escuelas, centros, bibliotecas, etc.–, así como los mecanismos de lucha apropiados para canalizar la solución de sus demandas. En ese sentido, el proyecto anarquista fue uno de los más contestatarios. Ante el crecimiento de la cuestión social, el nuevo Estado se distinguió por su papel de controlador y árbitro de las relaciones sociales. Las políticas de control aprobadas después de la independencia comenzaron por la creación de distintos mecanismos de coerción y control social, en un principio, y continuaron con la habilitación de modestos canales tendentes a rebajar las tensiones, en un segundo momento. Sin embargo, es de destacar, para toda la etapa propuesta, la ausencia de medidas encaminadas a hallar el consenso entre las partes en conflicto, así como la escasa reglamentación laboral que hubiera paliado la creciente cuestión social. Sólo en la medida en que el orden social y económico se vio amenazado por la actuación de esos sectores, el Estado fue articulando respuestas a esas amenazas. Sin embargo, a partir del año 1915 se generalizó entre las autoridades republicanas la opinión de que los culpables del aumento de la conflictividad laboral eran los extranjeros. Las políticas que aprobaron a partir de entonces, sobre todo las expulsiones de la Isla, son un reflejo de esta percepción. El primer paso que dieron los poderes públicos en materia de control social fue la creación y organización de aquellos cuerpos de seguridad que garantizaran ese orden establecido, así como que reprimieran cualquier manifestación de descontento. De esta manera lo reconoció el Mayor General John R. Brooke, al tomar posesión del gobierno provisional de la Isla. Para ello, inmediatamente después de la independencia, el primer gobierno interventor norteamericano creó la Guardia Rural, en el campo, y la Policía Municipal, en las ciudades, dos cuerpos que se organizaron ya en 347
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el año 1898 para sustituir al Ejército Libertador. Poco después, la Orden Militar n.º 213, de 25 de mayo de 1900, inauguraba los juzgados correccionales en La Habana y en los términos municipales de Matanzas, Cárdenas, Cienfuegos, Santa Clara, Santiago de Cuba y Puerto Príncipe (Camagüey). Desde sus comienzos, los guardias rurales debían cumplir una serie de requisitos para ser elegidos para este cuerpo de seguridad. Por una parte, debían ser avalados por dos comerciantes y, de la otra, debían poseer caballo y montura. Teniendo en cuenta que los comerciantes eran por lo general españoles y que después de la guerra pocos eran los que tendrían caballo y montura, los puestos de la guardia rural estaban restringidos a un sector de la población muy definido. Esta circunstancia determinó que a partir de entonces la guardia rural se convirtiera en el máximo protector de los intereses de los hacendados azucareros, así como de los comerciantes españoles.25 El hecho de que se tratara de un cuerpo represivo formado por hombres, por lo general extraídos de las capas populares, les convirtió en el objeto de las críticas y las burlas de los trabajadores. Así, por ejemplo, se referían a ellos los anarquistas: Oye tú, eres un hombre chiquitico, con pelo de estopa y ojos de pitiminí golpeao, que visto de lejos, pareces un lacón con uniforme.26 A diferencia de la Guardia Rural, que desde su nacimiento estuvo controlada directamente por el Gobierno Central, la Policía nació bajo jurisdicción municipal. Este hecho explica los frecuentes conflictos surgidos al principio entre los ayuntamientos y el gobierno por la actuación de este cuerpo de seguridad, puesto que, si bien había sido creado como una fuerza represiva, en la mayor parte de los casos los cargos municipales entendieron que debía salvaguardar el orden pero no utilizar la fuerza. Uno de los mayores choques, consecuencia de esta diferente interpretación, se produjo en la ciudad de La Habana durante la huelga de apren25 Las siguientes ideas sobre la Guardia Rural y la Policía Municipal, en Cabrera, 1985a, 82-85. Más información sobre esta cuestión, en Uralde, 2002, 255-281. 26 “A un guardia rural”, ¡Tierra!, 5 de diciembre de 1908.
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dices del año 1902. Mientras la policía se dedicaba a reprimir a los obreros en huelga, encarcelando a los más significados, el Alcalde ordenaba liberarlos. Lo cual provocó que las autoridades republicanas tomaran bajo su mando a la Policía, ordenando una brutal represión a finales del mes de octubre que acabó con el movimiento. Dos años después el gobierno sancionaba mediante ley este traspaso de jurisdicción para evitar en el futuro hechos como el ocurrido durante la huelga de aprendices. En 1908, nuevamente bajo administración norteamericana –recordemos que el segundo período interventor fue motivado por los enfrentamientos entre liberales y conservadores en 1906, por el supuesto fraude cometido en las elecciones que garantizaría la reelección de Tomás Estrada Palma–, nacía una nueva fuerza de orden público, el Ejército Permanente, cuyo ámbito de actuación sería nacional, lo cual significaba que, por primera vez, un cuerpo de este tipo podría ser movilizado y trasladado desde su lugar de ubicación a cualquier punto de la Isla. De ese modo, el Ejército vendría a acabar con el carácter regional que hasta entonces había tenido la Guardia Rural. A partir del año 1912, ante el crecimiento de las organizaciones de trabajadores, sobre todo las anarquistas, el gobierno de José Miguel Gómez organizó un servicio de la Policía Secreta que tendría la misión de supervisar “cuantas agrupaciones, sectas e individuos se dediquen a la predicación, propaganda y tácticas del anarquismo y del socialismo” para estar al corriente de las actividades de aquellos individuos más peligrosos y, llegado el caso, tomar medidas preventivas. El negociado, denominado “Vigilancia de Peligrosos”, sería dirigido por el Jefe de la Policía de La Habana y se refería expresamente a los anarquistas, socialistas exaltados, ñáñigos y expresidiarios. A partir de entonces, miembros de este organismo se infiltraban en las organizaciones y asistían a los mítines y reuniones preparados por los obreros. No obstante sus actividades se redujeron prácticamente a la vigilancia, únicamente en casos puntuales, en que las actuaciones de estos grupos amenazaban directamente el orden, tomaban represalias contra los líderes más significados, lo cual solía ocurrir tras los movimientos huelguísticos. Por su parte, los ácratas advertían que la represión no acabaría con el problema, “podrán cortar el tallo, decían, pero las profundas raíces del problema social germinarán de nuevo”.27 27 “¿Hacia donde vamos? ¡Infamias tras infamias!”, ¡Tierra!, 9 de marzo de 1912.
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Hasta entonces, la política del poder Ejecutivo estuvo marcada por la escasa predisposición a inmiscuirse en los problemas surgidos entre los trabajadores y los patronos. Estos primeros pasos dados por las autoridades en materia de control social respondieron a la organización de una política preventiva dirigida a neutralizar las expresiones protagonizadas por los trabajadores, más que a articular vías de consenso. Además, tuvo un matiz principalmente rural, orientado a salvaguardar los intereses de las compañías productoras de azúcar. Lo cual se explica porque en líneas generales, y salvo los mencionados movimientos puntuales, la primera década republicana fue un período de conflictividad laboral moderada. Este ambiente contrasta, por tanto, con la psicosis que durante el mismo período demostraron los diplomáticos españoles acerca de la organización anarquista en la Isla. Sólo a partir de finales de la primera década republicana, y como complemento a estos cuerpos de control y represión, los distintos gobiernos aprobaron una tímida reglamentación laboral y ofrecieron una serie de concesiones a los trabajadores que aflojaran las tensiones sociales. En ese sentido José Miguel Gómez, que accedió a la presidencia tras las elecciones del año 1909, aprobó una serie de normas durante los dos primeros años de su mandato –Ley Arteaga, Ley de Cierre y algunos reglamentos que regulaban el trabajo de los empleados públicos– que, en realidad, en la mayor parte de los casos o no eran respetadas o fueron aplicadas en sectores concretos y minoritarios, como el de los trabajadores estatales.28 También durante los primeros años de presidencia de Menocal, el gobierno tomó partido para intentar calmar estos conflictos, aunque, en realidad, puso en marcha tímidas reformas que tenían el objetivo de paliar momentáneamente la situación de los trabajadores, con la intención de que ello repercutiera directamente en “beneficio público”. Se organizaron recaudaciones benéficas, concursos dotados con premios, obras públicas, etc.; medidas que no estaban destinadas a solucionar la cuestión social, sino más bien a demostrar la “preocupación” de las autoridades por la situación de las clases más desfavorecidas. De todas ellas, la que mayor propaganda tuvo fue el mencionado Congreso Nacional Obrero, celebrado en 1914.
28 La reglamentación aprobada durante el gobierno de José Miguel Gómez, en Pichardo, 1969, t. II, 328-333. Más información sobre esta cuestión, en Sánchez Cobos, 2006a.
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Fruto de este ambiente de reformas surgió la última de las disposiciones aprobadas en el período señalado, la Ley de Indemnización por Accidentes Laborales, de 12 de junio de 1916, donde quedaron estipulados los casos en que procedía indemnización por accidente en el trabajo y las cuantías que debían pagar las compañías aseguradoras. Esta ley dejaba en clara desventaja a los inmigrantes, lo que provocó algunas reclamaciones por parte de los obreros peninsulares de las que se hicieron eco los cónsules españoles.29 Tres años después de la publicación de esta ley, su inoperatividad era evidente por lo que El Sindicato de Obreros del Ramo de Construcción, uno de los sectores donde los accidentes laborales eran más frecuentes, aprobó y puso en práctica en el mes de abril unos acuerdos que tendrían el objetivo de auxiliar a los obreros que sufrieran un accidente en horas de trabajo y estuvieran sindicados al menos desde tres meses antes, y al corriente de los pagos de la cuota sindical.30 Seguramente esta iniciativa estaría relacionada también con el hecho de que este sector ocupaba a gran parte de obreros inmigrantes, entre ellos, muchos peninsulares. Menocal continuaría asimismo con la reordenación del Ejército comenzada en 1908. Mediante el decreto aprobado en el mes de febrero de 1915 daba nacimiento al llamado Ejército de Cuba, que poco después sería denominado Ejército Nacional. Esta medida suponía unificar en un solo cuerpo la Guardia Rural con el Ejército, lo que acabaría por desvincular a los integrantes de la guardia rural de sus lugares de origen.31 Con ella daba continuidad a las políticas que garantizaran la reproducción del sistema y, al mismo tiempo, aseguraran los intereses de las compañías azucareras norteamericanas. En líneas generales, durante toda la etapa señalada la actitud demagógica de los gobernantes republicanos, unida a la falta de cumplimiento de las distintas leyes aprobadas, fomentó entre los trabajadores y los sectores 29 La Ley de Indemnizaciones por accidentes laborales fue publicada en la Gaceta Oficial de La Habana de 16 de junio de 1916. Sobre las reclamaciones de los súbditos españoles a que dio lugar esta ley y las gestiones de los diplomáticos, véase AMAE, Fondo Tratados Bilaterales, Subfondo Cuba, Serie Trabajo. Accidente Laboral, Leg. TR 413, Exp. 002. 30 Estos acuerdos fueron publicados en “De interés a los sindicados”, Solidaridad, 12 de abril de 1919. En ese mismo número ya aparecen auxiliados tres trabajadores del sindicato, para los que se destinaron 39 pesos. 31 Información detallada sobre esta cuestión, en Chang, 1981.
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subalternos la idea de que el nuevo régimen político no funcionaba más que para asegurar los intereses de las clases sociales más favorecidas.32 El novelista y político cubano Carlos Loveira reflejó en una de sus novelas, Los Ciegos, publicada en 1922, el ambiente de desmoralización reinante entre los sectores populares de la sociedad cubana y la opinión que tenían sobre el funcionamiento del sistema. Sirvan de ejemplo las palabras de uno de sus protagonistas, Cuco, que se podría considerar el alter ego del autor –había viajado por América y Europa y conocía las ideas socialistas–: “es divina la situación en estas progresistas y decantadas democracias de la libre América (¡democracias y libres!) donde es tonto y cursi hablar de problemas sociales, según opinan los que van colosalmente en el machito, jugando con los destinos de un pueblo y robándose el dinero de prójimos al amparo de sus sabrosos fueros plutocráticos”.33 Al mismo tiempo, los partidos obreros de signo socialista que se organizaron en todo el período no fueron capaces de alcanzar el peso suficiente entre los trabajadores que les hubieran garantizado un lugar en la Cámara de Representantes, lo que hubiera supuesto la posibilidad de enmarcar las protestas de los trabajadores dentro del sistema. Por el contrario, los fracasos de los partidos organizados, así como la falta de operatividad de las propuestas ofrecidas en sus estatutos, a lo que se unió seguramente el hecho de que una parte importante de sus posibles seguidores eran inmigrantes, lo que les vetaba el derecho a votar, orientaron a los trabajadores hacia otras opciones. Como hemos visto, una de las más populares la ofrecieron precisamente los anarquistas, quienes supieron articular respuestas a lo largo de todo el período analizado creando instituciones propias donde plasmar sus experiencias y conformar una identidad común, al tiempo que ofrecieron una posibilidad de solución a corto plazo de los problemas de los trabajadores, atrayendo, de ese modo, a los sectores populares, al igual que había ocurrido durante las últimas décadas de la colonia. Todo lo cual les convir32 Algunas razones que explican el defectuoso funcionamiento de la vía democrática en los primeros años de república cubana, en Piqueras, 2003b, 23-57. 33 Ambientada en los años centrales de la segunda década republicana, cuando se extendieron las huelgas al agro, relata la vida de una de las mejores familias matanceras, dueña de uno de los más importantes centrales azucareros de toda la Isla, que se vio amenazado por el crecimiento de los conflictos obreros. Loveira, 1980, 407.
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tió en el punto de mira de las autoridades cubanas y en el principal objetivo de su política represiva. Sin embargo, no es hasta la segunda etapa de gobierno de Menocal que la dureza del gobierno se dirigió principalmente contra los anarquistas y entre ellos, contra los españoles. Lo cual se puede considerar como una prueba más de que, a pesar de la percepción de los diplomáticos españoles, las actividades de los ácratas no supusieron una amenaza real. A partir de 1915 la conflictividad laboral fue en aumento, como hemos avanzado directamente vinculada al crecimiento económico y a la exportación de azúcar durante los años de la Primera Guerra Mundial. Coincidiendo con el pico de máximo crecimiento, los años de 1917 a 1919, la situación se hizo especialmente complicada y sobre todo a partir de 1918 cuando empezaron a sentirse en Cuba los ecos del triunfo de los obreros y campesinos en Rusia. Los trabajadores, aprovechando el contexto de máxima producción expusieron nuevamente sus demandas radicalizando sus posturas, no sólo como consecuencia de esta euforia revolucionaria, sino también mediante la aplicación de los nuevos métodos propios del sindicalismo revolucionario. Todo lo cual se complicó con el ambiente bélico provocado por la Primera Guerra Mundial. Fruto de este ambiente es la Ley de espionaje de 3 de agosto de 1918 que afectaba a todos aquellos “ciudadanos o súbditos de naciones neutrales en una guerra internacional en que Cuba figure como beligerante”, lo que constituía una clara alusión a los españoles residentes en Cuba, que tuvieran el “propósito de favorecer o ayudar en cualquier forma a alguna potencia en guerra con Cuba o aliada de aquella, o de perjudicar en algún modo a la República cubana”, expresión esta última en la que cabía cualquier tipo de delito –interrumpir la zafra cubana sería considerado una agresión contra las potencias aliadas por cuanto se intentaba paralizar su suministro de dulce–, por lo que se les consideraría y trataría como “extranjeros enemigos”. Al mismo tiempo, esta ley decretaba la posibilidad de intervenir la correspondencia de todos aquellos considerados sospechosos de esos delitos.34 El mayor control se ejerció entonces contra los anarquistas, introductores y defensores de los nuevos métodos de lucha y entre ellos, principal34 Esta ley fue publicada en la Gaceta Oficial el 3 de agosto de 1918. NARA, RG 84, Exp. 800.1918, Vol. 104.
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mente contra los ácratas españoles, considerados los verdaderos enemigos del orden público. No obstante, hemos de advertir que la percepción de que los únicos causantes de la conflictividad laboral eran los extranjeros no es exclusiva de las autoridades cubanas. Fue común en América Latina culpar de estos problemas a los inmigrantes que procedían de Europa, donde era algo habitual la cuestión social. De esa forma, el objetivo de los gobiernos republicanos se orientó en un doble sentido: por una parte, a intentar integrar a la mayoría en el sistema, y de la otra, a reprimir a aquellos sectores más contestatarios y, entre estos últimos, estuvieron siempre los anarquistas españoles.35 Un reflejo de esta situación son los procesos judiciales incoados contra los trabajadores en el período señalado, que nos ofrecen además ejemplos de esta postura. Escasas son las causas abiertas contra los trabajadores anteriores al año 1918. Encontramos únicamente dos, en las que se vieron involucrados los anarquistas, algunos de los cuales eran españoles. La primera en el año 1909, por el asalto a los trenes de lavado de algunas empresas de lavandería de La Habana en el mes de mayo. 22 mujeres y 4 hombres, entre ellos los españoles Francisco Riestra Iglesias, Francisco Herrero Cotillas y Serafín Castrillón y Mouriz, fueron acusados de “coligación para alterar el precio del trabajo”. Teniendo en cuenta que ninguno de los procesados tenía antecedentes penales y que la ley recogía como “menor” el delito por el que se les acusaba, fueron puestos en libertad después de casi dos meses en prisión.36 No obstante dos años después Serafín Castrillón sería expulsado de la Isla. También en el año 1913, tres anarquistas, entre ellos el español Sebastián Aguiar, y los cubanos Rafael Hevia e Isidoro Lois fueron acusados de “injurias a la autoridad y provocación a la sedición” por dos de los artículos publicados en ¡Tierra! Sebastián Aguiar salió absuelto, previo pago de una tercera parte de las costas de oficio; a Isidoro Lois se le condenó a 60 días de encarcelamiento más dos meses y un día de arresto menor; por su parte, Hevia fue condenado a cuatro meses y un día de prisión por reincidente.37 Aguiar también había sido expulsado de la Isla dos años antes, sin embargo, logró regresar cuando se verificó que era ciudadano 35 Sobre esta cuestión, véase Suriano, 1989-1990. 36 ANC, Fondo Audiencia de La Habana, Leg. 226, Exp. 1, 1909. 37 ANC, Fondo Audiencia de La Habana, Leg. 223, Exp. 1, 1913.
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cubano naturalizado. Después de su vuelta, sus actividades al frente del semanario ¡Tierra! fueron objeto de la vigilancia de la policía y prueba de ello es la condena de 1913. Si entre 1909 y 1918 sólo encontramos estas dos causas, a partir de entonces, se generalizaron los procesos por delitos relacionados con la cuestión laboral, en los que nuevamente aparecen como protagonistas los anarquistas. A comienzos del año 1918 la Policía Secreta recabó una serie de informes sobre las actividades de los anarquistas españoles Aquilino López López e Hilario Alonso Sánchez. El primero, propietario de un restaurante vegetariano en La Habana, llamado Provida, y el segundo empleado en dicho negocio. Los dos habían sido miembros de la Asociación de Dependientes de Cafés hasta el año 1915. Según los reportes de la Policía Secreta ambos estaban vinculados a los grupos de Estados Unidos que formaban la International Workers of the World –IWW– con los que estaban en contacto directo a través de la correspondencia. Según las declaraciones de uno de los testigos, sus actividades tenían el objetivo de paralizar la zafra, para lo cual celebraban reuniones con otros anarquistas en el restaurante de López. Con ello pretendían, además, ayudar a las naciones germanófilas –clara alusión a la mencionada Ley de Espionaje–. Sin embargo, otro de los testigos admitía haber acompañado al Secretario de la Policía Secreta al restaurante para vigilar los movimientos de los sospechosos y, si bien podía corroborar que allí se celebraban reuniones con otros que por el habla parecían ser españoles, y que esas reuniones parecían sospechosas, teniendo en cuenta que los dos vigilados eran anarquistas, en realidad nunca pudieron obtener ningún tipo de prueba de las pesquisas que realizaron. A pesar de todo, en el mes de marzo se procesó a López y Alonso y se les declaró culpables. El juez decretó prisión provisional hasta que depositaran una fianza de mil pesos moneda oficial cada uno, pues según la Ley de Enjuiciamiento Criminal de 1899 el delito del que se les acusaba, “asociación ilícita”, era calificado de grave. Al ser ciudadanos naturalizados cubanos no pudo ejecutarse la orden de expulsión que se decretó contra ellos.38 En el mes de diciembre de ese mismo año comenzó otra causa por “publicación clandestina” contra el anarquista español Francisco Villamisar 38 ANC, Fondo Audiencia de La Habana, Leg. 535, Exp. 12, 1918.
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y el cubano Cirilo Cotaño, por haberse descubierto una imprenta clandestina, propiedad del primero, donde se imprimían sin pie de imprenta los impresos relacionados con las huelgas. Se decretó prisión provisional siguiendo la Ley de Enjuiciamiento Criminal de 1899 y la Orden 109 del mismo año, y se les impuso una fianza de 200 pesos moneda oficial. El caso se sobreseyó en febrero de 1919 por no poderse probar ningún delito.39 Sin embargo, al año siguiente Villamisar también fue obligado, abandonar la Isla. 1919 es el año de las grandes causas judiciales, si tenemos en cuenta el número de imputados en cada una de ellas. Por “conspiración para la sedición” se procesó a otros cinco trabajadores, el cubano Manuel López Romeo y los españoles Vicente Morero Doménech, Francisco Picó Gómez, Ramón Ríos Aguiar y Alfredo Fernández Fernández, porque se les encontró repartiendo proclamas e incitando a los obreros a la huelga. Los tres primeros fueron encarcelados y condenados a pagar una fianza de 200 pesos moneda oficial cada uno. Alfredo Fernández fue expulsado de la Isla el 16 de junio de 1919. Sobre Ramón Ríos se dictó una orden de busca y captura por no encontrársele en su domicilio. En el mes de agosto, una vez hubieron depositado las fianzas asignadas, fueron amnistiados al entrar dentro de la Ley de Amnistía de 31 de julio decretada por el gobierno de Menocal, que se publicó en la Gaceta Oficial el día 1 de agosto.40 La huelga general iniciada por los trabajadores de la construcción en el mes de marzo de 1919 dio lugar a una gran causa con más de 30 obreros procesados. Se les acusaba de celebrar reuniones bolchevistas para llevar a cabo la revolución y la implantación de soviets como en Rusia, así como de intentar subvertir el orden público y atentar contra el Estado. Se les relacionaba igualmente con las ideas anarquistas disolventes. Entre los imputados hubo al menos tres españoles: José Delbao, Demetrio López y Ramón Urpi. Entre los cubanos procesados se encontraban los líderes de los tipógrafos, Antonio Penichet y Alfredo López. El delito del que se les acusaba era de “conspiración para la sedición”. Las autoridades registraron el centro obrero de la calle Egido y algunos de los domicilios de los procesados incautando diferentes materiales, entre ellos números de periódi39 ANC, Fondo Audiencia de La Habana, Leg. 203, Exp. 16, 1918. 40 ANC, Fondo Audiencia de La Habana, Leg. 212, Exp. 17, 1919.
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cos libertarios, proclamas, pasquines y documentación diversa donde incitaban a los trabajadores a la revolución. Fueron encarcelados en la Fortaleza de la Cabaña, una prisión militar, por lo que no tuvieron los mismos derechos que tenían los presos en cárceles comunes. Para solicitar que fueran trasladados de cárcel el abogado defensor presentó un recurso de apelación que fue desestimado por el juez. La causa duró desde mayo hasta agosto, en que los reos fueron puestos en libertad porque se acogieron igualmente a la Ley de Amnistía de 1 de agosto.41 Como era habitual, la situación fue aprovechada por el gobierno para decretar nuevas y masivas expulsiones. Un nuevo proceso comenzó al año siguiente tras la denuncia del Teniente Incháustegui contra los asistentes al Congreso celebrado en el Centro Obrero de la calle Egido, número 2. En él fueron procesados muchos trabajadores; entre ellos, nuevamente los cubanos Marcelo Salinas y Antonio Penichet; entre el resto figuraban miembros de la Agrupación Socialista de La Habana, como Alejandro Barreiro, anarcosindicalistas como Alfredo López y componentes de la Federación Anarquista de Cuba y de la recién creada Sección Comunista de La Habana, adherida a la III Internacional. También fueron acusados de “conspiración para la sedición”. Del sumario salieron todos los procesados absueltos excepto Marcelo Salinas y Antonio Penichet porque, teniendo en cuenta sus antecedentes de probados vínculos con el anarquismo, se les acusaba de haber hecho explotar bombas en varios lugares de la ciudad de La Habana: Ayuntamiento, vías del ferrocarril y en varias calles, por lo que fueron declarados culpables y condenados a pena de muerte y a indemnizar a sus víctimas con 3.327 pesos moneda oficial. No obstante, la sentencia nunca llegó a cumplirse.42 Ese mismo año, el ácrata Eulogio Relova Linares, miembro de la Federación Anarquista de Cuba, fue procesado por “publicación clandestina e ir contra la forma de gobierno” en cuatro ejemplares de la Federación, sin pie de imprenta, que envió a Miguel Arrufat de Puerto Padre, en la provincia de Oriente. Tuvo que pagar una fianza de 500 pesos tras lo cual desapareció y no se volvió a saber más de él, por lo que se le declaró rebelde.43
41 ANC, Fondo Audiencia de La Habana, Leg. 218, Exp. 1, 1919. 42 ANC, Fondo Audiencia de La Habana, Leg. 206, Exp. 3, 1920. 43 ANC, Fondo Audiencia de La Habana, Leg. 208, Exp. 17, 1920.
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De ese modo orientaron sus políticas de control social los diferentes gobiernos cubanos a lo largo de las dos primeras décadas de República, en las que destacó un objetivo primordial: la salvaguarda del orden social establecido. En ese sentido deben ser entendidas también las expulsiones de “extranjeros perniciosos de la Isla”, denominador que aparecía en los decretos de expulsión para distinguir a los anarquistas y a los extranjeros indeseables, susceptibles de expulsión. Sin embargo, como veremos a continuación, las autoridades republicanas harían un uso muy extenso de este calificativo. LAS EXPULSIONES DE LOS EMIGRADOS ESPAÑOLES Otra de las medidas represivas que el gobierno cubano puso en práctica para reprimir las expresiones de los trabajadores fueron las expulsiones de “extranjeros perniciosos” de la Isla. Así fue como multitud de súbditos españoles, tildados en la mayor parte de los casos de anarquistas, fueron forzados a abandonar la mayor de las Antillas. La primera noticia que se tiene de la expulsión de un español, Alfredo Vida Herrero, es del año 1910. Sin embargo, no hemos encontrado ningún motivo concreto que justificara su deportación, ya que en el informe elaborado por la Secretaría de Gobernación se pedía que el asunto fuera llevado con la máxima discreción por temor a que se filtrase a la prensa y se organizara un escándalo, lo que hace suponer que esta expulsión no debía estar relacionada con cuestiones laborales.44 A partir de entonces, ésta sería una práctica utilizada por el gobierno de José Miguel Gómez para reprimir algunos casos determinados y puntuales. Como por ejemplo la expulsión de tres trabajadores durante el verano de 1911, lo cual significó la salida de la Isla de los destacados líderes obreros españoles, el anarquista Abelardo Saavedra y los socialistas Francisco Vieytes y Severino Chacón, el día 21 de agosto en el Vapor Alfonso XIII con destino a La Coruña. Al primero se le acusaba de ser el promotor de la huelga de ferrocarriles ocurrida en Sagua la Grande. Ya hemos visto que Saa44 “Nota manuscrita dirigida al Subsecretario ordenando las medidas a tomar sobre las asociaciones. Expulsión de Alfredo Vida Herrero. La Habana, 25 de diciembre de 1910”, ANC, Fondo Secretaría de la Presidencia, Leg. 90, Exp. 11.
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vedra había logrado eludir en 1907 un primer intento de expulsión nada más llegar a la Isla por infringir supuestamente las leyes de inmigración aunque, detrás de esta acusación se escondía realmente evitar su participación en las labores de difusión de la ideología libertaria entre los trabajadores del campo. Por su parte, los socialistas Vieytes y Chacón se habían destacado como dirigentes en la última huelga del alcantarillado declarada en La Habana.45 Un mes después eran expulsados en el Vapor Frankenwald con destino a Vigo otros diez anarquistas españoles: Juan Ascón Sistere, Bartolomé Berenguer y Montolín, Juan Casanova y Villa del Prat, Serafín Castrillón Mouriz, Francisco González Sola, José Grau y Guardia, Sebastián Aguiar Mateo, Francisco Pérez Rodríguez, Venancio Saenz Ibáñez y Francisco Arnal Tormos. La razón esgrimida por el Secretario de Gobernación, Gerardo Machado, fue la misma que la anterior: limpiar el país de “extranjeros e ideas perniciosos”.46 Todos ellos tenían antecedentes en España. Habían estado vinculados a grupos ácratas y se habían visto involucrados en los sucesos protagonizados por los anarquistas de Barcelona, por lo que habían tenido que abandonar la Península. Después, una vez que se instalaron en Cuba continuaron con sus actividades, algunos formando parte de los grupos anarquistas que se empezaban a formar y otros colaborando en la también incipiente prensa libertaria. Sin embargo, ninguno de ellos había cometido ningún delito en la Isla –como hemos visto, únicamente Serafín Castrillón había sido procesado y absuelto dos años antes–. El decreto de expulsión les acusaba de ser los inspiradores de las movilizaciones que se estaban preparando –supuestas por el gobierno de José Miguel Gómez–, con la intención de paralizar la próxima zafra.47
45 Esta expulsión, en AMAE, Fondo Política Exterior, Serie Cuba, Leg. H 2351, 1904-1913. 46 “Remite lista de los expulsados de esta Isla el 25 de septiembre último. La Habana, 4 de octubre de 1911”, AMAE, Fondo Política Exterior, Serie Cuba, Leg. H 2351, 1904-1913. 47 Sobre los antecedentes de estos emigrados y su actuación en la Isla, véase nuestro anexo documental.
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Ilustración 12. Transporte de los diez anarquistas españoles expulsados el 25 de septiembre de 1911 en el Vapor Frankenwald con destino a Vigo. (La Discusión).
También en 1911 fueron expulsados dos periodistas españoles que trabajaban en el diario Cuba, José María y Manuel Villaverde, tío y sobrino, acusados de verter injurias contra las autoridades republicanas. El periódico Cuba publicaba a diario los fraudes y robos que cometía el presidente de la República llamado coloquialmente “Tiburón”. Sin embargo, las expulsiones de los dos periodistas tenían un carácter diferente a las anteriores por lo que el Ministro Plenipotenciario en La Habana inició las gestiones oportunas hasta lograr que los dos expulsados regresaran a la Isla.48
48 “El Ministro de S.M. continúa informando sobre expulsión súbdito José María Villaverde. La Habana, 25 de septiembre de 1911”, AMAE, Fondo Política Exterior, Serie Cuba, Leg. H 2351, 19041913.
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Las anteriores medidas son un reflejo de la política represiva encabezada por el Secretario de Gobernación, Gerardo Machado, que retomaría unos años más tarde, como presidente de la República. Según informaba el cónsul español en La Habana, en su entrevista con el Secretario de Gobernación, Machado había afirmado que “se trataba de una medida preventiva porque le habían asegurado que trataban de crearse dificultades para la realización de la zafra”.49 La intención de José Miguel Gómez de optar a la reelección en las elecciones del año siguiente le llevó a desvincularse de Machado –a pesar de que durante su etapa como gobernador de Las Villas se había destacado también como represor– manifestando públicamente que se había equivocado al elegirle.50 Después no serían decretadas nuevas expulsiones hasta el año 1915, en este caso, bajo la presidencia de Mario García Menocal. Al igual que las anteriores, se trataba de unos casos concretos, elegidos por el gobierno porque estaban directamente relacionados con las actividades de propaganda llevadas a cabo por los emigrados españoles, sobre todo, entre los trabajadores del campo. En los informes y las listas elaborados por la Policía Secreta cubana, donde daban cuenta de las organizaciones anarquistas que operaban en la Isla así como de los miembros que las componían, destacaban por la repercusión de sus actividades y por ser considerados como “peligrosos” algunos peninsulares, entre ellos Abelardo Saavedra –quien había regresado nuevamente a Cuba a comienzos del año 1913–, Vicente Lípiz San Miguel, Juan Tur y Tur, Domingo Mir Durich y el profesor de la escuela racionalista de Manzanillo, Juan Tenorio Fernández. Los tres últimos componentes del semanario ¡Tierra!, junto con otros españoles como Sebastián Aguiar Mateo y Gregorio Hernández.51 Precisamente Abelardo Saavedra, Juan Tur, Juan Tenorio y Vicente Lípiz, junto con Pedro Ferrer
49 “El Ministro de S.M. informa sobre las expulsiones de españoles efectuadas por este gobierno. La Habana, 4 de octubre de 1911”, AMAE, Fondo Política Exterior, Serie Cuba, Leg. H 2351, 19041913. 50 Cabrera, 1985a, 109. 51 “Informe mandado por la Policía Secreta Nacional de La Habana en 1913 sobre las personas que componen el Semanario Anarquista ¡Tierra!”, AMAE, Fondo Política Interior Cuba, Serie Orden Público, Leg. H 2753, 1911-1919.
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Marín fueron obligados a regresar a la Península el 15 de enero de ese año en el Vapor Balbaneda de la Compañía Pinillos.52 El día 21 de ese mismo mes era expulsado otro de los anarquistas españoles más significados, Domingo Germinal, que salió con destino a Santander acusado de sustentar ideas contrarias al orden establecido, lo que le había convertido en un elemento peligroso, además había sido procesado por varios delitos por los que había cumplido condena, entre ellos, por su participación en un mitin celebrado en Camagüey para protestar por el caso Evaristo Vázquez. Germinal lograría volver a la Isla tiempo después, donde residiría hasta que fuera nuevamente expulsado en el mes de julio de 1928, esta vez acusado de estar preparando el asesinato del presidente de la República, Gerardo Machado. En declaraciones que hizo a un reportero del periódico Excelsior, el español admitía profesar ideas libertarias pero aseguraba ser inocente de los cargos que se le imputaban pues –decía–, “es cierto que he profesado ideas anárquicas, pero especiales. Nunca he sido terrorista”.53 Nuevamente las palabras del cónsul español en La Habana nos ilustran acerca de las motivaciones que llevaron al gobierno de Menocal a volver a hacer uso de estas medidas: “Las expulsiones han obedecido a la agitación producida entre los obreros del campo por la propaganda llevada a cabo en el periódico ¡Tierra! en el que colaboran casi todos los seis embarcados, propaganda que empezaba a surtir efectos ocasionando algunas huelgas que han podido ser dominadas fácilmente pero que el Gobierno temía pudieran repetirse en caracteres de mayor gravedad paralizando los trabajos en gran parte de los ingenios de la Isla lo que hubiera provocado un gravísimo conflicto de muy difícil solución”.54 52 Información sobre esta expulsión en “Cinco extranjeros perniciosos han sido expulsados”, La Discusión, 15 de enero de 1915; y “El Ministro de España al Ministro de Estado. Telegrama fechado en La Habana, 22 de enero de 1915”, AMAE, Fondo Política Interior Cuba, Serie Orden Público, Leg. H 2753, 1911-1919. 53 La primera expulsión de Germinal en “La expulsión de extranjeros perniciosos” y “El embarque del expulsado”, La Discusión, de los días 20 y 22 de enero de 1915, respectivamente; y “El Ministro de España al Ministro de Estado. Telegrama fechado en La Habana, 22 de enero de 1915”, AMAE, Fondo Política Interior Cuba, Serie Orden Público, Leg. H 2753, 1911-1919. La segunda, en “Decretará el Pdte. su expulsión. Lo que declaró a un reportero del EXCELSIOR al ser trasladado”, Excelsior, 27 de julio de 1928. 54 “Carta del cónsul español en La Habana, de 30 de enero de 1915, en la que remite a su telegrama de 21 del actual, las hojas criminales de los expulsados anarquistas a que aquel se refería”. AMAE, Fondo Política Interior Cuba, Serie Orden Público, Leg. H 2753, 1911-1919.
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Por motivos similares, salía deportado el español Juan Jerez Rodríguez el día 4 de mayo de 1915 en el Vapor Balmes con destino a Barcelona, acusado de tomar parte activa en la propaganda anarquista y ser considerado elemento perturbador, enemigo del orden y de las instituciones constituidas. Este anarquista, conocido con el seudónimo de Juan de Tariego, había llegado a La Habana en octubre de 1909 y desde entonces había participado en los periódicos ácratas Vía Libre, ¡Tierra! y Fiat Lux; en el momento de su detención pertenecía al grupo Lux de La Habana.55 Si tenemos en cuenta las razones que justificaron las expulsiones mencionadas, además de lo exclusivo de estas medidas hasta el año 1915, parece más bien que las autoridades republicanas estuvieran buscando dar un castigo ejemplar a algunos de los líderes obreros más destacados, para hacer ver al resto de trabajadores su intención de salvaguardar los intereses económicos y asegurar la producción azucarera. Así lo aseguró el nuevo Secretario de Gobernación, Coronel Hevia, refiriéndose a las expulsiones de enero de 1915: “Mañana si hay quien no escarmiente en cabeza ajena emplearé con los que delincan igual medida, sean los culpables cuarenta o cuatrocientos”. Pero además, estas medidas dejaban entrever la opinión del gobierno acerca de quienes eran los culpables de la situación. El hecho de que la represión afectara únicamente a los ácratas españoles era sinónimo de que la conflictividad laboral en Cuba tenía su origen en la actuación de los extranjeros y era ajena, por tanto, a los trabajadores nativos. Pocos días después, el mismo Hevia manifestaba a un periodista de El Mundo que “esa medida –se refería a las expulsiones– no se había tomado por razón de las teorías sustentadas por los expulsados y mucho menos por pertenecer a la clase obrera, sino por los actos realizados por esos extranjeros, perjudiciales en grado sumo a los intereses de nuestro país”, al tiempo que ratificaba que se seguirían tomando ese tipo de medidas mientras se observaran conductas semejantes.56 Si durante el año 1916 sólo tenemos referencia de la expulsión de otro súbdito español, Antonio Cotiello Díaz, deportado por las autoridades cubanas por considerarlo propagandista peligroso de ideas anarquistas, a partir 55 La expulsión de Juan Jerez Rodríguez, en “Se expulsó ayer a un anarquista”, La Discusión, 6 de mayo de 1915. 56 Las dos entrevistas fueron publicadas en “Cinco extranjeros perniciosos han sido expulsados” y “El Gobierno y las expulsiones”, La Discusión, de los días 15 y 23 de enero de 1915, respectivamente.
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del año 1917, las deportaciones se convertirían en un recurso cada vez más generalizado, porque los intereses económicos se vieron seriamente amenazados por los movimientos huelguísticos, cada vez más frecuentes, sobre todo en el campo cubano. Durante ese año abandonaron la Isla por decreto oficial veintiún españoles bajo acusaciones específicas, como ser los principales instigadores en las huelgas de estibadores que habían tenido lugar en La Habana, Matanzas y Santiago de Cuba, unos; o ser los promotores de la huelga de panaderos desarrollada en La Habana, otros. Pero la gran mayoría fueron deportados bajo la acusación genérica de ser “súbditos españoles que han tomado parte muy activa organizando y dirigiendo algunas de las huelgas estalladas últimamente en la República y que fueron detenidos y expulsados por este motivo”, según informaba el cónsul español en la capital cubana.57 Un caso curioso en ese mismo año fue la extradición de otro periodista español, Adelardo Novo, Director y propietario del Diario Español. Si bien la expulsión de periodistas españoles ya tuvo su antecedente en las mencionadas deportaciones de los redactores del Cuba, el caso Novo nos ofrece un matiz diferente. Del mismo modo que los Villaverde, fue deportado por proseguir con su actitud crítica con el Gobierno republicano tras haber sido suspendidas las actividades de su periódico en dos ocasiones. Sin embargo, en la acusación le calificaban también como “extranjero pernicioso”. En realidad, la única imputación que se le podía achacar era haber escrito un artículo para un periódico de la ciudad de Vigo, en el que se recriminaba la actuación y las acusaciones vertidas a España por las autoridades cubanas ante la neutralidad mantenida durante la Primera Guerra Mundial. Nada que ver con el anarquismo o cualquier otra actividad subversiva, por eso resulta curioso que en el decreto de expulsión apareciera el mismo apelativo que para los ácratas. Al igual que había ocurrido con los Villaverde, las gestiones llevadas a cabo por el cónsul en La Habana –a pesar de que Novo se quejaba al Gobierno español de que su expulsión fue en parte facilitada por éste–, a lo que se unió el apoyo que el director del Diario Español obtuvo de algunas personalidades en la Península –diputados a Cortes, abogados y senadores– llevaron al Gobierno cubano a aprobar un nuevo decreto autori57 Carta comunicando antecedentes de Manuel Espina Fraga, Vicente Ferrer y Torres y Ramiro Mestre y Puigbert. La Habana, 20 de noviembre de 1917, AMAE, Fondo Política Interior, Serie Orden Pública, Expedientes C=F, Leg. H 2755, siglo XX.
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zando la vuelta a la Isla del periodista bajo la promesa de no continuar con las actividades que habían motivado su expulsión.58 Durante 1918 se incrementaron notablemente las deportaciones de “extranjeros perniciosos”. Ochenta españoles tuvieron que salir de Cuba a lo largo de todo el año bajo acusaciones similares a las anteriores, si bien todos eran señalados como anarquistas. Ante el creciente número de decretos de expulsión, el Ministro Plenipotenciario en La Habana, Alfredo de Mariátegui, empezó a mostrar, en los informes que enviaba al Ministerio de la Gobernación, su recelo hacia la veracidad de tales acusaciones ya que muchos de los expulsados no eran realmente anarquistas, “a mi juicio, decía el diplomático español, la inmensa mayoría de ellos son trabajadores o empleados a quienes ha causado algún efecto la prédica de las ideas novísimas –se refería a la revolución rusa–, pero incapaces de realizar actos de fuerza, por lo que convendría ejercer sobre ellos cierta vigilancia pero sin juzgarlos, al menos por el momento, como anarquistas de acción”.59 Si ese incremento de las deportaciones intranquilizaba al Ministro Plenipotenciario en La Habana, las ciento cuarenta y siete nuevas expulsiones que se produjeron a lo largo del año 1919, momento de máxima expresión de este fenómeno –véase gráfico 9–, no harían sino aumentar su preocupación, sobre todo porque en todos los casos los expulsados aparecían acusados de anarquistas. Los decretos recogían la justificación de las expulsiones del siguiente modo: “Por aparecer que tienen como única misión la de tratar de perturbar el orden, fomentando huelgas de obreros de los distintos gremios de esta ciudad, para con ello crearle dificultades al Gobierno de esta República, del que, como de todos, son enemigos, por ser de ideas del más exaltado socialismo y estar tildados de ácratas”.60 58 El decreto de expulsión tiene fecha de 23 de agosto de 1917; el mes de mayo del año siguiente se publicó en la Gaceta Oficial el permiso de regreso gracias a las gestiones hechas por los representantes del Gobierno español en Cuba, lo que provocó una queja de Novo que solicitó otro decreto en el que se señalase que su vuelta se producía por la propia petición del interesado al Gobierno cubano, lo que no se publicó en la Gaceta Oficial hasta el 23 de diciembre de 1918. El expediente de Adelardo Novo, en AMAE, Fondo I Guerra Mundial, Subfondo Cuba, Serie Expulsiones y Detenciones, Leg. H 3098, 1914-1918. 59 “Amplia su telegrama n.º 46 sobre huelga general de fines de Mayo y participa las medidas tomadas por el Gobierno por este motivo. La Habana, 19 de junio de 1919”, AMAE, Fondo Política Interior, Serie Orden Público, Subserie Expulsiones Colectivas, Leg. H 2765,1919-1929. 60 “Expulsión of aliens. La Habana, 3 de julio de 1919”, NARA, RG 84, Class: 3, Exp. 320.1919, Vol. 109.
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Este aumento de las expulsiones producido durante 1919 se explica porque, por un lado, como hemos visto, se trata del año de mayor conflictividad laboral de todo el período analizado y, del otro, es el momento de mayor crecimiento económico vinculado a la exportación del dulce, algo que las autoridades republicanas, como habían demostrado en otras ocasiones, no estaban dispuestas a poner en peligro. A lo que se unió el problema creado por la mencionada huelga general que se desarrolló entre marzo y junio, y que se convirtió en una de las mayores causas del elevado número de deportaciones de españoles decretadas en los meses siguientes. Pero no sólo el creciente número de expulsados preocupaba al cónsul español. Más sospechosas le resultaban las justificaciones aducidas en la mayoría de las extradiciones, sobre todo porque muchas de ellas habían sido basadas en denuncias no probadas. En algunos casos se les repatriaba sólo por ser sospechosos de “germanófilos”, aunque no estuvieran probados tales vínculos. Por ese motivo fueron expulsados Jesús Tallón Ulloa, Armando Gutiérrez García, Jesús Martínez Díaz, Francisco Díez Alonso y Miguel Burdel Marten, entre otros españoles. Sus hojas de antecedentes
Ilustración 13. Inmigrante español acusado de germanófilo y expulsado de Cuba en el contexto de la Primera Guerra Mundial (AMAE).
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criminales fueron enviadas por la Policía Secreta cubana al consulado español en La Habana, sin embargo, en ellas no se adjuntaba ninguna prueba que justificara tal acusación.61 Para el gobierno cubano, sin embargo, tales imputaciones tenían su explicación en la mencionada Ley de Espionaje aprobada en el año 1918. Otros eran expulsados simplemente por haber protagonizado huelgas. En este caso las autoridades cubanas se basaban en que ése era un derecho que no estaba reconocido en la legislación cubana. Los más eran acusados de haber incitado a la rebelión, delitos de los cuales se culpaba principalmente a los trabajadores españoles. Ante estas evidencias, la actitud de los representantes del gobierno español pasó del inicial recelo mostrado por las actividades de los anarquistas en los primeros años de República a la revisión y verificación de los expedientes de expulsión incoados. Para ello el cónsul en La Habana mantuvo varias entrevistas con el Presidente de la República con el objeto de tratar sobre los motivos que le habían llevado a decretar tal cantidad de expulsiones. En todos los casos, las autoridades republicanas anteponían los intereses de la nación y culpaban a los súbditos españoles expulsados de perturbadores del orden. Sin embargo, la posibilidad de que algunas expulsiones hubieran sido decretadas de forma arbitraria llevó al Ministro Plenipotenciario de España en La Habana a intentar evitar la salida del país de aquellos españoles cuyo comportamiento fuera avalado por compañeros o instituciones ubicadas en la Isla, tales como los centros regionales españoles. Las gestiones en ese sentido se hicieron incluso en España con el Enviado Especial y Ministro Plenipotenciario de Cuba en Madrid, Mario García Kohly, al cual le pedían que intercediese ante el Gobierno cubano para que los súbditos españoles no fuesen tratados con arbitrariedad.62 Sin embargo, la respuesta del diplomático cubano reproducía los argumentos sostenidos en La Habana. “Cuatro huelgas generales y once parciales, sucedidas en menos de un año, y atendidas y resueltas por nuestras autoridades, sin recurrir a la adopción de 61 “Remite las hojas de antecedentes criminales correspondientes a los súbditos españoles expulsados de Cuba como extranjeros perniciosos. La Habana, 26 de mayo de 1918”, AMAE, Fondo I Guerra Mundial, Subfondo Cuba, Serie Expulsiones y Detenciones, Leg. H 3098, 1914-1918. 62 “Carta de 8 de julio de 1919 al E.S.D. Mario García Kohly, E.E. y M.P. de Cuba”, AMAE, Fondo Política Interior, Cuba. Serie Orden Público, Expulsiones Colectivas. Leg. H 2765, 1919-1929.
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medidas excepcionales de defensa social, hoy en vigor en casi todas las naciones europeas, han forzado a mi Gobierno a examinar la influencia nociva que en la preparación de tales movimientos, en concepto de promotores y directores de ellos, ejercían elementos de nacionalidad extranjera, muchos de ellos conocidos adictos a las teorías más disolventes del orden social y, desde luego, perfectamente agenos (sic) a todo interés legítimo en el desenvolvimiento de la vida política de nuestra nación”.
Al mismo tiempo, el diplomático cubano volvía a insistir en los vínculos de los expulsados con la ideología libertaria: “..las recientes expulsiones de súbditos extranjeros decretadas por mi Gobierno, no lo han sido, por razón de haber ejercitado éstos, en su condición de obreros, el derecho a la huelga, sino a virtud de haber realizado en movimientos sociales de extraordinaria gravedad producidos últimamente en la República, una actuación revolucionaria y anárquica, incompatible con los respetos debidos por todo extranjero a las Instituciones del Estado en que reside”.63
A pesar de las gestiones de los diplomáticos españoles, pocos fueron los deportados que lograron regresar a la Isla por la vía legal; otra cosa fue los que volvieron de forma clandestina. Uno de los casos revisados, que fue resuelto con éxito, fue el de Pelayo Montalvo de los Heres, que había sido expulsado el 28 de agosto y que, ante los informes favorables aportados por el cónsul español, fue autorizado a retornar a la Isla a finales año.64 Analizando los momentos en que se llevaron a cabo las expulsiones, al menos hasta el año 1919 se puede comprobar cómo el principal interés del gobierno fue asegurar la producción azucarera. Por lo general, los meses de mayor número de salidas de la Isla fueron al terminar la zafra –mayo y junio– y continuaron durante los meses de “tiempo muerto”, aunque en realidad los trabajadores ya eran objeto de la vigilancia por parte de la policía durante los meses anteriores. Así lo admitía el Presidente de la República en otra de las entrevistas que el Ministro Plenipotenciario de España, Alfredo 63 “Legación de Cuba, Madrid, 12 de julio de 1919”, AMAE, Fondo Política Interior, Serie Orden Público, Expulsiones colectivas de súbditos españoles, Leg. H2765. 64 “Contesta a la R.O. n. 210 de 31 de Octubre relacionada con la expulsión del Territorio Cubano del súbdito español Pelayo Montalvo. La Habana, 12 de diciembre de 1919”, AMAE, Fondo Política Interior, Serie Orden Público, Subserie Expulsiones de Españoles (A=N), Leg. H 2763, siglo XX.
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de Mariátegui, mantuvo con él en el mes de julio. Como argumentaba Menocal, “las huelgas que hasta entonces se habían vivido en Cuba –4 generales y 22 parciales– habían originado las expulsiones decretadas, aunque siempre con el firme propósito de que tan pronto la molienda terminase, expulsar a los que habían venido trabajando un día y otro para realizar el movimiento y que eran bien conocidos de la Policía porque pudo ésta, durante los meses de trabajo, acumular pruebas y adquirir el convencimiento de su acción”.65 De esa forma dejaba claro que sólo cuando la zafra había acabado y la producción estuvo asegurada, se decretaron las extradiciones. Los informes que enviaron los diplomáticos españoles, sobre todo a partir de 1919, dejan entrever muchas de las injusticias de tales acusaciones. Un claro ejemplo lo tenemos en la expulsión llevada a cabo el día 2 de octubre de 1917 de tres españoles, Manuel Álvarez Fernández, Manuel Valdés Madiedo y Manuel Fernández y Fernández, calificados por el gobierno cubano de “extranjeros perniciosos” y decretada su salida de la Isla en el Vapor Infanta Isabel, de la Compañía Pinillos. Alfredo de Mariátegui comentaba la arbitrariedad de las autoridades cubanas ante esta expulsión porque en los informes que la Policía Nacional le había enviado sobre estos súbditos no se indicaba ni siquiera la sospecha de que profesasen ideas anarquistas. Únicamente, se les podía achacar haber participado en la huelga de panaderos ocurrida poco antes, de lo que el gobierno se valió para emitir el decreto de repatriación, al no estar reconocida en la legislación ese derecho.66 En otros casos la policía fabricó expedientes de expulsión basados en falsos antecedentes, como el que motivó la deportación del líder de los tipógrafos, Francisco Villamisar Rivera. Tras su destacada actuación en las huelgas ocurridas en La Habana a lo largo de los primeros meses del año 1919, así como por su participación en los actos organizados para conmemorar el primero de mayo, el gobierno de Menocal ordenó su detención, junto a la de otros destacados líderes obreros. Su expulsión a España fue decretada tras la fabricación de un falso informe en el que se declaraba que 65 “Carta enviada por el Cónsul de España en La Habana al Ministro de la Gobernación en la que da cuenta de su entrevista con el Señor Presidente de la República de Cuba para tratar de las expulsiones de españoles llevadas a cabo en los últimos meses. La Habana, 16 de julio de 1919”. AMAE, Fondo Política Interior, Cuba. Serie Orden Público, Expulsiones Colectivas. Leg. H 2765, 1919-1929. 66 Carta enviada desde La Habana el 4 de octubre de 1917. AMAE, Fondo Política Interior Cuba. Serie Orden Público, expedientes A=B, Leg. H 2754.
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había sido uno de los dirigentes de la Semana Trágica de Barcelona del año 1909. La falsedad de este testimonio se demostraba porque el acusado llevaba más de treinta años residiendo en Cuba, sin haber abandonado en ningún momento la Isla. Villamisar salió expulsado el 26 de mayo de 1919, junto con otros catorce españoles embarcados en el Vapor Infanta Isabel de la Compañía Pinillos, que zarpó con destino a La Coruña. Algún tiempo después de su detención logró regresar a Cuba trabajando como camarero en un barco y se reincorporó a las luchas que llevaron a cabo los obreros del sector gráfico hasta su muerte, el 9 de septiembre de 1926.67 Supuestas arbitrariedades como las anteriores fueron la causa de las continuas quejas del Ministro Plenipotenciario de España en La Habana, no sólo en el sentido de que era injusto culpar siempre a los trabajadores españoles de los conflictos laborales, pues “si cada vez que se produzca una huelga parcial (como ocurre en el presente, caso de una Fábrica de Chocolate) –decía– resuelven aplicar la expulsión a los obreros españoles que tomen parte en ella, ahora que las huelgas ocurren con gran frecuencia, puede casi asegurarse que cada vapor habrá de llevar un contingente más o menos numeroso de españoles”; sino también, porque, según opinaba el cónsul, las deportaciones deberían ser una medida extraordinaria que tienen “su excusa en momentos graves y excepcionales pero que en circunstancias normales, restablecidas las garantías constitucionales y cuando no hay síntoma alguno de perturbación del orden, lo lógico sería que a estos súbditos españoles acusados de huelguistas se les aplicase igual procedimiento que a sus compañeros de trabajo cubanos, exijiéndoles (sic) la responsabilidad en que hayan incurrido, pero dejándoles en Cuba en donde tienen, la mayoría de ellos sus familias y sus intereses”.68 He aquí la posible causa de las intercesiones del cónsul. Probablemente, en el trasfondo de esas quejas se hallaba la difícil situación económica que estaba atravesando la Península en los años posteriores a la Primera Guerra Mundial. Al igual que en Cuba, el fin de la guerra supuso el inicio de 67 La expulsión de Villamisar fue comunicada al Ministerio de la Gobernación en el “Telegrama núm. 50 de 3 de junio de 1919”, AMAE, Política Interior, Serie Orden Público, Expedientes P=S=Z, Leg. H 2759, siglo XX. 68 “Amplia su Despacho número 79 en la parte referente a expulsiones y solicita instrucciones por telégrafo. La Habana, 20 de julio de 1919”, AMAE, Fondo Política Interior, Serie Orden Público, Subserie Expulsiones Colectivas, Leg. H 2765,1919-1929.
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una crisis que significó el descenso en la producción, visible en unos sectores más que en otros –sobre todo en aquellos como la minería o la agricultura, sectores que se habían favorecido de la paralización de los países implicados en la contienda–, así como en la balanza comercial que volvió a ser negativa.69 Por ello, las deportaciones masivas no harían sino agravar una situación de por sí complicada, al tiempo que desmotivaba a nuevos posibles inmigrantes a dirigirse a la Isla en una situación tan insegura. Todo lo cual explicaría en parte las gestiones del diplomático español para evitar en lo posible la repatriación de tantos españoles. Después de este período de máxima intensidad de expulsiones encontramos un descenso notable durante el año 1920, en que fueron expulsados 23 españoles, y la interrupción de estas medidas hasta el año 1924, en que se vuelve a extraditar a otros cincuenta y dos peninsulares. El descenso inicial está relacionado con el cambio de gobierno que se produjo en 1921 con la llegada al poder del liberal Alfredo Zayas, quien inauguró un ambiente de mayor tolerancia, permitiendo la reorganización de los trabajadores y el crecimiento de las asociaciones sindicales, como hemos visto. Por su parte, la reanudación de las deportaciones tiene su explicación en la oleada de huelgas y conflictos laborales que afectaron a las provincias más orientales durante ese año, cuyo máximo líder fue Enrique Varona González. Los decretos de expulsión de ese año coinciden todos en la misma justificación: a los expulsados se les acusaba de ser anarquistas y de querer obstaculizar la zafra. Al año siguiente, coincidiendo con la subida al poder de Gerardo Machado, volvieron a aumentar las expulsiones de “extranjeros perniciosos”, setenta y tres españoles fueron deportados, todos acusados de ácratas y jefes de movimientos huelguistas, aunque muchos de ellos eran tildados también de “bolcheviques”, un calificativo que se había comenzado a aplicar en los años anteriores, pero del que Machado haría un uso mayor durante los primeros años de su gobierno. Este hecho se explica por la difusión que tuvo en la Isla, como hemos visto, el triunfo de la Revolución en Rusia y el ambiente revolucionario que se extendió entre los trabajadores, lo que se tradujo en el crecimiento de la 69 Sobre la situación en la Península tras la Primera Guerra Mundial, véase Pelecha Zozaya, 1987.
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conflictividad laboral. Como explicaba el socialista Antonio Fabra Rivas en una entrevista que concedió al periódico El Obrero Español con motivo de su expulsión de Cuba el 18 de marzo de 1919, la situación en la Isla era “muy semejante a la de España. Por una parte existe la sobreexplotación de los elementos capitalistas, que empujan a los Gobiernos en el sentido de una política de precaución contra el ‘peligro bolchevique’”. Ribas era un periodista vinculado al Partido Socialista que había llegado a la Isla como primera etapa de un largo recorrido que le llevaría por América Latina. Varias revistas europeas –L´Europe Nouvelle, L´Avenir, L´Humanité, la Revista España y la Escuela Nueva–, así como la Liga de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de Francia, le habían encomendado establecer oficinas de información sobre la vida en los países latinoamericanos. Nada más llegar a Cuba fue puesto bajo vigilancia y expulsado a los pocos días, junto con Ricardo Marín, también periodista del diario habanero Heraldo de Cuba.70 La expulsión de los dos reporteros, junto a la de Adelardo Novo, es un reflejo más de la censura impuesta por el gobierno de Menocal a la prensa más contestataria. Seguramente tuvo su repercusión también en Cuba el ambiente de psicosis promovido desde Estados Unidos por temor a que la revolución rusa se extendiese al resto de países capitalistas. Esta histeria fue fomentada desde el año 1919 tras declararse una serie de huelgas en distintos estados, lo que se confundió con una oleada revolucionaria. El miedo aumentó cuando distintos políticos e industriales recibieron bombas caseras por correo. El racismo y la xenofobia se dirigieron entonces no ya contra los simpatizantes de Alemania, como había ocurrido durante los años de guerra mundial, sino contra los radicales y revolucionarios extranjeros. Comenzó entonces una campaña tendente a eliminar a todos aquellos sospechosos de bolchevismo, que se conoció como “Terror Rojo” y que sirvió de excusa para declarar numerosas expulsiones del país norteamericano.71 En medio de ese panorama, se explica la importancia que alcanzó entre la opinión pública norteamericana el caso Sacco y Vanzetti. En 1920 dos 70 “Una polacada. Fabra Ribas, expulsado de Cuba”, El Obrero español, 19 de abril de 1919. La expulsión de los dos periodistas, en “Carta enviada por el Subsecretario de Policía, Emilio Palacios, al Ministro de la Gobernación. Madrid, 13 de mayo de 1919”, AMAE, Fondo Política Interior Cuba, Serie Orden Público, Leg. H 2753, 1911-1919. 71 Sobre el comienzo de la persecución a los comunistas en Estados Unidos, véase Murray, 1980.
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anarquistas italianos, Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, fueron apresados tras el asalto a una fábrica de zapatos en Massachussets. Finalmente fueron acusados de robo y homicidio en primer grado –en el asalto murieron dos empleados– en el mes de julio de 1921, después de un año de juicio en el que hubo sobradas muestras de imparcialidad. Los dos anarquistas fueron ejecutados el 22 de agosto de 1927, después de cumplir varios años de condena, a pesar de que en el juicio nunca llegó a probarse su culpabilidad.72 Este caso tuvo una gran resonancia a nivel mundial acaparando la atención de los obreros de todos los países. En Cuba el proceso contra los dos ácratas italianos tuvo también su reflejo entre los trabajadores. Los anarquistas comenzaron una campaña de solidaridad con los presos e, incluso, llegaron a desafiar a las autoridades norteamericanas. En noviembre del año 1921, meses después de conocerse la sentencia condenatoria, el grupo ácrata Eliminación de La Habana envió un escrito al embajador Enoch Crowder, en el que le amenazaba de muerte si el gobierno de Estados Unidos no dejaba en libertad a los dos reos.73 Este ambiente influyó para que buena parte de los trabajadores españoles fueran expulsados de la Isla acusados de ser bolcheviques.74 Así, por ejemplo, el español Benito del Llano fue deportado de la Isla después de que la Policía Secreta Cubana informara a la Secretaría de Gobernación de que tenía relaciones con los comunistas de Tampico y Ciudad de México.75 Asimismo, Manuel Riego López, también español y miembro del Partido Comunista de Cuba, detenido por su vinculación a esta ideología y expulsado de la Isla por orden del propio Machado.76
72 El caso Sacco-Vanzetti ha sido revisado en varios estudios. La inocencia de los dos anarquistas ha quedado demostrada en Frankfurter, 1962 y Joughin y Morgan, 1978, entre otros. A la conclusión contraria llegaron las investigaciones de Russell, 1963 y Felix, 1965, entre las más destacadas. 73 “Sacco and Vanzetti matter. Enclosure N. 1. Despatch N. 1903. La Habana, 4 de noviembre de 1921”, NARA, RG 84, Exp. 810.8.1921, Vol. 139. 74 “Inmigration and labor matters. La Habana, 9 de julio de 1926”, NARA, RG 84, Class 8:800, Exp. 800.1926, Vol. 190. 75 “Noticias del cónsul sobre expulsiones de españoles y presos. La Habana, 18 de septiembre de 1928”, NARA, RG 59, M 488, Roll. 21, 837.00, 1928. 76 “Más noticias sobre expulsiones. La Habana, 7 de septiembre de 1929”, NARA, RG 59, M 488, Roll. 21, 837.00, 1929.
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Gráfico 9. CRONOLOGÍA DE LAS EXPULSIONES
Fuente: Elaboración propia a partir de la información obtenida de Fornés-Bonavía Dolz, Leopoldo, Cuba cronología. Cinco siglos de historia, política y cultura, Verbum, Madrid, 2003; Naranjo Orovio, Consuelo, “La inmigración española y el movimiento obrero cubano, 1900-1925”; varios números de La Discusión; y de los siguientes archivos: AMAE: Legs. H 2351, H 2753, H 2754, H 2755, H 2759, H 2763, H 2764, H 2765 y H 3098; ANC: Leg. 90, Exp. 11; y NARA: “Inmigration and labor matters”, varias fechas, RG 84, Exp. 855.1919, Vol. 114; y Class 8.800, Exps. 800.1924, Vol. 166, 800.1925, Vol. 190 y 800.1926, Vol. 190.
Fue precisamente Gerardo Machado quien, en cumplimiento de su propósito de limpiar el territorio nacional de todo elemento agitador, decretó expulsiones masivas de peninsulares sobre todo durante el primer año de su presidencia, en que fueron forzados a abandonar la Isla setenta y tres de ellos. Durante los años posteriores bajó notablemente la intensidad de las expulsiones, en buena medida porque el ambiente represivo mantenido por el gobierno acalló las expresiones de descontento de los trabajadores. Los informes diplomáticos enviados en la etapa de Machado coinciden en señalar tanto el ámbito nacional de las expulsiones, la policía había intensificado sus pesquisas en todas las provincias y principalmente en las zonas azucareras, como la pretensión del presidente de no perturbar las labores de la zafra. En esa etapa, las medidas represivas de Gerardo Machado fueron mucho más cruentas incluyendo los asesinatos, como los de los líderes obreros Enrique Varona Rodríguez en 1924 y Alfredo López dos años después.77 77 La represión emprendida por el gobierno Machado, en Cabrera, 1985a, 369-275.
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Sin embargo, no debe pensarse que la expulsión de inmigrados españoles fue un fenómeno específico de la mayor de las Antillas. Por el contrario, se pueden comprobar medidas y comportamientos similares en otros países de Hispanoamérica. Sobresalen en ese sentido los casos de Argentina y México, aunque es de destacar también que existieron algunas diferencias con respecto a las políticas implementadas por los gobiernos de ambos países con respecto a la cuestión social y al tratamiento de los subversivos.78 Las autoridades argentinas, desde los últimos años del siglo XIX y principalmente en los primeros del XX, dirigieron su actuación en esa materia en dos sentidos principales: por un lado, a articular un aparato coercitivo y represor encargado de librar al país de la influencia de los extranjeros perniciosos –en este caso coincide con el cubano en señalar a los anarquistas, principalmente españoles e italianos, como los máximos responsables de la conflictividad social–, una de cuyas expresiones fueron las expulsiones de los líderes obreros más destacados. Y del otro, desarrolló los mecanismos oportunos para favorecer la inclusión de los trabajadores en el sistema; entre los que sobresalieron la creación del Departamento Nacional del Trabajo, una incipiente burocracia administrativa, así como un corpus legal que, si bien en un momento fue reducido, fue creciendo paulatinamente.79 Por su parte, el gobierno mexicano nacido de la revolución también organizó el aparato legal represivo que llevó a la expulsión del país de todos aquellos extranjeros, entre ellos los españoles, cuya presencia era considerada por las autoridades de “indeseable”. No obstante, la realidad observada en México desde el año 1917 apunta más bien a las deportaciones por causas xenófobas, en un contexto marcado por la guerra, que a las puramente laborales. El artículo 33 de la Constitución –que tenía su ante78 Sobre las expulsiones de españoles de otros países de América y Europa, véanse los expedientes existentes en el AMAE, Fondo I Guerra Mundial, Subfondo Cuba, Serie Expulsiones y Detenciones, Leg. H 3098, 1914-1918, así como en el Archivo Histórico Nacional, FF.CC. B-3: Inventario de la serie A del Ministerio de la Gobernación. Legajos 1 A a 63 A. En medio de este ambiente de represión tres ácratas cubanos fueron expulsados de la Península. Marcelo Salinas, Miguel Sánchez Valderrama y Salvador Arana Gutiérrez fueron detenidos en Algeciras. El motivo de la expulsión fue que portaban libros y escritos libertarios. El día 22 de junio de 1919 salieron para La Habana. Esta deportación, en “Carta al Excmo. Señor. Mario García Kohly. E.E. y Ministro Plenipotenciario de Cuba. Madrid, 5 de agosto de 1919”, AMAE, Fondo Política Interior Cuba, Serie Orden Público, Leg. H 2753, 1911-1919. 79 Sobre esta cuestión, véase Suriano, 1989-1990 y 1988.
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cedente en la de 1857– “concedía al titular del poder Ejecutivo la facultad de expulsar, sin necesidad de juicio previo, a cualquier extranjero cuya presencia se juzgase inconveniente”, lo cual abrió un amplio margen para la arbitrariedad a la hora de aplicar esa normativa. Así, las estadísticas hablan de 282 españoles expulsados entre 1915 y 1934, de los cuales fueron autorizados a regresar al país solamente 56. De todos los deportados, la gran mayoría se dedicaban a actividades comerciales y mercantiles, así como a trabajar en la industria y los servicios –cargos que desempeñaba la comunidad española en general–, seguidos en número por los delincuentes comunes. Mirando de una manera generalizada los motivos de las expulsiones aparecen muy variados, desde hacendados y propietarios que se convirtieron en el foco de los campesinos deseosos de tierras o de las pasiones que tenían su origen en las diferencias nacidas de la época colonial, hasta los religiosos, que constituyen otra parte importante de los deportados. Entre todos ellos, las expulsiones por cuestiones laborales no resultan significativas.80 A finales de la segunda década republicana comenzó el declive de la inmigración española en Cuba. A las expulsiones de anarquistas se sumaron las constantes salidas de otros inmigrantes peninsulares, que abandonaban paulatinamente la mayor de las Antillas por haber perdido su trabajo y no tener medios para subsistir. Circunstancia que estaba directamente relacionada con la crisis provocada por la constante reducción de la producción azucarera iniciada tras el período de “vacas gordas”, que acabó con la contracción del mercado laboral. Numerosos despachos, en este caso enviados también por los diplomáticos españoles en la Isla, informaban de las penosas condiciones en las que sobrevivían muchos inmigrantes peninsulares que se habían quedado sin trabajo al finalizar la zafra y que se agolpaban frecuentemente en las delegaciones consulares para solicitar que el gobierno español les proporcionara los medios para regresar a la Península. En los mismos términos se referían los centros regionales en la Isla, así como las sociedades de beneficencia, las cuales proponían a las compañías navieras que rebajaran el coste de los billetes de tercera clase para que estos inmigrantes pudieran
80 Sobre las medidas represivas desplegadas en México y cómo afectaron a la comunidad española, véase Yankelevich, 2003.
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viajar. Incluso la prensa española en la Isla se hacía eco de esta situación. El Diario Español del 17 de marzo de 1926 daba cumplida información acerca de las gestiones realizadas por los representantes de estas sociedades en Cuba. Significativa resulta la proposición planteada por el Embajador de España en Cuba de que parte de los emigrantes fueran a trabajar en las posesiones españolas de Guinea y Fernando Póo. A la altura del año 1930 la situación llegó a ser desesperada y el cónsul en La Habana envió un despacho comentando que una multitud de quinientas personas, en evidente actitud de “nerviosidad”, se agolpaba a diario en las dependencias de la Legación pidiendo repatriación gratuita.81 A toda esta situación no debió resultar ajeno el hecho de que las generaciones de cubanos nacidos tras el fin de la guerra de independencia alcanzaran durante esos años la edad laboral. Si comparamos las cifras de población total en Cuba con los tres censos elaborados por las autoridades en el período analizado –1899, 1907 y 1919–, observamos el paulatino crecimiento de población que rebasó incluso las cifras observadas en Estados Unidos, como quedó recogido en esos documentos. La misma tendencia se puede observar en las cifras sobre la población activa.82 Sin duda, ese panorama influyó en las diferentes proposiciones sostenidas desde distintos sectores para asegurar la contratación de la mano de obra nativa. En ese sentido iban las propuestas mantenidas por algunas organizaciones obreras, sobre todo las vinculadas al nacionalismo. Otro reflejo también es el proyecto de ley del año 1925, que establecía que el setenta y cinco por ciento de los empleados, obreros o braceros, contratados en una empresa debían ser ciudadanos cubanos, lo cual significaba una 81 Algunos ejemplos de los distintos reportes mandados al Ministerio de la Gobernación sobre esta cuestión, en “Carta enviada por los representantes de las principales Sociedades Benéficas españolas solicitando se haga cargo el gobierno de las repatriaciones de los súbditos españoles. La Habana, 26 de junio de 1922”, AMAE, Fondo Correspondencia, Serie Cuba, Subserie Embajadas y Legaciones, Leg. H 1432, 1921-1930; “Una iniciativa española” y “Los pasajes para España”, Diario Español, 17 de marzo de 1926; “El cónsul de España en La Habana da cuenta de la reunión que tuvo lugar ayer en este consulado. La Habana, 10 de agosto de 1927”, AMAE, Fondo Correspondencia, Serie Consulados, Subserie La Habana, Leg. H 1916, 1927-1930; “Carta enviada por el Secretario General al Embajador de S.M. en La Habana. Madrid 29 de octubre de 1927”, AMAE, Fondo Correspondencia, Serie Cuba, Subserie Embajadas y Legaciones, Leg. H 1432, 1921-1930; y “Da cuenta de los sucesos adoptados por el Consulado y la Junta Consular respecto a los embarques de emigrantes. La Habana, 17 de octubre de 1930”, AMAE, Fondo correspondencia, Serie Leg. H 2353. 82 La comparación de las cifras de población total con respecto a los tres censos puede verse en Censo de la República de Cuba, 1919, 279-280.
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importante traba a los inmigrantes, por lo que muchos de aquellos que desearan quedarse en la Isla se verían obligados a naturalizarse ciudadanos cubanos.83 El colofón de este tipo de medidas fue la Ley de Nacionalización del Trabajo o Ley del 50%, de 18 de octubre de 1933, por la que al menos la mitad de trabajadores en los distintos negocios o empresas debían ser ciudadanos.84
83 “Proyecto de Ley. La Habana, 10 de noviembre de 1925”, AMAE, Fondo Política Exterior, Serie Cuba, Leg. H 2353, 1921-1929. 84 Sobre la salida forzada de españoles de Cuba por las crisis de los años 20, véase Naranjo Orovio, 1990.
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Epílogo EL BROTE SOCIALISTA DURANTE EL GOBIERNO DE MACHADO Las expulsiones de españoles de la Isla sacaron de escena a los anarquistas peninsulares. Sin embargo, para entonces éstos ya habían dejado su impronta entre los trabajadores de la Isla. Durante los años que habían compartido con el resto de ácratas se produjo un trasvase de influencias que sirvió para formar a los nuevos líderes que se destacarían a partir de entonces. En ese sentido, su influencia continuó en muchas de las actividades que pusieron en marcha los nuevos “promotores”, que vendrían a culminar algunos de los proyectos planteados con anterioridad, cuya primera expresión había sido la formación de la Federación Obrera de La Habana en el año 1921, y que continuó con la fundación de nuevas escuelas racionalistas o la realización de excursiones de propaganda en el campo. De igual forma las deportaciones, unidas a la repercusión que en el seno de los trabajadores tuvo la revolución rusa, explican en buena medida lo ocurrido durante la etapa de gobierno de Gerardo Machado (1925-1933) en los años siguientes.1 Recordemos que el triunfo de la revolución bolchevique en Rusia enfrentó a las distintas tendencias ideológicas en Cuba, al tiempo que provocó una escisión entre los propios ácratas. Por una parte, pervivió un sector más radical, que podría ser denominado puro, que en el período que nos ocupa se aglutinó en torno al renacido ¡Tierra!, periódico que continuó la tendencia inaugurada en los años anteriores por Cultura Obrera. El semana1 Para ampliar la información sobre el movimiento obrero cubano a partir de la década de 1920, véanse, entre otros, Fernández, 2000, 60 en adelante; Cabrera, 1985a, 240 y siguientes, o Instituto de Historia del movimiento Comunista y de la Revolución Socialista de Cuba, 1985, 235 en adelante.
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rio habanero reapareció el día 14 de agosto del año 1924, editado por la Federación de Grupos Anarquistas de Cuba –FGAC–. Su director en esta nueva etapa fue Pablo Guerra y su administrador Manuel Ferro. Pronto se convertiría en uno de los mayores detractores de la revolución rusa y de los comunistas, radicalizando sus posturas con respecto a la etapa anterior. Otros periódicos ácratas publicados también en ese año eran El Sembrador y Acción Libertaria. Asimismo se engloban en este sector los grupos que siguieron en marcha en distintas localidades, entre los que destacaron Espartaco o Los Solidarios, además de la FGAC. No obstante, se trata de una facción minoritaria en ese período. Por otra parte, otro sector ácrata, más numeroso que el anterior, se organizó en torno a los líderes anarcosindicalistas, entre ellos a Alfredo López y Antonio Penichet, célebres dirigentes de la FOH. Como hemos visto, la reorientación ideológica que promovieron en los primeros años de la década de 1920 les llevó a dejar en segundo plano los principales objetivos que habían dirigido el accionar de los ácratas hasta entonces –y entre ellos de los emigrados españoles–, resumidos en la difusión y la propagación de la ideología libertaria, para dar prioridad al principio organizativo. Esto se tradujo en un aperturismo y una amplia colaboración con los líderes socialistas y comunistas que, por otra parte, ya se había dado en la formación de la federación habanera, y que supuso aceptar las medidas propuestas por ellos, así como la creación de los partidos comunistas. Esta circunstancia se dio precisamente durante el año 1925, con la fundación de la Confederación Nacional Obrera de Cuba. Los anarcosindicalistas tomaron parte junto a los líderes que unos días más tarde constituirían el Partido Comunista de Cuba, en lo que si bien se trataba de una organización que podía ser tomada como la culminación de los pasos dados por los ácratas en las décadas anteriores, nació con unos objetivos iniciales probablemente diferentes de los que le hubieran fijado los emigrados españoles. Para organizarla se reunió el Segundo Congreso Obrero Nacional entre los días 15 y 19 de febrero del año 1925. El SCON, como se conoció a partir de entonces, fue celebrado en la ciudad de Cienfuegos y a sus sesiones asistieron 105 delegados en representación de un total de 75 organizaciones obreras. Entre sus organizadores figuraban los miembros de la FOH, entre ellos Alfredo López y Antonio Penichet, junto a los socialistas Alejandro Barreiro, José Peña Vilaboa y José Rivero Muñiz. 380
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En ese marco se aprobó la formación de un organismo obrero nacional que, a propuesta del socialista Alejandro Barreiro, copiaría la Declaración de Principios de la FOH. La CNOC, por tanto, adoptaría “como principio la Lucha de Clases, la Acción Directa y que rechaza Colectivamente la Acción Electoral”.2 Otras cuestiones que aprobó el SCON, y que estaban en consonancia con las propuestas que siempre habían impulsado los ácratas, fueron: a) organizar un Plan Educacional que incluía “constituir en cada pueblo una Comisión de Educación Obrera formada por representantes de todas las Entidades de Trabajadores y Estudiantes de Segunda Enseñanza” que tendría la misión de crear Escuelas Racionalistas, sostener prensa societaria y hacer cuantas actividades fueran necesarias para fomentar la educación entre los más desfavorecidos; b) la realización de cuantos trabajos fueran necesarios para implantar en todo el territorio nacional la jornada laboral máxima de 8 horas diarias, así “como luchar por hacer que el Descanso Dominical sea respetado”; c) luchar por abolir el trabajo nocturno en las panaderías; d) crear centros obreros en todas las localidades; e) seguir ejerciendo el derecho a la huelga; f) atender de forma preferente la situación de la mujer trabajadora; g) iniciar una campaña de protesta contra la carestía de la vida; h) evitar “que ninguna organización, sea Gremio o Federación, organice a trabajadores de un ramo u oficio igual al que exista en el lugar que sea”; i) rechazo y negación de la Ley de Inteligencia Obrera (se referían a la Ley de Comisiones de Inteligencia en los Puertos que había sido aprobada el 9 de junio de 1924 por la que se establecía que en las relaciones obrerospatronal habría una comisión de arbitraje o conciliación compuesta por representantes oficiales); j) oposición a cualquier tipo de discriminación entre los obreros, pues “considerando que entre los trabajadores ni deben ni pueden existir las diferencias de razas ni nacionalidades…, el SCON se opone a que se le exija a los compañeros directivos de las Organizaciones su credencial de nativo o su carta de Naturalizado”, y k) en relación con esta última cuestión, también se acordó protestar ante las autoridades de los vejámenes a que eran sometidos los inmigrantes antillanos.
2 Estas ideas, así como las expresadas a continuación, quedaron recogidas en la Memoria del Segundo Congreso Nacional Obrero, Cienfuegos, 1925, en Instituto de Historia del Movimiento Comunista y de la Revolución Socialista de Cuba, 1981, t I, 399-406.
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Resulta significativo que por primera vez se haga referencia a los inmigrantes antillanos, cada vez más numerosos en la Isla desde que se aprobó la ley inmigratoria del año 1917. Hasta entonces, al igual que había ocurrido con la población negra, habían formado parte de “los olvidados”. Pero, ¿cómo explicar ese olvido? Seguramente porque las formaciones tratadas hasta ahora fueron organizaciones dirigidas principalmente por blancos y, por tanto, por encima de cuestiones raciales. Más bien se trata de otra manera de soslayar la cuestión, al igual que la señalada falta de políticas integradoras de los negros. Como complemento a la regulación de la confederación, se dejaba libertad a los miembros para decidir a título personal sobre otras cuestiones como la formación de cooperativas de consumo, que si bien la organización “entiende que las Cooperativas de Consumo tienden a crear intereses entre los trabajadores que solamente sirven de obstáculo en el camino a su liberación, habiendo entre los Delegados presentes muchas y varias opiniones sobre el asunto…, se acuerda dejar en libertad a los obreros de cada localidad para que lo resuelvan, aconsejando al mismo tiempo que se trate al margen de las Organizaciones Obreras”. Esta concesión estaba en consonancia con el mencionado clima aperturista y entraba en contradicción con el espíritu revolucionario que sobre esta cuestión había prevalecido hasta entonces entre los anarcosindicalistas. La Confederación Nacional Obrera de Cuba fue ratificada en el Tercer Congreso Nacional Obrero celebrado en la ciudad de Camagüey entre el 2 y el 7 de agosto de 1925. Como se había acordado en el SCON, se preparó y envió una circular a todas las colectividades obreras para citarlas al nuevo congreso. Según los datos oficiales, a él asistieron 160 delegados en representación de 82 organizaciones, a las que había que sumar otras 46 que se adhirieron después, lo que suponía un total de 128 asociaciones obreras que, según estas estimaciones, vendrían a representar a unos 200.000 trabajadores de toda la Isla.3 Como suele ocurrir con los recuentos de este tipo, las cifras mencionadas parecen poco fiables y no sólo porque puedan estar intencionadamente infladas con fines propagandísticos, sino porque resul3 Las citas que aparecen a continuación pertenecen a las Actas de fundación del Congreso de la CNOC, que fueron publicadas en la Memoria del III Congreso Obrero Nacional, La Habana, 1925, recogidas en Instituto de Historia del Movimiento Comunista y de la Revolución Socialista de Cuba, 1981, t. I, 407-441.
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tan elevadas si tenemos en cuenta la casi absoluta desorganización de los trabajadores del campo, principalmente los azucareros, que constituían la mayor parte del grueso del proletariado de toda la Isla. Las únicas delegaciones de ese sector que acudieron al congreso fueron las de los Centrales Chaparra y Delicias en la provincia de Oriente. El resto se trata de asociaciones de trabajadores de oficios variados y del sector servicios, pertenecientes a ciudades y poblaciones de las cinco provincias de la Isla, de modo que las procedencias de los delegados demuestran claramente el carácter nacional del evento, así como que se trataba de obreros asalariados, urbanos o semiurbanos, dedicados a las actividades industriales, manufactureras o artesanales y del sector servicios y, probablemente, en su mayoría blancos, lo que explicaría la ausencia de la cuestión racial entre los acuerdos.4 Las cuestiones que se trataron en el congreso se pueden englobar en tres apartados principales: de contenido ideológico y orgánico, cuestiones tácticas y cuestiones reivindicativas. De las 20 bases que componían el proyecto de Reglamento que habría de regir en la Confederación, las que mayores y más intensos debates suscitaron fueron las primeras, habida cuenta de la necesidad de aclarar y confirmar los principios ideológicos que regirían en la organización, así como de dotarla de una estructura orgánica que asegurase su pervivencia. Fue aprobada la propuesta de Alfredo López. El líder de los tipógrafos era partidario de “romper los viejos moldes” y no establecer como requisito la constitución de Federaciones Provinciales para pertenecer a la Confederación. Este tipo de organización suponía, por tanto, respetar las organizaciones existentes, tanto las federaciones locales, los Sindicatos Provinciales de la Industria Azucarera, las federaciones provinciales que no estaban compuestas por ninguna federación local, así como las federaciones nacionales de cualquier ramo. De modo que la nueva central sería una asociación de federaciones de sindicatos, bien de oficios o bien de carácter local. Si bien fue la proposición aprobada, antes fue necesario someterlo a votación pues el representante del Gremio de Carretoneros de Cienfuegos, Fernando Álvarez, planteó en su lugar que primero se organizaran federaciones locales que mandasen sus representaciones a las federaciones pro4 Más información sobre este congreso, en Tellería, 1984, 181-191.
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vinciales y éstas a su vez enviarían sus delegados a la nacional. En el mismo sentido, otro de los delegados, Paulino Díez, planteó la duda de por qué los Plenarios de la confederación debían componerse de Delegados Gremiales y Sindicales y no por las representaciones de Federaciones Locales, Provinciales o Nacionales de Ramos o Industria. Alfredo López preveía grandes dificultades para reunir un plenario de representaciones de Federaciones Locales, Provinciales o Nacionales porque primero había que fundarlas. El problema del tipo de organización encierra, además, otra cuestión: la falta de espíritu revolucionario en la naciente asociación. Ya en los años anteriores, los anarquistas españoles habían establecido el sindicato único o de industria como la base de la organización, suprimiendo así las viejas federaciones nacionales de oficio por “carecer de fuerza para imponerse a la organización capitalista”, pero también porque el sindicato único de industria o ramo de la producción sería la base a partir de la cual se llevaría a cabo la reconstrucción de la sociedad posrevolucionaria; era la estructura económica que se adaptaba a la comuna, base de la sociedad anárquica ideal.5 Al mismo tiempo, las discusiones acerca de la cuestión organizativa ponen de manifiesto no sólo la importancia que le dieron los delegados del congreso a dejar perfectamente definidos los márgenes ideológicos de la organización, sino también la falta de información de algunos de ellos. De hecho, otra de las propuestas planteadas y finalmente aprobadas pretendía contribuir a subsanar esa deficiencia mediante la adquisición de todos los ejemplares que fuera posible del ABC sindicalista “para ir formando ambiente de medidas y procedimientos de Sabotaje, Boycott (sic) y demás tácticas, para que sean conocidos estos procedimientos ya que la mayor parte de los trabajadores los ignoran”. Por el contrario, hablan igualmente de la preparación de Alfredo López, algo que, por otra parte, estaba directamente 5 Según quedó establecido en la organización de la CNT española tras el Congreso de la Comedia de 1919, el sindicato único de ramo o de industria estaría formado por todos los trabajadores de un mismo ramo de la producción, por lo que no sería permitida la existencia en una misma localidad de más de un sindicato de cada industria o ramo afiliado a la confederación. En las poblaciones pequeñas existiría un sindicato único del pueblo donde estarían representados todos los oficios. El resto de la estructura de la confederación estaría formada por federaciones locales, que reunirían en su seno a todos los sindicatos únicos de una localidad, federaciones provinciales, que unirían a todas las anteriores de una región determinada y, por último, la confederación nacional. Bar, 1981, 544-545.
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relacionado con su adscripción al anarcosindicalismo y, seguramente también, con el hecho de pertenecer a uno de los oficios mejor informados acerca de las cuestiones obreras: los tipógrafos. El predominio de los anarcosindicalistas en la nueva organización se vio asimismo en otras de las medidas aprobadas, relacionadas igualmente con la cuestión orgánica. En ese sentido la CNOC se debería consagrar a partir de entonces a cumplir el acuerdo tomado en el SCON sobre la constitución de sindicatos de ramos e industrias y federaciones nacionales de ramos. Y respecto de la organización de los trabajadores del campo, se acordó que el Comité Ejecutivo General comenzara a trabajar por constituir la Federación Nacional de la Industria Azucarera y Agrícola. En cuanto a los medios de lucha, en el congreso se definió la acción directa como la mejor táctica para resolver los problemas entre patronos y obreros. Sobre el “importante tema de la inmigración”, que afectaba principalmente al trabajo en el campo, se abogó por la organización de los trabajadores azucareros en sindicatos para que después éstos controlasen el acceso a los puestos de trabajo en manos de “explotadores”. Para salvaguardarse de aquellas organizaciones de trabajadores que comúnmente respondían a los movimientos huelguísticos con rompehuelgas, se acordó que no fueran admitidos en la CNOC; no se actuaría del mismo modo con respecto al resto de trabajadores que hasta el momento se hubieran considerado enemigos y quisieran ingresar en la organización. Y, por último, se recomendó discutir y propagar tanto el uso como la puesta en práctica de las tácticas de lucha conocidas como label y boicot. Junto con esta última proposición, la FOH aprovechó para dar cumplida información acerca de los boicots que estaban en marcha en esos momentos: Cerveza Polar, Cigarros Billiken, La Moda, Gloria Cubana, Romeo, Bocaditos, Allones, Rey del Mundo y Social. Con respecto a las cuestiones reivindicativas, también siguieron los postulados aprobados tradicionalmente por los anarquistas. Se aprobó por mayoría la abolición del trabajo a destajo; se decidió iniciar una campaña a través de la prensa, con la organización de mítines, manifiestos, etc., para protestar por la carestía de la vida y las penosas cargas que sufrían los trabajadores por culpa de los impuestos; y se recomendó el estudio y la propaganda para lograr la jornada laboral de ocho horas, así como para asegurar la protección en el trabajo para la mujer y el niño. 385
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Otras discusiones aprobadas fueron las relacionadas con la cuestión económica, por un lado, acerca de la cuota que se debería abonar, y del otro, la proposición de que cada Federación Local o de Ramo o de Industria tuviera completa independencia para su desenvolvimiento económico. Después de largos debates, las diversas posiciones fueron sometidas a votación, acordándose por mayoría la propuesta de Juana María Acosta, que fue apoyada por Alfredo López, y que establecía el pago de 3 centavos “per cápita”; aunque se adhirió también el inciso planteado por los Escogedores de Sancti Spíritus “cuando estén trabajando”. Por último, se pueden destacar aquellas proposiciones aprobadas con relación a la situación política, tanto internacional, como nacional. En cuanto a la primera, se declaró la CNOC abiertamente antimilitarista –proposición hecha por Antonio Penichet– al tiempo que se pronunciaba “contra todas las guerras” así como antiimperialista, a lo que Alfredo López propuso que “por la Comisión Nacional se imprima un manifiesto salutativo, incluyendo en él a todos los Pueblos que actualmente luchan en ese sentido”. Sin embargo, la nueva organización no ingresaría en ninguna de las Internacionales existentes “hasta tanto no se resuelva en otro congreso”, lo cual significaba dejar la puerta abierta a esta cuestión que, como veremos a continuación, se resolvería en 1934. Con respecto a la situación política interna se acordó llevar a cabo una intensa campaña contra la pena de muerte –medida que estaba relacionada con la llegada a la presidencia de Machado y el restablecimiento que había hecho de este tipo de castigo–. Así como que, tanto la CNOC como las organizaciones en ella representadas, protestaran enérgicamente ante las autoridades republicanas contra el Decreto Presidencial de 31 de julio, que ordenaba la “expulsión de extranjeros perniciosos…, para que la protesta repercuta de un extremo a otro de la Isla, a fin de que las altas autoridades de la Isla comprendan que los tiempos han cambiado, que si ellas han llevado su servilismo hasta el extremo de ponerse incondicionalmente a las órdenes de los magnates azucareros, el Proletariado de Cuba no es tan inconsciente ni tan depravado que tolere ese nuevo atentado a sus más sagrados intereses”. De ese modo, la flexibilidad que introduce la CNOC acabó con la idea que debería representar una central sindical adscrita al anarquismo: trabajadores conscientes que no se alejaran de la perspectiva revolucionaria. Pero al mismo tiempo, esta apertura tiene otra lectura, la multiplicidad de 386
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frentes que se abrió tras la revolución bolchevique permitió que parte de los miembros de la central sindical entrasen a formar parte también del Partido Comunista de Cuba. Por ello, se puede conjeturar que, de algún modo, las expulsiones de los emigrados españoles favorecieron el crecimiento del comunismo en la mayor de las Antillas. De hecho, pocos días después de organizada la confederación, entre el 16 y el 20 de agosto de 1925, se celebró en La Habana el Congreso Nacional Obrero que daría nacimiento al Primer Partido Marxista-Leninista de Cuba. En la fundación del PCC intervinieron 17 militantes, entre ellos socialistas como Julio Antonio Mella, Alejandro Barreiro, José Peña Vilaboa y Carlos Baliño, y un representante de la III Internacional, el mexicano Enrique Flores Magón, quien al parecer se hizo pasar por el hermano del célebre anarquista mexicano Ricardo Flores Magón.6 En esa reunión reconocieron oficialmente a la III Internacional y establecieron lazos directos con los representantes de la sección mexicana de este organismo. Asimismo determinaron el que sería uno de sus principales métodos de lucha: la organización de “células de industria que se penetren de esta política y la extiendan por medio de ella a las masas”, que sería completado con “organización de núcleos dentro de los Sindicatos, organizaciones de masas, como Centro Gallego, Centro Hebreo, Centro Asturiano, etc., Clubes Deportivos, etc., integrados por militantes seleccionados que trabajarán de acuerdo con las directivas que les proporcionen los Comités dirigentes”. Toda esta labor organizativa se llevó a cabo en un ambiente hostil. El liberal Gerardo Machado Morales había asumido la presidencia de la República el 20 de mayo de 1925. A partir de entonces, su gobierno se caracterizó por utilizar la mano dura contra las expresiones obreras, lo cual afectó, como hemos visto, a los anarquistas españoles. Del mismo modo, a finales de agosto de ese año, el primer Secretario del PCC, el canario José Miguel Pérez, fue expulsado del país. Pero la represión alcanzó igualmente a los líderes cubanos. Así, por ejemplo, fue clausurado el Sindicato de la Industria Fabril y uno de sus dirigentes, el anarcosindicalista Margarito Iglesias, encarcelado. También Julio Antonio Mella fue arrestado el 27 de 6 El primer Comité Central del Partido Comunista de Cuba estuvo formado por Carlos Baliño, Julio Antonio Mella, Miguel Valdés, Alejandro Barreiro y José Peña Vilaboa. “Convocatoria y actas del Congreso de fundación del primer partido marxista-leninista de Cuba”, en Instituto de Historia del Movimiento Comunista y de la Revolución Socialista de Cuba, 1985, 443-457.
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noviembre de 1926 acusado de haber colocado una bomba; tras la huelga de hambre de 19 días que mantuvo en protesta por tales acusaciones, el líder comunista se vio obligado a exiliarse en México. Otros sufrieron peores consecuencias, como Enrique Varona, representante de la Unión de Ferrocarriles del Norte, asesinado en septiembre del año 1925 como consecuencia de las huelgas que afectaron al sector azucarero en los años anteriores; otros trabajadores que corrieron la misma suerte que Varona y por los mismos motivos fueron Tomás Graham Sola, Baldomero Duménigo y Salvador Torres, ultimados todos el mismo año 1926. Asimismo el líder de los tipógrafos Alfredo López fue secuestrado el 26 de julio de ese año y sus restos fueron hallados años después. Igualmente el catalán José Cuxart Falcón, miembro del Sindicato General de Obreros de la Industria Fabril, fue encarcelado acusado de preparar atentados terroristas contra Machado y su secretario de Gobernación, Rogelio Zayas Bazán, y a comienzos del mes de octubre de 1926 se le aplicó la ley de fugas. La desaparición de líderes obreros cubanos continuó con la muerte de Carlos Baliño en el mismo año 1926, José Peña Vilaboa, fallecido al año siguiente, o Alejandro Barreiro, exiliado a México también en 1927. Precisamente 1927 marca un punto de inflexión en el seno del movimiento obrero. Comienzan la reorganización de la CNOC, tras ocupar el vacío dejado por esos líderes, hombres como el comunista Rubén Martínez Villena, quien sustituyó a Julio Antonio Mella. A partir de entonces Villena se convirtió en su máximo dirigente y con él los vínculos entre ambas organizaciones, así como la presencia en la central sindical de miembros de PCC, irían en aumento, de manera que para comienzos de los años treinta los comunistas estaban sustituyendo a sus hasta entonces líderes, los anarcosindicalistas. De la mano de Villena se produjo también el avance del comunismo en Cuba. En 1928 se fundó la Liga Juvenil Comunista con la intención de organizar a los jóvenes obreros en sindicatos; en torno a esta asociación surgirían también clubes juveniles obreros deportivos. En 1930, y fruto de la huelga general sostenida durante el mes de marzo, apareció Defensa Obrera Internacional, organismo fundado bajo los auspicios del PCC que surgía como un foro desde donde denunciar las condiciones de los trabajadores presos y sus familias, y que tenía asimismo como objetivo recaudar fondos para las causas solidarias. La DOI fue filial del Socorro Rojo Internacional, que tenía sede en Moscú. 388
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A partir del año 1932 desde la CNOC y el PCC se intensificaron las actividades destinadas a salir fuera de la ciudad de La Hababa para atraer hacia esas organizaciones a los trabajadores del agro. Para ello se organizó en la clandestinidad, los días 26 y 27 de diciembre, la Primera Conferencia Nacional de Obreros de la Industria Azucarera, en la que participaron delegados de 32 centrales, y que sería el punto de arranque del Sindicato Nacional de Obreros de la Industria Azucarera (SNOIA). A partir de entonces fueron surgiendo nuevas organizaciones y sindicatos en el campo. El año 1933 fue especialmente significativo para los trabajadores rurales. En los meses de verano, aprovechando el vacío de poder –especialmente visible en el agro– que provocó la caída de Machado, el gobierno de Carlos Manuel de Céspedes (mes de agosto) y la fórmula de la Pentarquía (que sólo duró una semana en septiembre) se lanzaron a la creación de soviets a la manera de las organizaciones rusas, donde pretendían agrupar a toda la población trabajadora, no sólo a los obreros azucareros, y llevar a término la propiedad colectiva de los medios de producción con la intención de, en un segundo momento, instaurar la dictadura del proletariado y la sociedad sin clases.7 Si bien el movimiento revolucionario fue duramente reprimido por Fulgencio Batista, sin embargo, el futuro dictador y entonces jefe del ejército no logró frenar el avance organizativo y reivindicativo especialmente visible durante ese año y el siguiente. Entre el 12 y el 16 de enero de 1934 se celebró en La Habana, en esta ocasión de forma legal, el IV Congreso de la CNOC, con la asistencia de 2.400 delegados que representaban, según cifras oficiales, a 250.000 obreros organizados en todo el país. Su principal promotor fue Rubén Martínez Villena, aunque falleció días antes de que comenzara. La importancia de este evento, en relación con el tema que nos ocupa, se encuentra en que en él se decidió, a propuestas de los líderes comunistas, la renovación de los estatutos de la central sindical, suprimiendo la cláusula que rechazaba la acción electoral y que les permitía vincularse expresamente al PCC. Para ello recogían en su declaración de principios que: “la Confederación Nacional 7 Según las estimaciones del Instituto de Historia del Movimiento Comunista y de la Revolución Socialista de Cuba, 1981, t. I, 292, los trabajadores se apoderaron de 36 centrales azucareros de las provincias de Las Villas, Camagüey y Oriente, lo que representaba alrededor del 30% de la producción azucarera de la Isla.
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Obrera no debe ocultar que guarda una estrecha relación con el Partido Comunista, como parte más avanzada de la clase proletaria”, al tiempo que hacía una alusión directa a los trabajadores para que se desvincularan de otras corrientes ideológicas: “La Confederación Nacional Obrera de Cuba […] labora con el objeto de organizar a las masas de obreros no organizados, y lucha para conquistar para la organización sindical revolucionaria a los obreros que se encuentran en organizaciones bajo la dirección de líderes reformistas, anarcosindicalistas, trotskistas y de toda clase de agentes patronales, gubernamentales y policíacos”. La alusión a los seguidores de Trotski estaba directamente relacionada con la FOH. Precisamente antes de la celebración del IV Congreso, los dirigentes de la CNOC se desvincularon de la federación habanera en la reunión que celebraron, entre el 30 de diciembre de 1933 y el 1 de enero de 1934, en la Sociedad de Torcedores de La Habana con el objetivo de constituir la Federación Regional Obrera de La Habana, puesto que durante los años anteriores, y como consecuencia de la desaparición de los líderes obreros anarcosindicalistas, la FOH quedó en manos de militantes de grupos trotskistas, en lo que se denominó fracción junquista, dirigida por Sandalio Junco.8 A su vez, esta desvinculación constituye una nueva muestra de la paulatina desaparición de la escena sindical de los líderes anarcosindicalistas, lo cual, unido a la propia escisión que desde los años anteriores se venía produciendo en el seno de los anarquistas, vino a significar la decadencia de esta corriente de pensamiento en la Isla. También entonces se produjo la definitiva ruptura entre anarquistas y comunistas. Sirva de ejemplo el siguiente mensaje lanzado por los grupos Claridad, Germinal y Acción de La Habana, Luz y Fuerza de Regla, Luz del Campo de San Antonio de los Baños y Acracia de Alzquízar, en un manifiesto donde daban a conocer sus intenciones: “Nosotros luchamos por la ‘igualdad’ ante todo; por la verdadera y propia ‘igualdad’, no por aquella mentira escrita en las cárceles de las monarquías, de las repúblicas o de la Rusia ‘bolchevique’”.9 8 Información detallada sobre los estatutos y el IV Congreso de la CNOC, en Tellería, 1984, 199-276. 9 “Lo que nosotros queremos”, 1933. IHC, Fondo primer partido marxista-leninista, movimiento 26 de julio y otros, sig. 1/8:9/1.1/1.
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El robustecimiento de la CNOC y del PCC entre los años finales de la década de 1920 y los inicios de la de 1930, así como los movimientos huelguísticos crecientes que lo acompañaron –uno de los más representativos fue la huelga general del mes de marzo de 1930– provocaron nuevas oleadas represivas por parte del gobierno de Machado. De igual modo, la represión gubernamental continuó durante los gobiernos siguientes, y fue culminada con la Ley Constitucional de la República de 3 de febrero de 1934, bajo la presidencia de Mendieta. Al amparo de esta ley el nuevo gobierno publicó distintos decretos que daban oficialidad a las represiones antiobreras.10 Durante el año 1935, tras la huelga que durante el mes de marzo convocaron los maestros de las escuelas públicas y que rápidamente se contagió a otros sectores, el gobierno reprimió duramente el movimiento obrero. A partir de entonces se asiste a una nueva etapa de retroceso de los movimientos protagonizados por los trabajadores. Por su parte, esta etapa resultó nefasta para el anarquismo en Cuba. A la represión hay que añadir la falta de entendimiento entre los viejos líderes que mantenían la Federación de Grupos Anarquistas de Cuba y los ácratas más jóvenes. Estos últimos formaron la Juventud Libertaria de Cuba, que a partir de entonces se reunió de forma clandestina.11 En esos mismos años Cuba volvía a recibir inmigrados políticos procedentes de España, y entre ellos llegaban también numerosos anarquistas. En este caso se trataba de defensores de la Segunda República que abandonaron la Península huyendo del régimen franquista. Precisamente el estallido de la guerra civil en 1936 movilizó a los anarquistas de la Isla, que crearon la organización Solidaridad Internacional Antifascista (SIA), e incluso algunos viajaron a España para combatir al lado de los republicanos. Por su parte, algunos de los nuevos emigrados anarquistas colaborarían en la reorganización de las organizaciones de la Isla a comienzos de la década de 1940, pero ésa ya es una historia diferente.
10 Estos decretos en Instituto de Historia del Movimiento Comunista y de la Revolución Socialista de Cuba, 1981, t. I, 315-316. 11 Entre los fundadores de la Juventud Libertaria de Cuba destacaron Gustavo López, Floreal Barreras, Luis Dulzaides, Miguel Rivas, Julio Ayón Morgan, Teodoro Fabelo, Abelardo Barroso, Modesto Barbeito, José Fernández Martí y Gerardo Machado, que nada tenía que ver con el presidente de la república.
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417
Anexo documental RELACIÓN DE ANARQUISTAS ESPAÑOLES EN CUBA (1912-1913) Nombre Aguiar Mateo, Sebastián Alarcón Cárceles, José Alarcón, Carmelo Alemany, José Alonso Sánchez, Hilario Alonso Sendi, Pedro Anillo Blanco, Eduardo Areces Sambullano, Celestino Arnades Jiménez, Santos Arnal Tormo, Francisco Ascón Sistere, Juan Ayllón Llanos, Demetrio Aznar Aznar, Santos Bajo Iglesias, Emiliano Baranga, Manuel Baranga, Marcelino Blanco Rigolat, Miguel Berenguer, Bartolomé Búa Palacios, Juan Carballo Grau, Pedro Carballo, Francisco Carballo, José Carenero Vázquez, Camilo Caro Gonzalo, Ismael Carvajal, Maximino Casanova Villa del Prat, Juan Castrillón Mouriz, Serafín
Región de procedencia
Edad
Estado Civil
Canarias
51
Murcia Cataluña Asturias Asturias
50 28 24 46 36 48 33 43 40
Asturias Valencia Cataluña Cast.-León Aragón
Cataluña Cataluña Canarias Canarias Galicia Palencia Murcia Cataluña Galicia
30 22
43 58 27 34 28 34 23 25 40 24
419
Profesión
Instrucción
Soltero
Carpintero Barbero
Sí Sí Sí
Soltero Casado
Casado Casado
Barbero Dependiente Tabaquero Panadero Tabaquero Vendedor Barbero Fundidor
Soltero Soltero
Dependiente Sastre
Casado Casado Casado Soltero
Albañil Carpintero Zapatero Mosaiquero Patrón pesca Calafatero Mecánico Jornalero
Soltero Soltero
Casado
Casado Soltero
Albañil Dependiente
Sí
Sí Sí Sí Sí
Sí Sí Sí
Sí
AMPARO SÁNCHEZ COBOS
Nombre Castro Conde, Vicente Castro Fernández, Antonio Cinadra Cobo, José Clemade Hernández, Vicente Collado López, José Cusidó Baró, Rafael Fabra Rivas, Antonio Fernández Fernández, Alfredo Fernández García, Manuel Ferreiro del Monte, Paulino Ferré, Vicente Ferrer Marín, Pedro Franco Fernández, Inocencio García Arce, Rafael García Jiménez, Pedro García, José García Martínez, Dionisio Germinal González, Domingo Gil Serra, Ramón Gil, Rafael Gómez Peña, José Gómez Quego, Francisco Gómez Ugarte, Florencio González Sola, Francisco Grau Guardia, Enrique Grau Guardia, José Gual, Pedro Guardiola, José Hernández, Gregorio Herrero Cotillas, Francisco Irazoqui, Pedro Jerez Rodríguez, Juan Julia Fons, Vicente Ladia Lostand, Felipe Lavandera, Domingo Lípiz San Miguel, Vicente Llusó Alegret, José López López, Aquilino
Región de procedencia Galicia Galicia Canarias Cataluña Tarragona Oviedo Asturias Galicia Cataluña Barcelona Galicia Asturias
Galicia País Vasco Valencia Cataluña Andalucía Cast.-León Andalucía Cataluña Cataluña Cataluña
Asturias Soria Cataluña Baleares Asturias Valladolid Cataluña Lugo
Edad
Estado Civil
Profesión
Instrucción Sí
Casado
Panadero Planchador Barbero Pintor Carpintero
Soltero
Periodista Dependiente
23 40 45
Soltero
Químico
53 36
Viudo Casado
19
Soltero
45 41 38 25
Casado Casado Casado
Pintor Fundidor Cochero
40 40 42 30
Soltero Soltero Soltero Soltero
Tipógrafo
Sí
Albañil
Sí
30 31
Soltero Casado
Dependiente Albañil
28 40
Soltero Casado
Tipógrafo Albañil
31 39 36 35
Casado Casado Casado Casado
Carpintero Zapatero Albañil Dependiente
30 36 28 22 38 34 20
420
Soltero Soltero Casado
Sí Sí Sí Sí Sí
Cocinero Jornalero Carpintero Jornalero
Sí Sí Sí Sí
Sí Sí Sí Sí Sí
Sí Sí Sí
SEMBRANDO IDEALES. ANARQUISTAS ESPAÑOLES EN CUBA (1902-1925)
Nombre López Pardo, Juan Martínez Álvarez, Pablo Martínez Jiménez, Juan Martínez, Francisco Martínez, Miguel Mena Ballester, Orfelio Mir Durich, Domingo Morales, Francisco Morera Doménech, Vicente De la Nuez, Manuel Olay, Maximiliano Otero García, Claudio Palenque, Matías Pardiñas, Manuel Paz Infante, Vicente Peñarrubia Roselló, José Pereda Gómez, Manuel Pérez Rodríguez, Francisco Picó Gómez, Franciso Piñera Piñera, Juan Piñol, Francisco Piñón Rodríguez, José María Pujal Yllà, José Quintana Blanco, José Quirós Soca, Francisco Rey Rey, Cayetano Rica Cunet, Tomás Riestra Iglesias, Francisco Ríos Aguiar, Ramón Rovira Dalmau, Juan Saavedra Toro, Abelardo Sánchez González, José Sánchez Martínez, Enrique Sánchez Martínez, José Santamaría Valdivieso, Vicente Sanz Ibáñez, Venancio Sellés, Pascual Serrano, José
Región de procedencia Galicia
Edad
Estado Civil
23 46 23 40
Soltero Casado
28 55
Soltero Casado
17
Soltero
Galicia
19 38
Soltero Casado
Asturias Lugo Valencia Cast.-León Galicia Lugo Galicia
24 17 34 26 45 20 34
Soltero Soltero Soltero Casado Soltero Soltero
33 46
Soltero Soltero Casado
Cataluña Asturias Lugo Cataluña Andalucía Galicia
40 30 28 20 17 41 48 26
Burgos Andalucía Cataluña Andalucía
36 45 31 30 40
Galicia Valencia Cataluña Cataluña Andalucía Valencia Canarias
Cataluña Asturias Andalucía
421
Soltero Soltero Soltero Casado Casado Soltero Casado Soltero Casado
Profesión
Instrucción
Carpintero Tipógrafo Dependiente Carpintero Profesor Albañil Periodista
Sí Sí
Sí Sí Sí
Dependiente Dependiente Tabaquero Albañil
Sí Sí Sí Sí
Pintor Cobrador
Sí
Chauffeur Carpintero Dependiente Vendedor Médico Motorista Dependiente Zapatero Dependiente Albañil Tabaquero Dependiente Tejedor Zapatero Jornalero Fundidor Pintor Albañil Barbero Albañil-Pintor Veterinario
Sí Sí Sí Sí
Sí Sí Sí Sí
Sí Sí Sí Sí
AMPARO SÁNCHEZ COBOS
Nombre Soteras, Pedro Tell Camps, Tomás Tenorio Fernández, Juan Trujillo Miranda, Pedro Tur y Tur, Juan Uriarte Unamengui, José Del Valle, Adrián Vázquez Tejeiro, Tomás Vázquez, Ceferino Vega Martínez, Carlos Villamisar Rivera, Francisco Villamossat Rivera, Francisco Villaret Rigolat, Miguel Viñas Porvent, Pedro Virxina Lloret, Pablo
Región de procedencia Cataluña Cataluña Asturias Canarias Baleares País Vasco Cataluña Galicia Andalucía Galicia
Estado Civil
Profesión
40 37 36
Soltero
Albañil Maestro
Casado
Jornalero
32 35
Casado
Albañil Jornalero Químico Tipógrafo Tipógrafo
Edad
Sí
Soltero
País Vasco Cataluña Cataluña
Instrucción
33 38
Soltero
Sí Sí Sí Sí Sí Sí Sí Sí
Fotógrafo Albañil
Fuente: Elaboración propia a partir de las listas de anarquistas españoles reconocidos por el gobierno cubano a partir de 1912, así como de las causas judiciales abiertas contra algunos de ellos. La edad está calculada para el año 1913. AMAE: “Lista de los expulsados de esta Isla el 25 de septiembre de 1911”; Fondo Política Exterior, Serie Cuba, Leg. H 2351, 1904-1913; “Relación de anarquistas más peligrosos que residen en Cuba y a los que la policía considera acreedores a un castigo ejemplar” de 27 de agosto de 1912; “Relación de anarquistas conocidos en Cuba”, de 9 de septiembre de 1913; Fondo Política Interior Cuba, Serie Orden Público, Leg. H 2753, 1911-1919; e “Informe confidencial de la Policía Secreta de La Habana sobre las personas que componen la redacción del semanario anarquista ¡Tierra!”. Fondo Política Interior, Serie Orden Público, leg. H 2753, 1911-1919. ANC: Fondo Audiencia de La Habana, Legs. 212, Exp. 16, 1917; 535, Exp. 12, 1918; 212, Exp. 17, 1919; La Discusión, 6 de mayo de 1915; NARA: “Inmigration and labor matters”, varias fechas, RG 84, Exp. 855.1919, Vol. 114; Class 8.800, Exps. 800.1924, Vol. 166, 800.1925, Vol. 190 y 800.1926, Vol. 190.
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SEMBRANDO IDEALES. ANARQUISTAS ESPAÑOLES EN CUBA (1902-1925)
SEMBLANZAS BIOGRÁFICAS Podemos dividir a los ácratas españoles de Cuba en dos grupos, que estableceremos basándonos en la información de que disponían los diplomáticos españoles: los que tenían antecedentes políticos en la Península y los que no los tenían, pero estaban siendo vigilados por la labor que llevaban a cabo en la Isla.
Anarquistas con antecedentes políticos en España Algunos de los casos más significativos son los siguientes:
JUAN ASCÓN SISTERE
Alias Juanet. Hijo de Juan y Carmen, natural de Barcelona, de 43 años, casado con Encarnación Salas Vidal con la cual tiene tres hijos. De profesión fundidor. Sus señas personales son: pelo negro, cejas negras, ojos pardos, nariz regular, cara ancha, boca regular, lampiño, estatura regular. Tiene una verruga en la mejilla derecha, otra en el cuello, parte posterior, y otra sobre la sien. Amigo de Bernardino Perón que fue detenido por haber arrojado una bomba en la calle de San Fernando, próxima al Ayuntamiento de Barcelona. De allí huyeron los dos refugiándose en Cuba. Fue expulsado de la Isla el día 25 de septiembre de 1911 en el Vapor Frankenwald con destino a Vigo.1
BARTOLOMÉ BERENGUER Y MONTOLÍN
Hijo de Bartolomé y María, natural de Barcelona, de 33 años, casado con Dolores Torrens, con tres hijos. De profesión carpintero. Con las siguientes señas personales: pelo negro, cejas negras, nariz regular, cara ancha, boca regular, barba cerrada. Estatura algo baja. Señas particulares: un lunar en el antebrazo derecho. Fue administrador del periódico anarquista Vía Libre. Estuvo preso en Francia durante un mes por una reyerta que sostuvo en Marsella cuando se estaba cele1 “Lista de los expulsados de esta Isla el 25 de septiembre de 1911”. AMAE, Fondo Política Exterior, Serie Cuba, Leg. H 2351, 1904-1913 y “Relación de anarquistas conocidos en Cuba”, 9 de septiembre de 1913, AMAE, Fondo Política Interior Cuba, Serie Orden Público, Leg. H 2753, 19111919. El hecho de que fuera expulsado de la Isla en 1911 y sin embargo aparezca en las listas de la policía secreta cubana dos años después nos sugiere que pudo volver clandestinamente a Cuba, como ocurrió con su compañero Bartolomé Berenguer.
423
AMPARO SÁNCHEZ COBOS
brando un meeting a favor de la independencia de Cuba, presidido por el doctor Betances. Cumplió también condena en Montjuich y fue expulsado de España y de Francia. Llegó a Cuba, de donde fue igualmente deportado el día 25 de septiembre de 1911 en el Vapor Frankenwald con destino a Vigo. Al llegar a la Península logró burlar la vigilancia y entrar en Portugal. El 3 de enero de 1912 volvió a Santiago de Cuba con su esposa María Torrens, bajo el nombre supuesto de Antonio Díaz y Fernández.2
JUAN CASANOVA Y VILLA DEL PRAT
Hijo de Jaime y Eulalia, natural de Barcelona. De 41 años, casado con Antonia Pairón, con tres hijos. De profesión albañil. Tiene pelo castaño, cejas ídem, ojos castaños, nariz aguileña, cara regular, boca ídem, barba poblada, estatura alta. Sufrió condena por anarquista en el Castillo de Montjuich en Barcelona tras los sucesos de la calle Cambios Nuevos, siendo condenado a 19 años, un mes y once días de prisión. Posteriormente fue indultado, junto con el resto de presos, y desterrado por el gobierno español. Llegó a Cuba, de donde salió también expulsado el día 25 de septiembre de 1911 en el Vapor Frankenwald con destino a Vigo tras ser acusado, junto con otros nueve españoles más, de “extranjero pernicioso” y de ser uno de los inspiradores de las movilizaciones que se estaban preparando con intención de paralizar la próxima zafra.3
SERAFÍN CASTRILLÓN MOURIZ
Hijo de Antonio y Juana, natural de Ferrol, Coruña, de 25 años, soltero y de profesión químico. Con las siguientes señas personales: pelo castaño, ojos pardos, 2 “Lista de los expulsados de esta Isla el 25 de septiembre de 1911”. AMAE, Fondo Política Exterior, Serie Cuba, Leg. H 2351, 1904-1913 y “Relación de anarquistas conocidos en Cuba”, 9 de septiembre de 1913, AMAE, Fondo Política Interior Cuba, Serie Orden Público, Leg. H 2753, 19111919. 3 “Informe de 4 de noviembre de 1911 del cónsul español en La Habana al Ministro de Gobernación en el que se remite copia de la repuesta dada por la Secretaría de Gobernación al interrogatorio de esta Legación con motivo de la expulsión de varios españoles calificados de extranjeros perniciosos”. AMAE, Fondo Política Exterior, Serie Cuba, Leg. H 2351, 1904-1913; “Lista de los expulsados de esta Isla el 25 de septiembre de 1911”. AMAE, Fondo Política Exterior, Serie Cuba, Leg. H 2351, 1904-1913 y “Relación de anarquistas conocidos en Cuba”, 9 de septiembre de 1913, AMAE, Fondo Política Interior Cuba, Serie Orden Público, Leg. H 2753, 1911-1919. Ramón Sempau, Los victimarios, 339. Este anarquista estaría en el mismo caso que Juan Ascón.
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cejas ídem. Nariz regular, cara regular, barba escasa. Estatura regular. Vivía en concubinato con Rafaela Carrillo sin tener hijos. Fue compañero de Grau y del prenombrado anarquista Bernardino Perón detenido en Barcelona por haber arrojado una bomba en la calle San Fernando, próxima al Ayuntamiento; huyó refugiándose en Cuba. Allí cumplió cuatro condenas en la cárcel de La Habana, desde el año 1909 a 1911, por los delitos de coaligación para alterar el precio del trabajo, riña y escándalo, injurias, amenazas y coacción. Fue otro de los expulsados de Cuba el día 25 de septiembre de 1911 en el Vapor Frankenwald con destino a Vigo.4
FRANCISCO GONZÁLEZ SOLA
Hijo de Francisco y Micaela, natural de Granada, de 39 años, soltero aunque vive en concubinato con Aurora Rodríguez con la cual tiene dos hijos. De profesión tipógrafo, con instrucción. Sus señas personales son: pelo castaño, cejas ídem, ojos pardos, nariz aguileña, cara delgada, boca regular, barba escasa, estatura regular, bigote negro y grande. Tiene una cicatriz en el dedo medio faltándole la mitad de la uña de la mano izquierda. Fue procesado tres veces en España por ataques al Ejército. Llegó fugado a Cuba cuando la Ley de Jurisdicciones. Consta por reporter de la Policía Secreta que este individuo llegó a la Isla antes del fusilamiento de Ferrer en España, y para ello le hicieron una suscripción en Regla. Venía con instrucciones del pedagogo catalán de fundar allí la Escuela Moderna. Fue un gran propagandista de las ideas anarquistas a través de las excursiones que realizaba por toda la Isla junto con otros compañeros como Abelardo Saavedra. También fue jefe de redacción del periódico anarquista ¡Tierra! y autor de muchos de los trabajos publicados en el mismo. Salió de Cuba expulsado, junto con sus otros compañeros, el día 25 de septiembre de 1911 en el Vapor Frankenwald con destino a Vigo.5 Según una noticia corta publicada en ¡Tierra! de La Habana, Sola y su compañera Aurora Rodríguez se establecieron en Sevilla tras su expulsión de Cuba.
4 “Lista de los expulsados de esta Isla el 25 de septiembre de 1911”. AMAE, Fondo Política Exterior, Serie Cuba, Leg. H 2351, 1904-1913. 5 “Lista de los expulsados de esta Isla el 25 de septiembre de 1911”. AMAE, Fondo Política Exterior, Serie Cuba, Leg. H 2351, 1904-1913 y “Relación de anarquistas conocidos en Cuba”, 9 de septiembre de 1913”. AMAE, Fondo Política Interior Cuba, Serie Orden Público, Leg. H 2753, 19111919. También este emigrado estaría en el caso de Juan Ascón. “¡Albricias!”, ¡Tierra!, 18 de julio de 1913.
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ENRIQUE GRAU GUARDIA
Mecánico natural de Gerona, soltero, pequeña estatura, rubio, bigote recortado y de unos 40 años de edad. En 1913 vivía con Pedro Carballo y Grau y Marcelo Salinas en una casa de La Habana, donde una mujer llamada Juana, de origen catalán, albergaba a anarquistas. Se le relaciona como coautor, junto con Pascual Sellés, de Barcelona, con uno de los atentados realizados en la ciudad condal.6
JOSÉ GRAU Y GUARDIA
Hijo de José y Francisca, natural de Vendrell, Tarragona, de 42 años, soltero y albañil. En España vivió en compañía de Domingo Doménech y Francisco Boleda, conocidos anarquistas. Allí colaboró en los periódicos ácratas Espartaco, Tramontana y Tierra Libre, y participó en la reaparición de la revista Tierra y Libertad durante el gobierno de Maura. Tras los sucesos de la Semana Trágica en Barcelona y el posterior proceso instruido contra Ferrer i Guardia, Grau siguió colaborando como escritor en la prensa ácrata, por lo que se instruyeron contra él doce procesos por delitos de imprenta. En uno de ellos, incoado por haber publicado en el periódico que dirigía una poesía que no era suya, referente al fusilamiento del pedagogo catalán, fue sometido a Consejo de guerra y condenado a seis años de prisión. Para evitar cumplir esta pena se escapó a Francia estableciéndose en Cerbere y después en Burdeos, donde vivió por un corto espacio de tiempo hasta que su compañero V. García, colaborador desde Francia de algunos periódicos anarquistas como Tierra y Libertad de Barcelona o ¡Tierra! de La Habana, consiguió reunir los 200 francos que costaba su pasaje a Cuba, poniendo en marcha una campaña de recaudación que inició en el periódico barcelonés. En la colecta también participaron los trabajadores cubanos gracias a una suscripción que se hizo entre los anarquistas de la Isla. Una vez en Cuba y dada su influencia entre los ácratas, se encargó de dirigir uno de sus periódicos, Vía Libre. Por la radicalidad de sus ideas fue otro de los expulsados de Cuba el día 25 de septiembre de 1911 en el Vapor Frankenwald con destino a Vigo. En un artículo publicado sobre su expulsión en el periódico cubano La Discusión se daban los siguientes datos biográficos sobre José Grau: “Ha vivido en Londres, París, Berlín y en parte de la América del Sur. No se impresio6 “Carta enviada por el cónsul de España en La Habana al Ministro de Estado español el 2 de junio de 1911”. AMAE, Política Interior, Serie Orden Público, Expedientes P=S=Z, Leg. H 2759, siglo XX.
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na por nada y parece ser uno de los más rabiosos sostenedores de las doctrinas anarquistas. Pregona que el obrero de Cuba es el que tiene más recursos; pero que vive con cien años de atraso. Hablando con nosotros –los periodistas- nos decía que había necesidad de organizar aquí el elemento anarquista en forma tal que en cualquier momento se pudiera contar con un grupo de fuerza positiva y de acción”. Al desembarcar en España Grau pudo burlar a las autoridades y pasar a Portugal, desde donde marchó a Francia. Allí contrajo una enfermedad y decidió volver a Barcelona, donde falleció a finales del año siguiente.7 PASCUAL SELLÉS
Natural de Barcelona, trigueño, alto, delgado, soltero de unos 30 años, albañil y pintor, pelo y bigote grande negro. Se le relaciona como coautor, junto con Enrique Grau Guardia, de Gerona, con uno de los atentados realizados en Barcelona.8 Como puede verse en los ejemplos anteriores, hemos escogido principalmente a los españoles expulsados durante el año 1911, por tratarse de expulsiones decretadas por el gobierno cubano sobre la base de su actuación política en la Isla y no como consecuencia de la situación económica que se produce durante y después de la Primera Guerra Mundial, que fue el principal fundamento para decretar las expulsiones masivas de españoles de esos años. Diferente es el siguiente caso que nos sirve como ejemplo de la mencionada fabricación de antecedentes para poder procesar y con ello expulsar de la Isla a un emigrado español: FRANCISCO VILLAMISAR RIVERA
Español que participó en la fundación de la Confederación Tipográfica de La Habana en el año 1899 junto a otros líderes anarcosindicalistas, como Antonio Valdés Goiburo y Miguel Cruz Castro. Desde entonces se destacó por su activa actuación al frente de los obreros de este sector. Tras la huelga del sector gráfico 7 La Discusión, martes 26 de septiembre de 1911. “Lista de los expulsados de esta Isla el 25 de septiembre de 1911”. AMAE, Fondo Política Exterior, Serie Cuba, Leg. H 2351, 1904-1913; Tierra y Libertad, Barcelona, 2 de noviembre de 1910, año VII, época IV, n. 35, pág. 3; Tierra y Libertad, Barcelona, 7 de noviembre de 1910, año VII, época IV, n. 40, pág. 3 y Tierra y Libertad, Barcelona, 20 de noviembre de 1912, año IX, época IV, n. 136, pág. 3. 8 “Carta enviada por el cónsul de España en La Habana al Ministro de Estado español el 2 de junio de 1911.” AMAE, Política Interior, Serie Orden Público, Expedientes P=S=Z, Leg. H 2759, siglo XX.
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que acabó el 3 de marzo de 1919 presidió un mitin en conmemoración de la celebración del Primero de Mayo. Este acto fue apoyado por las organizaciones obreras de La Habana y en él se leyeron discursos de simpatía y adhesión. A partir de entonces el Gobierno de Menocal intensificó la represión obrera y encarceló a algunos líderes, entre ellos al anarquista cubano y tipógrafo también, Antonio López, y al tipógrafo español. Su expulsión a España fue decretada tras la fabricación de un falso informe por las autoridades cubanas, en el que se declaraba que había sido uno de los dirigentes de la Semana Trágica de Barcelona. La falsedad de este testimonio se demostraba porque el acusado llevaba más de treinta años residiendo en Cuba, sin haber abandonado en ningún momento la Isla. Algún tiempo después de su detención regresó a Cuba como camarero en un barco y se incorporó a las luchas que llevaron a cabo los obreros del sector gráfico hasta su muerte, el 9 de septiembre de 1926. En un telegrama fechado en La Habana, el 3 de junio de 1919, se confirma su expulsión de la Isla junto con otros ciudadanos españoles: Jesús Arenas, Joaquín G. Lucena, Felipe Fuentes, Salvador Nieto, José Antonio Baldo, Nadal Baldo, Manuel Paz, Manuel Suárez, Enrique Lago, Ramiro Álvarez, Faustino Cabezas, Emilio Blanco, Nicanor Sánchez. Todos con destino Santander.9 Ácratas vigilados en Cuba Junto a los anteriores emigrados, encontramos también en la mayor de las Antillas otros anarquistas españoles que no tenían antecedentes en la Península pero que formaron parte de los grupos, revistas y periódicos libertarios y demás organizaciones, que se encargaron de difundir esta corriente de pensamiento entre los obreros de los distintos rincones de la Isla. Entre ellos podemos destacar a los siguientes: SEBASTIÁN AGUIAR MATEO
Hijo de Fernando y Blasa. Natural de Guía, Canarias. De 51 años. Soltero. De profesión carpintero. Sus señas personales son: pelo negro, cejas negras, ojos pardos, nariz aguileña, cara regular, boca regular, color trigueño, estatura alta. Este individuo no alegó en su oportunidad ser ciudadano cubano y actualmente discútese si es ciudadano español como aparece por los antecedentes constantes en la Secretaría de Gobernación, o si lo es cubano. Miembro del “Comité 9 López, Calvo y Fernández, 1991, 30-65. “Telegrama núm. 50 de 3 de junio de 1919”. AMAE, Política Interior, Serie Orden Público, Expedientes P=S=Z, Leg. H 2759, siglo XX.
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Anarquista” y gran propagandista de estas ideas. Colaborador del periódico ¡Tierra! desde los primeros años de su fundación, cumplió varios meses de condena por haber apoyado la huelga del mes de noviembre de 1902, conocida como la “huelga de los aprendices”. Fue director de ese semanario anarquista, en el cual publicó artículos “violentos” hasta que se decretó su expulsión, siendo sustituido por José Pujal. Fue otro de los expulsados de Cuba el día 25 de septiembre de 1911 en el Vapor Frankenwald con destino a Vigo. Sin embargo, logró volver a la Isla y a mitad de 1912 volvía a hacerse cargo de la dirección del periódico ¡Tierra!10 DOMINGO GERMINAL GONZÁLEZ
Natural de Bilbao. Procesado con exclusión de fianza por los sucesos ocurridos en Camagüey el día 16 de octubre de 1913, cuando algunos trabajadores, entre ellos los españoles Florencio Gómez Ugarte, Pedro Irazoqui, Demetrio Ayllón, Inocencio Franco y José Quintana, junto a otros compañeros cubanos, se reunieron para protestar por el procesamiento del trabajador Evaristo Vázquez Llano acusado de homicidio. Formaba parte, junto con Isidoro Lois, Agustín Zamorano y Pedro Irazoqui, del grupo Acción Directa de Manzanillo, así como de los grupos móviles de propaganda enviados por el periódico ¡Tierra! a las distintas poblaciones de la Isla para instruir a los obreros en la doctrina libertaria. Salió de la Isla con el nombre supuesto de Severino Rey, en el Vapor Alfonso XIII el día 21 de enero de 1915 con destino a Santander.11 PEDRO IRAZOQUI
Natural de San Juan de Luz, Asturias. Formó parte del grupo anarquista Acción Directa de Manzanillo, así como de los grupos móviles de propaganda envia10 “Lista de los expulsados de esta Isla el 25 de septiembre de 1911”. AMAE, Fondo Política Exterior, Serie Cuba, Leg. H 2351, 1904-1913; “Telegrama enviado desde la Legación de España en La Habana de 20 de julio de 1912”. AMAE, Fondo Política Interior, Serie Orden Público, Expedientes A=B, Leg. H 2754, siglo XX; “Despacho núm. 23 de la Legación de España en La Habana de 26 de enero de 1913”. AMAE, Fondo Política Interior, Serie Orden Público, Expedientes P=M=O, Leg. H 2757, siglo XX; y “Una grata nueva”, ¡Tierra!, 13 de julio de 1912. 11 “Carta manuscrita enviada el 18 de julio de 1913 por el cónsul español en Santiago de Cuba sobre movimiento anarquista”; “Informe de 24 de octubre de 1913 del Cónsul de España en Santiago de Cuba, Pedro Saura, sobre movimiento anarquista en Camagüey”; y “Telegrama enviado el 22 de enero de 1915 por el Ministro de España e La Habana al Ministerio de la Gobernación”. AMAE, Fondo Política Interior, Serie Orden Público, leg. H 2753, 1911-1919.
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dos por el periódico ¡Tierra! a las distintas poblaciones de la Isla para instruir a los obreros en la doctrina libertaria y fue otro de los procesados con exclusión de fianza por los sucesos ocurridos en Camagüey el día 16 de octubre de 1913, cuando algunos trabajadores, entre ellos los españoles Florencio Gómez Ugarte, Domingo Germinal, Demetrio Ayllón, Inocencio Franco y José Quintana, junto a otros compañeros cubanos, se reunieron para protestar por el procesamiento del trabajador Evaristo Vázquez Llano acusado de homicidio.12 ADRIÁN DEL VALLE
Natural de Barcelona. En la ciudad condal había formado parte del grupo ácrata Benevento. En 1892 emigró a Estados Unidos junto con el también catalán Pedro Esteve y el cubano Campos. Allí colaboró en distintas publicaciones ácratas como El Despertar y Cultura Obrera, ambas editadas en Nueva York, o El Esclavo. Periódico Obrero Semanal, publicado en Tampa desde mediados de 1894. Llegó a Cuba en el año 1899, donde permaneció hasta su muerte. En la mayor de las Antillas fundó y colaboró en las publicaciones anarquistas. DEMETRIO AYLLÓN LLANOS
Natural de Valladolid. Fue otro de los procesados por los sucesos ocurridos en Camagüey el día 16 de octubre de 1913, cuando algunos trabajadores se reunieron para protestar por el procesamiento de Vázquez Llanos.13 SANTOS AZNAR Y AZNAR De Aragón, de 30 años, soltero, dependiente del comercio y con instrucción, que se sabe seguramente tuvo por compañero de habitación a Manuel Pardiñas; profesa ideas ácratas y es suscriptor de ¡Tierra!14
12 “El Cónsul de España informa sobre el movimiento anarquista en Camagüey, Santiago de Cuba, 24 de octubre de 1913”, AMAE, Fondo Política Interior, Serie Orden Público, leg. H 2753, 19111919. “¡Ayúdenos!”, ¡Tierra!, 16 de abril de 1914, y “Sobre las víctimas”, ¡Tierra!, 2 de julio de 1914. 13 “Informe de 24 de octubre de 1913 del Cónsul de España en Santiago de Cuba, Pedro Saura, sobre movimiento anarquista en Camagüey”. AMAE, Fondo Política Interior, Serie Orden Público, Leg. H 2753, 1911-1919. 14 “Telegrama de la legación de España en la Habana de 21 de noviembre de 1912”. AMAE, Fondo Política Interior, Serie Orden Público, Expedientes A=B, Leg. H 2754, siglo XX.
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MANUEL BARANGA
Jefe del grupo anarquista Abajo la tiranía, formado en las minas de Fimeza, en Ocaña; de nacionalidad española.15 JUAN JEREZ RODRÍGUEZ
Anarquista nacido en Soria, soltero, de 28 años y de profesión tipógrafo, era conocido con el sobrenombre de “Juan de Tariego”. Llegó a La Habana en octubre del año 1909 a bordo del vapor Montserrat. En 1912 viajó a México regresando en el mes de mayo del año siguiente a Cuba. Trabajó como colaborador de los periódicos ácratas ¡Tierra!, Vía Libre y Fiat Lux de La Habana y fue miembro del grupo anarquista Lux, también de la capital cubana, hasta que fue expulsado de la isla como “extranjero pernicioso” el 5 de mayo de 1915.16 VICENTE FERRÉ
Natural de Barcelona, 40 años de edad. Profesión desconocida. Pronunciación marcadamente catalana. Hace unos dos años que llegó a La Habana procedente de España. Allí estableció una agencia de colocaciones llamada “La Bolsa del Trabajo”, negocio en el que parece que no le fue bien, lo que le obligó a colocarse de portero en una finca y después de camarero. Comparte con Wenceslao Peña, Presidente del Gremio “Unión de Marineros y Fogoneros” y del Comité Gestor para la Federación Obrera en las faenas de propaganda. Profesa doctrinas anarquistas. Se le considera un explotador de incautos, vago de profesión, sin afecto al trabajo.17 INOCENCIO FRANCO FERNÁNDEZ
Natural de Coruña. Fue otro de los procesados por los sucesos ocurridos en Camagüey el día 16 de octubre de 1913, cuando algunos trabajadores se reunieron para protestar por el procesamiento de un obrero acusado de homicidio.18 15 “Carta manuscrita de 12 de agosto de 1913 del Cónsul español en Santiago de Cuba, Pedro Saura, sobre un grupo anarquista recientemente creado”. AMAE, Fondo Política Interior, Serie Orden Público, Leg. H 2753, 1911-1919. 16 “Se expulsó ayer a un anarquista”, La Discusión, 5 de mayo de 1915. 17 Informe de Julián María del Arroyo, Cónsul español en La Habana, de 3 de febrero de 1913”. AMAE, Fondo Política Interior, Serie Orden Público, Expediente C=F, Leg. H 2755, siglo XX. 18 “Informe de 24 de octubre de 1913 del Cónsul de España en Santiago de Cuba, Pedro Saura, sobre movimiento anarquista en Camagüey”. AMAE, Fondo Política Interior, Serie Orden Público, Leg. H 2753, 1911-1919.
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DIONISIO GARCÍA MARTÍNEZ
Hijo de Leonardo y Rosalía. Natural de Orense, de 19 años de edad, soltero, con instrucción, escribía en ¡Tierra! y por ser considerado anarquista peligroso salió para Matanzas, donde perteneció al grupo “Soledad Villafranca” y trabajó como profesor en la escuela moderna de esa población. También colaboró con la revista ácrata española Tierra y Libertad, enviando cartas informando acerca del desarrollo del anarquismo en la Isla. Se escapó de Cuba cuando supo que la Policía le buscaba.19 FLORENCIO GÓMEZ UGARTE
Natural de Burgos. Fue otro de los procesados por los sucesos ocurridos en Camagüey el día 16 de octubre de 1913, cuando algunos trabajadores se reunieron para protestar por el procesamiento de un obrero acusado de homicidio.20 GREGORIO HERNÁNDEZ
Natural de España, de 30 años de edad, soltero y empleado del comercio. Redactor del periódico ¡Tierra! Considerado por el gobierno cubano uno de los anarquistas más peligrosos que residen en Cuba. En 1912 estaba colocado en una fábrica de tabacos como lector.21 VICENTE LÍPIZ SAN MIGUEL
Natural de Valladolid, en 1913 tenía 39 años y trabajaba como zapatero en Sagua la Grande, donde además dirigía el periódico El Trabajo. Fue compañero de Saavedra y asiduo colaborador de ¡Tierra! de La Habana junto con su compañera, la también anarquista Emilia Rodríguez, en la difusión de las ideas anarquistas en el campo cubano. 19 “Relación de anarquistas conocidos en Cuba”, 9 de septiembre de 1913, AMAE, Fondo Política Interior Cuba, Serie Orden Público, Leg. H 2753, 1911-1919, y Tierra y Libertad, Barcelona, 4 de septiembre de 1912, época, 4ª, año IX, n. 125, 3. 20 “Informe de 24 de octubre de 1913 del Cónsul de España en Santiago de Cuba, Pedro Saura, sobre movimiento anarquista en Camagüey”. AMAE, Fondo Política Interior, Serie Orden Público, leg. H 2753, 1911-1919. 21 “Relación de anarquistas más peligrosos que residen en Cuba y a los que la policía considera acreedores a un castigo ejemplar” de 27 de agosto de 1912; e “Informe confidencial de la Policía Secreta de La Habana sobre las personas que componen la redacción del semanario anarquista ¡Tierra!”. AMAE, Fondo Política Interior, Serie Orden Público, leg. H 2753, 1911-1919.
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Por haber sido uno de los dirigentes de las huelgas de ferrocarriles de Matanzas, por lo que fue arrestado y cumplió 120 días de prisión, y de talleres de madera de Sagua, así como por su probada implicación en la propaganda de doctrinas subversivas, fue declarado extranjero pernicioso y expulsado de la Isla junto con Abelardo Saavedra, Pedro Ferrer Marín, Juan Tenorio Fernández y Juan Tur y Tur, el día 15 de enero de 1915, en el Vapor Balbaneda de la Compañía Pinillos que zarpó con destino a Cádiz.22 MÁXIMO LÓPEZ LÓPEZ
Alias Monforte. Anarquista español que en el año 1913 era capataz en las minas de Firmeza y en mayo de 1914 se encontraba trabajando en una finca nombrada Bayate a 6 leguas de Cuneira, en la provincia de Oriente, y que según datos adquiridos por el cónsul español en Santiago de Cuba era de su propiedad. En esa finca se encontraban algunos connotados anarquistas y con frecuencia se movían por los pueblos de Mayarí, Bayamo, Palma Soriano y otros. Estos anarquistas recibían con frecuencia periódicos ácratas.23 PEDRO FERRER MARÍN
Anarquista español, nacido en Barcelona, de oficio cocinero; en 1913 tenía 45 años. Fue compañero de Abelardo Saavedra y colaborador de ¡Tierra! en la difusión de las ideas anarquistas en el campo cubano. Fue expulsado de la Isla junto con el anterior, Vicente Lípiz, Juan Tenorio Fernández y Juan Tur y Tur, el día 15 de enero de 1915, en el vapor “Balbaneda” de la Compañía Pinillos que zarpó con destino a Cádiz.24 DOMINGO MIR DURICH
Hijo de José y de Antonia, natural de Villanueva de Moya, provincia de Lérida, casado, de 55 años, empleado como administrador del periódico ¡Tierra! y 22 “Telegrama enviado el 22 de enero de 1915 por el Ministro de España en La Habana al Ministerio de la Gobernación”. AMAE, Fondo Política Interior, Serie Orden Público, leg. H 2753, 1911-1919. Tierra y Libertad, Barcelona, 14 de enero de 1909, época 3ª, año VI, n. 17, 4, y “Cinco extranjeros perniciosos han sido expulsados”, La Discusión, 15 de enero de 1915. 23 “Carta manuscrita del cónsul español en Santiago de Cuba, de 18 de julio de 1913 sobre movimiento anarquista”; e “Informe del Jefe de Policía en su visita a la provincia de Oriente”, enviado por el cónsul de Santiago de Cuba el 7 de mayo de 1914. AMAE, Fondo Política Interior, Serie Orden Público, leg. H 2753, 1911-1919. 24 “Telegrama enviado el 22 de enero de 1915 por el Ministro de España en La Habana al Ministerio de la Gobernación”. AMAE, Fondo Política Interior, Serie Orden Público, leg. H 2753, 1911-1919, y “Cinco extranjeros perniciosos han sido expulsados”, La Discusión, 15 de enero de 1915.
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con instrucción. En la ficha además constaban sus señas: pelo canoso, cejas canosas, ojos negros, nariz larga, cara ancha, boca regular, barba poblada, color blanco, estatura baja. Aparece en los informes policiales del año 1912 como ferviente defensor de las doctrinas ácratas, que había sufrido prisión por delitos anárquicos en Montjuich y en Ceuta. Se le acusó de ser cómplice de Paulino Pallás en el atentado perpetrado contra el General Martínez Campos en 1893. Sin embargo, cuando ocurrió el delito Mir se encontraba cumpliendo condena a consecuencia de haber participado en un mitin de estudiantes. A pesar de ello fue procesado y condenado a cadena perpetua en el penal de Ceuta. A Barcelona llegó el líder anarquista gaditano Fermín Salvochea para sustituirle en sus actividades. Mir conoció en el presidio africano a los presos cubanos y por su unión con éstos etrabajó mucho por su libertad, siempre con la idea de hacerse adeptos al anarquismo. “Con el indulto concedido por el Gobierno Español a los confinados cubanos, que según el periódico ¡Tierra! son diecisiete, se cree pudiera aumentar el número de adeptos a las ideas anarquistas en Cuba, por lo que las autoridades cubanas los vigilan para saber si alguno de ellos se afiliara al Partido (sic)”. En 1913 era administrador del periódico ¡Tierra! y poco tiempo antes había estado empleado en el Departamento de Obras Públicas. Estaba considerado por el gobierno cubano como uno de los anarquistas más peligrosos que residían en Cuba.25 FRANCISCO MORALES
Natural de Granada. Fue otro de los procesados por los sucesos ocurridos en Camagüey el día 16 de octubre de 1913, cuando algunos trabajadores se reunieron para protestar por el procesamiento de Evaristo Vázquez Llano.26
25 “Fermín Salvochea”, biografía escrita por Soledad Gustavo, Revista Blanca, 1899, 206. Costi y Erro, 1894, 13-22. “Relación de anarquistas más peligrosos que residen en Cuba y a los que la policía considera acreedores a un castigo ejemplar” de 27 de agosto de 1912; e “Informe confidencial de la Policía Secreta de La Habana sobre las personas que componen la redacción del semanario anarquista ¡Tierra!”. AMAE, Fondo Política Interior, Serie Orden Público, leg. H 2753, 1911-1919. “Despacho núm. 23 de la Legación de España en La Habana de 26 de enero de 1913”. AMAE, Fondo Política Interior, Serie Orden Público, Expedientes P=M=O, Leg. H 2757, siglo XX. El informe contenido en este último despacho en el que el cónsul español se refiere a los antecedentes penales del anarquista leridano lleva a la confusión por cuanto está hablando de un partido político al que podrían afiliarse los anarquistas en Cuba. Sus palabras sugieren que este diplomático desconocía que los ácratas eran apolíticos y que abogaban por la supresión de los partidos, pero no queda claro a qué se está refiriendo. 26 “Informe de 24 de octubre de 1913 del Cónsul de España en Santiago de Cuba, Pedro Saura, sobre movimiento anarquista en Camagüey”. AMAE, Fondo Política Interior, Serie Orden Público, leg. H 2753, 1911-1919.
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FRANCISCO PÉREZ Y RODRÍGUEZ
Hijo de José y María, natural de Ferrol, A Coruña, de 45 años de edad, de profesión carpintero. Casado con Juana Díaz y Suárez, con dos hijos. Sus señas personales son: pelo castaño, cejas ídem, ojos pardos. Nariz regular, cara regular, barba escasa, estatura regular. Señas particulares: un lunar en el pecho, muy velludo. Tomó parte, en unión de Vieytes, socialista español expulsado de la Isla el 21 de agosto de 1911, en la agitación huelguística que hubo a mitad de ese año entre los obreros del alcantarillado. Ejerció como secretario en la huelga y como consecuencia de estas actividades fue otro de los expulsados de Cuba el día 25 de septiembre de 1911 en el Vapor Frankenwald con destino a Vigo.27 ABELARDO SAAVEDRA Y TORO
Alias el Dinamitero para la prensa de La Habana. Los jóvenes de Cruces lo conocían como el abuelo. Gaditano. En 1913 tenía unos 49 años. Hijo de Francisco y Dolores. Zapatero y jefe de los anarquistas de la zona azucarera de Cruces. Llegó a Cuba requerido por los anarquistas que editaban el semanario ¡Tierra! de La Habana para que formara parte de las “excursiones de propaganda” que estaban organizando para difundir el “Ideal” por toda la Isla. De hecho, fue uno de los oradores en un mitin organizado en el pueblo de Marianao a mitad de 1907. En ese año trabajaba como lector en una tabaquería. Nada más entrar en la Isla las autoridades intentaron expulsarle acusándole de haber infringido la orden militar n.º 155 de 1902 sobre inmigración, sin embargo logró invalidar la expulsión. Al año siguiente, el gobernador militar Charles E. Magoon le acusó de haber lanzado injurias contra el dictador mexicano Porfirio Díaz y ordenó nuevamente su expulsión de la Isla, aunque parece ser que por segunda vez consiguió eludirla pues continuó trabajando por la difusión del ideal en Cuba. El gobierno republicano volvió a decretar su expulsión de la Isla –esta vez cumplida- en 1911, por ser el promotor de la huelga de los ferrocarriles de Sagua la Grande y de otras varias agitaciones que traían trastornada toda la zona. Sin embargo, Saavedra regresó el día 27 de julio de 1913, fijando su residencia otra vez en Cruces, donde tenía a su familia que profesaba también ideas anarquistas. En ese año los informes oficiales señalan que se hallaba trabajando pacíficamente 27 Instituto de Historia del Movimiento Comunista y de la Revolución Socialista en Cuba, 1985, 163-164. “Lista de los expulsados de esta Isla el 25 de septiembre de 1911”. AMAE, Fondo Política Exterior, Serie Cuba, Leg. H 2351, 1904-1913.
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como zapatero, no teniendo ninguna organización ni centro de reuniones a su cargo, pues el que existía en Cruces fue cerrado por orden gubernativa y no se le permitió volver a abrir. Saavedra fue nuevamente deportado por sus ideas e implicación en los acontecimientos de la Isla el día 15 de enero de 1915 en el Vapor Balbaneda de la Compañía Pinillos que zarpó con destino a Santander. La importancia de esta figura la destacaba el autor coetáneo Felipe Zapata en un recorrido por la zona de Cruces a la que consideraba “la capital del anarquismo en Cuba gracias a Saavedra”. Allí los discursos, venta de obras y folletos e información anarquista eran continuos y el principal impulsor era el anarquista español. Saavedra hacía frecuentes giras por la Isla en misión de propaganda, junto con sus compañeros Francisco González Sola y Juan Aller. También el reformista contemporáneo, Carlos Loveira, destacaba las cualidades oratorias del ácrata gaditano cuando lo conoció con motivo de la huelga de ferrocarriles organizada en Sagua la Grande en la primavera de 1911.28 VENANCIO SAENZ IBÁÑEZ
Hijo de Juan y Eusebia. Natural de Villa Rubia, Cuenca. De 31 años de edad, casado con Carmen Valdivies y de profesión barbero. Los datos personales que aparecen en los archivos son: pelo castaño, cejas ídem, ojos pardos, nariz regular, cara ancha, boca regular, barba poblada, estatura regular. Señas particulares: una cicatriz debajo del labio inferior y otra en la muñeca izquierda. Anarquista decidido haciendo alarde de ello. Fue sorprendido leyendo y comentando favorablemente entre los obreros la proclama firmada por el anarquista italiano Pedro Gori, que el grupo anarquista había hecho circular entre los obreros. Fue otro de los expulsados de Cuba el día 25 de septiembre de 1911 en el Vapor Frankenwald con destino a Vigo.29 JUAN TENORIO FERNÁNDEZ
Natural de Asturias, de 40 años, soltero, de profesión tabaquero. Es posible que hubiera llegado a Cuba a finales del siglo XIX pues ya en 1899 aparece como 28 Zapata, 1951, 64-65; Loveira, 1917, 46-48; “Telegrama enviado el 22 de enero de 1915 por el Ministro de España en La Habana al Ministerio de la Gobernación”. AMAE, Fondo Política Interior, Serie Orden Público, leg. H 2753, 1911-1919; e “Informe de 16 de agosto de 1913 del cónsul español en La Habana”. AMAE, Política Interior, Serie Orden Público, Expedientes P=S=Z, Leg. H 2759, siglo XX. 29 “Lista de los expulsados de esta Isla el 25 de septiembre de 1911”. AMAE, Fondo Política Exterior, Serie Cuba, Leg. H 2351, 1904-1913; y “Relación de anarquistas conocidos en Cuba”, 9 de septiembre de 1913, AMAE, Fondo Política Interior Cuba, Serie Orden Público, Leg. H 2753, 19111919.
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SEMBRANDO IDEALES. ANARQUISTAS ESPAÑOLES EN CUBA (1902-1925)
firmante del manifiesto “A los trabajadores de Cuba”, que se divulgó en La Habana para convocar a la huelga general en apoyo de los trabajadores de la construcción que se mantuvieron en paro entre el 20 de agosto y el 29 de septiembre. En 1902 era uno de los colaboradores del periódico anarquista ¡Tierra! de la capital cubana. Años después fue profesor de la escuela racionalista de Manzanillo. Considerado por el gobierno cubano como uno de los anarquistas más peligrosos, fue expulsado de la Isla –junto a sus compañeros Abelardo Saavedra Toro, Juan Tur y Tur, Pedro Marín y Vicente Lípiz San Miguel- el día 15 de enero de 1915 en el Vapor Balbaneda de la Compañía Pinillos que salió para Cádiz. Cuando llegó a España salió inmediatamente para Puerto Rico, donde a finales de abril del mismo año 1915 se encontraba viviendo en casa del líder de los socialistas, Santiago Iglesias. Estaba empleado como corresponsal de la revista Tierra y Libertad, que se publicaba en la Península. Reconocido por las autoridades de la Isla como un ácrata “sumamente peligroso”, fue expulsado igualmente de Puerto Rico el 21 de septiembre de 1915 en el vapor correo de la Compañía Transatlántica con rumbo a España.30 JUAN TUR Y TUR
Natural de Mallorca, de 36 años de edad, casado y de profesión jornalero. Jefe de redacción del periódico ¡Tierra! Considerado por el gobierno cubano uno de los anarquistas más peligrosos que residen en Cuba fue otro de los expulsados por el gobierno republicano el 15 de enero de 1915 en el Vapor Balbaneda de la Compañía Pinillos que zarpó para Cádiz.31
30 Manifiesto “A los trabajadores de La Habana”, Rivero Muñiz, 1961a, 115-117. “Relación de anarquistas más peligrosos que residen en Cuba y a los que la policía considera acreedores a un castigo ejemplar” de 27 de agosto de 1912; “Telegrama enviado el 22 de enero de 1915 por el Ministro de España en La Habana al Ministerio de la Gobernación”; e “Informe confidencial de la Policía Secreta de La Habana sobre las personas que componen la redacción del semanario anarquista ¡Tierra!”. AMAE, Fondo Política Interior, Serie Orden Público, leg. H 2753, 1911-1919, e “Informe de 1 de septiembre de 1915” sobre su expulsión de Puerto Rico. AMAE, Política Interior, Serie Orden Público, Expedientes P=S=Z, Leg. H 2759, siglo XX. 31 “Relación de anarquistas más peligrosos que residen en Cuba y a los que la policía considera acreedores a un castigo ejemplar”, de 27 de agosto de 1912; “Telegrama enviado el 22 de enero de 1915 por el Ministro de España en La Habana al Ministerio de la Gobernación”; e “Informe confidencial de la Policía Secreta de La Habana sobre las personas que componen la redacción del semanario anarquista ¡Tierra!”. AMAE, Fondo Política Interior, Serie Orden Público, leg. H 2753, 1911-1919.
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AMPARO SÁNCHEZ COBOS
GRUPOS ANARQUISTAS EN CUBA (1903-1914) Nombre
Localidad
Año
Solidaridad Internacional Redención Social Rojo
La Habana La Habana Remates de Guane (Pinar del Río)
Año 1903
Verdad Centro Naturista
La Habana La Habana
Año 1904
Aurora Tierra
La Habana La Habana
Año 1906
Vía Libre Eliseo Reclus Ilustración Social 24 de noviembre Libertad El Porvenir Libertario
Santiago de las Vegas (La Habana) Guaro (Mayarí, Oriente) Matanzas La Habana Santiago de Cuba (Oriente) Cárdenas (Matanzas)
Año 1907
Rebelión Los Desheredados Aladín Bakounine El Alba Los Sin Patria Educación del Porvenir Amor Germinal Germinal
Regla (La Habana) La Habana La Habana La Habana Placetas (Santa Clara) Guanabacoa (La Habana) Regla (La Habana) Remedios (Santa Clara) La Habana Sagua la Grande (Santa Clara)
Año 1908
Luz y Vida Luisa Michel Verdad Luz Flores Rojas Los Sin Patria Los Ácratas Espontáneo 13 de octubre Juventud Libertaria
Güira de Melena (La Habana) La Habana Matanzas La Habana Matanzas Santa Isabel de Nipe (Oriente) La Habana La Habana Cienfuegos (Matanzas) Regla (La Habana)
Año 1909
Verdad Luz Preclara
Remedios (Santa Clara) Surgidero de Batabanó (La Habana)
Año 1911
438
SEMBRANDO IDEALES. ANARQUISTAS ESPAÑOLES EN CUBA (1902-1925)
Nombre
Localidad
Año
Pro-Generación Centro Instructivo Soledad Villafranca Acción Libre Sin Dios ni Patria Acción Directa
Zulueta (Santa Clara) Marianao (La Habana) Matanzas Ranchuelo (Camagüey) Surgidero de Batabanó (La Habana) Manzanillo (Oriente)
Año 1912
La Alarma Acción Directa Verdad Fuerza Consciente Rebelión Acción Directa Liga Agraria Rebeldía Consciente Rebelión Los Hijos del Trabajo El Naturista Aseo Intelectual Luz Los Perniciosos Regeneración Humana Emancipación Fructidor Los Iconoclastas El Trabajo Padres de familia Abajo la Tiranía Ácrata Rebelión Consciente Rompe Cadenas Conciencia Libertaria Abajo los Tiranos Los Volverán Los comunistas La Trinchera XVI de Octubre
La Habana Año 1913 La Habana Ciego de Ávila (Camagüey) Calabazar (La Habana) La Habana Oriente Santa Clara Jatibonico (Camagüey) Jatibonico (Camagüey) Caibarién (Santa Clara) La Habana Firmeza. Oriente La Habana Santiago de Cuba La Habana Oriente La Habana Minas de Firmeza, Siboney (Oriente) Camagüey Santa Clara Minas de Ocaña, Firmeza (Oriente) La Habana Ciego de Ávila (Camagüey) Banes (Oriente) Camagüey Cienfuegos (Matanzas) La Habana Mayarí (Oriente) Bejucal (La Habana) La Habana
Redención y Luz Los Investigadores Cosmos
La Habana San Antonio de los Baños La Habana
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Año 1914
AMPARO SÁNCHEZ COBOS
Nombre
Localidad
Año
Ultra Violeta Siglo XX Fiat Lux Armonía Vía Libre Vía Libre Acción Libertaria Los Alamitos Voluntad Las Trincheras El Rayo Los Previsiores del Porvenir Solidaridad Internacional En Acción
Manzanillo (Oriente) Regla (La Habana) La Habana Ciego de Ávila (Camagüey) Santiago de las Vegas (La Habana) Cruces (Santa Clara) Ranchuelo (Santa Clara) Orange La Habana Bejucal (La Habana) Falcón Camajuaní (Santa Clara) La Habana La Habana
PERIÓDICOS ANARQUISTAS EDITADOS EN CUBA (1902-1914) Nombre
Localidad
Año
Emigrados Españoles
¡Tierra!
La Habana
1902
Pedro Soteras y Rafael Cusidó
¡Redención!
Santa Clara
1903
Germinal Bandera Roja Luzbel Verdad Natura
La Habana Cienfuegos Cienfuegos La Habana La Habana
1904
Rebelión
Regla
1907
Abelardo Saavedra
Rebelión
Cruces
1910
Abelardo Saavedra
La Batalla El Radical Obrero Vía Libre El Dependiente
La Habana La Habana La Habana La Habana
1911
Cultura Obrera El Radical
La Habana La Habana
1912
Vicente Ferrer Adrián del Valle
El Trabajo
Camagüey
1913
Vicente Lípiz San Miguel
Fiat Lux El Cauterio
La Habana 1914 San Antonio de los Baños
José Grau i Guardia
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442 SembraIdeal CORferros
12/8/08
09:07
Página 242
Esta obra se acabó de imprimir en el mes de agosto de 2008 en los talleres de Gráficas/85, S.A. Madrid.
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1. Sembrando Ideales. Anarquistas españoles en Cuba (1902-1925). Amparo Sánchez Cobos.
La independencia de Cuba en 1898 ofreció una oportunidad para los anarquistas españoles que estaban siendo perseguidos y represaliados en España desde las últimas décadas del siglo XIX. Otros vieron en la Isla recién emancipada un lugar donde asentarse y continuar con sus labores de proselitismo y difusión del ideal libertario. Poco tiempo después, el ambiente de apertura y modernización que inauguró la república y el crecimiento económico que la acompañó abrieron las puertas a la inmigración, y en mayor medida a aquella procedente de la Península. Todo esto, unido al avance de las comunicaciones, propició no sólo que los ácratas españoles tuvieran fácil acceso a la antigua colonia, sino también que pudieran llevar a cabo su labor entre los trabajadores. Fueron estos hombres quienes promovieron, con la ayuda de los ácratas cubanos, la fundación de grupos y organizaciones que pusieron en marcha actividades diversas con miras a conseguir la difusión del ideal libertario, aumentando y consolidando la comunidad ácrata hasta tal punto que, durante las tres primeras décadas del siglo XX, se convirtió en claramente mayoritaria entre los sectores laborales y en la promotora de la organización de la clase obrera. Esta es la historia de aquellos anarquistas españoles que llegaron a la mayor de las Antillas con el objetivo de formar e integrar a la incipiente clase trabajadora en un proceso propio de organización y preparación ideológica, que ellos consideraban previo a la revolución social.
ISBN 978-84-00-08699-2
9 788400 086992
Anarquistas españoles en Cuba (1902-1925)
Títulos publicados
Sembrando Ideales
Amparo Sánchez Cobos
C
Sembrando Ideales Anarquistas españoles en Cuba (1902-1925) Amparo Sánchez Cobos
1 C S IC
COLECCIÓN UNIVERSOS AMERICANOS CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS
Amparo Sánchez Cobos Es licenciada en Geografía e Historia por la Universidad Nacional de Educación a Distancia y Doctora en Historia por la Universidad Jaume I de Castellón. Entre los años 2002 y 2006 fue becaria predoctoral del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y actualmente es investigadora contratada por la Universidad Jaume I y miembro del grupo de investigación Historia Social Comparada de dicha universidad. Su tesis doctoral ha tenido por objeto el estudio de la evolución del anarquismo en Cuba durante las tres primeras décadas del siglo XX, centrándose principalmente en la contribución de los emigrados españoles en ese proceso. Es autora de varios artículos, entre ellos “Una educación alternativa. Las escuelas racionalistas en cuba, 1902-1925”, en Josef Opatrn´y (ed.), Nación y cultura nacional en el caribe hispano, Praga, Ed. Karolinum, 2006, e “Hispanofobia en tiempos de paz. Animadversión hacia ‘lo español’ y su reflejo en las relaciones diplomáticas entre España y Cuba, 1911-1912” (op. cit., n.º 15, Puerto Rico, 2003); además ha participado en varios congresos internacionales relacionados con la historia del Caribe.