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Spanish; Castilian Pages 192 [188] Year 2003
Retrato de I. Abbad y Lasierra. Catedral de Barbastro
Iñigo Abbad y Lasierra Relación de La Florida (1785) Edición de Juan José Nieto Callén y José María Sánchez Molledo
Iñigo Abbad y Lasierra Relación de La Florida (1785)
Edición de JUAN JOSÉ NIETO CALLÉN Y JOSÉ M A R Í A SÁNCHEZ MOLLEDO
Iberoamericana • Vervuert • 2003
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ÍNDICE
PRIMERA PARTE. ESTUDIO PRELIMINAR I. Biografía de Fr. íñigo Abbad y Lasierra, autor de la Relación de la Florida
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1. 2. 3. 4. 5.
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Los primeros años (1745-1772) El Viaje a América (1772-1778) Regreso a España (1778-1790) Obispo de Barbastro (1790-1808) El exilio (1808-1813)
II. Fuentes y bibliografía para el estudio de Fr. Iñigo Abbad
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1. Fuentes
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2. Estudios
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III. Su obra escrita
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1. España en la obra de Fr. íñigo Abbad
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2. Monografías sobre América 2.1. Diario del Viaje a América 2.2. Historia geográfica, civil y natural de la isla de San Juan Bautista de Puerto Rico 2.3. Descripción de las costas de California 3. El Diccionario General de América y la descripción de las provincias ... 4. Filipinas 5. Fr. íñigo Abbad, historiador
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IV. La Florida en la Corona de España (1512-1819)
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1. Descubrimiento y colonización 2. El final de la Colonia
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3. La Relación del descubrimiento, conquista y población de las provincias y costas de la Florida 4. Valoración de la obra. Sus fuentes 5. Nuestra edición Fuentes citadas por Abbad en la obra Bibliografía
SEGUNDA PARTE. TRANSCIPCIÓN DE LA OBRA RELACIÓN DEL DESCUBRIMIENTO, CONQUISTA Y POBLACIÓN DE LAS PROVINCIAS Y COSTAS DE LA FLORIDA Carta de Fr. Iñigo Abbad entregando el manuscrito en 1785 Advertencia. Sobre los viajes que suponen los ingleses y francesas a América, anteriores al primero de don Cristóbal Colón Cap. I. Extensión de los países comprendidos antiguamente bajo el nombre de Florida, reducidos después por los escritores extranjeros, y adoptados imprudentemente por algunos geógrafos españoles Cap. II. Descubrimiento de las costas de la Florida por el capitán Juan Ponce de León Cap. III. Viaje y descubrimiento de la Florida por el Adelantado Hernando de Soto Cap. IV. Sale Hernando de Soto con su ejército de la Mobila, y sigue su marcha para el norte Cap. V. Nuevos viajes de los españoles y franceses al descubrimiento de la Florida Cap. VI. Entrada de los franceses en la Florida, su establecimiento en la Carolina y Charlesfort Cap. VII. Pasa el Adelantado Pedro Menéndez a la Florida. Funda San Agustín, toma por asalto a Charlesfort y degüella a los franceses Cap. VIII. El Adelantado Pedro Méndez pasa por socorros a La Habana y forma nuevos establecimientos en la Florida; llega la escuadra de España con tropas, municiones y misioneros; reedifica a San Mateo, destruido por Gourges, capitán de los franceses, y funda varios pueblos hasta la cordillera de los Apalaches
Cap. IX. Del principio del establecimiento de los ingleses en el continente de la Florida Cap. X. Del tratado de paz del año 1670, en el que el Rey Católico cede a la Inglaterra las tierras que ésta poseía en aquel año en la América Cap. XI. De lo que ha acaecido a los españoles en sus dominios en el continente de la Florida, después del tratado del año de 1670, que motivó que se retiraran las poblaciones que había al norte de San Agustín, por cuya razón se confirman las posesiones que estaban en dicho año Cap. XII. Ocupan los ingleses el país de Guale; reconvenciones del gobernador de la Florida al de la Carolina, y de la Corte de España a la de Londres, en que se prueba la usurpación Cap. XIII. Resumen general, reflexión sobre la traslación de la Virginia al sur del río Jamestown y límites de la Florida. Comercio que hacían los ingleses en ella Cap. XIV. Razón de la extracción que hacían los ingleses de las Colonias para Inglaterra y otras partes Nota de las Misiones de la provincia de la Florida, establecidas por los franciscanos observantes en 1655, con un convento en la capital, a donde se recogían los misioneros enfermos, sin otros pueblos de conversión, agregados, y demás que estaban a cargo de clérigos seculares ...
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I. BIOGRAFÍA DE FR. ÍÑIGO A B B A D Y LASIERRA, AUTOR DE LA RELACIÓN DE LA FLORIDA
1. Los primeros años (1745-1772) La familia de los Abad pertenece a un linaje noble procedente del señorío de Vizcaya, cuya casa troncal radicó en el valle de Gordejuela. Los descendientes de esta casa son los Castro-Abad, pasando más tarde a diferentes puntos de la península: Castilla, Asturias, Valencia, Andalucía, Aragón y también a Sicilia y América. En el año 1167 el señor de Castellanos, D. Martín Fernández Abad, se trasladó a Aragón para militar a las órdenes de Alfonso II el Casto. Recibió en premio varias tierras en el valle de Tena. En Aragón hubo varias ramas de la familia Abad, asentadas en Jaca, Loporzano, Alagón, Ayerbe, y Estadilla. Fue el bisabuelo de nuestro biografiado el primer Abad en establecerse en Estadilla. Se llamaba Bernardo Abad y Allué, y se trasladó desde Loporzano a Estadilla donde casó con Isabel Marías, de la cual tuvo un hijo llamado Esteban. Este casó con Esperanza Bernad y tuvieron tres hijos varones y tres hijas. Uno de los hijos, Esteban, empezó a escribir su apellido con dos bes y de él descendieron los Abbad de Huesca. Otro de los hijos de Esteban y Esperanza, llamado Francisco Abad y Navarro, vecino de Estadilla presentó documentación en 1718 para probar su infanzonía contra el marqués de Aitona, que era señor temporal de Estadilla. El justicia de Aragón dio sentencia favorable en Zaragoza en 1720. Casó con doña María Teresa Lasierra en Barbuñales, villa natal de la novia, el 7 de julio de 1726. El matrimonio tuvo once hijos, aunque se malograron algunos de ellos. Sus nombres son: Dionisio Francisco Ignacio (18-7-1727), Manuel Esteban Antonio (24-12-1729), María Teresa Antonia (22-3-1731), Una niña que vivió un cuarto de hora (13-5-1734), Estanislao José Ignacio Francisco Javier Benito Francisco (7-9-1735), María Teresa Ignacia Cecilia (22-11-1737), un niño (243-1739), Francisco Javier Antonio Valero (5-7-1740), Antonio Francisco Manuel (3-3-1742), Francisco Antonio Manuel ( 20-6-1743) y el menor de los hermanos, Juan Antonio Pascual Agustín Ignacio, nacido el 17 de abril de 1745 y bautizado el día siguiente por Manuel Torrente, en la iglesia parroquial de
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P R I M E R A PARTE. E S T U D I O PRELIMINAR
San Esteban Protomártir, de la villa de Estadilla, provincia de Huesca, y diócesis de Barbastro1. Iñigo Abbad estudió filosofía en la universidad de Zaragoza y siguió el ejemplo de su hermano Manuel, ingresando en la orden benedictina en el monasterio de Santa María la Real de Nájera. Continuó sus estudios de filosofía en el Colegio de San Juan del Poyo, en Galicia, y después en la universidad de Irache donde recibió los grados de maestro en Artes y doctor en Teología y Cánones. Terminados sus estudios dedicó algún tiempo al ministerio de la predicación, en que manifestó su profunda erudición, celo y dotes oratorias, según sus biógrafos2. En este tiempo Fr. Iñigo comienza a utilizar la grafía con dos bes -Abbad-, como lo hace su hermano Manuel, quizá para distinguirse de las otras ramas de la familia, o como ha apuntado algún autor para distinguir el apellido Abbad, del cargo monástico Abad. Nosotros utilizamos Abbad, según la voluntad de nuestro biografiado. Sobre el nombre, Fr. Iñigo Agustín, utiliza Iñigo hasta 1790, y desde que es nombrado obispo de Barbastro, se autodenomina como Agustín obispo de Barbastro. Preferimos utilizar el nombre de Iñigo, como es conocido por su obra sobre América. En 1771 fray Manuel Jiménez Pérez, monje de Santa María la Real y catedrático jubilado de la universidad de Oviedo fue nombrado obispo de Puerto Rico, y quiso que fray Iñigo le acompañase a la isla3, en calidad de "asistente o socio del mencionado obispo, y no en la de secretario como lo solicitó" 4 . De este modo comienza la segunda etapa de la biografía de Fr. Iñigo Abbad.
2. El viaje a América (1772-1778) El rey Carlos III autorizó su embarque desde Cádiz el 18 de diciembre de 1771, dándose licencia de embarcar el 1 de abril de 1772, y saliendo desde Cádiz el 15 de abril de 1772. El 25 estaban en las Canarias, que atravesaron entre Fuerteventura y Lanzarote. El 18 de mayo avistaron varias embarcaciones inglesas.
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Los datos proceden de los Libros de Bautizados de la parroquia de Estadilla, T. III y IV. Fueron publicados por Demerson, J. 2 La información procede de Sainz de Baranda, en España Sagrada, 1862. 3 Erróneamente Fray Ramón de Huesca da la fecha de 1775 para su viaje a América, error que sigue López Novoa. 4 AGI. Contratación, Leg. 5.517.
I. BIOGRAFÍA DE F R . ÍÑIGO A B B A D Y LASIERRA
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El 25 de mayo de 1772 por la tarde anclaron en la bahía de Puerto Rico, capital de la isla y silla del obispado5. Este hecho cambió el rumbo de su vida y le dio numerosos problemas, como veremos. La diócesis de Puerto Rico era extensa, por no haberse erigido aún el obispado de Guayana; incluía las islas de Puerto Rico, Trinidad y Margarita, mas las provincias de Cumaná, Orinoco y la Nueva Barcelona. Fr. Iñigo acompañó al obispo en sus visitas pastorales, recorriendo los pueblos y predicando ocho días en cada uno, fomentando la reducción de los indios en pueblos permanentes, reedificando iglesias, estableciendo escuelas y enseñando personalmente en ellas, según relata en sus escritos. Los conflictos entre la autoridad civil y eclesiástica en Puerto Rico eran patentes. La enemistad gira en torno a las figuras de Fr. íñigo Abbad y D. Francisco Rafael Monserrate, auditor de guerra. El fraile, inteligente, hábil, decidido y joven -cuenta con 31 años en 1776, fecha en la que se inician las desavenencias- goza de la absoluta confianza del prelado Jiménez Pérez, quien está viejo y enfermo. Muere en 1781, cinco años más tarde. Estas circunstancias permiten a Fr. Iñigo intervenir activamente en los asuntos del tribunal eclesiástico. El 20 de diciembre de 1766 Fr. Iñigo es denunciado por Miguel Travieso por usura. El fraile había prestado dinero a éste, con un interés del cinco por ciento mensual, o sea, usurario. Otro deudor, Agustín Sánchez, también declaró que el fraile practicaba la usura; además éste, le había entregado en pago de su deuda un esclavo negro 6 , llamado Miguel, introducido ilícitamente en la isla, y por tanto sin marcar (carimbar). El 10 de enero de 1777 José Dufresne, gobernador de Puerto Rico escribe a José Gálvez, proponiendo la expulsión de América de Fr. íñigo Abbad, a quien califica de despótico7, petición que reitera el 12 de mayo del mismo año8. 5
La información procede del propio Fr. íñigo Abbad, quien lo relata en el Diario del viaje a América, mss, fols. 7 r°-9 r°. 6 Fr. Iñigo Abbad firmó la recepción del mismo: "Quedo satisfecho de la cantidad de ciento treinta y dos pesos y medio que me debía Agustín Sánchez por habérselos prestado, cuya cantidad me ha pagado con un negrito, habiéndole vuelto y o seis pesos además de la cantidad que me debía, y para que conste lo firmo en Puerto Rico a 4 de febrero de 1776. Iñigo Abad". AGI, Real Audiencia de Santo Domingo, leg. 2359. 7 El texto, que fue transcrito parcialmente por Isabel Gutiérrez Arroyo, dice: "[...] como este Monje tiene la confianza del Prelado se hace temible en el pueblo, éste enreda y recoge los chis-
mes e inpreciona (sic) de tal suerte a su obispo que nunca cesa el cuento, la crítica y la discordia, sembrándole especies que la fomenten, y en una palabra se hace despótico en la Casa Episcopal para tomar la voz, dirigir providencias y oficios, y sacudir al gobierno en cuanto se le antoja a su caprichoso, fanático genio en tal conformidad, que yo juzgo indispensable la separación de este
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PRIMERA PARTE. ESTUDIO PRELIMINAR
Ante la inminencia de la acción judicial, el fraile indujo al prelado a que decidiese la divulgación del matrimonio secreto del auditor de guerra Francisco Rafael Monserrate con Juana Bonilla, mulata, vecina de Puerto Rico, el 6 de octubre de 1776, quien lo contrajo en contravención de la ley, que exigía a los funcionarios de su jerarquía el deber de solicitar antes la autorización del Rey, dando lugar en junio de 1777 a una información pública para probar que dicho matrimonio era de conocimiento público. También le imputan el haber inducido al prelado a denegar el divorcio solicitado por D. José de la Torre, partidario de las autoridades civiles. Resultado de este conflicto fue la formulación de cargos contra Fr. íñigo por usura, por falsificador de la Real marca de esclavos, y seductor y perturbador de la paz pública y de los tribunales. La usura parece probada. El segundo cargo parece una intriga de las autoridades civiles. El negro introducido ilícitamente en la isla, y por tanto sin carimbar, fue entregado a Fr. Iñigo Abbad por mandato judicial, hacía más de un año. El esclavo fue declarado por comiso y ordenada su venta en pública subasta, de acuerdo con el auto expedido por el Gobernador el 12 de noviembre de 1777. La decisión final del Consejo de Indias exoneró totalmente a Fr. íñigo del segundo delito. Según Real Cédula de 19 de agosto de 1778, tres meses después de haber salido el monje de Puerto Rico, se ordenó al gobernador Dufresne remitiese al Consejo de Indias los autos del proceso, que cesara todo procedimiento y se devolviera el negro al monje. Por Real Cédula de 29 de junio de 1789, se declaró a Fr. Iñigo inocente del delito de falsificación de la marca de esclavos. Los cargos de seductor y perturbador de la paz pública y de los tribunales, derivan de los anteriores y no tienen fundamento alguno. Sirven para abultar las faltas del fraile y darlas trascendencia pública con el fin de provocar la rápida intervención de las autoridades del gobierno español. Con fecha 12 de junio de 1777 se expidió una orden reservada del Rey indicando al obispo Jiménez Pérez, que debía enviar al fraile de vuelta a España lo antes posible. El Rey reiteró la orden de expulsión en 31 de enero de 1778 y de
fraile de esta isla [...] porque sin duda se acabarán muchos disturbios entre los tribunales y este reverendo obispo, se desengañará conociendo que el que le incita a mover competencias, recursos y encuentros es su monje, joven, inquieto, travieso, y de tan poca consciencia que no se detiene en dar a premios los dineros que ha adquirido siendo Secretario, y por otras malversaciones y feos manejos con las dispensaciones eclesiásticas, comunicación y correspondencia que mantiene con los curas de la costa a quienes tiene avasallados por su favor con el Prelado [...]". 8
AGI. Real Audiencia de Santo Domingo, leg. 2.359.
I. BIOGRAFÍA DE F R . ÍÑIOO A B B A D Y LASIERRA
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nuevo en 24 de febrero del mismo año. Sin embargo la salida no se efectuó hasta el 21 de mayo de 1778. Al recibir el obispo aquella orden, organizó una defensa eficaz, iniciando un expediente que además de la confesión del propio fraile, hecha el 3 de septiembre de 1777, incluía una información pública o interrogatorio de personas competentes sobre la conducta del fraile. El propio Iñigo Abbad escribió a José Gálvez el 9 y 15 de noviembre y 10 de diciembre de 1777 sobre su conducta, y es el obispo quien lo hace el 19 de noviembre del mismo año. El obispo Fr. Manuel Jiménez Pérez se esforzaba por evitar la humillación de su salida forzosa. Con este propósito le encomendó realizara en Tierra Firme ciertas gestiones, entre ellas la de entregar a la ciudad de Nueva Barcelona el cuerpo de San Celestino mártir, que le había concedido el Santo Padre. Desde allí podría salir libre de violencia rumbo a España. Cuando el 9 de noviembre de 1777 se disponía Fr. fñigo a cumplir lo encomendado por el prelado, embarcaba en compañía de su esclavo con destino a Cumaná, el gobernador Dufresne expide un auto suspendiendo la salida del balandro y ordenando asimismo que se pusiese el negro a disposición del tribunal civil y a Fr. Iñigo bajo arresto en el palacio episcopal, por el delito de falsificación de la marca de carimbar esclavos, permaneciendo en calidad de reo mientras se resolvía el caso. Seis años después de su llegada a Puerto Rico, Fr. Iñigo Abbad sale con destino a España por la vía de la Guayra el 21 de mayo de 17789, en un navio de la Compañía de Caracas. La salida ocurrió también de forma violenta. Se le humilló, forzándole a embarcar contra su voluntad en el barco correo de la Guayra, a la vez que se expedían órdenes al comandante de aquella plaza para que le vigilase. En la Guayra se le entregó al superior del Hospital de San Francisco, Fr. Pedro de la Quintana, y en la noche del 14 de julio su celda fue asaltada, despojándole de algunos documentos. Embarca en un navio de la Compañía de Caracas rumbo a España, poniendo fin a su estancia en América, donde nunca volvió.
3. Regreso a España (1778-1790) Fr. íñigo regresa a España con una situación delicada. Reside en el convento de San Martín de Madrid, donde le sirve el esclavo negro que ha traído de 9
Carta reservada de D. José Dufresne a Gálvez, Puerto Rico, 22 de mayo de 1778. AGI. Real Audiencia de Santo Domingo, leg. 2.359.
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PRIMERA PARTE. ESTUDIO PRELIMINAR
Puerto Rico. Tiene pendiente el juicio abierto por falsificador de la marca de esclavos. El 28 de febrero de 1779 pide licencia a D. José Gálvez para su defensa. Por Real Cédula de 29 de junio de 1780 se declaró a Fr. Iñigo Abbad, inocente del delito de falsificación de la marca de esclavos, se desaprobó la conducta observada con el obispo y Fr. Iñigo, y se ordenó que se formase causa a Agustín Sánchez por el crimen de comercio ilícito. En 1781 moría en Puerto Rico el obispo Fr. Manuel Jiménez Pérez. La estancia del fraile en el convento de San Martín de Madrid, le permite trabajar sobre América. Allí inicia el nuevo rumbo que ocupa el período 1780-1790. Tiene 35 años, una sólida formación filosófica y teológica, y un amplio conocimiento del mundo americano por sus amplias lecturas y su estancia en Puerto Rico, proyectando un amplio plan de trabajo escribiendo sobre América. De allí había regresado con notas, apuntes, papeles, mapas y planos que le acompañarían toda su vida, también había traído una obra: el Diario del viaje a América, una primera aproximación de lo que él conoció personalmente durante su estancia. El texto manuscrito del Diario del Viaje a América, de 270 folios fue entregado a las autoridades del gobierno de Carlos III el 8 de julio de 178110. En la carta que acompaña, plantea por primera vez la necesidad del conocimiento actualizado de la realidad americana, para corregir los frecuentes errores geográficos, toponímicos, etc., en defensa de la presencia española frente a las usurpaciones de las potencias europeas. Se compromete a entregar cuadernos de otras partes de América, hasta que salga un Diccionario crítico, histórico, geográfico, natural y mercantil, trabajado en España, que en esta ocasión no propone que sea obra suya. El Diario del viaje a América, comprende la descripción de la isla de Puerto Rico, Cumaná, Isla Margarita, provincia de Nueva Barcelona, Río Orinoco e Isla Trinidad, fue revisado en lo relativo a la descripción de Puerto Rico y ampliado con noticias históricas para ser entregado al Conde de Floridablanca el 25 de agosto de 1782, con el título de Historia geográfica, civil y natural de la isla de San Juan Bautista de Puerto Rico, siendo la única obra publicada durante su vida, por Valladares en 1789. Tuvo gran difusión, habiéndose realizado hasta el momento siete ediciones de la obra. Actualmente es considerado el primer historiador de Puerto Rico. El 29 de octubre de 1782 Fr. íñigo Abbad es nombrado calificador de la Inquisición, aprobadas informaciones de naturaleza, legitimidad y limpieza de sangre, del tribunal de Zaragoza. 10
Escrito de remisión en Archivo diocesano de Barbastro. Fondo Abbad y Lasierra.
I. BIOGRAFÍA DE F R . ÍÑIGO A B B A D Y LASIERRA
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Nuestro biografiado continúa trabajando sobre América, proponiendo proyectos más ambiciosos. El 20 de enero de 1783 escribe a Carlos III para sugerir la redacción de un Diccionario General o Enciclopedia Americana, "que diese unidos en un cuerpo todos los ramos de la historia de cada provincia"11, al tiempo que le pide acoja bajo su real protección la obra que propone y que el General de San Benito le nombre conventual de San Martín de Madrid, sin darle ocupación que le interrumpa en la continuación de su obra, solicitando igualmente medios económicos para costear los dibujos de los planos. Unos días más tarde, el 30 de enero de 1783 envía el Memorial al Príncipe de Asturias12, documento en el que de forma más extensa desarrolla su proyecto, en un intento de granjearse su protección. La respuesta de Carlos III se limitó a acceder a pedir se le exonerase de las actividades del convento, pero no fue hasta el 9 de agosto de ese año cuando se comunicó al General de San Benito el real deseo13. En carta de Abbad a Eugenio Llaguno de 11 de agosto, propone presentarle el índice de las descripciones que tiene trabajadas de las diferentes provincias e islas de América, solicitando su protección para pasarlas a limpio14 y formar los mapas. Escribe: "La obra es muy dilatada, y creo puede ser muy útil, y aún necesaria, si se desea conocer la América según el estado actual de cada una de sus provincias en todas su partes" 15 . Al no recibir respuesta de la orden benedictina, insiste Abbad ante Llaguno en carta de 26 de agosto, en la que se queja de la negativa del abad de su convento a exonerarle de su trabajo 16 . El mismo día escribe a Floridablanca reiterando la petición, y señalando que los frailes de su convento "no están muy contentos de que yo me distraiga de los estudios escolásticos, ocupándome en los que pueden ser útiles a la nación y al Estado [...]"17. Por fin, el 28 de agosto el General benedictino, Pablo Fernández Valcárcel ordenó el nombra-
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AHN Estado, leg. 3.234. Archivo diocesano de Barbastro, fondo Abbad y Lasierra 13 Floridablanca al General de San Benito. San Ildefonso, 9 de agosto de 1783. "El Rey desea que V.R. nombre por conventual de San Martín de Madrid al P. Fr. Iñigo Abbad y Lasierra, y que ahora no se le remueva de aquel monasterio, ni se le ocupe en el coro ni en otro ejercicio, a fin de que pueda dedicarse enteramente a continuar algunos asuntos literarios del Real servicio. Lo que participo a V.R. de orden de S.M., rogando a Dios, etc." AHN Estado, leg. 2.334, n.° 4. 12
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Es la terminología que utiliza el propio autor, y deriva de su procedimiento de elaboración de obras, que explicamos más adelante. 15 AHN Estado, leg. 3.234, n.° 5. 16 AHN Estado, leg. 3.234, n.° 7. 17 AHN Estado, leg. 3.234, n.° 8.
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PRIMERA PARTE. ESTUDIO PRELIMINAR
miento de Abbad como conventual de San Martín, dispensándole de otros trabajos ajenos al proyecto18. Tras este logro, Fr. Iñigo realiza otras peticiones. El 22 de septiembre de 1783 solicita autorización real para consultar los planos y documentos del archivo de la Secretaría de Indias, y la concesión de alguna pensión, señalando que se hallan vacantes cuatro abadías y un priorato de la Corona de Aragón, para costear los mapas. En esta ocasión pregunta a Floridablanca si desea acabase alguna parte de la obra, ofreciendo California, que evidentemente tenía muy adelantada, escrito al que acompaña el índice de las provincias e islas de América, cuyas descripciones están formadas, y en las que incluye los obispados de Lima, Arequipa, Trujillo, Huamanga, Cuzco, La Plata, La Paz, Santa Cruz de la Sierra, La Asunción del Paraguay, Buenos Aires, Chile, Puerto Rico, Guatemala, etc. El 13 de diciembre de 1783 firmó la advertencia preliminar de la Descripción de las Costas de California, en la que anuncia la segunda parte de esta obra en la que "se dará noticia del gobierno, usos y costumbres de las naciones que habitan las costas del mar del Sur, desde el cabo de San Lucas hasta el estrecho de Anián, con la historia natural de las producciones útiles al comercio, que puede hacerse en aquellos mares y las utilidades que de todo resultaría a la España y los perjuicios que puede tener, de no prevenir las intenciones de la Rusia e Inglaterra". De esta segunda parte escribió al menos los tres primeros capítulos, nunca publicados. En 1783 había sido nombrado procurador general de la Congregación benedictina en la Corte española, y a mediados de junio de 1784 se le comunicó que recibiría seiscientos ducados al año a cargo de la tesorería de la renta de correos, hasta que se le pudiese encontrar una pensión eclesiástica apropiada, concesión que dio origen a una nueva petición: el 4 de octubre del mismo año escribe Abbad al Rey solicitando acceso a la documentación, y se le permita extractar o copiar las noticias de documentos de las Reales bibliotecas de Madrid y San Lorenzo del Escorial y el Archivo General de Barcelona, donde "se hallan depositados muchos manuscritos originales útiles al público, espe-
18 El General de San Benito a Floridablanca: "Excmo. Sr. Muy Sr. mío: Con esta fecha doy orden para que el Sr. Fr. Iñigo Abad y Lasierra sea tenido por conventual de San Martín de Madrid, sin ocuparse en la asistencia del coro, ni en otros ejercicios que puedan impedirle el continuar en los asuntos literarios del real servicio, conforme V.E. me lo insinúa, y ordena de parte de S.M., que será servido puntualmente en esto, como en otra cualesquiera cosa, que se digne mandarme... Oña, 28 de agosto de 1783". AHN Estado, leg. 2.334, n.° 9.
I . B I O G R A F Í A DE F R . ÍÑIGO A B B A D Y L A S I E R R A
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cialmente los que tratan de la América, cuyos índices, reconocidos por el exponente, hallo que sus noticias originales e inéditas ofrecen nuevas luces para la más exacta descripción de las provincias de América" 19 . Accediendo a su petición, fray Iñigo continuó sus investigaciones en el Archivo de la Secretaría de Indias, en la Biblioteca del Escorial y en el Archivo de Barcelona. En este momento sus investigaciones le llevan a estudiar el comercio con Filipinas y Asia. El 2 de septiembre de 1784 envía desde San Ildefonso una obra sobre el comercio de Filipinas, aún inédita, en la que incluye un mapa de los rumbos de América a Filipinas. El 14 de octubre del mismo año envía dos cuadernos sobre el mismo asunto. El primero, titulado Reflexiones sobre el comercio de Filipinas también inédito, en él propone la necesidad del comercio con Asia. El segundo cuaderno es copia de los documentos enviados desde Cantón por los comisionados de los gremios de Madrid para el comercio que puede hacerse, en el que critica los 22 artículos de privilegios que solicitan al Rey, por considerarlos abusivos. El 27 enero de 1785 escribe Abbad desde Madrid a Llaguno, solicitando acceso a la Real Biblioteca, escribiendo: "yo me hallo estancado hace tres meses sin poder aclarar algunos puntos que tengo entre manos, por falta de noticias justificadas que según estoy informado se conservan entre los manuscritos de la Real Biblioteca, y además me servirán para contemplar con las que tengo recogidas y poder resolver con más fundamentos" 20 . El 28 de junio de 1785 entrega Fr. íñigo Abbad la Relación de la Florida, la que fue su última obra conocida sobre América. Fue publicada en 1912 por D. Manuel Serrano Sanz, quien escribe erróneamente que el manuscrito se encontraba en la Biblioteca del Ministerio de la Guerra, perdiéndose a causa de un incendio. El manuscrito entregado, único ejemplar completo conocido, se conserva en el Archivo General Militar de Madrid (del Instituto de Historia y Cultura Militar), sig. 5-1-6-9, y que ahora publicamos. Carlos III le concedió la abadía mitrada de San Pedro de Besalú, en Gerona, de la cual tomó posesión en 1787, monasterio en el que según José de la Canal, nunca estuvo. Ocupó el cargo hasta el año 1790 en que se le promovió para obispo de Barbastro. Fue el abad n.° 53 del monasterio, sucediendo a Fr. José de Areni y de Castellar (1783-1786), quien falleció el 2 de mayo de dicho año21. 19 20 21
AHN Leg. 2.630, n.° 4. Abbad al Rey. San Ildefonso, 4 de octubre de 1784. AHN Estado, leg. 4.817. José de la Canal. España Sagrada, T. XLV, Trat. LXXXVIII, Madrid, 1832, pp. 145-146.
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PRIMERA PARTE. ESTUDIO PRELIMINAR
4. Obispo de Barbastro (1790-1808) Su carrera eclesiástica le lleva a la cumbre en 1790, ya en el reinado de Carlos IV. El 14 de marzo de 1790 el monarca presentó a Fr. Iñigo Abbad para el obispado de Barbastro, sede vacante por muerte del reverendo D. Juan Manuel Cornel y Larriva22. El día 20 lo comunicaba desde Madrid al Dean de la catedral de Barbastro23. Fue preconizado por Pío VI en 21 de junio de dicho año y tomó posesión de la silla episcopal el 4 de agosto de 1790. Fue consagrado obispo en la Real Iglesia de San Isidro de Madrid por el Cardenal Lorenzana, arzobispo de Toledo, el 15 de agosto24 del mismo año, con asistencia del obispo de Astorga, D. Francisco Gutiérrez Vigil y del abad de Alcalá la Real. Se consagraron al mismo tiempo: para la mitra de Huesca el vicario de Madrid don Cayetano de la Peña, y para obispo auxiliar de Madrid, don Antonio Puyal, más tarde obispo de Calahorra y la Calzada. De Fr. Iñigo Abbad fue padrino el Duque de Medinaceli25. Fr. íñigo Abbad hizo su entrada pública en Barbastro el 17 de octubre, ocupando el cargo durante 23 años, hasta su muerte. Obispo de Barbastro, junto a su lugar de nacimiento, su estancia en la ciudad no resultó exenta de complicaciones. Fr. Iñigo no residía en Barbastro. Al poco tiempo de hacer su entrada solemne en la ciudad, a causa de ciertas diferencias que surgieron con el cabildo, el mitrado decidió residir en Graus, en Bruis o en Estadilla. 22 Real Cédula de Carlos IV. Madrid, Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores, Santa Sede, leg. 267, doc. 231. 23 "limo. Sr. Muy Sres. míos. El Rey nuestro señor (Dios le guarde) se ha servido nombrarme obispo de esa iglesia y diócesis, cuya noticia pongo en la de V.S.I, esperando merezca su aprobación esta gracia, y que de dispensará sus luces para el mejor acierto en el gobierno de esta iglesia y obispado. Ofrezco a V.S.I. mis respectos, asegurándole será mucha mi satisfacción, si V.S.I. me proporciona ocasión el de acreditarle la que tendrá en servirle. Nuestro Señor guarde a V.S.I. Madrid, y marzo a 20 de 1790. limo. Sr. Besa la mano de V.S. su más afecto servidor y capellán. Agustín Abbad, Abad de Besalú y obispo de Barbastro [rúbrica]." Archivo diocesano de Barbastro, papeles del obispo Abbad. 24 Es la fecha que viene utilizando la historiografía. Sin embargo, Sainz de Baranda escribe que fue consagrado cuatro días después del 4 de agosto. Las gestiones que hemos realizado para ver la documentación original, tanto con D. Eduardo Herreros, párroco de la Real Iglesia de San Isidro de Madrid y con D. Nicolás, canónigo archivero de la SIC de Madrid, han resultado infructuosas. 25
Sainz de Baranda, P. España Sagrada, T. XLVIII, Trat. LXXXVI, Madrid, 1862, pp. 92-96.
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La sede episcopal de Barbastro contaba con un personaje excepcional, que era difícil comprender. Con una sólida formación teológica y filosófica, pero también geográfica y económica, era un estudioso y un gran viajero. Sainz de Baranda 26 , escribe sobre su manera de ser: "Era irreprensible en sus costumbres; amaba el retiro; estudiaba continuamente; socorría a los pobres con generosidad, y estaba dotado de singular firmeza de carácter, que tal vez le extravió". Nuestro punto de vista, dos siglos después de los acontecimientos, y con la documentación de la que disponemos, es que fue un adelantado a su tiempo, y como tal, no fue comprendido. Entre las numerosas reformas que estableció en la catedral y obispado, de orden económico y administrativo, no olvidó las reformas sociales y sanitarias. Interesado por el aumento de la población como elemento de reactivación económica, intervino decisivamente en la creación del Hospicio de la Misericordia de Barbastro, y tuvo un destacado papel en la historia de la demografía europea, al autorizar en su diócesis la vacuna contra la viruela. Así, Timoteo O-scanlán, dedica el Ensayo Apologético de la inoculación o demostración de lo importante que es al particular y al Estado27, al limo. Sr. D. Agustín Iñigo de Abbad y Lasierra. Fue uno de los primeros proyectos que llevó a cabo como obispo, y es una de las facetas menos conocidas del personaje. Timoteo O-scanlán, a quien debió conocer en la Corte, había publicado en 1784 y 1786 dos obras sobre la práctica de la moderna inoculación de la viruela, iniciándose desde ese momento ensayos de vacunas cuyos resultados eran publicados en la Gaceta de Madrid. Relata O-scanlán en su obra de 1792, que en Barbastro y otras villas de Aragón, el doctor don José Abad (familia del prelado), por sí y por su dirección, hizo inocular a 726 personas, observando que de 257 que había con viruelas naturales murieron 26, uno quedó ciego y otros lisiados, y que la inoculación bonificó la epidemia, mitigando su malignidad, según consta por las certificaciones firmadas por el cura, el alcalde, el médico y el cirujano de cada lugar. En la época se suscitó el debate sobre la ética de inocular un bacilo a personas sanas con el fin de evitar males mayores. Como vemos, la Iglesia contó con personajes con más visión de futuro que los propios médicos. El médico de Montaña28 no se quiso inocular ni firmar la certificación por parecerle ilíci-
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Op. cit. Madrid, Imprenta Real, 1792. 28 Villa del Puente de Montaña, en la orilla derecha del Ribagorzana, en la provincia de Huesca. 27
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ta esta operación, y fue el cura, don Jacinto Semino quien autorizó la inoculación a 231 feligreses29. D. José Abad manifiesta por 10 certificaciones posteriores a la inoculación de 429 personas sin desgracia alguna, mientras que de 150 acometidos de viruelas naturales, murieron 17, y asegura que continúan inoculando todavía en muchos lugares de Aragón30. La inoculación de la viruela se practicó en el Monasterio de San Victorián, certificando los resultados el abad y prior mayor del monasterio31. El doctor Abad, animado como siempre del mayor celo en promover el bien público, comunica la noticia de 376 inoculaciones bajo la dirección del doctor D. José Otoni, y el médico de la villa de Naval comunica otra memoria de 1.253 personas inoculadas sin preparación. De estos 1.629 inoculados, todos pasaron las viruelas con tanta felicidad, que sólo un niño muró, mientras que de 282 que tuvieron viruelas naturales, murieron 43, y 7 quedaron ciegos y 5 tuertos y desfigurados, siendo digno de notar que el doctor don Joaquín Combert, cura párroco de Monesma fue quien persuadió a sus feligreses a practicar esta operación para preservarlos de la infección de las viruelas naturales que les amenazaban32. En Tamarite de Litera inocularon a 323 personas, como consta por la certificación auténtica de 8 de julio de 1892 del doctor D. José Tudor, canónigo, vicario y cura párroco de dicha villa, y de Francisco Marqués, alcalde y del escribano, y dice que el doctor don Jorge Dumas, médico titular de la misma villa, temiendo que se propagase la cruel epidemia de viruelas naturales que entonces se padecía en Lérida, tan maligna que arrebató la tercera parte de los que la tuvieron, y considerando el mismo profesor los felices éxitos de la inoculación que ha visto practicar en varios pueblos de la Ribagorza y otros lugares y villas de Aragón, según el método de la Práctica moderna de O-scanlán, para prevenir que la epidemia de Lérida no se comunicase por el aire y el mucho comercio que hay de un pueblo a otro, se resolvió poner en práctica la inoculación, comenzando con sus tres hijos, cuya operación hizo públicamente para que todos se animasen a la misma. Se inocularon 308 personas y todos salieron con felicidad, mientras que de 538 acometidos de viruelas naturales, murieron 44 y muchos otros quedaron lisiados, ciegos o estropeados 33 . Por este motivo, el ser el obispo Abbad y Lasierra promotor de la inoculación en
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Gaceta Gaceta Gaceta Gaceta Gaceta
de de de de de
Madrid Madrid Madrid Madrid, Madrid,
de 28 de julio de 1791. de 20 de septiembre de 1791. de 13 de marzo de 1792. de 22 de mayo de 1792. de 7 de agosto de 1792.
I. BIOGRAFÍA DE F R . ÍÑIGO ABBAD Y LASIERRA
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España, el Ayuntamiento de Barbastro aprobaba por unanimidad en la primavera de 1990 dedicar una calle en la ciudad al obispo 34 . En Barbastro el obispo Abbad inició un proceso de reformas eclesiásticas de considerable envergadura. El 8 de julio de 1785 solicitó al Dean y Cabildo copia de los Estatutos para reformarlos, reiterando la petición el 1 de octubre del mismo año. Fueron entregados el 2 de octubre. Abbad acusa recibo de los mismos por carta de 5 de octubre, en un escrito que revela las tirantes relaciones del obispo y su cabildo. Aunque extenso, lo reproducimos al pie de página 35 . De este modo en 1795 estableció la nueva planta de la iglesia catedral. Era esta la
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Joaquín Coll Clavero. "Abbad y Lasierra, crónica de un obispo encontrado" en El Cruzado Aragonés, septiembre de 1990. 35 "limo. Sr. Muy señor mío: he recibido la copia de los estatutos de nuestra Iglesia catedral que V.S. me ha pasado de fecha de 8 de julio y poco después su carta de I o de este, en la que V.S. intenta disculpar la morosidad que ha tenido en remitirlos, fundado en razones que dejan de serlo si reflexiona lo siguiente. La copia de los estatutos que V.S. me remite se ve fecha del 8 de julio, y su entrega en 1° del corriente, y si aquella acredita la prontitud con que V.S. contesta a mis oficios, esta demuestra su morosidad en cumplirlos, pues habiendo necesitado un mes para copiarlos, ha dilatado dos y medio más el entregármela. Dícedme V.S. que 'mi larga ausencia de esta ciudad le ha sido justo motivo para no pasar a mis manos unos papeles que por su calidad exigen la reserva, y no podían exponerse al extravío; y que por otra parte ignoraba el cabildo a donde dirigirlos'. De esta aserción deduce la natural consecuencia, que en mi ausencia tendría V.S. justo motivo para no contestar a mis Oficios; consecuencia perjudicial al cumplimiento de las órdenes que Su Majestad pudiese dirigirle por mi mano, o a las que hubiese yo a bien prevenirle, y V. S. mismo dejaría de ser consiguiente, pues hasta de ahora las ha contestado, y enviado sus comisionados cuando le ha parecido, a los pueblos en que me he hallado, sin que hayan padecido extravío ni estos, ni los Oficios de V.S., y creo que sin necesidad de preguntar por mi paradero que suele ser bien notorio, aun a los que no solicitan saberlo. Yo puedo estar en cualquiera de los pueblos de mi diócesis; en ellos recibo y contesto por medio de la Valija las Órdenes del Rey y de los tribunales superiores sin temor de los extravíos que ha recelado V.S. en esta ocasión, pues los correos están destinados para la correspondencia pública bajo la garantía del soberano, que nos comunica por ellos sus órdenes, sin duda de mayor gravedad, y que algunas de ellas exigen mayor reserva, que la que V.S. insinúa piden los estatutos de su cabildo; en los que sólo se contienen reglas para el buen orden de sus individuos, y de edificación para los que las leen. Estas razones que naturalmente se deducen en contrario a la en que motiva V.S. su morosidad a mi contestación, incluyen otras que omito expresar por ser muy obvias, y por estar persuadido que V.S. se convencerá que mi ausencia de la ciudad no es justo motivo [el subrayado es de Abbad] para dejar de contestar a los Oficios que le pase su obispo. Nuestro señor guarde a V.S. muchos años. Barbastro 5 de octubre de 1795. [...] Agustín, obispo de Barbastro. [rúbrica], limo. Sr. Decano y Cabildo de la Santa Iglesia de Barbastro". Archivo diocesano de Barbastro, Papeles del Obispo Abbad.
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P R I M E R A PARTE. E S T U D I O PRELIMINAR
única parroquia de la ciudad, servida solamente por el capellán mayor. Sin quitarle el carácter de única parroquia, y al capellán mayor el de cura principal de la misma, erigió tres vicarías perpetuas con ración aneja, y con el cargo los sujetos que la obtuviesen de la administración de los Sacramentos e instrucción del pueblo; uno en la catedral y su distrito, otro en el Arrabal, y otro en la iglesia y distrito de San Hipólito, todos dependientes del capellán mayor, o canónigo vicario, que fue el título que se le dio en la nueva planta. En la iglesia catedral además del deán y canónigos había pocos sacerdotes de rigurosa y continua residencia. Se hallaban vacantes los arcedianatos de Barbastro y Funes, erigidos por san Pío V, y los que no pedían residencia, cuyas dignidades en la nueva planta se hicieron anejas a canonjía, debiendo obtenerlas los dos canónigos más antiguos. El número de canónigos se redujo al de trece, incluidos los arcedianatos y la dignidad del Santo Oficio. El de racioneros a catorce, además de cuatro capellanes de coro y medios racioneros, todos de precisa residencia con rentas y distribuciones competentes. De ello resultó mayor decoro a la iglesia y aumento del culto divino. Para la dotación de los nuevos beneficios instituidos, y redotación de algunos antiguos, fueron suprimidas la dignidad de chantre y los oficios de arcipreste y sacristán mayor, que no tenían residencia, y hacía tiempo se hallaban vacantes por lo exiguo de sus rentas. A la nueva planta acompañaban nuevos estatutos, que fueron aprobados por el Rey36. En la diócesis, redotó muchos párrocos, señalándoles rentas suficientes e instituyó veinte nuevas vicarías, en un "anhelo por facilitar a los fieles el pasto espiritual, procurando asimismo el decoro del clero y promoviendo el culto a Dios", en frase de Sainz de Baranda. Realizó dos visitas pastorales a toda la diócesis: la primera en 1791, y la segunda en 1795, de la que se conserva la Carta Pastoral de 6 de abril, uno de los pocos textos de carácter religioso del obispo, en el que califica al Creador como el "Padre de las Luces". En estos años se lleva a cabo la guerra contra la Convención de Francia, conflicto bélico que lleva a la monarquía a solicitar de la iglesia fondos para financiarla, inicialmente de forma voluntaria, procedentes del fondo de las primicias, petición que hace Fr. íñigo Abbad a sus párrocos en Carta de 24 de junio de 179437. Las necesidades financieras de la monarquía llevan a solicitar
36 Fr. Ramón de Huesca, (1807), op. cit., pp. 289-293, recogido por López Novoa, (1861), op. cit., pp. 220-225 y por Sainz de Baranda (1862), op. cit., pp. 92-96. 37 "Muy señores míos: los crecidos gastos que son indispensables en la más justa de las guerras, que nuestro soberano ha hecho con toda la energía de su carácter para conseguir el extermi-
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de las diócesis las alhajas que no se utilizan para el culto. En este sentido escribe Abbad al Cabildo el 10 de febrero de 1795 y a los párrocos de la diócesis el día siguiente. El mismo año la ciudad de Barbastro levantó el batallón de cazadores de Barbastro, bendiciendo las banderas Fr. Iñigo Abbad en la catedral, con asistencia del Ayuntamiento y todo el batallón que se componía de novecientos hombres. Otro aspecto de su actividad fue el enfrentamiento con las instituciones: tuvo una contienda con el monasterio benedictino de San Victorián, renovando un antiguo pleito que se arrastraba desde el siglo xvi, entre los abades de dicho monasterio y los obispos de Barbastro por la jurisdicción y rentas, que llegó a afectar a más de cincuenta pueblos. El obispo Abbad y Lasierra obtuvo un decreto de la real Cámara de Castilla fechado en 13 de marzo de 1792, sujetando a su aprobación, visita y corrección a los monjes de San Victorián que servían y percibían los beneficios de la iglesia de Graus38. Entre las muchas preocupaciones del obispo Abbad en Barbastro, no descuidó el fomento de las nuevas técnicas de la agricultura, obligando a los párrocos de la diócesis a suscribirse al "Semanario de Agricultura, Artes y Oficios", con cargo a la fábrica de las iglesias. La idea fue conocida en la Corte, y de orden de Carlos IV, le preguntan cómo lo ha conseguido, en un documento conservado en el archivo diocesano de Barbastro39.
nio de la inicua semilla que amenaza el trastorno de nuestra Religión y Patria, han puesto al rey después de haber apurado todos los recursos que su prudencia y sabia economía le han dictado, en la necesidad de recurrir al celo y amor de los cuerpos eclesiásticos, para que contribuyan con las cantidades que puedan para la subvención y gastos de la presente guerra, en que no menos interesan la Religión, la Patria y el Soberano,que los cuerpos eclesiásticos [...]." Archivo diocesano de Barbastro, papeles del obispo Abbad. 38 López Novoa, op. cit., T. II, pp. 250 y 293-6, expone en síntesis la historia de lo que él llama la desmembración del monasterio. 39 "Acabo de recibir la Real Orden del tenor siguiente: limo. Sr. Deseando el Rey que el Semanario de Agricultura, Artes y Oficios tenga todo el fomento que es necesario, para que produzca los buenos efectos a que se dirige, se sirvió encargar al Consejo en Real Orden de 11 de febrero de este año [1801], le consulte sobre varios particulares que refiere, siendo uno de ellos sobre las ventajas y medios de que dicha obra se circule a los obispos, curas y prebendados que tengan a su cargo cura de almas, y dirección de sus feligreses a quienes puedan ser útiles todas las luces que en ella se comunican, a imitación de lo que ha ejecutado V.I. [Abbad y Lasierra] en su diócesis, obligando a tomar un ejemplar a costa de la fábrica de las iglesias, en vista de las utilidades que presenta y que se han hecho notorias.
Y no teniendo el Consejo noticia alguna del modo y forma de que se ha valido V.I. para establecer en su diócesis esa suscripción, ha acordado en vista de lo expuesto por los tres señores fiscales, se encargue a V.I. remita por mi mano una copia de lo que haya mandado y dispuesto en
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PRIMERA PARTE. ESTUDIO PRELIMINAR
En e l plano de la divulgación cultural, en 1802 establece la biblioteca episcopal de Barbastro, que hace pública, nombrando a José Ayllón, su secretario de cámara, como bibliotecario, distribuyendo por mitad los 450 ducados anuales en la compra de libros y el pago al bibliotecario40. También patrocinó la continuación de la elaboración de una gran Historia de las iglesias de Aragón41. Era un espíritu ilustrado al frente de una diócesis fronteriza con Francia en los años de la Revolución. Los problemas no tardarían en llegar. El Cabildo de Barbastro envía a Godoy una queja, en carta de 21 de mayo de 1796 sobre el comportamiento del obispo ausente, en la que escribe: "[...] Padece en el día enormes vejaciones por parte de su reverendo obispo y los que componen su tribunal, cuyo reparo, no puede venirle de otra mano que del trono, por cuyos motivos suplico a V.E. incline el real ánimo de S.M. de su permiso real para que pase uno de los prebendados de esta iglesia a ponerse bajo el amparo de S.M. y decirle no se les despoje de su honor y derechos sin oírle en justicia" 42 . Sylvia Hilton43 encontró en el Archivo Histórico Nacional un escrito fechado el primero de abril de 1801 dirigido por uno que se llamaba "el humilde mudo" al rey Carlos IV, y que algún funcionario tituló "Un majadero delatando al obispo de Barbastro" 44 . Le acusa de vivir desordenadamente, descuidando flagrantemente sus deberes religiosos no solo para con sus feligreses sino para consigo mismo, "de cristiandad, ni catolicidad tiene el más leve indico, ni señal, y lo manifiesta claramente con no rezar, con no confesarse, con no decir misas, con no hacer la más mínima limosna, con no predicar, siquiera una vez en su vida, ni aun acudir a oír la palabra evangélica y divina en el santo tiempo de la cuaresma, ni fuera de él... tampoco asiste a las mayores solemnidades de nuestra madre la Iglesia, apartándose por lo regular en las vísperas de ellas".
cuanto a dicha suscripción por parte de los curas e iglesias a la referida obra del Semanario de Agricultura y Artes." Madrid, 23 de julio de 1801. Archivo diocesano de Barbastro, papeles del obispo Abbad. 40 ADB. Papeles del obispo Abbad y Lasierra. 41 Lamberto de Zaragoza y Ramón de Huesca, Teatro histórico de las iglesias del reyno de Aragón, Pamplona y Zaragoza, 1792-1807, 9 vols. El Padre Huesca escribió los cinco últimos tomos, y dedicó el noveno, que trata De las iglesias catedrales y diócesis de Roda y Barbastro, a Agustín Abbad y Lasierra, según Sylvia Hilton. 42 AHN Estado, leg. 4.830. 43 "Noticia biográfica de fray Iñigo Abbad y Lasierra", en Cuadernos de la investigación de la literatura, Madrid, FUE, 1980. 44 AHN Estado, leg. 4.830.
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Le acusa igualmente, de andar "siempre metido y puesto en ilícitos e indecorosos tratos y contratos, acompañado siempre por caminos y paseos y dentro de su palacio de cuatro truanes". Habla de trampas, engaños, fraudes y amenazas "por lo que todo el pueblo está descontento, y amargo con dicho obispo", concluyendo con la acusación de que se hace y nombra dueño de las Primicias de su diócesis, y como principal señor se las arrienda a aquellos cuatro truhanes arriba expresados, y después clandestinamente se las divide como hermanos los lucros y ganancias de dichas Primicias. Sylvia Hilton supone que aquella queja surgió a raíz de la reestructuración por Abbad de la planta de la iglesia catedral de Barbastro, y concretamente tal vez a causa de la supresión de la dignidad de chantre. Angela Pardo valora la personalidad del obispo Abbad de este modo: "Hombre de gran tesón, como buen aragonés, de talante liberal e ilustrado, Abbad se revela en su pontificado como gobernante inflexible, lo que le acarreó más de un conflicto, sobre todo con el cabildo, cuyos capitulares, también de una talla extraordinaria, se mostraban celosos de su dignidad no menos que el obispo de la suya"45. El último epígrafe de la biografía como Abbad en la sede de Barbastro está marcado por los problemas con la Inquisición. Richard Herr46 señala que entre los ejemplares de propaganda revolucionaria que circulaba por España antes de 1793 destacaban justificaciones de la Constitución Civil del clero de Francia. El obispo organizador del Sínodo de Pistoia defendía en él el juramento a la Constitución Civil, exigido del clero francés. En 1792 el obispo de Barbastro fue acusado de jansenista, sospechoso de ser partidario de la Constitución Civil del clero de Francia, pues mandó una carta de aprobación al clero constitucional francés, que fue publicada en Francia, y de mantener correspondencia con muchos eclesiásticos que habían prestado en Francia el juramento de fidelidad. La Inquisición no procedió contra él, archivando el caso, por ser su hermano Manuel el Inquisidor General (desde el 21 de abril de 1793 hasta el 28 de agosto de 1794). López Batalla señala el antagonismo entre el movimiento ilustrado y la institución inquisitorial. La conducta de Fr. fñigo Abbad era una conducta peligrosa, si tenemos en cuenta la reivindicación de los derechos prístinos de los obispos, la aprobación de la Constitución Civil del clero francés, y la acepta-
45 El fondo americanista del obispo don Agustín Iñigo Abbad y Lasierra en el archivo diocesano de Barbastro. Tesis doctoral inédita. Universidad de Zaragoza, 1990, p. 113. 46 España y la revolución del siglo xvm, p. 341.
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ción de las conclusiones del sínodo de Pistoia. Sin embargo, en 1792 Abbad y Lasierra lanzó su entredicho contra los eclesiásticos franceses, a los que ordena salir de su diócesis en diez días so pena de encarcelamiento47. El ejército francés ocupa Roma en 1798 y establecida una República romana, y a Pío VI lo llevaron al sur de Francia. El Papa murió el 29 de agosto de 1799. El 10 de septiembre, la Gaceta publicó su muerte y el texto un real decreto por el que las dispensas matrimoniales que se concedía en Roma, las otorgarían ahora los obispos, lo que haría que la consagración de un obispo, lo decidiría el rey. El texto lo había escrito el predicador jansenista de la Corte José Espiga. íñigo Abbad, en un tiempo correspondiente de Grégoire, publicó una carta pastoral para justificar la medida real, fundándose en los derechos prístinos de los obispos cristianos, y otros ocho obispos hicieron lo mismo 48 . Por real Orden de 10 de febrero de 1800 se reconocía oficialmente la Bula Auctorem fidei, promulgada por Pío VI en 1794, condenando las conclusiones del Sínodo de Pistoia, asumidas plenamente por el jansenismo español. íñigo Abbad había manifestado públicamente su adhesión mediante una carta pastoral del Decreto que regulaba la actuación de la Iglesia española hasta que el Rey reconociese al nuevo Papa, tras la muerte de Pío VI. Así, por segunda vez Fr. Iñigo Abbad es acusado de incumplimiento de la mencionada real Orden, junto con otras personalidades relevantes como la condesa de Montijo, el obispo de Palafox de Cuenca, y José Espluga. Sin embargo no se pudieron aportar pruebas de herejía contra ninguno de los encausados. Fr. Iñigo Abbad había heredado de su hermano Dionisio Abad importantes cantidades procedentes de las salinas reales, y de su hermano Manuel, fallecido el 12 de enero de 1806. Estando en una buena situación económica, el día 1 de junio de 1806 Fr. Iñigo Abbad otorgó testamento en la ciudad de Barbastro, en el que pide ser enterrado en la catedral de Barbastro, en una de las sepulturas destinadas para los señores obispos. Deja sus bienes al cabildo y a sus familiares, y limosnas al Santo Hospital de Barbastro y al de Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza. Deja a su sobrino Manuel Abad y Monseo, canónigo de Barbastro, con quien ha estado desde 1790, su escribanía de plata, dos relojes, uno de sobremesa inglés y otro de bolsillo49, así como otros bienes.
47 Francisco José Fernández de la Cigoña-Núñez, 1996, texto mecanografiado en el archivo diocesano de Barbastro. 48 Richard Herr, op. cit., p. 357. 49 En el Diario del Viaje a América relata cómo estando el autor en la selva americana, podía ver en la noche la hora de su reloj ayudado con la luz de las luciérnagas.
I. BIOGRAFÍA DE F R . ÍÑIGO A B B A D Y LASIERRA
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5. El exilio (1808-1813) La Guerra de la Independencia fue el período más crítico que vivió el obispo de Barbastro. Con la implantación del sistema bonapartista en España, se abre la última etapa en el vida de Fr. íñigo Abbad, marcada por la amargura y el desaliento, viéndose obligado a llevar una vida errante desde 1808 hasta 1813. El palacio episcopal de Barbastro fue asaltado el 13 de junio de 1808, saqueado y destrozado, y el obispo acusado de afrancesado, con la pretensión de seguir el registro en su casa de Estadilla. Fr. íñigo salió de Barbastro con su sobrino Manuel Abbad y Monseo, canónigo de la catedral, no volviendo jamás a pisar la ciudad, ni el territorio dominado por el ejército invasor. Se trasladó a Estadilla y a Graus, "estando convaleciente de una grave enfermedad" 50 , pues le parecía más seguro por estar situada al otro lado del Cinca y protegido por una División con mil infantes. El General Suchet le recomendó su regreso. Sin embargo, el obispo de Barbastro se exilió a Cataluña y a las islas Baleares. Regresando luego a la península residió sucesivamente en Reus, Tarragona, Vinaroz, Valencia y Alicante. En vista de esto, confiscaron los franceses las rentas de su mitra, lo que le redujo a la mayor pobreza, con cuyo motivo la Regencia del reino le asignó en 1810 los frutos del arcedianato de Huete para su decorosa sustentación. En todo momento contó con el visto bueno de la Junta de Sevilla. Se puso de forma inequívoca de lado de la "nación española", y colaboró activamente en la creación de los tercios de voluntarios de Barbastro, dando órdenes a sus párrocos para que ayudasen en lo posible a los voluntarios que defendía la frontera con Francia. Enterado de los acontecimientos del dos de Mayo de 1808 en Madrid, escribe una Carta Pastoral dada en Castejón del Puente el 30 de mayo de 1808 y publicada en Valencia, que Gómez de Arteche51 califica de una de las más magníficas y entusiásticas de aquel tiempo. En ella pide ayuda a sus diocesanos en la lucha contra Francia. El 22 de agosto de 1809 responde Abbad a la Consulta de la comisión de Cortes, por la que pide la convocatoria de Cortes con diputados "representantes de la soberanía del pueblo español". En ella defiende la libertad civil y la igualdad derechos de los ciudadanos, afirma que "establecidas las leyes arregladas a los principios sentados en la Constitución, el vasallo dependerá sólo 50
Arcarazo, L. A., y Lorén, M. P., op. cit., p. 68. José Gómez de Arteche y Moro, Guerra de la Independencia. Historia militar de España 1808-1814, Madrid, 1869. 51
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PRIMERA PARTE. ESTUDIO PRELIMINAR
de ellas, y no del Rey ni de los ministros, todos los cuales deben quedar enteramente sujetos a la pena que la ley imponga para el caso de que se desvíen de ella". Quiere el sufragio de todos los vecinos, se opone a los derechos señoriales, y pide se limiten los poderes del rey. Era ciertamente un liberal anticipado52. Desde su exilio en Valencia Abbad y Lasierra fue uno de los pocos obispos que escribió felicitando a las Cortes de Cádiz por haber suprimido el Santo Oficio y establecido los Tribunales Protectores de la fe. Sobre los últimos días de su vida, escribe Saiz de Baranda53: "Pero el obispo, alterada considerablemente su salud, caminaba a toda prisa hacia el sepulcro. Deseando restablecerse, salió de Valencia el 24 de octubre de 1813 con dirección a Buñol a tomar las aguas; y despues de caminar dos leguas, llegó a la masía llamada del Poyo [propiedad de D.a María Dolores de Sangüineto, Marquesa madre del Moral], allí se apeó para descansar un rato y comer; y habiéndolo hecho, fue atacado enseguida de un insulto apoplético, de que falleció a las dos y media de la tarde, a pocas horas de haber recibido el nombramiento de Arzobispo de Valencia, para cuya mitra le presentaba la Regencia del Reino". Por decisión propia, fue enterrado en Ribarroja del Turia, veinticuatro horas más tarde, donde se realizaron las exequias y funeral con la pompa y ceremonias que prescribe el ritual valenciano. La lápida sepulcral situada en el presbiterio de la iglesia parroquial54 tiene el siguiente epitafio: "Aquí Yace el Ylmo. y Rmo. Sr. D. Agustín de Abad y Lassierra, Dignmo. Obispo de Barbastro. Fallecido en la Masía del Marques del Moral de Llano de Quarte el dia 24 de octubre de el año 1813 a los 70 años de su edad. Rueguen por su alma" [realmente tenía 67 años]. Escudo episcopal. Recibida la noticia en Barbastro unos días más tarde por certificación que llevó su sobrino Manuel Abbad, se oficiaron las honras fúnebres los días 21 y 22 de noviembre, con el ritual acostumbrado para los obispos de Barbastro, salvo la procesión por la ciudad por no tener el cadáver. En el Palacio episcopal de Barbastro quedó retratado con capisayos, teniendo junto a sí a su secretario de Cámara, D. José Aillón, de sobrepelliz. Casi un año más tarde, el 18 de
52 Fernández de la Cigoña-Nuñez, Francisco José, Episcopologio de Barbastro, ejemplar mecanografiado en el Archivo diocesano de Barbastro, 1996. 53 España Sagrada (1862), op. cit., p. 95. 54 El Archivo Episcopal de Barbastro guarda una copia del acta de defunción del prelado. Papeles del obispo Abbad.
I . BIOGRAFÍA DE F R . ÍÑIGO A B B A D Y LASIERRA
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septiembre de 1814, Fernando VII proponía a D. Juan de Lera y Cano como nuevo obispo de Barbastro55. Terminada su vida, nos legó su obra: sus descripciones sobre América, la creación de la Biblioteca episcopal de Barbastro y sus papeles en el Archivo Episcopal, cantera inagotable para el conocimiento de la historia de América.
55
Ministerio de Asuntos Exteriores. Santa Sede, leg. 681.
II. FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA PARA EL ESTUDIO DE FR. ÍÑIGO A B B A D
1. Fuentes Las fuentes para el estudio de la vida y la obra de Fr. íñigo Abbad se encuentran dispersas en diversos archivos. El Archivo Histórico Nacional conserva en la Sección Estado, Legajos 2630, 3234, 4817 y 4830, correspondencia de Fr. Iñigo Abbad con Carlos III (1783), Floridablanca (1784), Eugenio Llaguno (1784) y José Gálvez (1784). El Archivo Diocesano de Barbastro, guarda en el llamado "Fondo Abbad y Lasierra" 313 documentos entre originales (17581790), copias (1551-1790) y 7 impresos (1790-1791), relacionados con la obra sobre América de Fr. Iñigo Abbad. El mismo archivo guarda correspondencia de Abbad, siendo obispo de Barbastro, con los rectores de las iglesias, el Cabildo Catedral, así como Cartas Pastorales. La Biblioteca de Palacio conserva el manuscrito de la Descripción de California, mss. 1480, y el de la Historia de Puerto Rico, mss. 1482. Una copia de esta obra en New York, Public Library, y otra copia en el Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores, donde se encuentra, en la Sección Santa Sede, la correspondencia de Carlos IV con José Nicolás de Azara, relativa al nombramiento de Fr. Iñigo Abbad como obispo de Barbastro (1790). El Archivo General Militar de Madrid (del Instituto de Historia y Cultura Militar) conserva el manuscrito de la Relación de Florida que ahora publicamos. El Archivo General de Indias en Sevilla conserva en la Sección Contratación, leg. 5517, la autorización para la partida de Fr. Iñigo a América, y en Audiencia de Santo Domingo, legajo 2359, documentación sobre los problemas de Abbad en América. En la Sección Estado, legs. 10 y 11, dos memoriales de Abbad sobre el comercio con Filipinas. El Archivo de Protocolos Notariales de Huesca conserva abundante documentación sobre la familia Abbad, y entre ella, el testamento de Fr. Iñigo. El archivo parroquial de Estadilla, guarda en el libro correspondiente de bautismos, la partida de Fr. Iñigo Abbad. Han resultado infructuosas en cuanto a documentación sobre Fr. íñigo Abbad las búsquedas en el fondo Manuel Abbad de la Real Academia de la
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PRIMERA PARTE. ESTUDIO PRELIMINAR
Historia, donde la documentación se refiere a la obra de éste, y en Ribarroja del Turia (Valencia), donde se destruyó el archivo parroquial durante la Guerra Civil.
2. Estudios La historiografía sobre Fr. íñigo Abbad y Lasierra está dispersa en una serie de trabajos publicados en España y América en un período cronológico que se inicia en 1807, aún en vida del personaje, y se extiende hasta el presente1. Con mayor o menor fortuna diversos autores han escrito sobre su vida y obra, aportando datos o analizando determinadas etapas de su vida. La primera biografía es la del P. Fr. Ramón de Huesca2, que recoge los datos de su nacimiento, estudios, el viaje a América y las reformas especialmente relacionadas con la catedral barbastremse realizadas durante su obispado. Señala que es el vigésimo sexto obispo desde que San Pío V erigió la diócesis de Barbastro, y el decimonoveno que ha sido aragonés. Esta biografía fue recogida y ampliada por López Novoa3, formando parte del episcopologio barbastrense. Señala la institución de la Biblioteca Episcopal en 1802, y la inscripción al pie de su retrato en el Palacio episcopal: "ILLMUS. D. D. AUGUSTINUS DE ABAD ET LASIERRRA EPISCOPUS BURTINEN. HAC. PUBLICAE UTILITATI BIBLIOTECAM INSTITUIT ET D. JPHO. AYLLON EJUSDEM PRAEPOSITO JUSSU REGIS CUSTODIENDAM TRADIDIT ANO M.D.CCCII". La continuación de la España Sagrada iniciada por el P. Enrique Flórez, se ocupó de Fr. Iñigo Abbad en lo escrito por José de la Canal4, y Sainz de Baranda5, que fue recogido por Braudillart6.
1 En el momento de escribir este Estudio preliminar hay dos artículos nuestros de reciente aparición, citados en bibliografía, y la edición de una monografía y de una obra, en prensa. 2 Teatro Histórico de las Iglesias del reyno de Aragón. Tomo IX. De las Iglesias catedrales y diócesis de Roda y Barbastro, Zaragoza, 1807, pp. 289-293. 3 Historia de la muy noble y muy leal ciudad de Barbastro..., T. I., Barcelona, 1861, pp. 220224. 4 España Sagrada, T. XLV, Trat. LXXXVII, Madrid, imp. de José del Collado, 1832, pp. 245-146. 5 "La Santa Iglesia de Barbastro en sus estados antiguo y moderno", en España Sagrada, T. XLVIII, Tratado LXXXVI, Madrid, Impr. José Rodríguez, 1862. 6 Braudillart A.-Vogt, y Rouzieres, U., Dictionaire d'Histoire et de Geographie Ecclésiastiques, París, Latourzey et Ané, Editeurs, 1912, T. I, pp. 8-9.
II. FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA PARA EL ESTUDIO
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Sobre la biografía de Fr. íñigo Abbad, un trabajo más extenso es de Isabel Gutiérrez Arroyo publicado en México en 19487, que fue recogido once años más tarde en el estudio preliminar de la edición de la Historia geográfica, civil y natural de la isla de San Juan Bautista de Puerto Rico8, trabajos en los que analiza con documentación original del Archivo de Indias los problemas acaecidos en su estancia americana, y estudia el pensamiento del autor a partir de esta obra: las fuentes, la estructura, el contenido y su ideología. En torno a su obra sobre Puerto Rico, escribe Josefina Rivera Alvarez otro artículo9. Esta aproximación biográfica tuvo su continuación en la investigación de Sylvia Hilton, quien publica un artículo en 198010 y el estudio preliminar de la edición de la Descripción de las costas de California...u, con nuevas aportaciones sobre su obra americana a partir de la relectura de fuentes manuscritas del Archivo Histórico Nacional principalmente. El asunto de América fue abordado nuevamente por Antonio Baso Andreu en 199312, aportando datos sobre su biografía en lo relativo al informe sobre la Constitución de 1812. El horizonte intelectual de los hermanos Abbad y Lasierra fue expuesto por Ramón López Batalla en 198313, analizando con buen criterio su inserción en el movimiento ilustrado, sus problemas con la Inquisición, y la relación con Francia. Joaquín Coll Clavero publicó un artículo14 en el que trata de la implicación de Fr. Iñigo Abbad como obispo de Barbastro en la inoculación de la viruela en la diócesis, aspecto poco conocido. La aportación más reciente se debe a Luis Alfonso Arcarazo y María Pilar Lorén15, en un artículo que analiza su participación en la Guerra de la Independencia y sus últimos años, que ha sido seguido
7 "Fr. íñigo Abbad y su historia de Puerto Rico", en Estudios de historiografía americana, México, FCE, 1948, pp. 13-105. 8 Puerto Rico, Universidad, 1959, pp. XIX-LXXIX. 9 "Fray Iñigo Abbad y Lasierra y la primera historia de Puerto Rico", en Atenea, Mayagüez, año III, n.° 3, junio 1966, pp. 15-21. 10 "Noticia biográfica de Fray Iñigo Abbad y Lasierra", en Cuadernos de investigación de la literatura hispánica, Números 2-3, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1980, pp. 41-54. n Madrid, CSIC, Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo, 1981, pp. 61-80. 12 "Andadura americana de Fray Iñigo Agustín Abbad y Lasierra y algunos pasos más", en Argensola: Revista del Instituto de Estudios Oscenses, n.° 107, 1993, pp. 189-234. 13 "La presencia altoaragonesa en el movimiento ilustrado español: los hermanos Abbad Lasierra", en Argensola: Revista del Instituto de Estudios Oscenses, n.° 96, 1983, pp. 295-310. 14 El Cruzado Aragonés, Barbastro, septiembre 1990. 15 "La huella erudita del obispo Abbad y Lasierra", en El Cruzado Aragonés, 31 agosto 1996, pp. 67-69.
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PRIMERA PARTE. ESTUDIO PRELIMINAR
por E. Jarabú Clemente y José Vicente Calatayud Casés16 en Ribarroja del Tuna. Por último, un trabajo inédito sobre Abbad es el de José Fernández de la Cigoña-Núñez, en el Episcopologio de Barbastro, quien analiza la respuesta a la consulta de la Comisión de Cortes del 22 de agosto de 1809. El fondo americanista Abbad y Lasierra del Archivo Diocesano de Barbastro, fue dado a conocer por Ricardo del Arco en 193017, quien lo visitó entre 1926 y 1929, realizando el primer inventario. Modificada su clasificación durante la Guerra Civil, D. Ambrosio Sanz Lavilla redactó un inventario, que nunca fue publicado. La investigadora americana Marie Helmer publicó en 195118, un catálogo describiendo la antigua clasificación en 9 legajos, hoy modificada. Angela Pardo García conoció en profundidad el fondo Abbad y Lasierra, publicó el catálogo del mismo en 198919, adoptando la actual clasificación, en 331 documentos, que es el actualmente utilizado. No obstante, su interés por dicho archivo, que fue el tema de su tesis doctoral20, la llevó a un nuevo inventario en el que distingue los documentos de Abbad, los documentos de otros autores en relación con la obra de Abbad, y los documentos de otros autores. En este trabajo trataremos los fondos desde esta perspectiva que es la más completa, conciliando los documentos con la clasificación publicada del inventario en uso. Los trabajos publicados aportan pinceladas sobre la vida y obra de Fr. Iñigo Abbad. Permanecen aún aspectos oscuros. Conocemos mal los primeros años de su educación, o los inicios de su vida en el claustro. De su labor como obispo de Barbastro hemos encontrado abundante documentación aún inédita. El período de su ausencia de su diócesis, de 1808 a 1813 plantea más interrogantes que respuestas, más sombras que luces. De su abundante producción geográfica e histórica sobre América, conocemos tres obras publicadas, una más manuscrita, extensa e importante, y dos sobre Filipinas, no publicadas, ni conocidas hasta ahora. De sus cartas pastora-
16 Ribarroja del Turia a través de su historia. IV. La Iglesia de Ribarroja. Datos para su historia, Ribarroja, Ayuntamiento (en prensa). 17 "Archivos históricos del Alto Aragón. Archivos de la ciudad de Barbastro", en Universidad, Zaragoza, n.° 1, 1930, pp. 27-48. 18 "Documentos americanistas en el Archivo de Barbastro", en Anuario de Estudios Americanos, Vol. VIII, 1951, pp. 543-567. 19 Archivo diocesano de Barbastro. El fondo americanista Abbad y Lasierra, Zaragoza, Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País, 1982. 20 El fondo documental americanista del obispo Fr. Agustín íñigo Abbad y Lasierra en el Archivo diocesano de Barbastro, Zaragoza, 1990, inédita.
II. FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA PARA EL ESTUDIO
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les se ha citado por los historiadores la publicada en 1808 con motivo de la Guerra de la Independencia. Escribió otras Cartas Pastorales. En relación a América, hemos localizado la continuación la Descripción de las costas de California, y el comienzo del Diccionario General de América, tantas veces prometido a Carlos III, y descripciones de las provincias.
III.
S U O B R A ESCRITA
Fr. Iñigo Abbad y Lasierra destaca por su producción literaria, especialmente sobre América, fruto de sus amplias lecturas y del conocimiento directo de la realidad americana. Comenzaremos por la obra sobre España.
1. España en la obra de Fr. íñigo Abbad No son muchos los escritos de Fr. íñigo Abbad sobre España, y parece que existió un acuerdo entre los dos hermanos para tratar los asuntos objetos de su estudio, complementándose. Manuel Abbad centró su abundante y desconocida obra sobre España, ocupándose de la Edad Media especialmente. Fr. Iñigo Abbad se ocupó sobre América y especialmente tratando asuntos de historia más reciente, desde su conquista hasta finales del siglo xvm. No obstante, su labor como obispo de Barbastro le llevó a redactar una serie de escritos que son reveladores de su mentalidad como hombre de la ilustración. Conocemos la ciudad de Barbastro unos años antes de la llegada del obispo Abbad a la silla episcopal, por la descripción que hace Bernardo Espinalt y García1, a la que acompaña un grabado de la vista meridional de la ciudad de Barbastro realizado por Palomino. Este fue el Barbastro que conoció el obispo Abbad. Cabeza de partido, tiene la silla episcopal con menores rentas de España, evaluadas en ocho mil ducados. La iglesia catedral es la única parroquia, consta de 12 canónigos, un deán, y algunos racioneros. La población es de mil quinientos vecinos con mucha nobleza, tiene 3 plazas, 9 calles principales y varias callejuelas, 3 fuentes y 5 conventos de religiosos, todos de monjas, un colegio, un hospital, 9 ermitas, 2 tribunales, 1 palacio
1 Atlante español o descripción 268-273. Madrid, 1779.
general de todo el reyno de España, Tomo III, parte I, pp.
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PRIMERA PARTE. ESTUDIO PRELIMINAR
episcopal, 2 cárceles, 3 paseos públicos, y un juego de pelota. La ciudad está amurallada y se entra en ella por 8 puertas. Sus avenidas por la parte norte y oriente son llanas y divertidas, y por la parte del poniente y mediodía son más elevadas que la ciudad. Sobre el río Vero se halla un magnífico puente de piedra muy antiguo, llamado de Santa Fe, en un sitio bastante opaco y sombrío. La actividad económica se basa en la producción de excelente vino y aceite, produce algún trigo y mucha hortaliza. Tiene un molino de viento, varios de agua, y 2 fábricas de aguardiente. Es singular la de los curtidos de suela y cordobanes que hay en ella. Es una ciudad de mucho comercio tanto por la proximidad de Cataluña como por el comercio a las montañas. Bernardo Espinalt señala la instauración de la silla episcopal en Barbastro en el año 610, restableciéndose esta dignidad por Pedro I que puso de obispo a D. Poncio, monje benedictino, con Bula del Papa Pascual II. Muerto el prelado, se extinguió la diócesis, que fue unida a la de Huesca. Felipe II la separó y erigió en catedral con Bula de Gregorio XIII en 1573, poniendo de obispo al dominico fray Pedro de Urríes. Las armas de la ciudad son una cabeza de hombre con barba y cabello largo en campo verde, y cinco de menor tamaño, que rodean la cabeza mayor con las cuatro barras de Aragón. Fr. íñigo Abbad llega como obispo a Barbastro en el otoño de 1790. Está interesado en el aumento de la población, entre otros asuntos. Desde el punto de vista sanitario, hemos visto en la biografía su decidido apoyo a la vacuna contra la viruela en los primeros años de su obispado (1791-1792). Existiendo epidemia de peste en las proximidades de Barbastro, el Ayuntamiento crea la Junta de Sanidad, para la que necesitan medios económicos. El obispo Abbad responde el 12 de noviembre de 1804 exponiendo la cortedad de rentas de la mitra y los numerosos gravámenes impuestos por el Rey a las parroquias. A pesar de todo, entrega cien reales de vellón a la Junta de Sanidad de la Ciudad de Barbastro2. El Memorial para la creación de la Casa de la Misericordia, de 9 de febrero de 1797 es más explícito sobre los medios para aumentar la población y riqueza en la ciudad y diócesis. Señala Abbad la pobreza de los pueblos de la diócesis por estar en la vertiente del Pirineo, con escasas tierras en las que se produce trigo y centeno, no existiendo fábricas, manufacturas ni otras industrias. Las rentas de la mitra las evalúa en 110.000 reales de vellón, que con las pensiones
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AMCB 2.4.2. Juntas de Sanidad.
I I I . S U OBRA ESCRITA
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cargadas sobre ella, apenas tiene el obispo para vivir con la precisa decencia. De los diocesanos, escribe que son quizá los más pobres de la monarquía. El 25 de febrero de 1793 escribía Fr. íñigo Abbad al Rey, exponiendo la necesidad de establecer Casa de Expósitos en Barbastro. La pobreza de los naturales llevaba al infanticidio voluntario, o involuntario, al tener que llevar a los recién nacidos a Zaragoza. Para financiar el establecimiento propone suprimir uno o dos conventos de la ciudad de los nueve que hay, y que según la población de la misma, sobran la mitad en palabras del obispo. Con las rentas liberadas podría financiarse el establecimiento. Igualmente propone crear otra Casa de Expósitos en el monasterio de San Victorián, por estar situado en el centro del obispado y gozar de una renta de más de cinco mil pesos anuales, así como por dedicarse los ocho o nueve frailes que hay, sólo al coro. Critica el funcionamiento de la Casa de la Misericordia de Barbastro, de la que dice, que no habiendo Constituciones para su gobierno, todo depende del arbitrio de la Junta, y aún del particular de cada individuo. Reflexiona sobre la economía de la ciudad y partido, y observa que produce materias primas: pieles, lanas y cáñamo, que podrían manufacturarse en la Casa de Expósitos por parte de los niños, a partir de los seis años, aprendiendo de este modo un oficio. La renta que generan éstos sería entregada a los mismos cuando salieran del establecimiento para tomar estado, comprándoles instrumentos para ejercer un oficio. Otros escritos son Cartas Pastorales de Abbad. En la de 6 de abril de 1795 anuncia la segunda Visita Pastoral a la Diócesis, en la que expone el deseo de volver a encontrarse con sus diocesanos, y otras consideraciones de tipo organizativo. La Guerra contra la Convención de Francia había puesto en situación difícil a Barbastro y su diócesis, por estar en la frontera. Por Carta a los rectores de las parroquias de la diócesis de Barbastro de 11 de febrero de 1795, solicita la entrega de alhajas de las iglesias, que no estén destinadas al culto divino. En el texto toma decidido partido contra Francia: "En la guerra presente intentan nuestros enemigos, no sólo derribar los tronos, sino también abolir nuestra religión, jerarquía eclesiástica, Ordenes religiosas, y borrar del todo la pureza de nuestra fe, como lo acredita la experiencia, pues ni respetan los templos, ni las santas imágenes, ni aun al mismo Santísimo Sacramento"3.
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ADB. Papeles del obispo Abbad.
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PRIMERA PARTE. ESTUDIO PRELIMINAR
Por último, la Pastoral con motivo de la Guerra de la Independencia, dada en Castejón del Puente el 30 de mayo de 1808, y publicada en Valencia en el mismo año, que constituye un texto de inflamado patriotismo en unas circunstancias verdaderamente excepcionales. Comienza diciendo: "Las terribles circunstancias en que se ve constituida la ínclita nación española por las perversas tramas del verdadero enemigo común; la infausta suerte que con el disfraz ridículo y burlesco de feliz regeneración prepara para España el mentido héroe, que por dolosos artificios ha tenido desgraciadamente alucinada a la incauta muchedumbre, nos imponen como un deber esencialísimo de nuestro pastoral ministerio, la obligación de expediros las presentes letras, dirigidas a exhortaros a la más pronta y alentada resulta de una agresión, que no tiene ejemplo en las pasadas edades, y que por sí sola formará una época de abominación y de escándalo en los fastos de la historia universal. Oíd, pues la voz de vuestro amante pastor, que sin preparación ni estudio os dice lo que buenamente le dicta su conmovido corazón [...]"4. Califica al gobierno francés de intruso, pidiendo la lucha armada a sus diocesanos para reestablecer el legítimo gobierno de Fernando VII, asegurando que el cielo favorece esta causa. La Pastoral, que pone de manifiesto el espíritu de Fr. Iñigo Abbad durante la Guerra de la Independencia, fue leída en las iglesias de Barbastro y su obispado. 2. Monografías sobre América La abundante producción histórica y geográfica de Fr. íñigo Abbad sobre América, la hemos dividido a efectos de estudio, en tres grandes bloques: las grandes obras acabadas sobre un territorio, es decir las monografías, el Diccionario General sobre América, proyecto ambicioso y en el que trabajó con continuidad aunque no tuvo ocasión de sistematizarlo para su publicación, y por último sus obras sobre el comercio con Filipinas, asunto que le lleva a preocuparse por los países asiáticos. Terminaremos analizando su modo de elaborar los textos, y valorando la visión del autor sobre los indígenas. Comenzaremos por el principio. 2.1. El diario del viaje a América Es la primera obra entregada por Fr. Iñigo Abbad, en Madrid el 8 de julio de 1781, probablemente a Eugenio Llaguno, primer oficial de la Secretaría de Estado.
4
B N V E 734/1.
III. S U OBRA ESCRITA
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Redactada en estilo autobiográfico, narra su viaje a América, la salida de Cádiz el 15 de abril de 1772, su travesía, y su llegada a Puerto Rico en la tarde del 25 de mayo. En la obra describe minuciosamente los territorios del obispado. El manuscrito, entregado junto con el escrito de remisión, aunque sin foliar, es una obra extensa: consta de 270 folios, y por motivos que desconocemos, fue a parar a un librero de Barcelona, donde en torno a 1929 fue adquirida por el Dr. Pedro Manuel Arcaya, llevándola a Venezuela, donde se encuentra. Conscientes de la importancia de la obra, el Banco Nacional de Ahorro y Préstamo publicó en Caracas una edición facsímil 5 . Por nuestra parte, hemos preparado la edición de dicha obra6. De la carta que acompaña a la obra, se conservan dos ejemplares: la entregada junto con el manuscrito, realizada por un escribano, con la firma autógrafa de Fr. Iñigo Abad, copia definitiva -arquetipo-, y la copia anterior, también de copista, pero con adiciones y rectificaciones del autor, conservada en el Archivo Diocesano de Barbastro7. Entre ambos escritos, hay alguna diferencia, la más destacada es su deseo de escribir un Diccionario sobre América, que en la primera versión quiere llevar a cabo Abbad, y en la segunda, simplemente propone que debe hacerse en España. Vemos pues, que el pensamiento de Abbad va por delante de lo que escribe, y en una segunda lectura, reduce las propuestas, para dar tiempo a crear un clima de opinión que facilite su trabajo. La literalidad de ambos textos, es la siguiente: - Copia de Barbastro: "Si a vuestra merced no le fastidia leer mi Diario, le iré remitiendo cuadernos, pues tengo provisión para formar un gran Diccionario Histórico, geográfico, natural, etc, dándome el tiempo correspondiente para corregirlo, pues de lo contrario se expone vuestra merced a que tenga tantas faltas como éste". - Escrito entregado: "Si a vuestra merced no le fastidia leer mi Diario le iré remitiendo cuadernos, pues tengo una buena provisión de cuanto per5
Viaje a la América, Ed. Facsímil del Banco Nacional de Ahorro y Préstamos, Gráficas Armitano, Caracas, 1974. 6 Madrid, Ediciones Miraguano, 2003. 7 En lo sucesivo nos referiremos a los documentos del Fondo Abbad y Lasierra del Archivo Diocesano de Barbastro, por el número de signatura actualmente en vigor, procedente de la clasificación de Angela Pardo García, y que fue publicada en Zaragoza en 1989. El número 70 es: Fragmento de la carta de I. Abbad acerca del Diario de su "Viaje a la América ", anunciando su propósito de formar un gran "Diccionario Histórico-geográfico". 4 fols.
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PRIMERA PARTE. ESTUDIO PRELIMINAR
tenece a los virreinatos del Perú y Santa Fe de Bogotá, con los cuales podrá vuestra merced entretenerse hasta que salga un Diccionario Crítico, Histórico, Geográfico, natural y Mercantil, trabajado en España, dándome el aviso, y tiempo correspondiente para ordenarlos y corregirlos, pues de lo contrario se expone vuestra merced a encontrar tantas faltas como en los que le remito". Fr. íñigo Abbad estructura su Diario del Viaje a la América en seis capítulos, que corresponden a la descripción de los territorios por él visitados: la isla de Puerto Rico, la provincia de Cumaná, la isla Margarita, la provincia de Nueva Barcelona, el río Orinoco y la isla Trinidad. Estas descripciones corresponden a la Supuesta Visita pastoral realizada entre el 2 de agosto de 1772 y el 5 de marzo de 1774: la isla de Puerto Rico (2 de agosto de 1772-20 de octubre de 1773); Orinoco-Guayana (20 de octubre de 1773-12 de enero de 1774); isla Trinidad (12 de enero-24 de enero de 1774) y Martinica (24 de enero-5 de marzo de 1774). Angela Pardo García supone que "La obra del Viaje a la América es una ficción literaria en cuanto al tiempo en que se desarrolla. Abbad sitúa la Visita Pastoral, el viaje, en los primeros años de su estancia en América, pero es impensable una visita pastoral de dos años, ausente el prelado de su sede por tan prolongada etapa. Más lógico parece la realización de Visitas parciales, aunque en determinadas zonas el paso de una a otra era obligado. Creemos, a la vista de los fragmentos conservados, que el Viaje responde a visitas reales, y aunque Abbad recopila en él varios Diarios de viajes o Visitas Pastorales" 8 . Nuestro criterio, es que, durante la Visita Pastoral a diversos pueblos tomó notas en diversos cuadernos, y ya en Madrid, en el Monasterio de San Martín, reelaboró la información, dándoles forma literaria y continuidad en el tiempo. En Venezuela, el Diario ha sido valorado de este modo: "El libro en sí refleja con gran claridad la situación de esas apartadas Colonias, el estado de indiferencia con que eran vistas por el Gobierno español, la general pobreza de sus habitantes y la forma en que, a pesar de todos los inconvenientes, eran éstos además de industriosos, generosos y amables. Muchas de las observaciones tienen plena validez hasta el día de hoy.
8 Ángela Pardo García, El fondo documental americanista del obispo don Agustín Abbad y Lasierra en el archivo diocesano de Barbastro, tesis doctoral inédita, p. 1026.
III. SU OBRA ESCRITA
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Fr. Iñigo muestra en su libro un profundo conocimiento de los factores internacionales que influían sobre esta Colonias. El portugués al sur, progresivamente ocupando territorios al norte del Río Amazonas, la frontera original; el holandés al este, tratando de infiltrar la Guayana, y el inglés, francés y holandés al norte, al acecho de las islas del Caribe, debía ser objeto de atención por España. Su preocupación resultó justificada [...]. Este libro es un importante documento histórico para el estudio de la formación de nuestra nacionalidad [Venezuela]. La minuciosa descripción de los lugares visitados, las condiciones sociales, económicas y políticas de sus habitantes, las opiniones que contiene sobre las riquezas inexplotadas y los peligros del extranjero, revelarán y confirmarán a los estudiosos datos en que apoyar los modernos estudios sobre la formación de nuestros pueblos. Es un libro cuyo autor no tiene reparos para criticar la administración colonial y la desidia de la Monarquía en la defensa y desarrollo económico de las regiones visitadas. Por último, es un nuevo e inédito testimonio de la presencia venezolana en la Guayana Esequiba"9. El método de trabajo de Fr. Iñigo Abbad consiste en la toma de notas en sus viajes, o a partir de lecturas, que posteriormente elabora, creando un texto escrito por él mismo, sobre el que realiza anotaciones, correcciones, adicciones y supresiones. A veces entrega el mismo a un escribano, realizando a partir de este texto una segunda lectura que modifica nuevamente. A partir de este texto modificado lo entrega nuevamente a un escribano, llegando al texto definitivo, o arquetipo, preparado para entregar a la imprenta. Este sistema de trabajo, del que el autor conservaba las diferentes fases, hace, además de otros motivos que veremos más adelante, que el fondo Abbad y Lasierra del Archivo diocesano de Barbastro sea extremadamente complicado.
2.2. Historia geográfica, civil y natural de la isla de San Juan Bautista de Puerto Ricp (1782) El 25 de agosto de 1782, un año después de entregar el Diario del Viaje a América, Fr. Iñigo Abbad concluye el manuscrito que titula Historia geográfica, civil y política de la isla de San Juan Bautista de Puerto Rico, que entrega al Conde de Floridablanca. No conocemos el escrito de remisión de la obra, aunque sí tres ejemplares manuscritos de la misma:
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Carlos I. Arcaya, en la Introducción del Viaje a América, Caracas, 1974.
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PRIMERA PARTE. ESTUDIO PRELIMINAR
1. El original en la Public Library de New York, Mss. 9.943. Creemos que es el manuscrito original entregado por Abbad a Floridablanca, que pasó a la biblioteca madrileña del cubano don Domingo del Monte. A la muerte de éste pasó a poder de un amigo, don José Antonio de Echeverría, en Cuba. Fue el manuscrito utilizado por Acosta en su edición de 1886. 2. El manuscrito 1.482 de la Biblioteca de Palacio de Madrid. Consta de 3 hojas + 234 fols. + 20 hojas de 304 x 203 mm. Es una buena copia con correcciones de Abbad realizadas entre abril d 1783 y junio de 1784, fechas que corresponden a la toma de posesión del Gobernador Dabán y al nombramiento del Obispo Trespalacios. El manuscrito tiene la particularidad de no contar con portada ni índices. Fue el utilizado en la edición de Valladares, y de esta copia, los problemas que ocasionó, que veremos. 3. El manuscrito (incompleto) de Barbastro. El N.° 83 del fondo Abbad y Lasierra del Archivo diocesano de Barbastro guarda una copia titulada Historia de la Isla de San Juan Bautista de Puerto Rico. Es una copia en limpio, del año 1784. Consta de 230 folios y contiene los capítulos II al XL. 4. Una traducción al francés, manuscrita, de la que desconocemos su paradero, realizada en 1840 por Gaspard-Théodore Mollien, Cónsul de Francia en la Habana, cuya fuente, bien pudo ser el original que pasó a Cuba, o las ediciones de Valladares (1789) o Acosta (1831). La obra es la más extensa, completa, acabada y conocida de la producción de íñigo Abad, y fue la única de sus obras que vio publicada el autor. Ha tenido hasta la fecha ocho ediciones: 1. Edición de Antonio Valladares y Sotomayor, en Madrid, en la imprenta de D. Antonio Espinosa, año 1789. Lleva el título de Historia geográfica, civil y política de la isla de San Juan Bautista de Puerto Rico. 8 + 404 pp. 4o. Valladares dedica la obra, que pretende publicar como anónima, a D. Antonio Valdés, quien entre otros muchos cargos ostenta el de Secretario de Estado y del Despacho Universal de Marina, el 30 de enero de 1789. En la dedicatoria, escribe lo siguiente: "La Historia geográfica, civil y política de la isla de San Juan Bautista de Puerto Rico, que con tanto acierto escribió su erudito autor, se presenta al público para que disfrute de las preciosas noticias que refiere [...]". La noticia de la publicación de la obra como anónima, llegó a Fr. Iñigo Abbad, quien aún residía en la Corte, y provocó una Nota del Editor, que aunque extensa, reproducimos:
III. SU OBRA ESCRITA
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"La Historia geográfica, civil y política de la isla de San Juan Bautista de Puerto Rico, que presentamos al público, creemos conseguirá de éste todo el aprecio que merece, la exactitud, discreción, verdad y esmero con que ésta está escrita; las ciertas y agradables noticias que ofrece de aquel país, tanto del genio de sus naturales, antes y después de su conquista, como de las exquisitas producciones con que la favoreció la naturaleza: su fina locución, puro estilo, y otras infinitas preciosidades con que está enriquecida, componen un objeto el más precioso y deleitable. Llegó a nuestras manos por las de un sujeto a quien regaló un ejemplar su sabio autor. Como le faltaba el nombre de éste, la tuvimos por anónima, y en esta inteligencia la pusimos en la prensa. Había ya tirados bastantes pliegos de ella, cuando supimos que el señor don Iñigo Abbad era su verdadero padre: pasamos a verle con esta noticia, y a instruirle del estado en que estaba la impresión, y nos explicó, que su obra conforme había salido de sus manos, no la advertía tan correcta como debiera estar: por cuya razón era indispensable corregirla desde el principio. A esto no pudimos acceder sin hacerle presente los muchos pliegos que estaban ya impresos, y el gasto que habían originado. La prudencia del señor don Iñigo conoció la fuerza de esta razón y previno oportunamente, que por medio de una nota se rectificaría lo que se hallase defectuoso en lo ya impreso, y enmendaría lo demás por su mano; porque una obra como esta, que había trabajado de orden del Excmo. Sr. Conde de Floridablanca (a quien tanto debe el adelantamiento de las ciencias y de las artes), merecía toda esta atención. Que la había compuesto, examinando personal y escrupulosamente hasta la cosa más mínima de las que trata; y últimamente que el cuidado, desvelo, aplicación y eficacia que había empleado para componerla, no era regular quedasen deslucidas por una impresión poco arreglada. Condescendimos con gusto a una pretensión tan justa, pero cuando pasamos a ponerla por obra, ya el señor don Iñigo faltaba de esta Corte: caso que nos produjo mayor sentimiento. Veíamos por una parte esta obra en estado que no merecía se dejase la continuación de su impresión sin un considerable dispendio: por otra, nos hallábamos, para proseguirla y rectificarla, sin la diestra mano de su autor. En medio de estas dudas, determinamos hacerla ver de tres sujetos verdaderamente instruidos, para que la corrección fuese arreglada; así se hizo y creemos que en lo sustancial, y por lo que respecta a la ortografía, no desagrade a su autor. La impresión tiene bastante belleza, y nos persuadimos que por esta parte nada pierda la obra; cuyo progreso, y de que sea grata su lección a todos, es el único fin que nos mueve a publicarla". 2. Memoria geográfica, histórica, económica y estadística de la Isla de Puerto Rico, por Pedro Tomás de Córdoba, Puerto Rico, impr. de Valeriano Sanmillán, 1831, 2 vols. Reproduce en el vol. I. la edición de Valladares. Pedro Tomás de Córdoba era el Secretario del Gobierno durante la administración del Gobernador Miguel de la Torre.
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PRIMERA PARTE. ESTUDIO PRELIMINAR
3. José Julián de Acosta y Calbo, anotó el texto y lo publicó bajo el título de Historia geográfica, civil y natural de la isla de San Juan Bautista de Puerto Rico. Puerto Rico, impr. y libr. de José de Acosta, 1866. En el prólogo señala que con los años transcurridos desde la edición anterior, "han llegado a ser tan escasos y raros los ejemplares de la obra de fray Iñigo; única que existe en la materia, que las personas que desean conocer la historia de Puerto Rico, ora por haber nacido en su suelo, ora por haber fijado en él su residencia, generalmente no encuentran donde satisfacer su justa curiosidad o adquirir la provechosa instrucción que solicitan [...]". 4, 5 y 6. Edición de la Universidad de Puerto Rico, con un estudio preliminar de Isabel Gutiérrez del Arroyo. Puerto Rico, 1959 (1.a), 1966 (2.a) y 1970 (3.a). 7. Puerto Rico, Porta Coeli, 1971. 8. Porto Rico 1493-1778. Histoire Géographique, civile et naturelle de Ville. Introducción de Albert-André Genel, Paris, L'Harmattan, 1999. 216 pp. Edición realizada a partir de la traducción francesa de Gaspard Théodore Mollien. Fr. Iñigo Abbad establece el siguiente plan de la obra: Dividida en 40 capítulos, la Historia consta de dos partes: la primera abarca los primeros 19 capítulos, con la historia de la isla desde su descubrimiento hasta mediados del siglo xvni, salvo el capítulo I o que está dedicado a la descripción geográfica. La segunda parte comprende desde el capítulo 20 hasta el 40, en los cuales hace relación de las condiciones de vida en Puerto Rico durante la séptima década del siglo, cuando lo conoció el autor. Isabel Gutiérrez del Arroyo valora la obra con estas palabras: "Reviste extraordinario interés esta segunda parte porque Fr. Iñigo, dotado de un sentido de observación certero y penetrante, al entrar en contacto directo con el medio portorriqueño, capta con precisión no sólo lo sustancial y de bulto, sino también los pequeños pero elocuentes detalles que completan fielmente su cuadro. Es interesante destacar que nuestro historiador adopta actitudes distintas en cada una de estas partes. En la primera es muy sensible su descripción suma, su prudente cautela; índice de su espíritu reflexivo y equilibrado. Estos rasgos de su carácter, naturalmente continúan reflejándose en la segunda parte de la obra, pero unidos a cierta desenvoltura en el pensar; ha descartado su extrema discreción y podemos atisbar en algunos casos cuál es su posición ideológica. Esta última parte de la obra tiene carácter de exploración diagnóstica: ausculta, observa, luego critica y aconseja. Quiere revelar las causas de la postración económica y social de la isla y ofrecer correctivos. Imbuido como está
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I I I . S U OBRA ESCRITA
de las corrientes ilustradas, se preocupa por señalar, con insistencia, las posibilidades de una mayor bienestar material y espiritual"10. Veamos la distribución del material histórico por capítulos: - De los cuarenta de que consta la Historia, se dedican catorce a tratar el aspecto físico y natural: el primero, a la descripción geográfica de la isla; del veinte al veinticinco, a la descripción topográfica de todos sus pueblos; el treinta y dos, a la calidad de la tierra y naturaleza del clima; el treinta y tres, a huracanes y terremotos, y desde el treinta y cinco al cuarenta, a materias de historia natural: dos capítulos al reino animal, uno al mineral y tres al vegetal. Es un balance que responde favorablemente a la inquietud científico-naturalista del siglo. - Los capítulos del dos al diecinueve inclusive comprenden todo el proceso histórico desde el descubrimiento hasta la octava década del siglo x v i i i . Dedica cada uno de los restantes capítulos a estudiar un aspecto particular de la situación puertorriqueña en la época contemporánea a la obra. Los asuntos que considera son los siguientes: el capítulo veinticinco contiene la explicación del sistema de gobierno, el veintiséis es un estudio del estado de la población, el veintisiete, de la agricultura, el veintiocho está dedicado al comercio; el veintinueve, al régimen fiscal, y el treinta y treinta y uno, al estudio del carácter, usos y costumbres de los puertorriqueños. Estos capítulos ofrecen una visión estática de estos aspectos de la vida puertorriqueña. No están vistos en su proceso histórico. - La parte estrictamente histórica está tratada muy someramente y con grandes lagunas; es más bien una relación de los hitos sobresalientes de la historia de Puerto Rico. Se debe a la falta de material documental. Estudia el primer tercio del siglo xvi con bastante acopio de datos; explica con detenimiento los aspectos históricos del descubrimiento, la colonización, la rebelión de los indios, los continuos ataques de los caribes y algo de las gestiones de los primeros gobernadores, pero ya antes de llegar a mediados del siglo cambia de técnica y no sigue los hechos en su secuencia, sino que hace una reseña global de los episodios más sobresalientes. En esta forma resuelve todo el proceso histórico que va desde
10
Isabel G u t i é r r e z del A r r o y o , en el " E s t u d i o P r e l i m i n a r " d e la Historia
natural de la isla de San Juan Bautista
de Puerto Rico.
1959.
geográfica,
civil y
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PRIMERA PARTE. ESTUDIO PRELIMINAR
mediados del siglo xvi hasta el xvm. Las primeras siete décadas de esta centuria quedan reducidas a tres cortos párrafos.
2.3. Descripción de las costas de California Iñigo Abbad envió el manuscrito original el 13 de diciembre de 1783, desde el monasterio de San Martín de Madrid, probablemente al Conde de Floridablanca. Se conservan dos copias completas y una incompleta de la obra: 1. El manuscrito de la Biblioteca de Palacio de Madrid, sig. 1480. Lleva por título: Descripción de las costas de California septentrional y meridional hasta el estrecho de Anián. Su descubrimiento; variedad de nombres que le han dado; geografía de las costas del mar del sur desde el cabo de San Lucas hasta el Círculo Artico; viajes hechos a ella; temperamento y calidad de la tierra, puertos, misiones; y descubrimientos de los rusos sobre nuestras Indias e islas situadas al N.O., y comercio de éstos. 4 hojas + 83 fols. + 2 hojas. 297 x 195 mm. Ex Libris: Biblioteca del Rey Nuestro Señor. Es el manuscrito más cuidado y completo. 2. El manuscrito de la Biblioteca del Ministerio de Asuntos Exteriores de Madrid. Mss. 137. Lleva por título Descripción histórico-geográfica de la California y sus costas e islas hasta el estrecho de Anián, formada sobre los viajes de mar y tierra más exactos de españoles, ingleses y rusos. Consta de 6 hojas + 94 fols. + 1 hoja. 205 mm. Ofrece algunas líneas más de texto que el anterior. 3. El manuscrito del Archivo Diocesano de Barbastro. Fondo Abbad y Lasierra, N° 59. Descripción histórica y geográfica de las costas de California. Es una copia en limpio de perfecta caligrafía con enmiendas autógrafas de Iñigo Abbad. Consta de 80 folios. Contiene íntegros los capítulos 2 al 11. Falta la portada, prólogo, parte del capítulo 1 y el capítulo 12. La obra fue publicada con el título de Descripción de las costas de California por Sylvia L. Hilton, Madrid, CSIC, Instituto "Gonzalo Fernández de Oviedo", 1981. En la advertencia, insiste Abbad en los errores y falsedades de autores extranjeros, y da una idea del contenido de la misma. Escribe: "La descripción que presento se puede considerar en dos partes, en la primera se da noticia del descubrimiento y viajes por mar y tierra, hechos por los españoles
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III. S U OBRA ESCRITA
desde Hernán Cortés hasta el presente, con la descripción y fundación de todos los pueblos desde el cabo de San Lucas hasta Monterrey, y muy particular de los territorios y ríos que corren desde el río Colorado hasta el puerto de la Trinidad. En la segunda parte, se da noticia de los viajes y descubrimientos de los rusos sobre nuestras costas e islas de Añadir, desde el año de 1727 hasta el presente, señalando la situación, extensión y circunstancias de cada isla, el comercio que hacen en el continente, sus establecimientos, gobierno, y utilidades que les resultan, especialmente a las dos compañías de Kams-kat-ka y Cowima, que son las más interesadas en el giro desde la América a la China; insinuando el juicio que se atreven hacer algunos escritores de este nuevo comercio, entre las tres partes del mundo por mano de la Rusia, y consecuencias que se pueden esperar".
Estructura la obra en 12 capítulos, en los que alterna la descripción del territorio, la historia de su descubrimiento y el comercio: comienza con la variedad de nombres del territorio, para continuar con la descripción geográfica. En el capítulo 4 o inicia la historia desde las primeras noticias de viajes a California, continuando con la descripción de los pueblos y de las Misiones establecidas en el territorio, para terminar con los descubrimientos de los rusos y el comercio de éstos en América. Sylvia L. Hilton valora la obra, no como fuente primaria, sino como trabajo elaborado a partir de bibliografía, extensa, y en algunos casos de fuentes manuscritas de primera mano, por lo que la considera una fuente secundaria que hay que tener en cuenta, además de aproximarnos a la erudición historiográfica española de finales del siglo xvm 11 . Señala la autora la novedad de la concepción de la obra partiendo de la unidad o indivisibilidad de las costas noroccidentales del continente americano. Es de las pocas obras escritas que pretende abarcar toda la costa desde el cabo de San Lucas hasta el estrecho de Bering. Abbad es un admirador de Hernán Cortés, y en el caso de California escribe la obra en un deseo de apoyar su afán expansionista en el territorio y en su deseo de dar una respuesta eficaz a las amenazas políticas y comerciales de rusos e ingleses. Desprecia la falsa geografía californiana que él atribuye a una deliberada política de fomento de la confusión por parte de las potencias extranjeras al objeto de disminuir el alcance de los derechos de soberanía española en esos territorios12.
" Cf. Sylvia L. Hilton, Descripción 12
Sylvia L. Hilton, op. cit., p. 79.
de las costas de California,
Introducción, p. 76.
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PRIMERA PARTE. ESTUDIO PRELIMINAR
Esta es la obra histórica acabada de Fr. Iñigo Abbad sobre California, quien termina el texto anunciando una segunda parte, que han buscado los historiadores. Escribe el autor: "En la segunda parte de esta obra, se dará noticia del gobierno, carácter, usos y costumbres de las naciones que habitan las costa del mar del Sur, desde el cabo de San Lucas hasta el estrecho de Anián, con la historia natural de las producciones útiles al comercio que puede hacerse en aquellos mares, y las utilidades que de todo resultará a la España, y los perjuicios que puede temer, de no prevenir las intenciones de la Rusia e Inglaterra" 13 . En una nota manuscrita de la copia del Ministerio de Asuntos Exteriores14, puede leerse "Segunda parte, que no aparece en esta Biblioteca". Por su parte Sylvia L. Hilton, al considerar el plan de trabajo del autor, escribe en 1981: "Si acaso, podemos lamentar el no saber si Abbad escribió esa segunda parte de su obra, o no" 15 . El autor trabajó sobre la anunciada Segunda parte de la descripción de las costas de California, elaborando al menos tres capítulos, cuyos títulos son: Cap. 1. Carácter, gobierno, religión, usos y costumbres de California. Cap. 2. Estado de las artes, vestidos y fiestas entre los californios, al tiempo que los descubrieron los españoles. Cap. 3. Creencias y usos religiosos de los californios. Localizados los tres capítulos inéditos de la Segunda parte, la Descripción de California adquiere por primera vez la dimensión proyectada por Iñigo Abbad, al poder considerarla como obra completa. Así lo intuyó Sylvia L. Hilton, cuando al valorar la primera parte de la obra como incompleta, escribe: "Quiere esto decir que cualquier valoración de la obra debe tener en cuenta que el plan de trabajo de su autor era más amplio de lo que a primera vista parece. Evidentemente, no es lo mismo enjuiciar la 'Descripción' como una obra acabada, que como la parte introductoria de una obra mayor en proyecto. Teniendo esto en cuenta se comprende mucho mejor la brevedad con que Abbad despacha cada punto, pues trata de elaborar una síntesis sistemática de los datos más relevantes sobre la historia de la exploración y colonización de las Californias, así como sobre su geografía física, a modo de contexto históri-
13 14 15
Iñigo Abbad Lasierra, Descripción de las costas de California, fol. 83 r°. Descripción de las Costas de California, fol. 94 v°. Sylvia L. Hilton, op. cit., p. 76.
III. S U OBRA ESCRITA
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co-geográfico para el estudio de las actividades humanas, de indígenas y españoles, que se desarrollan o se pueden desarrollar allí. Por lo tanto no habremos de criticar la ausencia de más datos sobre los indios 'californios', o sobre los aspectos económicos que ofrecían esos territorios, porque no se trata de que Abbad los haya olvidado o menospreciado; todo lo contrario, quería dedicarlos un estudio autónomo, una vez que hubiese descrito el entorno en que se movían los habitantes de la California española"16. La última monografía de Fr. íñigo Abbad y Lasierra es la Relación del descubrimiento, conquista y población de las provincias y costas de la Florida, entregada en 1785 y que veremos más adelante.
3. El Diccionario General de América y la descripción de las provincias Fr. íñigo Abbad concibió la idea de redactar un diccionario sobre América al poco tiempo de su regreso a España en el monasterio de San Martín de Madrid, en 1781, cuando había sido liberado de los cargos de los que fue acusado. Hemos señalado en que en carta por la que envía el Diario del viaje a América, fechada el 8 de julio de 1781, en el borrador propone escribir el Diccionario, y en la copia que envía se refiere sólo a la necesidad de que salga un diccionario crítico, histórico, geográfico, natural y mercantil trabajado en España17. El proyecto del Diccionario lo va fraguando a la vez que sigue trabajando en las obras monográficas. El 20 de enero de 1783, al entregar la Historia de Puerto Rico, envía una carta18 en la que expone su conocimiento de la realidad americana en los nueve años que ha residido allí, los errores históricos y geográficos de la bibliografía publicada hasta entonces, y la necesidad de una obra que abarque los aspectos históricos, geográficos, la población, la agricultura y el comercio de forma actualizada para tener un conocimiento exacto de la realidad americana. El proyecto era ambicioso. Propone un método de exposición: "El orden alfabético me pareció el más conforme, y aun el único admisible para que el lector halle con facilidad la ciudad o provincia, y cuanto desee saber de ella. Este método, claro, sencillo y uniforme, además de facilitar la descripción de todos los objetos que abraza la obra, dará una idea clara de cada uno de ellos, formando con su complejo, la Historia General de la América".
16
Ibídem.
17
Copia de la carta en Venezuela, archivo particular, y borrador en Barbastro, A D B , n.° 70.
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PRIMERA PARTE. ESTUDIO PRELIMINAR
Mayor desarrollo de su idea muestra Abbad en el Memorial al Príncipe de Asturias19, que escrito el 16 de septiembre de 1782, modifica la fecha al 20 de enero del año siguiente, haciéndolo coincidir con la entrega de la obra sobre Puerto Rico. La línea argumental es la siguiente: el conocimiento de la realidad americana del autor y los continuos e interesados errores históricos y geográficos de los autores extranjeros, que son aceptados por los españoles por no cotejar los datos con las fuentes originales, después de señalar una amplia casuística de errores detectados, llega al punto en el que manifiesta la necesidad de formar un Diccionario, que propone por orden alfabético. Da un paso más al adoptar un modelo: el Gacetero americano, y la necesidad de acompañarlo de mapas y dibujos: "La obra del Gacetero Americano que presento a los pies de V.A. la formaron los ingleses al fin de la guerra pasada, para manifestar al público el estado y nuevas adquisiciones que habían conseguido en la América, y aunque en la parte de la historia civil y natural padece muchas equivocaciones, especialmente cuando habla de las posesiones de España, describe con exactitud las costas, puertos y ríos, señalando el fondo, corrientes, bajos, y cuanto conduce a su navegación; manifiesta en planos topográficos las principales ciudades y plazas de aquel nuevo mundo; igualmente representa en estampas muchos animales, plantas y producciones de los países con las máquinas e ingenios que tienen para beneficiarlas". Concluye el Memorial solicitando la protección del Príncipe de Asturias para formar lo que ya denomina el Diccionario General de la América. Unos meses más tarde, el 22 de septiembre de 1783, Iñigo Abad para demostrar que está trabajando realmente en el ambicioso proyecto, envía el índice de las provincias que tiene trabajadas 20 , "con el objeto de formar un Diccionario General o Enciclopedia Americana, que dé unidos en un cuerpo todos los ramos de la historia de cada provincia, con la demarcación de sus límites, relación de su descubrimiento y conquista, descripción de su capital, noticia y estado de sus pueblos, producciones y comercio, con las demás noticias que la constituyen útil e interesante al Estado", en el que adopta el orden alfabético. Organiza el índice por obispados, y en ellos incluye como obra trabajada del arzobispado de Lima, y los obispados de Arequipa, Trujillo, Huamanga, Cuzco, La Plata, La Paz, Santa Cruz de la Sierra, La Asunción del
18 19 20
AHN. Estado, leg. 3.234, n.° 2. ADB, n.° 132. AHN. Estado, leg. 3.234, n.° 11.
III. S U OBRA ESCRITA
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Paraguay, Buenos Aires, Chile, Puerto Rico, Caracas y Guatemala, además de otras zonas e islas. Otra carta de Abbad sin fecha 21 (1783-1785) propone con mayor desarrollo el contenido del Diccionario geográfico, histórico, civil y natural de toda América, que contenga cada provincia con esta información: 1. Descripción geográfica. 2. Historia. 3 Descripción de los lugares, población, agricultura, industria, comercio y rentas. 4. Historia natural. Estas descripciones irán acompañadas de un mapa geográfico, un plano de la capital y un tercer dibujo en el que se muestre la historia natural de plantas y animales. Acompaña un índice ampliado de lo ya trabajado, en el que añade la descripción de California y Santa Marta. Comienza la introducción con un prólogo al lector en el que señala la carencia de obras sobre América que den una visión actualizada del continente, por lo que publica la traducción al español del Gacetero Americano, escrito originalmente en inglés. Ordenado alfabéticamente, acompaña planos y dibujos. Siendo el objeto la información actualizada, trata someramente asuntos de historia. La Introducción comienza con una afirmación que revela la satisfacción de los ilustrados por hallarse en el "siglo de las Luces": "Los progresos admirables que se han hecho en los diferentes ramos de la literatura durante los cuatro últimos siglos, han producido descubrimientos muy considerables en la resurrección de las artes y de las ciencias. Ha llegado una época afortunada para la sociedad". Seguidamente inicia una síntesis del descubrimiento de América por Cristóbal Colón, en la cual admite la teoría del "piloto anónimo", según la cual, el Almirante contaba con información previa al primer viaje, que aseguraba la existencia de tierras al otro lado del Océano Atlántico. Analiza someramente los descubrimientos y conquistas de españoles en América, y señala la pugna entre las potencias europeas por el control del territorio americano. Concluye la introducción haciendo la observación de que ha tratado de completar, no sólo de traducir, el Gacetero Americano, y observando que las descripciones de los establecimientos españoles es muy imperfecta y errónea, Fr. Iñigo ha elaborado los textos a partir de autores españoles. Seguidamente comienza el Diccionario, con las siguientes voces: Abacoa, Abercorn, Abrolhos, Acadia y Acapulco, ciudad a la que dedica mayor extensión, y con la que termina de una forma abrupta el texto incompleto conservado.
21
A H N . Estado, leg. 3.234, n.° 13.
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P R I M E R A PARTE. E S T U D I O PRELIMINAR
El autor elaboró apuntes, notas e informes sobre Buenos Aires, Caracas, Guatemala, Tunja y Vélez, Nicaragua, Loja y Quito, además de Nueva Escocia, Acadia, Nueva Inglaterra, isla Providencia, Nueva España y México.
4. Filipinas Conocido Fr. íñigo Abbad como historiador americanista, el interés de este benedictino abarcó otras perspectivas y mayor amplitud geográfica: su interés por el comercio de España con América y con Filipinas, aspecto éste que no ha sido tratado por la historiografía. Las dos obras que hemos encontrado sobre Filipinas pertenecen de nuevo a la obra acabada, aunque inédita, pues fueron entregadas a la monarquía, probablemente a Floridablanca, aunque no han sido publicadas, ni siquiera conocidas hasta ahora. En el siglo xvm se inicia el debate sobre el comercio colonial, a partir de la obra de Uztáriz (1724), Bernardo de Ulloa, Campillo (1743) y Bernardo Ward (1762) entre otros. En estos dos últimos se aprecia un cambio de actitud sobre el comercio con América que propone una mayor libertad. Carlos III creó una junta para el estudio de la libertad de comercio en 1764, compuesta por Campomanes, Ortiz de Landázuri y Francisco Carrasco. En la década de los ochenta del siglo xvm se vuelve a discutir sobre las ventajas de la apertura del comercio colonial 22 , asunto en el que entra Fr. íñigo Abbad. Como hombre de su época, que frecuenta los círculos ilustrados en la Corte, le preocupa un problema que se encuentra en pleno debate. Además, Fr. íñigo puede aportar sus amplias lecturas de obras extranjeras -alguna de ellas prohibida por la Inquisición- y su conocimiento directo de la realidad americana, tanto geográfica como social. En su deseo de ayudar al Estado, envía dos textos sobre el comercio con las Colonias: España-América-Filipinas y su retorno. El 2 de septiembre de 1784 desde San Ildefonso, envía el escrito que titula Comercio de Filipina23, en el que desarrolla la historia del comercio desde sus orígenes y en el que se muestra partidario del aumento del tráfico comercial entre estos territorios, advirtiendo una modificación geográfica, en la que el
22 Una buena síntesis del debate sobre el comercio colonial en el siglo xvm, en Perdices de Blas, L., y Reeder, J., Diccionario del pensamiento económico en España 1500-1812, Madrid, Síntesis, 2000, pp. 88-95. 23 AGI. Estado, 47, n° 10, y ADB, n.° 264.
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tiempo le daría la razón. Profundo conocedor de la geografía americana, se da cuenta del error que representa mantener el comercio con Filipinas bordeando el continente por el Cabo de Buena Esperanza, y sobre todo cruzar el continente americano desde los puertos de Veracruz en el Atlántico hasta Acapulco en el Pacífico, ambos del virreinato de Nueva España. Observa que el punto más próximo entre las costas del Atlántico y del Pacífico, a una latitud aceptable se encuentra en el istmo de Panamá, puerto que propone como lugar de intercambio entre España y Filipinas. Baste recordar para observar la visión de futuro de Abbad, que en 1846 EE.UU. construye el ferrocarril en el Istmo, y en 1881 Lesseps inicia la construcción del Canal de Panamá, que no prospera hasta que lo construyen los EE.UU. entre 1903 y 1914. Abbad de ocupa de los artículos que mejor pueden ser extraídos y enviados a los diferentes puertos, como escribiera Arteta de Monteseguro en el Discurso instructivo, publicado en 1783. En cuanto al tráfico comercial en el interior americano, es partidario de las rutas fluviales, quizá influido por la utilización de ríos y canales en Inglaterra y Francia, describiendo minuciosamente sus conexiones. Mes y medio más tarde envía nuevamente otro escrito sobre el asunto. Fechado el 14 de octubre de 1784 desde El Escorial, lo titula Reflexiones sobre el comercio con Filipinas24, en el que organiza el flujo económico entre España, América y Filipinas de una forma global, pues pertenecen a la misma corona: propone surtir América de manufacturas elaboradas a Filipinas, de menor coste que las españolas, incentivando de este modo el desarrollo manufacturero asiático. Propone el establecimiento de un Hospicio en la capital de Filipinas y la creación de Sociedades Económicas en las ciudades de las islas. Relaciona los productos que debe incluir el comercio, y las rutas más rápidas. Analiza el status jurídico que debe revestir la organización que lleve a cabo el comercio, y considera que es necesaria la creación de Compañías por la necesidad de grandes capitales, aunque limitando sus privilegios y no cerrando la puerta a la iniciativa privada, siempre que cuente con el necesario capital y la instrucción necesaria. En este sentido, se decanta por la libertad de comercio, dentro de las limitaciones del comercio de la época. Escribe: "No hay duda es preciso acordar el comercio una libertad discreta, protección constante y mucha franquicia de derechos, pero esto ha de ser siempre compatible con los intereses del Estado". Critica a las Compañías privilegiadas por el exceso de
24
AGI. Estado, 47, n° 11. y A D B , n.° 266.
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PRIMERA PARTE. ESTUDIO PRELIMINAR
privilegios como el monopolio, del que dice: "Elimina la competencia que es útil a los compradores". Un tercer escrito enviado el 14 de octubre de 1784 es una copia del enviado desde Cantón por los comisionados del Asia por los gremios de Madrid para estudiar el comercio que puede hacerse en aquella parte del mundo, por lo que lo rechazamos como obra original de Abbad, aunque revela hasta qué punto tenía el monje benedictino información económica actualizada.
5. Fr. Iñigo Abbad, historiador En la amplia obra escrita de Fr. íñigo Abbad se pueden destacar una serie de aspectos, que fueron analizados por Isabel Gutiérrez del Arroyo, y cuyo esquema seguimos. La concepción de la historia del autor está influida por el racionalismo del siglo xvm, que juzga la autenticidad de los hechos históricos en base a una evidencia racional. Otra corriente, que de alguna manera es complementaria, está impulsada por el cientifismo empírico, que establece un método de trabajo equiparable al de las ciencias naturales. Se insiste en la consulta de fuentes primarias para la narración de los hechos históricos. La historia que se escribe es pragmática, y está basada en la creencia en un proceso racional. Abbad se muestra en sus escritos objetivo, sobrio, reflexivo y equilibrado. Se distancia de los asuntos sobre los que escribe, realizando una narración objetiva, certera y veraz, eludiendo entrar en asuntos polémicos como la esclavitud negra o indígena, que fueron origen de la "Leyenda negra", que el autor conoce por las fuentes utilizadas pero que obvia en su obra. La obra de Abbad no se limita a aspectos históricos, que narra, no desde la perspectiva histórico-militar, sino adoptando una visión más amplia, estudiando la historia natural y la descripción del territorio y sus habitantes, en un estudio que abarca los problemas económicos, políticos y morales. De su obra se deduce su posición ante determinados problemas de América: La visión del "otro", los indígenas en la obra de Abbad. El autor se mantiene ante el problema del indígena con su característica posición de ecuanimidad y objetivismo: ni idealización de sus instituciones ni exaltación apasionada de sus virtudes. El clima intelectual de la época exaltaba la riqueza del suelo y la exuberancia de su naturaleza; se presenta el régimen de vida del indígena americano con caracteres de estado paradisíaco; se idealizaban sus instituciones, las cuales cobraban carácter de ejemplaridad al compararse ven-
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tajosamente con las de los países civilizados. Es el momento en el que Rousseau concibe la doctrina del "buen salvaje" destacando la bondad, la sencillez y la perfección de la vida natural cuando aún no ha sido contaminada por la civilización. íñigo Abbad, que ha conocido en profundidad el modo de vida del indígena americano y ha penetrado en su psicología, supera la posición de esta corriente de pensamiento; se coloca al margen de ella y con criterio independiente e imparcial señala igualmente los aspectos positivos y negativos del estilo de vida indígena. Escribe Abbad: "[...] cuando a primera vista resalta la humanidad y alegría con que hospedan a los extranjeros; su simplicidad y creencia a cuanto se les decía; el aborrecimiento con que miraban y castigaban algunos vicios, especialmente el hurto y el incesto; sin que por esto dejasen de tener algunos graves errores propios de la ignorancia de un pueblo salvaje, cuya unión política era muy defectuosa, sus leyes o reglamentos pocos y sostenidos por una autoridad débil [...]". Señala como rasgos del carácter de los indígenas centroamericanos su condición de flojos, indolentes, con una aversión extremada a todo lo que no fuese diversión en el baile, en la caza o en la pesca, señalando igualmente su simplicidad e ignorancia y su limitada capacidad intelectual. Abbad establece diferencias entre los indígenas de los diversos territorios de América. En la Segunda parte de la descripción de las costas de California, establece la siguiente línea argumental: El descubrimiento de América nos ha presentado diferentes naciones en un estado de vida simple y grosera, cuyo sistema de vida no hemos podido conocer debido a que los conquistadores sólo se preocuparon por la narración de los hechos militares. Fueron los misioneros que llegaron a California los que describieron su estado de civilización y modo de vida, que hoy se conserva, y que califica Abbad de estupidez, insensibilidad o indolencia. Explica estos rasgos por el determinismo geográfico, que fue la tesis generalmente aceptada en el siglo xvm, postulando la influencia directa y determinante del medio geográfico sobre el carácter del hombre y la idiosincrasia de los pueblos. La formuló sistemáticamente Montesquieu en el libro XIV de su obra El Espíritu de las Leyes. Abbad se refiere en varias ocasiones de su obra a las causas físicas y naturales, que completa con las políticas y morales: "Cuando los españoles abordaron las costas de California, sus habitantes vivían sin leyes, sin gobierno, sin religión y sin artes; su ninguna ambición ni propiedad, la costumbre que tenían de sustentarse con lo que la tierra les ofrecía, sin padecer las necesidades propia de la vida civil, que no pueden socorrerse sin los
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afanes de la industria, los constituían tan groseros e indolentes que se distinguían poco de las mismas bestias; sólo la necesidad de buscar el sustento diario o el gusto de divertirse en sus juegos y bailes podría resolverlos a salir de la inanición en que vivían, sin otro objeto que la necesidad presente y sin cuidado de lo por venir"25. Al tratar de la rebelión del indígena, la posición de Iñigo Abbad adopta el punto de vista del conquistador. No comprende el gesto de rebeldía del indígena; por tanto no le inspira simpatía. Lo califica como acto de deslealtad. Para el autor la conquista entraña un bien moral y material; implica la superación de las normas de vida indígenas, y por tanto, una mayor posibilidad de perfección humana en los aspectos materiales y espirituales. La visión de la conquista la capta en una amplia perspectiva. No considera que todo fue aniquilamiento, sino también fusión. El fenómeno del criollismo, el contacto con el régimen de vida europeo, el conocimiento de las leyes y gobierno de los españoles, y sobre todo, el establecimiento de la religión cristiana, permitieron levantar el nivel de vida de la sociedad indígena. Respecto al trabajo forzoso del indígena, su procedimiento es el de exponer el hecho y mantenerse al margen de él. Describe, por ejemplo, la labor en las granjerias e informa sobre las advertencias de la Corona para que se de buen trato a los naturales. Del mismo modo que hizo con los naturales de Puerto Rico, dedica también un capítulo a describir la vida de los caribes; refiere sus crueldades y actos de barbarie. En este caso tampoco hace reflexión o comentario alguno se limita a la escueta exposición de los hechos. Sobre el problema de la esclavitud negra, hay que tener en cuenta las corrientes ideológicas imperantes en el movimiento ilustrado europeo, y la realidad del autor, que es propietario de un esclavo negro, además de procedencia ilegal, y los problemas que le causó este asunto como hemos visto en la biografía. La corriente doctrinal europea - e n teoría- desencadena una lucha contra la esclavitud y el "inhumano tráfico de esclavos negros", basados en el postulado filosófico de la igualdad natural de todos los hombres, pero las necesidades económicas de producción en América les lleva a considerar efectivo el trabajo del esclavo negro en las plantaciones, así como el tráfico de esclavos, aceptando por tanto la institución. Fr. Iñigo Abbad, acepta la institución de la escla-
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Iñigo Abad, Segunda parte de la descripción de las Costas de California, cap. 1.
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vitud negra como elemento indispensable para la economía de América, condenando el mal trato que se da a los esclavos. Otros rasgos en la obra de Abbad son el aprecio del conquistador, pues no hay que olvidar que él es parte de la conquista, si no geográfica, sí ideológica, la Colonización de la población autóctona, que supone un elemento de aculturación en la religión, la lengua, las instituciones de derecho, etc. Por otro lado él es un español al servicio de la Monarquía, y por tanto defensor de su Rey y proyecto político, además que las fuentes que utiliza para escribir la historia proceden de los propios conquistadores. No obstante, su criterio de objetividad le lleva a señalar los errores y defectos de la conquista. Una constante en la obra americana de Abbad es el providencialismo, que procede de la tradición historiográfica europea desde el siglo xvi, más que de su espíritu de monje: señala en alguna ocasión la intervención divina en los acontecimientos terrenales, aunque no con mucha insistencia. Entre las ideas políticas, destacaremos su visión del poder como servicio, y en las propuestas de reforma busca el bien común. En las ideas económicas utiliza el esquema de los proyectistas del siglo xvm: ante el problema de la postración económica de América, analiza las causas y propone remedios como el aumento de la población, de la producción agraria y manufacturera y del comercio que debe tener mayor libertad, medidas encaminadas a la prosperidad de los subditos de la Corona y al aumento de las rentas reales. Por último, el estilo que es sobrio, recto y sencillo, propios del espíritu neoclásico que evita la exhuberancia barroca. En su articulación interna deja ver el espíritu racionalista del siglo, escribiendo la historia con un plan lógico y un riguroso sentido del orden. Bien documentado y observador perspicaz, su obra ofrece una garantía de objetividad, que le dan la categoría de un clásico, su dimensión de intemporalidad. Representante de su época, el movimiento ilustrado, su espíritu crítico da a su obra un carácter ecléctico en el que funde la tradición historiográfica americanista del barroco español con las descripciones de autores europeos del siglo xvm, dando a su obra un carácter muy personal, de inapreciable valor, y que en el caso de las obras escritas con conocimiento de la realidad: Viaje a la América o la Historia de Puerto Rico, la convierten en una fuente primaria e insustituible para el conocimiento de estos territorios en la segunda mitad del siglo xvm. Paradójicamente la obra escrita para consolidar el poder de la metrópoli, fue utilizada para apoyar la independencia unos años más tarde. Isabel Gutiérrez del Arroyo llega a escribir que su obra fue el puntal en el que se apoyó la
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PRIMERA PARTE. ESTUDIO PRELIMINAR
incipiente nacionalidad puertorriqueña, y Fr, Iñigo Abbad y Lasierra "será siempre antecesor ilustre y punto de referencia primero e imprescindible de nuestra historia patria"26. La repercusión del resto de su obra ha sido escasa debido a la no publicación de la misma hasta fechas recientes, cuando nada tenía que ver la situación política con la descrita por Abbad. Creemos que es el momento de reivindicar la memoria de Fr. fñigo Abbad como figura importante de la Ilustración aragonesa y como historiador americanista.
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Op. cit., p. L X X I X .
IV
L A FLORIDA EN LA CORONA DE ESPAÑA ( 1 5 1 2 - 1 8 1 9 )
1. Descubrimiento y colonización Vicente Yáñez Pinzón y Américo Vespucio llegaron en 1498 a la Florida atlántica y alcanzaron la bahía de Chesapeake. El 8 de abril de 1512, Domingo de Pascua Florida o de Resurrección, llegó Juan Ponce de León al litoral de un territorio rebosante de verdor y salpicado de flores, que habría de llamar Tierra Florida, más tarde La Florida. Iba buscando las islas de Bimini, lugar en el que se encontraba la fuente de la eterna juventud. Había alcanzado los 38 grados de latitud y las tierras que los indígenas llamaban "Yaguaza" y "Cautio" (frente a la costa del hoy estadounidense Maryland), y en aquellas tierras fundó un poblado. Nombrado "Adelantado de la Florida e Islas de Bimini", Ponce de León fleta tres navios en Sevilla, llegando desde Puerto Rico a la Florida en 1521. En 1526 sale una nueva expedición para la Florida al mando del Oidor y Juez de Apelaciones de la Audiencia de Santo Domingo, el Licenciado Lucas Vázquez de Ayllón. Siguiendo la costa del Atlántico toma rumbo al norte hasta llegar el 29 de septiembre de 1526 a la que ahora es la bahía de Chesapeake a la que da el nombre de Bahía de Santa María. En el año siguiente, 1527 Pánfilo de Narváez, con el título de Adelantado de la Florida sale de Sanlúcar de Barrameda el 17 de julio con cinco naves y 600 hombres. Llega a Santo Domingo, de allí a Trinidad, llevando entre sus capitanes a Alvar Núñez Cabeza de Vaca, expedición que no tuvo fortuna. Un cuarto intento de conquista y colonización de la Florida es el de Hernando de Soto en 1538, quien parte de Sanlúcar de Barrameda con diez barcos y 620 hombres y el título de Gobernador de Cuba y Adelantado de la Florida. Parte de La Habana el 18 de mayo de 1539 con nueve navios, llegando a la actual bahía de Tampa, a la que dio el nombre de bahía del Espíritu Santo y en la que desembarca. El 18 de mayo de 1541 descubre el "Río Grande" o Mississippi. El 20 de junio de 1542 muere a causa de la fiebre a los 42 años. En 1547 el fraile dominico Luis Cáncer de Barbastro intenta la conquista espiritual de La Florida. Conocido como Alférez de la fe, muere a manos de los indios, cerca de Tampa en 1549.
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PRIMERA PARTE. ESTUDIO PRELIMINAR
Finalmente, la Corona decide emprender la colonización de la Florida de forma directa ante la presencia del corso y la piratería de diversas potencias europeas como la expedición y desembarco del francés Cartier en el estuario del río San Lorenzo (1534). Este riesgo llevó al Virrey de Nueva España, don Luis de Velasco, a organizar en 1559 una nueva expedición a la Florida. Fue encomendada al hijo del Gobernador del Yucatán, don Tristán de Luna y Arellano, a quien nombra Capitán General de la Armada y de la Florida. Integran esta expedición 1.500 soldados y diversos frailes y religiosos. Desde Veracruz navega la expedición por el seno mexicano hasta tocar la tierra floridana el 14 de agosto, desembarcando cerca de Pensacola. Apenas había transcurrido una semana cuando un tifón destroza la flota de la expedición. Ángel de Villafañe acude con socorro enviado por el Virrey Velasco. Tras explorar parte del litoral atlántico, funda Santa Elena, el actual Port Royal Sund, junto a Savannah. En 1561 se abandona la empresa, reembarcándose para México D. Tristán de Luna con 300 expedicionarios supervivientes. El territorio de la Florida fue uno de los más difíciles de conquistar para España, debido a múltiples factores: la inexistencia de una sociedad sedentaria y con organización política que permitiera a los conquistadores españoles suplantar el poder indígena, así como la ausencia de minas de oro que facilitase la financiación de la conquista por la Corona o los particulares. A esto se unía el interés de los hugonotes franceses dirigidos por el Almirante Coligny, por establecerse en la Florida. En 1562 partía Jean Ribault de Dieppe, con una flota que llegó a Santa Elena, el establecimiento abandonado por Villafañe, instalándose en el mismo. Dos años después, la presencia francesa se afianza con otra expedición, al mando de René de Laudonniére, fundando Fort Caroline, en honor de Carlos IX de Francia. La reacción de la Corona española fue que Felipe II en 1565 enviara una nueva expedición, que zarpó directamente de Cádiz a cuyo frente estaba Pedro Menéndez de Avilés. Llevaba órdenes de erradicar los núcleos hugonotes de Coligny, capitaneados por Ribault y Laudonniére. En 1565 Pedro Menéndez de Avilés fundó la ciudad de San Agustín. Considerada la ciudad más antigua de los actuales Estados Unidos, su emplazamiento suponía la garantía del retorno sin incidentes de las flotas españolas que, cargadas de oro y otros metales preciosos, regresaban a España a través del canal de Bahama. Este hecho dio lugar al comienzo de la dominación efectiva de España en la Florida, si bien fue declarada infructuosa la exploración de minas y desechada la posibilidad de una fácil comunicación con el virreinato de Nueva España.
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Atacados los poblados de San Agustín y San Mateo en 1568 y casi destruidos por Dominique de Gourges en ausencia de Avilés, éstos no pasaron durante el siglo xvi y buena parte del XVII de ser simples presidios ocupados por unos trescientos hombres entre soldados, colonos y funcionarios, recibidos de Veracruz y la Habana. Las Misiones, inicialmente de jesuitas colonizan y pacifican el territorio al norte de San Agustín. Desde 1573 los franciscanos toman el relevo y en 1616 se constituye la provincia franciscana de la Florida. Las Misiones constituyen la frontera para frenar el natural avance de los colonos ingleses del norte. En 1607 los ingleses fundan Jamestown en la bahía de Chesapeake. El castillo de San Marcos, única defensa de los españoles en aquella zona era de madera, renovándose cada dos año por la humedad. En 1668 se construye de piedra después del ataque de los piratas. En 1670 fundan Charlestown. Los españoles alzaron (1670-1733) una zona defensiva en la vertiente atlántica de la península, que se extendía entre el río María y el fuerte de San Jorge, actual Charlestown. Más al sur se edificó otro arco defensivo (17331763), en el que estaba el presidio de San Agustín, clave de todo el sistema organizado para defender los convoyes marítimos que regresaban a España. El Censo de Vázquez de Espinosa de 1620 da 300 vecinos españoles en San Agustín, y el de 1689, 2.796 familias en la ciudad más 14.000 personas en la provincia. La economía de la Colonia es totalmente dependiente del único ingreso: el situado, procedente de México y enviado a través del puerto de la Habana. La invasión inglesa de 1702 acaba con casi todo. Durante el siglo xvm el territorio de la Florida parece estar al margen del imperio español en América. Los franceses fundan la Colonia de Luisiana y los ingleses descienden por la costa atlántica hacia el sur, convirtiéndose la Florida en un territorio de frontera, frente a los pueblos indígenas y frente a los ingleses y franceses. El censo de 1753 da para Florida 3.124 habitantes, de los que 553 son militares, 1667 son mujeres, hijos y criados de éstos, 163 empleados y marineros y 759 colonos. El principal ingreso sigue siendo del Situado procedente de la Habana, acentuándose la dependencia de lo militar en el territorio que es un presidio, San Agustín, rodeado de misiones franciscanas.
2. El final de la colonia La Independencia de las Trece Colonias da nuevo significado a los conflictos, al establecerse éstos entre la Corona española y la primera República america-
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PRIMERA PARTE. ESTUDIO PRELIMINAR
na. Hasta 1763, fecha en que se firma la Paz de París, la Florida ocupa la península de su nombre con capital en San Agustín y límites mal definidos en torno a San Carlos de Apalache. A partir de 1763 la Florida depende de Inglaterra, iniciándose un rápido proceso de evacuación de la población hispana a Cuba y Campeche, que es sustituida por población británica. Durante el período inglés, (1763-1783) el territorio de la Florida se separa en dos provincias: la Florida oriental con capital en San Agustín, y la Florida occidental, con capital en Panzacola. Aumenta la población al establecerse comercio con las Trece colonias del Norte, exportando maderas tropicales y aumentado las plantaciones de tabaco y algodón, al sur y oeste mediante el régimen esclavista. Con esta población, a partir de 1783, por la Paz de Versalles, la Florida occidental vuelve a la Corona española. La Florida occidental es conquistada a los ingleses por Bernardo de Gálvez en 1781. Es en este momento cuando a la Corona de España y a Fr. Iñigo Abbad les interesa la Florida, territorio no exento de problemas, acabando en 1785 nuestro fraile benedictino la obra que publicamos. En este momento se suscita el debate entre los que creen que en la Florida, tierra de frontera es inútil el dinero invertido en su defensa, y entre los que piensan que el territorio bien administrado podría ser lo más próspero de América y baluarte contra la penetración americana en Nueva España. Durante este segundo período español, la Florida oriental desarrolla el comercio cubano-norteamericano, estableciendo unas relaciones de dependencia de Estados Unidos, que hacen inevitable su anexión. La Florida occidental permanece casi sin explotar, desarrollando comercio con tribus del interior y las plantaciones iniciadas en el período inglés. Por el tratado de El Escorial en 1795 se fija el límite de la Florida española en los 31° 10'. En 1803 Francia vende La Luisiana a Estados Unidos. Estos interpretan que incluye la Florida oriental, con la que se hicieron entre 1811 y 1818. La Luisiana, colonia francesa, fue cedida por la paz de París a España en 1763 para compensar la pérdida de la Florida. Con población francófona, capital en Nueva Orleans y límites mal definidos, fue reclamada por Napoleón en 1801 por haber recuperado España las Floridas, hasta que es vendida en 1803. Estados Unidos ocupó Florida durante la llamada segunda guerra de Independencia (1812-1818). En 1818 y de manera definitiva fue conquistada para los americanos por el general Andrew Jacson. El 7 de abril de 1818 toma San Marcos y el 25 de Mayo toma Pensacola. España se convence de que debe vender su provincia antes de que sea conquistada completamente. Así cede a los Estados Unidos todas sus tierras al este del Mississippi a cambio de cinco
IV. LA FLORIDA
EN LA CORONA DE ESPAÑA
(1512-1819)
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millones de dólares el 22 de febrero de 1819. De este modo termina una guerra nunca declarada que duró treinta años y puso fin a la presencia española en la Florida.
3. La Relación del descubrimiento, conquista y población de las provincias y costas de la Florida Fr. íñigo Abbad entregó a Floridablanca la Relación de la Florida el 28 de junio de 1785. Es la última monografía sobre un territorio que concluye el autor. En la carta manuscrita y autógrafa de Abbad, que publicamos en esta obra, razona la motivación de la obra: "El deseo de conservar las noticias auténticas que existieron en los archivos de San Agustín de la Florida y de la Habana antes de la invasión de los ingleses [...] demostrando las posesiones que España concedió a Inglaterra por el Tratado de Paz en 1670 y las que esta potencia ha usurpado". En estas fechas, el autor, conocedor de la realidad americana por su estancia en la diócesis de Puerto Rico, sus numerosas lecturas de fuentes manuscritas en archivos de la Monarquía Hispánica tanto de obras inéditas como de informes de tipo político y administrativo, además de sus numerosas lecturas de bibliografía española, francesa e inglesa, pone su saber al servicio de la Monarquía, escribiendo un texto que justifica la presencia española en el territorio de la Florida una vez que éste ha sido devuelto a la Corona de España, en un intento de perpetuar el statu quo, al tiempo que pretende hacer méritos ante la Corte para continuar su "Cursus Honorum" obteniendo cargos de mayor importancia en la Administración de la Monarquía. El texto se enmarca en el proyecto de elaborar un "Diccionario Americano", asunto que estaba tratando de llevar a cabo la Real Academia de la Historia, y que ante la magnitud del proyecto, llevó al autor a decantarse por monografías de territorios con una entidad específica, y que en ese momento fuesen de interés para la Monarquía. El problema que se encuentra al elaborar este texto, es que el autor no conoce personalmente el territorio, por lo que se ve obligado a utilizar fuentes manuscritas e impresas que hoy conocemos, de las que unas veces extracta y redacta de nuevo y en otros casos copia literalmente incluso las notas al pie de página, llegando a citar documentación de los archivos de La Habana y San Agustín de la Florida, que el autor nunca utilizó. Su estancia en América le sirvió para poder extrapolar su experiencia en el comportamiento de la población indígena, misioneros y administradores españoles, en otros territorios del continente americano, así como exponer su punto de
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PRIMERA PARTE. ESTUDIO PRELIMINAR
vista como ilustrado en los hechos históricos. En este sentido la aportación de Fr. Iñigo Abbad en esta obra es la reflexión que realiza sobre la conquista europea en América del Norte. En el mismo escrito anuncia que junto a texto original manuscrito se acompaña un plano, que publicamos por primera vez, ya que la edición de Serrano Sanz se limitó a transcribir el texto original sin documentación gráfica, plano del que escribe: "Se ha confeccionado fuera de Madrid, por no ser soportable el excesivo precio que piden en ésta los dibujantes. Esta circunstancia le priva de la extensión y propiedad que yo deseaba, para que estuviese todo conforme a la descripción, pero el viaje del adelantado Hernando de Soto que va demarcado, manifiesta los términos de nuestras conquistas y posesiones legítimas en la Florida"1. Aquí de nuevo vemos el sistema de trabajo de Fr. íñigo Abbad. El autor elabora un borrador con los contenidos que él considera, y lo entrega, en el caso de los planos, a un dibujante, quien realiza el dibujo que acompaña al texto manuscrito. El texto que ahora publicamos es un manuscrito, de 169 folios de cuidada caligrafía, fruto del trabajo de un escribano, que el autor supervisa. Está encuadernado y perfectamente conservado. Este manuscrito, que fue el entregado, se copió a partir del manuscrito autógrafo, o borrador, que con correcciones, adiciones, y supresiones del autor, de difícil lectura por la letra del autor, y carente de márgenes, se conserva en el Archivo Diocesano de Barbastro, incompleto y fragmentado, especialmente la Advertencia 2 , los capítulos 6 al 133, y parte del capítulo 144, así como notas sueltas5. Al final del texto se incluye el citado "Plano de la provincia de la Florida y los límites que concedió la España a la Inglaterra por el tratado de 1670. Madrid". La obra lleva el largo título de: Relación de el descubrimiento, conquista y población de las provincias y costas de la Florida. Voluntariedad con que los geógrafos extranjeros reducen sus límites y la facilidad de nuestros traductores en adoptar sus descripciones y errores, por no examinar los sucesos en
1
AHN. Estado, Leg. 3.2.34, n.° 17. Sig. 50. 27 Fols. "Sobre los viajes que suponen los ingleses y franceses a América, anteriores al primero de don Cristóbal Colón". 3 Sig. 236, 66 fols. Copia de Arredondo. "Demostración historiográfica del derecho que tiene el Rey Católico del territorio que hoy posee el Rey británico con el nombre de Nueva Georgia en las provincias y continente de la Florida". 4 Sig. 219, 8 fols.: "Noticias sobre la Florida". 5 Sig. 174, 2 fols.: "Nota sobre la Florida". "Notas fragmentadas sobre la Florida", Sig. 198, 3 fols. y "Exploraciones y ataques de los franceses en la bahía de Panzacola", sig. 47, 4 fols. 2
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documentos originales, distinguiendo los tiempos y variedad de nombres con que han confundido la geografía de aquellos países en gran perjuicio de España: demostrando asimismo con un plano las posesiones que concedió ésta a la Inglaterra por el tratado de paces de 1679 en Madrid; las que dicha potencia ha usurpado y medios de que se ha valido para eludir las representaciones y derechos del Gabinete español; y advertencia sobre los viajes que los ingleses y franceses suponen anteriores a la América, al primero de don Cristóbal Colón. Por don Iñigo Abad (sic) y Lasierra. Año de 1785. Dicho manuscrito pasó al Ministerio de la Guerra -Depósito de Guerra- a finales del siglo xvm. D. Manuel Serrano Sanz (1912)6 escribe erróneamente que "el original se hallaba en la Biblioteca del Ministerio de la Guerra, y pereció en un incendio". Angela Pardo García (1990) cree erróneamente que el manuscrito del Servicio Histórico Militar, figura sin autor, prueba de que no lo vio7. En esta edición transcribimos y anotamos el texto del manuscrito que figura con autor y reproducimos el plano de Florida, conservado en el Archivo General Militar (del Instituto de Historia y Cultura Militar), con la signatura 51-6-9. A la vista del manuscrito, e intercambiando información con el limo. Sr. Coronel Director Archivo, D. Eduardo Bravo Garrido, creemos que se puede afirmar que en el incendio producido en la Biblioteca del Ministerio de Guerra a mediados del siglo xix no se quemó dicho manuscrito, por lo que se conserva el mismo. El manuscrito fue publicado por primera vez con el mismo y extenso título por D. Manuel Serrano Sanz a partir de la transcripción de D. Justo Zaragoza, en la "Biblioteca de los Americanistas", en el tomo que lleva por título Documentos históricos de la Florida y la Luisiana, pp. 1-133, omitiendo la publicación del mapa. Madrid, Librería General de Victoriano Suárez, 19128. La publicación de Serrano Sanz se limita a la transcripción del manuscrito, actualizando la puntuación y acentuación, sin incluir notas propias. Hemos cotejado los textos manuscrito e impreso, que son coincidentes, transcribiendo a partir del manuscrito, ya que nada aporta al mismo el texto editado. En dicha publicación se hizo una "Advertencia preliminar" de dos páginas y media en la que se valora el contenido y se introducen errores. En lo que se refiere a esta
6 "Documentos históricos de la Florida y la Luisiana", en la Colección de los Americanistas, Advertencia preliminar, p. 1., nota 1. 7 En su tesis doctoral, op„ cit., inédita. 8 La portada exterior lleva fecha de 1913 y la interior 1912, por lo que se cita en bibliografía de forma indistinta, aunque ambas fechas se refieren a la misma obra.
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PRIMERA PARTE. ESTUDIO PRELIMINAR
obra, el texto es el siguiente: "Ha ya bastantes años que el distinguido americanista D. Justo Zaragoza imprimió9 la 'Relación del descubrimiento, conquista y población... de la Florida', por D. 10 Iñigo Abad y Lasierra 11 ; aunque este opúsculo como trabajo de segunda mano basado en las 'Décadas de Herrera', en la 'Historia de la Florida', de González de Barcia; en las 'Noticias' de Diez de la Calle y otras obras que andan en manos de todos, si bien de oportunidad en el año 1785 para defender los derechos de España, hoy carece en absoluto de importancia. Ignoramos con qué otros escritos pensaba Zaragoza llenar el tomo12 para que tuviese la misma extensión que los demás de la 'Biblioteca de los Americanistas', por lo que hemos incluido varios de los papeles que nos han parecido más curiosos13 entre los muchísimos que acerca de las Floridas y de la Luisiana se guardan en los Archivos Histórico y de las Indias, y en la Biblioteca Nacional de Madrid14 [...]". Por nuestra parte hemos creído que el autor y la obra merecían una publicación independiente, no en un tomo misceláneo, precedido de un estudio preliminar, anotado el texto y poniéndolo en relación con su obra anterior y la obra proyectada. Además, que los ejemplares de la edición de hace casi cien años son de muy difícil localización y consulta, incluso para los especialistas. 4. Valoración de la obra. Sus fuentes Esta obra ha sido discutida por los historiadores en cuanto a su originalidad e interés. Bolton (1925)15, quien considera que la obra es un total plagio de la obra de Arredondo. Angela Pardo García (1990)16 confirma las tesis anteriores. Consi-
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[Es un error, D. Justo Zaragoza transcribió el manuscrito que se edita en ese momento.] [La referencia correcta del autor sería Fr. Iñigo...] 11 El original se hallaba en la Biblioteca del Ministerio de la Guerra, y pereció en un incendio. [Ya hemos comentado el error.] 12 [Obsérvese la infravaloración de la obra al denominarla "opúsculo", calificarla de trabajo de segunda mano y carente de interés, y el fin último, que es el de "llenar el tomo" sobre Florida y Luisiana".] 10
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[El criterio de selección no es el de importancia, sino el de curiosidad, según escribe.] Todos los documentos contenidos en este volumen son inéditos, menos la carta de D. Diego Quiroga á S.M., incluida por Buchingham Smith en los Oficial Spanish documents relating to Florida, San Agustín, 1861; libro bastante raro. etc. 14
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Arredondo's historical frees ofSpain. Tesis doctoral, p. 1032.
University Press, Berkeley, California, 1925.
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dera que los capítulos 6 al 13 de la obra son copia de la Demostración historiográfica de Arredondo, que copió Abbad de la Miscelánea de Ayala en la Biblioteca de Palacio, si bien esta copia y la de Barbastro17, carecen de autor. El resto de los capítulos, 1 al 5 y 13 y 14 están elaborados a partir de otras fuentes: las Décadas de Herrera, el Ensayo cronológico de González de Barcia, la Historia natural de Acosta, y otros muchos autores. Hemos elaborado el índice de obras citadas en el texto que figura al final de la transcripción, y en él puede observarse la abundante bibliografía utilizada, que hace de determinados capítulos obra realmente trabajada por Abbad. Hemos cotejado el manuscrito de Abbad con la Demostración historiográfica del derecho que tiene el Rey Católico al territorio que hoy posee el Rey británico con el nombre de Nueva Georgia en las provincias y continente de la Florida, en la que se prueba el dominio positivo que tiene el Rey de España hasta la latitud septentrional de 32 grados 30 minutos inclusive, en que se halla la barra de la isla de Santa Elena, término por el cual se deben arreglar los límites de las respectivas posesiones en esta parte del mundo entre la Florida y la Carolina de la Biblioteca del Palacio Real de Madrid18. Fechado en la Habana el 20 de marzo de 1742, es una copia en la que no figura autor, del original del Archivo General de Indias19, de Arredondo. La obra fue publicada en inglés por H. E. Bolton en Berkley en 1925. Del cotejo con dicho manuscrito se deduce que Abbad escribe la Advertencia preliminar y la descripción geográfica de la Florida, y amplía el capítulo I "Relación sucinta del descubrimiento de la Florida por los Españoles". Copia literalmente a Arredondo sin citar la fuente los capítulos 2 al 7, desde los folios 357 v° hasta el fol. 390 r°, que se convierten en los capítulos 6 al 12 de la obra de Abbad. Así pueden explicarse las notas al pie de página relativas a los archivos de San Agustín de la Florida, que Abbad no pudo ver. En todo caso hay que anotar en favor de Abbad, que amplía, completa y mejora la obra que copia, y que el texto inicial, el manuscrito de Arredondo no ha sido nunca publicado en España, convirtiéndose de este modo nuestro autor en fuente para la historia de la Florida. Iñigo Abbad estructura la obra en catorce capítulos, con un prólogo y un epílogo. En ella desarrolla por orden cronológico la historia de la Florida. En
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ADB, n.° 238, que luego veremos. Miscelánea de Ayala, T. IV, fols. 352 r°-396 v°. Sig. II 2819, 11. AGI. Santo Domingo, Leg. 86524.
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PRIMERA PARTE. ESTUDIO PRELIMINAR
la advertencia escribe sobre los viajes que suponen los ingleses y franceses América, anteriores al de Colón. Comienza la obra con la extensión geográfica del territorio, para analizar a partir del capítulo segundo con el descubrimiento de Florida por Juan Ponce de León, Hernando de Soto y otros viajes. El capítulo 6 lo dedica a la entrada de los franceses en la Florida y su establecimiento en la Carolina y Charlesfort, para estudiar en los dos capítulos siguientes la gesta de Pedro Menéndez de Avilés a la Florida y la fundación de San Agustín. El capítulo 9 lo dedica al establecimiento de los ingleses, y el siguiente al tratado de Madrid de 1670, por el que España cede a Inglaterra el territorio entonces ocupado en América, y sus consecuencias. En los capítulos siguientes Iñigo Abbad analiza las ocupaciones de los ingleses, los límites y el comercio inglés. Termina la obra con las misiones de los franciscanos.
5. Nuestra edición Seguidamente publicamos la Relación de la Florida de Iñigo Abbad. Hemos transcrito el texto para que pueda ser leído por el lector contemporáneo. Para ello hemos modernizado la ortografía, la acentuación y la puntuación con arreglo a las normas actuales, a fin de hacer más asequible la lectura del texto. Las notas a pie de página pertenecen al manuscrito de Abbad. Nuestras aportaciones aparecen entre corchetes. Además del estudio preliminar hemos elaborado las Fuentes citadas por Abbad en la obra, tratando de identificar las obras y las ediciones citadas en el texto. Igualmente publicamos una bibliografía, bastante completa de las obras y estudios sobre Iñigo Abbad y Lasierra y más sucinta sobre Florida, debido al elevado número de obras existentes sobre el particular. Finalmente, en el capítulo ilustraciones publicamos el único retrato conocido de Fr. Iñigo Abbad, y la portada y mapa del manuscrito de la Relación de la Florida. JOSÉ MARÍA SÁNCHEZ MOLLEDO y JUAN JOSÉ NIETO CALLÉN
Madrid-Barbastro, enero de 2003
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RELACIÓN DEL DESCUBRIMIENTO, CONQUISTA Y POBLACIÓN DE LAS PROVINCIAS Y COSTAS DE LA FLORIDA.
VOLUNTARIEDAD CON QUE LOS GEÓGRAFOS EXTRANJEROS REDUCEN SUS LÍMITES Y LA FACILIDAD DE NUESTROS TRADUCTORES EN ADOPTAR SUS DESCRIPCIONES Y ERRORES, POR NO EXAMINAR LOS SUCESOS EN DOCUMENTOS ORIGINALES, DISTINGUIENDO LOS TIEMPOS Y VARIEDAD DE NOMBRES CON QUE HAN CONFUNDIDO LA GEOGRAFÍA DE AQUELLOS PAÍSES, EN GRAVE PERJUICIO DE ESPAÑA. DEMOSTRANDO ASIMISMO CON UN PLANO LAS POSESIONES QUE CONCEDIÓ ÉSTA A INGLATERRA POR EL TRATADO DE PACES DE 1670 EN MADRID; LAS QUE DICHA POTENCIA HA USURPADO, Y MEDIOS DE QUE SE HA VALIDO PARA ELUDIR LAS REPRESENTACIONES Y DERECHOS DEL GABINETE ESPAÑOL, Y ADVERTENCIA SOBRE LOS VIAJES QUE LOS INGLESES Y FRANCESES SUPONEN ANTERIORES A AMÉRICA, AL PRIMERO DE DON CRISTÓBAL COLÓN.
POR DON IÑIGO ABBAD Y LASIERRA AÑO DE 1785.
Excmo. Señor: Señor: El deseo de conservar las noticias auténticas que existieron en los archivos de San Agustín de la Florida y de la Habana, antes de la invasión de los ingleses, me ha resuelto a formar la Relación del descubrimiento, conquista y población de las provincias que deben comprenderse bajo el nombre de la Florida. En ella se deja ver la voluntariedad con que los geógrafos extranjeros reducen sus límites, y la facilidad de nuestros traductores en adoptar sus descripciones y errores, por no examinar los sucesos en los documentos originales, distinguiendo los tiempos y variedad de nombres con que han confundido la geografía de aquellos países, en grave perjuicio de España, demostrando asimismo las posesiones que verdaderamente concedió ésta por el Tratado de Paces en 1670, en Madrid, a Inglaterra, y las que esta potencia nos ha usurpado, y medios de que se ha valido para eludir nuestras representaciones y derechos. El plano* que acompaña se ha copiado fuera de Madrid, por no ser soportable el excesivo precio que piden en ésta los dibujantes. Esta circunstancia le priva de la extensión y propiedad que yo deseaba, para que estuviese en todo conforme con la descripción, pero el viaje del Adelantado Hernando de Soto1 que va demarcado, manifiesta los términos de nuestras conquistas y posesiones legítimas en la Florida. Espero de la bondad de V.E. que, continuándome en su gracia, me dispensará la de admitir este escrito y disimular sus faltas, en que quedaré nuevamente obligado a rogar a Dios conserve en buena salud la importante vida de V.E. los muchos años que mi reconocido afecto desea. Madrid, 28 de junio de 1785. Excmo. Señor P.A.L.P. de V.E. Fray íñigo Abbad y Lasierra2 * [Es el mapa de Florida que publicamos en esta obra por primera vez.] 1 [Villanueva de Barcarrota, Badajoz, c. 1500-a orillas del río Mississippi 1542. Adelantado de la Florida y gobernador de Cuba. En mayo de 1539 partió hacia la Florida, desembarcando en la bahía del Espíritu Santo (Tampa) y adentrándose en el continente, en lucha continua contra los indios. Llegados al Alabama (oct. 1540), descubrieron posteriormente el Mississippi, que cruzaron a la altura de la actual Memphis. Alcanzadas las mesetas del río White, Soto volvió a descender hasta el Mississippi, donde murió]. 2
Archivo General Militar de Madrid (del Instituto de Historia y Cultura Militar). C G D 5-1-6-9.
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SEGUNDA PARTE. TRANSCRIPCIÓN DE L A OBRA
ADVERTENCIA SOBRE LOS VIAJES QUE SUPONEN LOS INGLESES Y FRANCESES, A AMÉRICA, ANTERIORES AL PRIMERO DE DON CRISTÓBAL COLÓN. Apenas ha inventado el hombre cosa útil a la sociedad, ni empeñado sus conatos al logro de algún objeto importante, que no haya sido efecto del acaso, más bien que de su industria y combinación de los principios de su ciencia: el acaso, o curso continuo e imperceptible de las cosas, se presenta indistintamente a todos los hombres; pero son pocos los que conocen la ocasión favorable de aprovecharlo. Este discernimiento e inteligencia es la que distingue los genios activos y perspicaces de los groseros y tímidos: aquellos prevén los sucesos y se proporcionan para disfrutarlos; éstos malogran aquellos, aun cuando se les vayan a las manos, así como el lapidario hábil sabe dar precio y utilizar el diamante que desprecia el rústico labrador. El descubrimiento de América, cuya existencia ignoraron los antiguos, fue efecto de un acaso, más bien que de los conocimientos que se atribuyen al almirante D. Cristóbal Colón. Su genio, fatigas y esfuerzo con que se dedicó y practicó la náutica, le pusieron en estado de saber aprovechar los diarios y noticias del descubrimiento que por acaso hizo el piloto Alonso Sánchez de Huelva 3 , natural de Huelva, en Andalucía, quien, forzado de los vientos, en 1484 corrió al occidente de las Islas Canarias por muchos días continuos, descubrió varios parajes, saltó en tierra, tomó la altura, escribió en su derrotero cuanto observó en el viaje y país en que se hallaba. A su regreso aportó a la isla Madeira, y, hospedado en casa de Colón, le dejó, antes de morir en ella, con sus compañeros, los papeles y noticias adquiridas en este forzado viaje, cuya autenticidad está apoyada en los escritores de España e Indias, antiguos y modernos 4 .
3 [Llamado también Pedro Velasco o Pedro Sánchez, en la leyenda formada en torno a su persona. Según ésta, fue el único superviviente de una expedición que, empujada por la tormenta, había llegado a unas islas al occidente del Atlántico, tal vez las Antillas. En Porto Santo habló con Colón, confiándole su secreto, hecho que constituyó uno de los fundamentos de la idea colombina.]
4 Historia Universal, T. XXI, lib. XVII, cap. IV, fol. 10. Mariana [Historia general de España, 1601], Alderete [Bernardo de. Varias antigüedades de España, África y otras provincias, 1614], Salazar [Pedro de. Historia y primera parte de la guerra de D. Carlos Vf], Viera [y Clavijo, José. Noticias de la historia general de las islas Canarias (1772-1783)], Acosta [José de. Historia natural y moral de las
Indias, Sevilla, 1590], Ximénez, Oviedo [Fernández de Oviedo y Valdés, Fernando. Historia general y natural de las Indias, Sevilla, 1535], Torquemada [Juan de. Monarquía indiana, 1615], Pizarra [Pedro,
Relación del descubrimiento
y conquista del Perú, 1571] Garcilaso [de la Vega, El Inca: La Florida del
RELACIÓN DEL DESCUBRIMIENTO
91
El silencio de Herrera5 y Pedro Mártir 6 sobre este suceso nada prueba en contrario, especialmente a vista del testimonio del capitán Tomé de Cano, en su Arte de fabricar navios, impreso en Sevilla año de 1611, quien refiere la navegación de la carabela española que descubrió el nuevo mundo, y añade: el astuto Colón se aprovechó y tomó para sí solo la empresa, ocultando el nombre y el suelo de aquel marinero, lo cual es así cosa cierta y fuera de toda opinión, y así se platica y sabe hoy en la isla de la Madera, y entre los viejos marineros de Portugal y Algarve, y lo que llaman el condado. Yo lo supe de esta suerte, y alguno de ellos, que conoció aquel tiempo y fue de él, lo decía por cosa muy llana y muy pública; pero de nuestra parte y de nuestros escritores hubo en ello tantos descuidos, que todo se lo dejaban a Colón, mayormente los de su nación italiana7. Véase ahora si la gloria que atribuyen los españoles a Alonso Sánchez de Huelva de haber descubierto América, es efecto de la monstruosa ingratitud española, o de la razón bien apoyada. A este acaso, y no a la ponderada ciencia del Almirante, debe atribuirse el descubrimiento de América Occidental, pues, aunque algunos sabios filósofos de la antigüedad habían hablado de países desconocidos, fue muy vaga e indeterminadamente, sin atreverse a dar asenso a las mismas opiniones que insinuaban en sus escritos; prefiriendo más pensar con el vulgo, que acreditarse de ridículos, singularizándose con una opinión reputada por extravagante en la filosofía y por impía de la religión. Ignoraron hasta entonces la figura de la tierra; no se había observado la de la sombra que hacía la luna en sus eclipses, ni combinado el movimiento del sol y demás astros con la inspección de las partes habitadas del globo; aún no se había pesado el aire, y el sistema de las antípodas era un misterio para aquellos siglos. Verdad es que en tiempo de Colón ya opinaban algunos sabios sobre la población y figura de otras partes de la tierra, pero su opinión, mal sostenida por falta de pruebas, se reputaba por quimérica o idea platónica comunicada por los sacerdotes egipcios, y quizá la hubiera sido del mismo Colón, si no la apoyara sobre las noticias adquiridas del piloto Sánchez de Huelva. Estas le resolvieron a proponer a las Cortes de Europa el descubrimiento de nuevos países al occidente, en ellas fun-
Inca, 1605], Solórzano, [Juan de, Política
indiana,
1643], Barcia [Carballino y Zúñiga, Andrés Gon-
zález de. Ensayo cronológico para la historia general de la Florida, Madrid, 1723] Calancha [Antonio de la, Crónica moralizada del orden de San Agustín en el Perú, Barcelona, 1638], Carrillo, Murillo [y Velarde, Pedro, Geographia 5
de America,
1752] y otros.
[y Tordesillas, Antonio de, Historia general de los hechos de los castellanos en las islas de Tierra
Firme del Mar Océano. En ocho décadas desde 1492 a 1554. 8 vols. Madrid, Impr. Real, 1601-1615Conocido como las Décadas de Herrera, y citado profusamente en esta obra]. 6 1
[de Anglería, De rebus oceanicis y de orbe novo decades octo.] Tomé Cano, Arte de fabricar navios, fol. 6.
92
SEGUNDA PARTE. TRANSCRIPCIÓN DE LA OBRA
daba sus inflexibles instancias, a pesar de las repetidas repulsas, desprecio y burla con que se miró su propuesta en Génova, su patria; en Portugal, en donde se conocía su ciencia náutica; en Francia e Inglaterra, a quienes comunicó las noticias y planos de su proyecto, fundado en las noticias comunicadas por Alonso Sánchez, más bien que en su ciencia. Aquéllas fueron las que dictaron las expresivas gracias, honores y privilegios que pretendía por el descubrimiento del Nuevo Mundo, y en ellas estribó su constancia para resistir los desaires que recibió de toda Europa ocho años continuos, hasta que lo admitió España. Además, que por muchos que fuesen los conocimientos astronómicos y geográficos del almirante Colón, jamás pasarían de una opinión puramente especulativa, desnuda de toda prueba e insuficiente para resistir con tanta presencia de ánimo el cúmulo de poderosas contradicciones, burlas y desprecios, y mucho menos para prescribir la circunstanciada derrota que dio a los Pinzones, sus compañeros en este famoso viaje, mandándoles que, navegadas 700 leguas al poniente de Canarias, hiciesen capa por las noches, advirtiéndoles no hallarían tierra hasta pasadas 750 leguas al occidente de Canarias: prevención que acredita tenía noticias bien circunstanciadas del rumbo que pensaba llevar, y que estaba cierto podía correr aquel espacio de mar Atlántico sin peligro de tropezar en escollos; lo que era imposible saber sin que la experiencia de algún otro navegante se lo hubiera dictado 8 . No por esto debe dudarse fuese Colón el primero que notició a las naciones del Antiguo Mundo la existencia del Nuevo, y su viaje es el que fija la primera época de los que sucesivamente se han hecho a América; más, a pesar de esta verdad constante, admitida de todos los escritores sensatos, la envidia, ambición y espíritu de novedad de algunos, ha procurado confundir los hechos jamás justificados de la historia, suponiendo viajes y descubrimientos que jamás hubo, o que fueron posteriores a éste de Colón. Los franceses pretenden que los galos conocían ya la América Septentrional en tiempo de Augusto César, fundados en el regalo de cuatro indios que Q u i n t o Metelo Céler 9 , procónsul romano en Francia, hizo a Augusto, y que estos indios habían sido traídos de la India por los comerciantes, cuyos viajes a aquellas costas eran muy frecuentes 10 . Postel 11 afirma el hecho como constante 1 2 . Cornelio 8
D. Hernando Colón, Historia del Almirante D. Cristóbal Colón, en Barcia, T. I, fol. 15.
[Quinto Cecilio Metelo, llamado Céler. En 62 A.C. se hizo cargo del gobierno de la Galia cisalpina y en 60 llegó a cósul. Murió en el año 59 A.C.] 9
10
Tratado de Comercio general, T. 1, fol. 9.
[Postel, Guillaume, Polígrafo francés (Barenton, Normandía 1510-París 1581). Es autor de De orbis terrae-concordia (1544) entre otras obras.] 12 Idem. 11
RELACIÓN DEL DESCUBRIMIENTO
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Wifliet, secretario del Consejo de Brabante, cree que los franceses habían habitado en tiempos antiguos, Terranova y los Bacallaos, y que era muy considerable la pesca que allí hacían el año de 1500, con tanto conocimiento de las costas, que dice levantaron los planos que después publicó Juan Denis Honfleur 13 . Por muy gloriosa que sea esta pretensión a Francia, es preciso confesar carece de toda prueba para sostener estas ni otras navegaciones a esta parte de América; y las de los fenicios y cartagineses, que pretende Elieno 14 en sus imaginarios países llenos de oro y demás riquezas, que por la perfecta conformidad a las que se hallan en Perú creen ser éste el término de sus viajes en aquellos tiempos, son tan inciertas como las de los chinos a las costas de México, que refiere Bosio en sus comentarios a Mella, y las que supone monsieur Huet en su Tratado del comercio de los antiguos-, pues hasta ahora nadie ha visto los Anales de Ormo, que cita, para examinar los fundamentos de tan extraña noticia, y mucho más cuando sus viajes marítimos eran tan sin perder de vista las costas, que en 1430 no habían descubierto la isla Formosa, que sólo dista 18 leguas de las costas de la China, y hasta hoy están [tan] atrasados en la Geografía, que carecerían del plano de su Imperio si no se hubieran valido de los europeos para levantarlo. Por otra parte, no es fácil concebir cómo estuvieron reservadas en el Gabinete Francés las expediciones gloriosas de los galos a aquellos países, que ignoró toda Europa, sorprendida, igualmente que Francia, cuando Colón propuso su existencia, implorando sus auxilios para encontrarla; ni era fácil a los franceses ejecutar viajes tan dilatados sin conocimientos antecedentes de aquellos mares, ni del uso de la aguja magnética, cuya invención es muy posterior al tiempo de Augusto, y aun lo son más sus declinaciones y variaciones que descubrió Colón en este primer viaje 15 . Los indios que Quinto Metelo Céler presentó a Augusto no eran del norte o tierra de Labrador, como cree Cornelio, apoyado en los comentarios de Casaubon 16 , sobre Estrabón 1 7 , quien sólo dice fueron llevados de la India, por comerciantes arrebatados de grandes tempestades, al norte de Alemania; y como entonces no se conocía otra India que la Oriental, si hubo tal presente de indios, eran de Asia y no del norte de América, pues no dice que los llevaron del norte, sino al norte de Alemania, después de surcar dilatadísimos mares y sufrir penosas tormentas.
13 14
15
Tratado de comercio general. Idem. Colección de viajes, Barcia, T. l . f o l . 15.
[Casaubon, Isaac. Erudito y teólogo calvinista (Ginebra 1599-Londres 1614). Bibliotecario de Enrique IV de Francia. Realizó comentarios y ediciones de clásicos griegos y romanos.] 16
17
Estrabón, lib. II, fol. 51.
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SEGUNDA PARTE. TRANSCRIPCIÓN DE LA OBRA
En autor del Tratado del Comercio de América}* asiente a estos viajes de los franceses, y cree haber prevenido cuantas objeciones se le pueden oponer, fundado en que los nombres de los cabos y puertos de Terranova son nombres franceses19; pero si esta razón de congruencia fuese prueba suficiente para justificarlos y acreditar el derecho de Francia a esta parte de América, podría alegarlo a todo aquel continente, pues apenas han abordado a alguna de sus costas, en donde no hayan mudado los nombres. Raynal 20 dice21 que el nombre de isla Española es el único que ha quedado de cuantos puso Colón a sus descubrimientos, y hasta hoy prosigue este prurito, creyéndose cada uno autorizado para quitar y dar nuevos nombres a su arbitrio, de que ha resultado tanta confusión en la historia y geografía, que Cluberio en la suya dijo 22 : Cum Hispani allia et Galli allia hisese locis, nomina
indidere, magna repersuntur in tabulis geograficis
discrepantia.
Mas se puede afirmar, que ni los franceses ni otra nación europea tuvo noticia de América hasta que Colón la publicó al regreso de su primer viaje, ni la pisaron los franceses hasta que Francisco I de Francia envió a Juan Verrazzano en 1523, y después en 15 3 4 2 3 a Jacobo Cartier 24 , quien arribó a donde hoy está Quebec, desde donde pasó al río de San Lorenzo, en el cual penetró algo más que Verrazzano, pues subió hasta la provincia y pueblo de Hochelaga25. Y éstos son los primeros viajes a Terranova y Nueva Francia de los franceses.
18
Tratado de Com. gen., T. I, fol 9.
Cartier, que en 1534 recorrió la costa desde los 49° 12' de latitud septentrional, y entró por el río Canadá o de San Lorenzo, fue quien dio los nombres franceses a los cabos y ríos que hasta hoy se conservan por la mayor parte. 2 0 Guillaume, historiador y filósofo francés (Saint-Geniez d'Olt 1713-París 1769). Es autor de la Historia filosófica de las dos Indias, publicada en Amsterdam en 1770 en 6 vols. Es la obra que cita Fr. íñigo Abbad y Lasierra. 21 Raynal, T. 1, fol. 194. 2 2 Cluberio, lib. VI, cap. XII, fol. 504. 19
23
Cárdenas, Ensayo cronológico a la historia de la Florida, fol. 13.
[Navegante francés, (Saint Malo 1491-id. 1557). En 1534, Francisco I le concedió el mando de una expedición encaminada a buscar un paso hacia Asia a través del estrecho de Belle-Isle; su resultado fue el desembarco en Gaspé, en el golfo de San Lorenzo, por lo que suele conocérsele como el "descubridor de Canadá". En 1535, realizó un segundo viaje, en el que remontó el San Lorenzo hasta Hochelaga (la futura Montreal). El tercer viaje lo realizó en 1541 después de que Roberval fuese nombrado lugarteniente general de las tierras descubiertas; marchó en una primera expedición a la que debía seguir otra dirigida por Roberval, pero ésta no llegó a Canadá, por lo que Cartier regresó a Francia pasando por Terranova, donde encontró al lugarteniente general.] 24
25 Al pueblo que los indios llamaban Hochelaga llamó Cartier Monte Real, conocido después con el nombre de Villa María, en los 45° de altitud septentrional, en cuya inmediación perecieron muchos franceses de escorbuto, y no quedara ninguno si no tomaran el singular específico del conoci-
RELACIÓN DEL DESCUBRIMIENTO
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Los ingleses suponen que Hiribulffson y Leifericsson26 hacían esta navegación el año 1000; pero no pudiendo dar pruebas de estos ni de otros viajes anteriores al de Colón, procuran justificar el que atribuyen a Caboto 27 : mas la variedad con que lo refieren acredita lo infundado de sus pretensiones, pues sólo convienen todos en que Caboto no pisó la tierra que suponen haber descubierto, contentándose con verla a lo lejos. Francisco Bacon28, Urbano Calbeton, Larrey y Jacobo Augusto Tuano, principales patronos de este descubrimiento, no están de acuerdo en el sujeto que lo hizo, en la época, en el número de naves armadas con este objeto, en el puerto de donde salió y gente que llevó, en el rumbo y tierras que en él se descubrieron, si fue de orden y a expensas de Enrique VII o del mismo Caboto, y hasta si éste fue Caboto el padre o Sebastián su hijo. Larrey, en su Historia de Inglaterra, citando a Bacon y a Jerónimo Benzon, dice que Sebastián Caboto hizo este viaje en la primavera del año 1496, con tres bajeles armados a expensas de Enrique VII, con resolución de navegar siempre al nornoroeste, hasta llegar a la altura de Catay, que unos creían ser provincia de la Tartaria y otros la situaban al norte de la China, y que conociendo que su derrota había sido al norte y después al este, volvió sobre el Ecuador y aportó a una isla que los españoles llamaban Florida. Nicolás Fer29 asegura que Caboto descubrió por el rey Enrique, en 1495, los Bacalaos y Terranova; Urbano Calbeton, a quien cita Teodoro Bry, lo pone en 1496. Francisco Bacon dice, que se hizo este viaje con cuatro naves el año decimocuarto del reinado de Enrique VII, que corresponde al año de 1498. Lo mismo siente Pedro Mártir de Anglería, cuando escribiendo en el de 1524, dice: Habrá.
miento del árbol que los indios llaman Amada; fijó una cruz de 35 pies de alto y en ella las armas de Francia; prendió al Cacique y algunos otros principales; se hizo a la vela de este puerto, que llamó de Santa Cruz, distante 12 leguas de la isla de Orleans, y el 6 de junio del año 1536 llegó a San Maló, sin haber visto la Florida ni otros países más que los de Canadá desde Quebec. 26 [Se refiere a las expediciones de Eric el Rojo a Groenlandia y Bjòrni Herjolfsson que en ruta hacia Groenlandia fue desviado por una tormenta hacia el Oeste hasta llegar a la actual Norteamérica.] 27 [Giovanni, navegante italiano (c. 1450-Inglaterra, c. 1500). En 1490 pasó a Bristol. El rey Enrique VII le concedió una carta patente, con monopolio comercial, para realizar una expedición al occidente, que llegó a la Terra de prima vista (isla de Cabo Bretón) el 24 de junio de 1497, y luego tocó Terranova, Saint Pierre y Miquelon. Quizá realizó otro viaje en 1498, en el que arribó a Groenlandia, el Labrador y Nueva Inglaterra, pero algunos han considerado esta expedición como realizada por su hijo.] 28 29
[Historia de Enrique VII, 1622.] [Descripción geográfica de la América. ]
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SEGUNDA PARTE. TRANSCRIPCIÓN DE LA OBRA
veintiséis años que Caboto halló esta tierra, a la cual en el sumario llama de Bacalaos30, y añade: no faltan castellanos que nieguen haya descubierto Caboto esta tierra. En la recopilación de los viajes al Norte se lee que Caboto y otros venecianos partieron de orden del rey en 1497, y que a su regreso dieron noticia de algunos países situados al Noroeste. En las Décadas de Pedro Mártir, dedicadas a Ricardo Haskit, y en el mapa abierto para esta obra, se supone este viaje en 1496 31 . Juan Federico Bernardo dice que Caboto dispuso dos bajeles en 1513, y navegó hasta los 55° de latitud septentrional 32 . Pulgar en la Historia de la Florida33, dice que Caboto descubrió las tierras a los 56° y bajó corriendo la costa hasta los 36; que a su regreso a Inglaterra la halló sumergida en guerras civiles y de religión; que después pasó a España, y con armada que le dieron los Reyes Católicos fue a descubrir el Brasil, sin que en el primer viaje hubiera pisado la tierra. Tan incierta es la época de este viaje, que no hay seguridad en cuanto a la parte en que él se descubrió. Juan Bautista Ramusio, que en 1550 escribió sobre las navegaciones, dice que Caboto navegó a la Nueva Francia a expensas de Enrique VII, y llegó hasta los sesenta y siete grados y medio de latitud boreal, hallando siempre mar abierto, lo que le persuadió era aquel el camino para el gran Catay; pero que habiéndosele sublevado su tripulación se vio precisado a volverse34. En el discurso que el mismo trabajó sobre la tierra del Labrador, afirma que a expensas de Enrique VII descubrió Caboto la tierra de los Bacalaos, a los sesenta y siete grados y medio, de donde le hizo retirar el frío 35 . Tuano, hablando de este descubrimiento de Caboto, dice: "Primum in eam Indiarum regionem venisse Mr. Enrique Hellis lo atribuye a Juan Caboto, padre de Sebastián, quien en 1496 obtuvo despacho de Enrique VII para buscar nuevo paso para las Indias Orientales, y que en la primavera del año siguiente salió de Bristol con cuatro navios y descubrió Terranova, de donde costeó hasta el cabo de la Florida37. William Burck confiesa no hallarse instruido en las particularidades de este viaje, no obstante que funda sobre él los derechos de Inglaterra a América Septentrional 38 ; siendo de
30 31 32 33 34 35 36 37 38
Pedro Mártir, cap. II, déc. 7 a . Juan Federico Bernardo, Recopilación de viajes al Norte. Disc. Prelim. T. I,fols. 5y 19. Idem., T. I, Disc, prelim., fol. 5. Pulgar, Hist, manuscrita, fol. II. Juan Federico, T. III, fol. 4. Juan Federico, T. III, fol. 417. Tuano, Hist., fol. 48. Enrique Hellis, lib. II. William [Burck, Historia de las colonias de América, London, 1756, París, 1767] T. II, fol. 152.
RELACIÓN DEL DESCUBRIMIENTO
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notar que más adelante confiesa que los españoles fueron los que descubrieron este país y comprendían en la Florida parte de la Virginia 39 . De tanta confusión de épocas y sucesos ha nacido la contrariedad de opiniones sobre este viaje, quedando dudosas todas sus circunstancias; pues si en 1496 llegó Caboto a una isla que los españoles llamaban Florida, es prueba que éstos la habían descubierto antes, y si, como suponen Larrey y Francisco Sansobino (aunque falsamente), había Cristóbal Colón establecido en ella treinta años antes de la conquista de México el domino español, ¿qué derecho adquirió Caboto para Inglaterra con haberla visto seis años después?40, ¿ni cómo salvará Tuano el primum in eam Indiarum regionem venisse, cuando ya se supone establecido el domino español en aquella parte?. Si en ella se comprendía parte de Virginia, y los españoles fueron los primeros descubridores de aquellos países, como confiesa William Burck 41 , ¿qué derecho pretende Inglaterra, aun cuando Caboto hubiese visto desde la mar parte de sus costas?, ¿cómo puede levantar los planos que se suponen sin pisar la tierra?. Si los levantó, ¿cómo no los presentó Caboto al Gobierno, o a lo menos a su protector Pedro Mártir de Anglería? Sin duda que estos planos y viajes tienen la misma certidumbre que los que alegan los franceses; más aun cuando el viaje de Caboto fuese indispensable, y que descubriese la tierra sobre los 68°, y adquiriese derecho con sólo el acto de ver, se puede asegurar no sería su anteojo de tanto alcance que avistase Virginia y demás tierras comprendidas bajo el nombre de Florida, a no ser que la ambición sirviese de visual. Mas a pesar de las voluntariedades, contradicciones y dudosas circunstancias con que refieren los ingleses este viaje, se han creído con bastante derecho para formar colonias y establecimientos en el continente de América Septentrional y sus islas, extendiéndose en aquellos países al compás de sus intereses; han mudado los nombres de puertos, cabos, ríos y provincias, según ha convenido a su política, hasta llegar a suprimir de los mapas el nombre de la Florida, cuya vasta extensión en su dictamen se ve hoy reducida a sola la península; han formado mapas y descripciones a su arbitrio, que han adoptado nuestros geógrafos e historiadores por copiar y traducir sin examen cuanto fraguan los extranjeros, cuyos errores y los verdaderos límites de la Florida se demuestran en los capítulos siguientes.
39 40 41
William, I. II, fol. 266. Larrey, parte quinta, cap. I, en la Silva de varias lecciones. William Burck, T. II, fol. 266.
CAPÍTULO I EXTENSIÓN DE LOS PAÍSES COMPRENDIDOS ANTIGUAMENTE BAJO EL NOMBRE DE FLORIDA, REDUCIDOS DESPUÉS POR LOS ESCRITORES EXTRANJEROS, Y ADOPTADOS IMPRUDENTEMENTE POR ALGUNOS GEÓGRAFOS ESPAÑOLES
La demarcación o país que deba comprenderse bajo el nombre de Florida, ha motivado grandes diferencias entre las Cortes: los geógrafos han formado con la demarcación de sus límites un laberinto de contradicciones y sumergido los derechos de España en el caos confuso de sus relaciones. El interés, que ha sido en todos tiempos el imán de la política, ha trabajado en oscurecer la serie y verdad de los sucesos; y para dar nuevo semblante a la historia de América, se han revestido del respetable e importante nombre de filósofos, a cuya sombra ridiculizan nuestra conducta, exagerando nuestra estupidez y barbarie, y demarcan a su arbitrio los límites de las provincias, de que han nacido tantas disensiones y guerras. A los principios el nombre de Florida comprendía los dilatados países de la América Septentrional. Acosta y Solórzano dicen 42 : No se conocen límites a los países de la Florida, porque esta tierra corre tanto al norte y occidente, que no se sabe su término. Pedro Mártir de Anglería, y Villagutierre los fijan en el estrecho que creen hay a su norte, por donde dicen haber paso a la China 43 . El Inca [Garcilaso de la Vega, llamado "el Inca"] los extiende por el mediodía hasta el Océano e isla de Cuba, al levante hasta la tierra de Bacallao, y desde ésta, siguiendo por el norte, hasta el país de los Esquimaos y tierra de Labrador, y al presente hasta las Siete Ciudades 44 ; comprendiendo en este distrito todas las que poseen los ingleses en Canadá y las que sin derecho establecen al presente los americanos entre la cordillera de los Apalaches y los ríos de Mississippi y Bello. En este concepto formaron
42 Acosta, Historia Natural y Moral de las Indias, Libr. XIII, caps. XII y XXV. Solórzano, Política Indiana, lib. I, cap. IV. 43 Pedro Mártir, década 3 a , cap. VI; Villagutierre [y Sotomayor, Juan, Relación de todo lo sucedido en la Nueva España...}, lib. I, cap. II. 44 Este es el país de Quivia, en el Nuevo México. [La localización de las llamadas Siete Ciudades Encantadas de Cíbola, que se suponían en el hoy Nuevo México, constituyó un aliciente más en la conquista y exploración de América tras el relato de Fray Jerónimo de Mendieta que figura en su Historia Eclesiástica Indiana. El mito tiene su origen en la leyenda medieval de la isla de las Siete Ciudades, que se situaba en medio del océano y que se decía fundaron unos legendarios obispos que huyeron de la Península a raíz de la invasión sarracena.]
100
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sus cartas geográficas Jerónimo Chaves, Abraham Ortelio45 y otros antiguos. Torquemada dice que la Florida es una tierra continua de la Nueva España, corriendo la vuelta del norte hasta el Cabo de Labrador; tiene a su frente la Isla de Cuba, que cae al oriente, y su principio es una punta de tierra que sale a la mar, y se llama Cabeza de los Mártires46. En otra parte dice: es la tierra grande y extendida que se llama Florida; hay dos maneras de gentes, etc.; y en el capítulo siguiente añade: Otras provincias hay por todas aquellas larguísimas tierras, cuyos moradores viven vida sociaf1. Jean Laet, Ubifliet, Fr. Alonso de la Vera Cruz 48 , Gomara, el Dr. Solís de Meras 49 , el Fiscal del Rey en el pleito contra el adelantado Pedro Menéndez y otros muchos, los fijan desde el río de las Palmas50 hasta la punta de los Bacalaos, situados a los 48° y medio de latitud septentrional, y éstos fueron los límites más recibidos de los escritores, con Herrera y Pulgar; pero éstos, para mayor claridad, distinguieron la Florida en tomada, o propiamente poseída, y en Florida desconocida o deshabitada. De esta división nacieron otras subdivisiones de Florida española, francesa e inglesa, y cada una de éstas se dividió en tantas provincias y con tan diversos nombres, que llegó a desaparecer de los mapas hasta el nombre de Florida. Baiset, en su Geografía universal, da el nombre de Luisiana a todos los países que eran conocidos con el nombre de Florida, y hasta al cabo de este nombre le llama península de la Luisiana, demarcándola toda como colonia francesa 51 . Moreri estrecha la vasta extensión de la Florida a una parte de la costa del Golfo de México, diciendo: Los españoles incluyen en ella la Virginia y Nueva Francia y otros la reducen a la península de Yequesta, que es el cabo de la Florida. El Gacetero Americano dice: La Florida está situada en la parte oriental del río Mississippi, y se extiende hasta la frontera septentrional de la Carolina y Georgia. Los españoles han dado este nombre de Florida a toda aquella parte del continente que
45
[Cartógrafo y cosmógrafo (Amberes 1527-id. 1598). En 1564 publicó un mapa del mundo en ocho hojas, pero su principal obra es el Theatrum orbis terrarum, que publicó en 1570 y fue reeditado y completado con nuevos mapas.] 46 Torquemada, Monarquía Indiana, lib. XIX, cap. XX, t. III, fol. 349. 47 Torquemada, t. II, lib. XI, caps. XVI y XVII, fols. 335 y sigs. 48 [Religioso de la Orden de San Agustín, nació en Caspueñas de la diócesis de Toledo. Es autor de De iusto bello contra indos.] 49 [Natural de Avilés, en el principado de Asturias, es autor del Memorial de todas las jornadas y sucesos del Adelantado Pedro Menéndez de Avilés, y de la conquista de la Florida y justicia que hizo de Juan Ribaoy de otros franceses, 1565.] 50 Este río corre los confines de la provincia de Pánuco, que la divide de la Luisiana. 51 Baiset, Geografía Universal, t. XI, fols. 400 y sigs.
CAPÍTULO I
101
corre al norte del Golfo de México, y confina a Levante con el Océano Atlántico: hoy tiene diversos nombres, pues en estos límites se comprenden la mayor parte de las colonias inglesas, la Nueva Francia y la llamada Luisiana por losfranceses.Algunos separan la Florida de la Nueva Francia al norte, mediante las montañas de los Apalaches, y al mediodía por el Golfo de México. La Florida propiamente es hoy la península que yace entre la Georgia y el Cabo de Florida, entre los 25° y 30 de latitud y 81 y 85 de longitud occidental2. Richer53, Lacrois54, Laporta55 y otros muchos reducen a este solo cabo aquella tan dilatada provincia, que pocos años antes no se le conocían límites; y no satisfechos con desposeernos de nuestras conquistas, pasan a insultarnos. Tomás Guillermo Raynal se explica en estos términos: Bajo el nombre Florida, la ambición española comprendía todas las tierras de la América que corren desde el México hasta las regiones más septentrionales; pero la fortuna, que juega con su orgullo nacional, ha reducido después de mucho tiempo esta denominación ilimitada a la península que forma el mar sobre el canal de Bahamá^6. Laporta, en el lugar citado, añade: Yprobablemente los españoles la conservarán poco tiempo, pues es muy útil a los ingleses, para que con cualquier ligero pretexto dejen de apoderarse de ella o de obligarlos a cederla en algún tratado de paz-, y aunque ha sucedido todo lo contrario, se ve su modo de pensar en esta parte. El inglés William Burck se explica en estos términos 57 : Nuestros derechos sobre la América Septentrional están fundados sobre los descubrimientos de Sebastián Caboto, que abordó este continente en 1497: es difícil fijar los términos de las posesiones inglesas de la América Septentrional por la parte del norte y delponiente, porque por el norte me parece podríamos extender nuestros dominios hasta el mismo Polo, sin que nadie se tomase la pena de disputarlo. Por el tratado de Utrech nos cedió Francia la bahía y país de Utedon y los lugares limítrofes: si nos situamos a la parte septentrional de la Nueva Inglaterra, o tierra del Labrador, y miramos hacia el mediodía tenemos un país que se extiende desde los 61 ° hasta los 31 de latitud septentrional, cuya longitud en línea recta es de más de 1.700 millas. Este país tiene al oriente el Océano Atlántico, al mediodía algunos restos de la Florida española, aunque nuestros enemigos disputan los límites por la parte del ponente; los que se arreglan a los mapas concedidos a las colonias señalan su jurisdicción a través del continente, hasta la mar del Sur; otros
52 53 54 55 56 57
Gacetero Americano, t.I,fol. 191. Hist. de la América, t. XIX, fol. 304. Lacrois, Compendio de la Georgia, t. II, fol. 369. Laporta, t, IX, fol. 387. Raynal, t. VII, fol. 97. William Burck, Hist. de las colonias de América, t. II, fol. 153.
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SEGUNDA PARTE. TRANSCRIPCIÓN DE LA OBRA
la ciñen a las riberas del Misissippi, comprendiendo cuatro grandes lagos en nuestros dominios; pero yo no sé por qué razón se ha tomado por límite a este río más bien que a otros ríos y montañas que parecen serlo con más naturalidad. Otros lo han reducido aún más, cerrando nuestras posesiones en América con los montes Apalaches, lago Ontario y río San Lorenzo. Los franceses, acordes en esta parte con geógrafos ingleses, o más bien, los ingleses siguiendo a los franceses, cuyos mapas han copiado servilmente, señalan el principio de las posesiones inglesas en la América al mediodía de las montañas Apalaches, hacia los 44° de latitud septentrional, desde donde tiran una línea al nordeste, cortando una gran parte de las provincias de Nueva York, Nueva Inglaterra y Nueva Escocia. No es lo mismo de nuestras pretensiones sobre los ríos Ohío y Mississippi, y no puedo menos de reprender la temeridad con que algunos escritores se atreven a decidir una cuestión tan interesante al público: los unos, demasiadamente tímidos e ignorantes, han reducido nuestras posesiones; otros no les han dado otros límites que los mares del Norte y Sur: de suerte que los unos los han reducido y los otros no han conocido ningunos. Si hubiéramos tomado la precaución de señalarlos con tiempo, se hubiera salvado la vida a muchos millares de hombres, y ahorrado muchos millones; pero ya no estamos en tiempo de reparar nuestro descuido. Cuanto William Burck exclama contra los escritores y geógrafos de su nación, podemos decir que los españoles con más sólidas y justificadas razones. Nicolás Fer, geógrafo de Su Majestad Católica, no se contenta con reducir los límites de la Florida; suprime hasta su nombre, sustituyendo el de Luisiana, que da a todos aquellos países; y aunque nombra todas las provincias de aquel vasto continente, no hace memoria de la Florida, conquistando más, con su pluma, para Francia, que ha podido esta potencia lograr hasta hoy con todas sus escuadras; y al mismo cabo llama península de Luisiana, demarcándola como provincia francesa58. Don Sebastián de Oviedo, en su índice del Mundo conocido, dice que la Florida es una parte de la Nueva Francia o Canadá, cuando debía comprenderse éste en aquella, y la deja reducida a sola la península 59 . La misma descripción forman D. Nicolás Aserdén 60 y los PP. Fray Andrés Quíles Galindo, procurador general de San Francisco61, y Fray Honorato Philipono, en la Navegación al Nuevo Mundo de los monjes de San Benito62.
58
Nicolás Fer en su Geografía publicada en 1718. D. Sebastián de Oviedo, fols. 126 hasta 131. 60 Aserdén, Epítome de su Atlas. 61 P. Quíles, Memorial [del autor, presentado al Real Consejo sobre los curatos de la provincia de Yucatán que tienen y sirven los religiosos del Orden de San Francisco,] núms. 20 hasta 46. 62 P. Philipono, Navegación de los monjes de San Benito, fol. 64. 59
CAPÍTULO I
103
D. Tomás López, geógrafo de Su Majestad, después de omitir las expediciones que se hicieron a la Florida desde 1512, en que la descubrió Juan Ponce de León, hasta el viaje que Pánfilo de Narváez hizo en 1528, dice tuvo mal éxito, y añade que la que se siguió de Hernando de Soto adelantó alguna cosa más, y que habiendo muerto en esta empresa, fue cerrado en un cofre y sepultado en la mar sin ceremonia. Cualquiera que lea esta relación inferirá que Pánfilo de Narváez se contentó con abordar la costa de la Florida, y que Hernando de Soto adelantó poco este descubrimiento; pero el primero reconoció todos los puertos y ríos del golfo de México, penetró más de 280 leguas en el país con su ejército, antes de su naufragio, y después corrió todas las provincias, hasta Nueva Galicia, a donde salió algunos años después; y Hernando de Soto anduvo en tres años con su ejército más de 700 leguas, hasta el río Mississippi, en cuya corriente fue sepultado en el tronco de una encina, 300 leguas de distancia de la mar. Estas equivocaciones son muy frecuentes, igualmente que la alteración de nombres propios, como el de Narváez en Nerveo, etc., en que se demuestra la materialidad de la traducción francesa63. Pero lo que más hace a nuestro intento es que, previniendo en su prólogo que las provincias que tengan sus confines determinados las señalará (como se acostumbra de ordinario) con puntos y las que se ignoran sus límites las dejará con campo abierto para cerrarle luego que sus confines se determinen, demarca la Florida tirando una línea de puntos desde la ciudad de San Agustín hacia el norte, y cierra esta provincia entre las de Luisiana y Carolina, como si estos límites estuviesen exactamente determinados y no hubiera duda alguna sobre ellos64. No es menos de admirar el que este geógrafo de su Majestad haga fundador de la ciudad de San Agustín a Renne Laudonniére. Éste salió de Dieppe a 2 de febrero de 1562; pasó a América a las órdenes de Juan Ribault 65 , enviado del almirante Coligny; a principios de abril avistaron la tierra a los 30°; siguieron su rumbo al norte, vieron un río que llamaron Delfín 66 por los que hallaron en su boca, y el 1 ° de mayo llegaron a otro que llamaron río Mayo 67 , a doce leguas de San Agustín; en dicho río fijaron las armas de Francia, en el tronco de un árbol, y sin otra fun-
63
D. Tomás López, Atlas geográfico, fols. 31 y sig. D. Tomás López, Atlas geográfico, fols. 30 y siguiente. 65 [Colonizador francés, (Dieppe C. 1520-Fort Caroline 1565). Luchó junto a los hugonotes durante las guerras de religión; enviado por Coligny a Florida, fundó Charlesfort (1562), que fue abandonado a su regreso a Francia. En 1565 se reunió con Rene de Laudonniére, quien en 1564 había fundado Fort-Caroline. Menéndez de Avilés, gobernador español en la Florida, expulsó a los colonizadores hugonotes, y Ribault fue capturado y asesinado.] 66 Este río Delfín es el que se llama de San Agustín. 67 Hoy es conocido con el nombre de río San Juan. 64
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SEGUNDA PARTE. TRANSCRIPCIÓN DE LA OBRA
dación de ciudad, siguieron las costas siempre al norte, dando nombres franceses a los ríos que llamaron Secuana (a catorce leguas de San Mateo), Señora, Ligeris, Charianton, Garuma, Geronda, Belsún y río Grande, y sin tocar en el río Jordán, pasaron a otro que llamaron Bellabuer, y después hasta el de Puerto Real y Cabo del Lobo, situado sobre 32°; y últimamente, al río a que dieron el nombre de Libóme, en cuya boca se formaba una deliciosa isla, y en su orilla construyeron un pequeño fuerte con el nombre de Carolina, en que se quedó Alberto Ribault con 26 soldados de guarnición: los demás franceses, sin haber edificado ciudad ni otra población, regresaron a Dieppe, en donde fondearon en 2 0 de junio. Cárdenas, hablando de Soto, dice Navegó después de haber dado nombre al puerto de San Agustín, sin ver rastro de franceses hasta el día siguiente por la tarde, que vio cuatro galeones fondeados en la boca del río Mayo, en donde estaban a distancia de doce leguas de San Agustín: ni los franceses hicieron otra cosa en el sitio de San Agustín que mudar el nombre de su río en el de Delfín 6 8 . El río Libóme, en que hizo Ribault el fuerte de la Carolina, es el mismo que Lucas Vázquez Ayllón 6 9 había descubierto cuarenta y dos años antes, y dio el nombre de río y cabo de Santa Elena, situado en 32° 1/2, y reconoció la costa hasta los 37. En 1564 repitieron su viaje los hugonotes, y en la boca del río Mayo construyeron un fuertecillo a que llamaron Charlesfort, habiendo abandonado uno y otro después de haber asesinado a Ribault; y no volviera ninguno a Francia si un inglés por acaso no los recogiera 70 , sin pensar en otro establecimiento por entonces, y mucho menos en el de San Agustín, cuyos cimientos echó el capitán Pedro Menéndez, como se dirá en su lugar. Don Francisco Álvarez, natural del Principado de Asturias, en las noticias del establecimiento y población de la América Septentrional, que dice ha sacado de varios autores (siendo en la realidad una materialísima traducción impresa en Madrid en 1778), reduce nuestras posesiones de la Florida a sólo su cabo o península, y añade que los españoles se apoderaron de este país en 1565, y construyeron
Cárdenas, Ensayo cronológico, fol. 74. [Administrador y conquistador español (Toledo, 1475-En la costa de Gualdape, 1526. Desde 1500 tomó parte como licenciado en derecho en la administración de justicia en La Española (oidor de la audiencia en 1511). Medió sin éxito en las disputas entre Cortés y Velázquez, y desde 1521 realizó o envió diversas expediciones al norte de la Florida (que quizás llegaran hasta Virginia), primero para adquirir esclavos y luego (desde la firma de unas capitulaciones en 1523) para establecer colojiias. En junio de 1526 emprendió una gran expedición, en el transcurso de la cual fundó San Miguel de Gualdape o Guandape (de localización imprecisa en la costa de las Carolinas o de Virginia). Murió en el transcurso del viaje de regreso a Nueva España. Se conservan de él relatos de sus viajes.] 68 69
70
Cárdenas, Ensayo cronológico, fol. 47.
CAPÍTULO I
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el fuerte de San Agustín; siendo constante que Juan Ponce de León tomó formal posesión en 1512; al río Mayo llama May, a la Mobila, Moubile, a Diepa, Diepe 71 , con el mismo castellano que D. Tomás López llama a Pánfilo de Narváez, Nerveo, y a la Mobila, Mobil, etc.72. El P. Murillo, en su Geografía Histórica de la América, dice73: La Florida comprendía desde el río de las Palmas, que es el confín con Panuco (en 22a), hasta la punta de Bacalaos, en 48° H2 de latitud; se ha costeado y descubierto desde el río de las Palmas hasta la punta de Santa Elena y río Jordán, que son seiscientas leguas: hoy tiene la Florida términos más estrechos; está al oriente del río del Norte y Nuevo Reino de León, empezando desde el río de las Palmas al sur de los lagos de Canadá y al poniente sobre el Océano que divide la Europa de la América, y al norte sobre el golfo de México: la atraviesa de norte a sur el río Mississippi; es tierra pobre, no se ha hallado oro ni plata, aunque sí perlas y aljófar, y cuanto a Mr. Mallet, a quien copia, añade: la descubrió Sebastián Caboto, enviado por Enrique VIL de Inglaterra, año de 1496-, y poco después: esta tierra se llamaba Cautio; la descubrió Juan Ponce de León, gobernador de Puerto Rico, a 2 de abril de 1512, y la llamaron Florida-, en otra parte 74 : en la costa oriental está San Agustín, que es último pueblo de españoles, pues el de San Mateo pertenece a los ingleses, y está en la Carolina en 30°. Omitiendo por ahora reflexionar sobre las graves equivocaciones que padece este autor en su descripción, sólo advertiré la de que no sólo han costeado y descubierto los españoles hasta Santa Elena y río Jordán, pues consta que Lucas Vázquez de Ayllón subió sobre los 37°, y Pedro Menéndez Valdés, sobrino de Pedro Menéndez de Avilés75, pasó y sondeó más arriba de la costa, fundó muchos pueblos, y llegamos a tener 40 de Misiones, algunas a más de 150 leguas de San Agustín; y es de admirar que este escritor cierre los límites de la Florida a las puertas de la misma capital, cuando sus establecimientos estaban tan avanzados76. 71
Noticia del establecimiento de las Colon. Amer., fol. 144. Tomás López, Atlas Americ., fols. 35 y siguientes. 73 Murillo, Geografía Histórica, t. IX, fol. 158. 74 Murillo, Geogr. Hist., fol. 164. 75 [Marino español (Avilés, 1519-Santander 1574). En 1556 fue designado capitán general de la flota de las Indias. En 1565 con el título de adelantado y gobernador de la Florida, partió hacia aquellas tierras con la misión de expulsar a los hugonotes franceses, que protegidos por Coligny se habían instalado allí. Después de un accidentado viaje -sólo llegaron a América cinco naves de las diecinueve que partieron de España—, no pudo atacar el Fort Caroline por falta de fuerzas, y tuvo que replegarse hacia el sur donde fundó (8 de sep. 1565) el fuerte de San Agustín. Tras una cruenta matanza, Fort Caroline cayó en manos de España que lo bautizó con el nombre de San Mateo, y poco después se puso fin al intento francés de conquistar Florida. En 1567 Felipe II le nombró gobernador de Cuba, lo que favorecía sus proyectos de fortificar toda la costa de Florida (fuertes de Santa Elena, Tampa, etc.). 72
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SEGUNDA PARTE. TRANSCRIPCIÓN DE LA OBRA
Sería asunto prolijo de examinar las descabelladas descripciones que hacen de esta provincia nuestros geógrafos, por copiar sin el debido examen y precaución las que publican los extranjeros con mapas formados de intento, en que sustituyen o corrompen los nombres propios de los lugares de nuestras conquistas, trastornándolas por ignorancia o suprimiéndolos por malicia, para extender con este arbitrio los límites de sus usurpaciones: de que han nacido tantas confusiones en la geografía de nuestra América, que si no se ataja con tiempo el pernicioso abuso de permitir los mapas extranjeros, llegará el caso de que no entendamos nuestras relaciones de viajes y conquistas; pues este mal va en aumento, y cada día causará mayores ruinas si no se forman de propósito en España, según los documentos más auténticos que se conservan en nuestros archivos, que, aunque con mucho trabajo, se puede hallar a luz la verdad, no sólo de los escritores más antiguos y autorizados, sino también en documentos auténticos, y convencer la malicia de unos y las equivocaciones de otros de que se ha valido Inglaterra para usurpar a España la América Septentrional, y últimamente la provincia de Gaule, a que llaman Georgia; siendo muy de notar que confesando todos los antiguos límites de la Florida, no expresen la razón en que se fundan para reducirlos hoy a tanta estrechez77. Verdad es que el art. 7 o del Tratado de Paces entre Gran Bretaña y España, ajustado en Madrid a 18 de julio de 1670, dice: Que el Rey de la Gran Bretaña, sus herederos y sucesores gozarán, tendrán y poseerán perpetuamente con pleno derecho de soberanía, propiedad y posesión, todas las tierras, provincias, islas, colonias y dominios situados en la India Occidental, o en cualquiera parte de América, que el dicho Rey de la Gran Bretaña y sus súbditos tienen y poseen al presente; de suerte, que ni por razón de esto ni con cualquiera otro pretexto pueda ni deba pretenderjamás alguna otra cosa, ni moverse de aquí controversia alguna. La vaga expresión de las palabras las tierras que tienen y poseen al presente, sin expresar cuáles, ha sido el origen de las contestaciones sobre este particular, aunque es fácil demostrar con cuánta voluntariedad han publicado planos y descripciones de estas partes los ingleses y han adoptado los nuestros sin examinar las tierras que ocupaban los ingleses en América cuando se hizo el tratado que les da derecho a las colonias que entonces poseían y los grandes países que posteriormente han usurpado; los medios de que se han valido y los verdaderos límites a que
Durante su gobierno se levantó la primera carta geográfica de las Bahamas y de la costa de Cuba y Florida. Murió en 1574, preparando la Armada Invencible, de la que fue nombrado Capitán General.] 76 Juan Diez de la Calle, Historia Mss., t. I. 77 Adiciones y aclaraciones, nota núm. 2.
CAPÍTULO I
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deben ceñirse las de los americanos; pues éstos no pueden legitimar las cesiones que les han hecho aquellos de lo que no les pertenece, como se demostrará con claridad refiriendo la serie de los sucesos desde el primer descubrimiento de la Florida por el capitán Juan Ponce de León.
C A P Í T U L O II DESCUBRIMIENTO DE LAS COSTAS DE LA FLORIDA POR EL CAPITÁN JUAN PONCE DE LEÓN
El capitán Juan Portee de León pasó en 1 4 9 3 a la isla Española, en el segundo viaje del almirante D. Cristóbal Colón, y después de haber reducido y gobernado la provincia de Hyguei, en dicha isla, fue al reconocimiento de la de Puerto Rico, en donde su prudente conducta y humanidad, ganó la confianza y amor de los indios, de quienes oyó varios secretos y tradiciones de sus mayores. La que más fijó la atención de Juan Ponce, filé la creencia en que estaban los isleños, de que en la isla de Bimini 7 8 había una fuente que llamaban Santatán,
y
en las tierras situadas a su
norte un río, cuyas aguas aliviaban a los hombres de todos los achaques de la arrugada vejez, comunicando el vigor y gracias de la mocedad a los que tenían la fortuna de beberías o de bañarse en ellas. Juan Ponce de León 7 9 , o porque creyó posible esta quimera, o, lo que es más regular, para aprovecharse de las opiniones y extravagancias de los que pensaba empeñar en el logro de sus proyectos, manifestó dar tanto crédito a la tradición de los indios, que los escritores le declararon comprendido en la sandez de esta creencia; pero como todos confiesan su gran prudencia y buen juicio, es de presumir quisiese discretamente dar valor a esta fábula para encender los ánimos de los que necesitaba para realizar sus grandes ideas.
78
Es una de las islas Lucayas, situadas en el canal de Bahama.
79
[Conquistador español (Santevós de Campos, Valladolid, 1 4 6 0 - C u b a 1521). Una opinión
muy extendida, pero no comprobada, la asocia al segundo viaje colombino (1493). En 1502 marchó a la Española con Ovando, y participó en la conquista de la isla. En 1508 pasó a Borinquem —actual Puerto Rico—, donde fue bien recibido por el cacique Agiieybana. De regreso a La Española, tras una primera negativa de Diego Colón, logró, gracias a Ovando, que estaba en España, el cargo de gobernador de Borinquem (1510). Su mandato se caracterizó por las continuas revueltas indígenas, motivadas por la dureza del régimen de encomiendas y que explican la lentitud de la colonización de la isla. Destituido antes de lograr la total pacificación, formó unas capitulaciones para ir en busca de Bimini (febrero 1512), ubicación de lo que él creía ser la "Fuente de la juventud". Partió de Puerto Rico, cruzó varias de las islas Lucayas y arribó a Florida ( 1 5 1 3 ) , donde en 1 4 9 8 ya habían estado Vicente Yáñez Pinzón y Américo Vespucio. Ante la hostilidad de los indígenas, regresó a Puerto Rico sin haber hallado a Bimini. En 1514 obtuvo otras capitulaciones, pero hasta 1521, impedido por la reciente conquista de México, no partió de nuevo hacia Florida. Desembarcó en la costa occidental, y herido en un combate, pasó a Cuba, donde murió.]
110
SEGUNDA PARTE. TRANSCRIPCIÓN DE LA OBRA
La historia misma de América nos ofrece repetidos ejemplares de esta conducta: la previsión de un eclipse, un monte de oro imaginado, la alusión de un nombre, un imperio fabuloso, ciudades quiméricas, y aun las fábulas más ridiculas admitidas en la apariencia y aprovechadas con oportunidad, facilitaron a sus conquistadores feliz éxito en las más arduas empresas. Lo cierto es, que esta fábula dio nuevo impulso a sus antiguos pensamientos de descubrir nuevos países; para esto armó tres bajeles o navios, en el puerto de San Germán 8 0 , resuelto a buscar las tierras en que suponían las prodigiosas aguas; se hizo a la vela de aquel puerto, pasó al de la Aguada 8 1 , y en 3 de marzo de 1512 tomó el rumbo de las islas del canal de Bahama, llegó a las de Guanani, tocó en las del Viejo y otras de las Lucayas, gobernó al noroeste, hasta el 27 de marzo, que vio tierra a la altura de 30° y 8', y dio el nombre de Florida a la que los naturales llamaban Yaguaza 82 , y según otros, Cautio 8 3 : corrió su costa buscando puerto; el 8 de abril desembarcó, hizo aguada y tomó posesión de la tierra en nombre del rey; la poca seguridad del fondeadero le precisó a levarse; siguió al poniente, surgió en diferentes partes de la misma costa, repitiendo los actos de posesión; pero atacado de los indios con valor extraordinario, y viendo inútiles todas sus diligencias para atraerlos a la paz, reembarcó sus heridos, y se hizo a la vela siguiendo las aguas de uno de sus bajeles que habían arrastrado las corrientes del canal, hasta el cabo de la Florida 84 . Fondeó junto al pueblo que los indios llamaban Abayoa, y después de algunas conferencias con los naturales, dobló el cabo de Corrientes, navegando entre las islas de los Mártires, hasta dar fondo en el puerto que llamó de Juan Ponce 85 para hacer aguada: los indios le formaron una emboscada y pelearon con tan bárbaro denuedo que lo precisaron a reembarcar sus soldados. El día 4 de junio se hizo a la vela, siguiendo la costa al norte y sur; y reconocida gran parte de su dilatada extensión, el tiempo le obligó a arribar sobre la costa de Cuba, desde donde despachó los pilotos Juan Pérez de Utulbia y Antón de Alaminos 86 , para que reconociesen el grupo de islas que forman el canal de Bahama, y el
Hoy se llama de Cabo Rojo; es el más occidental de la isla de Puerto Rico. Hoy se llama San Carlos de la Victoria, al noroeste de dicha isla de Puerto Rico. 8 2 Son provincias distintas y con distintos nombres a la parte de San Agustín. 8 3 Daban el de Yaguaza, y a la punta de la Florida el de Cautio. 8 4 En la punta más meridional del continente de la Florida y la entrada del sur del canal de Bahama situada en los 25° de latitud, habitada de los indios Tequestas, que recibieron de guerra a Juan Ponce, y después redujo el Adelantado Pedro Menéndez. 8 5 Este puerto es uno de los que hay en la bahía de Carlos, situado al norte de la península en latitud de 27 grados. 80 81
8 6 [Antonio de Alaminos, navegante español nacido en Palos C. 1475. Participó en el segundo viaje de Colón (1493) y en 1512 aparece como piloto de Juan Ponce de León; ambos realizaron varias
CAPÍTULO II
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regreso a Puerto Rico, donde llegó a fines de septiembre, y poco después los dos pilotos, comisionados con la noticia de haber hallado la isla de Bimini, aunque no la prodigiosa fuente que había sido pretexto para hacer esta jornada tan interesante para sus descubrimientos, como ridiculizada por la quimera que se creyó motivarla. El año siguiente de 1513 pasó Juan Ponce de León a España, a informar al Rey de este viaje, y particularmente de las ventajas que ofrecía el canal de la Florida para abreviar la navegación de América a España; pidió la conquista de las islas y tierra descubierta, obligándose a reducirla con trescientos hombres y poblarla en el término de tres años, dándole SM. en recompensa el título de Adelantado de la Florida e islas de Bimini, con otras gracias que se estipularon, mas no tuvo efecto esta expedición hasta el año de 1520, porque cuando se disponían para ella, llegaron al Rey los clamores de Puerto Rico, pidiendo socorro contra los frecuentes ataques de los caribes de las islas de Barlovento. Este accidente determinó a suspender la expedición de la Florida, y a dirigirla contra los caribes, al cargo del capitán Juan Ponce de León, para la cual salió en 15 de mayo de 1515; pero habiendo sufrido un descalabro en la isla de Guancane 87 , se retiró confuso y melancólico a su casa de Puerto Rico, enviando su armamento contra los de tierra firme, olvidándose de la población de la Florida, que había contratado con el Rey. Mas como ya en este tiempo se había divulgado la noticia del descubrimiento de la Florida entre los vecinos de la isla de Cuba, pasaron a ella con el piloto Miruelo, quien recogió de los indios de la costa porción de oro, a cambio de bujerías. Esta buena suerte avivó los deseos del capitán Francisco Fernández de Córdoba 8 8 y del piloto Alaminos, quienes en 1517 desembarcaron en la costa occidental de la península, en el puerto de Juan Ponce, en donde hicieron aguada, y estando para reembarcarse, los sorprendieron los indios, hirieron a Alaminos y a algunos soldados, llevándose vivo a uno llamado Berrio. Este suceso no desanimó al piloto Alaminos: pasó a Jamaica, y resolvió a su gobernador, Francisco Garay 8 9 , a que
expediciones al norte de las Antillas que culminaron con el descubrimiento definitivo de la Florida (27 de marzo 1 5 1 3 ) . En su primer viaje a Florida, descubrió la corriente del Golfo y fue el primero en utilizarla para la navegación.] 87
Esta es la isla que hoy se llama de Guadalupe.
88
[Navegante español muerto en Cuba en 1 5 1 8 . Establecido en Cuba como encomendero, salió
el 8 de febrero de 1 5 1 7 con una expedición que debía explorar las costas del golfo de México, y recorrió por primera vez las costas del Yucatán. A su regreso tocó Florida, que había descubierto cinco años antes Ponce de León. Murió al poco tiempo de desembarcar en Cuba.] 89
[Muerto en México en 1 5 2 3 . Acompañó a Cristóbal Colón en su segundo viaje a las Indias
( 1 4 9 3 ) , y se estableció en La Española. En 1514 fue nombrado gobernador de Jamaica. Obtuvo una capitulación de los jerónimos ( 1 5 1 8 ) para explorar la costa entre Florida y el Pánuco (golfo de México) en busca de un estrecho. Ignorando que Hernán Cortés había tomado posesión de aquellos terri-
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SEGUNDA PARTE. TRANSCRIPCIÓN DE LA OBRA
armando tres carabelas pasase a la Florida, y en 1519 recorrió su costa, observó que era tierra firme unida al continente de México; salió diferentes veces a tierra, aunque los indios le precisaron a retirarse. Lucas Vázquez de Ayllón, oidor de la Audiencia de Santo Domingo, en compañía de otros vecinos, armó dos navios para ir contra los indios caribes, y embarcándose en ellos con el piloto Miruelo, fué arrojado a la costa oriental de la Florida, aportó a la provincia de Chicora, a donde llegó el día de Santa Elena, y dio este nombre a su cabo y puerto 9 0 , y después a la de Duaharhe; pasó a la de Xapida, Itha, Xumunaumbe, Thie, Arambe, Xucaya, Tamacea, Cohoth, Pahor, Incignabin y otras de la costa, en donde fueron bien recibidos y regalados de los caciques, especialmente del llamado Datha, que era el más principal de todos: reconocieron estas provincias y ajustaron paz y amistad con sus habitantes; pero la ambición de los armadores eclipsó la gloria y ventajas de estos descubrimientos. Lucas Vázquez, abusando de la buena fe y confianza de los indios, los convidó a sus naves, en que entraron hasta ciento treinta, y haciéndose de repente a la vela se llevó forzados a los que con tan generosa voluntad le habían recibido y regalado. Pereció una de las naves en el viaje; la otra llegó al puerto de Santo Domingo, en donde pareció muy mal el procedimiento; sin que esto le impidiese hacer presente al Rey estos servicios, solicitando la conquista y población de esta tierra, desde los 35 hasta los 37°, que se le concedió en 1521. Juan Ponce de León, primer adelantado de la Florida e islas de Bimini, retirado en su casa hasta este año, pasó con dos navios a la Florida, para dar cumplimiento a su contrata; pero no fue mejor recibido en esta ocasión que en la primera, y se vio precisado a sostener porfiados reencuentros, en que perdió ochenta hombres, y quedando él tan mal herido, se retiró a la isla de Cuba, en donde murió poco después, o de las heridas de los indios, o de las que le hizo dar su mujer por mano de un esclavo 91 . En su sepultura se lee el epitafio siguiente 92 :
torios, envió al Pánuco una expedición, dirigida por el capitán Diego Camargo, quien chocó con Cortés. El gobernador de Jamaica se rindió a Cortés, que le llevó a México, donde murió a los pocos días.] 9 0 Hoy es el que los ingleses llaman Carolina del Sur o Charlestown, en 33°, en donde Juan Ribault intentó su primera población con el nombre de Carolina, en cuya inmediación, tierra adentro, Pedro Méndez Márquez erigió el pueblo de Santa Elena y castillo de San Felipe. 91 Algunos atribuyen la muerte de Juan Ponce de León, no a las heridas que recibió en esta jornada, sino a la perfidia de su mujer, que lo hizo asesinar por un esclavo estando durmiendo en su cama, por cuyo delito fué desterrada a la Florida, en cuya costa naufragó, y fué asesinada por los indios. 9 2 Década 3. a , Herrera, lib. I, cap. XIV, fol. 241. Castellanos Cant. Pulgar, Hist. Ms.
CAPÍTULO I I
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Mole sub hacfortis requiescunt ossa Leonis. Qui vicitfactis nomina magna suis^.
Don Luis Ponce de León, que heredó a su padre en los títulos de la Florida 94 no dio providencia alguna para verificar la población contratada por su padre; pero pasó a ella el licenciado Lucas Vázquez de Ayllón con tres navios y doscientos hombres, dio principio a un pueblo en la provincia de Chicora, junto al río que había llamado Jordán, y cuando ya empezaba a gozar el fruto de sus trabajos, confiado en la sumisión y buena correspondencia que manifestaban los indios, éstos, que no habían olvidado el robo de sus paisanos, sorprendieron una noche a los españoles establecidos ya en dos pueblos diferentes, quitaron la vida a la mayor parte de ellos, y Lucas Vázquez, mal herido, huyó con los que pudieron escaparse a Santo Domingo 95 . Juan Verrazzano, florentino, corsario de Francia, salió el 17 de enero de 1524 de la isla de Madeira, avistó las costas del Canadá, y siguió hasta los 34 o96 . El piloto Esteban Gómez, español, que fue al norte en busca del deseado paso para la China, costeó toda la América septentrional hasta la Florida97. En 1526, Nicolás Don, de nación inglés, expuso al Emperador Carlos V, que navegando a los Bacalaos le sobrevino un temporal, con el cual corrió las tierras situadas al norte del Canadá, que dijo eran de la demarcación de España, y pidiendo licencia para rescatar en ellas, ofreció la cuarta parte de lo que adquiriese, y se le concedió: sucesivamente se hicieron diferentes viajes a estas partes, aunque sin hallar el deseado paso a la India Oriental, que era el objeto de estas expediciones. Pánfilo de Narváez98 hizo asiento con el Rey para descubrir y poblar las tierras situadas entre el río de las Palmas y la costa oriental de la Florida, de que se le despachó título de Adelantado. En su consecuencia, el 17 de junio de 1527 salió de Sanlúcar con cinco navios, llevando a Fr. Juan Xuárez, presentado para Obispo de aquel distrito, con ocho misioneros, 600 hombres y algunas familias; el 4 de abril
93
Adiciones y Aclaraciones, Nota. Núm. 4.
94
Herrera, tom. II, década 3 a , fol. 24.
95
Cárdenas, Ensayo Cron.,fol.8.
96
Herrera, tomo. II, lib. IV, década 3 a , fol. 190. 97 Herrera, década 3 o , lib. X, fol. 289. 98 [(Castilla 1470-golfo de México 1528). Primero pasó a Jamaica y de allí a Cuba, donde desempeñó, a las órdenes de Velázquez un papel de primer orden en la conquista de la isla (1514). Fue nombrado contador de Cuba en 1516. En 1526 consiguió una capitulación para la conquista de Florida, donde llegó en abril de 1528; tras una frustrada expedición por el interior en la que llegó hasta los Apalaches, murió frente a las costas de Texas, con la mayor parte de sus hombres.]
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SEGUNDA PARTE. TRANSCRIPCIÓN DE LA OBRA
de 1528, con grandes tormentas llegó a la bahía que llamó de Santa Cruz"; tomó posesión de la tierra en nombre del Rey, y caminó por los Apalaches más de doscientas ochenta leguas, en las cuales sostuvo muchos reencuentros con los indios: padeció tanta hambre, sed, desnudez y desventuras, que apenas llegó con algunos de los suyos a la bahía de Caballos, en donde construyó cinco barcas para salvar en ellas las reliquias de su ejército; pasó a la isla de Mal-hado, en donde murieron de miseria, menos Alvar Núñez y otros seis, que después de indecibles trabajos salieron a la Nueva Galicia en el mes de mayo de 1536 100 . Aquí se ve cuántas provincias habían descubierto los españoles antes que Ribault ni Laudonniére pisasen estas costas, que no vieron hasta años más adelante, como se dirá después de referir la jornada de Hernando de Soto, que corresponde en este lugar.
99
Está en la ensenada de México en 29°, y es la que D. Tristán llamó Santa María en 1558, y el almirante D. Andrés Pes añadió el apellido de Gálvez por el Conde de este nombre, que era virrey de México cuando se pobló y fortificó en el año de 1693. 100 Herrera, t. III, década 4, fol. 26. Cárdenas, Ensayo, fol. 10.
C A P Í T U L O III VIAJE Y DESCUBRIMIENTO DE LA FLORIDA POR EL ADELANTADO HERNANDO DE SOTO
Hernando de Soto, natural de Villanueva de Barcarrota 101 , que había militado con particular distinción y crédito en Castilla del Oro y provincia de Nicaragua, pasó después al Perú, por teniente del marqués D. Francisco Pizarra 102 ; mas no pudiendo conformar su integridad y celo del real servicio con las revoluciones y bandos particulares que ocurrieron en la conquista de aquellos reinos, se retiró a España, y el Señor Carlos V le dio el gobierno de la isla de Cuba, con orden de conquistar y poblar la Florida, concediéndole el título de Adelantado y de marqués en un territorio de treinta leguas de largo y quince de ancho, en la parte que quisiese elegir de lo que conquistase, y la Capitanía general y Gobierno de la Florida. Con estos cargos salió de Sanlúcar el 6 de abril de 1538 con diez navios y 1.950 hombres, que desembarcó en Santiago de Cuba; tomó posesión de este Gobierno, y dejando por su Teniente Gobernador a Juan de Rojas, se hizo a la vela el 12 de mayo de 1539; llegó a la bahía que llamó de Espíritu Santo 1 0 3 el día I o de junio, y el siguiente desembarcó 350 caballos, 900 infantes, ocho religiosos y cuatro clérigos, y con la mayoí solemnidad tomó posesión de la tierra en nombre del Emperador Carlos V. Los indios de la costa, que salieron a incomodarle, fueron rechazados; pasó al pueblo del cacique Hirrihiagua 1 0 4 , distante dos leguas de la bahía del Espíritu Santo, y le fue preciso usar de las armas, siendo inútiles todos los halagos con gente tan feroz, que había dado cruel muerte a todos los que quedaron de la armada de Pánfilo de Narváez 105 , menos a Juan de Ortiz, a quien los de Soto recogieron y sirvió de intérprete y buen soldado en esta expedición.
101
[Ver nota en la carta de entrega del manuscrito.]
102
[(Trujillo 1478-Lima 1541). Conquistador de Perú.]
103
Esta bahía está en la ensenada de Carlos, en 27° 45'.
Herrera, t. 4, déc. 6 a , fols. 164 y siguientes. Garcilaso de la Vega y Guillermo de Lille, Hist. de la Florida. 104
1 0 5 [Conquistador español. Valladolid o Cuellar 1470 o 1450-en el golfo de México, 1528. Contador de la Isla de C u b a (1516), en 1526 consiguió una capitulación para la conquista de Florida, donde llegó en 1528. Murió ese mismo año frente a las costas de Texas con la mayor parte de sus hombres.]
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SEGUNDA PARTE. TRANSCRIPCIÓN DE LA OBRA
Hernando de Soto se empeñó en sufrir los repetidos insultos de los indios para atraerlos a la paz, que procuró por todos los medios, aunque inútilmente. Despachó algunos bajeles de su escuadra a Cuba, para que trajesen pertrechos y víveres, y dejó en el puerto 40 caballos y 80 infantes de guarnición y dos bajeles para que buscasen otro puerto y reconociesen las costas. Dadas estas disposiciones, pasó con su ejército a las tierras de cacique Mucozó. Siguiendo el rumbo del nornoreste, atravesó las de Urribarracuxi, hasta las de la provincia de Acuera, en cuyo tránsito perdió 50 hombres en diferentes ataques que sostuvo de los indios que le dificultaban el paso de los ríos y lagunas que inundan el país; siguió su marcha al norte, alimentándose con bellotas, nueces y frutas silvestres hasta las tierras de Ocaly, que distaban veinte leguas, viéndose obligado a abrirse paso en las armas y a echar puentes sobre los ríos, que defendían los indios por uno y otro lado. Pasó el ejército a Ochile, que sorprendieron antes de amanecer: los indios hicieron resistencia; pero viéndose cercados por todas partes, y que los españoles trataban bien a los que prendían, se entregaron. Esta provincia estaba dividida entre tres hermanos: el principal, llamado Vitachuco, quiso bajo el velo de la amistad sorprenderlos y acabarlos cuando los viese descuidados. Para esto formó en batalla 10.000 indios, apoyados a la izquierda de un monte y a la derecha de dos grandes lagunas, este ejército tenía sus armas en tierra, cubiertas con la hierba. Vitachuco manifestó al Adelantado deseaba viese sus tropas formadas, el Adelantado admitió el convite, y como ya estaba instruido de la pérfida intención de Vitachuco por su espías, le dijo que también deseaba viese a los españoles en orden y modo de pelear. Salieron éstos formados, guiados del Adelantado, que marchaba a pie en compañía del cacique, y ambos con una misma intención de sorprender a su contrario; pero Hernando de Soto, cuando llegó al frente de los enemigos y conoció que Vitacucho iba a ejecutar el golpe, lo previno, y cargando sobre él y sus indios, después de un reñido y porfiado combate los deshizo: se refugiaron al bosque y a una laguna, desde donde pelearon hasta que se les acabaron las flechas, pero sin querer salir, y fue preciso sacarlos a unos con ruegos y a otros por fuerza; quedando prisioneros con Vitachuco los que no murieron en el combate. Vitacucho, despreciando la vida que acabada de perdonarle el Adelantado, pensó quitársela a éste con nueva traición: mandó a los indios diesen muerte a todos los españoles mientras comían, y que él haría lo mismo con el Adelantado. El día séptimo después de la traición anterior, estando comiendo se echó sobre el Adelantado, y acabara con él si los que estaban a su lado no lo pasaran a puñaladas: mil indios que servían en el campo se arrojaron sobre los españoles, al mismo tiempo; pero éstos se dieron tan buena maña, que a palos, piedras y cuchilladas mataron a todos los agresores.
CAPÍTULO I I I
117
Cuatro días después pasó el ejército un río en balsas, con mucho trabajo por la oposición de los indios, quienes repitieron las emboscadas hasta Osachile, cuyo pueblo hallaron desierto. De algunos indios que arrestaron, supieron la resolución de su cacique, de hacer guerra a los españoles mientras estuviesen en su provincia; y Hernando de Soto, deseoso de evitarla, pasó a la de Apalache. En el camino, junto a una ciénaga, se trabó un fuerte combate con los que lo defendían, y hubo muertos y heridos de ambas partes. Siguió el ejército su marcha con indecible trabajo por la espesura de los montes, en que habían atravesado vigas y estacas para retardar la marcha y aprovechar con más seguridad los tiros de su flechas, y fue preciso abrir el paso talando y quemando el bosque, y esgrimiendo las espadas, por no poder aprovechar la caballería para forzar las trincheras atravesadas en los montes y pasos de los ríos: vencidas todas las dificultades, entraron en el distrito de Apalache, y aunque se aumentó el número de los enemigos, fueron vencidos y puestos en huida con el Capafi o Señor de la provincia. Los españoles se alojaron en el pueblo principal y se fortificaron; corrieron el país por todas partes; recogieron víveres para pasar el invierno y descansar de las dobles molestias padecidas en las ciento cincuenta leguas andadas desde la bahía del Espíritu Santo, a donde envió al capitán Juan de Añasco con 30 caballos para que trajese al capitán Calderón y la tropa que había dejado a su cargo en aquel puerto; lo que ejecutó con admirable valor, a pesar de los grandes ríos, lagunas, y multitud de enemigos, que supo vencer en once días que tardó en andar las ciento cincuenta leguas, sin haber perdido más de un soldado, que murió de fatiga sobre su caballo. Los 40 caballos y 80 infantes que estaban en la bahía del Espíritu Santo, parte salieron por mar en dos bergantines con el capitán Añasco, y los demás hicieron el viaje a cargo del capitán Calderón, que fue muy molestado de los indios en toda la marcha, en la que le mataron doce soldados y algunos caballos; llegó a Apalache, y Juan de Añasco al puerto de Aute, y ambos se juntaron con el Adelantado, quien hizo asegurar el camino hasta el puerto de Aute. Mandó a Diego Maldonado reconocer las costas del golfo, y después que pasase a Cuba para recoger víveres, y los pobladores que quisiesen venir a establecerse en el puerto de Achusi 106 : durante el invierno hizo reconocer la tierra; pero los indios los estrecharon tanto, que apenas salían los españoles de sus alojamientos sin que fuesen heridos; perdieron algunos hombres y caballos, y hubo acciones de mucho valor de una y otra parte 107 .
106 107
Este es el puerto de Santa María de Gálvez, hoy Pensacola. Herrera, t. IV, déc. 7 a , lib. I, fol. 17.
SEGUNDA PARTE. TRANSCRIPCIÓN DE LA OBRA
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Llegada la primavera, tomó guías y salió el ejército a campaña, marchando para el norte; al tercer día llegaron a un pueblo situado en la península que formaba una ciénaga, bien defendida con puentes y estacadas; en dos días que se detuvieron en este pueblo, perdieron siete hombres. En otras dos jornadas llegaron al primer pueblo de la provincia de Atalpha, que hallaron desamparado; arrestaron seis indios capitanes, quienes con mucho denuedo dijeron a Soto: "¿Quieres paz o guerra?" y asegurándoles que sólo pedían paso libre y víveres, los guiaron diez días con rumbo de norte a sur, por las riberas de un río 108 , hasta Achalaqui: entre éstos hallaron muchos ciegos 109 , el Cacique los admitió de paz, y también el de la provincia de Cofachiqui. Descansaron cinco días y pasaron a Cofachiqui; cuyos habitantes salieron a recibir el ejército, vestidos de ricas pieles de martas, adornados de hermosos plumajes y con gran abundancia de víveres; los acompañaron 4.000 indios de carga y otros tantos de guerra, por un desierto de siete jornadas que mediaban hasta Cofachiqui. Gobernaba esta provincia una señora bizarra y discreta: luego que tuvo noticia de la llegada de los españoles, y que venían de paz, se embarcó en sus piraguas, y con lucido acompañamiento bajó por el río a visitar al General; la habló con gran despejo, y después de regalarse mutuamente, proveyó todo lo necesario para el buen hospedaje de los españoles; les franqueó sus almacenes y templos, en donde tomaron porción de perlas que tenían en los cementerios; el General no quiso cargar riquezas que pudieran embarazar el libre uso de las armas, aunque, a instancia de los oficiales reales, permitió llevasen para su Majestad veinte arrobas, que habían pesado, de tamaño considerable. La señora se quitó una sarta de perlas que llevaba al cuello, y la presentó por mano del intérprete Juan Ortiz al General, diciendo no se la ofrecía por su propia mano, por guardar la honestidad y recato que debía una mujer: el Adelantado admitió la fineza y correspondió con un precioso rubí que llevaba en una sortija. Pasó el ejército el río en balsas y llegó a Tolomeco; todo el país era fértil, tenían grandes almacenes de armas primorosamente trabajadas y barnizadas de colores tan fijos que parecían esmalte, gamuzas, martas y rica peletería; hallaron cobre muy fino: se despidió de la señora de Cofachiqui, cuya discreción, generosidad y hermosura dejó admirados a los españoles, que siguieron la marcha para la provincia de Chalaque, dividiéndose en dos columnas; el sexto día llegaron al valle de Xaula, con rumbo al nornordeste, de donde baja el río de Cofachiqui, que, según
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P a r e c e ser el d e S a b a n a t .
109
H e r r e r a , fol. 1 9 .
CAPÍTULO I I I
119
el dictamen de los marineros, es el que desagua en Santa Elena, y se halaban a 410 leguas de la bahía del Espíritu Santo; descansaron quince días. En otros seis atravesaron una cordillera de sierras, y entraron en la provincia de Guaxale, cuyo cacique fue requerido por cuatro principales vasallos de la señora de Cofachiqui, de que no tratar bien a los españoles, tuviese la guerra por declarada; el cacique les regaló abundantemente cuatro días que se detuvieron, y en los cinco siguientes llegaron a Ichichá, cuyo pueblo principal estaba situado en una isla de cinco leguas, formada de un caudaloso río muy abundante de perlas, que depositaban los indios en sus templos y cementerios; el país era fértil y agradable, y hallaron algunas minas de cobre. De la provincia Ichiahá pasó el ejército a la de Acosté, en la cual hallaron poco agrado; pero las dádivas del Adelantado allanaron el paso del río, para la provincia de Coza, por la cual anduvo más de 100 leguas de tierra fértil y bien poblada. Fueron tan bien admitidos de este cacique, que no satisfecho con mantenerlos doce días, instó a los españoles repetidas veces para que se estableciesen y quedasen con él, y no pudiendo lograrlo, solicitaba que a lo menos pasasen el invierto en su pueblo, que era de 600 casas110. Pero el Adelantado, que llevaba la idea de buscar un puerto en la costa del golfo de México, y de formar en él una colonia para asegurar comunicación con la Habana y sus descubrimientos, resistió a las generosas instancias del Cacique de Coza, y dispuso su viaje hacia las costas de la mar en busca del puerto de A c h u s i 1 d e s e o s o de tener noticias de la isla de Cuba, y con la esperanza de habilitarse de lo que le faltaba por medio de los capitanes que había enviado con los bergantines a aquella islas, de quienes no había tenido noticia desde que los despachó del puerto de Apalache; los españoles, desde la bahía del Espíritu Santo, habían hecho sus marchas formando una media luna que querían acabar en la costa del mar. Con este pensamiento, agradeciendo al cacique de Coza el buen hospedaje, le dejó algunas piezas de terciopelo, tafetanes, estofas, cerdos y semillas, para que las cultivasen como lo había hecho en las provincias anteriores; salió el ejército bien acompañado del cacique y sus indios hasta el pueblo de Talise, lugar fortificado en las fronteras del cacique de Tascaluza. Este los recibió de paz, aunque con mucha seriedad, y sólo se levantó cuando le llegó a saludar el Adelantado. Desde la primera noticia que tuvo de los españoles, concibió la idea de matarlos alevosamente,
110
Herrera, déc. 7 a , lib. II, fol. 25. Este es el puerto que D. Andrés Pes llamó de Santa María de Gálvez, y hoy se llama y se conoce con el nombre de Pensacola. 111
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SEGUNDA PARTE. TRANSCRIPCIÓN DE LA OBRA
era de edad de hasta cuarenta años, de buen semblante y facciones, de estatura gigantesca, delgado, de corazón pérfido y cruel; pidió un caballo para acompañar al Adelantado, y le habilitó para la marcha, que hicieron con bastante penalidad por el mal avío y disposición, especialmente de balsas para pasar el río, en cuya ribera opuesta había un pueblo fortificado. El ejército acampó en un llano para evitar toda sorpresa, y a pesar de la precaución que se pasó la noche faltaron dos españoles. Esta desgracia aumentó los recelos de la poca sinceridad de los indios, quienes preguntados por los soldados que faltaban, respondieron con gran insolencia "si se los habían dado a guardar a ellos"112. El General que en todas las provincias había enviado a explorar la tierra, lo ejecutó en ésta con mayor cuidado, y fue cerciorado de que la Mobila 113 , que distaba legua y media, era el pueblo más bien fortificado por arte y naturaleza que habían visto en toda la Florida; sus casas muy grandes y que no se veía indio en toda la tierra, y que según noticias el Cacique los había juntado con pretexto de servir a los españoles, para mejor sorprenderos y acabarlos. El Adelantado dispuso la marcha la mañana siguiente, tomó la vanguardia con 100 caballos y 150 infantes escogidos, y Tascaluza a su lado; a las ocho de la mañana llegó al pueblo, situado en un buen llano cercado de muralla doble de vigas y tierra con buenas torres y fosos; el Cacique alojó al Adelantado en una casa, mandando que el ejército acampase fuera de las puertas de la plaza; el Adelantado respondió que el Maestre de Campo alojaría su gente; con esto se retiró a descansar, mientras llegaban los españoles, y Tascaluza a tratar con sus capitanes del medio más seguro de sorprenderos y acabar con todos de una vez. Al mediodía envió el Adelantado a convidar al Cacique con el intérprete Juan Ortiz, pero lejos de admitir el convite quisieron matar al mensajero; éste reparó el golpe con la manta. Los indios dieron a este tiempo la señal de acometer a los españoles; salieron de las casas más de 7.000, que estaban ocultos, y se llevaron de calle a los españoles que hallaron en ella; éstos corrieron a tomar los caballos y aquellos a apoderarse del bagaje y que había llegado; los primeros que se armaron hicieron frente y atacaron a los indios; pero al llegar a la puerta arrojaron sobre ellos tanta piedra y flecha, y salieron con tanto ímpetu, que les precisó a retirarse sin volver la espalda. Dispuesta ya la caballería, volvieron a cargar sobre los indios, hasta cerrarlos en el pueblo, pero sin arrimarse a sus puertas, volvían los indios a acometer con furia,
112 113
[La cursiva es de Agustín Abbad.] [Hoy Mobile. En el estado de Alabama, a orillas de la bahía de Mobile, al E. de Nueva Orleáns.]
CAPÍTULO I I I
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y de este modo perdían y ganaban terreno hasta que no pudiendo resistir los indios se cerraron en el pueblo: el Adelantado se apeó, y tomando la espada y rodela, forzó con su gente las puertas, que rompieron a golpe de hacha y entraron hasta la plaza, en donde los enemigos pelearon con la última desesperación. Las mujeres flechaban a los españoles desde las azoteas muy a su salvo, lo que los resolvió a poner fuego a las casas; muchos de los enemigos saltaron por la muralla y formaron cuerpo en el campo, en ocasión que llegaba ya el resto de los españoles que derrotaron a los indios: de éstos murieron en aquel día, que fue el de San Lucas, 11.000 con Tascaluza; de los españoles 83 y 45 caballos con todo el bagaje, sin que les quedase auxilio alguno para curar los heridos. El Adelantado, que fue el primero en todos los peligros, estuvo ya en poder de los enemigos; pero fue socorrido a tiempo y volvió al combate con su ardor acostumbrado, y aunque le pasó una flecha un muslo, siguió peleando hasta las cuatro de la tarde que le faltaron enemigos114. Mejorados ya los heridos, propuso el Adelantado formar dos poblaciones en la Florida, pero sus soldados lo resistieron, diciendo que no habían hallado minas, y que para ser labradores no tenían que haber abandonado sus casas; con esta resolución, aunque muy sentida del Adelantado, dispuso la marcha, volviendo otra vez tierra adentro, por evitar la deserción que temía si llegaba a la marina.
114
Herrera, década 7 a , lib. II, fol. 26.
C A P Í T U L O IV SALE HERNANDO DE SOTO CON SU EJÉRCITO DE LA MOBILA, Y SIGUE SU MARCHA PARA EL NORTE
En trece días que se detuvo el Adelantado en la Mobila para curar los heridos, tuvo noticia que sus capitanes Diego Maldonado y Gómez Arias lo buscaban con sus bergantines por la costa, pero temeroso de que si llegaba a encontrarlos se alborotarían sus soldados y abandonarían la jornada, resolvió, aunque con gran sentimiento, volver tierra adentro. Marchó a la provincia de Chicoza, cuyos pueblos le molestaron, viéndose en la precisión de fortificar siempre su alojamiento, que situó en la ribera de un buen río; los indios pasaban en canoas por las noches e incomodaban el ejército, hasta que se hicieron dos grandes barcas, en que pasaron, no obstante de la terrible resistencia de los enemigos, que se recogieron a un pueblo fortificado, de donde hacían frecuentes salidas, hasta que los obligaron a abandonarlo. Vencidas estas dificultades, en cuatro jornadas llegó el ejército a Chicoza, en. donde por ser tierra fértil se alojó y fortificó para pasar el invierno. El Adelantado procuró por todos medios ganar la amistad de los indios; pero todos los regalos y caricias fueron inútiles; incendiaron una noche los cuarteles, que por ser la mayor parte de paja y otros combustibles, prendió pronto el fuego, y con el furioso viento que corría imposibilitó a muchos la salida, y fueron víctimas de este elemento; los que pudieron salvarse se unieron luego con el General y atacaron con desesperación a los indios, en quienes hicieron gran carnicería: de los españoles murieron 40, y 50 caballos, la mayor parte abrasados en el incendio. Reducidos a cenizas el pueblo y alojamientos, el Adelantado mudó sus cuarteles a Chicacolla, que distaba una legua; se fortificó y privó del empleo de maestre de campo a Luis Moscoso 1 1 5 , y lo dio a Baltasar Gallegos, ofendido de que no
[Luis de Moscoso y Alvarado. Conquistador español (Badajoz 1505-Perá, 1561). En 1534 marchó a Perú con su pariente Alvarado, cuando éste obtuvo el nombramiento de adelantado. Participó en la conquista de las provincias de Oro, Jipijapa y Las Golondrinas, y actuó como mediador entre Pizarro y Alvarado. Regresó a España, y en 1538 se puso al servicio de Soto en su intento de conquistar La Florida. Las campañas de Moscoso en esta región prepararon su ocupación definitiva. En 1543 arribó a México, y partió con el virrey Antonio de Mendoza a Perú, donde murió.] 115
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SEGUNDA PARTE. TRANSCRIPCIÓN DE LA OBRA
hubiera habido más cuidado en las rondas para precaver un ataque tan repentino y funesto; los indios los molestaban todas las noches, y siempre harían a algunos españoles y caballos. Llegado el mes de marzo salió -el ejército a campaña y a cuatro días supo por los batidores que había un fuerte respetable116 bien cercado de vigas y de un río, en que se hallaban sobre 4.000 indios para su defensa. El General lo atacó sobre la marcha; al primer avance cayeron algunos españoles principales; pero se siguió el avance con tan buen orden y denuedo, que entraron acuchillando en la plaza un cuerpo de 1.000 indios, que había salido a impedir la entrada; se peleó con ardor de una y otra parte, pero el español, que no tenía otro arbitrio que vencer o morir, cargó con brío sobre la multitud y la obligó a saltar las cercas para evitar la muerte, aunque en vano, pues la caballería que había cruzado el río los pasó a cuchillo. Perecieron en esta acción más de 2.000 indios: de los españoles murieron pocos, pero quedaron muchos heridos, a que se siguió una especie de contagio de que morían algunos y enfermaron los más, por las grandes incomodidades y falta de sal. El uso de las cenizas de una hierba, que les enseñaran los naturales, suplió esta falta con conocida utilidad. Tres jornadas al norte de Alibamo hallaron a Chisca, situado sobre el río Mississippi, que llamaron Grande, por ser el de mayor caudal de aguas de cuantos habían visto; sorprendieron la gente, y pocos tuvieron lugar de refugiarse a la casa del Cacique, sentada sobre un escarpado cerro, que sólo era accesible por escalas. Este hombre, aunque decrépito y postrado, se esforzó a salir contra los españoles, pero sus mujeres lo detuvieron: mientras tanto se le propuso la paz, enviándole repetidos mensajes con algunos prisioneros, y, aunque tenía más de 4.000 hombres para su defensa, resolvió, con acuerdo de sus capitanes, aceptarla, y la conservó seis días que descansaron en este pueblo, y provistos de víveres siguieron su marcha por las riberas del río, buscando embarcadero que no encontraron; construyeron dos grandes barcas, que llenaron de admiración a 6.000 indios que defendían la ribera opuesta al ver su magnitud y el uso de las velas. Esta novedad les dictó enviar una embajada a los españoles y a suspender sus hostilidades, permitiendo el paso, que no se atrevieron a defender. Siguió el Adelantado su marcha río arriba, y en cuatro días llegó al pueblo que por su Cacique se llamó Casquín. Éste los recibió con humanidad, y confesando que el Dios de los españoles era mejor y más poderoso, les rogó pidiesen agua para sus sementeras; el Adelantado, fiado en la misericordia del Señor, mandó hacer una rogativa
116
Este es el pueblo de Alibamo.
CAPÍTULO V
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pública con la mayor devoción, y tuvieron el consuelo que, oída su súplica, llovió aquella noche con mucha abundancia, de cuyo beneficio quedaron todos muy satisfechos. Pasados nueve días resolvió el Adelantado continuar su viaje; Casquín le acompañó con 5.000 hombres de guerra y otros tantos cargados de víveres y agua, de que carecía el país cenagoso que debían transitar. Al tercer día llegaron a Capahá, lugar bien fortificado, con un foso de agua de 40 brazas de ancho y 10 de fondo, comunicado por un canal de tres leguas con el Río Grande 1 1 7 . Antes que llegasen los españoles, ya los casquines habían asaltado el pueblo y hecho muchos cautivos. Capahá, considerándose sin fuerzas suficientes para resistir, huyó con los que pudieron seguirle a una isla del río que tenía fortificada con tres palenques de gruesos maderos. Noticioso el Adelantado de lo ocurrido, manifestó su sentimiento a Casquín, y rogó por algunos prisioneros a Capahá los admitiese de paz, a lo que se negó, y fue preciso atacarle. Con esta prevención el astuto Casquín había hecho conducir 80 canoas por el río; en 20 de ellas se embarcaron 200 españoles, y en las demás los indios Casquines; los españoles pusieron pie en la isla, y después de una fuerte resistencia ganaron el primer palenque. Los clamores, vocería y amenazas de los sitiados contra los Casquines fueron tales, e hicieron tanta impresión en esta gente, que teniendo la victoria en las manos, se precipitaron a una vergonzosa fuga, poseídos de la confusión y del miedo; en esta crítica situación, se hallaron los españoles con pocas canoas y sin caballos, acordaron la retirada, y cuando esperaban ser atacados por los de Capaha, éste contuvo a los suyos, envió cuatro mensajeros pidiendo la paz y licencia para visitar al Adelantado, y concedido, marcharon juntos al pueblo con Casquín, entre los cuales ajustaron la paz por mediación del Adelantado 118 . La falta de sal incomodaba grandemente la salud de los españoles; los que fueron a descubrir el país hallaron a 40 leguas sal cristalizada, y trajeron algunas cargas, y otra mina de cobre muy fino, diciendo que el país era estéril y poco poblado. Descansaron cinco días, siguieron el viaje río abajo, y en cinco jornadas llegaron a Quinguate y en otras cinco a Colima, en donde los recibieron de paz. Aquí pasaron un río de cuyas arenas azules sacaron sal, que les probó mal, y murieron 10 españoles, bien por el exceso o por su mala calidad. Siguieron cuatro días por desiertos hasta Tula, cuyos habitantes los recibieron con las armas, pero se alojaron en sus casas; al cuarto día por la noche asaltaron por tres partes a los españo-
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[o Mississippi.]
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Herrera, década 7 a , lib. II, fol. 33.
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SEGUNDA PARTE. TRANSCRIPCIÓN DE LA OBRA
les con tanta desesperación, que se vieron en el mayor apuro que hasta entonces habían experimentado; duró la refriega hasta salido el sol; entre los muertos se levantó un indio que estaba tendido en el campo, y con un hacha estropeó a cuatro soldados, hasta que uno de una cuchillada le partió por medio. Descansaron veintiún días en Tula, y pasaron en dos jornadas a la provincia de Vitangue, y anduvo en ella cuatro días muy perseguido de los indios hasta el pueblo principal, que halló desierto, y resolvió invernar en él. El frío y nieve fueron excesivos, pero no escaseaba la leña, víveres ni caza, aunque se buscaba todo con las armas en la mano. A principios de abril siguieron su viaje, y en siete días llegaron al pueblo principal de Viguatex, en donde, por el buen tratamiento y abundancia de víveres, se detuvieron quince días119; aquí se quedó un soldado enamorado de una india. Pasó el ejército a Guacane, gente feroz; en su casas tenían cruces de palo, sin duda costumbre adquirida de Alvar Núñez Cabeza de Vaca120, que la había enseñado a las naciones vecinas. Arrepentido el Adelantado de no haber podido poblar en Achusi, hallándose ya con la mitad de gente menos, y al considerar tantas fatigas pasadas sin fruto, pensó volver al Misissippi y fundar pueblo en sitio ventajoso sobre sus riberas. Con esta resolución dobló las marchas, atravesó siete fértiles provincias sin detenerse, y después de un gran despoblado llegó a la de Guaychacoya, su capital, situada sobre cerros en las márgenes del Río Grande. Su Cacique, apenas tuvo lugar para huir con los suyos a la otra parte del río, aunque pocos días después pidió la paz, con condición de que los españoles le habían de acompañar a las tierras de Añilco, a castigar los insultos que cada día recibía de aquellos vecinos; y como por otra parte los nuestros habían sido muy molestados a su tránsito por este pueblo, y deseaban complacer a este Cacique, se acordó la expedición, que se ejecutó por agua y tierra. Los guaychacoyas se encarnizaron en los de Añilco con tanta fiereza, que hasta los huesos de los sepultados fueron objeto de su rabiosa saña; incendiaron el pueblo, y el Adelantado se vio en la precisión de sacarlos por fuerza para que cesasen sus bárbaras crueldades121. 119
Herrera, década 7 a , lib. VII, fol. 131. [Adelantado y gobernador del Río de la Plata (Jerez de la Frontera 1507-Sevilla 1559). Marchó a Florida (17 junio 1527) con Panfilo de Narváez. Después de naufragar el navio en que viajaba Narváez, y tras cerca de ocho años de penalidades y aventuras, en los que recorrieron casi toda la parte meridional de los Estados Unidos de oriente a occidente, se internaron por México hasta encontrar un poblado de españoles (1536). A su regreso a España capituló con el monarca (1540) acerca de una expedición que partía hacia el río Paraná. El monarca le otorgó el nombramiento de gobernador y capitán general, y título de adelantado del Río de la Plata. Los últimos años de su vida los pasó en España como miembro del tribunal supremo de Sevilla, donde murió.] 120
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Herrera, década 7 a , lib. VII, fol. 133.
CAPÍTULO V
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Entre las disposiciones acordadas con el cacique Guaychacoya, fue la de construir dos bergantines para después de verificada la población resuelta, salir por el río al golfo de México a dar noticia de su jornada y provincias descubiertas en ella. Mientras se cortaba la madera, se juntaba la resina, jarcia y demás materiales, mitigaba al cacique Quigualtangui, situado a la otra parte del río, cuyo pueblo, capital en que pensaba fijarse, pasaba de 600 vecinos, que poseían excelentes tierras; pero la muerte que sobrevino al Adelantado cortó todos sus proyectos, inutilizando la vida de tantos hombres y caudales perdidos, y las indecibles fatigas y trabajos padecidos. Una calentura que continuó algunos días, acabó con los de Hernando de Soto, habiéndose dispuesto como buen cristiano. Dejó al mando a Luis Moscoso de Alvarado 122 , y exhortando a todos a la paz, dispuso su testamento y murió, dejando el ejército penetrado del más vivo sentimiento. Le dieron sepultura en el mismo campo, pero temiendo que los indios lo exhumarían para despreciarlo y descuartizarlo, como solían, resolvieron sepultarlo en el río, que sondearon con disimulo; hallaron 19 brazas de fondo en medio del canal que tenía más de un cuarto de legua de ancho; socavaron el tronco de una gruesa encina, en que lo colocaron y cerraron con gruesas tablas; le pusieron peso proporcionado para que bajase al fondo, lo que ejecutaron con muchas lágrimas de sentimiento en primeros de junio de 1543. Con el general Hernando de Soto se sepultaron todos los proyectos de población, y, aunque lo respetaban y amaban como a padre de todos, resolvieron retirarse a México por tierra; tomaron el rumbo del poniente, y después de 100 leguas andadas desde Guaychacoya, llegaron a la provincia de Auche, cuyo Cacique los recibió de paz por no tener fuerza para hacerles la guerra; pero siendo preciso a los españoles transitar por un gran desierto para continuar su rumbo, les dio un guía, encargándole los perdiese en aquellos despoblados para que pereciesen de hambre, que los afligió hasta el extremo; descubierta la traición, castigaron al conductor. Siguieron su viaje siempre al poniente, comiendo raíces y hierbas, y tocaban ya al desmayo cuando hallaron en el campo algunas vacas desolladas, las primeras que tuvieron noticia en aquella tierra, que llamaron de los Vaqueros; siguieron 30 leguas hasta avistar unas sierras que corren norte sur e informados de su esterilidad, acordaron volver atrás a buscar otra vez el Río Grande o Mississippi. Comenzaron su marcha hacia el mediodía, en que padecieron, si cabe, mayores trabajos que hasta entonces: el hambre, desnudez, el rigor de la estación lluvio-
122
[Ver nota en el inicio del capiculo IV.]
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SEGUNDA PARTE. TRANSCRIPCIÓN DE LA OBRA
sa, las enfermedades, la crueldad de los enemigos, apretaba a cada uno por su parte hasta estrecharlos a la desesperación. Había entrado el invierno, que se hacía extremadamente sensible a aquellos hombres desnudos, pues apenas cubrían alguna parte de su cuerpo con pieles o gamuzas de colores que hallaban entre los indios; las aguas inundaban las campañas, sin hallar tierra enjuta en donde pasar las noches, y era preciso pasarlas metidos en el agua a pie descalzo, o sobre sus caballos los que los tenían, llegando a tanto su debilidad, que cada día se quedaban seis u ocho muertos en la marcha, faltos de todo recurso para aliviar tantas aflicciones juntas, a las cuales se aumentaban las continuas alarmas de los indios, que aprovechándose de su flaqueza, los atacaban al paso de los ríos, hiriendo o matando a algunos españoles. Después de veinte días de este viaje en busca del Río Grande o Mississippi, creyeron iban muy decaídos del rumbo de Guachacoya, y doblaron al lesnordeste, en cuyo camino se aumentaron los fríos, nieves, las crecientes de los ríos y los lodos, de que se puede decir iban cubiertos hombres y caballos; los efectos de tantos trabajos se dejaron sentir en éstos, y murieron muchos en tan penosa marcha. Cruzaron el camino que habían llevado a la ida, pero no lo conocieron, y caminadas 350 leguas en esta jornada, llegaron a Río Grande, con 100 hombres y 80 caballos menos y gran número de indios de servicio, que era el único alivio. La vista del río les causó tanta alegría como si fuera el término de sus fatigas y el lugar de su refugio. A poco trecho que pisaron sus riberas, hallaron dos pueblos de 200 casas, de la provincia de Aninoya (a últimos de noviembre de 1543), bien fortificados con muros de gruesas vigas y fosos sacados del mismo río, 20 leguas río arriba de Guachacoya, en donde fueron recibidos con muchas descargas de flechas. El verse reducidos al número de 320 infantes y 70 caballos debilitados y flacos, no retardó la resolución de ganar el alojamiento con la espada; atacaron a los enemigos, quienes, a poco rato de defensa, abandonaron sus puestos, dejando los pueblos a los forasteros, cuyo acreditado valor entre los indios peleó en esta ocasión más que los brazos. El descanso y abundancia de bastimentos que hallaron en estos pueblos fue inútil a muchos, cuya salud no estaba ya en estado de repararse; entre los que murieron en esta ocasión fue Juan Ortiz, natural de Sevilla, quien no fue menos útil en esta jornada como intérprete que como valeroso soldado. Disminuido el ejército con los que morían, se incorporaron los que quedaban en un solo pueblo; a principios de enero empezaron a cortar maderas y demás materiales para la construcción de los bergantines. Supieron de los indios que cada catorce años sobrevenía una creciente extraordinaria en este río, y que correspondía en aquel, lo que se verificó, aunque los españoles no hicieron caso por entonces.
CAPÍTULO V
129
Los caciques de Añilco y Guachacoya procuraron ganar al comandante Luis Moscoso con víveres, mantas y todo auxilio para la construcción de los siete bergantines, que a fines de abril se botaron al agua; para la clavazón deshicieron los mosquetes, de las mantas que adquirieron de los de Añilco se hicieron velas, y de la misma hierba o especie de cáñamo salvaje se hicieron los cables, cabos de labor, estopa y demás menesteres. Mientras se trabajaba con actividad en la habilitación de esta flota, el Cacique de Quiquatanqui, que vivía a la parte opuesta del río, convocó a todos los de las provincias confinantes, y sus guerreros observaron la conducta y movimientos, y sabían por sus espías cuanto ocurría. Dispuestos ya para atacarlos, sobrevino a 10 de marzo la creciente extraordinaria del río, que subió hasta el 28 de abril, inundando la mayor parte del pueblo, saliendo de su cauce más de 20 leguas por cada ribera, descubriéndose sólo las copas de los árboles, precisando a los enemigos a refugiarse en las alturas y acudir a sus casas, con que dejaron en paz a los españoles por entonces; después volvieron los espías y se castigaron. El Cacique, viendo la multitud de indios congregados para atacar el campo de Moscoso, le ofreció 8.000 hombres, rogándole se retirase a su pueblo; mas por no atraerle el odio de su vecinos, y deseando salir cuanto antes de aquel país, embarcaron lo que tenían en el día de San Juan 1 2 3 , y al anochecer del de San Pedro 124 se pusieron en la canal del río, que siguieron a remo y vela hasta el tercer día, en que les dio caza una flota de hasta 1.000 canoas, algunas tan grandes, que bogaban 25 remos por banda, bien construidas, pintadas de varios y vivos colores, y tripuladas con mucha y valerosa gente. Cuando llegó a tiro se dividió en tres columnas; la primera división cortó la flota por la proa e hizo su descarga y sucesivamente las demás, hiriendo a muchos españoles, pues se halaban sin mosquetes por haberlos deshecho para clavazón, y sólo llevaban algún corto número de ballestas y flechas; con este orden siguieron atacando a los españoles diez días continuos; a este tiempo se fueron quedando atrás manifestando retirarse. Con esta confianza saltaron 100 españoles en tierra y entraron a un pueblo abandonado de sus habitantes, tomaron muchos víveres, gran porción de gamuzas de todos colores, perlas, aljófar, peletería fina y algunas mantas; pero la flota de los indios apareció de repente, y fue preciso retirarse, abandonando los ocho caballos únicos que habían quedado y flecharon los indios. Uno de los bergantines que iba algo atrasado, lo abordó considerable número de canoas, y lo tenían ya muy afligido cuando llegaron los otros a su socorro e
123
[24 de junio de 1544.]
124
[29 de junio de 1544.]
130
SEGUNDA PARTE. TRANSCRIPCIÓN DE LA OBRA
hicieron retirar al enemigo; con esta penuria siguieron el viaje. Un soldado más fuerte que prudente, cansado de sufrir tan continuos ataques de los enemigos, resolvió salir con otros cinco en una canoa, y atacar la numerosa flota; los indios, que conocieron el arrojo, se retiraron con astucia, dejándolo apartar de los bergantines; las trompetas lo llamaron repetidas veces, pero constante en su temeridad, fue preciso socorrerle; abrieron los indios sus alas formando una media luna, que cerraron a su tiempo, y chocando con las canoas del temerario Estébanez y compañeros las sumergieron, y los que procuraban salvarse a nado, morían a flechazos o con los remos; se perdieron en tan desgraciado suceso 48 españoles 1 2 5 . El día siguiente, y diez y siete de navegación, después que hicieron, al salir el sol, muchas fiestas de regocijo, los indios se retiraron a sus tierras. Libres ya de la flota enemiga, y hallando una isla, pararon en ella para descansar algo de las vigilias y trabajos de las continuas alarmas; pero a poco tiempo vieron muchas canoas que salían de unos juncales a desafiarlos; fueron los españoles, y después de una sangrienta refriega en que quedaron muchos heridos, los derrotaron. Tres días después siguieron las aguas del río hasta una playa, en que hallando planchones de brea lo aprovecharon para calafatear 126 sus barcos, que lo necesitaban, y al cabo de ocho días volvieron a navegar, y se hallaron en la m^r a los cincuenta y tres días de navegación del río Mississippi, sin otra aguja, ni instrumento, ni rumbo que la tierra, siguieron ésta, persuadidos de que su costa era de la Nueva España; una terrible tormenta separó la flota y puso muchas veces a todos en el último apuro; dos dieron en la costa, y pudieron salvarse a expensas de los más extraordinarios esfuerzos; las otras cinco llegaron a Pánuco por el río 127 . Ocho días tardaron en juntarse todos en aquella ciudad, sorprendida al ver aquella tropa que cubría parte de su desnudez con pieles de osos, jabalíes y otras fieras, a quienes representaban con más semejanza que a los hombres: fueron recibidos con la mayor humanidad y regalados con el cuidado posible por el Gobernador y pueblo y por el Virrey de México 1 2 8 , a cuya ciudad pasaron, aunque
Herrera, década 7 S lib. VII, fol. 141. [Embutir, valiéndose de una herramienta llamada hierro de calafate o aviador, semejante a un cincel mellado y a fuerza de golpes de mallete, un cordón de estopa en las junturas del forro exterior, abierta de las embarcaciones, etc., de manera que queden perfectamente cerradas. Sobre la costura y por encima de la estopa se vierte seguidamente una mezcla de alquitrán, resina y brea.] 125
126
127
Herrera, década
lib. VII, fol. 142.
[D. Antonio de Mendoza, Virrey de México (1535-1550). Demostró un gran interés por las expediciones de exploración y una gran preocupación evangelizadora respecto a los indio, dictó las ordenanzas de buen tratamiento. Estableció la imprenta en Nueva España.] 128
CAPÍTULO V
131
inquietos y arrepentidos de no haber poblado, como lo había dispuesto el Adelantado Hernando de Soto. Después de alguna mansión en México se deshizo esta tropa de valerosísimos soldados, pasando los unos al Perú, otros a España, y algunos se refugiaron al sagrado de los claustros religiosos 129 . Los capitanes Diego Maldonado y Gómez Arias, a quienes Hernando de Soto había enviado a la Habana desde la Florida, compraron tres navios, y cargando en ellos las provisiones necesarias para poblar, volvieron al puerto de Achusi 130 en el golfo de México, al tiempo señalado, en 1540, y aunque recorrieron este seno por la parte de la Florida, no hallaron noticia del ejército, y regresaron a la Habana con harto sentimiento. Volvieron el año siguiente; siguieron parte del mismo golfo, y doblando el cabo de la Florida, subieron por la costa, hasta la tierra de los Bacalaos, pero llegado el invierno, tuvieron que volverse a la Habana con el mismo desconsuelo que en el año anterior. En 1542 salieron en la misma demanda, pero al cabo de siete meses se volvieron sin haber adquirido noticia de lo que buscaban. En 1543, resueltos estos capitanes a morir en la demanda, hasta hallar a su General, o noticia de su paradero, salieron a correr las costas, y habiendo llegado a Veracruz por el mes de octubre, supieron estaban ya en México los que habían quedado del ejército de la Florida, y la muerte del General, con cuyo desengaño volvieron estos leales caballeros a la Habana a dar esta triste noticia a la mujer y amigos de Hernando de Soto. El Señor Felipe II tenía entre sus joyas la historia de este famoso viaje de D. Hernando de Soto, con pinturas de finos colores, en que se expresaban las conquistas, batallas y demás acontecimientos de esta jornada 1 3 1 .
129
Herrera, década 7 a , lib. VII, fol. 142. Cárdenas, fol. 24.
130
Ese es el puerto de Santa María de Gálvez, conocido hoy con el nombre de Pensacola, por el
de los indios Panzacolos que habitan sus inmediaciones. 131
Herrera, tom. IV, década 7 a , lib. II, fol. 144.
CAPÍTULO
V
NUEVOS VIAJES DE LOS ESPAÑOLES Y FRANCESES AL DESCUBRIMIENTO DE LA FLORIDA
Queda insinuado que Juan Verrazzano132, florentino, pirata francés, que hizo grandes robos en los bajeles españoles que regresaban de América, abordó las costas del Canadá en 1542, sin que éste ni otros de aquélla que infestaban los mares en aquellos tiempos tuviesen otro objeto que el de robar las flotas que venían de América, hasta que en 2 0 de abril de 1 5 3 4 Jacobo Cartier 1 3 3 , que salió de Dieppe con los bajeles, reconoció las costas septentrionales desde los 49° 12' de latitud hasta el río de San Lorenzo, en donde cambió alguna peletería con los naturales, y llevándose dos hijos del Cacique de Canadá, llegó a Francia el 5 de septiembre, sin otra ventaja que la de haber dado nombres a los cabos y ríos que reconoció en aquella costa. Las noticias que comunicó Cartier en Francia, resolvieron a su almirante Felipe Chabot 1 3 4 a dar a Cartier tres bajeles para que repitiese el mismo viaje; se hizo a la vela del puerto de Saint Maló el 19 de mayo de 1535, y el 7 de julio llegó a la isla de Pájaros, situada en 49° y 40'; de allí pasó al golfo de Castillos 135 , y después de grandes tormentas entró en Canadá por el río Saguenay 136 , se internó hasta Hochelaga 137 , desde donde revolvió Cartier sin hallar el clavo, canela ni riquezas
132 [Giovanni de Verrazzano. Navegante y explorador italiano (Greve, Florencia, c. 1485-en Brasil 1528). Al servicio de Francisco I de Francia, reconoció las costas de America septrentionales, en busca de un paso en el NO hacia India. Zarpó en 1523, y en marzo de 1524 llegó a la actual bahía de Nueva York, penetró por el Hudson, y exploró la costa hasta Nueva Escocia. Volvió a Francia en 1525, y en 1527 partió hacia brasil se conservan sus "Relaciones" enviadas a Francisco I.] 133 [Jacques Cartier, navegante francés (Saint-Malo 1491-id 1557). En 1534, Francisco I le concedió el mando una expedición encaminada a buscar un paso hacia Asia a través del estrecho de BelleIsle: su resultado fue el desembarco en Gaspé, en el Golfo de San Lorenzo, por lo que suele conocérsele como el " el descubridor de Canada". Realizó varias expediciones.] 134 [Philipe de Chabot, Señor de Brion (1480-1543). Compañero de infancia de Francisco I, nombrado gentilhombre de la Cámara Real en 1517. Fue capturado en Pavía junto con el rey del que negoció la libertad, lo que le valió el título de Almirante.] 135 [La actual Terranova.] 136 Cárdenas, Ensayo, fol. 19. [El río Saguenay es el actual San Lorenzo.] 137 Hochelaga era el pueblo principal de la provincia de este nombre, que mudaron los franceses en el de Monte Real; hoy tiene el de Villa María, situada en 45° de latitud septentrional, a 30 leguas de la isla de la Asunción.
134
SEGUNDA PARTE. TRANSCRIPCIÓN DE LA OBRA
que le habían asegurado los indios que llevó a Francia en su primer viaje. El 11 de noviembre llegó a la boca del río Canadá, y halló que la tripulación de sus bajeles había levantado un fortín de estacas para pasar el invierno, del cual sólo salieron 50 franceses, por haber muerto los demás de escorbuto, y no quedara ninguno si los indios no les declararan la virtud del árbol que llamaban Amada, admirable contra esta enfermedad. Apenas se hallaron restablecidos, fijaron una cruz en el puerto de este nombre con las armas de Francia, para donde se hizo a la vela, y llegó a Saint Maló el 6 de junio de 1536138. Mientras Hernando de Soto descubría las provincias internas de la Florida, Roberto Roberval, despreciando las melancólicas noticias que Cartier y sus compañeros habían publicado en Canadá, armó cinco bajeles, y en 1541 llegó al río de San Lorenzo, en cuya ribera construyó un fortín de estacada para su alojamiento y defensa; dejó a Cartier con alguna gente y se volvió a Francia por socorro. Los franceses, molestados de los rigores del clima y de las continuas alarmas de los indios, resolvieron embarcarse; pero encontrando a Roberval cerca de la isla de Terranova, que volvía con víveres y pertrechos, volvieron a ocupar el alojamiento abandonado en las riberas del Canadá139. Entró por el de Saguenay, reconoció otros que desaguan en el primero, y volvió a Francia, dejando a Cartier en el establecimiento; pero no habiendo vuelto Roberval con los socorros prometidos, Cartier y los suyos abandonaron el Canadá, sin pensar en establecerse en la Florida, hasta que Juan Ribault140 salió de Dieppe con este intento el 2 de febrero de 1562.
138
Cárdenas, Ensayo, fol. 19. Cárdenas, Ensayo cronológico, fol. 23. 140 [Juan Ribald, también Ribaldo o Ribault; el almirante Gaspar de Coligny (1516-1572) prepara la primera expedición francesa a Florida, que zarpa en febrero de 1562 de Dieppe al mando del hugonote Juan Ribald. Coligny tiene la intención de explotar el oro y la plata que cree encontrar en los Apalaches y, por otra parte, desafiar a los españoles en ese lugar estratégico, pues las flotas españolas de la plata habían de pasar cerca de las proyectadas colonias rumbo a España. Ribaud llega América cerca de lo que hoy es la ciudad de St. Agustine en el estado de Florida, explora la costa durante unas semanas, erige el fuerte de Carlsburgo y zarpa en julio de 1562 de regreso a Francia. Ribald debe huir a Inglaterra tras fracasar la defensa de Dieppe por parte de los hugonotes. La reina Isabel oye su relato sobre Florida, pero cuando intenta huir de Inglaterra, lo descubren y lo encarcelan. 139
En 1565 Ribald vuelve a Florida con siete navios franceses e intenta atacar la flota española al mando del almirante Pedro Menéndez de Avilés, que tiene órdenes de expulsar a los franceses y ocupar Florida, pero sus barcos son arrastrados a la costa por un huracán. Ribald y los demás supervivientes son descubiertos por los españoles en las inmediaciones de un brazo de Matanzas y mueren decapitados.]
CAPÍTULO V
135
En estos años el Virrey de México, envió diferentes armamentos a poblar y descubrir la Florida, por el golfo de México, con el P. Fr. Luis Cáncer 141 y otros religiosos que fueron sacrificados por los indios, sin haber logrado establecerse entre ellos para reducirlos sin armas. Esta experiencia revolvió a SM. a enviar 1.500 soldados al cargo de D. Tristán de Luna 1 4 2 y de D. Juan Cerón, y algunos religiosos que acompañó hasta Veracruz el Virrey D. Luis de Velasco 143 : se hizo la escuadra a la vela, y un mes después desembarcó este ejército en el puerto de Santa María (que es el de Pensacola), pero antes de sacar los víveres a tierra sobrevino un huracán tan terrible que deshizo toda la escuadra, con pérdida de alguna gente y de muchos efectos 144 . Este desastre los constituyó en suma necesidad; parte del ejército salió a reconocer la tierra, y después de cuarenta días de marcha llegó al pueblo de Nanipaná, que llamaron de Santa Cruz 1 4 5 , al cual pasó el General con el resto de la gente, y desde aquí envió a la provincia de Coza, que distaba 200 leguas, sin más bagajes ni almacenes que las raíces, bellotas y grutas que con escasez ofrecían los bosques. En Coza fueron bien admitidos y les acompañaron a la guerra contra los indios Napochies, hasta el río del Espíritu Santo. Volvieron los españoles a Coza, y desde allí a Pensacola. El hambre y miseria los redujo a tanto extremo, que cuando llegó Ángel Villafáñez, que iba por Gobernador de la florida con algún socorro, se hallaban inquietos, sin obediencia al General y sin fuerzas para continuar la empresa, el nuevo Gobernador los embarcó para la Habana, menos a D. Tristán de Luna, que con algunos soldados se quedó en su población, resuelto a continuarla; hasta que en el año de 1561 los mandó el Virrey retirar 146 .
1 4 1 [Dominico Aragonés. (Zaragoza fines del s. XV-Florida 1549). Compañero del P. Las Casas, fue uno de los primeros apóstoles de Guatemala y de la Verapaz, defensor de los indios en la junta de tólogos de México(1546). Fue martirizado en Florida (1549).] 1 4 2 [D. Tristán de Luna y Arellano. Explorador español (1510-en México 1573). Era señor de Ciria y Borovia y mariscal de Castilla, título ligado al de uno de los grandos mayorazgos mexicanos: el de Villaseñor.
En 1530 llegó a México con Hernán Cortés, y después de una breve estancia en España, regresó allí en 1535. El Virrey Velasco le encomendó la dirección de la expedición que había de conquistar Florida. Partió con 1.500 hombres en 1559, pero al año siguiente enfermó, tuvo que regresar sin haber logrado su misión siendo sustituido por Jorge Cerón.] 1 4 3 [(Carrión de los Condes 1511-México 1564). Virrey de Nueva España (1550-1564). Activó la explotación de las minas de plata de Zacatecas (1557). En 1559 envió a Luna y Arellano a conquistar la Florida, pero fracasó en su empeño. Poco antes de su muerte dispuso la expedición de Legazpi y Urdaneta a las Fliliponas (1564).] 144 145 146
Cárdenas, fol. 33. Nanipaná, o Santa Cruz, dista 40 leguas del puerto de Pensacola. Cárdenas, fol. 41.
136
SEGUNDA PARTE. TRANSCRIPCIÓN DE LA OBRA
Por la serie y relación de estos hechos se ve que los españoles fueron los primeros que con repetidos viajes por mar y tierra reconocieron y se posesionaron, no sólo de las costas de la Florida desde las riberas del río Pánuco hasta Terranova y Bacalaos, sino que penetraron las provincias internas hasta los 37°, haciendo alianza con unas naciones y sujetando a otras con las armas, y se verifica cuán indisputables y legítimos son los derechos de la Corona de España a todo el continente de la Florida (excepto a la parte que renunció el rey católico Carlos II a Inglaterra en el Tratado de paces hecho en Madrid el año de 1670), así porque estos descubrimientos fueron ejecutados mucho antes que los de otra alguna potencia, a expensas del Rey de España o de sus vasallos y por sus órdenes, como porque ninguna nación extranjera tuvo la menor parte en ellos; sin ser necesarias otras pruebas, ni otros instrumentos para autorizar hechos tan sabidos, que las mismas relaciones de las historias, y quien quisiere oscurecerlas, debe presentar materiales que tengan más autenticidad y fuerza, para convencer al mundo de lo contrario.
C A P Í T U L O VI ENTRADA DE LOS FRANCESES EN LA FLORIDA; SU ESTABLECIMIENTO EN LA CAROLINA Y CHARLESFORT
Habiendo llegado a noticia del Almirante de Francia Gaspar Coligny 1 4 7 , cabeza y protector de los herejes, lo ameno y fértil del país de la Florida, motivado de su codicia, en nombre de su Rey, quiso usurpar los dominios del Rey de España, cuando actualmente le ayudaba con tropas españolas e italianas, con su autoridad y dinero, a sujetar a los herejes, que tenían inquieto y agitado al reino de Francia; dio patentes a Juan Ribault 1 4 8 , y le despachó a que ocupase la Florida con dos navios proveídos de víveres, municiones y soldados hugonotes, saliendo del puerto de Dieppe el 2 de febrero de 1560, y dos meses después de navegación llegó a la vista de tierra en latitud de 29° poco más o menos, y costeando al norte, entró por un río que llamó Mayo 1 4 9 . Recibido de paz de los indios, levantó una columna en que fijó las armas del Rey de Francia; de aquí pasó más al norte, entrando y saliendo por las barras y ríos 1 5 0 ; estableció al fin un fuerte en la provincia de Orista en el puerto de Santa Elena, en 32° 30', con el título de Carolina, por su Rey Carlos I X
147 148
[1516-1572.] [Juan Ribald. También Ribaldo o Ribault. El almirante Gaspar de Coligny prepara la prime-
ra expedición francesa a Florida, que zarpa en febrero de 1 5 6 2 de Dieppe al mando del hugonote Juan Ribald. Coligny tiene la intención de explotar el oro y la plata que cree encontrar en los Apalaches y, por otra parte desafía a los españoles en ese lugar estratégico, pues las flotas españolas de la plata habían de pasar cerca de las proyectadas colonias rumbo a España. Ribald llega a América cerca de lo que hoy es la ciudad de St. Augustine en el estado de Florida explora la costa durante unas semanas, erige el fuerte de Carlsburgo y zarpa en julio de 1 5 6 2 de regreso a Francia. Ribald debe huir a Inglaterra tras fracasar la defensa de Dieppe por parte de los Hugonotes. La reina Isabel oye su relato sobre la Florida, pero cuando intenta huir de Inglaterra, lo descubren y encarcelan. En 1 5 6 3 Ribald vuelve a Florida con siete navios franceses e intenta atacar la flota española al mando del Almirante Pedro Menéndez de Avilés, que tiene órdenes de expulsar a los franceses y ocupar Florida, pero sus barcos son arrastrados a la costa por un huracán. Ribald y los demás supervivientes son descubiertos por los españoles en las inmediaciones de un brazo de Matanzas y mueren decapitados.] 149
Dista 12 leguas al N . de San Agustín, el que después de llamó San Juan, que es el nombre
que hoy tiene, en 3 0 ° y 2 6 ' . 150
Puso nombre de otro de los reinos de Francia y al mayor, el de Puerto Real, a que Luis Váz-
quez de Ayllón cuarenta y dos años antes había intitulado Santa Elena.
138
SEGUNDA PARTE. TRANSCRIPCIÓN DE LA OBRA
de Francia que reinaba; y dejando por gobernador en él a Alberto Ribault, y 2 6 hombres, se hizo a la vela con el resto para Francia, con Renne Laudonniére su segundo, con ánimo de volver con más gente y provisiones para descubrir toda la provincia de Chicora, que tantos años antes había visto y hallado Lucas Vázquez de Ayllón, como se ha dicho. Alberto Ribault, durante la ausencia de Juan, fue muerto violentamente por los suyos, amotinados contra él porque no trataba de abandonar el país, en el que por la tardanza de socorros de Francia, eran tantas las calamidades que padecían, que Nicolás Barri, elegido de los suyos en lugar de Alberto, obligado de la miseria, desamparó la tierra. Gran parte de ellos murió infelizmente en el viaje, y hubieran perecido todos, a no haber encontrado con un inglés que los condujo, parte a Inglaterra y parte a las playas de Francia, en donde al arribo de Ribault sólo halló sediciones, tumultos, sacrilegios y desventuras, ocasionadas por los hugonotes, que tanto afligían y molestaban aquel cristianísimo reino; de modo que ni el Almirante podía acudir Ribault con lo necesario para que volviese a la empresa, ocupado en otras mayores, ni éste proseguir lo empezado 151 . Conviene aclarar desde luego las confusiones que se han ocasionado con el nombre de Carolina, que puso Ribault a la población que hizo en este río, que llamó Puerto Real, y Lucas Vázquez Santa Elena, a fin de que las voluntarias equivocaciones que en algunos extranjeros se hallan, no sirvan de pretexto para continuarlas con tanto perjuicio de los intereses de España y provecho de la nación inglesa, como ha sucedido hasta aquí. El título de Carolina, puesto por Ribault el año de 1562, no fue a las provincias y regiones comprendidas hasta los 29° y 3 9 ' de latitud, a que dichos extranjeros maliciosamente lo extienden, solamente lo aplicó a la única pequeña población que dejó al cargo de Alberto Ribault con 26 franceses, y era imposible abrazar tantas provincias con tan poca gente. Quizá su intención y la del Almirante Coligny, sería aprovecharse de todo el país expresado, pero los accidentes que lo impidieron y el abandono que Nicolás Barri fue obligado a ejecutar, manifiestan claramente que no la consiguieron; de suerte que este nombre de Carolina empezó y acabó en un mismo sitio en el discurso de un año, y en tiempo tan corto y tan pocos franceses no pudieron extender su dominio a tantas jurisdicciones; porque aun cuando hubieran sido muchos y no les hubieran faltado las providencias, disposiciones y medios indispensables para una empresa que por su naturaleza pedía la conquista y población de tan vas-
151
Cárdenas, Ensayo Cron., fol. 45 y siguientes.
CAPÍTULO V I
139
tas y dilatadas tierras, nunca faltarían azares que frustrasen las obras, dejándolas en puros deseos; lo que sucedió a todas las tentativas del Almirante Coligny y de sus enviados, como se verá por la relación de sus hechos. Gaspar Coligny, algo desembarazado de sus cuidados, no escarmentando con el mal suceso anterior de Ribault y de los suyos, mandó a Renne Laudonnére 152 volviese a la empresa con tres navios de 120 toneladas el uno y los otros dos de 60. Se hizo a la vela en el puerto de Havre de Gracia el 22 de abril de 1564, y habiendo llegado al río de Mayo o de San Juan el 20 de junio, formó en las barrancas de San Mateo 153 una población y erigió un fuerte, al que llamó Charlesfort 154 , y sin hacer mención alguna del nombre de Carolina del anterior establecimiento. Trasladados ya a San Mateo, se mantenían los hugonotes en este nuevo establecimiento, sin hacer otra cosa que solicitar comercio y amistad con los indios de la comarca, y procurar con dádivas y agasajos oro y plata, y noticias de donde lo sacaban. Al mismo tiempo el Rey de España, había dado título de Adelantado a Pedro Menéndez de Avilés, con las mismas preeminencias y calidades que gozan los de Castilla, despachos de la posesión de 25 leguas en cuadro de lo descubierto y poblado, y título de Marqués para sí y sus herederos, patente de Gobernador y Capitán General de la Florida y sus provincias, con 2.000 ducados de sueldo y el honor de General de la Armada de la conquista de la Florida; y estando Pedro Menéndez pronto para partir con las provisiones necesarias de gente, familias, víveres y demás utensilios al intento, se tuvo en España la noticia de que los hugonotes franceses habían ido a establecerse allí. 152 [Renato de Laudonniére (¿-1582). Participa ya en la primera expedición a Florida en 1562 bajo el mando de Ribald. El Almirante Coligny envía en 1563 una segunda expedición, en esta ocasión bajo el mando de Laudonniére, que llega en junio de 1564 a las costas de Florida. Laudonniére construye Fort Caroline (Carlsburgo), llamado así en honor al rey francés Carlos IX. Pronto entra en conflicto con las tribus indias enfrentadas de aquella región, y queda suprimido el suministro de víveres; colonos amotinados capturan los navios. En medio de esa crítica situación aparece Juan Hawkins pariente de Drake, con una flota y cambia uno de sus barcos por cañones y pólvora. Laudonniére quiere disolver la colonia para regresar a Francia, cuando llega Ribald con una nueva flota. Sin embargo Menéndez y su flota española amenazan a los franceses. En septiembre de 1561 Fort caroline acaba conquistado y devastado.
Laudonniére, y con él el pintor Le Moyne, logran huir y zarpar a finales de septiembre de 1561 Su navio es arrastrado a Inglaterra. En 1566 Laudonniére prosigue su viaje hasta Francia. En 1586 se publica su crónica: "L'histoire notable de |a Florida".] 153 Situado 3 leguas, río adentro, en la orilla de la parte del sur, distante 12 leguas de San Agustín, en 30° y 26'. 154 [Carlsburgo: Charlesfort, fuerte erigido por Ribald en Parris Island, en lo que hoy es el estado de Carolina del Sur, condado de Beaufort, en 1562. El fuerte sólo se mantuvo durante aproximadamente un año.]
C A P Í T U L O VII PASA EL ADELANTADO PEDRO MENÉNDEZ A LA FLORIDA, FUNDA SAN AGUSTÍN, TOMA POR ASALTO A CHARLESFORT Y DEGÜELLA A LOS FRANCESES
El católico celo del Rey, siempre atento a la dilatación del Santo Evangelio en las Indias, primero y principal objeto de sus cuidados, considerando las perniciosas resultas de una colonia tan opuesta a sus religiosos .deseos, además de la notoria usurpación del derecho de dominios anteriormente descubiertos y posesionados por sus vasallos en su real nombre, mandó luego se aumentasen al número acordado en la contrata da gente y navios de su real armada, artillería, municiones de guerra y boca, a los que tenía aprontados Pedro Menéndez para su empresa, y los soldados que debía tomar en las islas de Puerto Rico, Santo Domingo y Cuba (a cuyo fin Su Majestad había anticipado órdenes a sus gobernadores), para que, con mayor seguridad y decoro de sus armas, pasase a desalojar de sus reales dominios a los calvinistas 155 . Salió Pedro Menéndez de la bahía de Cádiz el 29 de junio de 1565, con una armada compuesta de 34 navios, 2.646 españoles y religiosos de distintas religiones; el 28 de agosto descubrió la tierra de la Florida, y el 7 de septiembre entró en un puerto a que puso nombre de San Agustín 1 5 6 ; el día 8 mandó cantar misa solemne de Nuestra Señora, y repitió el acto de posesión de aquel continente en nombre del Rey, tomando juramento de fidelidad a sus capitanes y oficiales. Pedro Menéndez fue muy bien recibido de los indios, de quienes supo que el fuerte de Charlesfort distaba de San Agustín 12 leguas al norte, y que a los franceses les había llegado socorro de siete navios y 700 hombres, algunas mujeres, ganados y semillas para establecer la colonia bajo la conducta de Juan Ribault. Instruido de todo, convocó a consejo de guerra a sus oficiales y les propuso el pensamiento de ir a batir a los franceses al mismo fondeadero de Charlesfort. Conformes en esta resolución, se hizo a la vela, y el día siguiente a las once y media de la noche entró en el puerto por entre la escuadra enemiga, sufriendo sus conti-
155
Cárdenas, Ensayo Cronológico, fols. 66 y 77.
156
En 29° 50', residencia que siempre ha sido de los Gobernadores y Capitanes generales de las
provincias de la Florida sujetas a España, al cual los franceses llamaron Puerto Delfín.
142
SEGUNDA PARTE. TRANSCRIPCIÓN DE LA OBRA
nuas descargas sin responderla, y fondeó el Adelantado, quedando las popas de sus navios por las proas de los enemigos; luego alargó cables y fue al abordaje. Los franceses, no pudiendo resistir el ataque, picaron cables y huyeron. El Adelantado les dio caza, les tomó un bajel de la capitana y volvió sobre el puerto, pero viendo en él otros cinco navios y dos mangas de infantería, con muchos cañones que hacían fuego desde la punta de la barra, se fue a San Agustín, desembarcó prontamente la artillería, tropa y municiones, eligió sitio ventajoso para fortificarse, y despachó sus naves. Los franceses vinieron a atacar al Adelantado, pero una tormenta que duró muchos días los arrojaron de la costa. Pedro Menéndez, que como buen marinero conoció no sólo el rumbo que forzosamente habían de llevar los franceses, sino también los días que tardarían en poder volver a su fondeadero de Charlesfort, llamó a consejo a todos sus oficiales, y les propuso cuán conveniente sería marchar sin pérdida de tiempo por tierra y atacar el fuerte a sangre y fuego, en cumplimiento de las órdenes de SM., atento a la justicia de su parte, y a la sinrazón con que los calvinistas enemigos de la religión poblaban en dominios del Rey de España. Hubo alguna contradicción a la propuesta, pero al fin, olvidados de su descanso aquellos invencibles españoles, acordemente resolvieron la marcha por tierra. Se nombró la gente correspondiente para la función, y prevenido todo lo necesario se puso en marcha, de modo que a los cuatro días (vencidos los impedimentos del mal camino, lluvias, pantanos y maleza, fatigados del hambre y trabajos), avistaron el fuerte francés, tomaron una centinela, mataron otra y lo asaltaron de madrugada con tal ímpetu, que dando Pedro Menéndez calor a los suyos con el ejemplo, y obrando con la espada lo que infundía la voz, en pocas horas tremolaron las banderas españolas sobre dos caballeros, y se hicieron dueños del fuerte de Carlos, o Charlesfort, y de la población; cesó la batalla porque faltó quien resistiese, pues no dejaron francés a vida, a reserva de setenta personas entre mujeres, niños y mozos de hasta quince años, que por bando del general Menéndez quedaron vivas. Renato 1 5 7 , que con 26 de los suyos, arrojándose por la muralla, pudo tomar a nado una embarcación de las que estaban en el puerto, en que fugitivo se volvió a Francia el 25 de septiembre; algunos otros se ocultaron en un cerro y después se fueron a los indios. Tres naves que había en el puerto no quisieron rendirse: la una fue echada a pique y las otras huyeron. Extinguidos los franceses, Pedro Menéndez mudó el nombre del castillo Charlesfort en el de San Mateo, por haberlo ganado en su día; quitó las armas de Fran-
157
Nicolás de Fer. Carden. Ens. Cron., fbl. 76. Dr. Solís de Meras, que se halló en esta jornada y
la refiere en su Memorial.
CAPÍTULO V I I
143
cia y del Almirante Coligni; colocó en su lugar las de España; nombró al sargento mayor Gonzalo Villarroel por gobernador, y dejándole 300 hombres y todos los víveres que se habían encontrado, se volvió con el resto de la gente a San Agustín, atravesando lagunas y pantanos. Luego que llegó a esta nueva población, eligió justicia y regimiento, nombró a su hermano Bartolomé Menéndez por alcalde, trazó el castillo que se había de construir, dio las disposiciones para este fin y despachó un navio a España, con la noticia al Rey de lo acaecido hasta entonces 158 . El galeón San Pelayo, que Pedro Menéndez había despachado a la isla Española con sus parientes, algunas mujeres y franceses hugonotes, no pareció más; pues sublevados éstos, asesinaron a los españoles y se fueron a Dinamarca. La escuadra de Ribault, después de muchos contratiempos, se perdió en la costa, a 50 leguas de Charlesfort o San Mateo, y aunque se salvó la gente de las olas del mar, no pudieron librarse de Pedro Menéndez. Noticioso éste de su naufragio, y de que estaban fortificándose, pasó allá; los franceses quisieron rescatar sus vidas y daban al Adelantado 200.000 ducados de talla; pero éste, resuelto a extinguir los herejes en la Florida, les dijo que usasen de su libertad y defensa o se entregasen a discreción; lo que ejecutaron, y fueron degollados todos los que no eran católicos 159 . Veinte días después llegaron los indios, con la noticia de que en el cabo Cañaveral había otro cuerpo de franceses, que se estaban fortificando; pasó allá el Adelantado, y a su vista huyeron al bosque los franceses, los llamó ofreciéndoles cuartel, y se entregaron 170, de quienes cuidó como de los españoles; algunos quisieron más irse a los indios.
158 159
Cárdenas, fol. 83. Cárdenas, Ensayo Cron., fol. 88.
CAPÍTULO
VIII
E L ADELANTADO PEDRO M E N É N D E Z PASA POR SOCORROS A LA H A B A N A Y FORMA NUEVOS ESTABLECIMIENTOS EN LA FLORIDA; LLEGA LA ESCUADRA DE ESPAÑA C O N TROPAS, MUNICIONES Y MISIONEROS; REEDIFICA A S A N M A T E O , DESTRUIDO POR G O U R G E S 1 6 0 , CAPITÁN D E LOS FRANCESES, Y F U N D A VARIOS PUEBLOS HASTA LA CORDILLERA D E LOS APALACHES
Desembarazada la tierra de franceses, dejó el Adelantado sus órdenes de lo que se debía hacer en los fuertes de San Agustín y San Mateo, y el tres de noviembre con tres navios salió a la mar, y costeando la tierra en vuelta del sur, llegó al río de Is161, en 27°, 30'; en donde, convocados los indios de la comarca que le recibieron de paz, estableció población y un fuerte 15 leguas más al sur, a quien llamó Santa Lucía, dejando en él al capitán Juan Vélez de Medrano con 200 hombres. De aquí paso a la Habana a entender en las providencias que necesitaba para la continuación de la empresa; allí encontró a su sobrino Pedro Menéndez con parte de la escuadra que se había separado del general Esteban de las Alas con la tormenta: el día 10 de febrero de 1566 salió otra vez para San Agustín con siete navios, gente y provisiones; de paso llegó a la provincia de Carlos y entrando en la bahía de este nombre 162 , estrechó la alianza con el cacique y los suyos, y dejó preparados los ánimos de aquellos indios a recibir el santo bautismo y a ser vasallos del Rey de España, lo que consiguió al año siguiente, pues volviendo a ella, no sólo dejó en esta provincia dos padres Jesuitas con Francisco Reinoso y 40 soldados, sino es en
160 [Dominique de Gourges. Marino francés (Mont-de-Marsan c. 1530-Tours 1593). Los españoles le apresaron en Italia y le mandaron a galeras. Una vez liberado en 1568 armó una pequeña expedición y se trasladó a Florida a vengar la matanza de colonos y soldados franceses de Ribault. Allí tomó por asalto el fuerte de San Mateo, y degolló a la guarnición española. Felipe II protestó por este hecho ante Carlos IX de Francia, y Gourges tuvo que esconderse.] 161 En el canal de Bahamas. 162 En la ensenada de México, en 26° y 15': el Cacique de esta provincia hacía veinte años que se llamaba Carlos, por haber sabido de algunos españoles naufragados en aquella inmediación que Carlos V era el mayor rey del mundo, y creía que tomando su nombre se igualaba en la majestad y el poder. El adelantado Pedro Menéndez llamó después a este pueblo de San Antonio de Padua, por el nombre que tomó en el bautismo la hermana del cacique Carlos.
146
SEGUNDA PARTE. TRANSCRIPCIÓN DE LA OBRA
las de Tocobaga y Tequesta, sus inmediatas, otros 30 al cargo de capitanes, con sus casas fuertes en cada una. El día 20 de Marzo volvió a San Agustín 163 y a San Mateo, y a principios de Abril embarcó más gente y pasó a las provincias de Guale y Orista; fue recibido de paz de los indios, los que, a persuasiones del Adelantado, adoraron la Santa Cruz y confesaron la fe católica, haciendo lo propio a su imitación las demás naciones del contorno; tomó posesión en Orista del puerto de Santa Elena en 32° y 30', 60 leguas al norte de San Agustín; mandó construir un castillo, que llamó San Felipe164, a instancia y ruego de los indios, dejando a Esteban de las Alas por gobernador de él y de la provincia, con 110 hombres y religiosos que enseñasen la doctrina cristiana. En Junio de 1566 llegó a San Agustín el general Sancho Arciniega 165 con 17 navios, 1.500 hombres, muchas armas, víveres (que el Rey enviaba de socorro), sacerdotes y familias, con cartas para el Adelantado Pedro Menéndez, aprobándole su Majestad todo lo ejecutado, ordenándole prosiguiese y dándose por bien servido de la justicia hecha contra los franceses y hugonotes, que habían intentado establecerse en sus dominios sin Real facultad para sembrar su perversa secta contra el servicio de Dios y de su Majestad. Hallándose la conquista de la Florida en este estado Pedro Menéndez empleó el resto del año 1566 en reconocer distintas provincias, reduciendo gentiles a la adoración de la Santa Cruz y el vasallaje de España; examinó ríos, puertos y barras; de suerte que desde la bahía y provincia de Carlos hasta Santa Elena, en la costa occidental, en 32° y 30', tenía a la devoción del Rey todas las provincias y lugares de indios sus habitadores, ajustando paces con ellos, y erigido poblaciones de españoles en San Agustín San Mateo, Santa Elena, Santa Lucía, Tequesta166, Carlos, Tocobaga, y la que de su orden Juan Pardo, que entró la tierra adentro con 150 soldados, atravesando países muy fértiles, hizo con un fuerte al pie de la sierra en la provincia del cacique Coaba 167 . Todas estas poblaciones las puso al cargo de capitanes y oficiales de conducta que con número de tropa proporcionada y de religiosos, que enseñando a los indios la doctrina cristiana, y predicando el evangelio con su actividad, desterraban los errores del gentilismo, que era el fruto a que las piedad del Rey aspiraba.
163
[Ciudad de la costa oriental de América del Norte, hoy en el estado de Florida; fundada por Pedro Menéndez como defensa contra los intentos de colonización de franceses e ingleses.] 164 Que antes fue la Carolina nombrada por Ribault, extinguida después. 165 Cárdenas, década 6. 166 Provincia que llaman ahora de Indios costas. 167 Ciento cincuenta leguas al norte tierra adentro.
CAPÍTULO V I I I
147
A fines de junio de este año de 1566, no habiendo podido lograr el Adelantado socorros del Gobernador de la Habana 1 6 8 para la Florida, como lo tenía mandado el Rey, llegó al puerto de San Agustín Sancho de Arciniega con 17 navios, 1.500 hombres, armas y municiones; reforzóse el castillo de San Mateo, que estaba a cargo de Vasco Zabal con 2 5 0 soldados; el de San Felipe, en el puerto de Santa Elena, con 300, y a proporción, el de Santa Lucía, Guale y demás establecimientos; aumentó las fortificaciones de San Agustín, pasó a San Mateo, y subió por un río con dos bergantines más de 50 leguas, pues tenía noticia que este río salía de una laguna que recogía las aguas vertientes de los Apalaches, y que de ella salía otro río que desaguaba en el Golfo de México, en las tierras del Cacique Carlos, dejando aislada mucha parte de la Florida, lo que deseaba averiguar, y no pudo por entonces; pero hizo amistad con los caciques, dejó al de Macoya seis soldados y otros seis al de Orina, envió 30 con dos religiosos dominicos a la bahía de Santa María, situada en los 3 7 grados, con un hermano del Cacique de Axacán para que se estableciesen allí; otros 30 dejó en Guale, y mandó a Juan Pardo que con 150 penetrase la tierra, asentase paz con los caciques y formase una población en el lugar que pareciese, y se fortificó en Coaba, a Francisco Reinoso envió con 30 a la bahía de Carlos para que ejecutase lo mismo, y el Adelantado dejó otros tantos con el capitán García Martínez de Cos en Tocobaga 1 6 9 e igual número en Tequesta; recorrió todos los presidios de Florida y de las islas, ahuyentó los muchos piratas franceses que infestaban aquellos mares, y a principio de junio [de 1567] vino a España. Mientras el Adelantado Pedro Menéndez estaba en la Corte de España en solicitud de los medios conducentes a la perfección de la conquista espiritual y temporal de la Florida, que había dejado tan adelantada indignados los herejes de Francia, tanto por el destrozo que los españoles habían hecho en Ribault y sus compañeros, como del desprecio con que su Corte recibía las quejas que representaban contra Menéndez, procuraron con invenciones odiosas conmover a los sectarios, hasta que Dominique de Gourges, ayudado en secreto, echando voz que volvía al Brasil, armó tres navios con 2 0 0 soldados, y por agosto de 1567, se hizo a la vela, y habiendo llegado a la costa de San Mateo, los españoles del fuerte, creyendo que era socorro, le hicieron salva, a que correspondió Gourges, y pasó 15 leguas al Norte hasta el río Taratacuru, que los franceses llaman Sequana. Los
1 6 8 [Era García Osorio (1564-1567). Denegó la ayuda al comisionado de Pedro Menéndez de Avilés, encargado de colonizar la Florida, pues si se desprendía de elementos cubanos, la isla quedaba sin defensa.] 169
Cárdenas, Ensayo, fol. 129.
148
SEGUNDA PARTE. TRANSCRIPCIÓN DE LA OBRA
españoles quedaron descuidados y Gourges hizo alianza con Saturibá y otros caciques, a quienes inflamó contra los españoles: ofrecieron ayudarle con todo su poder, y señalado día para incorporarse con los franceses, improvisadamente, el sábado después de Pascua de Resurrección, embarcando muchos indios en las inmediaciones, embistió al fuerte de San Mateo y poblaciones inmediatas; apoderándose de todo, sin que la resistencia de los españoles sorprendidos bastase a resistir. Muertos la mayor parte en la defensa, quedaron 30 prisioneros, que fueron objeto de la ira de Gourges, y los mandó ahorcar, poniendo este letrero: "no por españoles, sino por traidores y homicidas"; aludiendo al que suponen hizo fijar Pedro Menéndez cuando pasó a cuchillo a los luteranos: "No porfranceses,sino por luteranos". Gonzalo Villarroel, con algunos de los suyos, abrió con la espada campo a su vida y libertad por medio de los enemigos; y recelándose Gourges que los españoles huidos darían aviso y volverían sobre él, con la mayor aceleración que pudo embarcó su gente, cinco culebrinas 170 grandes, cuatro pequeñas y algunas municiones, y con derrota a Francia se levó en 3 de mayo, llegó a la Rochela en 6 de junio, creyendo hallaría grande aplauso de su acción y en la Corte el premio correspondiente; pero, a lo menos en lo exterior y apariencia, fue tratado como perturbador de la paz, porque, sin órdenes del Rey, había insultado a los confederados de su Corona. Ocultóse entre los mismos sectarios, pues el embajador de España lo pedía con instancias, y fue buscado con gran desvelo de los Ministros franceses para entregarle, en justificación de la sinceridad del Rey Cristianísimo; bien que después le nombró Almirante de la Armada que envió para auxiliar la revolución de Portugal contra su soberano Rey Católico 171 . El Adelantado, nombrado Gobernador de Cuba 172 , salió de España el 13 de marzo, llevando cuanto necesitaba y diez misioneros jesuítas, con los cuales fundó un Seminario de misioneros en la Habana, llegó con facilidad, y reparó las ruinas de Gourges, reedificando a San Mateo; y con la gente de refuerzo que traía le puso guarnición de 150 hombres con lo demás correspondiente, y aumentando con 193 la de San Felipe en Santa Elena, pasó a la Habana, y de allí, por tercerá vez, a España, de donde trajo nuevo socorro, y continuando en fomentar poblaciones y
170
[Arma de fuego portátil, que consiste en un cañón más corto que el de fusil, sujeto con abrazaderas a una caja.] 171 Cárdenas, Ensayo, folio 137. 172 [Pedro Menéndez de Avilés fue nombrado Gobernador de Cuba y la Florida (1567-1574). Este doble nombramiento es realizado con la intención de colonizar Con más facilidad la Florida, por ello delegará en tenientes suyos las actividades propias del Gobierno de la isla.]
CAPÍTULO V I H
149
aumentar sobre todo la cristiandad, consiguió tener empleados diferentes padres de la Compañía de Jesús y otros sacerdotes en Guale, Oristá, Santa Elena, y en otras varias partes y provincias de lo interior del continente. El Sumo Pontífice San Pío V 1 7 3 escribió al Adelantado Pedro Menéndez una carta en 18 de agosto de 1569, en la cual le llenó de elogios por su grande celo, por la conversión de los idólatras y extirpación de los herejes, exhortándole al cumplimiento de las órdenes del Rey Católico, de quien estaba informado de lo que había ejecutado en la Florida 174 . Pedro Menéndez Márquez, sobrino del Adelantado, que la ausencia de su tío era gobernador de la Florida, redujo muchos indios de la tierra adentro a la obediencia, tomando posesión en nombre del Rey de cada provincia en particular ante Rodrigo Carrión, escribano de la Gobernación de Santa Elena; salió a reconocer las costas en el año 1573 para que quedasen demarcados los puertos, obras, ríos, barras, y bajos, y facilitar a los españoles el conocimiento y navegación de aquellos mares con menos peligro; dio principio en la costa de los Mártires en 25°, y llegó algunas leguas más arriba de la bahía de Santa María, en 36° y 30' 1 7 5 de cuya navegación hizo derrotero y diario. Habiendo cuarta vez pasado a España el Adelantado de orden del Rey para otros encargos de su Real servicio, estando entendiendo en su cumplimiento, murió este insigne hombre en Santander el 17 de Septiembre de 1574, a los cincuenta y cinco años de edad: está sepultado en la iglesia parroquial de Avilés, su patria. Fue el mejor marinero de sus tiempos; hizo más de 50 viajes a la América, sin otros muchos a Alemania e Inglaterra; se ocupó de perseguir los enemigos de la religión y del Estado; mereció al Rey las mayores confianzas, le hizo general de sus Armadas, y mandó poner su retrato en las galerías de palacio; estos favores y su grande valor le atrajeron émulos y enemigos; murió muy pobre y empeñado, aunque muy sentido del Rey, y llorado de cuantos servían a sus órdenes.
1 7 3 [Pío V. Antonio Ghislieri (Bosco Marengo 1504-Roma 1572); Papa (1566-1572). Fue canonizado en 1712.]
174
Ensayo crort., fol. 139.
175
Cárdenas, fol. 148, en el diario que refiere este viaje, pone el puerto de Santa María en 37° y
medio.
C A P Í T U L O IX D E L PRINCIPIO DEL ESTABLECIMIENTO DE LOS INGLESES EN EL CONTINENTE DE LA FLORIDA
Muerto Pedro Menéndez, pensaron los ingleses pasar a la Florida; pero en el año de 1574 ya eran los españoles dueños de ella por derecho de primeros descubridores desde el año de 1512, y por el de conquista y primeros ocupantes desde el de 1565. Por este título los Reyes de España eran señores propietarios, y estaban en posesión desde el cabo de la Florida cabeza de Mártires en 25° hasta Santa Elena inclusive en 32° y 30', con poblaciones, castillos y doctrinas, y por aquél lo eran hasta cabo Enrique o bahía de Santa María en 36° y 30', aunque sin colonia alguna al norte de Santa Elena, cuando Walter Raleigh 1 7 6 llego a ocupar la tierra de la provincia de Virginia 1 7 7 , habitada de los indios, con una población que dejó erigi1 7 6 [Raleigh, Gualterio (1522-1618): en 1584 Gualterio Raleigh equipa dos navios gracias a una patente de la reina Isabel I que le concede plenos poderes p a r a "descubrir, buscar, y espiar y visitar todos los países y parajes remotos, paganos y bárbaros que no sean posesión de monarca cristiano"; llega a América en la costa de lo que hoy conocemos como Carolina del Norte, encuentra un paso por el actual Vineras Inlet, penetra en el Pamlico Soundy alcanza en julio de 1584 la isla de Roanoac situada más al Norte; al cabo de seis semanas sus navios navegan de regreso a Inglaterra con dos indios a bordo, manteo y Wanchese. Raleight que no participó en estos viajes organizados por él, llama "Virginia" a esa región en honor de la reina de Inglaterra; es armado caballero y recibe el título de "Lord y gobernador de Virginia". En 1585 una flota al m a n d o de Sir Ricardo de Grenville con colonos a bordo zarpa de Plymouth rumbo a Virginia; Grenville deja a 108 colonos en Roanoac, entre ellos al matemático y científico Tomás Harriot y al pintor Juan White, y regresa en agosto a Inglaterra. El hambre y las disputas obligan a los primeros colonos a volver a Inglaterra con sir Francis Drake que acababa de llegar de forma imprevista. Poco más tarde arriba sir Ricardo Grenville con cuatrocientos hombres y provisiones; al no encontrar colonos, en seguida regresa, dejando quince hombres en Roanoac que, sin embargo, son atacados y muertos por los indios. En 1587 Raleigh envía otra flota bajo el mando del mencionado pintor Juan White como gobernador; lleva el encargo de fundar una colonia en la bahía de Chesapeake pero el capitán del buque insignia los hace desembarcar en Roanoac. White abandona la colonia y vuelve en 1590, pero la colonia ha quedado abandonada y no ha quedado huella de sus habitantes. En 1595 Raleigh realiza una expedición a Guayana en busca del legendario El Dorado, pero a su vuelta cae otra vez en desgracia y entre 1603 y 1616 permanece encarcelado por alta traición en la torre de Londres. Recibe autorización para navegar de nuevo a la Guayana en 1617, pero a su regreso vuelve a ser encarcelado en la Torre y es ejecutado en 1618.] 1 7 7 Año de 1584, Historia de Walter Raleigh. Unos llaman a esta provincia Uvingaudecaova, otros Matosa, y más generalmente Virginia, que era el nombre del Cacique que mandaba en ella. Cárdenas, Ensayo cron., fol. 160.
152
SEGUNDA PARTE. TRANSCRIPCIÓN DE LA OBRA
da. Esta es la primera vez que los ingleses tomaron posesión en el continente de la Florida, dando principio a su establecimiento; mudando el nombre de Viguínea en Virgínea [Virginia], quizá en obsequio de Isabela, Reina de Inglaterra 178 . Con el discurso de algunos años después extendieron esta Colonia hacia el norte, dividiéndola en diferentes señoríos, condados y baronías, llegando sus límites hasta cerca de la población española de Santa Elena. La Reina Isabel se declaró dos años después contra España, por los socorros de gente y dinero que había dado a los flamencos rebeldes; envió a las Indias Occidentales al Conde Cristóbal Carlisle y a Francisco Drake 1 7 9 con una armada de 21 navios y 2.300 hombres, se desembarcó 1 8 0 , y que después de haber quemado y saqueado Santo Domingo, Cartagena y Santiago de Cuba, plazas indefensas en el año de 1586, a su regreso a Europa, ejecutó lo mismo por golpe de mano en San Juan de Pinos, castillo de 14 cañones, que aún no estaba acabado, seis leguas al sur de San Agustín, cuya ciudad y fortaleza sufrió igual estrago de sus hostilidades; porque los españoles, con la noticia de la superioridad de fuerzas enemigas, se retiraron a San Mateo para poder, unidos, rechazar a los contrarios, los que avisados de esta providencia volvieron a embarcarse, e intentaron pasar a Santa Elena para invadirla; pero un temporal los arrojó a la Virgínea, en donde hallaron a los ingleses de aquella reciente población de Walter Raleigh 1 8 1 pereciendo de miseria y necesidad, y Rodolfo Lave, su Gobernador, se embarcó con su gente en el navio de Drake, abandonando el país, de suerte que quedó por entonces extinguida la posesión que de él habían tomado los británicos. Noticioso el Gobernador español que el Conde y Drake se habían contentado con los daños ejecutados en San Juan de Pinos y San Agustín, y que enteramente habían desamparado las costas, volvió con toda la gente y familias por tierra, y dio principio a su reedificación, que finalizó perfectamente ayudado de los socorros
1 7 8 [Isabel I de Inglaterra dio en 1584 el nombre de Virginia en su propio honor (la reina virgen) a toda la región de la costa atlántica de América del Norte ocupada por los ingleses.] 1 7 9 [Drake, sir Francisco (1540-1596) Marino ingés, considerado un gran marino de la época isabelina. Un período en que Inglaterra pone los fundamentos de su futuro imperio colonial en su lucha marítima con España. Drake es el primer inglés que circunnavega la tierra (1577-78). En 1585 realizó actividades de corso por el mar Caribe.] 1 8 0 Sorpresa de Drak en San Juan de Pinos. Cárdenas, década 8 a , Ensayo cronológico, fol. 161. [Se refiere a la expedición de 1585 comandada p o r T h o m a s Fenner, Martín Frobisher, Francis Drake y Francis Conally]. 1 8 1 Drake y sus compañeros llegaron a la Virgínea y fondearon 6° al norte de Santa Elena; el 1 de junio vieron lumbre en la costa, fueron a ella con los botes y conocieron ser la población de los ingleses, la cual hallaron en tal mal estado, que sino llegaran casualmente, perecieran todos de hambre. Cárdenas, Ensayo, fol. 162.
CAPÍTULO I X
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que le fueron enviados de la Habana 1 8 2 . Con la muerte del Adelantado Pedro Menéndez, sus émulos vieron con ojos más serenos la importancia de fomentar y conservar a toda costa la población de la Florida. El Rey mandó poner 300 soldados de guarnición en la ciudad de San Agustín, y por sus Reales cédulas de 15 de Noviembre de 1570, de 18 de Enero de 1574, de 20 de Diciembre de 1578, y de 24 de Enero de 1580 183 , que se llevase el correspondiente situado anual desde las cajas de México, pero los accidentes de la mar o la tibieza de los oficiales reales dilataban tanto los socorros, que exponían a aquellas plazas a graves y continuas necesidades; por lo cual SM., a instancia del Gobernador, en cédula de 28 de Septiembre de 1584, mandó que los pagamentos se llevasen a la Habana. No era menos grave la necesidad de religiosos que había en la Florida para el cuidado de las Misiones establecidas y para el adelantamiento de otras; los indios, movidos de algunos ingleses y franceses que de las incursiones anteriores habían quedado en la tierra, martirizaron a algunos Padres Jesuítas y Padres Franciscos que los doctrinaban, y la multitud de piratas que infestaban los mares dificultaba reemplazarlos; pero en 1592 llegaron 12 religiosos de San Francisco, que con su virtud y constancia redujeron muchos bárbaros a pueblos formales, logrando por este medio la quietud de los presidios, a que contribuyó la visita pastoral que en 1595 hizo a estas misiones el obispo de Cuba D. Fr. Antonio Díaz Salcedo, y anteriormente el P. Fr. Diego Perdomo, que corrió casi toda la Florida, captando la voluntad de los indios. Mas a pesar de las buenas disposiciones que manifestaban para su conversión, la inconstancia e ingratitud que los caracteriza hizo prevaricar en el año siguiente a los de la isla de Guale y otros de la costa, quienes sorprendieron a los misioneros de pueblos de Tolemato, Topiqui, Asopo, Asao y Ospa, quitándoles las vidas. Pasaron a la isla de San Pedro con el mismo intento; pero su Cacique y un bergantín que había ido con víveres los derrotaron, y Hernando de las Alas, yerno de Pedro Menéndez, que era Gobernador, salió a sujetarlos, e introdujo nuevos misioneros184 y el obispo de Cuba D. Fr. Juan Cabezas, pasó a visitar estos pueblos, y todos los años se enviaban misioneros; se fundó un convento y dos hospitales en la capital, y las once Misiones que había establecidas entre los indios de la Florida las erigió en custodia el Capítulo general celebrado en Toledo en el año 1603 185 .
182
Cárdenas, década 6 a . Juan Díaz de la Calle, tomo I, fol. 200. Lact. Geográfica, lib. IV, cap.
XVII. 183 184 185
D. Juan Díaz de la Calle, Noticias sagradas y religiosas, Tomo I, M. SS. En la Real Biblioteca. Torquemada, tomo III, fol. 352. Cárdenas, Ensayo cronológico.
154
SEGUNDA PARTE. TRANSCRIPCIÓN DE LA OBRA
En los años siguientes continuaron los españoles en el fomento de sus poblaciones y en pacificar algunas naciones de indios, llegando sus poblaciones reducidas a Misión hasta la de Chatuache, situada sobre la costa del norte, a 70 leguas de San Agustín y a 10 más al Ies-nordeste de Santa Elena, sin que por parte de los ingleses hubiese novedad ni movimiento, hasta el año de 1606, que Cristóbal de Neuport 186 (despachado por Bartolomé Gesnaldo, quien con John Smith y otros mercaderes de Londres, le habían suministrado todo lo necesario), después de varias tormentas que le ocasionaron increíbles trabajos, volvió a la Virginia y llegó a cabo Enrique o Santa María, tomando tierra contra la voluntad de aquellos indios, que obligaron a fortificarse prontamente para defenderse de la furia con que los insultaban, hasta que entrando por el río Pouhatán, al presente llamado río James 187 , y a 50 leguas de su embocadura fundó la ciudad con el nombre de Jamestown, en honor de Jacobo I 188 que reinaba 189 . Jacobo I, en atención a que cedía lo que no le pertenecía, no tuvo dificultad en ceder a las instancias de Gesnaldo y sus asociados para confirmarlos la compañía, y así dio su Real aprobación 190 y licencia para que pudiesen pasar a la nueva población de la Virginia todas las familias de los interesados, con las condiciones que quiso imponer; la cedió el continente e islas situadas entre los 55° y 41° de latitud, despachando cédula Real a este fin. A este tiempo ya se habían aumentado las poblaciones de los españoles hacia el sur de Tequesta, y por el nordeste hasta el pueblo de Chatuache, situado en 33° sobre la costa, a 10 leguas de Santa Elena, y por el Oeste hasta Apalache, Apachicola, Casita, Cabeta, Coaba y demás provincias de la inmediación, con 22 doctrinas, con tanto fruto espiritual en los indios, que en el Capítulo general de la religión de San Francisco celebrado en Roma en el año de 1612 se tuvo por preciso erigir la Florida en provincia, dándola por su titular a Santa Elena, atendiendo a la población, que la tenía por su abogada y patrona 191 . Los ingleses adelantaban sus 186 Segunda vez vuelven los ingleses a la Virgínea, y se establece con patente de Jacobo I, cediendo las tierras comprendidas entre los 34° y 41°. Cárdenas, década 10 a . 187 Este es el río James, que desagua en la bahía de Chesapeake, al norte del cabo Enrique, sobre los 37° de latitud septentrional, y está es la bahía que los españoles llamaron de Santa María y los indios Rohinoque. 188 [Jacobo I (Edimburgo 1566-Theobalds Park, Hertfordshire, 1625). Rey de Inglaterra y de Irlanda (1603-1625) y Rey de Escocia (Jacobo VI, 1567-1625). Hijo de la reina María Estuardo y de Enrique Estuardo.] 189 Establecimiento de las colonias inglesas, fol. 22. 190 Año de 1607. 191 Constitución que existe en la actual, conservando esta provincia el mismo título. Cárdenas, Ensayo, fol. 181. Torquemada, torn. III, fol. 152.
CAPÍTULO I X
155
Colonias también hacia el norte desde Jamestown o ciudad Jacobo, con todos los puritanos que perseguidos del arzobispo Bancroft, que los obligaba a conformarse con los ritos de la Iglesia Anglicana, se huían de Inglaterra 192 , hasta que en el año de 1626 Carlos I, por sus justos fines, anuló la Compañía, y privándola de los derechos concedidos, agregó a su Corona la Virginia, nombrando gobernadores y jueces que despachasen en su Real nombre. N o puede señalarse a punto fijo el año que los ingleses poblaron su Carolina del Norte, porque falta esta noticia en cuantos papeles y libros se han buscado 1 9 3 ; pero es constante que el Rey Carlos II de Inglaterra concedió a la Compañía las tierras que comprende esta provincia en 1663. William Burk dice que por faltarle puertos tardó mucho en poblarse, y que después de algunos años sólo lo habitaba gente mísera, sin bienes, sin leyes y sin gobierno; que su capital fue la ciudad de Edenton, y que Mons. Dobbs la trasladó a la ribera meridional del río Neus 1 9 4 . Las mayores ventajas que ofrecían a los colonos la tierra y puertos de la Carolina Meridional, por hallarse ésta situada en lo interior de las tierras y carecer de ríos navegables, hicieron que prefiriesen la Carolina del Sur a la del Norte, ocupando las tierras que les había dado el Rey en 1663, aunque con mucha lentitud y sin establecerse pueblos formales; contentándose con cultivar las tierras y hacer sus fortificaciones en las vegas de los ríos, en donde se alojaba cada uno sin más dependencia del resto de la colonia que les dictaba la necesidad y la mutua conveniencia de unirse para defenderse de los ataques con que solían incomodarlos los indios. Considerando la grave extensión del país que llamaban Carolina, la dividieron en Septentrional y Meridional en el año de 1665, en que esta última quedó fundada con el nombre de Carolina del Sur 1 9 5 . Como quiera que sea, no quita ni pone el intento, porque hallándose la Carolina del Sur en 33° y San Felipe y Santa Elena en 32° y 30', no contradice el asunto de la cuestión y de esta obra el que los ingleses fundaran las dos citadas Carolinas años antes, más o menos; pues de todas maneras siempre se verifica que el país, desde los 37° inclusive en que se hallaba el cabo de Santa María hasta el de Santa Elena en 32° y 30', era usurpado por los ingleses, sin embargo de que todavía no estaba poblada más que hasta los 33 en que estaba la Misión de Chatuache
192
William Burk, tomo II, fol. 292.
[El autor pretende con esta obra restar importancia a la conquista francesa e inglesa. D e ahí la falta ¿deliberada? D e información. Actualmente existe consenso entre los historiadores en que sir Walter Raleigh instaló los primeros colonos en Carolina del Norte entre 1584 y 1587.] 1 9 4 Nicolás de Fer, en su descripción geográfica de la América. 153
•95 William Burk, tomo II, folio 270, pone la concesión de carlos II a la Compañía en 1663.
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SEGUNDA PARTE. TRANSCRIPCIÓN DE LA OBRA
de los españoles, por razón de haber Lucas Vázquez de Ayllón y Pedro Menéndez descubierto hasta la citada altura de polo de Santa María, hecho diario y derrota de sus costas; el primero en el año de 1519, y el segundo en 1573, a donde nación alguna había llegado hasta once años después que Pedro Menéndez, en que Walter Raleigh pobló con el nombre de Virginia, como se ha visto. Hasta aquí se ha demostrado el origen y antigüedades de los descubrimientos, conquistas y establecimientos de los españoles, franceses e ingleses en el continente de la Florida, con distinción de los hechos y de los años en que ocurrieron, como también de lo que cada nación de por sí poseía sin disputa, se han tocado claramente las razones de derecho que asistían al Rey Católico a los dominios que hay desde San Felipe en Santa Elena y Chatuache, última población al norte; que su Majestad estaba en posesión hasta el cabo y bahía de Santa María, por haberse poblado por ingleses posteriormente al descubrimiento de Lucas Vázquez de Ayllón y al de Pedro Menéndez Márquez, y se ha dado el individual conocimiento de las equivocaciones que autorizan algunos mapas, cartas de marear, relaciones y libros impresos en Madrid, con descuidos y falta de verdaderas noticias ocasionadas de la falta de examen con que se traducen servilmente las obras extranjeras; voluntariedad con que se han confundido los hechos, multiplicando los tantos y tan diversos nombres, con que se han puesto a estas provincias, costas, cabos, ríos y pueblos, queriéndose cada uno plausible por la invención, ofuscando con vocablos recientes los sitios que antiguamente tuvieron nombres impuestos por los españoles, primeros poseedores y descubridores, olvidados ya por las naciones que les han dado lo que les han parecido a los mares y tierras donde han llegado o imaginado llegar; resultando por estas causas el gran daño que observó Antonio Herrera 1 9 6 y después Juan Bacon 197 .
196
Historia general de las Indias, década I a , libro V, cap. 51.
197
En las notas a la introducción de la Geografia
de Culverio,
lib. VI, capítulo XII, fol. 501, Ibi
cum Hispani allia et Galli allia, bisce locis indiderunt nomina reperitur in tabulis Geografis discrepantia.
CAPÍTULO
X
D E L TRATADO DE PAZ DEL A Ñ O 1 6 7 0 , EN QUE EL REY CATÓLICO CEDE A LA INGLATERRA LAS TIERRAS QUE ÉSTA POSEÍA EN AQUEL AÑO EN LA AMÉRICA
A expensas de mucha sangre, de inmensos gastos y trabajos estaban los españoles poblados y en pacífica posesión (como se ha visto en los capítulos antecedentes) del país comprendido desde la altura de polo septentrional de 33° hasta los 25, en que por la parte oriental se termina el continente de la Florida, con poblaciones y doctrinas en casi todas las islas y Tierra Firme, hasta 150 leguas en lo interior de las provincias de Guale, Coaba, Orista, Timucuca, Santa Fe, San Martín, San Pedro, Acile, Vitachuco, Apalache, Cabeta, Apalachicola, Atalapuses y otras, y que los ingleses hicieron indebidamente dueños desde el cabo y bahía de Santa María hasta la Carolina o Charlestown del Sur, cuando Carlos II, Rey de la Gran Bretaña 198 , y el Señor Carlos II 199 , Rey de España, acordaron solemnemente un tratado y amigable composición para restaurar y conciliar en las Indias occidentales la paz y buena correspondencia interrumpida por varias y mutuas injurias y deprecaciones que se experimentaban. Por el artículo 7 o de este tratado se determinó "que todas las ofensas200, pérdidas, daños e injurias que las naciones española e inglesa en los tiempos pasados se habían hecho una a la otra por cualquiera causa o pretexto en la América, todas se entregasen al olvido y borrasen de la memoria, como si nunca se hubieran cometido: además de esto, se convino en que el Serenísimo Rey de la Gran Bretaña, sus herederos y sucesores, con pleno derecho de sumo imperio, de propiedad y posesión, poseerán y tendrán perpetuamente todas las tierras, regiones e islas, colonias y dominios en la India Occidental, tales o en cualquiera parte de la América, que el dicho Rey de la Gran Bretaña y sus súbditos tienen y poseen al presente; de suerte que por este nombre o título, o con pretexto de otra cualquiera pretensión, no se pueda ni deba jamás hacer apremio, ni moverse en adelante controversia alguna'201.
198
[Rey de Inglaterra, de Escocia y de Irlanda (Londres 1630-id 1685).] [(Madrid 1661-id 1700). Rey de España (1665-1700).] 200 Tratado de Madrid ¿A año 1670, art. 7 o . 201 [Carlos II había nacido en Madrid en 1661 y fue coronado cuando casi tenía cuatro años. Hasta su mayoría de edad, en 1675, la regencia fue encomendada a su madre, Mariana de Austria. La 199
158
SEGUNDA PARTE. TRANSCRIPCIÓN DE LA OBRA
Pero se pregunta: ¿á que fin en este solemne tratado se convendría entre las dos Coronas contratantes el contenido en el artículo 7° expresado. ¿Porqué en lo natural era ocioso, si los ingleses fueran legítimamente dueños? Y verdaderamente se infiere una total desconfianza de parte de la C o r t e Británica en este acto, pues expresamente concede a la C o r t e de E s p a ñ a el absoluto d o m i n i o de todas las Indias Occidentales; accediendo, como accedió, a un artículo tan significante y expresivo a favor del derecho del Rey Católico, confesando claramente en él que éste como señor que era de todo el continente, era absolutamente necesario que legitimase a los británicos en la posesión y declarase e intimase en el tratado que el Rey de la Gran Bretaña, sus herederos y sucesores, con pleno de sumo imperio de propiedad y posesión, poseerán y tendrán perpetuamente todas las tierras, etc. Lo que convence que sin esta tan esencial circunstancia, siempre que el Rey de España quisiese, podría desposeer a los ingleses; que es lo mismo que confesar la falta que tenían de justos títulos para la posesión, y reconocer al m i s m o tiempo que sólo los podía conceder su Majestad Católica como supremo dueño. N o es regular ni creíble que la Corte de Londres, si no supiera pertenecer verdadera y legítimamente a los reyes de España la soberanía universal de las Indias Occidentales, la consintiese confirmada en acto tan formal, en perjuicio de su propio derecho, ni tampoco que la Corte de España se apropiase el que no le tocaba en justicia. Dedúcese pues, por ilación forzosa, que la Gran Bretaña tiene legítimo dominio permisivé102, y sólo en fuerza del Tratado a todas las tierras que el referido año poseía y no otras; estando claramente probado en los artículos de descubrimientos, conquistas y posesiones que en dicho año no eran los ingleses los dueños del territorio comprendido entre los 3 3 ° de latitud septentrional inclusive, esto es, desde San Felipe en Santa Elena y misión de Chatuache, 10 leguas más al norte, hasta los 3 0 ° y 26' en que está el río de San Juan, y por consiguiente, que la provincia conocida hoy con el nombre de Georgia 2 0 3 , y parte de la Carolina 2 0 4 con
regente, que desconocía por completo los negocios de Estado y era mujer muy desconfiada. Confió el poder a hombres que le merecían una absoluta confianza personal. En 1670, cuando se firma este tratado detenta el poder Fernando de Valenzuela "el duende de palacio".] 202
[El subrayado es de Abbad.]
[Los primeros en penetrar en el territorio de Georgia, a través de la Florida, fueron los españoles en la primera mitad del siglo XVI. Fue la única de las trece colonias británicas de Norteamérica cuya fundación puede ser atribuida a empresa estatal (1721-1732), ya que, por su situación, Georgia era concebida como un territorio-tapiz frente a Florida. En 1741, los españoles fracasaron en un intento para apoderarse de ella y su extensión quedó definitivamente delimitada por el tratado de París (1763).] 203
2 0 4 [Carolina del Sur, separada en 1730 de la del Norte. Se extiende desde los 32° hasta los 36° de latitud Norte.]
CAPÍTULO X
159
sus establecimientos, es una usurpación que no puede legitimar la Inglaterra sino por otro tratado como el de 1670, en que por un artículo semejante al 7 o citado, el Rey Católico conceda a la Gran Bretaña pleno derecho de sumo imperio, etc., como concedió en aquél, de las demás regiones e islas que poseía entonces, sin cuyo requisito los españoles deben reclamar todo el país que hay desde 33° hasta los 30 y 26' en que se halla el río de San Juan, que hasta entonces se han extendido los ingleses con el nombre de Georgia y poseen hoy los colonos americanos; pues desde dicho río hacia el sur estuvo siempre poblado y habitado por los españoles, como es notorio. Las expresiones vagas e indeterminadas en los tratados de paz han sido siempre motivos de nuevas guerras y de mayores usurpaciones, y la poca o ninguna precisión en el señalamiento de límites de este artículo 7 o ha tenido las mismas consecuencias; pues por no haberse expresado en él cuáles eran las tierras, provincias, islas, colonias y dominios que poseían entonces los ingleses en las Indias Occidentales, ha motivado varias contestaciones, y la misma omisión se observa en los artículos 5 o y 7 o del año 1648 con las provincias de Holanda; aunque por cédula expedida en 7 de junio de 1689, en que los números 16 y 27 se expresó, entre otras cosas "que las islas que los ingleses tenían en la América eran la Barbada, la Nueva Inglaterra, una parte de la de San Cristóbal, el Canadá y la Jamaica". Con todo, Mr. Richard Blome205, en su América Inglesa o descripción de las islas y tierras del Rey de Inglaterra en la América, supone que además de las colonias expresadas en dicha cédula, "poseían los ingleses en aquellas partes las cuatro provincias de la Nueva Jersey, Pensilvania, Marilandy la Nueva York, con las islas de Nieves, Antigua, San Vicente, Dominica, Monserrat, Anguila, Carolina, la Nueva Foundlandy la del Tabaco", habiendo ocupado después la llamada Providencia en el canal de la Bahama. Pero todas estas islas, y las ocupadas posteriormente por los franceses, holandeses y dinamarqueses, eran y estaban bajo la denominación de España después del año 1645, como consta por el sínodo diocesano206 celebrado en Puerto Rico en dicho año, que fue aprobado por el Consejo de Indias en el año de 1646 e impreso en el siguiente, pues al folio 127 dice: "que concurrieron a él, como territorio de aquel Obispado, los procuradores seculares y eclesiásticos de las islas de Barrán, Santa Cruz, Vírgenes, Anguila, Sombrero, San Martín, San Vicente, Sabá, Estasio, San Cristóbal, Nieves, Redonda, Monserrate, Illán, Taria, la Barbada, Guadalupe,
205
Mr. Richard Blome, descripción de las islas inglesas, traducido al francés, año de 1688. [Abbad es un experto en Historia de Puerto Rico, cuya documentación original manejó en su estancia en la isla, y que utiliza en varias de sus obras.] 206
160
SEGUNDA PARTE. TRANSCRIPCIÓN DE LA OBRA
Deseada, Marigalán, Todos Santos y la Dominica207, que todas son islas de Barlovento", y en el archivo de la dignidad episcopal se hallan diferentes noticias que acreditan la dependencia de aquellas islas de dicho obispado, y aún hoy concurren por los santos óleos y otros recursos. Esta falta de expresión, o el uso de expresiones vagas, suscitó repetidas contestaciones entre la Inglaterra y Francia sobre los límites de la Acadia, Canadá, y Luisiana, pretendiendo la Inglaterra que todo lo que no era Luisiana era Canadá. Lo mismo ha sucedido con los de la Florida; pero es constante que en 1684 todos los establecimientos ingleses en la América, conocidos con el nombre de Colonias Unidas, eran cuatro provincias, a saber: Massachussets, Connecticut, New Hampshire y Rhode Island, comprendidas todas en lo que se llama propiamente Nueva Inglaterra208, y este país jamás se ha extendido ni pasado de los 41° de latitud del ñorte al sur. Por otra parte consta que la España tenía en las provincias de la Florida, en el año de 1655, 37 pueblos de Misiones de indios, en que había 26.000 habitantes cristianos, sin los pueblos de los españoles y algunos otros indios agregados, con 70 religiosos Franciscanos y cinco clérigos, que administraban el pasto espiritual; para cuya manutención y la de la tropa enviaba el Rey anualmente 75.859 pesos, 2 tomines y 3 granos209; siendo de notar que entre los pueblos referidos existían en dicho año los de Santa Elena, Chatuache y otros, que distaban 60 a 90 leguas de la capital.
Sínodo de Puerto Rico, celebrado año de 1645, fol. 127. Reinalt, Historia política, tomo VI, folio 393. 209 Don Juan Díaz de la Calle, Noticias sacras y reales, tomo I, folio 66, obra M.S., que existe en la Biblioteca Real, Sublevación de los indios, Cárdenas, década 18. 207
208
CAPÍTULO XI D E LO QUE HA ACAECIDO A LOS ESPAÑOLES EN SUS DOMINIOS EN EL CONTINENTE DE LA FLORIDA, DESPUÉS DEL TRATADO DEL AÑO DE 1 6 7 0 , QUE MOTIVÓ QUE SE RETIRARAN LAS POBLACIONES QUE HABÍA AL NORTE DE SAN AGUSTÍN, POR CUYA RAZÓN SE CONFIRMAN LAS POSESIONES EN QUE ESTABAN EN DICHO AÑO
Gobernaba las provincias de la Florida española(que en virtud del tratado de 1 6 7 0 se llamaba así por distinguirla de la de los ingleses) D . Juan Márquez de la Cabrera el año de 1 6 8 0 , cuando algunos indios de las poblaciones de San Felipe en Santa Elena, San Simón en Guale, Santa Catalina, Sapala, Gualquini, Vegeces, empezaron a dar indicios de desazonados del dominio español, y faltando a la veneración de los superiores, incitados de los ingleses de la Carolina del Sur, de cuya vecindad no podía esperarse otra cosa, pues despreciando los consejos de los Padres doctrineros, poco a poco se hicieron rebeldes con el pretexto de que el Gobernador se había propuesto mudarlos a las islas de Santa María, San Juan y Santa Cruz: disgustados de esta trasmigración, algunos de ellos pasaron a los ingleses, cuyo acto califica verdadera la bien fundada sospecha de los españoles contra la vecindad de aquella nación y las falsas razones con que intentaban cohonestar la mala fe de sus procedimientos; pues si fuera cierto que los indios, amantes de sus habitaciones, no gustaban dejarlas, subsistía el mismo motivo para que no pasasen a las de los ingleses, y menos lo había después de su deserción para cometer las muchas hostilidades que cometieron contra los españoles e indios sus parciales de Santa Elena, que obligaron para evitarlas a que el Gobernador diese la providencia de abandonar esta población el año de 1686; pues entre estos insultos asaltaron 2 1 0 , a los oficiales reales de San Agustín, que, según costumbre de todos los años, iban a pagar la tropa que había de guarnición en aquel castillo y demás islas, y los asesinaron inicuamente en el camino, de que resultó dicho abandono, y que efectivamente los ingleses se estableciesen en ella, y por consiguiente, la prueba real de que su influjo disponía los ánimos de los indios a semejantes ofensas.
2 1 0 Declaraciones del capitán Juan de Mexía, del sargento mayor D. Juan de Ayala, Juan de Sandoval, Don José Rodríguez, Don Alonso de Avila y otros dadas en San Agustín en 16 de septiembre de 1726.
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SEGUNDA PARTE. TRANSCRIPCIÓN DE LA OBRA
Se verificaron después en que el Cacique de los Yamaces, cristiano católico, habitante en la provincia de Guale, dándose sin causa por ofendido del Gobernador español 2 1 1 , dio la obediencia a los ingleses de la Carolina, faltando a la del Rey; y no contento con esta obra de mala fe, declaró la guerra a la provincia de Timacua, una de las obedientes a España; saqueó y quemó la doctrina y pueblo de Santa Catalina, distante 50 leguas de San Agustín y cabeza de la provincia de Guale; robó las alhajas de las iglesias y convento de San Francisco; dio lastimosa muerte a muchos, llevándose a otros prisioneros, que hizo esclavos en Carolina: acción que realmente no dejó duda de la coligación con los ingleses. Se hallaba entonces el Capitán general con poca tropa para reforzar las poblaciones de Santa Catalina y Zapala, a fin de asegurarlas de semejantes insultos, porque si dividía las fuerzas, resultaba de exponer unas y otras a la contingencia. En esta atención resolvió retirar la gente que había quedado en dichos puertos, juntarla con la de la población de la isla de San Simón en la provincia de Guale en 31° y 18', y armando dos piraguas y una galeota 212 , al cargo del capitán D . Francisco de las Fuentes, pasó a desalojar a los ingleses que ocupaban a Santa Elena, habiendo conseguido castigarlos; trajo 37 indios cristianos prisioneros con los víveres que se hallaron y algunos yamaces que, voluntarios o arrepentidos dejaron el dominio inglés; dio muerte al indio Miquesalla, caudillo de la nación, y a Guaja y a Colona, hijo y sobrino suyos, agregados a los ingleses. Parece que éste es lugar adonde corresponde hablar sobre la venta que con ligereza dicen algunos ingleses les fue hecha por los naturales del país de que se trata, alegando por esta razón el derecho de señores de él. Es verdad que el citado indio Miquesalla vendió a los ingleses el territorio de Santa Elena 2 1 3 con todas las solemnidades, escrituras y ceremonias de arrancar y plantar y mover tierras que en tales contratos se acostumbran; pero, para que se vea que no teniendo razones sólidas y verdaderas, es menester que se sirvan de invenciones írritas 214 y nulas, el referido indio no era siquiera natural del país que vendió, sino un mero mozo de la nación Chícora, situada al norte de Santa Elena, que, siendo de genio turbulento y ambicioso de fama, se había hecho bandolero, caudillo y guía que condujo al capitán Enrique N 2 1 5 . Y a sus compañeros a Santa Elena, para ejecutar la precipitada venta con la formalidad referida.
211 212 213 214 215
Cárdenas, década 10. [Galera ligera, de 16 a 20 remos por banda, y que arbolaba dos palos.] [Lugar próximo a San Agustín, en la costa oriental de la que hoy es el estado de Florida.] [írrito: acto nulo.] [Así aparece en el manuscrito.]
CAPÍTULO X I
163
No podían los ingleses de este contrato ignorar las propiedades del vendedor ni aceptar la venta por legítima y justa que sea, ni es dable que ignorasen que hacía más de cien años que el Rey de España gozaba en propiedad aquel terreno, y que el abandono de los españoles no despojaba a su Majestad Católica del dominio, ni era válida la venta, sin que precediese la manifestación justificada y autorizada de la propiedad hereditaria o adquirida del vendedor, requisitos indispensables para legitimar la enajenación; y careciendo el indio Miquesalla de todo derecho y dominio a la provincia de Santa Elena, reducida y poblada más de cien años por los españoles, se infiere que los ingleses ejecutaron las ceremonias de una compra nula y de ningún valor por todas razones. Pero aún dado que el indio Miquesalla estuviese habilitado para vender la referida tierra, esto es, que como cacique y señor de ella no fuese nula la venta, prescindiendo por ahora del derecho que tenían los españoles por conquistadores y pobladores, el que no había perdido por mero accidente de haberla evacuado, lo es de no usar de ella y dejarla abandonada si se quiere, tenga o no causa para ello, sin que por esto pierda el derecho al dominio: en este caso los ingleses sólo serían dueños de Santa Elena y su jurisdicción, y no de Guale, provincia más al sur, de distinto dueño y jurisdicción separada, en donde habitaban los españoles actualmente, a menos que el expresado indio del mismo modo que vendió clandestinamente la tierra de Santa Elena, ejecutase lo propio de ésta, lo que no consta. Pero volviendo a la expedición de D. Juan Márquez Cabrera, acabada la campaña dio cuenta al Rey 216 , de todo lo acaecido, remitiendo a su Majestad, al mismo tiempo los papeles ingleses que el referido capitán Francisco de Fuentes había encontrado en Santa Elena, de cuyo contenido se infería la intención que tenía el Rey de Gran Bretaña de poblar aquella región, porque entre ellos había una patente que concedía rentas y señoríos al expresado capitán Enrique N. Y sus compañeros pobladores, en recompensa del mérito que hacían a favor de su Corona en descubrir aquellas tierras habitadas de salvajes: hizo presente los daños y fatales resultas que se seguirán a su Majestad Católica, en cuya consecuencia dio cédula, su fecha en Madrid a 14 de Agosto de 1688, a D. Diego de Quiroga y Losada, sucesor en el gobierno y capitanía general de la Florida y sus provincias de Don Juan Márquez, en el cual aprobando su Majestad, todo lo obrado hasta entonces, encargó y mandó prosiguiesen el total desalojo de los ingleses y yamaces, poblados en las referidas tierras de Santa Elena y demás de su dominio, remitiéndole a este fin 100 hombres de refuerzo, armas, pertrechos y municiones, en el navio del cargo del capitán Juan de Ayala y Escobar.
216
En carta de 6 de marzo de 1687.
164
SEGUNDA PARTE. TRANSCRIPCIÓN DE LA OBRA
No habrá quien no conozca que si el Rey de España no hubiera tenido muy declarado el derecho a la posesión de Santa Elena (abandonada de los españoles por la agresión y torpes manejos de los ingleses) que su Majestad no hubiera aprobado la expedición de Don Juan Márquez, sino que le hubiera castigado como perturbador de la paz que subsistía entre las dos Coronas, en fuerza de buena correspondencia. Tampoco habrá quien no perciba, que no es regular que siendo el Rey de España soberano dueño de tantas y tan vastas regiones y dominios en las Indias Occidentales, quisiera interrumpir la paz, para usurpar una tan corta porción de país como el de Santa Elena, y menos habiendo con tanta liberalidad concedido a la Inglaterra la posesión y derecho de sumo imperio de tantas tierras e islas como concedió por el tratado del año 1670. También es claro, que si aquel territorio hubiese pertenecido a la Gran Bretaña, el Gobernador de la Carolina hubiera dado quejas, con razón, de la violencia de los españoles, y la Corte de Londres hubiera pasado sus oficios a la de España, lo que no se ejecutó; infiriéndose de su silencio que no tuvo que sentir ni que argüir sobre lo practicado por el Gobernador de la Florida, ni de las órdenes del Rey de España, reiteradas por el desalojo de los ingleses. Sería reparable que el Rey de España hubiese concedido a los ingleses (como concedió por el artículo 7 o del tratado del año 1670) todas las provincias y regiones que la Gran Bretaña poseía en las Indias occidentales, y que diecisiete años después quisiese quitarles una parte tan corta, siendo cierto, como queda demostrado con los derechos tan específicos, lo que en el mismo año de 1670 poseían los ingleses en el continente de la Florida; y así el Rey Católico sólo mandó a sus gobernadores que recuperasen sus dominios, desalojando a los ingleses de la provincia de Santa Elena. Si esta jurisdicción hubiera sido comprendida en los dominios que SM. había cedido a los ingleses, no los hubiera mandado desalojar de ella, así como no los mandó arrojar del resto, ni hubiera mandado tropas, armas y municiones para que prosiguiesen hasta desalojarlos enteramente de ellas; cuya expedición quedó frustrada por un recio temporal que sobrevino al armamento marítimo en la inmediación del puerto de destino, que, maltratando las embarcaciones, obligó a dejar la empresa por entonces. Añádase a todo lo dicho que la patente, renta y señoríos dados por su Majestad británica al capitán Enrique N. y a sus compañeros, fue el falso supuesto de estar aquellas tierras habitadas por salvajes y todavía por descubrir, según se verifica por el contexto de la misma patente; pues expresamente dice, que el Rey su amo le concedió rentas y señoríos al expresado capitán y compañeros pobladores, en recompensas del mérito que hacían a favor de su Corona en descubrir aquellas tie-
CAPÍTULO X I
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rras habitadas de salvajes. De que se infiere, que la mente del Rey Británico Carlos II era de descubrirlas y poblarlas, que es lo mismo suponerlas su Majestad ignoradas de toda nación y sin dueño, y lo propio que decir que si sus vasallos le hubieran informado de la verdad no hubiera otorgado tales patentes ni concedido señoríos en dominios de la Corona de España, pues la orden o patente del Rey de la Gran Bretaña fue para descubrir y agregar a su Corona la conquista de tierras habitadas por salvajes; pero el capitán Enrique se estableció en dominios que eran del Rey Católico, poblados de sus vasallos, y los informes sobre que se pidió la patente fueron falsos. Desde el año de 1693, en que Don Diego de Quiroga sucedió en el Gobierno de la Florida y sus provincias a Don Laureano de Torres, no hubo acción particular ni suceso digno del asunto, manteniéndose los ingleses en la posesión de Santa Elena y los españoles en la de San Simón, Santa María y Santa Cruz, en la provincia de Guale, hasta el año de 1701, en que, declarada la guerra, pasó a las Indias el vicealmirante Bembous con una armada de 20 navios y tropas, reforzó la Virginia, la Carolina, San Cristóbal, y otras islas, y habiendo llegado Don José Zúñiga a relevar a Torres del mando, viendo el mal estado en que se hallaban las defensas del presidio de San Agustín y poblaciones de su jurisdicción, la tardanza de socorros pedidos al Rey por sus antecesores, y los movimientos de guerra con que le amenazaban los ingleses vecinos, determinó enviar a la Corte a D. Juan de Ayala, uno de los capitanes de la gente de su mando, a que informase a su Majestad del riesgo en que estaba y de los preparativos que se hacían en la Carolina del Sur. Al año siguiente de 1702, el general Ducase 217 , de orden del Rey había embarcado en la Coruña, en la armada de su mando, 2.000 gallegos para socorrer las plazas de la América, y dejando parte de ellos en la Habana, el Gobernador de ella, noticiado por Don José de Zúñiga de que el Coronel Moor intentaba ir sobre San Agustín, con toda prontitud despachó 70 gallegos en su socorro al cargo del capitán D. José Primo de Rivera. Socorrido D. José Zúñiga, procuró que los enemigos lo hallasen en el mejor estado de defensa, a cuyo fin hizo todas las prevenciones que le fueron dables, logrando por estos medios y valor de los españoles, no sólo resistir el sitio que Moor puso a la ciudad y castillo de San Agustín, sino que lo precisó a retirarse con considerable destrozo y pérdida de los suyos. En esta ocasión del referido sitio los españoles e indios, que habitaban las provincias de Guale y Timucua, en las poblaciones de San Simón, Santa María, Santa Cruz y San Mateo, con la tropa y oficiales que había de guarnición que había en ellas, se retiraron a la ciudad; así porque se contemplaban poco seguros de la multitud de enemigos que bajaban de Carolina a invadirlos, como para oponerse con
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las fuerzas unidas a la toma de la capital, de cuya conservación pendía la del resto de la guarnición. Y así, en este año de 1702, fue cuando los españoles dejaron voluntariamente la posesión en que estaban de la provincia de Guale y demás poblaciones arriba expresadas; y esta retirada de los españoles no da derecho de dominio a los ingleses; pues es hecho constante que en esta expedición no consiguió otro fruto Moor que haber hostilizado cuanto le fue posible a los españoles.
C A P Í T U L O XII OCUPAN LOS INGLESES EL PAÍS DE GUALE; RECONVENCIONES DEL GOBERNADOR DE LA FLORIDA AL DE LA CAROLINA, Y DE LA CORTE DE ESPAÑA A LA DE LONDRES, EN QUE SE PRUEBA LA USURPACIÓN
Por la serie de sucesos y de las pruebas innegables hasta aquí deducidas, se verifica que la Gran Bretaña jamas ha tenido derecho para poseer el país que hay al sur de Charlestown, y que ha pertenecido y pertenece siempre a la Corona de España; asimismo que, aún mediando el artículo 7 o del tratado del año 1670, observado con toda exactitud por parte de España; tampoco la Inglaterra le tiene al que se comprende desde dicho Charlestown hasta el cabo Enrique: de modo que sólo la falta de noticias ajustadas a la verdad de los hechos, a los tiempos y a las situaciones de cada tierra, en particular de lo descubierto, conquistado, poblado y poseído por los españoles e ingleses, por haber promovido la solicitud de éstos; pues se ve claramente las que cada potencia debe gozar en este continente, y que Santa Elena inclusive es el límite más reducido que debe prescribirse para una y otra nación, sin que pueda interponerse la más leve réplica en fuerza de los hechos que lo declaran y del derecho de las gentes que lo imponen. Había D. Antonio Benavides Bazán 2 1 8 , Capitán General de la Florida y sus provincias, dado cuenta al Rey de las hostilidades que experimentaban los vasallos de su Majestad por ingleses e indios de Carolina, y de la noticia dada por Joaquín Voto, que había aportado a San Agustín a vender la carga de harina que traía el año de 1719, en orden a que los referidos ingleses erigían un fuerte en la Tamaja o bocas de Talaje, 33 leguas al norte de San Agustín en 31° 12' de latitud, que corresponde a la isla de San Simón o Gualquini y de que en esta inteligencia, habiendo pasado recado y carta al Gobernador inglés, reconviniéndole de la manifiesta usurpación por la pertenencia de aquel terreno a la Corona de España, y en virtud de la observancia de unión y buena correspondencia que debía mantenerse entre los
[Jean Baptiste D u Casse, oficial de marina francés (Saubusse, cerca de Dax, 1646-BourbonL'Archambault 1715). Gobernador de Santo Domingo, se defendió de los ataques de ingleses y españoles en 1691. Dirigió diversas expediciones contra puertos españoles durante la Guerra de Sucesión española.] 217
218 [Brigadier del Cuerpo de Reales Guardas de Corps, en 1719 fue nombrado Gobernador y Capitán General de las provincias de la Florida, prorrogándosele el cargo en 1722.]
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vasallos de ambas Majestad, le había respondido el citado Gobernador, tenía órdenes de su Soberano para afianzar sus dominios con fortificaciones y poblaciones en la mejor forma que pudiese. En cuya consecuencia se hallaba Don Antonio Benavides con las del Rey Católico, hechas en Aranjuez en 25 de marzo de 1721, y en 10 de julio de 1724 y en el Buen Retiro en 18 de agosto del mismo año 2 1 9 , unas y otras sobre estos asuntos, mandándole ocurriese personalmente a juntarse con el Gobernador de la Carolina, para que, de acuerdo ambos, arreglasen y determinasen los límites que tocaban a una y otra potencia; a cuyo fin S M . Británica participaba S M . Católica, por carta del Duque de Newcastle, hecha en Whitehall en 22 de junio de 1721 2 2 0 en que respondiendo a las reconvenciones hechas al Rey su amo por el ministro del Rey Católico en la Corte de Londres Don Jacinto Pozobueno, en virtud de sus Reales órdenes, por las que instaba se mandase al Gobernador de la Carolina hiciese demoler luego el fuerte, que construía por los ingleses en el territorio y dominio español, pues de lo contrario estaba precisado SM. Católica a usar de su derecho, decía que deseando apasionadamente su Soberano vivir en perfecta inteligencia con su buen aliado el Rey de España, y evitar todo lo que pueda dar la menor ocasión a alguna alteración de la unión que subsistía y de la afición mutua que deseaba mantener entre las dos Coronas consentía gustoso en la proposición hecha por parte de España, de que los dos Gobernadores, para concluir las diferencias, arreglasen y determinasen entre ellos los límites de uno y otro territorio, y se demoliese el referido fuerte, si estuviese en dominio español, si no es que se pudiese convenir en un equivalente a satisfacción del Rey Católico; y que a estos fines SM. Británica le mandaba expidiese las órdenes necesarias al Gobernador de la Carolina, lo que practicaría en la primera ocasión sin que hubiese falta. En esta consideración, el Gobernador de la Florida, para proceder con mayor acierto y justificación en el acto de la junta, quiso que, con asistencia del escribano del Gobierno, se hiciese una información con algunas personas que se hallaban en San Agustín, que individualmente pudiesen dar razón y noticia de los confines y jurisdicción de las tierras que tenía el Rey de España y que ocupaban sus vasallos al norte de dicha ciudad, muchos años después de 1670, a fin de poder con la mayor claridad demostrar y convencer al Gobernador de la Carolina, en el caso de que se opusiese a la justa posesión del país que pertenece a SM. Católica; discurriendo que con producir hechos tan auténticos, evitaría muchos debates y litigios que de otro modo indubitablemente se había de ofrecer de parte de los ingleses. Y
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Existen en los Archivos de San Agustín y de la Gobernación de la Habana.
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En los mismos archivos de San Agustín y de la Habana.
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así mando llamar a su presencia a D. Juan Mesía, capitán de la guarnición; Don Juan de Ayala, sargento mayor; Juan de Sandoval, soldado de infantería; Don José Rodríguez Menéndez, Don Alonso de Ávila Saavedra y al contador D. Francisco Menéndez Márquez, y habiendo interrogado a cada uno separadamente bajo de juramento, contestaron en sus declaraciones que todos ellos, como testigos de vista y de cierta ciencia, habían estado de guarnición en calidad de soldados los unos y cabos otros en las poblaciones de Santa Catalina, Zapala, Gualquini, Santa María y San Juan, mucho después del año 1670, y de que el fuerte de que se trata se hallaba en dominio legítimo del Rey de España; y los referidos capitán Don Juan de Mesía y ayudante Don José Rodríguez Menéndez añadieron, haberse hallado en la segunda expedición que de orden del Rey intentó el Gobernador D. Diego Quiroga, para el desalojo de los ingleses poblados en Santa Elena, la que por temporal que deshizo el armamento no tuvo efecto, como se ha dicho 221 . Es evidente, que una información semejante de sujetos tan idóneos, justifica plenamente el dominio de España a aquellos países, hasta Santa Elena inclusive, pues autoriza el hecho de la verdad, a la que no se opone el Gobernador de la Carolina respondiese al de los oficios del de la Florida en los términos que respondió, porque nada es más natural que el que tuviese órdenes de su Soberano para afianzar sus dominios con fortificaciones y poblaciones en la mejor forma que pudiese. Pero como quiera que éstas por sí mismas explican la mente de SM. Británica, que no se dirigían a afianzar y fortificar dominios ajenos, como era y lo son los de que se trataba, no debía el Gobernador de la Carolina interpretar dichas órdenes apropiando tan absolutamente a sí y a la Corona de su Rey, país que no le pertenecía. Debía haber convencido al Gobernador de la Florida con demostraciones y pruebas evidentes, autorizadas con instrumentos, y mostrarle los títulos que tenía que calificasen al Rey su amo el derecho del territorio en cuestión; mayormente no pudiendo la Corte de Londres dejar de tener presente el artículo 8 o del Tratado de Utrecht de 13 de Junio de 1713, en el que "Doña Ana, reina de la Gran Bretaña, permite que ayudara a los españoles con sus fuerzas y riquezas para que los límites antiguos de las jurisdicciones de la América pertenecientes a España, se restituyan y permanezcan como estaban en tiempos del señor Carlos II, y se reparen los quebrantos o disminución que tuvieren desde que dicho Carlos II murió"222.
221 Diligencias que constan en los autos de la materia, que paran en los archivos de San Agustín y la Habana. 222 [La cursiva es de Abbad. Por el conjunto de tratados firmados en Utrech (1713), junto con los de Rastad (1714) y Amberes (1715), se puso fin a la guerra de Sucesión en España. El conjunto de tratados consumó la desmembración política establecida en 1648 en Westfalia. Gran Bretaña fue la
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Esto es lo propio que hacerse la Reina de la Gran Bretaña garante de mantener y defender el derecho que la Corona de España tiene a las Indias occidentales; y supuesto que los primeros dominios de los españoles en esta parte en tiempo del señor Don Carlos II de España, comprendían la provincia de Santa Elena, y que los quebrantos o disminución habían sucedido después del tratado del año 1670; se sigue por consecuencia necesaria, que deben ser reparados en cumplimiento de la galantería de la Serenísima Reina de la Gran Bretaña, estipulado en el citado tratado de Utrecht del año 1713, y en el de 18 de noviembre (estilo viejo) del mismo año, celebrado entre SM. Católica y SM Británica, en el que "por el artículo I sus Majestades prometieron mutuamente observar y cumplir todo lo contenido en los artículos de los tratados anteriores. Lo cual fue confirmado después por el tratado de Madrid, hecho el 13 de junio ele 1721 entre SM. Católica y el Rey Jorge I de la Gran Bretaña, en que por el artículo 2o se contrató, que SM. Británica expediría las órdenes necesarias a sus Gobernadores para el cumplimiento de lo convenido entre las dos Coronas en los tratados de Utrecht, particularmente en cuanto a lo que pudiere no haber sido ejecutado sobre los puntos arreglados 8, 11 y 15, que hacen mención de dejar a los españoles el libre comercio y navegación de las Indias Occidentales, y de mantener los antiguos límites de la América como estaban en tiempos del rey Carlos II, etc. 'a2}. No ignora[ba] la Corte de Londres, que la corona de España poseía las provincias de Guale y Santa Elena, y que sus vasallos las habitaban después de la muerte del Sr. Carlos II, mediante a que el Duque de Newcastle, por carta de 18 de diciembre de 1724 a D. Jacinto Pozobueno224 le dijo, que en el particular de la construcción del fuerte que los vasallos de la Gran Bretaña habían hecho sobre el río Tamaja o bocas de Talaje le hubiera respondido si Mr. Nicolson, que era Gobernador de la Carolina meridional, a quien se aguardaba en Londres por haber tenido licencia de SM. Británica, hubiese llegado; pero respecto a que se dilataba, y que dicho D. Jacinto instaba por tener alguna razón particular en este negocio para informar a su Corte, el Duque se hallaba con órdenes de su Soberano para reiterarle las seguridades que antes se le habían manifestado, en orden a que el Rey su amo estaba pronto a efectuar todo cuanto pudiese contribuir en el fenecimiento de esta controversia, según las reglas más exactas de la justicia; y le incluyó copia de una información que se había hecho por el Consejo y Asamblea de la
nación más beneficiada por estos acuerdos, cimentando a partir de 1713 su hegemonía política, marítima y comercial.] 223 [La Cursiva es de Abbad.] 224 En los Archivos de San Agustín y la Habana.
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Carolina y por el Gobernador Nicolson 2 2 5 a fin de instruir a SM. Británica en estas materias, la que se redujo en sustancia, a que el fuerte de que se trataba se había construido en la embocadura del río Alatamaha, que por carta o cédulas del Serenísimo, Sr. D. Carlos II (que santa gloria haya), se concedió a SM. Británica, no solamente el dicho río que se halla en 31° y 12', pero también un gran territorio al sur del referido río, y que después de esta donación los españoles no poseyeron jamas ni cultivaron tierras algunas sobre él, y que habían abandonado en el año de 1702 aquella región a reserva de algunas garitas que mantenían en la boca del río San Juan; añadiendo dicha información, que la nación inglesa había cuarenta años que tenía comercio considerable con los indios poblados en las riberas de dicho río. Cuando no fuesen suficientes todas las pruebas dadas sobre la posesión en que estaban los españoles del país en cuestión, después del año 1670 bien claro se manifiesta ser así por el contenido de la referida información, hecha en el año de 1624, pues, deduciendo los cuarenta años que había que comerciaban los ingleses de la Carolina con los indios de aquella comarca, el principio de su comercio corresponde al año de 1684, o catorce años después del tratado de 1670, que es precisamente cuando aquellos indios vasallos de España comenzaron a rebelarse y a parcializarse con los británicos, de lo que se originaron todos los sucesos que quedan dichos en este punto. También confirmar lo propio la declaración de la Asamblea y Consejo de la Carolina, diciendo que los españoles abandonaron aquellas tierras en el año de 1702. Y en cuanto a la especie que dicho Consejo y Asamblea produce, que por cédula del Serenísimo Sr. D. Carlos II se hizo donación a SM. Británica, no solamente de dicho río que se halla en 31° y 12', pero también de un gran territorio al sur del referido río, es cavilosa y falsa; porque en caso de ser verdadera, ni el Rey de España reclamara por la restitución de la región que se trata, ni el Rey de Inglaterra tenía necesidad de pedir informe a la Asamblea y Consejo de la Carolina, ni de aguardar el arribo a Londres del Gobernador Nicolson, para instruirse en este negocio; pues con hacer presente la cédula o carta del Rey Carlos II, citando su fecha y circunstancias, era sobradísimo instrumento que terminaba toda disputa, y es de creer que si la Gran Bretaña la tuviera, no omitiera diligencia tan fácil cuanto eficaz para el intento. También prueba la falsedad de la supuesta cédula o carta de donación, que expresa el informe del Consejo de la Carolina, la incompatibilidad de haber el
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Informe del Consejo de la Carolina, en los Archivos de San Agustín y de la Habana.
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mismo Señor Carlos II en el año de 1688, no sólo aprobado la expedición practicada contra los ingleses usurpadores de Santa Elena por el Gobernador Don Juan Márquez Cabrera, sino haber mandado y encargado a su sucesor D. Diego Quiroga, prosiguiese en la operación hasta conseguir su total desalojo, por ser dominio perteneciente a la Corona de España, enviandole a este fin 100 hombres de refuerzo, armas, pertrechos y municiones según se ha visto. El que los españoles después del año 1702, en que abandonaron aquellas tierras, no las hubieran poseído y cultivado jamás, como refiere el Consejo y Asamblea, no quita el derecho de dominio que tenía la Corona de España a ellas, antes bien contestando en esta fecha con la información recibida ante D. Juan de Benavides, concluye hasta el citado año de 1702 estuvieron los españoles en posesión, además, que habiendo en aquellas Misiones 27.000 indios católicos 226 , entre los cuales se le deben suponer otros tantos agregados sin bautizar, como sucede en todas las Misiones de América, estos indios y los españoles poblados en aquellas provincias de Santa Elena y Guale, no podían subsistir sin cultivar tierras. Por otra parte habiéndose reconocido estas costas de orden de SM. en el año de 1686, y posteriormente pasado toda la escudara de barlovento para ver si había establecidos en ella algunos europeos, el Conde de la Monclova que la mandaba, dice: que sólo halló un navio francés que había naufragado en el cabo Corrientes 227 . De aquí se infiere, que las tierras dichas estuvieron cultivadas, y que es supuesto el citado instrumento de donación del Señor Carlos II, pues si la hubieran dado constarían las órdenes de SM. que necesariamente debía haber expedido para que sus vasallos, que habitaban el país de que se trata, se retirasen y dejasen la posesión a los ingleses. Aún es mayor prueba, que confirma las antecedentes, el que el Duque de Newcastle, después de la citada información que expone acabó su carta diciendo: " Que entrar en más largo discurso, quiere el Rey su amo suspender su juicio sobre este asunto, hasta el arribo del Gobernador Nicolson, del que recibiría el más amplio informe que pudiera tenerse en este negocio, sobre el cual ejecutaría todo cuanto pudiese esperar para la satisfacción de la Corona de España, y que no obstante, a fin de que no faltase nada por parte de SM. Británica por complacer el deseo de SM. Católica le había mandado escribiese a los encargados de la Carolina durante la ausencia de dicho Nicolson, fuesen a verse con el Gobernador español, a fin de aclarar cuanto fuese dable en 'materia e informasen, con distinción de cuya resulta daría cuenta a D. Jacinto de Pozo bueno"126.
226 227 228
Don Juan Díaz de la Calle, Noticias sagradas y reales, t. I, fol. 69. Don Juan Díaz de la Calle, folio 69 y siguientes. [La cursiva es de Abbad.]
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Si realmente existiera en los Anales de Inglaterra, el instrumento de cédula o carta de donación del Sr. D. Carlos II, ¿Qué dudas pudiera haber que obligasen a SM. Británica a suspender su juicio? ¿Ni para qué hay que esperar el arribo a Londres de Nicolson con el informe?. ¿Ni qué del caso eran las órdenes a los del Gobierno de la Carolina para que ventilasen la materia con el Gobernador de la Florida si se concluía el asunto con la presentación de la misma cédula? Dejemos al Sr. Duque de Newcastle y a los ingleses la solución del punto; mientras tanto debemos creer firmemente que jamas hubo tal cédula de donación; pues habiéndose visto en el Consejo de Indias la representación referida del Duque de Newcastle, juntamente con la expresada información, que concluyó con los antecedentes de la materia, a consulta del Fiscal, resolvió SM. Católica repetir, con fecha en Madrid 22 de junio de 1725, al Gobernador de la Florida, lo que le había mandado por los precitados despachos de 10 de junio y 8 de agosto de 1724, y que en su inteligencia, sin la menor omisión ejecutase las diligencias que por ellos se le habían ordenado, con la prevención de que, en caso que la Corte de Inglaterra no hubiese dado las órdenes al Gobernador de la Carolina, o en el de que esto no concurriere al reglamento de límites acordado, le citase para por su parte para la ejecución de dicha demarcación, y de excusarse a ello, le mandó que con asistencia de personas pasase y practicase la diligencia por sí, y que si resultase de ella hallarse contenido el fuerte dominio de SM. Católica, requiriese al Gobernador de la Carolina para que le demoliese, sin permitir que por modo alguno se conviniese en la alternativa que se proponía por la Corte de Londres del equivalente por dicho fuerte. Llegadas que fueron a manos de D. Antonio de Benavides las expresadas órdenes, puso en práctica su observancia, nombrando a D. Francisco Menéndez Márquez, contador propietario de la Real Hacienda de San Agustín y provincias de la Florida, y a D. José Primo de Rivera, capitán de caballería y comandante de la plaza, como sujeto de confianza y actividad; y confiriéndoles pleno poder para que, representando su propia persona, pasasen a decidir con el Gobernador inglés la demolición del fuerte y la división del territorio que los dos monarcas Católico y Británico mandaban ejecutar 229 . Instruido del antiquísimo derecho que tiene la Corona de España hasta los 36° 30', les prescribió los límites definidos sólo hasta la isla de Santa Elena, en 32° y medio, por lo cual debiesen quedar señalados los términos de una y otra jurisdicción por la parte del norte, y por la del oeste la dis-
2 2 9 Diligencias del Gobernador de la Florida, sobre arreglo de límites de su jurisdicción y la Carolina, en los Archivos de San Agustín y la Habana.
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SEGUNDA PARTE. TRANSCRIPCIÓN DE LA OBRA
tinguiesen y declarasen por el mismo paralelo de los referidos 32° y medio, hasta las provincias de Talapaces y Cabetas, naciones subyugadas a la dominación de españoles, cuyas tierras habían habitado hasta el año de 1692; encargándoles tuviesen siempre presente el tratado de 1670, por no pretender mayores extensiones, en fuerza de la buena fe con que debía observarse lo en él estipulado, se presentaron en la Carolina. En el primer Consejo que se juntó después del arribo de los mencionados D. Francisco Menéndez y D. José Primo [de Rivera] a que fueron convocados, manifestada su diputación con los despachos de SM. Católica y Británica, representaron a dicho Consejo cuanto en el asunto les pareció conveniente al logro de su derecho; y la única solución que consiguieron fue, que no se hallaba aquel Gobierno con órdenes directas de su Rey sobre la materia, y que a tenerlas ejecutaría sin contradicción lo que se proponía; pero luego que las recibiese, se dispondría la concurrencia para el cumplimiento de lo que los dos Soberanos mandaban; y con carta de 10 de septiembre de 1725 de Mr. Middleton, Gobernador por ausencia de Nicolson que estaba en Londres, al de la Florida, reiterándose en la respuesta dada por el Consejo, añadió que hasta tanto que no tuviese particular orden del Rey su amo, mantendría el fuerte, y disputa y sus territorios, en lo que pondría especial cuidado en fuerza de su obligación. De este modo quedaron eludidas las repetidas instancias de la Corte de España, sobre la indebida construcción del fuerte de Tamaja y las convenciones de ambas Coronas, de que los dos Gobernadores se comunicasen las órdenes para el arreglo de los límites y finalización de estas controversias. Faltan voces con que significar tanta perfidia: no habra nación, ni político, ni bárbaro, que no se admire, quebrantadas las leyes de la amistad y buena correspondencia con tanto descaro; violando sin disimulo la religiosa fe de los tratados con manejos tan indecorosos a SM. Británica y a sus ministros, y en fin, se verifica y prueba plenamente la usurpación del dominio español, hasta la provincia de Santa Elena inclusive, por el mismo hecho de huir la cara a la contestación y a cumplir lo pactado entre las dos Coronas. Aun más de extrañar la continuación de tales felonías de parte de los ingleses y el sufrimiento de España. En el año de 1735, aseguró el Ministro Británico a D. Tomás Gerardino, que D. Diego Ogletorp, destinado a la Carolina, llevaba consigo las órdenes de arreglar sus límites en concurrencia con el Gobernador de la Florida; pero fueron tan contrarias las que le manifestó a su arribo Ogletorp, que en ellas sólo se mandaba su Monarca poblara todo lo que no lo estuviese. Y esta que es la única orden consiguiente de cuantas expidió el Ministro de Inglaterra sobre estas competencias, es muy conforme a la patente que expidió el
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Rey Británico en 9 de Junio de 1732, en que dispone de los dominios de aquel continente y aún del mar; concediendo a la compañía formada para el establecimiento de la Colonia de Nueva Georgia, cuanto no estuviese poblado por vasallos de Inglaterra: concesión ex diámetro opuesta al tratado de 1670, que excluye de su derecho todo lo que en aquel año no tenían ni poseían, siendo así, que éste es el fundamento y principio por el cual deben ser arreglados los límites de las jurisdicciones. Reconvenido Ogletorp de parte del Capitán General de la Isla de Cuba, don Juan Francisco Guemes y Orcasitas 230 , por un oficial que envió a la Nueva Georgia desde la Habana en el año de 1736 de la indebida posesión de las 38 leguas de la jurisdicción norte sur que había ocupado, que tantas comprendían las poblaciones en que estaban entendiendo en dominio del Rey Católico, y en su real nombre intimándole se retirase, evacuando y desalojando cuanto injustamente había poblado desde la Isla de Santa Elena inclusive hasta el río de San Juan; después de varias conferencias y debates con dicho Oficial, en que Ogletorp abultó derechos supuestos, alegando que aquel país había sido descubierto y conquistado por Sebastián Caboto 2 3 1 el año de 1497, con despachos de Enrique VIII de Inglaterra, el que sucesivamente había sostenido por D. Francisco Drake 2 3 2 , que por orden de la Reina Isabel había tomado y destruido el fuerte de San Agustín, y que los reyes Jacobo I y Carlos II se habían concedido a los señores en propiedad todas las tierras hasta 29°; convencido de las fundadas réplicas que el citado oficial le hizo, y de las instancias sobre su retirada total, convino en quitar y demoler enteramente el fuerte y población de San Juan, lo que ejecutó inmediatamente 233 . No hay autor de cuantos hablan del viaje de Caboto, que diga que llegase a los 29°: Véanse todos los que han escrito de las Indias Occidentales y se reconocerá que constantemente refieren, que su descubrimiento fue desde 60° para el norte, como dije al principio con lo demás que conduce a la satisfacción de esta instancia. Como quiera que sea, que el viaje de Caboto no Tue de ninguna consecuencia de derecho a la Corona de Inglaterra, así porque tomó posesión en región alguna, habiéndose contentado con ver costas solamente, como dice Luis Moreri en su Gran Diccionario Histórico volviendo sin tomar conocimiento de la tierra ni
230 [Gobernador de C u b a (1734-1746) Limita las funciones de los municipios, reorganiza la hacienda. Sus desafectos le llaman el "el tirano".] 231 [Venecia 1477-1482-Londres 1537, hijo de Giovanni Caboto. En 1509 estuvo en Terranova y recorrió la costa norteamericana de Carolina del Norte al estrecho de Hudson.] 232
[Sir Francis Drake (1540-1596). Ver notas anteriores.]
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Esta respuesta y demás diligencias paran en el archivo de la Habana.
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hacer experiencia alguna, según refiere Herrera, como porque no tiene conexión las tierras de Bacalao, de Labrador y Terranova con la Florida, en general, y mucho menos con las provincias de Guale y Santa Elena, de que se trata. Y si el derecho de Inglaterra a estos dominios esta apoyado en el descubrimiento de Caboto (como alegó Ogletorp)¿ a qué fin asintió la Corte de Londres en el artículo 7 o del Tratado de Madrid de 1670, admitiendo derecho y dominio de las tierras que tenía entonces en las Indias Occidentales, por mera gracia y consentimiento de la España? Esta es la ninguna sustancia y fundamento que la Gran Bretaña podía alegar en virtud del descubrimiento de Caboto, y por consiguiente, el saqueo y quema de San Agustín, practicado por D. Francisco Drake; porque si éste por semejantes medios quiso sostener el título adquirido por el descubrimiento de Caboto, siendo éste quimérico y falso en fuerza de lo probado, lo son forzosamente las resultas. Además es bien notorio, que el motivo que tuvo la Reina Isabel 234 para enviar a la América al Conde Carlisle y a Drake con 2300 hombres de tropas en 21 navios de guerra fue, que provocadas descubiertamente las armas españolas contra sí, por los socorros enviados a Flandes en virtud de público tratado entre SM. Británica y los Estados Confederados con aquellas condiciones tan sabidas de Fleshinga y Ramichin, en Zelanda, y de Breda en Holanda, puertos principales en las costas de aquellas provincias, cedidos en rehenes a la Gran Bretaña, no se daría por satisfecho de las razones para esta alianza que la Reina publicó en su manifiesto 235 , y a este fin envió el armamento de Carlisle y Drake, sin señalarles objetos determinados para esta expedición, en cuya consecuencia saquearon a Santo Domingo y después a Cartagena, y volviéndose a Europa, de paso quemaron a San Juan de Pinos y a San Agustín de la Florida. Ño habrá quien no conozca, que si Drake hubiera tenido órdenes de la Corte de quitar a los españoles, con título de restauración el país que poseían en el continente de la Florida después de su vencimiento (logrado sin contrarios, retirados en San Mateo), hubiera puesto, según prescriben las reglas, guarnición; pero volviendo a embarcar sus tropas, se hizo a la vela con intención de ir a Santa Elena y hostilizarla, pero sobreviniendo una recia tempestad, separó las fuerzas, de modo que no volvieron a juntarse hasta Inglaterra. Arribó Drake a Virginia a donde encontró algunos ingleses de aquellos que Walter Raleigh 236 había llevado allí, pereciendo (a 6 o al norte de Santa Elena), que le obligo a embarcarlos; operaciones todas que
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Historia de Inglaterra, por Rapin, reinado de Isabela, tomo II, pagina 122. Actos públicos de Inglaterra, cap. XV, pag. 799.
CAPÍTULO X I I
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indican lo contrario de lo que Ogletorp arguyo al Oficial, siendo cierto que si el intento de la expedición hubiera sido conquistar, no hubiera abandonado Drake las presas. En cuanto a que los Reyes Jacobo I, Carlos I, y Carlos II habían concedido a los señores en propiedad todas las tierras hasta los 29°, ni es verdad ni es argumento de justificada potestad, pues no podían por falta de derecho, y así dichos Reyes sólo dieron patentes de posesión del país hasta Charlestown inclusive, como se ve en los condados, Señoríos y Baronías de Eduardo, conde de Clarendon; de Jorge, duque de Albermale; de Guillermo, conde de Crevan, de Juan, señor de Berxli; de Jorge Carteret, de Juan Coletón, caballeros barones, y de Antonio, señor de Ashley, que todos están comprometidos en las jurisdicciones de la Carolina del Sur, según se registra en todos los mapas y es notorio a todo el mundo: En cuya inteligencia claramente parece que Ogletorp, confundiendo los hechos anteriores con los posteriores, quiso que la concesión limitada hasta Charlestown del Sur, se extendiese hasta los 29°, sin advertir que el país de que se trata, estaba habitado por los españoles cuando se expidieron las patentes, como se demuestra por la lista de pueblos que tenía España establecidos en aquellas provincias desde el año 1656 2 3 7 : Y si los señores agraciados arriba nombrados hubieran tenido mayores patentes, no hubieran dejado de ampliarlas, lo que no hicieron hasta el año de 1702, en que los españoles las dejaron voluntariamente desocupadas y desiertas. Bien convencido de estas razones se halló Ogletorp, cuando no pudiendo satisfacer al Oficial de la Habana, comisionado, demolió y abandonó el fuerte y pueblo establecidos en las inmediaciones del río de San Juan; ni es de creer que Ogletorp evacuase el país sin órdenes de su Monarca, quien conocía la justicia con que pedía España estas provincias, y la imposibilidad en que se hallaba entonces de defenderlas por tener las armas ocupadas en Italia. El Duque de Newcastle insistió después en mantener las provincias usurpadas, alegando que el artículo 7 o del Tratado de Paces, del año de 1670, no describía otros límites ni regla que la posesión de los países, y en la misma carta 2 3 8 expone, que los límites que se señalan(aludiendo a dicho tratado del año de 1670), se han reconocido públicamente y se han consentido siempre.
[Gualterio Raleigh (1522-1618). Ver nota en cap. IX.] Por la lista de estos pueblos (que se pone al fin de este discurso)que existieron tantos años en estas provincias, antes de llegar los ingleses a la Carolina, se deja ver cuan infundadamente supone D . Francisco Alvarez, autor de las noticias del establecimiento de las Colonias inglesas, que estas provincias de que hablamos fueron creadas por los ingleses, por ser tierras incultas y desiertas. 236
237
238
Carta del Duque de Newcastle en Hamptón. Courtende, 2 y 13 de septiembre de 1737.
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SEGUNDA PARTE. TRANSCRIPCIÓN DE LA OBRA
Esta contradicción manifiesta convence la voluntariedad e injusticia con que sostenía sus pretensiones la Inglaterra el año de 1737. En el de 1742, los españoles aprovecharon las circunstancias de la guerra para tomar la Georgia, arruinar sus fuertes y establecimientos, y aunque los ingleses intentaron recuperarlos, fueron rechazados, y los españoles pasaron a la Carolina y en ella formaron el establecimiento de Andros 239 ; mas no se sostuvo, y los ingleses volvieron a ocupar estas provincias, sin que en los tratados de paz se hiciese más mención de sus límites, y por los del año 1773 se dio la Florida a los ingleses. Por el tratado de Paces de 3 de septiembre de 1783 tuvo España la singular satisfacción de recuperar de Inglaterra la Florida Oriental y Occidental, cuyos límites aunque no se expresan deben ser según el Tratado de Paces de 1670; pues los americanos no podrán alegar mas que el Art.° 7 o que alegaban los ingleses, y el mismo artículo que España, aunque entendiendo en sentido muy opuesto al que le daba el Ministro inglés la España no pudo conceder a la Inglaterra la posesión de lo que no poseía en el año de 1670, y sólo le concedió el dominio y propiedad de las tierras de que estaban posesionados los ingleses cuando se hizo dicho tratado; y en aquel tiempo no habían llegado los ingleses con sus establecimientos a las provincias de Santa Elena y de Guale, como queda demostrado, y por consiguiente no les pertenecían y debían evacuarlas los americanos.
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Murillo, Geografia histórica, tomo IX, fol. 165.
C A P Í T U L O XIII RESUMEN GENERAL, REFLEXIÓN SOBRE LA TRASLACIÓN DE LA VIRGINIA AL SUR DEL RÍO DE JAMESTOWN Y LÍMITES DE LA FLORIDA. COMERCIO QUE HACÍAN LOS INGLESES EN ELLA
Por lo dicho hasta aquí se ha mostrado, que los españoles descubrieron el país conocido con el nombre de Florida, desde los 25° 30', en que esta el cabo de este nombre, hasta los 4 8 ° y l ¡2 en que esta el de los Bacalaos, cuyas costas reconocieron desde el año 1 5 1 2 Juan Ponce de León, los pilotos Miruelo, Alaminos, Gómez, el Gobernador de Jamaica Garay, el licenciado Lucas Vázquez de Ayllón, los capitanes D . Diego de Maldonado, Gómez de Arias, Hernando de Soto, Pedro Menéndez, su sobrino Márquez y otros españoles que poblaron las tierras situadas al norte del Cabo de la Florida hasta la misión de Chatuache, situada sobre los 3 3 ° en la provincia de Santa Elena; sin que otra nación europea tuviese en este tiempo establecimiento alguno, ni abordado a esta parte de la América(después de la destrucción de los franceses), hasta el año de 1 5 8 4 2 4 0 en que Walter Raleigh, desembarcando hacia los 4 0 ° , intentó establecerse, y la extrema necesidad en que se halló, le precisó a salvar las reliquias de su colonia en la escuadra de Francisco Drake, sin que los ingleses volviesen a pensar en la América hasta el año de 1607. En este año fundaron la población de Jamestown, a 5 0 leguas de la boca del río Povatan o río James, que desagua en la bahía de Chesapeake, al norte del cabo Enrique o de Santa María: llamaron a este país Virginia y comprendieron en él desde los 4 1 ° hasta los 5 5 o 2 4 1 ; extendieron su población hacia la parte del norte, fundaron la ciudad de Willianburg, en que establecieron su capital, y sucesivamente cuatro provincias que componían la Nueva Inglaterra, comprendida toda en la misma latitud que Virginia, esto es entre los 41 y 5 5 o 2 4 2 sin que pasasen al
2 4 0 Le Croix dice que fue Richard Grenville en 1585, y que Walter no fue hasta años después, y Cárdenas, en su Ensayo cronológico, dice que Drake fondeo a 6° al norte de Santa Elena, y que desde su fondeadero vio fuego y que era de los ingleses que estaban con Walter Raleigh; de donde se ve, que en este primer viaje no aportaron a la Carolina como afirma William Burk, t. II, fol. 269. Don Francisco Álvarez, en la noticia de las Colonias Inglesas, fol. 53, dice que el primer establecimiento de los ingleses en este Continente fue el de Norfolk, que es el más meridional de la Virgínea, situado en la orilla derecha del río James. 241 242
William Burk, tomo II, folio 234. Idem, t. II, folio 183.
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SEGUNDA PARTE. TRANSCRIPCIÓN DE LA OBRA
occidente del río James 243 hasta el año 1763 en que reinando Carlos II, concedió al Gran Canciller de Inglaterra, al duque de Albermale y otros señores la propiedad de las tierras situadas desde los 31° hasta los 36° de latitud septentrional 244 . En su consecuencia, estos señores adoptaron un código de leyes sacadas de la compilación del famoso Locke; dividieron entre sí el país y echaron el cimiento de la ciudad de Charlestown a los 32° 40', en una punta de tierra entre los ríos Ashley y Cowper; eligieron la por capital de esta provincia, que llamaron Carolina, cuyo fomento y gobierno estuvo a cargo de los propietarios hasta que el Rey la agregó a su Corona: después la dividió en Carolina Septentrional y Meridional. En el año 1732 pasaron al país situado entre los ríos Savannah y Alatamah, que es la que hoy llaman Georgia y nosotros provincia de Guale. Los mismos ingleses, que como dije antes están discordes sobre el primer descubridor de la América Septentrional, lo están igualmente en cuanto al autor del segundo viaje; unos afirman que fue Juan Verrazzano; otros que Richard Grenville; últimamente dan esta gloria a Waltér Raleigh. Las mismas dudas nos ofrecen sobre el primer establecimiento inglés en estas costas, que unos creen que fue Norfolk, otros que Jamestown, y que ésta fue la capital de la provincia que se trasladó a Williamburg; pero Mr. L'Robé, da este título de capital de Virginia a Pomejoc y Mallet a Tragabigzanda245. Tanta contrariedad de opiniones se observa en la historia de los descubrimientos de los ingleses en esta parte de América, que es difícil atribuirlo a ignorancia, cuando nos sobran pruebas de la poca sinceridad con que se han ejecutado y escrito los sucesos de esta historia. Para hallar alguna luz en la oscuridad confusa de sus relaciones, conviene tener presente que Grenville, o sea Walter Raleigh dieron a sus descubrimientos el nombre de Virginia, en la cual se comprendían las tierras situadas entre los 41°, y los 55°, y que a este mismo país se le dio el de Nueva Inglaterra, sin comprender más extensión que la misma latitud acordada por la Virginia. Prevaleció la denominación de Nueva Inglaterra, y quedó la Virginia reducida a sólo el nombre que se conservó en una corta extensión de la ribera oriental de Jamestown o Povatán, y dividieron las demás tierras de su comprensión en diferentes gobiernos y provincias, que distinguieron con nuevas denominaciones, extendiéndose siempre hacia
243
Idem, t. II, folio 270. Idem, t. II, folio 270. 2 5 Murillo, Geografía, Tomo IX, folio 165. Mr. L'Robé, tomo II, fol. 339. Alvarez, Noticia de las Colonias Inglesas. Williamburk, tomo II. 244
CAPÍTULO XIII
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el lesnordeste del río Jamestown, sin formar colonias a su Occidente. En el año de 1663, Carlos II de Inglaterra concedió las tierras, que median entre los 36° y 37 de latitud, y dando nueva situación a la Virginia la trasladó al país comprendido entre los 36 y 39°, y lo que fue antes Virginia quedó en propiedad con el título de Nueva Inglaterra: con esta facilidad se trasladan provincias y se señalan nuevos límites y nombres, en perjuicio de los vecinos y trastorno de la Georgia. De aquí tuvieron origen las dilatadas contestaciones entre España e Inglaterra, sobre los confines de sus Colonias, que confundieron más con el artículo 7 o del Tratado de 1670, formado para aclararlos, por no haber expresado la latitud, pueblo o río determinado que los señalase con precisión; pero se deja ver claramente la voluntariedad y ningún derecho con que Carlos II hizo donación del país, situado entre los 31 y 36°, teniendo presente lo que se ha dicho sobre este particular. Bastará repetir ahora que los españoles descubrieron estas tierras, y estaban posesionados y poblados hasta la Misión de Cahatuache, 10 leguas al Nordeste de Santa Elena, sobre los 33°, desde los años de 1655, como consta por documentos auténticos, que existen en la secretaría de despacho de Indias, y refiere su oficial mayor, D. Juan Díaz de la Calle 246 ; expresando los pueblos, distancias, misioneros y situados que el Rey de España enviaba todos los años a la Florida para la manutención de estas Misiones, presidios y tropa; y estando establecidos los españoles en estas tierras, como efectivamente lo estaban, no podían poseerlas los ingleses, y por consiguiente, la concesión del artículo 7 o no correspondió la provincia de Santa Elena, ni el Rey de Inglaterra pudo hacer donación a sus vasallos del país que pertenecía y poseían los españoles. Aunque en el año de 1663 las plantaciones inglesas sólo se habían extendido sobre las orillas del río Jamestown, el Rey de Inglaterra concedió a sus vasallos todo el país hasta los 31°, no obstante de estar poblado más de la mitad por los españoles: entonces trasladaron la Virginia al occidente del río Jamestown, señalándose su distrito entre los 36 y 39°, que es lo que hoy ocupa, y el resto quedó con el nombre de Carolina. No es posible fijar la época en que empezaron los ingleses a poblar esta provincia, ni Charlestown, pues aunque la donación de su Rey fue en 1663, consta por confesión de los mismos ingleses de la Carolina, en la información que presentaron para justificar su derecho 247 , que su comercio con los indios de esta provincia
2 4 6 Información recibida por la Asamblea de la Carolina y su Gobernador, Nicolson, que existe en el Archivo de la Habana. 2 4 7 Información recibida por la Asamblea y Gobernador de la Carolina Nicolson, que existe en el Archivo de la Habana.
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SEGUNDA PARTE. TRANSCRIPCIÓN DE LA OBRA
había empezado en el año de 1684, esto es, catorce años después del tratado de 1670; y como es regular que sus establecimientos fuesen posteriores a su comercio, y por otra parte, confiesan que los españoles poseyeron a Santa Elena hasta el año de 1702, se infiere, sin violencia, que los ingleses, ni como comerciantes, ni como pobladores, ocuparon la Carolina hasta principio de siglo [XVIII], y entonces, con tan débiles principios, que dos piraguas y una galeota bastaron para que lo abandonasen, cuando en 1682 los atacaron los españoles. Esto prueba el ningún derecho que adquirieron a estas tierras por el artículo 7 o del tratado de 1670, pues no estaban en posesión de ellas: las cartas de donación de Carlos II, Rey de España, que alegaron después en su abono, hasta hoy no se han hallado en los Archivos de España ni de Inglaterra; y si la hubiera concedido el Señor Carlos II, no hubiera aprobado el mismo la expulsión de los españoles hicieron de los ingleses de la provincia de Santa Elena. En 1688, ni éstos hubieran sufrido con paciencia el castigo de los usurpadores, teniendo instrumento real que legitimase su derecho. Prueba todo lo contrario el particular cuidado que tuvo el Rey de España, que en 1666 mandó al conde de Monclova pasase con la escuadra de Barlovento a reconocer estas costas, para ver si había en ellas establecidos algunos europeos, y sólo halló un navio francés que había naufragado 248 ; y cuando supo que habían desalojado a los ingleses, envió refuerzos para que no lo permitiesen volver a ocupar la Carolina. Queda bastantemente probado, que los ingleses estaban aún con sus plantaciones en las riberas de Jamestown en el año de 1670, pues la obra titulada América Inglesa, o Descripción de las Colonias de Inglaterra (ya citada), no se hace mención de las provincias de la Carolina, ni tampoco de la Real cédula de SM., y por consecuencia, la donación del tratado de dicho año por Carlos II de España, sólo puede extenderse, cuanto más a los 36°; pues, los españoles, desde el año de 1566 hasta el 1686, estuvieron en pacífica posesión hasta dicha latitud de 36°, teniendo poblaciones hasta los 33°, en que estaba la Misión de Chatuache de la provincia de Santa Elena, hoy Carolina, hasta el de 1702, y mantuvieron mucho después sus poblaciones en la provincia de Guale, hoy Georgia, sin que por esto haya más documento en contrario que la supuesta cédula de donación a favor de la Corona de Inglaterra del Señor Carlos II, Rey de España; pero hasta que ésta aparezca deben subsistir los límites antiguos de la Florida, y esta provincia, en toda su extensión, debe restituirse a España. Estas razones debieron de resolver a Mr. L'Robé en su Geografía249 a no hacer mención de las dos Carolinas, diciendo que
248
D. Juan Díaz de la Calle, Noticias sacras y reales, folio 69 y siguientes.
249
Mr. L'Robé, tomo II, folios 338 y 341.
CAPÍTULO X I I I
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la Florida se extiende desde los 25 hasta los 40° de latitud, y desde los 269 hasta los 297 y medio de longitud, con 330 leguas de oriente a poniente, 180 de norte a sur, y más de 700 de costa. La Enciclopedia1^, aunque hace memoria de la Nueva Georgia y Carolina, las comprende dentro de la Florida, cuyos límites extiende hasta los 40° de latitud, con 270 y 297 al poniente y norte; dice confina con el Nuevo México, del que separan una larga cadena de montañas, al mediodía del golfo de México, y al levante el mar Atlántico. Lo cierto es que la Florida española debe extenderse, por lo menos, hasta los 36° de latitud, desde la costa del mar hasta la cordillera de los Apalaches, a cuyo norte queda la Luisiana; corriendo una y otra hasta las cabeceras del río Ohío, o, Bello, y Lago del Sacramento, aunque los ingleses abusando de su prepotencia en estas partes, han penetrado la cordillera y extendido a su arbitrio, confundiendo los derechos y jurisdicciones de los legítimos Soberanos. Hoy vemos que los colonos americanos, guiados del mismo espíritu, han sucedido a los ingleses en todas sus máximas, aquellos les concedieron los países que no les pertenecían, y los colonos sin escrupulizar en usurpaciones tan claras y considerables, avanzan sus establecimientos en todas sus partes, y para dar algún colorido a tanta perfidia, han admitido de los indios, en recompensa de los insultos que dicen, les han cedido territorios muy considerables 251 . Estas donaciones son de la misma especie que la venta que el indio Michesalla hizo de la Carolina a los ingleses. No es posible dar una descripción exacta de los pueblos, y los territorios de la Florida porque habiendo estado bajo la denominación inglesa desde el año de mil setecientos setenta y dos, hasta el pasado de ochenta y uno, ha tenido considerable mutación en todas sus partes, y no puede darse noticia de su estado actual hasta que el Gobernador español, que ha pasado a recibirla de los ingleses, nos comunique las correspondientes noticias, para formar con exactitud una descripción justificada. Mas no omitiré decir que el clima de la Florida es benigno y templado; las brisas que soplan diariamente por la parte del mar, y los aires que corren por la parte de los Apalaches, templan los ardores del sol y disponen la tierra a la más florida y fecunda vegetación; produce cuantos frutos se cultivan, y en parte de Georgia lograban los ingleses medianas cosechas de seda, tabaco y añil, de que es susceptible todo el país, que se ve cubierto de espesos bosques de maderas útiles para construcción de bajeles y otros uso, con variedad de frutales.
250 251
Enciclopedia, tomo XIV, folio 649. Gaceta de Madrid de 22 de Marzo de 1785, capítulo de Londres.
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S E G U N D A PARTE. TRANSCRIPCIÓN DE LA OBRA
No es menos útil la hierba-seda que produce voluntariamente la tierra, igualmente que el salsafras, raíces o cuentas de Santa Elena, que otros llaman Apalachiw¿252, los italianos casina2 ' 3 y los franceses palenoteP^S la hierba esquina y otras drogas medicinales; palos de tinte, ambar gris, perlas, abundancia de pescado y no menos de animales terrestres que surten de fina peletería el comercio. Para que se formen idea del que hacían los ingleses, copiaré la noticia que se halla en la obra de D. Francisco Alvarez, publicada en Madrid, año de 1678, y es la siguiente 255 .
252 253 254 255
[La cursiva es de Abbad.] [La cursiva es de Abbad.] [La cursiva es de Abbad.] [Constituye el capítulo siguiente.]
CAPÍTULO XIV RAZÓN DE LA EXTRACCIÓN QUE HACÍAN LOS INGLESES DE LAS COLONIAS PARA INGLATERRA Y OTRAS PARTES
Tabaco en hoja, maíz, alubia, arbeja y trigo; peletería, arboladura, tablazón, duela, trementina y alquitrán; ceniza gravelada, simiente de lino, tocino en salmuera y jamones, que asciende en total de todo 1.040.000. Géneros que extraen de la Inglaterra a la Carolina Septentrional Hierro, acero, cobre, plomo, estaño, bronce; quincallería, mercería, cáñamo, jarcia, lonas, paños, estofas, bayetas, lencería, sillas de montar, medias, sombreros, guantes, galones, escofietas y otros adornos de moda; muebles de casas, losa, piedras de amolar, aparejos de pesca, simientes, quesos, escabeches, cerveza, pipas, tabaco en polvo, vinos, licores y medicinas, que ascienden a 18.000. Extracción desde dicha Carolina para Inglaterra y otras partes Arroz, tabaco, brea, alquitrán, trementina, madera, duela, arboladura, maíz, arbeja, ganado y peletería, que vale 63.350. Extracción que extraen de la Inglaterra a la Carolina Meridional Hierro, acero, cobre, estaño, bronce, plomo, quincallería, mercería, cáñamo, jarcia, lonas, paños, estofas, bayetas, escofietas, y otros adornos de moda, sillas de montar, sombreros, medias, guantes, galones, sedas, lencerías, muebles de casas, losa, piedra de amolar, simientes, quesos, escabeches, cerveza, pipas, tabaco en polvo, vino y medicinas, que asciende todo a 365.000 Extracción desde dicha Colonia a Inglaterra y otras partes. Arroz, trementina, alquitrán, brea, tocino y carne en salmuera; peletería, añil, arboladura, madera, duela, maíz, arbeja, alubia, ganado y navios, que asciende todo a 395.666. Extracción de géneros de Inglaterra para Georgia. Hierro, acero, cobre, estaño, plomo, bronce, quincallería, mercería, cáñamo, jarcia, lonas, paños, estofas, bayetas, lencería, escofietas, y otros adornos de moda; medias, sombreros, guantes, galones, sillas de montar, sedas, losa, piedras de amolar, aparejos de pesca, adornos de navios, pinturas, muebles de casas, libros, simientes, tabaco en polvo, cerveza, vinos medicinas, que asciende a 49.000. Extracción desde dicha Colonia a Inglaterra y otras partes Arroz, añil, seda en rama, peletería, madera, duela, concha de tortuga, alguna droguería y ganado, que asciende a 74.200.
186
SEGUNDA PARTE. TRANSCRIPCIÓN DE LA OBRA
Extracción desde Inglaterra a Pensacola, capital de la Florida. Hierro, acero, cobre, estaño, bronce, plomo, jarcia, quincallería, mercería, cáñamo, lonas, bayetas, medias, sombreros, guantes, escofietas, y otros adornos de moda; lencería, galones, sedas, géneros de la India, muebles de casas, adornos de navios, pinturas, libros, losa, piedras de amolar, quesos, cerveza, vinos, y tabaco en polvo, que ascienden en total a 97.000. Extracción desde dicho puerto para la Inglaterra. Peletería, campeche y otros palos para tintes, y pesos fuertes de plata, que asciende a 63.000. En este giro empleaban los ingleses en cada año los navios y marineros siguientes:
Navios Carolina Septentrional
Marineros
Valor de efectos de Inglaterra
Valor de efectos de colonia
34
408
18.000
68.350
140
1680
365.000
395.666
Georgia
24
240
49.000
74.200
San Agustín y Panzacola
12
144
104.000
63.000
210
2.472
536.000
601.216
Carolina Meridional
Total
NOTA DE LAS MISIONES DE LA PROVINCIA DE LA FLORIDA, ESTABLECIDAS POR LOS FRANCISCANOS OBSERVANTES EN 1 6 5 5 , CON UN CONVENTO EN LA CAPITAL, A DONDE SE RECOGÍAN LOS MISIONEROS ENFERMOS, SIN OTROS PUEBLOS DE CONVERSIÓN AGREGADOS, Y DEMÁS QUE ESTABAN A CARGO DE CLÉRIGOS SECULARES
La citídadde San Agustín de la Florida, en 29°y 30' La doctrina del pueblo de Nombre de Dios, a un cuarto De legua de San Agustín Nuestra Señora de Guadalupe a San Juan del Puerto, en la costa San Pedro Mocano San Buenaventura de Boadalquiví Santo Domingo de Talaje San Josef de Zapala Santa Catarina de Guale, y es la principal de esta provincia de Guale San Felipe Chatuache, y es la última de la costa del Norte Santiago de Ocone, isla Santa Cruz de Tarica San Agustín de Urica Santa María de los Angeles de Arapaja Santa Cruz de Cachipile San Francisco de Chuaquín San Idelfonso de Chamini San Pedro y San Pablo de Poturiba Santa Elena de Machaba San Miguel de Asile San Lorenzo de Apalache San Francisco de Apalache La Concepción de Apalache San Josef de Apalache San Juan de Apalache San Pedro y San Pabb de Kpal San Cosme y San Damián Coaba, en la cordillera Apalache
2940 % 3 12 20 32 40 45 50 54 60 30 54 60 70 70 60 70 60 64 75 75 77 77 84 86 87 90 150
188
SEGUNDA PARTE. TRANSCRIPCIÓN DE LA OBRA
San Luis de Apalache San Martín de Apalache San Martín de Ayaocuto Santa Fe de Toloco San Francisco de Patano San Luis, de la provincia de Acuera, al Sur Santa Lucía, ídem San Antonio de Nacape San Salvador de Macaya San Diego de Laca
88 87 34 30 25 32 34 20 36 7
En estas doctrinas había en el año de 1655, 26.000 indios reducidos, con 70 religiosos empleados en su instrucción, y en San Agustín cinco clérigos 256 .
256
Diez de la Calle, tomo I, folio 69.
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