Redes de poder : las relaciones sociales de la oligarquía de Valladolid a finales de la Edad Media (Biblioteca de Historia) (Spanish Edition) [1 ed.] 8400105249, 9788400105242

Una de las grandes preguntas de la historia bajomedieval es cómo se construyó, se reprodujo o se deterioró el poder de l

120 115 5MB

Spanish Pages 424 [428] Year 2019

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Table of contents :
Prólogo
Fuentes
Introducción
1. Introducción a la oligarquía de Valladolid: historiografía y prosopografía
2. El análisis de redes sociales y la oligarquía de Valladolid
3. Las relaciones como base del poder oligárquico
4. El papel de las mujeres en las redes de poder de la oligarquía
5. Los linajes de caballeros urbanos
6. La oligarquía y el común: de 1450 a las Comunidades
Conclusiones
Anexos
Bibliografía citada
índice onomástico
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Redes de poder : las relaciones sociales de la oligarquía de Valladolid a finales de la Edad Media (Biblioteca de Historia) (Spanish Edition) [1 ed.]
 8400105249, 9788400105242

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HISTORIA

Últimos títulos publicados 82. Instituciones censoras: nuevos acercamientos a la censura de libros en la España de la Ilustración. Fernando Durán López (coord.). 83. Francisco Rades de Andrada, cronista y linajista: adiciones a la Crónica de la Orden y Caballería de Calatrava. Miguel Fernando Gómez Vozmediano. 84. Liberalismo y socialismo: cultura del pensamiento político del exilio español de 1939. Antolín Sánchez Cuervo (ed.). 85. Bajo la máscara del regnum: la monarquía asturleonesa en León (854-1037). Álvaro Carvajal Castro. 86. La modernidad elusiva: jazz, baile y política en la Guerra Civil española y el franquismo (1936-1968). Iván Iglesias. 87. Imagen y semejanza: la democracia cristiana alemana y su aportación a la transición española. Natalia Urigüen López de Sandaliano. 88. El poder señorial de Fernando «el de Antequera» y los de su casa. Señorío, redes clientelares y sociedad feudal en Castilla durante la Baja Edad Media. Víctor Muñoz Gómez.

Una de las grandes preguntas de la historia bajomedieval es cómo se construyó, se reprodujo o se deterioró el poder de las oligarquías que desde el siglo XIII gobernaron las ciudades europeas. Recurriendo al enfoque de las redes sociales, se ofrece una interpretación innovadora de estas élites urbanas y su relación en el complejo entramado de poderes que confluyeron durante la transición de la Edad Media a la Edad Moderna. Este libro constituye a la vez una contribución fundamental al conocimiento de uno de los principales centros urbanos de la Castilla bajomedieval, Valladolid, y un hito en el desarrollo de un nuevo ámbito interdisciplinar, el análisis de redes sociales histórico. A través del análisis de redes sociales se concibe el sistema político urbano de Valladolid como una red de relaciones a lo largo de la cual circulan servicios, favores e información y en la que se integran un conjunto de personas que ni está limitado a los oficiales, ni es estático, ni vitalicio, ni exclusivo de los varones. La concepción de la oligarquía en red aporta las claves necesarias para una renovación de cuestiones históricas de primer orden, como la definición de las élites, el clientelismo, las bases y el ejercicio del poder, el papel de las mujeres y dos de los escenarios fundamentales donde dicho poder se puso en juego en Castilla: los linajes de caballeros urbanos y las relaciones con el común.

89. Barcos y construcción naval entre el Atlántico y el Mediterráneo en la época de los descubrimientos (siglos xv y xvI). David González (coord.). 90. La memoria escrita en el monasterio de Sahagún (años 904-1300). Leticia Agúndez San Miguel.

Las relaciones sociales de la oligarquía de Valladolid a finales de la Edad Media

Biblioteca de Historia

REDES  DE  PODER

BIBLIOTECA DE

María Ángeles Martín Romera

91

María Ángeles Martín Romera Es doctora en Historia Medieval por la Universidad Complutense de Madrid (2012) e investigadora en el University College London dentro del programa europeo Marie Skłodowska-Curie. Ha desarrollado una carrera académica internacional trabajando en la Universidad Complutense de Madrid (2008-2012), en la Universidad de Múnich (2013-2018) y en la Universidad de Londres (desde 2018). Asimismo, ha realizado estancias de investigación en las universidades de Chicago, Florencia, Jean Monnet y el Historical Research Institute en Londres. Sus investigaciones se centran en el mundo urbano y el ejercicio del poder bajo una perspectiva social. En esta línea ha publicado numerosos artículos y editado varias obras colectivas sobre oligarquías, ciudades, redes sociales, oficiales regios y corrupción en época moderna y medieval.

REDES DE PODER Las relaciones sociales de la oligarquía de Valladolid a finales de la Edad Media

María Ángeles Martín Romera

BIBLIOTECA DE

HISTORIA

ISBN: 978-84-00-10524-2

9 788400 105242

csic

consejo superior de investigaciones científicas

Imagen de cubierta: Pedro Berruguete, El milagro de la nube, 1493-1499 © Archivo Fotográfico Museo Nacional del Prado.

redes de poder

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HISTORIA

Biblioteca de Historia, 91 Director Francisco Villacorta Baños, Instituto de Historia, CSIC Secretaria Cristina Jular Pérez-Alfaro, Instituto de Historia, CSIC Comité Editorial Ángel Alloza Aparicio, Instituto de Historia, CSIC Lorenzo Delgado Gómez-Escalonilla, Instituto de Historia, CSIC Agustín Guimerá Ravina, Instituto de Historia, CSIC Elena Hernández Sandoica, Universidad Complutense de Madrid Juan Ignacio Marcuello Benedicto, Universidad Autónoma de Madrid Pascual Martínez Sopena, Universidad de Valladolid Magdalena de Pazzis Pi Corrales, Universidad Complutense de Madrid Ana Rodríguez López, Instituto de Historia, CSIC Consejo Asesor María Asenjo González, Universidad Complutense de Madrid Josefina Cuesta, Universidad de Salamanca Carlos Estepa Díez (†), Instituto de Historia, CSIC Francisco Fernández Izquierdo, Instituto de Historia, CSIC Pere Molas Ribalta, Universidad de Barcelona María José Rodríguez Salgado, London School of Economics Roser Salicrú i Lluch, Institució Milà i Fontanals, CSIC Carmen Sanz Ayán, Universidad Complutense de Madrid y Real Academia de la Historia Francesca Tinti, Universidad del País Vasco e IKERBASQUE, Basque Foundation for Science Pere Ysàs, Universidad Autónoma de Barcelona

María Ángeles Martín Romera

Redes de poder Las relaciones sociales de la oligarquía de Valladolid a finales de la Edad Media

CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS Madrid, 2019

Reservados todos los derechos por la legislación en materia de Propiedad Intelectual. Ni la totalidad ni parte de este libro, incluido el diseño de la cubierta, puede reproducirse, almacenarse o transmitirse en manera alguna por medio ya sea electrónico, químico, óptico, informático, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo por escrito de la editorial. Las noticias, los asertos y las opiniones contenidos en esta obra son de la exclusiva responsabilidad de la autora. La editorial, por su parte, solo se hace responsable del interés científico de sus publicaciones. El presente trabajo se ha realizado en el marco del proyecto de investigación «Las ciudades de la Corona de Castilla. Dinámicas y proyección de los sistemas urbanos entre 1300 y 1600», financiado por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades (referencia HAR2017-82983-P). Catálogo general de publicaciones oficiales: http://publicacionesoficiales.boe.es EDItoRIAL CSIC: http://editorial.csic.es (correo: [email protected])

GOBIERNO DE ESPAÑA

MINISTERIO DE CIENCIA, INNOVACIÓN Y UNIVERSIDADES

© CSIC © María Ángeles Martín Romera © De las ilustraciones, la autora ISBN: 978-84-00-10524-2 e-ISBN: 978-84-00-10525-9 NIPo: 694-19-163-X e-NIPo: 694-19-164-5 Depósito Legal: M-29469-2019 Diseño y producción gráfica: Calamar Edición & Diseño Impreso en España. Printed in Spain En esta edición se ha utilizado papel ecológico sometido a un proceso de blanqueado ECF, cuya fibra procede de bosques gestionados de forma sostenible.

Índice

Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Fuentes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

15 19 27

1. Introducción a la oligarquía de Valladolid: historiografía y prosopografía . . . 1.1. Las oligarquías castellanas en la historiografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1.2. Perfil prosopográfico de las familias en el regimiento vallisoletano . . . . . 1.2.1. El ideal nobiliario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1.2.2. Cargos al servicio de la Corona . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1.2.3. La vocación mercantil . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1.2.4. La formación universitaria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1.2.5. Las fuentes de riqueza económica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

31 31 39 47 51 52 59 60

2. El análisis de redes sociales y la oligarquía de Valladolid . . . . . . . . . . . . . . . . 2.1. El análisis de redes sociales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2.2. El proceso de reconstrucción de las redes de la oligarquía . . . . . . . . . . . . 2.3. Las redes de la oligarquía vallisoletana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2.3.1. Anatomía de la red oligárquica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2.3.2. Individuos no regidores en posiciones centrales . . . . . . . . . . . . . . . . 2.3.3. Los atributos frente a la integración en la oligarquía . . . . . . . . . . . . . 2.3.4. Jerarquización interna, reproducción oligárquica y capital social . . 2.3.5. Una nueva definición de oligarquía: la oligarquía como red . . . . . . . 2.4. Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

73 76 82 90 90 100 108 113 122 125

3. Las relaciones como base del poder oligárquico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3.1. Introducción: el capital social como fundamento del poder . . . . . . . . . . 3.2. Los lazos familiares y de parentesco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3.3. El clientelismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3.4. La amistad instrumental . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3.5. Las relaciones con la nobleza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3.6. El servicio a los reyes y los lazos con la monarquía . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3.7. El corregidor: un intermediario entre los reyes y la población local . . . .

129 129 138 160 181 184 190 193

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redes de poder

4. El papel de las mujeres en las redes de poder de la oligarquía . . . . . . . . . . . . 4.1. Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4.2. El conflicto entre la iniciativa femenina y la honra familiar . . . . . . . . . . . 4.3. Los recursos de las mujeres de la oligarquía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4.4. Las mujeres en las redes clientelares y las relaciones con la corte . . . . . . . 4.5. Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

199 199 202 207 211 218

5. Los linajes de caballeros urbanos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5.1. Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5.2. Los linajes y casas vallisoletanos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5.3. El funcionamiento interno de los linajes y casas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5.4. Los linajes y las prácticas redistributivas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5.5. toma de decisiones y elecciones de los candidatos a los cargos . . . . . . . . 5.6. La elección más controvertida: los procuradores de Cortes . . . . . . . . . . . . 5.7. La composición social de los linajes: los caballeros de las casas de Fernán Sánchez y los Mudarros (1450-1520) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5.8. Las redes sociales dentro de las casas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5.9. Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

221 221 224 227 232 248 256

6. La oligarquía y el común: de 1450 a las Comunidades . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6.1. Introducción. Representatividad, bien común y legitimación . . . . . . . . . 6.2. Antagonismo, identidades y categorías en el binomio oligarquía-común . . 6.2.1. El común, el merino y la defensa conjunta del rey frente a los nobles . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6.2.2. Los condes de Benavente y los ataques al bien común de la villa . . . 6.3. La cuestión de las ferias y otros conflictos con los mercaderes . . . . . . . . . 6.4. La reivindicación de representantes propios: los procuradores del común . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6.5. Los prolegómenos de las Comunidades . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6.6. Las víctimas de las Comunidades entre la oligarquía . . . . . . . . . . . . . . . . . 6.7. Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

287 287 296

263 275 283

298 302 307 313 323 333 340

Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 347 Anexos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . I. Árboles genealógicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La familia Niño . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La familia Villandrando . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . [8]

355 357 357 358

índice

La familia Bernal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La familia De la Cuadra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ...La familia Daza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La familia Franco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La familia León . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La familia Calatayud . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La familia Ribera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ...La familia Santisteban . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La familia Verdesoto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La familia Virués . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La familia Vivero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . II. Gráficos de la base de datos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . III. Gráficos de las redes sociales con el programa Gephi . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Red 1. Red total . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Red 2. Isabel I . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Red 3. Juan López de Calatayud . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Red 4. Alonso Niño de Castro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Red 5. Rodrigo de Verdesoto, el Viejo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Red 6. Francisco Sánchez de Collados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Red 7. Luis de la Serna . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Red 8. Francisco de torquemada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Red 9. Familia Alcocer, red de primer orden . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Red 10. Familia Alcocer, red de segundo orden . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Red 11. Familia Franco, red de primer orden . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Red 12. Familia Franco, red de segundo orden . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Red 13. Vínculos familiares y de parentesco en la red total . . . . . . . . . . . . . . . Red 14. Vínculos clientelares en la red total . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Red 15. Vínculos clientelares y «de representación» en la red total . . . . . . . . . Red 16. Red familiar y de parentesco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Red 17. Red clientelar y «de representación» . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Red 18. Vínculos entre los regidores del linaje de tovar y de Reoyo . . . . . . . . Red 19. Red de las casas de Fernán Sánchez y los Mudarros . . . . . . . . . . . . . . Red 20. Caballeros de Fernán Sánchez y los Mudarros en la red total . . . . . . Red 21. La red en el programa Gephy . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Bibliografía citada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 385 Índice onomástico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 417

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A mis padres, por darme todo y, además, una habitación propia donde escribir mis historias

Démosle otros cien años (...), démosle una habitación propia y quinientas libras al año, dejémosle decir lo que quiera y omitir la mitad de lo que ahora pone en su libro y el día menos pensado escribirá un libro mejor. VIRGINIA WooLF, Una habitación propia, 1929

Por consiguiente, tener siervos es poder; tener amigos es poder, porque son fuerzas unidas. también la riqueza, unida con la liberalidad, es poder, porque procura amigos y siervos. tHoMAS HoBBES, Leviatán o La materia forma y poder de una república eclesiástica y civil, 1651

o quantos corregidores e alcaldes e otros offiçiales an dexado y dexan de fazer justiçia por temor de algunos cavalleros que estan en las çibdades y provinçias que les son cometidos para governar o que son vesinos çercanos a ellos enbiandoles sus mensajeros e cartas a las vezes de amenaza e a las vezes de Ruego; y otros han temido y temen de los que andan çercanos a vuestras altezas y en el su consejo por las Relaçiones que cada día pueden fazer a las vezes por sy mismos y otras vezes por ynterpositas personas; y otros an temido y temen de los Regidores creyendo que les farán quitar los offiçios y otro tanto fazen con los jurados y procuradores y por los tener contentos dexan de fazer justiçia y de castigar donde y quando e a quien deven e a las vezes castigan donde no deven, otras vezes temen de perder la vida o los bienes temporales o dexarlos de ganar e adquerir o de perder el amistad que les an tenido en algun tiempo. ALoNSo RAMÍREz DE VILLAESCUSA, Espejo de Corregidores,1493

Prólogo

L

a historia social urbana se perfila actualmente como un asunto de interés, ya que abunda en el mejor conocimiento de las urbes con aparente proyección a la vida en las ciudades actuales. Aunque la época bajomedieval parezca alejada en el tiempo, sabemos que las innovaciones y aportaciones vividas en ese período fueron claves para permitir articular y desarrollar una vida en común y asentar nuevas bases de relación con proyección al futuro. Algunas consecuencias de esa curiosidad por el comportamiento social urbano dieron sus frutos en el siglo XX, como el trabajo que Johan Huizinga hizo al mostrar el complejo mundo de las relaciones sociales en el Flandes bajomedieval, en su libro: El otoño de la edad media.1 otros autores se fijaron en el carácter diferenciado del mundo social urbano medieval en un contexto feudal2 y, recientemente, en el propósito de escrutar la composición de la sociedad; otros se plantearon opciones de análisis sociológico, sobre la elaboración de detalladas construcciones prosopográficas, para reconocer a los individuos y a los grupos de esas sociedades. Esos avances insistían en la composición social, que describían en clave articulada, y dejaban una percepción estática del conjunto social urbano. Faltaba, en consecuencia, abordar un enfoque de la sociedad que se interesase por la dinámica de las relaciones y se ocuparse tanto de los protagonistas y sus acciones, en el seno de los grupos de clientela, como de la relación entre núcleos concurrentes en la lucha por el poder y el predominio político. El trabajo de tesis doctoral de María Ángeles Martín Romera, que yo dirigí, logra dicho propósito al estudiar la villa de Valladolid entre 1450 y 1520. Pero es preciso aclarar que en el desarrollo del trabajo se ha operado una mejora que optimiza el resultado final, en una propuesta reflexiva y madura que perfecciona si cabe la redacción de la tesis doctoral. Eso hace que nos encontremos con un texto renovado, pulido y que incorpora debates historiográficos de actualidad a los aspectos analizados e integra 1

HUIzINGA, J.: El otoño de la Edad Media. Estudios sobre la forma de la vida y el espíritu durante los siglos y XV en Francia y en los Paises Bajos. Madrid, Revista de occidente, 1978. 2 BAREL, Y.: La ciudad medieval. Sistema social, sistema urbano. Madrid, Instituto de Estudios de la Administración Local, 1981. XIV

[ 15 ]

redes de poder

los argumentos de análisis de relevantes trabajos y aportaciones internacionales, tal y como muestra la completa y exhaustiva bibliografía referida a pie de página en el texto y recogida en una relación final. Para abordar el estudio se había elegido un recinto urbano apropiado, de gran interés, que contaba con documentación suficiente para afrontar una tarea de esa índole, aportando una base empírica solvente, al tiempo que en su pasado reunía circunstancias de protagonismo a escala de todo el reino, en tanto que centro muy activo con una actividad económica relevante, protagonismo político y destacado papel en la vida religiosa. No olvidemos que la villa del Esgueva fue un núcleo urbano de decidida vocación comercial, un enclave de paso, en el tráfico del gran comercio, y un centro financiero de primer orden, además de sede de la Universidad y emplazamiento de la Chancillería regia. Por todo ello, reunía circunstancias de actividad y estímulos a la movilidad, que necesariamente tenían que repercutir sobre la sociedad urbana de aquel período. El cuidado y exhaustivo trabajo que la autora de este libro puso en marcha, para la realización de su tesis doctoral, logró resultados muy satisfactorios tras abordar una tarea compleja, afrontada con capacidad, decisión y acierto. Con sus análisis inscribe y modeliza el comportamiento social en una ciudad bajomedieval y contribuye al mejor conocimiento de las sociedades urbanas, caracterizadas por comportamientos clientelares, en los que la encomendación y la dependencia eran claves para la articulación de poderes que actuaban en la cohesión y jerarquización, que beneficiaba al grupo privilegiado de caballeros, hidalgos y mercaderes firmemente asentados en el ejercicio del poder político. Para la realización de un estudio de esta envergadura la autora tuvo que asumir retos que exigían un exhaustivo manejo de la bibliografía y un conocimiento de los nuevos métodos de estudio y análisis de fuentes, puestos a prueba en trabajos sobre otras ciudades europeas.3 Además, se hacía preciso estudiar una variada y compleja documentación procedente de fondos municipales y regios, que requería no solo transcribir e interpretar su contenido, sino relacionar personas y circunstancias que aparecían a tenor de diferentes asuntos. Por todo ello, y para percibir la dinámica del complejo mundo de la sociedad y la política urbana, tuvo que elaborar bases de datos relacionables, utilizando un programa informático específico, que facilitara el manejo de la información y permitiera visualizar relaciones sociales y posiciones individuales de jerarquía, mediación y servicio, que en ocasiones permanecían ocultas. 3

Los trabajos y el método de PADGEtt, John F. eran novedosos en este mismo propósito, Véase: «open Elite? Social Mobility, Marriage, and Family in Florence, 1282-1494». Renaissance Quartely, 63, n.º 2 2010, pp. 357-411. [ 16 ]

prólogo

Pero el estudio de las casuísticas y la puesta en común de la trama de relaciones no oculta que el juego de la acción individual y la supuesta cohesión de la sociedad estaban en el germen de la dinámica que movilizaba a la sociedad política vallisoletana, aparentemente jerarquizada aunque permitía conectar vínculos afectivos, formas de producción y estructuras de poder, al tiempo que se veía sacudida por los desequilibrios y las diferentes ambiciones ofrecidas por la riqueza, la influencia y los privilegios, todos ellos adquiridos u otorgados en compensación de servicios, según las oportunidades de las luchas de poder, y con efectos de desequilibrio, al ser aprovechadas por elementos emergentes. La conflictividad también estaba en conexión con las circunstancias del reparto del poder, ya que la compleja trama tejida por el clientelismo se encontraba firmemente conectada al ejercicio del poder y la sociabilidad urbana bajomedieval. Si los primeros capítulos se centran en el regimiento y el estudio de la trama social de la oligarquía, los dos siguientes se ocupan de los linajes y el común, ampliando el campo de acción del modelo oligárquico para conocer sus procedimientos y alcances, poniendo a prueba el método innovador de este trabajo, que ayuda a dar lógica al comportamiento político a diferentes escalas. también cabe destacar la visibilidad que adquieren las mujeres de la oligarquía, al constatar su notable presencia en contactos y afinidades y ver esto reflejado en términos cuantitativos. El último reto de esta encomiable tarea era el de la difusión de los hallazgos y aportaciones del trabajo, en un intento de ir más allá del público de la reducida comunidad científica. Para ello era preciso llegar hasta el amplio conjunto de lectores interesado atraídos por el conocimiento de las sociedades del pasado, más allá de las idealizaciones y recreaciones atemporales y acríticas. tal propósito se logra con la presente edición, para la cual la autora ha preparado un texto que, sin renunciar a las aportaciones fundamentales, ha sido aligerado de reiteraciones, argumentaciones enjundiosas y excesivo aparato crítico. De ese modo, se logra que el lector pueda conocer el comportamiento de una sociedad urbana, en un largo período sacudido por luchas, guerras civiles y conflictos, en el que el clientelismo era clave en el ejercicio del gobierno, los linajes de caballeros mantenían su funcionalidad, a pesar de la decadencia en la que entraron en este periodo, y en el que despertaban las relaciones con el común urbano, justo en los años previos a la revuelta de las Comunidades. MARÍA ASENJo GoNzÁLEz Madrid, 14 de marzo de 2019

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Introducción

E

n 1509 en un pleito por ciertos bienes hereditarios, Fernando Niño, temiendo que nunca podría vencer si se dejaba el caso en manos de la justicia de Valladolid, solicitó que el pleito se trasladase a la Chancillería. Para justificar su petición dijo que lo requería: Por ser como hera el dicho Pero Niño, parte contraria, cavallero e regidor de la dicha villa de Valladolid e persona poderosa en ella e muy grande amigo del corregidor e alcaldes de la dicha villa, e avía e tenía mucha gente de la dicha villa e regimiento della, tanto e por tal manera que los dichos corregidores e alcaldes e justicias hordinarias de la dicha villa no querían haser dél conplimiento de justicia alguna al dicho su parte.1

Dos años más tarde, se repetía la situación. Esta vez era Inés de Castro, cuya dote se habían ofrecido a pagar Pedro Niño y su mujer, la que junto a su marido reclamaba los bienes dotales y pedía que se decidiese el juicio en la Chancillería: «Por ser el dicho Pero Niño cavallero e regidor de la dicha villa e onbre poderoso e enparentado en tal manera que no podría la dicha su parte contra él aver ni alcançar conpliminento de justiçia salvo en la dicha mi Abdiençia».2 Pedro Niño, merino mayor de Valladolid desde 1467, es descrito como poderoso, no solo porque es regidor y caballero, sino porque es amigo o pariente de otras personas influyentes y porque cuenta con mucha gente tanto en la villa, como en el gobierno local. Por lo tanto, a los ojos de Fernando Niño, aunque no con estas palabras, el capital social (los recursos con que contaba gracias a sus contactos y a la gente que le apoyaba) eran los factores que hacían a Pedro imbatible en los tribunales de la villa.3 Algo parecido denunciaba Alonso Ramírez de Villaescusa, corregidor de Valladolid entre 1492 y 1504, cuando acusaba a los jueces de no ejercer su oficio con im1 2 3

ARChV R. Ejecutorias, c. 234, 36. ARChV R. Ejecutorias, c. 262, 32. Para una definición de capital social véase LIN 2008 y la p. 114 de esta obra. [ 19 ]

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parcialidad por temor a las influencias de los regidores y otros hombres poderosos de la villa, o simplemente por miedo a perder la amistad de estos.4 En efecto, uno de los signos que manifestaban el poder de un individuo eran las personas por las que se dejaba acompañar: sus hombres y criados. Cuanto mayor era el estatus de sus clientes, mayor era el suyo propio, y viceversa; estar al servicio de una persona preeminente permitía al cliente ser partícipe de la honra de su señor.5 En la baja Edad Media la riqueza solo generaba poder en la medida en que atraía a otras personas; no se trataba tanto de tener, como de estar en situación de ofrecer. Algo similar ocurría con los cargos: poseer un oficio público permitía beneficiar a otras personas para, en última instancia, ayudarse a uno mismo. Por otra parte, también para acceder a dichos puestos se debía tener la capacidad de ofrecer algo. Ser un cliente destacado, prestar un buen servicio, era uno de los mejores medios de promoción sociopolítica y, al mismo tiempo, contar con los clientes adecuados podía ser la clave para conseguir ciertos objetivos (por ejemplo la procuración de Cortes, tan deseada por los regidores vallisoletanos). todo el sistema político urbano se podía entender, en mayor o menor medida, como una red de relaciones a lo largo de la cual circulaban servicios y favores. La situación de cada persona en la red y lo que ofrecía dentro de la misma, en cierto modo, y sin pretender caer en una concepción excesivamente estructuralista, condicionaban sus posibilidades de acción y su éxito sociopolítico. En una sociedad eminentemente grupal y clientelar como la bajomedieval, el enfoque de redes sociales parece aportar las claves necesarias para comprender el funcionamiento tanto de la sociabilidad como de las dinámicas de poder. Es por esto que en los últimos años la expresión de redes sociales se ha multiplicado también en los trabajos de historia medieval, a menudo de la mano del interés por el clientelismo y la amistad política.6 Se ha llegado a hablar de una suerte de «relational turn» (en referencia a otros fenómenos historiográficos como el giro lingüístico o linguistic turn) que ha propiciado el uso o incluso abuso de términos como redes, capital social, relaciones sociales...7 Sin embargo, salvo contadas excepciones, el empleo de dichas expresiones se mantiene en el terreno de la metáfora, sin incluir definiciones precisas que remitan a los conceptos elaborados en la teoría de redes. Incluso dentro de los estudios que aluden explícita-

4

Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla, MS. 154, fol. 20v (citado en la p. 13 de esta obra). HoRRoX 1994: 66. 6 obras que hacen especial hincapié en las relaciones sociales de las élites son, por ejemplo, LAzzARINI 2010; JULAR PéREz-ALFARo 2010. 7 LEMERCIER 2015: 283. 5

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introducción

mente a la teoría de redes, tan solo un pequeño porcentaje de los mismos acomete una aplicación formal de la metodología de análisis de redes sociales.8 A pesar de esta asimetría entre el éxito de la metáfora de las redes y la aplicación del análisis de redes sociales, en 1999 Charles Wetherell afirmaba que en las últimas dos décadas este se había convertido en uno de los principales paradigmas de la sociología hasta ocupar un lugar estratégico en una serie de debates fundamentales, incluyendo el cada vez más popular concepto de capital social.9 Este libro analiza las relaciones de los dirigentes vallisoletanos entre 1450 y 1520 y las dinámicas de poder que desarrollaron, no solo a partir de estos enfoques teóricos, sino a través de la aplicación formal del análisis de redes sociales; es decir, empleando como metodología el estudio sistemático de los vínculos que los miembros de la oligarquía establecieron entre ellos mismos y con otros sectores de la sociedad. Para ello el trabajo se apoya en un estudio prosopográfico de todas las familias cuyos miembros fueron regidores de Valladolid entre 1450 y 1520. La prosopografía es hoy en día una metodología fundamental para poder conocer cualquier grupo social y es el primer paso lógico en un estudio de estas características. Sin embargo, la visión de la oligarquía quedaría incompleta si la investigación no se llevara más allá. Se ha recurrido al análisis de redes sociales para poder entender a estos dirigentes, no como un conjunto de familias con mayor o menor similitud entre ellas mismas, sino como una red en la que los lazos dentro y fuera del grupo eran fundamentales, tanto desde un punto de vista funcional, como para la propia construcción de la identidad de la oligarquía. El estado de la cuestión sobre el análisis de redes sociales (ARS) aplicado a época medieval que publiqué en 2010 planteaba hasta qué punto pecaba de optimista un artículo de la revista Nature titulado «Social Networking gets medieval ».10 Efectivamente, cuando comencé con esta línea de investigación en 2008, las aproximaciones a la 8 Es ya un lugar común en las introducciones al análisis de redes sociales aplicado a historia señalar este desequilibrio entre la difusión del vocablo redes y la aplicación formal de su metodología: MARtÍN Ro MERA 2010: 219-220; LEMERCIER 2015: 283; BRUGHMANS, CoLLAR y CoWARD 2016: 3. Bonnie H. Erickson aludió a esta cuestión en términos más críticos (ERICKSoN 1997: 149-150): «It is all too common for people to acknowledge the importance of structure and then do very little about it, or to say social structure and then do attributes. Some do very little about structure by describing it in impressionistic general terms, instead of gathering information about all the ties in a network and looking hard at tie structure. Some look at little bits of structure such as single relationships, ignoring the classic network finding that relationships work differently in different structural contexts. Still others use the term structure when they really mean something quite different, the distribution of one or more attributes». Estas mismas obras reflexionan asimismo sobre la distinción entre la teoría de redes y la aplicación formal del análisis de redes sociales, tema sobre el que se profundizará más adelante. 9 WEtHERELL 1999. 10 MARtÍN RoMERA 2010: 218-219; Brumfiel 2008.

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historia medieval castellana a través del análisis de redes sociales habían sido prácticamente nulas.11 Por lo tanto, el proyecto presentaba dos retos principales: por un lado conocer mejor el gobierno de Valladolid a finales de la Edad Media desde una perspectiva eminentemente relacional; por otro, comprobar de qué forma esta metodología podía resultar funcional para estudiar la sociedad bajomedieval castellana, algo que cuestionaban fuertemente muchos historiadores, principalmente por las limitaciones de las fuentes. A lo largo de estos años la situación ha cambiado visiblemente y otros investigadores se han ido sumando al interés por el análisis de redes sociales. Sin duda una de las pruebas más evidentes fue la celebración en 2010 del taller Redes sociales y económicas en el mundo bajomedieval, celebrado en la Universidad de Valladolid y coordinado por David Carvajal de la Vega, Javier Añíbarro Rodríguez e Imanol Vítores Casado. Las contribuciones a dicho taller fueron publicadas en 2011 y muestran que entre la nueva generación de medievalistas españoles existe un interés particular por esta metodología, así como una clara conciencia de lo que esta puede aportar dentro de sus respectivos ámbitos de investigación.12 El mismo año la revista Redes publicaba un monográfico titulado Análisis de redes e historia: herramientas, aproximaciones, problemas.13 En el ámbito de la historia moderna este interés se mostró de forma más temprana, contando entre sus principales abanderados con José María Imízcoz Beunza y Jean-Pierre Dedieu.14 Especialmente este último ha subrayado la necesidad de combinar el análisis de redes sociales con los avances aportados por el método prosopográfico. Aún más significativa de la actualidad de dicho enfoque es la reciente publicación de dos monográficos: uno en la revista Ayer sobre el análisis de redes sociales en época contemporánea y otro sobre redes sociales en los siglos XVIII y XIX en la revista Historia Social.15 Con la publicación de este libro ve la luz el primer estudio de conjunto que aplica de forma sistemática el análisis de redes sociales para interpretar la sociedad castellana bajomedieval, pero sin duda pronto podremos contar con otros trabajos que integran esta metodología. 11

Véanse en ibidem: 219 y 237 mis comentarios sobre los trabajos en torno al grupo de Reyna Pastor (PAStoR 1990 y PAStoR et al. 1999) y, más en concreto, el de PASCUA ECHEGARAY 1993. 12 CARVAJAL DE LA VEGA et al. 2011. Entre otros resultados de esta incorporación del análisis de redes sociales en los estudios de una nueva generación de medievalistas cabe mencionar las siguientes publicaciones: RUIz PILARES 2011; RoSé 2011; oRtEGo RICo 2015; LozANo CAStELLANoS 2015.

13 Redes. Monográfico: Análisis de redes e historia: herramientas, aproximaciones, problemas (coordinado por CLAIRE LEMERCIER, SANDRO GUZZI-HEEB y MICHEL BERTRAND), 21 (2011). 14 DEDIEU 2000b; IMÍZCOZ BEUNZA 1996 Y 2001. 15 Ayer. Dossier: Las redes de poder en el mundo contemporáneo, 105 (2017-1); Historia Social. Dossier: Redes sociales, cambio cultural y conflicto en las tierras vascas (XVIII-XIX), 89 (2017). En relación con la multiplicación del interés por las redes, Emma Sarno analiza esta expansión en su artículo en el dossier de Ayer. Como referencia incluye una tabla comparativa, extraída de la web Historical Network Research, que muestra el número de trabajos de análisis de redes sociales histórico publicados hasta 1999 y desde 2000 divididos por áreas históricas (SARNO 2017: 28).

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En esta obra, aunque la atención a las redes sociales está presente en todo momento, el análisis de redes sociales en su vertiente práctica es un complemento a una investigación eminentemente histórica: se ha adaptado a los criterios de la sociedad y las fuentes a las que se aplica y busca, en cada ocasión, responder a interrogantes concretos relacionados con el ámbito historiográfico de las élites, el clientelismo, el ejercicio del poder o la sociedad bajomedieval. Por esto, como comprobará el lector, las redes reconstruidas se distribuyen de forma desigual a lo largo de los capítulos, ya que han sido empleadas en aquellas ocasiones en las que parecían pertinentes porque podían aportar información adicional o cuestionar supuestos previos. El objetivo primordial es responder a algunos de los principales interrogantes historiográficos en relación con las oligarquías bajomedievales empleando como herramienta heurística las relaciones sociales. Esto implica partir de la premisa de que el análisis de redes sociales presenta ventajas interpretativas a la hora de estudiar y comprender las oligarquías bajomedievales, como se demostrará a lo largo de esta obra. Gracias a esta metodología se puede cuestionar hasta qué punto la oligarquía es realmente un grupo social. Es decir, más allá de compartir una serie de características comunes, ¿mantienen los sujetos estudiados (los regidores vallisoletanos y sus familias) una serie de lazos entre sí que permiten considerarlos como un grupo efectivo y no tan solo teórico? ¿conlleva esto una acción colectiva por parte del grupo? ¿qué papel tienen las relaciones en el ejercicio del poder urbano? ¿cuáles son las diferencias entre la actuación de unas familias y otras y cómo se relaciona esto con las relaciones que mantienen y con su posición dentro de la red? ¿cómo afectan los contactos a la continuidad de estas familias en el poder? ¿permite el análisis de redes sociales rebatir planteamientos tradicionales como que familias con las mismas características mantienen comportamientos similares? ¿cuál es el rol de las mujeres de la oligarquía tanto en este grupo social como en el sistema de poder urbano? Más concretamente, es necesario analizar cómo se comportó la oligarquía de Valladolid ante las adversidades que planteaba el periodo aquí estudiado. Un periodo en el que este grupo evolucionó desde un momento de pleno asentamiento y monopolio del poder hasta el punto culmen de crisis del sistema oligárquico con el alzamiento de las Comunidades. En este sentido se contemplan principalmente dos escenarios que son en realidad complementarios: la evolución de los linajes de caballeros de tovar y Reoyo —que fueron perdiendo protagonismo político— y las relaciones entre la oligarquía y el común que evolucionaron hasta el enfrentamiento con la revuelta comunera. ¿Sufrieron los linajes vallisoletanos una progresiva decadencia como se ha argumentado para otras ciudades? ¿estaban conectados los cambios que se produjeron en estas instituciones con las redes sociales formadas en su seno? ¿hay algún nexo [ 23 ]

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entre el clima de contestación al que se enfrentaban los regidores y las transformaciones en la relación con las bases sociales de los linajes? ¿cómo actuó la oligarquía frente a fenómenos básicos como el consenso, la representatividad, la defensa del bien común o la oposición a su gobierno? ¿Cómo se integraban en la oligarquía los miembros de la llamada élite del común?16 Con la intención de responder a estos y otros interrogantes el trabajo ofrece tanto un conocimiento exhaustivo de la oligarquía vallisoletana, como un modelo de gobierno urbano que puede ser contrastado con otras realidades bajomedievales. La obra comienza con un capítulo que combina una introducción sobre las oligarquías y los linajes de caballeros urbanos en Castilla, con un estudio prosopográfico de las familias del regimiento vallisoletano entre 1450 y 1520. Se analizan aspectos fundamentales desde el punto de vista de la prosopografía como el ideal nobiliario, el perfil socioeconómico, los cargos que ostentaron y las fuentes de riqueza económica. De esta forma, se ofrece un capítulo de corte más tradicional con un esquema similar al seguido por la mayoría de estudios sobre élites, residiendo el interés del mismo en mostrar las peculiaridades del caso vallisoletano y a su vez permitir la comparación con las oligarquías de otras ciudades. En contraposición, el siguiente capítulo propone superar la visión meramente prosopográfica de las élites y para ello se adentra en el análisis de redes sociales como metodología y como herramienta de estudio de la oligarquía vallisoletana. La perspectiva relacional preside todo el trabajo, pero la aplicación práctica ha sido empleada tan solo puntualmente. En este capítulo se explica en qué consiste el análisis de redes sociales, se expone cómo se ha aplicado en este caso concreto, se dan las instrucciones para comprender los gráficos en el anexo y se presentan algunos de los principales resultados que se han obtenido al reconstruir las redes de los regidores de Valladolid. Estos resultados incluyen, entre otros, un análisis de la continuidad de estas familias en función de su posición en la red y una nueva propuesta para la concepción y definición de la oligarquía. Sin embargo, no se agotan en este capítulo todas las aplicaciones posibles de las redes sociales ya que también en los siguientes se remite a las redes cuando estas aportan información relevante para un aspecto concreto. tras una reflexión sobre las vías informales del poder, el libro se adentra en el estudio de los distintos vínculos de los regidores y, en general, la oligarquía vallisoletana. El planteamiento es que las relaciones funcionaron como la principal base de poder de estos gobernantes, siendo una fuente, no solo de influencia y prestigio, sino también de poder efectivo. Empezando por los tres tipos de relaciones informales por excelencia 16

VAL VALDIVIESo 1994b y 1996. [ 24 ]

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(el parentesco, el clientelismo y la amistad) se va desgranando su funcionamiento en el seno de la oligarquía de Valladolid, para terminar analizando las relaciones con elementos tan solo teóricamente externos a dicha red: la nobleza, los reyes y el corregidor. A continuación se presenta un capítulo dedicado a las mujeres cuyo objetivo, lejos de ser el de aunar toda la información que este trabajo aporta sobre las esposas, hijas y madres de los regidores, consiste en concentrarse en un aspecto particular ignorado en gran medida por los estudios de élites: el papel de las mujeres como miembros esenciales dentro de este sistema de poder y en las dinámicas clientelares, en lugar de como peones de las estrategias matrimoniales del grupo. Un capítulo fundamental del libro es el de los linajes de caballeros urbanos, cuestión clave de la historiografía castellana y que se aborda aquí con mayor profundidad que en muchos de los estudios precedentes gracias al exhaustivo trabajo documental, al hallazgo de fuentes inusuales y al uso complementario del análisis de redes sociales. Se propone aquí un modelo explicativo de la evolución de las relaciones dentro de los linajes desde el corporativismo hasta el predominio de las redes clientelares de los regidores; una transformación que estuvo en la base de la pérdida de funcionalidad de estas instituciones. Finalmente, la oligarquía no es un grupo social que acaba en sí mismo, ajeno al resto del mundo. Su relación con el común define a la propia oligarquía y es fundamental en el desarrollo del gobierno, de ahí que fuera imprescindible dedicarle un capítulo. Los lazos clientelares permitieron una integración limitada de parte de la sociedad, pero el deterioro cada vez mayor de este sistema culminó con una gran crisis de legitimidad de la oligarquía en torno a 1516. Ese año un grupo autodenominado comunidad y liderado por uno de los mayores exponentes de la oligarquía, el merino mayor y regidor Alonso Niño de Castro, exigió representantes propios para el común. Esta crisis supuso un ensayo de insurrección en Valladolid que fue llevado aún más lejos durante la revuelta de las Comunidades, en la que muchos de los regidores se vieron implicados e incluso tuvieron un papel plenamente activo. Con este itinerario se cubren los objetivos principales del trabajo: el conocimiento de la oligarquía de Valladolid, el análisis del gobierno de la villa a través de la perspectiva relacional, y la atención a tres aspectos fundamentales de la historiografía sobre las élites castellanas a finales de la Edad Media como son el clientelismo (o el capital social como base del poder efectivo), los linajes de caballeros urbanos y los problemas de legitimación y conflictividad que debieron afrontar los regimientos en el periodo previo a las Comunidades. Como punto final a esta introducción, he de señalar que el presente libro es una versión reducida y ampliamente revisada de mi tesis doctoral, dirigida por la profesora [ 25 ]

María Asenjo González y presentada en la Universidad Complutense de Madrid en 2012, con la calificación de Sobresaliente cum laude y la obtención del premio extraordinario de doctorado. todos estos años de trabajo universitario me han mostrado que hay muchos estilos de dirigir tesis y que fui una gran afortunada por contar con María Asenjo González como directora. Por ello y por su trabajo como mentora desde entonces, no puedo más que reconocer mi gratitud por todo el tiempo, esfuerzo y cariño que ha dedicado a esta investigación y a mí, como investigadora y como persona. He de expresar asimismo mi gratitud hacia todos los miembros del tribunal que con sus críticas constructivas han contribuido a que mejorase el original de cara a su publicación: Miguel Ángel Ladero Quesada, Yolanda Guerrero Navarrete, Juan Manuel Carretero zamora, Luis Rafael Villegas Díaz y Elizabeth Crouzet-Pavan. No puedo olvidar mi agradecimiento a todos los profesores, investigadores y técnicos de bibliotecas y archivos con los que me he cruzado a lo largo de estos años y que han contribuido al desarrollo de este trabajo; aunque es una lista demasiado extensa para detallarla, reconozco mi deuda con todos ellos y en particular con los supervisores de mis estancias en las Universidades de Chicago y Florencia, John F. Padgett, Barbara Rosenwein y Andrea zorzi, y con los revisores de las versiones previas a la lectura, Marco Gentile, Adelaide Costa, David Igual Luis y Cristina Segura Graíño. Vivimos en la convicción de que el trabajo académico es muy solitario hasta que nos paramos a recapitular y nos damos cuenta de que son innumerables los compañeros que nos han brindado apoyo, consejo y amistad. Siendo este un periplo que inicié con la tesis, pero que he continuado durante mis años posdoctorales, son muchas las personas que me han acompañado durante un trecho de esta larga travesía académica, entre ellas no quiero dejar de expresar mi agradecimiento a Candela Fuentes Navarro, Javier Contreras, David Nogales, Pablo ortego, Pierluigi terenzi, Blanca González talavera, Kaitlin Pontzer, Antonio Ruiz, Ignacio Sánchez Ayuso, Arndt Brendecke, Vitus Huber, Joel Graf, Susanne Friedrich, Antonio Real, Dominic Bormann, Paola Molino, Iryna Klymenko, Heiko Schmidt, Brendan Röder y Hannes ziegler. Además, por su implicación en este trabajo debo nombrar especialmente a tres personas. Por un lado a mi querido hermano, José Luis Martín, y a mi amigo Fran Ávila por su ayuda inestimable con los aspectos informáticos. Por otro, a Antonio Calvo, por sus correcciones, consejos y apoyo. Finalmente, he tenido la fortuna de contar con el apoyo y el cariño de toda mi familia y amigos, especialmente el de mis padres, a quien está dedicado este libro.

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Fuentes Archivo General de Simancas (AGS) Registro General del Sello (RGS) Años 1467, 1475, 1476, 1477, 1478, 1479, 1480, 1482, 1483, 1484, 1485, 1486, 1487, 1488, 1489, 1490, 1491, 1492, 1493, 1494, 1495, 1496, 1497, 1498, 1499, 1501, 1502, 1503, 1504, 1516, 1517, 1519 y 1520. Cámara de Castilla (CCA) Legajos 106, 113, 114, 116, 117, 118, 128, 129, 131, 132, 133, 136, 137, 139, 141, 142, 143, 161 y 221. Cámara de Castilla, Personas. Legajos 1, 3, 7, 10, 14, 19, 20, 21, 23, 30, 113, 114, 116, 117, 123, 128, 129, 131, 132, 133, 137, 139, 140, 141, 142, 143, 144, 148, 151, 152, 158, 159, 161, 163, 164, 168, 169, 172, 177, 187, 201, 212 y 219. Cámara de Castilla Cédulas (CCA CED) Legajos 1, 2-1, 2-2, 4, 5, 6, 7, 8 y 9. Consejo Real de Castilla (CRC) Legajos 7, 35, 45, 78, 84, 237, 693 y 755. Escribanía Mayor de Rentas (EMR) Legajos 68 y 69. Mercedes y Privilegios (M y P) Legajos 31, 43, 48, 54, 61, 85, 86, 94, 99, 112-1, 112-2 y 120. Nóminas. Legajos 1, 1-2 y 2.

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Patronato Real. Legajos 2, 3, 6, 7, 33, 58, 69 y 70.

Archivo Histórico Nacional (AHN) Clero. Secular-Regular. Carpetas 694, 3.726 y 3.735 Legajos 7.702, 7.704, 7.715, 7.716, 7.728, 7.729, 7.873, 7.915, 7.916 y 7.919. Consejos. Legajos 23.816, 29.934 y 37.690. Nobleza. Fernán Núñez. Legajos 341, 342, 460 y 2.224. Frías. Legajos 5, 307, 308, 414, 445, 603, 1.523 y 1.681. Luque. Legajo 472. osuna. Legajos 97, 202, 108, 217, 237, 417, 418, 420, 421, 422, 423, 427, 471, 477, 478, 480, 492, 516, 525, 2.027, 3.291, 3.522 y 3.922. toreno. Legajos 2 y 12. torrelaguna. Legajo 411. Vivero. Legajos 43 y 76.

Archivo de la Real Chancillería de Valladolid (ARChV) Registro de Ejecutorias (R. Ejecutorias) Legajos 2, 3, 4, 7, 17, 21, 22, 24, 27, 32, 33, 38, 41, 43, 48, 54, 62, 73, 84, 85, 90, 93, 94, 97, 100, 126, 131, 132, 133, 134, 149, 156, 158, 167, 177, 179, 187, 190, 193, 204, 207, 209, 212, 219, 226, 231, 232, 234, 239, 244, 248, 249, 250, 252, 252, 253, 262, 268, 272, 273, 276, 292, 305, 311, 314, 316, 319, 322, 329, 350, 361, 365, 369, 364, 377, 381, 384, 386, 391, 402, 403, 404, 407, 426, 508 y 515. Pleitos Civiles. Alonso Rodríguez (D.). Legajos 60, 140, y 785. Alonso Rodríguez (F.). Legajos 358, 541, 778, 958, 2.794, 2.807 y 2.819. Moreno (olv.). Legajos 514, 551, 554, 661, 807, 874, 923, 1.064 y 1.103. [ 28 ]

fuentes

Fernando Alonso (F.). Legajos 15, 61, 283, 284, 602, 790, 952, 964, 1.135, 1.406 y 1.437. Pérez Alonso (F.). Legajos 191, 302, 436, 675, 761, 762, 896, 969, 1.379, 1.724, 3.826 y 3.838. zarandona y Balboa (F.). Legajo 509. zarandona y Balboa (olv.). Legajo 774. Pergaminos. 15, 22, 30, 62, 81, 85 y 162.

Real Academia de la Historia (RAH) Colección Salazar y Castro. tomos 9/662, 9/710, 9/808, 9/813, 9/816, 9/817, 9/820, 9/821, 9/828, 9/831, 9/844, 9/845, 9/859, 9/867 y 9/869.

Archivo Histórico Provincial de Valladolid (AHPV) Protocolos Notariales. Legajos 1, 2, 29, 30, 32, 252, 253 y 14.065. Sección Histórica. Legajos 22 y 23.

Archivo Municipal de Valladolid (AMV) Libros de Actas, Libros 1 (1497-1501), 2 (1502-1514), 3 (1512-1514), 4-1 y 4-2 (1517-1520). Archivo. Legajos 2, 3, 4, 6, 9, 13, 72 y 313. Chancillería. Legajos 1, 4, 3, 42, 45, 46, 48, 66, 85, 86, 97, 127 y 132. [ 29 ]

redes de poder

Hospital de Esgueva. Legajos 278, 326, 326, 343, 344, 356, 364, 368, 397, 402, 413, 420, 422 y 430. Pergaminos 71, 72, 73, 74 y 94.

Archivo de la Catedral de Valladolid (ACV) Libros Becerros de 1615 y 1710. Legajos 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 9, 11, 15, 16, 17, 21, 22, 23, 24, 25, 27, 30, 31.

Biblioteca Nacional de España (BNE) Floranes, Rafael de [ca. 1780-1800] Apuntes para la Historia de Valladolid. Ms. 11.281. Papeles tocantes al emperador Carlos V. Ms. 1751. Ms. 10.475.

British Library (BL) Baeza, Álvaro de (siglo XVI) Libro del belo Judayco que fiso y ordeno el grande estoriador Josepho fijo de Matatias, el qual lo torno del ebrayco en latin para los Romanos, y del lo rromanço Aluaro de Baeça por mandado del honrrado y disscreto Juan Rodrigues de Baeça, corregidor de la villa de Medina del campo y del conssejo del Rey y rreyna [Fernando e Isabel], nuestros Señores. Add Ms. 28500.

Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla Ramírez de Villaescusa, Alonso (ca. 1493) Espejo de Corregidores. Ms. 154.

[ 30 ]

1. Introducción a la oligarquía de Valladolid: historiografía y prosopografía 1.1. Las oligarquías castellanas en la historiografía Los trabajos de Adeline Rucquoi y Bartolomé Bennassar sobre Valladolid entre 1085 y 1474 y durante el siglo XVI son las dos principales obras historiográficas sobre la villa del Esgueva de las últimas décadas;1 pero entre ambas hay una laguna temporal que, ampliada, es justamente la que ocupa este trabajo. Asimismo, aunque es innegable que los libros mencionados proveen una información inestimable acerca de la oligarquía vallisoletana, al tratarse de trabajos de conjunto sobre Valladolid, ninguno de los dos se centra en este grupo social. El peso que la ciudad (entonces villa) tuvo entre 1450 y 1520 muestra la necesidad de un estudio específico sobre la oligarquía vallisoletana en este periodo en que destacó por su papel de corte real intermitente, sede de la Chancillería y la universidad,2 importante centro comercial3 y residencia de distintos nobles castellanos.4 A esto se une su protagonismo en los acontecimientos históricos en torno a las luchas entre los nobles y Enrique IV, el ascenso de la princesa Isabel y, más tarde, la participación en las Comunidades. Valladolid fue uno de los centros urbanos de Castilla en los que el gobierno quedó en manos de los linajes de caballeros.5 La caballería que se desarrolló en las ciudades a raíz de las necesidades de la conquista dio lugar a un grupo privilegiado formado por ca1 RUCQUoI 1997; BENNASSAR 1989. Acerca de diversos aspectos de la historia de Valladolid en la Edad Media véanse algunas de las contribuciones en Valladolid. Historia de una ciudad 1999, v. I. En las mismas actas, sobre la oligarquía vallisoletana pero en época moderna: GUtIéRREz ALoNSo 1999. también de dicho autor sobre Valladolid en el siglo XVII: GUtIéRREz ALoNSo 1989. obras fundamentales para conocer la historia de Valladolid realizadas durante la Edad Moderna son el Cronicón de 1539 y la Historia de Juan Antolínez de Burgos en el siglo XVII: Cronicón 1848; ANtoLÍNEz DE BURGoS 1987. Del siglo XVIII son los escritos de Rafael de Floranes conservados en la Biblioteca Nacional de Madrid: FLoRANES [ca. 1780-1800] Apuntes para la Historia de Valladolid. BNE Madrid Ms. 11.281. Fernando Pino Rebolledo ha editado diversos documentos clave de la historia medieval de Valladolid, incluidas las actas concejiles de 1497 a 1499: Pino Rebolledo 1988, 1990a, 1990b, 1993a y 1993b. 2 VARoNA GARCÍA 1981; ALMUIñA y MARtÍN GoNzÁLEz 1986. 3 IGUAL LUIS y ASENJo GoNzÁLEz 2006; IGUAL LUIS 2014. 4 Sobre la capitalidad de Valladolid véase ASENJo GoNzÁLEz 2015. 5 Un resumen de la evolución de Valladolid como centro urbano desde su origen hasta finales de la Edad Media en RUCQUoI 1985.

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redes de poder

balleros que se agruparon en linajes. Estos linajes fueron dos en Valladolid y recibieron el nombre de Reoyo y de tovar. Desde el siglo XIV los gobernantes de la ciudad (los regidores que componían el concejo o ayuntamiento) eran elegidos dentro de las filas de las diez casas en que se subdividían los mencionados linajes de caballeros.6 La oligarquía de la segunda mitad del siglo XV era heredera de este sistema: los regidores pertenecían aún a los linajes aunque habían adquirido una gran autonomía al convertirse el cargo en vitalicio además de fuertemente hereditario gracias al mecanismo de renuncia.7 A pesar de la importancia creciente de las oligarquías en la historiografía castellana y de la especial atención que se ha dedicado a los linajes, hasta ahora no se había realizado un trabajo de conjunto sobre los dirigentes tardomedievales de Valladolid. El interés por las oligarquías urbanas bajomedievales está directamente ligado a la importancia de las ciudades durante estos siglos.8 Estos centros urbanos eran gobernados por sus concejos o ayuntamientos y estaban en realidad controlados por una élite que utilizó los resortes políticos, legislativos, económicos y fiscales de la urbe en su beneficio, teniendo en cuenta sus propios intereses. Dicha minoría, aunque muy distinta de unas zonas y épocas a otras, posee una serie de características básicas que se repiten en prácticamente todos los casos: el control del poder político, la posesión de un nivel de riqueza superior a la mayoría y una clara preeminencia social. Sin embargo, a pesar de esta descripción general, la cuestión de las oligarquías urbanas ha dado lugar, por su complejidad, a un intenso debate entre otras cosas en lo referente a cómo debería ser llamado este grupo privilegiado,9 siendo numerosos los términos que han sido utilizados para designar a la clase dominante urbana: patriciado,10 burguesía,11 aristocracia,12 élite, oligarquía… 6 7

Sobre los linajes vallisoletanos véase RUCQUOI 1997: I, 133 y ss.

toMÁS Y VALIENtE 1970. 8 Desde el clásico trabajo de Pirenne hasta la actualidad, la bibliografía acerca de las ciudades medievales es inabarcable. Algunos títulos orientativos son: PIRENNE 2005; BAREL 1981; HEERS 1990; Villes et sociétés urbaines 1994; BoNACHÍA HERNANDo 1996a; Las sociedades urbanas en la España medieval 2003. 9 Muestra de ello son varios de los artículos contenidos en el volumen Les elites urbaines au Moyen Âge, incluida la conclusión (LE GoFF 1997); DUMoLYN 2013; y DIEFENBACHER et al. 2016. 10 Lestocquoy ya empleó la expresión patriciado en su obra de 1952: LEStoCQUoY 1952. Dicho vocablo tuvo un éxito considerable y aún hoy es empleado por muchos medievalistas, como GUERRERo NAVARREtE y SÁNCHEz BENIto 1994 o MAINé BURGUEtE 2006: 14. Sin embargo, tiene también detractores por ser una palabra que apenas fue utilizada en la Edad Media y que evoca claramente un pasado romano más que medieval. Philippe Braunstein señala que tan solo en Colonia parece haberse empleado la voz patriciado en tiempos medievales: BRAUNStEIN 1997: 30. 11 Aunque, en principio, burgués es aplicable a todo habitante de un burgo medieval, el término burguesía está indisolublemente asociado al capitalismo. Implica la dedicación a unas actividades económicas particulares y un espíritu emprendedor. Incluso en Burgos, donde la clase dominante estuvo compuesta por familias enriquecidas a través del comercio, Yolanda Guerrero Navarrete afirma que [ 32 ]

1. introducción a la oligarquía de valladolid: historiografía y prosopografía

Con respecto a la palabra oligarquía, algunos especialistas han señalado que no es propia del periodo medieval, contiene en sí un juicio de valor negativo que se remonta a Aristóteles y que, en la medida en que casi todos los sistemas políticos podrían definirse como oligárquicos, pierde funcionalidad. Sin embargo, es evidente que muchos otros autores entienden que se adapta perfectamente a las élites urbanas que gobernaban las ciudades durante la baja Edad Media por lo que, en general, este término es preferido por los historiadores que se dedican a esta época.13 tanto Elizabeth Crouzet-Pavan como Jacques Le Goff consideran que la oligarquía es en realidad la élite de la élite.14 Recientemente Christian Liddy ha cuestionado la falta de operatividad de este término, principalmente como una crítica a la identificación entre oligarquía y una serie de tendencias historiográficas que esta parece encarnar. Por un lado, la idea de una oligarquización progresiva desde la Baja Edad Media que presenta tintes teleológicos y que es una interpretación común en el mundo urbano europeo. Por otro, que no se problematice en qué consiste esta oligarquía, cómo construye su poder y, sobre todo, cómo lidia con la contestación o resistencia que presentan otros grupos sociales. En definitiva, se trata de criticar tanto una visión plana y unidimensional de la oligarquía, como una aproximación a su poder de arriba a abajo.15 La propuesta de Christian Liddy es centrarse en la contestación al poder de la oligarquía. Este libro, si bien coincide en la necesidad de sortear estos dos defectos de la historiografía tradicional de las oligarquías certeramente identificados por Liddy, propone hacerlo a través del análisis de las redes sociales de la oligarquía. Esta perspectiva permite una visión más compleja de la sociedad, donde el capital social responde a dinámicas que van más allá de la habitual dicotomía entre aceptación y resistencia del poder oligárquico. La propuesta de definición del grupo oligárquico vallisoletano que se ofrece al final del capítulo segundo, la oligarquía como red, es precisamente una visión más poliédrica de este grupo, flexible y cambiante que abandona categorías rígidas como «regidor» y subraya la oportunidad coyuntural de ejercer una influencia o poder concreto. Respecto a la perspectiva de arriba a abajo, la red muestra una interconexión no se puede considerar que tuvieran una mentalidad burguesa, sino que aspiraban a reproducir un modelo aristocrático (GUERRERo NAVARREtE 1998: 89-90). 12 María Asenjo González señala que el hecho de que durante la alta y plena Edad Media solo la nobleza accediese al poder, ha llevado a identificarla plenamente con el vocablo aristocracia: ASENJo GoNzÁLEz 2006: n. 7. En MoRSEL 2008 se habla de “aristocracia caballeresca” (pp. 287 y ss.). 13 En el caso francés, Maurice Berthe señala que el uso de oligarquía para la baja Edad Media responde a la inversión de valores que se produce en esta época en la que el control del poder municipal es la clave en la obtención de una mayor honorabilidad: BERtHE 2003: 22. 14 CRoUzEt-PAVAN 1997: 18; LE GoFF 1997: 449. 15 LIDDY 2017, especialmente pp. 3-7. [ 33 ]

redes de poder

con otros grupos urbanos y con la corte incompatible, no solo con la unidireccionalidad del ejercicio del poder, sino incluso con la supuesta división entre «los de arriba» y «los de abajo» que tiende a concebir las relaciones exclusivamente en términos de aceptación resignada o resistencia. Volviendo a la definición tradicional de «oligarquía», ante todo el principal rasgo de la oligarquía es el monopolio del poder y esto hace que sea el término más adecuado para este trabajo ya que, al igual que otras élites políticas castellanas, las familias dirigentes vallisoletanas tendieron a excluir del gobierno urbano a otros sectores sociales; no porque fuesen un grupo monolítico sino porque, a pesar de su composición cambiante, la oligarquía vallisoletana fue capaz de excluir del poder a aquellos actores ajenos a sus redes durante la mayor parte del periodo de tiempo que abarca esta obra. Además del monopolio, Eberhard Isenmann considera imprescindible para que el gobierno de una minoría rica pueda llamarse oligarquía que no persiga el bien común.16 En el último capítulo de este libro se profundizará en cómo los gobernantes de Valladolid vieron cuestionada su capacidad para defender el bien común, lo que muestra que en este caso se cumple también el criterio de Isenmann. Por todo lo expuesto, se ha considerado oligarquía como la palabra más adecuada para referirse a esta élite. La historiografía se interesó por las élites en primer lugar a través de la historia institucional, preocupada por los concejos. Este enfoque inicial, aunque se fue transformando a lo largo del tiempo con la adopción en España de tendencias como la historia social,17 la antropología histórica18 o la llamada nueva historia política,19 ha marcado profundamente los estudios de élites. De hecho, hasta hace pocos años, la mayoría de los trabajos que se hacían en España y que hablaban de élites eran monográficos sobre ciudades o concejos que estudiaban a las oligarquías como un apartado más.20 El boom de los estudios urbanos de este tipo contribuyó enormemente al conocimiento de las élites gobernantes.21 Al margen de los monográficos sobre ciudades,22 16

ISENMANN 2010: 108. BURKE 1987; JULIÁ 1989; CAStILLo 1991; CASANoVA RUIz 2003 (Aunque la primera edición es de 1991, en esta edición el autor incluye un prólogo en el que comenta la repercusión que en su día tuvo el apéndice del libro titulado El secano español). 18 El giro antropológico, así como la nueva historia política eran dos de las innovaciones historiográficas que Peter Burke enumeraba en su obra sobre Annales y Jacques Le Goff en su artículo sobre los retornos historiográficos: BURKE 2006; LE GoFF 1995. Más acerca de este enfoque antropológico en BERLIoz et al. 1991; y CLAVERo 1986; y en particular para historia medieval, BALARD y AUtRAND 1991. 19 SCHAUB 1995; CARASA Soto 1994. 20 Esa era la lectura que hacían en su estado de la cuestión MARtÍN CEA y BoNACHÍA HERNANDo 1998: 19. 21 Existen varios estados de la cuestión sobre el mundo urbano castellano: EStEPA DÍEz 1982; ASENJo GoNzÁLEz 1990 y 2005b. Asimismo hay un apartado dedicado al poder en las ciudades en GoNzÁLEz JIMéNEz 1999. 17

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1. introducción a la oligarquía de valladolid: historiografía y prosopografía

en 1961 Carmela Pescador dedicó un amplio y concienzudo trabajo de corte institucionalista a la caballería urbana (publicado en sucesivos números de la revista Cuadernos de Historia de España)23 y desde los ochenta tuvieron lugar varios congresos cuyas actas han engrosado nuestro conocimiento del mundo urbano incluyendo sus oligarquías.24 Durante dicho periodo se pasó de ver a las ciudades como «islas no feudales en un mar feudal»,25 a asimilarlas a la concepción de señoríos colectivos o señoríos concejiles.26 José María Monsalvo realizó un exhaustivo análisis acerca de esta conversión al feudalismo de la historiografía española señalando que el primer gran hito que equiparó a los caballeros villanos (élites urbanas) con los señores feudales que sometían y explotaban a los campesinos fue la obra de José María Mínguez.27 Asimismo, aunque los aspectos concejiles siguieron siendo objeto de estudio, se fue evolucionando hacia una visión del concejo que integrase las dinámicas de la sociedad representada en él,28 al tiempo que se comenzaron a recuperar y reproponer bajo nuevas perspectivas algunos temas que se habían abandonado parcialmente; es el caso de las Cortes, los reinos o la Administración, asociados a la nueva historia política.29 Además, el concepto de la Edad Media como infancia de Europa y periodo en el que se sientan las bases de los Estados modernos, ha dado lugar a numerosos monográficos interesados en las oligarquías urbanas y su relación con los Estados incipientes.30 En cuanto a ideología política y representación del poder, los trabajos editados o realizados por José Manuel Nieto Soria junto a las obras coordinadas por Ana Isabel Carrasco Manchado y François Foronda, centradas en el pactismo como forma de gobierno bajomedieval, son un exponente del claro avance producido en estas temáticas.31 22

Se ha considerado que el trabajo de Rafael Gibert sobre Madrid abrió una prolífica senda continuada desde los años sesenta hasta los noventa por destacados medievalistas: GIBERt SÁNCHEz DE LA VEGA 1949; CARLé 1968; GoNzÁLEz JIMéNEz 1973; EStEPA DÍEz 1977; CoLLANtES DE tERÁN SÁNCHEz 1977; BoNACHÍA HERNANDo 1978; VILLEGAS DÍAz 1981; GUERRERo NAVARREtE 1986; ASENJo GoNzÁLEz 1986a; RUCQUoI 1997; ASENJo GoNzÁLEz 1999; MENJot 2002. 23 PESCADoR 1961-1964. 24 Véanse por ejemplo SÁEz et al. 1985-1987; LóPEz DE CoCA y GALÁN SÁNCHEz 1991. 25 PoStAN 1967: 223. 26 BoNACHÍA HERNANDo 1990. 27 MoNSALVo ANtóN 1992; MÍNGUEz FERNÁNDEz 1982. 28 Un autor que ha dedicado muchísimas páginas al sistema concejil es el ya mencionado José María Monsalvo Antón. Algunos de sus trabajos más significativos son: MoNSALVo ANtóN 1988,1990 y 1993. 29 Sobre las Cortes destacan los trabajos de CARREtERo zAMoRA 1988 y 2001. Sobre el poder y la administración véanse: Poderes públicos en la Europa Medieval 1997; PoRRAS ARBoLEDAS et al. 2003. 30 GENEt y BULSt 1988; GENEt y LottES 1996; REINHARD 1996. En España los orígenes del Estado moderno tuvieron un tratamiento paralelo al Europeo: RUCQUoI 1987b; NIEto SoRIA 1999. En el ámbito ibérico existen numerosos trabajos sobre las relaciones entre la Corona y las ciudades, que equivale a decir entre Corona y oligarquías urbanas: ASENJo GoNzÁLEz 2005a; CASADo ALoNSo 1987; LADERo QUESADA 1986 y 1994; RUCQUoI 1987d. Para el caso portugués véase MILLÁN DA CoStA 2013. 31 NIEto SoRIA 1988, 1999 y 2006; FoRoNDA y CARRASCo MANCHADo 2007 y 2008; FoRoNDA 2011. [ 35 ]

redes de poder

Si de los estudios urbanos se ha derivado un interés creciente por las élites en las ciudades, un aspecto que ha resultado ser especialmente prolífico son los bandos y linajes,32 muy relacionados con la cuestión de la conflictividad social.33 Si bien los enfrentamientos entre dichos bandos se comprendieron inicialmente en clave de desorden, posteriormente la historiografía ha demostrado que estos bandos aseguraban la gobernabilidad y el consenso y que incluso la violencia que ejercían tenía una funcionalidad dentro del sistema de poder establecido.34 Las luchas entre distintos grupos no solo han sido tratadas como pugnas por el poder urbano entre bandos, sino también entre distintos grupos sociales: Isabel del Val Valdivieso propuso la existencia de una élite del común que atacaría a la élite tradicional forzándola a relajar su cierre oligárquico para adaptarse a esa presión desde abajo.35 todos estos enfoques han llevado, paulatinamente, a una mayor comprensión de las élites urbanas medievales.36 Aunque aún no se ha realizado una obra de conjunto sobre las élites en la Península Ibérica o, al menos, en Castilla, se va avanzando en el conocimiento de los grupos oligárquicos de núcleos concretos o en aspectos específicos de estos. En los últimos años han aparecido en España, en la misma línea de los trabajos colectivos europeos sobre élites, volúmenes que recogen distintos trabajos sobre oligarquías. Es el caso de la Revista d’Historia Medieval que apostó decididamente por el tema dedicándole dos números muy próximos en el tiempo a este grupo urbano37 o los dos recientes volúmenes sobre las élites hispanas y portuguesas de la Baja Edad Media editados por María Asenjo.38 En el caso castellano, el desarrollo de las élites urbanas estuvo marcado por las circunstancias históricas de la conquista, así como la repoblación y reorganización del territorio, que provocaron la aparición de un tipo social particular: los caballeros ur32 Además del coloquio celebrado en 1987 centrado en los bandos y querellas dinásticas en la Baja Edad Media española (Bandos y querellas dinásticas en España 1991) y al margen de los numerosos trabajos sobre ciudades, concejos o grupos sociales que tratan aspectos de linajes o bandos, existe toda una serie de artículos y libros dedicados específicamente a este tema: SÁNCHEz SAUS 1989; DIAGo HERNANDo 1992; MoNSALVo ANtóN 1993; ACHóN INSAUStI 1995; toRRES SEVILLA-QUIñoNES 1997; PREtEL MARÍN 2001; DACoStA 2003; MARtÍN RoMERA 2013. 33 VALDEóN BARUQUE 1975; MoREtA VELAYoS 1978; Bandos y querellas dinásticas en España 1991; Violencia y conflictividad 1995; SoLóRzANo tELECHEA 2005; NIEto SoRIA 2006; zoRzI 2007 y 2009; ASENJo GoNzÁLEz 2009b; LANtSCHNER 2015. 34 Un ejemplo de esto a través del prolijo análisis del modo en que las facciones ejercieron el gobierno en Parma en GENtILE 2009. 35 VAL VALDIVIESo 1994b y 1996. 36 En 1990 Julio Valdeón proporcionaba una visión general de las oligarquías en Concejos y ciudades en la Edad Media Hispánica: VALDEóN BARUQUE 1990. Para el caso portugués véase MILLÁN DA CoStA 2009. 37 NARBoNA 1998; IRADIEL y NARBoNA 2000. 38 ASENJo GoNzÁLEz 2009a y 2013.

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1. introducción a la oligarquía de valladolid: historiografía y prosopografía

banos. Desde inicios de la conquista cristiana hasta el final de la Edad Media, este colectivo sufrió una evolución particular y fue el principal representante del poder urbano concejil en muchas ciudades a lo largo de un proceso identificado como una creciente oligarquización de la sociedad medieval.39 Su aparición como grupo en torno al siglo X y su progresivo encumbramiento hasta controlar los concejos castellanos han sido ampliamente estudiados en relación con la evolución socio-económica y política tanto del reino como de los núcleos urbanos que dominaron.40 Debido a la falta de documentación en estos primeros siglos, existe una relativa incertidumbre en torno al origen de los caballeros villanos, pero hay algunos puntos que hoy parecen claros. El predominio de la actividad ganadera y la colonización de tierras donde el peligro de razzias era constante, exigió la existencia de unos efectivos militares que defendiesen las poblaciones y el ganado y que fueran capaces de controlar los enclaves estratégicos y las vías de paso de las reses.41 En esta situación José María Mínguez cree que serían los grandes propietarios de ganado, los más indicados para especializarse como milites.42 Desde mediados del siglo XIII las rivalidades con otros grupos sociales forzaron a los caballeros a buscar apoyo en la Corona que les consideró un conveniente aliado y sancionó su control sobre las ciudades. tanto la concesión de privilegios de Alfonso X43 como la imposición del Regimiento con Alfonso XI en 1345 les aseguraron en muchas ciudades y villas el monopolio de los principales cargos concejiles. Si bien la legislación real fue fundamental a la hora de establecer trabas a los elementos ascendentes del comúnque querían acceder a los mismos privilegios,44 uno de los principales 39

ASENJo GoNzÁLEz 2006. Para el caso concreto de Valladolid véase RUCQUoI 1985. Aunque Christian Liddy ha criticado los aspectos teleológicos de esta narrativa de la oligarquización bajomedieval (LIDDY 2017: 3-7), numerosos autores observan esta tendencia no solo en Castilla, sino también en otros contextos europeos. Andrea zorzi la analizó para el caso florentino a través de la intensificación del aparato represivo judiciario en zoRzI 1990. 40 Para seguir con detalle todas las concesiones de las que fue objeto la caballería: PESCADoR 19611964. Algunas de las principales obras que tratan estas cuestiones son: ASENJo GoNzÁLEz 1994 y 2006; CASADo ALoNSo 1987; LADERo QUESADA 1986; MÍNGUEz FERNÁNDEz 1982 y 1985; RUIz 1981. 41 Sobre el avance castellano y el desarrollo concejil paralelo entre los siglos IX y XIII, Jean GautierDalché realizó una magnífica obra de síntesis en 1979: GAUtIER-DALCHé 1979. Para el ámbito concreto de la Extremadura Castellana y su repoblación es obligatorio mencionar los trabajos de Julio GoNzÁLEz GoNzÁLEz 1943 y 1974. 42 MÍNGUEz FERNÁNDEz 1982. 43 Entre 1255 y 1265, Alfonso X concedió una serie de privilegios de contenido similar a distintas villas y ciudades. En ellos se beneficiaba especialmente a los caballeros a través de, generalmente, la exención de pechos, la capacidad de excusar a sus hombres y sirvientes, la percepción de algunas caloñas, inmunidades y privilegios penales, permiso para adehesar tierras, facilidades de pasto para los ganados y facultad de transmisión de su condición a viudas e hijos (MoNSALVo ANtóN 1988). 44 Por poner un ejemplo, en 1256 Alfonso X prohibió a los caballeros menestrales disfrutar de los privilegios y exenciones que afectaban a los otros caballeros mientras tuvieran oficios artesanos (ASENJo GoNzÁLEz 1986: 132). [ 37 ]

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impedimentos fue la aparición de linajes y cofradías exclusivas. En muchas villas y ciudades surgieron linajes en torno a los cuales se agruparon los caballeros y que monopolizaron los principales cargos municipales. La instauración del Regimiento con Alfonso XI debe entenderse como la confirmación y la sanción jurídica de una situación que existía previamente de facto; ya con anterioridad los caballeros villanos habían marginado del poder municipal al resto de la población y la intervención real llegaba en un momento en que se estaban produciendo tensiones y enfrentamientos entre caballeros villanos y el común. Estas tensiones hicieron que los caballeros aceptasen e incluso reclamasen la interferencia regia.45 En Valladolid, donde los caballeros habían sido destinatarios de diversas mercedes y privilegios reales desde Alfonso X,46 la intervención real para sancionar el monopolio de este grupo social se produjo tras la aparición de una tercera facción al margen de los linajes de caballeros de Reoyo y tovar: la Voz del Pueblo. La insurrección de este grupo, que reclamaba participar en el regimiento, fue acallada gracias a la actuación de Alfonso XI en 1332, que los expulsó definitivamente del concejo reservándolo tan solo a los linajes de caballeros hasta 1517, momento en el que el común consiguió tener representantes de nuevo en el ayuntamiento.47 Desde la segunda mitad del siglo XIV y especialmente en el siglo XV, se produjo una situación paradójica ya que, aunque la oligarquía se había apoderado del gobierno urbano y se hallaba plenamente asentada, al mismo tiempo tenía que combatir dos frentes diferentes que en ocasiones pusieron en tela de juicio su situación de preeminencia. El primer frente eran los elementos emergentes del común que reclamaban un espacio político para sí mismos. El segundo estaba relacionado con la fuerte aristocratización producida a raíz de la llegada de los trastámara.48 En Valladolid esos frentes fueron los sectores descontentos del artesanado y del pequeño comercio y la nobleza 45

En las Cortes de Alcalá de Henares de 1348 Alfonso XI dio un gran paso en la unificación legislativa de la Corona de Castilla. Siguiendo el proyecto frustrado de Alfonso X, impuso el llamado ordenamiento de Alcalá que establecía una jerarquización entre los distintos derechos del reino priorizando la legislación real sobre los fueros particulares. Esta medida tan impopular y que a Alfonso X le había supuesto un conflicto violento con nobleza y ciudades, pudo ser puesta en marcha gracias al apoyo de las oligarquías urbanas. Los historiadores han visto en esta aceptación por parte de los dirigentes de las ciudades una muestra de la cultura pactual de los reinos ibéricos (ASENJo GoNzÁLEz 2011; GENEt 2011). Esa necesaria aceptación de la injerencia real por parte de las oligarquías locales ha sido argumentada también en relación con la implantación de los corregidores (GUERRERo NAVARREtE 20002002: en particular 6-13). 46 RUCQUoI 1985: 751-753. 47 Sobre el episodio de la Voz del Pueblo véase RUCQUoI 1997, I: 237-239 y 286-289. Acerca de la nueva movilización del común hasta obtener procuradores en 1517 véase el último capítulo de este libro así como BENNASSAR 1989: 396-399 y MAJo toMé 2017. 48 ASENJo GoNzÁLEz 2006. [ 38 ]

1. introducción a la oligarquía de valladolid: historiografía y prosopografía

instalada en la villa y sus alrededores, representada principalmente por la figura del conde de Benavente. El presente libro se enmarca justamente en esta última fase de desarrollo de la oligarquía bajomedieval; un periodo de dificultad en el que, al mismo tiempo que los regidores habían alcanzado grandes cuotas de poder y de independencia respecto de los linajes, tuvieron que enfrentarse a una oposición cada vez mayor por parte del común así como a un complicado equilibrio de poder con respecto a la nobleza cuya constante interferencia en el concejo no podían contener.

1.2. Perfil prosopográfico de las familias en el regimiento vallisoletano En la evolución historiográfica de la cuestión de las oligarquías, la prosopografía ocupa un lugar fundamental y ha permitido un avance indudable en el conocimiento de estos grupos sociales. Si bien el estudio prosopográfico de la oligarquía de Valladolid podría muy bien ser motivo de una monografía completa, similar a las realizadas para otras localidades hispánicas,49 en este trabajo se contempla como un paso necesario y previo al estudio de las redes sociales de la oligarquía, más que como un fin en sí mismo. La propuesta es partir de la prosopografía para ir más allá superando algunas de sus limitaciones. Su inclusión como parte del primer capítulo responde a dos objetivos. Por un lado, ofrecer los resultados que este enfoque proporciona en el caso vallisoletano, ya que ha sido parte integrante del trabajo y sin duda serán objeto del interés de otros especialistas que esperen encontrar en un libro sobre la oligarquía de Valladolid el tipo de información que suelen arrojar dichos estudios. Por otro, proporcionar una versión resumida del trabajo prosopográfico realizado permite mostrar de forma mucho más clara cuáles son los aspectos que dicha metodología aborda, en qué se diferencian de los aspectos que el análisis de redes sociales considera de forma preferente, en qué medida aportan resultados complementarios y hasta qué punto el análisis de redes sociales permite superar ciertas limitaciones de la prosopografía. Una de las cuestiones más relevantes a este respecto es que ambas metodologías ofrecen una concepción completamente diferente de la oligarquía como grupo. Si bien se ha explicado por qué se ha elegido la palabra oligarquía y se han hecho algunos apuntes de su desarrollo historiográfico en España, así como sus orígenes históricos y la situación concreta en Valladolid, es cierto que aún no se han definido sus límites en esta obra, tarea que presuntamente debería constituir el primer paso en un 49

Por ejemplo, MAINé BURGUEtE 2006. [ 39 ]

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trabajo de estas características. En realidad, esta pregunta resulta extremadamente delicada y está en el origen de algunas de las nuevas propuestas que se presentan en este libro. Si se considera que la oligarquía comprende a las personas que estrictamente monopolizaron los cargos públicos, se obtiene un grupo cerrado, bien definido y exclusivamente masculino que, sin embargo, suscita diversos problemas, ya que esta visión ignora cuestiones de primer orden como la jerarquización interna de las élites, los factores de prestigio e influencia que interaccionan con el cargo y que en ocasiones actúan al margen del mismo o el papel de las personas que forman parte del entorno de los regidores pero que no ocupan dicho oficio, sin que eso signifique que tengan menos peso que algunos de los oficiales. En definitiva, ¿es realmente la pertenencia al concejo el factor que otorga a una persona de la élite la consideración de oligarca? ¿Existe acaso una línea neta, plenamente identificable para el historiador que separe a la oligarquía de la no-oligarquía, especialmente teniendo en cuenta que usamos categorías que no aparecen claramente verbalizadas por parte de los sujetos históricos? En ese sentido, parece inevitable concluir, como decía Julio Valdeón Baruque, que los límites son difusos50 y, por lo tanto, en este estudio se ha optado por un concepto de oligarquía plástico. La definición de oligarquía que se propondrá es el resultado de un proceso inductivo, que parte del estudio concreto de un grupo social que inicialmente no está delimitado, sino que se reconstruye a través del enfoque relacional, extendiéndose el grupo en función de los vínculos hallados en las fuentes. Por el contrario, la prosopografía requiere una delimitación previa del grupo a estudiar, es preciso partir de un grupo acotado de personas que compartan un rasgo identificador claro, que en estos estudios suele ser el ostentar un cargo, la pertenencia a una institución o un estatus jurídico concreto. En esta obra la cuestión primordial de la definición de oligarquía será respondida en el próximo capítulo, tras profundizar más pormenorizadamente en el análisis de redes sociales, elaborando una definición que parte de los resultados obtenidos, en lugar de de un enfoque apriorístico. Por ahora, dejando momentáneamente a un lado la cuestión de las definiciones y tal y como requiere la prosopografía, se abordará a la oligarquía centrándose en el punto de partida más lógico: los individuos miembros del concejo. Para ello se señaló como sujetos principales del estudio a los regidores vallisoletanos entre 1450 y 1520, que en el análisis posterior serían tan solo el punto de partida, ya que el enfoque relacional extendió el estudio a sus familias y al resto de contactos documentados, dando cabida a un concepto de oligarquía en la que podían tener peso, no solo los titulares de los cargos municipales, sino también sus familiares, parientes e incluso sus clientes o patrones; hombres y mujeres que participaron del poder urbano a distintos niveles y desde diversos ámbitos. 50

VALDEóN BARUQUE 1990: 509. [ 40 ]

1. introducción a la oligarquía de valladolid: historiografía y prosopografía

La prosopografía propone reunir información sobre cada uno de los integrantes de un grupo para, posteriormente, observar tendencias, parámetros comunes y divergencias entre los miembros. En La prosopografía como método de investigación sobre la Edad Media se proporcionaba la siguiente definición: Sucintamente descrito el método consiste en reunir noticias biográficas individuales lo más completas posible con objeto de establecer una serie de imágenes vitales de los componentes de un conjunto social concreto, de tal forma que las informaciones recabadas permitan diferenciar perfiles sociales repetidos y, a la vez, destacar las actuaciones excepcionales dentro de esos grupos. La prosopografía se basa en la intuición de los historiadores de que es posible descubrir regularidades objetivas en las actuaciones de los individuos a partir de la inserción de las personas en estructuras que las condicionan.51

Por lo tanto, la prosopografía tiene la virtud de enlazar lo individual con lo colectivo y permite un cierto análisis cuantitativo, sin embargo, tiene algunas limitaciones. Por un lado, debido a los condicionantes de las fuentes históricas y del propio método, ha sido empleada especialmente para el estudio de las élites. Por otro, la prosopografía corre el peligro de convertir lo colectivo en una simple suma de individualidades, así como de descuidar la visión diacrónica del grupo estudiado o concebirlo de forma descontextualizada con respecto a los demás grupos sociales. En los últimos años la prosopografía ha integrado el interés por lo relacional incluyendo las relaciones como parte integrante de los datos a recopilar. Sin embargo, metodológicamente permite tan solo un análisis limitado de estos datos relacionales. No es de extrañar, por tanto, que en ocasiones sean los mismos autores que practican el método prosopográfico los que se hayan interesado por el análisis de redes sociales.52 La prosopografía ha sido empleada con mayor éxito entre los historiadores de Edad Contemporánea o Moderna que cuentan con una documentación más variada y numerosa.53 Por ejemplo, el grupo de investigación liderado por Jean Pierre Dedieu trabaja desde hace años en una base de datos del personal administrativo del Antiguo Régimen llamada Fichoz.54 Aun así, también en el ámbito medievalista han aparecido investigadores interesados en la prosopografía. Un ejemplo de ello fue el volumen dirigido por Jean-Philippe Genet que incluía el periodo bajomedieval enlazándolo con 51 52 53 54

SESMA MUñoz et al. 2006: 8. BRAKENSIEK 2004; DEDIEU 2000b. CoRtÁzAR 1994; AUtRAND 1986. Anteriormente denominada Ozanam: DEDIEU 2000a. [ 41 ]

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la Edad Moderna: L’ État moderne et les élites. XIIIe-XVIII siècles. Apports et limites de le méthode prosopographique.55 En el escenario hispánico destacan los investigadores de la corona de Aragón donde la documentación es mucho más abundante. Ángel Sesma, Carlos Laliena y Germán Navarro, entre otros, expusieron en 2006 sus avances en el estudio de las sociedades urbanas a través de la prosopografía.56 A lo largo de este trabajo se realizó un seguimiento pormenorizado de cada una de las familias en el regimiento. Dado que a priori todo tipo de información era útil para reconstruir sus prosopografías y sus redes sociales, la investigación en los archivos se ha realizado con un criterio maximalista, recurriendo a muy diversas fuentes disponibles en los principales archivos vallisoletanos y castellanos que podían aportar información al respecto: el Archivo General de Simancas (secciones del Registro General del Sello (1467-1520), Cámara de Castilla (Personas, Cédulas), Consejo Real de Castilla, Escribanía Mayor de Rentas (Mercedes y Privilegios y Nóminas) y Patronato Real); el Archivo Histórico Nacional (Consejos y Clero. Secular-Regular); la Sección de Nobleza del Archivo Histórico Nacional en toledo; el Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, (Registro de Ejecutorias, Pleitos Civiles y Pergaminos); la Real Academia de la Historia, Colección Salazar y Castro; el Archivo Histórico Provincial de Valladolid (Protocolos Notariales y Sección Histórica); el Archivo Municipal de Valladolid (Libros de Actas (1497-1520), Archivo, Chancillería, Hospital de Esgueva y Pergaminos); y el Archivo de la Catedral de Valladolid (Libros Becerros de 1615 y 1710 y Legajos 1-31). Cabe señalar que el Archivo Municipal de Valladolid no conserva todos los libros del concejo que existieron originalmente. En un documento de 1515 se menciona un libro de regimiento entre 1514-1515, un libro de cuentas de los propios de la villa desde 1500 hasta cierta fecha tachada, un libro de obligaciones de los años de 15131515, un libro de cuentas y cargos del mayordomo de propios de la villa de 1507-1514, un cuaderno de cuentas de la renta del vino y algunos otros, que fueron prestados al regidor Álvaro Daza a raíz de un conflicto por echar una sisa, para probar el derecho del regimiento y la villa.57 Aunque el mismo documento confirma que Álvaro devolvió todos los papeles salvo una provisión que hablaba del derecho de la villa a echar sisa, no es de extrañar que ninguno se conserve hoy, probablemente destruidos en medio del conflicto y los desórdenes que se produjeron en relación con esta cuestión y otras que enfrentaron al concejo con los mercaderes y el común, como se explica en el último capítulo. Estos hechos coinciden con la desaparición de las actas concejiles para esos años ya que falta el final del año 1514, los años de 1515 y 1516 y parte de 1517 que aparece 55

GENEt y LottES 1996. SESMA MUñoz et al. 2006. Véanse también el resto de trabajos presentados en el mismo volumen: La prosopografía como método de investigación 2006. 57 AMV, Chancillería, 46-22. 56

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1. introducción a la oligarquía de valladolid: historiografía y prosopografía

solo desde abril. Asimismo, aunque sabemos que existían actas concejiles previas, o al menos una suerte de registro concejil,58 se han conservado únicamente a partir de 1497. Estas lagunas en las fuentes implican que no es posible realizar un seguimiento exhaustivo de los miembros del regimiento entre 1450 y 1520. Para el periodo previo a 1497 se ha recurrido a documentación fragmentaria que bien se refería a cada uno de los regidores en particular (como en los nombramientos de oficiales del Registro General del Sello) o bien consistía en copias de las sesiones del concejo de algunos años en las que se nombra a los presentes. Por ejemplo, se conservan copias de sesiones de los años de 1451,59 146960 y 1473.61 En la sesión de 1451 se menciona a tan solo cuatro regidores, de los cuales, únicamente la familia León se mantuvo en el regimiento durante las décadas posteriores. Por el contrario, en 1469, en medio de los conflictos entre Enrique IV y la liga nobiliaria, aparecen más apellidos de familias que estuvieron representadas en el regimiento durante el resto del periodo estudiado o, al menos, gran parte del mismo. Se trata de Pedro de León, Pedro Rodríguez de Santisteban (cuya descendencia directa desconocemos, pero los Santisteban ocuparon el regimiento hasta después de las Comunidades), Alonso de Verdesoto, Pedro Fernández de torquemada y Juan de Luzón quien, aunque no dejó el cargo a sus hijos, lo tuvo hasta su muerte en 1494.62 Estas listas nombran tan solo a los regidores presentes, por lo que están muy incompletas. En consecuencia, que no se repitan los nombres no quiere decir que no hubiese familias con continuidad en el regimiento vallisoletano desde la primera mitad del siglo XV : además de los León ya mencionados y presentes a través de una rama distinta de la familia, los de la Cuadra y los Bernal (también divididos en dos ramas) se hallan en el regimiento en los años veinte de esta centuria.63 Sin embargo, la composición del concejo que hallamos a partir de 1469 muestra una mayor continuidad durante el resto del siglo hasta que la extinción biológica de algunos linajes, unida a los intereses regios por beneficiar a determinados indivi58 En 1488 los reyes ordenaron que se comprobara en los registros de la villa quién había heredado el regimiento que vacó por muerte de Mosén Arnao Bernal y si este había fallecido antes de 1469: «falledes si Mosen Arnao falleció antes del año de sesenta y nueve que dan los registros de los que han seydo del concejo de la dicha villa de Valladolid e veays en ellos sy fue alguna persona recibido del dicho regimiento que así vacó por muerte de Arnao» (AGS, RGS, 1488-7, 133). 59 RAH C. Salazar y Castro, 9/869, fol. 204. 60 RAH C. Salazar y Castro, 9/869, fol. 161v. 61 AHN Consejos. Leg. 23.816, 12. 62 AGS, RGS, 1494-12, 30. 63 En una copia de las ordenanzas del vino de Valladolid se enumera a los presentes en el regimiento el 22 de octubre de 1423: el Doctor García López Carvajal, oidor de la audiencia y corregidor de la villa, Alvar González de León, Mosén Arnao [Bernal], Juan García, despensero del rey, Repibus de la Cuadra, Alonso del Corral y Pedro Fernández, regidores, junto a Gonzalo Rodríguez, escribano público de Valladolid (AHN Consejos. Leg. 23.816, 12).

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duos y la crisis sucesoria tras la muerte de Isabel, la vayan desdibujando en parte a partir del cambio de siglo. Si bien estas listas son demasiado incompletas como para permitir conclusiones tajantes, sugieren claramente que gran parte de las familias dominantes en el regimiento vallisoletano durante el final de la Edad Media quedaron más o menos configuradas tras los alborotos que se produjeron en la villa en las luchas entre el partido enriqueño y el nobiliario.64 Esto explicaría que la continuidad sea aparentemente menor entre 1451 y 1469. Aun así, nuevas familias, a menudo favorecidas por los reyes, fueron apareciendo en el regimiento a lo largo de todo este periodo, como los Alcocer, encumbrados por los Reyes Católicos. A partir de estos y otros documentos se ha confeccionado la siguiente tabla de regidores vallisoletanos entre 1450 y 1520. Las fechas señaladas indican en su mayoría tan solo el periodo de tiempo durante el que hay constancia de que fueron regidores, aunque pudieron haberlo sido desde años antes y hasta años después, ya que solo en algunos casos ha sido posible determinar el momento exacto en el que comenzaron a ser regidores o dejaron de serlo.65 Dado que el periodo de estudio considerado en este trabajo se extiende hasta 1520, se ha empleado este año como fecha de fin para algunos regidores que, en realidad, continuaron en el concejo algunos años más. TABLA 1. REGIDORES DE LA VILLA DE VALLADOLID ENTRE 1450-1520 Apellido Alcaraz Alcocer Alcocer Baeza Bernal Bernal Bernal Bernal Carrillo Cuadra

Nombre Francisco de Cristóbal de García de Gonzalo de Remón Diego Juan Mondisón Diego García de la

64

Inicio 1497 1499 1499 1502 1467 1488 1501 1518 1512 1473

Fin 1508 1499 1517 1514 1473 1518 1504 1520 1515 1492

Un ejemplo de familia que accedió al regimiento gracias a este periodo convulso y que lo mantuvo hasta después de 1520 fueron los Montemayor. El primer regidor documentado de esta familia fue Fernando de Montemayor, quien medró gracias a su apoyo al infante Alfonso de quien era vasallo en 1465, año en que fue compensado con 16.000 maravedís de juro pertenecientes a Pedro de Nava, alcalde de la Chancillería de Valladolid y partidario de Enrique IV: AGS, EMR, M. y P. Leg. 86, fol. 7. 65 A veces se puede presuponer que la fecha de inicio de un regidor fue la fecha de fallecimiento de su padre pero ante la falta de documentación se ha señalado tan solo el año a partir del cual esa persona está atestiguada como miembro del concejo. [ 44 ]

1. introducción a la oligarquía de valladolid: historiografía y prosopografía

Cuadra Daza Daza Delgadillo Díaz Díaz de Alcocer Enríquez Fernández de torquemada Figueroa Francés Franco Franco Franco de Guzmán Godínez de Alcaraz Gómez de Enebro Gómez de Villarroel Herrera Herrera León León León I León II López de Calatayud López de Calatayud López de León López de zúñiga Luzón Manuel Montemayor Montemayor Morales Niño Niño Niño de Castro Pimentel Pimentel Ribera Ribera Rodríguez de Baeza Rodríguez de Santisteban San Pedro

Juan de la Pedro Álvaro Antón Pedro Juan Fernando Pedro Juan de Bernal García (Garci) Antonio Gonzalo Luis Pedro Francisco Juan de Jorge de Pedro de Jorge de Francisco de Francisco de Pedro Juan García Diego Juan de Diego Fernando de Alonso de Juan de Pedro Juan Alonso Pedro Bernaldino Pedro de Diego de Juan Pedro Juan de

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1492 1469 1488 1451 1451 1494 1515 1466 1517 1498 1465 1494 1504 1519 1504 1508 1461 1504 1469 1469 1469 1493 1469 1479 1451 1520 1467 1505 1465 1483 1469 1467 1499 1501 1474 1504 1478 1513 1517 1451 1455

1506 1488 1517 1451 1451 1499 1517 1469 1520 1501 1493 1504 1520 1520 1512 1520 1488 1520 1476 1514 1494 1520 1476 1502 1451 1520 1494 1517 1469 1520 1503 1501 1503 1520 1504 1520 1513 1520 1520 1451 1476

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San Pedro Sánchez de tovar Santisteban Santisteban torquemada torquemada torquemada tovar Valladolid Verdesoto Verdesoto I Verdesoto II Villandrando Villandrando Virués Virués Vivero Vivero zúñiga zúñiga I zúñiga II

Álvaro de Fernán Francisco de Cristóbal de Juan de Andrés de Sancho de Pedro de Alonso de Alonso de Rodrigo de Rodrigo de Pedro de Sebastián Jerónimo de Alonso de Juan de Alfonso de Pedro Juan de Juan de

1484 1473 1478 1505 1467-149366 1493 1478 1484 1466 1452 1497 1519 1480 1480 1489 1489 1467 1469 1508 1469 1517

1509 1482 1505 1520 1497 1497 1478 1520 1482 1982 1518 1520 1517 1480 1489 1497 1476 1469 1514 1469 1520

En la segunda mitad del siglo XV el cargo de regidor en Valladolid ya había completado el proceso de patrimonialización, por lo que era vitalicio y, la mayor parte de las veces, hereditario. De ahí que hablemos de familias de la oligarquía más que de individuos. Aunque aparecen nuevas familias, siempre de la mano de los reyes, suele tratarse de oficios vacantes por la extinción del linaje familiar o de oficios acrecentados. En los pocos casos en los que se rompe esta norma, como se mostrará más adelante, la explicación está relacionada con la falta de influencia del regidor fallecido que se traduce en una menor clientela y, finalmente, en falta de apoyos y autoridad para nombrar a un sucesor que se imponga al deseo de los reyes de nombrar a su propio candidato. Familias fundamentales con gran protagonismo y continuidad en el regimiento vallisoletano durante este periodo fueron los Niño, los Franco, los León, los Santisteban, los Verdesoto, los López de Calatayud o los Bernal, entre otros. Aunque es imposible incluir aquí todos los datos recogidos en esta investigación, se exponen a continuación aquellos aspectos más relevantes para el método prosopográfico.67 66

Juan de torquemada renunció el regimiento en Andrés de torquemada en 1493, sin embargo, el fallecimiento de este último le hizo volver brevemente al concejo en 1497 hasta su propia defunción. 67 Es preciso señalar que el hecho de que no se pueda exponer aquí toda la información recogida, no [ 46 ]

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Entre ellos se han incluido el carácter nobiliario, los cargos (principalmente en el servicio a la corona), la participación en el comercio, la formación universitaria y las propiedades. Si bien sería más que pertinente dedicar en este apartado prosopográfico un espacio a la presencia de conversos dentro del grupo, el incendio del tribunal inquisitorial de Valladolid ha impedido que se cuenten con las fuentes pertinentes para poder profundizar en esta cuestión más allá de apuntar algunas de las familias de ascendencia judía que ya señaló Adeline Rucquoi y que se mencionan al discutir el perfil mercantil de algunos miembros del regimiento.68 La prosopografía permite comparar distintas tendencias dentro del grupo de los regidores en función de la repetición o ausencia de ciertas características o atributos, para reconstruir un perfil de la oligarquía vallisoletana. En este sentido, el rasgo más reseñable de los regidores vallisoletanos es que, con la excepción de un par de familias, no destacan por su vocación comercial o emprendedora, como ocurre en Burgos, ni ganadera como es el caso de Cuenca o artesana como en Palencia.69 En su lugar, predomina una vocación cortesana y una adhesión al ideal nobiliario que, aunque en mayor o menor medida son comunes a muchas élites locales,70 en Valladolid han sido asumidas de forma generalizada. 1.2.1. El ideal nobiliario Si bien pocas familias del regimiento son nobles, se mueven en un entorno cercano a la nobleza con la que comparten o aspiran a compartir una serie de prácticas y símbolos asociados a la misma. Regidores nobles fueron el conde de Ribadeo, el vizconde de Altamira Juan de Vivero y el marqués de tavara, Bernardino Pimentel, hijo del también regidor y anterior señor de távara, Pedro Pimentel, que a su vez era hermano del conde de Benavente. Los Niño, aunque descendientes del conde de Buelna y con pretensiones al condado, no llegaron a obtener dicho título,71 mientras que Pedro de zúñiga era hermano del III conde de Miranda y Fernando Enríquez, que accedió al regimiento en 1515 por renuncia de Diego Carrillo, era hermano del almirante de Castilla.72 De hecho, los regidores nobles o con título, no son casi significa que no haya sido incluida en el proceso de confección de las redes sociales de la oligarquía así como en el análisis histórico más tradicional. 68 RUCQUoI 1997, II: 471-477. 69 GUERRERo NAVARREtE 1998; JARA FUENtE 2000: 346-348 Y 447-448; EStEBAN RECIo y VALDEóN BARUQUE 1985. 70 De hecho, este ideal nobiliario se extiende incluso a aquellas élites con un perfil más comercial, como Burgos: GUERRERo NAVARREtE 1998: 89-90. 71 Acerca de los Niño véanse DÍEz DE GÁMEz 1940; VARGAS PoNCE 1807; GoNzÁLEz PALENCIA 19311932; FRANCo SILVA 1988; PéREz-BUStAMANtE 1976. 72 Hecho narrado además en el diario de los Verdesotos: AGAPIto Y REVILLA 1918: 21. Acerca de los Enríquez véase VARELA MARCoS 2006. [ 47 ]

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nunca el primogénito, sino un hermano con un título menor cuya presencia en el regimiento suponía una ventaja política para la familia. A pesar de que los regidores con título eran una minoría, la mayoría de los ediles eran señores de lugares cercanos a Valladolid con sus propios vasallos y jurisdicción. Por poner tan solo dos ejemplos, el mayorazgo de Juan de la Cuadra incluía las localidades de Piña de Esgueva con 44 vasallos, la de Peñalba con 20 vasallos y la de El Carpio en Medina del Campo que en 1494 fue valorada en 500.000 maravedís.73 Garci Franco heredó las localidades de la Galleta, Valoria la Buena, Esguevillas de Esgueva y Amusquillo en Valladolid; Préjano en la Rioja; Berzosa, Alcubilla de Avellaneda y Valdealbín en Soria; Fuenteodra, Vallenegra y Palacios de Río de Pisuerga en Burgos; olías en toledo; y Vellosillo en Segovia. tanto Garci como su hijo, Antonio Franco, sumaron a estos bienes otros como Villafuerte, Ventosilla y, desde 1503 junto al también regidor Pedro de Villandrando y a Bernardino Fernández de Velasco, Villabáñez, Castrillo-tejeriego, Cuevas de Provanco y Peñalba de la Sierra.74 El valor de estas tierras con vasallos estaba en función del ennoblecimiento que conllevaban y, de hecho, algunos de estos regidores eligieron una de sus localidades como cabezas de sus estados e hicieron uso pleno de su dominio jurisdiccional. Continuando con los dos ejemplos ya señalados, la familia de Juan de la Cuadra se retiró a Piña de Esgueva cuando perdió el acceso al regimiento, lugar donde la madre del regidor, Isabel de Valencia, se había preocupado por adquirir los vasallos que poseía el monasterio de San Pedro de Cardeña.75 En 1520 Sancho de Leiva demandó a su cuñada María de Avellaneda, viuda del regidor Juan de la Cuadra, y pidió que el juicio se trasladara a la Chancillería porque en Piña de Esgueva la justicia había sido nombrada por María y sus hijos.76 Por su parte, Antonio Franco estableció la villa de Villafuerte y su fortaleza como enclave fundamental de sus estados. Esta política se tradujo en una intensificación de la presencia señorial en la villa y un aumento de la explotación de la misma, lo que dio lugar a que se generasen resistencias entre los habitantes. Entre otras medidas, se emprendieron obras en la fortaleza que aumentaron la presión fiscal. Por su parte, Antonio comenzó a elegir los alcaldes y al merino y a prender a gente en la fortaleza, lo cual, aunque era la norma en los lugares de señorío, parecía contradecir la costumbre del lugar. Esta situación continuó con su heredero Gonzalo Franco de Guzmán quien, según 73

ARChV R. Ejecutorias, c. 381, n.º 18. AGS, CCA, Diversos, 38, 16. Conservamos tan solo el traslado de la fundación del mayorazgo, que fue sacado en tiempos de las Comunidades (el 21 de septiembre de 1521) aunque se desconoce a petición de quién ni por qué motivo. 75 ARChV R. Ejecutorias, c. 381, n.º 18. 76 Ibidem. 74

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los habitantes, les tomaba sus carretas y los extorsionaba.77 Los conflictos señoriales protagonizados por los Franco en Villafuerte muestran la misma actitud señorial que el conde de Ribadeo mantuvo en las disputas con su villa de Navia.78 otro factor que muestra el ideal nobiliario es la generalización de los mayorazgos entre los regidores vallisoletanos. Entre los mayorazgos conocidos, el de Juan de la Cuadra, padre del regidor García de la Cuadra, fue uno de los más precoces, ya que se fundó en tiempos de Juan II.79 también tempranos fueron los dos mayorazgos que fundaron Diego González de toledo y su mujer Inés González de orihuela en febrero de 1443 a favor de sus dos hijos varones, Garci y Alfonso Franco.80 Entre las familias de regidores vallisoletanos con mayorazgo durante este periodo se encuentran, además de los mencionados de la Cuadra y Franco, los Niño,81 los Villandrando condes de Ribadeo,82 los Vivero,83 los Santisteban,84 los Herrera85 o los Verdesoto.86 Junto a la posesión de tierras y fortalezas, el ideal nobiliario conllevaba una cultura militar que iba mucho más allá del hecho de ser caballeros de los linajes. De hecho, las diferencias entre el perfil militar de muchos de estos regidores y el de la mayoría de los miembros de los linajes eran más que acusadas. El máximo exponente del estereotipo de noble militar sería el conde de Ribadeo que luchó en la guerra de Granada y mantuvo la fortaleza de Marbella en nombre de los reyes desde 1485 —obteniendo incluso un regimiento en dicha localidad en 1488—,87 para más tarde trasladarse al frente navarro.88 Sin embargo, muchos otros regidores lucharon también al servicio de los reyes, tanto en los conflictos con la nobleza como en las guerras con Portugal, Granada, Navarra y el Rosellón. Pedro Niño se distinguió, igual que su progenitor, en la guerra contra la Liga nobiliaria. En 1467, siendo ya merino y miembro del Consejo real, Enrique IV le entregó la tenencia de Simancas ordenándole que construyera una 77 El pleito está resumido en dos ejecutorias que se dieron al respecto: ARChV R. Ejecutorias, c. 311, n.º 18 y n.º 37. 78 79

AGS, RGS, 1499-6, 77; AGS, RGS, 1499-10, 392; ARChV R. Ejecutorias, c. 156, n.º 19 y n.º 52.

Los bienes de este mayorazgo no son descritos hasta 1520, por lo que desconocemos su composición original; pero en 1520 comprendía varios lugares y vasallos cercanos a Valladolid, numerosos bienes inmuebles, rentas y juros, además de muchos bienes muebles, oro, plata, tapicería, joyas, perlas, piedras preciosas, monedas, mulas, caballos, acémilas, esclavos, etc. todo lo cual podía valer, según la estimación de Sancho Leiva, al menos un cuento de maravedís: ARChV R. Ejecutorias, c. 381, n.º 18. 80 AGS, CCA, Diversos, 38, 16. 81 RAH C. Salazar y Castro, 9/869, fols. 113-115. 82 CALDERóN oRtEGA 1986 y 1987; FABIé 2011. 83 AHN Clero. Secular-Regular. Leg. 7728. 84 AGS, RGS, 1498-02, 2; RAH Colección Salazar y Castro, 9/859, fols. 261-263v. 85 AHN Nobleza. Vivero, c. 76. 86 AHN Nobleza. toreno, c. 2, 50. 87 VALERA 1927: 193 y 197-198; AGS, RGS, 1488-10, 8. 88 AGS, CCA CED, 2-2, 10, 1. [ 49 ]

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fortaleza en la villa para después defenderla.89 Asimismo, al servicio del IV conde de Benavente, Garci Franco y su hijo Antonio lucharon en 1475 en la guerra contra Portugal siendo derrotados en la batalla de Baltanás.90 Además del conde de Ribadeo, fueron capitanes de los reyes Pedro de Ribera, caballerizo de la reina Isabel que participó en la Guerra de Granada —de lo cual dejó constancia Fernando del Pulgar—91 y en la primera guerra del Rosellón,92 y Bernal Francés. Este último tuvo una fama considerable, fue protagonista de un romance y aparece en todas las campañas castellanas importantes nombrado por distintos cronistas: participó en la guerra con Portugal en el bando de los Reyes Católicos, en la Guerra de Granada, posteriormente en la del Rosellón y finalmente en la conquista de Melilla, hecho cercano ya a su fallecimiento.93 Finalmente, el ideal nobiliario y la cultura caballeresca se plasman de forma especial en los juegos y justas que a menudo tuvieron lugar en Valladolid y en los que varios de los regidores participaron con asiduidad. tanto el Cronicón de Valladolid como el Diario de los Verdesoto muestran la importancia de estos actos al dejar testimonio de ellos. En especial este último, escrito con toda probabilidad por el regidor Rodrigo de Verdesoto, al insistir en las justas, las entradas de los príncipes o las corridas de toros, transmite una imagen de magnificencia y lujo nobiliario, valores que Rodrigo, como regidor, consideraba fundamentales entre los acontecimientos significativos para la villa.94 En 1475, en los juegos patrocinados por el duque de Alba, participaron el conde de Benavente, su hermano el regidor Pedro Pimentel y el futuro regidor Bernal Francés, además de otros insignes caballeros como el conde de Salinas, el adelantado de Castilla, el duque de Alburquerque, el duque de Alba o incluso el rey Fernando.95 En febrero de 1490 justaron los regidores Pedro Pimentel, Antonio Franco, Alonso de Virués y Jorge de León, junto a otros como Martín de tovar, Sancho de 89

RAH Colección Salazar y Castro, 9/869, fol. 194; RAH Colección Salazar y Castro, 9/831, fol. 13v15. Aun así, perdió Simancas en 1472, cuando volvió a ser propiedad del rey: BNM Ms. 11.285, fol. 343. Simancas era una plaza fuerte fundamental para el control de Valladolid y vital en el contexto de rebelión durante el reinado de Enrique IV. Habiendo sido informado de que sus enemigos pretendían apoderarse de Simancas, el rey decidió entregarla a Pedro para que la defendiese. Posteriormente, la villa fue dada al almirante don Fadrique prometiendo cierta compensación a Pedro que no se materializó hasta mucho tiempo después (RAH Colección Salazar y Castro, 9/869, fols. 159-159v). 90 ARChV R. Ejecutorias, c. 3, n.º 33. 91 PULGAR 2008: II, 110, 150, 222, 240, 259, 365 y 401. 92 Algunos datos sobre el número de lanzas y las retribuciones que recibió en dicha guerra en LADERo GALÁN 2004. 93 MENéNDEz PIDAL 1953: I, 361-363; AVALLE-ARCE 1974. Adeline Rucquoi señala algunos errores en el trabajo de Avalle-Arce: RUCQUoI 1997: II, 101, n. 241. 94 AGAPIto Y REVILLA 1918. 95 Cronicón 1848: 92-94. [ 50 ]

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Bazán o Mota, el criado del obispo de Valencia.96 En 1506, participaron en la justa los regidores Gonzalo Franco de Guzmán, Jorge de Herrera y otros.97 Por otra parte, la caza mayor, actividad noble por excelencia, aparece en un par de ocasiones en referencia al conde de Ribadeo,98 quien además era el encargado dentro del regimiento vallisoletano de guardar la caza y ejecutar las penas correspondientes por virtud de una carta del rey.99 1.2.2. Cargos al servicio de la Corona Una característica que distinguió particularmente a la oligarquía vallisoletana fueron sus lazos con la Corona y la corte, tanto por parte de los regidores que ascendieron dentro de la élite local como por parte de aquellos encumbrados directamente por los reyes. La lista de continos de los reyes entre los regidores es especialmente larga: Pedro, Juan y Alonso Niño, García Franco, Diego de Ribera, Jorge de León, Juan de Morales, Juan de la Cuadra, Juan de Figueroa, García de Alcocer, Álvaro de San Pedro, el doctor Díaz de Alcocer, Francisco de León, Juan de San Pedro, Pedro de Ribera, Gonzalo de Baeza, García de Herrera, Francisco de tovar y Cristóbal de Santisteban, entre otros, lo fueron.100 Al Consejo Real pertenecieron los Niño, el conde de Ribadeo, los Vivero, los Franco, los Ribera y los Santisteban. A esto se sumaban otros cargos como guarda mayor de los reyes en el caso del conde de Ribadeo, caballerizo y camarero de la reina como Pedro de Ribera, el tesorero de Isabel la Católica Gonzalo de Baeza101 y contadores mayores como los Franco, los Alcocer y Alonso de Valladolid, primer regidor de los Santisteban. Entre los cargos que ligan a los regidores con la corte no se pueden olvidar los de sus mujeres, damas de la reina, o la aya de la infanta María, María de Santisteban.102 otros cargos no estuvieron directamente ligados al servicio directo de los reyes, pero tenían una gran importancia tanto por su significación política y el prestigio que conllevaban, como por las retribuciones económicas aparejadas. Las más destacadas fueron las encomiendas de órdenes militares, los corregimientos, las procuraciones de 96

AGAPIto Y REVILLA 1918: 17. Ibidem: 19. 98 En noviembre de 1497 se le encarga a él y al alcaide de la casa de la overuela (propiedad que había obtenido del conde de Ribadavia) que sacasen del término de Medinilla los ganados que tenían sueltos en él. Los propietarios de heredades en dicho término se habían quejado de que los animales andaban sueltos y no solo estropeaban sus cultivos sino que, además, los ciervos habían herido e incluso matado a algunos hombres (AGS, RGS, 1497-11, 45). 99 En 1498, antes de ausentarse para la Corte, encomendó esta tarea a los regidores Jorge de León y Álvaro Daza (PINo REBoLLEDo 1993a: 19). 100 Sobre los continos de Valladolid véase GARCÍA ALCÁzAR y MARtÍN RoMERA (publicación prevista para 2020). 101 DE LA toRRE 1955-1956. 102 AGS, RGS, 1490-08, 278. 97

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Cortes, de las que se hablará más adelante, la merindad de Valladolid en el caso de la familia Niño o el cargo de gobernador del reino de Galicia que el conde de Ribadeo obtuvo en 1478. Entre los comendadores destacaron Pedro de Ribera, Jorge de León, Francisco de León y Cristóbal de Santisteban, nieto del anterior que heredó la encomienda de este. Los regidores que obtuvieron algún corregimiento fueron, por lo general, miembros de familias menos señaladas dentro de la oligarquía vallisoletana: García de la Cuadra fue corregidor de Logroño y Madrid,103 Juan de Morales de Arévalo,104 Juan de Luzón de Sahagún y Carrión,105 Juan Rodríguez de Baeza de Medina del Campo106 y el doctor Gómez de Villarroel de las Cuatro Villas, además de adelantado de Cazorla.107 En contraposición a este perfil cortesano y aristocrático, tan solo unos pocos regidores destacaron por poseer una vocación comercial o una formación universitaria. 1.2.3. La vocación mercantil Al contrario que Burgos, el concejo vallisoletano no se distinguió por la presencia de comerciantes y financieros.108 Si bien los Verdesoto y los López de Calatayud, dos de las familias más destacadas del regimiento, tuvieron un perfil marcadamente económico, fueron una excepción dentro de la oligarquía de la villa. De hecho, tan solo en el caso de los López de Calatayud es el propio regidor, Pedro López de Calatayud, el que participa más activamente en los negocios familiares.109 En la familia Verdesoto fue el cambiador Alonso, con toda probabilidad hermano de Rodrigo e hijo de Alonso de Verdesoto, ambos regidores, el que encabezó los negocios familiares, sucediéndole más tarde sus propios hijos.110 Este ejemplo concuerda con la afirmación de Mainé 103

AGS, RGS, 1483-11, 233; AGS, RGS, 1484-03, 189 (Cit. por CANtERA MoNtENEGRo 1986: 12); AGS, RGS, 1484-03, 223. 104 AGS CCA,CED, 5, 26, 3. 105 AGS, RGS, 1493-05, 21. 106 British Library, Add Ms. 28500. 107 AGS, CRC, 495, 4; 496, 14; 550, 7; 714, 10. Además, un bachiller llamado Juan de torquemada fue teniente de corregidor en nombre de Alfonso Enríquez en Jaén. Los desmanes durante el corregimiento le condujeron a una sentencia de destierro tras su residencia en 1492 pero, aunque el regidor vallisoletano homónimo desapareció del regimiento en la misma fecha, todo indica que se trataba de personas diferentes, si bien no hay que excluir que estuvieran emparentados (La sentencia, en AGS RGS 1493-4, 150). 108 Esta baja implicación de los regidores a título personal en las actividades comerciales de la villa no obsta para que Valladolid fuese un destacado centro comercial como muestran los estudios de IGUAL LUIS Y ASENJo GoNzÁLEz 2006; IGUAL LUIS 2014 y CARVAJAL DE LA VEGA 2013 y 2016b. 109 Estas familias aparecen en algunos de los trabajos de David Carvajal de la Vega acerca de los mercaderes y cambistas vallisoletanos, como por ejemplo en CARVAJAL DE LA VEGA 2016a. 110 Ha existido cierta confusión en torno a este Alonso. Por un lado existió Alonso de Verdesoto regidor vallisoletano documentado como tal desde 1452 y hasta mayo de 1482 (AMV, Pérgamino 71; RAH Salazar, M-63, fol. 162v; AHN, códices 1.261 B, fol. 66; FLoRANES [ca. 1780-1800], fol. 302). Por otra parte, [ 52 ]

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Burguete para el caso zaragozano acerca de que los linajes ciudadanos promovían entre sus segundones el desarrollo de empresas comerciales.111 Sin embargo, en Valladolid no fue en absoluto una práctica generalizada y al margen de los Verdesoto y el probable parentesco de Juan Daza, mercader de la reina que mantenía negocios de gran envergadura, con los Daza del regimiento, el resto de los segundones parecen haberse decantado más por mantener el ideal aristocrático o seguir una carrera, bien eclesiástica, bien universitaria. Los Verdesoto alcanzaron un estatus considerable a finales del siglo XV. Además de regidores, fueron grandes financieros dedicándose especialmente al cambio en las principales ferias de Castilla como Medina del Campo, Valladolid, Villalón o Medina de Ríoseco. Su vocación mercantil y financiera, así como su condición de conversos,112 los asemeja a los López de Calatayud, pero es necesario destacar que la implantación de los Verdesoto en el seno de la élite vallisoletana fue más temprana y su influencia mayor en el periodo de tiempo en torno al cambio de siglo. El primer miembro del regimiento que conocemos de esta familia fue Ruy González de Verdesoto, regidor de Valladolid desde al menos 1445 y doncel del rey Juan II.113 Con toda probabilidad, Alonso de Verdesoto, que aparece en el ayuntamiento desde al menos el 26 de abril de 1452,114 sería hijo de Ruy. Alonso se casó con Isabel Sánchez,115 hija del licenciado Rodrigo Sánchez de Medina, vecino de Medina del Campo y uno de los caballeros del linaje de don Sancho Ibáñez de aquella villa.116 Este enlace permitió a su hijo Rodrigo, posteriormente, reclamar un puesto dentro del linaje medinense al que había pertenecido su abuelo materno.117 Su hija Catalina se casó con Gonzalo de Baeza quien, además de ser contador de los Reyes Católicos y un Alonso de Verdesoto famosísimo cambiador y eminente financiero en las ferias castellanas del momento aparece desde 1490. Adeline Rucquoi identificó como a uno solo al regidor y al famoso cambista, al que investigó la Inquisición, padre de García y Gonzalo de Verdesoto (RUCQUoI 1997, II: 499). Aunque no se ha hallado ningún documento que niegue o confirme tal identificación, lo cierto es que el Alonso cambista aparece tan solo a partir de 1490 y nunca es descrito como regidor ni se dice que lo haya sido y cuando aparece en el regimiento es como invitado para dirimir cuestiones económicas: por ejemplo en PINo REBoLLEDo 1993a: 12. 111 MAINé BURGUEtE 2006: 37. 112 LóPEz MARtÍNEz 1973. 113 RAH C. Salazar y Castro, M-63, f. 162v. 114 FLoRANES [ca. 1780-1800], fol. 302v. 115 Alguno de los árboles genealógicos del siglo XVIII que reconstruyen la familia Verdesoto incluyen la familia de Isabel Sánchez. Alvar Sánchez, su abuelo, tuvo por hijo a Rodrigo Sánchez de Medina quien se casó con Catalina Sánchez. De este matrimonio, además de Isabel, nacieron Inés Álvarez, Ruy Sánchez de Medina, María de Mercado, quien se casó con Rodrigo de Mercado, y teresa: AHN Nobleza. toreno, c. 2, 13. 116 RAH C. Salazar y Castro, D-25, f. 7v. 117 ARChV R. Ejecutorias, c. 250, n.º 10. [ 53 ]

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tesorero del príncipe don Juan, también llegó al regimiento vallisoletano de la mano de los reyes.118 De esta forma, se afianzaban los lazos con otra familia de la oligarquía vallisoletana, con intereses en Medina del Campo y conversa, igual que los Verdesoto. Una prueba de los orígenes conversos de la familia Baeza es que en septiembre de 1488, Juan Rodríguez de Baeza, aparentemente el padre de Gonzalo, fue apresado por la Inquisición junto a su mujer, Mencía Rodríguez.119 Además, el hijo y sucesor de Gonzalo, también llamado Juan Rodríguez de Baeza, como su abuelo, regidor de Valladolid y corregidor de Medina del Campo, encargó durante su corregimiento a Álvaro de Baeza una versión en romance de la obra De bello Judayco, conservada en la British Library.120 En cuanto a Rodrigo de Verdesoto, hijo de Alonso e Isabel Sánchez, heredó el puesto como regidor y, aunque no sabemos cuándo accedió al mismo (no pudo ser antes de abril de 1482,121 cuando aún ejercía su padre), aparece ya en las primeras actas concejiles de Valladolid, en 1497.122 Este Rodrigo de Verdesoto debió de ser el autor de los Extractos de los diarios de los Verdesoto de Valladolid.123 De este diario se han conservado tan solo unos tres folios copiados en 1674 y, aunque diversos autores lo han intentado,124 no se ha hallado el original ni se conoce la extensión que tenía. En estos tres folios, Rodrigo de Verdesoto anotó hechos que tuvieron lugar entre 1490 y 1518 relacionados con la villa pero, sobre todo, con los personajes más insignes de la misma, con los que el regidor estaría bien relacionado y cuyos actos más notables presenciaría en primera fila. Aunque es probable que Rodrigo fuera un continuador de los diarios, por las anotaciones del transcriptor de 1674, parece que estos acabaron en 1518, coincidiendo con la muerte del regidor que se produjo antes del 26 de enero de 1519.125 Aunque los lazos de Rodrigo de Verdesoto con el mundo de las finanzas son mucho menos evidentes que los de su posible hermano, el cambista Alonso de Verdesoto, existen pruebas de que no era completamente ajeno a estos negocios. En febrero de 1498 fue designado junto al mercader Juan López de Calatayud y al corregidor para mediar entre los mercaderes y los miembros de la renta de paños y joyas relativas al encabezamiento de la misma, lo que sugiere que fueron elegidos por su relación 118

Su conocido libro de cuentas, publicado en DE LA toRRE 1955-1956, no ha sido empleado en la reconstrucción de las redes porque habría sobredimensionado extraordinariamente su papel en la red de la oligarquía vallisoletana. 119 Cronicón 1848: 176. 120 British Library, Add Ms. 28500. 121 AHN Clero. Secular-Regular. Leg. 7716, s. fol. 122 PINo REBoLLEDo 1990b. 123 VARELA MARCoS 2006; AGAPIto Y REVILLA 1918; RUIz ALBI 2006. 124 Ibidem. 125 AMV, Libro de Actas 4, fol. 184r: en el acta concejil de ese día Rodrigo de Verdesoto aparece como ya difunto. [ 54 ]

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con el ámbito comercial.126 Por otra parte, los lazos de Rodrigo de Verdesoto con Medina del Campo, ciudad que celebraba las ferias más importantes de Castilla, eran numerosos. No solo se referían a su ascendencia medinense a través de su madre, Isabel Sánchez, sino que incluían distintos vínculos económicos como el préstamo de dinero a mercaderes y pañeros.127 Con respecto al cambista Alonso de Verdesoto, fue recaudador de la Hermandad, lo que propició que apareciese con cierta regularidad en las actas concejiles de Valladolid, como mediador entre la villa y los tesoreros de la Hermandad y como receptor del jubileo.128 tuvo por hijos a García de Verdesoto, que murió antes que él, con anterioridad a marzo de 1506,129 y a Gonzalo de Verdesoto que también fue un activo comerciante. Ambos mantuvieron la vocación mercantil del padre. Los intereses comerciales de la familia en Medina del Campo fueron patentes en 1490 cuando Gonzalo y García protestaron por trato discriminatorio por parte del encargado del cambio en Medina, Francisco de Vero, mercader florentino y habitante en Valladolid.130 Gonzalo y García en este documento justificaban la necesidad que tenían del cambio porque, al estar detenido su padre, lo habían tomado ellos para tener con qué mantenerse.131 Aunque no se explican los motivos de la detención, sabemos que en 1491 fue acusado ante la Inquisición (presumiblemente por judaizar) por una esclava negra a la que había dado un trato inhumano, encadenándola, azotándola, torturándola quemándole tocino en la barriga y manteniéndola amarrada a un poste.132 El testimonio que para su defensa solicitó, prueba sus contactos en Burgos: hasta ocho mercaderes vecinos de esta ciudad fueron requeridos como sus testigos. Además de las ferias de Medina del Campo133 y los contactos en Burgos, los negocios de la familia incluían también tratos y pleitos con plateros y financieros en Valladolid134 o mercaderes de Medina de Ríoseco y zaragoza, entre otros,135 todo lo 126

PINo REBoLLEDo 1993a: 38. En 1509, con motivo de ciertas deudas, pleiteó con Catalina de Coria, vecina de Medina del Campo y viuda del mercader Francisco de Cuenca. Rodrigo había hecho un préstamo a Juan de Cuenca, mercader de Medina y suegro de Catalina, de 60.000 maravedís que este debía devolver en ciertos plazos. Al no hacerlo, se ejecutaron una serie de bienes de Juan de Cuenca, en particular telas, lo que indica que era un tratante de paño (ARChV R. Ejecutorias, c. 232, n.º 30). 128 PINo REBoLLEDo 1990b: 32, 14 y 12; PINo REBoLLEDo 1993a: 68 y 72. tuvo el cargo de Alfonso Gutiérrez de Madrid, tesorero general de la Hermandad, hasta que en1498 los reyes la suprimieron: AGS, RGS, 1498-9, 12; AGS, RGS, 1498-9, 237. 129 ARChV R. Ejecutorias, c. 204, n.º 12. 130 AGS, RGS, 1490-9, 171. 131 Ibidem. 132 LóPEz MARtÍNEz 1973: 565-566. 133 ARChV R. Ejecutorias, c. 209, n.º 21; ARChV R. Ejecutorias, c. 219, n.º 8. 134 AGS, RGS, 1499-10, 96; ARChV R. Ejecutorias, c. 187, n.º 11; AGS, RGS, 1497-1, 280; y AGS, RGS, 1498-8, 38. 135 ARChV R. Ejecutorias, c. 204, n.º 12. 127

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cual atestigua el amplio alcance de sus actividades y señala a los Verdesoto como unos mercaderes y cambistas fundamentales en el panorama vallisoletano y de Medina del Campo. La familia López de Calatayud representa, junto a los Verdesoto, el mayor exponente de las familias de carácter fuertemente mercantil y financiero dentro del regimiento vallisoletano. Entraron a formar parte del regimiento en 1469 con Pedro López de Calatayud y, aunque desaparecieron del mismo en 1502 con la muerte de su hijo (Juan López de Calatayud), a mediados del siglo XVI otro Juan López de Calatayud volvía a ser regidor136 y aún en el siglo XVII hallamos a Fernán López de Calatayud como regidor y poseedor de un cambio en Valladolid, manteniendo dos tradiciones familiares: la de formar parte del regimiento y la vocación financiera.137 Se considera a esta familia originaria de Calatayud y es muy posible que estuvieran emparentados con el mercader Fernán López de Calatayud, quien en la década de los cuarenta comerciaba con ganado entre Castilla y Aragón.138 Su origen converso se comprueba, no solo por sus reiterados contactos con judíos y conversos, como se verá más adelante, sino por sus problemas con la Inquisición. Pedro López de Calatayud, primer regidor de la familia, fue acusado una vez ya fallecido por judaizar en 1491139 y, según el Crónicón de Valladolid, el 22 de marzo del mismo año, fue apresado por la justicia su hijo homónimo que era deán de Ávila. En este último caso, aunque no se especifican las causas del arresto, el comentarista del texto anotó que quizás fuera por judaizante.140 La primera mención a Pedro López de Calatayud como regidor es el 6 de diciembre de 1469.141 A partir de entonces parece haberse producido un salto cualitativo en las personas con las que realizó negocios, pasando de gente muy destacada como Pedro Villandrando o Beatriz Manrique, a las personas más poderosas de la villa, el conde de Benavente y el almirante de Castilla Alfonso Enríquez.142 Su actividad comercial y financiera incluía a otros mercaderes de Valladolid como Rodrigo Coco o Luis de la Serna, su yerno, pero sus redes se extendían también fuera de la villa hacia 136

BENNASSAR 1989: 67. Distintas noticias sueltas sobre esta familia en el siglo XVI pueden hallarse en ibidem. Sobre Pedro López de Calatayud, regidor y poeta a finales del siglo XVI: ALoNSo CoRtéS 1906: 118-125. Sobre los López de Calatayud en el siglo XVII pero retrotrayéndose hasta el XV: CoBoS 2001. Sobre la genealogía de la familia en el siglo XVII véase AHN Nobleza. toreno, c. 2, 11. 138 DIAGo HERNANDo 1991: 197. Máximo Diago señala que este mercader pasó 977 carneros por la aduana de Ariza entre 1448 y 1449. 139 LóPEz MARtÍNEz 1973. 140 Cronicón 1848: 181. 141 FLoRANES [ca. 1780-1800], v. I, fol. 330. 142 Para el estudio de estas familias véanse BECEIRo PItA 1998; CALDERóN oRtEGA 2003. 137

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Medina del Campo, Almagro143 y Burgos.144 Con Rodrigo Coco tuvo una compañía y juntos prestaron dinero en 1472 al maestre de Santiago, Juan Pacheco.145 Aunque sabemos que Pedro López de Calatayud falleció antes de junio de 1479, su hijo Juan no aparece documentado como regidor hasta septiembre de 1483, sin embargo, es de suponer que heredó el cargo directamente a la muerte de su padre.146 Con respecto a sus actividades económicas, fue un gran financiero que no se limitó al ámbito de Castilla, sino que incluso mantuvo negocios a nivel internacional, extendiendo a otros mercaderes letras de cambio a cobrar en Italia y Flandes.147 Dentro de Castilla, la envergadura de las operaciones así como los personajes con quien realizó negocios alcanzaban los más altos niveles. Ya en 1484 Juan López de Calatayud, junto a su hermano Alfonso López de Calatayud, tenían negocios con uno de los más grandes financieros del reino, enriquecido sobre todo a través del arrendamiento de rentas, el judío Abraham Bienveniste.148 La existencia de judíos y conversos entre los contactos económicos de Juan López de Calatayud debe ponerse en relación con su condición de descendiente de conversos. Además de judíos como Bienveniste o conversos como Pedro Núñez Coronel, Juan tuvo trato con otros mercaderes de ascendencia judía como los hermanos Lope Alonso y Gonzalo de Córdova, vecinos de Córdoba.149 Pero, sin duda, lo más reseñable de la trayectoria comercial de Juan López de Calatayud y lo que mejor muestra el calado de sus negocios fue la compañía comercial, asociada a una tienda de paños, sedas, etc., que compartió con Juan Daza, mercader de la reina, y con sus hermanos Gastón de Sanjuán y Fernán López de Calatayud. Sin embargo, su relación acabó en abierto enfrentamiento reclamándose mutuamente grandes cantidades de dinero.150 143

AGS, RGS, 1483-11, 276. Sobre los financieros de Almagro véanse VILLEGAS DÍAz 1987; ÁLVAREz GARCÍA 1990; MARtÍN RoMERA 2007. 144 LóPEz MARtÍNEz 1973. 145 AGS, RGS, 1483-11, 276. 146 FLoRANES [ca. 1780-1800]: I, 346-351v. 147 AGS, RGS, 1489-1, 192. también su hermano Fernán López de Calatayud se implicó en el comercio a larga distancia y negoció con personas de altas esferas como miembros del Consejo real: en 1487, estando en territorios del duque de Bretaña, le fueron robadas por súbditos del mismo ciertas mercaderías en gran cantidad de maravedís y los reyes intervinieron para reclamar su pago (AGS, RGS, 14875, 92). El hijo de Fernán, Pedro López de Calatayud, se unió a las Comunidades y fue uno de los incluidos en el perdón de 1522 (BNM, Ms. 10.475, fols. 210r-220v ). 148 AGS, RGS, 1484-06, 124 y 1484-10, 73. 149 AGS, RGS, 1489-1, 368. 150 ARChV Pl. Civiles. Pérez Alonso (F), c. 191, n.º 5. Durante el real de Granada en 1491, Fernán, Juan Daza y Juan López de Calatayud se reunieron para averiguar las mercadurías y deudas de la compañía y el resultado fue que, hasta la fecha, habían obtenido de beneficio cinco cuentos y 800.000 maravedís aproximadamente. Aunque este es el testimonio del regidor vallisoletano, que siendo el demandante tendería a exagerar la cifra, no podemos despreciar el enorme beneficio que, en tan solo dos años, ha[ 57 ]

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Entre los deudores de la compañía encontramos personajes de lo más variado. Desde los propios reyes (Isabel debía 31.250 maravedís de un empréstito y Fernando 4.799 maravedís), pasando por la nobleza (11.322 maravedís el duque de Alba; 9.546 la condesa de Monterrey), miembros de la oligarquía de Valladolid (el hermano del conde de Benavente y regidor de la villa Pedro Pimentel, 26.000 maravedís; un Villandrando que probablemente se trate del conde de Ribadeo y regidor de Valladolid, Pedro de Villandrando, 2.166 maravedís), y financieros de alto calado como Pedro Núñez Coronel, que debía 9.549 maravedís, hasta mercaderes más modestos, sastres, tintoreros, lenceros, armeros, borceguileros o reposteros. todo esto incluyendo a alguaciles, alcaldes, un canónigo de Palencia, el adelantado de León, el cantor Francisco de la torre o el mariscal Gómez de Benavides, por nombrar tan solo a algunos.151 En resumen, un panorama muy variado, pero que muestra sus conexiones con la corte y con las capas más altas de la nobleza así como con grandes financieros.152 Juan López de Calatayud y su mujer, Juana García de Espinosa, tuvieron un hijo llamado Pedro López de Calatayud; sin embargo, extrañamente, Juan López de Calatayud no dejó su regimiento a este vástago, sino a Andrés de Ribera, alcaide de Burgos y hermano del comendador Pedro de Ribera, regidor asimismo en Valladolid. Sobre los motivos de tal renuncia solo podemos especular, pero en cualquier caso, los reyes no la respetaron y dieron el regimiento al tesorero Gonzalo de Baeza, emparentado con los Verdesoto, quedando Andrés de Ribera sin el cargo.153 Esta decisión de renunciar bían obtenido estos mercaderes. Supondría alrededor de 1.930.000 maravedís (al margen del salario que recibía anualmente) para Daza, otro tanto para Fernán, y la mitad, 960.000 maravedís para Gastón y para Juan López. teniendo en cuenta que la inversión había sido de 700.000 maravedís por tercio de la compañía, 2.100.000 en total, la ganancia suponía un 275% del capital invertido, en tan solo dos años. 151 Ibidem. El reparto no debió satisfacer plenamente a las partes ya que en 1499 Juan López de Calatayud demandó a Juan Daza, por la compañía y la administración de la tienda de paños, reclamándole 900.000 maravedís que le debía, más 500.000 maravedís de intereses por ganancias. Juan Daza fue entonces apresado y pudo salir de la cárcel tan solo tras presentar por fiador a Fernán López de Laz y comprometerse a no abandonar la villa sin licencia de la justicia, ya que Calatayud temía que Daza se ausentara para ir a la corte o a cualquier otro lugar. Presentó como testigos de su hacienda, para que aseguraran que estaba en condiciones de hacer frente a una demanda por tal cantidad de dinero, a García Coco y a Sebastián de Valladolid, otros destacados mercaderes de la villa. Además de la tienda de paños, los miembros de esta compañía realizaron otros negocios. En septiembre de 1492 se dio licencia a Juan Daza, Gastón de Sanjuán, Luis de Calatayud, Fernán López de Calatayud y Garcerán de Sanjuán para sacar dos mil cahíces de pan de Jerez de la Frontera siempre que no fueran enviados a tierra de moros ni a reinos que estuviesen en guerra con Castilla (AGS, RGS, 1492-09, 14; PALENzUELA DoMÍNGUEz 2003: 127) y durante el tiempo de la compañía, en 1490, Fernán López de Calatayud vendió a Josepe Cavanas, un judío vecino de évora que se hallaba en Medina del Campo, una cámara de tapicería por más de 40.000 maravedís (AGS, RGS, 1490-9, 182). 152 Como se explicará en el siguiente capítulo, la documentación sobre esta compañía y su amplia lista de deudores ha sido determinante a la hora de situar a los miembros de la compañía como algunas de las personas mejor conectadas dentro de la red de la oligarquía. 153

AMV, Libro de Actas 2, fols. 10v-11v.

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en otra persona distinta a su heredero, aumenta la impresión de que las familias que primaban la actividad comercial no concebían el regimiento como una de sus prioridades. Pedro López de Calatayud siguió los pasos de su padre en cuanto a los negocios mercantiles y tuvo contactos con otros mercaderes importantes de la villa como Lope de Urueña o Antonio de Paredes, pero no hay noticia de que intentase acceder a ningún cargo concejil.154 1.2.4. La formación universitaria En cuanto a la formación universitaria, a pesar de la presencia de la Universidad en la propia villa y del tribunal de la Chancillería, los regidores con títulos universitarios son una inmensa minoría y todos ellos parecen haber accedido al regimiento gracias al servicio a los reyes, sin que les precediesen signos de integración dentro de la oligarquía vallisoletana. Un ejemplo claro es el del doctor Juan Díaz de Alcocer, que ingresó en el concejo vallisoletano en 1494.155 De hecho, en ocasiones, aunque el ascenso social hacia el regimiento se produce gracias al servicio a los reyes por parte de una persona letrada, el hijo primogénito, una vez dentro de la oligarquía, no siente la necesidad de seguir estudios universitarios. Así, aunque el ascenso de la familia Franco se produjo con Diego González de toledo, también conocido como el doctor Franco, contador mayor de cuentas, oidor y refrendario de Juan II, además de miembro de su Consejo,156 su hijo Garci Franco, primer regidor de la familia, mostró un perfil decididamente aristocrático y guerrero al servicio del conde de Benavente. tan solo conocemos dos casos en los que los regidores, no solo tenían una formación universitaria, sino que además fueron oficiales de la Chancillería de Valladolid. Uno de ellos fue el doctor Francisco Gómez de Villarroel, en el regimiento desde 1508 y fiscal de la Chancillería entre 1519 y 1526,157 y el otro fue Gómez de Enebro, escribano de la Chancillería entre 1486 y 1519.158 Ambos pueden considerarse casos excepcionales. El doctor Villarroel apenas está integrado en la red de la oligarquía, lo que resulta lógico si consideramos que cuando se incorporó al regimiento en 1508 era adelantado de Cazorla y que fue nombrado corregidor de las Cuatro Villas entre 1517 y 1519,159 lo que reduciría 154

ARChV Pl. Civiles. Pérez Alonso (F), c. 1724, n.º 2. En 1515, según el diario de los Verdesoto, junto a su hermano Luis, acuchilló a un tal Valdés «sobre palabras que ovieron»: AGAPIto Y REVILLA 1918: 21. 155 AGS, RGS, 1494-12, 30. 156 RAH Colección Salazar y Castro, 9/300, fol. 75v. 157 Primer documento de la Chancillería en el que aparece Gómez de Villarroel como fiscal ARChV R. Ejecutorias, c. 346, n.º 60. Último documento en el que aparece: ARChV R. Ejecutorias, c. 388, n.º 29. 158 Primer documento de la Chancillería en el que aparece Pedro Gómez de Enebro como escribano: ARChV R. Ejecutorias, c. 4, n.º 3. Último documento en el que aparece: ARChV R. Ejecutorias, c. 250, n.º 4. 159 AMV, Libro de Actas 2, fols. 360-362; AGS, CRC, 495, 4; 496, 14; 550, 7; 714, 10. [ 59 ]

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enormemente su presencia durante la época incluida en este estudio. En cuanto a Gómez de Enebro, aunque accedió al regimiento, parece haberlo hecho solo en calidad de depositario, reservando mientras tanto el derecho al mismo de la familia Bernal. En febrero de 1504, al fallecer Juan Bernal, recibió el regimiento de este160 y en febrero de 1512, renunció el oficio en Diego de Carrillo, hermano menor de Juan que en 1504 no habría estado en situación de ejercer el cargo.161 Al contrario que el doctor Villarroel, Enebro destaca por su buena posición dentro de la red de la oligarquía, incluso excelente para una persona que no pertenecía a las familias con tradición en el regimiento, y sugiere que su designación como regidor, aunque fuera solo con carácter temporal, estaba directamente relacionada con sus buenos contactos en el entorno oligárquico. De hecho, la aplicación del análisis de redes sociales, que explicaremos en el siguiente capítulo, muestra que, en uno de los parámetros que señalan el grado de integración de un actor, la centralidad de cercanía, Gómez de Enebro asciende a 0,297, con lo que roza el 0,3; valor alcanzado solo por 15 de los regidores incluidos en el estudio, lo que resulta destacable si consideramos que no descendía de una familia con presencia en el regimiento. todo lo anterior indica que los títulos universitarios, así como los cargos dentro de la Chancillería, carecían de valor e interés para las familias ya asentadas en el concejo. La formación superior era una vía reservada para los hijos que no eran primogénitos y, por lo tanto, no estaban destinados a heredar el regimiento. Es el caso, por ejemplo, de Luis Daza, hijo menor y hermano respectivamente de los regidores Juan Rodríguez Daza y Pedro Daza, al que su padre dejó ciertos maravedís de juro en Salamanca para que estudiara allí.162 1.2.5. Las fuentes de riqueza económica Sin duda una cuestión interesante y que ha sido acometida en más de una ocasión es si existe una identificación entre la élite económica y la élite política.163 La diferencia entre un grupo y otro es clara en la descripción de la clase política boloñesa que hace Antonio Ivan Pini, distinguiendo entre una clase política (que no podemos imaginar como un sector económicamente modesto) y unas élites, —que él califica de emprendedoras, mercantiles y financieras, sin ningún poder decisorio en el ámbito político.164 160

AGS, RGS, 1504-2, 66 y AGS, CCA CED, 9, 20, 2. AMV, Libro de Actas 2, fols. 606 y 619-620. 162 El testamento de Juan Rodríguez Daza es uno de los empleados en el estudio de CARLé 1993: 147-153. 163 La Settimana di Studi dell´Istituto Datini, dedicó un volumen al análisis de la coincidencia o no entre élites económicas y políticas, que había sido precedido años antes por otro dedicado a un tema similar, las jerarquías económicas y sociales: CAVACIoCCHI 1999; GUARDUCCI 1990. 164 PINI 1996: 115. 161

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Antonio Collantes de terán sostiene la existencia de un modelo similar en la Sevilla bajomedieval en la que existían unas élites económicas que no se integraban en la oligarquía y no se convirtieron en un colectivo organizado capaz de ejercer presión política.165 De hecho, denuncia que «Los estudios sobre las élites de la Corona de Castilla han primado el de las oligarquías urbanas, es decir, las políticas, en las que se destacaba su coincidencia con la élite social», dejando a un lado el estudio de las élites vinculadas al dinero y al comercio.166 A pesar de todo lo dicho, analizando la figura del mayordomo del concejo,167 admite que la élite económica no podía permanecer completamente al margen del poder y señala que los mayordomos, originarios de este sector económico privilegiado, mantenían diversos vínculos con personas de la oligarquía. también en Cuenca y en zaragoza se percibe esta dicotomía entre mercaderes y financieros que no están involucrados en el gobierno urbano.168 Por el contrario, José Antonio Bonachía señala que en Burgos, el poder político y el económico estaban estrechamente vinculados y que los oficiales formaban parte de importantes familias de comerciantes.169 En el caso vallisoletano, como ya se ha explicado, solo pertenecían a las élites mercantiles los Verdesoto y los López de Calatayud. El resto, con niveles variables de riqueza y aunque en ocasiones con cierta participación en negocios mercantiles y financieros, no pueden ser identificados como hombres de negocios y por lo general mantuvieron un perfil más rentista, adecuado al ideal de nobleza al que aspiraban. La historiografía catalana y valenciana ha señalado suficientemente que la distinción entre mentalidad burguesa y rentista es artificial, sin embargo, estos perfiles tan diferenciados entre el resto de la oligarquía y estas dos familias permiten que utilicemos estas categorías de forma laxa.170 Por ejemplo, la participación de la oligarquía en el arrendamiento de rentas fue muy minoritaria. El desinterés por este tipo de inversión se extiende incluso a las dos familias con vocación mercantil y financiera, a pesar de que tenían incluso negocios con famosos arrendadores del reino, como Alonso Gutiérrez de Madrid.171 Sin embargo, hay dos excepciones a esta tendencia. Una de ellas es Juan de Figueroa que fue regidor desde 1517 y que aparece participando en la hacienda regia desde mucho antes: en 1481 y 1482, siendo aún vecino de toledo, era recaudador de las rentas de las alcabalas 165

CoLLANtES DE tERÁN SÁNCHEz 2000. Ibidem: 13. 167 Había dos mayordomos del concejo en Sevilla: uno hidalgo y otro ciudadano. todo lo aquí dicho se refiere al mayordomo ciudadano que era quien llevaba el peso de la gestión de la hacienda municipal. 168 GUERRERo NAVARREtE y SÁNCHEz BENIto 1994; MAINé BURGUEtE 2006: 20. 169 BoNACHÍA HERNANDo 1978: 52. 170 Por ejemplo, SABAté I CURULL 1998: 130-133. 171 Datos sobre la compañía de Alonso Gutiérrez de Madrid en oRtEGo RICo 2014; oRtEGA CERA 2010; VILLEGAS DÍAz 1987. 166

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y tercias de la merindad de Campos y en 1499, ya como vecino de Valladolid, era recaudador de las tercias de Carrión por un valor de 378.440 maravedís.172 Por lo tanto la actividad hacendística fue previa a su ascenso social que, por supuesto, incluyó otras estrategias como integrarse en la hermandad de la Caridad, en la que participaban destacados mercaderes de la villa, o la mediación de su primo, el obispo de Córdoba.173 La otra excepción es la familia San Pedro. Juan de San Pedro fue fiador de los arrendadores de las alcabalas y tercias de infantazgo de Valladolid por valor de 100.000 maravedís anuales y su hijo Álvaro fue escribano mayor de las rentas de las alcabalas y tercias del obispado de osma en 1484.174 Muy distinta fue la actitud de la oligarquía respecto a la inversión en tierras, que no solo eran una fuente de riqueza económica, sino que acercaban a sus poseedores a un modelo nobiliario y, como tal, eran un indicador de estatus y un bien preciado por los valores culturales imperantes. Su explotación incluía tanto el mantenimiento de dehesas como la puesta en cultivo. Por otra parte, poseer tierras cerealícolas aseguraba el abastecimiento de las familias propietarias y su defensa ante posibles carestías.175 Además del valor intrínseco de las tierras y de su usufructo o su arrendamiento, estas eran valores seguros ante los vaivenes de otros negocios más arriesgados, como los mercantiles, y es posible que en el siglo XV esta inversión fuese una reacción ante la recesión del comercio internacional, lo que llevaría a buscar otras alternativas para los capitales acumulados.176 Un ejemplo del interés por poseer tierras es el Memorial de las tierras de Juan López de Calatayud (...) que tiene fuera de la puerta mayor [de Valladolid] que constan por apeo.177 En él se señalaban hasta ochenta y cinco terrenos que Juan poseía antes de venderlos en 1461, lo que no excluye que poseyera otros aparte. Entre los compradores de estos terrenos, además de Íñigo de Verdesoto y su mujer teresa Díez, estaba el propio hijo de Juan, el regidor Pedro López de Calatayud. La posesión de casas y tiendas era otro de los principales objetivos de la oligar178 quía. Las casas no se entendían simplemente como lugar de residencia, sino que

172

AGS, CCA, Personas, Leg. 10-2, 335, Figueroa, Juan de; AGS, CCA, Leg. 139, 306. AMV, Chancillería, 4-8; AGS, CCA, Leg. 144, 33. 174 AGS, EMR, Leg. 1, 378; AGS, RGS, 1484-06, 124. 175 Diversos autores han señalado el autobastecimiento de la familia como una de las razones que llevaban a las élites urbanas a invertir en tierras: CASADo ALoNSo 1985; CHERUBINI 2007. 176 CRUSELLES GóMEz 2001. Por otra parte, Betsabé Caunedo del Potro recuerda que las tierras, así como los inmuebles, eran los mejores avales a la hora de obtener un crédito, necesario para las actividades mercantiles, y aún más para demostrar la solvencia de quien pretendiese pujar por el arrendamiento de un impuesto: CAUNEDo DEL PotRo 1993. 177 AHN Nobleza. toreno, c. 2, 31. 178 Sobre la inversión en el mercado inmobiliario por parte de las élites urbanas véanse Mercado inmobiliario 2007; LEGUAY 1989. 173

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eran un ámbito de inversión preferente entre los sectores adinerados de las ciudades que adquirían numerosos inmuebles para su arrendamiento. Las familias de la oligarquía poseían habitualmente una casa principal de morada y otros inmuebles urbanos para arrendar. Igualmente tendían a poseer casas y tierras en el entorno rural de la villa que, a menudo, incluía una segunda residencia en el campo, desde la que controlar sus posesiones en la zona. En otro orden de cosas las casas, como las tierras, eran una inversión, no solo económica, sino social. La localización de los inmuebles muestra que la oligarquía tendía a situar sus viviendas en las principales calles y en la Plaza Mayor de la villa, como correspondía a los vecinos importantes de la localidad. Estas casas, emplazadas en lugares preeminentes, eran un espacio propicio para que las familias destacadas hicieran un despliegue propagandístico, a través del lujo y la exhibición de blasones del linaje, lo que les proporcionaría la admiración de sus conciudadanos y la confirmación de su estatus. La política de inversión en casas con la aspiración de exteriorizar y consolidar su superioridad social unida al embellecimiento de los inmuebles con fines ostentosos y propagandísticos provocó una reordenación del ámbito urbano. La oligarquía se apropió de las zonas que consideraba preferentes, aquellas en torno a la Plaza Mayor y las principales iglesias.179 De hecho, las iglesias fueron también un escenario especialmente propicio para dicha propaganda familiar. Dos ejemplos notables eran la capilla de Alonso Pérez de Vivero en el monasterio de San Benito180 y la Iglesia de San Llorente para la familia Niño. En 1523 Alonso Niño de Castro contrató al hijo de Pedro Berruguete, Alonso Berruguete, para que pintase las puertas de la iglesia con un programa iconográfico que ensalzaba su familia y la de su mujer, Brianda Manrique.181 La obra, que aparentemente no llegó a finalizarse, consistía en pintar las tres puertas de la portada de la iglesia: en el exterior de las puertas laterales, donde estaba la natividad y la adoración de los reyes, se pintarían cuatro escudos de las armas de don Alonso y doña Brianda, y sobre la puerta central, nuevamente sendos escudos.182 Respecto a las casas en sí, un ejemplo de la magnificencia que podían alcanzar son los pleitos en torno a la fortaleza-palacio del conde de Benavente, el palacio de los Vivero que se convirtió en sede de la Chancillería o la tasación de las casas principales de Pedro de Ribera en Valladolid en 1.200.000 maravedís. Situadas en la calle de teresa 179

Sobre las casas de la oligarquía de Valladolid y su situación en la villa véase AGAPIto Y REVILLA 2004. AHN Clero. Secular-Regular. Leg. 7716 181 ARChV, R. Ejecutorias, c. 391, n.º 31. 182 Ibidem, 4r-4v. Por dentro de las puertas se pintarían escenas del via crucis: «Yten que lo de dentro de las dichas puertas, en la primera donde está el nasçimiento se a de pintar una ystoria de la quinta angustia y en la otra puerta donde está el ofreçimiento de los reyes una ystoria del cruçifixo y en la otra puerta que está sobre la puerta se remite a su pareçer y manifiçençia del dicho señor Berruguete». 180

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Gil, según Juan Agapito y Revilla, en ellas se aposentaron en 1506 Fernando el Católico y Germana de Foix.183 Las casas conformaban gran parte del patrimonio de los Santisteban. En el mayorazgo que Isabel Álvarez de orozco fundó en 1498 para su hijo Francisco de Santisteban, se incluyeron catorce casas, una tenería y parte de otras casas, casi todas en la Costanilla, aunque también en las calles de la Frenería, la de Cantarranas, la calle Nueva, la de la Rúa Escura, la de la Rinconada o junto a la iglesia de Santiago. El total de estas casas rentaba al año 25.745 maravedís y 64 gallinas.184 Los patrimonios de la oligarquía incluían también estructuras de transformación como las tenerías y los molinos. Estos últimos, vitales para muchos campesinos, eran rentabilizados a través su arrendamiento185 y se consideraban un bien valioso para el desarrollo del núcleo urbano: en 1451 se aprobó una donación de tierras al merino mayor Alonso Niño y entre las justificaciones para esta se decía «por que la villa sea más enoblecida de buenos edificios y señaladamente de molinos y aceñas para moler el pan que es interés público».186 Muchos fueron los regidores que invirtieron en molinos. Según Adeline Rucquoi, en 1478, Gómez de Enebro, que décadas más tarde sería regidor, junto a Diego de Velasco, se comprometió a reedificar en un arroyo una aceña y a dotarla de un batán.187 Entre 1467 y 1468 Pedro López de Calatayud, junto a su mujer, Leonor de Sanjuán, invirtieron en la compra de aceñas tanto en el río Duero, como en el Pisuerga. En mayo de 1467 compraron una a Pedro de Villandrando, conde de Ribadeo y regidor de la villa188 y en marzo de 1468 fue Beatriz Manrique, viuda del mariscal Sancho, quien les vendió a ambos tres casas de aceñas en el Duero.189 Unos años después, en 1474, Pedro y su mujer, junto a otro destacado mercader, Ruy González de Portillo, vendieron al almirante de Castilla Alfonso Enríquez las aceñas de la Moraleja. Estas aceñas, o al menos algunas de ellas, eran las mismas que en marzo de 1468 el matrimonio había comprado a Beatriz Manrique.190 La importancia de las aceñas se percibe, no solo por el interés en adquirirlas sino también por la insistencia en conservarlas, tanto a través de la negociación entre hermanos, como pleiteando por vía judicial o incluso recurriendo a la ocupación por la fuerza. Entre los primeros casos se haya el del regidor Juan López de Calatayud que 183

AGAPIto Y REVILLA 2004: 482. AGS, RGS, 1498-02, 2. 185 Acerca de el uso y explotación de los molinos en Castilla y, en concreto, en Burgos, véase RUIz 1981: 71-93. 186 RAH C. Salazar y Castro, 9/869, fol. 204. 187 RUCQUoI 1997, II : 212. 188 ARChV Pergaminos. 22, n.º 2. 189 ARChV Pergaminos. 22, n.º 1. 190 ARChV R. Ejecutorias, c. 22, n.º 4. 184

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consiguió mantener el dominio útil de la parte de las aceñas de la Magdalena que dejó su madre al morir, llegando a ciertos acuerdos económicos con sus hermanos Pedro López de Calatayud, deán de Ávila, y Leonor de Calatayud, viuda de Juan Vázquez Rengiso.191 otras aceñas de la Magdalena, en término de Villavides, fueron motivo de un largo pleito entre la familia Herrera y Rodrigo de Villandrando;192 y Fernán González de León, el canciller del sello del concejo de Valladolid, pleiteó por las aceñas de Mazariegos con Ruy Díaz de Mendoza, conde de Castro.193 Dentro de esta mentalidad rentista, se puede incluir la inversión en juros. Desde 1490 los juros se presentaron como un gran ámbito de inversión para la élite. Se trataba de rentas situadas en los ingresos de la Corona, principalmente en las alcabalas. A cambio de la entrega previa de un capital se obtenía el compromiso de pago de renta. Su enajenación como bien patrimonial supuso que pudiera donarse, venderse o legarse. Por ejemplo en Valladolid, según Adeline Rucquoi, de entre cincuenta y cuatro beneficiarios de juros conocidos para la segunda mitad del siglo XV, el 53,7% pertenecería a la oligarquía.194 En efecto, la gran mayoría de los oligarcas vallisoletanos invirtieron en juros de maravedís aunque no todos lo hicieron con la misma intensidad. Mientras que algunos aparecen como poseedores de cantidades muy considerables, otros parecen no haberse interesado especialmente por estos. Entre los primeros se encontrarían el conde Rodrigo Pimentel o Pedro López de Calatayud. En 1471 el conde Rodrigo Pimentel vendió 100.500 maravedís de juro de heredad situados en las alcabalas del vino y de los picotes, filazas y sayales de zamora y a cambio recibió 60.000 maravedís de juro que Pedro López de Calatayud poseía en la misma ciudad y su tierra.195 La adquisición por parte de Pedro López de Calatayud de estos 100.500 maravedís de juro de heredad, contradice la afirmación de Adeline Rucquoi respecto a la poca importancia que las rentas tuvieron en los patrimonios de estos mercaderes, citando tan solo un juro de 5.000 maravedís del hijo de Pedro López de Calatayud y considerándolo un caso excepcional.196 Efectivamente, los López de Calatayud, junto a otras pocas familias mercantiles, fueron ejemplos extraordinarios dentro del conjunto de mercaderes vallisoletanos, pero la inversión en maravedís de juro por su parte fue mucho mayor de lo que esos 5.000 maravedís sugieren. Muchos otros oligarcas invirtieron también cantidades considerables en juros. El regidor García de la Cuadra y su mujer, Isabel de Valencia, dejaron en su mayorazgo 191 192 193 194 195 196

ARChV R. Ejecutorias, c. 22, n.º 5; AMV, Chancillería, 4-8, 27v-28r. ARChV R. Ejecutorias, c. 27, n.º 26. AGS, RGS, 1480-04, 203. RUCQUoI 1997: II, 238-241. AHN Nobleza. osuna, c. 417, 34-10 y 34-13. RUCQUoI 1997: II, 383-384. [ 65 ]

redes de poder

70.000 maravedís de juro distribuidos entre la villa de Valladolid y su término, la ciudad de Salamanca, Esguevillas y el lugar de Vertavillo.197 En mayo de 1445 Lope González de León renunció 6.000 maravedís de juro, situados en el alcabala de la zapatería de Valladolid, en el merino mayor Alonso Niño.198 Su hijo Pedro Niño, también merino mayor, poseyó 56.000 maravedís de juro que prometió a Manuel Ponce de León como dote por casarse con su hija Guiomar.199 María de Silva, mujer del regidor Juan Rodríguez Daza, poseía ciertos maravedís de juro en Salamanca que, a la muerte de su marido, quedaron en su mayoría para el hijo menor, Luis Daza, con el propósito de que estudiase en la universidad de dicha ciudad.200 Además de estos, María poseía 38.500 maravedís de juro de heredad que tenía por merced de Enrique IV en rentas de zamora que luego heredaría su hijo Pedro Daza, regidor. En el extremo opuesto, aparece el matrimonio de Alonso de Valladolid y doña Isabel Álvarez de orozco que en su mayorazgo incluyeron tan solo 5.000 maravedís de juro situados en la villa de Valladolid, 2.500 en la renta de la paja y la leña y 2.500 en la de la fruta y la madera.201 En relación con la pérdida de juros, a pesar del excesivo peso que la historiografía ha dado a las reducciones de juros de 1480 identificándolo con una política antinobiliaria, hoy se considera que la economía de la alta nobleza y las órdenes militares no sufrió grandes cambios debido a las declaratorias.202 Sin embargo, las reducciones sí que serían un duro varapalo para algunas de las familias de la oligarquía vallisoletana. Entre los miembros del regimiento que vieron sus maravedís de juros reducidos a aproximandamente la mitad o menos se encuentran Remón Bernal (de 20.000 a 10.000), Garci Franco y su mujer María de Sarabia (de un total de 245.000 a 65.000), Juan de Herrera (de 55.000 a 20.000), Francisco de León (de 40.000 a 22.000), Pedro López de Calatayud (de 100.000 juros viejos comprados al Conde de Benavente les dejaron solo 60.000), Juan de Luzón (de 27.000 a 10.000), García de la Cuadra (de 28.040 a 14.020) o Jerónimo de Virués (de 30.000 a 10.000). La familia Vivero tuvo aún peor suerte, Alonso de Vivero pasó de 30.000 a 10.000 y el homónimo vizconde de Altamira de 450.000 maravedís y 934 quintales de aceite a 150.000 maravedís y 500 quintales. En cambio, a las damas de la reina se les mantuvieron los juros recibidos en concepto de dote: a María de Medina 30.000 maravedís de juros y a Isabel Castaño, 200.000.203 197 198 199 200 201 202 203

ARChV R. Ejecutorias, c. 381, n.º 18. AGS, EMR, M. y P. Leg. fol. 65. RAH C. Salazar y Castro, 9/859, fols. 3-3v. CARLé 1993: 147-153. AGS, RGS, 1498-02, 2. CARREtERo zAMoRA 1988: 180. MAtILLA tASCóN 1952. [ 66 ]

1. introducción a la oligarquía de valladolid: historiografía y prosopografía

El cobro de los juros no siempre estuvo garantizado y, por ejemplo, el conflicto sucesorio fue uno de los momentos durante los cuales resultó difícil asegurarse los beneficios que debían rentar. El regidor Pedro Daza y su mujer, doña Francisca de Herrera, reclamaron en mayo de 1475 que se les pagara lo que les correspondía de 64.500 maravedís de juro de heredad que tenían en las rentas de Valladolid y zamora.204 Una cuestión fundamental es si la posesión de juros fue un factor de ascenso social. Las fuentes parecen indicar que no fueron tanto un factor de ascenso como un identificador del estatus social. En 1479, se realizó una lista de todas las personas que tenían maravedís situados en la renta de la paja y la leña de Valladolid por privilegios dados entre 1426 y 1477. En la lista aparecen diez mujeres y veintiún hombres. Entre las mujeres se encuentran dos esposas de contadores, la madre de un regidor, una abadesa, la hija del relator Díaz de toledo y dos miembros de la familia zúñiga. De entre los hombres, once de ellos (algo más de la mitad) eran regidores, y otro, Martín de Carabeo, fue procurador de Cortes en 1506. Además había un miembro de la familia Vivero, Pedro de Vivero, y un doctor, Diego Rodríguez. Este último era tío de María de Santisteban, madre del regidor Pedro de Ribera, que estaba presente también en la lista y heredó más tarde los maravedís de juro.205 Por lo tanto, aunque la renta de la paja y la leña no era una de las que producían mayores beneficios, resulta evidente que la oligarquía vallisoletana tenía una parte considerable de la misma (quizás porque, al estar en la propia villa, resultaba más fácil cobrar los maravedís de juro que les habían sido otorgados en dicha renta). Las cantidades oscilaban entre los mil maravedís y los diez mil que poseía Diego osorio, pero la mayoría se mantenían en la franja entre 2.000 y 5.000 maravedís. Por lo tanto, estos juros suponían un ingreso modesto, pero seguro, que se unía a los muchos otros recursos económicos con que contarían estas personas, así como a juros situados en otras rentas.206 En este caso concreto, al tratarse de una renta moderadamente lucrativa, los juros no serían un factor de ascenso, pero su posesión se identificaría como uno de los rasgos de la oligarquía vallisoletana. En cuanto al papel de los juros en el ascenso social de ciertos individuos, un caso curioso es el de Gómez de Enebro que llegó a ser regidor en 1504 a pesar de no ser miembro de ninguna de las familias en el regimiento.207 En su carrera hasta el regimiento Gómez de Enebro, además de servir a los reyes y al almirante de Castilla y ser 204 205 206 207

AGS, EMR, M. y P. Leg. 54, fol. 28. AGS, EMR, M. y P. Leg. 61, fol. 18. AMV, Hospital de Esgueva, 344-55. AGS, RGS, 1504-2, 66 y AGS, CCA CED, 9, 20, 2. [ 67 ]

redes de poder

gran amigo del influyente regidor Jerónimo de Virués, prestó una clara atención a la inversión en juros. En noviembre de 1484 compró 10.000 maravedís de juro a Pedro de León, vecino de Valladolid. Estos mismos maravedís los vendió veinte años después, en 1514, al bachiller Francisco de la Bastida, también vecino de la villa con el que tenía gran trato y relación.208 En febrero de 1498 compró un juro de heredad de 10.000 maravedís a 14.000 maravedís el millar para lo cual entregó a Alonso de Morales, tesorero de lo extraordinario, 140.000 maravedís.209 Sin embargo, debido a sus múltiples contactos con personas de gran peso en la villa, resulta complicado establecer hasta qué punto los juros fueron un factor de ascenso o, más bien, el fruto de una asimilación de los hábitos de la élite con la que se codeaba ya antes de 1484.210 El interés por los juros era compartido por las mujeres de la oligarquía. En octubre de 1501, las dos hijas de Francisco de Santisteban, Brunisén Bernal y Juana de Santisteban, junto a Inés Bernal, hija de Fernando Niño (primas quizás por vía materna), entregaron a Juan de Figueroa 120.000 maravedís que, aunque se describen como ayuda para los gastos contra los turcos, suponían en realidad la compra de 15.000 maravedís de juro de por vida.211 Estos maravedís les fueron confirmados en mayo de 1502 para que se les asentaran en rentas de Segovia, Medina del Campo o Aranda (6.000 maravedís para cada una de las hijas de Santisteban, que habían entregado 48.000 maravedís por cabeza, y 3.000 maravedís para Inés, que había dado 24.000).212 Las tres debían ser solteras, ya que no hay ninguna mención a sus maridos, y verían la compra de juros como una inversión que les proporcionaría una fuente de ingresos para su mantenimiento o para sus dotes en el futuro. María de Luzón, mujer de Juan de Vivero, intentó demostrar en enero de 1520 que los 30.000 maravedís de juro en las rentas de la carne de Valladolid y de los lugares de Laguna y Fuensaldaña que Juan y María poseían se habían comprado en realidad con la dote de esta última, aunque el privilegio dijese que 15.000 de los 30.000 pertenecían a don Juan. De hecho, uno de los testigos, el regidor Juan de Figueroa, lo corroboraba diciendo que Ana de Luzón había dado a su hija, doña María de Luzón, un cuento de maravedís para su dote.213 En 1460 Mayor Sánchez de Virués, viuda de un regidor vallisoletano y madre de otros tres, entregó al monasterio de San Benito 1.000 maravedís de juro de heredad en las rentas de las alcabalas de Valladolid. La familia recuperaría el juro si ella o sus herederos pagaban lo que 208 209 210 211 212 213

AGS, EMR, M. y P. Leg. 86, fol. 7. AGS, EMR, Leg. 68, fol. 134 y AGS, EMR, M. y P. Leg. 86, fol. 7. Véase la p. 60 de este libro. AGS, EMR, M. y P. Leg. 43, fol. 15. Ibidem. AGS, CCA, Leg. 137, 68. [ 68 ]

1. introducción a la oligarquía de valladolid: historiografía y prosopografía

debían al monasterio por una capilla para su enterramiento y el de su difunto marido, Alfonso González de León.214 En cuanto a la localización de los juros, los regidores y sus familias procuraron concentrarlos en la villa de Valladolid y en su tierra, además de en lugares cercanos a ella como Simancas, tordesillas, Medina del Campo o Salamanca.215 Algunos maravedís, sin embargo, fueron concedidos o adquiridos en zonas alejadas, lo que a menudo dio lugar a ventas o intercambios para obtener fuentes de ingresos en áreas más cercanas y cuyo cobro, por lo tanto, sería más seguro.216 En otro orden de cosas, un bien muy apreciado por la oligarquía por su relación directa con el prestigio y la imagen de riqueza que proyectaba fueron los esclavos.. De hecho, las menciones a esclavos entre los bienes de la oligarquía vallisoletana son muy habituales. La esclavitud en la Baja Edad Media peninsular fue un fenómeno eminentemente doméstico y urbano y estuvo especialmente ligado a los cautivos durante la Guerra de Granada.217 Hay referencias a la posesión de esclavos por parte de muchas familias: el mayorazgo de los de la Cuadra descrito en 1520 comprendía esclavos entre sus bienes,218 Jerónimo de Virués liberó a un esclavo en su testamento,219

214

AHN Clero. Secular-Regular. Leg. 7729, s. fol. Por ejemplo, Fernando de Montemayor recibió por merced del infante Alfonso 16.000 maravedís de juro, 10.000 de ellos en rentas de Valladolid, que habían sido de Pedro de Nava, pero le fueron retirados por haber sido partidario de Enrique IV (AGS, EMR, M. y P. Leg. 86, fol. 7). El comendador Francisco de Santisteban tenía 4.000 maravedís en la renta de la paja y la leña en Valladolid y, además, en 1498 compró a una nieta suya 4.075 maravedís de juro de heredad que tenía de privilegio en la renta de la alcabala de los lienzos también de Valladolid. Juan López de Calatayud, nieto del regidor homónimo, e hijo del también regidor Pedro López de Calatayud, compró a Antonio de Paredes un juro de 10.000 maravedís situado en Salamanca, 2.000 en la renta de la carne y 8.000 en la renta del pescado, antes de 1509 (ARChV Pl. Civiles. Pérez Alonso (F), c. 1724, n.º 2). 216 Un ejemplo de juros alejados de Valladolid fueron los 3.000 maravedís de juro de heredad que el hijo de Juan Rodríguez Daza, tristán, obtuvo en 1454, en las alcabalas del Puente de Fitero y otros sitios (AGS, EMR, M. y P. Leg. 54, fol. 29). Alonso Pérez de Vivero, tuvo por juro de heredad las alcabalas y diezmo viejo del hierro de las ferrerías de Fagoaga, olaizola, Ugarteola, Arratia de Yuso y otras. En 1495, su hijo Francisco de Vivero las había renunciado en Juan de Aguirre, vecino de San Sebastián, probablemente por los inconvenientes que la distancia provocaba a la hora de cobrar el juro (AGS, RGS, 149510, 267). Juan de Vivero poseía cuarenta y cuatro quintales de aceite de juro de heredad sobre la renta del diezmo del aceite de Sevilla, motivo por el que tuvo cierto pleito con los receptores de la misma de los años de 1478 y 1479 que intentaron entregarle 85.000 maravedís de menos aduciendo que habían tenido que emplearlos en sobornos (AGS, RGS, 1480-11, 60; AGS, RGS, 1480-11, 114). 217 Esta cuestión fue descuidada por la historiografía durante mucho tiempo, algo de lo que se lamentaba Alfonso Franco Silva en 1979 (FRANCo SILVA 1979). Sin embargo, en las últimas décadas ha cobrado gran fuerza y en 2010 la revista Espacio, tiempo y forma. Serie III, Historia medieval, le dedicaba un ejemplar titulado Minas y esclavos en la Península Ibérica y el Magreb en la Edad Media, en el cual William D. Phillips realizó un completo estado de la cuestión: PHILLIPS 2010. 218 ARChV R. Ejecutorias, c. 381, n.º 18. 219 ARChV Pl. Civiles. Pérez Alonso (F), c. 761, n.º 1. 215

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un esclavo fue apresado por Antonio Franco de forma irregular220 y la defensa de Alonso de Verdesoto en su proceso inquisitorial se basaba en el trato sádico que había dispensado a una esclava, argumento con el que pretendía demostrar que le había denunciado falsamente por rencor.221 Pedro de Ribera y su mujer María de Medina tenían varios esclavos: nueve fueron liberados en sus testamentos y años antes habían hecho lo mismo con otros tres.222 Quizás una de las personas que más destacan en la posesión de esclavos es el conde de Ribadeo, Pedro de Villandrando, quien mostró siempre la intención de hacerse con el mayor número posible de cautivos de guerra, aunque esto supusiera vulnerar los derechos de sus soldados. En abril de 1487 se le encargó que enviara al consejo un moro del que se había apropiado;223 en 1489 pleiteó por uno de los dos esclavos moros blancos que se le habían escapado;224 en julio de 1494 Juan de Manjarrés le acusó de, durante la toma de Marbella, haberse quedado con dos moros que él había apresado;225 y en 1499 reclamó a Carlos de Arellano, conde de Aguilar, el robo de un esclavo.226 Acerca de este último el procurador del conde dijo que valía 30.000 maravedís «los quales valía muy vien por ser como era el dicho esclabo gran caballerizo e ginete e muy yndustrioso e que el dicho conde su parte quisiera más perder los dichos treynta mill mrs que el dicho esclabo, e que le avía fecho e fasya mas mengua e falta que valían los dichos treynta mill mrs».227 El conde tenía además esclavas con las que mantenía relaciones sexuales,228 tuvo al menos dos hijos bastardos con una de ellas y uno de estos, siendo varón y en vista de que Pedro no tenía hijos legítimos, litigó durante años por hacerse con su herencia, incluido el condado.229 El ejemplo del conde de Ribadeo ilustra bien hasta qué punto los esclavos eran un bien preciado para la oligarquía, pero también una presencia habitual en sus hogares. En conclusión, aunque no todas las familias de la oligarquía vallisoletana tenían un mismo perfil económico, en general todas compartían interés por la posesión de casas y tierras y recibían ingresos, no solo por sus oficios en el regimiento, sino también 220

AGS, RGS, 1494-07, 101. LóPEz MARtÍNEz 1973: 565-566. 222 ARChV Pl. Civiles. Alonso Rodríguez (D), c. 785, n.º 3. 223 AGS, RGS, 1487-4, 164; AGS, RGS, 1488-5, 46. 224 AGS, RGS, 1489-10, 83; AGS, RGS, 1489-10, 56. 225 AGS, RGS, 1494-7, 128 (El motivo para reclamar tan tarde era que el soldado había estado cinco años cautivo después de este suceso). 226 ARChV R. Ejecutorias, c. 133, n.º 7. 227 Ibidem fol. 1v. La sentencia condenó al conde de Aguilar a devolver al esclavo más los jornales correspondientes al tiempo en que lo había tenido o bien que pagase los 30.000 maravedís. 221

228 Véase más adelante en las pp. 209-210 lo que aconteció con una esclava que poseía y que la reina intentó sacar de su posesión. 229

ARChV Pl. Civiles. Pérez Alonso (F), c. 896, n.º 1. [ 70 ]

1. introducción a la oligarquía de valladolid: historiografía y prosopografía

por los cargos ya aludidos como corregidores de otras villas, procuradores ocasionales de Cortes, guardas, maestresalas, continos, capitanes de los reyes, etc. Salvo alguna excepción, también tendieron a invertir grandes cantidades en juros. Sin embargo, al contrario que la oligarquía conquense, por ejemplo,230 su inversión en ganado aparece pocas veces registrada, quizás por tratarse de un bien mueble. tampoco el arrendamiento de rentas fue de su interés, exceptuando a la familia San Pedro y a Juan de Figueroa, que fue regidor tan solo tardíamente.231 En cuanto al comercio, es evidente que las inversiones de este tipo que realizaron la mayoría de las familias fueron difícilmente comparables con el nivel de negocios que en este ámbito manejaban tanto los Verdesoto como los López de Calatayud. otros bienes como las joyas o los esclavos, tuvieron una vertiente de prestigio que les convirtió en imprescindibles para estas familias en la medida en que eran símbolo de su estatus y poder. Estas fuentes de poder económico son consistentes con el perfil predominantemente aristocrático de la oligarquía vallisoletana. Aunque la riqueza era una condición sine qua non para mantenerse dentro del grupo, no todos tenían el mismo nivel económico y las oportunidades de ascenso parecen haber estado más relacionadas con la familia en que se nacía o los vínculos con que se contaba. La conciencia de que las relaciones debieron tener un papel fundamental tanto en el ascenso al poder como en el mantenimiento del mismo, impulsa a explorar nuevas metodologías como el análisis de redes sociales, protagonista del siguiente capítulo.

230

JARA FUENtE 2000: 346-348 y 447-448. AGS, EMR, Leg. 1, 378; AGS, RGS, 1484-06, 124; AGS, CCA, Personas, Leg. 10-2, 335, Figueroa, Juan de; AGS, CCA, Leg. 139, 306. 231

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2. El análisis de redes sociales y la oligarquía de Valladolid

E

l uso del análisis de redes sociales (ARS1) en este trabajo es el aspecto más original del mismo y, al mismo tiempo, su potencial talón de Aquiles. En el taller Redes sociales y económicas en el mundo bajomedieval (Valladolid, 2010) se sostuvo que el análisis de redes sociales histórico era una propuesta arriesgada, pero que era precisamente en estas zonas de riesgo donde se hallaban las posibilidades de innovación. Durante los años empleados en llevar a cabo esta investigación no han faltado, a pesar de los numerosos profesores entusiastas de esta metodología (especialmente en historia moderna), aquellos investigadores que se han mostrado escépticos ante un trabajo de estas características.2 Se trata de un escepticismo que normalmente se dirige no al ARS en particular sino, en general, a lo que hoy en día se denomina Digital Humanities. Dicha desconfianza suele fundamentarse en parte en prejuicios, sobre todo derivados del desconocimiento de la metodología y las posibilidades reales que abre para la investigación,3 y en parte en experiencias negativas basadas en trabajos en los que la aplicación de metodologías digitales no ha sido ejecutada de forma satisfactoria. Efectivamente, un campo interdisciplinar como las humanidades digitales se presta a que la investigación tienda al desequilibrio, bien por ejecutar pobremente una técnica complicada que no se domina por completo, o bien por olvidar que dicha técnica debe estar al servicio de las humanidades. Es el caso de algunos estudios en los que los investigadores parecen dejarse llevar por la metodología y olvidan dirigirla a unos objetivos que puedan encuadrarse dentro del debate historiográfico. Este hecho ha derivado en que, a menudo, se juzgue la 1 Aunque en el resto de la obra se mantiene la versión extendida análisis de redes sociales, en este capítulo donde es el protagonista principal, para agilizar la lectura, se emplea su acrónimo: ARS. 2 Como muestra del acalorado debate acerca de la pertinencia de utilizar el ARS en nuestros estudios, bastan los trabajos de GRIBAUDI 1992 (quien comentó las críticas que se habían hecho a esta metodología en un artículo sobre las relaciones entre el individuo y la sociedad) y de LEMERCIER 2005b (que escribió a favor del ARS señalando las posibilidades que abría en el ámbito de la historia de la familia). 3 La mejor forma de argumentar en qué forma puede favorecer el ARS al análisis histórico es comprobar los resultados obtenidos en trabajos previos que combinan ambas disciplinas. En ese sentido he de remitir a mi trabajo MARtÍN RoMERA 2010, en el que expuse algunos de los principales estudios en los que se había empleado el ARS en historia medieval. En cuanto a las aplicaciones a la época contemporánea véase el reciente monográfico Las redes de poder en el mundo contemporáneo. Ayer, 105 (2017-1).

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parte por el todo, creyendo erróneamente que este defecto es inherente a la metodología y no a la forma concreta en que ha sido aplicada en un caso determinado. Por ello, uno de los principales objetivos de los numerosos trabajos que reflexionan sobre el análisis de redes histórico es precisamente esclarecer cuáles son los retos que este presenta y qué vías se abren al historiador a la hora de afrontar esas dificultades.4 Carl Knapett admite que hay un gap, una brecha, entre los aspectos cuantitativos y la perspectiva humanística de las redes y considera que la arqueología es la disciplina mejor posicionada para vencer esa barrera entre ambas.5 tom Brughmans, Anna Collar y Fiona Coward extienden esta observación de Knappett sobre la arqueología al trabajo histórico, afirmando que ambas disciplinas comparten retos similares al afrontar el ARS.6 Como estos y otros trabajos que defienden el análisis de redes sociales histórico,7 el presente estudio sostiene que las humanidades digitales pueden aportar al conocimiento historiográfico algo más que representaciones gráficas o cuantificaciones gratuitas. Se trata de metodologías que, por un lado, contribuyen al proceso heurístico y descubren información que previamente se desconocía o había pasado inadvertida para, finalmente, cuestionar nuestro conocimiento previo y permitir revisar el estado de la cuestión. Por otro, generan nuevas preguntas y aportan perspectivas diferentes a las que se habían venido aplicando con anterioridad. Sin duda, la clave de un entendimiento entre los historiadores que emplean metodologías como el ARS y los que desconfían de las mismas, pasa por centrarse en los resultados obtenidos en la medida en que estos transcienden la discusión metodológica y son capaces de alterar nuestra visión previa de un aspecto historiográfico concreto. El objetivo final de esta obra no es centrar la cuestión en la metodología del ARS per se, sino en los resultados que arroja como medio de renovación del estudio de las oligarquías castellanas y, por extensión, europeas. El presente capítulo se compone de tres apartados, dos de los cuales pueden considerarse eminentemente introductorios. Sin embargo, es pertinente subrayar que esta sección no es meramente metodológica ni se pierde en datos matemático-sociológicos. Al esforzado lector que consiga atravesar los apartados introductorios no le aguarda en la última parte una serie infinita de unos y ceros, ni tampoco una mera descripción de gráficos anodinos. Muy al contrario, al final de este capítulo encontrará algunas de las principales 4

Entre otros ERICKSoN 1997; WEtHERELL 1999; LEMERCIER 2005a, 2005b y 2015; CRoSSLEY 2010; BERy LEMERCIER 2011; BRUGHMANS, CoLLAR y CoWARD 2016b; KNAPPEtt 2016; SARNo 2017. 5 KNAPPEtt 2016: 22. En efecto, la arqueología ha sido uno de los ámbitos donde el análisis de redes histórico ha tenido mejor acogida en los últimos años: KNAPPEtt 2013. 6 BRUGHMANS, CoLLAR y CoWARD 2016b: 12. 7 De nuevo me remito a los ya citados ERICKSoN 1997; WEtHERELL 1999; DEDIEU 2000b; IMÍzCoz BEUNzA 2001; LEMERCIER 2005a, 2005b y 2015; CRoSSLEY 2010; BERtRAND y LEMERCIER 2011; BRUGHMANS, CoLLAR y CoWARD 2016b; KNAPPEtt 2016 y SARNo 2017. tRAND

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cuestiones historiográficas que afronta esta obra, como una nueva propuesta del concepto de oligarquía, una revisión de la forma en que estudiamos a estos grupos dirigentes o la discusión del papel del capital social en la reproducción de las familias en el regimiento. El primer apartado constituye una introducción más general al ARS, especialmente adecuada para los neófitos en esta cuestión. A pesar de que puede ser un tanto prolijo, se ha considerado inevitable incluirlo ya que se trata de una metodología relativamente desconocida dentro del ámbito del medievalismo castellano. El segundo apartado explica cómo se ha adaptado dicha metodología en este trabajo, ya que hay una serie de decisiones metodológicas que han de tomarse a lo largo del proceso de reconstrucción de las redes y que deben ser aclaradas para su adecuada comprensión. El tercero concentra las principales conclusiones en torno a los resultados que el ARS proporciona cuando se aplica a la oligarquía de una villa como Valladolid. En principio las posibilidades de análisis son múltiples y dependen tanto de los intereses del investigador como de la calidad y características de las fuentes. Se pueden realizar comparativas entre familias, individuos, perfiles sociales, género, tipos de relaciones, etc.; observar las diferencias entre las familias ascendentes y las que desaparecen del regimiento; analizar la posición de los letrados, los comerciantes, los señores de tierras, los continos o los corregidores; rastrear si existen subgrupos con una mayor cohesión y qué elementos son los que les unen, etc. Por limitaciones de espacio y tiempo, se ha optado por presentar una serie de casos que conectasen directamente con cuestiones fundamentales de los estudios de oligarquías bajomedievales tales como la jerarquización interna de la oligarquía, la definición de la misma, el cierre o la apertura de estos grupos o la reproducción oligárquica. Es importante destacar que no toda la información elaborada a través de la reconstrucción de las redes sociales de la oligarquía se ha incluido en este capítulo. Esto es así porque, dado que todo el libro comparte el enfoque relacional, parecía empobrecedor recluir estos resultados de forma aislada en su propio capítulo, en lugar de insertarlos en el contexto de las distintas cuestiones históricas que se afrontan a lo largo de toda la obra. De esta forma, se conjugan ambas opciones: este capítulo da las claves para entender las redes, cómo han sido reconstruidas y algunos de los principales resultados, pero no agota las posibilidades de las mismas y la cuestión de las redes es retomada en diversos puntos de esta obra para discutir cuestiones como el papel del clientelismo frente al del parentesco o el funcionamiento de los linajes de caballeros urbanos, entre otras. Como última prevención antes de adentrarse en este capítulo, ha de señalarse que la reconstrucción de las redes a través de los programas de ARS permite realizar diversas representaciones gráficas de las mismas. Dichos gráficos se encuentran en el [ 75 ]

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anexo III y, dado que no son fáciles de comprender sin ciertas nociones acerca de su composición, son explicados en este y otros capítulos remitiendo en cada caso al gráfico pertinente. De igual forma, antes que recurrir a leyendas que ocuparían mucho espacio y no terminarían de ser autoexplicativas para los neófitos en el tema, en los gráficos se señalan las páginas del libro donde se informa acerca de qué representan y donde se discuten sus resultados.

2.1. El análisis de redes sociales Los trabajos prosopográficos han resultado de un valor incalculable para el avance en el conocimiento de distintos colectivos y, en concreto, de las élites; pero también han apuntado a la necesidad de completar la prosopografía con otros enfoques en lugar de emplearla como un recurso único.8 Jean Pierre Dedieu es uno de los historiadores que más ha insistido en la necesidad de combinar prosopogafía y ARS.9 El impulso que ha dado a esta metodología en los estudios hispánicos puede medirse por las contribuciones a un volumen homenaje en su honor publicado en 2017.10 En él el repaso historiográfico de Andoni Artola y Álvaro Chaparro destaca que Jean Pierre Dedieu renovó una prosopografía que comenzaba a dar muestras de agotamiento al combinarla con el enfoque relacional: La prosopografía raramente había tomado antes en cuenta la dimensión relacional del grupo estudiado. Poner las relaciones en el primer plano suponía romper con la prosopografía clásica (la que delimitaba su objeto de estudio en base a criterios jurídicos, con la consecuencia de considerar el grupo estudiado autosuficiente y aislado de otros) pasando a la aspiración de dar cuenta del conjunto de las relaciones que, así dentro como fuera de un grupo dado, mantenían los individuos que formaban parte del mismo.11

En la presente obra el ARS se presenta como una técnica que soluciona algunas de las limitaciones de la prosopografía. Este método se centra en los vínculos de los individuos 8 En 1985 se publicó un volumen sobre informática y prosopografía (MILLEt 1985) cuyos trabajos resultan obsoletos en lo que se refiere a la computación, pero que ya entonces planteaba algunos de los retos y dificultades que presenta la realización de un trabajo prosopográfico e incluso incluían un estudio en el que se empleaban grafos como los utilizados en el ARS (BRESSoN 1985). 9 Por ejemplo en DEDIEU 2000b. 10 BERtRAND, ANDÚJAR y GLESENER 2017. 11 ARtoLA y CHAPARRo 2017: 39.

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entre sí, recreando redes sociales basadas en los lazos e interacciones que el investigador desee estudiar. Unir este enfoque al análisis prosopográfico abre multitud de posibilidades e implica comprender que las características de un individuo (sus atributos) están relacionados con su posición en la red y, al mismo tiempo, que los atributos de aquellos que poseen una posición preeminente tienen mayor repercusión sobre el conjunto del grupo. La riqueza interpretativa que la conjunción de ambos métodos ofrece es especialmente atractiva cuando se estudian grupos de poder como las oligarquías. Sin embargo, los estudios que combinan estas dos líneas son aún escasos. Los límites de espacio de este trabajo no permiten incluir una explicación exhaustiva del ARS, pero el lector interesado en dicha metodología puede consultar tanto los manuales existentes,12 como los trabajos introductorios contenidos en la obra colectiva Redes sociales y económicas en el mundo bajomedieval.13 Sin embargo, dado que el uso del ARS es relativamente reciente en el ámbito de la historia medieval castellana, es imprescindible aclarar algunos conceptos básicos para que pueda comprenderse, no solo esta metodología a nivel general, sino especialmente cómo ha sido aplicada en la presente obra. José Luis Molina propone la siguiente definición: El análisis de redes sociales estudia relaciones específicas entre una serie definida de elementos (personas, grupos, organizaciones, países e incluso acontecimientos). A diferencia de los análisis tradicionales que explican, por ejemplo, la conducta en función de la clase social y la profesión, el análisis de redes sociales se centra en las relaciones y no en los atributos de los elementos.14

Los atributos son características intrínsecas de los actores sociales (edad, raza, género, profesión, etc.), mientras que las relaciones son conexiones entre pares de actores que expresan contactos, transacciones, comunicación, servicios dados o recibidos, etc. Dicho de otra forma, el ARS considera que lo fundamental en la estructura social no son tanto los individuos y sus características, como la forma en que estos se relacionan, las redes que construyen, cómo las articulan y se integran en ellas, qué tipos de vínculos establecen y cómo fluye la información a través de estos. En este sentido, la posición de los sujetos dentro de la red influye en sus características y comportamiento, y la sociedad

12

Quizás el manual más conocido sea WASSERMAN y FAUSt 1994. Existen otros destacados como: DEy FoRSE 1994; SCott 1991 y 2002; y HANNEMAN y RIDDLE 2005. En español se pueden consultar las obras de MoLINA 2001; y REQUENA SANtoS 2003. 13 CARVAJAL DE LA VEGA et al. 2011. 14 MoLINA 2001: 13. GENNE

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se considera el producto de la articulación de estas redes. Bajo este enfoque y según Simmel «la forma y el modelo que toman las relaciones son, incluso, más importantes que su contenido».15 Clyde Mitchell señala que la particularidad del ARS es que las características del conjunto de uniones puede emplearse para interpretar el comportamiento social de las personas en la red.16 No se trata, por consiguiente, de que las características de los actores les lleven a una posición determinada dentro de la red, sino que, de forma inversa, son las características de la red las que influyen en sus posibilidades, su manera de actuar e incluso en sus atributos.17 En otras palabras, uno no tiene influencia por ser regidor, sino que su posición dentro de una red amplia de relaciones (su familia, parientes, patrones, clientes y amistades), le sitúan en un lugar destacado dentro de la red, lugar que puede, o no, coincidir con atributos como el de nobleza o de regidor. Dichos atributos, como se verá en este trabajo, son producto de las redes y, a la vez, las retroalimentan. No conviene radicalizar esta concepción que podría parecer excesivamente determinista y llevar a una negación de la iniciativa y capacidad de los individuos. Jeremy Boissevain, al explicar las diferencias entre este enfoque y el funcionalismo estructural, insiste en los intereses personales del individuo como motor de sus acciones, pero recuerda que, al mismo tiempo, el resto de personas condiciona sus posibilidades de actuar.18 Estas palabras muestran que el enfoque de las redes sociales conecta necesariamente con la cuestión historiográfica y sociológica de la agency, la voluntad y capacidad de acción del individuo en distintas sociedades y su papel frente a las estructuras.19 Lejos de negar la iniciativa individual, lo que se pretende es plantear los límites que la sociedad —en este caso concebida como red social en la que la persona se halla inserta— establece a esa iniciativa y libertad de acción.

15

SIMMEL 1977. MItCHELL 1969: 2: «A specific set of linkages among a defined set of persons, with the additional property that the characteristics of these linkages as a whole may be used to interpret the social behaviour of the persons involved». 17 Para profundizar en la comprensión del particular enfoque de las redes sociales véanse los manuales ya citados en particular WASSERMAN y FAUSt 1994; y MoLINA 2001: 18-19. 18 BOISSEVAIN 1974a: 6: Man is thus also a manipulator, a self-interested operator, as well as a moral being. that is, he is constantly trying to better or to maintain his position by choosing beween alternative courses of action. But since he is dependent on others, it is imposible for him to achieve his own self-interest unless he takes others into account and can demonstrate that his action in some way benefits or does not harm them. 19 EMIRBAYER y GooDWIN 1994. La cuestión de la agency frente a la estructura ha sido objeto de interminables debates por parte de la sociología histórica, entre ellos los conocidos trabajos de Pierre Bourdieu que propone el concepto de habitus como punto de confluencia de ambos (BoURDIEU 2007). Un interesante resumen de la discusión en el marco de la revisión del marxismo puede hallarse en la introducción a la segunda edición del ya clásico trabajo de CALLINICoS 2004. 16

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La aplicación de esta metodología al caso de los dirigentes vallisoletanos supone un punto de partida netamente diferente al de la mayoría de estudios sobre élites, ya que una de las primeras premisas es que la oligarquía no puede identificarse automáticamente con un grupo que ostente un atributo concreto (como el de regidor), ni puede considerarse un grupo funcional a menos que se halle de facto unida por una serie de lazos en una misma red. Compartir las mismas características no presupone una comunidad de intereses, unidad de acción o comportamientos similares, sino que todos estos factores están relacionados con la posición del individuo en la red. Se trata de insistir en las relaciones concretas y atestiguadas como base de la formación de grupos reales, en lugar de continuar anclados en divisiones teóricas. De hecho, una de las cualidades más elogiadas del ARS es que permite superar categorías cerradas en sí mismas, establecidas de forma apriorística y que impiden una visión compleja de la articulación de la sociedad, articulación que se plasma en relaciones verticales y horizontales entre individuos de distintos estratos sociales. José María Imízcoz Beunza señala que gracias a este método se ha cuestionado el valor de las categorías con las que se venía trabajando y se ha transferido el protagonismo histórico de los «actores alegóricos» clásicos (las clases, los grupos sociales, el Estado) a los actores efectivos de los procesos históricos, los individuos buscando sus configuraciones colectivas reales, sus motivaciones, experiencias y valores, así como sus interacciones en contextos cambiantes.20

En la misma línea, Giuseppe de Luca afirma que el concepto de clase como grupo rígido e impermeable es desmentido por el enfoque de redes, al mostrar la trama de relaciones horizontales y verticales que conecta a los distintos elementos de un sistema social, impidiendo reducirlo a la simple dicotomía entre nobles y burgueses.21 Por lo tanto, se trata de un enfoque especialmente adecuado para estudiar la oligarquía que no fue un grupo social aislado, sino que estaba estrechamente relacionado con la nobleza, la corte y con ciertos sectores del común. Estos aspectos, que a menudo se olvidan en los estudios sobre élites, son fundamentales en este trabajo en la medida en que dichas relaciones condicionaron el devenir de estas familias y, particularmente, los acontecimientos que tuvieron lugar en los años previos a la revuelta de las Comunidades.

20 21

IMÍzCoz BEUNzA 2001: 20. LUCA 1995: 318. [ 79 ]

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De forma paralela a este enfoque más teórico,22 el ARS ofrece una metodología a través de la cual analizar la información relacional de estas redes. tras recoger la información acerca de los vínculos que se quieren investigar, esta se ordena en matrices que, a través de los programas informáticos de ARS, permiten representar gráficamente las redes. Dichos programas proporcionan un conjunto de procedimientos matemáticos que, manteniendo esa filosofía, calculan distintos parámetros de las redes sociales para investigar aspectos como la densidad, la centralidad o la intermediación, que serán explicados más adelante. Este sistema nos puede mostrar en qué zonas de la red hay una mayor densidad, qué individuos poseen más conexiones, qué personas actúan de enlace entre unos y otros grupos, qué subgrupos se forman dentro de la red, etc. A partir de ahí, el historiador debe relacionar estos resultados con los otros datos con que cuenta. El ARS nos puede mostrar qué actor es un punto de corte o broker,23 pero es el investigador quién debe encontrar sentido pleno a este concepto dentro de su contexto histórico.24 De capital importancia es explicar algunos conceptos básicos para comprender cómo se reconstruyen las redes sociales a través de esta metodología y qué tipo de información procesan los programas informáticos empleados para la misma.25 Las redes sociales se plasman a través de grafos. Un grafo es una representación compuesta por un conjunto de nodos (puntos) que simbolizan a los actores (que pueden ser individuos, colectivos o instituciones), y por un conjunto de arcos o aristas (líneas) que son los lazos, los vínculos. Pueden existir tantas aristas entre los distintos nodos como tipos de vínculos.26 La sociedad 22

En los años setenta se cuestionó si el ARS podía considerarse una teoría. Clyde Mitchell, aunque reconoció sus limitaciones como teoría, arguyó que dichas limitaciones eran comunes a muchas teorías antropológicas: MItCHELL 1974: 283. tom Brughmans, Anna Collar y Fiona Coward prefieren hablar de perspectivas de red en plural, ya que consideran que no se trata de una teoría unificada, sino de variantes metodológicas que el historiador debe explorar para encontrar la que mejor se adecúa a su trabajo (BRUGHMANS, CoLLAR y CoWARD 2016: 4). 23 Un actor se considera un punto de corte si al eliminarlo, y por tanto eliminar los enlaces que inciden en él, el grafo (la red) queda desconectado o aumenta su número de componentes (subgrupos). Es decir que es un actor que actúa de intermediario entre otros que solo están conectados entre sí a través de él. 24 Isabel Sánchez Balmaseda señala que el broker, como único punto de unión entre varios grupos, puede ser tanto un traidor como un conciliador entre dos facciones opuestas: SÁNCHEz BALMASEDA 2002: 181. 25 Es fundamental el ya mencionado manual de Wassermann y Faust que incluye también un pequeño glosario WASSERMAN y FAUSt 1994: 17-21. otro glosario puede encontrarse en la revista Redes: http://revista-redes.rediris.es/glosario.pdf. Para los hispanohablantes una obra útil para la introducción al ARS es la tesis de SÁNCHEz BALMASEDA 2002. 26 Cuando dos puntos o nodos están unidos por una línea, significa que están conectados por una arista, o un vínculo. Los vínculos tienen cuatro cualidades distintas: contenido, forma, duración y direccionalidad. El contenido se refiere al significado de la relación, es decir, si los vínculos que estamos analizando representan amistad, parentesco, comunicación, relaciones laborales, etc. Cuando hay más de un tipo de relación nos encontramos ante una situación de multiplicidad, como es el [ 80 ]

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sería, por lo tanto, el resultado de la articulación de estas redes entre individuos o colectivos. Las ventajas de los programas informáticos de ARS son varias. En primer lugar, permiten realizar una representación gráfica de las redes cuya visualización evidencia aspectos ocultos en la documentación. En segundo lugar, analizan parámetros que antes no eran tenidos en cuenta, como la densidad, la centralidad o la intermediación. Son parámetros que se miden a través de ecuaciones y operaciones matemáticas y que resultan muy útiles para estudiar al grupo. La densidad de la red nos dice en qué medida están interconectados los miembros de dicha red. Cuantos más vínculos hay en una red, mayor es su densidad. La centralidad permite identificar a los actores más influyentes o importantes, los que poseen un mayor control sobre el flujo de recursos, información, etc. Una localización central en el grafo equivale a una posición estratégica. Por lo tanto, la idea de centralidad no hace referencia a la posición geográfica de un actor, sino a su grado de integración o cohesión en la red.27 Los programas identifican también a los actores que tienen un mayor poder de intermediación, es decir que actúan como brokers, como intermediarios, lo que puede llevar aparejada una influencia considerable.28 Por último, para no extender la enumeración de posibilidades de cálculo de estos programas, señalaremos que también permiten detectar subgrupos dentro de la red, es decir, grupos de actores que están especialmente conectados entre sí. caso de este trabajo en el que se ha considerado una gran variedad de vínculos, como se explicará más adelante. La forma es la fuerza o intensidad de las relaciones. Ante esta cualidad hay varias opciones. Se puede representar el vínculo simplemente en términos binarios (0 ó 1): es decir, o existe la relación (simbolizándose con un 1) o no existe (se le asigna entonces un 0). también es posible estimar la fuerza del lazo asignándole un valor que puede tener distintos significados; se ha relacionado la intensidad de los vínculos con la duración y la frecuencia aunque no siempre tiene por qué responder a estas dos características. Como en muchos otros estudios, en este caso en la mayoría de los vínculos no existe información suficiente ni criterios que aconsejen establecer una gradación en la intensidad de dichas relaciones por lo que simplemente se ha establecido si estas existían o no (1 ó 0), sin atribuirles un valor. La duración de los vínculos no es más que el tiempo durante el cual se prolongan. Finalmente, la direccionalidad afecta al vínculo más que al nodo. Un vínculo es dirigido si no es recíproco o simétrico, sino que va de una persona a otra. Por ejemplo, solicitar un favor o la relación jefe-empleado, serían vínculos asimétricos y dirigidos. Aunque esto en la teoría puede resultar claro, en la práctica social resulta bastante más complejo, porque los contactos raramente son unidireccionales y, por tanto, en este trabajo se ha prescindido de la direccionalidad. En el caso de este estudio, se ha considerado, por ejemplo, que si los reyes concedían una merced el vínculo estaba dirigido desde los reyes hasta el receptor de esa gracia pero, al mismo tiempo, es evidente que esa persona con toda probabilidad había solicitado previamente dicho favor, aunque no tengamos constancia de su súplica. Por lo tanto, aunque durante la recolección de la información se diferenció entre lazos dirigidos y no dirigidos, esta distinción no se ha tenido en consideración a la hora de realizar el análisis. 27 Linton Freeman fue el primero en sistematizar el concepto de centralidad dividiéndolo en tres tipos: centralidad de grado, centralidad de cercanía y centralidad de intermediación: FREEMAN 1978-79 y 1979-80. 28 BoISSEVAIN 1974a: 147-165; FREEMAN 1977. [ 81 ]

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2.2. El proceso de reconstrucción de las redes de la oligarquía A la luz de lo anteriormente expuesto, un reto evidente para este trabajo es probar la funcionalidad del ARS cuando se aplica a épocas preestadísticas como la bajomedieval. Se han apuntado ya algunas premisas importantes que hay que tener en cuenta a la hora de afrontar dicho reto. Para empezar, la metodología de redes ha sido elaborada por sociólogos y matemáticos pensando en la aplicación a realidades actuales e inmediatas.29 Por lo tanto, su utilización en estudios medievales precisa de cierta adaptación de los criterios del ARS para que pueda ajustarse tanto a nuestras limitaciones como a nuestros objetivos. Una de las principales críticas que suelen dirigirse contra esta metodología es que la información resulta incompleta. Lo cierto es que, por un lado, estas críticas tienden a obviar que la información siempre es imperfecta, incluso cuando se lleva a cabo un estudio sociológico hoy en día y a pesar de todos los recursos a nuestra disposición en el presente. Por otro, aún más importante es comprender que estos defectos son inherentes a la información, no a la metodología, y por tanto deben de ser tenidos en cuenta y ponderados tanto si se analiza la documentación desde un punto de vista tradicional, como si se emplea el ARS. En ese sentido, el ARS es tan imperfecto como lo sean nuestras fuentes y la labor del historiador, como en cualquier otro caso, es la de advertir acerca de cómo los condicionantes de la documentación afectan a los resultados obtenidos y en qué medida debe de aplicarse un cierto índice corrector. En consecuencia, para comprender mejor los resultados y contextualizarlos, y dado que existe cierta disensión acerca de cómo puede adaptarse esta metodología a épocas preestadísticas, es imprescindible clarificar siempre cuáles son los criterios con los que se ha aplicado el ARS.30 Con respecto a las redes que se han reconstruido en este trabajo, la información recogida incluye toda la documentación encontrada concerniente a los regidores vallisoletanos entre 1450-1520 en los principales archivos y fondos relevantes para el estudio de esta localidad.31 Por razones evidentes, los datos relacionales encontrados son menores cuando se refieren a individuos que solo vivieron unos pocos años dentro del arco temporal del estudio, es decir, aquellos que no aparecen en el regimiento des29

El ARS se desarrolló con la confluencia de tres corrientes: la sociometría, los antropólogos de Harvard y Chicago en los años treinta y la Escuela de Manchester. Algunos trabajos básicos en dicho desarrollo son BARNES 1954; Bott 1990 (cuya primera edición data de 1957); y MItCHELL 1969. Una breve historia del ARS en «Social Network Analysis: Definition and History» 2000. 30 Más sobre la adaptación de este método a cuestiones históricas en mi artículo MARtÍN RoMERA 2011. 31 La lista completa de fuentes se halla en las pp. 27-30 e incluye documentación de los siguientes archivos: Archivo General de Simancas, Archivo Histórico Nacional (incluida la Sección de Nobleza en toledo), Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, Real Academia de la Historia, Archivo Histórico Provincial de Valladolid, Archivo Municipal de Valladolid y Archivo de la Catedral de Valladolid. [ 82 ]

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pués de 1465 o que aparecen solo a partir de 1510. Del mismo modo, los individuos que vivieron durante el reinado de los Reyes Católicos están mejor documentados por lo general, lo que influye también en la reconstrucción de sus redes. La situación ideal es partir de fuentes homogéneas y uniformes, ya que en esos casos los vínculos son siempre del mismo tipo o parecidos y tienen un mismo significado; lo que hace mucho más fácil la comparación, así como detectar tendencias. Un ejemplo de esto es la red realizada en el capítulo sobre los linajes. Esta red se ha construido a partir fundamentalmente de una fuente, el libro de las casas de Fernán Sánchez y los Mudarros (red 19, p. 382), en la que se repite continuamente el mismo tipo de relación: personas que presentan a otras, caballeros que renuncian oficios en otros caballeros y la realización de pleitos homenaje. Además el arco temporal es más reducido puesto que, aunque hay datos desde 1457, la mayoría de estos aparecen desde 1506, cuando empieza a redactarse el libro. Este tipo de trabajo se podría realizar para estudiar otras fuentes con un carácter más homogéneo. Por ejemplo, analizar las redes de las personas a través de las mandas testamentarias, la documentación fiscal32 o examinar los árbitros a los que acudían las partes, algo que David G. Shaw pudo hacer gracias a los registros del tribunal de Wells.33 En el caso castellano la escasez documental obstaculiza muchas de las aplicaciones posibles. La documentación no siempre precisa qué tipo de relaciones interpersonales existen entre los sujetos y aún cuando la precisa, a menudo se nos escapa el contenido real que tenían dichas relaciones desde el punto de vista y la experiencia personal de estos. Por otro lado, una de las mayores dificultades consiste en distinguir entre los diferentes vínculos existentes en esta época, ya que a menudo distintas modalidades de lazos se superponen, lo que complica precisar el peso específico que se debe dar a cada uno de ellos y conocer la verdadera naturaleza del vínculo. Esto se constata especialmente al comprobar que en época medieval muchos de los lazos estaban basados en relaciones de parentesco y que los límites entre un tipo de relación y otro son difusos.34 Cuando se trabaja con bases de datos y metodologías cuantitativas, el investigador está obligado a elegir dentro de un set limitado de categorías y etiquetas, a pesar de que la realidad raramente responde de forma unívoca a estas. Si bien nadie niega la funcionalidad de las bases de datos y las posibilidades que brinda el asignar distintas categorías, es preciso comentar también las limitaciones de estas. Una forma sencilla de entender la complejidad del proceso es emplear, como ejemplo, las relaciones que aparecen en los testamentos. En las mandas testamentarias 32 33 34

oRtEGo RICo 2015. SHAW 2005b. EMICH et al. 2005. [ 83 ]

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se prescribe una transacción cuyo aspecto más incontestable es su contenido económico: se lega una serie de bienes lo que supone que estos bienes se transmiten desde una persona a otra. Efectivamente, en no pocas ocasiones el testamento, como instrumento para poner en orden las cuentas personales, incluye deudas que han de ser saldadas y que responden a meros intercambios económicos. Sin embargo, las donaciones que se describen responden a menudo a una relación de parentesco, clientelar o de servicio o incluso amistad con la persona que recibe ese bien. En estos casos, aunque el historiador comprende que la manda testamentaria es, más que una transacción económica, el reflejo de la preocupación por el sustento de la otra persona, la obligación moral de recompensarla por un servicio o la convicción personal de estar en deuda con ella, si la documentación no explicita el contexto de la transmisión de bienes, no pueden registrarse más que como un intercambio económico. Asimismo, es preciso justificar una serie de decisiones metodológicas, ya que no existe un acuerdo unánime entre los autores que recurren al ARS. Con respecto a qué se considera un vínculo existe la posibilidad de tomar en consideración las interacciones o las relaciones. En el primer caso, se trata de una acción, una situación en la que los contactos interactúan: se mantiene una conversación, se intercambian cartas o, simplemente, se coincide físicamente en un lugar determinado. En cambio las relaciones son de alguna forma pasivas, tienen un carácter nominal: se es pariente, amigo, hermano, etc. Algunos sociólogos insisten en que, a la hora de reconstruir las redes, tan solo las interacciones pueden ser tenidas en cuenta, atribuyéndoles un empirismo del que carecerían las relaciones, construidas desde el discurso y presas de la abstracción. Sin embargo, si nos remitimos al giro lingüístico de los años setenta,35 el valor del discurso, en este caso en particular del discurso respecto a las relaciones y contactos entre las personas, es una fuente de conocimiento incalculable que no deberíamos desestimar. Declararse pariente es un acto performativo, una pretensión de asociarse a una determinada persona y, si dicho parentesco es establecido por un tercer individuo, es la constatación de que esa tercera persona y/o el entorno de la misma reconocen dicho vínculo como tal. Desde un punto de vista histórico podríamos rebatir, tanto el significado de las interacciones, como la supuesta inadecuación de las relaciones como parte de las redes.36 35

SCHMIDt-NoWARA y CARAzo CARRASCo 2009. A este respecto es relevante la discusión mantenida entre José María Imízcoz Beunza y zacarías Moutoukias en la que el segundo abogaba por limitar los lazos a las interacciones (MoUtoUKIAS 1995) y el primero por incluir las relaciones entre los vínculos (IMÍzCoz BEUNzA 2017). Finalmente, el propio Moutoukias incluía las relaciones de parentesco en sus grafos en MoUtoUKIAS 2017. IMÍzCoz BEUNzA 2017: 72: «no deja de ser importante tener en cuenta esta tipología de lazos personales, porque nos remiten a universos normativos, a formas de organización o instituciones (…) que tienen su orden antropológico, su derecho, sus 36

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Entre los ejemplos de interacciones que resultan controvertidas destacan los testigos presentes en la firma de contratos. Desde la perspectiva de la interacción, la presencia del testigo, al margen de que esté allí de forma casual y no conozca a las partes previamente, constituye un vínculo: partes y testigo han coincidido, se conocen y, por lo tanto, son un contacto. Desde una perspectiva histórica es mucho más difícil argumentar el sentido de tener en cuenta dicho vínculo. Este tipo de contactos tienen interés sobre todo dentro de la teoría sobre la fuerza de los vínculos débiles de Mark S. Granovetter.37 Según esta teoría los vínculos con personas menos cercanas a nuestro círculo suelen resultar más útiles ya que pueden conectarnos con individuos (y recursos) fuera de nuestro entorno a los que difícilmente accederíamos por nuestros propios medios. El problema comienza desde el propio planteamiento del vínculo débil o vínculo fuerte. Si la fuerza del vínculo depende del tiempo, la intensidad y el intercambio que se realiza entre los dos implicados, lo cierto es que no existe una fórmula sencilla para medir dicha fuerza. Si nos trasladamos a fuentes históricas esto resulta aún más complicado. Es por esto que en este trabajo a los vínculos no se les ha dado un valor con respecto a la fuerza que tendrían, tan solo se ha establecido cuándo están atestiguados y cuándo no (opción ampliamente difundida también entre los estudios de ARS sobre muestras actuales a través de encuestas). En cualquier caso, la pregunta de fondo es si la presencia de estos testigos constituiría en la baja Edad Media un vínculo débil que cumpliese con las funciones que Granovetter les atribuye. El prototipo de los vínculos débiles son algunos de los que hoy en día se reproducen continuamente en el seno de las redes sociales en internet. Vivimos en una sociedad en la que es habitual intercambiar datos de contacto con personas prácticamente desconocidas. Hay quienes incluyen a cientos de amigos en sus redes sociales con los que no guardan ningún tipo de relación pero, gracias a estas vías de información, podrán recurrir en el futuro a ellos si lo consideran pertinente. Este mecanismo puede funcionar en sociedades más espontáneas, menos ritualizadas y con menos diferenciación social como la actual pero ¿es extrapolable a la Edad Media? Volviendo al ejemplo de los testigos aquí expuesto: si un regidor acudiese a realizar un contrato y firmase como testigo el criado del escribano o una persona que estuviese de paso ¿establecería esto algún precedente entre ellos? En caso de necesitar el regidor recurrir a una persona de ese entorno en el futuro ¿no se dirigiría antes al escribano al que ha contratado que a los criados de este? normas y valores, su economía moral. Las interacciones de los individuos en su seno cobran un significado (y deben ser entendidas y evaluadas) dentro de este orden: no solamente para tener en cuenta el universo normativo en el que interactúan los actores, sino desde el punto de vista de las mismas interacciones, para entenderlas en el juego de expectativas mutuas, de valoraciones, de economía moral, que los actores expresan en sus interacciones». 37 GRANoVEttER 1973. [ 85 ]

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No se discute aquí la fuerza de los vínculos débiles que explicaba Granovetter, sino si la coincidencia espacio-temporal no es una razón demasiado endeble para afirmar que existe un vínculo, ya sea débil o fuerte, en la época estudiada. Especialmente cuando se trata de rastrear, en la medida de lo posible, los contactos significativos que puedan mostrar una pauta de comportamiento. Por otra parte, la documentación bajomedieval ha dejado constancia en mucha mayor medida de las relaciones, que de las interacciones. Es indudable que las relaciones pueden ser engañosas ¿en qué consiste ser padre, amigo, criado? ¿Qué nos dicen esos nombres acerca del intercambio real entre dichas personas? Sin embargo hay que tener en cuenta, en primer lugar, que son numerosísimos los estudios de ARS que también tienen en cuenta las relaciones, en lugar de tan solo las interacciones; y, en segundo lugar, que solo incluyendo las relaciones dentro del objeto de estudio podemos estudiar qué tipos de interacciones van aparejadas con dichas relaciones. Solo así se pueden plantear cuestiones como cuándo una sociedad establece que existe un tipo de relación y cómo esta se concreta en sus redes sociales. Es el caso del estudio de Robert M. Smith que analizó los vínculos en los registros de los tribunales en un manor (dominio señorial) en Suffolk (Inglaterra) entre 1260 y 1293. Smith comparó cuántos contactos de los que aparecían en las fuentes se producían dentro del seno familiar. Se combinaban, por lo tanto, relaciones e interacciones en el estudio, atendiendo al objetivo del mismo: comprobar si el parentesco predominaba, o no, sobre los lazos comunitarios.38 En cuanto al arco temporal que, siempre en términos relativos, puede considerarse amplio para un estudio de estas características, lo cierto es que otros trabajos previos han abarcado periodos similares, como el de David Gary Shaw (desde 1377 hasta 1450),39 o incluso mucho mayores —es el caso del proyecto del Instituto de Matemáticas de toulouse (de 1240 a 1350 y de 1450 a 1520).40 No es por lo tanto inusual que se reconstruyan redes que no son completamente sincrónicas, es decir, que no muestran tan solo las relaciones activas en un mismo momento. Esto significaría acotar muchísimo el espacio temporal y, con ello, teniendo en cuenta la disponibilidad documental en época medieval, reducir muchísimo los resultados. Si ya de por sí nuestras fuentes 38

SMItH 1979. SHAW 2005b. 40 Los resultados preliminares de este grupo han sido expuestos en distintos trabajos entre ellos: BoULEt y JoUVE 2007; o en la comunicación presentada por BoULEt, R., HAUtEFEUILLE, F., JoUVE, B., KUNtz, P., LE GoFFIC, B., PICARoUGNE, F. y VILLA, N., «Sur l’analyse de réseaux de sociabilité de la société paysanne médiévale», en la conferencia Méthodes Computationnelles pour Modèles et Apprentissages en Sciences Humaines et Sociales (MASHS), 10-11 mai 2007, en Brest, que puede hallarse en internet en el siguiente enlace: https://hal.archives-ouvertes.fr/hal-00674238/document 39

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son caprichosas, limitarlas a los datos hallados para un año en concreto podría tergiversar muchísimo la imagen que se proyectase de los contactos de una persona. Considerar periodos de tiempo más amplios permite ver la red de una familia en conjunto y considerarla en una perspectiva más amplia. Posibilita además comprobar la potencial transmisión de los vínculos de padres a hijos y observar cómo unas relaciones sobrevienen a otras, como suele ocurrir en el caso de la conflictividad. En resumen, en esta investigación no se ha considerado la interacción como único tipo de vínculo para la reconstrucción de redes, sino que se han incluido las relaciones, y no se ha impuesto el criterio de sincronía, sino que el arco temporal es considerablemente amplio. Dos decisiones que, si bien no son compartidas por todos los investigadores que emplean ARS, son comunes a muchos otros trabajos de análisis de redes sociales histórico, tal y como se ha señalado. A la hora de recabar datos para estas redes se ha seguido la técnica de Snowball o de la bola de nieve. Esta técnica consiste en concentrarse primero en un grupo acotado de personas. En este caso el punto de partida han sido los regidores conocidos entre 1450 y 1520 y la búsqueda de cualquier tipo de documentación que aludiese a estos. Una vez que se tuvo toda la información sobre los contactos de esas personas, se buscaron los contactos de sus contactos, lo que proporcionó un nuevo set de personas. Esta técnica se puede continuar, repitiendo una y otra vez la operación, lo que va aumentando los lazos y los actores de la red de forma exponencial. Sin embargo, debido a la cantidad de documentación y datos obtenidos, la investigación se detuvo en este segundo paso en el que se incluyeron en la red los contactos de los contactos de los regidores.41 Al ser la información tan heterogénea se ha tenido que hacer un trabajo concienzudo de examen y catalogación de los vínculos. En cada caso ha sido preciso analizar, primero, si la mención en la documentación se correspondía con un vínculo y, después, bajo qué categoría se incluía dicho vínculo. En lugar de un criterio rígido se ha optado por examinar cada caso en su contexto. Por ejemplo, por las razones ya expuestas los testigos han sido incluidos en la base de datos siempre que hubiese motivos de peso para considerar que habían sido llamados por una de las partes y, en tal caso, aparecen tan solo ligados a dicha persona. En el resto de los casos han sido excluidos. En este sentido la casuística es casi interminable y el criterio ha 41 Aunque esta fue la metodología empleada, se establecieron una serie de excepciones. En el caso de contactos acerca de los cuales contamos con una documentación inabarcable (como los propios reyes) habría resultado, no solo una tarea ímproba, sino además un elemento altamente distorsionador de la red (que está concebida como la red de la oligarquía vallisoletana) recurrir a investigar todas las relaciones e interacciones por parte de estos individuos con cualquier persona fuera de la red objeto de estudio. En esos casos, se decidió incluir a los individuos dentro de la red, pero no se procedió a investigar las relaciones de estos individuos como dicta la técnica de snowball.

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tendido a ser restrictivo, lo que supone que aparezcan menos vínculos en la red de los que quizás otra investigadora podría haber considerado como susceptibles de ser incluidos. En cuanto a la clasificación, las relaciones se han agrupado bajo ocho tipos generales de vínculos: familiares, de parentesco, económicos, clientelares, laborales, de representación, de afinidad y de conflictividad. Las relaciones familiares o de parentesco, se incluyen tan solo cuando la documentación las especifica. Esto quiere decir que, aunque A sea padre de B, que a su vez es padre de C, no se ha incorporado la relación de parentesco entre A y C a no ser que la documentación diga que A era abuelo de C. De haberlo hecho así, se habrían incluido todas las relaciones que las genealogías muestran indiscriminadamente, mientras que ha parecido más racional señalar que dos personas eran primos, o tío y sobrino, solo si la documentación lo indica reconociendo este parentesco abiertamente. No hay que olvidar que, en la medida en que el parentesco es una construcción social —como ha demostrado la antropología—, comprender a una sociedad implica también evitar imponer nuestras propias categorías al respecto y recoger tan solo como parentesco lo que esa sociedad propone como tal.42 Como relaciones familiares se han establecido aquellas que atañen a una familia de tipo nuclear y que suelen indicar con mayor probabilidad un periodo considerable de cohabitación: padres e hijos, hermanos y cónyuges. Las de parentesco se aplican al resto de parientes: primos, tíos, sobrinos, abuelos, cuñados, suegros, padrastros, etc. Las económicas se refieren a transacciones como compras, ventas, alquileres, préstamos o cualquier transmisión de bienes o capital. En el apartado sobre el clientelismo se hablará de la relativa confusión historiográfica que existe con respecto a los lazos clientelares con aquellos de tintes feudovasalláticos pero, para simplificar, en este caso se ha incluido a todos bajo la etiqueta de clientelares aunque quizás sería más acertado definirlos como relaciones de servicio. Se incluye a los criados, los continos, los acostamientos, la concesión de mercedes o cargos, los puestos de confianza como el de mayordomo de otra persona, la solicitud de favores y todas las relaciones que hacen presuponer que media una relación clientelar o de servicio. Las relaciones laborales quedan para aquellos casos en los que se paga a cambio de un trabajo pero no parece que se establezcan vínculos de mayor intimidad ni que esto conlleve otras contraprestaciones. Los vínculos llamados de representación, se refieren a las ocasiones en que una persona actúa en nombre de otra, es el caso de los procuradores, los curadores y tutores, los árbitros designados por las partes o los intermediarios, entre otros. La afinidad engloba todas aquellas actitudes que muestran una predisposición hacia cierta 42

Véase el apartado sobre el parentesco, pp. 138-140. [ 88 ]

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persona: además de la amistad y las relaciones extramatrimoniales, aparecen actuaciones que pueden considerarse como un trato de favor o una predilección. Finalmente, las relaciones de conflictividad no necesitan casi explicación. Por la naturaleza de las fuentes, en su mayoría aparecen en forma de demandas judiciales pero también hay casos en que ciertas personas se declaran enemigos o se producen ataques o enfrentamientos de distinto tipo. Es fundamental señalar que no se han tenido en cuenta las relaciones y contactos derivados del ejercicio conjunto del poder, es decir, todas aquellas que tienen lugar dentro del concejo o cuando los regidores deben realizar algún cometido por orden real o de la villa. La razón es que distorsionarían los resultados al hacer que todos los regidores estuviesen vinculados entre sí cuando lo que interesa, entre otras cosas, es conocer las redes que desarrollaron al margen de la institución, para comprobar así la cohesión real del grupo en un plano eminentemente social. tras individuar el vínculo en la documentación, se ha incluido en una base de datos ad hoc realizada en SQL teniendo en cuenta, no solo los aspectos habituales de la prosopografía o la documentación, sino también el plano relacional. Además de un apartado para documentos y otro para prosopografías, la base posee uno específico para las relaciones.43 Se ha buscado la exhaustividad al mismo tiempo que se han empleado criterios que permitieran simplificar la abundante y variada información recogida. Por ello, en la base de datos se ha incluído el vínculo concreto que unía a dichas personas (madre-hijo, patrona-criado, procurador-representada, etc.). Este proceso ha sumado un total de 106 tipos distintos de vínculos. Dado que tanta variedad podía ser poco funcional para determinados objetivos de análisis, todas estas relaciones se han reagrupado dentro de los ocho tipos generales de relación que ya se han mencionado (familiares, de parentesco, económicos, clientelares, laborales, de representación, de afinidad y de conflictividad). Seguir este método ha permitido que al representar redes más amplias se pudiera optar por mostrar los tipos generales mientras que, cuando se ha tratado un tema más concreto, como es el caso de la red reconstruida para el capítulo sobre los linajes de caballeros urbanos (red 19), fuera posible centrarse en relaciones muy específicas. Esta base de datos permitía exportar los datos relacionales de tal forma que pudiesen adaptarse al formato de los principales programas de ARS que existen en el mercado: Pajek, Ucinet y Gephi, siendo este último el software con el que se han realizado las representaciones gráficas de las redes para este trabajo, contenidas en el anexo III. 43

Véase el anexo II, p. 371. [ 89 ]

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2.3. Las redes de la oligarquía vallisoletana Finalmente, tras exponer premisas que parecían ineludibles para asegurar la comprensión del uso que se hace del ARS en este trabajo, es posible proceder a aquellos aspectos que constituyen la verdadera contribución historiográfica de este capítulo. tras una presentación de la red completa reconstruida, que permitirá comprender los gráficos del anexo, se procede a mostrar la funcionalidad de la misma a la hora de analizar cuestiones fundamentales sobre las oligarquías castellanas. En primer lugar se señala su capacidad para descubrir elementos emergentes, que tradicionalmente han sido ignorados por no estar incluidos en el regimiento. En segundo lugar, se procede a una revisión de las diferencias intraoligárquicas entendidas de forma radicalmente distinta a la perspectiva prosopográfica, que privilegia los atributos o características, frente a la integración real en el grupo oligárquico. A continuación, se muestra la relación entre la centralidad dentro de la red, la jerarquización dentro del grupo y la reproducción oligárquica. Para concluir se propondrá un nuevo modo de comprender y estudiar a la oligarquía revisando la propia definición de este concepto. 2.3.1. Anatomía de la red oligárquica Las diferentes redes contenidas en el anexo III responden todas a cuestiones históricas que se planteaban al inicio del estudio o que han ido surgiendo a lo largo del mismo. En ese sentido debe señalarse que el ARS, además de aportar una metodología específica para el estudio de las relaciones, constituye también una herramienta heurística excepcional ya que el proceso de reconstrucción de las redes inspira al investigador nuevas cuestiones y lleva a nuevos planteamientos. Una vez reunida la información se pueden reconstruir infinidad de redes en función de las preguntas que se quieran realizar sobre los datos aportados por las fuentes. En este trabajo no se han agotado todas las posibilidades de esta red y, por lo tanto, queda abierta a futuras aplicaciones. todas las redes incluidas salvo las del capítulo 5 se basan en la misma información, pero en cada una de ellas se ha puesto el acento sobre un aspecto en particular y, por lo tanto, se ha pedido al programa de ARS Gephi que mostrase a un grupo determinado de actores o un tipo concreto de relaciones. En esta capacidad reside una de las grandes virtudes de este método, ya que partiendo de unos mismos datos, se pueden realizar distintos niveles de análisis. En lugar de limitarnos a observar la red total, podemos descomponerla para poner en relación los niveles micro y macro. En este capítulo no se analizarán todas las redes del anexo ya que, como se ha dicho, en la medida en que responden a preguntas planteadas a lo largo del libro en distintos capítulos, en algunos casos ha pa[ 90 ]

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recido más lógico y coherente hablar de ellas en cada uno de esos apartados, dentro del contexto de la problemática en la que se insertan. Sin embargo, algunas de las siguientes observaciones son válidas para todas las redes presentadas. Antes de observar las redes es preciso realizar algunas puntualizaciones sobre las representaciones. Muchas de las características de los gráficos vienen condicionadas por el programa Gephi. Se ha de tener en cuenta que el lugar en la red no se corresponde con un espacio geográfico y que es aleatorio; el programa dibuja la red intentando ordenarla de forma que puedan verse todas las aristas (vínculos) y nodos (actores), y conforme a esto proporciona una representación en forma de elipse y con cierta tendencia centrífuga. Son tan solo convenciones del programa que no se corresponden con factores geográficos como se ha dicho; aunque sí tienden a mostrar a las personas mejor conectadas en el centro de la red, mientras que las más aisladas suelen quedar en los márgenes. El programa empleado para la visualización de las redes, Gephi, proporciona multitud de posibilidades a la hora de modificar la apariencia de las mismas, permitiendo destacar ciertos aspectos, nodos, aristas, subgrupos, en función de lo que el usuario pretenda resaltar. Exceptuando los gráficos referentes al capítulo 5, el resto de gráficos muestran distintas versiones o distintas partes de una red general a la que llamaremos red total (red 1, p. 374). Esta red total muestra todos los individuos y relaciones (representados a través de nodos y aristas) hallados a lo largo de la investigación e incluidos en la base de datos relacional. Cada círculo (nodo) representa a una persona y cada línea (arista) la existencia de uno o varios lazos entre dos personas (la superposición de dichas líneas impide mostrar gráficamente la multiplicidad de aristas entre dos nodos, por ejemplo cuando dos individuos son a la vez parientes y socios económicos). Por motivos de espacio, no aparece el nombre de los sujetos. En su lugar, cuando la red lo permite, se incluye el número que los identifica en la base de datos. Estos números son aleatorios también y no se corresponden con ningún tipo de prelación.44 En el Anexo I (pp. 357-369), con los árboles genealógicos, junto a los regidores, se ha señalado su número para facilitar su localización. En este caso ha de tenerse en cuenta que algunos regidores, aunque forman parte de la base de datos y tienen un número asignado (no se puede olvidar que es una base con fines prosopográficos también), no se incluyen en la red como regidores, porque no lo eran en el periodo entre 1450 y 1520. Finalmente, un dato importante es que en todas las representaciones se han eliminado de la imagen los sujetos que no estaban ligados a ningún otro. La razón es, nuevamente, que hay sujetos que aparecen en la base de 44

Son números que asigna automáticamente la base de datos. [ 91 ]

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datos porque interesan desde el punto de vista prosopográfico, pero no se ha confirmado su contacto directo con otros o estos contactos son previos o posteriores al periodo que muestra la red. Es el caso de algunos regidores de mediados del siglo XV cuyo nombre es demasiado común, lo cual no ha permitido verificar muchas de sus relaciones, así como los casos en los que no hay información al respecto fuera del regimiento. La primera red que se muestra (Red 1, p. 374) es la red total y, como se ha señalado, contiene todas las relaciones conocidas de los regidores más las relaciones que se han localizado de las personas vinculadas a ellos. En el ARS se considera que los contactos directos de un actor (en este caso llamado ego) son su zona de primer orden. Si además se incluyen en la red los contactos de las personas con las que él está directamente ligado, esto constituye su zona de segundo orden. Por lo tanto, en este trabajo, los regidores y sus contactos directos serían la zona de primer orden, mientras que al sumar los contactos de sus contactos se conformaría la zona de segundo orden.45 Al partir de una concepción tan maximalista —la de incluir todos los datos que las fuentes puedan aportar—, la red total resulta demasiado densa como para que, a primera vista, se puedan observar tendencias concretas. Sin embargo, aún a riesgo de que a priori parezca un spaghetti monster sin sentido,46 hay varias razones para incluir el gráfico de la red total en este trabajo. En primer lugar, la red total ilustra la cantidad de datos que se han manejado y la interconexión existente en la oligarquía. Es importante subrayar que el número de vínculos atestiguados en la documentación es pequeñísimo con respecto al número total de contactos y relaciones que se producirían entre estas personas. Al representar además de los vínculos directos, los secundarios (los contactos de sus contactos), se evidencia aún más que el entorno de los regidores se superpone en gran medida y que hay una serie de familias, tanto de la nobleza, como de medios más modestos pero en claro ascenso, que mantienen contacto con distintos regidores. En segundo lugar, todos los cálculos relativos a la densidad, la centralidad, la intermediación, etc., se han realizado (salvo que se indique expresamente) a partir del conjunto que representa esta red. En esta reconstrucción virtual, la Red 1 representa la red de relaciones de la oligarquía vallisoletana, por lo tanto, al hablar de los distintos actores dentro de la oligarquía, lo que analizamos es su posición dentro de esta red y cómo están conectados dentro de la misma. El otro motivo que justifica la inclusión del gráfico de la red total es que, dado que el trabajo cuenta con otra serie de redes que forman parte de esta más amplia, las visualizaciones de algunas de las mismas se han extraído directamente del gráfico de la Red 1 (por ejemplo, las redes 912). De hecho, en algunas ocasiones (redes 2 a 8, por ejemplo), se han destacado las 45 46

Acerca de los órdenes en el ARS véase MILRoY y MILRoY 1992. BRUGHMANS, CoLLAR y CoWARD 2016: 11. [ 92 ]

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redes parciales con su color original, manteniendo en colores más tenues el resto de la red. De esta forma, el lector puede comparar la red parcial resaltada con el total de la red, que se muestra semi-transparente, identificando así dónde se sitúan los individuos dentro de la red completa, en qué zona de la misma se encuentran las redes parciales o qué proporción de la red total representan. La Red 1 se compone de 1037 nodos o actores, unidos por 2522 aristas. Esto supone una densidad muy baja. La densidad de la red deriva de la medida en que están relacionados todos los nodos entre sí. El valor más alto en la densidad de la red se produciría si todos los nodos estuvieran relacionados con cada uno del resto de nodos, la densidad de la red correspondería entonces al valor numérico 1. Este tipo de grafo, completamente conectado entre sí no suele ser habitual y mucho menos en una red compuesta por más de 1000 individuos. En este caso la densidad de la Red total es 0,002; una cifra baja que responde a numerosas razones. En primer lugar, cuanto más grande es la red, más difícil es que las personas estén densamente conectadas, por lo que en parte es una consecuencia natural de una red con 1037 nodos. En segundo lugar, las personas que aparecen en la red estarían en realidad mucho más conectadas entre sí de lo que refleja el grafo, ya que, por un lado, debido a las fuentes solo conocemos una pequeña parte de la actividad de estas personas en el pasado y, por otro, se han seguido una serie de criterios restrictivos que han derivado en la no inclusión de diversos lazos. Por ejemplo, todos los regidores coetáneos se conocían y estaban relacionados entre sí (se veían en las reuniones, tomaban decisiones conjuntas, eran enviados a comisiones junto a otros compañeros, etc.), pero los lazos derivados del ejercicio institucional del cargo no han sido incluidos porque el propósito era verificar qué lazos unían a la oligarquía como grupo social fuera del ámbito del concejo. La misma decisión se ha tomado respecto a los miembros de un mismo linaje, casa de caballeros o cuadrilla que coincidían en las reuniones de estas asociaciones. Finalmente, el propio grupo objeto de estudio y la técnica empleada para seleccionar los actores deriva en una densidad menor. En lugar de estudiar un grupo acotado, por ejemplo, un curso de alumnos de una universidad, se ha analizado un grupo de personas a lo largo de varias décadas, partiendo de una documentación heterogénea (se acudió a cualquier tipo de documento que, en los principales archivos con documentación sobre Valladolid,47 pudiera atañer a dicho grupo) y se ha extendido la investigación a sus contactos como prescribe la técnica de Snowball. Esta técnica, que ya ha sido detallada, implica que en la red resultante haya una serie de nodos (los contactos de los contactos de los regidores) cuyas relaciones no han sido investigadas y, por lo tanto, a menudo aparecen en una posición periférica sin más relaciones 47

Véase la nota 31 de este mismo capítulo. [ 93 ]

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que la que les une al actor cuyo entorno sí ha sido analizado (muchos de estos actores se corresponden con los nodos en azul que aparecen en los extremos de la Red 1). todos estos factores producen que la densidad de la red sea particularmente baja, sin embargo, esto no afecta al propósito de este estudio como se mostrará al describir sus aplicaciones. El color y tamaño de los nodos en la Red 1, así como en la serie de redes parciales reproducidas exactamente a partir de este mismo gráfico, responden a la representación de dos parámetros, relacionados entre sí, pero diferentes. El tamaño de los nodos responde al grado de los mismos. El grado es un valor individual que equivale a la suma de relaciones que mantiene ese actor (el total de sus aristas, de sus contactos). Los nodos más grandes tienen un mayor grado y los más pequeños un grado menor; siendo el grado más bajo 1 (una relación, ya que los actores sin relaciones confirmadas no han sido incluidos en el grafo) y el más alto 135 (135 lazos que conectan al regidor Juan López de Calatayud con el resto de la red). El color, tanto de las aristas como de los nodos, responde a una medida de centralidad. La paleta de colores va desde el rojo intenso pasando por naranjas, amarillos y verdes hasta los azules. Los colores cálidos representan una mayor centralidad de cercanía y los fríos los índices más bajos. La centralidad, al contrario que el grado, no es un valor intrínseco del actor, sino que deriva de su posición en la red siendo, por lo tanto, estructural. Dicho de forma sencilla es la capacidad de un nodo para alcanzar a cada uno de los otros nodos en la red. Se calcula midiendo el camino más corto (el término científico es la distancia geodésica) entre un nodo y cada uno de los nodos restantes. Un actor que está a menos distancia del resto de los nodos es un actor con mayor facilidad de acceso al resto de personas y a los recursos que estas puedan proporcionarle. Supone asimismo que tiene una mayor influencia sobre el resto de la red y, probablemente, un mayor control sobre el flujo de información, bienes o recursos a través de la misma. En ARS se asume que una mayor centralidad implica que dicho actor es más poderoso que el resto: el actor es más accesible para otros o tiene más facilidad para acceder al resto lo que le proporciona una ventaja estructural que incluye mayores posibilidades de intercambio directo con otros actores, pero también un estatus mayor al ser punto de referencia y objeto de atención para el resto. El color de las aristas en la Red 1 depende directamente del color de los nodos que estas unen entre sí. Inicialmente se había diseñado una representación en la que el color de las aristas respondía a los diferentes tipos de relaciones que incluía la red. Esta opción se ha mantenido para otras redes más limitadas. En redes donde la variedad de vínculos es menor (redes 18 y 19) se puede hacer coincidir el color de las aristas con distintos tipos de relación, ya que la representación gráfica resultante es visualmente funcional a la hora de comunicar la información relacional. Sin embargo, debido a la multiplicidad [ 94 ]

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de relaciones existentes, en la red total dicha representación resultaba confusa, por lo que se ha optado por esta otra opción en la que el color de la arista no se corresponde con un valor intrínseco de la relación que representa, sino que deriva del color de los nodos que une. De esta forma el color de la arista contribuye a destacar, junto al de los nodos, las zonas calientes de la red, aquellas donde se concentran los actores con mayor centralidad, distinguiéndolas de las áreas más periféricas en las que los colores son más fríos. En las redes que muestran una red parcial sobre la red total semitransparente, las aristas son por defecto negras. Esta opción resulta más adecuada ya que la versión semi-transparente de las aristas de colores más tenues habría dificultado su visualización. Cuanto mejor conectado está un nodo con el total de la red, mayor es su centralidad, hallándose por consiguiente en una posición más central del grafo. Esta centralidad no es espacial y no se corresponde necesariamente con situarse en el centro de la representación, sino que se trata, como ya se ha dicho, de un cálculo que refleja una mayor accesibilidad al resto de nodos con respecto a otros individuos en la red. Aunque tener más conexiones (un mayor grado) en teoría favorece una posición más central en la red, esta correspondencia no se da necesariamente. Un actor puede tener más lazos que otro, pero estar solo vinculado a actores muy periféricos dentro de la red, lo que le convierte a él mismo en un actor relativamente periférico, mientras que puede darse también el caso contrario: un actor con un grado relativamente bajo, pero que resulta fundamental para conectar a otros actores con una posición central, tendrá en consecuencia una centralidad alta. Esta falta de correspondencia se puede observar en la Red 1 donde se comprueba que, en ocasiones, nodos de un tamaño menor (menor grado, menor número de relaciones), tienen un tono más cálido y oscuro (mayor centralidad) que nodos de tamaño mayor. Linton Freeman dividió el concepto de centralidad en tres tipos: centralidad de grado, de cercanía y de intermediación.48 En este estudio se ha optado por emplear como medida la centralidad de cercanía por considerar que se veía menos distorsionada que otros parámetros por eventuales discrepancias en la cantidad de lazos proporcionados por la documentación. Por ejemplo, Juan López de Calatayud tiene un grado de 135 (o sea, 135 vínculos documentados con otras personas de la red) siendo el más alto y seguido de cerca por sus tres socios de compañía comercial. Este valor está sobredimensionado debido a la existencia de documentación relativa a la compañía comercial del mercader de la reina Juan Daza, y los hermanos Gastón de Sanjuán (o de Calatayud), Fernando López de Calatayud y el regidor Juan López 48

FREEMAN 1978-79 y 1979-80. [ 95 ]

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de Calatayud. Dicha documentación, contenida en un pleito que tuvo lugar entre 1499 y 1501 por los bienes de la compañía,49 aporta una larga lista de deudores y clientes y es el motivo por el que los valores de grado de tres de estos cuatro hombres son los más altos de la red (el lector puede identificar visualmente estos cuatro nodos de tamaño significativamente mayor que el resto, agrupados en la zona derecha ligeramente inferior de la Red 1). Sin embargo, si recurrimos a una medida estructural como la centralidad de cercanía, esa distorsión inicial, aunque permanece en cierta medida, es moderada por el resto de la red. Se entiende mejor esta diferencia — y, por lo tanto, la funcionalidad de este parámetro a la hora de analizar qué individuos, regidores o no, ocupan una posición relevante dentro de la red— , observando las tablas 2 y 3 (p. 98) que presentan a los quince actores con un grado mayor y los 15 con una centralidad de cercanía mayor. En negrita se han destacado aquellos actores que fueron regidores, mientras que los miembros de la compañía comercial de Juan López de Calatayud han sido señalados con un asterisco. Muchos de los actores que aparecen en la tabla ordenados por su grado aparecen asimismo en la de centralidad de cercanía, pero tanto el orden como la distancia respecto al resto cambia sustancialmente. De esta forma se puede observar mejor cómo considerar medidas estructurales (la centralidad de cercanía, por ejemplo) ayuda a moderar posibles distorsiones generadas por una cantidad excepcional de información relacional relativa a un individuo concreto. A pesar de que Juan López de Calatayud cuenta en la red con más del doble de relaciones que Isabel la Católica (es decir que su grado dobla al de la monarca), en el cálculo de centralidad la reina se antepone. Las redes 2 y 3 son los dos primeros ejemplos de una opción de representación que se repite en redes posteriores.50 Consiste en mostrar una red egocéntrica —es decir, una red compuesta por un individuo que se establece como ego y sus contactos— pero superponiéndola sobre el conjunto de la Red total o Red 1 permitiendo comprobar la posición de dicha red egocéntrica en el conjunto de la red total de la oligarquía. Como ya se ha señalado, los nodos y aristas de la red egocéntrica destacan sobre el resto porque mantienen los colores originales mientras que el resto se muestra ensombrecido quedando en un segundo plano. Al comparar la red egocéntrica de la reina (Red 2, p. 375) y la de Juan López de Calatayud (Red 3, p. 375), se observa que, si bien él cuenta con más vínculos, la reina alcanza a nodos en un área 49

ARChV Pl. Civiles. Pérez Alonso (F), c. 191, n.º 5. La Red 2 (p. 375) muestra a la reina Isabel y sus contactos directos dentro de la oligarquía vallisoletana (zona de primer orden) dentro del conjunto de la red total. La Red 3 (p. 375) muestra los contactos de Juan López de Calatayud, también dentro del conjunto de la red total.

50

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más dispersa de la red, mientras que la de Juan López de Calatayud se haya más concentrada en un área de individuos con una mayor interrelación entre ellos. La posición dentro de la red de los miembros de la compañía comercial de los Calatayud, incluido el cálculo de su centralidad, sigue estando sobredimensionada y resulta incluso artificial, pero su presencia, en una red total que cuenta con 1037 nodos, no altera sustancialmente los cálculos de la red ni las posiciones del resto de actores. La red, como conjunto, pondera los posibles defectos individuales de la documentación al considerar un todo más amplio en el que los valores de cada nodo son relativos a los del resto. Por lo tanto, no importa si, por ejemplo, el regidor y merino mayor Alonso Niño de Castro (Red 4, p. 376) tiene más contactos que Rodrigo de Verdesoto el Viejo (Red 5, p. 376) tan solo porque se conserva algún documento más con mejor información relacional, ya que la centralidad va a depender de la calidad de sus contactos y de lo integrados que estos estén a su vez en la totalidad de la red. Por ello, aunque gracias al poder que la comunidad otorgó a Alonso Niño de Castro (en el que se incluyen 36 personas), este aventaje en 20 el total de contactos de Rodrigo de Verdesoto, que tan solo suma 57, en términos de centralidad de cercanía la diferencia entre ambos es mínima, ya que el valor que la red asigna a Alonso es de 0,331 y a Rodrigo de 0,323. Esto significa que, aunque es preciso señalar esta sobredimensión producto de la disparidad de la documentación (algo que las historiadoras hacemos continuamente en cualquier tipo de análisis que conlleve documentación fragmentaria), dicha sobredimensión no afecta a la representatividad de la red en conjunto, ni distorsiona radicalmente las posiciones particulares de los individuos, lo que le permite mantener su valor como recreación orientativa del grado de integración en la oligarquía y de la influencia dentro de la misma de los distintos actores. Para comprender el significado de esta integración y cómo se plasmaban y utilizaban esos contactos en la realidad, es preciso combinar las redes y los resultados que arrojan, con el análisis tradicional de las fuentes. De esta forma, si bien las redes son el resultado de la información en la documentación, posteriormente, son ellas las que proveen nueva información, nuevos interrogantes y diversos inputs para volver a cuestionar las fuentes, proporcionando un nuevo análisis histórico que deriva de la conjunción de ambas metodologías. Un aspecto clave para ponderar la utilidad de estos cálculos consiste en centrar la atención precisamente en las personas que, inesperadamente, aparecen en los primeros puestos de sendas tablas. Aunque a continuación se analizarán con más detalle los individuos en ambas listas, parece más que pertinente destacar que 7 de los 15 actores en la primera lista y 10 de los 15 en la segunda, no son regidores. Dado que la investigación partía de los contactos de los regidores, una preocupación natural era [ 97 ]

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TABLA 2. ACTORES ORDENADOS POR SU VALOR DE GRADO EN LA RED (CON MAYOR NÚMERO DE VÍNCULOS)51 Nombre Juan López de Calatayud II* Fernando López de Calatayud* Juan Daza* Alonso Niño de Castro Pedro Niño Gastón de Calatayud* Isabel I Pedro de Villandrando Jerónimo de Virués Rodrigo de Verdesoto el Viejo Isabel Castaño Rodrigo Alfonso Pimentel Alonso Niño Francisco de Santisteban García Franco

Grado 135 96 85

Centralidad de cercanía 0,37 0,34 0,33

77 70 66 64 64 58 57 56 55 52 46 45

0,33 0,37 0,32 0,37 0,33 0,30 0,32 0,29 0,33 0,28 0,31 0,31

TABLA 3. ACTORES ORDENADOS POR SU VALOR DE CENTRALIDAD EN LA RED Nombre Isabel I Juan López de Calatayud II* Pedro Niño Francisco Sánchez de Collados Juan Daza* Fernando López de Calatayud* Alonso Niño de Castro Alonso Ramírez de Villaescusa Pedro de Villandrando Rodrigo Alfonso Pimentel Fernando V Rodrigo de Verdesoto el Viejo Luis de la Serna Gastón de Calatayud* Alonso de Verdesoto cambiador

Centralidad de cercanía 0.3709 0.3669 0.3662 0.3529 0.3356 0.3353 0.3316 0.3301 0.3295 0.3278 0.3260 0.3238 0.3226 0.3216 0.3193

51

Grado 64 135 70 38 85 96 77 12 64 55 32 57 35 66 17

En negrita se han destacado aquellos actores que fueron regidores, mientras que los miembros de la compañía comercial de Juan López de Calatayud han sido señalados con un asterisco. Los valores de centralidad han sido redondeados. [ 98 ]

2. el análisis de redes sociales y la oligarquía de valladolid

que estos oficiales resultaran, por defecto, el centro más o menos homogéneo de la red, sin que esta proporcionara información adicional sustancial. Sin embargo, a pesar de que se partía del estudio de los regidores, los cálculos del grado y la centralidad de los actores muestran una red de la oligarquía compleja, en la que, tan solo observando la lista de las 15 personas con mayor grado y con mayor centralidad, aparecen ya individuos que no integraron el regimiento y que nos obligan a interrogar a las fuentes en nuevas direcciones. De esta forma, la técnica de snowball permite trascender los condicionantes iniciales, no solo del propio ARS, sino de las categorías que como historiadores empleamos para presentar a un grupo complejo que va más allá del regimiento como colectivo acotado. Si bien puede resultar reiterativo, es fundamental insistir en este aspecto que, junto a otros, confirma tanto la representatividad como la funcionalidad de las redes, ya que uno de los mayores problemas a los que se enfrenta el ARS histórico, como ya se ha señalado, es el escepticismo de muchos historiadores. Durante los años de desarrollo de esta investigación, un argumento habitual por parte de quienes desconfiaban de la posibilidad de aplicar el ARS a la historia consistía en insistir en que este no añadía nada sustancial a la prosopografía. En efecto existe el riesgo de que las redes resultantes no muestren información que no se intuyese previamente. Especialmente porque el trabajo ingente que requieren las redes, exige un rendimiento que vaya más allá de la corroboración de hipótesis previas. Sin embargo, los resultados que se muestran a continuación han probado que el ARS es un valor añadido, que no solo aporta información adicional, sino que nos fuerza a replantear nuestros modelos previos. Se podría decir que la lista de los individuos con mayor grado no arroja grandes sorpresas ya que este valor se ve más determinado por los condicionantes de la documentación: aparte de los regidores y la compañía de Juan López de Calatayud, tan solo la reina, el conde de Benavente y el merino mayor Alonso Niño se sitúan en los primeros puestos, siendo la única peculiaridad la inclusión en la lista de Isabel Castaño, mujer del conde de Ribadeo y dama de la reina de la que se hablará por extenso en el capítulo dedicado a las mujeres. Sin embargo, si analizamos la tabla de la centralidad de cercanía, la situación cambia. tras descartar a los regidores, los reyes y la nobleza, sobresalen cuatro actores que, con un número relativamente bajo de contactos, se sitúan en los primeros puestos en términos de centralidad ¿quiénes son estos individuos que aparecen en puestos destacados de centralidad? ¿qué motiva que, a pesar de no ser regidores, se sitúen en el centro de esta red de relaciones de la oligarquía? ¿qué significa esto en términos de la influencia ejercida por dichos actores y sus posibilidades de ascenso?

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2.3.2. Individuos no regidores en posiciones centrales Los estudios sobre oligarquías castellanas, en especial los dedicados a bandos, reconocen la influencia de la nobleza en los dirigentes urbanos, así como la existencia de múltiples lazos entre ellos. En Valladolid, el caso más evidente de noble cuyos tentáculos alcanzaban al regimiento es el del conde de Benavente, Rodrigo Alfonso Pimentel (0,328 de centralidad) cuyo hermano, Pedro Pimentel (0,311), era miembro del regimiento, al igual que su vasallo García Franco (0,306). Lo que los análisis tradicionales pasan por alto son las personas de menos relieve que, formando un entorno social común, conectan a la nobleza y el regimiento. Un ejemplo de ello es el criado del conde, Fernando de Escobar (que tiene un 0,292 de centralidad de cercanía en la red, por encima de la media de los regidores, que es de 0,274)52 y que aparece también como criado del regidor Juan López de Calatayud.53 Fernando de Escobar se casó con Inés de Castro, criada (y probablemente pariente) de la mujer del merino y regidor Pedro Niño y dotada por este matrimonio;54 y fue procurador de causas de la Chancillería por lo que actuó como procurador de, entre otros, el conde de Benavente Alonso Pimentel y Francisco de Vivero, hijo de Alonso Pérez de Vivero.55 Fernando de Escobar es un ejemplo de individuo que vuela por debajo del radar de la historiografía tradicional, pero que tiene un papel propio en la red de relaciones de la oligarquía. Actores como Fernando de Escobar son, gracias al ARS, la cabeza visible de un tejido social sobre el que es preciso llamar la atención para poder comprender las dinámicas relacionales y clientelares de la oligarquía. Dentro de este tejido social, en su mayor parte anónimo, anidan y medran los elementos ascendentes de la sociedad vallisoletana que basan gran parte de su capacidad de movilidad social en su integración dentro de las redes de la oligarquía.56 Si volvemos a la lista de individuos con mayor centralidad de cercanía, descartados los individuos cuya presencia en la lista podía ser en cierta medida previsible (los regidores, los reyes, el conde de Benavente y los miembros de la compañía comercial de Juan López de Calatayud) quedan aún cuatro personas cuya aparición en dicha lista requiere una explicación. Por un lado el corregidor Alonso Ramírez de Villaescusa, cuya centralidad 52

Criado del conde al menos desde 1484 (AGS, CCA, Personas, Leg. 114, 145) hasta 1525 (ARChV Pl. Civiles. Moreno (olv), c. 554, n.º 5). 53 AMV, Chancillería, 127-1, 28v-30v. 54 ARChV R. Ejecutorias, c. 262, n.º 32 y RAH C. Salazar y Castro, 9/869, fol. 196-198. 55 AHN Nobleza. osuna, c. 478, 61 y AHN Nobleza. osuna, c. 3.922, 76-77. 56 En este sentido es interesante subrayar que dicha movilidad está también condicionada por cómo la sociedad concibe las oportunidades de ascenso social, véase CRoUzEt-PAVAN 2010. Para un análisis de la movilidad social a través de la reconstrucción de redes medievales véase PADGEtt 2010. [ 100 ]

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se debe a la proximidad a la reina y los regidores, del cual se hablará en el próximo capítulo. Por otro, el cambista Alonso Verdesoto, familiar de regidores, cuya relación con el regimiento ya fue comentada al hablar de la familia Verdesoto en el capítulo anterior. Finalmente, quedan dos personas que merecen que se les preste una mayor atención: Francisco Sánchez de Collados y Luis de la Serna. Mientras que la media de centralidad del conjunto de los regidores asciende a un 0,274, la de Francisco Sánchez de Collados es de 0,353 (Red 6, p. 377) lo que le sitúa en el cuarto puesto dentro de la lista, detrás tan solo de la reina y de dos destacados regidores. Es evidente que, en el mundo real, no existía un ranking de influencias en el que absolutamente nadie considerase que Francisco Sánchez de Collados era la cuarta persona con mayor poder dentro de Valladolid, anteponiéndose a individuos como el conde de Benavente, el regidor y conde de Ribadeo Pedro de Villandrando o el regidor y merino mayor Alonso Niño de Castro. No hay duda de que atributos como la nobleza, el regimiento o la merindad tenían un valor específico en términos de honra y prestigio social que afectaban, no solo a la imagen de poder, sino al poder real de esas personas. Asimismo, los individuos mencionados tenían una red de contactos que se extendía hacia la nobleza y la corte, ámbitos hacia los que Francisco Sánchez de Collados no tenía un acceso comparable. Sin embargo, si atendemos a la red local de la oligarquía vallisoletana, el grado de integración de este escribano es excepcional y su red egocéntrica (Red 6) muestra una dispersión de contactos semejante a la de la reina (Red 2). Dos consecuencias se siguen de este descubrimiento. Por un lado, se prueba que la integración en la red no estaba sometida ni determinada de forma tan rígida por las categorías antes señaladas, a pesar de que estas han predominado en la inmensa mayoría de análisis del poder municipal y el estudio de las oligarquías hasta ahora. El tradicional énfasis en los atributos ha ocultado a otros individuos que se integran plenamente en las redes de la oligarquía y cuyo papel no puede ser obviado. Por otro lado, este resultado inesperado exige un nuevo análisis de la situación ¿quiénes son estos individuos y en qué se traduce su posición? Antes de la reconstrucción de la red y de que los cálculos de ARS arrojaran esos datos, Francisco Sánchez de Collados y Luis de la Serna eran dos actores más dentro de una red de 1037 nodos. Aunque sus nombres habían aparecido en la documentación con cierta asiduidad (no en vano ambos tienen más de 30 relaciones dentro de la red), su protagonismo, después de analizar un conjunto de personas y relaciones tan amplio, no resultaba en absoluto evidente y, desde luego, no se podía prever que el ARS les daría una posición tan central. Por lo tanto, es la red la que, al señalarlos, nos obliga a revisar la documentación para contestar a las preguntas ya apuntadas: quiénes son [ 101 ]

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estas personas, por qué se sitúan en el centro de la red y qué significado tiene esta centralidad virtual en la vida real. Luis de la Serna (Red 7, p. 377), fue un gran comerciante, miembro del linaje de tovar, que emparentó con el regidor Pedro López de Calatayud al casarse con su hija Blanca y que, como él, fue acusado por la inquisición de judaizar en 1491.57 En 1475 acogió al conde Rodrigo Pimentel después de que este abandonara las casas de Juan de Vivero, en 1486 fue testigo de la dote prometida para el casamiento de la hija del merino Pedro Niño58 y su extensa labor comercial abarcaba tanto un amplio territorio geográfico, como señalados personajes de la política castellana, entre otros, los almirantes de Castilla Alfonso y Fadrique Enríquez.59 Sus hijos y él mantuvieron contactos con otros ediles y su prestigio dentro del linaje de tovar queda evidenciado en las enumeraciones de los asistentes a las reuniones recogidas en las actas del libro del linaje. Dichas enumeraciones que nombraban a los caballeros por orden de prelación, suelen incluir a Luis de la Serna y a sus dos hijos, Francisco y Andrés, inmediatamente después de los regidores presentes. Especialmente significativo, por la relevancia simbólica del documento, es el caso de la redacción en 1510 de las ordenanzas del linaje donde Luis y sus hijos suceden a los regidores y al chanciller Lope de León.60 Uno de estos hijos, Francisco de la Serna, llegó a ostentar contemporáneamente dos puestos en principio tan opuestos como el de procurador del común y el de procurador de Cortes (monopolizado tradicionalmente por los regidores) en 1520. Finalmente, una evidencia ulterior de las redes de contactos con que contaba Luis de la Serna y el prestigio que adquirió, es un documento en el que afirma que, habiendo la reina concedido un regimiento de León a Francisco de San Andrés, este, no pudiendo servirlo, decidió renunciarlo en Luis para que, con su poder, el mercader eligiese a otra persona suficiente.61 En cuanto a Francisco Sánchez de Collados (Red 6, p. 377), fue escribano público del número de Valladolid desde al menos 1473 hasta apróximadamente 1504. Asimismo fue escribano mayor del cabildo de la iglesia colegial de Santa María la Mayor62 y es57 LóPEz MARtÍNEz 1973. Por otra parte, Andrés de la Serna, hijo de Luis de la Serna, abofeteó al regidor Pedro de torquemada en 1497 por insultar a su padre, insulto que podría estar relacionado con su condición de conversos: AGS, RGS, 1497-04, 225. 58 Cronicón 1848: 90; RAH C. Salazar y Castro, 9/859, fols. 3-3v. 59 RGS, LEG, 1485-10, 87; ARChV R. Ejecutorias, c. 99, n.º 31. 60 AHN Consejos. Leg. 29.934, n.º 2. 61 AMV, Chancillería, 4-8, 1r-2v. El elegido por Luis de la Serna fue Juan de Robles. Aunque no es el lugar para discutir esta cuestión, este documento es reseñable, además, porque sugiere una venta encubierta del regimiento, una práctica que apenas está documentada para el caso castellano durante este periodo. 62 RAH Colección Salazar y Castro, 9/859, fol. 4.

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cribano del Linaje de tovar y de las Casas de Fernán Sánchez y los Mudarros. El primer libro de las casas del que existe noticia (aunque no se ha conservado) y que contenía datos que abarcaban desde 1451 hasta 1504, es referido en las fuentes como el libro de Francisco Sánchez de Collados.63 La documentación muestra que, desde los años setenta, era el escribano al que preferentemente recurría la oligarquía vallisoletana. Por poner solo algunos ejemplos, ante él testaron María de Ribera,64 mujer de Alonso Niño, merino de Valladolid, el regidor Jerónimo de Virués,65 o Isabel de Castro,66 mujer del regidor y merino mayor Pedro Niño. Fue el escribano en contratos y documentos entre personas como el regidor Pedro de Villandrando, conde de Ribadeo, Bernaldino Pérez Sarmiento, conde de Ribadavia,67 Alfonso Enríquez, almirante mayor de Castilla,68 el regidor Francisco de Santisteban,69 el regidor Juan López de Calatayud,70 el mencionado mercader Luis de la Serna71 o la mujer del regidor Pedro de León,72 entre otros. Podría argumentarse que la conservación parcial del registro notarial de Francisco Sánchez de Collados73 sobredimensiona nuestro conocimiento de sus contactos y, consecuentemente, su posición dentro de la red. Sin embargo, esta sería una apreciación completamente errónea. De su registro notarial contamos tan solo con una pequeña parte referida a algunos meses del año 1498 y muchos de sus contactos proceden de otras fuentes distintas a dicho registro. Asimismo, el hecho de que tantas personas insignes recurriesen a sus servicios en 1498, por fuerza debe entenderse como el resultado de su posición como escribano en la villa y reflejo de una clientela habitual que se extendería temporalmente más allá de los documentos conservados. En 1490 el volumen de su negocio le llevó a solicitar a los reyes que «por mucha ocupaçión que en su ofiçio tyene e por no ser su letra legible» le dieran licencia para que sus oficiales escribieran los documentos por él y tuvieran la misma validez.74 Sin duda, todo esto convertía al escribano en una persona al corriente de todos los negocios y cuestiones de la oligarquía y su entorno, así como merecedor de la confianza

63 64 65 66 67 68 69 70 71 72 73 74

AHPV, Sección Histórica, 23. RAH Colección Salazar y Castro, 9/859, fol. 4. ARChV Pl. Civiles. Pérez Alonso (F), c. 761, n.º 1. RAH Colección Salazar y Castro, 9/869, fol. 196-198 AHN Clero. Secular-Regular. Leg. 7729. ARChV R. Ejecutorias, c. 22, n.º 5. AMV, Chancillería, 4-8, 3r-4v. AMV, Chancillería, 4-8, 22v. AMV, Chancillería, 4-8, 33r. AMV, Chancillería, 4-8, 33v. AMV, Chancillería, 4-8. AGS, RGS, 1490-10, 118. [ 103 ]

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de los regidores que habitualmente recurrían a él a la hora de dejar por escrito testamentos, ventas, alquileres o acuerdos. ¿De qué forma favorecía dicha integración a Francisco Sánchez de Collados? ¿Cómo utilizó esa influencia potencial que el ARS le atribuye? La confianza que los regidores vallisoletanos depositaban en este escribano quedó demostrada cuando se le encargó acudir a la Corte a tratar un asunto tan sensible como el de las ferias de la villa en 1502.75 Además del salario que recibiría, 200 maravedís por cada día de viaje (4.000 en total), acudir a la Corte como enviado del concejo era siempre una oportunidad para resolver asuntos propios en la misma y, por otra parte, le señalaba como persona fundamental en las negociaciones de un asunto de primerísimo orden dentro del concejo. Un aspecto que le hacía especialmente adecuado para este encargo era, precisamente, su red de relaciones, ya que a su registro notarial acudían, además de miembros de la oligarquía, numerosos mercaderes de la villa, lo que le convertía en una figura de enlace entre el regimiento y los sectores mercantiles con conocimientos de primera mano sobre los intereses y asuntos de ambos entornos sociales. Sin embargo, el dato más significativo en lo que respecta a su influencia dentro de la oligarquía, fue su nombramiento dentro de la Casa de Fernán Sánchez y los Mudarros como procurador a Cortes por el linaje de tovar.76 En 1502 los reyes encargaron que fueran a las Cortes de Madrid los mismos procuradores que habían acudido a las de toledo, sin embargo, la villa nombró a dos personas nuevas: Pedro de Villandrando, conde de Ribadeo y regidor de la villa, y Francisco Sánchez de Collados.77 Ante la insistencia del corregidor en que se cumpliera lo solicitado por los reyes, se envió de nuevo a los procuradores previos y se postergó el nombramiento del conde y el escribano hasta las Cortes de toro de 1505.78 De los 23 procuradores a Cortes por Valladolid conocidos entre 1476 y 1518, tan solo 6 no eran regidores (aproximadamente un cuarto).79 Como se explicará más adelante,80 los regidores prácticamente monopolizaron las procuraciones a Cortes durante todo el período. Por ello, su nombramiento es especialmente significativo. Al margen de la integración en la oligarquía de estos individuos, la trayectoria de los hijos de ambos muestra diferentes fortunas, así como una diversa capacidad de rentabilizar la posición alcanzada por el padre. En el primer caso, los hijos de Luis de la Serna destacaron dentro del linaje de tovar y dicho protagonismo no desapareció 75 AMV, Libro de Actas 2. Acerca de las ferias y las disputas en torno a las mismas véanse las pp. 307312 de este libro. 76 AGS, CCA CED, 6, 18, 1 77 AGS, CCA CED, 6, 15, 1 y AGS, CCA CED, 6, 18, 1. 78 VARoNA GARCÍA 1990: 30-31. 79 Ibidem. 80 Pp. 256-263 de este libro.

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con el fallecimiento del padre. Andrés de la Serna fue nombrado juez por la casa de Gonzalo Díaz en 1517, un cargo que, sin ser tan importante como el de procurador a Cortes, también solía recaer en regidores. Por ejemplo, ese mismo año, en el resto de las casas del Linaje de tovar se nombró por jueces a Sebastián Mudarra y a los regidores Cristóbal de Santisteban, Francisco de León y Álvaro Daza.81 Una década después fue procurador en las Cortes de Madrid de 1528, cargo que años antes conseguiría su hermano Francisco.82 Francisco de la Serna era el primogénito, fue socio comercial de Luis y, por lo tanto, participaría de su red de relaciones económicas. Luis y su mujer Blanca, hija del regidor Pedro López de Calatayud, obtuvieron una facultad para establecer un mayorazgo a favor de Francisco en 1495.83 Estos factores económicos y relacionales favorecerían el ascenso del primogénito, aunque no se puede olvidar que su nombramiento como procurador del común en 1518 y de Cortes en 1520, ocurrió de la mano de la irrupción de la Comunidad en la política concejil (como se explicará en el último capítulo), lo que dificulta su comprensión únicamente como fruto de una herencia recibida o de sus lazos con la oligarquía.84 En contraposición, los hijos de Francisco Sánchez de Collados no fueron capaces de capitalizar del mismo modo la red de relaciones que su padre mantenía, ni la confianza depositada por parte de numerosos miembros de la oligarquía en él. Dos hijos, Francisco de Collados y Antonio de Collados, fueron fieles de la casa de Fernán Sánchez y los Mudarros en 1513 y 1514 respectivamente y Alvar Sánchez de Collados, cuyo parentesco parece más que evidente, fue escribano aunque en 1504 renunció este oficio en el concejo para que éste nombrara a otra persona.85 A pesar de estos cargos, en 1510 en el libro de Fernán Sánchez y los Mudarros, Alvar y Antonio aparecen señalados como personas neçesytadas de las dichas casas a las que se les concedían una serie de reales,86 lo que, por más que dicha frase fuera un recurso retórico para destinarles cierta cantidad de dinero, indica que su estrella estaba lejos de alcanzar la de su padre. De hecho, el continuador de Francisco Sánchez de Collados en la escribanía de las casas no fue un familiar suyo, sino Alonso de Salamanca. Aunque no podemos tomar estos ejemplos como muestras de pautas universales, podría decirse que son sintomáticos de dos aspectos relativos a la movilidad dentro 81

AHPV Sección Histórica, c. 23. VARoNA GARCÍA 1990: 65. 83 AGS, RGS, 1495-4, 2. 84 Véanse las pp. 313-333 del último capítulo. 85 AGS, RGS, 1504-2, 62 86 AHPV Sección Histórica, c. 23. La actitud de las casas con respecto a la viuda e hijos de Francisco Sánchez de Collados fue de solidaridad y protección. A ellos entregaron en varias ocasiones el dinero que las casas destinaban para pobres y es posible que la concesión de estas fieldades a los huérfanos del escribano fuera un modo de ayudar al mantenimiento de la familia. 82

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de la oligarquía vallisoletana y que, a priori, parecen contradictorios. Por un lado, un mayor cierre de la oligarquía respecto a los individuos que ascienden por sus actividades comerciales; por otro, una ventaja a medio plazo de las familias de perfil mercantil sobre las personas cuyo ascenso depende de su propia formación y conocimientos. Esta tendencia se observa también en el caso contemporáneo del cambiador Antonio de Paredes, publicado por David Carvajal de la Vega, quien no accedió al regimiento, aunque sí lo hicieron sus descendientes en fechas posteriores a las aquí estudiadas.87 La fuerte reticencia por parte del regimiento a aceptar el ascenso de individuos cuya fortuna provenía de la actividad mercantil era causa y consecuencia de un concejo con una baja presencia de personas con un perfil comercial. Aunque las familias de caballeros destacadas, pero que no pertenecían al regimiento, mantenían a menudo un perfil comercial, como veremos en el capítulo sobre los linajes, su papel en estas agrupaciones se limitaba a una serie de cargos que no afectaban a los más codiciados por los regidores, como el de procurador a Cortes. Dado que el cargo de procurador a Cortes era el mayor al que podía aspirarse dentro y fuera del regimiento, resulta muy ilustrador analizar a las personas que alcanzaron dicha dignidad. La mayoría de los procuradores que no eran regidores ni nobles y que fueron nombrados entre 1476 y 1518 debieron su ascenso a su formación y conocimientos. Destacan individuos asociados a la Chancillería, la Universidad o al oficio de escribano: Sancho Velázquez de Cuéllar, doctor y oidor de la Audiencia, Francisco Sánchez de Collados, escribano, y el licenciado Martín Carabeo.88 Esto explica que, mientras Francisco Sánchez de Collados fue nombrado procurador a Cortes, el peso de Luis de la Serna en su linaje no le granjeara esa misma dignidad, que solo fue alcanzada por ambos hijos en la siguiente generación, favorecidos además por los logros políticos que la irrupción de la Comunidad propició para ciertos individuos de perfil mercantil. otras pruebas de la resistencia al ascenso de los mercaderes las hallamos en las ordenanzas de la casa de Corral, del linaje de Reoyo, entre 1513 y 1526, y en las del Linaje de tovar de 1510, donde se señala que se reserven los oficios de más prestigio a personas que fueran caballeros o letrados, graves, de honra y estimados y tenidos por tales.89 ordenanzas que, aunque tardías, sancionan una práctica que existía ya de facto desde mucho antes y que se comprueba al observar las listas de procuradores vallisoletanos durante 87

CARVAJAL DE LA VEGA 2016a. Los otros tres procuradores no regidores de este período fueron don Pedro de Castilla, perteneciente a la nobleza, Juan Fernández de Valladolid, cuyo nombre excesivamente frecuente dificulta su estudio, y Juan de Duero, receptor de los bienes confiscados por la Inquisición en Sigüenza y su obispado (AGS RGS 1491-12, 182). 89 AHPV Sección Histórica, c. 23, fols. 895r-895v. CoRRAL 1905: 76-77. 88

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el siglo XV.90 Su puesta por escrito estaría directamente relacionada con el hecho de que esta práctica estaba siendo especialmente discutida en esos momentos previos a las Comunidades durante los cuales los mercaderes exigieron, cada vez más, un peso político en Valladolid. Mientras los letrados eran nombrados explícitamente en las ordenanzas entre las personas de más honra, los individuos con perfil mercantil parecen quedar excluídos. Un ejemplo ulterior de la fuerte resistencia a aceptar plenamente a miembros integrados en las redes de la oligarquía pero con un perfil mercantil es Francisco de torquemada (Red 8, p. 378), cuya centralidad en la red es de 0,301, considerablemente superior a la media de los regidores (0,274). Francisco, caballero antiguo de las casas de Fernán Sánchez y los Mudarros, destacado mercader, poseedor de una buena posición económica, con vínculos con los miembros más insignes de la familia torquemada y cuñado del escribano mayor de las rentas de Valladolid, Juan de Villalpando, tenía todos los requisitos para ser nombrado procurador a Cortes por el linaje de tovar cuando se presentó en 1513 y en 1521. Sin embargo, los regidores de sus casas se aseguraron de bloquear dicha posibilidad.91 Estas barreras al ascenso de los hombres de negocios debe ponerse también en relación con el clima de conflicto que enfrentará al regimiento y los mercaderes de la ciudad desde finales del siglo XV y hasta las Comunidades, que será discutido en el último capítulo. Por otra parte, frente a esta desventaja a la que se enfrentaban los mercaderes con ambiciones oligárquicas, existía una ventaja asociada a la capacidad de trasladar su red de relaciones a sus herederos. Una complejidad clave del poder oligárquico bajomedieval es que el prestigio y el capital social, dos elementos fundamentales del mismo, no pueden heredarse con la relativa sencillez con la que se lega una serie de bienes o se instaura un mayorazgo. Los regidores y la nobleza cuentan con el carácter hereditario del regimiento o el título nobiliario para facilitar ese traspaso de su preeminencia e influencias. Entre aquellos elementos sociales que no cuentan con dichas ventajas se abre una brecha fundamental entre los individuos con perfil comercial y los letrados. Aunque contamos con sagas familiares con ambos perfiles, resulta más sencillo, al compartir compañía o legar los bienes económicos, asociar a los herederos las redes de relaciones comerciales, siendo estas mucho más fácil de trasladar de padres a hijos que los contactos desarrollados a lo largo del ejercicio de un oficio de escribano o le90

Una lista de los procuradores vallisoletanos entre 1476 y 1602 en VARoNA GARCÍA 1990: 63-68. María Antonia Varona solo señala uno de los dos regidores que fueron procuradores en las Cortes de Madrigal de 1476, el otro fue García de la Cuadra. Gran parte de los procuradores atestiguados desde la segunda mitad del siglo XV eran regidores, un fenómeno que se observa también en el resto de ciudades castellanas: CARREtERo zAMoRA 1988: 136 (el perfil social de los procuradores es discutido en las pp. 249-302). 91 Véanse las pp. 260-263 de este libro. [ 107 ]

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trado. Esta lectura no es universal y, evidentemente, las dinastías de comerciantes afrontan sus propios problemas para perpetuarse, pero el más fácil trasvase de los contactos de padres a hijos supone una ventaja adicional dentro del complejo conjunto de factores que afectan al éxito o la frustración de las ambiciones de estos individuos. Mientras que los herederos de Francisco Sánchez de Collados pasaron a ser personas necesitadas de su linaje, los de la Serna, no solo mantuvieron su prestigio dentro del mismo, sino que fueron capaces de erigirse como procuradores de Cortes por el linaje de tovar en los años sucesivos. Luis de la Serna y Francisco de Collados no fueron los únicos individuos no regidores que supieron integrarse en el entramado oligárquico vallisoletano, pero son dos ejemplos contundentes de la presencia de estas personas y su papel como parte de las estructuras de poder urbano. Sus historias y las de otras personas con situaciones similares enriquecen nuestra visión de la oligarquía e ilustran las dinámicas sociales que se producen en su interior y su entorno inmediato, así como las estrategias de ascenso y las posibilidades de movilidad que entran en juego. De esta forma el ARS enfatiza el papel de una nebulosa de personas en torno a los regidores, algunos de los cuales muestran una centralidad destacada y cuestionan las tradicionales etiquetas y los límites rígidos que se proponen para la definición de las oligarquías bajomedievales. Al contrario de lo que se podría argumentar para los regidores, punto de partida del estudio a través de la técnica de snowball, la posición central de estos individuos en la red no es en absoluto inducida por la metodología empleada, sino prueba de la funcionalidad del ARS para descubrir actores destacados al margen de sus atributos. Asimismo, su papel respecto a las procuraciones a Cortes (alcanzadas por ellos mismos o sus herederos) confirma que la centralidad atribuida por la red, lejos de ser ficticia, tiene una correlación tangible en la influencia alcanzada en un ámbito fundamental para la oligarquía vallisoletana. 2.3.3. Los atributos frente a la integración en la oligarquía Una de las bondades del ARS es que, al mismo tiempo que relativiza la distancia entre individuos asignados a priori a distintas categorías sociales (regidor/no regidor, en este caso), señala también las considerables diferencias que podían existir entre personas que compartían ciertas características o etiquetas. El resultado es que, mientras que existen individuos fuera del concejo que muestran una mayor integración en la red total de relaciones de la oligarquía que muchos ediles, por otra parte ser miembro del regimiento no es una cualidad con idénticas implicaciones para cada uno de los regidores. [ 108 ]

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Puede parecer trivial afirmar que personas o familias con estatus diferentes (no hay que olvidar que dentro de la oligarquía también hay jerarquías) desarrollaron redes distintas, ya que lo natural es que cada familia construyese sus propias redes en función de sus posibilidades, las circunstancias y los intereses particulares. Sin embargo, cuando las personas o familias comparten ciertas características se ha tendido a presumir que su comportamiento social debía ser similar, algo que no debería darse por descontado. De igual forma, se asume que la posesión de una serie de características o condiciones aseguran la integración en la oligarquía. Recurrir al ARS permite someter a prueba esta preconcepción. Para ello se han comparando las redes de dos familias de regidores vallisoletanas con características a priori idénticas con la intención de analizar el grado de integración de ambas en la oligarquía. Se trata de la familia Alcocer y la familia Franco, ambas familias conversas dentro del regimiento. Los Franco huyeron de toledo tras ser asesinado en la revuelta de 1467 el hijo menor del doctor González de toledo, Alonso Franco, mientras que García de Alcocer fue llamado puto judío por parte del regidor Pedro de tovar cuando este último intentó matarle en 1501.92 tanto el doctor Diego González de toledo (o doctor Franco), como el doctor Díaz de Alcocer fueron contadores mayores, cargo que heredaron sus hijos, y ambos ascendieron gracias a las mercedes reales. Mercedes que también recibieron sus vástagos en numerosas ocasiones. El hijo del doctor Franco, Garci Franco, y Díaz de Alcocer coincidieron, de hecho, como contadores mayores de los reyes recibiendo varias comisiones de forma conjunta antes de encontrarse como compañeros en el regimiento. En cuanto a su nivel económico, basta con señalar los dos mayorazgos que fundó el doctor Franco o lo escrito por María del Pilar Rábade obradó para el caso de la familia Alcocer;93 es evidente que entre los bienes que poseían y las mercedes reales que recibían, estas familias contaban con una situación más que destacada incluso dentro del concejo. Finalmente, por concluir con la serie de similitudes, ambas provenían de otras ciudades y accedieron al regimiento gracias a una merced real y no por vía hereditaria. Desde un punto de vista prosopográfico, las familias Alcocer y Franco son prácticamente análogas, pues comparten una serie de elementos que tiende a identificarse como marcas definitorias de la trayectoria vital de un individuo. Sin embargo, si pasamos a estas mismas familias bajo la lente del ARS, el resultado es muy diferente. Se podría aducir que la diferencia estriba en la antigüedad de ambas familias. Es cierto que los Franco se asentaron antes en la villa: el doctor Franco poseía numerosos

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AGS, RGS, 1501-05, 164 y 284. RÁBADE oBRADó 1990. [ 109 ]

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bienes en Valladolid ya en 1441,94 y aunque sus casas principales permanecían en toledo y el traslado de la familia se habría producido a raíz de los trágicos sucesos de 1467, en 1448 había sido recibido en la casa de Reoyo y, desde al menos 1465, su hijo Garci Franco ya era regidor de Valladolid.95 En cambio, el doctor Juan Díaz de Alcocer no accedió al regimiento vallisoletano hasta 1494, a raíz de la defunción de Juan de Luzón.96 La distancia temporal es, en efecto, considerable, pero relativa si se tiene en cuenta que la información es mucho mayor a partir de los años noventa, cuando los Alcocer se incorporan al regimiento. Lo que marca la diferencia realmente es la política de contactos que ambas familias llevaron desde su asentamiento en la villa. Antes de 1475 Garci Franco y su hijo Antonio estaban ya al servicio del conde de Benavente. Al mismo tiempo y, paradójicamente, Garci había prometido otro de sus hijos, el poeta Pedro de Cartagena, a la hija del merino mayor Pedro Niño, llamada Guiomar.97 A pesar de que Pedro falleció mucho después, en el sitio de Loja en 1486, no hay datos que confirmen que el matrimonio tuvo lugar (aunque Avalle-Arce lo daba por sentado y, efectivamente, esto explicaría que no haya noticias del casamiento de Guiomar Niño con Manuel Ponce de León hasta 1503).98 Una posibilidad es que la alianza de Garci con el conde de Benavente entre 1473 y 1475 supusiese una ruptura del compromiso, ya que implicaba que la potencial familia política de Pedro Niño estaba directamente al servicio de su mayor enemigo, quien antes de 1475 le había desposeído de su cargo de merino y de su regimiento para entregárselos a su hermano Pedro Pimentel.99 Al margen de estas hipótesis, lo que es indudable es la voluntad de Garci por relacionarse con las familias más importantes de la villa, interés que no se percibe en absoluto por parte de la familia Alcocer. Estos comportamientos se comprueban de forma más evidente al aplicarse el ARS. tomando como referencia los tres miembros de la familia Alcocer y los tres miembros de la familia Franco que tuvieron un regimiento durante este periodo, se ha reconstruido una representación que combina las redes egocéntricas de los tres Alcocer y otra de los tres Franco. Las redes 9 y 10 (p. 379) representan una combina94

AGS, CCA, Diversos, 38, 16. RAH C. Salazar y Castro, 9/300, fol. 75v; AGS, EMR, M. y P. Leg. 61, fol. 24. 96 AGS, RGS, 1494-12, 30. 97 AGS, EMR, M. y P. Leg. 48, fol. 7. 98 AVALLE-ARCE 1991: 70. Sobre Pedro de Cartagena véase también CANtERA BURGoS 1968; CARtAGENA 2000. La mención a la dote de Guiomar debida a Manuel Ponce de León en AGS, RGS, 1503-11, 154. 99 AGS, RGS, 1475-1, 324. Aunque los intereses de Garci por vincularse con dos de las personas más poderosas de la villa son evidentes, es menos evidente el rédito para el merino de casar a su única hija con un hijo de Garci que, a pesar de ser el poeta Cartagena, no era su primogénito. Especialmente cuando esto implicaba «casarla con sus enemigos» (un comportamiento similar al que le llevó a romper tajantemente las relaciones con su hijo mayor, Alonso Niño de Castro, véanse las pp. 154-156 de este libro). 95

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ción de las redes egocéntricas de Juan Díaz de Alcocer (124), Cristóbal de Alcocer (125) y García de Alcocer (126).100 En la red 9 se muestra tan solo la zona de primer orden, es decir, únicamente sus contactos directos. La red 10 representa la zona de segundo orden al incluir los contactos de sus contactos. Las redes 11 y 12 (p. 379) muestran respectivamente las zonas de primer orden y de segundo orden de las redes egocéntricas de García Franco (133), Antonio Franco (135) y Gonzalo Franco de Guzmán (136). Comparando las redes de primer orden de cada familia (red 9 y red 11), la diferencia es palpable. Al margen de un mayor número de nodos y aristas (actores y vínculos) en la red de los Franco, en la red de los Alcocer el único nodo cuya centralidad destacada se manifiesta con el color rojo es la reina Isabel. Mientras que los Franco no solo se alimentaban de las mercedes regias y la relación con los reyes, sino que mantenían lazos con diversos nobles, los Alcocer no muestran ningún contacto con la nobleza y la única relación con otro regidor es la de Pedro de tovar que, en realidad, se enmarca dentro de las relaciones de conflictividad, ya que Pedro intentó matar a García de Alcocer, como se ha dicho previamente.101 En cualquier caso, la diferencia en sus estrategias relacionales se muestra mucho más claramente al reconstruir una red que muestre, no solo la zona de primer orden, sino también la de segundo orden, para cada una de las familias (red 10 y red 12). Al introducir también los contactos de sus contactos, se comprueba que la familia Franco está mucho más inserta en las redes sociales de otros regidores, ya que mantienen vínculos con los mismos individuos que otros ediles. Aun a riesgo de caer en la excesiva reiteración, es preciso recordar que, dado que las redes están incompletas por los defectos de las fuentes, compartir contactos indica en realidad una alta probabilidad de que esas personas mantuviesen también vínculos entre sí ya que muestra que compartían una misma red de conocidos. Por lo tanto, los Franco se mueven en un ámbito social más cercano al de la oligarquía en general. Por el contrario, los Alcocer, aun ampliando su radio de acción al de sus contactos, tan solo conectan con otros regidores (exceptuando el caso ya comentado de Pedro de tovar) o con miembros de la nobleza a través de los reyes. Se observa claramente que la expansión entre la red de primer orden y la de segundo orden de los Alcocer, se produce a través de los contactos de la reina, hacia el lado derecho del grafo, y apenas a través de otros contactos de la familia. La proximidad a la Corona permite que su centralidad de cercanía se mantenga en torno a la media del total de regidores, pero la red muestra que muchos de sus 100

Estos números se correspoden con el identificador (Id) en la base de datos y han sido incluidos en algunas redes para localizar a estos regidores en las mismas. 101 AGS, RGS, 1501-05, 164 y 284. [ 111 ]

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contactos están fuera del circuito en el que se mueve el resto de la oligarquía. La media de centralidad de todos los regidores, teniendo en cuenta que se incluye a individuos para los que se cuenta con poca información o que apenas vivieron unos años en el periodo de tiempo estudiado, es de 0,274, siendo el valor más bajo de 0,205 y el más alto de 0,366. La centralidad de cercanía de Juan Díaz de Alcocer, Cristóbal de Alcocer y García de Alcocer es de 0,284, 0,273 y 0,279 respectivamente; la de García Franco y Antonio Franco se aproxima más a los regidores destacados (solo 15 regidores superan el 0,300) con 0,305 y 0,312 respectivamente. Una forma de medir la integración en la red de la oligarquía es comprobar qué porcentaje de la red total representa la red familiar. En el caso de los Alcocer, su red de primer orden contiene solo un 2,12% de los nodos de la red total y un 1,63% de las aristas. Los Franco, doblan y triplican ese porcentaje con un 5,11% de los nodos y un 5,91% de las aristas. Sin embargo, la diferencia se aprecia aún más comparando las zonas de segundo orden, donde la red de los Alcocer incluye tan solo a un 7,91% de los nodos y un 9,16% de las aristas presentes en la red total (red 1), frente al 20,44% de los nodos y el 23,81% de las aristas en el caso de los Franco. Las cifras arrojadas por los programas de ARS, teniendo en cuenta la deficiencia de las fuentes y la metodología a la hora de recabar datos relacionales, no tienen per se ningún significado absoluto, sin embargo, su valor relativo, al compararse con otros valores, es altamente clarificador. Si constatamos que el área de segundo orden de la familia Franco contiene 212 actores y 600 relaciones, esto puede parecer vacío de contenido a alguien que no esté familiarizado con otros estudios de redes en épocas premodernas o que se pregunte, ¿qué muestran estas cifras respecto a las relaciones y contactos reales de esta familia a lo largo de su vida? Pero si comprobamos que, en una red reconstruida a partir de unos criterios concretos, ya avanzados en este capítulo, la red de segundo orden de la familia Franco contiene más del 20% del total de la red reconstruida, es innegable que esto proporciona una imagen vívida del grado de integración de dicha familia en la oligarquía vallisoletana, más aún si se compara con otras familias del regimiento. Que la red de los Franco duplique en alcance a la de los Alcocer no significa, evidentemente, que los Franco estuvieran matemáticamente el doble de integrados que los Alcocer en la red de la oligarquía, pero demuestra dos formas diferentes de relacionarse dentro de un mismo regimiento y arco temporal y grados considerablemente dispares de integración que responden a estrategias diferentes, pero también a un estatus radicalmente distinto en el conjunto de la oligarquía vallisoletana. María Pilar Rábade obradó, en su artículo sobre la familia del doctor Juan Díaz Alcocer, asumía que los atributos eran los que otorgaban la pertenencia al grupo. [ 112 ]

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María Pilar Rábade obradó, en su artículo sobre la familia del doctor Juan Díaz Alcocer, asumía que los atributos eran los que otorgaban la pertenencia al grupo. Dicha aseveración corroboraba la visión de la integración en la oligarquía como resultado de la suma de ciertos atributos.102 Sin embargo, al comprobar los contactos reales se demuestra que su integración en este grupo, al margen de lo que pudiese indicar su nivel económico, sus propiedades en la villa, las mercedes recibidas o los cargos en la corte y el regimiento, era relativamente moderada. Gracias al ARS se comprueba hasta qué punto dos familias, partiendo de condicionantes sociales muy similares y de unas mismas características, pueden actuar de forma diametralmente opuesta. Se confirma, por lo tanto, su funcionalidad como metodología complementaria a la prosopografía que, por si misma, tiende a omitir o subestimar el papel de las relaciones y se certifica que las dinámicas sociales no pueden inferirse de los atributos de los sujetos. Es preciso comprobar el funcionamiento concreto de estas familias y, a partir de este, observar su posición en el conjunto de la oligarquía, combinando distintos niveles de análisis. La familia Alcocer tendría un nivel destacado de vida y contaba con la consideración de los reyes, pero no parece que la integración en la oligarquía vallisoletana estuviera dentro de sus objetivos, todo lo contrario que en el caso de los Franco. Las diferencias en el grado de integración, sin embargo, no se producen tan solo entre distintas familias, sino que se pueden observar entre distintos individuos regidores e incluso, entre regidores de una misma familia, cuestión que nos lleva al problema de la potencial heredabilidad del capital social y la reproducción oligárquica. 2.3.4. Jerarquización interna, reproducción oligárquica y capital social Una cuestión fundamental en el debate historiográfico acerca de las oligarquías es la reproducción y el cierre oligárquico. En su estado de la cuestión sobre las oligarquías medievales Juan Antonio Bonachía y Carlos Martín Cea afirmaban que, si bien la hereditariedad y la patrimonialización de los oficios municipales eran aspectos bien conocidos para el caso castellano, el dilema acerca del cierre oligárquico y la perpetuación en los cargos distaba mucho de estar zanjado.103 La perspectiva del ARS provee una visión complementaria para comprender los mecanismos que favorecen la hereditariedad 102

RÁBADE oBRADó 1990: 287: «La facultad para instituir un vínculo de mayorazgo y el interés por situar las rentas en el entorno vallisoletano, así como la fundación piadosa realizada por el doctor y su esposa, radicada, igualmente, en la ciudad del Pisuerga, dicen mucho acerca de su integración en el seno de la oligarquía urbana vallisoletana, integración lograda en gran medida gracias al prestigio social y alzamiento de sus niveles de rentas provocados por su estancia en la Corte». 103 MARtÍN CEA y BoNACHÍA HERNANDo 1998: 31-32. [ 113 ]

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del regimiento y que van más allá de la patrimonialización institucional o consuetudinaria. Bajo el prisma de las redes, dicha hereditariedad conecta además con la cuestión de la jerarquización interna de las oligarquías, es decir, la existencia de diferentes rangos dentro del mismo grupo. La propuesta de esta obra es que tanto las jerarquías como la capacidad de perpetuarse en el regimiento se hallan estrechamente relacionadas con la posición dentro de la red y, en concreto, que a una mayor centralidad se corresponde un puesto predominante dentro del regimiento y mejores oportunidades de que la familia se perpetúe en el mismo. Sin embargo, esta capacidad de perpetuarse no siempre se traduce automáticamente en la reproducción de las familias, dado que entran en juego también sus estrategias y prioridades, así como la iniciativa de los individuos. El ARS permite detectar la centralidad y esta centralidad significa que la posición dentro de las redes sociales reconstruidas, potencialmente, facilitaría el acceso a un capital social mayor o menor, en comparación con otros individuos. En este trabajo, cuando hablamos del capital social de una persona nos referimos a la capacidad que tiene de acceder a recursos gracias a sus relaciones con otros individuos o colectivos y, en consecuencia, las posibilidades que estos contactos le brindan a la hora de perseguir distintos intereses u obtener determinados beneficios.104 Si bien las redes habilitan dicho acceso, el historiador debe evaluar, con información complementaria, si es posible comprobar el uso concreto que los sujetos hacían de ese potencial capital social. En Valladolid, en general y sobre todo desde 1469, existió una cierta continuidad en el grupo de regidores que, al margen de las vicisitudes individuales, se caracterizó sobre todo por la voluntad de mantener su exclusividad. Voluntad que no impidió que el grupo fuese, no solo heterogéneo, sino que también se viese sometido a constante cambio. Como Adeline Rucquoi ya señaló, la transmisión de los regimientos de padres a hijos no era sistemática a finales del siglo XV.105 Cada vez que coincidía la sucesión en el regimiento con un momento de debilidad familiar los reyes y regentes aprovechaban para imponer un candidato propio, a menudo ajeno a las redes de la oligarquía vallisoletana. Esto supuso el ascenso de nuevas familias al regimiento mientras que otras, por diversas circunstancias, acabaron saliendo del mismo. Los reyes, en este sentido, se muestran como un elemento distorsionador de la estabilidad de la red oligárquica, pues a menudo adjudican los regimientos a modo de merced o como medio para posicionar en el regimiento a sus adeptos, es104

Para una definición más precisa desde la perspectiva de redes, véase LIN 2008. Como señala Nan Lin, p. 51: «Social capital is defined as resources embedded in one’s social networks, resources that can be accessed or mobilized through ties in the networks». Por lo tanto, el capital social se refiere a los recursos que la persona puede acceder a través de las redes sociales, pero redes sociales y capital social no son términos intercambiables (p. 59). 105

RUCQUoI 1997: II, 143-144. [ 114 ]

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pecialmente en los momentos de crisis dinástica, tras 1504. Sin embargo, a pesar de los momentos coyunturales de debilidad y de la intervención regia, el ARS muestra que aquellas familias que, aun siendo momentaneamente desplazadas del regimiento, se mantenían próximas a los resortes del poder, solían volver a acceder al mismo. En relación con esto, se puede afirmar que los distintos niveles de cercanía al centro de la red (dicho de otra forma, los niveles más altos de centralidad) equivalían, en cierta manera al grado de pertenencia al núcleo duro de la oligarquía. Durante este período, familias como los Niño o los Franco representaron a la oligarquía por excelencia, pero en torno a ellos muchas otras familias orbitaron en un juego de equilibrios e influencias en continua tensión. Un delicado equilibrio en el que no se trataba tan solo de pertenecer o no de forma categórica a la oligarquía —oligarquía que, como se mostrará en el próximo apartado, carecía de unos límites precisos— sino de mantenerse próximo a los espacios de poder donde se podía ejercer un mayor nivel de influencia. Si cruzamos los datos de centralidad con algunos criterios prosopográficos, se confirma que las familias más próximas al núcleo duro de la oligarquía se caracterizaron por tener un peso específico a la hora de obtener las procuraciones de Cortes, el oficio más deseado por parte de los regidores y para cuya obtención, como se explicará más adelante, resultaba fundamental tener una fuerte influencia dentro de los linajes a través de la clientela. La elección de procuradores era una de las ocasiones en las que se manifestaba claramente la jerarquización interna de esta oligarquía y que ha quedado registrada en la documentación. Sin embargo, esta jerarquización se haría presente de forma cotidiana, en cada reunión del regimiento, en una serie de gestos y símbolos que evidenciarían la preeminencia de algunos y que les supondría un protagonismo en las negociaciones y toma de decisiones concejiles. Entre los regidores designados procuradores de Cortes, aunque algunos renunciaron el cargo, se encuentran Rodrigo de Verdesoto, Pedro de Villandrando y Pedro Niño. En este contexto, la designación es más significativa que el ejercicio del cargo dado que, mientras el cargo puede adquirirse posteriormente comprando su renuncia, la designación depende del apoyo recibido dentro del propio linaje de caballeros. Aun cuando en dicha designación entren también en juego factores como los sobornos, esta sigue siendo el resultado de una fuerte ascendencia sobre una base social fundamental para el regimiento como se verá en el capítulo 5. Los regidores designados procuradores a Cortes muestran los mayores índices de centralidad: Pedro Niño, con 0,3662 es tercero en la lista de individuos con más centralidad, segundo de los regidores en dicha lista, por detrás de Juan López de Calatayud cuyos valores, como ya hemos señalado, están en cierta medida sobredimensio[ 115 ]

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nados. Pedro de Villandrando es noveno, cuarto regidor en la lista, con 0,329 y Rodrigo de Verdesoto duodécimo, quinto regidor en la lista con 0,323. Por lo tanto, el presente estudio, como se comprobará aún más por extenso en el capítulo de los linajes, muestra claramente la consolidación del trinomio procuraciones —alta centralidad (especialmente plasmada en una mayor base clientelar dentro de los linajes)— capacidad de perpetuación en el regimiento. Si la procuración es una manifestación del poder, se comprueba que poder y procuración van necesariamente de la mano de una mayor influencia en el plano relacional dentro de la oligarquía. Podría cuestionarse si las relaciones anteceden o suceden a la procuración. Atendiendo al caso de Sánchez de Collados, indudablemente, la red de contactos es previa a la designación como procurador. otro caso de ascenso a la oligarquía —en concreto al regimiento, pero no a la procuración de Cortes— antecedido por una considerable integración en la red oligárquica, es el ya comentado de Gómez de Enebro (0,297 de centralidad de cercanía).106 Los corregimientos, por el contrario, siendo un cargo que dependía de la cercanía a la Corona más que de la integración en las oligarquías locales, muestran un perfil más variado, incluyendo a individuos con índices de centralidad incluso por debajo de la media de los regidores (0,274). La centralidad de cercanía de Juan de Luzón, corregidor de Sahagún y Carrión,107 asciende a 0,238, siendo aún menor en el caso de otros regidores que obtuvieron corregimientos:108 0,230 en el caso de Juan Rodríguez de Baeza, corregidor de Medina del Campo,109 y 0,233 el doctor Villarroel, corregidor de las Cuatro Villas y adelantado de Cazorla.110 Mención aparte merece el caso atípico de García de la Cuadra, que fue tanto procurador de las Cortes de Madrigal de 1476, como corregidor de Logroño (1483-1484) y Madrid (1484-1487),111 y que será analizado más adelante. Estos ejemplos confirman que los regidores que aspiraban a corregimientos tenían por lo general un papel secundario dentro de la red de la oligarquía, siendo Villarroel el único caso cuya baja centralidad puede explicarse por su breve presencia dentro del arco temporal estudiado. La continuidad de estas familias en el regimiento sufrió mayores reveses a lo largo del periodo que las familias que coparon 106

Véase la p. 60 de esta obra. AGS, RGS, 1493-05, 21. 108 El regidor Juan de Morales, corregidor de Arévalo, no ha podido ser incluido en el análisis relacional porque su homonimia con una familia de regidores en Soria ha hecho imposible un seguimiento solvente del mismo (AGS CCA,CED, 5, 26, 3). 109 Durante dicho corregimiento ordenó la redacción de una versión en romance de la obra De bello Judayco, realizada por Álvaro de Baeza: BL, Add Ms 28500. 110 AGS, CRC, 495, 4; 496, 14; 550, 7; 714, 10. 111 AGS, RGS, 1483-11, 233; AGS, RGS, 1484-03, 189 (Cit. por CANtERA MoNtENEGRo 1986: 12); AGS, RGS, 1484-03, 223. 107

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las procuraciones. Es el caso de los Luzón, que desaparecieron del regimiento al fallecer Juan de Luzón, recibiendo el cargo el doctor Juan Díaz de Alcocer en 1494,112 y de los de la Cuadra. Sin embargo, si bien tener una centralidad mayor y, por lo tanto, pertenecer a lo que podríamos denominar el núcleo duro de la oligarquía, proporcionaba mayores opciones de continuidad, esta correlación no siempre se producía de forma automática, ya que existían familias para las que perpetuarse en el regimiento no era un objetivo prioritario. Se trataba, principalmente, de los regidores nobles cuya continuidad en el regimiento es dispar porque este se reservaba, por lo general, a los segundones y solo fruto de inesperadas eventualidades en la descendencia acababan por coincidir regimiento y título en una misma persona. Las pretensiones al condado de Buelna por parte de Pedro Niño se basaban en la legitimación de su padre, el merino Alonso Niño, por parte del conde Pedro Niño en ausencia de otros herederos. El conde de Ribadeo Pedro de Villandrando heredó el regimiento solo tras fallecer su hermano bastardo, Sebastián de Villandrando113 y Pedro Pimentel fue destinado al regimiento mientras su hermano mayor heredaba el condado de Benavente, a pesar de que, con posterioridad, el hijo de Pedro Pimentel accedería a un título propio como marqués de távara. Si bien la nobleza es un criterio de prestigio, que sin duda aporta un peso específico dentro de la villa y que favorece una rápida integración en las redes de la oligarquía, la centralidad de estos individuos (la mayoría de los regidores nobles sobrepasan el umbral de 0,300 en centralidad de cercanía) no siempre se corresponde con su reproducción al interno del regimiento, sino que depende de las políticas familiares. El hijo bastardo del conde de Ribadeo, aunque peleó por el título del condado, no mostró interés por el regimiento, como tampoco parece haberlo hecho el vizconde de Altamira Alonso Pérez de Vivero, hijo del regidor Juan de Vivero. Este desinterés por el regimiento como consecuencia de estrategias familiares, aparece asimismo entre familias de mercaderes, siendo el caso paradigmático el de Juan López de Calatayud, cuya excepcional centralidad ya ha sido señalada. Juan renunció su regimiento, no en su hijo, Pedro López de Calatayud, sino en Andrés de Ribera, alcaide de Burgos y hermano del comendador Pedro de Ribera, regidor asimismo en Valladolid. Sobre los motivos de tal renuncia y una posible venta encubierta del

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AGS, RGS, 1494-12, 30. AGS, RGS, 1480-4, 54. El fallecimiento de Sebastián y el consecuente acceso al regimiento por parte del conde de Ribadeo hace pensar que la política familiar inicialmente había proyectado una situación similar a la de la familia Pimentel, con una rama noble y otra en el regimiento, pero el fallecimiento de Sebastián llevó a unir ambos perfiles en el conde de Ribadeo. 113

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oficio solo podemos especular, pero en cualquier caso, los reyes no la respetaron y dieron el regimiento al tesorero Gonzalo de Baeza, emparentado con los Verdesoto, quedando Andrés de Ribera sin el cargo. Esta decisión de renunciar en otra persona distinta a su heredero, aumenta la impresión de que las familias que primaban la actividad comercial no concebían el regimiento como una sus prioridades. Pedro López de Calatayud siguió los pasos de su padre en cuanto a los negocios mercantiles y tuvo contactos con otros mercaderes importantes de la villa como Lope de Urueña o Antonio de Paredes, pero no hay noticia de que intentase acceder a ningún cargo concejil. Sin embargo, el retorno de la familia al regimiento posteriormente, durante el siglo XVI, confirma que las familias próximas al núcleo duro de la oligarquía, al margen de situaciones que les llevasen coyunturalmente a salir del regimiento, al mantenerse integrados en la red, contaban con recursos para volver a ingresar en esta institución.114 En el caso de los López de Calatayud se trataba de una decisión de la familia; en otros casos, la ausencia temporal del regimiento se debió a minorías de los herederos o a falta de descendencia inmediata. Sin embargo, los ejemplos en los que dichas dificultades fueron salvadas, al igual que los casos en los que, a pesar de existir descendencia, el traspaso del cargo de padre a hijo no se produjo, muestran que la centralidad en la red tenía un impacto fundamental en la capacidad para asegurar la reproducción y soslayar adversidades, siendo incluso más determinante que la hereditariedad nominal del cargo. Si por un lado las estrategias familiares crean excepciones en el binomio centralidad-continuidad, por otro es preciso considerar que la combinación de la documentación medieval y las características de los programas de ARS permite reproducir tan solo redes estáticas, mientras que la posición de una persona dentro de dicha red era a menudo incierta y volátil. Los contactos y la influencia de los actores variarían continuamente a lo largo de su vida y, con más razón aún, la posición central de un individuo no aseguraba de forma automática una posición similar para sus hijos. Un ejemplo de familia cuya estrella decae hasta desaparecer del regimiento es la familia de la Cuadra. Juan de la Cuadra aparece a mediados del siglo XV como hombre afín a la familia zúñiga, condes de Plasencia, relación que probablemente influiría en su ascenso al regimiento. Fundó un mayorazgo en tiempos de Juan II y en agosto de 1452 estuvo presente en las capitulaciones para el matrimonio entre Rodrigo Alfonso Pimentel, hijo de Alonso Pimentel, entonces conde de Benavente, y Leonor Pimentel, nieta del conde de Plasencia, Pedro de zúñiga. Para comprometerse a cumplir lo estipulado en las dichas capitulaciones, el conde de Plasencia hizo pleito homenaje en Juan de la Cuadra, mientras que el conde de Benavente, lo hizo en Juan Pimentel.115 114 115

BENNASSAR 1989: 67. AHN Nobleza. osuna, c. 417, 34-1. [ 118 ]

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Su presencia en un asunto de tanta relevancia para dos casas nobiliarias de este nivel muestra sus buenos contactos con las mismas, especialmente con el conde de Plasencia, del que sería cliente. otra prueba de la relación entre Juan de la Cuadra y los condes de Plasencia es que en 1478 actuó en nombre de Álvaro de zúñiga y Guzmán. Álvaro era hijo de Pedro de Estúñiga y su sucesor en el título de conde, que después se convertiría en duque de Plasencia. Juan de la Cuadra presentó en su nombre una escritura para reclamar que se le devolviesen unas tierras en la ciudad de Sevilla, lo que le señala como hombre de confianza del conde.116 Su heredero fue García de la Cuadra, quien se casó con Isabel de Valencia y desempeñó el cargo de regidor en Valladolid al menos desde 1473117 y hasta su muerte en febrero de 1492.118 Además de regidor, fue vasallo de los reyes, procurador por Valladolid en las Cortes de Madrigal y corregidor de Madrid119 y Logroño.120 La muerte de García de la Cuadra, en sus propias casas en Valladolid, es anotada en el Cronicón de Valladolid, con fecha de 19 de enero de 1492, lo que le señala como una persona relevante en la villa.121 Su primogénito, llamado Juan como el padre de García, le sucedió en el regimiento en febrero de ese mismo año a pesar de que debía ser menor de edad, ya que su madre, Isabel de Valencia, ejercía como su tutora aún en 1494.122 Sin embargo, la familia (incluidos otros dos hijos de su matrimonio con Isabel: Sancho Leiva y Catalina de Valencia) parece haber quedado en una situación precaria tras su defunción, especialmente desde el punto de vista económico. En septiembre de 1492 su viuda y testamentaria, Isabel de Valencia, y su hijo mayor, Juan de la Cuadra —como titular del mayorazgo aunque aún bajo la tutela de su madre— obtuvieron licencia para vender ciertos bienes del mayorazgo. Apenas dos años después, en junio de 1494, se repetía la misma situación, esta vez con motivo de la dote de doña Catalina de Valencia, hija de García e Isabel y hermana de Juan de la Cuadra. Catalina había de contraer matrimonio con el maestresala del príncipe don Juan, el comendador Luis de Quintanilla.123 Por lo tanto, los de la Cuadra, a pesar del mayorazgo fundado por Juan (o justamente por él), se hallaron desde finales del siglo XV en una situación económica agónica, en la que lo que rentaba el mayorazgo no era suficiente para satisfacer sus ne116

AHN Nobleza. osuna, c. 312, 29. AHN Consejos. Leg. 23.816, 12. 118 AGS, RGS, 1492-02, 15. 119 AGS, RGS, 1484-03, 223; AGS, RGS, 1485-12, 48. MILLARES CARLo 1971: 39, 45 y 117; GóMEz IGLESIAS 1970: II, 49. 120 AGS, RGS, 1483-11, 233. 121 Cronicón 1848: 188. 122 AGS, RGS, 1492-02, 15. 123 AGS, RGS, 1494-06, 13. 117

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cesidades, tanto para el mantenimiento de una familia de su nivel, como para la participación en la guerra, las mandas testamentarias probablemente excesivas de García (tal y como correspondía a un regidor) y, sobre todo, el matrimonio de Catalina cuyo costo además, no sería rentabilizado como esperaban, ya que la defunción del príncipe Juan restaría valor al matrimonio con su maestresala. Paralelamente a estas dificultades económicas, en el ámbito político, Juan fracasó en su intento de ser nombrado procurador a Cortes dentro de su linaje.124 Juan de la Cuadra debió fallecer entre el 29 de abril de 1506, fecha de su última aparición en las actas del concejo vallisoletano y el 31 de junio del mismo año, día en el que el bachiller Antonio de Roa se presentó ante el ayuntamiento con una cédula en la que los reyes concedían el regimiento de Juan de la Cuadra a don Diego Manuel, hijo de don Juan Manuel.125 A su muerte Juan dejaba una viuda, María de Avellaneda, y cuatro hijos: Pedro de la Cuadra, Juan de Avellaneda, Antonio y doña Isabel. El primogénito, Pedro, no llegó a acceder al regimiento de Valladolid. No es la única familia vallisoletana en esta situación. Los regidores de familias más débiles que morían mientras sus hijos eran menores de edad y sin haber renunciado el oficio a tiempo, dejaban a sus vástagos con muy pocas posibilidades de continuidad en el regimiento. Sin embargo, la minoría no es un elemento suficiente para perder el regimiento, sino que ha de combinarse con una debilidad en las conexiones de la familia y sus influencias o, dicho de otra forma, en su posición dentro de la red de la oligarquía. Juan de la Cuadra pudo suceder a su padre García en el regimiento a pesar de ser menor, sin embargo, su hijo, también menor, careció de dicha posibilidad al encontrarse la familia en una posición de debilidad mayor.126 Un ejemplo de que la minoría no resultaba decisiva y que las conexiones de la familia podían sobreponerse a esta causa de fuerza mayor es la familia Bernal. En su caso, tras las muertes consecutivas del regidor Bernal Francés (0,301 de centralidad de cercanía) y su hijo Juan Bernal (0,283), quedó como heredero Diego Carrillo, hijo del primero y hermano del segundo, menor de edad. Las relaciones de la familia con los Enríquez, permitió que el regimiento pasase a Gómez de Enebro quien parece haberlo tenido en virtud de su calidad de tutor del menor para, una vez que este adquirió edad suficiente, renunciarlo en él.127 La centralidad alta de Bernal Francés, que desciende levemente en el caso de Juan Bernal, en parte por haber fallecido de forma temprana, pero que se mantiene aún por encima de la media de los regidores, confirma la relación directa 124

ARChV Pl. Civiles. Fernando Alonso (F), c. 602, n.º 4. AMV, Libro de Actas 2, fols. 230 y 239v-240. 126 Podría argumentarse que la diferencia radicó en la distinta edad de Juan cuando su padre falleció y la de su hijo al fallecer él mismo, pero como muestra el caso de los Bernal, incluso en los casos en los que el hijo huérfano era muy pequeño, la familia podía recuperar la posición en el regimiento. 127 AGAPIto Y REVILLA 1918: 21. Más acerca de este caso en las pp. 140-142 de esta obra. 125

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entre una centralidad alta y la capacidad de asegurar la continuidad de la familia. La influencia de los Enríquez acabaría, sin embargo, por volverse en contra de la familia, ya que Diego Carrillo, cuya centralidad desciende claramente hasta un 0,247 convirtiéndose en un sucesor mucho más débil que los Bernal anteriores, aceptaría renunciar su regimiento en 1515 en Fernando Enríquez, hermano del almirante de Castilla. No solo las minorías, sino incluso la falta de herederos directos por vía masculina podía ser contrarrestada con una posición fuerte dentro de la red de la oligarquía. El mejor ejemplo es el caso de Jerónimo de Virués (0,301 de centralidad de cercanía), que dejó por su heredero universal y sucesor en su regimiento a su nieto Alfonso de Virués, a pesar de ser su descendiente por vía materna e ilegítimo, hijo de su hija Marina de Virués, cuyo caso es explicado de forma más pormenorizada en el apartado sobre el parentesco. Si bien las familias con mayor integración en la oligarquía podían volver a adquirir un puesto en el concejo, como ocurrió con los Bernal, otras quedaban inevitablemente apartadas de las altas esferas del poder local y limitadas a la participación en las casas y linajes. Este aspecto se observa mejor en los casos en los que, gracias a la documentación interna de los linajes, podemos estudiar la ascendencia de los regidores dentro de sus propias casas, como se verá en el capítulo 5. Finalmente, otro elemento fundamental en la continuidad de las familias en el regimiento es el papel de las mujeres en la red de relaciones de la oligarquía. Cuando desaparece un eslabón de la red (el regidor), es a menudo la esposa, la que mantiene el tejido de la red familiar o incluso lo aumenta, siendo así determinante para consolidar las oportunidades de sus hijos, especialmente si se produce el fallecimiento durante la minoría del primogénito. Son muchos los casos que podrían discutirse, algunos de los cuales serán mencionados más adelante en el capítulo dedicado a las mujeres. Por ahora bastará con considerar las estrategias de tres mujeres implicadas en los dos casos aquí discutidos, los Bernal y los de la Cuadra, y su relación con la continuidad de la familia en el regimiento. En el caso de los de la Cuadra, la viuda de García, Isabel de Valencia, aparece implicada activamente, como tutora de su hijo, en las gestiones económicas para dotar a su hija Catalina y casarla con el maestresala del príncipe don Juan, consolidando los lazos de la familia con la Corte. Por el contrario, María de Avellaneda, viuda de Juan de la Cuadra, a la muerte de este, se marchó con sus hijos a sus posesiones fuera de Valladolid, a Piña de Esgueva. Este retiro les llevaba a desaparecer de la escena política de la villa, lo que, unido a las dificultades económicas de la familia, no favorecería en absoluto la incorporación de sus hijos al regimiento. Como contrapunto, Juana Carrillo, viuda de Bernal Francés, hizo todo lo posible por asociar a sus hijos a un tutor regidor. Dicha asociación, como muestran otros ejemplos previos (Jerónimo de Virués accedió [ 121 ]

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al regimiento por asociación a su suegro y su padrastro, ambos regidores), aseguraría que se respetaran los derechos de su hijo a una regiduría. 2.3.5. Una nueva definición de oligarquía: la oligarquía como red Definir la oligarquía es una cuestión historiográfica que ha ocupado a numerosos medievalistas.128 La constatación de que dentro de dicho grupo existen diferencias reseñables ha llevado a algunos autores a ofrecer distintas categorías para las élites de determinadas ciudades en función del grado de poder que llegaron a alcanzar los sectores que las componían. José Antonio Jara Fuente, para el caso conquense, distingue entre una élite de poder, una élite de participación que no controla los recursos del poder aunque los disfruta y un grupo ambiguo que conforma a la vez la parte más baja de la clase dominante y la más alta de la clase dominada.129 En el caso de zaragoza, Enrique Mainé Burguete, citando a Phillippe Dollinger, afirmó que la oligarquía no se componía tan solo de aquellos que ejercían el poder, sino también del conjunto de individuos que tenían derecho a ejercerlo, los llamados ciudadanos honrados. Posteriormente, de forma similar a Jara Fuente, los dividió en una oligarquía activa y otra potencial que era ajena a la vida concejil.130 En el caso vallisoletano se podría realizar una clasificación equivalente basada en la distinción entre los regidores, que ejercían los principales cargos del poder urbano, y los meros caballeros urbanos, miembros de los linajes de tovar y Reoyo quienes, en teoría, podían optar a los cargos municipales pero, como se explicará en el capítulo sobre los linajes, tan solo accedían a oficios subalternos, estando dicho acceso fuertemente mediatizado por los regidores. Sin embargo, dicha clasificación daría una imagen en exceso plana de la realidad vallisoletana. Según esos criterios, todos los miembros de los linajes forman parte de la oligarquía potencial en igual grado, al igual que todos los regidores son oligarcas de la misma forma. Por un lado, se sobredimensiona a muchos de los caballeros que a menudo no tuvieron ningún poder efectivo y cuando lo tuvieron fue más en virtud de una relación patrón-cliente con los regidores que en virtud de su pertenencia al linaje.131 Por otro, se olvida la capacidad de intervención de figuras más o 128

Entre otros: CRoUzEt-PAVAN 1997; LE GoFF 1997; ISENMANN 2010. JARA FUENtE 2000: 396. Ya en 1994 Yolanda Guerrero Navarrete y José María Sánchez Benito apuntaban en este sentido al diferenciar, dentro de la oligarquía conquense, entre los que desempeñaban un papel activo en la toma de decisiones de la ciudad (la verdadera oligarquía) y los que solo ocupaban cargos subalternos GUERRERo NAVARREtE y SÁNCHEz BENIto 1994. 130 MAINé BURGUEtE 2006: 14 y 20. 131 Véase el capítulo sobre los linajes. En concreto las explicaciones en torno al nombramiento de nuevos miembros de los linajes siempre en función de incluir a los clientes de los regidores que, a la sazón, eran los que a menudo se beneficiaban de forma particular de su condición de miembros, pp. 238-248. 129

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menos fundamentales que no pertenecían a los linajes pero tuvieron una influencia concreta en el poder local a través de sus relaciones con los regidores. Un caso evidente son los individuos que, a pesar de carecer de una regiduría, acceden a la procuración, mientras que algunos regidores, no son capaces de movilizar sus apoyos en los linajes para acceder a dicho cargo. también la nobleza, con el conde de Benavente como máximo exponente, o las mujeres de estos ediles —a menudo puentes entre distintas familias de la oligarquía, o entre los regidores y la reina Isabel de quien varias fueron damas— son ejemplos claros de personas que influyeron directamente en el desarrollo y las posibilidades de la oligarquía vallisoletana, como se verá a lo largo de este trabajo. La oligarquía entendida como red tiene la ventaja de presentar un carácter mucho más plástico, tan versátil como la propia realidad. Esta red, incluso su núcleo duro, no se compone estrictamente de regidores y no excluye por defecto a aquellos que no pertenecían ni al regimiento, ni a los linajes, es decir: nobles, mujeres y miembros del común. Al mismo tiempo, no coloca en un plano superior, estático y homogéneo a los regidores, frente a otro plano inferior pero igualmente estático y homogéneo compuesto por los caballeros de los linajes. Al concebir la oligarquía como una red, los caballeros mejor situados dentro de la red, aunque no sean regidores, tienen un poder específico (si bien más efímero al carecer de ciertas ventajas para asegurar su puesto en la red a su descendencia), similar o incluso mayor que el de ciertos regidores. ¿En qué consiste este poder? Evidentemente, no consiste en ventajas fundamentales de los regidores como estar presentes en las reuniones del concejo o tener voto en las decisiones. Se trata de poder acceder a la información, optar a la procuración de Cortes, contar con contactos relevantes y tener peso para afectar a las decisiones del concejo aun estando fuera de este. Son personas que gravitan en torno a los ediles (y viceversa) pero que al no ostentar cargos importantes suelen pasar desapercibidos en los estudios prosopográficos sobre las élites. Sin embargo, son importantes por dos razones. En primer lugar para comprender la estructura social sobre la que se cimenta la oligarquía, de la cual depende y se retroalimenta. En segundo, porque al ser el entorno más inmediato de los regidores, entre sus filas se encuentran algunas de las personas susceptibles de dar el salto en cualquier momento y ascender al regimiento o la procuración a Cortes, introduciéndose así como nuevo miembro de lo que en esta obra se denomina una suerte de nucleo duro de la oligarquía, que no es más que un círculo estrecho donde se concentran las personas con mayor poder. La red reconstruída muestra el entorno de la oligarquía, es decir que incluye a personas que no podemos considerar como miembros plenos de la oligarquía, en el sentido de que no participaban activamente en el monopolio del poder político. Sin [ 123 ]

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embargo, precisamente una ventaja de la concepción de la oligarquía como red, es rechazar la idea de que existen límites precisos, bien definidos que señalan quién está dentro y quién fuera. Es una red difusa y cambiante que cuenta con zonas de mayor centralidad y zonas más periféricas a lo largo de las cuales se mueven los actores, mostrando diferentes grados de centralidad. Dependiendo de cada red concreta puede proponerse, como de hecho se ha propuesto en este capítulo, la existencia de un núcleo central o núcleo duro de la oligarquía al que pertenecen las personas que superan un determinado umbral de centralidad (se podría proponer como cifra orientativa la de 0,300 para este estudio, pero es preferible hablar tan solo de tendencias y rehuír una idea determinista basada en los cálculos matemáticos del ARS). Las personas que superan dicho umbral, que son miembros del nucleo duro, pueden, o no, ser regidores. La mayoría lo son, pero también se cuelan miembros de los linajes no regidores, elementos de la nobleza, especialmente el conde de Benavente, el corregidor Alonso Ramírez de Villaescusa o la propria reina Isabel. Esas personas que se hallan en el centro de la red, son las que poseen una influencia mayor en la oligarquía y en las decisiones que esta toma, incluso si algunas, por razones evidentes, no pueden formar parte nominal de la misma ni se integrarán jamás en el regimiento (por ejemplo la reina, el corregidor, o las mujeres, excluidas de los cargos públicos). Cuanto más se alejan los individuos de este núcleo de la red, menor participación e influencia tienen en la oligarquía, incluso si se trata de individuos que poseen el cargo de regidor. Este alejamiento, no solo tiene consecuencias en términos de poder e influencia en el concejo, sino que puede poner en riesgo la continuidad dentro del mismo. Más allá de los resultados aquí expuestos, aún más expeditiva respecto a la relación entre centralidad y continuidad es la red desarrollada a partir de la información en los libros de los linajes, en el capítulo 5. El motivo es que dicha red, al estar construida sobre la base de una única fuente homogénea, garantiza que la presencia o ausencia de apoyos clientelares es plenamente representativa y no se haya mediatizada por disparidades en la cantidad de información disponible para cada uno de los regidores. Al mismo tiempo, aunque por los defectos de las fuentes no se hayan reconstruido redes con perspectiva diacrónica, la red cambia a lo largo del tiempo y con ella, las posiciones de los distintos individuos en la misma. Isabel Castaño (0,290 de centralidad de cercanía), formaría parte del nucleo duro de la oligarquía en vida de Isabel I, pero pierde toda su influencia tras fallecer la reina. Igualmente los de la Cuadra, a raíz de las dificultades económicas y la defunción del príncipe Juan, sumado a dos minorías consecutivas, se alejan del centro de la red hasta salir del regimiento. En consecuencia, se trata de una red cambiante e inestable, cuyos límites son imprecisos y no existe una línea clara que divida entre pertenencia o no, sea al núcleo [ 124 ]

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duro o a la red en general. Sin embargo, para los contemporáneos sería evidente qué personas eran miembros centrales o miembros periféricos de la oligarquía, moviéndose en torno a un área variable de influencia dentro de la red. De esta forma, la oligarquía en forma de red se acerca a las teorías pluralistas que consideran el poder repartido de forma más amplia a lo largo de la sociedad urbana en lugar de recluido en las instituciones urbanas. Se trata de un poder difuso que no solo se reparte de forma desigual a lo largo de la red oligárquica, sino que existe también fuera de la misma y aparece claramente en los numerosos actos de resistencia del común.132

2.4. Conclusiones En este capítulo se ha mostrado que el ARS resulta de una utilidad indudable para poder establecer un nexo entre los niveles micro y macro de estudio en las dinámicas sociales. Si a veces los árboles no nos dejan ver el bosque, esta metodología permite tanto reconstruir el todo, como ir diseccionándolo, centrándonos en los aspectos que consideremos de interés para, a través de preguntas concretas, observar distintos elementos de la red. Estos elementos pueden ser desde un tipo de relación, el papel de ciertas personas o colectivos dentro de la red (las mujeres, por ejemplo), hasta una familia o un individuo. La capacidad de respuesta de esta metodología estará en función de la documentación con que se cuente y las limitaciones que esta establezca aunque, indudablemente, también las decisiones a la hora de recabar datos condicionan después la posibilidad de analizar distintas cuestiones. Por ejemplo, aunque en la realización de este trabajo se ha optado por diferenciar entre lazos familiares y lazos de parentesco, lo que permitiría analizar la tendencia a familias nucleares o extensas, otra opción habría sido diferenciar entre lazos de tipo patrilineales o laterales, facilitando así plantear el predominio de un modelo agnaticio o cognaticio. Las posibilidades a la hora de construir las redes son numerosas, especialmente en redes abiertas como esta, que no se ha realizado atendiendo a un único criterio ni a una única cuestión, sino que se ha diseñado para que pudiera responder a diferentes interrogantes. En este capítulo se han mostrado algunas, sin agotarse sus posibilidades. A lo largo de esta obra se abordarán otras redes, especialmente relacionadas con la cuestión de los linajes de caballeros urbanos, que ilustran qué puede aportar el ARS en esos casos. En lo que respecta a este capítulo se ha comprobado, en primer lugar, que efectivamente la oligarquía puede considerarse un grupo social debido a la gran cohesión 132

FRIEDRICHS 2000: 8-10 y 25-26. [ 125 ]

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de la misma que está unida por numerosos lazos y que, además, comparte en gran medida un entorno inmediato de personas y familias que tienden a tratar con varios de estos regidores. Esto, sin embargo, no equivale a una acción colectiva de la oligarquía sino que, como se ve a lo largo de todo este libro, los conflictos entre los distintos miembros de la misma fueron habituales, tanto durante las rebeliones nobiliarias contra Enrique IV, como en la guerra con Portugal e incluso durante el reinado de los Reyes Católicos —por no hablar del periodo precomunero en el que la conflictividad aumentó cada vez más—. John F. Padgett y Christopher K. Ansell mostraron en su artículo sobre los Médici y la oligarquía florentina, que no existe necesariamente relación entre un gran nivel de interconexión y la tendencia a la acción colectiva.133 De hecho afirmaron que el éxito de los Médici se debió en gran parte a que la oligarquía florentina, al estar altamente relacionada entre sí, no obedecía a una única voz dirigente, al contrario de lo que ocurría con los clientes de los Médici que dependían fuertemente de la intermediación de esta familia. En el caso vallisoletano la cohesión del grupo conllevaba además una vigilancia para evitar que alguno de los regidores pudiera imponerse al resto, con las consecuentes luchas internas.134 Por otra parte, esta tendencia a una gran cohesión del grupo no puede generalizarse y se ha demostrado que existen familias que no aspiraban a la integración en el mismo. Estas preferencias no vienen determinadas por las características de dichas familias o sus individuos y la mejor prueba ha sido la comparación entre los Franco y los Alcocer que muestran dos comportamientos opuestos con el resultado de redes sociales completamente diferentes, a pesar de que las características de partida eran muy similares. Es por esto que la integración en la oligarquía de una familia solo puede argumentarse partiendo de sus redes sociales y de su posición dentro de la red oligárquica en general y nunca desde la confirmación de ciertos elementos que pueden ser comunes a la oligarquía pero no aseguran una plena pertenencia a la misma desde el punto de vista del grupo. La reconstrucción de las redes sociales de la oligarquía, sin resultar definitiva por las carencias documentales, muestra qué individuos tendieron a estar en el centro del grupo, atrayendo a un mayor número de clientes o contactos; reconoce las diferencias entre unos regidores y otros, la jerarquización existente a pesar de ocupar un mismo cargo; explica la intermitencia de ciertas familias en el concejo, mostrando un paralelismo entre esta ausencia temporal o incluso la desaparición y una red de relaciones más débil y pone en valor la influencia de individuos ajenos al regimiento. Desde esta perspectiva cobran un nuevo sentido no solo figuras cuya importancia ha sido tradicionalmente reconocida, como es el caso de la nobleza, sino también 133 134

PADGEtt y ANSELL 1993. Más sobre este concepto en DIANI y MCADAM 2003. Sobre estas tendencias dentro de las oligarquías véase ASENJo GoNzÁLEz 1986. [ 126 ]

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otras que han tendido a quedar especialmente oscurecidas en los trabajos sobre las élites: el ascendiente de familias que no pertenecen al regimiento ni a la nobleza pero con un protagonismo considerable en el entorno de los regidores y el papel de las mujeres. Es por ello que entender a la oligarquía desde el enfoque de las redes sociales permite superar la concepción de una categoría cerrada que no resulta suficientemente funcional para comprender a este grupo difuso y cambiante. todas estas aportaciones desembocan en una contribución fundamental que es la forzosa redefinición del concepto de oligarquía. El punto de partida de esta investigación estaba fuertemente condicionado por una visión tradicional de la oligarquía: una lista de hombres con un regimiento en el concejo. Sin embargo, gracias al ARS se ha alcanzado una imagen completamente diferente de dicha oligarquía en la que factores relacionales y de influencia dibujan un nuevo conjunto de individuos que ni está limitado a los regidores estrictamente, ni es estático, ni vitalicio, ni exclusivo de los varones, ni homogéneo en términos de influencia, poder o estatus; en definitiva, que no depende de atributos que antes parecían un requisito sine qua non como el regimiento, la pertenencia a un linaje o el sexo masculino. Se trata además de un conjunto de individuos que no son la suma de sus individualidades, sino que se insertan en unas estructuras relacionales que condicionan su papel potencial dentro del grupo. Esta imagen tan diferente de la oligarquía, esta nueva definición caracterizada en parte por la indefinición, pero que pivota sobre aspectos concretos analizados a lo largo de este capítulo, es la prueba más palpable del valor del ARS y de su aportación a la hora de estudiar periodos premodernos y de renovar nuestra comprensión de la sociedad y el poder bajomedieval.

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3. Las relaciones como base del poder oligárquico 3.1. Introducción: el capital social como fundamento del poder Los trabajos clásicos sobre élites y oligarquías han establecido una lista estereotipada de las bases del poder de estos grupos que implican, principalmente, aspectos económicos y políticos. Pablo Sánchez León, con respecto a los nobles, criticaba acertadamente la visión funcionalista en la que se ha dado por sentado que nacen para gobernar sin plantearse cómo ejercen el poder, concebido como un conjunto amplio de recursos que aumenta el control sobre las fuentes sociales del poder económico, político y militar.1 Esta perspectiva tradicional de los fundamentos del poder incluye a menudo los bienes muebles e inmuebles, la inversión en rentas y posesión de juros, la fundación de mayorazgos, el desempeño de cargos y oficios, la prestación militar, una cierta formación, la imitación de la cultura nobiliaria, el mecenazgo o las estrategias matrimoniales. De entre los que suelen mencionarse, tan solo las estrategias matrimoniales se encuadrarían en el apartado del capital social, aunque en ocasiones se incluye también la cercanía al rey y el clientelismo. El concepto de capital social fue analizado por Bourdieu ya en los años ochenta2 y popularizado durante el cambio de siglo ya que, empleado de forma ambigua, permitía revisar la concepción de los sistemas de poder.3 Como ya se ha señalado, el capital social de una persona es su capacidad de acceder a recursos gracias a sus relaciones con otros individuos o colectivos.4 El reconocimiento del capital social en sociología aún no ha permeado los estudios de élites medievales hasta el punto de ocupar el lugar que le corresponde entre las bases del poder, donde suele tener un papel secundario mientras que el desempeño de cargos y la riqueza ocupan un lugar

1

SÁNCHEz LEóN 1993: 887-888. BoURDIEU 1980. 3 PoRtES 1998; BURt 2005; CAStIGLIoNE 2008. 4 Una definición de capital social desde el punto de vista de las redes sociales en LIN 2008 y la p. 114 de esta obra. 2

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preferente. Esto es así en parte porque, además de constituir datos importantes para el estudio de las élites, esta información se puede rastrear con mayor facilidad en las fuentes, permite ser en cierta forma medida y comparada y se adapta bien al modelo de estudio prosopográfico, que ha permitido profundizar en estos aspectos. De hecho, estos aspectos no dejan de ser relevantes e incluso tenían un impacto en el capital social, pero a menudo han sido sobredimensionados con respecto a este factor. o mejor dicho, este factor ha sido subestimado en la historiografía, cobrando solo alguna importancia cuando se hablaba de clientelismo y esto, en muchas ocasiones, en términos vagos que no insistían en sus implicaciones más allá de las apreciaciones habituales, muchas veces desligadas del discurso dedicado a las bases y el acceso al poder. Sin embargo, como señala Ian Foster, ni las instituciones, ni la violencia, ni las tierras, ni el linaje se convertían automáticamente en poder: Lineage was not natural superiority, even though it was fabricated to appear that way. Effort was of course required to turn any force or resource into power, and that could not be generated by the powerful themselves, alone. Power rested upon varying degrees of acquiescence and support. It rested upon relationships.5

El poder descansaba sobre las relaciones. Si bien esta premisa puede parecer una obviedad, lo cierto es que, mientras el consentimiento y el pactismo (la aquiescencia que Foster menciona) han merecido mayor atención en la historiografìa hispánica,6 el análisis de este capital social y cómo era movilizado apenas ha sido abordado. En este capítulo se dejarán a un lado los aspectos institucionales, ya que han sido ampliamente estudiados y, aunque existen ciertas variaciones de un concejo a otro, el caso vallisoletano no deja de reflejar situaciones muy parecidas a las ya conocidas.7 En su lugar se analizará el peso que los distintos tipos de relaciones tenían en el conjunto de la oligarquía y su funcionalidad a la hora de fomentar la cohesión del grupo y ejercer una influencia efectiva movilizando personas y recursos. En definitiva, se trata de observar cómo las relaciones sociales de los dirigentes urbanos permitieron en gran medida ejercer el poder en Valladolid: no meramente a través de los cauces institucionales establecidos, sino gracias a sus contactos y a sus adeptos. De esta forma se 5

FoRRESt 2015: 17. FoRoNDA y CARRASCo MANCHADo 2008; ASENJo GoNzÁLEz 2011. 7 Además de los numerosos trabajos sobre distintas ciudades que dedican un espacio a este aspecto, Regina Polo Martín publicó una obra de conjunto en 1999 sobre el régimen municipal castellano durante los Reyes Católicos y César Álvarez repasó las distintas funciones de los oficiales concejiles en un artículo de 2003: PoLo MARtÍN 1999; ÁLVAREz ÁLVAREz 2003. 6

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aborda el gobierno sobre la ciudad rehuyendo los planteamientos clásicos para centrar la atención en las peculiaridades de la política bajomedieval que enfatizaban las relaciones interpersonales por encima de la obediencia a las instituciones. Las relaciones informales permiten el ejercicio del poder en niveles que las instituciones —por falta de desarrollo, presencia o vigor—, no alcanzan a controlar. Sin duda, esta situación de complementariedad del poder con las relaciones informales fue especialmente evidente en el caso de la política urbana bajomedieval. Los lazos personales aseguraban ciertos bienes o recursos que las instituciones no garantizaban. La antropología fue pionera en destacar la funcionalidad de los grupos informales superpuestos a las estructuras institucionales. Eric R. Wolf distinguió tres tipos de relaciones paralelas a las instituciones en las sociedades complejas: las de parentesco, las de amistad y las de patronazgo.8 Esta taxonomía o intento de clasificar las relaciones se ha mostrado funcional en muchas ocasiones pero, como se ha comprobado, resulta también altamente artificial. Los estudios sobre clientelismo en particular, han insistido en que es casi imposible separar este tipo de relaciones de las de parentesco y amistad.9 Por otra parte, dos ejemplos bastarán para mostrar, por un lado, la dificultad de separar los lazos formales de los informales y, por otro, el carácter excesivamente funcionalista que a menudo se otorga a estas relaciones. En un artículo publicado en 2014 analicé el sometimiento de los oficiales de la tierra a los regidores de las ciudades castellanas bajomedievales como ejemplo de la superposición de prácticas informales y prácticas formales o institucionales.10 En él consideraba prácticas formales aquellas soportadas legal e institucionalmente, frente a otras informales, que podían ser legales y estar reguladas y reconocidas socialmente, pero no habían sido establecidas normativamente. En el caso mencionado, por un lado, la sujección de los oficiales de la tierra a los regidores estaba sancionada legalmente, por otro, la costumbre de entregar dádivas a los regidores sería una práctica informal, puesto que, aunque estuviera socialmente regulada y formara parte de un protocolo, no estaba prescrita desde el punto de vista institucional y, de hecho, llegó a prohibirse.11 Las relaciones de carácter vasallático y personalistas que los regidores de las ciudades desarrollaron con los oficiales de los concejos de la tierra ejemplifican bien el funcionamiento de unas vías de poder fuertemente asentadas, pero que se situaban al margen de las normas que regulaban tanto dichos oficios, como la relación entre ciudad y

8

WoLF 1980. REINHARD 1979. 10 Acerca de la distinción entre los aspectos formales e informales en el contexto de las relaciones de poder, véanse EWERt 2009 y EMICH 2009. 11 MARtÍN RoMERA 2014a. 9

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pueblos del territorio. Con respecto al caso concreto de Valladolid, en 1492 los Reyes Católicos vetaron algunas de estas prácticas; la mayor parte de ellas se referían a la prohibición de tener como allegados a otros ciudadanos y oficiales, ya que esto daba lugar a alborotos y fraudes.12 Lo que el artículo demostraba es que la existencia de una relación formal normalmente desembocaba en el despliegue de una serie de comportamientos asociados con relaciones informales (como el clientelismo) que de alguna forma sancionaban y consolidaban la relación formal. Igualmente, de forma inversa, relaciones informales previas a menudo acababan por encauzarse a través de una relación formal de sometimiento o servicio. El resultado no era más que la expresión del modo en que las relaciones de poder eran concebidas en la sociedad bajomedieval, y no se trataba de meras decisiones racionales con una interpretación exclusivamente funcional, sino de las convenciones sociales que, por ejemplo, entendían la entrega de dádivas como apropiada en determinados contextos, al margen de lo que la legislación regia o concejil pretendiese imponer. En este sentido, al igual que el capital social facilitaba el acceso a los cargos, a menudo los cauces institucionales permitían un desarrollo ulterior de las redes sociales, es decir, que ambos fenómenos se retroalimentaban y se desarrollaban uno en función del otro. De esta forma las redes desarrolladas en el seno de las instituciones adoptaron nuevas formas, en ocasiones volviéndose contra las propias instituciones. otro ejemplo de la relevancia de los lazos informales en los engranajes del poder concejil vallisoletano será expuesto en el próximo capítulo, donde se analiza el caso de los linajes de caballeros urbanos, especialmente notable porque las vías informales del poder minaron el sistema institucional en el que se hallaban insertas. A lo largo del siglo XV, y especialmente en la segunda mitad de este y principios del XVI, las redes clientelares de los regidores, que se alimentaban de los recursos institucionales de los linajes de Reoyo y tovar, acabaron por vaciar a estos linajes de su contenido, sometiéndolos a la voluntad de los regidores que controlaban las mayores clientelas. Ambos ejemplos muestran que la distinción entre relaciones formales e informales es problemática y matizable, la propia superposición de ambas prueba hasta qué punto estaban conectadas y se retroalimentaban. Eisenstadt y Roniger consideran que existe una tensión hacia la formalización e institucionalización de lo que llaman areas of trust, espacios de confianza que se crean en las relaciones interpersonales. Según estos autores, en sociedades menos diferenciadas socialmente, la privacidad y la confianza están más institucionalizadas, mantienen un vínculo más estrecho con su aspecto institucional o formal, lo que insistiría en la dificultad de separar estas dos es12

AGS, RGS, 1492-7, 93. [ 132 ]

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feras.13 Se trata en realidad de un fenómeno paralelo al de la escasa división entre lo público y lo privado (lo institucional y lo informal) en las sociedades bajomedievales, donde predomina la promiscuidad entre ambos ámbitos.14 De entre las relaciones informales, la que más ha interesado a los estudios sobre el poder ha sido el clientelismo, un elemento inherente a la política en esta época y sobre el que se profundizará más en las próximas páginas. A pesar de que este sistema se imbricaba en las estructuras de la política bajomedieval a todos los niveles y permitía el ejercicio del poder desde un punto de vista práctico y efectivo, sus mecanismos y prácticas quedan a menudo ocultos en la documentación, precisamente por solaparse con otras relaciones institucionales y por moverse en el límite de la legalidad y lo permitido. Un caso paradigmático del desarrollo de este poder informal fundamentado en las relaciones personales ha sido perfectamente documentado por William J. Connell en La città dei crucci,15 donde aborda la correspondencia entre los Médici y las comunidades sujetas a esta familia a finales del siglo XV (principalmente Pistoia en la que se centra la obra, pero aludiendo también a otras como Volterra, Arezzo o San Gimignano). Especialmente interesante es que, al contrario que Lorenzo, Cossimo de Médici apenas aparecía en la correspondencia con las comunidades sometidas. Cuando quería tratar algún asunto con estos territorios, lo hacía a través de sus relaciones personales, escribiendo directamente a los dirigentes de la ciudad y a sus amigos, en lugar de a las instituciones. De forma recíproca, los representantes del poder florentino en esas comunidades a menudo se dirigían a él de forma privada, antes de hacerlo a los magistrados públicos en Florencia. Sin duda este tipo de prácticas, que la ingente documentación florentina permite atestiguar de una forma tan clara, debían de reproducirse, salvando las distancias, también en la praxis del poder en Castilla y es la falta de documentación la que las hace parcialmente invisibles y da lugar a que se relegue su estudio en favor de los aspectos institucionales. Estas prácticas y en particular las clientelares, han sido en ocasiones comprendidas como un aspecto negativo que debilita el estado y las leyes,16 mientras que estudios más recientes, desde una perspectiva funcionalista, destacan que el clientelismo permite articular el sistema de poder al margen de los juicios de valor derivados de una visión excesivamente presentista.17 A este respecto, James C. Scott subrayó que el clientelar es un modelo de integración y, por definición, modera los conflictos y busca el consenso

13 14 15 16 17

EISENStADt Y RoNIGER 1984: 295 y ss. CHIttoLINI 1994. CoNNELL 2000. GRAzIANo 1974b: 52. REHBERG y MoDIGLIANI 2004; LIND 1996; JULAR PéREz-ALFARo 2010; LAzzARINI 2010. [ 133 ]

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gracias al intercambio entre patrón y cliente, algo en lo que concuerdan, con distintas palabras, diversos historiadores.18 De igual forma es necesario evitar proyectar nuestras concepciones actuales acerca de lo que se considera ilegal, corrupto o inmoral en la praxis del poder y aplicarlas a la Baja Edad Media. En 1990 María del Carmen Carlé incluía como ejemplos de corrupción casos que en la época estarían tácitamente aceptados. En su opinión, el que los cargos fueran elegidos no solo atendiendo a las condiciones del candidato, sino a la necesidad de recompensar o incentivar a ciertas personas, los convertía en casos de corrupción. Incluso el sistema de renuncias (para el cual utiliza el ejemplo de la familia Niño) que era un sistema ratificado por los propios reyes, es incluido bajo esta categoría.19 Sin embargo, estas actuaciones, por lo general, eran parte integrante del sistema y no una anomalía o un defecto del mismo. Es cierto que las preferencias personales, que en nuestra mentalidad actual deberían quedar al margen de las decisiones de los que ostentan el poder (aunque en la práctica no funcione así, en teoría nuestras leyes lo condenan), fueron un aspecto controvertido también en época medieval, pero no siempre equivalieron a corrupción. En el siglo XV la parcialidad en el ejercicio del poder, (que se solía relacionar con actuar movido por ciertos sentimientos como el odio, el miedo, la afición o el amor) estaba prohibida en algunos casos, pero era legitimada en otros y parecía ser entendida como lógica o sensata en muchas otras ocasiones en las que la práctica legal ni la sancionaba, ni la castigaba. La importancia de las relaciones informales para las oligarquías castellanas está directamente relacionada con el fenómeno del clientelismo y con el carácter personalista de las relaciones de poder.20 El personalismo fue un elemento fundamental en la política bajomedieval que abarca desde la personificación del poder en el rey, la lealtad, amor, temor y servicio debidos por vasallos y súbditos directamente a su persona, hasta conceptos como el de privanza. Estas dinámicas de relación personal y servicio, aunque han sido estudiadas principalmente con respecto a los servidores del rey —los oficiales que, como decía García-Gallo «están al principio en una relación personal privada con el rey, no en una de tipo público respecto del Estado»—,21 se reproducen a distinta escala en los ámbitos regionales y locales, 18

Consecuentemente la aparición de conflictos solo puede entenderse como una crisis del sistema clientelar (SCott 1974). 19 CARLé 1990. Acerca de la corrupción bajomedieval véase también GoNzÁLEz JIMéNEz 1998. 20 MARtÍN RoMERA 2014a. 21 GARCÍA-GALLo 1956: I, 293. José María García Marín en su obra sobre el oficio público a finales de la Edad Media, citaba a García-Gallo y glosaba esta relación privada y personal del rey con sus oficiales regios: GARCÍA MARÍN 1987: 76-92, siendo las pp. 85-88 donde más claramente se alude a este fenómeno. [ 134 ]

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confirmando que el mero análisis de los aspectos institucionales nos aboca a una visión incompleta de las relaciones de poder. La concepción personalista del cargo explica que las emociones se consideren funcionales en la práctica del poder. En la mentalidad bajomedieval las emociones como el miedo y el amor se consideraban factores desencadenantes de la acción así como de la obediencia, lo que los convertía en dos elementos fundamentales del discurso propagandístico del poder.22 En este sentido el amor no debe ser considerado como un elemento meramente retórico cuando se aplica a relaciones vasalláticas, de fidelidad, obediencia o clientelares. El amor entendido como afecto, fidelidad y alianza con una persona a la que uno se somete, pero de la que recibe beneficios de algún tipo y con la que comparte intereses, es una emoción que se considera natural en la mentalidad bajomedieval. Numerosos autores destacan el aspecto emocional como una de las características fundamentales del clientelismo y Claude Gauvard observaba que la aristocracia estaba ligada al poder por lazos estrechos marcados por el amor natural o el afecto.23 Asimismo las fuentes hablan, en las alianzas políticas, de amistad; en las relaciones entre señor y vasallo o rey y súbdito, de miedo y amor; y a menudo se incentiva la empatía entre gobernante y gobernado.24 La necesidad de estudiar el poder urbano desde esta perspectiva de un poder personalista se acentúa si consideramos las grandes diferencias existentes entre las personas que ocuparon un mismo tipo de cargo, como el regimiento. No todos los regidores tenían la misma ascendencia o el mismo carisma, ni siquiera el mismo interés en acudir a las reuniones o imponer su parecer en las mismas. El poder no emanaba simple y llanamente de la institución, sino que la persona en el cargo matizaba las posibilidades del mismo. Un ejemplo significativo es el caso del oficio de merino mayor de Valladolid, que no parece haber tenido nunca tanto peso como cuando pasó a manos de la familia Niño en la segunda mitad del siglo XV,25 lo que desencadenó diversas disputas y resistencias respecto al merino en la ciudad. Por el contrario, es notorio que a menudo los cargos podían quedar completamente vacíos de contenido si la persona que lo ejercía no contaba con la autoridad o la fuerza (ya sea coercitiva o persuasiva) necesarias para imponerse. En estos casos entrarían en juego continuamente factores extraoficiales entre los que desempeñaban un papel fundamental el capital social de las personas en el poder. 22

Algunas de estas ideas han sido desarrolladas en mi artículo MARtÍN RoMERA 2014b. Más sobre esta cuestión en CARLé 1991 y BERMEJo CABRERo 1973. 23 GAUVARD 2005: 607: «par des liens étroits marqués par le serment, l’amour naturel, voire dans certains cas par l’affectio plus rapprochée et plus élective, celle du coeur». 24 MARtÍN RoMERA 2014b. 25 Así lo señala RUCQUoI 1997: II, 46. [ 135 ]

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Reivindicar el lugar de las relaciones dentro de las bases del poder de la oligarquía es fundamental en cualquier periodo histórico, pero aún más cuando aún no se ha desarrollado una sociedad de clases y factores como la riqueza tenían un valor diferente al actual. No hay duda de que un determinado nivel económico era necesario para obtener un cargo, pero si la posesión de bienes significara automáticamente la obtención de poder, no nos encontraríamos, como ocurre en diversas ciudades castellanas (y fuera de Castilla), con la existencia de élites económicas con una entidad propia al margen de la élite política.26 No solo porque en ocasiones las élites económicas podían no estar interesadas en acceder al poder,27 sino porque, a menudo, había otros requisitos no escritos y más ambiguos, que no siempre iban de la mano del dinero.28 Un ejemplo evidente fueron las resistencias ya mencionadas en relación con el ascenso de los mercaderes en Valladolid.29 Entrar a formar parte del círculo de la oligarquía era un proceso que no se completaba con la simple adquisición de un nivel económico. De hecho podía ocurrir el caso contrario: que la cercanía al grupo dirigente o a un dirigente concreto, proporcionara un puesto de poder a personas modestas. En estos casos, aunque el requisito económico era preceptivo, eran las relaciones sociales las que resultaban efectivas, hasta el punto de permitir saltarse dicho imperativo. En los linajes de tovar y Reoyo durante la segunda mitad del siglo XV y principios del XVI se generalizó la práctica de admitir a personas más modestas que eludían la obligación de invitar a un yantar gracias a los lazos clientelares que les unían a los regidores de los linajes.30 A este respecto, la forma de actuar de los regidores dentro de los linajes no era muy distinta de la que algunos de ellos usarían en sus señoríos, recompensando a sus clientes con cargos para los que no cumplían los requisitos. El regidor y conde de Ribadeo, Pedro de Villandrando, fue acusado en 1501 en su villa de Navia, donde tenía derecho a elegir una serie de oficiales, de haber puesto como alcalde de la villa a Alonso de Aguilar, hombre pobre que no había aportado las fianzas suficientes para desempeñar el cargo. En la ejecutoria se decía que Alonso era «honbre muy pobre e muy alcançado e de mucha neçesidad e no tenía bienes ningunos e el dicho conde por ser como hera el dicho Alonso de Aguilar su criado pusyeralo por alcalde en la dicha villa, el qual 26

Véase lo dicho al respecto en las pp. 60-61. Paulino Iradiel, en la mesa redonda La movilidad social en las ciudades medievales. Análisis comparado: Toscana, Castilla, Aragón celebrada en 2010 en la Universidad de Castilla la Mancha, defendió que ese era el caso de las élites económicas en la ciudad de Valencia. 28 Véase, por ejemplo, para el caso vizcaíno el capítulo que Arsenio Dacosta dedica a lo que él llama los fundamentos ideológicos del más valer donde describe los aspectos ideológicos y culturales que, más allá del nivel económico, caracterizaban a los miembros de los linajes hidalgos: DACoStA 2003. 29 Véanse las pp. 106-107 de este libro. 30 Más sobre esta cuestión en el capítulo sobre los linajes de caballeros vallisoletanos, pp. 234-245. 27

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nunca avía dado ni podía dar enteras fianças».31 En ambos casos se quebrantaban los requisitos económicos para el nombramiento, prevaleciendo el criterio de los regidores o el conde, quienes designaban a individuos vinculados a sus personas. Si bien estas afirmaciones pueden parecer baladíes, la realidad es que pocas veces se ha discutido su funcionalidad dentro de los estudios de oligarquías bajomedievales en España. Afortunadamente, cada vez más estudios son conscientes de la necesidad de dedicar una atención prioritaria a las relaciones sociales en el acceso y el mantenimiento del poder. Arsenio Dacosta, en su libro sobre los linajes de Bizkaia publicado en 2003, comenzaba por los fundamentos ideológicos de los linajes y continuaba con sus rentas, pero después realizaba un estudio pormenorizado, tanto de sus vasallos, clientes y atreguados, como de sus redes de alianza y parentesco.32 Javier Ilundain Chamarro divide los recursos del poder de los buenos hombres de olite en políticoadministrativos, económicos y sociales, aunque entre estos últimos no incluye el clientelismo, sino que en su lugar destaca la vecindad, el trabajo o asociaciones como las cofradías como ámbitos preferentes.33 En Italia, Daniele Andreozzi, señalaba que las bases de poder del gobierno de la familia Nicelli en el Val de Niuri, eran el control de los recursos materiales unido al control de las relaciones sociales, tanto dentro como fuera del grupo. Estas últimas debían de ser entendidas en un sentido muy amplio que englobaría múltiples facetas y Andreozzi apuntaba entre otras el monopolio de la relación entre autoridades centrales y urbanas, la gestión del derecho, el control de las iglesias, las relaciones clientelares y familiares y la organización comunal.34 Este capítulo profundiza en los principales tipos de vínculos en los que se insertaba la oligarquía y las formas de sociabilidad asociadas a los mismos, consciente de que el modo en que la oligarquía concibe y construye estas relaciones es un reflejo de la propia concepción que el grupo tiene de sí mismo. Consecuentemente, se ha dedicado un apartado a cada uno de los tres tipos de relaciones informales ya mencionados: el parentesco, el clientelismo y la amistad, destacando principalmente el clientelismo, cuya importancia en la política bajomedieval está fuera de toda duda, y abordando la cuestión de la confusión entre clientelismo y lazos vasalláticos. Como ya se ha señalado, se trata de una división que raramente se encontraba claramente delimitada en la vida real, sin embargo, en aras de una mayor claridad expositiva, se retoman aquí estas categorías ampliamente reconocidas tanto en los estudios históricos 31

ARChV R. Ejecutorias, c. 156, n.º 19. Fol. 1v-2r. Aunque los desmanes de dicho alcalde y sus cohechos propiciaron que fuera denunciado y la villa ganó el juicio, Alonso de Aguilar no fue destituido, tan solo se le ordenó que cesasen ciertas infracciones que se cometían en la villa y que aportase fiadores. 32 DACoStA 2003. 33 ILUNDAIN CHAMARRo 2017. 34 ANDREozzI 1993: 285. [ 137 ]

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como en los antropológicos. Al margen de estos tipos de relaciones se analizan los contactos con la nobleza; los lazos con la monarquía, que tuvo un peso decisivo en el desarrollo de muchas de las familias de regidores; y la figura del corregidor, fundamental en la política urbana. Queda para un estudio futuro analizar los vínculos de la oligarquía vallisoletana con las instituciones educativas, de justicia y eclesiásticas con sede en la villa, cuestiones todas ellas de gran complejidad y que introducen otras variantes, como las relaciones no ya personales, sino institucionales entre concejo y otros entes con sus propias jurisdicciones. La multitud de poderes en el espacio vallisoletano complica un mosaico en el que, sin embargo, la estrecha interrelación entre oligarquía y élites eclesiásticas es menos aparente que en otras ciudades como Cuenca o toledo, debido a la ausencia de cabildo catedralicio.35

3.2. Los lazos familiares y de parentesco Gran parte de la sociabilidad medieval se fundaba sobre los lazos de parentesco.36 Si observamos agrupaciones como los bandos, las collaciones, las cofradías o las clientelas, encontramos que muchos de sus miembros están emparentados. De hecho, es casi imposible determinar donde acaba la familia y empiezan otros lazos como el clientelismo, o al revés. Esto se plasma claramente en el caso de los linajes, donde una base familiar derivó hacia un sistema jerarquizado y clientelar. En este apartado, junto a aspectos más tradicionales, como las estrategias matrimoniales, algunos datos relativos a la fertilidad o el sistema hereditario, se analiza en qué medida la oligarquía vallisoletana mostró una concepción versátil de los lazos de parentesco. Dicha versatilidad daba lugar a una gran superposición con otro tipo de relaciones, al tiempo que permitía expresar predilección por unas relaciones sobre otras subrayando tanto el papel de la afectividad, como la capacidad de la iniciativa familiar e individual, frente a visiones más estructuralistas y rígidas que sitúan la cuestión en términos de modelos de parentesco cognaticio/agnaticio o de familia nuclear/extensa. 35

NIEto SoRIA y DÍAz IBÁñEz 2001; DÍAz IBÁñEz 2001; LoP otÍN 2005. La historia de la familia cobró fuerza a partir de los nuevos planteamientos de Annales y, en España, particularmente a raíz de los estudios de Francisco Chacón en el ámbito modernista: CHACóN JIMéNEz 1990; CHACóN JIMENEz y HERNÁNDEz FRANCo 2001; CHACóN JIMéNEz et al. 1991. En ámbito medieval, existen numerosos trabajos clásicos sobre la familia como DUBY y LE GoFF 1977; GooDY 1986; o HERLIHY 1995. Aunque son muchos los aspectos que son objeto de controversia, de lo que no hay duda es de la imposibilidad de retrotraer nuestro actual concepto de familia a la Edad Media: periodo en que ni el individuo ni la pareja presentaban una autonomía comparable a la actual, sino que ambos estaban sometidos, no solo a la intervención de la iglesia, sino también al imperio del lignaggio (BARtHéLEMY 2001). 36

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En palabras de James Casey el parentesco es, como la antropología ha señalado, un concepto plástico37 y es justamente esta plasticidad la que va a permitir que gran parte de las principales relaciones mantenidas por la oligarquía se fundamenten o confundan en buena medida con un cierto grado de parentesco. Para ello la oligarquía vallisoletana juega con la ambigüedad del parentesco, emplea las estrategias matrimoniales para extender sus redes, cuida de la perpetuación del linaje y reproduce y alimenta los valores familiares y los estereotipos de buenos padres, hijos y hermanos, fundamentales para la cohesión del grupo y para la superación de los numerosos conflictos y adversidades a los que se enfrentan. Una cuestión crucial pero extremadamente difícil de responder es la de quiénes se incluían dentro del sentido amplio de familia, qué personas se consideraban parientes. Hoy en día sabemos que el parentesco no es biológico, sino una construcción cultural como explicaba Anita Guerreau-Jalabert: Parentesco es un término un poco impreciso en su uso común. En el uso antropológico, se entiende por él un conjunto de relaciones en las cuales se combina la consanguinidad y la alianza; este conjunto no es perceptible materialmente, pero se manifiesta a través de prácticas y representaciones diversas. Se trata ante todo de fenómenos sociales: incluso si aquí hay que atribuir un papel a la biología, la manera de ser parientes, el reconocimiento y la designación de los parientes y de los no parientes resultan, en toda sociedad, alternativas y definiciones de orden social. En consecuencia, los fenómenos de parentesco deben ser siempre considerados «artificiales», aún cuando se sientan como «naturales».38

Por lo tanto, parentesco no equivale a consanguinidad, lo que unido a las dificultades que presentan las fuentes bajomedievales castellanas, dificulta conocer las implicaciones que las relaciones de parentesco tenían dentro de la oligarquía vallisoletana. No se trata tan solo de una diferencia cultural con respecto a qué significado tiene una determinada relación de parentesco, sino que incluso las palabras empleadas pueden ser contradictorias con respecto a las que nosotros usaríamos desde un punto de vista que consideramos biológico. Por ejemplo, cuando Jerónimo de Virués habla de su medio hermano, el comendador Francisco de León, le llama sobrino. Quizás fuera la considerable diferencia de edad la que le llevase a identificarle más con el rol de un sobrino, lo que no obsta para que podamos asegurar que la relación entre ambos era cercana, 37 38

CASEY 1997. GUERREAU-JALABERt 1990: 89. [ 139 ]

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dado que le dejó por testamentario, lo que implicaba un alto grado de confianza en él.39 De igual forma es ampliamente conocido el uso ambiguo del término primo que denota un parentesco incierto en ocasiones y que, incluso, remite a la intención de presentarse como próximo a una persona a pesar de que no haya lazos biológicos ni de alianza entre ambos. Varios estudios de análisis de redes sociales histórico han abordado esta cuestión de la concepción plástica del parentesco arrojando resultados muy interesantes. Peter S. Bearman, en su trabajo sobre la pequeña nobleza de Norkfold en Inglaterra entre los siglos XVI y XVII, confirmó que las personas de un estrato inferior se presentaban a sí mismas como parientes de otros individuos más influyentes, mientras que los segundos no se identificaban como familiares de los primeros. De esta forma se mostraba que el parentesco, como construcción cultural, no era necesariamente recíproco ni era percibido de la misma forma por los miembros de una sociedad.40 Por otra parte, Sandro Lombardini analizó las parroquias del Piamonte en torno a Mondovi en el siglo XVII demostrando que los grupos de parentesco de la zona no se fundamentaban tanto en la consanguinidad como en unas redes de intercambio construidas socialmente.41 Del mismo modo la oligarquía vallisoletana tenía sus propios códigos asociados a una idea propia de parentesco. Una hipótesis muy sugestiva y que distintos indicios apoyan es que existiera una sensación, más o menos difusa, de cierto grado de parentesco entre los miembros del regimiento. La endogamia del grupo y la existencia de consanguineidad y lazos de alianza (a través de matrimonios) entre muchos de sus miembros, junto al estatus social compartido y la proximidad que el trato cotidiano proporcionaba, reforzaría la impresión de pertenecer a una misma parentela que incluyese a un espectro amplio de los regidores. Un caso muy revelador fue el protagonizado por Juana Carrillo, viuda del regidor Bernal Francés. tras enviudar, en 1508 Juana pidió a la justicia que buscase curadores a sus hijos y nombró como personas obligadas a aceptar el cargo por ser los «parientes mas propincuos de los dichos menores» a los regidores Francisco de Santisteban, Francisco de León, Jorge de León y Rodrigo de Verdesoto, además de al bachiller Antonio de Roa.42 En el estudio prosopográfico realizado, la relación familiar entre los Bernal y estas otras familias parece probable en el caso de Francisco de Santisteban pero es dudosa en los demás casos.43 Aunque todos los aludidos rehusaron ser tutores de los 39

ARChV Pl. Civiles. Pérez Alonso (F), c. 761, n.º 1. BEARMAN 1993. 41 LoMBARDINI 1996. otras aplicaciones de ARS y parentesco en FERtIG 2015. 42 ARChV R. Ejecutorias, c. 273, n.º 25. 43 Francisco de Santisteban era padre de una tal Brunisén Bernal, poseedora de juros junto a su hermana Juana de Santisteban y una hija de Fernando Niño en 1502 (AGS, EMR, M. y P. Leg. 43, fol. 15). El apellido de Brunisén invita a pensar que Francisco de Santisteban estaba casado con una mujer de 40

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hijos de su fallecido compañero de regimiento, la ejecutoria del pleito les llama efectivamente parientes, no permitiendo suponer si alguno de los argumentos para negarse fue que no existía el pretendido parentesco. De hecho, tan solo aparece la alegación de Verdesoto para rechazar convertirse en tutor, en la que dijo «thener seys hijos e una hija e por thener tutela e curadoría de menores que fueron de los hijos del Liçençiado de Caraveo e su muger e otras escusaçiones que tenía». Por parte de Juana lo que resulta evidente es la intención de ligar a sus hijos a otros regidores compañeros de su difunto marido (o a una persona con presencia en el ámbito del concejo como es el bachiller Roa), sugiriendo que esta igualdad de estatus, unida a la estrecha interrelación de la oligarquía, intensificaban la idea de parentesco entre ellos.44 La endogamia en las estrategias matrimoniales (de la que se hablará a continuación), unida a los lazos de patronazgo que a menudo se confundían con el parentesco, facilitarían y fomentarían esta imagen de parentesco y deudo entre los regidores. Hay que descartar, sin embargo, que el parentesco se relacionara con la pertenencia a un mismo linaje: Verdesoto y Santisteban pertenecían al de tovar, mientras que Jorge y Francisco de León eran del de Reoyo. Por otra parte, el propio Bernal Francés cambió de linaje para optar al regimiento vacante de Juan de torquemada. De hecho, al margen de si había o no algún tipo de parentesco indirecto, la decisión de Juana de enumerar como candidatos tan solo a los regidores y al bachiller en lugar de a otros potenciales parientes, muestra la plasticidad de este concepto que permitía esgrimir el argumento de parentesco según conviniese para mostrar proximidad a determinados individuos con un estatus social destacado, una estrategia muy similar a la demostrada por Peter S. Bearman en Norkfold.45 Aún más importante es señalar que, al pretender a un regidor la familia Bernal; además Francisco poseía juros de los herederos de Mondisón Bernal en 1513 (AGS, EMR, M. y P. Leg. 43, fol. 23). Sin embargo, no conocemos ningún vínculo con los Verdesoto y la conexión con la familia León es dudosa. Una tal Inés Bernal es nieta del comendador y regidor Francisco de León en 1498 (padre de Jorge de León), pero en dicho año era mujer de Pedro de Reinoso, señor de la villa de Autillo (AMV, Chancillería, 127-1, 4v-13r), por lo que es difícil identificar a esta Inés Bernal con Inés Carrillo, una de las hijas de Juan Bernal que en el pleito mencionado, en 1508, aparece como monja profesa del monasterio de Santa Clara de Villafrechos en 1508 (ARChV R. Ejecutorias, c. 273, n.º 25). Si se tiene en cuenta que Juana Carrillo estaría en situación de volver a casarse en 1508 es complicado, aunque no imposible, que su hija hubiera estado casada ya en 1498. En cuanto a su parentesco por vía materna, Juana Carrillo debía pertenecer a la familia Carrillo emparentada con los Enríquez, ya que fue dotada por el almirante don Alfonso Enríquez y su hermano don Enrique Enríquez de Quiñones, mayordomo mayor del rey Fernando. La relación con los Enríquez la acercaría a los Verdesoto pues estos tenían evidentes lazos clientelares con los almirantes. 44 Esto confirma la idea de que los regidores, con privilegios y estatus distintos al del resto de caballeros, poco a poco, conformaron un grupo aparte alejándose de los linajes. Algo que se comprobará más adelante para el caso vallisoletano, en el apartado de los linajes de caballeros y que se ha documentado también para Segovia: MARtÍNEz MoRo 1985; ASENJo GoNzÁLEz 1986: 292. 45 BEARMAN 1993. [ 141 ]

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como tutor de sus hijos, Juana estaba sin duda poniendo en juego una estrategia cuyo propósito principal sería asociar a su hijo Diego Carrillo con el regimiento, asegurando así que, cuando tuviera edad suficiente, podría ser regidor como lo habían sido sus difuntos padre y hermano. Aunque fracasó en cuanto a la designación del tutor, su estrategia no fue fallida en absoluto, ya que el tutor designado, Gómez de Enebro, sucedió a Juan Bernal en el regimiento, conservando el mismo para la familia Bernal y renunciando en Diego Carrillo cuando este alcanzó una edad oportuna. La asociación a un regidor como su heredero en el regimiento, no requería necesariamente que hubiese un lazo biológico paterno-filial. Ejemplos de ello son, además de este caso, Alfonso de Virués, sucesor de su abuelo, Jerónimo de Virués y el propio Jerónimo de Virués asociado al regimiento, bien a través de su suegro, bien a través del segundo marido de su madre, Mayor Sánchez de Virués. Esta idea de parentesco difuso entre los miembros del concejo sería fomentada por las propias estrategias matrimoniales de los regidores. Con respecto al llamado parentesco de alianza, el que se establece por medio del matrimonio, en la oligarquía vallisoletana rigieron pautas muy claras. La principal estrategia consistía en casarse con la hija o la hermana de otro regidor. Esta costumbre era habitual hasta el punto de que Juan de Herrera, regidor, se casó con Leonor de Silva, la hija del regidor Pedro Daza quien, a su vez, estaba casado con Francisca de Herrera, hermana del primero.46 Se trataba de una opción endogámica que tenía como objetivo reforzar la posición en el regimiento, aliándose con otros miembros del mismo, aunque no siempre resultase efectiva. Mientras que otros regidores adoptaron este comportamiento con mejores resultados, en el caso de los Daza la falta de hijos de Álvaro Daza supuso que a su muerte, en 1517, la familia desapareciese del regimiento.47 otros ejemplos de esta estrategia fueron el matrimonio entre Jerónimo de Virués y Ana de Luzón, hija del regidor Juan de Luzón;48 el de Alonso Niño de Castro y Leonor de Ribera, hija de Diego de Ribera y hermana del regidor y comendador Pedro de Ribera;49 o el de Pedro Niño, una vez viudo, con Leonor Bernal, hija del regidor Remón Bernal, hermana del también regidor Diego Bernal.50 Las otras tres estrategias matrimoniales de la oligarquía vallisoletana implicaban, en lugar de políticas endogámicas, la intención de tender lazos en otros sentidos: bien con el entorno real, bien con la nobleza o bien con las élites de otras ciudades. Muchos regidores optaron por casarse con una criada o dama de la reina Isabel. Esto les acercaba a la familia real, proporcionando múltiples oportunidades de coincidir físi46 47 48 49 50

AGS, EMR, M. y P. Leg. 54, fol. 28. AMV, Libro de Actas 4, fol. 47 y 56. AGS, RGS, 1489-10, 99. RAH C. Salazar y Castro, 9/845, fols. 143-156. RAH C. Salazar y Castro, 9/869, fol. 270-270v. [ 142 ]

3. las relaciones como base del poder oligárquico

camente, pero además les dotaba de una intermediaria directa con la monarca lo que, como se mostrará más adelante, podía ser muy útil. Damas de la reina Isabel casadas con regidores vallisoletanos fueron, entre otras, María de Medina, Isabel Castaño o María de Castañeda que se desposaron con Pedro de Ribera, Pedro de Villandrando (conde de Ribadeo) y Álvaro Daza, respectivamente. Diferente, pero similar, fue el matrimonio de Catalina de Valencia, hija del regidor García de la Cuadra y hermana del también regidor Juan de la Cuadra, con el comendador Luis de Quintanilla, maestresala del príncipe don Juan.51 En cuanto a los matrimonios con miembros de la nobleza, fueron muy minoritarios y, principalmente, se redujeron a los regidores que poseían título como es el caso de Juan de Vivero, vizconde de Altamira, que se desposó con María de Acuña, hija del conde de Buendía.52 Finalmente, una vía también minoritaria fue el matrimonio con mujeres pertenecientes a familias de las élites económicas o políticas de otras ciudades: así emparentó Pedro López de Calatayud con mercaderes de Burgos,53 una decisión acorde con el perfil comercial de la familia, y el regidor Pedro de tovar con Álvaro de Lugo, regidor de Medina del Campo.54 En estas estrategias las dotes eran un factor fundamental. Debían estar a la altura tanto de la calidad de la familia de la mujer como de la de su futuro marido. Como las herencias, las dotes fueron otra fuente constante de pleitos, no solo por los problemas que encontraban las viudas para recuperarlas tras fallecer sus maridos, sino porque lo estipulado en las capitulaciones raras veces se cumplía y las cantidades prometidas no llegaban a pagarse íntegramente.55 Un ejemplo entre los muchos que hay de litigios por el cobro de estas dotes es el pleito que mantuvieron durante años el regidor Antonio Franco y su cuñado Ramiro Núñez de Guzmán, que le había prometido en dote al casarse con su hermana 900.000 maravedís.56 A pesar de que el matrimonio se produjo antes de abril de 1486 y Ramiro dejó a Antonio unos molinos en el término de toral de los Guzmanes en prenda de los 900.000 maravedís, la profusión de cartas ejecutorias referentes a esta cuestión es la prueba de su continuado incumplimiento por parte de Ramiro Núñez de Guzmán y María de Quiñones.57 En otros casos, el incumplimiento de la dote significaba la ruptura del acuerdo con respecto al enlace. El regidor Jerónimo de Virués, a pesar de estar ya desposado por palabras de presente con una hija del regidor Juan de Luzón, se negó a convivir 51

AGS, RGS, 1492-09, 25; AGS, RGS, 1494-06, 13. Cronicón 1848: 27. 53 LóPEz MARtÍNEz 1973. 54 AGS, RGS, 1501-03, 41. 55 GoNzÁLEz zALACAÍN 2013b. Acerca de la relación entre matrimonio y patrimonio femenino es fundamental HoWELL 1998. 56 AGS, RGS, 1486-04, 96. 57 ARChV R. Ejecutorias, c. 43, n.º 19; ARChV R. Ejecutorias, c. 48, n.º 19. 52

[ 143 ]

redes de poder

con ella al no recibir la dote estipulada.58 Los padres de su mujer, Ana de Luzón, parecen haber estado conformes con esa decisión, ya que no la acompañaron en la demanda que ella presentó contra Jerónimo con motivo de que, transcurridos nueve años desde el enlace, no había querido actuar como su marido ni mantenerla.59 A pesar de que, como se ha dicho, en la mayoría de los casos las cantidades estipuladas en las capitulaciones matrimoniales no llegaban a entregarse íntegramente y no conocemos la cuantía de las dotes de muchas de las mujeres de la oligarquía, la tabla siguiente ilustra en torno a qué cantidades oscilaban. todas las mujeres que aparecen en la tabla son familiares directas de un regidor vallisoletano, ya sean sus esposas, hijas o hermanas. Debe tenerse en cuenta la diferencia temporal entre ellas y cómo afectaría la inflación en ese sentido, pero en general resultan indicativas de las cantidades que se barajaban. Para comprender el valor de estas dotes puede ser útil compararlas con las que se otorgaban en otros ámbitos sociales próximos a la oligarquía. La dote que el mercader vallisoletano Francisco Coco recibió por casarse con la hija de otro mercader en 1498 fue de 130.000 maravedís y en ese mismo año la mujer de Cristóbal de Monzón, también comerciante, llevó por dote 145.000 maravedís.60 En cuanto a la nobleza, el conde de Benavente casó a su hija Beatriz Pimentel en 1479 dotándola con 120.000 maravedís de juro de heredad.61 tABLA 4. DotES DE LAS MUJERES DE LA oLIGARQUÍA Año

Cuantía de la dote

Mujer dotada

vinculación

Regidor

1436

60.000 mrs

Catalina

esposa

Jerónimo de Virués

a. 1442

350.000 mrs

Luisa

esposa

Doctor de Alcocer

a. 1455

110.000 mrs

María de Ribera

esposa

Alonso Niño merino

1466

50 marcos de plata y tres casas 70.000 mrs de juro de heredad y 150.000 mrs

Elvira Niño

hija bastarda

Alonso Niño merino

Isabel de Castro

esposa

Pedro Niño

a. 1480

200.000 mrs de juro

Isabel Castaño, condesa de Ribadeo

esposa

Pedro de Villandrando

a. 1480

1.070.000 mrs

Inés Franco

hija

Garci Franco

a. 1485

400.000 mrs

Guiomar Franco

hija

Garci Franco

1486

1.000.000 mrs

Guiomar Niño

hija

Pedro Niño

c. 1487

700.000 mrs

Brianda Franco

hija

Garci Franco

1469

58

ARChV Pl. Civiles. Pérez Alonso (F), c. 761, n.º 1. AGS, RGS, 1489-10, 99. El documento está fechado en octubre de 1489, pero probablemente esté errado. 60 AMV, Chancillería, 127-1, fols. 30-30v. 61 AHN Nobleza. osuna, c. 417, 155. 59

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3. las relaciones como base del poder oligárquico a. 1493

900.000 mrs

Inés de Guzmán

esposa

Antonio Franco

c. 1494

500.000 mrs

1494

2.500.000 mrs

Catalina de Valencia

hermana

Juan de la Cuadra

Juana Pimentel

hija

a. 1498

Pedro Pimentel

400.000 mrs

Juana Carrillo

esposa

Bernal Francés

c. 1498

1.000.000 mrs

Brianda Manrique

esposa

Alonso Niño de Castro

c. 1524

2.000.000 mrs

Felipa Niño

hija

Alonso Niño de Castro

La tabla muestra que la dote mínima rondaba los 400.000 maravedís a finales del siglo XV para las esposas, hijas o hermanas de regidores vallisoletanos. Las dotes más altas, que están en torno al millón de maravedís, están asociadas a la familia Niño, como corresponde a una de las más importantes del regimiento. Igual o mayor que las de la familia Niño es la dote de Inés Franco, hija de otro gran regidor: Garci Franco. En el caso de Inés, la dote inicial al casarse con Alfonso de Puertocarrero, fue de 800.000 maravedís. Sin embargo, su padre, Garci Franco, prometió a su marido que si hacía alguna mejora a alguno de sus hijos le daría 200.000 maravedís más, al tiempo que le aseguró 10.000 maravedís de juro que después fueron anulados por las Cortes de toledo de 1480. Por ello en la iguala entre los hijos que hizo su mujer, María de Sarabia, madre de Inés, se destinaron 270.000 maravedís más a su dote para compensarles.62 Efectivamente son cantidades lejanas, tanto de las barajadas por los mercaderes ya mencionados, como por la alta nobleza entre las que se encuentran la dote de Beatriz Pimentel o la de 200.000 maravedís de juro que la propia Isabel la Católica concedió a la condesa de Ribadeo, su criada.63 Aunque su marido Pedro de Villandrando era un regidor, la condición de noble exigía una cuantía mucho mayor para su dote con respecto a las de otras mujeres de la oligarquía. Más allá de los aspectos pecuniarios de los enlaces y de las estrategias matrimoniales, cabe preguntarse por la relación que se establecía entre los propios cónyuges. Las relaciones entre marido y mujer en el plano personal y en la intimidad de la casa, a pesar de ser, cada vez más, objeto del interés historiográfico,64 escapan en la mayor parte de las ocasiones a la posibilidad de ser analizados, en gran medida por la falta de fuentes. En ese sentido, los estudios sobre las élites en el poder suelen centrarse más en las estrategias matrimoniales y las dotes y arras, que en los aspectos personales y afectivos de la relación, algo que se reserva a los trabajos que específicamente se concentran en este ámbito, difícilmente aprensible. Sabemos que se recomendaba incentivar el afecto entre marido y

62

AGS, EMR, M. y P. Leg. 61, fol. 28. AGS, EMR, M. y P. Leg. 48, fol. 35. Acerca de la política matrimonial de la reina Isabel y el patronazgo que ejerció sobre sus damas en especial a través de la concesión de generosas dotes véase FERNÁNDEz DE CóRDoVA MIRALLES 2002: 160-162. 64 otIS -CoUR 2000. 63

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redes de poder

mujer una vez casados, sin embargo, como contrapunto a lo que las obras doctrinales y literarias ofrecen como ideal, la documentación ordinaria favorece que se conserven en su mayoría tan solo los testimonios acerca de matrimonios en conflicto. Por ejemplo, Alonso Niño, merino mayor de la villa, desheredó a su mujer María de Ribera que había vivido apartada de él (según ella porque este le había echado). En un pleito el hijo de ambos, Pedro Niño, regidor y merino, aseguraba que si Alonso había dejado algo a sus hijas bastardas había sido «por enojo que tenía de la dicha doña María de Ribera su muger».65 Asimismo, los problemas entre el conde de Ribadeo y su esposa, Isabel Castaño, eran de dominio público ya que incluso vivían separados.66 A la hora de sopesar la importancia de la relación matrimonial, un factor importante a considerar es que la vida de casados no era tan larga como hoy en día. Según Dominique Barthélemy, mientras en la documentación abundan las palabras referentes a la parentela in senso lato, las alusiones a la familia entendida como nuclear o como la pareja, son considerablemente más escasas. Esto no significa que no tuviera entidad, pero los condicionantes demográficos —se trata de una sociedad en la que la esperanza de vida en común de los esposos era bastante reducida— debían relativizar mucho la consideración de la familia nuclear dentro del conjunto de la parentela.67 La primera mujer de Alonso Niño de Castro ofrece un ejemplo significativo a través de sus preferencias a la hora de ser enterrada. La elección del lugar donde reposar eternamente tenía una gran importancia en la época y, por medio de esta decisión, se mostraban indirectamente los afectos, tanto a una ciudad o villa como a las instituciones religiosas y a las personas con las que se deseaba ser enterrado.68 Leonor de Ribera estableció que quería ser sepultada junto a su padre Diego de Ribera, en una capilla del monasterio de San Francisco de Valladolid y, si su marido no pudiese llevarla allí, que la enterrasen junto a su hija y su nieta en la iglesia de Santa María de Villabad, en término de Castroverde. Consciente de sus deberes como esposa añadió que, cuando Alonso Niño de Castro tuviera dispuesta una capilla donde quisiera ser sepultado, podría trasladar sus huesos a la misma, con la condición, eso sí, de que llevasen también los huesos de su hija, punto que no parece haber respetado Alonso cuando trasladó su cadáver

65

ARChV R. Ejecutorias, c. 2, n.º 31. Véanse las pp. 208-210. 67 BARtHéLEMY 2001: 74-75. 68 Por supuesto entraban en juego factores al margen de la afectividad: elegir la capilla familiar podía ser una cuestión de prestigio o de costumbre más que una preferencia sentimental. Sin embargo, cuando las personas se decantaban por opciones menos obvias, sin duda estaban mostrando el deseo de que su cuerpo descansase en un lugar que estimaban de forma particular. 66

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3. las relaciones como base del poder oligárquico

en 1512.69 Leonor mostraba así la fortaleza de la relación paterno y materno-filial que le llevaba a escoger descansar junto a su padre, o junto a su hija, antes que junto a su último marido, con el que en realidad habría convivido muchísimo menos tiempo. Las referencias afectivas dentro de los matrimonios aparecen de pasada en algunas ocasiones, pero permanece la duda de hasta qué punto son producto de la retórica. también las mandas testamentarias que protegen a la futura viuda evocan la preocupación y cariño por la esposa pero, de nuevo, se podría pensar que, asegurando el sustento de esta, se intenta evitar que busque un segundo matrimonio y, con ello, la ruina de los herederos al llevarse su dote. Por ejemplo, Garci Franco dejó en su testamento de 1482 a su mujer, María de Sarabia, 30.000 juros de heredad y todos los derechos, frutos y rentas de los lugares de Valoria y Galleta para que quedase como usufructuaria mientras viviera sin que nadie le perturbara, amenazando a su hijo con desheredarle en caso contrario.70 Sin embargo esta medida puede leerse también en términos de asegurar el patrimonio familiar, ya que los bienes volverían al mayorazgo de la familia una vez que María falleciese. En general, las menciones al ideal parecen más bien un intento por reforzarlo en aquellas situaciones que se consideran más susceptibles de generar conflicto y poner en peligro la harmonía familiar. En ese sentido también los testimonios referentes a los hijos procuran presentar un ideal de familia unida, en concordia, que sería fundamental cuando la primera red de relaciones con la que contaba una persona eran sus parientes más cercanos. Para que la estrategia familiar primara sobre la de los individuos era preciso aspirar a la paz entre cónyuges, entre padres e hijos y entre hermanos que a menudo podían ser aliados tanto en la política como en los negocios. El mantenimiento del linaje, entendido en el sentido de descendencia patrilineal, fue una de las mayores preocupaciones de las élites bajomedievales. tener hijos suficientes aseguraba, por un lado, que el patrimonio familiar —que en el caso de los regidores incluía los derechos al regimiento, así como otros títulos y oficios— permanecería dentro de la familia. Por otro lado, los hijos posibilitaban nuevas alianzas con otras personas a través de los enlaces matrimoniales o podían ser situados en puestos que beneficiasen a la familia: dentro de la iglesia, en la corte, como criadas de la reina, etc. Al tratarse de familias acomodadas, en general pesaban más las posibilidades que brindaban los hijos que la visión de estos como una carga económica (aunque, efectivamente, podían llegar a serlo). Por ello, aunque no se 69 70

RAH C. Salazar y Castro, 9/845, fol. 143-156. AGS, EMR, M. y P. Leg. 61, fol. 28. [ 147 ]

redes de poder

puede hacer un cálculo estadístico, se observa una tendencia en la oligarquía vallisoletana a una tasa de natalidad alta que compensase los factores de mortalidad y el elevado número de abortos. De esta forma se aseguraba que algunos de los descendientes sobrevivirían para dar continuidad a la familia. Sin embargo, algunos de estos linajes no pudieron escapar a los factores de extinción que amenazaban a las familias lo que, necesariamente, fue una de las causas de renovación en las filas de la élite. Como es habitual, tampoco en el caso vallisoletano se cuenta con una información completa o fiable acerca de todos los descendientes de cada matrimonio. Por otra parte, en la mayoría de los casos los abortos y los hijos fallecidos a edad temprana han quedado completamente silenciados por las fuentes. La muerte de los niños pequeños o al nacer era habitual, por lo que no es un hecho que se suela atestiguar y, por otro lado, estos hijos desaparecerían antes de tener la entidad suficiente para aparecer en la documentación. Niños fallecidos prematuramente serían Lazarico, nombrado en el testamento del merino mayor Alonso Niño,71 o «don Alfón un fijo chiquito» que Isabel de Castro, la mujer de Pedro Niño, menciona en su testamento mandando que se entregasen dieciocho libras de cera por su alma.72 Aunque la documentación apenas deje rastro de estos y pocos ejemplos más, muchos serían los bebés dados a luz en el seno de estas familias que no han dejado huella en las fuentes con que contamos. Además muchos de los hijos, aun ya adultos, fallecían antes que los padres por enfermedades o por causas trágicas. Este último fue el caso de Isabel de Ribera, hija del regidor Pedro de Ribera, que murió junto a su marido don Rodrigo de Mendoza, siendo ambos jóvenes, cuando el techo de la casa donde dormían se derrumbó.73 Por lo tanto, partiendo de estas premisas tan solo se puede hacer una aproximación del número de hijos que engendraban de media estas familias. Los datos recogidos suman 23 parejas que tuvieron un total de 94 hijos legítimos conocidos, lo que supone una media de 4,08 hijos por matrimonio a la que habría que aplicarle un índice corrector ya que, como se ha dicho, conocemos a los hijos gracias a documentación fragmentaria y con toda seguridad fueron más de los que están confirmados. A pesar de esta tendencia general a tener alrededor de cuatro hijos adultos, algunos no tuvieron descendencia y otros superaron con mucho ese número.

71 En él se dice que era pequeño y Alonso encomienda a sus criados que le enseñen a leer; pero luego no vuelve a saberse nada de él, por lo que es evidente que fallecería siendo aún menor de edad (RAH Colección Salazar y Castro, 9/831, fol. 2r). 72 RAH C. Salazar y Castro, 9/869, fol. 197v. 73 FERNÁNDEz DE oVIEDo 1989: 404.

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3. las relaciones como base del poder oligárquico

tABLA 5. FERtILIDAD DE LAS PAREJAS DE LA oLIGARQUÍA Número de hijos legítimos conocidos 0 1 2 3 4 5 6 7 8 9

Número de parejas 3 1 4 2 5 1 1 2 2 2

Las parejas que no tuvieron hijos fueron minoría pero sus casos demuestran las consecuencias que la extinción del linaje conllevaba. El regidor Álvaro Daza se casó con doña María de Castañeda, dama de la reina, y ambos murieron sin descendencia. Sus bienes pasaron al hermano de esta, Gonzalo Muñoz de Castañeda, y Álvaro fue sustituido por Juan de zúñiga en el regimiento.74 Como Álvaro, tampoco el comendador Diego de Ribera, regidor hijo de Pedro de Ribera, tuvo descendientes, lo que dio lugar a discusiones en torno a su herencia.75 El caso del conde de Ribadeo es un tanto diverso porque, aunque no tuvo hijos legítimos con su mujer, Isabel Castaño, sí que tuvo diversos bastardos, pero las aspiraciones de estos a su herencia fueron disputadas por la condesa viuda y por el sobrino del conde, el también conde de Salinas.76 Muy por encima de la media de cuatro hijos, aparecen unas pocas familias que dieron lugar a una progenie mayor, en torno a los siete o nueve hijos. El regidor Pedro López de Calatayud y su mujer tuvieron nueve hijos, siete varones y dos mujeres.77 Diego de Ribera, miembro del Consejo real y alcaide de la fortaleza de Burgos, y su mujer, María de Santisteban, padres del regidor Pedro de Ribera, engendraron ocho vástagos, dos de ellos mujeres. Garci Franco, en su testamento en 1482 menciona siete hijos, cuatro de ellos mujeres.78 De Rodrigo de Verdesoto, el Viejo, y su mujer Inés de Espinosa, conocemos los nombres de cuatro hijos, pero en un documento de 1508 74

SALAzAR Y CAStRo 1696: III, 354; AMV, Libro de Actas 4, fols. 47 y 56. ARChV Pl. Civiles. Alonso Rodríguez (D), c. 785, n.º 3. 76 ARChV Pl. Civiles. Pérez Alonso (F), c. 896, n.º 1. 77 Juan López de Calatayud, vecino y regidor de Valladolid, Pedro López de Calatayud, deán de Ávila, Leonor de Calatayud, Gastón de Sanjuán, Fernán López de Calatayud, Luis de Calatayud, vecino de Burgos, Alfonso López de Calatayud, Garcerán y Blanca López de Calatayud (AHN Nobleza. toreno, c. 2, 15). 78 AGS, EMR, M. y P. Leg. 61, fol. 28. 75

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redes de poder

afirmó tener seis hijos y una hija, y ser tutor de los hijos del licenciado de Carabeo.79 Bernal Francés murió dejando a su viuda, Juana Carrillo, con cuatro hijos menores de edad, pero entre los ya mayores estaban Juan Bernal y tres hijas que ingresaron en distintos conventos: Inés, Catalina y Berenguela. Con respecto a los hijos bastardos, estos eran habituales entre las familias de la oligarquía vallisoletana pero, si muchos de los hijos legítimos no han dejado rastro en la documentación, en el caso de los ilegítimos esto se agudizaría muchísimo más. La fortuna de estos hijos bastardos varió mucho según las circunstancias. Fundamentalmente, sus desventajas como ilegítimos eran que estaban incapacitados para optar a cargos públicos y títulos y que su condición les hacía más vulnerables en los pleitos por herencia. En muchos de estos pleitos se intentó despojar al bastardo de su parte arguyendo que era hijo espúreo aunque lo cierto es que, desde el punto de vista legal, tenían derecho a recibir lo que el progenitor les hubiese dejado en las mandas testamentarias.80 Es el caso de Álvaro de Perea, hijo de Juan de Herrera81 o del hijo bastardo del II conde de Ribadeo, Pedro de Villandrando, que probablemente no fue legitimado porque el conde albergaba la esperanza de obtener la nulidad para su matrimonio y engendrar otros vástagos con su próxima mujer.82 Sin embargo, a la muerte de Pedro en 1518, su hijo Rodrigo, aunque bastardo, decidió tomar posesión del condado y el mayorazgo y fue capaz de disputar la herencia tanto a la condesa viuda, como al legítimo heredero, el conde de Salinas, nieto de Marina de Villandrando, la hermana del difunto conde de Ribadeo, hasta 1535.83 En cualquier caso, ser ilegítimo no significaba que no se pudiese escalar dentro de la oligarquía. El merino Alonso Niño es un ejemplo de hijo ilegítimo al cual dicha condición no le impidió ascender social, política y económicamente hasta un puesto destacadísimo dentro de Valladolid. Sin embargo, es cierto que su legitimación y posterior ascenso como merino estuvo en gran parte relacionado con el hecho de que el conde de Buelna, Pedro Niño, careciese de hijos y nietos hábiles; por lo que los beneficios que en

79

ARChV R. Ejecutorias, c. 273, n.º 25. Pedro Niño intentó privar a sus dos hermanas bastardas de lo que su padre les había legado aduciendo que si Alonso Niño había hecho alguna manda, no sería válida por ser Mencía Niño «naçida de dañado ayuntamiento e no hija del dicho merino Alonso Niño» (ARChV R. Ejecutorias, c. 226, n.º 26). Sin embargo, el comendador Pedro de Ribera dotó a su hija bastarda Leonor de Ribera con 60.000 maravedís para que se metiese a monja y su propia esposa, María de Medina, se encargó de que los dineros fuesen entregados a la abadesa de Santa Clara de tordesillas donde ingresó Leonor (ARChV Pl. Civiles. Alonso Rodríguez (D), c. 785, n.º 3). 81 ARChV R. Ejecutorias, c. 126, n.º 129. 82 AHN Nobleza. osuna, c. 516, 68. (Actualmente bajo la signatura AHN Nobleza. osuna, carpeta 108, 11). 83 ARChV Pl. Civiles. Pérez Alonso (F), c. 896, n.º 1. 80

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3. las relaciones como base del poder oligárquico

principio habrían ido a parar a los hijos legítimos, acabaron por revertir en este sobrino. también el hijo bastardo del I conde de Ribadeo Rodrigo de Villandrando, Sebastián de Villandrando, fue legitimado y accedió incluso al regimiento vallisoletano, que a su muerte dejó a su hermano —este sí hijo legítimo—, Pedro de Villandrando, en 1480.84 En 1496 el mayorazgo de Juan Pimentel, hijo del conde de Benavente, Alonso Pimentel, insistía particularmente en que las mujeres no podrían nunca estar al frente del mismo y en ausencia de hijos varones legítimos se prefería a los hijos bastardos antes que a las hijas del matrimonio, aunque, eso sí, se especificaba que debían de ser legitimados.85 Con respecto a la distribución de los bienes familiares, como ya se ha dicho, los regidores tendieron a imitar a la nobleza aspirando a la creación de mayorazgos, lo que les inclinaba hacia un modelo de familia patrilineal. Sin embargo, no hay que olvidar que el mayorazgo no equivalía siempre a un modelo agnaticio. A menudo las familias nobles fundaban más de uno, para que los heredasen los distintos hijos. Por ejemplo, el almirante de Castilla, Alfonso Enríquez, fundó cuatro mayorazgos, uno por cada hijo varón.86 No obstante, en el caso de la oligarquía vallisoletana, al tener patrimonios más modestos, esto no resultaba factible; aunque mejorar al hijo que no heredaba el mayorazgo fuera relativamente habitual, tan solo hay un ejemplo en el que se produjese la fundación de dos mayorazgos, uno para cada hijo. Es el caso del doctor Diego González de toledo y su mujer Inés González de orihuela que en 1441 decidieron fundar dos mayorazgos repartiendo sus bienes entre sus dos hijos varones: Garci quedó como señor de Préjano y con las casas principales de la familia, pero la herencia de Alfonso tampoco fue nada desdeñable y los padres no beneficiaron excesivamente al primogénito frente al segundón, a pesar de entregarle el tercio y quinto de mejoría.87 El resto de familias fundaron tan solo un mayorazgo acentuando el carácter agnaticio, aunque es preciso señalar que también hubo distintas tendencias. Mientras algunas decidían, no solo entregar el mayorazgo, sino también el tercio y quinto de mejora al primogénito, otras pretendían compensar a los segundones dejando las mejoras para estos. De esta forma los padres mostraban tanto sus preferencias personales, como la preocupación por el mantenimiento de los hijos que no heredaban el mayorazgo. Isabel de Castro, por ejemplo, mejoró a su hija Guiomar en el tercio y quinto 84

AGS, RGS, 1480-4, 54. Como ya se ha señalado, el fallecimiento de Sebastián y el consecuente acceso al regimiento por parte del conde de Ribadeo hace pensar que la política familiar inicialmente había proyectado una situación similar a la de la familia Pimentel, con una rama noble y otra en el regimiento, pero el fallecimiento de Sebastián llevó a unir ambos perfiles en el conde de Ribadeo. 85 AHN Nobleza. Frías, c. 1523, 8. 86 SUÁREz FERNÁNDEz 1989: 80. 87 AGS, CCA, Diversos, 38, 16. [ 151 ]

redes de poder

en su testamento y luego pidió al primogénito, Alonso Niño, que para ayudar a su hermano Juan, que quedaba en una situación complicada al no recibir el mayorazgo, le diese todos los frutos que este rentase hasta alcanzar 400.000 maravedís.88 Por otra parte, las hijas eran casi siempre satisfechas con una dote. Como es sabido, estos mayorazgos —que trataban de asegurar el patrimonio familiar y perpetuar el linaje— eran a veces motivo de penurias económicas, al limitar las posibilidades de sus propietarios de obtener liquidez. Las solicitudes de licencias a los reyes para poder enajenar parte de los bienes de mayorazgo fueron habituales. Por ejemplo, en 1492 y 1494 el nieto de Juan de la Cuadra, de igual nombre, tuvo que pedir permiso junto a su madre Isabel de Valencia para vender bienes de mayorazgo y hacer frente a una serie de gastos, primero por las deudas y mandas testamentarias tras la muerte de su padre, García de la Cuadra, y luego por la dote de su hermana.89 Las cuestiones hereditarias y, en general, todas las tensiones que se generaban en torno a la división del patrimonio familiar, eran una fuente continua de conflicto dentro de las familias, algo que se comprueba por el gran número de pleitos por herencias y que se corresponde con un alto grado de conflictividad entre familia y parientes.90 En realidad todo esto muestra el frágil equilibrio entre la acumulación patrimonial familiar, que buscaba una perpetuación en el tiempo de la casa y el linaje, y la necesidad de redistribuir los bienes para no dejar desamparado a ninguno de los miembros.91 Este problema afectaba especialmente a las mujeres, pero también a los hijos menores.92 La conflictividad en las familias y, en particular, entre padres e hijos remite al debate historiográfico sobre la afectividad y el trato reservado a los niños. Desde que Philippe Ariès habló del descubrimiento de la infancia en la Edad Moderna, mucho se ha escrito al respecto.93 Hoy en día la Historia de las Emociones ha tomado el relevo en algunas de estas cuestiones señalando que las emociones son entendidas de forma distinta y se manifiestan de manera diferente a lo largo de la historia.94 La insistencia en reconocer como emociones tan solo aquellas que pueden identificarse con las contemporáneas ha llevado a negar o minimizar la carga afectiva de las relaciones en el pasado en lugar de comprender su especificidad. 88

RAH C. Salazar y Castro, 9/869, fol. 196-198. AGS, RGS, 1492-09, 25; AGS, RGS, 1494-06, 13. 90 Acerca de la conflictividad entre las familias en general véase GoNzÁLEz zALACAÍN 2013a. 91 Aunque refiriéndose a la nobleza y no solo a los parientes sino también a la clientela, Pablo Sánchez León señala estas dos tendencias contrapuestas como generadoras de conflictividad: SÁNCHEz LEóN 1993. 92 KLAPISCH-zUBER 2003. 93 ARIèS 1988. Su obra ha sido muy cuestionada por distintos autores. En la edición de 1973, Ariès añadió un prólogo en el que reflexionaba sobre las críticas que su obra había recibido concluyendo que, aun así, las grandes líneas de su libro habían sido aceptadas. 94 RoSENWEIN 2002. 89

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Un trabajo que defiende la existencia de la afectividad paternofilial en la Edad Media es el realizado por James B. Ross centrado en las clases medias de la Italia urbana entre el siglo XIV y principios del XVI.95 testimonios como los señalados por James B. Ross o los que se mencionarán en este trabajo muestran que los padres, en la mayoría de las ocasiones, no eran indiferentes (ni mucho menos) a sus hijos. Aunque las referencias a cuando estos eran niños son muy escasas en el caso aquí estudiado, no parece racional pensar que todas las expectativas, la preocupación y el afecto vertidos en estos vástagos apareciesen repentinamente al convertirse estos en adultos. El conde de Ribadeo, Rodrigo de Villandrando, solicitó licencia para un mayorazgo en 1445 y en 1448, a su muerte, sus hijos Pedro y Marina (el primero de los cuales fue el destinatario de dicho mayorazgo) eran menores de cuatro años. Por lo tanto, el interés de Rodrigo por el mayorazgo apareció ya al poco tiempo de tener a los hijos o incluso durante el embarazo de su mujer, tal y como señala José Manuel Calderón ortega.96 El merino Alonso Niño, en su testamento en 1466, dejó instrucciones muy precisas de cómo debía ser educado su hijo pequeño al que llama Lazarico. Además de este apelativo que remite claramente a sus pocos años, se dice que es menor de edad y las alusiones a su futura formación señalan que aún era pequeño. Para asegurarse de que Lazarico tendría la mejor educación pidió que lo criase uno de sus hombres de confianza, Martín Sánchez o Pedro de Buelna, y mandó que le enseñasen a leer y escribir, todo bajo la supervisión de su primogénito, Pedro Niño. Para el mantenimiento del niño le dejaba 50.000 maravedís de juro de heredad que tenía en rentas de Valladolid y mandaba que lo que sobrase después de cubiertas sus necesidades, se lo guardasen para cuando fuese de edad.97 Asimismo, en una carta de 1502, uno de los oficiales de la Chancillería, el doctor de Palacios Rubios, escribía a un miembro del Consejo mostrando su emoción ante el nacimiento de un nuevo vástago: «Yo he estado muy enfermo después que de allá vyne. Ya esto mejor, gracias a Dios, y muy alegre con otro hijo que parió doña Mayor este día».98 A pesar de la variada casuística, está fuera de toda duda que una de las principales preocupaciones de los padres bajomedievales era proveer a sus hijos de los recursos suficientes para su vida adulta. Sin duda, podemos interrogarnos acerca de dónde acaba la preocupación por los hijos en sí y dónde empieza el mero interés por la perpetuación del linaje, las estrategias matrimoniales, etc., pero la existencia de motivaciones económicas o de pervivencia de la familia no excluyen que estas se produjeran 95 96 97 98

RoSS 1982. CALDERóN oRtEGA 1986. RAH, C. Salazar y Castro, 9/831, fol. 2r. AGS, CCA, Personas, Leg. 20-2, Palacios Rubios. [ 153 ]

redes de poder

en un contexto de afectividad. Al contrario, explican que esta afectividad fuera fomentada, por las familias y por la sociedad en general, para favorecer un mejor funcionamiento de los mecanismos de reproducción del sistema. Las contadas excepciones en las que los padres actúan abiertamente contra los intereses de sus hijos, negándoles su mantenimiento, suelen ser producto de fuertes enfrentamientos familiares que poco o nada tienen que ver con el desinterés. La rebelión de un hijo contra la autoridad paterna podía provocar reacciones extremas. Si tomamos uno de los ejemplos más evidentes, el de Pedro Niño que desheredó a su hijo Alonso Niño de Castro, a lo largo de su testamento en 1507 sus palabras reconstruyen un discurso en línea con el estereotipo de buen padre donde su actuación se justifica por la concepción que el merino tenía de las relaciones paternofiliales y la gran decepción que, dentro de esa lógica, supuso la conducta de su primogénito. Pedro no había sido indiferente a su hijo en los años previos a su gran enfrentamiento. Había buscado un matrimonio adecuado para él y para la familia con la hermana de otro regidor, Leonor de Ribera, le había designado como heredero del mayorazgo y había renunciado en él el cargo de regidor, aunque la renuncia no se había hecho efectiva. Por lo tanto, parece muy plausible que, tal y como argumenta Pedro, el cambio de actitud con respecto a su hijo proviniese de lo que él consideró como una gran traición, traición que incluía vulnerar la autoridad del merino que, como padre y principal figura familiar, tenía la potestad de decidir sobre el matrimonio de Alonso. La decisión de Alonso Niño de actuar contra los intereses de la familia, transgrediendo normas sociales fundamentales, solo podía llevarle a una ruptura con sus parientes. Las palabras de Pedro en el testamento intentan transmitir el dolor y decepción con las que se entendía que un padre debía reaccionar ante una actuación similar por parte de su hijo. Alonso no aparece en el documento como «Alonso Niño de Castro», sino tan solo como «Alonso de Castro», con el apellido materno, lo que sería otra forma en la que Pedro mostraría su distanciamiento con este hijo al que ya no consideraba como tal, negándole simbólicamente su apellido. Este uso u omisión deliberados del nombre muestran una vez más el carácter plástico del parentesco y cómo, dependiendo de la ocasión, podía ostentarse un parentesco pretendido o disimular uno directo y evidente. Aunque se trata tan solo de la visión de Pedro Niño, en la descripción del enfrentamiento quedan patentes las distintas afrentas de Alonso Niño de Castro que pasan, no solo por desobedecer a su padre en la cuestión matrimonial, casándose contra su voluntad con Brianda de Manrique y aliándose así con sus enemigos,99 sino que incluyen el instigar a otros adversarios del merino a atacarle y enviar a personas que le ofendieron 99

Acerca de los Manrique véase MoNtERo tEJADA 1996. [ 154 ]

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directamente. En realidad estos últimos ataques se producirían después de que Pedro dispusiese todo para quitarle sus beneficios como primogénito en favor de su hermano Juan Niño – lo que explicaría el encono de Alonso –, pero a los ojos de su padre, resultarían completamente imperdonables.100 A pesar de esto, y aunque parezca irreconciliable con el resto de lo que dice en el testamento, Pedro mantenía en el plano ideal una concepción arquetípica que le llevaba a desear que sus hijos, como hermanos que eran, hicieran las paces, evocando tanto la figura del padre que desea lo mejor para sus hijos como una representación idílica de las relaciones fraternales.101 En teoría, el amor y la concordia deberían presidir las relaciones entre hermanos, sin embargo, la realidad entre Juan y Alonso distaba mucho de ese ideal. Lo mismo puede decirse de Pedro y sus hermanas bastardas a las que intentó privar de su parte de la herencia y, en general, de las innumerables disputas por herencias que se produjeron en estas familias y en la sociedad bajomedieval. Sin embargo, la consciencia de un ideal diferente permanece y el hecho de que en las fuentes se intente visibilizar el desvelo de los padres por que este ideal se cumpla es una muestra más de que, incluso en medio de las disputas o, mejor dicho, especialmente en medio de las disputas, la sociedad y los padres debían promover el consenso dentro de la familia y adoptar el papel de progenitores que, movidos por el afecto, velaban por sus hijos y por la concordia familiar. Lejos de una contradicción, estos sentimientos eran necesarios para 100

RAH C. Salazar y Castro, 9/869, fol. 273-273v: Alonso de Castro me ha seido esobidiente y se ha juntado con mis enemigos en todas las cosas que eran contrarias de mi honrra y aquel casamiento que hizo con mis enemigos; y requirió a Hernando Niño que me pusiese en pleito y me demandase toda mi hacienda, el que ansí lo hizo por su consejo; y me traxo en pleito muchos años trabajando mi vida en mi edad; y aunque se querían concertar conmigo él no les dejaba; y después me hizo otros muchos desonores y deshonrras enbiándome tres cartas de emplazamiento que paresciesse en persona en la corte, y los sus rapaces que me venían a traer las cartas entraban en mi cámara estando yo doliente, decíanme muchas brabezas, e porque les decía que cómo hablaban en tan desonestamente conmigo decían que no era nada aquello con lo que me habían de hacer; (...) e por quanto el malo y desleal, sobre una licencia quel rey don Enrique me dio a mí y a doña Ysabel de Castro, mi muger, dándonos licencia para que pudiésemos sacar de nuestros maioradgos bienes para casar los otros hijos, me acusó diciendo que yo havía hecho carta falsa falsando el nombre del rey don Enrique, por lo qual si tal fuera yo merescía morir muerte de traidor y perder mis bienes; y por otras muchas razones y cabsas por la presente por lo que dicho es, desheredo al dicho don Alfonso de Castro de todos mis bienes y herencia y ruego a Dios que nunca él ni sus descendientes hereden lo que yo y mi padre ganamos derramando nuestra sangre con mucho trabajo. 101 Ibidem: Yten digo que reteficando y aprovando todo lo en este mi testamento dicho y declarado, digo que si segund en él se contiene mis hijos se quisieren concertar y tener paz y amor como hermanos, como es razón, o en otra qualquier manera, terné en ello mucho descanso y placer; y si así lo hicieren la bendición de Dios y la mía ayan y les alcanzen; y el que no se quisiere llegar a razón no aya mi bendición. Y esta concordia encomiendo y ruego a los señores lizenciado Pero Ruiz de Villena y Francisco de Cueto y Pedro de Miranda, mi testamentario, a los quales y a cada les ruego y pido por merced que quieran entender entre mis hijos y concertarlos y ponerlos en paz y que por poca cosa no consientan que estén desconcertados. [ 155 ]

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fomentar una unidad y cohesión mínimas que garantizaran poder llevar a cabo políticas y estrategias conjuntas al servicio de la familia. otro ejemplo evidente de la aspiración a la concordia entre hermanos son los testimonios referentes a la herencia de Garci Franco, regidor de Valladolid y contador mayor de cuentas de los Reyes Católicos. A su muerte quedaron seis hijos (en el testamento de 1482 menciona también a Pedro de Cartagena, pero en 1486 ya había fallecido). Exceptuando el mayorazgo para el primogénito, Antonio Franco, y lo que había dejado para su mujer, María de Sarabia, los hijos debían repartirse su herencia por igual. Dado que preveían que se producirían enfrentamientos entre ellos a causa del reparto, decidieron llegar a una concordia y dejarlo en manos de su madre, María de Sarabia.102 En el documento especificaban que la intención del acuerdo era mantener el amor y paz entre hermanos, mencionando nuevamente este ideal al que el deudo (el parentesco) y la razón les obligaba; así como la confianza en la madre como figura que mantendría la concordia entre los hijos, ya que ella misma la deseaba para ellos.103 Así lo atestigua cuando en la sentencia arbitraria dice que ha procurado «los quitar de los dichos pleytos e quistiones e por que entrellos puedan durar e acreçentarse algund devdo e amor que en uno tienen». Aún más, les encomienda a sus hijos e hijas y a los maridos de estas últimas que «de aquí adelante e en todo tienpo se amen e traten e acaten como verdaderos hermanos e se fagan tales obras, en lo qual servirán mucho a nuestro señor; e asy abrán la vendiçión de su padre e mía». El deseo de María por concertar a sus hijos era tal que renunció a la mitad de su propia herencia para contentarlos.104 Este sacrificio, aunque relativo porque María se reservaba el usufructo de los bienes que repartía mientras viviese, se interpretaba como una muestra del afecto por sus hijos y del interés que tenía porque se quisieran y se comportasen entre ellos tal y como correspondía a unos hermanos. Los ejemplos en los que la indiferencia parece presidir las relaciones entre progenitores e hijos suelen estar relacionados con el estereotipo de madre cruel que Christiane 102

AGS, EMR, M. y P. Leg. 61, fol. 28. Ibidem: que bivamos e estemos en toda pas e amor e tranquilidad, pues quel debdo e la rasón a ello nos obliga, e por nos partyr e quitar de los dichos pleytos e contiendas e debates e de las quiestiones e diferençias e disençiones que (...) son e esperan ser sobre razón de la dicha herençia e partiçión della; e por bien de paz e concordia e confiando como por la presente confiamos de vos la dicha doña María Sarabia nuestra madre, muger del dicho señor Garçi Franco que presente estades, que sodes tal persona e de tanta virtud e avilidad e conçiençia, que entre nos los sobredichos dareys forma de yguala e nos conçertareys e ygualareys e dareys cada uno de nos su parte de la dicha herençia e bienes partibles. 104 Ibidem: por la paz e concordia de los dichos mis fijos e porquellos tengan con que mejor se sostener, a mí plaze e ha plasido de dexar muy grand parte de mi fasienda de lo qual a mi perteneçiera e perteneçe, para que sus partes e porçyones legítimas sean mejores e más creçidas; por eso dexé e dexo de sacar la mitad enteramente a mí pertenesçiente de todas las ganançias, labores e bençiones e conpras e probechos durante el matrimonio entre nos avidos e hadqueridos; de que todos los dichos mis fijos me son e deven ser en mucho cargo. 103

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Klapisch-zuber analizó para el caso florentino.105 En Florencia, donde abundan los casos literarios de madres desnaturalizadas como en Il Corbaccio de Boccaccio, las viudas jóvenes se veían sometidas a presiones externas de la familia que las obligaban a casarse de nuevo. Esto ocasionaba grandes problemas para los herederos que veían cómo la madre se llevaba la dote, parte fundamental del patrimonio familiar. Aunque las dinámicas familiares no son exactamente iguales, este análisis es grosso modo extrapolable a Castilla. El ejemplo más evidente entre la oligarquía vallisoletana es el ya mencionado de Juana Carrillo, mujer del regidor Bernal Francés. tras fallecer Bernal y el hijo primogénito de este, Juan Bernal, Juana decidió casarse de nuevo con otro miembro del Consejo real, el licenciado Barrientos. Sin embargo, en los planes de Juana para este nuevo matrimonio no entraban sus cuatro hijos menores de edad por lo que solicitó que les fueran otorgados curadores, porque «ella quería pasar a segundas bodas y para otras causas que a ello la movían quería renunciar y renunció a la dicha tutela».106 El problema no consistía tan solo en la intención de Juana de abandonar a sus hijos, sino en el pleito que posteriormente mantuvo con los curadores de los menores y con sus hijas emancipadas, Inés, Catalina (llamada María en otras ocasiones) y Berenguela, todas monjas profesas. A lo largo del litigio Juana mostró la determinación de apropiarse de todos los bienes que había dejado Bernal Francés, aun a costa de dejar a sus hijos sin recursos. Desde un primer momento, aunque aludía al peligro e indefensión en que se quedaban los menores si no se les daba un curador inmediatamente, su principal preocupación era que se pudiese realizar cuanto antes la partición de cierto juro que, probablemente, Juana habría comprometido para su dote en el matrimonio con el licenciado Barrientos. En su caso, dotada por el almirante de Castilla, debemos imaginar que este podría ser uno de los que presionaron para que volviese a casarse. Aunque este es el caso más extremo, los enfrentamientos entre madres e hijos por herencias eran frecuentes, mientras que en el caso de los padres era más difícil que los hijos pudieran disputarles los bienes (la causa de Alonso Niño de Castro se amparaba en gran medida en que su padre había instaurado el mayorazgo y renunciado previamente los cargos en él y, aun así, no se solucionó por completo hasta fallecer su hermano Juan al que su padre pretendía favorecer). A menudo, recuperar la dote era una cuestión de necesidad para la supervivencia o el mantenimiento de un nivel de vida que resultaba amenazado por la muerte del marido y la aparición de distintos herederos, mandas y acreedores. Esta situación se agudizaba cuando la avaricia de los hijos intentaba deliberadamente despojar a sus madres de la dote y arras, como en el 105 106

KLAPISCH-zUBER 2003. ARChV R. Ejecutorias, c. 273, n.º 25. [ 157 ]

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caso de Pedro Niño que acusaba a su madre, María de Ribera, de haber sido una mala esposa en el pleito por la herencia del merino Alonso Niño. Al separarse de su marido por razones desconocidas y quedar en una situación de gran precariedad, María tuvo que ser acogida por su hija Inés Lasa y su yerno, el regidor Pedro Rodríguez de Santisteban. A este problema se sumó la negativa de su hijo a devolverle su dote.107 En el caso previo de Juana Carrillo, es imposible saber si los hijos consideraron que su madre actuaba de forma cruel a raíz de su segundo matrimonio y la renuncia a la tutela, pero existe otro caso —menos explícito pero quizás más ilustrativo—, en el que el hijo del primer matrimonio muestra poco o ningún afecto o reconocimiento por su madre fallecida. Se trata de Jerónimo de Virués, hijo de Mayor Sánchez de Virués. Doña Mayor se casó en segundas nupcias con Alfón González de León, contador y regidor de Valladolid, para enviudar de nuevo antes de 1452.108 En el testamento de Jerónimo, este dejó distintas mandas por las almas de sus suegros y su primera mujer, sin embargo, no hay ninguna mención a su madre.109 Al margen de lo anecdótico, el testamento de Jerónimo de Virués muestra la fortaleza de los lazos establecidos con la familia política al tiempo que sugiere que el regidor se sentía mucho más agradecido y en deuda con su suegro —Alonso González, aposentador del rey, regidor de Valladolid de quien provenían gran parte de los bienes de Jerónimo—, a quien parecía deber su fortuna y su cargo en el concejo, que con su propia madre. Sin embargo, esta percepción parece un tanto injusta ya que Mayor fue quien, estando ya casada con su segundo marido, acordó el matrimonio de su hijo en 1436 y se otorgó como fiadora de él por las arras de 300 florines de oro del cuño de Aragón que prometió. De hecho, su segundo marido, Alfón González de León, regidor, intervino como testigo en las capitulaciones por lo que no sería extraño que mediase en este matrimonio entre su hijastro y uno de sus compañeros de regimiento.110 En este caso, al igual que el ya mencionado de la primera esposa de Alonso Niño de Castro, el testamento nos permite conocer las preferencias por parte de un individuo con respecto a su parentela. Sin embargo, mientras Leonor de Ribera mostraba una mayor inclinación hacia su familia consanguínea, Jerónimo de Virués honra en sus 107

ARChV R. Ejecutorias, c. 234, n.º 36. AHN Clero. Secular-Regular. Leg. 7729. 109 ARChV Pl. Civiles. Pérez Alonso (F), c. 761, n.º 1. Jerónimo encargó cuarenta misas por el alma de sus suegros, Alonso González y Beatriz González, en la iglesia de San Martín y que tras la misa se dijera un responso sobre su sepultura. Además mandó que enladrillasen (con buenos ladrillos) toda la capilla de San Martín, también por las almas de sus suegros y la suya propia. Comparativamente, por su hermano, Luis del Castillo, encargó sesenta misas (veinte más, pero en el otro caso se sumaba el enladrillado) en el monasterio de Aniago y por el alma de su difunta mujer, María González de Agüero, y la suya propia, cincuenta misas en la capilla de la trinidad. 110 Ibidem. 108

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mandas a su mujer y suegros en lugar de a sus progenitores. Dicha diferencia insiste en la idea de que, más allá de una visión estructuralista de las relaciones, es preciso dar cabida a análisis que integren la casuística variada derivada de individuos con circunstancias y motivaciones diversas, tal y como permite el análisis de redes sociales, frente a una visión del parentesco que se articule en torno a modelos rígidos, que contrapongan los sistemas agnaticios frente a los cognaticios. Los lazos familiares y de parentesco eran los primeros en los que se hallaba inserta una persona y procuraban numerosas oportunidades de alianza que podían articularse de forma diferente según la oportunidad y ocasión. Estos vínculos de parentesco tenían una doble vertiente: al tiempo que aseguraban la endogamia del grupo, favorecida por la heredetabilidad del cargo de regidor, también tendían lazos hacia otros ámbitos como la monarquía, la nobleza o incluso la oligarquía y los mercaderes de otras ciudades. De esta forma, el parentesco sentaba los fundamentos tanto para superponer otros tipos de relaciones a lazos familiares preexistentes, como para afianzar vínculos previos o deseados con personas ajenas al grupo familiar a través de nuevas alianzas de parentesco. Es decir que, por un lado, las relaciones familiares proporcionaban la base para el desarrollo de otras relaciones clientelares, económicas y políticas. Muchos de los criados de los regidores eran sus parientes; las dos familias de mercaderes por excelencia, los Verdesoto y los López de Calatayud, muestran que los hermanos realizaban negocios juntos o compartían compañías; y el hermano del conde de Benavente, Pedro Pimentel, era su principal aliado dentro del concejo vallisoletano, constituyendo un claro exponente de alianza política entre parientes. Por otro lado, el parentesco, sobre todo a través del matrimonio, era una de las principales bazas de la oligarquía para afianzar o impulsar sus alianzas de poder y sus contactos comerciales, ya fuera dentro de la propia Valladolid o fuera de ella. Del mismo modo se concibió como el medio para aproximarse más a los reyes, tal y como prueban los matrimonios entre regidores y damas de la reina o el de la hermana de Juan de la Cuadra con el maestresala del príncipe don Juan, el comendador Luis de Quintanilla.111 Fuera en un sentido o en el otro, el parentesco acababa vertebrando un amplio abanico de relaciones. Hasta qué punto era la relación predominante en el seno de la oligarquía es una cuestión que dejaremos para el final del próximo apartado, donde, a través del análisis de redes sociales, se compara la presencia del parentesco en las fuentes utilizadas frente a la presencia de relaciones de contenido clientelar.

111

AGS, RGS, 1494-06, 13. [ 159 ]

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3.3. El clientelismo En los años setenta las ciencias sociales se interesaron cada vez más por las microestructuras informales que antes habían sido territorio exclusivo de los antropólogos, como las relaciones de parentesco, de amistad y clientelares.112 Desde entonces la atención por el clientelismo ha aumentado tanto en las ciencias políticas como en la historiografía y en la actualidad nadie duda de su interés historiográfico: el ejercicio del poder en época bajomedieval no puede entenderse sin él, ya que se considera consustancial a la vida política del momento. En ámbito medieval, en el 2010 la revista Hispania dedicó un monográfico a este tema, dirigido por Cristina Jular Pérez-Alfaro y titulado «Nuevas cuestiones sobre el clientelismo medieval». La introducción de dicho monográfico conecta con el presente trabajo en múltiples sentidos. Para empezar, la autora realiza referencias continuas a las redes planteando en todo momento la cuestión en términos de redes clientelares, lo que remite directamente al enfoque de este libro.113 Se señala asimismo la preocupación, no solo por los aspectos teóricos del clientelismo, sino por el modo en que «se definen y concretan formas de actuación de los individuos medievales, a la hora de establecer sus vínculos personales, más allá de las relaciones vasalláticas historiográficamente tradicionales»114 que es otro de los aspectos fundamentales en los que se hace especial hincapié aquí y que remite a la metodología del análisis de redes sociales. Por otra parte, alude a la complejidad de las relaciones clientelares mencionando de pasada el factor de los sentimientos e insistiendo en que se trata de un «viscoso terreno de la relación entre lo privado y lo público, entre la amistad y el poder». Finalmente, no quiere dejar de señalar Cristina Jular en dicha introducción, que el clientelismo no solo es un fenómeno desde arriba, sino que incorpora la acción de los de abajo tal y como se muestra en este libro al hablar, tanto del clientelismo, como del común en el último capítulo. Por lo tanto, los objetivos, la metodología, el enfoque y el desarrollo de esta obra, están plenamente en consonancia con estas tendencias y preocupaciones que Cristina Jular señalaba como fundamentales dentro de los estudios actuales sobre el clientelismo medieval. El clientelismo se puede definir sucintamente como un tipo de vínculo que se establece entre patrón y cliente sobre la base de una desigualdad en la relación y un 112

GRAzIANo 1974b. Se habla de «sistemas de redes políticas y sociales»; «redes de funcionamiento»; «la inserción de cualquier individuo en un tipo de red»; «una pluralidad de redes interconectadas»; «red feudal»; «recomponer las redes principales»; «redes jerárquicas»; «redes y relaciones internobiliarias», etc. Incluso se afirmaba que «El monográfico se titula clientelismo y redes locales», aunque el título definitivo de publicación fue finalmente otro: JULAR PéREz-ALFARo 2010. 114 Ibidem: 315. 113

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intercambio de servicios. Al mismo tiempo, en torno al intercambio se genera una relación personal de amistad y fidelidad, algo fundamental en sociedades con un débil sistema estatal, ya que establece ciertas garantías dentro de la interacción social. El patrón podía proporcionar protección, ciertos honores, una retribución económica, el acceso a un oficio, una recomendación y diversas ventajas; el cliente, a cambio, se ponía a su servicio.115 En los años setenta James C. Scott propuso un esquema en el que definía el clientelismo como una relación entre dos personas, basada en una reciprocidad desigual al existir diferencias de estatus, que implicaba una relación personal e íntima y que era polifuncional, ya que la reciprocidad puede plasmarse de muchas formas diferentes.116 Según Scott para que la relación clientelar perviva es necesario que se mantenga la desigualdad económica, política y social, que el Estado no proporcione la seguridad que las personas ansían y que las estructuras de parentesco no sean suficientes para obtener seguridad y movilidad social.117 En relación con esta cuestión, Eisenstadt y Roniger, en su conocida obra sobre el clientelismo, realizaron un profundo análisis acerca de la necesidad de confianza dentro de la sociedad y cómo las relaciones interpersonales la promueven y permiten que el orden social se mantenga.118 Estas definiciones explican por qué el establecimiento de redes clientelares influye de forma decisiva en la articulación de la sociedad y el ejercicio del poder. Especialmente en la medida en que permiten la redistribución del poder y las riquezas a través de las relaciones entre patrón y cliente.119 Esta propiedad del clientelismo conecta directamente con la opinión generalizada de que los linajes de caballeros urbanos en Castilla, como sistemas clientelares, facilitaron la cohesión de la sociedad urbana castellana y su participación, a muy diferente escala, en los resortes del poder.120 Las oligarquías urbanas bajomedievales son especialmente propicias al desarrollo del clientelismo, si no consustanciales a él, ya que están jerarquizadas y conectadas con individuos más modestos de la sociedad, ligados por lazos de fidelidad

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LIND 1996: 165. Luigi Graziano, entre otros autores, criticó esta definición porque deja fuera el clientelismo moderno o de masa, en el que la relación ya no es personal y de intercambio directo, sino que se enmarca dentro de los partidos políticos, pero la descripción es perfectamente aplicable a la época aquí estudiada (GRAzIANo 1974b: 16). 117 SCott 1974. 118 EISENStADt y RoNIGER 1984: 19-28. 119 Gunner Lind señala que «Les relations entre patron et client ne constituent qu’une manifestation des multiples mécanismes interpersonnels entrant en jeu dans les processus de décision, et en particulier dans la distribution du pouvoir et de l’argent» (LIND 1996: 163). 120 Máximo Diago insistía en este papel redistribuidor de prebendas de los linajes en contraposición con el caso alemán en su artículo DIAGo HERNANDo 1997. 116

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e intercambio. Según Gunner Lind los miembros de las élites estan sometidos a presiones que exigen contar con el apoyo de otras personas.121 Yolanda Guerrero Navarrete escribe: Para los poderosos, la posesión de una clientela significa, por un lado el mejor instrumento de control sobre ciertos ámbitos a los que su status no les permite acceder directamente, así como el medio a través del cual se significa externamente su dignidad, poder y riqueza. En cierto modo, es el único medio de rentabilizar el poder en términos de tráfico de influencias. Para los inmediatamente inferiores, significa una vía de promoción pública y social que en ocasiones puede llegar a producir pingües beneficios.122

Al tener una base diádica, el clientelismo es una relación susceptible de ser estudiada a través del análisis de redes sociales.123 Una díada está formada por dos personas unidas por algún tipo de relación. Esto permite que las relaciones clientelares se puedan plasmar perfectamente a través del análisis de redes sociales que se fundamenta en diádas de personas unidas por un tipo de relación. Sin embargo, al mismo tiempo, aunque la relación clientelar se realice exclusivamente entre dos individuos y no pueda subsistir en ausencia de uno de ellos, frecuentemente se establece teniendo en cuenta contactos ulteriores de la otra persona, ya sea esta patrón o cliente. De hecho, a menudo se ha hablado de la función del patrón como broker o gatekeeper. Según Jeremy Boissevain existen dos tipos de patrones, los que poseen los recursos y los que controlan las vías de acceso a estos gracias a sus contactos, es decir, que son patrones cuyo capital son sus relaciones. Este último tipo sería el broker o intermediario.124 El intermediario es alguien que mantiene vínculos con diversas personas que solo pueden contactar a través de él, lo que resulta beneficioso para el propio broker en última instancia. Para este broker sus contactos son su capital y su crédito se cifra en las expectativas que crea 121

LIND 1996: 166. GUERRERo NAVARREtE 1998: 91. 123 Esta constatación llevó a los politólogos a interesarse por las díadas que anteriormente habían sido objeto de estudio principalmente de los antropólogos (GRAzIANo 1974a: 67). Se recurrió al modelo diádico al evidenciarse las carencias de la Group Theory of Politics. Según esta teoría los individuos actúan en política simplemente en función del grupo al que pertenecen, sin embargo se ha demostrado que no hay una relación directa entre las características socio-económicas de las personas y su comportamiento en política (LANDé 1974). Este fallo de la Group Theory of Politics es puesto de relieve también en el estudio de Padgett y Ansell sobre los Médici (PADGEtt y ANSELL 1993). Para una mejor comprensión de la díada como unidad sociológica véase el trabajo de George Simmel de 1908 en el que, comparando díadas y tríadas, demostró que la estructura de las relaciones sociales afectaba al contenido de las mismas (SIMMEL 1977). 124 BoISSEVAIN 1969. 122

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en el resto de la gente al hacerles creer que gracias a sus vínculos puede satisfacer sus necesidades.125 La figura del broker es la prueba más evidente de que la relación diádica entre dos personas está influida por el resto de la red y es ahí donde entra el análisis de redes sociales. Para Boissevain, la superposición de distintas relaciones diádicas es la que permite el sistema clientelar, que no puede entenderse tan solo atendiendo a la relación entre dos personas concretas, sino que es preciso contemplar la red en su conjunto.126 En la Baja Edad Media el papel del broker coincide a menudo con un fenómeno fundamental de la política del periodo: la intercesión. Son innumerables los casos en los que un individuo pide a otro que interceda por él ante una tercera persona. Algunos ejemplos de ello contenidos en esta obra son la carta al rey por parte del abad de San Benito para que se concediese un perdón de Viernes Santo al regidor Alonso de Montemayor, por haber malherido a su mujer;127 la del obispo de Córdoba que medió para que su primo, el regidor Juan de Figueroa, fuese aceptado como contino tras las Comunidades;128 la solicitud de Pedro Niño para que el obispo de Palencia intercediese por él ante el rey;129 o la insistencia del marqués de Cenete y el regidor y conde de Ribadeo Pedro de Villandrando para que la condesa Isabel Castaño mediase con la reina Isabel.130 La identificación de relaciones clientelares es complicada por dos razones: al ser un contrato implícito no suele aparecer en la documentación, y no existen palabras equivalentes en la época que señalen una relación como clientelar.131 términos como el de criado remiten sin lugar a dudas a un lazo entre cliente y patrón, otros como hombre de o allegado crean ciertos interrogantes por su componente vasallático. Sin embargo, en muchos casos existen claros indicios de clientelismo aunque no haya un término equivalente. Por ejemplo, en el caso vallisoletano, las personas que actúan como testigos de la firma de ciertos documentos a menudo están ligadas a alguna de las personas involucradas por una relación que puede considerarse clientelar. Este fenómeno no se limita tan solo al territorio castellano y Luigi Provero mostró que ejercer de testigo en favor del patrón era parte de las dinámicas clientelares también en el Piamonte en el siglo XIII.132 125 126 127 128 129 130 131 132

BoISSEVAIN 1974a: 159. BoISSEVAIN 1974b. AGS, CCA, Leg. 137, 276 (véanse las pp. 207-208 de esta obra). AGS, CCA, Leg. 144, 33. AHN Nobleza. osuna, c. 417, 18 (véase la p. 192 de esta obra). ARChV Pl. Civiles. Pérez Alonso (F), c. 896, n.º 1 (véanse las pp. 217-218 de esta obra). MARtÍN RoMERA 2014a. PRoVERo 2010. [ 163 ]

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Desafortunadamente, como ya se ha mencionado, en algunos casos no se puede determinar en favor de cuál de las partes está el testigo y en otras muchas ocasiones hay testigos que no están ligados a las partes sino que, sencillamente, estaban presentes por casualidad o porque eran criados del escribano que realizaba el escrito. De igual forma, cuando una persona está bajo el mando de otra, ya sea en el ámbito militar, político o profesional, tienden a crearse dinámicas clientelares, pero la mayoría de las veces estas no son constatables. Especialmente los casos en que la persona sujeta a la autoridad de otro no ha sido designada para el puesto por este último (sino por los reyes, por ejemplo), crean dudas acerca de adoptar como máxima que entre estos jefes y sus subordinados existiese una verdadera relación clientelar.133 Sin embargo, del mimo modo que otras relaciones se revestían de parentesco y de los códigos y prácticas sociales asociados al mismo, es fácil imaginar que en estas situaciones la relación se revistiría pronto de dinámicas de servicio que, dependiendo del contexto, se confundirían a menudo con las clientelares, fomentando así la fidelidad y confianza entre los implicados. Volviendo al caso clientelar más claro, los criados (que etimológicamente son individuos que han crecido en la casa de su señor) presentan la ventaja de que, al contrario que los allegados u hombres de, aparecen más a menudo identificados con personas concretas.134 María del Carmen Carlé ya explicó algunas de las características de los criados en la sociedad castellana del siglo XV que son perfectamente extrapolables al caso de Valladolid.135 En relación con la cuestión del clientelismo, los criados son «uno de los elementos que reúnen y conectan a individuos de distintas categorías sociales, y contribuyen a la formación de grupos articulados verticalmente que conviven con instituciones de otra índole».136 Las grandes diferencias sociales entre unos criados y otros, que dependían también del estatus del señor al que servían, implicaban que muchos de los servidores de la oligarquía tuviesen un cierto nivel social y económico, siendo a menudo parientes de sus señores. Un caso llamativo es el de Diego de Soria que, a pesar de ser regidor en Burgos, en su testimonio sobre el regidor de Valladolid Pedro López de Calatayud, dijo que en su juventud había sido su mozo de espuelas y

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Cuando en 1501 Fernando el Católico ordenó al conde de Ribadeo, Pedro de Villandrando, que diera la primera lanza que vacase en su capitanía a Risel de Figueroa porque era hombre de armas de su casa y contino suyo, es evidente que Risel no recibió el oficio como fruto de una relación clientelar con el conde, sino que estaba vinculado con el rey o con otra persona que había intercedido ante Fernando en su favor (AGS, CCA CED, 5, 294, 2). Lo mismo ocurre cuando los reyes ordenan al conde que beneficie a uno de los hombres de su capitanía doblándole el sueldo (AGS, CCA CED, 5, 46, 7). 134 GERBEt 2001. 135 CARLé 1987. 136 Ibidem: 110. [ 164 ]

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había andado con él cuatro meses, durante los cuales incluso le descalzaba y se quejaba de las sobras que le dejaban para comer.137 Contrariamente a la idea que se tiene hoy en día, criado no era tan solo aquel con tareas domésticas, sino que según su estatus podían tener muy diversas atribuciones. Muchos criados realizaron importantes funciones como hombres de confianza de sus patrones. Un ejemplo del nivel de familiaridad que adquirían y hasta qué punto los señores ponían en manos de sus criados los asuntos más delicados se halla en el caso de Juan Díaz, vecino de Dueñas, que demandó a Francisco de torquemada, su criado y factor en 1489 diciendo que: teniéndole él en su casa, por contino e familiar e criado e fator, dándole e pagándole sus serviçios e soldada según e como entre ellos fueron ygualados y conbenidos, dis que él le puso y obo puesto en recabdar çiertos maravedís a él debidos por algunos debdores suyos; e que asymismo le dió poder e facultad para que en su nonbre tratase e vendiese e conprase çiertas cosas e mercadurías suyas de seis años a esta parte que ha que hera suyo e benía con él fiándose del como de presona (sic) fiable.138

Sin embargo, Francisco le pagó mal dicha confianza puesto que no solo había recaudado desde 1484 dineros en su nombre que luego no había querido entregarle, sino que además había huido a esconderse en la villa de torquemada, debiéndole más de 1.080.000 maravedís.139 En efecto era habitual que los criados actuasen en nombre de sus patrones como sus factores, a menudo con su poder, o que fuesen testigos de actos legales que les incumbiesen: Juan Navarro, criado de Pedro Niño, merino mayor de Valladolid, fue su procurador en 1502;140 en una reclamación por el impago de un censo, el regidor Juan López de Calatayud envió a su criado y familiar Sebastián de Peñafiel para que actuase en su nombre; en la compra de dicho censo en 1477 habían sido testigos sus criados Pedro de Azpeitia y Sancho de oudaroa y cuando realizó el traspaso de la mitad del censo al también regidor Francisco de Santisteban, lo fue su criado Juan de Vertavillo.141 137

LóPEz MARtÍNEz 1973: 561-562. AGS, RGS, 1489-10, 92. El perfil comercial de este Francisco de torquemada sugiere que se trata del homónimo familiar del regidor Pedro de torquemada y cuñado de Juan de Villalpando, escribano mayor de las rentas de Valladolid en 1505. 139 Ibidem. 140 AGS, CCA, Personas, Leg. 19, Niño, Pedro. 141 ARChV Pergaminos. 81, n.º 8. 138

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La lista de criados testigos es inagotable. Por mencionar solo algunos, en 1506, Isabel de Alcocer, hermana del regidor García de Alcocer, dio un poder a Diego Falconi, y uno de los testigos en el documento era su criado Rodrigo de Cigales;142 en el mismo año, García y su hermana nombraron otro procurador y los criados de García, Pedro de orduña y Juan de Malpartida firmaron como testigos; en 1518 Juan de Baena, camarero del almirante de Castilla y Juan López de la Puente, criado de Rodrigo de Villandrando, fueron testigos en un documento en el pleito entre Rodrigo (hijo bastardo del conde de Ribadeo cuyo tutor era el almirante de Castilla) e Isabel Castaño (la condesa viuda).143 Incluso se dieron casos en que un regidor dejó por testamentario a uno de sus criados, por ejemplo, Alonso Pérez de Vivero en 1484 eligió al prior de Santa María de la villa de Frómista y a su criado Xarpa.144 Este recurso a los criados para que actuasen como testigos y procuradores era común también a la nobleza y a otras familias cercanas a la oligarquía vallisoletana, pero que no se hallaban en el regimiento. Respecto a la nobleza, en 1512 Alonso Pimentel, conde de Benavente y sobrino del regidor Pedro Pimentel, dio un poder en nombre de su mujer a su alcalde mayor Diego Rodríguez de Salamanca y a sus criados Suero de Novoa y Bernaldo de turienzo.145 En cuanto a otras familias cercanas a la oligarquía, Luis de la Serna, mercader emparentado con regidores realizó en 1474 un arrendamiento de casas en el que tuvo por testigos a su criado García Alonso, además de a un pariente, Francisco, hijo de Juan de la Serna.146 Es decir que estas dinámicas eran comunes al entorno de la oligarquía y, en general, inherentes a las relaciones entre patrón y criado en cualquier ámbito social. La íntima relación entre criados y patrones aparece habitualmente confirmada en las últimas voluntades de estos últimos. Las mandas testamentarias incluyen un repertorio de las personas más cercanas al otorgante en el que no suelen faltar los criados. En ocasiones se trata de saldar cuentas con respecto a lo que se debe a estas personas, pero más a menudo es una cuestión de recompensar los servicios dentro del sistema clientelar a través de dádivas. Cristina Jular utilizó el testamento de don Pedro Girón en 1466 para recomponer su clientela. En él, Pedro justificaba sus mandas con las razones habituales de la época, por el «cargo de algunos criados mios e de otras personas las quales me han servido e es razon de les facer algun bien e remuneracion de sus servicios».147 142

ARChV Pl. Civiles A. Rodríguez (D), c. 60, n.º 3. ARChV Pl. Civiles. Pérez Alonso (F), c. 896, n.º 1. 144 AHN Clero. Secular-Regular. Leg. 7728, s. fol. 145 AHN Nobleza. osuna, c. 421, 2-16. 146 AMV, Archivo, 13-39. 147 Aun así Cristina Jular señalaba que, a pesar de la funcionalidad de este tipo de documentos para reconstruir el entorno cercano de estas personas, a menudo, los mencionados en las mandas eran tan 143

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En 1482, los herederos del regidor Garci Franco, maestresala de los reyes y contador mayor de estos, alegaban que tras morir su padre habían tenido que satisfacer muchas deudas y descargar su conciencia pagando a sus escuderos y criados de tierra e continos;148 en un pleito de 1486 se dice que Alonso Niño dejó para que se repartiesen entre todos sus criados 100.000 maravedís además de dos caballos y dos acémilas que valieron 35.000 maravedís;149 Jerónimo de Virués, en su testamento de 1489, dejó distintos bienes a varios de sus criados y liberó un esclavo.150 Estos criados pasaban a menudo de padres a hijos y así es frecuente ver que el que fue criado del padre, lo es más tarde de su vástago. Juan de Valladolid era criado del merino Pedro Niño en 1473, y lo había sido antes de su padre, en cuyo testamento aparece.151 Jerónimo de Virués, cuando en su testamento mejoró a su nieto Alonso de Virués (su principal heredero) añadió: « easymismo acoja e reçiba a todos mis criados veniendo a él e procure de los tener e ayudarles con lo que toviere e sy lo asy hisyere dios le ayuda, sy no él ge lo demande e aya mi maldiçión».152 La costumbre de dotar a los criados está también bien atestiguada y no es distinta en el caso vallisoletano.153 Jerónimo de Virués pidió a sus testamentarios que casasen a su criada Juana Sánchez,154 una situación que se repite en numerosas ocasiones. Por ejemplo, Isabel de Castro y su marido Pedro Niño dotaron a la criada de esta, Inés, casada con Fernando de Escobar, aunque el matrimonio los demandó más tarde por solo una pequeña parte del conjunto de criados y clientes que tendrían en realidad los testamentarios. JULAR PéREz-ALFARo 1993: 686. 148 AGS, EMR, M. y P. Leg. 61, fol. 28. 149 ARChV R. Ejecutorias, c. 2, n.º 31: A uno de sus criados, Juan de Valladolid, le mandó 7.000 maravedís y a Pedro Hurtado unas casas que valían unos 40.000 maravedís. Se menciona también a un Martín Sánchez que recibió 2.000 maravedís anuales para toda su vida y que, presumiblemente, sería también criado de Alonso. En el testamento original de 1466, Alonso dejó a Juan de Burgos, 2.000 maravedís anuales, la mejor de sus acémilas y un manto azul; a Martín Sánchez, otra acémila; a Juan de Cea, su capa y un sayo; a Ramiro, mil maravedís para que se vistiera; a su paje «Rodriguillo», su caballo, unas joyas, una armadura de cabeza y una falda; y a Pedro de Buelna su caballo alazán. A Juan de Valladolid dice que le dejen de las prendas, bienes y plata que él tenía por él, 5.000 maravedís y a Juanico, su criado, 2.000 maravedís (RAH C. Salazar y Castro, 9/831, fol. 1-4). 150 ARChV Pl. Civiles. Pérez Alonso (F), c. 761, n.º 1. A su criado Fernando de Agüero (que por el apellido seguramente era familiar de su mujer) 20.000 maravedís y tres cargas de censo perpetuo que tenía; al hermano de este, Pedro de Agüero, le dejó 13.000 maravedís y un potro por los servicios que le había hecho; a Juana Sánchez que había sido con anterioridad criada de su hija Marina, por el servicio que había prestado a su hija y a él, le dejó en servicio un esclavo y otros bienes, incluidos 8.000 maravedís; a un mozo suyo, mil maravedís; a los hijos de Juan de Alcalá, su pastor, 500 maravedís para los varones y mil para la hija y se excusó de no dejarles más arguyendo que su padre le debía mucho ganado y que él se lo perdonaba. 151 RAH C. Salazar y Castro, 9/869, fol. 195-195v y RAH C. Salazar y Castro, 9/831, fol. 1-4. 152 ARChV Pl. Civiles. Pérez Alonso (F), c. 761, n.º 1. 153 CARLé 1987: 118. 154 ARChV Pl. Civiles. Pérez Alonso (F), c. 761, n.º 1. [ 167 ]

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no pagar la dote prometida.155 Las dotes que los patrones daban, no eran tan solo una forma de recompensar a los clientes, sino también una muestra del control sobre las estrategias matrimoniales, no solo de la familia y parientes, sino también de la clientela. Las relaciones clientelares se caracterizaban por ser íntimas y conllevar una carga emotiva, aunque esta podría variar mucho. El recurso a interrogar a los criados de las partes en los pleitos, muestra que se les consideraba personas muy cercanas, con buen conocimiento de los asuntos de sus patrones, pero también permite ver los afectos (o rencores según la ocasión) que estos criados albergaban con respecto a sus señores. Una estampa emotiva es descrita cuando Alonso Niño de Castro desenterró a su primera mujer, Leonor de Ribera, para trasladar sus huesos a la iglesia de San Llorente. Un testigo declaró: Alonso Niño de Castro abrió la dicha sepoltura por sus manos e cavó en ella y sacó de la dicha sepoltura los güesos de la dicha doña Leonor; e bió este testigo que al tiempo que abrió la dicha sepoltura e sacava los dichos güesos estaban presentes algunos onbres e mujeres que dezían que fueron criados de la dicha Leonor de Ribera e lloravan por ella; e asimismo el dicho don Alonso que presente estaba a la dicha sazón e dio muchas lágrimas de sus ojos.156

Los sentimientos de los señores por sus criados se manifiestan también en la preocupación por la salvación de sus almas, siendo habitual que dejasen encargado que dijeran misas por ellos.157 Estas mandas no consistían tan solo en saldar cuentas o en dejar un legado donde se demostrase su largueza y su comportamiento como buen patrón, sino que manifestaban la preocupación por el futuro (ya fuese espiritual o mundano) de los criados tras la muerte propia. Prueba de ello es la frase ya mencionada con la que Jerónimo de Virués encargó a su nieto, su principal heredero, que recibiese a sus criados y que procurase ayudarles con todo lo que tuviera bajo pena de su maldición, mostrando su inquietud porque algunos de ellos pudiesen quedar desamparados al desaparecer su señor.158 En esta misma línea, Cristina Jular menciona que Diego Fernández de Quiñones pidió a su heredero que cuidase de sus dependientes.159 María 155

RAH C. Salazar y Castro, 9/869, fol. 196-198. RAH C. Salazar y Castro, 9/845, fol. 145v. 157 Por ejemplo, Jerónimo de Virués en su testamento de 1489 dijo que por su criado Rodrigo Bazán, ya difunto, se dijeran dos treintanarios en las iglesias de San Miguel o San Martín y dieran de pitanza, por cada uno, 300 maravedís, además de la cera necesaria y 500 maravedís por su alma al Hospital del Cardenal, donde había fallecido (ARChV Pl. Civiles. Pérez Alonso (F), c. 761, n.º 1). 158 ARChV Pl. Civiles. Pérez Alonso (F), c. 761, n.º 1. 159 JULAR PéREz-ALFARo 1993: 874. 156

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del Carmen Carlé relata también un caso similar en el que Lope de Ulloa recomendó a su hijo que mantuviese y honrase a sus parientes y criados como él había hecho. Sin embargo, esta autora, aunque reconoce que existían lazos de afectividad, insiste en que se trataba además de una responsabilidad.160 Efectivamente, al establecerse lazos clientelares no solo se creaba un cierto nivel de intimidad, sino que además se contraían una serie de obligaciones. Entre estas obligaciones estaba la de procurar favores y bienes a los clientes. Es por esto que en los casos en los que las relaciones clientelares no aparecen identificadas con palabras como las de criado o similares, a menudo el mejor indicio de que existen es el intercambio de favores entre personas cuya desigualdad es evidente tanto en cuanto a riqueza, como en cuanto a estatus y poder político. En esas situaciones se puede presuponer que el favor, del tipo que sea, no es gratuito y que, en la mayoría de los casos, tampoco se trata de un bien que se intercambia por algo concreto, sino que se enmarca en una relación clientelar en la que los servicios entre ambas partes se suceden a lo largo del tiempo. Nuestro concepto actual de riqueza está directamente relacionado con el hecho de poseer, con unos objetivos de acumulación que contrastan con lo que muchas otras sociedades identifican con ese mismo concepto. Como señala la cita de thomas Hobbes incluida al comienzo de este libro, la riqueza sin largueza no es nada: «Por consiguiente, tener siervos es poder; tener amigos es poder, porque son fuerzas unidas. también la riqueza, unida con la liberalidad, es poder, porque procura amigos y siervos. Sin liberalidad no lo es, porque en este caso la riqueza no protege, sino que se expone a las asechanzas de la envidia».161 Afirmación no muy distinta a la que un miembro de la tribu Kung respondió al antropólogo Richard B. Lee: «Yo pregunté a Xoma, dice él, si lo que hace a un hombre rico (kaiha) es tener muchas bolsas de bienes (kai) en su cabaña. Guardar bienes no te hace rico. Llamamos rico a uno cuando hace que muchos bienes circulen alrededor».162 Aunque tanto los Kung como Hobbes pertenecen a sociedades geográfica y temporalmente distantes de la aquí estudiada, en la baja Edad Media castellana una persona rica e influyente se caracterizaba por su capacidad de dar.163 No es una coincidencia que una de las virtudes que todo rey debía de tener era el ser generoso y liberal. Dichas actitudes eran claves para ser poderoso en una sociedad en la que recompensar era una de las principales tareas de un gobernante. 160

CARLé 1987: 119-120. HoBBES 1984: 99. 162 Cit. en MARtÍNEz VEIGA 2008: 184. 163 Los Kung son conocidos especialmente por el trabajo de Mauss sobre el don: MAUSS 2009. obra clásica que ha sido revisada en diferentes ocasiones, entre otros por Bourdieu. Acerca de la visión de Bourdieu véase SILBER 2010. 161

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La obligación de recompensar es muy conocida en los casos de los reyes y los grandes señores que debían premiar a sus vasallos y guerreros tal y como aparece en los espejos de príncipes y en la retórica política. En las cartas de privilegio suelen aparecer reflexiones como la siguiente: «porque propia cosa es a los reyes y príncipes usar de franqueza y livertad e facer mercedes e gracias y donaciones a sus súbditos y naturales acrecentarlos en sus honores e estados: maiormente a los que bien e lealmente e con pura voluntad los sirben y aman su servicio».164 Frases similares pueden hallarse en documentos otorgados por nobles. Alonso de Pimentel, conde de Benavente, en una donación a Antón de León, regidor de Benavente y criado suyo que había contribuido a su liberación de la fortaleza de Portillo, escribía «por quanto a toda persona, así de grande estado como de otro qualquiera, usando de la justiçia distributiba en descargo de su conciencia es cossa façer gracias e donaciones a sus criados quanto más a aquellos que fiel e lealmente lo an servido».165 La propia frase del conde da a entender que esta largueza, el usar de la justicia distributiva era preceptivo para personas de cualquier estado, y todo indica que la oligarquía vallisoletana compartía este ideal. Pablo Sánchez León insistió también en esto al basar su teoría sobre la competencia en el seno nobiliario en dos tendencias contrarias pero complementarias a la vez: la acumulación para aumentar el patrimonio y la redistribución de recursos entre linaje y clientela.166 Aun así, este aspecto a menudo se olvida cuando se habla de los poderes urbanos. Sin duda esto no es más que una consecuencia de entender el gobierno de las ciudades como algo institucional, en lugar del producto de un poder ejercido por personas concretas a través de cauces formales e informales, como ya se ha comentado previamente. Los recursos materiales no eran tan importantes por sí mismos, como por las posibilidades que brindaban para ofrecer algo a los potenciales clientes y seguidores, así como para presentar una imagen de riqueza que permitiera proyectar un estatus superior. Luigi Graziano insiste en la relación entre dar y crear un séquito de clientes, aumentando la autoridad social y convirtiendo la generosidad en la forma más racional de inversión en sociedades donde el mercado no se comprende aún como un mecanismo generalizado de acumulación de riqueza. En su lugar, lo que se acumula es un crédito compuesto por obligaciones personales.167 Se trata de una generosidad controlada, que no cambia el orden social, sino que lo retroalimenta, manteniendo las diferencias y aumentando los recursos del que puede

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RAH C. Salazar y Castro, 9/869, fol. 175-180v/175: documento en el que Juan II concede la merindad mayor de Valladolid a Alonso Niño. 165 AHN Nobleza. osuna, c. 417, 141. 166 SÁNCHEz LEóN 1993. 167 GRAzIANo 1974b: 34. [ 170 ]

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dar. Sin embargo, a pesar de las diferencias sociales, los distintos roles de subordinación, así como las pésimas condiciones de vida que sufrían muchos de los habitantes en las ciudades, gracias a este sistema redistributivo de liberalidad interesada, una parte considerable de la población se veía involucrada, bien en ciertas tareas promovidas por el poder local, o bien en relaciones personales con los dirigentes urbanos. De esta manera, el poder estaba más cerca de estos ciudadanos que podían obtener algunos de los beneficios que se derivaban del mismo e incluso ejercer algún tipo de influencia, aunque fuera de forma muy limitada. El sistema clientelar permitía a ciertas personas aproximarse a otras que tenían o podían tener en su mano decisiones que les afectaban.168 Esto disminuiría la sensación de desamparo e incluso crearía una ilusión de participación en la Res Publica a aquellos que accedían a puestos intermedios de poder, lo que garantizaría a los gobernantes y al sistema aceptación y consentimiento por parte de un determinado sector de la población, algo fundamental para la legitimidad de la oligarquía.169 Los gobernantes locales podían recompensar a sus partidarios por sus propios medios o utilizando su posición en el regimiento. En el primer caso las posibilidades eran casi ilimitadas. Desde donaciones materiales que aparecen a menudo en los testamentos, regalos o dotes, hasta otros favores menos explícitos como protección, la concesión de un oficio, la intercesión ante terceros o la promoción social. Hay que tener en cuenta que, tal y como indica Rosemary Horrox, servir a un patrón suponía además que parte del honor de este, por asociación, redundaba en el cliente, dándole autoridad y un poder indirecto que podía utilizar en gran número de ocasiones. obedecer las órdenes de un superior daba a los sirvientes la oportunidad de demostrar su propia influencia y de aumentarla ostensiblemente al actuar en nombre de una persona poderosa.170 En ese sentido es indudable que la audacia de Grigalva, criado del conde de Benavente, cuando en febrero de 1491 se dedicó a presionar a los mercaderes vallisoletanos para que fueran a la feria de Villalón en lugar de a cualquier otra, se fundamentaba en gran parte en que seguía órdenes de su señor. Era Grigalva quien iba de casa en casa coaccionando a los comerciantes, pero llevaba consigo una carta de Rodrigo Pimentel en la que se les instaba a ir, por lo que hablaba con la autoridad del conde lo que, a su vez, le confería autoridad a él mismo.171 Algo parecido ocurre en un caso en el que se profundiza más adelante en el capítulo sobre los linajes de caballeros urbanos. El análisis de redes sociales ha permitido

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BoISSEVAIN 1974b. ASENJo GoNzÁLEz 2011. 170 HoRRoX 1994: 66. 171 AGS, CCA, Pueblos, Leg. 21, 8. Este episodio se encuentra detallado en el último capítulo de este libro, pp. 310-311. 169

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demostrar que las personas modestas elegidas por las familias intermedias de las casas de Fernán Sánchez y los Mudarros para renunciar sus oficios en ellas, eran escogidas por ser clientes directos de los regidores de las casas. Es decir, que su relación clientelar con los regidores les garantizaba que les serían renunciados ciertos oficios de las casas, algo que las otras familias solo harían en deferencia a los ediles y no por las propias capacidades de estos individuos ni por su prestigio dentro del grupo.172 Por lo tanto, el servicio a un hombre poderoso les confería un poder que no habrían podido alcanzar de otro modo. Al mismo tiempo, cuantos más y mejores clientes tenía un patrón, más aumentaba su consideración social y esta relación entre el acompañamiento y el honor propio es una cuestión sobre la que debe hacerse hincapié. José Antonio Maravall, aunque centrándose en los letrados y el rey, mencionaba este fenómeno por el cual se devuelve el honor que uno recibe del patrón y citaba un texto muy ilustrador referente al rey Juan II en el que se le alababa por ir acompañado de grandes caballeros, letrados, teólogos, juristas, hombres de saber y de buena vida.173 La ostentación de una amplia e ilustre clientela no solo redundaba en la fama del patrón, también en la confianza en él, en la credibilidad de sus opciones para obtener diversos recursos, lo que permitiría atraer a nuevos clientes. Este crédito se retroalimenta al proporcionarle más personas y mejores posibilidades de responder a las expectativas de sus clientes, algo que funciona principalmente para los patrones-brokers que propone el modelo de Boissevain.174 Los regidores vallisoletanos harían ostentación del alcance de su influencia haciéndose acompañar por un gran número de personas de diversa condición. En julio de 1484, el maestre Francisco, cirujano, al solicitar una carta de seguro explicaba que tenía miedo del comendador Pedro de Ribera y de sus hijos, hombres, criados, parientes, apaniaguados y otras personas y caballeros cuyos nombres daría a la justicia.175 Este tipo de descripción, que no es infrecuente en las cartas de amparo, da una idea de la clientela y la influencia con las que Pedro, como uno de los caballeros más eminentes del concejo, contaba. Como patrones de estas personas, los regidores debían ofrecer algo a sus hombres y, a menudo, utilizaron los cargos que podían designar gracias a sus oficios y posesiones para recompensarles. El conde de Ribadeo convirtió a uno de sus criados, Alonso de Aguilar, en juez de la villa de Navia a pesar de que, como ya se ha señalado, no tenía el nivel económico requerido para el puesto. Dado que ya había designado con anterioridad a otros criados suyos para los cargos de escribanías y que estos se negaban a realizar escrituras o dar testimonio en ningún caso que fuera contra el conde, el nom172 173 174 175

Más sobre esta cuestión en el capítulo sobre los linajes de caballeros urbanos, pp. 280-281. MARAVALL 1953: 73-74. El texto que cita pertenece a la Divina retribución del Bachiller Palma. BoISSEVAIN 1969. AGS, RGS, 1484-07, 130. [ 172 ]

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bramiento del juez fue la gota que colmó el vaso y dio lugar a un gran conflicto con los vecinos de Navia.176 Pedro de Villandrando, nombrando a sus criados, se aseguraba que estos defenderían sus intereses en la villa, pero se ganaba la enemistad de sus vasallos que acusaban a estos de cobrar más derechos de los que debían y de no tener una tabla de aranceles en el caso de los escribanos.177 Por su parte, el conde de Benavente, hermano de Pedro Pimentel, regidor de Valladolid, en 1491 reconoció a Villalón de Campos el derecho a elegir sus propios merinos, tras años de designar él a criados y personas de su casa para dicho oficio;178 y en 1492 recompensó a su criado Alfonso de Verdesoto y le convirtió en regidor de dicha villa.179 Estos comportamientos que parecen lógicos en la gestión de los propios territorios de señorío, se reproducen de forma muy similar cuando los regidores actúan como oficiales urbanos. Juan de Herrera, también regidor, aprovechó su cargo de corregidor en Sahagún para nombrar a su criado Rodrigo de Dueñas, juez de la villa. Aunque Rodrigo no tenía los estudios necesarios, en contra de la legalidad, el regidor decidió pagar a otro hombre que sí tenía un título, para que fuera el consejero de Rodrigo en el oficio y así permitirle ejercer.180 En un documento sin fecha, pero en el que aparecen regidores de finales del siglo XV y principios del XVI, se expone cómo ciertas obras que promovía el concejo estaban resultando mucho más costosas de lo que deberían. Entre otras cosas se dice que el veedor de la obra era Bernáldez de Cieza, criado de dos de los regidores: Jorge de Herrera y Álvaro de Montemayor. Además, también algunos de los obreros eran criados de otros oficiales concejiles. El documento llegaba a denunciar que estos criados ni siquiera llevaban herramientas al trabajo, lo que parece indicar que no eran profesionales. Es decir, que habían sido escogidos simplemente por su relación con los miembros del concejo, como un favor que sus patrones les concedían permitiéndoles así cobrar un salario, y no queda claro que se esperase que realizasen el trabajo.181 A menudo los regidores podían aprovecharse también de su situación privilegiada para realizar prácticas ilegales que beneficiasen a sus clientes o para ganarse a otros nuevos que agradecerían este abuso de poder en su beneficio. El ejemplo más claro es el de Alonso Niño de Castro que, como merino, estaba a cargo de la cárcel. En 1516 fue acusado de más de sesenta infracciones en el ejercicio de la merindad. Muchas de 176

ARChV R. Ejecutorias, c. 156, n.º 19 y 52. ARChV R. Ejecutorias, c. 156, n.º 19. 178 AHN Nobleza. osuna, c. 525, 68. 179 AHN Nobleza. osuna, c. 525, 65. 180 AGS, RGS, 1493-09, 273. 181 AGS, CCA, Pueblos, Leg. 21-2, 5: «yten que los obreros que se trahen en la dicha obra entre ellos andan algunos criados de regidores no trahen açadones ni palas ni remientas que son neçesarias para la dicha obra». 177

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estas incluían favores a la gente encarcelada como dejarles escapar o salir durante la noche, recibir visitas (en algunos casos de prostitutas) o venderles vino. Estos favores se obtenían a veces con dinero, pero seguían siendo favores, ya que se suponía que no tenían derecho a ellos ni aun pagando, por lo que estas personas incurrirían en una deuda y quedarían obligadas a Alonso Niño.182 Dos aspectos directamente relacionados con el clientelismo son la cuestión de las dádivas y de la diferencia entre clientelismo y vasallaje. Con respecto a la primera baste señalar que las dádivas fueron una parte consustancial dentro de las relaciones sociales bajomedievales y, especialmente, en el clientelismo. Su intercambio entre patrón y cliente obligaba a una reciprocidad ambigua que se prolongaba en el tiempo.183 Dado que traté esta cuestión en un artículo previo, tan solo insistiré en un aspecto tradicionalmente ignorado y es que en el sistema de recompensas, dádivas y relaciones patrón-cliente, las mujeres de la oligarquía tuvieron también un rol destacado que se afrontará con más detalle en el siguiente capítulo. En cuanto a la relación entre clientelismo y vasallaje, se trata de una cuestión complicada. Se ha dicho que los antropólogos consideran tres tipos de relaciones informales: el parentesco, la amistad y el patronazgo o el clientelismo. ¿Dónde queda entonces el vasallaje? Se podría responder que no es una relación informal, sino contractual, sin embargo, ¿podemos considerarla como formal en aquellos casos en los que esta relación es ilegal?184 Si bien esta cuestión no ha preocupado a los antropólogos a la hora de proponer los tres tipos de relaciones mencionados, los medievalistas estamos obligados a tomarla en consideración. En los trabajos dedicados a la clientela nobiliaria, a menudo se confunden términos referidos a las relaciones clientelares y a las vasalláticas.185 Esta cuestión se complica aún más si pensamos que se está analizando un grupo, como es la oligarquía vallisoletana, en el que hay regidores nobles, hay otros regidores directamente relacionados con la nobleza y al servicio de esta y, además, se tiende a un modelo cultural que imita al nobiliario. ¿Podemos, por lo tanto, establecer dónde acaba el clientelismo y empieza el vasallaje? Esta diferencia sería claramente perceptible para la sociedad del momento y seguramente estaba acompañada de ciertos elementos visibles y simbólicos que distinguían nítidamente al vasallo, con una obligación mayor y pactada, del cliente. En su tipología de la clientela, Gioacchino Greco diferenciaba entre la relación clientelar

182

AGS, CCA, Personas, Leg. 19, Alonso Niño. Acerca de las dádivas en época medieval y moderna véase, por ejemplo, FAGGIoN y VERDoN 2010. 184 Por ejemplo, en los casos en que los Reyes Católicos prohibieron a ciertos concejos tener como vasallos a los oficiales de la tierra. Véase MARtÍN RoMERA 2014a. 185 Ibidem: 163, n. 11. 183

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que cambia el estatus del cliente con respecto a su patrón y aquella que no lo modifica.186 Según dicha categorización, el vasallaje sería una forma específica de relación clientelar en la que las normas más estrictas y la subordinación explícita que implican, cambian la condición del vasallo, algo que no sucede al cliente. En la documentación de finales del siglo XV y principios del XVI, a menudo los regidores son vasallos del rey o la reina, pero otras formas feudovasalláticas aparecen bajo las expresiones hombre de o allegado. Mientras que los criados suelen aparecer en la documentación individuados y con nombres propios, la palabra allegados resulta más ambigua y suele referirse a una colectividad indeterminada. Generalmente están asociados a la ilegalización de relaciones personales entre oficiales que pueden pervertir el correcto funcionamiento de las instituciones. Marie Claude Gerbet considera que los allegados tenían unas connotaciones vasalláticas y que encarnaban un clientelismo casi institucionalizado.187 En 1486 los reyes habían ordenado que ningún regidor pudiese vivir ni tener acostamiento de otro regidor pero, a pesar de dicha prohibición, el problema había persistido y en septiembre de 1492 decidieron endurecer dicha norma ampliándola. Se ordenó entonces que ningún alcalde, alguacil, merino, regidor, veinticuatro, fiel, ejecutor, jurado, escribano de concejo, contador o mayordomo de concejo viviese con un prelado o un caballero como su contino, ni por tierra, acostamiento, ración, quitación, ayuda de costa o por cualquier otra forma «direte ni yndirete, pública nin secretamente».188 Las leyes contra estas prácticas de acostamientos se repitieron durante todo el siglo XV, aunque fueron los Reyes Católicos los que insistieron más en las mismas. A través de ellas se pueden deducir algunas diferencias fundamentales entre el clientelismo y las relaciones de allegados o acostamiento de carácter vasallático. En primer lugar, estas últimas suponen una mayor subordinación del vasallo que la del cliente, al sujetarlo a formas contractuales, plasmadas en una serie de actos simbólicos, mucho menos flexibles que las del clientelismo. En la descripción que se ha dado del clientelismo, ambas partes están en deuda, pero esa deuda es abierta y no existen exigencias concretas que se puedan reclamar al otro, tan solo expectativas que pueden ser resueltas de una u otra forma. En el acostamiento, en cambio, la remuneración está convenida previamente, así como las obligaciones del vasallo. Esto, unido al hecho de que es un tipo de relación que se establece especialmente en torno a la nobleza (aunque la oligarquía la imite), hace que las autoridades, especialmente la monarquía, la consideren más perniciosa y, por tanto, objeto de prohibiciones concretas. Por su parte, el clientelismo puede ser perseguido en ocasiones y, de hecho, así ocurre 186 187 188

GRECo 1974. GERBEt 2001: 344. AGS, RGS, 1499-9, 88. [ 175 ]

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cuando se prohíbe actuar movidos por afección, promesas de dádivas, etc. Además es cierto que muchas de las dádivas dentro del sistema, que a menudo se censuran, no son fruto de acostamiento o un do ut des rígido, sino de esta relación clientelar más laxa. Sin embargo, su demonización e identificación con la ilegalidad no es equiparable a la que se atribuye a las relaciones vasalláticas que atañen a miembros de los concejos, o de los tribunales como la Chancillería, y que son consideradas como un peligro mayor para la independencia de estas instituciones. Se puede decir que el clientelismo queda en cierta manera amparado en su informalidad, en su situación ambigua y sutil, en una existencia implícita en la que ni siquiera genera una terminología propia que permita nombrarlo para condenarlo. Esta invisibilidad a los ojos del lenguage e incluso la legislación, lejos de restarle importancia, denota una suerte de ubicuidad, de casi omnipresencia en las interacciones de la época, pero al mismo tiempo muestra la dificultad de identificar sin lugar a dudas cada relación clientelar, así como de distinguirla netamente de otras formas de sociabilidad. Si comparamos el clientelismo con el parentesco es evidente que, siendo dos tipos de relación diferentes, ambas son, con diferencia, las que mayor peso tienen en la sociedad bajomedieval y en la oligarquía vallisoletana. ¿En qué medida vertebran cada una de ellas las redes de la oligarquía? ¿Cuál es el peso concreto de cada una de ellas en términos relativos? Dicho de otra forma, ¿están las redes oligárquicas construidas sobre una base dominada por las relaciones de parentesco o por las clientelares? La discusión entre el paso de unas sociedades fundamentadas preferentemente en el parentesco a otras que progresivamente fueron integrándose en otros marcos de sociabilidad, no deja de ser un debate fundamental en el ámbito del medievalismo. Sin entrar a analizar las opiniones discordantes con respecto al momento en que estas relaciones de parentesco comenzaron a debilitarse en favor de otros tipos de solidaridades en la Península (que se refieren a un periodo anterior al que trata este libro),189 cabe plantearse hasta qué punto este tipo de vínculos dieron forma a las redes sociales de la oligarquía. obviamente en ese sentido las fuentes y la forma en que se han recogido los datos influyen de forma determinante en las redes reconstruidas. Por un lado se parte de un estudio prosopográfico de ciertas familias, en las que el cargo de regidor es hereditario y con una tendencia a la imitación de la nobleza que les lleva a privilegiar un tipo de filiación agnaticia. Estos factores condicionan ya la aparición de vínculos de tipo familiar y de parentesco por encima de otro tipo de relaciones. Asimismo, las propias características de la documentación intensifican este efecto, al aportar con fre189

Véanse por ejemplo MÍNGUEz FERNÁNDEz 1985; ASENJo GoNzÁLEz 1994. [ 176 ]

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cuencia información más sensible a dicho tipo de vínculos: los pleitos por herencias, los testamentos, los repartimientos, la habitual fórmula hijo/a de, mujer de, favorecen que estos datos superen, con mucho, a cualquier otra clase de lazos. En el lado opuesto, como ya se ha dicho, muchas de las relaciones clientelares están implícitas en las fuentes. La documentación no da un nombre a las dinámicas de intercambio entre patrón y cliente salvo en casos contados como el de los criados o aquellos con carácter feudovasallático. Este silencio de la sociedad en torno a estos lazos informales condiciona fuertemente los resultados. En ese sentido, no resulta sorprendente que, al reconstruir en forma de red las menciones de las fuentes a un tipo y otro de vínculo, la red clientelar resulte mucho menor en número de nodos (individuos) y aristas (vínculos) que la red de parentesco. La Red 13 (p. 380) muestra, manteniendo la misma representación de la red total (Red 1), tan solo los individuos unidos por relaciones familiares y de parentesco, así como los lazos entre ellos. Incluye 571 relaciones familiares más 71 relaciones de parentesco extenso que suponen respectivamente un 22,64 % y un 2,81% de los vínculos presentes en la red total. No se incluye un gráfico que represente tan solo las relaciones familiares porque visualmente apenas se diferenciaba del gráfico que incluye el parentesco extenso. Esto es así porque las relaciones de parentesco extenso, además de ser muy minoritarias, tienden a enlazar a personas que ya aparecían en la red conectadas a otras por vínculos familiares, por lo que, mientras la red familiar incluye 443 individuos, al sumar los lazos de parentesco, la red tan solo se incrementa en 21 individuos. En cualquier caso, sumando lazos familiares y de parentesco la red resultante contiene un 44,65 % de los nodos y un 25,45 % de los vínculos de la red total. Estos resultados nos hablan, en primer lugar, de en qué medida la documentación reconoce este tipo de relaciones por encima del resto de relaciones e interacciones previamente descritos e incluidos en la red. En segundo lugar, debemos entenderlos como una muestra orientativa del valor de estas relaciones en la oligarquía de Valladolid. No solo en la medida en que se estima pertinente enunciar dichos vínculos porque se consideran relevantes como muestra de una relación existente, sino también en la medida en que a menudo su mención se corresponde con una forma de construir la identidad del individuo (hijo de..., mujer de..., marido de..., hermana de...). Una distinción que podía haberse realizado durante la recolección de datos y que, desafortunadamente, no se ha llevado a cabo, sería la de separar los casos en los que las menciones a estas relaciones persiguen claramente el fin de identificar al individuo, de aquellos casos en los que la relación se menciona por ser relevante dentro de un contexto concreto. Sin embargo, con toda probabilidad, las fuentes no permitirían una división clara, ya que la relación entre estos vínculos y la identidad de los individuos es demasiado estrecha. [ 177 ]

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En la Red 14 (p. 380) se muestran los individuos unidos por relaciones de tipo clientelar en la red total. La diferencia es evidente a simple vista. Esta red clientelar, que proporciona una fuerte centralidad a la reina Isabel I, tan solo incluye 282 individuos (un 27,19 % del total) y 327 vínculos (un 12,96 % del total). La centralidad de la reina Isabel I se corresponde con el modelo que a través del análisis de redes sociales proponía Isabel Sánchez Balmaseda para el reinado de Felipe II, sin embargo, estos lazos clientelares no se extienden de forma exponencial a través de los clientes de la reina hacia nuevos sets de clientes, en forma de árbol.190 Esto es así porque tanto las fuentes en las que se ha basado el estudio como los criterios para incluir individuos y vínculos difieren significativamente de los empleados por Balmaseda. A ello se suma la dificultad de localizar lazos clientelares unida a que en este trabajo se han excluido vínculos de subordinación derivados de cargos administrativos o concejiles, para rehuír resultados que se vieran de nuevo determinados por una concepción institucional de la oligarquía. Aparentemente, la conclusión obvia al comparar las redes 13 y 14 sería que el parentesco domina, con mucho, las relaciones de la oligarquía, lo que se traduce en que las relaciones familiares se nombran el doble de ocasiones que las clientelares. Dicha interpretación, sin embargo, resultaría completamente errónea. La Red 15 (p. 380) incluye, además de los lazos clientelares, aquellos que han sido designados como de representación. Como se señaló en el capítulo anterior los vínculos de representación incluyen los casos en que una persona actúa en nombre de otra, como los procuradores, los curadores y tutores, los árbitros designados por las partes o los intermediarios, entre otros. Aunque en esencia no sean relaciones clientelares, lo cierto es que la mayoría de ellas enmascaran en realidad actitudes clientelares. La prueba más evidente es que a menudo los criados de una persona actúan como sus testigos o sus procuradores, pero también en los casos de intermediación en favor de otra persona o cuando alguien ejerce como testamentario suelen existir dinámicas clientelares que, al no estar especificadas abiertamente, no han sido incluidas en dicha categoría. Un ejemplo de relaciones que se han catalogado como de representación y que en realidad muestran clientelismo, es el de todos los miembros de la comunidad que en 1516 dieron su poder al merino Alonso Niño de Castro, algo de lo que se hablará más profundamente en el último capítulo de este libro. Este poder formalizaba un apoyo y una representación de carácter político que en el contexto de la oligarquía vallisoletana del momento se comprendía en términos clientelares. Mientras los procuradores que representan a individuos suelen ser clientes de su representado, 190

SÁNCHEz BALMASEDA 2002. [ 178 ]

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en el caso del merino el procurador es el patrón de los representados. Esta distinción, sin embargo, no afecta a la red, ya que al no haberse considerado la direccionalidad de los lazos (entre otros motivos porque aun cuando estos no son simétricos, se puede asumir que casi siempre existe una cierta reciprocidad), no se ha condicionado la red atribuyendo un rol de patrón a determinados nodos. Es la centralidad resultante de la red final, y no la asignación de un rol dentro de una relación concreta, la que señala a aquellos nodos más susceptibles de ser patrones relevantes. Al incluir este tipo de datos en la red clientelar, esta adquiere una consistencia mucho mayor, intensificándose la apariencia de árbol que se ramifica o que se divide en racimos, asemejándose más a la estructura piramidal que Balmaseda proponía, desde los reyes, a través de nobleza y oligarquías urbanas, hasta alcanzar a un espectro considerable de la sociedad urbana. La red 15 (c.a) muestra a 492 individuos (un 47,44 % de la red total) unidos por 806 vínculos (un 31.95 % de la red total) superando a la red de parentesco por un margen considerable, especialmente respecto al número de vínculos (los familiares más el parentesco extenso sumaban 642, un 25,45 % de la red total) aunque no tanto en cuanto al total de nodos (que sumaban 464, un 44,65 % de la red total). Nuevamente es preciso considerar que la documentación judicial favorece la aparición de vínculos de representación, como los testigos. Sería una discusión estéril plantear si el sesgo de la documentación al favorecer la mención de relaciones de representación, es comparable al sesgo de la documentación cuando privilegia la inclusión de relaciones familiares, o si ambos sesgos se neutralizan entre sí dando validez a esta comparativa. Lo que es innegable es que los datos son suficientemente elocuentes para sostener que tanto los lazos de parentesco como los clientelares entendidos en un sentido amplio tienen un peso similar, si no en el significado que la oligarquía les atribuye, sí en la medida en que construyen un entramado de relaciones que da coherencia al grupo y le permite expandir sus redes. Desde el punto de vista de las redes, lo que distingue de forma más particular a ambos tipos de relaciones, no es tanto su peso relativo en el conjunto, cuanto cómo ligan a los individuos con el resto de la red, o dicho de otro modo, la forma que adoptan las diferentes redes a las que dan lugar. Las redes 13, 14 y 15 se han reconstruido partiendo de la Red 1 y mostrando tan solo una serie de nodos y relaciones en cada uno de los casos, pero manteniendo siempre la estructura, la posición, y el tamaño y color que proporcionaban los cálculos de grado y centralidad en la red total o Red 1. En cambio, en las redes 16 y 17 (p. 381) se han reconstruido, respectivamente, la red familiar y de parentesco y la red clientelar y de representación de forma independiente, dejando que el programa Gephi ordene los nodos tan solo en función de las relaciones contempladas y que asimismo les asigne un tamaño y un [ 179 ]

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color acorde con el grado y la centralidad dentro de dichas redes. Las intensas políticas matrimoniales para cohesionar al grupo de los regidores dan lugar a clusters con una fuerte interrelación entre sus miembros en la Red 16. Esta red muestra una mayor atomización, con subgrupos en su mayoría independientes del resto de subgrupos, aunque densamente relacionados entre sí. La Red 17, que contiene los lazos clientelares y de representación, reproduce en mayor medida el típico modelo de árbol o racimo que se suele identificar con redes clientelares, en el que la mayoría de los sujetos pertenecen a una misma red a lo largo de la cual se transmiten relaciones de poder y servicio. Sin embargo, la red no termina de adoptar por completo una estructura piramidal, como la propuesta por Balmaseda para Felipe II. Esto es así porque esta red contiene más de un monarca (aunque Isabel I siga teniendo un rol central), pero también porque aparecen vínculos que unen a algunos de los racimos de clientes entre sí. Al final del apartado sobre parentesco se destacó la versatilidad de estas relaciones tanto para servir de base a otros vínculos, como para añadirse a otro tipo de lazos afianzándolos. Es decir que conectaban tanto con prácticas endogámicas, como con estrategias para emparentar con sectores inicialmente ajenos. Estas afirmaciones sobre la multiplicidad de lazos está en relación con planteamientos como el de la superposición de lazos formales e informales que defendí en un artículo previo.191 En él sostenía que si el poder se entendía en clave clientelar, la subordinación de unos oficiales a otros exigía una socialización que adoptara elementos inherentes al clientelismo. De forma paralela, podría considerarse que en un grupo cuya socialización se fundamenta en unos fuertes lazos de parentesco, estos tenderían a impregnar otro tipo de relaciones. Es decir, que podría especularse acerca del solapamiento de relaciones que aunasen elementos de parentesco y clientelares. Por ejemplo, ¿hasta qué punto se diferenciaría la relación con un padrino (un parentesco de tipo espiritual), un tutor, o un tío que tomase a su sobrino como criado, de otras relaciones que nosotros etiquetamos como clientelares? Si bien esta intuición puede no ser del todo desacertada, si atendemos a las redes 16 y 17 la conclusión más evidente es que, a pesar de que pudieran existir grados de superposición, las relaciones de parentesco y las clientelares se tendían en direcciones complementarias, pero claramente divergentes. Asimismo, a pesar de las posibilidades que el parentesco brindaba para emparentar con elementos externos al grupo inmediato, estas no eran en ningún caso comparables a la funcionalidad de los lazos clientelares a la hora de alcanzar a elementos alejados, conectar con otras zonas de la red y, al mismo tiempo, al conjunto de la red entre sí.

191

MARtÍN RoMERA 2014a. [ 180 ]

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3.4. La amistad instrumental Después del parentesco y el clientelismo, la otra relación informal por excelencia es la amistad. Este tipo de relación plantea un problema fundamental: la escasez de alusiones al mismo en la documentación empleada que es, eminentemente, documentación ordinaria. Para ilustrar numéricamente esta afirmación basta con señalar que dentro de la base de datos construida, que tiene unos 2.400 registros en el apartado de documentos, tan solo en 34 se hallan términos relacionados con la palabra amistad. En la mayoría de estos documentos la amistad se refiere a una confederación entre nobles,192 o bien a un estado que se alcanza cuando dos partes enfrentadas deciden reconciliarse acordando una paz o tregua. El primer caso, el de las confederaciones entre miembros de la nobleza, así como el uso del vocabulario relacionado con la amistad en estas, ha sido suficientemente estudiado.193 En cuanto al segundo, no es en realidad muy diverso en la medida en que la amistad no hace referencia a una relación íntima de afecto, sino a un pacto que concluye una situación de hostilidad. Francisco de torquemada, pariente del regidor Juan de torquemada, había intentado reconciliarse con Alonso de Villalón, con el que tenía cierta pendencia y el documento lo expresa así: «al qual por muchas veses diz que ha enbyado rogar requerir que sea su amigo».194 Andrés de la Serna, hijo de Luis de la Serna, había abofeteado a Pedro de torquemada, regidor, por injuriar a su padre, pero este le había perdonado reconociendo su culpa y en la carta de perdón se dice «e soys ya amigos».195 En otras ocasiones la palabra amigo/s se utiliza para deslegitimar la actuación de alguien: al identificarlo como persona cercana a otra se considera que esta situación condiciona su comportamiento. Por ejemplo, Isabel Muñoz, viuda del regidor Juan de Herrera, aseguró que los testigos que Rodrigo de Villandrando (parte contraria en un pleito) había presentado, eran «muy grandes amigos yntymos» de este, añadiendo además que uno de ellos había vivido con él y tenía gran enemistad con su marido.196 Pedro Niño dijo del obispo de Palencia que no intercedió por él, a pesar de entregarle una copa, porque era «muy íntimo amigo» del conde de Benavente (abierto enemigo de Pedro).197 Finalmente, también la cita con la que se iniciaba 192

Algunas de las confederaciones en las que participaron los condes de Benavente en: RAH C. Salazar y Castro, 9/662, fols. 37-38v; RAH C. Salazar y Castro, 9/816, fols. 397-398; AHN Nobleza. osuna, c. 421, 1-5; AHN Nobleza. osuna, c. 417, 13; AHN Nobleza. osuna, c. 417, 18. 193 QUINtANILLA RASo 2007 y 2010. Para el caso francés véase SèRE 2011. 194 AGS, RGS, 1492-05, 9. 195 AGS, RGS, 1497-04, 225. 196 ARChV R. Ejecutorias, c. 27, n.º 26. 197 AHN Nobleza. osuna, c. 417, 18. [ 181 ]

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este trabajo muestra la intención de Fernando Niño de crear dudas sobre la imparcialidad de la justicia de la villa porque Pedro Niño era gran amigo de muchos de ellos y de otras personas poderosas.198 Sin embargo, a pesar de que la amistad aparezca con esta intencionalidad deslegitimadora, se trata de una concepción claramente distinta a la de los dos casos anteriormente mencionados. Aquí las partes no son amigas porque se han reconciliado, sino porque mantienen una relación que les obliga recíprocamente y se presupone que se prestarán ayuda mutua cuando la situación lo requiera y sea propicia. Este tipo de amistad, que aparece mucho menos en la documentación pero se acerca más a nuestro concepto actual, es a la que se refieren los antropólogos al hablar de relaciones informales, ya que en los otros casos parece tratarse más de un acuerdo o un estado (el de tregua) que de una relación. La amistad como relación escasea en la documentación ordinaria y, cuando aparece, en general los amigos forman parte de las personas cercanas a un individuo y se insertan en enumeraciones que incluyen a parientes, criados, deudos, etc. Cuando el regidor Pedro de tovar acudió a Medina del Campo a desposarse con Catalina de Lugo, le acompañaron algunos de sus parientes y amigos199 y en una tregua entre los hijos de Alonso de Verdesoto y los de Juan Alonso de Roa se extendió la concordia a sus hijos, parientes, criados, amigos y valedores.200 Los amigos, por lo tanto, acompañan a la persona, al igual que los parientes y criados, sin embargo, la relación es distinta. Un interrogatorio de 1489 intentó demostrar la estrecha amistad que había existido entre Gonzalo Pérez de Río y su suegro, el regidor Jerónimo de Virués. Al hacerlo, daba las claves de lo que el redactor de las preguntas identificaba como rasgos propios de una relación de amistad. La intención del interrogatorio era probar que el segundo marido de Marina de Virués, hija del regidor Jerónimo de Virués, sabía de sobra que ella había estado casada previamente y que su matrimonio no había sido anulado; la cercanía que la amistad implicaba significaba por fuerza que él debía haber conocido estos detalles. Entre otras cuestiones se preguntaba si sabían que, cuando Gonzalo Pérez de Río y su hermano fray Arias de Río iban a Valladolid, se quedaban en la posada de Jerónimo de Virués y que durante ese tiempo: El dicho Gerónimo de Vyrués (...) tubo mucha amistad con los dichos comendador Fray Arias de Río e Gonçalo Péres de Río; e que todos tres tenían tanta amistad que como debdos se tratavan e avyan, e que de aquella manera hablavan 198 199 200

ARChV R. Ejecutorias, c. 234, n.º 36. AGS, RGS, 1501-05, 35. AGS, RGS, 1496-7, 31. [ 182 ]

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e comunycavan sus negoçios el uno con el otro e el otro con el otro e los unos con el otro e los otros con el otro.201

La amistad aparece caracterizada entonces por la cercanía, el trato, la conversación y la intimidad para confiar al otro sus propios asuntos, además de la asistencia mutua, como el ofrecimiento de hospedaje. En este sentido, el corregidor de Valladolid Alonso Ramírez de Villaescusa escribió en su Espejo de corregidores que era «cosa propria de la amistad conversar los amigos gozosa y deleytablemente y no contristarse el uno al otro».202 En la documentación empleada rara vez un individuo nombra a otro como su amigo. En el testamento de Jerónimo de Virués de 1488, al enumerar a sus testamentarios, además de al prior de Aniago y a su sobrino el comendador Francisco de León, menciona a su «señor y amigo» Gómez de Enebro, que más tarde sería también regidor.203 Por su parte, el comendador Cristóbal de Santisteban, en una carta algo tardía de 1521 al cardenal Adriano de Utrecht, además de tratar asuntos referentes a la villa, aprovechaba para recomendar para una escribanía a un receptor de la Chancillería diciendo «suplico a vuestra real señoría por que es muy mi amigo y qualquiera dilación le aría daño y a sido servidor de su majestad, le mande luego despachar».204 En el último caso se observa perfectamente cómo una amistad puede servir para obtener favores o ascender social y políticamente. Esta funcionalidad es el motivo por el que Eric Wolf la llama amistad instrumental en contraposición a la amistad emocional. Lo más probable es que en la oligarquía vallisoletana la amistad aunase ambos aspectos, especialmente cuando se trata de una sociedad que no ve ninguna contradicción en que una relación sirva para satisfacer ciertos intereses y, al mismo tiempo, tenga una carga afectiva.205 Para Wolf la amistad instrumental se fundamenta en que cada amigo potencia las posibilidades del otro al ponerlo en contacto con otras personas. Se trata de una amistad, por lo tanto, que proporciona favores o conecta con quien puede proporcionarlos y, en ese sentido, es equiparable a las relaciones clientelares excepto en un punto fundamental, la simetría, y hasta cierto punto en la carga emocional.206 Mientras 201

ARChV Pl. Civiles. Pérez Alonso (F), c. 761, n.º 2. Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla, Ms. 154, fol. 39r. 203 ARChV Pl. Civiles. Pérez Alonso (F), c. 761, n.º 1. 204 AGS, Patronato Real, Leg. 3, doc. 42. 205 En Las Partidas el amor sensato es el que se siente hacia cosas o personas de las que se espera recibir algún bien, por lo que el beneficio personal no está reñido con el sentimiento sincero: Las Siete Partidas. Partida Segunda, título XIII, Ley XIV. 206 WoLF 1980. 202

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que el clientelismo es asimétrico y está definido entre otras cosas por la desigualdad, tanto entre las personas como en el intercambio (aunque este sea recíproco), en la amistad las dos personas se hallan en un mismo plano y el intercambio tiende a ser igualitario. De ahí la dificultad que encuentran los autores medievales en argumentar que un rey pudiese tener amigos, pues si la amistad solo se producía entre iguales, que el rey estableciese amistad con personas inferiores a él le restaría autoridad e imparcialidad.207 En la misma línea, Jeremy Boissevain insiste en las similitudes con el clientelismo cuando defiende que, desde el punto de vista de la obtención de favores y la puesta en contacto con una tercera persona, el parentesco, la amistad y el clientelismo son igualmente funcionales, sin que una prevalezca sobre las otras.208 En efecto, en el caso ya comentado de Cristóbal de Santisteban, aunque en el papel de amigo, el regidor actúa de forma similar a como haría un patrón, procurando beneficiar al receptor de la Chancillería al hablar con el cardenal en su favor. En los años de 1520 y 1521 la proximidad al cardenal constituía un activo fundamental para los patrones-brokers cuyos clientes acudían a ellos para que actuasen como intermediarios, especialmente en referencia a los perdones para los que habían colaborado con las Comunidades. Fernando Enríquez, que había sido regidor entre 1515 y 1517, como prefacio a una serie de favores que pedía para los suyos en una carta a Adriano de Utrecht, escribía: «Como todos saben que yo soy servidor de vuestra señoría, ocurre a mí que haga por mis amigos e criados lo que se ofreçe de hazer por ellos en sus negoçios, e así aunque alguna vez sea inportuno, vuestra señoría me perdone».209 Con dicha frase mostraba, tanto que su calidad de próximo a Adriano era uno de sus valores como patrón y debía actuar en consecuencia, como que estaba obligado a interceder por sus amigos de la misma forma en que lo hacía por sus criados, confirmando así el paralelismo entre ambas relaciones en lo que se refería a su funcionalidad.

3.5. Las relaciones con la nobleza La presencia de la nobleza en la villa de Valladolid fue continua durante todo el siglo XV, aumentando a medida que la ciudad se convertía en corte no oficial de Castilla. 210 207

SèRE 2011: 153-209. BoISSEVAIN 1974b: 273. 209 AGS, Patronato, Leg. 1, doc. 95. 210 Esta intervención de la nobleza en las ciudades es de sobra conocida en el caso de las ciudades andaluzas, ampliamente estudiados por, entre otros, la profesora Concepción Quintanilla Raso. Acerca de la intervención de la nobleza en las ciudades castellanas es imprescindible la reciente obra coordinada por JARA FUENtE 2017. 208

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3. las relaciones como base del poder oligárquico

Los Enríquez, Acuña, zúñiga, Pimentel, Villandrando o Vivero fueron algunos de los exponentes más claros cuya influencia varió también al socaire de los vaivenes políticos y su participación en la Liga nobiliaria durante el reinado de Enrique IV.211 En 1470, en la jura de Juana como heredera estuvieron presentes en Valladolid los Condes de Ribadeo, Benavente, tendilla y Coruña, el duque de Plasencia Álvaro de zúñiga y el duque de Valencia, don Juan de Acuña.212 La participación de estas familias en el regimiento fue directa en algunos casos, pero más a menudo se produjo a través del establecimiento de una serie de lazos con los regidores o procurando encumbrar en el concejo a personas afines. Los nobles que ejercieron como regidores durante un periodo considerable dentro del marco temporal de este estudio fueron Pedro de Villandrando, conde de Ribadeo, Pedro y Bernardino Pimentel, señor y marqués de távara respectivamente, y Juan de Vivero, vizconde de Altamira.213 otras familias, sin embargo, tuvieron una presencia en el regimiento tan solo indirecta o, al máximo, intermitente. Varios miembros de la familia zúñiga participaron en distintos oficios urbanos a lo largo del siglo XV. Como caballeros del linaje de tovar, en la casa de Fernán Sánchez y los Mudarros, Diego de zúñiga fue fiel en 1465 y Pedro de zúñiga en 1474.214 Juan de zúñiga era regidor en 1469215 y otros miembros de la familia alcanzaron el cargo de procurador de Cortes: en 1447 lo fue Alfonso de zúñiga (o de Estúñiga) y en 1466 se le concedió a Fernando de zúñiga.216 Sin embargo, su apoyo al bando de Juana de Castilla, llamada la Beltraneja por sus opositores, pareció perjudicar su presencia directa en la política vallisoletana, ya que durante todo el reinado de los Reyes Católicos desaparecieron de entre los oficiales conocidos y solo se introdujeron en el regimiento tardíamente. El 15 de octubre de 1507, en medio de una situación especialmente tensa por la crisis sucesoria, don Pedro de zúñiga, hermano del III conde de Miranda del Castañar, Francisco de zúñiga, fue recibido por regidor gracias a una provisión real sin que quede claro que hubiese una vacante previa.217 Después de 1514, coincidiendo con una gran laguna en las actas concejiles, desaparece del regimiento y en 1517 Juan de zúñiga sustituyó a Álvaro Daza, fallecido sin descendencia, mientras que en 1520 otro miembro de la familia, Diego López de zúñiga, se convirtió también en regidor.218 Merece la pena señalar que la persona que fue con un poder de 211 212 213 214 215 216 217 218

Este tema fue ya tratado con notable profundidad por RUCQUoI 1997: II, 49-63 y 147-171. Cronicón 1848: 81. Además del vizconde, también su primo Alonso de Vivero fue regidor de Valladolid. AHPV Sección Histórica, c. 23. AMV, Chancillería, 1-38. CARREtERo zAMoRA 1988: 256; AHPV Sección Histórica, c. 23. AMV, Libro de Actas, 2, fol. 308. AMV, Libro de Actas, 4, fols. 47 y 56; AGS, Patronato Real, Leg. 3, doc. 169. [ 185 ]

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Juan de zúñiga a reclamar el regimiento que había sido otorgado a este en 1517 fue Francisco de Roenes, criado del conde de Benavente, Alonso Pimentel.219 En este sentido cabe destacar que, aunque los conocidos lazos de esta familia con Felipe I, llamado el Hermoso, y más tarde al servicio de Carlos V facilitarían su ingreso en el regimiento vallisoletano, no se pueden olvidar sus vínculos con la oligarquía y la nobleza local. Un tal Juan de zúñiga, que podría ser este regidor, aparece en 1494 junto con el condestable y el conde de Ribadeo, regidor de Valladolid, como uno de los responsables de amenazar a los criados de las monjas de las Huelgas de la villa, especialmente en el territorio de Cabezón220 y en 1519, poco antes de su incorporación al regimiento, el licenciado Diego López de zúñiga fue uno de los árbitros encargados del repartimiento de bienes entre el regidor Diego de Ribera y sus hermanos.221 De hecho, la aparente ausencia del concejo durante los años previos a 1507 no significó, sin embargo, que los zúñiga no tuviesen influencia dentro del mismo. María de zúñiga se casó con Mondisón Bernal, regidor vallisoletano a finales del siglo XIV, de quien descendieron otros regidores y fue tutora de sus hijos.222 La madre del conde de Ribadeo, Pedro de Villandrando, era Beatriz de zúñiga, hija de Diego López de zúñiga, señor de Monterrey y sobrina del conde de Plasencia, Pedro de zúñiga.223 Este conde tenía por alguacil en 1455 a Remón Bernal, regidor de la villa. Finalmente, Juan de la Cuadra, padre y abuelo de regidores vallisoletanos, debía ser vasallo del conde Pedro de zúñiga ya que aparece como garante en 1452 en las capitulaciones del matrimonio de su nieta con el futuro conde de Benavente y en 1478 actuó en nombre del hijo del conde, el ya duque de Plasencia Álvaro de zúñiga.224 Este duque tenía también por criado a un insigne regidor vallisoletano, Alonso de Valladolid, que en 1487 tramitó una dispensa papal para el matrimonio de su hija y su nieto.225 Los lazos, por lo tanto, entre los zúñiga y el regimiento eran numerosos; aunque la falta de actas concejiles hasta 1497 impide conocer con exactitud en qué forma estos contactos fueron utilizados más allá de los periodos de alborotos durante el conflicto entre Enrique IV y la princesa Isabel. En cuanto a los Acuña, el conde de Buendía, Pedro de Acuña, hermano del arzobispo de toledo Alonso Carrillo, casó a su hija María de Acuña con el regidor y 219

AMV, Libro de Actas, 4, fols. 56-56v. AGS, RGS, 1494-5, 474. 221 ARChV Pl. Civiles. Alonso Rodríguez (D). C. 785, n.º 3. 222 AHN Nobleza. osuna, c. 62, 30. 223 Por lo tanto, la tía del conde de Ribadeo era teresa de zúñiga, condesa de Santa Marta (AHN Clero. Secular-Regular. Leg. 7729). 224 AHN Nobleza. osuna, c. 417, 34-1 y c. 312, 29. 225 AHN Nobleza. osuna, c. 217, 103-109. 220

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vizconde de Altamira Juan de Vivero. El II conde, Lope de Acuña, seguiría teniendo influencia en el regimiento a través de su cuñado.226 Los Enríquez, con sus estados en torno a Medina de Ríoseco, tendrán un protagonismo fundamental en Valladolid durante la segunda mitad del siglo XV.227 El almirante de Castilla, al igual que Juan de Vivero, fue gobernador en nombre del infante don Alfonso entre 1464-1469, pero el conde de Benavente será el que reciba el gobierno de Valladolid por parte de Enrique IV desde 1468.228 Apartados de la gobernación de la villa, en las siguientes décadas cobraran un mayor peso los condes de Benavente, a pesar de que los almirantes contaran también con familias afines en el concejo, como los Bernal (como muestra que dotasen a la mujer de Bernal Francés, Juana Carrillo y que su hijo renunciase el regimiento en Fernando Enríquez en 1517) o los Verdesoto, quienes en sus diarios dedican especial atención a todos los hechos relacionados con los Enríquez.229 Sin duda, la familia noble con más influencia en la villa desde 1470 fueron los Pimentel, condes de Benavente: Rodrigo Alonso Pimentel primero y, más tarde, su hijo Alonso Pimentel.230 El IV conde de Benavente, Rodrigo, aprovechó su nombramiento como gobernador de la villa en 1470 para situar a su hermano, Pedro Pimentel, como regidor dentro del concejo y como merino mayor, aunque en este último aspecto fracasó al recuperar Pedro Niño el cargo.231 Al morir Enrique IV en 1474, mientras el conde de Benavente, junto a otros nobles, acudió a apoyar el nombramiento de Isabel la Católica en Segovia, el Cronicón señala que en Valladolid fue Pedro Pimentel el que alzó el pendón por dicha reina el jueves 29 de diciembre, tres horas después de mediodía.232 Una vez el conde dejó de ser gobernador de la villa, su hermano Pedro siguió siendo su principal as para intervenir en la política local de Valladolid y es de suponer que, tras la muerte de Rodrigo, seguiría actuando de igual forma para su sobrino, el V conde de Benavente, Alonso Pimentel. Sin embargo, Pedro Pimentel no era el único aliado del conde: distintas familias cercanas al concejo estuvieron relacionadas con él. Cuando Rodrigo Pimentel abandonó las casas de Juan de Vivero en 1475, marchó con su mujer a alojarse en la casa del mercader Luis de la Serna quien, como ya se ha dicho, era yerno del regidor Pedro López de Calatayud y marido de Blanca López de 226 227 228 229 230 231 232

oRtEGA GAto 1951. MARtÍNEz SoPENA 1977. RUCQUoI 1997: II, 46. AGAPIto Y REVILLA 1918. BECEIRo PItA 1998. AGS, RGS, 1475-1, 324. Cronicón 1848: 87-88. [ 187 ]

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Calatayud.233 Además, el regidor Garci Franco y su hijo Antonio eran hombres de la casa del conde y habían combatido con él, bajo su mando,234 mientras que su criado Fernando de Escobar también se hallaba relacionado con otros regidores.235 Por otra parte, aunque no hayamos podido identificarlo con seguridad, en 1519 el procurador mayor acusó a uno de los regidores de ser de la casa del conde y haber obtenido el cargo gracias a él236 y ya se ha mencionado que fue un criado del conde el que se presentó con un poder de Juan de zúñiga en 1517 para tomar posesión del regimiento.237 Dicho todo esto, es natural que se sucediesen las prohibiciones ya mencionadas acerca de tener allegados, recibir acostamiento o compartir vivienda con grandes, prelados y caballeros, en especial a raíz de las intromisiones del conde de Benavente.238 En 1513 los regidores elevaron una queja al rey porque se sentían expuestos a la hora de votar en el concejo, ya que las negociaciones y votaciones que se realizaban, que deberían ser secretas, trascendían fuera del regimiento. En particular les preocupaban los asuntos relativos a «negoçiaçiones contra grandes y otras personas comarcanas»: Porque les han dicho que regidores de la dicha villa han escrito al conde de Benavente lo quel comendador Santistevan, regidor de la dicha villa ha votado y en regimiento procurado porque la fortaleza de Çigales no se haga como buen regidor viendo el daño tan grande y sujeçión que a Valladolid e a su tierra viene dello y otros votos que han dado a favor de la dicha villa se an descubierto a las personas contra quien los han dado. 239

Se ordenó que se interrogase a las personas que habían contado esto al comendador Cristóbal de Santisteban y que se preguntase al conde quiénes le habían informado. Desafortunadamente no se proporcionan nombres concretos. A pesar de este tipo de prohibiciones, estas prácticas clientelares que alcanzarían a todas las personas con algún cargo político en la ciudad no pudieron ser erradicadas. Con respecto a esta fluida comunicación y promiscuidad entre nobleza y caballería urbana hay que destacar que, además de que algunos de los regidores se hallaban insertos en relaciones de carácter vasallático con respecto a ciertos nobles y que varios de los propios regidores pertenecían a la nobleza, también aquellos que no tenían 233 234 235 236 237 238 239

Ibidem: 90; AHN Nobleza. toreno, c. 2, 15. ARChV R. Ejecutorias, c. 3, n.º 33. Acerca de los contactos de Fernando de Escobar véase la p. 100 de este libro. AMV, Libro de Actas 4, fols. 185v y ss. Véanse las pp. 302-306 de este libro. Ibidem: 56-56v. Más sobre esta cuestión en las pp. 302-306 de esta obra. AGS, CCA, Pueblos, Leg. 21, 15 bis. [ 188 ]

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títulos eran señores de lugares, tenían vasallos en sus tierras y aspiraban a este ideal nobiliario, tal y como se ha mostrado en el apartado prosopográfico. En este sentido surgen ciertas cuestiones en torno a la afirmación de Juan Carretero zamora acerca de que los procuradores de Cortes vallisoletanos de mediados del siglo XV mantenían una especie de doble representación, un equilibrio, al enviar la villa, por un lado a un miembro de la nobleza y, por otro, a uno de la caballería urbana. Basa esta observación en el hecho de que los procuradores en 1447 fuesen Alfonso de Estúñiga (noble) y Alonso Niño (caballero); en 1449 Alonso Pérez de Vivero (noble) y Diego de Herrera (caballero); y en 1451, de nuevo Alonso Pérez de Vivero (noble) y Pedro de torquemada (caballero). Sin embargo, la presencia entre los procuradores de elementos burgueses que Juan Carretero echa en falta a mediados del siglo XV (citando expresamente a los Verdesoto),240 fue compensada con creces a fines de ese siglo y principios del XVI, cuando los Verdesoto, familia eminentemente mercantil y financiera, se situaron a la cabeza de las casas de Fernán Sánchez y los Mudarros en las disputas por las procuraciones de Cortes. Al contrario que otras ciudades con regidores nobles y no nobles o caballeros y pecheros,241 en Valladolid todos fueron ante todo caballeros de los linajes. De hecho, el sistema de elección de procuradores dentro de los linajes vallisoletanos (del que se hablará en el próximo capítulo) muestra que esta situación de un procurador noble y otro caballero que se produjo durante la primera mitad del siglo XV no fue fruto de un equilibrio planeado. Se trató más bien de una situación circunstancial, facilitada por el hecho de que algunos miembros del regimiento y los linajes eran nobles. Pero para ser procurador había que ser en primer lugar caballero y todos ellos, nobles o no, accedían al cargo en función de su pertenencia a una casa y a un linaje; como representantes de la ciudad y los linajes de los caballeros, no como representantes de dos estamentos diferenciados. obviamente la situación privilegiada de la nobleza podría aumentar sus influencias dentro de las casas para conseguir ser elegidos o comprar el cargo a la persona escogida; pero si se repasa la lista de procuradores nobles, todos ellos pertenecían a los linajes y, en su gran mayoría, al regimiento. otra cuestión significativa es que tampoco se aprecia que los nobles formasen un sector aparte dentro del concejo ni que actuasen conjuntamente en las reuniones. De hecho, no estaban más relacionados con otros miembros nobles del regimiento que con el resto de regidores; y no es necesario recordar que entre estos nobles existían grandes disensiones que se mostraron abiertamente durante los reinados de Juan II, Enrique IV y la guerra con Portugal.242 Es decir que, en efecto, tenían un estatus particular que no toda la 240 241 242

CARREtERo zAMoRA 1988: 256-257. Esta distinción existía, por ejemplo, en Segovia: ASENJo GoNzÁLEz 1986; MARtÍNEz MoRo 1985. Para un resumen de esta faccionalidad en la nobleza véase: QUINtANILLA RASo 1997. [ 189 ]

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oligarquía vallisoletana compartía (con todos los privilegios, la cercanía a la corte y el honor que esto conllevaba), sin embargo esto no parece haber actuado como mortero para aliar a los miembros de la nobleza convirtiéndolos en un grupo aparte dentro del regimiento. Esto se debía en gran parte a que, mientras que los regidores nobles eran una minoría en el concejo, la relación entre la nobleza y la oligarquía urbana en Valladolid era de un gran nivel de superposición, tanto respecto a las redes clientelares y vasalláticas, como en cuanto a las alianzas políticas y las posturas tomadas en el regimiento.

3.6. El servicio a los reyes y los lazos con la monarquía Aunque el ejemplo máximo de servidor de la monarquía que recibe el favor real son los privados que gozaron de un poder extraordinario (es el caso de don Álvaro de Luna con Juan II o Juan Pacheco con Enrique IV),243 la cercanía al rey confería poder y oportunidades a muchas otras personas. La relación de las familias vallisoletanas con la monarquía alcanzó niveles muy diferentes, variando desde posiciones privilegiadas en el caso de los nobles y las criadas de la reina, hasta los puestos más bajos, ocupados sin duda por aquellos cuyos lazos con la Corona se limitaban a ciertas mercedes como la confirmación del cargo de regidor. Esta relación se manifestaba principalmente a través de los privilegios y de la obtención de cargos próximos a los reyes. La pertenencia al Consejo real, estar dentro del círculo de servidores a los que los monarcas recurrían habitualmente para encomendar ciertas misiones o ser continos, criados, maestresalas, contadores mayores, capitanes o caballerizos del rey o la reina, implicaban un lazo directo con la Corona, con todos los beneficios que este suponía en forma de salarios, quitaciones, mercedes e influencias. Algunos de ellos quedarán evidenciados cuando se hable de los servicios que las criadas de la reina hacían por esta y los beneficios que recibieron a cambio, tanto materiales como en forma de favores personales. De hecho, dicho vínculo les proporcionaba cierta ascendencia sobre el resto de la sociedad y la oligarquía, e incluso sobre sus propios maridos. Miembros del Consejo real fueron los Niño, el conde de Benavente, el de Ribadeo, los Vivero, los Franco, o Pedro de Ribera, entre otros. Aunque no estuviesen permanentemente en el Consejo, su pertenencia suponía una situación ventajosa con respecto al resto que, en efecto, se correspondía generalmente con un mayor estatus de estas familias en el seno de la oligarquía.244 243

Sobre la privanza véanse los trabajos de François Foronda, por ejemplo: FoRoNDA 2006. Salustiano de Dios, en su estudio sobre esta institución, distinguió entre miembros nominales del Consejo real y miembros con una presencia efectiva en el mismo (DIoS 1982).

244

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Aunque muchos fueron los regidores continos de los reyes,245 es evidente que este cargo no se plasmaba de igual forma en todos los casos. Algunos tenían un claro perfil de servidor real y eran solicitados habitualmente por los reyes para que formaran parte de una comisión, mientras que otros nunca aparecían en situaciones similares. Esto muestra que en ciertos casos el cargo tenía un carácter honorífico y era utilizado por los reyes como una forma de premiar o compensar a través de la quitación que conllevaba, más que como una relación de vivienda continua en la corte.246 Esto, unido a la patrimonialización de oficios y el sistema de renuncias, hacía que a menudo no se correspondiese con una relación consistente con los reyes. En este sentido la familia Alcocer demostró mantener unos lazos más activos con la corte en su calidad de servidores y funcionarios que otros continos, cuyo estatus se fundamentaba más en su posición dentro de la propia Valladolid.247 Casos particulares eran los de aquellos que recibieron mercedes que implicaban el trato directo con los monarcas. Es el caso del conde de Ribadeo, Rodrigo de Villandrando, al que Juan II le concedió el privilegio de poder comer con él el día de Reyes y recibir el vestido que el monarca llevase en esa ocasión. Sin embargo, según Fernández de oviedo tal privilegio, una vez heredado por su hijo Pedro de Villandrando, había caído en desuso por razones inciertas.248 Es posible que las relaciones con los Reyes Católicos se hubieran enfriado, algo que sería muy probable a raíz de sus desavenencias con su mujer, criada de la reina; aunque el autor de las Batallas y Quinquagenas sugiere que fue una razón estética y de higiene cuando menciona el desagradable aspecto que el conde tenía debido a su enfermedad y las bubas, que se consideraban contagiosas: «Así es verdad, e ambos somos testigos de ver que no se le guardaua la preheminençia 245 La serie de Quitaciones de Continos en el Archivo General de Simancas permite reconstruir lo que estas personas recibían en su calidad de continos. Las cantidades iban, por lo general, de los 20.000 a los 40.000 maravedís anuales. 246 En ocasiones el puesto de contino fue fruto de la intermediación: es el caso de Juan de Figueroa, regidor desde 1517. tras la revuelta de las Comunidades, el obispo de Córdoba, señalando que era pariente de Juan y aludiendo a los servicios de este a la Corona durante la guerra así como a las pérdidas que había sufrido durante la misma, pidió que fuera recibido como contino: «suplica a vuestra majestad le mande reçebir por contino y remunerar sus serviçios, pues demás de merecellos el dicho obispo recebirá la merçed que se le haze» (AGS, CCA, Leg. 144, 33). 247 Existe una tesis de 2006 sobre los continos reales, pero me ha sido imposible contactar a la autora para que me diese el permiso necesario para consultarla: RoDRÍGUEz LóPEz 2006. Respecto a los continos de Valladolid véase GARCÍA ALCÁzAR y MARtÍN RoMERA (a publicar en 2020). 248 FERNÁNDEz DE oVIEDo 1989: 384: aunque llegaua el día de los Rreyes y este segundo conde estaua en la corte donde el Rrey e la Rreyna Cathólicos estauan, y avn en Valladolid donde el mismo conde biuía, vi que no comía con sus Altezas en tal día de los Rreyes, nj se le guardaua ese preuilegio. E dezían algunos que en rrecompensa se le dauan çiertos millares de marauedís, que valían más que no deuían valer los vestidos de los Rreyes aquel día. Lo qual yo no le alabo al conde queste su preuilegio [parte ilegible] por presçio que se le diese.

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quanto al comer a la mesa rreal en tal día, pero esa culpa echávala en quel Conde era enfermo e de enfermedad contagiosa de las búas».249 En enero de 1512 el conde renunció su privilegio de comer con el rey en el día de Reyes y recibir sus ropas en su sobrino Diego Gómez de Sarmiento, conde de Salinas, y en el documento se decía «porque, segun vuestra disposicion, no estais para recibillo é ge lo traspassais é renunciais», lo que parece confirmar que no hacía uso del mismo desde hacía tiempo a la vez que remite a posibles problemas de salud.250 otras opciones de acercamiento a la Corona era actuar como procuradores de Cortes o como mensajeros y representantes en alguna otra misión que la villa les encargase y que implicase viajar a la corte. De hecho, si el cargo de procurador a Cortes era tan codiciado, no era tanto por el salario que recibían, cuanto por el honor que suponía y la posibilidad que daba de solicitar mercedes y favores particulares.251 En cuanto a los enviados a la corte, además del salario que les correspondía por los días que estuviesen en viaje y otros pagos para gastos, la misión que la villa les hubiese asignado servía de excusa para aprovechar el desplazamiento trabajando en favor de sus propios intereses. todas las mencionadas suponían vías de acercamiento de las oligarquías urbanas a la Corona y permitían, no solo beneficios directos sino, como ya se ha demostrado en el apartado sobre los lazos clientelares, aumentar exponencialmente las oportunidades de ampliar sus redes sociales y su influencia. Lo cual no excluye que, a pesar de ser continos de los reyes o de su Consejo, en ocasiones se considerara pertinente recurrir a intermediarios como demuestra el ejemplo de Pedro Niño, que solicitó al obispo de Palencia que intercediese por él para recuperar el cargo de merino mayor.252 La importancia de la cuestión a tratar, el estado de las relaciones con los reyes y la existencia de valedores de una postura contraria en el entorno real podían aconsejar contar con una persona mejor situada para defender los propios intereses. Finalmente, quizás uno de los aspectos más relevantes de las relaciones con la Corona es que esta tenía el poder nominal de aupar a un individuo al regimiento vallisoletano cuando se producía una vacante. Aunque a finales del siglo XV el cargo fuera prácticamente hereditario, esto no impidió que los reyes ejercieran este derecho de facto en determinadas ocasiones. Por lo general, los monarcas solían aprovechar, bien la falta de continuidad dinástica en una familia, o bien el intento de renunciar

249

Ibidem.

250

QUICHERAt 1879: 344-345. Las disputas por obtener el cargo de procurador así como el proceso de elección son detallados en el capítulo sobre los linajes de caballeros vallisoletanos, pp. 256-263. 252 AHN Nobleza. osuna, c. 417, 18. 251

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el cargo en alguien ajeno a la misma. Ambas circunstancias creaban una ocasión para la intervención regia que concedía el regimiento a una persona o familia a la que desearan recompensar. Cuando Juan López de Calatayud intentó renunciar el regimiento en Andrés de Ribera, alcaide de Burgos y hermano del comendador Pedro de Ribera, en lugar de en su hijo Pedro López de Calatayud, los reyes nombraron al tesorero Gonzalo de Baeza, emparentado con los Verdesoto.253 Asimismo, las crisis dinásticas en la Corona acentuaban el interés de los contendientes reales por colocar a sus partidarios en el concejo vallisoletano, interviniendo incluso a pesar de existir descendientes directos del regidor. Al fallecer Alfonso de Virués en 1508, la reina Juana, a pesar de que este tenía al menos tres hijos, concedió el regimiento a Francisco Gómez de Villarroel.254 En cuanto a las personas aupadas al regimiento por parte de los reyes, no hay un perfil único, sino que este estaría en función de políticas puntuales de mercedes regias que podían recaer tanto en letrados que habían medrado al servicio de los reyes, es el caso ya expuesto de la familia Alcocer, como en segundones de la nobleza, tal es el caso de los zúñiga. Las mercedes regias representaban una vía de acceso al regimiento que, sin embargo, no implicaba integrarse plenamente en la oligarquía vallisoletana. Los nuevos miembros del regimiento que accedieron gracias al favor real muestran niveles variados de centralidad en la red reconstruida, niveles que dependen fundamentalmente de las políticas de contactos que pusieron en juego y que, a menudo, eran previas a la obtención del cargo. Los ejemplos extremos, por la similitud en sus atributos, son los ya expuestos de la familia Alcocer y la familia Franco, pero otros individuos demuestran que el acceso al regimiento por merced regia llevaba aparejados niveles muy diversos de integración en la oligarquía.

3.7. El corregidor: un intermediario entre los reyes y la población local Por definición, un corregidor debía relacionarse con las personas bajo su jurisdicción exclusivamente a través de los cauces institucionales propios de su cargo. El corregidor de Valladolid entre 1492 y 1504, Alonso Ramírez de Villaescusa, escribió en 1493 su Espejo para corregidores, un importante tratado acerca de cómo debía comportarse un juez o corregidor durante el ejercicio de su cargo.255 En él, Alonso insistía en una serie 253 254 255

AMV, Libro de Actas 2, fols. 10v-11v. Ibidem, fols. 360-362. La obra Espejo de corregidores se halla en la Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense de [ 193 ]

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de normas implacables referentes a la imparcialidad de los jueces; imparcialidad que solo podía asegurarse evitando cualquier tipo de vínculo con las personas de la ciudad o lugar en que se ejerciese justicia. De hecho, tales presupuestos eran tan rigurosos que eran virtualmente imposibles de cumplir, ya que prohibían incluso adquirir bienes dentro de la villa. Por ello, el mismo corregidor añadía toda una serie de excepciones relativamente imprescindibles que permitirían al juez proveerse de lo necesario y alquilar vivienda; pero siempre insistiendo en evitar cualquier contacto que pudiese cuestionar su imparcialidad. En 1500 los Capítulos de corregidores recogían una serie de normas que reflejaban ese mismo objetivo de limitar los lazos con la comunidad.256 Partiendo de estas prescripciones normativas, cabe preguntarse por el papel del corregidor en la red de relaciones de la oligarquía. Por su naturaleza, el corregidor debía ser ante todo un enlace entre el concejo y la monarquía.257 Sin embargo, la mayor parte de los regidores no precisaban del corregidor para dirigirse a los reyes, sino que contaban, bien con una relación directa con los monarcas, o con la posibilidad de recurrir a terceras personas (en ocasiones sus propias mujeres que eran damas de la reina) en las que confiaban para interceder a su favor de forma más efectiva.258 Un ejemplo claro es el ya mencionado de Pedro Niño que entregó una copa al obispo de Palencia para que mediase con los reyes en la recuperación de su vara de merino.259 Aunque la situación varió según la ciudad y el momento, en Valladolid, durante el reinado de los Reyes Católicos, la figura del corregidor parece haber servido como intermediaria al servicio principalmente de los intereses de la monarquía, lo que, en teoría, le alejaba de las estrategias relacionales de la oligarquía. Por sorprendente que parezca, en toda la documentación empleada, apenas aparecen vínculos entre Alonso Ramírez de Villaescusa (corregidor de Valladolid desde agosto de 1491 hasta 1504 cuando falleció)260 y la oligarquía vallisoletana que no puedan interpretarse como contactos directamente relacionados con su oficio. A primera vista, la imagen parcial que nos aportan las fuentes parece corroborar que Alonso Ramírez de Villaescusa se Madrid bajo la signatura BH Marqués de Valdecilla, Ms. 154. Actualmente puede consultarse on-line a través del siguiente enlace: http://cisne.sim.ucm.es/record=b2092732~S1*spi#tabs. Acerca de este manuscrito existen un par de artículos: PéREz PRIEGo 1997; HERNÁNDEz GASSo 2005. El autor de este último artículo trabaja actualmente en una tesis que consiste en una edición crítica del Espejo de corregidores. Sobre este corregidor véase BERMEJo CABRERo 1988-1989 y ASENJo GoNzÁLEz 2017. 256 oREJóN MURo 1963. 257 Acerca de esta figura véanse los trabajos clásicos: ALBI 1943; BERMÚDEz AzNAR 1971; GoNzÁLEz ALoNSo 1970; LUNENFELD 1989. Sobre algunos aspectos más concretos de este cargo véanse DIAGo HERNANDo 2004a; GUERRERo NAVARREtE 2000-2002. 258 Véase la p. 163 de esta obra. 259 AGS, CCA, Personas, Leg. 19, Niño, Pedro. 260 Las actas del regimiento recogen que falleció el 27 de junio de 1504 (AMV, Libro de Actas 2, fol. 173). [ 194 ]

3. las relaciones como base del poder oligárquico

ciñó con notable éxito a las propias directrices que él había redactado para sus compañeros en el cargo.261 Algo que explicaría la admiración que Marvin Lunenfeld parece profesarle al describirlo como el ejemplo por excelencia del ideal de oficial público en esta época.262 Un episodio en particular muestra que la reina confiaba en la lealtad de Alonso hacia su real persona por encima de las relaciones que este pudiera tener con los individuos más poderosos de Valladolid. En una carta, Isabel la Católica solicitó a Ramírez de Villaescusa que reclamase una esclava al conde de Ribadeo, el regidor Pedro de Villandrando. En ella hacía partícipe al corregidor de sus verdaderas intenciones con respecto a la esclava, que eran diferentes a las que sostenía en la carta enviada al propio conde. En su misiva al corregidor, la reina le instaba a esconder los motivos reales para apartar a la esclava de Villandrando y le solicitaba que actuase con discrección.263 Esto no quiere decir, por supuesto, que el corregidor fuese ajeno a los regidores, con los que trataba en cada sesión del concejo. De hecho hay evidencias de más de un conflicto con estos, algo por otra parte generalizado en la relación entre oligarquías urbanas y los corregidores, que en numerosas ocasiones eran considerados un instrumento de la intromisión real.264 Agapito y Revilla narra la discusión (contenida en las actas concejiles) que se produjo entre Alonso Ramírez de Villaescusa y el regimiento con motivo del regalo que debía hacerse a los príncipes don Juan y doña Margarita para su recibimiento en 1497. En particular, Pedro de Ribera se enfrentó al corregidor diciendo que no lo tenía por tal.265 En 1504 se produjo también un conflicto de competencias con el merino Pedro Niño. Los reyes ordenaron al corregidor que restituyera al lugarteniente de Pedro ya que Alonso no tenía facultad para nombrar dicho cargo.266 Sin embargo, se trata de una confrontación más que comprensible entre dos cargos (el de merino mayor y el de corregidor) cuyas competencias podían colisionar fácilmente al solaparse en parte sus atribuciones. Son todos conflictos derivados del ejercicio de su cargo, por lo que no contradicen directamente esa imagen de imparcia261

Las faltas que la documentación le atribuye son menores en el contexto de un oficio especialmente propenso a los conflictos y que desempeñó durante un arco temporal tan amplio. Por ejemplo, en 1498 se le ordenaba devolver ciertos maravedís tomados indebidamente para su aposentamiento (AGS RGS 1498-10, 339). 262 LUNENFELD 1989: 69-71. En la p. 70 dice: «Este corregidor era un administrador particularmente ilustrado, prototipo óptimo del oficial público que surgió durante esta feliz época» y más tarde añade: «El ejemplar doctor Alonso Ramírez de Villaescusa, notable por la mejora del paisaje urbano vallisoletano, contribuyó también de manera activa a la mejora de la vida comercial». 263 Acerca de este episodio en el que la reina actuó movida por su amistad con su dama Isabel Castaño, mujer del conde de Ribadeo, véanse las pp. 209-210 de este libro. 264 GUERRERo NAVARREtE 1994-1995 y 2000-2002. 265 AGAPIto Y REVILLA 1918: 71-73. 266 AGS, CCA CED, 9, 25, 4. [ 195 ]

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lidad y distancia con la población de Valladolid.267 Siguiendo las pautas establecidas para la aplicación del análisis de redes sociales en este trabajo, la mayoría de estas interacciones con los regidores no han sido incluidas como vínculos en las redes porque algunas se enmarcan en las dinámicas de toma de decisiones dentro del concejo. Esto no ha sido óbice para que, a pesar de los pocos lazos acreditados entre el corregidor y la oligarquía fuera de dicho contexto (tan solo aparece vinculado a doce individuos dentro de la red reconstruida), muestre una centralidad de cercanía muy elevada, que le sitúa como la octava persona con más centralidad en la red. El motivo es que la centralidad de cercanía depende de la centralidad de las personas cercanas al individuo en cuestión, por lo que, aunque Alonso tiene pocos contactos, al ser estos algunos de los nodos con más centralidad, como la reina, Pedro Niño, Rodrigo de Verdesoto o Pedro de Villandrando, su centralidad es también de las más altas. Al margen del ejemplo de Ramírez de Villaescusa, los juicios de residencia de otros corregidores y pleitos relacionados con estos muestran que a menudo no actuaron bajo las premisas de imparcialidad y ausencia de vínculos con sus convecinos. Sin embargo, las sospechas de parcialidad eran tan comunes que resulta difícil señalar en qué casos se produjo verdaderamente un abuso y en cuáles se trataba tan solo de un tópico empleado por los detractores de los corregidores. Aunque no hay ninguna evidencia tangible, los enemigos políticos de Alonso Niño de Castro sospechaban que el corregidor Jorge de Mejía había favorecido al merino en su juicio de residencia, probablemente bajo coacción. Si bien Jorge de Mejía era un profesional de la justicia real que había desempeñado otros cargos antes del corregimiento de Valladolid y se había negado a aceptar el poder de procuración que la comunidad otorgó en 1516 al merino Alonso Niño,268 durante el juicio de residencia a este último resultó demasiado templado frente las numerosas evidencias que presentaron los miembros del regimiento en su contra. De ahí que los regidores le acusaran de no actuar como debía, impresión que la declaración de inocencia otorgada a Alonso confirmaría. Sin embargo, dado que inicialmente había contrariado al merino con respecto al poder que le había dado la comunidad, hay motivos para pensar que la decisión de declararle inocente se debería más a la propia inercia de los juicios de residencia, cuyas dinámicas tendían a garantizar la exoneración de los oficiales, más que a algún tipo de connivencia ilícita

267

Un caso de contacto con personas insignes de Valladolid fuera del regimiento es el pleito que mantuvo con el doctor Villavela que les demandó a él y su mujer, Inés Méndez, por el pago del alquiler de unas casas; sin embargo, el alquiler de una vivienda era justamente una de las excepciones que Alonso contemplaba con respecto a las relaciones con los habitantes de la villa en la que se ejercía el cargo (ARChV Pl. Civiles. Pérez Alonso (F), c. 436, n.º 1). 268 AGS, CCA, Personas, Leg. 19, Alonso Niño. [ 196 ]

3. las relaciones como base del poder oligárquico

con el merino.269 Las discusiones entre el corregidor Juan de Acuña y el regimiento en los momentos previos a las Comunidades muestran nuevamente al corregidor en su papel de oficial real más que en el de miembro de la oligarquía vallisoletana. Si ya de por sí la documentación silencia muchas de las interacciones, la ocultación es aún mayor cuando se trata de prácticas prohibidas, en este caso por las normativas de los oficiales que exigían un aislamiento social ostensible. El bajo impacto de las relaciones de Ramírez de Villaescusa con la oligarquía en la documentación (a pesar de haber ejercido doce años como corregidor) debe de entenderse más como un éxito de una estrategia cuidada para mantener la apariencia de independencia propia de su oficio, que como una distancia real, ya que el ejercicio cotidiano de sus funciones le forzaba a interactuar intensamente con los regidores. Aunque el análisis de redes sociales, a pesar de dicha ocultación, señale lo evidente —que el corregidor era una persona central en la red de la oligarquía—, los criterios para la reconstrucción de estas redes no permiten identificar dicha centralidad con una alianza con la oligarquía, al igual que, como se ha señalado previamente, la interrelación en la oligarquía no equivale a una acción colectiva. A pesar de lo que dictan las normas de corregidores, sabemos que su cargo y su posición en la red de la oligarquía le habilitaban para tener una influencia fundamental en el seno de este grupo. Pero más allá de este poder potencial, al contrario de otros casos en los que podemos ver cómo los individuos han utilizado sus redes, el papel relacional de Alonso Ramírez de Villaescusa dentro del entorno oligárquico permanece considerablemente oscurecido.

269 No se han encontrado evidencias de que el merino tuviese algún tipo de ascendiente sobre Jorge Mejía; por otra parte se sabe sabe que este último contaba con una larga tradición de servicio a la justicia real, desempeñando diversos puestos en ella desde los años ochenta: LUNENFELD 1989: 162.

[ 197 ]

4. El papel de las mujeres en las redes de poder de la oligarquía

4.1. Introducción El gran desarrollo que ha experimentado la historia de las mujeres y de género en las últimas décadas ha dado lugar a un cambio en el formato de los estudios de las élites. Es imposible hoy en día concebir un trabajo de conjunto sobre un grupo social que no incluya al menos un apartado sobre las mujeres. Estos apartados, más que a una enfoque metodológico específico de la historia de género, suelen responder a una idea de historia compensatoria, con la que simplemente se pretende cumplimentar parte del vacío previo que caracterizaba a estos estudios en lo referente a la atención a las mujeres de las élites. Este cambio muestra que, aunque sea de esta forma parcial, la historiografía actual ha reconocido el silencio respecto al género femenino como una carencia de la historia tradicional que debía ser subsanada.1 Aunque la dicotomía entre espacio privado y público es cada vez más discutida,2 los trabajos de historia de género han mostrado que desde finales de la Edad Media y durante el Renacimiento se intensificó la identificación del ámbito privado de la casa con el espacio apropiado para la mujer, frente el espacio público que estaba reservado al hombre.3 Así lo afirmaba el corregidor de Valladolid Alonso Ramírez de Villaescusa

1

En el ámbito castellano medieval, dicho avance ha estado liderado por los trabajos de Cristina Segura Graiño. Entre otros trabajos de esta autora (como SEGURA GRAIño 1993 y 1997) véase el análisis historiográfico en SEGURA GRAIño 2013. Además de sus trabajos, en España fueron de gran importancia las Jornadas de Investigación Interdisciplinaria del Seminario de Estudios de la Mujer, cuyas sucesivas actas supusieron volúmenes fundamentales dentro de la Historia de las Mujeres del territorio hispano, entre ellos: Las mujeres medievales y su ámbito jurídico 1990. otras obras significativas son La condición de la mujer en la Edad Media 1986; o las Actas del II Congreso de Historia de Andalucía 1994. En el ámbito internacional resulta imposible condensar la extensa bibliografía existente, obras ya clásicas son: PoWER 1975; ANDERSoN y zINSSER 1991; DUBY y PERRot 1992; HERLIHY 1995. Para una revisión historiográfica más reciente puede recurrirse a los artículos en la guía de oxford sobre mujeres y género en la Edad Media: BENNEtt y MAzo KARRAS 2013. 2 JoNES 2013. 3 SEGURA GRAIño 1993. [ 199 ]

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cuando escribió: «El varon entiende y a de entender çerca de los negoçios exteriores fuera de casa y la muger en la governaçion de su casa».4 Sin embargo, los historiadores corren el riesgo de sobredimensionar ese estereotipo y olvidar los numerosos ejemplos de mujeres que trasgredían el ideal de división perfecta.5 La asunción de este ideal de un espacio público reservado a los hombres ha llevado a que las mujeres apenas hayan sido consideradas en relación con la cuestión del poder salvo cuando se trataba de reinas, abadesas o el patrocinio religioso.6 En especial se han ignorado casi por completo las posibilidades de influencia de las mujeres en el ámbito del poder urbano, algo que no carece de lógica si se tiene en cuenta que nunca pudieron acceder a ningún oficio público y que, en el caso concreto de Castilla, no podían pertenecer a los linajes de caballeros. Christopher Friedrichs en su obra sobre la política urbana en época moderna argumentaba por qué el poder urbano estaba especialmente definido por la exclusión de las mujeres en comparación con otros ámbitos como la Corona o la corte. La comunidad política urbana, siendo un colectivo con miembros intercambiables en lugar de determinado por principios hereditarios, podía imponer un criterio estricto que solo aceptase varones. Llegaba a afirmar «Women were excluded from virtually every form of political participation or even political expression in cities». 7 Esta afirmación es cierta desde un punto de vista estrictamente institucional. Sin embargo, desde la perspectiva de un poder basado en relaciones informales, dicha visión cambia radicalmente. Un estudio fundamental que ya en 1990 abogaba por estudiar la influencia de las mujeres en la política superando el enfoque institucional es el de Barbara Harris centrado en la Iglaterra de los tudor, en el que se insistía en las oportunidades que la reciente revalorización de las relaciones informales ofrecía para la historia de género.8 El enfoque de las relaciones informales conjugado con el análisis de redes sociales permite reconsiderar en qué consistía ejercer el poder en una ciudad como Valladolid y, en consecuencia, el papel que las mujeres podían jugar al respecto como parte integrante de dichas redes y no tan solo como ocasionales participantes en revueltas o protestas donde suelen ser descritas como anónimas y apolíticas. La intención de este capitulo es reabrir el debate —o prácticamente inaugurarlo, si se tiene en cuenta la poca atención que ha merecido en el caso castellano— acerca de la influencia de las mujeres en el sistema de poder urbano a pesar de que la documentación, unida al carácter no institucional de sus actuaciones, haya silenciado los roles femeninos casi en su totalidad.

4 5 6 7 8

Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla, Ms. 154, fol. 37r. MARtÍN RoMERA 2009. CERRADA JIMéNEz y SEGURA GRAIño 2000; SEGURA GRAIño 1987; JoRDAN 2006. FRIEDRICHS 2000: 5-6. HARRIS 1990. [ 200 ]

4. el papel de las mujeres en las redes de poder de la oligarquía

Si bien el punto de partida de este estudio son los regidores vallisoletanos, en todo momento se ha insistido en entender la oligarquía como un grupo que incluye también a sus mujeres y al resto de sus familias. El estudio del grupo se ha hecho atendiendo a las familias y no a simples individuos, aunque es inevitable que muestre un claro predominio de presencia masculina, en gran medida por la naturaleza de la documentación medieval que tiende a oscurecer la presencia y el papel de las mujeres, pero también porque parte de la información referida a estas se ha reservado para exponerla aquí. En el apartado del parentesco se ha pretendido insertar a las mujeres en el discurso general, en la medida en que la documentación y los temas tratados lo permitían, para evitar olvidar que, a pesar de los condicionantes propios de género, estas estaban integradas en la oligarquía y no eran ajenas a las dinámicas sociales y de poder que se generaban en la misma. Por lo tanto, el objetivo de este capítulo no es insistir en lo ya dicho ni en temas de sobra conocidos acerca de las mujeres bajomedievales en Castilla; sino enfatizar el papel de las mujeres de la oligarquía dentro del sistema de poder urbano. Ha quedado evidenciado que las mujeres fueron fundamentales para la cohesión de la oligarquía y para su perpetuación al permitir tender lazos tanto con la nobleza como con la monarquía. Su papel en las relaciones de alianza muestra cómo, aun si decidiésemos considerarlas tan solo peones en el tablero de las estrategias matrimoniales, sin ellas las posibilidades de crear nuevas alianzas o afianzar los lazos ya existentes se reducirían enormemente. En este sentido tenían un valor específico para la familia que las veía como potenciales medios para alcanzar diferentes objetivos sociales y económicos. Sin embargo, resta analizar los márgenes de actuación en los que se movían estas mujeres y su papel activo en el diseño y la realización de algunos de los mencionados objetivos sociales y políticos de la oligarquía. La cuestión de la agency de las mujeres, su capacidad de decidir y actuar, es uno de los temas fundamentales en los estudios que analizan género y poder.9 En este apartado, huyendo del perfil de historia meramente compensatoria, se propone un análisis de cuáles fueron los condicionantes de género que afectaron a las mujeres de la oligarquía vallisoletana y de qué forma, dentro de ese marco limitador, se desenvolvieron dichas mujeres, mostrando una capacidad de maniobra y unos márgenes de actuación más amplios de los prescritos por el discurso patriarcal. Para ello se han analizado, en primer lugar, las restricciones derivadas del peso que recaía en las mujeres con respecto al mantenimiento de la honra familiar; en segundo lugar, los recursos con que contaban para defender sus intereses aunque supu9

SHEPARD 2008; ERLER 2013. [ 201 ]

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sieran contradecir los del varón del que dependían, generalmente sus maridos; finalmente, se aborda una cuestión hasta ahora marginal en los estudios sobre élites castellanas, su papel en las relaciones informales de la oligarquía urbana y su participación en política a través de las mismas.

4.2. El conflicto entre la iniciativa femenina y la honra familiar Cristina Segura Graíño ya explicó el paralelismo entre la honra de las mujeres y su mantenimiento en el estricto ámbito de lo doméstico, alejadas de cualquier actividad que se considerara pública, algo que necesariamente las excluía de la política. La concepción eminentemente sexual de la honra femenina exigía un mayor control sobre las mujeres, potenciales fuentes de infamia para la familia y, de hecho, el ideario de las élites incluía la vigilancia de los miembros de este sexo.10 Asimismo, suponía que muchos de los conflictos se originasen a raíz de que la mujer fuera sospechosa de una conducta sexual inapropiada o abandonase el hogar conyugal. Los numerosos hijos bastardos de estas familias evidencian que las relaciones extramatrimoniales eran habituales, aunque a menudo solo aparecen en la documentación cuando eran fuentes de conflicto.11 Cabe destacar que la mayoría de los casos que conocemos han llegado a nuestro conocimiento a través de litigios por lo que se corresponderían con algunos de los ejemplos más extremos en lo que se refiere al intento de ejercer un control sobre las mujeres y a la visión de sus actos como fuente de infamia. En ese sentido, la libertad sexual en la práctica sería mucho mayor de lo que las fuentes literarias y tratadísticas dan a entender. Esta libertad no solo afectaba a los hombres, sino también a las mujeres, aunque en el caso de estas últimas, su comportamiento estuviese sujeto a una represión y censura mucho mayor. Por ejemplo, cuando Pedro Niño habla de las hijas bastardas de su padre, no aparece ningún tipo de juicio sobre este, las denostadas son solo ellas por el hecho de ser ilegítimas.12 Poseer concubinas era algo habitual entre la oligarquía vallisoletana. En 1501, el regidor Pedro de tovar fue acusado de, tras haberse desposado, no quererse casar con Catalina de Lugo, hermana del regidor de Medina del Campo Álvaro de Lugo «porque diz que teneys mançeba».13 El caso de otro regidor con manceba, Jorge de León, ilustra muy bien las diferentes consecuencias para cada uno de los implicados. Mientras su 10 11 12 13

SEGURA GRAÍño 1993; BARRAQUé 2013: 96-99. CóRDoBA DE LA LLAVE 1986; KARRAS 2012. ARChV R. Ejecutorias, c. 226, n.º 26. AGS, RGS, 1501-03, 41. [ 202 ]

4. el papel de las mujeres en las redes de poder de la oligarquía

amante, Leonor, había sido desterrada, a Jorge tan solo le instaron a no volver a verla cuando esta volvió a Valladolid en 1496. Sin embargo, le amenazaron con ser enviado preso a la corte en caso de hacerlo.14 El interés de la justicia por este caso invita a pensar que la mujer de Jorge de León o su familia habían tomado cartas en el asunto pero, desafortunadamente, se desconoce la identidad de su esposa. A pesar de que el adulterio femenino no tenía la misma consideración que el masculino, las mujeres casadas contaban con la ventaja de que era más fácil enmascarar la paternidad de hijos derivados de relaciones extramatrimoniales, lo que no obsta para que pudieran ser descubiertas. Alonso Pérez de Vivero, vizconde de Altamira e hijo del regidor Juan de Vivero, afirmaba que Mencía de Quiñones, hija de su mujer Elvira de Quiñones no era suya, por lo que la excluyó de su testamento en 1484: «y asy mismo digo que por quanto yo no tengo por mi hija a doña Mençía, hija de la viscondesa mi muger que Dios aya, segund por judiçios muy cognosçidos supe (...) y esto que en Dios e mi conçiençia lo creo, y por verdad lo tengo».15 Probablemente, esta acusación de infidelidad estuvo relacionada con el hecho de que el vizconde asesinase a Elvira en 1480.16 Sin embargo, no todas las mujeres que afrentaron la honra familiar transgrediendo los límites de sus respectivos matrimonios se vieron expuestas al desenlace fatal del femicidio.17 En el extremo opuesto se halla el ejemplo de Marina de Virués, hija del regidor Jerónimo de Virués y madre del también regidor Alonso de Virués. A juzgar por los alegatos de su hermana Beatriz de Virués y el marido de esta (Jerónimo de la Serna) en el pleito por la herencia de su padre, Marina llevó una vida libertina y debía de ser conocida por sus infidelidades a sus distintos maridos. Además, el testamento de su padre deja ver que tendió a endeudarse frecuentemente, debiendo el regidor Jerónimo de Virués afrontar en numerosas ocasiones los gastos que ella hacía.18 Los testimonios del pleito por la herencia de su padre sugieren que, estando Marina casada con Gómez de Llanos, mantuvo relaciones inapropiadas con Gonzalo Pérez de Río. A consecuencia de esto y por las presiones de otros individuos —entre ellos el regidor Juan de San Pedro—, su padre, a pesar de sus propias reservas y las de los contrayentes, la desposó en 1462 con Gonzalo. A partir de entonces los testimonios pasan de sugerir una infidelidad por parte de Marina a declarar abiertamente que durante el segundo matrimonio, que había sido ilegal al vivir aún su primer marido, esta 14

AGS, RGS, 1496-5, 44. AHN Clero. Secular-Regular. Leg. 7728. 16 FERNÁNDEz DE oVIEDo 1989: 272. 17 Acerca de la violencia de género que sufrieron las mujeres medievales véanse los trabajos contenidos en el monográfico de Clío & Crímen 2008. 18 ARChV Pl. Civiles. Pérez Alonso (F), c. 761, n.º 1 y 2. 15

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había estado con muchos hombres diferentes. Los testimonios de Jerónimo de la Serna y Beatriz de Virués, aunque claramente intencionados — ya que pretendían demostrar la nulidad del matrimonio y, con él, el carácter ilegítimo del hijo de Marina, heredero principal de Jerónimo de Virués—, no dejan de ser el relato de familiares que conocerían de primera mano estos sucesos. Si son de creer sus testimonios, parece evidente que la de Marina y Gonzalo fue una relación agitada en la que ella le fue infiel en distintas ocasiones y Pérez de Río la menospreciaba como tan solo su manceba. Así, el procurador de Beatriz de Virués alegaba que: «Gonzalo Peres deçía públicamente después de casado con la dicha Maryna de Vyrués, que la dicha Maryna de Vyrués hera su mançeba, e no su muger, e que se honrraba en terner fyja de honbre tan prinçipal por mançeba».19 La propia hermana de Marina afirmó que: Porque la dicha Maryna de Vyrués avya fecho lo que non devía e porque algunas personas la avyan conosçido carnalmente estando en uno con el dicho Gonçalo Peres de Río e seyendo bivo el dicho Gómez de Llanos, el dicho Gonçalo Peres de Río dyxo muchas veses e ante muchas personas que sufría él aquello que la dicha Marina de Virués mal hasía por que ella no hera ni podía ser su muger por aver pasado el dicho matrimonio e estar e durar entre ella e el dicho Gomes de Llanos; ca sy de otra manera fuese, desya el dicho Gonçalo Peres que la degollara.

La boda de Marina con Gonzalo provocó un escándalo considerable, lo que se unió a los rumores sobre su vida licenciosa y el desprecio público de su marido que se jactaba de que era su manceba, todo lo cual repercutiría con toda probabilidad negativamente en su honra. Sin embargo, a pesar de lo que podría pensarse, esto no significó el rechazo por parte de su padre (culpable en parte de la situación) ni hacia Marina, ni hacia su hijo ilegítimo. Al contrario, todo muestra que el regidor Jerónimo de Virués benefició en todo lo que pudo a su hija y a su nieto al que designó como heredero principal, no solo de sus bienes, sino también de sus derechos al regimiento. Es más, siendo la boda con Gonzalo Pérez del Río nula, volvió a desposar a Marina con Rodrigo Navarro, capitán de los reyes. Enlace que es una prueba ulterior de que, con los incentivos adecuados, se podía concertar un matrimonio incluso para una mujer teóricamente deshonrada a los ojos de la sociedad como Marina.

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Según Jerónimo de la Serna, Gonzalo le había confesado que se preciaba de tener a Marina por manceba «e que sy su muger fuera, segund los yerros que le façía e le avya fecho, él le cortara la cabeza», remitiendo claramente a las infidelidades de esta. Añadía además este testigo que «aún otras cosas muchas dyxera, pues las sabya e sabe, pero por ser vergonzosas las dexa de deçir», insistiendo nuevamente en la falta de decencia de Marina. [ 204 ]

4. el papel de las mujeres en las redes de poder de la oligarquía

Este ejemplo cuestiona la asunción de que los comportamientos considerados deshonrosos conllevasen siempre las mismas consecuencias para todas las mujeres y, en especial, para las de la oligarquía. Los ejemplos más extremos son quizás estos de Elvira de Quiñones y Marina de Virués. Respecto a la primera, la infidelidad parece haber sido el acicate o pretexto para su asesinato. Por otra parte, su marido fue condenado por ello y, a pesar de lo que Alonso Pérez de Vivero pudiese decir, oficialmente, la justicia real consideró siempre a Mencía de Quiñones como hija suya, sin admitir los intentos de Alonso por desheredarla o desposeerla de sus bienes.20 Las fuentes presentan a Elvira más como a una mártir que como a una mala mujer.21 Marina de Virués, por el contrario, tuvo un destino bien diverso. Su primer marido Gómez de Llanos llegó a amenazar con matarla —lo que ella temía que podría hacer—, y el segundo afirmaba que haría otro tanto de ser Marina realmente su mujer, mostrando la violencia estructural ejercida contra estas mujeres. Sin embargo, afortunadamente dicha tragedia no llegó a ocurrir; en su lugar, siguió actuando con aparente libertad y conservó el apoyo de su padre que escogió al hijo de Marina como heredero aunque fuese ilegítimo, le encontró un nuevo matrimonio a pesar de todos los escándalos previos y saldó las numerosas deudas que ella contraía. todo esto no excluye que, aun así, a juzgar por los testimonios ya comentados, su escandaloso segundo matrimonio y la forma en que públicamente Gonzalo la acusaba de serle infiel le granjeasen una fama funesta.22 Por lo tanto, aunque la violencia de género ante este tipo de comportamientos podía ser extrema, como ha quedado evidenciado, no siempre generaba similares agresiones físicas o, al menos, estas no llegaron a dejar rastro en la documentación. otro caso que sugiere una relativa impunidad (relativa es la palabra clave aquí) de las mujeres que desobedecían a sus maridos es el del merino mayor Pedro Niño y su segunda mujer, Leonor Bernal. tras la muerte de la primera mujer de Pedro, Isabel de Castro, este volvió a casarse, esta vez con la hija del regidor Remón Bernal y hermana de otro regidor, Diego Bernal. Según el testamento de Pedro (en el que justificaba por qué razones no le debía nada a su segunda esposa), Leonor le había abandonado durante trece o catorce años para volver —aparentemente a la fuerza— a su casa en 20

AGS, RGS, 1488-7, 343. Por ejemplo, años más tarde Gonzalo Fernández de oviedo (FERNÁNDEz DE oVIEDo 1989: 272) escribía sobre el regidor Juan de Vivero y lamentaba que hombre tan gentil tuviera tan mal sucesor que: era naturalmente soberuio e loco desatinado, e vano presuntuoso, e sin causa ni rrazón mató a cuchilladas, como traydor e aleuoso ombre, a su muger, seyendo muy buena e honesta e virtuosa dueña (...) e lo que esotro hizo fue diabólicamente penssado, matando aquella ynoçente y desdicha [sic] muger en averse juntado con aquel mal ombre e pérfido marido y con el matador. 22 ARChV Pl. Civiles. Pérez Alonso (F), c. 761, n.º 1 y 2. 21

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1499. Sin embargo había vuelto a escaparse en enero de 1501. Durante el tiempo que estuvo ausente Pedro le habría pasado dinero: 25.000 maravedís anuales la primera vez y 16.000 al año a partir de 1501. Por lo tanto, Leonor no solo se había marchado del hogar familiar —según Pedro «por estar como siempre quiso estar a su voluntad contra mi voluntad y mandamiento»—, sino que aun así su marido, en lugar de repudiarla, le había mantenido una asignación anual y le había rogado repetidas veces que volviese a casa recurriendo a distintos intermediarios: Yo hablé a Diego Bernal, su hermano, en el mes de enero del año de 1505 años, que porque su hermana no estaba a su honra ni a la mía, que yo le perdonaba todos los enojos que della havía rescevido y quisiese luego venirse a mi casa que yo le daría el aposentamiento que ella havía de tener. Yo le mostré y él fue muy contento y después vino y me dijo que no lo podía acavar en ninguna manera con la dicha doña Leonor.23

No hay duda de que Leonor recibió numerosas presiones para someterse a su marido, pero se desprende de este caso que, aun así, pudo mostrar un grado considerable de resistencia a las mismas. Resulta paradójico que una persona con tanto poder dentro de Valladolid y tan dominante como Pedro Niño —quien intentó despojar a su madre de sus bienes y a sus hermanas de sus herencias, y que desheredó incluso a su hijo mayor, Alonso Niño de Castro—, en el ámbito privado de su matrimonio se resignase a que su mujer desafiase abiertamente su autoridad sin que él fuese capaz de imponerse. La determinación de la que hizo gala contra sus parientes consanguíneos está ausente en este conflicto conyugal en el que no parece haber dejado de pagar a Leonor a pesar de la ofensa a su honra (que a falta de una narración más detallada no sabemos si consistió tan solo en no estar bajo su techo o si incluía afrentas mayores como la infidelidad). Es cierto que a Pedro le interesaba argüir que había pagado este dinero a Leonor y, por lo tanto, no le debía nada; pero ponía por testigos de lo expuesto, entre otros, al hermano de esta, Diego Bernal, lo que parece sugerir cierta veracidad en su declaración.24 La pertenencia de Leonor a la familia Bernal le otorgaría probablemente los recursos e independencia necesaria para desobedecer a su marido. Aunque las mujeres de la oligarquía, por su papel en las alianzas como moneda de cambio estarían

23 RAH C. Salazar y Castro, 9/869, fol. 270-270v. también le pidió a un tal fray Francisco que interviniese, aunque en vano: «y por estar a su voluntad y a su placer como siempre estubo, no quiso venir a mi casa». 24 Ibidem: «tómese juramento al dicho Diego Bernal que él dirá la verdad pues que es cavallero y no dirá otra cosa».

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sometidas a un control moral mayor que las de sectores sociales más modestos, por otra parte y como contrapartida, la pertenencia al grupo dominante les permitía contar con ciertos recursos adicionales. Su familia, riqueza o su capacidad como intermediadoras les proporcionaron en ocasiones una relativa autonomía de la que carecerían muchas de las mujeres del común.

4.3. Los recursos de las mujeres de la oligarquía El ideal del sometimiento al marido estaba fuertemente mediatizado por los distintos recursos y apoyos a los que podían recurrir las mujeres de la oligarquía vallisoletana en caso de conflicto conyugal. Además de los recursos legales comunes al resto de mujeres, la posesión de bienes propios, el apoyo de parientes influyentes o la relación especial de las damas de la reina con Isabel I, influirían de forma determinante en las relaciones con sus maridos y en la medida en que se encontraban a merced de los mismos. El estatus de la esposa y su familia parece explicar situaciones un tanto sorprendentes como la condena judicial que Jorge de León sufrió por tener una manceba25 o la resignación de Pedro Niño frente a los desmanes de su mujer, hija y hermana de sus compañeros del regimiento. Sin embargo, la intervención de los parientes es más evidente en el caso de la mujer del regidor Alonso de Montemayor. Conocemos este caso a través de una carta del abad de San Benito en la que intercedía para que el rey le concediese un perdón de Viernes Santo a Alonso, ofreciendo una explicación un tanto peregrina para enmascarar lo que con seguridad era una cuestión de maltratos por parte del regidor a su esposa. tras herirla gravemente en la cabeza con una mano de almirez (que según el abad había lanzado en realidad a un hijo para asustarlo y, fortuitamente, le golpeó a ella) los parientes de la mujer se presentaron rápidamente en la casa poniendo en duda la versión de Montemayor. La esposa, cuyo nombre desconocemos, pidió que llamasen a un escribano para que ella le perdonase públicamente «ansi mismo por serviçio de Dios, así por no aver querido darle, como por ser viejo de setenta años y no ande desventurado fuera de su casa».26 Rogados por ella, firmaron finalmente también los hermanos y los parientes hasta el cuarto grado el dicho perdón; sin embargo, el ataque debía de haber sido tan grave y escandaloso que el abad de San Benito tuvo que solicitar un perdón de Viernes Santo. 25 26

AGS, RGS, 1496-5, 44. AGS, CCA, Leg. 137, 276. [ 207 ]

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Maltratos de este tipo tanto a los hijos como a las mujeres serían habituales, pero en esta ocasión, la gravedad de las heridas unida al estatus de los parientes de la esposa elevarían la agresión al escándalo y haría preciso tanto un perdón público por parte de la familia, como otro real. Aunque la insistencia de la esposa porque se le perdonase confirma la idea de sometimiento, el caso ilustra bien que estas mujeres de familias importantes estaban en cierto modo protegidas por una red de parientes que no consentirían ciertos agravios sin tomar cartas en el asunto. Distinto es el caso de Ana de Luzón, hija del regidor Juan de Luzón, que ante la negativa de su marido (el también regidor Jerónimo de Virués) a cumplir con sus obligaciones conyugales, decidió demandarlo por sí misma, sin que parezca haber recibido ningún apoyo por parte de su familia en dicha decisión. Su recurso a la vía judicial, aun sin el respaldo familiar, muestra el amparo legal que les asistía y su determinación de recurrir a este incluso en solitario.27 Si bien dicho amparo legal no era exclusivo de las mujeres de la élite, sin lugar a dudas se encontraban en una posición más propicia para recurrir a dicha vía judicial. Sin embargo, el mejor ejemplo de mujer de la oligarquía con recursos para enfrentarse a su marido es el de la condesa de Ribadeo, Isabel Castaño. Su mal avenido matrimonio con el regidor y conde de Ribadeo, Pedro de Villandrando, está bastante bien documentado. Aunque estaban casados desde al menos 1480, solo hay testimonios de su separación a partir de 1500. Dicha separación era pública y conocida por toda la villa de Valladolid, tal y como lo asegura Gonzalo Fernández de oviedo en sus Batallas y quinquagenas, donde afirma que vio a menudo a la condesa de Ribadeo y también al conde, siendo ya viejo y estando muy enfermo, vivir ambos apartados en Valladolid en dos casas contiguas: «tanto se dezía que era por otras causas e rrenzillas de entrellos, como por la indispusiçión o poca salud del Conde».28 En efecto la documentación muestra que tenían graves problemas conyugales entre los cuales la falta de herederos no sería el menor. teniendo en cuenta que el conde tuvo varios hijos bastardos y ningún descendiente con la condesa, es probable que ella tuviera problemas de fertilidad o se negase a mantener relaciones con su marido. A ese respecto Gonzalo afirma que Isabel nunca parió hijos. Aparte de la repugnancia que el conde pudiera provocar por la enfermedad ya mencionada y que Gonzalo Fernández de oviedo dice que era contagiosa y con bubas, la condesa tenía graves reparos morales contra él. Así, en un interrogatorio durante el pleito por la herencia del conde se dice:

27 28

AGS, RGS, 1489-10, 99. FERNÁNDEz DE oVIEDo 1989: 384-386. [ 208 ]

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Yten sea preguntada sy puede aver veynte años, poco más o menos, que viendo la dicha señora condesa que el dicho conde don Pedro de Villandrando no era su marido, ni la dicha condesa podía ser su muger, la dicha condesa se salió de su propia voluntad de las casas e poder e compañía del dicho conde de Rybadeo syn su consentimiento ni mandado del dicho conde y se fue a casa de doña María Çapata, madre de don Pedro de Baçán; porque le dezían sus confesores e otras muchas personas religiosas e legas que no podía estar con el dicho conde syno con gran escropulo de conçiençia e peligro de su ánima; y que por esta razón se salía y yva de la casa e compañía del dicho conde y se quería apartar y apartó en otra casa y en otra perrocha y ansy lo a estado y está de veynte años y aun más a esta parte hasta que el dicho conde don Pedro de Villandrando fallesçió desta presente vida.29

Es evidente que las relaciones extramatrimoniales del conde ofendían a la condesa, probablemente el caso de una esclava que vivía en su propia casa resultaría particularmente humillante para Isabel, con el agravante de que la progenie de Pedro con otras mujeres confirmaría su imagen de mujer estéril. Lo que no queda claro es si estas eran las únicas razones que existían para que los confesores y otras personas hubiesen recomendado a la condesa abandonar a su marido entendiendo que la convivencia ponía en peligro su alma «con gran escropulo de conçiençia».30 En esta situación la condesa recurrió a su amistad con Isabel la Católica para atacar el problema de raíz. Si bien no hay testimonio documental de que escribiese a la reina, la actuación de esta última deja pocas dudas al respecto. La descripción de situaciones similares de infidelidad en el matrimonio de Isabel I, sugiere que la reina empatizaría con la situación por la que pasaba su compañera de infancia y criada.31 En 1501 Isabel la Católica escribió una carta al corregidor de Valladolid, el doctor Alonso Ramírez de Villaescusa, diciéndole que había oído que el conde tenía una esclava que sabía hacer muy bien conservas y que, porque se quería servir de ella, se la enviase, que ella a cambio le pagaría lo que pidiese. Junto a esa carta que debería servir para enseñarla al conde y justificar su petición, la reina enviaba otra explicando al corregidor sus verdaderas intenciones: 29

ARChV Pl. Civiles. Pérez Alonso (F), c. 896, n.º 1. En este sentido vale la pena reflexionar sobre la mediatización de la vida conyugal por el arbitraje del confesor de la que habla Jean-Louis Flandrin, señalando que era un asunto que no concernía tan solo a la pareja y en el que se recurría a la guía espiritual: FLANDRIN 1987: 170. 31 Es célebre la frase de Lucio Marineo Sículo que escribió «Amaua en tanta manera al Rey su marido que andaua sobre auiso con celos a ver si amaua a otras; y si sentía que miraua a alguna dama o doncella de su casa con señal de amores, con mucha prudencia buscaua medios y maneras con que despedir aquella tal persona de su casa con su mucha honrra y prouecho»: Cit. RoDRÍGUEz VALENCIA 1970: 207. 30

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Porque segund soy ynformada no es bien que el conde la tenga en su poder e por esto cunple a mi servicio que luego me la enbieys; y al tiempo que hablardes al conde tened manera como no la pueda esconder e como luego se vos entregue; e si por ventura no vos la quisiere dar e vos pusiere alguna dilaçión o ynpedimento, tomadla vos doquier que la hallardes e luego me la enbiad doquier que yo estoviere.

Efectivamente, para que el conde no sospechase los verdaderos motivos decía «e porquel conde no sienta por qué se hase, mostrarle la otra mi letra que sobre esto vos escrivo».32 Desafortunadamente no conocemos el resultado de esta estratagema, pero podemos suponer que conseguiría separar al conde de la esclava. Por otra parte, en un interrogatorio se dice que la condesa, sin consentimiento del conde, y aun a su pesar, liberó a Juana Gómez, esclava suya y a cuatro hijos de esta. Dado que la esclava de la que hablaba la reina se llamaba Catalina, esta debía ser otra distinta, pero no parece descabellado pensar que pudiera ser también concubina del conde.33 Los conflictos se extendían asimismo al ámbito económico, ya que Isabel se quejaba constantemente de que Pedro Villandrando no le daba lo que le correspondía para su mantenimiento y repetidamente acudió a la reina para que esta recordase a su marido sus deberes. Isabel la Católica encargó al corregidor que hablase con él para que no vendiese los bienes y para que proveyese a su mujer como debía y añadía «e en todo poned mucha diligençia para que así se haga, por que en ello me haréis mucho plaser e serviçio».34 No sabemos el éxito de estas misivas de la reina pero de lo que no hay duda es de que los condes permanecieron separados y Pedro llegó a solicitar la anulación del matrimonio.35 Desafortunadamente, la muerte de la reina en 1504 cambió las tornas y dejó a Isabel desamparada, viviendo con cierta estrechez y obligada a pleitear con los hijos bastardos del conde por la herencia.36 Álvaro Fernández de Córdova insistió en la importancia de la relación entre la reina y sus damas y afirmó que la intensa política matrimonial que Isabel realizó a través de estas mujeres sirvió para vincular a familias insignes con su proyecto monárquico. Este autor no solo destaca el programa de la reina y el papel de estas mujeres como mediadoras entre Corona y familias de las élites, sino que añade que «es preciso 32

Esta forma astuta de actuar recuerda las palabras de Alonso de Palencia según el cual Isabel era una «magistra dissimulationum simulationumque»: Cit. FERNÁNDEz DE CóRDoVA MIRALLES 2002: 75. 33 ARChV Pl. Civiles. Pérez Alonso (F), c. 896, n.º 1. 34 AGS, CCA CED, 5, 265, 2 3 y 4. 35 AHN Nobleza. osuna, carpeta 108, 11. 36 ARChV Pl. Civiles. Pérez Alonso (F), c. 896, n.º 1. [ 210 ]

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subrayar la influencia que estas damas ejercían en la voluntad de la reina», mencionando distintos favores que figuras como Beatriz Galindo o Juana de la torre obtuvieron para sus familias.37 Isabel Castaño es una muestra más de la implicación de la reina en los asuntos personales de sus damas y la valiosa baza que suponía esa relación directa para distintas mujeres de la oligarquía vallisoletana. De hecho, la condición de criada de la reina aparece como uno de los factores más claros de influencia dentro de las redes de poder en las que sus familias se hallaban insertas.

4.4. Las mujeres en las redes clientelares y las relaciones con la corte Como miembros de la élite estas mujeres tenían acceso a un nivel de vida y cultural que las diferenciaba del resto de su género. En las páginas anteriores se ha comprobado que podían tener una mayor capacidad de actuación gracias a su relación con la reina, sus parientes y su estatus y posesiones. Sin embargo, lo que se pretende demostrar no es tan solo su relativa autonomía, sino que algunas de las mujeres de la oligarquía alcanzaron una gran influencia formando parte de las redes clientelares de la oligarquía e incluso creando las suyas propias. Alonso Ramírez de Villaescusa advertía a los corregidores que no llevasen con ellos a sus mujeres cuando tomasen su cargo porque, entre otras cosas, a través de ellas «no tomen ni Resçiban cohecho ni dadivas ni presente alguno».38 Aunque aquí el corregidor de Valladolid presentaba a las mujeres como meros receptores de favores, es evidente que estas esposas eran una vía para influir sobre los oficiales y de ahí que se debiera evitar que ellas actuasen como intermediarias, espoleadas por regalos interesados. Este papel subalterno dentro de la red clientelar que Villaescusa les adjudica, no sería, ni mucho menos, el único que ocupaban, pudiendo alcanzar una centralidad mucho mayor en la red. Estudios en esta línea, como el de Barbara Harris, demuestran que el enfoque del poder desde el punto de vista de las vías informales, en lugar de las institucionales, permite devolver a las mujeres el protagonismo que tuvieron y que ha quedado completamente oscurecido en los estudios tradicionales de historia política.39 Aunque en este caso los datos que tenemos son aún más exiguos, no hay duda de que los regalos que las mujeres de la oligarquía realizaban y que tradicionalmente se han identificado tan solo como prácticas caritativas, que atañían tan solo al servicio doméstico, o meras 37

FERNÁNDEz DE CóRDoVA MIRALLES 2002: 162-163. Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla, Ms. 154, fol. 37r. Recomendación que se halla recogida asimismo en los capítulos de corregidores de 1500 (oREJóN MURo 1963). 39 HARRIS 1990. 38

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mandas testamentarias, podían ser en ocasiones parte de estas prácticas clientelares. Cristina Jular Pérez-Alfaro, refiriéndose al testamento de doña Juana de Bazán de 1400, y comparándolo con el de su marido Pedro Suárez, señalaba que en el de ella se insistía más en las mandas piadosas y en legados al servicio doméstico. también añadía que cuando el matrimonio, de forma conjunta, dotaba a una mujer era porque esta estaba directamente relacionada con Juana y que las dotes dirigidas a la clientela del adelantado Pedro Suárez eran exclusivamente sufragadas por él.40 Si bien las tendencias que Cristina Jular describe son habituales en muchos testamentos femeninos, en el caso vallisoletano contamos con alguna excepción que permite replantear hasta qué punto las mujeres participaban en el sistema redistributivo de la clientela del marido y no tan solo en un ámbito doméstico. Aunque los ejemplos más evidentes son minoritarios, muestran la tendencia de las mujeres a estar insertas, no solo en las redes familiares, sino también en las redes clientelares que la oligarquía tejía, siendo algunas de ellas miembros plenamente activos. Uno de los casos más tempranos es el de Mayor Sánchez de Virués, madre del primer regidor conocido del linaje de Virués, a quien tuvo de su primer matrimonio con el alcalde García Sánchez del Castillo. tras enviudar se casó con Alfón González de León, contador y regidor de la villa, y dio a luz a Pedro de León, regidor, Francisco de León, comendador y regidor, y María de Virués. Por lo tanto, Mayor Sánchez fue la mujer de un alcalde y un regidor de Valladolid así como la progenitora de dos linajes distintos de regidores vallisoletanos: los León y los Virués, emparentados entre sí.41 Si bien podría argumentarse que estar emparentada con tantos regidores vallisoletanos no prueba que Mayor contase con poder e influencias propias, un testimonio de la época muestra una imagen diferente. En un pleito de 1490 las cofradías de Santa Catalina y San Pedro Mártir de Valladolid recordaban un acuerdo al que habían llegado años antes con Mayor Sánchez de Virués, cuando esta aún vivía, acerca de unas casas en la Costanilla. Las cofradías tan solo consiguieron quedarse con un cuarto de unas de las casas y en 1490 arguyeron que: «por el favor e mando que ella [Mayor Sánchez de Virués] toviera en la dicha villa perdieran seys paredes de casas en la Costanilla de la dicha villa».42 Esta afirmación muestra que durante las décadas centrales 40

JULAR PéREz-ALFARo 1993: 868-869 y 874-875 En 1460 había enviudado de su segundo marido y en 1489 ya había fallecido. Aparece como viuda de Alfonso González de León y firmando un compromiso con San Benito en AHN Clero. Secular-Regular. Leg. 7729. Es muy probable que Mayor estuviese emparentada con Gonzalo Mejía de Virués, corregidor de Valladolid, guarda y vasallo del rey Enrique III y su repostero mayor, hijo de Fernán Sánchez de Virués, regidor de Segovia y procurador de las Cortes de Madrid en 1390: RUCQUoI 1997, II : 44 ; AHN Clero. Secular-Regular. Leg. 7728; RAH C. Salazar y Castro, 9/869, fol. 161v. 42 ARChV R. Ejecutorias, c. 32, n.º 3. 41

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del siglo XV, la sombra de Mayor Sánchez de Virués era alargada. Una influencia que concuerda con el hecho de haber tenido tres hijos dentro del regimiento vallisoletano contemporáneamente, lo que constituye un caso completamente excepcional. Además, parece haber sido la responsable de impulsar estos dos linajes de regidores vallisoletanos, actuando como una gran matriarca que gestionó el matrimonio de su primer hijo con la hija de otro regidor de la villa, lo que probablemente facilitó su ascenso al regimiento.43 Como en el ya narrado caso de Juana Carrillo, con su intento de asociar sus hijos a un tutor regidor, nos encontramos ante ejemplos en los que el acceso al concejo o el mantenimiento de la familia en el mismo se debe a la habilidad y las estrategias puestas en juego por parte de las mujeres de la oligarquía. tanto las fuentes que tienden a invisibilizarlas, como los análisis historiográficos que dan por descontado el carácter hereditario del oficio de padre a hijo, siempre por vía masculina, oscurecen el papel de estas mujeres que en muchos más casos de los que conocemos sería tan determinante o más que el de los varones de la familia, tal y como se ha mostrado en el apartado acerca de la reproducción oligárquica dentro del capítulo sobre redes. otra mujer que mostró una gran implicación en la perpetuación del linaje familiar, en este caso el de los Santisteban, fue Isabel Álvarez de orozco, esposa del regidor Alonso de Valladolid. Fue ella, y no su marido, la que solicitó estando ya viuda en 1497 licencia para fundar el mayorazgo en favor de su hijo Francisco de Santisteban.44 Una de las principales preocupaciones de los mayorazgos era, no solo el mejor sostenimiento de los hijos y descendientes, sino también el mantenimiento del apellido y las armas, la memoria y el honor de la familia cuya honra se pretendía acrecentar. En este caso, esta intención resulta más evidente ya que, al ser Francisco el único hijo de Isabel, el mayorazgo no tenía por objetivo asegurar su herencia en detrimento de la de sus hermanos, sino asegurar el linaje ante eventualidades que pudieran producirse en el futuro. Por ello, entre las cláusulas se estipulaba que quien heredase el mayorazgo debía llevar el apellido de Santisteban y sus armas y que, si a falta de varón lo heredaba una mujer, esta debía llamarse «de los de Santistevan».45 Isabel, quizás por su propia condición, contemplaba explícitamente la posibilidad de que una mujer lo heredase, una circunstancia que otros mayorazgos excluían insistiendo en una línea de progenitura masculina.46 43

Véase lo dicho al respecto en las pp. 158-159. AGS, RGS, 1498-02, 2. 45 AGS, RGS, 1499-06, 1. 46 Es el caso del instituido por Juan Pimentel, hijo del conde Alonso Pimentel, en 1498. En él se prefería a los hijos bastardos antes que a las hijas legítimas y en 1502, al fallecer su hijo y con la determinación de que su hija María Pimentel no lo heredase, lo dejó a su sobrino diciendo «que su intención y voluntad siempre havía sido y era que ninguna hembra ni los descendientes dellas pudiesen succeder en el dicho Mayoradgo» (AHN Nobleza. Frías, c. 1523, 8). 44

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Su solicitud de licencia resulta interesante además por la forma en que justificaba su petición. Su objetivo no era solo que sus descendientes pudieran mantenerse más dignamente, sino que pudiesen servir mejor a los reyes. Unía ambos aspectos en su discurso, relacionando un mayor número de riquezas con un servicio a los reyes más efectivo: Deseando que los mis desçendientes puedan mejor servir a los muy esclaresçidos prinçipes don Fernando e doña Ysabel, rey e reyna, nuestros señores, e a los reyes que después dellos subçedieren, lo qual farán quanto mejor e más mejor manera e facultad e fasienda e bienes tovieren para lo poder hazer, e asimismo porque ellos puedan bivir e bivan más onorablemente, lo qual acatando e que sy los bienes y heredamientos que yo he e tengo e poseo se oviesen de partir en muchas partes por los desçendientes de mi hijo Francisco de Santistevan que después de sus días los ovieren de aver y heredar, no podrían tan bien servir a los reyes nuestros señores e a los reyes que después dellos subçedieren en sus reynos, acordé de haser e hordenar este mi mayorazgo.47

otra mujer que fundó un mayorazgo en favor de un regidor vallisoletano fue teresa Álvarez de Medina, tía materna de Rodrigo de Verdesoto. Viuda y sin descendencia, en 1512 instituyó un mayorazgo que incluía el patronato de una capilla en la iglesia de San Esteban junto al licenciado Alvar Sánchez y lo legó a su sobrino.48 Asimismo, la mujer de Rodrigo, Inés de Espinosa, después de fallecido este, fundó otro mayorazgo a favor de sus hijos Rodrigo, Pedro y Álvaro de Verdesoto en julio de 1520.49 Sin embargo, como ya se ha adelantado, el caso más evidente de mujeres con influencia en la oligarquía fue el de las criadas de la reina Isabel la Católica, que funcionaron como intermediarias entre esta y sus maridos e hijos, ávidos del favor real. Damas de la reina Isabel fueron Isabel Castaño, María de Medina, Leonor de Ribera y María de Castañeda, entre otras. Esta condición de criada de la reina es fundamental porque la documentación muestra una tendencia entre ellas a gozar de una mayor autonomía de la que generalmente se atribuía otras mujeres de su estatus. Las razones para ello son obvias. Para empezar, contar con el favor de estas criadas equivalía a poder recurrir a una intermediaria directa con la reina. Esto les proporcionaría una

47 AGS, RGS, 1499-06, 1, fol. 1r-1v. Al contrario que en la mayoría de casos, conocemos la composición de este mayorazgo que destacaba, principalmente, por una gran cantidad de inmuebles en Valladolid: hasta catorce casas y una tenería. 48 AGAPIto Y REVILLA 1918: 13. 49 AHN Nobleza. toreno, c. 2, 50.

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influencia excepcional, atrayendo asimismo a clientes varones. Por otra parte, ellas mismas eran destinatarias de los favores de Isabel I. El caso de María de Medina, que llegó a tener su propio libro de cuentas, ilustra la capacidad de algunas de estas mujeres, como miembros de la oligarquía, para (aun condicionadas por su género) alcanzar un cierto nivel de autonomía y gestionar sus propios asuntos y los de sus maridos. María estaba casada con el regidor Pedro de Ribera, caballerizo y capitán de Isabel la Católica, pero en calidad de criada de la reina recibió diversas donaciones y mercedes al margen de su marido.50 Se encargó a menudo del aprovisionamiento de ropa para la reina51 y algunos de los libramientos que se le hacían fueron en función de pagar los gastos que sus obligaciones hubiesen acarreado.52 Sin duda, gestionar distintos negocios a instancias de la reina, en contacto con comerciantes, tesoreros y mayordomos, le proporcionaría, no solo la oportunidad de atraer clientes y favores, sino también una cierta aura de honor derivada del servicio a su majestad. Un aura similar al trasvase de honor, autoridad y poder indirecto que se producía desde el patrón al servidor y que ya ha sido mencionado al hablar del clientelismo entre varones. Las mercedes que María recibía repercutieron también en sus hijos. En enero de 1495 Isabel la Católica ordenó al mercader Juan Daza que de los maravedís que debía pagar a las niñas de la Casa de la reina, diese cierta cantidad a Isabel de Ribera, hija de María de Medina, y en agosto de 1501 encargó al tesorero Gonzalo de Baeza que librase a Pedro de Ribera, hijo de María, o a ella misma, cierta cantidad de dinero para ayuda a su estado.53 todas estas donaciones daban a María una capacidad económica extraordinaria, puesto que no era rica tan solo en función de su familia o de una dote gestionada por el marido, sino que poseía bienes propios de los que disponer libremente. Sin duda, de esta condición derivaba la libertad e iniciativa que María de Medina mostró en el 50 En 1484 la reina le donó 20.000 maravedís (AGS, RGS, 1484-10, 200); en 1495 los bienes de un vecino de Logroño sin hijos legítimos que ascendían a 100.000 maravedís o más (AGS, RGS, 1495-10, 129 y AGS, RGS, 1496-07, 16); en 1501 unas casas en la Alhambra (AGS, CCA CED, 5, 324, 5); en 1507 un esclavo y diez o quince varas de terciopelo morado (AGS, CCA CED, 5, 138, 2; AGS, CCA CED, 5, 147, 5 y AGS, CCA CED, 5, 158, 1). 51 Por ejemplo, en mayo de 1500 María debía enviar un memorial a Aldonza de Alcaraz informándole de qué ropa blanca debía comprarse para Isabel I: AGS, CCA CED, 4, 71, 4. 52 En enero de 1501 se ordenó a Alonso de Morales que le entregase 1.300 maravedís por los gastos que había tenido en paños, en llevar una esclava de la reina concedida en merced a la abadesa del Monasterio de Rapariegos, en el alquiler del animal en que había sido llevada y en el envío de un hombre a pie desde écija a Granada, entre otros (AGS, CCA CED, 5, 331, 2; AGS, CCA CED, 2-1, 4, 6). Poco después, ese mismo año, Isabel ordenó que Gonzalo de Baeza entregara a María 11.300 maravedís por ciertas ropas que probablemente le habría encargado comprar para ella (AGS, CCA CED, 5, 41, 3). 53 AGS, CCA CED, 2-1, 5, 1; AGS, CCA CED, 5, 219-bis, 1.

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ámbito económico,54 ambas plasmadas en el inventario que se realizó tras su muerte, donde se aludía a su propio libro de cuentas y se anotaban numerosas inversiones que realizó a lo largo de su vida.55 Asimismo quedaron retratadas las diversas donaciones que realizó en pro de su hijo Pedro y su nuera, doña Ana.56 La notoriedad de María de Medina se comprueba además por el hecho de que su fallecimiento sea uno de los pocos que Rodrigo de Verdesoto recogió en su diario, acontecido el sábado 21 de febrero de 1518 en Medina del Campo.57 Aún más revelador que el caso de María de Medina, es el de la ya mencionada Isabel Castaño, condesa de Ribadeo, esposa del regidor Pedro de Villandrando y criada de la reina Isabel la Católica. A raíz del pleito que la enfrentó con los hijos bastardos de su marido por la herencia de este, salieron a la luz toda una serie de pagos y regalos que había realizado a lo largo de su matrimonio.58 Muchos de ellos, efectivamente, fueron destinados a sus criadas, pero otros muestran que tuvo una parte activa en la entrega de dádivas a los clientes de su marido, convirtiéndose también en patrona de estos.59 Sin embargo, lo más extraordinario es que ella misma mantuvo una red clientelar propia cuyo principal aliciente era su fuerte relación con la reina —que ha quedado suficientemente probada al hablar de sus problemas conyugales. Como es natural, al encontrarse la información dentro de un pleito, las dos partes mantienen versiones diferentes: los hijos bastardos de Pedro de Villandrando estaban interesados en demostrar que Isabel dilapidó gran parte de la hacienda de su padre durante el matrimonio y la separación, lo que debía descontársele de la herencia. Isabel Castaño, por el contrario, intentaba negar muchos de los gastos que se le atribuían, pero reconocía otros tantos aunque intentaba justificarlos de alguna forma, diciendo que los había pagado con sus propios bienes o que lo había hecho por el conde, a instancia suya o con su permiso. En lugar de hacer una relación de todas las personas que se beneficiaron de la generosidad de Isabel, interesa destacar aquellos que no pueden entenderse como personal 54

Con respecto a la intervención de las mujeres en el ámbito económico pero aplicado a la clase mercantil véase: MARtÍN RoMERA 2009. 55 ARChV Pl. Civiles. Alonso Rodríguez (D), c. 785, n.º 3. 56 Ibidem. María donó numerosos bienes muebles, sobre todo vestidos, a su nuera y pagó diversas deudas de Pedro (por ejemplo a Gaitán, vecino de Medina del Campo, 14.085 maravedís o a Morales, el caballerizo, 7.000 maravedís). Además le prestó 30 ducados para que pudiese acudir con el rey a Aragón, y le entregó en sedas, paño y joyas de varias tiendas de mercaderes hasta 74.083 maravedís. 57 AGAPIto Y REVILLA 1918: 21. 58 ARChV Pl. Civiles. Pérez Alonso (F), c. 896, n.º 1. 59 Algo que contrasta con el caso presentado por Cristina Jular Pérez-Alfaro en el que la autora subrayaba que doña Juana de Bazán participaba en las dotes de las mujeres relacionadas con ella, pero que cuando se trataba de los clientes de su marido: «Es el Adelantado el que monopoliza la cesión de ayudas de casamiento a su clientela». JULAR PéREz-ALFARo 1993: 875. [ 216 ]

4. el papel de las mujeres en las redes de poder de la oligarquía

doméstico ni como una acción caritativa, sino que la sitúan en el centro de las prácticas redistributivas que animaban la clientela del conde. Entre los que recibieron regalos suyos según Rodrigo y María de Villandrando, hijos bastardos del conde, estaba Fernán Sánchez de tovar que había sido lugarteniente de la capitanía del regidor. A este le entregó una taza de plata y dorada que pesaba tres marcos y valía más de 10.000 maravedís. Isabel repuso que aunque había dado la dicha taza, esta pertenecía a la plata que ella había heredado de su padre, tesorero del rey, reivindicando así su derecho a dicho gasto que no habría sido hecho a expensas de su marido. A Juan Sarmiento, tío del conde de Salinas y familia política de su cuñada, la hermana de Pedro de Villandrando, le dio una cama de paramentos de sargas y dos colchones, dos sábanas, dos almohadas, una manta frazada, una colcha y un repostero, todo nuevo, que debían valer unos 200 ducados o más. A doña María de zúñiga, hija de Diego López de zúñiga, le dio 200.000 maravedís en dote cuando se casó con un tal Reinoso de Carrión. Para ello tuvo que empeñar el privilegio de juro que tenía de su dote y fue el conde quien después lo desempeñó. Isabel afirmó que lo había hecho porque su marido le había encargado que buscase casamiento para María, ya que esta era pariente de él (la madre de Pedro era Beatriz de zúñiga), y que por eso el conde se había encargado de desempeñar sus maravedís de juro. también a un sobrino de su marido, Juan de Sarmiento, cuando estuvo detenido en tudela, le mandó, por ser pariente del conde, una cama de ropa con dos colchones, dos sábanas y una colcha para que durmiese en ella, que valdrían unos 5.000 o 6.000 maravedís. Así, a pesar de las desavenencias personales entre Isabel y su marido, la condesa participó activamente en la red clientelar del conde, aportando sus propios bienes (entre los que se contaba su herencia y la generosísima dote que la reina le había concedido de 200.000 maravedís de juro) para recompensar y favorecer a distintos parientes y servidores de Villandrando. Sin embargo, como se ha adelantado, la influencia de Isabel Castaño, especialmente a través de su íntima relación con la reina con la cual se había criado,60 llegaba en ocasiones más lejos que la de su esposo, conde de Ribadeo y regidor de Valladolid. Un ejemplo excepcional de esto fue el episodio que se produjo entre los condes de Ribadeo y el marqués de Cenete. Como intermediaria privilegiada, el marqués de Cenete quiso entregarle a Isabel Castaño un roque valiosísimo para que esta lo diese a la reina. En un primer momento Isabel se negó a tomar el regalo, consciente de que aceptar una dádiva de tal valor obligaría a la reina a corresponder con una merced extraordinaria y que ella sería la responsable de haber contraído esa deuda (dado el interés que mostró el marqués, probablemente el roque escondería una petición concreta). Sin embargo, según la narración de la condesa, finalmente tuvo que 60

Isabel Castaño fue una de las damas que participó en los momos que la entonces princesa organizó para celebrar el 14 cumpleaños del infante Alfonso: FERNÁNDEz DE CóRDoVA MIRALLES 2002: 62. [ 217 ]

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aceptarlo por las presiones de su marido que «le mandó que lo tomase porque desya el marqués que lo quebrarya sy no le tomava».61 Si bien Isabel actuó presionada por su marido, esa presión e insistencia demuestra que la operación tan solo podía realizarse a través de la condesa, dependiendo tanto las pretensiones del marqués, como las de Pedro de Villandrando, de la intermediación de esta dama de la reina. De esta forma, la condición de criada de la reina, no implicaba exclusivamente recibir numerosos regalos y favores de Isabel I, sino que suponía un estatus particular como servidora de su majestad y una posición privilegiada como destacada intermediadora entre otras personas y la monarquía. Mientras que María de Medina muestra un perfil de mujer partícipe de las redes de comerciantes en torno a la corte y en Valladolid, Isabel recuerda más a los casos descritos por Barbara Harris donde la circulación de regalos contribuye a tejer redes clientelares fundamentales.62 Aunque las mujeres son parte integrante de la red de la oligarquía, la información en las fuentes es demasiado sesgada como para que podamos hacer afirmaciones en función de los cálculos que la red proporciona respecto a la centralidad o la intermediación.63 Sin embargo, hay algunos datos que pueden resultar interesantes en la medida en que pueden contradecir los resultados que cabría esperar partiendo de un estudio centrado en una institución exclusivamente masculina como es el regimiento. De los 2522 vínculos registrados en la red total, en torno a la mitad, 1311 (51,9%), son relaciones o interacciones que incluyen al menos a una mujer entre sus dos nodos. La presencia de mujeres en la mitad de los lazos establecidos dentro de la red resulta aún más notable si tenemos en cuenta que estas tan solo representan 183 nodos dentro del total de los 1039 presentes en la red, es decir, tan solo un 17,6%. Desde el punto de vista del análisis de redes sociales, este es sin duda el dato más elocuente del papel fundamental de las mujeres en la construcción de las redes de la oligarquía de Valladolid.

4.5. Conclusiones Si este capítulo respondiese a una perspectiva compensatoria de la historia de las mujeres, se habría buscado dar visibilidad a este colectivo a través del repaso a un cuestio-

61

ARChV Pl. Civiles. Pérez Alonso (F), c. 896, n.º 1. HARRIS 1990. 63 Aunque en este caso las fuentes sean insuficientes para llevar a cabo análisis de género a través del ARS, existen diversos trabajos que lo han aplicado con éxito al estudio de redes femeninas, entre los que se puede destacar RoSENtHAL et. al. 1985; GoURDoN 2007. 62

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4. el papel de las mujeres en las redes de poder de la oligarquía

nario clásico de aspectos que se consideran directamente relacionados con su sexo, con el objetivo de analizar cómo se plasman en el caso concreto de Valladolid. Sin embargo, la intencionalidad de estas páginas ha sido la de convertirse en un primer paso para la necesaria tarea de replantear el papel de las mujeres en las élites urbanas castellanas, trascendiendo los aspectos que tradicionalmente han cubierto la mayoría de los estudios sobre este grupo social, como las estrategias matrimoniales, la reproducción, las cuestiones conyugales, su participación en actos caritativos o el estereotipo de buena mujer. El objetivo es proponer un nuevo acercamiento que sitúa a las mujeres en el centro de las redes clientelares de la oligarquía. Los casos presentados no niegan que las mujeres de la oligarquía vallisoletana estaban sujetas a los condicionantes propios de su género y a una legislación que limitaba mucho su capacidad de acción al someterlas a sus padres o maridos. Sin embargo, detrás de las convenciones, los estereotipos y los presupuestos jurídicos, se escondía una realidad múltiple, variada y mucho más flexible. En esa realidad donde los individuos actuaban inmersos en una trama de relaciones y en función de las posibilidades que las fuerzas en tensión les brindaban, también las mujeres tuvieron unos márgenes de actuación que afectaban a aspectos del poder familiar, local e incluso a los lazos con la Corona y la influencia sobre los monarcas. Aún más significativo es que este papel, según los ejemplos mostrados, no siempre fue desempeñado de forma pasiva, como peones de las estrategias matrimoniales, sino que muchas mujeres a menudo lo encarnaron activamente: diseñando y construyendo las estrategias y opciones de la propia familia, procurando asociar a sus hijos al regimiento, fundando mayorazgos, siendo intermediarias y representantes de la reina, o participando en las redes de redistribución y compensación de la oligarquía. Con respecto a la división del espacio en función del género, cuestión largamente discutida por la historiografía, cabe destacar que la participación de las mujeres en aspectos del poder oligárquico no aparece en ningún momento cuestionada por estas fuentes como una transgresión del ámbito doméstico en el que debían permanecer. Esta ausencia de censuras muestra que la praxis cotidiana estaba considerablemente alejada de los preceptos de los moralistas. Asimismo, la aparente falta de resistencias a la intromisión de las mujeres en el ámbito clientelar es síntoma de que no se consideraba como tal una intromisión, sino que se aceptaba plenamente. Dicha aceptación estuvo sin duda favorecida por el carácter informal de las vías a través de las cuales actuaban. El frecuente silencio de las fuentes con respecto a las mujeres por un lado y el silencio habitual aplicado a las relaciones informales por otro, convergen para dificultar una tarea de reconstrucción primordial para estudiar la influencia de las mu[ 219 ]

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jeres en la política urbana. Sin embargo, no hay duda de que el estudio de las mujeres de otras oligarquías bajo esta perspectiva proporcionará resultados de gran interés que permitan ir enriqueciendo nuestro conocimiento de las élites castellanas en su totalidad y de las mujeres de las mismas, no en tanto que colectivo anecdótico y al margen, sino en la plenitud de su papel como parte de la oligarquía en todos sus diferentes niveles.

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5. Los linajes de caballeros urbanos 5.1. Introducción La historiografía castellana ya ha discutido suficientemente las diferencias entre el linaje entendido como una casa aristocrática con un modelo agnaticio y de primogenitura,1 y los linajes de caballeros urbanos que surgieron en una serie de ciudades castellanas en torno al siglo XIII.2 Estos últimos fueron agrupaciones de las élites urbanas, especialmente de la caballería villana, que a partir del siglo XIII comenzaron a organizarse en estas estructuras de tipo horizontal muy distintas de los linajes nobiliarios.3 Se les denomina, linajes de caballeros para diferenciarlos de la otra acepción aunque en este trabajo, para evitar excesivas repeticiones, se los nombra casi siempre simplemente como linajes. A pesar de que los linajes proliferaron en una serie de ciudades castellanas en una época parecida y con características similares, la forma concreta en la que se desarrollaron dentro de cada centro urbano muestra una cierta variedad que hay que relacionar, asimismo, con las grandes diferencias existentes entre las distintas ciudades y villas que conocieron este fenómeno.4 Sin embargo, al margen de estas diferencias, los linajes tuvieron en general las mismas funciones principales. En primer lugar, actuaron como un modo de integración de la sociedad bajo estructuras que permitían la identificación de una serie de intereses comunes dentro de un grupo de caballeros que tenía acceso nominal al poder, aunque dicho acceso únicamente fuera efectivo entre los miembros en la cúspide del linaje. El linaje luchaba por los intereses del grupo y se apropiaba de unas cotas de poder, unos privilegios económicos y sociales que luego redistribuía entre sus miembros de forma 1

Jack Goody recoge la problemática en torno a la palabra linaje en GooDY 1986: 301-323. Entre muchos otros trabajos véanse: LADERo QUESADA 1991; MoNSALVo ANtóN 1993; DIAGo HERNANDo 1992: 47-48. 3 Sobre las características de los linajes nobiliarios véase GERBEt 1989. 4 La complejidad que presentan los linajes, por sus variaciones entre una ciudad y otra, así como a lo largo del tiempo, ha llevado a diferentes autores a proponer distintas categorías como el bando-linaje o el bando-parcialidad, entre otros. Una de las propuestas más difundidas es la de MoNSALVo ANtóN 1990. 2

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desigual. Esto permitía paliar, en cierta medida, potenciales conflictos en torno al acceso al poder, así como otros tipos de confrontaciones entre distintos grupos sociales. En segundo lugar, fueron un mecanismo para dificultar el ascenso hacia los niveles más altos de la oligarquía a sectores enriquecidos con la artesanía y el comercio. Con los linajes se creaba un grupo de privilegio que imponía límites a la movilidad, acentuando las diferencias sociales.5 En tercer lugar, a través de los linajes se decidía el reparto de los oficios municipales. Especialmente a partir de la imposición del regimiento con Alfonso XI, los linajes que se habían ido configurando desde el siglo XIII se dividieron entre ellos las regidurías y otros cargos. De esta forma, prevenían y suavizaban posibles conflictos intraoligárquicos en las disputas por estar representados en el concejo y, al mismo tiempo, marginaban del poder al resto de los sectores de la sociedad. Las dinámicas observadas en el caso vallisoletano muestran que los linajes de Reoyo y tovar, cada uno dividido a su vez en cinco casas, inicialmente ejercían un control sobre sus miembros para evitar, a través del establecimiento del reparto de cargos, que un caballero más poderoso pudiera destacarse y elevarse ostensiblemente por encima de los demás.6 Lo más común era que, en lugar de una única persona o familia preponderante, hubiese varias familias suficientemente destacadas del resto que se consideraban a la cabeza de las casas, a pesar de que pudieran existir diferencias entre ellas con respecto a su estatus o influencia.7 La utilización de un apellido para denominar al linaje no tendría por qué significar la prevalencia de un tronco familiar por encima de los demás, sino tan solo la intención de remitirse a un antiguo caballero de prestigio que habría estado vinculado al linaje en sus inicios.8 Es el caso en Valladolid de la casa Corral, que a principios del siglo XV estaba compuesta por varios miembros de la familia Corral,9 pero que a lo largo del siglo se fue diversificando, al tiempo que dicha familia dejó de resultar decisiva. Algo parecido ocurre con la casa de tovar o Fernán Sánchez, que remitía a Fernán Sánchez de tovar;10 pero en la que a finales del 5

Este fenómeno de restringir el acceso a un grupo de corte elitista se produjo incluso en ciudades donde no se desarrollaron los linajes. Es el caso de Burgos donde no hubo linajes pero en 1285 existía la Cofradía de Nuestra Señora de Gamonal y más tarde, en 1338, se fundó la Real Hermandad o Hermandad del Santísimo y Santiago en Burgos, que reunía a todos los caballeros villanos de la ciudad y que parece que fue más restrictiva que la Cofradía (RUIz 1981: 170-177). 6 En el siguiente apartado sobre la redistribución y las prácticas corporativistas en los linajes vallisoletanos se profundizará acerca de dicho control en Valladolid. 7 En el caso vallisoletano, aunque a principios del siglo XVI se habla de caballeros principales dentro de las casas, lo cierto es que hay más de un regidor por casa y no un único pariente mayor. 8 MoNSALVo ANtóN 1990: 404. 9 Sobre esta familia véase CoRRAL 1905. 10 Así lo apuntaba Narciso Alonso Cortés señalando que este Fernán había sido privado de Alfonso XI, notario mayor de Castilla, canciller mayor del Consejo de Alfonso XI y Pedro I, y embajador del último en Roma y Francia (ALoNSo CoRtéS 1994: 189). El renombre de este personaje y de la casa influiría [ 222 ]

5. Los linajes de caballeros urbanos

siglo XV apenas hay personas apellidadas tovar. En su lugar, estaba unida a la de los Mudarros y tenía a su cabeza a los Santisteban, Daza, Virués y Verdesoto (es decir que tampoco la familia Mudarra consiguió que sus miembros estuviesen entre los principales de la casa de los Mudarros). El repaso a los distintos linajes que surgieron en las villas y ciudades castellanas es una tarea que ya han realizado numerosos autores por lo que carece de sentido insistir en ello.11 Sabemos que tuvieron linajes de caballeros urbanos Ávila, Salamanca, Medina del Campo, Segovia, Soria, Arévalo, olmedo, Aranda de Duero, Alba de tormes, Ciudad Rodrigo y Valladolid.12 Como se comprobará en las siguientes páginas al compararlos con el caso vallisoletano, no todos estos linajes funcionaron de igual modo, aunque sí que coincidieron de forma general en los elementos fundamentales previamente descritos. Uno de los problemas para comprender bien los linajes es que las fuentes normativas apenas sugieren el entramado de relaciones existente entre sus miembros. De hecho, uno de los interrogantes de partida para este trabajo era si los linajes o las casas funcionaban efectivamente como grupos, en el sentido que propone el análisis de redes sociales o si, al final de la Edad Media, habían devenido meros sistemas institucionales de reparto de cargos sin una cohesión interna entre sus miembros. ¿Qué lazos de solidaridad efectivos existían entre los caballeros, escuderos, y hombres buenos de los linajes? ¿Eran capaces de organizar y llevar a cabo acciones colectivas? ¿Qué tipos de relaciones se establecían entre sus miembros y en qué medida estas eran fomentadas por la pertenencia a dichos grupos? ¿Cuál fue la evolución a lo largo del siglo XV y principios del siglo XVI de todos estos aspectos? La utilización de fuentes inéditas relativas a los linajes vallisoletanos (que aportan un tipo de información prácticamente inexistente para la mayoría de las ciudades mencionadas), ha permitido que en este capítulo, en lugar de una interpretación teleológica, que sobredimensione la imagen que obtenemos de los linajes a finales de la Edad Media y la proyecte de forma retroactiva hasta casi sus orígenes, se presente un modelo interpretativo que se centra en el cambio que se produjo en estos grupos de caballeros urbanos desde principios del siglo XV hasta la antesala de la Revuelta de las Comunidades. El modelo propuesto sostiene que, con anterioridad al siglo XV, los sin duda en que existiesen más Fernán Sánchez de tovar o de Valladolid a lo largo del siglo XV. Sobre este personaje véase RUCQUoI 1997, I: 245 y ss. 11 Por señalar tan solo tres obras entre muchas otras: MoNSALVo ANtóN 1990; LADERo QUESADA 1991; ASENJo GoNzÁLEz 2009b. 12 VILLAR Y MACÍAS 2007; VAL VALDIVIESo 1986; ASENJo GoNzÁLEz 1986; DIAGo HERNANDo 1992 y 1998; MoNSALVo ANtóN 1988; RUCQUoI 1997. Algunas reflexiones acerca de por qué los linajes aparecen tan solo en determinadas ciudades en DIAGo HERNANDo 1997: 163-165. [ 223 ]

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linajes vallisoletanos funcionaban a través de una serie de prácticas que fomentaban la solidaridad de grupo y que podríamos llamar corporativistas, que perseguían una redistribución sistemática de los beneficios individuales de sus miembros entre el resto de los caballeros. Estas prácticas aparecen discutidas desde principios del siglo XV, cuando comienzan a ser puestas por escrito, y a lo largo de dicho siglo se asiste a una imposición progresiva de un modelo clientelar con los regidores a la cabeza que va a minar cada vez más el modelo corporativista previo.

5.2. Los linajes y casas vallisoletanos La villa de Valladolid poseía diez casas, que se agrupaban a su vez en dos colectivos llamados linajes. Los dos linajes, el de tovar y el de Reoyo, se repartían a medias una serie de cargos locales y, por rotación, establecían a cuáles de sus casas se asignarían cada año los dichos cargos.13 Las casas del linaje de tovar eran las de los Mudarros, don Gonzalo Díaz, don Alonso Díaz, Castellanos y Fernán Sánchez (esta última aparece en la documentación más antigua como casa de tovar). El linaje de Reoyo estaba compuesto por las casas de Reoyo, de la Cuadra, de Corral, de Izquierdo y de Esteban García. El linaje de tovar se reunía en la capilla de San Llorente, dentro de la iglesia de Santa María la Mayor, la colegiata de Valladolid. Regidores de este linaje fueron los Verdesoto, los Santisteban, los Montemayor, los tovar, los Bernal o la familia Ribera, entre otros. El de Reoyo se reunía en el monasterio de San Pablo y a él pertenecieron los Niño, el conde de Ribadeo o los Pimentel, parientes directos del conde de Benavente. No es mi intención repetir lo que ya se conoce para los linajes en general estudiando el caso concreto vallisoletano, sino analizar las dinámicas sociales que se producían dentro de estos grupos. No hay que olvidar que el linaje, además de tener las funciones ya mencionadas de monopolio del poder y redistribución del mismo entre sus filas, era un marco de sociabilidad fundamental para las élites de las ciudades castellanas en las que existieron. Estudiar las alianzas que se establecían entre sus miembros resulta esencial para comprender estas asociaciones, así como para estudiar su declive y la pérdida de funcionalidad que sufrieron a finales de la Edad Media. Esta pérdida de funcionalidad ha sido mencionada en el caso segoviano y vallisoletano mientras que, para Soria, Máximo Diago considera que el declive fue solo parcial.14 13

Juan Antolínez de Burgos ya describió en su día las líneas básicas del funcionamiento de los linajes vallisoletanos: ANtoLÍNEz DE BURGoS 1987: 56-58. 14 DIAGo HERNANDo 1992: 66. Precisamente, para Máximo Diago el declive fue solo parcial porque, a pesar de la pérdida de control sobre la política local, «continuaron conservando su papel de institu[ 224 ]

5. Los linajes de caballeros urbanos

En Segovia, María Asenjo habla de una «forma estereotipada de linajes artificiales», de una institución honorífica que no ejercía ningún poder dentro de la ciudad y concluye: «Casi podemos convenir en que la junta de nobles linajes de la ciudad de Segovia se ha convertido en un órgano honorífico, vacío de contenido y de representación política a fines del siglo XV».15 Según esta autora el momento clave que rompería la cohesión de los linajes es el asentamiento del príncipe Enrique en la ciudad, lo que dio lugar a que la aristocracia urbana antepusiera las relaciones de dependencia feudovasallática con la nobleza a sus vínculos con el linaje.16 Esta explicación no es extrapolable al caso vallisoletano en lo que se refiere al asentamiento del príncipe Enrique y su corte; aunque, efectivamente, la clave reside en cómo evolucionaron los lazos dentro de los linajes. Para Valladolid, Bennassar defiende que en el siglo XVI los linajes eran un cuerpo en decadencia principalmente como «consecuencia del crecimiento de la villa y sobre todo del papel que desempeñó la inmigración en este crecimiento».17 Añade posteriormente otras dos causas, el control monárquico en la vida municipal y el deterioro de los vínculos personales y de las exigencias de honor entre los miembros de un linaje.18 Esta última razón, la transformación de los vínculos personales, que de alguna forma está presente también en la explicación de María Asenjo, es a nuestro juicio el principal factor de decadencia de los linajes. Al margen de causas exógenas como el establecimiento de la corte, el control monárquico o el aumento de la población, en los linajes de caballeros de Valladolid hubo un proceso de erosión de las solidaridades internas a lo largo del siglo XV que fue fundamental para vaciar de contenido a estas instituciones y que será analizado en este capítulo. Al final del mismo, retomaremos la cuestión de hasta qué punto los linajes se convirtieron en meras instituciones honoríficas. A menudo, la falta de documentación interna ha mermado la capacidad interpretativa de los estudios sobre linajes. Se conocen estos tan solo en el plano normativo, a través de ordenanzas que suelen ponerse por escrito tardíamente y que no son más que la punta del iceberg de todo un mundo de relaciones personales, solidaridades internas, conflictos, tensiones, prácticas preestablecidas, etc. Si bien el caso vallisoletano puede no diferir excesivamente en el plano normativo del resto de linajes conocidos en las ciudades castellanas, la documentación empleada para este estudio permite bucear un tanto en las oscuras aguas que rodean este iceberg para entrever la realidad ciones que servían de marco al grupo dominante para el establecimiento de relaciones sociales» que posiblemente sea el aspecto de los linajes más olvidado por la historiografía. 15 ASENJo GoNzÁLEz 1986a: 293. 16 Ibidem: 290-295. 17 BENNASSAR 1989: 377. 18 Ibidem: 378 y 379. [ 225 ]

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antes mencionada. Una realidad que tan solo se podrá comparar con la de las otras ciudades una vez que se conozcan mejor los aspectos informales de esos otros linajes. Los documentos generados dentro de los linajes vallisoletanos y que hoy en día aún se conservan son las ordenanzas del linaje de tovar19 y de dos casas del linaje de Reoyo, la de Esteban García20 y la de Corral.21 Este tipo de documentos se ha hallado también para los linajes de otras ciudades, sin embargo, no tengo noticia de que se haya conservado ningún libro de una casa o linaje para esta época.22 En el caso vallisoletano, afortunadamente, se conservan dos libros. El del linaje de tovar desde 152523 y, desde 1506, el libro de las casas de Fernán Sánchez y de los Mudarros, que aún siendo dos casas distintas realizaban sus reuniones conjuntamente.24 Este último, aunque solo recoge las reuniones desde 1506, tiene apuntes que datan desde 1451, ya que se copió información existente en libros previos de otros escribanos de la casa (Francisco Sánchez de Collados y Alonso de Salamanca) cuyos originales, desgraciadamente, no han podido hallarse. Aunque en el Canto tercero de la Numantina se incluyen anotaciones sueltas sobre el recibimiento de algunos miembros de los Doce Linajes de Soria y ciertos cargos que desempeñaron, estas fueron realizadas tomando como fuente distintas crónicas y en una fecha muy posterior a los libros vallisoletanos, en torno a 1590.25 En cambio, en el libro de las casas de Fernán Sánchez y los Mudarros, las anotaciones anteriores a 1506 fueron realizadas empleando los propios libros de las casas que habían sido escritos por escribanos recientemente fallecidos, por lo que resultan mucho más sistemáticas. 19 Publicadas en RUCQUoI 1997, I: 354-362. En dicha publicación falta una parte considerable del prólogo que sí puede observarse en los traslados de las ordenanzas que aparecen en el libro del linaje de tovar, o el de las casas de Fernán Sánchez y los Mudarros (AHPV Sección Histórica, c. 22, 1; AHPV Sección Histórica, c. 23). 20 ALoNSo CoRtéS 1994. Esto contradice la opinión de León de Corral, que en 1905 (antes de la publicación de Narciso Alonso Cortés de las ordenanzas de García) escribía que las dos casas principales de los linajes, la de tovar y la de Corral, eran las únicas de las que se supiera que se habían regido por ordenanzas (CoRRAL 1905: 67-68). Si bien parece que el linaje de tovar propuso unas ordenanzas unificadas, la conservación de las ordenanzas de dos casas distintas del linaje de Reoyo induce a pensar que, aunque no se hayan conservado, cada casa tendría las suyas. 21 CoRRAL 1905: Aunque estas mismas ordenanzas pueden hallarse en AHN Consejos. Leg. 29.934, n.º 2, fols 38v y ss., parece que León Corral las debió copiar de otra fuente, quizás una fuente común a la versión en el Archivo Histórico Nacional, ya que las dos presentan interpretaciones diferentes con respecto a espacios en blanco, fechas sin terminar, etc. 22 Las ordenanzas de otros linajes sí que se conservan y algunas han sido publicadas. Las ordenanzas de recibimientos de Caballeros de los linajes de Soria son de 1602; pero hay otras más tempranas como las dadas por Juan I en 1390 para Salamanca (VILLAR Y MACÍAS 2007) o las del linaje de dentro de olmedo de 1514 (DIAGo HERNANDo 1998). 23 AHPV, Sección Histórica, 22-1 y 22-2. 24 AHPV, Sección Histórica, 23. 25 MARtEL 1967.

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5. Los linajes de caballeros urbanos

La existencia de los libros con anotaciones desde 1451, la particularidad de que cada una de las ordenanzas de la casa de Corral está datada permitiendo observar la evolución desde 1420 hasta el siglo XVI, unida a la amplia documentación consultada referente a la oligarquía vallisoletana, permite enriquecer considerablemente las posibilidades interpretativas de los linajes en el caso vallisoletano y, por extensión, en Castilla.

5.3. El funcionamiento interno de los linajes y casas La llamada nueva historia política mostró la importancia de entender el poder y las normas como elementos que no han sido impuestos unilateralmente, sino que son el resultado de la negociación entre las partes y evolucionan en el proceso de adaptación a la realidad social existente.26 Las reglas de los linajes, aunque emanaban de las propias casas y linajes, es decir que no venían dadas desde arriba ni desde afuera, fueron también fruto de una reelaboración frecuente. Esta reelaboración y la continua adición de normas eran un intento de contrarrestar las tensiones dentro del grupo y regular una serie de elementos que insistían en escapar a su control. Aunque algunas de las ordenanzas se han conservado en una versión tardía que disimula la evolución y los cambios que sufrieron, las de la casa de Corral atestiguan cómo el grupo fue añadiendo distintas normas cada ciertos años, según fueron sintiendo la necesidad de dejarlas por escrito, cambiar de política o insistir en ciertos aspectos.27 Además de las ordenanzas, en Valladolid los linajes se dotaron antes de finales del siglo XV de un libro propio en el que se anotaban las decisiones tomadas en las reuniones. La reunión más importante era la que se realizaba el primer día del año, ya que en ella se producían los dos actos fundamentales dentro del sistema de linajes: la admisión de los nuevos miembros y el reparto de los oficios que correspondían al linaje. A su vez, las casas tenían sus propios libros con funciones similares. En las ordenanzas del linaje de tovar de 1510 se ordena que todas las casas tengan un escribano que debería tener el libro de la casa y dar fe de lo que ocurriese en ella. En el documento se menciona a un escribano por cada casa y sabemos que también tenían libro propio 26

SCHAUB 1995. Las dinámicas pactuales de la sociedad medieval han sido analizadas en una serie de seminarios organizados por la Casa de Velázquez, la Universidad Complutense de Madrid, el Laboratoire de Médiévistique occidentale de Paris y el Institut Universitaire de France, bajo el título Avant le contrat social… Le contrat politique dans l’Occident médiéval (XIII e-XV e siècle). Las contribuciones de los seminarios se hallan publicadas: FoRoNDA y CARRASCo MANCHADo 2008; FoRoNDA 2011. Acerca del concepto del consentimiento véase la p. 290 de este libro. 27 CoRRAL 1905. [ 227 ]

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las casas de Fernán Sánchez y los Mudarros, desde al menos 1475,28 así como la de Esteban García desde 1420 y la de Corral desde 1431 (estas dos últimas del linaje de Reoyo). La de Esteban García comenzó a escribir su libro a petición de los señores de la casa por que «se quitasen muchos debates e contiendas que de cada un año avia entre los de la dicha casa por no tener fasta aqui en la dicha casa libro alguno sobre rrazon delos ofiçios e fechos e cosas a la dicha casa e persona a ella pertenecientes».29 Por lo tanto, fueron los conflictos los que originaron la puesta por escrito de las ordenanzas —para fijar unas normas en discusión— y de los libros, que contendrían las actas de las reuniones. Esto permitiría evitar disputas, ya que quedaría testimonio de qué personas habían ingresado en el linaje o casa legalmente, cuál era su antigüedad y los oficios que habían desempeñado previamente. todos estos datos eran claves para la asignación de los nuevos cargos, dado que determinaban el derecho que cada persona tenía a los mismos. El libro del linaje de tovar contiene las ordenanzas de 1510 copiadas en varias ocasiones así como un listado de los miembros admitidos en el linaje y que recibieron oficios por éste: desde 1525 hasta 1696 en el primer volumen y desde 1697 en adelante en el segundo. En este libro se recogen principalmente las reuniones que el linaje hacía el uno de enero en la capilla de San Llorente en Santa María la Mayor, especificando las principales personas que asistieron y a qué casas tocaron en suertes cada uno de los oficios. En estas reuniones del uno de enero, en los primeros años del libro que comienza en 1525, se nombra a una treintena de personas y se añade que había además muchos otros ayuntados, lo que permite una idea, aunque tan solo sea aproximada, de la asistencia a estos actos. Los que son nombrados son aquellos más eminentes dentro del linaje, comenzando por los regidores y sus familiares, continuando con licenciados, bachilleres y escribanos, hasta otras personas menos señaladas. tras nombrar a los presentes, se repartían los oficios entre las casas que serían las que luego elegirían a los oficiales. Los únicos oficios cuyos destinatarios finales se designaban en la reunión del linaje eran los jueces, uno por cada casa, quienes tendrían que intervenir en caso de desavenencias dentro de dichas agrupaciones. Los jueces tendían a ser elegidos entre los miembros más eminentes de la casa, como lo muestra la elección en 1525 del comendador Cristóbal de Santisteban, regidor, Pedro de Verdesoto, hermano del regidor Rodrigo de Verdesoto, el doctor Nava, el licenciado Bastida y el escribano del concejo y del linaje de tovar, Martín Pérez. 28 El primer libro de las casas de Fernán Sánchez y los Mudarros del que tenemos noticia es el escrito por Francisco Sánchez de Collados, aunque no se ha conservado el original, hay anotaciones referentes a este en AHPV, Sección Histórica, 23. 29 ALoNSo CoRtéS 1994.

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El resto de personas que desempeñaban los oficios no eran elegidas en esta reunión, tan solo se determinaba a qué casa correspondería cada oficio para que estas, en sucesivas reuniones propias de cada casa, nombrasen a los oficiales. Cada oficio se echaba a suertes entre las cinco casas y, una vez que una era elegida, era eliminada del sorteo para los siguientes oficios del mismo tipo, hasta que todas se hubieran beneficiado de dicho cargo. Después volvían a incluirse las cinco casas y se comenzaba de nuevo. Los oficios que competían a los linajes eran las alcaldías, la procuración a Cortes, las fieldades, el oficio de guía, la tasaduría, la aposentaduría y la montanería. Aunque los regidores se dividían a medias entre miembros de un linaje y otro, su designación en tiempos de los Reyes Católicos estaba totalmente fuera del alcance de los linajes. En primer lugar gracias al mecanismo de la renunciación, suficientemente estudiado,30 pero también por el intervencionismo regio en Valladolid que a menudo impuso un aspirante propio sobre la persona en quien el anterior regidor había renunciado el cargo.31 Esta situación es especialmente interesante ya que los miembros del linaje que accedían al regimiento tenían un estatus particular que les otorgaba una preeminencia sobre el resto del grupo. Al desaparecer la supeditación de los regidores a ser elegidos por sus compañeros en los linajes, se acentuó aún más su independencia y se erosionó la cohesión del grupo como se analizará más adelante. Las alcaldías, que originalmente se elegían en los linajes, con la llegada de los corregidores y su pleno asentamiento habrían dejado de estar en manos de las casas, salvo en los casos en que vacase el corregidor por algún motivo. Por lo tanto, en las reuniones desde 1506 se mencionan las alcaldías tan solo para aclarar que ese año no correspondía nombrar alcaldes puesto que había corregidor, y únicamente se provee este oficio en 1521, aprovechando los desórdenes de las Comunidades, cuando es elegido Pedro de Aranda, aunque no llegó a desempeñar el cargo.32 La procuración de Cortes se elegía tan solo cuando correspondía. Una vez que tocaba a una casa, no volvía a sortearse hasta que se hubiesen convocado Cortes y un miembro de la dicha casa hubiese servido el oficio.33 Las fieldades eran dos la primera mitad del año, hasta San Juan de junio, y otras dos la segunda mitad, cuatro en total por linaje. El resto de oficios eran tan solo uno por año y linaje. 30

toMÁS Y VALIENtE 1970. Ejemplo de esto es el tesorero de los reyes, Gonzalo de Baeza, que fue regidor por vacación de Juan López de Calatayud a pesar de que este había renunciado en el alcaide de Burgos, Andrés de Ribera: AMV, Libro de Actas 2, fols. 10v-11v. 32 AHPV, Sección Histórica, 23. 33 Sobre la elección a procuradores, acerca de la cual se profundizará en las próximas páginas, véase VARoNA GARCÍA 1990. 31

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Señalar los cargos que se repartían en las casas es fundamental, en primer lugar, porque no en todas las ciudades los linajes elegían los mismos oficios y, en segundo, porque solo así se pueden analizar las oportunidades y ventajas que suponía la pertenencia al linaje, así como el poder, al menos nominal, que tenían en la villa.34 No en todas las ciudades los linajes desarrollaron la misma capacidad para la designación de cargos. En Salamanca las ordenanzas del rey Juan I de 1390 establecieron que los regidores no podrían tener otro oficio aparte del regimiento pero que repartirían el resto de los cargos. Se especificaba, eso sí, que no podrían designarse ni a ellos ni a sus familiares o a aquellos que vivieran con ellos.35 Esto plantea una diferencia considerable con el caso vallisoletano en el que, al margen de la influencia que pudiesen tener los regidores en las deliberaciones de las casas, estas eran las que elegían a los que ejercerían los cargos fuera del regimiento, estableciendo asimismo ciertos criterios fundamentados en la antigüedad y el estatus. Además elegían un cargo importantísimo, el de procurador a Cortes que, según Máximo Diago Hernando, también era elegido por los linajes en el caso de Ávila, Segovia, Soria y Salamanca.36 En cuanto a la elección de los regidores, a pesar de estar divididos por su pertenencia a los linajes, es patente en todas las ciudades, exceptuando trujillo, que el carácter vitalicio de los mismos había favorecido que escaparan al control de estas instituciones. A esto se sumaba la práctica heredetabilidad del cargo a través del mecanismo de renuncia, aunque también en esto hay excepciones y Jose María Monsalvo Antón muestra que en Alba de tormes raramente era el hijo o el familiar directo de un regidor el que le sucedía.37 En Valladolid, cuando los regidores renuncian en su hijo, esta renuncia siempre es efectiva y los reyes la respetan. Sin embargo, cuando se hacía en otra persona, la Corona aprovechaba para intervenir y recuperar su poder de decisión sobre el destinatario del cargo. Aunque no hay menciones explícitas, estas situaciones, como en el caso de la renuncia de Juan López de Calatayud a Andrés de Ribera, dan cabida a sospechar que se podía haber producido una venta encubierta del cargo que, de cara a la monarquía, carecía de validez. Volviendo a las reuniones de los linajes vallisoletanos, después del reparto de oficios entre las casas, tenía lugar la presentación de los aspirantes a ingresar en el linaje. Para poder entrar era necesario ser presentado por alguien que ya fuera miembro del

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Lamentablemente, al contar solo con los libros de estas casas, las fuentes no permiten un análisis estadístico de los oficiales de Valladolid como el realizado para la ciudad de L’Aquila en tERENzI 2015: 181-194. 35 VILLAR Y MACÍAS 2011: 516-517. 36 DIAGo HERNANDo 1997: 170-173. 37 MoNSALVo ANtóN 1988: 217. [ 230 ]

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linaje, lo que propiciaría e intensificaría comportamientos clientelares dentro y fuera del mismo. Las ordenanzas de la casa de Esteban García, ya en 1431, dejan claro que antes de entrar al linaje de Reoyo la persona en cuestión era presentada.38 A esto seguía un pleito homenaje cuyo juramento está contenido en las ordenanzas del linaje de tovar de 1510.39 El siguiente paso eran las reuniones en las casas el día de Reyes, cada una en su iglesia,40 para concretar quiénes debían desempeñar los cargos que les habían tocado y señalarlos en el libro de la casa. Asimismo se apuntaban los nuevos miembros, que debían ser aceptados tan solo si habían sido previamente recibidos en el linaje y habían pagado por su ingreso. El mejor testimonio del funcionamiento interno de las casas se halla en el libro de las de Fernán Sánchez y los Mudarros. Se trata de un libro para ambas casas ya que realizaban sus reuniones conjuntamente e incluso sus miembros llegaron a confundirse. Al aceptar a los nuevos afiliados no se especificaba a qué casa entraban sino que ambas los recibían e incluso cuando se trataba de miembros tan insignes como los regidores, su pertenencia a una de las dos casas en concreto resulta en ocasiones ambigua. Esta versatilidad, unida a la falta de distinción entre oficios adjudicados a una casa u otra a la hora de asignar entre sus miembros (también indistintos) los cargos que les habían tocado, hace suponer que ambas se habían fundido en una casi por completo. La única salvedad es que mantenían la duplicidad en el nombre y contaban como dos casas distintas para el sorteo y la rotación de cargos. Sin embargo, no existía una diferenciación entre los miembros de una y otra casa, salvo la memoria que podía quedar, cuando se trataba de familias más insignes y antiguas, con respecto a su casa original. En el caso de los Santisteban, sería la de Fernán Sánchez, en el de los Verdesoto se trataría de los Mudarros, pero incluso aunque existiera dicha conciencia de pertenencia, esta podía obviarse cuando la adjudicación de oficios aconsejase que un miembro de dichas familias debería ocupar un cargo de la otra casa.41

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ALoNSo CoRtéS 1994. AHPV, Sección Histórica, 23, fol. 893v. 40 Por ejemplo, la casa de Esteban García se reunía en el monasterio de San Pablo (ALoNSo CoRtéS 1994) y las casas de Fernán Sánchez y los Mudarros lo hacían en la capilla de San Jorge en la iglesia de San Miguel, aunque se produjo una discusión acerca de cambiar el lugar de reunión en fechas previas a las Comunidades (AHPV, Sección Histórica, 23). 41 En 1517, 1522 y 1525 Cristóbal de Santisteban aparece como juez por la casa de Fernán Sánchez, mientras que en 1526 su hijo Francisco de Santisteban, regidor, aparece como juez por la casa de los Mudarros. Rodrigo de Verdesoto, regidor, era juez de la casa de los Mudarros en 1517, su hermano, Pedro de Verdesoto, lo era en 1525, sin embargo, en agosto de 1526 su hijo, Álvaro de Verdesoto, representaba a la casa de don Fernán Sánchez mientras que el bachiller de Miranda hacía lo propio con la casa de los Mudarros. 39

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5.4. Los linajes y las prácticas redistributivas En la introducción a este capítulo se lanzaban una serie de interrogantes respecto a las relaciones que se establecerían entre los miembros de los linajes y sus dinámicas de funcionamiento interno. Para contestar a esas preguntas con la contundencia que se desearía, lo ideal sería contar con los nombres de todos los miembros de cada casa a lo largo del tiempo y abundante documentación ajena a los linajes que informara sobre los aspectos relacionales de dichas personas fuera y dentro de dicho círculo. Sin embargo, tras un estudio concienzudo de las fuentes con que se cuenta, se han podido establecer ciertas pautas muy reveladoras de una transformación en las prácticas redistributivas del linaje desde un modelo corporativista a otro de tipo clientelar. Un fenómeno que probablemente se produciría también en los linajes de otras ciudades castellanas. En líneas generales se observa que desde la primera mitad del siglo XV los linajes y casas comienzan a preocuparse por poner por escrito tanto un conjunto de normas bajo las que regirse, las ordenanzas, como la relación de sus miembros y de aquellos que se van incorporando. Esto respondió a un intento por parte de las antiguas familias por recuperar el control sobre las casas y limitar el ingreso de nuevas personas, especialmente aquellas de un estatus social más modesto. Pero además, detrás de este interés por escribir normas que con anterioridad serían costumbres plenamente aceptadas, estaba también la lucha del grupo por mantener las prácticas de tipo corporativista que originalmente habían caracterizado a las casas y linajes y cuyo cumplimiento era cada vez más difícil de imponer.42 La hipótesis de este trabajo es que el desarrollo de redes clientelares egocéntricas por parte de las personas más destacadas dentro de los linajes conllevó la erosión de la autoridad de las casas y de las prácticas de tipo redistributivo fuertemente corporativistas que existían en el seno de las mismas. La historiografía reciente ha destacado la función de los linajes como instituciones que fomentaban la cohesión de las élites y a través de las cuales se distribuía (de forma desigual) el poder y los beneficios derivados de este entre un mayor espectro de personas, además de permitir la inclusión de nuevos miembros a través de las redes clientelares.43 Esto iría en consonancia con la interpretación en otros ámbitos europeos de las relaciones clientelares como instrumentos de participación en la vida pública con

42 Un ejemplo de un modelo basado en prácticas de este tipo es el análisis de John M. Najemy para el caso florentino: NAJEMY 1982. 43 DIAGo HERNANDo 1997. La importancia de la redistribución de los recursos entre los miembros de la élite ha sido subrayada también en trabajos sobre ciudades sin linajes, como en Cuenca JARA FUENtE 2000: 397. Sobre la capacidad de los linajes para integrar a nuevas personas véase RUCQUoI 1997 I: 237-239.

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funciones de integración para los clientes.44 Sin embargo, volviendo al ámbito castellano, no se ha profundizado suficientemente en dichas prácticas a las cuales se confiere un sesgo fuertemente clientelar. En el caso vallisoletano las fuentes sugieren que, antes de la plena implantación de un sistema de redistribución de corte clientelar, existió uno previo, anterior al siglo XV, de tipo corporativista, que fue cediendo ante las presiones del clientelismo. Carl H. Landé diferenció entre el clientelismo, que es una relación diádica, y el grupo categorial, en el que se comparte una característica. Esta clasificación se corresponde perfectamente con el fenómeno aquí estudiado: el grupo categorial sería la casa o el linaje, en el que todos son caballeros y comparten la pertenencia a la institución, la díada sería la relación cliente-patrón. En el modelo de Landé ambos tipos son excluyentes, es decir que dónde hay clientelismo basado en el intercambio desigual entre dos individuos, no puede coexistir un grupo categorial cohesionado en el que existen principalmente lazos de carácter horizontal.45 Si bien el corporativismo del linaje y el clientelismo coexistieron, este último fue un elemento clave que minó la cohesión interna de los linajes. En este sentido también Eric R. Wolf afirmaba que la situación óptima para que se establezcan relaciones clientelares es aquella en la que no hay un grupo corporativo que coarte las posibilidades de establecer vínculos bilaterales independientes.46 Dicha opinión apunta a la incompatibilidad entre grupo y relación diádica, similar a la que propone Landé y a la que se comprueba en el marco de los linajes vallisoletanos. Por lo tanto, y en virtud de una mayor claridad expositiva, en este apartado se hablará de las prácticas corporativistas frente a las clientelares, como dos aspectos separados y opuestos en la medida en que se consideran dos claves interpretativas distintas y porque la imposición de las segundas supone la erosión de las primeras, pero en ningún momento hay que olvidar que ambas se superpusieron en el tiempo y convivieron durante el siglo XV. Las prácticas corporativistas subyacían a todo el funcionamiento de los linajes y consistían en una sistemática redistribución de las ganancias entre las personas de la casa. Era obligatorio para los individuos beneficiados personalmente, compensar a otros miembros del grupo. 44 REHBERG y MoDIGLIANI 2004: 20. Los autores aportan además bibliografía respecto a esta concepción de la clientela: pp. 140-141. Retomando la idea de que el clientelismo y las facciones pueden ser positivos para el desarrollo institucional señalan: «E del resto si sa che pensatori del Medioevo e del Rinascimento, da Marsilio di Padova e Bartolo da Sassoferrato fino a Leonardo Bruni e Niccolò Machiavelli, proprio dall’ esistenza delle fazioni nelle città italiane vedevano garantita la libertà di esse, per l´effetto di aver creato “a balance of power” negli apparati comunali» (Ibidem: 143). 45 LANDé 1974. A pesar de las críticas a este sistema relacionadas con modelos clientelares en los partidos políticos actuales, el modelo es considerablemente válido para el caso estudiado. 46 WoLF 1980: 35.

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Un ejemplo paradigmático es el yantar obligatorio que todos los recién admitidos debían dar a los miembros de la casa. Sin duda, el yantar era un acto iniciático y simbólico que mostraba la pertenencia al grupo, con aspectos de convivialidad fundamentales en la sociedad bajomedieval que teatralizaban la aceptación del recién llegado e intensificaban la identificación con la casa. No obstante, al mismo tiempo esta costumbre implicaba que el progreso personal de un individuo (en este caso su ingreso en el linaje) debía revertir en el beneficio del resto de la casa: el recién llegado accede al linaje y los demás gozan de un yantar gratis. Este hecho, visto como una costumbre aislada, podría entenderse también de otras formas: como una simple tasa de ingreso, o una donación a las personas que graciosamente le habían concedido la merced de admitirlo, un don-contradón.47 Sin embargo, observando el funcionamiento de las casas, es imposible no constatar que el yantar era tan solo uno de los aspectos en los que se plasmaba esta redistribución de beneficios entre sus miembros. Al margen del yantar que aparece legislado desde 1431 en la casa de Esteban Izquierdo y desde 1438 en la casa de Corral, entre esta fecha y 1447 otra ordenanza de esta casa establece que la persona que obtuviese el oficio de alcaldía (uno de los más cotizados) entregase 500 maravedís «para los dar é repartir á alguno ó algunos de los dichos omes buenos de la dicha casa».48 Los oficios de más prestigio y con mayores réditos eran la alcaldía y la procuración de Cortes y ambos aparecen sujetos claramente a estas prácticas de redistribución en las que la casa y (a través de ella) ciertos miembros de la misma, reciben algo, se ven beneficiados, cuando cualquiera de los otros individuos accede al cargo. Existen diversas prohibiciones reales en tiempos de los Reyes Católicos que vetaban el reparto de los beneficios de los procuradores de Cortes entre personas de sus ciudades.49 A la luz de esos documentos la primera interpretación del investigador es la de tipo clientelar: en el proceso de negociación para designar el cargo dentro de las casas, los aspirantes a procuradores realizaban promesas a sus electores o partidarios que incluían el reparto

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En la concepción clásica de MAUSS 2009. CoRRAL 1905: 72. 49 AGS, Patronato Real, Leg. 69, doc. 30. Publicado por VARoNA GARCÍA 1990: 100-101. María Antonia Varona García lo relaciona principalmente con el conflicto entre concejo y procuradores acerca de su salario. El regimiento consideraba que, si los procuradores recibían mercedes de los reyes, debían devolver su salario de 4.000 maravedís (más sobre esta cuestión en ibidem: 49-52). Sin embargo, aunque el documento alude a esto, también se refiere a otros dineros prometidos o pactos realizados por los procuradores con personas de la villa. El texto decía que cuando los procuradores habían sido elegidos «prometyeron a los conçejos o cabildos de las dichas çibdades e villas que sy Nos les fizyesemos alguna merçed o ayuda de costa, no pedirían ni demandarían a las dichas çibdades e villas ningund salario, y otros fizieron pleito omenaje y algunas obligaciones, pactos, convenençias e ygualas de dar algunas quantyas de maravedís por aver las dichas procuraciones». 48

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de lo obtenido gracias al oficio. En efecto, parte de los beneficios que proporcionaba un oficio eran utilizados como moneda de cambio para asegurarse los votos y el apoyo de ciertas personas dentro de la casa.50 Sin embargo, el análisis de otros documentos permite constatar que las cédulas reales que prohíben a los procuradores pagar los compromisos adquiridos previos a su viaje a las Cortes, no se refieren simplemente a los beneficios prometidos para estimular apoyos durante las elecciones al cargo.51 En su lugar, aluden principalmente a la obligación que las casas imponían a los procuradores de entregar una cantidad de dinero al grupo. Esta obligación que aún existe en el siglo XVI y que está mucho mejor documentada que otras prácticas del estilo, es la que más claramente ilustra la existencia de una filosofía corporativista52 y redistributiva en el seno de los linajes y casas. Por lo tanto, la redistribución de los bienes a lo largo del grupo no era un mero mecanismo de soborno o compra de votos, sino que estaba condicionada por el fuerte corporativismo de la casa, enraizado en una filosofía particular de los linajes que ya existía a principios del siglo XV (y no solo a finales que es cuando hallamos estos documentos que prohíben a los procuradores que repartan sus beneficios). Además, este hábito de compartir los beneficios no se reducía tan solo a los procuradores, de ahí que antes de 1447 se dejara por escrito que la persona elegida como alcalde estaba obligada a entregar 500 maravedís a otros miembros de la casa, haciendo que la fortuna del elegido se extendiese a otros y evitando que el sistema de designación encumbrase a ciertas personas en detrimento del grupo. Entre las ordenanzas de la casa de Corral, en 1481 se escribió que, cuando era escribano Juan Copero (ya difunto), se había ordenado que el que fuera designado procurador de Cortes diera 10.000 maravedís a la casa.53 Según la ordenanza, los 10.000 maravedís 50 Prueba de ello es la ordenanza novena del linaje de tovar en la que se alude a discordias y enojos a consecuencia de que gente que no tenía derecho a los oficios se presentaba a ellos «y creyendo que con fauores, y votos, que ternán en las casas donde son, porfían en sus oposiciones y buscan maneras para los otros que se oponen, aunque tengan más justicia a los tales oficios, se conciertan, y hazen partidos, y si no los quieren hazer tales como quieren, principian pleytos»: AHPV, Sección Histórica, 23, fol. 896r. 51 Nótese que se emplea la palabra elecciones o elección porque se escogía a una persona, pero no porque detrás hubiese siempre un proceso de votación tal y como en nuestra actual concepción tendemos a pensar al emplear dichas palabras. Más adelante se explicarán las distintas formas en que se elegían los destinatarios de los oficios. 52 En la segunda acepción de corporativismo en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua se lee «En un grupo o sector profesional, tendencia abusiva a la solidaridad interna y a la defensa de los intereses del cuerpo». Definición que es aplicable al modelo de redistribución que hallamos reflejado como ideal en las ordenanzas de los linajes. 53 No podemos precisar durante qué periodo Juan fue escribano de la casa de Corral, pero de su vida conocemos que era yerno de Diego López de León, casado con su hija Catalina López con anterioridad a diciembre de 1452 y que aún vivía en 1476, por lo que estas fechas ofrecen un marco aproximado de tiempo (AHN Clero. Secular-Regular. Leg. 7716, s. fol).

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que el procurador entregaría a la casa serían repartidos «por los Señores della que no hoviesen avido oficios é á otros para enmendar algunos querellosos de ella».54 Esta expresión confirma que el sistema redistributivo no era igualitario, como ya sugería la ordenanza sobre la alcaldía en la que los 500 maravedís a entregar a la casa se debían repartir «á alguno ó algunos» de los hombres buenos de la misma, pero no entre todos.55 De hecho, en 1481 la entrega de este dinero se describe como una compensación para los miembros que no habían tenido oficios y una forma de acallar a aquellos que llevasen mucho tiempo sin ser beneficiados con un cargo o que estuviesen en contra de la elección hecha por tener derechos al puesto. De esta forma, el reparto de los beneficios facilitaría el consenso dentro del grupo y sería un recurso institucionalizado para zanjar las discusiones y disconformidades que se producirían, especialmente con la asignación de los oficios más importantes: las alcaldías y la procuración de Cortes. Dado que las alcaldías dejaron de ser elegidas por los linajes con el asentamiento de los corregidores, la procuración quedaría como el oficio más deseado y, bastante por detrás, cobrarían fuerza las fieldades y la aposentaduría que, a falta de alcaldías, en tiempos de ferias eran más lucrativos que el resto de oficios, como la montanería, la tasaduría, la pregonería, etc.56 Es por esto que casi toda la información que tenemos acerca de las discusiones por el reparto de beneficios dentro de las casas se refiere a las procuraciones de Cortes, pero la referencia a las alcaldías en las ordenanzas de la casa de Corral confirma que este sistema de compensación económica no se limitaba a dicho oficio. En una ordenanza de 1482 aparece de nuevo una mención al pago a la casa cuando se reciba un oficio que conlleve la entrega de dineros, aunque en este caso no se precisa cuáles son los oficios que estaban sujetos a este sistema y cuáles no.57 Es posible que, aunque tan solo se haya documentado esta práctica para las alcaldías y las procuraciones, hubiese otros cargos que también supusieran una compensación económica a la casa en fechas anteriores. Además de tener la virtud de minimizar las consecuencias de la competencia por los cargos, un aspecto fundamental de estas prácticas es que tenderían a diluir el protagonismo y el ascenso de aquellos que pudiesen tender a acaparar ciertos oficios (a pesar de los distintos mecanismos de control que las casas tenían para evitarlo) y fomentarían la cohesión dentro del grupo al identificar lo que era bueno para uno de ellos, como bueno para la casa en general (ya que repercutía en más personas aparte del mero individuo elegido). 54 55 56 57

CoRRAL 1905: 75. Ibidem: 72. Así aparece en 1526, en las ordenanzas de la casa de Corral, ibidem: 76-77. Ibidem: 75-76. [ 236 ]

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Las resistencias a este sistema fuertemente corporativista estarían determinadas por los intereses particulares de algunos de sus miembros, que tendrían que luchar constantemente contra la imposición de estas medidas de solidaridad interna. Con el deterioro y el cada vez mayor incumplimiento de estas normas, se hizo necesaria su plasmación por escrito, convirtiendo en ordenanzas costumbres que, con toda probabilidad, existían desde muy temprano en los linajes. La insistencia en el pago por parte de los procuradores prueba que, a finales del siglo XV, cada vez resultaba más difícil el control por parte de las casas sobre los individuos más eminentes dentro de las mismas, aquellos aptos para ser elegidos procuradores. Las ordenanzas muestran la desconfianza hacia que los procuradores pagasen el dinero establecido, por lo que se reiteraba que, si no pagaban los 10.000 maravedís, tendrían que entregar una prenda de ese valor o hacer una obligación con una fianza suficiente.58 En 1526 volvían a escribir en las ordenanzas de la casa de Corral que, aunque los procuradores de Cortes debían de pagar 10.000 maravedís a la casa, esta norma no se había obedecido. Dicho incumplimiento, sancionado además por las cartas reales que desde los Reyes Católicos prohibían a los procuradores repartir los beneficios del cargo, intentó combatirse imponiendo nuevas condiciones. El 6 de enero de 1526 una ordenanza estableció que todos los opositores al cargo tendrían que pagar los 10.000 maravedís al escribano de la casa si no querían ser descartados. Los que no fueran elegidos como procuradores recuperarían sus depósitos. De esta forma se aseguraban la entrega del dinero ya que, aunque el procurador volviese con una cédula real que reclamase la devolución del pago, una vez entregado, le sería más difícil recuperarlo. Sin embargo, la discusión continuó y el 21 de enero se volvieron a reunir y establecieron que a los tres días de haber sido recibido el procurador en el regimiento, «se repartan los dichos diez mil maravedís que oviere depositado por los de la dicha casa de los Corrales, como é de la manera que á los Señores de ella pareciere, ó á la mayor parte de ellos».59 De este modo, una vez repartido el dinero sería todavía más difícil reclamarlo. María Antonia Varona García explica esta compensación económica como producto del malestar por la monopolización de las procuraciones por parte de ciertas familias, pero lo hace basando su análisis en el siglo XVI. Su obra señala 1529 como el año en el que se establece en las casas de Fernán Sánchez y los Mudarros que el procurador entregase a las casas cuatro mil maravedís para repartirlos entre los presentes a la elección, aunque menciona que esta prestación existía ya en otras casas y que así se justifica su es-

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Por ejemplo en la ordenanza de 1481 de la casa de Corral: Ibidem: 75. Ibidem: 78. [ 237 ]

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tablecimiento en dicho año.60 Lo cierto es que la decisión de repartir cuatro mil maravedís no era un avance para limitar los abusos sino, al contrario, una muestra de la resignación a no seguir exigiendo diez mil maravedís como había ocurrido en los años precedentes. El modelo propuesto por Mancur olson sobre las dinámicas sociales de grupo explica en parte el sistema redistributivo dentro de las casas y linajes.61 Al contrario que la relación clientelar tal y como la hemos definido, donde el intercambio es directo, en un grupo en el que se obtienen beneficios tan solo por pertenecer al mismo, el intercambio se percibe como indirecto y los miembros tienden a evitar contribuir con el grupo. Este paso de contribuir a no contribuir se produce cuando el grupo crece lo suficiente como para que sus miembros sientan que su aportación al grupo no es vital para seguir obteniendo los beneficios que el grupo le reporta. Además cuanto mayor es el grupo, menor es el beneficio que se obtiene ya que se reparte entre más personas y no siempre de forma igualitaria. Por lo tanto, cuando el grupo es grande, aunque olson no aporta criterios cuantitativos en este sentido, se hacen precisos bien la coerción, o bien incentivos. Los linajes vallisoletanos empiezan a poner por escrito las normas que insisten en la obligatoriedad del yantar y de entregar ciertas cantidades de dineros entre los elegidos para ciertos oficios coincidiendo con su crecimiento durante el siglo XV —aunque el poder coercitivo de estas normas fuera tan limitado como se ha visto—. Sin embargo, este crecimiento no fue ni el único factor ni el más decisivo; frente a las prácticas corporativistas anteriormente descritas y cuyo cumplimiento cada vez resultaba más difícil imponer, se fue desarrollando la formación de redes clientelares. El carácter personal de las redes clientelares (el cliente está ligado directamente a su patrón) superponía, a la pertenencia al linaje o casa como grupo, una fidelidad particular a una persona concreta. Al mismo tiempo, esto permitía al patrón contar con sus clientes como aliados incondicionales dentro de la institución. Las prácticas clientelares en los linajes con anterioridad a los Reyes Católicos son difíciles de documentar y son evidentes más por las reacciones que las ordenanzas muestran que por datos directos que nos informen de estas. Aunque las casas y linajes preestablecieron normas de solidaridad interna que dificultaban el encumbramiento de una familia concreta, al mismo tiempo, en su intento por dificultar el ascenso de los advenedizos y de los sectores de menor estatus, acabaron por blindar a algunas de las familias más destacadas. Las ordenanzas que tendían a dificultar la entrada de personas nuevas aparecieron de forma temprana, en la primera mitad del siglo XV y reforzarían al grupo y a las familias antiguas. Un ejemplo es una de la casa de Esteban 60 VARoNA GARCÍA 1990: 18-19. En la misma obra se añaden algunos datos más sobre la evolución de esta prestación en años posteriores, hasta 1607. 61 oLSoN 1971.

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García que, no solo intenta restringir la entrada de nuevas personas, sino que se decide a tomar medidas con respecto al reparto de oficios que, con la llegada de muchos entradizos, resultaba cada vez más difícil de controlar. Había muchos caballeros y escuderos antiguos de la casa que hacía demasiado tiempo que no conseguían ningún oficio «en lo cual dixeron que heran dasfraudados los cavalleros y escuderos y personas antiguas que heran de la dicha casa». Por lo tanto, ordenaron que los oficios no se echasen a suertes hasta que todos los caballeros, escuderos y personas que en ese momento eran miembros hubieran disfrutado de un cargo «cada uno segund su estado y le pertenesciere el ofiçio».62 Esta ordenanza limitaba la competencia desde abajo dentro de la casa para los individuos con mayor antigüedad, lo que sería una preocupación generalizada entre las familias antiguas que veían cómo el ingreso de tantas personas ponía en peligro su predominio y su control sobre la misma. Sin embargo, se incluía además un elemento aún poco desarrollado pero que aparecerá normativizado con mucho más detalle a principios del siglo XVI. Consistía en tomar medidas para reservar ciertos oficios a las personas de más calidad. Esta decisión, que inicialmente tendería a fortalecer a los elementos antiguos dentro de los linajes, a la larga facilitaría que estos cargos terminasen por ser monopolizados por las familias más insignes de la casa y que estas se destacasen, cada vez más, del resto. En las ordenanzas de Esteban García se ve que esta tendencia ya existía en la primera mitad del siglo XV, pero a principios de siglo XVI no se trata de una leve mención, sino que se dedica una ordenanza concreta a este aspecto ordenando que se reserven los oficios de más prestigio a personas que fueran caballeros o letrados, graves, de honra y estimados y tenidos por tales. Aunque dichas ordenanzas aparecen en 1510 para el linaje de tovar y entre 1513 y 1526 para la casa de Corral,63 en este momento se estaba sancionando una situación que existía ya de facto desde mucho antes y que es fácilmente identificable si se observan las listas de procuradores vallisoletanos durante el siglo XV.64 Por lo tanto, lo que empezó como una limitación de la competencia por debajo, terminó por encumbrar a unas familias concretas que minarían la cohesión del linaje, originalmente fundado en el corporativismo impuesto por un número más amplio de caballeros. El ascenso de ciertos individuos y sus familias sobre el conjunto de antiguos miembros, unido al desarrollo por parte de los primeros de unas redes clientelares de tipo personal, estuvieron en la base de muchas tensiones internas entre los intereses individuales de estos y los colectivos del grupo. 62

ALoNSo CoRtéS 1994: 193-194. AHPV Sección Histórica, c. 23, fols. 895r-895v; CoRRAL 1905: 76-77. 64 Una lista de los procuradores vallisoletanos entre 1476 y 1602 en VARoNA GARCÍA 1990: 63-68. Gran parte de los procuradores atestiguados desde la segunda mitad del siglo XV eran regidores, un fenómeno que se observa también en el resto de ciudades castellanas: CARREtERo zAMoRA 1988: 136 (acerca del perfil social de los procuradores habla en las pp. 249-302). 63

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Conocemos mejor este proceso en su fase final cuando, gracias al libro de las casas de Fernán Sánchez y los Mudarros, se puede observar la utilización del linaje al servicio de unas cuantas familias, que coinciden plenamente con aquellas representadas en el regimiento. En el caso de Fernán Sánchez y los Mudarros, en 1524 estas familias eran los Santisteban y los Verdesoto, encabezados por el comendador Cristóbal de Santisteban y Rodrigo de Verdesoto el Joven.65 Algunos autores han designado a las personas que encarnaban este rol como cabezas del linaje.66 En el libro se les llama prinçipales de las dichas Casas.67 Por lo tanto, si bien no con la expresión cabezas sino principales, no solo ejercen dicho rol, sino que son reconocidos plenamente dentro de las casas como tales. Sin embargo, no se trata, como señalan algunos autores para otras localidades, de una cabeza por linaje o casa, sino que en una misma casa coexistían varias familias de regidores que compartían, siempre con un cierto grado de competitividad, la consideración de principales. El hecho de que en 1524 Rodrigo de Verdesoto el Joven y Cristóbal de Santisteban sean considerados los principales de las casas, no puede hacernos olvidar que solo unos años antes, en las discusiones sobre las procuraciones a Cortes de 1498 y 1506, Álvaro Daza y Alfonso de Virués (los otros dos regidores de las casas) habían sido claros aspirantes con derechos parecidos. De hecho, Alfonso de Virués obtuvo la procuración a Cortes en 1506 a la que también se había opuesto Cristóbal de Santisteban, aunque no llegó a ejercerla porque falleció antes.68 Los libros nos permiten conocer en qué consistía este liderazgo dentro de las casas y comprobar las implicaciones que este tenía en la cuestión que se está tratando: la imposición de los intereses de los regidores (conectada a unas prácticas clientelares), sobre los intereses colectivos, reflejados en prácticas corporativistas que continuamente se incumplían. Para empezar, casi todas las personas que acudían al ayuntamiento del linaje para entrar a formar parte del mismo eran presentadas por un miembro que era regidor, salvo los casos en los que se trataba de un padre que quería que su hijo ingresase y alguna otra excepción. Por lo tanto, exceptuando a los hijos de miembros, todas las personas ajenas que querían entrar en un linaje debían hacerlo a través de un regidor, lo que conllevaría el establecimiento de una relación clientelar con el oficial que era quien les permitía el acceso. Asimismo, el pleito homenaje que todos 65

Las fuentes no le llaman así directamente, pero sí que llaman a su padre Rodrigo de Verdesoto el Viejo. Dado que su padre tuvo el regimiento hasta 1518, cuando nombremos a Rodrigo de Verdesoto, nos referiremos, por defecto, a el Viejo, especificando el Joven en las pocas ocasiones en que mencionemos a su hijo. 66 MoNSALVo ANtóN 1988: 188-189. 67 AHPV Sección Histórica, c. 23. 68 Ibidem. [ 240 ]

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debían realizar al ingresar en la casa se hacía siempre en una de las personas principales de la misma, reafirmando la sensación de relación interpersonal, clientelar, de favor particular concedido por el grupo estrecho de los regidores, por encima de la pertenencia al grupo.69 A las presentaciones en la reunión del linaje seguían otras en cada una de las casas. Ambas presentaciones serían hechas seguramente por la misma persona. Aunque los hijos de la casa no necesitaban ser presentados porque se consideraba que entraban desde su nacimiento, llegada cierta edad debían hacer el dicho pleito homenaje. Así, el seis de enero de 1510 hicieron pleito homenaje en manos del comendador Cristóbal de Santisteban, regidor, los hijos de Rodrigo de Verdesoto, también regidor: Pedro de Verdesoto, Álvaro de Verdesoto, Bernaldo de Verdesoto y Juan de Espinosa. La presentación por parte de un regidor no era un trámite que este hacía en nombre de toda la casa. De ser así, el mismo regidor habría presentado a todos los pretendientes de un año, mientras que en 1508, Alonso de Virués y Cristóbal de Santisteban presentaron a personas distintas, confirmando que cada uno de ellos tenía sus propios lazos con los entradizos así como intereses particulares en que estos ingresasen en la casa. De esta forma, los regidores construían su clientela, o recompensaban a clientes previos, a través de las casas donde parecían tener el monopolio para presentar a personas ajenas a las mismas. Esto no solo servía para alimentar sus redes, sino que les brindaba nuevos apoyos dentro del grupo, especialmente a la hora de determinarse las procuraciones que era el oficio que más interesaba a estos regidores. Mientras otros miembros de la casa podían ser más independientes y difíciles de persuadir, los entradizos que habían ingresado gracias a su favor no tendrían dudas acerca de qué candidatura respaldar. La generalización de esta práctica parece fuera de toda duda y hay numerosos casos en los que la relación clientelar previa entre el entradizo y el regidor es manifiesta. Por ejemplo, en 1502 fue recibido Pedro López, sobrino de Diego de Valladolid, que era mayordomo del regidor Francisco de Santisteban; en 1504 Francisco de Valladolid, hijo del dicho mayordomo; en 1512 Cristóbal de Santisteban presentó a Diego de Abeo y Juan de Madrid, sus criados y escuderos; ese mismo año Rodrigo de Verdesoto presentó a su sobrino Juan de osorio, hijo de Diego de osorio. Aunque estos ejemplos se refieren a principios del siglo XVI, este sistema existiría al menos desde finales del siglo XV. Así, por ejemplo, en 1494 ingresaron en el linaje de tovar dos criados del regidor Pedro Daza, un tal García y un tal Perucho, que precisamente son identificados, antes que por sus apellidos, por su condición de criados de dicho señor. 69

Por ejemplo, en 1505 Cristóbal Vélez fue presentado en el linaje de tovar por el regidor Francisco de Santisteban y le tomó pleito homenaje el también regidor Diego Bernal (AHPV Sección Histórica, c. 23). [ 241 ]

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Por lo tanto, al menos a finales del siglo XV y principios del XVI, la popularización de los linajes es un fenómeno dirigido por la cúspide de los mismos y que encontraba resistencias entre los miembros que ocupaban el siguiente escalón. Estos habían visto cómo aumentaba su distancia con respecto a los principales de la casa y cómo los entradizos más modestos, clientes de los regidores, teniendo menos derechos que ellos, les dificultaban cada vez más el acceso a oficios, al tiempo que mermaban la imagen del grupo, la cohesión y la honra que suponía pertenecer al mismo. Las disputas entre los regidores que pretendían mantener este sistema de patrocinio personal y los miembros que querían limitarlo resultan evidentes en el libro de la Casa de Fernán Sánchez y los Mudarros y aparecen desde el comienzo del mismo. La invitación a un yantar que era teóricamente obligatoria para todos los entradizos fue uno de los caballos de batalla de los regidores y las discusiones en torno a esta cuestión son las que mejor ejemplifican, tanto la presión ejercida por estos principales para manipular los linajes a su antojo, como las resistencias que encontraron entre los miembros intermedios de las casas. Aunque la información es mucho más abundante para fechas posteriores, la insistencia en la invitación a una comida en las ordenanzas debe de ser necesariamente consecuencia de estos incumplimientos que se remontarían entonces hasta 1431 al menos.70 Además, en 1490 los señores de las casas llegaron a un acuerdo y juraron que no recibirían a nadie si no hubiese dado un yantar a todos los miembros. Esto confirma que, ya a principios de dicha década, el ingreso de personas que no pagaban el yantar había dado lugar a conflictos. Es más, teniendo en cuenta la reiteración de este tipo de juramentos que aparece en los libros de las casas de Fernán Sánchez y tovar desde 1506, podemos presumir que el juramento de 1490 no tenía por qué ser, ni mucho menos, el primero que los señores hacían. En cualquier caso, desde 1507 (cuando ya contamos con el libro de las casas de Fernán Sánchez y los Mudarros) las referencias a este conflicto son continuas. El 6 de enero de 1507, tras presentar el comendador Cristóbal de Santisteban y Álvaro Daza, ambos regidores, a varias personas, se produjo una discusión en torno a lo que estos y otros que habían entrado antes que ellos debían de pagar por su ingreso. tras discutirlo, decidieron que los admitirían siempre que ellos, o el comendador Cristóbal de Santisteban en su nombre, trajeran antes de ocho días una absolución del provisor de la villa para los de las casas, porque tenían jurado no recibir en ellas a nadie sin que hubiese dado una comida a todos. Además debía de traer cada uno una fe que probase que había sido admitido en el linaje de tovar y que había pagado su entrada. 70

ALoNSo CoRtéS 1994. [ 242 ]

5. Los linajes de caballeros urbanos

En ese año, los contrarios a que los regidores se enseñoreasen cada vez más de las casas de Fernán Sánchez y los Mudarros —metiendo a sus partidarios y dificultando al resto la obtención de oficios— se escudaron en la fuerza de su juramento para no admitir a los nuevos miembros que pretendían ingresar sin pagar el yantar. Sin embargo, el 8 de enero de 1507 Juan de torquemada, canónigo de Santa María la Mayor de Valladolid, provisor y vicario en la abadía por el abad don Fernando Enríquez, concedió la dicha provisión para que los entradizos pudiesen pagar un florín como máximo que se daría a los pobres, en lugar de repartirse entre los miembros de las casas. En el documento justificaba la relajación del juramento diciendo que: Hera serviçio de Dios, nuestro señor, e bien de los pobres, e quitavan su ynterese e lo querían dar a los pobres, por ende que devía de relaxar e relaxava e relaxó asy a los dichos Álvaro Daça e comendador Cristóval de Santistevan e a las otras personas que de la dicha casa heran el dicho juramento .71

La absolución del provisor acabó fácilmente con la excusa a la que se habían agarrado los que se oponían a la política de los regidores, aunque sus resistencias no terminaron aquí. En 1508 los regidores Alonso de Virués y Cristóbal de Santisteban solicitaron, por separado, que se admitiera en las casas a distintos nuevos miembros, pero los señores de las casas no estaban bien predispuestos a admitir dichas entradas: «hablaron e platicaron mucho en el dicho negoçio e después de mucho hablado e platicado sobre el reçibymiento de los sobredichos e de cada uno dellos e mucho altercado acordaron e mandaron...».72 Desafortunadamente las actas no permiten saber qué personas concretas eran las que oponían mayor resistencia a los deseos de los regidores. No se trata de un conflicto entre la clientela de distintos regidores, puesto que en esto todos los ediles debían mantener la misma postura, ya que cada uno de ellos presentaba a sus hombres para entrar a la casa y pretendía ahorrarles el yantar. Las personas contrarias debían pertenecer a familias relativamente antiguas de las casas que no se habían encumbrado tanto como los Santisteban, Virués, Daza o Verdesoto, aunque la documentación no aporta nombres concretos. Estas personas no tenían la fuerza necesaria para imponerse a los regidores y sus clientelas, pero se resistían a no exigir ciertos límites. Por lo tanto, después de lo que debió ser una acalorada discusión se decidió aceptar a las personas pero a cambio lograron que se admitiera y escribiera en el libro:

71 72

AHPV Sección Histórica, c. 23. Ibidem. El subrayado es mío. [ 243 ]

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Que de aquí adelante no se reçiba persona alguna en las dichas casas syn consentimiento de todas las personas que se juntaren en las dichas casas e de cada uno dellos e que el que de otra manera fuere e que se reçiba qualquier persona en las dichas casas que sea obligado a dar una comida por cada uno de los que ansy quisieren meter en ellas, a todos los cavalleros e escuderos e otras personas de las dichas casas e que ninguna persona entre sin dar una comida de aquí adelante.

Esta norma fue firmada por un representante de cada una de las familias de regidores de las casas, lo que muestra que se exigió su compromiso a cumplirla. Sin embargo, en los años siguientes se siguió repitiendo la misma escena de presentación de personas por parte de los regidores y aceptación de los mismos tras una inicial e ineficaz resistencia por parte de los otros caballeros. En 1512 se intentó una nueva estrategia. tras aceptar el ingreso de dos criados de Cristóbal de Santisteban, todos los miembros de las casas hicieron un juramento que mostraba su determinación y al que, aparentemente, nunca antes se había recurrido ya que no aparece en la documentación previa. Prometieron que no consentirían recibir a nadie en las casas durante los siguientes cinco años y que no pedirían relajamiento de este juramento ni lo utilizarían en caso de obtenerlo sin pedirlo. El ingreso continuo de la clientela personal de los regidores había creado sensación de alarma en las casas que cada vez se ampliaban más al incluirse a gente de un estatus cuestionable; personas que mermaban la cohesión del grupo y convertían los linajes en sociedades instrumentales al servicio de los regidores. Sin embargo, esta aparente obstinación de las casas por limitar a los regidores naufragaba continuamente ante cada nueva petición de estos. Solo un año después de haber hecho ese juramento, en 1513, Rodrigo de Verdesoto presentó en las casas a su sobrino y «todos dixeron que por amor del dicho Rodrigo de Verdesoto que les plasya de lo reçibir e reçibieronle en las dichas casas e por dellas e que no dé comida que a todos les plaze reçibirle syn ella e hizieronle graçia della». Es decir, que no solo rompieron su compromiso de no aceptar más miembros durante cinco años, sino también las repetidas declaraciones de no acoger a los que no pagasen el yantar. Estas situaciones siguieron repitiéndose hasta el seis de enero de 1517, año en que por primera vez apareció una resistencia efectiva y una negativa a plegarse a los deseos de los regidores: un hecho íntimamente relacionado con los acontecimientos que tuvieron lugar en la villa desde 1516, con la revuelta de la comunidad, descrita en el último capítulo de este libro. Ese día Cristóbal de Santisteban pidió que recibiesen en las casas a Juan de Abdinete, hijo de Abdinete Platero, y a Francisco de Cieza. Por su parte, Rodrigo de Ver[ 244 ]

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desoto solicitó la aceptación de Francisco de tamayo, Fernán López de Calatayud, Francisco López de Calatayud y Gómez Cacho. En esta ocasión, por un lado, no se admitieron a todas las personas presentadas y, por otro, para las presentadas no solo no hubo unanimidad en cuanto a recibirlos sino que se dejó constancia por escrito de quiénes se habían opuesto a su entrada de forma explícita, algo excepcional en el libro. En cuanto al yantar, no solo se les negaba la posibilidad de conmutarlo por el pago de un florín de oro como en otras ocasiones, sino que tampoco se daba la opción de pedir una relajación del provisor y además se explicitaba que cada uno debería invitar a todos a la vez en su propia casa en lugar de dar la comida por raciones, que sería una forma menos gravosa de cumplir con la imposición. ¿Qué es lo que había cambiado para dar lugar a este gran paso en el enfrentamiento con los regidores? Es preciso señalar que la cronología de las confrontaciones guarda acusados paralelismos con dos aspectos fundamentales de este periodo en Valladolid. Por un lado, los momentos más complicados de la crisis dinástica que dieron lugar a situaciones de inseguridad desde 1506 y de nuevo en 1516.73 Por otro, el desarrollo de reivindicaciones del común que fueron vehiculadas a través de distintos cauces, uno de los más señalados acaecido en 1516. En junio de 1516 el regimiento había reaccionado ante la aparición de un grupo de personas que se autodenominaban la comunidad, exigían procuradores del común y realizaban ayuntamientos paralelos a los del Concejo. A pesar de las resistencias del regimiento, el movimiento cobró fuerza. tras unirse la universidad, la iglesia vallisoletana y las cuadrillas, además de algún regidor, en agosto de 1517 lograron que se nombrasen en la villa procuradores del común.74 Uno de los rechazados en las casas de Fernán Sánchez y los Mudarros el uno de enero de 1517, Francisco de tamayo, fue uno de los primeros procuradores del común en Valladolid, documentado al menos desde su elección junto al licenciado de Portillo el 23 de agosto de 1517.75 Es innegable que estos eventos deben de estar conectados entre sí, aunque la documentación no aclare cómo se vinculan. Ante la falta de fuentes, en principio, las hipótesis podrían ser dos. La primera es que Francisco de tamayo se hubiese significado previamente en las reivindicaciones del común y solicitado que este estuviese representado políticamente a través de procuradores en el concejo. Aunque no aparece en la carta de poder que la comunidad dio al merino mayor de la villa Alonso Niño de Castro, esto no sería

73

En torno a la crisis sucesoria y la oposición a Carlos V véanse CARREtERo zAMoRA 2005; ALoNSo GARCÍA 2008; FERNÁNDEz ÁLVAREz 2002; PIEtSCHMANN 1992. 74 Esta insurgencia de la Comunidad es analizada en profundidad en el último capítulo de este libro dedicado a las relaciones entre oligarquía y común. 75 AMV, Libro de Actas 4, fols. 72r y ss. [ 245 ]

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concluyente ya que en esta carta solo aparecían una mínima parte de los movilizados, aquellos que apoyaban al merino y estaban controlados por él.76 Si Francisco se había significado como miembro de la comunidad muchos de los miembros de las casas le verían seguramente con reticencia. Los procuradores del común serían un cargo más dentro del concejo que escapaba al control de los linajes, su ascenso político se producía al margen de estas instituciones, ya que eran elegidos por las cuadrillas. Por lo tanto, abrir la puerta de las casas a estas personas no sería del agrado de muchos de los miembros. Mientras que en Segovia los linajes se unieron al común contra el regimiento en 1489, reclamando entre otras cosas que hubiese uno o dos diputados de los linajes en los ayuntamientos,77 en Valladolid los linajes no unieron fuerzas con el movimiento del común en 1516 y 1517. Una de las razones más plausibles sería que la representación que se reclamaba en el concejo vallisoletano era para las cuadrillas y no mejoraba la situación de los linajes sino que, en todo caso, los relegaba aún más. En principio, Alonso Niño de Castro es el único regidor cuya participación en el enfrentamiento de la comunidad contra el regimiento está confirmada, pero es posible que Rodrigo de Verdesoto viese la presentación de Francisco de tamayo al linaje como una oportunidad de atraerse a los sectores populares y, al tiempo que compensaba a clientes más modestos, congraciarse con la comunidad en un momento de gran tensión dentro de la villa. La otra hipótesis es que Francisco de tamayo intentase medrar a través de los linajes en 1517 y, al ser rechazado, buscase el ascenso social en el seno de la comunidad, logrando ser procurador en 1517. Sin embargo, esta posibilidad no explicaría por qué fue rechazado en primer término. Aunque las resistencias a las personas presentadas por los regidores habían sido constantes durante las últimas décadas, nunca habían desembocado en la negativa total a aceptar a alguien y resulta difícil de creer que esta se produjese en 1517 sin que tuviera ninguna relación con los sucesos de 1516. Evidentemente, los miembros de las casas debían ver como competencia a los individuos movilizados en la comunidad que se valían de sus apoyos entre el común para obtener un puesto en el concejo, algo que para la mayoría de los señores de los linajes era imposible de conseguir. A tenor de quiénes fueron elegidos como procuradores del común desde 1517, no hay duda de que muchas de estas personas jugarían a dos bandas, siendo (o intentando ser) miembros de un linaje y, a la vez, optando a representar al común. En lo que concierne a la cuestión del clientelismo dentro de los linajes, lo que parece evidente es que para gran parte de los miembros de las casas este era el límite hasta el que estaban dispuestos a ceder en favor de las redes clientelares de los regidores. En medio de un clima virulento en la villa, la aceptación de un desta76 77

AGS, CCA, Personas, Leg. 19, Alonso Niño. ASENJo GoNzÁLEz 1986: 290-292. [ 246 ]

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cado miembro de la comunidad sería alarmante para una institución conservadora como lo eran las casas. Además de Francisco de tamayo, las personas no admitidas fueron Fernán López de Calatayud y Francisco López de Calatayud. Sobre estos, tras dar todos sus votos y pareceres «acordaron que no se devían de reçibir e que no les reçibían ni reçibieron». Este Fernán López de Calatayud podría ser el hermano del regidor fallecido Juan López de Calatayud. En ese caso, se trataba de un individuo que tuvo grandes negocios, entre otras personas con el conocido mercader Juan Daza y con miembros del Consejo de Castilla, y que pertenecía a la cofradía de la Caridad.78 Las razones por las que Fernán podría querer cambiar de casa estarían justificadas por la pretensión de un protagonismo que le hubiera sido negado en la suya. A la muerte de Juan López de Calatayud en 1502, este renunció su regimiento en Andrés de Ribera, en lugar de en uno de sus parientes próximos.79 Quizás esto truncó las aspiraciones políticas de Fernán e, hipotéticamente, con el tiempo y aprovechando un momento convulso en la villa, su ambición podría haberle llevado a intentar un cambio de casa en busca de mejores perspectivas. En cuanto a la posible relación de los López de Calatayud con el movimiento de la comunidad, el hijo de Fernán, Pedro López de Calatayud, participó en la revuelta de las Comunidades y fue incluido en el perdón de 1522.80 Por lo tanto, es posible que Fernán López de Calatayud y su pariente Francisco fueran vistos como simpatizantes del común y que por ello las casas se opusieran a admitirlos tal y como habían hecho con tamayo. El patrocinio de Rodrigo de Verdesoto que los presentó en la casa, mostraría una relación entre estas dos familias de vocación mercantil que podría tener su origen en intereses económicos comunes. Los que aceptaron al resto de los aspirantes especificaron que lo hacían «por respeto e acatamiento de los dichos comendador Santystevan e Rodrigo de Verdesoto», mostrando una cierta disconformidad y que cedían tan solo por la ascendencia de estos principales de las casas y por su capacidad para imponerse, aún contra la voluntad de la mayoría. Las personas que se opusieron incluso a aceptar a estos fueron: Diego de Medina, Lope de Vergara, Juan osorio y Juan de Verdesoto. Aunque en esta ocasión contamos con los nombres de los que votaron en contra, tampoco la interpretación es sencilla. Al menos tres de los cuatro pertenecen al entorno de Verdesoto: su sobrino Juan de osorio, su escudero Lope de Vergara y un probable pariente, Juan de Verdesoto. Es posible que su postura fuera una reacción ante el ingreso de nuevos hombres de 78

ARChV Pl. Civiles. Pérez Alonso (F), c. 191, n.º 5; AMV, Chancillería, 4-8, 6r-6v. Renuncia que, en cualquier caso, no surtió efecto, dado que los reyes insistieron en que el concejo admitiese como regidor, en su lugar, al tesorero Gonzalo de Baeza (AMV, Libro de Actas 2, fols. 10v-11v). 80 BNM, Ms. 10.475, fols. 210r-220v. 79

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Rodrigo que vendrían a desplazarlos dentro de su clientela en las casas, pero solo podemos especular al respecto. Al margen de todas estas posibilidades que la documentación sugiere, lo que resulta innegable es que este año marcó un punto de inflexión en la tolerancia de las casas de Fernán Sánchez y los Mudarros respecto al desarrollo de redes clientelares por parte de los regidores a costa de los linajes. De hecho, ese mismo día, seis de enero de 1517, todos los presentes en el ayuntamiento volvieron a jurar, como habían hecho en 1512, que a partir de entonces no recibirían en las casas a nadie hasta el año de 1520, ni pedirían absolución ni relajación, en contra de dicho juramento, a ningún prelado ni juez ni la usarían si se la diesen. La diferencia con respecto al juramento de 1512 es que en esta ocasión sí que se cumplió. La continua ampliación de las casas y el ingreso de clientes de los regidores había llevado al límite la tolerancia de los antiguos miembros que, probablemente influidos por los altercados políticos que se habían producido a raíz del surgimiento de la comunidad, se habían vuelto aún más suspicaces con la entrada de personas modestas. En medio del turbulento clima político, las casas se cerraron a cal y canto ante la entrada de nuevos miembros. El cierre fue efectivo, tal y como se contenía en el juramento, hasta el año 1520 incluido. Desde 1517 hasta enero de 1521 ninguna persona fue presentada en las casas de Fernán Sánchez y los Mudarros. Los alborotos que se iniciaron en 1516 y llegaron a su culmen con la guerra de las Comunidades fueron el elemento definitivo que hizo reaccionar a los miembros más conservadores de las casas y permitieron, gracias al miedo a la subversión y a quedar aún más relegados en el sistema de poder, que se enfrentaran de forma más decidida al modelo clientelar que los regidores habían implantado en los linajes a costa del modelo corporativista previo.

5.5. Toma de decisiones y elecciones de los candidatos a los cargos El modo en que se coordinaban los linajes para tomar decisiones o acordar el reparto de cargos es una cuestión que aún no se ha resuelto en muchos de los casos, aunque se sabe que en algunas ciudades existían instituciones para la reunión de estos como la Junta de los Nobles Linajes en Segovia o la Diputación de los Doce Linajes en Soria.81 En el caso vallisoletano ya se ha explicado cómo funcionaban las reuniones de los linajes, el 1 de enero, y de las casas, el día de Reyes; sin embargo, el proceso de elección no se 81

ASENJo GoNzÁLEz 1986a: 293; DIAGo HERNANDo 1988: 32-33. [ 248 ]

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ha detallado suficientemente. La documentación describe con mayor prolijidad el proceso de elección de cargos porque esta era la principal tarea en las casas, mientras que la toma de decisiones sobre otros aspectos aparece en muchas menos ocasiones, aportando una información más reducida.82 El proceso de elección comenzaba cuando el escribano de la casa exponía los cargos que habían tocado a la misma ese año. A continuación, quienes querían podían presentarse al oficio. Una vez presentados, se les obligaba a salir de la reunión mientras el resto deliberaba. Es el proceso de deliberación y las razones por las que una decisión se imponía a las demás, la parte que queda oscurecida en la documentación. En teoría, los criterios para la elección estaban relativamente claros y dependían de una combinación entre la antigüedad dentro de la casa, el ser hijo o no de esta, los oficios previamente desempeñados, unos requisitos económicos y el estatus personal cuando se trataba de ciertos cargos considerados más honrados.83 Aunque no podemos ser tan inocentes como para creer que estos criterios se aplicaban de forma categórica y limpia, hay indicios de que, por lo general, en los oficios menos relevantes, se llevaba a cabo una investigación para confirmar el derecho que cada pretendiente tenía al cargo. En diversas ocasiones, ante dudas con respecto a qué opositor tenía más derechos, se ordenaba que algunos caballeros vieran los libros de las casas para comprobar a quién le pertenecía el cargo. En él encontrarían respuesta a la antigüedad de los señores que optaban al puesto, cuánto hacía que no desempeñaban un oficio, si lo habían desempeñado alguna vez y si eran, o no, hijos de las casas, todos ellos factores que determinaban su derecho a obtener un cargo. Este recurso a consultar el libro de la casa se alternaba o incluso se combinaba con el de dejar la decisión en manos de ciertas personas que, invariablemente, coincidían con aquellos mejor situados dentro de la casa, normalmente los regidores o alguno de ellos y quien estos eligiesen por compañero en la comisión. La delegación de la designación de los cargos en los regidores se producía continuamente, lo que era una muestra evidente de la ascendencia de estas personas sobre la casa que, al mismo tiempo, retroalimentaba y consolidaba aún más su influencia al garantizarles cada vez una mayor autonomía y poder en el seno del grupo. Volviendo al proceso de elección de los oficiales, la deliberación requería a menudo la negociación y el arbitraje entre los opositores. En el caso de la fieldad que en 1507 había recaído en la casa de don Fernán Sánchez, tras oponerse tres personas el 82 Sobre los procesos de decisión y elección en entornos urbanos bajomedievales y modernos véase la obra colectiva SCHöGL 2009, entre otras contribuciones, JUCKER 2009, FRIEDRICHS 2009 y LEE 2009. 83 Para ser hijo de la casa era necesario haber nacido con posterioridad a que el padre fuera miembro de la misma.

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día 6 de enero, el día 10 de ese mismo mes se dio a Alonso de Salamanca, escribano. Sin embargo, se estableció que una de las fieldades que tocarían a las casas el año siguiente de 1508 sería para otro de los opositores, Alfonso de Valladolid, quedando la otra para quien más lo mereciera, y no para el tercer aspirante de aquel año, Juan de Santiago, boticario. Esta decisión muestra que, detrás de cada elección, había toda una serie de negociaciones durante las cuales, a menudo, para adjudicar pacíficamente un cargo, había que prometer a algún oponente que el próximo quedaría reservado para él. tras la elección, frecuentemente se producía la renuncia del cargo en otra persona. Los evidentes esfuerzos que los opositores hacían para ser elegidos eran, a menudo, batallas que se libraban no solo por el beneficio directo del cargo, sino también en función de las redes clientelares en las que estaban insertos. Muchos de los elegidos, apenas eran designados, alegaban razones personales por las que no podían servir el oficio, aun cuando días u horas antes habían estado trabajando con denuedo por obtenerlo. Entonces pedían a la casa que permitiera que el oficio fuera desempeñado por otra persona. En el caso de Alonso de Salamanca dijo que era «por yo estar enfermo e ocupado en otras cosas que no lo puedo servir», algo que, de ser cierto, habría sido evidente antes de ser nombrado ese mismo día. Por ello solicitó que diesen la fieldad a Diego de Valladolid, el mayordomo del regidor Francisco de Santisteban, lo cual tuvieron por bien los miembros de la casa. Estas renuncias que —salvando las distancias, ya que no se trataba de cargos vitalicios— recordaban a las realizadas por parte de los regidores, eran una agresión al control de las casas sobre las personas designadas para los cargos. De hecho, desde muy temprano las ordenanzas vallisoletanas habían sido conscientes del peligro de este ardid y habían buscado el modo de ponerle trabas estableciendo que, si alguien no podía desempeñar un cargo, debía dejarlo en manos de las casas,84 pero el libro de 84 En 1431, las ordenanzas de Esteban García (ALoNSo CoRtéS 1994: 193) establecían que aquel al que cupiese un oficio debía servirlo por sí mismo: e si lo non quisieren o no pudieren serbir por si, que lo sirban por otro o otros de la dicha casa que sean pertenescientes para ello con consentimiento de todos los de la dicha casa o de la mayor parte dellos seyendo llamados sobrello de antedia para el dicho monesterio de San Pablo e no en otra manera e si lo contrario hizieren los a quien asi cupieren los ofiçio o ofiçios que no ayan los tales ofiçio o ofiçios que los asi cupieren ninguno dellos e mas que dende en adelante no sean abidos ni llamados por de la dicha casa e que los de la dicha casa probean en ello de los dichos tales ofiçio o ofiçios como entendiere que cumpla dandolos a persona o personas pertenescientes para ello que sean de la dicha casa e no de fuera della. Algo parecido se observa en las ordenanzas de la casa de Corral, donde la séptima, establecida en fecha incierta entre 1438 y 1447, ordenaba que aquel a quien se le daba un oficio estaba obligado a servirlo y, si no quisiera, le sería contado igualmente como oficio otorgado mientras que los señores se lo podrían dar al primer competidor que más derecho tuviera al cargo: CoRRAL 1905: 73 y 74. La ordenanza decimoquinta del linaje de tovar disponía también que si alguien fuese proveido de un oficio y no pudiese servirlo, debía renunciarlo en la casa para que se diese a quien los caballeros de la misma escogiesen (AHPV Sección Histórica, c. 23, fol. 898r).

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las casas de Fernán Sánchez y los Mudarros confirma que estos intentos habían sido en vano. En los actos de renuncia en los linajes se producía una pantomima por la que se dejaba el cargo, no directamente en la persona elegida, sino en los señores de las casas, pero con la petición expresa de que estos le proveyesen del cargo, cosa que hacían siempre sin oponer resistencia. Muchas otras renuncias del estilo aparecen en el libro confirmando hasta qué punto era una práctica habitual y aceptada dentro de los linajes vallisoletanos. tan solo en alguna rara ocasión la renuncia en las casas parece no conllevar la exigencia de que se nombre a una persona determinada. En 1510 Agustín de Salamanca dejó el oficio en las casas para que los señores de estas lo proveyesen a quien quisieran, los cuales eligieron a Fernán Sánchez Bollo. Fernán era un fiel habitual gracias a las renunciaciones. En este caso, dado que a Agustín se le contó igualmente el oficio de cara a solicitar otro en el futuro, a pesar de que el documento no especifica que eligiese al destinatario final del mismo, debemos suponer que Fernán adquirió ciertos compromisos con respecto a Agustín, aunque no le debiera a él directamente su designación.85 Por contraposición a las medidas vallisoletanas que, en teoría, exigían recuperar el control de la casa sobre la elección cuando una persona no desempeñase personalmente el cargo, en las ordenanzas de Juan I para los linajes salmantinos se dejaba ya la puerta abierta a esta opción de la renuncia. Se establecía que, si los designados no querían servir por sí mismos los oficios ese año, los perderían salvo si los encomendaban a otros con acuerdo de los regidores.86 Es decir que quedaba implícito el sistema de renuncia aunque exigiera la aquiescencia de los regidores que eran quienes asignaban los oficios en la ciudad de Salamanca en lugar de hacerlo los linajes, como ocurría en el caso vallisoletano. también en Medina del Campo las decisiones de los linajes estaban mediatizadas por el mecanismo de renuncia, incluso en un caso tan importante como la elección de regidores. En esta ciudad el proceso de patrimonialización del cargo de regidor no había alcanzado el punto de desarrollo que adquirió en Valladolid y los linajes seguían votando a los regidores cuando se producía una vacante. Aun así, el cargo era vitalicio y a finales del siglo XV María Isabel del Val Valdivieso narra ciertos casos en los que el hijo parece pretender ciertos derechos sobre el cargo que su padre había ostentado, ya fuera un regimiento o una escribanía.87 En Soria los doce linajes elegían a los seis regidores pero María Asenjo señala un primer conato de patrimonia85

AHPV Sección Histórica, c. 23. VILLAR Y MACÍAS 2011: 517-518. Nótese que esta ordenanza, aunque es de 1390, fue confirmada en 1437, 1440, 1483 y 1496. 86

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VAL VALDIVIESO 1986: 290.

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lización del regimiento en 1501, cuando Juan de Morales intentó obtener el oficio que había sido de su padre. En poco tiempo, heredar los regimientos se convirtió en habitual en esta ciudad, neutralizando la capacidad de intervención de los linajes. Volviendo al caso vallisoletano, lo cierto es que finalmente incluso las propias ordenanzas de tovar acabaron por claudicar y considerar el sistema de renuncias legal, también sobre el papel. Nada más leerse las ordenanzas en 1510, algunos señores presentaron dudas sobre algunas de ellas. En la aclaración a la decimoquinta ordenanza, ya mencionada, se explicaba que lo que debía entenderse era que aquel que fuese proveído de un oficio podía renunciar en otra persona de la misma casa que fuese hábil, siempre que se le contase a él por oficio y que los caballeros de la casa lo proveyesen así.88 Se legalizaba por lo tanto una situación de facto en la que la renuncia en la casa no era más que una parodia.89 A pesar de que el proceso de elección tenía unos criterios relativamente concretos y estaba bañado de una pátina de legalidad, rigor y respetabilidad (especialmente evidente cuando se encargaba que se comprobaran los derechos reales de los oponentes en los libros de las casas), el sistema de renuncia parecía reducirlo a una mera pantomima. Sin embargo, no hay que olvidar que, sin duda, a finales del siglo XV y principios del siglo XVI, desde el punto de vista de los caballeros de las casas, la renuncia era parte de las reglas del juego. Por lo tanto, era un hecho independiente de la primera fase, en la que se debían respetar los derechos de los opositores. Lo fundamental era que se preservara el orden de elección. Si, con posterioridad, el uso particular de aquellos con más derecho al cargo, desembocaba, o no, en que los oficios fuesen desempeñados por las personas más adecuadas según los criterios establecidos, era una cuestión secundaria. Vale la pena señalar que, precisamente, el sistema de renuncias, que nos puede parecer una perversión de las normas, permitía por otra parte una cierta profesionalización de los cargos —por ejemplo en las ocasiones en las que la fieldad recaía repetidamente en una misma persona— lo que favorecería un mejor desempeño de los mismos. De cualquier modo, al margen de si los caballeros consideraban controvertidas estas prácticas, lo que es innegable es la evidente y absoluta pérdida del control por parte de las casas sobre la persona final que desempeñaba el cargo. La función de 88

AHPV Sección Histórica, c. 23, fol. 899v. María Antonia Varona García, que considera la renuncia tan solo en el marco de la procuración a Cortes, señala esta práctica como un recurso dentro de la familia que coopera para que uno de sus miembros repita en la procuración. De esta forma, los Verdesoto habrían empleado este recurso en 1509 y 1513. otros miembros de las casas utilizan el mismo método con otros oficios. Se trata de que, por ejemplo, el hijo (que es hijo de la casa con las ventajas que ello supone) que nunca ha tenido un cargo y, por lo tanto, tiene mayor derecho al oficio al que oposita, lo renuncie luego en su padre quien ya ha desempeñado previamente otros oficios, lo que le resta oportunidades de volver a ser elegido por delante de otros candidatos (VARoNA GARCÍA 1990: 18).

89

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las casas quedaba reducida entonces a la de mediar entre los oponentes, lo cual no era poco. Debían aportar una cierta legalidad, procurar la satisfacción de las distintas partes, asegurar que la elección no conllevaba discordias de repercusiones incontrolables y limar asperezas, estableciendo que, aquellos que no se beneficiaban en una ocasión, serían recompensados en la siguiente. Más allá de los casos en los que se aludía a la consulta de los libros para determinar el derecho de los oponentes, la documentación es vaga con respecto a los métodos empleados para elegir a los oficiales. Cuando nadie opositaba a un cargo, los caballeros de la casa concedían el oficio graciosamente a uno de sus miembros. Eso suponía que el oficio no contaba en el registro a la persona que lo recibía y, por lo tanto, no le perjudicaría a la hora de optar más adelante por otro cargo más lucrativo. Normalmente ocurría con los oficios menores: la montanería, la guía, la aposentaduría y la tasaduría. En estos casos no se explicitan los criterios para la concesión del cargo, aunque a menudo se entrega a los llamadores de las casas o a varias personas para que se dividan entre ellos los beneficios.90 Al contrario que en linajes de otras ciudades donde los cargos solían votarse, en las casas de Fernán Sánchez y los Mudarros en muy pocos casos se menciona la existencia de votaciones en la que los caballeros dieran sus pareceres.91 Estas se producen tan solo cuando se admiten nuevas personas en las casas y cuando hay controversia con respecto a una decisión en la asignación de un cargo. Sin embargo, lo más habitual es que se hable de una unanimidad de votos. Esta insistente unanimidad crea ciertas dudas sobre el sistema de votación. Exceptuando el caso ya analizado de 1517 donde se especifican las cuatro personas que se opusieron a la entrada de ciertos aspirantes, las votaciones aparecen siempre como una única voz que, por lo general, acata siempre la decisión propuesta por los regidores. Si las votaciones hubiesen sido como las narradas por las ordenanzas de olmedo, individuales y secretas,92 ¿es posible creer que en reuniones de unas cuarenta personas el resultado fuera invariablemente unánime? Por un lado no hay que perder de vista el valor que la cultura política bajomedieval atribuye a mostrar la toma de decisiones como resultado de una voluntad unánime, enmascarando así un proceso

90 En 1507 la guía y la aposentaduría fueron dadas, graciosas, a Alvar Sánchez de Collados y a Juan Infante, para que se repartiesen por igual los intereses de ambos oficios. La montanería se dio a los porteros y llamadores de las casas. 91 En olmedo el voto era secreto: se entregaban las papeletas con los nombres de los candidatos para que cada miembro metiese a su elegido en un cántaro, mientras que el resto de papeletas se destruían (DIAGo HERNANDo 1998). En Soria se votaban los procuradores e incluso hubo discusiones con respecto al derecho que distintos miembros tenían a votar (ASENJo GoNzÁLEz 1999: 454-455). 92 DIAGo HERNANDo 1998. En general, los procesos electivos están mejor documentados en la Corona de Aragón, por ejemplo en tarragona (JUNCoSA BoNEt 2015).

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que originalmente conllevaba negociación, presiones e incluso disputas violentas.93 Por otro, episodios de confrontación como el que se narra a continuación, invitan a pensar que estas elecciones estaban completamente mediatizadas por los regidores presentes. En 1514 en la reunión de las casas del día de Reyes, tanto Cristóbal de Santisteban como Rodrigo de Verdesoto hicieron cada uno una petición extraordinaria a los caballeros presentes.94 La de Cristóbal de Santisteban resultaba más comedida, solicitó gracia de la comida para sus escuderos y criados Diego de Abeo y Juan de Madrid que habían sido recibidos en las casas «a su ruego e ynterçesyon». La respuesta fue que todos y cada uno de los caballeros les hacían gracia de la dicha comida y que los consideraban como entradizos desde ese momento. Rodrigo de Verdesoto hizo entonces una petición mucho más particular. En 1498 había sido elegido procurador de Cortes y había renunciado el oficio en el merino Pedro Niño. Aunque renunció, el cargo le había sido contado lo que le perjudicaba a la hora de volver a optar a una procuración. Por ello, en la reunión expuso que debido a que él no había recibido ningún provecho de aquella procuración (aseveración con toda seguridad falsa), pedía que le hicieran gracia y merced para que no se le contase como oficio y tuviera plenos derechos a la próxima procuración que tocase a la casa. En ese momento intervino Francisco de torquemada, que destaca por ser la única persona de fuera del regimiento que aparece opositando por una procuración en el libro de Fernán Sánchez y los Mudarros; el único que rompe la baraja en el seno de unas casas que han aceptado plenamente la supremacía de los regidores. Francisco se había presentado ya a la procuración de 1513 sin éxito y, sin duda, esta maniobra de Rodrigo de Verdesoto era una forma de anticiparse para presentarse en la próxima convocatoria con más derechos que torquemada. Este último era hijo y nieto de las casas y nunca había tenido ningún oficio por lo que, desde el punto de vista de las ordenanzas, tenía más derechos que Verdesoto a una procuración, ya que Rodrigo había obtenido una previamente. Por lo tanto, ante la petición de Rodrigo de Verdesoto, Francisco de torquemada dijo que la próxima procuración le pertenecía a él por lo que «no consyntya ni consintyó en que se le haga al dicho Rodrigo de Verdesoto la dicha graçia porque es cosa que es en su perjuizio e pidió que sobre ello todos los de las dichas casas boten cada uno por sí».95 Esta petición de que cada uno votase por sí junto a la extraña unanimidad que presentan las votaciones confirma que, por lo general, el sistema de elección no consistía en un voto por persona.

93 DELLA MISERICoRDIA 2011: 118. La identificación de la unanimidad como un valor superior es paralela al fenómeno descrito por SMAIL 2006 acerca de los discursos homógeneos de los testigos en los juicios, que tendían a proponer una versión estandarizada de los hechos. 94 AHPV Sección Histórica, c. 23. 95 Ibidem.

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La descripción de la votación que se hizo a continuación resulta confusa, parece que hubo una votación inicial tras la cual el regidor Cristóbal de Santisteban hizo una demostración de su apoyo a Rodrigo: Dixo que el sabía que como quier quel dicho Rodrigo de Verdesoto ovo avido procuraçión de Cortes, que no ovo probecho della por ende que, después de avido efeto la procuraçión que él tiene por Francisco de Santistevan, su padre, que avía e ovo por bien e le pareze quel dicho Rodrigo Verdesoto, regidor, aya la procuraçión de Cortes que a las dichas casas cupiere e que la procuración que primero ovo que no se le cuente por ofiçio, pues que della no hovo probecho, e que le quede su derecho a salvo al dicho Rodrigo de Verdesoto.

tras el alegato de Santisteban a favor de su compañero de regimiento, se señala que luego votaron hasta doce personas, que son mencionadas por su nombre, y todos los otros presentes y que «todos dixeron lo mismo que el dicho comendador Christoval de Santisteban botava çerca de lo quel dicho Rodrigo de Verdesoto». Por lo tanto, parece haber habido una primera votación cuyos resultados no se señalan y, tras la intervención del regidor, una nueva votación que, unánimamente, se adhería a la postura de este sin que se muestre ni un solo voto en contra que apoyase a Francisco de torquemada. todo indica que esta situación se sucedía cada vez que se debía votar. Los regidores daban su opinión o pedían un favor, y todo el linaje mostraba su aquiescencia, no a través de votos individuales y secretos, lo que habría permitido disidencias, sino con una sola voz, debiendo la persona que no estuviera conforme, o bien enemistarse abiertamente, oponiéndose de forma individual, o bien acatar las propuestas sumisamente. Si, a pesar de esto se producían disensiones, los regidores presionaban e incluso hacían repetir la votación hasta obtener la unanimidad deseada. En ese sentido, es de notar que también cuando los caballeros del linaje insistían en el cierre del mismo, no aceptando a más personas que no dieran el yantar, etc., lo hacían siempre unánimamente ya que parece la única forma en la que se atrevían a presentar cierta resistencia a los regidores. Sin embargo, cuando los regidores solicitaban algo concreto, como la gracia de la comida, a pesar de que el año anterior unánimamente hubieran decidido no consentir tal cosa, ninguna voz osaba levantarse en contra. Las protestas se harían sottovoce o, si llegaban a pronunciarse claramente, nunca insistían en oponerse si no contaban con el apoyo de todo el grupo, presentándose siempre las decisiones finales como conjuntas. Esto suponía que solo una oposición muy fuerte, generalizada y lo suficientemente audaz como para enfrentarse a los regidores pudiera salir adelante (es el caso de lo [ 255 ]

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ocurrido en 1517). De ahí que en la inmensa mayoría de los casos, lo que muestra el libro de las casas de Fernán Sánchez y los Mudarros es a unos caballeros completamente sometidos a los deseos y solicitudes de los regidores, especialmente de Rodrigo de Verdesoto y Cristóbal de Santisteban. Esto se plasma en decisiones aparentemente unánimes que poco tienen que ver con las votaciones en linajes de otras localidades. tras la designación inicial y las renuncias, se daba fe a los seleccionados que debían presentarse en el concejo donde, por lo general, eran confirmados sin ningún problema. Aunque hay algunas excepciones,96 únicamente en contadas situaciones se contravino la decisión de los linajes y la confirmación aparece como una formalidad, especialmente cuando los regidores ya controlaban, en su mayor parte, las elecciones dentro de los linajes. El cargo cuya elección resultaba más conflictiva, con diferencia, era el de la procuración a Cortes. Entre otras cosas porque era el más lucrativo y porque resultaba vital para la oligarquía vallisoletana. El proceso de deliberación no se especifica en la documentación, aunque sí las disputas a las que daba lugar y, por su trascendencia, merece un apartado propio.

5.6. La elección más controvertida: los procuradores de Cortes El cargo de procurador de Cortes era uno de los más codiciados entre los linajes y, sin duda, uno en cuya adjudicación se ponía especial atención al estatus del que desempeñaría el cargo (como ya se ha dicho, los cargos debían adjudicarse teniendo en cuenta la antigüedad del solicitante, pero también su estado, especialmente en el caso de ciertos oficios). Por ello, los regidores fueron en numerosas ocasiones los procuradores de Cortes de Valladolid y no es de extrañar que fuera un motivo de disputa en el seno del concejo. Un 72% de las personas que fueron procuradores entre 1480 y 1518 eran regidores.97 La procuración trascendía el ámbito local y ha sido objeto de interés de numerosos historiadores. Una de las cuestiones que se han planteado es la relación entre los pro96 Por ejemplo, en julio de 1502, en la reunión del concejo los regidores mandaron notificar al escribano de la casa de los Corrales, del linaje de tovar, que debían nombrar otro fiel en lugar de Rodrigo de la Sierra porque «el es muy moço e non tiene las calidades que pertenesçen al dicho ofiçio de fieldad» (AMV Libro de Actas 2, fol. 36v). 97 Aunque María Antonia Varona García no señala como regidores a algunos procuradores que lo eran (Antonio Franco, Pedro de Villandrando, Juan de Morales, Jorge de Herrera y Francisco de León), en la lista que proporciona en su obra, 17 de las 25 personas que fueron procuradores a Cortes por Valladolid antes de 1520, eran regidores (VARoNA GARCÍA 1990: 63-65). Cifra que sube a 18 si contamos a García de la Cuadra procurador en las Cortes de Madrigal de 1476 que Varona García omite.

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curadores y su ciudad, así como su nivel de representatividad.98 Estos aspectos no pueden abordarse si no se analiza, en primer lugar, el proceso de elección de los procuradores, algo que se realizaba en el seno de los linajes. Aunque María Antonia García Varona insiste en el control del regimiento que era quien debía confirmar a los procuradores presentados por las casas, lo cierto es que la confirmación era un mero trámite. El control del concejo sobre las procuraciones no se ejercía institucionalmente a través de dicha confirmación, sino que era un control que, de forma particular, ejercían los regidores, cada uno dentro de su casa y linaje. El resultado es aparentemente el mismo, la mayoría de los procuradores fueron miembros del regimiento, pero los medios son distintos y devuelven su importancia justa al proceso de elección dentro de las casas. El tan discutido aspecto de la representatividad entre los gobernantes vallisoletanos, incluidos los procuradores, se retomará en el último capítulo, pero es preciso analizar aquí, dentro de los marcos de los linajes y las casas, el desarrollo de estas elecciones a procuradores, que conocemos mejor desde que se conservan las actas concejiles, a partir de 1497. El 23 de marzo de 1498 se produjo un enfrentamiento en el ayuntamiento con motivo del nombramiento de procuradores para las Cortes de 1498. Por parte del linaje de tovar se presentó Rodrigo de Verdesoto, como miembro de la casa de los Mudarros y don Fernán Sánchez, con un escrito firmado por los escribanos de la casa (Francisco Sánchez de Collados y Andrés González de Aguilar) que lo confirmaba como el elegido por la misma. Sin embargo, Alonso de Virués y Álvaro Daza, que también eran miembros de esta casa, se opusieron reclamando el oficio cada uno para sí.99 Por otra parte, también en el linaje de Reoyo hubo litigios por la procuración, esta vez no dentro de una misma casa sino entre miembros de distintas casas, lo que era aún más extravagante teniendo en cuenta que cada vez la procuración recaía en una casa concreta. Pedro Niño, merino mayor de la villa, presentó ciertas escrituras que defendían que el oficio había recaído en la casa de los Corrales de la que era miembro y, por lo tanto, que él sería procurador por el linaje de Reoyo. Sin embargo, en realidad la procuración había tocado en suertes a la casa de la Cuadra y así lo entendía el concejo tras 98

Ibidem: 8 y 37-45. PINo REBoLLEDo 1993a: 66-67. Es de notar que el único regidor de estas casas que no se opuso fue Francisco de Santisteban, cuyo hijo reclamará en la siguiente ocasión ser procurador amparándose en el derecho de su padre. El resto de los regidores se presentaron y, aunque todos eran miembros de la casa y del concejo, venció Rodrigo de Verdesoto. Es posible que la razón para ello fuera que le asistía el derecho, pero no deja de ser llamativo que en 1524, los principales de las casas de Fernán Sánchez y Mudarros ya no van a ser los cabezas de las familias Virués, Daza, Verdesoto y Santisteban, sino tan solo los de las dos últimas familias. 99

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ver la carta presentada por el escribano de esta casa en la que se elegía al licenciado Alonso Sánchez de Hermosilla, caballero hidalgo.100 En principio, la decisión del regimiento dejaba al merino sin oficio de procuración, sin embargo, este se guardaba un as en la manga. Cuando Rodrigo de Verdesoto fue recibido como procurador de Cortes del linaje opuesto al de Pedro (el de tovar), dijo que renunciaba su oficio en Pedro Niño para que lo sirviese por él, ante lo cual al concejo no le quedó más remedio que entregar el poder al merino. Queda fuera de toda duda que Pedro estaba determinado a ser procurador en aquellas Cortes de una forma u otra, pero asombra que el hecho de serlo por un linaje al que ni siquiera pertenecía no parece haber constituido un problema desde el punto de vista legal para los presentes en el concejo. Especialmente cuando los enfrentamientos entre el merino y el resto de los regidores fueron habituales. El hecho de que esta transgresión del turnismo en los linajes para la procuración de Cortes (que era uno de los cargos más ambicionados) no generase un conflicto en el regimiento, es una muestra evidente, no solo de que los procuradores no representaban a las casas donde eran elegidos, sino de que la pertenencia a uno u otro linaje, la cohesión de los mismos y el sentido identitario que conllevaban habían perdido gran parte de su significado. Mientras tanto, el procurador por el linaje de Reoyo, el licenciado Alonso Sánchez de Hermosilla, había aducido ser demasiado mayor y estar enfermo, por lo que renunciaba su cargo en un regidor, el conde de Ribadeo, que ni siquiera estaba presente. De esta forma, tal y cómo se ha comprobado para oficios menos señalados, las elecciones en el seno de las casas no eran más que papel mojado. Y eso a pesar de que ya dentro de las casas se había optado por miembros insignes, lo que muestra la mediatización de las mismas por parte de la oligarquía, especialmente cuando se trataba de oficios de este rango. A la presión de la oligarquía se unía la propia convicción de los miembros acerca de que su procurador en Cortes debía ser una persona destacada que pudiera representarles con todos los honores, algo que reflejaban, como se ha dicho en numerosas ocasiones, las proprias ordenanzas. En este caso una casa había elegido a un regidor, la otra a un licenciado que era hidalgo. Además, es muy probable que las segundas intenciones de los elegidos, es decir, su posterior renunciación en otra persona, no fueran un secreto para los miembros de las casas, o al menos para aquellos con mayor peso decisorio. teniendo en cuenta que las promesas de favores y distribución de los regalos y dinero recibido se pactaban antes de que el procurador partiese, debemos admitir que esta negociación estaría ligada al proceso de elección y se conocería de antemano la intención de renunciar al cargo. Lo más probable es que 100

PINo REBoLLEDo 1993a: 75-76. [ 258 ]

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la renunciación fuera una estrategia que ya hubieran discutido dentro de las casas y que esta no eximiera al elegido de la entrega que estaba obligado a hacer, tal y como se ha visto en el estudio de las ordenanzas y el sistema redistributivo de las casas. Aun asumiendo este sistema de reparto que, no por muy limitado dejaba de tener un carácter redistributivo, el monopolio de los cargos por parte de la oligarquía así como la falta de control de las casas sobre los designados como oficiales era ya una evidencia aplastante a finales del siglo XV. Volviendo a las disputas por las procuraciones, especialmente interesante es el caso de 1502, en el que no se insistirá dado que ya ha sido tratado con profundidad por María Antonia Varona García en su obra sobre los procuradores vallisoletanos.101 Baste señalar que en esta ocasión, constituyendo una excepción, la voluntad real intervino en la elección para exigir que se enviase a los mismos procuradores que habían ido en abril a jurar a la princesa Juana.102 Contraviniendo dicha convocatoria, ciertos miembros del regimiento consideraron adecuado elegir nuevos procuradores, pero el corregidor Alonso Ramírez de Villaescusa abortó dicha decisión y volvió a enviarse a Juan Fernández de Valladolid y Alonso de Montemayor. En realidad, cualquier ocasión de elección de procuradores parece haber conllevado una disputa interna. El 11 de octubre de 1506 el libro de las casas de Fernán Sánchez y los Mudarros documenta otro conflicto. Como ya había ocurrido en 1498, la procuración del linaje de tovar había recaído en estas casas. Sin embargo, ahora Álvaro Daza ya no era regidor y había dejado de ser competencia, mientras que Verdesoto había sido beneficiario de una procuración anterior por lo que quedaba descartado. El regidor Alonso de Virués consideraba que, como a más antiguo del linaje, le correspondía en esta ocasión la procuración a él, pero había llegado a sus oídos que el comendador y regidor Cristóbal de Santisteban quería oponerse también en nombre de su padre, Francisco de Santisteban. oponerse en nombre de su padre, que también había sido regidor, significaba apelar a la antigüedad de este. A pesar de que Virués adujo que Francisco de Santisteban ya había tenido oficio y que estaba ausente en Andalucía, las casas decidieron dejar la decisión en manos de Rodrigo de Verdesoto y dos personas de las casas que él eligiese. La sentencia de los jueces revela una vez más la existencia de una negociación entre las partes de la que ellos se hacen eco, actuando más como mediadores que como entes omnipotentes y únicos responsables de la decisión final.103 101

VARoNA GARCÍA 1990: 30-32. En el libro de Actas del Concejo hay copia de tres cédulas de los reyes insistiendo en este punto (AMV, Libro de Actas 2, fols. 49v y 65-65v). Las tres han sido publicadas en ARRIBAS ARRANz 1953: 69-73. 103 Maria Antonia Varona García se muestra de la misma opinión y, citando justamente este caso, dice: «A veces la sentencia de los jueces no parece más que la ratificación de un acuerdo a que han llegado los contendientes» (VARoNA GARCÍA 1990: 17). 102

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La intención, como siempre, es la de lograr un compromiso que pueda satisfacer a ambas partes o, al menos, evitar el conflicto abierto. Los jueces adjudicaron la procuración a Alonso de Virués a quien se le contaría por oficio pero, a cambio, este pagaría a Francisco de Santisteban, o a su hijo el comendador en su nombre, la tercera parte de cualquier merced de oficios, dineros, libranza o cualquier provecho o interés que recibiera de la reina a raíz de la procuración. Para ello Alonso de Virués se comprometería a cumplirlo haciendo juramento y pleito homenaje, firmándolo y dando además poder irrevocable a los Santisteban para cobrar lo susodicho. Del mismo modo, si el comendador Santisteban tuviese en el futuro un oficio de procuración por parte de las dichas casas, debería dar a Alonso de Virués un tercio de todos los beneficios derivados de la procuración para corresponder con lo que habría recibido él previamente. Sin embargo, nada de esto tuvo lugar, ya que Alonso de Virués falleció antes de 1509 y ese año, el uno de enero, se dijo que la procuración que había sido proveída a Virués había pasado al comendador Cristóbal de Santisteban debido a su defunción. Aunque no nos detendremos en ellos para evitar que su enumeración resulte repetitiva, más conflictos de este tipo aparecen en 1509, 1513 y 1517.104 El uno de enero de 1521, en pleno conflicto comunero, se realizó la reunión del linaje de tovar, seguida de la reunión de las casas de Fernán Sánchez y los Mudarros. En la reunión destaca la ausencia de los regidores, Rodrigo de Verdesoto el Joven y Cristóbal de Santisteban, así como de sus parientes. Sin embargo estaban presentes, tanto las familias que habían tendido a copar las fieldades durante la segunda mitad del siglo XV y principios del XVI,105 como personas que habían ingresado gracias a dichos regidores hacía relativamente poco tiempo. Como había cabido una procuración a Cortes a la casa de los Mudarros, y ante la ausencia de los regidores y sus familias (a excepción de Gaspar Daza), Francisco de torquemada se presentó a la procuración y los señores de la casa, a falta de otro opositor se la concedieron. Francisco de torquemada, destacado mercader, aparece en todas las reuniones de las casas desde el comienzo del libro en 1506 pero, curiosamente, nunca había desempeñado ningún cargo hasta entonces, ni siquiera una fieldad o un cargo menor. Francisco debía mantener algún grado de parentesco con los torquemada en el regimiento hasta 1497 y con Juan de torquemada, provisor y canónigo de la iglesia colegial de santa María la Mayor de Valladolid, ya que Francisco fue uno de los testigos cuando en 1501 Juan dejó por herederos de ciertas casas a Potenciana de torquemada y a otro

104 105

Estos dos últimos son mencionados por María Antonia Varona García (Ibidem: 32-33). Estas familias son tratadas con mayor detalle en el siguiente apartado. [ 260 ]

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Juan de torquemada, su sobrino.106 Era mercader y sus actividades comerciales están atestiguadas en distintos documentos.107 Este perfil de caballero antiguo de las casas, destacado mercader, con una buena posición económica y social dadas sus conexiones con los miembros más insignes de la familia torquemada y el matrimonio de su hermana con el escribano mayor de las rentas de Valladolid, Juan de Villalpando, le situaba por encima de otros miembros de las casas, muchos de ellos mercaderes como veremos en el próximo apartado. El análisis de redes sociales le atribuye de hecho una alta centralidad de cercanía dentro de la red de la oligarquía (0,301). Sin embargo no era miembro del regimiento y, por lo tanto, en los años anteriores había visto cómo se le negaba el acceso a la procuración de Cortes, algo que le llevó más tarde a procurar medrar en las filas de la comunidad, llegando a ser procurador del común en 1519.108 Francisco había intentado sin éxito ser elegido procurador de Cortes en 1513. Posteriormente, Rodrigo de Verdesoto, al solicitar que no se le contara su anterior cargo, había preparado el terreno para poder competir con torquemada y minar sus opciones en la próxima procuración, lo que muestra que, en efecto, los derechos de torquemada, unida a su ascendencia en la red oligárquica, le convertían en un adversario a neutralizar. La posición superior de Verdesoto, no solo por ser regidor, sino por tener también una centralidad aún mayor (0,323), fueron claves a la hora de frustrar las intenciones de Francisco, quien nunca habría sido elegido procurador de haber estado presentes los Verdesoto y los Santisteban en la mencionada reunión de 1521. De hecho, cuando se produjo otra reunión de las casas el 6 de enero de 1522, Rodrigo de Verdesoto el Joven109 puso una queja y reclamó que la procuración le correspondía a él. En esta ocasión sí estuvieron presentes tanto el comendador Cristóbal de Santisteban y Rodrigo de Verdesoto, como muchos de sus familiares: los hijos del comendador, Alonso y Francisco de Santisteban, Álvaro de Verdesoto y también Juan de Virués, hijo 106

AHPV Protocolos Notariales, c. 2, fols. 7r-14r. ARChV Pl. Civiles. Fernando Alonso (F), c. 952, n.º 9; ARChV R. Ejecutorias, c. 407, n.º 36; c. 404, n.º 17; y c. 384, n.º 33. Damos por sentado que se trata del mismo Francisco de torquemada cuya fortuna se debió en gran parte a la herencia de Juan de Villalpando, escribano mayor de las rentas de Valladolid. Juan se había casado en segundas nupcias con la hermana de Francisco, Catalina de torquemada. En su testamento, el 25 de junio de 1505, aunque dejó algunos bienes para tres hijos bastardos que había tenido durante el primer matrimonio, instituyó por sus herederos universales a Catalina y a Francisco de torquemada, «por el mucho amor e afiçión que les tengo». Los bienes de Villalpando eran numerosos y, aunque algunos eran objeto de disputa por otros pretendidos propietarios, supondrían un gran aumento de las riquezas de Francisco, especialmente tras fallecer su hermana, antes de 1515 (ARChV R. Ejecutorias, c. 226, n.º 2. otro traslado del testamento también en AHPV Protocolos Notariales, c. 32, fols. 129v-133r). 108 Véanse las pp. 254-255 de este libro. 109 El anterior Rodrigo de Verdesoto había fallecido ya, dejándo su regimiento en 1518 a este hijo. 107

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del regidor difunto Alfonso de Virués. treinta y tres personas en total frente a las diecisiete que habían estado presentes el año anterior. Rodrigo excusó su ausencia en 1521 diciendo que había sido «a cabsa de las alteraçiones e movimientos que en ella y en estos reynos ovo e por estar como estovo en servicio de sus magestades». Su principal argumento para reclamar la procuración era la calidad de su persona frente a la de Francisco de torquemada añadiendo que «en el dicho Francisco de torquemada no concurren las calidades que se requieren para servir los dichos ofiçio conforme a las hordenanzas del linaje». tras ordenar a ambos que salieran de la reunión, los señores de las casas votaron y lo que acordaron fue admitir la oposición de Rodrigo de Verdesoto y dejarlo en manos de los jueces de las casas. Sin embargo, dado que Rodrigo de Verdesoto era uno de los jueces, nombraron en su lugar a Gaspar Daza para que junto a Cristóbal de Santisteban dictasen sentencia en el asunto. Al volver a la sala, Verdesoto volvió a defender su derecho diciendo que era más antiguo y que no había tenido oficio por la casa, y de nuevo insistía en su honra, muy superior a la de Francisco aludiendo a: La hordenança que dize que no se aya de dar el dicho ofiçio sino al cavallero o letrado; y la primera calidad concurre en su persona [de Verdesoto] por ser como dicho es hijo e nieto e bisnieto de cavallero destas dichas casas e regidor desta villa e ansy mismo es cavallero por sy e regidor e en tal abito estar e por tal ser avido e tenido.

Su condición de regidor debía, bajo su punto de vista, bastar para ser elegido sobre Francisco de torquemada, aunque este también era bisnieto de las casas y no había servido ningún oficio. La práctica durante el periodo aquí estudiado muestra que este era un criterio que se respetaba de facto, aunque las ordenanzas hablaban solo de antigüedad y honra, que no necesariamente debía estar ligada al cargo de regidor. El asunto no se resolvió fácilmente. Los tres meses que transcurrieron desde la disputa hasta la decisión final, el 6 de abril, muestran que se produjo un largo proceso de negociación y discusiones hasta llegarse a un acuerdo. Ese día, en una reunión extraordinaria, en la que estuvieron presentes tan solo once miembros de las casas, Francisco dijo que los jueces le habían confirmado como procurador, y que ahora él dejaba en las casas el oficio para que lo proveyesen a Rodrigo de Verdesoto aunque le contase a él. Esta reunión de 1522 evidenciaba que la influencia de los Verdesoto, ya fuera por coacción o persuasión, era suficiente para retomar el control sobre la procuración y dejar la tentativa de acabar con el monopolio de las procuraciones en una mera veleidad sin trascendencia. Aunque la designación de Francisco de torquemada por [ 262 ]

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delante de Rodrigo de Verdesoto era un triunfo sobre la omnipotencia de los regidores en las casas, el hecho de ser, con toda seguridad, una decisión pactada y sometida a la renuncia posterior, la convertía en una victoria pírrica. Una concesión mínima que quizás salvaba el honor de torquemada tras haber luchado por el cargo; pero que confirmaba el status quo y su imposibilidad de ser aceptardo por la cúspide de la oligarquía. El conato de subversión contra el dominio de los regidores sobre las casas de Fernán Sánchez y los Mudarros moría definitivamente con esta reunión. Desde la negativa a admitir a ciertos miembros en 1517 hasta la elección de Francisco de torquemada como procurador a Cortes en 1521, las casas habían mostrado un proceso de desafío a la autoridad paralelo — aunque con distintas manifestaciones— al de la villa y acorde con el clima creado en la misma. Aun así, las reclamaciones políticas del común constituían una amenaza a la situación de privilegio relativo de los caballeros, ya que suponían introducir representantes del común en el concejo, mientras que los linajes no tenían presencia en el mismo al margen de los regidores que, como se ha mostrado, se habían emancipado en gran parte de sus propias casas. Por ello no ha de extrañar que, afianzados en su perfil conservador que aspiraba a cerrar el paso a elementos ascendentes, los linajes no participasen en los alborotos y luchas del común frente al regimiento, como sí ocurrió en otras ciudades donde se unieron puntualmente, como en Segovia.110 La voluntad de apartarse de las reclamaciones sociales que el común y otros sectores de la villa estaban protagonizando, implicaba que el conato de desafío a los regidores se llevase a cabo sin contar con apoyos sociales y que la capacidad de movilización que otrora tuvieran los linajes, fundamentales en los momentos banderizos, se había trasladado de facto a los sectores del común vehiculados a través de las cuadrillas.

5.7. La composición social de los linajes: los caballeros de las casas de Fernán Sánchez y los Mudarros (1450-1520) El dominio de los regidores sobre las casas eclipsó al resto de los miembros de los linajes, fenómeno cuyo paralelo en la historiografía se traduce en el desconocimiento que hay en torno a los miembros medios de estas asociaciones de caballeros. Por ello resulta fundamental paliar esta carencia historiográfica analizando quiénes eran estos caballeros o señores, palabra menos específica y que, por su ambigüedad, definía mejor a sus miembros a finales de la Edad Media y comienzos de la Edad Moderna. Para responder dicha cuestión lo ideal sería contar con listas completas de los dos linajes, e in110

MARtÍNEz MoRo 1985. [ 263 ]

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cluso de cada casa. Esta posibilidad, como ha quedado evidenciado al enumerar las fuentes conservadas, no existe salvo para un único caso: el de los caballeros de las casas de Fernán Sánchez y los Mudarros. Un argumento que impulsa a presuponer que las dinámicas dentro de las diez casas vallisoletanas, así como su composición social, etc., eran similares, es la homogeneidad de sus ordenanzas. Si esta uniformidad fuera cierta supondría que, aunque las casas de Fernán Sánchez y los Mudarros tan solo eran dos de las diez que componían el tablero vallisoletano, sus características y las de sus miembros podrían ser consideradas representativas de los de las otras casas. Sin embargo, la información obtenida para estas casas no puede extenderse al resto de ellas sin cierta cautela. A la hora de analizar la homogeneidad y la distribución social y espacial de las casas puede ser útil tomar como referencia otras formas de encuadramiento social en la villa, como las cuadrillas que reunían a los miembros del común y que han sido estudiadas por Sabina Álvarez y Agustín Carreras.111 En las cuadrillas las diferencias remiten tanto al espacio geográfico que ocupaban dentro de la villa, como al número de miembros y, en cierta medida, a la composición social de las mismas. Como se ha comprobado para otras ciudades, mientras que la composición de las cuadrillas se basaba en la distribución topográfica, en los linajes parecen haber predominado cuestiones como el parentesco y la parentela que no se corresponden con áreas concretas de la localidad.112 Desde el punto de vista del espacio, Agapito y Revilla aporta testimonios de que antiguamente existieron una calle de tovar y otra de Reoyo en las que, según su opinión, se agrupaban las distintas familias o casas de la villa. La calle de tovar aparece en distintos documentos que la sitúan junto a Santa María la Mayor y de ella dice Agapito: «La “calle de tovar” tomaría su nombre antiguo por vivir y tener en ella sus casas principales alguna de las familias de tal apellido que abundaron en Valladolid...».113 Sin embargo, en los documentos que cita, no aparece como propietario de sus casas ninguna de las familias más emblemáticas del linaje de tovar. No quiere decir esto que no haya algunos ejemplos en los que la pertenencia a una misma casa o linaje coincida con la concentración de ciertas familias en una misma zona, es el caso de la calle de teresa Gil. En ella tuvieron sus casas principales Fernán Sánchez de Valladolid y tovar —personaje con el que se identifica tanto el linaje de tovar como la casa llamada de Fernán Sánchez o de tovar—, Alonso de Valladolid y sus descendientes los Santisteban, la familia Verdesoto, los López de Cala111 112 113

ÁLVAREz BEzoS y CARRERAS zALAMA 1998. DIAGo HERNANDo 1992: 54. AGAPIto Y REVILLA 2004: 37. [ 264 ]

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tayud y los Ribera, entre otros.114 todas estas familias tienen en común pertenecer al linaje de tovar, pero no es menos cierto que también tienen en común ser familias del regimiento y, por lo tanto, era lógico que tendiesen a vivir en las vías más destacadas de la villa. Por otra parte, la calle de Reoyo iría desde San Benito hacia Nuestra Señora de San Llorente,115 iglesia de la que serían patronos los Niño, una de las familias más insignes, miembros de la casa de Corral y del linaje de Reoyo. Por lo tanto, hay ciertos testimonios que confirmarían una tendencia a corresidir en unas mismas zonas pero solo en lo que respecta a las familias más destacadas, que son aquellas cuya residencia conocemos mejor. ¿Implicaría esto una cierta concentración geográfica también por parte de los miembros de los linajes sin representación en el regimiento? A pesar de las carencias en la documentación es posible negar esta hipótesis. Nuevamente recurriendo a las casas de Fernán Sánchez y los Mudarros, donde conocemos una relación relativamente completa de los integrantes, encontramos evidencias que la contradicen. Entre los miembros de las casas, unos diecinueve pueden ser identificados con personas que aparecen en el alarde de Valladolid de 1503.116 Estas diecinueve personas que son, a la vez, cuadrilleros y miembros del linaje de tovar, se reparten entre una gran variedad de cuadrillas lo que prueba que estaban diseminados por un amplio espectro del mapa urbano. Las cuadrillas a las que pertenecían incluían la de la Costanilla, Reoyo, Arnales, Ruiz Hernández, Mercado, Cal de Francos, Herrera, Población, Martín-Pedro-Benito y San Esteban, sin que haya una especial concentración de miembros de las casas en ninguna de ellas. Solo tres cuadrillas dentro de la villa no han sido mencionadas, la del Ronco, la de Sauco y la de la Cuadra. Por lo tanto, la teoría de que los linajes, a finales del siglo XV y principios del XVI, pudiesen tener alguna base geográfica, resulta insostenible. Si en algún momento sus caballeros tendieron a residir en una misma zona de la villa, la ampliación de las casas durante la Baja Edad Media hizo que desapareciera cualquier tipo de identificación entre estas agrupaciones y una zona urbana concreta más allá de la costumbre de reunirse en una iglesia en particular. Acerca de la composición numérica de los distintos linajes y casas solo se puede especular. Lo que es indudable es que se ampliaron a lo largo del siglo XV. En 1510 en las ordenanzas de tovar se menciona a veintinueve miembros del linaje precisando, eso sí, que además de ellos había presente «otra mucha gente del dicho linaje», 114

Ibidem: 477-484. Ibidem: 537. 116 ÁLVAREz BEzoS y CARRERAS zALAMA 1998. La lista de los cuadrilleros en orden alfabético está en las pp. 261-306. La transcripción del alarde en las pp. 331-399. 115

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coletilla que no aparece en los libros del linaje de tovar y de las casas de Fernán Sánchez y Mudarros, por lo que es posible que en este último caso todos los presentes fueran mencionados. Los veintinueve miembros citados en la reunión del linaje de tovar incluían tan solo a los principales de cada casa y sus escribanos. El texto evidencia qué familias dominaban el linaje en torno a 1510: los León, tovar, Santisteban, Montemayor, Bernal, Daza, Verdesoto y Serna principalmente. todos ellos miembros del regimiento salvo la familia de la Serna.117 Estas personas son las que dentro del linaje de tovar se identificarían como los principales. De entre esos veintinueve, los correspondientes a las casas de Fernán Sánchez y los Mudarros eran el comendador Cristóbal de Santisteban, Álvaro Daza, Rodrigo de Verdesoto, Juan de Santisteban, Francisco de Aranda y el escribano de las casas, Alonso de Salamanca. Por lo tanto, tan solo seis personas de veintinueve, lo que no supone una amplia representación teniendo en cuenta que constituían dos de las cinco casas que componían el linaje. Si la representación numérica de las casas fuera equitativa debería haber seis personas por casa, doce por parte de las de Fernán Sánchez y los Mudarros, mientras que solo había la mitad. Sin embargo, aunque estas proporciones deben ser tenidas en cuenta, no permiten sacar conclusiones claras. ¿Eran las casas de Fernán Sánchez y los Mudarros especialmente minoritarias y de ahí sus reuniones conjuntas? De ser así, en teoría eso solo habría reforzado el poder de sus regidores puesto que, estando compuestas por menos personas, se repartían los mismos cargos que el resto de casas y el control sobre los mismos sería más sencillo. Si su unión fuera fruto de una debilidad numérica por separado, eso significaría asimismo que el número de miembros que se infieren por sus reuniones no equivaldrían al doble de los caballeros que pertenecían a cualquier otra casa, sino a algo menos. En torno a 1506 y 1507 los asistentes a las reuniones mencionados en los libros de las casas de Fernán Sánchez y Mudarros son unas 43 personas. No está claro que los nombrados fueran todos los presentes y, ni mucho menos, supondrían el número total de los miembros.118 En Valladolid hay un evidente orden de prelación en la enumeración (se empieza por los miembros más insignes, los regidores, se suele continuar por sus familiares y los miembros con algún título universitario o escribanos), lo que podría indicar que se dejaba por escrito tan solo la presencia de los miembros más significativos. Además habría una especie de población flotante, aquellos que habían sido presentados pero que no habían pagado su entrada y que, dilatando el pago, asistían a las reuniones 117

Acerca de esta importante familia vallisoletana véase la p. 102 de este libro. En el caso soriano, Máximo Diago Hernando dice que en las reuniones de uno de los linajes, el de los chancilleres, solo se mencionaban los nombres de las principales familias: DIAGo HERNANDo 1992: 59.

118

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y creaban cierta confusión con respecto a su pertenencia o no.119 Por todo ello, ni siquiera para principios del siglo XVI se pueden dar números concretos, pero probablemente los miembros de estas dos casas sobrepasaban las cincuenta personas. Extrapolar esta cifra al resto de casas, como se ha dicho, sería una mera especulación. Aceptando que los linajes vallisoletanos no tenían en el siglo XV una base geográfica y que un estudio numérico de estos no es posible, queda por abordar la composición social de los mismos; o al menos la de las casas de Fernán Sánchez y los Mudarros, para la cual tenemos una documentación mucho más completa. Como ya se ha explicado, el proceso de jerarquización interna de los linajes había dado lugar a grandes diferencias entre sus miembros. Se observa una pauta clara por la cual los principales de las casas ocupan casi siempre las procuraciones y, en ocasiones, las alcaldías. Sus familiares cercanos ocupan las alcaldías y, a veces, las fieldades. Finalmente hay una serie de familias, fundamentalmente caracterizadas por su condición de mercaderes o letrados, que tendieron a copar las fieldades y los oficios menores. Entre 1451 y 1520 el libro de las casas de Fernán Sánchez y los Mudarros nos informa de nueve adjudicatarios de procuraciones de Cortes, de los cuales, al menos siete fueron regidores. Dado que las alcaldías solo eran elegidas en las casas cuando no había corregidor en la villa, la información al respecto abarca un espectro temporal mucho menos amplio. Hubo alcaldes de esta casa en 1473, entre 1476 y 1482, en 1484 y 1489. Es decir, que se concentran en el curso de dos décadas. Los nombres de los alcaldes siguen remitiendo a las familias de regidores, de trece alcaldes de la casa conocidos para este periodo, cinco de ellos llevan los apellidos Virués, tovar, Verdesoto o Daza. Alonso Verdesoto era regidor, Alfonso de Virués lo sería en el futuro.120 Además de estos, Alfonso Fernández era escribano del concejo, Rodrigo de Morales fue alcalde, no solo por las casas en 1476 y 1481, sino también nombrado por corregidores (en 1491, por ejemplo),121 y García de la torre era bachiller. Un Juan de Lebrón, homónimo al alcalde de la casa en 1477, era contino de las guardas reales en 1496. Aunque en esas fechas se hallaba geográficamente alejado de Valladolid, la identificación no parece descabellada ya que estaba en Almuñecar pleiteando con el regidor vallisoletano Diego Bernal, que por aquel entonces era alcaide de esta fortaleza.122 119

Existen varios ejemplos de personas que son confirmadas muchos años después de haber solicitado su entrada por primera vez y de otras se anota con posterioridad que, desde que entraron no han pagado y, por lo tanto, no debería considerárseles como miembros de las casas. 120 El libro de las casas de Fernán Sánchez y Mudarros identifica al Alonso de Virués alcalde en 1480 con el futuro regidor aunque el hecho de que el regidor fuera menor de edad en 1489, a la muerte de su abuelo Jerónimo de Virués, crea algunas dudas al respecto (AHPV Sección Histórica, c. 23). 121 Ibidem. 122 AGS, RGS, 1496-12, 108. [ 267 ]

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tenemos muchos más datos si nos centramos en las fieldades, en primer lugar porque su designación ocurría todos los años, no como en el caso de la procuración a Cortes y las alcaldías, y porque cada linaje tocaba a cuatro fieles. Entre 1451 y 1522 conocemos la identidad de los fieles designados por estas casas en setenta y ocho ocasiones. Durante este tiempo, a las casas de Fernán Sánchez y los Mudarros les habría tocado elegir fiel unas 115 veces es decir que tenemos apróximadamente un 67,8% de la información total para todo el periodo de los fieles elegidos por estas casas. Es más, teniendo en cuenta que apenas hay datos sobre los aposentadores, tasadores y guías (veinte personas desde 1451 a 1522), los fieles suponen casi un 65% de los oficiales de estas casas conocidos para este periodo a través del mencionado libro. Si sumamos el hecho de que, tal y como reconocen distintas ordenanzas vallisoletanas, las fieldades eran de los oficios más honrados y que los oficios menores a menudo eran concedidos graciosamente porque nadie se presentaba a ellos, se puede valorar la importancia de contar con estos datos. Una vez que las alcaldías rara vez se elegían y las procuraciones de Cortes estaban prácticamente reservadas a los principales del linaje (los regidores), eran las fieldades los oficios que más se disputaban los sectores intermedios de las casas. La siguiente tabla muestra en qué medida cada una de estas familias obtuvo los distintos oficios de las casas. Es importante señalar que los listados de los libros no dicen quiénes fueron los que finalmente ejercieron los oficios, sino quiénes los ganaron tras opositar. Asimismo, la fecha para las fieldades se corresponde con el año en que se disfrutaron, pero no ocurre así en el caso de las procuraciones a Cortes, que se elegían en cuanto los anteriores procuradores habían ejercido el cargo. Alfonso de Verdesoto recibió la procuración en 1480, inmediatamente después de las Cortes de toledo, pero no llegó a ejercerla, sino que en 1487 se adjudicó a su hijo Rodrigo de Verdesoto, probablemente debido al fallecimiento de Alfonso que le dejaría como heredero del derecho al oficio de procurador.123 En estos listados no existen apenas casos en los que se especifique que renunciasen, ni en quién. Donde sí vienen los datos de quiénes se opusieron a los oficios, algunas anotaciones sobre las deliberaciones y quiénes ejercieron finalmente el cargo debido al sistema de renuncias es en la relación de las reuniones de las casas que comienza en 1506. Desafortunadamente, no podemos analizar hasta qué punto renunciaban ni en quién renunciaban los elegidos antes de este momento. Con la intención de estudiar los derechos de los señores de las casas a los cargos y su posibilidad de imponerse sobre otras familias, así como su interés por determinados 123

AHPV Sección Histórica, c. 23. [ 268 ]

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oficios, en los siguientes datos se han tenido en cuenta tan solo las adjudicaciones iniciales dentro de las casas. Eso supone también que, en el caso de las procuraciones, aparezcan más adjudicatarios de los que en realidad pudieron disfrutar del cargo ya que, tras ser elegida una persona, si fallecía antes de que se convocaran Cortes, se designaba a otro. Por otra parte no se ha tenido en cuenta la procuración a Cortes de Francisco Sánchez de Collados en 1505 porque no sabemos si la obtuvo en el seno de las casas o si fue fruto de una renunciación, ya que en los registros del libro no aparece tal adjudicación (de ahí que se haya puesto un asterisco en la casilla correspondiente). tABLA 6. CARGoS EN LoS LINAJES DESIGNADoS PoR LAS CASAS DE FERNÁN SÁNCHEz Y LoS MUDARRoS ENtRE 1451 Y 1522 Familia Verdesoto Daza Santisteban Virués tovar Santiago Collados Salamanca Álvarez Bollo Mudarra Morales zúñiga Sanz Barroso otros total

Cargos totales 11 4 3 5 2 7 11 6 16 6 5 4 3 9 6 23 121

Procuraciones o alcaldías 3 2 3 3 2 *

2 1

6 23

Fieldades 8 2

Otros

2 5 6 6 9 6 4 2 2 9 4 14 78

2 5 7 1

2 3 20

Una mirada superficial a la tabla basta para percibir la existencia de una serie de familias que tendieron a monopolizar las fieldades; especialmente desde la década de los 70, momento en el que la información se vuelve más prolija. Algunas de las familias principales de las casas derivaron a sus hijos y hermanos a las fieldades, se trata especialmente de los Verdesoto, aunque también puntualmente los Daza y los Virués. El hecho de que los Verdesoto se interesasen por las fieldades mucho más que las otras familias de regidores debe ponerse en relación con su perfil mercantil. Sin embargo, [ 269 ]

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(Verdesotos aparte) la mayoría de los fieles se identifican con un grupo de familias intermedias. Estas familias serían las principales beneficiadas de la apertura de los linajes a lo largo del siglo XV, aunque esto no sería óbice para que, una vez integrados en el sistema, se mostrasen reacios a los nuevos ingresos y, a finales del mismo siglo, se opusiesen al aumento de las redes clientelares que favorecían a los principales, pero interferían en sus aspiraciones a los cargos. El estudio de los fieles equivale, por lo tanto, al análisis de las familias que, desde fuera del regimiento, se disputaban también una parcela de poder y que la mayoría de las fuentes han ignorado hasta el momento. En concreto fueron las familias Santiago, Sánchez de Collados, Salamanca, Bollo, Mudarra, Sanz, Barroso y Álvarez las que desempeñaron 49 de las 78 fieldades que conocemos del periodo, casi un 63%. Si incluimos a los miembros secundarios de la familia Verdesoto, que desempeñaron la fieldad en 8 ocasiones, alcanzan un 73%. Es decir que estas nueve familias prácticamente monopolizaban las fieldades. Dichas familias se caracterizaron, bien por pertenecer a la clase mercantil, o bien por su formación como escribanos y procuradores. Un repaso a la tabla, familia por familia, confirma que, tal y como se ha dicho, los principales de las casas ignoraron las fieldades y los cargos menores, aunque a veces los reservaban para sus familiares. Es el caso de los Verdesoto. El regidor Alfonso de Verdesoto fue designado procurador en 1480 y alcalde en 1484, es decir, que opositó tan solo por los cargos más elevados, tal y como hizo su hijo, Rodrigo de Verdesoto, el Viejo, que fue regidor y obtuvo la procuración de Cortes en 1487, aunque en 1498 la renunció en Pedro Niño. Sin embargo, los miembros secundarios de la familia acudieron a las fieldades. Francisco de Verdesoto, que era escribano público, fue fiel en 1478, 1487 y 1502; un tal Fernando de Verdesoto lo fue en 1451, 1477, 1486 y 1495; y Diego de Verdesoto en 1479. El regidor Jerónimo de Virués fue alcalde en 1438, igual que su nieto, en 1480, antes de convertirse en regidor y de ser, en 1507, designado procurador de Cortes, aunque no llegase a ejercer el cargo debido a su muerte. Diego de Virués, cuyo parentesco desconocemos fue también alcalde, como Alfonso, en 1480. Juan de Virués, hijo del regidor Alfonso de Virués, al año de ingresar en la casa, en 1502, ya era fiel, y volvió a serlo en 1522, 1538, 1547 y 1555. La presencia de los Daza es menor, pero se repite el patrón: aquellos que fueron regidores no ejercieron cargos de las casas, salvo la procuración de Cortes, es el caso de Pedro Daza en 1463. Por el contrario, Alfonso Daza fue alcalde en 1489, Luis Daza fue fiel en 1484, y Gaspar Daza lo fue en 1518. Los Santisteban parecen haber sido la excepción puesto que, aunque lucharon por obtener las procuraciones de Cortes, no se observa a miembros no regidores ocupando ningún otro cargo en las casas durante este periodo. Alfonso de Valladolid, re[ 270 ]

5. Los linajes de caballeros urbanos

gidor, fue procurador de Cortes en 1476. Su hijo Francisco de Santisteban, regidor asimismo, fue designado procurador en 1513, con avanzada edad, aunque renunció en su hijo, Cristóbal de Santisteban que ya había sido procurador en 1508 en lugar del difunto Alfonso de Virués. El hecho de que los Santisteban tuvieran una parentela menos extensa (Cristóbal de Santisteban, por ejemplo, fue hijo único) explica en parte el desinterés de la familia en las fieldades. Al margen de estas familias presentes en el regimiento, las fieldades fueron copadas, en su gran mayoría, por las familias antes mencionadas que, aún siendo de menor lustre, insistieron en opositar a estos cargos mostrando un fuerte interés en ellos. Las familias que pertenecían a la clase mercantil, una condición que unida al oficio de fiel podía resultar más que conveniente, fueron los Bollo, los Sanz, los Santiago y los Álvarez. La familia Bollo es una de las principales. Diego el Bollo era mercader con negocios en la feria de Medina del Campo y con compañías de Burgos.124 Fue fiel en 1451 y 1477. Sus hijos, Francisco el Bollo y Fernán Sánchez el Bollo, también repitieron fieldad en más de una ocasión. Francisco lo fue en 1475 o 1476 (quizás en ambos años, la fuente resulta confusa a veces),125 y Fernán en 1480 y 1496.126 Fernán añadió a estas fieldades que le fueron otorgadas, las que otros renunciaron en él en repetidas ocasiones. Pedro Sanz y sus tres hijos hicieron otro tanto. Pedro era cambiador y fue fiel en 1460 y 1483. Uno de sus hijos, Juan, fue fiel en 1480; otro, Álvaro de Valladolid, en 1485 y, por último, Alonso de Valladolid obtuvo la fieldad en 1478 o 1477 (la fuente se contradice a este respecto) en 1494, 1496 y 1508. En la familia Santiago hay varios problemas de homonimia. Un primer Juan de Santiago fue tasador en 1451. otro distinto y boticario, fue fiel en 1481, 1508, 1526 y 124

En 1484 solicitó una carta de espera porque de los 200.000 maravedís que debía a García de la Peña, García de Quintana Dueñas, Alonso Pardo y a la compañía de los Pardos de la ciudad de Burgos, le quedaban por pagar 34.000 maravedís que debía entregar en la feria de mayo de ese año. Sin embargo, en ese momento, por algunas pérdidas y daños que había tenido, no podía pagarles sin malvender su hacienda, por lo que los reyes le concedieron siete meses de prórroga para el pago (AGS, RGS, 1484-5, 13). Diego debió de pasar una mala racha ya que el año siguiente volvía a pedir una carta de espera, pero esta vez para cantidades mucho más nimias: 2.000 maravedís para Gonzalo de Salamanca, vecino de Burgos, 2.000 para Fernando de los Ríos, vecino de Soria y 3.000 para Alvar González de Armellada (AGS, RGS, 1485-6, 16). 125 Los oficiales de las casas aparecen anotados en dos lugares distintos. En la última anotación a menudo se repite la información ya dada pero en algunas ocasiones se añaden nuevos datos sin repetir los anteriores o, incluso, especificando que estos cargos se suman a los anteriormente mencionados. De ahí que en ocasiones, cuando en una y otra parte se dan fechas muy próximas, quepa la duda de si se trata de un error y se refieren al mismo año, o si la persona desempeñó el cargo en ambas fechas. 126 Los hermanos Francisco y Fernán Sánchez el Bollo asesinaron a Francisco de tordesillas pero recibieron un perdón de Viernes Santo en 1480 por lo que no fueron condenados. No parece que esté de más señalar que tordesillas es un apellido que aparece en varios miembros de estas casas, uno de ellos, Alonso de tordesillas, fue fiel en 1453 (AGS, RGS, 1480-9, 32). [ 271 ]

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1539. Por último hay otro Juan de Santiago, hijo probablemente del primero de estos Juanes, que fue guía en 1489 y fiel en 1502. Volviendo a Juan de Santiago, boticario, tuvo varios hijos: Pedro de Santiago en quien su padre renunció la fieldad en 1539, Íñigo de Santiago, que fue fiel en 1512 y 1534, y Bartolomé de Santiago, que era alguacil de Cortes y obtuvo una fieldad en 1521. El hecho de que Juan fuese boticario no debe engañarnos, ya que sobre todo era mercader y tenía en 1521 una tienda de paños y sedas con Luis de Cieza, cuyas deudas le llevaron a pleitear con varios mercaderes de Burgos.127 Algo más problemática es la familia Álvarez precisamente por lo común que es el apellido. Aun así, la insistente repetición de unos mismos apellidos en los que en ocasiones el parentesco está confirmado parece apuntar a que se trata de la misma familia. Entre los Álvarez de estas casas, Pedro Álvarez fue fiel en 1467, 1487, 1495 y 1499. Diego Álvarez ingresó en las casas en 1457 y ejerció oficios más modestos siendo tasador y guía en numerosas ocasiones: tasador en 1472, 1485 y 1490, y guía en 1475 y 1480. Su hijo, sin embargo, consiguió dar el salto cualitativo necesario y fue fiel en 1492, 1496 y 1497, además de tasador en 1501. Finalmente, un Juan Álvarez, lencero, hijo de Rodrigo Álvarez, fue fiel en 1491 y 1513. Junto a estas familias de mercaderes y cambiadores, las otras que ocuparon mayoritariamente las fieldades eran familias que habían hecho carrera gracias a su formación, la mayoría de ellos escribanos o procuradores, aunque alguno fue también alcalde de la Chancillería. Los propios escribanos de las casas de Fernán Sánchez y los Mudarros mostraron interés por obtener fieldades para ellos o sus familiares. Francisco Sánchez de Collados, el destacado escribano del que ya hemos hablado, cuyo registro notarial se conserva en parte y muestra su conexión con distintos miembros de la oligarquía, fue el responsable del libro de las casas hasta 1505, fecha en la que debió fallecer.128 Aunque fue procurador a Cortes en 1505, es cuestionable que fuese directamente designado, ya que no aparece su nombramiento en el libro, lo que sugiere que alguien renunció en él. En 1472 había sido fiel, mientras que Alvar Sánchez de Collados, cuyo parentesco parece obvio, fue tasador en 1475 y fiel en 1479, 1482 y 1500, además de guía en 1485, 1498 y 1501. El hijo de Francisco Sánchez de Collados, llamado Francisco de Collados, fue fiel en 1513 y otro de sus hijos, Antonio de Collados, lo fue en 1514.129 127

ARChV R. Ejecutorias, c. 350, n.º 48. Véanse las pp. 102-104 de este libro. 129 La actitud de las casas con respecto a la viuda e hijos de Francisco Sánchez de Collados fue de solidaridad y protección. A ellos entregaron en varias ocasiones el dinero que las casas destinaban para 128

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5. Los linajes de caballeros urbanos

El continuador de Francisco Sánchez de Collados en la escribanía de las casas fue Alonso de Salamanca quien fue fiel en 1489, 1500 y 1507. Su hijo, también escribano, Francisco de Salamanca, obtuvo la fieldad en 1512. Diego González de Salamanca fue fiel en 1491 y Agustín de Salamanca, escribano de la audiencia, lo fue en 1510. En cuanto a la familia Barroso, Diego Barroso fue tasador en 1463, fiel en 1479 y nuevamente tasador en 1493. Su hijo Bastián fue fiel en 1489. Por su parte, Andrés Sánchez Barroso era escribano público del número y procurador de la Chancillería (fue procurador, por ejemplo, de Juan López de Calatayud, regidor de la villa, en 1499).130 Ingresó en 1482 en las casas y adquirió una fieldad en 1498 aunque, probablemente debido a una condena por destierro que le fue levantada en 1499,131 no la sirvió ese año sino el siguiente. La familia Mudarra medró a través del servicio a los reyes.132 Diego Mudarra fue alcalde de los reyes en la Chancillería y un homónimo, apodado el mozo fue fiel por la casa de Fernán Sánchez y los Mudarros en 1477. Su hijo, Andrés de Mudarra, fue fiel en 1494, 1516 y 1519, además de aposentador en 1519. Es preciso resaltar que este Andrés era criado de Francisco de Santisteban, regidor y uno de los principales de las casas.133 Aunque un Pedro Mudarra fue fiel en 1500, este pertenecía a la casa de los Castellanos, y no a la de los Mudarros.134 Por lo tanto, y al margen de la cuestión de las renuncias ya mencionadas, lo que es evidente es que los que tenían más derechos, o al menos eran capaces de hacerlos valer en las reuniones de las casas, eran estas familias y que a las cuatro o cinco familias principales le seguían unas ocho cuyo estatus se fundaba en su condición de mercaderes o de letrados. Con respecto a la antigüedad de estas familias intermedias, debemos entender este concepto con cierta relatividad, no hay que perder de vista las dificultades biológicas para la continuidad de una familia en aquella época. Las personas que opositaban a

pobres y es posible que la concesión de estas fieldades a los huérfanos del escribano fuera un modo de ayudar al mantenimiento de la familia. Sorprende que, a pesar del lustre que el escribano Francisco Sánchez de Collados adquirió (llegó a ser procurador de Cortes, como se ha dicho), a su muerte las casas considerasen necesario amparar a sus hijos. 130 ARChV Pl. Civiles. Pérez Alonso (F), c. 191, n.º 5. 131 AGS, RGS, 1499-8, 13. 132 El infante Alfonso hizo merced a Diego de Mudarra del oficio del tinte y de los judíos en 1467 (AMV, Hospital de Esgueva, 422-4). En 1475 los Reyes Católicos, aunque no estaba graduado y habían prohibido conceder más alcaldías a personas sin título, le confirmaron como alcalde de la Audiencia (AGS, RGS, 1484-5, 13, cit. VARoNA GARCÍA 1981: 54-55). 133 AMV, Chancillería, 127-1, 28v-30v. 134 AMV Libro de Actas 1, fol. 261. [ 273 ]

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un cargo solían aducir que eran hijos y nietos de las casas, pero eran pocos los que podían añadir la condición de bisnietos de las mismas. Por lo tanto, dentro de esta concepción laxa de la antigüedad, en general, parece que estas familias intermedias tenían cierta solera dentro de las casas. Cuando en 1509 el nieto de Pedro Sanz, cambiador, se opuso a una fieldad dijo que era hijo y nieto de las casas. En 1512 Íñigo de Santiago, hijo del boticario Juan de Santiago, se presentó a una de las fieldades argumentando que era hijo y nieto de las casas, mientras que en la misma reunión Francisco de Salamanca, escribano, hijo de Alonso de Salamanca, anterior escribano de las casas, sostuvo que era hijo, nieto y bisnieto de las casas. Por lo tanto, se trata de familias que habrían ingresado en los linajes a lo largo del siglo XV, beneficiándose algunos de los momentos de apertura de las casas, lo que no obstaría para que, una vez dentro, y adquirida cierta antigüedad, mostrasen reticencias a permitir la entrada de nuevos caballeros sin que dieran el yantar correspondiente. Por otra parte, el estudio de estas casas desmiente la existencia de una división neta entre el común, organizado en cuadrillas y la élite que pertenece a los linajes. No ya solo por la existencia de contactos entre personas de ambas agrupaciones, sino porque incluso los mismos individuos se hallan formando parte de los linajes y las cuadrillas al mismo tiempo. Existían diversas personas dentro de los linajes que participaban al mismo tiempo de la organización del común. Esto prueba varios aspectos, el primero es que, para ciertos miembros ambas asociaciones eran compatibles. El segundo es que estas personas constituían un nexo entre los linajes y el resto de la sociedad vallisoletana, a la vez que una especie de puente entre la oligarquía y el común. Finalmente, esto explica que los procuradores del común, elegidos en las cuadrillas desde 1517, fueran también caballeros de las casas vallisoletanas. En el alarde de 1503, estudiado por Sabina Álvarez Bezos y Agustín Carreras zalama, se hallan muchos de los nombres aquí señalados y otros que, aunque no se han especificado, forman parte también de las casas de Fernán Sánchez y los Mudarros.135 En total, diecinueve personas del alarde de 1503 podrían identificarse con miembros de las casas de Fernán Sánchez y los Mudarros; aunque algunos son más dudosos, la gran mayoría de las identificaciones son seguras o muy probables. teniendo en cuenta que el alarde reunió a más de 1500 personas de la villa, la cantidad es poco representativa dentro de los miembros de las cuadrillas, pero lo es desde el punto de vista del análisis de los linajes, así como de su apertura y sus nexos con esta otra forma de encuadramiento de la población. Si tenemos en cuenta que hemos calculado que estas casas 135

ÁLVAREz BEzoS y CARRERAS zALAMA 1998. [ 274 ]

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podían estar compuestas por unas cincuenta personas en esta época, que unas diecinueve estuviesen incluidas en las cuadrillas es un porcentaje muy alto. 5.8. Las redes sociales dentro de las casas El distanciamiento de los regidores con respecto a los linajes es paralelo a la consolidación de los regidores como grupo fuertemente cohesionado a finales del siglo XV. Dicha cohesión se ve especialmente reforzada, no solo en la concrección de lazos de parentesco objetivos entre ellos, sino también, como ya se ha argumentado, por la existencia de una suerte de aura de parentesco laxo y plástico que puede en cualquier momento aducirse para asociarse a distintos miembros del grupo. Si las relaciones son parte de la identidad del individuo, se puede argüir que a fines del siglo XV la identidad como regidor, cuyo carácter performativo, además de otras actitudes, incluía relacionarse estrechamente con el entorno de los regidores, había ganado la mano a la identidad de pertenencia al linaje. A tenor de lo expuesto en este capítulo, la identidad del linaje, que se ha de poner en juego a través de las relaciones establecidas con otros caballeros del mismo, se halla en plena decadencia. La Red 18 (p. 382) muestra los lazos establecidos fuera del regimiento entre los propios regidores. Aunque puedan parecer pocos, se debe recordar que aquellos que disfrutaron del cargo durante un mismo periodo, tendrían una relación razonablemente continuada como compañeros de concejo (aunque en algunos casos sería más intermitente debido a las ausencias prolongadas de la villa por parte de algunos regidores). Por lo tanto, las relaciones aquí presentadas son suplementarias; una pequeña parte dentro de una realidad mucho más densamente conectada, que se percibe mejor al ver la red completa y la interconexión existente cuando se incluyen a las personas cercanas a los regidores. Por otra parte, en algunos casos hay más de una relación atestiguada entre dos regidores, pero la Red 18 solo muestra una arista, simplificando la multiplicidad de lazos. Los miembros del linaje de Reoyo se han coloreado en verde y los del linaje de tovar en naranja, en violeta se mantienen aquellos cuyo linaje se desconoce. Los vínculos familiares aparecen en celeste y el resto en color negro. En este sentido se observa que la pertenencia a uno u otro grupo, más allá de los lazos familiares (a menudo condicionados por el hecho de que el hijo recibía el regimiento del mismo linaje que su padre) no se manifiesta de forma particular. Es decir que no hay subgrupos del linaje de Reoyo y del linaje de tovar basados en relaciones más intensas al margen de las relaciones de padre a hijo o entre hermanos; algo que concuerda con la evidente falta de capacidad cohesionadora de estos colectivos durante el siglo XV y, especialmente, al final de este. La pertenencia a un linaje u otro no parece haber supuesto una mayor [ 275 ]

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solidaridad entre los miembros regidores del mismo, de hecho, quizás fuese justamente al contrario, ya que los regidores competían por las procuraciones contra sus compañeros de casa y linaje, no con el resto. Prueba de la debilidad de los linajes a la hora de determinar la identidad del individuo o sus redes de relaciones es el cambio de linaje que realizó Bernal Francés —del de tovar al de Reoyo— para acceder al regimiento de Juan de torquemada.136 Algo que, al contrario de lo que ocurrió en Arévalo en 1509 ante un caso similar, en Valladolid no pareció levantar ningún tipo de oposición en el concejo.137 Igualmente, el hecho de que su hijo, tras pasar este regimiento por dos personas más, fuera considerado del linaje de tovar, crea dudas con respecto a la rigidez de estas instituciones. Quizás aún más extremo es el ejemplo de la procuración de Cortes del linaje de tovar que, a través de la renunciación de Rodrigo de Verdesoto en Pedro Niño, acabó en manos del representante más insigne del linaje de Reoyo.138 Si los procuradores de Cortes representaran directamente a su linaje o se esperase al menos que mantuviesen una relación sólida con los miembros insignes del mismo, dicho cambio habría sido inaceptable, pues equivaldría a conceder dos procuraciones al linaje de Reoyo y ninguna para el de tovar. Que la identidad del linaje hubiera perdido relevancia para los regidores, no significa que este deterioro afectase de igual forma al resto de caballeros. Sin duda, las familias medias de los linajes, como las analizadas para las casas de Fernán Sánchez y los Mudarros, valoraban su pertenencia a los linajes puesto que les reportaba beneficios, aunque modestos, y con seguridad las casas serían un ámbito de sociabilidad relevante para el establecimiento de sus propias redes. Lo que resulta menos evidente es hasta qué punto los linajes permitían a sus miembros, a través del contacto directo con los regidores en las reuniones, participar del sistema de poder urbano y de las redes sociales de la oligarquía. En otras palabras ¿qué lazos unían a las familias de regidores con las familias intermedias de las que hemos hablado previamente? Al margen de las tensiones por la apertura del linaje y la inclusión de nuevos clientes, ¿qué otras dinámicas se establecieron en su seno? Para profundizar en estos aspectos se ha recurrido al análisis de redes sociales aplicado a los miembros de las casas de Fernán Sánchez y los Mudarros, que son las únicas para las que poseemos suficiente información. Una red que contuviese todas las relaciones de los miembros de estas casas con personas de dentro y fuera de las

136

PINo REBoLLEDo 1993a: 55-57. DIAGo HERNANDo 1997: 166, n. 80. 138 De ahí que en 1514 Rodrigo de Verdesoto argumentara en la reunión de sus casas que, aunque había recibido una procuración, no había obtenido provecho de ella, en el sentido de que no la había ejercido, aunque es obvio que recibió algún beneficio a cambio de renunciarla. 137

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5. Los linajes de caballeros urbanos

mismas no resultaría adecuada para su análisis, principalmente porque los regidores han sido objeto de un estudio más exhaustivo, aparecen mucho más en la documentación y son más fácilmente reconocibles a pesar de los factores de homonimia. El hecho de contar con mayor información para los regidores distorsiona el resultado mostrando una densidad de relaciones mucho mayor en torno a la mayoría de ellos. Descartando, por lo tanto, esta red cuya información resultaría más confusa, se ha reconstruido la Red 19 (p. 382) donde tan solo se han considerado las relaciones entre las personas que pertenecían a las casas, descartando los nexos de estas con otras ajenas a dicho grupo. Al hacer esto, el efecto distorsionador de la sobreinformación con que contamos para los regidores se minimiza, ya que la mayor parte de las relaciones entre personas de las casas están documentadas dentro del propio libro de Fernán Sánchez y los Mudarros. Por lo tanto, si los regidores aparecen en un lugar destacado en la red resultante, es tan solo porque las relaciones establecidas dentro de las casas les confirmaban en ese papel predominante. Los colores de los nodos se corresponden a los siguientes criterios: en rojo los regidores, en verde los miembros de las familias intermedias previamente descritas y en amarillo los caballeros que, al mismo tiempo, eran cuadrilleros. El resto de los individuos aparecen en gris. Con respecto a las aristas, se han distinguido tres tipos de relaciones: naranja para las clientelares (que incluyen los pleitos homenaje, las presentaciones en las casas y los criados), morado para las renuncias de un oficio en otra persona y el resto en color negro. El tamaño de los nodos se corresponde con su valor de centralidad de intermediación calculado tan solo repecto a las relaciones presentes en esta red. Es decir que su centralidad de intermediación no se ve aquí afectada por los cálculos de la red total ni por los numerosos contactos que algunos de estos individuos, como los regidores, tienen en dicha red. Esto significa que en la Red 19 (p. 382), aunque se percibe que los regidores por lo general tienen más relaciones que el resto de los miembros de las casas, la diferencia no es tan aplastante como lo sería si se considerasen las relaciones atestiguadas con gente de fuera de las casas. Aun así, las relaciones de tipo clientelar, coloreadas en naranja aparecen en su mayoría formando estrellas alrededor de los regidores, especialmente en el caso de los dos principales de las casas a finales del periodo estudiado: Rodrigo de Verdesoto el Viejo (4) y Cristóbal de Santisteban (164). Los regidores más desconectados y con menos centralidad pertenecen en su mayoría a periodos temporales para los que la documentación es menor y que no aparecen tan prolijamente detallados en los libros de Fernán Sánchez y los Mudarros. El 146 es el regidor Jerónimo de Virués, el 414 es Alonso de Valladolid, el 141 es Pedro Daza y el 37 es Rodrigo de Verdesoto el Joven. Los tres primeros fallecieron antes de la década de los noventa y el último no fue regidor hasta 1518. Aunque el gráfico va desde [ 277 ]

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1450 a 1520, la información principal se refiere a relaciones entre 1470 y 1520, por eso aparecen con menos contactos que otros regidores. Sin embargo, en el caso del 143, Álvaro Daza, fue regidor desde 1488 hasta 1517, por lo que su falta de contactos no se debe a un defecto en las fuentes sino a su escaso capital social dentro de la casa. Para evitar distorsiones debidas a la disparidad en las fuentes dependiendo del periodo en que los individuos fueron regidores, se compararán en concreto los cuatro individuos de estas casas que pertenecieron contemporáneamente al regimiento al final de este periodo, que es el mejor documentado. Se trata de Álvaro Daza (142), Alfonso de Virués (147), Rodrigo de Verdesoto el Viejo (4) y Cristóbal de Santisteban (164). El caso de Álvaro Daza es especialmente interesante, porque lo que en la red se presenta como la carencia de una red clientelar y una centralidad nula (al estar solo conectado con su padre Pedro Daza, el análisis de redes sociales le asigna un 0 en centralidad de intermediación), se traduce en el ámbito del concejo vallisoletano en dos aspectos fundamentales. El primero es que nunca obtuvo una procuración mientras que su compañero en las casas, Cristóbal de Santisteban (con el valor más alto en esta red de centralidad de intermediación, 1226), sumando las veces que ganó la procuración y aquellas en las que le fue renunciada, lo fue hasta en tres ocasiones. El segundo es la desaparición de su familia en el regimiento y las casas a su muerte en 1517. Si bien es cierto que esto se debía también a que carecía de hijos legítimos, en ocasiones precedentes otros regidores más fuertes habían sido capaces de dejar su cargo a distintos herederos a falta de hijos varones. Un ejemplo evidente es el caso de Jerónimo de Virués que lo dejó a su nieto, Alfonso de Virués; quien no solo era descendiente de su hija en lugar de descendiente por vía masculina, sino que además había sido un hijo bastardo. Si Álvaro hubiese tenido suficiente poder, quizás podría haber dejado el cargo a otro familiar (por ejemplo a Gaspar Daza que en 1518 fue fiel por la casa). En su lugar, al fallecer Álvaro, don Juan de zúñiga fue nombrado en su regimiento el 6 de julio de 1517.139 El caso de Alfonso de Virués (nodo 147, centralidad de intermediación de 384) es aún más claro ya que, a pesar de que tenía al menos tres hijos —Alfonso de Virués, que aparece presente en las casas en 1507, Juan de Virués, que ingresó en 1502 y tuvo diversas fieldades y Jerónimo de Virués presente en las casas desde 1518— ninguno le sucedió en el regimiento cuando falleció en 1508. El 13 de junio de ese año la reina Juana concedió el oficio a Francisco Gómez de Villarroel, adelantado de Cazorla, y el 16 de junio este se presentó en el concejo y fue recibido como regidor sin que aparentemente se produjese ninguna resistencia ni apareciese ninguno de los familiares de 139 AMV, Libro de Actas 4, fols. 47 y 56. Los zúñiga habían tenido una fuerte presencia en Valladolid desde mediados del siglo XV, cuando Alfonso de zúñiga era regidor, pero no se habían mantenido en el regimiento. Véanse las pp. 185-186 de este libro.

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Virués a reclamar el cargo.140 Aunque en la red Alfonso de Virués (147) parece tener más contactos que Álvaro Daza, la mayoría se refieren a sus familiares. tan solo dos de las relaciones representadas le conectan con dos clientes suyos, lo que difiere considerablemente con respecto a las redes de Rodrigo de Verdesoto y Cristóbal de Santisteban. Su centralidad de intermediación es también baja comparada con la de Verdesoto y Santisteban (384 frente a 621 y 1226 respectivamente). No es casualidad que mientras Daza y Virués desaparecen del regimiento sin dejar sucesor, los Verdesoto y Santisteban, no solo se mantienen en el concejo, sino que en 1520 los representantes de ambas familias son llamados los principales de las casas. A Rodrigo de Verdesoto le sucedió su hijo homónimo en 1518, sin que se produjese ninguna resistencia, y este se hizo con la siguiente procuración de Cortes asignada a las casas de Fernán Sánchez y los Mudarros. De nuevo, estas redes confirman lo expuesto acerca de la reproducción oligárquica en el capítulo 2. Si observamos los nodos en verde (los miembros de las familias intermedias que no pertenecían al regimiento pero que tendían a monopolizar las fieldades) se aprecia que, a excepción del escribano Francisco Sánchez de Collados (nodo 804) y Andrés de Mudarra (814), criado de Francisco de Santisteban (154) y la familia Morales con Rodrigo de Verdesoto (Rodrigo de Morales y Alonso de Morales) no existen relaciones directas entre estas familias intermedias y los regidores. otra particularidad es que tanto Sánchez de Collados como Andrés Mudarra pertenecen a las familias de letrados y ni siquiera los Verdesoto, que junto a los López de Calatayud representan los dos casos excepcionales de familias con perfil mercantil en el regimiento, muestran lazos con las familias intermedias que han medrado gracias a las actividades comerciales. Esta desconexión es coherente con los ya señalados reparos al ascenso de individuos mercaderes en el seno de la oligarquía, frente a una mayor aceptación de los letrados. En el segundo capítulo de este libro se comparaba el ascenso de Francisco Sánchez de Collados (804) a la procuración, con el caso de mercaderes como Luis de la Serna, que no pertenece a estas casas, o Francisco de torquemada (425). Se ponía el ascenso de Collados en relación con su alta centralidad de cercanía en la red total. Con la Red 19 se comprueba que dicha centralidad tiene un paralelismo evidente en el seno de las casas, que es donde se efectúa la elección a la procuración. En ellas Collados muestra el tercer valor más alto de centralidad de intermediación (751), por detrás tan solo de los Santisteban y por delante de Rodrigo de Verdesoto (que es el cuarto con 621).141 140

AMV, Libro de Actas 2, fols. 360-362. Existen razones metodológicas consistentes para emplear en el análisis de esta red los cálculos de centralidad de intermediación en lugar de los de cercanía utilizados en la red total. Para evitar disqui-

141

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A la vista de lo mostrado por la Red 19, no se trata tan solo de que las clientelas de los regidores en el seno de los linajes no incluyan a las familias intermedias (como podía inferirse de los apartados anteriores) sino que en conjunto, estas familias parecen carecer de lazos directos con los regidores. Por supuesto que interactuaban en las reuniones, pero ese conocimiento mutuo e interacción, no aparece sancionado ni a través de las principales relaciones que se establecen en las casas (renuncia de oficio, presentación en las casas o pleito homenaje), ni a través de ningún tipo de lazo atestiguado por fuentes ajenas a las casas. ¿Significa esto una desconexión completa entre ambos grupos en las casas, la independencia de las familias intermedias respecto a los regidores o incluso una ruptura abierta? Un análisis más detenido de la Red 19, trascendiendo los vínculos directos, muestra una imagen diferente. Ciertamente las familias intermedias, por su antigüedad, ni precisaban de los regidores para acceder a los linajes, ni son presentadas en este periodo en las casas, evitándoles asimismo el consecuente pleito homenaje. Esto significa que presentación y pleito homenaje, dos de los vínculos que aparecen con más frecuencia en la fuente principal para la red y que se han interpretado como expresiones clientelares, no les afectan. A pesar de estos factores que insisten en su independencia respecto a los regidores, gracias al análisis de redes sociales se observa que los miembros de dichas familias a menudo renuncian su cargo en un cliente directo de algún regidor. De esa forma, se establece un tipo de subordinación mucho más sutil y que podría entenderse como un tipo de clientelismo encubierto. Por ejemplo, Alonso de Salamanca renunció su fieldad en 1507 en Diego de Valladolid (372), mayordomo y criado de Francisco de Santisteban primero y, más tarde, de su hijo Cristóbal de Santisteban. El hijo de Diego, Francisco de Vélez (1132), fue también el destinatario de las renuncias de varios miembros de las familias mencionadas. En 1512 Íñigo de Santiago renunció en él a su fieldad y en 1513 Francisco de Collados hizo lo propio. En Lope de Vergara (1101), escudero de Rodrigo de Verdesoto, renunciaron fieldades Francisco de Salamanca en 1512 y Antonio de Collados en 1514. Una de las excepciones es Fernán Sánchez el siciones largas y en exceso eruditas, bastará señalar que (al margen de los individuos completamente exentos de relaciones) la red total está en su totalidad conectada entre sí, mientras que esta red tiene cuatro subredes que no están unidas entre sí. Esto provoca que la centralidad de cercanía se calcule por separado en cada una de estas cuatro secciones y que el valor que muestra, por ejemplo, Álvaro Daza (142), que aparece en una subred que conecta tan solo a cuatro nodos, no sea comparable al de los nodos en la red principal que conecta a la mayoría de los individuos. La centralidad de cercanía de Daza es mayor que la de los nodos del otro conjunto, porque su capacidad para alcanzar a los tres nodos restantes de su red es mayor que la de Cristóbal de Santisteban (164) para hacer lo propio con todos los nodos de su entorno. Si en cambio observamos en qué medida estos nodos permiten conectar al resto de nodos entre sí, las medidas nos devuelven un cálculo representativo de la ascendencia sobre el conjunto de las casas de Fernán Sánchez y los Mudarros. [ 280 ]

5. Los linajes de caballeros urbanos

Bollo (1522) que, siendo miembro de estas familias intermedias y no apareciendo, en principio, como cliente directo de ningún regidor, fue una de las principales personas en quien otros señores de las casas renunciaron fieldades: Alfonso de Valladolid lo hizo en 1508, Francisco de Valladolid en 1510, Juan Álvarez en 1513 y Antonio Catalán en 1520. Su caso demuestra que otras familias podían mantener un peso relativo dentro de las casas y obtener rédito de su pertenencia a las mismas a pesar de que, como colectivo, no fueran capaces de hacer valer sus derechos frente a los de los regidores. Exceptuando a Sánchez Bollo, la mayoría de las renuncias parecen tener una función básica en el sistema de retribuciones que animaba las redes clientelares de los regidores. La persona que renunciaba recibiría, directa o indirectamente, una compensación por parte del beneficiado. No hay que olvidar que, aunque la persona elegida no desempeñase el cargo personalmente, este contaría como suyo en el registro de la casa. Esto significaba que, cuando quisiese competir por otro oficio, estaría por detrás de los que hacía más tiempo que no habían tenido ninguno. Por lo tanto, dado que la renuncia conllevaba contraindicaciones para la persona inicialmente designada, el destinatario final del cargo debía compensarle de una u otra forma. Normalmente se le entregaba una parte de los emolumentos derivados del oficio, pero eso no obsta para que la renuncia fuera también un pequeño sacrificio en favor de un patrón, al que agradaba y servía de esta forma. Los miembros de estas familias intermedias no parecen clientes directos de los regidores, pero reconocen su preminencia y buscan agradarles o atraer su favor renunciando en alguno de sus hombres. Por ejemplo, las renuncias en Diego de Valladolid, mayordomo, primero del regidor Francisco de Santisteban y, más tarde, de su hijo y también regidor, Cristóbal de Santisteban, serían una forma de complacer a estos o de congraciarse con ellos, al margen del arreglo económico al que se llegase con Diego. En ningún caso puede presumirse que estas renuncias fuesen una mera transacción. Más bien eran una de las ocasiones en las que el sistema clientelar se manifestaba en forma de un favor que conllevaba contraprestaciones no explícitas. Esta práctica confirmaba la preeminencia y control de los regidores a la vez que consolidaba sus redes clientelares, reforzadas indirectamente por las familias intermedias. Por lo tanto la independencia y alejamiento, por un lado de estas familias respecto a los regidores, pero también de los regidores respecto a sus casas, fue un hecho y se acentuaría progresivamente a lo largo del siglo XV. Sin embargo, sería una independencia relativa, sustentada, por un lado, en la existencia de una parcela de poder propia dentro del linaje para estas familias a través de la monopolización de fieldades, y por otro lado, en el reconocimiento que dichas familias otorgaban a los regidores, entre otras cosas, a través de esta suerte de clientelismo indirecto o incluso encubierto. [ 281 ]

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¿Es este modelo extrapolable al resto de las casas vallisoletanas para las que no contamos con este tipo de documentación? Lamentablemente tan solo se puede especular. La comparación con el resto de los linajes podría dar respuesta a cuestiones que por ahora solo pueden ser planteadas. Un aspecto de mayor interés es si el distanciamiento entre familias intermedias y los regidores, incluidas las resistencias siempre más vehementes conforme se adentran en el siglo XVI y hasta las Comunidades, se vio mediatizado por la simpatía entre los regidores concretos de estas casas y el común. Como se verá en el siguiente capítulo, Cristóbal de Santisteban colaboró con los comuneros y Rodrigo de Verdesoto, aunque ya fallecido cuando la revuelta estalló, mostró indicios que pueden ser interpretados como simpatías hacia el común, tanto al presentar a los mencionados miembros de la familia López de Calatayud y a Francisco de tamayo en las casas, como en sus comentarios a favor de la expulsión del capitán tapia de Valladolid.142 Esta cuestión enlaza con otra ya avanzada: la presencia de miembros de las cuadrillas entre los caballeros de las casas de Fernán Sánchez y los Mudarros (distinguidos en amarillo en la Red 19). Estos cuadrilleros muestran una relativa dispersión a lo largo de la red. De hecho, algunos de ellos son caballeros que han ingresado en las casas de la mano de los regidores.143 Sin embargo, no parece haber una especial relación entre la cercanía a un regidor y la presencia, a un mismo tiempo, en los linajes y las cuadrillas. Lo que queda evidenciado es el papel de enlace entre ambas organizaciones políticas a través de estas personas que participaban de las asociaciones pecheras y las de los caballeros; algo que probablemente se fundamenta en la búsqueda de opciones de ascenso a través de las cuadrillas y no solo en los linajes. Mientras estos últimos se sometían cada vez más al monopolio por parte de los regidores que dejaba sin opciones al resto, las cuadrillas vivían una nueva efervescencia con un aumento de las reivindicaciones que les llevará hasta la consecución de procuradores del común y una participación activa en las reuniones del común previas a la junta comunera. Un ejemplo significativo es el de Francisco de torquemada (nodo 425), del que se habló en el capítulo segundo y cuyo enfrentamiento con Rodrigo de Verdesoto por la procuración ya ha sido analizado en un apartado previo. torquemada muestra una centralidad de intermediación baja en esta red (199), pero se halla conectado con otros miembros de las cuadrillas, espacio en el que obtendría mejores resultados siendo nombrado procurador del común en marzo de 1519. De hecho, mientras su centralidad en la red de las casas (donde se decide la procuración, aspiración en la que 142

P. 321 de esta obra. Perucho de Azcoitia, criado de Pedro Daza que ingresó en las casas en 1494, Juan de tordesillas, espadero, presentado por Cristóbal de Santisteban y Francisco de Aranda, mercader, presentado por Alfonso de Virués. 143

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5. Los linajes de caballeros urbanos

fracasó) es considerablemente baja, su centralidad de cercanía en la red total es de las más altas (0,301) superando el umbral orientativo que se había propuesto para hablar de miembros del núcleo duro de la oligarquía (0,300).144 Por último, con la intención de reflexionar nuevamente sobre la representatividad de estas casas en el conjunto de los linajes o de forma más general en el conjunto de la oligarquía vallisoletana, se ha realizado una nueva versión de la red total. En la Red 20 (p. 383) observamos los mismos elementos y disposición de la Red 1 con una salvedad. Se han destacado en negro los miembros de las casas de Fernán Sánchez y los Mudarros. Esto permite visualizar en qué medida estos caballeros se distribuyen a lo largo de la red total. Dado que los datos de estas redes son siempre aproximativos, su mayor valor es el de permitir comparar distintos elementos. Al carecer de una información como la que proveen los libros de las casas estudiadas para el resto de casas vallisoletanas, quedamos privados de la posibilidad de comparar la presencia de cada una de ellas dentro de la red total y el análisis que podemos hacer de los caballeros de Fernán Sánchez y los Mudarros en el conjunto de la red es limitado. ¿Hasta qué punto la documentación extraordinaria existente para estas casas aumenta la información relativa a estos individuos y, por lo tanto, sobredimensiona su presencia en la red total? Sin embargo, más allá de aspectos numéricos, se pueden constatar dos aspectos. Por un lado, la dispersión de los caballeros de estas casas por un amplio espectro de la red es evidente. En especial si tenemos en cuenta que la zona derecha de la red, donde apenas aparecen, se corresponde con los nodos relacionados con la compañía comercial de Juan López de Calatayud; nodos que en parte se extienden fuera de la villa de Valladolid. Por otro lado, dicha dispersión parece corroborar la ausencia, a finales del siglo XV, de una fuerte cohesión dentro de las casas, que subrayase las relaciones entre miembros del colectivo frente a otros lazos en el conjunto del entorno oligárquico.

5.9. Conclusiones Los linajes vallisoletanos se vieron, desde principios del siglo XV, divididos por las tensiones entre las prácticas corporativas y los intereses individuales de algunos de sus miembros. La preocupación de los sectores corporativistas por atajar uno de los fenómenos que minaban su concepción de las casas —el ingreso de personas más modestas— les llevó a, indirectamente, favorecer el ascenso desmesurado de determinadas familias. Esto se convertiría, a la postre, en su perdición; ya que estas familias encum144

La Red 8 muestra la red egocéntrica de Francisco de torquemada en el conjunto de la red total. [ 283 ]

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bradas no solo obtuvieron un control absoluto sobre las casas sino que, además, lo utilizaron para, finalmente, abrir a su antojo el acceso a toda una serie de personas que alimentaban sus redes egocéntricas. Los entradizos se beneficiaban entonces de la pertenencia a las casas pero no entregaban a estas nada a cambio, sino que su lealtad era para con el patrón que les había introducido en el linaje. La existencia de una serie de familias intermedias que controlaban las fieldades muestra que había sectores dentro de las casas que, a pesar de tener un papel decisorio casi nulo con respecto a los asuntos que interesaban directamente a los regidores (las procuraciones y la entrada de su clientela a coste cero), obtenían una parcela de poder y una serie de réditos políticos y económicos gracias a su pertenencia al linaje. La cada vez mayor manipulación e incumplimiento de las normas de las casas por parte de los regidores en su propio beneficio creó cierto descontento entre este sector, pero sus conatos de resistencia a los deseos de los ediles rara vez se tradujeron en una oposición efectiva. Por otra parte, esto no significa que los regidores pudieran prescindir de las casas. Además de la elección para procuradores, donde la necesidad de la confirmación en los linajes resulta evidente, el análisis de redes sociales muestra un paralelismo entre la falta de una clientela sólida y la debilidad de la familia, tanto en las casas como en el concejo. La desaparición de las familias Daza y Virués del regimiento se traduce en que, en 1524, las casas de Fernán Sánchez y los Mudarros consideren como principales de las mismas tan solo al comendador Cristóbal de Santisteban y a Rodrigo de Verdesoto el Joven. Los Santisteban y Verdesoto, que habían mostrado una iniciativa mayor en la presentación de clientes dentro de la casa, sobreviven a una época de frecuentes cambios en el regimiento. A pesar de que es complicado establecer cómo se traduce la falta de redes clientelares en la desaparición de una familia dentro del regimiento —especialmente cuando en estos cambios aparece también la mano regia que, solo en teoría, actúa al margen de la política vallisoletana—, es evidente que el capital social tuvo un peso fundamental en la reproducción oligárquica de estas familias. Al mismo tiempo, los linajes son también uno de los escenarios donde aparecen personas cuyos intereses y ansias de medrar chocan frontalmente con el predominio de los regidores. En las casas de Fernán Sánchez y los Mudarros el ejemplo más evidente es Francisco de torquemada, que no pertenece a las familias intermedias, ni se conforma con una fieldad, sino que aspira a unas cuotas de poder político mayor. torquemada podría haberse presentado a cualquier fieldad y haberla obtenido ya que, siendo nieto de las casas y no habiendo ejercido ningún cargo, se habría puesto por delante de muchos otros opositores. Sin embargo, descarta la fieldad, cuya obtención le inhabilitaría para opositar a una procuración, e intenta hacer valer sus derechos [ 284 ]

5. Los linajes de caballeros urbanos

según las ordenanzas del linaje. Estas personas serán las que más fácilmente dirijan sus esfuerzos a ascender a través de la organización política de la comunidad desde 1516, cuando aumentan las reclamaciones para que haya procuradores del común. Francisco de torquemada fue recibido como procurador del común el 14 de marzo de 1519 en lugar de Francisco de tamayo, quien, recordemos, había intentado ingresar en las casas de Fernán Sánchez y los Mudarros en 1517, provocando la negativa de sus miembros. De esta forma, los sectores ascendentes de la sociedad vallisoletana cuyas pretensiones de promoción se veían frustradas en el seno de los linajes —ya fuera por la no admisión o por el control quasi-absoluto de los regidores— redirigieron sus esfuerzos a través de otra vía, la que abrían en este periodo turbulento las reclamaciones del común. La conexión entre ambos mundos era especialmente factible cuando, como se ha comprobado, era habitual ser, a la vez, cuadrillero y señor de una de las casas de la villa. Frente a la mayor resignación de las familias intermedias, que aún participan del reparto de poder a través de las fieldades, aparece el inconformismo de otros elementos que se sentían excluidos del sistema redistributivo. Una vez que las prácticas corporativistas dejaron de tener efecto y que sus posibilidades de acceder a los cargos lucrativos se redujeron al mínimo, la pertenencia a los linajes se mostró incapaz de satisfacer los deseos de ascenso político-social de ciertas personas. Esta incapacidad de los linajes equivalía a la pérdida de su función como instituciones que canalizaban las pretensiones de los grupos ascendentes, facilitando el consenso y minimizando las posibilidades de ruptura en el seno de la sociedad. Por lo tanto, es preciso volver a una de las cuestiones con las que se abría este capítulo: ¿son los linajes una institución meramente honorífica y vacía de contenido a finales de la Edad Media? Ha quedado suficientemente demostrado que las casas habían perdido cualquier control sobre qué personas ejercían finalmente los cargos que les eran adjudicados en el seno de los linajes. Al mismo tiempo, sus intentos continuados por mantener una cierta redistribución de las compensaciones que se recibían por pertenecer a las casas, habían naufragado una y otra vez. En el caso de Fernán Sánchez y los Mudarros se ha comprobado que las casas, a pesar del descontento, eran incapaces de negarse a los requerimientos de los regidores, mostrándose completamente a su merced. Sin embargo, también se ha evidenciado que, aunque las casas no controlaban quién ejercía los oficios, sí que designaban a la persona con más derechos al mismo, manteniendo la legalidad de la prelación dentro de las casas y adjudicando los cargos a quien le pertenecía, con los derechos y compensaciones que esto conllevaba. Al mismo tiempo, en los casos en que una elección era discutida, la labor de arbitraje y negociación dentro de las casas era fundamental para mantener el orden entre sus [ 285 ]

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miembros, algunos de ellos regidores señalados cuyo enfrentamiento podía desembocar en conflictos violentos. Por lo tanto, si bien las casas y linajes habían perdido muchas de sus funciones, entre ellas, la de reabsorber los sectores ascendentes para evitar que se sublevaran, mantenían aún ciertas competencias que justificaban tanto su existencia como el interés de pertenecer a las mismas. Para las familias intermedias, la pertenencia a las casas seguía siendo un aspecto fundamental tanto por sus beneficios económicos como sociales y la asistencia continuada de los miembros a las reuniones y la oposición a las fieldades muestra que se seguía reteniendo como importante el ser caballero, escudero o señor de las casas.

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6. La oligarquía y el común: de 1450 a las Comunidades

6.1. Introducción. Representatividad, bien común y legitimación Afirmar que no hay élites sin bases sociales, sin el común, es una obviedad. Sin embargo, si atendemos a los estudios sobre oligarquías y élites, el espacio dedicado a las relaciones con el común y el capital social suele ser mínimo. En 1998 Bonachía Hernando y Martín Cea recordaban que el común «no es un mero espectador pasivo de las decisiones políticas de los oficiales y, sin embargo, frecuentemente ha sido tratado como tal y, a veces, ni siquiera como eso» .1 En realidad esto se debe, no solo a que el aspecto relacional no ha tenido la relevancia que debería en la mayoría de los estudios prosopográficos y de familias de las élites, sino también al propio anonimato de las bases sociales que subyacen al poder oligárquico. De hecho la información y los resultados referentes a las relaciones entre élite y común son demasiado limitados como para permitir la aplicación práctica del análisis de redes sociales. Las noticias de vínculos entre la oligarquía y el pueblo suelen ser vagos y cualitativos en lugar de aportar nombres concretos y datos cuantitativos, que es lo que precisa el análisis de redes sociales para poder ser llevado a cabo. Asimismo, cuando contamos con nombres concretos de posibles miembros del común, no solemos tener mayor información sobre estas personas, lo que limita la posibilidad de etiquetarlos como común y descartar que sean miembros de un linaje de caballeros. Por otra parte, estas etiquetas funcionan a menudo de forma equívoca ya que, inconscientemente, fruto de la influencia de los planteamientos materialistas, tienden a ser entendidas como contrapuestas entre sí «Común vs. oligarquía»,2 incluso aunque la historiografía reciente haya reflejado ampliamente que la conflictividad bajomedieval 1

MARtÍN CEA y BoNACHÍA HERNANDo 1998: 33. Sobre el común en Castilla véanse VAL VALDIVIESo 1994a y 2001; ASENJo GoNzÁLEz 2004; MoNSALVo ANtóN 1989; MARtÍNEz MoRo 1985; RUBINStEIN 2005; AStARItA 1997; EStEBAN RECIo 1990. 2 Una crítica a estas categorías en SÁNCHEz LEóN 2002. [ 287 ]

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se articula de forma mucho más compleja que la mera oposición entre grupos de distinto perfil socioeconómico.3 No solo los vículos entre ambos sectores han sido ampliamente probados, sino que incluso se ha mostrado la existencia de individuos que eran, a la vez, miembros de los linajes y de las cuadrillas. Al margen de estos vínculos más concretos y tangibles, en este capítulo se analiza una relación más sutil y un tanto abstracta que une a los regidores con el resto de la sociedad urbana: una relación basada en la noción de representatividad y en la que se percibe una ruptura al analizar el desarrollo de un discurso antagónico entre el común y la nobleza que, por extensión, incluye a la oligarquía. Entre las diversas interpretaciones de la revuelta de las Comunidades, una de las más extendidas es la ruptura con las Cortes como órgano representativo del reino, aspecto ya señalado por Maravall como clave. La interpretación de la representatividad bajomedieval como una cuestión que atañe principalmente a las Cortes, sin considerar los ámbitos concejiles, favorece análisis que comprenden este fenómeno como un estallido que se gesta desde 1504, con la muerte de Isabel, o al máximo desde 1497, como sostienen José Antonio Maravall, Juan Ignacio Gutiérrez Nieto o Joseph Pérez.4 Por el contrario, Stephen Haliczer ya defendió la existencia de una gestación previa, aspecto enfatizado por medievalistas como Julio Valdeón Baruque o Pablo Sánchez León.5 Aunque la interpretación de Joseph Pérez, de un enfrentamiento entre la oligarquía cerrada y los sectores medios excluidos del poder, resulta mucho más apropiada que la oposición entre patriciado urbano y aristocracia propuesta por Haliczer, sería erróneo comprender las Comunidades como una revolución moderna gestada en los albores del siglo XVI. Según Joseph Pérez, que coincide en gran parte con Maravall, las raíces de esta revolución de signo moderno se hunden en los hechos en torno a la muerte de Isabel y la crisis dinástica posterior,6 unida a la pésima coyuntura económica que se inicia también en los años 1504-1506 con una serie de malas cosechas, hambre, mortandad y presión fiscal. En particular, Joseph Pérez atribuye un peso fundamental a la oposición a la idea imperial: «los castellanos no compartieron la idea imperial de Carlos Quinto. Este fue el motivo principal de la revolución comunera».7 Sería dicho rechazo al Imperio lo que llevaría a reivindicar para el reino una participación directa en los asuntos políticos.8 3 4 5 6 7 8

Un ejemplo en SABAté CURULL 2008. MARAVALL 1963; GUtIéRREz NIEto 1973; PéREz 1985. HALICzER 1987; VALDEóN BARUQUE 1975; SÁNCHEz LEóN 1998. Acerca de dicha crisis véase FERNÁNDEz ÁLVAREz 2002; PIEtSCHMANN 1992. PéREz 2002: 139. Ibidem: 142. [ 288 ]

6. la oligarquía y el común: de 1450 a las comunidades

Esta interpretación obvía, no solo que dicha participación en la res publica había sido ensayada anteriormente en el desarrollo del sentimiento comunitario y las quejas contra la legitimidad y representatividad de los regidores a nivel concejil,9 sino que incluso se habían producido ensayos de juntas y hermandades previas a 1520 y con mucho al hecho del imperio, como las dirigidas por Valladolid en 1506 y 1516, que no desarrollo aquí por ser objeto de un artículo de próxima publicación.10 Si bien la idea imperial pudo ser un elemento catalizador, el hecho de que existieran unas hermandades frustradas en 1506 y 1516, antes de que se introdujera dicho elemento, muestra que la cuestión imperial fue accesoria en lugar de fundamental. En este sentido, el modelo más adecuado parece el propuesto por Pablo Sánchez León: ... se interpreta la Comunidad de 1520 como punto de llegada de un prolongado movimiento de lucha por la incorporación estamental a escala urbana larvado desde la introducción del regimiento a mediados del siglo XIV y que proporcionó las precondiciones necesarias para que una crisis constitucional muy contextual en las relaciones entre el príncipe y las ciudades se convirtiera en el detonante de una recomposición «comunera» de la sociedad urbana, distintiva de otras experiencias de movilización comunitarias anteriores.11

Hay por lo tanto una evidente correlación entre la ruptura entre la comunidad y sus representantes concejiles y la posterior ruptura entre las Comunidades y la Corona, a pesar de que se den factores diversos y matizables. Considerese asimismo que son estas oligarquías concejiles las que en parte forman el Consejo real (aunque no siempre con una presencia efectiva) y que este será ferozmente atacado por los comuneros. Aún más importante, la cuestión de los empréstitos no se debate meramente en las Cortes, sino que, antes de que los procuradores sean enviados, provoca graves enfrentamientos en el seno de los concejos y en las ciudades, incluidas las resistencias a nombrar procuradores y otorgarles los poderes que la Corona exige, siendo los representantes del común los que más encarnizadamente se oponen. En cualquier caso, lo más significativo no es la relevancia del escenario local, sino que en dicho escenario las reclamaciones centradas en la representatividad no surgen de la crisis dinástica, sino de una crisis más profunda; una crisis de representa9

Entre otros véase oLIVA HERRER (2014). MARtÍN RoMERA (en prensa). Acerca de la relación entre las Comunidades y las Hermandades medievales véase BERMEJo CABRERo 1988. 11 SÁNCHEz LEóN 2002: 161. 10

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tividad en ámbito urbano que se incuba desde, al menos, mediados del siglo XV con distintas cronologías en las distintas ciudades castellanas. Efectivamente la cuestión de la representatividad ha sido especialmente estudiada en función de la monarquía y las asambleas o Cortes de los reinos. Hwa-Yong Lee, en su estudio sobre la representación política a finales de la Edad Media, analizaba cómo la interpretación que diversos autores desde el siglo XVIII realizaron del término de representatividad ha condicionado nuestra concepcion actual.12 Centrándose en la monarquía y las asambleas de los reinos, Hwa-Yong Lee afirma que en los siglos XII y XIII la representación política no estaba subordinada, como hoy en día, al reconocimiento de la supremacía de los súbditos; en su lugar existía una noción de consent, de consentimiento por parte del pueblo. Este consentimiento no equivalía a ningún tipo de decisión conjunta. La parte que consiente no decide, sino que acepta implícitamente otorgar el poder, y es esa aceptación la que garantiza la legitimidad.13 La noción de que el consentimiento es fundamental para la legitimidad del gobierno representativo es compartida por otros autores como, por ejemplo, Claude Gauvard, que habla de consentement y contrato en el caso francés.14 Se trata de un concepto directamente relacionado con la fórmula Quod omnes tangit que en palabras de Juan Manuel Carretero zamora está «considerada como el principio político germen del parlamentarismo».15 Dicha fórmula implicaba que lo que a todos atañía debía de ser aprobado por todos; sin embargo, como ya se ha explicado, esto ha de entenderse, no como la capacidad de todos para elegir y decidir, sino la contemplación de su consentimiento, que bien podía ser tácito y que a menudo se otorgaba a instancias de la autoridad real. A la discusión sobre el consentimiento se ha sumado un debate más amplio acerca de la existencia de un pacto social o un contrato político a finales de la Edad Media, discutido especialmente en una serie de obras editadas por Ana Isabel Carrasco y François Foronda.16 Este acento en la negociación y en un sistema político que se asienta en la participación y confluencia de distintos agentes conecta bien con las últimas teorías de la construcción del Estado resumidas en el concepto de empowering interactions, propuesto principalmente por André Holenstein.17 12

LEE 2008. Ibidem: 39: «election is not necessarily the specific way to express consent or will. the right to consent, which belongs to the people, is basically only a right to acclaim». 14 GAUVARD 2011. 15 «Quod omnes tangit, ab omnibus adprobare debet». Acerca de su aplicación concreta en relación con las Cortes castellanas véase: CARREtERo zAMoRA 1988: 46-51. 16 FoRoNDA y CARRASCo MANCHADo 2007; FoRoNDA 2011. 17 BLoCKMANS, HoLENStEIN, MAtHIEU 2009. 13

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6. la oligarquía y el común: de 1450 a las comunidades

Volviendo a la cuestión de la representación, si consideramos representar como ser la imagen o el símbolo de algo, es evidente que los regidores bajomedievales —y especialmente los procuradores de Cortes—, se sentían representantes de sus ciudades.18 Estos últimos iban a las asambleas designados por la ciudad y realizaban sus peticiones en nombre de esta; es imposible además negar que, al margen de todos sus intereses de grupo y particulares, un porcentaje de estas peticiones se hacía en función de lo que, bajo su mentalidad, consideraban beneficioso para la ciudad. De hecho, los enviados designados para ir a Cortes o al Consejo real debían jurar que, mientras recibiesen salario de la villa para el viaje, «no entenderán en otros negocios suyos ni de otra persona alguna sino en lo que toca a la villa».19 Aunque esto denota la desconfianza en los intereses particulares de los emisarios —algo natural ya que están de sobra constatadas las peticiones de mercedes personales por parte de los procuradores en las Cortes—, también evidencia la obligación de representar a la ciudad por encima de a sí mismos al margen de cómo actuasen en la práctica.20 María Antonia Varona García adopta un planteamiento similar cuando analiza hasta qué punto los procuradores de Cortes vallisoletanos representaban a la ciudad, insistiendo en los controles que el regimiento impuso sobre la libertad de acción de estos oficiales: Puede constatarse el hecho de que en momentos difíciles la actuación de los procuradores aparece como un reflejo de la voluntad popular y que en tiempo de graves crisis sociales y económicas las Cortes pueden ser instrumento eficaz de oposición a políticas popularmente inaceptables, porque estas oligarquías que dominaban las principales ciudades castellanas, y por tanto las Cortes, no eran ajenas a las presiones populares.21

Aun así, centrándose en el siglo XVI, señala Varona García que Valladolid y Soria fueron una excepción porque fueron las únicas ciudades que mantuvieron la elección 18 Algunos elementos de la identificación entre las élites y las ciudades que gobernaban pueden encontrarse en BoNACHÍA HERNANDo 1996b. 19 AMV Libro de Actas 4, fol. 190r. Fechado a 1 de febrero de 1519. 20 Algunas cuestiones sobre esta representación de las Cortes y sus limitaciones en CARREtERo zAMoRA 2001, 2002 y 1988. En esta última obra, la cuestión de la representatividad es tratada en las pp. 3-25 y 374-392. 21 VARoNA GARCÍA 1990: 38. Acerca del especial control del regimiento sobre los procuradores en el siglo XVI habla en las pp. 39-45. Se retomará esta idea más adelante en este capítulo, ya que en 1520 se produjo en el concejo vallisoletano un ejemplo de estas presiones populares sobre el regimiento justamente a raíz de la elección de procuradores a Cortes, episodio que Varona García relata también en las pp. 40-41 de su obra.

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de sus procuradores por los linajes, aunque al mismo tiempo reconoce que la elección, como se ha demostrado en el capítulo anterior, era inoperante.22 En cualquier caso, esta representatividad que ha sido planteada mayormente en función de las asambleas y los procuradores a Cortes, funcionaba de igual modo con los miembros del gobierno urbano y así Alonso Ramírez de Villaescusa, corregidor de Valladolid entre 1492 y 1504, en su Espejo de Corregidores considera que el regidor obra en nombre de la ciudad: Segundo dizese el ombre ser alguna cosa segun una prinçipalidad y mayoría, asy como el prinçipal de la çibdad se dize ser la çibdad y por esto lo que hazen los prinçipales que son la justiçia y los Regidores se dize que lo haze la çibdad y en esta manera no todos los ombres se estiman ser aquello que son.23

Por lo tanto, no parece que sea necesaria mayor evidencia para afirmar que es posible hablar de representatividad para la sociedad bajomedieval, aunque dicho concepto difería del actual y estaba asociado tanto al ya mencionado consenso y consentimiento, como a la defensa del bien común. Los conflictos en torno a la legitimidad de la representación por parte de ciertos diputados, fueron habituales en la Europa bajomedieval y más concretamente en la Baja Edad Media durante el proceso de oligarquización o aristocratización de la política urbana.24 La oposición de ciertos sectores a la legitimidad de dicha representación desembocaba a menudo en debates donde la retórica del bien común ocupaba un lugar central. En el concejo de la ciudad alemana de Colonia, ocho estatuas realizadas en torno a 1430-1440 representaban a profetas que sujetaban cartelas en las que se leían mensajes relacionados con el buen gobierno: entre ellos, que el bien común había de preferirse al bien particular.25 El caso vallisoletano, así como otros estudios recientes en torno al bien común, muestran que los gobernantes bajomedievales se consideraban representantes de las ciudades en la medida en que defendían el pro común.26 Constituye este un concepto de representación diferente del actual —en el que se relaciona la representación con la designación directa por parte del pueblo—, pero no por ello deja de resultar funcional en la mentalidad de la época. La representación de los 22

Ibidem: 39. RAMÍREz DE VILLAESCUSA 1493: 32-32v. 24 DELLA MISERICoRDIA 2011. 25 En la actualidad se conservan en el Museum Schnütgen (Colonia, Alemania). 26 Esta cuestión del bien común ha sido objeto de un renovado interés desde la publicación de la obra colectiva De Bono Communi en 2010: LECUPPRE-DESJARDIN y BRUAENE 2010. Posterior a este trabajo son las actas del congreso italiano recogidas en Centro Italiano di Studi Sul Basso Medioevo 2012. 23

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intereses de la ciudad, es decir la defensa del bien común, proporcionaba legitimidad en la medida en que era un elemento fundamental del contrato o pacto entre gobernantes y súbditos.27 Por ello se proponía como un argumento propagandístico de primer orden para la oligarquía que lo utilizó continuamente en sus discursos.28 Este factor de legitimación y propaganda que el discurso del bien común conlleva ha sido señalado por distintos autores,29 entre ellos Antonio Suárez Varela quien, sin embargo, lo aplica fundamentalmente a la revuelta de las Comunidades hablando de celotismo comunal. En su artículo, aunque señala la importancia de este elemento en el discurso de la monarquía y los nobles, procede luego directamente al común, sin mencionar que, antes que a este, llegó a las élites que hicieron de él un elemento fundamental de su identidad.30 La representación de la sociedad urbana, aunque fuera de esta forma virtual, era un requisito primordial para el mantenimiento del sistema oligárquico. La legitimación del mismo dependía directamente de su capacidad para mantener la ilusión de que defendía el bien común y que, por lo tanto, representaba a la ciudad en su conjunto. Si, por el contrario, frustraba las expectativas del pueblo podía surgir la oposición y, con ella, la deslegitimación. Dicha deslegitimación se produce principalmente a través del desarrollo de un discurso en el que la oligarquía ya no garantiza el bien común. En este sentido, el arco temporal que abarca este libro (1450-1520) es un periodo que parte de un sistema oligárquico que aparentemente está completamente asentado, para luego atravesar distintos conflictos protagonizados por grupos que reclaman nuevas figuras como la del procurador del común, culminando finalmente en las Comunidades que cuestionarán todo el sistema político.31 Es decir, que en esos setenta años la oligarquía, a ojos del pueblo, fue alejándose cada vez más de la defensa del bien común, frustró una serie de expectativas de distintos grupos de población y esto dio lugar a la oposición. oposición que es paralela y consecuencia al mismo tiempo 27 Aunque de forma quizás en exceso taxativa, Eberhard Isenmann lo expone con las siguientes palabras: «the Common Good is a normative regulative idea such as the idea of a contract of subjection to sovereign powers (Herrschaftsvertrag), a social contract or sovereignty of the people, and it is of unquestionable axiomatic value» (ISENMANN 2010: 110). 28 JARA FUENtE 2007 y 2010. 29 NIEto SoRIA 1988: 149 y ss. 30 SUÁREz VARELA 2007. Contrariamente al caso castellano, Albert Rigaudière ha mostrado que en las ciudades del Midì francés, el término bien común fue utilizado por la monarquía, mientras que estos centros urbanos mantuvieron, hasta finales de la Edad Media, una preferencia por otras expresiones como la utilitas publica (RIGAUDIèRE 2010). 31 La bibliografía sobre las Comunidades es ingente. Una breve revisión historiográfica en PéREz 2002. Algunas obras fundamentales son MARAVALL 1963; PéREz 1985; HALICzER 1987; SÁNCHEz LEóN 1998. Sobre la Revuelta de las Comunidades en Valladolid, Beatriz Majo tomé escribió una tesis leída en 2015 y publicada en 2017: Majo tomé 2017. De gran interés son varias de las aportaciones en las obras colectivas MARtÍNEz GIL 2002 y oLIVA HERRER et al. 2014, aunque esta última tiene una perspectiva más amplia.

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de la apropiación por parte de otro sector de este discurso del pro común. Esta apropiación la describe muy bien Antonio Sánchez Varela en el trabajo ya mencionado dentro del contexto de las Comunidades; sin embargo, como ya han señalado distintos autores, entre ellos Julio Valdeón Baruque o Pablo Sánchez León, la guerra de las Comunidades solo puede ser estudiada a través de la consideración de un amplio arco temporal que incluya la conflictividad social existente en Castilla mucho antes de 1519.32 En esa línea de una visión más amplia del desarrollo de un discurso político del común van algunas de las contribuciones a varios volúmenes dedicados a la comunidad medieval como esfera pública.33 Compartiendo dicha perspectiva, este capítulo describe cómo el discurso de la defensa del bien común de la oligarquía entró en crisis en Valladolid desde fines del siglo XV. Paralelamente surgió un sector del común cada vez más activo que, deseoso de aumentar su participación política, se apropió de esta retórica escudándose en que los regidores habían dejado de actuar por el bien público y era necesario que alguien les relevase en esa tarea o que les vigilase para asegurarse de que cumplían con ella.34 Esta perspectiva de largo plazo no solo es necesaria para tener en cuenta la traslación de la defensa del bien común de un grupo a otro —y, por lo tanto, la representación de la ciudad— , sino también para comprender otra de las principales causas del cuestionamiento del régimen oligárquico en Valladolid: los procesos de integración y exclusión que alejaron o acercaron a ciertos sectores de la sociedad urbana de los resortes del poder.35 Esta cuestión se ha visto en cierta medida en el capítulo de los linajes al observarse un, cada vez mayor, control de los mismos por parte de los regidores. El fracaso del sistema de linajes y, por lo tanto, de las redes clientelares inherentes al mismo, era evidente a finales del siglo XV. En el siglo XIV, tras el enfrentamiento con la Voz del Pueblo, los linajes habían conseguido en mayor o menor medida integrar a los sectores ascendentes de la sociedad, principalmente mercaderes y letrados. Adeline Rucquoi sostiene que la fusión entre los caballeros y la burguesía fue plena y evitó que volviese a aparecer una oposición a las élites similar a la acaecida con la Voz del Pueblo.36 La integración en 32 VALDEóN BARUQUE 1975; SÁNCHEz LEóN 1998. En particular Julio Valdeón fue uno de los primeros autores en insistir en los rasgos medievales de la revuelta comunera. 33 oLIVA HERRER et al. 2014 ; Dumolyn et al. 2014 34 Sobre el surgimiento de una élite del común véanse los trabajos de María Isabel del VAL VALDIVIESo 1996, 2001 y 2007. 35 Esta combinación de desarrollo de un discurso propio del común y el cierre oligárquico es un fenómeno bajomedieval ampliamente difundido que, por ejemplo, Jesús Solórzano telechea identifica también en el norte peninsular; a pesar de que las consecuencias en dicho territorio, ajeno al levantamiento comunero, fueron muy diferentes (SoLóRzANo tELECHEA 2014). 36 RUCQUoI 1997, I: 226-227 y 239.

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los linajes significaba permitirles formar parte del sistema clientelar y de redistribución del poder y transmitirles la sensación de que sus intereses estaban representados. En definitiva, se satisfacían sus expectativas garantizando la legitimación del sistema al neutralizar a los sectores que eran capaces de cuestionarlo movilizando a la población en contra del regimiento. Sin embargo, esta interpretación es válida tan solo durante la primera mitad del siglo XV ya que, antes del último cuarto del siglo xv, la entrada en los linajes comenzó a evidenciarse como prácticamente inútil para acceder al sistema de redistribución de los beneficios del poder. tan solo la integración en las clientelas de los regidores proporcionaba aún posibilidades de ascenso, pero esta era una vía que permitía incorporar a un número muy limitado de personas. Es necesario insistir, por lo tanto, en que no era tan solo una cuestión de que los linajes no pudiesen dar cabida a una población cada vez más numerosa y heterogénea (que también), sino que, al mismo tiempo, esta situación empeoraba al estrecharse cada vez más el número de personas que podían acceder a una mayor parte de los recursos debido al monopolio que ejercían los regidores. Se quebró así la ilusión de pertenencia (aunque fuera en su estrato más bajo) a un grupo partícipe del poder a través de los linajes y el clientelismo. Algo que debió estar en directa relación con la pérdida de solidaridad y cohesión de los linajes ya atestiguada. Si uno de los principales objetivos de las Comunidades fue el desarrollo de asambleas y representantes del común, lo cierto es que esta tendencia había aparecido mucho antes a lo largo del siglo XV en distintas ciudades castellanas, como consecuencia del cierre oligárquico y de la aparición de un sector eminentemente comercial cada vez más dinámico y con mayores pretensiones.37 Dicho fenómeno no afectaba solo a la Meseta castellana sino que, como muestra entre otros autores Jesús Solórzano telechea, se produjo asimismo en el norte peninsular desde mediados del siglo XV y con mayor intensidad durante el reinado de los Reyes Católicos.38 El común comenzó a solicitar una mayor representación, reivindicación que parecía especialmente necesaria en aquellas ciudades en las que no contaba con representantes propios (ni jurados ni procuradores), como era el caso de Valladolid.39 Cuando estas demandas llegaron 37

VAL VALDIVIESo 2001; ASENJo GoNzÁLEz 2014. En Segovia, que tenía un sistema que permitía la representación pechera y de la tierra, la creciente oligarquización durante el siglo XV dio lugar a que se produjeran varios conflictos y concordias entre los distintos grupos de poder: linajes, regidores y común. La sentencia arbitral de 1433 (MARtÍNEz MoRo 1985: 707-710) y la disputa de 1489 entre los linajes junto al común y los regidores (ASENJo GoNzÁLEz 1986: 293), muestran esta tensión por el poder, en la que los regidores tendieron a marginar a los otros sectores. 38 SoLóRzANo tELECHEA 2014. 39 Sobre la participación del común en el gobierno urbano en Castilla véase, por ejemplo, MoNSALVo ANtóN 1989. [ 295 ]

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a su culmen en los prolegómenos de las Comunidades, evidenciaron que el trinomio de representatividad, defensa del bien común y legitimación se había quebrado definitivamente.

6.2. Antagonismo, identidades y categorías en el binomio oligarquía-común En la cuestión de la oligarquía y el común hay diferentes posturas historiográficas. Por un lado, desde planteamientos de corte materialista tiende a considerarse que en los conflictos ya mencionados y el gran choque de las Comunidades predomina una cierta lucha de clases y que se trata de una cuestión de oligarquía versus común.40 Julio Valdeón, hablando de las Comunidades, señalaba que, aunque Joseph Pérez lo veía como un conflicto de intereses y a pesar de que ambos grupos eran heterogéneos, en la ideología de la revuelta esta oposición entre el común y las élites era innegable.41 Sin embargo, si se considera que los líderes de dicho común surgen en realidad del colaboracionismo con las élites o, al menos, de una previa participación de un cierto grado de poder, las anteriores categorías no serían del todo correctas. Las listas de comuneros muestran en efecto la imposibilidad de admitir de forma tajante la división entre común y aristocracia fuera del ámbito del discurso y la ideología,42 pero asimismo, no se puede olvidar, en primer lugar, que los discursos de ambos bandos comparten numerosos elementos y, en segundo lugar, que las listas también evidencian las fluctuaciones de los individuos a lo largo del periodo entre una y otra postura, en función del contexto y sus intereses personales y familiares. Por hablar tan solo de Valladolid, en el edicto del emperador contra los comuneros de diciembre de 1520 se mencionaba a muchísimos licenciados, bachilleres, escribanos y mercaderes de la villa, pero también al sobrino del regidor Juan López de Calatayud, Pedro López de Calatayud; a Ramiro Núñez de Guzmán (cuñado del regidor Antonio Franco) y su hijo; a Alonso de Sarabia (hijo del regidor Garci Franco); a don Alonso Enríquez (prior de la iglesia mayor de Valladolid); al regidor Luis Godínez de Alcaraz; al regidor Pedro de tovar, que además era capitán de la Junta, y al regidor Francisco de León.43 La contradicción no reside tan solo en sus estatus, sino también en sus actitudes 40

VAL VALDIVIESo 1994a; AStARItA 1997. VALDEóN BARUQUE et al. 1985. 42 Un análisis del desarrollo del discurso del común en Castilla durante el siglo XV frente a la nobleza y oligarquía depredadoras, que coincide ampliamente con lo aquí expuesto, en oLIVA HERRER 2014. 43 BNM, Ms. 1751, fols. 207-215. Sobre Alonso de Sarabia o Ramiro Núñez de Guzmán, entre otros, se lamenta Gonzalo Fernández de oviedo por su desatinada participación en las Comunidades en sus Batallas y quinquagenas (FERNÁNDEz DE oVIEDo 1989: 220-221 y 226-228). 41

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en momentos inmediatamente anteriores a las Comunidades, cuando ya se habían perfilado claramente dos facciones.44 En este periodo se produjeron muchas discusiones en el regimiento en las que los regidores se posicionaron unas veces a favor y otras en contra de la postura del común, mostrando a menudo más una respuesta condicionada por las presiones a las que estaban sujetos, que una política coherente con su atribuida adhesión a la parcialidad aristocrática. Sin embargo, al margen de estas contradicciones, es evidente que a lo largo del siglo XV se desarrolló un germen de programa y una identidad del común frente a la aristocracia que sería utilizada durante la guerra de las Comunidades45 (guerra en la que la oligarquía vallisoletana fue a veces ambivalente). Por un lado apareció el común como defensor y servidor del rey frente a la nobleza codiciosa,46 un común que estaba históricamente vinculado a la figura del merino en el caso vallisoletano. Por otro lado, la nobleza y el regimiento (este último en la medida en que se asociaba a esta o imitaba su actitud depredadora), se fueron configurando en el ideario del común como la parte contraria, cuyo mejor ejemplo y mayor exponente era el conde de Benavente. Aunque este trabajo se centra en la evolución concreta de Valladolid, no se nos escapa el evidente paralelismo entre el esquema aquí presentado —en el que se muestra cómo el desarrollo del antagonismo entre común y oligarquía-aristocracia que culminó en las Comunidades se empezó a gestar desde la liberación de Juan II por parte de la villa en 1444, pasando por la ocupación en 1464 de Valladolid por parte de los nobles enfrentados a Enrique IV—, y el expuesto por Benjamín González Alonso al comparar la Sentencia compromisaria de Medina del Campo de 1465 y las demandas comuneras de 152047 o el camino que según Julio A. Pardos Martínez portaba desde la constitución patricia de 1475 hasta el Burgos-1520, en una tradición constitucional que sucedía un hipotético periodo previo de participación de la comunidad en la política concejil entre 1466 y 1474.48 Hipólito Rafael oliva propone un recorrido por el discurso político del común que se retrotrae hasta los conflictos 44

Esta aseveración en torno a las facciones requiere un análisis mayor que se abordará más adelante, pero baste señalar que el 31 de enero de 1519, el procurador del común Francisco de Saldaña en su acusación contra los regidores empleó la expresión parcialidad: «por ser los dichos regidores con la dicha casa faboresçidos ellos y toda su parçialidad» (AMV Libro de Actas 4, fols. 185v y ss.). 45 Según Hipólito Rafael oliva Herrer se desarrolla una identidad política propia de la comunidad durante este periodo, identidad que se construye discursivamente en torno a ciertos conceptos políticos y que es entendida como «una estructura de referentes compartida para la comprensión de determinadas relaciones que desemboca en la identificación de un adversario social» (oliva Herrer 2014, 317). Esta premisa coincide en gran medida con lo que se expone en este capítulo. 46 La relación entre la idea de comunidad y la de servicio al rey ha sido señalada, por ejemplo, por JARA FUENtE 2015. 47 GoNzÁLEz ALoNSo 1981. 48 PARDoS MARtÍNEz 1985: 546-547. [ 297 ]

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durante el reinado de Juan II, pero afirma que la irrupción de la comunidad en la esfera política llega principalmente de la mano de la guerra civil en tiempos de Enrique IV, hecho especialmente visible en tres ciudades fundamentales del reino: toledo, Burgos y la propia Valladolid.49 No se trata por supuesto de una mera coincidencia sino que es resultado de considerar la revuelta comunera como un conflicto con causas que aparecen mucho antes de la crisis dinástica iniciada con el fallecimiento de Isabel en 1504 y Fernando en 1516 y que muestra sus primeros signos inequívocos a mediados del siglo XV. 6.2.1. El común, el merino y la defensa conjunta del rey frente a los nobles En 1516 el merino mayor y regidor de Valladolid, Alonso Niño de Castro, fue designado como procurador de un grupo de gente que se autodenominó la comunidad de Valladolid para que defendiera sus intereses frente al concejo. Paradójicamente, apenas cuatro años después, en 1520, Alonso se convirtió en una de las principales víctimas de las Comunidades en Valladolid. Ante esto surgen dos cuestiones fundamentales: cuál era la relación entre la comunidad de 1516 y los comuneros de 1520 y cómo pasó el principal adalid de las reivindicaciones del común, en el arco de tan solo cuatro años, a convertirse en enemigo de las Comunidades. Contrariamente a la visión de Stephen Haliczer que le cataloga como «regidor progresista»,50 se trata en realidad de uno de los ejemplos más claros de la ambivalencia de la oligarquía vallisoletana a la hora de integrarse en una facción u otra del conflicto según el desarrollo de sus propios intereses personales más que de una ideología clara. Pero antes de llegar a este punto de la relación entre el merino y el común, es preciso retrotraerse a mediados del siglo XV, cuando la identidad de ambos como defensores del rey frente a los nobles comenzó a configurarse de forma conjunta. Ya en 1453 la villa de Valladolid había recibido una carta de privilegio en la que Juan II les señalaba como protagonistas de su liberación cuando se había hallado preso en Portillo en 1444, y, en consecuencia, daba a sus habitantes por libres de pedidos, monedas, servicios y empréstitos: E por que al tiempo mi persona en alguna manera de opresión e fuera de mi libertad en la villa de Portillo el año que pasó de Mill e quatroçientos e quarenta e quatro años, la dicha villa de Valladolid e todos los que en ella biuiades, mouidos con mucha lealtad e fidelidat e verdadero deseo que auiades a mi se49 50

oLIVA HERRER 2014. HALICzER 1987: 250. [ 298 ]

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ruiçio, vos disposistes por vuestras personas poniéndolas a todo risco e peligro e trabajo de me seruir e ayudar como ayudastes con todas vuestras fuerças a la deliberaçión mía. E otrosí acatando los grandes trabajos que en el tiempo de los mouimientos pasados acaesçidos en mis regnos que ha resçebido la dicha villa e los que en ella biuen por la guardar para mí seruiçio e que non podiese apoderar ni apoderase en ella persona alguna contra mi voluntad, lo qual siempre fesistes e guardastes con toda pura lealtad sin auer otra mescla ni turbaçión en vuestros coraçones.51

Esta identificación heroica de los vallisoletanos como los defensores del rey se vio intensificada y ligada a la figura del merino años después, cuando el común tuvo un papel clave en la resistencia de Valladolid frente a la liga nobiliaria en 1464. Cuando en septiembre el regidor Juan de Vivero se alzó por el infante Alfonso, fue el merino mayor, Alonso Niño (abuelo de Alonso Niño de Castro), quien se erigió como líder del bando que defendió la ciudad de los rebeldes, atrincherándose en la Puerta del Campo.52 Dicho bando se identificaba plenamente con la comunidad, tal y como señala el Cronicón, que atribuye a esta la expulsión de la villa del bando nobiliario.53 Enrique IV no solo compensó por esto al merino, sino también a la villa en conjunto y, principalmente, a los mercaderes al conceder en 1465 a todos los que comerciaran en la villa la exención en el pago de alcabalas de pescado fresco y salado vendido en ferias. El discurso que explica esta merced y la de 1453 refleja un modo de representar a la villa como agente histórico y heroico. Este relato sería reproducido entre los vecinos de la ciudad que habían vivido el episodio y tendrían motivos para estar orgullosos, sobre todo al verse reconocidos y recompensados por el rey con este privilegio. Según el documento el privilegio se debe a los servicios de la villa: Espeçialmente el syngular e señalado seruiçio que me fisistes a mi e a la Corona real de mis regnos por el mes de settenbre del año que pasó de mill e quatroçientos sesenta e quatro años, que echastes e lançastes fuera de la dicha villa çiertos caualleros e personas que en mi deseruiçio auían entrado en ella (...) e vosotros apoderastes de la dicha villa e la touistes e avedes e tenedes para mí e a mi seruiçio, y me la distes e entregastes libre e desenbargadamente, e porque los dichos vuestros leales e señalados seruiçios que de loable e perpetua memoria 51 52 53

AMV, Archivo, 3-8. AGS, EMR, M. y P. Leg. 31, fol. 27. Cronicón de Valladolid 1848: 59. [ 299 ]

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otros tomen enxenplo para me bien e lealmente seruir segunt que vosotros lo avedes fecho.54

Además de a la villa en general, recompensó a la aljama y hombres buenos moros de Valladolid, y en marzo de 1466 les libró del servicio y medio servicio y la cabeza de pecho que la aljama pagaba anualmente al rey, exceptuando los maravedís de juro que en esta renta tenían situadas algunas personas.55 Estos episodios, narrados como acontecimientos épicos, quedarían en la memoria de la sociedad urbana vallisoletana y contribuirían a la forja de su identidad.56 La mejor prueba de cómo estos hechos contribuyeron a la construcción del antagonismo entre común y aristocracia y del mito que supusieron para la memoria colectiva de la villa es la carta de Valladolid al cardenal Adriano y al almirante Fadrique en la que, en enero de 1521, en pleno conflicto comunero, se recordaba que había sido la comunidad quien tradicionalmente había defendido al rey (y al bien común por lo tanto) frente a los desmanes de una nobleza ávida de poder: Claro consta que la fedilidad y lealtad que al rey se deve consyste en ovedençia de la persona real y pagándole lo que se le deve de lo tenporal y poniendo las vidas quando menester fuese, y estas dos cosas sienpre el reyno las tovo e guardó y los grandes las contradixeron. ¿Quién prendió al rey don Juan segundo syno los grandes? ¿quyén lo soltó e hizo reynar sino las comunidades? (...) subçedió [al] rey don Juan el rey don Enrrique, su hijo, al qual los grandes depusieron de rey alçando otro rey en Ávila, y las comunidades, y espeçialmente nuestra de Valladolid,57 le bolvieron su çetro e silla real, echando a los traydores della (...) Y no hallarán vuestras señorías que jamás en España a avido desovedençia syno por parte de los cavalleros, ni ovedençia y lealtad syno de las comunidades y espeçialmente de la nuestra.58

Resulta palpable aquí ese antagonismo plenamente asumido y argumentado durante las Comunidades justamente remitiéndose a los hechos ya narrados. En particular en la guerra civil, la resistencia heroica del merino Alonso Niño quedó asociada al gran 54

AMV, Archivo, 13-11. AGS, EMR, M. y P. Leg. 31, fol. 27. 56 La relación entre la aparición de estos discursos por escrito y el desarrollo de la identidad de las villas y ciudades ha sido discutida en el contexto europeo: CRoUzEt-PAVAN, E. y LECUPPRE-DESJARDIN 2012. 57 Este subrayado y el resto de los que aparecen en este capítulo son míos. 58 AGS, Patronato Real, Leg. 3, doc. 66, fol. 326. Se trata de un documento a menudo citado para argumentar esto mismo, por ejemplo en SUÁREz VARELA 2007: 12-13; oLIVA HERRER 2014: 321. 55

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papel realizado por el común de la villa como defensor de su señor el rey frente a la nobleza intrigadora. Esto aumentaría enormemente el prestigio de Alonso y su influencia sobre el común. Aunque estos hechos no hicieron que sus iguales, el resto de la oligarquía, dejaran de tener diferencias con él (al contrario, en algunos casos las aumentarían), la imagen que Alonso Niño se creó y creó para su familia (estos hechos se recuerdan en los documentos posteriores que atañen a sus herederos), le granjearía la simpatía del pueblo y supondría un ascendiente sobre el común que le respetaría por su hazaña y la sentiría como propia en la medida en que ellos participaron de la defensa de la villa. Es posible que el cargo de merino mayor proporcionara a los Niño medios adicionales para mantener el contacto y la influencia sobre un amplio espectro del común. Desde la muerte de Alonso Niño, esta familia aunó los cargos de regidor y merino, por lo que tuvieron los mismos medios para presionar y recompensar que el resto de miembros del regimiento, más aquellos que proporcionaba la merindad. La relación especial entre el merino y los representantes del común quedó plasmada en un episodio de los muchos que hubo de enfrentamiento entre el merino y el resto del concejo. En este caso se trataba de la reclamación de la Puerta del Campo por parte de Pedro Niño, hijo de Alonso Niño, en el año 1476. Pedro ya había tenido problemas en 1469 para mantener el cargo de merino frente a las intenciones del conde de Benavente de entregarlo a su hermano y, años más tarde, se volvían a producir conflictos en torno a las atribuciones y privilegios que dicho cargo conllevaba. La reina Isabel escribió al concejo ordenando a Juan de Herrera y Francisco de León que devolvieran al merino las llaves de la puerta, pero estos se resistieron. La reacción de las cuadrillas de la villa fue de apoyo indiscutible al merino: sus diputados se personaron en el ayuntamiento y dejaron constancia de su posición. La presencia en los ayuntamientos de personas ajenas al regimiento es un asunto controvertido, pero a pesar de menciones ambiguas a la asistencia de otros ciudadanos, no contamos con otro documento que atestigüe la presencia de las cuadrillas en las reuniones.59 Es decir que esta es la única ocasión antes de los momentos previos a las Comunidades en la que la documentación explicita que las cuadrillas estuvieron presentes, lo que evidencia que su asistencia debía estar motivada porque el asunto que se discutía de algún modo les concernía. Se añade la particularidad de que, estando la carta de la reina dirigida a dos de los regidores y no a las cuadrillas, los diputados de estas, a pesar de 59

En un documento de julio de 1494 se hablaba de que, contraviniendo las leyes y ordenanzas del reino, entraban mayordomos y otras personas de la villa en el regimiento, a pesar de no tener voz ni voto en el mismo, y se insistía en que ninguna persona ajena al concejo entrase al ayuntamiento (AGS, RGS, 1494-9, 292). [ 301 ]

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no ser interpelados, hicieron constar su posición al respecto y afirmaron que acataban y obedecían la orden de la reina. Esto no puede entenderse más que como un gesto de claro apoyo al merino mayor, Pedro Niño, con la intención de que su presencia sirviese para presionar a los regidores. Asistieron diputados de diez de las catorce cuadrillas existentes: una amplia mayoría que manifestaba claramente la influencia de Pedro Niño sobre dichos oficiales así como una especial relación entre él y las cuadrillas, a la cual eran ajenos el resto de regidores del concejo. En este sentido no hay que subestimar las suspicacias que esta ascendencia del merino suscitaría entre el resto de regidores.60 Adeline Rucquoi señaló una relación directa entre el surgimiento de las cuadrillas en Valladolid, que ella supone tardío (entre 1455 y 1460) coincidiendo con los hechos aquí narrados y el desarrollo de un sentimiento comunitario de la colectividad urbana, incluyendo este episodio de la entrega de las llaves.61 Incluso sugiere que los bandos de 1427 en la ciudad podían haber estado relacionados con la comunidad, pues en 1425 en las Cortes hubo quejas acerca de la existencia de personas que pretendían establecer reuniones paralelas actuando como capitanes de la comunidad. En cualquier caso, lo que es indudable es que en Valladolid, el sentimiento comunitario se desarrolla, al menos desde mediados del siglo XV, en relación con estos episodios de defensa del rey frente a los abusos de los grandes y que dicha movilización se encuadra en el marco de una especial relación de la familia Niño con el común. Sería esta conexión la que en 1516 permitiría que el hijo de Pedro, Alonso Niño de Castro, se erigiese como líder de un sector de la población que se presentaba a sí mismo como la comunidad, durante un episodio clave que se retomará más adelante.62 6.2.2. Los condes de Benavente y los ataques al bien común de la villa En el lado opuesto a la relación entre los Niño y el común, los condes de Benavente se crearon una imagen nefasta que parece haber comenzado con el nombramiento del IV conde, Rodrigo Pimentel, como gobernador de la villa por parte de Enrique IV en 60

RAH C. Salazar y Castro, 9/869, fol. 198-199v. RUCQUoI 1985: 763-772. 62 Aunque en el contexto de las señorías italianas, Elizabeth Crouzet-Pavan planteaba la necesidad de reconstruir una suerte de diálogo imaginario que se establece entre la identidad del señor y la de la villa, especialmente a través de la actividad edilicia, obras como los palacios o casas fuertes que marcaban el espacio urbano: CRoUzEt-PAVAN 2011. En Valladolid esta relación puede verse, no respecto a un señor concreto, sino a diversos oligarcas, entre los cuales los Niño y los Benavente tuvieron un protagonismo destacado. Dichos oligarcas dejan evidentes marcas urbanísticas en Valladolid, como se señala en distintas partes de esta obra, pero el diálogo entre las identidades de la ciudad y estos caballeros trasciende los aspectos edilicios y se enmarca en el propio discurso de la historia reciente de la villa. 61

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1469.63 Desde 1470 los abusos que el conde cometió en la villa no fueron indiferentes a la población y esta imagen se mantuvo hasta los albores de las Comunidades, proyectándose en su hijo Alonso Pimentel. Durante la peste de 1518, y en ausencia de los regidores que abandonaron la villa para evitar el contagio,64 los procuradores del común y las cuadrillas aprovecharon para enjuiciar al V conde de Benavente por estar construyendo una casa fuerte en Valladolid.65 En su alegato el procurador Francisco de Saldaña alegaba que numerosos testigos habían confirmado que el edificio estaba fortificado y que «asy mismo está probado y pareçen por esperiençia las fuerças e agravios quel señor conde, padre del señor conde, hiso en esta villa; e cómo se apoderó en ella y degolló y mató a quien quiso segund consta y pareçió por la mucha probança que está fecha».66 En medio de esta disputa, Alonso Pimentel debía de ser plenamente consciente de la fama que su padre había adquirido en la villa de Valladolid, ya que en la defensa que hizo de dicha construcción realizó también un alegato a favor de su familia y del conde Rodrigo, tan denostado entre el común: Porque sy en el tiempo quel conde mi padre, que en gloria sea, tuvo mando e poder en la dicha villa de Valladolid, aquel le fue dado por sus altezas e todo lo que se hizio (sic) fue hecho justamente e fue muy nesçesario a su servicio por los muchos eçesos e alborotos e vandos que en la dicha villa avya; y el dicho conde mi padre lo asosegó e allanó para la Corona real como servidor della.67

A esta imagen de tirano que Rodrigo había adquirido se sumaba el aumento de la carga fiscal que supuso para el común la compra al conde de Benavente del palacio de los Vivero por parte de la villa. La villa había adquirido una deuda de dos millones de maravedís con el conde y el regimiento había resuelto pagarla estableciendo numerosas sisas desde 1475.68

63

De obligada referencia sobre los condes de Benavente es la obra de BECEIRo PItA 1998. Acerca del miedo que infundía la peste y cómo aquellos que podían abandonaban la ciudad para ponerse a salvo, véase DELUMEAU 1978: 124 y ss. 65 Se puede hallar un resumen detallado del principal documento que describe este proceso (el expediente que se inició a raíz de la petición del Conde de Benavente al rey para que se alzara el embargo sobre la obra) en RUIz MARtÍN 1978. Dicho documento (bajo la signatura AGS, CCA, Leg. 132, 30) reproduce en gran medida y en ocasiones literalmente, lo asentado en las actas concejiles, ya que fue en el concejo donde se desarrolló el enfrentamiento directo entre el procurador mayor de Valladolid y el regimiento. 66 AMV Libro de Actas 4, fol. 189r. 67 AGS, CCA, Leg. 132, 30, fol. 1v. 68 AMV Libro de Actas 1, fol. 209r. 64

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Aún más decisivo en el enfrentamiento entre el conde y los sectores populares de Valladolid fue la cuestión de las ferias. Valladolid contaba con un privilegio de dos ferias anuales, pero desde los años noventa competía con Villalón (villa propiedad del conde) y Medina del Campo por celebrar la feria de pagos de cuaresma. Esto dio lugar a un grave conflicto entre los intereses de los Pimentel y los pequeños y medianos mercaderes de Valladolid al que, por su relevancia, se le ha dedicado todo un apartado más adelante.69 A principios del siglo XVI se añadieron dos nuevas causas: la ya mencionada fortificación de una casa dentro de Valladolid y la fortaleza de la villa de Cigales, cuya cercanía a Valladolid amenazaba claramente la independencia de la ciudad, especialmente en el periodo turbulento que se estaba viviendo.70 La disputa por la fortaleza de Cigales se produjo en febrero de 1516, coincidiendo con la crisis dinástica y con un momento que, como se explicará más adelante, fue clave por el clima de conflictividad que estaba alcanzando la ciudad. Dicho clima transmitiría cierta sensación de inseguridad a la oligarquía e instaría al conde a asegurar su control de la villa por medio de la fortificación de su residencia en Cigales.71 Ante esto el procurador de la villa argumentaba: «en cuyo poder sy la dicha fortaleza se acabase sería muy más perjudiçial a la dicha villa de Valladolid por tener de la otra parte el dicho conde la villa e fortaleza de Portyllo».72 En esta frase se perciben claramente los recelos de la población; Alonso Pimentel encarnaba la idea de la nobleza tirana que constituía una amenaza para la independencia de la villa. Esta desconfianza se agravaría cuando en 1518 el conde pretendió fortificar su palacio en Valladolid. Resulta destacable el desprecio que el conde mostró ante los hombres que llevaron la sentencia del 27 de febrero de 1516 en la que se prohibía que se labrase en Cigales ni se llevase piedra sin licencia de la reina. La narración de Juan de Cortiquera, que acudió a Cigales acompañado del alcalde Rodrigo Bravo, muestra como fue ninguneado repetidamente por el conde, sus criados y pajes, resignándose a leer la sentencia al alcaide de la fortaleza tras serle negado ver a los condes.73 Si bien en este caso el concejo parece haberse posicionado contra el conde, la situación fue diametralmente opuesta en el asunto tocante a la fortaleza en Valladolid. Para entonces se había producido un cambio fundamental del que se hablará más adelante: el levantamiento del grupo de la comunidad y, con él, la aparición del cargo

69 70 71 72 73

FERNÁNDEz 1978. RUIz MARtÍN 1978. AMV, Archivo, 9-5. AMV, Archivo, 4-16. Ibidem. [ 304 ]

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de procurador del común, figura que estaría presente en el concejo. La presencia de los representantes del común en los ayuntamientos crisparía a la oligarquía y, probablemente, el giro de los acontecimientos fue propiciado por esta nueva situación en la que los regidores, sintiéndose amenazados, decidieron aliarse con el conde en contra de las pretensiones del común. Por su parte, los procuradores del común denunciaban la flagrante falta de independencia del regimiento con respecto al conde. Especialmente en lo tocante a la cuestión de la casa que estaba fortificando en Valladolid, Francisco de Saldaña, procurador del común, alegó que la votación que habían realizado los regidores respecto a si la casa era, o no, fuerte no valía nada, porque todos ellos estaban comprados por Alonso Pimentel.74 Merece la pena reproducir aquí lo que mantuvo en la reunión del regimiento, negando tajantemente la legitimidad de la decisión y de los propios regidores,75 señalando que estos: No son partes para votar en lo susodicho ni para haser sobre ello avto alguno salvo que los procuradores de las catorze quadrillas e yo en su nombre que encomençamos el plito cada uno de nosotros como uno del pueblo; porque los dichos regidores questán presentes, que han votado lo susodicho, son partes formales en este plito, porque viben todos los que están presentes o los más con el señor conde de Benavente y asy lo tenemos probado en el proçeso desta cabsa, e otros questán ausentes; e asy ellos como los otros han de haser e seguir lo quel dicho señor conde les mandare como hasta aquí lo han fecho e hazen; e como biven públicamente con el dicho señor conde, procuran que se acabe la dicha casa fuerte la más fuerte que ay en estos reynos por ser los dichos regidores con la dicha casa faboresçidos ellos y toda su parçialidad, lo qual agora no son ni serán no se acabando la dicha casa fuerte; y sy se acabase el señor conde y ellos serán señores desta villa.76

Añadía el procurador, aunque desafortunadamente sin decir el nombre concreto del regidor al que se refería, que: Uno de los dichos regidores que están presentes, a pocos días que vino a esta villa, el qual no ha entendido en otra cosa salvo en haser juntas partyculares de su parçialidad en grand perjuysio desta villa, en grand deserviçio de sus altesas, hasyendo ligas con ellos para que firmen que se alçe el enbargo de la dicha casa 74 75 76

AMV Libro de Actas 4, fols. 185v y ss. Episodios similares en el marco del ducado milanés son narrados en DELLA MISERICoRDIA 2011. AMV Libro de Actas 4, fol. 189r. [ 305 ]

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y que se continúe la obra (...) que le mueve más que ynterese propio quel dicho regidor conpró el regimiento y se le pagó el señor conde, por donde ha de haser y seguir todo lo que le mandare porque aún oy le deve los dineros.77

Así, el antagonismo entre común y conde o nobleza, se ampliaba también al regimiento, puesto que este estaba comprado por el conde, en completa connivencia con él. Algo que demostraba la propia votación en la cual los nueve regidores unánimemente pidieron que no se moviese pleito contra el conde por causa de la dicha casa, que a ellos no les parecía más fuerte que muchas otras que había en la villa y que, de hacerse el pleito, que no fuese pagado por el concejo, sino que lo llevasen adelante quienes quisiesen, como particulares. Esta votación tuvo lugar el 31 de enero de 1519 y en ella estuvo presente Pedro de tovar que en 1520 sería miembro de la Junta e incluso capitán de la misma, así como el merino Alonso Niño de Castro, tradicional enemigo del conde y procurador en 1516 de la comunidad. Igualmente participaron otros regidores que en 1517 habían votado contra los intereses del conde, mientras que ahora lo hacían a su favor. tal contradicción no hace más que evidenciar esta ambivalencia de la oligarquía vallisoletana que podía estar un día de parte de los señores que pretendían apropiarse de la villa y, al siguiente, luchando a la cabeza del común, según los vaivenes de la política y de sus intereses particulares. En el resultado de dicha votación, además de la presión a la que, como grupo, se verían sometidos los regidores para votar a favor del conde, pesaría también el hecho de que el común fuera visto cada vez más como una amenaza que conjuraba el temor a una rebelión y la desconfianza hacia estos arribistas. Por lo tanto, la gestación de un antagonismo entre el común y la aristocracia que englobó también al regimiento por los lazos que le unían a la nobleza (especialmente el conde), es innegable. Este antagonismo contribuyó a configurar la identidad del común por contraposición a este enemigo que amenazaba continuamente sus intereses

77

Ibidem. Acerca de la identidad de este misterioso regidor, Felipe Ruiz Martín asume que debía ser Alonso Niño de Castro o Alonso de Montemayor, aunque no explica el por qué y el único motivo aparente es que ambos fueron los que más decididamente se pusieron de parte del conde (RUIz MARtÍN 1978: 453). En realidad es evidente que el regimiento del merino no fue comprado por el conde y bastante dudoso que lo fuera el de Alonso Montemayor, que era regidor desde los años 80 del siglo XV y fue antecedido por otro regidor del mismo apellido. Si hubiera que decantarse por algún regidor, hay dos opciones más probables. La primera es Jorge de Herrera, que fue acusado en 1519 de aparecer en el regimiento tan solo unos días antes y por intereses privados y clientelares (AMV Libro de Actas 4, fols. 177v-178r). Sin embargo, sigue sin concordar el hecho de que el conde le hubiese comprado el regimiento, dado que su padre, Juan de Herrera, fue también regidor. Este detalle parece encajar mejor con la segunda opción, Juan de zúñiga, ya que el día de su nombramiento se presentó en su lugar un criado del conde de Benavente (AMV, Libro de Actas, 4, fols. 56-56v). [ 306 ]

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y que se resistía a la aparición de representantes propios del pueblo. Sin embargo, al mismo tiempo, la frontera entre ambos grupos era fácilmente franqueable, al menos hasta que comenzaron las represalias durante la guerra de las Comunidades y, aunque algunos miembros del regimiento mostraron siempre una postura inequívoca,78 otros se movieron entre ambas orillas sin que su condición de regidores, per se, les impidiese liderar al común.

6.3. La cuestión de las ferias y otros conflictos con los mercaderes El asunto de las ferias fue un factor clave en el desarrollo de la protesta en Valladolid y el germen de posteriores reclamaciones de representatividad. El interés del conde de Benavente por promocionar las ferias de su villa de Villalón chocaba con el de los pequeños y medianos mercaderes vallisoletanos aunque no tanto con los grandes financieros (representados en el regimiento por los Verdesoto y los López de Calatayud).79 En el asunto de las ferias la posición de los miembros del concejo fue diversa pero, por lo general, tendente a no contrariar en exceso al conde que contaba con grandes influencias en su seno, como ya se ha señalado. En ese sentido es reseñable que Alonso Niño de Castro fue el único regidor que se posicionó claramente en defensa de las ferias vallisoletanas, aún cuando había otros regidores que destacaban por su actividad financiera y comercial. Sin embargo, estos tenían intereses sobre todo en Medina del Campo,80 o con compañías a nivel de todo el reino, por lo que el declive de la feria vallisoletana no les afectaría tan directamente como a la multitud de pequeños mercaderes de la villa. García y Gonzalo de Verdesoto, por ejemplo, no solo acudían a la feria de Medina del Campo,81 sino que tenían su cambio en esta villa en lugar de tenerlo en la de Valladolid.82 En cambio, los impuestos y derechos que el merino recibía de las mercancías que se vendían en la villa, tanto en el mercado como en ferias, eran una importante 78

Es el caso de Alonso de Montemayor, que siempre mostró su desprecio a los representantes del común y sus causas, considerándolos ilegales. Algo que, sin embargo, no le sirvió para obtener las recompensas que creía merecer por parte del rey después de sufrir la inquina de las Comunidades. Véase la p. 337 de este libro. 79 De este enfrentamiento, así como de las ferias vallisoletanas en general, habla también Adeline Rucquoi (RUCQUoI 1997: II, 363-368). Con respecto al conflicto con las ferias de Villalón detallado a continuación, aunque se centra en el momento de las Comunidades y no en sus prolegómenos, véase la obra de FERNÁNDEz 1978. 80 MERCHÁN FERNÁNDEz 1986. 81 AGS, RGS, 1499-10, 96. 82 AGS, RGS, 1490-9, 171. [ 307 ]

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fuente de ingresos que se vería francamente mermada por culpa de la competencia de las otras ferias.83 Sin embargo, el interés del merino por las ferias no era tan solo por razones económicas, sino también de prestigio. En febrero de 1523 se afirmaba que era costumbre antigua en la villa (desde hacía al menos sesenta años) que el merino mayor pusiera una tienda en cada feria y que «sus padres [del merino] (...) lo tenían por honrra e preminençia en una villa tan ynsyne tener la dicha merindad, e por respeto della tener derecho de poner la dicha tienda en prinçipio de la feria».84 La tienda tendría por objeto ser el lugar desde el que el merino vigilaba la buena marcha de la feria y administraba justicia si se producía alguna irregularidad o cualquier tipo de escándalo. Esta resaltaba la presencia del merino y su justicia y daba prestigio a su casa y al cargo, a la vez que establecía un vínculo entre él y los mercaderes que participaban en las ferias.85 Si el papel de Alonso Niño en las ferias consistía en ser parte interesada e involucrada a favor de su conservación, el del conde de Benavente era todo lo contrario. El III conde de Benavente, Alonso Pimentel, compró la villa de Villalón a don Fadrique, conde de Luna, y esta le fue confirmada en mayo de 1432.86 En 1474, Rodrigo Alonso Pimentel, IV conde de Benavente, recibió merced de Enrique IV de que las dos ferias que tenía su villa de Villalón, una en febrero, por cuaresma, de treinta días, y otra por San Juan de junio, de otros treinta días, fueran francas de alcabala. Asimismo se hacía franco el mercado semanal de Villalón.87 En marzo de 1486 los Reyes Católicos expidieron la misma merced a petición de la villa y el conde, quienes afirmaban que los privilegios se habían extraviado.88 Estas ferias de Villalón se convirtieron en una competencia que molestaba particularmente a Medina del Campo y Valladolid. En 1491 se vivieron momentos de gran tensión en la villa del Esgueva con relación a la pugna entre las ferias llegando a pro83

Acerca de los derechos del merino sobre las ferias: AMV, Archivo, 6-20. ARChV R. Ejecutorias, c. 369, n.º 36, fol. 4v. 85 Lo cierto es que esta costumbre de la tienda en tiempo de ferias la encontramos también en Medina del Campo en 1501. Esta vez no por parte del merino mayor, figura que no era equiparable a su homónimo en Valladolid, sino por parte del corregidor. La descripción de lo que se realizaba en esta tienda puede ilustrar para qué servía también la que los merinos mayores de Valladolid ponían en esa villa, aunque es posible que existieran diferencias. En la villa se hacían dos auditorios, uno para que impartieran justicia los alcaldes y otro para que los regidores se juntasen a concejo, teniendo allí las prisiones, lanzas y paveses, símbolos del regimiento. Aseguraban que en tiempo de ferias ocurrían muchas «cosas» y delitos, por lo que estando en la tienda la justicia, estaría mejor dispuesta para remediar y proveer en todo aquello que sucediera, lo que hacía que se evitaran y atajaran escándalos y hurtos que de otra forma se producirían. Al parecer, en Medina como en Valladolid, aunque veinte años antes, los alcaldes y oficiales habían quebrantado dicha costumbre. (AGS, RGS, 1501-05, 257). 86 AHN Nobleza. osuna, c. 525, 1-1. 87 AHN Nobleza. osuna, c. 525, 5. 88 AHN Nobleza. osuna, c. 525, 8. 84

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ducirse un considerable alboroto.89 En enero de 1491, después de que el regidor Diego Bernal llevase al concejo de Valladolid una conflictiva creencia de los reyes con respecto a la feria de Valladolid, se produjeron altercados en la ciudad contrarios a ciertos acuerdos a los que el concejo había llegado con el conde de Benavente referentes a la feria. Esta creencia sería con toda probabilidad una carta de los Reyes Católicos mencionada en un documento de 1507, en la que se ordenaba a Valladolid que no hiciera innovaciones con respecto a la feria de cuaresma y que, de hacerlas, sus ferias perderían sus privilegios.90 Ante esta respuesta de los reyes, el pueblo se alborotó. Estando los regidores ayuntados, una multitud se juntó y comenzó a demandar al concejo que se celebrase la feria. Esta explosión del común que interrumpió el ayuntamiento interpelando a sus gobernantes y reclamando que hicieran valer lo que consideraban sus derechos, muestra ya el descontento con respecto al concejo y, seguramente, la existencia de dirigentes que coordinaron, o al menos alentaron, esta sublevación. Se dice que se juntaron más de dos mil personas que exigían recuperar su feria. Los regidores, en un vano intento por sosegarlos hicieron leer el documento que Diego Bernal había traído, pero «ninguna buena rasón valió syno que en todo caso les avyan de dar su feria». La situación debió llegar a tal violencia que algunos regidores intentaron huir para ponerse a salvo, pero la muchedumbre los retuvo y obligó por la fuerza a algunos de ellos, cuyos nombres no se detallan, a escribir cartas a las ciudades y villas del reino que contradecían las que antes había escrito el concejo de conformidad con la mencionada creencia de los reyes. Probablemente se trataba de cartas de llamamiento a los mercaderes y la promesa de cartas de seguro a los tratantes que acudieran a la feria. La fecha del alboroto corrobora esto ya que se produjo el 24 de enero, días antes del comienzo de la feria de Cuaresma. A esta multitud se le sumó más gente del pueblo y, envalentonados, llegaron a tomar un pendón y con tambores y trompetas, algunos de ellos armados, pasearon por la villa «con mucho estruendo e alvoroto e gritos», pregonando dos ferias francas en Valladolid, una en cuaresma y otra en septiembre, en la plaza mayor, en la de Santa María y en otros sitios.91 Por si fuera poco, amenazaron a cualquiera que fuera a otra feria en lugar de a la de Valladolid con perder todo lo que llevaran y compraran. Este tipo de amenazas y extorsiones parecen haber sido habituales y fueron denunciadas en numerosas ocasiones en el contexto de este conflicto entre ferias. En el frenesí de la revuelta llegaron a 89

AGS, RGS, 1491-1, 121. AHN Nobleza. osuna, c. 525, 16 y 17. Este último documento está ahora en la siguiente signatura: AHN Nobleza. osuna, carpeta 108, 22. 91 AGS, RGS, 1491-1, 121. 90

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montar palos y maderas para las tiendas en la plaza mucho antes de que fuera el tiempo de la feria. En el documento en el que los reyes ordenaban una pesquisa al respecto, se llegaba a afirmar que era «lo alvoroto e levantamiento, tan grande, que ha mucho tiempo que nunca en la dicha villa se vio otro tan grande».92 La cuestión de las ferias afectaba por lo tanto a un amplio porcentaje de la población de la villa —no solo aquellos que mercadeaban en la misma, sino muchísimos otros que se veían beneficiados por la afluencia de personas— y fue un motivo de gran controversia en el seno de Valladolid que enfrentó a los regidores y el común. Los regidores estaban mediatizados por la influencia que el conde de Benavente tenía en el concejo, entre otras cosas a través de la presencia de su hermano Pedro Pimentel y, más tarde, su sobrino Bernardino Pimentel. Pero también se sentían obligados a acatar los mandamientos reales y a obedecer a los monarcas, no solo por respeto a la ley, sino por los diversos lazos que mantenían con los reyes: eran miembros de su Consejo real, continos suyos, habían obtenido diversas mercedes de ellos, etc. Por lo tanto, el concejo se encontraba entre la espada y la pared con este asunto. Por un lado los reyes y el conde de Benavente, por otro la presión popular que acababa de estallar violentamente mostrando que no iban a permitir que la feria de cuaresma fuera anulada. Las actas concejiles muestran que las comisiones a regidores y letrados para marchar al Consejo real a tratar la cuestión de las ferias fueron habituales desde que contamos con este tipo de documentación hasta 1519.93 Pocos días después del alboroto, en febrero de 1491, se produjo un altercado, esta vez de dimensiones más reducidas, entre Pedro de Badajoz, vecino de la villa, y Grigalva, criado del conde de Benavente que tenía el encargo de su señor de persuadir a los comerciantes vallisoletanos para que acudieran a la feria de Villalón. Grigalva denunció ante el concejo a Pedro de Badajoz, tundidor, que le había amenazado con apedrearlo porque decía que andaba sonsacando (coaccionando) a los mercaderes.94 El alboroto de enero fue una demostración de la fuerza de los mercaderes partidarios de promocionar la feria de cuaresma en Valladolid en detrimento de la de Villalón. Esta demostración debió ir acompañada de amenazas a aquellos que pretendieran acudir a la feria de Villalón en lugar de a la de Valladolid y el conde de Benavente intentó contrarrestar los efectos de estas coacciones presionando él a su vez. Encargó a sus criados Grigalva y Fernando de Escobar que persuadieran a los mercaderes para que acudieran a la feria de cuaresma de Villalón. Para ello Grigalva fue a Valladolid a caballo y fue de casa en casa, hablando con cada mercader y enseñándoles una carta 92 93 94

Ibidem. AMV, Libros de Actas 1-4. AGS, CCA, Pueblos, Leg. 21, 8. [ 310 ]

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del conde en la que les instaba a ir. Pedro de Badajoz reaccionó enfrentándose a Grigalva, le acusó de coaccionar a los mercaderes y juró que apedrearía a los que fueran a la feria de Villalón añadiendo «Esto digo yo en seruiçio del rey nuestro señor, e por el bien de su villa, e que no salgan de aquí los mercaderes e dexen su ferya» .95 La reivindicación de las ferias fue uno de los puntos clave del programa del común y las palabras de Pedro muestran hasta qué punto estos mercaderes sostenían la plena identificación entre sus intereses, el servicio del rey y el bien de la villa, en contraposición con los intereses de los grandes. He aquí otra muestra del mencionado desplazamiento del discurso del bien común desde la oligarquía hasta la comunidad. Según otro testigo añadió también «Non avemos aqui miedo syno a Dios e al rey, que aquí no tenemos otro señor nin a quién temer».96 Frase que mostraba la resistencia del común a someterse al conde y la nobleza, ya que solo al rey debían servir y temer. Estas palabras enlazan claramente con la idea de que Valladolid debía estar libre de la influencia de los grandes. Un ideal que quedó plasmado también en la oposición a la casa fuerte del conde de Benavente o en las protestas porque este fuese informado por los regidores de lo que se debatía en el concejo. todos estos aspectos muestran la conciencia de que el poder del conde suponía un peligro manifiesto para las libertades de la villa. El hecho de que Pedro de Badajoz fuera tundidor, unido a los oficios de los otros testigos mercaderes, confirma que serían los comerciantes de más bajo perfil los principales interesados en que la feria de cuaresma se realizase en Valladolid.97 tras el incidente de 1491 el concejo vallisoletano era consciente de que debía defender las ferias de Valladolid frente al conde si no quería que volviera a sublevarse la población, por lo que su actitud con respecto a los requerimientos de Rodrigo y Alonso Pimentel variaron. El conde de Benavente escribió a Felipe I en diversas ocasiones para confirmar las franquezas de la feria de Villalón frente a las ferias de Medina 95 Ibidem. Según Francisco de Valladolid le dijo «¿En qué andays por aquí, Grigalva, sonsocando los mercaderes que vayan a Villalón? ¿Non sabeys que es esto deseruiçio del rey?». Según Diego de Valladolid dijo «Vos Grigalva, ¿a qué andays por aquí? No creo en el cuerpo de tal sy no aveys de librar mal de aquí, porque andays sonsacando los mercaderes que juro al cuerpo de Dios sy alguno carga que le hemos de apedrear e hechar la casa a cuestas». 96 Ibidem. Cit. RUCQUoI 1997: II, 367. El alcalde, que interrogó a los testigos el día después de los hechos, el 18 de febrero, mandó al merino Cristóbal de Villafañe que apresara a Pedro de Badajoz. Los reyes mandaron a un pesquisidor, Salazar, quien determinó que Pedro fuera enviado ante los del Consejo real en Aranda, sin embargo, el licenciado de Álava, alcalde en la Chancillería le alzó la pena diciendo que no le encontraba culpa en la pesquisa por lo que le eximió de acudir a la villa de Aranda ante los del Consejo. Pedro, por lo tanto, a pesar de los esfuerzos de conde de Benavente, se libró de cualquier tipo de pena por haberse enfrentado a Grigalva y no tuvo que acudir ante el Consejo real, del cual era miembro el propio conde Alonso Pimentel. 97 AGS, CCA, Pueblos, Leg. 21, 8.

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del Campo y Valladolid98 y obtuvo también una carta de la reina Juana en contra de que Valladolid presionase a los mercaderes que iban a la feria de Villalón. Cuando presentó dicha carta en el concejo vallisoletano en 1507, los regidores contestaron que la obedecerían pero que se tomarían un tiempo para decidir con respecto a su cumplimiento.99 Aun así, el común no se fiaba de los regidores en esta materia y se resistía a confiar el asunto en sus manos. En julio de 1518, cuando ya contaban con dos procuradores del común, y aprovechando el vacío de poder que la peste produjo al huir los ediles, se reunieron toda una serie de vecinos ajenos al regimiento —presumiblemente miembros de las cuadrillas—, «para hablar e platycar en lo tocante a las ferias desta villa». De hecho, llegaron a un acuerdo mandando que se eligiesen regidores y otras personas que fueran a la corte a negociar sobre las ferias.100 En el desempeño del gobierno de la ciudad se producirían muchos otros motivos de fricción entre el concejo y los mercaderes al margen de los relativos a la feria. Por ejemplo, en febrero de 1496 los mercaderes involucrados en tratos relacionados con las rentas de las alcabalas de la fruta, la paja, la leña y la madera protestaron porque la villa, después de encabezarlas, había optado por arrendar dichas rentas a ciertos arrendadores en lugar de dejarlas en manos de los dichos tratantes.101 En 1498, el cambio en las ordenanzas de los fieles, encargados de vigilar los pesos y las medidas en los intercambios, trasluce un intento por controlarlos, imponiendo un patrimonio mínimo de 100.000 maravedís en bienes raíces para estos oficiales. Sin embargo, en febrero de 1508 el concejo tuvo que dar marcha atrás y, no solo anular dicho requisito, sino añadir una enmienda que era una clara concesión al común, ya que exigía que el fiel no fuese «criado ni allegado de justiçia, ni regidor, ni otro caballero, e que durante el tiempo del dicho ofiçio de fieldad tampoco pueda asentar de nuevo la dicha bibienda ni allegarse a la dicha justiçia, regidores ni a otros caballeros e que sy lo hiziere pierda el ofiçio». El hecho de que se hiciera un traslado de este documento en febrero de 1514 lleva a pensar que en esos momentos, es decir, una vez iniciadas las demandas para obtener procuradores de la comunidad, se produjo algún tipo de presión sobre el concejo con el fin de que se cumplieran estas ordenanzas.102 Seguramente los ánimos estaban ya suficientemente caldeados para que se gestase (y se temiese) un enfrentamiento abierto, como el que ocurrió dos años después en 1516.

98

AHN Nobleza. osuna, c. 525, 12 y 14. AHN Nobleza. osuna, carpeta 108, 22. 100 AMV Libro de Actas 4, fol. 163v. 101 AGS, CCA, Pueblos, Leg. 21, 14. 102 AGS, CCA, Pueblos, Leg. 21, 17 bis. 99

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6.4. La reivindicación de representantes propios: los procuradores del común El epígrafe anterior muestra que el regimiento había sido incapaz de defender la feria de Valladolid frente a los mandamientos que llegaban desde la corte; y los mercaderes, que ya se habían enfrentado abiertamente al concejo en el alboroto de 1491, habrían espoleado el descontento del resto de la población insistiendo en la necesidad de representantes propios. En julio de 1513 aparece la primera mención al asunto «del procurador de la comunydad». Diego Bernal, regidor, recibió del escribano del concejo, Juan del Prado, una carta del cardenal Adriano de Utrecht con una relación firmada por García de Alcocer. En ella se hablaba de llevar ante la corte el dicho asunto pero apenas contenía más información.103 Debemos suponer que el pueblo había comenzado ya a reclamar que, al igual que existían en otras ciudades y villas, hubiese un procurador de la comunidad en Valladolid. Que el regimiento diera parte de ello ante la corte prueba hasta qué punto estaban presionados y se veían obligados a tomar en serio las reclamaciones de la comunidad en el clima de tensión que la villa vivía. Desafortunadamente, la imposibilidad de documentar mejor dichas presiones únicamente permite intuirlas. Este asunto, que aquí aparece tan solo esbozado, estalló abiertamente en junio de 1516. Para entonces, el merino mayor y regidor Alonso Niño de Castro había conseguido posicionarse como líder de las demandas de la comunidad. Las razones por las que Alonso consiguió erigirse como cabecilla del movimiento a pesar de ser uno de los miembros más insignes de la oligarquía, integrante del regimiento al que se enfrentaba esta comunidad y un buen ejemplo de los abusos cometidos desde el poder, deben buscarse en la especial relación entre el merino y el común ya explicada en las páginas previas. A la historia de resistencia conjunta por la defensa del rey en los hechos de 1464, su ascendencia sobre las cuadrillas y la tienda propia en las ferias que le permitiría entablar una relación de cierta ascendencia sobre los mercaderes, se añadía la cuestión de los tratos de favor y la coacción que podía ejercer y que, a tenor de las faltas presentadas contra él en su juicio de residencia en 1516, ejercería con relativa frecuencia.104 Por otra parte, no solo su capacidad para apresar e imponer multas, también su gestión de la cárcel le proporcionaba múltiples ocasiones de perjudicar o beneficiar a los vecinos condicionando las acciones y lealtades de los mismos. Además, la tradicional enemistad del merino con el resto de los regidores, evidenciada por la lista de faltas, hacía que le interesase particularmente incluir nuevos oficiales en el seno del concejo con los que estuviese en mejores términos y que pudiesen constituir su propio grupo de apoyo. 103 104

AMV, Chancillería, 45-33. AGS, CCA, Pueblos, Leg. 21-2, 106. [ 313 ]

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En 1516 las reclamaciones de los mercaderes, identificadas hasta cierto punto con las de la comunidad, habían cristalizado en el germen de un programa y los elementos más activos en la demanda de cambios se habían organizado. Es difícil determinar hasta qué punto influyeron o se vieron involucradas las cuadrillas en esta organización. Lo cierto es que el 15 de junio de 1516, ante el juez de residencia Jorge Mejía y su alcalde, el bachiller Alonso Sorrantos, se reunieron treinta y siete personas, todas vecinas de la villa, que se proclamaban representantes de la comunidad. Estas personas, entre las que se hallaba Alonso Niño de Castro, otorgaron un poder —en nombre de la comunidad, vecinos y moradores de la villa—, al merino mayor, al bachiller Francisco Fernández Alderete y a Francisco de Andino. El juez de residencia y su alcalde dijeron que el poder no era válido y que no lo aprobaban, pero a partir de ese momento Alonso Niño de Castro pasó a representar a la comunidad y escribió diversas cartas a la reina y al Consejo real defendiendo intereses que se identificaban con los de los mercaderes y el común.105 Es muy posible que el nombramiento del bachiller Alderete y Francisco Andino como depositarios del poder fuese una concesión inicial a diferentes sectores movilizados del común, cuyo apoyo conseguiría así el merino. Stephen Haliczer señala el protagonismo del bachiller Alderete en las negociaciones con el presidente de la Chancillería, Diego Ramírez de Villaescusa, en 1517.106 Las sisas, impuestos altamente impopulares que llevaban a cuestionar la gestión económica de los propios por parte de los regidores, jugaron un papel fundamental en el aumento del descontento de la población durante los años previos a 1520. No en vano, la mala gestión económica y la presión fiscal eran uno de los argumentos habituales del común para deslegitimar a las oligarquías y legitimar la necesidad de establecer un control ejercido por representantes de la comunidad.107 En 1518, en medio de un brote de peste, el procurador del común Francisco de tamayo se quejaba de que «sabían como el avdiencia es yda desta villa e ansy mismo se van las personas e caballeros ricos, e se quedan los pobres e los que no pueden salir della, que son los pobres, e son ellos los que han de comer la carne desta villa sobre lo qual echan sysa».108 Previamente, dos sisas habían influido directamente en la insurrección de la comunidad en 1516: una para comprar armas109 y otra sobre el vino para la realización de una fuente pública.110 Precisamente el establecimiento de dicha sisa fue lo que permitió que a los mercaderes y artesanos descontentos se les unieran otros sectores, lo que 105 106 107 108 109 110

AGS, CCA, Personas, Leg. 19, Alonso Niño. HALICzER 1987: 250-251. oLIVA HERRER 2014: 349. AMV Libro de Actas 4, fols. 152r-152v. AGS, CCA, Personas, Leg. 19, Alonso Niño (3). AGS, CCA, Personas, Leg. 19, Alonso Niño de Castro. [ 314 ]

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resultó un punto clave en el triunfo de las demandas de la figura del procurador del común. La cuestión de la sisa creó un conflicto entre la iglesia vallisoletana que exigía su exención y el concejo que, si consentía dicha exención, aumentaría el descontento entre el resto de la población. De hecho, en una de las cartas Alonso Niño de Castro, en nombre de la comunidad, se lamentaba de cómo la sisa afectaba a los más pobres, oponiéndose claramente a que hubiese más exentos, lo que incrementaba la carga fiscal sobre los que debían pagar el impuesto.111 Cuando fue evidente que los eclesiásticos no conseguirían quedar exentos de la sisa, tal y como intentaron en un primer momento, decidieron sumarse a las demandas del común. Esto demuestra que el establecimiento de este impuesto fue un fallo crítico por parte de los regidores, que no supieron ver hasta qué punto iba a perjudicarles una medida tan impopular. Al mismo tiempo, y no por casualidad, la Chancillería vivía un momento que Carlos Garriga ha calificado de «crisis de autoridad» y decadencia.112 El enfrentamiento de la Chancillería con el conde de Urueña, así como las simpatías que esta institución y que los religiosos manifestaron hacia el movimiento comunero en 1520,113 concuerdan plenamente con el hecho de que en 1516 ambos sectores se unieran a la solicitud de procuradores para el pueblo. El concejo acabó enfrentado al cabildo catedralicio, la Chancillería, las cuadrillas y los concejos de la tierra, lo que lo situaba en una posición difícil en un momento de conflicto generalizado. En un pleito posterior se halla una copia de la queja que presentó la iglesia vallisoletana, pero se especifica que otros documentos de idéntico contenido fueron entregados por parte de muchas otras personas de la villa, señalando que sumarían hasta cuatro mil vecinos: Presentaron ante nos ziertas petiçiones e suplicaziones asi del cavildo de la Iglesia mayor e de los monesterios e personas relixiosas della e del estado y universidad de la dicha villa e de alguno de los rexidores della, como otras de los cavalleros e quadrilleros, vezinos y moradores de la dicha villa de cada quadrilla, esta petiçión firmada de los vezinos de la dicha quadrilla que por ser larga escriptura no van aquí insertas ni encorporadas salvo la petiçión de la yglesia de la dicha villa de Valladolid, porque del mismo tenor de la dicha petiçión son todas las otras de que aquí se aze menzión; en todas las quales dichas petiçiones podría aver más de quatro mill firmas de vezinos naturales de la dicha villa.114 111 112 113 114

Ibidem. GARRIGA 1994: 185. Ibidem: 185-191. AHN Consejos. Leg. 29.934, n.º 2. [ 315 ]

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El contenido de la carta insistía principalmente en establecer procuradores del común en Valladolid —como existían en otras ciudades castellanas— y señalaba particularmente la necesidad de que estos controlaran si era cierto, como decían los regidores, que los bienes propios no bastaban para acometer ciertos gastos y era preciso recurrir a las sisas. Al hacerlo, insistían de nuevo en que los regidores no eran capaces de defender el bien común de la villa: A causa que esta noble villa no tiene procuradores que miren el bien e pro comun della, según y como los tienen todas las çiudades villas e lugares destos sus reynos, esta dicha villa resçive mucho daño e pérdida e los vezinos e moradores della, porque las ordenanças antiguas desta dicha villa que ablan zerca desta buena governazion e bien e pro común della no se guardan; e por otras muchas causas que cumplen al seruiçio y rreal estado de vuestra sacra magestad; por ende a vuestra alteza umilmente pedimos y suplicamos le plega conzeder y açer merced a esta villa y comunidad della que en ella aya dos procuradores del pueblo, segun y como los ha y tiene y elixe la çibdad de Burgos e como más fuere seruiçio de vuestra Catholica Mag. y al bien y pro común desta su leal villa; en lo qual vuestra sacra mag. administrará justiçia y a nos y a la dicha villa e su comunidad ará bien y merçed.

A esto añadían: E que los dichos dos procuradores pudiesen entrar en los reximientos e ayuntamientos que de aquí adelante se yçieren en la dicha villa por la justizia y rrexidores della; e que no se pueda azer reximiento ni ayuntamiento sin que los dichos dos procuradores o alguno dellos esten presentes; e porque las cosas que se içieren por el reximiento que cumple a nuestro seruiçio y a la dicha villa e su tierra pro común della las aprueven y consientan como procuradores generales del común de la dicha villa e su tierra, e los que se ycieren en perxuiyçio de ella y de su tierra no lo consientan e contradigan; e para que sepan qué he quantos son los propios de la dicha villa e su tierra y en qué y como se gastan y consumen.115

En estos párrafos, la disociación entre regimiento y búsqueda del pro común es completa: el regimiento persigue tan solo sus propios intereses y es preciso que en el concejo aparezcan figuras que sí respeten y hagan respetar el bien público. Se ha producido ya una traslación de este elemento retórico desde la oligarquía al común que 115

Ibidem. [ 316 ]

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se ha apropiado del mismo.116 La mala gestión del regimiento exige un control externo, una fiscalización que ha de ser ejercida por el común. El concejo, consciente del peligro que suponía el poder paralelo de la comunidad y la designación de procuradores del común, intentó atajarlo cuanto antes acudiendo al Consejo real. En esta empresa acometió tres frentes, por un lado, atacando a la comunidad, por otro, a su cabeza más visible, el merino mayor Alonso Niño de Castro y, finalmente, enfrentándose a la iglesia con la que mantenía un pleito. El concejo había mantenido un tradicional enfrentamiento, no solo con los merinos de la familia Niño, sino en particular con Alonso Niño de Castro, ya que, el intento de su padre por desheredarlo y retirarle los derechos al regimiento, la merindad y la Puerta del Campo había dado argumentos al resto de regidores para excluirlo y negarle los mencionados oficios. El liderazgo de Alonso sobre el mencionado grupo de la comunidad no hacía más que exacerbar dicho enfrentamiento. En 1516 los regidores intentaron atacarle a través del juicio de residencia, en el cual el merino recibió hasta sesenta culpas.117 Sin embargo, el juez de residencia, el licenciado Jorge Mejía se negaba a retirarle la vara a Alonso y a aceptar los testimonios presentados en el último momento, por lo que el proceso concluyó con la declaración de inocencia de Alonso el 20 de junio. Esta resolución debió resultar más que indignante para los regidores que querían la cabeza de Alonso Niño y que sabían de sus múltiples abusos. Un resultado tan sorprendente (aunque las condenas leves eran habituales en los juicios de residencia, aquellos con tal cantidad de acusaciones solían saldarse al menos con ciertas penas pecuniarias)118 puede entenderse mejor si se considera el hecho de que justo cinco días antes del dictamen, Alonso obtuvo el mencionado poder para representar a la comunidad. Sin duda, el apoyo explícito de las treinta y seis personas que firmaron el poder, sumado a la identificación entre su programa y las reclamaciones del común, al tiempo que asustaba al regimiento por el apoyo social que le confería, habría presionado fuertemente al juez de residencia Mejía y al bachiller Cerrato. Por otra parte, no hay que olvidar que estos oficiales representaban los intereses de la Corona y que la regencia, como se verá más adelante, adoptó una postura conciliadora que llevaría a aceptar algunas de las reclamaciones de la comunidad. En cualquier caso, aún peor que los desmanes en su oficio —cuyo disciplinamiento estaba contemplado y regulado a través de las residencias—, era su alianza con 116

Esta disociación aparece en muchos otros centros urbanos, incluso relativamente alejados, como en Santander, donde el discurso del común no se dirigía solo contra el regimiento, sino también contra los linajes: SoLóRzANo tELECHEA 2013. 117 Respecto a esta residencia véase lo dicho en mi artículo MARtÍN RoMERA 2014a. 118 Acerca de los juicios de residencia como proceso fiscalizador de los oficiales urbanos vease GoNzÁLEz ALoNSo 1978. [ 317 ]

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el común insurrecto. El concejo escribió una carta al Consejo real para denunciar que, hacía veinte días aproximadamente, Alonso, a pesar de ser regidor y merino de la villa: Se juntó y hiso ayuntamiento en particular a boz de pueblo con çiertos ofiçiales e personas de baxa suerte de la dicha villa de sus allegados que heran hasta treynta e çinco o quarenta personas, e todos juntamente hordenaron de dar y dieron poder al dicho don Alonso e al bachiller Alderete e a otros vecinos de la dicha villa lo qual hisieron contra voluntad del dicho juez de resydençia.119

Este grupo de personas se autodenominaron la comunidad, pero debemos ser cautos al identificarlos plenamente con los promotores de los disturbios relacionados con las ferias en 1491. Son descritos como allegados de Alonso, oficiales y personas de baja suerte, palabras que, aunque claramente buscan su descrédito, sugieren que se trataba de la clientela directa de Alonso más que de un conjunto amplio de mercaderes movilizados (clientela que, efectivamente, gracias a su posición como merino y regidor, pero también como gestor de la cárcel, incluiría desde oficiales, hasta gente de dudosa calaña). Sin embargo, el discurso que esta comunidad, con Alonso Niño de Castro a la cabeza, emprendió se identificaba en gran medida con las demandas e intereses de los mercaderes lo que, forzosamente, provocaría la simpatía y el apoyo de estos últimos que compartían causa y enemigo: el concejo mediatizado por el conde de Benavente. Si atendemos a la carta de poder en cuestión, efectivamente se trató de treinta y siete personas, todas vecinas de Valladolid entre las que, aparte de Alonso Niño de Castro y el bachiller Francisco Fernández Alderete, del resto solo se conoce el oficio de un cuchillero y un espadero, no correspondiéndose ninguno de los firmantes con miembros de la oligarquía.120 Estas personas reunidas decidieron hacer un repartimiento de dinero entre ellos «en grand alboroto y escándalo», comenzaron a hacer ayuntamientos, instituyeron un procurador del común y querían exigir que existiesen jurados. todo esto iba en contra de los privilegios de la villa y el concejo pedía que se les diera un castigo ejemplar «para que otras personas no se atrevan a haser otro tanto». Incluso solicitaban que se diera una sobrecarta con penas más duras que las establecidas para dichos delitos y que se mandara pregonar y publicar de forma que todos fueran informados de esto.121 El 15 de julio, los reyes escribieron al juez de residencia de Valladolid, diciéndole que Francisco de León y el doctor Francisco Gómez de Villarroel, regidores de Valla119 120 121

AGS, CCA, Pueblos, Leg. 21-2, 104. AGS, CCA, Personas, Leg. 19, Alonso Niño. AGS, CCA, Pueblos, Leg. 21-2, 104. [ 318 ]

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dolid, en nombre del concejo les habían informado de que la villa tenía privilegio para que ninguna persona pudiera hacer ayuntamiento apartado ni hubiera procurador del común ni jurados. Según el concejo, Alonso y otras personas de la villa habían hecho ayuntamiento apartado y nombrado un procurador del común. Suponemos que con la elección de procurador se referían al propio Alonso Niño, ya que el poder de los autodenominados comunidad le fue otorgado a él y, aunque aparecían otros dos procuradores, como ya se ha dicho, Alonso fue el verdadero representante del movimiento. De esta forma, Alonso habría reunido en su persona los cargos de merino mayor, regidor del concejo y procurador del común, lo cual, a pesar de resultar contradictorio, mostraba gran ambición y audacia. El rey había mandado entonces que no volvieran a hacerse tales ayuntamientos y que se anulase el procurador del común.122 Alonso, como depositario del poder de la comunidad escribió pidiendo que cambiasen de opinión. Por la riqueza de imágenes que aporta, merece la pena transcribir el discurso de Alonso cuando explica el perjuicio que conllevaba prohibir que la comunidad otorgase un poder para poder seguir sus pleitos «e las cosas que convengan al vien publico». Según él, no permitir tal cosa: Es en tanto agrabyo e perjuisyo de la dicha comunidad, espeçialmente syendo contra los regidores, porque estos por la mayor parte son los que ocupan lo público e toman los vienes de la villa que han pagado los comunes; e sy no se pudiesen juntar con la justiçia por licencia de vra. Al. como agora lo hazen, es manifiesto e notorio agrabyo, e contra lo que se tiene en todas las çibdades villas e lugares de vuestros reynos, donde no solamente se probee de procurador quando semejantes casos se ofresçen, pero de contyno le ay, y quadrilleros e sesmeros que miran el bien público. De otra manera la comunidad sería muy agrabiada, lo público se ocuparía y lo que peor es que los maravedís que muchas vezes se reparten, que lo pagan los pobres e comunidad, se quedase con los dichos regidores por no tener los dichos mis partes para prestar poder.123

El discurso de Alonso (que parece aquí olvidar que él mismo es regidor) se contradice completamente con la imagen que con tanto empeño habían pretendido difundir los gobernantes, en la que el bien público se identificaba plenamente con las acciones e intereses del regimiento. Aquí los regidores son «los que ocupan lo público», tomando bienes que ha pagado el común, son parásitos del sistema y se oponen a los cuadrilleros 122 123

AGS, RGS, 1516-07, 105. AGS, CCA, Personas, Leg. 19, Alonso Niño de Castro. [ 319 ]

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y a que existan sesmeros y procuradores del común que sí que mirarían el bien público y que son los representantes que necesita la villa. todos los testimonios mostrados en este sentido prueban que, aunque no podamos conocer la trasmisión oral de este discurso, a lo largo de los conflictos entre el común y el concejo, este sería repetido una y otra vez, tanto en arengas y en reuniones de la comunidad, como en conversaciones privadas entre los mercaderes y el pueblo descontento. Un aspecto fundamental serían los sermones, que tan solo podemos conocer de manera muy excepcional. Hipólito Rafael oliva Herrer analiza una pesquisa en Valladolid iniciada a raíz del sermón pronunciado por un franciscano, fray Juan de San Vicente, el día de San Esteban en diciembre de 1517, en la iglesia de San Esteban. oliva Herrer señala que se trataba de un sermón que incitaba a la acción política en respuesta a la convocatoria de Cortes. En él, aunque con otros matices relacionados con la oposición política a Carlos V, se utilizaban conceptos comunes a los que animaban el movimiento de la comunidad, como el de bien universal y la antagonización de los grandes.124 En definitiva, la idea de un antagonismo entre el bien comun y los grandes y, por extensión, la oligarquía, era una opinión que debía estar plenamente asentada entre el común y muestra abiertamente el fracaso del sistema oligárquico. La identificación entre gobernantes y gobernados, que se veía favorecida por la articulación de los linajes y sus clientelas y por la propaganda de la defensa del bien común, parece parte del pasado. El sistema de linajes ha quedado obsoleto, no como sistema de reparto de los oficios, pero sí en cuanto a cohesionador de la sociedad urbana. Esta ha crecido en demasía y en especial los mercaderes y artesanos, que han visto frustradas sus expectativas de ascenso y sufren cada vez más los efectos de la crisis económica, sienten cada vez una mayor disconformidad con el sistema establecido. Las familias de la oligarquía habían perdido la batalla de la «opinión general» a pesar de su retórica del bien y pro común y de su sistema distributivo y clientelar que no bastaba para contentar a una sociedad demasiado compleja y amplia.125 Además, el regimiento fue incapaz de impedir la formación de estos grupos y prohibir que se reunieran y coordinasen, lo que a su vez originaría que esta comunidad pusiera en cuestión el papel del regimiento y la oligarquía como intermediarios exclusivos entre la villa y la monarquía o la corte. A finales de este mismo año, en 1516, la comunidad 124

oLIVA HERRER 2018. No se pretende profundizar aquí en el debate sobre la existencia o no de opinión pública en esta época. Los documentos citados atestiguan la existencia de un discurso del bien común y una apropiación y uso de este por los líderes de la comunidad que sugieren que estas ideas circulaban entre un sector considerable de la población al margen de las élites culturales y políticas. Es con ese sentido con el que se ha usado aquí la expresión de opinión general, que sí aparece en los documentos coetáneos. Acerca de esta cuestión véase: CARRASCo MANCHADo 2006. 125

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tendría la oportunidad de acudir ante el Consejo real en clara competencia con los representantes del regimiento. Paralelamente a este enfrentamiento se produjo el intento del cardenal Cisneros por crear una fuerza militar conocida como la gente de ordenanza.126 Dicha medida provocó tanta resistencia entre las ciudades castellanas que tuvo que ser abortada en diciembre de 1516. En el caso de Valladolid, el capitán tapia acudió a la villa con la intención de reclutar a pecheros y se encontró con una fuerte oposición, tanto del regimiento, como del común. Los hechos de 1516 no pueden ser seguidos a través de las actas concejiles porque, a pesar de que se conservan desde 1497, el periodo desde finales de 1514 hasta principios de 1517 se ha perdido, sin duda como resultado de todas las controversias que se produjeron durante estos años.127 Sin embargo hay una breve alusión en el diario de Rodrigo de Verdesoto: «Viernes 13 de octubre de 16 se juntaron mucha gente desta villa y hecharon fuera della á un capitan que se llamaba tapia que venia á fer gente en esta villa por fuerza».128 Dicha anotación muestra la oposición de la oligarquía a esta medida y, más en concreto, del almirante Enríquez, uno de los que más alentó la resistencia a la misma y al cual se hallaba ligada la familia Verdesoto. Mientras que las reivindicaciones de la comunidad se alejaban del tipo de eventos que el regidor prefería documentar en sus diarios, su relación con los Enríquez se manifestaba en la frecuente alusión a hechos relacionados con dicha familia. Contamos con otro testimonio inusual de los sucesos de 1516 que también menciona al capitán tapia. En este clima de enfrentamiento entre el regimiento y la comunidad aparece una figura que aporta una visión muy interesante; se trata del licenciado Leguizamón, alcalde de la Chancillería, que actuó como espía de Adriano de Utrecht (legado de Carlos I, obispo de tortosa y futuro regente de Castilla y papa Adriano VI) dentro de Valladolid.129 Es de notar que este licenciado actuó también como su informador años más tarde durante la sublevación de las Germanías.130 En una carta del 22 de noviembre de 1516 escribió al cardenal cómo debía actuar con los enviados que acudirían a la corte de parte del regimiento y aquellos que acudirían de parte de la comunidad de forma que pudiese manejarlos según conviniese a sus intenciones. Las artes políticas del licenciado, su astucia, su capacidad de manipu126 Este proyecto, su relación con las Comunidades y el fracaso del intento de reclutamiento en Valladolid protagonizado por el capitán tapia han sido descritos por HALICzER 1987:167-170. 127 Esta situación no es infrecuente y por ejemplo en Burgos desaparecieron las actas municipales entre los años 1466 y 1475, desaparición que Pardos Martínez atribuye no solo al periodo convulso, sino al intento de borrar el rastro de la participación de la comunidad. Hecho que, de ser así y salvando las distancias, mostraría claros paralelismos con el caso vallisoletano (PARDoS MARtÍNEz 1985: 545). 128 AGAPIto Y REVILLA 1918: 21. 129 AGS, CCA, Personas. Leg. 14-2, Leguizamón (El alcalde y licenciado). 130 SUÁREz VARELA 2007: 26, n. 110.

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lación y su papel sibilino dentro de la villa quedan manifiestos en el documento. La correspondencia entre el cardenal y Leguizamón, a pesar de que solo conservamos algún ejemplar que otro, parece haber sido intensa, especialmente en estos momentos de tensión en la villa, ya que el licenciado asegura haberle escrito tres veces desde el viernes al cardenal para informarle «de las cosas y en los términos en que estaban las cosas acá». Esto muestra que la insurrección de la comunidad en Valladolid y el levantamiento contra el reclutamiento de la gente de ordenanza preocupaban en la corte y constituían un asunto que precisaba ser tratado con delicadeza. Conscientes del descontento generalizado existente en el reino, el mismo que luego cristalizaría en la revuelta de las Comunidades, el cardenal y sus hombres estarían muy atentos a estos primeros conatos de insurrección que manifestaban el disgusto de la población. Según Leguizamón el cardenal debía convocar a los de la comunidad y el alcalde se permitía aconsejarle qué debía escribir en la cédula que les enviaría pidiéndoles que acudieran. En ella pondría que había sido informado de que la villa creía que su intención era quebrantar sus privilegios y libertades, lo que no era cierto. Al contrario, su interés era conservar y hacer mercedes a la villa y que para tratar en este asunto lo que fuera más conveniente para la misma, que acudiesen en nombre de la comunidad. De esta forma el licenciado afirmaba que se tranquilizarían los ánimos de la villa y esto favorecería que se aceptara aquello que determinase el cardenal: «y yendo en nonbre de la comunidad algunos, asosegará más las cosas desta villa y abrá lugar para hazer mejor lo que su reverenda señoría ha gana». Para que el plan tuviera éxito el cardenal debía retener allí a los regidores hasta que llegaran los de la comunidad y así contar con todos antes de disponer nada. Después de narrarle el plan le relataba sus progresos ganándose la confianza de unos y otros en un clima de gran desconfianza mutua. Decía que aunque los regidores le identificaban con el pueblo «algo me creen más a mí que a ellos y como lo que yo les digo es la verdad, cada día me ban creyendo más». Mostrando sus dotes manipuladoras decía que había hecho difundir en muchas reuniones del regimiento y había contado a muchos la intención del cardenal (intención que, desgraciadamente no se describe), pero señalaba que había mucho temor al respecto («y todos los miedos están en esto aunque ay muchos que piden que lo contrario»). todo ello es indicativo de la tensión y el conflicto generalizado, pero también del miedo a las represalias tras la insurrección de la villa. Por supuesto, aprovechaba la misiva para ensalzar su persona así como su lealtad y servicio a Adriano de Utrecht afirmando que era el único que defendía al cardenal y que debía enfrentarse a la opinión de todos a este respecto: «Syenpre me hallé solo y todos contradeziéndome, que por Dios sy no fuera por mí, no veyera [ 322 ]

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onbre que osara hablar byen de su reverenda señoría, más como la ley que yo siguo es la verdadera yo espero en Dios que conosçerá la verdad». Estas palabras, aunque interesadas, muestran la impopularidad de los extranjeros que Carlos V había dejado al mando del reino, incluido el cardenal. Se despedía asegurándole que cuando los de la comunidad partiesen, él le escribiría para darle nuevas instrucciones de cómo debía tratarlos. La carta fue llevada por el capitán Francisco de tapia que se dirigía a la corte, probablemente tras su fallido intento de reclutar a la gente de ordenanza.131 El resultado de estas reuniones fue el ya mencionado establecimiento de dos procuradores del común en julio de 1517.132 En 1517, fruto de las negociaciones con el cardenal Adriano de Utrecht, la villa obtenía, finalmente, dos procuradores del común que seguirían el mismo modelo de Burgos, cuyas ordenanzas se copiaron para que pudieran ser imitadas por Valladolid.133 Según las ordenanzas de Burgos los procuradores se elegían anualmente y debían asistir a los ayuntamientos, con voz pero sin voto, para controlar que se respetara el bien público.134 Se especificaba que fueran elegidos «enteramente» por los vecinos de la ciudad sin que interviniese el ayuntamiento y que cobrarían 4.000 maravedís anuales. Cada vecindario elegiría dos procuradores que a su vez, todos reunidos, votarían a los dos procuradores mayores. En Valladolid se repitió el mismo sistema a través de la organización de las cuadrillas, votando los procuradores elegidos en las cuadrillas a los procuradores mayores.

6.5. Los prolegómenos de las Comunidades Mientras tanto, el asunto de las ferias continuaba sin resolverse y, en 1518, Carlos V prometía a Alonso Pimentel que en tres meses decidiría si le dejaba la franqueza de la feria de Villalón según el privilegio que el rey Felipe le había dado o, en caso contrario, le compensaría adecuadamente.135 En marzo del mismo año, Carlos confirmó el privilegio de las ferias de Villalón a la villa y a Alonso Pimentel y añadió que no consentiría 131

AGAPIto Y REVILLA 1918: 21. AHN Consejos. Leg. 29.934, n.º 2. 133 AGS, RGS, 1517-8, 15; AHN Consejos. Leg. 29.934, n.º 2. 134 AHN Consejos. Leg. 29.934, n.º 2, fols. 15v-16r: para que si estos tales procuradores o qualquier dellos entendieren que cumple al serviçio del rey y al vien publico de la çiudad que algunas cosas que se ordenaren no se deven en si ordenar e si entendieren que los dichos ofiziales deven ordenar algunas cosas e açer de nuevo e repartar algunos edefiçios o que deven fazer o castigar algunos fechos e remediar en las dichas qualesquier cosas que entendiesen que cumple a la dicha ziudad y al vien publico que requieran e puedan requerir sobre ello a los dichos ofiziales e tomar testimonio dello. 135 AGS, CCA, Leg. 131, 164. 132

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que se pusieran impedimentos a la celebración de las mismas, lo que indica que seguían produciéndose.136 Se inició entonces una negociación para la cual el concejo de Valladolid, reunido en Peñaflor a causa de la peste que afectaba a la villa del Esgueva, decidió nombrar unos representantes en septiembre de 1518 que irían al Consejo real a tratar dicho asunto. Los reunidos en Peñaflor eran (además de los regidores y el escribano) Francisco de tamayo, procurador mayor de la villa, y el doctor de Espinosa, letrado de la misma que fue llamado por los jueces y regidores para hablar en lo tocante a las ferias de Valladolid. Además se afirmaba que estaban presentes muchos otros individuos de la villa en este ayuntamiento, lo que muestra el interés capital de la reunión para numerosas personas, a la vez que la concesión que hizo el regimiento permitiéndoles entrar, probablemente por la presión de la comunidad que se hacía así presente. El concejo nombró por sus representantes, «para haser e ordenar la ynstruçión e capitulos para que lleve las personas que fueren nonbradas para la dicha negoçiaçión», al corregidor Juan de Acuña, al doctor Villarroel, regidor, y al doctor Espinosa. Resulta interesante que tras esta reunión de carácter más o menos multitudinario o público, se produjo otra de carácter privado en la que el doctor Villarroel y el doctor de Espinosa se juntaron en la posada del comendador ante el escribano Domingo de Santamaría y allí nombraron para ir al Consejo de sus altezas al comendador Santisteban, regidor, a Francisco de la Serna y a Antonio de Rosales, vecinos de Valladolid. Establecieron además que escribirían una carta a los señores de la Iglesia mayor de Valladolid para que enviasen una persona nombrada por ellos para representar también el interés de la iglesia en el Consejo con respecto a este asunto. Esta segunda reunión, de apariencia clandestina, era la respuesta a no poder departir libremente en la intimidad del regimiento una vez que este había tenido que abrir sus puertas a los representantes del común y otras personas. Los regidores pretendían nombrar unos representantes que fueran realmente suyos y propios, en lugar de los que se habían nombrado en la reunión con las cuadrillas. El corregidor que también estaba presente les tomó juramento de que tan solo se encargarían de negociar sobre la instrucción que llevaban y que no hablarían nada en contra de los procuradores de Valladolid «por lo pasado», a no ser que los procuradores pidieran algo contra lo que se había proveído en la junta anterior o que los del Consejo les preguntasen algo al respecto, en cuyo caso responderían la verdad. Esta apostilla un tanto misteriosa muestra, por un lado, que esta reunión se hizo sin los procuradores de la villa ni otras personas de la comunidad o sus simpatizantes. Por otro que, aunque tras el enfrentamiento de 1516, en 1517 se había creado la figura de procurador del común cediéndose ciertas 136

AHN Nobleza. osuna, c. 525, 25. [ 324 ]

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parcelas de poder a la comunidad, existía una gran desconfianza entre ambos que llevaba a explicitar un juramento en el que no se buscaría perjudicar a los procuradores siempre que estos respetasen los intereses de los regidores, pero tampoco se les defendería si eran interpelados al respecto por los del Consejo. El documento no explicita en qué consiste «lo pasado», pero se trataría seguramente de los alborotos que se habían producido con la llegada del capitán tapia y a los que se aludía veladamente cuando Leguizamón escribió al cardenal que los regidores iban a pedir un perdón general.137 Finalmente se desarrolló un pleito en la Chancillería de Valladolid entre los concejos de Valladolid, Medina del Campo y Villalón sobre la feria de Cuaresma. El concejo de Valladolid fue emplazado en octubre de 1518, momento en el que todos los regidores seguían huidos de la ciudad debido a la epidemia de peste y, ante la ausencia de los regidores, acudió el teniente de corregidor, Martín de la Villa.138 La epidemia contribuiría a agravar aún más la situación de malestar que imperaba en la villa por razones políticas y económicas. Este nuevo episodio del conflicto por las ferias se producía de forma paralela al ya mencionado enfrentamiento ocasionado por la fortificación del palacio del conde en Valladolid a partir de 1518. La posición del regimiento en defensa de los intereses del conde de Benavente y su confrontación con los procuradores del común en enero de 1519 se manifiesta en la forma en que el memorial se refiere a Francisco de Saldaña, nombrado como persona que «se dice» ser procurador mayor, mostrando así, no solo un gesto de desprecio como señala Felipe Ruiz Martín, sino la intención de cuestionar el propio cargo de procurador del común y la representación que habían obtenido en el concejo.139 En febrero de 1519 el conde acusaba al procurador mayor Francisco de Saldaña de amedrentar a los mercaderes de Valladolid para que no fueran a la feria de Villalón y pedía a Carlos V que le castigara. Sin embargo el rey se limitó a escribir al concejo insistiéndoles en que se debían pregonar las confirmaciones que él había hecho de la mencionada feria sin que se pusiera ningún impedimento a esto. Felipe Ruiz Martín narra como Carlos V, que prefirió ser cauto ante el clima de conflicto en la villa, intentó compensar al conde con el toisón de oro quien, despechado, lo rechazó.140 En la reunión del concejo que debía declarar la aceptación y obediencia a la cédula real, aparecen muy pocos regidores (Alonso Niño de Castro, Alonso de Montemayor y Luis Godínez de Alcaraz) el corregidor Juan de Acuña y, eso sí, los dos pro-

137

AMV, Chancillería, 48-3. AHN Nobleza. osuna, c. 525, 60. Este documento está ahora en AHN Nobleza. osuna, carpeta 108, 25. 139 RUIz MARtÍN 1978: 449. 140 Ibidem: 456-457. 138

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curadores mayores de la villa y su tierra: Francisco de torquemada, mercader, y Francisco de Saldaña. Estando reunidos apareció el licenciado ozores de Ulloa, alcalde mayor del conde de Benavente, en nombre del conde y de la villa de Villalón. En el documento, los primeros en contestar a la orden del rey de pregonar la confirmación de las ferias de Villalón son justamente los procuradores mayores de la villa y su tierra; Francisco de torquemada y Francisco de Saldaña contestaron que «en nombre desa comunydad» obedecían la cédula pero que, en cuanto al cumplimiento, primero pedirían un traslado para mostrarlo a los letrados que la villa y la comunidad tenían, para deliberarlo mejor antes de dar una respuesta. Aparece, por lo tanto, una comunidad plenamente organizada, no solo con representantes, sino con capacidad de hacer reuniones apartadas con carácter deliberativo y decisorio, con letrados a los que consultar y competencias de toma de decisiones. Esta capacidad organizativa, ensayada previamente en el seno de las cuadrillas, habría acelerado su desarrollo a raíz de los acontecimientos de principios del siglo XVI ya relatados y se habría perfeccionado durante el periodo en que los regidores habían estado fuera de la villa debido a la epidemia de peste; momento que habían aprovechado las cuadrillas y sus representantes para controlar los ayuntamientos que se siguieron realizando en ausencia de los mencionados ediles.141 tras pronunciarse los procuradores mayores, pidieron a los señores justicia y regidores presentes que no cumplieran el requerimiento, esgrimiendo el argumento habitual de que las cédulas reales debían ser obedecidas pero no cumplidas si eran en deservicio del rey o en daño de la República, y dejaron constar que, de cumplir el requerimiento, ellos lo protestarían.142 Dos días después, el 23 de marzo, aparecieron de nuevo los procuradores mayores de la villa, por sí y en nombre de los procuradores de las catorce cuadrillas y comunidad de la villa y dieron nueva respuesta. Ratificaban su obediencia a la cédula y en cuanto al cumplimiento hacían hincapié en que consentían el privilegio que el rey había mandado que se pregonase así como la confirmación del mismo tan solo porque no podían volver a negarse. En su argumentación, los procuradores insistían en que los privilegios que tenía la villa, en concreto las ferias francas, los habían obtenido los habitantes de la misma por servicios que hicieron a reyes anteriores corriendo grandes riesgos. De nuevo los habitantes de la villa, los vecinos, aparecen como sujeto histórico revalorizado, a los que se les atribuyen hechos heroicos en los que arriesgaron más que otras ciudades y villas y por los que merecieron los dichos privilegios:

141 Acerca de esta Junta paralela que eventualmente incluyó a miembros de la Iglesia y a cuatro regidores designados por el concejo véase MAJo toMé 2017: 267-271. Los regidores presentes en la Junta eran Pedro de tovar, el comendador Santisteban, Gonzalo Franco de Guzmán y Alonso de Saravia, todos ellos implicados posteriormente en la revuelta comunera, aunque en distintos grados. 142 Con respecto a esta fórmula véase GoNzÁLEz ALoNSo 1980.

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Los previllejos que tienen de las ferias francas desta dicha villa ganados por sus anteçesores por muy grandes e muy señalados e peligrosos serviçios que en diversos tienpos hisieron a los señores reyes de gloriosa memoria, progenitores del rey nuestro señor, en los quales serviçios se esmeraron e posyeron a muy mayores peligros que ninguna otra çibdad ni villa destos reynos, los quales dichos previllejos tienen confirmados de la reyna nuestra señora y después del rey nuestro señor.

Los testigos a este acto no se corresponden, como suele ocurrir en los ayuntamientos, con los criados de los escribanos o los porteros del concejo, por lo que probablemente se trataba de personas de las cuadrillas que habían acudido a apoyar la postura de sus representantes, los procuradores.143 En estos momentos, marzo de 1519, los representantes de la comunidad, se habían impuesto al regimiento completamente en todo lo referente al conflicto de las ferias. Los regidores parecen meros convidados de piedra a un asunto en el que tan solo se posicionan los procuradores mayores de la villa y tierra, que piden al regimiento que espere a su decisión para acatar, o no, la cédula real, y estos obedecen. Un año después, en febrero de 1520, el concejo había perdido el control absoluto que a priori tuviera sobre el gobierno local de Valladolid. La comunidad había presionado hasta tal punto que los regidores no se atrevían a decidir sobre temas fundamentales sin su conformidad sabiendo que, de hacerlo así, se arriesgarían a graves insurrecciones. En este caso se produjo de nuevo una situación de gran tensión al colisionar los intereses de la Corona con los del común, como había sucedido con las ferias. El regimiento se encontraba otra vez con la presión, por un lado de la comunidad, por otro, del monarca que les exigía una actuación que les llevaría a un suicidio político ante sus conciudadanos.144 Un monarca que, por otra parte y como es bien sabido, no era del gusto de muchos de los miembros de las élites castellanas.145 El motivo fue el llamamiento de procuradores a Cortes para aprobar un nuevo servicio extraordinario bajo condiciones que se consideraban excepcionales al otorgar mayor libertad a los procuradores para actuar al margen del concejo. Se ha visto este llamamiento como el detonante de las Comunidades castellanas pero hasta ahora no se ha estudiado en profundidad cómo se desarrolló la oposición y el descontento hacia la monarquía en el seno de Valladolid hasta llegar a la explosión de las Comunidades. El relato aquí presentado muestra 143

AHN Nobleza. osuna, c. 525, 59. AGS, CCA, Leg. 136, 32. 145 Acerca del clima de la crisis sucesoria y la oposición a Carlos V véanse: FERNÁNDEz ÁLVAREz 1976 y 2002; PIEtSCHMANN 1992. 144

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una evolución de larga duración en el descontento y la oposición del común mucho antes de llegar a este nuevo choque. El 17 de febrero de 1520, reunido el concejo vallisoletano, el corregidor Juan de Acuña exigió a los regidores que, tal y como había ordenado el rey, se eligieran los procuradores que habrían de ir a las Cortes de La Coruña. Se mandó notificar a los regidores que estaban en la villa que antes de ocho días se presentaran todos en el regimiento para votar la provisión de las Cortes, so pena de perder sus bienes y vida. Los regidores presentes, unánimemente, decidieron responder que para resolver un asunto de tanta relevancia debían acudir todos los regidores y, además, dos representantes de cada uno de los tres estados de la villa. Lo que equivalía a dos caballeros, dos religiosos y dos ciudadanos: «e para estonçes viniesen ha este regimiento los tres estados desta villa, de cada uno dos personas en que fuesen cavalleros, e religiosos e çibdadanos desta villa, para comunicar todo lo que es en este dicho negoçio segun es uso e costunbre e otras vezes se a hecho».146 A pesar de que las palabras del corregidor Juan Acuña y algún otro comentario hacen pensar que este supuesto uso y costumbre era en realidad una innovación, las actas concejiles muestran que en momentos previos de crisis se había recurrido a consultar a personas externas al concejo. La idea de una participación política más amplia para alcanzar consenso en periodos de convulsión se halla ya en la concordia suscrita por la villa en 1468 que comprometía a: toda la villa generalmente Justiçia e Regidores, cavalleros e escuderos e estudio e cleresçía e comunidad e las otras presonas que agora están en la dicha villa, o la mayor parte dellos con la Justiçia e Regidores, sea asentado e concordado lo que se deve façer para el pro e bien desta villa e de todos los vesinos e moradores della.147

Un ejemplo más cercano en el que se realizó una consulta concreta se produjo durante la carestía de cereales de 1504, cuando la mayor preocupación del regimiento era proveer a la villa. En septiembre de este año en la reunión del concejo «acordaron los dichos señores que se llamen las personas que vieren que son menester para con los señores dyputados del probeymiento de pan de todos los estados de la yglesia e caballeros çibdadanos e mercaderes».148

146 147 148

AGS, CCA, Leg. 136, 32. RAH C. Salazar y Castro, N-25, fols. 363-363v. AMV Libro de Actas 2, fol. 183v. [ 328 ]

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Probablemente, desde que regidores y comunidad acudieron separadamente al Consejo real en noviembre de 1516 midiendo sus fuerzas y con la concesión en 1517 de dos procuradores de la villa y la tierra, la presión de la comunidad en el concejo habría sido una constante que acentuaría la necesidad de consultar los asuntos importantes, sin embargo, dicha tendencia existía ya previamente, como muestra el ejemplo de 1504. En 1518, en el episodio ya narrado acerca de las ferias, la comunidad había impuesto su presencia en el concejo y la existencia de procuradores de la villa que acudirían también al Consejo, paralelamente a los hombres designados por el regimiento. Existía, por lo tanto, una evidente bicefalía que implicaba un clima de tensión constante, ya que los regidores en ningún momento habían disimulado su desprecio hacia los representantes del común, ni habían dejado de cuestionar nunca su legitimidad. Sin embargo, al mismo tiempo que los regidores rechazaban y se oponían a los representantes populares, se había hecho cada vez más palpable que marginar al pueblo de las decisiones solo podía empeorar la precaria situación de los regidores. Probablemente esta fue una de las razones por la que en 1520 los ediles se negaron a elegir procuradores sin la participación de la comunidad.149 Si los procuradores de Cortes acudían respaldados tan solo por el regimiento y aprobaban un servicio altamente impopular, esto supondría la puntilla final al sistema oligárquico vallisoletano y la chispa que incendiaría los caldeados ánimos del común contra ellos. Si, en cambio, eran elegidos por el regimiento y dos representantes de cada estado, la responsabilidad se diluiría. Sin embargo, hay otro motivo estratégico que justificaría apoyar al común en esta decisión. Los regidores vallisoletanos, como otros miembros de élites urbanas y muchos nobles, también tenían razones para estar descontentos con la Corona y eran reticentes a este servicio. Si bien las presiones del común les irritaban, incomodaban y ponían en peligro su hegemonía, su forzosa imposición en la política urbana podía servirles para excusar sus actuaciones ante la Corona y su reticencia a complacer al rey en aspectos como el servicio y la elección de procuradores de Cortes. Caroline Fargeix, a través del estudio de los registros consulares de Lyon en el siglo XV, documenta esta misma práctica estratégica, considerándola una verdadera instrumentalización por parte de los cónsules de las asambleas urbanas en que se convocaba a ciudadanos ajenos al consulado. Dichas asambleas, además de tener la virtud de otorgar la palabra a los participantes a cambio de neutralizar una posible acción por su parte, servían para dar largas a los enviados reales con el pretexto de estar siguiendo la opinión emanada por la comunidad.150 149 Marvin Lunenfeld menciona este conflicto señalando que otros similares se produjeron en otras ciudades como toledo a la hora de nombrar los procuradores, pero se equivoca al afirmar que era el corregidor el que instaba a convocar a personas ajenas al concejo y el regimiento el que se resistía a ello: LUNENFELD 1987: 173-174. 150 FARGEIX 2014: 152.

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El 24 de febrero de 1520, una semana después de la primera negativa, se produjo una nueva votación con la presencia de un mayor número de regidores: Gonzalo Franco de Guzmán, el comendador Santisteban, Francisco de León, Rodrigo de Verdesoto, Juan de Figueroa, Juan Rodríguez de Baeza, Jorge de Herrera, Luis Godínez de Alcaraz, Pedro de tovar, Diego López de zúñiga, el comendador Ribera, Alonso de Montemayor y el doctor Villarroel. Asimismo, como procuradores mayores de la villa se presentaron Francisco de la Serna y Pedro Fernández de Portillo. La votación de los regidores mostraba su reticencia a nombrar procuradores de Cortes, así como la presión que suponía tomar esta decisión ante los procuradores de la villa (Francisco de la Serna y Pedro Fernández de Portillo). A favor de aprobar lo que pedía el rey votó Diego López de zúñiga (cuya familia se había incorporado recientemente al regimiento gracias al apoyo real) Alonso de Montemayor y Alonso Niño (lo que muestra que se había producido ya un cambio radical en los planteamientos del merino: de ser procurador del común de facto, a estar dispuesto a otorgar el poder para las Cortes sin ninguna reserva). Sin embargo, el comendador Cristóbal de Santisteban, quien se había distinguido previamente por su oposición al conde de Benavente, insistió en la necesidad de llamar a una serie de personas de reconocida sabiduría que representaran a la villa, porque esto era costumbre en la villa y, sobre todo, porque así esta estaría mejor dispuesta a conceder posteriormente lo que el rey solicitase.151 El regidor dijo que: Para que mejor e más conplidamente se haga lo que cunple a su serviçio e bien destos Reynos, desta villa se deven llamar como se suele hazer a algunas personas cavalleros e çivdadanos y personas religiosas de buena vida, y algunos ofiçiales todos los más sabios y más deseosos de paz y sosiego que oviere en esta villa, como en otras cosas desta calidad e de menos se ha echo, porque desta manera esta villa hera más contenta de conçeder lo que fuere serviçio de su majestad e bien destos sus reynos, que es lo que su majestad quiere, e que sienpre vio que salen conformes quando así se haze, e que ansi llamados, él está presto de dar su boto conforme a lo que le pareçiere que más sirve a sus altezas.152

A esta opinión se sumaron Pedro de tovar —asegurando que solía hacerse así en tales casos porque cumplía al servicio de Dios, sus altezas y al bien del reino—, Luis Godínez de Alcaraz, Juan Rodríguez de Baeza, Jorge de Herrera, Rodrigo de Verdesoto y Francisco de León. 151

Esta idea enlaza directamente con la fórmula Quod omne tangit y el concepto de consentimiento mencionados en la introducción de este capítulo. 152 AGS, CCA, Leg. 136, 32, fols. 3r-3v. [ 330 ]

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La postura del doctor de Villarroel resultaba algo más ambigua, aceptando la petición del rey aparentemente, pero exigiendo después que los procuradores pudiesen proponer y pedir al rey todo lo que conviniese al servicio de Dios y el bien común y que se convocara antes a representantes de la villa: Por quanto aquí se trata e a de tratar prinçipalmente del bien pro común y bien xeneral de todos y se a acostunbrado e acostunbra de hazer en otras Cortes e llamamientos de voto, que se llamen algunos cavalleros e çivdadanos desta villa por el señor corregidor, e se les de parte e vean todo lo que su majestad manda e digan todo aquello que les pareçe e [roto] que se deve pedir e suplicar a su majestad. E oydos ellos, los cavalleros del regimiento platiquen sobre todo ello e vean lo que se deve suplicar a su majestad, e otorgando el poder le cometan a dos o tres dellos que agan las escriçiones que los procuradores an de llevar, lo que an de azer e pedir e aquello dexen firmado de sus nombres en los libros del conçejo.

Por lo tanto, aparece un sistema consultivo en el que los votos y la palabra final siguen estando en manos del regimiento; pero existe un control externo de unos representantes de la villa que opinan, aconsejan, presionan y, sobre todo, ejercen como vigilantes de las acciones del concejo de cara al resto de la población. Sin duda alguna, este episodio muestra la rendición final de la oligarquía frente a la evidencia de que, a los ojos del pueblo, ellos ya no podían seguir pretendiendo representar el bien común por sí solos, sino que estaban forzados a aceptar la intervención de elementos externos de control. En resumen, se había consumado la completa deslegitimación del derecho de la oligarquía a tomar decisiones de forma independiente debido a su incapacidad para defender el bien común. Especialmente revelador de este cambio de actitud en el regimiento es el voto del doctor Villarroel, ya que él había sido uno de los enviados de la villa en 1516 al Consejo real para persuadirlo de que Alonso Niño y los otros de la comunidad debían ser punidos y, por lo tanto, había realizado grandes esfuerzos por defender los privilegios de la villa que mantenían la figura del procurador del común y la organización comunal al margen del regimiento. Dos años y medio después, defendía en cambio este modelo consultivo. Probablemente el doctor Villarroel, como otros regidores, supo reconocer cuándo era mejor hacer algunas concesiones para calmar los ánimos. A la opinión de Villarroel se adhirieron Juan de Figueroa y el comendador Diego de Ribera. El corregidor, Juan de Acuña, parecía opinar que se trataba de una estratagema puntual en lugar de una costumbre, como pretendían argumentar, un ardid para dilatar la elección, por lo que solicitó una información que probase si en realidad este sistema se practicaba en la villa y era costumbre en la misma: «si se avía husado otras [ 331 ]

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vezes llamar los estados para otorgar los poderes a los procuradores de Cortes».153 Los regidores presentaron por testigos a Francisco de la Serna, a Diego de Valladolid, mercader, a Joste, el portero del regimiento, y al licenciado de Villena, oidor. Sin embargo, pasado el término la información no se había realizado y amenazó a los regidores con infringirles las penas correspondientes si no otorgaban el dicho poder. Ante esta presión algunos cedieron —principalmente aquellos que habían apoyado la postura del doctor Villarroel (Juan de Figueroa y el comendador Ribera)—pero el resto se mantuvo y Juan de Acuña envió testimonio al Consejo real. Después de esto, ocurrido en viernes, el lunes 27 de febrero hubo una reunión, esta vez de la comunidad de la villa con sus procuradores, lo que equivalía a una reunión de las cuadrillas.154 En dicha asamblea se había decidido que no se podía otorgar el poder que el rey había requerido porque en él se innovaba con respecto a otras ocasiones. Esta razón de la innovación fue durante todo el tiempo el argumento clave para rechazar la petición real al considerarse más abusiva que en otras ocasiones, lo que ya había quedado plasmado en los votos de los regidores el día 24. Al día siguiente (28 de febrero) se produjo otra reunión del concejo en la que estaban presentes Juan de Acuña, el corregidor y los regidores, además de los procuradores mayores de la villa. Recibieron una carta del rey en la que decía que había sido informado de que querían juntar en el cabildo a personas ajenas a él, y que, a pesar de que don Juan de Acuña les había ordenado que eligieran a los procuradores de Cortes sin llamar a esas personas, no habían querido, tras lo cual les ordenaba que eligieran a los procuradores sin ninguna dilación y sin llamar al cabildo a personas de fuera de él.155 La carta del rey estaba fechada en Burgos a 25 de febrero de 1520, lo que muestra que había sido informado inmediatamente de lo ocurrido el día 24. Los regidores entonces votaron nuevamente. Francisco de León, Pedro de tovar, Jorge de Herrera, Luis Godínez de Alcaraz, Rodrigo de Verdesoto, Gonzalo Franco de Guzmán, el comendador Santisteban, don Bernaldino Pimentel y Juan Rodríguez de Baeza contestaron que ellos habían votado llamar a cuatro personas de cada estado (antes se había dicho dos): Las más de buena vida e de çiençia e conçençia e sosiego que se pudieren llamar, como avn más largamente se a fecho en este rregimiento en cosas de mucho

153

AGS, CCA, Leg. 136, 32. AGS, Patronato Real, Leg. 3, doc. 169. Este documento está transcrito en VARoNA GARCÍA 1990: 118-121. 155 Después de su experiencia como corregidor de Valladolid, Juan de Acuña se negó a ejercer de nuevo tras las Comunidades y depurar responsabilidades: LUNENFELD 1987: 180-181. 154

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6. la oligarquía y el común: de 1450 a las comunidades

menos calidad que esto, e que avn después acá por vna petiçión de todas las catorze quadrillas desta villa se a pedido e rrequerido lo mismo a este rregimiento, e que por vsar de novedad con ellos se podrían quexar deste rregimiento.

Esta respuesta era una clara insubordinación y desobediencia con respecto a lo ordenado por el rey. La situación en Castilla era ya tal que se sentían suficientemente envalentonados, molestos con el rey y, al mismo tiempo, presionados por el pueblo y las cuadrillas, como para enfrentarse así a él. Juan de zúñiga dio una respuesta ambigua mientras que Diego López de zúñiga, don Alonso Niño de Castro y Alonso de Montemayor se reafirmaron, en cambio, en los votos que habían dado el viernes anterior, en los que apoyaban la elección inmediata de procuradores de Cortes sin convocar a otras personas, mientras que Francisco Gómez de Villarroel y Juan de Figueroa dijeron que, ante la cédula del rey y tras la reunión de la comunidad el día anterior, votaban que deberían nombrarse dos regidores que fueran a «fazer rrelación a Su Magestad de esta novedad».156 Esta resistencia, que provocó la venida de Carlos V a Valladolid para asegurar que el regimiento concedía las procuraciones,157 marca el inicio de la abierta oposición a la Corona y de los acontecimientos más inmediatos a la revuelta comunera. Aunque la sublevación de la villa no se produjo hasta agosto, la existencia de una junta con representantes populares era ya una realidad en Valladolid y había conseguido que el regimiento se enfrentase a la Corona. Dicho enfrentamiento saldría caro a los regidores que en los meses posteriores se dividirían entre los que sufrieron las iras de las Comunidades y los que recibieron castigos reales posteriormente. Algunos, sin embargo, con la radicalización del movimiento abandonaron al común y acabaron sufriendo represalias tanto por parte de este como por la justicia real.

6.6. Las víctimas de las Comunidades entre la oligarquía Como era de esperar el conde de Benavente, Alonso Pimentel, fue uno de los vallisoletanos que más padeció las iras de la Comunidad, sin embargo, su enemigo Alonso Niño de Castro, que había defendido al común contra la feria del conde de Benavente en 1516, sufrió un destino parecido. Ya en la votación para determinar si el palacio del conde de Benavente era fuerte o no, Alonso se había mostrado desvinculado de las posturas afines al común. La comunidad que le otorgó poder en 1516 sería solo una facción que tendría que dialogar con otros sectores más amplios de las cuadrillas. Al156 157

VARoNA GARCÍA 1990: 118-121. SANDoVAL 1955: 196. [ 333 ]

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gunos de esos sectores estarían en contra de tener por procurador del común a una de las personas más poderosas de la oligarquía. Sin duda, sus abusos y su condición de eminente oligarca inspirarían en algunos miembros del común los mismos recelos y enemistades con los que ya contaba dentro del regimiento. No hay que olvidar que dentro del común habría además otras personas con pretensiones a ocupar puestos destacados en la representación de la villa y que también tendrían sus círculos de allegados e influencia. El distanciamiento con la comunidad se produjo ante el primer enfrentamiento que obligaba a los adalides de la comunidad a situarse, no como opositores a la postura del regimiento, sino como abiertos rebeldes contra la voluntad real: el reclutamiento de la gente de ordenanza. Este alejamiento le llevaría a no apoyar la creación de los procuradores mayores una vez que el privilegio fue concedido.158 Desde ese momento, la organización comunal volvería a girar en torno a las cuadrillas, donde se elegían dichos procuradores, provocando que el grupo autodenominado la comunidad que dio su poder al merino perdiese su impulso inicial. Al mismo tiempo, los sectores descontentos del común ya no necesitarían a Alonso Niño para tener un representante dentro del regimiento; se alzarían otros líderes del común que, como miembros de las cuadrillas, podían optar a los cargos de procurador y que mirarían con suspicacia al merino. Probablemente en poco tiempo el grupo inicial que firmaba como la comunidad quedó desplazado y desmantelado, dejando a Alonso Niño fuera de la competición por el puesto de líder del común, que ahora quedaba para los nuevos y legítimos procuradores, miembros de las cuadrillas. En realidad, a pesar de sus desmanes con la comunidad, Alonso nunca había actuado en contra del rey y siempre había mantenido la apariencia de que el enfrentamiento era exclusivamente con el regimiento vallisoletano. Por esto, aún cuando el merino hubiese seguido ligado al común, no se habría enfrentado nunca abiertamente a Carlos V posicionándose junto a los comuneros. Al fin y al cabo, no solo sus cargos y privilegios provenían de los reyes, también la memoria de su familia se hallaba indisolublemente asociada a la defensa de la monarquía desde el episodio de 1464 protagonizado por su abuelo Alonso Niño. Por todas estas razones, cuando comenzó la guerra de las Comunidades Alonso tomó partido por Carlos V y por ello sufrió las represalias del común. Según el merino, por orden de las Comunidades se destruyeron unas casas, una torre y algunas heredades de su propiedad. Además robaron en su casa y derribaron un pasadizo que tenía entre su casa y la iglesia de Santiago. En esta iglesia estaba enterrado su abuelo, Alonso 158

MAJo toMé 2017: 259-271. [ 334 ]

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Niño, héroe en la defensa de Enrique IV en 1464 y la sepultura fue quitada y quebrada según Alonso. Este ataque a la memoria de su abuelo solo puede entenderse como un ataque directo al merino actual ya que en la memoria de su antecesor radicaba también su prestigio presente y su pretendida vinculación al común. Es posible que con este gesto algunos sectores del pueblo pretendiesen borrar dicha asociación o que decidieran vengarse de la traición de Alonso Niño de Castro al común con ese acto simbólico de damnatio memoriae.159 Curiosamente, en el primer tercio de 1523, cuando Alonso Niño intentó reconstruir el dicho pasadizo, hubo personas del común que nuevamente se opusieron, se lo derribaron y algunos antiguos comuneros comenzaron a convocar a la gente, según Alonso «como en tiempo de las Comunidades». En realidad, al margen de la visión que Alonso intentaba transmitir de cierto reavivamiento de las ascuas de las Comunidades, lo cierto es que existía un pleito entre el regimiento y el merino acerca de la propiedad de la casa donde estaba el pasadizo y fue al concejo, y no a otras personas, a quienes se ordenó que no se opusieran a la reconstrucción del pasadizo bajo multa de 100.000 maravedís.160 En diciembre de 1520, Carlos V escribió al merino Alonso Niño de Castro para confirmarle que por su carta, y por otra que el condestable de Castilla le había escrito, había sabido cuánto había sufrido por servirle, perdiendo numeroso bienes en Valladolid y acudiendo al condestable con dineros que este necesitaba en nombre del rey.161 El emperador le aseguraba que era consciente del buen servicio que había hecho, conforme a quien era y quienes fueron sus antepasados (aludiendo de nuevo a la memoria familiar de los Niño) y que se lo agradecía y se acordaría de concederle mercedes en el futuro. terminaba la carta anunciando que pronto partiría para Castilla y encomendándole que entre tanto continuase como hasta ahora, cumpliendo con lo que le ordenaran sus virreyes.162 Además Alonso había prestado ciertos maravedís para la coronación del emperador en 1520 y se habían empleado para pagar a las gentes del condestable 472.928 maravedís.163 En mayo de 1521 le ordenó que se le libraran estas cantidades de las rentas de las alcabalas de Aroche y Constantina164 y, por los daños en su hacienda durante las Comunidades, en octubre de 1523 Carlos 159

RAH C. Salazar y Castro, 9/869, fol. 152-152v. Ibidem. 161 AGS, EMR, M. y P. Leg. 87, fol. 54. En concreto había prestado 438.000 maravedís para el sueldo de la gente de armas que el condestable de Castilla estaba reclutando en Briviesca para combatir las Comunidades. 162 Ibidem. 163 La cifra total que da el documento es 900.928, pero la suma correcta es 910.928. 164 AGS, EMR, M. y P. Leg. 87, fol. 54. 160

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V le concedió 50.000 maravedís anuales de por vida hasta que se le hiciera otra merced equivalente.165 No hay duda de que el exceso de poder de personas particulares en la villa suscitaba recelos y provocaba resistencias. Las construcciones de palacios, torres y casas fuertes que mostraban el poderío del conde de Benavente, Alonso Niño de Castro y algunos otros, eran motivo de temor para los poderes de la villa (tanto del regimiento como el popular). Las Comunidades aprovecharon el periodo de convulsión y falta de control monárquico para destruir estos símbolos del poder que además amenazaban la seguridad e independencia de la villa al servir como casas fuertes. Una vez recuperada la calma, la intención de Alonso Niño de Castro de reconstruir el pasadizo sería vista como una vuelta al despotismo del merino y la recuperación del espacio público por parte de una persona non grata para gran parte de los represaliados. Resulta significativo que después de las Comunidades, el regimiento siguiera compuesto por personas que en febrero de 1520 habían apoyado la participación de representantes de la villa en la elección de procuradores de Cortes e incluso por personas que habían formado parte de la junta como es el caso de Pedro de tovar o Gonzalo Franco de Guzmán, quienes el uno de septiembre de 1520 eran diputados de la junta comunera junto a Francisco de tamayo, Juan de Estrada y Sancho Bravo, además del infante don Juan de Granada, capitán general.166 Esta permanencia acentúa la idea de que los intereses de la Comunidad y del regimiento no se pueden comprender como completamente opuestos, sino que divergieron y confluyeron en diferentes momentos y circunstancias, siendo un punto lógico de convergencia la oposición a Alonso Niño de Castro, enfrentado previamente al regimiento y traidor del común más tarde. Durante las Comunidades y una vez terminado el conflicto, muchos de los regidores vallisoletanos escribieron al rey para pedir compensación por los servicios prestados y los daños sufridos; cada uno de ellos recompuso su historia para presentarse como fiel vasallo de Carlos V. Aunque algunos, en efecto, actuaron como tales desde el primer momento, no todos tuvieron una actitud inequívoca y constante a lo largo de todo el proceso. El comendador Diego de Ribera fue uno de los que sufrió las represalias de la Comunidad. Afirmaba que el obispo de zamora y gente de la Comunidad le habían robado mucho dinero junto a otra mucha hacienda al saquear la fortaleza de Fuentes de Valdepero (Palencia), en enero de 1521. El señor de la fortaleza, Andrés de Ribera, 165 Ibidem. Posteriormente Alonso dejó estos maravedís en dote a su hija Felipa para su matrimonio con Pedro de Acuña, quien sirvió al emperador en Italia. 166 RAH Colección Salazar y Castro, 9/869, fol. 199v-203.

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había guardado 563 ducados que Diego le entregó en un portacartas y los hombres del obispo los habían tomado y repartido.167 otro de los damnificados fue Alonso de Montemayor del que conservamos dos cartas sin fecha pero cuyo orden puede deducirse. El regidor habría escrito en primer lugar para suplicar que, por su servicio y por haber perdido mucha hacienda siendo robada su casa, se le hiciera merced de las alcabalas de Laguna que valdrían hasta 40.000 maravedís, o en su defecto, que se acrecentara a su hijo, Pedro de Montemayor, con la casa del Abrojo hasta 50.000 maravedís sobre lo que ya recibía de la misma. también señalaba que el cardenal Adriano de Utrecht había suplicado de su parte a su alteza que concediera a uno de sus hijos el hábito de Santiago.168 Con posterioridad, Alonso de Montemayor volvió a escribir, esta vez lamentándose de que el rey no le había querido hacer ninguna merced después de haberle servido y haber sido robado por la comunidad. Solicitaba ahora, en lugar de sus peticiones iniciales, que les concediesen distintas mercedes a sus hijos Luis, que había servido en la guerra contra las Comunidades, y Fernando, capellán del rey. Por la anotación posterior del documento entendemos que el almirante de Castilla intercedió por Alonso.169 El regidor Juan de Figueroa también fue robado por las Comunidades. En este caso fue su primo, el obispo de Córdoba, con mejores contactos con el rey, el que escribió intercediendo por él para que recibiese compensación por haber servido al rey durante las Comunidades y también «en lo de tornay», en lo que había gastado lo que le había quedado de sus bienes. En concreto pidió que lo recibiese como contino, añadiendo que en esto también el obispo recibiría merced.170 En otros casos, los regidores que cambiaron de postura a mitad del conflicto, sufrieron robos por parte de las Comunidades además de penalizaciones por parte del rey. En enero de 1521, después de que quitaran al regidor Cristóbal de Santisteban sus juros, Isabel de Ribadeneira, su esposa, escribió al rey. Según su versión, en la que narra los múltiples abusos que sufrió su familia por parte de las Comunidades, el comendador Santisteban había abandonado a los rebeldes desde el momento en que se había ordenado que nadie los secundara: Y si esta toma de juro es conpensar quel comendador mi marido se a hallado o hecho cosa en que a vuestra alteza deserviese, sabrá por verdad que después que en esta villa se dio un pregón que ningund vezino della estuviese en Medina 167 168 169 170

AGS, CCA, Leg. 142, 121; AGS, CCA, Leg. 142, 163. AGS, CCA, Leg. 141, 248. AGS, CCA, Leg. 140, 170. AGS, CCA, Leg. 144, 33. [ 337 ]

redes de poder

de Ruyseco, ni donde los grandes estuviesen, él se salió luego y se vino a Paradilla, donde a estado y está y nunca más con ellos se juntó, ni fue en la toma de tordesyllas, ni a estado en parte donde a vuestra alteza desserviese, ni a esta villa enojase, ni tal es su pensamiento al haser cosa en que los deserva.

La participación de Santisteban en el movimiento era por lo tanto tan evidente que no podía ser negada. Sin embargo, su mujer y el mismo comendador intentaron justificarse asegurando que a partir de dicho pregón habían vuelto al buen camino. Efectivamente, en algún momento pasaron a figurar entre las víctimas de las Comunidades e Isabel narra las penurias que padeció añadiendo su indignación por el trato recibido por los comuneros, después de que había empeñado sus joyas para entregarles dinero, les había dado armas y hasta dos hombres al principio de la contienda. Esta acción de colaboración con las Comunidades, la justificaba Isabel como un acto de buen vecino con respecto a su pueblo y creía que no merecía tal trato después de haber actuado así con ellos: No por la mala vezindad que en mí an hallado, que vuestra alteza sabrá que para pagar la gente de ynfantería que esta villa hizo, me pidieron dozientos ducados prestados los quales yo no tenía y dy mis joyas de oro que la reyna nuestra señora de gloriosa memoria me dio al tiempo que yo casé, y enpeñé para dar los dichos duzientos ducados, y demás desto di dos onbres que me hecharon al tiempo que la gente fue a Medina, y asimismo di quantas armas en mi casa tenía que fueron muchas, como todo buen vezino deve y es obligado a su pueblo.171

Al margen de los robos por parte de las Comunidades, Isabel se quejaba de que le habían quitado sus juros y el de su hijo Francisco de Santisteban, y pedía que se los devolvieran apelando a la piedad real.172 En la versión de su marido, que también escribió al rey en un memorial sin fecha, decía que: La noche que la villa se levantó, le fueron a matar y saquear y derribar su casa. Asy en el daño que aquella noche le hizieron en lo que perdió de lo suyo por salvallo, como los muchos daños que después le hizieron estando en servicio de v. a., tomándole dineros los de las juntas e las çibdades y desta villa, y mucho pan y vino que tenía, cobrándole su renta, hechándole ochoçientos y sesenta peones en su casa porque doña Ysabel su mujer los mantuviese, destruyéndole 171 172

AGS, CCA, Leg. 137, 67. Ibidem. [ 338 ]

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sus heredades y talándoselas, haziéndole otros muchos ynfinitos daños y destenyçiones, que es en cantidad de mrs de quatro mill ducados. 173

Y solicitaba que el rey le pagase esta cantidad, ya que él la había perdido sirviéndole. Es posible que esta carta fuera previa a la de su mujer Isabel, pues en esta Cristóbal no asume culpa ninguna. En la de su mujer, en cambio, intenta justificar la acción de su marido y añade que «conforme a su culpa le den la pena, porque yo he sido çertificada que vuestra alteza no está bien ynformado de la verdad». El rey había sido informado del apoyo de Cristóbal a las Comunidades y ya no estaban en la misma situación para pedir compensaciones por lo sufrido sino que, más bien, Isabel esperaba tan solo no perder sus juros. No sabemos qué respuesta se dio a Cristóbal, pero a Isabel se le pidió información de los juros que tenía y cuáles pertenecían a su dote y se dio orden de devolverles los que fueran bienes dotales en enero de 1521. todo esto no obstó, sin embargo, para que Cristóbal Santisteban mantuviera su cargo de regidor tras las Comunidades. La actuación de Gonzalo Franco también fue contradictoria, cambiando de bando según se fue radicalizando el movimiento. Aunque en septiembre de 1520 era diputado de la Junta comunera, al parecer supo cambiar a tiempo y, tras participar en la batalla de Villalar en el bando regio, empezó a mover hilos para redimirse. 174 Las reclamaciones después de unos desórdenes tan graves serían tantas y tan difíciles de probar que con seguridad se incurriría en abusos, reclamando más de lo que realmente había sido perdido. Por otra parte, los expoliadores visibles contra los que se dirigían las demandas en muchos casos no habían sido los destinatarios finales de los bienes robados. Por ello, tras el perdón general, el rey escribió a los alcaldes de la Chancillería y al corregidor de Valladolid atendiendo a las quejas de los vecinos de la villa y ordenó a las justicias que las apelaciones de esos juicios se pudiesen realizar en la Chancillería en lugar de en el Consejo.175 Aunque es difícil conocer exactamente el papel que tuvieron en las Comunidades los miembros de la oligarquía, especialmente por la reconstrucción interesada que hicieron de los hechos tras el fracaso del levantamiento, conocemos algunos de sus partidarios. La lista de continos a los que se les quitó su asignación en abril de 1521 con efectos desde enero del mismo año, incluye a una serie de personas que según el rey «an estado y estan en nuestro deserviçio con las comunidades que se an levantado en estos nuestros reynos contra nuestro serviçio». Personas que, como continos, tenían un estatus muy considerable y, desde luego, alejado de la idea de los 173 174 175

AGS, CCA, Leg. 141, 439. AGS, Patronato, Leg. 2, doc. 5. AGS, CCA, Pueblos, Leg. 21-2, 118. [ 339 ]

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integrantes del común. Entre los vallisoletanos se encontraban Alonso de Sarabia, hijo del regidor Garci Franco, que recibía hasta entonces 40.000 maravedís como contino; Francisco de Paredes, hijo del camarero Paredes, 35.000; Pedro de Ribera, hijo de María de Medina y del regidor y comendador Ribera, 40.000 maravedís; e incluso era contino el procurador del común Francisco de tamayo, con 35.000 maravedís.176 Han sido mencionados también los comuneros regidores o familiares directos de regidores que aparecieron en el edicto del emperador en diciembre de 1520: Pedro de tovar, regidor; el sobrino del regidor Juan López de Calatayud, Pedro López de Calatayud; Ramiro Núñez de Guzmán, cuñado del regidor Antonio Franco, y su hijo; Luis Godínez de Alcaraz, regidor; Francisco de León, regidor y Alonso de Sarabia, hijo del regidor Garci Franco.177 Este último, Alonso de Sarabia, fue de los líderes más activos de la Junta Comunera, protagonismo que pagó con la muerte, pues fue condenado a la pena máxima.178 A pesar de este protagonismo variado de miembros de la oligarquía y del regimiento, la composición del concejo a partir de 1521 era prácticamente la misma que en los años anteriores a las Comunidades. Si bien Luis Godínez de Alcaraz y Pedro de tovar perdieron sus regimientos y fueron desterrados, más tarde fueron perdonados y recuperaron sus cargos.179 Con respecto a los representantes del común, en 1526 se mantenía la figura del procurador mayor de la villa como coordinadora de las cuadrillas.180 De esta forma, al común se le permitió mantener algunas de las concesiones iniciadas previamente a las Comunidades, al tiempo que las anteriores familias de la oligarquía continuaron conservando su estatus y el monopolio concejil.

6.7. Conclusiones Aparte de las causas generales de las Comunidades, es preciso observar la evolución interna de cada una de las ciudades que participaron en el movimiento y ampliar el arco temporal de estudio. Solo así pueden analizarse dinámicas que se desarrollan en un periodo de tiempo mucho mayor que los años inmediatamente precedentes a la revuelta, pero que fueron claves para que esta se produjese, especialmente cuando se trata de una ciudad como Valladolid, que tuvo un gran protagonismo en 176

AGS, EMR, Nóminas, Leg. 2, fol. 51. BNM, Ms. 1751, fols. 207-215. 178 Sobre este miembro converso de la familia Franco véase SUÁREz VARELA 2015. 179 Acerca de las vicisitudes de comuneros y realistas tras la derrota comunera vease MAJo toMé 2017: 595-602. 180 AMV, Chancillería, 48-12. 177

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la revuelta. Los sucesos entre 1519 y 1521 en Valladolid, no se comprenden en su totalidad si se ignora el proceso de movilización del común desde mediados del siglo XV, así como la conformación de su identidad como antagónica a la de los grandes primero y a la del concejo después. Identidad que no cobró forma definitivamente hasta que el común se apropió del discurso de la defensa del bien público y demandó unos representantes propios al considerar a los regidores inapropiados para actuar en nombre de ellos. Aunque en el plano retórico la oligarquía se opusiera al común, en la práctica el trasvase de personas de uno a otro lado evidencia que no se puede hablar taxativamente de oligarquía y común fuera del ámbito del discurso antagónico entre las facciones. Los procuradores del común muestran características que les asemejan más a los regidores que al pueblo que dicen defender. De hecho, son parte integrante de la red de la oligarquía, algunos con niveles de centralidad que les acercan al núcleo duro de la misma, mostrando hasta qué punto la élite del común dista de la oligarquía tan solo en que su ascenso político es tardío y se realiza a través de las vías recientemente habilitadas para el común. Más allá de su exclusión del regimiento, no pertenecen necesariamente a un grupo social distinto y separado. Al contrario, las redes sociales han mostrado que algunos de los representantes del común formaban parte del mismo grupo social que los regidores o, al menos, eran parte de las personas que orbitaban a su alrededor. Entre los ejemplos más claros están los casos de Francisco de torquemada, Francisco de tamayo, o la familia de la Serna que formaba plenamente parte del entorno social de los regidores. Francisco de la Serna pertenecía a una familia de grandes mercaderes, era miembro del linaje de tovar, nieto de un regidor y fue procurador de Cortes en 1520, a pesar de que lo compaginase con el cargo, en cierto modo opuesto, de procurador del común. Si bien ostentar ambos cargos podía parecer paradójico, no lo era tanto. A esta conclusión llegó también Máximo Diago Hernando cuando sostuvo que el perfil de los procuradores de la Junta mostraba que pertenecían al mismo grupo sociopolítico que los procuradores a Cortes.181 Aunque no es el único caso, Francisco evidencia tanto la pertenencia simultánea a los linajes y las cuadrillas (aspecto que no era inusual y que se señaló ya en el capítulo sobre los linajes) como la inestabilidad y volatilidad que implicaba estar situado a la cabeza del común. El haber sido elegido como procurador por las cuadrillas en 1520 no le eximió, en absoluto, de sufrir las iras del pueblo por acudir a las Cortes de Santiago y La Coruña; algo que demuestra, no solo la contradicción entre su forma de vida y el grupo al que pretendía liderar, sino también que la 181

DIAGo HERNANDo 2004b. [ 341 ]

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percepción del común podía fácilmente variar con respecto a estas personas que utilizaban el discurso del pueblo pero estaban evidentemente lejos de su situación. Su marcha a las Cortes le costó, al igual que a su compañero Gabriel de Santisteban, que robaran y quemaran sus casas antes de septiembre de 1520.182 Francisco de tamayo fue uno de los dos primeros procuradores del común elegidos en la villa y fue reelegido en 1519.183 En las reuniones del concejo defendió los intereses del común tanto respecto a las sisas como en lo concerniente a las ferias.184 De hecho, que fuese rechazado cuando solicitó ingresar en las Casas de Fernán Sánchez y tovar en enero de 1517, como ya se ha relatado, debe responder a su relación previa con la defensa del común. Sin embargo, al mismo tiempo, muestra su deseo de incorporarse plenamente a la oligarquía accediendo a los linajes185 y, de hecho, era contino del rey y recibía por ello 35.000 maravedís anuales hasta que en abril de 1521 se retiró la nómina de una serie de continos por haber participado en las Comunidades.186 De forma similar pero inversa, también fueron varios los oligarcas que intentaron liderar al común y salieron mal parados. Partiendo de que las diferencias con los líderes del común no-regidores eran relativas, la suerte de algunos de estos oligarcas resultó muy similar. El comendador y regidor Cristóbal de Santisteban pagó cara su ambigüedad. Como ya se ha mencionado, su familia financió en principio a la Junta pero, posteriormente fue robado por los comuneros para, finalmente, ser también condenado por la justicia que le retiró todos sus juros, devolviendo tan solo aquellos que pertenecían a la dote de su esposa.187 Sin embargo, el caso paradigmático es el de Alonso Niño de Castro que pasó de ser el líder indiscutible de la comunidad, principal portavoz de las reclamaciones del común, a oponerse a la existencia de los procuradores del común y, finalmente, ser atacado por la comunidad cuando se posicionó a favor del rey. En su flirteo con la comunidad Alonso nunca había pretendido oponerse al rey, la prueba más clara es que, junto a Alonso de Montemayor y Diego López de zúñiga, fue el único regidor que aceptó sin poner reparos las órdenes del corregidor para enviar procuradores a las Cortes de Santiago y La Coruña. Esta actitud muestra también que su oposición desde 182

RAH C. Salazar y Castro, 9/869, fols. 199v-203. Gabriel de Santisteban escribió al rey en 1521 diciéndole que por haber ido junto a Francisco de la Serna como procuradores a Santiago y La Coruña, haciendo todo por servicio de dios y del rey y por el bien de la villa, le habían «seguido muchas fatygas y males e daños afrentas e peligros y gastos, como paresçe por un memorial; e yo e mi muger e mis hijos estamos en mucha neçesydad»: AGS, CCA, Leg. 137, 21. 183 AMV Libro de Actas 4, fols. 174r y ss. 184 AMV, Chancillería, 48-3. 185 AHPV Sección Histórica, c. 23. 186 AGS, EMR, Nóminas, Leg. 2, fol. 51. 187 AGS, CCA, Leg. 137, 67; AGS, CCA, Leg. 141, 439. [ 342 ]

título de capítulo

el común fue siempre al regimiento, mientras que otros regidores, aunque no soportaban la idea de la presencia de representantes del pueblo, gracias al descontento que albergaban con respecto a la política real, se encontraron en ocasiones puntuales en el mismo lado que el común. Por lo tanto, al margen del discurso, el común estuvo liderado y compuesto en ocasiones por personas de la oligarquía y próximas a esta lo que reduce la lucha de clases al plano de la retórica en gran parte. Si bien es cierto que los precedentes de enfrentamiento en Valladolid entre los distintos merinos de la familia Niño, apoyados en gran parte por el común, frente a los condes de Benavente y su clientela, pueden inducir a considerar que existía una banderización en torno a estas dos partes, sin duda en 1517 la situación ya había cambiado. El papel de Alonso Niño de Castro como líder fue meramente coyuntural, como lo demuestra el que fuese rápidamente abandonado por el común y que, posteriormente, fuera una de las personas con las que más se ensañaron en las represalias. Sin embargo, es indudable que había una conciencia de que existían dos facciones en la ciudad y estas quedan evidenciadas en el discurso de Francisco Saldaña en enero de 1519, durante la disputa por el palacio del conde de Benavente cuando afirma que los regidores, junto al conde, son miembros de una parcialidad que se opone al común: E asy ellos como los otros han de haser e seguir lo quel dicho señor conde les mandare como hasta aquí lo han fecho e hazen; e como biven públicamente con el dicho señor conde, procuran que se acabe la dicha casa fuerte la más fuerte que ay en estos reynos por ser los dichos regidores con la dicha casa faboresçidos ellos y toda su parçialidad.188

Estas palabras son consistentes con los recientes estudios sobre el discurso político en torno a las Comunidades,189 sin embargo, enmascaran que, a menudo, la identificación de los portavoces del común con el propio común es más el producto de una suerte de estrategia de self-fashioning,190 que de una pertenencia real a dicho colectivo, lo que convierte en problemático el concepto de una élite del común. La complejidad de las redes de la oligarquía, que incluyen tanto a personas de prestigio, como a caballeros intermedios de los linajes, miembros de las cuadrillas e individuos de sectores modestos, permiten que los actores jueguen con diferentes oportunidades de promoción personal. Precisamente, gran parte de los márgenes de actuación e iniciativa (agency) de dichas 188 189 190

AMV Libro de Actas 4, fol. 189r. Entre otros, véanse los trabajos de SUÁREz VARELA 2007 y 2014; y oLIVA HERRER 2014. GREENBLAtt 1980. [ 343 ]

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personas, reside en su capacidad para utilizar ciertos tópicos y recursos retóricos que les permitan movilizar su capital social en un sentido u otro. Cuando Alonso Niño de Castro hablaba de los regidores antagonizándolos, como si él no fuese miembro del regimiento,191 seguía estando en el concejo, siendo merino mayor y contino de los reyes, seguía sintiéndose fiel a la monarquía y mantenía los vínculos previos con otros oligarcas aunque, al estar estos deteriorados, había decidido apostar por los lazos que le unían a los sectores soliviantados del común y que le otorgaban cierta ascendencia entre ellos. No hay duda de que los procuradores del común contaban con presencia dentro de las cuadrillas donde pudieron forjar su liderazgo y movilizar apoyos para su causa, pero sería un error presumir que los regidores, tal y como el merino mayor demostró, carecían de recursos y contactos para obtener partidarios entre el común y presentarse como defensores de sus reivindicaciones. Los conflictos previos a las Comunidades muestran cómo los regidores se fueron posicionando en dicho discurso en función de la cuestión concreta que estaba en juego, sabiendo reconocer el conflicto como una oportunidad para defenderse de las intromisiones de la nobleza, representada por el conde de Benavente, de las aspiraciones de individuos arribistas, de las resistencias del común frente a nuevos impuestos, de las tensiones originadas por la cuestión de las ferias o de las exigencias de una monarquía desacreditada. En este juego de equilibrios en ocasiones chocaron con las demandas identificadas con una noción socio-política del común y en otras ocasiones confluyeron con sus posturas. La crítica de Pablo Sánchez León a las categorías de la historia social es sin duda más que pertinente. Este autor señala que los grupos sociales aparecen como constituidos por individuos que «resultan intercambiables en atributos» y en los que «el comportamiento del grupo es análogo al de cualquiera de sus miembros individuales».192 Esta visión oscurece la variedad de iniciativas individuales dentro de dichos grupos que no encajan dentro del comportamiento atribuido a los mismos ni deriva automáticamente de su pertenencia a dicho grupo. Sin embargo, cuando Sánchez León propone el concepto de identidad colectiva estamental en lugar del de grupo social, parece volver a una visión en bloque de estos individuos. Su propuesta de una confluencia entre los caballeros privilegiados y los pecheros, tampoco se ajusta plenamente al modelo vallisoletano donde, como ya se ha señalado, los linajes no se sumaron a las demandas del común en pleno, sino que solo ciertos miembros de los linajes lo hicieron. Si bien la visión de redes sociales no puede dar cuenta de todas las iniciativas individuales y las solidaridades puestas en juego, tiene la virtud de visualizar ese marco y de devolver la atención a un contexto de vínculos y alianzas que trasciende y supera 191 192

AGS, CCA, Personas, Leg. 19, Alonso Niño de Castro. SÁNCHEz LEóN 2002: 168. [ 344 ]

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las etiquetas de grupos sociales, corporaciones o estamentos, a pesar de que dichas colectividades estén en diversos grados integradas en la identidad de los individuos. Incluso en una cuestión como la relación entre común y oligarquía, en la que la aplicación práctica del análisis de redes sociales no es posible por la falta de datos, la concepción de la sociedad como red en la que los actores cuentan con multitud de vínculos y distintas oportunidades de movilizar su capital social permite comprender que, en los prolegómenos de las Comunidades, oligarquía y común no funcionan como grupos sociales diferentes, que se mueven en redes distintas, sino como etiquetas dentro de un discurso que permite asociarse puntualmente a unos u otros vínculos y movilizar un determinado capital social en lugar de otro.

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Conclusiones

E

ste trabajo se enmarca en un contexto historiográfico que carecía aún de un análisis exhaustivo de la oligarquía vallisoletana; una pieza fundamental en el mosaico castellano, tanto por la importancia de la villa como por la cercanía a la corte de muchas de estas familias. Sin embargo, el objetivo de este libro no era presentar un estudio tradicional de la oligarquía, con un cuestionario prototípico basado en una concepción institucional, centrada en el ejercicio del poder concejil, o en un planteamiento estrictamente prosopográfico. En su lugar, a la hora de analizar el sistema de poder urbano y el comportamiento de la oligarquía vallisoletana, se ha dado una importancia fundamental al enfoque relacional. Las relaciones de los miembros de la oligarquía, sus redes, son la clave interpretativa para analizar cuestiones históricas de primer orden relacionadas con las élites, el clientelismo, el ejercicio del poder, el papel de las mujeres o la sociabilidad bajomedieval. Allí donde las fuentes lo han permitido, este enfoque ha sido enriquecido con la aplicación práctica del análisis de redes sociales, pero siempre sometiéndola a intereses historiográficos, lo que convierte este estudio, no en un trabajo de sociología histórica, sino en un trabajo de historia social apoyado en lo que Charles Wetherell llamó Historical Social Network Analysis, un análisis de redes sociales histórico.1 La consecuencia más evidente es que el análisis de redes sociales fuerza a una comprensión radicalmente diferente de la oligarquía y su entorno, lo que se plasma asimismo en la estructura de esta obra que no se ha articulado en torno a los apartados típicos, como un repaso de las biografías, atributos y carreras de los regidores o su contexto institucional. En su lugar, tras una breve introducción historiográfica y prosopográfica se ha dedicado un capítulo a la metodología de redes que sienta las bases para comprender qué puede aportar dicho enfoque si afrontamos aspectos fundamentales de la oligarquía desde esta perspectiva. Las redes se han reconstruido eludiendo incluir las relaciones que se establecían por defecto como consecuencia de la pertenencia común a colectivos de gobierno urbano, como el concejo o los linajes. El objetivo era evitar asumir como funcionales re1

WEtHERELL 1998. [ 347 ]

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laciones que en ocasiones podrían estar vacías de contenido y que llevarían nuevamente al análisis de redes sociales a dar una imagen inconscientemente influida por una concepción institucionalista del poder bajomedieval. De esta manera se ha pretendido dar prioridad a las relaciones informales, lo que ha permitido comprobar hasta qué punto coincidir en dichas instituciones tenía un impacto ulterior en las redes de la oligarquía. La premisa de fondo es que la existencia de relaciones informales que se solapan con relaciones institucionales confirma el significado y contenido de estas últimas. El resultado que muestran las redes es que la oligarquía era de facto, y no solo nominalmente, un grupo. La cohesión de este grupo no se plasma tan solo en lazos directos entre los regidores —que son limitados por los defectos de las fuentes y los criterios restrictivos ya expuestos— sino por una densa nebulosa de personas que permanecen en torno a los regidores y sus familias manteniendo contactos con muchos de ellos. Mientras que entender como oligarquía a un grupo cerrado de regidores nos aboca a distorsionar la naturaleza y el ejercicio del poder en la ciudad medieval en toda su complejidad, el enfoque de redes permite un acercamiento innovador más funcional. En este trabajo se ha concebido a la oligarquía como una red de personas antes que como un grupo acotado, lo que ayuda a comprender mejor sus dinámicas y a relativizar la importancia de los límites de estas categorías. No todas las personas en la red fueron miembros de la oligarquía, pero la mayor cercanía o lejanía al centro de esa red, a lo que hemos llamado el núcleo duro de la oligarquía, es indicativo del grado de participación en el entramado de poder oligárquico. En este sentido, el uso que se ha dado al análisis de redes sociales ha pretendido mostrar contextos dentro de los cuales los individuos mantienen unos niveles de iniciativa y capacidad de acción, rehuyendo cualquier suerte de determinismo estructural. Al mismo tiempo que se ha demostrado la cohesión del grupo, se ha evidenciado que no todos los regidores se incorporaron de la misma forma a estas redes. De hecho, el título de regidor, así como la acumulación de una serie estereotipada de requisitos que se asocian a la pertenencia a la oligarquía, pueden no corresponderse en absoluto con un mayor grado de integración en dicho grupo social. De igual modo, individuos a priori ajenos a la oligarquía pueden estar más integrados en la misma que algunos regidores, como ocurre con Luis de la Serna, Francisco Sánchez de Collados o, en el caso de la nobleza, el conde de Benavente. Por lo tanto, tan solo la perspectiva relacional puede proporcionar una respuesta solvente a la cuestión de la integración en el grupo. Por otra parte, es dicha integración la que a menudo asegura el mantenimiento de la familia en el regimiento. La norma general es el binomio centralidad-continuidad, es decir que a mayor centralidad en la red, mayores oportunidades de reproducción oligárquica. En la práctica se producen divergencias de esta norma debidas a estrategias [ 348 ]

conclusiones

familiares y a coyunturas de debilidad familiar. Sin embargo, incluso cuando la familia desaparece temporalmente del regimiento, la cercanía al núcleo duro de la oligarquía facilita el retorno al concejo por parte de los descendientes. En este aspecto las decisiones de las viudas de los regidores son a menudo determinantes para el futuro de la familia en el regimiento. La centralidad en la red, que se basa en gran parte en la construcción de una sólida base clientelar y de parentesco, se traduce por lo tanto en las manifestaciones que tradicionalmente se identifican con un mayor poder en el seno del grupo: prestigio dentro del regimiento, capacidad para mantenerse en el concejo y opciones a las procuraciones a Cortes. Partiendo de este capítulo, que presenta la red de la oligarquía vallisoletana y proporciona las herramientas para comprender la perspectiva relacional, se han abordado aspectos fundamentales de las oligarquías: las bases del poder, el papel de las mujeres y dos de los escenarios fundamentales donde dicho poder se pone en juego, los linajes y las relaciones con el común. Las bases del poder de la oligarquía se han reducido en esta obra a su capital social. Si bien los elementos considerados tradicionalmente como fundamentos del poder, principalmente los cargos y la riqueza (tratados brevemente en el capítulo introductorio), no pueden ser obviados, estos no dejan de ser parte del capital social, es decir, recursos a los que se accede o que pueden ser movilizados a través de una red de relaciones. Las riquezas se heredan, se compran, se donan. De hecho, las riquezas solo otorgan influencia cuando se movilizan a lo largo de esas redes. Los cargos se adquieren asimismo a través de contactos, intermediación, relaciones de servicio, por sobornos (movilización de riquezas), favores o incluso por asociación, cuando no de forma hereditaria. Para que dichos cargos se materialicen en autoridad e influencia real, se precisa que la situación de poder sea reconocida implícitamente en la interacción con las personas bajo una jurisdicción o mando. El reconocimiento de esa autoridad supone además que las relaciones de sujeción formal se conciban a menudo como relaciones clientelares. Por todo ello, analizar el parentesco y el clientelismo es la mejor forma de comprender las dinámicas sociales sobre las que se asentarán las bases del poder oligárquico. En el caso vallisoletano se comprueba que el uso plástico del parentesco permite a los regidores estrechar sus lazos y consolidar una percepción de cercanía familiar incluso cuando no median vínculos familiares concretos. Esta concepción de un parentesco laxo entre los regidores está en cambio ausente de las casas de los linajes de caballeros y tampoco se percibe que tenga una presencia mayor entre los regidores de un mismo linaje. también el clientelismo, fundamental para entender las redes de poder de la oligarquía, juega en favor de los regidores frente a los linajes. La falta de terminología específica en esta época, si bien invisibiliza las relaciones clientelares, puede [ 349 ]

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comprenderse como un síntoma de su omnipresencia: las interacciones y convenciones sociales propias del clientelismo están tan extendidas, que no se siente la necesidad de acotarlas o distinguirlas. La comparativa con el parentesco ha demostrado que, a pesar de lo que pudiera parecer, su presencia en las fuentes es tan intensa o mayor que la de las relaciones de parentesco y que, por muy plástico que sea dicho parentesco y a pesar de la confusión entre los dos tipos de relaciones, los lazos clientelares muestran una mayor versatilidad a la hora de conectar a la oligarquía con otros ámbitos. Comparativamente, la amistad ocupa un lugar casi anecdótico en las redes. Fundamental para el capital social de la oligarquía serán sus lazos con la nobleza y los reyes, sin embargo, la interpretación de sus vínculos con el corregidor resulta complicada, entre otras cosas porque las exigencias del cargo consideran sospechosas (y por lo tanto susceptibles de ser ocultadas) las relaciones estrechas entre el oficial regio y los regidores. El acento en las relaciones informales dentro de este sistema de poder ha permitido reivindicar el protagonismo de las mujeres. En el capítulo dedicado a ellas no se ha pretendido cumplimentar un apartado más en los estudios de oligarquías, ineludible desde el auge de los estudios de género, sino proponer una visión diferente de su papel en el conjunto de este grupo social. La perspectiva de redes demuestra hasta qué punto las mujeres, como Isabel Castaño, podían, tanto alimentar una red clientelar propia, como participar en la lógica redistributiva dentro de las clientelas de sus maridos o familiares, siendo actrices plenas de la estructura de poder oligárquico. La cohesión que el parentesco otorga al grupo, la reproducción oligárquica en el regimiento (entendida como estrategias para asegurar la continuidad, no como reproducción biológica), los vínculos fundamentales con la Corona (especialmente durante el reinado de Isabel la Católica) y las dinámicas de distribución clientelar dependen en numerosísimas ocasiones de las mujeres del grupo. Ellas son eslabones esenciales sin los cuales la red oligárquica quedaría desmantelada, desbaratando completamente su estructura, densidad y conectividad. Una de las aportaciones fundamentales del trabajo ha sido el estudio de las relaciones que se establecían dentro de los linajes vallisoletanos a un nivel de profundidad y detalle que no se encuentra en prácticamente ningún otro trabajo de linajes castellanos, lo que permite descender del ámbito teórico y especulativo, a la realidad concreta y práctica de lo que ocurría dentro de estas instituciones. Se ha mostrado que en Valladolid, con anterioridad al siglo XV, los linajes de caballeros urbanos se organizaban en torno a dinámicas de obligatoria redistribución corporativista. Sin embargo, a lo largo de esta centuria, los regidores lideraron la introducción de un modelo clientelar, deteriorando el sistema previo y manipulándolo en su beneficio y el de sus clientes. Las fuentes sobre las casas de Fernán Sánchez y los Mudarros han permitido incluso la aplicación directa del análisis de redes sociales. Este muestra dinámicas que a [ 350 ]

conclusiones

través de la simple lectura de la documentación quedaban ocultas. Aunque las familias intermedias de los linajes —las que más se resisten a las infracciones del modelo corporativista— parecen relativamente ajenas a las clientelas de los regidores y desligadas de estos, el análisis de redes sociales descubre la existencia de una suerte de clientelismo indirecto por el cual estas familias tendían a beneficiar a los clientes de los regidores. Asimismo se ha comprobado que existía una relación directa entre el tamaño de las clientelas de las familias de regidores dentro de los linajes y su continuidad, o no, en el regimiento. Mientras que los regidores que alimentan una amplia clientela dentro de las casas, Rodrigo de Verdesoto y Cristóbal de Santisteban, terminan por controlarlas, los Daza y los Virués desaparecen en el segundo decenio del siglo XVI. Desde su negativa a admitir a ciertos miembros en 1517 hasta la elección de Francisco de torquemada como procurador a Cortes en 1521, las casas mostraron un proceso de desafío a la autoridad de los regidores paralelo —aunque con distintas manifestaciones— al de la villa y acorde con el clima creado en la misma. Sin embargo, las reclamaciones políticas del común suponían una amenaza a la situación de privilegio relativo de los caballeros, ya que podían procurar al común representantes dentro del concejo, mientras que los linajes, al margen de los regidores que se habían emancipado en gran parte de sus propias casas, no tenían presencia en el mismo. Por ello no ha de extrañar que, afianzados en su perfil conservador que aspiraba a cerrar el paso a elementos ascendentes, los linajes no participasen en los alborotos y luchas del común frente al regimiento, como sí ocurrió en otras ciudades donde se unieron puntualmente. El levantamiento de la villa se produce al margen de los linajes, que no muestran la capacidad de movilización que otrora tuvieran, durante los momentos banderizos del siglo XIV. El capital social y, por lo tanto, la posibilidad de movilizar este hacia la acción colectiva, depende de la existencia de redes sociales que provean el acceso a estos recursos. Si bien los linajes seguían siendo claves para el reparto de oficios, el deterioro de sus redes no permitía dicha acción colectiva. El estudio de los lazos dentro de los linajes de otras ciudades castellanas permitiría comprobar si también se verifica la relación entre el dominio de un modelo clientelar y la falta de acción colectiva y, por tanto, de conflictividad asociada a estas agrupaciones. Como ya señaló Monsalvo Antón, los linajes castellanos mostraron evidentes diferencias de unas ciudades a otras respecto a su implicación en la conflictividad del siglo XV. Los de Ciudad Rodrigo, como en Valladolid, habían protagonizado actos violentos en el siglo XIV, pero no habían estado detrás de los enfrentamientos del siglo XV, al contrario que en Salamanca.2 En Valladolid, la debilidad de las familias intermedias de los linajes frente a los regidores es sintomática de la incapacidad para coordinarse de 2

MoNSALVo ANtóN 2008: 167-168. [ 351 ]

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forma efectiva y explica su falta de protagonismo en las convulsiones políticas y sociales de finales del siglo XV y principios del XVI, momento en que los conflictos se van a trasladar a otros frentes. A medida que los linajes fueron perdiendo funcionalidad y que un espectro mayor de la sociedad se vio apartado de las vías participativas que el sistema había creado a través de la ampliación de las casas, creció la sensación de lejanía del poder. El común se había ido organizando desde finales del siglo XV y contaba con gran número de personas políticamente activas que no habían hallado el modo de medrar a través de los canales establecidos a causa del control y monopolio que los regidores ejercían, tanto en el regimiento, como en los oficios elegidos dentro de los linajes y en el ingreso a las casas. Si bien en 1519 ninguna decisión del regimiento podía evitar ya la rebelión en Valladolid, si se analiza la actuación de esta institución desde finales del siglo XV, resulta obvio que este punto de no retorno estuvo alimentado por un clima continuo de confrontación. Durante esos años las posturas del regimiento no supieron calmar al común ni desviar sus afanes de participación política hacia los linajes, como se había hecho desde la prohibición de la Voz del Pueblo en 1323. Esto fomentó la creación de un discurso antagónico en el que la defensa del bien común se había trasladado desde la oligarquía a los representantes del común; a pesar de que estos, como se ha mostrado, no diferían de la oligarquía en muchos aspectos e incluso se hallaban integrados en esa nebulosa de personas que gravitaban en torno a los regidores. Las redes sociales como metodología permiten concebir este enfrentamiento en términos de oportunidades habilitadas por la existencia de relaciones. Las relaciones son la estructura dentro de la cual pueden actuar los individuos, pero estas no son automáticas, no niegan la capacidad de iniciativa o agency, que permite al actor recurrir a unos lazos o a otros en función de las circunstancias. Los regidores y los llamados líderes del común formaban parte de una misma red de relaciones integrada al mismo tiempo por miembros de los linajes, las cuadrillas, la corte, etc. Aunque la red egocéntrica de cada individuo sería distinta, aquellos con una posición más central tendrían a menudo los recursos suficientes para presentarse tanto como aliados de los realistas, como como partidarios de los comuneros. A lo largo de esta obra se ha insistido en que la aplicación informática del análisis de redes sociales no consistía en limitarse a proporcionar datos matemáticos —que no son más que orientativos y están supeditados a las condiciones de la documentación—, sino en comprobar que la concepción de la oligarquía como red es altamente funcional, mucho más que los análisis fundamentados en atributos. Incluso cuando la red parece confirmar lo que ya sabíamos a través de los atributos, lo que hace es probar que esta metodología es capaz de detectar a los individuos más influyentes sin [ 352 ]

conclusiones

recurrir a categorías que, como se ha probado para diferentes casos, pueden ser equívocas. En última instancia, no es el atributo el que favorece una determinada posición en la red, sino al contrario, es la posición en la red la que lleva aparejada la posibilidad de optar a dicho atributo. Así, el hecho de que la centralidad coincida con individuos que acceden a la procuración prueba que el fundamento para alcanzar dicho oficio (considerado un claro identificador de poder social) es el capital social, no los cargos, los títulos ni las riquezas. Conjugando redes, prosopografía y el análisis de las biografías familiares se accede a una compresión mucho mayor de los comportamientos de la oligarquía vallisoletana. Es por lo tanto innegable la aportación del análisis de redes sociales a la hora de estudiar a grupos de individuos desde una perspectiva histórica, aunque esto requiera ciertas adaptaciones. Si bien exige una gran cantidad de trabajo, esta dificultad la presentaba ya la prosopografía y hoy en día nadie duda de su valor como método historiográfico. Sobre esta metodología se lamentaba Jean Philip Genet de que requería pasar muchas horas trabajando con el ordenador en tareas que no consideraba propias del historiador; aunque reconocía que la reflexión sobre los descriptores y la estructura de la base de datos sí que pertenecían a dicho oficio.3 Efectivamente, el trabajo con las bases de datos, la clasificación de las fuentes y la información recogida da lugar a un proceso de reflexión sobre las mismas que sugiere nuevos interrogantes e hipótesis, enriqueciendo la investigación, algo que es válido tanto para la prosopografía como para el análisis de redes sociales. Al margen de la decisión de emplear la metodología del análisis de redes sociales o no, los procesos sociopolíticos que tienen lugar en las ciudades no pueden estudiarse sin tener en cuenta las redes concretas que estas familias tejían. En este sentido, la perspectiva relacional es fundamental para establecer lazos entre los niveles micro y macro y comprender procesos generales que se produjeron, no solo en Valladolid, sino también en otras ciudades de Castilla, tales como la decadencia de los linajes, los lazos clientelares y el conflicto con el común. teniendo en cuenta que las relaciones forman parte de la identidad de los individuos y que las personas forjan su propia identidad en su relación con los demás —cuestiones que conectan directamente con conceptos como el de self-fashioning 4 y el de social self—,5 es probable que no haya mejor manera que el enfoque de redes sociales para acercarse a la realidad de la oligarquía como grupo y al modo en que esta se articulaba y se construyó a través de la interacción con el resto de la sociedad.

3 4 5

GENEt 1985: 354-356. GREENBLAtt 1980. SHAW 2005a. [ 353 ]

Anexos

Anexo 1. Árboles genealógicos

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anexo i. árboles genealógicos

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anexo i. árboles genealógicos

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anexo i. árboles genealógicos

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anexo i. árboles genealógicos

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anexo i. árboles genealógicos

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anexo i. árboles genealógicos

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Anexo ii. Gráficos de la base de datos

GRÁFICo 1. APARtADo PARA DoCUMENtoS EN LA BASE DE DAtoS

GRÁFICo 2. APARtADo PARA PERSoNAS EN LA BASE DE DAtoS

GRÁFICo 3. APARtADo PARA RELACIoNES EN LA BASE DE DAtoS

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Anexo iii. Gráficos de las redes sociales con el programa Gephi Este anexo contiene distintos gráficos, todos ellos derivados de la reconstrucción de las redes sociales de la oligarquía de Valladolid y visualizados a través del programa informático Gephi. Dado que son gráficos complejos y que requieren más explicación que una simple leyenda, junto a cada uno de ellos se indican las páginas de esta obra donde se describe la red concreta de dicho gráfico y se proporciona un análisis de la misma. Una exposición general del proceso de reconstrucción de las redes se encuentra en las páginas 82-89. La interpretación de las representaciones en Gephi de las redes de esta obra en general se halla en las páginas 90-99. La mayoría de las redes de este anexo (en concreto las redes 2-15 y 20) se basan en la Red 1, que es la red general que incluye todas las personas y los vínculos contemplados para la red de la oligarquía de Valladolid entre 1450 y 1520. Las claves para comprender dicha red y, por ende, el resto de las redes basadas en esta primera, se hallan en las páginas 91-96. El resto de las redes responden a cuestiones dispersas a lo largo de la obra y, como ya se ha indicado, son explicadas en las páginas indicadas junto a cada una de ellas.

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RED 1. RED totAL (pp. 91-96)

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anexo ii. gráficos de las redes sociales con el programa gephi

RED 2. ISABEL I. RED EGoCéNtRICA EN LA RED totAL (pp. 96-97)

RED 3. JUAN LóPEz DE CALAtAYUD. RED EGoCéNtRICA EN LA RED totAL (pp. 96-97)

[ 375 ]

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RED 4. ALoNSo NIño DE CAStRo. RED EGoCéNtRICA EN LA RED totAL (p. 97)

RED 5. RoDRIGo DE VERDESoto, EL VIEJO. RED EGoCéNtRICA EN LA RED totAL (p. 97)

[ 376 ]

anexo ii. gráficos de las redes sociales con el programa gephi

RED 6. FRANCISCo SÁNCHEz DE CoLLADoS. RED EGoCéNtRICA EN LA RED totAL (pp. 101-104)

RED 7. LUIS DE LA SERNA. RED EGoCéNtRICA EN LA RED totAL (p. 102)

[ 377 ]

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RED 8. FRANCISCo DE toRQUEMADA. RED EGoCéNtRICA EN LA RED totAL (pp. 107, 283)

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anexo ii. gráficos de las redes sociales con el programa gephi

RED 9. FAMILIA ALCoCER. RED DE PRIMER oRDEN (pp. 110-113)

RED 10. FAMILIA ALCoCER. RED DE SEGUNDo oRDEN (pp. 110-113)

RED 11. FAMILIA FRANCo. RED DE PRIMER oRDEN (pp. 110-113)

RED 12. FAMILIA FRANCo. RED DE SEGUNDo oRDEN (pp. 110-113)

[ 379 ]

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RED 13. VÍNCULoS FAMILIARES Y DE PARENtESCo EN LA RED totAL (pp. 177-179)

RED 15. VÍNCULoS CLIENtELARES R R R + VÍNCULoS «vDE REPRESENtACIóN» (pp. 177-179) v v

RED 14. VÍNCULoS CLIENtELARES EN LA RED totAL (pp. 177-179)

[ 380 ]

anexo ii. gráficos de las redes sociales con el programa gephi

RED 16. RED FAMILIAR Y DE PARENtESCo (pp. 179-180)

RED 17. RED CLIENtELAR Y «DE REPRESENtACIóN» (pp. 179-180)

[ 381 ]

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RED 18. VÍNCULoS ENtRE LoS REGIDoRES DEL LINAJE DE toVAR Y DE REoYo (pp. 275-276)

RED 19. RED DE LAS CASAS DE FERNÁN SÁNCHEz Y LoS MUDARRoS (pp. 89, 276-283)

[ 382 ]

anexo ii. gráficos de las redes sociales con el programa gephi

RED 20. CABALLERoS DE FERNÁN SÁNCHEz Y LoS MUDARRoS EN LA RED totAL (p. 283)

RED 21. LA RED EN EL PRoGRAMA GEPHY

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Índice onomástico

Abdinete, Juan de: 244 Abdinete, platero: 244 Abeo, Diego de: 241, 254 Acuña, familia: 185-187 Acuña, Juan de, corregidor: 197, 324, 325, 328, 331, 332 Acuña, Juan de, duque de Valencia: 185 Acuña, Lope de, II conde de Buendía: 187 Acuña, María de: 143, 186 Acuña, Pedro de, I conde de Buendía: 186 Agüero, Fernando de: 167 Agüero, Pedro de: 167 Aguilar, Alonso de: 136, 137, 172 Aguirre, Juan de: 69 Álava, licenciado de: 311 Alcaraz, Aldonza de: 215 Alcaraz, Francisco de, regidor: 44 Alcocer, familia : 44, 51, 109-113, 126, 191, 193, 379 Alcocer, Cristóbal de, regidor: 44, 109, 111, 112, Alcocer, García de, regidor: 44, 51, 111, 112, 166, 313 Alcocer, Isabel: 166 Alfón (hijo de Isabel de Castro): 148 Alfonso X: 37, 38 Alfonso XI: 37, 38, 222 Alfonso de Castilla, infante: 44, 69, 187, 217, 273, 299 Alonso de Roa, Juan: 182 Alonso, García: 166 Alonso, Lope: 57 Álvarez, familia: 269-272 Álvarez, Diego de: 272 Álvarez, Juan, lencero: 272, 281 Álvarez, Pedro: 272

Álvarez, Rodrigo: 272 Álvarez de Medina, Teresa: 214 Álvarez de Orozco, Isabel: 213 Andino, Francisco de: 314 Antonio (hijo de Juan de la Cuadra): 120 Aranda, Francisco de: 266, 282 Aranda, Pedro de : 229 Arellano, Carlos de, conde de Aguilar: 70 Arias de Río, fray: 182 Avellaneda, Juan de: 120 Avellaneda, María de: 48, 120, 121 Azcoitia, Perucho de: 241, 282 Azpeitia, Pedro de: 165

Badajoz, Pedro de: 310, 311 Baena, Juan de: 166 Baeza, familia: 54 Baeza, Gonzalo de, regidor y tesorero: 44, 51, 53, 54, 58, 118, 193, 215, 229, 247 Baeza, Álvaro de : 54, 116 Barrientos, licenciado: 157 Barroso, familia: 269, 270, 273 Barroso, Bastián: 273 Barroso, Diego: 273 Bastida, Francisco de la, licenciado: 68, 228 Bazán, Juana de : 212, 216 Bazán, Rodrigo: 168 Bazán, Sancho de: 50-51 Benavides, Gómez de, mariscal: 58 Bernal, familia: 43, 46, 60, 120, 121, 140-142, 187, 206, 224, 266 Bernal, Brunisén: 68, 140 Bernal, Diego, regidor: 44, 142, 205, 206, 241, 267, 309, 313 Bernal, Inés: 68, 141 [ 417 ]

redes de poder

Bernal, Juan, regidor: 44, 60, 120, 141, 142, 150, 157 Bernal, Leonor: 142, 205, 206 Bernal, Mondisón, regidor: 44, 141, 186 Bernal, Mosén Arnao: 43 Bernal, Remón, regidor: 44, 66, 142, 186, 205 Berruguete, Alonso: 63 Berruguete, Pedro: 63 Bienveniste, Abraham: 57 Bollo, familia: 269-271 Bollo, Diego el: 271 Bollo, Francisco el: 271 Bravo, Rodrigo, alcalde: 304 Bravo, Sancho: 336 Buelna, Pedro de: 153, 167 Burgos, Juan de: 167

Cigales, Rodrigo de: 166 Coco, Francisco: 144 Coco, García: 58 Coco, Rodrigo: 56, 57 Collados, familia: 269, 270, 279 Collados, Antonio de: 105, 272, 280 Collados, Francisco de: 105, 272, 280 Copero, Juan: 235 Córdova, Gonzalo: 57 Coria, Catalina de: 55 Corral, familia: 222 Corral, Alonso del, regidor: 43 Cuadra, familia: 43, 49, 69, 117-119, 121, 124 Cuadra, García de la, regidor: 44, 49, 52, 65, 66, 107, 116, 119, 143, 152, 256 Cuadra, Juan de la, regidor: 45, 48, 51, 119121, 143, 145, 152, 159 Cuadra, Juan de la, : 49, 118, 119, 152, 186 Cuadra, Pedro de la: 120 Cuadra, Repibus de la, regidor: 43 Cuenca, Francisco de: 55 Cuenca, Juan de: 55

Cacho, Gómez: 245 Calatayud, Garcerán de: 149 Calatayud, Leonor de: 65, 149 Calatayud, Luis de: 58, 149 Carabeo, Martín, licenciado: 67, 106, 150 Carlos I, rey de Castilla y Aragón: 186, 245, 320, 321, 323, 325, 327, 333-336 Carrillo, Alonso, arzobispo de Toledo: 186 Carrillo, Diego, regidor: 44, 47, 60, 120, 121, 142, 187 Carrillo, Inés: 141, 150 Carrillo, Juana: 121, 140, 141, 145, 150, 157, 158, 187, 213 Carrión, Reinoso de: 217 Cartagena, Pedro de, poeta: 110, 156 Castañeda, María de: 143, 149, 214 Castaño, Isabel, condesa de Ribadeo 66, 98, 99, 124, 143-146, 149, 150, 163, 166, 195, 208-211, 214, 216-218, 350 Castilla, don Pedro de: 106 Castillo, Luis del: 158 Castro, Inés de: 19, 100 Castro, Isabel de: 103, 144, 148, 151, 167, 205 Catalán, Antonio: 281 Catalina (esclava del conde de Ribadeo): 70, 195, 209, 210 Catalina (esposa de Jerónimo de Virués): 144 Cavanas, Josep: 58 Cea, Juan de: 167 Cerrato, bachiller: 317 Cieza, Bernáldez de: 173 Cieza, Francisco de: 244 Cieza, Luis de: 272

Daza, familia: 53, 142, 223, 224, 243, 257, 266, 267, 269, 270, 279, 284, 351 Daza, Alfonso: 270 Daza, Álvaro, regidor: 42, 45, 51, 105, 142, 143, 149, 185, 240, 242, 257, 259, 266, 278-280 Daza, Gaspar: 260, 262, 270, 278 Daza, Juan: 53, 57, 58, 95, 98, 215, 247 Daza, Luis: 60, 66, 270 Daza, Pedro, regidor: 45, 60, 66, 67, 142, 241, 270, 277, 278, 282 Daza, Tristán: 69 Delgadillo, Antón, regidor: 45 Díaz de Alcocer, Juan, regidor: 45, 51, 59, 109112, 117 Díaz de Mendoza, Ruy, conde de Castro: 65 Díaz de Toledo, relator: 67 Díaz, Juan: 165 Díaz, Pedro, regidor: 45 Díez, Teresa: 62 Dueñas, Rodrigo de: 173 Duero, Juan de: 106 Enrique III, rey de castilla: 212 Enrique IV, rey de Castilla: 31, 43, 44, 49, 50, 66, 69, 126, 185-187, 189, 190, 297-299, 302, 308, 335

[ 418 ]

índice onomástico

Enríquez, familia: 47, 120, 121, 141, 185, 187, 321 Enríquez de Quiñones, don Enrique: 141 Enríquez, Alfonso, almirante de Castilla: 52, 56, 64, 103, 141, 151 Enríquez, Alonso, prior : 296 Enríquez, Fadrique, almirante de Castilla: 50, 102, 300 Enríquez, Fernando, abad de Santa María la Mayor de Valladolid: 243 Enríquez, Fernando, regidor: 47, 121, 184, 187 Escobar, Fernando de: 100, 167, 181, 310 Espinosa, doctor de: 324 Espinosa, Inés de: 149, 214 Espinosa, Juan de: 241 Estrada, Juan de: 336 Estúñiga, Alfonso de: 189 Estúñiga, Pedro de: 119

Franco, Antonio, regidor: 45, 48, 50, 70, 110112, 143, 145, 156, 188, 256, 296, 340 Franco, Brianda: 144 Franco, García (Garci), regidor: 45, 48, 49-51, 59, 66, 98, 100, 109-112, 144, 145, 147, 149, 156, 167, 188, 296, 340 Franco, Guiomar: 144 Franco, Inés: 144, 145

Galindo, Beatriz: 211 García de Espinosa, Juana: 58 García, criado de Pedro Daza: 241 García, Juan, despensero del rey, regidor: 43 Girón, Pedro: 166 Godínez de Alcaraz, Luis, regidor: 45, 296, 325, 329, 330, 332, 340 Gómez de Enebro, Pedro, regidor: 45, 59, 60, 64, 67, 116, 120, 142, 183 Gómez de Sarmiento, Diego, I conde de Salinas: 192 Gómez de Villarroel, Francisco, regidor : 45, 52, 59, 60, 116, 193, 278, 318, 324, 330-333 González de Agüero, María: 158, 167 González de Aguilar, Andrés: 257 González de León, Alfonso, contador y regidor: 43, 69, 158, 212 González de León, Fernán : 65 González de León, Lope: 66 González de Orihuela, Inés: 49, 151 González de Portillo, Ruy: 64 González de Salamanca, Diego: 273 González de Toledo, Diego (o doctor Franco): 49, 59, 67, 109, 151 González de Verdesoto, Ruy, regidor y doncel de Juan II: 53 González, Alonso, aposentador del rey y regidor: 158 Granada, Juan de, capitán de las Comunidades: 336 Grigalva, criado del Conde de Benavente: 171, 310, 311 Gutiérrez de Madrid, Alonso: 55, 61 Guzmán, Inés de: 145

Falconi, Diego: 166 Felipe I, rey de Castilla: 186, 311 Felipe II, rey de la Monarquía Hispánica: 178, 180 Fernández Alderete, Francisco, bachiller: 314, 318 Fernández de Oviedo, Gonzalo: 191, 205, 208, 296 Fernández de Portillo, Pedro: 330 Fernández de Quiñones, Diego: 168 Fernández de Torquemada, Pedro, regidor: 43, 45 Fernández de Valladolid, Juan: 106, 259 Fernández de Velasco, Bernardino: 48 Fernández, Alfonso, escribano del concejo: 267 Fernández, Pedro, regidor: 43 Fernando V, rey de Aragón y consorte de Castilla: 50, 58, 64, 98, 141, 164, 214, 298 Figueroa, Juan de, regidor: 45, 51, 61, 62, 68, 71, 163, 191, 330-333, 337 Figueroa, Risel de: 164 Foix, Germana de, reina consorte de Aragón: 64 Francés, Bernal, regidor: 45, 50, 120, 121, 140, 141, 145, 150, 157, 187, 276 Francisco, maestre cirujano : 172 Franco, familia: 46, 49, 51, 59, 109-113, 115, 126, 190, 193, 340, 379 Franco de Guzmán, Gonzalo, regidor: 45, 48, 51, 110, 111, 326, 330, 332, 336, 339 Franco, Alfonso: 49, 109

Herrera, familia: 49, 65 Herrera, Diego de: 189 Herrera, Francisca de: 67, 142 Herrera, García de: 51 Herrera, Jorge de, regidor: 45, 51, 173, 256, 306, 330, 332

[ 419 ]

redes de poder

Herrera, Juan de, regidor: 45, 66, 142, 150, 173, 181, 301, 306 Hurtado, Pedro: 167

López de Calatayud, Fernán I,: 57, 58, 95, 98, 149, 245, 247 López de Calatayud, Fernán II,: 56 López de Calatayud, Francisco: 245, 247 López de Calatayud, Juan, regidor: 45, 54, 5658, 64, 69, 94-100, 103, 117, 149, 165, 193, 229, 230, 247, 273, 283, 296, 340, 375 López de Calatayud, Juan : 56, 62 López de Calatayud, Pedro, deán de Ávila: 65, 149 López de Calatayud, Pedro, regidor: 45, 52, 56, 57, 62, 64-66, 69, 102, 105, 143, 149, 164, 187 López de Calatayud, Pedro, (hijo de Juan, regidor): 58, 59, 69, 117, 118, 193, López de Calatayud, Pedro, (sobrino de Juan, regidor): 296, 340 López Carvajal, García, doctor, oidor de la audiencia y corregidor de Valladolid: 43 López de la Puente, Juan: 166 López de León, Diego: 235 López de León, García, regidor: 45 López de Zúñiga, Diego, regidor: 45, 185, 186, 330, 333, 342 López de Zúñiga, Diego, señor de Monterrey: 186, 217 López, Catalina: 235 López, Pedro: 241 Lugo, Álvaro de: 143, 202 Lugo, Catalina de: 182, 202 Luisa (esposa del doctor Alcocer): 144 Luna, Álvaro de: 190 Luzón, Ana de: 68, 142-144, 208 Luzón, Juan de, regidor: 43, 45, 52, 66, 110, 116, 117, 142-144, 208 Luzón, María de: 68 Llanos, Gómez de: 203-205

Isabel I, reina de Castilla y reina consorte de Aragón: 31, 44, 50, 51, 53, 57, 58, 95, 96, 98, 99, 101, 102, 111, 114, 163, 175, 178, 180, 186, 187, 190, 191, 194-196, 207, 209-211, 214-219, 260, 288, 298, 301, 302, 350, 375 Isabel (hija de Juan de la Cuadra): 120 Joste, portero de regimiento: 332 Juan I, rey de Castilla: 226, 230, 251 Juan II, rey de Castilla : 49, 53, 59, 118, 170, 172, 189, 190, 191, 297, 298, 300 Juan, príncipe: 54, 119-121, 124, 143, 159, 195 Juana I, reina de Castilla y Aragón : 193, 259, 278, 312, 314 Juana de Castilla (la Beltraneja) : 185 Juanico (criado de Alonso: Niño): 167

Lasa, Inés: 158 Lazarico (hijo de Alonso Niño): 148, 153 Lebrón, alcalde de la casa de Fernán Sánchez y los Mudarros: 267 Leguizamón, licenciado y alcalde de la Chancillería: 321, 322, 324 Leiva, Sancho de: 48, 49, 119 León, familia: 43, 46, 141, 212, 266 León, Antón de, regidor de Benavente: 170 León, Francisco de, I regidor: 45, 52, 66, 139, 141, 183, 212, 301 León, Francisco de, II regidor: 45, 51, 105, 140, 141, 256, 296, 318, 330, 332, 340 León, Jorge de, regidor: 45, 46, 51, 52, 140, 141, 202, 207 León, Lope de, chanciller: 102 León, Pedro de: 68 León, Pedro de, regidor: 43, 45, 51, 103, 212 Leonor (manceba de Jorge de León) : 203 López de Calatayud, familia: 46, 52, 53, 56, 61, 65, 71, 97, 118, 159, 247, 279, 282, 307 López de Calatayud, Alfonso (hermano de Juan, regidor): 57 López de Calatayud, Alfonso (hijo de Juan, regidor): 149 López de Calatayud, Blanca: 102, 105, 149, 187, 188

Madrid, Juan de : 241, 254 Malpartida, Juan de: 166 Manjarrés, Juan de: 70 Manrique, Beatriz: 56, 64 Manrique, Brianda: 63, 145, 154 Manuel, don Diego, regidor: 45, 120 Manuel, don Juan: 120 Margarita de Austria, princesa consorte: 195 María de Aragón, infanta (futura reina de Portugal): 51 Marineo Sículo, Lucio: 209 Medina, Diego de: 247

[ 420 ]

índice onomástico

Medina, María de: 66, 70, 143, 150, 214-216, 218, 339 Mejía de Virués, Gonzalo, corregidor de Valladolid: 212 Mejía, Jorge de, corregidor de Valladolid: 196, 197, 314, 317 Méndez, Inés: 196 Mendoza, Rodrigo de: 148 Mercado, María de: 53 Mercado, Rodrigo de: 53 Miranda, bachiller: 231 Miranda, Pedro de: 155 Montemayor, familia: 44, 224, 266 Montemayor, Alonso de, regidor: 45, 163, 207, 259, 306, 307, 325 330, 333, 337, 342 Montemayor, Fernando de: 337 Montemayor, Fernando de, regidor: 44, 45, 69 Montemayor, Luis de: 337 Montemayor, Pedro de: 336 Monzón, Cristóbal de: 144 Morales, familia: 269 Morales, Alonso de: 68, 215 Morales, caballerizo: 216 Morales, Juan de, regidor y corregidor de Arévalo: 45, 51, 52, 116, 251, 256 Morales, Rodrigo de, alcalde: 267 Mudarra, familia: 223, 269, 270, 273 Mudarra, Andrés de: 273, 279 Mudarra, Diego de: 273 Mudarra, Pedro: 273 Mudarra, Sebastián: 105 Muñoz de Castañeda, Gonzalo: 149 Muñoz, Isabel de: 181

Niño, Mencía: 150 Niño, Pedro, regidor y merino mayor de Valladolid: 19, 45, 49, 51, 66, 98, 100, 102, 103, 110, 115, 117, 142, 144, 146, 148, 150, 153, 154, 158, 163, 165, 167, 181, 182, 187, 192, 194-196, 202, 205-207, 254, 257, 258, 270, 276, 301, 302 Niño, Pedro, conde de Buelna: 117, 150 Niño de Castro, Alonso, regidor y merino mayor de Valladolid: 25, 45, 51, 63, 97, 98, 99, 101, 110, 142, 145, 146, 152, 154, 157, 158, 168, 173, 174,178, 196, 206, 245, 246, 298, 299, 302, 306-308, 313-315, 317-319, 325, 330, 331, 333-336, 342, 343, 344, 376 Novoa, Suero de: 166 Núñez Coronel, Pedro: 57, 58 Núñez de Guzmán, Ramiro: 143, 296, 340

Orduña, Pedro de: 166 Osorio, Diego: 67, 241 Osorio, Juan: 241, 247 Oudaroa, Pedro de: 165 Ozores de Ulloa, licenciado: 325

Pacheco, Juan, maestre de Santiago: 57, 190 Palacios Rubios, doctor de: 153 Palencia, Alonso de: 210 Paredes, Antonio de: 59, 69, 106, 118 Paredes, camarero: 340 Paredes, Francisco de: 340 Pedro I, rey de Castilla: 222 Peñafiel, Sebastián de: 165 Perea, Álvaro de: 150 Pérez de Río, Gonzalo: 182, 203, 204 Pérez de Vivero, Alonso, II vizconde de Altamira: 63, 69, 100, 117, 166, 189, 203, 205 Pérez Sarmiento, Bernaldino, conde de Ribadavia: 103 Pérez, Martín, escribano del concejo: 228 Pimentel, familia: 117, 151, 185, 187, 224, 304 Pimentel, Alonso, III conde de Benavente: 118, 151, 170, 213, 308 Pimentel, Alonso, V conde de Benavente: 39, 63, 99-101, 123, 124, 166, 170, 171, 186-188, 190, 303, 305, 307, 311, 318, 323, 325, 326, 330, 333, 336, 343, 344, 348 Pimentel, Beatriz: 144, 145

Nava, doctor: 228 Nava, Pedro de, alcalde de la Chancillería: 44, 69 Navarro, Juan: 165 Navarro, Rodrigo, capitán de los reyes: 204 Niño, familia: 46, 47, 49, 51, 52 63, 115, 134, 135, 145, 190, 224, 265, 301, 302, 317, 335, 343 Niño, Alonso, merino mayor de Valladolid: 64, 66, 98, 99, 103, 117, 144, 146, 148, 150, 153, 158, 167, 170, 189, 299-301, 334 Niño, Elvira: 144 Niño, Felipa: 145 Niño, Fernando: 19, 68, 140, 155, 182 Niño, Guiomar: 66, 110, 151 Niño, Juan, regidor: 45, 51, 152, 153, 155

[ 421 ]

redes de poder

Pimentel, Bernardino, I marqués de Távara, regidor: 45, 47, 185, 310, 332 Pimentel, Juan: 118, 151, 213 Pimentel, Juana: 145 Pimentel, Leonor: 118 Pimentel, María: 213 Pimentel, Pedro, señor de Távara, regidor: 45, 47, 50, 58, 100, 110, 117, 145, 159, 166, 173, 185, 187, 310 Pimentel, Rodrigo Alfonso, IV conde de Benavente: 39, 47, 50, 56, 58, 59, 66, 68, 98, 100, 102, 118, 144, 159, 171, 173, 187, 224, 301, 302, 303, 308-311 Ponce de León, Manuel: 66 110 Portillo, licenciado: 245 Prado, Juan del: 313 Puertocarrero, Alfonso de: 145 Pulgar, Fernando del: 50

Ribera, Pedro de (hijo de María de Medina): 215, 339 Roa, Antonio de: 120, 140, 141, 182 Robles, Juan de: 102 Rodríguez Daza, Juan, regidor: 60, 66, 69 Rodríguez de Baeza, Juan, regidor: 45, 52, 54, 116, 330-332 Rodríguez de Salamanca, Diego: 166 Rodríguez de Santisteban, Pedro, regidor: 43, 45, 158 Rodríguez, Diego, doctor: 67 Rodríguez, Gonzalo, escribano público: 43 Rodríguez, Mencía: 54 Rodriguillo (paje de Alonso Niño): 167 Roenes, Francisco de : 186 Rosales, Antonio de: 324 Ruiz de Villena, Pedro, licenciado, oidor: 155, 332

Quintanilla, Luis de, maestresala del príncipe Juan: 119, 143, 159 Quiñones, Elvira de: 203, 205 Quiñones, María: 143 Quiñones, Mencía de: 203, 205

Salamanca, familia: 269, 270 Salamanca, Agustín: 251, 273 Salamanca, Alonso de: 105, 226, 250, 266, 273, 274, 280 Salamanca, Francisco de: 273, 274, 280 Salazar, pesquisidor: 311 Saldaña, Francisco de, procurador mayor del común: 297, 303, 3005, 325, 343 San Pedro, familia: 62, 71 San Pedro, Álvaro de, regidor: 46, 51 San Pedro, Juan de, regidor: 45, 51, 62 Sánchez Barroso, Andrés, escribano y procurador: 273 Sánchez de Collados, Alvar: 105, 253, 272 Sánchez de Collados, Francisco: 98, 101-106, 108, 116, 226, 228, 257, 269, 272, 273, 279, 348, 377 Sánchez de Hermosilla, Alonso, hidalgo: 258 Sánchez de Medina, Rodrigo: 53 Sánchez de Tovar, Fernán, lugarteniente de capitanía del conde de Ribadeo: 217 Sánchez de Tovar, Fernán, privado de Alfonso XI: 222, 223 Sánchez de Tovar, Fernán, regidor: 46 Sánchez de Virués, Fernán, regidor de Segovia: 212 Sánchez de Virués, Mayor: 68, 69,142, 158, 212, 213 Sánchez del Castillo, García, alcalde: 212 Sánchez, Alvar: 53, 214 Sánchez, Catalina: 53

Ramírez de Villaescusa, Alonso, corregidor de Valladolid: 13, 19, 98, 100, 124, 183, 193197, 199, 209, 211, 259, 292 Ramírez de Villaescusa, Diego: 314 Ramiro (criado de Alonso Niño): 167 Reinoso, Pedro de: 141 Reyes Católicos: 44, 50, 53, 83, 126, 130, 132, 156, 174, 175, 185, 191, 194, 229, 234, 237, 238, 273, 295, 308, 309 Ribadeneira, Isabel de: 337 Ribera, Andrés de, alcaide de Burgos: 58, 117, 118, 193, 229, 230, 247, 336 Ribera, Diego de: 146 Ribera, Diego de, regidor: 45, 51, 142, 149, 186, 330-332, 336 Ribera, Isabel de: 148, 215 Ribera, Leonor de (primera esposa de Alonso Niño de Castro): 142, 146, 154, 158, 168, 214 Ribera, Leonor de (hija bastarda de Pedro de Ribera): 150 Ribera, María de: 103, 144, 146, 158 Ribera, Pedro de, regidor y caballerizo de la reina Isabel: 45, 50-52, 58, 63, 67, 70, 117, 142, 143, 148-150, 172, 190, 193, 195, 339 [ 422 ]

índice onomástico

Sánchez, Fernán (el Bollo): 251, 271, 280, 281 Sánchez, Isabel: 53-55 Sánchez, Juana: 167 Sánchez, Martín: 153, 167 Sanjuán, Garcerán: 58 Sanjuán, Gastón de: 57, 58, 95, 149 Sanjuán, Leonor de: 64 Santamaría, Domingo de, escribano: 324 Santiago, familia: 269, 271 Santiago, Bartolomé de: 272 Santiago, Íñigo de: 272, 274, 280 Santiago, Juan de, boticario: 250, 271, 272, 274 Santiago, Juan de, tasador: 271 Santiago, Pedro de: 272 Santisteban, familia: 43, 46, 49, 51, 64, 141, 213, 223, 224, 231, 240, 243, 257, 260, 261, 264, 266, 269-271, 279, 284 Santisteban, Alonso de: 261 Santisteban, Cristóbal de, regidor: 46, 51, 52, 105, 183, 184, 188, 228, 231, 240-244, 254-257, 259-262, 266, 271, 277-282, 284, 324, 326, 330, 332, 337-339, 342, 351 Santisteban, Francisco de: 261, 338 Santisteban, Francisco de, regidor: 46, 64, 68, 69, 98, 103, 140, 165, 213, 231, 241, 250, 257, 259, 260, 271, 273, 279-281 Santisteban, Gabriel de: 341 Santisteban, Juan de: 266 Santisteban, Juana de: 68, 140 Santisteban, María de, aya de la infanta María: 51, 67, 149 Sanz, familia: 269-271 Sanz, Juan: 271 Sanz, Pedro: 271, 274 Sarabia, Alonso de: 296, 339, 340 Sarabia, María de: 66, 145, 147, 156 Sarmiento, Juan: 217 Serna, familia de la: 108, 266 Serna, Andrés de la: 102, 105, 181 Serna, Francisco de la: 102, 105, 181 Serna, Jerónimo de la: 203, 204 Serna, Luis de la: 56, 98, 101-104, 106, 108, 166, 181, 187, 279, 348, 377 Sierra, Rodrigo de la: 256 Silva, Leonor de: 142 Silva, María de: 66 Soria, Diego de: 164 Sorrantos, Alonso, bachiller: 314

Tamayo, Francisco de, procurador mayor del común: 245-247, 282, 285, 314, 323, 336, 339, 341, 342 Tapia, Francisco de, capitán: 282, 321, 323, 325 Tordesillas, Juan de: 282 Torquemada, familia: 107, 260, 261 Torquemada, Andrés de, regidor: 46: Torquemada, Catalina: 261 Torquemada, Francisco de: 107, 165, 181, 254, 255, 260-263, 279, 282-285, 326, 341, 351, 378 Torquemada, Juan de, canónigo de Santa María la Mayor de Valladolid: 243, 260 Torquemada, Juan de (sobrino del homónimo canónigo): 260 Torquemada, Juan de, regidor: 141, 181, 276 Torquemada, Pedro de, regidor: 102, 165, 181, 189 Torquemada, Potenciana de: 260 Torquemada, Sancho de, regidor: 46 Torre, Francisco de la: 58 Torre, García de la, bachiller: 267 Torre, Juana de la: 211 Tovar, familia: 224, 266, 267, 269 Tovar, Francisco de: 51 Tovar, Martín de: 50 Tovar, Pedro de, regidor: 46, 109, 111, 143, 182, 202, 296, 306, 326, 330, 332, 336, 340 Turienzo, Bernaldo de: 166

Ulloa, Lope de: 169 Urueña, Lope de: 59, 118 Utrecht, Adriano de, cardenal y regente (futuro Papa Adriano VI): 183, 184, 300, 313, 321323, 337

Valencia, Catalina de: 119, 143, 145 Valencia, Isabel de: 48, 65, 119, 121, 152 Valladolid, Alfonso de: 250, 270, 271, 281: Valladolid, Alonso de, regidor: 46, 66, 186, 213, 264, 277 Valladolid, Álvaro de: 271 Valladolid, Diego de: 241, 250, 280, 281, 311, 331 Valladolid, Francisco de: 241, 281, 311 Valladolid, Sebastián de: 58 Vázquez Rengiso, Juan: 65 Velasco, Diego de: 64 Velázquez de Cuéllar, Sancho, doctor y oidor de la Audiencia: 106 [ 423 ]

índice onomástico

Vélez, Cristóbal: 241 Vélez, Francisco: 280 Verdesoto, familia: 46, 49, 52-54, 56, 58, 61, 71, 101, 118, 141, 159, 187, 189, 193, 223, 224, 231, 240, 243, 252, 257, 261, 262, 264, 266, 267, 269, 270, 279, 284, 307, 321 Verdesoto, Alonso de, cambiador: 52-55, 70, 98, 101, 182 Verdesoto, Alonso de, regidor: 43, 46, 52, 53, 267, 268, 270 Verdesoto, Álvaro de: 214, 231, 241, 261 Verdesoto, Bernardo de: 241 Verdesoto, Catalina de: 53: Verdesoto, Fernando de: 270 Verdesoto, Francisco de, escribano: 270 Verdesoto, Íñigo de: 62 Verdesoto, Pedro de: 214, 228, 231, 241 Verdesoto, Rodrigo de, el Viejo, regidor: 46, 50, 52, 54, 55, 97, 98, 115, 116, 140, 141, 149, 196, 214, 216, 240, 241, 244, 246, 247, 254-258, 261, 266, 268, 270, 276, 277, 280, 282, 321, 351, 376 Verdesoto, Rodrigo de, el Joven, regidor: 46, 214, 228, 231, 240, 241, 260-263, 277, 279, 282, 284, 330, 332 Vergara, Lope de: 247, 280 Vero, Francisco de, mercader florentino: 55 Vertavillo, Juan de: 165 Villa, Martín de la, teniente de corregidor de Valladolid: 325 Villafañe, Cristóbal de, merino: 311 Villalón, Alonso de: 181 Villalpando, Catalina de: 261 Villalpando, Juan de: 107, 165, 261 Villandrando, familia: 49, 185: Villandrando, María de: 217: Villandrando, Marina de,: 150, 153 Villandrando, Pedro de, II conde de Ribadeo, regidor: 46-52, 56, 58, 64, 65, 70, 98, 99, 101, 103, 104, 115-117, 136, 143-145, 149-151, 153, 163, 164, 166, 172, 173, 185, 186, 190, 191, 195, 196, 208-210, 216-218, 224, 256, 258 Villandrando, Rodrigo de, I conde de Ribadeo: 151, 153, 191 Villandrando, Rodrigo (hijo bastardo del II conde de Ribadeo): 150, 166, 181, 217

Villandrando, Sebastián de, regidor: 46, 117, 151 Villavela, doctor: 196 Virués, familia: 212, 223, 243, 257, 267, 269, 279, 284, 351 Virués, Alfonso de, regidor: 46, 50, 121, 142, 167, 168, 193, 203, 205, 240, 241, 243, 257, 259, 260, 262, 267, 270, 271, 278, 279, 282 Virués, Beatriz de: 203, 204 Virués, Diego de, alcalde: 270 Virués, Jerónimo de, regidor: 46, 66, 68, 69, 98, 103, 121, 139, 142-144, 158, 167, 168, 182, 183, 203-205, 208, 212, 267, 270, 277, 278 Virués, Juan de: 261, 270, 278 Virués, María: 212 Virués, Marina de: 121, 182, 203-205 Vivero, familia: 49, 51, 63, 67, 185, 190, 303 Vivero, Alfonso de, regidor: 46, 66, 185 Vivero, Francisco de: 69, 100 Vivero, Juan de, I vizconde de Altamira, regidor: 46, 68, 69, 102, 143, 185, 187, 203, 205, 299

Xarpa, criado de Alonso Pérez de Vivero: 166

Zapata, María: 209 Zúñiga, familia: 67, 118, 185, 186, 193, 269, 278 Zúñiga, Alfonso de (o de Estúñiga): 185, 189, 278 Zúñiga, Beatriz de: 186, 217 Zúñiga, Diego de: 185 Zúñiga, Fernando de: 185 Zúñiga, Francisco de, conde de Miranda: 185 Zúñiga, Juan de, I regidor: 46, 185 Zúñiga, Juan de, II regidor: 46, 149, 185, 186, 188, 278, 306, 333 Zúñiga, María de: 186, 217 Zúñiga, Pedro de, conde de Plasencia: 118, 119, 186 Zúñiga, Pedro de, regidor: 46, 47, 185 Zúñiga, Teresa de, condesa de Santa Marta: 186 Zúñiga y Guzmán, Álvaro de, II duque de Plasencia: 119, 185, 227

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Editada bajo la supervisión de Editorial CSIC, esta obra se terminó de imprimir en Madrid en septiembre de 2019

HISTORIA

Últimos títulos publicados 82. Instituciones censoras: nuevos acercamientos a la censura de libros en la España de la Ilustración. Fernando Durán López (coord.). 83. Francisco Rades de Andrada, cronista y linajista: adiciones a la Crónica de la Orden y Caballería de Calatrava. Miguel Fernando Gómez Vozmediano. 84. Liberalismo y socialismo: cultura del pensamiento político del exilio español de 1939. Antolín Sánchez Cuervo (ed.). 85. Bajo la máscara del regnum: la monarquía asturleonesa en León (854-1037). Álvaro Carvajal Castro. 86. La modernidad elusiva: jazz, baile y política en la Guerra Civil española y el franquismo (1936-1968). Iván Iglesias. 87. Imagen y semejanza: la democracia cristiana alemana y su aportación a la transición española. Natalia Urigüen López de Sandaliano. 88. El poder señorial de Fernando «el de Antequera» y los de su casa. Señorío, redes clientelares y sociedad feudal en Castilla durante la Baja Edad Media. Víctor Muñoz Gómez.

Una de las grandes preguntas de la historia bajomedieval es cómo se construyó, se reprodujo o se deterioró el poder de las oligarquías que desde el siglo XIII gobernaron las ciudades europeas. Recurriendo al enfoque de las redes sociales, se ofrece una interpretación innovadora de estas élites urbanas y su relación en el complejo entramado de poderes que confluyeron durante la transición de la Edad Media a la Edad Moderna. Este libro constituye a la vez una contribución fundamental al conocimiento de uno de los principales centros urbanos de la Castilla bajomedieval, Valladolid, y un hito en el desarrollo de un nuevo ámbito interdisciplinar, el análisis de redes sociales histórico. A través del análisis de redes sociales se concibe el sistema político urbano de Valladolid como una red de relaciones a lo largo de la cual circulan servicios, favores e información y en la que se integran un conjunto de personas que ni está limitado a los oficiales, ni es estático, ni vitalicio, ni exclusivo de los varones. La concepción de la oligarquía en red aporta las claves necesarias para una renovación de cuestiones históricas de primer orden, como la definición de las élites, el clientelismo, las bases y el ejercicio del poder, el papel de las mujeres y dos de los escenarios fundamentales donde dicho poder se puso en juego en Castilla: los linajes de caballeros urbanos y las relaciones con el común.

89. Barcos y construcción naval entre el Atlántico y el Mediterráneo en la época de los descubrimientos (siglos xv y xvI). David González (coord.). 90. La memoria escrita en el monasterio de Sahagún (años 904-1300). Leticia Agúndez San Miguel.

Las relaciones sociales de la oligarquía de Valladolid a finales de la Edad Media

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María Ángeles Martín Romera

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María Ángeles Martín Romera Es doctora en Historia Medieval por la Universidad Complutense de Madrid (2012) e investigadora en el University College London dentro del programa europeo Marie Skłodowska-Curie. Ha desarrollado una carrera académica internacional trabajando en la Universidad Complutense de Madrid (2008-2012), en la Universidad de Múnich (2013-2018) y en la Universidad de Londres (desde 2018). Asimismo, ha realizado estancias de investigación en las universidades de Chicago, Florencia, Jean Monnet y el Historical Research Institute en Londres. Sus investigaciones se centran en el mundo urbano y el ejercicio del poder bajo una perspectiva social. En esta línea ha publicado numerosos artículos y editado varias obras colectivas sobre oligarquías, ciudades, redes sociales, oficiales regios y corrupción en época moderna y medieval.

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