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Spanish Pages 733 [713] Year 2008
PREHISTORIA Tomo I Ana M.a Muñoz Amilibia (Coordinadora) Victoria Cabrera Valdés Ana Fernández Vega Sergio Ripoll López Amparo Hernando Grande Mario Menéndez Fernández Eduardo Ripoll Perelló
UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA
Ana M.a Muñoz Amilibia: coordinadora de la obra. Ca tedrática de Prehistoria de la UNED, y antes profesora agre gada de Historia Antigua en la Universidad de Barcelona y ca tedrática de Arqueología de la Universidad de Murcia. Es especialista en Neolítico y Calcoiítico. (Excava en el Cabezo del Plomo de Mazarrón.) Victoria Cabrera Valdés: catedrática de Prehistoria de la UNED. Especialista en Paleolítico, actualmente excava en la Cueva del Castillo (Puente Viesgo, Santander). Ana Fernández Vega: profesora titular de Prehistoria de la UNED. Especialista en la Edad del Bronce. Excavaciones en el poblado de la Edad del Bronce de La Encantada (Ciudad Real). Sergio Ripoíl López: profesor titular de Prehistoria de la UNED. Especialista en Paleolítico Superior y en arte rupestre. Excava en La Peña de Estebanvela (Segovia).
Amparo Hernando Grande: profesora titular de Prehis toria de la UNED. Especialista en Neolítico-Bronce. Excava ciones en La Encantada (Ciudad Real).
Mario Menéndez Fernández: profesor titular de Prehis toria de la UNED. Especialista en Paleolítico-Mesolícico. Ex cava en la cueva de la Gíielga (Asturias). Eduardo Ripoll Perelló: catedrático de Prehistoria y pro fesor emérito de la UNED es especialista en arte rupestre prehistórico. Fue también profesor agregado de Prehistoria en la Universidad Autónoma de Barcelona y director del Mu seo Arqueológico de Barcelona y del Museo Arqueológico Nacional de Madrid.
PREHISTORIA Tomo I
UNIDADES DIDÁCTICAS
Ana María Muñoz Amilibia Coordinadora
Victoria Cabrera Valdés Ana Fernández Vega Sergio Ripoll López Amparo Hernando Grande Mario Menéndez Fernández Eduardo Ripoll Perelló Prof. Emérito
PREHISTORIA Tomo I Paleolítico y Mesolítico
Temas I a XX
Universidad Nacional de Educación a Distancia
UNIDADES DIDÁCTICAS (44101UD01A01) PREHISTORIA (TOMO I)
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© Ana María Muñoz Amilibia, Victoria Cabrera Valdés, Ana Fernández Vega, Sergio Ripoll López, Amparo Hernando Grande, Mario Menéndez Fernández, Eduardo Ripoll Perelló
ISBN: 84-362-4399-4 (O. C.) ISBN: 84-362-4400-1 (Tomo I) Depósito legal: M. 8.244-2005 Primera edición: octubre de 2001 Quinta reimpresión: febrero de 2005
Impreso en España - Printed in Spain Imprime: Lerko Print, S. A. Paseo de la Castellana, 121. 28046 Madrid
ÍNDICE
TOMO I
Introducción a la nueva edición ..............................................
9
Tema I.
El concepto de Prehistoria y su evolución ...............
13
Tema II.
La Arqueología prehistórica.Técnicas de investiga ción I 41
Tema III.
La Arqueología prehistórica. Técnicas de Investiga ción II .................................................... 63
Tema IV.
Instrumental prehistórico, lítico y óseo: morfología, técnicas de fabricación u uso.......... 79
Tema V.
El marco cronológico en Prehistoria..........................
105
Tema VI.
El Hombre y el Medio: el Cuaternario ......................
129
Tema VII.
Origen y evolución de la humanidad...........................
167
Tema VIII.
El Paleolítico Inferior: conceptos generales. Prime ros estadios de la cultura humana. África y Asia ....
261
Tema IX.
El Paleolítico Inferior en Europa ................................
291
TemaX.
El Paleolítico Medio........................................................
321
Tema XI.
El Paleolítico Medio en Europa...................................
347
Tema XII.
El Paleolítico Superior en Europa,Asia y África ....
Tema XIII.
El Paleolítico Superior en la Península Ibérica ......
Tema XIV.
El Hombre del Paleolítico Superior: los cazadores recolectores .......................................... 489
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PREHISTORIA (I)
Tema XV.
La Prehistoria de América ............................................
531
Tema XVI.
El arte paleolítico I .........................................................
583
Tema XVII.
El arte paleolítico II........................................................
619
Tema XVIII. El Mesolitico. Conceptos generales y Europa..........
649
Tema XIX.
Las industrias mesolíticas norteafricanas y del Pró ximo Oriente ....................................... 675
Tema XX.
Las culturas postpaleolíticas en la Península Ibérica.
índice analítico ........................................................................
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INTRODUCCIÓN A LA NUEVA EDICIÓN
En diciembre de 1995, el equipo docente de la asignatura de Prehis toria dio por terminada la redacción de sus primeras Unidades Didácti cas. Había sido una labor larga y al mismo tiempo ilusionada por poner en manos de nuestros alumnos un texto que pudiera acercarles al conte nido de nuestro programa. Conscientes de que quedaba siempre abierta la posibilidad de mejora del texto, decidimos no demorar más su entrega a la imprenta, haciéndonos el firme propósito de elaborar una nueva edi ción actualizada en un plazo relativamente corto, que se estimó en unos cinco años.
Esto posibilitaba a cada autor una reflexión sobre su anterior traba jo, tanto a la luz de las nuevas consultas e investigaciones, como ante los resultados reflejados en los alumnos, en su interpretación de los diversos temas, en su mayor o menor dificultad en comprender nuestras orienta ciones, y, en consecuencia, la incorporación de novedades, correcciones y readaptaciones al nuevo texto. La verdad es que, aunque solicitamos sugerencias y críticas que mejoraran y completaran nuestro trabajo, han sido pocas las indicaciones recibidas, pero puedo asegurar que se tienen en cuenta con todo nuestro agradecimiento. El hecho de que el próximo curso 2001-2002, se inicie también el nue vo plan de estudios de la Licenciatura de Geografía e Historia en el que aparece como troncal en el primer curso la Prehistoria General, ha sido un incentivo que nos ha animado a inaugurar nuestra asignatura reno vada con un programa, Unidades Didácticas y Guía didáctica totalmente revisados.
Una de nuestras preocupaciones era intentar hacer una nueva edición corregida y disminuida sin sacrificar nada que juzgáramos fundamental. Tengo que confesar que resultó bastante complicado aunar una informa
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PREHISTORIA (I)
ción suficiente —que satisfaga las necesidades de muchos alumnos para los que es difícil acudir a otras fuentes de información— con un menor volumen del «libro», que, también ajuicio de muchos alumnos, era nece sario ilustrar gráficamente. Pensamos en la posibilidad de hacer un fascí culo de información gráfica independiente: con mapas historiográficos, gráficos cronológicos, planimetrías y secciones de yacimientos prehistó ricos, además de abundantes tipologías y reproducciones de objetos o monumentos convenientemente comentados. Esto podría «aligerar» el libro de texto, pero puede tener el inconveniente de alejar la lectura de la información gráfica necesaria e incluso hacerla menos interesante. Por ello, aunque no descartamos el preparar un atlas de ilustraciones e inclu so un CD-ROM complementario, de momento seguimos con la edición de dos volúmenes independientes. Cada uno de ellos agrupa los temas corres pondientes a una de las dos Pruebas Presenciales, que, a su vez, respon den a un criterio cronológico y cultural del proceso histórico. También va en cada volumen el correspondiente índice de materias y autores que pen samos puede ser muy útil sobre todo para buscar referencias a una mis ma voz en distintos temas: los lugares donde se cita un determinado yaci miento que puede interesar particularmente, o una fase cultural a la que puede referirse también fuera del tema en que se incluye de forma más pormenorizada o bien para localizar la ilustración correspondiente. En los cinco años transcurridos desde la anterior redacción hay sin duda muchas novedades que el lector podrá advertir en los distintos temas. Sólo voy a referirme a algunos aspectos especialmente llamativos. Me parece interesante destacar la importancia que se vuelve a dar en los estu dios de prehistoria, a la información bien documentada. Tras unos años en que las preocupaciones epistemológicas de teórica interpretativa e incluso predictiva, llegaron a desdeñar la necesaria información empíri ca, pretendiendo enfrentar una supuesta «arqueología tradicional» con una «nueva arqueología», parece que la situación ha cambiado de forma bastante patente. Naturalmente, hay un hecho histórico evidente de cam bio generacional. Después de más de treinta años, parece que la Nueva Arqueología ya no tiene derecho a tal calificativo que es quizás la mejor expresión de sus fallidas —y pienso que bien intencionadas— aspiracio nes que querían ser definitivas. Pero sobre todo, en los diez o quince años transcurridos —con algo de retraso en España— sus fervorosos seguido res necesariamente enfriaron su dogmatismo. Es la ventaja del fervor cien tífico, en el que la propia maduración biológica debe de ir unida a la madu ración intelectual y por ello a actitudes menos radicales y más abiertas al conocimiento. Afortunadamente es así, simplemente, porque el individuo pensante sigue su propio proceso histórico.
Quizás una de las manifestaciones más palpables de este cambio de actitud es el interés de algunos jóvenes por la historiografía arqueológi
INTRODUCCIÓN A LA NUEVA EDICIÓN
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ca. No creo que se trate de un simple movimiento «erudito», sino de un verdadero interés por conocer la historia de nuestra ciencia, de como ha ido evolucionando, estudiar sus pasos dentro del contexto social e ideo lógico de cada época. Creo que de ello pueden derivar resultados muy efi caces, como el poner a disposición de los interesados por el estudio de la Prehistoria la realidad del esfuerzo científico llevado a cabo para un mejor conocimiento de la primera historia del hombre. Así, es posible situar dentro de una fase de la investigación determinadas hipótesis o conclu siones, valorando lo que supusieron de avance o retroceso del conoci miento, e incluso explicarlas de forma coherente por el contexto históri co en el que se produjeron. Buena muestra de esta tendencia, ha sido en estos últimos años la iniciativa de crear una Sociedad Española de His toria de la Arqueología, que precisamente acaba de editar el primer núme ro de su revista, Archaia en este año 2000.
Seguramente, el que leyó nuestras anteriores UD, observará que cada uno de los autores ha procurado actualizar su anterior entrega con las novedades que en algunos casos ha aportado la investigación en estos últi mos cinco años en distintos lugares. Valdría como ejemplo, por citar algu nos españoles, los hallazgos de Atapuerca, el mejor conocimiento del poblamiento neolítico en nuestra meseta y zonas periféricas, la posibilidad de una metalurgia de creación autóctona peninsular tras un largo proceso de casi medio siglo, las nuevas interpretaciones sobre las sociedades de la edad del Bronce y del Hierro, las colonizaciones y el mundo indígena. Y, sobre todo, la realidad de un proceso continuado y coherente desde sus inicios, en el que las influencias externas de carácter continental o marí timo, son fundamentalmente culturales, sin que haya que recurrir a gran des aportaciones démicas o cambios étnicos para explicarlo. Aunque continuemos dando la información que creemos necesaria como base de conocimiento, nuestro deseo es ante todo lograr una apro ximación a nuestra primera historia, despertar el interés por su conoci miento como por algo real y creíble, mucho más próximo a nosotros de lo que pudiéramos pensar. Esta primera historia no tenemos que verla como algo lejano, de lo que sabemos menos cosas de las que quisiéramos, ya que si nos acercamos a ella sin prejuicios, honestamente, podemos lle gar a sorprendernos con la realidad del hombre en su medio natural, del ser que nace más indefenso en la naturaleza, que necesita ayuda para sobrevivir. Veremos cómo su capacidad pensante le apoya en el esfuerzo de supervivencia del día a día, en valerse de la naturaleza con ayuda de sus manos y de los instrumentos que él mismo crea. Veremos sus pro gresos imparables a lo largo de muchos miles de años, incluso su domi nio sobre el medio natural como «rey de la creación».
Y esta visión del hombre en la naturaleza, algo romántica, es posible porque la conocemos sólo por sus obras, por los restos que nos han que
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PREHISTORIA (I)
dado de sus huesos, de sus viviendas, de sus instrumentos, de los restos de sus comidas, pero también de algunas manifestaciones mentales e intelectuales, de carácter ritual o artístico, en suma, del resultado de su capacidad creativa. En cambio no tenemos papeles escritos que nos hablen de sus acciones, que nos transmitan juicios sobre su proceder, que nos ahorren ni dificulten nuestro trabajo de interpretar directamente, de llegar a ellos sin prejuicios, intentando liberamos de ese «espíritu obje tivo» de nuestra propia historia, del contexto en que vivimos, que, según algunos, nos impide ser inocentes. Madrid, 22 de septiembre de 2000.
Ana M.a Muñoz Amilibia Catedrática de Prehistoria UNED. Madrid
Tema I EL CONCEPTO DE PREHISTORIA Y SU EVOLUCIÓN Ana M.a Muñoz Amilibia
ESQUEMA-RESUMEN 1. EL CONCEPTO DE PREHISTORIA Y SU EVOLUCIÓN 1.1.
1.2.
El descubrimiento de la antigüedad del hombre y los comienzos de la ciencia prehistórica:
— Prehistoria y Etnología — Geología y Paleontología — Tipología y cronología comparada El nuevo concepto de Prehistoria a partir de Vere Gordon Childe
2. OBJETIVOS Y METODOLOGÍA DE LA PREHISTORIA 3. PRINCIPALES CORRIENTES METODOLÓGICAS
4. LÍMITES Y PERIODIZACIÓN DE LA PREHISTORIA 5. BIBLIOGRAFÍA
1.
EL CONCEPTO DE PREHISTORIA Y SU EVOLUCIÓN
Partiendo del concepto de que la Prehistoria es simplemente el perio do más antiguo de la Historia del hombre, desde sus orígenes hasta la aparición de los textos escritos, podríamos deducir que no hay una dife rencia sustancial entre Prehistoria e Historia, sino simplemente una dis tinción entre el periodo cronológico que abarca cada una de ellas —más de un millón de años la primera, unos seis mil la segunda—, así como las fuentes de conocimiento en que se asientan, de carácter fundamental mente arqueológico en la Prehistoria, y con el complemento de las escri tas en los tiempos posteriores.
Quiero aclarar que no empleo el término «complemento» con sentido peyorativo, sino, simplemente, como punto de partida de una nueva eta pa en la investigación histórica. Las fuentes arqueológicas por su parte, pueden seguir siendo importantes y enriquecedoras en el entramado de la investigación histórica de la Antigüedad, el Medioevo y los tiempos Modernos y Contemporáneos. Cómo si no, tendríamos una visión global de la historia de esos periodos, incidiendo en el aspectos sociales y eco nómicos, que sólo se pueden documentar a través del estudio y análisis de documentación no escrita. Por poner un ejemplo reciente de investi gación histórico-arqueológica, podría referirme a la producción cerámi ca del Buen Retiro cuya documentación escrita nos aporta los datos de la época, circunstancias y técnicas de elaboración, o como una manifes tación de las artes, como objetos estéticamente bellos. Una adecuada ana lítica ha completado la información escrita sobre medios y métodos de producción, sus orígenes, los sustratos sociales a los que iba dirigida, estu dio de costes y precios, comercialización y distribución, imitaciones. No hay que desdeñar los hallazgos casuales o esperados, en viviendas, ade más de la investigación de los centros de producción, distribución, mer cados, etc. Y qué vamos a decir del estudio tipológico de las vajillas en relación con las costumbres alimentarias o de protocolo en cada caso. El
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PREHISTORIA (I)
estudio arqueológico de las viviendas (no sólo de los palacios), su distri bución y detalles arquitectónicos, su contenido, instalaciones sanitarias, en el contexto de los núcleos urbanos o rurales, ofrece una documenta ción no siempre valorada. Buena muestra de ello es que, en ocasiones, se ha tenido un criterio muy selectivo y no por ello desdeñable como en el caso de la llamada «Arqueología industrial». Supone una evidente toma de conciencia por parte de los historiadores contemporáneos. Pero no sólo las fuentes arqueológicas pueden completar las escritas, también la tradición oral ofrece un valiosa fuente de información bien aprovechada por muchos historiadores y especialmente rica en los tiempos actuales, en los que la longevidad de la población permite remontarse casi hasta un siglo o más. Lo mismo podríamos decir de la orientación actual de los historiado res del Arte, que va más allá del puro análisis estilístico, iconográfico o comparativo de otros tiempos, con plena implicación en los estudios de tipo tecnológico, ideológico y social. Evolución metodológica que tiene que tenerse también muy en cuenta, ya que puede ser muy útil, en los estudios del arte prehistórico. Sin embargo, como veremos más adelante, desde el punto de vista metodológico, hay grandes diferencias entre Prehistoria e Historia y hemos de ser conscientes de las limitaciones que se nos presentan en nuestro afan de conocimiento del hombre prehistórico, cada vez más ambicioso y también más enriquecedor y diría que más próximo. Pero por encima de todas las diferencias y matizaciones creo que queda claro el concepto histórico, que no «historicista», que propongo para la Prehistoria, como una parte de la historia del hombre.
Desde este punto de vista, no planteo siquiera algo que se ha consi derado en algunas ocasiones, la diferencia entre Prehistoria y Arqueolo gía. Se trata de un caso típico de «discusión bizantina» por falta de infor mación, de conocimiento y, sobre todo, de ideas claras. De lo dicho anteriormente ya se deduce que hay necesariamente una Arqueología Prehistórica y que es muy conveniente una Arqueología Histórica relati va a los distintos periodos, países o materias. Precisamente para conocer la evolución del concepto de Prehistoria es muy importante tener en cuenta el desarrollo de la investigación prehis tórica, desde los primeros momentos en que alguien se planteó el origen del hombre y su presencia en el universo. Actualmente parece haber de nuevo interés por la historia de la investigación prehistórica, con un deseo de conocer los antecedentes y la forma en que se ha ido ampliando el conocimiento, la metodología empleada y su evolución a lo largo del tiem po transcurrido. Lo mismo que el conocimiento de la Historia de la Cien cia, ayuda a comprender mejor el esfuerzo del hombre a lo largo de la his
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toria por ampliar y mejorar el conocimiento científico, la Historia de la investigación prehistórica ayuda a valorar mejor el esfuerzo, la curiosi dad científica, el acierto o el error de tantos hombres, hijos del tiempo que les tocó vivir, interesados en el tema que nos ocupa. A todos ellos, si los conocemos, agradeceremos —a unos más a otros menos— su aporta ción al mejor conocimiento del hombre que nos antecedió.
1.1.
El descubrimiento de la antigüedad del hombre y los comienzos de la ciencia prehistórica
La realidad de la gran antigüedad del hombre, se empezó a vislum brar en el ambiente del humanismo renacentista desde el siglo xvi, al com parar instrumentos de piedra aparecidos de forma más o menos ocasio nal, con los de poblaciones primitivas «salvajes» con las que iba tomando contacto el mundo occidental, al compás de los nuevos descubrimientos geográficos. Michele Mercati (1541-1593), médico del Papa Clemente VIII y encargado del Jardín Botánico del Vaticano, en su Metallotheca Vatica na (publicada muy tardíamente, en 1719) describe las piedras y fósiles del Museo, indicando que las «piedras de rayo», ceraunia (hachas pulimen tadas), han podido ser fabricadas por el hombre antiguo. La comparación etnográfica de instrumentos prehistóricos con los de poblaciones primi tivas, se intensificó a lo largo del siglo xvm, en cuyos inicios hemos visto que se editó precisamente la obra de Mercati, y quizás explica el que se adoptara oficialmente en Italia el término «paleo-etnología» o «paletnología» (La Spezia 1865), aún vigente en este país, como equivalente al de «prehistoria». Se ha atribuido al arqueólogo inglés D. Wilson, la invención del tér mino prehistoria cuando, en 1851, lo utilizó para referirse a los restos correspondientes a épocas anteriores al descubrimiento de la escritura. Fuera quien fuera el «inventor», la titulación fue la más aceptada por la comunidad internacional para designar al periodo más largo de la His toria del hombre desde sus orígenes. La verdad es que a pesar de su éxi to y de que aún la sigamos utilizando, la considero muy poco precisa para definir nada menos que la dilatada Primera Historia del Hombre y toda vía el prefijo pre- origina equívocos, como «aún no es historia». Es como si el uso de la escritura fuera tan decisivo —que sin duda lo es—, como para no tener en cuenta actualmente a tantos seres humanos que la igno ran y forman parte de nuestro mundo, nos conocen y están muy próxi mos a nosotros por otros medios, desarrollando culturas ágrafas nada desdeñables, de las que también podríamos aprender. Incluso cuando muchos compatriotas nuestros, si no analfabetos, son todavía práctica mente ágrafos, aunque compartan nuestras vidas e influyan en la trans formación de nuestra propia cultura.
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En este sentido, el término Paleo-etnología acuñado en La Spezia —del griego éthnos, pueblo— pretendía simplemente referirse al estudio de los «pueblos antiguos», sin las connotaciones ni valoraciones a que en ocasiones ha dado lugar el de Pre-historia, incluso entre gentes que pare cen dedicarse al estudio de la historia de forma reconocida. En la actualidad, el término Paletnología se aplica en algunos países, como Francia, al estudio sociocultural de la poblaciones prehistóricas e históricas, cuyo conocimiento es inaccesible mediante los métodos habi tuales en la investigación etnológica. Se trata de un enfoque metodológi co en el que incide una mayor preocupación por la investigación etnoló gica de los tiempos pasados. Desde este punto de vista, frente a criterios fundamentalmente estratigráficos y diacrónicos, propios de la Prehisto ria desde sus comienzos, la Paletnología se preocupa particularmente de las evidencias que presentan los suelos arqueológicos sobre los que vivió el hombre, y de sus relaciones con los restos de sus actividades, profun dizando sobre todo en los fenómenos históricos sincrónicos de un deter minado contexto. Es por tanto una parte de la investigación de la Arqueo logía Prehistórica, que difiere del antiguo comparatismo etnográfico en el que generalmente se establecían analogías a veces en base a elementos aislados de su contexto. La dificultad con que se encuentra en muchos casos el prehistoria dor para interpretar los vestigios y estructuras que descubre, se debe a que los restos arqueológicos son el resultado de procesos naturales o de la intervención del hombre de los que sólo queda una parte material, fal tando aparentemente lo esencial, el cómo y porqué, el proceso dinámi co que los ha producido. Se trata de restos materiales, resultado de la intervención del hombre, pero que son observados por ojos actuales, por el arqueólogo que vive en el presente. Esto ha dado lugar al desarrollo de la Etnoarqueología. Este método se basa en encuestas etnográficas sobre poblaciones actuales, realizadas con la finalidad de resolver pro blemas arqueológicos. De esta manera, la Etnoarqueología trata de enla zar —de forma hipotética— los comportamientos humanos desapareci dos, con los vestigios que aparecen en las excavaciones. Por ello difiere del simple comparatismo etnográfico de los primeros tiempos, que daba la interpretación de un fenómeno prehistórico en función de un fenó meno contemporáneo considerado semejante. Este comparatismo etno gráfico, había sido muy criticado por fundarse sólo en analogías forma les, sin tener en cuenta el contexto técnico, económico o social, cuando se había comprobado que las convergencias en determinados elementos no suponen necesariamente una función idéntica. El método etnoarqueológico en cambio, puede ser útil para investigar ciertas reglas de comportamiento similares en contextos socio-económicos análogos, siem pre que los modelos obtenidos se apliquen con la debida prudencia a las
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sociedades prehistóricas, teniendo en cuenta las diferencias espaciales y cronológicas. En los comienzos de la ciencia prehistórica, lo importante en reali dad fue el reconocimiento de la gran antigüedad del hombre, de la pro fundidad de su pasado, del tiempo que separaba a los hombres moder nos de los antiguos instrumentos humanos que iban valorándose cómo prueba de su existencia, ya desde el siglo xvm y sobre todo a partir del xix. Empieza así una etapa en que los estudios prehistóricos estaban estrechamente ligados a los geológicos (estratigrafía) y paleontológicos (restos de fauna). En 1784, François-Xavier Burtin de Maestricht (17431818), dio a conocer el hallazgo, cerca de Bruselas, de un hacha por deba jo de tres capas de huesos de animales petrificados. En 1797, John Frere (1740-1807), en una carta a la Royal Society de Londres, exponía el hallazgo de útiles de sílex tallado —«armas de guerra, fabricadas y usa das por gentes que no conocían los metales»— en conexión con huesos fósiles y en posición estratigráfica a 4 m. de profundidad. Fue sin duda el precursor de una serie de investigadores que, en base a datos de tipo geológico-estratigráfico , durante la primera mitad del siglo xix, fueron sentando los fundamentos de la ciencia Prehistórica, del conocimiento de los primeros hombres y su antigüedad, de la noción fundamental de que el hombre prehistórico había sido contemporáneo de especies ani males desaparecidas. En 1826, M. Tournai en sus excavaciones en una cueva de Bize (Aude, cerca de Narbona), encontró cerámicas y huesos humanos mezclados con los de animales que «pertenecían a especies desaparecidas». Es interesante su opinión de que sólo la geología podía «dar algunas nociones sobre la época de la primera aparición del hom bre sobre el globo terrestre».
Sin duda es Jacques de Crevecoeur Boucher de Perthes (1788-1868) la figura que merece destacarse sobre cualquier otra. Su incansable tra bajo, desde 1836, perseguía la demostración de la antigüedad del hombre basándose en datos de tipo geológico estratigráfico. Tuvo que soportar la incomprensión y escepticismo ante sus descubrimientos hasta que, en 1860, publicó en Paris su obra De l’homme antédiluvien et ses oeuvres, ya con el apoyo de geólogos y arqueólogos franceses como Rigollot, o los ingleses Prestwich y Evans. Podemos considerar como su continuador a Edouard Lartet (1801-1871), que intentó establecer una cronología «pa leontológica», observando la evolución de los útiles humanos en relación con la fauna. De su clasificación para los sucesivos estadios de los útiles paleolíticos, sólo sigue utilizándose, en algún caso, la de Edad del Reno para el Paleolítico superior. Pero sobre todo a él se debe, junto al inglés Henry Christy (1810-1865) el descubrimiento y valoración del arte mobiliar del Paleolítico superior, aunque sus abundantes descubrimientos no fueron publicados hasta 1875, después de su muerte.
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El arte parietal paleolítico no se revelaría hasta los descubrimientos de Marcelino Sanz de Sautuola en Altamira en 1879, que fueron publi cados en 1880 en Santander: Breves apuntes sobre algunos objetos prehis tóricos de la provincia de Santander. Hoy nos resulta más difícil aún com prender la oposición a los estudios de Sautuola, si tenemos en cuenta los anteriores descubrimientos del arte mueble, por muy asombrosas que fue ran las manifestaciones de la cueva santanderina. No hay que olvidar ade más el importante papel jugado por el naturalista español Juan Vilanova y Piera —primer catedrático de geología de la Universidad española—, incansable defensor de los descubrimientos de Sautuola, con todo el peso de su prestigio en el mundo científico, desde 1880: Conferencias dadas en Santander (septiembre de 1880), Torrelavega 1881. Así y todo, hubo que esperar más de veinte años para que se reconociera su autenticidad, has ta que en 1895 Emile Rivière dio a conocer sus descubrimientos de arte rupestre en la cueva la Mouthe (Tayac, Dordoña), seguidos desde 1896 por los de las cuevas de Pair-non-Pair, Marsoulas, y, sobre todo, en 1901, Combarelles y Font-de-Gaume, vinculadas a la genial personalidad de H. Breuil (1877-1961). Él fue el gran rehabilitador de Altamira, cuya gran sala, con una bóveda de catorce metros y veinticinco animales magnífi camente representados, mereció el calificativo de «Capilla Sixtina del arte cuaternario».
Si tenemos en cuenta que esta primera Prehistoria surgió vinculada a los estudios de una geología catastrofísta y diluviana, que hacía del hom bre prehistórico un ser antediluviano, «salvaje», y en el contexto social de la primera mitad del siglo xix —en el que todavía los cálculos sobre el ori gen del mundo y la humanidad se basaban en el Génesis—, podremos comprender mejor el antagonismo que provocaban los nuevos descubri mientos y el escepticismo crítico y cautela de parte de algunos hombres de ciencia. La publicación en 1859 del Origen de las especies de Charles Darwin, contribuyó más que ninguna otra obra a romper las viejas con cepciones y muy concretamente en lo que se refiere al origen de la huma nidad, preparando los espíritus a admitir la evolución del hombre primi tivo en su aspecto físico y cultural. Pocos años después, en 1863, el geólogo inglés Ch. Lyell, creador de una «nueva geología», diluvialista, publica The Geological Evidences of the Antiquity of Man, la primera síntesis mono gráfica sobre el conocimiento de la antigüedad de la especie humana, recogiendo los datos aportados por los hallazgos de Neanderthal (1857). Paralelamente a estos estudios, estrechamente vinculados al desarro llo de las ciencias de la Naturaleza en la que se insertaba la vida del hom bre primitivo, se inició otra corriente fundamentada en el estudio de los materiales y la técnica empleados en la fabricación de los útiles prehis tóricos, en su análisis formal y tipológico. Sus impulsores fueron histo riadores y arqueólogos escandinavos, llevados por la necesidad de orde-
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nar adecuadamente las coleccciones que se iban formando con objetos procedentes de hallazgos casuales unas veces y de excavaciones otras. Ya en 1776, P. F. Suhm afirmaba que en Dinamarca, Noruega y Suecia, los utensilios y armas primero fueron de piedra, luego de cobre y después de hierro. Esta periodización en tres edades sucesivas también la recoge Skuli Thorlacius (1802) y sobre todo L.S. Vedel Simonserí (1813-1816), quien señaló que, aunque el desarrollo de la cultura escandinava puede dividirse en edades de la Piedra, del Cobre y del de Hierro, éstas no pueden sepa rarse con límites exactos y el uso de utensilios de piedra continuó entre los grupos más pobres después de la aparición del cobre, y éste siguió usándose con el hierro. Fue Christian Jurgensen Thomsen (1788-1865) quien al ordenar la colección del Museo Nacional de antigüedades danesas, siguiendo la cla sificación tipológica de acuerdo con las Tres Edades sucesivas, dio carta de naturaleza al nuevo sistema. Sobre todo, al publicar en 1836 la guía del Museo Nacional danés, editada en inglés en 1848, hizo que el sistema de las Tres Edades adquiriera una amplia divulgación y quedara vincula do a su nombre.
Otro personaje interesante fue Jens Jacob Asmussen Worsaae (18211885), del que se ha dicho que fue el primer arqueólogo profesional y muy avanzado para su época. En 1843, quince años antes de la aparición del Origen de las Especies de Darwin, publicó su Danmarks Oldtid, traducida al inglés en 1849, en la que, además de defender el sistema de las Tres Edades, expone los principios de la excavación arqueológica y las venta jas del método comparativo. Creo que vale la pena recoger el siguiente fragmento de su obra, como expresión de su «modernidad» en 1843: «Para tener una idea justa sobre los primeros pobladores y las relaciones más antiguas de nuestro país no basta con atender tan sólo a los objetos desen terrados. Es al mismo tiempo absolutamente indispensable examinar y comparar cuidadosamente los lugares en los que suelen encontrarse las antigüedades; de otra manera muchos puntos colaterales importantes no podrán ser explicados, al menos de forma satisfactoria.» (Daniel, 1974, pág. 100). Gracias a él se consolidó un nuevo método comparativo de interpretación histórica del hombre primitivo, que va más allá de la sim ple tipología de los útiles, y bien manifiesto en la obra de Sven Nilsson (1787-1883), para quien los restos arqueológicos serían reflejo de series progresivas de la civilización humana: la etapa «salvaje», la pastoril nóma da, la agricultora, y, finalmente, un cuarto estadio de civilización «con una clase de sociedad mucho mejor organizada, en la que el trabajo se divide entre sus diversos miembros.» (Daniel, 1974, pág. 108).
También en Suiza se manifestó esta corriente evolucionista de la cul tura, cuando en el invierno de 1853-54, al descender el nivel del lago de Zurich, se pusieron al descubierto restos de habitaciones palafíticas. Karl-
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Adolf Morlot (1820-1867), profesor de geología en la Academia de Laussane, resumió los descubrimientos de los palafitos, señalando cómo el desarrollo de la arqueología había sido muy parecido al de la geología y mediante el método geológico se podía reconstruir las edades primitivas de la vida del hombre, para elaborar la que llama «historia prehistórica. Esto es arqueología pura y simple». Añadiendo que la arqueología no aca ba allí donde comienza la historia «pues cuanto más profundizamos en nuestras investigaciones históricas resultan más incompletas, dejando huecos que el estudio de los restos materiales ayuda a cubrir». A pesar de su formación de geólogo, destaca de forma manifiesta su sentido históri co ante la necesidad de estudiar de forma global la vida del hombre «en su industria, sus costumbres y su modo general de vida». De ahí su inte rés por la etnología que ofrece «una escala contemporánea de desarro llo». La etnografía sería para la arqueología lo que la geografía física para la geología. Su concepto de desarrollo de la historia es claramente evolu cionista y progresista, como «un progreso, lento, pero ininterrumpido e inmenso, una vez considerado su punto de partida...». Aunque seguidor del sistema de las Tres Edades, señala que su cronología es puramente relativa, secuencial, como la de las formaciones geológicas, no pudién dose saber cuándo comenzó la Edad de la Piedra, la del Bronce o la del Hierro, ni cuánto duró cada una de ellas, aunque la enorme acumulación de restos podrían indicar una larga duración para las dos primeras. En todo caso, geología y arqueología pueden ayudarse y complementarse. La arqueología podría obtener fechas con la ayuda de la geología, lo mismo que ésta puede llegar a fechas absolutas con datos arqueológicos a partir de la aparición del hombre sobre la Tierra. Con él tenemos ya un clavo concepto histórico de la Prehistoria y de la necesidad de una metodología científica para su estudio mediante el uso de técnicas geocronológicas, además de las etnológicas, todo ello imbuido de una enorme fé en el pro greso y su evolución ascendente, propia de la época (Daniel, 1974, pp. 113-117). Dentro de este contexto se explica la aparición de figuras como la de Sir John Lubbock (1834-1913), político y banquero, pero al mismo tiem po gran conocedor de las ciencias naturales y la Prehistoria, temas a los que dedicó numerosas publicaciones que tuvieron un gran éxito tanto en medios científicos, como entre el gran público culto de la época, y refle jan una mente privilegiada, abierta y original, junto a una gran compe tencia científica. En 1865 publicó su primera obra, Prehistoric Times..., donde destaca su valoración de los restos prehistóricos como páginas de la historia y la conveniencia de los métodos geológicos para su investiga ción, aunque es consciente de sus limitaciones —«el esqueleto de un sal vaje no siempre puede ser distinguido del de un filósofo»—, pero también de sus posibilidades: «los hombres de épocas pasadas han de ser estu
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diados principalmente a través de sus obras». Introdujo por primera vez el término Paleolítico para la etapa más antigua de la prehistoria, «La de los aluviones, cuando el hombre compartía la posesión de Europa con el mamut, el oso de las cavernas, el rinoceronte lanudo y otros animales extinguidos». Y el de Neolítico, para el posterior de la piedra pulimenta da. Advierte que la sola presencia de unos cuantos utensilios de piedra, no es suficiente para atribuir el hallazgo a la edad de la Piedra, y que su esquema sólo es válido para Europa, y quizás para regiones próximas de Asia y Africa. Es un claro defensor del polimorfismo y de una evolución natural de la cultura humana-, «las artes y utensilios sencillos han sido inventados independientemente por varias tribus en épocas distintas y en distintas partes del mundo...». «Con demasiada frecuencia se da por supuesto que el mundo fue poblado gracias a una serie de migraciones. Pero las migraciones propiamente dichas son sólo compatibles con un estado bastante alto de organización...». «Las mayores esperanzas para el futuro se ven justificadas por toda la experiencia del pasado» (Daniel, 1974, pp. 117-122).
En 1867, con motivo de la Exposición de París, se exhibió una colec ción prehistórica para la que Gabriel de Mortillet (1821-1898) escribió una guía en la que destacaba tres principios: La Ley del progreso de la humanidad, la Ley del desarrollo semejante y la gran antigüedad del hom bre. Más tarde, hizo una clasificación del Paleolítico estableciendo una cronología relativa de su desarrollo, siendo el primero en emplear una terminología basada en yacimientos epónimos, siguiendo la costumbre de la nomenclatura geológica. Así surgieron los términos Achelense, Musteriense, Solutrense y Magdaleniense, a los que después seguirían otros muchos, debido al favor que alcanzaron sobre todo entre los prehistoria dores franceses.
La necesidad de establecer una cronología, hasta entonces relativa en relación con las series estratigráficas, sobre todo para los periodos de la Prehistoria más reciente, en que faltaban datos paleontológicos, condu jo a Oscar Montelius (1843-1921) a buscar un nuevo método, el de la cro nología comparada, sobre todo para la Edad del Bronce. Mediante el esta blecimiento de una tipología muy estricta de los útiles de bronce y su comparación con los de culturas históricas del Mediterráneo, Egipto y Próximo Oriente, hizo una clasificación de cuatro fases para el Neolítico y seis para la edad del Bronce, dentro de un concepto difusionista y pro gresista de la cultura, que alcanzó gran éxito en las primeras décadas del siglo xx. Ya hemos visto que, desde los comienzos de la Prehistoria, el deseo de conocer e interpretar las formas de vida de los primeros hombres, des pertó el interés por buscar modelos entre las poblaciones primitivas de la
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época; bastaría recordar los citados trabajos de Worsaae, Morlot o Lubbock, para ver que los estudios de Prehistoria, desde mediados del siglo xix, se apoyaron en los de la Antropología cultural, a la que deben precisamente el concepto de cultura. La influencia de corrientes de pen samiento de diferentes escuelas antropológicas derivadas de personali dades como Tylor, Morgan, Maine, Frazer o Bachofen, todas ellas inspi radas en teorías evolucionistas, comunes a la ciencia de la época, situaron las investigaciones en un concepto unitario del desarrollo histórico de la humanidad, destacando algunos aspectos significativos como la tecnolo gía, los sistemas de parentesco, los sistemas políticos, las creencias reli giosas..., aunque pronto se revelaron excesivamente clasificatorias y apriorísticas en la determinación de las secuencias. Entre 1900 y 1930, surgieron nuevas corrientes de pensamiento, entre ellas la difusionista en la que destaca la obra de F. Boas, o la histórico-cultural de Ratzel, Frobenius, Graebner y el padre W.Schmidt.
Habría que señalar sobre todo la obra del antropólogo inglés Edward Burnett Tylor (1832-1912), por la importancia y consideración que dio en sus trabajos a las aportaciones de la arqueología prehistórica. El nortea mericano Lewis H. Morgan (1818-1881), preocupado sobre todo por la organización social y el origen de los indios de América del norte, publi có en 1877 su Ancient Society, donde expuso un esquema de la evolución de la sociedad humana desde sus orígenes. Su metodología fue amplia mente criticada por algunos, pero sus teorías sobre la evolución social tuvieron gran repercusión debido a que fueron muy bien acogidas por Karl Marx (1818-1883) y sobre todo por su continuador Friedrich Engels (1820-1895). Éste, en su ensayo sobre el «Origen de la familia» (1884), dentro de una concepción materialista de la historia, considera que con Morgan se inició una nueva era en el estudio de la Prehistoria. Engels, afirma que su teoría, fiel a Morgan, «no puede ser discutida, dado que procede directamente del proceso de producción».
1.2.
El nuevo concepto de Prehistoria a partir de Vere Gordon Childe
Al tratar la Prehistoria del siglo xx, hay que destacar sin lugar a dudas, sobre todo después de la primera guerra mundial, la obra de Vere Gor don Childe (1892-1957).
Como consecuencia de los acontecimientos bélicos sufridos, Europa y el mundo en general, estaban sumidos en una gran crisis política, eco nómica, social e intelectual, habiéndose roto la profunda fe en el progre so de la humanidad que caracterizó el siglo precedente. Surgen así nue vas corrientes de pensamiento y de interpretación histórica. Entre ellas la que atribuía las transformaciones culturales y el progreso a cambios
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étnicos, a difusión de ideas y a migraciones de pueblos, dentro de recons trucciones mecanicistas que tanto iban a influir en las tendencias nacio nalistas y racistas. Childe manifestó su espíritu innovador al conseguir dar significado histórico a la gran masa de datos arqueológicos acumulados en un siglo de excavaciones prehistóricas. Por ello, se le ha considerado, con justicia, fundador de la Prehistoria moderna. Resumió y reelavoró la mayor parte de las orientaciones metodológicas creadas hasta entonces en la Prehis toria europea, recogiendo las teorías marxistas y otras corrientes cultura les de la época en Europa y América. Rompió así con la tradición investi gadora de recogida minuciosa de datos y clasificaciones, poniendo de manifiesto la subjetividad de las clasificaciones tipológicas y evolutivas, aunque pudieran servir de ayuda para establecer una cronología relativa.
Lanzó nuevas síntesis interpretativas, que se iniciaron en 1925 con su Dawn ofEuropean Civilization, obra que causó gran impacto entre los prehistoriadores de la época. En ella trató de reconstruir fundamental mente, a partir de datos arqueológicos, los aspectos económicos, socia les, y de desarrollo cultural. Su concepto de cultura como unidad econó mica y social, donde se inserta un contexto arqueológico concreto, en un espacio y tiempo determinados, es la base para su interpretación indivi dualizada y al mismo tiempo para interrelacionar fenómenos sincrónicos fechados históricamente: «...las sociedades no están representadas por los esqueletos de sus muertos, sino por los resultados permanentes de su comportamiento: por sus cacharros y plantas de viviendas, por sus ador nos personales y ritos funerarios, por los materiales traídos de lejos, etc. Los arqueólogos dividen y clasifican estos restos en diferentes tipos, y cuando los mismos tipos se encuentran reunidos repetidas veces en dife rentes lugares dentro de una región determinada, son agrupados juntos para representar lo que denominamos culturas». (Childe, 1978, pág.16). Su concepto de cultura no tiene necesariamente un valor cronológi co; una cultura puede persistir largo tiempo en una misma zona, o una misma cultura que aparece en un lugar en un momento cronológico deter minado, puede llegar a otro mucho más tarde. El origen y desarrollo de la civilización los centra en dos grandes fenómenos económicos y socia les: las «revoluciones agrícola y urbana». Según él, mediante las técnicas de domesticación de plantas y animales, el hombre produjo sus medios de subsistencia, y, con el perfeccionamiento de estas técnicas y la obten ción de excedentes, cambiaron las relaciones de produción de las socie dades neolíticas, desembocando en una especialización del trabajo, estra tificación en clases y acumulación de riqueza por el grupo dominante. Es imposible tratar de encasillar a Childe —como a veces se ha pre tendido— en una corriente intelectual concreta. En él conviven al mismo
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tiempo evolucionismo, funcionalismo y difusionismo. Su orientación marxista, se revela en su interés por los aspectos económicos y sociales y el análisis materialista histórico de los datos arqueológicos, así como por su visión dialéctica de la dinámica cultural. Está estrechamente relacio nado con la investigación antropológica funcionalista de B. Malinowski (1884-1942) y A. R. Radcliffe-Brown (1881-1955) —continuadores en par te del sociólogo francés E. Dürkheim (1858-1917)—, en los que el con cepto de función aplicado a las sociedades humanas, se funda en la ana logía entre la vida social y la vida orgánica. Para Radcliffe-Brown, «La estructura se mantiene a través de la continuidad de su funcionamiento». No hay que olvidar que los orígenes del funcionalismo hay que situarlos en el contexto de la difusión de las tesis darwinistas dentro del ámbito de las ciencias sociales, y al mismo tiempo, que, para Malinowski, el fun cionalismo se caracteriza por interpretar y explicar los hechos antropo lógicos «por su función, por la parte que desempeñan dentro del sistema integral de la cultura, por la manera en que se relacionan entre sí en el seno de ese sistema y por la manera en que éste está relacionado con el medio ambiente». Childe rechazó el uso de analogías entre elementos aislados de dis tintas culturas, considerando válido, en cambio, el contraste entre cultu ras alejadas en el espacio y tiempo: análisis del paralelismo de los fenó menos urbanos del Próximo Oriente y América Central. De ahí, su valoración de los grandes focos culturales como originarios de la civili zación y su tendencia al difusionismo, que ha sido objeto de fuerte críti ca por quienes, en cambio, muchas veces no han sabido hacer justicia a su fuerza creativa e innovadora en tantos aspectos de la interpretación prehistórica. Como señaló Maluquer de Motes, constituye el primer inten to moderno de interpretación de las primitivas sociedades europeas por un espíritu investigador y científico, al mismo tiempo inmerso en el con texto del mundo en el que le tocó vivir (Introducción a Childe, 1987).
2.
OBJETIVOS Y METODOLOGÍA DE LA PREHISTORIA
Desde los comienzos de los estudios de Prehistoria, el objetivo —más o menos explícito— parecía ser el conocimiento de los tiempos más anti guos de la humanidad. Para la recuperación e interpretación de los datos, se apoyaban en la geología, paleontología, tipología y estructura de los propios hallazgos y en la etnografía como posible referencia. Desde un punto de vista metodológico surgieron también distintas corrientes teó ricas. A mediados del siglo xix, empezó a dominar la corriente evolucio nista de la cultura y la convicción del progreso creciente de la humani
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dad. Esto influyó en las técnicas de investigación, sobre todo en el análi sis formal, las tipologías de útiles y estructuras, y en el comparatismo etnográfico. Pero a pesar de esta aparente unidad, surgieron dos corrien tes distintas, la difusionista a partir de grandes centros de creación y la polimorfista, que defendía la existencia de distintos lugares de «inven ción» como consecuencia de una evolución natural de la cultura huma na. La aceptación más o menos radical de una de estas actitudes, influyó decisivamente en planteamientos y objetivos antagónicos.
La investigación prehistórica no se limita al estudio de los restos mate riales que nos han dejado las distintas culturas humanas, sino que inten ta reconstruir todo el contexto cultural del que aquellos formaron una parte a veces mínima. La reconstrucción del medio ambiente y las con diciones en que se desarrollaron las poblaciones que dejaron los restos, la organización de las comunidades sociales que los produjeron, los méto dos que utilizaron para la explotación de recursos, su mentalidad y su pensamiento ideológico y religioso. Sólo con esta consideración global la Prehistoria consigue un conocimiento real de la historia de la humani dad en sus etapas más primitivas. Teniendo en cuenta las fuentes de investigación de que parte, la Prehis toria tiene que aplicar una metodología propia para el estudio de esa eta pa de la vida del hombre. Por sus objetivos, entra dentro del campo de las ciencias humanas o sociales, como la Historia, la Antropología o la Sociología, pero sus técnicas de investigación inciden en muchos aspec tos de las ciencias físicas y de la naturaleza, que son fundamentales en el análisis e interpretación de los datos de que dispone en su investigación. El método arqueológico es absolutamente necesario en la investigación prehistórica, mientras que para periodos posteriores, ya históricos, es complementario del propiamente histórico, aportándole una ayuda inextimable que difícilmente podría extraerse exclusivamente de los textos. Así, la investigación prehistórica depende, por un lado, de unas técnicas de recuperación y análisis de los datos cada vez más perfeccionadas, con forme se desarrollan las ciencias físico-matemáticas y de la naturaleza, y por otro, de la actitud y planteamiento metodológico del propio prehis toriador ante los restos del pasado, lo que influirá decisivamente en su interpretación. Para Binford (1972), «Si la reconstrucción del pasado fue ra el principal objetivo de la arqueología, estaría condenada a ser un cam po particularista y no generalizador. Nuestras taxonomías serían tan numerosas como las diferentes entidades históricas identificadas». Natu ralmente, este autor parece entender por reconstrucción del pasado el simple análisis de los restos y su clasificación, pero es evidente que el pro pósito de la ciencia prehistórica no es tan simple ni limitado, aunque pue da haber arqueólogos con objetivos más o menos limitados o ambi ciosos.
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En realidad, la Prehistoria ha tratado de explicar el fenómeno huma no desde sus orígenes en los distintos lugares y espacios temporales. Cono cer dónde, cuándo, cómo y por qué se produjeron sus distintas manifes taciones. A lo largo de su desarrollo como ciencia, fue encuadrándose dentro de las corrientes científicas de cada época, y en este sentido es bien sintomática su clara adscripción a las teorías evolucionistas aplicadas a la cultura en los primeros tiempos. A partir de los años cincuenta, tuvie ron gran importancia los métodos de explicación científica, como conse cuencia del desarrollo en Norteamérica de la filosofía de la ciencia gra cias a los trabajos de Hempel y Oppenheim, cuyo modelo deductivo de la estructura de las teorías científicas fue aplicado a la sociología. Teórica mente se trataba de introducir una lógica científica para llegar a una expli cación mediante el método deductivo. Dentro de esta óptica, para los llamados «nuevos arqueólogos», el objetivo, la teleología, sería lograr un marco científico para la arqueolo gía y así llegar a la explicación de los acontecimientos prehistóricos. Pero siguiendo una lógica científica, para explicar algo hay que contar con un cuerpo de leyes generales sobre los fenómenos relevantes. Así, la formu lación de Leyes para comprender y explicar fenómenos naturales, se tras ladó al campo de la investigación prehistórica, y la formulación y con firmación de leyes y teorías sería el objetivo principal de la ciencia. A través del uso de leyes y teorías científicas se podrían dar explicaciones e incluso hacer predicciones. El problema y objeto de debate de estos planteamientos, está en saber qué es lo que constituye la explicación en las ciencias sociales y cuál es el mejor modo de llegar a ella, y si su fundamentación en leyes permite hacer predicciones. Para el positivismo lógico en las ciencias analíticas, explicación significa demostrar que el caso particular que se desea explicar, es un ejemplo de las relaciones gene rales descritas en una ley (Ley covertora). Habría que plantearse si es posible conseguir un cuerpo de leyes generales de los fenómenos prehis tóricos, que sirvieran para la posterior explicación tan ansiada por todos (P. Jo Watson, S.A, Le Blanc y Ch. Redman, 1974). Aunque en líneas generales, el objetivo de los distintos plantemientos metodológicos es el mismo —un mejor y más riguroso conocimiento del hombre prehistórico y su comportamiento— es evidente la diversa valo ración de los factores causales propuesta por las distintas corrientes, y, en consecuencia su orientación metodológica.
3.
PRINCIPALES CORRIENTES METODOLÓGICAS
Dos son las corrientes principales. La que pone especial énfasis en los estudios de Paleoeconomía, en el conocimiento del medio ambiente en el
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que se desarrolló la vida del hombre prehistórico, y la antropológico cul tural, que incide en el conocimiento de la estructura interna y la organi zación social de las comunidades prehistóricas. Aunque suponen dos orientaciones metodológicas distintas, no son necesariamente antagóni cas como se ha pretendido, sino que ambas pueden ser complementarias.
Hacia 1952, el profesor de la Universidad de Cambridge, J. G. D. Clark, orientó sus investigaciones de acuerdo con nuevas y originales estrate gias, hacia la Paleoeconomía. Se trataba de reconstruir las estructuras eco nómicas de base de las sociedades prehistóricas —consideradas como actividades de subsistencia—, mediante el estudio de los restos paleobotánicos y faunísticos y análisis físico-químicos de los materiales. Para ello, hizo una amplia síntesis de los datos disponibles y emprendió nuevas excavaciones arqueológicas, como la del yacimiento mesolítico de Star Carr, con una programación previa dirigida a la reconstrucción econó mico ambiental. En la Introducción a Prehistoria Europe: The economic basis from savagery to civilization (Clark, 1955), señala que la economía de una comunidad es necesariamente el resultado de una adaptación entre cultura y medio natural: «Uno de los atractivos principales de la Prehis toria, reside en la ocasión que ofrece de estudiar, a través de amplios espa cios de tiempo, la acción recíproca de las aspiraciones sociales y el medio natural». Partía de la convicción de que cada cultura tiende a alcanzar y man tener un pleno equilibrio con el medio ambiente en que se mueve, de acuerdo con la triple relación entre bioma, hábitat y cultura. El bioma, integrado por plantas y animales, se entiende como un conjunto someti do a cambios debidos a las relaciones entre las diferentes especies, parti cularmente al hombre. El hábitat, conformado por el clima, la geomorfología, las líneas de costa, ríos, lagos..., no estaría directamente afectado por las especies vivas y si por fenómenos de cambio profundos como las glaciaciones. La cultura la considera fundamentalmente en sus aspectos tecnológicos. Las causas fundamentales del cambio de la relación hom bre-ambiente, estarían en transformaciones profundas del hábitat, en modificaciones culturales debidas a invasiones, a desequilibrios demo gráficos, a influjos de grupos más desarrollados tecnológicamente, o a alteraciones importantes del bioma por la intervención humana. La difi cultad principal estriba en conocer las causas del cambio cultural, que, desde esta perspectiva, resultan siempre externas a la propia cultura. Esta línea de investigación, inspirada en el relativismo cultural y el funciona lismo tuvo gran influencia en la Prehistoria europea, poniéndose especial énfasis en la valoración de una o varias de las causas mencionadas.
Continuadores de Clark en la Universidad de Cambridge, fueron E. S. Higgs y M. R. Jarman, aunque partiendo de presupuestos distintos. La
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base del comportamiento humano sería el instinto, la etología —estudio comparado del comportamiento animal en relación con el medio ambien te, la morfología y la fisiología—, de núcleos humanos que ocupan un determinado territorio, con la consideración básica de que el comporta miento instintivo es homogéneo, e inspirado en el principio del máximo rendimiento con el mínimo esfuerzo (Introducción a Palaeoeconomy, 1975). Así, una vez definidas las características ecológicas de un territo rio y las bases tecnológicas de un grupo humano, se podría deducir su actividad económica. Esto puede llevar a la formulación de complejas hipótesis reconstructivas de la actividad desarrollada por la comunidad. En determinados tipos de ambiente, en presencia de un cierto nivel tec nológico —dada la homogeneidad del comportamiento instintual—, serían predecibles las actividades, sin necesidad de confirmaciones arqueológi cas. Este claro determinismo geográfico, que parte del concepto de uni formidad en el comportamiento humano, dio lugar a interesantes estu dios en el campo de la Paleoeconomía, independientemente de que se sitúen en extremos más o menos radicales en su interpretación.
Mediante el análisis antropológico se han abierto nuevas posibilida des al conocimiento de un aspecto fundamental, la explicación global de la vida del hombre prehistórico, en la que tienen un papel importante los estudios de organización social, influidos por las corrientes de la antro pología cultural norteamericana, como E. R. Service y M. Sahlins (La eco nomía de la Edad de la Piedra, 1977). La tendencia de la nueva antropología americana era la de conseguir individualizar la regularidad del funcionamiento y desarrollo de las socie dades humanas, siguiendo las pautas marcadas por la filosofía de la cien cia. J. H. S. Steward, con una concepción normativa de la cultura, recon sideró el postulado fundamental del funcionalismo: las relaciones entre los distintos rasgos de una cultura explican el funcionamiento del orga nismo cultural. Su método nomotético (subsumir los hechos particula res en formas generales mediante conceptos de clases o leyes), tenía como fin último la identificación de las leyes que explicarían el funcionamiento y la dinámica de la transformación de las culturas. Su metodología con siste en comparar varias situaciones y definir varios «tipos culturales», para presentar series análogas de elementos relacionados causalmente, que forman el núcleo cultural. Estos elementos son el medio ambiental, la estructura social, la base tecnológica y las manifestaciones ideológi cas. El análisis comparativo del funcionamiento interno y la dinámica de transformación de las culturas, indicaría que varias culturas pueden tender a transformarse de modo homogéneo independientemente de fenó menos de difusión. En realidad se trata de una forma de evolucionismo multilineal, que se diferencia del clásico por la posibilidad de comprobar procesos diversificados, y, a nivel teórico, por su vinculación al evolu
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cionismo biológico, que no responde a una tendencia innata hacia el pro greso, sino a la continua adaptación al ambiente natural y social, ya que las comunidades humanas normalmente no se desarrollan en total ais lamiento y además establecen relaciones sociales con las comunidades vecinas.
Una de las principales contradiciones de Steward está precisamente en la búsqueda de regularidad en un desarrollo multilineal. Si se admi ten diversos tipos de cultura, que explotan de forma diferente un mismo medio o que desarrollan actividades semejantes en ambientes muy diver sos, parece difícil poder sostener la existencia de leyes universales de com portamiento de las culturas, de forma que los tipos individualizados por su funcionamiento o desarrollo, sólo tiene un valor taxonómico. Leslie White en cambio, siguiendo la línea evolucionista clásica, había defendi do un proceso de desarrollo unilineal, presente bajo diversas manifesta ciones culturales concretas, basándose en la universalidad de las leyes que regulan el comportamiento cultural, entendiendo la cultura como una entidad que trasciende las culturas concretas, con un proceso de de sarrollo unitario: «La cultura no es más que un medio para desarrollar el proceso vital de una especie vital, el Homo sapiens». Dentro del sistema cultural, individualiza tres subsistemas: el tecnológico, el sociológico y el ideológico. El tecnológico asume el papel principal por estar directamente relacionado con el aprovechamiento del medio natural, cuyas variacio nes inciden en la capacidad de utilización de la energía por las socieda des humanas según su nivel evolutivo. Childe ya había destacado la impor tancia del aspecto tecnológico, aunque no lo considere como una variable independiente, sino dentro del contexto más amplio de las fuerzas pro ductivas, cuyo desarrollo va ligado a la estructuración de las relaciones sociales de producción. Además Childe no tenía un concepto unitario de la cultura, sino que se basaba en la realidad concreta de la evolución his tórica de las sociedades, interesándose sobre todo en las causas de la trans formación. Dentro de esta corriente neoevolucionista hay que incluir a R. J. Braid wood, que, retomando los trabajos de Childe sobre la «revolución neolí tica», centró sus investigaciones de campo en el Próximo Oriente, esta bleciendo para sus poblaciones una serie de fases de desarrollo hasta que alcanzaron la estructura social de comunidades, agrupadas en poblados, con una base económica plenamente productiva. Esta visión de desarro llo, la extendió después a un nivel general más amplio, dentro de un evo lucionismo de carácter multilineal comparativo e inductivo, semejante al de Steward. En su interpretación del origen y desarrollo de la economía productiva, destacó la importancia de la relación del hombre con el medio, aunque éste sólo represente un dato objetivo sobre el que se adapta la cul tura de forma activa.
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Lewis R. Binford (1968) critica la visión de Braidwood de las fases sucesivas de desarrollo, que para él sólo representan momentos acumu lativos de crecimiento cultural dentro de una tendencia más próxima a Leslie White y al neopositivismo lógico, por el que la explicación de los fenómenos procesuales y de funcionamiento, sólo podría alcanzarse mediante leyes de carácter general convenientemente comprobadas, den tro de la teoría de los sistemas, que proporcionaría un cuerpo de leyes de funcionamiento aplicable a las más diversas situaciones concretas.
Lewis Binford es sin duda la figura más destacada de la corriente meto dológica que, a partir de los años sesenta, se dio en llamar «Nueva Ar queología» —arqueología procesual posteriormente—, que trata de com prender el pasado prehistórico a través de los procesos de transformación que ha ido experimentando el hombre desde sus orígenes. Etnógrafo, etò logo y arqueólogo, Binford es ante todo un pensador preocupado por la búsqueda de un método que permita llegar a un mejor conocimiento y comprensión del pasado. A lo largo de su dilatada labor investigadora, enfrentada con los problemas concretos de su trabajo de campo, su pen samiento ha ido evolucionando y madurando desde su primer ensayo metodológico de 1969. En un trabajo de síntesis, traducido al castellano (Binford, 1988), resumen de una serie de conferencias impartidas entre 1980 y 1981, nos da a conocer su pensamiento e investigaciones más recientes, poniendo de manifiesto su gran honestidad científica con gran claridad de exposición, incidiendo más en los métodos de inferencia que en las conclusiones epistemológicas aunque «esté más convencido que nunca de que el secreto para el desarrollo de la ciencia arqueológica estri ba en la profundización y experimentación de las estrategias epistemoló gicas» y «únicamente mediante el desarrollo de epistemologías científi cas y de los métodos correspondientes para lograr una relativa objetividad al evaluar las ideas nuevas, se empezará a acumular el conocimiento como resultado de un empeño científico» (Binford, 1988, pág. 18 y nota 14 del Prefacio). Incide en que el registro arqueológico se compone de restos materia les y distribuciones de materia, pero no hay que olvidar que las observa ciones que se hacen sobre él, son actuales, propias del arqueólogo, y no informan por sí mismas sobre el pasado. El único modo de darles senti do «es averiguando cómo llegaron a existir esos materiales, cómo se han modificado y cómo adquirieron las características que vemos hoy» (Bin ford, 1988, pág. 24). Para su comprensión se necesita la suma y relación de actividades dinámicas humanas y sus consecuencias observables en los vestigios materiales estáticos: «La arqueología debe transcribir en for ma literal la información estática contenida en los restos materiales obser vables para reconstruir la dinámica de la vida en el pasado y estudiar las condiciones que han hecho posible que estos materiales hayan sobrevi
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vido y llegado hasta nosotros». Esto exige al arqueólogo una mejor com prensión de nuestras propias interacciones actuales con el mundo mate rial, en cómo nuestro comportamiento puede modificar nuestro contex to material y dejar huella sobre lo que sucede en nuestra vida cotidiana. Considera fundamental esta actitud para que el arqueólogo sea capaz de descifrar y leer el registro arqueológico, los aspectos del pasado que le interesan.
Binford señala que el historiador trabaja con registros escritos que le transmiten información, pero tiene que considerar los motivos que han conducido a dejar la documentación escrita, a fin de valorar correcta mente su fiabilidad. El arqueólogo lo hace con un material que difícil mente ha sido codificado con propósitos de engaño, pero para interpre tarlos tiene que plantear una serie de supuestos e ideas que es necesario evaluar con una metodología adecuada. La arqueología tiene que acce der al pasado desde el presente y para ello necesita una ciencia del regis tro arqueológico que enfoque problemas especiales que surgen al tratar de utilizarlo. Según él, ni el método histórico ni el de las ciencias socia les resuelven el problema. Para Binford, los métodos de las ciencias naturales pueden ser más útiles, ya que no esperan que los hechos hablen por sí mismos, ni que las relaciones observadas tengan un sentido evidente por sí mismo, sino que su preocupación es dar sentido a sus observaciones para posteriormente evaluar en la práctica hasta qué punto es útil la interpretación propues ta. La posición del arqueólogo sería semejante: interpretar los hechos arqueológicos (actuales) que observa, y luego tratar de evaluar hasta qué punto su imagen del pasado se ajusta a la realidad. Por esta razón, Bin ford siempre defiende que la arqueología debería adoptar los métodos de las ciencias naturales, ya que sólo sus técnicas le pueden ayudar en su problema: el trabajar con observaciones actuales sobre materiales cuya génesis es inasequible a través de la observación. Las excavaciones arqueológicas deberían ir estrechamente relaciona das con la metodología necesaria que permita interpretar lo que se obser va. «Es necesario un crecimiento equilibrado entre el desarrollo de las técnicas que nos permiten hacer inferencias exactas acerca del pasado y la realización de observaciones arqueológicas que nos proporcionan mate riales de interpretación». «Las buenas técnicas de excavación dependen del conocimiento de los sistemas potenciales de hacer inferencias acerca del pasado» y a su vez, «las propias técnicas de excavación son las que continuamente nos llevan a un mayor y variado número de formas de investigación metodológica». «La arqueología es una disciplina interac tiva que no puede crecer sin encontrar un equilibrio entre los intereses teóricos y los prácticos» (Binford, 1988, pág. 26).
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Una permanente autocrítica conduce al progreso y sirve de constan te desafío tanto para el arqueólogo, como para el paleontólogo, cuya pre ocupación última debe de ser hacer inferencias sobre el pasado en base a datos actuales. No se puede estudiar directamente el pasado ni limitar se al simple descubrimiento, sino que todo depende de las inferencias que se hagan sobre el pasado a partir de cosas encontradas actualmente, los datos arqueológicos, que no son evidentes por sí mismos. Ésta es una constante preocupación para Binford, y de ahí la importancia de su inves tigación en el campo de la Etnoarqueología y la Arqueología Experimen tal, siempre dirigidas a conseguir vías de inferencia, de aproximación a los restos prehistóricos del pasado, que se nos ofrecen como realidades presentes. No puede extrañamos la aceptación de las orientaciones de Binford y sobre todo la ilusión y esperanza que suscitaron en mucha gente joven que veía los caminos de la arqueología fuertemente enquilosados en la simple investigación de campo y análisis de laboratorio. El entusiasmo por buscar nuevas vías de inferencia, no siempre logró alcanzar sus obje tivos, pero sí ha cambiado actitudes y creo que ha dejado claro al menos la necesidad de pararse a pensar, cosa demasiado olvidada cuando preci samente nuestro objetivo es un mejor conocimiento del hombre, inde pendientemente del género que tenga.
Actualmente se insiste con acierto en la necesidad de una Teoría Ar queológica. Precisamente Matthew Johnson en un reciente libro con ese título, traducido al español (2000) nos habla de rutas alternativas, que varían según las preferencias del autor. Hay que confiar en que las prefe rencias no sean caprichosas. La teoría es absolutamente necesaria pero en cada caso debe aportar ideas fundamentadas, sin olvidar el viejo con sejo de que también es necesaria la autocrítica, la mejor manera de pen sar antes de desvariar.
4.
LÍMITES Y PERIODIZACIÓN DE LA PREHISTORIA
Los límites de la Prehistoria ya se han enunciado, antes desde un pun to de vista teórico, pero intentar concretarlos ya es más difícil y no es paradógico que haya dejado para el final esta cuestión. Afirmar de forma rotunda cuando nos encontramos ante el primer ser que podemos consi derar humano, sigue siendo problemático a pesar de los avances realiza dos en estos últimos años y de ser uno de los principales objetivos de la Prehistoria.
¿Cuándo un hominoide es también un homínido? Los caracteres que distinguen a los humanos modernos de otros hominoides vivientes, son la locomoción bípeda y un cerebro grande, aparte de nuestra dentición y
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musculatura mandibular. Un proceso evolutivo que empezó con los Aus tralopitecus, que ya eran bípedos y se fue consolidando con los primeros homínidos con mayor capacidad craneal y dientes más pequeños (hace casi dos millones de años), considerados Homo por los Leakey y su equi po en Olduvay y Koobi Fora. Aunque se le denominó H. habilis, como res ponsable de las industrias de piedra (choppers) aparecidas en sus proxi midades, sus restos fósiles presentan caracteres muy variables que podrían corresponder a dos especies distintas por lo que de momento se tienen dudas en considerarlos como los primeros hombres. Con el H. Erectus, que se documenta en África hace unos 1,8-1,7 millones de años, llamado por algunos H. Ergaster, nos encontramos al parecer con el primer Homo, que ya fabrica industrias evolucionadas (bifaces), seguramente controla el fuego y ya caza grandes presas. Además, parece que emigró de África a la zona templada de Asia y seguramente a Europa, evolucionando físi ca e intelectualmente hasta llegar a nuestra propia especie, Homo sapiens, hace unos 100.000 años. No parece que esta última fecha sea la del comien zo de la Prehistoria. Tendríamos que dejar fuera todas las industrias y logros del H. Erectus y esperar la llegada del H. s. Neanderthalensis. El propio lector podrá tener su opinión después de leer los argumentos que se exponen ampliamente en el tema VII de este libro.
En cuanto al final de los tiempos prehistóricos, considerándolo a par tir del momento en que es posible investigar la historia del hombre en base a una metodología distinta o no exclusivamente arqueológica, tam bién es difícil de establecer en términos rotundos. No hay un corte pre ciso entre Prehistoria e Historia ni desde un punto de vista cronológico ni espacial.
Teniendo en cuenta el dilatado espacio de tiempo que abarca la Prehis toria, pronto pareció necesario establecer una periodización, una secuen cia que destacara al menos las fases más significativas de su desarrollo. Se trata de una cuestión muy discutida, que se tuvo que abordar desde los comienzos de los estudios de prehistoria, partiendo de distintos plan teamientos según la elección que se hiciera entre distintos criterios. Los puramente tecnológicos, considerados en las primeras sistematizaciones de la Prehistoria (Paleolítico, Neolítico, Las Tres Edades...), los cronoló gicos a partir de pautas geoestratigráficas (Inferior, Medio, Superior), los paleontológicos (edad del Reno) y los derivados de las sistematizaciones antropológico-culturales, (etapas salvaje, pastoril nómada, agricultora, de sociedad organizada con división del trabajo, etc.) que valoraban la integración de aspectos económicos, de estructura social, así como fac tores internos que constituyen la dinámica de transformación. El sistema de las «Tres Edades» (Piedra, Bronce, Hierro) fue durante mucho tiempo la base de la periodización, aunque luego se hicieran sub
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divisiones, Piedra antigua (Paleolítico). Piedra nueva (Neolítico) y Meso litico para la fase intermedia. Era una manera de establecer un orden de sucesión del proceso prehistórico según el carácter de los hallazgos ar queológicos que correspondían a cada uno de los periodos establecidos. A partir de esas cinco edades, la investigación prehistórica del siglo xx introdujo numerosas subdivisiones. Inferior medio y superior para el Paleo lítico, con criterios geológico estratigráficos lo mismo que el de Epipaleolítico, algo impreciso en cuanto a sus límites. Antiguo, medio, recien te, con criterios evolucionistas y tecnológicos, tanto para el Paleolítico cómo para el Neolítico y la Edad del Bronce. La del Hierro, dividida en antigua (Hierro I) y reciente o histórica (Hierro II), pronto dio lugar a un nuevo término, el de Protohistoria. Surgió también otra fase intermedia, el Calcolitico, Edad del cobre o Eneolítico, unas veces unida al neolítico final y otras sustituida por la de Bronce I. Nuevas denominaciones fue ron apareciendo para definir «culturas» en base a tipologías taxonómi cas de la cultura material y el nombre de los yacimientos epónimos. Sur gieron grandes controversias en torno al concepto de cultura y su adecuación para denominar los periodos prehistóricos o más bien series de conjuntos tipológicos. Esto se complicó aún más cuando se pretendió identificar los restos prehistóricos más recientes con etnias determinadas como los celtas o los iberos. En Francia el término cultura se sustituyó en muchos casos por el de «civilización», aún menos adecuado, propo niéndose también el de «horizonte» para singularizar fases concretas. O el de «Fenómeno», para calificar algo que, al parecer, se consideraba fue ra de lo corriente (Megalítico, Campaniforme...). En realidad, fueron los criterios tecnológicos los que siguieron pre dominando para establecer modelos de periodización más o menos frag mentados o compartimentados, a pesar de sus limitaciones e incluso con tradicciones, como puede ser el usar el término Calcolitico cuando no hay metalurgia del cobre o ésta tiene escasa incidencia, o el de Edad del Hierro aunque sólo haya unos pocos objetos de este metal, que en nada afectan al desarrollo interno de un determinado grupo. La dificultad estri ba en aunar los criterios de tipo tecnológico con los de orden cronológi co, cultural y espacial.
De la valoración de aspectos que definen una entidad sociocultural, deriva la subdivisión en grupos culturales con economía de caza y reco lección, con economía productiva no estratificada, estratificada no divi dida en clases, o claramente clasista. Estas divisiones, son más bien mode los propios de la antropología cultural, muy útiles para el estudio de contextos concretos, pero no tanto cuando se pretende dar una visión glo bal e intentar una periodización diacrònica. En todo caso, los factores económicos adquieren gran relevancia como elemento característico en las periodizaciones más aceptadas actualmente, aunque sea a título gené
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rico: utilización exclusivamente de los productos naturales, producción de alimentos, concentración y acumulación de bienes, con todas las con secuencias de orden social y estructural que ello conlleva.
Estas periodizaciones basadas en la economía de subsistencia de los pueblos prehistóricos —cazadores recolectores o productores de alimen tos—, se aproximan más a modelos relacionados con la evolución social y económica, pero también tecnológica. Así surgieron las denominacio nes de «revolución neolítica» y «revolución urbana» de Childe. Creo que hay que huir de términos excesivamente vagos, que por no comprometer no obligan a nada, como es el caso del uso como prefijo del post- (Post paleolítico, Posthallstáttico...) que, teóricamente, podrían llegar hasta nuestros días. Lo difícil es establecer dentro de un momento cronológico concreto una determinada facies cultural en sentido amplio, no sólo en un lugar determinado, y sobre todo teniendo en cuenta que no todos los fenómenos culturales son homogéneos ni se producen en el mismo tiem po cronológico en todos los lugares.
Este es quizás el principal reto a la hora de establecer un periodización en Prehistoria, que no se puede aplicar con los mismos criterios en todo el orbe, ya que no existe una diacronia cultural única, ni siquiera las mismas secuencias sincrónicas. Como en cualquier otro periodo históri co, las secuencias y caracteres culturales pueden variar mucho de un lugar a otro. Como en la propia vida de cada hombre, el desarrollo de su exis tencia se produce de acuerdo con pautas muy variadas, según su propia idiosincracia y las circunstancias que le rodean en cada momento, pudiendo diferir mucho incluso de la de sus semejantes más próximos. Así, nin guna periodización podrá aplicarse de una manera muy precisa, sino con un concepto muy amplio y con simple valor metodológico más o menos ajustado.
El logro de dataciones absolutas mediante métodos geocronológicos en lugares muy distintos, y a veces muy alejados unos de otros, teórica mente permitiría establecer la secuencia cultural de la Prehistoria de un determinado lugar, sin necesidad de recurrir al encuadre cronológico rela tivo de los tradicionales periodos Paleolítico, Neolítico, Bronce o Hierro basados en el desarrollo tecnológico. Si consideramos la etapa más larga de la vida prehistórica, la cazadora recolectora, su periodización se esta blece en relación al contexto cronológico, a las variaciones del tipo huma no o del utillaje, ya que parece difícil relacionar estos tipos humanos arcai cos con determinados modelos de sociedades primitivas actuales, a no ser como hipótesis contrastables.
Quedan varias posibilidades. Establecer una periodización diacròni ca por regiones, países o continentes, trazando el desarrollo del proceso prehistórico en Europa, Próximo Oriente, África, Asia o América, pero
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incluso así hay que referirse a regiones más concretas, Europa atlántica, central o mediterránea, América central, meridional o del norte y lo mis mo en África o Asia central, oriental o tierras insulares. Establecer secuen cias en base a los caracteres intrísecos de las sociedades prehistóricas, cazadoras recolectoras, campesinas, urbanas..., pero con las mismas limi taciones que en el caso anterior en lo que se refiere a visiones globales y sincronismos. Por ello, se tiene que recurrir a soluciones a veces eclécti cas, en que se consideren todos los aspectos, con la convicción de que las periodizaciones tienen un valor simplemente aproximado, de facilitar el trabajo de ordenación de las fases de un determinado proceso con fines metodológicos más o menos teóricos.
5.
BIBLIOGRAFÍA
La biblografía procura mencionar las fuentes principales para el alum no que quiera contrastar un aspecto o corriente determinada de las cita das en el texto. Se ha procurado incluir sobre todo algunas obras tradu cidas al español, pero no todas, ya que son muy numerosas, debido al interés despertado por el debate sobre el concepto y metodología de la Ciencia Prehistórica. Alcina Franch, José, 1989: Arqueología Antropológica. Ediciones Akal, Madrid. Binford, Lewis R., 1972: An Archaeological Perspective. Academic Press, Nueva York. —, 1988: En busca del pasado. Descifrando el registro arqueológico. Edit. Crítica, Barcelona. (Edición inglesa 1983). Braidwood, R. J. 1952: The Near East and the Foundations of Civilization. Eugene, Oregon. —, 1988: El Hombre prehistórico. F.C.E. Méjico, Breviario n.° 107 (2.a ed. En espa ñol de la 8.a en inglés de 1975). Brothwell, D. y Higgs, E. (edits.), 1980: Ciencia en arqueología. Fondo de Cultu ra Económica, Madrid. (Edición inglesa 1969). Clark, Grahame, 1955: L’Europe Préhistorique. Les fondements de son économie. Payot, París. ( Edición inglesa Methuen, Londres 1952). —, 1980: Arqueología y Sociedad (Reconstruyendo elpasado histórico). Akal Edi tor, Barcelona. De la reedición inglesa de 1947. Childe, V. Gordon, 1925: The Dawn of European Civilization. —, 1928: The Most Ancient East: The Oriental Prelude to European Prehistory. Lon dres. —, 1929: The Danube in Prehistory. Oxford. —, 1965: Los orígenes de la civilización. México. De la edición inglesa de Man Makcs Himself. — 1965: La evolución de la sociedad. Madrid. — 1978; Prehistoria de la sociedad europea. Icaria, Barcelona. De la edición ingle sa de 1958.
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Daniel, Glyn, 1968: El concepto de Prehistoria. Nueva Colección Labor, Barcelo na. Edición inglesa 1960. —, 1974: Historia de la Arqueología. De los anticuarios a V. Gordon Childe. Alian za Editorial, Libro de Bolsillo n.° 521, Madrid. (Edic. inglesa 1967). Johnson, Matthew, 2000: Teoría arqueológica. Una introducción. Ariel Historia, Barcelona. Rachet, Guy, 1970: Lunivers de Varchéologie. Technique, histoire, bilan. Marabout Université n.° 204 y 205, París. Sahlins, Marshall, 1977: Economía de la Edad de la Piedra. Akal Edit.Madrid (2.a ed. 1983). Edición en inglés, 1974. Trigger, Bruce G. 1992: Historia del pensamiento arqueológico. Crítica, Barcelona. Watson, P. J., Le Blanc, S. A. y Redman, Ch. L. 1974: El método científico en Ar queología. Alianza Editorial, Madrid. Edición en inglés de Columbia University Press 1971.
Tema II
LA ARQUEOLOGÍA PREHISTÓRICA: TÉCNICAS DE INVESTIGACIÓN I Ana Fernández Vega Amparo Hernando Grande
ESQUEMA-RESUMEN
1. INTRODUCCIÓN
2. LOS DATOS ARQUEOLÓGICOS
2.1.
Yacimientos: definición y tipos
3. LOCALIZACIÓN DE LOS DATOS: PROSPECCIONES
3.1.
Definición
3.2.
Indicios previos 3.2.1. 3.2.2. 3.2.3. 3.2.4.
Mapas topográficos Fotografía aérea La toponimia de la zona Las descripciones escritas
3.3.
Tipos de prospecciones. Totales o intensivas y de muestreo
3.4.
Prospecciones geofísicas y geoquímicas 3.4.1. Eléctricas 3.4.2. Magnéticas
3.4.3. Electromagnéticas 3.4.4. Análisis de fosfatos 4. RECUPERACIÓN DE LOS DATOS: EXCAVACIÓN ARQUEO LÓGICA
4.1.
Definición
4.2.
Sistemas de excavación 4.2.1. Wheeler o de cuadrículas 4.2.2. Sistema «abierto» o método Barker 4.2.3. Van Gieffen o de cuadrantes
4.3.
Técnicas de excavación. Niveles naturales y artificiales
5. EL REGISTRO DE LOS DATOS ARQUEOLÓGICOS
5.1.
Diario de excavación
5.2.
Inventario de materiales
5.3.
Dibujos
5.4.
Fotografías
5.5.
Informática
6. LA ARQUEOLOGÍA SUBACUÁTICA
7. BIBLIOGRAFÍA
1.
INTRODUCCIÓN
Tratado de lo antiguo. Éste es el significado etimológico del término Arqueología. De ello podemos deducir que las interpretaciones sobre el contenido y límites de ésta, el sentido exacto de lo que definimos con el término Arqueología, han sido y aún lo son, objeto de discusión. Esta polé mica se agudiza con el intento de delimitar y diferenciar claramente lo que consideramos Arqueología y Prehistoria.
Aunque en el tema que tratamos, como su contenido indica, el térmi no de Arqueología Prehistórica tiene una significación clara, en el senti do de investigación prehistórica, reconstrucción del pasado a través de los restos materiales de los que se ocupa la Arqueología, haremos unas breves consideraciones sobre las diversas tendencias, al menos las más aceptadas y utilizadas, planteadas para la interpretación de estos dos tér minos. Desde la opinión de que ambos son sinónimos, hasta aquélla que las considera dos disciplinas diferentes, podemos resumir en cuatro las definiciones más generalizadas:
1.1. La Arqueología es una ciencia auxiliar de la Historia, incluyen do en ésta la Prehistoria como una etapa concreta de la misma. En este caso, mientras que para la Historia sería una fuente más, en el caso de la Prehistoria sería la única. 1.2. La Prehistoria no debe ser considerada como una ciencia sino como una especialización cronológica de la Arqueología. La problemáti ca de la Prehistoria es la misma que la de la Historia, y carece de méto dos propios, usando los de la Arqueología. 1.3. La Prehistoria y la Arqueología son simplemente fases distintas de un proceso de investigación. Mientras que la segunda se ocuparía del trabajo de campo, la primera se dedicaría a la interpretación de los resul tados de éste.
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PREHISTORIA (I)
1.4. La Arqueología y la Prehistoria son dos disciplinas indepen dientes con el mismo objetivo, pero con finalidades diferentes y perspec tivas distintas. Analizan un mismo objeto, pero mientras que la Prehis toria es una ciencia que establece las categorías histórico-culturales, la Arqueología tendría como campo de acción el registro arqueológico. Estas dos últimas propuestas, son prácticamente equiparables, pero varía el matiz de considerarlas dentro de un proceso investigador único, o bien como disciplinas independientes. Con este breve repaso de las tendencias más generalizadas en cuanto a los términos de nuestra definición original: Arqueología y Prehistoria, queríamos poner de manifiesto las dificultades que encierra, en ocasio nes, la materia de la que vamos a ocuparnos, y también familiarizar al lector con todas estas diferentes interpretaciones con las que puede encon trarse.
Sin embargo, en las páginas siguientes, nos referiremos, como ya apun tábamos al principio, a la Arqueología Prehistórica, en el sentido de recons trucción del pasado prehistórico a base de unos medios de recuperación, análisis e interpretación de los restos materiales. Tanto la Arqueología Prehistórica como la Histórica tratan, en este sentido, de cumplir un mismo objetivo: hacer Historia, pero tienen cla ras diferencias en cuanto a la cantidad y a la calidad de las fuentes mane jadas. En el caso de la Arqueología Prehistórica son más acusadas estas diferencias, especialmente cuanto más remota es la época a investigar. La razón es evidente y no es otra que las dificultades de conservación de los restos materiales. Y son precisamente los restos de la cultura material los que la Arqueo logía trata de recuperar para intentar reconstruir las diferentes etapas de nuestro pasado prehistórico. Cualquier objeto que contribuye a ilustrar o descifrar lo que fue, es un dato arqueológico. Estos datos comprenden desde los monumentales restos arquitectónicos que despiertan nuestra admiración, a cualquier humilde objeto o artefacto, e incluso restos de polen, semillas, huesos de animales, etc. Todo indicio puede ser útil, y en consecuencia, es importante registrar y anotar todo dato posible, en la seguridad de que aún así perderemos algo.
Hay que plantear las preguntas previas y buscar la información que las responderá. No siempre obtendremos esas respuestas, pero también puede ocurrir lo contrario: obtendremos datos que no esperábamos. Esta recuperación de datos arqueológicos se hace por medio de unas técnicas y métodos de prospección y excavación de los que se tratará más ade lante.
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2.
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LOS DATOS ARQUEOLÓGICOS
2.1. Estos datos, en forma de restos materiales, aparecen en los luga res que denominamos yacimientos arqueológicos. Con este término desig namos el lugar en el que se han conservado los restos materiales fruto y testimonio de una actividad humana.
Es evidente que las diferencias entre estos yacimientos son de todo tipo, desde la diversa extensión del terreno, una ciudad romana o un hallazgo aislado, al tipo o función del mismo: yacimientos de habitación, funerarios, lugares de culto, talleres, depósitos etc.
En cualquier caso, y con independencia de la calidad y cantidad de restos que conserven cada uno de los yacimientos arqueológicos, todo aquello que fue utilizado por el hombre de nuestro pasado nos ayudará, en menor o mayor grado, a reconstruir lo que pudo ser.
Este término es aplicable a yacimientos de etapas tan diversas como el Paleolítico Inferior, primer momento de la vida humana, y el siglo xix de nuestra Era. Esto condiciona, en buena medida, las diferencias estruc turales, de situación, etc., pues es evidente que de la época a la que per tenece un yacimiento dependerá la existencia de mayor o menor núme ro de estructuras y restos materiales, el tipo de éstos, la ubicación, el grado de conservación, e incluso el hecho de que sean lugares con alto grado de destrucción in situ, como consecuencia de repetidas ocupacio nes, labores agrícolas, construcciones e incluso violaciones a la «bús queda del tesoro».
Los yacimientos arqueológicos (Fig, 1) son, pues, en resumen, luga res en los que los hombres que nos precedieron desarrollaron cualquiera de las actividades de su vida cotidiana, y que posteriormente fueron que dando cubiertos, enterrando así los datos que el arqueólogo busca, por medio de la excavación arqueológica, para reconstruir el dónde, el cómo y si es posible el por qué, vivieron nuestros antepasados, o más concre tamente, en qué entorno ambiental se movieron; de qué se alimentaban; qué instrumentos utilizaron y para qué; cómo se organizaron, si lo hicie ron, socialmente y cómo evolucionaron en este sentido, y por último, cuá les fueron, si las tuvieron, sus creencias o manifestaciones «espirituales». Actualmente los arqueólogos se han dado cuenta de que existe una gran variedad de datos arqueológicos «fuera de yacimientos» o que no consti tuyen «yacimientos propiamente dichos», desde objetos dispersos a estruc turas, huellas de arado, límites de campos, etc. y que sin embargo pro porcionan información valiosa relativa a la explotación humana del entorno. En la localización o descubrimiento de estos yacimientos y datos han intervenido con frecuencia factores ajenos a la voluntad humana, tanto
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PREHISTORIA (I)
Figura 1. Vista general del yacimiento de Los Dornajos (La Hinojosa, Cuenca).
físicos, como es el caso de la erosión, como animales, construcción de madrigueras, o humanos, labores agrícolas y construcciones de todo tipo, pero también ha habido y hay una búsqueda voluntaria y concreta de los mismos, que es lo que conocemos como prospección arqueológica.
3.
LOCALIZACIÓN DE LOS DATOS: PROSPECCIONES
3.1. Denominamos con este nombre de prospección arqueológica al conjunto de trabajos que conducen a la localización de yacimientos, estu diando una zona concreta con el fin de descubrirlos. Pero no exclusiva mente eso. La prospección arqueológica se usa actualmente cada vez más, y no sólo como un medio de localización y trabajo previo de delimitación, sino también como una labor paralela complementaria, o incluso susti tutoria de la propia excavación. Ya no es simplemente una fase previa en el trabajo de campo, sino que se estudian paisajes enteros a través de pros pecciones comarcales. El elevado coste y destructividad de la excavación hace que los arqueólogos realicen, cada vez con mayor frecuencia, pros pecciones superficiales y geofísicas de yacimientos, que emplean meca nismos de teledetección que no son destructivos.
LA ARQUEOLOGÍA PREHISTÓRICA: TÉCNICAS DE INVESTIGACIÓN I
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No hay un único método ideal de prospección, como se desprende del hecho de que no hay dos yacimientos iguales, y en consecuencia hay que tener en cuenta las variables de cada caso en particular, pero sí unas cier tas estrategias o normas de carácter general.
3.2. Lo primero que se nos plantea en este terreno es la interrogan te de ¿dónde? y ¿cómo? prospectar. Con respecto al dónde, un primer paso sería el analizar toda la información de interés de la zona, recogida en: 3.2.1. Mapas topográficos con datos geológicos, suelos agrícolas, vías de comunicación, fuentes de agua, minerales, salinas, etc.
3.2.2. Fotografías aéreas, utilizadas con fines catastrales y bélicos des de la primera guerra mundial, y que proporcionan datos tales como som bras que pueden testimoniar la presencia de estructuras enterradas, cre cimiento diferencial de los cultivos o de color, que pueden proceder de la misma causa, o incluso restos materiales en la superficie del terreno (Fig. 2). 3.2.3.
La toponimia de la zona.
3.2.4.
Las descripciones escritas.
Tras este trabajo previo, comenzará el de campo que consiste en bus car y describir los yacimientos. El primer paso será la selección del área
Figura 2. Fotografía aérea de la Motilla de Santa María del Retamar (Argamasilla de Alba, Ciudad Real).
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a prospectar, en función de los recursos de que disponemos, la topogra fía, las dimensiones y los límites del área a examinar. El segundo paso consistirá en elegir el tipo de prospección, siendo las dos alternativas más frecuentes la prospección total o la de muestreo.
3.3. En la actualidad se realizan muchas prospecciones totales o intensivas, buscando rellenar lagunas de investigación en zonas concre tas. Con este sistema se descubren todos, o casi todos al menos, los yaci mientos de la zona, lo que nos permite sacar conclusiones sobre la dis persión del poblamiento, o bien sobre la contemporaneidad o la diacronía, así como la evolución de los diferentes tipos de yacimientos y sus rela ciones con el medio ambiente. Sin embargo, debido a que éste es un método lento, se recurre en oca siones a las prospecciones de muestreo, realizadas en un área amplia. Lo más frecuente es un muestreo sistemático realizado a intervalos regula res, en zonas denominadas transects, alargadas y estrechas, y un segun do muestreo aleatorio de cuadrículas simples. La intensidad de la pros pección varía según el detalle con el que se desee explorar la superficie del área elegida.
Localizado el yacimiento, hay que describirlo de la manera más com pleta y detallada posible, recopilando el máximo de información, comen zando por la localización, croquis topográfico, el sistema o sistemas de acceso, el estado en que se encuentra, los restos superficiales y todos aque llos datos del yacimiento en sí mismo que podamos observar. También es fundamental la descripción del entorno: geología, relieve, clima, tipos de suelo, fauna, vegetación, visibilidad, vías cercanas de comunicación, etc. En ocasiones, se realiza un muestreo bajo tierra con el fin de tratar de delimitar la posibilidad de áreas diferenciadas, tanto funcionalmente como cronológicamente, dentro del yacimiento. Se trata de sondeos que inten tan complementar los datos obtenidos de la observación superficial. Has ta mediados de nuestro siglo, se utilizaban barras de metal o barrenas, que se introducían en el subsuelo a explorar, con el fin de observar si toca ban estructuras o cuerpos sólidos enterrados. Posteriormente se mejoró la técnica, introduciendo en el terreno un tubo con una minicámara que permitía «ver» lo enterrado. Evidentemente alteraban el posible yaci miento.
3.4. Además de estas prospecciones sobre el terreno, tenemos otros métodos para examinar algunos aspectos del subsuelo, sin excavar y que no son destructivos. Fundamentalmente, son de dos tipos: las que deno minamos prospecciones geofísicas y las geoquímicas. Las primeras se basan, genéricamente hablando, en introducir energía eléctrica en el sub suelo y medir sus alteraciones, y la intensidad del campo magnético terres tre.
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Las prospecciones geofísicas se basan en tres métodos diferentes: 1. °
Resistividad eléctrica del subsuelo.
2. °
El campo magnético terrestre o Arqueomagnétismo, y
3. °
Una combinación de ambos.
Las segundas, las geoquímicas se basan fundamentalmente en el aná lisis de los fosfatos.
3.4.1. La prospección geofísica basada en la conductividad eléctrica de la tierra y en el hecho de que algunos materiales ofrecen mayor resis tencia que otros, consiste en medir estas posibles alteraciones de la cur va. El grado de conductividad de la corteza terrestre varía, y por ello es posible detectar irregularidades en la estructura del suelo. El problema que plantea es el de que dichas alteraciones pueden reflejar objetos en terrados, pero no siempre éstos serán arqueológicos. Por ello, es un méto do válido para lugares que son yacimientos arqueológicos seguros. El pro cedimiento es bastante simple: se introducen en el suelo cuatro electrodos a los que se acopla un contador de resistividad, y se hace pasar por ellos una corriente eléctrica. Hay que añadir que a mayor humedad del suelo, menor resistencia presta éste a la corriente eléctrica, lo que es importan te para detectar zonas con residuos orgánicos abundantes, por ejemplo. 3.4.2. La medición de las variaciones locales del campo magnético terrestre o Arqueomagnétismo es la base de las prospecciones así deno minadas. El arqueomagnétismo de un material es el conjunto de propie dades magnéticas de ese material resultante de una transformación físi ca que ha actuado en el pasado, fijando en los materiales considerados, los parámetros del campo magnético del lugar donde se encuentran, en el instante de su transformación.
Como el campo magnético terrestre ha evolucionado en el trascurso de milenios en inclinaciones y declinaciones, se puede datar un material arqueomagnéticamente si no ha sido cambiado de sitio y si se conocen del lugar de aparición las curvas de variación del campo magnético a lo largo del tiempo. Esta transformación hace intervenir al calor, por ello el arqueomagnétismo también es conocido bajo el nombre de Termorremanencia, manifestándose en tierras quemadas y rocas volcánicas (óxi dos de hierro), y también en hoyos o zanjas, estructuras que producen distorsiones del campo magnético terrestre, pero no en este caso por su contenido en hierro, sino porque la «susceptibilidad» magnética de su contenido es mayor que la del suelo circundante. Dichas variaciones pue den ser consecuencia, además, de la existencia de estructuras enterradas que, o fueron calentadas en su momento (cerámicas, hornos, hogares...), o bien alteradas y removidas.
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PREHISTORIA (I)
Los aparatos utilizados son los denominados magnetómetros, que pue den ser de protones o de flujo, y los gradiómetros, e incluso los detecto res de metales. El magnetòmetro es un simple sensor, rodeado de una bobina eléctrica, y conectado por un cable a un cuadro electrónico. Es muy fácil de usar, pero hay que tener en cuenta que le afectan interfe rencias, producidas por líneas de alta tensión, o vías férreas. El gradiò metro registra las diferencias de intensidad magnética en superficies de un metro, y su ventaja es que realiza lecturas continuas. 3.4.3. Por último, la combinación de ambos métodos, es lo que se conoce como prospección electromagnética. Su dificultad radica en que solamente detecta 1,5 metros de profundidad. El detector electromagné tico fue ideado por los militares para descubrir las minas, y es capaz de detectar todo objeto magnético, no solamente metálico, sino también obje tos cerámicos, tejas, ladrillos, piedras ferruginosas etc. 3.4.4. Por su parte, entre las prospecciones geoquímicas hay que citar el análisis de fosfatos, que sirve para localizar yacimientos en donde care cemos de restos superficiales, y también para detectar dentro de un yaci miento diferentes áreas de actividad. Se basa en el ciclo del fósforo, simi lar al del carbono, que se produce entre el suelo, las plantas y los animales, y que mantiene constante este elemento en el subsuelo. Las actividades humanas rompen esa constancia, por ejemplo, incrementando la pro porción de fosfatos en lugares con residuos orgánicos, ya que, aunque los componentes orgánicos de los restos de habitación desaparecen con los años, sí pueden analizarse los inorgánicos como magnesio o calcio, pero sobre todo los fosfatos, que son los más fáciles de identificar y cuya con centración está claramente relacionada con la posible existencia de anti guos asentamientos.
Todavía hay otro sistema de prospección, al que ya hemos hecho refe rencia, que es la fotografía aérea. Fueron los ingleses los iniciadores de este método, a partir de la primera guerra mundial. Permite comprender la estructura geográfica de una región, pues nada desaparece sin dejar huella. Así, cualquier alteración del subsuelo proporciona unas señales que no siempre son visibles sobre el terreno porque carecemos de pers pectiva, pero sí lo son para la fotografía aérea.
Diferentes señales pueden producir los restos sepultados, además de la información propiamente geográfica, o de accidentes geográficos que también es de interés: señales de la vegetación, del suelo, y sombras pro vocadas por la luz rasante. El crecimiento diferencial de la vegetación en una misma zona, el distinto grado de porosidad de los suelos y los escom bros, son las señales que nos ofrecen los dos primeros casos. Las avanzadísimas técnicas de fotografía y también del uso de ésta, hacen que este método sea en la actualidad casi imprescindible para el
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estudio de cualquier región, siendo un auxiliar fundamental en Arqueo logía.
Cada vez en mayor medida la prospección sistemática va sustituyen do al azar en los descubrimientos de yacimientos arqueológicos, siendo además un método de estudio previo, y en ocasiones paralelo a la exca vación, como ya señalamos anteriormente.
4.
RECUPERACIÓN DE LOS DATOS: EXCAVACIÓN ARQUEOLÓGICA
4.1. En síntesis, podemos definir la excavación arqueológica como el medio que nos permite descubrir y poner a la vista, aquellos restos en terrados en los yacimientos arqueológicos. Es el primero, aunque no el único, de los medios de la Arqueología y sin ella difícilmente podríamos reconstruir ese pasado del que no tenemos otras fuentes. De ahí, que la consecución de una técnica rigurosa y lo más exacta posible, sea una cons tante entre los arqueólogos, constituyendo también la Historia y el obje tivo del perfeccionamiento gradual de la Arqueología.
Desgraciadamente, la excavación es un método destructivo y sola mente se hace una vez. Como ya es tradicional y casi obligado, diremos que los niveles de un yacimiento son como las páginas de un libro que solamente pueden leerse una vez. Por ello la excavación ideal sería aque lla que nos permitiera reconstruir en el laboratorio el yacimiento tal y como estaba antes de ser excavado. También por esta causa se han plan teado muchas polémicas sobre la conveniencia o no de excavar, conser vando los yacimientos para el futuro.
El hecho evidente de que se produzca una destrucción, ha llevado a algunos investigadores a la idea de que solamente deben hacerse excava ciones de urgencia, preservando, en lugar de excavando, los yacimientos arqueológicos. Hay posturas menos radicales que sugieren que se debe excavar, pero teniendo en cuenta algunas consideraciones tales como exca var yacimientos de un tipo abundante, que tengan datos de interés, etc. Pero el problema básico es que muchas veces esta información sólo se obtiene después de haber excavado.
Los investigadores americanos proponen excavar aquellos lugares que sirvan para contrastar hipótesis, o bien para llenar un vacío en la inves tigación, o buscar modelos explicativos de determinados grupos huma nos. Si bien es cierto que ha habido tendencias y modas que han llevado a excavar repetidamente un tipo concreto de yacimiento, esto va ocu rriendo cada vez menos, al haber este intento de racionalizar las verda deras necesidades de la investigación arqueológica. Tradicionalmente,
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solía considerarse al trabajo de campo casi exclusivamente en función de la excavación de yacimentos individuales. Sin embargo, en la actualidad, aunque los yacimientos y su excavación siguen siendo de la mayor impor tancia, el enfoque se ha ampliado para incluir paisajes completos y la prospección superficial de yacimientos como complemento, o incluso sus titución, de la excavación.
Actualmente se usan, además, y debido en buena medida a los avan ces técnicos de que disponemos, todo tipo de análisis no destructivos para obtener la mayor parte de datos posibles sin excavar: análisis de restos superficiales y su relación con el subsuelo, análisis geofísicos, de fosfa tos, etc. de los que hemos hablado, en las páginas anteriores, así como las excavaciones localizadas o de sondeo. A pesar de la importancia cada vez mayor de la prospección, de la exactitud de las técnicas de teledetección, de la fiabilidad de los datos superficiales y de ver en realidad qué es lo que queda de un yacimiento, el único método para comprobar todo ello es la excavación. La excavación mantiene su papel protagonista en el tra bajo de campo porque proporciona la evidencia más fiable para los dos tipos de información que en mayor medida interesan a los arqueólogos: 1) las actividades humanas en un período determinado del pasado; y 2) los cambios experimentados por esas actividades de una época a otra. Requisito previo para cualquier labor de excavación es obtener un per miso de la correspondiente Comunidad Autónoma en el que se especifi cará en dónde y cuándo se puede excavar, y también a qué Museo hemos de enviar los materiales encontrados. 4.2. Ya sobre el terreno, se decide, la estrategia o modus operandi, teniendo en cuenta las condiciones del yacimiento a excavar así como los medios de que disponemos para hacerlo. No hay un solo sistema de exca vación, ni siquiera esquemas rígidos, ya que cada caso requiere un siste ma propio. Pero, aun dentro de estas variaciones, sí podemos citar algu nos métodos generalmente aplicados.
4.2.1. El más común y conocido es el desarrollado por Mortimer Wheeler y Kathleen Kenyon en 1954 y 1956 respectivamente. Este méto do nace en Inglaterra como la primera arqueología estratigráfica, y se exporta a todas partes. Se basa en un sistema de ejes y cuadrículas. Con siste en subdividir el terreno, previamente delimitado y orientado, par tiendo de unos ejes perpendiculares de referencia, en cuadrículas o rec tángulos, de un tamaño determinado, y dejando entre ellos unos espacios o estrechos pasillos de tierra, denominados testigos que sirven además para poder pasar por ellos (Fig. 3). Requiere que estas cuadrículas sean claras y convenientemente sub divisibles, capaces de ser ampliadas sin romper las líneas de referencia previas, ser accesibles y estar bien orientadas. Este sistema facilita un
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Figura 3. Sistema Wheeler o de cuadrículas. Malilla de Santa María del Retamar (Argamasilla de Alba, Ciudad Real).
excelente control vertical del yacimiento. Sin embargo hay quienes opi nan que este sistema no proporciona una visión horizontal del mismo y que impide determinar la distribución espacial en áreas grandes. Desde finales de los años 50 se empieza a superar, inventándose nuevos métodos que en la segunda mitad de los 70 y los 80 se establecen por todas partes.
4.2.2. Actualmente se usa un sistema de excavación denominado abierto, en el que se va levantando nivel por nivel. Es un método espe cialmente válido para yacimientos superficiales y para aquellos en los que el enfoque horizontal es lo más importante, como es el caso de yacimientos paleolíticos o mesolíticos, donde los restos de estructuras son escasos.
Las ventajas y desventajas de cada uno de ellos deben evaluarse ante cada yacimiento. A menudo se utiliza un sistema intermedio que consis te en excavar una parte del yacimiento por un sistema abierto, horizon tal, y otra reservando los testigos para reflejar la estratigrafía vertical. Esto responde a que en una excavación descubrimos esas dos dimen siones: la horizontal, que nos muestra el estado del yacimiento en un momento puntual y concreto, y la vertical, que nos ofrece una secuencia temporal de los cambios producidos dentro del yacimiento, y la relación de un período con los que le precedieron y los que le siguen (Figs. 4 y 5).
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Figura 4. Sistema Wheeler o de cuadrículas. Los Dornajos (La Hinojosa, Cuenca).
Figura 5. Sistema Wheeler o de cuadrículas. Motílla de Santa María del Retamar (Argamasilla de Alba, Ciudad Real).
También en torno a la utilidad de los testigos se ha discutido bastan te, ya que algunos investigadores los consideran innecesarios y «anti cuados». Sin embargo, en principio, y especialmente en yacimientos de estratigrafía vertical y estructuras, es conveniente dejarlos (Figs. 6 y 7).
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FIGURA 6. «Perfil» de una cuadrícula del yacimiento de Los Dornajos (La Hínojosa, Cuenca).
FIGURAS 7. «Perfil» con dos silos del mismo yacimiento.
4.2.3. Por último, se puede citar, dentro de la línea de que no hay un único sistema de excavación sino que hemos de planteamos en cada caso lo más adecuado, otro sistema, muy particular, que se ha usado para yaci mientos de localización unitaria como tholoi o megalitos. Se conoce como
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sistema Van Gieffen o de cuadrantes, y consiste en subdividir el área a excavar en cuadrantes e ir excavando los opuestos, dejando entre ellos testigos que se levantan al final. No se puede dejar de exponer la forma más antigua de excavación, en la actualidad solamente útil para estructuras lineales como muros, fosas o calles. Son las denominadas trincheras, cuya ventaja radica en que se obtienen rápidamente datos, y cuyo inconveniente es la dificultad de gene ralizar tales datos.
Lo más recomendable es plantear una estrategia flexible que permita al excavador combinar el rigor estratigráfico de los sondeos, con la visión amplia de los fenómenos indagados, que proporciona el sistema abierto. 4.3. Las técnicas de excavación se refieren al modo de eliminar o reti rar la tierra que cubre los restos arqueológicos, y son fundamentalmente dos. Una de ellas consiste en seguir la estratigrafía natural del terreno, y la otra en sacar capas o niveles artificiales de un espesor determinado. No siempre es posible utilizar la primera, a causa de la dificultad para distinguir los estratos. Para hacerlo hay que tener en cuenta su color, com posición, consistencia y contenido; y la segunda varía en cuanto al espe sor, según las necesidades concretas de cada caso.
Es necesario aquí dar unas breves nociones sobre el método estrati gráfico, fundamental no sólo para la Arqueología sino también para todas aquellas ciencias que tratan de la Historia de la tierra. De hecho éste es un método tomado de la geología, y se basa en el principio de que en toda acu mulación de depósitos naturales o humanos, las capas más antiguas se depositan en primer lugar, acumulándose sobre ellas y de manera sucesi va, las más modernas. Son los denominados estratos, formados por pro cesos naturales y antrópicos, cuyas caracteríticas son: poseen una superfi cie horizontal, inclinada o vertical, delimitada por un perímetro, que posee un relieve, un volúmen y una posición estratigráfica así como una crono logía. En condiciones normales, la superposición de estratos, o estratigra fía, ofrece una secuencia cronológica vertical, de lo más antiguo a lo más moderno, y horizontal, coetaneidad de todo aquello que se encuentra en un mismo nivel. Puede haber, evidentemente, alteraciones ya sean mecá nicas o antrópicas, pero en general se cumple este principio básico. Un ejemplo clásico de las primeras es la erosión, o bien la solifluxión. Son uni dades estratigráficas las diversas manifestaciones: muros, pavimientos, etc., y el contexto es el grupo de unidades estratigráficas que constituyen con juntos de acciones y /o actividades, considerados una fase o período.
La ordenación estratigráfica y su cronología son precisamente el obje to de la Arqueología. Dentro de esta secuencia estratigráfica horizontal, hay estructuras verticales que rompen o alteran ésta. Nos referimos a fosas excavadas en el suelo que sirvieron de enterramientos, fosas para cocinar
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alimentos, semejantes a rudimentarios hornos, fosas de almacenamien to para conservar alimentos, basureros, e incluso simples agujeros que corresponden a marcas de antiguas estacas, hoy desaparecidas, que pudie ron sustentar las techumbres de posibles chozas, o bien rellenos de fosos, terraplenes, muros, empalizadas, etc.
5.
EL REGISTRO DE LOS DATOS ARQUEOLÓGICOS
Tras haber identificado y numerado las unidades estratigráficas es necesario describirlas. Ya hemos hecho referencia a la importancia y necesidad de conservar toda la información sobre el yacimiento que excavamos, pues esto es lo único que nos quedará de él, junto con las estructuras que, solamente en algunos casos, podemos dejar in situ.
Dos son los tipos fundamentales de datos a registrar en una excava ción. Por una parte, el de esas estructuras que se conservan, y que en con secuencia, pueden ser examinadas y revisadas una vez finalizada la exca vación, aunque, eso sí, ya no en el contexto en el que han aparecido. Por otra, el registro de los objetos o cosas que han tenido que ser destruidas por el acto de excavar. En ambos casos, deben de ser registradas con todo detalle en el momento y contexto en el que aparecen, y antes de que las retiremos de su ubicación original en el yacimiento. El diario de excavación, inventario de materiales, planos de cada una de áreas excavadas, fotografías y dibujos de los materiales, son algunos de los elementos indispensables para la consignación de datos. 5.1. En el diario de excavación se anotarán todos aquellos datos de interés que surgen cada día, como son las circunstancias de los hallazgos, las técnicas empleadas, los tipos de tierra, las posibles alteraciones, los objetos, estructuras y sus relaciones. Actualmente, en muchos casos este diario se ha sustituido por hojas de formato mecanizado en las que se refleja toda la información, tanto de las unidades estratigráficas como de sus materiales, e incluso la topografía.
5.2. Lo mismo ocurre con el inventario de materiales, previamente lavados, que debe incluir los datos de identificación o signatura: nombre del yacimiento (generalmente en abreviatura), año de la campaña, coor denadas, número de orden que lo identifica, y contexto, que en general, figura en nota aparte. La descripción de los objetos inventariados, una vez lavados, rotulados y dibujados completan este registro de datos.
5.3. El dibujo y las fotografías, tanto de niveles y estructuras como de objetos, son una parte importante del registro de datos. El primero, el dibujo, puede ser indirecto: se sirve de instrumentos ópticos, y directo: se
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sirve de medidas tomadas por el sistema de triangulación. Normalmen te, uno y otro se combinan, el indirecto para encuadramiento general y el directo para la documentación de detalle. Se ocupa de los diferentes planos, planimetrías y secciones, se realiza en papel milimetrado, con escalas diferentes según los datos concretos a reflejar. Lo más usual es la escala 1:20, aunque también se usa el 1:10, e incluso el 1:5 para detalles (Figs. 8 y 9). Levantar un plano consiste en registrar el aspecto horizon-
LOS. DORNAJOS.
Croquis de situación.'
Si los Posibles silos Fosas
Muro "Sito'' de mamposterfa
FIGURA 8. Plano de un sector del yacimiento de Los Dornajos (La Hinojosa, Cuenca).
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Figura 9. Detalle de un plano con un enterramiento. Los Dornajos (La Hínojosa, Cuenca).
tal del yacimiento, ya sea en conjunto o en detalle. En ellos se represen tan las plantas de los diferentes niveles con sus estructuras y objetos. Los dibujos de alzados y secciones recogen el aspecto vertical del yacimien to, y los restos en él conservados: en otras palabras, la estratigrafía del yacimiento, reflejada en los testigos del mismo. Los diferentes materia les y tipos de tierra se representan por medio de signos convencionales. Hay que establecer un sistema de referencia para tomar las medidas, defi
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niendo los puntos en el espacio por medio de coordenadas. Por lo que se refiere a las medidas verticales, se escoge un punto fijo, fuera del yaci miento generalmente, y se le considera la cota cero. A partir de ahí se mide con un nivel óptico y una mira. 5.4. La fotografía de estructuras y materiales es un buen comple mento del dibujo, y es imprescindible recordar algunos preceptos bási cos como son el uso del trípode, la medición de la luz en el punto exacto del objeto a fotografiar, y la «documentación» de la misma con una esca la gráfica y una pizarra o etiqueta con los datos de identificación y loca lización. Es más exacta y detallada que el dibujo, pero disminuye la capa cidad de observación. Lo ideal es complementar ambos tipos de documentación.
Todos ellos servirán de base para el estudio posterior del yacimiento, basado en el análisis exhaustivo y la interpelación de estos datos. 5.5. En la actualidad es ya muy frecuente utilizar un ordenador en la excavación para la documentación escrita: fichas, así como para la ela boración de gráficos, imágenes, etc., y archivo de éstas. La información sobre la excavación y sus materiales se publica, reservando para el archi vo una parte de la misma. Los materiales, además del dibujo y la foto grafía, deben de ser restaurados, al igual que las estructuras, cuando ello es posible. Éste sería el trabajo de laboratorio, complementario del tra bajo de campo.
6.
LA ARQUEOLOGÍA SUBACUÁTICA
La Arqueología Subacuática se desarrolla con la excavación científi ca de los pecios submarinos. Desde el punto de vista prehistórico resulta de gran interés, ya que la subida de los niveles marinos y lacustres del Holoceno originó que nume rosos yacimientos prehistóricos estén actualmente sumergidos: pueblos palafíticos de las laderas de lagos, pueblos neolíticos de las costas del mar, grutas paleolíticas, o embarcaciones hundidas. El interés excepcional de estos yacimientos es la buena conservación, consecuencia del hecho de la inmersión, de materiales orgánicos, tales como madera, cestería, cor tezas, etc.
La Arqueología Subacuática ha desarrollado sus propias técnicas: pene trador de lodos, magnetómetros de protones, detectores magnéticos y electromagnéticos, fotogrametría subacuática, televisión y vídeo suba cuático, etc. Si bien las técnicas de trabajo bajo el agua pueden diferir de las que se utilizan en tierra, no sucede lo mismo con el método de traba jo, ya que el método arqueológico es igual en tierra firme o bajo el agua.
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La dificultad y el coste que supone aplicar estos nuevos avances tec nológicos ponen límite, desgraciadamente, a su práctica regular en Prehis toria, y requieren instrumentos y aparatos, e incluso personal especiali zado. De todos modos es necesario señalar que se está poniendo a prueba en nuestros días, cuando ello es posible, aislar los yacimientos en cam panas herméticas y practicar las excavaciones como si fueran terrestres. Pero indudablemente los avances técnicos de los últimos años, algunos de los cuales hemos citado, así como los equipos autónomos de buceo e incluso submarinos miniatura, han hecho incrementar el número y mejo rar las condiciones de las excavaciones subacuáticas.
7.
BIBLIOGRAFÍA
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Tema III LA ARQUEOLOGÍA PREHISTÓRICA: TÉCNICAS DE INVESTIGACIÓN II Ana Fernández de Vega Amparo Hernando Grande
ESQUEMA-RESUMEN
1. ANÁLISIS DE LOS DATOS ARQUEOLÓGICOS Y SU INTER PRETACIÓN
— La evidencia arqueológica — Clasificación: tipos, conjuntos y culturas — Cuantificación 2. ESTUDIO DEL ENTORNO: ARQUEOLOGÍA AMBIENTAL
Geología — Arqueobotánica — Arqueozoología 3. PALEOTECNOLOGÍA: ESTUDIOS FUNCIONALES Y ARQUEO LOGÍA EXPERIMENTAL. ANÁLISIS QUÍMICOS DE LOS MATERIALES
4. ANÁLISIS DE LAS ESTRUCTURA SOCIOECONÓMICAS — — — — — — —
Difusionismo o Historicismo cultural «Nueva Arqueología» Arqueología procesual Escuela Paleoeconómica de Cambridge Arqueología espacial Arqueología crítica o contextual Arqueología cognitiva
5. BIBLIOGRAFÍA
L ANÁLISIS DE LOS DATOS ARQUEOLÓGICOS Y SU INTERPRETACIÓN El paso siguiente en la investigación prehistórica, una vez realizados los dos previos —prospección y excavación— de los que hemos hablado en el tema anterior, es el análisis e interpretación de los datos, que se realiza en el laboratorio, y que debe conducir —aunque desgraciadamente no sea siem pre así— a la publicación de los resultados. Hemos expuesto en el tema II la importancia que tiene recuperar y documentar todos aquellos datos y evi dencias que nos proporciona un yacimiento arqueológico. Pues bien, no es menor el interés de que se realice un análisis exhaustivo y riguroso de los mismos, que nos conduzca a la interpretación del conjunto, y evidentemente, a la publicación de estos resultados. Con ello, no solamente tendremos una pieza más del «puzzle» que tratamos de reconstruir, un aporte concreto a la investigación, sino también un nuevo punto de partida en esta labor de la reconstrucción del pasado de la humanidad, que nos ocupa.
Este tema estará, en consecuencia, dedicado a explicar los principa les métodos de análisis arqueológico, así como los conceptos sobre la naturaleza de los datos arqueológicos —punto de partida de todo el tra bajo— su clasificación y cuantificación.
Las «evidencias» arqueológicas son de varios tipos. La mayoría de ellas la constituyen los objetos que han sido fabricados, total o parcialmente, por el hombre, y que generalmente designamos con el nombre de «arte factos», aunque posteriormente, al clasificarlos, les demos diferentes deno minaciones. Hay, además otros restos o evidencias de no menor interés, pero a veces más difíciles de localizar y conservar; nos referimos a restos orgánicos, como son las semillas, fibras animales o vegetales, huesos de animales, etc., y también a evidencias medioambientales que pueden apor tar mucha información para la reconstrucción de las actividades huma nas. Algunos investigadores las denominan «ecofactos».
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Con el nombre de artefactos designamos, pues, todo el conjunto de objetos muebles que han sido elaborados o al menos modificados, por la mano del hombre. Se agrupan o clasifican, a su vez, en base a categorías generales como materia prima, forma y dimensiones, e incluso funciona lidad. Objetos líticos, cerámicos o de metal, sería una primera categoría. Otro de los elementos básicos de análisis son las estructuras, enten diendo como tales aquellos elementos «inmuebles», modificados o cons truidos por el hombre, o sea, hogares, agujeros de postes o silos, para citar los más sencillos, o bien casas, almacenes, palacios y templos, entre los más complejos.
Todos estos elementos básicos son el punto de partida del análisis y se encuentran, o pueden encontrarse en los yacimientos arqueológicos. Según el tipo o la etapa a la que pertenecen éstos, las evidencias variarán, estando presentes unas u otras, o todas ellas. No podemos dejar de resaltar aquí la importancia que tiene que el aná lisis de estos elementos básicos se realice sin perder de vista el contexto en el que aparecen. Hay que combinar el análisis pormenorizado de cada resto con su integración en el contexto arqueológico al que pertenece. Tampoco olvidaremos, igualmente, que las evidencias arqueológicas de que disponemos pueden estar afectadas por varios factores:
1.
Lo que las gentes del pasado y del presente han hecho con ellas y que denominamos procesos postdeposicionales culturales.
2.
Lo que las condiciones naturales como la naturaleza de los suelos o el clima han permitido conservar, también conocidos como pro cesos postdeposicionales naturales.
3.
La habilidad de los investigadores para encontrarlas, reconocer las, recuperarlas y conservarlas.
En el proceso de análisis arqueológico, el paso siguiente es el esta blecimiento de lo que conocemos como tipos. Los artefactos que tienen atributos similares se agrupan en tipos. La creación de éstos se denomi na Tipología. Ésta se impuso en la década de los 50 y durante un tiempo fue una actividad casi única para la clasificación arqueológica. Aún hoy desempeña un papel importante porque ayuda a establecer un orden en un gran conjunto de datos. La necesidad de integrar en un número no demasiado grande de unidades abstractas, la enorme variedad y canti dad de restos materiales a los que se enfrentan los investigadores, es muy evidente. Las tipologías son muy variadas: formas cerámicas, puntas de flecha, fíbulas, puñales o alabardas, por citar algunas, y tratan de englo bar objetos con una función igual o similar y su evolución a lo largo del tiempo.
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Las agrupaciones de tipos de artefactos y de construcciones se deno minan conjuntos, y éstos tienen como nota definitoria la contempora neidad de tipos diferentes, pero que corresponden al mismo grupo huma no. Como puede deducirse claramente de esta explicación, un conjunto arqueológico es el constituido por todos aquellos materiales que proce den de una excavación o de una prospección. El paso siguiente será el análisis de varios conjuntos que correspon den a épocas y áreas geográficas determinadas y que constituyen lo que conocemos como «cultura», entidad discutida y discutible, y no sólo en cuanto a su denominación, sino también a su contenido. Este término se utiliza, con todas las reservas citadas, para designar un concepto que se define por una serie de tipos, tanto de artefactos como de estructuras, que abarquen la totalidad, o al menos la mayor parte, de las actividades de un grupo humano. Explicada, si bien brevemente, lo que podríamos denominar como cla sificación de las evidencias, pasaremos a describir lo que se conoce como cuantificación de las mismas, y que no es otra cosa que ordenar y organi zar la información sobre artefactos y estructuras, en entidades que puedan ser medidas. En este aspecto, el principal problema radica en la determi nación y elección de aquellos atributos o características que son más sig nificativas en cada caso, ya que es imposible analizarlos todos. Uno de los atributos numéricos más común es el de las dimensiones de los artefactos.
Tipos, conjuntos y culturas son construcciones artificiales hechas para ordenar, un medio que da forma a las evidencias; se necesitan además otras clasificaciones y actualmente, gracias a los ordenadores, las posi bilidades se han incrementado mucho. La utilización de las bases de datos que permiten almacenar y combinar una gran cantidad de información, han supuesto una importante ayuda en esta labor de análisis e interpre tación. Aparecen los formularios, y fichas descriptivas con espacios para toda clase de posibles variantes, que permiten rellenar éstos, y en su caso, dejarlos en blanco, lo que significa una ausencia de datos, que también nos ofrece información. Tales fichas se utilizan para registrar y «almace nar» todo tipo de datos, desde un simple fragmento cerámico a una estruc tura o un yacimiento, y son un instrumento indispensable para realizar los inventarios de cualquier excavación, que posteriormente serán la base del análisis y la interpretación.
2.
ESTUDIO DEL ENTORNO: ARQUEOLOGÍA AMRIENTAL
El estudio del medioambiente es fundamental para la arqueología, ya que ha jugado un papel muy importante en la elección de los lugares en
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los que el hombre prehistórico vivió. En la actualidad, disponemos de téc nicas muy avanzadas, proporcionadas por ciencias como la geología, la paleontología o la paleobotànica, que permiten la reconstrucción de los entornos medioambientales del pasado a reconstruir. El interés de esta información estriba, no simplemente en el hecho de que fueran el esce nario en el que se desarrolla la vida de los hombres que nos precedieron, sino también en el de que el entorno ejerció una fuerte influencia en las bases alimenticias, patrones de uso del suelo, actividades comerciales o proveedoras de materias primas. El entorno influye en la vida humana de diferentes maneras; la for mación del suelo y el clima condicionan la vegetación existente en una zona, y ésta, a su vez, la fauna, y todo ello ejercerá una influencia decisi va en la subsistencia humana. Aunque no podamos reconstruir exacta mente la realidad, sí podemos acercarnos a ella, mediante el análisis de los restos de animales (fauna), o bien vegetales (flora).
La reconstrucción del medioambiente comienza, en primer lugar, por el clima y sus modificaciones. De este aspecto se ocupa la Geología-, cien cia que estudia la composición y ubicación de los sedimentos terrestres, proporcionándonos información sobre su formación y sobre el clima exis tente en el momento en que se originaron. A la rama de esta ciencia que se ocupa específicamente del estudio de las formas y el desarrollo del pai saje, se le llama Geomorfologia.
La Sedimentologia, que nos proporciona datos sobre los procesos de erosión y deposición, estudia la composición de los sedimentos, que no son otra cosa que las diferentes capas que se depositan en la superfìcie de la tierra. Para ello utiliza técnicas como la petrografía, granulometria o la composición de minerales y arcillas. El simple conocimiento de la textura y la composición de los suelos nos habla de la historia de un pai saje y del potencial uso de la tierra. También los sedimentos marinos refle jan los cambios de las condiciones ambientales, partiendo básicamente del estudio de las especies en ellos representadas. Datos sobre el clima y el entorno, basados en la composición sedimentológica, nos los proporcionan:
— Los ríos, cuyo efecto sobre el paisaje es evidente al reflejar en él sus procesos de erosión y sedimentación, e incluso los cambios de curso. — Las cuevas y abrigos rocosos, por medio del análisis sedimentológico, generalmente de procedencia de materiales de arrastre. — Las huellas que dejaron los antiguos glaciares, como los valles en «U» o los depósitos morrénicos.
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Otros elementos nos permiten obtener información sobre el clima, y son, a su vez, utilizados como base de métodos de datación. Es el caso de las varvas, cuyo análisis se basa en que éstas, que son sedimentos de cre cimiento anual, que se formaban en los lagos que rodeaban los glaciares, ofrecen diferencias según el clima: en años cálidos son gruesas, y en épo cas frías, finas. Por desgracia, solamente son de gran utilidad en regiones con lagos profundos, como es el caso de Escandinavia.
Los anillos de crecimiento anual de los árboles son también diferen tes según el clima, y fácilmente observables, añadiendo datos de interés sobre la temperatura y la humedad del suelo. Arqueobotánica: los vestigios vegetales, aunque menos visibles que los animales, aparecen también en los depósitos arqueológicos, en ocasiones incluso, con gran abundancia. Como es evidente, el objetivo de esta cien cia es el de reconstruir la vegetación de un lugar y un momento concre tos de nuestro pasado. Y ello se hace por medio del análisis de restos que son fundamentalmente de dos tipos: macro y microbotánicos. Entre los primeros se incluyen semillas y frutos, tanto en forma natural, y estén o no carbonizados, como en improntas dejadas en materiales diversos, fibras vegetales y restos de madera. Los segundos están representados por el polen, de cuyo estudio se ocupa la Palinología, y que son microscópicas partículas de pólenes vegetales que, desde la vegetación más o menos cer cana, fueron arrastrados por el viento, los insectos o el hombre, fosili zándose en el yacimiento.
Los fitolitos, o partículas diminutas de sílice, que proceden de las célu las de las plantas y perduran después de que el organismo se haya des compuesto, o incluso quemado, aparecen en las cenizas, y también en cerámicas, útiles y dientes de animales. Las diatomeas son algas unice lulares que tienen una envoltura de sílice, que perdura, como en el caso anterior, tras la descomposición del organismo, y que se acumulan en grandes cantidades en el fondo de cualquier masa de agua. La pátina de la piedra, formada con desechos vegetales microscópicos, que son trans portados por el viento y se acumulan en las superficies de las rocas, metabolizándose y haciéndose compactos, como consecuencia de las bacte rias, también puede analizarse. En este caso, se necesitan grandes cantidades, porque la materia orgánica es menos de un 1 % en la consti tución de la pátina. Arqueozoologíai este término designa los estudios realizados sobre los animales en el medio arqueológico. La importancia de los restos faunísticos en los yacimientos arqueológicos es clara por dos razones: en primer lugar, como los animales evolucionan con el paso del tiempo, su presen cia nos indicará en qué momento cronológico estamos, y, como éstos están adaptados a un clima concreto, nos dan igualmente información sobre esa
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condición ambiental. En segundo lugar, y partiendo de la base que la mayor parte de los animales presentes en los yacimientos lo hicieron en forma de alimentos para sus ocupantes, su estudio suministrara datos sobre las actividades económicas, dieta, etc., del hombre prehistórico.
También en este caso, tenemos datos proporcionados por la macrofauna y la microfauna. La primera se ocupa de los restos de animales grandes encontrados en un yacimiento, que ayudan sobre todo a recons truir la dieta. Suelen conservarse bien si no están expuestos demasiado tiempo a los efectos climáticos y a los carroñeros, o sea, si fueron ente rrados con rapidez. Igualmente son de utilidad los cadáveres congelados y las huellas, excrementos fósiles o coprolitos, restos de sangre en útiles Uticos o gra sa de caballo o reno. La microfauna incluye insectos, roedores, murcié lagos, aves, peces, moluscos terrestres y marinos, y gusanos.
3.
PALEOTECNOLOGÍA: ESTUDIOS FUNCIONALES Y ARQUEOLOGÍA EXPERIMENTAL. ANÁLISIS QUÍMICO DE LOS MATERIALES
La habilidad para fabricar herramientas ha definido a la especie huma na y el progreso se ha explicado, en buena medida, desde el punto de vis ta tecnológico. Así se definen la Edad de Piedra, o el Paleolítico (piedra tallada), por poner algún ejemplo. Los restos de los artefactos que el hom bre elaboró son, de hecho, la mayor parte del registro arqueológico, Por ello, uno de los aspectos importantes en la interpretación e intento de reconstrucción del pasado, responde a las preguntas de cómo se hacían y para qué servían tales artefactos. A estas preguntas tratan de responder la arqueología experimental y los estudios funcionales. La evidencia etno gráfica y etnoarqueológica pueden también a ayudar en cuestiones de tec nología, y sobre todo, en el aspecto concreto de la identificación de la fun ción de un objeto determinado, si bien, hay que ser cautos en su utilización. La determinación de la función o la tecnología empleada en la fabri cación de los objetos arqueológicos, varía, evidentemente, en cuanto a las técnicas empleadas para su reconstrucción, según el soporte o materia en el que aparecen tales objetos. El microdesgate, o huellas de uso, es —por ejemplo— la técnica válida para útiles líricos, que, además, pueden tener usos variados, dificultando —sin este análisis— la determinación del correcto. En el caso de la cerámica los elementos a determinar serían los componentes de la materia prima, y la forma en que se fabricaba y se cocía.
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También serán el estudio de huellas de uso y la arqueología experi mental las que ayudarán a deducir la función y las técnicas de manufac tura de otros materiales orgánicos como hueso, asta, concha, o madera, e incluso últimamente se aplica a fibras y tejidos (microdesgaste).
La Arqueometalurgia es la ciencia que trata de reconstruir todo lo rela cionado con la elaboración de los metales. Análisis metalográficos se usan para determinar la composición y la estructura del metal, así como el pro ceso de manufactura: modelado en frío; templado, que consiste en calen tar el metal para modelarlo más fácilmente; fundición; aleaciones etc.
Como se ha visto, hay muchas cuestiones sobre la tecnología primiti va que pueden encontrar respuestas, partiendo de un conjunto de traba jos o elementos de investigación, desde las comparaciones etnográficas y el contexto arqueológico que pueden sugerir la función de un objeto, al estudio de sus huellas de uso que explicará la aplicación más probable, y también a la experimentación. La Arqueología experimental es tan antigua como la propia disciplina arqueológica, y trata de reproducir los procesos de trabajo, la tecnología. Es lo que podríamos denominar una aproximación crítica, que intenta comprender lo que hicieron los hombres de la prehistoria, cómo lo hicie ron y por qué.
Los intentos de reconstrucción de las técnicas de fabricación de obje tos arqueológicos, han sido numerosos, y casi siempre individualizados. Pero es en las dos últimas décadas cuando la arqueología experimental se convierte en una aportación más puntual y específica que obedece a unas reglas concretas y trata de responder a problemas precisos.
En la actualidad, se mueve en dos direcciones: 1.
La realización de réplicas de objetos individuales, por medio de técnicas «compatibles» con los conocimientos que tenía el hom bre de la etapa a reconstruir.
2.
Las reconstrucciones de elementos desconocidos, partiendo de los conocidos. Por ejemplo, a partir de la existencia de los cimientos, realizar el alzado de sus paredes; a través del utillaje y los restos biológicos, tales como huesos de animales, polen, granos de ce real o frutos, determinar las técnicas agrícolas y/o de pastoreo. E incluso, el intento de «recrear» los procesos de formación y des trucción de los propios yacimientos.
Evidentemente la arqueología experimental no es un método de demos tración, porque es imposible asegurar que los procesos experimentales fueron los reales, y excluir la posibilidad de que hubiera otros que pro dujeran los mismos resultados. En consecuencia, es un método hipotéti co, simplemente.
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PREHISTORIA (I)
El análisis químico, la composición de los objetos arqueológicos, se realiza por diferentes métodos, de los cuales el más elemental es el que nos ofrece los datos concretos de los elementos químicos presentes en el objeto a analizar. Se trata, pues, del análisis cualitativo, y a veces, tam bién del cuantitativo o cantidades de cada uno de estos elementos que aparecen en el citado objeto. Técnicas algo más complicadas, como el análisis de difracción de rayos X, ofrecen información sobre los com puestos químicos o los minerales que lo componen. En la actualidad las técnicas utilizadas en los análisis químicos se basan en la espectroscopia, que trata de medir la radiación, bien absor bida o emitida, por los átomos cuando los electrones o partículas del núcleo se mueven entre diferentes niveles de energía.
La aplicación de análisis químicos a útiles Uticos nos ofrece la posibi lidad de hallar el lugar originario de la materia prima con la que esos úti les han sido realizados, proporcionando, igualmente, datos sobre las rela ciones comerciales y de intercambio acaecidas durante la Prehistoria.
4.
ANÁLISIS DE LAS ESTRUCTURAS SOCIOECONÓMICAS
El intento de determinar lo que pudo ser la estructura social, econó mica, e incluso espiritual, de los hombres de nuestro pasado, se basa en la aplicación de las diferentes teorías sociales a la interpretación de los datos arqueológicos. Las primeras preguntas que se planteó la ciencia arqueológica fueron las de qué, cómo y dónde ocurrieron las cosas; pos teriormente intentó responder al por qué de las mismas. Y es aquí donde varían las teorías a aplicar.
En el tema I se exponen detalladamente las diferentes teorías que han ido surgiendo en la investigación arqueológica. Por esta razón, en este tema nos limitaremos a un breve recorrido sobre los diferentes plantea mientos teóricos que se han aplicado a la reconstrucción del pasado, y esto en cuanto a la incidencia que tienen en la interpretación de las evi dencias arqueológicas. El difusionismo o historicismo cultural fue la teoría social básica de la Arqueología durante mucho tiempo. Las culturas se definen, en este caso, a través de los restos materiales, y tienen una cierta connotación étnica. En consecuencia, los cambios en la cultura material, responderán a modificaciones étnicas, sean éstas migraciones, invasiones, o simple mente consecuencia de una difusión de objetos y/o ideas. El difusionismo es la teoría predominante en Europa durante gran parte de nuestro siglo, y va ligado estrechamente al auge en Europa de la
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escuela historicista centroeuropea. El estudio de la Prehistoria se basa en el de pueblos concretos y en la definición de sus correspondientes cultu ras, con tendencia a relegar los aspectos socioeconómicos y primando los restos materiales, de forma casi exclusiva. Gordon Childe (1967), en la primera mitad del siglo xx, inicia el inten to de ir más allá, pues, aun cuando se encuadra en el enfoque históricocultural difusionista, está muy influido por el marxismo e intenta expli car los cambios de los grupos sociales, considerando las bases económicas y sociales de los mismos, rechazando, sin embargo un determinismo abso luto de las relaciones de producción. Ya en la década de los 50 hay tam bién una cierta preocupación por el medio en el que vive el hombre prehis tórico, sobre todo en Inglaterra y como consecuencia del influjo de doctrinas antropológicas. Clark (1984) es quien plasmará en su obras este interés por el uso de los recursos naturales.
En la década de los 60 comienza a surgir la corriente conocida como «Nueva Arqueología» que no es enteramente nueva, pues ya hemos vis to que hay una serie de propuestas anteriormente formuladas. Supone, sin embargo, un importante cambio teórico. No es, de todos modos, un movimiento homogéneo, pero se orienta como un planteamiento muy diferente al anterior. El objetivo será la reconstrucción del proceso social, que se realiza a través del registro arqueológico. Ahora bien, éste no se limita a los restos materiales, sino que el clima, flora y fauna, serán con dicionantes a los que el hombre se adapta. Los cambios no se producen, en consecuencia, por difusión sino por una evolución interna. Se trata de establecer, por medio del método hipotético-deductivo, una teoría arqueológica mediante la cual elaborar leyes generales, y el concepto de cultura varía, considerando ésta como un mecanismo adaptativo que acomoda al individuo a su entorno físico. Esto y sus presupuestos funcionalistas, dieron un gran impulso a los estudios medioambientales, demográficos, espaciales y tecnológicos, y también al uso de aportacio nes etnográficas. Una variante de la Nueva Arqueología, postulada por C. Renfrew (1993), es lo que se conoce como Arqueología procesual. Se basa en que pone el énfasis en el análisis y explicación de los cambios culturales, más que en los métodos, y sus últimos trabajos se orientan hacia la elabora ción de modelos matemáticos. Favorece un enfoque procesual, tratando de aislar y estudiar los diferentes procesos sociales, y centrándose en el análisis del funcionalismo de los distintos aspectos de la sociedad —medio ambiente, subsistencia y bases económicas, ideología y creencias, rela ciones sociales— y estudiar el modo en que se combinan todos ellos. Así se trata de explicar el desarrollo de la sociedad en su conjunto a lo largo del tiempo.
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PREHISTORIA (I)
También con influencias de la Nueva Arqueología, y con anteceden tes en la obra de G. Clark ya citada, se desarrolla la Escuela Paleoeconómica de Cambridge, dirigida por E. Higgs (1972), y que se plantea la recons trucción de las economías prehistóricas y las relaciones hombre-medio, explicando conceptos como área de captación de recursos, o patrones de asentamiento. No podemos olvidar una corriente que surge influenciada por la meto dología usada por los geógrafos para el análisis regional. Es la denomi nada Arqueología Espacial que trata, básicamente, de integrar los asenta mientos prehistóricos en un marco amplio, delimitando las relaciones entre ellos. Pero también se aplica a la distribución de objetos o de téc nicas en un yacimiento, que pueden reflejar aspectos tales como áreas de trabajo especializadas, zonas de paso, acumulación de desechos, etc. Los estudios espaciales regionales se ocupan del reparto de yacimientos en una región y de la circulación de materias primas o de productos manu facturados. En este último caso se buscan los centros de origen, sean de aprovisionamiento, como sucede con las materias primas, o de fabrica ción (productos manufacturados); los centros distributivos, mecanismos de intercambio, etc. Las críticas a la Nueva Arqueología no tardaron en surgir, y acusan a ésta de determinismo geográfico y falta de atención a otros elementos muy importantes en el comportamiento humano, tales como creencias, concepciones estéticas o conocimientos técnicos.
En la década de los 70, las críticas se agudizan y nace un interés por el significado simbólico de la cultura material, con una vuelta a plantea mientos históricos. Reaparecen las teorías que podemos denominar neomarxistas que consideran el origen de los cambios a los conflictos socia les provocados por interesen contradictorios. Mantienen una perspectiva materialista al admitir la primacía de lo económico, pero algunos repre sentantes de estas tendencias aceptan también el análisis y reciprocidad de las ideologías. Con influencias variadas, desde el estructuralismo al marxismo o las críticas al positivismo, a comienzos de los 80 nace una corriente, cuyo máximo representante es lan Hodder (1988), y que recibe denominacio nes variadas: Arqueología crítica, contextual o postprocesual. Su plantea miento básico radica en una concepción de la Prehistoria como ciencia orientada al estudio de las relaciones simbólicas entre los distintos ele mentos del proceso social.
El objetivo en este caso es el de elaborar interpretaciones sobre el pasa do, lo que la diferencia de la Nueva Arqueología que trataba de explicar los procesos sociales partiendo del registro arqueológico. Los elementos
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de la cultura material no son ya un reflejo de la adaptación ecológica sino algo que puede ser modificado para cambiar la realidad social. La Arqueología contextual supone, pues, una alternativa al materia lismo, dando cauce y realce a los estudios centrados en aspectos simbó licos. Valora tres nuevos aspectos: individuo, cultura e Historia, el pri mero como sujeto que realiza la acción; la segunda, constituida por principios de significado simbólico, y la tercera que se convierte en una explicación del presente al permitirnos su comprensión.
Se intentan establecer leyes para el comportamiento humano, reivin dicando la importancia del individuo en el cambio y valorando, además, el contexto social en el que se mueve el prehistoriador, su propia ideolo gía y concepción del mundo. Podríamos decir que se vuelve a la subjeti vidad para interpretar los hechos del pasado; sin embargo, Hodder no participa de un enfoque particular, reconociendo la necesidad de teorías generales y aceptando que el prehistoriador percibe o puede percibir el mundo de las ideas a través de su reflejo en lo real. De idealistas y relativistas son acusados los investigadores integrados en la corriente postprocesualista, e incluso de inconsistencia, e incohe rencia entre la teoría y la práctica. Algunos autores de esta corriente proponen en los últimos años la apli cación de una Arqueología Cognitiva que no reniega de los postulados bási cos de la Nueva Arqueología, pero que recoge algunos de la Arqueología postprocesual, como la importancia de los aspectos ideológicos, los con flictos internos dentro de los grupos humanos y el rechazo del extremis mo positivista.
Hecho este recorrido sobre las diversas, y a veces contrapuestas, teo rías sociales que se aplican a la interpretación de las evidencias arqueo lógicas, podría parecer que hay un cierto caos en el seno de la disciplina que nos ocupa. Sin embargo, como hemos visto en las páginas anterio res, todas y cada una de ellas aportan nuevos caminos y orientaciones en la ardua labor de reconstrucción del pasado. Tal vez, aunque quizá se nos acuse de eclecticismo, lo más adecuado sería evitar las visiones excesiva mente dogmáticas y el enfrentamiento radical, excluyendo uno u otro aspecto, en lugar de tratar de armonizar y complementar unos y otros, aprovechando todo lo valioso que se ha ido aportando a lo largo de la evo lución de la ciencia prehistórica. Después de todo, no podemos olvidar que una amplia perspectiva nos permite observar las diversas actividades humanas en sus diferentes planos de actuación.
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5.
PREHISTORIA (I)
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Tema IV INSTRUMENTAL PREHISTÓRICO LÍTICO Y ÓSEO: MORFOLOGÍA, TÉCNICAS DE FABRICACIÓN Y USO Mario Menéndez Fernández
ESQUEMA-RESUMEN
1. INTRODUCCIÓN 2. LA CADENA OPERATIVA 2.1. 2.2. 2.3. 2.4.
El diseño mental del útil Las materias primas líticas El proceso de talla El proceso de retoque
3. TIPOLOGÍAS Y FUNCIONALIDAD
3.1. 3.2. 3.3.
Paleolítico inferior y medio Paleolítico superior Mesolítico
4. EL INSTRUMENTAL ÓSEO 5. BIBLIOGRAFÍA
1.
INTRODUCCIÓN
La Prehistoria, en cuanto disciplina que estudia las sociedades sin escritura, tiene como fuente fundamental para la investigación el estudio del registro arqueológico. Por tanto, ha de profundizar en el conocimiento de las sociedades prehistóricas mediante el método que le es propio: el método arqueológico. Consiste éste en extraer el máximo de informacio nes posibles de los restos proporcionados por las excavaciones y las pros pecciones. Ese conjunto de informaciones diversas (datos geológicos, cli máticos, faunísticos, objetos materiales, etc.) configuran lo que hemos llamado el registro arqueológico.
Dentro del registro arqueológico, el conjunto de útiles Uticos y óseos, así como los restos de su elaboración, constituyen un capítulo fundamen tal, a veces casi exclusivo en la Prehistoria más remota, para el conocimiento de las sociedades que los fabricaron; sin olvidar que sólo se ha conservado una parte del instrumental prehistórico, pues todo aquel que fue realizado sobre materiales perecederos, como la madera, ha desaparecido. Estos con juntos materiales se definen como industrias, por su carácter manufactu rado, y proporcionan valiosas informaciones. De esta manera, los diferen tes tipos de materia prima utilizada nos pueden indicar cuáles eran las fuentes de aprovisionamiento y, por tanto, el área de captación de recursos en torno al yacimiento por la que el grupo se desplazaba habitualmente. Las técnicas de elaboración de los útiles nos muestran el desarrollo técni co alcanzado y su relación con otros grupos humanos contemporáneos. El reparto espacial de las piezas, las huellas de su uso y la distribución de los restos de su fabricación en el yacimiento nos permiten diferenciar activi dades y áreas de trabajo; la morfología y previsible utilización aportan datos sobre la dieta, etc. Pero, además, determinados útiles líticos y óseos cons tituyen un referente cultural o emblema del grupo que los realizó y utilizó; es decir, son un elemento de definición, una seña de identidad frente a otros grupos, cargándose tales piezas de significados étnico-tribales.
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PREHISTORIA (I)
Todas estas características son observables no sólo en el registro ar queológico de las sociedades prehistóricas, sino también en los estudios etnoarqueológicos de pueblos contemporáneos a nosotros, que siguen ela borando un instrumental similar. Igualmente, la experimentación actual con idénticos materiales a los utilizados durante la Prehistoria aporta datos interesantes para la comprensión de los procesos tecnológicos y la reconstrucción de las actividades del pasado, así como un más adecuado conocimiento del tiempo y el esfuerzo empleados en tales actividades.
Hasta la aparición de la cerámica y de la metalurgia, durante el Neo lítico y Calcolítico respectivamente, los conjuntos líticos y óseos constitu yen el referente fundamental de la cultura material. Es decir, Paleolítico y Mesolítico han sido divididos y estructurados desde las primeras clasifi caciones de la Prehistoria, realizadas en el s. xix, atendiendo a los cam bios tecnológicos y tipológicos que se observaban en tales industrias, sobre todo porque no existían otras informaciones contrastables para tales perio dos. Es cierto que las excavaciones científicas actuales proporcionan otros datos de gran valor interpretativo, pero el instrumental en piedra y hueso, con sus variaciones diacrónicas y sincrónicas, sigue constituyendo una parte básica del registro arqueológico. No obstante, no debe perderse de vista que el objeto último de estudio de la Prehistoria son las sociedades humanas, su sistema cultural y los procesos o subsistemas que en ellas interaccionaron, siendo el subsistema «cultura material», aunque muy importante, uno más del conjunto y nunca el objeto último de estudio.
2.
LA CADENA OPERATIVA
Entendemos por cadena operativa el conjunto de operaciones que con curren en la elaboración de un útil desde su diseño mental hasta su defi nitiva fabricación y uso, cerrándose con su abandono o desecho (cua dro 1). En este proceso intervienen, por tanto, diferentes componentes: 1.
Geográficos: disponibilidad de diferentes tipos de materia prima.
2.
Tecnológicos: conocimientos, habilidad y experiencia del tallador.
3.
Económicos y funcionales: finalidad del útil.
4.
Culturales: respeto a la tradición.
Los estudios tradicionales de las industrias prehistóricas se centra ban, fundamentalmente, en la descripción minuciosa del proceso de ela boración y en la clasificación pormenorizada del utillaje, olvidando una interpretación global del hecho en relación con el yacimiento y el siste ma cultural. El estudio de las cadenas operativas pretende superar esas deficiencias incorporando los componentes ya descritos y mediante:
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Cuadro 1. Cadena operativa de las industrias líticas.
Cultura Material
a) Los remontajes: consisten en invertir el proceso, reconstruyendo el núcleo original (fig. 1) de materia prima desde los restos de su talla (rotura) hallados en el yacimiento. b) La traceología: estudio de la funcionalidad de los útiles a través de las huellas microscópicas que su uso ha dejado en los mismos.
c) La arqueología experimental: reconstrucción moderna del proce so de elaboración prehistórica, con idénticos materiales y medios.
Figura 1. Remontaje de un núcleo a partir de los fragmentos (lascas) hallados en la excavación de un yacimiento paleolítico (según R. Humbert).
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PREHISTORIA (I)
Esta forma de abordar el estudio de las industrias líticas y óseas per mite reconstruir el proceso tecnológico con gran detalle y compararlo con otros yacimientos, incluyendo la selección de materias primas (relación de la cultura material con el macroespacio); pero también posibilita dife renciar áreas de actividad en el propio yacimiento —talla, descarnado, cocina, preparación de pieles, etc.— además de informamos por las hue llas de uso de la importancia de otras materias primas perecederas que no se han conservado —carne, madera, pieles, cuerdas, etc.— (relación de la cultura material con el microespacio).
2.1.
El diseño mental del útil
El proceso de evolución biológica, al liberar las extremidades supe riores de la marcha y de la braquiación mediante el bipedismo, dotó a los homínidos de un tipo de mano con pulgar oponible a los demás dedos que le faculta para una habilidad manual de la que carecen los restantes seres vivos. Además enriqueció las terminaciones nerviosas de los dedos y su conexión con un cerebro cuyas áreas encargadas de regular tales fun ciones experimentaron un gran desarrollo, lo que permite el cumplimiento manual de órdenes tecnológicamente cada vez más complejas, paralela mente al desarrollo psíquico. Esto constituye una de las características definitorias del género Homo’, no sólo el fabricar herramientas para satis facer determinadas necesidades, cosa que hacen algunas otras especies animales, sino el mejorarlas progresivamente desde el punto de vista téc nico y funcional, incorporándolas a su cultura como adaptación extraso mática al medio ambiente. El primer paso en la elaboración de industrias es el diseño mental del útil. Ello exige, como hemos visto, un cierto desarrollo anatómico, fisio lógico y psíquico, que sabemos que el género humano alcanzó en la for ma Homo habilis hace más de dos millones de años. En este diseño men tal intervienen factores funcionales (adecuación del útil al uso previsto) y culturales (conjunto de conocimientos y tradiciones que evolucionan muy lentamente), así como la disponibilidad de determinadas materias primas. Debe resaltarse que la concepción, fabricación y uso de los pri meros útiles, por elementales que éstos hayan sido desde el punto de vis ta tecnológico, representa un salto cualitativo en la historia del hombre y de la cultura. Lo realmente importante es que las primeras comunida des humanas amplían su capacidad de adaptación y explotación del medio sirviéndose de objetos, que pasan a configurar industrias, progresivamente más eficientes. La evolución tecnológica experimentada posteriormente entre los primeros útiles de piedra y los más sofisticados aparatos elec trónicos actuales es un proceso meramente cuantitativo, que fue evolu cionando paralelamente a los cambios económicos y sociales. Sin embar
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go, el gran salto tecnológico, que configura uno de los aspectos funda mentales de nuestra definición humana, fue la capacidad de concebir mentalmente y fabricar los primeros útiles o industrias. El resto, toda la historia de la ciencia y la tecnología, es una consecuencia de aquella pri mera y fundamental adquisición.
Tomemos como ejemplo, para la determinación de las unidades de análisis arqueo lógico, una hoja de sauce, útil realizado sobre una larga y estrecha lámina duran te el Paleolítico superior, siendo característica de los momentos finales del Solutrense (fig. 2). El soporte que se ha utilizado es una lámina. Su atributo más característico es el retoque plano. Pertenece al grupo de los artefactos definidos como hojas; que en la tipología más frecuente utilizada para clasificar las industrias del Paleolítico superior, le corresponde el tipo número 72. Esos útiles dan nombre a los conjun tos o industrias foliáceas, o realizados sobre hojas. Y dentro de ellas, las de reto que plano son características de la cultura o industria Solutrense.
Cuadro 2.
Figura 2.
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Se puede establecer una gradación en las unidades de análisis arqueo lógico, para su mejor comprensión. Así pueden definirse progresivamen te: atributos, artefactos, tipos, conjuntos y culturas arqueológicas. Los atributos son las características o variables que aparecen más o menos frecuentemente; así un determinado tipo de talla o retoque, pulimento, recortado, perforación, etc. Un artefacto o herramienta es un objeto al que se ha modificado su estado natural mediante determinados atribu tos, por ejemplo un bifaz o un raspador. Se denomina tipo arqueológico a aquellos artefactos que reúnen una serie de atributos bien definidos, de manera que se configuran como un modelo estandarizado. Algunos tipos tuvieron una larga pervivencia, por ejemplo los bifaces cordiformes; y otros son más característicos de un determinado periodo —raspadores carenados—, o se asignan con precisión a un momento concreto, por ser exclusivos del mismo —hojas de laurel—. En cualquier caso, son suscep tibles de ser incluidos en alguno de los apartados específicos de una lis ta tipológica previamente elaborada. Precisamente, el total de tipos con tenidos en esa lista tipológica configura el conjunto o industria. Así se habla de industrias líticas u óseas musterienses, magdalenieneses, etc., agrupando y comparando estadísticamente desde el punto de vista tipo lógico y tecnológico todos los útiles de tipología, además de los restos de talla de los mismos. Finalmente, sumando a las industrias todos los demás restos materiales conocidos —arte, enterramientos, estructuras de habi tación, etc.— obtendremos la cultura arqueológica o cultura material. En resumen, los atributos se agrupan en artefactos, éstos se dividen en tipos, que nuevamente se agrupan en conjuntos y, finalmente, configuran cul turas arqueológicas.
2.2.
Las materias primas líticas
A lo largo de la Prehistoria se han empleado para la talla todo tipo de materias primas líticas, a veces de ínfima calidad; pero las comunidades humanas han tendido a seleccionar aquellas más adecuadas a la función a la que se destina el útil fabricado. Para ello, en ocasiones, se realizaron largos desplazamientos para proveerse de determinados minerales, se excavaron minas en el subsuelo o se practicó el comercio de intercambio a larga distancia. Sin duda, el mineral más empleado es el sílex. Es una roca silícea que aparece abundantemente en la naturaleza en forma de ríñones o nodu los, o bien dispuesto en tablas. Por su dureza, las características de su rotura y los filos cortantes que ofrece se ha empleado a lo largo de toda la Prehistoria, e incluso en época histórica (pedernal). Además produce pátina al contacto con el aire, lo que permite diferenciar las alteraciones modernas en los conjuntos prehistóricos.
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La cuarcita es también una roca silícea, sedimentaria, de granulometría mucho más gruesa que el sílex, pero extraordinariamente abun dante en casi todo el planeta. Por tanto, ha sido muy empleada, a pesar de su baja calidad. Otros minerales como basalto, obsidiana, etc. que dan restringidos a los ámbitos más reducidos en que aparecen y per miten, más fácilmente, reconstruir desplazamientos o intercambios. Finalmente, sobre todo a partir del Neolítico, algunas rocas han sido seleccionadas por su belleza, frecuentemente para fabricar útiles voti vos, como las pequeñas hachas pulidas y perforadas fabricadas en variscita.
La materia prima, tal como la ofrece la naturaleza, se denomina nodu lo y su localización y selección constituye el arranque de la cadena ope rativa. El exterior de este nodulo muestra las rugosidades, alteraciones, pátina, etc. que le son característicos como resultado de la meteorización, denominándose a esta capa externa córtex (o zona cortical) y se repre senta en el dibujo arqueológico mediante sombreado de puntos. Si se pre para el nodulo, generalmente eliminando una parte del córtex, para poder obtener subproductos del mismo (lascas, láminas...), se obtendrá el núcleo (nodulo más o menos alterado), que constituye la base inicial del proce so de obtención de útiles Uticos. Este proceso, generalmente, incluye dos fases: la talla y el retoque.
2.3.
El proceso de talla
La talla consiste en trocear el núcleo, de forma más o menos dirigida, para obtener los subproductos (lascas, láminas y laminillas) sobre los que fabricar los útiles. También se puede alterar el núcleo para tallar una pie za en él mismo. Así obtendremos los útiles sobre núcleo, sobre lasca, sobre lámina, o las industrias microlíticas, que caracterizan las diferentes fases de la Prehistoria. Existen diferentes tipos de núcleos (fig. 3). Suelen definirse por su morfología (globulares, prismáticos, piramidales, discoides, etc.) o por la técnica empleada en su preparación (levallois, para láminas, etc.). La actuación sobre los mismos —talla— se puede realizar por presión o por percusión (fig. 4). La talla por presión consiste en aplicar sobre el núcleo un compresor, generalmente de materia blanda como made ra o hueso, a veces apoyado en el hombro, lo que permite obtener lámi nas o lascas delgadas. La talla por percusión consiste en golpear el núcleo para que se desprendan del mismo las lascas o láminas. Si el percutor es duro y la percusión violenta, los subproductos obtenidos del núcleo serán más grandes y gruesos que si aquél es blando y el gol pe más suave.
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Figura 3. Nodulo y diferentes tipos de núcleos (1: nodulo; 2: núcleo informe para lascas; 3: ídem, con restos de córtex; 4: núcleo prismático para láminas, con restos de córtex; 5: piramidal para láminas; ó: para laminillas). (Según Piel-Desruisseaux.)
Figura 4. Diferentes sistemas de talla (1: percusión directa; 2: percusión indirecta; 3: presión).
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Por tanto, en el proceso de talla se pueden obtener:
a) Lascas. Fragmento desprendido al tallar un núcleo, cuyos carac teres específicos permiten determinar la intencionalidad humana en su elaboración (Fig. 4) y diferenciarla de aquellas otras que se producen de forma natural por choques entre piedras, pisoteo de animales, fatiga tér mica, etc. Estos caracteres son los siguientes:
— Punto de percusión. Lugar donde se ha producido la presión o el impacto que hace desprenderse a la lasca del núleo. — Cara dorsal. Parte superior, externa, de la lasca. Puede presentar restos de córtex o las líneas de fractura —negativos— de la obten ción de lascas anteriores. — Cara ventral. Cara interna o de lascado; es lisa, salvo irregularida des en la rotura como ondas, descamaciones o estrías. — Talón. Superficie proximal de la lasca donde se produce la percu sión. Puede presentar córtex. Su morfología puede ser, plana, apun tada, facetada, etc. — Bulbo. Engrosamiento que presenta la lasca en las proximidades del talón, en la cara ventral, como resultado de la fractura concoi de. Suele ser tan pronunciado como violenta fue la percusión.
3cm
FIGURA 5. Diferentes posiciones y atributos de una lasca. A: Cara dorsal; B: Cara ventral; C: Perfil derecho (a: bordes; b: negativo de extracción anterior; c: arista; d: estrías; e: ondas; f: bulbo; g: escamas; h: punto de percusión; i: talón; ¡: ángulo de lascado). (Según dibujo de Piel-Desruisseaux.)
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— Angulo de percusión o lascado. Es aquel que forman el talón y la cara venial. Este ángulo es más abierto cuanto más violenta haya sido la percusión y, por tanto, el bulbo más pronunciado.
Generalmente en la descripción de las lascas se define como zona proximal aquella más cercana al talón, y como zona distal la más alejada. Estas piezas constituyen el soporte material de las llamadas industrias sobre lascas. b) Láminas. Pueden definirse como un tipo específico de lascas, que presentan morfología foliácea; es decir, que tienen bordes paralelos y son, al menos, el doble de largas que de anchas (fig. 6). Suelen tener aristas más o menos paralelas en la cara dorsal. Su obtención y descripción es idéntica a la de las lascas. También se definen como hojas, y constituyen el soporte de las industrias leptolíticas o realizadas sobre láminas.
c) Laminillas. Son láminas microlíticas que no suelen superar los quince milímetros de longitud. A pequeña escala reproducen, igualmen te, las características que hemos visto y son la base de útiles microlíticos, generalmente compuestos —varias piezas— y son previamente engasta das o introducidas en un soporte de madera , hueso o asta para ser utili zadas (fig. 7). Existen algunos procesos específicos de talla, como la talla levállois. Esta consiste en obtener lascas, láminas o puntas con una morfología
Figura ó. Diferentes posiciones y atributos de una lámina. A: Cara dorsal; B. Cara ventral; C: Perfil derecho (a: negativo de extracción anterior; b: zona de córtex; c: ondas; d: bulbo; e: talón). (Según dibujo de Piel-Desruisseaux.)
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FIGURA 7. Laminillas de dorso (1-3), denticulada (4), con golpe de buril (5). Microlitos geométricos: Segmento de círculo (ó), trapecios (7 y 8), triángulos |9 a 11). Uso en soporte de los mismos (12).
específica, ya predeterminada en la talla previa del núcleo (fig. 8). Se lle va a cabo preparando el núcleo mediante extracciones en sentido perifé rico y centrípeto, es decir, desde fuera hacia dentro. Éstas se realizan en todo el contorno del mismo. Las lascas extraídas del núcleo así prepara do presentarán en su cara dorsal las huellas o negativos de la preparación centrípeta del núcleo, y en su talón las huellas del facetado o preparación previa a su obtención. A su vez, las puntas levallois, presentarán, además del talón facetado, forma y sección triangular con arista central en la cara dorsal (puntas levallois de primer orden o extracción), o bien sección tra pezoidal y el negativo de la primera extracción (puntas levallois de segun do orden). Este tipo de lascas, hojas y puntas levallois constituyen el sopor te de las industrias talladas con técnica levallois, que aparece en el Achelense y tienen su más amplio desarrollo en algunos tipos de Musteriense, durante el Paleolítico medio. Igualmente constituyen un tipo espe cífico las denominadas lascas clactonienses, generalmente de gran tama ño, que presentan el talón ancho y el bulbo muy pronunciado, por lo que su ángulo de percusión es obtuso. Reciben su nombre del yacimiento bri-
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PREHISTORIA (I)
Figura 8. Técnica levallois. A: Preparación del núcleo; B. Extracción de una lasca; C: Extracción de una punta, 1: primaria; 2: secundaria. (Según Leroi-Gourhan.)
tánico de Clacton-on-Sea (Essex) y caracterizan un tipo de industria del Paleolítico inferior de la Europa septentrional.
En resumen, tras el proceso de talla se obtendrán lascas, láminas o laminillas; todas ellas extraídas de un núcleo. Pero estas piezas no cons tituyen un útil específico, un útil de tipología, aunque se hayan usado directamente en muchos casos. Para que sean considerados como un útil estandarizado deben pasar por un segundo proceso de modificación : el retoque. Solamente existen algunos útiles sobre lasca que no necesitan retoque, como los hendedores o los cuchillos de dorso natural, pero repre sentan la excepción. Igualmente existen útiles realizados sobre núcleos, directamente, que no presentan retoques normalmente. Algunos están tallados sobre cantos rodados, como los Choppers o los picos asturienses, y otros sobre núcleos más elaborados, como los bifaces.
2.4.
El proceso de retoque
Puede ser definido como el acabado de los útiles; es decir, la modifi cación o transformación que mediante la percusión o presión realizada sobre lascas, láminas o laminillas, hace de ellas verdaderos útiles, piezas estandarizadas, susceptibles de ser incluidas en un tipo específico, des crito en una tipología. Tiene como finalidad adaptar el soporte (lasca, lámina, etc.) a una utilidad específica: despejar una punta para crear un perforador, obtener una arista cortante (buril), embotar un filo para hacer lo más resistente (raedera), despejar un pedúnculo para facilitar el enman gue (puntas de muesca o pedunculadas), etc.
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Los retoques se han dividido atendiendo a diversos criterios y se han acordado una serie de convenciones en el dibujo arqueológico para su mejor reconocimiento (fig. 9). Según el modo en que fueron realizados se clasifican en: Retoque simple. Realizado sobre el borde de la pieza, embota parcial mente el filo. Retoque plano. Se realiza mediante presión. Penetra en la superficie interior de la pieza, por lo que también se ha definido como retoque cubriente o en peladura.Se le ha llamado, igualmente, retoque solutrense por ser específico de este periodo durante el Paleolítico superior.
Retoque abrupto. Destruye el filo embotando absolutamente el borde. Por esta razón, el resultado suele denominarse borde abatido o dorso alto. Retoque sobreelevado. Es la sucesión, en una misma zona del soporte, de varios retoques simples. Cuando son profundos se denomina retoque
Figura 9. Diferentes tipos de retoque: 1: simple inverso; 2: escamoso; 3 y ó: abrup to; 4: escalentarme; 5: plano.
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escaleriforme y cuando son más superficiales se les llama retoque- esca moso.
Todos estos retoques pueden aparecen en una u otra cara del sopor te. Es decir, que también se pueden clasificar atendiendo a la orientación de los mismos. Así, de forma general, se puede decir que los que apare cen en la cara dorsal se denominan retoques directos y los que aparecen en la cara ventral se describen como retoques inversos.Es decir, que un retoque puede ser definido, por ejemplo, como simple inverso o como pla no directo (fig. 9).
Todos los retoques pueden aparecer en cualquiera de las industrias prehistóricas. Sin embargo, existen algunos que son más característicos de determinados periodos. Así, el retoque plano define una característi ca fundamental del Solutrense, aunque también es frecuente a partir del Neolítico. El retoque escaleriforme se practicó abundantemente en la ela boración de algunas raederas del Musteriense, mientras el escamoso defi ne a las hojas auriñacienses. El retoque abrupto es muy típico del Perigordiense, pero está presente en todas las industrias prehistóricas al ser usado para facilitar el enmangue de los útiles líticos en soportes de made ra o hueso o encajar unas piezas con otras en la fabricación de útiles com puestos. Finalmente, el retoque simple es el más utilizado y común a todos los periodos e industrias líticas durante la Prehistoria.
3.
TIPOLOGÍAS Y FUNCIONALIDAD
Los diferentes útiles así obtenidos (talla + retoque) reciben un nom bre atendiendo a diferentes criterios. En ocasiones se definen según la supuesta funcionalidad de los mismos: raspadores, raederas, perforado res, hendedores, etc. Otras según la morfología: escotaduras, denticula dos, láminas o laminillas de dorso, crecientes, etc. A veces su denomina ción es de raíz toponímica (puntas de Tayac, del Parpalló, de la Font-Robert, etc), cultural (punta musteriense, raedera charentiense), o tecnolócica (punta levallois). Todos estos útiles líticos han sido ordenados y cuantificados en dife rentes listas tipológicas. Es decir, se han elaborado repertorios des criptivos que permiten encuadrar los conjuntos líticos de los diferentes periodos prehistóricos en unos tipos específicos y más o menos estan darizados para cada fase. Las tipologías más empleadas parten de la experiencia en el agrupamiento de los útiles, con un carácter sintético y estadístico (tipología de F.Bordes para el Paleolítico inferior y medio; tipología de Sonneville-Bordes y Perrot para el Paleolítico Superior; tipología de J.Tixier para el mesolítico del norte de África o de J. For-
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tea para el mismo periodo del Mediterráneo español, etc.) Otras tienen un carácter analítico y parten de las características y atributos especí ficos de la pieza (tipologías de G. Laplace o H. Movius). Finalmente se ha pretendido agrupar tipológicamente a los útiles según su finalidad; es decir, realizar tipologías funcionales. Esto último es difícil, pues los análisis traceológicos (huellas microscópicas que los diferentes usos dejan en las piezas líticas) no han permitido afinar hasta ese punto de forma segura y generalizada. Además, en un sistema tecnológicamen te simple como el paleolítico la relación útil-función no tiene necesa riamente un carácter unívoco (un mismo instrumento puede usarse para funciones diversas). Todos los soportes líticos para fabricar útiles (núcleos, lascas, lámi nas y laminillas) pueden aparecer en cualquier periodo, pues el proceso tecnológico de su obtención es muy simple. Sin embargo, se observan una serie de regularidades a lo largo de la Prehistoria que permiten afirmar, desde el punto de vista puramente estadístico, que los útiles sobre núcleo son más frecuentes y característicos durante el Paleolítico inferior, los úti les sobre lasca durante el Paleolítico medio, los útiles sobre láminas duran te el Paleolítico superior y los microlitos durante el Mesolítico. De hecho, las primeras divisiones del Paleolítico se realizaron atendiendo a estos criterios. Sin embargo no deben interpretarse de una forma rígida, pues en todos los periodos, como se ha dicho, existen útiles sobre los diferen tes soportes descritos. Igualmente es perceptible un lento proceso de especialización, que refuerza progresivamente la ecuación útil-función, des de las piezas plurifuncionales o de utilidad diversa del Paleolítico inferior, hasta las más especializadas del Paleolítico superior y tiempos post-paleolíticos; lo que implica una creciente y progresiva diversidad tipológica y una mayor funcionalidad u operatividad de tales herramientas. A partir de esta idea y con los planteamientos anteriores, se han definido las carac terísticas tecnológicas y tipológicas de las diferentes fases paleolíticas y post-paleolíticas.
3.1. Paleolítico inferior y medio Los principales útiles (lám. I) sobre núcleo son:
— Cantos trabajados. Cantos rodados a los que se realiza un filo mediante levantamientos unifaciales {Choppers) o bifaciales {Chopping-tools'). — Esferoides facetados o bolas poliédricas. — Bifaces. Útiles de talla bifacial (tallados por ambas caras), defi nidos tradicionalmente como «hachas de mano», se clasifican según el perfil y grosor que presentan. Así hay bifaces lanceola-
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Lámina I. Útiles realizados sobre núcleo. 1: Canto trabajado bifacial [chopping too/); Bifaces: 2: cordiforme; 3: cordiforme alargado; 4: limando; 5: ficron; ó: micoquiense; 7: triangular. (Según Bordes.)
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dos (bordes convergentes rectilíneos), cordiformes (base y punta redondeada, con lados curvos y máxima anchura próxima a la base), amigdaloides (cordiformes espesos y alargados), discoides (perfil más o menos circular), limandes (discoides alargados), triangulares, ovalados, etc. Otros tienen una denominación espe cífica: micoquienses (base globular y lados ligeramente cónca vos), abbevillenses (gruesos y de bordes sinuosos, frecuentemen te con restos de córtex), etc. Evolucionan desde las formas más voluminosas y rudimentarias hasta piezas de factura y simetría muy cuidada, sin duda valorando el tallador no sólo la mayor efec tividad y el ahorro de materia prima, sino también las cualidades estéticas. — Triedros. Toscos bifaces tallados sobre cantos rodados, que con servan una base globular cortical y presentan una punta masiva de sección triangular. — Hendedores. Pueden estar realizados sobre núcleos o sobre gran des lascas. Presentan la parte activa (distal) como un filo sin reto car perpendicular al eje de la pieza.
Los principales útiles (lám. II) sobre lasca son:
Raederas. Presentan retoques continuos sobre uno o más bordes, que pueden ser rectos, cóncavos o convexos. Por tanto, se clasifican según el número de bordes retocados (simples o dobles) y el perfil de los mismos (recto, cóncavo o convexo). Así hay raederas simples rectas, simples cón cavas, dobles recto-concavas, dobles biconvexas, etc. Igualmente existen otras específicas, como las raederas tipo Quina o raederas Charentienses, que están realizadas sobre una lasca corta y gruesa, con perfil convexo y retoque escaleriforme. Escotaduras. Muescas o entrantes profundos que aparecen en los bor des de la lasca. Pueden estar retocados en su interior.
Denticulados. Indentaciones producidas por una sucesión de escota duras. Puntas levallois. Lascas triangulares obtenidas mediante la técnica levallois. Puntas musterienses. Lascas triangulares con retoques simples en ambos bordes. Cuchillos de dorso. Lascas con un filo cortante al que se opone otro embotado de forma artificial o natural (córtex).
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PREHISTORIA (I)
Lámina II. Útiles sobre lasca. 1 y 2: puntas musterienses; 3: punta levallois; 4: cuchi llo de dorso; 5: cuchillo de dorso natural; ó: esferoide sobre núcleo; 7 a 9: raede ras; 10a 14: denticulados y escotaduras; 13: raedera con escotaduras retocadas en los extremos.
INSTRUMENTAL PREHISTÓRICO LÌTICO Y ÓSEO
3.2.
99
Paleolítico superior
Los principales útiles (lám. III) sobre lasca y sobre hoja son: Raspadores. Aunque aparecen con formas diversas, presentan siem pre un frente curvo con retoques simples laminares. Buriles. Presentan una arista cortante que puede estar producida por uno o más golpes de buril. Se representan en el dibujo arqueológico con tantas flechitas como golpes de buril tienen.
Perforadores. Presentan una punta claramente destacada mediante retoques en ambos bordes. Diferentes tipos de hojas-, auriñacienses (con retoque escamoso), auriñacienses estranguladas (como las anteriores pero con dos escotaduras retocadas opuestas); solutrenses (con retoque plano, cubriente: hojas de laurel, de sauce, etc.); hojas retocadas en uno o ambos bordes, trunca das, etc.
Diferentes tipos de puntas-, con retoque abrupto (puntas de Chatelperron, de la Gravette, etc.), con retoque plano (puntas de muesca o de cara plana, solutrenses), con muesca o pedúnculo y aletas (punta de la FontRobert, de Teyjat, del Parpalló, etc.).
También aparecen con frecuencia durante el Paleolítico superior úti les microlíticos, realizados sobre pequeñas lascas o sobre laminillas.Las más frecuentes son las hojitas o laminillas de dorso.
3.3.
Mesolítico
Aunque muchos de los útiles que hemos visto durante el Paleolítico permanecen durante el Mesolítico, las industrias se caracterizan en esta nueva fase por el alto porcentaje de piezas microlíticas y geométricas. Suelen considerarse microlíticos aquellos útiles de dimensiones inferio res a tres centímetros. Entre ellos encontramos microburiles, microraspadores, etc., así como útiles realizados sobre pequeños soportes (lami nillas): puntas azilienses, puntas tardenoisienses, laminillas de dorso, etc. Las piezas geométricas —además de su carácter microlítico— se definen por su perfil geométrico característico y, como en el caso anterior, suelen formar parte, debidamente enmangadas o introducidas en un soporte, de armaduras de flechas o útiles compuestos (cuchillos, hoces, etc.). Los geo métricos más frecuentes son los segmentos de círculo o crecientes, los triángulos de diferentes tipos, trapecios, etc. Paralelamente durante el Mesolítico se produce, en algunas zonas, una tendencia a la elaboración de industrias macrolíticas talladas sobre can tos rodados que parecen recuperar tradiciones muy arcaicas, aunque tal
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PREHISTORIA (I)
LÁMINA 111. Utiles sobre láminas y lascas. 1: hoja auriñaciense; 2: ídem estrangula da; 3 a ó: raspadores (3: simple; 4: sobre hoja auriñaciense; 5: en hocico; 6: care nado); 7: perforador; 8 a 10: buriles; 1 1: hoja de laurel; 12: punta de muesca típi ca; 13: punta de la Font-Robert; 14 y 15: puntas de Chatelperron; 16 y 17: puntas de la Gravette.
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vez ahora adaptadas a actividades específicas como el marisqueo de roca. La pieza más característica es el pico asturiense: canto rodado con base cortical globular, de lados cóncavos, en el que se talla unifacialmente un pico masivo (ver fig. 6, tema XX).
4. EL INSTRUMENTAL ÓSEO Bajo la denominación de industria ósea se reúnen todos aquellos úti les cuya materia prima de elaboración es orgánica; es decir, los fabricados en hueso, en asta y en marfil. Por su propia naturaleza presentan un gra do de conservación inferior a las industrias líricas; sin embargo, aquellos que han permanecido enterrados en condiciones mínimamente favorables se han conservado hasta la actualidad. Muy probablemente han existido innumerables utensilios y objetos diversos realizados en madera, corteza, cuerda, piel, plumas de ave, etc. pero han desaparecido. Solamente se han conservado algunos fragmentos de madera con claras huellas de haber sido preparados por el hombre como lanzas, pértigas o, tal vez astiles rema tados en puntas de piedra u óseas. Algunos fragmentos se fechan en el Paleolítico inferior y su hallazgo es absolutamente excepcional.
Los materiales orgánicos no ofrecen la dureza de la piedra a la hora de elaborar instrumentos. Sin embargo son mucho más maleables y flexibles, lo que resulta práctico para determinadas actividades. Permiten, igual mente, el desarrollo de algunas técnicas difíciles de realizar sobre piedra, como el recortado, la perforación o la incisión; la aparición de otras nue vas como el pulimento; y finalmente posibilitan su individualización mediante marcas específicas, así como el desarrollo de manifestaciones artísticas sobre su superficie, uno de los capítulos más brillantes de las sociedades del Paleolítico superior. Este último apartado, el arte mueble paleolítico, constituye un capítulo específico, generalmente individuali zado y segregado del utillaje e incluido en el rango superior que corres ponde a las manifestaciones simbólicas; no obstante, desconocemos has ta qué punto esa distinción fue pertinente para el hombre paleolítico.
Durante el Paleolítico inferior y medio las sociedades humanas utili zaron escasamente los soportes orgánicos citados, a juzgar por los mate riales conservados. A veces aparecen huesos rotos intencionadamente o fragmentos de asta que muestran huellas de haber sido utilizados por el hombre. Sin embargo, no existen verdaderos útiles de tipología pues no se han localizado para tan dilatado espacio de tiempo formas más o menos estandarizadas. Todo lo existente se incluye en un capítulo eufemísticamente denominado como hueso poco trabajado, cuyos componentes pre sentan en ocasiones retoques similares a los realizados en los soportes líticos. En este apartado se incluyen fragmentos de hueso o asta aguza-
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PREHISTORIA (I)
dos, algunos con pulimento de uso como cuñas, cinceles o compresores, otros con huellas de golpes, etc. Además, en ocasiones es difícil certificar el origen antrópico de tales alteraciones. Será durante el Paleolítico supe rior y tiempos posteriores cuando aparezca un verdadero instrumental óseo, con tipos bien fijados y carácter estandarizado, hasta el punto de que algunos de estos útiles cobran la condición diagnóstica de «fósil direc tor» de un determinado periodo o área cultural. No existen para la industria ósea tipologías tan elaboradas como para el material lítico, sin embargo han tenido un gran desarrollo los estudios de las huellas de uso, reconstrucciones etnoarqueológicas y de arqueolo gía experimental, lo que permite una aproximación bastante segura a la Funcionalidad de los útiles.
En una tipología básica del material óseo paleolítico y mesolítico (lámi na IV) pueden citarse: 1.
Punzones. Presentan un extremo distal aguzado, al que puede opo nerse una articulación epifisaria en la zona proximal o empuña dura. Suelen aparecer en hueso, aunque también se han realiza do en asta y marfil, incorporando en este caso el pulimento. No existe una tipología específica que permita divisiones internas o que relacione determinados tipos con periodos específicos.
2.
Agujas. Fabricadas en hueso, presentan una perforación bipolar en la zona proximal y una morfología similar a las modernas agu jas de acero. Se han relacionado con el cosido de pieles, utilizan do como hilo fibras vegetales o tendones de animales. Aparecen durante el Paleolítico superior medio (Solutrense).
3.
Azagayas. Puntas fabricadas generalmente en asta para ser usadas enmangadas en un astil. Se diferencian según su base y su sección. Así encontramos azagayas de base hendida o biapuntadas con sec ción aplanada; con rebajes centrales, con uno o dos biseles en la base, con sección circular, triangular o cuadrangular; con base ahor quillada, etc. Aparecen durante el Paleolítico superior inicial.
4.
Varillas plano-convexas. Son largas tiras de asta —pueden llegar a tener más de 30 cm.— con la base plana, que ocasionalmente reci ben decoraciones o acanaladuras en su cara convexa. Pudieron usarse pareadas, unidas por su cara plana, como largas azagayas, lo que aumenta considerablemente su flexibilidad. Son caracte rísticas del Paleolítico superior final.
5.
Arpones. Fabricados en asta, presentan una o dos hileras de dien tes, fuste circular o aplanado y un sistema de sujección en la base que puede consistir en una perforación o en sendas protuberan cias laterales. Aparecen durante el Paleolítico superior final.
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Lámina IV. Industria ósea: 1 : punzón; 2: aguja; 3 y 4: azagayas de base hendida; 5: ídem de base ahorquillada; ó: ídem biapuntada losàngica; 7 y 8: bastones per forados; 9: espátula; 10 y 1 1 : varillas semicirculares decoradas; 12 y 13: propulso res; 14 a 20: arpones.
104
5.
PREHISTORIA (I)
6.
Espátulas. Realizadas en huesos largos, recortados y pulidos, a modo de paletas, pueden recibir decoraciones grabadas o, excep cionalmente, representar el contorno de un animal. Durante el Paleolítico superior final aparecen algunas con forma de pez. Su utilidad exacta es desconocida. Estas piezas, como otras destina das a actividades que preveen una larga duración a los objetos, pueden decorarse con un verdadero sentimiento artístico, por lo que también se estudian en el capítulo dedicado al arte mueble.
7.
Bastones perforados. Son fragmentos de asta de cérvido que pre sentan una perforación generalmente realizada en la zona de bifur cación de las cuernas. Frecuentemente contienen decoraciones geométricas o naturalistas muy elaboradas. Tradicionalmente se les denominó «bastones de mando», siendo interpretados como un distintivo de autoridad. En la actualidad se consideran herra mientas relacionadas con la fabricación —enderezamiento— de azagayas, elaboración de cordajes, etc.
8.
Propulsores. Son largas varillas de asta que pueden presentar una o más perforaciones en su parte proximal y una protuberancia en forma de gancho, a veces rematado en una escultura animal, en su parte distal. Estaban destinadas a imprimir más fuerza al lan zamiento de armas arrojadizas como azagayas y arpones.
BIBLIOGRAFÍA
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Tema V EL MARCO CRONOLÓGICO EN PREHISTORIA Victoria Cabrera Valdés
ESQUEMA-RESUMEN
1. CONCEPTOS GENERALES
2. SISTEMAS DE DATACIÓN 2.1.
Los métodos de referencia cronológica 2.1.1. 2.1.2.
La estratigrafía El contexto cultural
2.2.
Los métodos de cuantificación 2.2.1. La cronología climática 2.2.2. Las dataciones radiométricas y sistemas físico-químicos
2.3.
Consideraciones finales
3. BIBLIOGRAFÍA
4
1. CONCEPTOS GENERALES Uno de los factores más importantes en el devenir histórico de la huma nidad es el establecimiento del tiempo en que se sucedieron los distintos acontecimientos. En la historia de los grupos humanos el contexto cro nológico viene implícito en los textos de manera que el marco temporal y la periodización no constituyen un problema específico. Sin embargo en la Prehistoria y la Protohistoria la situación cronológica debe encon trarse a través de diferentes métodos que se han ido depurando a lo lar go del siglo xx.
La fijación del tiempo, presenta dos aspectos fundamentales. Por un lado tener series cronológicas en sucesión, buscando una secuencia gene ral o específica, a lo largo del tiempo. Esta vía, por la que observamos una sucesión de acontecimientos en el mismo y que nos proporciona el saber que unos son anteriores o posteriores, es lo que denominamos diacronía. Por el contrario el detectar acontecimientos que son coetáneos nos lleva a comprender horizontes culturales y su diversidad en un deter minado espacio temporal. Esta segunda vía es lo que se denomina sin cronía.
Estos factores deben ser interrelacionados siempre, tanto a escala general como específica, de manera que la reconstrucción de un objeto, un asentamiento, un horizonte cultural ocupe su lugar en el gran mosai co de la historia, facilitando la inserción de otros elementos aislados que por comparación pueden integrarse en el mismo. Así en el estudio de un yacimiento, deberemos intentar conocer la fecha en la cual se produjo la ocupación del mismo, por diferentes sistemas de los que hablamos pos teriormente, de manera que podamos ver su integración en la escala cronológica/cultural. Asimismo observaremos su dispersión espacial, vien do las diferentes actividades que se han realizado al mismo tiempo, observando su correlación. Esta visión en horizontal se extrapola después
108
PREHISTORIA (I)
con otros yacimientos de la misma época, con el fin de analizar la varia bilidad interna de una misma cultura. En otros términos, podríamos decir que la diacroma supone situar un factor en una escala vertical, estableciendo una periodización, mien tras que la sincronía permite una visión horizontal de coetaneidad de ese mismo factor.
2.
SISTEMAS DE DATACIÓN
En Prehistoria contamos con dos sistemas distintos para obtener la cronología de los vestigios arqueológicos. Una serie de sistemas permiten situarlos en una escala amplia dentro de periodos conocidos, de manera que su situación en el tiempo es relativa, ya que podemos afirmar que es anterior o posterior a otros vestigios o culturas. Otra serie de sistemas, generalmente a través de otras disciplinas científicas, permiten obtener una cronología absoluta, es decir obtener una fecha determinada en la escala temporal, el momento preciso en el que transcurrió un aconteci miento prehistórico.
En la actualidad se tiende a integrar diferentes métodos, de manera que todos ellos puedan contrastarse. Ello siempre depende de las posibi lidades que ofrezcan los restos que estudiamos. Indudablemente ningu no por si sólo ofrece la panacea universal, y a través de su comparación es como puede obtenerse un resultado más fidedigno. Sin embargo no siempre es posible interrelacionar diferentes métodos y en estos casos se mantienen muchas incógnitas que el progreso de diferentes ciencias auxi liares desvelarán en el futuro.
2.1.
Los métodos de referencia cronológica
Existen diferentes métodos de cronología relativa o de referencia, como desglosamos a continuación, y ellos consisten en los métodos que duran te mucho tiempo han sido los únicos vigentes a lo largo del desarrollo de la Prehistoria. Desde el comienzo de la disciplina han constituido un fac tor muy importante y muy enraizada en el mismo concepto básico de la arqueología prehistórica. Por ello a pesar del avance actual en otras dis ciplinas, los sistemas de cronología relativa siguen constituyendo un apo yo fundamental de los estudios prehistóricos.
2.1.1.
La estratigrafía
Uno de los sistemas clásicos de la Arqueología es el relacionado con la sucesión de las capas de tierra que forman una secuencia o registro. La
EL MARCO CRONOLÓGICO EN PREHISTORIA
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estratigrafía es un método básico de la geología, ciencia histórica de la tie rra, que fue heredado por la arqueología prehistórica desde sus comienzos.
La estratigrafía parte de una superposición de estratos, que en condi ciones normales muestran una secuencia cronológica en su deposición. Según este concepto el estrato superior es más reciente que el que se encuentra en su base, formándose entonces un registro cronológico ver tical de más antiguo a más moderno. Vinculado con este principio, se encuentra el concepto que infiere un registro horizontal, de manera que todos los elementos que se encuentren en un nivel determinado son coe táneos (fig. 1). Estos axiomas básicos son ciertos, pero en muchos los casos, se pro ducen alteraciones que conviene detectar durante el estudio de la estrati grafía. El concepto de la sucesión cronológica, debe corresponderse con un estudio a fondo de las capas pues las alteraciones, bien mecánicas o antrópicas (debidas al hombre), dejan cicatrices a veces difíciles de detectar. Un ejemplo clásico lo constituye la erosión (proceso que puede des mantelar niveles existentes) constituye asimismo un factor importante y que provoca hiatos (interrupciones) en las secuencias. Cuando un nivel decimos que se encuentra in situ, queremos decir que se encuentra en posición primaria, tal y como se depositó en el momento sin que haya sufrido perturbaciones importantes. Sin embargo cuando un nivel ha sido desmantelado por causas físicas y redepositado en otro lugar, como por ejemplo con la solifluxión, este nivel es de deposición secundaria y por lo tanto la información que podamos obtener estará mutilada. Los factores antrópicos provocan asimismo complicaciones y altera ciones importantes, en diferente escala según el periodo representado. Así en yacimientos paleolíticos se observan por ejemplo zonas en las que se han amontonado restos de niveles en determinadas áreas debido a una limpieza del suelo practicado por grupos humanos posteriores. En este sentido los hombres magdalenienses de la Cueva de Morín, practicaron un «barrido» del suelo, en el nivel solutrense, amontonando en una zona el sedimento con materiales de este nivel más antiguo. La práctica de fosas, muros, postes, etc..., provocan intrusiones en capas más antiguas y su detección es fundamental, ya que en muchos casos existen lo que denominamos desviaciones laterales, bien antrópicas o por elementos mecánicos y otros seres vivos. De esta forma es conveniente que el estu dio de una secuencia estratigráfica se realice en distintos puntos, a ser posible, ya que las variaciones que encontremos pueden alterar signifi cativamente la interpretación de la misma y la sucesión cronológica por tanto, si sólo tenemos referencia de un único corte.
En arqueología prehistórica, una vez reconocido el periodo a que corresponde determinado nivel, es posible enlazar una estratigrafía con
Figura 1. Estratigrafía
de la cueva de Kebara, mostrando la sucesión de niveles musterienses (según Bar Yosef O., 198ó).
110 PREHISTORIA (I)
EL MARCO CRONOLÓGICO EN PREHISTORIA
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otra que presente un estrato semejante y otros que no representados en la anterior, y así sucesivamente hasta lograr una larga secuencia de perio dos culturales. Durante mucho tiempo este sistema ha sido el dominan te en arqueología y como decíamos antes el que proporcionó los esque mas básicos de la periodización cultural.
2.1.2. El contexto cultural En arqueología el concepto de fósil guia ha sido predominante duran te mucho tiempo, y gracias al mismo fue posible establecer las secuen cias básicas en Prehistoria. Un ejemplo de ello puede ser el arpón magdaleniense, de manera que si se detecta uno de ellos en un determinado nivel, sabremos que nos encontramos ante un estrato correspondiente al Magdaleniense Superior. Este concepto se ha ampliado en la actualidad ya que la detección de un elemento determinado en realidad es muy limi tado, ya que en la mayoría de los casos es el conjunto de diferentes ele mentos lo que determina la atribución cultural. En el puro terreno de la seriación o secuencia cronológica de una cultura se observan los conjuntos de diferentes elementos como mar cadores de la misma, pues un elemento aislado puede haber permane cido durante mucho tiempo una vez inventado. Así un contexto del Auriñaciense Antiguo se define por la presencia de puntas de hueso de base hendida, dentro de la industria ósea, y por otros elementos de la indus tria lítica como son los raspadores carenados y en hocico, hojas auriñacienses, hojitas Dufour y dentro de un contexto de técnica laminar o de hojas.
En lo que se refiere al valor cronológico de la tipología, con el fin de establecer una serie o secuencia temporal, ésta debe vincularse a la estra tigrafía, constituyendo ambas dos ejes metodológicos fundamentales de la Prehistoria. La estratigrafía y la seriación cultural por lo general se aso cia a secuencias de micromamíferos, palinológicas, etc... que forman una secuencia integrada, llamada cronoestratigrafía.
2.2.
Los métodos de cuantificación
Al contrario de los métodos de cronología relativa, existen una serie de métodos procedentes de otras ciencias que nos permiten fijar en el tiempo un contexto arqueológico, ofreciendo una fecha determinada, es decir es el sistema que permite la determinación cuantitativa del inter valo de tiempo que separa un acontecimiento del pasado del instante pre sente. Estos métodos son diversos y todos se basan en la aplicación de sis temas fisicoquímicos. Básicamente la cronología absoluta se basa en la cuantificación del tiempo.
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PREHISTORIA (I)
Bajo la denominación de cronología absoluta o de cuantificación inclui mos también una serie de métodos de datación que no actúan sobre mate riales directos, como un objeto, nivel o yacimiento determinados, sino que consisten en marcos cronológicos de referencia, y que se denominan generalmente como cronología derivada. En algunos casos como la dendrocronología el sistema es mixto.
2.2.1.
La cronología climática
A través de varios sistemas se ha podido obtener una serie de calen darios climáticos, a los cuales se asimilan los datos obtenidos mediante el estudio de la geología y la paleontología, de una o varias secuencias estratigráficas determinadas. Obtenidas las curvas climáticas se compa ran con las curvas conocidas y registradas cronológicamente de manera que podemos fijar la edad a través de la comparación o derivación den tro de un amplio marco climático/cronológico ya conocido.
A través de las huellas dejadas por el glaciarismo cuaternario, se han establecido diferentes periodos de máximo frío (glaciares) a los que se intercalan periodos de oscilaciones más benignas (interglaciares). Den tro de los largos periodos glaciares se ofrecen también oscilaciones de máximo frío (estadios), intercalándose fases más cálidas (interestadios). El estudio de las secuencias glaciares en diferentes partes del mundo ha ofrecido secuencias de referencia realmente relativas, que han sido amplia mente utilizadas, por ejemplo la secuencia alpina para el Suroeste de Europa o la secuencia basada en el loess para centroeuropa (ver capítu lo destinado al cuaternario). Así mismo tenemos un registro paleoclimático en Escandinavia, basa do en el avance de las distintas especies arbóreas que marcan desde el Tardiglaciar (fin de la última glaciación) al Postglaciar (las fases antiguas del Holoceno), datadas por el radiocarbono en fechas absolutas y que se conocen como cronozonas. De esta manera a través del estudio geológi co y de la paleontología vegetal muchos niveles arqueológicos han podi do relacionarse y atribuirse a determinado periodo, como el Dryas III, o al Allerod, obteniendo así una cronología determinada dentro de las fechas absolutas en las que se desarrolla determinada cronozona.
2.2.1.1.
La escala temporal de los isótopos de oxígeno
El suelo del océano se compone de una mezcla de sedimentos terrrígenos y biogénicos. Estos últimos consisten en esqueletos calcáreos y silí ceos de microfauna marina y a través de su estudio se ha obtenido la tem peratura de estos parámetros por la relativa abundancia y la morfología especial de las distintas especies. Hoy en día se ha matizado que la influen
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EL MARCO CRONOLÓGICO EN PREHISTORIA
cia que predomina en estos registros está más relacionada con la tempe ratura del agua, de manera que el radio que reflejan las curvas climáticas obtenidas es el clima global.
El registro de los isótopos del oxígeno (O16/O18), de los fondos mari nos contenidos en conchas, permite comprobar como en los periodos gla ciares el O18, más pesado y por lo tanto más difícil de evaporarse, es más abundante que en periodos interglaciares. De esta forma se han conse guido secuencias climáticas en los océanos Atlántico (Emiliani 1955) y Pacífico (Shackelton y Opdyke (1973), que han sido datadas por diversos métodos y nos permiten así contar con tablas referidas en miles de años. La división de periodos isotópicos, empleada por Emiliani y subdivi dida actualmente constituye un marco de referencia obligado para la cro nología del Pleistoceno, una vez realizadas las correspondientes correla ciones con series continentales. Se han definido hasta 23 estadios isotópicos, que alcanzan los 800.000 años aproximadamente, siendo los más fiables los últimos 300.000 años. Como norma general se debe considerar como templados o cálidos los impares (el 1 representa la época actual) y fríos los pares. Así tenemos el estadio 3 que se corresponde con un interestadial que coincide aproximadamente con el inicio del Paleolítico Superior. Otro ejem plo es el cambio (inversión) de polaridad magnética que se observa en el estadio 19, hace 720.000 años al final del periodo Matuyama. Cuadro de Bowen. De Shakelton y Opdyke
Estadio Isotópico
Inicio (años BP)
Final (años BP)
1 2 3 4 5 ó 7 8 9 10 11 12 13 14 15 ló 17 18 19 20
13.000 32.000 64.000 75.000 128.000 195.000 251.000 297.000 347.000 440.000 472.000 502.000 542.000 592.000 627.000 637.000 688.000 706.000 729.000 782.000
Epoca actual 13.000 32.000 64.000 75.000 128.000 195.000 251.000 297.000 347.000 440.000 472.000 502.000 542.000 592.000 627.000 637.000 688.000 706.000 729.000
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2.2.1.2.
PREHISTORIA (I)
Cronología de las varvas
Este sistema se basa en la oscilación estacional y anual que se obser va en la sedimentación de los materiales arrastrados por un glaciar, que se depositan en los fondos de los lagos alimentados por el mismo. De esta forma se obtienen largas secuencias de laminaciones cuyo espesor y gra nulometria varían según la estación del año y también según las oscila ciones climáticas anuales. Estas laminaciones, detectadas fundamentalmente en Escandinavia, se denominan varvas, y cuyo grosor puede tener desde fracciones de un milímetro (un verano frío) a unos centímetros. En veranos anormalmen te cálidos se refleja en una capa de varias decenas de centímetros. Estas características hacen posible relacionar una serie de secuencias de var vas hasta llegar a la actualidad, calculando por las oscilaciones que pre sentan el registro del cambio climático.
Este método es valioso para secuencias regionales, como el realizado por el barón de Geer (1912) para el extremo sur de Suecia alcanzando los últimos 13.000 años. Su importancia se extiende fuera de un área determi nada ya que ha servido para calibrar (ajustar) las dataciones del C14, como sucede con el siguiente «calendario» obtenido por la dendrocronologia. 2.2.1.3.
La Dendrocronologia
La dendrocronologia es el sistema de datación basado en el recuento de los anillos de la madera que encontramos en el registro fósil arqueo lógico, hasta llegar a madera de árbol de edad conocida. Ha sido el siste ma que más ha colaborado para calibrar («ajustar») el sistema del C14, al poder ser datados por ambos sistemas las mismas muestras. El siste ma de la dendrocronologia alcanza épocas prehistóricas no muy alejadas, no siendo susceptibles de ser datados, por el momento, vestigios de los cazadores recolectores paleolíticos. En este sistema, los árboles utiliza dos para estas secuencias que alcanzan épocas prehistóricas tienen una vida media de cientos (roble) o miles de años (como cierto tipo de coni feras americanas, Pinus longaevá). El método se basa en el recuento de los anillos de crecimiento anual de la madera de los árboles, anillos perceptibles en maderas cortadas, como por ejemplo vigas encontradas en yacimientos arqueológicos. Estos anillos anuales tienen variaciones estacionales, que son fácilmente reco nocibles a simple vista. Así, según las especies, en primavera son más gruesos que en invierno, variando incluso de tonalidades lo que identifi ca individualmente cada anillo.
Un factor importante implica el hecho de que los árboles de una mis ma zona reflejan cambios climáticos, ya que cambios en la temperatura
EL MARCO CRONOLÓGICO EN PREHISTORIA
H5
y especialmente humedad favorecen o no el crecimiento anual, diferen ciándose además por oscilaciones en el grosor. Esto permite la «datacióncruzada», que consiste en enlazar diferentes registros de una misma espe cie arbórea en una zona dada, pudiendo darse el caso de alcanzar restos arqueológicos. Esto es un hecho puntual en la investigación, ya que por lo general son casos excepcionales, pero los que se han dado han favore cido enormemente la investigación, especialmente como hemos dicho antes al poder calibrar las dataciones de C14, un método más universal en su aplicación. Dos series han sido fundamentales hasta el momento: la secuencia para América del Norte del Pinus longaeva o Pinus aristata, en las zonas montañosas de California, Arizona, Colorado, Nevada, Nuevo Méjico y Utah que alcanza un calendario de 6.700 años BC., y la secuencia euro pea basada en el roble, en un principio en Alemania e Irlanda, alcanza una cronología de 7.300 años, menor que la americana. Una interrelación entre las secuencias hace posible alcanzar un calendario de unos 11.000 años, favoreciendo cada vez más la calibración del C14 hacia etapas más antiguas.
2.2.2. Las dataciones por isótopos radioactivos o «relojes atómicos» y sistemas físico-químicos A mediados de este siglo los recientes avances de la Física nuclear, cuyo desarrollo fue espectacular debido a sus aplicaciones bélicas, se extendieron al campo de la arqueología y la prehistoria para ofrecer una serie de métodos por los que se puede obtener una fecha determi nada. El principio de estos métodos se basa en la propiedad de los isó topos radioactivos que tienen un núcleo inestable que tiende a estabi lizarse. La naturaleza de un átomo está determinada por el número de protones de su núcleo (número atómico). Su peso está determinado por la suma del número de protones y de neutrones de su núcleo (masa ató mica). A cada número entero de masa de un átomo dado, corresponde un isótopo de este átomo. Así se define el isótopo 12 (6p+6n) o el isó topo 14 (6p+8n) del átomo del carbono (numero atómico 6). Según su número de neutrones un núcleo atómico será estable o inestable: esta estabilidad está vinculada a fenómenos internos del núcleo, asi como a la cantidad de neutrones presentes. Los diversos elementos pueden tener isótopos estables o isótopos inestables, siendo más inestables cuanto mayor sea la cantidad de neutrones (al ser más pesados tienden a perder los neutrones extra). En los isótopos inestables existe así una tendencia a la estabilidad del núcleo, que al descomponerse producen la radioactividad, ya que al expulsar las partículas sobrantes emiten energía.
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PREHISTORIA (I)
Los procesos referidos en el párrafo anterior se realizan con regulari dad, pero de forma aleatoria, según una ley constante en la que dada una cantidad de un isótopo ésta se reduce a la mitad en un tiempo conocido (utilizándose el concepto de vida media) por lo cual son susceptibles de servir para la medición del tiempo, comprando la cantidad presente en la muestra con la establecida teóricamente. Debido a un conocimiento imperfecto de la ley física que interviene en una técnica determinada o la impre cisión ligada a las técnicas de medida, los datos obtenidos por los méto dos de datación absoluta están siempre empañados por dos tipos de errores: los errores sistemáticos y los errores aleatorios. Los errores sistemáticos pueden controlarse teóricamente, ser toma dos en cuenta y corregirse: es por lo que se efectúan las operaciones de calibración. La calibración de una fecha es la operación que permite poner esta fecha, obtenida por un método físico o químico, en relación con una escala de tiempo mejor establecida. El problema de la calibración se esta blece para todos los métodos de datación. En Prehistoria la calibración de fechas de radiocarbono ha sido objeto de numerosos estudios. Los errores aleatorios provienen de la forma de medir la radioactivi dad presente por lo que es difícil corregirlos: lo más que puede hacerse es realizar la estimación por la que está marcada la medida: ello condu ce a dar, como elementos de datación, la fecha más probable y el inter valo de tiempo estimado en el que existe una «alta probabilidad» de que se sitúe la fecha real alrededor de la datación dada. Según las técnicas la noción de «elevada probabilidad» será más o menos precisa. Así para la datación del radiocarbono, la precisión de la medida está ligada a un error estadístico sobre un grado de recuento: éste es bien conocido, por lo que la fecha ofrecida es la media obtenida en el recuento. El intervalo de tiem po constituye la desviación típica sobre la medida, esto significa que el valor verdadero oscila un 66% de probabilidad de estar en el intervalo considerado; si doblamos este intervalo el valor verdadero tiene un 95% de probabilidad de estar en la horquilla así determinada. En Prehistoria y la Arqueología en general se utilizan para obtener fechas precisas a partir de las muestras tomadas que serán diferentes según el método utilizado. El primero en su aplicación y el más genera lizado de estos métodos de los llamados «relojes atómicos» es el del Car bono 14 (C14) o método del radiocarbono.
2.2.2.1.
El Radiocarbono (C^1)
El desarrollo de la técnica y su aplicación a la arqueología se debe a W.E Libby (1955, 1965) por lo que obtuvo el único premio Nobel rela cionado con la Prehistoria. Hoy en día existen un centenar de laborato-
EL MARCO CRONOLÓGICO EN PREHISTORIA
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ríos que aplican este sistema no sólo a la arqueología prehistórica sino también a la geología y otras ciencias.
Esta técnica se basa en las premisas siguientes: 1. Las reacciones nucleares, producidas por los rayos cósmicos, crean C14 en la alta atmósfera a partir del nitrógeno. 2. El C14 se oxida rápidamente en 14CO2 y se mezcla con el CO2 de la atmósfera formado por el C12 y el C13, isótopos estables del carbono.
3. La producción del C14 es constante y se establece un equilibrio entre producción y desintegración radioactiva. 4.
Por medio de la fotosíntesis de los vegetales, todo el mundo vivo está constituido a partir del CO2 de la atmósfera y contiene por ello, en una primera aproximación, la misma proporción de C14/C12 que la atmósfera.
5. En el momento que cesan los intercambios con la atmósfera (muer te de los animales o fijación de estructuras leñosas para la made ra) la cantidad de C14 comienza a disminuir por decadencia radio activa, según la vida media.
6.
La medida, del C14 restante al día de hoy, permite de ahí deter minar el momento de este cese con la atmósfera para la muestra considerada.
El método «standard» de medida del C14 es el recuento radioactivo. En efecto cada átomo de C14 que se descompone emite un electrón (radia ción beta). El recuento, durante un tiempo dado, del número de electro nes con un contador proporcional permite calcular la cantidad de C14 total de una muestra.
La muestra no se introduce directamente en el contador: previamen te es pretratada a fin de eliminar todas las impurezas que puedieran ser causa de contaminación (carbonatos de origen geológico, ácidos húmi cos). La muestra purificada es quemada a continuación en una corrien te de oxígeno y nitrógeno. El CO2 producido es purificado y enviado al contador proporcional. El cálculo de la edad se efectúa asignando un valor de 5.568 años para la vida media del C14. Las fechas se establecen en relación con el año 1950 y se ofrecen como BP (befare present). La incertidumbre dada por cada muestra está vinculada a la estadística del recuento. Ella representa una desviación standard (sigma) sobre la determinación: es decir que el ver dadero valor de la edad tiene un 66% de probabilidad de estar compren dida en la horquilla, teniendo por límites los valores obtenidos al añadir y reducir el valor de esta desviación típica al valor medio estimado.
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PREHISTORIA (I)
Ejemplo 10.050 +- 200 BP, significaría 8.100 +- 200 antes de JC (BC = before chrisf). La edad de la muestra tendría un 66% de probabilidad de estar comprendida entre 8.300 y 7.900 antes de JC. Los primeros resultados de la aplicación del método a la arqueología (Libby) ofrecieron los resultados a partir de restos de vigas de madera de las tumbas de Zoser y Snefrú (2.700-2.600 BC.) de cronología conocida, de manera que pudiera contrastarse los resultados. Los primeros frutos para arqueología prehistórica los tenemos en las dataciones de los nive les preneolíticos del yacimiento de Jericó, que ofrecieron un cambio de concepción del Neolítico al resultar sus inicios varios miles de años más antiguos que lo supuesto.
Después de algunos años se han puesto en práctica nuevos métodos de determinación del C14. Se obtiene por estas técnicas una mayor pre cisión en las dataciones y una utilización para fechas sensiblemente más altas del límite de 40.000 años que permite alcanzar el método clásico de recuento. En particular el más operativo es el acelerador de partículas del espectómetro de masa (AMS).
Utilizando el acelerador de partículas la medición de la muestra es de una elevada rapidez y el tamaño de la misma es mucho menor (pocos miligramos si se trata de carbón). El sistema es mucho más caro pero su precisión es muy alta y beneficia el reducido tamaño de la muestra que puede medir. Existen algunos laboratorios como el de Tucson (Arizona), Oxford (Reino Unido) y Gif-sur Yvette (Francia) que han ofrecido recien temente resultados muy importantes para edades del Paleolítico. De esta forma se han obtenido fechas muy antiguas a partir de pequeñas mues tras de carbón para el Auriñaciense en la cueva del Castillo (Cantabria) y L'Arbreda (Gerona) que presentan una antigüedad 12.000 años mayor que la esperada. Del mismo modo el progreso de este sistema ha permi tido datar directamente algunos paneles del arte paleolítico como las cue vas de Altamira y Castillo (España) y Niaux (Francia), cuyos resultados se publicaron en la revista Nature.
Dado el progreso del método la desviación típica es cada vez menor, pero en dataciones muy antiguas cerca del límite del método como la que hemos expuesto de ejemplo, aún son altas. En dataciones de Prehistoria más reciente se están alcanzando verdaderos logros reduciendo a 50 o incluso cifras menores las desviaciones expresadas. También influye el tamaño de la muestra, cuya mayor cantidad reduce la desviación.
Uno de los problemas que acontece en el C14 es la necesidad de cali bración, es decir corrección, mediante otros métodos, principalmente aquellos que proveen calendarios. Esta necesidad surge de fallos en las asunciones en los principios mismos del C14. Una de las principales cons-
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titula el que la concentración del isótopo había sido constante en la atmós fera. Hoy en día se sabe que ha habido oscilaciones debido a variaciones en la actividad cósmica, que habrían producido más o menos C14 según las épocas. Así mismo la tasa de desintegración hoy se conoce mejor que al comienzo del método por ello la «vida media» de Libby era de 5.568 ±30, mientras que en la actualidad se sabe que es 5.730+30 años, en el futuro sin duda se realizarán aún mayores precisiones. Uno de los siste mas para corregir o calibrar las fechas se basa en la dendrocronología a través de los calendarios establecidos primero a partir de las sequoias (hasta 2.000 años) y posteriormente del Pinus aristata que alcanza los 5.000 años. La primera curva de calibración la realizó Suess en 1967, en la actualidad se establece por consenso, apareciendo las tablas publica das en la revista Radiocarbon.
Dentro de los problemas del método, podemos considerar en primer lugar la introducción de elementos de carbono más modernos que el ori ginal, es lo que llamamos contaminación. La contaminación puede intro ducirse en el momento de recogida de la muestra por lo que ésta debe ser rigurosa y siempre dentro de unos parámetros del contexto que deseemos datar. Otras veces son causas ajenas, producidas por causas químicas o de alteración de depósitos imperceptibles pero que suelen ser corregidos en el laboratorio. Si se produce la contaminación ésta ofrecerá fechas más recientes que la probabilidad auténtica. El prehistoriador será el que deba explicar la diferencia entre la datación y los resultados del contexto si este factor se diera. Por ello el método no es infalible, aunque si muy valioso, y debe contrastrarse con otros sistemas que tengamos a nuestro alcance. El límite del C14 se encuentra en cifras alrededor de los 40.000 años, si bien ya se pueden alcanzar los 50.000 años. Aunque la calidad de la muestra y la medición sean excelentes y la depuración de la muestra con tribuya a un buen resultado, el método se presenta ineficaz hoy en día para registrar el tiempo durante el Paleolítico Inferior y buena parte del Paleolítico Medio. En estos periodos debemos recurrir a otros métodos isotópicos.
2.2.2.2.
Series del Uranio (Fundamentalmente U234/Th 230)
Las dataciones obtenidas por el sistema del uranio implican cuando nos referimos a su aplicación arqueológica la utilización del torio 230, que en algunas ocasiones se acompaña de medidas del protoactinio 231. El uranio natural se compone de dos isótopos radioactivos: el uranio 235 y el uranio 238, este último se relaciona con el uranio 234 seguido del torio 230. la vida media de los elementos de más larga duración es la siguiente: Uranio 238: 45000 millones de años; Uranio 234: 245.000 años y Torio 230: 75.000 años.
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PREHISTORIA (I)
La calcita estalagmítica constituye el material más indicado para ser sometido a datación. Los cristales de calcita se forman a partir de carbo nates disueltos en el agua en donde está presente el uranio. Éste se incor pora a los cristales en formación y en este momento se produce la desin tegración radioactiva del mismo, durante la cual se da una acumulación gradual del torio 230, el cual al ser también radioactivo, tiene su propia desintegración. En la escala temporal en la que el torio 230 se enriquece, la medida del radio entre uranio 234 y torio 230 permite saber el tiempo transcurrido desde la formación de los cristales de calcita que queremos evaluar. Para muestras de calcita la edad estimada que puede alcanzarse con el torio 230 alcanza entre 5.000 y 350.000. Pueden datarse muestras más jóvenes si el contenido de uranio es alto. Utilizando el espectómetro de masa la edad que puede ser susceptible se encuentra entre 50 y 500.000 años BP con unos límites de error del ±10%. Con la cadena del protoactinio 231 la datación utilizando el espectómetro alfa se encuentra entre los 5.000 y 150.000 años.
Torium series
Uranium/radium series
Nuclide
Half-life
Nuclide
thorium-232
14-1 x 10’
uranium-238
4-51 xlO’yr
¿ 1« O A 35 Otno (Etiopia) 4- 4 >0 -V 36 Peninj (Tanzania) 4 37 Sale (Marruecos) O 38 Saldahna (Sudäfrica) 39 Sambaru, Colinas (Kenia) 40 Singa (Etiopia) 41 Sterkfontein (Sudäfrica) 42 Swartkrans (Sudäfrica) o 43 Tabarin (Kenia) 44 Taung (Sudäfrica) 45 Ternlfine (Marruecos) o
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Figura 30. Mapa con la distribución de los principales yacimientos en los que se han encontrado homínidos en Africa. Consultar los distintos símbolos para averiguar que tipos de restos fósiles hay en cada una de las estaciones.
ORIGEN Y EVOLUCIÓN DE LA HUMANIDAD
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de un estrato de tufo volcánico cuya datación varia mucho y todavía se encuentra discutida. Con posterioridad aparecieron otros restos que fue ron atribuidos a la misma especie: algunos en el valle del Orno (Etiopía) fechados entre 2 y 1,8 m.a. Ya a simple vista el cráneo 1470 es distinto, tanto en la forma como en el volumen cerebral, al del de los australopitécidos. Para algunos este cráneo pertenece a la especie Homo hábilis, pero para otros las diferen cias de tamaño y de forma indican que pertenece a Homo rudolfensis. Actualmente todavía no se ha clarificado si hay que considerar al Homo rudolfensis como una especie taxonómica diferente, teniendo en cuenta el escaso número de ejemplares conocidos. Varios autores como P.P. Grasse, E. Mayr o Ph. Tobías comparten estas ideas, aún teniendo en cuenta que algunas características somáticas como pueden ser la morfología del sistema locomotor, de la mano o de los dientes, no son suficientes para establecer una clara diferencia entre los Australopitecus y el Homo, pero existen dos hechos fundamentales que sin embargo los contraponen y son: un aumento significativo de la capacidad craneal y la aptitud para producir útiles. Estos tres autores definieron el tipo de la nueva especie únicamente mediante la enumeración de caracteres esqueléticos, e hicie ron hincapié en que estos fósiles se encontraban asociados a numerosos restos de industria lítica denominada Olduvayense. De esta forma la pro puesta de añadir el término habilis, como nombre de especie, presupone su habilidad para trabajar la piedra. Sin embargo, si el dimorfismo sexual de los primeros Homo fuera simi lar al de los australopitecos y/o parántropos las diferencias que presen tan Homo rudolfensis y Homo habilis podrían deberse a las diferencias entre los dos sexos. Pero las diferencias entre KNM-ER 1470 y los demás Homo habilis no residen tan sólo en el tamaño, sino también en la forma. Las características craneales de Homo rudolfensis son: un mayor cerebro y esqueleto facial más grande, ancho y plano. El torus está muy poco mar cado, y la mandíbula y los dientes son mayores que en Homo habilis.
5.3. Homo erectus La siguiente fase del proceso de hominización viene caracterizada por la presencia de una nueva especie, el Homo erectus, que había surgido hace unos 1,8 m.a. Hasta mediados de los años 90 se consideraba que la especie Homo erectus estaba repartida por todo el viejo mundo y por ello casi todos los fósiles encontrados en el horizonte del Pleistoceno Inferior y Medio de Africa y Europa eran encuadrados en esta especie. Pero en la actualidad hay una nueva tendencia en la que se prefiere reservar el tér mino Homo erectus exclusivamente para designar a los fósiles que desde el Pleistoceno Inferior evolucionaron de forma local en Asia hasta su desa
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PREHISTORIA (I)
parición en el Pleistoceno Superior. Estos presentan una serie de carac terísticas distintivas del resto de los fósiles, mientras que los especímenes de Homo erectus hallados en Africa actualmente se engloban bajo la deno minación de Homo ergaster. Por otra parte algunos de los especímenes europeos que antes se encuadraban entre los Homo erectus, actualmente son asignados a la especie Homo heidelbergensis.
Los primeros Homo erectus, sin duda, fueron durante varios cientos de miles de años contemporáneos de los últimos Homo hábilis del África Oriental. Esto sugiere que el antepasado inmediato del Homo erectus fue un Homo habilis o bien una especie homínida todavía por descubrir. Los Homo erectus tuvieron un gran éxito desarrollando nuevas tec nologías que les permitieron adaptarse a nuevos entornos. Ellos fueron
Figura 31. Esqueleto prácticamente completo del llamado Niño de Turkana o Niño de Nariokotome, también conocido bajo las siglas KNMWT 15000. Posee una antigüe dad de 1 ,ó m.a. y pertenece a la especie Homo ergaster.
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los verdaderos pioneros de la cultura humana en vías de desarrollo salien do de África para poblar las zonas tropicales y subtropicales del Viejo Mundo, hace posiblemente 1,8 m.a. Sorprendentemente, sin embargo, éstos permanecieron anatómicamente inalterados hasta hace aproxima damente unos 600,000 años. Después se produjeron una serie de desa rrollos evolutivos progresivos en los rasgos del cráneo que posteriormente se transmitirían a los humanos modernos. Sus restos no se encuentran exclusivamente en África, sino también en Asia y en Europa. Hace 1 m.a. el Homo erectus fue capaz de emigrar a zonas medioambientales mucho más frías de Asia y Europa. Se trata pues de una especie que siendo ori ginaria de África, revela un nuevo comportamiento: la tendencia a emi grar. Este término se utiliza en un sentido totalmente diferente al emple ado para los tiempos históricos, e indica, sin embargo, una búsqueda de nuevos territorios de caza. La larga duración de esta especie, 1,5 m.a., nos permite explicar su difusión por todo el viejo mundo, sin que sea nece sario pensar en un desplazamiento de masas. Esta migración fue posible gracias a contar con una mayor inteligencia y con unas nuevas tecnolo gías.
Como veremos más adelante algunos fósiles de Asia han sido fecha dos en antigüedades cercanas a los 2 m.a., pero en todas estos casos sus dataciones, su procedencia estratigráfica o su asignación taxonómica no está clara. Las evidencias más firmes de presencia humana fuera de África son: los 2 cráneos más o menos completos y la mandíbula de Dmanisi (Georgia) en torno a 1,5 m.a., los fósiles más antiguos del yacimiento de Sangiran (Java) y Modjokerto (Java) que tienen como mínimo más de 1,8 m.a., el yacimiento de Ubeidiya (Israel) ha proporcionado nu merosos restos de industria lítica con bifaces, con una antigüedad de 1,5 m.a.
Figura 32. Cráneo de Sinanthropus pekinensis (Homo erectus asiático) encontrado en la cueva china de Zugudian. De este resto únicamente se conserva un molde, ya que el original se perdió durante la guerra chino-japonesa en 1941. Actualmente se da una gran recompensa por su devolución.
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Figura 33. Cráneo de Sangiran (Java) perteneciente a un Pifhecanfhopus erectos (Homo erectos) visto de frente y de perfil. Posee una capacidad craneana de 900 cm3 y la antigüedad estimada es de unos 1,1 m.a.
Fijándonos en algunos aspectos morfológicos, las formas del H. erectus no difieren mucho de las de sus predecesores: la caja craneana es baja, la frente es huidiza y los arcos supraorbitarios muy pronunciados. El prog natismo está todavía presente, aunque sea menos pronunciado, la man díbula es así mismo huidiza hacia atrás y no tiene mentón. La forma gene ral del cráneo es alargada. La morfología de las piezas dentarias y de los miembros no presenta modificaciones apreciables respecto a los especí menes precedentes. Sin embargo sí que son significativos el aumento de estatura cuya media alcanza 154 cm., así como de la capacidad craneana cuyos valores oscilan entre 850 y 1300 cm3. Algunos rasgos concretos de los diferentes ejemplares pueden diferir de uno a otro; puede tratarse de variedades individuales o bien de peque ñas mutaciones consolidadas con el tiempo, produciendo variedades geo gráficas, consecuencia de la amplia dispersión de esta especie por los tres continentes. De esta forma se explica que los restos fósiles hallados de una forma independiente y muy alejados entre ellos, en un primer momen to fueran considerados como especies nuevas y recibieran nuevas deno minaciones. Sin embargo actualmente se ha aceptado que se trata de la misma especie, el Homo erectus, aunque tengan subdenominaciones. Los otros nombres deben ser considerados como sinónimos o bien como nom bres de subespecie geográfica. Por este motivo en el lenguaje científico se especifican como Pithecanthropus a los ejemplares hallados en Indochi na, Sinanthropus a los hallados en China y Atlanthropus a los argelinos.
5.3. í.
Homo ergaster antes Homo erectus en África
Entre hace 1,8 m.a. y 1,4 m.a. aparecen fósiles en África pertenecien tes a una nueva especie de Homo: Homo ergaster, que presenta un claro aumento en el tamaño del cerebro y el tamaño y la estructura corporal con muy similares a los de la humanidad actual.
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Los fósiles más antiguos de Homo ergaster proceden de yacimientos situados en la orilla este del lago Turkana (Kenia). El segundo cráneo más completo de esta especie es el KNM-ER 3883, posee una capacidad cere bral de unos 800 cm3 y tiene alrededor de 1,6 m.a. También se han encon trado restos mandibulares, dentales y un cráneo parcial (SK 847) de Homo ergaster en el yacimiento sudafricano de Swartkrans.
Estos cráneos muestran un aumento del tamaño del cerebro, son bajos y con la base del cráneo ancho; presentan un torus supraorbitario bien desarrollado e independizado del resto del hueso frontal por un surco bien marcado; los huesos nasales sobresalen del resto de la cara; el esqueleto facial es menos prognato; y los molares son relativamente más pequeños. En África la datación más antigua procede del cráneo KNM-ER 3773 hallado por R. Leakey en Koobi Fora en 1975 entre dos estratos de toba, fechados respectivamente en 1,8 y 1,5 m.a. Sus formas corresponden a las descritas anteriormente y la capacidad craneana tiene el valor míni mo de 850 cm3. Otro cráneo de datación más reciente fue hallado por L. Leakey en 1969 en Olduvai y su capacidad craneana era de 1.000 cm3. El fósil más completo de Homo ergaster es el denominado Niño de Nariokotome o esqueleto WT 15000, hallado en 1984 por el equipo de R. Leakey al oeste del lago Turkana, en el yacimiento Nariokotome m (Kenia). Las formaciones volcánicas próximas al lugar del descubrimiento per miten datar este fósil en cerca de 1,5 m.a. Pertenece a un adolescente de unos 11-12 años y la morfología de la pelvis permite asignarlo al sexo mas culino, por lo que se le conoce familiarmente como el «niño del Turka na». Este esqueleto conserva casi todas las partes del esqueleto, a excep ción de los huesos de las manos y de los pies. La estatura estimada al morir de este individuo era de unos 160 cm y se calcula que podría haber alcanzado una estatura de unos 180 cm cuando llegase a adulto, aunque debido a una patología en sus vértebras quizás no hubiese alcanzado esa estatura. Por primera vez en la evolución humana nos encontramos con un tamaño corporal similar al de la humanidad actual. Este esqueleto también tiene una estructura corporal muy parecida a la nuestra. La pro porción entre la longitud del húmero y el fémur es muy similar a la que tienen los humanos actuales (74%), y contrasta con la hallada para el fósil de Homo habilis, OH 62 (95%).
El Homo ergaster tiene una estructura y un tamaño corporal muy pare cido al de los humanos posteriores en el tiempo. Posee un gran cerebro y asociado a él aparece en el registro fósil una nueva forma más compleja de utensilios de piedra, el Achelense. Los primeros bifaces se constatan en el registro fósil hace 1,4 m.a. de antigüedad y proceden del yacimien to de Konso (Etiopía) donde aparecen junto a una mandíbula de Homo ergaster.
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En 1961 se encontró en la garganta de Olduvai el cráneo OH 9 en la parte superior del lecho II. Este cráneo tiene una antigüedad de 1,2 m.a, se le estima una capacidad craneal en torno a los 1000 cm3 y su morfolo gía parece intermedia entre los Homo ergaster africanos y los Homo erec tas asiáticos. Todavía no está claro cual es el lugar que este fósil ocupa en la evolución humana, porque los fósiles más antiguos de Asia parecen superar esa edad. En Africa Oriental, donde se supone que apareció el Homo ergaster, se inició la migración hacia los tres continentes, a regiones que hasta ahora no habían sido alcanzadas por ningún homínido, incluida la pro pia África. Una de ellas, es África septentrional. Precisamente allí, en Ternifine (Argelia) se encontraron tres mandíbulas y un parietal atri buidas a una nueva especie que denominaron Atlanthropus mauritani-] cus, con una datación de hace unos 700.000 años. En Salé (Marruecos) se encontró otro cráneo datado en unos 350.000 años. Estos hallazgos representan los hitos o puntos de referencia del llamado grupo arcaico, cuya morfología se corresponde bastante bien con la arquetipica. Pero existen algunos especímenes que aparecieron hace unos 150.000 años que pueden ser considerados como más tardíos o evolucionados, no sólo por que sean más recientes cronológicamente, sino también porque tie nen unos caracteres morfológicos que los aproximan más a los especí menes que aparecerán con posterioridad. En este segundo grupo encon tramos el cráneo de Broken Hill en Zambia, en otro tiempo llamado Homo rhodesiensis por que cuando se descubrió, aquel país se llamaba Rhodesia del Norte. Este resto, ha sido datado hace unos 150.000 años. De la misma edad geológica es la calota craneana de Hopefield en Áfri ca del Sur. El cráneo incompleto de Bodo hallado en el valle del río Awash en Etiopía tiene una datación de 125.000 años. El cráneo de Laetoli (Tan zania), muy parecido al de Broken Hill posee una antigüedad de 120.000 años y su capacidad craneana es también muy parecida, oscilando entre 1.200 y 1.300 cm3. En el año 1998 se publicó el hallazgo de un cráneo muy completo, procedente de la depresión de Danakil en Eritrea, que puede pertene cer a la especie Homo ergaster y que tiene una antigüedad de 1 m.a. Esto extendería el rango cronológico de esta especie hasta una fecha relativamente reciente, no obstante la datación de este fósil es todavía incierta.
5.3.2.
El Homo erectus en Asia
Los fósiles de Homo erectas de Asia proceden principalmente de Chi na y de la isla de Java. Aunque todos pueden considerarse miembros de la misma especie, por razones históricas y para diferenciar ambos grupos,
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se puede seguir denominando Pitecántropos a los fósiles de Homo erectus procedentes de Java, y Sinántropos a los fósiles hallados en China. Los Homo erectus asiáticos, aunque son muy similares a los africanos, pueden diferenciarse, porque entre los primeros se aprecian las superes tructuras craneales mucho más marcadas: torus frontal muy desarrolla do y recto, el hueso occipital es más anguloso y tiene un torus occipital muy marcado, mayor grosor de las paredes del cráneo y de los huesos del esqueleto y bóveda craneal baja.
En Indonesia el primer fósil de Homo erectus fue hallado en 1891 por E. Dubois, era un lector convencido de los escritos de Ch. Darwin y de A.R. Walace. Este medico holandés sabía por estos investigadores que el origen del Hombre se encontraba posiblemente en aquella zona Oriental. Además, la existencia de un simio antropomorfo —el orangután, «Hom bre de la selva», redundaba en esta idea. A finales del siglo xix Indonesia era una colonia holandesa y fue allí a donde se dirigió Dubois después de haberse enrolado como oficial médico del ejercito colonial con la idea de encontrar el Hombre fósil. Lo halló cerca del poblado de Trinil a orillas del río Solo. Allí encontró una caja craneana y poco tiempo después un fémur aparentemente humano.
Posteriormente en la isla de Java se han encontrado otros muchos yacimientos con fósiles de Homo erectus entre los que destacan Trinil, Sangiran, Modjokerto, Sambungmacan, Ngebung y Ngandong, pero muy pocos de ellos han proporcionado industrias líticas. Estos homínidos ocuparon la isla sin necesidad de navegar, porque durante las épocas glaciares, al descender el nivel del mar, Java quedaba unida al conti nente. El cráneo de Trinil con un perfil muy bajo, con un frontal muy huidi zo y un torus supraorbitario relativamente poco marcado, encaja perfec tamente en los caracteres generales de los H. erectus y la capacidad cra neana fue estimada en 900 cm3. En cuanto a la datación que Dubois atribuía al final del Pleistoceno, el análisis de la formación geológica del terreno aportó una antigüedad de 500.000 años.
Pensando que los dos restos correspondían al mismo individuo, tuvo la certeza de haber encontrado el eslabón perdido y lo denominó Pithecanthropus erectus. Su hallazgo, así como la excelente monogra fía publicada, tuvieron una amplia repercusión en el mundo científi co de la época. Al no hallar E. Dubois en sus siguientes exploraciones más que algu nos fragmentos aislados, su teoría fue cuestionada y el médico, decep cionado, abandonó sus investigaciones. Pero la isla de Java ha demos trado ser un importante núcleo de restos fósiles como se ha podido ver
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en los trabajos llevados a cabo posteriormente por T. Haar, G.H. Königs wald y por S. Sartono. Este último junto con su equipo descubrió en San giran, en 1979 un cráneo (n.° 31) que presenta una cara ancha y bastan te robusta que recuerda a los Homo ergaster hallados en Koobi Fora, pero con las características de los Homo erectus asiáticos, es decir: cráneo alar gado, bajo y con la base del cráneo ancha, frontal bajo con un torus supra-
®s Homo erectas
Neandertal Homo sapiens arcaico
Hombre moderno 1 Batadomba Lena (Ceiian) 2 Bobongara (Nueva Guinea) 3 Cagayan, Valle de (Pilipinas) . 4 Cooboot Creek (Australia) I 5 Chang Yang (China) | 6 Dali (China) I 7 Darra (China) I 8 Dingcun (China) • 9Hathnora(lndla) 10 Hexian (China) 11 Hoa Bimb (China) > 12 Jinnlushan (China) ■ 13 Kamlkuroiwa (Japdn) i 14 Koonalda (Australia) i 15Kow Swamp (Australia) Lance Field (Australia) =47 Lang Rong Rlen (Tahiiandia) 18 Lantian (China) 19 Lawn Hill (Australia) s 20 Leang Burung (Sulawesi) 21 Liu Jiang (China) 22 Luc Yen (China) . 23 Maps (China) ■ 24 Mahadada (India) 25 Malakunania (Australia) 26 Modjokerto (Java) 27 Nangdong (Java) 28 Nanxao (China) 29 Ngebung (Java) 30 Nlah (Sarawak, Borneo)
31 Nombe (Nueva Guinea) 32 Olary (Australia) 33 Sambugma^an (Java) 34 Sangiran (Java) 35 Sola, Río (Java) 36 Son Vi (China) 37 Tabun (Filipinas) 38 Teshik Tash (Paquistón) 39 Tlngkayu (Sarawak, Borneo) ' 40 Tongzi (China) 41 Trinil (Java) 42Wad¡ak(Java) 43 Wailanae, Rio (Sulawesi) 44 Wiltandra, Lagos (Australia) 45Xuj¡ayao (China) 46 Yuamou (China) 47 Yuxian (China) 48 Zugudian (China)
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Figura 34. Mapa con la distribución de los principales yacimientos en los que se han encontrado homínidos en Asia. Los distintos colores se refieren a los tipos de fósiles hay en cada una de las estaciones. La zona marrón se corresponde aproximadamente con las tierras emergidas durante las glaciaciones.
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orbitario muy marcado, occipital anguloso con torus occipital. Su capa cidad craneana es de aproximadamente 900 cm3 y su antigüedad de 1,1 m.a. Este resto no apareció asociado a ningún tipo de industria. En Modjokerto se halló en 1936 un cráneo infantil de unos 3 a 5 años. Desconocemos su procedencia estratigráfica exacta, y por lo tanto su datación se sitúa entre 1,9 m.a. y 700.000 años. Tiene una capacidad craneal de unos 700 cm , y hubiera alcanzado una capacidad de 1000 cm3 al lle gar a la edad adulta. A pesar de tratarse de un individuo en un estado muy temprano de su desarrollo ya presenta alguna de las características de Homo erectas, como un torus supraorbitario incipiente.
En Sambungmagan se encontró en 1973 una calota craneana de un adulto cuya morfología parece intermedia entre los especímenes de Sangiran o Trinil y los posteriores de Ngandong. Este resto fósil estaba aso ciado a industria lítica de tipo achelense, su capacidad craneana se esti mó en 1.200 cm y la datación aproximada por el contexto geológico debe ser de alrededor de 200.000 años. En casi ninguno de los yacimientos de la isla de Java aparece indus tria lítica. Sin embargo en Ngebung junto a un diente humano ha apare cido recientemente un conjunto de industria lítica muy rico con choppers y chopping tools, así como numerosos restos de fauna.
Por otra parte el yacimiento de Ngandong descubierto en 1931 en el que se hallaron 11 calotas craneanas con unas capacidades cerebra les que oscilan entre 1.100 y 1.300 cm3 y dos tibias, datados hace unos 50.000 años corresponderían a una fase tardía como lo demuestran, además, algunos caracteres morfológicos que tienden hacia los de espe cies más evolucionadas, pero siguen siendo Homo erectus sin asocia ción a industrias.
FIGURA 35. Cráneo de Ngangong (Indonesia). En este yacimiento el geólogo holandés T. Haar encontró un primer resto y posteriormente Oppenhort halló otros 1 1 cráneos más. Se encuadraron dentro de la especie Pithecanthropus erectus, es decir dentro de la familia de los Homo erectus.
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La historia del Sinántropo u «Hombre de China» está llena de avala res ya que los primeros hallazgos no se produjeron en excavaciones arqueo lógicas sino en una botica china donde se vendían como «huesos de dra gón», conocidos por sus propiedades afrodisíacas y poderes curativos, Fueron J.G. Anderson y O. Zdanski los que finalmente localizaron el lugar de procedencia de estos huesos entre los que si bien había muchos de mamíferos, también se halló una pieza dentaria de un homínido. El yaci miento situado cerca de la población de Chu-Ku-Tien (actualmente Zur dían) cerca de Pekín, era la estación de la que se extraían estos huesos, Los primeros frutos de la excavación sistemática se produjeron en 1923 cuando se hallaron 4 piezas dentarias que sirvieron a D. Black para defi nir una nueva especie humana que denominó Sinanthropus pekinensif Actualmente es considerada como una variedad o subespecie china del Homo erectus. Las excavaciones en este yacimiento, continuaron bajo la dirección de P. Wei-Chung que en 1929 encontró la primera caja craneana. Junto a este investigador colaboraron el Padre Teillard de Chardin y F. Weiden reich que continuaron hallando restos fósiles hasta que la guerra de 1937 entre China y el Japón interrumpió los trabajos. Temiendo por la integri dad de la colección se pensó en trasladar la colección a Estados Unidos mientras durase la contienda, pero durante el trayecto en tren en 1941 una bomba destrozó el convoy y nunca más se encontraron los restos, Actualmente se ofrece una gran recompensa por su recuperación. Unica mente se conservan las excelentes fotografías, radiografías y reproduc ciones realizadas por Weidenreich. Después de la guerra se prosiguieron las excavaciones que actualmente dirige Wu Ju-Kang y en la que se han seguido encontrando numerosos restos de sinantrópidos pertenecientes a unos cuarenta individuos. El cráneo del Sinanthropus no es muy diferente del hallado en Java. Es alargado con paredes espesas, posee un pronunciado occipital y torus supraorbitario con constricción retroorbitaria. La capacidad craneana) oscila entre 850 y 1.300 cm3 y la estatura se ha evaluado en 1,56 metros gracias a un fémur bien conservado. La datación de los diferentes estra tos de la cueva de Chu-Ku-Tien muestra una ocupación continuada entre los 600.000 y 200.000 años, aunque los fósiles pueden tener una antigüe dad entre 550.000 y 300.000 años. Junto a los restos de sinántropos se ha encontrado una abundante industria lítica clasificada como Achelense, a pesar de no presentar los característicos bifaces.
Existen otros yacimientos chinos en los que se han encontrado restos | fósiles como el de Yuanmou, en el que se hallaron dos incisivos con una datación aproximada de 1,7 m.a. En el Norte, cerca de Lantian se encon- ] traron en el año 1964 dos yacimientos que proporcionaron una mandí
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bula y un cráneo completo; con las características del Homo erectus. A pesar de que proceden de dos estaciones distintas, en la bibliografía se les conoce como «el Hombre de Lantian». Su datación superior a 1 m.a. nos muestra que son más antiguos que los encontrados el Chu-Ku-Tien.
Existen una serie de cráneos que se pueden fechar en la última etapa del Pleistoceno Medio de Asia con mayores capacidades craneales y una morfología más evolucionada. Entre estos fósiles destacan dos muy defor mados de Homo erectas de Yuxian (China), con una datación en torno a los 300.000 años. En Hexian (China) se encontró una calota craneana, con una capacidad de unos 1.250 cm3, datada en alrededor de 200.000 años.
El cráneo de Dali (China) que presenta una antigüedad de 200.000 años, fue hallado asociado a numerosos restos de industria lítica y fauna. Es uno de los fósiles más completos, porque conserva el esqueleto facial, muy similar con la cara de los humanos modernos. Tiene un capacidad craneal de 1.150 cm3 y muestra una bóveda craneal más alta que los Sinán tropos de Zugudian. Presenta algunas características primitivas de Homo erectus combinadas con rasgos modernos.
Del yacimiento chino de Jinniushan procede el único esqueleto par cial hallado en Asia, y por lo tanto tiene muchísima importancia para conocer la forma y estructura corporal de este grupo humano. Pero los datos son muy parciales, ya que sólo se han publicado resultados muy preliminares. La pelvis femenina de Jinniushan se paraleliza morfológi camente con la hallada en la Sima de los Huesos de Atapuerca que tiene la misma antigüedad. El yacimiento de Hathnora se encuentra en el valle del río Narmada (India). El cráneo ha sido datado en torno a los 200.000 años y es muy similar al fósil de Dali. Presenta un mosaico de caracteres de Homo erec tus y Homo sapiens, con una bóveda craneal más elevada y las superes tructuras menos marcadas.
La posición filogenética de estos fósiles de finales del Pleistoceno Medio de Asia todavía no está clara, ya que para algunos investigadores están en una posición intermedia entre Homo erectus y Homo sapiens, y utilizan el apelativo de Homo sapiens arcaico; o serían poblaciones procedentes de Africa relacionadas con Broken Hill, Bodo o Ndutu que habrían reem plazado en el continente asiático a los Homo erectus, tal vez cruzándose con ellos; o quizás son el estadio evolutivo final de los Homo erectus antes de su extinción y que sean sustituidos por los Homo sapiens.
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5.3.3. El Homo erectus en Europa. Homo antecessor En Europa los yacimientos más antiguos (Gran Dolina, Soleilhac, Isernia la Pineta, Monte Poggiolo) atestiguan la presencia humana en Euro pa hace un millón de años. Por lo tanto, en primer lugar los humanos ocu paron el continente asiático y posteriormente Europa.
Hasta el año 1994 no se conocían fósiles más antiguos de 500.000 años en nuestro continente. Esta ocupación tardía, llevó a algunos investiga dores a proponer que el continente europeo era especialmente hostil para los humanos debido a sus peculiaridades geográficas y climáticas, y que éstos no estuvieron en condiciones de habitarlo hasta una época relati vamente reciente de nuestra historia. Pero en 1994, el hallazgo en el yacimiento británico de Boxgrove de una tibia humana asociada a industrias achelenses, apuntaba hacia una antigüedad entre hace 524.000 y 478.000 años, momento en el cual las islas británicas estaban conectadas al continente europeo a través de un puente terrestre. La tibia de Boxgrove fue considerada entonces el fósil humano más antiguo de Europa, dando la razón a los que consideraban el poblamiento tardío de este continente. En el mismo año 1994, se hallaron en el yacimiento de Gran Dolina de Atapuerca fósiles humanos con una antigüedad cercana a los 800.000 años, demostrando que Europa fue poblada muy temprano, al igual que Asia, en el Pleistoceno inferior.
En Dmanisi (Georgia), al sur del Cáucaso, a las puertas de Europa, se encontró en 1991 una mandíbula bien conservada aunque sin las ramas ascendentes. Posteriormente en la campaña del año 1994 se encon traron dos cráneos bastante completos. El análisis radiométrico de una capa de basalto, situada por debajo del nivel de donde procede la man díbula, proporcionó una edad aproximada de 1,8 m.a. Los paleontólo gos que estudian la fauna asociada y el tipo de industria recuperada con firman una edad de finales del Plioceno. El tipo de útiles Uticos recuperados en el mismo nivel que el fósil humano es Olduvayense. Los descubridores de estos restos defienden que los rasgos de la mandíbula son muy primitivos y por tanto acordes con la cronología propuesta, mientras que otros sugieren una edad más reciente según ciertos rasgos dentales y mandibulares. Sin embargo ambas posturas coinciden en atri buirla al Homo erectus. FIGURA 36. Mapa con la distribución de los principales yacimientos en los que se han encontrado homínidos en Europa. Los distintos colores se refieren a los tipos de fósiles hay en cada una de las estaciones. La zona marrón se corresponde aproximadamente con las tierras emergidas durante las glaciaciones.
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Figura 37. En el nivel TDó de uno de los yacimientos de Atapuerca (Burgos), conoci do como La Gran Dolina, ha aparecido los restos del Homo antecessor, considerado como el primer europeo ya que cuenta con una antigüedad de 800.000 años.
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Figura 38. Conjunto de restos de Homo antecessor hallados en diversas campañas de excavación en el yacimiento de La Gran Dolina de Atapuerca.
Figura 39. El proceso de reconstrucción de los distintos fragmentos hallados, ha per mitido hacernos una idea bastante precisa del aspecto que pudo haber tenido el Homo antecessor.
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Las investigaciones que prosiguen en este yacimiento han permitido descubrir recientemente dos cráneos bastante completos de los que se posee poca información, pero lo que sí está claro es que a partir de este hallazgo, se confirma que estos homínidos llegaron a las puertas de Euro pa, hace más de 1 m.a.
También en una zona marginal del continente europeo, pero fuera de las grandes áreas de Asia y África se encuentra el yacimiento israelí de Ubeidiya. A pesar de que tiene escasos y fragmentarios fósiles humanos de muy difícil asignación taxonómica, cuenta con una amplia serie de útiles líticos como percutores, picos y bifaces de tipo Achelense. Los bifaces de Ubeidiya se comparan con los del nivel «Bed II» de Olduvaiyson considerados los más antiguos de Eurasia, que probablemente fueron usados por el Homo ergaster entre 1,5 y 1 m.a. Es poco probable que los especímenes de Homo erectus hubieran alcanzado Europa cruzando el estrecho de Gibraltar ya que habrían teni do que recurrir a la navegación, que incluso hoy en día es muy peligro so, aún teniendo en cuenta el descenso de las aguas por las transgresio nes y regresiones. La hipótesis más probable es que se desplazaran por el Próximo Oriente hace como mínimo 800.000 años, ya que en el extre mo opuesto, como en Atapuerca ya estaban asentados en esa época.
Los fósiles hallados en la Gran Dolina de Atapuerca no pertenecen ala especie Homo erectus, de la que se distinguen por numerosos rasgos de su anatomía, pero tampoco son de la especie africana Homo ergaster. Sus ras gos morfológicos son peculiares y exclusivos, sin posibilidad de compara ción con otros fósiles, por esa razón sus descubridores, como se ha publi cado ampliamente en la prensa y monografías específicas, consideraron necesaria la creación de una nueva especie que describiera este «nuevo» tipo humano y lo denominaron: Homo antecessor (Hombre pionero) La hipótesis del equipo de investigación del yacimiento burgalés es que esta especie debió surgir en África, donde existe un gran vacío de fósiles deesa edad, en un momento posterior a la salida de Homo erectus de este conti nente, es decir entre hace 1,5 y 1 m.a. Poco después de su aparición, una parte de la población de Homo antecessor salió de África y llegó a Europa. No se conocen restos de Homo antecessor fuera del yacimiento de Atapuerca, aunque el cráneo hallado en Ceprano (Italia) fuera de contexto arqueológico muestra unas características morfológicas similares. Por otra parte el nivel del que puede proceder tiene una antigüedad de 700.000800.000 años. En cualquier caso, la propuesta del Equipo Atapuerca es que las dos poblaciones de Homo antecessor, la supuestamente africana | y la europea, habrían evolucionado desde su migración por separado siguiendo caminos diferentes, dando lugar a las dos humanidades, los neandertales en Europa y nuestra propia especie en África.
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Una vez explicado el momento en el que debió producirse la primera migración de homínidos a Europa desde África así como el camino utilizado, vamos a ver cuáles son las característica anatómicas que definen esta nueva especie humana, a partir del importante registro fósil de la Gran Dolina de Atapuerca.
El fragmento mandibular ATD6-5 que pertenece a un adolescente, pare ce ser menos robusto que en el Homo ergaster. Los rasgos que definen la man díbula tienen un patrón de tamaño y forma intermedio entre dos grupos de Homo, los «primitivos» y los «evolucionados». La muestra de dientes de TD6 corresponde a un mínimo de 6 individuos. Los caninos de TD6 son grandes. Se reduce el tamaño de premolares y molares, mientras que los primeros y segundos molares inferiores tienen un tamaño grande. Los premolares de los homínidos de Gran Dolina tienen raíces dobles, que es un rasgo primiti vo ya que los neandertales y humanos modernos tienen raíces simples. No se ha hallado ningún cráneo completo que permita medir la capacidad cra neal de estos homínidos, pero se pueden calcular extrapolando medidas que era superior a 1.000 cm3, frente a los 804 cm3, 850 cm3 y 900 cm3 de algunos Homo ergaster. El resto fósil de cráneo más completo de la Gran Dolina corres ponde a ATD6-15 y tiene un torus supraorbitario con aspecto infantil. Los senos frontales están algo desarrollados y éstos aumentan de tamaño duran te la adolescencia en poblaciones actuales, por tanto se creyó que murió cuan do tenía unos 11 años atendiendo a este desarrollo. Otro rasgo llamativo del torus es la forma de doble arco siguiendo la forma de las órbitas. Un resto del esqueleto facial muy completo recuperado en la Gran Dolina (TD6-69) presenta rasgos muy modernos. En las anteriores especies de Homo (H. habilis, H. ergaster y H. erectas), el esqueleto facial es muy plano.
En Europa, existen una serie de yacimientos en los que se han encon trado exclusivamente industrias líricas, pero que carecen de restos huma nos. Su presencia certifica la existencia de unas poblaciones muy antiguas en el continente europeo. Destacan el yacimiento francés de Chilhac (Auvergne) (1,8-1,5 m.a.), donde se ha encontrado una abundante industria de can tos trabajados (choppers y chopping tools). Con las mismas características encontramos la cueva del Vallonnet (Francia), siendo el hábitat en cueva más antiguo conocido en Europa. En esta cavidad, sus habitantes lanza ban los huesos de los grandes mamíferos contra las paredes, una vez con sumidos. También se han encontrado industrias de cantos tallados, sin res tos óseos de homínidos en las terrazas fluviales del Rosellón (Francia).
5.3.4. El Homo erectus en Europa. Homo heidelbergensis Con anterioridad a los descubrimientos de la Sima de los Huesos, se pensaba que había dos líneas evolutivas europeas durante el Pleistoceno Medio, la que culminaba con Homo sapiens y la que dio lugar, evolucio nando de manera paralela, a los neandertales.
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Algunos autores opinan que las poblaciones del Pleistoceno Medio euro peo, como Petralona (Grecia), Arago (Francia), Swascombe (Reino Unido) y Steinheim (Alemania) pertenecerían a la especie Homo heidelbergensis. Pero también incluyen en esta especie a los fósiles africanos de Bodo (Etio pía), Ndutu y Eyasi (Tanzania), Salé (Marruecos), Elandsfontein (Sudáfrica) y Broken Hill (Zambia). Según estos autores, Homo heidelbergensis sería el último antepasado común de neandertales y humanos modernos. Hasta hace unos años estas poblaciones humanas del Pleistoceno Medio, tanto europeo como africano, se englobaban bajo el nombre gené rico de anteneandertales. Actualmente, algunos investigadores creen que el Homo heidelberge^ sis sería el último antepasado común de neandertales y humanos moder nos. Sin embargo, gracias a los fósiles de la Sima de los Huesos sabemos que todas las poblaciones europeas del Pleistoceno Medio presentaban características de los neandertales de forma frecuencial e incipiente, y ya estaban comprometidos en la línea evolutiva de los neandertales. Por lo tanto, el Homo heidelbergensis sería en Europa la especie antecesora de los neandertales que evolucionaron en este continente en condiciones de aislamiento geográfico y, como consecuencia, de aislamiento genético durante todo el Pleistoceno Medio. En cambio, los fósiles africanos de esta misma época, muy similares morfológicamente al Homo heidelbei-l gensis, serían antepasados exclusivamente de Homo sapiens.
La posición del último antepasado común de neandertales y humanos modernos corresponde a la especie Homo antecessor, definida a partir de los fósiles de la Gran Dolina de Atapuerca, con más de 780.000 años de antigüedad
La especie Homo heidelbergensis abarcaría desde la mandíbula de Mauer hasta los fósiles de la Sima de los Huesos de Atapuerca y todos aquéllos en los que predominan rasgos primitivos, aunque muestren algu-
Figura 40. Mandíbula de Mauer (Alemania). En el momento de su descubrimiento en 1907 se clasificó como perteneciente al Homo erectus heidelbergensis y actualmente es el prototipo del Homo heidelbergensis. Posee una antigüedad de 530.000 años.
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nos caracteres incipientes que indican que son los antepasados de los neandertales. Estos rasgos de neandertales se presentan de forma fre cuencia! y en mosaico, es decir, no todos los fósiles de Homo heidelbergensis presentan aquellas características en la misma parte anatómica. Para los restos atribuidos a esta especie podemos establecer tres ran gos cronológicos en los que englobar los distintos hallazgos: 1. Entre hace unos 600.000 y 400.000 años. Para hallar el resto fósil más antiguo de Europa debemos referimos a la mandíbula de Mauer des cubierta en 1907 cerca de Heidelberg (Alemania). Esta pieza, es muy espe sa, con fuertes inserciones musculares y se ha fechado en unos 500.000 años. Siguen en orden cronológico el llamado Hombre de Tautavel con 450.000 años. Los restos más importantes, entre los más de 50 hallados en el yacimiento de la Caune del Aragó en el Rosellón por el matrimonio De Lumley, son dos mandíbulas y la parte delantera de un cráneo. La mandíbula del yacimiento francés de Montmaurin en la Dordoña con una antigüedad de 400.000 años, pero menos robusta que la de Mauer, y el
Figura 41. Cráneo de Petralona (Grecia). La caja craneana baja, el pronunciado arco supraorbital y la parte posterior del cráneo ligeramente apuntada permite encuadrar lo claramente como Homo heidelbergensis. No posee una dotación absoluta pero por sus características morfológicas puede situarse en el segundo rango cronológico es decir entre 400.000 y 250.000 años de antigüedad.
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Figura 42. En otro de los yacimientos de la Sierra de Atapuerca, La Sima de los Hue sos, se han encontrado más de 700 restos de Homo heidelbergensis entre los quedestaca el cráneo numero 5 con una antigüedad de unos 300.000 años.
occipital y el cráneo bastante completo de Steinheim (Alemania), que con una antigüedad próxima a los 300.000 años correspondería a una mujer joven cuya capacidad craneana era de unos 1.100 cm3. También encon tramos el occipital y dos parietales de Swanscombe en las terrazas del Támesis (Reino Unido), la tibia de Boxgrove (Reino Unido) y los recien tes descubrimientos de Fontana Ranuccio y Visiogliano (Italia),
2. Entre hace unos 400.000 y 250.000 años. Numerosos son los res tos que se conocen de esta especie en Europa entre 400.000 y 250.000 años, fecha ésta última considerada como la de la extinción del Homo hei delbergensis. Destacan los huesos del cráneo de Blitzingsleben y Reilin gen (Alemania), el fragmento de pelvis de la cueva del Principe en Gri maldi (Italia), algunas piezas dentarias y un occipital de Vértesszollósen Hungría y el cráneo de Petralona (Grecia) con una capacidad de 1.200 cm3, En la Península Ibérica destacan los restos hallados en la Sima de los Huesos de Atapuerca con una antigüedad de 300.000 años. En este yacimiento burgalés son más de 2000 los restos encontrados per tenecientes a unos 32 individuos de los cuales 3 eran niños, 16 adolescentes y 13 eran mayores de 20 años. Únicamente dos de los cráneos recuperados permiten evaluar su capacidad craneal que oscila entre 1.125 cm3 y 1.390 cm3. El cráneo no presenta la forma alargada ni la protuberancia occipital de los neandertales. El torus occipital es horizontal y central pero a diferen cia de lo que se observa en neandertales, en los individuos de la Sima no se proyecta bilateralmente ni presenta una depresión en el medio. La cara del cráneo 5 es muy grande y prognata y por encima de las órbitas poseen un marcado torus supraorbital que recuerda al que presentan los neandertales. j
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Figura 43. Conjunto de restos de Homo heidelbergensis procedentes de la Sima de los Huesos de Atapuerca (Burgos).
Los cráneos de la Sima de los Huesos muestran rasgos primitivos que los neandertales no poseen junto a incipientes caracteres neandertales en los huesos temporal y occipital. A partir de una pelvis masculina muy comple ta junto con otras pelvis menos completas, sabemos que eran robustos, con inserciones musculares muy marcadas con un gran dimorfismo sexual.
3. Entre 250.000 y 130.000 años. En este grupo estarían los fósiles de la última parte del Pleistoceno Medio (desde hace unos 200.000 años) que ya pueden ser considerados, a todos los efectos, verdaderos y com pletos neandertales. Destacamos la mitad posterior de un neurocráneo encontrado en Biache-Saint-Vaast (Francia) de unos 180.000 años, Lazaret y La Chaise-Abri Suard (Francia), Ehringsdorf (Alemania), Pontnewydd (Reino Unido) y Altamura (Italia). El examen comparativo de algunas particularidades de los diversos ejemplares en relación con su antigüedad parece indicar que en los últi mos cientos de miles de años, se produjo un aumento progresivo de la capacidad craneana y también una evolución de determinados restos óse os que serán típicos en tiempos sucesivos. Citaremos el ejemplo del maxi lar de Tautavel que no posee la fosa canina pareciéndose por este rasgo a los anteneandertales, mientras que el cráneo de Petralona que sí la tiene se asemeja al Hombre moderno.
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La industria lítica más típica del Homo heidelbergensis se ha denomi nado genéricamente como Achelense según el lugar epónimo de Saint Acheul (Francia). Es en este conjunto industrial, así como en el que apa rece en el momento inmediatamente anterior (Abebillense), cuando apa rece la simetría que dará origen a los bifaces. Además de la industria en piedra, sabemos que fabricaban lanzas de madera gracias a los recientes hallazgos de Schoningen (Alemania). Este yacimiento tiene una antigüe dad de unos 400.000 años y en él se han recuperado cuatro lanzas de entre 1,82 y 2,3 m. de longitud talladas en madera de abeto, junto con nume roso restos de caballos.
Otra innovación que se inicia al final de este período es la denomina da técnica levallois que consiste en preparar un núcleo de sílex para poder
Figura 44. Bifaz achelense. El Hombre toma conciencia de la simetría bilateral y bifa- , cial (Foto S. Ripoll).
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extraer una mayor cantidad de piezas. Sin embargo, como veremos des pués, esta técnica tendrá su máximo esplendor durante el Paleolítico Medio con los neandertales.
Los representantes del Homo heidelbergensis fueron posiblemente los seres más fuertes y robustos que hayan existido. La estatura promedio en los varones superaba el 1,70 m. y el peso excedería de 90 kg. en los individuos en plena forma. Dentro de esta especie hubo individuos cuyo cerebro era del mismo tamaño que el nuestro, si bien el promedio era algo menor. La mayoría eran diestros, rasgo exclusivo humano que supo ne primera evidencia de lateralidad. También en esta especie contamos con la prueba confirmada más antigua de un aparato fonador próximo al nuestro. Algunos de los individuos eran discapacitados o estaban aque jados de infecciones graves en la boca, pero eso no les impidió sobrevi vir largo tiempo, lo que indica una actitud solidaria del resto de los indi viduos del grupo. Esta preocupación por sus seres queridos apoya lo que parece la primera acumulación de sus muertos en lugares recónditos, en lugar de abandonarlos a la intemperie y podría ser la más antigua prác tica funeraria.
5.4. El Homo sapiens neandertalensis Los neandertales constituyen junto con nosotros las dos humanida des más avanzadas y recientes en el tiempo. Ambas fueron diferentes en muchos aspectos pero muy similares en otros.
Hace unos 127.000 años, mientras que el H. erectas se estaba extin guiendo, aparece una nueva especie: el Hombre de Neandertal. Su nom bre procede del yacimiento epónimo del valle de Neander cerca de Dus seldorf (Alemania) donde en 1856 un grupo de trabajadores de una cantera descubrieron una calota craneana y otros restos óseos. El estudio de estos restos tuvo numerosas interpretaciones, algunas tan desorientadas como la de Virchow que creía que su morfología dependía de procesos patoló gicos. Durante los siguientes decenios siguieron apareciendo restos simi lares en otras zonas como los de Trou de la Naulette y Spy (Bélgica) y el llamado Hombre de Gibraltar, que llevaron a acuñar el término de Homo Neanderthalensis. Algunos de los rasgos craneales del H. neanderthalensis son similares a los de H. erectas y H. heidelbergensis. La bóveda craneana es alargada y aplanada, la frente huidiza, el toras supraorbitario muy pronunciado y la mandíbula muy prognata sin mentón. Además posee otras caracterís ticas propias como la mandíbula que es muy alargada, con la superficie anterior lisa y sin fosa canina, el occipital largo y prolongado hacia atrás y hacia abajo donde forma una protuberancia o pinzamiento. La capa-
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Figura 45. Vista de la Cova Negra (Valencia). En este yacimiento se descubrióen 1933 un parietal derecho de un neandertal. La industria tayaciense es muy similar o la encontrada en el yacimiento francés de L'Arago (Tautavel). -I
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Figura 46. Conjunto de restos del espécimen denominado «El viejo» descubierto en 1908 en el yacimiento de La Chapelle-aux-Saints (Francia). La base del cráneo esta deforma da por la artrosis y cuando murió ya le faltaban la mayor parte de las piezas dentarias, lo que le confirió un aspecto redondeado a la mandíbula inferior. Posee un marcado progatismo y actualmente se considera un ejemplar de Neandertal muy característico.
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cidad cranena es muy elevada, con una media estimada en cerca de 1.600 cm, superior incluso a la del Hombre moderno. La columna vertebral y las extremidades, concretamente la pelvis y el pie son muy similares a los actuales. El fémur es corto y está fuertemente curvado; de su longitud se deduce que la estatura media sería de unos 165 cm. Las primeras imágenes que se publicaron sobre la reconstrucción del Hombre de Neandertal ofrecían unos seres de estatura baja, encorvados y con unos rasos faciales bastante desagraciados. La reconstrucción hipo tética del cráneo cuyo arco supraciliar, el prognatismo acentuado y la ausencia de mentón, fue la que sugirió a los primeros investigadores esta imagen. Actualmente la idea es bastante diferente y se basa fundamen talmente en el conocimiento de un mayor número de restos. Sin embar go el Neandertal no debía de ser muy agraciado; sería de estatura baja y el fémur era curvo, pero la columna vertebral era idéntica a la de Hom bre actual. En cuanto a la robustez de los huesos que realmente se in terrelaciona con las fuertes inserciones musculares, es posible que se debiese al menos en Europa, a una selección natural de individuos muv resistentes a las adversidades del riguroso clima de la ultima glaciación,
Figura 47. Reconstrucción de diferentes tipos de neandertales, según la visión que se tenía de los mismos a principios del siglo XX (Museo de Historia Natural de Nueva York).
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la würmiense, durante la cual vivieron estos antepasados. Algunos auto res como Straus y Cave dijeron en 1957 que si un Neandertal viviese actual mente y una vez afeitado, lavado y bien vestido apareciese en las calles de Nueva York, no causaría ninguna sorpresa. El prototipo de Neandertal se definió a partir de los restos fósiles halla dos en Europa, pero no faltan documentos de la existencia contemporá nea en África y en Asia de poblaciones similares aunque no del todo idén ticas, teniendo en cuenta que evolucionaron a partir de los diferentes subtipos de H. erectas. Por esta razón algunos autores los denominan como neandertaloides.
5.4.1. Loa neandertales de Europa Algunos de los neandertales de comienzos del Pleistoceno Superior (en torno a 127.000 años de antigüedad) son los dos cráneos de Saccopastore (Italia) y el conjunto de fósiles de Krapina cerca de Zagreb (Cro acia), donde se han hallado más de doscientos fragmentos óseos perte necientes a una veintena de individuos de ambos sexos y diferentes edades. El hecho de que casi todos los huesos estén rotos y algunos de ellos cal-
Figura 48. En el Museo de Neanderthal de Erkrath (Alemania) se puede ver una nueva reconstrucción idealizada del aspecto de los neandertales.
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cinados, ha llevado a los paleontólogos a formular la hipótesis de una antropofagia ritual, aunque existen opiniones diferentes.
De los neandertales europeos, hay que destacar entre los numerosos) ejemplares franceses, el esqueleto completo y bien conservado hallado en 1908 en La Chapelle - aux-Saints. El cráneo de este espécimen es volu minoso y la capacidad craneana estimada es de unos 1.625 cm3. El arco supraorbital es espeso y continuo, la frente es huidiza y el aplanamiento de la bóveda craneana es notable. Con posterioridad, también a princi pios de siglo, se encontraron otros restos como los de Le Moustier, La Ferrassie o La Quina. Más recientemente se hallaron en la cueva france sa de L’Hortus los restos óseos de por lo menos 20 individuos que fueron estudiados por H. de Lumley.
5.4.7.7.
Los neandertales en la Península ibérica
En la Península Ibérica hay bastantes evidencias de neandertales entre las que destacan la cueva de la Carigüela de Piñar cerca de Granada y la ya mencionada mandíbula de Gibraltar hallada en el yacimiento de Forbe’s Quarry en 1848. En la primera de ellas, excavada en 1954 y 1955 por J.C. Spahni, se encontraron dos fragmentos de parietales y un frontal de un niño neandertal. Estos restos se hallaron asociados a una industria Musteriense y a una abundante fauna característica del Würm II.
Además hay toda una serie de restos más o menos aislados con una cronología que abarca el final del Pleistoceno Medio como un diente en Mollet I (Girona), cuatro dientes en el Abric Agut (Barcelona), un parie tal en Cova Negra (Valencia), un molar en Moros de Gabasa (Huesca), 5 dientes superiores en Axlor (Vizcaya), 2 dientes y un húmero en Lezetxi-
Figura 49. En la cueva Guattari, en el Monte Circeo a unos 100 km al sur de Roma se encontró al final de una galería este cráneo situado en el suelo y rodeado por un círculo de piedras. Actualmente se cree que el ensanchamiento del agujero occipital de debió a la acción de las hienas.
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ki (Guipúzcoa), un quinto metacarpo en Los Casares (Guadalajara), una mandíbula y un fragmento de fémur en Zafarraya (Málaga), una mandí bula, una dentición infantil, dos metatarsos y una falange en Valdegoba (Burgos).
Mención aparte merece la mandíbula de Bañólas (Girona), hallada en 1887, que fue considerada neandertal por E. Hernández-Pacheco y H. Obermaier y debió de pertenecer a una mujer que habría sobrepasado los 50 años. En la actualidad existe una gran polémica sobre su antigüedad que originalmente era de 90.000 años, pero recientemente se ha datado el sedimento en el que fue encontrada y ha ofrecido una datación de 35.000 años. Por lo tanto su posición taxonómica esta pendiente.
Figura 50. La controvertida mandíbula de Bañólas que hasta hace unos años había sido clasificada dentro de los neandertales y que actualmente se encuadra dentro del Hombre moderno arcaico (Foto S. Ripoll).
En Italia aparte de los restos de Saccopastore, resaltamos los halla dos en el yacimiento de Monte Circeo cerca de Roma (Italia). En esta estación A.C. Blanc descubrió en 1939, al final de una galería y en una sala circular, un cráneo humano colocado en el suelo, rodeado por un cir culo de piedras y recubierto por una costra estalagmítica. El agujero occi pital había sido ensanchado y el hueso frontal estaba roto por un golpe violento. Se había interpretado que quizás el foramen magnum fue agran dado para consumir el cerebro. Sin embargo, el estudio tafonómico de este cráneo demuestra que la fracturación es natural y que probablemente se debe a la acción de hienas.
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Figura 51. Cráneo de La Ferrassie I (Dordoña, Francia) en sus tres visiones. Fue des cubierto en 1909 por R. Capitán y D. Peyrony. Pertenece a los neandertales clásicos» con bóveda craneana baja y alargada hacia atrás y marcado prognatismo.
Mientras que el cráneo de Monte Circeo es muy similar al de la Chapelle-aux-Saints, incluso en la elevada capacidad craneana, pertenecien do en este caso a un Neanderthal clásico de hace 80.000-40.000 años, los de Saccopastore representan una fase arcaica con una capacidad crane ana inferior (1.200 cm3) y con una antigüedad entre 120.000 y 80.000 años. En estos últimos años se han producido nuevos hallazgos pero de mentí relevancia.
5.4.2.
Los neandertales de África y Asia
Entre los neandertales de los otros continentes mencionaremos para el norte de África el conjunto de Djebel Irhoud y Dar-es-Soltan en Marrue cos. En la primera estación se hallaron en 1962 tres cráneos con la caja craneana aplanada y el occipital muy curvado, rasgos éstos similares a los de los neandertales europeos, mientras que la frente es ligeramente más vertical y el torus supraorbitario es menos pronunciado.
En Asia, dejando de lado los hallazgos de Israel que veremos más ade lante, se encuentra la cueva de Shanidar en el Kurdistán iraquí en laque se excavaron los enterramientos de seis adultos y un niño. Mediante el estudio de la estratigrafía, estos restos han sido datados entre 70.000 y 40.000 años, lo que prueba la larga ocupación del yacimiento. Uno délos enterramientos (IV) de Shanidar nos permite adentramos en el alma y sentimiento metafísico del Hombre de neandertal. El análisis polínico mostró que uno de los cuerpos había sido depositado sobre un lecho de flores muy variadas y de vistosos colores. En Teshik Tash, fue hallado un cráneo de un niño, enterrado intencionalmente y rodeado de cornamen-i tas de cabra montés.
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Figura 52. Cráneo del Hombre de Neandertal hallado en el yacimiento de Forbes Qarry (Gibraltar) en 1 848. Este descubrimiento, junto con el de Mauer permitieron definir la existencia de esta especie.
En el Sur de China, en la cueva de Mapa, se encontró en 1958 una bóveda craneana incompleta de la que únicamente se han conservado el frontal, uno de los parietales y una de las órbitas oculares. El análisis de la fauna asociada a estos restos, ha permitido datarlos en unos 100.000 años de antigüedad, no hallándose ningún tipo de útil asociado.
5.5. Problemas filogenéticos sobre la transición entre los neandertales y el Homo sapiens sapiens La cuestión más importante es ¿de dónde procede y cómo surgió el Homo sapiens sapiens?. Su predecesor inmediato, al menos geográfica mente, sería posiblemente el Hombre de Neandertal. En el estado actual de nuestro conocimiento, esta hipótesis ha sido totalmente descartada, aunque en paleontología humana, nada se puede asegurar taxativamen te. La morfología del esqueleto de los neandertales no es una forma inter media entre el H. erectus y el Hombre moderno. Algunos caracteres como la relevante robustez de los huesos, particularmente acentuada en el torus supraorbital y del occipital, junto con la elevada capacidad craneana que supera incluso a la media del Hombre moderno, se han interpretado como unos indicios de una tendencia progresiva hacia una especialización muy evolucionada, de la cual es difícil imaginar que pudieran haber derivado las formas óseas más gráciles del Hombre actual. Además, la desapari ción de los neandertales fue relativamente rápida —entiéndase esta rapi-
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Figura 53. Reconstrucción de Z. Burlan del enterramiento musteriense de Shanidar (Kurdistan iraquí). La existencia de algunas sepulturas más o menos intencionadas nos permite penetrar en el alma y sentimiento metafisico del Hombre de Neandertal.
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dez en términos paleontropológicos— y el Homo sapiens sapiens ocupó su lugar en un breve lapso de tiempo. Parece razonable admitir que mien tras que los neandertales se estaban extinguiendo en Europa, apareció en otro lugar una nueva población, dotada de una mayor fecundidad, supe rioridad técnica o intelectual que habría sobrevivido a aquellos, sin duda después de un largo período de coexistencia y posible hibridación. Las relaciones biológicas y culturales entre los neandertales y los huma nos modernos es uno de los temas más debatidos actualmente en Paleoantropología. Las preguntas fundamentales son las relaciones filogenéticas entre ambos, las características biológicas y culturales de estos dos grupos humanos y las causas que motivaron la extinción de los neander tales. Los estudios genéticos han ejercido una fuerte influencia en las inter pretaciones actuales de la historia evolutiva de los neandertales. La estruc tura del ADN mitocondrial de un neandertal nos muestra que estos te nían grandes diferencias genéticas con los Hombres modernos, que son la consecuencia directa de una evolución independiente durante al menos medio millón de años. Así pués los neandertales no han contribuido gené ticamente a la humanidad actual Las poblaciones de neandertales y los Hombres de Cromañón vivie ron simultáneamente en Europa al menos durante 10.000 años. Los fósi les de neandertales son muy escasos después de los 40.000 años y desa parecen hace 30.000 años. Mientras que los cromañones o Homo sapiens siguieron proliferando y, con el tiempo, ocuparon todo el planeta. No hay ningún signo de conflicto físico entre las poblaciones. Entonces, ¿qué les sucedió a los neandertales? Existen dos corrientes de opinión al respec to. La primera sostiene que los neandertales no eran una especie separa da y que se produjo un mestizaje con los recién llegados Homo sapiens, cuyos genes acabaron por ser los dominantes La segunda afirma que los neandertales eran una especie distinta pero que su tasa de natalidad era más baja que la de Homo sapiens, perdieron la batalla por la obtención de recursos y fueron sustituidos por los cromañones, más avanzados cul turalmente
En Francia existen dos yacimientos clave con fósiles humanos y con industria lítica para documentar el final de los neandertales: Saint Césaire con una fecha de hace 34.000 años y Arcy-sur-Cure. En estos dos sitios los fósiles humanos aparecen asociados a industrias líricas de tipo chatelperroniense. Aunque se han encontrado otros yacimientos con niveles chatelperronienses en Francia y en la cordillera cantábrica, únicamente en las dos estaciones mencionadas se ha encontrado esta industria aso ciada a fósiles humanos, y por lo tanto es de extrema importancia saber a qué especie pertenecen estos fósiles.
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FIGURA 54. Conjunto del enterramiento neandertal de Saínt-Cesaire (Francia). Su apa rición en niveles de Paleolítico Superior Inicial provocó numerosas controversias sobre la posible hibridación entre neandertales y cromañones (Foto S. Ripoll).
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En la cueva de Saint Césaire apareció un esqueleto parcial proceden te de un enterramiento y que, sin ninguna duda, pertenece a un neandertal, ya que no tiene ninguna característica que pudiese indicar hibri dación con los humanos modernos y su morfología es completamente neandertal. Los fósiles de Arcy-sur-Cure son mucho más fragmentarios: dientes aislados y pequeños fragmentos de cráneo. Pero en uno de estos fragmentos de cráneo del hueso temporal se conservaba la estructura del oído interno. J.-J. Hublin y F. Spoor analizaron mediante Tomografìa Axial Computerizada (TAC) este oído hallando una morfología similar a la que presentan los neandertales y, por lo tanto, concluyeron que también en Arcy-sur-Cure los autores de las industrias chatelperronienses fueron los neandertales.
En el sur de la Península Ibérica los neandertales perduraron duran te 10.000 años tras la llegada de los Homo sapiens al norte de la Penín sula. Los fósiles humanos que se han hallado son muy escasos, pero se dispone de varias secuencias estratigráficas donde se puede documentar la sustitución de la industria litica del Paleolítico Medio por otra del Pale olítico Superior.
fiGURA 55. Cráneo de Saint-Cesaire (Francia), una vez extraído del conjunto del ente rramiento (Foto S. Ripoll).
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En la cueva de Zafarraya, el equipo de C. Barroso y J.-J. Hublin des cubrió un fragmento de diáfísis de fémur y una mandíbula completa. La morfología de la mandíbula es completamente neandertal, y procede de unos niveles datados en alrededor de 30.000-28.000 años. Además, se cono cen varios yacimientos musterienses que aunque no han proporcionado fósiles humanos, tienen en torno a los 30.000 años de antigüedad: Carigüela, Cova Negra, Gibraltar. En cambio, en el sur de la Península Ibéri ca no hay yacimientos con niveles auriñacienses de más de 30.000 años. Son todos más recientes y tienen unas características más evolucionadas respecto del Auriñaciense más antiguo que se encuentra en el norte de la Península y de Europa.
En el norte de la Península la situación es muy distinta. En la cueva de El Castillo en Cantabria, los niveles del Paleolítico Superior más anti guos, que corresponden al Auriñaciense 0 ó arcaico, han sido datados en unos 39.000 años. En estos niveles se hallaron varios fragmentos cranea les que fueron atribuidos a humanos modernos, pero actualmente no se conoce su paradero. También en Cataluña, dos yacimientos contienen muy buenas secuencias estratigráficas donde datar la transición del Pale olítico Medio al Superior: La Arbreda (Girona) y el Abric Romaní (Bar celona). Ambos sitios presentan niveles auriñacienses con una antigüedad en tomo a los 38.000-40.000 años. Estas dataciones los sitúan éntrelos yacimientos de Paleolítico Superior más antiguos de toda Europa. Por lo tanto la colonización de los humanos modernos, llegados de África a tra vés del Próximo Oriente, fue muy rápida, en tomo a los 40.000 años. Pero los neandertales no se extinguieron inmediatamente en la Península Ibé rica, sino que hubo un largo periodo de coexistencia entre las poblacio-
Fígura 56. Cráneo de Predmosti III (Rep. Checa) perteneciente a un Homo sapiens. Posee una caja craneana alta y redondeada y tanto el hueso nasal como el moxilary la mandíbula aparecen alineados con las órbitas oculares.
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nes de cromañones y neandertales. En Cataluña, el yacimiento musteriense de la Cova deis Ermitons (Girona) ha sido datado en 34.000 años. Según J. Maroto este yacimiento prueba la pervivencia de algunos nean dertales en zonas marginales y mal comunicadas, como el prepirineo cata lán, después de la llegada de los primeros humanos modernos.
J. Zilhao ha propuesto un modelo ecológico, denominado La frontera delEbro, para explicar el largo periodo de convivencia entre neanderta les y humanos modernos en la Península Ibérica. Establece unas dife rencias ecológicas entre el sur y el norte de la Península, cuyo límite coin cide con el valle del Ebro, que también actuaría como barrera ecológica para la distribución de otras especies de animales. Este límite coincide a grandes rasgos con la separación de dos grandes regiones biogeográficas: la Iberia eurosiberiana y la Iberia mediterránea. Según esta hipótesis, los cromañones procederían de un ecosistema eurosiberiano del norte, al que se habrían adaptado eficazmente cuando llegaron a Europa hace 40.000 años. Los neandertales peninsulares estaban mejor adaptados a los eco sistemas mediterráneos. Pero hace unos 30.000-28.000 años el periodo glacial würmiense entra en su fase de frío más intenso, esta ola de frío se extiende por toda Europa y llega hasta la península, alterando los ecosis temas mediterráneos y provocando la desaparición de los últimos nean dertales. A pesar del largo periodo de coexistencia, no hay ninguna evidencia arqueológica de que las últimas poblaciones neandertales del sur de la Península se hubiesen aculturado, o de que hubieran adquirido alguna de las innovaciones tecnológicas que poseían sus vecinos del norte, con unas industrias del Paleolítico Superior. De hecho, el Musteriense pervi ve, tanto en el sur como en el oeste, hasta hace unos 30.000 años; pero una vez que desaparece, la primera industria lítica del Paleolítico Supe rior que encontramos en los yacimientos meridionales de la península es el Auriñaciense evolucionado o el Solutrense.
Desde el momento en que los paleoantropológos establecieron que los neandertales eran una población humana distinta de la nuestra, se plan teó la posibilidad de hibridación entre neandertales y humanos moder nos. Esta posible hibridación también se ha utilizado como argumento a la hora de atribuir a los neandertales el estatus de especie distinta o de subespecie de Homo sapiens.
Algunos especialistas como E Smith, E. Trinkaus y B. Vandermeersch observan en algunos fósiles humanos del Paleolítico Superior ciertas carac terísticas propias de los neandertales, y en algunos neandertales rasgos evolucionados en dirección a los humanos modernos. Según estos auto res, estos hechos prueban que la hibridación entre neandertales y Homo sapiens se produjo.
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En la Península Ibérica, un equipo portugués y americano, éntrelos que figuran E. Trinkaus y J. Zilhao, ha publicado recientemente el hallaz go de un esqueleto de un niño de 4 años de edad en Lagar do Velho (Por-, tugal), con una antigüedad de 24.500 años, teñido de ocre, y asociados conchas perforados e industria del Paleolítico Superior (Solutrense) Aunque nunca podremos saber con absoluta certeza si la hibridación entre neandertales y cromañones era viable genéticamente, la informa ción que nos aportan los fósiles y la biología molecular apunta a una nula, o muy escasa, contribución de los neandertales al acervo genético de la humanidad actual. Quizás las barreras a la reproducción no fueran de tipo biológico, sino que eran diferencias de tipo cultural y social las que impidieron la hibridación. 1
Tras la llegada de los humanos modernos y del Auriñaciense a Euro pa hace 40.000 años el esquema de los yacimientos con fósiles humanos y con industria lítica atribuidos a los neandertales puede resumirse de la siguiente forma: 1) los neandertales perduraron hasta hace 30.000 años en algunas zonas de Europa (Península Ibérica y Península Itálica), en áreas geográficas que actuaron como refugio, estas poblaciones conti nuaron elaborado industrias Musterienses; 2) En el centro de Francia los neandertales pervivieron hasta hace 34.000 años, pero realizando un nue-
FlGURA 57. La cueva de Amud (Israel) ofreció en perfecto refugio a grupos de nean dertales, donde además enterraron a algunos congéneres.
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vo tipo de industria, el Chatelperroniense, que posiblemente se deba a una aculturación; 3) En Croacia, sobrevivieron algunos neandertales has ta hace menos de 30.000 años. Este esquema nos muestra que la desaparición de los neandertales no siguió un modelo geográfico simple de extinción, de este a oeste, a medi da que se expandían los humanos modernos. Sino que el retroceso se pro dujo de forma compleja: algunas poblaciones de neandertales quedaron aisladas, rodeadas de humanos modernos, mientras que otras sobrevi vían en áreas periféricas que actuaron como zonas refugio. En ocasiones se ha hablado de hibirdación entre neandertales y H. sapiens, pero según las últimas investigaciones genéticas, esta cir cunstancia es totalmente imposible al tratarse de dos especies dife rentes. Recientemente se ha discutido extensamente sobre el niño de Lagar do Velho (Portugal), hallado en un nivel solutrense, pero con algunas características morfológicas neandertales. Al tratarse de un
FIGURA 58. Enterramiento musteriense de Qafzeh (Israel), que ¡unto con los otros 13 encontrados en este yacimiento, poseen unas características más próximas a los Homo sapiens que a los neandertales (Foto S. Ripoll).
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PREHISTORIA (II
niño de escasa edad, en el que los caracteres morfológicos no están totalmente definidos, estos restos de H. sapiens, pueden presentar alte raciones físicas que afectaron a su constitución dándole una aparien cia de neandertal (ver tema XVI, págs. 511 y 512). El lugar de procedencia del Hombre moderno debe ser buscado en África o en Asia y no en Europa. En el primero de los continentes se han encontrado una serie de restos fósiles como los de Hopefield (África del Sur), Broken Hill (Homo sapiens rodesinensis)(Zambia.), Laetoli (Tanza nia) o Bodo (Etiopía), cuyas formas nos podrían hacer pensar en un ori gen africano, con unas dataciones entre 150.000 y 120.000 años.
Sin embargo en Asia, y retomando el hilo de la narración dejada unas páginas atrás, precisamente en Israel, se ha hallado un número bastante elevado de restos fósiles cuyas dataciones oscilan entre el 50.000 y el 40.000 y que por sus caracteres anatómicos podrían ser considerados como ante cesores nuestros. La industria es fundamentalmente Musteriense, es decir característica del Hombre de neandertal, pero sus formas físicas pueden ser interpretadas como puntos de partida en la transición entre el H. erec tas y el H. sapiens sapiens.
Se trata de los fósiles hallados en cuatro cuevas situadas en Galilea. Dos de ellas conocidas como Skhül y El Tabun se localizan en las laderas del Monte Carmelo, la tercera con el nombre de Qafzeh está cerca de Nazaret y la cuarta, Amud, no está lejos del lago Tiberíades. Cada una de ellas ha proporcionado un abundante número de esqueletos, cuyo estudio ha permitido una reconstrucción de su aspecto físico muy completo. En Skhül, D. Garrod y Mac Cown hallaron los enterramientos de 10 indivi duos,, siete adultos y tres infantiles, todos ellos depositados en posición fetal. En la cercana cueva de El Tabun, estos mismos investigadores des cubrieron el esqueleto completo de una mujer así como una mandíbula de varón y un fémur. Estos dos yacimientos pueden ser fechados en tor no a unos 110.000 años. Los recientes trabajos de B. Vandermeerch, en la cueva de Qafzeh, donde ya habían sido encontrados otros siete esqueletos humanos, han aportado 13 nuevos restos que corresponden a seis adultos y siete niños. Uno de los enterramientos infantiles muestra el elevado sentimiento metafísico de los hombres del Paleolítico Medio; los brazos del niño rodeaban un cráneo de ciervo.
Los restos de Amud y de El Tabun son claramente neandertales, aun que no sean totalmente idénticos a los europeos. Es probable que deri varan de tipos arcaicos parecidos al tipo Saccopastore, que hubieran emi grado desde Europa al Próximo Oriente, donde seguramente tuvieron una evolución paralela aunque no idéntica a los que permanecieron en su lugar de origen.
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FIGURA 59. Cráneo de Homo sapiens de Qafzeh (Israel), que se distingue de los neanderfales clasicos y está más próximo a cráneos como los de Cro Magnon o de Grimaldi. Posee una capacidad craneana cercana a los 1.550 cm3, la frente es alta, la bóveda menos aplanada y la mandíbula, robusta, presenta un marcado mentón. Se le ha estimado una altura de 1,75 metros.
Por otra parte los restos óseos procedentes de Skhül y de Qafzeh po seen unas formas claramente modernas así como una antigüedad de 100.000 años. La superficie anterior del frontal tiende a la posición ver tical, la caja craneana es convexa, el torus supraorbitario es poco pro nunciado, el occipital es convexo, las órbitas son rectangulares, la capa cidad craneana es de 1.550 cm3 y la estatura entre 1,65 y 1,75 metros. Todas estas características se hallan perfectamente reflejadas en el Hom bre de Cro-Magnon y en el de Predmosti, siendo en definitiva las que corresponden a los grupos fósiles del Hombre moderno. Es cierto que algunos de los caracteres menores recuerdan a los neandertales, pero ninguno de ellos puede ser considerado como propio de estos últimos, ya que estos mismos ya aparecían en los H. erectas que los habría transmitido tanto a los neandertales como al Hombre moderno. Los caracteres morfológicos estarían, por tanto, en favor de la conjetura de que el inmediato predecesor del Homo sapiens sapiens, habría evolu cionado a partir de un grupo de Homo erectas, que habiendo permaneci do separado de las otras poblaciones de neandertales asiáticos, geográfi camente lejanos, habría adquirido en el Próximo Oriente, formas nuevas y posteriormente habría emigrado hacia el Oeste. A modo de conclusión podemos decir que estos descubrimientos son relativamente recientes, y hasta hace poco tiempo la idea que se tenía sobre este aspecto de la evolución era más simple: el Hombre de neandertal era el único que existía durante el Würm antiguo y aparecía siempre
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asociado a industrias Musterienses; al final de este período desaparece® Hombre de neandertal con el Musteriense, dando paso al Homo sapiem autor de las industrias del Paleolítico Superior. El esquema evolutivo que se plantea en la actualidad no acepta la aparición del Hombre modemai a partir del neandertal y defiende la existencia de un estadio presapúf (cuyo antecesor directo sería el Homo erectus presapiens) que daría lugar; por un lado al Hombre de Neandertal y por otro al Homo sapiens sapieni del Paleolítico Superior, antecesor del Hombre actual, que se extiende ampliamente por todo el mundo a partir del final del Pleistoceno. Esto explicaría el hallazgo de restos de neandertales en niveles del Paleolítico Superior, como es el caso del cráneo de St. Cesaire en el Sur de Francia,| lo que confirma que la presencia del Hombre de neandertal no queda redil-¡ cida al Musteriense y también que la desaparición de este grupo huma-1 no no fue tan brusca como se pensó en un primer momento de la inves tigación, ni tan violenta, ya que se llegó incluso a hablar de una masacij de los neandertales a mano de los H. sapiens.
5.6.
El Homo sapiens sapiens
Entre los 40.000 y los 30.000 años, hacia el final del Würm II, apare cen los primeros representantes de una nueva especie: el Homo sapietfy sapiens, que aquí tratamos brevemente ya que su morfología, histor^ cultura y modos de vida veremos en otros temas más extensamente. Se trata de los inicios de nuestra andadura ya que se trata de los mismos seres que ahora poblamos la tierra. Su estatura media es de 1,65 metros, siendo ésta superior a la de cualquiera de nuestros predecesores. El esqueí leto está formado por huesos ligeros y frágiles, el cráneo no posee el torus suraorbitario y también ha desaparecido el pinzamiento occipital. La Ion-1 gitud máxima del cráneo se sitúa hacia arriba al nivel de los parietales) la forma varía mucho desde la dolicocefalia hasta la braquicefalia. La frente es alta y la visión es ortogonal. El valor medio de la capacidad cra neana es de 1.450 cm3. Dentro de estos caracteres morfológicos generé les, existen numerosas variedades que son las que han producido las dife rentes razas.
Los restos fósiles de esta especie son muy numerosos y bastará con reflejar los más importantes hallazgos limitándonos a los tiempos paleo-1 Uticos. El resto que se conoce desde hace más tiempo, fue hallado en 1823 en el yacimiento de Paviland (Gales, Reino Unido). En su momento se consideró que se trataba de un esqueleto femenino y al aparecer total mente cubierto por una capa de ocre rojo, se le denominó «The red Lady of Paviland». Sin embargo su estudio exhaustivo se completó casi un siglo después y éste reflejó que en realidad de trataba de un varón y fue data do con una antigüedad de 25.000 años es decir en el Auriñaciense.
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En 1866, en Solutré (Saône-et-Loire, Francia) se hallaron algunos restos humanos y dos años más tarde a raíz de la construcción de la vía férrea entre Agen y Perigueux, unos obreros descubrieron cinco esque letos humanos en un lugar llamado Cro Magnon (Dordoña). A partir de este momento los hallazgos se multiplicaron, en 1872 se encontró un
Figura 60. Cráneo del Hombre de Cro Magnon (Francia), Homo sapiens, con una anti güedad de unos 30.000 años, pero presenta los mismos caracteres que el Hombre actual (Foto S. Ripoll).
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PREHISTORIA (1
esqueleto en Laugerie-Basse (Dordoña). Desde esta misma fecha hasta el final de siglo en las diversas cuevas de Grimaldi (Italia): CaviglioneJ Fanciulli, Baousso da Torre y Barma grande, se excavaron numeroso^ enterramientos tanto de adultos como infantiles, que proporcionaron los datos suficientes para definir «el Hombre de Mentón». De Italia pro» ceden los restos de Arene Candide (Liguria) y los de Paglicci (Puglia). En Eslovaquia se localizaron los restos de Mladeg, Dolni Vestente j Predmosti, en Rumania los de Qioclovina, en Rusia el importantísimo yacimiento de Kostienki y por último los alemanes de Rhunola, de Orstdorf y los de Neuessing.
Con la aparición de esta nueva especie se puebla no sólo el Viejo Con tinente sino que a través del Estrecho de Bering —entonces con un nivel muy bajo a causa de la glaciación— se llega hasta el Nuevo Mundo des de su parte más septentrional hasta la más meridional. Algo parecido suce dió en el Sudeste asiático y por los mismos motivos, este hecho facilitó que el Homo sapiens sapiens llegara hasta Australia.
5.7.
Árboles filogenéticos
Cada nuevo descubrimiento o cada método innovador de investigación alimenta la proliferación de teorías relativas a las relaciones genealógicas del género humano. En la actualidad se utilizan sofisticados métodos esta-
Figura 61. Àrbol filogenètico propuesto por Richard Leakey en 1977.
:jkiGEM Y EVOLUCIÓN DE LA HUMANIDAD
255
Arbol filogenetico según
Homo habilis
Figura 62. Àrbol filogenètico propuesto por D. Johanson y T. White en 1979.
Arbol filogenètico según B. Wood
Homo
Homo sapiens
Homo ergaster
Homo habilis Australopithecus africanus
Figura 63. Àrbol filogenètico propuesto por Bertrand Wood en 1990.
256
PREHISTORIA
Arbol filogenètico según Equipo Atapuerca
0
Homo neanderthalensis
Superior O
Medio
Homo erectas
LU
©------------------t— Paranthropus boísei
-0,78
__ Homo heídeibergensís rodil
Paranthropus_ ~ "robustas
Homo habilis/ Homo rudolfensis
IU
-1.7
Homo sapiens
antecessor
Homo ergaster
7
-2 —
-3
-
O
z
O O
- z - LU
Paranthropus aethiopicus
Primer homo
Australopithecus afrícanus
Australopithecus afarensis
CL
9
~fíüsfí@opñfiecus anamensis
Ardipithecus ramidus
-5
FIGURA 64. Árbol filogenetico propuesto por el Equipo de Investigación del yacimiento de Atapuerca en 1997.
Arbol evolutivo propuesto por M. Leakey y su equipo o Superior Medio
-0,78inferior
Homo A. robustus^
A. africanas
O. ni: ü;
A. gahn
A. boísei
"’’aaethiopicus
'i SSI A. afarensis íKenyanthropus «
A. anamensis
-4
-5
Ardipithecus ramidus
Orrorin ’ tugenensis"
?
Figura 64b. Los relativamente recientes descubrimientos del Orrorin fugenersisye Kenyanthropus plafyops han llevado al equpio de Meave Leakey a proponer el qu; por ahora es el último árbol evolutivo.
snseti/idopjisny
30-80
400-530
L a m a y o r ía
UDd
35-45
5,6actualidad
Antigüedad (m.a.)
o Z
África
1813
AL202
1
3733
KNM ER
ATD6-69
2,4-1,6
2-1,6
KNM ER
Africa
§ 1470
E^te de
África
CN KNM ER