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MIGUEL ÁLVAREZ TRIGO
PAUL AUSTER; PARA PODER PERDONARLO – Después de haber leído: TOMBUCTÚ –
—SUCESOS Y CUESTIONES VARIAS—
EDICIONES TORRE DE LOS PERDIGONES - SU EMINENCIA SEVILLA 2016 Libros gratuitos digitales –EDICIÓN NO COMERCIAL–
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Autor: Miguel Álvarez Trigo Título: Paul Auster; para poder perdonarlo –Después de haber leído: Tombuctú– –SUCESOS Y CUESTIONES VARIAS–
Libros gratuitos digitales EDICIONES Torre de los Perdigones–Su Eminencia Sevilla 01 de marzo de 2016
–EDICIÓN NO COMERCIAL–
Elaborada sin ningún interés de carácter económico. En pasos a incorporarla a los comunes bienes culturales del idioma hispánico.
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ÍNDICE
PÁGINA Paul Auster; para poder perdonarlo……………………………………………………. 5 Borges y la magia del azar……………………………….................................... 11 Aunque seas Dios (mi Dios) de las sonoridades…………………………………… 19 Vasos comunicantes…………………………………………………………………………… 21 Opinión-comentario sobre la novela de Kafka Olvídate, o al menos no lo tengas tan presente, admirado Paul Auster, del positivismo ateo que sólo termina desembocando en la desesperación. No temas adentrarte por terrenos incógnitos de espiritualidad. Muéstranos no mínimamente sino con mayor intensidad esas cosas en tus escritos. Hurga, tómate en serio escritores como Bashevis Singer, Aleijem Scholem u otros parecidos (que por cierto, que yo sepa, nunca has hecho referencia a ellos en ninguna de tus novelas). Bueno, lo dicho –y perdóname mis anteriores desabridas salidas de tono o desatinos–, como tú dejas la historia, es decir la finalizas, en el momento en que se precipita Míster Bones (el excepcional chucho de Willy) a través de un claro que se había abierto en el tráfico de la carretera… Pues ahí la retomo yo de esta otra, no trágica, manera: . ¿Afortunados aquellos que puedan parecerles risibles estas cuestiones? Aquí están por si algún día pudieran servirles.
Sevilla 15 de mayo de 2015
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VASOS COMUNICANTES – Historia verdadera aunque pueda parecer ficticia –
Un localcito (como bien lo dice la palabra) diminuto; en forma de estrecho tubo. En el fondo del estrechísimo local el minúsculo mostrador de la tasca ofreciéndose hacia la calle. Cuatro personas apoyadas en él quizás no quepan. En línea, arrimados a una de las dos paredes, una fila de cinco o seis barriles de cerveza sirven de asientos por una tabla puesta encima de ellos. Recién abierta la taberna, al anochecer, bien caída ya la tarde (no tiene otra hora de abrir el bohemio de su dueño), el suelo todavía está húmedo de haberle pasado la fregona. Sentado en la punta más cercana al mostrador de ese improvisado banco, yo, con una cerveza en la mano, inauguro la venta y clientela de este día. Me entretengo con la música flamenca, siempre puesta, y con las fotos legendarias de sus artistas que apretujadas llenan las paredes. Fernando, el dueño, distraído, sitiado por los tanques refrigeradores, se encuentra reponiendo botellines, latas de refrescos y otras cosas de enfriar. En eso, del hueco para entrar y salir del mostrador asoma una cabrita (ya algo crecidita) que marcha hacia la puerta de entrada para curiosear la calle –una corta calleja peatonal semiinvisible cercanísima el mismísimo corazón de lo más antiguo de la mía ciudad de Sevilla–. Debo decir que la cabrita, recientísimamente traída, hace la función de perrito en este descabellado e irreal negocio que en invierno, para combatir el frío en el exterior, pone distintos braseros de cisco picón junto a las banquetitas artesanales que distribuye en derredor a la puerta. Debido a la estrechura, la cabrita pasa junto a mí; aprovecho y le paso la mano por el lomo mientras la galanteo cariñosamente. Pero ella, indiferente, sigue hacia fuera como si no le hubiera hecho gesto alguno. Debido a su frialdad, a su falta de respuesta hacia mí, pienso que el animal debe de estar harto de tanto manoseo de los embobados clientes. Me despreocupo, entonces, de la cabra y me enfrasco en las fotografías que tengo delante y en mis cotidianas meditaciones que, por cierto, son inacabables. Estando de 21
esa manera, ya relajadamente, de pronto siento un empujón en el hombro. Me giro para ver quién es el que me ha dado el golpe y… ¡Es la cabra! La indolente y glacial caprina bestezuela me la encuentro junto a mí, subida a la tabla banco mirándome expectante después de haberme golpeado. ¡Había esperado a que me olvidara de ella! Y, sigilosamente, sin hacer el más mínimo ruido, se había subido (necesariamente de un salto) por la otra punta, al improvisado banco. De esta manera se encontraba su testuz a la altura de la mía; así, sin palabras, creo que estaba diciéndome (más o menos): . Tras esto recupera su pose de fría indiferencia, se baja del tablón (en medio de mis exclamaciones) y con majestuosa parsimonia camina de nuevo hacia la puerta de salida. Así que, veintitantos años después de esta anécdota-suceso, sigo diciéndome: ¿Cómo son utilizados estos animales para sacrificios rituales? Y después exclamo: Puede que sea el momento de encender una vela o despertar incienso en memoria del inveterado e insigne vegetariano Isaac Bashevis Singer –sí, el que escribió y muchos, muchísimos cuentos más –. Él solo comía pan, leche, queso, huevos, patatas, verduras y frutas.
Nota: He de advertir que este sitio descrito tan idílicamente en su apariencia fue para mí, como tantos otros por los que deambulé en una etapa crítica de mi vida, una especie de cuerda funambúlica por donde hube de caminar con precaución (siempre honestamente), porque en estos ámbitos, independientemente de palpar, bucear en el Arte intrínseco de nuestra tierra, existía también el riesgo de caída a simas peligrosas. Acaecido en torno a 1990.
Redactado: 20 de abril de 2015.
Miguel Álvarez Trigo ____________ _____ _
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OPINIÓN-COMENTARIO SOBRE LA NOVELA DE KAFKA:
¿Y yo, que esta obra la considero inmadura? ¿Cómo habría que considerárseme? Opino que Kafka la inició con una intención y en su desarrollo se le fue de las manos y quedó, pues, así, como la leemos, desbaratada más de media novela, toda ella llena de improvisación y de sinsentido. Debo agregar que la obra de Kafka me repele aunque le reconozca originalidad. Tengo sus obras completas en un rincón, toda polvorienta, y mirarla me causa repeluzno. Isaac Bashevis Singer decía de Kafka que un escritor de ese tipo, con uno por siglo era más que suficiente. Que si hubiera mayor proporción podría quedar asfixi ada la Literatura. Así que, ¿soy un aguafiestas? No es esa mi intención. Hablo desde lo que me produce cada vez que haya ido a hojear algo de sus libros. Siempre me causa una profunda desolación. Nunca me ha aportado gratificación alguna. Sólo desconsuelo y honda tristeza. Bueno, mi opinión va dirigida a aquellos que les ocurra lo mismo que a mí y es para decirles que no es necesario esforzarse en leer lo que les resulte desapacible. Un saludo, A vosotros. Lectores del presente, Lectores del futuro.
Barriada Su Eminencia. Sevilla. 07 de febrero de 2016.
Miguel Álvarez Trigo
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UN SUEÑO Y SU INTERPRETACIÓN
En relación a los sueños siempre ha habido, fundamentalmente, a lo largo de la historia de la humanidad, dos opiniones contrapuestas. Los que dicen que los sueños no tienen sentido alguno y los que afirman que todos los sueños llevan consigo un mensaje. Yo pertenezco a estos últimos. Y, como ejemplo, expongo una experiencia vivida con un compañero de trabajo. La fecha en que ocurrió me parece que gira alrededor del año 2000. Es la siguiente: . Quien me lo describía era un compañero de trabajo. Para mí, era persona “con los pies bien puestos en el suelo”. Yo, soy todo lo contrario. Comúnmente suelo “estar en la luna”; es decir, muy alejado de la realidad práctica. Me gustaba consultarle sobre noticias sociales alarmantes. Él solía darme justas y acertadas opiniones. Pero, en este suceso le cogía “fuera de juego”. Nunca había hablado con él de sueños. Pero, la , por parte de él, creo que le funcionó porque para mí el sueño era de una claridad meridiana conociendo como conocía, más o menos, su personalidad eminentemente racionalista. Le dije: . Casi instantáneamente vi, a través de su expresión, como en él –que estaba entre escuchándome y pendiente de la calle–, se le iluminaba algo que le resultaba esclarecedor. He aquí, a continuación la sorprendente historia que me contó. Me dijo:
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. Mi amigo siendo como era muy racionalista y no queriendo continuar repitiendo cada equis años toda aquella incómoda situación de volver a ver a su hermano muerto, no se le ocurrió otra cosa (al cacho bestia), ante la inalterabilidad del cadáver de su hermano, sino sugerirle al sepulturero el bárbaro desatino (si estaba en la legalidad) de zamarrear los secos restos para así poder meterlo en la pequeña caja destinada al osario. El sepulturero le dijo que si podía hacerlo si así lo deseaba. Y de esa manera quedó realizado el definitivo traslado. Lo único que le sugerí es que podía llevarle flores cualquier día que estuviera sobrado de tiempo. Y se lo dije con la intención de que el sueño no se le repitiera. No volví a preguntarle ni él nunca más me comentó en relación al sueño. Sevilla, 29 de abril de 2015 Miguel Álvarez Trigo __________ _____ _
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MIGUEL ÁLVAREZ TRIGO
EN TORNO A ROBERT DESOILLE Y SU BENEFICIOSA INFLUENCIA QUE HA EJERCIDO SOBRE MÍ
Robert Desoille (francés 1890-1966), de los cinco libros que publicó, a lo largo de su vida, ninguno de ellos fue traducido al español. Yo, en mis búsquedas intelectuales, o espirituales, vine a encontrarme con esa dificultad en mi deseo de llegar a la lectura de su primer libro (editado en 1938) así como también el segundo (editado en 1945) que, realmente es complemento del primero. Debido a ello me he visto abocado a traducirlos para poder leerlos. Hecho esto, después los he preparado para darle la oportunidad de poderlos leer a todo aquel que hable nuestro común idioma. He realizado una edición digital, totalmente gratuita –no comercial– de ambos libros, los cuales se pueden conseguir a través de Internet entrando en: ebiblioteca.org —También en Google, si se entra con el título del primer libro ( Exploración de la afectividad subconsciente por el Método del Sueño Despierto ), el mismo Google te lo ofrece bajarlo directamente en pdf dicho libro—. El primer libro de Robert Desoille tiene por título: Exploración de la afectividad subconsciente por el Método del Sueño Despierto. El segundo: El Sueño Despierto en Psicoterapia. _______ ___
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Aquí, lo que inserto a continuación, es el artículo: , que incorporé como “anexo del traductor” en el primer libro. Lo hice para que el posible lector viera que con este primer libro (que es donde Robert Desoille se extiende en profundidad en mostrar el modo de alcanzar, de modo autónomo, el estado de “Sueño Despierto Dirigido”), se puede obtener enriquecimiento espiritual. Absorbido en el trabajo de traducir el libro no se me ocurrió intentar esta experiencia hasta después de tenerlo, para el púbico, totalmente traducido. Es decir, llevaba hurgando con el método dos años y medio aproximadamente. Antes no se me pasó por la mente intentar experiencia alguna. Todo ello sin contacto con nadie excepto el que me proporcionaba el libro. No sé el tiempo que pueda necesitar una persona sola para llegar a estas experiencias. Lo que sí puedo afirmarle es que dichas experiencias le dejaran huellas benefactoras importantes. He aquí como la tengo descrita en la página 287 de Exploración de la afectividad subconsciente por el Método del Sueño Despierto:
(P. 287)
Mi particular experiencia
A treinta páginas para finalizar la última revisión del texto, estando ya todo definitivamente estructurado, incluso la nota finalizadora del que traduce, ha surgido en mí la decisión de incorporar esta reciente vivencia por ser interesante, creo, para el posible lector. Han transcurrido unos nueve meses entre la anotación de la pág. 47\28 y esta experiencia. Ella, esta insospechada puerta, tiene su origen a partir de lo que describe R. Desoille en la p. 26\16 y Caslant en la 20\12; dice el autor: Y esto es lo que Caslant sugiere : . Yo, a medio camino entre una y otra sugerencia, me he encontrado aproximadamente en el centro de un rústico salón-vivienda, elaborado éste con troncos de árboles; al fondo, en la pared de la izquierda hay una ventana no muy grande en relación a la dimensión del lugar. La estructura del recinto es algo rectangular, casi cuadrada; es un íntimo-habitable refugio, se encuentra en penumbra, 27
la luz que hay es la que llega de la no muy grande ventana; en la pared del fondo, en el centro, hay una buena chimenea, está apagada. Se respira densidad, fortaleza contra cualquier embate que pueda acontecer; incluso el fuego que viniera del exterior se quedaría cascarilleando los robustos troncos. Es ahí donde me pongo a metamorfosear preocupaciones por trapos que tirados en el terrizo pero compacto suelo los recojo y los introduzco en un saco, uno de ellos tal como lo metía en dicho saco, dentro se convertía en una serpiente. Me dije -hay que matarla-. Haciéndolo me sentía mal, me di cuenta que sólo habría que adormecerla, dejarla sin conocimiento. Entonces le di un golpe, por fuera del saco, y quedó todo en orden. Lo tiré hacia atrás, sin mirar hacia donde y se esfumó (*). La sensación de bienestar fue impactante, me acerqué a la ventana del fondo de la izquierda y sin darme cuenta me encontré flotando en el exterior, una expansión clara celeste me rodeaba por todas partes; ascendí pero mi seguro recinto flotando también muy de lejos casi sin verse me seguía; un imperceptible hilo o mágico cordón lo hacía estar en vinculación conmigo. Podía llegar en cualquier momento a él. A partir de aquí, cuando quiero flotar, más que volar, pongo mi atención sobre este hallazgo y al momento estoy inmerso en el espacio. Es como si el espacio, el éter incognitus, tuviera consistencia y uno nadase en él. (P.288) Esta experiencia me acompaña cotidianamente desde que ha surgido, obtengo una gran serenidad de ella. Pudiera ser mi gran acompañante. ¡Oh, Señor! Gracias Maese Desoille. (*) Cuando es toy dentro prá cti ca mente sólo veo dos pa redes , a mi espalda ha y muy poca luz.
(Editado este libro el 19 de abril de 2011)
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Y en el segundo libro de Robert Desoille, el titulado El Sueño Despierto en Psicoterapia, lleva un anexo, al final de la obra, donde están descritas dos extrañísimas vivencias que me tocó vivir en momentos difíciles de mi existencia. Éstas me sucedieron bastantes años antes de conocer la obra de Desoille. Por lo inusual de ellas las he mantenido en secreto durante todos estos años. Casi teniendo acabada la traducción de este segundo libro decidí insertarlas estas desconcertantes experiencias puesto que considero que son dignas de incorporarse en
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este admirable libro de Desoille donde a cada momento nos deslumbra con su original método. De esta manera creo salvaguardarlas de que puedan llegar a disolverse en el olvido de un absurdo silencio improductivo. Son estas: (P. 385) Apéndice
agregado a la traducción
Nota aclaratoria: Cua ndo he llegado, en la traducci ón, a las pá gs. 365\255 y 375\262 ya es taba reda ctado es te traba jo. Los hechos que aquí se mues tran es tán en es trecha concordancia con las tesis que en ellas fi gura .
Vivo en un sueño, Es lo que tengo, Es lo que muestro.
POST SCRÍPTUM De este quien traduce Necesito indicar que el encuentro con la obra de Robert Desoille, y su traducción de sendos libros, ha sido para mí un proceso ascensional por donde han ido convirtiéndose oscuros plomos en prístinos oros. Es así que he ido recuperando primigenias plenitudes que creía tenidas perdidas para siempre. Necesito dejar constancia también, considero que aquí es sitio adecuado para ello, de dos extraños sucesos que me acontecieron en unos momentos complicados de mi vida y, de lo transcendentes que han sido para mí. Las explicaciones que doy de estos hechos son parecidamente a dogmas de fe, me sirven para vivir, me valen porque estas razones las siento verdaderas. Me imagino que distintas corrientes de pensamiento pueden que obtengan otro tipo de conclusiones de todo esto. (P. 386) Cuando se me presentaron las dos desconcertantes experiencias vivía atormentado por el desmoronamiento matrimonial donde tres hijos pequeños estaban también en medio de todo este caos. Corrían los años 80; fue cuando las salas clásicas de cines empezaron a quedarse vacías debido al surgimiento de los ; casi todas las semanas llevaba a los niños a aquellas desiertas salas de cine que poco a poco, en aquellos tiempos, fueron cerrando. 29
Hubo un momento en que todo mi andamiaje espiritual se me derrumbó, y un terrible vacío se apoderó de mí; mis anteriores convencimientos dejaron de darme respuestas. Llegué a sentirme como colgajo de carne en gancho de carnicero. Y dando tumbos por esta mágica ciudad que es mi Sevilla, Sevilla de mis ensueños, testigo de mi naufragio, fui encontrando gentes y sitios que fueron para mí, náufrago como era, tablas de salvación. En ese transcurso vino a acaecer la tremenda conmoción del primer suceso, es este: El preámbulo a la primera experiencia, pienso yo, fue, entre otras cosas, una particular noche de verano que viví en mi natal ciudad de Sevilla. El punto de partida es el patio de un monasterio abandonado donde a través de las cancelas abiertas se veían indeterminadas luces. Aquellas oscilantes y débiles iluminaciones algunas se movían de un lado para otro y otras estaban quietas, sólo parpadeantes. Así estuvo un rato y como me encontraba frente a ese sitio en un lugar iluminado, no conseguía distinguir lo que sucedía en aquel desvencijado patio cuadrangular con columnas. De pronto, portando cirios, salió una especie de procesión que la encabezaba una mujer -no recuerdo si llevaba algo en las manos, ¿un pebetero?,- que, a la usanza griego-romana, vestía hasta los pies una túnica blanquecina de tono amarillo hueso. El cirial desfile era un ceremonial relacionado con la , me dijeron los contertulios a los que les pregunté; era la noche del veinticuatro al veinticinco de junio. Yo lo veía todo desde un velador donde sentado, tomando una cerveza, en la puerta de una peña flamenca -dentro estaban cantando-, trataba de hallar algo de paz en este entorno tan particular. La luna estaba grande y en aquel momento se hallaba a media altura por encima de aquella desamparada construcción. Esa noche no era de las incómodas de (P. 387) Sevilla, hacía una temperatura agradable en aquel pequeño jardinillo de los veladores –quiero recordar que había una parra además de otros árboles y algunos rosales ¿y jazmines?-. Todo este lugar daba una sensación de exotismo y de derribo, así me lo parecía y lo era realmente ya que para entrar a este sitio, se tenía que atravesar un enorme portón de madera que siempre estaba abierto –todo este sitio tras el portón había pertenecido ha dicho monasterio-. Este estar, años a, en desuso, esa pérdida de función de aquel enorme portalón daba la impronta a todo ese terrizo lugar -Aunque pueda pa recer pura construcción li tera ria es te luga r exis tía en Sevilla en los años 90 del pasado siglo; estoy refi riéndome al monas terio de San Jerónimo y a la Peña Los Cabales que, en aquel entonces , es taba asentada allí -.
Allí sus gentes fueron muy comprensivas conmigo. Pues bien, estando pasando tan inusual comitiva y habiéndome enterado de su curiosa singularidad, de pronto el dolor, la amargura, la desesperación que continuamente me estaban machacando el alma, como consecuencia de habérseme roto la estructura familiar en la que en el centro de todo se encontraban tres hijos en 30
edad escolar, vino todo ello a ser sustituido por una especie de añoranza que emergía en forma de pregunta con palabras, más o menos, como: . No pasó nada más. Más tarde me despedí de las amistades de la peña y me fui para mi casa a dormir. El suceso. A la mañana siguiente me levanto y voy hacia el baño con intención de prepararme para salir y cuando paso por delante de la habitacioncita contigua a donde duermo, escucho que sale de ella un característico tac, tac, que al instante identifiqué. Asombrado, confuso, perplejo me dije: … - (Este balancín es un juguetito de los chinos y no es más que un pequeñito columpio en donde un niño y una niña están los dos sentados. Debajo del asiento hay un imán y en la base otro y, por debajo, tiene dos pilas que mientras tengan corriente, si se le da un golpecito al columpio, éste estará ininterrumpidamente columpiando a los niños; a este ingenio yo le había incorporado un pequeño interruptor para no tener que estar quitando y poniendo pilas ya que, de fábrica, desde el momento en que éstas se colocaban comenzaban a gastarse aunque el balancín estuviera detenido. Dicho balancín lo tenía colocado en una estrecha estantería de madera destinada a pequeños objetos. Cuando quería ver como se columpiaban los niños tenía que colocarlo, obligatoriamente, de for ma sesgada precisa porque balancearse paralelo a la pared no se podía, se caía al suelo, y de frente chocaba el columpio cuando éste iba hacia atrás. Hacía más de seis meses, por lo menos, que no me acordaba de este, para mí, entrañable juguete) -.
Miré hacia la exigua repisa de donde el juguete pero, para acrecentamiento del (P. 388) expectante sobrecogimiento que en mí se había despertado, una camisa, colgada, se interponía entre ambos; utilizo este cuartito, que carece de ventana, como tendedero. Cuando dije: no está explicada, ni mucho menos, la conmoción que surgió en mí, ya que en el presente vivía solo y nadie estaba conmigo. Entré, levanté la camisa sabiendo lo que iba a ver pero al mismo tiempo negando lo que iba a presentarse ante mí. Todo sucedió muy rápido. Desplazar la camisa, ver el balancín colocado en sesgo y en movimiento y sentir que el horror es espeso fue instantáneo. El horror es espacial, cuando surge inunda todo el entorno de la persona y se le incrusta como algo pegajoso ahogándolo en un inenarrable desconcierto; creo que es la súbita desagregación de las estructuras del ser. Estando en ese momento de pánico, los vellos de los brazos se me erizaron –jamás me había ocurrido eso- y me vinieron, llenas de pavor, las palabras . El espanto de ese momento estoy intentándolo describir pero todo lo que describo es sólo una aproximación a lo que viví. Afortunadamente reaccioné –ya que esta sensación si no se consiguiera uno distanciarse pronto de ella podría ocasionar trastornos permanentes en la persona- diciéndome: . Esta exclamación que nació en mí fue como un fanal orientador a las negruras de mis padecimientos. A continuación fui a comprobar, porque había que descartar cosas, lo primero la cerradura de la puerta del piso; estaba correctamente, como siempre la dejo, faltándole algo al recorrido del pestillo para que no puedan meter la llave desde el exterior. Si alguien teniendo la llave y estando dentro del piso sale para dejar el cerrojo así desde fuera, necesariamente tenía que estar colocada la llave en la cerradura; no se puede, en esa posición, sacar la llave desde fuera. Abrí la puerta, para comprobar, y no había ninguna llave. Todavía existía la posibilidad de que alguien, el que había puesto en movimiento el juguete mientras yo dormía, estuviera dentro del piso desde antes de que yo llegara y que todavía estaba dentro, escondido en algún sitio, esperando a que me fuera para entonces él salir. Miré en sitios inverosímiles donde era imposible que un niño, por muy pequeño que fuese, pudiera esconderse. (P. 389) Descartada esta posibilidad me vestí y me fui al trabajo. Necesitaba hablar con alguien pero me di cuenta que este suceso no se podía hablar con cualquiera. Continuaba muy impresionado. Por fin localicé a un compañero a quien consideraba que podría, más o menos, comprenderme; se lo estuve explicando y mientras le contaba el suceso se me estuvieron abriendo las ideas y me fue emergiendo la evidencia. El me preguntó que si había comprobado si el interruptor del juguetito estaba activado; le respondí que imaginaba que sí, pero que yo no me había acercado, en absoluto, al balancín -después cuando volví por la noche a la casa lo comprobé y, efectivamente, estaba activado-. Entonces le sugerí que o era obra de algo como los espíritus o yo me había levantado sonámbulo, lo había activado y me había vuelto a acostar. Y le aseveré que esta era lo opción más congruente. Ya solo, a lo largo de varios días, la opción del sonambulismo fue tomando fuerzas y fueron asomando explicaciones del porqué de todo aquello, son estas: El niño y la niña del balancín simbolizaba a mi mujer y a mí –por eso, desde que lo vi, inconscientemente, me había atraído tanto este juguetito; por eso incluso me había atrevido y preocupado de mejorarlo insertándole un pequeño conmutador- y el acto de sonambulismo era la respuesta de mi Yo Profundo, de mi Deus absconditus a la pregunta en forma de nostalgia que surgió en mí la Noche de San Juan. Lo que venía a comunicarme, esta Oculta Consciencia, con la provocación del acto de sonambulismo, consistía en que, si no podía estar con ella en la realidad si podía estarlo simbólicamente. Pero, en este suceso, además de esta comunicación, acaece un atisbo, para mí, incluso más importante: Había algo que miraba por mí. Ante este Algo me postro –¡Oh Señor misericordioso que me iluminas! ¡Gracias! por haber puesto Tu Atención sobre mí. La confirmación a estas suposiciones me llegó con una segunda experiencia, ésta sucedió cerca de un año después; cuando ocurrió, ya había interiorizado este tan 32
importante e inusual suceso acaecido. Lo que pasó por mi mente, por mi corazón con esta segunda experiencia fue, hablándome a mí mismo, algo así como: ; pero ya no me causó la terrorífica conmoción de la primera vez, fue una vivencia de serenidad. Paso a contarla, es muy distinta de la anterior: El preámbulo. Un mediodía, que es cuando está todo más tranquilo, entré en una de las grandes superficies comerciales a comprar única y exclusivamente dos cosas, un par de (P. 390) zapatos -porque los que tenía me resultaban incómodos para la época que estaba llegando o porque se estaban empezando a romper, no recuerdo bien el motivo pero sí que los necesitaba perentoriamente- y un bote de lavavajillas ya que llevaba varios días batallando con el que tenía en el fregadero el cual su contenido se había gastado y el de repuesto, situado siempre debajo de dicho fregadero, me había descuidado y no lo tenía comprado; me di cuenta del olvido cuando miré para sustituir al usado. Llevaba dos o tres días queriendo comprar el dichoso bote de lavavajilla pero solamente me acordaba de él en el momento en que iba a fregar algún cacharro y, maldiciendo mi reiterado descuido, ahí estaba yo extrayéndole y extrayéndole las últimas gotitas, los últimos míseros residuos para conseguir fregar un plato, un vaso o algún que otro común utensilio. Bueno, por fin compré los zapatos y el bote origen de mis últimas dificultades. Más tarde, ese mismo día, me tropecé con un amigo al que le gusta el mundo de los libros. Después de saludarnos, me hizo entrega de uno para que lo leyera y que le diera mi opinión porque: , me dijo. El libro en cuestión es la obra de teatro Días felices de Samuel Beckett. No recuerdo si mi amigo me había hecho referencia, algunas jornadas antes, a este propósito de préstamo. Lo primero que hice en cuanto entré en el pisito -no llega a los treinta metros habitables- fue poner el lavavajilla gastado en el sitio de los envases para tirar y, triunfalmente, gozando del peso, gozando de la cantidad de jabón líquido a consumir del bote nuevo, lo coloqué en su lugar correspondiente; el fregadero volvía a encontrarse pleno para su función. Comí algo, y poco después me acosté para iniciar a leer la obra emp restada. Ésta consiste en una mujer que está enterrada hasta la cintura en un pequeño montículo y que posee un bolso grande de donde va sacando objetos usuales, cepillo de dientes, espejito, crema, etc., a los cuales los admira y ensalza grandemente como s i fueran cosas importantísimas. Desde el primer momento se ve que es una persona ridícula por su modo de admirar tan triviales objetos; con otras palabras es ridículamente feliz. Para mí, en esencia, ésa es la obra.
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(P. 391) Leyéndola pensaba en mi compañero de trabajo y en su afición literaria y me decía que si él no había captado algo tan evidente como el tremendo dramatismo que emanaba del personaje tan ridículamente feliz, siempre quedaría fuera de captar innumerables manjares espirituales a los cuales él, así me lo parecía, perseguía deseosamente. Luego, avanzando en la lectura -la leí esa misma noche ya que la obra no es muy extensa-, de pronto me vino un estremecimiento como si hubiera recibido un tremendo mazazo, se me tambaleó algo que siempre había considerado como inamovible, sí, mis bien amados valores hacia los libros. Levanté la vista de la maldita obra que leía y la dirigí a las estanterías repletas de volúmenes que están en torno a mi cama –donde duermo lo llamo mi biblioteca-dormitorio-, al momento también recordé todos los libros secundarios que, por falta de espacio, guardo bajo la cama en una atestada caja y, casi instantáneamente a esta contemplación, emergió en mi pensamiento, como un estallido, casi como un cataclismo dudosas elucubraciones. -¿Seré tan mediocre como el personaje de la obra? -¿Será mi Palacio de las Cien Mil Puertas tan banal como el bolso de donde la semienterrada mujer saca tan ridículos objetos y que tan absurdamente los ensalza? ¡Qué horror que mis libros y el bienestar que obtengo de ellos puedan ser tan insulsos!… Conseguí acabar tan repelente y poco, para mí, edificante libro y me eché a dormir. El suceso. A la mañana siguiente me levanté y comencé a prepararme para salir a trabajar como cualquier otro día. En ese transcurso tuve sed y fui a la cocinita –la lavadora sirve de mesa, dos personas no caben en ella- a coger agua del grifo. ¡Bomba!... Veo en el fregadero, uno detrás de otro, dos botes de lavavajillas… al momento pensé que el bote vacio no lo había puesto en el sitio de tirar -aunque recordaba que así lo había hecho-. Al tiempo que miraba hacia el sitio de tirar tocaba los dos botes del fregadero… Éstos estaban llenos y abajo en el rincón se encontraba el viejo bote escurrido. ¿Qué había ocurrido? ¿De dónde había salido este segundo bote?... Teniendo el tique de compra, como garantía para los zapatos, fui a cerciorarme si había adquirido únicamente un bote aunque recordaba perfectamente lo que compré y lo que había traído a la casa la noche anterior. En ese transcurso de diez o doce pasos, pensé: . Seguidamente, tras corroborar la adquisición de un único lavavajilla, la anterior frase, globalmente, sin desmenuzar aún los por qué, fue el Hágase la luz. Este suceso venía a confirmar las conclusiones a las que había llegado con mi anterior experiencia; este acontecimiento ya no me produjo conmoción de terror 34
alguna, lo que nació en mí fue una evidencia emocional honda que hacía decirme, más o menos: . . Lo que había sucedido, no encuentro otra explicación, es que cuando, días antes, miré debajo del fregadero en el sitio del bote de repuesto no vi que realmente se encontraba uno de repuesto pero esta Oculta Consciencia si sabía que estaba allí. Y, ante el desasosiego provocado por Samuel Beckett, que considero que es un escéptico de la naturaleza humana, que está volcado hacia fuera y no sabe mirar hacia dentro -el drama de la Cultura de Occidente, el escepticismo insertado en el milagro del progreso, aunque éste intuyo que podría ser enfocado muy diferentemente-, mi Yo Profundo actuó igualmente que en el caso del balancín, me hizo levantarme en situación de sonámbulo y coger el bote no visto, el bote ignorado y sacarlo de su invisibilidad al colocarlo en el sitio de uso junto al comprado el día anterior. Esta Oculta Consciencia con esta acción tan desconcertante viene a responder al desmitificador Beckett con las mismas herramientas que él utiliza. El mensaje se realiza a través de un objeto de lo más cotidiano, de lo más vulgar, éste también podría salir del bolso de la semi-inmovilizada mujer; la similitud es evidente pero el propósito totalmente distinto. Beckett machaca los usuales valores de consumo, yo sin embargo, cotidianamente, por su ingenio, me quedo pasmado ante la urdimbre de una tela, ante tanta ciencia como reside en un imperdible, mucho más ante una cremallera, ni que decir ante el milagro de tantas y tantas actuales cosas. De ahí esta inusitada manifestación, esta extraordinaria respuesta de mi Oculta Presencia, su claro mensaje más o menos viene a decirme: . (P. 393) Este autor considero que se encuentra en la desesperación del borracho que tira piedras sin preocuparse de adonde cae; creo que lo ve todo desde su tétrico y desesperanzado mundo. Yo a pesar de los campos de exterminio, de la bomba atómica, de las casi incontables barbaridades cometidas a lo largo de la historia, aún a pesar de todo ello no tiro la toalla; veo también la loable labor cotidiana de las personas; en ellas me apoyo para mirar perspectivas más serenas; he aquí algunas: Me siento unido, en la conmoción, con lo doliente. Soy uno más que conoce lo que es el sufrimiento. También conozco el chisporroteo luminario de los instantes. En los Instantes siento que reside la Eternidad. La Memoria es su Pebetero. Deseo que cada ser llegue a ver, sentir el Misterio del Más Alto Fulgor, el desvelamiento de lo Diestro y lo Siniestro.
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La Oculta Presencia que siento, desde hace largo tiempo, sé que está del lado del Amor, del lado de la Piedad. Agradecido como soy ante algo que haya sido benefactor conmigo, muy cotidianamente me brotan frases como: Gracias Señor por tu misericordia, haz que mi voluntad no decaiga nunca. No hay posibilidad de otro lenguaje para dirigirse a Eso Oculto. Ignoro si esta Oculta Presencia es o no es parte secreta de la propia naturaleza humana. Rehúyo entrar en esa cuestión. No es necesario. No quiero tener mayor suerte que una hormiga, que un caracol. Pido piedad para todo lo que sufre. Pido una misma suerte para todos. Anhelo que todos seamos parecidamente a esa portentosa estructura denominada Pietà -la de Miguel Ángel- antes de su milagroso desescombro; y que los padecimientos y tragedias sean como los golpes de desbastamiento que ejecutan secretos escoplos moldeándonos, desprendiéndonos y quebrando la pétrea costra que nos envuelve y nos aprisiona. Que todo sea un prepararnos para esta milagrosa emergencia, para esta inusitada transmutación del dolor en Belleza. (P. 394) La bíblica historia de Job me sirve para lanzar una pregunta: ¿Se aceptaría el dolor si sirviese para ese inenarrable encuentro que él tuvo? ... ¿Qué por qué tiene que suceder así?... Vayamos, tomemos el planteamiento desde otras geometrías: ¿Y si fuese estos Arcanos Retumbes, estos portentosos excepcionales sucesos una especie de contraprestación que nos ofrece la enigmática Mater Natura? ¿No habría que agradecérselo? Es por eso que a pesar de todo, de tantos abismales cataclismos, espero que cada padeciente ser encuentre algún tipo de alivio más o menos a como lo he hallado yo. … Así pues si la contemplación de la mujer del bolso nos resulta insoportable, ignorémosla, pasemos lo más alejado de ella, dejémosla con sus cosas, ella es feliz…, como yo con las mías. … -¡Sí!, podré seguir viendo mi pequeño habitáculo como lo que es, ¡oh!, ¡sí!, ¡como mi Palacio de las Cien Mil Puertas!, porque eso es mi biblioteca-dormitorio, tengo libros que no alcanzaré a leer, poco tramo queda ya para los setenta años, nunca podré recorrer enteramente mis Aposentos… Por ellos deambulo apaciblemente con innumerables presencias y con tres definitivas compañas. Siempre voy con ellos recorriendo mis serenos patios, mis vivos jardines, mis salones y rincones mágicos que cuantiosamente se me presentan a cada puerta que abro, en cada escalera que subo, en cada adornado pasillo que recorro, en sus bifurcaciones hacia todos lados llenas de 36
enredaderas y pequeñas fuentes que suave borbotean… ¡Oh mágicas barandas! de calmos miradores; en cada tramo hay lugar para el deleite de la vista del alma y… ¡Sí! siempre van conmigo, juntos o algo separados, cada uno descubriendo sus propias cosas y comentándolas si es que nos vinieran en gana, en primer lugar, y esto en orden a antigüedad y sencillez de propósitos, la compañía de mi buen amigo Maigret el cual es más real que aquél de quien surgió –el mismo caso del Quijote-; sí, siempre tengo la presencia del buenazo de Maigret y su atenta y comprensiva esposa, ella siempre ta n entrañable derrochando hogareña calma y él siempre tan pendiente de ella, siempre, siempre, siempre. Maigret defendiendo a capa y espada la conservación en su despacho de su vieja estufa de carbón; a estar continuamente cargando su colección de viejas pipas, a su departir con los sencillos, a su (P. 395) gusto por los pequeños locales y casas de comidas con los propios vinos de cada tabernero… ¡Oh! el Maigret de ese increíble imaginado París de las Artes y de las buhardillas, de los empedrados o terrizos patios con minúsculos y viejos talleres, a veces casi derrengados, y sugerentes portales y escaleras, ¡oh sí!, escaleras, escaleras, escaleras casi interminables… Mi segunda compaña es la del sublime y dolido vegetariano, hermanado con todo lo viviente y cargado de milenaria tradición de donde siempre nos habla tan conmovedoramente, me estoy refiriendo a mi inestimable Isaac Bashevis Singer –se hizo vegetariano por compasión a los animales; yo, cuando muera, quiero ser enterrado para que así pueda ser comido por otros seres en un intento de descargo por los que he devorado en el transcurso de mi existencia; soy carnívoro no puedo evitarlo-, él me hace reír y llorar como con nadie me ha ocurrido; es el portavoz de esas almas humildes de las que los demás nunca llegan a ver la grandeza de corazón que ellos portan. El gran Ernesto Sábato –el autor de tres eternos libros- con su capítulo Sobre pobres y circos, de la obra Abaddón el Exterminador, es la excepción; considero que no hay mayor verdad que pueda igualar a la que está contenida en ese capítulo, siempre lloro cuando lo leo, he vuelto a llorar cuando he ido de nuevo a comprobarlo tras escribir este párrafo. ¿Cuándo el ser humano hará suya las verdades contenidas en ese puñado de palabras? El gran mensaje se resume en dos sencillos principios, son estos: Primero: Eliminación del dinero. Segundo: Cada uno aportará lo mejor de sí mismo y cada uno tomará lo justo que necesite. Sé que esto sucederá y que ocurrirá a nivel mundial. Será impensable que una persona no disponga de alimento, ropa, cobijo y asistencia médica y cultural; a cambio entregará a los demás, alegremente –aquí es donde residirá el milagro-, lo mejor que 37
tenga de sí. No se rían, ni se me enfaden tampoco, pero es así como lo siento; si para ello es necesario que suceda una especie de genético cambio El Gran Misterio -La Madre Natura-, en su momento, moverá fichas, hará que aparezca, quizás eso ya ha comenzado. La moneda, así lo creo, pertenece a primitivas y caducas estructuras sociales. Tiene que surgir un nuevo pensar y sentir donde el instinto del yo será más libre, donde el individuo en el desarrollo (P. 396) de su capacidad encontrará su plenitud y goce mayor viendo como su propio bienestar le llega también a los otros. ¿Utópico?, Desoille fue un gran experto. Su presencia cotidianamente va conmigo, es mi tercer acompañante; él es el Mago, por él puedo fácilmente volar; gracias a él voy a las grandes alturas… Honores a ti ¡oh sublime maestro! Y, en el transcurso de la preparación de este artículo he venido a encontrarme habiendo comprado un lector magnético- con el Diccionario filosófico de Voltaire; me he quedado encantado con este valiente y valioso libro, hoy ya entrañable; el defecto de esta versión digital es que no tiene un índice de los términos en él contenidos; mientras elaboraba uno para agregárselo, la imaginación en forma de pregunta vino a plantearme si después de pasados dos siglos y medio habría aún alguien interesado en Desoille como yo lo estaba en ese momento por Voltaire. Mi pensamiento, en un afán tranquilizador, pasó a los curiosos y más antiguos libros de Herodoto y…, de pronto, la fantasía, ya suelta, allá que me llevó al interior de las Mil y una noches; es así que me encuentro contemplando al personaje que habiéndose cubierto con la piel de un cordero, es llevado por una gran ave ante las magníficas puertas de un palacio en donde cuarenta bellísimas mujeres andan siempre esperando la llegada de algún visitante para agasajarlo en todo lo que se le pueda apetecer, incluso en los más mínimos detalles y… ¡Oh! enturbantados soñadores del pasado, mientras catalogo los artículos de Voltaire, os veo, unos tras otros, como partes constituyentes de tantas y tantas progenies, sentados todos en torno a gratas hogueras, puestos a i maginar inacabables historias de idílicas magnificencias y… ¡Oh! la magia del leer. ¡Oh! el asombro del escribir… ¡Oh! el vahído de la infinitud fluyendo como entre dos espejos. Veo que la milagrosa evasión, de las distancias espaciales y temporales, en la realidad se alcanza. Me siento próximo a Voltaire, casi lo escucho mientras leo sus argumentos –por cierto que poco se ha avanzado en cuanto a lo que él dice sobre sonambulismo; lo que más arriba he expuesto puede que sea un aporte a esta nebulosa cuestión-. ¿Quién da vida a quien? ¿Es que a través de la comunicación escrita, necesidad (P. 397) del alma, asoman los que ya no están? ¿No persisten, al hurgarse en el pálpito de sus elaborados trazos, sus presencias? ¿Es mi soplo quien los levanta? ¡Pero yo l os 38
siento vivos, y ellos, me hacen vivir! ¿Son un truco nada más la luz que emerge de sus embelesadoras estructuraciones? Algo hay, parecidamente a los enfrentados espejos, de indefinible en lo leíble. … Es así que desde aquí, desde esta inextinguible lámpara, desde esta inagotable lágrima de incienso, preparado todo queda para cuando asome y prenda la brasa de tu mirada… ¡Sí, la tuya!, ¡oh posible lector! ¡Oh síntesis elaboradora! ¡Oh sostén de todas las cosas! La totalidad está en ti, ahora, incorporada. ¡Oh! lo uno conteniéndolo todo. Hurgamos y elaboramos, desde un ínfimo pero total instante, todo el vértigo de las profundidades, todo el abismo de los tiempos, ¡sí! lo inconmensurable de los espacios. ¿Qué sería eso sin nosotros? Seguro que sería -¿sería?- otra -¿otra?- cosa -¿cosa?-. ¡Oh mágico soporte de donde surge la mirada! Somos Luz esplendente. ¡Sí, nosotros, Adán todos, forjadores de realidades! … Un puente con su agua que por debajo pasa –el fenómeno intrínseco de lo real-, es y no es; supeditado está a nosotros ya que si por un proceso de extraña metamorfosis aumentáramos diez o veinte veces nuestro tamaño, en la misma proporción menguaría la propia intrínseca naturaleza del peligro de ahogamiento en sus aguas e incluso la necesidad de utilizar dicho puente… Somos el centro de las medidas -cada ser vivo también tiene la suya-… La realidad que tocamos es una e infinita. Estas disquisiciones no menoscaban en absoluto las tesis existencialistas de: Se es en función de cómo se actúa en el mundo. Y por encima -o detrás- de todo, la serenidad de un pálpito de Presencia.
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(P. 398) … Desde estos inciertos tiempos, un deseo:
Hagamos buen pan para todos. Que su aroma persista de generaciones en generaciones.
Miguel Álvarez Trigo. Sevilla 8 de mayo de 2013
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MIGUEL ÁLVAREZ TRIGO
Mi encuentro con EL MAL (¿SATÁN. LA IRA DE DIOS?) – Descripción de una pesadilla –
Como consecuencia del fallecimiento de mi madre (que fue debido a su vejez y las enfermedades que comúnmente se dan en esa alta edad), mi pedestal donde se sustentaban mis principios morales se me resquebrajaron grandemente. Por lo visto los principios éticos se sustentaban en ella; no en mi padre. Cuando falleció mi padre, años antes, no me pasó nada. Dos o tres años después tuve un sueño muy apacible con él. Bien, lo que estoy contando de la transmisión y asunción por parte de mí de los valores éticos de mi madre, antes de la traumática experiencia en forma de pesadilla, todo ello me era desconocido. Se me ha desvelado analizando este terrible sueño que voy a describir; fue muy corto, pero horroroso. La pesadilla se inicia en una habitación espaciosa donde, algo alejado, se encuentra un ser (semejante a una persona) muy fuerte, súper poderoso frente a mí, con una especie de enorme katana sujetándola en alto con las dos manos y con una pierna flexionada y la otra extendida hacia atrás. Su actitud es de una agresividad tremenda hacia mí. Su expresión es de desquite, de decirme sin palabras . Me desperté dando gritos. ¿Cuándo surgen los pensamientos en relación a mi madre y estos otros que a continuación voy a explicar?, no lo sé exactamente. Lo único que se me venía al pensamiento era decirme: . 41
¿Qué hice? Compré arcilla ocre (roja) y en un trozo de tablón, que tenía en la casa, de unos cuarenta centímetros por veinticinco de ancho aproximadamente, elaboré una cabaña rectangular de barro ayudándome, para darle consistencia, con palillos mondadientes y alambre fino. Hecha ésta, elaboré con alambre una figura parecida a la imagen del sueño y en la misma pose o actitud que tenía hacia mí. También le hice el “alfanje vengador” y se lo coloqué en sus manos. Lo introduje en la cabaña dejándolo mirando hacia afuera y con un trozo de paño, colgándolo a la entrada, oculté “Lo que dentro había”. Y, fui escribiendo con un alambrito, en el barro fresco de todas sus paredes, frases y párrafos, a la manera de Job, donde reconocía la fragilidad de mi ser frente al PODER que se me había manifestado. Lo puse en lo alto del ropero y allí estuvo durante mucho tiempo. Fue efectivo. Parece que con mi humildad, con el reconocimiento de mi futilidad frente a INIMAGINABLES PRESENCIAS o FUERZAS conseguí acallarlas. Parece que SE CONFORMAN FACILMENTE si VEN que es verdadero el arrepentimiento de la arrogancia de la persona. Un día, bastante tiempo después, mi basamento moral parece que se me había reconstituido porque me dije: . Lo bajé del ropero y lo tiré al contenedor de la basura como “algo ya inservible”. Se habla en religión de la UNICIDAD DE DIOS. Que la TERRIBILIDAD DE DIOS (SU IRA) puede manifestársenos como MAL separado del BIEN. Yo, particularmente, a través de toda esta experiencia descrita he experimentado la presencia de EL MAL como naturaleza separada del BIEN. Pero, a través de SU NOBLE COMPORTAMIENTO hacia mí, simplemente por abandonar mi banal arrogancia, pudiera ser prueba de que ese MAL no lo era sino que s olo era IRA debido a mis faltas. Perdonadme ateos existencialistas, tan seguros vosotros de vuestros actos. No os riáis de mí. Os informo que a Sartre lo leí (en formato de cuadernos de la Editorial Losada) cuando estaba prohibido en España. Es deslumbrante. Pero, en el desarrollo de mi existencia comenzaron a ocurrirme cosas que ni el existencialismo ateo, ni el materialismo dialéctico, ni la psicología de Freud me daban respuesta. La psicología de C. G. Jung y otras corrientes de pensamiento parecidas son las que me resultan más válidas. LO INCOGNOCIBLE, EL INCONSCIENTE COLECTIVO, DIOS, significan para mí lo mismo. Tengo certeza de que como mínimo ESA ENTIDAD es parte “secreta” constitutiva de nuestro ser. ¿Se seca como se secan nuestros huesos y tuétanos tras nuestra muerte? Lo ignoro. Me conformo con la certeza de que en vida me acompaña. 42
Otra certeza: Somos “mineral sintiente”. Los animales también. Y que además, usualmente, nos obsesionamos inadecuadamente con la controvertida cuestión de la inmortalidad. ¡Habrá mayor inmortalidad que ver que las sensaciones tenidas están reproduciéndose, innumerables veces, en cada sitio, en cada instante, en cada ser viviente, en cada otro “mineral sintiente”! Bueno, sin ánimo de polémica sino la de haber tenido una historia que contar Saludos a todos. Sevilla 21 de julio de 2015 Miguel Álvarez trigo __________ _____ _
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Miguel Álvarez Trigo MÍTICA GEOGRAFÍA DE MI PARÍS SOÑADO DESCRITA SEGÚN LAS ANDANZAS DE PATRICK MODIANO
Hoy, hace un instante, acompañado de mis inseparables Robert Desoille, Bashevis Singer y Maigret he abierto, sigilosamente, una de las cien mil puertas que tiene mi palacio. Hasta ese preciso momento no me había percatado de ella. Quizás debido a su reducido tamaño y a que el sitio hacía un ligero chaflán disimulándola. Tuvimos que agacharnos para poder entrar y permanecer también en el exiguo habitáculo adonde desembocamos. Les hice silenciosa seña para que nos encogiéramos y nos acomodáramos en una alcayata grande que había junto al techo. Nos cuchicheamos preguntándonos qué hacían allí sentados en el suelo Patrick Modiano y aquel otro grandullón rebuscando en una caja de cartón de la que sacaba, de vez en cuando, para enseñárselas, viejas fotografías a tan eminente escritor. El comisario Maigret, con su vasta experiencia policial, nos dijo –Es una especie de extraño detective privado que, de manera distinta a mi profesión, tiene conocimientos de cosas que le sirven para hallar otras que muchos no quieren, lo más mínimo, oír hablar de ellas. En sus pesquisas, y también en su común desenvolverse por París, tiene bastantes concomitancias con nosotros respecto a las particularidades de flotabilidad. 44
Sobre todo las siente en cuanto se adentra por algún que otro de los puentes que el Sena tiene. Y si están, parecidamente a niños, ahí en el suelo es porque esta buhardilla, porque os habréis dado cuenta de que es extrañamente semejante a una de las muchas que existen en París las cuales, en verdad, solo sirven para dormir, ya que casi no se puede estar completamente de pie en ellas. –¡Cuánta magia hay en todo eso!, le respondí. –Pues mira –respondió Singer–, le ha dicho que se la quede; sí, la caja con todo su contenido. –Anda, y le sugiere que vayan a comer juntos. –Bueno, dijo Desoille, sigámoslo a ver en que queda todo esto. Y tras ellos salir, discretamente nos pusimos en marcha. Y mientras bajábamos haciendo crujir la madera de los viejos peldaños Desoille, incansable, nos repetía –todo es cuestión de relajación; relajación y dejar que tu pensamiento-corazón asome, salga y flote. –Bien, bien, asentíamos convencidos. –Chagall es el que aquí nos falta, les dije. –¿Y para qué?, me contestaron al unísono los tres. –¡Ladrón! ¿No te parece que en este momento podemos estar usurpándole, sin trementinas, sin firmas ni oleos, lo portentoso de su inigualable mundo? –¿El de Chagall? –Y el de Patrick, tonto. –Bueno, dijimos todos, elevémonos en la fresca niebla de la parisina noche. Sevilla 09 de agosto de 2015
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MIGUEL ÁLVAREZ TRIGO
SIN INTERÉS DE GUELTE (La Gratuidad es el Reverbero o lo que Emana del Arte) –Mis hazañas en cuestiones mecánicas–
Mi primera acción (que yo recuerde) llevada a buen fin es la reparación de un cine Pathe-Baby. Éste, era propiedad de mi amigo Joaquín que como yo, no teníamos cumplido todavía los diez u once años –todo esto lo recuerdo muy lejanamente–. El cine era de forma rectangular (parecido a una caja de zapatos puesta de perfil). Y él había soltado los tornillos de las carcasas y todos los engranajes con sus ejes habían caídos al fondo y estaban amontonados sin ningún orden. Un día, él me habló de su cine roto. Le dije que me lo enseñara. El cine proyectaba películas de Charlot; es decir era un cine mudo “profesional” pero en pequeñito. Le reñí el acto tan descabellado que había hecho con esa joya (tenía bastantes películas de Charlot –¿en filmes superocho?–. Eran de las que se pegaban, si se rompían, con disolvente de las pinturas de uñas (¿acetona?); quiero recordar. Se lo había regalado su padre que vivía separado de la madre. Bueno, en resumen, que arreglé el cine y que estuvimos viendo películas durante mucho tiempo. Y ahora, al cabo de los años, me pregunto cómo averigüe el funcionamiento del mecanismo de interrupción de imagen mientras se incorpora el siguiente fotograma frente al objetivo proyector. Y cómo atiné a ir incorporando cada engranaje a su justo sitio. ¿Verdad que parece inconcebible que un niño de unos de diez u once años haya hecho eso? Pues esa satisfacción es el pago que recibí: La satisfacción de lo bien hecho. Todavía aquello sigue rentando beneficios a mi alma. No hay moneda que pueda medir lo que allí sucedió. Cuando tenía catorce años me compré una bicicleta a plazos (desde los doce años ya trabajaba). Me convertí en el mecánico de las bicicletas del barrio; eso sí, sin cobrar. Yo, con ver que ponía “bien” algo que estaba “mal” me sentía recompensado. Ahora, en la distancia, me emociona todo aquello. En su tiempo era s olo satisfacción “por lo bien hecho”. Tenía mi trabajo que era la corta fuente de mis ingresos; pero, para mí, me era suficiente. Lo otro, el solucionar los fallos de las bicicletas, eran como retos que yo era capaz de solucionar y los otros, sus dueños, no. 46
También, en torno a los veinte años –desde los dieciocho a casi los veintidós en que tuve que incorporarme a hacer el servicio militar, trabajé en un garaje -gasolinera en el turno nocturno; entraba a las diez de la noche hasta las ocho de la mañana–, arreglé un reloj de pared de péndulo –que en la sección de “Engrase” permanecía allí colgado de la pared y olvidado por todos–, también sin cobrar, solo por ver si era capaz de echarlo a andar.
Lo conseguí; sólo tenía roto el “fleje” de retorno del péndulo –dicho fleje estaba constituido por dos lengüetas; una de las cuales se hallaba partida–. Vine a darme cuenta de ello tras ponerme a observar minuciosamente cómo la fuerza impulsora de la “cuerda” se transmitía a través de los engranajes hasta llegar al dosificador fleje del cual colgaba el péndulo. Todavía me siento como si me hubiesen condecorado. Y, en esas mismas fechas, le solucioné a un muchacho el problema que tenía con un velomotor Gimson –me parece recordar que esa era la marca de la pequeña motocicleta–. Los mecánicos profesionales no eran capaces de solucionarlo. A esa moto se le había partido tres veces el cigüeñal y su dueño (compañero de trabajo) la tenía semi abandonada en el garaje donde yo trabajaba de noche. Él me había dicho que ya no se gastaba más dinero en reparación. Le propuse arreglársela, sin cobrar, si me traía las piezas a reponer. Me dijo que sí. Abrí el motor y, efectivamente, el cigüeñal era lo que estaba roto. Me trajo el cigüeñal y las “agujas” que hacen la función de cojinete en el motor. Las fui montando y me di cuenta, al intentar introducir la última aguja, que ésta quedaba demasiado apretada. Pensé: . Decidí montar el motor sin incorporarle la última aguja. Esa fue la solución. Dejó de partírsele el cigüeñal. En aquella etapa laboral, durante la madrugada, había algunas horas en las cuales la actividad cesaba casi por completo. Yo, usualmente, las aprovechaba casi siempre para dedicarlas a leer. Y también, de vez en cuando, alguna que otra noche, de rato en rato, salía a la aledaña plazuela que el garaje tenía ante sus puertas y contemplaba como la bóveda celeste con sus luminarias giraban, inclinadas, asombrosamente en torno a la estrella polar.
Barriada Su Eminencia. Sevilla. 26 de febrero de 2016.
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MIGUEL ÁLVAREZ TRIGO
ESTABA TAN BIEN HECHO… (Suceso real)
Hace unos años, estando en casa de un antiguo guitarrista de flamenco (en el presente ya fallecido) se me vino a la vista la fotografía de una cantaora y bailaora de cierto renombre, que en aquel entonces hacía poco había muerto. Y, preguntándole acerca de ella me contó la siguiente historia: –Yo estuve un tiempo liado con ella. –Tenía mucha gracia –me dijo–. Pero, cuando se enfadaba había que irse de su lado. –Vivía con un ahijado, ya hombre. Para ella era como si fuera hijo suyo; lo había criado desde chiquito. Éste se encelaba conmigo cuando ella me invitaba a la casa. Y me invitaba porque le gustaba cocinar y presumir de sus guisos. –El mosqueo del ahijado no era otro sino que se imaginaba el tejemaneje que teníamos entre los dos. –Bueno, pues un día, tal como entro en el piso, el ahijado se va detrás de la madre y se mete con ella en la cocina y se pone a protestarle . Y que si patatín y que si patatán. –Y tanto la hartó que ella a gritos le dijo: . Y cogiendo el puchero lo tiró contra un rincón de la cocina. Y a continuación empezó a soltar tales maldiciones que su hijo fue el primero en coger la puerta. Yo me iba también –me explicaba él–. Pero ella, descompuesta, iracunda, me dijo: . Y hecha una furia se puso a dar voces y portazos por el piso toda fuera de sí. –Yo, conociéndola, no me moví del sitio –me explicaba–. –Y, al rato, de pronto, se quedó todo en silencio.
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–Extrañado que no asomara ni que hubiera movimiento alguno, intrigado por la chocante calma que había surgido, me levanté y con sigilo me fui hacia la cocina que era por donde últimamente se había metido. –Escucha –me dijo–. Asomo la cabeza, con sumo cuidado y, la veo sentada en el suelo, con cuchara y todo, comiendo de la esparcida comida. –Y cuando se apercibió que la estaba mirando, me dijo lastimosamente: El final de la anécdota, aparte de hacerme ver el carácter fogoso y explosivo de tan particular “cocinera”, tuvo el don casi instantáneo de hacer que viniera a mi pensamiento una letra de cante flamenco la cual dice: Más de una vez he “bebío” En los charquitos del suelo Mira la sed que he “tenío”. Y ésta me sumergió en momentos amargos vividos.
Barriada Su Eminencia. Sevilla. 08 de febrero de 2016.
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MIGUEL ÁLVAREZ TRIGO
UN MÍNIMO DE POESÍA
Dame Luz, dame Luz No me des tristeza Yo, con las mías Hago cometas.
En memoria de José Pardo Cruz (El Maufa)
Sevilla 01 de agosto de 2015 Miguel Álvarez Trigo. __________ _____ _
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INVISIBLES LATENCIAS
Ser aire, Ser soplo, Ser briza, A cada paso. ¿En cada puerta? En cada esquina En mi Sevilla. Verano gordo Campanazo solo, todo. La una. Medio día; Pelusa, reverbero, Calima. Las dos, Solemnidad. Entornado zaguán. Blanco mármol, Fresco suelo. Las tres. Echarse en él Despacio, sereno. Aletee algo la misericordia Nadie asome 51
Que yo de ella, En este frescor De blanco suelo Me llene, me llene, Me llene…
Sevilla Miguel Álvarez Trigo __________ _____ _
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LIBROS, PUERTAS A OTRAS MAGNITUDES
ROBERT DESOILLE: (1) EXPLORACIÓN DE LA AFECTIVIDAD SUBCONSCIENTE
POR EL MÉTODO DEL SUEÑO DESPIERTO (2) EL SUEÑO DESPIERTO EN PSICOTERAPIA _____ POLLY YOUNG-EISENDRATH:
LA RENOVACIÓN DEL ESPÍRITU Historias de esperanza y transformación después del sufrimiento _____ GERSHOM SCHOLEM
LAS GRANDES TENDENCIAS DE LA MÍSTICA JUDÍA _____ SALOM ROSENBERG
EL BIEN Y EL MAL EN EL PENSAMIENTO JUDÍO _____ CARL GUSTAV JUNG (1) RECUERDOS, SUEÑOS, PENSAMIENTOS (2) LO INCONSCIENTE En la vida psíquica normal y patológica 53
(3) LOS COMPLEJOS Y EL INCONSCIENTE (Traducción de: Jesús López Pacheco. Título original de la obra: L’homme à la decouverte de son âme Editado por: Alianza Editorial) (4) LAS RELACIONES ENTRE EL YO Y EL INCONSCIENTE (5) ENCUENTROS CON JUNG
–Entrevistas– Edición de William McGuire y R. F. C. Hull Editorial Trotta, S.A., 2000 _____
NARRATIVA
ERCKMANN-CHATRIAN (1) EL BLOQUEO (2) EL RECLUTA _____ DANIEL DEFOE
ROBINSÓN CRUSOE (En: Edición completa; no la la versión infantil reducida).
_____ ERNESTO SÁBATO (1) EL TÚNEL (2) SOBRE HÉROES Y TUMBAS (3) ABBADÓN EL EXTERMINADOR _____ AUGUSTO ROA BASTOS
YO EL SUPREMO _____ 54
ISAAC BASHEVIS SINGER (1) AMOR Y EXILIO (2) SOMBRAS SOBRE EL HUDSON (3) Y bucear, bucear en sus numerosísimos relatos. Narraciones como: , , , etc., etc., etc.… _____ BALTASAR PORCEL
LOS ARGONAUTAS (Para mí, los demás libros de este novelista siempre han sido decepcionantes porque nunca encontré lo que hallé en Los Argonautas).
_____ Bueno, y después de exponer esta sucinta lista de libros que han sido y son importantes para mí (sé que muchos otros no los menciono sea por olvido o por no hacer una enumeración excesivamente larga), se me viene a la memoria, en este instante, el estremecedor libro de Fiodor Dostoievski Crimen y Castigo. Así como las novelas del Comisario Maigret que nos transportan a un París que ya no existe. Y hablando de París, de mi mítico París, necesito nombrar a Pierre Rey y su libro Una temporada con Lacan. Autor y libro están llenos de entrañable y sorpresiva humanidad. Y…, claro, de uno se pasa a otro, y hablando de París cómo no nombrar al magnífico Premio Nobel del 2014, Patrick Modiano. Él, te lleva flotante por esa mágica ciudad que es París. Pero… ¡cuidado! ¡Cuidado con muchas de las finalizaciones de sus novelas! Pueden dejarte casi tan deshecho como me dejó Paul Auster con su novela Tombuctú.
Barriada Su eminencia Sevilla 10 de febrero de 2016 Miguel Álvarez trigo
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UNA SÚPLICA Suplico a todos aquellos que puedan sentirse heridos o incomodados por las críticas vertidas en algunos de los artículos que aquí aparecen, suplico, digo, que no las vean como surgidas de vanas veleidades sino que ellas han brotado desde mi sangrante, ¿enfermiza?, sensibilidad. Que en mi ánimo no está el ofender ni lastimar a nadie. Todo lo más, mi sentir se ha visto constreñido a expresarse a través de unas agrias responsas tratando de sacar del adormecimiento en que se encuentran –así lo percibo yo– determinadas responsabilidades ético-literarias.
Barriada Su eminencia Sevilla 01 de marzo de 2016 Miguel Álvarez trigo
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