Los trabajadores en la historia latinoamericana. Estudios comparativos de Chile, Argentina, Venezuela y Colombia


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Los trabajadores en la historia latinoamericana. Estudios comparativos de Chile, Argentina, Venezuela y Colombia

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sigloveintiunoargentinaeditores,sa sigloveintiunode colombia,ltda Av. 30. 17-73 Pn¡ ER PISO. ¡OGOIA,

D.t. COIOTAüA

traducción del inglés de gabriel iriarte núñez portada de feüpe valencia primera edición en español, abril de 1988 @ siglo XXI editores de colombia ltda. ISBN 958-606-016-0 preparación litográfica, impresión y encuadernación tercer mundo editores impreso y hecho en colombia printcd and made in colombia

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PREFACIO A LA EDICION EN ESPAÑO CAPITULO I: HISTORIOGRAFIA MOVIMIENTO OBRERO

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CAPITULO 2: CHILE Singularidad de la historia chilena,4T; e ra del salitre, 50; La vida y el trabajo en ción obrera en el norte, 76 ; cristalizació ta,90; trayectoria de la izquierda chilena toria de Chile, 108

CAPITULO 3: ARGENTINA El enigma de la historia de Argentina, 11 dor, 116 ; la promesa del desamollo econó moülización obrera, 136; el curso anóm obreros de la carne y el ascensodel pero mo,224

CAPITULO 4. VENEZUELA Historiografla de un pasado turbulento, creación de un proletariado petrolero, 260 un pals,273; fundación de un orden liber temporánea de Venezuela, 319

CAPITULO 5: COLOMBIA Orlgenes de un sistema polltico partidist cat'etera,349 ; los trabajadores del café ro,367; la Violencia y la civilización caf contemporánea de Colombia, 430

CAPITULO 6: ACERCA DE LOS LIMITES MESA DEL ENFOQUE

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CUADROS

2.L. Propiedad de las compañlas productor 1878, 1895 y 1926 3.1. Indicadores del crecimiento económico 3.2. Valor de las exportaciones argentinas años. 1900-1954 3.3. Superficiedetierra dedicada a la produc 3.4. Indice de salarios reales en Buenos Ai¡e 3.5. Indice de obreros empleados en la ciuda 3.6. Porcentaje estimado de desempleo obr l9l4-30 4 . 1 . Valor de las exportaciones petroleras de 4.2. Participación del ingreso petrolero en de Venezuela, 19l?-63 5.1. Propiedades cafeteras clasificadas segin les departamentos productores de café 5.2. Propiedadescafeteras clasificadas segrin ca y Toüma, 1932y 1939 5.3. Número y producción de fincas cafetera 6.4. Porcentaje de fincas productoras de café tración y tamaño, 1955 o.o. Muertes atribuidas a la Violencia en Colo ra, 1955, segrln departamento 5.6. Muertes atribuidas a la Violencia en Col to o . I . Parcelas abandonadas a causa de Ia Vio departarnento

GRAFICOS

2.t. Exportaciones chilenas de nitrato y obr nitrato, f880-f934

3.1. Inmigración neta a la Argentina, 18604 . 1 . Producción de petróleo crudo en Venez en la industria peürolera, 1922-77

5.1. Exportaciones cafeteras de Colombia y mercado de Nueva York. 187G1970

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segrln nacionalidad'

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. 1880-1913 en Pelodos de cinco 131 134 en la PamPa,1930'1954150 1ó0 1914'39

uáos nires, Aires' i"'"it¿"¿ de Buenos 151 253 'i5',lffi*oernamental 254 de árboles en los PrinciPa'

354 .3l?i'it3' encundinamar356 195ó 35? rs según tamaño' admrnrs' segtln tiPo de 368 cafete' 194&6?,Y Producción 426 1968'66,según dePartamen' 421 segln en Colombia, 194&66' 428

emPleados en la

industria del

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emPleados , 1918'?8,Y obreros 262 el en del café colombiano 361

dirwrio, cuya reputación ya hnbría qu un especialista en estudias europeos

Muy pocos historia.dores de izquie ra tan certera y poderosa la economía tro del contex,to del desanollo del ca

Los cuatro poíses trotados aporta auténtico aruílisis cornparotiuo, algo contrar en lns estudios latinoamerica nes históricas y culturales cor¿unes La.boratorioideal para el uso del méto estudios es, a su rnanera, ¿z tour de estructura económica a las fuerzas s política con percepciones culturales y tratnas de nouelas, pbnteamientos d timonios, mouimientos de precios mu de un tango. El espíritu que unifica t profundo por el intnenso coraje y Ia.te sos contingentes de trabajadores lati en medin de las pqores aduersidades.

Bergquist explica sus objetiuos y plar. Esta es uno historia teóricament fuentes ("aruilisis del sistema eeonóm jo" y aruilisis económico cepalino), pe diente que produce una síntesis sui ge erudición y a la uez ex,cepcional por s jores sentidos de la palabra. Ber{quis tniso con el soci.alismo, y sus raíces, algún día estudios corrro éste lleguen a 'rnas, para quienes- han sido escritos

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fnense terratenicntes, cop italis tos, o b rediseñaeI escenorio,redefine lr,spa obro -un siglode historía la.ünoame togonistas,los productores directos,l trabajadores, guienescon suséxitos, l¿sdiuersas uariantes nacíanolesde I tina¿Por qué, entonces, ese consuetud obréros?EI autor comí,enzadeli¡nitan tnosdenominor bs prisiones intelectu rrollo historiognifico del tema^ Se re perturbad,ores qlte hon tenido los mo tendenciashistóricas del capitolismo subrayacórnosu erpansün continua tó una capapidad tol de osimila,ció obrero y ae ta." fuerzas polítícas de i torse la, ¡nuerte del marxisrno, a nom coexistenci.apacífica del capital y e miento fueron traspla,nta.dosde mane o pesar de que b aparentenente ilimi cía uíabl,e sola con bose en uno sobr ria- En segundo lugor, se nuestro c ceptualcs europeos los que institucio biosade la close obrero latinoamerica los trabojadores del sector industri,a das las connotacianes de lo "modem agrc-ex,por.-rdor,dzpositoríos d¿ todo "iradicíonal". Ccmo tercer foctor ex protogónbo real d.e tos trobo,ia.dare

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espejismoante fenómenoscolno el recesogeneralizadade Ia.econorníaca pitalísta, el crecimí.entodel desempleoy el colnpso d,ela,spolfticas euro peos del Wellfare State. Estas nueuas reaüdades, concluye, le estón abriendopaso al reencuentrod,elmoui¡níento obrero con otros gruposy mouimientossocial¿s,! por sobre todn, con su propia uocatíónreuolucio naria,y dc¡nocrotizadora de Ia soci.eda.d.. Frente al segundopunto, el de la parcelacün del moui¡nicnto obrero, Bergquist postul.a y rescata Ia unidad de la clase obrera como tal y dedica la.mayor parte del libro a argurnentar precisamente que Laexclusün, conscíenteo ingenua, de las trabajadores uinculados o Ia estructura eÍ,portadora equiuale no sola a una mutiladón de buerwparte de l,ahistoria de Ia clase en Améríca Latína Ias últimas décadasdel siglo XIX y las tres primeras del presente, por Ia rnenos-, sino que, a.derruis,nospriua de la posibiltdad de descifrar el papel estratégico dc estos trabqjod,oresen el desanollo económicoy político de bs cua.tropoíses estudiados, a saber, Chile, Argentina, Venezuelay Colo¡nbía^Esto es lo desafíante tarea del libro. Dentrc de esta nueuoperspectiua,la "externo" se canuierteen factor decisiuode estructuración del ord,enínterno, no tanto por el tipo d,ecla sesdominantes que engend.ro,aunque las rela,cionescon éstas tampoco se rnenosprecían,sino por la especificidad de cosmovisiones obreras que se ua.nteji.end.oen sus intrinca.d,osredes y que el autor reconstruye con gron erudicün y perspicacia a Io Inrgo del terto. Se reitera así Ia tesis central: hon sido las trabajadores quienes con su impulso, sus límitaciones o equívocacíones,con su debilidad o con su fuerza, le han imprirnido su portícularídad a la.sdíferentes formaciones socíaleslatinoamericanas. Con esto nueua óptica, lo mirad,ode Bergquíst no se detíene exclusiuonente en las condiciones materiales de uida dc los trabajadores en los centros de prod,ucción, sino que la exti.end,ea todas las facetas de la cotidianidad Y l"acotidia.nidad.del obrero es no solo Ia del sitío de trabajo, o euentualrnentela del portid,o, sus formas organizatiuas y la prensa propía, síno tambíén Ia de la.casa, la del bar, le del centro d,erecreación,la del lcnguaje, Ia,de su sexualídad, Ia de sus experiencíasy percepciones

nombs exporta.dorosen las estructuros socio'lesy polltico nente, toles como el despegue industrial deriuodo o corn nipída urbankación, el fortalccímíento de las recursos e pliación de las redesde comuníarcün, y muchos otros que e ilustradps con obu¡\dante acopío de informacün por pa que constituyen temas bien conocí.dospor quienes esté con Ia historio moderna latinoomericono Quisiera subra portir del sugestiuo texto fu Bergquist, las porticularida ral.esque se tejen en esenudo de relacíanes. En Chil,e,par@tonar el orden dc exposícün d'el antt geognifico y ocupacíonol de las obreros dcl salitre, prime después; Io dispersión de las instala'cíonesminetws y de bre los tnistnas; osí como las crisis clclicas de los produ dos, creoron uno cultura obrera nomádica, de ímplicacion Por un lado, su condíción de trashumantes los lncía, ,ne disciplino de lospotronos y mós erigentes en las contrata otro lodo -forasteros en todas partes- no tenla,notra construir su unidad y su autonomía de clasea partir d'esí cicron inuentóndase audaces formos de sociabilidad, y cohesionaroninicialmente en torno a socíedadesde ayuda m,onn filarmónicas; posaron luego por otras mós sofísti comunalest eue a.dquiri.eroncel,ebri'd'adcontinental con Iquíque en 1907; y, desernbocaronfinalmente en las form salesde organízacün gremíaly polltica,los sindícatos y lo buidos de un tniütante naciana.üsmo,coracterístico de los ros, conquistaron un sólído presügia en otros sectoresd.e su capocidodde mouiliza¿ión y en el resto de América La tura polítíco. Los condicíonesad,uersasde su surgimient transformarona éste enuno d.elas mouimientos obwos mente articulad.osa niuel nacíanal. Se m.antuuieronen "e trófiao" con eI capital hosta la gron trugedía de 1978. El rumbo de Io close obrera en Argenüna fue mucho

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dustrio exportadara dc lana, cereal¿sy especialrnente carnes, alH, con excepciónde bs zonas costetu,sen dande seprcdujeron olgunos destel reuolucia nario s (Alco rta, 19I 2 ; P atag onia, rc2A-2I ), eI desgarrotnien cultural se haplo aún mós potétíco, puesto que coeristfan conflíctíu rnente dos tipos de situaciones, La primero era Ia. de una capa sígnifi" tíua compuesta tonbíén d,eobwos inmígrantes no calífícadns,con es sa copací.d,ad orgonizotiuo y reiuind,icatiua,y por tanto, fócilmente sus tuiblcs por vornpehuelgasd¿ Estados Unidos, Australia, y Nueua Zela da. La segunda situa.ción era la que cobijoba tanto a los obrercs na,c nales califrcadas, uínculados al ernpaque de cames o a su procesamíen /frigortficos), como a los trabajadores rurahs, dispersosen Ia potnpa, d dos bs métodos e*tensiuos habituales en Ia crío d.egonados. Los trab ja.dores d,eeste úIümo conjunto, nacional¿scalíftcodos y rurales, solf serlnstibs o los inmigrontes (apodadas "golandrinas"), refroctarios a occión colcctiva y con Htnites objetivos infranqueables para forjarse u uisün autónomo de Ia sociedad.Se refugíaron en lo que podrí.atnoscan terízor corno uno cultura gaucha, mezcla,de una mentaüdnd indiuidu listo y compeüüua. con un nacionalísmochauuínísta. De esto contraposicün entre a¿¿ cultura obrera cosmopoliüay u cultura obrera gauch4 se deríuoron consecuencíasperdurables para socíedad,argenüna: desde eomícnzosdel siglo, su unid.ad.interna esta roto- Este dramoínteríor es el que se expresapopularmente en Ia mela colla y el fotolismo del tango. En el pl,anopollüco se expresóparadígrr ticamente en el peronistno, cuyo ascensoy consolídacíón tuvo como s pofte fundomental, según Bergquíst, Ias obreros de Ia carne. Su conc sün, segurarnente muy Tiotémica"es la, d,eque el peronísmo bloqueó pnoyecto polltico burgu.ésd,eIo postguerra, pero ol mísrno tíempo frustú el potenciol socíaüstade Ia claseobrera^En este mouitniento pendular, míIitorísmo surgü corno meconísmorecurrente de reuersíóndel ínestab equilibrio o favor de b cb.sedominonte. En Venezuel4 país que desde las albores d.elsigla se lnbla. erigida e el principol exportodor d,epetúl,eo del mundo, y que Io síguíó síendo ln

le carnes,ollí, con-n

Án oryunosd'estellos -ol- fi, el áesgort'omiento a' i ó,*¡ t tía'n conf lictiu caPasignifica' :;L-d; esco' ",* * calíficados'con

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cr¡ltura obrera del petróleo que, en un s tor, pero fundados en su oruihsis, no complcjo artiaulada de por Io menos discutibl¿ sensibiüdad a la dependenc rodicalismo gremial que se rnueue den miso entre el copitol y el traboio, es d porticipación; y, finalrnente, una ocep pitalísta, en las términos que Ie han sid Democnitica Por últitno, resulto porticulormente pnoponeel autor del caso colambíano. iguol que en los onteriares, Bergquíst p ernergede la llomada fose dc crecitníen el polo de consoli.d.acünde uru, econo de ln expansíón cofetero d.efincs del s sente.El hilo conductor del anólisis so autor engloba bajo la.categoría genéri de pequeños propietorios independien jornolcros, todos ellas dotodas, por la d cidad paro soportor las crisis cíclicas dinl. Dos tesis centtwles organízon el con el pnoceso de colonízacün y Ia' co uertiente", estipula, que la conquísta demognifica contpronetícron o la mas ñalada, en un enfrentomíento sangrien uecescon los terrotenicntes. Como re eso especiede hobbesianismo social, h tneconismode resístencioa la proletari ¡osos, en cuanto híci.ercnuoler su con lo botol,la,estratégíco por la transform quedar sumidas en Ia peor otomízaaió mización surgid,a d.eesto plrrica uictor la, retwuada rnasa d.epequeños produ

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podria. tener fecu biMades de su ¡nodelo,y le índica en qué otros c@sos dos oplícocíones,en cu.ólcsestorla sujeto a modificatíones sustanciales en cud.lessímplemente tw tendtí.a ualídez alguna Un admirable sentid crltíeo, Ttocousual en los medios académíeos,y que reuela al mis¡no tí,e po utr.ogrun seguríd.ad, en Io que se ltace. Bergquist tiene Io uno y lo ot porque se equipó de monera ínmejoroble paru realkar esa larga march por América Lotina" Urw empresa intelectuol de estas dimensianes requiere, en efecto, d Ia oprcpbcün crítíco" efectíuamente lngroda,,de las auances del cono micnto en por lo menos tres planos intenelnaíonados. El prírnero es el d los auances d¿ b modemo histori.a social, y de la laboral en particula cuyos te¡nos constituyen los preocupacionescenttales del libro: Laform cün de una concíencíaobma; el desmonte de cierto culto o Ia product uidad.y al d.eterminismotecnológico; las luchas obreras por la recupe cün del contrcl sobre el procesoptoductiuo y sobre suspropí.asuidns. E toda esto problcmúüco es posibla reconocerla influencia de antecesor twtablcs, cornoE.P. Thompson y Eric Hobsbawm, en Inglnterra, o D uü Montgomery y Hury Brauerman, en Norteamérica, quienes no so lnn hecho hístoría sirw que han cambiada nuestro modo de hacerla^Ha que onotor quc se trato, sígníficaüuoÍnente, de autores que han estad uinculados, en algún nwmento, a la miütancia,polltica, e.toreas educa uas en centtps obreros y eventualmente, Ins dos últimos, d,eautores qu han trobojada ellos tnismos corno obreros, ol igual que la hízo Bergquís ontes d.ededicorseprofesionalmente o la hístoría" El segundo ouonae, e&pWcüomenteasimilada en este libro, y que lector íd,entifbaú, mó,sffuilmente, es el de las teoña,ssobre el funcíon micnto d.elsistemo económícomundial, mejor conocídaseorno teorfas d lo dependcnciq que configuron lo ruis notabl,ey uniuersalrnente ace ta.d¿eontribución de América Latina a las ci.enciassocinlcs. El tercerc es el d¿ bs üferencia.dos d.esarrcllasde la.shistoriografla nacionales, tw sob con respecto oI terna especlfíco d.el mouimient obrero, sino con nespectoa Ia euolucün globol de las sociedad.esaquí tra todos.

casos Podia' tener.fecun' s sustancia'les, Y trooniÁne Úi od'rn¡rablesentídn '" ái, reueloal mismo tíemío"¡tt tiene lo uno Y Ia otro liál¡"o, esalarga marcho nesrequiere,en efecto' de de lns-ouancesdel con?c!'

el de Áo¿ot. El Prirnero es a"-to U\orál en Particulnr'

lenttalcs dettibro: la forma' íi i¡'rn" culto a la Producti' ws obreras Por Ia' recuPer@En Tiai susProPiosvidns' Io influencia d'eontecesores en Inglaterra, o Da' {uienes no 29Io áe ñ Áoao hacerla HaY áLáuror"t que han e-stadP

tareos. eiluc11i; irr-p itm" o @que dos últimos, de autores lii"l q"r la hizo Bergquist'

en este libro, Y que el teortot sobreel funciorn' de ior cottocidoscorno teorlns y uniuersolmenteaceP' cicnciassocinl¿s' JlÁut" de lr¿shistoriograflas esoeclfrcod'el movimi'ento I í,, ui sociedad'esoqul ta' -IÁ

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alterado de manera fundamental tant sarrollo económicode los países de la Esta afirmación, tesis del presente da lo que me enseñaron l¡aexperienci juventud en Estados Unidos en las dé asimismo el grueso de Ia üteratura de mico en Latinoamérica en el siglo XX ptro, a medida que mi experiencia s gresaba y las tendencias intelectuale influenciaban mipercepcióny compre Me crié en los años cuarentas y c ciudad de la Costa Pacífica de Estad medida todavía lo es, una especie nu empresa gigante, la Boeing, Ia burocr combinaron para fomentar la produ Había una gran demanda de trabajo, como para empleados y profesionale los cuarentas y cincuentas seguían e cuando la legislación Taft Hartley, q movimiento obrero clasista del país, c co y político de los obreros organizado purgado de los militantes de izquierda sa por organizar la industria básica d En la Seattle de mi juventud incluso movimiento obrero que habia enfrenta meras décadas del siglo estaba prácti cia popular. Muy pocos sabían de las Industriales del Mundo, fWW, en pro los valientes y explosivos esfuerzos d restales por organizarse y construir s

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del sión ideolósi"", ,rrr;ienorancia casi total del papel central mi especiaHice occidental. mundo del to obrero en la histáiá moderna una que aprendí lo con latinoamericanos, lización doctoral en estudios latinoamericano obrero que movimiento el uñor, tesis de moda "" "rár .oí.L*ador, capita_neadopor una élite pasiva era prepon¿eranteÁLttt" radical v reá" truU^:u¿o.", inánrtiiales que había perdido su vocaciÓn volucionaria. y educación forFue asi como, mediante la experiencia concreta la la historia del en u a"r""¿á, et papei de los trabajadores -ui las gentes influenciando moderno. Pero al mismo tiempo me iban -"tiaó"pr.rr¿i ellos tracómo de trabajadoras que me rodeaban. Ahora me doy cuenta desprovista clase taron de inculcarme los valores más profundos de una fe democrátide organización social y conciencia poütica autónoma: una un sentido 99 ca en las capacidaá"r i"t"f"ctuales de todos los hombres; capital y del ia e"plotaci6" v rul":usticia social; un recelo profundo del gobierno, y una comirensión elemerttal del poder de las fuerzas materiay antes de conles en la historia. eprendi el oficio de mi tio, un techador, desempeñando gané la vida me historiador enl972, seguir empleo "o-á oficios. Fui techador, operario -en una pequeña de g.u" variedad ,rrrá de enlatai-prénta, chofer a" t*i y ambulancias, obrero _enuna.fábrica cartero y insectos, de de produótos agricolas, fumigador áor, ni con tradirecto "o"""ttero En ning;unode esos puestos tuve contacto estibador. izquierda' partidos de uu¡uaor"* sindicaíizados ni con-militantes de los Ia mayoríade Tal hecho no debe causar extrañeza. Durante estos años las grandes de los trabajadores ri"ái"utirudos se limitaba a los confines paofensiva la del sector industrial. Y la izquierda, gracias a un sufrido "-pr".u, estatal, ui político áel macartismo, había ;;;;"iy durado ha "r"árd"lo de la épocade Vietnam' totai,lue, *fipt".uti "*"Lpción "on hasta nuestros dlas. concepción Debe ,", oblriJirre los valores de cada cual, o mejor, su de clapor situación su directamente r" determinan social del mundo, de propia fuerza "á su que vender ;;, ;.t el hecho, verbigracia, de tener comprensión La No. capitalista. ioUu:o para sobrevivirln una sociedad

No obstante, aun en circunstancias desfavorables com res, es posible progresar hacia la comprensión del funciona sociedad capitalisüa. Cuatro factores contribuyeron a hacer te de esta verdad social: mi experiencia en Latinoaméric como miembro de los Cuerpos de Paz asignado a un pueblo luego como investigador académico en varios de los pais srón-, donde las fallas del sisüemacapitalista y sus mecan plotación social se reveliancon más claridad de lo que suele las naciones ricas, de capitalismo avanzado, como Estado trabajo de posgrado con John Johnson, el primer historiad dense en ofrecer una interpretación global y materialista de lítico latinoamericano a lo largo de este siglo; la influencia sobre mí el análisis marxista, que primero llegó a mi conoc épocade la movilización universitaria en oposición a la inte teamericana en la guerra de Vietnam y, finalmente, mi inte Ias circunstancias que rodearon el asesinato de César Ca a\umno mio enDuke University, organizador sindical y act tido Comunista de los Trabaiadores (Communist Workers fue muerto, junto Concuatro de sus compañeros' a manos del Ku Klux Klan y el Partido Nazi Americano, en la ciud boro, Carolina del Norte, en noviembre de 1980. De esta manera personal y particular, aspectos de la posguerra han impaétado mi formación poliüicae intelectua aleún detalle porque, según lo evaluarán los dive t¿ó "" actúan pára inspirar y limitar cada aspe simultáneamente que sigue. Aparte estas consideracionesideológicas, que influyen ción áe los datos historicos y mi análisis del material, el otros aspectos, tanto positivos como negativos, relacionad de desairollo de los eÁtudioshistóricos latinoamericanosy de la metodologia comparativa. Aunque estoy convencido desarrollada a lo largo del libro constituye una paliancapo interpretación de la hisüoria l¡atinoamericana,los capitulo

que coadyuvaron a literatura existente entorno de ella. Los espeeiaüstas el manuscrito, me üo¡".rtación de miinvestigacióny luego comentaron permitieron atenuar, no superar, este problema' -junto el suúdesarrollo mismo de la historiografia, sin embargo, "" sobre la investigación de la historia labo;;n con liaslimitacione;q"" justificar intentos globales de interpretación para ;;i; 6 q"" de la tarea que "" "o-Uitiu en las presentes circuristantias' Debido a la magnitud afrontaelpequeno*nodehistoriadoresquetrabajansobreAmérica que iaslmplicaciónes politicas de toda investigación, no creo ;;ti""l al investigar prioridades, a " dar ;i1ot ü proceder, sin nos podamos Eranera sea de urur. nrp"ro en tal r"rriido que este estudio sirva, aunque prioridades y fomentar ,rr.rypur"iul, para estimulaiel debate sobre esas Espero ¿sirnism! ulteriores investigaciones sobre el movimiento obrero. en estas págiimperfecta manera de q""1" ri.iO" a"f pu"uáo, resenada por part'e y u itrrpiát.rttá actividad política inteligente eficaz iur, orden srinda

121

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significativo de subdivisión de la tierra y un ereeimiento de los pequeños propietarios a partir de 1901. Sin embargo, una lectura atenta de su interpretación de los datos muestra que él in­ tercambia 108 términOlt propiedades y explotadODeL Tercer Cenao Naekmal, Buenos Aires, 1916-17, Vol. 6, p. Iv. Los datos del censo revelan cantidades considerables de propietarios extranjeros de unidades de producción ganadera, asi como un incremento en el número de pequefías unidades; empero, no correlacionan la nacionalidad de la propiedad con el tamafto del área poseida. Véanse pp. 677-91 del mismo volumen. 10. Jacinto Oddone, La burpesía terrateuieme argeDtina, 2a. OO., Buenos Aires, 1975, pp. 167­ 69. 11. Estas dos posiciones van más allá del énfasis inicial en los valores culturales tradicionales de la élite latifundista argentina, que supuestamente hacia a los grandes propietarios más intere­ sados en adquirir tierra y estat.us que en tomar dec;isiones económicas y politicas racionales para favorecer sus interese económicos. La primera posición, desarrollada por Cortés Conde en el libro citado en la nota 8, atribu)llna evolución de la gran hacienda a la abundancia de tie­ rra de buena calidad y a la esc:aael,.de capital y fuerza de trabajo durante la mayor parte del siglo XIX. Sostiene que esta eombinación de factores racionalizó e hizo virtualmente inevita­ ble la ganaderla en gran escala. Jacinto Oddone es el más destacado proponente de la segun­ da posición. Cortés Conde ba afirmado su argumento en una forma más extrema e intentado reforzarlo con detallada investigación de primera mano en su reciente libro El progreso argeD­ tino, Buenos Aires, 1979. Dicba obra arroja mucba luz sobre el desplazamiento de la ganada­ rla a la agricultura en la provincia de Buenos Aires, y sobre el crecimiento de las pequeñas unidades de producción explotadas bajo contrato de arrendamiento. También suministra evi­ dencia para demostrar un vigoroso mercado de tierras a fines del siglo XIX. No demuestra que alguno de estos procesos baya difundido considerablemente la concentración territorial a lo largo del perlodo. 12. Véanse los cuidadosos y detallados estudios históricos de Tullo Halperln Donghi, Manuel Be­ jarano, Haydée Gorostegui de Torres y Ezequiel Gallo en la Parte I de Torcuato Di Tella y Tu· Iio Halperin Do,oghi, editores, Loe fragmentos del poder, Buenos Aires, 1969. La contribución de Gallo tiene que ver con la princlpaly transitoria excepción a la regla, o sea, el patrón relati­ vamente difuso de la propiedad de la tierra en la provincia de Santa Fe. Para una concepción disidente, que sostiene q~ en la pampa la propiedad de la tierra se hizo menos concentrada y

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LOS TRABAJADORES EN LA HISTORIA

Aunque los estancieros argentinos poseian los medios de producción del sector exportador, los capitalistas extranjeros ejercían u~ control dominante pero no exclusivo, sobre el transporte, el procesarmento y la comercia~ción de los productos de exportación. El capital británico había construido y poseía la mayor parte de la extensa red ferroviaria que comunicaba la pampa con la costa. El capital extranjero habia finan­ ciado y era propietario de muchas instalaciones y plantas de procesa­ miento que elaboraban los productos argentinos y los empacaban para la exportación. El control foráneo fue especialmente pronunciado, a partir de 1900 en el procesamiento de la carne, cuando enormes y modernas plantas 'de empacado, llamadas frigorífICOS en Argentina, desplazaron los saladeros y graserías, más pequeños y menos eficientes, que habían procesado los productos ganaderos para la exportación durante el siglo XIX. El capital extranjero controlaba el embarque y la distribución inter­ nacional de la mayoria de los bienes de exportación, participaba en el lucrativo comercio de importación, invertía en los sistemas de alumbra­ do público y comunicaciones, establecía bancos y entidades asegurado­ ras y, en la medida en que el desarrollo avanzaba, invertí~ en la in~us­ tria manufacturera. La penetración en gran escala del capItal extrallJero en la economía argentina implicó una considerable salida de excedentes hacia el Atlántico Norte. No se dispone de buenas estadísticas sobre este importante asunto. Diaz Alejandro estima que a finales de los años ~ein­ tes casi una décima parte de todo el ingreso -exceptuados los salanos­ se remitía al extranjero. No obstante, el capital argentino también desempeñaba un papel importante en la mayoría de las actividades económicas no rurales. Par­ ticipaba en menor medida incluso en la industria intensiva en capital del empacado de carne, controlaba una porción sustancial del procesamien­ tode granos y el comercio de importación y dominaba la banca. La salu­ dable participación del capital argentino en estas actividades fue posible gracias al control nacional sobre el proceso primario de acumulación de capital en la economía de exportación. Al contrario de Chile, la apropia­ ción argentina de excedentes generados en la producción exportadora se logró principalmente no por medio de los impuestos estatales, sino con los mecanismos normales del mercado capitalista. Pese a que un porcen­ taje considerable de esta riqueza se dilapidó ostensible y notoriamente en consumo suntuario por parte de la clase dominante argentina (13), la producci6n más diversificada en la primera mitad del siglo XIX, véase Jonatban C. Brown, A Socioeoo1lomie HIa*ory of Arge1ltiDa, 1776.1860,Cambridge,lDglaterra, 1979. 13. A comienzoa del siglo, los europeos acuiiaron la frase "tan rico como un argentino" para des­ cribir a quien tuviera una gran riqueu personal y hábitos de p~. Por su p~, los argentinos imitaban a la aristocracia europea. En la pampa apareclan mcongruentes cop~ de mansiones rurales inglesas y floridos chalets 8\lizos; un revoltijo de lujosas casas veramegas, construidas en los más heterogéneos estilos arquitectónicos, testimoniaban la riqueu y el

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buena parte fue rei merciales y financie a gravar el crecien~ rrolIo exportador. El mente a los consum más de la mitad de enormes empréstito construir ferrocarrill burocracia civil, eS»4 Sin embargo, si 1 gentino, una proporc con Chile, eran extn ción argentina se ha diversificación gene] de miles de empleos ganadera, especialm dores, pero a partir ( realera en la pampa : de la costa, la comer Entre 1857 y 1930 Arj medio millones de pt: de la mitad eran ital 1914, en la mayor pa¡ gentinos en una prop partes de la poblaciór en el extranjero (14). El Gráfico 3.1 mu 1860 y 1970 y compru« los cambios en las cm cias y las crisis del sÍ!! periodos de depresión zos de 1930), durante (1890-91 e intermitent mundiales. Los aume gusto de la burguesÚl aqr. de los edificios públicos y mico de Argentina, todavil de las mansiones de la élit4 clopedia comercial, pub& dres. 1922. Sobre Mar del Buenos Aires. 1970; 8Obl' Aires, del ee1ltro a loe han: 14. James R. Scobie, Arg81lilll social Y econ6mica, es la DI basta el presente.

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buena parte fue reinvertida en el sector exportador y en empresas co­ merciales y financieras. Mientras tanto, el Estado argentino se limitaba a gravar el creciente volumen de importaciones generadas por el desa­ rrollo exportador. Empleaba tales impuestos, que golpeaban más fuerte­ mente a los consumidores de las clases obrera y media y representaban más de la mitad del total de los ingresos estatales, para sufragar los enormes empréstitos públicos extranjeros que contrataba con el fin de construir ferrocarriles y otras obras públicas, y financiar una creciente burocracia civil, especialmente del sector educativo, y militar. Sin embargo, si bien el capital en la producción exportadora era ar­ gentino, una proporción muy alta de los obreros, de nuevo en contraste con Chile, eran extranjeros. Al comienzo del auge exportador, la pobla­ ción argentina se hallaba muy dispersa. El crecimiento económico y la diversificación generados por la expansión exportadora crearon cientos de miles de empleos, muchos ocupados por inmigrantes. La producción ganadera, especialmente la cria de ganado, requeria muy pocos trabtija­ dores, pero a partir de 1880, con la gran expansión de la producción ce­ realera en la pampa y el desarrollo de las nacientes economías urbanas de la costa, la corriente de inmigrantes se convirtió en una inundación. Entre 1857 y 1930 Argentina recibió una inmigración neta de quizá tres y medio millones de personas. Antes de la Primera Guerra Mundial más de la mitad eran italianos y cerca de una cuarta parte españoles. En 1914, en la mayor parte de la pampa los extranjeros superaban a los ar­ gentinos en una proporción de dos a uno. En el mismo año, tres cuartas partes de la población adulta de la ciudad de Buenos Aires había nacido en el extranjero (14). El Gráfico 3.1 muestra la inmigración anual neta a Argentina entre 1860 y 1970 Ycomprueba la sensibilidad de los inmigrantes potenciales a los cambios en las condiciones económicas de Argentina y a las tenden­ cias y las crisis del sistema capitalista mundial. Las caídas se dieron en periodos de depresión internacional (fines del decenio de 1870 y comien­ zos de 1930), durante las crisis de la economía doméstica de Argentina (1890-91 e intermitentemente a partir de 1950) y durante las dos guerras mundiales. Los aumentos ocurrieron en periodos de expansión de las

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gusto de la burguesla argentina en el centro turlstico de Mar del Plata. La escala y la solidez de los edificios públicos y privados, erigidos durante los aAos dorados del crecimiento econó­ mico de Argentina, todavla dan el tono arquitectónico de la ciudad de Buenos Aires. Las fotos de las mansiones de la élite latifundista adoman las lustrosas páginas de la mamotrética. Enci­ clopedia eomereial, publicada por la Cámara de Comercio Británica y Latinoamericana. Lon­ dres, 1922. Sobre Mar del Plata, véase Juan José Sebrelli, Mar del Plata, el ocio represivo, Buenos Aires, 1970; sobre Buenos Aires, puede empezarse con James R. Sobie, BuellOS Aires, del ceDtro a los barrios, 1870-1910, Buenos Aires, 1977. 14. James R. Scobie. AqeDtiDa, 2&.. ed. Nueva York. 1971. Este libro, abundante en información social y económica. es la mejor historia del pala en un volumen, desde los tiempos coloniaJes basta el presente.

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LOS TRABAJADORES EN LA HISTORIA

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LOS TRABAJADORES EN LA HISTORIA

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una industria petrolera dirigida por el Estado. Pero hasta los años trein­ tas, la tendencia de la economía argentina a importar bienes complejos, como maquinaria, e incluso algunas manufacturas relativamente sim­ ples como las textileras no cambió significativamente. En 1930, al final de los 80 años de crecimiento económico orientado a las exportaciones, Argentina era una de las sociedades periféricas capi­ talistas más desarrolladas en el mundo. En verdad, el desarrollo argÉmti­ no siguió un patrón histórico de desarrollo capitalista distinto al de Euro­ pa Occidental: lo más sorprendente era la ausencia de un sector indus­ trial grande e integrado; Pero comparada con otras sociedades periféri­ cas, incluidos otros países de reciente colonización como Australia y Canadá, la Argentina de 1930 se veía bastante bien. Sea que se tomen en cuenta indicadores económicos como el ingreso per cápita, o los niveles salariales, o indicadores sociales como el alfabetismo y la mortalidad infantil, para 1930 Argentina había tomado una considerable ventaja a sus vecinos latinoamericanos, excepto Uruguay, y se hallaba no muy le­ jos de Canadá y Australia. Buenos Aires, que el británico Lord Bryce describía en 1912 como una feliz mezcla del bullicio y el dinamismo eco­ nómico de Chicago y el refinamiento de París, se había convertido en una de las grandes ciudades del orbe. Sus amplias avenidas estaban re­ pletas de automóviles, sus teatros presentaban las más recientes óperas y obras de teatro, y sus innumerables restaurantes, almacenes y salones de té se colmaban con elegantes clientes. Aunque la mayoría de los ar­ gentinos no disfrutaba de estas comodidades, la distribución del ingreso probablemente no era mucho más desigual que en sociedadescapitalis­ tas industriales como Estados Unidos, y la clase media argentina era la más grande de Latinoamérica. En 1930 la clase obrera urbana gozaba probablemente de un nivel de vida, especialmente con relación a la die­ ta, superior al de la mayoria de los trabajadores de la Europa continen­ tal, aunque en términos de vivienda y comodidades materiales sin duda se encontraba por debajo de sus colegas de Estados Unidos, Canadá y Australia (19). La crisis del capitalismo mundial, a partir de ·1930, y la ruptura de la división internacional del trabajo que ella trajo consigo, detuvieron el crecimiento de la economía exportadora de Argentina pero no la llevaron al colapso. Al contrario de lo sucedido en Chile, en Argentina el volumen de las exportaciones permaneció casi en los niveles anteriores a la De­ presión; y aunque los ingresos por exportaciones declinaron rápidamen­ te hasta 1932, aumentaron significativamente a partir de entonces. El Cuadro 3.2 muestra el incremento de los ingresos por exportaciones has­

ta 1929, su notable es ción a partir de 1940. Contrariamente a tas y peronistas, la De recuperación, basada el dinamismo del sect4 tenida. Si Chile fue e por la Gran Depresió leves. El Producto Int 14 % entre 1929 y 193: que en 1929. En palalJ pondió "muy elegante La recuperación eB fuerzos gubernamental dos la devaluación de tranjeras y el aumento lización. A partir de 1! crecimiento de la indt importaciones, fue im] propiedad extranjera, bienes de consumo d\l dad nacional, produc~ argentino Adolfo Dorf de establecimientos in esta última fecha y 193 de trabajo industrial ti incorporadas entre 191

19. Diaz Alejandro. EIi88y5. ..• presenta alguna evidencia cuantitativa sobre muchos de estos pun­ tos comparativos.

Fuente: Comisión Económil Ciudad de México,

CUADRO 3.2

VALOR DE LAS EXPORT POR PERIODOS DE CINC (en dólares de 1950) Período ~

......

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1900-1904 1905-9 1910-14 1915-19 1920·24 1925·29

VaIoI expol

583 807 896 920 1.278 1.582

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ta 1929, su notable estabilidad durante la Gran Depresión y su disminu­ ción a partir de 1940. Contrariamente a lo que afirmaron tiempo después muchos marxis­ tas y peronistas, la Depresión en Argentina fue relativamente suave y la recuperación, basada en la continuada viabilidad de las exportaciones y el dinamismo del sector manufacturero a partir de 1935, fue rápida y sos­ tenida. Si Chile fue el pais latilloamericano más fuertemente golpeado por la Gran Depresión, Argentina salió de ella quizá con heridas más leves. El Producto Interno Bruto real de Argentina declinó en cerca de 14% entre 1929 y 1932, para luego rebotar; para 1939 era 15% más alto que en 1929. En palabras de Díaz Alejandro, la economía argentina res­ pondió •• muy elegantemente" a la Depresión. La recuperación estuvo dirigida por el sector manufacturero. Los es­ fuerzos gubernamentales por sortear la crisis económica general, inclui­ dos la devaluación de la moneda, las restricciones al uso de divisas ex­ tranjeras y el aumento de las tarifas aduaneras, estimularon la industria­ lización. A partir de 1935 y hasta el comienzo de la guerra, en 1939, el crecimiento de la industria, casi siempre con base en la sustitución de importaciones, fue impresionante. La gran industria, en buena parte de propiedad extranjera, empezó a producir considerables cantidades de bienes de consumo durable. Proliferó la pequeña industria, de propie­ dad nacional, productora de bienes ligeros de consumo. El economista argentino Adolfo Dorfman ha demostrado que mientras que el número de establecimientos industriales creció en 1.400 entre 1914 y 1935, entre esta última fecha y 193Tse incrementó en 8.700. El aumento de la fuerza de trabajo industrial fue un poco menos impactante: 204 mil personas incorporadas entre 1914 y 1935; y 144 mil entre 1935 y 1937. Tan pronto

CUADRO 3.2 VALOR DE LAS EXPORTACIONES ARGENTINAS PROMEDIADAS POR PERIODOS DE CINCO A~OS, 1900-1954 (en d6lares de 1950) ---

Periodo

Valor de las expon.ciones

Periodo

Valor de las exportaclones

1900-1904 1905-9 1910-14 1915-19 1920-24 1925-29

583.000.000 807.200.000 896.000.000 920.300.000 1.278,600.000 1.582.700.000

1930-34 1935-39 1940-44 1945-49 1950-54

1.481.000.000 1.479.400.000 1.192.500.000 1.180.100.000 937.100.000

Fuente: Comisi6n Econ6mica para América Latina, El desarrollo económico de la Argentina, Ciudad de México, 1959, Parte 1, Cuadro 14, p. 115.

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LOS TRABAJADORES EN LA HISTORIA

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como estalló la guerra, los problemas familiares propios de aquellos tiempos volvieron a afectar la industria argentina. Sin embargo, ésta continuó creciendo, aunque más lentamente, y para 1945 aportaba cerca de una cuarta parte del Producto Interno Bruto, sobrepasando a la agri­ cultura y a la ganaderia combinadas (20). De esta manera, en contraste con la violenta crisis económica y social experimentada por Chile a partir de 1930, el impacto de la Depresión en Argentina fue relativamente suave en términos económicos. Y la adapta­ ción del pals a las oportunidades industriales presentadas por la crisis mundial fue impresionante. Tan afortunada respuesta se vio condiciona­ da por cuatro clases de circunstancias, cada una íntimamente relaciona­ da con la naturaleza de la economía exportadora que impulsó el desarro­ llo argentino antes de 1930. La primera fue la demanda internacional de alimentos argentinos, que se mantuvo incólume. La conservación del complejo económico que giraba alrededor de las exportaciones aseguró una continua acumulación de capital, sostuvo la mayoria de los empleos y generó, aunque a niveles levemente reducidos, las divisas vitales para la capacidad importadora del país. Dicha capacidad era crucial, a su vez, para expandir la industria de sustitución de importaciones. Es cierto que los exitosos esfuerzos de la élite terrateniente, particularmente los pro­ ductores de ganado, por preservar la participación argentina en un mer­ cado británico de carne en proceso de reducción implicaron concesiones al capital inglés que en cierto modo obstaculizaron el desarrollo de la industria argentina. Como se verá más adelante, sin embargo, el princi­ pal efecto de tales acciones en el curso del desarrollo econbmico de Ar­ gentina fue de carácter político y a largo plazo. Se reveló solo con .el as­ censo al poder de los peronistas, después de la Segunda Guerra Mun­ dial. En segundo lugar, a diferencia de Chile, ·Argentina consumía los mismos productos que exportaba (21). Antes de la crisis mundial los argentinos consumían casi la mitad de la carne de vaca y el trigo del país, y dicha proporción aumentó después de 1930. El consumo domésti­ co de una cuota importante de la producción disponible para exportar actuó a modo de tapbn contra la crisis en el sector exportador y sirvió para estimular la recuperación económica de los años treintas. Esta ven­ taja se tornó en un arma de doble filo con las políticas de redistribución del peronismo, en los años cuarentas, pues aunque la ampliación del

consumo poPular ber volumen de las expor so de divisas, vitales En tercer lugar, E impacto de la crisis SI to era relativamente 1 avanzaba la recupera cional, mas las oporb ciudades costeras fui deprimidas del interi4 nas,quenopertened se convirtieron en im] Por último, y del Argentina, a diferenc mente al desarrollo d sar de sus imperfecc¡ antes de la crisis siro unificado para la ind1J reras y de servicios, e la exportación, que gl tos salarios, pudieron se importaba. Las ca, alto nivel de educació mía más compleja e ií: "hacia afuera" de Ar. de América Latina, hil Uo industrial ., hacia a4 Pero el éxito de la en los treintas y cuare exportador. En las dé(: nos poco a poco empe: dera. Dicha tendencia área dedicada a la agl hacia un uso más exte) fracasados esfuerzos ¡: de ganado, explica en ción rural argentina el

20. Dorfman, EvollldOn. .. , p. 148; Di Tella YZymelman. Loa cldo8. ..• p. 285, n. 2. 21. La carne de res '1 el trigo eran los art1cuIos básicos de la dieta argentina. En los años veintes '1 treintas los argentinos conlJUDÚall alrededor de 250 libras de carne por habitante cada año. En Estados Unidos las cifras comparables del consumo total de carne, no solo de res, era de 150 libras por habitante. cada año. Otros productos ganaderos y agricolas, particularmente cueros y lana, eran absorbidos por la industria argentina.

22. El pobre desempeiio de Al Comisión Económica para de México, 1959. Véase 98J tina para aumentar la pm José Alfredo Mutinez de 1860, Buenos Aires, 1967,

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consumo popular benefició considerablemente a la clase obrera, limitb el volumen de las exportaciones, especialmente de came,.y redujo el ingre­ so de divisas, vitales para el esfuerzo industriaJúador de los peronistas. En tercer lugar, el recorte de la inmigración internacional suavizó el impacto de la crisis sobre la clase obrera argentina. El desempleo abier­ to era relativamente bajo a comienzos de los años treintas. A medida que avanzaba la recuperación, volvió a darse una modesta migración interna­ cional, mas las oportunidades de empleo en las nuevas industrias de las ciudades costeras fueron aprovechadas por migrantes de las regiones deprimidas del interior, en su mayoria mujeres. Muchas de estas perso­ nas, que no pertenecían a partidos políticos ni a sindicatos establecidos, se convirtieron en importantes seguidores del régimen peronista. Por último, y de manera más general, la economía exportadora de Argentina, a diferencia de la chilena, contribuyó directa y muy amplia­ mente al desarrollo del centro económico y demográfico del país. A pe­ sar de sus imperfecciones, la impresionante red ferroviaria construida antes de la crisis sirvió,a partir de 1930, para crear un mercado nacional unificado para la industria doméstica. Todas las actividades manufactu­ reras y de servicios, estimuladas por un patrón de desarrollo orientado a la exportación, que generaron una sociedad urbana de consumo con al­ tos salarios, pudieron adaptarse para producir y distribuir lo que antes se importaba. Las capacidades de la gran fuerza urbana de trabajo y el alto nivel de educación del pueblo facilitaron la adaptación a unaecono­ mia más compleja e industrializada. Fue así como el éxito del desarrollo .• hacia afuera" de Argentina antes de 1930, éxito sin paralelo en el resto de América Latina, hizo más fácil su ajuste a una nueva fase de desarro­ llo industrial •• hacia adentro' 'en los años treintas y cuarentas. Pero el éxito de la industrialización por sustitución de importaciones en los treintas y cuarentas no corrió a la par con la expansión del sector exportador. En las décadas que siguieron a 1930, los estancieros argenti­ nos poco a poco empezaron a poner más énfasis· en la producción gana­ dera. Dicha tendencia se acentuó a partir de 1940 y continuó a costa del área dedicada a la agricultura, como lo ilustra el Cuadro 3.S.Este giro hacia un uso más extensivo y menos productivo de la tierra, sumado a los fracasados esfuerzos por incrementar la productividad agricola y la cria de ganado, explica en gran parte el virtual estancamiento de la produc­ ción rural argentina en décadas recientes (22). Tal estancamiento, en el

22. El pobre deeempefto de Argentina en este campo recibe sostenida atención en el informe de la Comi.l!IÍÓn Económica para América Latina, El cIesarroDo ec!OIIÓJDkO d. la AJ'xentiDa, Ciudad de Méxieo, 1959. Véase especialmente Parte 1, Cuadro 21, p. 23. El fracaeo relativo de Argen­ tina para aumentar la productividad de granos y bienes pecuarios exportables es tratado en José Alfredo Martinez de Hoz; La agricultura '1 la ganaderia arpntma en el período 1931). 1960, Buenos Aires, 1967, C. 6.

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LOS TRABAJADORES EN LA HISTORIA CUADRO 3.3 SUPERFICIE DE TIERRA DEDICADA A LA PRODUCCION DIRECTA EN LA PAMPA, 193()"1954 Periodo

Apicultura

Crúa de 'lIDado

1980-84 1935-39 1940-44 1945·49 1950·54

15.149 16.013 15.056 13.058 11.524

31.572 32.373 84.360 36.570 39.336

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Fuente: Comisión Económica para América Latina, El dealllTOUo económieo de Ar,entina, Ciudad de México, 1959, Parte 11, Cuadro 11, p. 16

contexto de una población en crecimiento y, en ciertos periodos, de altos niveles de consumo doméstico, ha representado una disminución cuanti­ tativa de las exportaciones y menos divisas. Desde los años cincuentas, las limitaciones cambiarias han obstaculizado la capacidad de la eeo,no­ núa argentina para importar bienes de capital y materias primas indus­ triales necesarios para lograr el desarrollo de la sustitución de importa­ ciones y de la industria básica. Se ha constreñido por consiguiente la tasa de crecimiento del conjunto de la economía y ha habido muy peque­ ños incrementos, pese a las reducidas tasas de crecimiento demográfico, del Producto Interno Bruto per cápita. En la literatura sobre el desarrollo económico argentino se acepta casi al unisono que el fracaso del sector rural por expandir la producción es la base· del lamentable desempeño económico de Argentina en déca­ das recientes. Pero existe acuerdo sobre las causas del estancamiento rural. Carlos Diaz Alejandro recurre a la teoria económica neoclásica y a un cuidadoso empleo de la información económica histórica para recha­ zar las explicaciones culturales, sociales y económicas que predominan en la literatura. La evolución de la gran hacienda, sostiene, fue una fun­ ción natural de las fuerzas del mercado que operaban en el contexto de la geografla argentina. Según él, el cuadro de una clase terrateniente moti­ vada por valores culturales tradicionales, más interesada en la renta de la tierra y el estatus social que en utilizar racionalmente los recursos eco­ nómicos y los métodos empresariales, no concuerda con los hechos. La élite argentina respondió acertadamente a las oportunidades económicas que se presentaron por la cambiante demanda europea de productos rurales. Si prefirieron la hacienda y las actividades financieras a las empresas industriales fue porque, dada la ventaja comparativa de Ar­ gentina en una econonúa mundial de libre comercio, la explotación de la tierra ofrecía el mayor retomo del capital invertido. A los alegatos de

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que la concentracibl la eficiencia de la pI que la productividac internacionales, inc: veintes. ¿Por qué, e camente en la prod1 partir de la Depresi mente dos: el impac bienes rurales, en l( nencia de la tierra el no argentino por SUIl antes, yen especial e Ambas explicacic ambas son convincel mo y el fracaso de ro cibn de la produccib! las variables exbgen hallan directamente exportadora cuya for Mundial. Estudiar ~ sobre el movimiento, mo es materia del n mente cómo contnbll los servicios técnicoe El problema imp) que antes del ascens. no. Incluso durante I que representaba ml controlaba el Ejecutr merosos en el Conp ideolbgico para sabO! rurales de tenencia di hasta la Primera GUf rias, tarifarias, mone1 clusivamente los inteJ reses no movilizaran cos para fomentar la ganadería y los servic:

23. Diaz Alejandro, ...,., ( anaJitica que conduce a D do por Martmez de Hoz e: torial argentina Sur, Aq; do en el tibro citado en la:

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que la concentración de la tierra y los sistemas de trabajo perjudicaban la eficiencia de la producción rural, Diaz Alejandro demuestra con datos que la productividad argentina se equiparaba con la de sus competidores internacionales, incluido Estados Unidos, por lo menos hasta los años veintes. ¿Por qué, entonces, se rezagb Argentina tan rápida y dramáti­ camente en la productividad rural y el crecimiento de la producción a partir de la Depresión? Las respuestas de Diaz Alejandro son básica­ mente dos: el impacto de las politicas peronistas en los precios de los bienes rurales, en los sistemas de trabajo rural y en los arreglos de te­ nencia de la tierra en el período de la posguerra; y el ftacaso del gobier­ no argentino por suministrar servicios técnicos a los productores rurales antes, yen especial después, de 1930 (23). Ambas explicaciones del estancamiento en el campo sonpoliticas. Y ambas son convincentes hasta cierto punto. Pero el ascenso del peronía­ mo y el fracaso de los gobiernos argentinos por fomentar la moderniza­ ción de la producción rural a lo largo del presente siglo no constituyen las variables exógenas que Diaz Alejandro supone. Por el contrario, se hallan directamente relacionadas con la naturaleza de una economia exportadora cuya forma básica fue definida antes de la Primera Guerra Mundial. Estudiar cómo esta estructura exportadora, por su influencia sobre el movimiento obrero, contribuye a explicar el ascenso del peronia­ mo es materia del resto de este ensayo. Aquí puede esbozarse breve­ mente cómo contribuyó a contener la modernización agrícola, incluidos los servicios técnicos del gobierno -para el productor rural. El problema implicito en la explicación de Diaz Alejandro radica en que antes del ascenso del peronismo la élite terrateniente era el gobier­ no. Incluso durante el período de 1916-30, cuando el Partido Radical, que representaba mucho más que los intereses de los terratenientes, controlaba el Ejecutivo, y los diputados socialistas y radicales eran nu­ merosos en el Congreso, la élite de la tierra poseia el poder poJíticoe ideológico para sabotear todos los intentos por modificar los sistemas rurales de tenencia de la tierra y de trabajo. Durante el periodo que va hasta la Primera Guerra Mundial, el gobierno aplicó politicas tributa­ rias, tarifarías, monetarias, crediticias y laborales que beneficiaban ex­ clusivamente los intereses de los grandes terratenientes. Que estos inte­ reses no movilizaran ni siquiera modestas cantidades de dineros públi. cos para fomentar la investigación científica sobre la agricultura y la ganadería y los servicios técnicos de extensibn, mientras ponian en mar­ 23. DIaz Alejandro, EMay8, C. 3. Este resumen DO puede hacer justicia a la riqueza informativa y anaUtiea que eonduce a DIaz Alejandro a estas conclusiones. Vn diagnóstico similar fue logra­ do por Martinez de Hoz en un ensayo publicado por vez primera en un volumen de la casa edi­ torial argentina Sur; ArlenÍÚYi,lt30-1980, BueDOB Aires, 1961, pp. 189-210; Y luego amplia­ do en el libro citado en la nota 22.

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cha costosas politicas públicas como el subsidio a la construccibn de fe­ rrocarriles, se explica no por su supuesto tradicionalismo cultural, que Díaz Alejandro descarta correctamente, sino por el hecho de que no se encontraban bajo una efectiva presibn econbmica, social, ideolbgica o politica para modernizar la produccibn. Los impuestos sobre la tierra y aun sobre la riqueza eran núnimos. La organizacibn sindical del campo, como veremos, se veía entrabada, y las fuerzas politicas nacionales, an­ tes de Perbn, nunca pusieron en peligro la posicibn de clase de la élite rural. El fracaso de las fuerzas populares por ejercer una presibn significa­ tiva sobre la élite latifundista antes del advenimiento de Perbn explica en gran parte la ausencia relativa de modernizacibn y el estancamiento de la produccibn rural. El espectacular crecimiento de la econonúa ar­ gentina dependib de la expansibn, hasta la Primera Guerra Mundial, en las tierras virgenes y por lo general ricas de la pampa. Aunque hubo algunos progresos técnicos, tanto en la cria y el levante del ganado como en la agricultura, las relaciones sociales de produccibn que subordina­ ban la agricultura a la ganaderia y le negaban a la fuerza de trabajo mi­ gratoria la seguridad en la tenencia no podian sostener ni hacer avanzar el proceso de modernizacibn rural. El aumento de la produccibn agrope­ cuaria continub hasta los años veintes y probablemente hubiera prose­ guido por un tiempo mayor de no haber intervenido la depresibn mun­ dial. Mas el fracaso modernizador antes de Perbn, como queda ilustrado con la negligencia frente a la investigacibn y los servicios técnicos para los productores rurales, era congénito a la estructura de la econonúa exportadora de Argentina. Quienes trabajaban la tierra no teman opor­ tunidades ni incentivos para modernizar y los que la poseían no necesita­ ban hacerlo. La ironia de la historia argentina ha querido, dado el poder de las fuerzas humanas generadas por la produccibn exportadora, que los mis­ mos rasgos estructurales que demostraron ser tan conductivos para el desarrollo econbmico capitalista en la primera mitad del siglo XX alber­ garan implicaciones políticas tan destructivas para el desarrollo econb­ mico de la segunda mitad. La historia del movimiento obrero argentino, al que nos referiremos ahora, une las tramas del desarrollo econbmico y la evolucibn politica. Al hacerlo, revela las dimensiones plenas de la cri­ sis que ha paralizado no solo la econonúa de la nacibn sino el conjunto de la sociedad argentina desde mediados del siglo. LA PRIMERA GRAN MOV1LlZACION OBRERA

La historia del movimiento obrero argentino en el siglo XX comprende dos periodos diferentes de movilizacibn de masas y fuerza organizativa. El primero alcanzb su apogeo al final de la Primera Guerra Mundial bajo

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el liderazgo de los a la Segunda Guerra 1 rativista y Dacionali rbn. Ambos periodc años. A partir de 19 su autonomia ideol6 ciones restantes má orden social y econl vitalidad inicial, no 1 institucionales de la institucional muy po. la segunda época de moderna de Argentil co que domina hasta fundamente en toda 1 La trayectoria de] mentalmente distinú movimiento obrero pl antimperialista de su trb más y más grupos la solucibn socialista trario, el más grande ~ a comienzos delsii CIO como una fuerza iI ra de un movimiento asunúa la armonia de den capitalista. Es alrededor de es f?sis ideolbgica que gi rm del movimiento ob influencia y la fortalez po, explicar la fragilid de esta primera gran II explicar dos decenios ( e inactividad colectiva recer la rápida moviJjz¡ lidad con la que se 8.CE inst.itucional que, en ti los mtereses fundamel resulta una tarea simp tos apenas empieza y e polémica (24). En esta I 24. He recurrido primordiaJme

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el liderazgo de los anarcosindicalistas. El segundo se desarrolló durante la Segunda Guerra Mundial y fue canalizado hacia un movimiento corpo­ rativista y nacionalista de derecha. acaudillado por Juan Domingo Pe­ rón. Ambos periodos estuvieron separados por un intervalo de veinte años. A partir de 1920. el movimiento obrero pronto perdió su ímpetu y su autonouúa ideológica. La organización obrera decayó y las organiza­ ciones restantes más grande~ y efectivas aceptaron la legitimidad del orden social y económico. El primer movimiento obrero. con todo y su vitalidad inicial. no pudo obtener importantes concesiones ideológicas e institucionales de la clase dominante. Dejó una impronta ideológica e institucional muy poco profunda en la vida de la nación. Por el contrario. la segunda época de la movilización obrera cambió el curso de la historia moderna de Argentina. Dejó un legado pol1tico. institucional e ideológi­ co que domina hasta hoy el movimiento obrero argentino e influye pro­ fundamente en toda la vida nacional. La trayectoria del movimiento obrero argentino es. entonces. funda­ mentalmente distinta de la de su contraparte en Chile. En este país. el movimiento obrero pronto forjó una concepción clasista. anticapitalista y antimperialista de su posición en la sociedad. A lo largo del siglo arras­ tró más y más grupos sociales hacia la concepción marxista del mundo y la solución socialista a los problemas nacionales. En Argentina. al con­ trario, el más grande movimiento obrero anticapitalista de Latinoaméri­ ca a comienzos del siglo XX se atrofió a partir de 1920. Cuando reapare­ ció como una fuerza importante de la vida nacional. lo hizo bajo la bande­ ra de un movimiento popular antimarxista unido a una ideologia que asuuúa la armonía de clases y aceptaba las instituciones básicas del or­ den capitalista. Es alrededor de este patrón de desarrollo discontinuo y de metamor­ fosis ideológica que giran los problemas anaJiticos centrales de la histo­ ria del movimiento obrero argentino. Hay que elucidar la considerable influencia y la fortaleza inicial del anarcosindicalismo y, al mismo tiem­ po. explicar la fragilidad. la rápida declinación y el permanente eclipse de esta primera gran movilización de la clase obrera argentina. Hay que explicar dos decenios de conformismo ideológico. debilidad organizativa e inactividad colectiva del movimiento laboral y, al mismo tiempo. escla­ recer la rápida movilización de comienzos de los años cuarentas y la faci­ lidad con la que se aceptó -y se ha defendido- un orden ideológico e institucional que, en términos marxistas, se contrapone teóricamente a los intereses fundamentales de los trabajadores como clase. Hacerlo no resulta una tarea simple. La investigación académica sobre estos asun­ tos apenas empieza y el grueso de la literatura existente es descriptiva y polémica (24). En esta sección y en la siguiente hago un repaso de la his­ 24. He recurrido primordialme~te a narraciones escritas por activistas de la época Yque represen­

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tona en las dos fases del movimiento obrero argentino moderno. He tra­ tado de demostrar cómo muchos de los enigmas que pesan sobre el de­ sarrollo del movimiento obrero argentino pueden clarificarse en el marco de las tendencias económicas y sociales reseñadas en la sección anterior. Sostengo que el precoz desarrollo del movimiento obrero argentino, su foco urbano, su composición social y tendencias ideológicas, su tenue fortaleza en la posguerra y su colapso súbito, todo ello refleja las espe­ ciales caracterlsticas estructurales del veloz crecimiento de la sociedad periférica capitalista de Argentina en las décadas posteriores a 1880.

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LOS TRABAJADORES EN LA HISTORIA

A diferencia de sus compañeros de Chile, los trabajadores argentinos del sector exportador enfrentaron obstáculos virtualmente insuperables en sus esfuerzos por forjar instituciones obreras y una concepción autó­ noma de la sociedad. Los métodos extensivos de producción, inherentes a la crla de ganado e impuestos por los grandes terratenientes a una fuerza de trabajo inmigrante en el cultivo de cereales, impidieron el de­ sarrollo de comunidades rurales estables y socavaron el potencial orga­ nizativo de los trabajadores del campo. Aislados en la vasta pampa, pri­ vados de la propiedad sobre la tierra o sin acceso permanente a ella, los obreros rurales no podían construir ni siquiera instituciones rudimenta­ rias de vida colectiva. Como lo demostró James Scobieen una obra clási­ ca, el desarrollo de escuelas e iglesias,e inclusQ de pequeñas aldeas, fue impedido en la pampa ganadera y cerealera (25). Tal anemia institucio­ nal reviste una importancia fundamental. Fue mediante este tipo de ins­ tituciones como otros trabajadores rurales, por ejemplo, los de Estados Unidos, crearon poderosas instituciones obreras y sostuvieron movi­ mientos agrarios masivos capaces de influir y amenazar las instituciones económicas y políticas de grandes Estados nacionales (26). tan cada una de las principales corrientes ideológicas en el desarrollo del movimiento obrero argentino. Dichas obras, todas las cuales muestran los puntos fuertes y débiles discutidos en el primer capitulo, incluyen Diego Abad de SantillAn, La roRA, Buenos Aires, 1933 (anar· quista,; Sebastián Marotta,El movimiento siDdieal 8I1Ieatlno, 3 Vola., Buenos Aires, 1960,

1961, 1970 (sindicalista); Jacinto Oddone, Gremialismo proletario 8J1I8DtIno, Buenos Aires, 1949 (socialistal; Rubén Isearo, Origen y desarroUo del movimiento sindical argentino, Bue­ nos Aires, 1958 (comunista'. Las contribuciones peronistas se anotan más adelante. Los inten­ tos de los especialistas por explicar los principales puntos de ~e en la historia del movi­ miento laboral argentino se discuten a medida que el análisis avanza. 25. Scobie, Revolution on tile Pampas•.. 26. Lawrence Goodwyn ha desarrollado estas ideas en una importante revaloración del movimien­ to populista de Estados Unidos a fines del siglo XIX,Tbe Populist Moment, Nueva York, 1978. Carl Solberg aporta mucha información acerca de la fragmentación y la vida abyecta de la cia­ se obrera rural argentina en "Fann Workers and the Myth of Export-Led Development in Argentina", en Tbe Americas21:2, octubre de 1974, pp. 121-138.

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La principal excel pa fue la zona merídi rurales de protesta Sl caron ventaja de la h ríos inmigrantes, qui, la provincia entre 187 hacia un patrón de ca cia agricola capitalistl taba con una població cialmente en el cultiv( mayor pluralismo ens nes de la pampa. Alli, cerca de la pO rios efectuaron el mov na del siglo XX (27). J ternacionales de los gJ la renta de la tierra, y 1 tración provincial de C4 ron a exigir rentas máI agricultores capitalista ros italianos, consiguiE mediaríos que vendían otorgaban crédito. LleJ Santa Fe y sus líderes llegado a 100 mil antes a la mediación gubern terratenientes. La orga Fe, la Federación Agra vieron a la huelga y COI agrarias moderadas en ; Fue en esta Inisma J donde los trabajadores rurales de orientación que se extendió a lo larg ral de 1~19. La huelga, terrateruentes como de

27. Estas observaciones sobre el de la rica pero retorcida bisc Siguen el cuidadoso examen AnIhal Arcando, "El conflie oct.-die. de 1980, 351·381. e en los afios subsiguientes en tina, 1912-1930", en Iouroa 1971, pp. 18-52.

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La principal excepción a este patrón de organización social en la pam­ pa fue la zona meridional de la provincia de Santa Fe. Los movimientos rurales de protesta surgidos en esta región a comienzos del siglo XX sa­ caron ventaja de la herencia social y política de los pequeños propieta­ rios inmigrantes, quienes se establecieron como productores de trigo en la provincia entre 1870 y 1890. Pese a que la región habia evolucionado hacia un patrón de concentración de la propiedad territorial y de tenen­ cia agrícola capitalista típica de la pampa, a comienzos del siglo XX con­ taba con una población más de.nsa, una agricultura más intensiva, espe­ cialmente en el cultivo del maiz,una estructura social más compleja y un mayor pluralismo en su estructura politica partidista que las otras regio­ nes de la pampa. AUi, cerca de la población de Alcorta, en junio de 1912 los arrendata­ rios efectuaron el movimiento agrario más exitoso de la historia argenti­ na del siglo XX (27). Apremiados por la inestabilidad de los precios in... ternacionales de los granos, las cosechas irregulares y el·incremento de la renta de la tierra, y alentados por la reciente elección de una adminis­ tración·provincial de corte reformista radical, los arrendatarios se lanza­ ron a exigir rentas más bajas y contratos a largo plazo. Estos pequeños agricultores capitalistas, la mayoría de los cuales al parecer eran·aparce... ros italianos, consiguieron foIjar una alianza con los comerciantes inter­ mediarios que vendian su grano a las grandes firmas exportadoras y les otorgaban crédito. Llevaron. su movimiento más allá de la provincia· de Santa Fe y sus líderes aseguraban que el número de huelguistas había llegado a 100 mil antes que el paro de dos meses fuese arreglado gracias a la mediación gubernamental y a ciertas concesiones hechas por los terratenientes. La organización fundada por los arrendatarios de Santa Fe, la Federación Agraria Argentina, y su periódico, La Tierra, sobrevi­ vieron a la huelga y continuaron agitando consignas en pro de reformas agrarias moderadas en los años diez y veintes. Fue en esta misma región y en el sur de la provincia de Buenos Aires donde los trabajadores sin tierra, organizados en incipientes sindicatos rurales de orientación anarcosindicalista, realizaron una gran huelga que se extendió a lo largo y ancho de la pampa durante la agitación labo­ ral de 1919. La huelga, sin embargo, enfrentó la oposición tanto de los terratenientes como de los otrora radicales miembros de la Federación 27. Estas observaciones sobre el movimiento agrario que se inició en Santa Fe en 1912 se derivan de la rica pero retorcida historia de Plácido Grela, El Grito de AIoorta, Buenos Aires, 1956,1 siguen el cuidadoso examen de las condiciones estructurales que precipiCa1'on·la protesta en An1bal Arcando, "El conflicto agrario argentino de 1912", en Desarrollo Eeooómieo, 20:79 oct.-dic. de 1980, 351-381. Carl Solberg esboza los términos del conflicto agrario en la pampa en losl1Ílos subsiguientes en su articulo pionero "Rural Unrest and Agrarian Policy in Argen­ tina, 1912-1930", en "ouma! 01 Interameriean St0die8 and Wodd Affairs, No. 12, enero de 1971, pp. 18-52.

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LOS TRABAJADORES EN LA HISTORIA

Agraria Argentina, y fue violentamente reprimida por parte de la policía provincial luego de cinco semanas de lucha. Durante los años veintes, la pequeñoburguesa F AA se inclinó rápidamente hacia la derecha. Según lo ha demostrado Carl Solberg, La Tierra simpatizaba con las iniciativas agrarias de Mussolini y atribuia la situación de los jornaleros sin tierra a la indolencia de los individuos. En 1928 estalló en la provincia de Buenos Aires y en el sur de Santa 'Fe otra huelga de trabajadores sin tierra que buscaban reconocimiento a su organización y aumentos salariales. Esta vez la F AA también se opuso y el movimiento fue rápida y brutalmente reprimido por parte de las tropas despachadas por el gobierno radical. Fue más allá de la pampa, en los lejanos parajes de la Patagonia, donde entre 1920 y 1921 los anarquistas dirigieron la otra gran huelga rural de la historia moderna de Argentina. Organizada por artesanos urbanos del puerto de rio Gallegos, movilizó la fuerza de trabajo predo­ minantemente chilena de las grandes estancias ovejeras del territorio de Santa Cruz. La huelga fue finalmente aplastada por el ejército, que eli­ minó sistemáticamente a cientos de trabajadores rurales y los sepultó en fosas comunes. Osvaldo Bayer, quien inmortalizó la huelga en su histo­ ria de tres volúmenes Los vengadores de la Patagonia trágica, revela cuán diferentes eran las condiciones organizativas en la Patagonia y en el centro de la econonúa agroexportadora. En las vastas, áridas y poco pobladas planicies de la Patagonia, los capitalistas no disponían tan fá­ cilmente de esquiroles ni del aparato coercitivo del Estado. Sus trabaja­ dores, principalmente varones solteros, vivían en barracas comunales en cada rancho. Durante la catastrófica depresión de la posguerra en la'eco­ nonúa internacional de la lana, estos obreros no tenían literalmente a donde ir, ni alternativa alguna de trabajo en las estancias ovejeras para ganar su sustento. En la Patagonia los obreros vivían aislados de las principales instituciones culturales de Argentina, en una estructura so­ cial compuesta por dos clases, sin grupos intermedios. Su capacidad para identificar a sus antagonistas de clase y adelantar acciones colecti­ vas exitosas quizá también se veía favorecida por el hecho de que la mayoria eran chilenos, mientras que los propietarios eran capitalistas argentinos o europeos ausentistas (28). Estas notitbles movilizaciones de trabajadores. rurales en el sector exportador, reseñadas esquemáticamente aqui, constituyen las excep­ ciones. En la vasta pampa, núcleo de la econonúa exportadora, las condi­ ciones estructurales levantaron formidables obstáculos para una efectiva organización laboral. El) la pampa la naturaleza de los sistemas de te­ nencia y de trabajo tendía incluso a limitar la concentración de las gentes y a sofocar el desarrollo de formas rudimentarias de vida comunitaria. 28. Osvaldo Bayer, Los vengadores de la PatalJonia trágica, 3 Vols., Buenos Aires, 1972-74.

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En vez de fomentar el desarrollo social del campo, las relaciones so­ ciales de producción en el centro del sector exportador tendían a empu­ jar a los obreros hacia las ciudades. Allí, gracias al crecimiento rápido y sostenido de la industria manufacturera y de construcción, los servicios y las actividades burocráticas y profesionales, todos estimulados por el impresionante desarrollo de la producción exportadora, los trabajadores manuales, los oficinistas y los pequeños empresarios, muchos de ellos inmigrantes europeos, hallaron las oportunidades económicas y sociales que faltaban en el campo. En la medida en que el mercado urbano crecía en una econoIlÚa de salarios altos, las actividades urbanas se alimenta­ ban a sí mismas (29). Surgió una gran econoIlÚa urbana para alimentar, vestir, dar techo y divertir a las clases urbanas del pals. Asimismo, las necesidades de transporte y procesamiento de una econoIlÚa basada en la exportación de voluminosos artículos ganaderos y agricolas crea'JOn miles de empleos para obreros, principalmente en los puertos de la pam­ pa yen especial en Buenos Aires. En 1914, la clase obrera de la capital sumaba casi medio millón de personas. La estructura económica de Argentina durante la época dorada del desarrollo exportador moldeó, así, una estructura de clases diferente de la que apareció cuando el capitalismo se extendió en las econoIlÚas in­ dustriales del centro del sistema mundial. El núcleo del proletariado urbano argentino en los inicios del siglo XX no estaba cqruormadopor obreros industriales divorciados de la propiedad de los medios de pro­ ducción y progresivamente despojaaos del control sobre la concepción y la ejecución del trabajo (30). Exceptuando las considerables y muy im­ portantes cQncentraciones de obreros en el empaque de.came y el trans­ porte, la mayoría de .los trabajadores manuales del pals eran artesanos empleados en la construcción urbana y en pequeños establecimientos manufactureros, que utilizaban materias primas domésticas paOl pro­ veer de mercancías baratas el mercado doméstico. Los artesanos califi­ cadosde la construcción y la manufactura, organizados en gremios de albañiles, herreros, tipógrafos, carpinteros, sastres, ebanistas, conduc­ tores de tranvia, panaderos, zapateros, etc., formaban el grueso del movimiento obrero organizado a comienzos del siglo XX. Tales artesanos 29. El lD~io desigual, de Arghiri Emmanuel, México, 1972, desarrolla un poderoso argu­ mento te6rico e histórico para demostrar el potencial de desarrollo capitalista diversificado de las economias periféricas que, como la de Argentina, poseen una estroctura salarial relativa­ mente alta. 30. Recientes estudios europeos y norteamericanos sobre la historia del movimiento obrero han demostrado convincentemente, al contrario de las concepciones marxistas tradicionales, que es la resistencia a la proletarización, y no las consecuencias de BU realización, lo que mejor explica la dinámica de la protesta obrera en Europa y Estados Unidos en el siglo XIX. Aunque se carece de estudios sistemáticos, dicha resistencia probablemente está en la esencia de la protesta laboral anarquista y sindicalista de Europa Meridional y Argentina en las primeras décadas del siglo XX.

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lograron movilizar apreciables cantidades de trabajadores no calificados, quienes hacían las labores pesadas y sucias en una economía urbana en que las herramientas de mano y el trabajo fisico aún no habian empeza­ do a ser remplazados por la maquinaria y los combustibles fósiles (31). Solo hacia el final del primer periodo de movilización obrera se unieron a estas organizaciones los trabajadores sindicalizados del transporte, los empleados de los servicios y los jornaleros. Los obreros maritimos y ferroviarios lograron un notable grado de organización efectiva luego de una serie de huelgas prolongadas y duramente luchadas, entre 1916 y 1918. La naturaleza de la clase media moldeada por la expansión exporta­ dora de Argentina a partir de 1880 también se aparta del patrón clásico que surgió a medida que la industrialización avanzaba en el Atlántico Norte. El desarrollo económico fortaleció en Argentina a la clase terrate­ niente, no a una burguesia industrial. El gran conglomerado de rentis­ tas, profesionales, empleados de cuello blanco y propietarios de estable­ cimientos manufactureros que se consolidó en Buenos Aires en los dece­ nios posteriores a 1880 se mostró más interesado en la democratización poJitica y en el acceso a.la educación y a la burocracia estatal que en bus­ car una concepción organízativa, social y económica diferente de laque defendian la clase dominante argentina y los capitalistas foráneos alia­ dos con ella. Las aspiraciones de estos sectores medios, la mayoria de cuyos integrantes, con excepción de los industriales, habia nacido en Argentina, presentaban a la élite de la tierra un serio desafio poJitico, aunque no social. Como veremos, la solución a dicho reto, queabriria el sistema poJitico a todos los ciudadanos varones adultos a partir de1912, tuYO importantes consecuencias para el desarrollo del movimiento obre­ ro y para la evolución poJitica de la nación durante el siglo XX (32).

31. Jacinto Oddone. GremialieDlo, ..• pp. 276-77. trae una ilust.raclón gráfica de quiénes eran estos trabajadores en su lista de organizaciones obreras de la capiial. representadas en la conferen­ cia de fusión de los sindicatos anarquistas y socialistas efectuada en Buenos Aires en 1906. Aquéllos inclulan talabarteros, marmoleros. mo2lO8, carpinteros de ribera, gráficos, herrado­ res, escultores en madera, pintores, torneros en madera lrepresented by Oddonel. obreros del puerto, fundidores tipográficos, mosaiquistas, maquinistas de calzado, modistas, conductores de carros, conductores de veh1culos, propietarios de 1 y 2 carros. galponistas y escaleristas, a.yucIQtes y peones de cocina, fundidores y modelistas, IIUtl'es, planchadores, constructores de carruajes. cortadores de calzado. maquinistas, pechereros. plateros, metalúrgicos rurales, vidrieros. obreros ferrocarrileros. obreros en construcción. empleados de tranvia, herreros de obra, electricistas, dependientes de comercio, albalWes, conductores de carros; empleados, fotógrafos. tabaqueros, zapateros, fraguadores, obreros de frigorlfic¡os, escoberos, sombrere­ ros, mecánicos. aJ.palgateros, moldeadores, domésticos, obreros navales, peones de comercio, horneros, empapeladores, panaderos y aserradores. 32. Las tendencias politicas de la clase media, en especial las que se evidenciaron en las relacio­ nes del Partido Radical con el movimiento obrero, son cuidadosamente examinadas en David Rock, PoUtice in Argentina, 1890~1930. Cambridge.lnslaterra, 1975. El trabajo pionero de los historiadores y cient1ficos sociales argentinos presagiaba muchas de las ideas y conceptos

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En este marco social to de la economía export obrero en los inicios del I dades latinoamericanas, para protegerse a si mis des de ayuda mutua, orl de la fuerza de trabajoil XIX y su cantidad, sus 11 velozmente a principios ( valioso estudio sobre el t les de la clase obrera en anota que en su apogeo mutua agrupaban en sus capital, 255.534 perSOD8l de once millones de peSO! les en beneficios (33). Al lado de estas instit zaron a organizar colectiv que combinaban las funci v?luntad de lanzar huelge SIn embargo, a diferencü sociedades de resistencia, por artesanos urbanos cali ron de combinar su fuel'Zl medio de huelgas de soli concepciones obreras del de teatro y periódicos pro del capitalismo, daba a COl tía entre si para promover I cas a los problemas que afJ En desarrollo de todas lación a la ideolOgía y las gran parte compuesto por desarrollados por Rock. Véanse f los partidos politicos contemporj gentiDa, lIOdedad de DIUM, BD asuntos de la historia argentina Latina, Buenos Aires, 1961, C. 6. 3S. Roben E. Shipley, "On the Out. ring the Golden Age of Argentinf University, 1977, pp. 233-84. MI parte de la información cuantital argentiDa. Documentos para 1111 I ducción a la historia del moviml documentos de primera mano qUI

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En este marco social y político, condicionado por el rápido crecimien· to de la economia exportadora, se desenvolvió la historia del movimiento obrero en los inicios del siglo XX. Como sucedió en Europa y otras socie­ dades latinoamericanas, los obreros argentinos se organizaron primero para protegerse a si mismos de la enfermedad y la muerte. Las socieda­ des de ayuda mutua, organi.tadas a menudo siguiendo las líneas étnicas de la fuerza de trabajo inmigrante, ya eran numerosas a fines del siglo XIX y su cantidad, sus miembros y sus recursos de capital aumentaron velozmente a principios del siglo XX. Robert Shipley, quien ha escrito un valioso estudio sobre· el tamaño, la estructura y las condiciones materia· les de la clase obrera en la ciudad de Buenos Aires durtUlte el perlodo, anota que en su apogeo, alrededor de 1913, las sociedades de ayuda mutua agrupaban en sus filas a cerca de la mitad de la clase obrera de la capital, 266.634 personas. Para entonces reportaban un capital de mis de once millones de pesos y distribuian casi tres millones de pesos anua­ les en beneficios (33). Al lado de estas instituciones defensivas, los obreros también empe­ zaron a organi.tar colectividades denominadas sociedades de resistencia, que combinaban las funciones de las sociedades de ayuda mutua con la voluntad de lanzar huelgas a fin de arrancar concesiones a los patronos. Sin embargo, a diferencia de las m&neomunales del norte de Chile, las sociedades de resistencia estaban divididas por gremios, principalmente por artesanos urbanos calificaqos. Los obreros argentinos también trata­ ron de combinar su fuerza y coordinar las actividades de resistencia por medio de huelgas de solidaridad y de centrales sindicales. Difundian concepciones obreras del mundo a través de mitines de masas, grupos de teatro y periódicos propios. La prensa obrera denunciaba los males del capitalismo, daba a conocer. la visión obrera de las noticias y compe­ tía entre si para promover diversas tácticas y aportar soluciones ideológi­ cas a los problemas que afrontaba la clase trabajadora. En desarrollo de todas estas actividades, pero especialmente con re­ lación a la ideología y las tácticas, el movimiento obrero argentino, en gran parte compuesto por inmigrantes, reflejaba la poderosa influencia

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desarrollados por Rock. Véanse especialmente Ezequiel Gallo y Silvia Sigal, "La formación de los paxtidos poIitieos contemporáneos: La (1890-1916)", ~n Torcuaio Di TeDa et al., Ar· ,entiDa, IOdedad de mlUlU, Buenos Aires, 1966, pp. 124-76. La evaluación clásica de estos asuntoll de la historia argentina es John J. Jolmson, La Ú'IUlsformación poIídea en América LatiDa, Buenos Aires, 1961, C. 6. 33. Robert E. Shipley, "On the Outside Looking In: A Social Hiatory of the Portefto Worker Du­ ring the Golden Age of Argentine Development, 1914-1930", disertación para Pb.D., Rutgers Vniversity, 1977, pp. 233-34. Me hé apoyado extensamente en esta disertación para buens parte de la información cuantitativa de esta sección. Hobart Spa.I.diDg, La cIaM trabajadora argenUaa. Documentos para su bistoria, 1890·1912, Buenos Aires, 1970, es una buena intro­ ducci6n a la historia del movimiento obrero durante este periodo y reproduce decenas de documentos de primera mano que expresan la tónica del movimiento sindical antes de 1912.

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de Europa. Predominaban tres corrientes ideolbgicas. Una era el socia­ lismo, que en Argentina aceptó inicialmente la idea marxista de la lucha de clases e hizo hincapié en la necesidad de la organizacibn en el lugar de trabajo, pero que pronto se desvib hacia una estrategia reformista y electoral. La segunda era el anarquismo, que abogaba por la accibn es­ pontánea de masas en pro de reivindicaciones y aspiraba a destruir el orden capitalista explotador y la tiralÚa del Estado por medio de una gigantesca huelga general. La tercera era el sindicalismo, que, sin re­ nunciar a la concepcibn de los anarquistas, empezb a subrayar la impor­ tancia de la organizacibn no sectaria en el lugar de trabajo a fin de conse­ guir tanto la destruccibn del capitalismo como la construccibn de una nueva sociedad de productores libres en donde prevalecerian la libertad, la abundancia y la igualdad social (34). Aunque desde .1890 los socialistas ganaron influencia entre pequeños grupos de obreros calificados, en el siglo XX no pudieron desarrollar una base obrera de masas. Los anarquistas, por otro lado, lograron movilizar a los obreros urbanos en acciones masivas contra empresas individuales, asi como en grandes huelgas generales; por más de una década, a partir de 1900, dominaron el movimiento obrero argentino. No obstante, a par­ tir de 1915, los sindicalistas ganaron el control de la principal central obrera argentina y fueron ellos quienes dirigieron las huelgas claves que llevaron al movimiento obrero a un cJimax en los tumultuosos años que siguieron a la Primera Guerra Mundial. El atractivo de la ideología anarquista y sindicalista para los obreros argentinos en este periodo se atribuye con frecuencia a los origenes europeo-meridionales de numerosos inmigrantes. Esta explicacibn, cul­ tural y difusionista, es correcta hasta cierto punto. Empero, deja de lado las condiciones estructurales concretas que hicieron aparecer la ideolo­ gis anarcosindicalista especialmente atractiva a los ojos de los obreros en los primeros años del siglo XX. Los trabajadores argentinos, al igual que sus colegas de Europa meridional, hallaron en el anarquismo, y pos­ teriormente en el sindicalismo, una visibn del mundo y un programa de transformacibn social que validaban y explicaban su experiencia diaria y encarnaban sus necesidades y aspiraciones. En cambio, dados los obs­ 84. Todos estos grupos tenian estrechos vineuloa con movimientos europeos similares: los socia­ listas con los socialdemócratas franceses y alemanes; los anarquiaias con los anaJ'quiatas espafloles e italianoa; loa sÍDdieaJistas con obreros afines en estos últimoa paises y en Francia. Muchoa militantes argentinoa eran inmigrantes que hablan sido ad.iviatas en Europa. Loe li­ deres anaJ'quistas, especia1mente, tra~ban en amboa lados del AtJántieo. Aceres de la cuestión general de las influencias ideológicas europeas durante la formación del movimiento obrero en América Latina, véase Hobart Spalding, 0rpaJzed Labor ID lAtiD Ameriea. Nueva York, 1977, C. I. Sobre los anarquistas argentinoa y sus conexiones con Europa, Wanse Ri­ chard A. Yoaat, "The Development of Argentine Anarchiam: A Soclo-Ideologic AnaIysia", disertaci6n para Ph.D., University of WiacoDSÍD, 1975, y Iaacov Oved, El anaJ'quJamo ea el movimieaw obrero ea AqentiDa, Ciudad de Mézico, 1978.

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táculos y oportunidad lidad de la vida, la ID8 si no irrelevantes, la il En Argentina los I nes capitalistas de pr que creara normas de ra una jornada labora dos. Los socialistas tal adquisitivo de los obn libre comercio y se o¡ "artificial". En 1904 I CongreSO, pero fue a i ron un buen número d electorales y legislath vas acciones en ellugl cialistas, anarquistas siglo, pudieron cristali jornada laboral, trabe demostrado que cuan( en 1925, el obrero pr( día de trabajo llgel'8lru Por 10 que sabemOE de los resultados eled claro que el Partido So calificados y los emp derrotó al Partido Rad conservadores en los d costado meridional de : ra y casi todos los innl pequeña porcibn de im ciudadalÚa argentina; 1 a hacer dinero para lu que se quedaban tal v argentina, particularm ciones tales como el sel litaban el proceso buro los extranjeros se les I Buenos Aires, en 1917, ron aprovechar la oport

85. Con la apertura del sistem fuerza electoral muy imporl principalmente de la cla.ae ( fuerza electoral socialista ei

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táculos y oportunidades que afrontaban en su empeño por mejora!" la ca­ lidad de la vida, la mayoría de los obreros argentinos hall6 inadecuadas, si no irrelevantes, la ideología y la táctica de los socialistas. En Argentina los socialistas abogaban por la reforma de las relacio­ nes capitalistas de producci6n. Luchaban por conseguir una legislaci6n que creara normas de seguridad, compensara los accidentes, establecie­ ra una jornada laboral más corta y regulara el trabaijo de mujeres y ni­ ños. Los socialistas también procuraron con tes6n salvaguardar el poder adquisitivo de los obreros urbanos. En forma consistente defendieron el libre comercio y se opusieron a la creación de una industria doméstica "artificial". En 1904 loS' socialistas habían logrado una diputaci6n en el Congreso, pero fue a raíz de la reforma electoral de 1912 cuando eligie­ ron un buen número de funcionarios públicos. Mediante estos esfuerzos electorales y legislativos, pero, más importante aún, lanzando combati­ vas acciones en el lugar de trabaijo y huelgas generales dirigidas por so­ cialistas, anarquistas y sindicalistas, duranté las primeras décadas del siglo, pudieron cristalizarse una serie de leyes de corte reformista sobre jornada laboral, trabajo de mujeres y niños y pensiones. Shipley ha demostrado que cuando fue convertida en ley la jornada de ocho horas, en 1925, el obrero promedio en Buenos Aires ya había conquistado un día de trabaijo ligeramente más corto. Por lo que sabemos de los sindicatos baijo su control y por los análisis de los resultados electorales de Buenos Aires a partir de 1921, resulta claro que el Partido Socialista gozaba de gran respaldo entre los obreros calificados y los empleados nacidos en Argentina. Sistemáticamente derrotó al Partido Radical y les sac6 aún más ventaija a varios partidos conservadores en los distritos obreros que se concentraban alrededor del costado meridional de Buenos Aires. Empero, el grueso de la clase obre­ ra y casi todos los inmigrantes eran abstencionistas. En 1914 solo una pequeña porci6n de inmigrantes, un poco más del 2% , había adoptado la ciudadanía argentina; la mayor parte de los inmigrantes iba a Argentina a hacer dinero para luego regresar a su país de origen. Muchos de los que se quedaban tal vez pensaran que los beneficios de la ciudadanía argentina, particularmente el derecho a votar, eran menores que obliga­ ciones tales como el servicio militar. Los funcionarios argentinos no faci­ litaban el proceso burocrático de la naturalización, pero incluso cuando a los extranjeros se les permiti6 votar en las elecciones municipales de Buenos Aires, en 1917, apenas algo más de 11 mil inmigrantes decidie­ ron aprovechar la oportunidad (35).

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36. Con la apertura del sistema politieo a partir de 1912, los socialistas se convirtieron en una fuerza electoral muy importante en la ciudad de Buenos Aires. Los vot.os IlOciaIistas provelÚall principalmente de la clase obrera. Un. buen estudio cuantitativo de la dimensión clasista de la fuerza electoralllOcialistaen la capital en el periodo 1916-22 es Richard Walter, "Elections in

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LOS TRABAJADORES EN LA HISTORIA

Por el contrario,el pensamiento y las tácticas de los anarquistas reso­ naban profundamente en el seno de la clase obrera argentina. Los anar­ quistas organizaron y dirigieron la mayoría de los sindicatos de la cons. trucción, la industria y los servicios, que dominaron el movimiento obre. ro del país a comienzos del siglo XX. Los sindicatos anarquistas solo con­ taban en este período con varios miles de miembros, mas tales trabaja­ dores y sus lideres consiguieron movilizar decenas de miles de obreros en grandes huelgas generales, especialmente en 1902 y 1909. De acuerdo con el estado actual de la investigación, solo podemos especular acerca de las razones de la generalizada influencia del anar­ quismo (36). El activismo anarquista prometía la comunidad, mejoras materiales inmediatas y retribuciones espirituales extraordinarias para una clase obrera marginada de las instituciones tradicionales de control social. Ni la familia, la Iglesia o la escuela, ni los partidos politicos tradi­ cionales ejercían gran influencia sobre una clase obrera urbana en la que predominaban los varones inmigrantes solteros, muchos de ellos vetera­ nos de las luchas anarquistas en Europa. Los anarquistas destacaban la solidaridad revolucionaria internacional y el carácter cosmopolita del proletariado contra una clase capitalista nativa que antes de 1912 deten­ taba el control del gobierno. A los obreros que hablan venido a América con el fin de hacer rápidamente dinero, el anarquismo también les ofre. cía acciones laborales eficaces. Las tácticas anarquistas - basadas en huelgas de solidaridad y paros generales de masas para conquistar las demandas de los trabajadores- demostraron su efectividad en el marco de la veloz expansión económica y la inmigración masiva. Aun en condi­ ciones de pleno empleo, el número creciente de inmigrantes recién lle­ gados, que buscaban desesperadamente trabajo, amenazaba el éxito de las huelgas lanzadas en un solo sitio de trabajo. Esa táctica, frecuente­ mente utilizada por los socialistas, solo era eficaz entre obreros altamen­ te calificados. Las movilizaciones generales de masas, en cambio, con­ tribuian a intimidar y a persuadir a los esquiroles. Y las huelgas de gran envergadura organizadas por los anarquistas no solo estaban diseñadas para promover la unidad del proletariado, fortalecer el movimiento obre­ ro por medio de "gimnasia revolucionaria" y lograr reivindicaciones

theCity of Buenos Aires". en Hispanie AmerieaD HiBtoric:a1 Revlew, 68:4, nov. de 1978, pp. 596-624. Del mismo autor. The SociaJist Pariy of ArlJeáibul, Austin, 1977. es un estudio espe­ cializado en tomo al desarrollo del partido. Grem1eu.....o, de Jacinto Oddone, cubre el mismo campo desde la perspectiva de un activista socialista. La evolución filosófica de los fundadores y las figuras principales del partido puede seguirse en Dardo Cúneo, editor, Obras de Juan B. Juto, Buenos Aires, 1947. Una critica izquierdista properonista del partido es Jorge Spilim­ bergo, Juan B. Juto., el socialismo cipayo, Buenos Aires, 1974. 36. Un grupo de jóvenes historiadores 8Ociales, 8.IIOCÍado con el Programa de Estudios de Historia Económicay Social Americana en Buenos Aires, está investigando la cultura popular que acla­ rará esta cuestión.

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colectivas como la lib de la legislación repl particulares por la 01. de trabajo en determ El éxito de dichas tác tanto por la expansiÓl por el aumento del sa Por último, el anarqu: carnada en la lucha re relaciones sociales de y racionales, a una ch tas, mantenía su patri significativo controls( Al principiar el sig tas fue víctima de una violenta. Si bien la 1'1 muchos militantes en del poder bajo el caP] dualmente el atractivCl grimió decretos repl'eE Defensa Social, de 191 al movimiento obrero ( vos. Tales medidas fue de estado de sitio; con ra, disolvía mitinesde vistas. Los grupos paJ por los funcionarios de sión oficial. Bandas de Esta acción, sumada a puesta a la huelga gell del centenario de la Ind cia de la actividad sindi La masiva represiÓll con el trastorno econÓD: la Primera Guerra Mu 1915 y creció con fuelZl causa de la guerra y lal anarquista se vio eclipe El sindicalismo combiru socialistas militantes y I

87. Diego Abad de Santillán. I huía 191_, Buenos Aires,

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colectivas como la libertad para los activistas encarcelados y el rechazo de la legislación represiva. También concatenaban las luchas obreras particulares por la organización y la mejora de salarios y las condiciones de trabajo en determinados oficios y establecimientos manufactureros. El éxito de dichas tácticas resultaba evidente para los obreros urbanos, tanto por la expansión y la creciente efectividad de los sindicatos como por el aumento del salario real durante la primera década del siglo XX. Por último, el anarquismo ofrecía una visión de la dignidad humana en· carnada en la lucha revolucionaria. Predicaba la libertad individual y las relaciones sociales democráticas, así como valores seculares, científicos y racionales, a una clase obrera que aún poseía sus propias herra:tnien· tas, mantenía su patrimonio sobre las destrezas industriales y ejercía un significativo control sobre el proceso de trabajo (37). ' Al principiar el siglo, el movimiento obrero dirigido por los anarquis­ tas fue víctima de una represión gubernamental permanente y a menudo violenta. Si bien la reacción estatal inicialmente pareció confirmar a muchos militantes en las concepciones anarquistas sobre la naturaleza del poder bajo el capitalismo, su alcance y efectividad socavaron gra­ dualmente el atractivo de las tácticas de acción directa. El gobierno es­ grimió decretos represivos -la Ley de Residencia, de 1902, y la Ley de Defensa Social, de 1910- con el propósito de decapitar periódicamente al movimiento obrero deportando a extranjeros supuestamente subversi­ vos. Tales medidas fueron complementadas con frecuentes declaratorias de estado de sitio; con base en ellas la policía silenciaba la prensa obre­ ra, disolvía mitines de trabajadores y encarcelaba a centenares de acti­ vistas. Los grupos paramilitares de derecha, con frecuencia tolerados por los funcionarios del gobierno y la policía, complementaban la repre­ sión oficial. Bandas de civiles aterrorizaron los distritos obreros en 1910. Esta acción, sumada a la persecución generalizada del gobierno en res­ puesta a la huelga general organizada por los anarquistas en vísperas del centenario de la Independencia, desembocó en una abrupta decaden­ cia de la actividad sindical y huelguística a partir de aquel año. La masiva represión politica del anarquismo en 1910 coincidió pronto con el trastorno económico y el declive de la emigración precipitados por la Primera Guerra Mundial. Cuando el movimiento obrero revivió en 1916 y creció con fuerza en 1917 por la creciente demanda de trabajo a causa de la guerra y la caída drástica de los salarios reales, la influencia anarquista se vio eclipsada por el éxito organizativo de los sindicalistas. El sindicalismo combinaba en Argentina la ideología y las tácticas de los socialistas militantes y de los anarquistas pragmáticos. En teoría respal­

1­ 37. Diego Abad de Santillán, El DlOYImieDto uuquiata ea la ArpatiDa (Deede • • eomie_ h8IIia 191., Buenos Aires, 1930.

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LOS TRABAJADORES EN LA HISTORIA

daba la concepción anarquista de la revolución social, mas perseguia dicha meta por medio de organizaciones poderosas establecidas en los lugares de trabajo y la unidad obrera amplia y sin sectarismos, concreta­ da en una central nacional de trabajadores. Los sindicalistas también asumieron una posición pragmática con relación al gobierno en la cam­ biante situación política que siguió a las reformas electorales de 1912. El gobierno radical que llegó al poder en 1916 buscó apoyo tanto de la clase media como de la clase obrera. Los líderes sindicalistas se mostraron dispuestos a negociar con el nuevo gobierno y procuraron ganarse la ayuda del Estado, o asegurarse al menos la neutralidad estatal, en la lucha entre el capital y el trabajo. La estrategia sindicalista y su relativo éxito parecen reflejar dos cam­ bios estructurales en la composición de la clase obrera organizada. El primero fue la organización de los trabajadores del transporte. En 1917, luego de ganar trascendentales huelgas bajo la guia de los sindicalistas, los trabajadores ferroviarios se convirtieron en el rector más numeroso del movimiento obrero argentino, mientras que los trabajadores marlti­ mos empezaron a mostrarse como los más efectivos. Estos sindi~tos serian la columna vertebral de la central obrera orientada por los sindi­ calistas, la Federación Obrera Regional Argentina, FORA, la más pode­ rosa confederación de trabajadores antes de los años cuarentas. El se­ gundo cambio fue demográfico y cultural. En los años veintes, las perso­ nas nacidas en Argentina, muchas de ellas hijos e hijas de inmigrantes que habían estado afluyendo desde los años ochentas del siglo pasado, conformaban un destacamento numeroso entre los obreros. La interrup­ ción del flujo de inmigrantes y el retomo de muchos trabajadores tempo­ rales a Europa durante la guerra aceleró el·proceso. A diferencia de sus padres, esta segunda generación estaba compuesta de ciudadanos deci­ didos a permanecer en el pals y muchos habían asistido a escuelas públi­ cas argentinas. Como grupo, se hallaban más integrados que sus padres a la sociedad argentina y eran más susceptibles a la influencia de las ins­ tituciones y los valores culturales. El jefe de la FORA al final de la Pri­ mera Guerra Mundial, Sebastián Marotta, personifica y simboliza estos dos cambios acaecidos en el movimiento obrero argentino. Hijo de inmi­ grantes italianos, era pintor de vagones ferroviarios (38). Bajo la dirección de los sindicalistas, el movimiento obrero alcanzó. un dramático clímax en el periodo de la posguerra. David Rack ha reco­ pilado estadfsticas que indican la magnitud y el rápido colapso de esta 38. Las ideas contenidas en este párrafo son de88.1'l'Olladal: con gran claridad en Samuel L. Baily, Lafior, NailoDaliam, IIIld Polities iD Ar,enihla, New Bnmswick, 1967. Baily también anota que a fines de la década de 1910, aunque con muy irregular fortuna, grupos de obreros de cuello blanco (empleados de la banca y el comercio, trabaJadores de los telégrafos y los correos) tra­ taron de organizarse en sindicatos.

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notable movilización ~ Buenos Aires subió a : mitad de 1919. En 191 capital; en 1918 lo hic FORA pasó de ser en con algo más de 21 mil su mejor momento, 19 de 68 mil miembros ( miembros bien puede I la cantidad de miembrc se disolvió. El número más de 300 mil en 1919 1921, para caer a solo 4. Algunos remanente: vivieron en los años ve dirigidas por socialistas trolar el movimiento ob) de auge bien pudo habE bajo masculina de Buen, tenecía a sindicatos (39) obreros ferroviarios, dir nización sindical no cre( poco frec,!!entes. En 19: argentino estuvo al bord Tan extraordinaria II so. parecen estar relacio: el desempleo. En el Cual larios reales en Buenos salarios reales cayeron d: forma continua hasta la 1 primera parte del perlod ciudad disminuyó tamM pleo se incrementó rápid de la posguerra 0919-22: partir de 1922, el índice hasta casi el final de la dé Las estadfsticas reveh tinos a las tendencias ecO] rra y la posguerra. Entr~

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notable movilización de los obreros urbanos. El número de huelgas en Buenos Aires subió a 138 en 1917, a 196 en 1918 y a 259 en la primera mitad de 1919. En 1917, 13S mil obreros participaron en huelgas en la capital; en 1918 lo hicieron 133 mil y en 1919 309 mil. Entre tanto, la FORA pasó de ser en 1915 una modesta organización de 50 sindicatos con algo más de 21 mil miembros cotizantes, a una central obrera que en su mejor momento, 1920, contaba con 734 sindicatos afiliados con más de 68 mil miembros cuyas cuotas estaban al dia (el número real de miembros bien puede haber sido el doble). ~mpero, trascurrido un año, la cantidad de miembros cayó en más de 50% ya fines de 1921 la FORA se disolvió. El número de huelguistas en Buenos Aires disminuyó de más de 300 mil en 1919 a poco más de un tercio de dicha cifra en 1921 y 1921, para caer a solo 4. 737 en 1922. Algunos remanentes importantes de la otrora poderosa FORA sobre­ vivieron en los años veintes, a tiempo que pequeñas centrales rivales, dirigidas por socialistas, anarquistas y comunistas, contendian por con­ trolar el movimiento obrero. Pero mientras que la FORA en su momento de auge bien pudo haber abarcado una cuarta parte de la fuerza de tra­ bajo masculina de Buenos Aires, en 1922 apenas una vigésima parte per­ tenecía a sindicatos (39). Con excepción de un sindicato reformista de los obreros ferroviarios, dirigido por socialistas, en los años veintes la orga­ nización sindical no creció de manera significativa y las huelgas fueron poco frecuentes. En 1922 y por mucho tiempo, el movimiento obrero argentino estuvo al borde del colapso. Tan extraordinaria movilización, como también el catastrófico colap­ so, parecen estar relacionados con las tendencias en los salarios reales y el desempleo. En el Cuadro 3.4 se muestran datos ilustrativos de los sa­ larios reales en Buenos Aires. Estos indican que después de 1914 los salarios reales cayeron drásticamente hasta 1918, para después subir en forma continua hasta la Depresión. El Cuadro 3.5 revela que durante la primera parte del periodo, entre 1914 y 1917, el nivel de empleo en la ciudad disminuyó también considerablemente. Luego, elnivel de em­ pleo se incrementó rápidamente hasta 1919, cuando la suave depresión de la posguerra (1919-22) la hizo estabilizar y luego declinar un poco. A partir de 1922, el indice de trab~adores empleados creció velozmente hasta casi el final de la década. Las estadisticas revelan la notable sensibilidad de los obreros argen­ tinos a las tendencias económicas básicas durante los periodos de la gue­ rra y la posguerra. Entre 1914 y 1921 los trab~adores percibieron de

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39. Todos eatosestimativ08son tolUdos de Rock, Politiea iD ArpntiDa. .. , especialmente Cuadro 6, p. 160. Rock se basa en la información obtenida en diversas publicaciones oficiales y no ofi­ ciales. Lo mismo que con datossimi.1ares de Chile, las cifra.a absolutas pueden ser cuestiona­ bJes,. mas las tendencias son claras.

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LOS TRABAJADORES EN LA HISTORIA

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CUADRO 3.6

Fueute: República Argentina, Ministerio del Interior, Departamento Nacional del Trabajo, División de Estadistica, Iuvestigaciones Sociales, Buenos Airee, 1940, p. 38.

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INDICE DE TRABAJADORES EMPLEADOS EN LA CIUDAD DE BUENOS AIRES, 1914·39 (1929: lOO)

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1932 1933 1934 1935 1936 1937 1938 1939

94 98 104 113 120 126 130 132

Fueate: República Argentina, Ministerio del Interior, Departamento Nacional del Trabajo, División de Estadistica, Investigaciones SocIales, Buenos Aires, 1940, p. 46.

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manera correcta su situación objetiva en la cambiante economía del país. Tan pronto como los niveles de empleo favorecian su lucha, los obreros se lanzaban a recuperar el poder adquisitivo perdido. Una vez que los niveles de empleo se volvían en su contra y los salarios reales continua­ ban aumentando, desistían de la costosa batalla por mejorar su situación a través de acciones laborales colectivas. Mas ¿cómo puede explicarse la continuada inactividad del movimien­ to obrero durante la expansión económica del resto del decenio? Una hipótesis consiste en enfocar una debilidad estructural básica, oscureci­

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da por la información sobre los cambiantes niveles de empleo: la existen­ cia de altas tasas de desempleo en la ciudad de Buenos Aires durante toda la guerra y la posguerra. Robert Shipley ha utilizado las estadísticas del Departamento del Trabajo, reunidas con otros fines, para calcular el nivel de desempleo en la ciudad entre 1914 y 1930. Sus hallazgos se re­ producen en el Cuadro 3.6. Dichos estimativos son sumamente altos, pero aun si los cuidadosos procedimientos de Shipley, que incluían che­ queos cruzados de diferentes conjuntos de datos, dejan pasar algunos errores, otras evidencias, en particular la historia de las principales huelgas, confirman que el nivel de desempleo en Buenos Aires·fue muy alto durante el periodo. CUADRO 8.6 PORCENTAJE ESTIMADO DE DESEMPLEO OBRERO EN LA CIUDAD DE BUENOS AIRES, 1914-30 ~••..

1914 1915 1916 1917 1918 1919

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15.3% 18.0 24.8 30.1 20.8 17.5

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Porceut.de desempleo 16.5% 11.7 9.2 11.6 15.6

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Fuente: Robert E. Shipley, "On the Outside Looking In: A Social History of the PorteAo Worker During de Golden Age of Argentine Development, 1914-1980", disertación para Ph.D., Rutgers University, 1977, Apéndice 111. pp. 846-53.

Un recuento de las principales huelgas muestra que la dinámica de la lucha entre el capital y el trabajo, e inclusive el destino del movimiento obrero argentino de comienzos del sigloXX, giraba en torno a la existen­ cia de un gran contingente de obreros desempleados en las densamente pobladas áreas costeras de la pampa. Las más importantes fueron ade­ lantadas por los trabajadores del transporte y los empacadores de carne, ambos vitales para la salud del sector exportador que impulsaba el de­ sarrollo económico del país. Las huelgas de los obreros del transporte fueron inicialmente exitosas, lo que permitió a la FORA ampliar la orga­ nización más allá del núcleo de trabajadores urbanos de la industria manufacturera y de los servicios, que habían formado la base del movi­ miento obrero anarquista. en la primera década del siglo. Las luchas de los obreros de la carne en el sector industrial más moderno e importante de la economía argentina terminó siendo, no obstante, un fracaso. Tanto el éxito inicial de los trabajadores del transporte como la amarga derrota

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LOS TRABAJADORES EN LA HISTORIA

de los obreros de la carne obedecieron a una dinánúca definida por la gran debilidad estructural del movinúento obrero argentino en esta épo­ ca: su vulnerabilidad ante la amenaza del esquirol~e. La organización masiva de los obreros del transporte después de las exitosas huelgas de 1917-19 fue posible gracias a una tenue alianza entre trab~adores calificados y no calificados. Grandes cantidades de obreros ferrocarrileros y marítimos no calificados y senúcalificados, dirigidos por sindicalistas revoluciBnarios, formaron alianzas con grupos pequeños y cohesivos de obreros más conservadores, altamente calificados y por lo tanto imprescindibles en esas mismas industrias. En el caso de los traba­ jadores ferroviarios, estos últimos eran ingenieros y fogoneros; en el de los marítimos se trataba de capitanes de barco, oficiales y técnicos. Los frutos organizativos de tales alianzas se vieron reforzados en parte por la neutralidad inicial del gobierno radical recientemente elegido. Preocu­ pado por su futuro electoral y vagamente comprometido con la justicia social y la armonía de clases, este primer gobierno elegido popularmente en Argentina rehusó en un conúenzo emplear la policía y el ejército para quebrar las actividades de los sindicatos y proteger a los rompehuelgas. Sin embargo, el régimen siempre fue hostil a las tendencias revoluciona­ rias anarquistas y sindicalistas en el seno del movinúento obrero. Y en la medida en que la presión del capital organizado aumentó tanto sobre el gobierno como sobre los trabajadores, y el movinúento obrero se expan­ dió en la etapa de posguerra, las autoridades se lanzaron decididamente a reprinúr a los elementos revolucionarios y a fortalecer la dirección sin­ dical refornústa. En el caso de los trabajadores marítimos, la alianza entre obreros ca­ lificados y no calificados fue más sólida y la tolerancia del gobierno más duradera. Luego de ganar la extraordinaria huelga de 1916, la Federa­ ción Obrera Marítima, FOM, pudo ejercer un riguroso control sobre el mercado de trabajo en su jurisdicción. Los trab~adores organizados por la FOM comprendían no solo marinos mercantes y capitanes, sino esti­ badores y otros obreros en los principales puertos argentinos. B~o la combativa dirección de los sindicalistas, la FOMse dedicó con gran dis­ ciplina y sacrificio a ampliar la organización sindical durante todo el pe­ ríodo de la posguerra. Su arma más eficiente era el boicot de solidaridad, una poderosa herramienta en una economía tan dependiente del comer­ cio exterior. Pese a que la FOM perdió una importante huelga portuaria en mayo de 1921, no fue sino en 1924, después que el movimiento obrero núlitante hubo sido quebrado y la FORA dispersada, cuando la alianza entre trabajadores marítimos calificados y no calificados fue destrozada definitivamente y toda resistencia de la FOM a los rompehuelgas se derrumbó (40). 40. Shipleyenfatiza el éxito de la FOM por controlar el mercado laboral; Rock subraya la impor-

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La alianza fue m en el caso de los fel'l ros altamente califica pados en el níant.eniJ reparación, ya era t: huelga contra la Arg. ros y fogoneros habíl dicato pequeño, mod nidad. El grueso de campaña organizativ. formar la poco estruCl ría, FOF. Las friccioll sas cuando la presión dentro de la FOF llev una huelga ambiciosa tiembre de 1917. La importancia dE propietarias de los mE dora de Argentina, pI causaron una gran pre to, que se extendió del Buenos Aires, los obre para bloquear el tráfK carga. Pararon trenes I y los hicieron salir de le tánico de un tren expre asesinado por los hueq trataba de "un repre~ dantes del ejército, qu~ trolar la situación ' con . lDlento de impotencia fl oficial notificó a sus su más. La huelga se torDl fueron incendiados seÍl guistas continuaron cm incendiando cañerlas les. (oo.) El número de' s des. No bien la tropa ha do otros ocupan de inm todo el tiempo sobre las

tanda electoral que para el J to obrero de La Boca, en Bue 41. La información de este pám

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La alianza fue menos sólida y la neutralidad del gobierno más corta en el caso de los ferroviarios. La cooperación entre ingenieros y fogone­ ros altamente calificados y los miles de obreros semi o no calificados ocu­ pados en el mantenimiento de vías, en las estaciones y en los talleres de reparación, ya era tirante incluso antes de su resonante victoria en la huelga contra la Argentine Central Railroad en agosto de 1917. Ingenie­ ros y fogoneros habían estado organizados por mucho tiempo en un sin­ dicato pequeño, moderado y altamente centralizado, llamado La Frater­ nidad. El grueso de los obreros ferroviarios, luego de una prolongada campaña organizativa por parte de los anarcosindicalistas, acababa de formar la poco estructurada pero combativa Federación Obrera Ferrovia­ ria,FOF. Las fricciones entre los socios de·la alianza se tornaron inten­ sas cuando la presión de las bases militantes y los lideres revolucionarios dentro de la FOF llevaron a la recién confoi'mada alianza intersindical a una huelga ambiciosa que involucró toda la industria ferroviaria en sep­ tiembre de 1917. La importancia de estas huelgas contra las compamas británicas, propietarias de los medios de transporte claves de la economía exporta­ dora de Argentina, provocaron una intensa participación del público y causaron una gran preocupación al gobierno. Durante la huelga de agos­ to, que se extendió desde Rosario, el segundo puerto de· la pampa,hasta Buenos Aires, los obreros echaron mano de todos los medios disponibles para bloquear el tráfico. Descarrilaron y prendieron fuego a trenes de carga. Pararon trenes de pasajeros, pusieron en ridículo a los ocupantes y los hicieron salir de los vagones. En una ocasión, el único pasajero bri­ tánico de un tren expreso entre Buenos Aires y el distrito de El Tigre fue asesinado por los huelguistas quienes', según se dijo, declararon que se trataba de "un representante del imperialismo británico". Los coman­ dantes del ejército, que habiansido llamadós por el gobierno para con· trolar la situación, con órdenes de no abrir fuego, expresaron su senti­ miento de impotencia frente a la movilización masiva de los obreros. Un oficial notificó a sus superiores: "Ahora debe haber 12 mil hombres o más. La huelga se torna más sediciosa con cada hora que pasa. Anoche fueron incendiados seis vagones de ferrocarnl y esta mañana loshuel­ guistas continuaron con su labor de destrucción, levantando earrileras, incendiando cañerlas, apedreando estaciones y destruyendo seña­ les. (... ) El número de soldados es insuficiente para cubrir las necesida· des. No bien la tropa ha desalojado de las lineas a los huelguistas, cuan­ do otros ocupan de inmediato su lugar (... ) y mujeres y niños duermen todo el tiempo sobre las carrileras" (41). Los anarcosindicalista.s revolu­

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tancia electoral que para el Partido Radical tenian éstos trabajadores concentrados en el distri· to obrero de La Boca, en Buenos Aires, 41. La información de este párrafo proviene principalmente de Heidi Goldber. "Railroad Unioni·

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LOS TRABAJADORES EN LA HISTORIA

,:ionarios ,lograron conse~ir apoyo popular para estas huelgas y, al fina­

lIzar septIembre de 1917, mformaron con gran desparpajo al ministro del

Interior que si las compañías no negociaban, la FOF estaba dispuesta a

conducir los trenes por su cuenta. Finalmente las compañias fueron obli­

gadas a someter el conflicto a la mediación del gobierno. Pero en los tér­

minos del arreglo, el gobierno recompensó hábilmente a los elementos

conservadores de la dirección sindical y contribuyó a desacreditar a los sindicalistas revolucionarios. Ingenieros y fogoneros. consiguieron una reforma de los códigos de trabajo muy atractiva para ellos y fue así como La Fraternidad se apresuró a levantar la huelga. Los líderes de la FOF fueron e~cluidos de las negociaciones finales y, luego de tratar desespe­ radamente de prolongar la huelga a fin de conquistar.mayores,concesio­ nes, fueron forzados a capitular y a aceptar un moderado aumento de salarios. Después de la ruptura de la alianza, la FOF, aliada con la F~::)RA:, realizó otras huelgas, cada una de las cuales enfrentóunarepre­ SIon VIolenta por parte del gobierno y se vio condenada al fracaso. A Pat:­ tir de 1919, el sindicato fue incapaz de evitar los despidos de centenares de sus miembros más combativos y el mayor afiliado de la FORA fue reducido gradualmente ala impotencia. E~t~e los obreros,de ~ c~rne~ la·alianza de trabajadores calificados y no calIfIcados fue mas dlfícIl de lograr que entre los marítimos y ferro­ carrileros. Pese a la heroica huelga que abarcó las plantas empacadoras de carne más c.ercanas a Buenos Aires entre 1917 y 1918, los obreros no lograron conquistar ni siquiera concesiones mínimas y temporales de los ~atronos. Tampoco podrían alcanzarlas después. Los fracasos organiza­ tlVOS de los obreros de la carne constituyen un aspecto esencial, aunque ol~idado, de la historia del movimiento obrero argentino (42) . Estos .tra­ baJadores afrontaron en forma extrema los obstáculos estructurales que impedían la organización de otros sectores del movimiento obrero urba'­ no a co~~nzos del siglo XX. Su fracaso revela la debilidad congénita de un mOVImIento obrero que no pudo desarrollarse más allá de los sectores manufacturero y del transporte durante la época dorada del desarrollo exportador. Como veremos en la siguiente sección, los obreros de la car­ ne desempeñaron un papel central, en la segunda gran movilización de los trabajadores argentinos que llevó a Perón al poder al final de la Se­ gunda Guerra Mundial. Su incapacidad para organizarse durante las zation in Argentina, 1912-1929: The Limitations of Working-C1ass AIIiaDce" disertación para Ph.D., Yale Univenity, 1979. La cita es de lap.170y hasidoretní.ducidaale~paftol. 42. ~ gran ~uelga de los ~~eros de la came en 1917~18 es prácticamente ignorada en las histo­ na~ c:ornentes del movumento obrero argentino. Ello se debe en parte a que los historiadores actiVlStas prefieren presentar una crónica de éxitos progresivos del movimiento obrero. El fra­ caso de la huelga de 1917-18 y el desalentador balllnce de los subsiguientes esfuerzos de los obreros de la came por organizarse y lograr concesiones del capital hace de éstos y de sus de­ rrotas huelguisticas un tema poco atractivo.

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tres décadas anteriores ceptivos a las oportunid les de Perón. Debido a economía argentina, Sl grandemente en el desl dos períodos de moviIizl siglo. La industria empaca de 1890. Durante la prin competidores de Argen1 creciente mercado britá asumieron la importancl del país hasta los años ( masiado distantes como taciones desde Estados 1 nico antes de 1900, est demanda interna. He aq1 Argentina de las grande mo Swift, Armour, Mon empacadoras argentinas ron. En 1914 controlaban carne. Las empresas em en la que el capital naci modernizaron y extendie: embargo, en 1914 las em de las e~portaciones de C1 tinos retenían apenas ell A comienzos del sigltl sentaba formas de organi en otras industrias con el do de acuerdo con una lit vi día sistemáticamente el pIes y repetitivas. En Chi d~ tal sistema al principio cIentes plantas construidJ meros años de la centuria.

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tres décadas anteriores a los años cuarentas los hizo eSpeCialmente re­ ceptivos a las oportunidades y ventajas que ofrecían las políticas labora­ les de Perón. Debido a la importancia de los obreros de la carne para la economía argentina, sus esfuerzos por construir sindicatos incidieron grandemente en el desenlace de las luchas laborales y políticas de los dos períodos de movilización obrera en la historia argentina del presente siglo. La industria empacadora de carne se expandió rápidamente a partir de 1890. Durante la primera década del siglo XX, cuando los principales competidores de Argentina demostraron su incapacidad para proveer el creciente mercado británico de carne vacuna, las plantas de empaque asumieron la importancia capital que mantendrían en la vida económica del país hasta los años cincuentaS. Australia y Nueva Zelanda eran de­ masiado distantes como para sacar ventaja de dicho mercado; las expor­ taciones desde Estados Unidos, que habían abastecido el mercado britá­ nico antes de 1900; estaban siendo eliminadas debido a la creciente demanda interna. He aqUÍ la razón principal de la súbita expansión hacia Argentina de las grandes firmas empacadoras de carne de Chicago, co­ mo Swift, Armour, Moms y Wilson. Estas empresas adquirieron casas empacadoras argentinas ya existentes, las modernizaron y las amplia­ ron. En 1914 controlaban casi el 60 % de las exportaciones argentinas de carne. Las empresas empacadoras británicas, y una firma empacadora en la que el capital nacional logró conservar una posición dominante, modernizaron y extendieron la producción durante el misDlo período. Sin embargo, en 1914 las empresas británicas solo aportaban: cerca de 30% de las exportaciones de carne del país, a tiempo que los intereses argen­ tinos retenían apenas el 10% (43). A comienzos del siglo XX, la industria de empaque de carne ya pre­ sentaba formas de organización de la producción que se tomarían típicas en otras industrias con el paso del tiempo. El trabajo estaba racionaliza­ do de acuerdo con una línea continua y mecánica de desmontaje que di;. vidía sistemáticamente. el proceso laboral en grupos de operaciones sim..: pIes y repetitivas. En Chicagoya se había logrado el perfeccionamiento de tal sistema al principio del siglo y se exportó a las más modernas y efi­ cientes plantas construidas en Argentina por Swlft y Armour en los pri­ meros años de la centuria.

43. Además de Ortiz, Hiséoria eoonÓmiea. .• se hallan útiles reseftÚ de la evolución inicial de la industria argentina de la came en Antonio M. Poz Costra, Loe friaorifleoa, Buenos Aires, 1918; Sociedad Rural Argentina, Comercio exterior de carDes, Buenos Aires, 1927; y James Tronbridge Critchell y Joseph Raymond. A History of Che Frozen Meat Trade, Londres, 1912. La historia del más exitoso de los pr:i:lneros frigorlficos argentinos puede leerse en (Compaiúa Sansinena) "La Nepa" en IUS cincuenta &608, 1891·1941, n.p., n.d. El banquero Ernesto Tornquist fue el primer presidente de su junta directiva.

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El eminente historiador sindical norteamericano, John R. Commons, describió el proceso de trabajo en el empaque de carne y destacó sus implicaciones para la organización laboral luego de una fracasada huelga en Chicago en 1904: "Seria dificil hallar otra industria en donde la división del trabajo haya sido tan inge­ niosa y microscópicamente elaborada. El animal ha sido examinado y extendido como un mapa, y los hombres han sido clasificados en más de treinta especialidades y niveles salariales, que van desde los 16 hasta los 50 centavos por hora. Los que ganan 50 centavos están reservados para utilizar el cuchillo en las partes más delica­ das de la piel o el hacha para romper .el espinazo. Y, dondequiera que un hombre menos calificado pueda introduciree por 18, 18 1/2, 20, 21, 22 1/2, 24 6 26 centavos, se le encuentra un lugar y se disefia una ocupaci6n. Solo para trabajar la piel existen nueve posiciones, con ocho diferentes sala:rlos. El de 20 centavos arranca la cola, el de 22 1/2 se encarga de quitár otra parte en donde la piel salga fáci1mente y el euchiUo del hombre de 40 centavos corta una textura diferente y posee un 'tacto' diferente del hombre de 50 centavos. Las habilidades se han especializado de acUerdo con la anato­ mia. Así, en Qll grupo de 230 hombres, que dan muerte a 106 cabezas de ganado por hora, apenas hay alrededor de once hombres que devengan 50 centavos la hora, y tres con 45, mientras que los de 20 centavos y más son 86 y los que ganan menos de 20 centa­ vos son 144".

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LOS TRABAJADORES EN LA HISTORIA

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Commons continuó explicando lo que ganaba el capital con estadivi­ sión del trabajo. "Hombres más baratos '- fuerza de trabajo no caUfica,;. da e inmigrante- podian ser empleados en grandes cantidades' , . Entre tanto, a los obreros calificados se .les podía garantizar salarios altos y empleo permanente. "Si la compañia hace deseables estos empleos cali­ ficados y vincula a los hombres a ellos, bien puede volverse indepen­ diente de los cientos que laboran en trabajos no calificados". El capital también obtenía más trabajo y más rápido de una fuerza laboral que reci­ bia menos salario en su co:qjunto. Commons citó el ejemplo típico de los encargados de romper el espinazo. "Enel año de 1884, cinco de ellos en un grupo determinado recibían 800 animales en 10 horas, osea, 16 por hora para cada uno, con un salario de 45 centavos. En 1894habia aumen­ tado la velocidad, de modo que. cuatro obreros reciblan 1.200 en 10 ho­ ras, o sea, 30 por hora para cada uno, un incremento de casi 100% en diez años. Los salarios, con excepción de contados obreros calificados, fueron reducidos a 40 centavos por hora". El aumento de la velocidad de la producción fue, de acuerdo con Commons, la causa primordial de la huelga de 1904. Esta fue derrotada cuando los trabajadores calificados se pusieron del lado de la administracibn y cuando los esquiroles del enorme contingente de obreros inmigrantes no calificados de Chicago remplazaron a los huelguistas (44) .

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44. Job R. Commons, "Labor Conditions in Meat Packing and the Recent Strike", en The Qaar· terIJ.JournalofEeonomies, No. 19, nov. de 1904,1-82. Í.ucita88Ol1delaspp. 3,4, tiy7. Ade-

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Tal fue el desenlace carne en Estados Unido cadas del siglo XX. En oleadas de inmigrantes obreros de la came en 1 utilizados para que hie. los polacos y los lituan08 irlandeses. Después de ron mano de negros y po ticas tendientes a prom obreros en el trabajo y el poJiticas amenazaban co da en los sitios de trabaj mas. Durante las huelg¡ esquiro!es a sus empreBI sureños. Los esquiroles I des empacadoras. El cal Pinkerton y llamaba a la. piquetes y reuniones sin de espio~e en las plaDti que solo eran reembolss< do en actividades huelgui tuno al separarse de la 00

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Tal fue el desenlace de todo intento por organiar a los obreros de la carne en Estados Unidos y Argentina a lo largo de las primeras tres de­ cadas del siglo XX. En' Estados Unidos el capital se aprovech6 de las olQadas de inmigrantes para quebrar los 'impulsos."organizativos de los obreros de la came en 1886, 1894, 1904 Y 1917-18. Los irlandeses etan utilizados para que hicieran esquirolaje contra los carniceros alemanes; los polacos y los lituanos para romper las huelgas de obreros alemanes e irlandeses. Después de la Primera Guerra Mundial las empresas echa­ ron mano de negros y por último de mexicanos y perfeccionaron SUB poli­ ticas tendientes a promover la animosidad racial 'a fin de dividir a los obreros en el trab.go y en las comunidades donde vivían. Cuando dichas politicasamenazaban con derrumbarse ante la solidaridad obrera forja­ da en los sitios de trabajo, los ·empresarios recurrieron a medidas extre­ mas. Durante las huelgas prolongadas, contrataban ttenespara traer esquiro!es a sus empresas directamente de Ellis Island o de los estados sureños. Los esquiroles eran alojados y alimentados dentro de las gran­ des empacadoras. EI.capitalempleaba ejércitos privados de detectives Pinkerton y llamaba a la policia y al ejército con el prOpbsitode romper piquetes y reuniones sindicales. Estableció, además, un eficu·sistema de espionaje en las plantas y reteníadepbsitos de dinero de los obreros, que solo eran reembolsados en caso de que éstos no hubiesen participa­ do en actividades huelguisticas y simlicales, y hubiesen dado aviso opor­ tuno al separarse de la compañía (45). más de la organización "mOdema~'del trabajo que adoptaron, las firmas em~ de car­ ne Pl'I'~ otras tendencies en'la evolución de la empresa tapitaliata.· M~ a escala mundiallna sistemas de producción 1 ~buci6n de la eame18W!,prod~dmivados y, periódicamente, se divi.d1an el mercado entre si. Empleaban la publicidad para p~ el consumo de Uneas de productos (salchichas de Frankfiut, jamones y carnes en'~rva), en un principio desconocidas o inaeept.ablee para la maTOña de10e eoDawnidores.AProveeba:ron la qu1mica para conservu la carne y aaear ventaja de eada una de las partes delanim4l, desde loa párpados de loa cerdos huta las peZll1ia8 de las reses. Artlculos como élltoBelWltransfor­ mados en cientos de 8U8tancias y productOs, muchos de elloa muy remotos de los productos comestibles de came que formaban el núcleo de las operaci&nea de empaque y generaban tres cuanu parte8.de las ventas totales. 4&. Estas táctieas son descritas en forma exhaustiva por Alma Herbst en BU monosrafla.cljsica The Nepo In ibe Slaughterlng 8lld Meai·PaekIng IndWlÚ'JIa Chkago, Cambriética, inmi­ alores ¡ncolía a defi­

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La historia del movimiento obrero argentino entre 1900 y 1930 es única y especifica, pero sus rasgos, evidentes en la década de 1920, no son ex­ cepcionales. En otras sociedades capitalistas, como Estados Unidos, la etapa "heroica" de la movilización obrera fue seguida, luego de la re­ presión de la inmediata posguerra, por un período de relativa inactividad sindical y de aparente conformismo ideolÓgico con relación a los valores culturales dominantes (74). En sociedades como la argentina, donde después de la guerra se vivió un vigoroso crecimiento económico y donde la izquierda era débil, los gobiernos liberales lograron contender con la amenaza del sindicalismo apelando a paulatinas reformas corporativis­ taso En dichas sociedades el movimiento obrero no forzó una ruptura de las instituciones políticas o de la estabilidad y no consiguiÓ mayores con­ cesiones institucionales. En Suramérica, Chile fue la principal excepción a esta norma antes de 1930 . Sin embargo, con el comienzo de la Gran Depresión surgieron por vez primera indicios de la excepcionalidad histórica de Argentina y, en el curso del siguiente medio siglo, un patrón de eventos históricos dejó al país al margen de las corrientes dominantes del sistema capitalista mun­ dial. La excepcional historia argentina a partir de 1930 está cargada de ironía y culmina en una tragedia. El movimiento obrero desempeña el papel principal. EL CURSO ANOMAW DE LA HISTORIA ARGENTINA

A partir de 1930, la evolución política de Argentina no guardó relación con las tendencias básicas del sistema capitalista mundial. En los años treintas, los gobiernos capitalistas en todo el orbe se vieron obligados a abandonar formalmente los principios del Iaissez faire de la economía política liberal y a otorgar concesiones a la clase obrera (75). En América Latina llegaron al poder nuevas coaliciones po1íticas que representaban

74. Hobart. Spalding ha demostrado las similitudes generales entre el desarrollo del movimiento obrero en Europa, Estados Unidos y América Latina en el siglo XX. El ténnino "heroico" es suyo. A pesar de las diferencias fundamentales en la estructura y la funci6n econ6micas en el sistema capitalista mundial, Estados Unidos y Argentina compartlan dos importantes caracte­ rIsticas en el periodo de expansión capitalista anterior a 1930: un dramático desarrollo econ6­ mico y social y una gran inmigraci6n extranjera a la fuerza de trabajo. Ambas caracteristicas minaron el desarrollo de la conciencia de la clase obrera y su organización sindical efectiva. 75. Tal como se anotó en el primer capitulo, Karl Polanyi fue el primero en recónocer el alcance y en desarrollar las implicaciones culturales de este cambio crucial. Véase Tbe Great Traasfor· matioD, Nueva York, 1944.

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LOS TRABAJADORES EN LA HISTORIA

grupos e intereses sociales más amplios que los representados por la re­ ducida élite exportadora e importadora, predominante en la política an­ tes de 1930. Los nuevos regimenes se deshicieron gradualmente de los principios del libre comercio y la ventaja comparativa. Progresivamente trataron de solucionar la crisis domésticá en lo económico y. social me­ diante programas de bienestar social e intervención estatal en la econo­ mía a fin de promover el desarrollo iñdustrial. Aunque en la práctica los gobiernos argentinos de los años treintas no fueron inmu?es a nin~n!l de estas tendencias, particularmente en la esfera econóIIl1ca, sus polítI­ cas formales, en especial con relación a las cuestiones políticas y sOCIa­ les, marcharon decididamente en contra de la corriente histórica de Oc_o cWe~. • La crisis económica mundial y la naturaleza de las políticas del go­ bierno argentino a partir de 1930 desataron la segunda gran moviliza­ ción obrera e influenciaron considerablemente su dirección ideológica y política en los años cuarentas. La forma que asumió la integración del movimiento obrero a la vida nacional bajo Perón, precisamente en la segunda posguerra, aseguró, a su vez, que Argentina participaría solo de manera marginal en la gran expansión del capitalismo mundial en los decenios posteriores a la Segunda Guerra Mundial. El sindicalismo pe­ ronista obstruyó el proyecto capitalista de la posguerra impulsado por la clase dominante de Argentina y sus aliados foráneos. Pero, al mismo tiempo, frustró el potencial socialista de la clase obrera: ~l resultado, dolorosamente evidente en los años sesentas, fue un VICIOSO estanca­ miento presidido por la fuerza militar. La comprensión del último medio siglo de la historia argentina debe empezar con el golpe civico-militar de septiembre de 1930, el cual depu­ so al gobierno radical yen breve devolvió el poder político, por primera vez desde 1916, directamente a aquellos que controlaban la economía exportadora. En aspectos muy importantes tales acontecimientos hicie­ ron retroceder el reloj de la evolución política y social del país. Con el propósito de mantenerse en el poder, en los años treintas, los regimenes conservadores se vieron forzados a recurrir al fraude electoral en gran escala. Durante casi veinte años, antes de 1930, miembros de la clase media urbana utilizaron el poder electoral del Partido Radical en un Es­ tado democrático para influir sobre algunas áreas de la política pública. Más aún usaron el voto con el objeto de ganar acceso a puestos guber­ namentaies, en una burocracia que el partido se esforzaba por ampliar constantemente. A partir de 1930 este acceso a la política fue cortado de raíz. También fue negado a la clase obrera urbana, que comprendia por esa época cientos de miles de ciudadanos argentinos y votantes. Más significativo para los obreros fue, no obstante, el impacto de las políticas sociales del régimen, en una era de crisis económica. Muchos trabajado­ res, que en los años veintes hablan aprendido a contentarse con mayores

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salarios reales y con las ' Ha" en una economia cal tales arreglos. Pero en la gimenes conservadores e cionadas en años anteriOI mente contra los militant4 Los reaccionarios prO( argentinos en los años tn rado intento de los intere los acuerdos económicos i tacular desarrollo económ Depresión. La piedra an~ man de 1933, buscaba COI na argentina haciendo ex! glés. Las manufacturas y 1 so preferencial al mercad les otorgaron garantías y compromiso formal con la desvirtuado por otro tipo proteger y promover interl mundo en crisis. Políticas valuación de la moneda, el y la extensión de crédito constituian respuestas prá vir a los intereses de la él transformar la estructura ( so de industrialización POI cimiento de la industria ar¡ cuarentas condujo a una ro tó la importancia y la inflm les y extranjeros (76).

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salarios reales y con las ventajas del sindicalismo de "pan y mantequi­ lla" en una economia capitalista en expánsión, ahora veian amenazados tales arreglos. Pero en la medida en que crecia la incoformidad, los re­ gímenes conservadores desempolvaron las medidas represivas perfec­ cionadas en años anteriores y empezaron de nuevo a aplicarlas vigorosa­ mente contra los militantes obreros. Los reaccionarios procedimientos politicos y sociales de los gobiernos argentinos en los años treintas se vieron complementados con un desca­ rado intento de los intereses exportadores e importadores por mantener los acuerdos económicos internacionales que habian impulsadoel~espec­ tacular desarrollo económico de Argentina en las décadas anteriores a la Depresión. La piedra angular de tales esfuerzos, el Pacto Roca-Runci­ roan de 1933, buscaba conservar el mercado británico para la carne vacu­ na argentina haciendo extravagantes concesiones oficiales al capital in­ glés. Las manufacturas y los combustibles británicos recibieron un acce­ so preferencial al mercado argentino, y a los inversionistas ingleses se les otorgaron garantías y oportunidades· especiales. En realidad, este compromiso formal con la antigua división internacional del trabajo fue desvirtuado por otro tipo de pol1tic~s gubernamentales que buscaban proteger y promover ..intereses económicos argentinos más amplios en un mundo en crisis. Pol1ticas tales como .e,l abandono del patrón oro, la de­ valuación de la moneda, el establecimiento de tasas de cambio múltiples y la extensión de crédito para la diversificación agrícola e industrial constituían respuestas prácticas a la depresión mundial tendientes a ser­ vir a los intereses de la élite pampeana. Pero también contribuyeron a transformar la estructura de la economia argentina al promover el proce­ so de industrialización por sustitución de importaciones. El notable cre­ cimiento de la industria argentina en los años treintas y comienzos de los cuarentas condujo a una migración rural-urbana en gran escala y aumen­ tó la importancia y la influencia de los intereses manufactureros naciona­ les y extranjeros (76).

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76, El Roca-Runciman es analizado dentro del amplio contexto del comercio británico-argentino

en Jorge G. Fodor y Arturo A. O'Connell en "La ~entina y la economla atlántica en la pri­ mera mitad del siglo XX". en Desarrollo Económico, 13:49, abril-junio 1973, pp. 3-66. En un ensayo estimulante, "Crecimiento industrial y alianza de clll8es en la Argentina, 1930-1940". Miguel Murmis y Juan Carlos Portantiero sostienen que una vez que el Roca-Runciman hubo dado protección a los intereses básicos de los ganaderos más poderosos en el seno de la clase latifundista, dichos productores utilizaron el control del Estado para promover una moc!esta política de industrialización. La industria ayudarla a levantar el sector exportador deprimido y contribuiría a la salud general y al buen funcionamiento de todil la economla nacional durante la crisis mundial. La principal oposición a estas iniciativas surgió inicialmente entre los lati­ fundistas y los productores de ganado provinciales, cuyos intereses no estaban protegidos por las concesiones hechas a los británicos para proteger el mercado de carne fria. Dicho ensayo aparece en sus Estudios sobre los orígenes del peronismo, Buenos Aires, 1971, pp. 3-55. He aquí una importante pista que conduce a los orígenes sociales y económicos de la crítica nacio­ nalista del liberalismo cosmopolita hecha por los conservadores disidentes (entre ellos, los

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Sin embargo; tan importantes cambios econbmicos y sociales no se vieron reflejados en reformas politicas e institucionales complementa­ rias. A este respecto, las politicas gubernamentales argentinas de los años treintas se convirtieron en una anomalia en el mundo occidental. En otros países, los regimenes politicostuvieron que capear la frustra­ cibn popular con soluciones de origen estatal para la crisis social y politi­ ca del orden capitalista. Dichas soluciones, nominalmente liberales, como en Estados Unidos, o formalmente corporativistas, como en los regimenes fascistas de Europa, entrañaban concesiones reales a los tra­ bajadores organizados, y encontraron eco en los principales países lati­ noamericanos, excepto en Argentina. Allila clase dominante recurrib cada vez más a la accibn del Estado para promover sus propios intereses econbmicos. Por ejemplo, creb juntas reguladoras con el objeto de limi­ tar la produccibn de bienes rurales y elevar el precio doméstico de la car­ ne, los cereales, el azúcar y el vino. Mas en todo momento se abstuvo de hacer mayores concesiones ideolbgicas, politicas o sociales a las fuerzas populares a lo largo de la crisis mundial. Esa actitud no era clnica ni recalcitrante. Por el contrario,reflejaba la indiscutida hegemonía ideolbgica y politica de una clase que habia presi­ dido el fenomenal desarrollo de la economía periférica de Argentina an­ tes de 1930. Tal hegemonía permanecib intacta durante los años treintas debido a la dependencia ideológica y a la desbandada institucional de las fuerzas populares al inicio de la crisis, reforzada por la continuada viabilidad y adaptabilidad de la economía exportadora argentina durante la Depresibn. Una medida de la debilidad ideolbgica e institucional de las fuerzas populares argentinas antes de 1930 es la suerte del Partido Radical, tes­ tamento del precoz desarrollo del país. Su ascenso al poder, en 1916, separb a Argentina de las demás naciones latinoamericanas. Su compo­ sicibn social, basada en la clase media, atestigua la creciente diferencia­ cibn de la sociedad urbana argentina, fomentada por la expansibn de la economía exportadora. Su ideología y sus politicas defend1an formas po­ liticas democrático-liberales, pero revelaban una estudiada renuencia a desafiar los valores e intereses fundamentales de la clase dominante. A partir de 1916 el Partido Radical actub principalmente como ve­ biculo de acceso de los profesionales urbanos y los empleados a una bu­ rocracia estatal en expansibn. Financiado primordialmente con impues­ proUficos hermanos lrazusta) y demócratas progresistas (cuyo vocero era Lisandro de la To­ rre). El nacionalismo económico de derecha de los conaervadores, que halló su inspiración en el pensamiento corporativista católico, es desarrollado de manera convincente en la influyente obra de Julio y Rodolfo lrazusta, La Argentina '1 el imperiaUsmo británico, Buenos Aires, 1934. La valiente cruzada parlamentaria de De la Torre contra lo que él veÚl como la alianza impÚl tras la organización del mercado de la carne está resumida en su libro Las carnes argen­ tinas '1 el monopoHo eItrujero, Buenos Aires, 1947.

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tos indirectos que gravaban fuertemente el consumo de la clase obrera, el crecimiento de la burocracia fue tolerado por la clase dominante a lo largo del prolongado periodo de prosperidad económica anterior a 1930. Muchas funciones de la burocracia civil y militar, sobre todo su papel en la socialización de la juventud y la represión del descontento, servían directamente a los intereses del capital. Mientras las iniciativas radica­ les no amenazaran los intereses básicos de los terratenientes (las espas­ módicas alusiones a la reforma agraria no lo hacían), o afectaran las pre­ rrogativas de los inversionistas extranjeros (solo en el campo de la politi­ ca petrolera, en especial en las postrimerías de los años veintes, ello pareció posible); mientras el gobierno radical conservara el orden públi­ co y mantuviera a raya a los obreros organizados, tarea que aprendió muy eficazmente en los años posteriores a la Primera Guerra Mundial, era tolerado por la clase dominante. En efecto, el hecho de que goberna­ ra un partido "reformista", "popular" y "democrático", ayudaba a le­ gitimar el sistema político y los arreglos sociales del capitalismo que aquél dirigia. Y la separación relativa de la élite económica de las dispu­ tas y la corrupción de la política cotidiana contribuía a preservar su pres­ tigio ideolÓg¡co y social. Empero, con el advenimiento de la crisis mundial en 1929, las necesi­ dades de los terratenientes cambiaron y el gobierno radical se convirtió en blanco de la frustración social general provocada por la Depresión. Resulta significativo que dicha frustración atacara la ineficacia política del gobierno radical; no implicó una revaluación critica de los principios económicos liberales que con tanta fortuna habian promovido el desarro­ llo de Argentina antes de 1930 bajo gobiernos tanto conservadores como radicales. La crisis exigia una acción concertada para enfrentar la caida de los ingresos del gobierno y de las exportaciones. El gobierno radical reaccionó con su acostumbrada falta de claridad ideológica, confusión política e inercia burocrática. Y a medida que aumentaba la oposición pública al gobierno, las limitaciones presupuestarias socavaban la base clientelista del partido, fuente de su apoyo tradicional (77) .

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77. Estas consideraciones ayudan a explicar la controversia sobre el supuesto personalismo y la senilidad del presidente radical Hipólito Yrigoyen. La mejor introducción al golpe en si es el número especial de la Revista de HiBtoriadedicado a éste, 8, 1958. Particularmente valiosos son los articulos de Roberto Etchepareborda, "Aspectos pollticos de la crisis de 1980", pp. 7­ 40, Y de Ricardo Ortiz, "El aspecto económico-social de la crisis de 1980", pp. 41-72. Peter Smith descarta el impacto económico y fiscal de la Depresión a favor de una explicación poli­ tica en ArgentiDa and the Fallure 01 Democracy, Madison, 1947. Sin embargo, la crisÍs eco­ nómíca y fiscal fue signíficativa y la oposición de la Sociedad Rural al gobierno radical fue importante. El valor de las exportaciones argentinas cayó de 953.748.939 pesos oro en 1929 a 614.104.180 en 1980; las importaciones disminuyeron de 861.997.355 pesos oro a 739.182.744 en el mismo periodo ¡Gran Bretaña, Departament of Overaeas Trade, Economic Conditions iD ihe Argentine Republic, 1931, Londres, 1932, Apéndice V, p.l40). Mientras que los gastos federales aumentaron en 22% entre 1928 y 1980, los ingresos gubernamentales declinaron en 10% en el mismo periodo; el resultado fue un creciente déficit presupuestal: 214.9 millones de

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Entonces, a diferencia de lo sucedido en la mayorla de los paises lati­ noamericanos, en Argentina la crisis mundial debilitó y desacreditó a un partido supuestamente reformista de clase media y no a los tradicionales vehlculos conservadores de una clase dominante que controlaba la ec~ nomía exportadora. La hegemOIúa cultural y política de la clase domi­ nante argentina sobrevivió intacta al golpe inicial de la Depresión. El Partido Radical fue desacreditado y obligado a cargar con la culpa de la crisis internacional. Cuando los radicales caYeron del poder la clase d~ minante no tuvo que afrontar mayores obstáculos en su camino para re­ cuperar el manejo político directo de la sociedad argentina. Ningún elemento del movimiento obrero estaba en capacidad de ofrecer una resistencia efectiva a las políticas antidemocráticas y a las medidas económicas liberales de la élite argentina durante los años treintas. El Partido Socialista, al igual que los radicales, protestaron con­ tra la represión política y las medidas sociales de los gobiernos conserva­ dores. Sin embargo, ambos partidos eran prisioneros ideológicos de los principios cosmopolitas del liberalismo económico, que seguian siendo eficientemente utilizados durante los años treintas para justificar las p~ líticas de los gobiernos conservadores. Los principios liberales -la creencia en la ventaja comparativa de Argentina y en su potencial ec~ nómico ilimitado en una división c~pitalista mundial del trabajo, asi~ como la fe en los beneficios que para la nación representaba el flujo inin­ terrumpido de capital, de fuerza de trabajo y de tecnologia extranjeros­ coincidian plenamente con los intereses de clase de los terratenientes argentinos y sus aliados foráneos. Pero el crecimiento de la economía exportadora de carne y cereales había promovido asimismo el rápido desarrollo económico de la sociedad argentina y mejorado gradualmente las condiciones materiales de la mayorla de sus miembros. Era tan am­ plio y profundo el consenso en tomo a los principios económicos libera­ les, que ningún sector social fue capaz de desafiar los fundamentos ide~ lógicos de los gobiernos reaccionarios a comienzos de la década de 1930. y en tanto la validez de la teorla económica liberal siguió siendo incon­ pesos en 1929 y 357.0 en 1930 (República Argentina, Dirección General de FinaDzas, El ajuste de losresuHados fiIlanclerosde losejereiclos de 1928 a 1936, Buenos Aires, 1937, p. 351. Enla apertura de la exposición ganadera anual de la Sociedad Rural, el 31 de agosto de 1930, el ministro radical de Agricultura fue saludado con sUbidos y rechiflas y no pudo terminar SIl dis­ curso. Una de las razones de esta hostilidad era la resistencia del gobierno radical a nombrar embajador en Estados Unidos, en momentos en que los intereses ganaderos tenían grandes esperanzas en desarrollar el mercado estadounidenae para la came argentina. Estos asuntos pol1ticos y económicos generales existian por encima del papel más concreto, mas aún borro- . so, que desempeñaron en el golpe los intereses petroleros norteamericanos y sus aliados entre los conspiradores argentinos. Un agudo análisis reciente, apoyado en nuevas investigaciones sobre este problema es Carlos A. Mayo, Osvaldo Andino y Fernando Garcia Mollna, Diploma­ cia política y petróleo en Argentina, Buenos Aires, 1976. Véase también Carl Solberg, Petró­ leo y DaCionatismo en la ArgendDa, Buenos Aires, 1982.

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y, sin embargo, necesitaban de él para superar las potentes fuerzas libe­

rales que cerraban filas en contra de su proyecto nacionalista y corporati­ vista. De tiempo en tiempo los obreros forzaron a los tímidos y ambiva­ lentes lideres peronistas a otorgarles concesiones organizativas y mate­ riales, mucho más grandes de lo que el peronismo juzgaba conveniente. Que los peronistas entregaran tanto, sin mayor perjuicio para ellos, obe­ deció más al poder de la economía nacional en las postrimerías de la guerra mundial y a la bancarrota del liberalismo argentino en los años cuarentas que a un decidido compromiso con la justicia social o a la via­ bilidad inherente de la economía politica corporativista (81). Con toda la libertad que estas coyunturales condiciones económicas e ideológicas les daban, los dirigentes peronistas a menudo tuvieron que ser presionados fuertemente para que otorgaran concesiones institucionales y materiales al movimiento obrero. Hubieron de ser forzados a practicar la filosofía social que decían profesar y a tomar el poder que decían ambicionar pero que casi siempre ejercieron con timidez. Los trabajadores fueron el agente que llevó a los peronistas a asumir tales posiciones. El ascenso y consolidación del perorusmo se explica de manerasim­ plista en buena parte de la historiografía argentina como la obra de un gran hombre, concebido por los peronistas como un nacionalista ilumi­ nado y por la oposición como un inescrupuloso politico oportunista (82). También se explica como consecuencia de la tradicional cultura politica de los inmigrantes de origen rural, convertidos en obreros industriales, que se congregaron bajo la bandera peronista (83). Pero ninguna de es­ 81. Tales asuntos se discuten de manera sistemática en la sección final de este ensayo. 82. Por ejemplo,la interpretación peronista está ilustrada en las siguientes obras tempranas: Par­ tido Peronista, El movimiento perODista. Buenos Aires, 1964, y Enrique Pavón Pereyra. Pe­ rón, preparación de una vida para el mando, 9a. OO., Buenos Aires, 1963. Los lectores ingleses fueron abrumados con una serie de interpretaciones antiperonistas a comienzos de los aflos cincuentas; entre las más influyentes figuran Robert J. Alexander, Tbe Peronlst Era, Nueva York, 1961, y George I. Blankston, Perón's Argentina, Chicago, 1953. 83. Esta visión es desarrollada ampliamente en la obra de los investigadores liberales. Un plan­ teamiento maduro por su más influyente y recursivo exponente es Gino Germani, "El surgi­ miento del peronismo: El rol de los obreros y de los migrantes internos", en Desarrolló Econó­ mico, 13:51, oct.-dic. 1973, pp. 435-489. El impresionante estudio histórico de Samuel Baily, Labor, Nationalism, and PoUtics, tiene la misma suposición cultural. Estudios revisionistas recientes han desafiado efectivamente la insistencia de Germani en la importancia de los mi­ grantes internos en el ascenso del peronismo, pero han dejado sus suposiciones culturales en lo fundamental intactas. Estos estudios han mostrado que tanto los obreros organizados como los no organizados se convú:1;ieron en decididos partidarios del peronismo y que las primeras victorias electorales de éste en realidad dependieron más de los votos de los distritos obreros establecidos que de los recién formados. La reseiia más sistemática de esta literatura es Mat­ sushita, Movimiento obrero... El último estudio, como el de Tamarin, está enfocado hacia la polltica de los sindicatos ferroviarios y de la COT y demuestra que hacia finales de los ai\os treintas los más prestigiosos lideres sindicales hablan adoptado una actitud económica y poli­ tica más nacionalista que la de sus predecesores e ido más allá del énfasj,s sindicalista en el predominio de las soluciones económicas sobre las politices para los problemas de la clase obrera. Una transformación similar de las politicas de los dirigentes de varias organizaciones

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tas explicaciones puede esclarecer a cabalidad la dinámica de los aconte­ cimientos. Los obreros argentinos y no un gran hombre fueron quienes hicieron la historia de aquellos años cruciales. Lo hicieron como seres humanos realistas y racionales que trataban de solucionar los viejos pro­ blemas organizativos, culturales y materiales que afrontaban como cla· se. No es necesario asumir los valores culturales premodernos de los inmigrantes rurales para explicar la "peronización" de los trabajadores argentinos. La gran debilidad·cultural del movimiento obrero no radica.. ba en supuestos defectos culturales de los inmigrantes llegados del cam­ po, sino, paradójicamente,en los modernos valores capitalistas y libera­ les inculcados a los obreros, tanto rurales como urbanos, desde cuando fueron destruidas, a comienzos del siglo XX, la autonomia cultural y la fuerza organizativa del movimiento obrero. La historia del ascenso y con­ solidación del peronismo se concibe mejor como la lucha de los obreros por reconquistar la autonomía y la fuerza perdidas. Ningún grupo ilustra mejor todo el proceso que los trabajadores de la carne, ni contribuye tan· to a su resolución. En vísperas del golpe mílitar de junio de 1943, luego de más de un cuarto de siglo de fracasos colectivos, los obreros de la carne parecían estar a punto de lograr un avance organizativo espectacular. Parecían estar a punto de consolidar, bajo la dirección del Partido Comunista, poderosos sindicatos en la industria. Antes de 1930, el Partido Comunis­ ta había sido una fuerza menor en el seno del movimiento obrero argen­ tino y un organizador poco atractivo para los trabajadores de la carne. Creado en 1919 a raíz de un desgajamiento minoritario del Partido Socia­ lista, el partido se unió a la Tercera Internacional y luchó infructuosa­ mente durante los años veintes contra las facciones más numerosas de socialistas, sindicalistas y anarquistas por el control del quebrantado movimíento obrero argentino. Sin embargo, en 1932 la Federación Obre­ ra de la Industria de la Carne, FOIC, orientada por los comunistas, orga­ nizó y dirigió la huelga más importante que se lanzó en las plantas em.pa· cadoras desde el fracaso de 1917·18. Dicha huelga cerró la más grande y moderna planta empacadora de carne del mundo, el Frigorífico Anglo, que los británicos habian construido en Avellaneda en 1927. A pesar de que se extendió brevemente a las otras plantas de Avellaneda y algunos obreros pararon en Berisso, la huelga se vino abajo en menos de quince días. El paro de 1932 puso al descubierto una vez más la magnitud de los problemas organizativos que enfrentaban los sindicalistas en la industria obreras se demuestra en Joel Horowitz, "Adaptation and Change in the Argentine Labor Movement, 1930-1943: A Study of Five Unions", disertación para Ph.D., University ofCali· fornia, Berkeley, 1979. Dicha transformación, parte de un proceso histórico mAs amplio anali­ zado en este ensayo, hizo más fácil que los obreros organizados aceptaran las iniciativas de los peronistas .

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de los frigoríficos. Las e huelga eran básicamente. tegro de los trabajadores cimiento del sindicato; m rios no calificados; y paga llamados a presentarse 8 mismos obstáculos estruC1 su organización: los esqui guistas; la·policia rompió ciones callejeras, cerró a arrestó a cientos de m.ilita se derrumbó muy pronto. por" perfeccionar" la or81 ras hacian ~specialmente de destruir la agremiación malmente introducidos en centaje de mujeres en la f¡ años censales de 1914 y 1! dos nuevas exigencias que sición de la FOIC durante . igual y eliminación delsis1 bajo a destajo y primas COl ritmo de trabajo (84). A partir de 1935 los co moderada en sus esfuerz( tiempo que la FOIC difUl entre los obreros en asade queñas mejoras en las COl campaña nacional, basada vencer a la opinión pública la dirección de· la CGT de obreros en los frigoríficos. mente a la moderada direc zara prioritariamente a los dio el paso sin precedente! lucha por poner fm a los al 84. Las demandas están reprodueKl tancia de los obreros extranjelO4 esfuerzos por conseguir apoyo magnitud de la represión policú Aires, La Nación, mayo 24 de U el recuento de Peter en CróDicít¡ rificos incluidos en el censo mdt: tlÍAos menores de 18 años. CeJU

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de los frigoríficos. Las exigencias expresadas en las peticiones ·de la huelga eran básicamente las mismas de la gran huelga de 1917-18: rein­ tegro de los trabajadores despedidos por actividades sindicales; recono­ cimiento del sindicato; mejores salarios, especialmente para .los opera­ rios no calificados; y paga de medio dia garantizada para quienes fueran llamados a presentarse al trabajo. Los huelguistas fracasaron por los mismos obstáculos estructurales que quince años antes habían obstruido su organización: los esquiroles ocuparon pronto los puestos de los huel­ guistas; la policía rompió los piquetes, dispersó reuniones y manifesta­ ciones callejeras, cerró a la fuerza las oficinas centrales de la FOIC y arrestó a cientos de militantes sindicales. El respaldo de la clase obrera se derrumbó muy pr.anto. Los continuados esfuerzos de los empresarios por' 'perfeccionar" la organización del trabajo en las plantas empacado­ ras hacían 'especialmente vulnerables a los obreros frente a todo intento de destruir la agremiación sindical. Los principios tayloristas fueron for­ malmente introducidos en las plantas a fines de los años veintes y el por­ centaje de mujeres en la fuerza laboral creció sustancialmente entre los años censales de 1914 y 1935. Tales cambios desembocaron en 1932 en dos nuevas exigencias que se convertirían en la piedra angular de la po­ sición de la FOIC durante el resto del decenio: salario igual para trabajo igual y eliminación del sistema !' estándar" que utilizaba cuotas de tra­ bajo a destajo y primas con el fin de incrementar en forma constante el ritmo de trabajo (84). A partir de 1935 los comunistas adoptaron una posición táctica más moderada en sus esfuerzos por organizar las plantas empacadoras. A tiempo que la FOIC difundia pacientemente su mensaje organizativo entre los obreros en asados y picnics, buscaba y a veces conseguía pe­ queñas mejoras en las condiciones de trabajo. Además, orquestó una campaña nacional, basada en moderadas demandas legalistas,· para con­ vencer a la opinión pública argentina, a los funcionarios del gobierno y a la dirección de la CGT de la necesidad de mejorar la situación de los obreros en los frigOríficos. En 1939 la F,OIC logró comprometer formal­ mente a la moderada dirección socialista de·la CGT para que·se organi­ zara prioritariamen,te a los obreros de la carne. Ese mismo año, la FOIC dio el paso sin precedentes de solicitar ayuda al gobierno nacional en la lucha por poner fin a los abusos contra los trabajadores en los frigorífi­

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84. Las demandas están reproducidas en La Van8Wll'fÜ" mayo 23 de 1932. La continuada il:npor­ tanda de los obreros extranjeros ("polacos y lituanos"), el papel central de las mujeres enlos esfuerzos por conseguir apoyo para la huelga, el fracaso de las huelgas de solidaridad y la magnitud de la represión policial se encuentran en el reportaje del principal diario de Buenos Aires, La Nación, mayo 24 de 1932, p. 5,Sobre el sistema "standa,rd" y la huelga en sl, véase el recuento de Peter en Crórdea.s proletaria&. .. , pp. 143-11. De los 23.200 obreros de los frigo.:. rlflCOS incluidos en el censo industrial dé 1935, 4.9'78, más de una quinta parte ,eran mujeres o niños menores de 18 años. CeIUlO indllltrlal de 1936, p. 58.

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coso Apoyada por la representacibn parlamentaria. del Partido Socialista y redactada por el secretario general de la FOJC, José Peter, la peticibn, llevada a la Cámara de Diputados en 1939, se proponía mostrar la situa­ cibn de los trabajadores de la carne como una desgracia nacional. Peter partía de la premisa de que "todo cuanto se refiere a la produccibn e industrializacibn de la carne ( ... ) se vincula con las cuestiones econbmi­ cas, sociales y políticas más profundas de la Argentina". La forma como las compañías empacadoras extranjeras se burlaban de la ley resultaba un caso ilustrativo. Sus tácticas antisindicales violaban la Constitucibn Nacional, cuyo Artículo 14 concedía a los argentinos la libertad de aso­ ciacibn. Sus prácticas laborales incumplían la legislacibn nacional que regulaba el trabajo de mujeres y de ~os (Ley 11, 317), estipulaba horas de ~rabajo y sa~rio por tiempo extra (Ley 11, 544) y establecia compen­ saclO~es ~or aCCidentes y enfermedades industriales (Ley 9, 688). Resul­ taba ubmco,anotaba Peter, que no obstante la considerable importancia de los obreros de la carne para la salud econbmica del país, éstos se en­ contrasen entre los asalariados peor pagados y menos saludables. Los frigorificos extranjeros también se negaban a acatar la legislacibn sobre indemnizacibn por despido, vacaciones anuales y licencia por enferme­ dad (Ley .11,729). Empero, aseveraba Peter, "quizás por sus caracteris­ ticas, ninguna otra industria obligue tanto, por su sistema de trabajo, al goce de vacaciones, y la licencia en caso de enfermedad". Por último Peter afirmaba que las mismas políticas contractuales que minaban lo~ intentos organizativos de los obreros de la carne lesionaban los intereses econbmicos de la nacibn en su conjunto. "Las empresas ocupan a obreros extranjeros especiahnente seleccionados entre aquellos que por su poco conocimiento del idioma y del pats aceptan más fácihnente con~ciones bochornosas p~a el trabajo. Con esto hacen aparecer al trabajador ex­ tranJe:o (... ) como un enemigo del trabajador nativo, ya que pareciera ser el causante de la disminución de los salarios y la desmejol'8 de las condiciones de trabajo. Asf es creada una odiosa y artificial división entre los 'criollos' y los 'gringos' que constitu­ ye un ele~~~ de p~rturbaci~. Per:o lo más grave es que para conseguir tan mezqui­ nos? perJudiCiales fmes, los frigorlflCOS han restado a nuestra agricultura centenares y md~ de braz?s aptos, ya que ca~i todos esos trabajadores extranjeros que ocupan, han Sido expenmentados campesmos en sus paises de origen" (85).

NO es sorprendente que la Cámara dominada por los conservadores la legislacibn socialista que tenía como propbsito tratar las mquletudes expresadas en las peticiones de los trabajadores de la carne.

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Sin embargo, las táCl adoptaron en su esfuerz· fines de los años treintas la organizacibn tan pron ces, al contrario de los a histbrico de los inmigran frigorificos indudableme sos del periodo ya no di nacionalidad, el virtual c na al comienzo de la de¡: cibn rural-urbana, había] nes nacionales y lingüist dores de la carne. Más durante la guerra y el SU] dejado de lado el mayor frigorificos: la existencia dos en las populosas pr(J ciencia popular· sobre la conservadoras de los afi amplias en respaldo a1a~ pitalistas foráneos que ce guerra también permitie: cuantiosas ganancias qUj los Aliados, se tornaran] da que· progresaba la c( entre los dirigentes sind: estadounidenSes: los dO! cibn ininterrumpida de 1 los Aliados. Durante 194 res de los operarios. de b presibn empresarial cont liados a las organizacion4 Todos estos factores 4 obreros de la carne y a fu ta importante y dio salídJi varios meses de negocia

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85. Cámara ~e Diputados, Diario de sesiones de 1939, Vol. 3, pp. 118-21. El proyecto presentado por l~s diputados socialistas para encarar las condiciones planteadas en la petición aparece en el IIUBmo volumen, pp. 49-53.

86. Más tarde Peter dijo mucho 11 de trabajo quincenales para e ranos que desempeiiaban trI las empresas. José Peter, H pp. 68-69. La diligencia de la sindicato en este periodo no' competencia con los 8indieatc

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Sin embargo, las tácticas moderadas y legalistas que los comunistas adoptaron en su esfuerzo por organizar la industria de los frigoríficos a fines de los años treintas les permiti6 aprovechar el nuevo ambiente para la organizaci6n tan pronto como empez6 la guerra mundial. Para enton­ ces, al contrario de los alegatos formales de Peter, el disociador asunto histórico de los inmigrantes extrarUeros dentro de la fuerza laboral de los frigoríficos indudablemente había perilido importancia. Aunque los cen­ sos del período ya no discriminan la fuerza de trabajo industrial según nacionalidad. el virtual cese de la inmigraci6n internacional a la Argenti­ na al comienzo de la depresi6n mundial y más de una década de migra­ ción rural-urbana, habían disminuido quizá la importancia de las divisio­ nes nacionales y lingüisticas, si no étnicas y culturales, entre los trabaja­ dores de la carne. Más aún, la gran demanda para las exportaciones durante la guerra y el surgimiento de nuevas industrias en el país habían dejado de lado el mayor obstáculo histórico para la' organizaci6nen los frigoríficos: la existencia de grandes cantidades de obreros desemplea­ dos en las populosas provincias del litoral. Por último, la creciente con­ ciencia popular sobre las implicaciones antinacionales de las políticas conservadoras de los años treintas habia' creado la base para alianzas amplias en respaldo a las luchas de los obreros de lacame contra los ca­ pitalistas foráneos que controlaban los frigoríficos. Las condiciones de la guerra también permitieron que los empresarios, ávidos de cosechar las cuantiosas ganancias que implicaba el cumplimiento de los contratos con los Aliados, se tornaran más conciliatorios con los trabajadores. A medi­ da que progresaba la contienda, se desarro1l6 una inc6moda sociedad entre los dirigentes sindicales comunistas y los capitalistas británicos y estadounidenses: los dos grupos estaban comprometidos en la produc­ ción ininterrumpida de un bien que era vital para el esfuerzo bélico de los Aliados. Durante 1941 y 1942, la FOIC logr6 remediar quejas meno­ res de los operarios de las plantas; asimismo, en tales años cedi6 la re­ presi6n empresarial contra las actividades sindicales y el número de afi­ liados a las organizaciones creci61entamente (86). Todos estos factores estucturales actuaron en favor de la lu.cha· de los obreros de la carne y a fines de 1942 la FOIC obtuvo su primeraconquis­ ta importante y dio salida a una de sus viejas reivindicaciones: Luego de varios meses de negociaciones, las compañías aceptaron acogerse a la

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86. Más tarde Peter dijo mucho más: que él sindicato consiguió una garantia efectiva de 60 horas de trabajo quincenales para cada obrero, aumentos salariales, leche gratis para aquellos ope­ rarios que desempei1aban trabajos insalubres y alguna ropa de protección suministrada por las empresas. José Peter, Historia y luebasde loe obrel'Oll de la came, Buenos Aires, 1947, pp. 68-69. La dirigencia de la FOIC sostendrla luego que la cooperación de la compaftia con el sindicato en este perlodo no fue lo suficiente como para mantener la lealtad de las bases en la competencia con los sindicatos pro-peroDistas.

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legislación nacional y otorgar vacaciones pagadas. El lo. de.enero de 1943 Peter se unió a millares de obreros, funcionarios empresariales y representantes del gobierno provincial de Buenos Aires en una gran ce­ lebración pública por este logro, acto que tuvo lugar en Avellaneda., cer­ ca del nuevo· frigorífico ., Anglo", en el Muelle Sur. Dicho evento coronó más de una década de lucha de la rOIC luego de la desastrosa huelga de 1932 y marcó el inicio de una nueva era. De un solo golpe el sindicato, cuyos afiliados, según estimativos de la misma rolC, apenas represen­ taban en 1942 el 20% de la fuerza de trabajo de los frigoríficos, demostró a la masa obrera su efectividad y consiguió el reconocimiento tácito de los funcionarios de las empresas y del gobierno (87). El prestigio y la fuerza crecientes de las organizaciones comunistas en la industria de la carne eran típicos de los avances marxistas en el movimiento obrero argentino a fines de los años treintas y comienzos de los cuarentas,.; A partir de 1935, las tácticas de frente popular del partido y el resurgimiento de la economia argentina se conjugaron para favore­ cer el éxito de las acciones sindicales dirigidas por los comunistas. En diciembre de ese año los comunistas organizaron y dirigieron una impor­ tante huelga en la industria de la construcción de Buenos Aires. Respal­ dada por un cese general de actividades que paralizó la ciudad durante dos días, en enero de 1936, la huelga triunfó. Esta victoria dio mucho prestigio a los comunistas entre los trabajadores e inició un proceso que, en pocos años, los convertiria en la fuerza más dinámica del movimiento obrero. Durante esta etapa, los cOlllunistas, al igual que .sus colegas de la CIO en Estados Unidos. adoptaron nna agresiva política de sindicalismo de industria, concentrando sus esfuerzos en los obreros de las ramas de alimentos, textiles y metalurgia. La federación que tratar,on de construir entre los obreros de los alimelltos ilustra el alcance de sus planes y de sus esfuerzos organizativos. La fe aspiraciones de las clases laboriosas como por arte de encantamien· to, ya que se pasó sin transición de la os.curidad a la luz, sin el menor sacrificio, sin haberles reclamado un esfuerzo extraordinario. Parece un milagro operado por la fe, y quizá no sea otra cosa".

Se les exhortó a tener fe en una trinidad compuesta por Perón, Mer­ cante (' 'el dilecto amigo de los trabajadores de la carne") y la ., excelen­ tísima señora doña Eva Perón, incansable defensora de los intereses gremiales". A mediados de 1952, cuando Eva Perón se encontraba al borde de la muerte, la primera plana del periódico de los trabajadores de la carne traía un dibujo que la mostraba en una pose que evocaba a la Virgen Maria. El titular, que tenía el propósito de servir a modo de epi­ tafio oficial, también resumia de manera clara el empuje de la politica laboral del peronismo: "Su infinita bondad, su amor por los humildes y su pasión por la causa de Perón hacen que su nombre sea venerado". En los años cincuentas la politica laboral del peronismo era una caricatura de lo que había sido. Había transformado los independientes y vigorosos sindicatos properonistas en pasivos instrumentos, obedientes a los dicta­ dos de Perón. Trató de sustituir el reformismo radical de un proletariado con conciencia de clase por la lealtad mística a la persona dellider (111) . 111. Las citas de este párrafo y del anterior provienen de El Trabajador de la Carne, marzo de 1950, pp. 2 Y5, septiembre de 1949, p. 9, marzo de 1950, p. 5, enero de 1951, pp. 6-7 Yenero­ junio de 1952, p. 1. A medida que disminuia la independencia del sindicato con relación al

Estado y la burocratización y centralización de la autoridad en su interior aumentaba. el pe­ riódico era publicado con menos frecuencia. A partir de 1946 Eva Perón desempefió un papel importante en la implementación de la polltica laboral del régimen. Dichas actividades com­ plementaban sus eficaces esfuerzos por organizar el ala femenina del partido peronista. Las

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A mediados del siglo, la politica laboral peronista, y de hecho todo el experimento peronista, estaba en pleno desbarajuste. El gobierno se hallaba en una posición en la que ya no podía apoyar o incluso mantener la continua expansión del nivel de beneficios materiales conquistado por los trabajadores en los años cuarentas. Los .salarios reales, en especial los de los obreros no calificados, que habían aumentado dramáticamente entre 1947 y 1948, empezaron a caer sistemáticamente a partir de enton­ ces. En 1955, al derrumbarse el gobierno, habían alcanzado aproximada­ mente los mismos niveles de 1943, cuando los militares tomaron el po­ der (112). En la raíz de estos hechol;l estaba el comienzo de una crisis económica estructural, precipitada en buena medida por las politicas económicas y sociales del gobierno mismo, de la cual el país no ha podi­ do salir aún 35 años después. La crisis económica llevó a los peronistas a abandonar la politica nacionalista, desarrollista y redistributiva que los había conducido al poder y que caracterizó sus primeros años de gobier­ no. Desde 1950 el régimen empezó a sustituir la retbrica por la realidad de sus politicas anteriores y a recurrir a la manipulación, la coerción y la venalidad para mantener en el poder un gobierno originalmente estable­ cido con el apoyo espontáneo y democráticQJie la mayoría del pueblo argentino. La desnaturalización del peronismo no fue, en esencia, el resultado de insolubles problemas económicos causados por las condiciones mun­ diales después de la guerra, como ciertos apologistas han dicho. Tampo­ co fue en lo fundamental, una consecuencia de los defectos personales de.un individuo, como muchos críticos liberales sostienen. Su fracaso era inherente a la econonúa politica corporativista puesta en práctica por el peronismo. Basada en los mitos duales de la armoIÚa de clases y la viabi­ lidad de un "tercer camino" entre los extremos del capitalismo y el so­ cialismo, la econonúa politica peronista se hundió en sus propias contra­ dicciones. contradicciones entre el pensamiento y las actividades de Eva Perón han sido reveladas en importantes estudios recientes: J. M. Taylor, Eva Perón, Mytlutof a Woman, Chieago, 1979, y Nicholas Fraser y Marysa Navarro, Eva Perón, Londres, 1980. Los beneficios concedidos a las mujeres por el gobierno peronista están destacados en Nancy Caro Hollander, "Si Evita viviera" • en Latín American Perspectives, 1:3, otofto de 1974, pp. 42-57. 112. Las cifras están adecuadamente resumidas en Spalding, Organized Labor... , Cuadros 17 y 18, pp. 169 Y 175. Por supuesto, dadas la expansión de los programas de bienestar social fue­ ra del trabajo y la mejorla en las condiciones laborales, en varios sentidos los obreros estaban aún mucho mejor al final del régimen de Perón que al comienzo. Los obreros perdieron pro­ porcionalmente mucho menos, después de 1948, que otros grupos sociales: su participación en el ingreso nacional aumentó en los años cincuentas.

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Los peronistas llegE núa argentina babia el Gobernaron, inicialmeI de la guerra y la pOSgl precios altos para las el la industria nacional de lumen de las exportaci( valor se duplicó con C:f1 producción industrial 9 primeros años en el poo restringidas, reservas I durante la guerra. Utili2 país, comprar los ferrO( blicos de propiedad en ayudar a financiar estos sufragar las amplias mel cieron el monopoliO' sobJ ción. La IAPI, la agencu polio, permitía al gobier ternacionales del mome to" pero mucho más baj beneficio, y emplear las miento de los crecientes nómico, los prograInaS s civil y militar (114). Al principio estas po] la viabilidad de la econo gobierno lograra sus mel bución de la riqueza en fl! de la clase dominante ni ~ redistribución de la tique industrias argentinas y Pl Todas estas politicas • les problemas de reajusl cambiante economía capi mente la capacidad de COI 113. Estas cifras son tomadas de Peronism", en Rack (ed.I, ) 221. 114. Para 1948 los oficiales del ej4 tamaño del ejército fue redu más que se doblaron entre 1! Marvin Goldwert, Democrae; 1972,pp.l02-103y83-84.

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Los peronistas llegaron al poder en un momento en el que la econo­ mia argentina había empezado a crecer a una tasa anual de casi 10 % . Gobernaron, inicialmente, durante un periodo en el cual las condiciones de la guerra y la posguerra en Europa y Estados Unidos determinaron precios altos para las exportaciones agropecuarias del país y protegieron la industria nacional de competidores foráneos. Entre 1945 y 1948 el vo­ lumen de las exportaciones permaneció más o menos constante pero su valor se duplicó con creces. Durante la misma etapa el volumen de la producción industrial se incrementó en una tercera parte (113). En sus primeros años en el poder, Perón pudo aprovechar las enormes, aunque restringidas, reservas en libras esterlinas reunidas en Gran Bretaña durante la guerra. Utilizó tales fondos para cancelar la deuda externa del país, comprar los ferrocarriles británicos y los principales servicios pú­ blicos de propiedad extranjera, y promover la industria nacional. Para ayudar a financiar estos proyectos de desarrollo y generar ingresos para sufragar las amplias medidas de bienestar social, los peronistas estable­ cieron el monopolio- sobre la venta de los principales bienes de exporta­ ción. La IAPI, la agencia estatal encargada de administrar dicho mono­ polio, permitía al gobierno vender estos productos a los altos precios in­ ternacionales del momento, pagarles a los productores un precio "jus­ to" pero mucho más bajo que de todas maneras les dejaba un pequeño beneficio, y emplear !as gigantescas ganancias del Estado en el cubri­ miento de los crecientes gastos gubernamentales para el desarrollo eco­ nómico, los programas sociales y la numerosa y bien pagada burocracia civil y militar (114). Al principio estas políticas económicas y fiscales parecían confirmar la viabilidad de la economía política peronista. Hicieron posible que el gobierno lograra sus metas nacionalistas e impulsara una gran redistri­ bución de la riqueza en favor de la clase obrera, sin amenazar la posición de la clase dominante ni el principio de la propiedad privada. A su vez, la redistribución de la riqueza estimuló la demanda interna para las nuevas industrias argentinas y para sus productás de origen rural. Todas estas políticas eran en parte una respuesta racional a los difíci­ les problemas de reajuste económico enfrentados por Argentina en la cambiante economía capitalista mundial. La guerra había afectado seria­ mente la capacidad de compra de Gran Bretaña, el más importante y tra­ 113. Estas cifras son tomadas de la p. 187 de la buena síntesis de David Rock, "The Survival of Perorusm", en Rock led.), Argentína ín ibe Twentieib CeDtury, Pittsburgh, 1976, pp. 179­ 221.

114. Para 1948 los oficiales del ejército flI'gentino eran los mejor pagados del mundo. Aunque el tamaño del ejército fue reducido bajo Perón, la policla fue expandida. Los gastos militares más que se doblaron entre 1941 y 1946 hasta representar el 44% de los gastos del gobierno.

Marvin Goldwert, Democracy, Militarism, andNationalismin Argentín,ll, 1930·1966, Austin, 1972, pp. 102-103 Y83-84.

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dicional cliente de Argentina. Al mismo tiempo, el país halló cada vez más dificil balancear su comercio con Estados Unidos, la nación líder en el sistema capitalista de la posguerra. Las exportaciones argentinas de grano competían en el mercado mundial con las de Estados Unidos, y los productores norteamericanos de carne cabildearon exitosamente contra las importaciones de la mayoria de los productos de carne argentina. Estas consideraciones contribuyen a explicar tanto las estrategias econó­ micas particulares del gobierno peronista -corno la decisión de utilizar libras esterlinas bloqueadas para cubrir el alto precio del viejo sistema ferroviario británico-, como la política general de favorecer la industria nacional frente al sector rural en el periodo de la posguerra (115). Muchos criticos han sostenido que la raiz del fracaso de las políticas peronistas reside en la decisión de gravar el sector rural para promover la industria en momentos en que los términos internacionales de inter­ cambio eran particularmente favorables para las exportaciones tradicio­ nales de Argentina (116). En consecuencia, el país perdió una magnífica. oportunidad de ampliar al máximo su ventaja comparativa en el comer­ cio mundial y modernizar la producción rural. Al contrario, se compro­ metió con un sector ineficiente de industria ligera que se limitó a rempla­ zar la tradicional dependencia de importaciones de manufacturas extran­ jeras por una nueva dependencia de importaciones de bienes de capital, materias primas industriales y combustibles. A medida que la exporta­ ción de bienes tradicionales disminuia en la posguerra, la econonúa ar­ gentina, incluida su industria, empezó a ser estrangulada por el consi­ guiente cuello de botella de las divisas. El estancamiento de la produc­ ción agraria e industrial, evidente a comienzos de los años cincuentas¡ fue el resultado. El anterior argumento tiene sentido desde el punto de vista teórico, pero, corno Jorge Fodor lo ha demostrado, puede exagerar la capaciqad real de Argentina para vender sus exportaciones tradicionales en el mundo de la posguerra, en el que sus clientes europeos no estaban en capacidad de pagar en monedas convertibles. En todo caso, el objetivo de las políticas económicas de Argentina no era muy distinto.del de las otras grandes naciones de América Latina después de la guerra. En to­

115. Jorge Fodor, "Peron's Policieefor AgricuJ:tural Exports, 1946-1948: Dogmatism or Common­ sense?", en Rock (ed.), Argentina iD the Twentieth Century, pp. 135-61, reúne una cantidad significativa de evidencia circunstancial (en oposición a la rigurosa información sobre la for­ mulación real de poUtica) para respaldar el argumento de que las iniciativas peronistas eran simples reacciones a las fuerzas económicas mundiales. 116. Buenos ejemplos son Eprime Eshag y Rosemary Thorp, "Economic and Social Consequen­ ces of Orthodol: Eoonomic Policies in Argentina in lbe Postwar Years", en BuIletia of the Oúord UDivemty IDatitute ofEeonomies lUId Stadstica, 17:1, febrero de 1965, pp. 3-44; Diaz Alejandro, &...,..... Y ColiD Lewis, "Anglo-Argentine Trade, 1945-1965", en Rock led.), Argentma iD the TweDtleth CeJdury, pp. 114-34.

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das partes, y con resuli biernos trataron de usaJ tar la industria porsusti Las desastrosas impl a corto y largo plazo, n( hubiera sido promovida los medios empleados , mundo capitalista liben peronistas, en particula] el potencial de desarrolle nativa viable a la econon De mayor importanc fue la manera como las I ma de la productividad r dieron más a intensificar a los productores rurales cional de granos en los al campo, empezando con. riamente el costo y la dis salario minimo para los t ción en sindicatos aproba dustria ligera orientada a rurales a las ciudades, m necesaria pJlra que Argen productividad rural regiSI landa y Australia despu~ la propiedad rural, y gr&1 polí ticas peronistas acaba listas pero no lograron pOI En consecuencia, los prod tensificar la producción J agricultura hacia la g&na( problemas laborales, les p do- mercadointerno de c IAPI sobre los productos d Las políticas peronistal rificos extranjeros, tradici1

117. En este sentido, el rechazo de dro de la economis politica per ca UÍla interpretación funciam« C?mo se ~a en este ensaye cia1es, politica8 e ideológicas • gentina.

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das partes, y con resultados inmediatos mucho menos costosos, los go-. biernos trataron de usar los recursos del Estado para proteger y fomen­ tar la industria por sustitución de importaciones. Las desastrosas implicaciones de las poiíticas económicas peronistas, a corto y largo plazo, no se debieron tanto al hecho de que la industria hubiera sido promovida a costa del sector exportador tradicional como a los medios empleados por losperonistas para alcanzar esta meta en el mundo capitalista liberal de la posguerra. La economia política de los peronistas, en particular sus política laborales, perjudicaron seriamente el potencial de desarrollo del país y, sin embargo, no lograron una alter­ nativa viable a la economía política liberal (117). De mayor importancia para el futuro desarrollo económico del país fue la manera como las políticas peronistas afectaron el antiguo proble­ ma de la productividad rural. En general, las iniciativas peronistas ten­ dieron más a intensificar que a aminorar dicho problema. La IAPI privó a los productores rurales de las grandes ganancias del mercado interna­ cional de granos en los años de la posguerra. Las políticas laborales en el campo, empezando con el "Estatuto del Peón", en 1944, afectaron se­ riamente el costo y la disciplina de la fuerza de trabajo al establecer un salario minimo para los trabajadores agrícolas y estimular su organiza­ ción en sindicatos aprobados por el gobierno. Los subsidios para la in­ dustria ligera orientada al consumo estimularon la migración de obreros rurales a las ciudades, mas no pudieron producir la maquinaria agrícola necesaria para que Argentina se pusiera al.día con los incrementos en la productividad rural registrados en Estados Unidos, Canadá, Nueva Ze­ landa y Australia después de la guerra. Aldejar intacta la estructura de la propiedad rural, y gravar el comercio antes que la tierra misma, las políticas peronistas acabaron con el incentivo de los productores capita­ listas pero no lograron poner en peligro la base de su podería económico. En consecuencia, los productores rurales se negaron a modernizar e in­ tensificar la producción y continuaron desviando la producción de la agricultura hacia la ganadería. Esto último les ayudaba a resolver sus problemas laborales, les permitía participar en el creciente -y subsidia­ do- mercado interno de carne y les facilitaba eludir el "impuesto" de la IAPI sobre los productos de exportación. Las políticas peronistas también perjudicaron seriamente a los frigo-. ríficos extranjeros, tradicionales e importantes generadores de las divi­

117. En este sentido, el rechazo de Fodor de la afortunada caracterización que hace Diaz Alejan­ dro de la economlá polltica peronista como "una respuesta retrasada a la Depresión", impll­ ca una interpretación fundamentalmente erronea de la historia argentina. Dicha respuesta, como se afirma en este ensayo, fue el resultado de la compleja interacción de comentes so­ cIáles, pollticas e ideológicas generadas por el éJito inicIál del desarrollo exportador de Ar­ gentina.

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sas vitales para la salud de la economía argentina. Para 19471a industria estaba en crisis y en los años cincuentas entró en una etapa de rápida decadencia. Las medidas del gobierno les crearon tres problemas a las empresas empacadoras. Primero, contribuyeron a elevar el precio del ganado de sacrificio. Segundo, impusieron restricciones en el sistema de cambios que interferían la remisión de utilidades y las trasferencias de capital. Y tercero, aumentaron considerablemente el costo de la nómina a tiempo que debilitaban la capacidad de las empresas para controlar la organización del trabajo y el tamaño de su fuerza laboral. El primer pro­ blema derivó de la creciente demanda interna y, a la vez, fue producto de la significativa redistribución del ingreso nacional hacia la clase obre­ ra a partir de 1945. El gobierno intentó proteger a los consumidores ur­ banos de la inflación resultante subsidiando las operaciones 'de los pro­ veedores domésticos de carne, quienes fueron estimulados entonces a pagar precios altos por el ganado de los productores rurales. En conse­ cuencia, los frigoríficos extranjeros tuvieron que cubrir precios elevados por un artículo cada vez más escaso. El hecho de que los argentinos empezaran a consumir parte de la carne que antes exportaban, contribu­ yó a la escasez de divisas. A fin de racionalizar el uso de las divisas dis­ ponibles y prohibir la exportación de los excesos de utilidades, el gobier­ no recurrió al control de cambios, que limitaba considerablemente la li­ bertad de las corporaciones multinacionales de la carne para trasferir capital entre sus subsidiarias y remitir utilidades. Finalmente, y aún más importante, la tolerancia y apoyo de los peronistas a los sindicatos de los obreros de la carne, así como los esfuerzos oficiales por impedir los despidos en una industria con problemas económicos, golpearon el corazón mismo de la empresa capitalista: la capacidad de contratar mano de obra en un mercado libre y en las· cantidades que juzgara necesarias. De igual modo, obstaculizaron seriamente la capacidad del capital para disciplinar la fuerza de trabajo. Enfreptada a este "clima para la inversión" decididamente desfavo­ rable y a la disminución de utilidades en sus plantas sindicalizadas, Swift International informó en 1947 que por primera vez desde el esta­ blecimiento de la compañia en la Bolsa de Nueva York, en 1918, habia suspendido el pago de dividendos. Mientras tanto, el valor promedio de sus acciones en la Bolsa de Nueva York cayó de US$30-US$35 en 1946 a menos de US$U a fines de 1948. De acuerdo con el presidente de la com­ pañía, los infortunios de Swift con las políticas económicas y laborales de Perón no solo habían creado" gran incertidumbre en la mente de nues­ tros accionistas, sino una desfavorable atmósfera general respecto a las inversiones de Estados Unidos en Argentina" . Swift International, seña­ ló, era la única corporación argentina cuyas acciones estaban inscritas y eran negociadas en las bolsas de Estados Unidos. Desde 1918 "inversio­ nistas, corredores, banqueros y asesores norteamericanos consideraban

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el mercado de nuestras a( flejaba las condiciones de nómicas con ese país" (11 do sus oficinas principalel pamas empacadoras extr. modernizar e invertír en volumen total de las expo tad (de 684.000 a 294.000 sacrificado, para consum{] menos igualo declinó apel co de ganado pasó de 69% a 87% en 1953 (119). Dura ciones de carne manejado temente y en la dééada s4 ron sus puertas para siem¡ La crisis de la industria ca general de la que formal nistas socavaron la lÓgica e nomía política alternativa. magnitud y las implicaciOJ fueron disimuladas por el d guerra, por las enormes gil nal a fines de los años cuan heredada por los peronista~ el alcance del fracaso del r. da y a crecientes limitaciO] todos los aspectos de su pl dirección de la ortodoxia ec cía aborrecer. Intentó atraE empréstito con los Estados 1 la Standard Oil, que anulab; tes, hacia un mayor control lado sus aspiraciones a una iniciativas hemisféricas de l! rios . reales, desde 1950 , la di tleron en las consignas de la a mimar a los latifundistas precios en un desesperado e,

118. ¡oseph O. Janson, presidente de de Asuntos de las Repúblicas 835.5043/12-1848. 119. Lewis, .. Anglo-Argentine Trade' estancamiento de la producción J Argentina a part.ir de 1950.

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el mercado de nuestras acciones como una especie de barómetro que re­ flejaba las condiciones de los negocios en Argentina y las relaciones eco­ nómicas con ese país" (118). Para 1949, Swift International habia retira­ do sus oficinas principales de Argentina y, l:¡lunque Swift y las otras com­ pañías empacadoras extranjeras continuaron operando alli, dejaron de modernizar e invertir en sus plantas argentinas. Entre 1948 y 1952, el volumen total de las exportaciones de carne disminuyó en más de la mi­ tad (de 684.000 a 294.000 toneladas), pese a que el volumen de ganado sacrificado, para consumo doméstico y exportaciones, permaneció más o menos igualo declinó apenas un poco. Entre tanto, el consumo domésti­ co de ganado pasó de 69% del total sacrificado en 1938 a 77% en 1949 y a87% en 1953 (119). Durante los años cincuentas el volumen de exporta­ ciones de carne manejado por los frigorificos extranjeros disminuyó fuer­ temente yen la dééada siguiente, una tras otra, dichas empresas cerra­ ron sus puertas para siempre. La crisis de la industria empacadora, lo mismo que la crisis económi· ca general de la que formaba parte, revela cómo las medidas de los pero­ rustas socavaron la lógica del mercado capitalista sin presentar una eco­ nonúa política alternativa capaz de promover el desarrollo del país. La magnitud y las 4nplicaciones de esta contradicción básica inicialmente fueron disimuladas por el dinamismo de la economia argentina en la pos­ guerra, por las enormes ganancias obtenidas en el comercio internacio­ nal a fines de los años cuarentas y por la bonanza de reservas extranjeras heredada por los peronistas. Sin embargo, en 1950 se puso de manifiesto el alcance del fracaso del régimen. Enfrentado a una economia estanca­ da y a crecientes limitaciones fiscales, el gobierno dio marcha atrás la empresa, The . algunos de sus 8dmiradores com nistraci(ln dé Frederick W. Taykl les. Hicks 6sQorA SU, fiJosofia en New York. UIÍ recuento acritico ( es Stuart Chase, ¡'A GeneraüoI1' y 30-32. Sin embargo, incluso Cl que fomentaron las relaciones h

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"Las cuadrillas de perforac,ión figuran entre los trabajadores más confiables del mundo. Ya que son por lo .neralindependientes y segurps de si mismos, estos hombres muestran un natural orgullo por el trabajo de mantener el taladro 'girando hacia la dereeha' . Cuando algo malo sucede, uno de estos duros se pone de inmedia· to a trabajar para arreglar el problema. Es a la vez plomero, electricista, mednico de motores y experto en reparar con alambre el equipo dañado. (...) Es de la admira­ ble Y tradicional opinión de que un hombre debe luchar por un trabajo, conservarlo con el sudor. de su frente y compartir la responsabilidad de hacer rentable ·el negocio de la perforación (37).

En Venezuela dichas actitudes se vetan reforzadas por lealtades étni­ cas y culturales, que tendian a separar a las cuadrillas de perforaci6n ca­ lificadas, compuestas por norteamericanos, de la mayoria de los obreros venezolanos no calificados, ya ligarlos, al contrario, con la administra­ ci6n. Lieuwen anota en su estudio que los obreros calificados extranjeros eran por lo general fieles a las compañias. No obstante, algunos de ellos, que tenían experiencia en las organizaciones sindicales de Estados Uni­ dos, suministraron apoyo material e invaluables conocimientos organiza­ tivos a los primeros organizadores sindicales de Venezuela (38). A medi­ da que aumentaba la proporción de venezolanos entre los obreros califi­ cados, dismin,uían las barreras que los alejaban de los no calificados. El decaimiento de la industria a comienzos de los años treintas provoc6 la repatriaci6n de los obreros extranjeros, los cuales nunca volvieron a monopolizar los trabajos calificados. La "venezuelanizaci6n" de la fuer­ za de trabajo de la industria, a fines de la década de los treintas y princi­ piOs de los cuarentas, fue ~n cierta medida el resultado de la producci6n en auge antes y durante la·guerra y de la demanda de obreros calificados extranjeros en otras latitudes. Pero como veremos, fue consecuencia principalmente de la presi6n polttica doméstica sobre las compañias. La importancia cada vez menor de los obreros foráneos en la industria pe­ pub1icación de¡~ empresa, The Lemp, febrero de 1945, pp. 1 Y 23. Hicks es considerado por algunos de SUfl admiradores como el hombre que complementó las teorlas cientificas de admi­ nistración de Frederick W. Taylor, estableciendo el arte de las model'D88 relaciones industria­ les. Hicks esQ0z6.su mosofla en un libro publicado en 1941, M1We in IDduatrial Relatioas, New York. Unrec:ueÍlto acritico de la historia de las relaciones laborales de la Jersey Standard es Stuart Chase, •'A Generation of IndUfltrial Peace" , en The Lemp, octubre de 1946, pp. 2-14 y 30-32. Sin embargo, incluso Chase reconoce lOs rasgos estructurales, anotados en el texto, que fomentaron las relaciones laborales relativamente tranquilas que se dieron en la indus­ tria. 37. Robert R, Wheeler y Maurine Whited. Oil - From Prospect lo Pipeline. Guidebook for 8tu­ den.... Mineral Owuers, IDvestors and Oil ComplUlf Pereo_el, Houston, 1958. Una afirma­ ción similar sobre las actitudes de las cuadrillas de perforación de Estados Unidos aparece en la publicación de Hagw, Oil Field Pradiee, ],921, p. 96. 38. Rodolfo Quintero, .quien ayudÓ a organizar uno de los primeros sindicatos de obreros petrole­ ros de Venezuela a comienzos de los aftos treintas, insistió en este punto en una entrevista conmigo en Caracas el6 y 7 de julio de 1979. Tennassee, Venezuela, 108 obreros petroleros, aporta evidencia adicional, pp. 134-35.

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LOS TRABAJADORES EN LA HISTORIA

trolera venezolana coincidió con la gran movilizacién y elCréCiente·jm.. pacto polftico de los obreros petroleros en el decenio posterior a 1935 (39). . . . La relación entre la "venezuelanización'" de la fUe~'de trabajocali­ ficada y el surgimiento del proletaria4o petrolero cOmO una poderosa

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fuerza por la democratización de la sociedad venezolana está muy bien expresada en una novela alegórica escrita por la figura literaria más pro­ minente de Venezuela, y su futuro presidente, Rómulo Gallegos. Sobre esta misma tierra, publicada en 1944, revela un profundo conocimiento de las fuerzas culturales y sociales. que actuabtul en el enclave petrolero. Asimismo, de manera misteriosa anticipa el futuro politico de su autor y del pals. En la novela, Gallegos pinta.un cua4ro ru;na.J:J1e de un excepcio­ nal perforador norteameriC8I;lo al que Dama HardJnan;,quien,.a diferen.. cia de sus colegas de Estados Unidos, habla· un buen español. Pronto· Hardman se enamora de la mestiza Remota Montiel, protagoIlÍ$ta de la novela. Remota, hija de una india guajira, habla sido abandonada de niña por su padre, un criollo, y educada por padres adoptivos alemanesi, Vivió la mayor parte de su juventud en Nueva York. Cuandoregresa.8.> Venezuela a reclamar la pequeña herencia que le dejara su lil>ertino,pro;. genitor, muestra una tozuda independencia de espiritu y un. creciente sentido de identificación con su pals. Remota se intriga por. Hardman, pero finalmente, aunque con cierta ambigüedad,rechaza sus pretensio­ nes. Sin embargo, antes de romper su relación con él, le acepta una invi.. tacióu para recorrer .los campos petroleros, "el pals .mio paséndoseuna bonita temporada en el pals de usted" , comodica Hardman".Hardmanle explica la tecnologia de la producción petrolera y le presenta aun.perfo­ rador venezolano que él ha entrenado. El perforador se encuentra ata­ reado con una herramienta pesada cuando la·pa.t;eja ha(:e·su aparición. "Era un hombre de edad cercana a los cuarenta", escribe Gallegos,

u..

39. C. C. McDermund, Who's Who in Venezuela, Maracaibo, 1932, p. 180; ~óqüe 8010 una quinta parte de los obreros calificados e:ttran,jerosen ]u nóminas deias.toi;npaiUas dé M.ara­ caibo en 1929 aún estaban en Venezuela en junio de 1932.. Las concepciones ~p~esariales en tomo de la necesidad de •'venezuelanizar" la fuerza de trabajo se diBCuténen Tti.eLamg.fe­ brerode 1945, pp. 16-22. Entre 1939 Y 1946, CreOle,la.filiá1 de la St8llc:wcfón de New .Térsey que se convirtió en el principal productor de crudo de Venezuela duran~la gUerFll, amplió rápidamente su fuerza laboral en dicho pa1s de 6.625 a 10.072 empleados, Los' obreros venezo­ lanos nuevos daban cuenta de la totalidad de tal aumento. Los' empleadoS' 'ripatriados" de la Creole, en su mayorla ciudadanos nortéamerieanos, disminuyeron de 691 en 1939 a 411 en 1943, para luego subir a 556 en 1945. Durante el mismo periOdo, el "penonallocal" de la compañia, venezolano en su casi totalidad, S8 incrementó de 6.934 a 1Ul6empleadóS. Estas estadísticas reflejan las divisiones raciales y culturalas ÚlstituciOnalir&dasen el seno de las corporaciones petroleras multinacionales. Los empleadóe "expatriados" mcluían' europeos blancos que ganaban el máximo; el •'personal local" comprendiapeque60s grupos de emplea­ dos de América Latina y el Caribe, junto con la mayoria venezolana. Char1eaSierling Popple, Standard on Company (New .TerlleYl in World War New York, 1952,p. 224. Esté libro fue encargado y publicado por la empresa.

n.

VENEZUELA

•'fuerte,recio, de ojos pard meza". El perforador se qt mano fuerte y callosa: ' ,VE Remota COD.oce al hombre, muerte casi segura al obliga por navegar en el Lago de M turna. Una vez que estuviel "No olvides nunca que a V cho". "Pero en realidad",~ que agradecerme", "Y más sea, no tiene sino que llamar Remota consolida una nueVE pares elementos indígenas , los ríos de la Cuenca de Mari por construir una sociedad n Contrata a Venancio Navas nal (40). Además de los obreros e¡ trolera de Venezuela requer pleados. En un comienzo, pI gemeros y técnicos, así como oficinistas, provelÚan del ext: los campos y las comparuas E taso Esto daba a los ciudadaD en la competencia por los em) ban tales empleos sufrlan la sentian el hecho de que sus e inferiores a los de sus colep por ejemplo, ganaban entre aproximadamente entre 65 ., ciente de 7.76, Los extranjer mes, o sea, el doble durante E entonces, que las primeras d ~ados exigiesen poner fin • igual por trabajo igual. . Los obreros petroleros m divisiones raciales y culturale dos y empleados extranjeros, lana, por el otro. Todos los musiús. El término, supuesta

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40. Las citas son de Sobre esta misma t 41. McDermund, Who's Who, p. 180.

l'f)RIA

VENEZUELA

e~im­

"fuerte, 'recio, de ojos pardos claros que miraban con lealtad y con fir­ meza". El perforador se quita su pesado guante y ofrece a Remota su mano fuerte y callosa: "VenancioNavas, para servirle". Resulta que Remota COBoce al hombre. Cuando era niña la habia salvado de una muerte casi segura al obligara su padre a abandonar un esfuerzo suicida por navegar en el Lago de Maracaibo durante una violenta tormenta noc­ turna. Una vez que estuvieron,,:&. salvo en Maracaibo,su padre le dijo: "No olvides nunca que a Venaneio Navas tienes que agradecerle mu­ cho". "Pero en realidad''., Venanciole dice ahora a Remota, "no tiene que agradecerme". s de producción y del proceso la acumulación de capital. En la \oy' coordinar la inteligencia y el lB mantuviera a raya a sus riva­ :naturales, económicas y políti~ Objetivo de adquirir y mantener ,.producción cafetera de lapri­ le capital ni el manejo de la tec­ ~mpensar el uso ineficiente y el fen las grandes haciendas cafe­ ~dn tierra sujetas a contratoS de ~jorar su posición a costa de los [O 'agricultor , lo mismo que el Ira incapaz de revolucionar los ~ dependía de la capacidad de la. La iroma social de ese estado ~xito de una familia socialmente lOBibilidad de perpetuar el éxito fe, la familia que era capaz de ¡ durante la vida de un jefe de

"Eran el trabajo y la labranza los factores que establecla el sentimiento de propie­ dad y era éste lo que tergiversaba la masculinidad errante de los primeros colonos y las ancestrales tendeneiasnómadas. que los impulsaron .··la conquista. La nueva generación se habia embrutecido con el predominio absoluto de los instintos elemen­ tales, se entregaba a reproducirse pasmosamente, como los mmnos árboles del bos­ que, dejaba languidecer la iniciativa. Los hombres se vegetaJizaban de puro pegados a la tierra, real.iut.ban transacciones en las cuales procuraban estafarse mutuamente, ejereian la ho$pitalidad ~ gran amplitud, se embriagaban los domingos y cultiva­ ban pomposamente la supr(U1l8.C. salvaje deJ sexo. La uniformidad de la lucha esta­ blecia una solidaridad espontánea, quebrantada, sin embargo, por el egoismo que propiciaba la intensidad del esfuerzo. Los hijos eran un pretexto para crear parentes­ cos artificiales con tendencia al provecho personal, hacléBdose compadres. Y en tal virtud trataban de engañarse en pequeAas transacciones de machetes o de bueyes y comenzaban a traficar en propiedades" (58).

Al contrario de lo que afirma Osorio Lizarazo, la mayoria de los pe­ queños propietarios no estaban ni fisicamente destruidos por la produc­ ción ni deshumanizados por la lucha en procura de la tierra. Sobrevivie­ ron como clase y emergieron en parte victoriosos gracias precisamente a que, a pesar de los enormes' obstáculos,. desarrollaron de manera plena sus facultades y potenciales humanos. Si bien es ciertO que los términos de la lucha reforzaron su individualismo, su receptividad al mensaije

~.d.elcli.entelismo polWco tradicional en U1l ~ Clientelism in Colombia". diserta-

58. J. A. OsorioLizarazo. Laeoeecha, Manizales.l936, p. 66.

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LOS TRABAJADORES EN LA HISTORIA

ideológico de la clase dominante y su conformidad con la politica cliente­ lista de los partidos tradicionales; si los hicieron renuentes a la organiza­ ción colectiva y a la ideologia de izquierda y los condujeron inexorable­ mente hacia un conflicto fratricida, no fue porque se hubieran vuelto menos humanos después de esa experiencia. Obedeció más bien a que su enorme energia e inteligencia fueron canalizadas por los imperativos estructurales de su existencia hacia una dinámica individualista y des­ tructiva, más allá de su control. Fue precisamente el éxito lo que selló el destino de los pequeños productores como clase y asegUró el decaimien­ to de las fuerzas populares durante los años treintas y cuarentas. Dicho proceso destruyó el potencial de un movimiento obrero insurgente, llevó a la cooptación de la izquierda politica y culminó en la Violencia de me­ diados del siglo.

La historia de los obreros colombianos durante los años veintes y trein­ tas, en especial la movilización de los trabajadores cafeteros, ha sido contada y vuelta a contar cada vez con mayor sofisticación por los histo­ riadores colombianos (59). Antes de la Primera Guerra Mundial, al con­ 59. Entre los estudios generales que tratan. estos acontecimientos dentro del contexto. más amplio del movimiento obrero, los de Urrutia (Development, citado en la nota 43} y Pécaut (Política y smdicalismo, citado en la nota 43}son los más importantes. Una buena historia narrativa de la protesta popWar e ll C9lombia, escr:i~ por un dirigente comunista que desempeil6 un papel destacado en las luchas obreras de los aiios veintes y treintas, es Ignacio Torres Giraldo, Los mconforDles, 5 vole., Bogotá, 1978. Las contribuciones recientes a la literatura sobre la gran huelga bananera de 1928 incluyen Fernando Botero y Alvaro Guzmán Bamey, "El enclave agricolaenlazona bananera de Santa Marta", en Cudemos Colomblanoe, No. 11, 1970, pp. 309-89: Judith White, Historia de UDa ignomiDia: La UD1ted Fruit Co. en Colombia, Bogotá, 1978, Y Catberine LeGrand, "Colombian Transformations: Peaaanta and Wage Laborers in tbe Santa Marta Banana Zone, ·1900-1931)", trabajo presentado al Encuentro de la Asociación . de Estudios Latinoamericanos, Washington, D.C., 1982. Sobre la movilizaci6n de los trabaja­ dores cafeteros véase especialmente la obra pionera de Hermes Tovar, El f.IIIOVimiento ~­ smo en Colombia, Bogotá, 1975: El café, de Machado (citado en la nota 26} y El café en Colom­ bia, de Palacios (citado en la nota 30}; los libros de Pierre Gilhodes, Las luchas agrarias en Colombia, Bogotá, 1974, Gloria Gaitán, Colombia: La lucha por la tierra en la década del trein­ ta, Bogotá, 1976, Dario Fajardo, Violencia y desarroUo, Bogotá, 1979, Y Gonzalo Sánchez G., Las ligas campesmas en Colombia, BOgotá, 1977; el capitulo "Land Use and Land Reformin Colombia" en Albert Hiraebman, Joumeys Towud Progre. . New York, 1965, pp. 131-213; el testimonio del dirigente comunista Victor J. Merehán, "Datos para la historia social, económi­ ca y del movimiento agrario de Viotá", en Estudiol Maniatas. No. 9, 1975, pp. 105-16; el aná­ lisis de la lucha por la tierra en el Tolima realizado por Alejandro Caballero, "Violencia y es­ tructura agraria", en Estudios Marxistas, No. 12, 1976, pp. 1)-31; Yel trabajo reciente de Mar­ co Palacios, "La propiedad agraria en CundiD.amarca, 1880-1970", presentado en la Confe­ rencia sobre el Mundo Rural Colombiano, Fundación Antioquefta para los Estudios Sociales, Medellin, 1981. Sabremos más acerca de la naturaleza de la movilizaci6n obrera en las gran­ des haciendas cafeteras tan pronto se baya completado la disertación de Michael Jiménez, que se haDa en preparación en la Universidad de Harvard.

COLOMBIA

trario de lo que aconteció el Colombia se hallaba limita tua, particularmente entre 1 que en distintos momentos nos llevaron a cabo podero ciones callejeras por el par, después de la Primera Gue permanentes, orientadas al los salarios. El tardio desa!': como el de Venezuela, refl~ cos del país con la economía Sin embargo, bajo el ím movimiento obrero colombÚl Guerra Mundial, en el maro las protestas obreras estall81 del país. En enero de 1918, li ros del transporte fluvial y fe ron una huelga general que puertos de Cartagena y Santl nión pública a lo largo y anc del estado de sitio en litoral, que regulaba la actividad hu de la legislación laboral posj enclave bananero de la Unite mer pliego de peticiones. En Costa, una serie de pequeñl ciudades del país y varias g mento de Cundinamarca, cen que fuera aprobada una legis;

60. La historia de estas protestas merec ta histórico y comparativo los artes un pals, en términos relativos, den más, sus protestas parecen seguir u ron las barreras al comercio exterk mente la posición de los artesanos. ] a fines del siglo XVIII, yen los acont bien conocido aunque poco investigl zaron una revuelta en gran eacals el auge cafetero debieron perjudicar SI tamn violentamente en Bogotá, esta prar en el extranjero uniformes pl1l malestar de los artesanos durante el motin urbano llamado el Borotazo, Gonzalo Sánchez, Loe "BoIe.heviq1lel en 1893 se pueden encontrar alguno!¡ 1886-1904", disertación para Ph.D., 1919 véase Urrutia, Development(ci1

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formidad con la política cliente­ lideron renuentes a la organiza­ da y los condujeron inexorable­ fue porque se hubieran vuelto mcm. Obedeció más bien a que :eanalizadas por los imperativos t dinámica individualista y des­ ~isamente el éxito lo que selló el )O clase y aseguró el decaimien­ mos treintas y cuarentas. Dicho ÍIniento obrero insurgente, llevó culminó en la Violencia de me­

trario de lo que aconteció en Chile y Argentina, la organización obrera en Colombia se hallaba limitada a unas cuantas sociedades de ayuda mu­ tua, particularmente entre los artesanos de las grandes ciudades. Pese a que en distintos momentos, desde el siglo XIX, los artesanos colombia­ nos llevaron a cabo poderosas protestas políticas y violentas demostra­ ciones callejeras por el pan y la dignidad del trabajo (60), no fue sino después de la Primera Guerra Mundial cuando crearon organizaciones permanentes, orientadas al mejoramiento de las condiciones de trabajo y los salarios. El tardío desarrollo del movimiento obrero colombiano, así como el de Venezuela, refleja la naturaleza limitada de los lazos históri­ cos del país con la economía mundial. Sin embargo, bajo el ímpetu de la expansiva economía cafetera, el movimiento obrero colombiano empezó a florecer. Al finalizar la Primera Guerra Mundial, en el marco del auge mundial del movimiento sindical, las protestas obreras estallaron en los tres principales puertos caribeños del país. En enero de 1918, los anarcosindicalistas, con el apoyo de obre­ ros del transporte fluvial y ferroviario y de artesanos urbanos, organiza­ ron una huelga general que sacudió a Barranquilla y se extendió a los puertos de Cartagena y Santa Marta. Las huelgas estremecieron a la opi­ nión pública a lo largo y ancho de Colombia, provocaron la imposición del estado de sitio en litoral, llevaron al gobierno a promulgar un decreto que regulaba la actividad huelguística, un precedente para buena parte de la 1egislaciónlaboral posterior, y estimularon a los obreros del gran enclave bananero de la United Fruit, en Santa Marta, a presentar un pri­ mer pliego de peticiones. En 1919, la permanente agitación laboral en la Costa, una serie de pequeñas huelgas de artesanos en las principales ciudades del país y varias grandes huelgas ferroviarias en el departa­ mento de Cundinamarca, centro político y económíco del país, forzaron a que fuera aprobada una legislación que regulaba los conflictos laborales.

iurante los años veintes y trein­ trabajadores cafeteros, ha sido atayor sofisticación por los histo­ Primera Guerra Mundial, al con­

.tecimientos dentro del contexto más amplio tat, citado en la nota 43) y Pécaut (Politica y ~rtantes. Una buena historia narrativa de la .nts comunista que desempeftó un papel :es y treintas, es Ignacio Torres Giraldo, Los ~nes recientes a la literatura sobre la gran tero y Alvaro Guzmán Bamey, "El enclave ~ Cuadernos ColombiaDos, No. 11, 1970, pp. r. La United Fruit Co. en Colombia, Bogo~, Ormations: Peasants and Wage Laborers m ~ presentado al Encuentro de la Asociación ~.¡ 1982. Sobre la moWización de los trabaja­ ~ de Hermes Tovar, El movimiento campe­ ~ (citado en la nota 26) y El café en Colom­ ~ de Pierre Gilhodes, Las luehAs agrarias en ~; La lucha por la tierra en la década del trein­ o Bogotá, 1979, Y Gonzalo Sánchez G., ; el ca~itulo "Land Use and Land Reform in . ProgrelS, NewYork, 1966, pp. 131-213; el , "Datos para la historia social, econbmi­ Marxistas, No. 9, 1975, pp. 106-16; el aná­ por Alejandro Caballero, "Violencia y es­ •. Í976, pp. 6-31; Y el trabajo reciente de Mar­ , 1880-1970", presentado en la Come­ ~ Antioqueña para los Estudios Sociales, ~ de la movilización obrera en las gran­ ~letado la disertación de Michael Jiménez, ~arvard.

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60. La historia de estas protestas merece un estudio mucho más profundo. Desde un punto de vis­ ta histórico Y comparativo los artésanos eran extraordinariamente importantes en Colombia, un PIÚB. en términos relativos, densamente poblado con una economia bastante cerrada. Es más, sus protestas parecen seguir un patrón: se dieron cuando las iniciativas liberales reduje­ ron las barreras al comercio exterior o cuando la veloz expansión exportadora minó súbita­ mente la posición de los artesanos. El papel de los artesanos en la revuelta de los Comuneros, a fines del siglo xvm, yen los8Contecimientos poUticoa de principios de la década de 1850 es bien conocido Ilunque poco investigado en la historiografta colombiana. Los artesanos organi­ zaron una revuelta en gran escala en Bogotá, en .1893, cuando los efectos iniciales del primer auge cafetero debieron perjudicar seriamente su nivel de vida. En 1919 de nuevo Se manifes­ taron violentamente en Bogotá, esta vez en protesta contra la decisión gubernamental de com­ prar en el extranjero uniformes para el ejército. Finalmente, no resulta improbable que el malestar de los artesanos durante el auge cafetero posterior a 1946 haya contribnido al gran motln urbano llamado el Bogotazo, en abril de 1948. El mejor examen de este problema es Gonzalo Sánchez, Los "Bolcheviq\les" del Ubaao. Bogotá, 1976. Sobre los eventos de Bogotá en 1893 se pueden encontrar algunos detalles en Bergquist, "Coffee and Conflict in Colombia, 1886-1904". disertación para Ph.D.• Stanford University, 1973, pp. 74-76. Sobre los heehos de 1919 véase Urrutia, Development ¡citado en la nota 43), pp. 62-64.

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LOS TRABAJADORES EN LA HISTORIA

Las leyes, sancionadas en 1919 y 1920, restringian la actividad huelguis­ tica ala simple negativa pacifica a trabajar,€ o ntemplaban la deportación de extranjeros que fomentaran o participaran en desórdenes, estable­ cian mecanismos para la conciliación· y arbitramento de los conflictos industriales y prohibian las huelgas en los servicios públicos, incluido el transporte, en que era obligatorio el arbitramento. Con esta legislación y el establecimiento, en 1923, de una Oficina del Trabajo, la clase domi­ nante colombiana trató de someter a su control la nueva oleada de huel­ gas que sacudió a la sociedad en la inmediata posguerra (6U.Las leyes parecieron cumplir el objetivo durante la breve depresión de posguerra. Pero demostraron ser ineficaces en el marco. de la espectacular expan­ sión basada en elcafé que sobrevino a mediados y finales de los años veintes. A partir de 1923 un movimiento obrero insurgente aprovechó las condiciones favorables para la organización y la protesta obreras. Las huelgas masivas estallaron primero en los enclaves exportadores de pro­ piedad extranjera, para luego extenderse amenazadoramente hasta el corazón mismo del sector exportador de café. La demanda sin precedentes de mano de obra creó una importante condición favorable para la lucha obrera. La expansión del empleo en la producción cafetera. fue el elemento más significativo de este proceso. Ya en 1906, cuando las exportaciones cafeteras apenas alcanzaban me­ dio millón de sacos al año, la Revista·Nacional de Agricultura estimaba que había 12 mil trabajadores permanentes y 100 mil ocasionales en la producción cafetera. En 1914, cuando la producción del grano se habia duplicado y se estaba viviendo una considerable expansión, la. misma fuente dio un estimativo de 80 mil trabajadores permanentes y 240 mil ocasionales (62). No se dispone de estimativos de la fuer~ de trabajo cafetera en los años veintes. Es probable que la tendencia, ya evidente en los cálculos de 1914, se encaminaba hacia una mayor dependencia de los trabajadores permanentes (aparceros, estancieros y pequeños pro­ pietarios), quienes ocupaban una parte de su tiempo en la producción del cafe a lo largo delaño y desempeñaban la mayoria de las labores en la época de cosecha. Si se proyectaran los estimativos de 1914, quizá exagerados, a los últimos años de la década de los veintes, cuando las exportaciones cafeteras casi se habían triplicado, se llegarla a una cifra aproximada al millón de trabajadores -casi una octava parte de la po­ blación del país- ocupados total o parcialmente en la producci6n cafete­ ra. Un estimativo más conservador de la fuerza laboral del sector resulta de calcular el número de trabajadores adultos (o el equivalente adulto de 61. Estos IlUC8I1/OS son presentados con cierto detalle en I1rrutia, Dev............ (citado en la nota 43), Capliulo 6. Esta legislacl6n, oomotoda la ley laboral colombiana, 88 8IIC1ldriAa.da efeeti.va­ mente por BU CODieDido de clase en Moneayo y Rojas Lacbu obre.... (citado en la nota 48), Capitulo 1. 62. Citado en Bejarano, "Fin" (cltadoenla nota 22), p. 258.

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trabajadores más jóvenes} te 500 millones de árboles como se dijo antes, los con ces asignaban cerca de mil de familias que supuestam de productos de subsistenc necesarias para cosechar cálculo de unos 500 mil trai po a la producción cafeten todavia puede ser alto dadl de Caldas, particularment« obstante, sea cual fuere el] ral era muy grande en la prc veintes se multiplicó rápida También hubo un rápid( otros sectores de la econom pezaron a sentirse plenamel ro. Los obreros de la constr los enclaves extranjeros de artesanal e industrial aume) Rugo López estima que solo 140 mil trabajadores. López 42 % se dio en la 8gricultun ci6n, 8 % en la minería yalr comercio y el transporte (63 la agricultura tradicional, at por salarios para oficios no ( jornaleros agrícolas. Los gr mantenido su posición en e obra más o menos hasta 192 ganancias empezaron a desp en quejas acerca de la •• escal desesperados y en ocasiones nistro de fuerza de trabajo be implantar el trabajo forzado nes de café, atraer inmigran en los proyectos de obras pút cionalla más fuertemente gol insistían en denominar la •• E* car propia incapacidad de dicioneslaborales y salarial~

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68. L6pez. "La Inflación" (citadoenle:

• TRABAJADORES EN LA HISTORIA

letringian la actividad huelguis­ !Ir, contemplaban la deportación lparan en desórdenes, estableI arbitramento de los conflictos iN' servicios públicos, incluido el tramento. Con esta legislación y ~ina del Trabajo, la clase domi­ ~ntrolla nueva oleada de huel­ ¡tdiata posguerra (61). Las leyes l breve depresión de posguerra. ~o de la espectacular expan­ :mediados y finales de los años ¡obrero insurgente aprovechó las ~ón y la protesta obreras. Las ~ enclaves exportadores de pro­ rae amenazadoramente hasta el ¡Café.

~ de obra creó una importante t. La expansión del empleo en la ~. significativo de este proceso. iafeteras apenas alcanzaban me­ lacional de Agricultura estimaba ~ntes y .100 mil ocasionales en la la producción del grano se había ~iderable expansión, la misma ~adores permanentes y 240 mil ~tivos de la fuerza de trabajo ~le que la tendencia, ya evidente lhacia una mayor dependencia de ros, estancieros Y pequeños pro­ ~ de su tiempo en la producción ~an la mayoria de las labores en IOS estimativos de 19.14, quizá da de los veintes, cuando las riplicado, se llegaría a una cüra ~:i una octava parte de la po­ •. .. ente en la producción cafete­ ,.. fuerza laboral del sector resulta ldultos (o el equivalente adulto de

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¡.P.258.

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trabajadores más jóvenes) necesarios para cosechar los aproximadamen­ te 500 millones de árboles en producción a fines de los años veintes. Tal como se dijo antes, los contratos prevalecientes en Caldas en ese enton­ ces asignaban cerca de mil arbustos al cuidado de cada trabajador adulto de familias que supuestamente dedicaban parte de su tiempo al cultivo de productos de subsistencia y desempeñaban también todas las labores necesarias para cosechar los cafetos. Este procedimiento nos da un cálculo de unos 500 mil trabajadores dedicados la mayor parte del tiem­ poa la producción cafetera a fines de los años veintes, estimativo que todaVÍa puede ser alto dada la menor productividad de los árboles fuera de Caldas, particularmente en las fincas de la Cordillera Oriental. No obstante, sea cual fuere el número absoluto, es claro que la fuerza labo­ ral era muy grande en la producción cafetera y que a lo largo de los años veintes se multiplicó rápidamente. También hubo un rápido incremento en el número de trabajadores en otros sectores de la economía, en especial a partir de 1925, cuando em­ pezaron a sentirse plenamente los efectos del influjo de capital extranje­ ro. Los obreros de la construcción pública y privada, del transporte, de los enclaves extranjeros del petróleo y el banano y de la manufactura artesanal e industrial aumentaron por millares durante los años veintes. Hugo López estima que solo entre 1925 y 1928 la fuerza laboral creció en 140 mil trabajadores. López calculó que de estos nuevos empleos más de 42% se dio en la agricultura, 11 % en la industria, 12% en la construc­ ción,8% en la minería yalrededor de 26% en el sector del gobierno el comercio y el transporte (63). La mayoria de estos obreros prov~nían' de la agricultura tradicional, atraídos por m:e;ores condiciones de trabajo y por salarios para oficios no calificados que duplicaban a veces los de los jornaleros agricolas. Los grandes productores de café parecen haber mantenido su posición en esta creciente competencia por la mano de obra.~s o menos hasta 1927. Pero cuando los precios mundiales y sus ganancIas empezaron a desplomarse después de ese año, prorrumpieron en quejas acerca de la ••escasez de mano de obra" y pusieron en marcha desesperados y en ocasiones curiosos esquemas para aumentar el sumi­ nistro de fuerza de trabajo barata y dependiente. se idearon planes para implantar el trabajo forzado de delincuentes juveniles en las plantacio­ nes de café, atraer inmigrantes asiáticos y emplear maquinaria pesada en los proyectos de obras públicas. Sin embargo, fue la agricultura tradi­ cionalla más fuertemente golpeada por lo que los grandes terratenientes insistía~ en denominar la "escasez de brazos". Con ello querían signifi­ car su propia incapaCidad de atraer y conservar trabfÓadores en las con­ diCiones laborales y salariales que habían ofrecido en el pasado. Las 68. López, "La inflación" (citado en la nota 31), p. 95.

392

LOS TRABAJADORES EN LA HISTORIA

grandes propiedades dedicadas a la producción de alimentos cedían tra­ bajadores a los sectores del café, la construcción y el transporte. Los pequeños productores de pan coger abandonaban la tierra en busca de salarios más altos en el mercado nacional de trabajo. En consecuencia, mientras crecía la demanda de alimentos por parte de una clase obrera con mayor capacidad adquisitiva, la produ.cción para el consumo domés­ tico se estancó o disminuyó. Y la presión sobre los víveres se intensificó aún más cuando muchos productores de café, tanto pequeños como grandes, en vista de los extraordínarios niveles de los precios del grano, destinaron cada vez más tierra y trabajo al cultivo del café y menos al de alimentos. La inflación de los precios fue el resultado lógico de todas estas tendencias. Aunque las importaciones de alimentos se multiplica­ ron por seis entre 1922 y 1928, y se aprobó una ley de emergencia para eliminar las barreras tarifarias que pesaban sobre muchos alimentos importados. los precios de los víveres y el costo de la vida se elevaron vertiginosamente (64) . Esta situación dual -la extraordinaria demanda de trabajo y el tosto creciente de los alimentos y otros articulos- dio a los obreros el poder y la determinación para realizar un gran esfuerzo, individual y colectivo, encaminado a cambiar sus condiciones de vida. Principalmente como consecuencia de sus esfuerzos individuales -la presión que ejercían sobre los patronos mediante millares de decisionés indjviduales paI:a exigir mejores términos laborales o para dejar el trabajo y buscar mejo­ res salarios y condiciones-, a lo largo de la década aumentaron 19S salli­ rios reales y en muchas áreas mejoraron las condiciones laborales. Los esfuerzos colectivos de los obreros fueron menos exitosos a ·c9i'to plazo. Pero sus huelgas y organizaciones influenciaron de manera decisiva: el curso de la historia nacional en las décadas posteriores a 1930. Dichas huelgas estallaron primero y en forma espectacular en l