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Spanish Pages [413]
LOS TERCIOS ESPAÑOLES EN FLANDES
Dirección editorial Isabel Ortiz Coordinación editorial
Galland Books Textos
Germán Segura García y Hugo Vázquez Bravo Corrección
Lucas Molina Franco y Carmen Blázquez Colaboración especial
Augusto Ferrer-Dalmau Asesores históricos
Manuel Gracia Rivas y Ramón Vega Piniella (Centro de Estudios Borjanos) Tratamiento de imágenes
Boca Multimedia Diseño y maquetación
Francisco M. Queipo Ilustraciones dosieres
Ramón Vega Piniella Cartografía
Francisco M. Queipo Preimpresión
Miguel Ángel San Andrés
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47). © SUSAETA EDICIONES, S.A. - Obra colectiva
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Impreso y encuadernado en España www.susaeta.com
ATLAS ILUSTRADO
Los TERCIOS ESPAÑOLES EN FLANDES
GERMÁN SEGURA GARCÍA - HUGO VÁZQUEZ BRAVO
Sumario Introducción Capítulo I: El origen de los Tercios (1492-1536) La lucha por la hegemonía en Europa, 1494-1512 La prolongación de la Guerra Santa contra el islam en el Mediterráneo, 1505-1512 El periodo de regencias y la entronización de los Austrias, 1504-1516 La resistencia de Castilla y Aragón a un monarca extranjero, 1516-1524 La pugna por el cetro imperial. Nuevamente Italia, 1519-1530
■ Los Reyes Católicos ■ Gonzalo Fernández de Córdoba ■ Pedro Navarro ■ Batalla de Ceriñola ■ Carlos I de España y V de Alemania ■ Batalla de Pavía
Dosier: Aportaciones al arte de la guerra en la Edad Moderna Capítulo II: La hegemonía del modelo español (1536-1556). I La Ordenanza de Génova de 1536 La permanente conflictividad con Francia, 1535-1544 El protestantismo como factor disgregador del imperio, 1519-1547 La expansión otomana por Europa, 1521-1538 Los conflictos en el sur del Mediterráneo, 1533-1555 La expansión fuera de Europa, 1518-1543 El fracaso de la Universitas christiana, 1551-1558
■ Fernando de Avalos ■ Batalla de Mühlberg ■ Fernando Álvarez de Toledo, duque de Alba de Tormes
Dosier: Composición de un Tercio Capítulo III: La hegemonía del modelo español (1556-1618). II Los problemas internos, 1568-1592 El fin del dominio turco en el Mediterráneo, 1560-1578 La unión con Portugal, 1578-1581
El nacimiento del conflicto en los Países Bajos, 1559-1589 Inglaterra, un nuevo enemigo, 1585-1604 La expansión fuera de Europa, 1565-1600 La situación militar durante el reinado de Felipe III, 1603-1611 La guerra en Flandes: de Vervins a Amberes, 1598-1609 La lucha en los otros frentes, 1601-1609 La pax hispánica y la lucha en el norte de África, 1609-1616 El laberinto italiano y alemán, 1613-1617
■ Batalla de San Quintín ■ Felipe II ■ Juan de Austria ■ Alejandro Farnesio, duque de Parma y de Piacenza
■ El Camino Español ■ Batalla de Gembloux ■ El milagro de Empel ■ La leyenda negra ■ Felipe III
Dosier: El arsenal de los Tercios Capítulo IV: Los Tercios sostienen la honra (1618-1659) Reinicio de la guerra en Flandes y continuación en Alemania, 1621-1624 El annus mirabilis de 1625 La paz imposible, 1626-1635 La Ordenanza de 1632 y el ejército de Felipe IV Francia entra en liza, 1635-1640 La rebelión de los catalanes, 1640-1652 La separación de Portugal, 1640-1665 La derrota de los Habsburgo, 1640-1648 La lucha en Italia, 1640-1659 Hacia la Paz de los Pirineos, 1648-1659
■ Felipe IV ■ Rendición de Breda ■ Ambrosio de Spínola y Grimaldi, duque de Sesto y marqués de los Balbases ■ Fernando de Austria, el cardenal-infante ■ Batalla de Nördlingen ■ Batalla de Rocroi ■ Batalla de Valenciennes
Dosier: Los Tercios en campaña Capítulo V: El ocaso de los Tercios (1659-1704)
La guerra de Devolución, 1667-1668 La guerra de Holanda, 1672-1678 La guerra de Luxemburgo, 1683-1684 La guerra de los Nueve Años, 1688-1697 El frente catalán en la guerra de los Nueve Años, 1688-1697 El ejército de Carlos II, 1665-1700 Epílogo: Felipe V y el fin de los Tercios
■ Juan José de Austria ■ Carlos II ■ Batalla del Ter ■ Felipe V
Dosier: Los Tercios en el arte y la literatura de la época Mapas • Mapa del reinado de los Reyes Católicos • Mapa del reinado de Carlos V • Dominios de Felipe II y Felipe III • El Camino Español • Dominios de Felipe IV • La guerra de Devolución • Mapa del reinado de Carlos II
INTRODUCCIÓN
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l 6 de noviembre de 1992, el ministro de Defensa, Julián García Vargas, instituía una Comisión Asesora para el proyecto de instalación de un Museo de los Tercios en el Alcázar de Toledo, un edificio emblemático que, por sus características arquitectónicas de palaciofortaleza y su significado histórico, reunía todas las condiciones deseables para una exposición monográfica de estas características. Difícilmente se podía encontrar entre todos los museos del mundo y entre todas las ubicaciones e instalaciones posibles de nuestra patria una en la que armonizasen más el continente y el contenido. En el Alcázar, los blasones que campean sobre sus dinteles y la cifra del rey-emperador que aparece en las repujadas cresterías de sus rejas, son los mismos que flamearon en las enseñas y banderas de los Tercios en el inicio de su época más brillante, unidades que hasta dieciocho décadas después constituyeron la representación más genuina de la monarquía que las creara. El entonces director general de Relaciones Informativas y Sociales de Defensa, Julio Albi de la Cuesta, –profundo conocedor él mismo del tema– me encargó redactar una memoria y estudio preliminar que, basado en mi experiencia de historiador especializado y de veterano visitante de los museos militares europeos, plasmase los principios y razonamientos de todo tipo que debían regir una exposición permanente y modélica que definiese este fenómeno militar con un claro objetivo divulgador. Debía presentarse de una forma asequible y resumida, apoyada por piezas emblemáticas y de todo un acompañamiento ilustrativo de medios que las pusiesen en valor en sí mismas y como hitos del trasunto histórico y cronológico que debería expresar todo un «microcosmos» propio en sus aspectos orgánicos, armamentísticos, logísticos, tácticos, asistenciales y sociales. La Memoria, redactada con el inestimable auxilio de Manuel Gracia Rivas, pareció ser objeto de gran interés oficial en su momento, pero pasó poco después a dormir el «sueño de los justos», con ocasionales despertares
ocasionados por las consultas de las comisiones que la sucedieron y que plantearon otras posibilidades, acabando por prevalecer el criterio de trasladar la totalidad del Museo del Ejército madrileño a Toledo. No me corresponde juzgar aquí el acierto de la decisión, pero sí subrayar que con ella moría un proyecto original, diferente a otras ofertas museísticas internacionales, vinculado, no solo al edificio donde juró Carlos V conquistar Túnez o perecer en el empeño y donde se le representa, en la réplica estatuaria del original que él mismo encargó al milanés Leoni, armado y vencedor de la Europa hereje, sino también a una ciudad pródiga en expresiones monumentales y artísticas de nuestros siglos de oro de las letras, las artes y las armas. ¡Qué ocasión perdida para un tratamiento monográfico de un fenómeno militar que merecía algo más que formar parte de un todo, también por razones literarias y artísticas de difícil equiparación con las de otras épocas posteriores, razones reconocidas internacional y culturalmente como idiosincráticas! Razones ilustradas por medio de piezas y colecciones únicas, cuyo valor como tales podía mermar o incluso quebrar un criterio expositor fraccionado. Casi un cuarto de siglo después, se gesta la presente idea editorial de tratar el tema de los Tercios por parte de dos historiadores de reconocido prestigio que tienen el acierto de hacerlo multidisciplinarmente y de acompañar el texto, obligadamente compendiado y directo, de unas ilustraciones oportunas y de la mayor calidad, muchas de las cuales constituyen un alarde de investigación y de selección. Cumplen así con muchos de los propósitos del abandonado proyecto, que en buena medida les inspira, revalidando un esfuerzo culminado hace ya tanto tiempo y que sus principales artífices: Julio Albi, Manuel Gracia y yo mismo, dábamos ya por baldío. En España, donde se lee poco y aún menos de Historia, a la que preferimos sustituir al parecer por la historia-ficción, hay que salir a la calle de una manera llamativa y atrayente de forma que la didáctica escrita se combine con la «clase práctica» que supone el que el lector pase de ser un sujeto pasivo a interactuar y descubrir por sí mismo en la ilustración lo que se le predica, y tal vez encontrar algo más, o algo diferente. ¡Bendito poder universal de la imagen!, que aprovecharan por vez primera los anglosajones en diversas y modélicas manifestaciones de la pictorial history y que en
nuestro país, hasta este momento, no había tenido una tan cumplida expresión y con un rigor tan exigente. Con esta obra el ámbito de proyección se amplía hasta incluir, junto al que por primera vez se acerca al tema, al que quiere complementar sus conocimientos y al que precisa de apoyo en su propia investigación. El saber, el buen criterio y el acierto de sus artífices han convertido algo que podría haber resultado complicado y complejo en un producto fácil, entretenido y manejable. Hugo O’Donnell y Duque de Estrada De la Real Academia de la Historia
EL ORIGEN DE LOS TERCIOS (1492-1536)
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n 1492, tras la Guerra de Granada, los Reyes Católicos arrebataron a los musulmanes el último territorio que les quedaba en la península ibérica, poniendo así fin al periodo conocido en España como la Reconquista. Se considera que esta fue la última contienda que puede ser calificada de medieval pues, a su término, la monarquía asumió el control total del ejército. Se sometió al mismo a una profunda reorganización con el fin de convertirlo en uno de los tres pilares básicos del recién creado Estado Moderno, junto a la creación de una burocracia especializada y un nuevo sistema fiscal. Todo con la firme intención de lograr el definitivo sometimiento de la nobleza, que ya nunca volverá a gozar de la preeminencia que tuvo durante la Edad Media. Los encargados de cimentar la reforma militar fueron dos secretarios: Alonso Fernández de Palencia y, muy especialmente, Alonso de Quintanilla, convirtiéndose en los responsables, desde el punto de vista legislativo, de la primera infantería moderna hispana. Esta se denominaba de ordenanza, haciendo mención expresa al documento que la regulaba.
DOCUMENTO FIRMADO POR ALONSO DE QUINTANILLA (1420-1500) Fue también promotor de la Santa Hermandad.
LA RENDICIÓN DE GRANADA Tuvo lugar tras las capitulaciones de Santa Fe.
LOS REYES CATÓLICOS (1469-1516)
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FERNANDO E ISABEL CONTRAJERON MATRIMONIO, SELLANDO LA ALIANZA ENTRE EL REINO DE ARAGÓN Y LA FACCIÓN N EL AÑO 1469
CASTELLANA QUE SE IMPUSO EN LA GUERRA CIVIL QUE TUVO LUGAR TRAS LA MUERTE DE ENRIQUE IV.
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e convirtieron en reyes de Castilla en 1474, y de Aragón, tras la muerte de Juan II, en 1479. No obstante, sus reinos mantuvieron íntegra su independencia, leyes e instituciones, poseyendo tan solo en común sus soberanos, según se dictaba para el reino castellano en la Concordia de Segovia.
El primer objetivo común fue la definitiva unión de todos los reinos peninsulares, para lo cual recurrieron a alianzas matrimoniales con Portugal y, en el caso de Granada, al uso de las armas. También sometieron sus respectivos dominios a un proceso de reestructuración interna, encaminado a concentrar todo el poder en manos del monarca, sentando los cimientos del Estado autoritario o Moderno.
Por otro lado, la pujanza resultante de la unión favoreció de forma complementaria la expansión. El descubrimiento de América por Colón en 1492 posibilitaba la adhesión de nuevas tierras y súbditos, aunque fue más relevante el enfrentamiento con la otra gran potencia de la época: Francia.
Las primeras disputas y derrotas francesas frente a Aragón tuvieron como escenario los Pirineos: en Navarra, el Rosellón y la Cerdaña. Pero el conflicto que determinó la supremacía europea tuvo lugar en el reino de Nápoles.
La guerra en el sur de Italia se compuso de dos campañas. En la primera, entre 1494 y 1497, Fernando trató de conservar la independencia del citado reino. La segunda, entre 1500 y 1504, culminó con la incorporación de este territorio a sus dominios. Aquí fue donde el Gran Capitán asentó las bases de los futuros Tercios. El gran inconveniente que sobrevino entonces fue la muerte de Isabel en 1504, tras la cual los reinos hispanos llegaron a separarse después de que Felipe I «el Hermoso» expulsase a su suegro de Castilla. Solo la muerte de este en 1506 posibilitó el retorno de Fernando como regente.
Vencida Francia, se retomó la lucha contra el Islam, promovida especialmente por el cardenal Cisneros. Para ello, el ejército forjado en Italia se trasladó al norte de África a las órdenes de Pedro Navarro.
Pero en torno a 1510, Francia vuelve a penetrar en el norte de la península itálica. La aventura africana se tuvo que posponer y la contienda concluyó con la nueva expulsión de Italia de los franceses y la anexión, en 1512, del reino de Navarra.
MAPA DEL REINADO DE LOS REYES CATOLICOS
GONZALO FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA (1453-1515) FUE EL SEGUNDO HIJO DE PEDRO FERNÁNDEZ DE AGUILAR, SEÑOR DE CÓRDOBA. SU ORIGEN NOBLE, AUNQUE HUMILDE, APENAS HACÍA ENTREVER SU CARRERA; RECIBIÓ ENTRE SUS TROPAS EL NOMBRE DE GRAN CAPITÁN.
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u bautismo de armas fue en la batalla de Albuera, en la guerra civil castellana tras la muerte de Enrique IV. Luego participó en la guerra de Granada, donde fue clave en las capitulaciones de Santa Fe. Poco después, el rey Fernando le puso al mando del contingente que en 1494 debía partir de España a contener el avance francés en Nápoles, donde a las órdenes del monarca Alfonso II brilló por su concepción de la estrategia, al minimizar el alcance de la derrota en Seminara. En la segunda campaña italiana (15001504), ya en nombre del rey Católico y como capitán general, se consolidó el mito.
Primero alcanzó el éxito contra los turcos en Cefalonia. Luego, ya abiertas las hostilidades con los franceses, los venció repetidamente en Ceriñola, en el río Garellano y en su último reducto, Gaeta. La variedad de tácticas empleadas, así como la reorganización a la que sometió a su contingente para poder afrontar la guerra contra un enemigo que era considerado superior y mejor pertrechado, le valió el respeto y la fama internacional. Así
mismo, el rey Fernando le concedió varios títulos, como el ducado de Terranova y de Santángelo.
Al término de la contienda fue nombrado virrey para, en 1506, ser destituido por desavenencias con el monarca, que le envió a Loja como alcaide, donde permanecería hasta su muerte.
NÁPOLES Vista de la ciudad y su puerto hacia 1470, según la Tavola Strozzi.
La labor de los secretarios Fernández de Palencia y Alonso de Quintanilla bajo el influjo del Renacimiento, sumada a la genialidad de generales como el Gran Capitán y a los acontecimientos que estaban teniendo lugar en Europa, serían el caldo de cultivo del que brotarán los Tercios. Desconocemos la fecha exacta de su nacimiento, por lo que se toma como hito fundacional la ordenanza de 1536, también llamada de Génova, aunque esta suponga en realidad un reordenamiento.
LA LUCHA POR LA HEGEMONÍA EN EUROPA. 1494-1512 A finales del siglo XV, Francia consolidó en lo esencial las fronteras nacionales que definieron su Estado hasta la actualidad. Optó por convertirse en la primera potencia europea, constituyendo su primer objetivo la anexión del reino de Nápoles. En 1494, un ejército sin precedentes penetró en Italia sin oposición y logró inicialmente sus objetivos. De inmediato, Fernando de Aragón organizó una primera expedición al mando del Gran Capitán con el fin de mantener la independencia del territorio, pues Nápoles, cuyo monarca era tío del rey Católico, jugaba un papel estratégico trascendental. En 1497, cuando cesaron las hostilidades, ni unos ni otros habían conseguido consolidar su poder sobre el terreno conquistado.
ARCO DEL TRIUNFO DE ALFONSO V DE ARAGÓN Este arco sirve de entrada al Castel Nuovo, en Nápoles.
DIEGO GARCÍA DE PAREDES El Sansón de Extremadura, lugarteniente del Gran Capitán.
PEDRO NAVARRO (1460-1528)
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ACIDO EN EL SENO DE UNA FAMILIA HUMILDE EN EL VALLE DEL RONCAL, PRONTO DEJÓ SU CASA Y SE LANZÓ A LA AVENTURA. SE
ENROLÓ COMO MERCENARIO EN ITALIA, DONDE SE SEÑALÓ COMO UNO DE LOS MEJORES INGENIEROS MILITARES DE SU ÉPOCA, Y NAVEGÓ EL MEDITERRÁNEO COMO CORSARIO, SIENDO CONOCIDO ENTONCES COMO
RONCAL EL
SALTEADOR.
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n 1500, el Gran Capitán le encuentra en Sicilia y le convence para unirse a su expedición, convirtiéndose en su principal lugarteniente. Fue el héroe en la enconada resistencia de Canosa y el responsable de resolver los asedios, como el de Castelnuovo o
el Castel del Ovo, ambos en Nápoles. Al término de la guerra se le ennobleció con el título de conde de Oliveto.
Tras la caída en desgracia del Gran Capitán, Navarro se convirtió en el general de referencia para la monarquía. Se le dio el mando de la expedición militar promovida por Cisneros, que conquistó en el norte de África Orán y Bugía, pero el desastre de Los Gelves (Djerba) minó en parte su reputación. En la batalla de Rávena (1512) fue hecho prisionero. La negativa del rey Fernando a pagar su rescate, justo en el año que se anexionaba Navarra y adquiría la condición de su vasallo, le inclinó a cambiar de bando y servir a los franceses. Combatiendo para ellos fue nuevamente capturado en la batalla de Bicoca (1522), esta vez por los españoles, y en 1528 fue conducido como prisionero a Castelnuovo, donde encontró la muerte.
CRÓNICA DE LA CONQUISTA DE NÁPOLES Primera relación de los sucesos de esta campaña (1505).
En 1500 se levantó un segundo contingente español. El pretexto era apoyar a Venecia en su lucha contra los turcos, lo que dio lugar, en Cefalonia, a la primera victoria española sobre estos. Pero la intención era que esa armada, con sede en Sicilia, y después de la traición de la familia real napolitana al rey aragonés, conquistara el reino napolitano.
El Gran Capitán, en inferioridad de medios, planteó una guerra irregular de escaramuzas a la espera de refuerzos. Los franceses, en cambio, estaban deseosos de que el enfrentamiento llegase. El 28 de abril de 1503 se dio la batalla en el solar de Ceriñola, donde la mejor estrategia del general español conllevó la derrota de los franceses. El siguiente paso consistió en tomar las ciudades defendidas por guarniciones galas, en especial, la capital, Nápoles. Y, finalmente, desarticular lo que quedaba del ejército francés, lo que se produjo en la batalla definitiva del Garellano y el sitio de Gaeta, a finales de 1503. Mediante el Tratado de Lyon de 1504, Nápoles quedó bajo el poder de Fernando de Aragón. La contundencia de la victoria permitió a los españoles trasladar la lucha al norte de África. Francia, por su parte, intentó imponer su autoridad en el norte de la península itálica mediante un juego de alianzas con diferentes Estados que derivaría en lo que se ha denominado guerras italianas. Durante este conflicto prolongado, los amigos y enemigos cambiaron continuamente de bando, aunque en el momento clave, en la batalla de Rávena de 1512, los franceses, con el único apoyo de los florentinos, se enfrentaron a los ejércitos de la Liga Santa, integrados principalmente por españoles, venecianos y por las tropas de la Santa Sede, bajo el mando de Ramón de Cardona.
«CUENTAS DEL GRAN CAPITÁN» Legajo custodiado en el Archivo General de Simancas.
BUSTO DEL GRAN CAPITÁN Obra de Mateo Inurria.
BATALLA DE CERIÑOLA, 28 DE ABRIL DE 1503
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ras resguardarse durante más de un año en la plaza de Barletta, a orillas del Adriático, Gonzalo Fernández de Córdoba recibió refuerzos para tomar la ofensiva contra el ejército francés de Luis de Armagnac, duque de Nemours.
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Gran Capitán
n la primavera de 1503, el Gran Capitán condujo sus tropas hacia Ceriñola, donde esperó la acometida de Nemours a las afueras de la población, en una posición dominante cubierta de viñedos y fortificada con foso, talud y empalizada.
Duque de Nemours
El Gran Capitán dispuso en primera línea a sus arcabuceros, un muro de fuego reforzado por los obstáculos del terreno y complementado por la todavía poco eficaz artillería. A su espalda, en el centro, los piqueros alemanes flanqueados por coseletes y ballesteros. La caballería pesada fue dividida entre las dos alas y la ligera quedó a disposición del mando.
El ejército francés llegó a las proximidades de Ceriñola al caer la tarde. En vanguardia marchaba la caballería pesada, a cuyo frente se situó Nemours. Escalonada en profundidad y a su izquierda, la infantería suiza y gascona, y más atrás la caballería ligera. Nemours se lanzó sobre la izquierda enemiga atraído por los amagos de la caballería ligera española.
Arriba derecha y abajo izquierda: El Gran Capitán ante el cadáver del duque de Nemours.
La artillería realizó varias descargas sobre los franceses hasta que la pólvora explosionó accidentalmente causando impresión en los defensores.
Nemours aprovechó el desconcierto para retomar el ataque, pero la caballería pesada no fue capaz de superar el foso. Tratando de buscar un acceso al campo enemigo, los caballeros marcharon en paralelo a la empalizada y fueron sometidos de flanco al tenaz
fuego de los arcabuces. En este trance, el jefe francés y muchos de sus hombres cayeron abatidos y la caballería empezó a desbandarse.
Acudió en su auxilio la infantería suiza, pero no pudo abrirse paso entre las picas alemanas y fue diezmada por los arcabuceros. El Gran Capitán ordenó entonces a sus hombres avanzar en toda la línea y consumar la derrota francesa mientras su caballería ligera abandonaba el campo sin apenas combatir. La acción había durado poco más de una hora.
CONQUISTA DE ORÁN Ciudad tomada por las tropas españolas el 18 de mayo de 1509.
Es difícil atribuir la victoria a un bando en esta efeméride, aunque los franceses se la adjudicaron, puesto que perdieron a su general Gastón de Foix y, en la retirada, sufrieron numerosas bajas. Desarticulados, optaron por abandonar Italia para centrarse en el frente pirenaico, donde el éxito les volvería a ser esquivo. Allí, el primer duque de Alba pudo resistir el envite y Navarra quedó también bajo el control del rey Católico.
LA PROLONGACIÓN DE LA GUERRA SANTA CONTRA EL ISLAM EN EL MEDITERRÁNEO. 1505-1512 Después de la destitución del Gran Capitán como virrey de Nápoles en 1506, el rey Fernando de Aragón aprovechó para retirar de allí a gran parte de las fuerzas con las que se había llevado a cabo la conquista. Las situó a las órdenes de Pedro Navarro, uno de los principales lugartenientes de Gonzalo. El primer cometido que se le asignó a Navarro fue la represión de los nobles castellanos contrarios a su regencia en Castilla. Después, con el apoyo del cardenal Cisneros, que financió en gran parte la expedición, se dirigió al norte de África a proseguir la guerra contra el islam, interrumpida en 1492. La primera conquista importante fue la de Mazalquivir en 1505. Tras esta vinieron las de Orán y Bugía. Se ha señalado que en esta empresa se cometieron errores de importancia, como el centrarse en la consecución de plazas sin dominar el entorno, lo que evidenciaba la carencia de un plan estratégico. Se derrocharon dinero y vidas, y ni tan siquiera se logró paliar los efectos de la piratería sarracena; pero igualmente es verdad que la monarquía española tenía abiertos muchos frentes en Europa y América, y el africano se juzgó como el menos interesante. Los beneficios económicos que derivaban de este eran mínimos. Además, el repunte de las hostilidades con Francia en torno a 1512 paralizó momentáneamente la empresa africana.
ESPADA DE BOABDIL Espada de tipo jineta propiedad del último rey de Granada, hoy en el Museo del Ejército.
DESEMBARCO DE CISNEROS EN ORÁN El cardenal asumió el coste de esta empresa. Catedral de Toledo.
CARDENAL CISNEROS (1436-1517) Desde 1495 fue arzobispo de Toledo, sede primada de España.
EL PERIODO DE REGENCIAS Y LA ENTRONIZACIÓN DE LOS AUSTRIAS. 1504-1516 Los Reyes Católicos diseñaron cuidadosamente una red de alianzas matrimoniales a través de sus hijas. Al no sobrevivir ningún heredero varón, el futuro pasaba por un descendiente común con el reino de Portugal que hiciese realidad el resurgimiento de la Hispania romana. No obstante, cuando Isabel falleció en 1504, la situación era la peor prevista. La incapacidad de Juana dejaba como regente a su padre, a la espera de que un hijo de esta pudiese gobernar. Pero Felipe, marido de Juana e hijo del emperador Maximiliano, no estaba dispuesto a permanecer en la sombra, por lo que movilizó a la nobleza en torno a sí para expulsar de Castilla al rey Fernando. La unión de Castilla y Aragón quedó disuelta. Pero Felipe murió pronto, en 1506, quedando Cisneros como nuevo regente, pendiente de la inmediata vuelta del rey de Aragón. Será el personaje clave para lo que estaba por llegar. El debate posterior discurrirá entre si el descendiente más apto para suceder a los Reyes Católicos era el infante Carlos –primogénito, pero criado por su abuelo Maximiliano– o Fernando, su hermano, que nació en España y simbolizaba la continuidad. Fue la nobleza castellana la que no dio opción a Fernando y consiguió que los derechos del mayor se respetasen. Que Carlos optase al solio de la monarquía española, además, conllevó el apoyo constante de Alemania a su política exterior. Cuando al fin ascendió al trono, el soberano hispano se convirtió, merced a su herencia, en el señor más poderoso de Europa.
CAPELO CARDENALICIO O GALERO Sustituyó a las mitras en la heráldica eclesiástica en el siglo XIV.
FELIPE I (1478-1506) Y JUANA I (1479-1555) Reyes de Castilla.
CARLOS I DE ESPAÑA Y V DE ALEMANIA (1500-1558)
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V NACIÓ EN GANTE Y FALLECIÓ EN EL MONASTERIO DE YUSTE (CÁCERES). RECIBIÓ UNA EXCELENTE FORMACIÓN HUMANISTA DE MANOS, ENTRE OTROS, DE ADRIANO DE UTRECHT, QUIEN LUEGO SERÍA ELEGIDO PAPA CON EL NOMBRE DE ADRIANO VI. ARLOS
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n un principio esto significó una cierta apertura religiosa, si bien las circunstancias le obligaron cada vez en mayor grado a apostar por el conservadurismo, sobre todo en Alemania. Su llegada al trono supuso la última oportunidad de la nobleza hispana para recuperar los privilegios perdidos en el reinado anterior. Por ello, las primeras acciones armadas consistieron en la represión de las revueltas internas en la península ibérica.
Restablecido el orden, se reavivó el enfrentamiento con Francia, iniciando una rivalidad con su soberano Francisco I que, de entre todas las que mantuvo, sería la principal. El otro gran contendiente fue Solimán I el Magnífico, sultán del imperio turco.
Sus dos grandes pretensiones consistieron en mantener todas las heredades que recibió de sus abuelos, los Reyes Católicos y el emperador Maximiliano I de Habsburgo, así como convertirse en la primera espada de la cristiandad en defensa del catolicismo. Sin embargo, estos proyectos consumieron todos los recursos de una hacienda real que ya al término de su reinado dio signos de agotamiento.
Es oportuno incidir en que asumió en numerosas ocasiones el mando directo de sus tropas, como en Mühlberg o Túnez, llegando a poner en peligro su integridad, como le sucedió en Innsbruck o Metz. Sería el último monarca en disponer de una corte itinerante.
Estuvo casado con su prima Isabel de Portugal, con la que tuvo varios hijos. De entre estos destaca su heredero, el futuro Felipe II, y María de Austria, que contrajo matrimonio con su primo el emperador Maximiliano II. De entre sus bastardos el más notorio fue don Juan de Austria, héroe de la jornada de Lepanto.
Alegoría del Sacro Imperio Germánico En sus últimos años de reinado fue consciente de que su ideario político, a pesar de sus muchos éxitos, estaba lejos de poder alcanzarse, algo que debió de afectarle seriamente. Finalmente, ciertos reveses militares y financieros, sumados a la definitiva escisión de la Casa de Habsburgo en dos ramas y el cansancio derivado de su enfermedad, inclinaron al
emperador a abdicar en su hijo Felipe en 1556.
MAPA DEL REINADO DE CARLOS V
DERROTA DE LOS COMUNEROS EN VILLALAR El ejército real fue comandado por Iñigo Fernández de Velasco.
LA RESISTENCIA DE CASTILLA Y ARAGÓN A UN MONARCA EXTRANJERO. 1516-1524 Aunque Fernando el Católico, rey de Aragón y regente en Castilla por la incapacidad declarada de su hija Juana I, falleció en enero de 1516, no fue hasta octubre del año siguiente cuando el heredero de ambas coronas desembarcó en Asturias resuelto a asumir la gobernación. Como era de esperar, el nuevo monarca vino acompañado de su séquito personal que, como él, era de origen extranjero, lo que provocó el rechazo de aquella parte de la nobleza que temía ser relegada de sus funciones. Así mismo, otra facción de la nobleza, a la que se sumaron algunos burgueses contrariados con el aumento de la carga fiscal impuesta en Cortes para preparar la investidura de Carlos como emperador, en años de malas cosechas, pretendían recuperar los privilegios que la monarquía de los Reyes Católicos había cercenado a su estamento, creyendo que era un momento propicio, pues la debilidad del rey emanaba de su falta de apoyos en los reinos peninsulares. De este modo, el descontento y la ambición cristalizaron a partir de 1520 en varias revueltas: la de Comunidades en Castilla, la de Germanías en Valencia y Mallorca, y la rebelión de Navarra. En Castilla, a pesar de que las tropas realistas habían vencido en Tordesillas a Pedro Girón y a Antonio de Acuña, la batalla decisiva tuvo lugar en Villalar el 23 de abril de 1521, donde los insurrectos Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado fueron apresados y ajusticiados. El hecho de que miembros de las Guardas de Castilla, principal cuerpo militar en el que la nobleza servía al monarca, los hubiesen secundado, provocó el reordenamiento de las mismas mediante la ordenanza de 1525.
JUAN BRAVO (1483-1521) Monumento erigido en Segovia al líder comunero.
AJUSTICIAMIENTO DE LOS CABECILLAS COMUNEROS Tuvo lugar el 24 de abril de 1521 en la misma plaza de Villalar.
En Aragón hubo dos focos principales de revueltas que se desarrollaron a la par que la anterior. En Valencia los cabecillas fueron Joan Llorenç y,
tras su temprana muerte, Vicente Peris, líderes del sector gremial. Igualmente es digno de mención un personaje que se hacía pasar por el infante Juan, el hijo fallecido de los Reyes Católicos. Cosecharon varias derrotas, aunque la resolución del conflicto se hizo esperar hasta 1524, no habiéndose pacificado del todo el territorio hasta 1528. En Mallorca, con idéntico fin, el responsable fue Miguel de Gurrea.
MONUMENTO A LOS COMUNEROS En el paraje del Puente de Fierro, Villalar.
Y en Navarra, con el apoyo de Francisco I, se llegó a declarar la independencia, aunque la victoria real en Noáin (1521) restableció el orden precedente.
AUDIENCIA DE ADRIANO DE UTRECHT A LOS AGERMANADOS Regente de España entre 1520 y 1522, posteriormente fue elegido papa.
CLEMENTE VII. Pontífice entre 1523 y 1534, sucedió a Adriano VI.
LA PUGNA POR EL CETRO IMPERIAL. NUEVAMENTE ITALIA, 1519-1530 El poder derivado de la enorme cantidad de territorios heredados por Carlos no supuso precisamente un periodo de estabilidad política. Conoció el rechazo de sus súbditos por ser extranjero, sembró el temor en sus aliados y enemigos por su concentración de fuerza, y cargó con la responsabilidad de salvaguardar íntegros sus territorios dinásticos, que se resistían a un poder centralizado. Tras la elección de Carlos como emperador en 1519, Francisco I, contrariado, y aprovechando los múltiples frentes que aquel tenía abiertos – las revueltas en Castilla y Aragón, la publicación de las tesis de Lutero y la caída de Rodas en manos de los turcos– decidió intentar tomar Milán, territorio clave, pues era el nudo de conexión entre las posesiones italianas y las del centro de Europa del futuro Imperio.
MEDIA ARMADURA De procedencia alemana. Siglo XVI.
Aun así, los franceses fueron vencidos con contundencia en Bicoca en 1522 y en Pavía en 1525, jornada en la que el propio rey de Francia cayó prisionero, viéndose obligado a firmar la paz mediante el Tratado de Madrid de 1526.
CASTILLO DE SANT'ANGELO Durante el saco de Roma (1527), Clemente VIIse refugió en él de las tropas imperiales.
FRISO DEL AYUNTAMIENTO DE TARAZONA Coronación inspirada en los grabados que se difundieron.
CORONACIÓN DE CARLOS V EN BOLONIA Clemente VII le invistió emperador el 22 de febrero de 1530.
Nuevamente, la superioridad mostrada por el emperador se juzgó como una amenaza, e Inglaterra y el papado decidieron apoyar al bando francés junto a las repúblicas italianas de Génova, Florencia y la propia Milán, que conformaron la Liga Clementina o de Cognac. La situación parecía dramática, pues a la victoria de los luteranos en la dieta de Spira y los avances de los turcos –que se adueñaron de Belgrado y Buda situándose a las puertas de Viena– cabría sumar el bloqueo casi total del reino de Nápoles por parte de los franceses. Fue entonces cuando la defección del almirante genovés Andrea Doria cambió el rumbo de los acontecimientos. En esta segunda contienda entre los dos reyes más poderosos de Europa no hubo grandes batallas. El acontecimiento más relevante consistió en el famoso saqueo (saco) de Roma de 1527 por parte de unas tropas desbocadas que exigían sus atrasos. Su magnitud fue tal que hasta el papa llegó a temer por su vida.
ARMAS DEL EMPERADOR Algunos autores sugieren que el águila bicéfala simbolizaba la unión del Sacro imperio y los reinos de España.
Este conflicto se cerró mediante el Tratado de Barcelona entre el sumo pontífice y Carlos; y el de Cambrai o Paz de las Damas, entre españoles y franceses. La nueva victoria se certificó con la ceremonia celebrada en Bolonia en 1530, en la que Carlos fue coronado emperador por Clemente VII.
PAZ DE LAS DAMAS Firmantes: Luisa de Saboya por Francia y Margarita de Austria por España.
BATALLA DE PAVÍA, 24 DE FEBRERO DE 1525
E
n 1525, el duelo entre las monarquías española y francesa por el control del norte de Italia llegó a su punto álgido. El ejército de Francisco I lanzó una ofensiva que le permitió ocupar Milán y poner sitio a la plaza de Pavía, donde resistía la guarnición española al mando de Antonio de Leyva.
El ejército imperial dirigido por Carlos de Lannoy y Fernando de Ávalos –marqués de Pescara– acudió al socorro de Leyva, pero los franceses se hallaban fuertemente posicionados. El ataque decisivo se proyectó para la madrugada del 24 de febrero. Los infantes españoles empezaron a derribar el muro norte del parque de Mirabello, donde se resguardaba Francisco I con buena parte de sus tropas. El resto de las fuerzas, con camisas blancas sobre las armaduras, se puso en marcha hacia las brechas después de haber incendiado su campamento.
Al ver el fuego, los franceses pensaron que el ejército enemigo empezaba a retirarse. Sin embargo, los imperiales entraron en el parque antes del amanecer. Los arcabuceros españoles ocuparon fácilmente Mirabello, pero los franceses lanzaron un ataque sobre la retaguardia imperial y detuvieron el avance de todo su ejército.
Francisco I quiso dar el golpe de gracia con su poderosa caballería, más numerosa y mejor armada. Se entabló entonces un duro combate desventajoso para los imperiales. No obstante, Pescara envió en apoyo a sus arcabuceros que, favorecidos por el terreno boscoso, empezaron a derribar impunemente a los jinetes franceses.
Al mismo tiempo, los lansquenetes alemanes pusieron en fuga a la infantería enemiga y Leyva impedía la entrada de refuerzos en el parque.
Hacia las 8 de la mañana, los franceses habían sido derrotados y solo pensaban en abandonar el campo. Francisco I buscaba también la salida del parque cuando fue capturado por los españoles tras ser derribado su caballo de un arcabuzazo.
La batalla había terminado, aunque la destrucción de un puente obligó a los fugitivos a lanzarse al Tesino, incrementando las pérdidas francesas.
Aportaciones al arte de la guerra en la Edad Moderna
ARMAS DEL REY FELIPE II EN COMBATE El diseño apenas sufrió variaciones hasta la llegada de los Borbones.
1. Creación de ejércitos estatales, permanentes y multinacionales. Al tomar los principales reyes de Europa las riendas de la gobernación y desmarcarse de la nobleza, la naturaleza de los ejércitos cambió necesariamente. Aunque no llegaron a desaparecer hasta bien entrada la Edad Moderna, las huestes nobiliarias menguaron considerablemente. Prácticamente todos los combatientes que tomaron parte entonces en la guerra, lo hacían directamente en nombre y como súbditos del rey, y no de un determinado señor. Esta dinámica se vio además reforzada por el aumento del coste de la guerra, derivado del crecimiento de los contingentes y de la novedosa tecnología disponible, como la artillería.
ARMAS DEL REINO DE PORTUGAL En la batalla de Arcila. Tapices de Pastrana.
Por último, a medida que más naciones participaban en los conflictos, su concurso se interpretará como beneficioso, tanto por motivos políticoestratégicos, como por contar con las dispares especialidades de combatientes que, aún en el siglo XVI, pertenecían a ámbitos geográficos concretos.
ARMAS DE CARLOS V El águila bicéfala siguió siendo utilizada por el titular del Sacro Imperio.
ALMACENAMIENTO DE UN ARSENAL Según el tratado alemán Zeugbuch Kaiser Masimilians I, 1502.
2. La infantería como núcleo de los ejércitos. A finales del siglo XV el ejército más admirado de la cristiandad era el francés, cuyo núcleo lo conformaba la gendarmería, la más poderosa caballería pesada que se había visto. No obstante, en batallas como Agincourt o Crécy, diferentes tipos de infantería habían mostrado los puntos débiles de esta caballería, aunque a la postre no lograsen decantar el resultado final de la guerra.
PICAS Se considera a los suizos y los alemanes los primeros en mostrar su efectividad frente a la caballería.
Por otro lado, bajo el influjo del Renacimiento, se entendió que quizás una alternativa radicaba en el retorno a la antigüedad, adoptando como modelo las gloriosas legiones de Roma, cuyo corazón era la infantería.
Pero el hito definitivo para que las unidades a pie desplazaran a las montadas fueron las victorias del Gran Capitán en Nápoles. La sabia combinación de la pica con armas de tiro portátiles supondrá el ocaso de la caballería medieval.
CUADROS DE INFANTERÍA En la batalla de Honnecourt (1642), obra de Pieter Snayers.
3. Adopción definitiva del arma de fuego portátil. El primer ejército que introdujo el arma de fuego portátil en dotación para sus hombres fue el del Gran Capitán. Este tomó la decisión de ir permutando sus ballesteros por espingarderos que, en el transcurso del siglo, pasaron a portar arcabuces y mosquetes. Las picas habían permitido a la infantería detener el avance de los caballos en la cargas, pero era precisa otra arma cuya capacidad de penetración de sus proyectiles, como había sucedido con los arcos británicos, lograse traspasar las armaduras de los jinetes. La ventaja del arma de fuego frente a otras alternativas radicó en la facilidad de su manejo, en la escasa instrucción necesaria para su uso, así como en la rápida evolución de las mismas, haciéndolas cada vez más fiables y precisas.
ALMACENAMIENTO DE UN ARSENAL Según el tratado alemán Zeugbuch Kaiser Masimilians I, 1502.
ARMAS DE FUEGO Ambas de principios del siglo XVI.
LA VICTORIA DE FLEURUS (29 DE AGOSTO DE 1622) Obra de Vicente Carducho.
PISTOLA CON LLAVE DE RUEDA De elevado coste y más ligera, solo los jinetes e infantes de cierto rango las adquirían.
4. Imposición de la caballería ligera sobre la pesada. Superada por la infantería, la caballería medieval entró en crisis. Aun así, su consideración social siguió siendo muy alta, pues sus valores eran los propios de las élites aristocráticas del momento.
Tuvo que ver también cómo era relegada en combate por una caballería ligera que introdujo en Europa el ejército hispano, que la había forjado durante siglos de enfrentamiento contra los musulmanes en la Reconquista.
LA NUEVA CABALLERÍA Portadora de armas de fuego cortas o largas, y de diferentes tipos de protecciones.
La clave de su éxito radicaba en su velocidad, lo que le permitió desarrollar una serie de funciones distintas a las habituales en las unidades montadas, como adquisición de información, contactos rápidos con el enemigo o la defensa y toma de puntos estratégicos como vados y encrucijadas de caminos. Su consolidación se produjo en el momento en que se la equipó con armas de tiro como a la infantería. Primero ballestas, luego arcabuces y pistolas.
TRATADOS DE CABALLERÍA Ilustran y muestran las nuevas formas de combate. J. von Jacobi Wallhausen.
CAÑONES Y MORTEROS Láminas del tratado Zeugbuch Kaiser Masimilians I, 1502.
5. Consolidación de la artillería y su efecto sobre las construcciones. Cuando hablamos de artillería tenemos que diferenciar entre la que se empleaba en la defensa y toma de recintos urbanos amurallados y la que se usaba en el campo de batalla. Fue la primera la que supuso en ese momento un serio avance, pues la traza medieval de los muros apenas podía resistir su potencia de fuego, lo que provocó una rápida evolución de las construcciones con el fin de contrarrestar su acción.
Los franceses sobresalieron en el uso de la artillería, dado su potencial económico. Igualmente debemos señalar las aportaciones técnicas de los germanos, pero resulta no menos interesante la contribución de los españoles e italianos en arquitectura, pues sus modelos de defensa se extendieron y aún hoy pueden contemplarse por toda América. En cambio, las destrezas de la artillería de campaña eran tan admiradas como discutidas. Puesto que solo utilizaban proyectiles macizos, su capacidad consistía únicamente en romper los densos cuadros de ataque de la infantería y caballería.
TRAZA ITALIANA Los italianos fueron los primeros en hacer evolucionar el arte de la fortificación para hacer frente a la nueva artillería. Sitio de Groenlo.
JUEGO DE TRAYECTORIAS Diferencia entre el tiro tenso propio de los cañones frente al curvo de los morteros.
INGENIEROS TRABAJANDO Levantamiento de fajinas para protección de los artilleros y sus cañones.
INGENIEROS EN FORMACIÓN Unidad de gastadores en una marcha.
6. Revalorización del papel de los ingenieros gastadores. Otra de las virtudes que consolidó al arma de infantería fue su adaptación al terreno, como quedó reflejado en Ceriñola. Al no ser este siempre propicio, la especialidad del gastador fue tomando cuerpo, sin constituir todavía un arma diferenciada. Entre sus cometidos estaban la creación de zanjas destinadas a trincheras u obstáculos para ralentizar la movilidad del contrario, levantar parapetos o adecuar los caminos para el paso de los trenes de bagaje y artillería.
PUENTE DE BARCAS Proporcionaban un paso allí donde no existía vado. Este de Farnesio es el más conocido.
Actualmente se denomina a este personal ingenieros, pero en aquella época esta palabra estaba reservada a maestros de oficios, cuyo cometido era crear ingenios de guerra como las minas para derruir construcciones.
CONSTRUCCIÓN DE UN CAMPAMENTO En ocasiones se requería que toda la infantería participase en las obras.
ARCABUCERO Este tipo de representaciones idealizadas denotan la revalorización de la figura del soldado. J. de Gheyn.
7. Surgimiento del concepto de infante Fruto de todo lo anterior, el combatiente a pie experimentó un notable ascenso de estatus social. A partir de 1503, en la documentación española comienzan a ser llamados infantes, y no lacayos o peones, como en el pasado. Esto supuso una vía de ascenso social sin parangón para integrantes del pueblo llano que, mediante su servicio en los ejércitos, podían acceder a empleos como el de capitán, lo que los ubicaba en un escalón equiparable al de la figura noble del hidalgo. Por otro lado, la literatura y los tratados evocaban la imagen de un soldado renacentista ilustrado que, aunque seguramente irreal, era el espejo donde los nuevos guerreros habrían de reflejarse.
MOSQUETERO Y COSELETE Representados en segundo plano por Sebastian Vrancx seguidos por un paje.
SOLDADOS AL ASALTO El protagonismo de la infantería en el arte del momento deja clara su preeminencia sobre la caballería.
LELIO BRANCACCIO (1560-1637) De origen napolitano, entró en los Tercios como capitán y alcanzó el empleo de maestre.
FRANCISCO IV FERNÁNDEZ DE LA CUEVA (1619-1676) Noble de larga trayectoria, también comenzó su carrera como infante.
8. Nueva vinculación de la nobleza con el ejercicio de las armas. Igualmente, la vinculación de la nobleza con el ejercicio de las armas cambió. En el contingente del Gran Capitán del año 1500 sirvieron nobles, pero ni un solo título.
JULIÁN ROMERO (1518-1577) Ascendió desde soldado a maestre de campo.
Por supuesto que la guerra siguió siendo un recurso para la aristocracia, pero a raíz de que las sedes regias se fueron haciendo menos itinerantes, las cortes crecieron y surgieron los empleos cortesanos. Sumado al ocaso de la caballería pesada y la novedosa manera de combatir, la nobleza fue perdiendo interés de forma paulatina en sus antiguas atribuciones.
É
ESTADO MAYOR DEL EJÉRCITO ESPAÑOL En el sitio de Breda (1624), obra de Pieter Snayers.
MANDOS DEL TERCIO Representados cada uno al frente de su unidad.
9. Nueva organización jerárquica en el ejército. El ejército moderno precisaba de una novedosa jerarquía de mando. De la división simple y primitiva de los combatientes entre caballeros y escuderos o peones se pasó a una tipología mucho más elaborada, en la que se utilizaron términos que ya eran conocidos, como el de alférez o sargento, y se importaron otros, como el de coronel, dándoles un nuevo sentido. El objetivo, además de repartir en distintos responsables las múltiples funciones militares que fueron apareciendo –como pasar revista a las guardias u ocuparse del bagaje–, era el de favorecer la maniobrabilidad de contingentes cada vez mayores y equipados con diferente armamento, a través de subunidades más pequeñas.
COMPAÑÍAS Las unidades que las conformaban también llevaban un responsable a su cargo.
TERCIO EN ORDEN DE MARCHA Cuadros en movimiento precedidos de sus mandos.
EL ALARDE Revista en la que se asentaban los nuevos combatientes, se supervisaba a los veteranos y se confeccionaba la paga.
10. Nueva organización administrativa. De manera paralela, estos ejércitos estatales se convirtieron en las primeras empresas públicas de las que tenemos noticia. Los secretarios y Consejos –
antecesores de nuestros Ministerios– tenían como fin canalizar las órdenes que emanaban del rey y gestionar el gasto más importante del reino. Empleos como veedores, contadores, tesoreros, pagadores o tenedores de bastimentos o municiones –en diferentes escalones que llegaban al nivel de las compañías– gobernaban el dinero, la logística, los permisos y nombramientos de cargos, y hasta las mercedes de los reyes hacia aquellos que se hicieran merecedores de ellas, como los retiros.
LA PAGA El control del gasto incumbía a todos los oficios de la administración. Su retardo fue fuente constante de conflicto.
LIBROS DE GESTIÓN Además de registrar los gastos, servían para asentar las instrucciones y los nombramientos.
TRATADOS MILITARES Muchos veteranos plasmaron sus conocimientos por escrito y abordaron materias concretas o más generales (Representados: M. de Eguiluz, B. de Mendoza y D. Montes).
11. La teoría como alternativa a la práctica. Fruto de la concurrencia de tantos saberes en el mundo castrense moderno y del influjo del Renacimiento, la importancia exclusiva que hasta la fecha se había dispensado a la práctica, pasó a ser compartida con la que emanaba de la teoría. Surgieron por doquier tratados que versaban sobre cada aspecto inherente a la milicia. Algunos eran generales y otros particulares; unos técnicos y otros se ocupaban de la moralidad; no se dejaba aspecto de la vida militar sin ser sometido a escrutinio.
MANUAL PARA EL SARGENTO MAYOR Obra titulada Preceptos militares, de Miguel Pérez de Ejea.
FORMACIONES DE PIQUEROS Veteranos al frente con media armadura (coseletes) y bisoños sin protecciones al fondo (picas secas).
12. El adiestramiento como complemento a la instrucción. En lo referente a la práctica, también surgieron novedades relevantes. La instrucción, entendida como el entrenamiento individual del combatiente, se juzgó tan importante como el adiestramiento, que implicaba la preparación conjunta de una unidad que había de combatir unida y en la que servían combatientes con diferentes armas. Se emplazaba a las milicias de reserva que se levantaron desde el siglo XV a que en los días de asueto ejercitasen juntos las armas. Ya con los Tercios en servicio, a los soldados bisoños o novatos se los enviaba por un tiempo a Italia para que se formasen. Y dentro del cuadro de combate, cada individuo tenía su sitio asignado en función de su experiencia, con el fin de articular lo mejor posible la veteranía y la inmadurez, asegurando de paso que el relevo generacional no se interrumpiera.
FORMACIONES DE COMBATE Los tratados recogen múltiples variantes. Esta formación y su leyenda en De re militari, de Diego de Salazar.
EL HOMBRE HERIDO Manual sobre el tratamiento de los heridos de guerra Fasciculus Medicinae, de J. de Ketham.
13. La adopción de políticas sociales. Sobre todo a partir de 1500, se reforzaron una serie de políticas sociales tales como la asistencia médica generalizada, licencias temporales que entenderíamos como periodos vacacionales, o pensiones por enfermedad o retiro. Si consideramos a estos primeros contingentes modernos como las primeras empresas estatales, también podríamos interpretar estas como el referente más antiguo de seguridad social.
TREPANACIÓN La guerra era el principal motor de avance de la cirugía. Tratado para cirujanos militares de Feldbuch Der Wundartzney.
Es cierto que algunas de estas prácticas ya estaban arraigadas, como la presencia de médicos en los barcos de las expediciones aragonesas por el Mediterráneo. También que las licencias solo las disponían los militares en reserva, pues en caso de guerra quedaban anuladas. Incluso que las pensiones, por no estar reguladas por ordenanza, eran mercedes concedidas por el monarca y no derechos adquiridos. Pero, en cualquier caso, su existencia merece ser tenida en cuenta como un verdadero hito social, aunque obviamente fuera muy reducido por sectorial.
VETERANO Aunque la pensión de retiro o de invalidez constituía una merced real, era el interesado quien la solicitaba.
MAL DE NÁPOLES (SÍFILIS) Representación de su tratamiento a base de baños de vapor y mercurio.
AMPUTACIÓN Los traumatismos eran en general las intervenciones más habituales.
14. Evolución de la justicia militar. Cada vez en mayor grado cobró importancia en el ejército la justicia de los hombres en detrimento de la «divina». Los tratados eran muy explícitos al respecto y distinguían entre la justicia ordinaria y la extraordinaria en tiempos de guerra. En el primer caso, solo los maestres de campo tenían el poder de juzgar, y todo acusado poseía derecho a un juicio justo con independencia de la naturaleza de su causa. Se dio incluso un debate sobre la idoneidad de la existencia de la pena capital y, en caso de darse, de qué sentencias eran las más dignas, siendo la más habitual la de ser pasado por las picas.
PRENDIMIENTO El maestre de campo impartía la justicia asistido por un auditor, asesor experto en Derecho.
Ahora bien, en el transcurso del combate, cualquier mando tenía potestad para usar su arma como medio de garantizar el orden entre su gente y evitar así los desmanes colectivos.
FUSILAMIENTO El castigo dependía del delito. El ahorcamiento era la muerte más humillante para el reo.
AJUSTICIAMIENTO El encargado de ejecutar la pena era el verdugo.
LA HEGEMONÍA DEL MODELO ESPAÑOL (1536-1556). I
T
ras la segunda guerra italiana entre los partidarios del emperador y los del rey de Francia, y hasta comienzos del siglo XVII, el ejército de la monarquía hispánica se convirtió en una máquina incontestable, en el referente de los demás Estados europeos. Sin embargo, no significa esto que no cosechase ninguna derrota o que su mera acción fuese suficiente para solucionar los múltiples problemas que aquejaron a los monarcas que ocuparon dicho trono. Más bien, las armas se manifestaron como el principal recurso para mantener la integridad de aquellos territorios que conformaban el heterogéneo patrimonio dinástico de los Austrias, tanto de sus enemigos internos como externos que, además, mantenían sólidas conexiones.
COLUMNAS DE HÉRCULES Carlos V adoptó este símbolo. Su aparición en las monedas derivó en el actual signo del dólar ($).
Por otro lado, el sostenimiento del ejército era caro por lo que, paradójicamente, fue en parte una de las causas en las que radicó el fracaso de una monarquía que sufrió repetidas bancarrotas, dilapidando en él los abundantes recursos que se extraían del continente americano. Su superioridad en el campo de batalla se tradujo en una sensación de imbatibilidad, igualmente característica de unas unidades, los Tercios, que supusieron el corazón y el paradigma de los contingentes de los Habsburgo.
ALEGORÍA DEL EMPERADOR Carlos V, el César, victorioso en el trono frente a sus adversarios.
ARTILLERO ALEMÁN CON BOTAFUEGO Lámina del tratado Zeugbuch Kaiser Masimilians I, 1502.
Respecto al interrogante de por qué no fue suficiente la acción militar para garantizar la supremacía hispana, nos debemos remitir principalmente a los errores políticos que se cometieron a diferentes niveles. Por ejemplo, el genio militar de algunos generales no brilló al mismo nivel en el ámbito diplomático, como fue el caso del duque de Alba. Y tampoco el monarca supo gestionar el rechazo a su excesivo control político y religioso.
LA ORDENANZA DE GÉNOVA DE 1536 Después de la rotunda victoria frente a Francia y el papado se obtuvo, entre 1535 y 1536, el control crucial sobre el Milanesado. La definitiva consolidación de los territorios italianos disputados anteriormente trasladó el epicentro de los conflictos hacia el norte, por lo que se decidió reorganizar el ejército imperial. La citada reestructuración se acometió mediante un conjunto de ordenanzas e instrucciones; la más famosa es el documento que conocemos como Ordenanza de Génova, del 15 de noviembre de 1536. La reforma alcanzó a la totalidad del ejército, dentro del cual la infantería ya constituía su núcleo indiscutible. Además, se tomó este ordenamiento como hito fundamental a partir del cual podemos dar por creados a los Tercios y comenzar a hablar de un ejército plenamente moderno.
ALFONSO DE ÁVALOS Fue II marqués del Vasto y capitán general del ejército; recibió la Ordenanza de Génova.
ARTILLEROS EN CAMPAÑA La Ordenanza de Génova permitió que la artillería pudiese gestionar su propio gasto.
FERNANDO DE ÁVALOS (1489-1525)
F
ERNANDO DE ÁVALOS, V MARQUÉS DE PESCARA, ERA DESCENDIENTE DE UN NOBLE TOLEDANO QUE ENTRÓ AL SERVICIO DE ALFONSO V DE ARAGÓN TRAS SER EXPULSADO DE CASTILLA POR JUAN II.
N
ació en Nápoles y contrajo matrimonio con una hija de Fabrizio Colonna, una de las familias de condotieros que más habían apoyado al Gran Capitán en la conquista del reino. Su condición tanto de noble castellano como italiano le valdría para ser considerado una pieza clave en la gobernación del virreinato. Se le situó a las órdenes de la caballería ligera en la batalla de Rávena en la que, al igual que Pedro Navarro, fue capturado. No obstante, por él sí que se pagó el rescate, intercediendo en su nombre Gian Giacomo Trivulzio. Participó igualmente en la batalla de la Motta, derrotando a los venecianos, y en la de Bicoca contra los franceses, en 1522.
Tras esta última se nombró capitán general del ejército en Italia a Próspero Colonna, motivo por el cual se sintió agraviado y viajó a Castilla para solicitar al rey Carlos que cambiase la designación en su favor. Sin embargo, esto solo sucedió tras la muerte del anterior al año siguiente.
A su vuelta a Italia, lideró el contingente que se enfrentó de nuevo al francés en la batalla de Pavía, donde capturó al propio monarca Francisco I, constituyendo este acto un éxito rotundo para los intereses de la monarquía. Desafortunadamente, en el transcurso del mismo año falleció en la ciudad de Milán a causa de las heridas recibidas en combate.
CAMPAÑA DE TúNEZ Mientras se reorganizaba el ejército de Italia, el emperador partió a la conquista de Túnez.
Se instituyeron tres Tercios: el de Nápoles y Sicilia, que se escindirá en dos; el de Lombardía, que pasará a ser de Milán; y el de Málaga, que
entonces descansaba en Niza tras su paso por Túnez. Estos serían los denominados Tercios Viejos. En el resto del documento se recoge vagamente su primera distribución, el nombre de los beneficiarios de los empleos principales, su sueldo y ciertos aspectos organizativos, como el mandato de que cada compañía tuviera 300 soldados. Otra división que afectaba a la infantería se hacía en función de su nacionalidad. Se pretendía que españoles, italianos y alemanes sirvieran de manera independiente, sin mezclarse, salvo aquellos pocos que ya residían en unidades de distinto origen al suyo, a los que se les permitía permanecer en ellas.
CABEZA DE UN BOTAFUEGO Instrumento utilizado por los artilleros para prender la pólvora y así efectuar el disparo.
Estas normas simplemente marcaron el punto de partida de un sistema que continuamente estaría evolucionando, siempre en función de las necesidades que iban surgiendo. De hecho, durante el reinado de Carlos V los frentes se multiplicaron y tuvo que acudir de manera reiterada a sofocar los problemas que le ocasionaban sus distintos contendientes.
PAGADORES Otro ámbito capital regulado en la ordenanza era la administración militar y sus procedimientos.
FRANCISCO I (1494-1547) Rey de Francia desde 1515. Obra de Jean Clouet.
LA PERMANENTE CONFLICTIVIDAD CON FRANCIA. 15351544 La paz de Cambrai y la coronación de Carlos V en Bolonia no zanjaron la conflictividad con Francia. Merced a los constantes enfrentamientos directos y a las alianzas que Francisco I mantuvo con los protestantes alemanes y la Sublime Puerta, también enemigos del emperador, podemos considerar al monarca francés como su principal adversario. En 1535 murió sin descendencia Francisco II Sforza, duque de Milán. El rey de Francia reivindicó dicho ducado para uno de sus hijos y, para hacer fuerza, invadió Saboya y el norte del Piamonte. Como respuesta, los ejércitos imperiales penetraron en la Provenza, lo que obligó a los franceses a retirarse practicando la táctica de tierra quemada. Esto provocó que no hubiese ningún enfrentamiento de relevancia entre ambos contendientes.
ORBE DEL SACRO IMPERIO Símbolo del poder del emperador como representante de Cristo en el mundo.
MILÁN Obra de Georg Braun y Franz Hogenberg, Civitates Orbis Terrarum, 1572.
TREGUA DE NIZA Mediante este pacto Francisco I obtenía Turín y Carlos preservaba Milán.
Pero las tropas de Carlos V sufrieron graves problemas de avituallamiento justo cuando su Hacienda atravesaba una de las bancarrotas
que tuvieron lugar en esta centuria. Este conflicto se cerró mediante la Tregua de Niza de 1538, con el arbitraje del papa Paulo III, en la que el punto más importante fue el compromiso de colaboración frente a los otomanos, que tardó poco en perder su vigencia. Sin embargo, la nueva investidura del príncipe Felipe como duque de Milán en 1542 reabrió las hostilidades. La alianza franco-turca fue contestada con otra entente compuesta por Carlos V, Inglaterra y los príncipes alemanes, temerosos del avance musulmán por el Danubio. Esta última coalición fue derrotada en Cerisoles, aunque la ofensiva hacia París de una expedición anglo-hispana obligó a capitular una vez más a Francisco I. En 1544 se concertó la Paz de Crépy-Meudon, por la cual se instaba al Imperio a ceder bien los Países Bajos y el Franco Condado o el Milanesado al duque de Orleáns, hijo del monarca francés. Finalmente, la opción que se tomó fue la segunda, si bien la muerte del infante dejó la situación como al comienzo. La siguiente guerra con Francia tuvo lugar ya tras la ascensión al trono de Felipe II, después de haber abdicado en él su padre en 1556.
MEDALLA DE CARLOS V Esta evoca los esfuerzos realizados para difundir como propaganda la imagen del emperador.
PAULO III (1534-1549) Retratado junto a sus nietos Octavio y Alejandro Farnesio, obra de Tiziano.
CARLOS V A CABALLO EN MüHLBERG Esta representación ecuestre ayudaba a destacar su condición como cabeza de sus ejércitos. Obra de Tiziano.
EL PROTESTANTISMO COMO FACTOR DISGREGADOR DEL IMPERIO. 1519-1547 El ascenso al trono de Carlos V coincidió en el tiempo con la reforma del cristianismo defendida por Lutero. No obstante, no se puede entender su éxito sin valorar su utilidad política para los príncipes alemanes, deseosos de escapar del centralismo propugnado por el emperador, ni el apoyo que recibieron de Francia y del propio papado, en este caso derivado de su interés y del temor que suscitaba la injerencia de los Habsburgo en los asuntos terrenales de la Santa Sede. Carlos fue elegido emperador en la dieta de Frankfurt (1519) sin oposición, pero pronto el avance turco le obligó a realizar concesiones a los potentados germanos, convirtiéndose esta amenaza en el verdadero catalizador de sus negociaciones con ellos, pues la alianza franco-otomana obligaría en más de una ocasión a un acercamiento. De hecho, tras el fracaso del diálogo en la dieta de Augsburgo (1530), se unirían posturas con el fin de contener el segundo asedio musulmán a Viena (1532), que fue apoyado por Francisco I. Creyendo quizás que la situación estaba controlada, Carlos decidió partir de Alemania por esas fechas, momento que aprovecharon el elector de Sajonia y el landgrave de Hesse para instituir la Liga de Smalkalda (1532).
DIETA DE WORMS, 1521 Lutero fue convocado para que se retractara de lo expuesto en sus famosas tesis.
DIETA DE AUGSBURGO, 1530 En ella se presentó la Confesión Augustana, texto de referencia para las iglesias protestantes.
MARTÍN LUTERO (1483-1546) Impulsor de la reforma protestante en Alemania.
Por entonces se valoró que una opción más pacífica pasaba por un concilio, así se podrían separar los aspectos políticos de los doctrinales. Hubo varias reuniones, como las de Hagenan, Worms o Ratisbona, en la que participó Calvino y se instituyeron 23 artículos que, a la postre, fueron rechazados tanto por Lutero como por Roma. La primera sesión del Concilio de Trento, por otro lado, tuvo lugar en 1545. Finalmente, en la Dieta de Ratisbona de 1546 se declaró ilegítima la Liga de Smalkalda y se decidió actuar contra sus integrantes, no por protestantes, sino por desobediencia a su señor natural. En 1547, las tropas del emperador derrotaron a los considerados insurrectos en la batalla de Mühlberg. Tras esta victoria, Carlos pretendió reorganizar estos territorios, pero no consiguió extrapolar el éxito militar. Su hermano Fernando se convirtió en el agente mediador con los príncipes alemanes. Pero el protestantismo había trascendido de sus fronteras primigenias y comenzaba a difundirse por Europa con una fuerza demoledora.
PAVÉS ALEMÁN Tipo de escudo que solía portar un paje para cubrir a un ballestero.
JUAN CALVINO (1509-1564) Padre de la reforma protestante en Francia y muy influyente en los Países Bajos.
ARMADURA DE CARLOS V Panoplia portada por el emperador en el famoso retrato de Tiziano.
SOLIMÁN I EL MAGNÍFICO (1494-1566) Sultán del Imperio otomano y responsable de su mayor apogeo.
LA EXPANSIÓN OTOMANA POR EUROPA. 1521-1538 En 1453 cayó bajo dominio otomano Constantinopla, rebautizada más tarde como Estambul. Los turcos penetraron en Europa e hicieron suyos los territorios que hoy comprenden las actuales Grecia, Bulgaria, Macedonia, Albania, Servia y Bosnia-Herzegovina. En el este de Europa se temía lo peor. En cuanto a los españoles, sus primeros contactos con los turcos habían tenido lugar a finales del siglo XV, en la batalla de Otranto, y en 1500, cuando el Gran Capitán acometió la reconquista de Cefalonia en nombre de los venecianos.
TUGHRA DE SOLIMÁN La firma del sultán era su sello y símbolo, aunque era diseñada por un calígrafo.
Ya entrados en el siglo XVI, Solimán I el Magnífico ocupó el mando de la Sublime Puerta, asumiendo el gobierno de un imperio que tan solo podía rivalizar con el hispano. Su fabulosa máquina de guerra se puso en marcha y no tardaron en llegar los primeros éxitos. Belgrado fue conquistada en 1521 y Rodas en 1522. En Hungría, en la batalla de Mohacs, vencieron y dieron muerte a Luis II, lo que provocó que Fernando I, hermano del emperador, obtuviera esa corona y la de Bohemia. En 1529 llegaron a las puertas de Viena, aunque fueron rechazados. Al año siguiente, Carlos V permitió asentarse a la Orden de San Juan del Hospital de Jerusalén, expulsada de Rodas, en sus posesiones de Malta y Trípoli, la cual constituyó un valioso apoyo en la guerra contra los musulmanes en el Mediterráneo.
ESTAMBUL Obra de Georg Braun y Franz Hogenberg, Civitates Orbis Terrarum, 1572.
BATALLA DE MÜHLBERG, 24 DE ABRIL DE 1547
T
ras la Semana Santa de 1547, el emperador Carlos V se propuso acabar con los restos del ejército de la Liga de Smalkalda, a cuyo mando se encontraba el elector de Sajonia. Las vanguardias imperiales avanzaron por la orilla izquierda del Elba en busca del campo enemigo, hallándolo en las inmediaciones de Mühlberg.
E
l de Sajonia había destruido todos los puentes de la región para dificultar el paso del río, pero los arcabuceros a caballo españoles informaron que las gentes del lugar conocían un vado. El emperador dio orden de cruzar el río antes de que el enemigo prosiguiera su marcha, a pesar de tratarse de una maniobra temeraria.
El duque de Alba
El ejército imperial se apostó en la ribera del Elba, frente a Mühlberg y protegido de las vistas enemigas por un bosque espeso. El duque de Alba, jefe del ejército de Alemania,
envió un destacamento a Torgau, aguas abajo del Elba, para reconocer si su puente seguía en pie, mientras buscaba el vado. Este se encontraba fuertemente protegido por los sajones y cuando los españoles fueron avistados se desató un intenso tiroteo.
El de Sajonia, cuyas fuerzas habían recibido a cañonazos al destacamento enviado a Torgau, decidió levantar el campo y dirigirse río abajo llevándose consigo un puente de barcas que se hallaba en su orilla.
Juan Federico, elector de Sajonia Viendo los españoles que precisaban un tramo de ese puente para cruzar su artillería, se lanzaron al agua y se apoderaron de él con gran audacia. Al tiempo que se disponía el montaje del puente, parte de la caballería imperial cruzó el vado y consiguió picar la retaguardia enemiga antes de replegarse hacia el río.
El duque de Alba reagrupó entonces toda la caballería ligera y ordenó que cada montura llevara un arcabucero a grupas para cruzar de nuevo el vado en persecución del enemigo. Alcanzado Sajonia, se vio obligado a desplegar su ejército y combatir, pero la caballería imperial barrió todo a su paso y terminó la jornada sin dar tiempo a que pudiera llegar el grueso de su infantería.
TRINITARIOS Esta orden religiosa, junto con la de los mercedarios, se ocupaba de la redención de los cautivos.
A pesar de ello, en 1532, la capital austriaca volvió a ser sitiada y, en esta ocasión, el propio emperador estuvo presente en su defensa. La negociación de la tregua fue llevada a cabo por su hermano. Posteriormente, el apoyo de los franceses a los turcos, como en fases anteriores, dio lugar a una coalición entre el Imperio, Venecia y el papado. La armada de esta alianza se enfrentó con la musulmana en la batalla de la Prevesa, en 1538. Aunque la victoria cayó del lado turco, se comprobó que solo la unión de fuerzas podía contener la expansión del enemigo. Aun así, nunca existió un denodado interés en ambos colosos por iniciar una guerra abierta, por mucho que en su época esta se juzgase como una terrible amenaza. Muchos de los episodios bélicos que tuvieron lugar han de ser entendidos como las lógicas fricciones de frontera entre dos grandes potencias tan opuestas desde el punto de vista cultural y religioso.
LOS CONFLICTOS EN EL SUR DEL MEDITERRÁNEO. 15331555 Parte de las acciones que tuvieron lugar en el Mediterráneo, como aquellas que tenían como fin la expansión cristiana por el norte de África, no supusieron un enfrentamiento directo con el turco. Fueron conflictos mantenidos bien con piratas que actuaban en nombre de la Sublime Puerta, aunque con total autonomía, o con señores locales que, en virtud de su debilidad, terminaban por situarse bajo la protección de aquel poder que garantizase su estatus con las mejores condiciones.
ASEDIO DE VIENA Capital del Sacro Imperio, se convirtió en el último bastión contra la penetración del islam en Europa.
CAMPAÑA DE TúNEZ Españoles y alemanes combatiendo en las costas de África, obra de Jan Cornelisz Vermeyen.
En España seguía latiendo el espíritu de cruzada que enraizaba con los tiempos de la Reconquista, el cual dio lugar ya en el reinado de los Reyes Católicos a la conquista de algunas plazas en el litoral africano como Bugía u Orán. Se pretendía, además, paliar la inseguridad que sufría la navegación en este mar a causa de las acciones de pillaje berberiscas, donde la Orden de San Juan contribuyó de manera notoria. De igual modo, el apoyo de los genoveses a partir de 1528, año en que Andrea Doria se puso al servicio de Carlos V, también fue fundamental. Así pues, a partir de 1533 y durante una década, se retomó esta vieja aspiración, siendo la conquista de Túnez por parte de Barbarroja, aliado de Solimán, lo que marcó el punto de inicio. En 1535, bajo el mando directo del emperador y con el apoyo de los portugueses, se expulsó a Barbarroja de La Goleta y Túnez, lo que no evitó que este saquease Mahón poco después. Sin embargo, la otra gran empresa comandada por el emperador con el fin de tomar Argel terminó en fracaso (1541), en parte debido a la mala mar. Como era habitual en este frente, los éxitos se alternaron con derrotas que, a la postre, convirtieron la presencia española en este ámbito en algo testimonial. Consecuencia de ello, Carlos mandó que se redactasen las
Leyes Nuevas de Indias (1542), mediante las cuales pretendía acabar con los abusos cometidos por los conquistadores en América, pues interpretó que la derrota en el Mediterráneo era un castigo divino.
PABELLÓN DE CARLOS V Tienda de sección circular utilizada por el emperador en campaña. Museo del Ejército.
CONQUISTA DE TúNEZ Esta campaña fue recogida por Georg Braun y Franz Hogenberg.
SARRACENOS Detalle de los tapices de la campaña de Túnez basados en los dibujos de Vermeyen.
Antes del reinado de Felipe acaecieron otras derrotas, como la expulsión de la Orden de San Juan de Trípoli por parte de Dragut en 1551, la pérdida del Peñón de Vélez en 1554 o la de Bugía al año siguiente.
ARCABUCERO Los tapices de la campaña de Túnez muestran cuán heterogéneo era el equipamiento de los soldados.
LA EXPANSIÓN FUERA DE EUROPA. 1518-1543 Durante el reinado de los Reyes Católicos se había descubierto el continente americano y en el de Carlos se produjo la consolidación de la presencia española en el nuevo continente y la primera gran reorganización del territorio. Las conquistas de Hernán Cortés –a partir de 1518– de Nueva España (México) y de Pizarro en Perú –a partir de 1532– son los acontecimientos más notorios.
ANDREA DORIA (1466-1560) Representado por Agnolo Bronzino como Neptuno, Dios romano de los mares.
LA CONQUISTA DE AMÉRICA Durante este reinado se inicia la expansión y organización del nuevo continente.
Las tácticas militares empleadas difirieron de las que eran más usuales en las guerras europeas, si bien no se debe pasar por alto la formación de los conquistadores, como en el caso de Pizarro, hijo de uno de los coroneles más apreciados que combatieron a las órdenes del Gran Capitán. Del mismo modo, cada vez sería más común que mandos que habían comenzado su carrera en el viejo continente terminasen sus días sirviendo en América. Otra expedición digna de ser reseñada fue la de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, que recorrió territorios hoy pertenecientes al sur de los Estados Unidos, como Alabama, Misisipi, Luisiana, Texas, Nuevo México, Arizona y California. Luego, destinado al sur, llegaría a las cataratas del Iguazú y exploró el cauce del río Paraguay.
MAPAMUNDI DE JUAN DE LA COSA (1500) Primera representación conservada del continente americano.
HERNÁN CORTÉS (1485-1547) Conquistador de México y posterior Capitán General de Nueva España.
FERNANDO ÁLVAREZ DE TOLEDO, DUQUE DE ALBA DE TORMES (1507-1582)
M
UERTO SU PADRE EN EL DESASTRE DE DJERBA CUANDO ÉL APENAS CONTABA 3 AÑOS, EL FUTURO III DUQUE DE ALBA FUE PUESTO AL CUIDADO DE SU ABUELO Y TUVO COMO PRECEPTOR AL HUMANISTA JUAN BOSCÁN.
G
ran amigo de Garcilaso de la Vega, sintió una pronta inclinación por la carrera de las armas y tomó parte en la defensa de Fuenterrabía con tan solo 17 años. En 1532, junto con el gran poeta, se reunió con Carlos V en Viena para afrontar con éxito el ataque turco. Participó en la toma de La Goleta (1535) acompañado de su hermano Bernardino, que moriría poco después en Sicilia, y más tarde en la invasión de la Provenza (1536), donde halló la muerte su amigo Garcilaso. Encargado de la defensa de los Pirineos, rechazó la ofensiva francesa en Salses y fue nombrado capitán general del ejército imperial.
En Alemania, el conocido como Gran Duque dirigió las campañas que condujeron a la brillante victoria de Mühlberg, demostrando un excepcional talento militar. A partir de 1548 fue nombrado mayordomo mayor del príncipe Felipe, si bien acudió en auxilio del emperador en el malogrado sitio de Metz (1553). A inicios del reinado de Felipe II fue nombrado capitán general de Italia (1556), donde volvió a dar muestras de sus dotes militares. En 1567 se le ordenó conducir un ejército a Flandes y llevar a cabo durante seis años una dura represión. La última misión que le encomendó su rey fue la ocupación de Portugal (1580), donde murió enfermo y sin conseguir la licencia real para regresar a sus estados.
FRANCISCO PIZARRO (1478-1541)
Conquistador del Perú y posterior gobernador de Nueva Castilla.
También siguió fomentando la monarquía las grandes expediciones marítimas. La más conocida es la vuelta al mundo iniciada por Fernando de Magallanes que, debido a su muerte en Filipinas, tuvo que ser completada por Juan Sebastián Elcano (1519-1522). O las expediciones de Álvaro de Saavedra por el Pacífico partiendo desde Centroamérica (1527-1529), y la de Ruy López de Villalobos a Filipinas (1542-1543), iniciando la expansión por Asia.
EL FRACASO DE LA UNIVERSITAS CHRISTIANA. 1551-1558 Los investigadores coinciden en que los años postreros de la vida del emperador le sumieron en un profundo cansancio. Es cierto que alcanzó grandes logros y múltiples éxitos en los campos de batalla, pero ninguno de ellos había conseguido solventar los problemas que aquejaron a sus dominios desde que ciñera sus múltiples coronas. Carlos se había ilusionado con establecer en la cristiandad un periodo de paz, en el que su soberanía sobre el resto de las monarquías europeas le permitiese liderar la lucha contra la herejía y el islam. A ello se refiere el concepto Universitas christiana. Sin embargo, no solo los distintos poderes políticos habían entrado en confrontación con él, sino que diferentes pontífices juzgaron como una intromisión en sus asuntos las acciones del emperador, llegando a convertirse en sus más serios detractores.
NAO VICTORIA Representación del navío con el que Juan Sebastián Elcano culminó la primera vuelta al mundo (1519-1522).
Ó
FUNDACIÓN NAO VICTORIA Esta fundación ha promovido la iniciativa de reproducir el famoso navío.
TOISÓN DE ORO Orden de caballería fundada en 1429 por el duque de Borgoña y vinculada a la dinastía Habsburgo.
No obstante, en el ocaso de su reinado, fue más grave la inviabilidad de que la titularidad del Imperio y la totalidad de sus heredades pasasen a su hijo Felipe. En 1531 se había designado a su hermano Fernando como Rey de Romanos, intitulación que portaba el sucesor del Sacro Imperio. Fue clave tanto su mediación con los príncipes alemanes como su presencia en la frontera ante el avance otomano. En el Tratado de Augsburgo (1551), Carlos pretendió alcanzar un acuerdo con Fernando para que fuese investido Felipe como segundo Rey de Romanos, proponiendo un sistema hereditario por el que el cetro imperial pasaría de una rama de los Austrias a otra de manera alternativa y, por ende, anulando las atribuciones de los príncipes electores. Esto supuso el reconocimiento de la escisión de las dos familias, el fin del sistema global ensoñado.
FERNANDO I DE HABSBURGO (1503-1564) Hermano de Carlos V y sucesor en el Sacro Imperio Germánico.
ABDICACIÓN DE CARLOS V Alegoría de este proceso obra de Frans Francken.
CARLOS V Alegoría del César, simbolizando su dominio sobre el mundo, obra de Peter Paul Rubens.
En 1555, después de fracasar frente a nuevos levantamientos en Alemania, dejó la negociación de la paz a su hermano, quien decretó la libertad de conciencia entre sus súbditos, oficializando la división de estos entre protestantes y católicos. El emperador tomaba la decisión de abdicar, renunciando a sus territorios en el mismo orden en que los recibió: los Países Bajos en 1555, los reinos hispanos en 1556 –de los que era titular en solitario desde el año anterior por el fallecimiento de su madre y reina Juana I–, y el Imperio en 1558, como estaba previsto en favor de su hermano Fernando. Felipe II, que ya era duque de Milán y rey de Nápoles, no solo lo aceptó, sino que se comprometió a apoyar a su primo Maximiliano para suceder a su tío cuando fuera oportuno.
MAXIMILIANO II DE HABSBURGO (1527-1576) Hijo y sucesor de Fernando I de Habsburgo.
KATZBALGER «Destripa gatos». Espada corta y robusta que portaban como arma secundaria los lansquenetes alemanes.
Composición de un Tercio
COMPAñÍA HOLANDESA Carecemos de testimonios españoles semejantes, pero estos ilustran una realidad equiparable.
E
l Tercio era la unidad militar comandada por un maestre de campo, la estructura esencial sobre la que se organizaba la infantería. En primera instancia fue un sistema concebido únicamente para las tropas españolas si bien, con el paso del tiempo, terminó por ser un modelo del que participaron otras nacionalidades integrantes de la monarquía hispánica. La unión de varios de ellos constituía el núcleo del ejército, en el cual era indispensable el concurso de otros contingentes para que los apoyasen, principalmente de artillería y caballería. Resulta complicado abordar la composición y el funcionamiento de los mismos pues, dado que su existencia se prolongó aproximadamente dos centurias, debemos tener muy presente el grado de evolución interna que experimentaron. Esto implica por una parte que, a lo largo de todo ese tiempo, se fueran creando distintos oficios con los que se pretendía cubrir las necesidades que iban surgiendo. Para designar los mismos se escogieron denominaciones que provenían de distintas tradiciones, y era bastante habitual que un mismo empleo recibiese diversos nombres, que sus tareas se solapasen o que algunos no estuvieran presentes en todos los contingentes que sirvieron a la monarquía. Por ello, el esquema que proponemos no pretende ser más que un esbozo general que no necesariamente se ajusta a la realidad de los casos más concretos.
MOSQUETERO Y ARCABUCERO Dibujos de J. de Gheyn. Sirvieron de manuales de instrucción.
FORMACIÓN DE ATAQUE Escena del tapiz Ataque a La Goleta, en el Palacio Real de Madrid.
Ilustra lo anterior a la perfección el caso del maestre de campo. Integrados en un ejército, estaban bajo el mando de un capitán general, lo que les restaba capacidad operativa. Pero en ocasiones actuaban con cierta autonomía, asumiendo también el mando de las unidades de caballería y artillería que les debían dar cobertura. Ejemplo de ello fue el caso de Sancho de Londoño en los Países Bajos. De igual forma, de entre los
presentes se podría destacar a alguno que, con la denominación de maestre de campo general, actuaba como superior jerárquico de toda la infantería y segundo del capitán general.
ESCUADRONES Los cuadros podían ser de diferente entidad. Detalle una obra de Mullen van der Franz.
Por último, debemos distinguir dentro de la estructura de un Tercio entre los empleos de gestión, ajenos al combate, y los de mando propiamente dicho; aunque estos últimos, del mismo modo, conlleven asignados algunos cometidos de naturaleza administrativa.
PIQUERO Dibujo de Jacob de Gheyn.
CAPITÁN GENERAL El duque de Feria en el Socorro de Brisach, de Jusepe Leonardo.
El maestre de campo El maestre de campo era el hombre que comandaba cada Tercio, el cual, en numerosas ocasiones, incluso adoptaba su nombre. Podríamos decir que era el alma del sistema. Los maestres eran designados por el rey y sus Consejos, aunque en caso de vacar su plaza habiéndose levantado ya su unidad, era potestad del capitán general escoger a su sucesor, pudiendo suponer esto un ascenso para cualquiera de sus capitanes o del sargento general. Aun así, con el paso del tiempo, ante la carencia de efectivos, fueron surgiendo maestres que reclutaban un Tercio por su cuenta, para luego ofrecer sus servicios a la monarquía. Se ha venido considerando a estos como verdaderos empresarios de la guerra, aunque no era el dinero lo único que les movía. Y en parte debido a ello, aunque la Ordenanza de Génova abordaba la exclusiva reestructuración de la infantería española, se irían internacionalizando con mandos y soldados de procedencia distinta, en especial de Italia.
MARQUÉS DE LA CATÓLICA Perteneciente a la serie de retratos de maestres de campo del Senado.
BENGALA O BASTÓN DE MANDO Solía ser hueco para albergar el documento del nombramiento real. Era el emblema del maestre o maestre general.
AMBROSIO DE SPÍNOLA El color carmesí del trozo de tela en su brazo indica su pertenencia al bando austríaco.
Este empleo, además, asumía la total responsabilidad en materia administrativa, preocupándose de hacer llegar a sus hombres las pagas y el resto de los recursos necesarios; así como de la justicia, desarrollando las funciones de juez y garantizando el orden interno. Su autoridad solía ser entendida como la de un padre, habiendo constancia documental de ocasiones en que, por no llegar las soldadas a tiempo, adelantaban los sueldos de su bolsillo para así evitar inconvenientes a sus hombres y alteraciones del orden. Además, se ocupaba de regular la actividad comercial en torno a su unidad y, en cierto modo, gobernar a aquellos que acompañaban a los soldados por ser esa su forma de ganarse el sustento. Por ejemplo, tenía potestad para fijar el precio de los productos y servicios, u obligar a las
meretrices a pasar los controles médicos. Por tanto, dado que el estilo de mando empleado repercutía en la calidad de vida de sus hombres, el maestre poseía la capacidad de crear en torno a sí una micro-sociedad que podía diferir en grado sumo de las establecidas por los maestres de campo en otros Tercios.
RODRIGO DE MúGICA Y BUTRÓN Otro de los maestres de campo cuyo retrato se expone en el Senado.
ALFÉREZ DEL TERCIO Solo portaba la enseña en determinados momentos, el resto del tiempo lo hacía un abanderado a su cargo.
RODELA El sargento mayor la portaba en su revista a las guardias como protección. Podía resistir el disparo de un arcabuz, no así el de un mosquete.
El sargento mayor A pesar de la importancia que se le ha dispensado a este empleo, como a su homónimo en las capitanías, fue uno de los que se incorporó a la jerarquía de los Tercios más tardíamente y no siempre estuvo presente en todos los contingentes. Por lo tanto, sus atribuciones podían ser asumidas por el resto de los mandos. Uno de sus principales cometidos venía delegado por el maestre de campo y consistía en escuadronar a la gente del Tercio, preparándola tanto para el combate como para la marcha cuando fuese preciso. Para acometer dicha ta rea contaba con un bastón de mando distinto al de su superior, en el que unos mecanismos, a modo de una calculadora actual, le ayudaban a realizar las operaciones aritméticas. Este era el instrumento que le distinguía entre los demás.
JUAN BAZO DE MOREDA Sargento mayor y luego regidor perpetuo de Logroño. Documentado por I. Gutiérrez Pastor.
Por tanto, era el principal lugarteniente del maestre del Tercio. Sin embargo, al no tener funciones específicas durante el combate por ser un
empleo de gestión, las fricciones con los capitanes eran continuas; hasta después de las Cortes de Thomar, en 1581, no se les equiparó en sueldo con aquellos. Por otro lado, de él dependían los sargentos de las compañías, encargados de la logística, para que todos los recursos necesarios llegasen a los combatientes. En los desplazamientos, organizaba el tren de bagaje y la seguridad de la columna, compuesta por los soldados y los civiles que los acompañaban.
MORRIÓN Generalmente más decorado, era indicativo del estatus junto con el bastón. Junto con la rodela, ayudaba a protegerse.
SARGENTO MAYOR El control sobre los bastimentos era otra de sus obligaciones.
También era responsabilidad suya localizar el mejor emplazamiento para establecer los asentamientos, la búsqueda de agua y forrajes. Una vez en el campamento, debía distribuir las capitanías y los diferentes servicios, y formalizar las guardias, a las que pasaba revista para asegurarse de su correcto funcionamiento.
CARRUAJES Eran utilizados para el transporte o como parapetos si había necesidad.
Así pues, era tal la complejidad de sus tareas, que se ocuparon de ellas múltiples tratados que pretendían servir como manuales.
ESCUADRONAMIENTO A escala mayor de la que muestra la imagen de la izquierda, se ocupaba de la organización de las formaciones, participando apenas en el combate.
OFICIALES DEL GASTO Variaban con el grado de autonomía de un Tercio, pudiendo incorporar contadores, veedores, tenedores de bastimentos o municiones, etc.
Otros oficiales del Tercio Dentro del Tercio había otra serie de empleos con cometidos muy específicos. Variaban en función de su grado de autonomía. El auditor era el experto en leyes encargado de auxiliar al maestre de campo en el ejercicio de la justicia. También actuaba como notario, ocupándose en especial de la redacción de testamentos y del reparto de las exiguas pertenencias de los militares fallecidos. Contaba con un equipo a su cargo, el cual solía estar formado por un escribano, un trompeta, uno o varios alguaciles, un carcelero y un verdugo. El preboste general, llamado en ocasiones capitán barrachel o de campaña, dependía del anterior, pues su función y la de sus hombres era próxima a la de una policía militar. También se ocupaba de la difusión de los bandos y de que las normas de higiene se cumpliesen. Pero en los desplazamientos del Tercio pasaba a depender del sargento mayor, apoyándole en sus obligaciones.
TAMBOR Recreación de un tambor del Tercio a cargo A. Ferrer Dalmau.
El cuartelmaestre o furriel mayor ayudaba en la responsabilidad de hacer llegar al campamento los bastimentos necesarios, para lo cual contaba con el concurso de varios comisarios, quienes procedían a su búsqueda. Del mismo modo, participaba en la elección y adecuación de los alojamientos. El atambor mayor difundía las órdenes que emanaban del maestre de campo al resto del Tercio e interpretaba los mensajes enviados desde las compañías. Se le requería que conociese todos los toques de aliados y enemigos, así como sus lenguas, por lo que su utilidad iba más lejos de la mera trasmisión de información; igualmente era crucial para labores de inteligencia. Con el tiempo, las unidades de caballería optaron por el uso de la trompeta, mientras que la infantería se decantó por los tambores.
ATAMBOR MAYOR Uno de los oficios más respetados dentro del Tercio. Cumplía con las funciones de un oficial de comunicaciones actual.
PREBOSTE GENERAL
Imagen idealizada compuesta por J. Amman.
AMBROISE PARé Considerado padre de la cirugía de campaña francesa. Su equivalente español fue Dionisio Daza Chacón.
El médico y el cirujano se encargaban de la atención de los heridos en el hospital, si lo había, así como de la gestión de los medicamentos. El capellán mayor o predicador estaba destinado a dispensar los servicios religiosos a un contingente en el cual ser buen cristiano era un requisito indispensable. Se prefería que fuese cura y no fraile.
ATENCIÓN A LOS MORIBUNDOS Llevada a cabo por los religiosos que acompañaban al Tercio.
MISA CASTRENSE Rodela decorada con una representación de las liturgias habituales previas al combate.
PETO DE PARADA O DE REPRESENTACIÓN Este evoca al que figura abajo, aunque los empleados en combate eran más austeros.
PARTESANA Arma enastada asociada al empleo de capitán.
Capitán Este empleo, que regía la compañía, era el segundo más considerado del Tercio, la meta que todo soldado anhelaba. Por lo general, eran designados
por el rey y sus Consejos, y su primera misión consistía en reclutar su unidad en los términos señalados en el documento que los activaba, la conducta, pues su condición era permanente. Por tanto, a sus funciones ligadas al combate se unían otras meramente administrativas no carentes de relevancia. Muchas veces, su preeminencia venía dada no solo por su aptitud para el combate y capacidad de mando, sino por el número de efectivos que controlaba. El tamaño de las compañías venía determinado por el éxito a la hora de levantarlas, pudiendo variar entre los 50 y 300 hombres. Ya reunido el ejército, las bajas de capitanes podían ser cubiertas por nombramiento del maestre de campo o del capitán general, de entre los alféreces, sargentos o soldados aventajados. No existía una línea prefijada de ascensos como en siglos posteriores. Como sucedía con el maestre de campo, él era el responsable de que no les faltase nada de lo indispensable a aquellos que conducía a la guerra, incluido el sueldo. Y del mismo modo, de exigir a sus subordinados que estuviesen siempre prestos, con su equipo en perfectas condiciones. Alférez Se consideraba al alférez el segundo de la compañía tras el capitán. Es uno de los empleos más antiguos. Su principal cometido era portar y custodiar la bandera, lo cual constituía un verdadero honor, pues en ella se depositaban todas las virtudes de la unidad a la que representaba y de la monarquía a la que se servía.
CAPACETE LABRADO En la parte trasera aparece un enganche para las plumas. Estas destacaban aún más a su portador.
CAPITÁN
Representado en el tapiz Asalto nocturno de Ardrés, en el Palacio Real de Madrid.
CAPACETE DECORADO De tipología distinta del anterior. Los capacetes variaban en función de su origen.
PETO DECORADO
Las protecciones de un alférez solían ser más modestas que las del capitán.
Su posición en combate, justo en el centro del escuadrón, conllevaba un doble significado: por un lado ratificaba el simbolismo indicado, al ubicarlo en el núcleo de la formación y, por otro, permitía que todos contribuyeran a su defensa. Ya en el campamento, del mismo modo, su tienda tenía que estar localizada en el emplazamiento más seguro, donde el estandarte debía ondear de manera permanente, ya que servía además de punto de reunión. Otro de sus cometidos específicos consistía en escoltar el tesoro de la compañía. No obstante, el alférez no estaba solo. A su lado solía ir un abanderado que portaba la enseña en la mayoría de las ocasiones, asumiendo aquel su carga únicamente en los momentos más señalados. También le acompañaban unos cuantos soldados veteranos, pues no había mayor deshonor que el de que el enemigo arrebatara el preciado paño. Por último, cabe señalar que cada unidad poseía una bandera con la que acudía a la lucha y era utilizada en tiempo ordinario, y otra de mayor calidad para las paradas.
ABANDERADOS Alféreces junto a los atambores y pífanos en la última línea de la formación de un asalto.
ALABARDA Arma enastada asociada al empleo de sargento.
Sargento de compañía Como su homónimo en el Tercio, este empleo se estableció tardíamente y sus funciones eran equiparables, aunque a diferente escala. Una salvedad digna de mención es que si no hay duda de que el sargento mayor era el segundo por detrás del maestre de campo, aunque no lo reflejase su sueldo,
en este caso el sargento de compañía no podía disputar dicha distinción al alférez, quizás porque a este nivel la función del combate era más inmediata. En caso de caer el alférez, podía convertirse en su sustituto. Debía ocuparse de cuestiones esencialmente logísticas con el apoyo del furriel, que evoca la figura del contador de las capitanías de caballería, pero con menor prestigio. Gestionaba lo concerniente al tren de bagaje, la distribución en los asentamientos y los turnos de las guardias. Añade Martín de Eguiluz que era una pieza clave en el sistema, pues acogía a los soldados bisoños. Luego, cuando las obligaciones lo permitían, debía instruirlos y adiestrarlos junto al resto de los compañeros para que cumpliesen con su deber. Derivado de ello, cabe pensar que es muy probable que también asumiese otros aspectos de su formación, transmitiéndoles de modo oral las grandes hazañas de los miembros de su unidad, las normas esenciales que debían respetar, cuáles eran las faltas más graves y otros aspectos fundamentales de la vida castrense.
COMPAÑÍA EN MOVIMIENTO Sargento dirigiendo una formación. Al fondo se atiende a un herido.
SARGENTO Derecha y centro. Detalle del cuadro La liberación de la isla de San Cristóbal, de Félix Castello.
CABO DE ESCUADRA Cabo de ingenieros representado por Snayers.
Cabo de escuadra Este es otro de los empleos de mayor tradición, que puede aparecer también referido como quadrillero, aunque existe un matiz diferenciador entre ambos cargos que ha de ser tenido en cuenta. En la tarea de reclutamiento desempeñada por el capitán, este era auxiliado por los quadrilleros, que se desplazaban por las inmediaciones del núcleo donde se ubicaba aquel con la bandera, asumiendo parte de sus funciones. Por ello era preciso que el cabo supiese leer y escribir, requisito imprescindible para poder hacer carrera militar. Por tanto, bajo este nombre prima la vertiente administrativa. Pero estando el ejército levantado y en acción, se escogía a los soldados más veteranos y diestros, y se situaban al mando de una escuadra de hombres que podía ser de diferente entidad en función del tamaño de la compañía,
constituyendo la unidad militar mínima y elemental. Estos mandos ya eran los cabos de escuadra propiamente dichos.
PETO DE GUERRA Cabos y soldados los llevaban lisos; primaba su funcionalidad en el combate.
Su función esencial radicaba en velar para que sus hombres estuviesen siempre en las mejores condiciones, perfectamente pertrechados y sanos, informando a los superiores de cualquier necesidad o falta, pues carecía de potestad para infligir ningún tipo de castigo. También cabía la posibilidad de que asumiesen misiones de combate donde no fuese preciso un número elevado de combatientes. En los campamentos, las escuadras solían convivir, e incluso podían ser alojadas en la misma tienda.
COMPAÑÍA Los componentes de una escuadra compartían el tipo de arma.
MOSQUETE Su principal diferencia con el arcabuz, ambas armas de avancarga, radicaba en su mayor calibre y peso.
MOSQUETE Siendo armas aún de ánima lisa, su precisión era escasa.
HORQUILLA DE MOSQUETE El tirador se servía de ella para realizar el disparo.
Soldados Como hemos expuesto, a partir de 1503 surge en el ámbito de la contabilidad militar el vocablo infante. Se infante suponía un aumento notorio de estatus, pues a los llamados comúnmente peones se les dispensaba poca importancia. A estos nuevos soldados se les abría una posibilidad de ascenso social inaudita, dado que podían escalar en la jerarquía militar merced a sus méritos y llegar a recibir un trato como el que se les dispensaba a los hidalgos, escalón más bajo de la nobleza castellana. Por este motivo y por el influjo renacentista, como se extrae de los tratados confeccionados en la época, cada vez se les requiere un mayor número de dones y habilidades. El primer requisito consistía en ser católico. Además, debían tener buen carácter, para facilitar la convivencia, a lo que se añadía que no fuesen pendencieros ni charlatanes y sí respetuosos con las propiedades ajenas, leales, pacientes, sacrificados, no aficionados a la ingesta de alcohol y estaban obligados a velar siempre porque su honra no quedase en entredicho. También tenían que hacer gala de buena
conversación, por lo que la cultura era otro de los bienes apreciados, y resultaba indispensable saber leer y escribir si se pretendía escalar en la jerarquía.
MOSQUETERO Detalle del cuadro Saqueo de una villa, de Snayers.
SOLDADOS Detalle del cuadro El socorro de la plaza de Constanza, de Vicente Carducho.
EL DESCANSO Soldado representado en el cuadro Descubrimiento del Misisipi, de W. H. Powel.
EN COMBATE Escena de lucha urbana interpretada por Sebastian Vrancx.
Por otro lado, debían saber manejar el arma asignada con presteza y comprometerse a tener su equipo siempre en buen estado, así como esforzarse y afanarse en cómo servir mejor a sus superiores, mostrando valentía y no temeridad. A pesar de ello, este horizonte parece demasiado elevado. Los mismos tratados y las ordenanzas emitidas por la monarquía nos informan de cuáles eran las faltas más habituales. La traición se consideraba el pecado más
grave, y es posible que la deserción también fuese entendida como tal. Los robos, las riñas y los motines a causa del retraso en las pagas, o los excesos con la población civil, son las faltas más citadas. Mención aparte requieren estas dos materias: se prefería que los soldados fuesen solteros, por lo que la prostitución era legal y estaba regulada, aunque no estuviese bien vista. Con el juego sucedía algo parecido, pues seguía practicándose pese a las prohibiciones.
HORQUILLA DE MOSQUETE En la parte inferior solían tener una pieza de metal para fijarla en el suelo.
ATAMBORES Y PÍFANO Encargados de coordinar los movimientos de la compañía.
CRIADO CON RODELA Para los jóvenes de buena procedencia, este servicio era parte de su formación.
Oficiales y otros acompañantes de la compañía En cada capitanía, como en el Tercio, había una serie de puestos específicos, así como personas que acompañaban a los soldados, de quienes vivían. El atambor y los pífanos eran los encargados de difundir las órdenes del capitán y las que venían de la superioridad. También marcaban el ritmo de los movimientos. Dependían así mismo del atambor mayor y su lugar estaba junto al alférez y la bandera. El barbero, como los cirujanos, se encargaba de la atención médica de los soldados de su compañía, aunque su estatus y consideración era menor, al ser sus intervenciones más sencillas. También solía tratar a las mujeres llamadas públicas que los acompañaban, por el riesgo que suponían para la salud. Y no debemos olvidar que, asimismo, cuidaba del pelo y barba de los combatientes.
MUJERES PÚBLICAS
Su presencia era necesaria, dado que la soltería era un requisito habitual para el soldado.
El furriel era el responsable del avituallamiento de los militares de su compañía y de su alojamiento. Dependía de su sargento, pero también del cuartelmaestre del Tercio. El predicador, capellán o fraile no dependía en un principio del capellán del Tercio, aunque es de suponer que su rango era menor. Pajes y criados. Aunque era preferible que los soldados de los Tercios fuesen solteros, algunos de ellos iban acompañados de sus mujeres e hijos. Por otro lado, los hijos de las prostitutas, cuya paternidad era desconocida, eran considerados parte de la comunidad. Para ganarse la vida, quedaban al servicio de aquellos soldados que los mantenían, ocupándose de tareas como el transporte, la limpieza y el mantenimiento de su equipo. También las plazas de pífanos podían ser ocupadas por ellos.
MOSQUETE Por su complejidad de uso, solo los infantes más experimentados iban equipados con él.
PAJE
Los jóvenes de extracción social más baja se ganaban el sustento al servicio de los soldados.
Mujeres públicas o generales. Así era como se conocía a las meretrices que acompañaban a los militares. No estaban a sueldo de la monarquía, aunque su mención en las ordenanzas y tratados fue constante, pues tanto su número, que podía rondar el diez por ciento del total de combatientes, como sus servicios, quedaban constreñidos a una escrupulosa regulación.
CIRUJANO También asumía las funciones del dentista.
Maestros y oficiales. La actividad militar generaba múltiples necesidades y una economía suculenta. Por ello, miembros de múltiples gremios como carpinteros, herreros, armeros y otros, acompañaban en sus traslados a los militares, quienes constituían su principal clientela.
BARBERO Además de atender la higiene personal, los barberos atendían las heridas más superficiales.
CRUZ DE SAN ANDRÉS Aspa bordada sobre la ropa que, en ausencia de uniformes, servía para identificarse.
Uniformidad y banderas Los soldados de los Tercios no dispusieron de uniforme tal y como lo entendemos hoy en día. Por aquel entonces, la vestimenta no difería de la de uso civil y, para identificarse en la batalla, bastaba con que los combatientes bordasen en la parte superior de su traje una cruz encarnada de San Andrés –en forma de aspa–, o portasen en su brazo un trozo de tela atada de un determinado color. Mientras los franceses solían utilizar el azul, los españoles usaban preferentemente el rojo, ambos colores propios de las respectivas casas reales.
BANDERAS DE COMPAÑÍA Más sencillas, primaba en ellas su función táctica.
Aunque las pinturas de época apenas reflejan esta realidad, las ropas eran más bien modestas y de colores sobrios. Los tratadistas se quejan del siniestro efecto que producía ver a la infantería española teñida de negro con los paños raídos. Se contaba con pocas mudas y se reservaba siempre la de mejor calidad para las paradas y días de fiesta. De hecho, en ocasiones la intendencia adquiría prendas al por mayor para distribuir entre la tropa, la cual se les descontaba luego del sueldo, como se hacía con el armamento. Esto se practicaba con la intención de reducir las bajas causadas por la crudeza del invierno. Por otro lado, existe un testimonio de que el duque de Alba vestía de azul celeste para ser fácilmente reconocido.
LA VESTIMENTA Snayers la representa como modesta, casi harapos, y poco distinta de la que usaban los civiles.
BANDERAS DE LOS TERCIOS Representadas en La Haya durante los Estados Generales de 1651, por Dirck van Delen.
En cuanto a las banderas, se ha de precisar que existían varios tipos. El cuerpo de ejército llevaba una en la que figuraban las armas del rey. Además, cada Tercio disponía de la suya propia, que podía ser heredada, para aquellos de mayor tradición, o la correspondiente a su maestre, en aquellos cuya trayectoria hubiera estado ligada a un titular concreto. Por último, cada capitanía disponía de un estandarte propio que, como los anteriores, tenía como base la misma cruz de San Andrés, pero sobre un fondo liso, principalmente blanco, amarillo o azul. Es muy probable que estas sean las que los cuadros y grabados coetáneos representan en mayor medida, pues no solo reflejan mayor simpleza que la que hacen constar los textos, sino que poseían gran importancia táctica. Su funcionalidad radicaba en que localizaban cada unidad en combate sobre el terreno y, mediante su uso, que encerraba un elaborado código de señales, se transmitían las órdenes necesarias.
BANDERAS DEL TERCIO Tapiz La sorpresa de Calais. El color azul es el primero en degradarse, por ello apenas se aprecia.
LA HEGEMONÍA DEL MODELO ESPAÑOL (1556-1618) II
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n 1553 el futuro Felipe II, ya rey de Nápoles y duque de Milán, contrajo matrimonio con María Tudor, reina de Inglaterra. La posibilidad de que un hijo de ambos instaurase una tercera rama de los Habsburgo en Europa sembró el pánico; no fue visto con buenos ojos ni siquiera en el Imperio. No obstante, la situación económica condujo a firmar una tregua con el monarca francés en Vaucelles (1556).
FELIPE II Camafeo de estilo romano obra de Jacopo da Trezzo (1557).
Aun así, una nueva alianza entre Enrique II de Francia y el papa Paulo IV reabrió las hostilidades. En Italia, las tropas del duque de Alba tomaron los Estados Pontificios y, en la frontera con los Países Bajos, el ejército hispano obtuvo las contundentes victorias de San Quintín –en cuyo recuerdo y conmemoración se ordenó levantar el monasterio de El Escorial– y de Gravelinas. El ejército francés tuvo que retirar su apoyo al pontífice para intentar contrarrestar estos descalabros.
GRAVELINAS Derecha. Sitio de Gravelinas, obra de Pieter Snayers.
BATALLA DE SAN QUINTÍN, 10 DE AGOSTO DE 1557
A
penas un año después de su acceso al trono, Felipe II se vio obligado a entrar en guerra con Francia después de que su monarca rompiera la tregua consignada con España. El ejército español al mando de Manuel Filiberto, duque de Saboya, avanzó desde Flandes en el verano de 1557 para apoderarse de alguna plaza fronteriza con vistas a futuras operaciones.
El rey Felipe II Las operaciones sobre la plaza se iniciaron con la ocupación del estratégico arrabal de la isla, un barrio fortificado al sur del río y unido a la ciudad a través de un puente. En la madrugada del día siguiente, 5 de agosto, Montmorency envió un nuevo socorro que fue sorprendido por los españoles y rechazado con graves pérdidas. Tras intentar expugnar Rocroi y amagar sobre Guisa, las fuerzas españolas se dirigieron hacia San Quintín, ciudad fortificada a orillas del Somme. El ejército francés dirigido por Montmorency, condestable de Francia, no pudo prever el movimiento enemigo, pero tuvo tiempo de introducir un reducido socorro antes de que los españoles pudieran formalizar el cerco.
Tras este fracaso, el jefe francés decidió lanzar un ataque general por el sur del río, a través de una zona pantanosa. La mañana de San Lorenzo de 1557, la artillería francesa rompió el fuego contra el campo español y su vanguardia empezó a franquear el Somme.
Manuel Filiberto de Saboya Sin embargo, los arcabuceros españoles defendieron con tenacidad el paso y resistieron en diversos núcleos al sur del río. En este punto, Saboya ordenó a su caballería ligera, al mando del conde de Egmont, cruzar el río aguas abajo y amenazar con envolver la retaguardia francesa.
La maniobra fue acompañada por el avance de las columnas de infantería, de forma que Montmorency se vio obligado a ordenar la retirada. Pero Saboya persiguió de cerca al condestable y le forzó a combatir en posiciones desventajosas; este se vio envuelto por la caballería española y con su infantería deshecha tras una férrea resistencia. La victoria española fue completa y el 28 de agosto San Quintín se rindió a Felipe II.
FELIPE II (1527-1598)
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FELIPE II ACCEDE AL TRONO YA POSEÍA CIERTA EXPERIENCIA EN EL GOBIERNO, PUES LLEVABA TIEMPO AUXILIANDO A SU PADRE. SU UANDO
RENUNCIA A CUALQUIER PRETENSIÓN DE RECUPERAR LA TITULARIDAD DEL IMPERIO CONVIRTIÓ A SUS POSESIONES IBÉRICAS EN EL NúCLEO DE SUS VASTOS DOMINIOS, INICIANDO UNA ETAPA QUE SE PUEDE DEFINIR YA COMO PLENAMENTE HISPANA.
A
l término de su vida, al haber asumido la Corona de Portugal, concentraba más poder y territorios de los que un monarca jamás ha poseído, pero es mucho más relevante el hecho de que había logrado la reunificación de todos los reinos peninsulares. A diferencia de su predecesor, instaló la corte en Madrid y sus inmediaciones, pasando largas temporadas en Escorial. Prefirió reinar desde su despacho y no sobre el caballo, ocupándose personalmente de todos los asuntos importantes. Buscó secretarios entre personajes de origen muy humilde, formados en las universidades.
Su dilación en la toma de decisiones, siempre a la espera de consejo y de las últimas noticias, le valió el sobrenombre de El Prudente. Sumamente religioso, la defensa del catolicismo siguió siendo su principal línea de actuación, tanto en política interior como exterior. A este respecto, mantuvo buenas relaciones con la rama de los Habsburgo austriaca, estableciendo un eje Madrid-Viena, que llegó a prolongarse en los conflictos del Báltico hasta Polonia.
Así mismo, también heredó de su padre las rivalidades, si bien en este periodo los diversos frentes tenderían a evolucionar. En el Mediterráneo, la confrontación con el Imperio turco se volvió más directa. El problema protestante, que prendió del luteranismo alemán, se transformó en tres amenazas: las que suponían el calvinismo en los Países Bajos, el anglicanismo inglés y los hugonotes en Francia. Habsburger Pfau. Dominios de los Augsburgo en 1555
Francia, por su parte, aunque siguió siendo el enemigo de más consideración, hubo de replegarse tras la paz de 1559 para centrase en sus luchas intestinas, igualmente entre los partidarios del catolicismo y del protestantismo. Esto provocó la internacionalización del conflicto, pues en él participaron el resto de las potencias, y que Inglaterra terminase por asumir el relevo a la cabeza del bando anti-Habsburgo.
Sus matrimonios fueron cuatro, todos ellos por razones de Estado: con María de Portugal, María Tudor, Isabel de Valois y Ana de Austria, de quien nacería su sucesor, Felipe III, en 1578.
María Manuela de Portugal, María Tudor, Isabel de Valois, Ana de Austria.
DOMINIOS DE FELIPE II Y FELIPE III
GRAVELINAS Plano de su ciudadela antes de ser sitiada por los españoles.
Como consecuencia, se llegó a la Paz de Cateau-Cambrésis (1559), la cual supuso el punto de máxima supremacía sobre el principal enemigo de la monarquía española. En esta, Enrique II volvía a renunciar a cualquier derecho sobre Nápoles o el Milanesado. Perdía la isla de Córcega, que debía devolver a Génova, e igualmente Saboya y el Piamonte, donde solo conservaría cinco plazas fuertes, entre ellas Turín. En cambio, conservaba Calais, tomada el año anterior a los ingleses. La monarquía española se había convertido en la potencia hegemónica de la cristiandad y cerraba el capítulo de las llamadas «guerras italianas».
EXPULSIÓN DE LOS MORISCOS DE GRANADA Consecuencia de la llamada «guerra de Las Alpujarras».
LOS PROBLEMAS INTERNOS. 1568-1592 El reinado de Felipe II no estuvo exento de problemas internos. El primero de ellos fue la rebelión de las Alpujarras, en la Nochebuena de 1568, que se extendió por todo el antiguo reino de Granada. Los Reyes Católicos habían permitido en 1492 que los musulmanes se quedasen en la Península, siempre que asumiesen el gobierno cristiano. Pronto la convivencia se volvió complicada y, ya en tiempos del emperador, se instó a esta comunidad, extendida principalmente por Aragón, Valencia y Granada, a su plena conversión. En 1565, en un concilio provincial y con el apoyo del cardenal Diego de Espinosa, se decidió acelerar dicho proceso, y se encargó al tribunal del Santo Oficio que asumiese su control. La crudeza de los medios empleados fue la causante de dicha sublevación, que tardó dos años en ser sofocada; don Juan de Austria fue el encargado de llevar a cabo las operaciones militares. La coincidencia de la rebelión con el repunte de las acciones otomanas no pasó desapercibida para la monarquía y generó un gran temor, pues se pensaba que podía estar promovida desde fuera. Una vez sofocada, se redistribuyó a los moriscos por tierras de Castilla hasta su definitiva expulsión en 1609.
REYES DE INGLATERRA Felipe II y María I de Inglaterra (1554-1558).
JUAN DE AUSTRIA (1547-1578)
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IJO NATURAL DEL EMPERADOR CARLOS Y DE UNA JOVEN ALEMANA LLAMADA BÁRBARA BLOMBERG, JERÓNIMO, NOMBRE DE PILA DEL FUTURO DON JUAN DE AUSTRIA, FUE SEPARADO PRONTO DE LA MADRE Y SU EDUCACIÓN PASÓ A SER CONTROLADA POR EL PADRE.
A
pasionado de la historia y de la política, recibió una buena formación militar, desdeñando materias más teóricas. En una de sus visitas al emperador en Yuste, se reveló el secreto de su nacimiento y fue reconocido infante de Castilla. Su formación se completó en la Corte, donde fue presentado a su hermanastro Felipe II y se relacionó con el infante don Carlos y Alejandro Farnesio.
Deseoso de aventuras, intentó acudir al socorro de Malta sin autorización del rey, que acabó nombrándole Capitán General del Mar. Tras una primera experiencia bélica en Las Alpujarras y en la costa africana, don Juan dirigió como generalísimo la armada de la Santa Liga en Lepanto, alcanzando una victoria aplastante y convirtiéndose en un auténtico héroe por sus acertadas disposiciones, energía y entusiasmo. Pero el éxito acrecentó sus ambiciones y se afanó en conseguir un trono.
Tras una estancia en Italia, Felipe II le ordenó asumir el gobierno de los Países Bajos, adonde llegó a finales de 1576. Allí tuvo que aceptar la salida del ejército para alcanzar una paz que no querían los protestantes. En esta situación, se apoderó de Namur e hizo regresar a los Tercios, consiguiendo la victoria de Gembloux (1578). Sin embargo, aquejado de fiebres y disentería, murió a finales del mismo año, convirtiéndose en un mito.
LA ALJAFERÍA DE ZARAGOZA Dibujo de Tiburcio Spannocchi (1593).
Posteriormente, en la década de 1590, se produjeron las Alteraciones en el reino de Aragón. El secretario del rey, Antonio Pérez, había tejido una
trama contra don Juan de Austria, entonces gobernador de los Países Bajos, por cuya causa se asesinó a su hombre de confianza, Escobedo. Felipe comprendió el engaño y puso en prisión a Pérez (1579), de donde años después escapó y fue capturado en Zaragoza por el Justicia de Aragón (1590). Entonces, el monarca ordenó a la Inquisición asumir su custodia, lo que vulneraba lo recogido en los fueros aragoneses. Esto acarreó el consiguiente levantamiento, alimentado por el descontento derivado de la pérdida de poder de las Cortes, ya apenas convocadas, o de que el virrey pudiese ser extranjero.
D. JUAN DE AUSTRIA Capitán general en Las Alpujarras y gobernador de los Países Bajos (1576-1578).
La magnitud de los hechos obligó a intervenir al ejército a las órdenes de don Alonso de Vargas contra las tropas del Justicia Lanuza, el duque de Villahermosa y el conde de Aranda. Vencidos, el primero fue ajusticiado y los otros llevados a Castilla, donde perecieron. Pérez, por su parte, consiguió huir a Francia. En 1592 se convocaron Cortes en Tarazona. Allí el rey no abolió ninguna institución, pero limitó los privilegios forales.
ANTONIO PÉREZ Su liberación de la cárcel de Zaragoza por sus partidarios permitió que huyera a Francia.
SITIO DE MALTA Fresco de Egnazio Danti en los Museos Vaticanos.
EL FIN DEL DOMINIO TURCO EN EL MEDITERRÁNEO. 15601578 En los últimos años del emperador sobrevinieron varios contratiempos frente a los turcos, por lo que garantizar la seguridad de la navegación en el Mediterráneo fue una prioridad a partir de 1559.
ALÍ PACHÁ Abajo, izquierda. Almirante de la flota turca en Lepanto.
La precipitación en los primeros momentos ocasionó algún retroceso más, como el de la armada a las órdenes del sobrino de Andrea Doria –del mismo nombre–, que en su travesía a Trípoli recaló en los Gelves (Djerba), sufriendo una grave derrota a manos de la flota otomana de Alí Pachá (1560). No obstante, en 1563 se defendieron con éxito Orán y Mazalquivir, y al año siguiente se recuperó el Peñón de Vélez de la Gomera. En 1565 la armada turca ocupó parte de Malta, aunque la llegada de don García de Toledo obligó a los otomanos a levantar el asedio, marcando el principio del fin de la hegemonía marítima musulmana.
COMBATE DE GALERAS Detalle de un fresco del palacio de Santa Cruz, en Viso del Marqués (Ciudad Real).
ALEJANDRO FARNESIO, DUQUE DE PARMA Y DE PIACENZA (1545-1592)
NIETO DE CARLOS V –POR RAMA BASTARDA– E HIJO DE UNA FAMILIA VINCULADA A LA MONARQUÍA ESPAÑOLA DESDE 1556, FARNESIO FUE EDUCADO EN LA CORTE DE FELIPE II, PRIMERO EN FLANDES Y LUEGO EN ESPAÑA. HIZO UNA GRAN AMISTAD CON SU TÍO DON JUAN DE AUSTRIA Y CON SU PRIMO EL INFANTE DON CARLOS.
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astiado de una vida ociosa, solicitó en 1571 un puesto en el ejército de la Santa Liga, al mando de don Juan, donde demostró su valor en Lepanto. En 1577, con don Juan gobernador de Flandes, fue requerido de nuevo su concurso, por lo que marchó a Namur y fue el artífice de la victoria de Glemboux.
Conforme fue adquiriendo experiencia, su carácter arriesgado dio paso a un hombre prudente que sabía ejercer su autoridad y mantener la disciplina entre sus subordinados, los cuales le tenían en gran aprecio por sus dotes y su trato cercano. Tras la muerte de don Juan, le sucedió en el cargo y consiguió brillantes éxitos, logrando que la Unión de Arrás reconociera la soberanía española y contribuyera al esfuerzo bélico.
En 1585 había recuperado plazas tan importantes como Brujas, Gante, Bruselas y Amberes. Dispuesto a reducir las últimas cinco provincias rebeldes, Farnesio tuvo que aplazar sus planes por la proyectada invasión de Inglaterra (1588) y la guerra civil francesa (1589). Herido de un arcabuzazo durante el sitio de Caudebec (1592) se vio obligado a regresar a Flandes. Tras un breve reposo decidió reunirse con su ejército en Francia pero falleció en el camino.
LEPANTO La liga Santa estaba formada por España, el Vaticano, Venecia, Saboya, Génova y la Orden de Malta.
ESTANDARTE DE LA LIGA SANTA Junto a la cruz, los escudos de Felipe II, el papa y el dogo.
En torno a 1570, coincidiendo con la rebelión en las Alpujarras, el propio sultán Selim II atacó Chipre –dominio veneciano– y su general Euldj Alí (Uluj Alí) conquistó Túnez. Fue entonces cuando de nuevo se volvió a crear una Liga en la que concurrieron Felipe II, Venecia y el papa. Se asignó el mando de la operación a don Juan de Austria, quien el 7 de octubre de 1571 obtuvo la espectacular victoria de Lepanto, que tenía aún más valor por producirse en el Mediterráneo oriental.
LOS TRES HÉROES DE LEPANTO Don Juan de Austria, Marco Antonio Colonna y Sebastiano Venier.
Después de esta efeméride, la Liga se disolvió y cada parte concertó por separado una tregua con la Sublime Puerta, lo que no permitió que el éxito fuese todo lo rotundo que hubiera debido ser. Por parte española aún se recuperaría Túnez, para volver a perderla junto a La Goleta en 574. Pero en 1578 se firmó un armisticio hispano-turco que decretaba el fin de las hostilidades. Este acuerdo fue necesario, pues ambos contendientes debían hacer frente a otras amenazas internas. Diversos autores han valorado la importancia de estos sucesos como el punto en el que la historia del Mediterráneo oriental se desgaja de la de Occidente, dejando de influirse mutuamente como venía sucediendo desde la revolución neolítica. La atención pasó entonces del Mediterráneo al Atlántico.
LOS TRIUNFADORES Los tres vencedores representados sobre sus navios.
SEBASTIÁN I DE PORTUGAL (1554-1578) Representado con una armadura pavonada y bastón de mando.
LA UNIÓN CON PORTUGAL. 1578-1581 En 1578 fallecía el rey Sebastián de Portugal en la batalla de Alcazarquivir, dejando abierta una crisis sucesoria por su falta de descendencia. De momento, se procedió a coronar al anciano cardenal Enrique mientras se buscaba una solución al problema. Fue entonces cuando Felipe II hizo valer sus derechos al trono luso por ser nieto del otrora rey Manuel el Afortunado, iniciando un periodo de hábil actividad diplomática en la que jugó un papel crucial el portugués Cristóbal de Moura. Este no solo se ganó a la dignidad eclesiástica, sino también a la mayoría de la nobleza del país, que deseaba participar de un poder capaz de contrarrestar los continuos ataques ingleses y holandeses a sus navíos en las rutas comerciales que se estaban abriendo en aquel momento. El otro pretendiente al trono era Antonio, prior de Crato, igualmente nieto del mismo rey, aunque por línea bastarda. Sus principales apoyos vendrían de fuera, sobre todo de Inglaterra.
LISBOA Vista contenida en la obra de Georg Braun y Franz Hogenberg, Civitates Orbis Terrarum, 1572.
Cuando en 1581 el rey Enrique murió, Felipe movió su ejército hacia Portugal al mando del duque de Alba, y la armada a las órdenes de Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz. En las Cortes de Thomar de ese año se le reconocería como rey con el nombre de Felipe I de Portugal. El monarca permaneció en sus nuevos dominios hasta 1583, valorando incluso el traslado de la corte a Lisboa. Con posterioridad ya no volvería a salir del entorno de Madrid.
ÁLVARO DE BAZÁN (1526-1588) Capitán general de las galeras de Nápoles y del Mar Océano. Fue el gran almirante de Felipe II.
PAZ DE CATEAU-CAMBRÉSIS Consignada entre los monarcas de España, Francia e Inglaterra en 1559.
MEDALLA DE FELIPE II
Centro. Este tipo de piezas se siguieron utilizando como propaganda. Por otra parte, esta unión peninsular compensaba con creces el territorio patrimonial que había perdido en el Sacro Imperio Germánico, pues al hasta
entonces reino vecino pertenecían una gran cantidad de colonias, tanto en América como en África y Asia. La monarquía española se convertía en esa potencia en la que nunca se ponía el sol y su soberano en uno de los monarcas que dominaron espacios territoriales más extensos en la Historia.
EL NACIMIENTO DEL CONFLICTO EN LOS PAÍSES BAJOS. 1559-1589 En 1559, Felipe II aún estaba instalado en los Países Bajos. A su marcha dejó como gobernadora a Margarita de Parma, su hermana por parte de padre, auxiliada por el cardenal Granvela. Tras la paz de Cateau-Cambrésis algunos hugonotes se habían refugiado en dicho territorio huyendo de Francia, lo que incidiría en la propagación del protestantismo, dentro de la cual las ideas de Calvino fueron las que tuvieron una mejor acogida.
ESCUDO DEL REINO DE PORTUGAL Quedó incorporado a la heráldica de Felipe II en 1581.
A partir de 1561 se trató de aplicar el contenido de una bula papal en la que se establecía una reforma de las diócesis. El descontento se dirigió contra la figura del cardenal Granvela, quien fue destituido, no sin reservas, en 1564. No obstante, al año siguiente se creó una liga en torno a Luis de Nassau, compuesta por católicos y protestantes, que reclamaba una mayor moderación en materia religiosa, crítica con la Inquisición, y cuya fuerza emanaba del descontento generalizado por los problemas económicos que se venían sufriendo. Estos derivaban de las malas cosechas y de las restricciones en los derechos de navegación en rutas habituales, como el cierre del estrecho del Sund. De este modo, la subida del precio del pan, poco después, generó la primera gran rebelión en 1566.
MARGARITA DE PARMA (1522-1586) Hija natural de Carlos V con una sirvienta. Fue la madre de Alejandro Farnesio.
LEO BELGICUS Representación propagandística de los protestantes de los Países Bajos. Los españoles también lo utilizaron.
Dicha revuelta fue reprimida con firmeza por el duque de Alba, quien terminó siendo nombrado gobernador, relegando a Margarita. Además, creó el llamado Tribunal de los Tumultos, encaminado a combatir la herejía y la oposición política. Por otra parte, la crudeza de la represión convirtió a
Guillermo de Nassau, príncipe de Orange, en el personaje de referencia para los enemigos del rey. Así, en 1568 se dio inicio a la llamada guerra de los Ochenta Años.
DECAPITACIÓN DEL CONDE DE EGMONT (5 DE JUNIO DE 1568) Ajusticiado por el duque de Alba por orden del rey.
El descontento siguió en aumento por el incremento de la carga fiscal, por lo que la monarquía española decidió virar la política empleada hacia la conciliación. En 1573 recalaba en Flandes Luis de Requesens en sustitución del duque de Alba. Sin embargo, Guillermo de Nassau había adquirido ya la fuerza suficiente como para negarse a negociar. La muerte de Requesens en 1576 y el posterior saqueo de Amberes crispó más el ambiente. Por entonces, al objeto de llegar a algún acuerdo, se requirió que las tropas españolas saliesen de los Países Bajos. La llegada de don Juan de Austria tampoco mejoró la situación, pues si en un principio accedió a lo que se le pedía, el mismo año de su llegada (1577) decidía tomar Namur, inflamando más los ánimos.
CONDE DE EGMONT (1522-1568) Sirvió al rey en San Quintín y Gravelinas. Era partidario de la libertad religiosa junto a Guillermo de Orange.
El fallecimiento de don Juan en 1578 fue seguido del nombramiento como gobernador de Alejandro Farnesio, su lugarteniente. Este supo ganarse las provincias del sur, creando con los Estados valones de Artois y de Hainault, y con la ciudad de Douai, la conocida como Unión de Arrás. Su primera operación fue la toma de la ciudad de Maastricht. Como respuesta, Guillermo de Nassau convocó la Unión de Utrecht, formada por las siete provincias del norte encabezadas por Holanda. Declaró depuesto a Felipe II y proclamó al duque de Anjou –hermano y sucesor de Enrique III de Francia– como soberano, medida que ya había pretendido la nobleza valona como modo de combatir el calvinismo. Así pues, el panorama quedaba ahora dividido entre católicos y protestantes, así como entre norte y sur, siendo esta partición el germen de los futuros Estados de Holanda y Bélgica. A partir de entonces, el conflicto se internacionalizó y los territorios de Flandes y Brabante se convirtieron en el lugar donde se desarrollaron principalmente las hostilidades.
MEDALLA DE ALEJANDRO FARNESIO Gobernador de los Países Bajos entre 1578 y 1592.
SAQUEO DE AMBERES Un motín precedió a la «furia española» sobre la ciudad flamenca.
EL CAMINO ESPAÑOL
A
nte los primeros conatos de rebelión en los Países Bajos y al ser insuficientes las fuerzas allí presentes para controlar la situación, Felipe II resolvió enviar desde Italia un ejército de cerca de diez mil hombres al mando de Fernando Álvarez de Toledo, III duque de Alba.
Se barajaron distintos itinerarios, si bien se acabó aceptando la ruta a través de Saboya y el Franco Condado propuesta por el consejero de Estado y cardenal Antonio Perrenot de Granvela. La vía marítima fue descartada por el mal tiempo que reinaba con frecuencia en el canal de la Mancha y por la casi permanente hostilidad de Inglaterra y Francia.
La clave de la operación fue generar un corredor terrestre perfectamente organizado desde el punto de vista logístico, capaz de proporcionar los apoyos necesarios para el tránsito de un contingente importante de tropas y de los caudales precisos para sostener el esfuerzo bélico en Flandes. El condado de Borgoña o Franco Condado era una herencia del emperador Carlos V por vía paterna y constituyó la clave del dispositivo logístico puesto en marcha a partir de 1567.
Puerta de los alemanes, Metz El Camino Español estaba formado por una cadena de puntos fijos obligados, que se denominaban «etapas militares», centros comerciales donde tradicionalmente se realizaban transacciones y se almacenaban mercancías. Cada expedición era precedida por un comisario que determinaba con las autoridades locales el itinerario de las tropas, los lugares en que habían de detenerse y la cantidad de víveres que requerían. Los Gobiernos, a su vez, ofertaban los servicios a los asentistas, quienes se encargaban de proveer los suministros al precio establecido.
Castillo de Sforza, Milán En cuanto a los alojamientos, en cada etapa se emitían unos vales que determinaban el número de personas que debían acomodarse en cada casa, de forma que, al partir las tropas, el propietario presentaba los vales al recaudador local para que se hiciera cargo de los gastos.
A pesar de todas las previsiones, la presión militar sobre las economías locales acabó provocando las quejas de las poblaciones que no disponían de recursos suficientes para abastecer y alojar a las tropas, por lo que se planteó la utilización de itinerarios alternativos para no sobreexplotar algunas comarcas.
EL CAMINO ESPAÑOL
La conclusión de las guerras de religión que habían sacudido Francia desde 1562 constituyó una grave amenaza para la política española en los Países Bajos. En 1595, el monarca francés Enrique IV invadió el Franco Condado con la intención de estrangular el Camino Español, cosa que consiguió en 1601, cuando el duque de Saboya cedió a Francia el nudo territorial de Gex y Bresse.
A partir de entonces, el acceso al Franco Condado desde Saboya quedó limitado a un solo puente sobre el Ródano y la monarquía española tuvo que buscar rutas alternativas a través de Suiza, realizando esfuerzos diplomáticos con los cantones católicos y protestantes que comunicaban Lombardía con Alsacia y con el Tirol.
El último gran ejército que utilizó el corredor saboyano lo hizo en 1620, año en el que la monarquía española se apoderó de la Valtelina, cuya población católica se había rebelado contra los grisones protestantes. La Valtelina se convirtió durante la guerra de los Treinta Años (1618-1648) en un enclave de enorme valor estratégico para el tránsito de tropas españolas hacia el Imperio, la última posibilidad de llevar ejércitos por vía terrestre a Flandes. Por ello, Francia ocupó este valle alpino entre 1624-1626 y 1635-1637.
Los éxitos franceses durante el reinado de Luis XIII le garantizaron el control de Saboya (1631), Lorena (1633) y Alsacia (1639), anulando definitivamente todos los corredores militares de una monarquía española obligada a combatir, a partir de 1640, en la propia península ibérica. Curiosamente, la paz establecida con Inglaterra en 1630 reactivó el transporte de tropas por mar, llegándose a enviar a Flandes cerca de treinta mil soldados hasta la derrota naval de las Dunas (1639).
La preparación anticipada de caminos, provisiones y transportes permitió a las distintas expediciones recorrer los 1.100 kilómetros que unían Milán y Namur en unas siete semanas a una media de 20 kilómetros diarios, aunque la marca de velocidad la estableció el Tercio de Lope de Figueroa, que tardó tan solo 32 días en realizar el recorrido en pleno invierno de 1578.
BATALLA DE GEMBLOUX, 31 DE ENERO DE 1578 Afinales de 1577, los Tercios habían regresado a Luxemburgo tras ser solicitados por don Juan de Austria. Guillermo de Orange no parecía dispuesto a respetar los acuerdos de paz y el hermano de Felipe II se había propuesto recuperar terreno en Flandes, donde solo Namur estaba en manos españolas.
Don Juan de Austria Llegadas las fuerzas veteranas de Italia, don Juan marchó hacia Namur en busca del ejército enemigo. Formado este por tropas menos experimentadas que las españolas, se dirigía también hacia Namur para embestirla, pero se detuvo antes de llegar a la plaza al conocer la presencia del ejército realista.
Don Juan mandó avanzar la madrugada del 31 de enero, mientras los rebeldes levantaban el campo y se replegaban hacia Gembloux. La vanguardia española empezó a picar la
retaguardia enemiga aunque tenía instrucciones de no entablar un combate general hasta la llegada del grueso del ejército. Sin embargo, el contacto se fue haciendo cada vez más intenso dada la agresividad de los españoles y los primeros indicios de debilidad de las fuerzas rebeldes.
Guillermo de Orange Viendo Alejandro Farnesio que el enemigo se iba encajonando en los pliegues del terreno decidió atacar lanza en mano con lo mejor de la caballería española. El ímpetu de la carga provocó el pánico de la caballería rebelde, que empezó a huir precipitadamente arrollando a su infantería y desordenándola.
Alejandro Farnesio Los españoles barrieron todo a su paso, destruyendo a la desamparada infantería enemiga y capturando banderas, artillería y bagajes. Los restos del ejército rebelde que pudieron sustraerse al alcance realista, se retiraron por el camino a Bruselas o buscaron refugio en la plaza de Gembloux. A pesar de la aplastante victoria, don Juan reprendió a su sobrino Alejandro por exponer su vida como soldado cuando el rey le había enviado como general. Farnesio respondió que no
podía ser capitán quien antes no había oficiado de soldado. Las tropas refugiadas en Gembloux rindieron la plaza unos días más tarde y don Juan dio un paso importante para restaurar la autoridad de Felipe II en Flandes.
FLOTADOR Ideado para ayudar a los soldados a cruzar los canales.
GUILLERMO DE ORANGE (1533-1584) Principal líder de los protestantes, asesinado por Balthasar Gérard.
Uno de los proyectos de los enemigos de la monarquía española consistía en enlazar al duque de Anjou con Isabel de Inglaterra para establecer una unión dinástica con Francia y Holanda. Pero su fallecimiento en 1584, unido al asesinato de Guillermo de Nassau, daría al traste con dicho proyecto. A continuación se ofreció la corona a Enrique III de Francia, quien por temor a la reacción española declinó la oferta. Entre tanto, Farnesio supo aprovechar la inestabilidad en el bando contrario para conquistar varias ciudades flamencas, entre ellas Amberes, la cual fue tomada en 1585. Aunque la situación por fin parecía favorable, Felipe II no pudo aprovecharse de ella. Primero la ruptura de relaciones con Inglaterra y luego la problemática sucesión en Francia, tras la muerte de Enrique III en 1589, le obligarían a centrar su atención y el esfuerzo bélico en aquellos frentes.
SITIO DE MAASTRICHT El descontento debido al retraso de las pagas dio lugar al posterior saqueo de la ciudad.
ISABEL CLARA EUGENIA (1566-1633) Hija de Felipe II, su padre la propuso para el trono francés.
INGLATERRA, UN NUEVO ENEMIGO. 1585-1604 Enrique III de Francia nombró heredero al hugonote Enrique de Borbón. El monarca español se alió entonces con la familia de los Guisa, católicos, proponiendo como alternativa al cardenal Borbón. Tras el descalabro de la Gran Armada, el monarca francés aprovechó para dar muerte al duque de Guisa y a su hermano, y prender a dicho cardenal, lo que provocó un levantamiento popular en Francia (1589). La mayoría católica obligó al futuro Enrique IV a convertirse y, cuando esto se produjo en 1594, obtuvo el respaldo suficiente para declarar la guerra a Felipe II, que había intervenido en su contra proponiendo al trono francés a su hija Isabel Clara Eugenia. Con Inglaterra, por su parte, se había roto el diálogo en 1585, cuando se ordenó embargar todo buque inglés en puerto español, e Isabel hizo lo propio. Si bien las relaciones entre ambas monarquías habían sido buenas en periodos anteriores, ahora, la posibilidad de que María Estuardo, la reina católica depuesta de Escocia, pudiese liderar la oposición al anglicanismo, así como los conflictos que generaba el saqueo de barcos ingleses en los enclaves costeros americanos por corsarios como Francis Drake, hicieron inviable el entendimiento.
LA TOMA DE CALAIS La plaza debía servir de base de operaciones contra Inglaterra. Tapiz del Palacio Real de Madrid.
FRANCIS DRAKE (1543-1596) Corsario al servicio de la Corona inglesa. También dio apoyo a los protestantes holandeses.
EL MILAGRO DE EMPEL
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n diciembre de 1585, unos cinco mil hombres de tres Tercios españoles al mando del maestre de campo Francisco de Bobadilla habían quedado hacinados en el pequeño montículo de Empel, el único terreno de la isla de Bommel que no había sido anegado tras la rotura de los diques del Mosa y del Waal efectuada por los holandeses.
Separado de su ejército principal y asediado por la escuadra holandesa, que se interponía entre Bommel y la tierra firme, Bobadilla se dispuso a resistir los embates de un enemigo muy superior en fuerzas. Tras varios ataques, los holandeses decidieron no exponer sus barcos ante unos Tercios tan aguerridos y decidieron doblegarlos por hambre. Las fuerzas de socorro intentaron conectar con las tropas aisladas ocupando algunos islotes próximos a ella, pero para el 7 de diciembre la suerte de los españoles de Empel estaba echada. Esa noche, víspera de la festividad de la Inmaculada Concepción, ocurrió algo inesperado. Como relata el capitán Alonso Vázquez en Los sucesos de Flandesy Francia del tiempo de Alejandro Farnese:
«Estando un devoto soldado español haciendo un hoyo en el dique para guardarse debajo de la tierra del mucho aire que hacía y de la artillería que los navios enemigos disparaban, a las primeras azadonadas que comenzó a dar para cavar la tierra saltó una imagen de la
limpísima y pura Concepción de Nuestra Señora, pintada en una tabla, tan vivos y limpios los colores y matices como si se hubiera acabado de hacer; acudieron otros soldados con grandísima alegría y la llevaron y pusieron en una pared de la iglesia, frontero de las banderas, y el Padre Fray García de Santisteban hizo luego que todos los soldados le dijesen una Salve, y lo continuaban muy de ordinario». Reanimados con la novedad, los españoles se aprestaron de nuevo al combate asistidos por un gélido viento que congeló las aguas que los separaban de sus compañeros:
Se iban engrosando los hielos y cuajando de tal manera como se podía desear, ni que jamás en Flandes tal cosa ni con tanta brevedad se hubiese visto, pues para hacer tan grande efecto era necesario helar más de veinte días. Los barcos holandeses se vieron obligados a retirarse para no quedar encallados en el hielo, maldiciendo la fortuna de los españoles:
Cuando los rebeldes iban pasando con sus navíos por el río abajo les decían a los españoles en lengua castellana, que no era posible si no que Dios era español, pues había usado con ellos un tan gran milagro, y que nadie en el mundo sino él (por su divina misericordia) fuera bastante a librarles de aquel peligro y de sus manos.
Bobadilla y sus hombres aprovecharon la oportunidad que les brindaba la providencia para hostigar la retirada holandesa y ocupar sus posiciones en el Mosa sin apenas resistencia. Habían conseguido dar el vuelco a una situación realmente desesperada. Nadie puso duda en conocer fue un evidente milagro, y los mismos rebeldes lo decían cuando se retiraban desde sus navios, y que no creyeran que por tan extraño camino hubiera Dios librado de sus manos a los españoles; y se tuvo por cierto si allí perecieran, volvieran de nuevo la mayor parte de los Estados pacíficos a rebelarse, que no fuera cosa nueva pues tantas veces lo han hecho.
LA GRAN ARMADA El sobrenombre de «invencible» le fue dado por los ingleses para jactarse de su derrota, debida a la mala mar.
Fruto de ello se proyectó la invasión de Inglaterra en 1588, la cual concluyó con el conocido «desastre de la Invencible». No obstante, prueba de que el descalabro no fue total, entre 1591 y 1595 la monarquía española logró contener la actividad de la armada inglesa. Pero en 1596 se formó la coalición de Greenwich entre la propia Inglaterra, Francia y las Provincias Unidas lideradas por Holanda. Juntas asaltaron Cádiz bajo el mando operativo del conde de Essex aunque, a la postre, serían rechazadas, generándose en España un clima de euforia del que emanó un nuevo proyecto para invadir Inglaterra que, aun no llegándose a realizar, permitió la toma de Calais. Tras estos acontecimientos, Felipe creyó más oportuno abrir un periodo de menor beligerancia y pactar con cada contendiente con el fin de minar la citada coalición. La paz más importante fue la alcanzada con Francia en Vervins en 1598. A su vez, cedía la gobernación de los Países Bajos a su hija Isabel y a su marido, el archiduque Alberto. La paz con los ingleses llegaría en 1604, tras la muerte de Isabel I.
ARCHIDUQUE ALBERTO (1559-1621) Hijo del emperador Maximiliano II de Austria.
LA EXPANSIÓN FUERA DE EUROPA. 1565-1600 Bajo este reinado se siguieron sucediendo varias expediciones que tenían por objeto la adquisición de nuevos territorios para la monarquía hispana, así como consolidar la presencia en aquellos otros que ya le pertenecían.
«GALEÓN DE MANILA» Esta ruta unía Filipinas con Nueva España (actual México).
EL CAñÓN DEL COLORADO Descubierto por López de Cárdenas. A. Ferrer Dalmau.
En América cabe destacar la colonización de La Florida (1565) por Pedro Menéndez de Avilés, donde se fundó San Agustín. Allí, además, rechazó un intento de los franceses de instalarse en el continente americano. En Asia fueron sumamente relevantes las conquistas de Miguel López de Legazpi, que bautizó las Filipinas así en honor a Su Majestad. Esta posesión permitía abrir una nueva ruta comercial conocida como el «galeón de Manila», a través de la cual llegarían productos de sumo valor provenientes también de Japón y China. Su enlace con el «galeón de Indias» convertía a Sevilla en una de las ciudades más pujantes de Europa. Los viajes de Juan Fernández y de Juan Jufré dieron lugar a las primeras exploraciones de las que se tiene constancia en el entorno del quinto continente, Oceanía; probablemente fueran los primeros europeos en recalar en Nueva Zelanda.
PEDRO MENÉNDEZ DE AVILÉS (1519-1574) Colonizador de La Florida y gobernador en Cuba.
De este modo, España se convirtió en una potencia también en el Pacífico, donde poderes locales como los de Japón e incluso China temieron ser invadidos. Algunos de estos proyectos tuvieron una base de verdad, aunque otros partieron de iniciativas privadas que no obtuvieron el respaldo de la monarquía, o bien fueron leyendas fomentadas luego por los holandeses principalmente. Estos pretendían que los países asiáticos no estuvieran en buenos términos con los españoles, diciéndoles que intentarían hacer lo mismo que en América, y les propusieron una alianza para detenerlos.
SEVILLA Sede de la Casa de Contratación, que supervisaba el comercio con los dominios de americanos.
LA LEYENDA NEGRA
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omo es habitual en toda discrepancia política, la utilización de la propaganda con el fin de recabar apoyos y debilitar la fuerza del contrario es crucial. Dada la extensión de los territorios de la monarquía española y sus múltiples enemigos, fueron surgiendo por doquier informaciones que, con un trasfondo en ocasiones real, se difundían completamente sobredimensionadas.
Con el paso del tiempo, al conjunto de dichas acusaciones se la conoció como «la leyenda negra española».
Bartolomé de las Casas
Se puede decir que son varios los pilares que la sustentan. En la Europa protestante se tomaron principalmente las obras de Bartolomé de la Casas como ejemplo tanto de la brutalidad empleada en América para la conversión de los indios, como de su explotación.
En Francia se utilizaron los escritos de Antonio Pérez, pues fue allí donde se refugió tras escapar en última instancia de la justicia aragonesa. Y aunque se podría señalar a la propia Francia, Inglaterra y los Países Bajos como los más activos en esta campaña de descrédito de España, tampoco faltaron críticos en Italia, Alemania, Portugal y en el seno de alguna comunidad como la hebrea, que buscaron motivos para denunciar a los españoles, ya fuese la hipocresía en su forma de entender la religión, su exceso de soberbia, la tiranía impuesta mediante el ejercicio de las armas o el antisemitismo. En el ámbito de actuación de los Tercios esta práctica fue una constante, especialmente en los Países Bajos. Aquí se magnificó la crueldad de los generales que asumieron la gobernación, destacando al duque de Alba, así como la intransigencia y severidad de los tribunales de la Inquisición, encargados de velar para que el protestantismo en cualquiera de sus variantes no penetrase en España.
Antonio Pérez Por último, aun a pesar de que han corrido verdaderos ríos de tinta sobre este asunto, diversos autores nacionales y extranjeros mantienen hoy otras teorías: por un lado, se considera que ya hace siglos que tal leyenda carece de vigor, que ya nadie mantiene que esta refleje una realidad histórica; y, por otro, que realmente nunca existió, que radicó más bien en la imagen que los propios españoles creían irradiar fuera de su tierra.
FELIPE III (1578-1621)
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FELIPE ASCENDIÓ AL TRONO ESPAÑOL CON 20 AÑOS DE EDAD Y LA PAZ AJUSTADA CON FRANCIA POR SU PADRE ANTES DE MORIR. PRECISAMENTE, FELIPE II INTENTÓ ASí NEUTRALIZAR AL PODEROSO ADVERSARIO QUE ERA ENRIQUE IV DE BORBÓN Y CONTRA EL QUE SU HIJO NO ESTABA A LA ALTURA. L TERCER
La desconfianza en las dotes de gobierno de Felipe III llevó a su padre a encargar la administración de los Países Bajos a su hija Isabel Clara Eugenia. Las finanzas se encontraban por entonces en situación pésima, como consecuencia de tantos años de guerra. La hacienda real acababa de declararse por tercera vez en bancarrota (1596), el país se había empobrecido y la población iba en descenso. Pero los conflictos persistían, sobre todo en los Países Bajos.
Expulsión de los moriscos Felipe III fue el primer Habsburgo español que dejó el gobierno en manos de un valido o privado: primero el duque de Lerma, y más tarde el duque de Uceda. Aunque la política española se orientó hacia la pacificación para tratar de recomponer el maltrecho erario, se tardó en recoger los frutos.
Inicialmente se tuvo que seguir alimentando el esfuerzo bélico en Flandes, donde aparece la figura de Ambrosio de Spínola y se aprecia el incremento de la presión española sobre las provincias rebeldes. Al final, extenuados por igual, españoles y holandeses consignarán el alto el fuego en 1607 y una tregua de doce años en 1609.
Expulsión de los moriscos En relación a Inglaterra, Felipe III envió en 1601 una fracasada expedición a Irlanda para ayudar a los rebeldes católicos. Fallecida la reina Isabel de Inglaterra, las negociaciones anglo-españolas condujeron a la paz en 1604. Sin embargo, la monarquía española retomó la lucha contra los musulmanes en el norte de África y tuvo que intervenir en Italia para dirimir varios conflictos sucesorios.
Isabel Clara Eugenia
Por otro lado, iniciada la guerra de los Treinta Años en 1618, los Tercios españoles auxiliaron al emperador en su lucha contra los protestantes en Alemania, conflicto que, a la muerte de Felipe III en 1621, engarzará con el reinicio de la lucha en Flandes.
Tratado de Londres, 1604
MILICIA DE LAS PROVINCIAS UNIDAS La Milicia Cívica de San Adrián de Haarlem, por Trans Hals.
LA SITUACIÓN MILITAR DURANTE EL REINADO DE FELIPE III. 1603-1611 Antes de la muerte de Felipe II se estaba trabajando en una nueva ordenanza para sus ejércitos que, finalmente, tras ser estudiada por el Consejo de Guerra, vio la luz en 1603. El preámbulo de dicha ordenanza no dejaba lugar a dudas de que, en la opinión de los consejeros y a la luz de la experiencia, la disciplina de la infantería española se había relajado de forma alarmante. Se denunciaban muchos males que ya acompañarían a los Tercios durante el resto de la centuria: los oficiales y la tropa contraían matrimonio y acarreaban a sus mujeres, hijos y criados consigo, muchos de los cuales sentaban plaza en las compañías y entorpecían su operatividad; la corrupción y el fraude eran constantes, el mérito desatendido y el juego, fuente de mil tropelías, tolerado. La falta de pagas y la especulación de los intermediarios conducían al soldado a la indigencia e impedían, en definitiva, el normal funcionamiento de la máquina militar.
SELLO DE PLOMO DE FELIPE III El rey aparece en el trono, con una espada en la mano derecha y un orbe en la izquierda rematado por una cruz.
En la ordenanza de 1603, Felipe III estipuló que los Tercios debían estar formados por 15 o 20 compañías con una fuerza de 100 plazas (150 para los destinados en la Península). Dentro de las compañías de piqueros, la mitad de los soldados portaban arma de fuego (10% mosquetes y el resto arcabuces), y podía haber 2 o 3 compañías de arcabuceros por tercio. En 1611 se volvió a reproducir la anterior ordenanza, ya que los males no habían sido del todo erradicados, ni los preceptos aplicados con exactitud. Una de las costumbres que los soldados habían abandonado era la de vivir en camaradas, una práctica que fomentaba el compañerismo y la cohesión, uno de los factores clave en que se sustentaba la eficacia de todo ejército. Los
maestres de campo debían encargarse de que no se perdiera esa antigua costumbre, así como de inculcar en sus hombres las virtudes cristianas propias de un buen soldado católico. Por último, se les encomendaba sacar a los soldados al campo para que se ejercitaran con las armas, formaran el escuadrón y realizaran la correspondiente instrucción de combate.
MILICIA DE LAS PROVINCIAS UNIDAS Oficiales y subalternos de la Guardia Cívica de mosqueteros, por Frans Hals.
ESCENAS DE SOLDADOS Soldados jugando a las cartas y peleándose por el botín en un granero, obras de Willem Duyster.
En definitiva, se requería un ejército más profesional, más reducido, pero puntualmente pagado y compuesto por gente disciplinada, un referente que parecía ya quedar en el pasado. Por entonces, el estancamiento demográfico en la Península había reducido considerablemente la recluta de voluntarios y, con el paso del siglo, se tuvo que recurrir cada vez más a las levas forzosas.
LA GUERRA EN FLANDES: DE VERVINS A AMBERES. 15981609 La Paz de Vervins (1598) había pacificado la frontera meridional de los Países Bajos y permitió a los españoles concentrar recursos contra los rebeldes holandeses. Hasta que el archiduque Alberto de Austria, esposo de Isabel Clara Eugenia, se hizo cargo del gobierno de Flandes en el verano de 1599, las operaciones militares estuvieron en manos de Francisco de Mendoza, almirante de Aragón.
ESCENA DE SOLDADOS Soldados provocando altercados en una granja, por Sebastian Vrancx.
FRANCISCO DE MENDOZA (1547-1623) Almirante de Aragón, concertó el matrimonio del archiduque Alberto e Isabel Clara Eugenia.
Mauricio de Nassau, aseguradas sus posiciones en el Mosa, emprendió el sitio de Niewpoort, al sur de Ostende, hacia donde el archiduque Alberto se dirigió con un ejército mermado en efectivos por la falta de pagas y debilitado en parte por una larga marcha. Los Tercios españoles acometieron sin esperar a la llegada del resto de las tropas y, a pesar de su esfuerzo, se vieron rodeados por la caballería holandesa y obligados a abandonar el campo. La batalla de las Dunas (2 de julio de 1600) fue una victoria pírrica para Mauricio, que tuvo elevadas pérdidas y se vio obligado a retirarse a Ostende.
MAURICIO DE ORANGE-NASSAU (1567-1625) El príncipe Mauricio de Nassau en la batalla de las Dunas, donde derrotó a las tropas españolas al mando del archiduque Alberto.
Precisamente esta plaza fue el objetivo español a mediados de 1601. El sitio de Ostende consumió las fuerzas de ambos contendientes durante más de tres años y vio el alumbramiento del genio militar de Ambrosio de Spínola. Las operaciones militares en torno a dicha plaza mostraron la firmeza y constancia tanto de la infantería española como de sus defensores. Mauricio, ante la dificultad de romper las líneas de los sitiadores, optó por distraer su atención con ataques a otras plazas, si bien no pudo evitar que Ostende fuera finalmente expugnada en septiembre de 1604. A continuación, Spínola lanzó una ofensiva en la frontera de Frisia que puso contra las cuerdas al gobierno holandés. Mauricio y su hermano Federico fueron derrotados en Mülheim (10 de octubre de 1605) y perdieron algunas plazas en el bajo Rin, pero la hacienda española se encontraba de nuevo al límite y Felipe III tuvo que suspender pagos en 1607.
ALBERTO DE AUSTRIA (1559-1621) Retrato del archiduque Alberto, gobernador general de los Países Bajos desde 1596 hasta su muerte.
RETRATOS DEL ARCHIDUQUE ALBERTO Y DE ISABEL CLARA EUGENIA Archiduques de Austria y Soberanos de los Países Bajos españoles hasta 1621.
La guerra era tan onerosa para ambas partes que no cupo más remedio que contemplar la posibilidad de un cese de las hostilidades, propuesta que partió inicialmente de los holandeses y fue bien recibida por el Gobierno español. En abril de 1607 se acordó un alto el fuego y dos años más tarde, ante la imposibilidad de llegar a un arreglo definitivo, se consignó en Amberes una tregua de doce años. Habían trascurrido 41 años desde el inicio del conflicto, pero la guerra no estaba aún decidida, ni ninguno de los
contendientes, en especial la monarquía española, estaba dispuesto a contentarse con una parte del todo.
BATALLA DE LAS DUNAS Representación de la batalla de las Dunas o Niewpoort (1600), obra de Sebastian Vrancx.
SITIO Y BATALLA DE KINSALE La expedición española en ayuda de los católicos irlandeses acabó fracasando ante la reacción inglesa.
LA LUCHA EN LOS OTROS FRENTES. 1601-1609 Mientras en los Países Bajos la guerra inmovilizaba buena parte de los recursos españoles, Felipe III decidió enviar a Irlanda una expedición para socorrer a los rebeldes católicos que combatían desde 1594 a Isabel I de Inglaterra. El maestre de campo general, Juan del Águila, al mando de la expedición, partió de Lisboa con dos Tercios españoles que, después de una agitada travesía, desembarcaron, aunque no al completo, en Kinsale en septiembre de 1601. Los ingleses contaban con fuerzas muy superiores, en especial en caballería, y estaban perfectamente avituallados desde Inglaterra. En cambio, los españoles estuvieron desde el principio en desventaja, muy dependientes de los socorros marítimos y pronto bloqueados. A comienzos de 1602, los rebeldes irlandeses intentaron romper el cerco en el que se encontraban los españoles, pero los ingleses lo impidieron y, tras una resistencia inútil, Águila se vio obligado a capitular y regresar a España en condiciones muy ventajosas.
ISABEL I DE INGLATERRA (1533-1603) Hija de Enrique VIII, apoyó la causa protestante en los Países Bajos y acabó enfrentándose a su ex cuñado Felipe II.
En Milán, mientras tanto, el conde de Fuentes se apoderaba del marquesado de Finale y se preparaba para socorrer al duque de Saboya, amenazado por Enrique IV de Borbón. Finalmente, Saboya y Francia llegaron a un acuerdo que ponía en manos francesas una serie de territorios que estrangulaban el Camino Español a su paso por el Ródano. En previsión de que esto sucediera de forma definitiva, Fuentes había ordenado en 1603 la construcción a la entrada del valle de la Valtelina de un fuerte que llevaba su
nombre, con el fin de mantener la comunicación del norte de Italia con Flandes a través del Tirol. Así, de paso, los españoles vigilaban también a Venecia, cuya población había sido excomulgada por el papa en 1606 y estaba a la espera de una reacción ofensiva del ejército del Milanesado que al final no llegó a producirse.
SOCORRO DE IRLANDA Sellos irlandeses conmemorativos de la expedición española a Irlanda en 1601.
ENRIQUE IV DE FRANCIA (1553-1610) Tras convertirse al catolicismo, accedió al trono de Francia y acabó con las guerras de religión en sus dominios.
Por último, los españoles habían conseguido expulsar a los holandeses del área del Caribe, pero estos se hicieron con las islas Molucas y amenazaron Filipinas. Más tarde fracasaron en Brasil y sufrieron varias derrotas a manos españolas, pero su creciente poderío naval hacía casi imposible la salvaguarda de todos los enclaves hispanos en Asia y América.
FUERTE DE FUENTES El conde Fuentes ordenó construir este fuerte para asegurar el paso de las tropas españolas por la Valtelina, a través de los Alpes.
PEDRO ENRÍQUEZ DE ACEVEDO (1525-1610) El conde de Fuentes de Valdepero fue designado gobernador de Milán en 1600.
Ó
LA EXPULSIÓN DE LOS MORISCOS Llegada de los moriscos a Orán en galeras tras su expulsión de España.
CRISTÓBAL LECHUGA Destacó como capitán en la conquista de La Mámora, además de ser uno de los mejores ingenieros y tratadistas militares españoles.
LA PAX HISPÁNICA Y LA LUCHA EN EL NORTE DE ÁFRICA. 1609-1616 Tras la firma de la tregua de Amberes se abrió un periodo que la historiografía ha tildado de Pax hispánica, aunque una monarquía tan poderosa y con vocación universal como era la de España difícilmente podía hallar un momento de reposo para sus armas. Paralizadas las operaciones en Flandes, Felipe III reactivó el frente mediterráneo lanzando una serie de campañas ofensivas para contener el poder turco y destruir las bases corsarias en Marruecos. En 1609, la flota de Luis Fajardo consiguió deshacer una armada corsaria que se había refugiado en La Goleta y destruir otra tres años más tarde, además de asolar sus puestos en la costa tunecina. En 1610, un contingente de tropas al mando del maestre de campo general, duque de San Germán, se apoderó de Larache, soberanía del rey de Fez y reducto desde donde sus vasallos perturbaban las rutas españolas en el Atlántico. Todavía pudo Felipe III reforzar su posición en la costa occidental norteafricana con la ocupación de La Mámora (1614) y la construcción de un fuerte diseñado por el ingeniero militar Cristóbal de Rojas. Por último, en 1616, la armada de Francisco de Ribera sostuvo en el cabo de Celidonia un encarnizado combate contra una escuadra turca muy superior. La lucha duró más de dos días y los Tercios embarcados dieron de nuevo muestras de su valor en las maniobras de abordaje.
BATALLA DE CEFALONIA En aguas próximas a esta isla tuvo lugar en 1616 un combate naval favorable a los españoles.
TOMA DE LARACHE La plaza de Larache, en la costa atlántica marroquí, era un nido de corsarios que merodeaban a la entrada del estrecho de Gibraltar.
VISTA DEL PUERTO DE ALICANTE
Tras el decreto de expulsión, los moriscos embarcaron en distintos puertos mediterráneos rumbo al norte de Africa.
EL LABERINTO ITALIANO Y ALEMÁN. 1613-1617 Tampoco pudieron descansar las banderas españolas en Italia, territorio siempre propenso a los conflictos sucesorios. Carlos Manuel de Saboya llevaba tiempo disputando la hegemonía española en la región presentándose como el libertador de Italia, pero no fue hasta 1613 cuando estallaría la guerra, tras la muerte sin herederos del duque de Mantua. El saboyano invadió el Monferrato, apoyado secretamente por Francia y Venecia, a lo que el gobernador de Milán, el marqués de Hinojosa, contestó irrumpiendo con sus tropas en el Piamonte. En paralelo, el marqués de Santa Cruz se apoderó de Oneglia, dominando con su escuadra la costa de Liguria. Obligado a combatir en sus propios dominios, Carlos Manuel trató de resistir en Asti, donde los Tercios españoles e italianos pusieron en fuga al ejército saboyano reforzado con tropas francesas. El duque de Saboya fue astuto en la derrota y concluyó un ventajoso tratado de paz con Hinojosa que no agradó en la corte española (1615). Enviado el marqués de Villafranca como nuevo gobernador, los españoles reiniciaron las hostilidades y dirigieron sus esfuerzos hacia la estratégica plaza de Vercelli. La infantería española dio nuevas pruebas de su gran superioridad con ocasión de la batalla de Apertola (1616), donde la retaguardia de los saboyanos fue atacada por sorpresa y el grueso de su ejército derrotado con facilidad. El duque de Saboya se pudo recomponer con refuerzos franceses, pero no fue capaz de impedir que Villafranca se hiciera con Vercelli (1617) tras un vigoroso asalto encabezado por los Tercios españoles. Sin embargo, el creciente número de tropas enemigas obligó al gobernador español a retirarse a Milán dejando algunas plazas guarnecidas, hasta que el duque de Saboya, desconfiando de los franceses, se avino a firmar la paz y aceptó evacuar el Monferrato a cambio de la restitución de Vercelli.
LA AMENAZA TURCA A principios del siglo XVII el peligro de un ataque turco a gran escala era bastante improbable, pero la actividad corsaria berberisca alcanzó su momento de mayor esplendor.
FRANCISCO IV GONZAGA (1586-1612) La muerte del duque de Mantua fue el detonante de la guerra entre la monarquía española y el duque de Saboya por el control de Monferrato.
TOMA DE VERCELLI Los Tercios españoles en Italia se hicieron con Vercelli (1617) tras un vigoroso asalto a la plaza defendida por los saboyanos.
CARLOS MANUEL DE SABOYA (1562-1630) El duque de Saboya, con el apoyo de Francia, disputó la hegemonía española en el norte de Italia.
MAURICIO DE NASSAU
El estatúder de las Provincias Unidas intervino en Alemania aprovechando la tregua con los españoles.
Mientras tanto, en Alemania, la crisis desatada por la sucesión del ducado de Juliers y Cléveris motivó el envío de un contingente de tropas español al mando de Spínola en apoyo del pretendiente católico, mientras que Mauricio de Nassau hacía lo propio con el candidato protestante. Los holandeses se hicieron con Juliers en 1610 y los españoles, por su parte, evitando un encuentro directo con Mauricio que pudiera poner en peligro la tregua, entraron por sorpresa en Aquisgrán y, tras cruzar el Rin en Colonia, se apoderaron de la isla de Wesel antes de que se ajustara la paz en 1614.
PLAZA DE JULIERS Vista de Juliers (Jülich), plaza disputada por protestantes y católicos, auxiliados respectivamente por holandeses y españoles.
El arsenal de los Tercios
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ARSENAL Las armas del Tercio fueron muy variadas tanto en tipologías como en calidades.
s múltiple y variado el armamento del que se sirvieron los soldados que militaron en los Tercios, dada su tan prolongada existencia. A continuación mostraremos lo más representativo. No obstante, debemos incidir en varias consideraciones previas. En primer lugar, cuando un combatiente se asentaba en una compañía, debía presentar un arma que le valiese para servir en alguna de las especialidades de combate. Cada individuo debía adquirir su propio equipo y, por tanto, nunca hubo un fabricante o modelo considerado oficial. Aun así, en ocasiones, el Tercio adquiría equipamiento para distribuir entre los hombres, descontándoles luego mes a mes una parte del sueldo para afrontar su pago. El fin era garantizar la operatividad de sus efectivos. Del mismo modo, que surgiesen armas novedosas y mejoradas no significó que estas sustituyesen a las anteriores de inmediato pues, dado su alto coste, los soldados seguían sirviéndose de las suyas mientras funcionaban, reparándolas una y otra vez, y prolongando su vida útil.
COMBATE EN LAS TRINCHERAS DE HULST Rotas las formaciones se producía el combate cuerpo a cuerpo. Palacio Real de Madrid.
LA SORPRESA DE CALAIS
Tras los primeros disparos, el humo dificultaba la puntería en los siguientes. Palacio Real de Madrid.
También es importante señalar que las armas cumplían otras funciones ajenas a aquellas para las cuales fueron concebidas, convirtiéndose las mejores, muchas veces decoradas, en objetos de lujo y prestigio social. Por ello, en ausencia todavía de divisas que reflejasen la jerarquía castrense, existen testimonios de que se tendía a identificar algunas de ellas con un determinado empleo, aunque no existiese al respecto norma alguna. De esto derivan al menos dos consecuencias importantes: por un lado, que muchas de las que hoy reposan en los museos no son representativas de las que en verdad portaban aquellos infantes, perdidas en su mayoría, pues responden a tipologías más complejas y caras, conservadas justamente por esa razón. Y, por otro lado, tampoco son fiables del todo los modelos que recogen los grabados y tapices, y sobre todo la pintura, en mayor medida cuanto más recientes son tales obras, dado que los autores, con el propósito de ennoblecer a sus personajes, acostumbraban a introducir en las escenas de combate espadas de uso civil y armaduras de parada, más bellas, pero que diferían en grado sumo de las que se servían dichos personajes en su vida cotidiana.
DESEMBARCO Detalle del tapiz Asalto y toma del campo atrincherado de Hulst. Palacio Real de Madrid.
COSELETES Eran piqueros con media armadura, los más experimentados y núcleo de los escuadrones.
Armas blancas enastadas De entre todas las armas con que iba equipada la infantería, la pica fue la que contaba con una mayor estima, refiriéndose a ella sus coetáneos como la reina. Esto es así porque, en una formación de varias filas de profundidad, fue la primera arma que logró contener con éxito las cargas de la caballería pesada. En términos generales existe poca diferencia entre la pica y la lanza, salvo por la mayor longitud que alcanza su asta de madera, que podía ser de entre cuatro y seis metros.
PICAS La reina de las armas. La única siempre presente en los Tercios, aunque a principios del siglo XVII algunos tratadistas apuntasen ya su escasa efectividad.
La denominación de los soldados que las portaban –de forma genérica piqueros– solía estar determinada en función del armamento defensivo que usaban: se llamaba picas secas a aquellos que carecían de él y coseletes a los que vestían la media armadura superior. A finales del siglo XVI diversos tratadistas comenzaron a quejarse de que el interés por la pica iba decayendo, siendo ya pocos los que en verdad sabían usarla. Añadían además, con cierta ironía, que era buena para bloquear el avance enemigo, pero de escasa utilidad para vencerlo. Y, en ocasiones, incluso se constata que se tuvo que elevar el sueldo de los piqueros al nivel del de los arcabuceros, aunque el gasto de estos fuese mayor. Aun así, siguió estando presente hasta el final de los Tercios.
INSTRUCCIÓN DE UN PIQUERO Las picas eran armas de gran envergadura y su uso requería de cierta destreza. Se empleaba en horizontal, preferentemente a la cadera, contra la infantería contraria. Y en diagonal, clavada en el suelo, contra la caballería.
OTRAS ARMAS ENASTADAS Alabarda, media luna, corcesca y dos ejemplos de partesana.
MEDIA LUNA La menos frecuente de todas, aparece en este grabado.
El resto de las armas que pertenecen a esta categoría, como las alabardas, las corcescas y las partesanas, más caras y de astil más corto, estaban asociadas a un determinado rango, como la alabarda a los sargentos, o las partesanas a los capitanes de piqueros. Sin embargo, aunque sea esta una tendencia señalada por los investigadores, no constituye en ningún caso una regla.
GUARDIAS PERSONALES LLAMADAS DE CORPS También por lo general portaban alabardas, como es el caso de la guardia suiza del Vaticano.
PARTESANA Y ALABARDA Se las asocia generalmente a ciertos empleos como capitán y sargento respectivamente.
TIPOS DE ESPADAS La primera es una espada de guerra, con empuñadura de «cruz». La segunda es una espada ropera con empuñadura de «taza», más propia del ámbito civil.
DAGA DE GUERRA Con empuñadura de aro. Tapiz Retirada de la guarnición de Ardrés. Palacio Real de Madrid.
Armas de filo y corte A diferencia de las picas y armas de fuego, que ubicaban a sus portadores en el esquema orgánico del ejército y determinaban su sueldo, las espadas eran un complemento personal que estos podían poseer o no. Un objeto de prestigio, además de funcional, que incluso podían adquirir en el extranjero. Nosotros solo consideraremos las de producción hispana. En lo tocante a estas, conviene hacer una primera distinción entre las que se utilizaban en la guerra y las que se portaban en otros ámbitos, denominadas de ceñir o espadas roperas. Aquellas con las que se combatía eran, por lo general, más cortas, anchas y pesadas, mientras que las de uso civil eran más protegidas y decoradas. A la hora de catalogarlas debemos atender a las partes que las componen. En función de las protecciones de su empuñadura, los guardamanos, las de combate solían incorporar formas más sencillas, como una simple cruz. También estaban las de patillas –con o sin pitones– y las de aro. Entre las más elaboradas figuran las de lazo, junto a otras tipologías que por lo general ya no son militares, como las de concha y las de taza, estas últimas más modernas.
EMPUÑADURA DE PATILLAS Y PITONES Detalle del tapiz Asalto de Arcila. Pastrana.
EMPUÑADURA EN FORMA DE CRUZ Detalle del tapiz Toma de Tánger. Pastrana.
EMPUÑADURA DE LAZO DECORADA Estas armas no se concebían para la guerra, pero se incorporaban en los cuadros para resaltar la importancia del personaje.
ESPADA Y DAGA DE GUERRA Detalle de La victoria de Fleurus, de Carducho.
Si centramos nuestra atención en las hojas, cabría valorar su sección, principalmente romboidal en el caso de las de guerra y no lenticular, para así aumentar el filo, y sin acanaladuras. Respecto a las dagas, cabe decir lo mismo y que las de aro o pitones eran las de uso más extendido.
EMPUÑADURAS empuñaduras de aro, de patillas y pitones, de lazo y de concha.
EMPUÑADURA DE LAZO Detalle del tapiz Asalto nocturno de Ardrés. Palacio Real de Madrid.
BALLESTA Derecha y abajo. Fue la primera arma de propulsión en la orgánica de los Tercios.
Armas portátiles de propulsión Las dos armas portátiles de propulsión más antiguas son la ballesta y, más valorada aún por su mayor potencia, el arco británico. Ambas seguirán siendo utilizadas en los comienzos de la Edad Moderna, si bien solo la
primera tendrá un lugar establecido junto a las lanzas y el arma de fuego en el organigrama táctico de las unidades precursoras de los Tercios. Se considera que en esta sabia distribución radicó parte del éxito de estas unidades, siendo el contingente del Gran Capitán el primero que introdujo en dotación las espingardas, una evolución del arma de fuego anterior a los arcabuces y, presumiblemente, posterior a los llamados cañones de mano, que ya eran usados al menos desde el siglo XIV. El arcabuz con la llave de cuerda, que justo por entonces comenzaba a difundirse, sustituyó a la espingarda y a la escopeta al poco tiempo, pues al incorporar un revestimiento de madera más estandarizado, su manejo era más cómodo y seguro. La llave de rueda empezó a proliferar a mediados del siglo XVI, pero debido a su alto coste, se empleó preferentemente en las pistolas y no en las armas largas, pues tan solo los jinetes y altos mandos en la jerarquía del ejército las podían adquirir.
ESPINGARDEROS Fueron los infantes precursores de los arcabuceros. Tapiz de Pastrana.
ESCOPETEROS Las escopetas mejoraron la carcasa del arma, aunque todavía tenían poco calibre. Tapiz de Pastrana.
PRIMERAS ARMAS DE FUEGO Página anterior, abajo, derecha. Llamadas espingardas, cañones o culebrinas de mano. Sencillas pero con soluciones muy variadas.
EVOLUCIÓN DEL ARMA DE FUEGO El botafuego era necesario para prender la pólvora (1). Más tarde se adaptaron las carcasas de las ballestas y se introdujo la llave de cuerda (2). Pero serían los arcabuces (3) y mosquetes (4) los modelos que triunfaron. A mediados del XVII llegó la llave de rueda, aunque montada en las pistolas (5).
LLAVE DE CUERDA O DE MECHA Este invento permitió asir el arma con las dos manos para apuntar.
Finalmente, el duque de Alba adoptó el mosquete en sustitución de las ballestas, arma de mayor calibre y alcance que el arcabuz. Mosquete, arcabuz y pica formaron la tríada de armamento más característica de los Tercios.
ARCABUCEROS Para estos el mayor esfuerzo era mantener la mecha seca y prendida. Tapiz del Palacio Real de Madrid.
El recado de las armas de fuego y las municiones El recado para las armas de fuego estaba integrado esencialmente por los llamados doce apóstoles, consistentes en una bandolera de cuero de la que colgaban otros tantos recipientes con la carga de pólvora exacta y necesaria para realizar un disparo, además de la cuerda que se utilizaba como mecha, el polvorín para dosificar las cargas, las turquesas con que se elaboraban las bolas de plomo que se empleaban como munición, una bolsa para proyectiles, la baqueta y, en el caso de los mosqueteros, una horquilla para apoyar el arma al disparar.
El proceso de carga de un arma de fuego, resumiendo los pasos tal y como los recogió en sus grabados Jacob de Ghyes, consistía en las siguientes acciones: primeramente, se debía llevar el arma cargada para no perder
tiempo cuando fuese preciso utilizarla (1). Llegado ese punto, bastaba con colocar la mecha en la llave del arma y prenderla (2), apuntar y hacer fuego (3). Una vez efectuado el disparo se retiraba la mecha (4) y se soplaba en la llave para eliminar los restos (5). Luego se vertía del polvorín un poco de pólvora en la llave, se apretaba con el dedo y se volvía a soplar para eliminar el excedente (6). Después de dar la vuelta al arma, se introducía la carga de uno de los frasquitos de los doce apóstoles en el interior del cañón por la boca de fuego y, tras esta, el proyectil (7). Por último, se compactaba mediante unos golpes de baqueta (8), así quedaba de nuevo el arma lista para su uso (9).
EL RECADO DE LAS ARMAS DE FUEGO El elemento principal era la bandolera (1). De ella pendían unos 12 frasquillos (2), de ahí que también se conozcan como los doce apóstoles. Con la turquesa (3) se fabricaban los proyectiles ((4). Indispensable era la mecha de cuerda ((5) y las polvoreras (6), de las que existían variados modelos.
MORRIÓN Estas piezas labradas solo las llevaban en combate los sargentos o empleos superiores.
Armamento defensivo
Este comprende todas aquellas piezas que usaban los combatientes para protegerse. Sin embargo, su importancia va más allá. De hecho, aquellas unidades que portaban el mismo equipo recibían el nombre en función de él, como los coseletes o rodeleros, llamados de este modo en lugar de piqueros o espaderos. Cada combatiente debía costear su equipo y solo los más pudientes o aquellos que llevaban más tiempo en el servicio –indicativo de mayor experiencia– eran los que terminaban por hacerse con todo este material. Además, estas piezas eran más susceptibles de ser decoradas que el armamento ofensivo, por lo que no solo indicaban un mayor estatus, sino que nos consta que en verdad fueron utilizadas a modo de divisas. En la campaña que tuvo lugar en Aragón, a finales del siglo XVI, se adquirieron cantidades ingentes de petos y morriones con y sin decoración. Los petos labrados se comenzaron a repartir entre los capitanes alcanzando hasta algunos alféreces; y los sargentos, que llevaban aquellos lisos, solo tenían derecho a portar decorado su morrión.
ETO Los que estaban decorados solo eran empleados por los capitanes y alféreces.
RODELA Los mandos solían portar el escudo para protegerse. Los que eran lisos eran usados por los infantes, especialmente en los asedios.
PAVESES Usados en los asedios por un compañero para proteger a los tiradores.
RODELA Esta corresponde a un tipo característico llamada de ombligo.
Con las rodelas sucedía lo mismo. Eran muy estimadas por su capacidad para resistir hasta el disparo de un arcabuz –pero no el de un mosquete– y porque solían ser utilizadas junto con la espada, representando el tipo de infantería más genuinamente española. Hoy se conservan piezas de lujo en las armerías pertenecientes incluso a los monarcas hispanos. Por último, aunque el morrión es la protección de cabeza más conocida en nuestros días, su empleo real entre los soldados fue menor que los capacetes y bacinetes.
PIQUERO Esta imagen ilustra los adornos que se añadían a las protecciones de cabeza.
PROTECCIONES DE CABEZA De arriba abajo: celada, morrión y diversos tipos de capacetes.
MONTANTE Mandoble o espada de dos manos.
DAGA DE VELA Generalmente de uso civil y no militar.
PISTOLA Se trataba de un lujo, generalmente exclusivo de la caballería y los mandos.
Armas no convencionales Hemos incluido en este apartado otras armas cuyo uso era circunstancial o anecdótico. La primera de ellas era el montante, mandoble o espada de dos manos que, con unas dimensiones que no permitían su uso generalizado en
combate, era utilizada para luchar entre dos personas u otros menesteres. Mención especial requieren los arcos, de cuya existencia tenemos constancia durante buena parte de la Edad Moderna, aunque no tanto por parte de los españoles. De igual modo, la pistola con llave de rueda, con la que sí se equipó a unidades de caballería, quizás fue usada por los principales mandos del ejército. O la conocida daga de vela o vizcaína, diseñada para los enfrentamientos callejeros y que apenas se empleaba en la guerra. Además, cada vez en mayor grado se fue extendiendo el uso de inventos que, más que armas, podemos considerar propiamente proyectiles, como los dardos incendiarios o las granadas de mano, especialmente concebidas para los asedios. Asimismo, artilugios como los abrojos estaban pensados para condicionar el movimiento del enemigo en campo abierto o zonas de paso obligado.
ARCOS Aunque raro, tampoco es infrecuente su uso por parte de tropas mercenarias en el siglo XVI.
ANIMALES INCENDIARIOS
Eran empleados para incendiar ciudades asediadas. Tratado Feuer Buech, de Franz Timón.
COMBATE CON MONTANTES También se usaba con frecuencia en ciertos tipos de duelo.
GRANADAS INCENDIARIAS El uso de estos artefactos ya era habitual en la Edad Media.
TRATADO DE ARTEFACTOS Muestra los avances en esta materia. Kunst und Artillerie-Buch, de H. G. Schirvatt, siglo XVII.
GRANADAS DE BARRO Y ABROJOS Los abrojos se utilizaban para entorpecer el paso de la caballería.
DARDOS INCENDIARIOS De empleo generalizado, ya que llegaban más lejos que las granadas y con mayor precisión.
CABALLERÍA PESADA
Armada con lanzas, se empleaba como poderosa fuerza de choque. Sitio de Therouanne, de H. Met de Bles.
Apoyos a los Tercios Los Tercios de infantería constituían el núcleo del ejército, pero no se puede entender su éxito sin el concurso de otros cuerpos que les daban cobertura. Caballería Como expusimos, la caballería medieval fue superada por la infantería moderna en combate. Fruto de ello, los dos tipos de caballería que hunden sus raíces en el Medievo, la pesada y la ligera, experimentaron caminos distintos para adaptarse a esta nueva situación. La pesada perdió progresivamente utilidad, aunque no prestigio, pues continuaron sirviendo en ella los militares de mayor alcurnia. Simplemente, adecuaron su equipo con protecciones más sofisticadas y comenzaron a usar armamento de fuego como pistolas. La ligera, en cambio, experimentó el comienzo de su etapa dorada. Dotada al principio con ballestas y luego con arcabuces, convirtió sus atributos en indispensables. Fue vital para la adquisición de información, la ocupación de puntos estratégicos como vados, contactos rápidos y leves con el enemigo o persecuciones.
TIPOS DE CABALLERÍA Se aprecian aquí las diferencias entre la caballería ligera y la pesada, equipada esta con lanza o armas de fuego.
Artillería Había dos ámbitos en los que se utilizaba la artillería: en los sitios y en campo abierto. Si bien su participación en la conquista y defensa de núcleos habitados fortificados fue crucial, obligando a reedificar las defensas de las ciudades más importantes de Occidente con construcciones que resistiesen el
impacto de sus proyectiles, en campaña, dado que al principio solo se disponía de munición maciza, cosechaba tantas alabanzas como reproches. Se decía de ella que su mayor utilidad radicaba en su capacidad para romper la formación del enemigo.
ARMADURA DE CABALLERÍA Eran cada vez más pesadas para protegerse de las armas de fuego.
FUEGO DE APOYO Asalto cubierto por el fuego de la artillería de campaña y la artillería naval.
No obstante, su evolución fue rápida y sus virtudes permitieron a este cuerpo consolidarse. Diversos hitos jalonan su evolución. Primeramente preocupaba su movilidad, por lo que se diseñaron cureñas y carros para poder trasladarla con rapidez. Se homogeneizaron los calibres, pues antes
había que fabricar la munición ex profeso para cada pieza. Además, se mejoraron los materiales, por lo que cada vez era más segura para los propios tiradores; y los proyectiles de metal, más duros, sucedieron a los de piedra. Incluso se impuso la artillería de bronce frente a la de hierro.
TIPOS DE PIEZAS DE ARTILLERÍA Su versatilidad radicaba en función de la trayectoria de sus disparos y del calibre.
Un último aspecto a destacar es que los primeros artilleros eran principalmente extranjeros contratados, pues se requería pesonal con gran conocimiento en esta materia. Progresivamente, el ejército español irá formando a sus propios hombres.
LA CONQUISTA DE MÉXICO Desembarco de Hernán Cortés.
UNIDADES EN ÁFRICA Esta imagen muestra cómo se aprovechaban los recursos propios de cada zona.
Los Tercios en otros ámbitos geográficos Los Tercios eran el núcleo de élite de los ejércitos de la monarquía hispánica. Combatían en el frente considerado principal por la monarquía: Europa. Pero la presencia española a lo largo y ancho del mundo obligaba a mandar hombres a luchar mucho más lejos y, gran parte de los que fueron enviados, tanto generales como soldados, se forjaron en los Tercios. Ilustra este hecho el propio duque de Alba quien, además de en Centroeuropa o en
la Península, participó en las campañas africanas; o la documentación que evidencia la presencia de un Tercio denominado de Filipinas. Sin embargo, es obvio que en esos otros continentes –África, Asia o América–, no encontraremos el sistema en su estado puro. Las diferencias en cuanto al clima y la orografía, el armamento y las técnicas de combate de los enemigos, o el número de hombres que se desplazaron, obligaron a introducir una serie de cambios que les permitiesen emular los éxitos obtenidos en el viejo continente, aunque con dispar fortuna. De ello deriva otra gran característica de las unidades españolas que aún no se ha tenido en cuenta lo suficiente: su excepcional capacidad de adaptación.
ADARGA Su empleo se dilató hasta los tiempos de Carlos III.
CABALLERÍA LIGERA MUSULMANA Los cristianos adoptaron las adargas musulmanas por su ligereza y resistencia.
LOS TERCIOS EN ÁFRICA Fue el primer contexto donde participaron estas unidades fuera de Europa.
Sumado a lo anterior, también se han de tener en cuenta las influencias recibidas de aliados ocasionales, que actuaban como tropas auxiliares en estas empresas. La investigación nos ha mostrado cómo junto a los españoles combatieron unidades de samuráis en Japón o tropas montadas a camello en el Magreb. Así pues, muchos de aquellos soldados volvieron de su periplo con objetos exóticos que siguieron utilizando, como katanas o adargas moriscas, escudos más baratos que las rodelas al estar fabricados en madera y cuero. Aún no se ha indagado lo suficiente en este sentido, si bien resulta fundamental entender, como se contempla para el caso de América, que el contacto con estas tropas fue una de las primeras impresiones culturales que los nativos recibieron de Occidente.
NAMBAN DO GUSOKU Los japoneses copiaron las armaduras de los españoles (namban o «bárbaros del sur» por estar en Filipinas), más resistentes contra las armas de fuego.
NAMBAN KABUTO Morrión lacado empleado como casco (kabuto) de un samurái.
TSUBAS Guardas de katana empleadas tanto por japoneses cristianos como por tropas españolas.
ARQUEROS BRITÁNICOS Estimados por la gran capacidad de penetración de sus proyectiles y la mayor cadencia de disparo.
GENDARMERÍA La «gente de armas» o caballería pesada francesa era la más valorada en Europa.
Aliados y enemigos En el siglo XVII, los diversos ejércitos de las monarquías de Europa tendieron a homogeneizar sus efectivos, presentando unas formaciones cada vez más similares. En este proceso tuvo mucho que ver la adopción generalizada del arma de fuego. Pero, durante buena parte del siglo XVI, todavía fueron relevantes las especialidades nacionales de cada combatiente, lo que ocasionaba la contratación de unidades enteras de extranjeros con el fin de suplir las carencias propias de cada contingente. Los ejemplos son múltiples y variados. Tanto españoles como franceses sabían de la utilidad de las picas, si bien, ambos carecían de ellas, por lo que los primeros tendieron a adquirir los servicios de los suizos, mientras que fueron los alemanes o tudescos, integrantes del Imperio, los que
proporcionaron esa función a la monarquía hispánica. Del mismo modo, los franceses habían potenciado tanto su gendarmería, la caballería pesada, que se vieron forzados a recurrir a la caballería ligera albanesa, de inspiración musulmana igual que la española.
EJÉRCITO FRANCÉS Como el español, conformado por varias nacionalidades, tratando de paliar sus flaquezas.
LANSQUENETES Las tropas procedentes del Sacro Imperio eran consideradas fabulosos piqueros, además de excelentes arcabuceros.
SUIZOS Fueron pioneros en considerar la guerra como un oficio. Su contratación se hacía por unidades completas.
Otro dato singular es el de los arqueros británicos. Escoceses y galeses principalmente, habían hecho del manejo de esta arma una verdadera tradición, hasta el punto de que, a pesar de sus virtudes, no pudieron ser emulados a causa de la prolongada instrucción que requería su manejo. Por eso, ya fuera como aliados o como contratados, su presencia en otros ejércitos era muy habitual. Y, por último, los turcos, que constituyeron una de las amenazas más temidas para los europeos. Las diferentes características tanto de sus combatientes a pie como a caballo, nos obligan también a tenerlos en consideración.
CABALLERÍA LIGERA TURCA Versátil y rápida. Era el equivalente a la caballería ligera española, africana o albanesa.
JENÍZAROS Núcleo de la infantería turca. Muchos eran cristianos capturados en su infancia.
LOS TERCIOS SOSTIENEN LA HONRA (1618-1659)
L
a tensión incubada en el Sacro Imperio Romano Germánico entre católicos y protestantes estalló en una guerra abierta tras la defenestración de Praga en 1618. Los rebeldes bohemios llamaron al trono a Federico, elector del Palatinado, mientras que el conde Bethlen Gabor, príncipe de Transilvania, aspiraba a convertirse en rey de Hungría. El emperador Fernando II solicitó el auxilio de Felipe III, quien concedió un importante subsidio y el envío de tropas a Alemania. En 1620, Ambrosio de Spínola penetró en el Palatinado y amagó con marchar sobre Frankfurt cuando su objetivo era Oppenheim, en el Rin. Cuando los protestantes percibieron el engaño, se lanzaron sobre el ejército español, pero no pudieron recuperar la plaza y sufrieron numerosas bajas.
MONEDA DE FELIPE IV Moneda de 16 maravedíes acuñada a finales de su reinado.
DEFENESTRACIÓN DE PRAGA Aristócratas bohemios arrojan por las ventanas del castillo de Hradcany a tres representantes imperiales, desencadenando así la guerra de los Treinta Años.
FELIPE IV (1605-1665)
SIGUIENDO LA PRÁCTICA DE SU PADRE, FELIPE IV –EL REY PLANETA– DEJÓ EL GOBIERNO DE LA MONARQUÍA EN MANOS DE SUS FAVORITOS, EMPEZANDO POR GASPAR DE GUZMÁN, CONDE-DUQUE DE OLIVARES.
El nuevo rey era despierto a pesar de haberse descuidado de niño su educación. Muy aficionado a la caza y al arte en todas sus facetas, también era algo indolente y estaba poco versado en política, aunque no se le puede negar buena voluntad y el esfuerzo de acertar por medio de sus ministros.
Halló las armas españolas triunfantes en Alemania y prestas a recuperar la total soberanía de los Países Bajos tras la expiración de la tregua de Amberes. Al objeto de potenciar su ejército e integrar de forma más completa los distintos territorios de la monarquía, Felipe IV quiso que los parlamentos territoriales aprobaran un proyecto conocido como Unión de Armas por el que todos los reinos debían contribuir a la defensa de la monarquía según su población y riqueza. Dicho proyecto acabó por fracasar y causó enormes tensiones, agravando la crisis de la unidad peninsular.
El conde-duque de Olivares Por otro lado, la economía no acababa de recuperarse y la incipiente burguesía permanecía postrada, retenidas las remesas indianas y agobiada la población con el incremento de las tasas. Felipe IV tuvo sucesivas bancarrotas en 1627, 1647, 1652 y 1662, resintiéndose el presupuesto estatal con las continuadas guerras que le acompañaron durante todo su reinado.
Aún más duro fue tener que soportar el peso de la guerra en territorio peninsular, ya fuera por los ataques de una agresiva Francia o por la lucha cainita en Cataluña y Portugal. En el ámbito exterior, el emperador tuvo que claudicar frente a los protestantes alemanes en 1648, mientras Felipe IV hacía lo propio con los rebeldes holandeses para dirimir con Francia la primacía continental.
Rodeada de poderosos enemigos y multiplicados los teatros de operaciones, la monarquía española tuvo que mantener una fuerza armada en torno a los 150.000 hombres, improvisando ejércitos y agotando el sistema tradicional de reclutamiento.
Al final de sus días, el Rey Planeta seguía luchando por la reputación de España y para evitar la desmembración de su monarquía, mientras sus tropas, que habían comenzado su reinado con una actitud ofensiva, se vieron obligadas cada vez más a adoptar estrategias defensivas.
DOMINIOS DE FELIPE IV
BATALLA DE SABLAT El 10 de junio de 1619 las tropas imperiales derrotaron a los protestantes en Sablat, actual Záblatí (República Checa).
Mientras el elector perdía sus dominios hereditarios, otro contingente formado por veteranos del ejército español en Flandes fue enviado a Bohemia y tomó parte en una de las primeras grandes victorias católicas de la contienda. El ejército rebelde ocupaba un campo atrincherado a las afueras de Praga, adonde las fuerzas imperiales marcharon para embestirle. El primer ataque con tropas de la Liga Católica alemana fracasó, pero el conde de Bucquoi y Guillermo Verdugo al frente de los veteranos Tercios valones decantaron la victoria del lado imperial en la que sería conocida como la batalla de la Montaña Blanca (8 de noviembre de 1620). Bohemia quedó bajo la obediencia del emperador, aunque los restos del ejército protestante al mando del conde de Mansfeld siguió defendiendo la causa de Federico. Ese mismo año, el gobernador de Milán, el duque de Feria, marchó con sus tropas en auxilio de la población católica de la Valtelina, sublevada contra el gobierno protestante de los grisones. Los españoles ocuparon las guarniciones en tan importante enclave estratégico y derrotaron en Bormio a las tropas suizas levantadas por los grisones.
REINICIO DE LA GUERRA EN FLANDES Y CONTINUACIÓN EN ALEMANIA. 1621-1624 Concluido el plazo de 12 años señalado como tregua entre la monarquía española y las provincias rebeldes, las hostilidades se reiniciaron en los Países Bajos. Las fuerzas de Ambrosio de Spínola llevaron la iniciativa en la operaciones y se apoderaron inmediatamente de varias plazas en la frontera septentrional. De esta forma atrajo la atención de Mauricio de Nassau, que desguarneció la ciudad de Juliers, en Alemania, para reforzar sus tropas en Holanda. Entonces, Spínola maniobró con presteza sobre Juliers, que fue sitiada y expugnada antes de que Mauricio pudiera socorrerla. Sin embargo, meses después, el genovés fracasó en su intento de apoderarse de Bergen-op-Zoom (1622), donde el ejército español se vio mermado por las enfermedades, aunque protagonizó una retirada ejemplar. Las cosas fueron mejor en las siguientes campañas, en la que cayó para Felipe IV la plaza de Frankenthal (1623), en el Palatinado, y se dio inicio al sitio de Breda (1624).
BATALLA DE LA MONTAÑA BLANCA Dos representaciones de la victoria imperial que conllevó la derrota de la causa protestante en Bohemia a manos de la Casa de Austria.
LA RENDICIÓN DE JULIERS Obra de Jusepe Leonardo, representa el momento de la rendición de la plaza renana de Juliers ante Spínola.
Mientras tanto, los rebeldes holandeses extendieron la lucha a las posesiones españolas de ultramar, estimulados por los intereses comerciales de las Compañías de las Indias Orientales y Occidentales. Los holandeses
fueron rechazados en Macao (1622), Araya (1623) y Puerto Rico (1625), aunque se perdió Bahía (1624) y sus corsarios realizaron feroces correrías por las costas del Perú (1624). En el frente alemán, el veterano general flamenco Johann Tserclaes, conde de Tilly, se había hecho cargo del ejército católico, cuyas tropas más veteranas eran las españolas mandadas por Gonzalo Fernández de Córdoba, descendiente del Gran Capitán. A lo largo de 1622, Tilly aprovechó las divergencias entre los comandantes protestantes para derrotarlos por separado en Wimpfen y en Höscht.
JOHAN TSERCLAES, CONDE DE TILLY (1559- 1632) Militar valón al servicio de la monarquía española, murió con 73 años luchando contra los suecos.
LA RECUPERACIÓN DE SAN JUAN DE PUERTO RICO La tropas holandesas reembarcan tras ser rechazadas por la guarnición española.
RENDICIÓN DE BREDA, 5 DE JUNIO DE 1625
E
n julio de 1624, el marqués Ambrosio de Spínola, gobernador de los Países Bajos, puso en movimiento al ejército español sin desvelar su objetivo. Al final, después de diversos amagos y de recabar el parecer de sus generales, Spínola decidió rendir por hambre la plaza de Breda, una de las principales del enemigo.
Cabalgata de los príncipes de Orange y Nassau La defendía un hermano de Mauricio de Nassau, Justino, y contaba con una nutrida guarnición y poderosos obstáculos naturales y artificiales. La madrugada del 28 de agosto, Spínola ordenó a sus avanzadas ocupar los puestos de Ginneken y Terheijden, siguiendo el curso del río Merk a ambos lados de la plaza.
Más tarde acabó de bloquear las vías de acceso fortificando las aldeas de Teteringen y Terhagen. Tras recibir refuerzos, el gobernador español apretó el cerco y construyó
alrededor de la plaza una serie de reductos comunicados por trincheras. Mientras tanto, Mauricio de Nassau se aproximó para tratar de introducir algún socorro, pero Spínola le salió al encuentro presentándole batalla y el holandés no lo aceptó.
Los españoles tuvieron que realizar un enorme esfuerzo logístico para abastecer a sus tropas, conduciendo los víveres por una ruta protegida de más de cincuenta kilómetros; en cambio los defensores no empezaron a padecer carestía hasta noviembre.
Justino de Nassau entrega las llaves de Breda a Spínola Con el fin de facilitar que la plaza se rindiera de manera honrosa, Spínola ordenó bombardearla a pesar de no ser esta una medida muy eficaz. Las obras de ingeniería se sucedían intentando los defensores inundar los campamentos españoles e impidiéndolo el sitiador con contradiques.
Llegado el invierno, ambos ejércitos estaban al límite y aumentaron los casos de indisciplina. Justino, esperanzado en un próximo socorro, rechazó una proposición el día de Pascua. Solo a mediados de mayo intentaron los holandeses romper el cerco por Terheijden, pero fueron rechazados por los italianos.
Al fin, Spínola supo por sus espías que Breda solo resistiría unos días más y propuso de nuevo una rendición honrosa. Aceptada por Justino, el 5 de junio de 1625 quedó Breda para los españoles después de más de nueve meses de sitio.
BATALLA DE WIMPFEN Snayers representó la victoria de Tilly y Gonzalo Fernández de Córdoba junto al río Néckar frente a un ejército protestante.
Estas victorias obligaron al conde Ernesto de Mansfeld y al duque Cristian de Brunswick a buscar refugio en los Países Bajos, adonde consiguieron llegar con el resto de su ejército tras ser severamente castigado por Fernández de Córdoba en Fleurus (9 de agosto de 1922). Los católicos continuaron sus progresos ocupando Heidelberg y Mannheim, hasta que Tilly volvió a derrotar a Brunswich en Stadtlhon (1623), clausurando la fase palatina de la guerra de los Treinta Años.
EL ANNUS MIRABILIS DE 1625 El año 1625 fue triunfal para las armas españolas en todos los teatros de operaciones. En Flandes, Spínola acabó con la resistencia de Breda, enclave estratégico del Brabante septentrional, plaza que había soportado un largo y memorable sitio donde se puso de nuevo a prueba la tenacidad de los Tercios y de la guarnición.
CARDENAL-DUQUE DE RICHELIEU (1585-1642) Escudo de armas del ministro del rey de Francia.
En Italia, el cardenal Richelieu, privado de Luis XIII de Francia, forjó una alianza con Saboya y Venecia para menoscabar el poder español en la región. España no quiso verse involucrada en otro conflicto, por lo que obró con prudencia y abandonó la Valtelina, fruto de la discordia. El valle alpino había sido ocupado por los españoles en 1621 para asegurar el tránsito de tropas entre el Milanesado y el Tirol en un momento de máxima conflictividad en Alemania. Se decidió que las tropas pontificias debían hacerse con el control del valle, pero los franceses se adelantaron en 1624. Sin embargo, la presión de varios príncipes italianos aliados de España y una revuelta de los hugonotes obligaron a Richelieu a abandonar la Valtelina, que quedó independiente de los grisones y mantuvo el paso franco a las tropas españolas.
BATALLA DE SADTLOHN Las esperanzas del partido protestante sufrieron un severo revés en Stadtolhn.
EL SOCORRO DE GÉNOVA POR EL II MARQUÉS DE SANTA CRUZ Santa Cruz acude en auxilio de la plaza de Génova, sitiada por saboyanos y franceses.
Por otro lado, el duque de Saboya y sus auxiliares franceses penetraron en la república de Génova, tradicional aliada de España, para tratar de apoderarse de sus puertos en un intento de cortar el tramo marítimo del Camino Español. El gobernador de Milán, el duque de Feria, marchó con sus tropas hacia Génova mientras el marqués de Santa Cruz, Capitán General de las Galeras de Nápoles, hacía lo propio con su flota. Santa Cruz consiguió introducir en Génova a los Tercios, que socorrieron la plaza mientras las galeras españolas dispersaban a las escuadras enemigas. Otro de los memorables éxitos de este año fue la recuperación de Salvador de Bahía (Brasil), que había caído en manos holandesas el año anterior. Una escuadra hispano-holandesa al mando de don Fadrique de Toledo llevó a cabo esta exitosa operación que terminó por desalojar a los holandeses de varios enclaves brasileños. Por último, una armada anglo-holandesa que había descartado atacar una bien defendida Lisboa, acabó navegando hacia Cádiz y desembarcó en sus costas con intención de saquearla.
LA RECUPERACIÓN DE BAHÍA DE TODOS LOS SANTOS Arrebatada a los holandeses, fue uno de los éxitos del año 1625.
AMBROSIO DE SPÍNOLA Y GRIMALDI, DUQUE DE SESTO Y MARQUÉS DE LOS BALBASES (1569-1630)
V
ASTAGO DE UNA FAMILIA GENOVESA DEDICADA A LAS FINANZAS,
AMBROSIO SPÍNOLA LEVANTÓ DOS TERCIOS DE INFANTERÍA EN 1602 PARA TRASLADARLOS A FLANDES Y TOMAR PARTE EN LAS OPERACIONES DE LA ESCUADRA DE GALERAS QUE MANDABA SU HERMANO FEDERICO.
Muerto este, recibió el encargo de emplear sus fuerzas en el sitio de Ostende, en el que también prestó una ayuda financiera decisiva, convirtiéndose en el jefe del ejército de Flandes. Tomó parte activa en las operaciones, combatiendo al lado de sus hombres y adquiriendo un prestigio que conservaría toda su vida. Visitó en varias ocasiones la corte española para presentar sus planes estratégicos, financiando al ejército en repetidas ocasiones y siendo uno de los artífices de la tregua de 1609.
Al iniciarse la guerra de los Treinta Años auxilió brillantemente al ejército católico en Alemania, pero tuvo que regresar a Flandes al concluir la tregua. Reiniciada la lucha contra los holandeses, Spínola sumó el cargo de Capitán General de la Armada de Flandes y consiguió la rendición de Breda tras una laboriosa y modélica campaña.
Hasta 1627 permaneció en los Países Bajos manteniendo en jaque a los enemigos, aunque no estuvo exento de críticas por la conducción parsimoniosa de la guerra cuando se esperaban victorias rápidas. Por otro lado, su idea de mantener a toda costa la paz con Francia le enfrentó al conde-duque de Olivares. Tras presentar sus proyectos en España, fue enviado de nuevo a Flandes, pero no llegó a incorporarse porque fue nombrado gobernador de Milán, donde falleció.
DEFENSA DE CÁDIZ La expedición inglesa al mando del vizconde de Wimbledon fracasó ante la plaza de Cádiz
Fernando Girón de Salcedo, gobernador de la plaza, y el duque de Medina Sidonia, Capitán General de la Armada del Mar Océano y Costas de Andalucía, rechazaron con inferiores fuerzas la poderosa acometida enemiga, infligiéndoles numerosas pérdidas y obligándoles a reembarcar sin lograr su objetivo.
LA PAZ IMPOSIBLE. 1626-1635 El esfuerzo realizado por la monarquía española en la campaña de 1625 y el desgaste financiero acumulado en estos años de guerra general impusieron a Felipe IV una estrategia defensiva en Flandes, ya que no fue posible el entendimiento con los holandeses para un cese de las hostilidades. La bancarrota de 1627 afectó especialmente al ejército de Flandes, que exigía para su conservación un presupuesto anual que representaba la cuarta parte de los ingresos de la Corona de Castilla. Todavía en 1628, una escuadra holandesa acertó a destruir la flota de Indias en la bahía de Matanzas (Cuba), dificultando aún más la recuperación de la hacienda hispana. Así las cosas, las operaciones españolas fueron muy limitadas en los Países Bajos, donde los holandeses recuperaron terreno en el periodo 16291633 con la ocupación de plazas como Wesel, Hertogenbosch, Venlo y Maastricht, además de Recife y Pernambuco en Brasil. Una de las causas principales del avance rebelde fue la marcha de Spínola a Italia con las mejores tropas para tomar parte en una nueva guerra de sucesión por los ducados de Mantua y Monferrato. Muerto el duque titular, la herencia en cuestión recayó sobre el duque de Nevers, aliado de Francia, por lo que se ordenó al gobernador de Milán, Fernández de Córdoba, invadir el Monferrato con el concurso del duque de Saboya. Los españoles sitiaron la plaza de Casale, mientras los saboyanos, presionados por los franceses, se declararon neutrales en 1629. El emperador envió tropas a Italia en apoyo de los españoles y se apoderó del ducado de Mantua, mientras Spínola se hacía cargo de las operaciones sobre Casale, socorrido por los franceses. La escalada bélica en Flandes y Alemania facilitó la resolución del conflicto por la vía diplomática en Cherasco (1631), un duro golpe para la reputación española, que tuvo que admitir los derechos de Nevers y perdió terreno en Flandes.
SOCORRO DE BREISACH Liberación de la estratégica plaza de Breisach durante la campaña del duque de Feria contra los protestantes en el valle del Rin en 1633.
MUERTE DE GUSTAVO ADOLFO DE SUECIA (1594-1632) Aunque el rey sueco cayó muerto en la batalla de Lützen, el poderío sueco siguió firme en Alemania.
En Alemania, mientras tanto, Gustavo Adolfo de Suecia se había convertido en el paladín del protestantismo y sus fuerzas barrieron durante
unos años a sus oponentes católicos. El ejército español en Flandes quedó aislado por tierra, tal fue la presión que franceses, holandeses y suecos ejercieron sobre las rutas del Camino Español. En 1633, el duque de Feria atravesó los Alpes para rehabilitar el corredor a través de Alsacia, limpiando de enemigos la región entre Constanza y Breisach, y expugnando la plaza de Rheinfelden antes de que sus tropas sucumbieran a las enfermedades. Para la campaña siguiente, los refuerzos españoles para Flandes fueron conducidos a través del Tirol por el cardenal-infante don Fernando, que llegaron junto al ejército imperial cuando estaba poniendo sitio a la plaza de Nördlingen. Frente a sus muros, los católicos consiguieron una victoria clamorosa sobre el ejército protestante, minando el poder sueco en Alemania y abriendo la puerta a la Paz de Praga (1635).
EXPUGNACIÓN DE RHEINFELDEN El duque de Feria dando instrucciones para el asalto a Rheinfelden.
LA ORDENANZA DE 1632 Y EL EJÉRCITO DE FELIPE IV
LA RECUPERACIÓN DE LA ISLA DE SAN CRISTÓBAL Desembarco español en San Cristóbal (Antillas) y recuperación de la isla en 1629.
La situación de los ejércitos de la monarquía española a inicios del reinado de Felipe IV no había sufrido grandes variaciones en relación a su antecesor y las deficiencias más graves no habían podido ser erradicadas. El problema más acuciante seguía siendo la irregularidad de las pagas en un colectivo de carácter profesional. Los constantes retrasos y los fraudes estaban a la orden del día, de manera que el soldado vivía en el umbral de la pobreza, olvidaba la dignidad de su profesión y se sujetaba difícilmente a los cauces de la disciplina. Ante este panorama y en un momento de incremento de la actividad bélica, Felipe IV promulgó en 1632 una nueva ordenanza, en cuyo preámbulo se reconocía que la disciplina militar había decaído en todas partes debido a la falta de observancia de las normas establecidas.
En relación a la infantería, la ordenanza estipulaba que los Tercios peninsulares debían componerse de 12 compañías de 250 hombres, y los del exterior por 15 compañías de 200 hombres. El pie de estas últimas compañías era de 70 coseletes, 90 arcabuceros y 40 mosqueteros. Teóricamente se abandonaba la distinción de compañías por especialidades –piqueros y arcabuceros– aunque en la práctica cada maestre de campo general organizaba sus Tercios como mejor consideraba. En Flandes se destacaban de forma permanente tres Tercios españoles que habían de ser constantemente completados, sin autorizarse la creación de otros nuevos.
ESCENA DE SOLDADOS Soldados disfrutando de sus ratos de ocio y descanso.
ESCENA DE SOLDADOS Soldados descansando frente al fuego.
De forma genérica, la ordenanza procuró mejorar la situación moral y económica del soldado, favoreciendo la promoción por méritos y asegurando a los inválidos una incipiente política asistencial y destinos específicos. Se volvieron a dar pautas de conducta, recomendando a los mandos superiores que velaran por mantener las buenas costumbres de sus subordinados. Estas medidas tendentes a recuperar la disciplina militar, aunque tuvieron muchas luces, no acabaron de erradicar las malas prácticas, pues la teoría de gabinete chocaba constantemente con la realidad de la guerra. Durante el reinado de Felipe IV, ante la necesidad imperante de tropas, se llevaron a cabo una serie de experiencias para aumentar el número de unidades disponibles. Así, entre 1633 y 1634, se ordenó a la alta nobleza levantar 16 regimientos de infantería para defender la Península en caso de una insurrección local o de un ataque exterior. El reclutamiento fue desigual y estos regimientos pasarían posteriormente a completar Tercios. En 1635 aparecieron los Tercios de milicias, los cuales tenían carácter temporal y poca movilidad territorial. No fue hasta 1637 cuando aparecieron las primeras instrucciones para la formación de los Tercios provinciales que, en
1663, quedaron reducidos a cinco de 1.000 hombres y cuya financiación corrió a cargo de las instituciones locales donde se reclutaban. Para esas fechas finales del reinado de Felipe IV, los Tercios habían sido provistos de uniformes y eran identificados por el color de los mismos, una tendencia que persistirá hasta la desaparición de los Tercios, al igual que la ordenanza de 1632.
MAPA DE LAS PROVINCIAS UNIDAS Grabado de Janssonius (1658) en el que aparecen las siete provincias escindidas de la monarquía española en los Países Bajos.
FERNANDO DE AUSTRIA, EL CARDENAL-INFANTE (1609-1641)
S
FELIPE III Y DE MARGARITA DE AUSTRIA, EL INFANTE DON FERNANDO FUE ELEVADO A LA DIGNIDAD DE CARDENAL A LOS 10 AÑOS DE EDAD. HOMBRE ESTUDIOSO Y POLÍGLOTA, SU FORMACIÓN ESTUVO EXTO HIJO DE
MÁS ORIENTADA HACIA LA POLÍTICA Y LA MILICIA QUE A LAS LABORES ECLESIÁSTICAS, ADQUIRIENDO UN AMPLIO CONOCIMIENTO DE LA HISTORIA Y DEL ARTE DE LA GUERRA.
Era de talante magnánimo y optimista, reflexivo y sereno en el peligro, pero de naturaleza ardiente, en ocasiones iracunda, persona incómoda en los ambientes cortesanos. El conde-duque de Olivares quiso neutralizar su influencia enviándole a los Países Bajos en calidad de gobernador para suceder a su tía Isabel Clara Eugenia. Pero primero ejerció durante unos meses el cargo de virrey de Cataluña, territorio en el que acabó completando su formación militar.
En 1633 embarcó para Milán, rumbo a Flandes. Tras cruzar los Alpes por el Tirol, el cardenal-infante marchó con sus fuerzas hacia Nördlingen, donde logró junto a su primo Fernando de Hungría una crucial victoria sobre los protestantes. Recibido con solemnidad en Bruselas a finales de 1634, don Fernando se hizo cargo del gobierno de los Países Bajos y desempeñó este papel hasta su muerte. El problema más grave que tuvo que afrontar fue la escasez de dinero para sostener las operaciones militares contra los rebeldes y el desvío de recursos hacia Francia, en guerra declarada desde 1635. Murió víctima de fiebres tercianas, cuando sus planes militares en la frontera francesa estaban conduciendo a buenos resultados.
BATALLA DE NöRDLINGEN, 6 DE SEPTIEMBRE DE 1634
A
finales de agosto de 1634, la plaza de Nördlingen fue sitiada por un ejército católico al mando del rey Fernando, hijo del emperador alemán. Mientras tanto, el duque de Sajonia y el general sueco Gustav Horn agruparon las fuerzas protestantes con intención de socorrer a la ciudad antes de que cayera en manos católicas.
Dos representaciones del cardenal-infante don Fernando Por otro lado, un ejército español encabezado por el cardenal-infante don Fernando, hermano de Felipe IV, se había puesto en movimiento hacia Flandes por la ruta del Tirol, llegando frente a Nördlingen a primeros de septiembre. Los protestantes consiguieron introducir algunos refuerzos en la plaza, pero decidieron atacar en fuerza para levantar definitivamente el sitio.
La tarde del 5 de septiembre avanzaron para ocupar posiciones en unas alturas al sudoeste de Nördlingen, donde se entabló un duro combate con las avanzadas católicas
hasta bien entrada la noche. Las fuerzas españolas consiguieron replegarse hacia el Albuch, una colina que fortificaron con tres reductos en forma de media luna y que cerraba el flanco izquierdo católico.
Al día siguiente, el ejército protestante se dividió en dos columnas: Horn embistió la posición del Albuch al tiempo que Sajonia, a su izquierda, fijaba la línea católica con su artillería. Tras un intento fallido de la caballería protestante de flanquear el Albuch por el sur, la infantería sueca consiguió en un primer momento conquistar el reducto central y amenazó con expulsar a los católicos de sus posiciones en la colina. Pero los españoles contraatacaron y recuperaron el Albuch, en cuyas faldas combatían las caballerías. Los suecos se lanzaron una y otra vez sobre la colina, pero los constantes refuerzos españoles acabaron quebrando la voluntad de los atacantes.
Tras fracasar el duque de Sajonia en su intento de forzar el Albuch por el norte, su caballería fue barrida por la católica y la izquierda protestante comenzó a abandonar el campo de batalla.
2 Horn se vio obligado también a retirarse, pero los católicos acabaron por cortarle la retirada y capturar al grueso de sus tropas. Nördlingen se rendiría al día siguiente.
FRANCIA ENTRA EN LIZA. 1635-1640
PRÍNCIPE TOMÁS DE SABOYA-CARIGNANO (1596-1656) El militar saboyano prestó servicios a la monarquía española, pero acabó luchando contra ella como general francés.
Una de las consecuencias de la batalla de Nördlingen (1634) fue la entrada de Francia en el conflicto alemán después de haber apoyado de forma encubierta la causa protestante. Richelieu buscaba debilitar en Alemania el poder de los Habsburgo y, para ello, era forzoso batir a la monarquía española, gobernada por otra rama de la Casa de Austria y capaz de poner en juego sus todavía temibles Tercios. Para la campaña de 1635, Luis XIII organizó dos ejércitos para poner en apuros a los españoles en Italia y en los Países Bajos. El primero fracasó en su intento de penetrar en el Milanesado, mientras que el segundo consiguió dispersar a los españoles en Les Avins antes de saquear Tienen y ser detenido finalmente frente a Lovaina. Desde 1635, el ejército español en Flandes se tuvo que desdoblar para hacer frente simultáneamente a los holandeses y a los franceses. El cardenal-infante don Fernando y el príncipe Tomás de Saboya pasaron a la ofensiva para desviar la atención del ejército francés que sitiaba Dôle, en el Franco Condado. Los españoles ocuparon Corbie (1636), a poca distancia de París, pero tuvieron que retirarse por falta de suministros no sin antes obligar a los franceses a cancelar sus operaciones sobre la capital del Franco Condado.
OTTAVIO PICCOLOMINI (1599-1656) El militar italiano estuvo al servicio de la Casa de Austria y fue uno de los generales más reconocidos de su tiempo.
En Flandes, entre 1636 y 1637, los holandeses recuperaron Schenkenschans y Breda, aunque los españoles compensaron las pérdidas con la toma de Limburgo, Venlo y Roermond. En 1638, el cardenal-infante derrotó contundentemente a Guillermo de Nassau en Kallo, mientras el príncipe Tomás y el general Ottavio Piccolomini rechazaron a los franceses hacia sus fronteras. Sin embargo, los protestantes alemanes capturaron Breisach, interceptando las comunicaciones entre Milán y Bruselas, y la escuadra de Oquendo fue destruida en las Dunas (1639), lo que obligó al cardenal-infante a pasar a la defensiva a pesar de la victoria contra los franceses en Thionville.
CASTILLO DE SALSES Fortaleza de tiempos del rey Fernando el Católico, constituía la primera línea de defensa en el Rosellón.
En Italia, los ataques lanzados por los franceses contra el Milanesado no tuvieron éxito y el gobernador español, el marqués de Leganés, consiguió ocupar varias plazas saboyanas, entre ellas Turín (1639). Sin embargo, los grisones recuperaron la Valtelina, cerrando definitivamente el paso de tropas por este valle alpino. Por último, la guerra contra Francia activó el frente pirenaico, donde fracasaron las primeras tentativas españolas sobre Leucata (1637) y francesas sobre Fuenterrabía (1638). Pero el duque de Enghien se apoderó de Salses (1639), la primera línea española en el Rosellón, recuperado al año siguiente con tal esfuerzo que las tensiones entre Cataluña y la monarquía alcanzaron el punto de la ruptura.
BATALLA DE LAS DUNAS La escuadra española que llevaba tropas a Flandes fue destruida por el almirante Tromp en el canal de la Mancha.
LA REBELIÓN DE LOS CATALANES. 1640-1652
CORPUS DE SANGRE Los segadores provocaron altercados en Barcelona que acabarían por desencadenar la guerra de Secesión de Cataluña.
En 1640, el ejército español que había reconquistado Salses tuvo que ser alojado en Cataluña y mantenido por una población que no estaba acostumbrada a este tipo de imposiciones. Algunos excesos de las tropas recibieron por respuesta la violencia de los pueblos y una protesta general que fue canalizada por las autoridades locales para recordar al monarca y a sus ministros el respeto debido a los fueros del territorio. Sin embargo, el 7 de junio, día del Corpus, llegaron a Barcelona muchas cuadrillas de segadores para contratar sus servicios, como era costumbre, y se acabó desatando una violenta insurrección contra la autoridad real y sus ministros. El virrey Santa Coloma fue asesinado y muchos castellanos perseguidos y denigrados por el pueblo. Las autoridades locales, superadas por los acontecimientos, intentaron dar explicaciones a su monarca pero solo hallaron incomprensión en la corte y se vieron obligados a adoptar posturas radicales. Buscaron la protección de Francia y, en poco tiempo, Luis XIII se convirtió en el nuevo conde de Barcelona y encaminó tropas a Cataluña.
ESCENA DE SOLDADOS Representación de soldados en el frente de Cataluña.
Felipe IV envió desde Aragón un ejército al mando del marqués de los Vélez, que en un primer momento forzó el paso de Balaguer y tomó Cambrils y Tarragona. La marcha sobre Barcelona fue detenida en las faldas de Montjuich (1641), donde las tropas realistas fueron derrotadas por los rebeldes. A continuación, gracias al auxilio francés, los españoles fueron arrojados del Rosellón y perdieron Lérida (1642) y Monzón (1643). Pero al año siguiente se restablecieron y recuperaron Lérida, plaza que ya se mantuvo en su poder a pesar de los vigorosos ataques franco-catalanes en 1646 y 1647. Designado el conde de Harcourt como virrey de Cataluña se tomaron para las armas francesas Rosas y Balaguer (1645). Pero iniciada una revuelta –la Fronda– en la minoría de edad de Luis XIV, el esfuerzo militar francés en Cataluña se debilitó considerablemente. Las tropas de Felipe IV sacaron partido de la situación y recuperaron Tortosa (1650) antes de poner sitio a Barcelona, que se rindió a don Juan José de Austria en 1652. Aunque los franceses continuaron ocupando buena parte del territorio, Cataluña pudo ser reintegrada a la monarquía española.
SITIO DE BALAGUER Plano de Balaguer en el que se representa el asedio francés por parte del conde de Harcourt en 1645.
CATALUÑA DESENGAÑADA Obra del catalán Alexandro de Ros (1646) en la que se aboga por el retorno de Cataluña al seno de la monarquía española.
CARICATURA
Estampa en la que se caricaturiza a los españoles y que reza: «He perdido Cataluña en el año 1639».
LA SEPARACIÓN DE PORTUGAL. 1640-1665
HENRI DE LORRAINE, CONDE DE HARCOURT (1601-1666) Virrey de Cataluña cuando este territorio estuvo en manos del rey de Francia.
Al tiempo que los catalanes se rebelaban al otro lado de la Península, los portugueses aprovecharon la circunstancia para separarse de la monarquía española, a la que se acusaba de no haber sabido defender sus intereses, de elevar de forma abusiva los impuestos y de intentar debilitar el territorio exigiendo tropas para Cataluña y otros frentes. A finales de 1640, la conjura estalló en Lisboa y poco tiempo después el duque de Braganza fue proclamado rey de Portugal y fueron expulsadas las guarniciones españolas.
VISTA DE BARCELONA Grabado de Jan Cornelisz Vermeyen que representa la Ciudad Condal en el siglo XVI.
JUAN IV DE PORTUGAL (1604-1656) Retrato del VII duque de Braganza, convertido en rey de Portugal a partir de 1640.
Felipe IV, concentrado en la recuperación de Cataluña, no pudo formar un ejército para pasar a la ofensiva en Portugal, por lo que las primeras campañas consistieron en choques fronterizos que solo condujeron a inflamar el ancestral odio entre las partes. Hasta 1644 no se produjo el primer gran encuentro entre las tropas realistas y los rebeldes portugueses, cuando estos se apoderaron de Montijo, cerca de Mérida. El marqués de Torrecusa se propuso recuperar la plaza y consiguió que los portugueses se retiraran después de un incierto combate. Al año siguiente los españoles no pudieron expugnar Olivenza, pero no hubo grandes operaciones en este frente hasta la sumisión de Cataluña y, sobre todo, a partir de la paz con Francia en 1659. Los portugueses, que habían puesto sitio a Badajoz, se vieron obligados a retirarse ante el contraataque español, que penetró en Portugal y se detuvo ante los muros de Elvas. Allí, las tropas españolas sufrieron una severa derrota frente a las fuerzas de socorro portuguesas.
MONEDA DE JUAN IV La moneda del nuevo monarca sustituyó a la acuñada por Felipe IV.
CASTILLO DE ELVAS Vista del castillo portugués de Elvas, grabado de Duarte de Armas, Livro das Fortalezas, c. 1509.
LA GUERRA DE RESTAURAçAO Varias escenas relacionadas con la ascensión de Juan IV al trono portugués.
En 1660, el mando del ejército de Portugal recayó en don Juan José de Austria, que poco pudo hacer por el momento más que reorganizar sus tropas y reparar las pérdidas españolas. En la campaña de 1662 consiguió algunos éxitos en el Alentejo, que continuaron al año siguiente con la toma de Évora. Sin embargo, los portugueses consiguieron batir a los españoles en Ameixial (1663), entrando incluso en Extremadura para tomar Valencia de Alcántara (1664). Una nueva ofensiva española conducida por Luis de Benavides, marqués de Caracena, fue frenada en la llanura de Montesclaros de Villaviciosa (1665) donde se combatió duramente y los españoles sufrieron graves pérdidas. Este nuevo desastre frustró las esperanzas de recuperar Portugal para Felipe IV, que falleció ese mismo año sin reconocer los hechos consumados. La paz se consignaría en Lisboa (1668), quedándose Portugal con las posesiones previas a la unión, excepto Ceuta, que fue conservada por España.
CARICATURA Caricatura contra los españoles en la que se lee: «He perdido Portugal en el año 1639».
BATALLA DE MONTESCLAROS DE VILLAVICIOSA La derrota en Villaviciosa acabó con las esperanzas de reintegrar Portugal a la monarquía de Felipe IV.
SITIO DE ARRÁS Y GRAVELINAS Vista de la toma de Arrás (1641) y plano del sitio de Gravelinas (1644).
LA DERROTA DE LOS HABSBURGO. 1640-1648 Las rebeliones de Cataluña y Portugal obligaron a Felipe IV a concentrar su esfuerzo militar en la Península a costa de debilitar los otros frentes europeos, donde franceses y holandeses empezaron a obtener algunos triunfos. El primer gran éxito de Luis XIII desde el inicio de la guerra contra España fue la toma de Arrás (1640), capital del Artois, que no pudo ser socorrida por el cardenal-infante don Fernando. En la campaña siguiente, don Fernando lanzó una ofensiva sobre Francia y se apoderó de algunas plazas en la frontera antes de morir. A modo de homenaje póstumo, su sucesor, el portugués Francisco de Melo, recuperó las plazas de Lens y La Bassée antes de aplastar a parte del ejército francés en Honnecourt (1642). Empezaron los españoles la campaña de 1643 a la ofensiva sitiando Rocroi, pero un ejército de socorro al mando del duque de Enghien –futuro príncipe de Condé– derrotó a Melo frente a la plaza en una de las batallas más emblemáticas de los Tercios, que se batieron de forma admirable tras morir a su cabeza el conde de Fuentes y acabaron por merecer una retirada honrosa del campo de batalla. Las posibilidades de ganar la guerra en Flandes se iban esfumando para España, pero tampoco los holandeses consiguieron avances significativos ni los franceses conseguían quebrar aún la resistencia de los españoles, aunque tomaron Thionville (1643), Gravelinas (1644), Bourbourg (1645) y Dunquerque (1646). De hecho, el mismo año de la derrota de Rocroi, los Tercios que formaban parte del ejército católico en Alemania asistieron a la derrota francesa en Tuttlingen.
BATALLA DE HONNECOURT La victoria de Francisco de Melo en Honnecourt fue un año antes de su derrota en Rocroi.
TRATADO DE MüNSTER En el marco de la Paz de Westfalia, los españoles acordaron en Münster la independencia de las Provincias Unidas.
Pero el emperador se hallaba por entonces contra las cuerdas. Atacado por los franceses a lo largo del Danubio, por los suecos desde el norte y por los húngaros desde Transilvania, las poblaciones alemanas estaban agotadas a causa del tránsito de tropas y deseosas de la paz a todo trance. A partir de 1644, los católicos sufren sucesivas derrotas sin que España pueda acudir en su auxilio, cayendo Friburgo y Nörldlingen. Mientras los suecos invadían de nuevo Bohemia y Moravia, el emperador fue contundentemente derrotado en Zumarshausen (1648) y Baviera invadida. Los españoles se resistieron a claudicar a pesar de ser de nuevo derrotados en Lens por los franceses. En la Paz de Westfalia (1648), el emperador dio por zanjada la guerra de los Treinta Años, mientras que los holandeses, viendo cómo se agotaban sus recursos con la imprevista tenacidad española, llegaron también a un acuerdo con España para acabar definitivamente con la guerra de los Ochenta Años. Sin embargo, este tratado no instauró completamente la paz en Europa, ya que España y Francia continuaron todavía con las hostilidades durante más de una década.
CELEBRACIÓN DE LA PAZ DE MüNSTER La guardia cívica de San Jorge en Amsterdam festeja la paz con España.
BATALLA DE ROCROI, 19 DE MAYO DE 1643
F
rancisco de Melo, gobernador de Flandes, se internó en Francia a primeros de mayo de 1643 para aliviar la presión francesa en el frente de Cataluña. Su primer objetivo fue marchar hacia Rocroi, población situada en una llanura ceñida por bosques y de difícil acceso desde el sur.
Francisco de Melo Los franceses decidieron socorrer la plaza con un potente ejército al mando del joven duque de Enghien, futuro príncipe de Condé, quien aprovechó el exceso de confianza de Melo para introducir sus fuerzas en la llanura sin apenas oposición.
El duque de Enghien El ejército español hizo frente al francés la tarde del 18 de mayo y tuvo la oportunidad de envolver la izquierda enemiga ante la imprudencia de un oficial, pero Enghien consiguió restaurar sus líneas. Durante la noche, los ejércitos mantuvieron un intenso cañoneo en el que los franceses llevaron la peor parte.
A la mañana siguiente, tras dispersar un importante cuerpo de mosqueteros españoles emboscados, el ala derecha francesa avanzó con decisión sobre la izquierda española que, tras un duro forcejeo, se vio obligada a ceder terreno.
En el otro extremo de la línea, en cambio, la caballería alsaciana puso en fuga a la francesa, pero Enghien contraatacó con sus reservas y consiguió hacer retroceder a la derecha española.
La caballería francesa aprovechó la descomposición de las alas enemigas para atacar de flanco la segunda línea de infantería, destrozando parte de las unidades valonas, italianas y alemanas, y poniendo en fuga al resto. Tan solo resistían en el centro del campo los Tercios españoles en compactas formaciones.
Enghien dispuso que parte de su caballería vigilara la posible llegada de refuerzos enemigos y concentró el resto de las fuerzas contra los españoles. Tras lanzar sucesivos ataques, los franceses consiguieron deshacer algunos Tercios a costa de innumerables bajas. Abandonados a su suerte, los españoles acabaron reagrupándose en dos grandes cuadros y se dispusieron a resistir hasta el final. Pero Enghien, asombrado de la firmeza de los
Tercios españoles, les ofreció la capitulación para ahorrar las vidas de tan valiente infantería.
TOMÁS DE SABOYA-CARIGNANO El príncipe saboyano tuvo un importante papel en el frente italiano, disputando a los franceses varias plazas.
LA LUCHA EN ITALIA. 1640-1659 Las posiciones ocupadas por los españoles en el norte de Italia en la década anterior empezaron a derrumbarse ante la agresividad de los franceses y sus aliados. En 1640, el ejército francés al mando de Harcourt acudió en auxilio de la plaza de Casale Monferrato, sitiada por el marqués de Leganés, al que obligó a retirarse después de un violento combate. A continuación, Harcourt marchó sobre Turín, donde se hallaba el príncipe Tomás de Saboya con una guarnición española. Leganés quiso socorrer la capital saboyana, pero fue de nuevo derrotado y los españoles obligados a abandonar Turín. El príncipe Tomás disputó a los franceses las plazas de Ivrea y Moncalvo, aunque luego se pasó al servicio de Saboya y los españoles se vieron expulsados del Piamonte. Es de reseñar la defensa de Tortona, cuyo castillo fue sostenido heroicamente por un puñado de españoles aislados frente a fuerzas muy superiores. Sin embargo, el avance del príncipe Tomás fue detenido en los márgenes del río Mora, en la batalla de Proh (1645), donde el ejército de Lombardía al mando del marqués de Velada consiguió un señalado triunfo sobre las armas franco-saboyanas. En la campaña siguiente, el príncipe Tomás no pudo apoderarse de Orbitello, pero las fuerzas francesas sí consiguieron hacerse con las plazas de Piombino y Porto Longone (1646), recuperadas más tarde por España. Ese mismo año, el duque de Módena se alió con Francia, lo que provocó la enérgica reacción del nuevo gobernador de Milán, Bernardino Fernández de Velasco, condestable de Castilla. El ejército español derrotó al conde de Módena en la reñida batalla de San Martino de Bozzolo (1646) y desmanteló las fortificaciones de Niza (1647). A pesar de las revueltas de Nápoles y Sicilia, prontamente sofocadas, la recuperación de España en Italia vino propiciada por la paz de Westfalia, que permitió concentrar el esfuerzo bélico contra Francia.
SABOYA-CARIGNANO Escudo de Armas de Saboya-Carignano.
ASEDIO DE CÁSALE Los españoles tuvieron que levantar el sitio de Casale Monferrato ante la llegada de un poderoso socorro francés.
CONDE DE HARCOURT Grabado del militar francés que intervino en Italia contra los españoles.
BATALLA CAMPAL Escena de batalla en la que se aprecia los escuadrones de infantería.
En los años siguientes, los españoles se apoderaron de los presidios de Toscana (1650) y el Casale Monferrato (1652). Los ataques francosaboyanos fueron contenidos en Rochetta Tanaro (1653), Pavía (1655) y Alessandria (1657), mientras que el duque de Módena era derrotado en Fontana Santa (1656). No obstante, los franceses consiguieron de nuevo desequilibrar la balanza y las fuerzas españolas se vieron superadas en todos lo frentes, de tal manera que el duque de Módena pudo penetrar en el Milanesado y ocupar la plaza de Mortara antes de que llegara a consignarse la paz en 1659.
BLASÓN NOBILIARIO Escudo familiar de los Fernández de Velasco, uno de los cuales fue gobernador de Milán.
SITIO DE ARRÁS Derrota de los españoles en el sitio de Arrás (1654) y plano de las operaciones llevadas a cabo por los españoles en la plaza.
MEDALLA DE LUIS XIV Medalla conmemorativa del reinado del Rey Sol.
HACIA LA PAZ DE LOS PIRINEOS. 1648-1659 La monarquía española había obtenido un éxito diplomático al firmar la paz por separado con las Provincias Unidas y quedar liberada para continuar la guerra contra una Francia en aprietos debido a las revueltas internas. Fruto de este conflicto civil, el príncipe de Condé se pasó al servicio de Felipe IV y el archiduque Leopoldo Guillermo, gobernador de los Países Bajos españoles, llegó a realizar profundas incursiones en la frontera francesa. Solo en 1654, sofocada la Fronda, el ejército francés consiguió derrotar al español, que sitiaba la plaza de Arrás: la primera victoria del reinado de Luis XIV. Los éxitos franceses continuaron en los años siguientes con la toma de otras plazas fronterizas, aunque los españoles consiguieron levantar el sitio de Valenciennes (1656), derrotando al ejército francés y penetrando en su territorio.
GALERÍA DEL ARCHIDUQUE LEOPOLDO GUILLERMO Cuadro que presenta al archiduque en su galería de Bruselas.
El ejército de Flandes, dirigido entonces por don Juan José de Austria, todavía era capaz de imponerse a sus enemigos y estaba dispuesto a vender muy caro cada palmo de terreno a pesar de la insuficiencia de recursos. La única manera de terminar la guerra dependía de que otra potencia entrara en liza, y fue Francia quien tomó la delantera al conseguir la ayuda de la
Inglaterra de Cromwell contra España. El libre comercio promovido por los ingleses chocaba frontalmente con la política española y acabó conduciendo a una alianza militar con Luis XIV (1657). Esto no fue óbice para que la flota inglesa ya estuviera realizando incursiones en el Caribe en 1655, capturara la isla de Jamaica y fuera rechazada en Santo Domingo.
BATALLA DE LAS DUNAS El ejército de Flandes combatió con firmeza en las Dunas (1654), pero fue superado por el buen hacer del mariscal Turena.
A partir de 1657, la victoria se inclinó decididamente hacia Francia e Inglaterra. La armada inglesa destruyó la flota de Indias en Santa Cruz de Tenerife, mientras un cuerpo expedicionario desembarcaba en Flandes para permitir al mariscal Turena recuperar la iniciativa con el ejército francés. Sería en 1658 cuando se produciría la derrota final del ejército de Flandes en la batalla de las Dunas, cerca de Dunquerque, donde los españoles hicieron estragos en las líneas inglesas antes de que Turena maniobrara sobre su retaguardia y decidiera la victoria. Los franceses ocuparon sin mayor resistencia Dunquerque, Gravelinas, Oudenaarde e Ypres, antes de que España consignara la Paz de los Pirineos (1659).
MEDALLA DE LUIS XIV El monarca llevó a Francia a la cima de su poder en Europa a finales del siglo XVII.
CARICATURA DE ARRÁS Caricatura que representa a un español manteado por los franceses tras el sitio de Arrás.
BATALLA DE VALENCIENNES, 16 DE JULIO DE 1656
E
n mayo de 1656, el ejército francés al mando del mariscal Turena puso sitio a la plaza de Valenciennes, defendida por una guarnición española. Los franceses dividieron sus fuerzas a ambos lados del río Escalda, que transcurría junto a los muros de la plaza, mientras levantaban una línea de circunvalación para proteger su campo.
La artillería de los sitiadores empezó el bombardeo y su infantería intentó varios asaltos que fueron rechazados con importantes pérdidas. Sin embargo, la duración del sitio iba debilitando a los defensores y la plaza estaba al borde del colapso a principios de julio.
Don Juan José de Austria
Don Juan José de Austria, a la sazón gobernador de los Países Bajos, decidió acudir desde Bruselas con un ejército de socorro. Le acompañaba el príncipe Luis de Condé, vencedor de Rocroi, por entonces al servicio de Felipe IV. Cuando los españoles llegaron a Valenciennes acamparon hacia el norte de la plaza y reconocieron las posiciones enemigas.
Al objeto de dificultar la comunicación de ambos cuerpos franceses, el de Turena y el del mariscal de La Ferté, los españoles abrieron las esclusas y anegaron buena parte del campo de los sitiadores. La madrugada del 16 de julio, Don Juan José ordenó un ataque general para romper las líneas enemigas al oeste de la plaza.
El principe Condé Al tiempo que los españoles simulaban varios ataques en distintos puntos, Condé embistió los cuarteles de La Ferté y fue rechazado inicialmente. Al acometer de nuevo, el príncipe consiguió penetrar en las posiciones francesas, destruyendo o haciendo prisioneras a todas sus fuerzas y al mismo La Ferté.
El mariscal Turena Don Juan José de Austria se puso al frente de la caballería española en una valiente carga, mientras Turena, que había rechazado un ataque de diversión en su campamento situado al este de la plaza, intentaba socorrer sin éxito a La Ferté.
Valenciennes quedó liberada y Turena retiró al resto de su ejército hacia Quesnoy, dejando buena parte de su artillería y bagaje en manos de los españoles.
Los Tercios en campaña
REGISTRO Tras pasar revista (el alarde), se asentaban (registraban) los nuevos soldados en los libros y se les daba la primera paga.
El reclutamiento Cuando existía la necesidad de levantar un ejército, la monarquía designaba a cada uno de los mandos que debían gobernarlo. Se requería a los capitanes que acudiesen a la corte y, en caso de tener que nombrar a alguno nuevo, se realizaba mediante la emisión de un tipo documental denominado patente. A cada uno de estos se le entregaba una conducta, un documento en el que se especificaba las condiciones en las que se había de asentar la gente, señalando su número y el lugar donde se tenía que realizar el reclutamiento. Además, la conducta iba dirigida a las autoridades de la zona para que facilitasen el proceso. Luego, el capitán se desplazaba al sitio indicado e iniciaba el alistamiento auxiliado de los cuadros de mando de su compañía. Los cabos iban por los alrededores en busca de hombres y, en la ciudad, el atambor y el alférez con la enseña mostraban a todos su propósito, colocando la bandera en el balcón de un edificio público.
ASENTAMIENTO Los futuros soldados hacen cola ante la mesa (al fondo) para ser inscritos.
Después de un plazo de tiempo determinado, la compañía debía reunirse con el resto del contingente llevando consigo a los nuevos incorporados. Se convertían en soldados tras pasar la primera revista, momento tras el cual comenzaban a cobrar. Por lo general, no llegaban a la cantidad establecida y por ello, y dado que sin haber entrado en combate las unidades comenzaban ya a sufrir bajas, el proceso de captación no se daba nunca por cerrado, recogiendo en la medida de lo posible más individuos allí por donde se pasaba.
PAGA Y MOTINES Fue una constante que las pagas no llegasen a tiempo. La consecuencia más grave eran los motines que, en ocasiones, alcanzaron gran virulencia. Para evitarlos, algunos maestres adelantaban el dinero de su bolsillo.
FINANCIACIÓN El dinero era transportado en arcas y llegaba de múltiple procedencia: la Corte, los banqueros o las ciudades.
Derivado de la urgencia permanente de tropas, a partir de 1584 se comenzó a admitir extranjeros en los Tercios, principalmente italianos, aunque también hubo valones, irlandeses, alemanes e ingleses, católicos en su totalidad. Solamente estos eran obligados a jurar lealtad al rey de España, dado que a los españoles se les daba por entendida.
ARCA DE TRES LLAVES Custodiaban documentación y dinero. Las tres llaves eran del veedor, contador y un mando militar.
En el siglo XVII este sistema evolucionó y empezaron a aparecer maestres de campo fuera de la península ibérica, que levantaban por su cuenta Tercios cuyo servicio ofrecían luego al monarca. Se viene calificando a estos como empresarios de la guerra o mercenarios, pues muchos de ellos acudían al mejor postor, pero también había entre los mismos nobles y aventureros que veían en esta fórmula una opción de ascenso social.
RECLUTAMIENTO La llamada a filas se llevaba a cabo por un capitán, un alférez y un atambor que recorrían las ciudades. En este caso para acudir a América.
LIBROS DE GESTIÓN Son una fuente esencial de conocimiento. Se registraba en ellos los alardes, pagas, altas y bajas, instrucciones, etc.
FORMACIONES DE COMBATE Desplegadas en el campo de Honnecourt, según P. Snayers.
Batalla campal
Nos referimos a una batalla campal cuando dos ejércitos concurren a un encuentro previamente concertado en campo abierto, cada uno se despliega según la estrategia de su general y, finalmente, se produce el choque entre ellos.
ESCUADRONES Formados para acudir al asalto en el asedio de Alkmaar, según F. Hogenberg.
Aunque los tratadistas se afanaron en recoger los múltiples despliegues posibles de la infantería, los grabados y pinturas reflejan que el cuadro de piqueros macizo, envuelto en varias hileras y filas de arcabuceros y mosqueteros, era la formación más común. Una variante de este sistema también frecuente era el llamado cuadro prolongado, en forma de rectángulo, que podía ofrecer al contrario mayor frente o fondo. Fuera de la formación iban los mandos dirigiendo el movimiento y, en su interior, los tambores difundían las órdenes oportunas. Cabía además la opción de que por algún flanco determinado fuese del todo improbable recibir un ataque, en cuyo caso podían evitar poner allí armas de fuego. El fin de esta estructura era que las picas y las armas de fuego se diesen cobertura las unas a las otras.
CHOQUE ENTRE FORMACIONES Representado en La victoria de Fleurus, de V. Carducho.
Ya dispuestos, la artillería era la primera en actuar tratando de causar el mayor número de bajas posibles pero, sobre todo, de romper el esquema táctico contrario. También la caballería ligera podía hacer movimientos rápidos para desgastarlos. Más adelante llegaba el contacto del cuadro con otro contrario de infantería o de caballería pesada. Los que portaban arcabuces y mosquetes comenzaban a disparar hasta que la proximidad era tal que los piqueros los relegaban de las primeras filas y, bajando su arma de forma escalonada, contenían el avance del contrario. Finalmente, cuando un bando cedía, en su retirada, y más aún cuando no era ordenada, acudía de nuevo la caballería ligera con la intención de sacar el mayor provecho de la victoria.
FORMACIÓN DE DEFENSA La disciplina era esencial para mantener la cohesión del cuadro frente a cualquier amenaza.
MANIOBRAS DE DESGASTE Arcabuceros causando bajas al contrario antes del choque de formaciones.
CERCO DE MAASTRICHT (1579) El éxito en los asedios se basaba en el dominio de la ingeniería y la logística. Hogenberg.
Los asedios Aunque la relevancia de la batalla campal en el transcurso de las guerras siguió siendo notable, la conquista y defensa de ciudades y enclaves estratégicos jugó un papel cada vez más destacado y fue el tipo de combate más extendido. En numerosas ocasiones, hasta que no se tomaba cada reducto importante de la zona en conflicto, no se podía dar por finalizada la contienda. Los asedios o sitios podían durar meses. En ellos la primera acción consistía en cortar el avituallamiento de la posición pretendida, por lo que era el tipo de enfrentamiento en el que los civiles sufrían más. Durante ese tiempo, mientras se trataba de buscar la capitulación para reducir el coste de la empresa por ambas partes, la artillería batía de continuo las defensas de la plaza –que tanto habían evolucionado para contrarrestar su eficacia– con el fin de derrumbar parte de las mismas y abrir el suficiente hueco para que la infantería pudiese intentar penetrar en el interior. En este punto, en las pinturas y grabados se suele representar a los soldados portando, además de armas de fuego, picas o espadas con rodela; en el caso español, la última hipótesis es la más probable.
ASALTO Los infantes ascienden por las escalas para tomar los muros con sus espadas y rodelas.
INSTRUCCIONES PARA MINAR UN TORREÓN La mecha prende los barriles de pólvora bajo la construcción.
Por otro lado, la artillería se ocupaba igualmente de proteger la llegada del ejército enemigo, apostada en la línea de circunvalación. Por ello, cuando un asedio se prolongaba, no era extraño que la posición del atacante terminase por ser también guarnecida mediante parapetos y trincheras, dando lugar a la extraña convivencia de dos recintos habitados amurallados. Otra opción para acortar el sitio consistía en analizar minuciosamente las defensas y, con el fin de echar abajo un punto estratégico, proyectar una
mina. La idea era sencilla aunque costosa: los ingenieros excavaban una galería subterránea hacia el objetivo escogido y, una vez debajo, se incendiaba o detonaba allí una carga explosiva. Del mismo modo, se podían combatir estas mediante contraminas, túneles en sentido contrario. Por último, si la defensa se había llevado hasta las últimas consecuencias, lo habitual según el derecho de la época era que el ejército vencedor saquease el burgo para resarcirse de sus pérdidas.
ASEDIO Las armas de fuego permitían la lucha desde cierta distancia.
EFECTOS DE UNA MINA La detonación abría una brecha por la que podían penetrar los infantes.
COMBATE NOCTURNO La imagen muestra los medios de iluminación empleados.
La guerra irregular Según la concepción de la guerra en el Medievo, la actividad bélica estaba sujeta a un estricto código ético ligado al espíritu caballeresco. La tradición hispana que emanaba de los siglos que duró la Reconquista, condensada por el talento militar del Gran Capitán en su enfrentamiento con los franceses en Italia, mostró al mundo que no había deshonor en salvaguardar la vida de sus hombres y gestionar los escasos recursos con el fin de lograr la victoria contra un enemigo superior. Ya en la Edad Moderna, esta nueva concepción
del combate primó frente a la batalla campal o regulada, a la cual solo se llegaría cuando no hubiese otra opción o se tuviese la esperanza de derrotar por completo al contrario.
COMBATE URBANO El entramado callejero obliga a romper las formaciones.
Así pues, denominamos guerra irregular a todas aquellas pequeñas acciones mediante las cuales se pretendía desgastar al enemigo, socavar su moral, captar sus recursos o simplemente evitar que les llegasen, operaciones que en ocasiones se producían de noche o en momentos antes reservados para el descanso y el tratamiento de los heridos. En definitiva, se llama guerra irregular aquellas acciones en que los Tercios acudían a la lucha sin la necesidad de ser escuadronados.
CUERPO A CUERPO En este tipo de combate sí que prima la instrucción de cada soldado.
EMBOSCADA Los civiles y el bagaje eran los eslabones más débiles durante los desplazamientos.
DEFENSA PERIMETRAL Clásica formación de resistencia en círculo.
Por tanto, ante tal variedad de objetivos, no es de extrañar que estas escaramuzas recibiesen otros nombres más específicos en su época, en función de su naturaleza. Las razias o cabalgadas eran maniobras de la caballería en busca de botín. Los encuentros, en cambio, contactos leves de estas unidades con las contrarias para desgastarlas y estorbar su movimiento. La infantería, por su parte, preparaba emboscadas o
encamisadas. Estas últimas eran similares a las anteriores, con la salvedad de que se realizaban por la noche, y eran llamadas así porque los combatientes vestían sus camisas por encima del armamento defensivo, para distinguirse en la oscuridad y atenuar, en parte, los brillos de las armas.
PILLAJE Promovido por la codicia, aunque primaba la obtención de alimentos.
Las unidades que sufrían estos envites, en cambio, solían basar su éxito en saber respetar el orden de marcha o de combate. En cualquier caso, en este tipo de situaciones la experiencia y valía de los mandos de menor rango que participaban de la refriega era determinante.
ENCAMISADA El color blanco de las camisas ayudaba a distinguir a los compañeros durante el combate nocturno.
ISLA TERCEIRA Desembarco en las Azores de las tropas de Álvaro de Bazán (1582).
Los Tercios embarcados Antes de que las Coronas de Castilla y Aragón se uniesen, la última ya había logrado una expansión notable por el Mediterráneo, lo que denotaba un buen dominio del ámbito naval. Con la llegada de los Reyes Católicos surgió un ejército nuevo en el que, en términos generales, Castilla aportaba el modelo a seguir para organizar las fuerzas terrestres, mientras que Aragón contribuía con su experiencia en la mar. La organización de contingentes embarcados tenía una larga tradición en la Corona de Aragón.
CONQUISTA DE TúNEZ (1535) Naos y galeras bloquean la entrada por mar a la ciudad.
No obstante, constituye un error considerar que la monarquía hispánica dispuso de una armada tal y como la entendemos hoy en día hasta la llegada de los Borbones. En virtud de las necesidades se contrataba o asentaba un número de navíos determinado que, fuera de ese periodo, podían funcionar como barcos de uso comercial. Cada patrón convenía directamente con los representantes del rey las condiciones de su servicio. Luego, estos se unían en la flota a los buques de la monarquía.
ASTROLABIO Muy anterior al sextante, permitía conocer la altura y posición de las estrellas.
CAPTURA DE GEERTRUIDENBERG (1573) Desembarco en los canales holandeses cercanos a Breda.
DESEMBARCO Las tropas aguardaban hacinadas en las cubiertas antes de subirse a los botes.
Aun así, la necesidad de controlar los mares con el fin de sostener los dominios reales fue cada vez mayor. Además de la guerra contra el islam y la piratería en el Mediterráneo, o las operaciones militares en el norte del Atlántico, donde estaba la famosa Gran Armada, debemos tener presente la expansión por América y Asia, y la protección a las dos grandes rutas comerciales que unían esas latitudes con España: los dos galeones de Indias y el de Manila. Del mismo modo, además del propio combate naval, como se dio en Lepanto, se ha de valorar la importancia de este medio para el transporte de tropas terrestres.
RECUPERACIÓN DE LA ISLA DE SAN CRISTÓBAL Acción llevada a cabo en el mar Caribe (1629)
Por último, cabe reseñar que existían dos tipos básicos de nave: las de remos, como las galeras y galeazas, más adecuadas para la navegación en el Mediterráneo, y las de casco redondo, en las que se encuadran las carabelas, las naos y los galeones, que se usaron de forma primordial en el resto de los mares.
EL TERCIO EN MOVIMIENTO Rara vez el ejército se movía en bloque. Solo el peligro inminente obligaba a asumir los inconvenientes que este despliegue suponía.
Los desplazamientos Salvo en algún caso anecdótico, en los siglos XVI y XVII aún no existían los acuartelamientos, lo que otorgaba una importancia capital al movimiento de las tropas, que debían trasladarse de una parte a otra de Europa. Tenemos que entender dichos desplazamientos como verdaderas migraciones pues, como hemos visto, los ejércitos constituían microsociedades donde la gente que acompañaba a los militares podía superarles fácilmente en número.
CARROS DE BAGAJE Asignados por empleos y unidades, portaban el equipo que no se precisaba.
Tanto las rutas como las jornadas eran minuciosamente preparadas, pues era necesario alimentar a todas estas personas con el menor perjuicio de los habitantes de las zonas por las que se transitaba, para los cuales estas maniobras nunca eran de su agrado, aunque también hubo quien supo hacer negocio con ello. Además, era una obligación de los mandos superiores ajustar los diferentes ritmos de marcha de las unidades, pues el avance diario del tren de artillería era de media menos de la mitad que el de la infantería, y no digamos respecto a la caballería.
COMISARIOS Eran los encargados de organizar los alojamientos y recabar bastimentos en el entorno.
Los términos en que se organizaban los viajes, como es lógico, estaban supeditados al grado de peligrosidad de la zona que se atravesaba. De ello dependía si se iba en bloque o, por el contrario, se dividía la fuerza en varios escalones. Lo más habitual era formar tres cuerpos: la vanguardia, la retaguardia y el principal, al que se denominaba en ocasiones batalla. También dependía de si los soldados debían ir armados o podían dejar que su equipo fuese cargado en el tren de bagaje. La defensa de las caravanas era fundamental y, si el enemigo los sorprendía, se solían utilizar los carros
y las piezas de artillería como parapetos también del personal no combatiente. La abundancia de recursos en el entorno, del mismo modo, determinaba el número de acantonamientos o campamentos y podía haber entre ellos varias decenas de kilómetros. La búsqueda de los lugares más propicios era llevada a cabo por comisarios.
EL TREN DE BAGAJE Solía transitar por las rutas consideradas más seguras.
Los campamentos. La ciudad errante Como ya hemos señalado, tanto el tamaño de los ejércitos que atravesaban Europa como su complejidad fue en aumento y, por si fuera poco, el número de civiles que acompañaba a los militares era directamente proporcional al volumen de los mismos. Por ello, no nos es difícil imaginar los asentamientos de estos contingentes como verdaderas ciudades nómadas, donde no faltaba ningún servicio que se considerase necesario. Otra cuestión es hasta qué punto el sueldo y la regularidad de la paga permitía a los hombres beneficiarse de ellos.
CIVILES Tras los militares iban aquellos que también vivían de la guerra, a los cuales debían proteger.
VIVAC Era, y es, la forma más sencilla de acampar y la más transitoria, al raso o en tiendas sencillas.
ACANTONAMIENTO Aprovechamiento de construcciones civiles para alojar a todo el ejército o parte de él.
En realidad, no siempre se levantaba un campamento, pues adecuar el terreno era costoso y encontrar el propicio no siempre posible. Era frecuente que la tropa se alojase en las casas de los campesinos y que, en vez de montar las tiendas, se optase por el acantonamiento, esto es, aprovechar las edificaciones del entorno para uso militar.
LEVANTANDO UN CAMPAMENTO En las costas de África tras el desembarco. Tapices del Palacio Real.
Pero en el caso de tener que acampar, sobre todo si se iba a permanecer en la zona un cierto tiempo, se prefería un lugar cercano a una ciudad que garantizase un buen suministro, y se organizaba el asentamiento como si de una urbe se tratase, para evitar los inconvenientes provocados por tal concentración de gente. El primer paso consistía en delimitar el perímetro y proceder a su fortificación. Luego, el personal encargado de la logística distribuía el terreno estableciendo dónde habían de ir el puesto de mando, una explanada libre frente al mismo que hacía de plaza de armas para reunir a la tropa, el cuerpo de guardia, el almacén para los suministros, el hospital de campaña –si lo había–, el lugar destinado a los animales –tanto de uso militar como para carne–, las letrinas y el espacio reservado para cada compañía y el resto del personal que seguía a los Tercios. En lo que toca a los militares, es importante señalar que cada cuerpo – como la infantería, la caballería y la artillería–, se alojaba por separado, e incluso podía montar su servicio de guardia independiente. El espacio se solía repartir por compañías y, en caso de coincidir unidades de diferentes naciones, se prefería evitar que durmiesen juntas.
VIDA COTIDIANA Cornelis de Wael plasmó perfectamente la cotidianidad del campamento durante el sitio de Ostende.
OFICIOS Y OCIO Todas las ilustraciones de la página. El campamento era el lugar para el reposo donde el juego fue habitual, pero también donde los artesanos reparaban el equipo. Obras de J. Amman.
Por otra parte, el campamento es el ámbito donde mejor se puede abordar cómo discurría la vida cotidiana de aquella variada multitud. Sin duda, uno de los primeros servicios que se dispensaban a esta comunidad era el religioso. Otro de los indispensables consistía en la asistencia sanitaria, puesto que el hambre y las enfermedades causaban en ocasiones tantas bajas como la propia guerra. Esto se debía a múltiples factores, como la mala nutrición, la escasa higiene, la impedimenta precaria para contrarrestar el frío, las infecciones sexuales…
También era interesante la actividad comercial que se daba en su seno, controlada por las autoridades militares. Se vendían productos de todo tipo y se precisaban los lugares donde se permitía hacer fuego y cocinar, para que este no provocase ningún estrago. Gremios de diversa índole ofrecían sus servicios, como por ejemplo la reparación de las armas. E incluso se determinaba el espacio óptimo para que las mujeres públicas desempeñasen su oficio, siempre supervisadas por los médicos militares.
Por último, aunque el juego podía estar prohibido, dado que era difícil erradicar su práctica, hubo momentos en que se prefirió regularlo. En estas ocasiones se podía concretar un lugar donde estuviese permitido, por lo general cercano al cuerpo de guardia.
Campamento militar
CAMPAMENTO MILITAR Representación ideal de un asentamiento por Jost Amman que, aun así, muestra una serie de rasgos muy comunes. Véase el original en las guardas traseras del libro. 1. Lugar de cocina. Para prevenir los riesgos del fuego, se señalaba dónde estaba permitido. 2. Mujeres públicas. Alojadas con la compañía a la que estaban asignadas. 3. Asentamiento de una compañía. Las tiendas del capitán y del alférez junto a su bandera. 4. Cocinas generales. El ejército trataba de garantizar el alimento de sus hombres. 5. Cuerpo de guardia. Apostado en la entrada principal del campamento. 6. Cadalso. En un lugar principal, para que sirviese de ejemplo a la tropa.
7. Lugar de juego regulado. Generalmente donde pudiese ser supervisado. 8. Plaza de armas. Y punto de reunión del campamento. 9. Pabellón de un maestre de campo y su séquito. Cercano a su Tercio. 10. Tren de bagaje como parapeto. Un foso completa la defensa del recinto. 11. Oficios (herrero). Habría además carpinteros, armeros y otros muchos. 12. Campamento de artillería. También la caballería se alojaría aparte. 13. Taberna y tahona. El pan podía ser suministrado para garantizar el sustento de los hombres. 14. Letrinas. Cercanas a los animales para concentrar los excrementos y velar por la higiene. 15. Establos militares. Para las monturas, los animales de carga y los de carne. 16. Almacén militar de bastimentos. Para custodiar los víveres y el equipamiento. 17. Zona de mercado civil. Regulado por las autoridades militares. 18. Cuartel general. Este era el pabellón de la máxima autoridad, ya fuera el maestre general o un capitán general. 19. Guardia de corps. O personal del capitán general o maestre general. 20. Entrada secundaria. Un carro sirve de cierre.
EL OCASO DE LOS TERCIOS (1659-1704)
A
l final del reinado de Felipe IV, llamado el Grande, la hegemonía de la monarquía española en Europa había expirado, así como la reputación de sus armas. Incapaz de superar al gigante francés, que ocupaba una posición estratégica central y había interrumpido las rutas logísticas españolas entre sus dominios europeos, el monarca español optó por la paz para centrarse en la última aspiración militar de su reinado: la reintegración de Portugal a la monarquía. Felipe IV tuvo que acceder al matrimonio de una de las infantas de España con Luis XIV, además de entregar algunas plazas flamencas y los condados del Rosellón y Cerdaña a Francia. El rey francés, por su parte, se comprometió a abandonar a los rebeldes portugueses a su suerte, si bien los siguió ayudando de forma encubierta, al igual que Inglaterra. En 1661, la diplomacia española no pudo concluir un acuerdo con el recién restaurado Carlos II de Inglaterra, a pesar de la protección prestada por Felipe IV cuando aquel se encontraba en el exilio, el monarca inglés continuó apoyando la causa portuguesa. De esta manera, el ejército español no pudo doblegar a Portugal y sus aliados; el Rey Planeta murió con la espina de no haber podido reconstruir la unión peninsular heredada de su padre y de su abuelo.
MONEDA DE FELIPE IV Una de las últimas monedas acuñadas por el monarca.
DEDICATORIA A FELIPE IV Ilustración de Pedro Texeira para su Topografía de la Villa de Madrid.
FELIPE IV A CABALLO Al final del reinado de Felipe IV, la monarquía española tuvo que reconocer la hegemonía francesa.
La monarquía española, que había empezado el reinado de Felipe IV en una posición de prestigio y con unos objetivos globales muy pretenciosos, se veía en 1665 arrollada moral y militarmente en el continente, disipadas sus energías y obligada a adoptar estrategias defensivas, además de luchar contra la amenaza de desmembración en el núcleo principal de sus dominios territoriales.
Los Tercios habían demostrado una portentosa capacidad de resistencia, respondiendo al desastre con nuevos triunfos y dejando claro a sus oponentes que, a pesar de la escasez de recursos y a la indolencia de la corte, iban a vender cara hasta la última almena de la monarquía. Pero, por entonces, las derrotas no solo se circunscribían al ámbito militar. Más grave resultó ser que Felipe IV se viera obligado a admitir que en las cortes extranjeras los diplomáticos españoles tuvieran que ceder el orden protocolario a los embajadores de su yerno, Luis XIV de Francia. Se trataba de un matiz simbólico que venía a corroborar la definitiva pérdida de la preeminencia.
LA GUERRA DE DEVOLUCIÓN. 1667-1668 La poderosa máquina militar fraguada por la Francia de Luis XIV no tardó en desatarse de nuevo contra España, a pesar de la Paz de los Pirineos y del matrimonio con la infanta María Teresa de Austria, hermana de Carlos II. Fue precisamente el impago de la dote de María Teresa la excusa que esgrimió el monarca francés para apropiarse de los Países Bajos españoles. En 1667, sin mediar declaración de guerra, tres ejércitos franceses avanzaron a través de una frontera flamenca relativamente desguarnecida para ocupar con facilidad todas las plazas a su paso, excepto Lille, que opuso mayor resistencia y no pudo ser socorrida por el conde de Marsin, jefe del ejército de Flandes. Para presionar aún más al gobierno español, Luis XIV lanzó a principios de 1668 una exitosa ofensiva sobre el Franco Condado con un ejército liderado por el príncipe de Condé, de nuevo al servicio de Francia.
INFANTA MARÍA TERESA DE AUSTRIA (1638-1683) Hija de Felipe IV y esposa de Luis XIV de Francia.
SITIO DE LILLE Luis XIV en el sitio de Lille, en agosto de 1667.
Las fuerzas españolas en Flandes consiguieron reponerse con la llegada de tropas de refuerzo y mostraron una mejor consistencia defensiva, frenando el impetuoso avance enemigo y resistiendo con mayor vigor que en los primeros lances de la campaña. Por otro lado, el recelo causado por el espectacular progreso de las armas francesas inspiró la formación de una
Triple Alianza integrada por Inglaterra, las Provincias Unidas y Suecia, que, bajo pretexto de mediar entre las partes, trató de contener el avance francés en Flandes y exigió a Luis XIV su renuncia a la herencia española. En cambio, el emperador Leopoldo de Habsburgo adoptó una postura pasiva que dejó traslucir cierta ingratitud con una España que había prestado innumerables servicios al Imperio en sus momentos más aciagos. La traición a los intereses españoles quedó consagrada tras la suscripción por parte de Leopoldo y de Luis XIV del primer tratado de repartición de la monarquía española en caso de fallecimiento de Carlos II, que contaba por entonces seis años de edad. En cualquier caso, la diplomacia aconsejó al monarca francés detener la ofensiva contra España y firmar la Paz de Aquisgrán en mayo de 1668, por la que se comprometió a devolver el Franco Condado a cambio de retener doce plazas fuertes flamencas.
SITIO DE TOURNAI El ejército de Luis XIV frente a Tournai en 1667.
ENTREVISTA EN LA ISLA DE LOS FAISANES
Luis XIV y Felipe IV se habían entrevistado en la isla situada en el río Bidasoa para consignar la Paz de los Pirineos en 1659.
JUAN JOSÉ DE AUSTRIA (1629-1679)
H
FELIPE IV, SU MADRE FUE UNA ACTRIZ MADRILEÑA LLAMADA MARÍA CALDERÓN. DON JUAN RECIBIÓ UNA ESMERADA EDUCACIÓN Y FUE EL úNICO BASTARDO RECONOCIDO POR SU PADRE. MAL VISTO EN LA CORTE, FUE ENVIADO EN 1647 A NÁPOLES PARA SOFOCAR LA REVUELTA DE MASANIELLO Y POSTERIORMENTE EJERCIÓ DE VIRREY DE SICILIA. IJO NATURAL DE
En 1651 se le mandó al Principado para acabar con la revuelta de los catalanes, logrando la capitulación de Barcelona y el cargo de virrey de Cataluña. Sus éxitos militares le valieron el nombramiento de gobernador de los Países Bajos en 1656, cargo que ocupaba cuando derrotó a los franceses en Valenciennes.
De vuelta a España, su padre le encargó poner fin a la rebelión portuguesa, aunque fracasó en su intento en 1661 y 1664. Muerto Felipe IV, don Juan fue relegado de los cargos que ocupaba, aunque se convirtió en el líder de los desafectos a la regencia
instaurada en la minoría de edad de su hermanastro Carlos II. La pugna política en esos difíciles años entre el padre Nithard y don Juan condujo a la dimisión del primero y al nombramiento del segundo como vicario general de la Corona de Aragón en 1669.
Tras la mayoría de edad de Carlos II y la caída del valido Fernando de Valenzuela, don Juan fue designado por el monarca para dirigir el gobierno de la monarquía en 1677, siendo partidario en su breve mandato de alcanzar la paz en el exterior y de sanear las finanzas y la administración en el interior.
CARLOS II (1665-1700)
E
IN EXTREMIS DEL PRÍNCIPE CARLOS PERMITIÓ A FELIPE IV DEJAR LA MONARQUÍA ESPAÑOLA A SU úLTIMO VÁSTAGO, TRAS LA MUERTE DE LOS PRÍNCIPES BALTASAR (†1646), FERNANDO (†1658) Y FELIPE PRÓSPERO (†1661). L NACIMIENTO
Carlos II tenía apenas cuatro años cuando accedió al trono, por lo que se abrió un periodo de regencia en el que se instituyó una Junta de Gobierno para dirigir la monarquía con el mayor número de apoyos mientras duraba la minoría de edad del nuevo monarca.
Sin embargo, Carlos se convirtió pronto en el juguete de las ambiciones e intrigas que se desataron para acaparar su voluntad, con personajes tan influyentes como su madre, doña Mariana de Austria, su hermanastro don Juan José de Austria y sus esposas María Luisa de Orleáns y Mariana de Neoburgo.
Doña Mariana de Austria, madre de Carlos II Por otro lado, la debilidad física del monarca auguraba un desenlace fatal para España, pues las grandes potencias europeas empezaron a maquinar tratados de repartición de la monarquía en previsión de que Carlos II muriera sin descendencia, aunque a la postre vivió 35 años.
Alcanzada la mayoría de edad y habiendo fracasado todos los valimientos, Carlos II no tuvo en sus últimos años de reinado un ministro destacado que pudiera dirigir el timón de una monarquía errante y convertida en botín, viéndose obligado a satisfacer a todas las facciones, repartir prerrogativas y ceder parcelas de poder a las familias más influyentes.
María Luisa de Orleáns y Mariana de Neoburgo La monarquía que heredó Carlos II no tenía por entonces aquel poderío que la había elevado al estatus de primera potencia mundial a lo largo del siglo XVI. Las interminables guerras de su padre la habían dejado un tanto postrada y suplantada por Francia como poder hegemónico.
Pero todavía guardaba en su seno las energías suficientes para su conservación, sacando fuerzas de flaqueza para minimizar las pérdidas ante el persistente acoso francés, de forma que, en 1700, había conseguido preservar sus territorios esenciales. A pesar de ello, los propios coetáneos creyeron ver en el desgobierno y en las eternas luchas entre facciones la constatación más palpable de la decadencia española, una visión que sería realimentada por los vencedores de la terrible guerra de sucesión que acabaría socavando los cimientos de la monarquía tras la muerte de Carlos II.
MAPA DEL REINADO DE CARLOS II
LA GUERRA DE HOLANDA. 1672-1678
LUIS XIV EN MAASTRICHT El ejército de Flandes se puso al lado de los holandeses frente a un agresivo Luis XIV que invadió el territorio de las Provincias Unidas.
El papel activo de las Provincias Unidas en la formación de la alianza antifrancesa de 1668 no agradó en la corte del Rey Sol, pronto al desquite. Tras conseguir el aislamiento internacional de las Provincias Unidas y el apoyo de Inglaterra, Luis XIV decidió invadir Holanda al frente de dos ejércitos comandados por sus mejores generales, Turena y Condé. El ataque inicial fue irresistible; los franceses penetraron sin gran dificultad en territorio enemigo, mientras los holandeses hacían frente a la superioridad gala abriendo esclusas y rompiendo los diques para detener la ofensiva e impedir las operaciones terrestres del enemigo. En el mar, en cambio, los holandeses, dirigidos por el almirante Ruyter, batieron a la escuadra anglofrancesa en el Atlántico.
BATALLA DE SOLEBAY Los holandeses se defendieron con éxito en el mar y derrotaron repetidamente a la escuadra combinada anglo-francesa.
El gobierno español de Flandes, sin atender instrucciones de la corte madrileña, se puso del lado holandés y lo reforzó con un contingente de tropas al mando del conde de Monterrey. Combatiendo al lado del príncipe Guillermo de Orange, los Tercios españoles volvieron a dar muestras de su valía en el sitio de Maastricht (1673), así como en la batalla de Seneffe (1674), un enconado e indeciso encuentro donde perecieron el maestre de campo general Pedro de Acuña y la mayoría de los oficiales españoles.
ALMIRANTE RUYTER (1607-1676) El almirante holandés Michiel Adriaenszoon de Ruyter fue uno de los principales líderes militares de esta guerra.
BATALLA DE SENEFFE Los Tercios españoles se batieron con gran arrojo, junto al príncipe de Orange, en esta batalla que terminó en tablas y en la que el príncipe de Condé estuvo a punto de perecer; le salvó la intervención de su hijo, el duque de Enghien.
Los éxitos franceses causaron de nuevo el recelo de las potencias europeas, que hasta el momento se habían mostrado neutrales, y acabaron por generar una alianza en auxilio de Holanda. La escalada bélica aconsejó a Inglaterra abandonar el conflicto en 1674, mientras que Luis XIV decidió dirigir el punto de mira hacia las posesiones españolas del Franco Condado y Flandes. La guarnición de Besançon prefirió morir antes que aceptar las condiciones francesas, mientras que los franceses apoyaron la rebelión de
Mesina. La derrota de la escuadra hispano-holandesa en el Mediterráneo (1676) y la desastrosa campaña de Flandes (1677) favorecieron las negociaciones de paz, que fue consignada en Nimega (1678) y SaintGermain-en-Laye (1679). La monarquía española salió muy perjudicada de este acuerdo al perder definitivamente el Franco Condado y una serie de territorios en la frontera flamenca.
SITIO DE BESANçON Los franceses aprovecharon las hostilidades para invadir por segunda vez el Franco Condado, donde la guarnición de Besançon sucumbió ante fuerzas muy superiores.
Por otro lado, en el Rosellón se produjo a partir de 1667 una revuelta contra la dominación francesa que fue auxiliada por los españoles y que dio lugar a combates de cierta intensidad y suerte cambiante en el Pirineo catalán hasta 1679.
LA GUERRA DE LUXEMBURGO. 1683-1684
VISTA DE LUXEMBURGO El estratégico ducado de Luxemburgo, dominio de la monarquía española desde Carlos V, fue el siguiente objetivo de Luis XIV.
Nada parecía frenar las ambiciones hegemónicas de Luis XIV, dispuesto a engullir todos los territorios fronterizos sobre los que pretendía tener derechos históricos. La política francesa de «reuniones» apuntaba hacia los dominios españoles, en especial Luxemburgo y Cataluña. Aunque las potencias europeas estaban preocupadas por la agresividad de Francia, por el momento el foco de atención se centró en Viena, a punto de caer en manos otomanas. Salvada la capital imperial sin la intervención de Luis XIV, el monarca francés incentivó sus exigencias y procedió contra la plaza de Luxemburgo, el llamado Gibraltar del norte. Mientras la escuadra francesa bombardeaba Génova, tradicional aliada de España, su ejército puso sitio al bastión de Luxemburgo, que capituló privado de recursos y superado por el número de atacantes.
MEDALLA DE LUIS XIV A través de la política de «reuniones», Luis XIV buscó anexionar nuevos territorios a Francia.
Mientras tanto, el virrey de Cataluña, duque de Bournonville, se vio desde el primer momento falto de recursos a causa de la desidia de la corte y de las reticencias a la movilización de los Tercios catalanes previa invasión de su territorio. En estas condiciones, no pudo impedir que el ejército francés cruzara el río Ter y se plantara frente a los muros de Gerona. A pesar de que la plaza catalana se encontraba mal guarnecida, sus moradores corrieron a las armas para auxiliar a los destacamentos españoles que se habían refugiado en ella, oponiendo entre todos una férrea resistencia a los franceses. Aunque estos consiguieron ocupar algunas obras de fortificación exteriores, fueron rechazados en todos sus intentos de asaltar la brecha principal del recinto y acabaron por retirarse al Ampurdán. Pero tampoco el ejército español se encontró con fuerzas para expulsar al francés instalado al norte del río Ter.
BOMBARDEO DE GÉNOVA La escuadra francesa procedió a bombardear la ciudad de Génova, tradicional aliada de la monarquía española.
TOMA DE LUXEMBURGO Falta de recursos y abandonada a sus fuerzas, la guarnición española tuvo que capitular frente a un poderoso ejército francés.
Temerosas las potencias europeas de una escalada de las hostilidades, aceptaron las condiciones ofrecidas por Francia, decretándose una tregua que había de durar veinte años. Sin apoyo internacional, Carlos II se vio finalmente obligado a aceptar y firmar la Paz de Ratisbona (15 de agosto de
1684), dejando patente la deficiente capacidad bélica de la monarquía española, que no solo había perdido su mejor plaza fortificada al norte de Francia, sino que se había visto compelida a practicar una guerra defensiva también en Cataluña, debido a la falta de medios para llevar la iniciativa en las operaciones.
EL GIBRALTAR DEL NORTE Luxemburgo fue conocido como el Gibraltar del norte por su naturaleza inexpugnable y su emplazamiento rocoso en la confluencia del Alzette y el Pétrusse.
BATALLA DE MARSAGLIA Un ejército francés invadió Saboya y se impuso a los aliados, entre ellos los españoles, en la batalla de Marsaglia.
LA GUERRA DE LOS NUEVE AÑOS. 1688-1697 La tregua de veinte años que se había acordado en Ratisbona (1684) no duró mucho tiempo y la monarquía española tuvo que asistir a sus aliados de la Liga de Augsburgo en una nueva guerra contra Luis XIV. Desde el primer momento, Francia aprovechó la consistencia de su red de fortalezas fronterizas para lanzar ataques sobre el territorio enemigo. Así, en octubre de 1688, las tropas francesas invadieron y saquearon el Palatinado ante el estupor general. En los otros frentes la fortuna se decantó igualmente hacia las armas francesas. En Flandes, las fuerzas españolas tuvieron que integrarse en un ejército aliado que tomó a su cargo la defensa del territorio, dada la debilidad del dispositivo español en la región. Las fuerzas del duque de Luxemburgo derrotaron a los aliados en Fleurus (1690), Steinkerque (1692) y Neerwinden (1693), mientras que otro ejército francés hacía lo propio en Saboya, imponiéndose en las batallas de Staffarda (1690) y Marsaglia (1693) a un contingente aliado con gran presencia española.
GUILLERMO III DE INGLATERRA El príncipe de Orange se convirtió en rey consorte de Inglaterra en 1688, tras la Revolución Gloriosa que depuso a su suegro Jacobo II.
Sin embargo, Luis XIV también afrontaría graves pérdidas. La expedición a Irlanda para reponer a Jacobo II en el trono inglés terminó con la derrota en la batalla del Boyne (1690) y, en el mar, la flota francesa perdió un tercio de sus efectivos en el desastre de la Hougue (1692) y se vio limitada en adelante a llevar a cabo una guerra de corso en el Atlántico.
BATALLA DEL BOYNE El rey Jacobo II, aliado de Luis XIV, intentó recuperar su trono pero fue contundentemente derrotado en el Boyne.
BATALLA DE LA HOUGUE En el mar, los franceses fueron batidos por las escuadras aliadas y tuvieron que practicar la guerra de corso.
A partir de 1694, el coste de la guerra empezó a causar estragos en todas las potencia implicadas y facilitó el acercamiento de posiciones. La paz definitiva fue acordada en Rijswijck entre septiembre y octubre de 1697. Luis XIV se mostró muy moderado en sus pretensiones,
reconociendo a Guillermo III como rey de Inglaterra y entregando a los holandeses una serie de plazas fortificadas en la frontera que separaba los Países Bajos españoles y Francia. La prudencia del monarca francés en este trance no pudo enmascarar el estado límite en el que se encontraban sus finanzas tras los nueve años de guerra, ni tampoco el deseo de congratularse con los españoles de cara a la previsible sucesión al trono de Carlos II, que persiguió ansiosamente durante todo su reinado.
BATALLA DE NEERWINDEN El ejército francés consiguió varios éxitos iniciales en Flandes, pero al final no pudo imponerse a la Liga de Augsburgo.
GRABADOS FRANCESES DE LA GUERRA Dos escenas de la guerra en las que el rey Luis XIV es protagonista: la toma de Namur y en el trono, al lado de sus ministros y generales.
BATALLA DEL TER, 27 DE MAYO DE 1694
E
n la primavera de 1694, el duque de Noailles inició una campaña ofensiva desde el Rosellón, avanzando en dirección a Gerona. El virrey de Cataluña, duque de Escalona, salió a su encuentro para tratar de detener al ejército francés en la línea del río Ter.
El duque de Escalona Protegido el paso por los españoles, el duque de Noailles desplegó sus fuerzas entre Verges y Torroella de Montgrí inspeccionando el cauce del río para tratar de encontrar las posibles zonas de vadeo.
El duque de Noailles Después de un intenso fuego de artillería en el sector de Verges la tarde del 26 de junio, Noailles decidió forzar el vado de Torroella, aguas abajo del Ter, cuya orilla se encontraba resguardada por tropas de infantería bisoñas y varios escuadrones de caballería y dragones.
En la madruga del día siguiente, las avanzadas francesas se lanzaron a través del vado y obligaron a las tropas españolas a retirarse de forma un tanto desordenada. Escalona envió al resto de sus jinetes para tratar de recomponer su ala derecha e impedir la progresión enemiga por la orilla sur del Ter, pero la caballería francesa, superior en número y apoyada por su infantería, rechazó el contraataque de los españoles.
Viendo el curso de los acontecimientos, Escalona dio órdenes para replegar todas sus fuerzas sobre unas alturas más al sur, donde los bosques, el fraccionamiento del terreno y los pequeños contraataques de algunas unidades impidieron una eficaz persecución de la caballería enemiga.
El duque de Noailles (de joven) En este punto, Noailles ordenó avanzar a su infantería del centro a través del río, cogiendo de frente y de flanco a los Tercios españoles que aún custodiaban la orilla, obligándolos a huir o rendirse. Solo resistían apoyados en el canal del Molí, detrás de la derecha española, los Tercios más veteranos y algunos escuadrones de caballería que, después de una intensa lucha, hubieron de ceder ante la superioridad enemiga.
Los restos del ejército español se refugiaron en la plaza de Gerona, aunque no pudieron impedir que esta población cayera en manos francesas un mes más tarde.
TOMA DE PALAMÓS Plano de la ciudad y ciudadela de Palamós, en la costa catalana.
EL FRENTE CATALÁN EN LA GUERRA DE LOS NUEVE AÑOS. 1688-1697 En el marco de la guerra general, Cataluña se convirtió de nuevo en un frente secundario, lo que no evitó que en los territorios fronterizos tuvieran lugar continuos combates entre los ejércitos español y francés mientras que, en la retaguardia, surgió con especial fuerza el endémico problema del alojamiento de las tropas que condujo a una revuelta campesina –de los Barretinas o Gorretes– atajada en 1689.
FORTALEZA DE HOSTALRICH En Hostalrich estuvo apoyada la línea defensiva española que protegía el avance francés hacia Barcelona.
En los primeros años del conflicto (1689-1692), Francia dio al frente catalán una prioridad mínima, manteniendo las posiciones adquiridas al sur de los Pirineos que servían de colchón para detener una hipotética ofensiva española. Los españoles, por su lado, tenían graves problemas de organización, estaban mal comandados, pésimamente equipados y dudaban de la capacidad de autodefensa de las instituciones catalanas. Cuando los franceses pasaron decididamente a la ofensiva, las tropas españolas no
pudieron hacerles frente en igualdad de condiciones y fueron derrotadas en el Ter (junio de 1694), a lo que siguió la caída de Palamós y Gerona. Durante el bienio 1694-1695, las tropas españolas, auxiliadas por la escuadra anglo-holandesa, mantuvieron al ejército francés en la línea defensiva del Tordera, apoyada en la plaza fuerte de Hostalrich. La situación pareció equilibrada durante estos años y los ejércitos se limitaron a hostigarse mutuamente sin conseguir objetivos estratégicos que pudieran dirimir la contienda. La pasividad española continuó durante todo el año 1696 e incluso se agravó más con el nombramiento de Francisco de Velasco como nuevo virrey de Cataluña, que ordenó el abandono de la línea defensiva de Hostalrich dejando libre el camino hasta Barcelona. El duque de Vendôme, al mando del ejército francés, dirigió sus fuerzas sobre la capital catalana y se plantó frente a sus muros en junio de 1697. Velasco había decidido dirigir las operaciones desde Martorell, a treinta kilómetros de Barcelona, donde se había llevado consigo 10.000 hombres. En la Ciudad Condal dejó otros 13.000 soldados al mando del conde de la Corzana, entre ellos el príncipe Jorge de Hesse-Darmstadt, mientras se movilizaban otros 4.000 hombres de su milicia local. A pesar de la voluntad de las autoridades locales y de parte del ejército de resistir a ultranza, Barcelona capituló en agosto de 1697 tras dos meses de sitio, dando pábulo a los rumores de traición y connivencia de algunos ministros con los franceses. Firmada inmediatamente la Paz de Rijswijck, el ejército francés abandonaría las plazas ocupadas en Cataluña.
SITIO DE BARCELONA Mapas de la ciudad de Barcelona en el año 1694 y de las operaciones de sitio en 1698.
EL PRÍNCIPE GEORG HESSEN-DARMSTADT (1669-1705) Defensor de Barcelona y virrey de Cataluña, tras la muerte de Carlos II apoyó al archiduque Carlos de Austria frente a Felipe de Anjou.
FELIPE V (1700-1746)
N
LUIS XIV Y SEGUNDO HIJO DEL «DELFÍN» –COMO SE LLAMABA EN FRANCIA AL HEREDERO DEL TRONO–, EL DUQUE FELIPE DE ANJOU, FUE EDUCADO COMO UN PRÍNCIPE SEGUNDÓN, SI BIEN SU NOMBRE SONÓ PRONTO COMO UNO DE LOS TRES POSIBLES SUCESORES DE SU TÍOABUELO CARLOS II, JUNTO AL ARCHIDUQUE CARLOS DE AUSTRIA Y EL PRECOZMENTE FALLECIDO PRÍNCIPE JOSé FERNANDO DE BAVIERA (†1699). IETO DE
Los acuerdos entre Luis XIV y el emperador Leopoldo sobre la sucesión en España preveían, sin tener en cuenta la opinión de los españoles, repartir los dominios de la monarquía entre los dos pretendientes, Felipe y Carlos. Tales manejos eran bien conocidos por Carlos II y sus consejeros, quienes, decididos a preservar la integridad territorial de la monarquía, propusieron a Felipe de Anjou como heredero universal.
Carlos II firmó su testamento en este sentido, a pesar de que la Casa de Habsburgo a la que pertenecía quedaba apartada del trono hispano. Muerto Carlos, el último Austria español, el duque de Anjou fue llamado a sucederle, aunque Luis XIV tuvo que convocar a sus consejeros para dirimir si era preferible llevar adelante el tratado de partición o aceptar íntegramente la monarquía española para su nieto.
Al final, se escogió lo segundo y la Casa de Borbón se instauró en España con su primer monarca, Felipe V. Pero el emperador no consintió esta solución y se quiso apropiar inmediatamente de los territorios de Italia, mientras que ingleses y holandeses, todavía a la espera de recibir concesiones de Luis XIV, esperaron hasta 1702 para declarar la guerra a España y Francia, un conflicto que sería conocido como guerra de Sucesión española (1702-1714).
El archiduque Carlos, rival de Felipe V Felipe era un joven de 17 años cuando accedió al trono español. Hombre muy piadoso, educado bajo la influencia del gran teólogo y pedagogo François Fénelon, los primeros años de su gobierno estuvieron dirigidos desde París a través de diversos agentes de su abuelo.
A ellos más que al propio rey se deben las reformas militares que se abordaron inmediatamente para renovar la potencia militar española, si bien el ejército francés llevó al comienzo el mayor peso de la guerra. Apodado «el Animoso», Felipe V tomó parte en diversas campañas al lado de sus tropas, una actitud que no se veía en España desde el siglo XVI.
Su tenacidad, similar a la de su ejército, junto con otras circunstancias externas, acabaron por asegurarle el trono. Durante sus 46 años de gobierno, la monarquía española fue capaz de restablecer, hasta cierto punto, su anterior poderío militar.
CARLOS II A CABALLO A finales del siglo XVII, Luca Giordano representó a Carlos II con atributos marciales y a caballo.
EL EJÉRCITO DE CARLOS II. 1665-1700 Marcado históricamente con el estigma de la decadencia, el reinado de Carlos II ha sido revalorizado en los últimos estudios sobre el periodo de manera que, hoy en día, se concede a la monarquía española una capacidad de adaptación y una solidez para sobreponerse a las adversidades más grande de la que tradicionalmente se ha querido ver. A finales del siglo XVII, a pesar del acoso constante de Luis XIV, el monarca español y sus ejércitos lograron, con pequeñas variaciones territoriales, conservar la mayor parte, y más esencial, de sus dominios.
CARLOS II Paul Strudel realizó este busto en mármol del monarca español.
Durante el reinado de Carlos II se estipuló en 1685 una nueva ordenanza por la que se reorganizaron las compañías de infantería, que se redujeron a cerca de 60 soldados en sus tres especialidades –piqueros, arcabuceros y mosqueteros– a partes iguales. Por esos años, el fusil con bayoneta y llave de pedernal transformaba al infante en fusilero sin distinción de matices, una medida que tardó en ser aplicada en España. También se crearon las primeras compañías de granaderos, constituidas por infantes especializados en el lanzamiento de granadas, una misión que exigía hombres decididos y que acabaría siendo asignada a los soldados más veteranos. A pesar de las plantillas teóricas, en este periodo los Tercios fueron disminuyendo gradualmente en efectivos; lo habitual era que apenas llegaran a los 500 hombres. De hecho, en 1699, el ejército de Flandes dejó
sus Tercios con una plantilla de 540 hombres, muy próxima a la fuerza de un batallón en el siglo XVIII.
EJERCICIOS PRÁCTICOS Escena de una obra del coronel Juan Francisco Ferrer que representa los movimientos para el lanzamiento de granadas.
ALEGORÍA DE CARLOS II La muerte de Carlos II sin sucesión directa dejaría la monarquía española al borde de la guerra, finalmente desatada en 1702.
Durante las campañas en Cataluña, dada la compartimentación del terreno, fue habitual que los ejércitos contendientes hicieran uso frecuente de los migueletes o fusileros de montaña, así como de la milicia local conocida con el nombre de somatén, para llevar a cabo acciones de guerra irregular. A pesar de salir malparados en todos los conflictos, los ejércitos de Carlos II llegaron a combatir simultáneamente en varios teatros de operaciones y su fuerza llegó a alcanzar en ocasiones cerca de 100.000 hombres. El problema era que Luis XIV, en ese periodo, era capaz de
mantener un ejército de medio millón de hombres y con una capacidad técnica y táctica superior a la de las otras potencias europeas.
CARLOS II EN EL ESCORIAL Obra de Claudio Coello, vemos al monarca adorando la Sagrada Forma en el templo escurialense.
ORLA REAL Efigie de Carlos II en la plaza mayor de Salamanca.
ESCENA DE BATALLA Las fuerzas españolas estaban exhaustas a principios del siglo XVIII, pero habían conseguido preservar la mayor parte de los territorios de la monarquía.
EPÍLOGO: FELIPE V Y EL FIN DE LOS TERCIOS El testamento de Carlos II puso la monarquía española en manos de Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV, una decisión inesperada pero no exenta de meditación. Los consejeros españoles estaban convencidos de forma casi unánime de que solo la potencia militar de Francia sería capaz de preservar la integridad territorial de la monarquía, amenazada por los tratados de partición. Consideraciones estratégicas más que dinásticas condujeron a una elección que revelaba el grado de indetensión de la monarquía española y el poco margen de acción política que le quedaba a su gobierno frente a las presiones francesas. La infantería española contaba por entonces con 28 Tercios: 16 en España, 6 en Italia y 6 en Flandes. El ejército, no obstante su probada tenacidad y capacidad de resistencia, se encontraba en un estado de debilidad crónica que incitaba a una reforma de amplio calado. La ocasión sobrevino cuando Felipe V subió al trono español y tuvo que afrontar casi inmediatamente una guerra general contra la Casa de Habsburgo y sus aliados, Inglaterra y Holanda. Inicialmente las reformas militares trataron de reavivar la disciplina y acabar con la confusión normativa preexistente antes de abordar, más a fondo, la reorganización del ejército español. El modelo militar entonces introducido en España fue el francés, ya que la alianza de Luis XIV aconsejaba la uniformidad de procedimientos y su ejército gozaba de una excelente reputación en Europa.
TESTAMENTO DE CARLOS II Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV, fue llamado a suceder el trono vacante de Carlos II y pasó a ser el primer monarca español de la Casa de Borbón.
FELIPE V El monarca Borbón inició una profunda reforma militar y acabó modelando el nuevo ejército español que conseguiría reverdecer sus laureles a lo largo del siglo XVIII.
Desde el punto de vista simbólico, el hito más significativo al inicio del reinado de Felipe V fue la desaparición de la denominación «Tercio» para designar a la unidad característica de encuadramiento de las compañías de infantería, y su sustitución por «Regimiento». Según la Real ordenanza de 28 de septiembre de 1704, desaparecían los Tercios y se creaba la nueva unidad –el Regimiento– compuesta por once compañías de fusileros y una de granaderos, en total cerca de 650 hombres. La reforma de la infantería española continuó con la desaparición de los maestres de campo, la adopción del uniforme de color blanco, la denominación de las unidades por un topónimo fijo y otras medidas que acabaron por modelar el nuevo ejército de la monarquía borbónica a lo largo del siglo XVIII.
ESCENA DE BATALLA Una ordenanza de 1704 decretó la sustitución de los Tercios por los Regimientos, cerrando así dos siglos de existencia de las unidades más representativas de la historia militar española.
Los Tercios en el arle y la literatura de la época
LA LEGIÓN TEBANA El Renacimiento supuso un resurgimiento de las iconografías clásicas, como vemos en el caso de El Greco.
L
a hegemonía política de la monarquía española en el tiempo de los Tercios tuvo igualmente su manifestación en las artes, acuñándose el término de Siglo de Oro para definir el periodo cultural a caballo de los siglos XVI y XVII. Durante esta época enmarcada estéticamente en el Renacimiento pleno y en el Barroco, la literatura y la pintura españolas llegaron a cotas nunca antes alcanzadas y dejaron algunos de los modelos más representativos y universales de la cultura hispana. La vida del soldado y los hechos que protagonizaron no fueron olvidados por los artistas del momento, muchos de los cuales llegaron incluso a servir en los Tercios.
JUAN BOSCÁN (1492-1542) Introductor de las formas poéticas latinizantes al castellano.
Uno de los primeros soldados-escritores de este periodo fue Garcilaso de la Vega (†1536). Amigo del también poeta Juan Boscán y del duque de Alba, tomó parte en diversas campañas militares durante el reinado del emperador Carlos, alcanzando el empleo de maestre de campo antes de
fallecer a consecuencia de una herida en la cabeza producida en la expugnación de la fortaleza de Le Muy, en Provenza. También falleció en la batalla de Alcazarquivir, junto al rey Sebastián de Portugal, el poeta Francisco de Aldana ( † 1578), quien estuvo presente como capitán de infantería en la jornada de San Quintín y llegó a ser consejero de Felipe II. Otros exponentes de la lírica renacentista española fueron, entre otros, los soldados de los Tercios Gutierre de Cetina ( † 1557), Hernando de Acuña (†1580), Francisco de Figueroa (†1588), Andrés Rey de Artieta (†1613), Cristóbal de Virués (†1614) y Andrés Fernández de Andrada (†1648).
GARCILASO DE LA VEGA Su muerte en combate fue muy sentida por el emperador Carlos V.
GUTIERRE DE CETINA Tomó parte en la fracasada expedición a Argel en 1541.
En el ámbito de las memorias, Diego García de Paredes ( † 1533), el llamado Sansón de Extremadura, escribió una Breve suma de su vida, relato apasionado cargado de hazañas y extremos en ocasiones increíbles. Otros historiadores fueron los soldados Francisco de Verdugo ( † 1595), Bernardino de Mendoza ( † 1604), Alonso Vázquez ( † 1615), Francisco de Ibarra (†1622), Diego de Villalobos (†1637) y Carlos Coloma (†1637), que
relataron sus experiencias personales en las campañas en las que tomaron parte.
FRANCISCO DE VERDUGO Llegó a estar al frente del gobierno de la provincia de Frisia.
El escritor español más reconocido en la literatura mundial, el alcalaíno Miguel de Cervantes ( †1616), fue también soldado de los Tercios y tomó parte en la batalla de Lepanto, calificada por él mismo como «la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros». Allí, sobre las tablas de su galera, recibió varios arcabuzazos que le dejaron un brazo inútil para el resto de sus días. Ello no le impidió escribir la considerada como primera e insigne novela, El Ingenioso Hidalgo Don Quixote de la Mancha, en cuyas páginas la presencia de la milicia se hace sentir en diversos pasajes, en especial en el capítulo XXXVIII de la primera parte, en el famoso discurso de las armas y las letras.
MIGUEL DE CERVANTES Sirvió en Italia en tres distintos Tercios de la infantería española.
ESCENA DEL QUIJOTE Don Quijote dirige a los comensales su discurso de las armas y de las letras.
PRIMERA PARTE DEL QUIJOTE. CAPÍTULO XXXVIII Y ¿qué temor de necesidad y pobreza puede llegar ni fatigar al estudiante, que llegue al que tiene un soldado que, hallándose cercado en alguna fuerza y estando de posta o guarda en algún revellín o caballero, siente que los enemigos están minando hacia la parte donde él está, y no puede apartarse de allí por ningún caso, ni huir el peligro que de tan cerca le amenaza? Solo lo que puede hacer es dar noticia a su capitán de lo que pasa, para que lo remedie con alguna contramina, y él estarse quedo, temiendo y esperando cuándo improvisamente ha de subir a las nubes sin alas y bajar al profundo sin su voluntad. Y si este parece pequeño peligro, veamos si le iguala o hace ventaja el de embestirse dos galeras por las proas en mitad del mar espacioso, las cuales enclavijadas y trabadas no le queda al soldado más espacio del que concede dos pies de tabla del espolón; y con todo esto, viendo que tiene delante de sí tantos ministros de la muerte que le amenazan cuantos cañones de artillería se asestan de la parte contraria, que no distan de su cuerpo una lanza, y viendo que al primer descuido de los pies iría a visitar los profundos senos de Neptuno, y con todo esto, con intrépido corazón, llevado de la honra que le incita, se pone a ser blanco de tanta arcabucería y procura pasar por tan estrecho paso al bajel contrario. Y lo que más es de admirar: que apenas uno ha caído donde no se podrá levantar hasta la fin del mundo, cuando otro ocupa su mesmo lugar; y si este también cae en el mar, que como a enemigo le aguarda, otro y otro le sucede, sin dar tiempo al tiempo de sus muertes: valentía y atrevimiento el mayor que se puede hallar en todos los trances de la guerra.
MIGUEL DE CERVANTES EXTRACTO Trata del curioso discurso que hizo don Quijote de las armas y las letras.
LOPE DE VEGA El prolífico dramaturgo escribió muchas obras ambientadas en los Tercios.
El llamado Fénix de los ingenios, Félix Lope de Vega (†1635), también fue soldado de los Tercios en las expediciones contra las Azores e Inglaterra. Autor de gran fecundidad, consagró parte de su producción dramática al tema militar, ya fuera dedicando la obra a un personaje de referencia o exponiendo alguno de los episodios protagonizados por los Tercios en sus múltiples campañas. Entre su ingente obra teatral podemos mencionar La Santa Liga, El asalto de Mastrique por el príncipe de Parma, Julián Romero, Los españoles en Flandes, Don Juan de Austria en Flandes, El valor de Malta, El valiente Céspedes, La nueva victoria del marqués de Santa Cruz, El Brasil restituido, La nueva victoria de don Gonzalo de Córdoba, La contienda de Diego García de Paredes y el capitán Juan de Urbina, Carlos V en Francia, El cerco de Viena por Carlos V y Diálogo militar en alabanza del marqués de Espínola.
MEDALLÓN Medallón dedicado a Calderón en la Biblioteca Nacional de España (Madrid).
RECUERDO EN SEVILLA Medallón del escritor Lope de Vega que se puede ver en la plaza de España de Sevilla.
Años más tarde, el también madrileño y soldado antes que sacerdote, Pedro Calderón de la Barca (†1681) dedicó varias obras a la milicia y a su impacto en las poblaciones, como El sitio de Breda, Amar después de la muerte y El Alcalde de Zalamea. Nadie como él supo sintetizar mejor en tan pocos versos el espíritu de los Tercios y el código moral del soldado, tal como aparece en su obra Para vencer a amor, querer vencerle.
CALDERÓN DE LA BARCA Autor de algunos de los versos más inspirados sobre el espíritu de los Tercios.
ESCENA DE VALLADOLID Vista del Palacio Real y de la Iglesia de San Pablo en Valladolid, sede de la monarquía en tiempos de Felipe III. Este ejército que ves vago al yelo y al calor, la república major y más política es del mundo, en que nadie espere que ser preferido pueda por la nobleza que hereda, sino por la que él adquiere; porque aquí a la sangre excede el lugar que uno se hace y sin mirar cómo nace se mira como procede. Aquí la necesidad no es infamia; y si es honrado, pobre y desnudo un soldado tiene mejor cualidad que el más galán y lucido; porque aquí a lo que sospecho no adorna el vestido el pecho que el pecho adorna al vestido. Y así, de modestia a llenos, a los más viejos verás tratando de ser lo más y de parecer lo menos. Aquí la más principal hazaña es obedecer, y el modo cómo ha de ser es ni pedir ni rehusar. Aquí, en fin, la cortesía, el buen trato, la verdad, la firmeza, la lealtad, el honor, la bizarría, el crédito, la opinión, la constancia, la paciencia, la humildad y la obediencia, fama, honor y vida son caudal de pobres soldados; que en buena o mala fortuna la milicia no es más que una religión de hombres honrados. CALDERÓN DE LA BARCA
BALTASAR GRACIÁN Capellán de los Tercios por un tiempo, su pensamiento diseminado a través de su obra tuvo gran influencia en escritores posteriores.
El jesuita Baltasar Gracián ( † 1658) fue también capellán castrense de los Tercios en la guerra de Cataluña, lo que le valió el apelativo de «padre de la victoria» por su intervención personal en el socorro de Lérida. En su obra maestra El Criticón, donde proclama que la vida humana no es otra cosa que una milicia contra la malicia, Gracián pasa revista en el capítulo titulado «Armería del Valor» a gran número de soldados españoles que brillaron por su valor, y hace aparecer a otro que es el único de los personajes en atreverse a hablar con sinceridad ante la señora Fortuna: Estaban todos tan mudos como encogidos. Solo el soldado, con valentía en el desahogo y desahogo en el hablar, alzando la voz de modo que pudo oírle todo el mundo, dijo: —Gran señora de los favores, reina poderosa de las dichas, yo te he de decir hoy las verdades. Todo el mundo, de cabo a cabo, desde la corona a la abarca, está murmurando de ti y de tus procederes. Yo te hablo claro, que los príncipes nunca estáis al cabo de las nuevas, siempre ajenos de lo que se dice. (…) Al fin, yo comienzo con tu licencia, si no con tu agrado. Dicen, lo primero, que eres ciega; lo segundo, que eres loca; lo tercero, necia; lo cuarto… Miré los muros de la patria mía, si un tiempo fuertes ya desmoronados de la carrera de la edad cansados por quien caduca ya su valentía…
FRANCISCO DE QUEVEDO El autor madrileño cultivó todos los estilos literarios y denunció los males de la política española de su tiempo.
Por último, aunque Francisco de Quevedo ( † 1645) no llegó a ser soldado de los Tercios, sí que se dedicó a actividades diplomáticas y políticas, especialmente en Nápoles, de la mano de su protector el virrey duque de Osuna. Quevedo fue paradigma de soldado pendenciero, lo que no
fue óbice para estar dotado de gran ingenio y ser uno de los mejores intérpretes de la situación política de su tiempo. A él se deben poemas como: O los siguientes sobre el estado de la monarquía española a mediados del siglo XVII, brillante radiografía política de los problemas que tuvo que afrontar Felipe IV durante su reinado: Toda España está en un tris y a pique de dar un tras; ya monta a caballo más que monta a maravedís. Todo es flamenco país y toda cuarteles es; al derecho o al revés su paz alterado han el rebelde catalán y el tirano portugués. A España se ha trasladado de Italia y Flandes la guerra, siendo señor de la tierra el atrevido soldado; la campiña y el poblado roba su codicia impía con militar osadía; que es la guerra, en conclusión, para muchos perdición, para pocos granjería. Ignórase la ocasión de este mal, que aspira a eterno, si es de España mal gobierno o es divina permisión; creo que ambas cosas son: que Dios, por nuestros pecados, para castigar culpados, aunque su remedio advierten, permite que en nada acierten los sabios ni los letrados. […] Cataluña, lastimada con marciales desafueros, suplicando por sus fueros está ya desaforada; que suele tal vez, negada a los vasallos la audiencia, apurarles la paciencia; e, irritada la lealtad, perder a la majestad el respeto y la obediencia. […] La guerra de Portugal, que se juzgaba por breve, con tanto espacio se mueve, que va aspirando a inmortal; tanto espíritu marcial, tanta gente levantada, a pie y a caballo armada, tanto aparato, ¿qué ha sido? Mucha costa y gran ruido. ¿Y tanta jornada? Nada. FRANCISCO DE QUEVEDO
LA RENDICIÓN DE BREDA Una de las obras maestras de Diego Velázquez, actualmente depositada en el Museo del Prado de Madrid.
En cuanto a las artes plásticas, el pintor que brilla por su excelencia en el Siglo de Oro español es el sevillano Diego Velázquez (†1660), autor del cuadro más conocido sobre los Tercios, La rendición de Breda o Las lanzas, que representa el momento en el que Justino de Nassau entrega las llaves de la plaza flamenca a Ambrosio de Spínola tras un largo y porfiado asedio. Dicho lienzo estaba destinado a decorar el Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro, junto a otros lienzos de temática militar pintados por otros artistas de la talla de Eugenio Caxés (†1634), Vicente Carducho (†1638), Juan Bautista Maíno ( † 1649), Félix Castello ( † 1651), Jusepe Leonardo (†1653), Francisco de Zurbarán (†1664) y Antonio de Pereda (†1678). En total se trataba de una docena de obras, aunque solo han llegado hasta nuestros días once de ellas que se conservan en el Museo del Prado.
DIEGO DE VELÁZQUEZ Estatua del pintor sevillano en la fachada del Museo Arqueológico Nacional (Madrid).
CASÓN DEL BUEN RETIRO En este edificio madrileño, sede del Museo del Ejército hasta su traslado a Toledo, se encuentra el Salón de Reinos, decorado con las mejores pinturas de la monarquía española.
En paralelo, durante los siglos XVI y XVII, un puñado de pintores italianos y flamencos nos dejaron una interesante colección de pinturas de batallas, con información de primera mano sobre la iconografía de los Tercios. En el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial se conservan los trabajos de los italianos Luca Cambiaso (†585), Nicolò Granello (†1593), Lázaro Tavarone ( † 1641) y Giovanni Battista Castello ( † 1659). Los tres
últimos se encargaron de los frescos dedicados a la campaña de San Quintín y a la expedición de las Azores. En cuanto a Luca Cambiaso, se le encomendaron media docena de lienzos conmemorativos de la batalla de Lepanto. Otras series temáticas que se encuentran en el Escorial están consagradas de forma genérica a las guerras de Francia y Flandes durante los reinados de Felipe II y Felipe III. Entre los pintores flamencos especializados en la representación de batallas cabría mencionar a Sebastian Vranckx ( † 1647) y sobre todo a su discípulo Pieter Snayers (†1666), que trabajaron en la corte de Bruselas al servicio de la monarquía española. Snayers fue el pintor más prolífico en esta temática y se han conservado innumerables cuadros repartidos por distintas pinacotecas europeas, entre ellas las colecciones del Museo del Prado, del Museo de Bellas Artes de Bélgica, del Museo del Ejército en Viena y del palacio de Viana de Córdoba. Entre sus obras más relevantes destacan los lienzos de las batallas de Nördlingen, Kallo, Thionville, Stadtlohn, Saint Omer, Gueldres y Lützen.
MONASTERIO DE SAN LORENZO DE EL ESCORIAL En El Escorial se conservan los trabajos de varios italianos que realizaron escenas militares, entre ellos el pintor Luca Cambiaso.
LUCA CAMBIASO Página anterior, abajo, derecha. Fue uno de los pintores italianos que realizaron encargos pictóricos en El Escorial.
SALA DE BATALLAS DE EL ESCORIAL En el monasterio de El Escorial se conserva un nutrido número de frescos con escenas de batallas protagonizadas por las armas hispanas desde el siglo XV al XVII.
Por último, en el Palacio del Senado recaló la colección de retratos de maestres de campo del ejército de Milán que encargó Diego Mexía Felipez de Guzmán, primer marqués de Leganés, gobernador de Milán, entre 1635 y 1641. Entre ellos se puede identificar a los españoles Don Antonio Arias Sotelo, Don Martín de Aragón y Don Rodrigo Múgica Butrón; los italianos Don Carlos de la Gatta, el Conde Galeazo Trotii, el Marqués Pablo Antonio Lunato y el Príncipe Reynaldo de Este; el borgoñón Cristóbal de Reiburt; y los coroneles alemanes Gil de Haes y el Barón de Seback.
SEBASTIAN VRANCX Maestro de Pieter Snayers, ambos pintores flamencos, fueron muy prolíficos en la representación pictórica de batallas en la primera mitad del siglo XVII.
PRIMER MARQUÉS DE LEGANÉS (1580-1655) Diego Mexía Felipez de Guzmán fue gobernador de Milán y gran coleccionista de su tiempo.
BIBLIOGRAFÍA A continuación, incorporamos un listado resumido de obras de investigación y fuentes primarias en las que hemos fundado nuestro estudio, aunque no queremos dejar de considerar otras de divulgación que también han abordado esta temática, como el libro Los Tercios de España, de F. Martínez Laínez y J. M. Sánchez de Toca; o los números especiales de la revista Desperta Ferro V y VII y IX. Fuentes primarias impresas BARROSO, Bernardino (edición crítica de Antonio Espino López), Teórica, práctica y exemplos, Madrid, Ministerio de Defensa, 2003 (1628). CARNERO, Antonio, Historia de las Guerras Civiles que ha habido en los Estados de Flandes desde el año 1559 hasta el de 1609, y las causas de la rebelión de dichos Estados, Bruselas, imp. Meerbeque, 1625. COLOMA DE SAA, Carlos (edición de Antonio Cortijo Ocaña), Las Guerras de los Estados Bajos: desde el año 1588 hasta el de 1599, Madrid, Ministerio de Defensa, 2010 (1625). EGUILUZ, Martín de (estudio preliminar de Francisco Andújar Castillo), Milicia, discurso y regla militar, Madrid, Ministerio de Defensa, 2000 (1592). ESCALANTE, Bernardino de (estudio preliminar y crítico de Raquel Martín Polín), Diálogos del Arte Militar, Madrid, Ministerio de Defensa, 2002 (1583). GARCÍA DE PALACIO, Diego (estudio preliminar de Laura Manzano Baeza), Diálogos Militares, Madrid, Ministerio de Defensa, 2003 (1583). GUTIÉRREZ DE LA VEGA, Luis (estudio crítico de Miriam Galante Becerril), Nuevo Tratado y Compendio de Re Militari, Madrid, Ministerio de Defensa, 2005 (1569). ISABA, Marcos de, Cuerpo enfermo de la milicia española, (introducción de Enrique Martínez Ruiz), Madrid, Ministerio de Defensa, 1991 (1594). LONDOÑO, Sancho de, Discurso sobre la forma de reducir la disciplina militar a mejor y antiguo estado, Bruselas, imp. Velpius, 1587.
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CRÉDITOS FOTOGRÁFICOS Y DE ILUSTRACIONES Las imágenes de este atlas han sido facilitadas por los autores o provienen de repositorios de acceso libre; excepto las que aparecen en las siguientes páginas: (a, arriba) (c, centro) (ab, abajo) (d, derecha) (i, izquierda) • Cuadros de Augusto Ferrer-Dalmau: 14-15, 20, 58, 96, 117 ad, 122 c, 123 c, 125 ai, 160 y 212. • Ilustraciones de Ramón Vega Piniella: 142 abi, 143 ai, 144 ai, 145 d, 146 ai, 147 a, 148 c, 149 abd, 150 d, 151 ad, 152 ai y 152 c.
CRÉDITOS DE TEXTOS Hugo O’Donnell y Duque de Estrada Introducción
Germán Segura García Capítulos III (desde la pág. 130), IV y V. Dosier: Los Tercios en el arte y la literatura de la época. Fichas: Felipe III; Felipe IV; Carlos II; Felipe V; Fernando Álvarez de Toledo; Juan de Austria; Alejandro Farnesio; Ambrosio de Spínola; Fernando de Austria; Juan José de Austria; Batalla de Ceriñola; Batalla de Pavía; Batalla de Mühlberg; Batalla de San Quintín; Batalla de Gembloux; El Camino Español; El milagro de Empel; Rendición de Breda; Batalla de Nördlingen; Batalla de Rocroi; Batalla de Valenciennes; Batalla del Ter.
Hugo Vázquez Bravo Capítulos I, II y III (hasta la pág. 125). Dosieres: Aportaciones al arte de la guerra en la Edad Moderna; Composición de un Tercio; El arsenal de los Tercios; Los Tercios en campaña. Fichas: Los Reyes Católicos; Carlos I de España; Felipe II; Gonzalo Fernández de Córdoba; Pedro Navarro; Fernando de Ávalos; La leyenda negra.