Los Secretos Del Anarquismo Asesinato De Canalejas Y El Caso Ferrer


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Los secretos del Anarquismo P R Ó L O G O DE

E. Guardiola y Cardellach M

ie m b r o

del

I

l u s t r i;

C

o ie g io

de

A

bogados

MÉXICO 1913

de

B. a f . c e i .o n a

M vM itT n yUy yM X▼K ▼ y y TUV fT yy ▼ ▼▼U M U M n My ^i yt yUww

PRÓLOGO

Constant Leroy me pide un prólogo para su obra Los secretos del anarquismo. V ed qué coincidencias tiene la vida. P ara un libro en que se desenmascara a los hipócritas leaders del anarquismo, se me pide un prólogo a mí, a mí cuya madre murió des­ pedazada por la metralla terrorista, a mí cuya familia fué aniquilada en un instante en la no­ che trágica que llenó de sangre y terror la vas­ ta sala del gran Teatro del Liceo de Barcelona. Y al acceder a los deseos de mi am igo L e­ roy, bien sabe Dios que no me mueve el más leve apetito de venganza; que aun cuando no llega mi alma al grado de perfección necesario para pracLicar la santa doctrina de devolver bien por mal, tampoco es tan imperfecta que se deje arrastrar por bajas pasiones, por más justificantes que las abonen.

E l libro de Constant Leroy es eminentemen­ te humanitario. E l él hay revelaciones de tanta importancia, que bien pudiera causar, si no el exterminio, sí un gran quebranto para la secta terrorista a no privar en las altas esferas de la política de Europa doctrinas de libertad mal entendi­ da, o, mejor dicho, tal vez de libertinaje y que acaso, profundizando más, podríamos califi­ carlas de doctrinas del miedo. E l autor cumple con un deber de conciencia dando al público este libro, que puede ser -de gran provecho para la hum anidad; me invita a una colaboración modesta, como mía, y por un sentimiento de altruismo, acepto. Muéveme a ello también la picara vanidad de ver encabezado un libro de tanta trascen­ dencia con mi humilde firma. Altruism o y egoísmo, am algam ados, mueven a escribir este prólogo.

me

Podréis titularme de mal escritor, pero no de poco sincero. * * #

*

Constant Leroy no es un decepcionado. E s un regenerado. Nacido en Cartagena y después de haber

estudiado en el Instituto de Murcia el bachi­ llerato, Constant pasó a vivir al Llano del Rea), pueblecillo murciano habitado por gran número de mineros. La amistad de un jovencito que había sido condiscípulo suyo, hizóle ingresar en una so­ ciedad republicana federal, en la cual, por su cultura, por la viveza de su carácter y por su palabra fácil, fue nombrado profesor de la es­ cuela. L a dura labor de los pobres mineros, que tenían que luchar agotando sus fuerzas, sus energías, su v id a ; que atrofiaban sus cerebros a fuerza de no pensar, de no discurrir, de no soñar, todo ello a cambio de unas míseras mo­ nedas- que les permitían vivir malamente, constituyó un espectáculo que llegó a conmo­ ver de manera intensa el alma del joven maestro. A llí comenzó Leroy a iniciarse en las teorías del anarquismo filosófico. L a lectura de las hermosas obras de Elíseo Reclús, Pedro K ropotkine y otros idealistas del anarquism o; el estudio de las teorías anar­ quistas que pregonan una humanidad futura en la cual no exista más ley que el amor, el amor santo que es justicia y es fuerza y es estí­

mulo y es freno, fueron infiltrando en su áni­ mo un deseo ardiente de reivindicaciones so­ ciales, una piedad por los que sufren y un an­ sia de sacrificio que paulatinamente, mansa­ mente lo convirtieron en un apóstol, como las aguas del N ilo al invadir las áridas llanuras egipcias, las convierten en terreno fecundo. Si Leroy hubiese permanecido entre los hu­ mildes, si hubiese frecuentado solamente la compañía de los que sufren, de los que pade­ cen hambre y sed de justicia, de los que im­ ploran una redención que acaso nunca ha de llegar; y su inteligencia no hubiese ingerido más alimentos que las hermosas cuanto qui­ méricas teorías de los idealistas del anarquis­ mo, hubiera llegado a ser un apóstol y un már­ tir a lo M iguel de R usiñol, Pero por su carácter de profesor de una es­ cuela racionalista, Constant entró en relacio­ nes epistolares con Francisco Ferrer, funda­ dor y sostenedor de la Escuela Moderna de Barcelona. De resultas de esta amistad, y viéndose Le­ roy en peligro de ser víctima del jefe de la Guardia C ivil de su pueblo por haber interve­ nido en algunas huelgas de los mineros, par-

tió para Barcelona a donde le llamó Ferrer, sabedor del peligro que corría, . Y a en la capital catalana, nuestro hombre frecuentó constantemente el trato de los anar­ quistas más caracterizados. Anselm o Lorenzo, el erudito soñador, el predicador de la anarquía teórica, cautivó el ánimo del joven anarquista. Por otra parte, haciendo en sus teorías hoy una concesión, mañana otra, fué deslizándo­ se Leroy por la pendiente del anarquismo de acción, sabiamente catequizado por Ferrer, Francisco Cardenal y otros notables de la secta. Finalmente tomó parte activa, en unión de Ferrer y otros anarquistas, en la revolución de julio de 1909, en Barcelona, siendo uno de los tres que formaron el Comité de huelga general. Perseguido por las autoridades, tuvo que huir Leroy a Francia y de allí a Inglaterra, y en estas correrías, si tuvo la dicha de cono­ cer a hombres de ciencia como el príncipe Kropotkine, tropezó en cambio con Carlos Malato, Enrique Malatesta, Lorenzo Portet, Gustavo Hervé y otros forjadores de complots criminales.

En teoría, Constant Leroy llegó á admitir el atentado personal como medio eficaz para aumentar el número de prosélitos, haciendo desaparecer el respeto rayano en superstición que en el ánimo de los ignorantes inspiran los elevados personajes, y creando un martiro­ logio, celo eficaz para pescar incautos; pero vió siempre con horror, con cierta repugnan­ cia instintiva, cómo los prohombres de la sec­ ta, entre sorbo y sorbo de café, decidían la vida de un hombre inocente, Y mayor, mucha mayor repugnancia le cau­ só ver cómo catequizaban al neófito; cómo le anunciaban una fama imperecedera y un lu­ gar preferente en la historia de los bienhecho­ res del proletariado; cómo, en fin, abusando de su estupidez o de su locura, ponían en sus manos fríamente, despiadamente, unas mone­ das y un arma y le decían : «Ve a España y mata al rey». «Ve a Madrid y mata a M aura» .. Y L eroy sintió que en su conciencia clama­ ba una voz, acaso la voz misma de aquella reli­ gión que él predicaba de amor dé hermano a hermano, sin más ley que su propia esencia. Y no que aquellos hombres que disponían de la vída de los demás, jam ás arriesgaban la

propia. Eran tan cínicos como hábiles; y co­ nocían los códigos; y jugaban con ellos. Y sintió asco. No de las doctrinas, sino de los hombres que las han trastornado para satisfacer instin­ tos de criminal cobarde y para vivir a costillas del prójimo. El reparto de Ja herencia de Ferrer acabó por demostrar a L eroy el egoísm o y el afán de lucro que guiaba a los directores intelec­ tuales del terrorismo. Aquella merienda de negros en la que todos los despojos del A póstol fueron repartidos, in­ cluso la compañera (la última de las compa­ ñeras), decidió a Leroy a abandonar para siempre a sus camaradas. Pocos meses después, para reparar en parte el mal que había hecho a la sociedad, publicó en las columnas de E l Correo Español, de esta ciudad, una serie de artículos bajo el sincero título de Campaña Humanitaria. H oy, mejor documentado y con idéntico fin, publica este libro. Llegue él hasta las masas obreras. Léanlo éstas con la misma unción con que ayer escuchaban su voz en los mitines anar­ quistas.

Antes, como ahora, Constant L eroy habla­ ba de buena fe, sinceramente, Pero ayer era un ciego como vosotros, ¡ po­ bres desheredados de la fortuna!... H oy, después de presenciar la comedia des­ de bastidores, os habla consciente para mos­ tra ro s que aquellas aureolas refulgentes con que os embaucan son de cartón y no de o r o ; que aquellas barbas austeras son postizas, y a su amparo se oculta un rostro cínico; que aquellas frases de hermosas promesas, de abnegado sacrificio, de amor a la humanidad, no salen del corazón, sino de la concha del apuntador, y en esta concha está escondido el egoísmo más depravado y criminal. ¡O ja lá la voz de Constant sea atendida por vosotros, los sedientos de reivindicaciones, y sirva para que enderecéis vuestros pasos por senderos más rectos y honrados!... E . G u a r d ío la C a r d e lla c h .

Ciudad de Méjico, julio de 1913-

£%>OPOOOOOOO0OOOO< PREFACIO

Durante algunos años, poseído de las pa­ siones febriles de la juventud y creyendo sa­ crificar mi humilde persona en aras de un ideal de redención humana, expuse, con el desin­ terés y la abnegación indispensables en tales casos, todo cuanto un hombre puede sacrifi­ car: su libertad y su vida. E n la conciencia de todos mis antiguos ca­ maradas de lucha y, especialmentef de los que intervinieron en los acontecimientos de julio de 1909, en Barcelona, está lo que hice y en qué circunstancias. E n m i cerebro y en mi co­ razón existen imágenes imborrables de aque­ llos días tristemente célebres. Después estuve en comunidad de pensa­ miento con los promovedores del ideal anar­ quista y tuve ocasión de apreciar las pequeñas miserias de los supuestos apóstoles, viendo

claramente la perfidia que inspira sus actos y las iniquidades que anidan en los corazones de los pretendidos regeneradores de la huma­ nidad. Sufrí tan crueles decepciones, que alejaron de mi espíritu todos los entusiasmos, las cán­ didas ilusiones de la juventud, sintiéndome presa del más brutal pesim ism o. Avergonzado y confuso, me emancipé de la influencia de todos aquellos hombres, pensan­ do expiar en silencio lo que aparecía a mis ojos como una tremenda Í7ijusticia. A mi llegada a Méjico, fuertemente impre­ sionado por el crimen abominable de que aca­ baba de ser víctima don José Canalejas} y con­ tando con la generosa hospitalidad de los se­ ñores don Antonio y don Jorge Sauz Cerra­ da, gerente y propietario, respectivamente, del Correo Español, publicáronse en este pe­ riódico una señe de artículos para dar a cono­ cer las criminales andanzas de los revolucio­ narios europeos, descubriendo sus organiza-, dones secretas y poniendo de relieve sus de­ lictivos propósitos. E n el presente libro encontrarán los lecto­ res muchos de los hechos apuntados en las publicaciones del Correo Español, particular­

mente el asesinato de Canalejas y el caso F errer, que tan vivamente apasionó a una gran ;parte de la opinión europea. Dejando para el segundo volumen la narración de la participa­ ción de Ferrer en la Semana Sangrienta de Barcelona, y oíros hechos de resonancia mun­ dial. Por el momento, sólo aspiramos a restable­ cer la verdad para acabar con la cínica e in­ justa leyenda del espíritu inquisitorial de E s­ paña. Mañana, cuando las pasiones, los intereses y las opiniones del momento se hayan disipa­ do, vendrá la historia en pos de los hechos, y juzgará definitivamente a las personas que en ellos tomaron parte. C onstant L eroy.

Nueva Orleans, julio de 1913*

D. José

Canalejas

y

M

éndez

) por el anarquista Manuel Pardillas, en M adrid, el día 12 de Noviembre de 1912

LI BRO I

C A P IT U L O P R IM E R O Organización del complot anarquista que costó la vida a Canalejas. — Elementos d e f Europa y América que intervinieron en la preparación del atentado.— Reunión ce­ lebrada en Londres.— Cartas a Nueva Y o rk y la Florida.— Viaje de Pardinas a Europa.

A partir del Congreso anarquista celebra­ do en Amsterdam (H olanda) en 1907, se fun­ dó en Londres la Oficina Internacional anar­ quista, dirigida por un Comité compuesto de varios miembros que representan a los anar­ quistas de los diferentes países que tomaron parte en las deliberaciones de dicho Congre­ so. Públicamente esa oficina tiene a su cargo organizar y determinar la orientación de las Secciones anarquistas de los demás países, para lo cual editan un Boletín mensual redac2

tado en varios idiomas. Pero tras esa misión aparente de propaganda ocultan sus crimina­ les propósitos. . Desde mucho antes que existiera la Oficina Internacional, algunos de sus componentes se dedicaban a preparar atentados para asesinar a Jefes de Estado y altos hombres de Gobier­ no. A esa oficina pertenecen Enrico Malatesta, Charles Malato y Lorenzo Portet, que to­ maron parte activa en la preparación de varios atentados anarquistas, especialmente en los que costaron la vida al rey de Italia, Humber­ to I, y al ex presidente del gabinete español don Antonio Cánovas del Castillo, y los dos atentados dirigidos contra el rey de España, y frustrados milagrosamente, en París y Ma­ drid respectivamente. . En la segunda quincena del mes de agosto de 1911 llegué yo a la Habana, procedente de París. Pocos meses después de fijar mi resi­ dencia en esa capital, entablé relaciones amis­ tosas con don Antonio la Cierva, vicecónsul de España, y éste me puso en relación con don Cristóbal Fernández y V allín, a la sazón mi­ nistro de España en Cuba, ' En el mes de enero de 1912 estuvo Manuel Pardinas en la Habana, y el señor V allín me

pidió datos y antecedentes sobre dicho sujeto, al que consideraba como elemento peligrosí­ simo. Pardinas había salido directamente de Tam pa para la Habana, y en aquella pobla­ ción residían Manuel A rango, Pedro Esteve y José C. Otero, con los cuales había yo cam­ biado correspondencias para asuntos revolu­ cionarios, de 1909 a 11, mientras funcionó en París el Comité Pro-R evolución Española. Inmediatamente después que el señor V allín me hubo hecho la indicación, escribí a Arango y a Otero pidiéndoles antecedentes sobre Pardinas, en concepto de revoluciona-' rio. Am bos me contestaron que Pardinas era un joven muy entusiasta, capas de todos los sacrificios; pero no me fue posible obtener ningún otro dato que corroborara las sospe­ chas del señor V allín. En la primera quince­ na del mes de febrero de 1912, Pardinas mar­ chó a Europa, y poco después el señor V allín dejó la Legación de la H abana y partió para España. * * * En los primeros días del mes de junio del año antes indicado, abandoné yo mi residen­ cia de la Habana, y acompañado de un am igo

emprendimos un viaje a Europa, a donde te­ níamos que arreglar asuntos particulares. De la Habana fuimos embarcados a Tam pa, hos­ pedándonos en el hotel L a Perla de Oriente. Viajábam os de incógnito y yo usaba el nom­ bre de José Fernández. A l día siguiente de nuestra llegada visité a A rango y a Otero, dándome a conocer con ellos y presentándoles al que me acompañaba como redactor de E l Impcircial, de Madrid. Esteve había vendido una imprenta de que era propietario a Otero, y se había marchado a Nueva Y o rk . Este me puso en relación con un grupo de anarquistas italianos y españo­ les, en su mayoría, intitulado Panapimtos, nombre de un anarquista italiano sacrificado revolucionariamente, a cuya memoria rinden todos ellos fervoroso culto. Visité varias veoes aquel centro y los anarquistas que se re­ unían allí me comunicaron todos sus proyec­ tos de lucha y acción revolucionaria. El día antes de nuestra salida de Tam pa, me visitó en el hotel un anarquista cubano llamado Mar­ celo Salinas, a quien yo había conocido en la H abana. Con ese individuo hablé extensamen­ te del movimiento revolucionario europeo y él me hizo las revelaciones siguientes:

«En el mes de noviembre de 1911, se reunie­ ron en el domicilio social de la Oficina Inter­ nacional Anarquista, en Londres, Enrico Malatesta, anarquista italiano; A* Schapiro, ru so ; Charles Malato, francés, y Lorenzo Portet, es­ pañol, heredero y sucesor de Francisco Ferrer Guardia. En dicha reunión acordaron realizar tres atentados : uno de ellos en España, contra los señores Maura o Lacierva, para vengar la muerte de Ferrer. El segundo contra el doctor Saenz Peña, actual presidente de la Repúbli­ ca A rgentin a; y el tercero contra don Francis­ co I. Madero, presidente electo de la Repúbli­ ca de Méjico. »Enrico Malatesta escribió a Pedro Esteve preguntándole si en Tam pa había algún com­ pañero español capaz de sacrificarse para ex­ tinguir tiranos. Esteve consultó a algunos de los anarquistas jóvenes de la localidad que le inspiraban confianza, y tres de ellos se le ofre­ cieron para llevar a cabo los atentados pro­ yectados: Manuel Pardinas y Francisco Mar­ tínez, españoles, y Marcelo Salinas, cubano* El primero de ellos había salido de Tam pa para la H abana, en enero de 1912, con el pro­ pósito de despedirse de algunos am igos ínti­ mos y continuar su viaje a Europa, lo que

hizo en la primera quincena de febrero del mismo año, embarcando' a bordo de- uno de los vapores de la Trasatlántica Francesa. H a­ bía desembarcado en Santander, marchando después a Burdeos, donde se relacionó con Vicente García, anarquista español, domici­ liado en la rué Lafontaine, 42, que había sido comisionado por los que se reunieron en Lon­ dres para dar instrucciones y fondos a Pardi­ nas. E l dinero con que éste hizo el viaje a Burdeos, lo recibió de Manuel A rango, y era de los fondos recaudados por el grupo anar­ quista de Tam pa. Después que se hubo enten­ dido con Vicente García, Pardinas marchó a Madrid, resuelto a atentar contra los señores Maura o Lacierva. El dinero para la realiza­ ción de ese atentado lo facilitó Lorenzo Portet.» Esas fueron las revelaciones que espontá­ neamente nos hizo Marcelo Salinas. Desde Tam pa mi am igo y yo fuimos a Nue­ va Y o rk , hospedándonos en el hotel Chelsea. A llí nos visitó Pedro Estcve, qien cenó con nosotros a la noche siguiente de nuestra lle­ gada. A l otro día fui yo a 229, W est Street, local social del Sindicato de fogoneros y carga­ dores del Atlántico, y redacción de la revista

anarquista Brazo y Cerebro, que aparece en Nueva Y o rk y dirige Pedro Esteve« Conversa­ mos con éste y Jaime V idal sobre las tentativas revolucionarias y de acción individual llevadas a cabo por el Comité Pro-Revolución Española de París, V idal opinaba que en Europa los re­ volucionarios no habían sido bastante enérgi­ cos y decía que era una vergüenza el que toda­ vía vivieran los señores Maura y Lacierva, jac­ tándose de que lo que no habían sido capaces de hacer los revolucionarios españoles de allende el Atlántico, lo iban a hacer ellos y con éxito. En esta entrevista quedaron com­ pletamente corroboradas las impresiones reco­ gidas en Tam pa. Aquella misma noche fui a casa de Esteve y este me dió a leer una carta de Charles Malato, que había recibido de París, cifrada con la clave A . Naquet, en la que decía que habían decidido aplazar la realización del trabajo pen­ diente (el atentado) a causa de que Malatesta estaba preso en Londres, y amenazado de ex­ pulsión. Y que como ya había sido expulsado de casi todos los demás países, y estaba viejo y achacoso, se interesaban algunos elementos influyentes en que le devolvieran la libertad y no lo expulsaran. Y en tales circunstancias

sería contraproducente llevar a cabo un aten­ tado porque eso exacerbaría a la opinión pú­ blica contra él, dados sus antecedentes, y se­ ría imposible salvarlo, .

xxxxxxxxxxxxxxxxx CAPITULO II A viso a la Seguridad de Madrid. — Vicente García, expulsado de Francia.— Sus pu­ blicaciones en la prensa de Barcelona.— Conatos dé revolución en España. — El Congreso Obrero del Palacio de Bellas Artes en Barcelona.— Complots anarquis­ tas para asesinar al Capitán General de Cataluña y al Gobernador C ivil de Bar­ celona. — Colaboración de republicanos, socialistas y anarquistas.

Desde Nueva Y o rk , mi am igo y yo marcha­ mos a París. Inmediatamente de nuestra lle­ gada, y por mediación de un am igo, funciona­ rio público francés, pusimos en conocimiento del Jefe de la Seguridad de Madrid el viaje de Pardinas a aquella capital y los criminales propósitos que llevaba. Enviándole además una fotografía de P ardinas que nos dieron en Tam pa y los nombres y direcciones de los in­ dividuos con quienes debía relacionarse. En el mes de agosto de 1912, encontrándonos nos­

otros en Versailles, 'tuvim os conocimiento de que, efectivamente, la policía española ha­ bía averiguado eí paradero de Pardinas en Madrid, y lo vigilaba estrechamente. Poco después de haber estado Pardinas en Burdeos, Vicente García fué expulsado de Francia, refugiándose en Londres. .Esa expulsión la motivó el que ese indivi­ duo se dedicaba a conspirar abiertamente con­ tra la Monarquía española y sus hombres pu­ blicando constantemente circulares y manifies­ tos altamente subversivos e injuriosos. En una de esas circulares pedía dinero a los grupos anarquistas para acelerar la vida de algunos magnates españoles, Y anunció la pronta aparición en Burdeos de un periódico intitulado La España Revolucionaria, para atacar al ejército y a las instituciones, dicien­ do lo que no podían decir en España. Tierra y Libertad, semanario anarquista de Barcelona, publicó una correspondencia de Vicente García, enviada desde Londres, en la que llamaba la atención a los grupos revo­ lucionarios sobre que el demÓGrala Canalejas había mandado reforzar el contingente de po­ licías y confidentes en las Legaciones de P a­ rís y Nueva Y ork , especialmente. Adem ás de­

cía que el extranjero M ,, acompañado de un redactor de E l Imparcial, de Madrid, se h a ­ bía presentado en la Florida y otros Estados de Norte Am érica, y valiéndose de sus anti­ guas relaciones revolucionarias, había arran­ cado a los compañeros serias confidencias. Y terminaba censurando enérgicamente a íos in­ dividuos «largos de lengua que habían revela­ do secretos revolucionarios)). * * * Las revelaciones hechas por los anarquistas de Tam pa y N ueva Y o rk , poniendo al descu­ bierto los acuerdos tomados en la reunión de Londres, la idea de que la policía y las vícti­ mas propiciatorias conocerían la trama del complot y habrían tomado precauciones para hacer fracasar a Pardinas en sus tentativas, obligaron a los individuos comprometidos a desistir de sus primitivos propósitos de ase­ sinar a los señores Maura o Lacierva. A partir de los acontecimientos de julio de 1909 en Barcelona, los revolucionarios espa­ ñoles habían realizado varios conatos de re­ volución en España. En la primavera de 1910, gobernando ya Canalejas, realizaron otra ten­

tativa infructuosa, A l -declararse la guerra de Marruecos, muchos jóvenes españoles, de las regiones catalanas principalmente, evadieron el territorio nacional para no cumplir sus de­ beres militares y se refugiaron en Francia. A si­ mismo hicieron otros muchos revolucionarios españoles fugitivos con motivo de la represión que siguió a la semana sangrienta de julio de 1909. L a mayor parte -de ellos, faltos de dine­ ro para ir más lejos, se extendieron por los pue­ blos próximos a la frontera franco^española. Y en esa fecha eran varios miles de hombres los. que en territorio extranjero y no hablando el idioma del país, se encontraban en situación apurada. El Comité Pro-Revolución Española de P a ­ rís, conocedor de la situación, envió varios de­ legados a Perpignan, Cerbére, Port-Vendres y otros pueblos limítrofes, para que aprove­ chando el descontento y la desesperación de muchos infelices les ofrecieran ayuda a los que estuvieran dispuestos a tomar las armas para hacer la revolución en España. Las Bolsas del Trabajo francesas de los pue­ blos en que se hallaban los fugitivos, contri­ buyeron grandemente a la empresa revolucio­ naria. A sí fueron reclutando grupos de hom­

bres armados en las proxim idades de la fron­ tera franco-española. Entretanto los agitadores españoles fomentaban en el interior del país el espíritu de revuelta. Cuando más seguros creían estar todos de la posibilidad de un mo­ vimiento revolucionario, -con probabilidades de éxito, Canalejas, que estaba al corriente de los manejos revolucionarios, concedió una am­ plia amnistía a la que se acogieron la mayor parte de los fugitivos y regresaron inmediata­ mente a España. Eso motivó el fracaso de la conspiración proyectada. Sin embargo, los re­ volucionarios siguieron haciendo trabajos y preparándose para mejor ocasión. Esta no se hizo esperar mucho. * * * En los primeros días de septiembre de 1911, «Solidaridad Obrera)), Confederación General del Trabajo, en Cataluña, organizó la celebra­ ción de un Congreso obrero con representación de todas las sociedades y agrupaciones revolu­ cionarias de España. L as sesiones de ese Con­ greso se celebraron en el Palacio de Bellas A r­ tes de Barcelona, cedido al efecto por el A yu n ­ tamiento radical. T res días duraron las labores

del Congreso, durante las cuales celebraron se­ siones públicas por mañana y tarde, discutien­ do cuestiones económicas y de organización obrera. Clausuradas las sesiones del Congreso, los delegados fueron invitados a una reunión se­ creta, que se celebró en el mismo local. D icha reunión fué convocada por el subcomité Pro­ Revolución Española de Barcelona, que de acuerdo con el Comité de París, y con otros subcomités de provincias, proyectaban la de­ claración de una huelga general revolucionaria para mediados del mes de septiembre. Además de los delegados al Congreso Obrero, asistie­ ron a la reunión Luis Buffill, Francisco M iran­ da, Francisco Cardenal, José Com aposada, T o ­ más Herreros, Jaime Coll, M iguel Sánchez, A n g e l Cuadros R uiz, Manuel A v ila y otros anarquistas y socialistas significados; Pedro Sierra Alvarez y Eleuterio Quintanilla, de Gijó n ; Félix García, de V alencia; el famoso Chato de Cuqueta y otros de Cultera y Sueca, etcétera; y Lorenzo Portet, heredero y sucesor de Ferrer, llegado de París en aquellos días, con la representación de los Comités de París y Londres. L as juventudes y el partido lerrou-

xista «estaban representadas por Pierre y León Roch, redactores de E l Progreso. La reunión secreta fue presidida por José Negre, secretario general de ((Solidaridad Obrera», encargado de explicar a los demás el objeto de la convocatoria. H izo un breve dis­ curso pintando con negros caracteres la situa­ ción del proletariado español, y mencionando la huelga de mineros de Bilbao, la del Arte F a­ bril y anexos de Sabadell y Tarrasa, y otras huelgas pendientes en aquellos días. D ió cuen­ ta de las comunicaciones recibidas de Pablo Iglesias y Vicente Barrio, adhiriéndose a los acuerdos d^e la reunión secreta, y declarando en nombre del partido socialista y de la Unión Genera] de Trabajadores, que estaban dispues­ tos a secundar la huelga general con todas sus fuerzas aliadas. Pablo Iglesias decía en su car­ ta que trabajaba cerca de los miembros del C o­ mité Directivo de la Conjunción republicanosocialista, y estaba seguro de obtener el deci­ dido apoyo de esos elementos para el movi­ miento revolucionario. A continuación, Negre explicó los acuerdos tomados por los Comités de París y Londres, y los preparativos que ha­ cían para la revolución. Y terminó declarando que el subcomité de Barcelona, de acuerdo con

los demás subcomités de provincias y del ex­ tranjero y con las agrupaciones mencionadas, habían acordado aprovechar la agitación do­ minante en el país y las huelgas parciales en varias regiones, para declarar dentro de breves días la huelga general revolucionaria encami­ nada a derrocar el régimen. A lgu n o s otros de­ legados hicieron uso de la palabra para expli­ car cuestiones de táctica y detalles de organi­ zación revolucionaria; y, por último, todos es­ tuvieron contestes con lo propuesto. Inmediatamente nombraron un Com ité de huelga, del que formaron parte dos individuos por cada una de las fracciones representadas en la asamblea. Recomendaron a los delegados de provincias la mayor actividad en preparar a las agrupaciones revolucionarias, y terminó la reunión a altas horas de la madrugada. A l día siguiente, la mayor parte de los delegados re­ gresaron a sus localidades respectivas. E l Com ité de huelga nombrado en la asam­ blea secreta se reunía diariamente y acordó declarar la huelga general el 17 de septiembre. Visitó a las personas de más relieve de los partidos republicanos, quienes se comprome­ tieron a encauzar y dirigir el movimiento revo­ lucionario. Don Hermenegildo Giner de los

Ríos y Emiliano Iglesias, con el asentimiento de Alejandro Lerroux, se comprometieron so­ lemnemente a ponerse al frente de los grupos revolucionarios, en las calles, tan pronto como el movimiento tomara caracteres de violencia. Pedro Corominas, ex anarquista, actual di­ rector de E l Poblé Catalá y diputado a Cortes por el partido federal autonomista de Cataluña, celebró varias entrevistas con el Com ité de huelga comprometiéndose a colaborar perso­ nalmente y con sus aliados. Entregó algunas cantidades en metálico al Comité, y le puso en -relación con O riols Martorell, catalanista acaudalado que facilitó a los revolucionarios cinco mil pesetas y les ofreció otras cantida­ des que fueran necesarias. Todos esos trabajos los hacían de común acuerdo republicanos,socialistas y anarquistas. No obstante, algunos anarquistas de acción celebraban reuniones in­ dependientemente de los demás para combinar planes de violencia. El día 14 del mismo mes se reunieron Lorenzo Portet, Francisco Miranda, Jaime Coll, Pierre, M iguel Sánchez y Tintoré, para ponerse de acuerdo en la manera de ase­ sinar a don Valeriano W eyler, Capitán Gene­ ral de Cataluña, y a don Manuel Pórtela, Go­ bernador civil de Barcelona. Jaime Coll y T in -

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toré fueron los individuos designados para lle­ var a cabo los atentados. El mismo día 14 se reunió el Comité de huel­ ga y nombró a los delegados que habían de salir para provincias a llevar el acuerdo de huelga general para el día 17, y las instruccio­ nes del Comité a las agrupaciones revoluciona­ rias. Aquella misma noche salieron de Barce­ lona Francisco Cardenal, para M adrid; Tom ás Herreros, para Logroño; A n gel Cuadros R u iz, para la C o ru ñ a ; y otros delegados para otros puntos. Y enviaron comunicaciones a todas las demás localidades. Los revolucionarios proseguían sus trabajos con el mayor entusiasmo, confiados en la pron­ ta desaparición del régimen. Pero ellos no con­ taban con que el Gobierno estaba al corriente de todo y acechaba escrupulosamente el mo­ mento de sofocar el movimiento y detener a los principales instigadores. Los señores Martorell y Carbonell, inspectores d e 'la Sección especial de policía de Barcelona, habían conse­ guido hacerse de confidentes entre los mismos revolucionarios, y conocían perfectamente los lugares de reunión, a los individuos que se reunían y los acuerdos que tomaban. El día 16 por la noche, o sea la víspera del

día en que debía iniciarse la huelga general, fueron detenidos en Barcelona, Madrid y otras poblaciones, todos los anarquistas y revolucio­ narios más significados y la huelga fracasó completamente. Las autoridades judiciales de Barcelona ins­ truyeron causa a los principales instigadores y hasta hace pocos meses todavía quedaban algu­ nos individuos en la Cárcel Modelo de aquella capital esperando la vista de 4 a causa. Más tarde, cuando la prensa se ocupó de aquellos acontecimientos y algunos diputados republicanos interpelaron al gobierno en el Congreso, el señor Canalejas les contestó que conocía perfectamente los hechos, y que mien­ tras los revolucionarios hacían sus preparati­ vos, había sabido, varias veces al día, todo cuanto hacían y proyectaban. Durante aquellos sucesos ocurrió lo de Culte­ ra, en que turbas feroces y sanguinarias asesi­ naron cobardemente al Juez y un Secretario. Los tribunales militares condenaron a los reos, convictos y confesos, a la pena de muerte. Las agrupaciones revolucionarias de Francia y España levantaron un clamoreo general de protesta, valiéndose de la prensa avanzada, hasta que lograron la conmutación de la pena.

Ese rasgo de generosidad del monarca y los gobernantes españoles no logró apaciguar ías iras de los revolucionarios, que lo consideraron como un triunfo de la presión ejercida por ellos, y vieron en la piadosa intervención de la regia prerrogativa, debilidades inconfesables del régimen.

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C A P I T U L O III La huelga de los ferroviarios en España.— La Conjunción y los radicales coligados con los anarquistas para hacer la revolución.— Las declaraciones de Azzati en París.— Pablo Iglesias y Rodrigo Soriano en L is­ boa. — Las campañas difamatorias de la Prensa francesa.—'Injurias y amenazas con­ tra el R ey de España en París.— Viaje de Malato a Burdeos. — Órdenes a Pardinas para que asesine a Canalejas.

En la primavera de 1912, aconteció la huelga de los ferroviarios, que fue la última tentativa revolucionaría realizadá por los enemigos del régimen monárquico en España. H uelga que alcanzó las más graves proporciones, lesionan­ do los intereses mismos de la civilización y amenazando seriamente el orden social en nuestro país. A l anuncio de esa huelga, una gran parte de la opinión expresó sus simpatías y ofreció su apoyo a los huelguistas, creyendo sinceramen­

te que el movimiento tenía por objeto mejorar la condición del obrero ferroviario. Empero pronto pudieron convencerse todas las perso­ nas imparciales ansiosas de descubrir lo ver­ dadero y de confesarlo sin rodeos, de que la génesis de aquel movimiento reconocía causas mucho más profundas que lo que a primera vista se suponía. La huelga ferroviaria formaba parte de un vasto plan revolucionario con extensas rami­ ficaciones en otros países, promovida por agita­ dores profesionales para destruir cuanto se opone a la realización de sus fatídicos planes. A esos elementos, el pensamiento de destruirlo todo les preocupa y les ciega, sin ninguna idea regeneradora que justifique sus anhelos. Colo­ cándose desde puntos de vista absurdos y des­ provistos de todo espíritu crítico, encuentran la solución de todos los problemas que agitan a nuestra época con la panacea de la revo­ lución. Los trabajadores, en su mayoría gentes sen­ cillas, almas cándidas, generosas, pero sin ex^ periencia suficiente de la historia, ni idea de la extremada complejidad de los problemas so­ ciales, sienten pesar sobre sí los defectos de !a actual organización, y ansiosos mejorar

su estado social, siguen ciegam ente a todo el que les parece capaz de remediar sus males. Así llegan a formarse la concepción de una sociedad transformada súbitamente por el gol­ pe mágico de un sacudimiento revolucionario. Y sugestionados por esas ideas aparentes y su­ perficiales, llevan la confusión a espíritus sen­ cillos y crean un estado de violencia, preñado de inquietudes y zozobras, lo más contrario a la finalidad que perseguimos los hombres cons­ cientes. Desde mucho antes que fuera declarada la huelga de los ferroviarios, los republicanos y socialistas de la famosa Conjunción por un la­ do, y los radicales por otro, no se recataban de propagar por todas partes sus propósitos de debilitar el régimen recurriendo a toda cla­ se de procedimientos y acelerar la revolución para derrocarlo. Los grupos de revoluciona­ rios franceses y portugueses que colaboran con­ tra Ja monarquía española, se agitaban tenaz­ mente. Félix Azzati marchó a París y empezó a publicar interviews en L ’ Humanité, denun­ ciando supuestos atropellos y tormentos infli­ gidos a los presos de Cullera, para arrancarles declaraciones de culpabilidad contrarias a la verdad,

Entretanto Pablo Iglesias y R odrigo Soriano se dedicaban en Lisboa, con la desaprensión que les caracteriza, a «desplumar» carbonarios y españoles incautos. Ayudados en sus gestio­ nes por los mismos miembros del Gabinete portugués, que a pesar de sus continuas re­ clamaciones contra los monárquicos de su país refugiados en España, y de las complacencias con que el infortunado Canalejas atendía sus indicaciones, ellos secundaban descaradamente los planes de los conspiradores españoles. Pablo Iglesias fué después a París para so­ licitar la ayuda de los socialistas franceses. C e­ lebró varias entrevistas con Jean Jaurés, Gus­ tavo Hervé, Marcel Sembat, Grandjean, V aillant y otros socialistas significados. Fue a la Confédération Genérale du Travail, propo­ niendo al Consejo Federal de esa organización que excitara a la Federación nacional de fe­ rroviarios franceses para promover una huelga general simultánea en Francia y España. Pero en la Confederación fueron mal recibidas sus proposiciones. L . Jonhaux y Georges Yvetot, secretarios de la C. G. T ., miran con preven­ ción cuanto hacen los socialistas españoles acaudillados por Pablo Iglesias, y a éste le consideran como un traidor al movimiento

obrero español, que ha abandonado la lucha de clases y la orientación de la Internacional obrera para sumarse a los republicanos y satis­ facer las ambiciones de-toda su vida de lucha­ dor, cazando un acta de diputado a Cortes. Esas viles campañas de difamación fueron secundadas con entusiasmo por esa parte de la prensa francesa indigna y procaz, que está siempre pronta a defender todo cuanto pueda debilitar el prestigio de los países vecinos; y, mayormente cuando se trata de España, Esa misma prensa que se levanta airosa contra los revolucionarios franceses cuando intentan per­ turbar la paz pública, y se coliga indecorosa­ mente con ellos para presentar a España como el país clásico de la Inquisición, y a los espa­ ñoles como brutales descendientes de Torquemada. Todos esos elementos que pomposamente se denominan a sí mismos hombres avanzados y progresivos, se esforzaron en crear un ambien­ te hostil a Canalejas, presentándole como so­ metido a las imposiciones de Maura, y consi­ derando a ambos como hombres sanguinarios y crueles, propensos a las mayores brutalida­ des. Así llegan a la conclusión de que las instituciones que rigen los destinos de España *

son incompatibles con las prácticas del dere­ cho moderno, y es deber de todo hombre pro­ gresivo colaborar a su destrucción, para hacer posible la aparición de un régimen que justi­ fique los mayores desenfrenos y, sobre todo, barra cuanto se opone a que satisfagan sus des­ medradas ambiciones unos cuantos vividores desvergonzados. ' * * *



En el conflicto ferroviario no cábe dudar que muchos obreros iban guiados por el afán de conseguir mejoras inmediatas para aliviar su triste condición de asalariados. Es cierto que en España el seívicio de ferrocarriles no es de los mejor dotados, y hay muchos obreros que trabajan remunerados con jornales irriso­ rios, insuficientes para atender a las más pe­ rentorias necesidades materiales de la existen­ cia. Aparentemente esas eran también las mi­ ras que guiaban a los caudillos del movimien­ to. Y a esas pretensiones, consideradas justas por todos, nadie opuso resistencia. ■Cuando los obreros ferroviarios presentaron las primeras bases solicitando de las Com pa­ ñías aumento en los jornales y disminución en el horario de trabajo, la Dirección de la Com-



pañía de ferrocarriles y el Gobierno se mostra­ ron solícitos para estudiar las pretensiones de los obreros y atenderles en cuanto les fuera po­ sible. N o obstante, los conocedores de la géne­ sis del movimiento sabían perfectamente que cuanto más grandes fueran las concesiones he­ chas por las Com pañías, mucho mayores se­ rían las exigencias de los obreros. La huelga general era inminente. H abía ido precedida de un largo período de gestación, du­ rante el cual los agitadores habían formado el ambiente y estaban seguros de llegar hasta el fin. Vicente Barrio, secretario de la Unión Ge­ neral de Trabajadores, y lugarteniente insepa­ rable del presidente indiscutible de esa organi­ zación Pablo Iglesias, fué nombrado presiden­ te de la Unión Ferroviaria. Ribalta, elemento lerrouxista significado, fué nombrado presiden­ te de la Sección de ferroviarios de Cataluña, y por ese orden se fueron apoderando de los Comités de las demás regiones. Muchos días antes -de que fuera declarada la huelga general, cuando todavía los obreros ferroviarios estaban pendientes de una contes­ tación de las Com pañías, la Vóix du Peufile y la Bataílle Syndicaliste, órganos en la pren­ sa de la Confederación General del T raba jo de

Francia, publicaban artículos vibrantes, con ciertas reservas respecto de Pablo Ig le sia s; pe­ ro excitando a los obreros franceses a solida­ rizarse estrechamente con sus compañeros del lado de allá de los Pirineos. No para alcanzar mejoras parciales en el trabajo, sino para des­ truir el régimen monárquico en España, al que calificaban de oprobioso. Y otro tanto hacían L'H um anité y L 'A ctio n , excitando a los socia­ listas y políticos avanzados. L a prensa de información

anunciaba

en

aquellos días que pronto sería firmado el tra­ tado franco-español sobre Marruecos, y con motivo de eso se proyectaba una visita oficial del rey de España, en Francia. L a Bataille SyndicaHste y la Guerre Sociale recordaron nuevamente el asunto Ferrer, y empezaron a publicar violentísimos artículos lanzando in­ jurias y amenazas contra el monarca español, y alentando a las agrupaciones revoluciona­ rias para que prepararan manifestaciones hos­ tiles. En uno de los artículos de la Bataille Syn dicaliste, intitulado Alfonso X 1 1 1 , decían que si se atrevía a ir a Francia oficialmente, le de­ mostrarían que habían guardado cuidadosa­ mente las fórmulas oloratadas con que cargaron

las bombas de la rué Rohan. Ese número fué denunciado y enviado a los Tribunales, Durante los días que duró la huelga los agentes de la policía española y francesa, en­ cargados de vigilar a los anarquistas, supie­ ron perfectamente lo que hacían éstos y los viajecitos de algunos de ellos a la frontera fran­ co-española. Sofocado el movimiento revolu­ cionario, la prensa francesa siguió una campa­ ña formidable contra Canalejas. Fabra R ibas fi Mario Antonio, en U H um anité, y Charles Malato en la Bataille, publicaban artículos pre­ sentando a Canalejas como un traidor a las promesas democráticas que había hecho en la oposición, y señalándolo a las iras de los anar­ quistas de acción como un reaccionario empe­ dernido, más peligroso que Maura. El día veinte y tantos de octubre de 1912, la Bataille Syndicaliste publicó en su sección de «Correspondencia» la siguiente noticia que transcribo literalm ente: «Charles Malato; da­ le a García, hora y lugar de la cita en Burdeos». Aquella nota no pasó desapercibida para monsieur N..* jefe de una de las brigadas de poli­ cía encargadas de vigilar a los anarquistas; y acompañado de dos agentes fueron a Burdeos. Allí vieron a M alato y al García de referencia

reunidos, y cuando ese funcionario regresó a París, afirmaba que -el viaje de Malato a Bur­ deos tenía por objeto dar órdenes a Pardinas para que asesinara a Canalejas; asimismo lo comunicó a la Seguridad de Madrid, intere­ sando la captura de Pardinas. E l día 12 de noviembre fué vilmente asesina­ do Canalejas. Este pagó con su vida los tres fracasos sucesivos que procuró a los revolu­ cionarios de diversas tendencias, coligados pa­ ra derrocar la monarquía española.

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C A P IT U L O P R IM E R O

iríTRODOCCIÓfl Escribimos hoy bajo la impresión dolorosa de los tristes recuerdos que evocan en nuestro espíritu los acontecimientos revolucionarios de Barcelona en julio de 1909, en los cuales tomamos parte muy activa, y de los que fuimos, en cierto modo, agente principal- en unión de Francisco Ferrer Guardia y otros elementos. Desde aquellos aciagos y tormentosos días pesan sobre nuestra conciencia, como aplas­ tadora losa de plomo, graves responsabilida­ des que no bastan a expiar ni el reconocimien­ to más explícito de nuestros errores, ni el arre­ pentimiento más leal y sincero. . No tratamos, pues, de justificarnos, porque aunque los demás nos absolvieran con un fallo

benévolo e inmerecido, somos bastante altivos para no intentar eludir responsabilidades ni si­ quiera escudándonos en la indulgencia de los demás. Pero séanos permitido, al menos, rei­ vindicar con legítim o orgullo que desde que abandonamos la mala senda emprendida en los primeros años de nuestra juventud, hemos pro­ curado servir cumplidamente la causa del orden como una rectificación sincera de nuestra con­ ducta anterior. Si yo hubiera de medir m i'vida pasada por el número de los años, me sentiría gozoso de ser todavía casi un niño; pero si para calcular considero el número de sensaciones diversas sentidas, las temeridades infructuosas y perju­ diciales que he realizado y las contrariedades experimentadas, estoy seguro de haber consu­ mido hasta la última gota la lámpara de mi existencia. Mi vida ha sido muy turbulenta y azarosa. Y aunque con honda amargura lo de­ clare, es bien cierto que mi vida actual es la de una luz que se extingue, la de una existen­ cia perdida... Sólo aquellos hombres que por haber vivido mucho pueden mirar respetuosamente los sufri­ mientos de los demás, serán capaces de com­ prender la honda tristeza, la dolorosa crisis

moral que experimentan aquellos seres a quie­ nes la inteligencia besó imperceptiblemente en la frente, que llegan a conocer el bien y, no obstante, por falta de voluntad, por carecer de una dirección exterior que los atempere y diri­ ja, siguen indefectiblemente el mal camino... * * * No es sin antes haber realizado reiterados es­ fuerzos de voluntad para vencer escrúpulos de conciencia siempre respetables, que cogemos la pluma y nos proponemos trazar con caracteres indelebles la historia de un hombre con quien nos unieron los más estrechos vínculos de amis­ tad y compañerismo, y por el cual, torpes y obcecados, sentimos un día la simpatía y el cariño que sólo deben inspirar los hombres superiores. Pero con motivo del fusilamiento del funda­ dor de la Escuela Moderna de Barcelona, Fran­ cisco Ferrer Guardia, nuestro antiguo am igo y compañero, se hizo una campaña tan infame y canallesca contra España, presentándonos a los ojos del mundo civilizado como una rara excepción y considerando a nuestra adorable patria como el último refugio de la barbarie

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CASÓ FERRER

medioeval, que si después de haber rectificado nuestra conducta encubriéramos con el silencio los crímenes de que realmente son directamen­ te responsables los causantes de aquella violen­ ta campaña, pecaríamos de menguados y pro­ tervos, y seríamos acreedores a que nuestros compatriotas nos repudiaran con el estigm a degradante de la más vergonzosa y repugnan­ te complicidad. Pero eso no. Rechazaríamos con indignación semejante propósito. Y colocados ya en ese te­ rreno, pretender atenuar la gravedad de los hechos .para evitar las am arguras de la ver­ dad, sería falacia inocente. Intentar envolver­ la en las tenues gasas de la atenuación y el eufemismo, imperdonable cobardía. Hablare­ mos claro para que no quepan dudas ni confu­ siones. Se ha pretendido presentar a Ferrer Guardia como un mártir del librepensamiento, un peda­ g o g o eminente sacrificado a !a mejor gloria del clericalismo español, por haber introducido en España un sistema de educación moderna aten­ tatorio a los privilegios de la Iglesia católica. Se ha propagado en todos los tonos y formas imaginables, que Ferrer fué una víctima sacri­ ficada por los victimarios de la reacción y del

privilegio para satisfacer sus insaciables de­ seos de venganza. Y aun los más desdeñosos vieron en Ferrer un hombre que dio su vida en holocausto de sus ideas, y considerándolo como un filántropo futurista, que no dejaría de ser un utopista más, sintieron profunda con­ moción al anuncio de su muerte y de las cir­ cunstancias de que fué precedida y acompa­ ñada. ¿N o le será permitido a quien ha vivido a su lado contribuyendo a ejecutar la mayor parte de sus planes, y colaborando en todas sus lu­ chas, intentar restablecer la verdad? En los años que he vivido en comunidad de pensamiento con Ferrer, siendo su secretario particular y su colaborador en la obra revolu­ cionaria, me impuse perfectamente, en el seno de la intimidad con que me comunicaba sus ideas, de lo que era y lo que hacía aquel hom­ bre. N o es cierto que Ferrer fuera un pedago­ go eminente ni tampoco una vulgar mediocri­ dad. Estaba dotado de una inteligencia bas­ tante clara. En su carácter, velado por una aparente frialdad, conservaba una energía im­ ponderable y empleaba medios de convencer bastante persuasivos. A mí me sedujo al prin­ cipio y me costó bastante tiempo para com­

prender la perfidia y el odio que inspiraban sus actos. # * * Se ha escrito y hablado mucho sobre el ob­ jeto perseguido por Ferrer, con la fundación de la Escuela Moderna de Barcelona, sin que hasta la fecha se hayan llegado a definir exac­ tamente las intenciones que lo guiaban y los medios que puso en práctica para conseguirlo. N o es que me sorprenda la actitud de los que se esfuerzan en presentar a Ferrer como un pedagogo notable cuya originalidad era supe­ rior a la de los más clarividentes innovadores, afirmando que con la fundación de su Escuela había reformado profundamente la pedagogía escolar elevándola a la vía de la perfección y dando un poderoso impulso al progreso de la humanidad. Recientemente todavía yo hacía lo mismo que ellos, y sin embargo, todos es­ tábamos plenamente convencidos de las inade­ cuadas condiciones en que Ferrer comenzó su labor escolar, la que podía satisfacer sus pro­ pósitos, pero que de ninguna manera repre­ sentaba una reforma progresiva en el campo de la pedagogía moderna. Ferrer era ante todo un revolucionario vío-

Lento cuya principal característica era la impa­ ciencia llevada al último extremo. Enem igo irreductible del estacionamiento y de la lenti­ tud evolucionista, era incapaz de rodearse de paciencia para asegurar el éxito de su empresa por medio de una evolución sistemática y or­ denada. Los que nos presentan a Ferrer como un edu­ cador pacífico, que desilusionado de las luchas políticas en que había tomado parte, repudia la violencia y consagra sus «esfuerzos a la funda­ ción de escuelas donde preparar el advenimien­ to de generaciones futuras más conscientes y libres, o no le conocían bien, o son los que tienen interés especial en propagar lo contra­ rio de lo que saben ser la verdad, para glorifi­ car la memoria del mártir y desviar a la opi­ nión pública. ■ Ferrer fundó la Escuela Moderna para cons­ tituir una plataforma con que seducir a los par­ tidos avanzados y despistar a los gobernantes y elementos de orden en cuanto a sus verdade­ ros propósitos. Recurrió a la pedagogía porque la consideraba como un recurso auxiliar para modelar a su antojo a los futuros militantes revolucionarios. * * *

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Sin pasión ni odio de ninguna clase, con esa tranquilidad y reposo que es obligado para que la atención se concentre toda en la labor em­ prendida y brille el juicio sereno, narraremos lo que hemos visto y vivido. Y cuando libres de nuestro medio y por 110 participar de nuestros apasionamientos y ruindades, los hombres pue­ dan ju zgar con rectitud, reconocerán si Ferrer era digno del respeto y la admiración de sus contemporáneos. Y la enorme injusticia que representa el que por un hombre cuyas acciones amenazaban la paz y la tranquilidad de todos, se hayan con­ movido tan profundamente las multitudes en los emporios de la civilización y con el concur­ so .de hombres de inteligencia superior.

Antecedentes personales de Francisco F e ­ rrer Guardia: su educación y tendencias naturales. — Un hijo ingrato. — Bautismo anarquista de Ferrer.— Su colaboración en el asesinato y robo de un sacerdote es­ pañol.— Revelaciones de su esposa le g í­ tima.— Relaciones de Ferrer con Mlle. E r­ nestina Meunier. — Una aventura intere­ sante.— Medios de que se valió Ferrer para catequizar a Mlle. Meunier.— Revelaciones de Malato y Portet.— Ferrer heredero uni­ versal de Mlle. Meunier. — Asesinato de esa señora.

Los antecedentes personales que conocemos de Ferrer, de antes que entráramos en relación con él, son los sigu ien tes: Nació en Alella, pe­ queño pueblo d e ja provincia de Barcelona. Sus padres eran gente sencilla dedicados a las la­ bores del campo. Francisco Ferrer tenía un hermano mayor que él, José, que es el que ocupa actualmen­

te la propiedad de aquél en Mas Germinal, en M ongat. Am bos recibieron educación religiosa y fueron instruidos en los principios de orden y santa moral humana. Su hermano José era bastante díscolo y en cuanto llegó a la edad de la razón se mostró refractario a los principios morales y religio­ sos que habían normalizado su primera instruc­ ción. Francisco, por el contrario, era afable y m uy estudioso, y abrazó con tanto fervor y en­ tusiasmo las enseñanzas católicas, que sus pa­ dres, viendo en él un futuro sacerdote* lo colo­ caron como monaguillo en Iá iglesia del pue­ blo, y lo recomendaron al cura para que com­ pletara su educación religiosa. Cuando apenas tenía catorce años, un tío suyo se lo llevó a Barcelona, con la promesa de colocarlo en una casa de comercio y hacer de él un hombre de negocios. Sus padres, atraí­ dos por las promesas del que les aseguraba colocarlo bien, y con la halagadora esperanza de que, más tarde, aquél pudiera ser el sostén de su vejez, lo confiaron a su tío sin ninguna dificultad. ¡ Cuán lejos estaban aquellos pobres ancia­ nos de pensar que su adorado hijTS había de abominar, poco tiempo después, de la buena

educación recibida en su infancia, y pagaría los desvelos de sus -cariñosos padres con la más negra de las ingratitudes!... Los padres de Ferrer murieron en la última miseria con la amargura de ver que el hijo ingrato y des­ piadado no les ayudaba en nada. * * * Durante su residencia en Barcelona, Ferrer estuvo colocado en un establecimiento de bebi­ das en la Ram bla de Canaletas. A llí mismo entró en relación con F arga Pellicer, Francis­ co Viñas y otros jóvenes catalanes que en aque­ lla época ya se decían anarquistas colectivistas. Esos mismos individuos se hicieron anar­ quistas comunistas, y al llegar a España el anarquista italiano Fanelli, comisionado por Miguel Bakounine y Carlos Cañero para for­ mar la Sección española de la internacional anarquista en Madrid, ellos formaron la Sec­ ción catalana en Barcelona. A l calor de aquellos hombres fervientes pro­ pagandistas de las nuevas ideas, Ferrer recibió el bautismo anarquista, y fué, desde entonces, uno de los más entusiastas adeptos de esa abo­ minable secta.

Poco tiempo después Ferrer dejó el empleo que tenía en el almacén de bebidas y obtuvo una colocación en la Com pañía de los Ferroca­ rriles de Barcelona a Tarragona y Francia, co­ mo revisor de billetes. Mientras ocupó ese puesto entró en relaciones con algunos revolu­ cionarios españoles, em igrados en Francia, que conspiraban a las órdenes de don Manuel R uiz Zorrilla, jefe del partido progresista. Y Ferrer se encargaba de llevar y fraer corresponden­ cias de Francia para España y recíprocamente. Perdió aquel empleo porque en el tren en que él prestaba sus servicios, en el trayecto de T a ­ rragona a Cerbére, fué vilmente asesinado y robado un sacerdote español. Recayeron algu­ nas sospechas sobre Ferrer, por lo que la Com ­ pañía le dió la cesantía inmediatamente. Pero por carecer de pruebas concluyentes escapó a la acción de la justicia. Sin embargo, nosotros averiguam os más tarde que, efectivamente, aquel horrible asesinato había sido perpetrado con la complicidad de Ferrer. Cuando hace tres años conocimos en París a la esposa legítima de Ferrer, ésta nos relató que el asesinato del cura lo habían llevado a cabo unos individuos catalanes, am igos de su marido, y que con una parte del dinero roba­

do a aquel infeliz sacerdote se habían estable­ cido ellos en París. Poco tiempo después Ferrer tomó parte acti­ va en el levantamiento armado de Santa Colo­ ma de Farnés y, una vez sofocado aquel movi­ miento, huyó al extranjero refugiándose en P a­ rís. En esta capital entabló relaciones persona­ les con Zorrilla, y por la confianza que se había conquistado en los servicios prestados a los conspiradores republicanos, aquél le nombró su secretario,, cargo que Ferrer desempeñó hasta la muerte de Zorrilla, sin percibir sueldo, por servir a la causa revolucionaria. Antes de marchar a París, contrajo matrimo­ nio con una joven catalana, doña Teresa Sanmartí, hija de una modesta familia, pero dota­ da de todos los encantos de la juventud, de una belleza impecable y de una bondad y dulzura envidiables. De ese matrimonio tuvieron tres hijas, Paz, Trinidad y Sol, con las que cultivamos relacio­ nes amistosas, particularmente con las dos pri­ meras, durante nuestra residencia en París. Para ganarse la vida, Ferrer daba lecciones de español y su mujer le ayudaba con una tiendecita de comestibles que tenían en la rué Richer, 43.

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CASO FERRER

Siendo Ferrer profesor de español en un L i­ ceo de París, conoció como discípula suya a Mlle. Ernestina Meunier, dama católica muy rica, la que más tarde le legó toda su fortuna, compuesta de varios títulos de Hacienda y c’e un inmueble en París, calle Petites Ecuries, número 21, valorado todo en un millón tres­ cientos mil francos. L a muerte de Mlle. Meunier fué bastante inesperada y tenebrosa, y la prensa se ocupó del asunto arrojando criminales sospechas so­ bre Ferrer. * * * U na aventura amorosa nos dió la ocasión de saber que Mlle. Meunier había sido víctima de un crimen perpetrado con la más execrable premeditación. A principios del año 191 o estaba yo em igra­ do en París y, para ganarme la vida, daba lec­ ciones de español a domicilio. U n día, en una de las frecuentes visitas que yo hacía a casa de don Alfredo Naquet, éste me presentó a una señora, viuda de un militar francés, que desea­ ba aprender el español. Desde el día siguiente al de nuestra presen­ tación, yo iba todos los días, a las tres de la

tarde, al domicilio de esa señora, rué de l ’Assomption, 79 (P a ssy ), a explicarla lecciones de español. Dicha señora, además de poseer una bonita fortuna, tenía ideas avanzadas y, después de terminadas las lecciones, pasábamos muy bue­ nos ratos leyendo y conversando, en una nutri­ da y rica biblioteca, propiedad suya, en la que se encontraban, sabiamente clasificadas, las obras maestras de los modernos filósofos. Por identificación de ideas, o tal vez grata­ mente sorprendida del entusiasmo con que yo defendía principios que le eran comunes, lo cierto es que la amable señora me hizo objeto de la más viva simpatía, y al poco tiempo nues­ tras relaciones tomaron un carácter m uy ín­ timo. Ella poseía una magnífica hacienda en Normandíe, y allá fuimos los dos a pasar una corta temporada. Y después de facilitarme dinero para ciertos actos de propaganda, me hizo promesas formales de poner a mi disposición parte de su capital para trabajos revolucio­ narios. Al regreso de Normandíe, nos reunimos una tarde en el café Zimmer, en París, Charles Malato, Lorenzo Portet y yo. En el curso de nues­

tra conversación les puse al corriente de mis aventuras con esa señora, Y hablando de los medios que yo debía poner en práctica para asegurar la realización de las promesas que ella me había hecho, Lorenzo Portet se expre­ saba en los términos sigu ien tes: «Lo primero que debes hacer, decía, es que te asegure una cantidad para iniciar los traba­ jos de propaganda. Procuras interesarla y entu­ siasmarla con esos trabajos, dándola gusto y satisfaciendo todas sus exigencias, y cuando te halles en posesión de una buena cantidad, ya nos arreglaremos para suprimirla.» A lo que Malato, tan perverso como el otro, pero más ladino, replicaba: «No conviene matarla, porque ya sabes lo que ocurrió con Ferrer, y lo difícil que fue arre­ glar el asunto, y sería muy peligroso el que un discípulo suyo hiciera lo mismo.» Aquella tarde quedamos plenamente conven­ cidos de que Ferrer había acelerado la vida de Mlle. Meunier para apoderarse de su fortuna. En conversaciones posteriores con Lorenzo

Portet, nos refirió que las primeras relaciones con Mlle. Meunier empezaron siendo ésta dis­ cípula de español de Ferrer. Mlle. Meunier pro­ fesaba la religión católica y la practicaba con fervoroso culto. Ferrer discutía frecuentemente con ella sobre asuntos religiosos, aparentando que poco a poco lo invadía el misticismo cris­ tiano y que sus convicciones cedían paulatina­ mente ante los sólidos razonamientos y la exal­ tación de las virtudes cristianas de aquella se­ ñora, dejando entrever la posibilidad de su conversión a los dogmas de la religión católi­ ca. A l mismo tiempo, Ferrer procuraba intere­ sar a Mlle. Meunier en otros proyectos y obras filantrópicas, para cuya realización solicitaba dinero que ella le entregaba espléndidamente, hasta que lo nombró administrador de todos sus intereses 'y le asignó una parte de sus ren­ tas anuales, de la que Ferrer podía disponer li­ bremente. . Después hicieron un viaje reunidos a Lon­ dres, y Ferrer la presentó a algunos de sus ami­ gos que simularon la más agradable sorpresa y ponderaron, como convenía a sus propósitos, la generosa filantropía de la donante. Al regreso de su viaje, Mlle. Meunier, que no tenía herederos directos, ordenó su testa­

mentó, nombrando heredero universal único, para después de su muerte, a Francisco Ferrer Guardia. A los pocos meses Mlle. Meunier fa­ lleció repentinamente. El médico de cabecera de la difunta era un íntimo am igo de Ferrer.

Intimidades de Ferrer.— Para juntarse con la Meunier, se separa de su esposa le g í­ tima después de haberla maltratado y so­ metido a insoportables vejaciones,— Ferrer agredido por su esposa.— Carta de ésta al Tribunal.— Ferrer juzgado por sUs hijas.— Artículos de un antiguo amigo de Ferrer en «L’Eclair».— Las vilezas de Malato.

Ferrer era mal hijo, mal esposo y mal pa­ dre. Hacía a su esposa víctima de toda suerte de desdenes y brutalidades, proporcionándola las más degradantes vejaciones. Poco tiempo después de entrar en relaciones con MI le. Meunier, abandonó a su esposa legí­ tima para juntarse con aquélla, arrebatándola sus tres hijas, una de ellas recién nacida. Más tarde entabló, ante los tribunales de Francia, demanda de divorcio contra ella. La separación fue violenta y trágica, ocu­ pándose del asunto toda la prensa parisién, que censuró enérgicamente la incalificable conduc-

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ta observada por Ferrer. Su esposa, desespe­ rada por los horribles sufrimientos que la ha­ bía proporcionado privándola hasta de ver a sus hijas, lo encontró un día en una de las ca­ lles de París y le disparó varios tiros de revól­ ver. Detenida y juzgada en la décima Sección del correccional, fué\sentenciada a un año de prisión. Desde la cárcel envió la siguiente carta a los jueces que entendían en el proceso. Decía a s í: «Si yo cometí la locura de disparar sobre mi marido, me arrepiento; pero me había hecho tan infeliz, me había castigado tanto, que mi corazón, exhausto por los" padecimientos, me hizo olvidar por un momento quesera el padre da mis hijas. »Mi vida con aquel hombre ha sido un mar­ tirio continuo; él me lo negaba todot hasta la propiedad de mis hijas. Tengo una hija que cuenta hoy tres años y aun no la conozco. A p e­ nas hubt> nacido, mi marido la hizo llevar al departamento de Loir et Cher. i)Es cuanto pude averiguar\ pues él se opuso siempre a que yo fuera a verla. »Tengo otra hija de once años que mi ma­ rido envió a Australia, cuando apenas contaba

nueve años, y sin mi consentimiento. Por más que supliqué, todo fué en vano; mi hija salió, y hasta hoy no he- tenido la dicha de ver esie otro pedazo de mi corazón. »La mayor tiene doce años. Un mes antes de dejarme para juntarse con la Meunier, mi ma­ rido la puso en Montreuil-sous-Bois, en una pensión, donde apenas me la dejaron ver cua­ tro veces. Después me prohibieron el ingreso en el pensionado. Hablé con el cónsul espa­ ñ o la c u d í al comisario de policía de mi ba­ rrio, pero todo-fué in útil. »Otra vez volví al comisario para que me re­ comen dará al de Monlreuil, quien me dijo que volviera algunos días después. »Cuando volví me dijo «Siento comunicarle que vuestra hija ya 110 está en la pensión». ^Entonces fué cuando,-loca por la desespera­ ción y no pudiendo vivir sin mis hijas, deter­ miné matarme. Lo que me detuvo fué el pensa­ miento de que un día quizá podría volver a ver a mis hijast si me dirigía a mi marido, y enton­ ces fué cttando fu i a esperarle. . »Le vi venir hacia donde yo estaba; con el corazón desgarrado por el dolor, le pedí que me dijera dónde estaban mis hijas y, por dos veces, despreciando mis lágrimas, me rechazó.

nEntonces se me nubló la vista, perdí el co­ nocimiento y loca de dolor, disparé sobre el infame padre de mis hijas. nSeñores, he sufrido tanto con ese hombre, que espero tendréis piedad de mí. » T E R E S A S A N M A R T I.» *

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A raíz del fusilamiento de Francisco Ferrer, un antiguo correligionario suyo, periodista ca­ talán residente en París, Vinardell y R o ig, justamente indignado por la clamorosa campa­ ña de viles difamaciones que los panegiristas y esclarecedores de Ferrer hacían contra Espa­ ña, publicó una serie de artículos en L ’ Eclair, de París, en los que demostraba bien claramen­ te, con testimonios autorizados de la esposa e hijas de aquel padre miserable, cómo había amargado villanamente la vida de su bonda­ dosa mujer, sometiéndola a crueldades sin cuento, a insoportables vejaciones. Ferrer llegó a emplear con su esposa refina­ mientos de crueldad inaudita. Después de gol­ pearla brutalmente la humillaba de la manera más indecorosa, llevando a su casa y sentando

a la mesa a sus queridas, frente a su esposa y a sus hijas. Muchas de las vilezas descubiertas por V inardell nos fueron corroboradas por las decla­ raciones que personalmente nos hicieron las hijas de Ferrer, P az y Trinidad. Mientras los herederos y legatarios de Ferrer hacían gestiones en París para entrar en pose-' sión de la herencia, intervenimos directamente, por encargo de aquéllos, en los trabajos preli­ minares que se hicieron, y diariamente nos re­ uníamos con P az y Trinidad Ferrer. T odavía recordamos conmovidos la enorme impresión que produjo en nuestro ánimo la contestación que nos dió Paz, un día que la preguntamos si realmente su madre era acree­ dora al mal trato que le había dado Ferrer. «Mi madre, nos replicó con honda amargu­ ra, era una santa. Mi padre no ganaba lo sufi­ ciente para vivir y mi madre le ayudaba con una abnegación

y un cariño imponderables,

,1fi padre la trataba siempre con desdén, y era excesivamente celoso con ella. »Frecuentemente presenciábamos en nuestra casa escenas violentas, y alguna vez tuvimos

7o

CASO FERRER

que ver, aterrorizadas, como mi padre golpea­ ba brutalmente a mi madre. ■nCuando mi hermana Trinidad tenía nueve años, m i padre la arrancó de nuestro lado y la mandó a Australia, en casa de mi tío José. »Y o perdono a m i padre, a quien, a pesar de todo, quería, y cuya trágica muerte es para m í desconsoladora. Pero no por eso dejo de reconocer que a él se debe la honda tristeza que que nos embarga al saber que nuestra madre vive y, sin embargo, hace muchos años que ha muerto para nosotras. E l recuerdo de mi adorada madre siempre será venerado por nosotras.» C harles Malato contestó en U H um anité los artículos de Vinardell y R o ig publicados en L ’ Eclair. Malato quería hacer una defensa ca­ lurosa de Ferrer, su antiguo am igo y colabo­ rador en la preparación y realización de asesi­ natos políticos, y a falta de argum entos con­ vincentes para desmentir las afirmaciones cate­ góricas e irrefutables de Vinardell, empezó a proferir, en letras de molde, los insultos más procaces e indignos contra aquél. Vinardell se defendió muy briosam ente,, y Malato, viéndose irremisiblemente perdido, acabó por provocar un desafío, enviando sus

padrinos a Vinardell. Este, que sabe muy bien cómo las gastan M alato y sus amigos, tuvo el buen acuerdo de rechazar muy hábilmente la reparación por las armas que le pedían el ca­ pitán Gerard, socialista, y el anarquista ruso Stackelberg, que eran los comisionados de Ma­ lato., temeroso sin duda, y con harto funda­ mento, de que iba a ser víctima de un crimen. Sin detenernos mucho a considerar todas las peripecias de la comedia ridicula y .criminal a la vez, que intentaron representar Malato y sus amigos, justo será consignar algunos deta­ lles para dar a conocerla honorabilidad de uno de los más significados paladines del anar­ quismo. ■ , En la fecha en que Vinardell publicó sus ar­ tículos en L ’ Eciai'r, vivíamos nosotros en casa del mismo Malato, 2 bis, Passage Noirot. Malato es uno de los hombres más cobardes que se conocen y que sólo sabe moverse en la sombra, sin dar la cara jamás. Casi a diario nos visitaba un individuo espa­ ñol, Juvé de Buloix, supuesto am igo de Vinardell, quien refería a Malato la forma en que se comentaban sus artículos en casa de aquél, así como las opiniones de Vinardell sobre el duelo y otros pormenores.

Ese mismo individuo aconsejó a M alato que desafiara a Vinardell, porque éste no aceptaría para batirse, pero se vería obligado a callar. Malato desafió a su contrincante y entretanto preparaba la manera de que otros dos anar­ quistas fueran a buscarlo para reducirlo con amenazas de muerte. Y o mismo fui el encargado de llamar a R o­ sendo V idal y M agín Mareé, dos anarquistas de acción, catalanes, fugitivos y residentes en París. Malato les propuso que visitaran a V i­ nardell y le intimidaran para que callara so pena de intentar algo serio contra él. Efectivamente, aquellos dos desalmados fue­ ron a casa de su paisano Vinardell en la maña­ na del mismo día en que Malato hizo la sonada de enviarle los padrinos, a cumplimentar la cri­ minal misión que aquel villano y cobarde les confiara; pero en casa de Vinardell no fueron siquiera recibidos y ya no les fué posible en­ contrarlo en ninguna otra parte. Pero Vinardell, más práctico y conocedor de la caballerosidad de la gente con quien se las tenía que haber, denunció ante el Tribunal co­ rreccional de la Seine al diario L ’ Humanité, que publicó los artículos de M alato. Este se hizo cargo de pagar la indemnización que pu­

dieran poner al periódico, y se presentó como testigo contra Vinardell, y llamó además a T arrida del Mármol, Laissant, Charles Albert, el que suscribe y otros para que, haciendo gala de sus facultades oratorias, acusaran a V inar­ dell de las mayores iniquidades y defendieran la memoria de Ferrer. Cada un'o de esos testigos despotricó a su antojo; y, por último, se presentó a declarar Trinidad Ferrer, una de las hijas del mártir de Montjuich. Esta había sido de antemano muy bien aleccionada para que se esforzara en im­ presionar a los jueces desfavorablemente con­ tra Vinardell. Pero sucedió todo lo contrarío. Trinidad em­ pezó su declaración dirigiendo falsas inculpa­ ciones contra Vinardell y en defensa de su pa­ dre. Vinardell la interrumpió vivamente, y con unas cuantas frases increpándola por la ingra­ titud que significaba para con su madre la de­ fensa de Ferrer contra aquélla, consiguió el que Trinidad, anegada en llanto, se retirara afec­ tada sin poder proferir una palabra más. El Tribunal falló condenando al periódico L ’ Humanité y, por consiguiente, a Charles Malato, a indemnizar a Vinardell la suma de dos mil y tantos francos.

Term inado aquel acto yo ful a acompañar a Trinidad Ferrer a su casa y ella me explicó la dolo rosa impresión que le había causado el re­ . cuerdo de su buena madre/evocado por Vinardeíl, y con la más completa ingenuidad, en un arranque de sinceridad salido de lo más pro­ fundo del alma, me d ijo : «Efectivamente, mi madre era muy buena. E l señor Vinardell tie­ ne mucha razón en lo q^le dice; pero es muy triste que nosotras tengamos que cttlpar a nues­ tro padre después de muerto». * * # ■ Poco tiempo después del trágico desenlace ’ que tuvo la separación de dona Teresa Sanmartí y Ferrer, aquélla tuvo que ausentarse de París, asediada por las amenazas que le ha­ cían los am igos de .Ferrer. Se marchó a R usia acompañada de Sol, su hija menor. Y allá hizo su conversión a la re­ ligión ortodoxa y contrajo matrimonio con un caballero ruso, que ha premiado con las más delicadas atenciones la belleza y la virtud de aquella madre sufrida y heroica.

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CAPITULO IV

Unión de Ferrer con Mlle, Leopoldina Bonnard.— Otro hijo de Ferrer. — Leopoldina exclaustrada en Mongat mientras Ferrer seduce a otra joven*— Soledad Villafranca es una mujer mundana.— Ferrer estafa a Leopoldina cien.o cinco mil francos.— Comunicación de Leopoldina al Procura­ dor de la República francesa impugnando el testamento de Ferrer.— Declaraciones de Lorenzo Portet.— Abandono en que quedan Leopoldina y su hijo.—^Iniquidad incalifi­ cable.

A la muerte de Mlle. Meunier, Ferrer se unió con Mlle. Leopoldina Bonnard, joven profesora francesa muy culta y distinguida* Con ella1 tuvo un hijo que tiene ahora doce años y lleva el nombre de sii madre, aunque en!re los anarquistas se le designa con el nom­ bre de R iego. Tanto esa señora como su hijo, corrieron bien pronto la misma suerte que habían corri­

do la esposa legítima y las hijas de aquel hom­ bre despiadado y cruel. Los dejó en el más completo abandono para juntarse con una demi-mondaine. Mlle. Leopoldina Bonnard fué a Barcelona con Ferrer y estuvo como profesora de francés en la Escuela Moderna, donde prestó muy re­ levantes servicios, pues a una vasta cultura re­ unía aptitudes pedagógicas notables que esta­ ban muy lejos de poseer Ferrer y sus colabora­ dores. Adem ás publicó un Tratado de Nociones de francés, para uso de los alumnos de la Escuela Moderna, que resultó un trabajo excelente y fácilmente asimilable para los educandos. L os últimos meses del embarazo de R iego los pasó Leopoldina en la finca-de Ferrer, en M ongat. Entre tanto éste conoció a una modis­ tilla m uy'agraciada y coqueta, que asistía a las clases nocturnas de la Escuela Moderna. S e en­ caprichó de ella y, sin atender a su falta de ap­ titudes, la llevó como profesora de párvulos a las clases diurnas. Leopoldina estuvo enclaustrada en M ongat, sin que a pesar de sus reconocidas aptitudes y del empeño manifestado por ella, pudiera reanudar las clases de francés,

De 1906 a 7, Ferrer estuvo preso en la Cár­ cel Modelo de Madrid, por hallarse complica­ do en la preparación del atentado perpetrado por Mateo Morral contra Alfonso X III y su augusta esposa el día de su enlace. Leopoldina Bonnard, no obstante conocer la culpabilidad de Ferrer, lo abandonó todo para marcharse al extranjero a defender su causa proclamando su inocencia. Recorrió varias capitales de Europa, cele­ brando conferencias y contribuyendo grande­ mente a la clamorosa campaña de agitación que determinó la excarcelación de aquel miserable que indujo a Morral a realizar tan bárbaro atentado. , En la vista del proceso de Madrid se presen­ tó como testigo de la -defensa de Ferrer la mo­ distilla, que no era otra que Soledad Villafranca, y públicamente d ijo : «No creo en Dios y amo a Ferrer». Mientras duró la tramitación del sumario, Soledad aceptó las caricias de Emiliano Igle­ sias, defensor de Ferrer, y al ser excaroelado éste, la adoptó por compañera, abandonando definitivamente a Leopoldina Bonnard y a su hijo.

CASO FERRER

Poco tiempo después Leopoldina marchó a Ivondres. Ferrer le pagó todos sus sacrificios desheredando a su hijo y arrebatándole a ella su patrimonio personal, A la muerte de aquél, Leopoldina envió una comunicación a París, al Procurador de la R e­ pública, anunciándole declararse parte en cau­ sa para im pugnar el testamento de Ferrer, pi­ diendo la •restitución de una . suma de ciento ' cinco mil francos. Decía a s í : «En París, en el año de 1900, tra­ bé relaciones con Ferrer y me prometió casar­ se ocultándome su- situación de hombre casa­ do ; después dijo que se naturalizaría en Fran­ cia y, una vez obtenido'el divorcio, se-casaría; sin embargo, y teniendo ya entonces un hijo, se enfriar orí nuestras relaciones y sobrevino pronto la ruptura. »Yo había confiado a mi amigo la adminis­ tración de mi pequeña fortuna, consistente en cien to cin co m il fran cos, en valores mobi­ liarios depositados en el Crédit Lyonnais. En 1906 pregunté a ese establecimiento sobre' el estado de mis créditos, y entonces supe que Ferrer había retirado ya dichos valores. L e pe­ dí explicaciones y me contestó que los había

depositado en el Banco de Barcelona, y que me ¡os enviaría en breve. nPoco tiempo después produjéronse en Es­ paña ciertos hechos, por los que Ferrer es­ lavo preso bastante tiem p o;, después sucedió ¡o de Barcelona, y la muerte del agitador es­ pañol. . ■ ' ^Durante iodo ese período nada logré sa­ ber de mi antiguo amigo, y hoy, para subve­ nir a mis necesidades y a ja s de mi hijo} me he visto obligada a. aceptar un pequeño empleo en Londres.— L E O P O L D I N A B O N N A R D .» * * *

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Ferrer al otorgar su testamento nombró he­ redero universal a su hermano José, y-legata­ rio principal a Lorenzo Portet. Este es un anarquista español residente en L iv erp o o l que había colaborado con Ferrer, Malato y otros anarquistas a la preparación del atentado que costó la vida al eminente hombre público es­ pañol don Antonio Cánovas del Castillo* Asimismo había intervenido en la prepara­ ción del atentado de la me Rohan en París, contra M. Loubct y S . M. Alfonso X III, y en la preparación de otros ^tentados anarquistas,

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8o

CASO FERREft

por lo que Ferrer le confiaba la mayor parte de sus bienes para que continuara la obra de ex­ terminio iniciada por él. A Soledad Villafranca le dejaba Ferrer ochenta m il francos, producto de un seguro de vidas; y a cada una de sus tres hijas, Paz, T ri­ nidad y Sol, les asignaba la cantidad de seis mil francos, porque la ley no le permitía des­ heredarlas por com pleto; pero en el mismo tes­ tamento les recomendaba que respetaran la vo­ luntad de su padre y no dispusieran de aquella cantidad, dejándola a Portet para la continua­ ción de su obra. En otra cláusula del testamento recomenda­ ba a Lorenzo Portet que en el caso de que al­ guna de sus hijas, especialmente Trinidad, o Soledad o R iego, se vieran necesitados, pro­ curara atenderlos; pero sin mencionar para na­ da a„Leopoldina. Antes de que se llevara a cabo la ejecución testamentaria, Leopoldina Bonnard reclamó en la forma que queda demostrado por el do­ cumento que transcribimos anteriormente, los ciento cinco mil francos que Ferrer la había es­ tafado. Lorenzo Portet se negó terminantemen­ te a atender tan justa demanda y se entabló la acción judicial correspondiente.

En el curso de la tramitación legal, habla­ mos varias veces de la justicia que asistía a Leopoldina para reclamar aquella suma. Y tan­ to Portet como Malato, y el mismo hermano de Ferrer, reconocían y declaraban íntimamen­ te que Leopoldina había sido estafada; pero defendían a todo trance lo contrario porque, según ellos, Ferrer había llevado a cabo la es­ tafa de manera que aquélla no podía presentar ningún -documento que legalmente hiciera va­ ler sus derechos. Leopoldina residía en Londres, con su hijo, dedicada a dar lecciones de francés a domi­ cilio. Fernando Tarrida del Mármol, anarquista español residente en Londres, y uno de los amigos más íntimos de Ferrer, conocedor de la estafa que éste había llevado a cabo con Leopol­ dina Bonnard, hizo varios viajes a París con el único objeto de interceder acerca de P or­ tet, Malato y otros amigos, para que si no le entregaban a Leopoldina todo el patrimonio personal que Ferrer le había usurpado, por lo menos la dieran una cantidad suficiente para atender a sus necesidades y a la educación de su hijo,

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L as otras hijas de Ferrer, Paz y Trinidad, sentían más afecto por Leopoldina que por So­ ledad Villafranca, a la que consideraban como una aventurera despreocupada atenta al lucro personal y a los placeres mundanos. Varias veces manifestaron su deseo de que atendieran debidamente a Leopoldina y a su hijo. Pedro Ivropotkine y algunos otros revolu­ cionarios, hombres de conciencia menos elás­ tica que la de aquellos otros malvados, expre­ saron su opinión favorable a la demanda de Leopoldina; pero todo fué en vano. Lorenzo Portet se disculpaba cínicamente con todo el mundo, diciendo que Ferrer le ha­ bía confiado la continuación de su obra revo­ lucionaria y que para eso necesitaba los medios. Que todos sus esfuerzos irían encaminados a vengar cumplidamente a Ferrer y a llevar a cabo los planes revolucionarios que junto con aquél habían proyectado. Y que para llegar a ese fin era preciso acabar con toda clase de es­ crúpulos. Y

con esa criminal indiferencia, desoyendo

las justas demandas de aquella buena señora y ahogando implacablemente, la voz de la con­

ciencia, consumaron los herederos de Ferrer ia abominable iniquidad de -despojar. definitiva­ mente a Leopoldina Bonnard de su patrimonio personal, dejándola, en compañía de su hijo, en el más completo abandono.

LIBRO III

C A P IT U L O P R IM E R O Criminales medios de que se valió Ferrer para adquirir fortuna.— Párrafos textuales del testamento otorgado por Mlle. Meunier.— Fundación de la Escuela Moderna de Barcelona. — Ferrer no introdujo en España ninguna innovación pedagógica.— Falsedades propaladas por los revolucio­ narios extranjeros, — Difamaciones de la «Europa Consciente» contra España.

Cuando Ferrer estuvo procesado y preso por haber tomado parte en la preparación del bár­ baro atentado perpetrado por Mateo Morral contra S . M . A lfonso X III en la calle Mayor de Madrid, se habló en la prensa avanzada de cómo aquél había adquirido la fortuna que em­ pleó en la fundación de la Escuela Moderna, y con la que fomentaba sus propagandas anár­ quicas.

Falseando descaradamente la verdad, se dijo repetidas veces que cuando Ferrer residía en París, y siendo profesor de español, conoció como discípula suya a doña Juana Ernestina Meunier, dama francesa muy rica, con la que entabló relaciones íntimas atrayéndola ha­ cía sus id eas; y que aquella señora, identifica­ da en aspiraciones con el agitador revolucio­ nario, le había legado una fortuna para que fundase escuelas laicas y propagara sus doc­ trinas anarquistas. Semejantes aseveraciones son absolutamente falsas, Ferrer no intentó nunca, y tal intento hubiera acusado ausencia completa de perspi­ cacia, atraer hacia sus ideas á aquella señora de convicciones religiosas profundamente arraiga­ das. P or el contrario, en las conversaciones sobre asuntos religiosos que tenía con la seño­ ra Meunier, Ferrer se manifestaba siempre vi­ vamente interesado esforzándose en demostrar a aquélla su posible conversión al cristianismo. D e esa manera, empleando procedimientos de la más refinada hipocresía, consiguió inte­ resarla. Y venciendo toda clase de escrúpulos, puesta su mirada en el fin que perseguía, llegó hasta el asesinato para heredaría. En el testamento otorgado por Mlle. Meu-

nier, que Ferrer mismo nos dió a leer en cier­ tas ocasiones, y del. cual pudimos sacar algu­ nas notas en París, decía textualmente: «Lego a don F ra n cisco F e r re r , natural de A le lla , p ro v in c ia de B arcelo n a, España, y que actualm ente v iv e en P a rís, calle R ich e r, núm ero 4 3 , la casa sita en P a rís, ca lle de P etites E c u rie s, núm ero 1 1 , e tc ,, etc. »Deseo m o rir en el seno de m i Santa M adre la Ig le sia . Mi e n tierro será se n cillo y r e li­ gioso; y de la sum a líq u id a que se encu entre a mi fallecim ien to se ded icará la cantidad de tres m il francos para d e c ir misas {preferen­ temente en F ran cia) p o r e l reposo de mi alma y p or e l de mi qu erid a m adre. Mi c u e r­ po deberá rep o sar en el cem en terio de Mont* martre.» Ferrer cumplimentó las disposiciones testa­ mentarias de aquella señora, empleando la for­ tuna que le legara en crear escuetas donde arrancar a la ju v e n tu d todas sus creen cia s y halagar todos sus apetitos. En cuanto Ferrer se encontró en pósesión del legado de Mlle. Meunier, proyectó la fun­ dación de su famosa Escuela Moderna. En 1901 escribió desde París a José Prats, de Bar­ celona, enviándole tres mil francos y recomen­

dándole que gestionara la adquisición de un lo­ cal, etc. En esa misma carta explicaba a Prats cuáles eran sus propósitos. Y le decía que su Escuela no había de ser una más destinada a preparar comerciantes ni explotadores, sino que de ella saldrían los futuros revolucionarios aptos para empuñar la piqueta revolucionaria y demoler la sociedad desde sus fundamentos. Y que además de las clases diurnas para ni­ ños, se explicarían clases nocturnas para adul­ tos, que serían más bien conferencias, para ha­ cerles comprender las injusticias sociales y despertar r ese orden, era todo el bagaje es­ colar de esa brillante institución revoluciona­ ria denominada la Escuela Moderna de Bar­ celona. # * # Vamos a reproducir a continuación algunos fragmentos de los libros de texto que la Escue­ la Moderna de Barcelona ponía en manos de los alumnos, para que todas las personas sen­

satas y honradas puedan formular juicios exac­ tos sin dejarse invadir por apasionamientos sectarios de ninguna clase. E n cada uno de los pensamientos transcritos verá el lector ilustrado que, aparte de las abe­ rraciones doctrínales que encierran, lo cual da idea exacta de la ausencia de cultura científica del Director, profesores y colaboradores de la Escuela Moderna, están escritos en desastroso castellano. Esos señores que, según los agitadores y hombres de ciencia extranjeros, iban a salvar a España de la superstición y el obscurantis­ mo, no habían logrado siquiera familiarizarse con la exactitud y corrección del lenguaje cien­ tífico ni con los primores de la forma literaria. En una nota editorial del libro Evolución Super-orgánica de Enrique Lluria, dice lo si­ guiente : A l, cabo de dos generaciones en que no se enseñe el catecismo, y se expliqtie científi­ camente que lo que se llama la creación no es sino la existencia increada del universo, sólo quedarán de las creencias religiosas los efectos atávicos... todo tenderá a anularlos; comenza­ rá su atrofia y su anulación puede ser rápida.

A ese fin se. encamina la fundación de la E s­ cuela Moderna de Barcelona, de su biblioteca y de las escuelas Ubres creadas para extender su obra.» * * #

Si el objeto primordial de la enseñanza ofi­ cial en las escuelas públicas fuera hacer solda­ dos, nosotros, sin remembranzas de nuestras pasadas luchas antimilitaristas, seríamos los primeros en abominar de semejantes enseñan­ zas; pero que a los futuros ciudadanos de una nación civilizada, que a diario ven soldados, que seguramente han de ser soldados, se les explique una vez a la semana, o más de tarde en tarde, lo que es y las sagradas funciones que le están encomendadas al ejército, defen­ sor de la honra y de la integridad nacional, no sólo lo -consideramos tolerable, sino nece­ sario, imprescindible para exaltar en ellos el amor a la patria y el espíritu de sacrificio para defenderla y enaltecerla. Pues la Escuela Moderna de Barcelona, foco intenso de la más desenfrenada y salvaje anar­ quía, ponía en manos de los alumnos de nueve a doce años el libro Patriotismo y Coloniza8

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ción, recopilación de pensamientos como los que, para ilustrar el criterio de nuestros lecto­ res, transcribimos a continuación: P ágin a 12: «/Libraos de tocar ese fusil como si fuera de hierro candente! Por esa negación se os tratará de rebeldes, de cobardes faltos de sentimiento: ¡y qué! ¡n o toquéis el fu sil! Se os mostrará al enemigo invadiendo la patria: ¡ que la invada! S e os mostrará derribando el trono o el sillón presidencial: ¡qué os importan esos trastos!}) * * # «La bandera, símbolo de la patria, no és más que el símbolo de la tiranía y de la miseria.n * * * necesita estar tan poco informado del es­ tado moral y social de la península como de las regiones polares, para contar a España en el número de las naciones civilizadas.» * * * ((Examinando en un tribunal a los jueces y al acusado es dudoso juzgar quién tiene el al­ ma más negra.t)

Página 15 : «No os enfadéis por una bandera, que no es más que tres metros de algodón puestos en la punta de un palo,»? * # *

Página 24: «¿Quién tiene el derecho de poseer? »¿ Quién tiene el derecho de castigar? »¿ Quién tiene el derecho de mandar ? nNuestra conciencia responderá que la pro­ piedad ha sido constihiída por la expoliación, la astucia y el dolo, por la rapacidad y el en­ gaño bajo el nombre de comercio, y de in­ dustria. »Nos dirá también que la justicia y las leyes, vampiros sedientos de sangre de los miseros y humildes, lamen los pies de los poderosos; que la responsabilidad no puede ser individual en una sociedad en que el individuo es defor­ mado y comprimido y que la inmunidad abso­ luta es preferible al agar de los castigos y a la ferocidad natural de los jueces. »No h a y' diferencia entre los hombres que matan, sea cualquiera el pretexto con que se

quita la vida ; el asesino de la guerra y de la en­ crucijada se equivalen.» * * * P ágin a 33: «Lo que constituye la patria no son las cir­ cunscripciones territorialest ni los ciudadanos que las habitan, no; son los déspotas que las expío tan. a * * * P ágin a 84: Entre otras cosas, hállanse los honores otorgados a los militares.» * * * Del Compendio de Historia Universal, por Clemencia Jacquinet; Tercera parte, página 244:

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« ...E s una vergüenza ser soldado.., los ge­ nerales son abominables militarotes que pre­ tenden que la guerra debe alimentar la guerra, que sueltan la brida a sus soldados y aprueban sus bandidajes y depredaciones para retenerlos y hacerse amar de ellos * Véase los ataques dirigidos contra la reli­ gión falsean-do descaradamente la h istoria:

P ágin a 37: n... S e puede creer qüet el Jesús-Cristo fuese un monje budista, procedente del Monte Car­ melo, que se dedicó a predicar a los judíos la religión de Buda.» * * * Págin a 40: « ...¿ N o hubiera hécKo mejor D ios comen­ zando por formar al hombre tal como lo de­ seaba? »¿Se concibe que un padre comunique a su hijo una terrible enfermedad por el placer de curarle y proclamarse después su bienhe­ ch o r...? nO el dios de los cristianos es un dios malo, a quien toda conciencia honrada debe recha­ zar, o es impotente para impedir el mal y para asegurar el bien que desea.» * * * P ágin a 42 : «... ¿,Qué papel representa D ios?, »El papel de un ambicioso de baja estofa, infatuado de su propia sabiduría.» .

f M

P ágina 43: «Ese dulce Salvador carece de sentimiento filial y no pierde ocasión de rechazar a su madre.» * * * Y , por último, la página 46: «... Veremos siempre al Cristianismo, en el curso de la historia, frente a frente del progre­ so para obstruir su camino; negación de la ciencia porque desmiente el dogma; apoyo firr mísimo del absolutismo de la desigualdad de las clases sociales; opresor de la conciencia humana en el tornillo de su falsa moral; estan­ darte odioso, a cuya sombra se kan cometido todos los crímenes; vampiro siempre sediento de sangre al que se han sacrificado millones de víctimas♦» * * * Contra la Iglesia y contra el Estado. Página 6 : «/ Separar dos autoridades igualmente odio­ sas! ¡Suprim ir ambas es lo necesario/» ■ * # * En el Boletín de la Escuelft Moderna, destj-

nado, según declaración editorial, «a la difu­ sión de las novedades pedagógicas y al estu­ dio de los importantes temas que abren amplia vía al progreso de la humanidad», correspon­ diente al año V , núrti. i, p ág. 5, se lee: «Las religiones han retardado la evohición del hombre, han prolongado su debilidad pri­ mitiva, le han retrogradado al embrutecimien­ to ancestral; han cultivado y aumentado los terrores, resultando del desconocimiento de los fenómenos, la miseria que stifren los que no saben modificar en sto provecho" los hechos na­ turales y el daño, fruto de la incapacidad ge­ neral y de las obsesiones diversas; finalmente, se han unido admirablemente a la fuerza bru­ ta para reforzar la autoridad material y moral de los violentos y de los astutos, opresores de la gran masa humana.» * * * Contra el matrimonio y la familia : «El matrimonio es Ja prostitución santificada por la Iglesia y protegida por el Estado.» «La familia es uno de los principales obstáculos al desarrollo de los-hombres.» ■

* * *

Resumen de Historia de España, por don Nicolás Estévanez. Página 112: «Este rey (Fernando V I ) creó e l ejército mo­ derno, institución destinada a sostener la ene­ mistad entre las naciones, a defender los inte­ reses creados a la sombra de la injusticia pri­ vilegiada y a oponer la fuerza, el exterminio y el terror a todo lo'racional y progresivo: insti­ tución que sólo es buena cuando es perjura y obra en contraposición a sus juramentos y a su objeto, es decir, cuando se subleva procla­ mando la libertad o vuelve las culatas frente al pueblo rebelde.n * * * Página 121 ; «Reinado, usu rpación, tiran ía, cuestión

de

palabras; tiranía es no sólo todo reinado más o menos legítimo, sino iodo poder.» * * * ' Página 126: «Naciones enteramente libres no puede ha­ berlas... la libertad no puede encerrarse en tre fronteras,)) *

Cuando esas cosas las dicen o las escriben individuos que se llaman Alejandro Lerroux, R odrigo Soriano o Félix A zzati, a quienes to­ do el mundo conoce por lo que son, y se sabe que únicamente hablan de patriotismo para se­ ducir a la horda de fanáticos inconscientes que los siguen, la extrañeza no puede ser muy grande. Pero cuando el que así se expresa se llama N icolás Estévanez, militar^ español, antiguo ministro de la Guerra en la efímera república española del 73, y un día forma parte de un grupo de filibusteros que luchan despiadamente contra España, y de acuerdo con ellos pre­ paran un atentado y arman el brazo de AngioHilo para asesinar a don Antonio Cánovas del C astillo; otro día, de acuerdo con los anar­ quistas más feroces, da su asentimiento y co­ labora a la preparación del atentado contra A lfonso X I II y M. Loubet, en la rué Rohan en París^; y siempre del brazo con esos viles asesinos prepara el complot y fácilita las fór­ mulas para cargar las bombas que Mateo Mo­ rral arrojó en la calle M ayor de Madrid el día de la boda del rey de España, salvándose mi­ lagrosamente los reyes y ocasionando 127 víc­ timas.

Y qué más tarde contribuye a la campaña de difamación que se hizo en el extranjero contra España, comprometiendo la integridad de nuestro territorio nacional, hollando ignom i­ niosamente la dignidad y la honra de nuestra gloriosa bandera. ¿ Quién, repetimos, que sea digno de llamarse hombre y sienta algún cari­ ño por el pedazo de tierra que le vió nacer, no rugirá de indignación y maldecirá furiosamen­ te a los antipatriotas indignos que, para satis­ facer sus ambiciones, trafican vergonzosamen­ te con lo más sagrado que tiene toda persona bien nacida... ? [Cuán triste es pensar que aun hay, en nues­ tra querida España, hombres que llamándose defensores del orden y de las instituciones pa­ trias, se coligan indecorosamente con esos ele­ mentos y buscan su colaboración como una es­ peranza salvadora I... * * * Todas las lecturas que se hacían en la Es-, cuela Moderna eran comentadas. En esta tarea empleaban los profesores lo mejor del tiempo, convirtiéndose, cfasi siempre, las explicaciones de los textos, en conferencias encaminadas a

hacer resaltar las desigualdades sociales y a depositar en los educandos gérmenes de odio contra todo lo -existente. Adem ás, dos veces a la semana hacían los alumnos ejercicios de composición desarrollan­ do temas propuestos por los profesores. A lg u ­ nos de esos ejercicios se publicaban luego en el Boletín, y otros los guardaban los alumnos en sus cuadernos, y algunos los leían en reunio­ nes de carácter político más bien que pedagó­ gico, a las que enfáticamente daban el nombre de fiestas literarias. A tales fiestas, organizadas bajo los auspi­ cios de la Escuela Moderna, asistían los alum­ nos de las demás escuelas ferreristas, acompa­ ñados muchos de ellos de sus familiares. Después de ejecutar algunos números de mú­ sica y canto, los alumnos procedían á la lectu­ ra de sus trabajos literariost preparados para exhibirlos en aquellos actos culturales. Cuando Ferrer asistía a las fiestas ocupaba un lugar preferente en la tribuna e iba llaman­ d o , uno por uno, a los alumnos para que leye­ ran sus escritos. Term inado tan ridículo espectáculo, aborda­ ba la tribuna un profesor racional (con dimi­ nutivo), y soltaba una filípica anarquista des­

potricando contra todos los privilegios, salvo, naturalmente, los que gozaban ellos, diciendo tonterías y atacando a todo el mundo. Léanse algunos de los trabajos presentados por los alumnos en una de esas fiestas, descri­ ta minuciosamente en el Boletín de la Escuela Moderna. * * * Un niño de nueve años escribía lo siguiente : «El microscopio es un invento de los hom­ bres libres; los fanáticos son incapaces de in­ ventar nada, porque iodo lo achacan a su Dios.» * * * Una niña de doce años: «Las religiones han conducido siempre por mal camino a la humanidad. A los niños, en ves de enseñarles a reflexionar y a amar a sus semejantes, se les enseña a rezar y a admirar a los que matan; se les hace creer en el mila­ gro, cuando está probado que iodo se verifica en el mundo por causas naturales. »La religión ha sido siempre la desgracia de la humanidad; a ella se debe la explotación y la guerra.

preguntamos a los creyentes de cada una de las infinitas religiones cuál es la verdade­ ra, todos responderán que lo es la suya, prueba de la falsedad de todas * * * U na niña de diez y seis anos:

.

«El regim ien to : — Un día, pasando por la Rambla, vi un legim ienio de soldados. Me cau­ saron tanta pena, que cuando los oí tocar me fu i a la acera opuesta. Me da lástima verlos cuando llevan la mochila a la espalda. Me cattsó pena ver que la gen le corría para ver pasar aquella hilera de esclavos; sobre todo, cuando vi que los niños de la escuela iban a verlos. Esto demuestra el atraso del pueblo, que en ves de seguir su marcha, va a ver aquellos infelices esclavos.» * -* v U n niño de once años: «La c r is is o b re ra :— En Barcelona hay mu­ chos miles de obreros sin trabajo, que carecen de todo lo necesario... Verán a los burgueses ir

a sus recreos y diversiones, y la rabia les indu­ cirá a matarlos o el hambre les hará robarles el portamonedas.» * * *

Una niña de catorce años: «Los parásitos sociales: — Sin los curas es­

taríamos mejor. Esas señoras que están siem­ pre metidas en la iglesia ya dejan algo, por­ que ellos saben pedir; sacan dinero de las si­ llas, y en unas cajas que hay allí piden dinero para las ánimas y los santos, Ellos se dedican a sostener la ignorancia principalmente de las mujeres... E sos parásitos disfrutan de iodos los placeres, mientras el pobre obrero miiere en un rincón.» * * $

Una niña de trece años ¡ «La inquisición: — Pero ¿es que aquellos

tiempos pasaron?... A u n tenemos no muy le­ jos de esta verdadera Escuela un castillo., foco de infección inquisitorial, con fosos subterrá­ neos y calabozos... Cataluña se deshonra con la presencia de ese castillo cuya historia horro-

risa al viajero. E s preciso que destruyamos ese fantasma.» * * # U n niño de quinoe añíss:

«Trabajadores y b u rg u e s e s:— Figurémonos un trabajador.,, después de producir para el burgués y para la humanidad, pide media pe­ seta de aumento de jornal. Se le niega la peti­ ción bajo falsos pretextos, y junto con sus com­ pañeros se declara en huelga; entonces la au­ toridad, obediente allm rgués, persigue al tra­ bajador. ** Sobreviene la miseria, la enferme­ dad, el desahucio... La gente que pasa por la calle dice al ver en ella los trastos: «Son una familia que ha derrochado lo que tenía y aho­ ra no puede pagar al casero». Los que eso di­ cen son burgueses, los que más hacen sufrir al infeliz trabajador.a * * * Com o podrá juzgar el lector atento por los pensamientos transcritos, que no son los más significativos de los que redactaban los alum­ nos, pero- son los únicos de que podemos dis­ poner en este momento, en esos escritos se ana-

tematiza la religión cristiana negándoles a sus defensores hasta la capacidad de inventar na­ da y haciéndoles objeto de viles imputaciones que rechazaría indignada toda persona media­ namente culta. ■ U n niño de once años, disertando sobre la crisis obrera, llega, con una simplicidad que espanta, hasta justificar el asesinato y el robo como recurso supremo impuesto a los deshere­ dados de la fortuna. En otros trabajos se abomina de la familia y se considera al matrimonio como la más de­ gradante prostitución. Y procediendo en la forma que lo hacen todos los ideólogos anar­ quistas cuando se dirigen a la gran masa obre­ ra y humana, declaran ruda batalla a todos los convencionalismos sociales. La religión, la patria, las leyes, la propie­ dad, la familia, todas las instituciones que sirvieron de base a la sociedad antigua y so­ bre Jas cuales se desarrollan los infinitos pro­ gresos sociales de nuestros días, eran objeto de los mismos ataques, tendiendo a demoler todo respeto, todo temor. Esa es la obra llevada a cabo por la Escuela Moderna de Barcelona, y ese fué desde el pri­ mer momento el pensamiento predominante de

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su fundador y sostenedor Francisco Ferrer Guardia. Y por esa razón, las inmoralidades más escandalosas eran la norma de vida en aquella famosa institución y en sus similares. Nada de procedimientos pedagógicos moder­ nos que teniendo en cuenta la naturaleza del educando, los defectos y cualidades que lleva el niño al nacer, en germen, como heredero de las generaciones que le han precedido, pu­ dieran contribuir a encauzar sus fuerzas hacia el buen camino, desarrollando armónicamente todas sus facultades; ahogando, matando, si posible fuera, sus malas inclinaciones, y esti­ mulando, desarrollando prodigiosamente las tendencias generosas en su espíritu. No, muy lejos de eso. A ese pequeño ser frágil y fácilmente impresionable que la inep­ titud y perversidad de muchos padres pusieron a la disposición de Ferrer y sus colaboradores, se le predisponía y preparaba para que lo odia­ ra todo, hasta su misma familia, y procurando demoler las trabas que pudieran dificultar la realización de sus ideas disolventes y antisocia­ les, entrara en la vida social con un odio sel­ vático a todo lo existente, generador de la anarquía más desenfrenada y brutal.

El nombre de don Rafael Salillas es muy co­ nocido en España, como antropólogo notable que ha escrito varios libros de gran interés cien­ tífico y lleva muchos años especializando en los estudios de crim inología. ,

Además es un hombre de ideas radicales ven­ tajosamente conocido y que actualmente milita en el partido que acaudilla Alejandro Lerroux. En 1907, cuando Ferr-er estuvo preso en la Cárcel modelo de Madrid a consecuencia -del atentado. de Morral, don R afael Salillas era director de aquel establecimiento celular. Entonces, como a raíz del fusilamiento de Ferrer, la Europa Consciente se sublevó airada contra los tribunales españoles que querían «castigar en el filántropo filósofo todo lo que hay de moderno y progresivo en la sociedad contemporáneas. Y don Rafael Salillas, que durante su encar­ celamiento había estudiado la personalidad de Ferrer bajo sus diferentes aspectos, escribió a su colega el célebre criminalista italiano César Lombroso una carta publicada en la Revista Penitenciaria de junio de 1907, de la que en­ tresacamos los párrafos sigu ien tes:

«A César Lombroso. »Torino. «Insigne profesor: Y a sabéis que Francisco Ferrer, il mioyo martire del libero pensiero e della libertá umana — como decía en la carta publicada en la página cuarta del folleto pro Ferrer, con la conferencia que el 2 de di­ ciembre último pronunció Colajanni en el Aula M agna del Ateneo Rom ano,— salió absuelto y libre de la prisión celular de Madrid en la no­ che del 12 deteste mes. «No obstante, hablando con precisión psico­ lógica, os puedo decir que Ferrer-no se ha ido del todo. Ferrer sigue en su celda y seguirá in­ definidamente si la piadosa mano del olvido, mano revocadora, no acude a despejar las pare­ des de ciertas añadiduras escritas y pegadas, dejándolas como el reglamento lo impone. »Como español no puede menos de tocarme en lo vivo el mal concepto que se tiene de nos­ otros, y de este mal concepto he de confesaros que, más que la ponderada reputación de in­ quisidores, me duele que se nos tráte como a imbéciles* »Cuando en la conferencia Pro Ferrer, de

Colajanni, es llamado aquél filántropo y filó­ sofo en quien se quiere castigar todo lo que hay de moderno y progresivo en la-sociedad contemporánea, me decía yo, repitiéndome muchas de las acusaciones que nosotros en exa­ men de conciencia nos hacemos: ¡Siem pre lo mismo! ¡siempre los extranjeros nos han de descubrir! j He ahí un filántropo filósofo que lia conmovido a Europa y que nosotros sólo hemos llegado a conocerlo cuando la policía lo detiene y la justicia lo em papela! »Pero ahora, terminado el proceso, salvada la víctima, conjurada la tormenta, en calma los ánimos, bien puedo dirigirm e al ilustre' Colaianni, a quien científicamente hace muchos años que conozco y admiro, invitándole a que él, sociólogo, siga otro proceso con los mate­

riales grafológicos apuntados, y si pudiera en­ trar inmediatamente a seguirlo donde Ferrer ha estado recluido le diría: «Onoravele Cola­ janni: Védete la celia. Ecco il filósofo e tutto do che c’ é di progressivo nella societá? ¡A lio ni ponera societá/» ( Honorable C o la ja n n i: Mi­ rad su celda. ¡ H e ahí al filósofo! ¿ E s eso todo cuanto de moderno y progresivo se halla en la sociedad contemporánea? Entonces ¡pobre so­ ciedad !)

. »Pero me parece, insigne profesor, que me miráis con algún recelo. ¡Ferrer escribiendo en las paredes...! T al vez recordáis lo que se dice en la página 317 del primer tomo de L ’ oumo delinqxiente: «Le m um glie, dicono i pro­ verbia sono la carta dei passi. (L as paredes, dicen los proverbios, son el papel de los locos), i Será p osible!

»J7 nuovo m artife de libero pensiero e della liberta umana... ¡ha enloquecido,..!»

Más adelante continúa Salillas haciendo el proceso mental de Ferrer, y dice: «Los que conocen la sencillez y pulcritud de la moderna indumentaria pedagógica no cree­ rán ciertamente que el fundador de la Escuela Moderna sea un mancha paredes como cual­ quier preso vulgar. No lo creerán por la misma significación que pedagógica y antropológica­ mente tienen tales tendencias. U nos las consi­ deran infantiles; otros más que esto, casi cre­ tinas. Ni Ferrer tenía notoriedad, ni la Escuela Moderna había metido mucho miedo ni mucho ruido todavía. Todo el ruido que después se ha armado es una resonancia de la mortífera bom­ ba de Morral, y toda la notoriedad la ha produ-

cido la repercusión impresionante de la horren­ da hecatombe. ’ . . »Si .Morral no hubiese sido un colaborador de Ferrer en la Escuela Moderna, ésta y su obra continuarían en la relativa obscuridad y mediocridad en que vivieron.» *

s

*

«¿H a buscado Ferrer en la Escuela Moder­ na perfección ? No. Ferrer funda su escuela en un exclusivismo intransigente. »Toda escuela moderna, escuela científica, no puede ser ni lo uno ni lo otro, porque en la ciencia no hay pasión. La ciencia, con sencilla serenidad, cree que cuando la verdad se mani­ fiesta, el error se anula, y no combate el error, sino que lo deshace con demostraciones.» * * * * ' «El filósofo filántropo en quien simt^oliza Colajanni la bandera para combatir la intole­ rancia, es una naturaleza intolerante, y tal vez con los mismos caracteres de cualquier intole­ rancia religiosa. »Hay un fepisodio en la estancia de Ferrer en la prisión celular que así lo demuestra. Esta-

. ba, como siempre, descubierto, porque así iba incluso a los paseos. En aqifel momento oyó la campana del sacristán y vi ó al sacerdote que llevaba el viático a la enferm ería; Ferrer entró rápidamente en su oelda, se puso la gorra y volvió a salir* cubierta la cabeza.»

((Gran temeridad supone en la lucha social preparar los cerebros para una revolución de ideas, no preparando coadyuvante y preferen­ temente a los individuos para la ganancia de la vida, y éste es el desequilibrio que parece ad­ vertirse en la fundación de la Escuela Moder­ na, desequilibrio originado en la propia mente de Ferrer, donde se junta una simplicidad de ideas en falsa sistematización con un radica­ lismo efectista. Y decimos lo último pensando en aquellos hombres que sueñan en transfor­ mar la sociedad, destruyendo de súbito y sur­ giendo inmediatamente una nueva Arcadia...)) * * * «Sólo con un dato, con el de los escritos ri­ mados, un conocedor de estas materias, Lombroso, por ejemplo, variaría radicalmente de

opiniones. L a rima extraña de Ferrer le servi­ ría de entretenimiento a un literato humorísti­ co ; pero al hombre de ciencia le señalará cosas hasta el presente recatadas. Con esto la menta­ lidad de Ferrer se ha denunciado; mejor, se ha traducido. Nos bastará, para que les sirva de orientación a todos, copiar un expresivo texto de la obra del doctor francés M. S e g la s : Les trovbles de ¡angage ches: les aliené e s : Las per­ turbaciones del habla en los dementes. «Es de notar— dice— que la facultad de versi­ ficación se halla tan desarrollada en los alie­ nados, que muchos de ellos tienen la manía de hablar y escribir en verso. Pero no cuidan de observar las reglas más elementales de la pro­ sodia ; la rima queda reducida a una mera con­ sonancia y las frases están solamente separa­ das y escritas en forma de versos...» Evidentemente que en Ferrer se daban algu­ nas de estas anormalidades psicológicas, pues­ to que antes de abandonar la Cárcel Modelo de Madrid dejó en su celda pruebas inequívo­ cas de la elevación de su pensamiento, con las siguientes coplas de aguinaldo suficientes pa­ ra desternillar de risa al más pintado.

D O C T R IN A R A C IO N A L IS T A N o esperes nada de los otros por bellas cosas que te ofrezcan ciertos sabios y los poderosos porque si dan también esclavizan. ■

D e esclavizado es tu vivir si de los demás recibes favor, pues te será continuo el sufrir mientras no seas tu propio motor.

Buscar el acuerdo de los hombres en el amor y fraternidad sin distinción de sexos ni clases es la gran labor de la humanidad.

A ella nos dedicamos todos en las escuelas racionalistas instruyendo a nuestros alumnos sólo con verdades científicas, * * *

U N P E N S A M IE N T O Si los hombres fuesen razonables no permitirían las injusticias contra sí, ni a sus ¡semejantes, ni tampoco querrían producirlas. U N CO N SEJO N o más dioses ¡}i explotadores sean adorados ni servid os: vivamos todos entre amores de compañeros correspondidos* E N A C C IO N Mi ideal es la enseñanza pero racional y científica cual la de la Escuela Moderna que humaniza y dignifica. MI C O N S U E L O Am ar con pasión a una mujer, tener un ideal al que servir y ganas de luchar hasta vencer ¿ qué más puedo desear ni pedir? . F . F e r r er G u a r d i a . # * *

Y para completar la exhibición de los pri­ mores filosóficos y literarios que producía el fundador de la Escuela Moderna de Barcelo­ na, el Cervantes del siglo xx, como lo llamaba la Asociación Goethe, transcribiremos algún otro de los civilizadores pensamientos que de­ jó escritos en las paredes de la cá rcel: «Mientras exista un Cuerpo de penales 3r cárceles donde prestar su servicio, no podrá titularse civilizada la nación que los ampare. S i desde el recluso pasamos a los carceleros que lo guardan, a los jueces que lo condena­ ron, a los civiles que lo llevaron preso, a la policía que lo detuvo, a las personas que hayan podido denunciarlo, y a lo que se llama sociedad en general, y eshcdiamos la conciencia de cada cual, hallaremos que todas las personas que tengan realmente conciencia de sus actos, si persona hay en el mundo que la tenga, será ¡a del recluso, será la conciencia del recluso la que tal ves esté más tranquila.» * * * Y después que hayan leído todas estas cosas los defensores del mártir, ¿ será posible que, aun aquellos que por carencia de valor cívico

no se atrevan a reconocer públicamente su error, no se sonrojen por el ridículo que co­ rrieron, y la enorme injusticia -de difamar co­ bardemente a España, por enaltecer la execra­ ble figura de un pobre inicuo?... I Qué dirá ahora la Europa Consciente?,..

IilBRO IV

C A P IT U L O P R IM E R O /

Ferrer político y revolucionario.— Sus abe­ rraciones doctrinales y sus medios de lucha.-—Ferrer nunca fué un idealista hu­ manitario.— Fundación del periódico anar­ quista la «Huelga General» en Barcelona.— Edición del mismo periódico en París.— Proclamas revolucionarias redactadas por Ferrer para enviarlas a España.— La huel­ ga general de 1902 en Barcelona.

Ni en sus doctrinas, ni'en los procedimien­ tos de lucha empleados por Ferrer, había otra cosa que una intransigencia sistemática y ab­ surda contra todo. Evidentemente que no sentiríamos estrañe­ za alguna si un hombre con medios de fortuna y poseído de sentimientos filantrópicos, se pro­ pusiera favorecer a las clases humildes contri-

huyendo a elevar el nivel intelectual y moral de los trabajadores y colaborando con ellos pa­ ra aliviar su situación económica. Semejante propósito sería muy .plausible y seríamos los primeros en congratularnos de ello. Som os hombres de nuestro tiempo y com­ prendemos perfectamente la existencia de pro­ blemas sociales de un interés trascendente, inmenso, ineludible, que cada día se presen­ tan a los ojos de todos con más agudos carac­ teres; y que a medida que sé realizan mayores progresos en la maquinaria, la industria, el co­ mercio y todas las demás esferas de la activi­ dad humana, requieren mayores esfuerzos pa­ ra buscar una solución que armonice los inte­ reses de todos. Aceptam os, pues, la existencia real de la causa y nos regocijamos con los que honrada­ mente procuran neutralizar los desastrosos efectos de las desigualdades sociales. ¿ Pero se vió alguna vez que Ferrer preten­ diera agrupar las masas de trabajadores para que estrechando los lazos de solidaridad entre ellos mismos y por el esfuerzo común de todos, alcanzaran mejoras económicas y lucharan por asegurar a todas las individualidades las liber­ tades compatibles con el orden público?...

No, muy lejos de eso. En las luchas revolu­ cionarias de Ferrer, no había ninguna de esas aspiraciones nobles y elevadas del espíritu hu­ mano. Nunca formuló un ideal concebible ni con sus propagandas pretendía, como lo han afir­ mado sus partidarios, aproxim ar el triunfo de las reivindicaciones socialistas, que tienden a uniformizar los elementos de la población y a disminuir el predominio de sus entidades supe­ riores aboliendo entre los ciudadanos toda des­ proporción de rango y de fortuna. Esa concepción filosófica la consideramos demasiado simplista y su realización nos pare­ ce absurda e irrealizable; pero, al menos, res­ ponde a una concepción histórica del program a socialista formulado, por vez primera, en el célebre Manifiesto publicado en Londres, en 1848, por el israelita alemán Carlos Marx, y que después alcanzó bastantes prosélitos; y aun hoy, atenuado con adaptaciones más en armonía con el espíritu dé nuestros tiempos, constituye la bandera de combate de millares de trabajadores de todos los países. Ferrer rechazaba el empleo de huelgas par­ ciales para conseguir mejoras inmediatas, y no le preocupaba grandemente el que los tra10

bajadores se ejercitaran en la práctica de las li­ bertades políticas y sociales preparando el ca­ mino para alcanzar progresos más trascenden­ tales y definitivos. Cuando surgía algún conflicto entre patro­ nos y obreros, y a alguno de éstos se le ocu­ rría la idea de proponer comités de arbitraje que, constituidos equitativamente, intervinie­ ran entre unos y otros para solucionar las cues­ tiones evitando rupturas violentas, Ferrer siem­ pre replicaba, enérgicamente, que la lucha de clases no admitía el empleo de tales procedi­ mientos; y que los trabajadores no debían co­ laborar nunca con los organism os burgueses, porque eso equivalía a una colaboración de clases en opuesta contradicción con las aspi­ raciones proletarias, Ferrer, inspirado en el carácter absoluto e intransigente de la fracción bakounista de 1a Internacional, era un dogmatizante irreducti­ ble y sus concepciones revolucionarias, vagas y confusas a veces, abarcaban, sin embargo, la abolición de las clases, la igualdad de los sexos, la expropiación de todas las riquezas, la ■desaparición de todos los Estados y el estable­ cimiento de asociaciones universales libres de toda coerción, de toda tutela. Y como medios

de lucha, la huelga general revolucionaria, de la que esperaba mágicamente la supresión .de toda autoridad y una transformación completa del régimen social. * * *

En 1901, poco después de verificarse la aper­ tura de la Escuela Moderna, Ferrer fundó en Barcelona la Htielga General, periódico anar­ quista. Buscó como colaboradores para esa publica­ ción a Ignacio Clariá, Anselm o Lorenzo, Ma­ riano Castellote, Reyes y Barreras. En ese periódico se publicaron violentísimos artículos revolucionarios y de propaganda an­ timilitarista. Todos los redactores firmaban con seudónimos, excepto Clariá, que cargaba con la responsabilidad de todos los escritos publi­ cados, lo que le costó ir a la cárcel varias veces. Ferrer publicó, firmados con el seudónimo Cero, una serie de artículos tos más furiosos que hemos leído en la prensa anarquista. Esos artículos han sido recopilados, después de la muerte de aquél, por Anselm o Lorenzo, y pu­ blicados en un folleto que lamentam'os no te­

ner a mano, para reproducir algunos artículos, especialmente uno intitulado «HABRA S A N ­ GRE; SI, MUCHA SANGRE.»

A l mismo tiempo que se publicaba la Huel­ ga General en castellano, aparecía en París una edición del mismo periódico, redactada en fran­ cés, costeada también por Ferrer, y en la que colaboraban Charles Malato, Georges Ivetot y Entile Pouget. En las oficinas de P arís se publicaban unas circulares revolucionarias, redactadas por Fe­ rrer en castellano, para enviarlas a España. Transcribim os a continuación las dos pri­ meras :

C IR C U L A R

N.° 1

((Compañeros de degradación, de miseria y de ign om in ia: Si sois hombres, escuchad. De­ jemos a los burgueses calcular qué atropellos, qué usuras, qué envenenamientos les serán más lucrativos. ' «Dejemos a los políticos de profesión forjan­ do program as de todos los colores, que todos van a lo mismo: a explotarnos. «Dejemos a los comerciantes de la llamada Unión, falsos egoístas redentores, que se con­ tentan con una economía de cien millones, y

prometen seguir pagando, a nuestra costa, al Clero y al Ejército, que les garantizan sus ro­ bos y sus fraudes. »Esos comerciantes, esos políticos, todos los burgueses, no son más que una despreciable miseria. Nosotros somos los más y los mejo­ res; pero nos explotan, nos sacrifican, nos ma­ tan y nos deshonran, porque no somos hom­ bres, o no nos conducimos como tales. Nos consideran vil rebaño de sarnosas ovejas, y ca­ si tienen razón, puesto que lo consentimos, »Por fortuna se acerca la hora de demostrar ante el mundo que no queremos seguir siendo explotados. ■ «Compañeros : ¡ seanios hombres I »En el momento de la revolución que se ave­ cina, pasad por encima de los infames burgue­ ses y sus ridículos program as. Antes que edifi­ car, nos importa arrasar todas las ruinas. S i entre los políticos hay algún hombre digno de respeto, algún ciudadano que tenga justa o in­ justa popularidad, ya veréis como sale a conte­ neros en el momento crítico, a apagar las en­ cendidas mechas, con el pretexto de la huma­ nidad y los sentimientos generosos. Pues no les hagáis caso; pasad por encima de ellos; matadlos si es preciso.

»¿ P or ventura se acordaron ellos de la gene­ rosidad, ni de la humanidad, cuando Portas atormentaba en Montjuich, cuando Polavieja asesinaba en Manila, cuando W eyler se ensa­ ñaba en las indefensas víctimas de la inmola­ da C uba? ))V en g a la revolución, porque es tan inevita­ ble como la bancarrota; pero no la dejéis en manos de una burguesía tan odiosa como reac­ cionaria. Y no descanséis hasta que hayáis sa­ cado todas las consecuencias de una revolu­ ción, que sin vosotros sería tan vergonzosa co­ mo estéril.»

PROGRAMA «Abolición de todas las leyes existentes.— Expulsión o exterminio de las Comunidades religiosas. — Disolución de la Magistratura, del Ejército y de la Marina.— Derribo de las iglesias.— Confiscación del Banco y de los bienes de cuantos hombres civiles o milita­ res hayan gobernado en España o en sus perdidas colonias. — Inmediata prisión de todos ellos, hasta que se justifiquen o sean ejecutados.— Prohibición absoluta de salir del territorio, ni aun en cueros, a todos los c^ue hayan desempeñado funciones públicas.

— Confiscación de los ferrocarriles y de to­ dos los Bancos mal llamados de crédito.

«Para el cumplimiento de estas primeras me­ didas, se constituirá una delegación de tres de­ legados o ministros; de Hacienda, Relaciones Exteriores y Asuntos Interiores. Serán elegi­ dos plebiscitariamente; no podrá ser elegido ningún abogado, y serán conjuntamente res­ ponsables ante la plebe. ».¡ V iv a la revolución ! Exterminadora de todos los explotadores! ))¡ V iv a la revolución 1 «¡Vengadora de todas las injusticias! »Nota. — L o s compañeros que quieran de­ mostrar ser hombres, pedirán la circular núme­ ro 2 a quien les haya entregado la presente.» * * * L a circular número 2, redactada también por Ferrer, decía a s í : «Compañeros: A l dirigiros esia segunda hoja, os recordamos el programa contenido en la primera. Buscadlo si no lo habéis leído; ha­ cedlo conocer a vuestros camaradas; que vues­ tros hijos lo aprendan de memoria, y divulgad­ lo todo lo posible.

»E 1 nuestro es el único programa sincejo, revolucionario y salvador. N o hagáis caso de los que os digan que es obra del Gobierno, de la policía o de los enemigos del proletariado. «No temáis que os d iv id a ; esa virtud de divi­ dir sólo es propia de los program as políticos o de partido, llenos de lagunas, de reservas y de malas intenciones.

»E 1 nuestro no puede ser más claro: nos­ otros queremos y necesitamos destruirlo todo, y así lo declaramos con leal franqueza. N o en­ gañam os ni a nuestros enem igos. )>Se os dirá que es un program a negativo. C ie rto : porque es el program a del primer mi­ nuto ; después vendrá el reparto de los víveres; la destrucción y arrasamiento de los barrios in­ mundos, y aun de ciudades enteras, por antihi­ giénicas, antiartísticas y archimalsanas, como asimismo el reparto de las tierras y la.sanción popular de los actos de la Revolución. »Esas cosas no se ejecutan por incluirlas en los program as previos, sino por la voluntad su­ prema, por el esfuerzo común de la inmensa masa proletaria. )>Os las dictará el instinto de conservación, pues sin ellas la Revolución perecerá, provo­ cando ella misma una sangrienta reacción.

«Natural es que las clases conservadoras y ladronas opongan resistencia; lo incomprensi­ ble es que la opongan los parias de levita m u­ grienta y de sombrero abollado, como si no fueran víctimas, lo mismo que nosotros, de la iniquidad más irritante. »Esos periodistas, esos empleados, esos in­ felices que pasan noches enteras velando y tra­ bajando para enriquecer a otros, son más mi­ serables que nosotros mismos, , porque no lu­ chan por su redención; luchemos nosotros por la suya y por la nuestra, hasta convencerlos de que el militarismo y el clericalismo son los bra­ zos det capitalismo, verdugo de los hombres, azote de los pueblos, gran enem igo de la reden­ ción humana. »Acabemos con los brazos, que luego §erá fácil decapitar al monstruo, i Preparaos, traba­ jadores : la hora llega!» «Adjunta la receta para fabricar la planeastita.» * * * Adjunto con las circulares transcritas envia­ ban unas notas, escritas a máquina, que eran fórmulas para la preparación de explosivos y algunas instrucciones para su empleo.

En la fecha a que hacemos referencia existía en Barcelona la Federación Regional Obrera, organización compuesta de las Secciones de los diferentes oficios. Ferrer reclutó unos cuantos agitadores revo­ lucionarios de los más significados y elocuen­ tes, para la propaganda de sus ideales, con los que formó grupos anarquistas denominados Sección Varia, y adheridos a la Federación. Ferrer facilitaba a esos elementos los medios para que tuvieran cierta independencia econó­ mica y dedicaran sus esfuerzos a buscar prosé­ litos y dar a la organización orientaciones ne­ tamente anarquistas propagando la huelga ge­ neral revolucionaria. Ignacio Clariá, Mariano Casteílotej Juan Basón, J. Grau y Guardia, U són, y otros militan­ tes anarquistas inspirados y ayudados por Fe­ rrer, entraron a formar parte del Consejo Di­ rectivo de la Federación, y se hicieron los ora­ dores insustituibles en todos los mítines y con­ ferencias que se celebraban. El periódico de Ferrer, la Huelga General, se convirtió en el órgano de la Federación, y con los obreros más exaltados que encontra­ ban en las Secciones, formaban grupos de ac^ ción revolucionaria, a los que Ferrer, Clariá y

Lorenzo instruían en las enseñanzas y prácti­ cas revolucionarias. A principios de 1902, el Sindicato de obreros metalúrgicos de Barcelona promovió una huel­ ga parcial en demanda del reconocimiento del Sindicato por los patronos y algunas mejoras en los salarios y disminución en la jornada de irabajo. ^ Los agitadores profesionales asalariados por Ferrer, aprovecharon esa primera ocasión y, acentuando la intransigencia de los huelguis­ tas, lograron hacer extensiva la huelga a las demás Secciones y, por espíritu de solidaridad, proclamaron la huelga general revolucionaria. Desde el primer momento el movimiento to­ mó caracteres de violencia anarquista, y los que más se significaron eran precisamente los emisarios de Ferrer. Hubo serios encuentros en las calles entre la guardia civil y grupos de huelguistas arma­ dos, de los que resultaron muchos muertos y heridos de ambas partes. Se iniciaron los atentados contra la propie­ dad y se registraron algunos robos y saqueos. Hubo intentos de hacer funcionar la tea incen­ diaria en los conventos y casas de banca. La orientación del movimiento anarquista

estaba bien definida y tenía por base el Pro­ grama que Ferrer había trazado en las circula­ res y artículos de la H uelga General, Era, pues, el primer aldabonazo que los anarquis­ tas organizados daban a las puertas de las gen­ tes de orden, de los privilegiados de la fortuna. Entonces Barcelona contaba con una guar­ nición militar numerosa y en dos días pudieron sofocar el movimiento anarquista. Fué disuelta la Federación R egional; quedó suspendida la. publicación del periódico la Huelga General, y de los elementos adictos a Ferrer, algunos perecieron en la contienda, otros estuvieron encarcelados durante largo tiempo, y la mayor parte huyeron refugiándo­ se en el extranjero. E l fracaso de esa primera tentativa revolu­ cionaria frustrada no arredró a Ferrer, que poco tiempo -después reanudaba su labor con más bríos que antes. ' Fundó en Barcelona el Centro de Estudios Sociales de la calle de Tallers, de donde salió José M iguel A rtal, cuyo brazo armó Ferrer para que atentara contra don Antonio Maura. Preparó los atentados anarquistas de París y Madrid, en 1905 y 6, respectivamente. Y en 1907, después de su excarcelación por el últi-

m ode esos atentados, fundó Solidaridad Obre­ ra de Barcelona, y empleando idéntica táctica que en 1902, intentó nuevamente llevar a cabo la realización de su Programa por medio de la huelga general revolucionaria; primero, aprovechando la agitación en favor de los pre­ sos de Alcalá del Valle, en cuya tentativa fra­ casó por haberlos indultado Maura» Y por último, en momentos sumamente di­ fíciles para nuestra patria, cuando el valeroso ejército español peleaba victoriosamente en Marruecos por defender el honor nacional, pro­ movió la semana sangrienta de julio de 1909, por cuya participación un tribunal militar lo condenó a la última pena, haciéndole pagar con su vida los crímenes que había cometido.

Ferrer funda nuevas publicaciones anar­ quistas en Barcelona.— Don Antonio Mau­ ra, Presidente del Consejo. — E l viaje delRey y Maura de Barcelona,—La prensa re­ volucionaria contra Maura.— Ferrer pre­ para un atentado contra Maura.— Ferrer entrega el arma homicida al asesino.— La puñalada de Artal a Maura,— Telegrama y carta de Maura.— Carta de Artal a su tío.

Sofocada la huelga general de 1902, y a con­ secuencia de la represión gubernamental que aquélla había originado, sobrevino una tregua de unos cuantos meses, en que las organiza­ ciones obreras y agrupaciones revolucionarias no promovieron agitaciones. Después prosiguieron activamente su inte­ rrumpida labor los elementos anarquistas, re­ anudando nuevamente la publicación de sus periódicos. . . En lugar de la H uelga Generalt Ferrer fun­ dó en Barcelona, con la colaboración de A n ­

selmo Lorenzo y otros militantes revoluciona­ rios, la revista Acracia, y en otras localidades de Cataluña se inició la publicación de sema­ narios anarquistas. Reunidos los del grupo Acracia y algunos otros grupos de Barcelona, fundaron el Cen­ tro de Estudios Sociales de la calle del Correo V ie jo ; y en el local del sindicato de albañiles empezaron a agruparse otros sindicatos para formar una nueva Federación. * * * En los primeros días del mes de diciembre de 1903, don Raim undo Villaverde dimitió la presidencia del Consejo de Ministros, y el rey encargó la formación de Gabinete a don Anto­ nio Maura, que por primera vez ocupaba tan alto cargo. Después de su mayor edad, don A lfon­ so X II I había recorrido la mayor parte de las provincias españolas, siendo objeto en todas ellas de delirantes manifestaciones de simpa­ tía a las que siempre se hizo acreedor por su espíritu francamente liberal y valeroso; sin embargo, todos los gobiernos que se hablan sucedido en el poder habían declinado la res­

ponsabilidad de que el joven monarca visitara Barcelona, la culta y laboriosa capital ca­ talana. Barcelona, por su situación geográfica ad­ mirable, por ser uno de los principales puer­ tos del Mediterráneo y contar con una de las comarcas industriales más ricas de España, es un centro eminentemente cosmopolita, a don­ de se refugian millares de españoles de las demás regiones, y buen número de extranje­ ros que contribuyen a desarrollar la actividad febril de la gran urbe. Todo eso hace de la bella ciudad levantina un emporio inagotable de riqueza. Aparte la independencia de carác­ ter de que a justo título blasonan sus hijos, y el valioso contingente intelectual que aportan los demás, aparte de otras causas de orden etnológico, hacen de ella un foco prodigioso de cultura donde tienen su asiento todas las libertades populares. Pero de veinte años a la fecha, Barcelona, la grande, la heroica, así en la prosperidad como en el infortunio, la magnánima y viril ciudad que tan nobles ansias de progreso alienta, vese condenada a ser el teatro escogido por los anar­ quistas de acción, miserables anónimos que han producido incalculable número de víctiII

mas con sus cobardes atentados, para sembrar el luto y la ruina entre sus habitantes. Todo el mundo temía que al visitar Barcelo­ na, el rey fuera víctima de un siniestro aten­ tado por la mano misteriosa de alguno de esos fanáticos cobardes que hacen la desventura de ese pueblo altivo y generoso. T an temeraria como hermosa aventura sólo podía llevarla a cabo un hombre del temple de don Antonio Maura. Y en abril de 1904 se realizó el viaje del rey, acompañado de Maura, a Barcelona. Recorrieron triunfalmente varias poblacio­ nes catalanas en medio del entusiasmo de un pueblo viril y sano, que a pesar de las som­ bras que lo entristecen y devoran en ocasio­ nes, supo enardecerse ante la arrogante y sim­ pática figura *del monarca español. Contra lo que se temía, el rey fué aclamado por todas partes, sin correr ningún riesgo per­ sonal. Maura fué víctima de un odioso aten­ tado y herido alevosamente de una puñalada por José M iguel A rtal.

y

H e aquí cómo describe L uis Antón del Olmet la ejecución del bárbaro aten tad o: «Había dejado el presidente al rey en Capi­ tanía, y cuando daba órdenes para que le con­

dujeran a la Diputación provincial, Maura fué herido. »Estaba parado el vehículo, Don Antonio se despedía con la mano derecha de algunos ami­ gos, haciéndoles gestos afectuosos. H abía en la vasta plaza de la Capitanía general una enorme muchedumbre que ovacionaba al pre­ sidente. D e repente, por el lado izquierdo, su­ bió al estribo Artal* Oculto por un- pañuelo blanco llevaba un puñal asesino. No dijo una sola palabra. A ciago, monstruoso, víctima de una ceguedad inicua, intoxicada su pobre imaginación por esas lecturas embusteras que escriben los teóricos cobardes, intentó clavar su arma en ese corazón generoso, magnánimo, que late para bien de España, por el amor de España, corazón excelso. »... Sí, fué un milagro. La puñalada, bien medida, iba derecha al corazón. Sólo un acci­ dente inesperado, insólito, pudo evitar aquel crimen. Y ocurrió. »En el mismo instante en que Artal esgrim ía un arma contra el corazón del presidente, uno de los caballos que tiraban del coche se movió, brioso, y el vehículo avanzó bruscamente. Es­ to lanzó el cuerpo de Maura hacia atrás, en un movimiento involuntario, y esto hizo que

el puñaí entrase un poco más abajo del cora­ zón. Además, la punta, al tropezar con el cha­ leco del presidente, desvióse más todavía y ha­ cia un sitio menos vital; sin em bargo, la heri­ da pudo ser mortal. T en ía siete centímetros de profundidad.» * * *

N o es nuestro propósito ni cabría en el plan trazado en esta obra, tratar de la labor política llevada a cabo por don Antonio M aura. Sus actos han sido apasionadamente discutidos por sus enem igos políticos, llegando algunos, con su criminal ceguedad, a justificar el atentado personal y a propagar que Maura era carne de A n giolillo, Pero no tenemos por qué ocultar la simpa­ tía que nos inspira la entereza de carácter de ese hombre singular por muchos conceptos. Más de una vez han abundado en ese mismo criterio sus más encarnizados enem igos. Cabe, pues, perfectamente que transcribamos el tele­ gram a y la carta en que Maura, ya convale­ ciente, daba cuenta a sus ministros de las pe­ ripecias del viaje regio.

T elegram a: «Presidente al Ministro. nDentro de breves instantes embarcaremos para Baleares, según itinerario. Supongo a V . E . y compañeros informados de la serie de. ovaciones tributadas a S . M . en el día y la velada de ayer. Abarcando ahora conjunto del viaje por Cataluña, resulta imposible señalar diferencias de lugares o de clases en las demos­ traciones de adhesión entusiasta al rey, aun­ que se ha de decir en verdad que ha sido pro-^ gresivo el calor de las aclamaciones sin tur­ barlo accidente alguno ni poderse cumplir, ni aun amparadas por la noche, las contramani­ festaciones varias veces anunciadas. No debo ocultar la vivísim a complacencia que el amor a mi patria saca de todo lo ocurrido, sin ex­ ceptuar el frustrado crimen, cu yo estrago ma­ terial resulta insignificante. ' »SaIudo a todos los compañeros.

»A. Maura.» Decía la carta: «Barcelona, a 26 abril 1904. «Mis queridos compañeros y a m ig o s: reanúd­ elo, pluma en mano, las faenas ordinarias, y

quiero y debo comenzar manifestándoles a us­ tedes mi gratitud por la efusión cariñosa de que sus. telegramas y cartas de estos días vi­ nieron impregnados, afectos bien correspondi­ dos de parte mía. Gran provecho tendrá la nación si sus venideros Gobiernos viven en la cordialidad nuestra, jam ás turbada desde que juram os nuestros cargos. «Patente es que estuvo bien puesta la con­ fianza en Dios, que mostré cuando nos presen­ tamos a las Cortes sintiéndome anonadado an­ te el cúmulo de las desproporcionadas obliga­ ciones que asumíamos. Noten ustedes que los instigadores ostensibles- del crimen no pudie­ ron mejorar su servidor eventual, ni éste sabría apetecer coyuntura más propicia que la que se le deparó fortuitamente, ni su mano acertaría segunda vez a dirigir la puñalada con tino más certero: la entrada del cuchillo en la carne co­ rresponde al lleno del corazón, y parece haber penetrado el arma dos o tres veces más de lo necesario para una muerte instantánea. Pero desvióse de tal modo, que estos insignes doc­ tores que me asisten dicen ser muy difícil cau­ sar otra tal herida alojándola inofensivamente en el músculo, sin lastimar los inmediatos ór­ ganos vitales, aunque el ensayo se hiciese

tranquilamente. Consideren ustedes, pues, si no hemos de ver la mano de D ios en este lan­ ce, cuando el efectivo daño resulta tan insigni­ ficante, No he sentido verdadero dolor, ni he padecido siquiera una hora de insomnio, ni ha experimentado el pulso la menor alteración, »Sí, este evidente favor del cielo parece rati­ ficar el mandato de mis deberes, y positiva­ mente redobla el aliento para cum plirlos; la rapidez excepcional con que avanza la cicatri­ zación, me recuerda las urgencias y aviva mi impaciencia por regresar a Madrid, donde ha­ llaré sin duda muy adelantados los trabajos para los presupuestos de 1905, y donde además me aguardan los trabajos de lima en los pro­ yectos de ley que tenemos presentados en las Cortes, y cuya aprobación hemos de procurar porfiadamente antes del verano. Es lástima que los días que empleamos, bien empleados ciertamente, en el viaje de S u Majestad, no re­ naciesen para esas otras tareas; pero si hemos de resignarnos a que no sea en el comienzo, ha de ser a mediados de mayo la reapertura de las sesiones de Cortes. »En todo se cumple el plano de viaje, sin otra alteración que la tristemente sobrevenida por la muerte de S . M. la reina doña Isabel II (q. D. g. h .).

»En todos los ámbitos de Cataluña, grandes y pequeñas poblaciones industriales o agríco­ las, obtiene S . M . iguales calurosísimas mues­ tras de adhesión que crecen con su presencia. Sábenlo ustedes por los despachos y por el tes­ timonio público. . »Los médicos me vedan, comprendo su ra­ zón, y lie de acatarla, exponerme al evidente riesgo de que se abra y encone la herida en las apretadas aglomeraciones de gentes que suelen ser inevitables; y esto limitará mi asistencia a los actos restantes, que de otro modo presen­ ciaría. Iré donde no se comprometa la ventaja alcanzada, para asegurar el complemento de la cicatrización, el viaje a Baleares, Madrid, y la aptitud para el trabajo que ahí me aguarda. - »E1 general Linares, que ahora mismo sale de nuestro alojamiento para acompañar a S . M . en las visitas y ceremonias de la mañana de hoy, me encarga expresa y cariñosamente que en nombre suyo salude a todos y a cada uno de ustedes. Pongan con los suyos mis afectos, y figúrense que les voy abrazando uno tras otro, como fuera mi gusto hacerlo. »Suyo, Maura.»

.

»A.

* * *

El atentado del que se salvó milagrosamente don Antonio Maura fué preparado ostensible­ mente por Francisco Ferrer. Pocos -días después de la apertura del Centro de Estudios Sociales fundado por Ferrer en la calle del Correo V iejo, en Barcelona, se notó en el salón de lectura la presencia de un jo­ ven de aspecto enfermizo y triste a quien nin­ guno de los allí reunidos conocía* Se pasaba veladas enteras leyendo con avidez los libros anarquistas, de los propagadores de las vio­ lencias más extremas y esquivaba las conver­ saciones con los demás socios del Centro. Tan extraño individuo atrajo la curiosidad de los demás y algunos otros procuraron ha­ cerse am igos suyos. José Oriols y Francisco Miranda fueron los que más íntimamente se relacionaron con él. En cuanto se supo en Barcelona que el rey y Maura proyectaban hacer un viaje a aquella capital, la prensa revolucionaria empezó una violenta campaña contra Maura, acusándole de ser un reaccionario empedernido, hombre so­ berbio y fanático, capaz de desafiar los mayoíes peligros para satisfacer su vanidad per­ sonal.

Ferrer creyó llegado el momento de aprove­ char aquella agitación para llevar a cabo un asesinato, y citó a casa de Anselm o Lorenzo, Casanova, 32, a Francisco Miranda, hijo polí­ tico de aquél, para proponerle que buscara uü hombre de acción capaz de ejecutar el atentado contra Maura» Miranda empezó a explorar el ánimo de A r­ tal, y bien pronto se convenció de que aquel desdichado joven, movido por instintos bárba­ ros, producto de una mentalidad enfermiza, era materia dispuesta para lo que Ferrer desea­ ba. Aleccionado por éste, Miranda sugestionó a Artal, seduciéndolo con la conquista de una gloria iluminada por los áureos resplandores de la inmortalidad, si se convertía en el ven­ gador de todas las injusticias que aquellos mi­ serables atribuían a Maura, asesinándolo vil­ mente. Y cuando Artal, pobre cerebro enfermo, ya no tenía voluntad propia; cuando convertido en una verdadera víctima, que despreciaba la vida y obsesionado con la ídea del crimen sólo ansiaba extirpar tiranos, Ferrer le facilitó los medios para la ejecución del crimen. La noche antes de que el rey y Maura llegaran a Barcelona, reunidos en casa de Anselm o Lo­

renzo, Ferrer entregó a Artal -el puñal homi­ cida con que éste hirió a Maura. Pocos días antes del atentado, Artal escribió a un tío suyo, residente en Madrid, una carta que la familia presentó después al gobierno, en la cual se ve claramente el influjo ejercido en aquel pobre espíritu por las lecturas y las inducciones de los viles propagadores de los más execrables crímenes. Decía a s í : ' «Barcelona, y de abril de igo¿¡.. »Queridísimo tío: Después de saludarle con el amor, agradecimiento que por usted siente mi corazón, le manifiesto que dada la degra­ dación de un pueblo vil y servicial, antes que presenciarla prefiero morir. nConste, pues, que lleno de abnegación y sacrificio derramo mi sangre y mi sudor, cuyas gotas por más que estén mezcladas al dolor del más cruel martirio inquisitorial, serán para mi el consuelo del gran ideal. nSea en bien, pues, del pueblo, más si a ello me es ingrato, tenga presente, antes que se­ guir su decadencia moral y material, he sido hombre para levantarme y hacer frente a ella con mi sacrificio, apartándome de las charla-

tañerías, propias de hombres indiferentesf sin conciencia, fe, ni educación intelectual, en una palabra, sin genio. »Salude a todos de mi parte, a José y a tia Beatriz, nEscribí al señor Nadal, calle Ancha, núme­ ro 55, principal, el día 9 de abril, solicitando datos sobre la existencia y verdadero paradero de Joaquín,» Prescindimos de todo comentario seguros de que la Europa Consciente no olvidará cargar en el haber revolucionario del ((emancipador intelectual de España», del mártir del 13 de oc­ tubre de 1909, ese bello gesto de heroísmo pro­ pio de un pedagogo notable y de un hombre excepcional.

La cínica leyenda de los martirios a los pre­ sos de Montjuich.— Campañas ignominiosas contra España de «L’Aurore» y «L’Intransigeant» en París.— Preparación del aten­ tado contra Cánovas. — Los asesinos de Cánovas: Ferrer, Malato, Portet, Betanzos, Tarrida y Rochefort.— Portet y A n giolillo en Madrid.— Angiolillo a Santa Agueda.

En' 1910, mientras se hacía la clamorosa e inicua campaña de agitación contra España, motivada por el fusilamiento de Ferrer, hallá­ banse fugitivos en París buen número de anar­ quistas españoles, y entre ellos, algunos de los amigos más íntimos de aquél, que no sólo fo­ mentaban las manifestaciones antiespañolas si­ no que preparaban atentados contra el monar­ ca y los gobernantes y jueces militares que juzgaron a Ferrer, para vengar su muerte. Dos de los que más se distinguían en aquella labor eran Malato y Portet, y con ellos nos

reuníamos diariamente para concertar planes revolucionarios. Cada vez que se trataba de preparar algún atentado para vengar a Ferrer, Malato y Por­ tet tomaban como precedente la preparación del asesinato de don Antonio Cánovas del Cas­ tillo, en la que ellos habían colaborado en unión de Ferrer, y relataban los -episodios más importantes. A consecuencia de la bomba arrojada por Salvador en el Teatro Liceo de Barcelona, que ocasionó una porción de víctimas, fueron en­ carcelados en el castillo de M ontjuich varios anarquistas complicados en la preparación de aquel y otros atentados que en aquella época sembraban el luto y la consternación en la so­ ciedad barcelonesa. Cinco de los^ anarquistas presos, convictos y confesos, fueron fusilados en los fosos del fatídico castillo. Baldomero Oller, Fernando Tarrida del Mármol, Francisco Gana y otros, que fueron desterrados de España, se refugia­ ron en P arís. Pesaba sobre los fugitivos el dictado de di­ namiteros ; se sabía ciertamente que habían co­ laborado en tentativas criminales en Barcelo­ na; pero iban a París resueltos a difam ar co­

bardemente a. España y eso era más que sufi­ ciente para que no les faltara el decidido apoyo de los que continuamente arrojan sobre nues­ tra querida patria el baldón de todas las igno­ minias. En esa fecha, Francisco Ferrer Guardia era profesor de Español en el Liceo Condorcet, de París. E l doctor Betanzos, cubano; Francisco Ferrer y N icolás Estévanez, españoles; Georges Clemenceau, Arístides Briand, A lfred Naquet, Charles Malato y H enry Rochefort, fran­ ceses, y algunos otros, formaban el grupo de filibusteros que desde París luchaban contra España y en pro de la independencia de Cuba. Emprendieron una violenta campaña perio­ dística en el diario socialista L ’ Aurore, del que era director Jules Valles, y redactores Charles Malato, Clemenceau, Guillaume, y Pelloutier, Tarrida fué presentado a V allés por Ferrer y entró a formar parte de la redacción del citado diario* Charles Malato y Fernando Tarrida empe­ zaron una violentísima campaña de injurias contra España, inventando la infame leyenda de los tormentos a los presos en Montjuich, y otras atrocidades im aginarias. Henry Rochefort, el viejo periodista, decano

du journalisme du chantage en Francia, falle­ cido recientemente, secundó desde L ’ Intransigeant aquella campaña ignominiosa, publican­ do iracundos artículos contra Cánovas del Cas­ tillo, al que presentaban com o un monstruo horroroso de crueldadCelebraron en París infinidad de mítines pú­ blicos en los que se significaban por sus ata­ ques a España y a los gobernantes españoles, Tarrida, Malato y Briand. Y desesperanzados de conseguir su propósito con aquellos ata­ ques, unos cuantos de entre ellos decidieron asesinar a Cánovas. Reunidos en casa de W esck, restaurateur, gt boulevard Montpartiasse, París, Francisco Ferrer Guardia, Charles Malato, Lorenzo Por­ tet, el doctor Betanzos, Tarrida del Mármol y Rochefort, acordaron llevar a cabo el asesinato del gran estadista. W esck, el dueño de la casa donde se reunie­ ron esa gavilla de asesinos, íntimo am igo de Malato, nos fué presentado por éste a nuestra llegada a París, y en su misma casa celebramos varias reuniones los revolucionarios españoles; pues ese individuo se vanagloriaba frecuente­ mente de haber recibido a todos esos indivi­ duos en su casa, y de que allí hubieran acor­

dado el asesinato de Cánovas, Asim ism o se enorgullecía de haber estrechado la mano de Angiolillo. En la fecha a que hacemos referencia, resi­ día en París, como representante del periódico italiano

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Populo, un anarquista de la misma

nacionalidad llamado Carenzo, que es el que había acompañado a Bresci para asesinar a Humberto I de Italia. Este individuo había ha­ blado a Lorenzo Portet de un Joven italiano que trabajaba en Marsella, recomendándoselo como anarquista de acción, entusiasta y re­ suelto, Portet habló a sus am igos del joven tipógra­ fo, que no era otro que A n giolillo. Todos estu­ vieron contestes en buscarlo para ver si se comprometía a matar a Cánovas. E l mismo Portet fué el encargado de ir a Marsella a pro­ poner a A n giolillo la realización del asesinato. Este se mostró decidido a ello y regresó con Portet a París. De los fondos que tenían para hacer la cam­ paña contra España, entregaron a A ngiolillo una cantidad y le aconsejaron que se fuera a Barcelona a trabajar en su oficio unos días mientras ellos arreglaban algunas cuestiones 12

pendientes, y que el mismo Portet lo iría a ver cuando todo estuviera arreglado. A n gíolillo se marchó a Barcelona y allí espe­ ró a que fuera Portet con el dinero y las ins­ trucciones necesarias. Reunidos los -dos fueron a M adrid. A n giolillo se presentó con el nom­ bre de Rinaldini y la representación de II Popttlo que le cedió Carenzo. Portet como co­ rresponsal de un diario inglés. En Madrid vieron a varias personas, y par­ ticularmente a Nakens, a quien indudablemen­ te confiaron el objeto de su viaje; pues en una de las correspondencias de Nakens que Ferrer conservaba de aquella fecha, le decía : Recibí la visita d© Rinaldini y hablamos mucho de usted.

Desde Madrid Angiolillo marchó a Santa A gu eda, donde pocos días después asesinó vi­ llanamente a don Antonio Cánovas. Portet re­ gresó inmediatamente a París, de donde fué expulsado por sospechas que tuvo la policía francesa de su intervención en aquel horrendo crimen. Cada vez que hablaban de la preparación de un complot para asesinar a algún hombre de

Estado, Portet refería su cooperación en el asesinato de Cánovas y se jactaba de haber si­ do el que decidiera a- Angiolillo, que, según aquél decía, vacilaba en los últimos días. Ese Lorenzo Portet, heredero y continuador' de la obra de Ferrer, es una hiena implacable, un asesino vulgar incapaz ‘de ningún senti­ miento de humanidad. Decide de la vida de las personas con una insensibilidad que espanta. Horrorizaba escucharle cuando aconsejaba en la forma que había que sugestionar a Jaime Coll para que asesinara a Maura o Lacierva* «Es preciso, decía, exponerle la cuestión enérgicamente y hacer que el pensamiento de malar sea su única obsesión, para que serena­ mente., con la estoicidad del convencido, lo acabe como un perro.»

C A P IT U L O IV Las relaciones políticas de Ferrer y Lerroux. — La jefatura del partido progresista.— Visita oficial del R ey de España a Francia. — El atentado anarquista de la rué Rohan en París.— Taller de fundición donde fue­ ron fabricadas las bombas. — Individuos qué facilitaron las fórmulas y prepararon las materias explosivas.— La mano miste­ riosa de Ferrer.— Quién arrojó las bombas. — Sensacional proceso en París. - E l aten­ tado de la calle Mayor en Madrid.— Ferrer preparó el ánimo de Morral y le facilitó los medios.— Sensacional proceso en Ma­ drid.— Absolución de Ferrer.— Complacen­ cias de los gobernantes liberales españoles.

A la muerte de don Manuel R uiz Zorrilla, el partido progresista que acaudillaba aquel hombre público quedó acéfalo. Francisco Ferrer había sido secretario par­ ticular de Zorrilla durante la larga conspira­ ción de éste en París, y creyéndose con auto­ ridad política para interpretar las aspiraciones

de -sus correligionarios, escribió a Alejandro Lerroux una carta, que fué publicada en la prensa años después, ofreciéndole la jefatura del partido progresista. En aquella época Lerroux no era el político mesurado y de tendencias gubernamentales en que, más tarde, le convirtieron las ambiciones y el utilitarismo del partido que dirige. Era el caudillo republicano de mayor relieve y que mayores esperanzas despertó en sus correli­ gionarios. Hombre joven y activo, dotado de una inte­ ligencia poco común y de un temperamento or­ ganizador infatigable; espíritu audaz y aven­ turero, supo conquistar las simpatías de mu­ cha gente. L leg ó a Barcelona después que los anar­ quistas, en un largo período de propaganda oral y escrita, habían despertado en los obre­ ros el espíritu de revuelta. L as organizaciones obreras organizadas bajo los auspicios de los anarquistas, luchaban por reivindicaciones su­ premas, imprimiendo a sus luchas un carác­ ter de extrema violencia desordenado y peli­ groso ; pero desprovistos de sentido práctico y faltos de cohesión, los obreros no alcanzaban el resultado inmediato de sus esfuerzos.

Lerroux, orador popular fogoso y elocuente, con orientaciones políticas bien definidas, y con la panacea de hacer la revolución para de­ rribar el régimen monárquico y satisfacer las aspiraciones de todos, fomentó el espíritu re­ volucionario en las masas obreras de la ciudad condal, reclutó a muchos elementos dispersos y logró organizar un partido vigoroso y reco­ brar ascendiente en la política española. A la carta de Ferrer ofreciéndole la jefatura del partido progresista, contestó Lerroux con otra carta en la que le decía que él no estaba en disposición de ser jefe, y que su única as­ piración era la de ser soldado de fila disciplina­ do y resuelto. Los hechos vinieron poco después a demos­ trar lo contrario; pero no deja de ser muy luci­ do, sobre todo si se cuenta con la inconscien­ cia popular, el seducir a los incautos presen­ tándose como luchador resuelto y generoso, dispuesto a todos los heroísmos, aunque en* el fondo esas declaraciones sean la expresión de la más refinada hipocresía. Lo cierto es que las relaciones políticas de Ferrer y Lerroux se estrecharon cada vez más, y ambos marchaban de perfecto acuerdo para la realización de sus planes revolucionarios.

Ferrer, más intransigente y cruel, pero más cobarde, y quizás menos atento a las ambicio­ nes personales, trabajaba en la sombra, ayu­ dando a Lerroux con su dinero y sus anhelos de destruirlo y aniquilarlo todo. En esa obra contaban con la colaboración de Nicolás Estévanez y otros políticos españoles, conspiradores impenitentes que cuando no tie­ nen contra quien conspirar, intrigan y conspi­ ran entre ellos mismos. Después de un largo período de esas propa­ gandas permanentes de disgregación moral, intentando, por los medios más vituperables, quebrantar la disciplina de nuestro ejército, que, fiel a las gloriosas tradiciones hispanas, sostenía incólume su amor sagrado a las insti­ tuciones; una vez defraudadas sus esperanzas de alcanzar su objeto por esos medios, recu­ rrieron al atentado personal para ver si ace­ lerando la vida del monarca español podían promover serias agitaciones, comprometer la estabilidad del régimen y aprovecharse del caos político para hacer todo cuanto pudiera satisfacer el logro de sus ambiciones perso­ nales. * * *

En 1905, el rey